Camino a la inmortalidad La enfermedad que tuvo el Libertador a lo largo de su vida y las muchas crisis que presentó en los últimos años de ella sin duda tuvieron que influir en alguna forma en el desarrollo de las guerras de la independencia, el nacimiento de la república y tal vez mucho más, en la evolución de los hechos que llevaron a la desintegración de su obra política. Para conocer la secuencia y evolución clínica de su enfermedad se ha tomado fielmente la mayor información posible de los diversos autores citados, representativos de la inmensa bibliografía que hay sobre el Libertador, transcribiendo casi textualmente muchos de sus textos. En forma somera hemos tenido el cuidado de relacionar los períodos de su enfermedad con el contexto histórico que se vivía en ese momento, sin embargo no pretendemos realizar una investigación histórica exhaustiva. Intentamos construir y estructurar el conocimiento de la historia clínica y relacionarlo con la información que conocemos de sus últimos momentos y de la autopsia del hombre más grande íntimamente ligado a la historia de nuestra América.
Viaje a Santa Marta Renuncia y Muere. El 7 de Mayo Bolívar sale de Bogotá. No puede regresar a Venezuela, incluso teme por el Gobierno de Páez le incauté las minas de Aroa, hacienda de sus padres. Por ahora su destino es la costa. Quiere descansar un poco para reponer su quebrantada salud. Si mejora y le conceden el sueldo el ex - Presidente se residencia en Europa. En Cartagena recibe una noticia que le acelera el corazón. El Mariscal Sucre ha sido asesinado traidoramente. Bolívar no encuentra palabras ni lagrimas para tanto dolor. Llora como un niño y se ve en este crimen una cruel venganza de sus enemigos. Los asesinos sabían muy bien que Sucre era el sucesor legítimo de Bolívar, el único que todavía podía restaurar la unidad Gran Colombiano. Mientras tanto el gobierno del Presidente Mosquera se hunde. Cada soldado se hace General y todos se creen con derecho a sublevarse. A los 3 meses le sucede el Vice Presidente Caicedo. Apenas toma el mando le sustituye una insurrección militar. Urdaneta se alza con el poder pero decide que vuelva Bolívar. Es el único que aún puede unir y evitar la Guerra. El Libertador escucha a los emisarios. Le duele el caos total. Tengo la obligación de salvar a la patria como cualquier soldado. Ofrezco por los sacrificios de que soy
capaz. Pero no veo todavía que mi regreso aplaque a los revoltosos. No puedo aceptar otra vez la Presidencia sin el consentimiento de unas elecciones. En los últimos meses de su vida Bolívar fue tan humano como nunca lo había sido. Bolívar siempre cuerdo, siempre lúcido, siempre atento al desarrollo de la patria que el fundó. Le duele tener que proclamar ¡”He Arado en el Mar"...! Le duelen las columnas de quienes el honró. Le duele la falta de piedad y cariño de quienes creyó podrían ahora amarle o al menos respetarle. Le duele morir huérfano de amor después de haber dado integra su vida por la igualdad, la libertad y la justicia en América. La enfermedad está bastante avanzada, los medios le envían a Santa Marta y llega a la Hacienda San Pedro Alejandrino y su dueño le ofrece la casa."Reciba usted por esta generosidad, las gracias más expresivas de mi parte. ... yo pienso seguir por allá y desde luego hoy acepto seguir por allá y desde luego hoy acepto la oferta de usted, aunque sea por unos pocos días" .El médico que asiste a Bolívar el Dr. Reverend, escribe a principios de Diciembre. "El enfermo disimula los padecimientos, pues sólo ha algunos quejidos. Se le nota un sensible entorpecimiento de sus facultades mentales".
La última proclama. El 10 de diciembre de 1830 es el día de la última proclama del Libertador, dictada desde su lecho de moribundo. Firmó el testamento y recibió los Santos Sacramentos de manos del humilde cura de la aldea de Mamatoco, quien llegó en la noche con sus acólitos y varios indígenas. Luego, rodeado de sus más íntimos amigos, como José Laurencio Silva, Mariano Montilla, Joaquín de Mier, Ujueta, Fernando Bolívar, etc., el notario Catalino Noguera empezó a leer el histórico documento, pero apenas llegó a la mitad, porque la emoción y el dolor le ahogaron la voz. Continuó la lectura Manuel Recuero. La última Proclama dice así: A los pueblos de Colombia: Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiábais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y
mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono. Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales. ¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.
Testamento de Bolívar. El testamento de su excelencia El Libertador de Colombia General Simón Bolívar es el documento mediante el cual el Libertador Simón Bolívar declaró su última voluntad antes de fallecer el 17 de diciembre de 1830. Fue dictado en Santa Marta, Colombia, el 10 de diciembre, el mismo día en que dictó su última proclama y recibió los sacramentos por parte del Obispo de Santa Marta José María Esteves,1 y fue firmado por Bolívar y el escribano José Catalino Noguera al día siguiente.2 El original consta de 4 páginas manuscritas por ambas caras y estuvo archivado en una notaría de Santa Marta hasta que fue robado por desconocidos quienes lo vendieron al gobierno venezolano. El presidente Marcos Pérez Jiménez lo restituyó a Colombia donde fue depositado en un banco por la Sociedad Bolivariana hasta que dicha institución lo donó al Museo Nacional de Colombia el 24 de junio de 1960.3 El documento está constituido por catorce cláusulas en las que Bolívar declara u ordena elementos de diversa índole, incluyendo su creencia en Dios y la Iglesia Católica, sus bienes y su destino (las tierras y Minas de Aroa...y unas alhajas), que se paguen sus deudas y la donación de dos libros que fueron propiedad de Napoleón a la Universidad de Caracas. También ordena una remuneración para su mayordomo José Palacios, que se quemen algunos documentos, nombra sus albaceas, y divide lo que queda de sus bienes en tres partes: una para cada hermana María Antonia y Juana. La tercera para sus sobrinos: Juan,
Felicia y Fernando Bolívar, para que lo "disfruten con la bendición de Dios. Santa Marta, 10 de diciembre de 1830 En nombre de Dios todo Poderoso. Amén. Yo, Simón Bolívar, Libertador de la República de Colombia, natural de la ciudad de Caracas en el Departamento de Venezuela, hijo legitimo de los señores Juan Vicente Bolívar y María Concepción Palacios, difuntos, vecinos que fueron de dicha ciudad, hallándome gravemente enfermo, pero en mi entero y cabal juicio, memoria y entendimiento natural, creyendo y confesando como firmemente creo y confieso el alto y soberano misterio de la Beatísima y Santísima Trinidad, Padre Hijo y Espíritu Santo tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios que cree, predica y enseña nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana, bajo cuya fe y creencia he vivido y protesto vivir hasta la muerte, como Católico fiel Cristiano, para estar prevenido cuando la mía me llegue con disposición testamental, bajo la invocación divina, hago, otorgo y ordeno mi Testamento en la forma siguiente: 1. Primeramente encomiendo mi Alma a Dios nuestro Señor que de la nada la crió, y el cuerpo a la tierra de que fue formado, dejando a disposición de mis Albaceas el funeral y entierro, y el pago de las mandas que sean necesarias para obras pías, y estén prevenidas por el gobierno 2. Declaro: fui casado legalmente con la Sra. Teresa Toro, difunta, en cuyo matrimonio no tuvimos hijo alguno. 3. Declaro: que cuando contrajimos matrimonio, mi referida esposa, no introdujo a el ninguna dote, ni otros bienes, y yo introduje todo cuanto heredé de mis padres. 4. Declaro: que no poseo otros bienes más que las tierras y minas de Aroa, situadas en la Provincia de Carabobo, y unas alhajas que constan en el inventario que debe hallarse entre mis papeles, las cuales existen en poder del Sr. Juan de Francisco Martín vecino de Cartagena.
5. Declaro: que solamente soy deudor de cantidad de pesos a los señores Juan de Francisco Martín y Poules y Compañía, y prevengo a mis Albaceas que estén y pasen por las cuentas que dichos Señores presenten y las satisfagan de mis bienes. 6. Es mi voluntad: que la medalla que me presentó el Congreso de Bolivia a nombre de aquel pueblo, se le devuelva como se lo ofrecí, en prueba del verdadero afecto, que aún en mis últimos momentos conservo a aquella República. 7. Es mi voluntad: que las dos obras que me regalo mi amigo el Sr. Gral. Wilson, y que pertenecieron antes a la biblioteca de Napoleón tituladas "El Contrato Social" de Rousseau y "El Arte Militar" de Montecuculi, se entreguen a la Universidad de Caracas. 8. Es mi voluntad: que de mis bienes se le den a mi fiel mayordomo José Palacios la cantidad de ocho mil pesos, en remuneración a sus constantes servicios. 9. Ordeno: que los papeles que se hallan en poder del Sr. Pavageau, se quemen. 10.Es mi voluntad: que después de mi fallecimiento, mis restos sean depositados en la ciudad de Caracas, mi país natal. 11. Mando a mis Albaceas que la espada que me regaló el Gran Mariscal de Ayacucho, se devuelva a su viuda para que la conserve, como una prueba del amor que siempre he profesado al expresado Gran Mariscal. 12.Mando a mis Albaceas se den las gracias al Sr. Gral. Roberto Wilson por el buen comportamiento de su hijo el Coronel Belford Wilson, que tan fielmente me ha acompañado hasta los últimos momentos de mi vida. 13.Para cumplir y pagar este mi testamento y lo en el contenido, nombro
por
mis
Albaceas
testamentarios,
fideicomisarios,
tenedores de bienes a los Sres. Gral. Pedro Briceño Méndes, Juan
de Francisco Martín, Dr. José Vargas, y el Gral. Laurencio Silva, para que de mancomún et insolidum entre en ellos, los beneficien y vendan en almoneda o fuera de ella, aunque sea pasado el año fatal de Albaceazgo pues yo les prorrogo el demás tiempo que necesiten, con libre franca, y general administración. 14.Y cumplido y pagado este mi testamento y lo en el contenido instituyo y nombro por mis únicos y universales herederos en el remanente de todos mis bienes, deudas, derechos y acciones, futuras sucesiones en el que haya sucedido y suceder pudiere, a mis hermanas María Antonia y Juana Bolívar y a los hijos de mi finado hermano Juan Vicente Bolívar, a saber, Juan, Felicia y Fernando Bolívar, con prevención de que mis bienes deberán dividirse en tres partes, las dos para mis dichas hermanas, y la otra parte para los referidos hijos de mi indicado hermano Juan Vicente, para que lo hayan, y disfruten con la bendición de Dios. Y revoco, anulo, y doy por de ningún valor ni efecto otros testamentos, codicilos, poderes y memorias que antes de este haya otorgado por escrito, de palabra o en otra forma para que no prueben ni hagan fe en juicio, ni fuera del, salvo el que presente que ahora otorgo como mi última y deliberada voluntad, o en aquella vía y forma que mas allá lugar en derecho. En cuyo testimonio así lo otorgo en esta hacienda San Pedro Alejandrino de la comprensión de la ciudad de Santa Marta a diez de diciembre de 1830. Y su excelencia el otorgante a quien yo, infrascrito, Escribano Publico del Número certifico que conozco, y de que al parecer está en su entero y cabal juicio, memoria y entendimiento natural, así lo dijo, otorgó y firmó por ante mí en la casa de su habitación, y en éste mi Registro Corriente de Contratos Públicos siendo testigos los S.S.: Gral. Mariano Montilla, Gral. José María Carreño, Coronel Belford Hinton Wilson,
Coronel José de la Cruz Paredes, Coronel Joaquín de Mier, Primer Comandante Juan Glenn y el Dr. Manuel Pérez Recuero, presentes.
Muerte de Bolívar. El 17 de diciembre de 1830, en la Quinta «San Pedro Alejandrino», cerca de Santa Marta (Colombia), dejó de existir el Genio de la Libertad, el más Grande Hombre de América. A la 1 en punto de la tarde, «murió el sol de Colombia», Simón Bolívar. Había recibido de manos del Cura de la aldea de Mamatoco los Santos Sacramentos. Después de haber dado libertad a tantos millones de suramericanos, Bolívar se halla en su último instante muy solo. Apenas le rodean Mariano Montilla, Fernando Bolívar, José Laurencio Silva, Portocarrero, el edecán Wilson, Ibarra, Cruz Paredes, José María Carreño... El médico de cabecera Alejandro Próspero Reverend, viendo que llegaba el momento supremo los llamó y les dijo: «Señores, si queréis presenciar los últimos momentos y postrer aliento del Libertador, ya es tiempo». Pero, indudablemente, Bolívar continúa vivo en el corazón de los pueblos, en las ideas que parecen escritas para nuestros días, en las acciones que son permanente ejemplo para todos aquellos que sienten de verdad lo que es una patria redimida. El Sol de Colombia sigue brillando. Bolívar lo vivió. Destituido de todos sus cargos por la oligarquía gran colombiana asesinado, antes, su noble amigo el mariscal Sucre que ganara en los Andes, en 1824, la última batalla de la Independencia y es necesario decir que nunca se supo quién le preparó la emboscada de la muerte, fue abandonado, Bolívar, a su suerte. Camino de su destierro a Venezuela, sublevada ya ante su posible llegada porque iba precedido de la apelación de dictador, Bolívar no tuvo a su lado nada más que un grupo de amigos: contados con los dedos. Enfermo, le curaba el médico francés Alejandro Prospero Reverend. Arribado a la ciudad costeña de Santa Marta, el Libertador no encontró techo de recepción nada más que en la casa de un español: Joaquín de Mier. Ya próximo a la muerte se refugió en la Quinta de San Pedro Alejandrino. Esta mansión pertenecía, también, al mismo español. En San Pedro Alejandrino pronunció aquella invocación a la ironía:
"Jesucristo, Don Quijote y yo hemos sido los más insignes majaderos de este mundo".
Sus Ideas en la Educación. Cuando el pueblo, por medio de la instrucción, sepa lo que son sus deberes y derechos, habremos consolidado la República. En Venezuela, Manifestó varias veces su preocupación por mejorar el sistema educativo, y dictó medidas como estas:
Creación de escuelas primarias, basadas en el sistema de enseñanza de José Lancaster, a quien Bolívar conoció en Londres e invitó a Venezuela.
Reforma de los estatutos de la Real y Pontificia Universidad de Caracas para adaptarla a la nueva realidad del país y actualizar su funcionamiento tanto académico como administrativo. En los diferentes países Bolivarianos, el libertador dejó su huella como reformador y promotor de la educación.
En Colombia, decretó en 1829 la obligatoriedad de la educación primaria e implanto numerosos colegios y centros de enseñanzas.
En el Perú, cróela universidad de Cuzco, así como los colegios para varones y hembras.
Su interés por mejorar la calidad de la educación en su época, le hizo pensar en la necesidad de enviar varones becados al exterior para perfeccionar sus conocimientos y traer al país nuevas técnicas y aprendizaje. La visión de Bolívar sobre la educación como medio de alcanzar la igualdad democrática de los ciudadanos, se proyecto en el tiempo e influyo en el decreto de instrucción pública de Guzmán Blanco en 1870. El decreto de ilustración pública de Guzmán Blanco constituyó un importante paso hacia un sistema democrático de la enseñanza, que fue evolucionando con las posteriores reformas educativas de octubre de 1945, de 1960 y de 1980. Los logros educativos alcanzados en países como Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, Panamá y Venezuela, en su lucha contra el analfabetismo y el atraso, se han apoyado en gran parte en las ideas y proyectos del Libertador, aunque todavía persisten, en buena medida, muchos de esos problemas. Bolívar al igual que en sus ideario Político, y Social , anhelaba una educación de espíritu progresista y revolucionaria, la importancia de la educación para el
ejercicio de la vida ciudadana , llama que mantenía viva con gran fulgor , ya que sostenía la educación como la base fundamental de toda sociedad , de allí su máximo pensamiento expresado en el Congreso de Angostura en el que pronunció con profundo sentir "MORAL Y LUCES SON NUESTRAS PRIMERAS NECESIDADES" Sus ideas fueron inspiradas de su más noble pasión, apoyadas de los escritos de Juan Jacobo Rousseau quien afirmaba que la educación es un proceso que se inicia con el nacimiento y termina con la muerte del individuo.
Sus principales ideas educativas fueron:
El proceso educativo debe ir dirigido hacia la formación de ciudadanos amantes de la libertad y del respeto por las leyes y sus instituciones.
La enseñanza debe adaptarse a la edad, al carácter, y a las inclinaciones
de los niños y niñas. Síntesis de los principios educativos del Libertador:
El estado debe dirigir y orientar la educación y por ello asignar como primera atribución a la Cámara de Educación dirigir la educación física y moral desde el nacimiento hasta los doce años cumplidos.
Propone y estimula la publicación de libros en nuestro idioma.
Los planes de estudio deben llevar a las mentes de los estudiantiles
los
elementos
indispensables
para
fomentar
los
principios morales y el respeto a las leyes y a los magistrados, consubstancial con la estabilidad de las instituciones democráticas.
La Cámara de Educación tiene la obligación de elaborar un plan de edificaciones escolares, señalando las condiciones requeridas en estos establecimientos y su ubicación.
Publicación de estadísticas vital y cultural para hacer un balance de los progresos del país.
Defiende el principio de adaptación de la enseñanza a las condiciones del desarrollo y capacidad del alumno.
También Bolívar toma las siguientes medidas en materia educativa:
Legisla sobre planteles y maestros para indios.
Decreta la Enseñanza Obligatoria en el Perú.
Promueve la instrucción femenina.
Expropia bienes de las iglesias y de particulares a favor de la instrucción.
Transforma colegios privados y conventos en colegios públicos.
Dispone se arrienden bienes nacionales para fomento de la enseñanza general.
Establece escuelas lancasterianas en Colombia, Perú y Bolivia.
Funda una escuela náutica en Guayaquil.
Contribuye con la educación a expensas de los escasos recursos que le restaban de la cuantiosa fortuna heredada.
Ordena en Chuquisaca el establecimiento en cada capital departamental de una escuela para ambos sexos. Crea en Perú un colegio de ciencias y artes, una escuela militar y un colegio seminario.
Educación A Las Madres.
Bolívar siente la necesidad de educar a las madres, para que éstas puedan asumir el papel de formadoras dentro del hogar. Crea Escuelas para niñas porque considera que la educación de éstas es la base de la constitución familiar. Ésta se encargará de la educación física y moral de los niños y niñas desde su nacimiento hasta los doce años, deberá: Establecer, organizar y dirigir las escuelas primarias, donde se les enseñen a pronunciar, leer y escribir correctamente, que se les instruya en los derechos y deberes del hombre y del ciudadano, se les inspiren ideas y sentimientos, amor a la patria, a las leyes y al trabajo, respeto a los padres, ancianos, magistrados y adhesión al gobierno. Bolívar confiere al Estado la primera obligación en materia educativa y promueve la enseñanza gratuita y obligatoria sin distinción de clase social, sexo, raza o religión.
Enseñanzas De Las Lenguas. Bolívar se preocupo fundamentalmente por la educación de los pueblos. Consideró indispensable la enseñanza de los idiomas modernos sin descuidar el idioma castellano. Bolívar, hablaba tres idiomas, español, francés e inglés.
Buen Uso De La Memoria. “Hay hombres que necesitan estar solos y bien retirados de todo ruido para poder pensar y meditar; yo pensaba, reflexionaba y meditaba en medio de la sociedad, de los placeres, del ruido y de las balas. En medio de mucha gente me hallaba con mis ideas y sin distracción”, Simón Bolívar Bolívar era un ambidextro sobresaliente: tenía la facultad de escribir con la misma fluidez con la mano derecha que con la izquierda, se afeitaba con ambas manos. Fernando, su sobrino predilecto, fue quién mejor supo interpretar al.
La Reforma Universitaria De 1827. Una buena síntesis de esas Reformas, contenidas en el reglamento de 289 Artículos, es la que nos presenta Ildefonso Leal:
Destacó la importancia de la formación científica de los catedráticos universitarios. La decencia, el decoro, la urbanidad, la cultura en el idioma, todo debe recluir en los maestros, a fin de que con estas lecciones practicas formen buenos discípulos.
Consagro el sistema de jubilaciones "con renta entera" a los veinte años de servicio, ordeno premiar especialmente con reconocimientos de méritos computables para una jubilación anticipada a quien escribiera o tradujera libros fundamentales.
Eximió a los estudiantes del servicio militar, para garantizar una buena marcha de la enseñanza.
Consideró indispensable la enseñanza de las matemáticas, los idiomas modernos y las ciencias.
Educación a su sobrino Fernando. En 1822 Simón Bolívar ordenó al General Carlos Soublette llevar a Fernando a estudiar a Estados Unidos, escribiendo para la ocasión el denominado Método que se debe seguir en la educación de mi sobrino Fernando Bolívar, una lista de recomendaciones pedagógicas para las autoridades universitarias estadounidenses. En ese país Fernando asistió a la Germantown Academy en Germantown, Pensilvania, y a la Universidad de Jefferson (hoy Universidad de
Virginia), en Charlottesville, Virginia, pero no terminó sus estudios debido a problemas económicos causados por la guerra en Sur América. Regresó a Caracas en 1828 y de allí pasó a Bogotá, donde el 25 de septiembre de 1828 presenció el atentado contra Simón Bolívar. Tras el incidente Fernando permaneció en el séquito de su tío hasta su muerte en Santa Marta, Colombia, el 17 de diciembre de 1830. Desde 1834 hasta 1840 Fernando vivió en Europa, y a su regreso a Venezuela, vivió en Chirgua, estado Carabobo, en terrenos heredados de Simón Bolívar. Posteriormente la vida de Fernando Bolívar es poco conocida, por lo que tuvo poca figuración en la vida pública de Venezuela excepto por episodios aislados y sin efecto para la época. Uno de ellos ocurrido el 28 de octubre de 1842 cuando se inició como Secretario de la Gran Sociedad Boliviana de Venezuela creada Rafael Urdaneta. Esta organización es el antecedente principal de la actual Sociedad Bolivariana de Venezuela. El 8 de noviembre de 1996, la Universidad de Virginia en Estados Unidos, bautizó sus residencias para la cultura y lenguaje español en 1408 Jefferson Park Ave, como Casa Bolívar. Esto en honor de Fernando Bolívar, quien fue uno de los primeros estudiantes de la universidad. Fernando llegó a la universidad en 1827 porque tanto él como su tío eran admiradores de Thomas Jefferson y sus ideas sobre democracia y libertad. En el centro existen retratos de Fernando y Simón Bolívar y regalos del gobierno de Venezuela a la universidad. Cuando Fernando fue a estudiar a los Estados Unidos en 1822, atendió la Germantown Academy como preparatoria, y tras considerar West Point como educación superior finalmente se decidió por la recientemente abierta Universidad de Virginia. Simón Bolívar envió una carta a la universidad (el método antes mencionado) sobre como educar a su sobrino, y ahí se conserva una copia de esta junto a otros documentos de su estadía en la colección de documentos de la Alderman's Library. En la carta, se menciona, por ejemplo, que la educación de Fernando debía incluir "idiomas modernos, sin descuidar el suyo", razón por la cual la casa está dedicada a la lengua española. También en la biblioteca, se encuentra una copia del "Recuerdos y reminiscencias" publicado en París en 1873, y donde Fernando describe sus días en la universidad.
Libertad de los esclavos.
SIMÓN BOLÍVAR, Jefe Supremo de la República y Capitán General de los Ejércitos de Venezuela y de Nueva Granada, etc.
Un ejército provisto de artillería y cantidad suficiente de fusiles y municiones está hoy a mi disposición para libertaros. Vuestros tiranos serán destruidos, o expelidos del país, y vosotros restituidos a vuestros derechos, a vuestra patria y a la paz. La guerra a muerte que nos han hecho nuestros enemigos cesará por nuestra parte: perdonaremos a los que se rindan, aunque sean españoles. Los que sirvan la causa de Venezuela serán considerados como amigos, y empleados según su mérito y capacidad.
Las tropas pertenecientes al enemigo que se pasen a nosotros, gozarán de todos los beneficios que la patria concede a sus bienhechores. Ningún español sufrirá la muerte fuera del campo de batalla. Ningún americano sufrirá el menor perjuicio por haber seguido el partido del rey, o cometido actos de hostilidad contra sus conciudadanos. Esa porción desgraciada de nuestros hermanos que ha gemido bajo las miserias de la esclavitud ya es libre. La naturaleza, la justicia y la política piden la emancipación de los esclavos; de aquí en adelante sólo habrá en Venezuela una clase de hombres, todos serán ciudadanos.
Luego que tomemos la capital convocaremos el Congreso General de los representantes del pueblo, y restableceremos el gobierno de la República. Mientras nosotros marchamos hacia Caracas, el general Mariño a la cabeza de un cuerpo numeroso de tropas, debe a Cumaná. El general Piar sostenido por los generales Rojas y Monagas ocupará los Llanos, y avanzará sobre Barcelona, mientras el general Arismendi con su ejército victorioso ocupará la Margarita.
El fin de la esclavitud en Venezuela.
Desde los albores mismos de la Independencia, en 1810, los hombres más liberales de Venezuela pensaron en abolir la esclavitud, esa ignominia que pesa sobre ciertas conciencias humanas.
No sólo la nueva Junta de Gobierno había prohibido la trata de negros, sino que el Generalísimo Francisco de Miranda llamó a los esclavos a formar filas en el ejército patriota ofreciéndoles la libertad. Por su parte, Simón Bolívar, aunque mantuano y propietario de haciendas y de esclavos, fue el primero en liberarlos, dando ejemplo de magnanimidad. Tal como se lo prometió a su amigo y protector en Haití, el Presidente Petión, apenas llega a Carúpano, el 2 de junio de 1816 decretó «la libertad absoluta de los esclavos que han gemido bajo el yugo español en los tres siglos pasados».
El 6 de julio de ese mismo año de 1816, al desembarcar en Ocumare de la Costa dicta una Proclama en que dice, al referirse a los esclavos: «Esta porción desgraciada de nuestros hermanos que han gemido bajo las miserias de la esclavitud, ya es libre. La naturaleza, la justicia y la política piden la emancipación de los esclavos: de aquí en adelante sólo habrá en Venezuela una clase de hombres, todos serán ciudadanos».
Pese a estos decretos e intenciones nobles, pasarán todavía muchos años, hasta que en 1854 el Presidente José Gregorio Monagas venció la tenaz oposición de los terratenientes
y
esclavistas
y
decretó
la
definitiva
abolición
de
la
esclavitud. Después de varias discusiones en el Congreso, en base a un Proyecto de Ley presentado por 31 diputados el 3 de marzo de 1854, superadas las objeciones de que la agricultura se quedaría sin mano de obra, se terminó por
acallar la voz de Vicente Amengual, uno de los más empecinados opositores, quien sostenía que el proyecto era anticonstitucional y que «conduciría a la República a un abismo espantoso».
Así se pudo llegar a una mayoría y el Congreso sancionó la Ley el 23 de marzo. El Presidente José Gregorio Monagas se apresuró a ponerle el «ejecútese» al día siguiente, 24 de marzo de 1854. Y con eso pasó a la historia, porque el resto de su gobierno fue bastante incoloro. Monagas dejaba libres, con su firma, a unos cuarenta mil ciudadanos, que habían cargado por generaciones las cadenas del oprobio. Un artículo de la Ley, tajante, basta para definirla: «Queda abolida para siempre la esclavitud en Venezuela».
Protección al indio y al campesino. Las posiciones de Bolívar frente a la población indígena y esclava.
Posición ante la población indígena y esclava: La posición de Bolívar fue tajante en lo que respecta a la esclavitud, y así lo pone de manifiesto cuando escribe: “Me parece una locura que en una revolución de libertad se pretenda mantener la esclavitud”.
Bolívar, desde su viaje a Haití, llega a un acuerdo con el Presidente Alexandre
Sabés Petión, de liberar a los negros esclavos de Tierra Firme, y a partir de ese momento no dejó pasar una sola ocasión para expresar su ideal abolicionista.
En el caso de los indígenas, por la pureza y sencillez de sus costumbres. Los consideraba la parte más vejada, oprimida y degradada de la población, se intereso en su suerte y tomó medidas como las siguientes:
Prohibición de la explotación de los indios.
Distribución de tierras entre los indios.
Eliminación del tributo indígena.
Bolívar, gracias a las grandes influencias del continente viejo, las nuevas ideas independentistas, de libertad, y de igualdad social, fueron las grandes causas para que Bolívar se preocupara muy intensamente de los indígenas y los esclavos, debido a que se consideraban como la clase más baja de la colonia. Para ello tuvo que firmar muchos decretos y manifiestos, con el fin de defender los derechos de todas esas personas, que simplemente lo que servían eran para ser peones y trabajadores de las grandes plantaciones y a favor de los grandes ganaderos.
Bolívar tenia la razón, de defender a ese sector de la población, ya que en realidad (en los indígenas, específicamente) son los primeros pobladores que tuvo América, y para ello deben tratarse como seres humanos americanos, pero los españoles en momentos de conquista no hicieron nada de eso. Uno de sus grandes logros fue la proclama de la libertad de todos los esclavos, lo cual lo hizo el 6 de julio.
Manifiesto de Cartagena El primero de los grandes documentos políticos de Simón Bolívar es el llamado Manifiesto de Cartagena, por estar datado en esta ciudad el 15 de diciembre de 1812. Cartagena de Indias (Colombia), fundada por el capitán madrileño Pedro de Heredia en 1533, fue un importante centro para la colonización española en el Caribe; puerto de excelencia para el movimiento comercial y plaza fuerte de singular valor estratégico. Esa misma significación la tendrá a lo largo de la Guerra de la Independencia. Fue esta provincia la primera del Nuevo Reino de Granada en proclamar su total separación del régimen español. Se llamó «Estado libre y absolutamente independiente», en el acta del 11 de noviembre de 1811. Por tanto, sus puertas estuvieron abiertas para acoger a los patriotas venezolanos que fueron aventados al exilio después de la caída de la Primera República a mediados de 1812. Simón Bolívar que fue uno de ellos, salió de Venezuela por el puerto de La Guaira el 27 de agosto de ese año, rumbo a Curazao, en donde permaneció hasta finales de octubre, cuando partió hacia Cartagena. Aquí se reúne con los otros expatriados y en nombre de todos, ofrece sus servicios al gobierno de la Nueva Granada, en carta del 27 de noviembre de 1812 que suscribe en unión del letrado Vicente Tejera, ex ministro de la Alta Corte de Justicia de Caracas. Pocas semanas después, el 15 de diciembre, Bolívar firma su Memoria dirigida a los
ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño, documento más conocido como Manifiesto de Cartagena. En él, habla con acento de autocrítica de los graves errores en que incurrieron los hombres de la Primera República de Venezuela, los cuales atribuye en buena parte al sistema federal que se adoptó; a la debilidad del gobierno; a la impunidad de los delitos; a la mala administración de las rentas públicas; a la falta de conciencia ciudadana para el fiel cumplimiento de los deberes constitucionales y el ejercicio de los derechos; a la ambición de unos pocos y al espíritu de partido que todo lo desorganizó; a lo que se agregaron los efectos del terremoto del 26 de marzo de 1812 y la influencia de eclesiásticos contrarios a la Independencia, así como la oposición al establecimiento de fuerzas armadas permanentes y bien organizadas bajo un mando único. Concluye que la Nueva Granada debe hacer suya la causa de Venezuela, ya que se trata de 2 naciones hermanas, llamadas a marchar unidas para asegurar la libertad de todos. La primera edición del Manifiesto de Cartagena (bajo el título original ya mencionado de «Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño») se hizo en la imprenta de Diego Espinoza en aquella misma ciudad, en 1813, probablemente muy a comienzos de este año. M.B.P. BIBLIOGRAFÍA: BOLÍVAR, SIMÓN. Siete documentos esenciales. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1973; LOVERA DE SOLA, ROBERTO JOSÉ. Curazao, escala del primer destierro del Libertador. Caracas: Monte Ávila, 1992; TORO HARDY, JOSÉ. Seis ensayos sobre el ideario del Libertador. Caracas: Editorial Arte, 1973.
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Decreto de Guerra a Muerte La guerra sin cuartel que se desató en Venezuela durante un período bien definido de la Independencia, se ha atribuido a Simón Bolívar con su Proclama de guerra a muerte, dictada y dada a conocer en la ciudad de Trujillo, el 15 de junio de 1813. El propio Libertador y sus secretarios llamaron «decreto» a este documento y con esa denominación ha pasado a la historia. Antes de esa
fecha, si bien es cierto que los jefes realistas no decretaron formalmente la guerra a muerte, también es indudable que muchos de ellos la pusieron en práctica con la mayor crueldad. A raíz de la caída de la Primera República, Domingo de Monteverde, Francisco Cervériz, Antonio Zuazola, Pascual Martínez, Lorenzo Fernández de la Hoz, José Yáñez, Francisco Rosete y otros cometieron los más atroces crímenes. Con la matanza de republicanos parece que ellos quisieran acabar con la semilla de la libertad en estas regiones. Incluso, los atropellos, la sed de venganza de aquellos jefes movieron a ciertos personajes adictos a la causa monárquica y servidores leales del Rey a protestar contra tales desmanes. Uno de ellos fue el abogado Francisco de Heredia, oidor y regente de la Real Audiencia de Caracas, quien pidió en distintas formas que cesara la matanza, pero no fue escuchado. En sus Memorias, Heredia relata que un fraile capuchino de las misiones de Apure (a quien llama fray Eusebio del Coronil, pero que debió ser Fernando María del Coronil), que actuaba como uno de los partidarios de Monteverde, exhortó en una ocasión «...en alta voz a los soldados que, de siete años arriba, no dejasen vivo a nadie...» Bolívar, en el desarrollo de su Campaña Libertadora de 1813 recibió información precisa acerca de esa conducta de los realistas y el 8 de junio anunció desde Mérida: «Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte». Era el preludio de la proclama de Trujillo del 15 de junio, que termina de esta manera: «...Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables» Esta manifestación (que es la que se denominó Decreto de guerra a muerte) la consideró Bolívar como ley fundamental de la República; más adelante la amplió y ratificó en el cuartel general de Puerto Cabello, mediante una proclama del 6 de septiembre del propio año 1813, acto éste que algunos historiadores llaman «Segundo Decreto de Guerra a Muerte». Posteriormente, el 24 de febrero de 1814, desde su cuartel general de San Mateo, el Libertador dará cuenta a las naciones del mundo de los motivos que le indujeron a declarar y a hacer la guerra sin cuartel. Antes que Bolívar, el abogado coronel Antonio Nicolás Briceño, que había sido uno de los dirigentes de la Primera República en 1810-1812, indignado como aquél lo estaría luego por los crímenes de los realistas, puso en ejecución la «guerra a muerte» en San Cristóbal, el 9 de abril de 1813, con arreglo a su plan para libertar a Venezuela, que había elaborado en Cartagena de Indias el 16 de enero del mismo año. Los republicanos que en 1813 hablaban de «guerra a muerte», no hacían sino situarse en el mismo plano en que se habían colocado sus adversarios, para quienes los republicanos se habían convertido en reos de «lesa majestad» al
desconocer la autoridad del rey de España o de los que se decían sus representantes; y esa condición, según los militares y otros funcionarios realistas, acarreaba la pena de muerte. Por eso se ha sostenido que la reacción de los patriotas ante la agresión de los realistas, se encuadra dentro del derecho de la legítima defensa. Después, cuando en el segundo semestre de 1813 aparecen en escena José Tomás Boves y Francisco Tomás Morales, la matanza se hace más intensa por parte de los realistas y la respuesta de los republicanos es una escalada de la «guerra a muerte». Uno de los resultados es la ejecución de los presos españoles y canarios de Caracas y La Guaira ordenada por Bolívar en febrero de 1814. En ese año la «guerra a muerte» se recrudece, se pierden numerosas vidas de parte y parte. En medio de un torbellino de sangre cae la Segunda República. El año se cierra con las batallas de Urica (5 diciembre) y Maturín (11 diciembre). En la primera, Boves vence a José Félix Ribas y en la segunda, Ribas es vencido por Morales. En Urica la victoria realista costó la vida de José Tomás Boves. Entre los patriotas muertos en Maturín estuvo el letrado Miguel José Sanz, entre otros. En un manifiesto firmado en el pueblo de El Altar, el 22 de septiembre de 1821, el presbítero Andrés Torrellas, incorporado ya a la causa republicana, dice que los soldados realistas, en 1814, usaban en sus morriones un plumaje negro y que era la divisa de la «guerra a muerte»; que al mismo tiempo se pregonaba que tal tipo de guerra continuaría con igual intensidad. Para 1814, el padre Torrellas era oficial del ejército realista. En los años de 1815, 1816 y 1817 la «guerra a muerte» se extiende a Nueva Granada, en donde el general Pablo Morillo la ejecuta con la mayor crueldad. Entre sus tantas víctimas figuran el científico Francisco José de Caldas, los estadistas neogranadinos Camilo Torres y Manuel Rodríguez Torices y los patriotas venezolanos Andrés Linares y Francisco José García de Hevia. No obstante el haber sido Bolívar el autor del decreto de guerra sin cuartel, en varias oportunidades se muestra proclive a la derogación de dicho instrumento. En su proclama de Ocumare (6.7.1816), expresa muy claramente: «...La guerra a muerte que nos han hecho nuestros enemigos cesará por nuestra parte: perdonaremos a los que se rindan, aunque sean españoles. Ningún español sufrirá la muerte fuera del campo de batalla». Es la humanización de la contienda a la cual quería llegar. Cuatro años después (26.11.1820) se celebró en Trujillo, en el mismo lugar donde se proclamó la «guerra a muerte», el Tratado de Regularización de la Guerra, el cual derogaba el decreto de 1813. «Un monumento de liberalidad, humanidad y filantropía», lo llamó Bolívar. La «guerra a muerte» murió donde nació, en la ciudad de Nuestra Señora de la Paz de Trujillo. M.B.P./M.P.V.
BIBLIOGRAFÍA: BLANCO FOMBONA, RUFINO. Bolívar y la Guerra a Muerte: época de Boves: 1813-1814. Caracas: Ministerio de Educación, Dirección Técnica, 1969; BOSCH, JUAN. Bolívar y la guerra social. Buenos Aires: Ediciones Jorge Álvarez, 1966; BRICEÑO PEROZO, MARIO. Historia bolivariana. Caracas: Ministerio de Educación, 1970; CARRILLO, MARCOS RUBÉN. La casa de la Guerra a Muerte. Trujillo: Ediciones del Centro de Historia del Estado Trujillo, 1968; COVA, JESÚS ANTONIO. La Guerra a Muerte ante la historia universal. Trujillo: Separata del Boletín del Centro de Historia del Estado Trujillo, 1963; GRASES, PEDRO y MANUEL PÉREZ VILA, comp. El amor a la paz. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1970; IRIBARREN CELIS, LINO. Glosas para una nueva interpretación de la historia militar de Venezuela durante la Guerra a Muerte, 1814. Caracas: Imprenta Nacional, 1964; MENDOZA, CRISTÓBAL L. Guerra a Muerte. Caracas: Academia Venezolana de la Lengua, 1951; PENZINI HERNÁNDEZ, JUAN. La Guerra a Muerte y el abrazo de Santa Ana. Trujillo: Imprenta Santana, 1930; __. Nuevos conceptos sobre la Guerra a Muerte. Trujillo: Imprenta Santana, 1931; Relato de un oficial inglés sobre la Guerra a Muerte. Caracas: Centauro, 1977; SÁEZ MÉRIDA, SIMÓN. Aragua de Maturín y la Guerra a Muerte: con testimonios documentales. Caracas: Ediciones Centauro, 1994.
_______________________________________________________________ _____________________ Carta de Jamaica 6 de Septiembre de 1815 Con esta denominación se conoce el documento que Simón Bolívar escribe en Kingston el 6 de septiembre de 1815, dirigido a un ciudadano inglés que ha podido ser identificado como Henry Cullen, súbdito británico, residenciado en Falmouth, cerca de Montego Bay, en la costa norte de la isla. En las ediciones en inglés se le llamaba A friend y en castellano, Un caballero de esta isla. El texto más antiguo que se conoce es el manuscrito borrador de la versión inglesa conservado en el Archivo Nacional de Colombia, Bogotá, en el fondo Secretaría de Guerra y Marina, volumen 323. Es un borrador con tachaduras y enmiendas, de varias manos, en tinta y a lápiz, con algunas llamadas en números arábigos que refieren a un pliego anexo que no ha sido localizado. Escrito sobre papel inglés, ordinario, de 10,5 x 24,5 cm, que fue localizado por
el académico Guillermo Hernández de Alba. Al pie del último folio, el traductor estampa por su cuenta una nota de comentario fechada en Falmouth a 20 de septiembre, o sea 14 días después de la data de la carta. La letra de la versión inglesa parece ser del general John Robertson, quien en estos días estaba en estrecho contacto con Bolívar. Nada se sabe sobre la historia del documento, pero las enmiendas y correcciones permiten suponer que se guardó en la Secretaría General del Libertador y que fue sometido a revisión y perfeccionado por el propio Bolívar. Hay una frase cuya redacción no traducía al inglés el significado del original, que aparece corregido en francés entre renglones, de puño y letra de Bolívar. El pasaje original castellano referido al deseo de libertad decía: «...el que aspira a obtener la libertad, a lo menos lo intenta...»; que fue traducido por «...are at least sincere in their intentions...», que Bolívar corrige en francés: «...on intante de le fairee [sic]...» La presencia de la mano del Libertador da plena autenticidad al manuscrito. Es un testimonio fehaciente. La primera publicación impresa del texto inglés, aunque sin duda de copia distinta al borrador manuscrito, fue hecha en el periódico de Kingston The Jamaica Quarterly Journal and Literary Gazette, en la entrega correspondiente a julio de 1818. Figura como texto transcrito en el cuerpo de un artículo publicado en varios números, intitulado Political State of the Spanish South American Colonies; la carta lleva el título de General Bolivar's Letter to a Friend, on the Subject of South American Independence. (Translated from the Spanish.) Existe una nueva impresión con idéntico texto en The Jamaica Journal and Kingston Chronicle (23.7.1825), precedida de una nota preliminar en la que se aclara que en la publicación de 1818, intervino Pedro Gual, quien estaba en Kingston. En dicha nota se califica ya la carta de Jamaica por primera vez, como «particularmente profética» en vista de los sucesos acaecidos en el continente hasta 1825. La primera publicación conocida de la Carta en castellano apareció impresa en 1833, en el volumen XXI, Apéndice, de la Colección de documentos relativos a la vida pública del Libertador, compilada por Francisco Javier Yanes y Cristóbal Mendoza. No se ha localizado el manuscrito original castellano, ni se conoce copia alguna entre 1815 y 1883, salvo las 2 publicadas en inglés, de 1818 y 1825. Hay diferencias de redacción, pero no existe la menor duda de que el texto dado por YanesMendoza es legítimo, aunque no sea exactamente su primera elaboración, pues hay diferencias con la versión inglesa. Bolívar cuando llega a Kingston en 1815, tiene cerca de 32 años. Había dedicado apenas 3 años con plena responsabilidad a la lucha por la emancipación, pues la inicia después de la declaración del Mensaje de Cartagena el 15 de diciembre de 1812. Ha vivido un trienio fulgurante. Primero,
en 1813, la Campaña Admirable, que lo lleva vertiginosamente en pocos meses hasta Caracas el 6 de agosto de 1813 para intentar rehacer la República, empresa que termina en 1814, en fracaso frente a las huestes de José Tomás Boves. Después de la emigración al oriente de Venezuela, Bolívar vuelve a la Nueva Granada, para intentar repetir la hazaña de la Campaña Admirable, pero se estrella ante quienes no entienden su mensaje. Hastiado al sentirse incomprendido en Cartagena de Indias, decide seguir otro rumbo. Toma el 9 de mayo de 1815 el camino del destierro hacia Jamaica, animado por la idea de llegar al mundo inglés y convencerlo de que sin la cooperación británica el ideal de la independencia hispanoamericana era pleito perdido. Vivirá en Kingston desde mayo hasta diciembre de 1815, 7 meses que son tiempo de meditación, pensando en cómo debía recomenzar su designio, cavilando sobre el porvenir del continente americano ante la situación de la política mundial en este año de 1815. Hay que leer los testimonios, que tenemos de estos meses. Las pocas cartas y los 3 artículos que escribe, son gritos en súplica de auxilio, para que la emancipación no quedase inconclusa. La carta de 27 de mayo a Ricardo Wellesley, que residía en Londres, es realmente expresiva: «...Vengo a procurar auxilios; iré en su busca a esa soberbia capital; si fuere preciso marcharé hasta el polo; y si todos son insensibles a la voz de la humanidad, habré llenado mi deber aunque inútilmente y volveré a morir combatiendo en mi patria...» La Carta de Jamaica fue concluida, el 6 de septiembre de 1815, en Kingston. Presenta una estructura realmente sólida y armoniosa. Empieza con una motivación: el deseo de contestar la carta de un corresponsal de Falmouth. Después del introito, analiza Bolívar, en una primera parte, cuáles han sido hasta el momento los sucesos históricos en todo el continente americano en la lucha por la libertad. Es un balance del esfuerzo de los patriotas en los años transcurridos desde 1810 hasta 1815. La parte central del documento es la exposición de las causas y razones que justifican la decisión de los «españoles americanos» por la independencia. Termina con una llamada a la Europa para que coopere a la obra de liberación, para que comprenda y comparta la intención de los pueblos americanos por emanciparse. La tercera y última parte, llamada habitualmente «profética», avizora y argumenta cuál va a ser el destino, según su juicio, de México, de Centroamérica, de la Nueva Granada, de Venezuela, de Buenos Aires, de Chile y del Perú. De manera que las consideraciones históricas y las de los hechos iniciales, van seguidas por los argumentos filosófico-políticos como parte central de la carta y concluye con el intento de vaticinar el futuro americano, país por país. Finaliza con una imprecación que es constante en Bolívar: la necesidad de la unión. Está claro
que la Carta de Jamaica se escribe con el propósito de llamar la atención a la nación liberal más poderosa del mundo decimonónico, Inglaterra, a fin de que se decidiese a cooperar con la independencia americana. Aunque dirigida nominalmente a Henry Cullen, no puede ser una carta particular. Una carta privada no contendría toda la suma del pensamiento bolivariano y el análisis histórico, razonado, de una época. Es imposible que Simón Bolívar haya pensado escribir una carta de esa magnitud para que la conociese un solo inglés, por importante que hubiese sido. No es lógico que alguien redacte una carta de interpretación del tiempo hispanoamericano para información y uso de una sola persona. En realidad, es un manifiesto al mundo. ¿Cómo se explicaría, además, que apenas escrita, inmediatamente su ayudante John Robertson, su general, su brazo derecho, se haya ido con el texto castellano de la carta a Falmouth donde vivía Cullen, para entregársela, y entregársela traducida? Queda un enigma: ¿por qué no se publicó?, ¿por qué no se hizo ninguna edición ni en inglés ni en castellano, cuidada por el propio Bolívar, después de 1815? Queda también este mismo interrogante acerca del porqué no la encontramos publicada en castellano hasta 3 años después de la muerte de Bolívar. Queda una última pregunta. Bolívar desiste de la ayuda inglesa y acepta la de Haití. ¿A qué causa podríamos atribuir la decisión de sustituir la anhelada cooperación de la poderosa nación inglesa por la ayuda de Petión? No lo sabemos. Desde luego, a partir de agosto-septiembre de 1815, no consta ninguna insistencia en el deseo de ir a Inglaterra por parte de Bolívar. Pedro Grases Referencia: Diccionario de Historia de Venezuela. 2da Edición. Caracas: Fundación Polar, 1997. Tomo I, páginas 706-707
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Discurso de Angostura Simón Bolívar, al inaugurar el segundo Congreso Constituyente de la República de Venezuela reunido en Santo Tomé de Angostura (hoy Ciudad Bolívar), provincia de Guayana, el 15 de febrero de 1819, leyó un importante discurso que constituía formalmente el mensaje del jefe del Estado a los congresantes
del país, y la presentación de un proyecto constitucional; pero que, por la médula de su contenido y las excelencias del estilo ha de considerarse, más que un mensaje, más que un manifiesto político, como la obra maestra de un pensador, de un conductor de pueblos; y esto es, precisamente, el Discurso de Angostura. En medio de los ajetreos de la campaña, Bolívar apartó tiempo para reflexionar hondamente, para evocar el pasado y extraerle toda su experiencia aleccionante, para evaluar el presente y derivar de éste todo lo positivo que se había logrado al término de tantos años de lucha y para avizorar el futuro y darle forma concreta a la gran obra que hasta allá se proyectaba con caracteres precisos y bien definidos. De esas profundas reflexiones nace el Discurso de Angostura. Es un escrito bien meditado; aplicado a la situación que vive Venezuela a fines de 1818 pero en el cual condensa Bolívar ideas que venía madurando desde años atrás. El proceso de elaboración final lo llevó a cabo principalmente en su residencia de Angostura durante los últimos meses de 1818, dictándole a su amanuense Jacinto Martel, a su secretario militar Pedro Briceño Méndez y excepcionalmente un párrafo al funcionario Manuel Echeandía; pero después del dictado revisaba el texto, haciéndole correcciones autógrafas, leyéndolo y releyéndolo con el cuidado del orfebre que se empeña en la perfección de la obra. De esta manera agrega o elimina vocablos. No vacila en confiar los originales a Manuel Palacio Fajardo, estadista dotado de talento y erudición, para que opine sobre el texto. Palacio Fajardo formula algunas observaciones, que Bolívar, en general, acepta. El 15 de febrero de 1819, día fijado para la instalación del Congreso que el propio Bolívar había convocado, una salva de cañonazos, unida a las aclamaciones del pueblo, señaló a las 11 a.m., la llegada del Libertador, jefe supremo de la República y su comitiva a la sede del Congreso. Recibido a las puertas por los 26 diputados presentes, fue conducido al puesto de honor en la sala de sesiones, acompañado por las autoridades nacionales y provinciales y numerosos oficiales de las Fuerzas Armadas. El concurso de ciudadanos y de extranjeros de distinción, como se anotó en el acta de la sesión, era extraordinario. Ante todos ellos inició Bolívar su discurso con una nota de optimismo y confianza: «¡Señor! Dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la Soberanía Nacional para que ejerza su voluntad absoluta...» Habló durante casi una hora. El Libertador, frente a la realidad de su tiempo, piensa que las instituciones deben surgir en América del propio medio, respondiendo a las necesidades y posibilidades de estas sociedades, sin copiar modelos de tierras extrañas. No desconoce las virtudes del régimen federal para otras naciones; pero para Venezuela lo que considera preferible es la República central, con un Poder Público distribuido en las 3
clásicas ramas: Ejecutivo, Legislativo y Judicial y dentro de esa trilogía, un Ejecutivo poderoso. Habla de un nuevo elemento, el Poder Moral, dirigido a exaltar el imperio de la virtud y enseñar a los políticos a ser probos e ilustrados. Concebía la idea de una Cámara Alta hereditaria, para mantener en ella la tradición edificante de los padres de la patria. No encajó en la letra de la ley el Poder Moral, pero todo lo que el proyecto sugiere está intacto como una consigna que no pierde vigencia. Hace reminiscencias de Grecia y Roma y examina las instituciones políticas de Gran Bretaña y Estados Unidos, cita a los filósofos y políticos franceses de la Enciclopedia y de la Revolución, para desembocar en la necesidad del sistema republicano-democrático, con proscripción de la nobleza, los fueros y privilegios y la abolición de la esclavitud, que recomienda encarecidamente. Tiene una gran fe en la educación. Educar es tan alto para él como libertar. De allí su memorable sentencia: «Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades». Y así va desarrollando muchos otros conceptos, para presentar en la parte final una visión de la grandeza y el poderío de la América libre y unida, cuando llegue la paz y cerrar su discurso con una exhortación al Congreso: «Señor, empezad vuestra funciones: yo he terminado las mías». Cuando cesaron los aplausos, hizo entrega de un proyecto de Constitución, así como del Poder Moral, a fin de que fueran estudiados por los diputados y añadió: «El Congreso de Venezuela está instalado; en él reside, desde este momento, la Soberanía Nacional. Mi espada y las de mis ínclitos compañeros de armas están siempre prontas a sostener su augusta autoridad. ¡Viva el Congreso de Venezuela!» De inmediato, Bolívar tomó juramento a los diputados y luego puso en manos del presidente del Congreso, Francisco Antonio Zea, su bastón de mando, renunciando así a su cargo de jefe supremo; pero el cuerpo legislativo, por unanimidad, se lo devolvió. Después, Zea pronunció el discurso de respuesta, en nombre del Congreso, y Bolívar se retiró del salón para que comenzaran las deliberaciones. El discurso cumplió su cometido, por cuanto impresionó al Congreso y a todos los que lo escucharon o leyeron en las columnas del Correo del Orinoco, en el cual se publicó (aunque incompleto) los días 20 y 27 de febrero y 6 y 13 de marzo. Casi al mismo tiempo se imprimió en el taller de Andrés Roderick, en Angostura, un folleto con la traducción al inglés hecha por James Hamilton, a fin de que su ámbito fuese universal. También se imprimió en Bogotá, en abril de 1820, un folleto con el texto en español revisado por el propio Bolívar. Más adelante se publicaron otras ediciones en español, inglés y francés. Durante muchísimo tiempo el manuscrito original que leyó el Libertador ante el Congreso estuvo extraviado. En 1975, con un noble gesto,
los miembros de la familia británica Hamilton-Grierson, descendientes de James Hamilton (quien lo había conservado en su poder) lo donaron a la Nación venezolana. M.B.P. BIBLIOGRAFÍA: BOLÍVAR, SIMÓN. Discurso de Angostura. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1975; CARRERA DAMAS, GERMÁN. Validación del pasado: discursos, conferencias y ponencias. Caracas: Universidad Central de Caracas, c. 1975; GARCÍA DEFENDINI, ALFREDO JOSÉ. Bolívar y el Discurso de Angostura. Caracas: Editorial Arte, 1970; GRASES, PEDRO, comp. El Libertador y la Constitución de Angostura de 1819. Caracas: Banco Hipotecario de Crédito Urbano, 1970; LABARCA P. DOMINGO A. Bolívar y la organización del poder público. Maracaibo: s.n., 1981; PÉREZ VILA, MANUEL. Los borradores del Discurso de Angostura. Caracas: Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, 1969; RODRÍGUEZ, MANUEL ALFREDO. Angostura: escenario de un discurso histórico. Caracas: ARS Publicidad, 1978; USLAR PIETRI, ARTURO. Oraciones para despertar. Caracas: Ediciones del Cuatricentenario de Caracas, 1967
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El Galileoscopio, un telescopio para todos los públicos
El Galileoscopio es un telescopio desarrollado por la Unesco, la Unión internacional astronómica y otras sociedades, para conmemorar el año de la Astronomía y el 400 aniversario de su invento por parte de Galileo.
Un proyecto destinado a la difusión de la astronomía en la sociedad actual y en los países en vías de desarrollo. En definitiva, un telescopio para todos los públicos, destinado concretamente para aquellas personas que aún no han tenido contacto con ningún tipo de telescopio, vamos, para todos aquellos que quieran un telescopio sencillo, barato y útil.
Es un telescopio refractor acromático de 50 cm de longitud, junto a un ocular de 20 mm de distancia focal y una lente Barlow 2x. Características:
Diámetro del Objetivo: 50 mm
Distancia focal del objetivo: 500 mm (f/10)
Distancia focal del ocular: 20 mm
Aumentos: 25x (50x with Barlow)
Resolución Angular: 1½° (¾° with Barlow)
Si nunca has tenido un telescopio y por el precio o la indecisión frente a la complejidad de los mismos nunca has comprado uno, el Galileoscopio es para ti. Lo más llamativo de todo es su precio, 15$ (gastos de envío no incluidos, y como única pega, este punto, ya que el precio sube, aunque sin excederse demasiado), un precio asequible para todos y más si tomamos como referencia el precio de telescopios de similares características. Sin duda alguna guste o no la astronomía, es una compra altamente recomendable y personalmente recomendada. Quieres ver la luna, o imitar a Galileo en sus inicios de la observación, ahora puedes, y sin duda para muchos de vosotros este será el primer paso para iniciaros en el fantástico mundo de la astronomía, muchos hemos empezado así, con un telescopio sencillo y eclipsados al ver la luna por primera vez.