Calendario Romano
March 14, 2017 | Author: Antonio Hp | Category: N/A
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LOS SANTOS DEL CALENDARIO ROMANO orar con los santos en la liturgia
ENZO LODI
LOS SANTOS DEL CALENDARIO ROMANO Orar con los santos en la liturgia
EDICIONES PAULINAS
PRESENTACIÓN
El título de este libro puede parecer sin duda pretencioso, porque ilustrar la actualidad de todos los santos del calendario romano general presupone una visión en profundidad de cada una de las figuras hagiográficas para captar toda su fisonomía espiritual en el contexto de su tiempo, releída a la luz de la sensibilidad moderna,
© Ediciones Paulinas 1992 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid) Tel. (91) 742 51 13 - Fax (91) 742 57 23 © Edizioni Paoline, s.r.l. Cinisello Balsamo. Milán 1990 Título original: I santi del calendario romano Traducido por Ezequiel Varona Valdiviebo Fotocomposición: Marasán, S. A. San Enrique, 4. 28020 Madrid Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28960 Humanes (Madrid) ISBN: 84-285-1472-0 Depósito legal: M. 12.995-1992 Printed in Spain. Impreso en España
1. Finalidad y límites. Me he inspirado en una finalidad predominantemente litúrgico-pastoral al ofrecer a los presidentes y animadores de nuestras asambleas feriales (salvo pocas excepciones, las memorias de los santos no cubren nunca la liturgia dominical) un análisis de los formularios del santoral romano, tanto en el misal como en los libros de la liturgia de las horas (en su totalidad, esto es, en el texto latino, que comprende la riqueza de muchos himnos no traducidos en el texto español), para extraer los rasgos más significativos de su acción y espiritualidad. Después de haberlo ilustrado en el volumen I santi della Chiesa bolognese ', he adoptado un método esencialmente hermenéutico litúrgico, método que comporta también algunos límites intrínsecos, que pueden reducirse a los siguientes. Ante todo, el uso de las fuentes se ha limitado a las obras indicadas en la bibliografía. Luego, la exclusión del análisis de las lecturas bíblicas, excepto el caso en que el Leccionario de los santos resulta significativo por sus textos propios y contextúales para los formularios eucológicos, ha sido motivada, entre otras cosas, por el hecho de que la OGMR, n. 319, prescribe que se deben usar habitualmente las lecturas de los días de la semana, a no ser que coincidan con una solemnidad o fiesta (éstas, para el calendario, se han reducido a treinta y tres). Por fin, la presen1
E. LODI, I Santi della Chiesa Bolognese nella liturgia e pietá popolare, Bolonia 1986 (Curia arzob.).
6 Presentación tación de la figura del santo, aunque pueda emerger sustancialmente de las sumarias noticias ofrecidas por la "Nota históricolitúrgica" inicial, no deja de ser algo fragmentario en el análisis de los formularios eucológicos, aun cuando la nueva liturgia haya "personalizado"las distintas oraciones, especialmente con la colecta, que caracteriza siempre los rasgos hagiográficos (más de cincuenta memorias y fiestas cuentan también con las oraciones sobre las ofrendas y después de la comunión). 2. El subtítulo: Orar con los santos en la liturgia. Pretende indicar el criterio teológico fundamental que debe inspirar el culto de los santos, como trato de ilustrar en la introducción. El material ofrecido no quiere favorecer el género literario del panegírico, que, si bien tradicional en la praxis cristiana, había adolecido en el pasado de ampulosidad y con frecuencia de milagrería, que conducían a una visión parcial del personaje mismo. La liturgia no nos ofrece panegíricos (actualmente superados), sino tipologías de santidad como expresiones particulares de la única santidad de Cristo. Tales tipos de santidad, que en los textos de la misa prescinden generalmente de los datos históricos (aunque en el caso de ciertos mártires se aluda a las circunstancias de su martirio: cf Mártires de Uganda), pueden sacarse de las lecturas hagiográficos de la liturgia de las horas (en la tradición romana la lectura de los Pasionarios o Hechos de los mártires, después de las lecturas bíblicas de la misa, no ha prevalecido nunca, como en la liturgia hispánica o en la ambrosiana). Por este motivo he añadido también a cada uno de los perfiles los textos principales de los prefacios propios de las órdenes e institutos religiosos, así como los del Misal ambrosiano (= MA), que pueden proporcionar claves de lectura eucológica más completa que la que ofrecen sólo los textos romanos. Además he señalado el número de las lecturas patrísticas, aparte de la propia del día de tipo hagiográfico, sacadas de las obras de los santos del calendario, y que todos pueden encontrar en los libros de la liturgia de las horas, para complementar el material específico de cada una de las conmemoraciones. 3. El método. El esquema adoptado para este análisis es, pues, bipartito. En la nota histórico-litúrgica he indicado los principales cambios de las fechas de celebración, para justificar la nueva opción conforme al dies natalis de cada santo. En la parte histórica, después de los elementos que he estimado más significativos en cada biografía, he aludido también a algunos
Presentación 7 datos del culto a lo largo de los siglos, evitando generalmente indicar los llamados patronatos populares atribuidos a los santos, con frecuencia en base a factores legendarios (en la bibliografía he indicado una eventual fuente para tal información histórica). En la segunda parte, dedicada al mensaje puesto en evidencia litúrgicamente, he tratado no sólo de ilustrar cada una de las frases de los formularios litúrgicos para extraer de ellas referencias a la vida y ala espiritualidad de los santos, sino también de descubrir los aspectos de las mismas que los textos eucológicos a veces difuminan o sólo expresan genéricamente. Para la actualidad me he atenido siempre a los textos, especialmente a la lectura hagiográfica o patrística de la liturgia de las horas. Las dificultades de actualización de estas figuras, condicionadas siempre por su ambiente histórico y cultural (que los antiguos superaban con la celebración de la liturgia estacional únicamente en la tumba o la iglesia dedicada al santo, leyendo la passio o la depositio, que suscitaba e/pathos religioso de una persona conocida), ha encontrado una solución parcial en los límites mismos de este volumen, que no ofrece nada original respecto a las fuentes hagiográficos más comunes y no especializadas. Este material ofrecido a los que celebran la liturgia de los santos podrá servir no sólo para las homilías de las misas y el oficio de lectura, sino también para las novenas y triduos que se siguen haciendo en las iglesias que veneran con título particular a algún santo. Así podrá orientar estos piadosos ejercicios en el sentido de una devoción inspirada en la liturgia (cf SC 13), evitando superposiciones a lo que es primario en los tiempos litúrgicos fuertes (por ejemplo, con carteles que aparten a la comunidad del espíritu litúrgico primordial) o el uso de textos de oraciones que no están inspirados en los severos criterios de la reforma litúrgica. Mi deseo es que estas páginas puedan servir para colmar el vacío que se ha creado tras la reforma litúrgica con la inutilización del volumen análogo del abate B. Baur, Los santos del año litúrgico, para que también ellas sean luz del alma de las comunidades que celebran y oran con la liturgia. ENZO LODI
INTRODUCCIÓN TEOLÓGICO-LITÚRGICA
1. El problema teológico-ecuménico del culto de los santos El interés por la hagiografía parece un descubrimiento de estos últimos años del posconcilio, como demuestran recientes congresos, sean de carácter histórico a nivel nacional', sean de contenido litúrgico de ámbito internacional2. En efecto, en la búsqueda de nuevas formas y modelos de santificación en nuestra sociedad policéntrica y policultural no se pueden ignorar las grandes figuras que en la historia representan la memoria viviente de la santidad de la Iglesia. Tampoco se puede olvidar el aspecto antropológico-social de las personalidades de los santos, porque el crecimiento y desarrollo de la persona están ligados a la elección correcta de héroes, modelos, santos y líderes 3, como demuestra W. K. Kirkpatrick (profesor de psicopedagogía en el Boston College), subrayando la importancia de las narraciones con un contenido "prudencial" para la enseñanza de la moralidad. En efecto, las "pasiones" de los mártires, derivadas de la pasión de Cristo, revelan más fortaleza en el sufrimiento y tolerancia (de injurias y tormentos) en el amor paciente que coraje de conquistadores; la fortaleza de los héroes y santos es un testimonio de la existencia de una fuerza 1 Cf Convegno dell'Assoc. It. Professori di Storia della Chiesa (Terni-Narni, 1215 sept. 1988) en "Santitá e agiografia". 2 Cf AA.VV., Saints et sainteté dans la Liturgie. Conférences Saint-Serge XXXIII, París 1986, Ed. Lit., Roma 1987; con diferentes estudios: E. LODI, La sainteté dans les textes euchologiques romains, 211-240; I. DALMAIS, Mémoires et vénération des saints dans les Eglises de tradition syrienne, 79-92; D. R. HOLETON, La commémoration des saints dans la liturgie anglicane, 129-144; E. ZELLWEGER, Sanctification et sainteté dans le Protestantisme, 357-371. 3 Cf J. NAVONE, Eroi, modelli, santi e leader, en "Civiltá Cattolica", 3298 (21-XI1987), 340-352.
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gigantesca del mal en el mundo; y Cristo es el héroe por excelencia que se propone a la imitación de todos los hombres. La historia del culto litúrgico de los santos comienza con la veneración de los mártires, que representan la imitación perfecta de Cristo participando en su sacrificio cruento4; luego, acabadas las persecuciones, la vida ascética suple al martirio como testimonio del amor (cf Sacr. Veronense, 20)5. Pero si la veneración de los santos tenía como primera finalidad el proponer ejemplos de vida ("la vida de los santos es norma de vida para los demás", dice san Ambrosio)6, no se puede negar que en los dípticos litúrgicos los nombres de los mártires y de los obispos, de quienes no se tenían noticias precisas, eran recordados sólo para la intercesión; y, entre muchos fieles, los santos eran considerados como "auxiliadores" para obtener protección en los sucesos calamitosos o felices, pues según el pueblo el acontecimiento feliz lo provocaba el santo venerado justamente ese mismo día. Las supersticiones derivadas a menudo de tal creencia (en las tumbas de los santos se hallaba el acostumbrado e inevitable elenco de los milagros) fueron denunciadas por la reforma protestante, que negará no la ejemplaridad de los santos que imitar, sino su poder de intercesión, provocando la condena del concilio de Trento al defender sólo el aspecto cultual, pero no su ejemplo de virtudes (Ses. XXV, 1563)7. 4 Cf E. CATTANEO, // culto cristiano in Occidente, Roma 1978,95-97; y en "Rivista di Pastorale Litúrgica" (RPL), Brescia, n. 39,2 (1970) 144-150: "II santo testimone in una comunitá lócale". 5 Sacramentarium Veronense, ed. L. K. MOHLBERG-L. EIZENHOFER, Roma 1978, 5: "Verdaderamente es digno... tú que no eres sólo admirable por la virtud de los mártires, sino también de tus confesores. Aunque sean ilustres por su pasión los que han padecido ingentes suplicios con manifiestos tormentos, también estos (confesores), afectados en su voluntad con oculto dolor y macerados por la disciplina de una fidelidad espiritual, han seguido las huellas de aquéllos". 6 AMBROSIO, De Joseph I, 1: CSEL 32/2, 73: "La vida de los santos es norma de vida para los demás; por eso nosotros interpretamos más plenamente la ordenada sucesión de las Escrituras, a fin de que conociendo mejor mediante tal lectura a Abrahán, Isaac y Jacob y demás justos, podamos seguir, tras sus resplandecientes huellas, por así decir una especie de sendero de integridad que nos trazan sus virtudes" (Ópera Omnia di sant'Ambrogio, Opere esegetiche III, Milán 1982,344-345). 7 "Ante todo instruyan diligentemente a los fieles acerca de la intercesión de los santos, de su invocación, del honor de las reliquias y del legítimo uso de las imágenes, enseñándoles que los santos, que reinan con Cristo, ofrecen sus oraciones a Dios por los hombres; que es bueno y útil invocarles humildemente y encomendarse a sus oraciones, a su ayuda y patrocinio para impetrar de Dios, por medio de su Hijo Jesucristo nuestro Señor, que es nuestro único redentor y salvador..."; en AA.VV., Conc. Oecum. Decreta, Bolonia 1973, 774-776.
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Un hecho dogmático con fundamento bíblico
a) Aunque el fundamento escriturístico del culto de los santos tiene poca importancia8, es ciertamente un hecho dogmático, que con la profesión de fe se expresa en la proposición: "Creo en la comunión de los santos"; y en la liturgia eucarística bizantina: "Las cosas santas, para los santos"9. En efecto, la tradición atestigua que, desde el comienzo de la Iglesia, el culto de los mártires se celebraba ya en el siglo II10 ante la tumba el día de su aniversario. Tal culto tenía tres elementos característicos: la reunión de una comunidad local (no la parental de los familiares); el día aniversario del martirio (dies natalis) o de la sepultura (depositio), y, por consiguiente, no el día del nacimiento terreno; con la celebración conclusiva de la eucaristía, que actualiza el sacrificio del primero y único mártir del Calvario. Por eso el altar donde se ofrece el cuerpo de Cristo es una mesa colocada encima de la tumba o el sarcófago con las reliquias del mártir; el altar no es para los santos, sino para Cristo (en la nueva liturgia de la dedicación de las iglesias, el altar ha de ser único y las reliquias situadas bajo el altar) ". b) En segundo lugar, la relación intrínseca entre ambos sacrificios no ha sido considerada nunca como un oscurecimiento del primado absoluto del misterio pascual12. En efecto, la Escritura testimonia que todos los que son llamados "santos" (He 2,38, etc.), porque "Dios es santo" l3 , están llamados a tomar parte en su santidad (Heb 12,10); por eso nosotros somos "conciudadanos de los santos, de la familia de Dios" (Ef 5,25-27). 8 Cf B. DEGAIFFIER, La lecture des actes des martyrs dans la priére liturgique en Occident en "Analecta Bollandiana" 72 (1954) 143-166; M. MAGRASSI, // santo testimone di Cristo, en "RPL" 39,2 (1970) 132-143. 9 Cf Messale Romano, ed. CEI, Roma 1984, 383; E. Lora, Liturgia della Chiesa, Bolonia 1981, 478, n. 307. 10 Martyrium Policarpi 18, 155-177; cf M. RIGHETTI, Historia de la liturgia I, Madrid 1955, 916-924. " Cf R. FALSINI, La Messa di un santo, en "RPL" 2 (1970) 161-171; E. LODI, / Santi della Chiesa Bolognese nella liturgia e pietá popolare, o.c, 3-8 (Introduzione teológica: il culto dei santi ieri e oggi). 12 Cf Sacr. Concilium, n. 104: "La Iglesia introdujo a lo largo del año el recuerdo de los mártires y de los demás santos que, llegados a la perfección por la multiforme gracia de Dios y habiendo alcanzado ya la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza a Dios en el cielo e interceden por nosotros. Porque, al celebrar el tránsito de los santos de este mundo al cielo, la Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrieron y fueron glorificados con Cristo; propone a los fieles sus ejemplos, que atraen a todos por Cristo al Padre, y por sus méritos implora los beneficios divinos". 13 Cf Lev 11,44-45; 19,1; 20.7.26, y IPe 1,16.
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Para la doctrina tradicional de la Iglesia, la santidad es el estado normal de los cristianos (como ha recordado el concilio: cf LG 40-41; 48-50). c) Además, los santos, como prolongación en algún modo de la humanidad de Cristo porque completan lo que falta a la pasión de Cristo en favor de su Iglesia (Col 1,24), representan al Cristo total. La naturaleza humana de Cristo, aun siendo perfecta e irrepetible, es, empero, singular (relativamente limitada), esto es, susceptible de compleción e integrable para expresar todo el misterio infinito de Dios. Como nosotros, también los santos pertenecen al cuerpo místico de Cristo; y por esto junto con ellos ("Reunidos en comunión, veneramos... ante todo...", se dice en el Communicantes del canon romano) ofrecemos el sacrificio eucarístico; como compañeros de viaje (conviatores: IGNACIO: Ad Eph. IX, 2) pueden convertirse en nuestros cooperadores al unirnos a Cristo. "Por eso podemos invocar a Dios con ellos —como se hace en las más antiguas letanías de los santos—, porque todo genuino testimonio de amor que ofrezcamos a los santos se dirige, por su propia naturaleza, a Cristo y termina en él, que es la corona de todos los santos, y por él va a Dios, que es admirable en sus santos y en ellos es glorificado" (LG 50) '<
2. ¿Santidad o sacralidad? La desaparición del concepto exacto de santo, en relación a lo sagrado, en la secularizada cultura moderna (son conocidas las reacciones contra la reforma del calendario de los santos por la supresión de alguna figura popular, como santa Bárbara, santa Catalina de Alejandría, etc.) es debida al hecho de que se confunde al "santo", que tiene esta referencia esencial al misterio pascual de Cristo, con la noción numinosa de "sagrado", presente en las distintas religiones o concepciones mistéricas (por ejemplo, la de Otto, basada en la filosofía de la religión; o la reciente de Zoila, basada en el esoterismo)15. Lo sagrado que se limita a describir las reacciones del hombre frente a Dios, a ser pura oposición frente a la profanidad (profano: fuera del 14 P. MOLINARI, Lindóle escatologica della Chiesa pellegrinante, en La Chiesa del Vaticano II, Florencia 1965, 1113-1133. 15 Cf V. JOHANNES, // messaggio della santitá nell'epoca secolare, en "RPL" 39, cit., 198-207; P. COCHOIS, L'enseignement du Vanean II sur la sainteté, en Saints d'hier et sainteté d'aujourd'hui, París 1966 (Rech. et débats n. 56). 143-162.
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recinto del templo), fue objeto de crítica profética por parte de Cristo, que fue condenado por haber predicho la destrucción del templo hecho por manos humanas (Me 15,58; Mt 27,39), y que se convirtió a sí mismo en el templo-morada viviente de Dios entre los hombres (Jn 1,14). El hombre que ha alcanzado la edad adulta en el mundo, como se dice en nuestra época secularizada, afirma que pertenece a la época possacral; y es indudable que muchas memorias de nuestros santos celebrados en el culto pertenecen a épocas típicamente sacrales, en las que lo sacro formaba parte del sistema socio-cultural como elemento de consumo necesario para el equilibrio del sistema. Pero la celebración litúrgica de los santos no es la aplicación de una categoría estándar de la santidad, sino la determinación del contexto histórico actual (el "hoy" en que vivimos) para transmitir en él el mensaje originario de la santidad que reside en el Cristo resucitado, como templo universal de la santidad divina. Por eso la liturgia celebra el "hoy" de los santos como participación del "hoy" del misterio pascual de Cristo; y la memoria de un santo no es un retorno arqueológico a recuerdos históricos o a épocas sacrales, o una simple memoria retrospectiva, sino también la valoración de lo sagrado religioso de la humanidad como realidad universal de comunión. Si en nuestro universo desacralizado, como observa P. Ricoeur, todo llega a formar parte de lo "disponible" que ya no oculta ningún misterio, es verdad asimismo que el vacío religioso que se ha creado engendra como compensación un fenómeno de resacralización, ligado más bien a los grandes mitos colectivos del grupo social (y no al contacto con la naturaleza, como antes). Esto explica el que hoy tal interés por lo sacro pueda ser un presupuesto positivol6 para la verdadera aceptación de la fe como comunión en la santidad divina, más allá de cualquier idea basada en necesidades y condicionamientos culturales, porque abre una posibilidad a la verdadera santidad, que en sí es apertura total gratuita de lo humano al mensaje divino. Al presentar la actualidad de los santos conviene, pues, evitar que se considere su mensaje como algo definitivo, completo e idealmente estático; recordando siempre que el aspecto fundamental de su participación en la santidad divina revela su 16 Cf E. LODI, Ilsenso del sacro nel mistero cristiano, en "RPL" 87,3 (1987) 3238 (en la relación final del sínodo extraordinario de 1985 se alude a la vuelta de lo sagrado como factor positivo).
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carácter de tensión hacia el modelo perfecto que es Cristo, de apertura indefinida a la perfección, a veces sólo alcanzada al término de su propia experiencia espiritual (como puede constatarse en no pocos santos). El calendario de la santidad es siempre un libro abierto a las contradicciones de la historia humana, pero transparenta siempre al verdadero "santo", que refulge en todas las épocas y condiciones, como testimonia la selección de los santos de nuestro calendario general, enriquecido por las numerosas memorias y fiestas de los calendarios particulares de cada una de las Iglesias locales e institutos religiosos. En el primer prefacio de los santos del misal se delinea esta santidad, que asume en sí misma lo positivo de la sacralidad-religiosa humana: "Tú nos ofreces el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino" (MR).
2. Las tipologías de la santidad según el "Leccionario de los santos" >7 Para suplir el tratamiento insuficiente al presentar el mensaje de los santos sin una referencia precisa a las lecturas bíblicas, que pueden ser proclamadas en las fiestas o memorias celebradas particularmente, se resumen algunos puntos de reflexión que permiten encuadrar a cada personaje hagiográfico analizado a través de las fuentes eucológicas. 1. Mártires El martirio jamás es presentado como un hecho de crónica heroica o épica, ni siquiera como un simple ejemplo de coraje o de fe, sino como un signo del plan de Dios que pasa por el dolor: primero de los justos perseguidos en el Antiguo Testamento, y después del mesías, o siervo sufriente de Dios. Job revela que el amor de Dios es diverso del nuestro, porque permite las persecuciones de los mismos inocentes; Esteban manifiesta que la fecundidad propia del martirio no consiste en la muerte violenta en sí misma, sino en la participación total en la 17 Cf B. MAGGIONI, I grandi temi del nuovo Lezionario dei santi, en "RPL" 39, cit., 172-182; R. CAVEDO, Fondamenti teologici delta santitá nel Lezionario romano, en // Messale Romano del Vaticano 11,11, Turín 1981, 195-210.
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caridad de Cristo (efecto del seguimiento de Cristo, Jn 12,2426). La persecución forma parte de la misión del pueblo de Dios como signo de su verdad y condición de su eficacia; y hasta las pruebas y tribulaciones de la vida son una prolongación del martirio como signo de la participación en el misterio pascual de Cristo con la triple certeza de que tras la cruz está la victoria de la resurrección, que los hombres son impotentes para quitarnos la verdadera vida y que Cristo debe ser amado sobre todas las cosas, a costa incluso de la propia vida.
2. Pastores El servicio pastoral es una elección gratuita de Dios, porque sólo Dios es el guía de su pueblo hacia la salvación (es el único pastor); los pastores humanos no son nunca tales por delegación, sino por un misterio de participación en el cuidado pastoral de Dios y de Cristo por los hombres (cf Ez 34,11-16; Jn 10,11-16). La diaconía del servicio pastoral realiza visiblemente el señorío de Cristo mismo (Mt 28,16-20), en cuanto que Dios determina el ámbito, el fin y la eficacia de la misión misma confiada a los hombres enviados por él. El apóstol está totalmente subordinado al evangelio (2Cor 4,1-7) y a la palabra de Dios (He 20,17-36). Por eso las modalidades del ejercicio pastoral pueden reducirse a estas tres: la naturaleza comunitaria de tal ministerio, que se articula en diversidad de ministerios y carismas con la participación de toda la comunidad; la plantatio ecclesiae (cf el discurso misionero de Le 10,1-24), que exige pobreza, libertad, desinterés y humildad; la conexión entre el servicio terreno y la participación en el señorío escatológico (Le 22,24-30; Éx 32,7-14).
3. Doctores La exaltación de la sabiduría de los doctores procede ante todo de la inculturación de la revelación hebrea por parte de la sabiduría divina, introduciendo la experiencia del hombre en la revelación misma. La reflexión sapiencial llega a la pobreza del espíritu, según la cual tal sabiduría humana proviene de Dios y no del hombre; y por ello es un don que hay que aceptar. En la revelación evangélica, la sabiduría no es una ciencia teórica o filosófica, sino la capacidad de transformar la vida con las
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obras (Mt 5,13-19; Le 6,43-45). A la luz del misterio pascual, la sabiduría es la comprensión del valor salvífico de la cruz (ICor 1,17-19). 4. Vírgenes La exaltación de la virginidad cristiana no es el menosprecio de la sexualidad humana ni sólo expresión de una perfección personal, sino la manifestación simbólica del valor decisivo o resolutivo de la dedicación de la Iglesia como esposa a su esposo, el Señor. La persona virgen está libre de cualquier otro amor por ser esposa de Cristo (cf Os 2,14-20; 2Cor 10,17-11,2; Ap 21,1-5). Por fin, la virginidad en clave escatológica (ICor 7,29) es necesaria para descubrir la relatividad de todas las cosas respecto al amor de Cristo (Mt 19,3-12). 5.
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Santos y santas
La santidad es presentada por los textos bíblicos ante todo en la dimensión trinitaria como fruto del amor del Padre y del Hijo, por obra del Espíritu Santo que habita entre nosotros. Además es comunión vital con la santidad de Cristo (cf alegoría de los sarmientos unidos a la vid, Jn 5,1-8): ser santos significa estar llenos de la plenitud de Dios (Ef 3,14-19). Por fin, la santidad es la perfección de la caridad divina (Jn 15,917), y se traduce en obras de misericordia hacia los más pequeños, los preferidos por Cristo (Mt 25), exigiendo una radicalidad de entrega que conduce al espíritu de infancia (Me 9,33-36).
3. Los formularios eucológicos de los santos en la reforma del calendario 1. Misas en memoria de los santos Los formularios bíblicos se concentran en Dios, que ha santificado a sus fieles, que le han testimoniado durante su vida; en cambio, los formularios litúrgicos celebran a los santos en su nueva situación celeste de la gloria: con la palma de la vic-
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toria, con el mérito de las virtudes, con el honor que se les tributa en actitud orante de intercesores y de protectores del pueblo creyente. Si antiguamente se rezaba "tanto por los santos como por los difuntos" (Cipriano: "Nosotros ofrecemos sacrificios por ellos cada vez que celebramos el día aniversario o las memorias de los mártires")l8, tras la teología explicitada por Agustín, "nosotros no rezamos por ellos, sino por los demás difuntos, porque es una injuria rezar por un mártir, ya que hemos de encomendarnos a su oración"l9. La eucaristía en memoria de los santos es distinta de la dominical, pero no diversa, porque la unidad del misterio pascual de Cristo es la base de su culto (SC 104): "En su nacimiento la Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrieron y fueron glorificados con Cristo". En efecto, es el mismo modelo de celebración, en el cual primero, por medio de la palabra, se conmemora la realización del mensaje revelado en el santo venerado, y después en el acto sacrificial, por medio del cual es asociado a la mediación unívoca de Cristo en su sacrificio, el santo se convierte en colaborador de nuestra santificación.
2. Los criterios de la reforma de los textos eucológicos10 En la misa de los santos, la colecta, que según la OGMR "expresa la índole de la celebración" (n. 32), se refiere directamente al santo honrado, mientras que en la oración sobre las ofrendas (que prepara para la plegaria eucarística, tras la preparación de los dones; OGMR 53) y en la oración después de la comunión (donde se piden los frutos del misterio celebrado; OGMR 56), la referencia al santo es sólo indirecta, con evocación del ejemplo o alusión a la fiesta. En la oración después de la comunión la alusión a la intercesión es eliminada en lo posible. a) Por consiguiente, el primer criterio del respeto de los géneros de la oración litúrgica queda salvaguardado, a menos que la temática sea directamente eucarística (como en la memoria de san Agustín, 28 de agosto, donde se recurre a sus Sermones 57,7; 229,1; Denis 6). " CIPRIANO, Ep. 39,3,1; (CSEL m/2, Vindobonae 1871, 583). " AGUSTÍN, Sermo 159,1; Sermo 248,1 (PL 38,867; 1288). P. JOUNEL, Le renouveau du cuite des saints, Roma 1986, 64-74.
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bj El segundo criterio es el de las exigencias de la oración litúrgica: debe ser dirigida al Padre (cf concilio Cartaginense de 397: "Cuando se está en el altar, la oración habrá de dirigirse siempre al Padre"), que es el término de toda oración. Además debe evitar referencias a hechos que no pertenecen a la fe católica (esto es, sólo de fe eclesiástica), como las revelaciones privadas (por ejemplo, de santa Brígida o de santa Gertrudis), la creencia en los milagros o las apariciones, aunque hayan sido aprobadas por la Iglesia (como las de Lourdes, Fátima, Paray-le-Monial, etc.). c) El tercer criterio es el del respeto de los tiempos litúrgicos, ya que el santoral debe respetar la primacía de los tiempos fuertes. Así, en el tiempo pascual (o sea, desde fines de abril a mayo), en las oraciones se hace mención del tema de la resurrección (como con san Pedro Chanel, 28 de abril); en el tiempo navideño se evoca el misterio del nacimiento de Cristo (como en las fiestas de san Esteban y san Juan apóstol) y también la circunstancia del fin del año civil (caso de san Silvestre, 31 de diciembre). d) Un cuarto criterio es el de la referencia a las circunstancias del martirio, ya que sólo para los mártires la referencia histórica (y no tipológica) puede evocar la historicidad del martirio por excelencia de Cristo (por ejemplo, los mártires japoneses, 6 de febrero). e) Un quinto criterio es la referencia a los escritos de los santos y a la enseñanza de los doctores, con la composición de oraciones extraídas de escritos hagiográficos (por ejemplo, la oración de san Policarpo, 23 de febrero), o bien de obras características del magisterio de los grandes doctores (por ejemplo, Gregorio Magno y la Regla pastoral, 3 de septiembre, etc.). f) El sexto criterio es el de delinear el tipo de santidad propio de cada santo. Esta es la innovación más rica del santoral, que nos permite clasificar también la fisonomía de los perfiles hagiográficos según las distintas épocas: de la Iglesia de los mártires, de la Iglesia de cristiandad tras la paz constantiniana, de la Iglesia evangelizadora de los pueblos nórdicos (bárbaros en sentido tradicional), de la Iglesia en la lucha por su libertad religiosa, de la Iglesia de las grandes órdenes religiosas (llamadas mendicantes), de la Iglesia de la reforma católica, de la Iglesia en la época moderna de misión y de testimonio de la caridad. En esta riqueza de las diferentes tipologías también las mujeres han sido caracterizadas según sus específicos modelos de martirio y virginidad, de pobreza, de vida conyugal y de vida religiosa, y por fin de magisterio doctoral.
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3. La reforma del calendario según la universalización geográfica y la distribución diacrónica La selección de los santos en el calendario general con la remisión a los calendarios particulares de memorias locales específicas se ha inspirado en criterios de representatividad no sólo cualitativa, o de honrar a los santos de mayor importancia, sino también geográfica, haciendo más universal el calendario con la presentación de los santos que pertenecen a todos los continentes. A) Un breve compendio nos puede revelar este criterio de universalidad geográfica. La presencia de los santos está en los: a) países mediterráneos: 4/5 (cuatro quintos del total), de los cuales dos quintos (2/5) son memorias obligatorias; b) países del área no mediterránea: sólo 1 /5 (son treinta y nueve, incluidos los nacidos en países mediterráneos), de los cuales 1/5 de las memorias son obligatorias. B) Otro prospecto de la distribución diacrónica (excluidos los santos del Nuevo Testamento) nos permite distinguir estas frecuencias en orden de disminución numérica representativa: a) siglo IV: veinticinco (santos); b) reforma católica: veinticinco; c) época patrística (siglos ni-vill): diecinueve; d) siglos xvixvil: diecinueve; e) siglo III: doce; f) siglo XII: doce; g) siglo X: uno (solamente). C) El criterio de la tradición en la formación del calendario, y por ende de la piedad popular, también está presente en la revisión del santoral. De los veintitrés santos del canon romano (excluidos los del Nuevo Testamento), el calendario conserva trece; de los mártires romanos, testimoniados por las fuentes más antiguas (del siglo IV, Depositio martyrum, calendario filocaliano), han permanecido quince, con la supresión aproximada de un tercio (sobre veintitrés); de los fundadores de los títulos romanos ha quedado sólo uno (santa Cecilia) de ocho. La eliminación de la mitad de los santos que entraron en el calendario a lo largo de los siglos (sólo en la época gregoriana medieval se introdujeron cuarenta y nueve mártires no romanos y treinta y ocho papas) no ha sido motivada sólo por la exigencia de los dos criterios de la mayor importancia y de la universalidad geográfica, sino también por motivos históricos, es decir, por otros dos criterios: disminución de las fiestas de devoción, para reservarlas a los calendarios particulares; rigurosidad en el examen crítico de las tradiciones de culto. Veintinueve nombres de santos o de grupos de santos, por ejemplo,
Introducción 21
20 Introducción que son menos de un quinto de los santos eliminados del nuevo calendario, presentan dificultades históricas (sólo santa Cecilia se ha mantenido en esta clase de escasas fuentes históricas). No puede hacerse aquí un balance de esta reforma del calendario (cf las noticias sucesivas para los calendarios), porque en todas las doscientas seis celebraciones de los santos (excluidas evidentemente las fiestas del Señor que pertenecen al ciclo principal del año litúrgico y comprendiendo la única fiesta de la dedicación de la basílica de Letrán por su título asimismo hagiográfico de san Juan y del santísimo Salvador) las oraciones de la misa (con sus relativas antífonas) deben ir integradas con los ricos textos de la liturgia de las horas (antífonas, responsorios, himnos, lecturas hagiográficas y patrísticas). Por eso la variedad de las personalizaciones de cada santo celebrado aparecerá en el curso de este comentario analítico, donde se anotarán las fuentes principales (de los sacramentarios, romanos u occidentales, etc.) y los motivos de las variaciones eucológicas. La misma nueva distribución de los títulos de los santos, eliminando las categorías negativas (no virgen, no mártir, etc.), respeta mejor la tradición (apóstol, mártir, virgen) y refleja la estructura misma de la Iglesia (títulos jerárquicos, títulos de familias religiosas). También la simplificación de los grados de la celebración, reducidos a cuatro, responde mejor a la importancia que ha de atribuirse a cada una de las formas rituales; así, en las solemnidades (son diez) y las fiestas (son veintitrés) se debe utilizar íntegramente el formulario del propio o del común, mientras que en las memorias obligatorias (sesenta y cuatro) y facultativas (noventa y seis) el formulario será combinado de modo que en el oficio de las horas y en la misa de la feria corriente se puedan insertar elementos propios del santoral (por ejemplo, la colecta del santo con las oraciones sobre las ofrendas y después de la comunión, y las lecturas y los cantos tomados facultativamente del santo o de la feria correspondiente). En las ferias que admiten las memorias facultativas, la elección del oficio de un santo es alternativa a la feria misma.
4.
Breve historia del calendario romano 2I
1. El calendario romano del siglo IV al X A)
Cronógrafo del 354
a) El calendario romano más antiguo es la Depositio martyrum (y Depositio episcoporum), que incluye veintitrés fiestas de santos (y la natividad del Señor): han quedado sólo catorce; y nueve santos, más o menos la mitad, han sido suprimidos. b) En el siglo VI, el canon romano nombra a diecinueve santos (excluidos los del Nuevo Testamento); ahora son trece; de cuarenta y ocho mártires antiguos sólo quedan quince; de los ocho fundadores de los títulos romanos (basílicas romanas de tipo parroquial) sólo queda uno. B)
Del siglo VI al siglo X: época de los martirologios
históricos
a) Jeronimiano (después del 431): está compuesto por tres fuentes principales: el calendario romano del 354 (cronógrafo), continuado hasta el 420; el calendario de Antioquía (363, martirologio siriaco en el 411, como resumen); el calendario africano (calendario de Cartago del 530); b) de Beda (f 755): colma los vacíos de los otros, especialmente del jeronimiano; c) de Lyón y de Floro (siglo IX): completa las noticias del de Beda; d) calendario marmóreo de Ñapóles (siglo IX); e) de Adonis de Vienne (865) y de Usuardo de Saint-Germain (875) (el martirologio romano de 1584 es una recensión del martirologio de Usuardo: cardenal Baronio); f) siglo X: Liber pontificalis y Regesta pontificum. 2.
Medievo: del siglo XI al siglo XVI
a) Reforma gregoriana: introducción de nuevos santos: treinta y ocho papas (hoy quedan quince) y cuarenta y nueve mártires no romanos (quedan dieciocho). De los antiguos már21 P. JOUNEL, Les oraisons du propre des saints dans le nouveau Missel, en "La Maison-Dieu" 105,1 (1971) 180-198.
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tires no romanos quedan sólo dos (Blas y Dionisio de París). Todos los papas presentes en la Depositio episcoporum (necrologio de los papas) anteriores a san Silvestre habían recibido el título de mártires sin pruebas (como el papa Meloníades, que inaugura la era constantiniana). b) Siglo XII: calendario del misal de Letrán y del antifonario de San Pedro. 3. Reforma tridentina (1568) Calendario de Pío V. Se funda: en el sacramentario gregoriano del siglo VIII (Gregoriano-adriano: contiene doce nuevos papas); en el Capitulare Evangeliorum del 645; en los misales de las basílicas de Letrán y del Vaticano de los siglos XI-XII (con otros veinticuatro papas). Por medio de éstos acoge fuentes antiguas de los sacraméntanos gelasianos del siglo vm y de los sacramentarios francos del siglos vni-ix (así entran: la cathedra Petri, las fiestas de los apóstoles, de san Agustín, de san Benito, de todos los santos). De las fuentes de los siglos xiixin entran en el calendario santos populares para la leyenda (Blas, Bárbara, etc.); posteriormente, santos contemporáneos (como Tomás Becket). En total, el calendario tridentino, aun recibiendo las ampliaciones del calendario de la curia romana, tributaria de los libros franciscanos (siglos XIII-XIV), ha acogido: sólo ocho santos después del año 1000; las fiestas de la piedad mariana (concepción de María, visitación, san José esposo); las fiestas de la alta Edad Media, añadidas al ciclo litúrgico (Corpus Domini y santísima Trinidad). La prioridad del culto de los mártires se infiere de su número; más de los tres cuartos (3/4) del santoral. Este comprende sesenta y cinco fiestas obligatorias, mientras que el domingo prevalece sobre los semidobles. 4. Calendario de Gregorio XIII a luán XXIII A) De Gregorio XIII a Pío X La verdadera revolución litúrgica es el aumento de las fiestas dobles a partir del siglo xvil (Clemente X): una fiesta, introducida facultativamente como semidoble, podía convertirse en semidoble de precepto, y luego en doble con la preeminencia del doble sobre el mismo domingo (cancelando el mismo término de "doble" que indicaba: añadir, no suplantar). Así la li-
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turgia del tiempo es suplantada por la del santoral, donde las fiestas de los mártires son reducidas con frecuencia a una simple memoria frente a las fiestas de los no mártires, elevadas al grado de dobles (para sustituir el oficio dominical matutino más largo se elevan sistemáticamente las fiestas al rito doble, que prevalece). La reacción a esta invasión del santoral en el temporal se efectúa sólo con la reforma de Pío X (y Juan XXIII). B) La reforma de Pío X La preeminencia del grado de fiesta dominical sobre las fiestas dobles y dobles-mayores es restablecida, así como la precedencia de los domingos privilegiados sobre todas las fiestas. Además, las fiestas impedidas, salvo las más importantes, no podían ser trasladadas. Se restablece de este modo la importancia del oficio del tiempo sobre el de los santos. Pero el aumento de las fiestas de santos en la Iglesia de los siglos xvn (seis), XVIII (dos), XIX (dos) y XX (tres) ha elevado el número a más de doscientas fiestas de santos, respecto a las sesenta y cinco de 1568. 5. Los factores de la ampliación del santoral en la época postridentina22 De 1666 a 1960 entran en el calendario veintiocho santos de rito doble, menos de cuatro años después de su canonización. 1. Ante todo, se extiende el aspecto conmemorativo de la vida de la Iglesia en las fiestas del santoral. Respecto a las tres ya insertas desde el siglo XIV al siglo XVI (visitación, transfiguración y santo rosario), desde el siglo XVII se introducen cuatro nuevas fiestas: santo nombre de María: liberación de Viena (1683); siete dolores de María: retorno de Pío VII a Roma (1815); patrocinio de san José (1847), por la crisis del Estado pontificio; preciosísima sangre: victoria sobre la República romana (1849). También las nuevas fiestas marianas guardan relación con sucesos históricos: Inmaculada Concepción, como doble de primera clase, en el 25.° de la proclamación del dogma (1879); bienaventurada Virgen de Lourdes, para el 50.° de las apariciones (1907); maternidad divina de María, para el XV centenario 22 J. DUBOIS, Les saints du nouveau calendrier. Tradition et critique historique, en"LMD" 100,1 (1969) 157-158.
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del concilio de Éfeso (1931); santa María Virgen, Reina, para el centenario del dogma de la Inmaculada (1955); Nuestra Señora del Carmen (1726), para poner término a la disputa de los bolandistas y carmelitas sobre los orígenes de su orden; Cristo Rey, para concluir el año santo de 1925; elevación de la preciosísima sangre a doble de primera clase, para el XIX centenario de la redención (1933). 2. El contexto político también influye en la elección de los santos propuestos al culto. La institución monárquica, que desde el siglo XVII en adelante incrementa su prestigio, favorece la introducción de diez nuevas fiestas de personajes de sangre real, a diferencia del único santo rey del calendario tridentino (Luis IX). Además de Casimiro de Polonia, elevado a semidoble, tenemos a Enrique de Baviera, Esteban I de Hungría, Hermenegildo de Andalucía, Isabel de Hungría, Eduardo de Inglaterra, Margarita de Escocia, Eduvigis de Silesia, Isabel de Portugal, Wenceslao de Bohemia y Canuto de Dinamarca. También la intervención de los príncipes a favor de la inscripción de cuatro santos en el calendario ha influido para elevar su grado de celebración (Enrique II, Magdalena de Pazzi, Juliana Falconieri, Guillermo, Camilo de Leus y Jacinto). 3. La influencia personal de los papas, para dar importancia a su orden religiosa de proveniencia, es asimismo un factor significativo. Pío V, dominico, para Tomás de Aquino. Sixto V, franciscano, para Nicolás de Tolentino y san Antonio de Padua; para Pedro de Verona (dominico) y san Buenaventura, como doctor; y para los estigmas de san Francisco de Asís. Pablo V, para Ubaldo (fue elegido el día de su nacimiento). Urbano VIH, para Martina (reconocimiento de las reliquias). Clemente X, para Venancio (mártir venerado en Camerino, donde había sido obispo). Clemente XI, para Liborio, obispo de Mans (por una reconocida curación personal). Clemente XQ (Lorenzo Corsini), para su homónimo Andrés Corsini. Pío VI, para Pío V (cuyo nombre había tomado). Pío VII, para los siete dolores de María. Pío IX, para el patrocinio de san José y para la Preciosísima Sangre. León XIII (Joaquín Pecci), para los santos Joaquín y Ana (elevados a segunda clase). Pío X, para los siete dolores (elevados a segunda clase), para el 50.° de su ordenación (1858). Benedicto XV, para las tres misas de la conmemoración de los difuntos, durante la primera guerra mundial (1917). Juan XXJJJ, para Gregorio Barbarigo (fue obispo de Bérgamo) y Antonio María Claret, en vísperas del Vaticano II (1960) (porque había participado en el concilio Vaticano I). Juan Pablo II, para Estanislao de Cracovia (memoria obligatoria).
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Pero se debe a León XIH la introducción de fiestas de santos con un criterio de apertura ecuménica: tras la fiesta de Bonifacio de Alemania (introducida por Pío IX), añadió las siguientes memorias: Agustín de Canterbury; Cirilo y Metodio, apóstoles de los eslavos (elevados ahora a fiesta por Juan Pablo II, como patronos de Europa); Josafat de los ucranianos; además, otras fiestas para los Padres de la Iglesia que no estaban aún en el calendario occidental: Justino, Cirilo de Jerusalén, Cirilo de Alejandría, Juan Damasceno; y después Efrén e Ireneo por parte de Benedicto XV. 6. El calendario romano de 1969: progreso en la tradición Resultan evidentes los criterios de la reforma del calendario de 1969 del Vaticano II (con dos fases: el primer esquema de 1964 a 1966, y luego su aprobación en 1969, 14 de febrero) con el "motu proprio" Mysterii paschalis para la promulgación de las Normas generales del Año Litúrgico y del Calendarium romanum genérale. En esta última fase se encuentran varias innovaciones respecto al esquema sometido a las Congregaciones de la fe y de los ritos en 1967. Respecto a los nueve proyectos que lo prepararon (hasta el de 1966), se encuentran las siguientes variaciones del grado de celebración. Las memorias obligatorias aumentan casi el doble (de treinta y seis a sesenta y seis); las memorias facultativas disminuyen (de ciento veintidós a noventa y seis). El nuevo calendario, en base al criterio de la SC 23, donde se exige que las innovaciones estén inspiradas en un desarrollo en algún modo orgánico, es, pues, una revisión del calendario en su redacción más reciente de 1960 (Código de las Rúbricas de Juan XXIII); por ello presenta una evolución que puede delinearse de la siguiente manera. 1. Del calendario urbano de Roma al calendario universal171 En la primera fase, el calendario local de la Iglesia romana estaba basado en la topografía de la ciudad papal y de sus cementerios.
23 P. JOUNEL, Le renouveau, o.c., 76-85; A. DONGHI, La memoria dei santi nel Messale Romano: dall'eucologia al Santorale una tipología della santitá, en AA.VV. // Messale Romano del Vaticano II, o.c, 211-245; 246-280.
26 Introducción A) Los cementerios suburbanos
Introducción 27 son:
a) San Pedro en el Vaticano (nacimiento del apóstol, cathedra Petri, dedicación de la basílica y mártires romanos del circo de Nerón; además de los papas León Magno, Gregorio Magno y Josafat de los ucranianos); b) san Pablo en la vía Ostiense (nacimiento del apóstol, conversión, dedicación de la basílica); c) vía Appia, cementerio de Calixto: tumbas de los papas (Ponciano, Fabiano, Cornelio, Sixto II y sus diáconos, Cecilia); cementerio ad catacumbas: memoria de los apóstoles, Sebastián (en su basílica); d) vía Ardeatina, cementerio de Domitila (Nereo y Aquiles); e) vía Labicana: los cementerios de Marcelino y Pedro; f) vía Tiburtina: Lorenzo, en su basílica, e Hipólito, en su cripta; g) vía Nomentana: Inés, en su basílica; h) vía Salaria Nuova: Silvestre, en el cementerio de Priscila; i) vía Aurelia: Pancracio (en su basílica); j) vía Aurelia Antica: Calixto (en el cementerio de Calepodio). B) Dentro de las murallas de la ciudad de Roma. Están las grandes basílicas: a) de Letrán, que es la basílica madre de todas las iglesias de Occidente, con las memorias de los papas: Juan I, Martín I, Gregorio VII (muerto en el exilio); de los santos Juan Bautista y Evangelista, en el baptisterio (del siglo V); b) en el Esquilino: Santa María la Mayor (dedicación de la basílica de la Madre de Dios y Pío V); c) entre el Esquilino y el Celio: san Clemente (basílica del papa) y Cirilo eslavo; d) en el Celio: basílica de los santos Juan y Pablo (tumba de san Pablo de la Cruz); e) a los pies del Aventino: basílica de los santos Nereo y Aquiles (en el cementerio de Domitila); f) Trastévere: Cecilia (en su basílica); g) en el Foro: basílicas de santa Francisca de Roma y de Cosme y Damián; h) basílicas de la llanura tiberina (donde se asentó la Roma medieval): Mónica (en la basílica de San Agustín); Catalina (en Santa María de la Minerva); Felipe Neri (en la Iglesia Nueva); Camilo de Lelis (en la iglesia de Santa María Magdalena); Juan Leonardi (en Santa María en Campitelli); Ignacio de Loyola (en la iglesia del Gesü); Luis Gonzaga y Roberto Belarmino (en la iglesia de San Igna-
ció); Dámaso (en la basílica de San Lorenzo in Dámaso, lugar de la casa familiar, en cuyas cercanías transcurrió su juventud romana Ambrosio de Milán); Plaza Navona: basílica de Santa Inés. 2.
El santoral de la Iglesia italiana
Italia, que tiene por centro la ciudad apostólica en la que nació el primer calendario romano, posee también el mayor número de santos (cincuenta y siete), distribuidos por regiones de la siguiente manera: a) Véneto: Jerónimo Emiliani (Venecia); Pío X (Riese, Treviso); Antonio (Padua), Cayetano (Thiene); b) Lombardía: Ambrosio y Carlos B. (Milán); Agustín (Pavía, tumba); Ángela Merici (Brescia); Antonio María Zacearía (Cremona); Jerónimo Emiliani (Somasca); Luis Gonzaga (Mantua); c) Valle de Aosta: Anselmo de Canterbury; d) Piamonte: Juan Bosco (Turín); Pablo de la Cruz (Castellazzo); e) Liguria: Columbario (Bobbio, tumba); f) Emilia: Romualdo, Juan I, papa, martirio (Rávena); Domingo (Bolonia, tumba); Pedro Crisólogo (ímola, muerte); Pedro Damián (Faenza, muerte); g) Toscana: Siete Santos Fundadores de los Siervos de María (Monte Senario); María Magdalena de Pazzi, Felipe Neri (Florencia); Catalina, Bernardino (Siena); Juan Leonardi (Lucca); Roberto Belarmino (Montepulciano), Buenaventura (Bagnoreggio), Gregorio VII (Scano, Tuscia); h) Umbría: Benito y Escolástica (Norcia); Francisco y Clara (Asís); i) Marche: Romualdo (Camáldoli, tumba); j) Abruzos: Bernardino de Siena (Aquila, tumba), Juan de Capistrano (Áquila), Camilo de Lelis (nacimiento); k) Lacio: María Goretti (Nettuno); 1) Campania: Tomás de Aquino (Aquino), Jenaro (tumba), Cayetano de Thiene (tumba), Alfonso María de Ligorio (nacimiento, Ñapóles); Paulino de Aquitania (Ñola); Gregorio VII (Salerno, tumba); m) Calabria: Francisco de Paula (Paula), Bruno (La Torre, Squillace); n) Puglia: Lorenzo de Brindis (Bríndisi); Nicolás de Mira (Barí, tumba); ñ) Sicilia: Águeda (Catania), Lucía (Siracusa). 3.
El santoral de los países europeos
occidentales
a) Francia: treinta y seis (incluidos los lugares de origen); b) España: trece; c) Portugal tres; d) Inglaterra: siete; e) Irlanda: dos; f) Países escandinavos: dos; g) Países Bajos: dos; h) Alemania: ocho; i) Suiza: dos; j) Yugoslavia- uno; k) Hungría: tres; 1) Checoslovaquia: dos.
28 Introducción 4. El santoral en los países orientales a) Polonia: cuatro; b) Lituania: uno; c) Rusia (Ucrania y Crimea): dos. 5. El santoral en las Américas a) América del Norte: Estados Unidos: tres; Canadá: cinco; b) América Latina: Perú: tres. 6. En los países asiáticos a) Japón: veintiséis + trece; b) Corea: ciento trece; c) China: uno (isla de Sanchuán); d) India: uno (Goa); e) Vietnam: ciento diecisiete. 7. En Oceanía: uno (Polinesia). 8. En África: veintidós (Uganda).
7. Conclusión: el hoy de los santos, entre el recuerdo del pasado y la perspectiva del futuro Esta panorámica histórico-teológico-litúrgica sobre el calendario de los santos canonizados (que representan sólo un muestrario de la santidad universal) y del significado de su recuerdo actualizado (que saca de la experiencia de Dios, vivida en su vida y en su tiempo, como de un tesoro, "cosas nuevas y viejas", Mt 13,52) plantea un interrogante. Los santos de hoy y de mañana, ¿pueden verse a la luz de los santos de ayer que nos propone el calendario? Si, como dice Bernanos, cada vida de un santo es "como una nueva floración, la efusión de una milagrosa, edénica ingenuidad", se puede suponer que la obra del Espíritu es imprevisible, no entra en los cánones de la razón retrospectiva o prospectiva. No obstante, el prototipo de la santidad sigue siendo el mismo, Cristo: "Sólo tú eres santo" (himno del Gloria). Por tanto, el santo de la tradición litúrgica, que lo celebra con la memoria en nuestros días, es siempre el santo de
Introducción 29 la fuerza de la tradición innovadora. Es más fácil decir lo que han sido los santos que predecir lo que serán; aunque siempre podemos precisar lo que no pueden ser en sentido negativo. El santo que podemos esperar será siempre diferente de nuestras concepciones, de los pronósticos y de los deseos de un tiempo tan mudable como el nuestro. Pero será también un santo de siempre, porque será un imitador de Cristo, si bien de manera nueva, con el estilo de su tiempo. Si "la gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios", como se lee en la memoria de san Ireneo (Tr. contra las herejías TV, 20,5-7), el santo del mañana seguirá siendo el que realiza, en su fidelidad a Cristo, en nuestra misma civilización tecnológica, un modelo "personalizado" como señal de la irrupción vertical de Dios entre los hombres y presencia irradiante de Dios en el mundo, aunque no sea del mundo (Jn 8,16). La recomendación de san Bernardo, en el oficio de lectura de la solemnidad de todos los santos (cf Serm, 2), es siempre actual: "Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. Es que la veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo. Mas, para que nos sea permitido esperar esta gloria y aspirar a tan gran felicidad, debemos desear también, en gran manera, la intercesión de los santos, para que ella nos obtenga lo que supera nuestras fuerzas". Aunque estemos proyectados hacia el futuro, las memorias de los santos del pasado son ante todo un testimonio vivo de la conciencia de una solidaridad entre los vivos y los muertos, que nosotros traducimos en la profesión de fe bautismal: "Creo en la comunión de los santos, en el Espíritu".
BIBLIOGRAFÍA
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ENERO
1 de enero SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS (siglo vi)
1. Nota histórico-litúrgica La solemnidad de la madre de Dios, que ahora coincide con la octava de navidad y el comienzo del año civil el 1 de enero (a César se le debe este comienzo, trasladado del 1 de marzo con la reforma del calendario en el 46 a.C), fue establecida probablemente por influjo de la Iglesia bizantina, que celebra el 26 de diciembre la sinaxis de la Santísima Theotokos, según el uso oriental de festejar, al día siguiente de la solemnidad de un personaje principal (en nuestro caso el nacimiento de Cristo), también la de los demás personajes secundarios. En efecto, mientras que los coptos celebran esta fiesta el 16 de enero, en Occidente encontramos ya en el siglo V, en Milán, la fiesta el domingo anterior al 25 de diciembre; en Galia, en el tiempo de Gregorio de Tours, el 18 de enero; en España, el 18 de diciembre (concilio X de Toledo: 656). En Roma, la octava de navidad, incluso antes de las cuatro fiestas marianas introducidas por el papa Sergio en el siglo vn (natividad, anunciación, purificación y asunción), ya se celebraba como memoria de la maternidad de María: la estación solemne de "Santa Maria ad martyres", el 1 de enero (llamada in octavas Domini), estaba dedicada a esta fiesta; sólo más tarde (en los siglos XIII-XIV) se añadió, por influencia galicana, la fiesta de la circuncisión del Señor (ya introducida en España y en Galia desde el siglo VI), que luego pasó al misal de Pío V, a pesar del tono mariano de los formularios litúrgicos. La nueva reforma ha restablecido el uso origi-
34 Santa María, Madre de Dios
nal romano, que con esta fiesta de la conmemoración (nacimiento) de la madre de Dios sustituía a las fiestas, con frecuencia licenciosas, del principio del año, dedicado al dios Jano Bifronte. La fiesta de la maternidad de María, por un movimiento popular que surge en Portugal en el siglo XVIII para celebrar el título mariano de modo abstracto, ya había sido fijada el 11 de octubre de 1914, con la extensión a la Iglesia latina de la fiesta en recuerdo del XV centenario (1931) del concilio de Éfeso. El restablecimiento de la fecha, que cae en el tiempo de Navidad y que recupera un elemento tradicional de valor ecuménico, viene a coincidir con otras solemnidades: la prolongación de la Natividad en su octavo día; la circuncisión de Cristo (la fiesta estaba fijada en el primer domingo de enero); la imposición del nombre de Jesús (la fiesta se remonta a 1721), en conformidad con el evangelio del día (con un versículo más que en la II misa del día de navidad); y, por fin, la jornada de la paz, proclamada por Pablo VI el primer día del año civil (motivo antropológico), a la que se refiere la I lectura de la misa. En efecto, la encíclica Marialis cultus, al ambientar en el tiempo navideño esta fiesta recuperada, dice que, "fijada en el primero de enero, según una antigua sugerencia de la liturgia de Roma, está destinada a celebrar la parte que tuvo María en el misterio de la salvación y a exaltar la singular dignidad de que goza la madre santa, por la cual merecimos al autor de la vida" (n. 5). Y continúa: "Es, asimismo, ocasión propicia para renovar la adoración al recién nacido príncipe de la paz, para escuchar de nuevo el jubiloso anuncio angélico (cf Le 2,14), para implorar de Dios, por medio de la reina de la paz, el don supremo de la paz. Por eso, en la feliz coincidencia de la octava de navidad con el principio del nuevo año, hemos instituido la Jornada mundial de la paz, que goza de creciente adhesión y que está haciendo madurar frutos de paz en el corazón de tantos hombres" (ib.). 2.
Mensaje y actualidad
a) La colecta, dirigiéndose a "Dios..., que por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación", expresa el deseo de "experimentar la intercesión de aquella de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida". La fe de la Iglesia, que ya se expresa en el símbolo llamado de los apóstoles con la afirmación de que "Jesucristo
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fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen", es la base de esta verdad. En el concilio de Éfeso (431) se tradujo esta verdad "en la defensa del título de 'Theotokos', no ciertamente porque la naturaleza del Verbo y su divinidad tuvieran origen con el nacimiento de la santísima Virgen, sino porque el Verbo nació según la carne de ella, y por ella fue engendrado aquel cuerpo santo al cual se unió hipostáticamente el Verbo". El misterio de esta maternidad, que la antífona de entrada saluda con los versos de Sedulio ("¡Salve, Madre santa!, Virgen, Madre del Rey, que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos"), supone la elección de predilección de Dios de la "llena de gracia" (Le 1,28), así como la libre colaboración de María al dar su asentimiento ("hágase en mí según tu palabra"). La palabra "concebir" se aplica, en efecto, no sólo al hecho corporal, sino también al hecho espiritual, cuando se concibe un proyecto o pensamiento; por eso el concilio Vaticano II (cf LG 53 y 56) dice, siguiendo a los Padres, que "María concibió en su espíritu antes que en su seno; y así María, hija de Adán, dando su consentimiento a la palabra divina, se convirtió en madre de Jesús". El tema de la maternidad ha de asociarse al de la virginidad fecunda, que nosotros preferimos leer hoy, más que en relación a Cristo, como para dar prueba de su divinidad (Atanasio), en relación al acto inicial de la salvación; en el sentido de que esta concepción virginal es típica y ejemplar de los medios pobres (cf Magníficat: Le 1,46-55; Mt 5) elegidos por Dios para salvar a los hombres. Con esta pobreza de medios, la renuncia a la fecundidad del eros humano (el ejercicio usual de la sexualidad) produjo la fecundidad del "ágape" (de la caridad divina trascendente y gratuita). b) Este nacimiento no del hombre, considerado como principio por excelencia de la vida, sino de la mujer (cf II lectura de Gal 3,4), considerada en el pasado sólo como receptáculo pasivo de la vida, es el signo de una gratuidad de la salvación que es evocada en la oración sobre las ofrendas. Aquí, haciendo referencia a la celebración de la divina maternidad de María, le rogamos a Dios que, "así como nos llena de gozo celebrar el comienzo de nuestra salvación, nos alegremos un día de alcanzar su plenitud". El recuerdo del comienzo del año se funde perfectamente con este tema, según el cual la concepción virginal de María es el acto inicial de la salvación. c) El prefacio de la fiesta da la motivación plena de esta solemnidad, porque declara que "la Virgen, sin perder la gloria
36 Santa María, Madre de Dios de su virginidad, derramó sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo, Señor nuestro". Es la conclusión de la controversia cristológica del misterio de la encarnación, donde María aparece también como imagen del rostro materno de Dios, por cuanto el hijo de sus entrañas es igualmente el Hijo del Padre; además, al hacerse carne del Verbo corresponde el venir en la carne del Espíritu, que toma morada en ella. En esta misteriosa reciprocidad entre María y el Espíritu, que cubre con su sombra a María haciéndola fecunda, se revela también el rostro materno del Padre, o sea, su amor misericordioso. La maternidad de María no es, pues, un hecho funcional, porque ella, en lugar de ser el instrumento pasivo de una maternidad prodigiosa, se convierte en el verdadero icono del misterio trinitario, donde el Padre engendra desde la eternidad al Hijo en el amor del Espíritu Santo, como María engendra en la carne, por medio del Espíritu, al mismo Verbo eterno. María es, por tanto, el sujeto fecundo de este ininterrumpido diálogo con el Padre, por el cual su corporeidad femenina es asumida por el Espíritu, que hace de la misma el camino de salvación para toda la humanidad. d) La oración después de la comunión suplica por eso al Señor "que los sacramentos del cielo nos ayuden para la vida eterna a cuantos proclamamos a María madre de tu Hijo y madre de la Iglesia". La maternidad cristológica se convierte así en eclesial. Los himnos de la liturgia de las horas y las magníficas antífonas de origen griego (la primera antífona de las primeras vísperas y la antífona del Benedictus) evocan las figuras bíblicas de esta maternidad: desde el vellón de Gedeón (Jue 6,40; Sal 71,6) hasta la zarza ardiente e incombustible (Ex 3,2-3: la segunda y tercera antífonas de las primeras vísperas); desde el tronco de Jesé (primera antífona de los laudes) hasta la estrella de Jacob (primera antífona de los laudes: Núm 24,17). El "misterio admirable: en Cristo se han unido dos naturalezas: Dios se ha hecho hombre y, sin dejar de ser lo que era, ha asumido lo que no era, sin sufrir mezcla ni división" nos debe llevar también a considerar la maternidad de María respecto a la Iglesia, como sugiere el texto del evangelio de Le 2,16-21, donde se dice, en el versículo 19, que "María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón". Por esta razón la maternidad de María en el creer deviene también una causa ejemplar de la Iglesia; y al mismo tiempo una causa mediadora subordinada de esta maternidad espiritual que Cristo ha prometido a todos aquellos (cf Le 11,28; Mt 3,35; Mt 12,50) que, tras escuchar la palabra de
2 de enero 37 Dios "con corazón bueno y generoso, la conservan y por su constancia dan fruto" (Le 8,15). María se convierte en madre de la Iglesia porque, "contemplando su profunda santidad e imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre mediante la palabra de Dios aceptada con fidelidad" (LG 64). La actualidad de esta primera fiesta mariana, tan apreciada por la piedad cristiana a lo largo de los siglos, en la que la liturgia focaliza esta centalidad cristológica y eclesiológica en la misma simultaneidad de las celebraciones (tema de la paz y tema del principio del año civil) que hacen de ella una liturgia compuesta (siempre lo ha sido, entre otras cosas por la coincidencia en el pasado entre maternidad, octava de Navidad, circuncisión y nombre de Jesús), es expresada ante todo en la ampliación de la maternidad divina a la maternidad de la Iglesia. También en la carta de Atanasio, que tenemos en el oficio de lectura, podemos apreciar este motivo tan actual: "Nuestro salvador fue verdaderamente hombre, y de él ha conseguido la salvación el hombre entero. Porque de ninguna forma es ficticia nuestra salvación ni afecta sólo al cuerpo, sino que la salvación de todo el hombre, es decir, alma y cuerpo, se ha realizado en aquel que es la Palabra". Con esta globalidad e integralidad de salvación de todo lo humano nosotros podemos invocar a María como madre de la humanidad perfecta y total.
2 de enero SAN BASILIO MAGNO Y SAN GREGORIO NACIANCENO, obispos y doctores de la Iglesia (330-379; 329/30-389/90)
1. Nota histórico:litúrgica En el nuevo calendario de 1969 esta memoria de los dos grandes capadocios (región de la Turquía oriental) ha sido establecida en la fecha más próxima al día de la muerte (dies natalis) de Basilio de Cesárea (1 de enero de 379), ya que la muerte de Gregorio, llamado el teólogo, cae el 25 de enero (del 389/90), dedicada a la conversión de san Pablo.
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San Basilio Magno y san Gregorio Nacianceno
Basilio, nacido de una familia profundamente cristiana (de los diez hijos, tres son obispos: Basilio, Gregorio Niseno y Pedro de Sebaste) en el año 330, recibió una educación esmerada, primero en Cesárea, donde mantuvo gran amistad con Gregorio Nacianceno; luego en Constantinopla, y por fin en Atenas, donde se entusiasmó con el humanismo griego. Después del bautismo (hacia el 358) se consagró a la vida monástica en el desierto y visitó los monasterios de Oriente. Más tarde fundó una nueva vida monástica cenobítica, centrada en la oración y en el trabajo intelectual y manual —dejando mucho tiempo al estudio individual de las Escrituras—, para la cual compuso las Grandes Reglas o Reglas mayores (instrucciones generales) y las Pequeñas Reglas (exhortaciones y consejos particulares), convirtiéndose en el legislador de la vida cenobítica de Oriente (san Benito, en Occidente, lo llama "nuestro padre"). Como obispo de Cesárea (370), sucesor del obispo que lo había ordenado sacerdote (364), fue también defensor de la fe contra la herejía arriana y organizador de obras caritativas, hasta el punto de que el hospital para los pobres, peregrinos y enfermos fue llamado "Basiliada". Gregorio de Nacianzo (también en Turquía) fue coetáneo y compañero de estudios de Basilio, tanto que la singular comunión entre ambos amigos hizo decir a Basilio que "sin ella no habría conseguido en Atenas, tras un largo e inútil trabajo, otra cosa que las ciencias y una sabiduría rechazada por Dios". Hijo también de santos (su madre, Nona; su hermana Gorgonia, cuyo elogio fúnebre pronunció, y su hermano Cesáreo), amó la soledad, oponiéndose primero (aunque en vano) a su padre, que lo persuadió a que aceptara el presbiterado, y luego a Basilio, que le convenció para que aceptara la sede episcopal de Sasima, sufragánea de Cesárea (regida por el mismo Basilio). Por fin aceptó, durante algún tiempo, administrar la sede episcopal del difunto padre (Nacianzo, la actual Nemisi). Reclamado de la soledad, en la cual se refugiaba, por la minoría ortodoxa de Constantinopla (donde tuvo de oyente a san Jerónimo), fue entronizado por el primer concilio ecuménico de Constantinopla como patriarca de la ciudad (381). Combatido por las sectas heréticas de la ciudad (arríanos, novacianos y macedonianos), fue también procesado y lapidado, logrando, empero, salir vivo y convirtiéndose casi en mártir sin el suplicio final. Tras diversas vicisitudes renunció a su pequeña iglesia, conocida como "Anastasia", para restablecer la unidad escindida, y se retiró a su pueblo natal, Arianzo, donde se dedicó a la poesía,
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dejándonos poemas de amor inflamado. En su testamento, anterior a la renuncia a la sede constantinopolitana, ya había realizado la donación de todos sus bienes a la Iglesia y a los pobres. 2. Mensaje y actualidad a) La colecta de la misa de los dos doctores capadocios nos ofrece el contenido del mensaje de su espiritualidad. En efecto, sustituyendo al anterior, procedente del común de los confesores y doctores, este texto (que se inspira en el misal franciscano: posteommunio de san Francisco de 1243-1244) exalta la común búsqueda de la verdad con humildad ("haz que busquemos humildemente tu verdad y la vivamos fielmente"). Basilio se nos presenta, pues, como el doctor del Espíritu Santo, cuyo Tratado es recordado en la lectura patrística del día ferial después de la Navidad (c. 26: "El Señor vivifica su cuerpo en el Espíritu"). A este Tratado se debe la fórmula litúrgica que ha difundido la doxología trinitaria, donde, en lugar de la cláusula "en el Espíritu", se afirma la igualdad con las otras dos personas divinas a través de la conjunción paritética: "y al Espíritu Santo". Otra vez el mensaje más conocido nos viene de la anáfora de Basilio, ya difundida en Oriente desde la antigüedad y reservada hoy a días particulares: es la historia de la salvación, evocada y actualizada en un diseño orgánico extraordinariamente eficaz. También Gregorio Nacianceno, con sus cinco Sermones teológicos (sobre la Trinidad, sobre la naturaleza divina, sobre la divinidad del Verbo y sobre el Espíritu Santo), fue un gran investigador de la verdad, hasta el punto de ser llamado "el Teólogo"; pero tal grandeza doctrinal (por ello son los doctores capadocios por excelencia) está asociada a la humildad. De Gregorio escribirá Rufino que "jamás se ha visto una vida más sencilla e irreprensible, una elocuencia más viva y brillante, una fe más pura y ortodoxa, una ciencia más perfecta y consumada. Fue el único a quien no le pudieron impugnar su fe ni siquiera los partidos opuestos, tanto que basta no estar de acuerdo con la fe de Gregorio para convencerse de que se peca contra la fe católica". La actualidad de este mensaje se puede encontrar nuevamente en la colecta, que recuerda, inspirándose en la frase paulina (Ef 4,15: "Practiquemos sinceramente la verdad en el
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San Raimundo de Peñafort
amor"; cf BASILIO, Moralia, Reg. LXXX, 22), también el amor inescindible de la verdad y la humildad. Basilio es por ello un ejemplo actual para conciliar la vida contemplativa con la atención a los pobres (fundador de un hospital); y ambos santos capadocios nos recuerdan la gran ayuda de la amistad fraterna, a través de la lección patrística del oficio de lectura, como valor humano y espiritual que cultivar. La parte final del fragmento podría constituir un programa para nuestras relaciones de amistad: "Y así como otros tienen sobrenombres, o bien recibidos de sus padres o bien suyos propios, o sea, adquiridos con los esfuerzos y orientación de su misma vida, para nosotros era maravilloso ser cristianos, y glorioso recibir este nombre". De Basilio se leen ocho fragmentos en la liturgia de las horas: dos fragmentos de sus homilías (mart. XVII sem. T.O.; lun. III sem. cuar.); otros dos textos de la Regla monástica mayor (mart. I sem. T.O.; mart. El sem. T.O.), y cuatro fragmentos de la obra Sobre el Espíritu Santo (mart. VII sem. de P.; mart. sem. santa; lun. IV sem. de P.; T. de Nav., 2-1). De Gregorio N. se leen, además del texto para su memoria de los Sermones, otros seis fragmentos (viern. XXXI sem. T.O.; lun. I sem. de cuar.; sáb. III sem. de cuar.; Bautismo del S.; mart. I sem. de adv.; sáb. V sem. de cuar.).
veinte años, tras la experiencia catedrática boloñesa, donde se distinguió por su desinterés (no cobraba por las clases), volvió a Barcelona, donde con gran humildad aceptó cargos importantes, decidiéndose por fin a entrar en la Orden dominicana a los cuarenta y siete años (por influjo del gran dominico jurista Reginaldo de Orleans, que había llegado a Bolonia en 1218). A él se deben la Summa iuris (1218/19) y la Summa Raymundi(o de los casos penitenciales). En 1219 colaboró en el concilio de Lérida para la aplicación de las decisiones del IV concilio de Letrán; en 1229, por orden de Gregorio IX, predicó con éxito la cruzada contra los moros en dos provincias eclesiásticas para recabar ayudas en la expedición de Jaime I contra los musulmanes de las Baleares. Más tarde fue llamado a Roma por el papa Gregorio IX como penitenciario papal, y cuidó una de las primeras redacciones del derecho eclesiástico (Liber extra o Decretales de Gregorio IX). Fue él quien invitó a santo Tomás a escribir la Summa contra gentiles; también se le debe, a petición de Pedro Nolasco, la redacción de las Reglas de la Orden de Santa María de la Merced para el rescate de los cristianos que caían prisioneros de los mahometanos. Este célebre canonista organizó también misiones para la conversión de los judíos y de los musulmanes, creando centros para la enseñanza de las lenguas orientales. Esta memoria facultativa se celebra el día después de su muerte, ocurrida el 6 de enero de 1275.
2. 7 de enero SAN RAIMUNDO DE PEÑAFORT, presbítero (1175/80-1275)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de este santo, español como santo Domingo, con quien tiene muchos puntos en común, va unida a las glorias no sólo de la Orden dominicana, como sucesor (en 1238) en el gobierno de Jordano de Sajonia (1238), sino también de la cultura jurídica, que lo cuenta entre el número de sus doctores en la universidad de Bolonia, como maestro de derecho civil y canónico. Nacido en Cataluña en 1175 en una familia de caballeros del reino de Aragón, docente de filosofía a la edad de apenas
Mensaje y actualidad
La nueva colecta, que funde textos derivados de tres fiestas suprimidas (de santo Tomás de Villanueva, san Pedro Nolasco y san Raimundo Nonato), evoca su ministerio con los cautivos y pecadores: la liberación del pecado es la raíz de la libertad interior y social. En la lucha contra la herejía (no fue ajeno a la introducción de la Inquisición en el reino de Tarragona: 12321235) se mostró celoso e iluminado; escribió una Summa pastoralis para las visitas pastorales de los obispos; y su Tractatus de matrimonio (1234) fue muy conocido. Fue arbitro de importantes contiendas, logrando restablecer la paz en Aragón. Asimismo fue promotor directo de la elevación del nivel de los obispos y del desarrollo de las órdenes religiosas (mendicantes y mercedarios). Su comportamiento en el complejo asunto del testamento de Jaime I fue, desde el punto de vista político, fecundo. La carta del maestro general de los Predicadores a las
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San Hilario
religiosas de su Orden, que se lee en el oficio de lectura, nos ofrece una enseñanza de perenne actualidad. Enseña a soportar toda clase de persecuciones para gozar de la paz perfecta: no sólo la persecución interna, sino también la que procede del exterior; e incluso la "persecución eclesiástica sobre asuntos espirituales; las heridas producidas por los amigos son las más graves".
13 de enero SAN HILARIO, obispo y doctor de la Iglesia (315-367) 1. Nota histérico-litúrgica En el dies natalis del gran obispo de Poitiers, 13 de enero del 367, la memoria facultativa de este doctor de la Iglesia, proclamado tal por Pío IX, puede parecer demasiado inapropiada con relación a los méritos de aquel que ha sido denominado el "Atanasio de Occidente". En realidad, su culto se difundió sólo en el siglo IX en Galia, y en Roma en los siglos XI y XII. Convertido del paganismo después de leer las Sagradas Escrituras, de las que fue un agudo intérprete, especialmente en el comentario de los Salmos y del evangelio de Mateo, este joven terrateniente, casado y con una hija, se comportó tan bien en la educación cristiana de ésta, que llegó a poseer en el mismo estado laico la gracia del episcopado, según la expresión de Venancio Fortunato. Así se explica el porqué el pueblo lo señaló como obispo de Poitiers, su ciudad natal (hacia el año 350). Se vio implicado en la lucha del partido semiarriano, apoyado por el emperador Constancio, contra la ortodoxia católica, hasta el punto de ser exiliado a Oriente (Frigia), donde siguió, sin embargo, defendiendo la fe del concilio de Nicea. Esta proclamaba la consustancialidad del Hijo con el Padre, defendida por el gran Atanasio contra los semiarrianos (que se contentaban con el término "cosemejante —homoiousios"). La composición de su Tratado sobre la Trinidad (en doce libros) representa su defensa (el primero entre los latinos) de la fe antiarriana. En él introdujo, en un idioma hasta entonces rebelde, las precisiones de la doctrina católica y del pensamiento griego.
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2. Mensaje y actualidad La colecta, que proviene del misal parisino de 1684 y está inspirada en el antiguo sacramentario gelasiano (que la usa para el apóstol Juan), ha sustituido la frase que hacía referencia al evangelio de Juan ("defendió la dignidad del Verbo") por la actual, que evoca la defensa de la divinidad del Hijo contra los arríanos. En efecto, combatió por la fe ortodoxa, sufriendo a menudo sonoros fracasos; como cuando en el exilio participó en el sínodo de Seleucia sin lograr que los asistentes llegaran a respetar a los errantes, pese a la inflexibilidad de la doctrina. También tuvo un infeliz desenlace una entrevista que mantuvo con el emperador en Constantinopla. Hubo de expresar su dolor por la traición de sus propios coterráneos llegados de Occidente, pero que con su silencio ("vosotros contradecís a aquellos que niegan que Cristo —el verdadero Hijo de Dios— es Dios") habían cedido prácticamente. En el sínodo de París (361) consiguió que se excomulgara a los dos jefes del arrianismo; pero en Milán, tras la llegada del nuevo emperador Valeriano (364), aun organizando una reunión de obispos italianos para separar de la cátedra episcopal al arriano Auxencio, tuvo el disgusto de ver que seguía en su puesto. Entre la hostilidad de los rigoristas y la debilidad de los concordistas, Hilario se distinguió por un gran sentido de la cordura y moderación, dejando en su lugar a los obispos que admitían sus pasados errores. De él llegó a escribir Sulpicio Severo: "Todo el mundo debe reconocer que nuestra patria gala fue liberada del pecado de la herejía por la intervención del obispo Hilario". Tuvo asimismo el valor de escribir, tras su vuelta del exilio, después de tantos reveses, el libelo Contra Constantium para deplorar fuertemente las intervenciones inadecuadas del emperador en materia religiosa. La actualidad de su mensaje se puede deducir de la invocación de la colecta, que pide que también nosotros podamos "progresar cada día en el conocimiento de la divinidad del Hijo de Dios y proclamarla con firmeza" hoy contra las tentaciones racionalistas de nuestro tiempo. Pero también la hermosa página de su Tratado sobre la Trinidad (en origen titulado Sobre la fe contra los arríanos), presentada en el oficio de lectura, exhorta a hacer de nuestra profesión de fe (es la predicación en sentido intensivo) un acto de servicio. Además de los himnos que quedan en el Libro de los misterios (descubierto en 1887), merece mención aparte la carta dirigida a su hija Abra para
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44 San Antonio persuadirla a renunciar a las nupcias humanas por las nupcias virginales. De la pluma de un padre, estos consejos resultan singularmente convincentes en nuestros mismos días. En el oficio de lectura se leen cuatro fragmentos del Comentario sobre los Salmos (sáb. XXV sem. T.O.; juev. II sem. de cuar.; lun. IV sem. T.O.; Com. past. y doct. de la C.) y tres fragmentos del Tratado sobre la Trinidad (Sant. 13-1; viern. VII sem. de P.; miérc. IV sem. de P.).
17 de enero SAN ANTONIO, abad (251/2-356)
1. Nota histórico-Iitúrgica La memoria obligatoria del gran patriarca y maestro de vida monástica, muerto en el desierto de Egipto el año 356, a los ciento cinco años de edad (había nacido en 251), se celebraba ya en esta fecha de 17 de enero a comienzos del siglo V, tanto en el calendario siriaco como en el copto y bizantino. En cambio, en Occidente su culto comienza sólo en el siglo IX; y en Roma, bajo el influjo monástico, en los siglos XI y XII. La biografía teológica de san Antonio, escrita inmediatamente después de la muerte del gran eremita, ha contribuido a difundir su fama y ha influido en muchas conversiones (por ejemplo, en las de san Agustín y san Martín). La popularidad de sus heroicas hazañas, que transformaron su larga vida en un martirio incruento, con virtiéndola en un dramático ejemplar de la vivencia cristiana, es debida al hecho de que él es un modelo de itinerario del cristiano hacia Dios. Después de escuchar las palabras del evangelio (Mt 19,21: "Si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo"), vendió todos sus bienes, confiando la educación de su joven hermana a unas vírgenes. Se dedicó a la vida ascética en las cercanías del poblado, iniciando así su épica lucha contra el demonio y venciendo especialmente las tentaciones de la carne. En la segunda etapa de su vida (271) se retiró a la región de los sepulcros, considerada como el habitat del demonio (cf Me 5,2-5 y Le 11,24).
Vencedor de los asaltos del maligno, que se le aparece bajo aterradoras formas de animales, recibe la consoladora visita del Señor. En la tercera etapa, Antonio fue al auténtico desierto para atacar al enemigo en su propia fortaleza, y resultó una vez más vencedor, haciendo uso de la cita de salmos. La soledad victoriosa lo hace capaz para desempeñar la paternidad espiritual, casi como nuevo Moisés en el éxodo hacia la nueva tierra prometida de la perfección, convirtiéndose en padre espiritual de numerosas colonias monásticas. Pero obligado por sus discípulos a dejar la reclusión y atormentado por el deseo del martirio, fue a Alejandría, donde los cristianos eran perseguidos (hacia el 308, en la persecución de Maximino Daia), saliendo ileso, con vistas a una experiencia de guía en el camino incruento de la vida monástica. En la cuarta etapa se retiró aún más lejos en el desierto, poniendo su eremitorio en una montaña austera y aislada, donde hubo de vérselas nuevamente con el maligno (cf Mt 4,1). Una vez más resultó vencedor, con la fuerza del Espíritu (cf Le 4,14). El retiro fue interrumpido sólo por un segundo viaje a Alejandría para combatir a los herejes arríanos (312). Luego, vuelto a su soledad, murió (356) previendo el día de su muerte, ya convertido en hombre perfecto, dominador de los animales feroces, dueño de sus pasiones, lleno de sabiduría, aunque iletrado, y sanador de almas y cuerpos. El mismo Constantino y sus hijos mantuvieron relaciones epistolares con él; por eso la piedad popular lo ha colocado entre los catorce santos auxiliadores.
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Mensaje y actualidad
Los textos de la misa configuran este mensaje a través de tres oraciones y dos antífonas. Ante todo la antífona de la comunión, sacada del evangelio del día (Mt 19,21), nos recuerda el valor del seguimiento de Cristo, basado en la confianza en la palabra del Señor. En la antífona de entrada ("El justo crecerá como palmera...") se hace alusión a la estancia de Antonio en el desierto, símbolo de la necesidad de todo cristiano dedicado a seguir a Cristo de despojarse de las cosas superfluas y de reducir a lo mínimo necesario el apego a los bienes que sirven de impedimento. a) En la colecta de la misa se atribuye al Señor la inspiración a retirarse al desierto para servirlo "con una vida santa".
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46 San Antonio Hoy esta lección de vida solitaria significa "negarnos a nosotros mismos para amar a Dios siempre sobre todas las cosas" (como pedimos en la intercesión). Justamente, como sugiere el estribillo del salmo responsorial, "dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor", hemos de buscarlo en la ruptura de todo compromiso con el mal, porque sólo él nos puede hacer ricos, aun privándonos de lo superfluo (desierto). b) Lo mismo se pide en la oración sobre las ofrendas. c) El desierto es lugar de intimidad con Dios, por convertirse también en el lugar simbólico de la victoria contra "todas las tentaciones del demonio", que se consuma en el triunfo "de las asechanzas de nuestro enemigo" (oración después de la comunión). Los rasgos de este mensaje, tal como aparecen en el relato de la vocación de Antonio escrito por Atanasio en el oficio de lectura, son fácilmente adaptables a nuestro tiempo. El padre del monaquismo es siempre un fuerte reclamo a una vida radicalmente evangélica, incluso en una coyuntura de secularización y tentación consumista como la moderna. Prefacio (MA I, 279) Te ofrecemos el sacrificio de alabanza en la fiesta de san Antonio, que, ardiendo en tu amor, supo acoger la invitación del evangelio con dedicación total y profunda alegría. Impulsado por tu gracia a seguir a Cristo con corazón libre y puro, entregó a los pobres todos sus bienes. Superando con la fuerza del espíritu la debilidad del cuerpo, vivió en perfecta comunión contigo, oh Padre, en la hosca soledad del desierto.
20 de enero SAN FABIÁN, papa y mártir, y SAN SEBASTIAN, mártir (f 250; f 288?)
1. Nota histórico-litúrgica La unión de estas dos memorias facultativas de santos, separados entre sí por casi cuarenta años, es debida a su mención conjunta en el calendario del año 354, donde se recuerdan, sin embargo, dos asambleas distintas ad tumbas. Por ello ambas fiestas fueron celebradas por separado hasta el siglo x n , cuándo se compuso una misa común con las oraciones de san Fabián y las lecturas de san Sebastián, entre otras cosas porque las reliquias de Fabián fueron trasladadas a la basílica de Sebastián. Ahora la reforma ha restablecido la separación de ambas memorias, que siguen unidas en las letanías de los santos. I. Fabián, cuyo dies natalis es registrado (el año 250) según la fecha del martirologio jeronimiano del siglo IV (Depositio martyrum), fue víctima de la persecución de Decio (249-251), como atestigua la IX carta de san Cipriano, escrita unas semanas después del martirio; el epitafio hallado en las catacumbas en el mismo lugar que el de Antero (por eso es clasificado como el vigésimo papa), y los documentos litúrgicos del siglo IV. Según el relato de Eusebio (HE VI, 29), fue elegido por inspiración divina (se habla de que una paloma se le posó milagrosamente en la cabeza durante la asamblea para la elección del sucesor de Antero); y fue el primer papa elegido siendo un simple seglar. Sus méritos en el gobierno de la Iglesia pueden compendiarse en los siguientes: la subdivisión en siete regiones eclesiásticas confiadas a siete diáconos regionales; la ejecución de los trabajos en los cementerios, especialmente en el de San Calixto (en el cual hizo inhumar el cuerpo de san Ponciano, trasladado desde Cerdeña); la respuesta dada a Orígenes para defenderlo contra las acusaciones de heterodoxia que se le hacían (cuya correspondencia menciona Jerónimo: Ep. LXXXIV, n. 10); la evangelización de las Galias, con el envío de célebres obispos (como Saturnino de Tolosa, Trófimo de Arles, Graciano de Tours, etc.). No nos sorprende, por tanto, que un papa tan famoso en el mundo cristiano del siglo ni esté enterrado en la cripta de los papas, en las catacumbas de San Ca-
48 San Fabián y san Sebastián lixto, cuyo restaurador había sido, con un epitafio griego: "Fabianos Episcopos Martyr".
2.
Mensaje y actualidad
La colecta del santo papa, de origen romano o al menos italiano, nos recuerda el mensaje de esta vida de mártir cuando nos invita a "progresar cada día en la comunión de su misma fe y en el deseo de servir a Dios cada vez con mayor generosidad". Son las características que se ponen de manifiesto en la carta que san Cipriano envía a los sacerdotes y diáconos de Roma al día siguiente de la ejecución de Fabián, que ahora tenemos en el oficio de lectura. "He tenido un detallado conocimiento del glorioso martirio de vuestro obispo —dice Cipriano— y me he alegrado en gran manera al ver cómo su ministerio intachable ha culminado en una santa muerte" (vida dada por la fe). En un momento en que arreciaba la persecución, esta exhortación a la firmeza en la fe ha de interpretarse como un empeño en resistir también a la persecución más engañosa de la secularización y de la indiferencia religiosa. Siguen valiendo en nuestros días las palabras de Cipriano: "En efecto, es sumamante provechoso y saludable el testimonio de firmeza en la fe que da un obispo". "Vosotros honráis su memoria; la gloria recae en vosotros, al mismo tiempo que nos anima en la fe y en la virtud (PL 4,229). II. Sebastián es igual de famoso y ciertamente más popular en la iconografía, donde aparece con el cuerpo atravesado por flechas. Precisamente por sus heridas fue invocado como protector de los apestados. Las actas de su pasión, que, aunque no sean de san Ambrosio, presentan uno de los mejores tipos de composición de los siglos vvi, nos trazan el perfil de este joven, nacido en Milán (cf AMBROSIO, In Ps. CXVIH) de padres cristianos, como un modelo de soldado. Sin sentirse atraído por la carrera militar, se había enrolado en la guardia del emperador Maximiano (286-305) en Roma, para poder ayudar a los cristianos arrestados en la persecución de Diocleciano. En efecto, la passio, si bien no auténtica (del siglo V), compuesta por un monje romano de un monasterio fundado junto a la basílica de Sebastián por Sixto III (432-440), conserva muchos nombres de mártires fortalecidos contra el terror de los suplicios por Sebastián, cuyos restos recogió piadosamente.
20 de enero 49 Pero también llegó la hora de la fidelidad decisiva para el animoso capitán defensor de los mártires, pese a las acusaciones del tribunal del emperador de impiedad e ingratitud. Herido por las flechas y dado por muerto, fue recogido por una viuda (Irene), que, tras curarlo en su casa, vio cómo se restablecía milagrosamente. Pero el valiente militar de Cristo afrontó de nuevo al emperador para echarle en cara su crueldad persecutoria, mereciendo así un martirio más glorioso. Apareciéndose tras la muerte a Lucina, el héroe de Cristo le reveló el lugar de su sepultura y le rogó que enterrara su cuerpo en las catacumbas en el lugar donde habían sido inhumadas las reliquias de los apóstoles (20 de enero del 288). En efecto, la Depositio martyrum, el calendario más antiguo de Roma, señala también el lugar originario del sepulcro, ad catacumbas; es decir, el lugar que lleva la denominación que posteriormente se extendería a todos los cementerios subterráneos (catacumbas). El culto del mártir en la catacumba (en la vía Apia) que lleva el nombre de San Sebastián fuera de las Murallas, donde se construyó una basílica en el siglo iv, se difundió no sólo en la ciudad papal, especialmente tras la liberación de la terrible peste el 680 (en virtud de la procesión celebrada con las reliquias del mártir), sino también a causa de la distribución de sus reliquias entre distintas iglesias de Occidente.
2.
Mensaje y actualidad
La colecta de la misa nos brinda el mensaje del mártir, que se convierte en modelo de ese "espíritu de fortaleza" evocado por Is 11,2 (y que encontró en san Esteban al primer ejemplar protomártir: He 6,8). Pero asimismo nos viene sugerida la actualidad ejemplar de tal martirio con la frase que recuerda la amonestación de Pedro (He 5,29), "para que aprendamos a someternos a Dios antes que a los hombres". Además, la mención que Ambrosio hace del mártir en el oficio de lectura, comentando el Sal 118, nos invita a vivir también hoy el secreto martirio incruento de la fidelidad cotidiana.
Prefacio (MA I, 281) Cristo, tu Hijo, al ofrecer su vida por nuestra redención, nos amó hasta el extremo,
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50 Santa Inés enseñándonos que no hay caridad más grande que dar la vida por los hermanos. En esta escuela, Sebastián, discípulo verdadero y fiel, dio prueba suprema de amor ante los hombres con su martirio. Por eso, ahora la Iglesia, llena de alegría, te aclama con todos los ángeles y los mártires diciendo sin cesar...
21 de enero SANTA INÉS, virgen y mártir (t 304?)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de esta joven (mártir a la temprana edad de doce años) el 21 de enero es testimoniada por el calendario romano más antiguo (la Depositio martyrum del 354), por los antiguos sacraméntanos romanos y por las numerosas atestaciones de los grandes Padres: Ambrosio (que describió su pasión y compuso un himno en su honor), Prudencio, Jerónimo y Agustín. La pasión, según la tradición latina de san Ambrosio (De virginibus: 375 ó 376), nos ofrece los rasgos de la biografía en términos líricos (a menudo recurre a antítesis más que a detalles históricos), que suponen que el auditorio conoce la historia o la leyenda de nuestra joven heroína, martirizada en la vía Nomentana. Los motivos de este culto son: su juventud (doce años) y su pureza (el mismo nombre agne significa en griego casta); su heroico testimonio, convalidado por diversos tormentos (entre ellos el fuego, del que salió indemne), para acabar luego decapitada por odio a Cristo; y por fin su espontaneidad, por la cual salió al encuentro del martirio con plena consciencia. En el himno ambrosiano (Agnes beatae virginis) se insiste en otro rasgo: la modestia de la virgen moribunda. Y por fin, en la inscripción del papa Dámaso, anterior al 384, se supone que el martirio voluntario, afrontado por un pudor inspirado en un sentimiento religioso, ocurrió en tiempos de Diocleciano. En la tradición griega, representada por textos introducidos en los libros litúrgicos de las Iglesias orientales (y que corres-
ponde a recuerdos romanos anteriores al siglo v), hay datos incompatibles con la tradición dámaso-ambrosiana, tal vez por la confusión (que ya aflora en el himno de Prudencio en honor de santa Inés) entre una Inés mártir del 5 de julio, asociada a los mártires de la vía Salaria, y nuestra mártir romana, sobre cuya tumba ya en el siglo IV la princesa Constantina (hija de Constantino) había hecho construir la basílica fuera de las Murallas, convertida en meta de peregrinos (en el 321). Nuestra santa es, sin duda, una de las más ilustres mártires de la Iglesia, mereciendo ser inscrita en el canon romano de la misa y, en fechas análogas, también en los calendarios griegos. Sus reliquias fueron distribuidas tanto en Occidente como en Oriente. Es también conocida por una tradición, que ha llegado hasta nuestros días, vinculada con el otorgamiento del palio a los metropolitanos por parte del papa. En efecto, los canónigos de San Juan de Letrán, que atienden la basílica de Santa Inés fuera de las Murallas, ofrecen al papa dos corderos, bendecidos cada año en el dies natalis de la santa por el párroco de San Pedro in Vincoli y criados por las religiosas del convento de San Lorenzo in Panisperna, con cuya lana son confeccionados los palios. 2. Mensaje y actualidad La colecta de la misa, procedente del antiguo sacramentarlo gelasiano, nos transmite el mensaje de esta joven mártir, representada a menudo con un cordero (per homonimia, pero también por simbolismo): "Dios elige a los débiles para confundir a los fuertes de este mundo". La parte final de la oración (modificada respecto al texto primitivo) nos invita "a imitar la firmeza de su fe", que el relato de san Ambrosio, en el oficio de lectura, exalta en clave de apoteosis religiosa. El responsorio de esta lectura subraya que, en su juvenil martirio, ella venció a la muerte y encontró la vida, porque su único amor fue el autor de la vida. Esta insistencia en su joven edad aparece también (en la edición latina) en el himno de las alabanzas de san Ambrosio, que la proclama "madura para el martirio, aunque no lo estuviera para las bodas". También el himno (siempre en la edición latina) del oficio de lectura (de Alfano de Salerno, siglo XI) exalta los desposorios cruentos de la virgen Inés con su Cordero divino (jugando con la homonimia etimológica); lo mismo hacen las ocho antífonas de los laudes y vísperas, tomadas de los antifonarios medievales (siglo XI).
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52 San Vicente En las vibrantes declaraciones de amor ("Estoy desposada con aquel a quien sirven los ángeles... Mi Señor Jesucristo ha puesto en mi dedo el anillo nupcial. A él sólo guardo fidelidad") podemos descubrir el modelo de estos místicos desposorios con Cristo, que nacen de la castidad (no sólo consagrada) también de los cristianos llamados por vocación a tender a Cristo con el mismo ardor de esta joven, que reza: "Siempre te he amado, te he buscado, te he deseado, y ahora vengo a ti" (antífona del Magníficat de las vísperas). La virginidad del corazón es para todos los cristianos, incluso para aquellos que no tienen la del cuerpo, un fruto de la madurez de la gracia, más que de la edad. En nuestro mundo, donde los factores psicológicos son tan apreciados, este recuerdo de una fortaleza inerme, fruto de una fe y de un amor que superan los límites de la edad y del sexo, es cada vez más urgente. El emblema del connubio entre virginidad y martirio es siempre actual en la Iglesia. Prefacio (MA 1,283) Dios omnipotente y eterno, celebramos el día sagrado del martirio de santa Inés. Hoy se unió gozosamente al Rey eterno y, aceptando una muerte preciosa por profesar la fe en Cristo, su esposo, se hizo partícipe de su gloria y de su vida mortal. Con la purísima mártir, cuya memoria exaltamos, y con todos los ángeles y los santos te cantamos, oh Padre, el himno de alabanza...
22 de enero SAN VICENTE, diácono y mártir (t 304)
1. Nota histérico-litúrgica El mártir de la Iglesia de Zaragoza, de la misma época que Inés, recibió en la antigüedad una mención particular por parte del poeta Prudencio (que lo cita en su Peristephanon) y espe-
cialmente de san Agustín, que pronunció varios sermones en su fiesta, declarando que ésta se celebraba "hasta donde se extiende el imperio romano o el nombre cristiano" (Sermo276, 14). Esto explica por qué el sacramentario gregoriano y el evangeliario romano del siglo vil le dedican un formulario litúrgico. La passio nos transmite el relato de su martirio, sucedido durante la persecución de Diocleciano y Maximiano, en Valencia, cuando el diácono del obispo de Zaragoza (Valerio, que luego fue desterrado a Valencia), desafiando las amenazas del perseguidor, fue sometido a los suplicios. La descripción de los tormentos, en cuyos detalles abundan las Actas del martirio, revela la intención del narrador de contraponer la derrota de aquel que inventaba los suplicios (el prefecto Daciano) a la victoria de aquel que los sufría: "Cuanto más furioso te veo, Daciano, tanto mayor es mi placer; no atenúes en absoluto los sufrimientos que me preparas, para que yo haga resplandecer con mayor seguridad mi victoria". Frente a la constancia del mártir indomable, el mismo prefecto se declara vencido: "Es inútil seguir luchando —dijo—; lleváoslo en una camilla para que lo curen y reanimen". Pero Vicente, que había resistido todos los suplicios, no acepta esta tregua; como un soldado que sabe luchar por la gloria de Dios y ya no tiene motivos para vivir ahora que ya no ha de dar testimonio, le pide a Dios abandonar esta vida. Es el 22 de enero del año 304. El resto del relato pertenece a la leyenda, por los milagros que se habrían realizado en torno a su cuerpo, que luego (por revelación del mismo mártir) será sepultado y honrado en una espléndida basílica. El nombre de Vicente consta también en el calendario de Cartago. La historia de la túnica (o estola) del santo, transportada a Francia el año 531, explica la veneración que se le tributa en la iglesia de Saint-Germain-des-Prés, construida por deseo de san Germán, obispo de París.
2.
Mensaje y actualidad
La colecta de esta misa (que procede de un sacramentario hispánico) pide ante todo: "derrama sobre nosotros tu Espíritu, para que nuestros corazones se abrasen en el amor intenso que ayudó a san Vicente a superar los tormentos". La alusión a la palabra evangélica (Mt 10,20: "Es el Espíritu de vuestro Padre el que habla en vosotros") tiene el fin de evidenciar el secreto de la fuerza de los mártires, que podría parecer algunas veces
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54 San Francisco de Sales audacia presuntuosa a la hora de afrontar o casi desear los suplicios. No hay la menor sombra de masoquismo inconsciente en este reto y seguridad, que ya Agustín, en su sermón (276, 1-2) del oficio de lectura, pone de relieve, citando el mismo texto evangélico: "Era, pues, el cuerpo de Vicente el que sufría, pero era el Espíritu quien hablaba". La elocuencia de este diácono, a quien Paulino de Ñola a comienzos del siglo V recuerda como uno de los más ilustres maestros de la palabra que la fe diera a Occidente (Carm. XIX, 164), ya que el obispo (más bien tímido y con dificultades para predicar) le había confiado el peso de la predicación, se transformó en un testimonio vivo del cumplimiento de la palabra evangélica (Mt 10,19-20: "No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu..."). En esta memoria facultativa, que cae en la semana de oración por la unidad de los cristianos, la alusión al poder del Espíritu, que ha suscitado al mártir más célebre de toda la península Ibérica, es un nuevo motivo para confrontarse con el ejemplo de los mártires, especialmente si se trata de ministros de la Iglesia, para superar todos los obstáculos que siguen pareciendo humanamente insuperables en vista de la unidad en la fe y en la caridad. Por eso la intercesión de la oración después de la comunión pide "que el celeste alimento que hemos recibido nos comunique la misma fortaleza de espíritu que hizo a san Vicente vencedor valiente en el martirio".
24 de enero SAN FRANCISCO DE SALES, obispo y doctor de la Iglesia (1567-1622)
1. Nota histórico-litúrgica La vida de este gigante de la espiritualidad moderna, nacido en Saboya, en 1567, de una familia de marqueses y destinado a la magistratura, pero más tarde dócil a la llamada de Dios, es un espejo de los problemas y de las condiciones de la sociedad que está a caballo de dos siglos: el siglo XVI, en su ocaso, y el xvii, abierto a nuevas aspiraciones. Francisco recibió una educación cultural esmerada, primero en Annecy y después en
París, donde obtuvo el doctorado civil y eclesiástico (1591). Tras rechazar el cargo de senador de Chambéry (en Saboya), abrazó el estado eclesiástico y fue ordenado sacerdote en la catedral de Annecy (1593). Nombrado penitenciario mayor a los veintisiete años por el capítulo de Annecy, aceptó generosamente de su obispo la difícil y peligrosa misión de la reevangelización del Chablais, que se había vuelto calvinista. La predicación persuasiva y el celo sostenido por el coraje en afrontar fatigas y peligros para su vida le depararon muchas conversiones a la fe católica (1595-1598): sus notas, reunidas más tarde en el Libro de las controversias, son un documento de apologética católica digna de las obras de los Padres de la Iglesia. A los treinta y dos años fue designado obispo coadjutor de Annecy, y tres años después obispo titular de Ginebra, con residencia en Annecy. Recibió la ordenación episcopal en 1603 en la iglesia de Thorens, donde había sido bautizado. En su gobierno pastoral se empeñó en aplicar los decretos de reforma del concilio de Trento. Además de pastor celoso y director de almas, es fundador de un instituto femenino, coadyuvado por santa Francisca Frémyot de Chantal (la Orden de la Visitación). En su famosa predicación parisina (1618-1619), con 3 60 sermones, en un ambiente que prefería la predicación declamatoria y de reminiscencias clásicas, además de las conversiones logradas, trabó preciosas amistades con Vicente de Paúl y la madre Angélica Arnaud, como ya en 1602 había hecho con De Bérulle y madame Acarie (la futura Madre de la Encarnación). La obra más famosa, además de su Téotimo, el Tratado del amor de Dios, en el cual resume toda su doctrina mística, es la Pilotea o Introducción a la vida devota (1609). Este best-seller del siglo XVII se convirtió en una especie de breviario espiritual para los laicos, en un libro de ascética al alcance de todos, ofreciendo a los cristianos de buena voluntad un camino "seguro, fácil y dulce", como lo definía el breve para su proclamación de doctor de la Iglesia (1887). Murió en Lyon el 27 de diciembre de 1622. La fecha de esta memoria está, empero, fijada en el día de la traslación de sus restos a Annecy, el 24 de enero de 1623. 2. Mensaje y actualidad a) La colecta de la misa pergeña la espiritualidad del gran santo, que supo dar al humanismo naturalista y con frecuencia paganizante un rostro cristiano, creando esa corriente de hu-
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56 San Francisco de Sales
manismo devoto y optimista que será denominada "humanismo de la esperanza". En efecto, el texto, ligeramente modificado respecto al anterior, ha conservado la referencia a la dulzura y ha añadido la mención al amor fraterno. La primera parte de la oración recuerda su entrega a todos, aplicación coherente de su Tratado del amor de Dios, en el que basa toda la devoción: "Él da la fuerza de practicar el bien, y se llama caridad" (Filotea). "Todo —dice en las primeras páginas de su Teótimo— está referido al amor, por el amor, en el amor y de amor en la santa Iglesia de Dios". El amor, pues, se delinea como un pernio en forma de estrella; no es sólo virtud, sino don, fruto y bienaventuranza; más que del primado de la caridad, se habla de la plenitud de la caridad. La segunda nota que se pone de manifiesto en la colecta es la dulzura del amor (mansuetudinem caritatis), que califica ese humanismo devoto y optimista que aporta a su época una dimensión nueva, abierta tanto a un concepto positivo como a la posibilidad de perfección de la misma naturaleza humana. El humanismo devoto, como alianza entre un ideal de nobles aspiraciones y la santidad misma, se concreta en un sentido de condescendencia benévola y de redención, que hace del hábito de la cortesía y de la perfección una especie de dote de la naturaleza humana, que por el pecado original era considerada por otros fatalmente irrecuperable. "La redención de nuestro Señor, al tocar nuestras miserias, las hace más útiles y amables que lo que nunca fue la inocencia bautismal" (Teótimo). b) La misma temática de la "mansedumbre y el amor" (caridad y mansedumbre, en el texto latino) vuelve a encontrarse en la oración después de la comunión. c) En la oración sobre las ofrendas se hace referencia al "fuego del Espíritu Santo con que encendiste [el Señor] el alma, llena de ternura, de san Francisco de Sales". En efecto, en las obras de la espiritualidad salesiana, además de en el Teótimo, la presencia del Espíritu divino entra no sólo en la vida individual, sino también en el ámbito eclesial. "Si el alma es toda de oro por la caridad, toda de mirra por la mortificación y de incienso por la oración" (carta a la Chantal), la acción del Espíritu influye en el cuerpo eclesial, del que somos miembros vivos, "porque estamos injertados en un árbol cuya divina linfa es él". También el aspecto social de este fuego del Espíritu es subrayado en la relación de amistad, que es "la respiración divina por la cual ya no somos amantes, sino amor; ya no somos dos, sino uno solo, porque el amor une todas las cosas en la
suprema unidad: el Espíritu de Dios es el autor de la amistad santa". En la página de la Introducción a la vida devota o Filotea (traducida a diecisiete lenguas) que nos ofrece el oficio de lectura, encontramos otra nota de esta espiritualidad salesiana, que hace de la devoción una realidad "que todo lo perfecciona y completa". Esta devoción, pues, no está reservada a un simple círculo de simpatizantes, ni es una prerrogativa de una élite de privilegiados, sino que permanece abierta a los diversos estados de vida: desde los cuarteles de los militares hasta los talleres de los obreros; desde los palacios de los príncipes a los hogares y familias. La actualidad de este mensaje emana también del texto que cierra la lectura con esta frase emblemática: "En cualquier situación en que nos hallemos, debemos y podemos aspirar a la vida de perfección". La crisis sobre la predestinación, superada en París (1586-1587), había preparado esta teología del laicado, liberando la fe del criptocalvinismo.
25 de enero CONVERSIÓN DEL APÓSTOL SAN PABLO (siglos VI-XI)
1. Nota histérico-litúrgica Esta fiesta, originaria de la Galia (acreditada ya a fines del siglo vi, con ocasión de la traslación de algunas reliquias del apóstol), no aparece en Roma hasta el siglo XI, tal vez en relación con la fiesta de la cátedra de san Pedro, celebrada en Galia el 18 de enero. La importancia de este acontecimiento de la conversión del "maestro de los gentiles" (antífona del invitatorio del oficio) puede inferirse de los tres relatos existentes en el libro de los Hechos (9,1-30; 22,3-21; 26,9-20), y también de la riqueza de los formularios litúrgicos no sólo de la misa, sino también de la liturgia de las horas. Ésta contiene antífonas en los laudes y vísperas, además de tres himnos latinos, dos de los cuales son, respectivamente de la época carolingia (el segundo: Doctor egregie) y del siglo XI (el tercero, inspirado en parte en san Pedro Damián).
58 Conversión del apóstol San Pablo
La narración bíblica de lo que sucedió en el camino de Damasco, que transformó a este hombre de indiscutible fe monoteísta y observante de la ley judía como buen fariseo, califica el carácter de viraje radical del suceso, como dice el texto de Gal 1,24: "El antiguo perseguidor predicaba ahora la fe que antes intentaba destruir". El mismo apóstol, en los textos en que alude al deslumbramiento de Damasco, opone siempre tal experiencia, con una estructura sintáctica claramente adversativa, a cuanto precede (cf Gal 1,11-24; Flp 3,5-9): "Fui circuncidado al octavo día; soy del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo, hijo de hebreos y, por lo que a la ley se refiere, fariseo; por amor a la ley fui perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia que viene del cumplimiento de la ley, irreprensible". Pero no se trata sólo de un viraje limitado de la experiencia personal de Pablo, sino de una fase de paso en la historia de la Iglesia de los orígenes, porque la narración lucana se encuadra en el diseño más vasto de la primera expansión misionera cristiana, que inicia con la persecución en que Esteban muere como protomártir. En efecto, Saulo se encontraba entre quienes aprobaban el asesinato de Esteban (He 8,1). Y Pablo es llamado, tras el viraje del camino de Damasco, a recoger la herencia y a desarrollar la germinal intuición universalista de Esteban. La elección de esta fiesta como conclusión de la semana de oración por la unidad de la Iglesia es muy apropiada y conforme con la dimensión universalista de este acontecimiento.
2.
Mensaje y actualidad
a) La colecta del misal (que procede de los misales francos) contiene dos temas unidos entre sí: el primero (el original) nos pone en el movimiento dinámico del seguimiento de Pablo, porque también nosotros podemos "caminar hacia el Señor". Algunos han pensado que se puede interpretar el género literario de los relatos de la conversión como una narración de tipo popular, donde lo maravilloso se mezcla con lo milagroso, por lo que podrían aplicarse al caso de Pablo los métodos de las ciencias psicológicas para precisar las etapas del trayecto interior del convertido. Aunque Lucas no nos ofrezca una relación cronístico-descriptiva de los hechos (como se desprende del cotejo de los tres textos, que presentan discrepancias), es pre-
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ciso comprender esta experiencia de total transformación del apóstol, debida a la intervención de Dios en lo íntimo de la personalidad de Pablo, en la dinámica de un descubrimiento progresivo. En el primer relato, el significado de la llamada de Pablo es manifestado sólo a Ananías (He 9,15-16); en el segundo tal manifestación es hecha a Pablo, pero aún en forma indirecta (por medio de Ananías) e indeterminada (en Jerusalén, en visión: He 22,17-21); sólo en el tercer relato es el mismo resucitado el que indica a Pablo el significado y el alcance de su misión (He 26,15-18). "Ser testigos de la verdad" de Cristo, como Pablo (sugiere la parte final de la nueva colecta), significa, pues, aceptar también el paciente descubrimiento de la fe en la sucesión de los hechos y de la experiencia de la vida, tanto individual como eclesiástica. También Pablo, tras la fulguración de Damasco, se retiró cerca de tres años a Arabia (esto es, al territorio transjordánico al sudeste de Damasco) para madurar las dimensiones concretas de su vocación (cf Gal 1,17). b) Una segunda línea de reflexión nos la da la oración sobre las ofrendas, que invoca sobre nosotros la luz del Espíritu Santo que impulsó a Pablo y lo hizo misionero y apóstol de los gentiles (latín: "propagador de tu gloria"). Aquel que de perseguidor se convirtió en "instrumento elegido" (cf antífona del Benedictus en la liturgia de las horas) intuyó la estrecha conexión existente entre la propia llamada y la de los profetas veterotestamentarios (cf Gal 1,15 y Jer 1,15). Como para Pablo no fue motivo de orgullo predicar el evangelio, sino un deber (cf ICor 9,16 y Am 3,8), así también para nosotros la evangelización debe ser fruto de la luz del Espíritu, que sostiene e ilumina nuestra fe. c) Esta iluminación de la fe por medio del Espíritu se vuelve "fuego de amor" en la oración después de la comunión, en relación a la experiencia del apóstol, que "le impulsaba al servicio de todas las Iglesias". El motivo ecuménico encuentra aquí su modelo más válido y desinteresado. d) Pero hay un último rasgo de esta espiritualidad paulina, que aparece sobre todo en la antífona de la comunión y en las antífonas de la liturgia de las horas (cf tercera antífona de las vísperas), así como en la primera lectura del oficio (Gal 1,1124): Cristo fue el centro de la vida de Pablo. Por eso el encuentro con él en Damasco no fue sólo un momento transformante y fundante, sino también el punto unificador de referencia de toda su acción apostólica. "Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir" (Flp 1,21: tercera antífona de las vísperas);
60 Conversión del apóstol San Pablo "Vivo de la fe en el Hijo de Dios" (Gal 2,20: antífona de la comunión). Del viraje radical de Damasco, que siempre está (Vente a san Pablo y jamás a sus espaldas, nace toda la teología y la espiritualidad del apóstol. Éstas son también para nosotros el paradigma de nuestra vida espiritual y apostólica, para poder decir como Pablo: "Sé de quién me he fiado" (antífona de entrada: 2Tim 1,12). La lectura patrística de san Juan Crisóstomo en la liturgia de las horas es no sólo un elogio lírico del apóstol, sino también una fascinante reconstrucción de la fisonomía espiritual del gran Pablo, para quien "estar con Cristo representaba el premio sin comparación".
Prefacio (Propio de los barnabitas, 18) Tú, en efecto, manifestando el admirable poder de tu gracia, elegiste con providencial decisión al apóstol Pablo para llevar a los paganos la alegre nueva de la salvación de tu Hijo. Aquel que antes, persiguiendo a los cristianos, había luchado contra la Iglesia, se hizo después apóstol fuerte y fiel, para que Jesucristo completase en él su pasión por la salvación de los creyentes. Prefacio (MA I, 287) Tú, para revelar al apóstol Pablo las maravillas de tu gracia, lo elegiste con amorosa providencia desde el vientre materno para que anunciase a los gentiles la redención de tu Hijo. Opositor y perseguidor primero, se mostró luego apóstol tan intrépido y fiel que Jesucristo pudo manifestar en él la culminación de su pasión en favor de los creyentes. Pablo, infatigable mensajero de salvación, ahora desde el cielo nos exhorta e impulsa a proclamar, oh Padre, tu misericordia, y con los ángeles y los santos se une a nuestro himno de alabanza.
26 de enero 61 26 de enero SAN TIMOTEO Y SAN TITO, obispos (siglo XII)
1. Nota históríco-litúrgica Esta memoria obligatoria de los dos santos compañeros de san Pablo en esta fecha del 26 de enero, mientras que antes la mención más antigua de la fiesta de Timoteo coincidía con la víspera de la conversión de san Pablo, el 24 de enero (siglo xii), tiene la característica de que no les califica de mártires. EÍ formulario de la oración propia de la memoria de san Tito, introducida en el calendario romano sólo en 1854 (el 6 de febrero), es ahora común para ambos santos. Las noticias históricas, tomadas de la Escritura, sobre Timoteo, discípulo predilecto de Pablo e hijo de padre pagano y de madre hebrea (Eunice), convertida más tarde (2Tim 1,5), nos lo presentan como miembro de una familia de creyentes (se hace mención también de su abuela Loide, además de su madre) que le educó en el conocimiento de las Escrituras (2Tim 3,14-15). Fue convertido por san Pablo durante su primer viaje misionero. Lo encontramos luego acompañándolo en el segundo y tercer viaje paulino, recomendado por la comunidad de Listra (He 16,1-3), y afrontando los peligros del apostolado (He 17,14-15; 18,5-6). San Pablo le obligó a circuncidarse para mejor desempeñar el apostolado entre los judíos; y, siguiendo al apóstol, es enviado por éste a Macedonia (He 19,22); se le encomiendan también las comunidades de Tesalónica (ITes 3) y de Corinto (ICor 4,17; 16,10), para unirse, por último, al grupo que acompaña a Pablo (He 20,4). Éste le envía una carta a Éfeso (ITim 1,3), donde tiene un cargo en la comunidad; y más tarde una segunda carta, en la cual recuerda con emoción las lágrimas de la despedida (2Tim 1,4). El hecho de que Pablo recuerde la fidelidad de Timoteo en sus pruebas nos explica por qué este vínculo de amistad (cf Flp 2,19-23) indujo a Timoteo a encontrarse a su lado durante el primer encarcelamiento y que el mismo apóstol, prisionero por segunda vez, le llamara a Roma. No se sabe cuándo recibió Timoteo la imposición de las manos (tal vez haya una alusión a ello en ITim 6,12: "hiciste hermosa confesión ante muchos testigos"). No consta que muriera mártir. Probablemente falleció en Éfeso. Se le ha atribuido falsamente el "Corpus Dyonisiacum" (siglo Vi) a Timoteo. Sus reli-
62 San Timoteo y san Tito quias, en el siglo IV, fueron transportadas a la basílica de los Apóstoles de Constantinopla, construida por Constancio; en 1238 se atestigua su reposición en la catedral de Termoli tras el hallazgo del cuerpo en 1945. Tito, también convertido a Cristo durante el primer viaje misionero de Pablo, al ser de familia pagana, acompañó a Pablo y Bernabé a Jerusalén (Gal 2,1-3), donde Pablo se opuso resueltamente a quienes querían que fuera circuncidado por provenir del paganismo. Cuando Pablo dice que al pasar por Tróade desea ver a Tito, "mi hermano" (2Cor 2,13), revela una gran confianza en este discípulo, que sirvió de intermediario entre Corinto y Pablo para restablecer la concordia entre esta Iglesia y el apóstol (2Cor 7,5-7). Al ponerlo al mando de la comunidad de Creta, Pablo lo llama "mi verdadero hijo en la fe común" (Tit 1,4). Pablo volvió a escribirle para que le acompañara a Nicópolis, en Epiro; probablemente desde allí le envió a Dalmacia, donde es venerado de modo particular. Según la tradición, la muerte de Tito sobrevino en su Iglesia de Creta y a edad avanzada. Según la leyenda (siglos Vi-X), habría sido uno de los discípulos que estuvieron presentes en Pentecostés y habría muerto a los noventa y cuatro años. Su cuerpo, trasladado desde Gortyna a San Marcos de Venecia (1669), fue devuelto a la iglesia metropolitana de Heraclea (antigua Creta).
2.
Mensaje y actualidad
La colecta, común a los dos discípulos de Pablo, nos recuerda las virtudes apostólicas de que fueron modelos. De las exhortaciones que Pablo hace a Timoteo para que sea ministro fiel y valeroso en una situación eclesial probablemente amenazada por desviaciones doctrinales y azotada por divisiones, podemos inferir el buen testimonio dado por su discípulo predilecto. En la antífona de laudes, en el Benedictus, se cita la frase de la 2Tim 4,2: "Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo", ejercitando la misión de la corrección fraterna y paterna con paciencia y doctrina. Son éstas virtudes apostólicas, que resultan incluso en nuestros días indispensables para los pastores, así como para todos aquellos que tienen cualquier tarea en la comunidad, abiertos a la renovación conciliar, que requiere siempre una vigilancia sin debilidades ni concesiones. La segunda parte de la colecta cita una frase de la carta a Tito, que vuelve a repetirse en la antífona del Magníficat de
26 de enero 63 vísperas. La exhortación a que "llevemos una vida honrada y religiosa" se convierte hoy en un motivo de fidelidad al sentido escatológico de la vida cristiana, como prosigue en la cita del texto la misma antífona, haciendo referencia a la "dicha que esperamos: la aparición del Señor". La carta a Tito, que contiene consejos de comportamiento personal para el discípulo (Tit 2,7: "preséntate como ejemplo de buenas obras"), ha de interpretarse como una acentuación de tipo litúrgico. A través de esta frase, que sintetiza todo el programa de vida cristiana, porque en dos adjetivos ("honrada y religiosa") condensa nuestro compromiso temporal con la tonalidad de la vigilancia de cara a la patria celeste (o, mejor, a la venida escatológica del Señor), este compromiso vital se convierte en punto de referencia de la moral mística, en lugar de esa otra moral preceptista o preferentemente pragmática. La justicia, en el sentido bíblico, va acompañada por el amor filial (es el adverbio de la pietas); es decir, por la esperanza de la patria y por el amor que transfigura los preceptos en yugo dulce y llevadero.
Prefacio (MA I, 289) En verdad es justo y necesario exaltarte, oh Padre, Dios todopoderoso y eterno. Por el misterio de tu gracia, que nos has otorgado generosamente en Cristo, nos has llamado y conducido al reino de la libertad y de la vida. El designio inescrutable de tu sabiduría nos ha sido revelado por el evangelio de salvación, del que los santos Timoteo y Tito fueron anunciadores y maestros. Nos unimos a estos bienaventurados siervos tuyos, a quienes honramos hoy, y a todos los coros angélicos para cantar el himno de tu gloria.
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Santa Angela de Mérici
27 de enero SANTA ÁNGELA DE MÉRICI, virgen (1474-1540) 1. Nota histórico-litúrgica Hoy es la memoria facultativa de una santa que vivió en una cristiandad necesitada de reforma y que se adelantó y acompañó al concilio Tridentino en la renovación de la vida cristiana. Nació en Desenzano sul Garda (Brescia, Italia) en 1474, en una familia de humildes campesinos. En una época en que la Iglesia bresciana tenía que atender a ejércitos de paso de toda especie, aquejada por guerras y destrucciones, por epidemias y hambre, Angela, huérfana a los quince años y ya terciaria franciscana, renunció a su patrimonio para vivir pobremente. A partir de 1516 ya se hallaba en la ciudad de Brescia (en Sant'Áfra), donde reunió en torno a sí a un laicado seriamente cristiano, desde la noble matrona hasta la más humilde persona del pueblo. Aquí fundó (1535) la Compañía de santa Úrsula, dedicada a la asistencia espiritual y material de las muchachas, especialmente huérfanas, queriendo que las primeras ursulinas se consagraran a Dios y al servicio del prójimo sin abandonar el mundo, precediendo de este modo a los institutos religiosos seculares modernos. Vivió las experiencias religiosas características del pueblo, peregrinando primero a Tierra Santa (1524) y luego a Roma (1525), después de haber ido algunos años antes en peregrinación a Mantua a venerar la tumba de una terciaria franciscana a quien estimaba muchísimo (la beata Osanna Andreasi), en busca de inspiración para su misma fundación. Aunque a instancias del papa Clemente VII colaboraba en la gestión de los lugares piadosos o de instituciones asistenciales y caritativas ligadas normalmente al Divino Amor, prefirió volver a su Iglesia, donde, después de las dos últimas peregrinaciones al santuario de Varallo (1529), que la habían confirmado en la realización de su futura Compañía, se estableció para estar más cerca de quien la consultaba como madre espiritual y como agente de pacificación. Murió en Brescia el 27 de enero de 1540, dejando una herencia de nada menos que veinticuatro ramas de ursulinas, dedicadas a todos los servicios en la Iglesia. Fue canonizada sólo en 1807, porque sus ideas parecían demasiado modernas. A las ursulinas se las impuso también la clausura en 1566, pero sólo para la oración coral.
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2. Mensaje y actualidad En la nueva colecta, que sustituye a la anterior (donde se jugaba con la aliteración relativa al nombre de la santa: Ángelaangelus), nos encomendamos a la misericordia del Señor "para que, siguiendo los ejemplos de caridad y prudencia de Ángela de Mérici, sepamos guardar su doctrina y llevarla a la práctica". Ante todo esta caridad se manifiesta en su papel de fundadora, porque como madre en una "compañía" (este término, de sabor militar, se comprende en el clima del tiempo, en el que los ejércitos estaban de paso y la Iglesia germánica se había desligado de la de Roma) sabe crear una regla que por su voluntad debe ser siempre flexible, con nuevas adaptaciones a las condiciones de los lugares y de los tiempos. Esto explica el cambio frecuente del modo de vivir de las ursulinas a lo largo de la historia. Leyendo tal regla, aprobada por Pablo III en 1544, descubrimos una rara cordura: además de la insistencia en la oración vocal y mental, que anima una religiosidad realmente popular (las ursulinas están vinculadas siempre con la propia iglesia parroquial), recomienda la obediencia a la Iglesia, porque dice la verdad; al propio obispo, al padre espiritual, al gobernador y a las gobernadoras (cuatro viudas sabias y prudentes) de la compañía, al padre y a la madre, a las leyes y a los estatutos y sobre todo a los consejos y a la inspiración del Espíritu Santo. Esta última alusión revela también el espíritu de coraje que evoca la colecta. El mismo san Carlos Borromeo tuvo cierto miedo de que esta presencia inspiradora del Espíritu fuese confirmada por la regla, dictada a sus hijas por una mujer fuerte del siglo XVI. La actualidad de este recurso al Espíritu significa también para nosotros creer que el Espíritu en la Iglesia no suple a la jerarquía, pero anima a todos y se les da a todos para el bien de toda la comunidad. Esta mujer de fuerte espiritualidad, en la lectura del oficio tomada del Testamento espiritual (dictado a su confesor junto con los Recuerdos de las consejeras), aconseja a las educadoras de las jóvenes que no cedan al riesgo del profesionalismo asistencial y que las jóvenes mismas sean respetadas en su libertad, evitando toda imposición coactiva, o sea, no persuasiva. Así se convierten, como laicas, en verdaderas maestras espirituales. Estas vírgenes del mundo, plenamente realizadas como mujeres y como cristianas, permanecían en sus propias casas, sin clausura y sin casarse, viviendo de su trabajo. Sólo en 1566 las ursulinas fueron obligadas a llevar un hábito religioso.
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En el séptimo Recuerdo recomienda: "Seguid el antiguo camino y la tradición de la Iglesia, ordenada y confirmada por tantos santos mediante la inspiración del Espíritu Santo. Y vivid una nueva vida... Pero rezad y haced rezar para que Dios no abandone a su Iglesia, sino que se digne reformarla como a él le plazca y mejor crea para nosotros y para mayor honra y gloria suyas". Son palabras de perenne actualidad.
Oficio del "Corpus Domini", escrito a petición de Urbano IV. En los años 1269-1272 fue de nuevo a París para defender la legitimidad de los nuevos institutos religiosos aprobados por la Iglesia y la ortodoxia de su propio talante filosófico y teológico, fundado en el realismo aristotélico, sospechoso de error sólo para el conservadurismo de una facción de la corriente agustiniana, representada especialmente por los franciscanos. Son de este período los célebres comentarios a las obras de Aristóteles, para justificar su uso en la enseñanza teológica, y la composición de la mayor parte de la Suma Teológica (1266-1273), que es la síntesis más creativa y original de su pensamiento.
28 de enero SANTO TOMÁS DE AQUINO, presbítero y doctor de la Iglesia (1226-1274)
Dejando el Sena por el golfo partenopeo y favorecido en parte por el gobierno de Carlos de Anjou, fue a Ñapóles con la perspectiva de fundar allí un estudio teológico; con esta intención enseña, escribe y predica en los años 1272-1274. El 6 de diciembre de 1273, durante la celebración de la misa, experimentó una inspiración interior que le persuadió a que dejara de escribir y enseñar. No obstante, aceptó la invitación de Gregorio X a participar en el concilio de unión con los griegos, que se celebraría en Lyon en 1274, dado que anteriormente había escrito la obra ecuménica De fide sanctissimae Trinitatis. Pero durante el viaje, al amanecer del 7 de marzo de 1274, expiró en el monasterio cisterciense de Fossanova. Fue canonizado por Juan XXII en 1323, más que por los milagros, por el esplendor de su doctrina, con la cual, según el papa, Tomás "hizo tantos milagros como artículos escribió"; su doctrina no hubiera sido posible sin un milagro. Desde el siglo xvi fue llamado también "doctor angelicus" (1567), después de habérsele atribuido el título de "doctor communis"por su gran capacidad de síntesis y el amplio conocimiento de la tradición. La gran síntesis, fuertemente unificada por las distintas escuelas filosóficas (aristotélica, neoplatónica, historicista), se basa en el fundamento ontológico (natural y sobrenatural) del "esse purum", que explica todo por sí solo, incluida la misma doctrina espiritual, moral, ascética y mística. Su concepto de la filosofía cristiana que une razón y revelación, desligándose de los filósofos puros (averroístas), que separaban ambas fuentes, y de la escuela tradicional, que no delimitaba exactamente la aportación de las dos fuentes, sigue siendo válido en nuestros días. En 1880 fue declarado patrono de todas las escuelas católicas. La fecha de su memoria obligatoria ha sido transferida ahora a la de la traslación de sus reliquias a la ciudad de Tolosa, prescrita por Urbano V en 1368, el 28 de enero.
1. Nota histórico-litúrgica Hijo de un conde de la Italia meridional, Tomás, que era por parte de madre de estirpe germánica, nació en el castillo de Roccasecca (Aquino), cerca de Montecassino, en 1226. Desde su infancia, pasada en la abadía de Montecassino, donde fue postulante (puer oblatus), pero sin perseverar, fue un buscador de Dios. Habiéndose trasladado a Ñapóles por motivos de estudio, a los dieciocho años, contra la voluntad de su padre, entró en la Orden mendicante de los hermanos predicadores (1244) para realizar el carisma de santo Domingo: "Proclamar la palabra de Dios ardientemente contemplada, solemnemente celebrada y científicamente investigada". Liberado de la prisión en el castillo paterno (por quince meses), pudo ir a París en 1245 y, después de tres años, se trasladó al convento de Colonia, donde asistió a las clases del enciclopédico san Alberto Magno (1248-1251). Más tarde, en París (1256), llegó a maestro de teología a los treinta y un años. En la polémica del clero secular contra los hermanos mendicantes defendió la libertad de los religiosos dedicados al servicio de la Iglesia universal. Vuelto a Italia, de 1259 a 1269 se puso al servicio del papa (Urbano IV) y compuso (entre otras obras) la Catena áurea para ayudar al clero en la comprensión de la palabra de Dios, la Summa contra gentiles para dotar a los misioneros enviados a evangelizar el islam de una sólida doctrina ecuménica y el
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68 Santo Tomás de Aquino 2.
Mensaje y actualidad
La colecta de la misa, renovada en la primera parte del texto, configura la fisonomía de este gran maestro con dos notas sintéticas: "el celo de la santidad y el estudio de la doctrina sagrada" (traducción española: "anhelo de santidad y dedicación a las ciencias sagradas"). Ante todo, su vida se alimentó con la oración y la penitencia. En el oficio de lectura, siguiendo el género literario de las collationes, Tomás desarrolla, inspirándose en un fragmento de la carta a los Hebreos, el tema de la imitación de Cristo crucificado, que hacia el fin de su vida, en uno de los diálogos diarios elogió a su discípulo diciendo: "Tomás, has escrito bien de mí. ¿Qué quieres a cambio?" "Solamente a ti", respondió Tomás. El verdadero libro de donde Tomás sacó su doctrina fue el crucifijo, ya que el estudio era para él alimento para una contemplación cuyos frutos comunicaba. Por amor de Cristo "estudió, oró asiduamente y trabajó", como dice la antífona del oficio de laudes. La pasión por la verdad no le impidió observar la caridad con las personas, como atestiguó en el dossier de su canonización uno de sus adversarios ideológicos, Juan Peckam. La otra nota es el estudio de la doctrina sagrada, que Tomás, como sumo maestro, indagó ante todo con el comentario de la Sagrada Escritura (cf las obras exegéticas sobre los profetas y los comentarios a distintos libros, además de la Catena áurea o recopilación de escritos de los Padres sobre fragmentos de la Escritura) y, después, con su doctrina, que mantuvo a raya al poderoso averroísmo, que amenazaba con apoderarse de los estudios parisinos. En la célebre pintura que, en la parte derecha de la sala capitular de Santa María Novella, representa con una alegoría del siglo XIV El triunfo de la sabiduría, santo Tomás aparece entronizado en una cátedra, en medio del fresco, con un gran libro abierto sobre el pecho y con las figuras (de menor altura) de Moisés y David a ambos lados; luego vienen las de san Pablo y san Juan Evangelista. La sabiduría es representada, por consiguiente, como si hubiera investido con mayor abundancia al doctor angélico, que muestra el libro de la misma Sabiduría por las páginas donde se lee la frase que ahora sirve de responsorio en la lectura en el oficio del santo (Sab 7,78): "Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza". La inteligencia tomística es la condición misma del amor.
Con previsora sabiduría, Alberto Magno, al oírlo llamar entre irónica y admirativamente "el buey mudo de Sicilia", dijo: "Un día se oirán en el mundo entero los mugidos de su doctrina". Por este motivo la comprensión de sus enseñanzas y la imitación de sus ejemplos, objeto de la petición de la colecta, están en perfecta consonancia con las exigencias de la nueva teología nacida del concilio Vaticano II. Como se deduce de la mención hecha en el canon 252 del nuevo Código de derecho canónico, que propone el magisterio de santo Tomás como ejemplo que imitar en la preparación y ejecución del carisma profético, cuando trata de la formación teológica del clero, sirve también para cualquier cristiano, llamado a dar testimonio consciente de su fe, el criterio "teniendo principalmente como maestro a santo Tomás". Realmente puede resumirse la gran lección que nos ha dado el doctor angélico con las palabras de la liturgia de las horas en la antífona del Magníficat: "Dios le concedió una sabiduría extraordinaria; él la aprendió sin malicia y la repartió sin envidia". Es el principio perenne del amor de la verdad (de Tomás).
De Tomás de Aquino, además del fragmento para su memoria, se leen cuatro textos: de las Conferencias (sáb. XXXIII sem. T.O.); del Comentario sobre el evangelio de san Juan (lun. XXI sem. T.O.; sáb. IX sem. T.O.), de las Obras (El smo. Cuerpo y Sangre de C). Prefacio (misal de los dominicos) Y alabarte y bendecirte en la festividad de santo Tomás de Aquino, a quien te dignaste iluminar con la luz de la ciencia divina por su dedicación a la oración y a la recta interpretación de las Sagradas Escrituras. Porque él disipó las tinieblas del error con la verdad de su doctrina, y a modo de sol brillante, preclaro por su doctrina y costumbres, iluminó admirablemente a tu Iglesia.
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31 de enero SAN JUAN BOSCO, presbítero (1815-1888) 1. Nota histórico-litúrgica Juan Bosco nació el 16 de agosto de 1815 cerca de Castelnuovo d'Asti, quedando huérfano de padre a los dos años. Su esmerada educación humana y cristiana la heredó de su madre, Margarita (Occhiena), que estuvo a su lado en Turín, dedicándose a atender a los muchachos de su oratorio durante los primeros diez años (1846-1856). Después de haber hecho los estudios secundarios en el Real Colegio de Chieri, a los veinte años entró en el seminario arzobispal, sufragándole los estudios el teólogo Luis Guala, fundador y rector del colegio eclesiástico de San Francisco de Asís (en Turín), exponente del antirrigorismo (ayudado aquellos años por el castelnovés don José Cafasso). Ordenado sacerdote el 5 de junio de 1841, después de un trienio de teología moral y pastoral en el colegio de Guala, con la ayuda del teólogo Juan Borel fundó el oratorio de San Francisco de Sales en la periferia de Borgo Dora, trasladándose dos años más tarde (1846) a los prados de Valdocco. Estamos en los años en que Turín vivió la época preindustrial, con el consiguiente problema de la emigración juvenil, que en los círculos culturales provocaba proyectos de instrucción y alguna que otra idea de prevención. En este contexto don Bosco, como hábil organizador de iniciativas, iba reflexionando sobre lo que más tarde se llamaría el "sistema preventivo", fundado en la "razón, religión y afabilidad". A pesar de las críticas y de los violentos ataques de los anticlericales, el oratorio festivo (y posteriormente cotidiano), en Valdocco, se enriqueció con talleres artesanos y profesionales, con escuelas de artes y oficios para jóvenes obreros y escuelas humanísticas para los jóvenes que aspiraban al sacerdocio; tanto que ya en 1868 los jóvenes eran cerca de ochocientos; es decir, la mayor concentración de adolescentes de extracción popular existente entonces en Italia. Para garantizar el porvenir de su obra fundó la Piadosa Sociedad de San Francisco de Sales (salesianos), aprobada definitivamente en 1869; luego la Unión de los Cooperadores y, por fin, con la ayuda de sor María Domenica Mazzarello, el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. En 1875 empezó, merced al flujo migratorio hacia América Latina, la epopeya misionera de los salesianos. Don Bosco
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comenzó a peregrinar por Europa en busca de fondos y colaboradores. Le Fígaro (1879) y el Times le apodaron "nuevo Vicente de Paúl". Don Bosco fue también escritor popular con miras predominantemente catequísticas, escolásticas y apologéticas. Sus Lecturas católicas se difundieron por todos los rincones de Italia, lo mismo que su Boletín salesiano (1877). Este gran apóstol de la juventud murió el 31 de enero de 1888. Fue canonizado por Pío XI (que había sido su huésped en el oratorio de Valdocco). Su memoria obligatoria se celebra, desde 1936, en su dies natalis. Recientemente ha sido nombrado por Juan Pablo II "padre y maestro de los jóvenes" (título de la colecta). 2. Mensaje y actualidad La colecta del misal nos presenta al santo como un don de Dios a su Iglesia, por ser "un padre y un maestro para la juventud". En estos dos atributos se encierra el secreto de esta vida dedicada a los jóvenes, como podía decir don Bosco ya viejo: "Le he prometido a Dios que daría hasta mi último aliento por mis pobres jóvenes". Esta paternidad hacia sus jóvenes le hace protestar: "Quiero que sepáis que cuanto soy, lo soy para vosotros, día y noche, mañana y tarde, en cualquier momento". Estas palabras brotaban de su sentido de la paternidad de Dios. En efecto, estaba convencido de que sin la familiaridad con Dios es imposible educar: "La educación —decía— es cosa del corazón, y sólo Dios es su dueño. No lograremos hacer nada si Dios no nos proporciona la llave de todos estos corazones". Y añadía: "Sólo el católico puede aplicar con éxito un método preventivo". En el trinomio sobre el que se fundaba su obra preventiva, la afabilidad tenía una connotación particular, como puede argüirse de la carta que aparece en el oficio de lectura, donde, recomendando el amor a los jóvenes como a hijos, se remite a la función educadora de los padres como prototipo de toda auténtica educación cristiana, anticipándose en algún modo a las enseñanzas del Vaticano II (declaración sobre la educación cristiana de la juventud, que proclama la prioridad absoluta de los padres en la educación y la función meramente supletoria y complementaria de todos los demás). En una célebre carta redactada en Roma en 1884 escribía: "Pero mis jóvenes, ¿no son amados suficientemente? Tú sabes que los amo. Tú sabes lo que por ellos he sufrido y tolerado a lo largo de cuarenta años nada menos y cuánto tolero y sufro también ahora". El responsorio de la citada lectura hagiográfi-
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ca, recordando el texto evangélico en que Jesús proclama que "el que acoge a un niño en mi nombre me acoge a mí" (Mt 18,5), resume perfectamente el ideal de esta paternidad, que explica asimismo por qué cultivaba tanto la devoción mañana (María es invocada con el título de Auxilium christianorum), viendo en la Virgen a la madre que todo lo perdona y cubre con su manto benévolo. En efecto, en el sueño profético que tuvo a los nueve años se le había prometido a María como "maestra suya". La segunda nota característica es la del magisterio de una pedagogía preventiva, que incluso un anticlerical honrado como Giuseppe Lombardo Radice describía así: "En el ámbito de la Iglesia... supo crear un imponente movimiento de educación, devolviendo a la Iglesia el contacto con las masas que había ido perdiendo. Para nosotros, que estamos fuera de la Iglesia y de toda Iglesia, es también un héroe; el héroe de la educación preventiva y de la escuela-familia. Sus continuadores pueden sentirse orgullosos de él". Fundió la regla benedictina del "Ora et labora" con la mística del "trabajo en cuanto oración". En su vida íntima realizó el "opus Dei" en el "opus animarum", basando la vida del éxtasis (en los 20 volúmenes de sus Memorias no se encuentra ninguna alusión a su experiencia de oración) en el éxtasis de la vida, que eleva todo a lo sobrenatural: "El bien no hace ruido, decía, ni el ruido hace bien". La pedagogía preventiva, es decir, la que pretende prevenir los males, preservar a la juventud con una inteligente comprensión de la libertad de la persona, jamás lesiva, pero sin renunciar tampoco de antemano a los valores, tendrá su fruto más logrado en el oratorio de Valdocco con santo Domingo Savio, que le decía a un compañero suyo: "Aquí hacemos consistir la santidad en estar muy alegres y en el cumplimiento perfecto de nuestros deberes". "Que los jóvenes se den cuenta de que son amados", decía con frecuencia el santo educador. Por su intercesión, la colecta nos hace pedir a Dios que nos dé "también a nosotros un celo infatigable y un amor ardiente que nos impulse a entregarnos al bien de los hermanos" (el latín dice: "buscar a las almas y servir a Dios solo"). A él le gustaba sobre todo la frase del evangelio en la que se dice que Jesús "empezó a hacer antes de enseñar", y había tomado por lema la frase de la Vulgata (interpretada literalmente): "Dame las almas y quédate con lo demás" (Gen 14,21). Fue un verdadero profeta, con un estilo de espiritualidad moderna basada en la actividad que se convierte en ascesis: "No os pido penitencia ni disciplina, sino trabajo y más trabajo".
FEBRERO
3 de febrero SAN BLAS, obispo y mártir (tea. 316) 1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Blas es su dies natalis, según su "pasión" latina, aparece en el siglo IX en el calendario de Ñapóles. Su culto, testimoniado en Roma en el siglo X, se desarrollará sobre todo en los siglos sucesivos (xi-xn). La memoria, que se ha conservado a pesar de las dificultades de la crítica histórica, quiere recordarnos a la Iglesia gloriosa de Armenia, de la cual el obispo de Sebaste es el único testimonio en la liturgia romana. Las noticias históricas son muy escasas, porque la leyenda (la primera representación de la misma se halla en la iglesia inferior de San Clemente: siglo XI) ha enriquecido esta biografía con muchos relatos prodigiosos, que han contribuido a hacer a este santo uno de los más populares de la Edad Media, cuyo culto se ha visto incrementado sobre todo por la difusión de sus reliquias. En efecto, se narra que, durante la persecución de Licinio (siglo m), el gobernador de Capadocia (Agrícola) hizo apresar al santo obispo en la gruta que le servía de domicilio fuera de Sebaste, donde las mismas bestias feroces acudían para que las curase. Fue a verlo una madre a la prisión y le rogó que auxiliase a su hijo, que se estaba asfixiando a causa de una espina de pescado que se le había atravesado en la garganta. El santo lo curó con una señal de la cruz y una oración. La condena a la decapitación, en 316, coronó el martirio de este santo, cuya veneración común a Oriente (el 11 de febrero) y a Occidente, confirma que antiguas tradiciones se
74 San Blas hallan en el origen de su culto, alimentado por la fama de los milagros. La costumbre de ofrecer una vela en recuerdo suyo, solicitada por el mismo santo a una madre que le había atendido en la prisión llevándole comida y una candela, tiene, en el contexto de la fiesta de la Candelaria, celebrada el día anterior, el significado preeminente de invocar a san Blas como a uno de los "santos auxiliadores", especialmente contra el dolor de garganta (las dos velas bendecidas se colocan al cuello del orante). También el nombre ha influido en Alemania, desde los siglo xv-xvi, a que se le invoque en casos de hemorragias o úlceras (Blase: ampolla). 2. Mensaje y actualidad La colecta hace referencia a la "paz en esta vida", con clara alusión a la confianza que en muchas regiones deposita la piedad popular en la protección de san Blas. Puede sacarse una enseñanza de la lectura patrística deí oficio, que ilustra, con ias palabras de san Agustín en el aniversario de su ordenación episcopal, el tema de que la misión apostólica no es ejercicio de poder despótico o hegemónico, sino participación en los sufrimientos redentores de Cristo. "También nosotros —dice Agustín— debemos poner nuestra pequeña parte en favor de sus miembros, ya que hemos sido hechos miembros suyos: él es la cabeza, nosotros su cuerpo". Si Blas es invocado como poderoso intercesor para la salud del cuerpo, es porque ha sido mártir de su Iglesia, esto es, testigo de los sufrimientos de Cristo. También él, aplicando el comentario de Agustín para el apóstol Pedro, había oído las palabras del Señor: "Apacienta mis ovejas", es decir: "Sufre por mis ovejas". Para actualizar esta memoria, ligada a la estación (fin del invierno), conviene recordar que no existe redención ni verdadera curación del cuerpo sin sacrificio.
3 de febrero 75 3 de febrero SAN ÓSCAR, obispo (801-865)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa (que coincide con la de san Blas) de este santo ha sido añadida en el nuevo calendario a la de los demás apóstoles de la Europa nórdica y eslava, introducidos en el siglo pasado (san Bonifacio, santos Cirilo y Metodio y san Agustín de Cantórbery). Este monje benedictino nació en Corbie (801) y allí (en Picardía) fue educado, ejerciendo posteriormente (desde el 823) el cargo de maestro en la escuela monástica de Korvey (la nueva Corbie en el Weser). Después del bautismo (826) del rey de Dinamarca (Harald), Óscar (llamado al martirio por una voz interior en vísperas de pentecostés) fue a aquel reino y más tarde a Suecia para predicar el evangelio (829), convirtiéndose en el primer obispo de Hamburgo (832) y posteriormente en arzobispo legado para Escandinavia (nombrado por Gregorio IV). Por fin, cuando en los dos concilios de Maguncia (847) fue creada la diócesis de Hamburgo (que en 845 había sido destruida por los normandos) y Brema (independiente de la de Colonia), nuestro apóstol de la Europa del Norte fue su primer titular (845), confirmado por el papa Nicolás I (que tuvo la alegría de canonizarlo). Las diversas misiones a los reinos del norte (Dinamarca y Suecia) culminaron con la conversión de Olaf, rey de Suecia (852). Puso los cimientos de cuanto fue llevado a cabo en Suecia por el rey Erico (f 1160), por el rey Canuto el Grande (1018-1035) en Dinamarca y por el rey Olaf II (1015-1030) en Noruega. Entre los muchos escritos que se han perdido, nos queda (además de los Pigmento: plegarias sálmicas) una carta dirigida a Luis el Germánico y a varios obispos, en la que refleja una gran modestia, porque atribuye a Ebón de Reims todo el mérito de las conversiones conseguidas en las regiones escandinavas. Sin haber sufrido el martirio cruento, que tanto había deseado, murió, tras haber padecido por la fe, el 3 de febrero de 865. Su biografía fue escrita por su sucesor, Rimberto.
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76 Santa Águeda 2. Mensaje y actualidad La colecta, que procede de un propio francés, invoca a Dios para que, por la intercesión del apóstol de los pueblos bálticos, nos conceda "caminar siempre en la luz de su verdad". Puede servir de ocasión para ilustrar el dinamismo de este camino luminoso, que también hoy encuentra los obstáculos del renaciente paganismo, tal vez aún más impermeable a la fe que el de los países nórdicos, desconocedores del evangelio. Hoy se habla de una nueva evangelización de nuestras regiones secularizadas. El fragmento del decreto sobre la actividad misionera (AG) que se lee en el oficio nos recuerda la instancia de difundir la fe, que compromete a todos los discípulos de Cristo en la medida de sus posibilidades, aunque el Señor llame de entre la multitud de sus discípulos a aquellos que quiere. Esta memoria de Óscar, que permaneció toda su vida "en su corazón como un monje y frente al mundo como un apóstol", invita a todos los fieles a recorrer este camino a la luz de la verdad del evangelio, con un conocimiento más profundo de la fe (con una catequesis más orgánica, por consiguiente) y con una colaboración más consciente en la evangelización tanto de las tierras a las que aún no ha llegado el mensaje cristiano como de nuestras comunidades, que necesitan redescubrir la riqueza encerrada en los valores cristianos.
5 de febrero SANTA ÁGUEDA, virgen y mártir (t 250)
1. Nota histérico-litúrgica La santa de Catania, donde sufrió el martirio en 250, ha sido venerada desde el siglo VI en Milán, Roma y Rávena en la fecha del 5 de febrero, y también en Oriente. Aunque las actas de su martirio, ocurrido en tiempos de Diocleciano, sean tardías y apócrifas (habían inspirado las diecisiete antífonas, con ocho responsorios, en el oficio anterior), las noticias de su culto son
muy antiguas. El patricio Ricimero había hecho construir en Roma una iglesia dedicada a la santa (siglo V) y destinada a los arríanos: Santa Águeda de los Godos; y el papa Símaco, a comienzos del siglo vi, había introducido oficialmente el culto litúrgico de la mártir en Roma, dedicándole una basílica en la vía Aurelia ("in fundum Lardarium"). Se atribuye a Gregorio Magno la introducción del nombre en el canon romano, por lo que es venerada con memoria obligatoria también hoy. Tal vez la devoción de los papas por la mártir se deba al hecho de que san Pedro, según la leyenda, se le habría aparecido a la virgen cruelmente torturada (con la amputación de los senos) para curarle las heridas. Fue preludio de su culto la milagrosa salvación de Catania de una erupción del Etna; cuya lava se detuvo en el primer aniversario de la muerte de Águeda.
2. Mensaje y actualidad La colecta, elegida entre las dos existentes en el sacramentarlo gregoriano, pone de relieve la gloria conjunta de la virginidad y del martirio. El texto latino diferencia los términos, llamando "fortaleza" al martirio y "mérito" a la castidad; se quiere subrayar así que el martirio refleja el poder de Dios, que triunfa de la misma debilidad de la criatura infundiéndole su fuerza; la castidad, en cambio, es más obra de la criatura, si bien correspondiendo siempre a la gracia del Señor. En la lectura del oficio, escrita por el patriarca de Constantinopla san Metodio (874), de origen siracusano (llamado por ello "el Sículo") y gran defensor del culto de las imágenes (siguiendo las normas del séptimo concilio de Nicea: 787), se juega con la etimología griega de Águeda, que significa "buena", para presentarla como modelo de fortaleza en el martirio, "ya que lleva en sí la marca indeleble de la sangre de Cristo, de la que está impregnada". Las dos antífonas de los laudes y vísperas, procedentes del oficio medieval (siglo x), subrayan el ardor de esta mártir, que "iba a la cárcel contenta y gloriándose de ello, como invitada a las bodas", al par que el agradecimiento de la mártir, victoriosa de los tormentos de los verdugos. La actualidad de esta memoria puede ponerse de manifiesto en nuestros días ilustrando el significado de la lucha por el martirio incruento de la castidad cristiana, que concierne a todos los estados de la vida: ante todo, de la virginidad consagrada, que tiene sin duda un mérito especial ante el Señor para
78 Santos Pablo Miki y compañeros quien la ofrece por el servicio de Dios y de los hermanos; y, luego, también del estado conyugal y de la condición cristiana en general, donde la castidad es siempre virtud esencial. Por algo en la Edad Media es recordada entre las santas "auxiliadoras" (para las enfermedades de mama).
6 de febrero SANTOS PABLO MIKI Y COMPAÑEROS, mártires (1564/6-1597)
1. Nota histórico-litúrgica Pablo Miki es uno de los tres jesuitas que forman parte del grupo de veintiséis mártires que el 5 de febrero de 1597 morían en la colina de Tateyama, junto a Nagasaki (Japón), por la fe católica. Estos mártires eran seis franciscanos españoles, tres catequistas jesuitas japoneses (entre los cuales estaba Pablo Miki), y diecisiete seglares, también japoneses. Entre éstos, Pablo Miki, nacido en los años 1564-1566, se distinguió por su heroico comportamiento, sufriendo también él la crucifixión. No era sacerdote, porque sólo se hicieron ordenaciones indígenas en 1601. Por su importancia, dado que son los primeros mártires de todo el Extremo Oriente inscritos en el martirologio, se celebra su memoria obligatoria después de que fueran canonizados ya en 1862. Existe la relación de un testigo ocular de este martirio, y en la liturgia de las horas se lee un pasaje del mismo. El emperador Hideyoshi (que fue el primero que unificó el Japón tras quinientos años de división) creyó que los franciscanos españoles, que habían llegado a Japón desde Filipinas, eran emisarios de las pretensiones de poder occidentales. 2. Mensaje y actualidad La colecta, diversa a aquella de la beatificación, mantiene la referencia al suplicio de la cruz, al que fueron condenados los mártires. Para una valoración pastoral se puede partir del co-
tí de febrero 79 mienzo de esta oración, que procede del antiguo sacramentario veronense: "Oh Dios, fortaleza de todos los santos". El martirio debe ser presentado como un acto casi sobrehumano, en el sentido de que sólo la fuerza del Señor puede darle al hombre el valor de perder la vida por él, sufriendo incluso tormentos. Esto explica por qué con frecuencia los textos litúrgicos y las "pasiones" de los mártires subrayan esta realidad extraordinaria que supera las posibilidades comunes de los seres inermes: en nuestro caso contamos con muchachos de doce a catorce años (Luis, Antonio y Tomás). Pero la colecta prosigue implorando para nosotros la perseverancia en la fe, hasta la muerte. El relato que tenemos en el oficio de lectura, describe este martirio casi como una liturgia popular, porque se desarrolla con el rezo de los salmos (cf "Alabad, siervos del Señor": Sal 112), con jaculatorias e invocaciones ("¡Jesús! ¡María!") y con oraciones ("Padrenuestro" y "Avemaria"). La enseñanza actual para nosotros consiste en estar preparados en todo momento a dar testimonio de nuestra fe a través de los gestos y de las formas más simples y elementales de la vida. Tales expresiones son a menudo mínimas y aparentemente insignificantes; pero si se realizan con verdadera fe y en coherencia con aquello que profesamos cada domingo con el rezo del símbolo y las demás fórmulas litúrgicas, así como con lo que hacemos cada día con las más simples plegarias aprendidas en la catequesis o en la familia, pueden crear en nosotros un estilo de vida cristiana. Entonces será más fácil esperar de la misericordia de Dios la gracia de profesar, incluso en la muerte, nuestra fe. La gracia de una muerte auténtica y conscientemente cristiana debe ser el don implorado en esta memoria litúrgica de los mártires japoneses, además de ocasión para intensificar las súplicas por este gran pueblo, que actualmente parece tan impermeable a la fe cristiana. Estos primeros mártires de la Compañía de Jesús en Japón, que respondieron a la invitación del Señor hasta seguirle en la cruz (cf Mt 16,24-25) y se solidarizaron con sus compañeros, son también hoy el símbolo de una fidelidad a Cristo que debe llegar hasta el anhelo del martirio.
80 San Jerónimo Emiliano 8 de febrero SAN JERÓNIMO EMILIANO (1486-1537)
1. Nota histérico-litúrgica Esta memoria facultativa, fijada el día del nacimiento del fundador de los Somascos, muerto en Somasca (Bérgamo) en 1537, nos presenta un modelo de conversión de una vida juvenil disoluta a una vida dedicada enteramente al cuidado de los enfermos, de los jóvenes abandonados y de las mujeres convertidas. Nacido en Venecia de noble familia (1486), después de haber ejercido la carrera militar en un momento en que su ciudad se enfrentaba con las tropas de Maximiliano I, hasta ser apresado en la defensa de una fortaleza, Jerónimo Miani (también Emiliani) fue liberado por intercesión de la Virgen. Por ello hizo voto, en Treviso, de entregarse a su servicio. Preparándose en los tres años en que estuvo al mando del municipio de Castelnuovo sul Piave, se dedicó por entero a las obras de caridad, y en 1528 se prodigó durante la carestía y la consiguiente epidemia para socorrer a los desvalidos, cayendo enfermo. Curado de esta enfermedad, empezó a recoger en su casa a los huérfanos, enseñándoles un oficio, al par que repetía la frase paulina: "El que no trabaje, que no coma" (2Tes 3,10). Extendió su campo de acción caritativa también a otras provincias vénetas, hasta Brescia, Milán y especialmente Bérgamo, donde fundó en Somasca la Compañía de los Siervos de los Pobres, como institución de clérigos regulares, llamada por ello de los Somascos, aprobada por Pablo III en 1540. Murió en la peste de 1537, con los ojos y manos vueltos al cielo e invocando los nombres de Jesús y de María. En 1928 (400 aniversario de la fundación de los Somascos) fue declarado patrono de los huérfanos y de la infancia abandonada. 2. Mensaje y actualidad La colecta de esta misa focaliza dos temáticas. La primera es la de la paternidad misericordiosa de Dios, que ha suscitado a este santo, modelo de caridad y magnánimo ejemplo de la reforma católica, como "padre y protector de los huérfanos". Hoy muchos no saben lo que significa una verdadera paterni-
8 de febrero 81 dad "no sólo natural o jurídica" sino también afectiva, ya que es cada vez más grande el número de quienes se sienten psicológicamente huérfanos, esto es, faltos de esa relación de amor que nace no tanto de los cuidados de las instituciones sociales cuanto de la verdadera misericordia, como reflejo de las paternidad divina. La segunda indicación de la colecta nos lleva al plano de la fe sacramental: también nosotros debemos "permanecer siempre fieles al espíritu de adopción, que nos hace verdaderamente hijos de Dios" (cf Un 3,1-2). Una toma de conciencia de esta realidad misteriosa y trascendente de nuestra filiación (aunque sólo adoptiva) en relación a Dios Padre nos conduce al interior del misterio trinitario: ¡somos hijos en el Hijo! De esta sobrehumana dignidad emana la obligación de confiar solamente en Dios también en las tribulaciones, como nos invita con la carta dirigida a sus hermanos dos años antes de su muerte, en el oficio de lectura, nuestro santo: "Así hizo Dios con el pueblo de Israel después de que pasó tantas tribulaciones en Egipto: lo condujo por el desierto entre prodigios..." De ello se deriva que nuestra dignidad de hijos de Dios debe hacernos sentir solidarios y corresponsables de todos los hombres, especialmente de aquellos que, pese a estar destinados a ser hijos de Dios, experimentan más rudamente las pruebas de la soledad, el abandono y la privación de las relaciones paterno-maternales entendidas en el sentido más rico y positivo. El ejemplo de este hombre, que, antes de distribuir su patrimonio entre los indigentes y de transformar su casa en un asilo para los pobres, empleó nada menos que siete años (1521-1528) para poder madurar la plena armonía entre las virtudes y las pasiones que le hiciera capaz de tomar resoluciones heroicas, indica que la conversión de la gracia no violenta jamás a la naturaleza.
82 Santa Escolástica 10 de febrero SANTA ESCOLÁSTICA, virgen (480-547)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de la hermana gemela de san Benito, nacida como él hacia el 480 en Nursia, en los confines entre Umbría y Sabina, de la ilustre familia de los Anici (el padre se llamaba Eupropio), nos invita a celebrar con gran admiración las glorias de la Orden benedictina. Mientras Benito hubo de ir a Roma para instruirse, Escolástica fue consagrada a Dios desde la infancia y permaneció con su padre. De las noticias que conocemos por la única fuente histórica (los capítulos 33 y 34 del II libro de los Diálogos de san Gregorio Magno), fuente ampliada por la leyenda, podemos deducir que de Subiaco, adonde Escolástica se habría dirigido para vivir no lejos de su hermano (junto al monasterio de Roccabotte), ella le siguió hasta Montecassino (en Piumarola), donde murió hacia el 547. La memoria, fijada el 10 de febrero desde fines del siglo VHI en un calendario de Montecassino, se difundió en el mundo monástico a partir del siglo IX, para llegar a su máxima extensión del siglo XI al siglo xm; luego desaparece de los libros litúrgicos romanos (hasta el siglo xvm). Otras noticias ciertas son deducibles de la documentación histórica sobre el traslado de sus reliquias a Francia (Le Mans, el 11 de julio) y de los descubrimientos arqueológicos en torno a su sepulcro realizados en Montecassino (1950).
11 de febrero 83 de lectura, donde Gregorio describe el episodio del encuentro entre Benito y Escolástica, en el cual la familiaridad con Dios logró el prodigio de la prolongada amistad espiritual entre ambos, sugiere que atesoremos esta gran lección: "Dios es amor; y por esto pudo más, porque amó más". Esta frase se ha convertido en el responsorio de la lectura, con la añadidura de la frase del Sal 132,1, que ensalza la amistad fraterna. Prefacio (suplemento monástico al MR, 1980, 153) Para revestir a su Iglesia de nueva belleza virginal, adornó a santa Escolástica con las joyas de la inocencia y te la hizo más acepta con la amable sencillez de la paloma. Hermana del glorioso padre san Benito, estuvo asociada a él también en la santidad, y bajo su magisterio, buscándote sólo a ti sobre todas las cosas, produjo abundantes frutos de gracia y mereció gozar eternamente de tu amor.
11 de febrero NUESTRA SEÑORA DE LOURDES (1858-1908)
1. Nota histórico-litúrgica 2.
Mensaje y actualidad
La colecta de la misa, que sustituye a la precedente, inspirada en el relato legendario de su muerte (transmitido por san Gregorio), nos presenta el tema del encuentro de los dos amores, divino y humano, que está en el centro de toda vida consagrada, así como de cualquier vida cristiana. La petición hecha a Dios de imitiarlo "con un corazón puro" pretende experimentar la alegría de su amistad. El amor de Dios, cuando es puro, produce siempre frutos fecundos y gozosos, que de la amistad con Dios se transfieren a la red de relaciones humanas que nosotros calificamos de amistad. La estupenda página del oficio
Esta memoria facultativa, de fecha 11 de febrero, que ya estaba aprobada para la diócesis de Tarbes por León XIII en 1890 como fiesta local de la primera aparición de la Virgen Inmaculada en Lourdes (en 1858) y extendida luego por Pío X (1908) al calendario romano, enlaza con la experiencia de Bernardita Soubirous (1844-1879) ante la gruta de Massabielle. La primera manifestación del 11 de febrero, seguida de otras diecisiete hasta el 16 de julio de 1858, nos presenta a María declarándose la Inmaculada Concepción e invitando a construir un santuario. El objeto de la memoria (fiesta mariana menor) no es el hecho histórico de la aparición, sino la Virgen Inmaculada.
14 de febrero
84 Nuestra Señora de Lourdes
2. Mensaje y actualidad La colecta de esta misa, que deriva de la precedente (propia de la vigilia de la Asunción y luego de la Inmaculada), insiste en el tema de la fragilidad humana: "remedia con el amparo del cielo nuestro desvalimiento", que puede entenderse como un efecto moral debido al pecado o bien como una deficiencia física multiforme. El recuerdo de la realidad de la pascua, en la petición de la oración, es la clave de interpretación de esta confesión de nuestra humana miseria: "que podamos vernos libres de nuestros pecados". Esta es la gracia que caracteriza el mensaje de la Inmaculada de Lourdes. En efecto, María se identifica con el don gratuito de Dios, que la previene de modo redentor. El relato de la aparición en el oficio de lectura, en el que Bernardita refiere con sencillez cuanto ha visto, confirma que las demandas de la Virgen son asimismo sencillas: rezar por la conversión de los pecadores y construir un santuario en aquel lugar; luego sacar agua y lavarse en la fuente. En este último gesto, que (asociado a los demás símbolos de la señal de la cruz y del rosario) compone el cuadro iconográfico de la aparición, podemos descubrir la intención profunda de este acontecimiento. La antífona del Benedictus en los laudes define a María como una "aurora luminosa de salvación, de la que ha nacido el Sol de justicia". El agua de Lourdes puede ser considerada una evocación del bautismo, como indican claramente los baños de inmersión en las piscinas para los enfermos en la gruta de Massabielle; la señal de la cruz confirma este simbolismo, donde el agua adquiere valor de purificación a través del misterio pascual. El rezo del rosario, que es una de las consignas de la Inmaculada de Lourdes, se convierte en una especie de invitación a meditar los acontecimientos salvífícos en unión con María, esto es, a recuperar el sentido de la plegaria humilde, donde el gesto vocal de las fórmulas repetidas se une a la contemplación de los misterios. En sustancia, la actualidad de este mensaje lourdiano no está tanto en la expectativa de los milagros, sino en el milagro prolongado de una concentración de la piedad popular en la esencia del misterio pascual, a través de los signos de nuestra debilidad, tanto material (las enfermedades físicas, etc.) como, sobre todo, moral y espiritual. Lavarse en el agua de Lourdes significa retornar a la fuente de nuestro bautismo, para resurgir cada día del pecado a la vida nueva. Por eso la exhortación
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apostólica Marialis cultus (n. 8), en el vasto cuadro del culto litúrgico mariano, justifica legítimamente esta memoria entre esos tipos de memorias o fiestas "vinculadas a motivos de culto local, pero que han adquirido un interés muy amplio".
14 de febrero SAN CIRILO, monje, y SAN METODIO, obispo, patronos de Europa (827-869) (815-885)
1. Nota histórico-litúrgica La fecha de la fiesta de estos dos hermanos, a quienes Juan Pablo II proclamó copatronos de Europa (31 de diciembre de 1980) junto con san Benito abad, coincide con el nacimiento del monje Cirilo (llamado Constatino), hermano de Metodio (por nombre Miguel). Los dos hermanos nacieron en Tesalónica. Conocían el eslavo, que en aquel tiempo se hablaba en Macedonia, y recibieron una esmeradísima instrucción en Constantinopla, donde Constantino fue ordenado sacerdote y enseñó filosofía, mientras que el hermano mayor, después de haber gobernado una provincia bizantina eslava, se hizo monje de Bitinia, recibiendo el nombre de Metodio y llegado a higúmeno (superior). La primera misión que se les confió a ambos hermanos fue donde los cataros del mar Negro (en Cherson fueron halladas las reliquias de Clemente mártir, que atribuyeron al papa Clemente). Luego el príncipe Ratislaw pidió al emperador Miguel III sacerdotes que hablaran eslavo, por lo que Cirilo y Metodio se trasladaron a Moravia (863). Ambos misioneros se distinguieron de los latinos (esto es, bávaros dependientes del imperio alemán), presentes en el país, por la adaptación a los pueblos evangelizados, que se concretó en la creación del alfabeto eslavo y en la traducción a esta lengua de la Biblia y de la liturgia (por eso los caracteres recibieron el nombre de "cirílicos"). La aprobación de este método misionero de total adaptación se efectuó en la visita a Roma, adonde fueron, tras su permanencia en Panonia, para justificarse de las acusaciones ante el papa Adriano II, que
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San Cirilo y san Metodio
los invitó también a celebrar en eslavo la divina liturgia en la Ciudad Eterna (adonde trajeron las reliquias de san Clemente). Aquí murió Constantino el 14 de febrero del año 869, después de haber hecho la profesión monástica y haber recibido el nombre de Cirilo, siendo sepultado en la iglesia de San Clemente. Metodio fue ordenado obispo de Panonia y Moravia, con sede recuperada en Sirmio, y al mismo tiempo fue nombrado legado apostólico de los eslavos. Pero las vicisitudes políticas de la llamada Gran Moravia y las rivalidades del arzobispo de Salisburgo contra los príncipes eslavos crearon grandes dificultades para el ejercicio de su apostolado, hasta el punto de ser desaprobado por un sínodo. Como legado de la Santa Sede ante los eslavos, se defendía afirmando que había recibido de san Pedro los territorios que había evangelizado. El papa Juan VJJÍ lo defendió, pero prohibió durante algún tiempo el uso del eslavo en la liturgia (que sin embargo había aprobado en 880) y restringió la jurisdicción de Metodio. Este murió en Velehrad (Checoslovaquia) el 6 de abril del año 885, y fue enterrado con los ritos eslavo, griego y latino. 2. Mensaje y actualidad a) La nueva colecta, que ahora personaliza el texto, en la primera parte recuerda el gran mérito de ambos santos hermanos en la misión apostólica que iluminó "a los pueblos eslavos". Con razón, pues, los países del Danubio consideran a estos santos como padres suyos en la fe cristiana. Después de la reforma conciliar, estos dos apóstoles son presentados no sólo como la gloria de la Iglesia por su obra de evangelización, sino también como un modelo paradigmático por el método de adaptación del mensaje a la cultura del pueblo, valorizando los puntos de conexión con la mentalidad de la gente y conciliando la búsqueda de la unidad con el rechazo de la uniformidad. Por haber sentado las bases de una verdadera cultura cristiana popular, los dos santos son modelos de la búsqueda ecuménica actual. Pero el texto de la colecta nos ofrece un nuevo motivo de reflexión, porque ha insertado un paso de la plegaria (conservada en su Vida paleoeslava) que Cirilo moribundo dirigió a Dios, y que se lee en el oficio de lectura: "Concédenos la gracia de aceptar tu palabra y de llegar a formar un pueblo unido en la confesión y defensa de la verdadera fe ('in vera fide et recta
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confessione concordem')". Es éste el elemento que garantiza la fidelidad de la evangelización. La verdadera fe que los dos apóstoles predicaron fue acompañada siempre por una recta confesión, expresada en la sagrada liturgia y en la palabra de Dios traducida en la lengua de su pueblo. No cedieron ante la estrechez de espíritu de los "trilingües y pilatianos" (sólo las tres lenguas de la inscripción de la cruz); por eso del lingüístico connubio nace la concordia del pueblo de Dios, que no sigue dividido entre lo que cree con el corazón y la mente y lo que profesa con la boca en el culto. En el contexto de esta oración, que constituye el testamento de Constantino-Cirilo, el tema de la unidad de los nuevos pueblos se convierte también en nuestro motivo de súplica. Las palabras de Cirilo (el Filósofo) en el lecho de muerte, dirigidas a su hermano Metodio, son en nuestros mismos días una amonestación: "Querido hermano, compartíamos la misma suerte, sosteniendo el arado en el mismo surco. Ahora yo caigo en el campo al término de mi jornada. Tú amas mucho, lo sé, tu Montaña; sin embargo, no abandones tu tarea de enseñante por la Montaña. ¿Dónde puedes salvarte mejor?" bj En la oración sobre las ofrendas se pide que "las ofrendas que presentamos en la fiesta de san Cirilo y Metodio se conviertan en signo de una humanidad nueva, reconciliada en el amor". En la encíclica Slavorum apostoli, de Juan Pablo II, escrita en ocasión del undécimo centenario de la muerte de san Metodio (2 de junio de 1985), los dos hermanos de Salónica son exaltados por haber contribuido a crear esta humanidad reconciliada en las tierras de su evangelización (Moravia, Eslovaquia, Panonia, es decir, parte de la actual Hungría) actuando en situaciones complejas y precarias. En efecto, creyeron que su deber, como subditos del imperio de Oriente y fieles sujetos al patriarcado de Constantinopla, era dar cuenta al romano pontífice (Juan VIII, 880) de su actuación misionera y someter a su juicio, para obtener su aprobación, la doctrina que profesaban y enseñaban, los libros litúrgicos escritos en lengua eslava y los métodos adoptados en la evangelización. Por esta razón son los auténticos precursores del ecumenismo. En efecto, su misión se desenvolvió en los años críticos (863-885) en que emergieron y empezaron a enconarse la fatal disidencia y la áspera controversia entre las Iglesias de Oriente y Occidente, cuando la división se acentuó por la cuestión de la pertenencia canónica de Bulgaria, que en ese preciso momento había aceptado oficialmente el cristianismo.
88 San Cirilo y san Metodio
La incomprensión, los contrastes e incluso las difamaciones y las persecuciones físicas (Metodio fue encarcelado dos años, acusado de haber invadido una jurisdicción episcopal ajena) acompañaron a este movimiento pacífico de implantar y edificar la Iglesia. Metodio fue convocado "ad limina apostolorum" por las insinuaciones del príncipe moravo Svatopluk, contrario asimismo a la liturgia eslava, ante el papa Adriano II (sucesor de Nicolás I, que en el año 867 ya había enviado a Cirilo y Metodio a confrontar su nuevo modo de catequesis en lengua y cultura eslavas); pero fue confortado por la aprobación de los libros litúrgicos eslavos, que depositó solemnemente sobre el altar de Santa María la Mayor ad praesepe, y por la recomendación del papa de ordenar sacerdotes a sus discípulos. La característica de estos evangelizadores fue, pues, su amor a la comunión en la Iglesia universal tanto en Oriente como en Occidente, y, en ella, a la Iglesia particular que estaba formándose en las naciones eslavas. c) La oración después de la comunión invoca al "Padre de todos los hombres, que nos hace participar de un mismo pan y un mismo Espíritu, como anticipación del convite eterno", para que, "en esta fiesta de san Cirilo y san Metodio, (...) quienes formamos la multitud de tus hijos, manteniéndonos en la unidad de la fe, edifiquemos unánimes el reino de la justicia y de la paz". Con esta oración se pone en evidencia el mérito de estos dos heraldos del evangelio, que no sólo implantaron la Iglesia de Dios con un sentido católico, sino que también realizaron esa obra de inculturación con la encarnación del evangelio en las culturas autóctonas, introduciéndolas en la vida de la Iglesia. En efecto, no impusieron a los pueblos que se les confiaron ni siquiera la indiscutible superioridad de la lengua griega y de la cultura bizantina o los usos y costumbres de la sociedad más avanzada en que ellos habían nacido, sino que adaptaron a las costumbres de los nuevos pueblos las complejas y sutiles elaboraciones del derecho griego y romano. Por eso todas las culturas de las naciones eslavas deben su arranque y desarrollo a la obra de los hermanos de Tesalónica, sea con la creación original y genial del alfabeto, sea con la traducción de los libros sagrados, que dieron capacidad y dignidad cultural a la lengua litúrgica paleoeslava, convertida durante largos siglos no sólo en la lengua eclesiástica, sino también en la lengua oficial y literaria, e, incluso, en la lengua común de las clases más cultas de la mayor parte de las naciones eslavas. Metodio tradujo la Égloga de León m y, adaptándola a la región
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morava, estableció el más antiguo código de leyes eslavas (Zakon Sudnyj); introdujo asimismo el "Nomocanon", o recopilación de cánones eclesiásticos. También hoy en la liturgia de las Iglesias orientales de rito constantinopolitano, tanto católicas como ortodoxas, en la Europa oriental y sudoriental, así como en distintos países de la Europa occidental y en la misma liturgia romana de los católicos de Croacia, se sigue usando esta lengua. La mención de la misma eucaristía y del mismo Espíritu no es, pues, casual en esta oración como introducción a la petición final, en la que se auspicia esta solidaridad incluso social y civil entre todos los pueblos (recordados en el protocolo inicial) de Europa. En efecto, los misioneros preparados por Metodio y sus discípulos evangelizaron también Bohemia (su príncipe Bozyvoj fue bautizado según el rito eslavo); luego las tribus serbolusacianas (incluida Croacia) y los territorios de la Polonia meridional (el bautismo de Polonia en 966 se realizó por medio de las Iglesias de Bohemia); además de Bulgaria, la cercana Rumania y, por fin, la antigua Rus' de Kiev, extendiéndose desde Moscú hasta Oriente (el bautismo de Vladimir de Kiev es del año 888). A la luz de estos hechos (como afirma el papa) se puede comprender justamente que la obra de los dos patronos de Europa constituye una aportación eminente para la formación de las comunes raíces cristianas de Europa, no obstante la diversidad de las tradiciones, tanto oriental (derivada de Constantinopla) como occidental (derivada de Roma); al par que una contribución decisiva para la construcción de Europa, no sólo en la comunión religiosa, sino también en vista de su unión civil y cultural.
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90 Los siete santos fundadores 17 de febrero LOS SIETE SANTOS FUNDADORES de la Orden de los Siervos de la Virgen María (1245-1310)
1. Nota histórico-litúrgica La fecha de esta memoria facultativa ha sido fijada por la reforma el día aniversario de la muerte, según la tradición, del más conocido de los siete fundadores, Alejo Falconieri (1310). Pese a lo incierto de las noticias históricas sobre los comienzos de la Orden de los Siervos (algo común, por otra parte, a todas las órdenes religiosas del siglo Xlll), hay que excluir que tal fundación sea atribuible a un discípulo (san Felipe Benizi) de los siete comerciantes que, de la pendenciera e inquieta (Florencia) de la segunda mitad del medievo, subieron al monte Senario (a unos dieciocho kilómetros de Florencia) para dedicarse a la vida contemplativa (1245). Ya antes de 1241, durante el período de la lucha entre el emperador (Federico) y la sede apostólica, estos devotos de la Virgen y anteriormente miembros de una compañía laica de los Siervos de Santa María (el nombre, tal vez, fuera sugerido por san Pedro de Verona, entonces en Florencia), ligados entre sí por el ideal evangélico de la comunión fraterna y del servicio de los pobres y enfermos, se habían retirado a la soledad de Cafaggio (fuera de la ciudad), vistiendo el hábito propio de los penitentes ("Fratres de paenitentia"), es decir, un hábito de "paño pardo". Pero temiendo una vuelta forzada a sus casas por imposición de los jefes gibelinos, aceptaron el consejo de Ardingo, obispo de Florencia, de edificar con "materiales pobres" un oratorio dedicado a Santa María en aquel monte, adonde muchos acudían en busca de luz y consuelo. Su compromiso de pobreza (7 de octubre de 1251) fue radical. Con él fray Bonfiglio, prior mayor de la iglesia de Santa María de Monte Senario, y otros diecinueve religiosos prometieron no entrar jamás en posesión de bien alguno. Unos pocos fueron también ordenados sacerdotes. Posteriormente, manteniendo el nombre de Siervos de Santa María, decidieron iniciar una orden inspirada en el género de vida instituido por los apóstoles, adoptando la regla de san Agustín y algunos estatutos particulares. En los antiguos documentos, que, además de las actas notariales (desde 1249 a 1256), comprenden la "Leyenda" sobre
el origen de la orden servita, escrita en 1317 por el prior general Pedro de Todi, que había conocido personalmente a Alejo, uno de los siete (f 1310), los siete son llamados con justicia "progenitores nuestros" y "nuestros padres", por haber dado inicio a la Orden de los Siervos de Santa María. Con el hábito que llevaban daban "clara señal de la humildad y de los dolores que la bienaventurada virgen María sufrió en la pasión de su hijo" (según el redactor de la Leyenda). Tras la aprobación de los primeros estatutos por parte del obispo Ardingo (1245-1247), también los papas aprobaron la Orden (1255), que recibió la aprobación definitiva con la bula Dum levamus en 1304. La canonización definitiva tardía (1888) de los siete santos fundadores, en la fecha que viera la aprobación canónica de la Orden (11 de febrero), quiso confirmar sus nombres, transmitidos en dos listas diferentes. Hoy un solo sepulcro alberga en el monte Senario, incluso después de la muerte, a aquellos que la comunión de vida había hecho una sola cosa: Bonfiglio, Bonagiunta, Manetto, Sostegno, Amadio, Uguccione y Alejo.
2. Mensaje y actualidad La colecta, procedente del propio de la Orden, recuerda "el espíritu de amor que llevó a estos santos hermanos a venerar con la mayor devoción a la madre de Dios y les impulsó a conducir a tu pueblo al conocimiento y al amor del nombre de Dios". El primer dato que se pone de relieve es la singular experiencia fraterna de estos hombres que, provenientes de un ambiente de discordias y de facciones (güelfos y gibelinos), en un medievo que había llegado a la cumbre de su maduración, tuvieron el valor de vivir en comunidad para dedicarse a la devoción mañana. También hoy, en el contexto de las penosas divisiones entre las Iglesias y en las sociedades civiles, este modelo de fraternidad comunitaria puede ser considerado como una invitación a emprender nuevas experiencias de vida asociada de inspiración cristiana. Si la eclesiología de comunión es la característica del concilio (cf Lumen gentium), la "sequela Christi" de estos siete santos en la sobriedad y austeridad de una pobreza liberadora, en la dedicación de la "lectio divina" y a las obras de misericordia, puede ser asumida como una indicación de vida cristiana más auténtica. Un segundo motivo puede dedu-
92 Los siete santos fundadores cirse de la devoción a la Virgen, venerada como "Advocata mediatrix", a la luz de los dos misterios fundamentales de la encarnación y de la redención. En el primer misterio, ¡cónicamente figurado en el primer refugio de Florencia (actual basílica de la Santísima Anunciata), somos reconducidos a la humildad mariana del sí; en el segundo misterio, asimismo ¡cónicamente representado en el color del hábito, encontramos una memoria para acercarnos con María a las innumerables cruces de nuestros hermanos. La lectura del oficio, que transmite la Leyenda sobre el origen de la Orden, pone el acento sobre la humildad, la concordia y la pobreza de los siete santos fundadores, que supieron armonizar los dos espacios simbólicos y la experiencia de Dios: la ciudad, donde más aguda resulta la fatiga de la solidaridad y de la pobreza, y el monte, donde es más fácil encontrar el suplemento de alma en la contemplación orante necesaria para la misma experiencia de comunión fraterna. Con estos recuerdos, la experiencia de los siete santos fundadores, que el responsorio del oficio de lectura compara con la de la primera comunidad jerosolimitana (He 4,32; 2,46-47), puede atraer también hoy al pueblo cristiano, como ya hizo entonces, reanimando su fe, la fe más auténtica, por estar inserta en la corriente de la piedad popular (cf el canto de la Salve Regina y la Vigilia Dominae nostrae como preparación al sábado mariano).
Prefacio (propio de los Siervos de María, 6) Tú los llamaste en forma admirable al glorioso servicio de la madre de tu Hijo, para que, permaneciendo fieles con ella al pie de la cruz, hicieran llegar al pueblo cristiano la salvación que mana abundantemente de las llagas de Cristo. Tú los uniste por medio de una admirable caridad, y los enviaste como apóstoles de unión y de paz, para que pusieran fin a las contiendas y unieran a los pueblos con vínculos de paz y de concordia.
21 de febrero 93 21 de febrero SAN PEDRO DAMIÁN, obispo y doctor de la Iglesia (1007-1072)
1.
Nota histérico-litúrgica
La memoria facultativa de este santo, que fue inscrito oficialmente en el calendario y proclamado doctor de la Iglesia sólo en 1828, nos retrotrae a la situación de la Iglesia del siglo XI. Nacido en Rávena en 1007, Pedro tuvo como tutor a su hermano Damián (de ahí el apelativo "Damiani") y, después de haber revelado dotes insignes en los estudios realizados en Rávena, Faenza, Padua y Parma, hasta el punto de enseñar en las universidades a los veinticinco años, se retiró a la soledad de Fonte Avellana para hacer penitencia (tenía veintiocho años). Pero abandonando este eremitorio camaldulense, cuya regla había escrito, para asumir el cargo de predicador que le ofrecieron el monasterio de Pomposa y otros monasterios, pudo volver a su comunidad avellánense, donde fue nombrado prior. Sin embargo, una vez más tuvo que dejar la soledad, a instancias de Enrique III y de varios papas. A pesar de su oposición, el papa (Esteban IX) le nombró cardenal de Ostia (1057), con el gobierno de la diócesis suburbicaria, a la cual renunció más tarde (1067), después de contemplar el fracaso de sus esfuerzos para reconciliar el papado con el imperio. Fue legado papal en varias naciones: Francia y Alemania (en 1063, nuncio del papa ante Enrique IV en Francfort) y en muchas regiones italianas. Además de la ardiente defensa de la doctrina, que le llevó a escribir obras teológica (cf los tratados Líber gratissimus y Liber gomorrhianus), hagiográficas (cf la célebre Vida de san Romualdo como primera obra ya en 1055) y pastorales (cf Discorsi y otras obras menores), fue el fustigador de las principales lacras de la época: la simonía y la inmoralidad del clero. Fue asimismo artífice de paz y de reconciliación entre facciones contrarias, siendo con su rigor ascético y su lucha para liberar a la Iglesia de los asuntos temporales un precursor de la reforma emprendida luego por su gran amigo el monje Hildebrando, el papa Gregorio VII, cuyos métodos no compartió, sin embargo (él pensaba obrar con más eficacia desde su eremitorio). Justamente, por tanto, su culto es popular en la región de
22 de febrero 95
94 San Pedro Damián Rávena y en el orden monástico en la fecha de su muerte (22 de febrero de 1072), ocurrida (a los sesenta y cinco años) en Faenza, durante el viaje de vuelta de Rávena, adonde había ido en misión de paz. Ha sido reconocido, aunque tarde, con el título de doctor por el importante papel desempeñado en la reforma de la Iglesia. Respecto a su dies natalis, su memoria, impedida por la fiesta de la Cátedra de san Pedro, se adelanta ahora al día 21.
2.
Mensaje y actualidad
La colecta, que en la primera parte nos invita a "seguir con fidelidad los consejos y ejemplos de san Pedro Damián", nos insta a pedir en la segunda parte dos significativas actitudes, que resumen su fisonomía: "para que, amando a Cristo sobre todas las cosas y dedicados al servicio de la Iglesia, merezcamos llegar a los gozos eternos". El primer elemento que ha de ponerse en evidencia es, pues, el magisterio de Damián en una época muy triste para la Iglesia. En el citado Líber gomorrhianus escribía: "La disciplina monástica es lánguida y se aleja de la habitual perfección; la mayoría de los clérigos viven como hombres de mundo, y los seglares se pelean y defraudan recíprocamente". El valor de esta cruda denuncia de los vicios de su tiempo le ganó muchos adversarios y una gran frialdad por parte del papa León IX, que había cedido a las reacciones provocadas por el realismo de la condena moral. También hoy la valoración de la situación decadente en ciertos campos de la moralidad pública debe encontrar en este ejemplo magistral un punto de apoyo decidido y animoso. El evangelio no debe descender nunca a compromisos. El cristocentrismo de este pensamiento se concilia aún con su teología trinitaria, especialmente en el opúsculo (escrito después de 1062) sobre la procesión del Espíritu Santo contra el error de los griegos. Su mariología, en la línea de la tradición, desarrollada en sus Sermones (cf la devolución al sábado mariano y el Oficio Parvo de la Virgen) es también cristológica. El segundo motivo de imitación de san Pedro Damián nace de su dedicación al servicio de la Iglesia, que le hizo abandonar su amada soledad de Fonte Avellana en las diversas legaciones de pacificación: como las de Milán (entre clero y pueblo, por las ordenaciones simoníacas) y de Rávena (para levantar la excomunión). Se debe considerar el servicio eclesial que la reforma
conciliar ha ejemplificado en diversas formas, tanto ministeriales como comunes, cual una impelente instancia apostólica que lleva a sacrificar los propios gustos e intereses individuales. Para Damián, todo creyente es una "minor ecclesia", capaz de realizar en sí la plenitud de las relaciones entre Cristo y la Iglesia. El texto hagiográfico en el oficio de lectura, que exhorta a no dejarse arrastrar por la amargura y el desaliento ante "las correcciones de la disciplina celestial" (como denomina a las diversas pruebas de la vida), refleja no sólo la experiencia personal de Damián, que desde su infancia sufrió duros tratos en familia, sino también la coherencia vital del monje y luego obispo precursor de la reforma eclesial, que comportaba ineludibles reacciones, angustias y contrastes. Por fin, la oración cita también una frase de la regla de san Benito (c. 72): "Amar a Cristo sobre todas las cosas", ideal no sólo de vida monástica, sino imperativo de verdadera vida cristiana coherente con el evangelio. En sustancia, se puede resumir este magisterio de vida del gran hijo de la Iglesia con estas tres frases sacadas de su carta, ya citada en el oficio divino: "Que resplandezca en tu rostro la serenidad ('serenitas in vultu'), en tu mente la alegría ('hilaritas in mente'), en tu boca la acción de gracias ('gratiarum actio in ore')". De Pedro Damián se leen, además del fragmento para su memoria (de las cartas), otros dos textos: de los Sermones (Sant. 23-IV); de la Vida de san Romualdo (Sant. 19-VI).
22 de febrero LA CÁTEDRA DEL APÓSTOL SAN PEDRO (siglo iv)
1. Nota histórico-litúrgica La fiesta de la cátedra de san Pedro ya aparece en la Depositio martyrum (el más antiguo calendario romano del año 354) el 22 de febrero ("Natale Petri de cathedra"), es decir, el día en que en Roma se conmemoraba el recuerdo de los difuntos ("Cara cognatio"). Parece que la fiesta no tuvo en su origen un
22 de febrero 97
96 La cátedra del apóstol san Pedro
carácter sepulcral, sino familiar, en honor del fundador del "Collegium christianorum"; y que posteriormente se convirtiera en memoria del comienzo del "episcopatus Petri" y del primado conferido al príncipe de los apóstoles. En el sacramentario Gelasiano, que reelabora los textos del Veronense, se invoca un "principatus Petri" referido a la "verdad evangélica difundida por todos los reinos del mundo"; así proclama el prefacio del Veronense (n. 1422) el carácter de la piedra fundamental: todas las iglesias tienen su origen en el fundamento del constructor ("in fundamento fabricantis"). Es la única que permanece de las dos fiestas de la cátedra del Príncipe de los apóstoles, que en el calendario jenonimiano están fechadas en el 18 de enero, por la anticipación de la cátedra de Roma hecha en Galia (siglo VIII), y el 22 de febrero para la cátedra de Antioquía (que Pedro habría ocupado antes de la romana). La fecha más antigua de la "cathedra Petri", celebrada en la basílica de San Pedro con una vigilia nocturna presidida por el papa a mitad del siglo V, recupera el culto que poco después se había difundido por Europa y que, tras un silencio inexplicable de dos siglos (viiVIII), refloreció en Roma en los siglos XI-XII. 2.
Mensaje y actualidad
Esta fiesta, por la riqueza de los textos de la misa y de la liturgia de las horas, ofrece la ocasión pastoral para hacer una catequesis sobre el papel del apóstol Pedro, llamado Cefas, en un tiempo de debates ecuménicos donde la misión de Pedro y de sus sucesores es un nudo crucial de la unidad de los cristianos. Después de la antífona de entrada, que cita el texto de Lucas (22,32), los textos oracionales de la misa configuran la misión del apóstol. a) La colecta, procedente del sacramentario gelasiano antiguo (el 29 de junio), recuerda un punto central de la figura de Pedro: "No permitas que seamos perturbados por ningún peligro, tú que nos has afianzado sobre la roca de la fe apostólica". Pedro es, pues, la roca de la comunidad de Cristo (cf antífona de comunión de Mt 16,16.18) contra los ataques del mal, representados por la simbólica ciudad de la muerte y de las tinieblas (puertas del infierno), con motivo de su confesión de fe en la divinidad de Jesús. Es por la fuerza que le viene de Dios ("He rezado por ti...; no te lo han revelado ni la carne ni la sangre"), y no por su actitud personal, ni siquiera por haber experimentado él mismo la fragilidad del creyente, por lo que Pedro es
constituido como punto seguro de referencia de nuestra fe apostólica. Esta realidad, en consecuencia, se apoya sólo en un motivo de fidelidad a la palabra de Dios. En el florilegio de textos evangélicos relativos al apóstol Pedro, en la liturgia de las horas, se encuentran las frases de la promesa del primado de la cátedra petrina (cf laudes y vísperas). b) El segundo tema de la catequesis nos lo ofrece la oración sobre las ofrendas: "que bajo el pastoreo de san Pedro, de quien recibe la Iglesia la integridad de su fe, pueda llegar a la vida eterna". Por consiguiente, la certeza de la fe apostólica va asociada a su integridad, pero siempre en orden a la guía pastoral del pueblo de Dios. c) Es interesante la conexión de esta doctrina con la eucaristía, porque al celebrar el sacramento de unidad y de paz, como se reza en la oración después de la comunión, unimos el ministerio de unidad en la Iglesia, cuyo invisible garante es Pedro, con el efecto primordial del sacrificio pascual. Es en última instancia Cristo, que actúa en sacramento supremo, el que garantiza asimismo el ministerio de unidad visible en la fe estable e íntegra, conferido únicamente al apóstol Pedro (cf el sermón de san León Magno en el oficio de lectura). d) Por fin se puede recordar también la riqueza de los himnos propios del oficio (los dos primeros son antiguos), porque pueden ofrecer un tema suplementario a esta catequesis sobre la misión catedrática-doctrinal del apóstol, al que se le han dado las llaves del reino de los cielos (cf primera estrofa del himno del oficio de lectura: "Con el poder que a todos cierras y abres el cielo"). En efecto, en la lectura breve de la hora tercia se cita el texto de Is 22,22, que ofrece el fundamento veterotestamentario del "derecho" de este poder, que, sin duda, pasó también a los demás apóstoles; pero no sin motivo es confiado a uno solo lo que es impuesto a todos; por tanto, el poder es concedido de modo particular (singulariter) a Pedro, porque la figura de Pedro (forma Petri) es antepuesta a todos los gobernantes de la Iglesia (lección de san León en el oficio de lectura). La actualidad de este magisterio petrino está fundada también hoy en estos temas esenciales para sostener nuestra fidelidad a la cátedra del apóstol por excelencia. Prefacio (MA I, 308) En verdad es justo y necesario darte gracias, oh Dios bueno y eterno, y admirar tu grandeza
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98 San Policarpo especialmente en los santos que pusiste para defender a tu Iglesia. La habías prefigurado, de manera admirable, en la antigua alianza y al cumplirse la plenitud de los tiempos la levantaste sobre el fundamento de los apóstoles. Entre ellos elegiste a Pedro, que fue el primero que reconoció la divinidad de Cristo, e hiciste de ella la roca sólida sobre la que fue edificada la Iglesia. Tú lo has constituido guía y guardián de tu rebaño para que a lo largo de los siglos confirmase a sus hermanos. Tu Hijo y nuestro Señor Jesucristo le entregó las llaves del reino, para que cuanto instaurara en la tierra tú, oh Padre, lo ratificases en el cielo. Hoy celebramos con rendido homenaje la misión providente y singular confiada al jefe de los apóstoles, mientras, unidos a los coros de los ángeles, cantamos el himno de tu gloria.
23 de febrero SAN POLICARPO, obispo y mártir (75/82-155)
1. Nota histórico-litúrgica La fecha de esta memoria obligatoria, atestiguada en la carta de los cristianos de Esmirna sobre el martirio, está inscrita en el martirologio de Nicomedia (361) y la festejan los sirios de Antioquía, los bizantinos y los coptos. El culto antiguo del santo en Occidente (al menos desde el siglo Vi) se difundió en el siglo XHi, y se celebraba el 26 de enero por un error de homonimia (Policarpo de Nicea). El obispo de Esmirna, nacido de padres cristianos después del 75 y bautizado inmediatamente, que (según Ireneo) en su predicación procuraba recordar constantemente las enseñanzas del apóstol Juan y de los demás testigos oculares de la vida de Cristo, es un anillo de conjunción entre la Iglesia de los apóstoles (cf IRENEO, Contra las herejías III, 4) y todas nuestras sucesivas generaciones de testigos indirectos de la fe católica.
Por estos motivos, Ignacio, que se encontró con Policarpo mientras se dirigía a Roma (con Zósimo y Rufo) para sufrir el martirio, lo consideraba un "hombre apostólico, un verdadero y buen pastor, a quien no dudaba en confiar su grey de Antioquía" (Eusebio de Cesárea). Ignacio escribió dos cartas: una a la comunidad de Esmirna (cf responsorio de la lectura en el oficio, derivado de Ap 2,8-10) y otra al mismo Policarpo, donde reconocía su "sentir en Dios". Su martirio está datado en 155, bajo el proconsulado de Stazio Quadrato (o bien, según otros, en 167).
2.
Mensaje y actualidad
La colecta de la misa, compuesta por la oración dicha por Policarpo cuando se dirigía al martirio y que ahora se lee en la liturgia de las horas, subraya dos rasgos que definen a este obispo. Ante todo es testigo de la fe en el martirio: "Dios de todas las criaturas, que te has dignado agregar a san Policarpo, tu obispo, al número de los mártires, concédenos... participar con él en la pasión de Cristo". Policarpo es presentado en la misma carta de la Iglesia de Esmirna, escrita menos de un año después del acontecimiento, como un perfecto imitador de la víctima divina, que bebió el cáliz de la pasión. También la antífona de las vísperas refleja el género de martirio del octogenario anciano (cf antífona de los laudes en el oficio), narrado, en un marco litúrgico, como el acto del obispo con la participación coral de los fieles, que siguen los distintos momentos del suceso hasta la hoguera y el golpe de gracia asestado por el "confector". Justamente porque todos los detalles del relato subrayan que el mártir imita a Cristo hasta el final, se puede decir que esta narración, que tiene toda la dignidad de una acción litúrgica con una plegaria que es una verdadera eucaristía (acción de gracias), nos invita a considerar que nuestra fe debe ser cada vez más una imitación perfecta de Cristo, "un sentir en Dios" (como Policarpo). En su carta a los Filipenses, Policarpo es el primero que habla del "martirio de la cruz". El segundo motivo es la fe apostólica y la caridad pastoral de este obispo "de rostro franco, por su ánimo anclado en Dios como una roca", que vino a Roma para discutir con el papa Aniceto la fecha de la pascua (el 14 de nisán o el domingo siguiente) en nombre de los cristianos del Asia Menor, sabiendo mantener la unidad pese a la diversidad de las tradiciones de
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San Policarpo
las dos Iglesias locales. El papa y Policarpo permanecieron en comunión y se separaron en paz (Eusebio). También en el único texto que nos queda de él, la carta a los Filipenses. Policarpo reitera la enseñanza joánica de la verdad de la encarnación de Cristo contra los herejes (docetas). Este ejemplo de fidelidad a la verdad transmitida por los apóstoles nos sirve de amonestación en nuestros días. En efecto él, que en el Martyrium (12,2) es llamado por vez primera padre porque engendra a los creyentes para la vida en Cristo, y que permaneció "firme como yunque bajo los golpes", se mantuvo calmo y tranquilo frente a la muchedumbre que gritaba en el estadio y ante la hoguera preparada, como le exhortaba Ignacio (A Policarpo 3,1). Con justicia, pues, le tributó la Iglesia primitiva el primer culto por sus reliquias de mártir en su "dies natalis" (Martirio 18,2-3). De Policarpo, además del fragmento para su memoria (de la Carta de la Iglesia de Esmirnaj, se leen otros cinco fragmentos de la carta a los Filipenses (XXVI dom. T.O.; lun. XXVI sem. T.O.; mart. XXVI sem T.O.; miérc. XXVI sem. T.O.; juev. XXVI sem. T.O.).
MARZO
4 de marzo SAN CASIMIRO (1458-1484)
1. Nota histórico-litúrgica Esta memoria facultativa de un santo príncipe de Polonia, que muere a los veinticinco años y medio, el 4 de marzo de 1484, después de una vida vivida en conformidad con el evangelio y en castidad virginal, tiene sin duda valor emblemático para dos naciones católicas como Polonia y Lituania, que lo veneran como patrono. Nacido el 5 de octubre de 1458 de la familia real de Polonia, educado religiosamente por su madre Isabel de Austria, después de una adolescencia inspirada en una gran piedad y austeridad moral, fue elegido rey de Hungría por algunos magnates del reino como rival del monarca Matías Corvino, obligado a los trece años apenas a tomar posesión del reino a la cabeza de un ejército. Tras la reconciliación de los húngaros con su rey, supo renunciar al trono; pero aceptó que se le asociara al gobierno de Polonia ("Secundogenitus regni Poloniae"), como regente (en Radom), mientras su padre se hallaba en Lituania, dando un ejemplo de prudencia y de virtud. Rechazó incluso el matrimonio con la hija del emperador de Alemania (Enrique III). En 1483 era vicecanciller en Vilna (Lituania); pero poco después hubo de ir a Grodno, donde murió de tuberculosis. En 1521 León X lo canonizó, oficializando la devoción popular, que siempre fue grande; incluso hoy Lituania lo honra en la iglesia del castillo de Vilna, bajo el altar de la Virgen. Después de la reforma de 1602, Clemente VII renovó la bula de canonización de León X, que no llegó nunca a Polonia. La liberación del asedio de Polok (1518) se atribuyó a su intercesión.
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7 de marzo
Santa Perpetua y santa Felicidad
2. Mensaje y actualidad La colecta de la misa, que comienza con una frase conocida en el misal, refleja todo el programa de vida de este príncipe, llamado "defensor de los pobres": "Dios todopoderoso, sabemos que servirte es reinar". Es un ejemplo que sigue siendo válido, porque el poder es ejercido fácilmente con interés y sin esa dedicación no sólo moral y cívica, sino también religiosa, la única que puede sostener un vuelco tan grande de valores, en que el verdadero título de honor y gloria es el servicio a los hermanos. Las virtudes que se piden en la oración son por ello las de la santidad y justicia. La lectura del oficio nos presenta en la página de la vida de san Casimiro, escrita por el legado Zacarías Ferreri apenas treinta años después de su muerte (en el proceso de canonización que le confiara el concilio Lateranense IV), un cuadro sorprendente de caridad y de vida virginal en un mundo corrompido con mucha frecuencia como el de las cortes. Cada día recitaba la súplica a María atribuida a san Bernardo, transcrita de su puño y letra sobre pergamino, haciendo de la misma el contenido de su oración y de sus reflexiones ("Omni die dic Mariae..."). Se la encontraron bajo la cabeza al abrir su ataúd en 1604. Es siempre actual esta frase: "Siempre fue su deseo ser contado más bien entre los pobres de espíritu que entre los personajes famosos y poderosos de este mundo".
7 de marzo SANTA PERPETUA Y SANTA FELICIDAD, mártires (t 202/3)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de las dos mártires africanas, cuya famosa passio es contemporánea a los acontecimientos (recibió su forma definitiva en el siglo II, tal vez por manos de Tertuliano), se sitúa en la persecución de Septimio Severo, en el África romana, donde el 7 de marzo del 203 está registrado tal martirio en el anfiteatro de Cartago. En el siglo IV se construyó la
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basílica cementerial ("basílica maiorum"), que recogió las cenizas de las dos mártires junto con las de otros (por ej., los mártires scilitanos decapitados en Scilli en el siglo II, con decapitación de seis mártires); a ellas fueron asociados en el martirio también otros cuatro mártires (Revocato, Saturnino, Secúndulo y Saturo). La "passio", que refleja la psicología de los mártires y la de los espectadores (morbosa), tiene como trasfondo el deseo de la paz para la comunidad turbada por la discordia entre el obispo Optato y el presbítero Aspasio. Perpetua, hija de padre pagano, era madre de un recién nacido todavía en pañales. Felicidad, encinta, después de las oraciones recitadas por el grupo, dio a luz en la cárcel antes de lo previsto y así pudo participar en el martirio, al cual fue asociado también su catequista Saturo. En su diario de cárcel, Felicidad narra su sueño, en el que se le confirmaba que sufriría el martirio. 2. Mensaje y actualidad La colecta, procedente del propio de las diócesis de África del Norte, dice: "Señor, tus santas mártires..., a instancias de tu amor, pudieron resistir al que las perseguía y superar el suplicio de la muerte". Y se le sigue invocando para que nos conceda, "por su intercesión, crecer constantemente en nuestro amor a ti". La lectura del oficio, tomada de la passio de los santos mártires cartagineses, nos revela no sólo la grandeza de tal caridad, que las hizo superar los atroces tormentos que las infligieron en el anfiteatro, sino también el amor materno que las ligaba a sus pequeños, uno todavía párvulo y el otro recién nacido. La histórica frase que reproducen las actas del martirio, en la cual Felicidad responde al guardián (que trata de evitarle el suplicio de las fieras) mientras gemía por los dolores del parto, es todavía hoy una advertencia frente al creciente desprecio por la vida apenas concebida por motivos humanos con frecuencia legitimados socialmente. Sólo la caridad de Dios puede hacer capaces de superar las resistencias del amor humano más fuerte, como el materno: "Hoy sufro yo, pero entonces sufrirá otro en mí, porque yo sufriré por él". Es asimismo actual la frase escrita por Perpetua en la cárcel, relatando su bautismo: "El Espíritu (de Dios) me ha inspirado que impetre del agua solamente la constancia de la carne".
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104 San Juan de Dios 8 de marzo SAN JUAN DE DIOS, religioso (1495-1550)
1. Nota histórico-litúrgica De Juan Ciudad, este portugués nacido en Montemor-onovo y llamado Juan de Dios porque la gente no conocía su verdadero apellido, sabemos que llevó una vida atormentada hasta los cuarenta años, ejercitando todos los oficios: pastor (en Oropesa), labrador, soldado (en la defensa de Viena contra Solimán II, por ejemplo), bracero (en África), andariego (en Inglaterra) y, por fin, librero en Granada, donde Dios le salió al paso. Fue la predicación del célebre Juan de Ávila la que lo convirtió, dando un viraje decisivo en su vida que le mereció la fama de loco (iba por la calle gritando y golpeándose el pecho), hasta el punto de ser encerrado en el manicomio. En este lugar, Juan pudo experimentar las duras condiciones en que vivían los enfermos mentales, por lo que se decidió a fundar un hospital donde reunía a toda clase de enfermos e infelices. Fundó con sus colaboradores (eran dos jóvenes, acérrimos enemigos reconciliados por él) la Orden de los Hermanos Hospitalarios, que luego se propagaron con el nombre de Hermanos de San Juan de Dios. Murió en Granada el 8 de marzo de 1550, después de trece años de heroico servicio. Fue nombrado patrono de los hospitales (por León XIII), después de haber sido canonizado en 1690. Su memoria (facultativa) se remonta a 1714, cuando fue inscrito en el calendario romano. 2. Mensaje y actualidad La colecta se refiere a la actividad caritativa del santo, introduciendo la oración con una invocación al Señor: "tú que infundiste en san Juan de Dios espíritu de misericordia". Es un primer rasgo que cabe subrayar, siguiendo las exhortaciones de la carta que se lee en el oficio, donde el argumento comienza así: "Si mirásemos cuan grande es la misericordia de Dios, nunca dejaríamos de hacer bien mientras pudiésemos". También nosotros somos invitados "a expresar con las obras" esta caridad, de la que san Juan ha dado un ejemplo tan preclaro, anticipándose a los modernos métodos de la psicoterapia, curando
primero la psique y el espíritu para influir también sobre el cuerpo. Él separaba a los que tenían enfermedades infecciosas de los demás pacientes, demostrando de este modo que la caridad es individualizada y ha de adaptarse a cada clase de enfermedad y a cada persona. Por este estilo de caridad individualizada y universal, se puede considerar su ejemplo como un recordatorio actual para afirmar la primacía de la caridad cristiana, que es siempre una actitud electiva: en el hermano necesitado está siempre el rostro del elegido de Dios, que es Cristo. La conclusión de la colecta pide que "merezcamos encontrarnos un día entre los elegidos de tu reino" (Le 18,7). Al arzobispo de Valladolid, que le reprochaba el que albergara a vagabundos y prostitutas en su casa, le respondió: "Su excelencia podrá comprobar que albergamos a una sola persona indigna de comer el pan de las limosnas; y ésa soy yo".
9 de marzo SANTA FRANCISCA ROMANA (1384-1440)
1. Nota histórico-litúrgica Francisca Bussa (de Buscis), de noble familia romana, nacida en Roma en 1384 y desposada a los trece años con Lorenzo Ponziani, del que tuvo tres hijos (sobreviviendo uno solo, Juan Bautista), fue apóstol de la caridad gracias a los bienes de su marido. Durante la carestía y la peste se hizo además mendicante, junto con su cuñada Vannozza, en favor de los pobres. También durante las invasiones de Roma por Ladislao de Napoli (contra el cual luchó y fue herido su marido, comandante de las tropas pontificias), que hostigaba al antipapa Juan XXJJJ, demostró gran premura por los pobres, soportando animosamente la invalidez de su marido y la muerte de dos hijos. Para mejor poder servir a los asilos, fundó en 1425 la Congregación de las Oblatas Olivetanas de Santa María Nuova, llamadas más tarde Tor di Specchi, por el antiguo edificio próximo a la iglesia donde se reunían. Tras la muerte del marido (1436), a los cuarenta años de matrimonio, pudo entrar en la
106 Santa Francisca Romana congregación, regida por la regla benedictina, convirtiéndose por obediencia en superiora general. Murió en su palacio de los Ponziani recitando las vísperas de la Santísima Virgen, como siempre había hecho, el 9 de marzo de 1440, después de haber sido favorecida por gracias de contemplación y dones extraordinarios (por ejemplo, noventa y siete visiones dictadas a su confesor, el benedictino Antonio di Monte Savello). Después de su canonización (1608), la iglesia de Santa María Nuova fue denominada Santa Francisca Romana. En la bula de canonización se reconoce que su plegaria y sus sufrimientos contribuyeron a la conclusión del cisma de Occidente (1378-1449) y de la infausta residencia de los papas en Aviñón (1309-1377). 2.
Mensaje y actualidad
La colecta nos ofrece la nota característica de esta santa, que se llamaba "la pobre mujer del Trastevere", por contemplar en ella "un modelo singular de vida matrimonial y monástica". En el mundo prerrenacimental y en una capital en plena decadencia moral, el ejemplo de esta esposa y madre, que bajo las lujosas ropas de la nobleza propias del rango familiar llevaba ásperos vestidos e incluso el cilicio y simultaneaba las tareas de educación de sus hijos con una ferviente caridad, despertaba estupor, admiración y oposición. También hoy se pueden conciliar las ocupaciones propias de la vida común, familiar, con una vida ascética intensa, si se imita este ejemplo de paciencia y de constancia, como nos hace pedir la oración: "concédenos vivir en tu servicio con tal perseverancia, que podamos descubrirte y seguirte en todas las circunstancias de la vida". También se lee en el oficio de lectura, de la Vida escrita por la superiora de las Oblatas: "No se pudo observar en ella ningún acto de impaciencia, ni mostró el menor signo de desagrado por la torpeza con que a veces la atendían" (especialmente su nuera, a la que logró convertir al fin). Aún conviene subrayar en este género de vida la fusión armónica de las exigencias de la vida conyugal y la mística más elevada, hasta el punto de asombrar a un sacerdote que no la conocía y que la veía comulgar varias veces a la semana, con el consentimiento de su confesor, contrariamente a la costumbre del tiempo, que negaba tal derecho a las personas casadas. Puede, pues, decirse que su vida monástica en la congregación fundada por ella fue una prolongación, si bien en otro estado, de la vida familiar anterior.
17 de marzo 107 Cabe resaltar la actualidad permanente de esta frase (en el oficio olivetano): "Agradó a Dios en su esposo y a su esposo en Dios". Es un buen programa para los esposos.
Prefacio (suplemento monástico al MR, 152) Con el agua y la sangre derramada en la cruz adquirió la Iglesia, su esposa inmaculada, y con el Espíritu, otorgado como don de su muerte, suscita continuamente testigos de su misterio. Por eso te alabamos en la fiesta de santa Francisca Romana. Tú has hecho resplandecer en ella las virtudes de esposa y madre; en su oblación la has consagrado con todos tus dones; en la fidelidad a la santa Regla iluminas nuestro caminar hacia Cristo.
17 de marzo SAN PATRICIO, obispo (385-461)
1. Nota histórico-litúrgica La vida de este apóstol de Irlanda, nacido en la Britania romana (la actual Inglaterra) sobre el 385, está llena de aventuras, porque durante su prisión, a los dieciséis años, en manos de los piratas, que lo vendieron como esclavo, dedicándole a cuidar ganado en la misma Irlanda (donde aprendió la lengua celta local, que luego le resultaría indispensable), fue visitado por la gracia y se convirtió. Huido a Galia (empujado por una voz arcana), donde fue discípulo de san Germán de Auxerre, visitó también en Italia las comunidades monásticas de las islas del Tirreno (Palmaria, Gorgona, Capraia, Gallinaria). Sus maestros le aconsejaron que volviese a Irlanda (invitado por la voz de un misterioso personaje irlandés), adonde fue (432) después de haber sido consagrado obispo por san Germán. Como había recibido en la Galia una formación bíblica, ésta llegó a ser una característica irlandesa. El apóstol convirtió a algunos reyes
108 San Patricio indígenas y supo armonizar las nuevas comunidades con las condiciones sociales del lugar y del tiempo. La leyenda del siglo vil refleja las tendencias de la política eclesiástica del tiempo en el que los obispos-abades aspiraban a hacer de la fundación de Armagh la sede primada de Irlanda. La iglesia de Irlanda, nacida de su celo misionero, que hubo de hacer frente a las hostilidades de los druidas y a la resistencia de otros opositores, recibió una sistematización también de sus cánones, establecidos en el Sínodo, para dar valor a la estructura de las diócesis que correspondían a los territorios de cada una de las tribus. Irlanda fue el único país de Europa occidental en el que la evangelización se llevó a cabo sin mártires. Pocos años antes de su muerte puso en las manos de otros obispos el gobierno de la Iglesia de Irlanda, retirándose en silencio a Ulidia para prepararse a la muerte, que le sorprendió el 17 de marzo del año 461. Fue sepultado en Down-Patrick. Ha sido venerado siempre en toda Irlanda desde el siglo vm, y desde el siglo x también en Inglaterra. Entró en el calendario romano sólo en 1632.
2.
Mensaje y actualidad
La colecta, en la primera parte, que es nueva, hace mención de que Dios eligió a san Patricio para que anunciara su gloria a los pueblos. Tal misión la consideró él como un gran don de Dios. En efecto, en la Confesión autobiográfica, escrita para defenderse de acusaciones y calumnias (inspirada en la ¿Cor de san Pablo, y que es una de las grandes autobiografías de la literatura mundial), de la cual se lee una página en el oficio de lectura, da gracias a Dios por "este don tan grande y tan saludable: conocer y amar a Dios, perder a mi patria y a mis padres y llegar a esta gente de Irlanda para predicarles el evangelio, sufrir ultrajes de parte de los incrédulos, ser despreciado como extranjero, sufrir innumerables persecuciones hasta ser encarcelado y verme privado de mi condición de hombre libre por el bien de los demás". El fruto que se pide en esta oración es "la gracia de proclamar siempre las maravillas de Dios delante de los hombres". El texto latino dice literalmente: "que podamos gloriarnos del nombre cristiano". En efecto, es éste un don del que no somos con frecuencia lo bastante conscientes, por el hecho de que pertenecemos desde hace siglos a países de tradición cristiana, pero que debemos agradecer siempre al Señor (como hacía Patri-
18 de marzo 109 ció), para poder ser también nosotros transmisores de la alegría de nuestra fe. En la Vida de Patricio escrita por Muirchu, que es la primera que se presenta como una composición ordenada, se arguye que sus disposiciones fundaron la severa disciplina de la Iglesia de Irlanda. "Él —leemos— cantaba cada día todos los salmos, los himnos (se le atribuye un himno en irlandés), el Apocalipsis de san Juan y todos los cánticos de la Escritura, tanto si estaba en viaje como si no lo estaba". Sólo de la intensa plegaria litúrgica de un apóstol que tuvo éxito en Irlanda, pese a su origen extranjero, nace este valeroso testimonio incluso externo de su propia fe, que le llevó a reivindicar la exigencia de la firmeza interior y de la profundidad de la conversión.
18 de marzo SAN CIRILO DE JERUSALÉN, obispo y doctor de la Iglesia (ca. 315-387)
1. Nota histórico-litúrgica Este gran obispo de la ciudad santa nació hacia el 315 en Jerusalén, cuyos santos lugares conocía (bajo los monumentos paganos de Aelia Capitolina), antes de la restauración constantiniana. Después de recibir educación cristiana, fue ordenado sacerdote por san Máximo, hacia el 345, y se dedicó a preparar a los catecúmenos para el bautismo. Por eso tuvo ocasión de predicar sus veinticuatro Catequesis, que le han hecho célebre (conservadas gracias a los apuntes de un estenógrafo), y que le merecieron el título de doctor de la Iglesia, título que le concedió León XIII. Nombrado obispo de Jerusalén el año 350, fue reconocido en esta sede con un primado de honor sobre los demás obispos en el concilio de Nicea (can. 7). Tuvo que sufrir las acusaciones de Acacio de Cesárea, obispo a m a n o , que logró exiliarlo de su Iglesia nada menos que dos veces. Pudo volver a su sede tras el exilio (bajo el emperador Valente) sólo en 378. Participó en el segundo concilio ecuménico de Constantinopla del 381, que reconoció la legitimidad de su episcopado, sentándose entre los jefes del partido ortodoxo (después de los pa-
19 de marzo 111
110 San Cirilo de Jerusalén triarcas de Alejandría y de Antioquía). Suscribió la condena de los semiarrianos y de los macedonianos (que negaban la divinidad de Cristo y del Espíritu Santo). Murió en la ciudad santa, después de treinta y ocho años de episcopado (de ellos dieciséis en el exilio), el 18 de marzo del 387. En esta fecha fue inscrito en los calendarios orientales y en el leccionario armenio de Jerusalén del siglo V. En la Jerusalén corrompida de su tiempo (cf Gregorio de Nisa, que escribe en el 378), Cirilo fue un pastor providencial. Su ardiente actividad pastoral en la comunidad cristiana de Jerusalén (reconocida por san Basilio) parece que fue casi corroborada por la prodigiosa aparición de una cruz luminosa en el Gólgota, mencionada por él mismo (el 7-5-351).
2.
Mensaje y actualidad
La colecta del misal evoca dos temáticas. La primera concierne al autor de las Catequesis mistagógicas, de las que se lee un fragmento significativo en el mismo oficio de lectura porque evoca el sello del Espíritu impreso en las almas de los neófitos. El texto de la oración dice que con la enseñanza de Cirilo "Dios... ha permitido a su Iglesia penetrar con mayor profundidad en los sacramentos de la salvación". La lectura del oficio se presta por sí sola para comprender el estilo de esta mistagogia, que introduce en la inteligencia de la fe cristiana, además de la que se hace a través del símbolo niceno-constantinopolitano, sobre todo a través de símbolos tan concretos como los de la celebración litúrgica. Es, pues, éste el método global (más bien que doctrinal) de catequesis que también hoy la Iglesia nos ha invitado a seguir después de la constitución litúrgica (n. 48): "La Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que, comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada". Cirilo atemperaba su amor a la verdad con la ley de la caridad. Ya Teodoreto de Ciro lo reconocía cuando lo llamaba "ardiente defensor de la doctrina". Él solía decir: "El error tiene muchas formas, la verdad una sola cara". La oración pide: "Concédenos, por su intercesión, llegar a conocer de tal modo a tu Hijo que podamos participar con mayor abundancia de la vida divina". El retraso del culto romano del santo, que se remonta a 1882 (bajo León XIII), se debe a las dudas de algunos
acerca de la auténtica doctrina de Cirilo, que, aun defendiendo la fe de Nicea, parece que evitó el término de consustancial al Padre (homoousios) referido al Hijo, uniéndose a los semiarrianos defensores del término "cosemejante" (homoiousios). Pero en la carta escrita al papa Dámaso en 382, los padres del concilio testimoniaron a favor del "venerable y pío" Cirilo, porque "había mantenido en diversos lugares numerosos combates contra los arrianos". Es actual también para nosotros el lema de Cirilo en sus catequesis: "El cristiano es un portador de Cristo (cristóforo)". De Cirilo leemos ocho fragmentos de sus Catequesis (además del de la memoria): sáb. XIII sem. T.O.; miérc. XXXI sem. T.O.; juev. XXXI sem. T.O.; juev. IV sem. T.O.; I dom. de adv.; lun. VII sem. de P.; miérc. XVII sem. T.O.; juev. XVII sem. T.O. De las Catequesis mistagógicas (atribuidas a él) se leen tres textos: juev. oct. de P.; viern. oct. de P.; sáb. oct. de P.
19 de marzo SAN JOSÉ, esposo de la virgen María (siglo ix)
1. Nota histórico-litúrgica El nacimiento de san José, que aparece hacia el 800, en un martirologio galicano, el 19 de marzo ("Joseph sponsus Mariae"), en coincidencia con la fecha de un diácono de Antioquía con el mismo nombre mencionado en el martirologio jeronimiano, se desarrolló sobre todo a lo largo de los siglos XIV-XV. En Oriente se celebraba ya desde el siglo v en el calendario copto, pero en fechas diversas. Mientras antes (desde 1621) era fiesta de precepto, hoy esta solemnidad ha dejado de ser de precepto y puede transferirse fuera del tiempo cuaresmal por las conferencias episcopales. Las noticias de la actividad del carpintero de Nazaret (Mt 13,55) dan a entender que se trataba de una actividad muy baja: ninguna de las parábolas de Jesús recuerda el trabajo del carpintero-ebanista.
112 San José 2.
Mensaje y actualidad
La riqueza de los textos eucológicos de la fiesta, tanto en la misa como en el oficio, además de las lecturas recogidas también en las antífonas de la liturgia de las horas, nos ofrece una opción de temáticas que pueden reducirse a los siguientes rasgos. a) En la colecta se destaca la fidelidad de José: "Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación a la fiel custodia de san José". Con tal expresión se subraya la primera de las dos características del perfil del esposo de María: guía seguro y amoroso, defensa y sostén en la pobreza del trabajo cotidiano y en la tormenta de la persecución (huida a Egipto). La tradición eclesial expresa este tema de la fidelidad con dos palabras: "hombre justo" (prefacio de san José, cf Mt 1,19) y siervo fiel (en su misión). La segunda característica es la de padre de Jesús. Como canta el prefacio, fue "el servidor fiel y prudente que pusiste al frente de tu familia, para que haciendo las veces de padre (cf Le 2,48) cuidara a tu único Hijo, concebido por obra del Espíritu Santo". También el segundo responsorio del oficio de lectura cita el texto de Gen 45,8, con referencia al virrey José ("me hizo ministro del rey y señor de su casa"). En la lectura de san Bernardino de Siena, que (junto con Juan Gersón, el canciller de París) fue uno de los principales promotores de la fiesta de san José, se comentan las características bíblicas de su perfil: fidelidad como justicia bíblica y cuidado de Cristo y de María. En la antigüedad, el apócrifo Historia de san José el Carpintero (siglo IV) tenía en Oriente el carácter de lectura litúrgica entre los monjes coptos, que lo festejan el 20 de julio. El hecho de que no se conserve ninguna palabra de san José, pero que se diga que fue dócil a la voz de Dios (Mt 1,18-2,23), nos sugiere el primer corolario de esta actualidad del santo: su silencio, que adora la voluntad de Dios, es para nosotros más elocuente que muchas palabras. Justamente podemos considerarlo, después de María, como el modelo y patrón de la vida interior. En segundo lugar, podemos confiarnos, especialmente a la hora de la muerte, a la intercesión de san José, que es de presumir que gozara de la asistencia de Cristo y de la Virgen en la hora extrema. Él podrá obtenernos desde ahora esa misma fidelidad en llevar a plenitud la obra de la salvación (conclusión de la colecta) iniciada con el bautismo y continuamente consumada a través de los sacramentos y las obras de la vida cristiana.
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b) En la oración sobre las ofrendas se pide que el Señor nos conceda servirle "con un corazón puro como san José, que se entregó por entero a servir a tu Hijo". El servicio de José aparece sobre todo en la impresionante regularidad con que el evangelio de Mateo describe su obediencia: "Hizo lo que le había mandado el ángel del Señor" (l,24ss); "Él se levantó, tomó al niño y a su madre" (2,2 lss). Obediencia, pues, inspirada en una gran fe, porque ésta debía ser extraordinaria para un prodigio (la virginidad de la esposa-madre) que era extraño y casi contrario a cualquier forma de la expectativa mesiánica de su tiempo. c) En la oración después de la comunión dominan dos verbos en la súplica: "Señor, protege sin cesar a esta familia tuya, que ha celebrado con gozo la festividad de san José participando en la eucaristía; y conserva en ella los dones que con tanta bondad concedes". José fue guardián de Cristo y de su madre virgen, que eran los dones más grandes que Dios podía configar a un hombre. No hay necesidad de recurrir a las invenciones del protoevangelio de Santiago (siglo ll), que lo imagina como un viejo viudo que recibe en custodia de las manos del gran sacerdote a la doceañera María, que hasta aquel momento había vivido en el templo, después de que un experto de la Escritura descubriera su embarazo. Tampoco cabe suponer lo que escribe el evangelio armenio de la infancia, según el cual Eva acompañaba a José en el primer amamantamiento del recién nacido y convalidaba el milagro del nacimiento virginal. La segunda petición hace referencia a la protección de José, jefe de la familia de Nazaret y hoy para nosotros de la Iglesia, nueva familia de Dios. Él, que insertó al salvador en la descendencia davídica, ligada a él, que era el padre legal (Mt 1,18-25), I ue el protector de su familia sobre todo en los momentos de peligro (en la fatigosa y peligrosa huida a Egipto). Si es verdad que "la mujer es el futuro del hombre", se puede constatar que José debía a María el haber sabido orientar su propia fidelidad hacia una paternidad espiritual respecto a un Hijo que sólo había recibido de Dios. Pero es también verdad que tal paternidad espiritual supone la jurídica y legal, ya que sólo él era de la estirpe de David, y por ende capaz de insertar al Hijo en la continuidad de las promesas mesiánicas. Él, pues, ha recibido ur Q misión de protector y guardián del Verbo encarnado en f< pna directa, y no sólo porque era el esposo de María. También nosotros somos llamados a menudo
114 Santo Toribio de Mogrovejo a ser guardianes de realidades sagradas, en nosotros mismos, en nuestra vida, en la familia, por una misión indirecta recibida de Dios.
23 de marzo SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO, obispo (1538-1606)
1. Nota histórico litúrgica La memoria facultativa de Toribio Alfonso, nacido en León en 1538, que primero fue magistrado en Granada, después de haber estudiado derecho en Salamanca, es reciente, aunque fuera canonizado en 1726, y adquiere valor porque fue el gran evangelizador de Perú y de otros países de Hispanoamérica. Este país, hacía poco conquistado por Pizarro para la corona de España, recibió por deseo de Felipe II al nuevo arzobispo de Lima, elegido cuando aún era laico (1580). Lima, elevada a sede episcopal en 1541, tenía jurisdicción en los países que se extendían entre Panamá y Río de la Plata. Su diócesis, en la cual entró en 1581, ocupa 520 km en la costa del Pacífico. A su gobierno fue asociada una provincia eclesiástica que, desde Nicaragua, llegaba hasta Paraguay y Argentina. Dedicó sus trabajos pastorales a convocar concilios y sínodos para la formación del clero y la elevación moral del pueblo, especialmente el autóctono (los indios), acudiendo a las míseras viviendas de los indígenas para confortar a la pobre gente. Murió en Saña el 23 de marzo de 1606 en una comunidad india, hacia el fin de su último viaje pastoral. Era jueves santo e hizo que le acompañaran los salmos (115,10: La casa de Aarón...; 30,6: En tus manos...) al son del arpa, dirigiéndose al crucifijo. Sus restos fueron trasladados a Lima en 1607.
2,
Mensaje y actualidad
La colecta (tomada del propio de la ciudad de Roma para el beato Gregorio X) enuncia dos temas. El primero es la referen-
23 de marzo 115 cia a las fatigas apostólicas del santo obispo, con las cuales fecundó a su Iglesia; fatigas que él afrontó con entusiasmo desde el momento en que, contra su voluntad, se topaba con la prohibición de los cánones de la Iglesia de elegir un laico para el episcopado. Frente a los escándalos que hacían más difícil aún su misión (se le acusaba de ausentarse durante largos períodos misionales de la capital), a la resistencia del gobierno colonial y a las mismas órdenes religiosas, que oponían a su firme obra de evangelización y de saneamiento moral la fuerza de la costumbre (les prohibió que fueran párrocos para impulsarles a dirigirse al "frente" misionero), respondía con paciente firmeza, según Tertuliano: "Cristo se llama la verdad, no la costumbre". Construyó en 1591 el primer santuario mariano del nuevo mundo y no cesó de estudiar y aprender los dialectos locales para tratar directamente con los indios evangelizados. La oración prosigue pidiendo "el celo por la verdad de tu obispo santo Toribio". En efecto, él sintió gran amor por los indios, aprendiendo su lengua (el quechua). Podemos inspirarnos en este santo pastor, que hizo tres veces la visita pastoral a su inmensa diócesis; que con los decretos de sus concilios provinciales —entre ellos el primer concilio de Lima (1582-1583), que fue como el concilio Tridentino de América— logró restaurar la verdadera disciplina, aplicada también en doce sínodos diocesanos. Dio la medida de su bondad con ocasión de una epidemia de peste, llegando a ofrecer su vida por la salvación de su grey. La actualidad de este apóstol, a quien Benedicto XIV comparó con Carlos Borromeo, se evidencia en esta generosidad que hace crecer al pueblo de Dios "en la fe y en la santidad de vida". El texto de la lectura en el oficio, tomada del decreto sobre el deber pastoral de los obispos en la Iglesia (1963), subraya estas notas del método de la evangelización, que son actuales también para nosotros: claridad de doctrina, comprensión en el diálogo, prudencia de acción, confianza ilimitada y predilección por los últimos (los indios de Toribio).
ABRIL
2 de abril SAN FRANCISCO DE PAULA, ermitaño (1416-1507)
1. Nota histérico-litúrgica Francisco, nacido en Paula, Calabria (que en aquel tiempo pertenecía al reino de Ñapóles), en 1416, después de un voto hecho por sus padres a Francisco de Asís, vistió a los trece años el hábito franciscano, y luego, dos años más tarde, se retiró a la vida eremítica. En torno suyo se reunieron algunos discípulos, que compartieron su rigor ascético y constituyeron (en 1452) la Orden de los Ermitaños de San Francisco de Asís, llamados también Mínimos. Por orden del papa Sixto IV, que había hecho investigar la verdad de los milagros y de los dones extraordinarios que Dios le otorgaba, Francisco fue a Francia para asistir al rey Luis XI, preparándolo para la muerte (1483); y, después de su muerte, asumió la dirección espiritual del hijo, Carlos VIII, continuando sus servicios también con Luis XII. Pasó quince años en Francia y fundó numerosos conventos. Murió serenamente el 2 de abril (era un viernes santo) de 1507, en Plessis-lés-Tours. Fue canonizado en 1519. En el calendario actual es una memoria facultativa (1969).
2. Mensaje y actualidad La colecta de la misa comienza con una invocación que caracteriza el carisma de este santo fundador, el cual, por humildad, no quiso acceder nunca al presbiterado: "Señor, Dios
118 San Francisco de Paula nuestro, grandeza de los humildes, que has elevado a san Francisco de Paula a la gloria de tus santos"; y defendió, incluso con milagros, el espíritu de mortificación que se juzgaba excesivo, tomando con la mano los carbones encendidos ante el prelado de Pablo II, que le había hecho investigar. Entre los hechos extraordinarios de su vida se puede recordar el paso del estrecho entre Reggio y Messina (1464), extendiendo su propio manto atado a su bastón. Se pide esta virtud de la humildad para que, a imitación suya, alcancemos "el premio prometido a los humildes". La vida de este taumaturgo y austero eremita, que introdujo el "voto de la vida de cuaresma", esto es, el ayuno cuaresmal extendido a todo el año y defendido por él incluso contra el papa Sixto IV (apoyado, empero, por Julio della Rovere), es un hecho extraordinario en el contexto de aquella sociedad prerrenacimental de su tiempo, tan refractaria a la austeridad. Pero sigue siendo actual para nosotros, a la luz de aquel lema paulino (2Cor 5,14) que constituyó el secreto de su espiritualidad, tanto más ahora en el tiempo pascual: "El amor de Cristo nos apremia" ("Caritas Christi urget nos"). La austeridad (cf el ayuno permanente, tan defendido por él) ha de apoyarse en la contemplación de la pasión del Señor, como se evidencia en su carta dirigida desde Tours a los procuradores del eremitorio de Spezzano (Cosenza), que se lee en el oficio de lectura, y puede encontrar su raíz sólo en la humildad radical de que estuvo entretejida su vida. Él siempre ofreció resistencia al papa, que quería ordenarle. Es una virtud difícil también en nuestros días; pero nuestra verdadera grandeza ante Dios y ante los hombres consiste en reconocer la propia pequenez, sintiéndose mínimos como este santo, tan ensalzado por el Señor en la vida y después de la muerte, incluso con milagros. También nosotros podemos hacer nuestra su oración, pronunciada en punto de muerte: "Amable Jesús, conserva a los justos, justifica a los pecadores, ten compasión de todos los fieles vivos y difuntos, seme propicio, aunque yo no sea más que un indignísimo pecador".
4 de abril 119 4 de abril SAN ISIDORO, obispo y doctor de la Iglesia (556-636)
1. Nota histórico-litúrgica El santo obispo de Sevilla, nacido en esta ciudad hacia el 556 de noble estirpe hispano-romana oriunda de Cartagena, y perteneciente a una familia de santos (Leandro y Fulgencio, obispos), fue sucesor de su mismo hermano mayor, Leandro, primero en el cargo de abad del monasterio y luego (en el 600/1) en la sede episcopal. Durante los casi cuarenta años de episcopado se distinguió por su predicación apostólica contra las herejías residuales del arrianismo y contra los herejes llamados "acéfalos", negadores de la dualidad de naturaleza en Cristo. Fundó junto a Sevilla un colegio para la formación cultural del clero y de los laicos, y fue su primer maestro. En efecto, la escuela de Sevilla se hizo célebre en toda España. En el cuarto concilio de Toledo (633) hizo obligatorias tales instituciones, que luego se convirtieron cu escuelas eclesiásticas y monásticas, precursoras de las universidades. Gran escritor, erudito conocedor de la literatura anacorética oriental y admirador de Orígenes, nos ha legado no sólo la Historia de los Godos y el Libro de las etimologías (que es una especie de inventario de todos los conocimientos humanos, muy apreciado en la Edad Media; se llama también Libro de los orígenes de las cosas), sino además dos libros sobre los Oficios divinos, que son una explicación de la antigua liturgia española. En efecto, se le atribuye el misal y el breviario para uso de la Iglesia hispánica, que luego constituyó el núcleo de la liturgia mozárabe, que sobrevivió a la ruina de la Iglesia visigótica (restaurada más tarde por el gran Jiménez). Por la mole de sus escritos, entre los que merece mención especial la Regla de los monjes, en la que se manifiesta como un hombre de ley y de orden contra la indisciplina, este santo sintetizador de la ciencia antigua puede ser considerado como un maestro de la Europa medieval, junto con Gregorio Magno, Casiodoro y Boecio. Murió el 4 de abril del 636, y su cuerpo fue inhumado en la catedral de Sevilla (entre dos de sus hermanos, Leandro y Florentina). Inexplicablemente, su culto fuera de España data sólo de 1722. Aparece en las letanías del Salterio llamado de Carlomagno, anterior al siglo IX, así como en el martirologio de Usuardo
120 San Isidoro (siglo ix). Se le atribuye la oración "Adsumus" que, sacada de sus obras (Ordo celebrandi concilium), fue recogida posteriormente por los libros pontificales y recitada continuamente hasta nuestros días en todos los concilios. Una manifestación de su santidad fue también su muerte, descrita "de visu" por un discípulo y testigo suyo: antes del amanecer de la pascua (31-III636) se hizo llevar a su iglesia acompañado por el clero y el pueblo y recibió la penitencia pública in extremis, según el rito visigótico explicado en su De ecclesiasticis officiis (1, II, PL 83,801-804). 2. Mensaje y actualidad La colecta de la misa parece un poco genérica, tal vez por la dificultad de caracterizar la fisonomía espiritual de este obispo, que es más recordado por su creatividad enciclopédica —estudios teológicos, creación litúrgica, disciplina canónica— que por la actividad política, como consejero de príncipes y de reyes. En efecto, el texto dice que el santo fue elegido "para que fuese testimonio y fuente del humano saber" (el latín dice: "celestes enseñanzas"). La actualidad de este magisterio del doctor, que ha sido llamado "el último padre de la Iglesia occidental", consiste, más que en su obra enciclopédica, donde recoge gran número de tesoros de la sabiduría antigua, en su predilección por comentar y meditar la Sagrada Escritura (de la que hizo una nueva edición crítica y comentarios de tipo alegórico), con disertaciones sobre los nombres de la Escritura, sobre personajes del Antiguo (cf Quaestiones in Vetus Testamentum) y del Nuevo Testamento y sobre las interpretaciones místicas de los distintos hechos. La página que se lee en el oficio de lectura, tomada de su tratado sobre los oficios eclesiásticos, nos habla de las características del obispo: conocimiento de las Sagradas Escrituras, humildad y autoridad, además de hospitalidad: "Debe dar tales pruebas de hospitalidad que a todo el mundo abra sus puertas con caridad y benignidad".
5 de abril 121 5 de abril SAN VICENTE FERRER, presbítero (1350-1419)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Vicente nos presenta una singular figura de dominico, gran predicador en la época más tormentosa de la cristiandad, desgarrada por la cautividad aviñonense y por el cisma de Occidente y resuelta al fin en el agitado concilio de Constanza. Nacido en Valencia en 1350, entró en la Orden de Predicadores a los diecisiete años (1367) y fue ordenado sacerdote en 1378. Después de la curación de una enfermedad, Vicente se sintió investido de la misión de llevar el mensaje evangélico no sólo a los cristianos, sino también a los judíos (convirtió a un famoso rabino), a los moros y a los herejes llamados cataros (o puros) y valdenses. En 1390, cuando el cardenal legado (Pedro de Luna) llegó a Valencia, se convirtió en su teólogo oficial en sus viajes a través de España. Cuando el cardenal fue elegido papa con el nombre de Benedicto XIII, defendió a Vicente contra la acusación de haber dicho que ludas se había arrepentido eficazmente, y lo llamó a la corte de Aviñón como confesor. Vicente apoyó a este papa (cf su Tratado del papa), invitando a las cortes de Aragón y de Castilla, después de la de Francia, a prestarle obediencia. Más tarde, empero, cuando se percató de su obstinación irracional en el cisma, se comportará en sentido contrario, anunciando la oposición de los reyes de Aragón, Castilla y Navarra. Recorrió, además de España, también otras naciones europeas: Italia, Suiza y Francia. Y fue precisamente en una misión a Lyon, en 1404, donde el entusiasmo de las muchedumbres le hizo sentir la urgencia de dar una cierta forma exterior a la Compañía de aquellos fieles que, deseosos de aceptar la disciplina ascética que él predicaba (verdadera élite de la penitencia y de la fe, conocida con el nombre de "flagelantes"), vestían un hábito blanco y negro, además del bordón de peregrinos, y realizaban un cierto número de flagelaciones, mientras un retornelo acompañaba el canto compuesto por él mismo, con estas palabras: "En honor de la pasión de nuestro Señor Jesucristo y por el perdón de nuestros pecados, Señor Dios, misericordia". El apogeo de este intenso apostolado de predicación popular y apasionada comprende el período de
122 San Vicente Ferrer 1412 a 1419, durante el cual fue invitado a pronunciarse sobre la sucesión de la corona de Aragón, declarándose a favor del infante de Castilla. Murió en Vannes (Bretaña), durante una de las misiones que tenían también el objetivo de poner fin a la guerra de los cien años que azotaba a Francia e Inglaterra, el 5 de abril de 1419. En la tercera y última fase de sus viajes de predicador ya no habló, como anteriormente, del anticristo y del fin del mundo.
2. Mensaje y actualidad La colecta nueva, compuesta para configurar la espiritualidad del santo, subraya el punto focal del mensaje, que también en nuestros días es una apelación de gran actualidad. Ante todo este santo fue suscitado por Dios en la Iglesia como predicador infatigable del evangelio para espolear a los hombres a la espera vigilante del juicio. Ya desde 1399 Vicente inauguró su verdadera misión de legado "a latere Christi" (en analogía con "legatus a latere" de los pontífices), que él mismo explicaba en una apología suya a Benedicto XIII. Él creía, por ejemplo, que la santísima Virgen había obtenido de su hijo que el mundo subsistiera hasta que san Francisco y santo Domingo cumplieran su obra y que, frente a la fallida conversión, más aún, ante el aumento de la corrupción, él había sido elegido como uno de los tres enviados extraordinarios para anunciar el fin de los tiempos. Y en Salamanca, donde la gente le preguntaba por los signos del juicio final, él respondía que "no había mejor señal que la misericordia de Dios, que ha obrado hasta ahora por medio del pecador que estaba ante ellos más de tres mil milagros". La predicación de la llegada inminente del arcángel del Apocalipsis, en una época de desvarío como la del cisma, que parecía anticipar el cataclismo final, no parece ser, en consecuencia, fruto de un celo fanático o intempestivo. En efecto, Vicente, con su predicación en toda Europa, remitiéndose a los juicios de Dios, a quien han de darse cuentas, parecía realmente como un ángel del juicio que con el poder de los milagros a discreción (en Valencia predijo el pontificado a Calixto III y el triunfo de Bernardino de Siena), con el don universal de las lenguas (lengua valenciana, que entendían en todos los países neolatinos y franceses) y con la eficacia de su fulgurante palabra, salvó en algún modo el mundo (de la misma manera que la predicación
7 de abril 123 de Jonás salvó a Nínive de la destrucción). Si se equivocó acerca del inminente fin del mundo, hay que reconocer que interrumpió tal predicación tras el concilio de Constanza. La petición final de la colecta, que nos invita a prepararnos a la venida del Señor para contemplarlo en la gloria del cielo, se convierte en un corolario de este recuerdo escatológico, siempre saludable por ser relativizante, como testimonia la misión profética de Vicente Ferrer en un momento tan trágico de la historia de la Iglesia, que originó el gran cisma de la reforma protestante. La lectura del oficio, que contiene consejos del santo sobre el modo de predicar y de confesar, puede servir para plasmar de modo concreto este llamamiento profético de tipo escatológico. "En el confesonario debes mostrar... sentimientos de caridad;... el pecador ha de sentir siempre que tus palabras proceden exclusivamente de tu caridad". Su obra, De vita spirituali, la más difundida a finales de la Edad Media, así como sus Sermones, conocidos en toda Europa, siguen siendo todavía hoy una eficaz invitación a este cristocentrismo apostólico y escatológico anclado siempre en la Escritura.
7 de abril SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, presbítero (1651-1719)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria del santo educador de la Francia postridentina nos remite a la escuela francesa de espiritualidad del siglo XVII. Nació de una familia de juristas en Reims en 1651. Después de haber estudiado en el seminario de SaintSulpice, en Reims, se ordenó sacerdote en 1678. Siguiendo las huellas del canónigo Roland, que se ocupaba de las clases sociales más pobres, renunció al canonicato para dedicarse a la educación e instrucción de los niños pobres (en 1679 ya había fundado una escuela para los pobres), dando inicio a la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (sólo en 1684 emitieron los votos temporales sus doce cohermanos), que ponía bajo el patronato de la santísima Virgen. Pero ya en
124 San Jntin Bautista de La Salle los años 1700-1701 se presentaron las primeras dificultades para hacer aceptar el método pedagógico del fundador, entre otras cosas por la indiferencia del clero sulpiciano, porque la pedagogía racional adoptada, con la eliminación de elementos tradicionales inútiles, suponía la adopción de la lengua materna en lugar del latín. Tal método tuvo gran difusión y se convirtió en un modelo por sus constituciones destinadas a religiosos laicos. Murió en Ruán (sede del noviciado desde 1705) el 7 de abril de 1719, después de haber renunciado al cargo de superior en 1717, dedicándose en el ínterin a escribir obras religiosas. Fue canonizado en 1900. Su cuerpo reposa, desde 1937, en la sede romana del Instituto dedicado a su nombre.
11 de abril 125 modelo de educadores (incluso de nuestros tiempos), que murió un viernes santo diciendo: "Yo adoro en todas las cosas la conducta de Dios a mi respecto". La misma lectura del oficio, sacada de una meditación del santo, es una apología siempre actual del educador como un verdadero ministerio en la Iglesia.
11 de abril SAN ESTANISLAO, obispo y mártir (1030-1079)
2. Mensaje y actualidad La colecta recuerda la misión de este santo: "Señor, tú que has elegido a san Juan Bautista de la Salle para educar a los jóvenes en la vida cristiana"; y pide que suscite "maestros en tu Iglesia que se entreguen con generosidad a la formación humana y cristiana de la juventud". La acción profética de este sacerdote aristocrático ha inaugurado un tipo de maestro consagrado a su misión educativa, porque ejerció una paternidad de elección que nace del amor de Cristo, que le hizo superar las barreras que en su época se interponían entre las clases sociales; y casi sin darse cuenta, le hizo sentir la instancia de crear un método pedagógico donde están previstos los patronatos y los círculos de estudio con enseñanza posescolástica y clases dominicales, las escuelas de aprendizaje para chicos y jóvenes (de los siete a los veinte años) y los primeros centros de reeducación. Soportó la humillación de sus familiares, que le echaban en cara sus compromisos con gente humilde, y de los mismos burgueses y aristócratas de la época, que lo acusaban de deshonrar su estado canónico; sufrió hostilidades hasta hacerse condenar dos veces por la corporación de los maestros de escuela; toleró pacientemente las odiosas medidas de los dignatarios eclesiásticos (el cardenal de París fue engañado por el párroco de Saint-Sulpice, 1702), que lo destituyeron por incapaz, acusándolo incluso en un proceso (1712) de subordinar a los menores, y por fin sobrellevó las incomprensiones de sus mismos cohermanos mediocres, que lo abandonaron. Todas estas pruebas fueron como el estigma de la cruz sobre este
1. Nota histórico-litúrgica La memoria ahora obligatoria (por decreto de Juan Pablo II) de Estanislao, nacido en la periferia de Cracovia (Polonia) el 26 de junio de 1030 de padres de edad avanzada, nos hace vivir una página dramática de historia local. El joven que, después de cursar estudios en París, fue ordenado sacerdote por el obispo de Cracovia (Lamberto) y luego designado canónigo y por fin predicador, fue elegido contra su voluntad para suceder a su obispo en 1072, mostrándose como un pastor solícito con los pobres y oprimidos. Con el rey Boleslao II de Polonia, que, aunque hombre valeroso (logró una clamorosa victoria contra los rusos en Kiev), era moralmente corrompido e infiel, se comportó como Juan Bautista, echándole en cara su conducta desordenada, hasta el punto de llegar a excomulgarlo. Tal derecho, extendido a los obispos, se fundaba en la excomunión papal de Canossa. Tres veces atentó el rey contra su vida, y, en vista del fracaso de sus soldados, el mismo Boleslao mató al santo obispo en el altar mientras celebraba la eucaristía, el 11 de abril de 1079. Fue canonizado en Asís en 1523 por Inocencio IV y lo sepultaron con los honores de mártir en la iglesia de San Miguel de Kalka. Es el primer santo polaco a quien la tradición llama mártir de la verdad. La sospecha de que fuera asesinado por traidor, es decir, conspirador con los bohemios contra el rey (cf Crónica de Gall del siglo xn) fue descartada definitivamente por el historiador polaco Kadlubck (11201223), alumno del Ateneo de Bolonia. Su cuerpo fue trasladado en 1088 a la catedral de Warel, en Cracovia.
126 San Estanislao 2. Mensaje y actualidad La colecta subraya el sacrificio del obispo: "Señor, tú has otorgado a san Estanislao... la gracia de sucumbir en aras de tu gloria bajo la espada de los perseguidores". Este coraje para hacer frente a la corrupción pública de un rey que se había apoderado por pasión de una mujer casada (el escritor anónimo Gall, 1112, dice que fue muerto "pro traditione", resistencia) nos advierte que ante el escándalo no podemos callar, sino tener el mismo celo del Bautista frente a Herodes. Esto es muy consolador, dado que el Señor aceptó esta ofrenda personal como precio de la conversión del rey (cosa que hará más tarde santa Teresita por el impenitente condenado a muerte Pranzini). En efecto, el rey, abandonando su reino, permaneció exiliado en Hungría y, después de algún tiempo, se retiró como hermano laico al monasterio benedictino de Osjak, donde fue sepultado. La petición de la plegaria nos invita a "perseverar con firmeza en la fe, hasta la muerte". La perseverancia en la lucha por la fe es ilustrada asimismo por la carta de san Cipriano, que leemos en el oficio, donde, casi a manera de comentario a este martirio (aún puede apreciarse en su cráneo el golpe descargado por el rey en el occipucio) se alude a la relación entre el propio sacrificio y el holocausto de la eucaristía: "Armemos la diestra con la espada espiritual para que rechace con decisión los sacrificios sacrilegos y, acordándose de la eucaristía, en la que recibe el cuerpo del Señor, se una a él para poder después recibir de manos del Señor el premio de la corona eterna". El tema de la eucaristía como ayuda en el martirio es digno de recordarse hoy en la catequesis. Según la leyenda, el cuerpo despedazado volvió a recomponerse. Todo un símbolo de la unidad polaca.
13 de abril 127 13 de abril SAN MARTÍN I, papa y mártir (t 655)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de este papa, que, según la Vida griega, murió en Crimea el 13 de abril del año 655 (fecha inscrita también en el calendario bizantino), nos remite a las luchas cristológicas conclusivas de la larga serie de las decisiones calcedonenses, comprometidas por la nueva herejía monotelita. En efecto, este italiano, nacido en Todi (Umbría) y elegido papa en 649, tuvo que luchar contra el emperador de Oriente Constancio II, defensor de la herejía de Eutiques, que negaba la doble voluntad de Cristo, derivada de su doble naturaleza. En el concilio de Letrán del año 649, Martín, con quinientos obispos (entre ellos el intrépido san Máximo el confesor), condenó al emperador. Éste trató de vengarse y, después de una fallida tentativa (la misión de Olimpio, que, tras independizarse, usurpó el poder en Italia del 649 al 652), logró llevar a Constantinopla (653) ante el nuevo hexarca al anciano y enfermo papa, condenándolo a muerte por supuesta complicidad con Olimpio. La misma conmutación de la pena capital por alta traición, con la deportación al Quersoneso (Crimea) por intervención del patriarca Pablo II, permitió al papa hacer de su prisión en la miseria y soledad algo equivalente al martirio. En efecto, allí pudo enterarse de que habían elegido a su sucesor, Eugenio I (654-657), y en esta soledad murió. Su cuerpo fue venerado en la iglesia de Santa María de la Blanquerna, a las puertas de Cherson. En Oriente era festejado como mártir el 13 de abril (fiesta de santa Eufemia); mientras que en Occidente, desde el siglo K, por atracción de su homónimo obispo de Tours, su fiesta fue trasladada al 12 de noviembre. 2. Mensaje y actualidad La colecta, procedente del misal parisiense de 1738, suplica que sepamos "soportar con fortaleza de espíritu las adversidades de este mundo". El fragmento de la carta está escrito desde su lugar de deportación a un amigo de Constantinopla (MANSI, X, 858-861) en septiembre del 655. Es la tercera carta que nos
21 de abril I2l>
128 San Anselmo
queda, tras las otras dos dirigidas a Teodoro, en las que narra sus sufrimientos. Se siente gemir al papa bajo el peso de este martirio moral y espiritual, hasta decir: "Hemos llegado casi a vernos privados de nuestra propia vida". Pese a ello, invoca la intercesión de san Pedro para que "Dios... confirme sus corazones... en la fe ortodoxa, y la robustezca contra cualquier hereje o adversario de la Iglesia". La prueba de tal firmeza se deduce asimismo del hecho de que, ante el tribunal imperial (donde se pretendía que el proceso tuviera un carácter político; esto es, la guerra contra el emperador estaba motivada por haber impedido la rebelión de Olimpio), dijo que había condenado el Tipo (declarado "sclerosus") y a la "impiissima Ecthesis" sólo por obedecer a su cargo de pontífice. El heroísmo del martirio, incluso moral, que brota —como él lamenta— sobre todo de "la insensibilidad y falta de compasión de todos aquellos que en cierto modo me pertenecíais, y también [de] la de mis amigos y conocidos, quienes, cuando me he visto arrastrado por esta desgracia, ni siquiera se acuerdan de mí, ni tampoco se preocupan de si todavía me encuentro sobre la tierra o de si estoy fuera de ella", se encuentra en nuestros días ante situaciones análogas. Quien quiera cumplir con su deber a toda costa ante Dios o ser coherente con la palabra divina sin ningún compromiso puede inspirarse en el ejemplo de Martín, que permaneció inamovible: "¿Creéis que tenemos miedo de presentarnos ante el tribunal de Cristo y que allí nos acusen y pidan cuentas hombres formados de nuestro mismo barro?"
21 de abril SAN ANSELMO, obispo y doctor de la Iglesia (1033-1109)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de este obispo y doctor de la Iglesia (1720), que ha sido llamado "padre de la escolástica", nos presenta a un hijo del feudalismo el siglo XI. El padre era señor longobardo de Aosta, y la madre estaba ligada a la casa de
Saboya. Nacido en 1033, después de una primera educación monástica con los benedictinos de Aosta (1056), donde aprendió a buscar a Dios, Anselmo se hizo monje; pero alejado de esta vida por las presiones paternas y tras un período de desconcierto, el joven huyó a Francia y luego a Normandía, donde entró en la abadía de Le Bec, poniéndose bajo la dirección de su compatriota el abad Lanfraneo de Pavía (1059). Después del nombramiento de éste como abad de Caen, Anselmo fue elegido prior y más tarde abad (1078) de Le Bec, donde destacó como predicador y reformador de la vida monástica. En este período compuso sus mejores obras (Monológion y Proslógion); pero durante un viaje a Inglaterra, donde había sido nombrado arzobispo de Canterbury Lanfranco, fue llamado a sucederle después de su muerte (1098). Envuelto en la lucha de las investiduras, se enemistó con los reyes Guillermo II (el Rojo), que se negaba a reconocer al papa Urbano II y le ponía obstáculos, y Enrique I, que se opuso a sus reformas. Sufrió el exilio por dos veces: en 1098 y en 1103. Al fin pudo volver a su sede, donde murió el 21 de abril de 1109. Sus escritos, que nos transmitió su biógrafo Eadmero, ejercieron un fuerte influjo en sus contemporáneos, hasta convertirle en un campeón de la religiosidad intimista del tardo medievo. 2. Mensaje y actualidad La colecta, nueva, tiene el mérito de trazar las notas características de la espiritualidad del santo al presentárnoslo como investido por Dios del "don de investigar y enseñar las profundidades de tu sabiduría"; y pide "que nuestra fe ayude de tal modo a nuestro entendimiento, que lleguen a ser dulces a nuestro corazón las cosas que nos mandas creer". Se trata de la aparición de ese aspecto que representó los comienzos de la teología racionalizante, pero siempre de tendencia contemplativa: Fides quaerens intellectum era el título primitivo de su Proslógion. Más tarde, esta herencia del pensamiento teológico, que es sin duda el más importante de la tradición monástica occidental, será patrimonio de la escolástica: sólo en el siglo Xiv ejercerá Anselmo un gran influjo como teólogo y escritor espiritual. Se puede subrayar la primacía otorgada a la sabiduría en la investigación y en la enseñanza, que hace de Anselmo el mayor anillo de conjunción entre san Agustín y santo Tomás. La página tomada de su Proslógion en el oficio de lectura nos introduce en la sabiduría de esta investigación contempla-
130 San Jorge
23 de abril
131
tiva, que no es mera curiosidad intelectual o sólo meditación filosófica: "¿Has encontrado, alma mía, lo que buscabas? Buscabas a Dios, y has encontrado que él está por encima de todas las cosas, que nada mejor que él se puede imaginar". También las demás obras de san Anselmo sobre La procesión del Espíritu Santo (1102) —él fue en Barí el exponente por parte católica contra los cismáticos de Miguel Cerulario—, sobre el Por qué un Dios hombre (1098) (la necesidad de la encarnación demostrada con la razón) y sobre otros argumentos en los Sermones, en las Meditaciones y en las Cartas y, por fin, en las Oraciones (éstas marcan una ruptura con las formas de la plegaria carolingia) están inspiradas en este espíritu de intelectualismo afectivo, sapiencial. Éste ha de hacernos amar también hoy las verdades que se buscan: el latín en la parte final de intercesión de la colecta dice: "Ut cordi dulce sapiant", tengan un dulce sabor para el corazón. Éste es el justo estatuto moderno de la verdadera teología también para todos nosotros, que no debemos confundirla con las pretendidas neutralidades, las desgajadas arideces o las reductivas parcialidades de las demás ciencias.
le dedicara una basílica en el Velabro. Las noticias de su passio, considerada apócrifa por el decreto gelasiano del siglo vi, que la incluye en el índice de los libros prohibidos, nos cuentan que el santo, nacido en Capadocia, instruido por su madre en la religión cristiana, habría tenido la valentía necesaria para destruir los ídolos y matar a sus sacerdotes. Luego, ya soldado y tribuno del ejército imperial, se enfrentó con Diocleciano, cruel perseguidor de los cristianos, que lo hizo torturar hasta que murió decapitado. En Occidente ha tenido más difusión la versión breve de la passio (con el rey Dadiano). Su culto, difundido por los cruzados de Occidente —por lo que el santo caballero fue tomado como patrón no sólo en Georgia (que lleva su nombre), sino también en Cataluña, Aragón, Inglaterra (en 1222 fue proclamado patrono del reino inglés por el rey Enrique III), Portugal, Lituania y en algunos cuerpos militares—, está ligado también a la iconografía. Ésta nos presenta al soldado vencedor del dragón con un cliché común, que aparece relativamente tarde en la tradición occidental (v.gr., como "defensor" de todo el pueblo).
De Anselmo, además de los fragmentos para su memoria y el viern. de la I sem. de adv. del Proslógion, se lee un texto de los Sermones (Sant 8-XII).
2. Mensaje y actualidad
23 de abril SAN JORGE, mártir (siglo iv)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa del "megalomártir" (gran mártir, como se le llamaba en la Iglesia griega), que era venerado en Lida, Palestina, desde la segunda mitad del siglo iv en una iglesia levantada sobre su tumba (recordada por el archidiácono Teodosio y por el Anónimo de Piacenza), es celebrada también por la Iglesia bizantina en esta fecha. Enlaza con la fiesta celebrada en Roma, después de que el papa León II (682-683)
La colecta, que deriva del antiguo sacramentarlo gelasiano, recuerda que san Jorge fue "fiel imitador de la pasión del Hijo de Dios". La frase latina: "imitador de la pasión de Cristo" ("dominicae passionis imitator"), atribuida a san Esteban, ha sido elegida porque esta memoria cae en el tiempo pascual. Por ello la primera enseñanza es la de celebrar siempre el misterio pascual de Cristo en las fiestas de los santos, como nos ha recordado el concilio Vaticano U (SC 104). Por otra parte, la misma leyenda del dragón, muerto por el caballero porque devoraba seres humanos, no ha sido aceptada nunca en el oficio (era la única fiesta que no poseía una lectura hagiográfica), y puede interpretarse en sentido simbólico, como la superación de los sacrificios humanos en aquella tierra pagana (Beirut). La interpretación simbólica que nos da san Pedro Damián, en el oficio de lectura, comenta perfectamente lo que la demanda final de la colecta nos hace pedir: "sea para nosotros protector generoso en nuestra debilidad". En efecto, si hemos sido bautizados, debemos celebrar dignamente el misterio pascual. "Así es como, limpios de las manchas del antiguo pecado
132 San Fidel de Sigmaringa (ésta es nuestra atávica debilidad) y resplandecientes por el brillo de la nueva conducta (es la señal del poder de Dios que resplandece en nosotros), celebramos dignamente el misterio pascual e imitamos realmente el ejemplo de los santos mártires".
24 de abril SAN FIDEL DE SIGMARINGA, presbítero y mártir (1578-1622)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de este mártir, canonizado por Benedicto XIV en 1746, está ligada a las luchas religiosas del siglo xvii entre los dos frentes confesionales de la "Unión" y de la "Liga". Nacido en 1578 en Sigmaringen (en el Hohenzollern, Alemania), Marco Roy, hijo del alcalde del lugar, estudió en Friburgo de Brisgovia, consiguiendo un doble doctorado (en derecho y filosofía). Después de viajar por Europa y haber ejercido la abogacía en Colmar, entró en la Orden de los Hermanos menores en Friburgo, a los treinta y cuatro años (1612), con el nombre de Fidel, dedicándose a la predicación y al apostolado castrense entre las tropas austríacas del emperador. Por fin fue enviado por la congregación De Propaganda Fide a Retia para consolidar la fe contra los progresos de la herejía calvinista, donde logró convertir al mismo conde Rodolfo de Salis. La reacción contra el edicto que obtuvo la proscripción del culto protestante en los Grisones, donde Austria había puesto pie, provocó la violenta reacción de los campesinos calvinistas, que, capitaneados por un ministro (tras el golpe se convertirá), lo mataron a la puerta de la iglesia de Seewis (cantón de Graubünden, en Suiza), el 24 de abril de 1622, durante una misión. Invitado a abrazar la fe calvinista, respondió: "He venido para luchar contra la herejía, no para abrazarla". Cayó a tierra perdonando a sus asesinos, como Cristo en la cruz. Su cuerpo está sepultado en la catedral de Coira.
25 de abril 133 2. Mensaje y actualidad La colecta de la misa recuerda en la primera parle al santo "abrasado en amor (de Dios)" al "que te has dignado conceder la palma del martirio... cuando se entregaba a la propagación de la fe". Éste es asimismo el amor que celebra la homilía del papa Benedicto XIV en el oficio de lectura cuando dice: "Junto con esta caridad (ejercida con los pobres durante la peste que diezmó el ejército austríaco destacado en Retia), Fidel —hombre fiel por su nombre y por su vida— sobresalió en la defensa de la fe católica, que predicó incansablemente". En la segunda parte de la colecta se evoca la resurrección de Jesucristo porque esta memoria cae en el tiempo pascual, y se pide que también nosotros, "arraigados, como él, en el amor, lleguemos a conocer el poder de la resurrección de Jesucristo". Por tanto, con la fe pascual, que vence al mundo, también nosotros podemos experimentar este poder de la caridad, que había inspirado a Fidel a invocar durante un año entero la gracia del martirio: "Aunque indigno, estoy seguro de que Dios lo ha destinado para mí".
25 de abril SAN MARCOS, evangelista (siglo ix)
1. Nota histórico-litúrgica La fiesta del evangelista, que la más antigua tradición cristiana considera autor del segundo evangelio, "discípulo e intérprete de Pedro, aunque no hubiera escuchado ni seguido al Señor" (según Papías de Hierápolis, siglo II), es celebrada en la fecha del 25 de abril por los coptos, sirios y bizantinos, y desde el siglo IX en adelante, también en Occidente. Por los Hechos de los Apóstoles conocemos a un Juan Marcos que está relacionado con Pedro (cf He 12,12: se refugia en su casa tras la liberación de la cárcel). Es compañero de misión de Pablo en Chipre (He 13,5), después de haber sido llevado por Pablo y Bernabé desde Jerusalén a Antioquía (He 12,25). Pero vuelve inexplica-
134 San Marcos
blemente a Jerusalén (He 13,13). Más adelante embarca nuevamente para Chipre con Bernabé, su primo (Col 4,10), después de haber sido rechazado por Pablo como compañero de viaje. Tras reconciliarse con Pablo, es mencionado como colaborador suyo y consolador en la prisión (Col 4,10; Flm 24; 2Tim 4,11). Puede confirmarse también su estrecha relación con Pedro, que lo llama "hijo mío" (IPe 5,13), aludiendo quizá al bautismo recibido del apóstol. Otros datos son inciertos: la identificación con el joven que huyó desnudo en el huerto de Getsemaní; su presencia y muerte en Alejandría, ignorada por los escritores alejandrinos más antiguos (como Clemente, Orígenes y Dionisio, aunque hablen de ello Eusebio y Jerónimo). En cuanto a la presencia de Marcos en Oriente, cuando Pablo, prisionero en Roma por segunda vez, ruega a Timoteo (2Tim 4,11), que se encontraba entonces en Efeso, que traiga a Marcos a Roma porque le era útil para el ministerio (probablemente en el 62), se debe excluir la fecha de su muerte indicada por Jerónimo (que ha pasado al martirologio) en el año octavo de Nerón, que correspondería al 62. En cualquier caso, la tradición del martirio es recordada en la cuarta estrofa del himno de laudes, en el Oficio, porque corresponde a la tradición de los Hechos apócrifos de Marcos y de la Historia Lausiaca de Palladio, que le hacen sufrir el martirio en tiempos de Trajano y dicen que está sepultado en la aldea de Bucoli, cerca de Alejandría. Según la leyenda, en el año 828 habrían llegado a la iglesia del Canopo (al nordeste de Alejandría), adonde habían sido trasladados los restos de Marcos, los dos mercaderes venecianos que llevaron su cuerpo a Venecia y erigieron un "martyrium" (basílica). La leyenda está atestiguada en el 829.
2. Mensaje y actualidad Con los textos de las oraciones de la misa, de los que sólo la colecta deriva del formulario precedente con una añadidura, podemos configurar las notas características de este primer evangelista. a) Efectivamente, en la colecta se invoca a "Dios..., que enalteció al evangelista san Marcos con el ministerio de la predicación evangélica". Él es, en efecto, el creador de un nuevo género literario, el inventor del "evangelio" en el sentido de que este término, que expresaba en el cristianismo de los orígenes
25 de abril 135
la predicación oral sobre Jesús y particularmente sobre su pasión y muerte, abarca toda la realidad y peripecia histórica tic Jesús en su camino de Galilea a Jerusalén. El evangelio, pues, se convierte no tanto en una simple doctrina que proclamar, en un mensaje, sino en un acontecimiento que se actualiza y perpetúa de algún modo en su proclamación por haber nacido de una experiencia misionera. La antífona de entrada (Me 16,15), así como el evangelio de la misa sobre la misión de los apóstoles, da este timbre de seguimiento de Cristo que explícita la conclusión de la colecta: "concédenos aprovechar de tal modo sus enseñanzas que sigamos siempre fielmente las huellas de Cristo". Si Marcos en su libro prima el relato, no es tanto para darnos una documentación histórica cuanto para implicar a los seguidores de Cristo en su seguimiento, porque se ha de perder incluso la propia vida a causa del evangelio (Me 8,35-38). b) La oración sobre las ofrendas pide que la "Iglesia [del Señor] se mantenga siempre fiel a la misión de anunciar el evangelio". c) También en la oración después de la comunión se solicita que "nos otorgue la gracia de creer con firmeza en el evangelio". La síntesis de la doctrina cristiana, expuesta en la lectura del oficio, está tomada de Ireneo, el cual demuestra que tal fe, transmitida por los apóstoles, ha permanecido igual tanto en las tierras de los celtas como en Egipto, Libia o Europa central. Ella nos ayuda a comprender otro rasgo del evangelio de Marcos. Él no nos ha dado una narración según la sucesión histórica de los acontecimientos en cuanto tal, sino una teología narrativa de la vida de Jesús, como camino que discurre entre la incomprensión y en cuyo término solamente, después de la cruz, se perfila la revelación de la identidad del Hijo de Dios. Contra una religión triunfalista, aunque se trate de la gloriosa resurrección presentada en primer plano, insiste el responsorio de la lectura de Ireneo, en el oficio, con el texto sobre el "mensaje de la cruz como contenido del mensaje evangélico" (ICor 1,17-18). El realismo de esta perspectiva del primer evangelista sigue siendo actual. Prefacio (MAR, 303) Tú has querido que los santos misterios de Cristo, tu Hijo, principio de redención y de vida,
136 San Pedro Chanel fueran conocidos mediante las divinas Escrituras por obra de hombres iluminados por el Espíritu Santo. Así las palabras y los gestos del Salvador, confiados a las páginas inmortales de los evangelios, son entregados a la Iglesia y se convierten en semilla fecunda que a lo largo de los siglos produce frutos de gracia y de gloria.
28 de abril SAN PEDRO CHANEL, presbítero y mártir (1803-1841) 1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa del primer mártir de Oceanía, en la fecha de su dies natalis, ya que fue martirizado el 28 de abril de 1841, celebra también al primer mártir de la Congregación de los Padres Maristas. Fue canonizado en 1954 por Pío XII e introducido en el calendario en 1969. Pedro María, nacido en Cuet (diócesis de Belley, en Francia) en 1803, después de recibir educación cristiana y formación seminarística, fue ordenado sacerdote en 1827 y ejerció el ministerio pastoral primero como vicario y luego como párroco en Crozet (pequeña parroquia de las cercanías de Ginebra). Después de algunos años sintió la llamada a entrar en la naciente Sociedad de María, fundada por el padre Colin (en 1816), tanto para religiosos como para sacerdotes (1824), a fin de eliminar la miseria religiosa. En 1836 partió para las misiones de Oceanía occidental (Polinesia), confiadas por el papa Gregorio XVI a los padres maristas; y en 1837 se pasó a la isla de Futuna (a tres kilómetros al oeste de Tahití), que será el campo de su obra misionera. Tras la primera acogida favorable, que le permitió recoger frutos positivos, el furor real se desató contra él, entre otras cosas porque el mismo hijo del rey (Meitale) pidió ser bautizado. La reacción del rey (Niuliki) y de los jefes (especialmente del primer ministro, Musumusu) provocó su muerte, mientras el mártir herido decía: "Mi muerte es un gran bien para mí". La oposición del obispo Pompallier a la intimidadora reacción francesa, limitándose a pedir sólo sus restos, obtuvo el apoyo de toda la población, que acabó convirtiéndose.
28 de abril 137 2. Mensaje y actualidad Con el vocabulario de los antiguos sacramentarios, la colecta en su primera parte reza: "Señor, tú que has concedido la palma del martirio a san Pedro Chanel cuando trabajaba por extender tu Iglesia". Su vida fue una preparación para este acto conclusivo del martirio, como él mismo decía cuando, desconociendo todavía la lengua, sentía los límites de la predicación: "Ya que no podemos hacer amar a Cristo con nuestras instrucciones, glorifiquémoslo con la fidelidad a nuestras reglas; con ello atraeremos gracias sobre nuestros queridos salvajes. En esta misión tan difícil es preciso que seamos santos. Cuanto más espíritu de sacrificio tengamos, tantos más éxitos obtendremos en las situaciones más desesperadas". Estas expresiones son recordadas también en la lectura del oficio, que proviene de los recuerdos del hermano marista compañero de apostolado de Chanel. La conclusión de la oración hace referencia al clima pascual en que cae esta memoria. En efecto, pide que también nosotros, en estos días de gozo pascual, "celebremos de tal modo el misterio de Cristo, muerto y resucitado, que seamos verdaderamente testigos de una vida nueva". Esta petición encuentra su verificación histórica en la misma peripecia de nuestro santo mártir, proclamado patrono de las islas de los mares del sur, porque, tras su muerte y las curaciones realizadas sobre su tumba, la isla de Futuna se convirtió casi instantáneamente a la fe. La participación plena en el misterio pascual produce siempre frutos inesperados, incluso en nuestros días. Pero hay que aceptar primero la muerte, como el grano de trigo, para que llegue a crecer la espiga.
138 Santa Catalina de Siena
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29 de abril SANTA CATALINA DE SIENA, virgen y doctora de la Iglesia (1347-1380)
esfuerzos, los resultados de su acción fueron aparentemente escasos. Murió en la soledad en Roma, en un éxtasis de amor, después de ocho semanas de fuertes dolores y tentaciones diabólicas, el 29 de abril de 1380. Fue canonizada en 1461.
1. Nota histérico-litúrgica
2. Mensaje y actualidad
La fiesta de la santa, proclamada patrona de Italia (junto con san Francisco) en 1939, y doctora de la Iglesia en 1970, nos abre una de las páginas más tormentosas de la historia de la Iglesia en el siglo xiv, a causa del cisma (adhesión de los cardenales franceses al antipapa Clemente VE, 1378), de los desórdenes y de las reformas. Catalina Benincasa, nacida en Siena en 1347 de una familia de artesanos (tintoreros) que tenía nada menos que veinticinco hijos, a los quince años se hizo terciaria dominica en el siglo, en las Hermanas de la Penitencia (atraída, entre otras cosas, por la actividad carirativa de las piadosas mujeres), para evitar el matrimonio concertado por su madre (Monna Lapa). Por consejo de su confesor, que en la infancia le leía la Leyenda áurea, de la que le había impresionado la vida de santa Eufrosina (así la llamaban también sus amigas), decidió cortarse los cabellos y vestir un hábito particular que (por revelación de santo Domingo) constaba de vestido blanco, velo blanco, manto negro y cinturón de cuero. Más tarde reunió a una pequeña familia espiritual de amigos (el año 1377 fundó en su ciudad un convento, en el cual permaneció, sin embargo, poco tiempo), empezando a ejercer una actividad político-religiosa inspirada en un programa audaz: nada menos que la reforma de la Iglesia a base de corregir a sus ministros por el excesivo lujo, la simonía y la corrupción; restablecer a la Santa Sede en Roma, ciudad medio muerta, ya que desde 1309 la corte papal se había trasladado a Aviñón, y organizar una cruzada contra los infieles para reconciliar a los cristianos separados de Occidente (tras la caída de Akkon en 1291). Hubo de defenderse en el capítulo general de la Orden dominicana, celebrado en Florencia en mayo de 1374, por esta actividad de peregrina (continua en los últimos diez años); por eso será sometida al control y dirección de su confesor, Raimundo de Capua. Él, al redactar su biografía, nos habla de los estigmas invisibles impresos en el cuerpo de la santa (1 de abril de 1375), que sólo fueron conocidos tras su muerte. Pese a los
La colecta de la misa contiene ya dos rasgos de la espiritualidad de esta santa extraordinaria, porque menciona un connubio singular en su vida: "Señor Dios, tú que hiciste a santa Catalina de Siena arder de amor divino en la contemplación de la pasión de tu Hijo y en su entrega al servicio de la Iglesia..." Ante todo, la contemplación mística, que se aprecia en sus escritos: las numerosas (382) cartas, las diversas oraciones y el Diálogo de la Divina Providencia (iniciado en 1377 en Florencia), donde está expuesta su doctrina. La página del oficio de lectura (tomada del Diálogo citado) es un himno a la Trinidad, que revela de qué fuente la virgen Catalina, peregrina en el convulso mundo de su tiempo, sacaba esta caridad que la impulsó a reconciliar a la ciudad en lucha, a dirigir a doctores en teología, a escribir cartas a las autoridades de la Iglesia (legados, cardenales y papas, como Gregorio XI y Urbano VI, que la escucharon) y a convertir a arrogantes señores que disentían de su modo de pensar. Si Jesús le puso (ya a los dieciocho años) al dedo su anillo de oro (cf segunda estrofa del himno latino en el oficio de lectura) en señal de alianza mística ante santos testigos (María, Juan evangelista, Pablo y David), él mismo le colocó a las espaldas la "Navecilla" (la nave de la Iglesia), mientras ella suspiraba por morir para que viviese el cuerpo místico de la Iglesia. La primera recomendación de este modelo, según el responsorio de la lectura del oficio, sacado de su obra, nos invita también a nosotros, que pedimos (en la colecta) "vivir asociados al misterio de Cristo" y sacar fruto de sus "enseñanzas" (oración sobre las ofrendas), a acoger la exhortación inspirada que caracteriza la vocación de Catalina: "Sal del retiro de la contemplación y dedícate a dar constantemente testimonio de mi verdad". En los dos himnos latinos (del propio dominicano del siglo XVI) se alude también a sus estigmas sobrenaturales (tercera estrofa del himno en el oficio de lectura) y a sus experiencias místicas, así como a sus acciones apostólicas (tercera estrofa del himno de laudes): "Estrella que se apareció en los
30 de abril 141
140 Santa Catalina de Siena pueblos, mensajera de paz salvífica, aplacadora de almas feroces". En la terrible peste sienesa del año 1374 se prodigó en la cura de los enfermos. Pero es sobre todo en la oración después de la comunión donde se revela el secreto de esta vida mística al par que apostólica: el alimento eucarístico no fue sólo un alimento espiritual de la vida inmortal (eterna), sino también "alimento del cielo... que sustentó la vida temporal de santa Catalina". Esta mujer, la primera que en la historia fue honrada con el título de doctora de la Iglesia (junto con santa Teresa de Ávila), nos indica que de la eucaristía (con la mística de la sangre: "Quiero la sangre en la cual se sacia mi alma") dimana la fuerza para afrontar cualquier empresa, por arriesgada e insuperable que humanamente parezca. De Catalina, además del fragmento para su memoria tomado del Diálogo de la Divina Providencia, se leen (también de la misma obra) otros dos fragmentos (XIX dom. T.O.; sáb. XXX sem. T.O.). Prefacio (MAII, 308) En verdad es justo y necesario exaltarte, Padre santo, en la memoria de santa Catalina de Siena, a quien otorgaste el penetrar en los insondables misterios de tu vida divina y amar a tu Iglesia con un corazón grande y apasionado. En el silencio de una asidua oración contemplaba tu belleza y frente a las discordias y el cisma elevaba alta y animosa su voz para que se recobrara la unidad de tus hijos. Conservándose en la humildad y la obediencia, exhortó a la Iglesia de Cristo a recordarse de su dignidad de esposa fiel que, sin mancha ni arruga, revelará su gloria al fin de los tiempos.
30 de abril SAN PÍO V, papa (1504-1572)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa del gran papa de la contrarreforma, muerto en Roma el 1 de mayo de 1572, memoria anticipada al día anterior por la coincidencia de san José obrero, nos presenta al primero de la serie de los papas reformadores del siglo xvi. Nacido en Bosco Marengo (Alessandria) en 1504, de la antigua familia boloñesa de los Ghislieri venida a menos, Miguel entró en la Orden de los Predicadores a los catorce años y fue enviado a Bolonia, donde se doctoró y ordenó sacerdote en 1528. Enseñó luego con éxito, durante dieciséis años, en varios lugares; se distinguió en el gobierno de la provincia dominicana lombarda y como comisario general de la Inquisición romana (1550); por fin, como obispo de Sutri y Nepi. Elegido cardenal (denominado el "cardenal alesandrino") e inquisidor general del mundo cristiano por Pablo IV en 1558 (más tarde cayó en desgracia bajo Pío IV, 1559-1565), visitó la nueva diócesis de Mondoví, llevando a cabo las reformas tridentinas. A pesar de su oposición, fue elegido papa por la presión de Carlos Borromeo (1566). Al punto emprendió en la ciudad de Roma una reforma de las costumbres, inspirada al par en la caridad con los humildes y la justicia inflexible con los poderosos, imponiéndose a sus adversarios por su severidad, intransigencia y santidad personal. En su gobierno chocó con soberanos católicos como el emperador Maximiliano II de Alemania, combatiendo el luteranismo (le pidió a Pedro Canisio una réplica a las Centurias de Magdeburgo, obra que sólo fue terminada más tarde por el cardenal C. Baronio); igualmente con Carlos IX, por la cuestión de los hugonotes; por fin, con Isabel I de Inglaterra, con el decreto de destitución de 1569 y el apoyo a María Estuardo (provocando la reacción de la reina contra los católicos, con la consecuencia de la excomunión por parte del papa: Regnans in excebis, 1570). También fue inflexible en la lucha contra las herejías, pero al mismo tiempo delicado con las personas: por ejemplo, con Bayo, de quien le condenó, sin embargo, setenta y nueve proposiciones (sin citar expresamente ni su nombre ni su obra) en 1567. Por fin logró organizar la Santa Alianza, con España y Venecia, contra los otomanos, hasta con-
142 San Pío V
seguir la victoria de Lepanto, cerca del golfo de Patrás (7 de octubre de 1571), que dio origen a la fiesta de Nuestra Señora de la Victoria (y más tarde del Rosario). El papa mismo había previsto y acompañado tan feliz desenlace con la plegaria a la Virgen, invocada luego con el nombre de "Auxilio de los cristianos". Murió el 1 de mayo de 1572, y fue mayor el luto por su muerte que el pesar por su elección. Fue canonizado en 1712. Es el primer papa, antes de Pío X, venerado como santo por la Iglesia en la era moderna.
2.
Mensaje y actualidad
La colecta de la misa, ligeramente retocada en relación con el texto de 1672 (la frase cambiada es: "para combatir a los enemigos de la Iglesia"), distingue dos campos de la actividad pontifical de Pío V. Ante todo se dice que Dios ha elegido a este papa "para proteger la fe". En efecto, como ya hemos visto, su pretensión de convertir a los herejes, a los que equiparaba con los delincuentes (por eso justificaba con ellos los mayores castigos), y de evitar compromisos, fue siempre coherente. La publicación del Catecismo romano del concilio de Trento (1566) es un ejemplo de tal premura, que se extendió también a las misiones, enviando misioneros a las Indias orientales y occidentales. La otra mención de la oración es la dignificación del culto. También en este sector dio nombre a las ediciones revisadas del misal (1570) y del breviario (1568) romano. El texto de la lectura de Agustín, en la liturgia de las horas, que exalta el primado de Pedro, parece casi la legitimación de la misión de este papa, que tenía una conciencia muy clara de lo que Cristo ha confiado a la Iglesia. "El apóstol Pedro, por la primacía de su apostolado, representaba de forma figurada la totalidad de la Iglesia". Para afirmar la unidad de la tradición dogmática de las iglesias, tanto oriental como occidental, de la Edad Media y de la antigüedad, decretó los mismos honores litúrgicos tributados a los cuatro doctores latinos (Ambrosio, Jerónimo, Gregorio Magno y Tomás de Aquino), a los cuatro doctores griegos (Basilio, Gregorio Nacianceno, Gregorio Niseno y Juan Crisóstomo). Pero no pudo evitar la lógica de la inquisición, haciendo construir el palacio del Santo Oficio para intensificar los procesos contra los luteranos denunciados: precisamente él, que tuvo que oír cómo lo trataban de "religioso renegado" (bajo Pío IV), en los procesos contra los cardenales Morone y Carranza, arzo-
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bispo de Toledo, tuvo que aprobar la condena al patíbulo de muchos obstinados [como Pedro Carnesecchi (1567) y Aonio Paleario(1570). El fruto que se pide en la segunda parte de la colecta es "participar con fe viva y con amor fecundo en los santos misterios". Se trata de hacer coherente, también en nuestras vidas, la reforma litúrgica del concilio Vaticano II, con la misma eficacia que Pío V llevó a cabo la letra y el espíritu del concilio Tridentino. Su reforma litúrgica implicaba todas las demás en los diferente sectores: lucha contra la simonía de la curia romana y el nepotismo (basta recordar la expulsión de su sobrino Paolo Ghislieri, nombrado gobernador tras la batalla de Lepanto, pero que luego se hizo indigno del cargo); prescribe la residencia de los obispos, la clausura de los religiosos, las visitas pastorales de los obispos, el celibato y la castidad de vida del clero y, por fin, la Summa Theologica de santo Tomás como texto para las universidades. La coherencia entre aquello que se celebra en los misterios y lo que se practica en la vida fue la nota característica de este papa, que había hecho grabar en el crucifijo de su habitación estas palabras: "Lejos de mí el gloriarme sino en la cruz de Cristo". Antes de morir, y en la misma línea, dijo a los cardenales reunidos en torno a su lecho: "Os encomiendo la santa Iglesia, a la que tanto he amado. Procurad elegirme un sucesor celoso, que no busque otra cosa que la gloria del Salvador y que no tenga más interés aquí abajo que el honor de la Sede apostólica y el bien de la cristiandad". Tales palabras, reflejo de un verdadero amor a la Iglesia, conciernen no sólo a la misión de un papa, sino también a la espiritualidad de cualquier cristiano, miembro de la Iglesia.
MAYO
1 de mayo SAN JOSÉ OBRERO (1955)
1. Nota histórico-litúrgica Esta memoria facultativa sustituye ahora en la fecha del 1 de mayo (fijada por Pío XII en 1955) la primitiva fiesta de san José, patrono de la Iglesia universal (1870), que con anterioridad había extendido Pío IX como fiesta del patrocinio de san José (de origen carmelitano, siglo XVII) al rito romano. Como inauguración del mes devocional dedicado a la Virgen, esta fecha invita a los fieles a cristianizar la fiesta del trabajo, dando a los trabajadores un patrón en la figura de aquel que es llamado "padre" de Cristo ("hijo del carpintero", Me 6,3; Mt 13,55).
2. Mensaje y actualidad Los textos litúrgicos de la misa y del oficio de 1955 constituyen una pequeña catequesis del significado del trabajo humano a la luz de la fe. a) La colecta reza: "Dios... que has impuesto la ley del trabajo a todos los hombres". El fragmento de la lectura en el oficio, tomado de la constitución pastoral de la Iglesia sobre la condición del hombre en el mundo actual, desarrolla este fecundo principio: el hombre, con toda clase de trabajo, incluido el cotidiano y el necesario para ganarse el sustento propio y el de su familia, ejecuta el mandato de Dios, recordando asimismo en el responsorio de la lectura (Gen 2,15). El ejemplo de José,
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146 San José Obrero que la antífona del Benedictus denomina "admirable ejemplo de trabajo", es invocado en la segunda parte de la colecta, para que también nosotros "realicemos las obras que Dios nos encomienda". b) La oración después de la comunión explícita este compromiso de fidelidad con dos rasgos: "que, dando testimonio... del amor que Dios infunde en nuestros corazones, podamos gozar continuamente de la paz verdadera". Las reivindicaciones de los derechos del trabajo en la sociedad actual son ciertamente una conquista humana y social que esta memoria del patrocinio de san José obrero ha consagrado en algún modo, disipando la falsa acusación de que la lucha del mundo del trabajo es una lucha contra la Iglesia. Los recientes documentos de los papas, después de las enseñanzas del concilio (GS y mensaje del concilio a los trabajadores del 8 de diciembre de 1965), con las encíclicas sociales Materet magistra (Juan XXJJJ), Populorum progressio (Pablo VI), Laborem exercens, Sollicitudo reisocialis y Centesimus annus (Juan Pablo II), son otras tantas ilustraciones del espíritu cristiano del trabajo que la Iglesia ve como mejor realizado en el modelo de José, junto con Cristo. Los dos primeros himnos de la liturgia latina de las horas, en el oficio de lectura y en los laudes, evocan esta contemplación del trabajo doméstico en el taller de Nazaret. También nosotros podemos con el trabajo no sólo prolongar la obra del Creador, sino hacernos útiles a nuestros hermanos (GS 34).
/Ve/ario (MA 11,311) En tu amorosa providencia has elegido a san José para que cuidara a tu Hijo hecho hombre, rodeándolo de afecto paternal, y nos ofreciera a nosotros el ejemplo de una vida laboriosa. Aunque descendía de la estirpe de David, se ganó el pan con el sudor de su frente. Ennobleció el trabajo humano sostenido y alentado por la convivencia de Jesús y de María; ejerciendo su arte con dedicación y virtud admirables, se convirtió en maestro de trabajo para Cristo el Señor, que no desdeñó ser llamado hijo del carpintero.
2 de mayo SAN ATANASIO, obispo y doctor de la Iglesia (ca. 295-373) 1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria del gran obispo de Alejandría de Egipto, ya celebrada en esta fecha por los coptos y bizantinos como la de uno de los cuatro grandes doctores de la Iglesia oriental, fue aceptada en Roma sólo en el siglo xvi, después de haberse extendido en Galia desde el siglo xn. En el breviario tridentino ya era invocado Atanasio con la antífona de los doctores de la Iglesia. Nacido en Alejandría de Egipto el año 295 de padres cristianos, sucedió en la sede episcopal a san Alejandro, al que había acompañado como diácono al concilio de Nicea. Como obispo, durante cuarenta y siete años, desde el 328, luchó en pro de la ortodoxia; tanto que Pacomio, padre del monaquismo cenobítico, lo llamó "padre de la fe ortodoxa de Cristo". Fue desterrado cinco veces: el año 335, por su enfrentamiento con los seguidores de Melecio de Alejandría de Egipto; durante los dieciocho años de alejamiento de su sede sufrió la proscripción de Constantino, que quería reintegrar a Arrio (sínodo de Tiro, en el año 335); luego de Constancio (sínodo de Antioquía, 339); después del emperador Juliano (en el 362/3), y, por fin, de Valente (en el 366), padeciendo toda clase de injurias y de acusaciones, desde la de traición y asesinato hasta la de peculado y sacrilegio. Supo triunfar en la fidelidad a la doctrina nicena confesando la divinidad de Cristo, incluso cuando se hallaba perdido en los desiertos de la Tebaida, donde permaneció siempre como "invencible patriarca de Egipto", o bien cuando estuvo encerrado en las cárceles de Tréveris. Purificado por tantas pruebas y después de haber pagado también sus excesos de intransigencia en pro de la ortodoxia, murió en su sede de Alejandría de Egipto el año 373. La Vida de san Antonio, además de sus obras doctrinales, es su obra maestra, y fue el modelo de todas las hagiografías sucesivas. 2. Mensaje y actualidad a) Las oraciones de la misa focalizan la fisonomía de este "preclaro defensor de la divinidad" del Hijo de Dios (colecta). En efecto, en sus tres obras: Exposición de la fe, Apología, Ser-
148 San Felipe y Santiago món contra los arríanos, sentó el principio básico del cristianismo: la consustancialidad del Verbo encarnado con el Padre (una sola "hipóstasis", en su lenguaje). b) Ésta es la verdad de la fe, que somos invitados a profesar también nosotros, sin compromisos (oración sobre las ofrendas y oración después de la comunión). El fragmento del Sermón sobre la encarnación del Verbo, en el oficio de lectura, nos ilumina acerca de las consecuencias que puede tener para nosotros tal doctrina, que no concierne sólo al misterio trinitario, sino al mismo destino del hombre. En efecto, el fin de este designio de bondad y compasión del Verbo de Dios incorruptible consistió en hacer "de nuevo incorruptibles a los hombres, que habían caído en la corrupción, y los llamó de muerte a vida, consumiendo totalmente en ellos la muerte, con el cuerpo que había asumido y con el poder de su resurrección, del mismo modo que la paja es consumida por el fuego". Semejante fe en el misterio de nuestra divinización en Cristo, verdadero Hijo de Dios encarnado, es sin duda fecunda para que "conozcamos y... amemos cada vez más plenamente" a Dios, como pide la conclusión de la colecta. Otra lección de actualidad deriva del hecho de que él, que "por su ardor no fue nunca afable ni tierno" (Epifanio), reconoció los peligros que suponía una Iglesia estatal para la libertad y la fe. De Atanasio se leen, además del fragmento para su memoria, once textos. Dos de los Sermones (sáb. XXIII sem. T.O.; of. de difuntos); dos textos del Sermón contra los arríanos (juev. XXX sem. T.O.; mart. VI sem. T.O.); dos textos del Sermón contra los paganos (juev. I sem. T.O.; viern. I sem. T.O.); dos textos de las Cartas pascuales (viern. IV sem. cuar.; V dom. de cuar.), y uno de la Vida de san Antonio (Sant. 17-1).
3 de mayo SAN FELIPE Y SANTIAGO, apóstoles (siglo vi)
3 de mayo 149 depositadas las reliquias de Felipe y Santiago el Menor (hijo de Alfeo), hoy ha sido trasladada al primer día litúrgicamente libre. Las noticias antiguas de Felipe, confundido a menudo con el diácono Felipe (He 21,8), mientras que el apóstol nació en Betsaida (cf Jn 1,44), nos lo presentan como evangelizador de Escitia y sitúan su tumba en Hierápolis de Frigia (Turquía). Santiago el Menor (es decir, pequeño de estatura), hermano del Señor (Me 15,40) e hijo de Alfeo, es identificado con el pariente homónimo del Señor (la madre es recordada por Me 15,40), que fue jefe de la Iglesia de Jerusalén (aunque hoy se niegue este extremo). Figura en el noveno lugar en las listas de los apóstoles (en cambio, Felipe está en el quinto puesto: cf Me 3,18, etc.). Fue hecho lapidar por el sumo sacerdote Ananías, o bien fue arrojado desde el templo y luego rematado a bastonazos por un batanero en el año 62 (según Hegesipo). En efecto, en el himo de lectura estos datos aluden a una sola persona: el autor de la carta de Santiago es el presidente de la comunidad de la alma Sión (cuarta estrofa); la "columna" de la Iglesia madre, a la que Pedro hace anunciar su liberación (He 12,17); el apóstol con el que Pablo convertido toma contacto (Gal 1,19) y al que el concilio de Jerusalén concedía un papel importante (He 15,13-19). También la primera lectura de la misa atribuye a este Santiago la aparición de Cristo resucitado (ICor 15,1-8). Según Eusebio, referido por Egesipo (Memorias V), también Flavio Josefo (Antigüedades XX,9,1) compartía la opinión de que la muerte de este apóstol tan santo e imparcial fue la causa del asedio de Jerusalén. Su sepulcro fue colocado en la explanada del Hofel (bajo el pináculo del templo: "iuxta templum", según Jerónimo; y, después del siglo VI, sus reliquias fueron transportadas, junto con las de Felipe, a Roma, a la iglesia de los Doce Apóstoles. Felipe siguió a Jesús como el mesías anunciado por las Escrituras, comunicándole a Natanael su fe; es asimismo el apóstol que se hizo portavoz de algunos griegos que deseaban ver a Jesús (Jn 12,20-22); es él también a quien el maestro invita a reconocer al Padre en el Hijo hecho hombre (Jn 14,8-11) durante el sermón después de la cena.
1. Nota histérico-litúrgica 2. Mensaje y actualidad La fecha de esta fiesta, que desde el siglo vi siempre ha sido fijada el 1 de mayo porque conmemora la dedicación de la basílica de los Santos Apóstoles, donde (hacia el 560) fueron
a) La colecta de la misa, que sólo ha modificado la conclusión de la anterior, nos introduce en el clima pascual en esta fiesta que se celebra en el tiempo de pascua. En efecto, se pide
12 mayo 151
150 San Felipe y Santiago que, por las oraciones de ambos apóstoles, podamos "participar en la muerte y pasión" del Hijo de Dios. Pero el testimonio de Felipe se vislumbra en la petición conclusiva de la colecta, porque el tema de la visión, expresado por la frase "para que merezcamos llegar a contemplar en el cielo el esplendor de tu gloria", es referido a la petición de "ver al Padre" (Jn 14,8), como indica la antífona de la comunión. También para nosotros este legítimo deseo de ver el rostro o esplendor de la gloria de Dios encuentra aquí su respuesta plena, si sabemos unir siempre en nuestra fe y en nuestra imaginación Jesús al Padre, atribuyendo al Padre los mismos sentimientos de Jesús. b) La importancia de esta contemplación del Padre en Cristo, su Hijo, vuelve a aparecer —además de en las antífonas del oficio— en la oración después de la comunión, donde Santiago también es asociado a Felipe en esta experiencia exclusiva del primer apóstol. Felipe es igualmente el modelo del apóstol que atrae a su compañero a la fe (antífona del Benedictus). c) Un segundo tema nos lo ofrece la oración sobre las ofrendas, donde se hace la única referencia a las enseñanzas de la carta de Santiago, cuando se pide vivir en la práctica "una religión pura y sincera" (Sant 1,27). La definición de la religión, en estos términos de clara reminiscencia veterotestamentaria, nos sugiere que no olvidemos que este apóstol, tan equilibrado en conciliar la tradición con la novedad de la Iglesia jerosolimitana como para ser recordado por Pablo entre las "columnas de la Iglesia" (Gal 2,9), es el representante del verdadero judaismo cristiano (garantizando la adhesión de los judeo-cristianos al concilio de Jerusalén), que es el vínculo más vital en el mismo mensaje evangélico. Hemos sido muy desconsiderados a la hora de desvincular el Viejo Testamento del Nuevo, sin captar esas raíces judaicas que hoy resultan cada vez más determinantes para penetrar el mensaje de Cristo y de los apóstoles (cf He 21,17-26: las sugerencias hechas a Pablo para defenderse del cargo de aversión a las leyes mosaicas). La lectura del texto de Tertuliano, en el oficio, en la que se afirma que "toda la multitud de Iglesias son una con aquella primera Iglesia fundada por los apóstoles, de la que proceden todas las otras", es significativa para dar un fuerte sentido a nuestros gestos litúrgicos. De esta unidad son prueba la comunión y la paz que reinan entre ellas, así como su mutua fraternidad y hospitalidad". Hoy tenemos necesidad de reencontrar el valor de nuestros símbolos.
Prefacio (MAE, 314) En verdad es justo y necesario glorificarte, oh Dios de infinito poder, y alabarte en la fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago. Al escuchar la voz que los hizo discípulos de Cristo, siguieron su vida y su palabra con tanta fidelidad, que anhelaron conocerte, oh Padre, y contemplar abiertamente tu rostro. Confirmados en la fe por la resurrección del maestro, se hicieron testigos elocuentes y convencidos del evangelio. Y también nuestra asamblea, reunida aquí en tu nombre y para tu gloria, se alegra con su anuncio y con la redención que tu amor sin fin ha ofrecido al género humano.
12 de mayo SAN NEREO Y SAN AQUILES, mártires (304?)
1. Nota histórico-Iitúrgica La memoria facultativa de estos dos mártires, ahora distinta de la de san Pancracio, restablece la verdad histórica del uso romano primitivo por el que los mártires, según el martirologio jeronimiano, eran celebrados en las respectivas basílicas: la basílica cementerial de Petronila en la vía Ardeatina, donde Gregorio Magno pronunció su homilía (XXXVIII), que se leía en el antiguo breviario; la basílica cementerial de la vía Aurelia, para Pancracio. Sólo después del siglo xm, la liturgia de la curia romana unificó ambas fiestas, conservando únicamente los textos de los dos mártires. Éstos, según el carmen métrico corres, pondiente de san Dámaso, fueron militares convertidos a la fe> y no dos chambelanes de Domitila, pariente del emperadojDomiciano (siglo i). Su martirio, por ello, se remontaría al siglo IV bajo Diocleciano. Estaba representado en dos columna^ una de las cuales ha sido hallada en el cementerio de Domitil^' donde se lee el nombre Achüleus, y Nereo aparece decapitado'
152 San Pancracio La iglesia que se les dedicó en el siglo vi, con el título de "Fasciola", de la que dependía la administración del cementerio de Domitila, junto a las termas de Caracalla, se convirtió en sede de las reliquias, trasladadas aquí en el siglo XVI desde la primera iglesia construida por el papa Siricio (390), y unidas a las de Flavia Domitila (a la que sólo se menciona en la passio legendaria). Pese al equívoco de la passio del siglo VI, que une las vicisitudes de los dos mártires a las de Flavia Domitila (como si fueran dos eunucos de la sobrina de Diocleciano) y de Petronila, el descubrimiento (1875) de dos fragmentos del epígrafe damasiano con una pequeña escultura del siglo IV, en el ábside de la basílica de la vía Ardeatina, confirma la tradición transmitida por el papa Dámaso. 2. Mensaje y actualidad De la antigua colecta de los Cuatro Coronados, que califica a estos dos como "gloriosos mártires", podemos sacar una enseñanza común a aquellos que dieron la vida por Cristo: son modelos de fortaleza en la confesión de la fe también para nosotros, que hoy puede que no sepamos qué significa ser miembros de Cristo. Como explica Agustín en el oficio de lectura: "Conque si te cuentas entre los miembros de Cristo, quienquiera que seas el que esto oigas, y también aunque no lo oigas ahora (de algún modo lo oyes si eres miembro de Cristo); cualquier cosa que tengas que sufrir por parte de quienes no son miembros de Cristo, era algo que faltaba a los sufrimientos de Cristo".
12 de mayo SAN PANCRACIO, mártir (1304) 1. Nota histórico-litúrgica Ya hemos dicho antes que esta memoria facultativa ha sido separada de la de los santos Nereo y Aquiles, tras la fusión medieval en el calendario romano. La historicidad de este már-
12 de mayo 153 tir no ha de confundirse con la passio legendaria del siglo vi, donde encontramos los detalles del martirio. Originario de Frigia (Asia Menor), huérfano y llevado a Roma, fue bautizado y decapitado a los catorce años. El sepulcro del mártir se encuentra en el cementerio de Ottavilla, en el segundo miliario de la vía Aurelia, donde el papa Símaco (f 514) hizo construir en su honor la basílica (extramuros). La mención de esta basílica cementerial por parte de san Gregorio Magno (Hom. XXXVII sobre san Juan; Ep. XVIII del tercer libro de las cartas) y el testimonio de Gregorio de Tours (Glor. mart, c. 83, sobre el milagro perpetuo del castigo inmediato de aquellos que juraban en falso en la iglesia del santo) son documentos seguros de la fama del culto de este joven de catorce años, a quien la iconografía ha representado a menudo. La fecha del martirio es atribuida al año 304, en tiempos de Diocleciano. En la tarda Edad Media fue contado entre los catorce santos "defensores". 2. Mensaje y actualidad La colecta de la misa, dedicada anteriormente a san Agapito, sigue mencionando las "gloriosas plegarias" del santo (en el texto castellano se dice simplemente: "por los ruegos de tu mártir"), con clara referencia a que el martirio es la verdadera gloria del cristiano. Por este motivo el texto comienza con una frase solemne, que puede parecer retórica: "Señor, que se alegre tu Iglesia" (el texto latino es más difuminado: "Permanezca en la verdadera piedad [o fe] devota, y refuércese en la estabilidad"). La lectura de san Bernardo en el oficio puede sugerir la aplicación de este tema, cuando comenta la frase del Sal 90,15: "Con él estaré en la tribulación... Es mejor para mí, Señor, unirme más íntimamente a ti en la tribulación, tenerte conmigo en la hoguera, que estar sin ti, incluso en el cielo".
154 San Matías 14 de mayo SAN MATÍAS, apóstol (siglo ix) 1. Nota histórico-litúrgica La fecha de esta fiesta, que en los distintos calendarios orientales es celebrada en días diferentes, ha sido elegida para relacionarla con los días que separan la ascensión de pentecostés. Las noticias que dan los Hechos de los Apóstoles se sitúan dentro de este período de tiempo después de la ascensión, en el que se decidió completar el número simbólico del colegio apostólico, que había quedado incompleto por la vacante del traidor Judas, con el sorteo entre José el justo y Matías, testigos del ministerio apostólico y de la resurrección (He 1,15-26). Según Eusebio, Matías era uno de los setenta discípulos del Señor, de quien, empero, nada de histórico sabemos, aunque la literatura aprócrifa abunde en detalles sobre su martirio. El culto romano es tardío; empieza en el siglo IX (de los sacramentarios francos), en la fecha del 24 de febrero (que cae con frecuencia en cuaresma); esto justifica el que varias iglesias (Tréveris, Santa María la Mayor de Roma, Santa Justina de Padua) pretendan poseer sus reliquias. Según los Hechos de Andrés y Matías (apócrifos), fue hecho prisionero en la tierra de los antropófagos; luego, cegado, curado milagrosamente y liberado por Andrés, y por fin decapitado (se le representa con el hacha).
2.
Mensaje y actualidad
a) La colecta de la misa conserva el comienzo del texto medieval, donde se halla la célebre frase: "Oh Dios, que quisiste agregar a san Matías al colegio de los apóstoles", que sirvió también en el concilio para confirmar la temática del colegio episcopal como realidad eclesiológica completa. El relato del discurso de Pedro para la elección de Matías, que se lee en la misa y es comentado en el oficio de lectura por la homilía de san Juan Crisóstomo (cf también el relativo responsorio, la antífona del Benedictus en los laudes y el himno), nos invita a comprender el sentido de esta apostolicidad de la Iglesia; tanto más en el tiempo pascual, en el que se leen los Hechos de los Apóstoles, es decir, la vida de la Iglesia naciente. Las condiciones para ser apóstoles son explicitadas por Pedro: haber estado
14 de mayo 155 en compañía de Jesús durante su vida pública, que comienza con el bautismo de Juan, y haber visto al resucitado. La condición añadida, pero necesaria, es la de la elección, esto es, ser elegidos con vistas a la misión confiada al grupo de los doce, que significa, por la referencia al número de las tribus de Israel, la nueva reunión mesiánica en torno al mesías reconocido como Hijo del Dios vivo. La prerrogativa de haber visto a Cristo resucitado no es transmisible; pero la experiencia de fe de los apóstoles y el poder que les confiere el Señor deben ser comunicados a otros, llamados sucesores de (o en los) apóstoles. Celebrar esta fiesta significa, pues, ante todo tomar contacto con los propios orígenes en la Iglesia, que es apostólica porque comparte su testimonio pascual. b) En segundo lugar, los textos de las oraciones (cf final de la colecta y oración después de la comunión) insisten en el tema de la elección: "que podamos alegrarnos de tu predilección al ser contados entre tus elegidos"; "dígnate recibirnos en... la heredad (latín: "en la parte de la suerte") de tus santos". Dar gracias a Dios por haber sido elegidos también nosotros, entre millones de hombres, para esta comunión de fe apostólica es un sentimiento inspirado en la celebración de esta fiesta. A la gratuidad de la elección ha de corresponder igual gratuidad por nuestra parte.
Prefacio (MAE, 319) Para que el número de los apóstoles fuera completo dirigiste una mirada particular de amor a Matías, iniciado en el seguimiento y los misterios de tu Cristo. Su voz se añadió a la de los otros once testigos del Señor y llevó al mundo el anuncio de que Jesús de Nazaret había resucitado verdaderamente y se había abierto a los hombres el reino de los cielos.
20 de mayo 157
156 San Juan I 18 de mayo SAN JUAN I, papa y mártir (|526)
1. Nota histórico-Iitúrgica La memoria facultativa de este papa el día de su muerte, ocurrida en la cárcel de Rávena a causa del hambre y la sed (según el Liber pontificalis), nos remite a las luchas entre el emperador Justino Augusto, el católico, y el rey arriano de los ostrogodos Teodorico (454-526). Nativo de Toscana (Tuscia, Italia), sucedió al papa Hormidas en el pontificado (ya terminado el cisma de Acacio, 519). Gobernó la Iglesia sólo tres años y medio (523-526), distinguiéndose por una ferviente actividad administrativa (trabajos en los cementerios de los santos Nereo y Aquiles, santa Priscila y Petronila) y pastoral, y por la convocatoria de varios concilios provinciales; entre ellos es célebre el de Orange (529), que puso fin a la controversia sobre la gracia. La causa de su martirio se debe a una embajada forzada por Teodorico en el año 524, que lo mandó a Constantinopla a defender ante el emperador católico Justino la causa de los godos de Oriente oprimidos (conversiones coaccionadas, sustracciones de iglesias, leyes inquisitorias romanas). Según la crónica contemporánea del Anónimo de Valois (MGH, AAIX, 326), el papa fue recibido con todos los honores y reconocido incluso por el patriarca con motivo de la sucesión en la cátedra de Pedro. Coronó al emperador (526), provocando las iras del rey Teodorico (con sospechas de alta traición), el cual consideraba escasos los resultados de la misma misión papal (sólo restitución de iglesias), y por ello le hizo encarcelar. En la inscripción sepulcral se lee: "Víctima de Cristo, por la estancia coaccionada". Gregorio Magno cuenta la visión de un eremita según la cual el papa Juan y Símaco habrían precipitado a Teodorico por un cráter {Dial IV, 3). 2. Mensaje y actualidad La oración de la colecta, procedente del misal de Letrán del siglo xn, durante el cual se difundió su culto en Roma, menciona el martirio de este papa: "Oh Dios..., que has consagrado este día con el martirio del papa Juan primero". Entre sus méritos
pastorales cabe recordar dos: ante todo, la fijación de la fecha de la pascua, según las conclusiones de las investigaciones de Dionisio el Exiguo (la cristiandad seguía la era de Diocleciano), introduciendo de este modo la era cristiana en la historia; luego, la solicitud por el canto romano (a imitación de los papas anteriores, Celestino I, León Magno y Gelasio), que preparó esa genial obra del canto llamado "gregoriano" (de Gregorio Magno). Además, se atribuye a este Juan diácono (llegó a papa de archidiácono) la carta a Senario sobre la disciplina prebautismal en Roma. El fragmento que aparece en el oficio de lectura, de Juan de Ávila (f 1569), recuerda el significado de aquella invicta constancia de la fe del papa Juan, según la petición inicial de la colecta, comentando el texto paulino: "Nosotros siempre somos traídos a la muerte por amor de Jesucristo, porque la vida de Jesucristo sea manifiesta en nosotros" (2Cor 4,11). También hoy este papa sigue siendo el tipo del creyente que sólo puede vencer con el sufrimiento.
20 de mayo SAN BERNARDINO DE SIENA, presbítero (1380-1444)
1. Nota histórico-Iitúrgica La memoria facultativa de este gran santo y predicador popular, muerto en L'Aquila en 1444 y canonizado seis años después, nos presenta el fenómeno más típico de la evangelización popular en Italia desde el renacimiento hasta nuestros días, en un siglo que vio el surgimiento de las señorías y las competiciones mercantiles. Nacido en Massa Marittima, en el territorio de Siena, en 1380, entró en la Orden franciscana a los veintidós años (1402), después de haber recibido una buena formación cultural en la universidad de Siena. Tras su curación de la peste (1400) se dedicó a la predicación desde 1417, sustituyendo por casualidad a un predicador enfermo. Durante los primeros quince años no destacó demasiado, como ocurrió, en cambio, en los
158 San Bernardino de Siena últimos años de su vida, cuando, probado por las acusaciones de los difamadores, su palabra se hizo más ardiente y arrebatadora. De 1438 a 1443 tuvo la misión de reformar la Orden franciscana, llegando a vicario general de la observancia. A duras penas, sin embargo, logró reconciliar en parte a "conventuales" y "espirituales". Intervino también en la reforma de los estatutos de varias ciudades, como Siena y Perugia, adaptándose a la severidad de las leyes del tiempo (la hoguera para los "malditos sodomitas") y aceptando la disciplina judiciaria contra los culpables (pero rebosante luego de misericordia). Demostró un gran respeto por las mujeres, que eran frecuentes interlocutoras de sus prédicas, y trató con papas (como Martín V, Eugenio IV y Nicolás V) y con emperadores (como Segismundo I), rechazando siempre honores e incluso el episcopado. Es más, desafió a Felipe María Visconti, que intentaba comprar en Milán el silencio por cincuenta ducados, afirmando: "Me da tanto miedo como una mosca". Murió durante el viaje hacia Ñapóles, la víspera de la ascensión (1444).
25 de mayo 159 misa) y en su predicación, en la que exhortaba a todos, ante el cisma, las guerras y las matanzas, a que no dejaran de anunciar y vivir la palabra: "El silencio de los predicadores equivale a la llegada del anticristo", solía repetir. De este "santo varón Bernardino, que sirvió y siguió a Cristo" (elogio de Nicolás I en la bula de canonización), se puede recordar como síntesis esta frase: "Si hablas a Dios, habla con caridad. Si hablas de ti, habla con caridad. Haz que dentro de ti no haya más que amor y más amor". En efecto, él fue el puente de reconciliación entre los inconciliables adversarios de su tiempo: los pobres y los ricos, el papa y el emperador. De Bernardino de Siena se leen dos fragmentos de los Sermones: el de su memoria y el de la fiesta de san José (19 de marzo).
25 de mayo 2.
Mensaje y actualidad
La colecta de la misa focaliza la fisonomía principal del santo, reformador, predicador y escritor (escribió muchas obras, además de los Sermones transcritos por oyentes) en torno al tema del singular amor al nombre de Jesús, y le pide a Dios que vivamos "siempre impulsados por el espíritu de su amor". Para comprender la importancia de este santo nombre, que no era, por cierto, una fórmula mágica ni una superstición verbal, basta leer su sermón en el oficio de lectura. Por esta devoción al nombre de Jesús (compendium Scripturae y símbolo de unidad) y por haber inventado el trigrama (JHS: Jesús hominum Salvator), que hacía pintar en tablillas rodeado por rayos de fuego y de luz ("Sol iustitiae"), exhortando a sustituir con él a las cartas de juego, fue acusado de "idolatría". Denunciado a Eugenio IV, que le hizo examinar en San Pedro por cuarenta teólogos, fue, sin embargo, absuelto. Volvieron a acusarle en el concilio de Basilea, pero fue defendido por el mismo Eugenio IV, que publicó una bula en su defensa y glorificación. Se puede recordar aún, en la línea de la colecta, que este talante de caridad inflamada por el espíritu se manifestó en su devoción a la Virgen (su vida estaba marcada a partir del 8 de diciembre: nacimiento, vestición, profesión religiosa, primera
SAN BEDA EL VENERABLE, presbítero y doctor de la Iglesia (672/3-735)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de este gran monje, que fue llamado "el padre de la erudición inglesa", muerto en la abadía de Jarrow (Inglaterra) el 25 de mayo del año 735, víspera de la ascensión, y proclamado doctor de la Iglesia en 1879, nos remite a los confines del mundo civilizado del tiempo: a aquella Northumbria (Inglaterra septentrional), atravesada por el célebre m u r o levantado por Adriano contra los invasores del norte, símbolo del paganismo derrotado tras la conversión de los últimos paganos concluida por Valadrido (680-686). El mismo Beda, al final de su Historia eclesiástica del pueblo inglés, en el año 731 escribe su autobiografía: "Yo, Beda, siervo de Cristo y sacerdote del monasterio de los bienaventurados Pedro y Pablo, sito en Wearmouth y Jarrow, he nacido en el territorio de este mismo monasterio. A los siete años fui confiado por mis padres al reverendísimo abad Benito (Biscop) para mi educación, y luego a Ceolfrith (coadjutor de Benito Biscop).
160 San Beda el Venerable Luego pasé toda mi vida en este monasterio, enteramente dedicado al estudio de las Escrituras. Además de las observancias regulares y de la tarea cotidiana de cantar el oficio en la iglesia, siempre me ha gustado estudiar, enseñar y escribir. A los diecinueve años recibí el diaconado, y a los treinta años el presbiterado. Desde mi admisión al sacerdocio hasta mi quincuagésimo noveno año me dediqué, para mi propio uso y para el de mis hermanos, a redactar breves notas sacadas de las obras de los santos Padres, o también a comentarlas conforme a su pensamiento y a su interpretación: tres libros sobre el inicio del Génesis, dos libros de homilías sobre el evangelio..." Realmente asimiló toda la ciencia de su época, hasta el punto de convertirse en una enciclopedia viviente: gramático, naturalista, historiógrafo, poeta y teólogo. Por mediación de su maestro Trumberto (discípulo del arzobispo Teodoro y del abad Adriano de Canterbury), que fue monje en Lérins, se relaciona con la escuela de Canterbury, a la que debe la cultura clásica greco-latina traída a la isla por Teodoro. Con espíritu crítico a la hora de citar las fuentes en que se inspira, él mismo se autoproclama "verax historicus". A él se debe asimismo el primer martirologio histórico. Fue para el renacimiento carolingio el modelo del eclesiástico sabio, como lo denominó el sínodo de Aquisgrán del año 836: "Venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis" (Venerable y en los tiempos modernos doctor admirable). Tuvo por discípulos a Egberto, luego arzobispo de York, fundador de la célebre escuela de la que después saldría Alcuino. Su tumba es venerada en la catedral de Durham. 2. Mensaje y actualidad La colecta, que se remonta a 1899 (título de doctor), traza las líneas de su fisonomía espiritual y cultural: Dios ha iluminado a su Iglesia "con la sabiduría" de este santo monje. En efecto, Beda fue no sólo un gran erudito: toda su ciencia se orientó hacia la inteligencia de las Escrituras, el conocimiento de la Iglesia y la participación en su misterio. Él, tan docto, decía: "Los autores paganos son las bellotas de que se alimentan los puercos...; los filósofos son los padres de los herejes". Este amor a la Sagrada Escritura tenía entre otros objetivos, el de la divulgación; como cuando escribe, por encargo, su Comentario al evangelio de Lucas para sustituir las homilías de san Ambrosio, demasiado difíciles de entender.
25 de mayo 161 La segunda parte de la oración, después de haber declarado que la Iglesia ha sido iluminada "con la sabiduría de san Beda", especifica la súplica: "concede a tus siervos la gracia de ser... orientados por las enseñanzas de tu santo presbítero y ayudados por sus méritos". Las enseñanzas de los Padres fueron su tesoro. De ellas sacó su riquísima biblioteca (reunida por Benito Biscop), transcribiendo textos y comentándolos, hasta el punto de ser considerado como un heredero fiel y transmisor de la tradición antigua. Bonifacio escribió desde Alemania a Egberto de York para pedirle sus homilías. Hasta el fin de su vida, como narra el conmovedor relato de su última noche en el oficio de la lectura, siguió enseñando y dictando serenamente. En cuanto a la caridad de los santos (es significativo su celo pastoral: cf la carta a Egberto de York del 734), se inspiró en los modelos de vida recogidos en su martirologio, en el cual declara "que no se ha limitado a consignar el día, sino también el género de combate y bajo qué juez vencieron al mundo los mártires", demostrando así que vivía su espíritu en la laboriosa cotidianidad. Su muerte serena, antes de la cual distribuyó a sus hermanos los pequeños objetos que le había proporcionado la pobreza monástica, es un testimonio de esta vida consumida a la manera "típica del verdadero benedictino" (cardenal Newman). Hizo de la misma una liturgia: "Tendido sobre el suelo de su celda, comenzó a cantar: 'Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo'. Al nombrar al Espíritu Santo exhaló el último suspiro,, y, sin duda, emigró a las delicias del cielo, como merecía, por su constancia en las alabanzas divinas" (oficio de lectura). El responsorio de la lectura, después de haber hecho una síntesis de la vida de aquel a quien su compatriota san Bonifacio llamó "luz de la Iglesia e inflamado del Espíritu Santo", graba toda su experiencia, válida también para nosotros hoy, en la frase arriba citada: "Yo tuve como tarea agradable aprender, enseñar, escribir". De Beda se leen dos fragmentos de sus Comentarios: a la IPe (lun. III sem. de P.) y a Le (22 dic. f. de adv.), y otros tres textos de las Homilías (Sant. 31 -V, 29-VIH y 21 -IX).
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162 San Gregorio VII 25 de mayo SAN GREGORIO VII, papa (ca. 1020-1085)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa del papa san Gregorio VII, muerto en Salerno el 25 de mayo de 1805 mientras las tropas de Enrique IV y de Roberto el Guiscardo se enfrentaban en Roma, enlaza con un culto incluido en el calendario romano sólo en 1728, tras su canonización (1606). Nacido en Toscana (Tuscia) hacia el 1020, Hildebrando de Soana entró en el monasterio de los benedictinos de Santa María sull'Aventino y luego fue abad en San Pablo de Roma, reformando su monasterio con tal éxito que fue enviado por el papa León IX como legado a Francia para luchar contra la simonía (venta de las dignidades eclesiásticas) y el nicolaísmo (desorden moral del clero). Como archidiácono, ejerció un notable influjo en la curia romana, por lo que fue aclamado sucesor de Alejandro II (1073), tomando el nombre del primer papa benedictino (Gregorio Magno). Su actividad, después de haber sucedido nada menos que a seis papas que pasaron por la cátedra romana en un cuarto de siglo, puede simbolizarse en la gran obra reformadora denominada "reforma gregoriana"; esto es, la prosecución de aquellas tareas para las que había sido enviado a Francia en calidad de legado (lucha contra la simonía y el nicolaísmo). Pero él se proponía también acabar con el cisma de Oriente (1054) y preparar una cruzada para apoderarse de Jerusalén, que estaba en manos de los turcos (1070). En el ámbito de la cristiandad, obtuvo la reconciliación de Berengario en los concilios romanos de 1078-1079, con la retractación de su error (negación de la presencia real en la eucaristía); favoreció también la conquista de Inglaterra por Guillermo el Conquistador, normando (1066), esperando que fuera una cruzada contra la simonía. Por fin inspiró y patrocinó las colecciones canónicas del derecho eclesiástico (con frecuencia se presentaban mezcladas con contradicciones) emprendidas por Pedro Damián, Anselmo de Lucca y Deusdedit. Por su oposición a Enrique IV de Alemania, a causa de la investidura de la sede episcopal de Milán (era el epílogo de la lucha entre sacerdocio e imperio: cf decreto del año 1074) y de la disputa
sobre las investiduras de los obispos por parte de los laicos, el papa reaccionó contra el decreto de negación de obediencia a su soberanía por parte de veinticuatro obispos, reunidos en Worms (1076) e instigados por el emperador, con la excomunión de Enrique IV y la dispensa de los subditos del juramento de fidelidad. Tras el acto de sumisión en Canossa y la elevación a rey de Rodolfo de Suecia, Enrique hizo elegir a Guiberto de Rávena como antipapa (Clemente XIH) y se apoderó de la ciudad leonina (1084) en Roma, haciéndose coronar como el antipapa. Mientras, Gregorio, después de refugiarse en Castel Sant'Angelo y ser liberado por Roberto el Guiscardo, pudo huir a Salerno, donde murió en 1085 solo y abandonado, y donde fue sepultado. Su carácter, "áspero como el viento del norte", le impidió quizá la reconciliación con el rey excomulgado por segunda vez, que habría ahorrado a la ciudad de Roma las calamidades de los años 1083/84.
2. Mensaje y actualidad La nueva colecta del misal hacer referencia a las últimas palabras del gran defensor de la libertad de la Iglesia, tomadas del Sal 44,8: "Delexi iustitiam et odivi iniquitatem, propterea morior in exilio". En efecto, pide que Dios conceda a su Iglesia "el espíritu de fortaleza y la sed de justicia con que ha esclarecido al papa san Gregorio". Este espíritu de fortaleza se reveló en la reforma del clero, gracias a la centralización de los legados papales, a quienes confió la reforma de la Iglesia (por ejemplo, Hugo de Cluny, que él había conocido en Francia, etc.), y en la energía para oponerse ante todo al clero corrompido, reduciendo a dignidades puramente honoríficas las funciones primaciales que se emancipaban en sentido nacionalista, inhabilitando los cargos eclesiásticos obtenidos con simonía y prohibiendo las celebraciones litúrgicas a los ministros concubinos. En segundo lugar, luchó con justicia contra el poder temporal, que con la jerarquía feudal quería entrometerse en la investidura de los beneficios eclesiásticos. En este sentido, la segunda parte de la oración implora: "sepa tu Iglesia rechazar siempre el mal y ejercer con entera libertad su misión salvadora en el mundo". Gregorio, en un tiempo histórico en el que los emperadores germánicos se habían convertido en arbitros de la tiara pontificia, opone el derecho del sucesor de Pedro de destituir a
164 San Gregorio VII
los soberanos y de desligar a los subditos del juramento de fidelidad, fundándose en el texto de Mt 16,18-19. En el oficio de lectura, que deriva de las Cartas del papa (están recopiladas en el volumen titulado Registrum y en las Epistolae collectae), encontramos esta reivindicación sin ambages: "Todos los que en el mundo entero llevan el nombre de cristianos y conocen verdaderamente la fe cristiana saben y creen que san Pedro, príncipe de los apóstoles, es el padre de todos los cristianos y el primer pastor después de Cristo, y que la santa Iglesia romana es madre y maestra de todas las Iglesias". El responsorio a esta lectura recuerda también que "el Señor lo mostró poderoso ante el rey, lo mandó a su pueblo". Si en el medievo era inconcebible la separación entre Iglesia y Estado, porque se postulaba su unión, aunque necesariamente desigual, en beneficio del emperador o del papa, se puede apreciar que la concepción del primado del papa frente al poder real, hasta reivindicar un poder paralelo, no fue erigida jamás por Gregorio VII en sistema de poder absoluto, como fiarán, por desgracia, sus sucesores, Inocencio III y Bonifacio VIII, con la teoría del "resplandor de la luna derivado del resplandor del sol". Por tanto, no se puede imputar ningún compromiso a este luchador, que defendía la doctrina de los dos poderes en el cuerpo de la Iglesia (papa y emperador) como los dos ojos en el cuerpo humano. Su ideal político, inspirado en miras sobrenaturales, aunque sufriera no pocos reveses durante su pontificado, se convirtió, tras las correcciones de Ivo de Chartres y las adaptaciones de santo Tomás, en la magna charta de la cristiandad medieval. Por encima de las contingencias históricas, es para nosotros un estímulo a la hora de usar nuestra plena libertad al servicio del bien. La defensa de las prerrogativas del papado no le impidió amar a su enemigo. La sistematización de las relaciones entre "régimen" y "sacerdotium", que le hizo propender teóricamente hacia la supremacía del Papa al juzgar no sólo a los fieles ("membra Christi"), sino también a los malvados ("membra antichristi"), no es aún aquella teocracia gregoriana orgánicamente formulada que le han atribuido muchos. Pero es verdad que su Dictatus Papae (Reg. 11,54) en 1075, con las 27 proposiciones acerca de los privilegios y las prerrogativas de la iglesia de Roma, aunque inspirado en las justas intenciones de romper el vínculo entre autoridad política y obispos, no lograba superar la realidad de una Iglesia feudal, porque no eliminaba las funciones políticas de los obispos que, defendiendo la riqueza y el poder de sus obispados, hacían de
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ellos un instrumento de gobierno de los mismos poderes seculares. No por nada el mismo Gregorio reconoció su fracaso humano ("ideirco morior in exilio", añadido a la cita del Sal 44,8) en su última carta encíclica sobre la realidad de la cristiandad occidental y la fidelidad a su misión.
25 de mayo SANTA MARÍA MAGDALENA DE PAZZI, virgen (1566-1607)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria de esta santa florentina, nacida en 1566 y profesa carmelita en el convento de Santa María de los Angeles de Florencia, nos remite a un tiempo en el que Italia atravesaba una profunda crisis religiosa por la difusión de la cultura neopagana del renacimiento y por la influencia de la reforma luterana. La lucha entre las familias nobles y poderosas había implicado también a la familia de Catalina de Pazzi, que, menos de un siglo antes de su nacimiento, había perpetrado el horrible sacrilegio de matar a un rival de la familia de los Médici en la iglesia durante la misa solemne. Después de su primera comunión a una edad prematura para aquellos tiempos (doce años) y del voto de virginidad a la misma edad, contra el parecer de sus padres entró a los dieciséis años en el monasterio de Santa María de los Ángeles, regido por la regla carmelitana, pero excepcionalmente autónomo y jamás reformado a causa de su estricta observancia (existía la insólita costumbre de comulgar diariamente), el mismo año (1582) en que moría Teresa de Avila. Con el nombre religioso de María Magdalena hizo la profesión religiosa a los dieciocho años (1584), y fue elegida subpriora en 1604. Después de pruebas excepcionales, tanto físicas como espirituales (especialmente en el quinquenio de 1585-1590), murió santamente a los cuarenta y un años, el 25 de mayo de 1607, mientras sus cohermanas recitaban el Símbolo de Atanasio, que la había hecho estática desde los primeros años de su vida (1578-1580: sólo en 1585 se le imprimieron en el alma los estigmas invisibles). Fue canonizada en 1669,
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26 de mayo
Santa María Magdalena de Pazzi
junto con san Pedro de Alcántara, colaborador de santa Teresa en la reforma del Carmelo.
2. Mensaje y actualidad La colecta expresa en pocos rasgos las notas de esta mística: "Señor Dios, tú que amas la virginidad, has enriquecido con dones celestiales a tu virgen santa María Magdalena de Pazzi". El recuerdo inicial de la virginidad es una invitación a seguir este don, tan precoz en la monja preadolescente. Pero sobre todo la referencia a los dones celestiales evoca sus experiencias de purificaciones pasivas y activas, que sufrió en los cinco años en que Sixto V hacía radicales reformas. Inmersa en las tinieblas y en la oscuridad, se preparó para la nueva fase, inaugurada en pentecostés de 1590. El don de una continua unión con Dios iba unido en ella con la más fiel observancia de las prescripciones de la regla, aun sufriendo durante quince años hasta la muerte la oscuridad del temor de no salvarse. En la última fase de esta extraordinaria vida mística, desde 1604 en adelante, en tres años de sufrimientos (tras su elección a vicepriora), torturada por dolores tanto físicos como espirituales, hizo el voto de renunciar a todo goce espiritual. Por ello se le ha atribuido el lema: "Pati non morí" (Padecer, pero no morir). El fruto de esta intercesión, solicitada a Dios, está resumido en las dos expresiones de la oración: "concede a cuantos celebramos hoy su fiesta imitar los ejemplos de su caridad y su pureza". Ante todo, el ejemplo de su caridad nos viene de su valentía en el cumplimiento de la misión que le impuso el Señor, a los veinte años (1586), de escribir cartas con advertencias a los cardenales, a los obispos y al mismo papa para recordarles las graves ofensas inferidas a Dios y la reforma de las costumbres. Tales demandas encontraron misteriosamente respuesta en las radicales reformas de Sixto V en el colegio cardenalicio, el estatuto eclesiástico y la inspección de comunidades monásticas, si bien, por la oposición de sus superiores, estos escritos no recibieron nunca respuesta o tal vez no llegaran nunca a su destino. Y, por fin, el ejemplo de la pureza se puede encontrar en sus Revelaciones (dictadas a sus cohermanas), de las que el oficio de lectura nos ofrece una prueba. En ella, con una sublime invocación al Espíritu, se expresa así: "Ven, tú, alimento de los pensamientos castos, fuente de toda misericordia, cúmulo de toda pureza".
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La actualidad de este ejemplo de amor ardiente a la Iglesia, en tan difíciles condiciones históricas, asociado a una vida interior de gran profundidad, es para nosotros un acicate ejemplar a dar a nuestra devoción eclesial el tono más genuino y desinteresado.
26 de mayo SAN FELIPE NERI, presbítero (1515-1595)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Felipe Neri, muerto en Roma el 26 de mayo de 1595 y canonizado en 1622, nos hace retroceder a la ciudad de los papas, donde el rostro de la Roma pagana se transformó en el de una ciudad agitada por movimientos de espiritualidad y de reforma que dejaron huella. Nacido en Florencia de humilde familia en 1515, en su contacto con los dominicos de San Marcos se entusiasmó por Savonarola. Tras una pausa juvenil de dedicación al comercio en Cassino, donde conoció la espiritualidad benedictina (tuvo por maestro al ilustre monje Eusebio de Évoli), se fue a Roma en 1536. Después de asistir a los cursos de teología de la Sapienza (conoció a Ignacio de Loyola), se consagró a la asistencia de los peregrinos en el barrio de la Regola, fundando la fraternidad de la Santísima Trinidad. Durante la carestía de 1538-1539 visitó a los enfermos. Ordenado sacerdote a los treinta y seis años (1551), vivió en la iglesia de San Girolamo della Carita, donde fundó la obra que más tarde (1554) se denominó Congregación del Oratorio, en la que chicos y jóvenes se reunían para ejercitarse en obras espirituales, caritativas y culturales. Mantuvo contacto con las grandes figuras de su época, tanto santos (Ignacio, Carlos Borromeo, Camilo de Lelis, Francisco de Sales, Félix de Cantalice) como papas (Pablo IV, Pío V, Gregorio XIII, Gregorio XIV, Clemente VIII); pero sufrió también la humillación de ver que Pablo IV le retiraba el permiso de confesar, mal informado sobre su actividad de organización de las mismas peregrinaciones, hasta el punto de tener que acep-
168 San Felipe Neri
tar la oferta del rectorado de la iglesia de San Juan de los Florentinos. Aquí reunió a los primeros sacerdotes del Oratorio, convertido en centro de toda la vida religiosa de Roma: como Baronio (el futuro historiador y cardenal), Francisco María Tarugi y otros. En 1575, después de la bula de fundación de su congregación, que tenía su centro en Santa María della Vallice11a, donación del papa, donde Felipe hizo edificar una iglesia nueva (1578), pudo ampliar su obra, que se difundió también fuera de Roma. En los últimos años de su vida, después de los setenta y cinco y hasta los ochenta, se retiró a una actividad privada de confesiones y dirección espiritual. Murió en Roma, popularmente conocido por su fama de jovial y optimista bondad, que le había merecido el apelativo de Pipo el Bueno. Recibió la unción de los enfermos y el viático, respectivamente, de las manos de Baronio y del cardenal Federico Borromeo.
2.
Mensaje y actualidad
Las tres oraciones de la misa expresan justamente la fisonomía de este santo, que para no ceder a la admiración de la muchedumbre recurría a alguna que otra excentricidad (como "loco piadoso") y que rechazó sin paliativos todas las dignidades eclesiásticas. a) La colecta nos invita, según el designio de Dios, "que no cesa de enaltercer a sus siervos con la gloria de la santidad", a llenarnos "con aquel mismo fuego con que [el Espíritu Santo] abrasó el corazón de san Felipe Neri". La confianza que tenía en los medios sobrenaturales, especialmente en el sacramento de la confesión, con el cual formó cristianamente a grandes personalidades y generaciones enteras de romanos, era inmensa. Pero también su insistencia en la castidad, presentada en un contexto de alegría y de entrega cristiana, así como en la humildad, constituye la expresión de este ardor del Espíritu que invadía y dilataba incluso físicamente su corazón. En Pentecostés de 1544 tuvo la visión de una esfera de fuego que entró en él. Solía decir que la santidad está en cuatro dedos, y señalaba la frente para aludir a la mortificación de la racionalidad. En la boca de un hombre culto y erudito, que había encaminado a Baronio hacia la historia eclesiástica y orientado los estudios del arqueólogo Antonio Bosio hacia el descubrimiento de las catacumbas romanas, esta indicación de vida revela la calidad de su espíritu: significativamente la idea guía de su Oratorio
26 de mayo 169
era: "Sola caritas", en el espíritu de la abnegación interna ("spernere seipsum"), de las virtudes cardinales ("spernere mundum"), de la alegría ("spernere neminem") y de la simplicidad ("spernere se sperni"). Pero su principal característica es la de haber inculcado el predominio de las mortificaciones espirituales sobre las corporales y la práctica de la simplicidad evangélica. b) En la oración sobre las ofrendas se pone de manifiesto otro carisma: "te rogamos que, a ejemplo de san Felipe Neri, nos consagremos con gozo a glorificar tu nombre y a servir a nuestros hermanos". La hilaridad virtuosa o, mejor, la jubilosa pedagogía que le permitía ser eternamente joven, atrayendo a los jóvenes con el juego, los paseos, el arte, el estilo alegre y a veces desenfadado, era su método educativo, que sabía hacer siempre agradables y simpáticas las cosas de Dios. El canto y la música, que él pudo favorecer con la ayuda de hombres como Palestrina, Animuccia y otros (a quienes se deben las maravillosas Alabanzas y los célebres Oratorios), iban acompañados con la propuesta de medios alternativos al vicio, para dar curso a una sana alegría, en la persuasión de que "las almas alegres e inclinadas a la alegría entran más fácilmente en los caminos del Espíritu". Así se convirtió este florentino en el segundo apóstol de Roma. c) La oración después de la comunión, por fin, nos invita, a ejemplo de san Felipe, a desear "siempre beber en las fuentes de la verdadera vida". El deseo de las cosas auténticas es uno de los contenidos del método pedagógico filipino por la inmediatez de sus principios educativos, que han inspirado, especialmente en el siglo xix y en gran parte de la primera mitad de nuestro siglo, las indicaciones y programas de desarrollo de los oratorios parroquiales. "Desear las cosas por las que vivimos genuinamente" (según la letra del texto latino) significa ofrecer también en nuestros días una visión atrayente de la santidad, reencontrando el camino de la alegría, de la coparticipación y expansión de la propia vida interior. Por eso nadie podía resistirse a la familiar confianza de Felipe. La lectura del oficio, a falta de un texto del santo, que antes de morir quemó sus escritos, está sacada de los sermones de san Agustín, donde la alegría cristiana se funda en el ser "en Cristo". Ella nos puede ayudar a comprender mejor la frase de Pipo el Bueno: "Un siervo de Dios debería estar siempre alegre". En una espiritualidad moderna abierta a todos, "también la gente del mundo puede salvarse y exactamente en medio del mundo y en casa;
170 San Agustín de Canterbury ni los negocios ni el servicio cortesano son obstáculo para el servicio de Dios". Prefacio (MAE, 325) Tú nos das en san Felipe un ejemplo vivo que suscita nuestro fervor en el seguimiento de Cristo. Su luminoso testimonio nos apremia a amarte con alegría y a servirte en los hermanos pobres y enfermos. Su admirable vida nos enseña a dirigirnos a ti con corazón sencillo y nos recuerda que la fidelidad de cada día es la ofrenda más grata a tu nombre.
27 de mayo 171 Ordenado obispo, Agustín fue acogido por el mismo rey de Kent, Etelberto, y se asentó junto a la iglesia de San Martín de Canterbury, mandada construir por la reina Berta, que era cristiana. Tuvo la dicha de ver al mismo rey entre los numerosos convertidos (597), que fueron bautizados en la noche de navidad (unos diez mil). Tras una segunda misión de monjes en el año 601, Agustín recibió el palio de primer arzobispo de Inglaterra, con la asignación de dos sedes sufragáneas a la metrópoli de Canterbury, la una en Londres y la otra en Rochester. El cuerpo del santo fue sepultado en la iglesia de los Santos Pedro y Pablo de Canterbury (hoy San Agustín), hecha construir por el rey junto al monasterio de los misioneros. 2. Mensaje y actualidad
27 de mayo SAN AGUSTÍN DE CANTERBURY, obispo (ca. 604)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa del obispo de Canterbury, muerto en esta ciudad el 26 de mayo del año 604 (o 605) e introducido tardíamente en el calendario romano (1882) después de un culto local (747), es celebrado el día sucesivo más libre (el 26 es la memoria de san Felipe Neri). El nombre de Agustín era invocado ya en las letanías de los santos tras el de Gregorio, por orden del concilio de Clovcshoe (747); por eso, justamente después de la restauración de la jerarquía católica en Inglaterra (1850), el nombre del primer evangelizador de la isla vuelve al culto de la Iglesia universal. Antes del año 596, cuando era prior del monasterio de San Andrés, en Roma (fundado por Gregorio Magno en su casa del Celio), no sabemos nada de Agustín. En el año 597 fue enviado por el papa, al mando de unos cuarenta monjes, a evangelizar la Inglaterra sudoriental, donde el cristianismo de los orígenes (como testifican Cipriano y Orígenes) había sido subsumido por el paganismo de los invasores sajones (en los siglos V-Vll) y se había refugiado con sus primeros habitantes, los bretones, en el oeste (Gales y Cornualles).
La nueva colecta expresa mejor la importancia de "la predicación del obispo san Agustín de Canterbury", por la que Dios "llevó a los pueblos de Inglaterra a la luz del evangelio", pidiendo que "el fruto de su trabajo apostólico perdure en la Iglesia con perenne fecundidad". En efecto, la misión de Agustín ante los celtas (que vivían en el oeste de Inglaterra) estuvo marcada por notables dificultades, dado que el clero bretón y los monjes del país occidental tenían diferentes usos litúrgicos (por ejemplo, para el bautismo) de los reformados por Gregorio Magno y un cálculo distinto de la fecha de la pascua. La reunión de estos británicos junto a "la encina de Agustín" resultó infructuosa. La carta de Gregorio Magno a Agustín, que se lee en el oficio, alude a los milagros exteriores que acompañaban la gracia de la conversión interior, hasta el punto de recomendar que no se enorgulleciera el ánimo débil con los signos que se realizaban. Estos éxitos no carecen de dificultades, provocadas por la misma amargura de los vencidos (los bretones) ante los sajones, cuyo obispo era Agustín; y parecen justificar la petición de que también hoy los frutos de la nueva evangelización de Inglaterra, tras la fractura del anglicanismo, puedan llevar a la unidad con la Iglesia madre de Roma, a la que tiende la búsqueda ecuménica (amenazada por las mismas divisiones internas en la comunión anglicana). Si Agustín sólo puso los cimientos de la Iglesia inglesa, también hoy la confianza ecuménica descansa sobre las bases de esta Iglesia, que resultaron óptimas para su sucesor, Lorenzo.
172 Visitación de la Virgen María 31 de mayo VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA (ss. VI/XIV)
1. Nota histérico-litúrgica La fiesta de la visitación de María se ha trasladado al 31 de mayo (antes el 2 de julio, octava del nacimiento del precursor), porque se celebra entre la anunciación (25 de marzo) y la natividad de Juan Bautista (24 de junio), y así se adapta mejor a la narración evangélica. Tiene un origen remoto en la liturgia romana del siglo VI en función de la preparación de la navidad (cf perícopas de Le en el viernes de las témporas y en el III domingo de adviento). El arzobispo de Praga Juan Jenstein la introdujo en 1386 en su diócesis, hasta que, en el consistorio de 1389, Urbano VI la extendió a toda la Iglesia latina, fijándola el 2 de julio, para impetrar el fin del gran cisma (consumado en 1378 entre el papa Urbano VI y el antipapa Clemente VII en Aviñón). Tras el cisma, el concilio de Basilea en 1441 reconfirmó la bula de Bonifacio IX, de 1389, para la fiesta. En Oriente, en la fecha del 2 de julio se celebra la "deposición del manto de la santa Señora y madre de Dios en Blanquerna", es decir, de la reliquia traída de Jerusalén a Constantinopla y venerada en un santuario que se le dedicó en el año 473. 2. Mensaje y actualidad La riqueza de las oraciones del misal, que sustituyen a las anteriores, celebra el acontecimiento salvífico en el que "la Virgen estuvo estrechamente vinculada al Hijo" (cf Marialis cultus, 7). a) La colecta pone de manifiesto que Dios inspiró "a la virgen María, cuando llevaba en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Isabel". Por eso se pide que también nosotros seamos "dóciles al soplo del Espíritu". La opción radical del sí de María en la anunciación ya era la premisa de esta docilidad, que el evangelio de la fiesta reevoca con este viaje, en el que el camino recorrido por María es el mismo que recorriera el arca de la alianza cuando fue llevada por David a Jerusalén. La lectura (opcional) de la misa (Sof 3,14-18) acentúa el tema de la alegría por la visita del Señor. La antigua y nueva alianzas se
31 de mayo 173 unen en el mismo camino de María, convertido en "foederis arca". b) La conclusión de la colecta, "que... podamos, con María, cantar tus maravillas", halla eco también la oración después de la comunión, donde con las mismas palabras del Magníficat se invita a la Iglesia a experimentar en sí misma los sentimientos propios del cántico, del que san Beda (en el oficio de lectura) nos ofrece un comentario literal, según las normas exegéticas medievales. c) La oración sobre las ofrendas subraya un nuevo elemento: la unión entre la madre del Hijo de Dios y su gesto de amor realizado en un largo viaje "hacia la montaña", también según la evocación del texto del Cántico (2,8-14), que es cantado en el salmo responsorial de la misa y leído en la primera lectura del oficio. María, al realizar este gesto, es impulsada por un espíritu misionero, para hacer una obra de misericordia con su anciana pariente, anticipándose casi a la diaconía de la Iglesia, que, sin alforja ni sandalias (LC 10,4), es enviada a los pobres, para que también ellos descubran en los gestos concretos de la coparticipación fraterna que son amados por Dios, y por tanto que son capaces de exultar de alegría (como hizo María). Este tema de la relación entre María y la Iglesia se encuentra expresado también en la tercera estrofa del himno de los laudes, cuando canta: "Llevaba a Dios en su entraña / como una preeucaristía". Por fin se puede evidenciar que en la oración después de la comunión hay también una mención directa de Juan, que "exultó de alegría al presentir a Cristo en el seno de la Virgen". En efecto este encuentro entre los nascituros, además del encuentro entre ambas madres, representa el paso decisivo del tiempo salvífico de la ley de los profetas al hoy salvífico de los tiempos nuevos (cf Le 16,16; Mt 11,12-13). Al celebrar esta fiesta no hay que pecar, en consecuencia, de reduccionismo ni de piadoso sentimentalismo, como si se tratara de un encuentro de carácter familiar, ignorando el vasto trasfondo salvífico: cf tipología del arca de la alianza (evangelio). Cada uno de nosotros puede asociarse a María como portador de Cristo (cristóforo) y gustar la alegría de su presencia.
Inmaculado Corazón de la Virgen María 175
174 Inmaculado Corazón de la Virgen María Sábado posterior a la solemnidad del Sagrado Corazón INMACULADO CORAZÓN DE LA VIRGEN MARÍA (1643/1942)
1. Nota histórico-litúrgica Esta memoria facultativa, que la exhortación Marialis cultus (n. 8) incluye entre las memorias que "manifiestan orientaciones que brotan de la piedad contemporánea", se remonta a 1643, cuando san Juan Eudes, "padre y doctor" y primer apóstol de la devoción a los sagrados Corazones de Jesús y María, comenzó a celebrarla pese a la fuerte oposición de los jansenistas. Después de alternas demandas y otras tantas negativas (en 1669 y en 1729) por parte de la congregación romana, en 1942 Pío XII, también a impulsos de los misioneros claretianos (del Inmaculado Corazón de María), consagraba (8 de diciembre) la Iglesia y el género humano al Inmaculado Corazón de María, en el 25.° aniversario de Fátima, y extendía a toda la Iglesia latina esta fiesta litúrgica el 22 de agosto. Del día octavo de la asunción (en 1944), ahora ha sido trasladada a después de la solemnidad del sagrado Corazón de Jesús. 2. Mensaje y actualidad a) Partiendo de los textos eucológicos, se puede configurar la temática de esta memoria en la colecta que nos presenta a María como modelo del camino de fe que recorrió en su corazón, donde Dios preparó "una digna morada al Espíritu Santo". Por eso en el texto evangélico (Le 2,51) y en la antífona de la comunión (Le 2,19) se pone de relieve que María "conservaba todas estas cosas" como perfecta discípula de la Sabiduría. Al aceptar la palabra divina en la anunciación, realiza progresivamente su madurez eterna, escuchando y guardando las palabras de su hijo, pese a no comprender la respuesta de Jesús en el templo. b) Para que también nosotros podamos ser templo vivo de la gloria divina (cf ICor 3,16-17), como pide la colecta, y no reducirnos a ser un templo-museo inútil, es menester que acojamos la invitación de la oración después de la comunión; esto es, que "sintamos el aumento continuo de la salvación". El modelo del corazón, que ocupa el centro de esta celebración
debe ser purificado de todo devocionalismo lánguido y no bíblico. En efecto, en la Biblia el corazón forma la base de todas las relaciones amoroso-morales con Dios. Por tanto, en esta clave, el corazón de María se convierte en la cuna de toda la meditación cristiana sobre los misterios de Cristo, como sugiere el comentario de san Lorenzo Justiniano en el oficio de lectura. c) Para nosotros, meditar en el propio corazón significa saber trasladar al hoy los acontecimientos salvíficos, hacerlos actuales, superando esa superficialidad que es la carcoma de la vida espiritual y que nos impide gozar "en la abundancia" de los beneficios del Señor (oración después de la comunión). Actualizando la oración sobre las ofrendas (atípica en sí misma) se pide el auxilio de la misericordia divina: el étimo evoca el corazón compasivo de María ante la misericordia del Padre. Prefacio (MAII, 331) • Desde lo alto de la cruz, Cristo confió su madre al discípulo predilecto para que a su vez la asistiese. Juan es figura del género humano, y María se convierte en la madre de todos para que descienda con más abundancia la gracia divina sobre nosotros, que hemos creído y conocido las inagotables riquezas de su corazón.
JUNIO
1 de junio SAN JUSTINO, mártir (t 166)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de este mártir, que aparece por primera vez en el calendario romano en 1882, se celebra en la fecha en que lo celebran la Iglesia bizantina (según el Typicon, tributario de la Iglesia de Jerusalén) y maronita, transfiriéndola del 14 de abril, que había sido elegida de manera arbitraria (según el calendario del siglo IX) y que coincide a menudo con las solemnidades pascuales. Originario de Flavia Neapolis (Siquén o Samaría) a comienzos del siglo II, Justino nació de padres paganos, tal vez de origen romano. En su anhelo de búsqueda, después de haber consultado a filósofos de distintas escuelas (estoica, peripatética, pitagórica, platónica), encontró en Efeso a un sabio que le encaminó al estudio del Antiguo Testamento al reprocharle: "Tú eres amante del bien hablar, pero no un amigo de la acción y de la verdad" (Diálogo con Trifón, 3,3). Habiéndose convertido al cristianismo, hacia el 130, fue a Roma, donde abrió una famosa escuela, que tuvo por oyente, entre otros, también a Taciano (el futuro apologista). De sus ocho obras, sólo nos han llegado tres (las dos Apologías y el Diálogo con el judío Trifón en recuerdo de la discusión mantenida con él). Por las actas auténticas de su martirio, escritas en un tiempo en que en Roma no se solían celebrar los aniversarios de los mártires, sabemos sólo que, denunciado por el filósofo cínico Crescencio, fue decapitado hacia el año 166 (siendo prefecto Junio Rústico), junto con otros seis discípulos.
1 de junio 179
178 San Justino "Los santos mártires sufrieron así su martirio confesando a nuestra Salvador" (Actas). 2.
Mensaje y actualidad
Las oraciones de la misa, procedentes del texto de 1882, delinean la fisonomía del santo, que Tertuliano (Adv. Valentinianos, 5,1) señalaba como "filósofo y mártir". a) En la colecta se evocan dos temas. Ante todo, el del martirio: "El Señor ha enseñado a san Justino a encontrar en la locura de la cruz la incomparable sabiduría de Cristo". Así se reevocan las Actas fieles del "martirium" (en nombre de los otros seis compañeros), presentadas en el oficio de lectura, donde él, ante el prefecto Rústico, dijo: "Es nuestro deseo más ardiente el sufrir por amor de nuestro Señor Jesucristo para ser salvados. Este sufrimiento nos dará la salvación y la confianza ante el tribunal de nuestro Señor y salvador, que será universal y más terrible que éste". En la parte de la intercesión se le pide a Dios "la gracia de alejar los errores que nos cercan y de mantenernos firmes en la fe". Justino, calificado de intelectual cristiano, fue un investigador de la verdad, porque mediante su coloquio con el anciano de Efeso, que le encaminó hacia Cristo compulsando a los profetas del Antiguo Testamento, mucho más antiguos que todos los filósofos (que él consultaba), llegó a convertirse. Así lo testifica el Diálogo con Trifón, del que la antífona del Magníficat, en vísperas, nos recuerda un fragmento significativo: "El fuego se apoderó inmediatamente de mi alma, y me invadió el amor de los profetas y de los hombres que son amigos de Cristo". La característica de su defensa de la verdad no es tanto una filosofía ponderada por su racionalidad, sino por la eficacia de su propuesta moral. Él fue el primero que tendió un puente entre la filosofía pagana, la de aquellos que viviendo según el Logos germinal (que es Cristo) son cristianos, aunque pasaran por ateos (como entre los griegos Sócrates, Heráclito y otros parecidos a ellos; Apología I, 46; II, 13), y la fe cristiana. Supo dialogar a través de sus Apologías —dirigidas a los emperadores Antonino Pío y quizá Marco Aurelio, al senado y al pueblo romano— con los paganos y con los judíos (Diálogo con Trifón), demostrando que con la encarnación del Logos (Verbo) se alcanzó la revelación completa de la verdad. b) En las otras dos oraciones se hace referencia a los misterios litúrgicos, "que defendió con valentía el mártir san Jus-
tino" (oración sobre las ofrendas) en sus obras. En efecto, en sus escritos encontramos la primera descripción de los ritos del catecumenado, y especialmente de la liturgia eucarística (Apología, 1,65), de los que tenemos una cita en la antífona del Benedictus (laudes), que testimonia un elemento de la estructura trinitaria de la anáfora: "En toda oblación alabamos al Creador del universo por medio de Jesucristo, su Hijo, y del Espíritu Santo". En el Diálogo con Trifón (ce. 41 y 117), la eucaristía es llamada "víctima espiritual". c) Esta actividad nos viene indicada también en la parte final de la oración después de la comunión: "nos mantengamos en continua acción de gracias". La apologética para Justino es ya una "praeparatio evangélica", porque del primer escritor cristiano que después de Pablo ha captado las implicaciones universalistas del cristianismo, podemos aprender a descubrir los innumerables gérmenes del Verbo que están esparcidos en las religiones no cristianas (cf Evangelii nuntiandi, n. 53). De Justino, además del texto para su memoria de las Actas del martirio, se leen dos fragmentos de la I Apología (miérc. III sem. de P.; III dom. de P.). Prefacio (MA H, 333) En los primeros tiempos de tu Iglesia elegiste al mártir Justino para que con sus escritos expusiera a judíos y paganos los misterios de las profecías y la doctrina de los apóstoles, defendiendo sin temor el evangelio de Cristo en presencia de los príncipes. Él desempeñó fielmente su ministerio, después de haber dado testimonio de ti ante muchos testigos, y tú le otorgaste que derramara su sangre para recibir la corona de gloria eterna en el glorioso ejército de los mártires.
180 San Marcelino y san Pedro 2 de junio SAN MARCELINO Y SAN PEDRO, mártires (t 303?)
3 de junio 181 martirio". La imitación de la firmeza de su fe, también para nosotros hoy en que ya no existen persecuciones cruentas, consiste en luchar "no contra hombres de carne y hueso, sino contra las fuerzas del mal", como advierte san Pablo (el Ef 6,12) en el oficio de lectura.
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de estos mártires en su dies ñateáis, introducida por el papa Vigilio en el canon romano y atestiguada por el martirologio jeronimiano y por todas las fuentes litúrgicas del siglo VIII, nos remite a la terrible persecución de Diocleciano, en el año 303, cuando el sacerdote Marcelino y el exorcista Pedro fueron decapitados (cf epigrama sepulcral de Dámaso), después de habérseles obligado a cavar su propia fosa en un lugar ocultado por un bosque. Según la passio simplificada del siglo VI, tras su milagroso hallazgo, los cuerpos fueron llevados Adduas lauros en la vía Labicana (en el cuarto miliario), donde la madre de Constantino, santa Elena, hizo construir una basílica (cuya cripta fue descubierta en 1887). El lugar del sepulcro, destruido por los godos, fue restaurado por el papa Vigilio. Sus reliquias son mencionadas en el año 827 en Seligenstadt sobre el Meno. 2. Mensaje y actualidad La nueva colecta nos invita a sentirnos herederos de la tradición gloriosa de nuestros orígenes, expresada por estos dos mártires romanos, que fueron de los más honrados en el tiempo del papa Dámaso (les dedicó un epigrama, sirviéndose de una leyenda). En efecto, invoca: "Señor, tú has hecho del glorioso testimonio de tus mártires... nuestra protección y defensa". El testimonio del papa Dámaso, que "cuando aún era joven" escuchó los recuerdos de su verdugo, que se había convertido, influyó sin duda para hacer de la iglesia de ambos santos, en Roma, una iglesia estacional, al noroeste de San Juan de Letrán, entre el Celio y el Esquilino, en el segundo sábado de cuaresma (con el evangelio del hijo pródigo). En la Exhortación al martirio, de Orígenes, escrita setenta años antes de la pasión de Marcelino y Pedro, la lectura del oficio se expresa así: "Jesús dio su vida por nosotros; demos también nuestra vida, no digo por él, sino por nosotros mismos y, me atrevería a decirlo, por aquellos que van a sentirse alentados por nuestro
3 de junio SAN CARLOS LUANGA Y COMPAÑEROS, mártires (t 1886-1887)
1. Nota histórico-litúrgica La reciente memoria obligatoria (1964) de estos veintidós protomártires del África negra, muertos en Uganda entre el 26 de mayo, el 3 de junio de 1886 y el 27 de enero de 1887, ha sido fijada en esta fecha porque el jefe, Carlos Luanga, con sus doce compañeros, murió quemado tras horribles tormentos el 3 de junio de 1886, en Rubaga. Son las primicias de ese centenar de cristianos católicos y protestantes que cayeron víctimas de la persecución del vicioso rey Muanga en la región de los grandes lagos. Canonizados durante la tercera sesión del concilio Vaticano II ante todo el episcopado católico, se han convertido en verdadera gloria de la Iglesia universal. Uganda fue evangelizada primero por los Padres Blancos en 1879. Expulsados del país en 1882, pudieron volver dos años más tarde, reclamados por el mismo rey Muanga, que luego se convirtió en su feroz perseguidor. El rey Muanga, instigado por su funcionario, que se vengaba por haber sido descubierto en una conjura contra él, hizo matar primero a un cierto número de cristianos, junto con el obispo anglicano Hannington (1885), acusado de espionaje; luego hizo decapitar y quemar al jefe de la servidumbre, José Mkasa (17 de noviembre), junto con otros pajes, acusados de ser aquellos que "rezaban" (es decir, leían las oraciones de un libro). Fue Carlos Luanga, primer paje de la corte, el que preparó a sus doce más fieles al martirio. Después de la sentencia de condena a muerte, fueron llevados a Kampala, al lugar del martirio; en el ínterin fue decapitado y quemado también el
182
5 de junio
San Carlos Luanga y compañeros
amigo del rey (Andrés Kagua). Al día siguiente fue asesinado cruelmente un ilustre personaje, Matías K. Mulumba, a quien las actas del proceso de canonización consideran como "la flor más bella de la corona" de estos mártires. En efecto, Matías Mulumba había reconocido en los "hombres blancos", preanunciados por su padre antes de morir, a los misioneros católicos, después de haberlos confundido primero con mahometanos y luego con misioneros protestantes. Después de ser bautizado decía, sin dar importancia a sus honores de alto personaje de la corte: "¿No soy quizá un esclavo, un esclavo de Jesucristo?" Tras la espera de los días necesarios para la preparación del lugar del suplicio —algunos pajes ya habían sido muertos durante el trayecto—, los prisioneros fueron encadenados. El primero que fue quemado en la hoguera fue Carlos Luanga; después también los demás fueron asados vivos. Entre éstos se encontraba el hijo del jefe de los verdugos, que se negó a ser liberado, diciéndole a su padre: "El rey te ha ordenado que me mates; quiero morir por Jesucristo". También Juan M. Jaman, llamado "el anciano" por su pundonorosa conducta y dedicado al servicio del prójimo, siguió a sus amigos dos años más tarde, anegado en un estanque (el 27 de enero de 1887). Con toda justicia fue declarado Carlos Luanga, en 1934, patrón de la Acción católica y de la juventud africanas. De los tres indultados entre los prisioneros hemos recibido el testimonio de este heroico martirio de sus amigos.
2. Mensaje y actualidad a) La colecta, que comienza con la célebre frase de Tertuliano (también él un laico africano): "Señor, Dios nuestro, tú haces que la sangre de los mártires se convierta en semilla de nuevos cristianos", pide que "el campo de tu Iglesia, fecundo por la sangre de san Carlos Luanga y sus compañeros, produzca continuamente, para gloria tuya, abundante cosecha de cristianos". Pablo VI, que en su peregrinación a África en 1969, durante la misa de canonización celebrada sobre las urnas de los mártires, renovó la tradición de san Cipriano, que celebraba el sacrificio sobre las tumbas de los mártires de Cartago (y del cual se cita en el responsorio del oficio una carta: Ep. 58,8), ilustra la fecunda verdad del lema de Tertuliano, recordando que estos nuevos mártires de África parecen añadir un nuevo
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eslabón a la cadena de sus antiguos mártires (escilitanos, cartagineses, de Masa Cándida, junto a Útica, recordados por san Agustín y por Prudencio), de los mártires de Egipto (cf elogio en Crisóstomo) y de la persecución vandálica. b) La oración sobre las ofrendas hace alusión al rechazo opuesto a las impuras propuestas del rey por parte de los jóvenes mártires, víctimas de un delito tan absurdo y al par tan rico en significado que ofrece suficientes y claros motivos, con los que puede formarse la conciencia moral de un pueblo nuevo. c) En la oración después de la comunión podemos captar la actualidad de esta memoria: el sacramento eucarístico, que los ha sostenido en su pasión, puede hacernos fuertes en la fe en medio de los peligros y las pruebas de la vida.
5 de junio SAN BONIFACIO, obispo y mártir (672/5-754)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria del santo obispo de Maguncia, asesinado durante la misa con cincuenta y dos compañeros de los frisones, a quienes llevaba el evangelio, junto a Dokkum (Frisia septentrional, hoy Países Bajos), el 5 de junio del año 754, celebra al gran apóstol de Alemania, que extendió su acción misionera hasta el reino de los francos. Su culto inmediato, no sólo en Alemania, sino también en Inglaterra (756), su lugar de origen (tanto que un concilio le dio el título de patrono, con Gregorio Magno y Agustín de Canterbury), fue introducido en el calendario romano sólo en 1874, a petición de los padres del concilio Vaticano I. Winfrido, nacido hacia el año 673 en el reino anglosajón de Wessex (Inglaterra sudoccidental), después de su formación en las abadías de Exeter y Nursling, profesó la regla monástica en el año 715, convirtiéndose en abad de Nursling. Deseando llevar la fe a los paganos, después de haber hecho sin éxito un viaje a Frisia en el año 716, fue investido por el papa Gregorio II de
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San Bonifacio
la misión de evangelizar a los idólatras de Alemania (en el año 719), recibiendo el nombre de un mártir romano. En el año 722 fue ordenado obispo, pero directamente dependiente de la Santa Sede, sin diócesis particular. Después de la evangelización de Asia (talando las encinas de Donar, en los alrededores de Geismar, derrocó el paganismo), pasó a la cercana Turingia (725) fundando monasterios, y allí permaneció durante siete años. El sucesor en la sede apostólica, Gregorio HI, le confió el nuevo campo misionero de Baviera, haciéndole arzobispo (732). Bonifacio estuvo aquí nueve años, hasta el 741, en que pudo crear obispados sufragáneos importantes, como Salisburgo, Freysing, Ratisbona, Passau, etc. Para cumplir su misión nacional de evangelizador le pidió al papa Zacarías que concediera a su nueva fundación en el monasterio de Fulda (744), que él mismo elegirá como lugar de sepultura, la inmunidad pontificia, que representa el primer privilegio de exención en la historia. Con Pipino (747), Bonifacio fue marginado por la oposición de los círculos francos contra el anglosajón extranjero. Mientras evangelizaba la Frigia septentrional fue víctima de una horda de paganos.
2. Mensaje y actualidad La nueva colecta, procedente de los misales ambrosiano y parisiense, pide la intercesión del santo obispo y mártir Bonifacio, para que "podamos defender con valentía y confirmar con nuestras obras la fe que él enseñó con su palabra y rubricó en el martirio con su sangre". En efecto, la amplitud de su actividad misionera, que le obligó a mantener contactos con papas y reyes, le atribuyó una influencia de dimensión europea, que creó el clima para el paso de la historia del papado del período bizantino al franco. Su método apostólico se fundaba en dos puntos esenciales: ante todo, la búsqueda de la ayuda de los reyes y de los personajes importantes, sin plegarse, empero, a ellos; luego, la apelación a los monasterios, como demuestra el apego a su condición de monje en la fundación del monasterio de Fulda, adonde se retiraba con frecuencia. Cuando Carlomán heredó Austrasia, después de la división del reino de Carlos Martel (741), se sirvió de Bonifacio para eliminar los abusos en la concesión de beneficios y honores y la relajación de la disciplina del clero y también de ciertos monjes
5 de junio
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celtas aventureros, reuniendo un concilio general de los obispos francos (744) en Soissons. Este concilio, durante tres años, hasta el 747, decretó reformas importantes para aquellas Iglesias. Baste recordar el nombramiento del abad Fulrado y de Crodegango, obispo de Metz (748), que trabajó eficazmente en la reforma del clero y en la institución de los canónigos regulares. Es relevante característica de esta obra de fundaciones y reorganizaciones de Iglesias, tanto en Baviera como en Turingia y en Franconia (de las que quedan los Capitularía promulgados en el citado concilio general del reino franco), el impulso dado a las fundaciones monásticas, que en aquellos tiempos eran focos de vida litúrgica, así como de cultura profana (técnicas de agricultura y artes). Baste recordar que Bonifacio escribió una gramática, una métrica y que nos ha legado algunas poesías. Sin duda fue un hombre decidido a la hora de combatir las supersticiones mágicas de los pueblos bárbaros: como cuando taló, con la ayuda de sus compañeros, la encina que había en la montaña de Gudenberg (en Geismar), y los paganos vieron en el improviso derribo, a causa de un viento impetuoso, una especie de juicio de Dios contra sus ídolos impotentes. También nosotros podemos pedir, con la colecta, "defender con valentía y confirmar con nuestras obras la fe". El mismo afirma en la carta que aparece en el oficio: "de buena gana abandonaría el gobierno de la Iglesia que me habido confiado, si para ello encontrara apoyo en el ejemplo de los Padres o en la Sagrada Escritura". En todo este fervor misionero de un hombre diamantino y austero que le sirvió de abrecaminos a Carlomagno, es conmovedor el epistolario dirigido a la abadesa de Bischofsheim, Lioba (que había abandonado Inglaterra por indicación suya), donde se revela la humanidad de su alma y al mismo tiempo su devoción particular al sumo pontífice, al cual sometía constantemente las menores dificultades. Sus palabras: "Dejadnos morir por las santas leyes de los santos Padres", en una época de vuelcos históricos, son una amonestación también en nuestros días.
186 San Norberto 6 de junio SAN NORBERTO, obispo (1080/85-1134)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de san Norberto, nombrado arzobispo de Magdeburgo (1126) por Inocencio II y muerto en su sede el 6 de junio de 1134, fue introducida en el calendario en 1620 y celebra a uno de los hombres de Dios que más contribuyó a la renovación cristiana del siglo XII con la restauración de la dignidad del sacerdocio, propugnando la reforma gregoriana. Nacido hacia 1080 de la noble familia Gennep de Xanten, pequeña ciudad de Renania (cerca de Colonia), entró en la corte del arzobispo Federico I de Colonia y llevó una vida mundana, ííegando a ser capeffán canónico deí emperador Enrique V. A los treinta y un años fue delegado del emperador en la Dieta de Ratisbona y le acompañó a Roma para la investidura, rechazando un obispado (1113). La conversión (ocasionada por el miedo a un temporal), que fue casi el fruto de su rectitud moral contra los abusos imperiales, fue seguida por el abad benedictino de Siegburg. Ordenado sacerdote (1115) por el arzobispo de Colonia, se dedicó a la predicación itinerante de la reforma. El obispo de Laon, Bartolomé de Vir, le confió el convento ya existente de los Canónigos Regulares (bajo la regla) de san Agustín, y así fundó una nueva orden, llamada Premonstratense, de "Praemonstratum (Pratum Monstratum)" en el valle de Premontré (a 10 km de Laon), el día de navidad de 1121. Se mantuvo en estrecha relación con san Bernardo, pero su orden se inspiró, más que en los cistercienses de Citeaux, en la vida benedictina transcurrida en Siegburg y en la vida eremítica impuesta (a comienzos del siglo Xll) por su compatriota Ludolfo. Mientras se dirigía a Spira para la Dieta del Sacro Imperio, los habitantes de Magdeburgo estaban en desacuerdo con la elección del arzobispo. Fue elegido él en 1126 con voto unánime, y dimitió como abad de Premontré. Murió en su sede episcopal, donde encontró muchos obstáculos para la reforma de su diócesis (encargo del capítulo episcopal a los religiosos de su orden, restitución de los bienes eclesiásticos, etc.).
6 de junio 187 2. Mensaje y actualidad La nueva colecta pone de relieve el espíritu de oración y el celo pastoral del santo: "admirable... por su espíritu de oración y su celo apostólico". El espíritu de oración lo manifestaba en la contemplación de las realidades divinas, como afirma la Vida escrita por un canónigo regular de su orden, y que se encuentra en el oficio de lectura: "su valiente predicación era fruto de una meditación asidua y contemplativa de las cosas divinas". El, que había tomado como base la regla de san Agustín, supo hacer la primera síntesis entre la vida monástica y la vida apostólica. San Norberto fue muy devoto de la santísima Virgen y de la eucaristía (la reforma lo considera el santo de la eucaristía con la custodia), combatiendo con decisión, junto con san Bernardo, la herejía de Berengario contra la presencia real. La segunda característica es su celo pastoral, que se manifestó en la diócesis de Magdeburgo, bastión avanzado de la cristiandad en el este, que jugó un papel decisivo en la Iglesia de Alemania, y luego, a través de monjes premonstratenses, en la evangelización de los pueblos de la otra parte del Elba, en tierra pagana. Había confiado su proyecto de restauración del sacerdocio en la Iglesia a Gelasio II ya cuando se entrevistó con él en Provenza; y cuando en Reims saludó al nuevo papa Calixto II, que le invitó a abandonar la predicación itinerante para instalarse en un terrritorio, aceptó generosamente para ponerse a disposición del obispo de Laon, completamente entregado a la reforma gregoriana. El empeño demostrado en la recuperación de los bienes eclesiásticos acaparados por los grandes señores laicos y en hacer respetar la residencia y la continencia del clero revela sus principales preocupaciones. Decidió, con toda su orden, la adhesión al nuevo papa (Inocencio II) del emperador y de Alemania, contra el antipapa Anacleto II, que se había establecido en Roma; como ya había hecho san Bernardo en nombre de Claraval y Pedro el Venerable en nombrede Cluny. Se ha de reconocer que su modelo de vida apostólica, indicado por los Hechos de los Apóstoles, para promover la reforma según los principios de Gregorio VII —proponiendo la regla de san Agustín—, es su mérito más grande. Tampoco puede ignorarse su espíritu apologético y combativo, como el "Triunfo de san Norberto", que es la fiesta originada por su predicación en la ciudad de Amberes, adonde había ido en 1123 para combatir al hereje Tunchelmo (que negaba la validez
9 de ¡unió 189
188 San Efrén de los sacramentos y de la consagración eucarística por parte de los sacerdotes indignos). En la conclusión de la colecta se invoca "que, por su intercesión, tu pueblo encuentre siempre pastores ejemplares que lo conduzcan a la salvación". En el oficio de lectura se alude a su propuesta, en la reforma de la vida del clero, de aquella vida apostólica y evangélica primitiva que tenía por base también la oración. Este santo, precursor de los itinerantes de las órdenes mendicantes (caminaba descalzo y con hábito de penitente) y que, antes de dedicarse al gobierno de su diócesis, había reconciliado las ciudades divididas de Hainaut y del Brabante, hasta el punto de ser llamado "ángelus pacis" por tal obra, fue asimismo un maestro de oración para su clero, porque en la oración comunitaria e individual veía el alma de su obra de evangelización.
9 de junio SAN EFRÉN, diácono y doctor de la Iglesia (306-373)
1. Nota histórico-Iitúrgica La memoria facultativa trasladada al dies natalis de san Efrén, muerto en el año 373 en Edesa según la Crónica edesana del 540, mientras que antes se celebraba el 18 de junio (en Siria y en Oriente se celebra en distintas fechas, especialmente el 28 de enero), fue inscrita en el calendario romano por Benedicto XV, que lo proclamó "doctor de la Iglesia" (1920). Nacido en Nísibe (Mesopotamia del Norte) de familia cristiana (su padre no era sacerdote de ídolos), en el año 306, según las controversas noticias históricas contenidas en su testamento en versos (citado en el panegírico por san Gregorio de Nisa), fue bautizado a los dieciocho años, aunque fuera educado desde la infancia en la meditación de las Sagradas Escrituras. Fue encargado por el obispo Santiago de organizar la escuela de Nísibe, ciudad que había caído bajo el dominio de los persas (363) después de la derrota de Juliano el Apóstata. Posteriormente se trasladó a Edesa, donde fue consejero del obispo Narsete y tomó parte en
la fundación de la escuela denominada de los Persas, que tuvo una orientación teológica más bien antioquena. Aquí nació la literatura siriaca en su dialecto arameo. Quiso permanecer como diácono, haciendo vida eremítica en una gruta, y rechazó el episcopado al que san Basilio le invitaba, hasta simular que estaba loco para evitarlo. En la carestía del 372/3 se prodigó hasta el agotamiento. Murió el año 373. 2. Mensaje y actualidad La nueva colecta subraya un tema del agrado de la Iglesia siriaca: el Señor le dio al diácono Efrén el fuego de su Santo Espíritu, "para llevar a las naciones tu mensaje de salvación". No se hace alusión, como en la colecta anterior, a la lucha contra los herejes, que él libró con su voz y su pluma: apolinaristas, milenaristas y sobre todo los gnósticos, discípulos de Bardesanes (el astrólogo de Edesa), cuyo género poético quiso imitar (con el metro musical) para oponerse a sus himnos imbuidos de herejía. Por esto se mereció, por parte de Teodoreto de Antioquía, el título de guitarra (lira) del Espíritu Santo. Él por vez primera, en la Iglesia siriaca, creó coros de muchachas que encantaban a los fieles sentados en los umbrales de las iglesias; y con sus Cármenes métricos (Cántica Nisibena) celebró las verdades de la fe no sólo de modo abstracto, sino con un estilo más bien semítico, inspirado únicamente en las Escrituras; esto es, evocando la síntesis de las intervenciones providenciales, que son siempre históricas al par que simbólicas. En sus obras no sólo encontramos afirmado el primado de Pedro y del papa, sino también una implícita creencia en la inmaculada concepción de María cuando, por ejemplo, canta: "Tú y tu madre, Señor, sois los únicos perfectamente bellos... En tu madre no existe mancha alguna". El mayor poeta de la escuela siria, de quien Gregorio de Nisa decía que "el esplendor de su vida y de su doctrina iluminaba el universo" (llamándole "doctor universal"), fue también un gran polemista contra los mitos gnósticos. Por eso no hay rito oriental que no use algún cántico de Efrén; como testimonia la costumbre de leer, apenas veinte años después de su muerte, en la Iglesia siriaca, algún fragmento de sus obras después de la Sagrada Escritura. Su plegaria y sus sermones frecuentemente iban acompañados de lágrimas que los hacían irresistibles. También en el oficio de lectura la plegaria de este santo hace referencia, nada
190 San Bernabé menos que dos veces, a los sacramentos: "A diario te abrazamos en tus sacramentos y te recibimos en nuestro cuerpo. Haznos dignos de sentir en nuestra persona la resurrección que esperamos. Poseemos, Señor, en nuestra propia persona tu memorial tomado en la mesa espiritual; haz que lleguemos a poseerlo en toda su realidad en la renovación futura". Es todo un programa de vida espiritual y litúrgica, válido también hoy para todas las Iglesias, porque pertenece a la Iglesia indivisa (antes de la división entre Iglesia siriaca monofisita y nestoriana). De Efrén se leen tres textos: uno de los Sermones (viern. III sem. de P.) y dos textos de los Comentarios sobre el Diatésaron (VI dom. T.O.; juev. I sem. de adv.).
11 de junio SAN BERNABÉ, apóstol (siglo xi)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Bernabé, inscrito en el canon romano junto con Esteban y Matías, ya se celebraba en los calendarios de la ciudad de Roma en la fecha del 11 de junio desde el siglo XI, común tanto a Oriente como a Occidente, porque es el día del hallazgo de su cuerpo. En los Hechos de los Apóstoles es denominado José, y por sobrenombre Bernabé, esto es, "hijo de la consolación" (es decir, apto para confortar a los hermanos) o de la profecía. Nativo de Chipre, levita, que en los Hechos (4,36) es llamado también "apóstol", Bernabé depositó el precio de su campo a los pies de los apóstoles (He 4,37); luego predicó el evangelio en Antioquía, tercera ciudad del imperio, sede del legado de César para la provincia de Siria y de Cilicia. Junto con Pablo, que se había refugiado en Tarso desde hacía una decena de años (Gal 1,18; 12,1) y fue presentado por él a los apóstoles (He 9,27), se dedicó durante más de un año a la catequesis de la recién nacida comunidad de Antioquía (cf antífona del Benedictus en los laudes del oficio), cuyos habitantes recibieron el nombre de "cristianos" (He 11,26: que en
11 de junio 191 sí significa "mesiánicos", por el equívoco del título de "Cristo", tomado como nombre propio). En el primer viaje misionero de Pablo (He 31,2-4) eligió a Chipre como primer terreno de evangelización (y luego de Asia Menor); y en el segundo se separó de él para unirse a su primo Juan Marcos y volver a Chipre. Participó en el concilio de Jerusalén para resolver la controversia de Antioquía (ritos judíos y fe); y, por fuentes antiguas, sabemos que pasó por Roma y que fue apedreado por los judíos en Salamina, donde se habría encontrado su cuerpo en el siglo V. La leyenda lo cuenta entre los setenta discípulos del Señor; dice también que es autor de la carta a los Hebreos, así como de una carta de Bernabé, que parece provenir más bien de Alejandría. Sólo es cierto que en la Iglesia primitiva se leía un evangelio que llevaba su nombre, pero que no nos ha llegado.
2.
Mensaje y actualidad
Las nuevas oraciones de la misa recogen la temática bíblica, que nos describe la fisonomía y la actividad de Bernabé. a) Ante todo, en la colecta se encuentra el elogio de He 11,24 (cf antífona de entrada), que lo proclama "lleno de fe y de Espíritu Santo" (ambos complementos de especificación están invertidos respecto al texto bíblico: hombre virtuoso y lleno de Espíritu Santo y de fe) para convertir a los pueblos paganos, anunciando fielmente el evangelio de Cristo con la palabra y las obras, que él testimonió con valor apostólico. También en los himnos de la liturgia de las horas se cantan las glorias de este discípulo de Cristo, elegido por Dios (según He 13,2-4) mediante aquel designio divino que lo asoció a Pablo no sólo en los éxitos, sino también en la amargura del rechazo de los judíos en Antioquía de Pisidia y en Iconio (He 13,45-46), y en la aspereza de la persecución (He 13,50-51; 14,25-), hasta la valerosa reacción (He 14,2-3: "Allí se quedaron bastante tiempo, hablando con valentía del Señor"), pero sin desafiar a la suerte (He 13,51; 14,6). b) El "amor ardiente que impulsó a tu apóstol san Bernabé a llevar a las naciones la luz del evangelio", que nosotros invocamos en la oración sobre las ofrendas, nos invita a imitar dos rasgos de este estilo apostólico. Ante todo, el reconocimiento de los dones del Espíritu Santo, con cuya ayuda no se apartó
13 de junio 193
192 San Bernabé con falsa humildad de Pablo, sino que le reservó como actividad el ministerio de la palabra (He 14,12b), para seguir trabajando por su cuenta. En segundo lugar, la extrema disponibilidad que le llevó a defender las nuevas aperturas a los paganos realizadas en la misión de Antioquía ante la asamblea de Jerusalén (cf antífona del Magníficat en vísperas). Y, por último, su capacidad de mediación paciente cuando, en un nuevo viaje misionero en contraste con Pablo, la disensión fue tal que se separaron uno de otro (He 15,36-38), porque Pablo no quería llevar como compañero a Juan, llamado Marcos, que los había abandonado en la mitad del viaje, y porque tampoco compartía la línea pastoral intransigente. Bernabé entonces no aceptó compromisos poco claros. El himno de laudes recuerda (cuarta estrofa) que "fue probado como buen pastor, después de haber derramado su sangre, con la palma del martirio". Del oficio de lectura, en el fragmento de Cromacio de Aquilea, que exalta la predicación del apóstol como una teofanía de Cristo, podemos recoger esta advertencia: "la esplendorosa luz que se encendió para nuestra salvación debe lucir constantemente en nosotros". Aunque Bernabé no ostente un rol de protagonista, es el modelo de una síntesis equilibrada entre las dotes de honradez humana, hasta la coherente generosidad de privarse de sus bienes (He 4,37), y de un humilde discernimiento de las dotes de los demás (especialmente de Pablo), pero sin debilidad ni hipocresía. De Bernabé se leen cuatro fragmentos de la carta que se le atribuye (XVín dom. T.O.; lun. XVm sem. T.O.; mart. XVIII sem. T.O.; miérc XVm sem. T.O.). Prefacio (Propio de los barnabitas, 29) La voz celestial de tu espíritu segregó a san Bernabé en medio de la asamblea de los creyentes en Cristo, le asoció a Pablo y al colegio de los apóstoles y le envió a anunciar la verdad del evangelio, para predicar la vida y la salvación a todos los pueblos.
13 de junio SAN ANTONIO DE PADUA, presbítero y doctor de la Iglesia (1195-1231)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Antonio, muerto el 13 de junio de 1231 en L'Arcella (suburbio de Padua), a la temprana edad de treinta y seis años, y canonizado en pentecostés del año siguiente por Gregorio IX (en la catedral de Spoleto), retoma un culto ya difundido después de su muerte, en el que ya se le honraba por parte de la Orden franciscana con el título de doctor, declarado luego oficialmente por Pío XII (1946) con el apelativo de "doctor evangelicus". Nacido alrededor de 1195 en Lisboa de familia guerrera con ascendientes cruzados, fue bautizado con el nombre de Fernando (de Bulloés y Taveira de Azevedo). Entró primero en la colegiata de los canónigos regulares de san Agustín, en Lisboa; luego, después de dos años, permaneció entre los agustinos de Coimbra por un período de nueve años. Impresionado por la vista de los cuerpos de los cinco protomártires franciscanos llegados de una misión entre los moros de Marruecos y por el encuentro de los hermanos mendicantes de un pequeño convento, sintió gran deseo de sufrir el martirio. Por ello entró en el convento franciscano de San Antonio de Coimbra, asumiendo el nombre del patrono y santo abad (Antonio Olivares). Se embarcó algunas semanas más tarde para aquella tierra africana, de la cual hubo de volver, a causa de una enfermedad, anclando, tras un viaje azaroso, en Sicilia. Participó en el capítulo general de la Porciúncula en 1221, donde pudo ver a san Francisco. Admitido en la provincia franciscana de Romagna, donde recibió (en Forlí) la ordenación presbiteral, los superiores descubrieron en él dotes de predicador. Predicó en Italia septentrional contra los herejes (su primer sermón lo pronunció en la catedral de Forlí), en Rímini (bastión de los herejes) y en Bolonia; luego, en el sur de Francia (Montpellier y Tolosa), contra los albigenses; y, por último, en Padua (1227), en la cuaresma del año 1231 (en la cual predominan las instancias sociales). Fue el primero que enseñó teología entre los franciscanos en Bolonia. El mismo san Francisco le nombró lector de teología. Su muerte, a los treinta y seis años, fue seguida por el triunfo
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de los funerales en la ciudad de Padua, donde se había establecido desde 1230. Aquí se le sigue venerando en su célebre basílica.
2. Mensaje y actualidad La nueva colecta de la misa destaca dos notas de la fisonomía de Antonio. Ante todo, las dotes de "predicador insigne" que Dios ha dado a su pueblo en la persona de Antonio. Mientras estaba retirado en el eremitorio de San Pablo, junto a Forlí, fue llamado para sustituir a un predicador, revelándose como gran orador. En sus discursos —los sermones en general y los sermones festivos, ordenados entre 1228 y 1231— se citan nada menos que doscientas cincuenta obras de noventa y seis autores (aunque no cita jamás a san Francisco). En ellos revela Antonio un espíritu auténticamente franciscano, es decir, de fidelidad al evangelio "sine glossa". Aunque el lenguaje es florido, según el uso oratorio de la época, a veces es también dramático y al mismo tiempo lleno de ternura, como cuando se dirige al obispo de Tolosa, Simón de Sully: "Y ahora te hablaré a ti, mitrado" ("et nunc tibi loquar cornute"). Fue llamado con toda justicia por Gregorio IX y Tomás de Vercelli "arca del Testamento" por su método exegético, y también martillo de los herejes. Fue considerado eximio teólogo y peritísimo exegeta, así como perfecto hermano menor, porque en un momento de grave crisis de la Orden hizo de la predicación una especie de cátedra itinerante, concibiendo la prédica como una lección de teología. Como dice la lectura del oficio, que se adecúa perfectamente a los días sucesivos a Pentecostés, los distintos modos de hablar son los diferentes testimonios de Cristo; y, según otro sermón: "El fuego del Espíritu Santo, que todo lo domina con su vigor, es un misterio que sólo deberíamos dejar arder libremente en nosotros". La predicación efectuada en Francia en los años 1225-1227, especialmente en el Limousin (fue "guardián" de la Orden en el Limousin, entre los ríos Loira y Garona), suscitó un profundo movimiento de conversión. La segunda nota de la colecta es la súplica hecha a Dios de "seguir fielmente los principios de la vida cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en todas las adversidades". El título de protector, reconocido por la piedad popular, que hace de Antonio el amigo de los oprimidos, no es ficticio,
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como lo demuestra la ley sobre los deudores firmada en Padua en 1231 para dispensar de la pérdida de la libertad personal a quien no podía pagar multas y cargas financieras (que lleva su nombre); y, según confirma también su mediación, desgraciadamente infructuosa, tras haber lanzado anatemas e impetrado piedad de los tiranos, ante Ezzelino Romano, que tenía prisionero al paduano Rizzardo di San Bonifacio. También en Lombardía predicó Antonio contra la usura y contra la prisión reservada a los deudores, con frecuencia pobres. En esta labor se prescinde del mito de Antonio, creado por la piedad popular con los relatos de visiones, milagros, bilocaciones, don de lenguas y conversiones en masa de herejes; pero en la intercesión de tal socorro, la colecta no puede hacernos olvidar el pan de san Antonio, que es el pan de los pobres, porque ese pan sigue distribuyéndose, en su nombre, en todas las iglesias franciscanas del mundo. Fieles a la verdad histórica de las fuentes, somos invitados a imitar al santo, a quien san Francisco ya llamaba "santo obispo", por aquel su amor a la Escritura que lo hacía no sólo hábil para argumentar, sino también eficaz a la hora de persuadir, ya que sabía dar asimismo testimonio con su conducta. La iconografía, que lo representa con un libro, hace referencia a este sólido conocimiento de la Escritura, como la llama y el corazón son los símbolos de su ardor al predicar; y, por fin, con la imagen de Antonio llevando en brazos a Jesús niño se quiere recordar la divina visita acaecida en uno de sus frecuentes éxtasis. Para nosotros la actualidad del santo consiste en imitar a este ideal de fidelidad evangélica y su celo en el diálogo con los descarriados que él desarrolló en su breve vida.
19 de junio SAN ROMUALDO, abad (951/2-1027) 1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Romualdo, muerto en el eremitorio de Val di Castro (cerca de Fabriano) el 18 de junio de 1027, se celebra ahora en su dies natalis (y no en el día de su traslación a Fabriano, el 7 de febrero de 1481).
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San
Romualdo
Nacido en Rávena hacia el año 952, de la noble familia ducal de los Onesti (de Rávena), se vio envuelto en la pena de un homicidio cometido por su padre, del que fue testigo en un duelo. Este acontecimiento le indujo a retirarse al monasterio benedictino de Sant'Apollinare in Classe para hacer cuarenta días de penitencia. Aquí profesó por tres años la regla de san Bernardo; luego se fue a la frontera del Véneto, con el eremita Marino, ejercitándose en las austeridades; hacia el 978 acompañó a san Pedro Orseolo, dux de Venecia, que iba a hacerse religioso en el monasterio catalán de San Miguel de Cuxa, donde consolidó su orientación hacia la vida eremítica. En el año 944 volvió a Rávena para persuadir a su padre, Sergio, a que perseverara en la vida religiosa; después se dedicó a fundar y reformar varios monasterios, y sobre todo el de Classe, apremiado por el emperador Otón III. En 1004 erigió en Val di Castro un eremitorio, que abandonó posteriormente. Por fin decidió realizar su fundación en el valle, otorgado según la leyenda por el señor de Maldoli (Camaldoli), en los alrededores de Arezzo (1023), que se convirtió en la casa madre de la Orden Camaldulense. Del emperador Enrique II recibió como regalo el monasterio de Monte Amiata para implantar en él a sus monjes. Próximo a la muerte, volvió al monasterio de Val di Castro, donde terminó sus días en 1028 en una celda eremítica. En 1797 Clemente VIII fijó la fiesta para la traslación de su cuerpo a Fabriano.
2. Mensaje y actualidad La colecta nos presenta ante todo la misión de Romualdo en el contexto del siglo XI, en el cual los Otones tuvieron tanta importancia en la historia del pontificado. Por ello se invoca a "Dios, que ha renovado en su Iglesia la vida eremítica por medio del abad san Romualdo". En efecto, Romualdo adaptó la regla de san Benito de modo que, además de la plegaria litúrgica y el trabajo ("ora et labora"), quedara espacio para la soledad con Dios, a imitación de Cristo. En su proyecto, dos eran las categorías de religiosos: los eremitas y los reclusos. Los primeros, permaneciendo en celdas separadas, tienen que ir, sin embargo, al oratorio para el oficio a las horas establecidas; los reclusos, en cambio, no podían salir de su eremitorio. La severidad de los ayunos cuaresmales y del silencio caracterizaban aquella vida del eremitismo atenuado, que fue aprobado
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por el papa Alejandro II en 1072, y posteriormente recibió mitigaciones en la austeridad de la disciplina (las primeras constituciones del beato Rodolfo son de 1102). Romualdo fue un verdadero ermitaño en el espíritu, sin dejar por ello de interesarse por los problemas de la Iglesia de su tiempo, aceptando la solicitud imperial de que sus monjes fueran a evangelizar Polonia, Bohemia y Rusia, sin demasiado éxito, todo hay que decirlo. También él mismo pidió permiso al papa para ir a predicar la fe en Hungría, aunque nunca consiguió, por intervención extraordinaria, entrar en ese país. En la intercesión de la colecta se pide que, "negándonos a nosotros mismos para seguir a Cristo, merezcamos llegar fielmente al reino de los cielos". San Romualdo sufrió muchas tribulaciones interiores a causa de la lucha contra el maligno, que trató de apartarlo de su austero régimen de vida, hasta el punto de gritar un día: "Dulcísimo Jesús mío, ¿es que me habéis entregado por entero en poder de mis enemigos?" Pero la invocación del nombre de Jesús sirvió para alejar para siempre el paroxismo de estas tentaciones. Además sufrió varias amenazas de muerte por parte de los monjes relajados, que se oponían a su reforma, y la penitencia de verse privado de celebrar la misa por parte de los religiosos que habían creído en una calumnia infame de un joven señor (en Sassoferrato), a quien Romualdo había intentado convertir inútilmente. La frase final evoca la subida no sólo escatológica, sino también quizá histórica de la elección de Camaldoli, por sugerencia de la visión de una escala que subía de la tierra al cielo, como en el escarpado monte camaldulense, sobre la cual vio a sus religiosos vestidos de hábitos blancos. De su Vida, escrita por san Pedro Damián, que encontramos en el oficio de lectura, emerge un aspecto más de la vida penitente y perseguida de Romualdo: él, que ya había quebrantado su salud permaneciendo en los insalubres valles de Comacchio en régimen eremítico, y que había sido expulsado de su monasterio de Bagno di Romagna a bastonazos, se opuso siempre a aceptar cargos eclesiásticos, que podían convertirse en instrumento de poder más bien que en signo de servicio. Así actuó en el caso de la resignación de su autoridad abacial de Sant'Apollinare in Classe en manos del arzobispo de Rávena Gerberto (luego el papa Silvestre II) y del emperador que asediaba a Tívoli (a quien impuso también una penitencia por haber faltado a la fe jurada al jefe de los rebeldes). Supo, en efecto, unir contemplación y acción: recorrió tierras pantanosas y cimas
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198 San Luis Gonzaga solitarias, creando casas para la vida común del clero; indujo a ricos penitentes a distribuir sus bienes entre los pobres; amonestó a los clérigos simoníacos a abandonar el oficio adquirido; y por fin exhortó a obispos corrompidos para inducirles a mantener las promesas que le habían hecho. Este modelo de reformador de la vida monástica del siglo XI se nos propone también hoy como estímulo e intercesor para alcanzar aquella contemplación con que fue gratificado, penetrando los misterios del Antiguo y Nuevo Testamento, como nos cuenta su santo biógrafo.
Prefacio (Suplemento monástico al MR, 1980, 156) En tu benevolencia has colmado de la dicha de sublime contemplación a san Romualdo, padre y maestro de monjes y eremitas; lo has enriquecido con luz profética y lo has inflamado de celo apostólico; de modo que ha encauzado por el camino de la salvación a muchos mediante el silencio de la lengua y la elocuencia de la vida.
21 de junio SAN LUIS GONZAGA, religioso (1568-1591)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de san Luis, muerto en Roma el 21 de junio de 1591 y canonizado en 1726, nos remite a los primeros años posteriores al concilio de Trento y a la corte de un príncipe del Sacro Imperio Romano. En Castiglione delle Stiviere (entre Brescia y Mantua) nació en 1568 el heredero del primer marqués de Castiglione (Ferrante), almirante de Fernando I, saludado con salvas por la artillería de la roca. En 1573 el padre soñaba con hacer de él un fuerte soldado y un sabio
príncipe; por ello se lo llevó consigo a Casalmaggiore, donde se preparaba la expedición a Túnez contra los piratas que habían escapado de la derrota de Lepanto. Convertido en paje de honor en Florencia en la corte del gran duque Francisco (donde pudo comprobar la corrupción de la corte), Luis reaccionó consagrándose a Dios con el voto de virginidad, a los diez años apenas, en la iglesia de la Anunciación, donde un trisabuelo suyo había contribuido un siglo antes a la construcción del ábside. A los doce años recibió la primera comunión de manos de san Carlos Borromeo. En 1579 se trasladó a la corte del duque de Mantua, oponiéndose a la vida mundana. En la estancia en España de 1581 a 1584, donde pronunció un elegante discurso (en latín) de saludo a Felipe II como paje del infante don Diego, se sintió inspirado, mientras rezaba ante la Virgen del Buen Consejo, a hacerse jesuita (1583). Pese a la resistencia paterna, logró firmar la renuncia al marquesado en favor de su hermano Rodolfo (1585), para entrar en el noviciado romano de la Compañía de Jesús. Aquí vivió seis años, teniendo por padre espiritual a san Roberto Belarmino. Recibidas las órdenes menores en San Juan de Letrán, mientras se preparaba para el presbiterado, soñaba con las misiones y el martirio. Pero tras el estallido de la peste (tabardillo) en 1591, en la que fue el primero que se ofreció a curar a los enfermos, fue atacado por la enfermedad mientras transportaba a un apestado al hospital de la Consolación (detrás del Capitolio). Murió en la enfermería del Colegio Romano a la temprana edad de veintitrés años.
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Mensaje y actualidad
Las oraciones de la misa, retocadas ahora, delinean tres rasgos de la vida de este príncipe, novicio jesuita, que ya Pío XI (1926) había confirmado como patrono de los jóvenes. a) En la colecta se evidencia que "Dios, dispensador de los dones celestiales, ha querido juntar en san Luis Gonzaga una admirable inocencia de vida y un austero espíritu de penitencia"; y en la intercesión se invoca a Dios para "que, si no hemos sabido imitarle en su vida inocente, sigamos fielmente sus ejemplos en la penitencia". El joven Luis lamentaba su vida de pecado antes de la conversión; pero en realidad él no había manchado jamás su inocencia, porque siempre, tras la decisión de hacerse jesuita, se sintió influido por las meditaciones coti-
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200 San Luis Gonzaga dianas de san Pedro Canisio y por las cartas de los misioneros de la India. Se dedicó siempre a una vida de austeridad y mortificación, incluso desobedeciendo las órdenes paternas, como cuando estuvo en la corte de Madrid o cuando visitó las cortes de Mantua, Ferrara, Parma y Turín. Una vez que entró en la Compañía de Jesús, su vida se hizo aún más austera, porque no sólo le gustaba tratar preferentemente a los hermanos coadjutores, renegando de su noble origen, sino que prefería salir vestido con ropas burdas y un saco a la espalda para recoger limosnas. Su decisión de hacer casar a su hermano (concubino) fue signo de coherencia de vida. b) En la oración sobre las ofrendas, el texto modificado nos invita a acércanos siempre al banquete del Señor "con la vestidura nupcial, como san Luis Gonzaga". El hábito nupcial de este novicio, que antes de morir por servir a los apestados había querido tomar el sayo de los sepultureros (¿y quizá el hábito franciscano?), era el de la caridad, que lo hizo pobre por Cristo, pero rico en dones celestiales. c) En la oración después de la comunión, tras evocar el pan de los ángeles, se pide que podamos servir a Dios "con una vida pura" y que "vivamos en continua acción de gracias" (en latín sólo existe la referencia a la vida pura). En la antífona de entrada y en la colecta, las precedentes alusiones al carácter angélico del santo han sido eliminadas para no falsear su imagen, que, en cambio, ha sido resituada en un contexto de humanidad rica y emprendedora, y no ingenuamente inocente: con veinte años apenas desempeñó una feliz mediación ante el duque de Mantua. No obstante, la referencia al pan de los ángeles, retomado también en la antífona de comunión, no puede menos de recordarnos aquellas meditaciones que él escribió, en 1585, en el noviciado de Sant'Andrea al Quirinale, y que llevan por título Tratado de los ángeles, tal vez presagio profético de su experiencia mística, inspirada en la eucaristía. En efecto, tras los meses del contagio de la peste, se enteró de que moriría el día de la octava del Corpus Domini, y por ello pidió el viático, aunque en aquellos momentos no se hallara en punto de muerte. La carta a su madre, en el oficio de lectura, escrita el 10 de junio de 1591 para anunciarle la dicha de la muerte próxima, es como el último testimonio de este modelo de austeridad y renuncia (la renuncia a la carrera) y de caridad (su dedicación a los apestados hasta contraer la enfermedad), así como de esperanza escatológica: "Todo esto lo digo solamente para expresar mi deseo de que tú, ilustre señora, así
como los demás miembros de mi familia, consideréis mi partida de este mundo como un motivo de gozo..." Prefacio (MAII, 342) Nuestro Señor Jesucristo, flor purísima nacida de la virgen María, con su palabra y su vida exaltó el estado virginal como expectación del mundo futuro, signo y primicia de tu reino eterno. Abrazó libremente en todo tu voluntad y, haciéndose obediente hasta la muerte, se ofreció por nosotros en sacrificio perfecto de tu agrado. Él consagró al servicio de tu gloria a aquellos que abandonan todo por tu amor, prometiéndoles un tesoro inestimable en el cielo.
22 de junio SAN PAULINO DE ÑOLA, obispo (353/4-431)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa del obispo de Ñola (Campania, Italia) se celebra en su dies natalis, testimoniado por su discípulo Uranio y por el martirologio jeronimiano. Nacido en Bordeaux en el año 353 de una rica familia senatorial romana, después de una sólida formación retórica y poética por parte de su connacional y mayor poeta del tiempo, Ausonio, durante veinte años se dedicó a la vida política, llegando a "cónsul sustituto" (suffectus) en Roma y luego a gobernador de la Campania (381). Aquí tuvo sus primeros contactos con Ñola y con el culto del mártir san Félix. Vuelto a su patria tras la caída del imperio con la victoria de los godos en Adrianópolis (378), casó con la hispánica Teresia, que compartió sus grandes ideales religiosos de una vida evangélica sin compromisos, precisamente en una Iglesia que corría el riesgo de pactar con el mundo en aquel
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régimen de cristiandad constantiniana. Sintió el influjo de importantes personajes cristianos, como san Martín de Tours, san Ambrosio, san Vitricio de Ruán, Amando y Delfín, obispo de Bordeaux. En el año 389 pidió el bautismo y, junto con su hermano, se trasladó a España; luego vendió su gran patrimonio y, entre el estupor y la disuasión de muchos amigos, entró en la forma de la vida monástica, tras la muerte prematura de su único hijo, Celso, y el fin violento de su hermano (por la cual se le llegó a investigar). Por presión del pueblo de Barcelona (394) fue ordenado sacerdote, sin contarlo, empero, entre el clero de aquella Iglesia. Más tarde rechazó asimismo entrar en el clero de Milán, como le rogaba san Ambrosio. Habiéndose retirado a Cimitile (alrededores de Ñola), cerca del santuario de san Félix, celebrado por él cada año el 14 de febrero con un poema a propósito, fundó una pequeña comunidad de ascetas ("fraternitas monacha") junto con su mujer, compañera ahora de su vida continente, manteniendo un hospicio para enfermos y peregrinos en el santuario de San Félix, fundado por él (ya en el año 379). En el año 409 Paulino es llamado por el pueblo para suceder al obispo de Ñola en un momento difícil, cuando los visigodos de Alarico saquearon Roma (410) y se acercaban amenazadores a Ñola. San Gregorio Magno cuenta en sus Diálogos (I, 3) que Paulino fue a sustituir al hijo de una pobre viuda, prisionero de los vándalos en África, y que éstos lo reenviaron a Ñola con todos su fieles liberados y con una flota llena de víveres. Ciertamente se trata de su sucesor (Paulino III), porque la incursión de los vándalos es del año 507. Paulino murió en Ñola el año 431, a los setenta y seis años, después de veintidós de episcopado, diez meses después de Agustín, a quien había escrito algunas cartas para consultarle sobre problemas pastorales. Sus restos mortales, trasladados a la isla Tiberina de Roma en el siglo XI, volvieron a su iglesia de Ñola en 1909.
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Mensaje y actualidad
La nueva colecta subraya dos notas del perfil espiritual de este obispo que fue cantor de Cristo y de sus santos en sus Carmina. Ante todo, la oración evidencia el "celo pastoral" y el "amor a la pobreza" de Paulino. Aunque es escasa la documentación acerca de su obispado nolano, podemos subrayar, no obstante, el cuidado en cultivar un profundo sentido de la amis-
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tad con los personajes de su tiempo, como testimonia su correspondencia con Sulpicio Severo, compañero de experiencias juveniles y discípulo de san Martín de Tours (por ejemplo, cuando le da las gracias por el envío de un cilicio), y resulta de las cartas enviadas a Rufino, Agustín y Nicetas de Remesiana. Poco antes de morir declaró que le habían visitado san Martín de Tours y san Jenaro (el obispo mártir de Ñapóles) para acompañarle luego al cielo en su muerte, llorada por todos, cristianos, judíos y paganos (según nos cuenta su biógrafo Uranio), por su indulgencia en hacer observar la rigurosa ley eclesiástica y por la solicitud constante con que socorría las necesidades. También es singular su amistad con los santos. Tal es el caso de san Félix, cuya basílica había ornado con inscripciones, donde se leía: "Aquí brilla la Trinidad en todo el esplendor de su misterio" (mosaico); "La paz sea con vosotros..." (pórtico); "Contemplad esta cruz rematada por una corona..." En la carta que escribió a Alipio, obispo de Tagaste (amigo y discípulo de san Agustín), que se lee en el oficio de lectura, acompaña el elogio de la caridad con el envío de una eulogia en signo de comunión: "Enviamos un pedazo de pan a tu santidad como signo de unidad, en la cual está simbolizada también la Trinidad. Dígnate comerlo como una eulogia". La segunda parte de la intercesión de la colecta refleja su amor a los pobres, por lo que pedimos "imitar los ejemplos de su vida de caridad". En efecto, Paulino se distinguió por el abandono de sus riquezas, distribuyendo su inmenso patrimonio entre los pobres (390), para afirmar los valores de la pobreza monástica, enfrentándose a la reprobación de los círculos paganos (cf Ausonio), que seguían manteniendo recelos sobre este nuevo género de vida (que había empezado a florecer apenas treinta años antes). Sólo más tarde se vio confortado por el apoyo del papa Anastasio y por los obispos de la Campania. En un poema dedicado a san Félix escribía: "Con todos mis bienes terrenos pagué la esperanza del cielo, ya que la esperanza y la fe son superiores a la riqueza de la carne". El cristianismo de Paulino es un cristianismo ascético, donde el rico debe ser un generoso administrador de bienes en favor de los pobres y los pobres los preciosos intercesores ante Dios en favor de los ricos; como la continencia de los casados y la virginidad de los no casados deben ser un ideal para todos los cristianos. La vida austera y pobre de este gran asceta, que asocia a la mujer a su monasterium y al asilo para los pobres anejo al mismo, es sin duda un ejemplo también hoy en nuestra socie-
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San Juan Fisher y santo Tomás Moro
dad consumista. Su verdadero retrato es el elogio de sus virtudes hecho por Uranio (De obitu 6,9): "Oh santo varón, digno de alabanza, según todos, piadoso, misericordioso, humilde y afable".
22 de junio SAN JUAN FISHER, obispo, y SANTO TOMÁS MORO, mártires (1469-1535; 1477-1535)
1. Nota histórico-Iitúrgica La memoria facultativa de los dos mártires de la Iglesia de Inglaterra del siglo XVI, pertenecientes el uno al clero y el otro al laicado y asociados tanto en el culto como en la canonización (1935), ha sido establecida el dies natalis del cardenal Fisher (22 de junio de 1535), que precedió apenas en unos días a Tomás Moro, muerto el 6 de julio. Juan Fisher, nacido en Berverly (Yorkshire) en 1469, fue ordenado a los veinticinco años, después de una brillante carrera universitaria en Cambridge, donde llegó a canciller de la universidad. Se distinguió por su actividad controversial antiprotestante, especialmente contra Lutero y sus famosas tesis (entre 1523 y 1525). A los treinta y cinco años, aun conservando la dirección de Cambridge, fue elegido arzobispo de Rochester, entre otras cosas por la protección de la madre de Enrique VUI, cuyo confesor era. Dio pruebas de una buena cultura humanística, además de teológica. Fue amigo de Erasmo de Rotterdam, al que dio una cátedra en el Christ's College de Cambridge, que la reina madre había fundado por consejo suyo (así como en Oxford). El mismo Erasmo decía de Fisher: "No hay hombre más culto ni prelado más santo". Su palacio episcopal era casi un monasterio por la austeridad de vida, por el rezo del oficio divino y por el trabajo que se les exigía a sus familiares. Por haber defendido con valentía el primer matrimonio de Enrique VIII, que había tomado como mujer a la dama de honor de su legítima esposa, Catalina de Aragón, tras la visita a Londres del cardenal Campeggi (legado papal) en 1529 para
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juzgar la causa del divorcio, fue encarcelado una primera vez en 1533; y por haber rechazado el juramento, impuesto por el rey, de respetar la sucesión al trono de los hijos de Ana Bolena con la cláusula adjunta de rechazar la jurisdicción papal sobre la Iglesia, fue encerrado en la Torre de Londres y luego decapitado (un mes antes Pablo HI le había distinguido con la dignidad cardenalicia). Tomás Moro nació en Londres en 1477. Casó dos veces y tuvo cuatro hijos. Después de estudiar en Londres y Oxford, llegó a ser miembro del parlamento. Fue un hombre de tan refinada cultura que, después de Pico de la Mirándola (cuya vida comentó diez años después de su muerte, 1494) y de Erasmo de Rotterdam (a quien él mismo había encauzado hacia los estudios bíblicos y patrísticos, que le harían célebre), era considerado el humanista más grande a nivel europeo. Su obra más famosa, Utopía (1516), es uno de los textos paradigmáticos de la filosofía política, en dialéctica con el contemporáneo El príncipe, de Macchiavelli. Después de haber contribuido al éxito diplomático de la paz de Cambrai (en 1529), fue elegido canciller por Enrique VUI, sucediendo al cardenal Wolsey. También él se opuso al propósito divorcista del rey, después de tres años de dura brega. Dimitió de su cargo (1532) y se negó a reconocer la supremacía espiritual del rey, exigida mediante juramento. Tras las prisión de la Torre de Londres, fue decapitado el 6 de julio de 1535, a los cincuenta y siete años de edad, nueve días después del cardenal Fisher (aunque le dijeron que éste había jurado).
2. Mensaje y actualidad La nueva colectade los dos santos, inscritos en el calendario romano sólo en 1969, es un eco del pasaje paulino de 2Tim 4,67 y deriva de dos textos de san Hilario. En efecto, se enuncia en la primera parte que en la pasión de los mártires Dios da a su Iglesia "el testimonio del martirio", "perfecta expresión de la fe"; y se pide, por su intercesión, "ratificar con una vida santa la fe que profesamos de palabra". Para Juan Fisher se trataba de una defensa más que consciente de tal fe cuando declaró decididamente que el matrimonio real, seguido por veinte años de vida común, no podía ser disuelto por poder alguno, ni divino ni humano, y que, para defender esta opinión, estaba dispuesto a sacrificar su misma
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San Juan Fisher y santo Tomás Moro
vida, remitiéndose al ejemplo de Juan Bautista. Su muerte fue como una liturgia: después de leer el versículo 3 del capítulo 17 de Juan en el Nuevo Testamento que llevaba consigo, y de dirigir al pueblo estas palabras: "Yo he venido aquí para morir por la fe de la Iglesia católica y de Cristo", recitó el Te Deum y el salmo 30 ("In te, Domine, speravi") antes de ofrecer la cabeza al hacha. Él, que hasta el final había sido instado por los obispos a que cediera, respondió con amargura: "La fortaleza es traicionada incluso por aquellos que deberían defenderla". El mismo rey le habría perdonado si se hubiera declarado a favor suyo; es decir, contra el papa, para jurar el acta de supremacía. Tomás Moro (a quien Pío XI denominó "hombre verdaderamente completo") fue el único laico de toda Inglaterra que rechazó el juramento, aunque no se creía digno del martirio por temor a su debilidad, según escribía en una carta dirigida a su hija Margarita, que se lee en el oficio de lectura, y como resulta del Comentario a la pasión de Cristo escrito en la cárcel (y también en el Diálogo del consuelo en las tribulaciones). Tomás supo enfrentarse, sin embargo, a la muerte con la sonrisa en los labios, tanto que sus últimas bromas escandalizaron a los bienpensantes. Estos dos testigos de la fe creían que el primado de la Sede romana era de origen divino en un tiempo en que el poder del papado era al par espiritual y político, y por ende enfrentado con los demás poderes (entre ellos el real, asimismo considerado de origen divino), y estaba comprometido por la multiplicidad de los papas en el gran cisma, hasta el punto de que todos los obispos y universidades, igual que todas las personas doctas del reino, habían suscrito el acta de supremacía. La última frase de la carta de Tomás Moro en el oficio de lectura es de gran actualidad para nosotros: "Todo lo que él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor". De Juan Fisher se leen dos fragmentos del Comentario sobre los Salmos (viern. HI sem. T.O.; lun. V sem. de cuar.).
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24 de junio NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA (siglo iv)
1. Nota histérico-litúrgica La solemnidad del precursor del Señor, de origen occidental, que se remonta al siglo iv, se difundió inmediatamente en los siglos siguientes; así, por ejemplo, en Roma iba precedida, desde el siglo VI, por un ayuno solemne y por una misa de vigilia (adfontes del Baptisterio lateranense: cf sacramentario veronense); y en la Edad Media era festejada con tres misas. La nueva liturgia ha restituido a la misa de la vigilia su doble carácter festivo y visperal. Esta fiesta está situada seis meses antes de la navidad (en homenaje al texto de Le 1,36) y tres meses después de la anunciación. Estas fechas corresponden siempre al día octavo de las calendas. Se puede señalar la tesis del cómputo, según la cual ya en el siglo ffl algunos teólogos, basándose en el simbolismo de Cristo-sol, dedicaron particular atención a los solsticios para la historia salvífica; así se llegó a la opinión de que el Bautista fue concebido en el equinoccio de otoño y nació en el solsticio de verano, ya que en el solsticio de verano los días empiezan a disminuir, mientras vuelven a aumentar después del de invierno. Agustín ve en ello una confirmación cósmica de las palabras de Juan (3,30): "Él debe crecer y yo menguar". En el rito bizantino se celebra el 24 de septiembre la fiesta de la concepción del Bautista. Cierto paralelismo entre la navidad de Jesús (en invierno) y el de Juan Bautista (en verano) ha dado ocasión a manifestaciones folclóricas con frecuencia (por ejemplo, las hogueras de san Juan) a comienzos del verano. La liturgia de las horas celebra esta fiesta con dieciocho antífonas y otros textos de origen bíblico, así como con tres himnos de un mismo poeta, atribuido al diácono Pablo (797). 2. Mensaje y actualidad a) En la misa de la vigilia y de la fiesta, las oraciones son evidenciadas con dos temas, que constituyen los textos evangélicos donde Juan es presentado como el precursor del mesías, que ha preparado "la senda de la salvación" antes de su venida
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208 Natividad de san Juan Bautista (colecta de la vigilia), y el profeta "que anunció al cordero que había de quitar el pecado del mundo" (oración después de la comunión de la vigilia y de la fiesta). b) El prefacio de la misa del día traza con seis frases la vida y misión del precursor. Ante todo se justifica el motivo de esta solemnidad, que por grado precede incluso a la de la santísima Virgen (que sólo es fiesta): son las maravillas operadas en Juan Bautista, que Dios ha elegido y consagrado entre los nacidos de mujer para preparar el camino a Cristo. En efecto, "él saltó de alegría en el vientre de su madre al llegar el salvador de los hombres, y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos. El fue escogido entre todos los profetas para mostrar a las gentes el cordero que quita el pecado del mundo. El bautizó en el Jordán al autor del bautismo, y el agua tiene desde entonces poder de salvación para los hombres. Él, en fin, dio su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo". Él es, pues, más que profeta (cf Mt 11,9), porque no sólo predica la conversión ante la inminencia del reino de Dios, sino que anuncia también a Cristo. El prof etismo de Juan es heroico hasta el martirio; humilde hasta desaparecer (Jn 3,30); íntegro (reino inminente de Dios), pero no integrista, porque se proclama sólo "amigo del esposo". Esta integridad de testimonio no comporta integrismo alguno, como ilustra Agustín en su Sermón del oficio de lectura, comparando a Cristo con Juan. Es una lección de actualidad para nuestros días, en que es tan difícil el equilibrio entre la integridad de la fe y el integrismo o permisividad de la mal llamada tolerancia. La respuesta de Cristo al profeta precursor es válida también para nosotros: "¡Dichoso el que no se escandalice de mí!" (Mt 11,2-6).
Prefacio (MAE, 345) Su padre, que, al no creer en el anuncio del ángel, había perdido el uso del habla, cuando el niño hubo nacido te cantó un himno de alabanza con voz profética. También Isabel, entrada en años, fue colmada por el Espíritu de dones sublimes y reconoció inmediatamente a la madre de tu unigénito, que había acudido a su casa, proclamándola bienaventurada a causa de su fe, mientras el hijo exultaba en su vientre.
Así como el nacimiento del precursor fue rodeado de alegría, así nosotros nos alegramos con los ángeles y los santos y elevamos un canto perenne a tu nombre. Prefacio (MAII, 347) Antes de que fuera concebido, tú le asignaste un nombre profético; antes de que naciese fue colmado del Espíritu Santo. Aún dentro del vientre mereció escuchar la voz de la madre del Señor y, saltando de arcana alegría, saludó el comienzo de la humana redención. Él fue el precursor de Cristo, que lo proclamó el mayor entre los hijos de mujer. Celebrando estos dones de la gracia cantamos, oh Padre, tu gloria y con los coros celestiales entonamos el himno de alabanza.
27 de junio SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, obispo y doctor de la Iglesia (370-444)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de Cirilo alejandrino, muerto en su ciudad el 27 de junio del año 444 según la tradición de las Iglesias de rito bizantino y copto (otros dan la fecha del 7 de junio), fue extendida a toda la Iglesia por León XIII, que lo proclamó doctor de la Iglesia (1883). Nacido el año 370 en Alejandría de ilustre familia, sobrino del patriarca Teófilo de Alejandría, participó en las hostilidades contra san Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla, estando presente en el famoso conciliábulo de la Encina, donde éste fue depuesto (403). Habiendo sucedido a su tío en el patriarcado (412), combatió a los herejes sobre todo con el cierre de las iglesias de los novacianos y con la expulsión de los judíos de la ciudad (fue el fin de la colonia judía de Alejandría). Esta acción provocó las reac-
210 San Cirilo de A lejandría ciones del prefecto Orestes, que a su vez fue violentamente contestado por los monjes de Nitria (uno de cuyos miembros, Amonio, fue también víctima de la represión). Como también lo fue la célebre filósofa platónica Hipacia, degollada por venganza, sin que se pudiera atribuir (aunque sí moralmente) la responsabilidad de tal delito a Cirilo. Es cierto, en cualquier caso, que, incluso después del concilio de Éfeso, Isidoro de Pelusio decía a Cirilo que sus enemigos le reprochaban ser muy obstinado en sus enemistades. El gran favor de que Cirilo gozaba por parte de los obispos de Oriente y del mismo papa Zósimo son testimonio de su gran celo por la fe y de su talento en este primer período de su episcopado, en el cual escribió la mayor parte de sus obras exegéticas. Pero la actitud de Nestorio, monje y sacerdote de Antioquía que llegó a patriarca de Constantinopla (428), provocó, por su negación de la única persona de Cristo y por ende también de la divina maternidad de María (madre únicamente del hombre Jesús), la reacción de Cirilo. Después de haber escrito a Roma al papa Celestino y tras el sínodo romano celebrado por éste con los obispos occidentales, fue encargado de notificar a Nestorio las decisiones del papa, so pena de destitución. La carta sinodal de Cirilo a Nestorio fue mal interpretada por aquellos que le acusaban de que él mismo caía en el error de Apolinar de Laodicea. De aquí la convocación del concilio de Éfeso por parte del emperador Teodosio (431), cuya apertura logró anticipar Cirilo (el 23 de junio), habiendo sido delegado para presidirlo en nombre de Celestino I, para obtener la destitución de Nestorio antes de la llegada de los prelados de Antioquía que se le oponían. El triunfo de Cirilo en el concilio, en el cual se hizo la lectura de la profesión de fe nicena y de la última carta de Cirilo a Nestorio junto con los doce anatemas, fue absoluto, con la declaración de ortodoxia de su carta. En los últimos años después de Éfeso, Cirilo hubo de sufrir no poco a causa de los antioquenos capitaneados por Juan de Antioquía; pero al fin Cirilo llegó a un compromiso, que, sin embargo, no logró la síntesis entre ambas teologías. Parece que el sucesor de este Juan se reconcilió con Cirilo antes de su muerte. Como dijo con humor Newman, Cirilo "no estaría de acuerdo con que su santidad fuera juzgada en base a sus acciones".
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Mensaje y actualidad
La colecta de la misa invoca ante todo al "Señor, que hizo de su obispo san Cirilo de Alejandría un defensor invicto de la maternidad divina de la virgen María". Así se remite a las peripecias del concilio de Éfeso, en el que participaron más de doscientos obispos. Se ha acusado a Cirilo de imperioso y dominador, como lo presenta el sospechoso historiador Sócrates; por ejemplo, se le acusaba de haber favorecido el apolinarismo con frases poco claras en la primera redacción de sus anatemas contra Nestorio; pero Cirilo rectificó su texto, y la Iglesia lo reconoció como ortodoxo, porque expresa claramente el misterio de la encarnación. El texto de la carta dirigida a todos los monjes de Egipto antes del concilio para justificar el título de María "Theotokos" (madre de Dios), como nos la presenta el oficio de lectura, es la documentación clara de la plena ortodoxia de Cirilo. Por eso podemos invocar en la parte final de la colecta que también se nos conceda, "a cuantos la proclamamos verdadera madre de Dios, llegar por la encarnación de su hijo a la salvación eterna". Si Cirilo incurrió en alguna inexactitud en su primera exposición del dogma efesino, se ha de reconocer, no obstante, que luchó por defender la doctrina de la encarnación, fundamento de la maternidad divina de María, y que toda la cristiandad se había pronunciado hacía mucho tiempo en favor suyo contra Nestorio. El celo dogmático de Cirilo en la defensa intrépida y perseverante, a veces impetuosa, de la verdad no es oscurecido por alguna sombra en su carrera o en sus actitudes; por ejemplo, contra san Juan Crisóstomo, cuyo nombre se había negado a escribir en los dípticos de su Iglesia antes de la demanda reparadora de Isidoro de P. El cristocentrismo del culto mariano es también hoy para nosotros el criterio fundamental que debemos profesar al abrazar la fe de la Iglesia, como recuerda Cirilo en la carta citada: "Ésta es la fe que nos transmitieron los discípulos del Señor, aunque no emplearan esta misma expresión (de madre de Dios). Así nos lo han enseñado también los santos Padres". De Cirilo se leen, además del texto para su memoria tomado de las Cartas, otros diez textos: del Comentario sobre Ageo (XXVIII dom. T.O.); del Comentario sobre la carta a los Rom. (sáb. IV sem. de P.); del Comentario a la 2Cor (VI dom. de P.); del Comentario sobre Jn (sáb. m sem. de P.; después de la Epif. 10-1; mart. V sem. de P.; juev. VE sem. de P.; mart. VI sem. de P.; Sant. 28-X); de las Homilías (Sant. 5-VIÜ).
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San Ireneo
28 de junio SAN IRENEO, obispo y mártir (115/150-202/3)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de Ireneo, a quien san Jerónimo es el primero que denomina mártir, ya es testimoniada por el martirologio jeronimiano en la fecha actual del 28 de junio del año 202, mientras que en el calendario marmóreo de Ñapóles figura el 27 de junio. El culto, primero local en la Iglesia de Lyon, ya existía en Oriente; pero sólo en 1928 fue inscrito en el calendario romano. Nacido en Esmirna hacia el año 130, Ireneo (que significa "pacífico") pertenecía a la colonia cristiana griega originaria del Asia Menor, y fue discípulo de san Policarpo, que había escuchado al discípulo Juan. De la Galia meridional (adonde había emigrado), su visita a Roma, donde entró en contacto con Justino, el filósofo convertido, le permitirá recoger luego una amplia documentación sobre las herejías dominantes, especialmente la gnosis (o conocimiento superior sobre Dios y el universo), basada en la creencia de la emanación de seres intermediarios (eones). Hacia el año 177 está en Lyon, centro comercial y geográfico de la Galia, que entonces era todavía tierra de misión, precisamente durante la terrible persecución al final del reinado de Marco Aurelio, donde murieron (2 de junio del 177) los primeros pobres del evangelio (unos cuarenta y ocho, entre ellos el obispo Potino, Maturo, Santo, Átalo, Póntico, de quince años, y, por último, Blandina como esclava). Los confesores de la fe estaban impresionados por las desconcertantes profecías de los montañistas procedentes de Frigia, juzgadas severamente por el obispo de Roma Eleuterio (declaraban inminente la venida de Cristo con sus ángeles). Ireneo, ya sacerdote de la Iglesia de Lyon y enviado ante Eleuterio como embajador de paz entre las Iglesias, a su vuelta a Lyon, después de la muerte del obispo Potino, es invitado a sucederle (177 ó 188) y a luchar contra el racionalismo gnóstico. Mandó evangelizadores a las diversas partes de su país e hizo de mediador. Según Jerónimo y Gregorio de Tours murió mártir en tiempos de Septimio Severo, aunque no existan más pruebas para afirmarlo.
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2. Mensaje y actualidad Las tres oraciones de la misa ponen de manifiesto tres rasgos principales del santo. a) Ante todo la colecta (y también la oración sobre las ofrendas) invoca a Dios, que otorga a su "obispo san Ireneo la gracia de mantener incólume la doctrina y la paz de la Iglesia". La Iglesia de Lyon atribuye con toda razón el título de doctor a aquel que supo desenmascarar las doctrinas, especialmente gnósticas, de Valentín, revelando sus sistemas erróneos, que hacían revivir las teologías mitológicas. Ireneo es sin duda uno de los más grandes teólogos del siglo II, porque en su obra Contra las herejías (confutación de la falsa ciencia) y en la otra más pequeña (descubierta en 1904 en armenio) Demostración de la predicación apostólica, nos transmite la verdadera doctrina sacada de la Biblia y de la tradición. Esta ciencia de Dios debe pasar a la vida y traducirse en amor, como pedimos en la intercesión de la colecta: renovarnos en la fe y en la caridad. Por eso dice que es "mejor y más útil ser simples y poco instruidos y mantenerse cerca de Dios con la caridad que parecer sabios y hábiles y blasfemar al propio maestro". b) La "fe intacta" de Ireneo, cuya custodia para nosotros se pide en la oración sobre las ofrendas, es testimoniada también por el elogio que hace la carta enviada a los hermanos de Asia Menor y de Frigia^fasí como al papa Eleuterio) por los cristianos de Lyon después de la noticia del movimiento profético montañista, en la cual se le recomienda Ireneo al papa: "Nosotros hemos dado el encargo de expedirte esta carta a nuestro hermano y compañero Ireneo, y te rogamos le des buena acogida como a un celador del testamento de Cristo; si pensáramos que el rango crea la justicia, nosotros lo presentaríamos ante todo como sacerdote de la Iglesia, ya que él lo es". c) En la oración después de la comunión pedimos al Señor: "aumenta nuestra fe... y que esa fe nos justifique también a nosotros viviéndola en toda su verdad". Este gran teólogo es realmente un modelo de perseverancia en la fe, porque desarrolló particularmente el argumento de la tradición de los apóstoles que, según él, "es manifiesta en todo el mundo, porque basta que la contemple en cada una de las Iglesias todo el que quiera ver la verdad". Y prosigue afirmando que "nosotros podamos contar a los obispos que han sido instituidos por los apóstoles y sus sucesores hasta nuestros días; ellos no han enseñado ni conocido nada que se pareciera a sus locuras (doctri-
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214 San heneo ñas de los gnósticos), ya que, si los apóstoles hubieran conocido misterios ocultos, acerca de los cuales hubieran instruido a los perfectos desde fuera y sin conocimiento de los cristianos, se los habrían comunicado sobre todo a aquellos a quienes confiaban las Iglesias; ellos exigían la perfección absoluta, irreprensible, de aquellos que los sucedían y a quienes confiaban, en su lugar, la tarea de enseñar". La segunda nota que emerge de la intercesión de la colecta, así como de la oración sobre las ofrendas, es que tratemos de guardar o vivir la verdad. Hombre de la tradición, Ireneo no fue un integrista, como lo denota su mediación ejercida en la cuestión de la pascua, cuando, después de catorce años de su embajada a Roma ante Eleuterio, la unidad de la Iglesia estaba a punto de romperse por la amenaza de excomunión a las Iglesias de Asia Menor de parte del papa Víctor, por mantenerse fieles a la tradición joánica. En efecto, como dice Eusebio (Historia eclesiástica V) un siglo más tarde relatando los términos de la controversia. Ireneo, "que escribía en nombre de las Iglesias de la Galia, que presidía, estaba de acuerdo con Víctor en que el misterio de la resurrección del Señor se celebrara en domingo; no obstante, le exhortaba respetuosamente con gran despliegue de consideraciones a que no excomulgara a Iglesias de Dios completas por mantenerse fieles a una antigua costumbre" (a saber: a la judía del 14 de nisán). Ireneo, pues, que había escrito: "No hay Dios sin bondad", recomendaba que se respetaran aquellas relaciones pacíficas con las Iglesias que practicaban también una observancia disonante con la de la Iglesia romana, representada por sus obispos anteriores a Víctor (como Sotero, Aniceto, Pío, Higino, Telesforo y Sixto). El criterio de la unidad en la paz y en la tolerancia de diversas tradiciones es para Ireneo la sucesión apostólica, especialmente presente en la Iglesia de Roma, como escribió: "Sería demasiado prolijo enumerar a los sucesores de los apóstoles en todas las Iglesias; nosotros nos ocuparemos sólo de la más grande y más antigua, conocida por todos, de la Iglesia fundada y constituida en Roma por los dos gloriosísimos apóstoles Pedro y Pablo, y demostraremos que la tradición que hereda de los apóstoles y la fe que ha anunciado a los hombres han llegado hasta nosotros por medio de las sucesiones regulares de los obispos... Con esta Iglesia (romana), en virtud de la autoridad de sus orígenes, es con quien han de estar de acuerdo todas las Iglesias; es decir, todos los fieles procedentes de todas partes; en ella es donde todos los fieles han conservado la tradición
apostólica" (Adv. Haer. HI, 3,1-2). Con estos principios Ireneo, como dijo justamente Eusebio, había construido su nombre de pacífico y de pacificador. d) El último rasgo de este gran testigo de la fe es su antropología deificante, que se resume en la célebre frase transcrita en el oficio de lectura (cf Adv. Haer. IV): "La gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios". Éste es el programa permanente de la búsqueda de la unidad de la fe por parte de la Iglesia, como si tuviera "un solo corazón, una sola alma y una sola boca" (Adv. Haer. I, 10, 2). De Ireneo, además del texto para su memoria, se leen trece fragmentos del Tr. contra las herejías (Sant. 25-IV; dom. de Pent; fer. de adv. 19-XII; mart. IV sem. T.O.; miérc. I sem. T.O.; sáb. d. cenizas; miérc. II sem. de cuar.; viern. II sem. de cuar.; sáb. XVIII sem. T.O.; sáb. II sem. T.O.; miérc. III sem. de adv.; juev. III sem. de P.; viern. II sem. de adv.).
29 de junio SAN PEDRO Y SAN PABLO, apóstoles (siglo iv)
1. Nota histérico-litúrgica La solemnidad de los apóstoles romanos ya es celebrada por la Depositio martyrum del año 354 en esta fecha del 29 de junio, cuando se festejaba a san Pablo en la tumba de la vía Ostiense y a san Pedro en la catacumba de la vía Apia (porque estaba en construcción la basílica vaticana). En el siglo VII la solemnidad, que en tiempos de Ambrosio estaba repartida en las tres estaciones con una misa de vigilia, se dividió en Roma en dos días, porque la conmemoración de san Pablo se trasladó al día siguiente (30 de junio), aun permaneciendo incluida en las misas del 29 de junio. Esta doble fiesta se difundió tanto en Oriente como en Occidente. Hoy la misa vespertina en la vigilia prepara la única celebración que reúne a ambos apóstoles. En los Hechos apócrifos de Pedro y Pablo (siglo V, escritos bajo el influjo de León Magno), formados por la refundición
216 San Pedro y san Pablo revisada de los Hechos de Pedro (siglo II) y de los Hechos de Pablo (siglo II), se demuestra la perfecta armonía de los dos apóstoles martirizados juntamente en Roma. Según el testimonio más antiguo de Tertuliano (siglo n), Pedro de Betsaida (en el lago de Genesaret), cuyo nombre judío era Simeón (Simón), llamado luego Cefas (piedra), murió crucificado; y, según Orígenes, con la cabeza hacia abajo (como solían crucificar los romanos a los esclavos). Las excavaciones recientes confirman que el martirio del jefe de los apóstoles (hacia el año 67) se llevó a cabo en la colina del Vaticano, donde se ha construido la basílica constantiniana. Pablo de Tarso (en Cilicia), cuyo nombre era Saulo, fariseo de fe convertido luego (31 /32), después del segundo encarcelamiento de Roma fue decapitado hacia el año 67 (como atestigua asimismo Tertuliano según una tradición constante) junto a la vía Ostiense (Ad Aquas Salvias, a cinco kilómetros de Roma), no lejos de la gran basílica construida sobre el lugar de la primera traslación (confiada a los monjes desde el siglo Vi). 2. Mensaje y actualidad Con la eucología de la misa se puede delinear el principal significado eclesiológico de ambos apóstoles, siempre unidos en la veneración del pueblo cristiano, aunque no esté probado que ambos estuvieran presos en la misma cárcel Mamertina. a) En la nueva colecta de la misa de la vigilia se enuncia, con una frase derivada del sacramentario veronense (n. 1219), que "Dios entregó a la Iglesia las primicias ('rudimenta') de su obra de salvación"; y estas primicias, en la oración después de la comunión, son calificadas como una iluminación a través de la doctrina de los apóstoles. El mismo tema se repite en la oración de la misa del día, evidenciando que, por medio de los apóstoles la Iglesia se ha mantenido "siempre fiel a las enseñanzas de aquellos que fueron fundamento de nuestra fe cristiana" (colecta); y que esta fe se manifiesta en esas notas que han caracterizado el ideal de la Iglesia jerosolimitana: perseverancia en la fracción del pan, en la doctrina de los apóstoles para formar en el vínculo de la caridad un solo corazón y un alma sola y en la plegaria de los mismos apóstoles (cf oración sobre las ofrendas). b) Una síntesis de esta teología de la apostolicidad está expresada en el nuevo prefacio, donde se enumeran con paralelismo integrativo los rasgos de los dos apóstoles, que con
29 de junio 217 dones diversos han edificado la Iglesia única: "Pedro fue el primero en confesar la fe; Pablo, el maestro insigne que la interpretó; aquél fundó la primitiva Iglesia con el resto de Israel; éste la extendió a todas las gentes". Hoy, en la ciudad de ambos apóstoles, el monumento del Palatino desde el cual fue decretado el edicto civil de la encarnación y de la redención —a través del conocido censo de Quirino, gobernador de Siria, por orden de César Augusto (Le 2,1-2) y el mandato del procurador romano Pilato (Le 23,25) de crucificar a Jesús— está reducido a una ruina arqueológica; mientras que la sede apostólica, "que preside la caridad de todas las Iglesias" (IGNACIO, A los Rom), es justamente celebrada: "Dichosa tú, que fuiste consagrada, oh Roma, con la sangre de estos príncipes" (en el himno de las I vísperas). En esta ciudad, donde desde hace dos mil años gobiernan los sucesores de Pedro y de Pablo (cuatro de los cuales han sido ciertamente mártires, ocho han desaparecido con muerte violenta, once han muerto en el destierro o en la cárcel y cincuenta y uno han sido canonizados), se hace memoria de los dos apóstoles, que dan sentido a la aventura tumultuosa al par que luminosa de los papas. En efecto, su martirio es signo de unidad de la Iglesia, como dice Agustín en el sermón del oficio de la lectura: "En un solo día celebramos el martirio de los dos apóstoles. Es que ambos eran en realidad una sola cosa, aunque fueran martirizados en días diversos. Primero lo fue Pedro, luego Pablo. Celebramos la fiesta del día de hoy, sagrado para nosotros por la sangre de los apóstoles. Procuremos imitar su fe, su vida, sus trabajos, sus sufrimientos, su testimonio y su doctrina". Tal es la permanente actualidad de una fiesta tan ecuménica. Prefacio (Propio de los Barnabitas, 34) En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, alabarte con corazón alegre en el día victorioso de san Pablo apóstol. Él se lanzó como gigante a recorrer los caminos del orbe entero para predicar a Cristo crucificado a todos los pueblos. Para él la vida era Cristo y como consecuencia terminó la carrera con el derramamiento de la sangre, completando en su carne lo que faltaba a los sufrimientos de Cristo.
218 Santos Protomártíres de la santa Iglesia romana
30 de junio SANTOS PROTOMÁRTÍRES DE LA SANTA IGLESIA ROMANA (64/1584)
1. Nota histórico-Iitúrgica La memoria facultativa de los primeros mártires de la Iglesia romana, celebrada al día siguiente de la solemnidad de los apóstoles fundadores de esta Iglesia madre, se ha conservado siempre en la sede del circo de Nerón del Vaticano, recordando el famoso incendio del 16 de julio del año 64, tras el cual fueron arrojados a las fieras y quemados como chivos expiatorios un gran número de cristianos, según nos narra el historiador Tácito (Anuales XV, 44); pero sólo el martirologio romano de 1584 los menciona el 24 de junio con cierta solemnidad. El martirologio jeronimiano conmemora el 29 de junio a un gran número (979) de mártires y los recuerda inmediatamente después del elogio de los apóstoles Pedro y Pablo. Su primitivo culto se extendió a toda la ciudad desde la pequeña iglesia de Santa María della Pietá del camposanto teutónico en 1923, y luego, en 1969, a todo el rito romano. Del calendario romano anterior han sido suprimidos cincuenta y tres nombres de mártires (en veintitrés memorias) que, aunque se les venía venerando desde épocas antiguas, no gozan de la garantía de las correspondientes fuentes biográficas' o no tienen interés fuera de la Iglesia local. Ellos murieron por el prejuicio, aprovechado por Nerón, de que eran "odiosos a la masa de la población" por ser cristianos ("causa martyrii"). 2. Mensaje y actualidad La colecta de la misa expresa el sentido de esta memoria. "Señor, Dios nuestro", invoca, "que santificaste los comienzos de la Iglesia romana con la sangre abundante de los mártires; concédenos que su valentía en el combate nos infunda el espíritu de fortaleza y la santa alegría de la victoria". La idea del martirio ha sufrido cierta evolución en la tradición bíblica; en efecto, si para el judaismo morir mártir era un acto de obediencia a la ley, aunque con una creciente perspectiva de la esperanza en la resurrección (cf 1 y 2 Macabeos), entre los
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cristianos estos motivos son asumidos en un contexto cristológico, que pone en la cruz de Cristo el poder escatológico de Dios. Cristo fue sometido a la pasión porque Satanás desencadenó su oposición contra él; pero al mismo tiempo la resurrección se convierte en el horizonte de gloria de la misma pasión, por lo que el martirio cristiano es considerado como una continuación de la lucha violenta que Satanás mantenía contra Cristo, y revelación al par del poder de Dios, que resultó victorioso en la cruz (cf 2Cor 12,9). Por esto en el martirio se manifiesta la presencia del Espíritu, que hace superar la debilidad de la carne; y en el amor fraterno por los mártires encontramos confirmación en la fe, porque su luminoso ejemplo deviene un signo pneumatológico constante. En este sentido se pasa de la dimensión cristológica y trinitaria del martirio al aspecto ético, por lo que el mismo se vuelve una empresa a favor de la verdad cristiana, asumiendo esas heroicas dimensiones que nos hablan del valor de los mártires propuestos a nuestro ejemplo; y el acto de la muerte asume un aspecto accidental, ya que se acentúa su dimensión mistérica, que nos pone en comunión con la vida divina. Éste es "el fruto de su sacrificio", que la oración nos invita a "celebrar con alegría". El fragmento de la carta de san Clemente a los Corintios, escrito hacia el 96-98 y reproducido en el oficio de lectura, hace mención, reevocando el martirio de los santos Pedro y Pablo, de la "gran multitud de elegidos que, habiendo sufrido muchos suplicios y tormentos también por emulación, se han convertido para nosotros en un magnífico ejemplo". Estos hombres y mujeres anónimos, chivos expiatorios del odio anticristiano, son el símbolo de todas las víctimas de las persecuciones religiosas.
JULIO
3 de julio SANTO TOMÁS, apóstol (siglos vn-viu)
1. Nota histórico-litúrgica La fiesta del apóstol Tomás, trasladada al 21 de diciembre (fecha medieval, siglos VII-VIII), en el culto occidental, al 3 de julio, coincide ahora con la conmemoración de la traslación del cuerpo del apóstol a Edesa. Es el día solemnizado también por los cristianos de rito siro-malabar (en India), que se consideran hijos de santo Tomás, y de rito siro-occidental. El apóstol, indicado con el nombre de Tomás en los sinópticos (Mt 10,3; Me 3,18; Le 6,15; He 1,13), es apodado Dídimo (que significa "gemelo") por Juan (11,16; 20,24). En las listas de los apóstoles no tiene un puesto fijo. La tradición antioquena de su apostolado misionero en Persia, y sobre todo en la india, proviene de escritos aprócrifos, que quizá contengan noticias históricas. La ciudad hindú de Calamina, donde habría muerto, no ha sido identificada. El cuarto evangelio dedica a Tomás una perícopa entera, que representa la conclusión originaria con el capítulo 20. Según los Hechos apócrifos de santo Tomás, compuestos en Edesa (hacia el 250), Judas Tadeo, destinado a la India, fue muerto porque predicaba la castidad perfecta; sin duda reflejan influjos gnósticos. La "passio" (del siglo VI) parece confirmada por una inscripción persa del siglo Vil (en Santo Tomás de Mailapur, cerca de Madras, costa de Coromandel), donde se indica el lugar de su martirio, en el cual se veneraban sus reliquias, trasladadas más tarde a Edesa en el 394 (según la "passio" el 22 de agosto).
222 Santo Tomás 2.
Mensaje y actualidad
Las oraciones, modificadas en parte, trazan la figura de Tomás según los datos escriturísticos, que son evocados asimismo en las antífonas y en el nuevo himno de la liturgia de las horas. a) La colecta y la antífona de comunión focalizan el elemento principal del relato evangélico: "el reconocimiento de Cristo como Señor y Dios" por parte del apóstol incrédulo que, ocho días más tarde (Jn 20,24-27), repara su escéptico comportamiento frente a la resurrección con este acto perfecto de fe. b) También en la oración después de la comunión, además de en las estrofas del himno del oficio, se pide que igualmente nosotros reconozcamos en Cristo a "nuestro Dios y Señor". Es la certeza de nuestra fe, que se funda en la experiencia de los apóstoles, y especialmente de éste, "que vio con sus propios ojos y palpó con sus manos a la Palabra de la vida", como dice la segunda parte del responsorio (cf Un 1,1) de la lectura patrística del oficio. En esta lectura, san Gregorio Magno nos advierte que también a nosotros se nos exige la fe, tanto más meritoria cuanto menos corroborada por los sentidos (cf también la antífona del Benedictus en los laudes). Un segundo dato biográfico se puede extraer de la primera antífona de los laudes, que evoca el carácter racional del apóstol, que en la última cena (Jn 14,5) interroga: "Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo vamos a saber el camino?" Otro rasgo, ignorado en los textos litúrgicos, es el de un cierto coraje que demuestra Tomás cuando, con ocasión del viaje de Jesús a Betania, donde le buscaban para darle muerte (Jn 11,16), dice: "Vamos también nosotros a morir con él". La enseñanza actual para nosotros está expresada en la intercesión de la oración después de la comunión: "que cuantos le hemos confesado por la fe nuestro Dios y Señor..., le sigamos proclamando ante los hombres con nuestra vida y nuestras obras". Y también en la aclamación al evangelio (cf Jn 20,29): "Dichosos los que crean sin haber visto". El reproche de Jesús a Tomás sirve también para nosotros. No somos dichosos porque vemos, sino porque creemos.
Prefacio (MAtt, 358) Cristo resucitado se apareció la primera vez a los discípulos faltando Tomás,
4 de julio 223 para que, vencida su turbación interior, el apóstol incrédulo confortara nuestra fe con su gesto. Cuando reconoció los miembros lacerados del maestro, Tomás lo proclamó su Señor y Dios y pudo testimoniar con privilegiada certeza la verdad de la resurrección.
4 de julio SANTA ISABEL DE PORTUGAL (ca. 1271-1336)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de la reina de Portugal, muerta en Estremoz el 4 de julio de 1336, ha sido trasladada a su dies natalis de la fecha anterior del 8 de julio, que había sido elegida para que no cayera en la octava de los apóstoles Pedro y Pablo. Nacida en 1271 de Pedro III de Aragón y de Constanza, madre de Manfredo rey de Sicilia (sobrino de Federico II Hohenstaufen de Alemania), Isabel (que llevaba el nombre de su tía abuela santa Isabel de Hungría) fue desposada a los doce años con Dionisio, rey de Portugal, de quien tuvo dos hijos: Constanza, futura reina de Castilla, y Alfonso, sucesor de su padre en el trono de Portugal. Soportó con heroica paciencia las infidelidades de su marido, educando con afecto los hijos ilegítimos de Dionisio, y asistiéndolo luego amorosamente en la muerte (1325), después de que éste se persuadiera en un terrible juicio de Dios de su fidelidad. Tras la subida al trono de su hijo Alfonso, se hizo terciaria franciscana, porque no se le permitió, a causa de las luchas internas en su familia, entrar en el convento de Santa Clara de Coimbra, fundado por ella. Vivió, empero, junto al monasterio y albergó en su casa a un grupo de religiosas, con las cuales practicaba la vida monástica. Fue dos veces en peregrinación a Santiago de Compostela. Su biografía original, que se ha perdido, fue traducida al latín en 1678. Fue canonizada en 1625 e inscrita en el martirologio romano después de 1630. Por lo que se refiere al milagro de las rosas, es
5 de julio 225
224 Santa Isabel de Portugal más fidedigna la Relatio del proceso canónico, y se ajusta mejor a ella que a Isabel de Turingia. Si la corona real es el atributo iconográfico que la confunde con la homónima reina de Hungría (que la precedió), la distinguen de la santa húngara tanto el velo como el cordón franciscano.
pidió que acercara una silla diciendo: "Sí, para esta Señora que se adelanta deslumbrante con sus blancas vestiduras". Y murmurando: "María mater gratiae", expiró dulcemente. El ejemplo de esta reina, al servicio de Dios en una situación de luchas familiares y de un matrimonio tan infeliz, es siempre actual.
2. Mensaje y actualidad La colecta de la misa está centrada por entero en el papel principal que Isabel desempeñó, ya que invoca al "Dios de la paz y caridad, que otorgó a la santa la gracia de conciliar a los hombres enfrentados", para que nos conceda a nosotros "poner nuestros esfuerzos al servicio de la paz para que merezcamos llamarnos hijos de Dios". La bienaventuranza de la paz (Mt 5,9) condice perfectamente con esta reina, denominada "ángel de la paz", porque, acusada de haber incitado a su hijo a la rebelión contra el rey hasta sufrir la confiscación de sus bienes y el destierro (en la pequeña ciudad de Alemquer), supo esperar el momento del reconocimiento de su inocencia. Y en otras dos ocasiones supo reconciliar al padre (su marido) con el hijo, llegando a arrojarse entre los combatientes (existe en nuestros días una lápida de mármol en las murallas de Lisboa que recuerda el lugar de esta batalla). Rechazó las ofertas de armas, tropas y fortalezas de sus subditos para recuperar el trono de que le habían privado injustamente, exhortándoles a permanecer fieles al rey. De vuelta de su segundo viaje a Santiago de Compostela en 1336, se prodigó para pacificar a su hijo Alfonso, en litigio con el rey de Castilla; pero le atacó una fiebre mortal que segó su vida a los sesenta y cinco años. El sermón de san Pedro Crisólogo, que aparece en el oficio de lectura, es un comentario a la bienaventuranza evangélica que nos invita a realizar las obras de la paz, que Isabel vivió heroicamente en su estado de reina y luego de terciaria junto a su convento de clarisas: "Amad la paz, y hallaréis en todo la tranquilidad del espíritu". En el responsorio de la misma lectura patrística, el texto de Is 58 recuerda las obras de misericordia que tanto prodigaba con los pobres, hospitales y asilos que ella misma había fundado. Se hizo famosa en Portugal también por sus intervenciones en una carestía. Su capilla en honor de la Virgen Inmaculada, en el convento de la Trinidad de Lisboa, fue el primer santuario en que se veneró a la Inmaculada Concepción. A la reina Beatriz, que la asistía en punto de muerte, le
5 de julio SAN ANTONIO MARÍA ZACCARÍA, presbítero (1502-1539)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa del fundador de los barnabitas, así llamados por su casa madre (en el convento de san Barbana [Bernabé], en Milán), se celebra en su dies natalis, cuando murió en 1539 a los treinta y siete años en Cremona, entre los brazos de su madre. Después de un culto local, fue canonizado en 1897. Nacido en Cremona en 1502, Antonio fue educado cristianamente por su madre, que había quedado viuda con sólo dieciocho años, y que había rechazado las segundas nupcias para dedicarse a su hijo único. Antonio, después de haber hecho voto de virginidad perpetua en la juventud y haber renunciado a los bienes paternos, estudió filosofía en Pavía y medicina en Padua, volviendo a Cremona como doctor para dedicarse al servicio de los enfermos. Bajo la dirección de dos dominicos se preparó rápidamente para el sacerdocio, tanto que fue ordenado sacerdote a los veintiséis años (1528). Fue a Milán en 1530, y allí encontró una sociedad de la "Eterna Sabiduría" que ocupaba el centro de la religiosidad milanesa pretridentina, y con dos miembros laicos fundó, en 1530, la nueva Congregación de los Clérigos Regulares de San Pablo (reconocida por Clemente VII en 1533), que tenía por finalidad la promoción de la reforma del clero y de los laicos. También la congregación femenina colateral, llamada de las Angélicas de San Pablo Convertido, fundada por la condesa de Guastalla Luisa Torelli, tenía por finalidad la reforma de los monasterios femeninos en gene-
6 de julio 2 v
226 San Antonio María Zacearía ral. Las constituciones de la congregación fueron formuladas definitivamente en 1579 y revisadas por san Carlos Borromeo, tras varias tentativas para caracterizar a esta nueva congregación a fin de no anexionarla a los jesuitas o al Oratorio de San Felipe Neri. A Zacearía se le puede considerar como el precursor de san Carlos en la reforma católica. Éste, cuando entró en Milán en 1569, encontró ya a los barnabitas en plena actividad desde hacía años.
2. Mensaje y actualidad La colecta modificada de la misa traza la fisonomía de este santo, que comenzó sus estudios durante los años en que Lutero empezaba su rebelión contra Roma (1520-1524), y pide a Dios que nos conceda "crecer, según el espíritu de san Pablo apóstol, en el conocimiento incomparable de su Hijo Jesucristo, que impulsó a san Antonio María Zacearía a proclamar en su iglesia la palabra de salvación". La primera nota evoca aquella verdadera ciencia del amor, tomada del apóstol, de quien era muy devoto (Ef 3,19), que lo llevó a ser, más bien que médico de los cuerpos, médico de las almas en sus frecuentes visitas a los pobres. Tal ardor de caridad se tradujo en una incesante obra de catequesis y de instrucción, por lo que el "verbum salutis"anunciado por Pablo (He 13,26) se convirtió en el mensaje de sus predicaciones por las calles y plazas de la ciudad, provocando conversiones estrepitosas, reformando monasterios (como en Vicenza) y pacificando ciudades (como Guastalla, afectada por el entredicho de 1539). En el Sermón a sus hermanos barnabitas, que es uno de los pocos escritos que nos quedan (doce cartas, seis sermones y las constituciones), Zacearía nos ilustra acerca de las consecuencias morales de aquella ciencia sublime que hace necios a causa de Cristo, según la enseñanza del apóstol (llamado por él "nuestro santo protector y guia"). "Los que hemos tomado por guía y padre a un apóstol tan eximio... debemos esforzarnos en poner por obra sus enseñanzas y ejemplos". Este reformador no quiso fundar una congregación ni de monjes ni de religiosos, sino de apóstoles destinados a predicar y administrar los sacramentos, con la pretensión de contraatacar a la propaganda luterana. Supo superar con valentía las incompresiones y persecuciones, hasta ser rehabilitado después de dos procesos incoados contra él (1534-1537), que acompañaron los primeros
pasos de su instituto. Éste fue aprobado en 1533 con su nomb* específico (mientras el pueblo,llamaba a sus miembros "Panjj nos") y cuenta con dos santos, Alejandro Sauli y Francis c ^ Javier Bianchi. Antonio María Zacearía es un modelo de apoSv tolado también en nuestro tiempo, que ya no es el de la contr^ rreforma, sino el del posconcilio Vaticano JJ. Sus palabras (en el citado sermón), que recuerdan la pere^ nidad de las enseñanzas del apóstol de los gentiles, son un^ perenne advertencia: "No sería correcto que, en las filas de se^ mejante capitán (san Pablo), militaran unos soldados cobarde s o desertores, o que un padre tan ilustre tuviera unos hij 0 s indignos de él". Siguen siendo actuales sus iniciativas: la solero, ne adoración de las cuarenta horas (1537); el repique de la s campanas a las quince horas de cada viernes; la asociación de los casados. Prefacio (Propio de los Barnabitas) Tú has hecho trabajar a nuestro bienaventurado Antonio María en tu viña con celo tan grande que realizó una larga carrera en poco tiempo. El constituyó nuevas familias en tu Iglesia, y apartó a muchedumbres de fieles de las seducciones del mundo, enseñando a amar sobre todas las cosas a nuestro Señor crucificado y presente en la eucaristía.
6 de julio SANTA MARÍA GORETTI, virgen y mártir (1890-1902)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de esta niña, de ni siquiera doc^ años, muerta mártir en Nettuno (Lazio, Italia) el 6 de julio de 1902 y canonizada por Pío XJJ en la plaza de San Pedro (dond^ por primera vez estuvo presente la madre de una santa) e*1 1950, nos traslada a un relato de crónica negra sucedido en U*1
228 Santa María Goretti ambiente tan mísero (incluso culturalmente) como el de las Paludi Pontine a comienzos de este siglo. Nacida en Corinaldo (Ancona), diócesis de Senigallia, el 16 de octubre de 1890 de una familia muy pobre, María Teresa Goretti (llamada familiarmente Marietta), huérfana de padre a los diez años y analfabeta, demostró cierta madurez al ocuparse de sus cuatro hermanos más pequeños y de otros niños vecinos cuando sus familiares se dirigían a trabajar al campo. En la solitaria alquería de Ferriere di Conca (a unos diez kilómetros de Nettuno), donde la familia cultivaba una hacienda (en alquiler), fue repetidamente asediada por un vecino de su casa (Alejandro Serenelli), que, tras dos intentos de violentarla, con la amenaza de muerte en caso de que hablara, exasperado ante su resistencia, la agredió matándola a golpes de puntero (con catorce heridas), hasta provocarle la muerte, ocurrida en el hospital de Nettuno, después de haber perdonado a su asesino. La conversión del agresor en 1910, tras ocho años de cárcel, debida a un sueño en el que se le apareció la mártir cogiendo flores para ofrecérselas, provocó la reducción de la pena en tres años a causa de su cambio de conducta. Excarcelado en 1928, pidió perdón a la madre e hizo con ella la comunión de reconciliación la noche de navidad.
11 de julio 229 preceptos divinos —como pedimos en la intercesión de la colecta—, confuta cualquier género de historiografía determinista, incluso reciente, que no logra encuadrar el misterio de la santidad en sus esquemas sociológicos preconcebidos. Esta humilde adolescente, huérfana, aislada y pobre, en un ambiente socialmente deprimido y moralmente mediocre, en el delirio mortal que vivió su lucha con Alejandro: "No lo hagas, es pecado, irás al infierno". Por eso se convierte en el emblema de los pobres de que habla el evangelio, a los cuales se les promete el reino de los cielos (cf Mt 5,1-12: evangelio de la memoria). El perdón concedido a su asesino en el momento de la muerte incluía la promesa de rezar por su conversión: "Quiero que él también me acompañe en el paraíso".
11 de julio SAN BENITO, abad, patrón de Europa (ca. 480-547)
2. Mensaje y actualidad
1. Nota histórico-litúrgica
La colecta de la misa invoca al "Señor, fuente de la inocencia y amante de la castidad, que concedió a su sierva María Goretti la gracia del martirio en plena adolescencia". Se trata, pues, de un don carismático para la Iglesia de nuestro tiempo, porque recuerda la gran verdad de que es posible alcanzar la santidad ejercitando simplemente lo que, en términos ignacianos, se llama el primer grado de humildad; esto es, preferir la muerte al pecado mortal. Cuando María, defendiendo instintivamente su pudor violado, decía: "Alejandro quería hacerme cosas malas, y yo no he querido", ya expresaba la opción definitiva de su vida, anticipada poco tiempo antes hablando de ello con su madre ("me dejaría matar..."), es decir, una opción pascual. Como dijo Pío XII en la homilía de su canonización, reproducida ahora en el oficio de lectura: "Así, fortalecida por la gracia del cielo, a la que respondió con una voluntad fuerte y generosa, entregó su vida, sin perder la gloria de la virginidad". El sentido profético de este oscuro episodio que pone la santidad al alcance de todos los que cumplen con firmeza los
La fiesta de san Benito, de quien Gregorio Magno en el libro II de sus Diálogos no menciona el día de la muerte, ocurrida hacia el año 547 en Montecassino (adonde había ido para librarse de una vengativa persecución en el año 529), se celebra ahora en la fecha del más antiguo formulario litúrgico de los países francos, el 11 de julio. Ésta corresponde a la fecha de la supuesta traslación de las reliquias (en el siglo vn) de Montecassino a Fleury, en las riberas del Loira (hoy Saint-Bénoit-sur Loire), en lugar de la fecha del transitus (muerte), 21 de marzo (según los calendarios de Montecassino), pero que cae en cuaresma. La memoria obligatoria para la Iglesia universal es celebrada ahora con el grado de fiesta, después de que Pablo VI, en 1966, lo proclamara patrón de Europa (hoy junto con los santos eslavos Cirilo y Metodio). Nacido en Nursia hacia el año 480, de la romana gente Anida, sesenta años después del saqueo de Roma a manos de los visigodos de Alarico y cuatro años antes de que Odoacro, rey de los hérulos, muerto el último emperador romano, proclama-
230 San Benito
ra el ocaso de la civilización occidental, sumergida por el aluvión bárbaro (especialmente por los godos de Totila), el joven Benito abandonó el mundo de Roma (donde había estudiado) para hacer una singular experiencia monástica. En efecto, experimentó varias formas de vida monástica, después de haber ido a Subiaco (en los montes Sibilinos) y permanecer allí tres años: la casi soledad en Enfide (la actual Affile) como primera experiencia; la completa vida de anacoreta junto al río Aniene, que sólo conocía el monje que le llevaba la comida; luego, después de haber instruido a rudos pastores, la primera expresión comunitaria en Vicovaro, donde los monjes, aunque lo quisieron como superior, intentaron incluso envenenarlo; por fin, la forma casi cenobítica de Subiaco, donde asumió la dirección de esta "escuela al servicio del Señor". En los cuarenta y un cuadritos hagiográficos de la Vida (escrita según las leyes hagiográficas del tiempo), que comprende los sesenta y siete años de Benito, este fallido senador romano (que se hizo campesino) nos viene presentado por Gregorio Magno como aquel que toma por lema "Ora et labora" y por divisa un arado y una cruz. En efecto, fue el defensor de la civilización romana cuando, afrontando al gran azote de Dios, el rey Totila, que había llegado hasta las puertas de Roma, profetizó: "Reinarás nueve años, y al décimo morirás". Benito, próximo a su muerte, transportado a la iglesia, "con las manos levantadas, entregó el espíritu con palabras de plegaria" (Gregorio Magno).
2.
Mensaje y actualidad
Las nuevas oraciones de la misa delinean la fisonomía de este "padre del monaquisino occidental", que había cambiado el laticlavio por la túnica monástica, después de un itinerario de búsqueda que Gregorio Magno resume con la frase del responsorio del oficio de lectura: "Sabiamente indocto ('scienter nescius'), consciente de su ignoracia ('et sapienter indoctus')". a) La colecta se refiere a la Regla (cf prol. 45; c. 4,21; prol. 49), cuando se dirige a "Dios..., que hiciste del abad san Benito un esclarecido maestro en la escuela del divino servicio, concédenos, por su intercesión, que, prefiriendo tu amor a todas las cosas, avancemos por la senda de tus mandamientos con libertad de corazón". El significado de esta Regla monástica consiste en armonizar la experiencia ascética oriental (cf Regla de san
11 de julio 231
Basilio) y la prudencia romana con la discreción evangélica ("sabiamente indocto"), de modo que se convierte en una especie de ordenamiento de la nueva ciudad que es el monasterio. Aquí el abad encarna la autoridad paterna de Dios, porque se construye en la paz la civilización del mundo antiguo, no con la cadena de hierro, sino con la cadena de Cristo, pues se afirma la preeminencia del amor sobre la ley, aunque en la fidelidad a los mandamientos. En efecto, la Regla sólo se recomienda para los comienzos de la vida ascética. En el oficio de lectura, la página de la Regla menciona dos temas: "no anteponer nada al amor de Cristo" y "correr generosamente por la vía de los preceptos". Éstos son modelos de vida constitutivos del servicio de Dios, no sólo válidos para el monacato, sino también para todos los cristianos, porque pueden, como Benito, "apartarse con sabiduría en la ignorancia y con sapiencia en la insipiencia" (cf responsorio del oficio de lectura). b) Una segunda línea de este espíritu benedictino, recordado en la oración después de la comunión, deriva asimismo del capítulo 72 de la Regla- "Cumplir fielmente el servicio de Dios significa amar a los hermanos con caridad sincera". Las ciudadelas monásticas benedictinas tratan de realizar en la tierra el reino de la caridad fraterna; es decir, el ambiente donde domina la centralidad del hombre completo en la valorización del trabajo incluso manual y de la hospitalidad, donde la cruz y el arado se convierten en medios de cultura no sólo espiritual, sino también humana. c) Por fin, en la oración sobre las ofrendas, que se inspira en la constitución apostólica de Pablo VI (que proclama a Benito patrón de Europa), se ponen en evidencia, en el servicio de Dios y de los hermanos, los dones de la unidad y de la paz. El enfrentamiento victorioso entre el cristianismo romano (hasta el año 526 Roma gozaba de una tregua de paz con Teodorico y Casiodoro) y la barbarie representada por el rey Totila se convierte en símbolo de la unidad recuperada en profundidad ("habitavit secum"), de la cual nacerá espontáneamente la comunión con los hermanos. Es la reconstrucción de los valores humanos y cristianos, que han salvado en el tiempo la cultura europea de la subversión total, mientras fracasaron tanto el emperador Justiniano, con sus guerras crueles e interminables, como el senador Casiodoro, que creía que podría sobrevivir la cultura romana y filosófica. Con el himno de las vísperas (de Pedro el Venerable, abad de Cluny) se enuncia (cuarta estrofa) que Benito "enseña ahora que todos los pueblos deben some-
232 San Enrique terse a las leyes y a los deseos de Cristo". Para nosotros es un mensaje válido también hoy: el cristocentrismo benedictino es siempre un humanismo auténtico, porque concilia la trascendencia de la oración (Ora) con la actividad del hombre en la conquista del mundo (et labora). El ideal de la perfecta "transformación" monástica (vida activa y contemplativa) es aún hoy de gran interés. Gregorio Magno, que escribió su biografía históricamente fundada (si bien con el género literario hagiográfico), por haberlo hecho sólo cincuenta años después de su muerte, resume así su carácter: "El rebosó verdaderamente del espíritu de todos los justos". Prefacio (suplemento monástico al MR, 1980, 153) En efecto iluminaste singularmente con tu gracia el alma de san Benito, que nada antepuso al amor de Cristo, y quiso entregarse, a sí mismo y a sus hijos, a tu servicio. Tú lo hiciste ilustre por la santidad e insigne por los milagros, así como maestro eminente de la vida monástica, y lo propusiste como doctor de sabiduría espiritual en el amor a la plegaria y al trabajo. Fúlgido guía de pueblos a la luz del evangelio, y elevado al cielo por una vía luminosa, enseña a los hombres de todos los tiempos a buscarte a ti, oh Padre, por el recto sendero, y las riquezas eternas preparadas por ti.
13 de julio SAN ENRIQUE (973-1024)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de Enrique II, duque de Baviera, muerto en Bamberg (Baviera) el 13 de julio de 1024 y canonizado en 1146, nos presenta a una figura singular de emperador. Con su política suscitó fuertes reacciones, incluso por parte de la Iglesia, por haberse aliado con los pueblos paganos (liuticios
13 de julio 233 y redaros) contra el cristiano Boleslao, duque de Polonia, que aspiraba a la unión de todos los eslavos occidentales. San Bonifacio le reprochaba que atacaba el principal apoyo de sus esfuerzos para convertir a los paganos de Rusia (1008). Nacido en Baviera, en el año 973, de Enrique el Litigioso y el mayor de sus cuatro hermanos (Bruno será obispo de Ausburg, Gisela casará con Esteban de Hungría y Brígida llegará a abadesa de San Pablo de Ratisbona), fue educado religiosamente, sobre todo en los monasterios. San Wolfango, monje de Einsiedeln (luego obispo de Ratisbona y apóstol de Hungría), fue su preceptor e influyó en su espíritu de devoción a la Iglesia y a los monasterios. Elegido duque de Baviera, acompañó a Italia a Otón III (996) para reprimir la rebelión de los romanos contra el papa. Casó con Cunegunda de Luxemburgo por sus virtudes, aunque era de condición inferior a la suya, de la cual, por desdicha, no tuvo hijos (la idea de la continencia fraterna es quizá legendaria). Después de siete años de gobierno ducal y tras la muerte de Otón III (que había dado a la Iglesia dos papas, entre ellos Silvestre II, el famoso doctor Gerberto, preceptor suyo), fue elegido para la sucesión del trono imperial. Fue coronado en Maguncia (1007) y después en Roma por Benedicto VHI, en San Pedro (1014), recibiendo por vez primera en Occidente el globo de oro rematado por la cruz. Realizó una política eclesiástica que, aplicando los métodos del tiempo, se caracterizó por el recorte de la idea de su predecesor, ya que quería establecer la sede de la renovación del Imperium Romanorum no en Roma, sino en Alemania, motivo por el que fundó la diócesis de Bamberg. Se vio obligado casi durante toda su vida a empuñar las armas: ante todo para someter a los rebeldes a su vasto imperio, que le pertenecía después del tratado de Verdún (843) y que comprendía la mayor parte de Alemania, los Países Bajos, Bélgica, Suiza, Austria y el norte de Italia; luego, para reprimir las incesantes rebeliones de sus cuñados y para hacer frente al duque de Polonia, Boleslao, con el cual, tras desgraciadas luchas, firmó en 1018 un tratado favorable que le reconocía la independencia. Llamado a Italia por Benedicto VIII, con el que había concertado la reforma de la Iglesia (1021), en la que interesó asimismo al rey de Francia (Roberto el Piadoso), hubo de volver a Alemania. Murió prematuramente a los cincuenta y un años en el palacio imperial de Grona (cerca de Gotinga), disponiendo que se le sepultara en la catedral que había mandado construir y que había sido consagrada por el papa Juan XVII (1007).
14 de julio 235
234 San Enrique 2. Mensaje y actualidad La colecta, ahora refundida, subraya que Enrique fue "movido por la generosidad de la gracia de Dios a la contemplación de las cosas eternas" (lat., "superna": realidades celestiales). Hallándose al mando de una parte del inmenso imperio de Carlomagno, desorganizado y desunido, hubo de recorrer las provincias del norte para someter a los vasallos rebeldes, el sur para expulsar a un usurpador antes de poderse hacer coronar rey de Italia (de los longobardos) en Pavía por el arzobispo de Milán, y el este contra el príncipe Boleslao. A pesar de ello, cuidó los intereses de la Iglesia participando en los sínodos, proveyendo de obispos dignos a las sedes episcopales y favoreciendo a monjes y monasterios, entre ellos a san Odilón de Cluny y al beato Ricardo de Saint-Vanne. En el discurso pronunciado en el primer concilio de 1003 en Thionville (Lorena) reprochó a los obispos su debilidad frente a los matrimonios incestuosos (contraídos incluso en tercer grado de parentesco); y en 1023 apoyó al papa Benedicto VIII en la reforma de la Iglesia con la destitución de los sacerdotes casados, la condena de las simonías en los beneficios y las dignidades eclesiásticas. A él se le debe la erección de muchas catedrales, la restauración de iglesias deterioradas por los herejes, la fundación de sedes obispales, como la de Bamberg (dedicada a María y a los apóstoles Pedro y Pablo), la restauración del obispado de Merseburgo (1004), la promoción de las reformas monásticas de Gorze y de San Maximino de Tréveris y la conversión del rey de Bohemia (Esteban). Es legendaria la noticia de su solicitud (no aceptada) de entrar en la abadía de Verdún; pero es cierta su amistad con todos los monjes de su tiempo, hasta el punto de reclamar sufragios durante su vida y después de su muerte en compensación de las liberalidades dispensadas a los monasterios, que él consideraba como hogares indispensables de plegaria y de civilización para sus poblaciones. En aquel siglo de hierro este emperador, que asistiera al paso al segundo milenio, es un ejemplo de celo por Dios y por la Iglesia, pese a las limitaciones de la mentalidad de aquellos turbulentos siglos. En el oficio de lectura se encuentra la carta de erección del obispado de Bamberg, sacada de su Vida antigua: en ella afirma que "las saludables enseñanzas de la revelación divina nos instruyen y amonestan a que, dejando de lado los bienes temporales y posponiendo las satisfacciones terrenas, nos preocupemos por alcanzar las mansiones celestiales". Tam-
bien expresa su devoción a la Iglesia en la última donación hecha al monasterio de Fulda. Asimismo la leyenda de la castidad conyugal tiene un fundamento parcial en su negativa a usar el derecho legal de la época, que le permitía repudiar a la esposa estéril. También éste es un signo, aunque secundario, de su virtud, ejercitada en aquel contexto socio-cultural, donde, aun sin brillar por su habilidad táctica y política, manifestó una singular fidelidad y dedicación a su deber de rey, tal como lo percibía su conciencia recta y devota, que le inculcaba el deber de personificar al Sacro Imperio.
14 de julio SAN CAMILO DE LELIS, presbítero (1550-1614)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de san Camilo, muerto en Roma junto a la iglesia de la Magdalena (donde se venera su cuerpo) el 14 de julio de 1614, canonizado en 1746 y proclamado patrono de los enfermos y de los hospitales (en 1886), así como del personal hospitalario (junto con san Juan de Dios en 1930), se inserta en la sociedad renacimental y postridentina. Nacido en 1550 en Buccchianico (Chieti, Italia) de noble familia de militares (su padre había participado en el saco de Roma de 1527) y entrado en la carrera militar, poniéndose al servicio de Venecia y de España contra los turcos, se dejó arrastrar por una vida desordenada (especialmente por el juego de las cartas y los dados), enrolándose en bandas de mala lama, hasta el punto de hacerse casi esclavo. En 1517 quedó impresionado por una conversación con un padre capuchino, se convirtió y decidió entrar en religión, iniciando el noviciado, que más tarde abandonó. Herido, para curarse de una llaga en el pie se dirigió por segunda vez a Roma al hospital de Santiago de los Incurables, y ante el horripilante mal servicio prestado por los sirvientes a los enfermos, tuvo la inspiración (1582) de instituir una compañía de "hombres piadosos y de bien que
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236 San Camilo de Lelis sirvieran a los enfermos no por lucro, sino por puro amor de Dios". Sufrió el influjo decisivo de san Felipe Neri para la fundación de su Orden de los Clérigos Regulares de los Ministros de los Enfermos. Habiéndose trasladado al gran hospital romano de Santo Spirito (fundado por Inocencio III en 1200 con el título de Hospitium Apostolorum y renovado suntuosamente por Sixto IV), empezó aquella nueva experiencia que dio vida a su orden (aprobada por Sixto V en 1586), llamado luego en 1591 también de los "padres de la buena muerte", a la que se le impone un voto especial de misericordia que obliga tanto a los sacerdotes en la cura espiritual de los enfermos como a los laicos en la asistencia corporal. Después de dos años decidió ordenarse de sacerdote y se estableció en la iglesia de la Magdalena, junto al Panteón, donde permaneció veinte años, hasta su muerte. En la terrible inundación del Tíber de 1598 logró salvar a los enfermos de modo heroico con seis ayudantes tan sólo. En 1607, por disensiones internas de la congregación, renunció al cargo de general y se dedicó nuevamente al servicio de sus amados enfermos.
2.
Mensaje y actualidad
La nueva colecta expresa perfectamente el carisma de este gigante (tenía una estatura de dos metros) de la caridad, que de antiguo jugador pasó a ser un apasionado practicante de la caridad; en efecto, el texto invoca a "Dios, que ha enaltecido a san Camilo de Lelis con el carisma singular del amor a los enfermos". Como se lee en su Vida, escrita por un compañero suyo y que tenemos en el oficio de lectura, veía en los enfermos a la persona de Cristo con tal convicción que a menudo, mientras les daba de comer, pensando que fueran otros cristos, les pedía la gracia y el perdón de sus pecados. Por eso Camilo consideraba al enfermo como su "Señor y dueño", del cual era ministro, conforme al dicho evangélico (Mt 25,36). Pretendía, en consecuencia, que el hospital fuera una casa de acogida para el enfermo, hasta introducir el rito de acogida, que él mismo cuidaba personalmente. La parte intercesora de la colecta pide para nosotros "el espíritu de caridad, para que, sirviendo a Cristo en nuestros hermanos, podamos llegar seguros a Dios en la hora de la muerte". Camilo, que había respondido a un cardenal que lo
buscaba que "estaba con Jesucristo" (es decir, con un pobre enfermo), y que sólo después de acabar le daría audiencia, fue probado no solamente por enfermedades físicas lacerantes, sino también por los tormentos del demonio. Fue el apóstol no sólo de los moribundos y enfermos, sino también de todos los desheredados de cualquier clase, hasta decir: "Si no hubiera pobres, habría que excavar hasta el fondo de la tierra para encontrar a alguno". Este hombre impulsivo y pasional, convertido en uno de los triunviros de la caridad insaciable (con san Vicente de Paúl y san Juan de Dios), decía: "Quisiera tener un corazón tan grande como el mundo". Su ejemplo es también en nuestros días una invitación para dar a la asistencia hospitalaria su verdadero espíritu; esto es, la primacía de las personas de los enfermos frente al anonimato de las estructuras, donde se ven reducidos a partes enfermas confiadas al personal sanitario para ser curadas.
Prefacio (Propio de los Camilos) Tú has colmado a nuestro santo padre Camilo de un singular espíritu de amor fraterno, para que, hecho en todo semejante a los hermanos, dedicase su vida al servicio de los enfermos, y, reconociendo en ellos a tu propio Hijo en sus padecimientos, enseñase a todos el modo de servirles con amor sobrenatural y humano.
15 de julio SAN BUENAVENTURA, obispo y doctor de la Iglesia (1217-1274)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de san Buenaventura, muerto entre los Menores de Lyon el 15 de julio de 1274, a los cincuenta y tres años, y canonizado en 1482, celebra al franciscano que fue proclamado "doctor seráfico" en 1588. Buenaventura, que tenía
238 San Buenaventura
como nombre de familia Fidanza y varios nombres de bautismo, pero así se le llamaba (se cuenta que san Francisco, al verlo acercarse, exclamó: "Oh, ¡buena ventura!"), nació en Bagnorea (suburbio de Bagnoregio, junto a Viterbo) en 1218. Entrado en la Orden franciscana, entre otras cosas para cumplir un voto de su madre, que lo recuperó curado tras una enfermedad, por intervención de san Francisco, fue enviado a París para estudiar filosofía y teología, convirtiéndose él mismo en maestro (después de haber sido discípulo de Alejandro de Hales, el doctor irrefragable), comentando el Libro de las sentencias (1253). La Orden franciscana, que contaba tras cincuenta años ya con unos veinte mil miembros, encontró en Buenaventura a un organizador iluminado, que la preservó tanto de los excesos de los hermanos relajados como de los excesos de los hermanos celosos. Fue nombrado general de los Menores a los treinta y seis años (de 1257 a 1274), convirtiéndose en una especie de segundo fundador de la Orden y promulgando las constituciones de la misma en el capítulo de Narbona (1260). Después de haber renunciado al arzobispado de York, que le ofrecía Clemente IV, hubo de aceptar el cardenalato y el arzobispado de Albano de Gregorio X, que él había contribuido a hacer elegir en el cónclave (que duró nada menos que tres años en Viterbo, 1271), entre otras cosas para preparar el concilio de Lyon en orden a la unión de los griegos, que tuvo la alegría de conmemorar en la iglesia de Lyón el 28 de junio de 1274. A diecisiete días de distancia de la unión, murió asistido por el mismo papa.
2.
Mensaje y actualidad
La nueva colecta traza el perfil de este contemplativo, que fue también hombre de acción, con dos frases significativas: "Dios todopoderoso, concede a cuantos hoy celebramos la fiesta de tu obispo... la gracia de aprovechar su admirable doctrina (lat, "excelsa eruditione") e imitar los ejemplos de su ardiente caridad". La doctrina de este teólogo ecléctico y muy conciliador, cuyo lema era: "Soli Deo honor et gloria", ha de ponerse en el contexto de aquel siglo Xlll, grande e inquieto para la Iglesia (concilio Lateranense IV, teología escolástica...), en el que bullía la contraposición a la doctrina aristotélica (rehabilitada por santo Tomás de Aquino); es decir, a la teología fundada en la racionalidad, además de en la fe, en nombre del espíritu agustiniano, el que Buenaventura prefería. En su obra maestra mís-
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tica (meditada en el Alverna): Itinerarium mentís in Deum (1259), donde la pedagogía del amor se apoya en la filosofía y en la teología después de seis grados creaturales para llegar a Dios, declara que "para el paso de las criaturas a Dios la naturaleza nada puede y la ciencia muy poco, ya que hay que dar poco espacio al trabajo de la inteligencia y mucho a ¡a unción, poco a la lengua y mucho a la alegría interior, poco a la palabra y a los libros y todo al don de Dios, es decir, al Espíritu Santo; poco o nada a las criaturas y todo al Creador, Padre, Hijo y Espíritu Santo". En el fragmento de esta obra maestra mística que se lee en el oficio se siente arder el seráfico ardor que inspira la sabiduría mística sacada de la meditación de la humanidad de Cristo y de su pasión; como aparece en la respuesta dada al anciano hermano Gil (así se cuenta en las memorias): "Es indudable que una pobre viejecilla puede amar mejor a Dios que un doctor en teología" ("y mejor aún que nuestro padre Buenaventura", como replicaba el mismo hermano, muy expansivo). También las demás obras buenaventurianas (El árbol de la vida, Le cinque feste del bambino Gesú), que constituyeron las delicias de la Edad Media, están inspiradas en esta doctrina excelsa, donde el deseo está puesto por encima de la inteligencia. Su Apología de los pobres está escrita en 1269, en París, para luchar contra aquellos que impugnaban el ideal franciscano en el curso de las controversias sobre la perfección evangélica. Sus Conferencias sobre el Hexamerón fueron pronunciadas en París, en 1273, contra el averroísmo latino, que erigía la filosofía en disciplina independiente de la Sagrada Escritura. Algunos han observado que el modo de vivir de Buenaventura no fue siempre conforme con el espíritu de san Francisco, cuya vida oficial escribió en la Legenda maior (completada en el Alverna); en ella no hace mención del "Testamento" del santo, y realizó cortes en los relatos de los primeros testigos (como Tomás de Celano y los tres compañeros: León, Ángel y Rufino); además, las constituciones, promulgadas en 1260, están inspiradas un poco indirectamente en la Regla de san Francisco. Pero todo esto confirma el juicio sobre Buenaventura como mediador: fue ardor de llama en sus obras, pero conciliador en la solución entre los espirituales y los franciscanos de la segunda oleada, por el hecho de autorizar, contra la prohibición de san Francisco, la aceptación de dinero; es decir, "usar las cosas indispensables en la medida indispensable". Pero tal mediación no era contraria al espíritu del fundador, ya que Buenaventura
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240 Nuestra Señora del Carmen afirmó los derechos de la gracia sobre el racionalismo, como leemos en el texto presentado por el oficio de lectura: para que este paso del saber a la fe sea total es necesario que al cumplirlo se eliminen todas las operaciones intelectuales. Pese a ser administrador, por su empeño en anteponer lo espiritual a lo material, Alejandro d'Hales llegó a decir que "no tenía pecado original". De Buenaventura se leen, además del fragmento para la memoria tomado del Itinerario de la mente a Dios, otros dos textos: del Breviloquio (lun. V sem. T.O.) y de El árbol de la vida (Sagrado Corazón de Jesús).
16 de julio NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN (siglos xni-xiv)
2.
Mensaje y actualidad
La nueva colecta hace referencia a la frase bíblica de ICor 10,4 ("y el monte es Cristo"), pidiendo que el Señor nos ayude por la intercesión materna de la virgen María "y nos haga llegar hasta Cristo, monte de salvación". El recuerdo del monte Carmelo, donde Elias venció la idolatría con la afirmación plena del puro monoteísmo hebreo, no ha de separarse de la interpretación alegórica de la nubécula que el profeta vio salir del mar para descargar con abundante lluvia sobre la tierra reseca. Este itinerario carmelitano al monte de la contemplación, o Carmelo, que es casi el Tabor de la transfiguración de María, es evocado en el atributo "gloriosa" dado a María (sólo en el texto latino). También las dos antífonas del oficio se inspiran en Si 51,19 (antífona del Benedictus en los laudes) al presentarnos la sabiduría de la plegaria como racimo recién maduro; y en el evangelio de Le (11,27, 12,19), donde María es modelo de escucha y meditación contemplativa de la palabra de Dios. El sermón de san León, en el oficio de lectura, nos presenta a María, que antes de concebir corporalmente concibió en su espíritu (en el corazón), como verdadero emblema de la contemplación cristiana. En el contexto estival esta memoria nos invita a confiarnos al amparo de María en el camino de la ascesis.
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de Nuestra Señora del Carmen se celebra el día en que, según la tradición carmelitana tardía, la Virgen entregó en una visión el popular escapulario del Carmen (que, según una bula de Juan XXII, llamada Sabatina y actualmente considerada espúrea, estaría dotado de virtudes sorprendentes) a san Simón Stock (1251), que en el siglo XIII dio una orientación más activa a los carmelitas. La conmemoración fue establecida hacia el año 1380 en recuerdo de la aprobación de la regla de la Orden por parte de Honorio HI, dictada para los carmelitas por el patriarca Alberto de Jerusalén a un piadoso hermano calabrés y a sus compañeros, que habían erigido, sobre las ruinas de una capilla anterior, una pequeña iglesia a la Virgen en el monte Carmelo (siglo xvi). Entró en el calendario romano sólo en 1726. Se la puede catalogar entre las fiestas verdaderamente marianas (cf Marialis cultus, 8) por su difusión universal.
Prefacio (Propio de los Carmelitas, II) Unida íntimamente al misterio de Cristo no cesa de ser madre de nuevos hijos en la Iglesia y con su ejemplo los guía a seguir el camino de la caridad perfecta.
242 San Lorenzo de Brindis
21 de julio SAN LORENZO DE BRINDIS, presbítero y doctor de la Iglesia (1559-1619)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Lorenzo de Brindis, muerto el 22 de julio de 1619 en Lisboa mientras se dirigía hacia la corte de Felipe III para defender la causa de los napolitanos oprimidos, ha sido anticipada por coincidir con la memoria de santa María Magdalena. Fue canonizado en 1881, y proclamado "doctor apostolicus" por sus obras parenéticas, exegéticas y apologéticas en 1959 por Juan XXHI. Julio César Russo (como se llamaba de laico), nacido en Brindis en 1559, había sido postulante de los menores conventuales, pero sucesivamente entró en Verona en la Orden de los Capuchinos; luego estudió en Padua (bastión del averroísmo), donde aprendió lenguas (francés, alemán, griego, siriaco y hebreo). Se dedicó a la predicación tanto en Venecia como en Roma; por sus dotes, fue designado provincial de Toscana, Venecia, Suiza y Genova; luego definidor general, comisario general en el Tirol y en Baviera, y por fin superior general (16021605) de su orden. Por su celo en defender los principios cristianos contra los turcos, enviado por el papa Clemente VIII al emperador Rodolfo II, contribuyó a las victorias contra la media luna. A este santo "general" (como le llamaban) se debe la introducción de los conventos capuchinos tanto en Alemania como en Austria, Moravia y el Tirol. Su cuerpo es venerado en Villafranca del Bierzo.
2. Mensaje y actualidad La colecta de la misa pone de manifiesto dos rasgos característicos del santo, que fue sin duda uno de los grandes animadores de la defensa contra los turcos, aunque sólo se pusiera en camino en un día decisivo, en 1601, cuando fue el brazo derecho del príncipe Felipe Emanuel de Lorena en la victoria de Alba Real (Stuhlweissemburg), en Hungría. Ante todo se invoca a Dios, que "para gloria de su nombre y salvación de las almas,
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otorgó a san Lorenzo de Brindis espíritu de consejo y fortaleza"; luego se pide que también a nosotros se nos conceda "llegar a conocer con ese mismo espíritu las cosas que debemos realizar y la gracia de llevarlas a la práctica". Este fraile siempre humilde, no obstante ser legado del papa en tantas misiones políticas de pacificación (en la lucha entre Parma y Mantua, entre Saboya y Milán), puso su vasta cultura, de la que son testimonio las obras publicadas sólo después de su canonización, al servicio de la reforma de la Iglesia prostridentina. En efecto, no sólo su versatilidad de políglota le permitía discutir incluso con los judíos sobre los textos originales de la Escritura, confutándolos en sus mismas sinagogas (como en Roma durante tres años), sino también dialogar con los príncipes en las misiones diplomáticas encargadas por los papas, que lo consideraban como consejero suyo. En la embajada ante el rey de España encontró hostilidad, pero la afrontó con valentía; así, cuando el rey español estaba en guerra con el duque de Saboya, Lorenzo fue a entrevistarse con el duque y le convenció para que aceptara la paz. También su último viaje, antes de morir, fue para una misión de paz, oponiéndose al virrey, que oprimía a los napolitanos. Una oración fúnebre predicada por san Francisco de Sales, en Notre-Dame de París en 1602, por el príncipe de Lorena, vencedor del islam, entre otras cosas, por la ayuda de Lorenzo, describía la acción de los capuchinos, que, llevando una gran cruz, no sólo animaban a los soldados, sino también después de una confesión general hecha por todos los católicos, en señal de contrición, les daban la santa bendición; y recordaba que "los soldados eran animados por su general en la propia lengua". El alma de esta caridad políglota era sin duda Lorenzo, que hablaba el italiano, el alemán y el francés. Como capellán militar llegó a capitanear a caballo las tropas al grito de: "¡Adelante! Dios lo quiere, Dios está con nosotros", teniendo el crucifijo en las manos, en la expedición victoriosa para la liberación de Viena. En segundo lugar, el santo es un modelo por la gran importancia dada a la predicación, que él considera como una "tarea apostólica ("munus apostolicum"), angélica, cristiana y divina". Así se expresa en el sermón cuaresmal del oficio de lectura. La misión de este humilde religioso, que predicó en casi todos los países de Europa (Hungría, Bohemia, Bélgica, Suiza, Alemania, Francia, Portugal), es decir, dondequiera que los capuchinos impugnaban la propaganda protestante, afrontando incluso
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Santa María Magdalena
amenazas de muerte, nos exhorta a hacer de este medio de evangelización un verdadero mensaje evangélico, es decir, inspirado en las fuentes bíblicas, que él conocía como nadie (se ha dicho que conocía toda la Escritura de memoria, incluso en los textos originales). Sigue siendo un maestro por el cristocentrismo espiritual de tipo eucarístico (su celebración de la misa era extática) y mariano al par (cf su Mariale).
22 de julio SANTA MARÍA MAGDALENA (siglo x)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de santa María Magdalena, la "mirófora" (hoy Magdala ha sido identificada, al norte de Tiberíades, con Taricheai, de tarichos: pez salado, junto al lago de Galilea), ya era celebrada en esta fecha en el siglo X, en Constantinopla, en el monasterio de San Lázaro, donde se creía habían sido depositadas sus (pretendidas) reliquias, en el año 899, provenientes de Éfeso (donde la Magdalena había vivido con Juan). Desde el siglo XI la fiesta se difundió en Roma y Occidente, hasta que en el siglo XIII el misal de Letrán aceptó la leyenda que reunía en la única persona de María de Magdala tanto a María de Betania (celebrada en la liturgia griega el 18 de marzo) como a la pecadora anónima (en el rito bizantino, el 31 de marzo) que, según Le 8,2, fue librada de siete demonios (es decir, de una grave enfermedad, antes de ponerse al servicio de Jesús). Se ha hablado de un fermento magdalénico del siglo XI, como lo atestigua la abadía de Vezelay (1050); en 1279 se creyó encontrar sus reliquias en St-Maximin (Provenza), según la Vida Apostólica. Existe también una Vida eremítica del siglo IX, que identifica el eremitorio adonde se habría retirado durante treinta años, identificado con la Sainte-Baume (en Provenza en 1173).
2. Mensaje y actualidad a) Todos los textos de la liturgia eucarística y de las horas (con ocho antífonas, diversos responsorios y dos nuevos himnos) se refieren a la Magdalena a la que el Hijo de Dios "confió, antes a que a nadie, ...la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual", como dice el texto de la colecta (cf también la antífona de entrada, lecturas de la misa y versículo aleluyático). María, pues, recibe esta fe como un don del resucitado y la debe llevar a los "hermanos" (este título aparece sólo aquí, en el evangelio de Juan), que asumen una nueva configuración de hijos del Padre, ejercitando así una tarea verdaderamente apostólica: "He visto al Señor" (el verbo griego orao indica una visión de experiencia). Esta mujer, que es la primera que ve al resucitado, se convierte en símbolo de todos los creyentes, llamados a ser testigos y apóstoles del viviente, como se expresa la intercesión de la colecta: "anunciar siempre a Cristo resucitado y verle un día glorioso en el reino de los cielos". b) En la oración sobre las ofrendas y en la oración después de la comunión se subraya otro aspecto: María Magdalena es aquella que busca: "cuya ofrenda de amor aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo" y "aquel amor que [le] impulsó a entregarse por siempre a Cristo". Estas disposiciones denotan, en el ciclo narrativo del evangelio de Jn 20, el camino de una fe difícil, que anda buscando. En efecto, aún era de noche cuando ella se dirigió corriendo al sepulcro; lloraba porque el sepulcro estaba vacío; hizo una petición entrañable y crucial al Señor, que le respondió apareciéndosele, como dice san Gregorio Magno en el oficio de lectura: "Al momento lo llama 'Rabboni', es decir, 'Maestro', ya que el mismo a quien ella buscaba exteriormente era el que interiormente la instruía para que lo buscase". En efecto, María había sido curada de su grave enfermedad (siete demonios) y se había puesto al servicio de Jesús con tal felicidad que ocupa el primer lugar en la lista de las mujeres que acompañan a Jesús (Le 8,2; Me 15,47; Mt 27,56) y representa junto a la cruz al pueblo de la nueva alianza (Me 15,40). Aunque la Iglesia griega haya venerado siempre a tres Marías distintas y la nueva liturgia tienda a aceptar esta distinción (la pecadora de Le 7 hace la unción en circunstancias diversas que la hermana de Lázaro), el himno de los laudes en el oficio alude (en la primera estrofa) a María de Betania, que unge los pies del Señor (Jn 12,1-7), como a la María que está al pie de la cruz y que es la primera que ve al resucitado; mientras que en
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246 Santa Brígida el himno de las vísperas se refiere a la pecadora (Le 8,2), liberada de los demonios (segunda estrofa), y a la María que, en Betania, escucha sentada a los pies de Jesús (Le 10,38-42). Por tanto, la distinción entre las tres Marías, que parece corresponder mejor a los datos de la tradición bíblica (la Magdalena no es nombrada jamás junto a la María de Betania), permite focalizar mejor el mensaje de la primera anunciadora del kerigma pascual, que es lo esencial del evangelio mismo. El testimonio de la Magdalena al resucitado sigue valiendo para nosotros, que aún no hemos entendido las Escrituras (Jn 20,9).
Prefacio {MAU, 369) Tú le encendiste en el corazón el fuego de un inmenso amor a Cristo, que le había devuelto la libertad del espíritu, y le infundiste el valor de seguirlo fielmente hasta el Calvario. Incluso tras la muerte de cruz buscó a su maestro con tanta pasión, que mereció encontrar al Señor resucitado y ser la primera que anunciara a los apóstoles la alegría de la pascua.
23 de julio SANTA BRÍGIDA, religiosa (1303-1373)
Birgitta, nacida junto a Uppsala (Finstad) en 1303, de un príncipe de Suecia y de una descendiente del rey de los godos, fue desposada a los catorce años con el noble Ulf Gudmarsson, de quien tuvo ocho hijos (entre ellos santa Catalina, Karin). Fundó con él un hospital, adonde iba a servir a los enfermos con sus propias manos, fiel a su espíritu de terciaria franciscana. Después de la peregrinación a Santiago de Compostela junto con su marido, permaneció viuda (el marido se había retirado en 1344, antes de su muerte, a la abadía cisterciense de Alvastra, donde tenía a un hijo monje); y así pudo dedicarse al nuevo género de vida de contemplación en una dependencia de la abadía de Alvastra en Fondo (en Vadstena). Con la ayuda del rey Magnus II Eriksson de Suecia, en cuya corte había sido dama de honor, fundó la Orden de San Salvador, compuesta por ochenta y cinco personas correspondientes al número de los doce apóstoles, de los setenta y dos discípulos y del apóstol Pablo. Esta comunidad comprendía tanto mujeres (sesenta monjas) como hombres (trece monjes sacerdotes, cuatro diáconos y subdiáconos, representantes de los cuatro primeros Padres de la Iglesia) y ocho hermanos laicos. Su Regula Salvatoris (recibida por revelación) fue aprobada por Urbano V en 1370 tras muchas correcciones (sobre la pobreza común del monasterio); mientras que la aprobación definitiva con el doble monasterio (el masculino no era independiente del femenino) sólo se produjo en 1378, después de su muerte, cuando era abadesa su hija Catalina. Habiéndose trasladado a Roma, donde participó en el jubileo de 1350, transcurrió aquí los otros veinticuatro años de su vida monástica (en el palacio Farnese), muriendo a la edad de setenta y un años, tendida sobre una dura mesa, en la casa que ahora está ocupada por la iglesia de Santa Brígida (en la plaza Farnese). Más tarde su cuerpo fue llevado al monasterio de Vadstena (Suecia).
1. Nota histérico-litúrgica
2.
La memoria facultativa de santa Brígida (Birgitta), muerta el 23 de julio de 1373 en Roma, canonizada en 1391 e inscrita en el calendario romano en 1623, nos presenta la singular experiencia de una escandinava que vivió muchos años en la corte real, y al mismo tiempo de la primera fundadora de una orden característica, estructurada en base a los monasterios dobles con hombres y mujeres residentes en edificios separados, pero con una iglesa única.
La colecta de la misa, modificada para no autentificar la totalidad de sus Revelaciones (recopiladas, sin orden lógico ni cronológico, por sus confesores), configura la espiritualidad de esta "princesa" (así llamada por sus parentescos), que vivió durante veinticinco años en el estado matrimonial y como madre ejemplar, con una frase que subraya cómo "Dios le manifestó la sabiduría de la cruz mientras meditaba la pasión de su
Mensaje y actualidad
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248 Santa Brígida Hijo" (antes se decía que "Dios le había manifestado secretos celestiales", "per Filium suum unigenitum"). En efecto, el recuerdo de la pasión del Señor fue impreso también por ella en las cinco llamas rojas del velo monástico, para recordar las llagas del crucificado. Entre las Revelaciones en ocho libros (más un noveno de "revelaciones extravagantes"), escritas primero en sueco, traducidas luego al latín y divididas en cuatro ciclos (sueco, 13441349; romano, 1350-1363; ciclo de las peregrinaciones a distintos santuarios italianos, 1364-1370; ciclo de la peregrinación a Tierra Santa, 1372-1373), se lee, en el oficio de lectura, una oración (Or. 2) donde se trasluce todo su amor al crucificado ("Amor meus crucifixus est", era su lema) y donde el estilo es de tipo litúrgico-bíblico ("Bendito seas, Señor"). Esta mujer singular, que les parecía a los romanos, azotados por las luchas entre familias nobles y por las revoluciones del pueblo, severa y exigente, hasta el punto de ser denominada la "bruja nórdica", tenía la humildad de ir a mendigar a las puertas de las iglesias, mortificando así su orgullo. También las revelaciones que recibió Brígida en los lugares de Tierra Santa (que visitó en 1372), especialmente sobre el nacimiento y la pasión del Señor, han tenido cierta influencia sobre la representación de estos misterios. La Iglesia no ha supeditado nunca la fe de sus fieles a las revelaciones privadas de sus hijos. Pero cualquiera que sea el juicio sobre las influencias exteriores y sobre el contenido de estas revelaciones de carácter espiritual, y sobre todo intelectual, ellas reflejan la fuerte personalidad de una santa que por su carácter dinámico y práctico supo unir la contemplación con la acción, y, por su devoción afectiva a la pasión de Cristo y a la Virgen (ella se identificaba con María hablando de los sufrimientos del hijo), sintió la influencia de san Bernardo. Se puede decir que su severidad y perseverancia en el mensaje de una "reforma de la cabeza y de los miembros" de la Iglesia no pueden atribuirse más que a una inspiración divina. Por su especial misión romana fue denominada por Cristo "trompeta sonora" y por el Papa ("fístula mea"); en efecto, Gregorio XI volverá a Roma después de su muerte (1377); y una revelación suya (VI,74), ya había delineado gráficamente la ciudad leonina del Vaticano, que dejaba de ser el "Patriarchium Lateranense". La "mensajera del gran Señor", como ella se consideraba, es también hoy para nosotros un estímulo para que este mensaje sea llevado al mundo (Cristo le dijo: "Yo no hablo para ti sola,
sino para la salvación de los demás") con idéntica coherencia y alegría. Y el fruto que se pide en la intercesión de la colecta es el de gozar. Aunque pasemos por pruebas espirituales parecidas a las que le acompañaron antes de la manifestación definitiva de su Señor (el doble contratiempo de la fallida autorización total de su instituto y de la fallida vuelta definitiva del papa a Roma de la cautividad aviñonesa), tengamos la certeza, a la espera, de la manifestación del Señor resucitado. Como ella, que fue ratificada en una última revelación, antes de morir, sobre la conformidad de su misión a la voluntad divina, podemos aprender a esperar pese a todos los fracasos.
25 de julio SANTIAGO, apóstol, patrono de Galicia (siglos iv-VIII)
1. Nota histórico-litúrgica La fiesta del apóstol Santiago, llamado el Mayor, hermano mayor de Juan evangelista, se celebra, desde el siglo VIII en Occidente, el 25 de julio, mientras que en las Iglesias de rito copto y bizantino es celebrada en una fecha más próxima a la pascua, fiesta en la cual fue el primero que derramó su sangre por haber sido decapitado por Herodes Agripa I en el año 44, según el relato de He 12,1-3 (el 12 ó 30 de abril). Desde los siglos IV-v, en cambio, se celebraba, junto con la fiesta de san Juan, en los días sucesivos a navidad, esto es, el 27 ó 28 de diciembre: esta fecha se encuentra en Galia todavía en el siglo vn. Santiago, hijo de Zebedeo y de Salomé (Me 15,40; Mt 27,59), fue uno de los tres discípulos privilegiados de Jesús, pues fue testigo de la curación instantánea de la suegra de Pedro (Me 1,29-31), de la resurrección de la hija de Jairo (Me 5,37-43), de la transfiguración de Jesús (Me 9,2-8) y de la agonía en el Getsemaní (Mt 26,37). Las fuentes tardías, después del siglo vn (en Isidoro de Sevilla), acerca de una pretendida evangelización en España, no son confirmadas por el descubrimiento de sus reli-
250 Santiago quias en el siglo IX (830), por parte del obispo Teodomiro de Iría, en un sepulcro del tiempo de los romanos (en Galicia); tanto más que Venancio Fortunato, en el siglo VI, atestiguaba que su cuerpo se hallaba en Jerusalén. El culto de Santiago en España es anterior al descubrimiento del sepulcro, según testimonian algunas iglesias de Galicia y sobre todo el himno "O Dei Verbum, patris ore proditum", escrito hacia el 783-788. Además, en una añadidura latina al texto bizantino del Breviarium Apostolorum (siglo vil), fuera de España, se encuentra la tradición: "Éste predicaba en España y en los países occidentales". No obstante, desde el siglo IX el culto del apóstol sirvió no sólo para hacerle protector de la fe y de la libertad contra los moros, sino también para hacer de Compostela uno de los mayores centros de peregrinación en la Edad Media (después de Jerusalén y Roma). También en la América de habla hispana se encuentran ciudades que llevan su nombre (Santiago de Chile, de Cuba, del Estero...).
2.
Mensaje y actualidad
Las oraciones de la misa ponen de relieve el privilegio de Santiago: "Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago..." (colecta), "el primer apóstol que participó en el cáliz redentor de Cristo" (oración sobre las ofrendas). En efecto, su vocación entre los primeros discípulos de Jesús, que no dudó en seguirlo (Mt 4,21; cf Me 1,19; Le 5,10), es evocada también en las ocho antífonas de la liturgia de las horas (Mt 1 y 2; cf Me 1,9, etc.), y lo cuenta entre los primeros apóstoles. También él, con Pedro y Juan, pregunta a Jesús acerca de los signos de los tiempos premonitorios del fin. Es significativo que su presencia en la transfiguración de Jesús (cf antífona del Benedictus y en los laudes) y en la agonía del Getsemaní (primera y segunda antífonas de las vísperas) haya sido requerida por el mismo Jesús. Todo esto debía preparar al discípulo para la condena a muerte por Herodes (tercera antífona de las vísperas). La homilía de san Juan Crisóstomo, en el oficio de lectura, comenta de modo eficaz el significado de "beber el cáliz del Señor". El hijo del trueno ("Boanerges": Me 3,17, como su hermano), que, con celo contestatario, había pedido que descendiera fuego sobre los samaritanos que no acogían a Jesús, mereciendo su reproche (Le 9,51-56), y que había solicitado ambi-
26 de julio 251 ciosamente uno de los primeros puestos en el reino, provocando la reacción de los demás apóstoles, fue tomado por la palabra de Jesús, que apelaba al otro primado del servicio (Me 10,35-45). Como dice san Juan Crisóstomo en la lectura citada, "Santiago no vivió por mucho tiempo; ya desde el principio se dejó llevar de su gran vehemencia y, dejando a un lado toda aspiración humana, obtuvo bien pronto la gloria inefable del martirio". La actualidad de este apóstol protomártir está expresada en la parte final de la colecta: "que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos". Prefacio (MA II, 372) Jesús redentor apartó a Santiago de la humilde faena de las redes, constituyéndolo pescador de hombres para su salvación. Él respondió a la llamada divina con corazón animoso y fiel, mereciendo así afrontar el tormento del martirio y obtener la gloria antes que los demás apóstoles del Señor.
26 de julio SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA, padres de la virgen María (siglos vi)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de los padres de la virgen María es celebrada el día de la muerte de santa Ana, que coincide con la dedicación de su basílica en Constantinopla (ca. 550); en Occidente tal fiesta se ha difundido desde el siglo XIII al amparo de las cruzadas, pero en el misal romano aparece sólo en 1584. La fiesta de san Joaquín fue introducida en Occidente sólo en 1522; la unión en una fiesta única de los dos abuelos de Jesús, los "justos" Joaquín y Ana, primero en la fecha del 20 de marzo
252 San Joaquín y santa Ana y luego en fechas diversas, se encuentra ya en las liturgias franciscanas y ahora ha sido adoptada en 1969. Las noticias sobre los padres de la Virgen sólo nos han sido transmitidas mediante el apócrifo Protoevangelio de Santiago, del siglo II, donde se narra el milagroso nacimiento de María de padres estériles: el ángel advierte a Joaquín, tras cuarenta días de ayuno en el desierto, que su oración ha sido escuchada, mientras Ana le espera en la Puerta dorada de Jerusalén. Ana es venerada en Canadá con una imponente basílica en Baupré, cerca de Québec.
2.
Mensaje y actualidad
Las oraciones de la misa provienen del misal parisiense (1738) y subrayan dos temas, que reaparecen luego también en los demás textos litúrgicos (dos himnos y antífonas en los cantos de laudes y vísperas). a) Ante todo se invoca en la colecta: "Dios de nuestros padres, tú concediste a san Joaquín y a santa Anta la gracia de traer a este mundo a la madre de tu Hijo". Y en la oración sobre las ofrendas le pedimos "nos haga partícipes de aquella bendición que prometió a Abrahán y a su descendencia". Es la continuidad del designio salvífico, que llega desde Abrahán, a través de las generaciones de los padres, hasta los progenitores "justos", según la expresión del Antiguo Testamento, y por ende también al mismo Jesús. Si Dios es gratuitamente fiel a la hora de mantener sus promesas hasta la elección de los penúltimos progenitores en la cadena de las sucesiones generacionales, también nosotros podemos gozar de los bienes de la salvación eterna, y sobre todo de aquella bendición de Abrahán que la antífona de entrada llama "bendición de todos los pueblos". En Oriente, el calendario bizantino celebra la memoria de ambos progenitores el día 9 de septiembre, porque recurre a la costumbre de felicitar a los padres por el nacimiento de su criatura (María, 8 de septiembre). En efecto, Ana pudo exultar como el profeta (Is 54) con la ciudad visitada por Dios. Por eso el himno de los laudes (siglo XV) canta la alegría de Ana como "raíz del árbol del que brota el renuevo fecundo que nos ha dado a Cristo" (tercera estrofa); el himno de vísperas (segunda estrofa) celebra asimismo a Joaquín, a quien "ha traído la larga serie de los antepasados reales como prole de Abrahán y David".
26 de julio 253 b) Pero además del tema de la bendición de Abrahán, que atraviesa los siglos y revela una elección preordinada por Dios en el pueblo elegido, hay un dato aún más universal, que pone de relieve la oración después de la comunión. "Tú has querido, Señor, que tu Hijo unigénito naciera de los hombres". Con la elección del pueblo elegido somos catapultados a toda la humanidad, de la que Cristo forma parte indisolublemente, revelándonos la gran condescendencia divina hacia el género humano, solidaria en la naturaleza con el Hijo eterno del Padre. Cuando Dios bendice, es siempre a favor del hombre, término de este designio eterno. Así actualiza este tema el sermón de san Juan Damasceno en el oficio de lectura: "¡Oh castísimos esposos Joaquín y Ana! Vosotros, guardando la castidad prescrita por la ley natural, conseguisteis, por la gracia de Dios, un fruto superior a la ley natural, ya que engendrasteis para el mundo a la que fue madre de Dios sin conocer varón".
Prefacio (MAII, 374) Nosotros te ensalzamos en la gozosa memoria de san Joaquín y santa Ana, adorando el amoroso designio con que tu misericordia ejecutó la redención del género humano. Tú elegiste con predilección singular a un pueblo para que fuese tuyo y estableciste con él desde los tiempos más antiguos una estrecha alianza, figura de aquella otra, nueva y perfecta, ofrecida a todos los pueblos de la tierra. Y cuando llegó la plenitud de los tiempos diste a los cónyuges que hoy veneramos una hija purísima y santa, la virgen María, que por tu gracia engendraría al salvador para la humanidad perdida.
254 Santa Marta
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29 de julio SANTA MARTA (siglo xin)
zaro), evidencian tres episodios que definen a esta santa, elegida como patrona de los posaderos y de los asilos, porque aparece como aquella que sirve a la mesa. a) El primer tema lo expresa la colecta: "Dios todopoderoso, cuyo Hijo aceptó la hospitalidad de santa Marta y se albergó en su casa; concédenos... servir fielmente a Cristo en nuestros hermanos". En esta casa de Betania, situada a cinco o seis kilómetros de Jerusalén (en la parte opuesta al monte de los Olivos, en el camino de Jericó), Jesús es acogido como huésped y amigo por los tres hermanos (cf Jn 11,5: antífona de vísperas en el Magníficat). Jesús cultivó la amistad de esta mujer, porque aceptó "con agrado su solicitud caritativa" (oración sobre las ofrendas). b) El segundo tema (oración después de la comunión) recuerda el dulce reproche que le hace Jesús a Marta, y pide que el Señor "nos aparte de las cosas perecederas, para que, a ejemplo de Marta, podamos servirle en la tierra con caridad sincera". Este texto recuerda el fragmento de la lectura de la misa (Le 10,38-42), que es alternativo a Jn 11,19-27, y quiere subrayar la jerarquía de los valores, pero sin contraponerlos: como si Marta fuera el modelo de la mujer laboriosa, en contraste con su hermana, emblema de los contemplativos. Jesús, poniendo a María en su lugar ante las quejas de la hermana (cf tercera estrofa del himno de vísperas: "Mientras tú atiendes gozosa al Señor, tu hermana..."), afirma que cada cual debe servir en su propio rol, respetando la primacía de los valores espirituales, porque sólo las preocupaciones de las cosas perecederas contrastan con el propio servicio de amor realizado con entusiasmo. El sermón de san Agustín, en el oficio de lectura, nos invita a recordar que "en medio de la multiplicidad de ocupaciones de este mundo, hay una sola a la que debemos tender".
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de santa Marta, hermana de María y Lázaro, se celebra ahora el día octavo de la fiesta de santa María Magdalena (indebidamente identificada con la hermana Marta de Betania, según la tradición franciscana de 1262) y fue difundida en la Edad Media por influencia de las Leyendas provenzales. Por desdicha falta una única memoria para los tres "hospites Domini" de Betania, que, sin embargo, celebran las liturgias francesas del siglo XVIII (el 2 de septiembre) y que hoy sigue en vigor en el calendario benedictino en esta fecha. La leyenda nos recuerda que los tres hermanos fueron embarcados por los judíos en un batel sin velas, que atracó en Marsella, donde Marta es particularmente honrada. En los sinaxarios bizantinos ambas hermanas "miróforas" (portadoras de aromas), María y Marta, son veneradas el 6 de junio; en Occidente, antes de la identificación de María Magdalena con María de Betania, se celebra a Marta con María el 19 de enero (martirologio jeronimiano) a causa de una confusión de nombres; o bien el 17 de diciembre (martirologios de Adón y de Usuardo). Es verdad que santa Marta no ha gozado nunca de la popularidad de María Magdalena, considerada erróneamente como su hermana. También fue poco popular en Oriente el culto de María de Betania, aunque en Me 14,9 Jesús recomiende la perpetuación de su recuerdo. Cuando al final del siglo XII se difundió la leyenda de la venida de María Magdalena a Provenza (por medio de Vézelay), se pensó que la iglesia dedicada hacía mucho tiempo a Marta en Tarascón ("térra sanctae Marthae", del siglo X) era la de su hermana de Betania. En cualquier caso, el descubrimiento de sus presuntas reliquias en 1187 relanzó el culto de la santa, con la iconografía de Marta que libra al país de la "tarasca" u horrible dragón. La Vita S. Martae, del siglo xn, que narra cómo llegó a Provenza, corresponde a la Vita Apostólica legendaria de María Magdalena. 2. Mensaje y actualidad Las tres oraciones de la misa, con relativas antífonas de entrada (cena de Betania) y de comunión (resurrección de Lá-
c) El tercer tema es el de la profesión de fe proclamada por Marta en la enfermedad de Lázaro, cuando sale al encuentro de Jesús (cf antífona de comunión y de los laudes en el Benedictus, retomada por el evangelio de la misa: Jn 11,1-44, alternativo al de Le 10). Es sin duda de un gran valor, porque ha inspirado uno de los contenidos más antiguos en la preparación bautismal, el V domingo de cuaresma (en el tercer escrutinio), que todavía se sigue proponiendo en el rito actual de la iniciación cristiana de los adultos (así como en la liturgia fúnebre). Se trata de reavivar la esperanza cristiana, que puede consolarnos incluso en circunstancias parecidas a aquella en que Marta (Jn 11,32-33) vio llorar a Jesús.
256 San Pedro Crisólogo Prefacio (MA II, 378) En verdad es justo y necesario exaltarte, oh Dios de infinita misericordia, celebrando con dignas alabanzas a Cristo, rey del universo, en la fiesta de santa Marta, que lo acogió gozosa en su casa y lo sirvió con unción y afectuosa premura. Por la generosidad de su corazón consiguió que su hermano Lázaro, muerto hacía cuatro días, resucitase y mereció estar unida eternamente en el reino de los cielos con aquel que había hospedado.
30 de julio SAN PEDRO CRISÓLOGO, obispo y doctor de la Iglesia (3807-451)
1.
Nota histórico-litúrgica
La memoria facultativa del obispo de Rávena (Italia), muerto en ímola después del año 451 y proclamado doctor de la Iglesia en 1729, se celebra en la fecha anticipada del 30 de julio, y no en la del 31, ya ocupada. En efecto, la fecha anterior del 3 de diciembre, que aparece en el pontifical de Agnello (ca. 830), habría que atribuirla más bien a Pedro II, que vivió a comienzos del siglo VI. Pedro, nacido en ímola (Emilia) hacia el año 380 y educado por el obispo Cornelio, fue elegido en la sede de Rávena, antes del año 430, en un tiempo en que la ciudad romanóla era promovida por Honorio, presionado por Estilicen (por la amenaza de los visigodos sobre Milán), a residencia imperial, convirtiéndose así (junto con Roma, Milán y Constantinopla) en una de las sedes imperiales más importantes. Así se deduce de la carta dirigida por Teodoreto de Ciro, impugnador del concilio de Éf eso del año 431 (y por otros), a las principales sedes de entonces (Roma, Milán, Aquilea y Rávena), para defender el título de
30 de julio 257 madre de Cristo, en lugar del de madre de Dios (Theotokos). Pedro, pues, aun permaneciendo sufragáneo de Roma, igual que los demás obispos de la Flaminia (Romagna), había recibido por edicto del emperador nominal (gobernaba su madre, Gala Placidia, que había llegado a Roma el año 427), Valentiniano III, y por decreto del bienaventurado papa Celestino I, el derecho de consagrar a algunos obispos de la Emilia, sustraídos así a la jurisdicción de Milán, como el obispo de Voghenza (Vicohabentia, junto a Ferrara) y el de ímola (Forum Cornelii). En esta especie de vicaría de la sede romana, más que de verdadera metropolía, se puede situar la leyenda del origen apostólico de la sede de Rávena, que, más bien que ser una invención antirromana, servía para elevar a Rávena ante Milán, haciendo de ella un bastión romano contra la capital lombarda. Pedro fue, sin duda, un obispo importante, ante todo por sus relaciones con la emperatriz Gala Placidia: consagró la iglesia de San Juan Evangelista, construida por ella misma por un voto hecho durante la travesía desde Constantinopla a Rávena (en el ábside, Pedro, con una abundante barba, es representado mientras celebra la misa, con el ángel de la epíclesis junto a él). En segundo lugar, por las relaciones con los obispos de su tiempo (por ejemplo, Germán de Auxerre, a quien recibió con todos los honores para negociar una gracia ante la corte); y sobre todo con el papa León Magno, a quien le reenvió en el año 349 el hereje Eutiques, que apelaba a él. El título de Crisólogo, "palabra de oro", que le dio Agnello (en Oriente, en el siglo VI se le atribuye a Juan Crisóstomo), está en consonancia con sus sermones, recopilados hacia el 710 en Rávena (en total son ciento setenta y seis, aunque algunos son dudosos o espúreos), donde abundan términos griegos y clásicos, pero también resuenan interesantes llamamientos a la vida cristiana sacados de temas del Antiguo Testamento y circunstanciales reconvenciones contra los abusos de las llamadas calendas de enero, que suplían al actual carnaval. Por eso acuñó la frase: "Quien se divierte con el demonio no puede gozarse con Cristo". La fecha de su muerte puede deducirse tanto de la invasión de los hunos (450) como de la citación de la iglesia de Santa Eufemia para el concilio de Calcedonia en el año 451. Según el Liber Pontificalis habría muerto en su patria (ímola) y fue sepultado cerca del sepulcro de san Casiano. Ahora reposa en la cripta de la catedral, adonde fue trasladado en 1698.
258 San Pedro Crisólogo 2.
Mensaje y actualidad
La colecta de la misa traza la figura de Pedro Crisólogo invocando a Dios, "que hizo de su obispo san Pedro Crisólogo un insigne predicador de la Palabra encarnada". En efecto, este obispo respondía a Eutiques en el año 449 remitiéndolo a León Magno con estas palabras, que suponen implícitamente la fe en el primado de la cátedra romana; "En interés de la paz y de la fe no podemos disponernos a escuchar cosas relativas a la fe sin la aprobación del obispo de Roma, porque el apóstol Pedro, que vive y preside desde su propia fe, no rehusa enseñar la verdad a aquellos que la buscan". El sermón sobre la encarnación, que nos ofrece el oficio de lectura (con una relación evidente con el Verbo encarnado), trata del tema de la dignidad del hombre, "en el que Dios antes sólo había podido ser contemplado en imagen; y concedió al hombre ser en verdad lo que antes había sido solamente en semejanza". La intercesión de la colecta pide que nosotros podamos "guardar y meditar en nuestros corazones los misterios de la salvación y vivirlos en la práctica con fidelidad". En el sermón 103, Pedro Crisólogo comenta la coherencia de vida con los misterios meditados con estas palabras: "¿Qué decir si por la dicha de la navidad el pobre llora, el prisionero gime, el refugiado se lamenta, el deportado solloza? El judío ha honrado siempre las fiestas celestiales por medio de aportaciones; ¿qué piensa el cristiano cuando no las honra siquiera con un céntimo de sus bienes? No, hermanos míos, no creáis que yo diga esto por el gusto de declamar; es mi dolor el que habla. Yo sufro, sufro sin duda, cuando veo que los magos depositaron el oro en la cuna de Cristo y cuando constato que los cristianos dejan vacío el altar del cuerpo de Cristo, sobre todo en estos tiempos en los cuales se difunde la carestía de los pobres y la muchedumbre lamentable de los prisioneros. Y no se diga: ¡Yo no tengo nada! Dios te manda que tomes de lo que tienes, no de lo que no tienes, porque se digna agradecer con reconocimiento los dos céntimos de la viuda. Seamos devotos del Creador, y la creación nos será devota". Y en el discurso 130 para el aniversario de su ordenación episcopal parece trazar su autobiografía del obispo ideal: "Él obedece a los reyes, colabora con quienes tienen el poder, muestra respeto a los ancianos, bondad a los jóvenes, amor a los cohermanos y afecto a los niños; se muestra en Cristo el servidor libre de todos". Este predicador, que en sus Sermones se revela ante todo como pastor, nos ofrece tam-
iz de julio 259 bien una sólida enseñanza no sólo útil como fuente histórica de la liturgia (sermones eortológicos, panegíricos de los santos, sacados de la solemne bendición de las aguas en la vigilia pascual), sino también como documento de la cultura en general, en una Rávena considerada como puente entre el imperio romano de Oriente y el de Occidente. Su insistencia en el primado romano ("Petri principatus") y su lírico entusiasmo mariológico, procedente de la teología del Verbo encarnado (presente asimismo en el Rótulo de Rávena, que se le atribuye a él con probabilidad), así como el moralismo profundamente humano, pueden justificar el título, que le dio A. Olivar, de "doctor del amor paterno de Dios". De Pedro Crisólogo se leen, además del texto para su memoria, otros seis textos de sus Sermones (mart. III sem. de cuar.; Sant. 4-VII; mart. IV sem. de P.; sáb. XXIX sem. T.O.; juev. II sem. de adv.; desp. Epif. 7-1).
31 de julio SAN IGNACIO DE LOYOLA, presbítero (1491-1556)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Ignacio de Loyola, muerto en Roma el 31 de julio de 1556 y canoni?.ado en 1622, nos presenta una figura que ha de contemplarse dentro del contexto del optimismo humanístico yr del dinamismo personalista propios del movimiento barroco. íñigo López de Loyola, nacido en 1491, tras una permanencia juvenil en el ambiente de la corte de Castilla y una juventud inquieta en la que sufrió un grave proceso (en 1515) por violencia, se dedicó al servicio militar, aceptando capitanear una compañía que tenía que defender Pamplona, atacada por Francisco I (que quería separar a Navarra de Castilla, 1521). En este asedio fue gravemente herido en las piernas y hubo de guardar reposo. Éste le ofreció la ocasión de dedicarse a la lectura y, entre otros libros, le cayo en las manos la Vita Christi, de Ludolfo, el cartujo de Sajonia
260 San Ignacio de hoyóla
(siglo XIV) y la Leyenda áurea (Vida de los santos), de Jacobo de Varazze. Con ellos se sintió tocado por la gracia y se convirtió (era el mismo año en que Lutero se retiraba al castillo de Wartburg, Alemania, con su crisis). La vida siguiente de Ignacio puede dividirse en siete etapas. La primera transcurre en Cataluña, donde se detuvo para hacer una vela de armas ante la Virgen de Montserrat (1522); desde allí se dirige a Manresa, donde en una cueva escribió las primeras notas del futuro librito de los Ejercicios espirituales. La segunda etapa es de peregrinación a Jerusalén (1523), donde no fue acogido como huésped permanente de un convento franciscano, según habría deseado. En la etapa sucesiva lo encontramos estudiando en España (1524-1527), primero en Barcelona, donde fue confundido, a causa de su hábito de penitente, con un "alumbrado" (secta de los iluminados) y encarcelado; una vez liberado, pudo ir a Alcalá y luego a Salamanca, donde asimismo fue encarcelado, aunque por poco tiempo (al confundirlo con un "espiritual"); por fin se trasladó a París. Aquí, en la cuarta etapa, permaneció desde 1528 a 1535 como estudiante y luego como maestro ("magister artium"); reunió algunos compañeros (entre ellos Francisco Javier), y con ellos, en Montmartre, en la capilla de los mártires, hizo profesión de los tres votos religiosos, con un voto común de ir a Tierra Santa o de ponerse a disposición del papa. En la quinta etapa lo encontramos en su patria de Azpeitia (1535) para reponerse; en la sexta etapa fue a Venecia (1535-1537), pasando por Bolonia como mendigo. La séptima etapa fue Roma (1537-1556), y en el viaje, casi a las puertas de la ciudad (iglesia de la Storta), tuvo una visión (de la que proviene el nombre de la Compañía de Jesús). En Roma este manojo de la Compañía de Jesús, bendecido por Paulo III, empezó a predicar y a confesar. Mientras tanto (1538), Ignacio fue ordenado sacerdote. Así, en 1540, en el baptisterio de San Pedro, la Compañía de Jesús recibió su bautismo con la bula papal (Regimini militantis Ecclesiae), en espera de las constituciones definitivas, aprobadas en 1550. La originalidad de esta vida militante, que excluía todas las obligaciones corales, era el voto suplementario de obediencia al papa para acudir a cualquier lugar o servicio de la Iglesia. Murió en Roma de improviso, a los sesenta y cinco años sin haber podido recibir los sacramentos, después de quince años de generalato.
31 de julio 261 2.
Mensaje y actualidad
Las tres oraciones de la misa configuran la fisonomía de este vasco, primeramente héroe de Pamplona y luego capitán de una Compañía que tenía por lema "Ad maiorem Dei gloriam" y por código de adiestramiento el libro de los Ejercicios espirituales para vencerse a sí mismo y ordenar la vida propia. Pío XI calificó el aprendizaje de las cuatro semanas de los Ejercicios Espirituales como "el código más apropiado y universal para dirigir a las almas por el camino de la perfección", porque desarrollan los temas del fin del hombre como principio y fundamento, de las dos banderas (de Cristo Rey y del demonio), de la pasión del Señor y de la contemplación en el amor. Hoy se prefiere subrayar como característica de la espiritualidad de Ignacio la transparencia divina de las cosas, que permite en todo momento descubrir la voz de Dios en todo (Ejercicios n. 233; carta de 1551: "buscar la presencia de Cristo en todas las cosas"). a) En la colecta, que comienza con la frase sacada de la primera lectura de la misa (ICor 10,31) y convertida en divisa de los jesuítas se suplica: "Señor, Dios nuestro, que has suscitado en tu iglesia a san Ignacio de Loyola para extender la gloria de tu nombre (en latín, "para la mayor gloria"), concédenos que después de combatir en la tierra, bajo su protección y siguiendo su ejemplo, merezcamos compartir con él la gloria del cielo". El general de esta nueva Compañía había salido de Roma para contraatacar la herejía luterana, para reivindicar los derechos de Cristo y disper^r las sombras del error (cf himnos de laudes, tercera estrofa). La disciplina de esta batalla por el evangelio nace del aprendizaje de los Ejercicios, según el espíritu del texto evangélico de la misa (Le 14,25-33): seguir a Cristo a toda costa, renunciando a todo, después de haber hecho un adecuado balance de la empresa, como Ignacio, que estudió mucho tiempo la estrategia de su batalla espiritual. b) En la oración sobre las ofrendas aflora el tema de la santidad en la verdad, que dimana del venerable misterio de la eucaristía, "fuente de toda santificación". En el Diario espiritual de Ignacio se trasluce el modelo cristocéntrico de la ascética ignaciana, cargada de profunda humanidad, que se modela sobre el Jesús histórico y resucitado (cf antífona de los laudes: Flp 3,10: "¡Ojalá pueda conocer a Cristo!..."), imitado ora en la obediencia, convertida en virtud principal, ora en la pobreza (con anterioridad había reprendido al superior de los teatinos
262 San Ignacio de hoyóla de Venecia, Gian Pietro Carafa, por el lujo de su tenor de vida), que Ignacio había mitigado, después de haber sufrido tormentosos escrúpulos; ora en la humildad, como condición de auténtica santidad. En la definición de Vidal, "contemplativus in actione", Ignacio nos enseña hoy que "señalarse" (vocablo de su preferencia) en la santidad, es decir, autorrealizarse, consiste en sacar provecho incluso de los dones místicos (los carismas personales) para las soluciones de los problemas concretos, en la línea de la discreción de los espíritus propia de los Ejercicios. c) Por fin, en la oración después de la comunión se le pide al Señor "nos lleve a glorificar su inmensa gloria por toda la eternidad". Ignacio fue un hombre de contemplación activa, porque en Roma se dedicaba a evangelizar, predicar, visitar y alimentar a los pobres, fundando la compañía de los huérfanos, el catecumenado para judíos y musulmanes convertidos y la Casa de Santa Marta para las mujeres arrepentidas. El nuevo modo de imitiar a Cristo se desprende también de la frase reproducida en la página de su autobiografía, citada por Luis Concalves de Cámara en los Hechos de san Ignacio y reproducida en el oficio de lectura: "Cuando pensaba en las cosas del mundo, ello le producía de momento un gran placer; pero cuando, hastiado, volvía a la realidad, se sentía triste y árido de espíritu; por el contrario, cuando pensaba en la posibilidad de imitar las austeridades de los santos, no sólo entonces experimentaba un intenso gozo, sino que además tales pensamientos lo dejaban lleno de alegría". La experiencia del seguimiento de Cristo, cuyo nombre es poder (cf antífona de entrada, tomada de Flp 2,10-11: "Al nombre de Jesús..."), bajo el estandarte de la cruz, es también actual para nosotros, siempre que hagamos la opción radical (cf antífona de la comunión: "He venido a prender fuego...."), que caracteriza a la mística ignaciana; esto es, renunciar a ganar el mundo para no perder la propia alma (cf antífona del Magníficat en las vísperas). Esto significa orientar toda nuestra vida a alabar perennemente el nombre de Dios. Prefacio (Propio de la Compañía de Jesús, 190) Porque llamaste a san Ignacio a la Compañía de tu Hijo, para que, encendido en tu amor, inflamase a otros muchos para buscar tu mayor gloria, propagase por todas partes tu mayor servicio y ofreciese a tu pueblo una compañía señalada por la caridad apostólica, en Jesucristo, Señor nuestro.
AGOSTO
1 de agosto SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, obispo y doctor de la Iglesia (1696-1787)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de san Alfonso, muer o en Nocera dei Pagani (Campania, Italia) el 1 de agosto de 1787, canonizado en 1839 y proclamado doctor de la Iglesia en 1871, exalta a otro fundador de instituto religioso, la Congregación del Santísimo Redentor, en una época dominada por el racionalismo y por la Iglesia estatal. Nacido en Marianella, cerca de Ñapóles, de una antigua familia noble, en 1696, se doctoró en derecho civil y canónico con sólo diecisiete años. Tras el fracaso en la defensa de un proceso importante entre el duque Orsini y el gran duque de Toscana (a causa de un documento que anulaba toda defensa argumentativa), abandonó la abogacía (1723), rechazando todas las propuestas de matrimonio y de vida mundana. Después de haber realizado los estudios eclesiásticos y haber abrazado una sociedad misionera de sacerdotes seculares y una confraternidad eclesiástica (al no poder entrar en los Oratorianos), fue ordenado sacerdote a los treinta años, en 1726. Se dedicó primeramente a la formación de los misioneros para China en un seminario fundado en Ñapóles, prodigándose también a favor de los enfermos en la epidemia que atacó a Ñapóles en 1729 y predicando las misiones a los pobres de la ciudad. Pero el obispo de Castellammare di Stabia, Tomás Falcoia, lo invitó a predicar las misiones a los pobres abandonados de la campiña
264 San Alfonso María de Ligorio (como pudo ver en Scala, una aldea situada en el golfo de Amalfi); y una religiosa de un convento (M. C. Crostarosa) le reveló los designios de Dios acerca de él para la fundación de un nuevo instituto. La fundación de su congregación (1732) encontró inmediatamente dificultades por la defección de algunos miembros; pero Alfonso, aunque se le tachara de ambicioso desde el pulpito, se dedicó a la formación de sus miembros, imponiendo los votos en 1740 y haciendo la profesión religiosa. Elegido rector mayor del instituto en 1743, solicitó el reconocimiento oficial del rey de Ñapóles, cuyo ministro (B. Tanucci) rechazó la aprobación del decreto, mientras que el papa Benedicto XIV aprobó en 1749 la fundación del nuevo Instituto del Santísimo Redentor, que se propagó más allá de las fronteras italianas merced a los esfuerzos de san Clemente Hofbauer. También se difundió, sobre todo fuera de Italia, la compañía contemplativa de las redentoristas. Después de trece años de dedicación a su instituto, para formar a los misioneros y mantener los resultados de las misiones para los fieles, fue nombrado, a los sesenta y seis años, contra su voluntad, obispo de Sant'Ágata dei Goti (Benevento) por el papa Clemente XIII (1762), donde se prodigó a lo largo de trece años en un apostolado extraordinario. Pero atacado por la enfermedad de la gota a los setenta y nueve años, fue exonerado del cargo por el papa Pío VI. Entonces pudo retirarse a Nocera dei Pagani (al sur de Ñapóles), donde siguió escribiendo hasta su muerte, que lo sorprendió a los noventa y un años.
2. Mensaje y actualidad a) La colecta de la misa inserta esta figura en los designios providenciales de "Dios, que suscita continuamente en su Iglesia nuevo ejemplos de santidad". En efecto, se alude a la dificultad de dar una fisonomía precisa a este nuevo instituto religioso, que hubo de esperar hasta 1780 para ser aprobado en el reino de Ñapóles. Al clima de pesimismo religioso y de rigorismo jansenista de la época, Alfonso opuso su gran principio, expresado en el lema "Copiosa apud Deum redemptio"; es decir, una inmensa confianza en la misericordia redentora de Dios, que disolvía el sistema puritano del jansenismo, proponiendo el método del probabilismo en su Theologia moralis. En efecto, contra los rigoristas y los probabilioristas, que querían
/ de agosto 265 que en la duda se eligiera lo más seguro, Alfonso adoptó un probabilismo moderado (contra las polémicas suscitadas por las Provinciales de Pascal), que no permitía la infracción de la ley so pretexto de una opinión probable cualquiera, sino que exigía que esta probabilidad se basara en fundamentos intrínsecos y extrínsecamente iguales en solidez que los de la opinión favorable a la ley, pero ciertamente dudosa. Aun haciendo uso de la casuística, este sistema moderado sirvió para devolver el equilibrio a la enseñanza de la teología moral contra los ataques de los jansenistas rigoristas y de otros teólogos dominicos, convirtiéndose así en el precursor de la nueva moral. El resto de la oración nos hace pedir a Dios que podamos "imitar en el celo apostólico a su obispo san Alfonso María de Ligorio, para que podamos compartir en el cielo su misma recompensa". La gran facilidad de palabra que inflamó a Alfonso en la evangelización de la campiña, así como su versatilidad poética y musical, le permitieron difundir las canciones espirituales preferidas por el pueblo. También las diversas obras ascéticas (Visitas al santísimo sacramento, 1745; Las glorias de María, 1750; El gran medio de la oración, 1759, y La práctica de amar a Jesucristo (esta obra alcanzó 516 ediciones) hicieron de él un clásico de la vida espiritual. En el oficio de lectura nos instruye con esta sabiduría afectiva: "Dios, sabiendo que al hombre se lo gana con beneficios, quiso llenarlo de dones para que se sintiera obligado a amarlo: Quiero atraer a los hombres a mi amor con los mismos lazos con que habitualmente se dejan seducir: con los vínculos del amor". b) En la oración sobre las ofrendas se dice que Alfonso "se ofrecía a sí mismo como hostia de alabanza". Esta ofrenda de un obispo tan devoto de la eucaristía se alimentó sobre todo en su trabajosa tarea de introducir su orden en el reino de las Dos Sicilias, por lo que en 1780 hubo de sufrir persecución por parte de sus mismos cohermanos. En efecto, después de que el ministro Tanucci (en nombre del rey Carlos III) se negara a reconocer su instituto, él, pese a contar con la protección del nuevo rey Fernando IV para obtener su aprobación, sufrió el fraude de una sustitución de los votos por un simple juramento y de la subordinación de los religiosos a la jurisdicción de los obispos (cláusulas insertas en el texto del reglamento sometido a la firma del rey, que lo aprobó tal como estaba). No obstante su grito de queja: "Me han engañado", su instituto se dividió en dos ramas, porque la parte que estaba bajo los Estados ponti-
266 San Alfonso María de Ligorio ficios se desgajó y obtuvo la aprobación papal, mientras que el santo fue excluido de la familia que había fundado, cuyos superiores mayores eran acusados de haber adoptado un sistema parcialmente diferente de su regla y haber desertado del instituto. A esta prueba, que afrontó con gran confianza en Dios, prediciendo que después de su muerte volvería a recuperarse la unidad, se añadirá, de 1784 en adelante, la noche del espíritu, con tentaciones y escrúpulos que le hicieron dudar al gran moralista de su salvación y le impedían comulgar. Pero, abrasado siempre en el amor de Dios, Alfonso superaba estas pruebas. c) En la oración después de la comunión se invoca: "Dios, que hiciste a san Alfonso María predicador y ministro fiel a estos santos misterios, concédenos, por su intercesión, la gracia de celebrarlos con frecuencia y de alabarte siempre al recibirlos". La referencia a la promoción del culto eucarístico, especialmente a la práctica de las visitas al santísimo sacramento (además de a las canciones y las melodías), es evidente. También en su ministerio episcopal prestaba mucha atención al modo en que los sacerdotes celebraban la misa, haciendo las observaciones y rectificaciones oportunas. Llegó incluso a crear un monasterio de religiosas redentoristas para ofrecer a los demás monasterios un ejemplo y a toda la diócesis la ayuda de una comunidad de fervientes contemplativas donde el culto eucarístico fuese celebrado con honor. También en nuestro tiempo posconciliar el llamamiento a la centralidad del culto eucarístico, aunque más centrado en la acción sacrificial participada de los fieles, puede asumir valencias populares, inspiradas en el celo de este apóstol de la eucaristía, que hizo de la redención y de la acción de gracias por amor de Dios, demostrado en la continua presencia eucarística, uno de los fundamentos de su espiritualidad.
2 de agosto 267 2 de agosto SAN EUSEBIO DE VERCELLI, obispo (283P-371)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de san Eusebio, que fue el primer obispo de Vercelli, donde murió el 1 de agosto del 371, ha sido retrasada por la coincidencia con la memoria de san Alfonso (trasladada al 15 de diciembre, fecha de su ordenación). Se ha omitido el título de mártir (¿lapidado por los arríanos?) que le atribuían los martirologios medievales, después de Beda (735) y de su tercer sucesor, Honorato, aunque de hecho fue mártir por los sufrimientos del destierro, pero no por el derramamiento de su sangre. Nativo de Cerdeña (final del siglo m o comienzos del siglo IV), realizó sus estudios en Roma, donde llegó a lector, y luego fue designado obispo de Vercelli, quedando bajo su cuidado una gran parte de la región piamontesa (incluidas Novara, Ivrea y Tortona). En los primeros años de obispado fue el primero que introdujo en Occidente la vida común del clero diocesano. Fue perseguido por los arríanos por su ortodoxia; después del sínodo de Milán (355) fue contado entre los perturbadores de la paz y exiliado a Palestina (Escitópolis), luego a Capadocia y, por último, a la alta Tebaida. Al final pudo volver a su ciudad con la llegada del emperador Juliano el Apóstata, tras la muerte de Constancio (361), favorable a los arríanos (sínodo de Arles, 353).
2. Mensaje y actualidad La nueva colecta destaca ante todo la característica de este defensor intrépido de la divinidad de Cristo, pidiendo a "Dios... imitar la fortaleza de su obispo". Los distintos destierros a que fue condenado dan testimonio de este valor, a causa de la lucha contra los semiarrianos (los "arriomanitas", como llama a los "fanáticos de Arrio") y por haberse negado a suscribir la condena de Atanasio, el principal opositor de estos herejes protegidos por el emperador Constancio. Participó también en el concilio de Milán (355), convocado por el papa Liberio, siempre para condenar a Arrio, y colaboró con san Hilario de Poitiers
268
4 de agosto
San Juan María Vianney
para restablecer la fe verdadera en su Iglesia y en las diócesis cercanas. Del fragmento de una de las tres cartas que nos han quedado —escrita desde Scitópolis a sus fieles de Vercelli, Novara, Tortona e Ivrea (región subalpina); las otras dos están dirigidas a Constancio y a Gregorio de Elvira^-, reproducido en el oficio de lectura, se deduce el valor de este pastor, que exhorta a su grey a poner todo su empeño "en mantener la integridad de la fe, en guardar la concordia, en dedicaros a la oración". En la intercesión final de la colecta se pide también para nosotros que perseveremos "en esa misma fe de la que fue maestro". También se ha perdido el Tractatus de Trinitate, que el Ambrosiaster cita y le atribuye explícitamente. Aunque sólo sea probable la atribución del Codex vercellensis, que contiene un texto de los evangelios anterior a san Jerónimo, tiene un puesto notable en la literatura cristiana, según san Jerónimo, por la traducción al latín del Comentario dé los Salmos de su homónimo Eusebio de Cesárea, del que ha omitido los pasos poco ortodoxos. Puede decirse, pues, que su doctrina no sólo fue apologética, sino también bíblica, y sacada de las fuentes de la palabra de Dios. Es justo que hoy se le siga considerando como un modelo de magisterio y de testimonio, que nos invita a entrar en comunión con el Señor Jesús sin ceder a las tentaciones latentes de la secularización.
4 de agosto SAN JUAN MARÍA VIANNEY, presbítero (1786-1859)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria del cura de Ars en su dies natalis del 4 de agosto de 1859 (fue canonizado en 1925) nos presenta un modelo de párroco que vivió en la época dramática de la revolución francesa. Nacido en una familia de campesinos muy caritativos (que recordaban haber hospedado a san Benito Labre) en Dardilly (junto a Lyon) en 1786, Juan María (con la
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añadidura del nombre de "Bautista" cuando recibió la confirmación a los veinte años pasados) tenía siete años cuando reinaba el terror en París y los curas eran desterrados o asesinados. A los trece años recibió la primera comunión, durante el segundo terror, cuando fue cerrada la iglesia de Dardilly y las tropas de la Convención atravesaron esta parroquia. Su vocación parece haberse debido a un encuentro con un confesor de la fe. Después de esperar dos años, obtuvo el permiso paterno para entrar en la escuela presbiteral fundada por el párroco de Ecully (Balley), afrontando la dificultad de los estudios en los seminarios de Verriéres y luego de Lyon, después de haber sido liberado por una amnistía de una situación involuntaria (1810) de renitente al servicio militar (él no se sintió nunca culpable de esta irregularidad). Con la ayuda del abate Balley pudo completar los estudios, después de haber sido despedido del seminario de Lyon por insuficiencia. Fue ordenado sacerdote en 1815, a los veintinueve años, pero sin tener la facultad de confesar. Nombrado primero vicario de Ecully por tres años (1815-1818), después de haber completado su formación teológica y pastoral, fue enviado de vicario (capellán) a Ars (a treinta y cinco kilómetros de Lyon), que se convirtió en parroquia en 1821, cuando fue agregada a la diócesis de Belley. Aquí permaneció durante cuarenta y dos años como pastor, ya que la población se opuso a su traslado y a su fuga, abortada cuatro veces, sea tras el período de la penitencia radical (1820), sea tras su curación (1843), para dedicarse a la vida contemplativa. Rechazó el canonicato, vendiendo la capa para los pobres, así como la cruz de la Legión de honor que se le confirió a causa de su popularidad (1843), por no pagar los costes, que prefirió destinar a limosnas. A él se le debe quizá el que Ars saliera indemne de la epidemia de 1832. Murió de inanición a los setenta y cuatro años, después de haber previsto su muerte, sin agonía ni temor, "con una extraordinaria expresión de fe y simplicidad en los ojos", según un testigo. En los últimos años el número de los peregrinos que acudían a Ars llegó a los cien mil.
2. Mensaje y actualidad a) La colecta de la misa focaliza la fisonomía de este "patrono de los sacerdotes con cura de almas" (de los párrocos) con pocas palabras, en las que se invoca: "Dios..., que hiciste
5 de agosto 271
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admirable a san Juan María Vianney por su celo pastoral". En efecto, él solía decir: "Dejad durante veinte años una parroquia sin cura, y acabarán por adorar a las bestias". Por eso se mantuvo fiel a este ministerio hasta consumarse físicamente en las más duras penitencias por la conversión de su parroquia y luego por sus penitentes en el martirio del confesonario; hasta el punto de intentar huir porque se estimaba inepto, como él decía, a causa de su ignorancia. Sus prédicas, reducidas a prontuarios (desde 1820 a 1829), tendían a infundir temor, pero luego supo superar el rigorismo jansenista (preocupado por el misterio de la predestinación y de la condenación) con la dulzura de una misericordia pastoral extraída de su intensa y simplicísima oración, que él mismo dice en su Catequesis, presentada en el oficio de lectura, que "no es otra cosa que la unión con Dios". En la parte final de la colecta se pide que también nosotros, por su ejemplo, nos dediquemos a "ganar para Cristo a nuestros hermanos y alcanzar, juntamente con ellos, los premios de la vida eterna". La preocupación por ser el buen pastor de su grey lo llevó a hacer una catequesis continua, con instrucciones y exhortaciones llenas de conmovedora vivacidad, adaptada al lenguaje popular; al punto de que todos salían de la iglesia diciendo: "Ningún cura nos ha hablado nunca de Dios como nuestro párroco". Su actividad pastoral se desplegó también en la educación de las muchachas pobres, para quienes abrió (en 1824) una escuela popular gratuita, La Providencia, que se amplió a orfanato, confiado después a religiosas. En él daba lecciones cotidianas de catequesis (y también hizo los primeros milagros). Concentró su pastoral especialmente en tres aspectos de la vida descristianizada de su tiempo: la lucha contra el trabajo en los días festivos y contra la costumbre de blasfemar (signos de ateísmo práctico); además de la lucha contra las tabernas, donde solían emborracharse los vecinos (con doscientos setenta habitantes y cuarenta casas que contaba la parroquia, había nada menos que cuatro tabernas adosadas a la iglesia), y, por fin, la lucha contra el baile, considerado por él como obra diabólica por ser vehículo de inmoralidad. La lucha contra el diablo, que duró la friolera de treinta y cinco años (1824-1858), fue una parte notable de este asalto de las persecuciones, que le obtuvieron la gracia de convertir a los pecadores. A ello se añadió también la oposición de sus cohermanos, que duró diez años, traducida en críticas y denuncias al obispo, acompañadas
de las peores calumnias en el poblado (que fueron luego desenmascaradas a través de una investigación). b) En la oración después de la comunión (que no es propia, sino del común de los pastores) se le sigue rogando a Dios para que, a ejemplo del santo, "nos conceda servirle con entrega generosa y amar a nuestros hermanos con amor incansable". El santo párroco hizo restaurar la iglesia en honor de Dios y por el bien de sus fieles, edificar varias capillas dedicadas al "Ecce Homo", a los santos ángeles, a san Juan Bautista y a santa Filomena, a la cual atribuía sus milagros para disimular su santidad. Además creó dos confraternidades: la del Rosario, para las mujeres, y la del Santísimo Sacramento, para los hombres. Una vida, pues, no sólo penitente y mística, sino también rebosante de obras a favor del prójimo. Tal es la plenitud de vida apostólica de este héroe del ministerio parroquial, que realizó una de sus aspiraciones: "Es hermoso morir cuando se ha vivido en la cruz".
5 de agosto DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SANTA MARÍA (siglos iv/xiv)
1. Nota histórico-litúrgica
La memoria facultativa de la dedicación de la basílica de Santa María la Mayor en el Esquilino, celebrada por el papa Sixto III (432-440), que se la ofreció al pueblo de Dios el 5 de agosto ("Syxtus episcopus plebi Dei"), era de carácter local hasta el siglo XIV, cuando se difundió la leyenda de la fundación de la basílica, cuya planimetría (según la invitación de una aparición de la Virgen al patricio Juan) sería trazada milagrosamente por la nieve en pleno estío romano la noche del 5 al 6 de agosto. De ahí el nombre popular de Santa María de la Nieve (adNives). Fue llamada también Beata Maña adpraesepe (desde el siglo VII), cuando se difundió la voz de que la basílica albergaba el pesebre de Belén. El martirologio jeronimiano atribuye a esta fecha la dedicación de la basílica, que fue cristianizada en tiempo del papa Libero, 366 (de ahí el nombre de
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Basílica Liberiana), y luego restaurada hacia el 435. En la cima del arco triunfal se lee aún la inscripción antes recordada ("al pueblo de Dios"); también son visibles los treinta y seis mosaicos que adornan la nave central, del siglo V, testimonios del arte o de la teología del bajo imperio. La fiesta entró en el calendario romano en 1586. 2.
Mensaje y actualidad
La colecta reproduce la antigua oración gregoriana para la fiesta de la asunción y está enteramente centrada en el misterio de la divina maternidad de María, cuya basílica fue dedicada al día siguiente del concilio de Éfeso (431). En efecto, se pide al Señor que "perdone los pecados de sus hijos, y ya que nuestras obras no pueden complacerle", se apela a "la salvación por medio de la madre del Hijo de Dios". El auxilio especial de la madre de Dios está justificado no sólo por la antigüedad de esta basílica entre las iglesias marianas dedicadas a María, sino también por el hecho de que es una de las cuatro basílicas mayores primarias o patriarcales, en cuanto ella representa al patriarcado de Antioquía y es la mayor iglesia mariana de Roma. Se trata, pues, de revisar el fundamento mismo o principio genético de todos los demás dones concedidos a la Virgen, la Theotokos, como nos invita a hacer en el oficio de lectura el fragmento de la homilía pronunciada con fervor por Cirilo de Alejandría en la basílica de Éfeso ante los padres reunidos en el concilio (431): "Quiera Dios que todos nosotros reverenciemos y adoremos la unidad, que rindamos un culto impregnado de santo temor a la Trinidad indivisa, al celebrar, con nuestras alabanzas, a María siempre Virgen, el templo santo de Dios, y a su Hijo y esposo inmaculado". Por fin, se puede recordar que también en el canon romano se encuentra una de las menciones más antiguas de la divina maternidad de María. En efecto, si en los primeros concilios de Nicea y de Constantinopla se proclama la fe en las dos naturalezas de Cristo —divina y humana—, sólo la reflexión de fines del siglo IV pudo aclarar el modo de esta unión. Mientras que Apolinar de Laodicea afirmaba que el Verbo (Logos), al encarnarse, había asumido sólo el cuerpo y el alma sensitiva, pero había sustituido la parte espiritual de la naturaleza de Cristo, creyendo salvar así una unidad real y perfecta del Verbo encarnado y al par el
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título de Theotokos ya dado a la Virgen (el título se encuentra ya en el "Sub tuum praesidium" al final del siglo m), las dos escuelas, tanto la alejandrina como la antioquena, se opusieron a tal negación de la integridad de ambas naturalezas de Cristo (proclamada por el símbolo de Nicea). Pero la verdadera solución fue dada sólo por la escuela alejandrina, que defendió una unión intrínseca, real, hipostática (y no sólo externa y moral, según los antioquenos); es decir, en el único ser o subsistencia del Verbo; por lo que es legítimo el intercambio de los atributos y, en consecuencia, es legitimado también el título de Theotokos (y no sólo de Christotokos) dado a María. La terminología todavía fluida sobre el significado del término "hipóstasis", que para Atanasio seguía significando sustancia o naturaleza, mientras que para Cirilo Alejandrino ya indicaba "subsistencia" (como se establecerá luego en el concilio de Calcedonia), fue sin duda la causa de varias impugnaciones por parte tanto de Nestorio como de los antioquenos, y sucesivamente de los monofisitas. La unión en el Verbo según la naturaleza (katá physin) ya no será entendida como "según la subsistencia" (así lo creía aún Atanasio), sino según la esencia o naturaleza; y por este motivo es inconciliable con la unidad de la hipóstasis entendida como persona (próposon, según se dirá luego en Calcedonia). En Éfeso esta doctrina fue expresada por Cirilo en su segunda carta a Nestorio (Epistula dogmática Cyrilli), aprobada por los ciento veinticinco obispos presentes en la primera sesión del concilio de Éfeso y proclamada solemnemente como expresión de la fe de Nicea. Los Anatemi cirilliani, que formaban parte de la tercera carta de Cirilo a Nestorio, hoy son considerados como parte de las actas disciplinares del concilio de Éfeso, subsiguientes al valor teológicodogmático dado a la segunda carta. Esta misteriosa convergencia de las dos naturalezas de Cristo en su subsistencia divina del Verbo (hipóstasis) se verificó en el seno de María, que engendró según la carne (o la naturaleza humana) al mismo e idéntico Hijo engendrado desde la eternidad en el seno del Padre. Por tanto, no fue una inserción sucesiva del Verbo divino en el hombre nacido de María (María sería entonces sólo madre de Cristo, como decía Nestorio), sino que el "primogénito según la carne" unió a sí la generación de su carne: para esta fórmula, Cirilo apelaba "a la fe más segura y a los santos padres" (segunda carta). Por consiguiente, el título de Theotokos es inferible sólo parcialmente del término mismo de engendradora, que engloba todo el proceso genético
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274 San Sixto IIy sus compañeros
(t 258)
Felicísimo (en el cementerio de Pretestato), presentados como diáconos de Sixto por el papa Dámaso. Con el papa murió todo su colegio diaconal (los otros cuatro subdiáconos, indicados por el martirologio de Beda, derivan del Líber Pontificalis, que no es fiable), porque pocos días más tarde murió también el diácono superviviente, san Lorenzo. El culto de este papa, muerto entre sus fieles, es celebrado desde época antiquísima, como atestigua el primer oratorio construido sobre su tumba subterránea en las catacumbas. Luego, dentro de la ciudad de Roma, el título de Crescenciana (que se remonta al menos al siglo iv) fue puesto bajo el nombre de san Sixto en el siglo vi. Esta iglesia, situada en la vía Latina, adonde fueron llevadas en el siglo IX sus reliquias, fue entregada a santo Domingo, que se la cedió a las religiosas dominicas. En el siglo V fue esculpida en mármol la lista de los mártires y confesores sepultados en la cripta de los papas, en el cementerio de Calixto, con estas palabras: "El primero es san Sixto, que murió con Agapito, Felicísimo y once más". El Líber Pontificalis, con fecha "Tusco et Basso consulibus", precisa que el papa mártir había transgredido el edicto de Valeriano emanado en el 258, que preveía la decapitación y confiscación de los bienes de los ministros cristianos renitentes. Además del fresco del siglo IV en un arcosolio del cementerio de Pretestato, falsamente estimado como el de Sixto (cementerio sixtino), tenemos otras iconografías antiguas del papa, como el mosaico de San Apolinar de Rávena (siglo IV) y la iglesia más antigua de la vía Apia (cripta de los papas, del siglo III, donde recibieron sepultura nueve obispos de Roma).
1. Nota histórico-litúrgica
2. Mensaje y actualidad
La memoria facultativa de este papa, que gobernó la sede de Pedro desde el año 257 (muerte de Esteban I) hasta el año 258, ya es testimoniada el 6 de agosto (ahora trasladada al 7 por coincidencia con la transfiguración) por dos antiguos documentos. Ante todo, por la última carta del contemporáneo de san Cipriano (martirizado el 14 de septiembre del año 258), que anuncia que Sixto fue ajusticiado en un cementerio el 8 de los Idus de agosto (el 6 de agosto) con otros cuatro diáconos; y luego por la Depositio martyrum del año 354, que anuncia en este día la memoria de Sixto, sepultado en el cementerio de Calixto ("Systi in Calisti") con otros dos mártires, Agapito y
La colecta de esta misa, derivada del misal parisiense (de 1738), expresa una doble temática. Se invoca a "Dios, que ha concedido a san Sixto segundo y a sus compañeros mártires la gracia de morir por su palabra y por el testimonio de Jesús". Poseemos una célebre inscripción de san Dámaso (muy devoto de san Sixto), que menciona la muchedumbre de santos aquí reunida ("Hic congesta iacet..."); entre ellos a los compañeros de Sixto que "llevan los trofeos del enemigo", y otra inscripción cuyos fragmentos nos describen la muerte del santo, haciéndole tomar la palabra: "En el tiempo en que la espada desgarró las visceras de la madre (Iglesia), yo, el pastor aquí sepultado, en-
de la concepción y del parto, pero de modo exhaustivo de las precisiones doctrinales que especifican que María no es engendradora según la divinidad, sino según la humanidad; es realmente engendradora del Verbo encarnado. Evidentemente, cualquier otro aspecto que no tuviera que ver con este momento genético de la maternidad, fue ajeno a las preocupaciones de Efeso; así como también este aspecto racional del misterio prescindía aún de la referencia explícita de la acción del Espíritu Santo en la maternidad divina. Esta dimensión triunfal del título de madre de Dios ha constituido durante algunos siglos el único título de señorío y de gloria para la madre del Verbo encarnado, poniendo en segundo plano las demás dimensiones evangélicas, que nos presentan la humilde realidad de María "esclava del Señor"; y se la puede comprender en la situación socio-cultural del imperio bizantino. Pero hoy debe integrarse con toda la aportación del desarrollo teológico posterior, hasta los recientes descubrimientos bíblicos del culto mariano (cf JUAN PABLO II, encíclica Redemptoris Mater).
7 de agosto SAN SIXTO n, papa, y sus COMPANEROS mártires
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7 de agosto
San Sixto II y sus compañeros
señaba los mandamientos del cielo. Llegan de improviso y se apoderan de mí mientras estoy sentado en mi cátedra; habían sido mandados unos soldados, y el pueblo tendió el cuello a su espada. El anciano vio enseguida que deseaba recibir en su lugar la palma del martirio, y fue el primero que ofreció su cabeza, a fin de que el impaciente furor de los enemigos no descargara sobre ningún otro. Cristo, que recompensa con la vida eterna, manifiesta el mérito del pastor y toma consigo al rebaño". Estas espléndidas palabras, de sabor patrístico y casi mistagógico, nos orientan para comprender mejor la conexión entre este martirio y el mensaje del evangelio, por el cual también nosotros hemos de arriesgar la vida. En efecto, en el oficio de lectura, la carta de san Cipriano augura: "Os pido que comuniquéis estas noticias a los demás colegas nuestros, para que en todas partes las comunidades cristianas puedan ser fortalecidas por su exhortación y preparadas para la lucha espiritual, a fin de que todos y cada uno de los nuestros piensen más en la inmortalidad que en la muerte". En la intercesión final de la colecta se pide que el Espíritu Santo nos haga también a nosotros "dóciles en la fe y fuertes para confesarla ante los hombres". Este papa, al que Poncio (el biógrafo de san Cipriano) calificaba como sacerdote "bueno y pacífico" y que en la persecución de Valeriano había sido alcanzado por el segundo edicto que condenaba a los miembros de la jerarquía a la ejecución capital por la simple constatación de su identidad (258), es también hoy un modelo para todos los pastores que estén dispuestos a ofrecer su vida por el propio rebaño, con tal de librarlo de mayores sacrificios. También la solidaridad de los diáconos en el martirio es un emblema de la unidad entre los ministros de la Iglesia.
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7 de agosto SAN CAYETANO, presbítero (1480-1547)
1. Nota histórico-litúrgíca La memoria facultativa de san Cayetano de Thiene, muerto en Ñapóles el 7 de agosto de 1547, canonizado en 1671 e introducido después en el calendario romano, nos traslada de lleno al renacimiento católico, una de las épocas más importantes de la historia de la Iglesia por los dos acontecimientos de la reforma y la contrarreforma. Nacido en Vicenza (Italia) en 1480 de familia noble, es contemporáneo a los doce años del descubrimiento de América y, pocos años antes, de la invención de la imprenta. Tras doctorarse en Padua en derecho, en 1517 se traslada a Roma para hacer de protonotario apostólico del papa Julio II, de quien llega a ser secretario particular. En 1517 es ordenado sacerdote, pese a su oposición por humildad. En Roma, donde permaneció trece años, conoció los esplendores (por ejemplo las estancias de Rafael) y las miserias de la corte de León X, sintiendo asimismo el eco de la proclama del concilio Lateranense V: "Hay que hacer una reforma universal y radical". En 1517 Cayetano y Juan Pedro Carafa trasplantaron una piadosa asociación, la Compañía del Amor Divino (promovida veinte años antes en Genova por santa Catalina), que se dedicaba con gran empeño a las obras de caridad (con visitas a los pobres enfermos incluso a domicilio), a la iglesia de Santa Dorotea in Trastévere. Es el mismo año en que Lutero iniciaba su polémica anticatólica. Esta caridad, que se extendía también a un hospicio de incurables (sifilíticos) fundado por el genovés Héctor Vernazza junto al hospital de Santiago de Roma, se difundió luego por Vicenza (1519), Verona (1524) y Venecia (1552). Vuelto a Vicenza en 1520 para asistir a su madre enferma, llegó a rector de la iglesia de Santa María de Malo y se ocupó de los santuarios aislados del monte Soratte. Luego, en 1523, volvió a Roma, donde junto con el obispo de Chieti, Carafa, organizó (tal vez por consejo de su confesor dominico) un nuevo instituto de clérigos regulares para responder a las nuevas necesidades. Por los tres votos —por la especialización en la predicación y en la administración de los sacramentos y por la fidelidad en la ejecución de los ritos litúrgicos—, el instituto
278 San Cayetano
debía ser una forma de vida modélica para el clero. Los padres teatinos ("Ordo Regularium Theatinorum"), del nombre latino (Theate Marruccinorum) del obispado de Chieti (al que Carafa había renunciado, convirtiéndose en su primer superior general), se establecieron en el Pincio (la actual Villa Medici) y asistieron al saqueo de Roma (1527), refugiándose en Venecia. Cayetano fue elegido superior en Ñapóles (1533). Cuando Carafa fue nombrado cardenal (fue luego el papa Paulo IV) en 1536, Cayetano fue enviado como superior a Venecia, donde combatió al luterano Ochino. Vuelto a Ñapóles como superior, murió a los sesenta y siete años, después de haberse agotado en su esfuerzo por calmar las discordias napolitanas; en efecto, la ciudad recibió una embajada de Carlos V que garantizaba la paz. Fue sepultado en la iglesia de San Pablo el Mayor.
2.
Mensaje y actualidad
La colecta de la misa destaca ante todo el carisma de Cayetano, a quien Dios concedió "imitar el modo de vivir de los apóstoles". Esta vuelta al evangelio, a través de la vida vivida por las primeras comunidades apostólicas (He 2,41-47; 4,32-35), se diferenciaba de las órdenes mendicantes, que se inspiraban sobre todo en el sermón de la misión de los discípulos del Señor (Mt 10,7-5). Frente a la corriente del evangelismo, que, sin embargo, contaba con nombres prestigiosos (Erasmo de Rotterdam, Gaspar Contarini, Reginaldo Pole, Victoria Colonna, etc.) y que hacía del evangelio una especie de código de esteticismo moral con propósitos únicamente reformistas, pero que de hecho dejaban intacto el sistema, el evangelismo de la vida apostólica de los teatinos (entre quienes había también personas doctas, como el cadenal santo Tomás de Lampedusa) era una tarea ascética total, animada por la práctica de la pobreza radical, aunque abierta generosamente a las obras de apostolado. Esta radical reforma del hombre y de sus estructuras respondía a las exigencias de su tiempo, porque se practicaba la vida común, como en las órdenes monásticas; la pobreza estricta, como en las órdenes mendicantes, y un múltiple apostolado sacerdotal para atraer al clero secular. Era también el fruto de la experiencia adquirida en las distintas ciudades como miembro de los oratorios del Amor Divino (grupos que no podían superar el número de cuarenta miembros), que eran asociaciones laicales nacidas para renovar "con fervor efectivo
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—como él decía— las confraternidades laicales, un poco adormecidas". Un segundo tema se deduce de la intercesión final de la colecta, en que se pide "poner en Dios nuestra confianza y buscar siempre el reino de los cielos". El nombre dado a la Orden de Teatinos de "Congregación de la Divina Providencia" no es casual, ya que el santo tenía una confianza sin límite en ella, inspirándose en el texto evangélico: "Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura" (Mt 6,33). En el oficio de lectura, la carta de Cayetano dirigida a una mujer asesorada por él (Isabel Porto) exhorta a tener confianza, porque "aunque todos los santos y criaturas te abandonasen, él (el Señor) siempre estará atento a tus necesidades". Era el espíritu de dinamismo evangélico el que animaba a este celoso discípulo de Cristo, ciertamente dotado de gracias divinas místicas, como el haber recibido en brazos a Jesús niño. La Virgen se lo entregó la noche de navidad en la cripta ad praesepe de Santa María la Mayor. Así se ponía en la sociedad del renacimiento hedonístico ("Roma, antaño santa, es ahora una Babilonia", afirmaba) un poderoso remedio de resanamiento moral y ascético. Sigue siendo válido en el día de hoy para dar la primacía a la búsqueda del reino de Dios en nuestra sociedad, análogamente satisfecha de su consumismo. Cayetano fue implacable en la defensa de la pobreza para su orden, rechazando toda clase de rentas para sus miembros. Incluso en Ñapóles, cuando se le objetaba que los napolitanos eran menos generosos que los venecianos (en Venecia no les faltó nada a los teatinos durante la gran carestía), respondió: "Puede ser, pero Dios está tanto en Ñapóles como en Venecia". Y precisamente en Ñapóles, durante la peste, dio ejemplo de heroica entrega; también allí organizó montes de piedad. Se ha de reconocer que este tipo de vida religiosa fundado por él (había sido aprobado inmediatamente por Clemente VII) y sostenido por su heroico ejemplo es emblemático, no sólo porque sirvió de modelo a los grandes reformadores religiosos del siglo XVI (como Juan Mateo Ghiberti de Verona, san Jerónimo Emiliani, san Camilo de Lelis, san Ignacio de Loyola), sino también porque ofrece en nuestro mundo, tentado por la indiferencia espiritual, este reclamo, siempre provocador. "Cristo espera y nadie se mueve"; "No con el amor sentimental, sino con el activo es con lo que se purifican las alma", eran frases suyas.
8 de agosto 281
280 Santo Domingo
8 de agosto SANTO DOMINGO, presbítero (1170-1221)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de santo Domingo, muerto en Bolonia el 6 de agosto de 1221 y canonizado por Gregorio Di en 1234, ha sido trasladada ahora de las dos primeras fechas precedentes del 5 y 4 de agosto (esta última fecha es mantenida por indulto, para la diócesis de Bolonia, desde 1558) al primer día libre de las festividades de agosto (dedicación de Santa María la Mayor, transfiguración, san Cayetano). Nacido en Caleruega (diócesis de Osma, Castilla la Vieja) hacia 1170 de una familia noble (su madre es la beata Juana de Aza) y muy piadosa, tras los estudios en la escuela del capítulo de Valencia, Domingo de Guzmán se convirtió en miembro del capítulo de los canónigos regulares de Osma. A los veinticuatro años acompañó a su obispo Diego de Azevedo a Roma, atravesando el sur de Francia, donde conoció la nefasta influencia de las herejías de albigenses y cataros (y más tarde de los valdenses). Para ello organizó una misión, fundando en la residencia misionera de Prouille, junto a Tolosa (en el Languedoc), un convento de religiosas (agustinas regulares) para apoyar su apostolado y el primer núcleo de una comunidad de religiosos predicadores (1215) libres de cualquier influencia política. En efecto, cabe suponer que Inocencio III, que ya había rechazado un proyecto apostólico del obispo Diego para la evangelización de los cumanos (región del Volga y del Don), confiara al obispo y a Domingo la misión en Languedoc. Pero el mismo papa debía ser reacio a la aprobación de aquella nueva orden, para la cual, así como para lo premonstratenses, Domingo adoptó el texo de la Regla de san Agustín, grandemente honrada después de un siglo, y también el mismo rito litúrgico (asimismo de los cistercienses). La residencia se hallaba junto a la iglesia de San Román en Tolosa (1216). Primeramente se puso el acento en la pobreza (negativa a aceptar bienes inmuebles, sólo rentas), y después en la predicación y en el consiguiente deber de una seria preparación en los estudios. Honorio III, el sucesor de Pedro en la cátedra, aprobó por fin (en 1216) la nueva orden. Ésta se difundió por las ciudades universitarias: París, Roma y Bolonia. Desde Bolonia, Domingo
fue varias veces a visitar la curia papal y la Italia septentrional, y allí se celebró el capítulo general de la orden (en 1220-1221). Tras prometer que después de muerto ayudaría a sus compañeros más que de vivo, murió a los cincuenta y un años en el centro de la ciudad universitaria. Fue enterrado en la nueva iglesia de San Nicolás (de las Viñas), transformada luego en basílica. Tuvo el honor de ser canonizado (como san Francisco) por el papa Gregorio IX, que fue amigo suyo durante la vida, en Rieti. Desde el siglo XII, santo Domingo es venerado como patrono de Bolonia. De él nos quedan sólo tres cartas.
2. Mensaje y actualidad Las oraciones de la misa ofrecen tres temáticas principales para configurar la fisonomía de este santo, a quien la beata Cecilia d'Andaló (perteneciente al monasterio que se trasladó del antiguo convento de San Sixto al de Santa Sabina, en el Aventino) así lo describe: "Estatura mediana, cuerpo minúsculo, rostro bello y ligeramente sonrosado, cabellos y barba ligeramente rojos, ojos bellos, frente y cejas que emanaban una especie de esplendor que provocaba la reverencia y el afecto de todos, siempre sonriente y alegre, a menos que no estuviera conmovido por compasión por alguna aflicción del prójimo; manos largas y bellas, una gran voz, bella y sonora, nunca calvo y con una corona de cabellos completa moteada por algunos mechones blancos". a) Ante todo, la colecta pide a Dios "que santo Domino de Guzmán, insigne predicador de tu palabra, ayude a tu Iglesia con sus enseñanzas y sus méritos". Domingo, ya desde que fuera joven estudiante en Valencia, en una grave carestía había vendido todo, incluidos los libros anotados con su propia mano, diciendo: "No quiero estudiar en pieles muertas, mientras hay hombres que mueren de hambre". Inició después su misión en Languedoc, precisamente en Montpellier, con un estilo misionero de pobreza (a pie y sin dinero, como los apóstoles) opuesto al de los monjes cistercienses, que con su fasto itinerante (herederos de una Iglesia feudal y poderosa) provocaban la reacción de los herejes ("Mirad a caballo a los ministros de un Dios que andaba a pie"). Durante diez años, Domingo inventó la "santa predicación", esto es, la fuerza desnuda de la verdad evangélica en el humilde escondimiento de los pobres ("virum canonicum auget in apostolum"). A este insigne predicador de
282 Santo Domingo la verdad contra los herejes se debe la fundación de una orden que inicia la aportación intensiva de las milicias religiosas al servicio de la Iglesia, porque el monasterio pasa de los valles y las colinas al centro de las grandes ciudades, de la soledad de los campos al ruido de la plaza pública. Además, el trabajo de las manos pasa al trabajo del espíritu a través de la predicación y la enseñanza; por fin, el régimen de gobierno feudal, fundado en el cargo de por vida, se hace electivo y de breve duración, como en los municipios y universidades. En este sentido se le invoca a este santo para que "interceda también con bondad por nosotros". b) En la oración sobre las ofrendas se pide a Dios que "por intercesión de santo Domingo..., fortalezca con la ayuda de su gracia a los defensores de la fe". Hoy ya no contamos con albigenses (pseudognósticos, de Alby, en Provenza), "perfectos" (cataros: puros, blancos) y patarinos (patarus: ropavejeros), pero sí con los nuevos herejes del materialismo hedonístico. Las armas serán las mismas —con las debidas atenuaciones— que las que usó santo Domingo, que a la riqueza agrícola de los conventos y abadías de sus tiempos quiso oponer la pobreza voluntaria y la mendicidad. c) En la oración después de la comunión se invoca a Dios para que la Iglesia "reciba en plenitud la eficacia salvadora de este sacramento con el que nos has alimentado en la fiesta de santo Domingo, y el que fue gloria de la Iglesia por su predicación, sea ahora su protector desde el cielo". En el oficio de lectura, sacado de los escritos de la historia de la orden, se dice que Domingo "raramente hablaba, a no ser con Dios, en la oración, o de Dios, y esto mismo aconsejaba a sus hermanos". El secreto de tal predicación era el amor a las Sagradas Escrituras, tanto que el texto citado continúa con este elogio: "Lieyaba siempre consigo el evangelio de san Mateo y las cartas de san Pablo, y las estudiaba intensamente, de tal modo que casi las sabía de memoria". En el himno del oficio se celebra al "nuevo atleta del Señor, Domingo, que, al convertirse en hombre evangélico, ajustó su vida al nombre ("rem conformat nomini"). Luego se alude a la "antorcha que ardía por el celo hacia los cristianos que se perdían", recordando implícitamente los presagios de su nacimiento cuando, según la leyenda, su madre soñó que el niño concebido en su seno era un perro (en la simbología medieval el perro designaba al predicador), que huía con una antorcha encendida en la garganta para incendiar el mundo; o bien cuan-
8 de agosto 283 do su madrina vio sobre su cabeza una estrella, que significa el porvenir del niño destinado a ser luz de los pueblos para iluminar a aquellos que estaban en tinieblas y sombra de muerte (en la estrella que ha pintado el beato Angélico en sus cuadros). Se puede decir que la actualidad del santo no decae, según el elogio que hiciera de él Gregorio IX y que forma parte de un testimonio leído en las actas de la canonización: "Conocí a un hombre, a un seguidor de la regla apostólica completa, el cual está unido sin duda también en el cielo a la gloria de los mismísimos apóstoles". Por la nueva concepción sacerdotal y apostólica de su orden, Domingo es en algún modo el padre de todas las órdenes apostólicas. Prefacio (Propio de la Orden de Predicadores) En tu providencia enviaste a la humanidad sedienta a santo Domingo, heraldo de tu verdad, sacada de la sublime fuente del salvador. Sostenido siempre por la madre de tu Hijo y abrasado de celo por las almas, asumió para sí y para sus discípulos, reunidos por el Espíritu Santo, el oficio del Verbo, llevando a Cristo con la doctrina y el ejemplo a innumerables hermanos. Entregado a hablar contigo y de ti, creció en la sabiduría y, haciendo brotar el apostolado de la contemplación, se consagró totalmente a la renovación de la Iglesia.
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10 de agosto
San Lorenzo
10 de agosto SAN LORENZO, diácono y mártir (t 258)
1. Nota histórico-litúrgica Es muy antigua la fiesta del mártir diácono romano, que, según la Depositio martyrum del calendario jeronimiano, sufrió el martirio en la vía Tiburtina, naciendo para el cielo el 10 de agosto del año 258, cuatro días después de los demás miembros del colegio de diáconos romanos que fueron ajusticiados con el papa Sixto II. Ya se celebraba en el siglo IV con una vigilia solemne de oraciones; y también en Roma, en el siglo VI, el sacramentario veronense le dedicaba nada menos que cuatro misas, con el privilegio de la octava además de la vigilia. La fiesta estaba difundida en África. Agustín nos ha dejado cuatro sermones. Y en Italia (también lo celebra san Máximo de Turín), Prudencio, después de Ambrosio, relató su pasión (Actas de Policromo y de sus compañeros, hacia el 550), sin duda legendaria en muchos detalles (Lorenzo sería de origen español y lo habría traído desde Toledo a Roma el papa Sixto), que luego inspiraron las antífonas y los responsorios del oficio. Según san Ambrosio, que cita tal pasión (cf De officiis) después de más de un siglo, Lorenzo habría sido quemado en una parrilla por excepción, en lugar de ser decapitado (según la costumbre romana). Su sepultura se halla en la vía Tiburtina, en el Agro Verano (el actual cementerio romano), donde, más de cincuenta años después, Constantino hizo construir una basílica sobre su tumba, enterrada en una pequeña catacumba. Luego ha sufrido distintas transformaciones, hasta llegar a la iglesia construida por el papa Pelagio en el siglo VI, reconstruida posteriormente por Honorio III (siglo XIII). Es una de las siete iglesias mayores de Roma. Al santo atribuyó en su fiesta Otón I las victorias sobre los húngaros (955). Felipe II (1557) construyó El Escorial sobre planta en forma de parrilla. En Roma se le dedicaron a este protomártir diácono —que según el Carmen atribuido al papa Dámaso habría salido ileso de los tormentos y preservado milagrosamente de la muerte—, además de la iglesia del Agro Verano, las siguientes iglesias de los títulos de San Lorenzo in Dámaso (en la casa paterna del papa, cantor de los mártires), San Lorenzo in Lucina, San Lorenzo in Panisperna y San Lorenzo in Palatio (esto es, en la patriarcal
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lateranense donde se custodiaba su cabeza). La iglesia estacional (en septuagésima y luego el tercer día de la semana in albis) del santo es la primera de las cinco iglesias patriarcales (en orden ascendente de dignidad) presidida por los sacerdotes en los títulos urbanos. Hoy, en el arco triunfal de la basílica, Lorenzo está representado con la cruz entre las manos y el libro con la leyenda: "Disperdidit, dedit pauperibus" (Sal 111,9). 2. Mensaje y actualidad Las oraciones de la misa y los diversos textos de la liturgia de las horas configuran la fisonomía de este protodiácono de la Iglesia romana, de quien la antífona de entrada dice que "se mantuvo fiel al servicio de Dios y alcanzó la gloria del martirio". El significado de este martirio está, pues, en la diaconía de la Iglesia entera. a) En la colecta se señalan dos notas características. En la primera se invoca a Dios, "encendido en cuyo amor san Lorenzo se mantuvo fiel a su servicio y alcanzó la gloria del martirio". El ardor de este amor fue, pues, una fidelidad a su ministerio diaconal, como dice san Agustín en el sermón para el oficio de lectura: "En ella [la Iglesia de Roma] administró la sangre sagrada, en ella también derramó su propia sangre por el nombre de Cristo". También en la segunda antífona de las vísperas se pone en conexión este sacrificio de la vida con el sacrificio del Señor: "San Lorenzo exclamó: 'Soy del todo dichoso, porque he merecido ser hostia de Cristo' (hostia Christi)". En el relato legendario, del que se sirve san Ambrosio, se ponen en boca de Lorenzo, dirigiéndose al papa Sixto, estas palabras: "... a mí, a quien has confiado la consagración (la santificación) de la sangre del Señor". También se lee en la passio: "¿Hacia qué meta te diriges, padre santo, sin tu diácono? Tú no has tenido nunca la costumbre de ofrecer el sacrificio sin tu diácono. ¿Qué te ha disgustado en mí, padre? ¿Me has encontrado indigno, por ventura? Pruébame y ve si has elegido a un ministro indigno para la distribución de la sangre del Señor. ¿Le negarás quizá a aquel que has admitido a los sagrados misterios que sea tu compañero para derramar su sangre?" En los himnos del oficio se refleja la tradición legendaria según la cual Lorenzo habría sido martirizado por haber desobedecido a una ley fiscal, que imponía entregar los supuestos tesoros de la Iglesia. Después de haber reunido a todos los
286 San Lorenzo pobres y enfermos, le habría dicho al juez: "He aquí los tesoros de la Iglesia". Es precisamente este fervor de la caridad sacado de la sangre de Cristo el que transforma el instrumento del martirio: el fuego que lo consume se convierte en fuego de amor heroico. Así canta la primera estrofa de los laudes: "Mi alma está unida a ti, porque mi cuerpo ha sido quemado por ti, Dios mío". La intercesión de la colecta pide que el pueblo de Dios llegue a "amar lo que él amó y a practicar sinceramente lo que nos enseñó". En la inscripción que el papa Dámaso hizo poner en la basílica de San Lorenzo Extramuros se encuentran estos versos que conservaron los peregrinos de la Edad Media: "Los flagelos del verdugo, las llamas, los tormentos, las cadenas sólo pudo vencerlos la fe de Lorenzo. Dámaso, suplicante, colma de dones estos altares, admirando el mérito del glorioso mártir". b) La oración después de la comunión suplica "que este sacrificio, humilde servicio de tu pueblo, aumente en nosotros los frutos de la salvación". La passio, siempre pródiga en detalles, cuenta que la última fase del martirio, lleno de crueles tormentos, Lorenzo, ya extendido en la parrilla ardiente e invitado aún a sacrificar a los dioses, respondió: "Yo me ofrezco a Dios en sacrificio de suave olor, porque un espíritu contrito es un sacrificio para Dios". Y mientras los verdugos atizaban el fuego, dirigiéndose a Decio, dice: "Mira, miserable, ya has asado un costado; dale la vuelta, y cómetelo. Yo te doy gracias, Señor Jesucristo, porque he merecido franquear las puertas de tu reino". El gesto de Lorenzo al señalar en los pobres los tesoros de la Iglesia sigue siendo la gran enseñanza que hemos de seguir. También el valor que le llevó a desafiar a sus verdugos con la irónica frase que se ha vuelto célebre: "El asado está pronto", es señal de que el mártir, como Cristo en la cruz, no clama venganza; incluso sabe mostrarse humorista (como lo sería un día Tomás Moro). En efecto, el misterio de la redención, en el que está tan íntimamente inserto, se convierte en un anticipo de la inmortalidad y de la misma incorruptibilidad de la resurrección, hasta superar todos los dolores físicos. Del ejemplo de este mártir diácono, de quien Ambrosio nos ha transmitido una larga oración (de setenta versos), compuesta para la Iglesia de Roma, sobre la parrilla ardiendo, se puede aprender no sólo el amor por esa ciudad que justamente lo celebra como su tercer patrono (tras los apóstoles Pedro y Pablo), sino también el amor a nuestra Iglesia local. El mismo concilio Vaticano II ha fundado la eclesiología de la catolicidad
11 de agosto 287 en la realidad originaria apostólico-petrina de cada Iglesia particular unida a la Iglesia madre (siempre local) de Roma. El mismo vínculo cronológico y personal entre Sixto y Lorenzo que han establecido las fuentes es significativo asimismo en este sentido. Prefacio (MAE 389) Cristo, tu Hijo, ofreciendo su vida por nuestro rescate, nos amó hasta el fin y así nos enseñó que no hay amor más grande que el de aceptar la muerte por los hermanos. En esta escuela, Lorenzo, discípulo auténtico y fiel, dio a los hombres, con su martirio, la prueba suprema de amor.
11 de agosto SANTA CLARA, virgen (1193/4-1253)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de santa Clara, muerta en san Damián (fuera de las murallas de Asís) el 11 de agosto de 1253, a los sesenta y un años, y canonizada en 1255 por el papa Alejandro IV, que la había visitado durante su enfermedad (como cardenal protector: Rainaldo), nos remite a las fuentes franciscanas de la Leyenda de la vida de santa Clara, que Tomás de Celano sacó de las actas del proceso de canonización (halladas hace poco, tras su pérdida en el siglo xvi). De éstas se deduce que sin ella —la "pequeña planta del santo padre Francisco"— no sería comprensible la experiencia del Pobrecillo de Asís. Nacida en Asís en 1194 del caballero Favarone y de la noble dama Ortolana, se encontró varias veces de adolescente con Francisco, convertido en 1208, "el loco cuyas palabras le parecían inflamadas y las obras sobrehumanas". Habiendo huido
288 Santa Clara
de casa para evitar la propuesta de matrimonio (procedente de su tío Monaldo), la noche del domingo de ramos de 1212, después de haber oído misa en la catedral y haber recibido la palma de manos del obispo, bajó con su prima Felipa a Santa María de los Ángeles (la Porciúncula restaurada por Francisco) y se hizo cortar los cabellos y vestir el sayo oscuro por el mismo san Francisco, consagrándose a Cristo. Seguida pronto por su hermana Inés (luego santa), después de haber abrazado una pobreza radical obteniendo del papa el privilegium paupertatis (o sea, el no poseer nada), fundó con Francisco la segunda Orden franciscana, que lleva su nombre: las Clarisas. Así empieza la vida de aquellas "pobres mujeres" en San Damián; y en cuarenta y tres años de vida monástica, veintinueve de ellos con dolorosas enfermedades, Clara realizó plenamente el ideal concebido por Francisco, que se había ganado su corazón, obteniendo antes de morir de Inocencio IV, entonces en Asís, el poder seguir la Regla de los Menores adaptada al uso de las "pobres mujeres". Dos veces hizo huir a los sarracenos alistados por Vitale d'Aversa al servicio de Federico II; la primera, ordenando a un sacerdote que dirigiera contra ellos la custodia (1240) desde la ventana del dormitorio; y la segunda, totalmente inmovilizada, exhortando a las hermanas a la oración (1241). Dio el último saludo a los restos de Francisco, que había sido albergado unas semanas, en otoño de 1225, en una pequeña celda de ramaje levantada en el huerto de San Damián, el 5 de octubre de 1226, dos días después de la muerte del santo, obteniendo que el cuerpo fuera introducido en la clausura del convento, ante la reja que servía para la comunión. Obligada a guardar cama (de 1224 a 1253), murió honrada por el papa y por los cardenales que vinieron de Perugia.
2.
Mensaje y actualidad
a) La colecta, sacada del propio de los Menores, subraya que Dios infundió en santa Clara "un profundo amor a la pobreza evangélica". Ninguno de los discípulos de san Francisco vivió la pobreza con el rigor y fervor de Clara, que, compartiendo la misión del santo padre recibida del crucifijo de San Damián de restaurar la iglesia, obtuvo de Inocencio m (que en 1215 no podía aprobar nuevas reglas según las prescripciones del concilio Lateranense IV) "el privilegio de no gozar de privilegios"; esto es, la pobreza absoluta. No se resignó a morir antes
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de haber obtenido la aprobación con una bula papal de Inocencio IV; se la llevó el cardenal Reginaldo dos días antes de su muerte. En la parte de intercesión de la oración se pide a Dios, por su intercesión, "que, siguiendo a Cristo en la pobreza de espíritu, merezcamos llegar a contemplarte en tu reino". El fragmento de la carta de Clara (de las cuatro que nos han quedado junto con el resto de los escritos: la Regla y el Testamento) a la beata Inés de Praga, en el oficio de lectura, nos transmite este amor a la pobreza: "¡Oh admirable humildad, oh pasmosa pobreza!", exclama Clara después de haber dicho que en este espejo de la visión de Cristo brillan la bienaventurada pobreza, la santa humildad y la inefable caridad. b) Toda la ternura de Clara se vuelca en su bendición, invitándonos a hacer propia la petición expresada en la oración sobre las ofrendas de "ser renovados por Dios". "Yo, Clara, sierva de Cristo, pequeña planta de nuestro santo padre Francisco, hermana y madre vuestra y de las demás Hermanas Pobres, aunque indigna..., os bendigo durante mi vida y después de mi muerte como puedo y más de lo que puedo". Ésta frase final reasume las mismas palabras pronunciadas por Clara en el lecho de muerte, en las que exhortaba a su alma ("cuyo divino guía está ahora tan cerca de mí") con estas palabras: "Vete en paz, ya que has seguido el buen camino; vete confiada, ya que tu Creador te ha santificado, custodiado incesantemente y amado con toda la ternura de una madre por su hijo. Oh Dios, bendito seas por haberme creado". c) En la oración después de la comunión se pide a Dios "que nos otorgue la victoria sobre el pecado y la salud del cuerpo y del espíritu". Aunque estas expresiones sean genéricas, se puede entrever en ellas la exhortación a obtener la victoria sobre el egoísmo de la posesión de los bienes, que es una de las principales causas de nuestro pecado. Clara parece que no luchó demasiado para conseguir esta victoria, conquistada con sólo quince años por el ejemplo y la palabra del hijo de Pedro Bernardone; pero hemos de admitir que también su naturaleza tuvo que luchar para conquistar aquel dominio de sí y desapego de los bienes mundanos, puesto que sus austeridades fueron tan duras e implacables que tuvo que sorportar durante veintinueve años enfermedades que la obligaban casi siempre a descansar en una dura yacija. "Nadie ha realizado jamás con mayor plenitud el ideal concebido por un hombre que esta mujer, cuyo corazón conquistó este hombre (Francisco)" (Joergensen). Es el secreto de Clara y puede ser también el
290 San Ponciano y san Hipólito nuestro, siempre que no se atenúe el ideal evangélico. Las palabras de Clara a Inés de Praga son siempre actuales: "Te considero como una ayuda de Dios y un sostén de los miembros frágiles de su cuerpo inefable". Prefacio (Propio de los Franciscanos) Porque impulsaste a tu sierva Clara con el ejemplo de san Francisco a seguir las huellas de tu Hijo, y la uniste a él en desposorio místico y en amor eterno. Elevada a la cumbre de la espiritualidad franciscana por el camino de la extrema pobreza, la constituiste también madre de innumerables vírgenes.
13 de agosto SAN PONCIANO, papa, y SAN HIPÓLITO, presbítero, mártires (t 235?)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de la inhumación en sus cementerios rituales: en la vía Tiburtina del sacerdote Hipólito y en el de Calixto del papa Ponciano, es atestiguada por la Depositio martyrum (de 354) y por el calendario filocaliano en la fecha del 13 de agosto. Así fueron reunidos (en 1969) nuevamente los dos santos separados en el medievo (siglo xn, Ponciano el 19-20 de noviembre), cuyos cuerpos habían sido trasladados desde Cerdeña, donde, deportados en el año 235, murieron a causa de los malos tratos en las minas locales. Según las noticias históricas, este Hipólito, mártir romano, no ha de confundirse con otros dos personajes: un obispo, escritor oriental residente en Roma, y un escritor cismático, autor de los Philosophoumena y de las demás obras enumeradas (tal
13 de agosto 291 vez la Traditio apostólica, antigua fuente litúrgica romana) en el pedestal de la estatua de Hipólito (en la Biblioteca vaticana). La inscripción que compuso el papa Dámaso en honor de Hipólito, venerado en la vía Tiburtina, revela la incertidumbre de la tradición. En efecto, él recurre al siguiente relato: Hipólito, "cuando arreciaban las órdenes del tirano, fue sacerdote y permaneció siempre en el cisma de Novato; en el tiempo en que la espada se cebó en las visceras de la madre (Iglesia), mientras fiel a Cristo marchaba hacia el reino de los santos, el pueblo le preguntó qué dirección tenía que seguir, y respondió que todos debían seguir la fe católica. Así mereció, confesando la fe, ser nuestro mártir. Dámaso refiere lo que ha oído. Cristo lo prueba todo". Estas noticias inciertas nos llevarían a confundir al sacerdote Hipólito con el escritor rigorista que, atacando al papa Ceferino, acusado de excesiva indulgencia, llegó a convertirse en antipapa contra Calixto (217); y luego, habiéndose reconciliado en el destierro con el papa Ponciano (235), habría renunciado a su cargo por la unidad de la Iglesia. Dado que la identidad entre el mártir Hipólito y el escritor no es admitida hoy por todos, en el oficio de lectura se ha elegido una carta de san Cipriano dirigida a unos cristianos encarcelados por la fe, unos quince años después de la deportación de Ponciano y de Hipólito. Las noticias inciertas sobre Hipólito, que se reflejan también en el himno de Prudencio (siglo IV, en su Peristephanon), donde se alude al martirio de Hipólito (murió arrastrado por caballos), se suman a la incongruencia de explicar por qué —en la hipótesis de identidad del mártir de la "Depositio" (354) con el cismático del Catálogo Liberiano— el papa Ponciano está pospuesto en la memoria a su antagonista romano. Las noticias sobre Ponciano no son muy precisas. Sólo sabemos que fue sucesor del papa Urbano I en el año 230 y que quizá, por la benevolencia del emperador Alejandro, pudo continuar el vasto plan de gran administrador iniciado por Calixto (222). Con la sucesión del emperador Maximino el Tracio se renovó la persecución contra los cristianos. Ponciano, que debía hacer frente al cisma de Hipólito, renunció el 28 de septiembre del 235 (junto con él) a su legítimo cargo, porque había sido condenado a la deportación en Cerdeña, donde murió. El papa Fabián, en el período de paz recuperada, hizo traer los cuerpos de ambos mártires a Roma e inhumar el de Ponciano en la cripta de los papas en el cementerio de Calixto, con la leyenda en griego sobre su tumba: "Ponciano obispo". En la puerta de entrada a la cripta se lee otra inscripción, tal vez
292 San Maximiliano María Kolbe contemporánea: "Ponciano vive en Dios con los demás santos obispos". La noticia de su muerte, en el Líber pontificalis el 30 de octubre, proviene de una confusión entre las dimisiones del papa y su muerte.
2.
Mensaje y actualidad
La colecta pide a Dios "que el glorioso martirio de sus santos aumente en nosotros los deseos de amarte y fortalezca la fe en nuestros corazones". Es, pues, la solidaridad del martirio lo que aquí se recuerda; es decir, la de los ministros de la Iglesia local (uno obispo y el otro sacerdote). Como dice Cipriano en la carta citada, "dichosa Iglesia nuestra, a la que Dios se digna honrar con semejante esplendor, ilustre en nuestro tiempo por la sangre gloriosa de los mártires. Antes era blanca por las obras de los hermanos; ahora se ha vuelto roja por la sangre de los mártires... Que cada uno de nosotros se esfuerce ahora por alcanzar el honor de una y otra altísima dignidad, para recibir así las coronas blancas de las buenas obras o las rojas del martirio". De Hipólito se leen tres textos: de la Refutación de todas las herejías (oct. de nav. 30-XII); de Contra Noeto (fer. de adv. 23-XH); del Sermón sobre la Epifanía (desp. epif. 8-1).
14 de agosto SAN MAXIMILIANO MARÍA KOLBE, presbítero y mártir (1894-1941)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Maximiliano, muerto en Oswiecim (Auschwitz), Polonia, el 14 de agosto de 1941, canonizado y declarado mártir por Juan Pablo II en 1982, nos hace revivir una de las páginas más dramáticas de la última guerra y de la barbarie nazi en los campos de concentración. Raimundo, nacido en la pequeña ciudad de Zdunska Wola (Polonia) en
14 de agosto 293 1894, entró en los Menores Conventuales en 1907 con el nombre de Maximiliano; estudió filosofía y teología en Roma, doctorándose, y fue ordenado sacerdote en 1919, también Roma. Por su ardiente amor a la Virgen (tomó el nombre de María en 1914 al hacer los votos solemnes) estaba convencido de que comenzaba la época de la Inmaculada, en la que María aplastaría la cabeza de la serpiente. Por eso fundó la asociación denominada Milicia de la Inmaculada, cuyos miembros, los "Caballeros de la Inmaculada", hacían una opción global. Construyó de la nada toda una ciudad (1927), llamada Ciudad de la Inmaculada (Niepokalanów), que se difundió por su patria y por varias regiones (a los diez años contaba con setecientos sesenta y dos religiosos). Misionero en Japón en 1930, fundó allí una ciudad análoga en la perifera de Nagasaki, a la que llamó "El jardín de la Inmaculada". Vuelto a la patria en 1936, sufrió la persecución de la Gestapo, que transformó la Ciudad de la Inmaculada en un campo de concentración; pero logró reorganizarla para la supervivencia de todos los deportados. Arrestado en 1941 por segunda vez, fue encerrado en el campo de trabajo de Auschwitz, donde por odio se le mezcló con los judíos (se convirtió en el n. 16670). Con motivo de la fuga de un detenido del bloque 14 y de la diezmación por represalia que de ello se derivó, ofreció voluntariamente la vida sustituyendo a un deportado que tenía familia. Murió en el bunker del hambre la víspera de la fiesta de la asunción, a los cuarenta y siete años. Su cuerpo fue incinerado con los de otros ocho detenidos.
2.
Mensaje y actualidad
Las oraciones de la misa resumen los rasgos de este mártir de la caridad. a) En la colecta se invoca a "Dios, que al mártir san Maximiliano María Kolbe, apóstol de la Inmaculada, le llenó de celo por las almas y de amor al prójimo". La referencia es al apostolado mariano de Maximiliano, fundador de aquellas ciudades que tenían por finalidad no sólo defender la fe y contribuir a la salvación de las almas, sino también, con valiente decisión, sin fijarse en sí mismos, "conquistar para la Inmaculada un alma tras otra, una avanzadilla tras otra, enarbolar su estandarte en las casas editoriales de los diarios y de la prensa periódica, en las agencias de prensa, en las antenas radiofónicas, en los ins-
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15 de agosto
San Maximiliano María Kolbe
titutos artísticos y literarios, en los teatros, en las salas de cine, en los parlamentos, en los senados; en una palabra, por doquier en la tierra; además de vigilar para que nadie logre retirar esas enseñas". Con ideal ardiente, este "hombre de una sola verdad", pero sin integrismo, aspiró a conquistar el mundo; por eso fue a convertir a los paganos del Japón, amplió sus editoriales (de las ocho revistas editadas, el Caballero de la Inmaculada alcanzó millones de copias), fundó monasterios y soñó con proyectos para extender por todo el mundo la Milicia de la Inmaculada. Por eso en la intercesión final de la colecta se pide a Dios que podamos "trabajar generosamente por tu gloria en el servicio de los hombres y tener el valor de asemejarnos a tu Hijo, incluso en la muerte". En la carta de Maximiliano, para el oficio de lectura, se revela el alma de este ardor apostólico. Él demuestra que la prueba de la caridad perfecta es la obediencia, que ha de ejercitarse sobre todo cuando nos pide que sacrifiquemos nuestra voluntad. bj En la oración sobre las ofrendas y en la oración después de la comunión se evidencian el ofrecimiento de "nuestra vida" (sobre las ofrendas), y especialmente "aquel fuego de amor que recibió de este banquete san Maximiliano María Kolbe". Se alude al fin heroico en brazos de la muerte del campo de concentración, donde los detenidos lo llamaban "nuestro pequeño padre". En efecto, decía a todos: "El odio no es una fuerza creativa; sólo el amor es fuerza creativa". Es una lección imperecedera de oblatividad humana y cristiana. Frente al comandante del campo, para quien las prisioneros sólo eran números, recordó a todos que eran hombres: "Soy un sacerdote católico, soy anciano (¡cuarenta y siete años!); quiero ocupar su puesto (del destinado al exterminio F. Gajowniczek, con dos hijos), porque él tiene mujer e hijos". Con la aceptación inesperada por parte del comándate (K. Fritsch) del intercambio, y por ende de la eficacia de la donación, Maximiliano transformó el campo de exterminio en un calvario. Con una inyección de ácido fénico en el brazo izquierdo lo exterminaron, después de dos semanas de hambre. Lo encontraron muerto todavía apoyado contra la pared, los ojos abiertos y fijos en un punto: "Toda su figura estaba como en éxtasis". Por eso este "primer mártir de la caridad", que de joven (1920) anotaba: "Tengo que hacerme un santo lo más grande posible", consiguió "la victoria mediante el amor y la fe en un lugar construido para la negación de la fe en Dios y en el hombre"
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(Juan Pablo II). Así demostró que su martirio voluntariamente aceptado, después de haber gastado todas sus energías para la construcción de un mundo diverso, no fue una huida, sino la plenitud de su energía vital. Su activismo de franciscano moderno, iluminado por el espíritu mariano, es también en nuestros días una invitación a conciliar la vida activa con una profunda vida interior.
15 de agosto LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA (siglos vi-vn)
1. Nota histérico-litúrgica La solemnidad de María, la Theotokos, el 15 de agosto (en el leccionario armenio de Jerusalén existe otra memoria en torno al año 451, concilio de Éfeso), se encuentra específicamente en un leccionario georgiano del siglo vn, que se hace eco de costumbres jerosolimitanas anteriores. Aquí se atestigua una celebración mariana el 15 de agosto, en una iglesia mandada construir por la emperatriz Eudoxia en el Getsemaní, porque se creía que allí se encontraba la tumba de la Virgen, entre otras cosas por impulso de las narraciones apócrifas en torno a la muerte de la Virgen (Transitus sanctae Mariae). La fiesta de la dormición (koisimis) de María, impuesta en el siglo VI por el emperador Mauricio (f 602) a todo el imperio romano, donde ya existía la fiesta de la Theotokos el 1 de enero, es celebrada en Roma en tiempos del papa Sergio (687-701), en el siglo vn, con el nombre de Pausado (dormición), junto con las demás fiestas marianas (purificación, anunciación, natividad). Sólo en el siglo Vffl recibe el título de asunción de la bienaventurada virgen María en el sacramentarlo gregoriano ("Sufrió la muerte, pero no estuvo sujeta a sus lazos"). Era solemnizada por una procesión nocturna desde San Adrián en el Foro hasta Santa María la Mayor, con una vigilia y ayuno (en el siglo IX se añadió también la octava) y con una oración de colecta que se perpetuó hasta 1566). Aunque en el siglo v los relatos apócrifos sobre el Tránsito
296 La asunción de la Virgen María
de María traten de describir cómo sucedió la muerte de la Virgen, sólo la tradición ininterrumpida de la Iglesia, testimoniada por Gregorio de Tours en primer lugar (594) y luego por los demás padres (san Modesto de Jerusalén, 634), es corroborada por el hecho de que nunca fue venerada en la antigüedad una verdadera reliquia del cuerpo de María. Ni siquiera en Efeso, donde parece más probable que ocurriera la muerte de la Virgen (cf las revelaciones de santa Brígida y de Catalina Emmerich, confirmadas por recientes descubrimientos arqueológicos), tanto más cuanto que en el concilio celebrado allí se hizo una alusión indirecta al culto de María. El testimonio de la muerte de María, atestiguado por la noticia de san Efrén (mientras que Timoteo, sacerdote de Jerusalén, en el siglo IV se inclinaba por la inmortalidad), es sufragado por el culto sepulcral antiguo en la necrópolis del Getsemaní (recientemente redescubierta), que no puede considerarse, sin embargo, anterior a la tradición efesina, a pesar de la referencia a los apócrifos del Tránsito, que podrían hacer suponer fuentes arcaicas. A finales del siglo VIH, en cualquier caso, la fiesta tenía ya una vigilia con ayuno, y en el siglo IX una octava. La creencia universal de este acontecimiento ha sido confirmada por la respuesta afirmativa de todo el episcopado católico consultado en 1946 por Pío XII, que autenticaba el "sensus fidelium" con la definición dogmática del 1 de noviembre de 1950 (Munificentissimus Deus). En ésta se inspira la misa Signum mangum, integrada por el desarrollo teológico de la Lumen gentium, donde se la pone en conexión entre el misterio de Cristo y el de María (la misa de la vigilia es más genérica).
2.
Mensaje y actualidad
En la antigua misa de la vigilia, que se remonta al sacramentario papal del siglo vni (gregoriano), la colecta subraya el vínculo entre la asunción de María y su maternidad divina: "porque te has complacido, Señor, en la humildad de tu sierva, la virgen María, has querido elevarla a la dignidad de madre de tu Hijo y la has coronado en este día de gloria y esplendor". Cabe notar el silencio litúrgico sobre el hecho de la muerte de María. En la misa del día de la fiesta pueden apreciarse tres temáticas esenciales, centradas en la doble dimensión del acontecimiento: personal y eclesial. a) En la colecta, ante todo la verdad de la asunción (que
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comprende indirectamente la dormitio = muerte, la pausaño — reposo, la depositio — sepultura y la entrada en el cielo = natalis) es relacionada con las otras dos verdades de la inmaculada concepción (pre-redenta) y de la maternidad divina, ya que se invoca a "Dios..., que ha elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada virgen María, madre de su Hijo". Uno de los fundamentos indirectos del dogma es la predicción de la victoria total de la mujer sobre la serpiente (Gen 3,15: texto capital para el dogma de la Inmaculada Concepción), y por ende sobre las tres maldiciones de que forma parte la muerte corruptora (cf ICor 15,55). Asimismo en los textos de Le 1,28 la "llena de gracia" es saludada por Isabel con una bendición única (Le 1,42), que hace creer que María no estuvo sujeta jamás a la maldición de Gen 3,19, sino asociada a la bendición de su hijo. b) La segunda temática, más completa aún, se infiere del prefacio, compuesto recientemente por la constitución Lumen gentium (n. 68) y por el oficio y misal ambrosiano. Aquí se explícita que María "es figura y primicia de la Iglesia, que un día será glorificada; ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra. Con razón no quisiste, Señor, que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al autor de la vida". En este dies natalis de María se celebra el misterio pascual de Cristo, aunque de modo perfecto respecto al de todos los santos (cf SC 104); pero de modo particular por la unión inescindible entre la madre y el hijo, como subrayan las citas de las lecturas bíblicas, tanto de la misa (cf U lect. de ICor 15,20-26) como del oficio (Ef 1,16-2,10). Con esta nueva centralización cristológica (la pre-redimida es también la pre-resucitada), que aparece asimismo en las antífonas de la liturgia de las horas (cf primera antífona de las primeras vísperas: "Cristo ascendió a los cielos y preparó un trono eterno a su madre inmaculada"), es algo más que encomiástica la estrofa del himno de las primeras vísperas (de san Pedro Damián): "El coro de los ángeles y el orden de los profetas y de los apóstoles contemplan a María como la primera después de la divinidad". La glorificación de María, es, pues, la coronación de su itinerario de fe y de gracia singular; y la fiesta de su destino de plenitud y bienaventuranza, casi como corolario de su holocausto compartido con Cristo en la cruz (Jn 19,25). c) El tercer tema es el del vínculo entre María y la Iglesia, recordado por la nueva lectura de la misa (Ap 11-12 y lectura
298 San Esteban de Hungría breve de sexta), porque la alusión al protoevangelio vuelve a proponer el paralelismo entre la mujer, la hija de Sión y la Iglesia de la nueva alianza. Por eso la intercesión de la colecta actualiza también para nosotros esta tensión escatológica: "que aspirando siempre a las realidades divinas lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo". 0 bien: "que nuestros corazones... vivan siempre orientados hacia ti" (oración sobre las ofrendas). 0 que "lleguemos a la gloria de la resurrección" (oración después de la comunión). María asunta se convierte, pues, en el icono escatológico de la Iglesia. Por eso el canto del Magníficat (cf texto del evangelio) deviene nuestra participación en esta pascua de María. La página de la encíclica de Pío XII (Munificentissimus Deus), en el oficio de lectura, que cita, entre los Padres orientales, a Juan Damasceno (f 749) y Germán de Constantinopla (t 733) y a otro escritor antiquísimo, nos confirma en esta verdad: que fue "preservada inmune de la corrupción del sepulcro y, a imitación de su hijo, vencida la muerte, llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial".
16 de agosto SAN ESTEBAN DE HUNGRÍA (969/70-1038)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Esteban, rey de Hungría, muerto el 15 de agosto de 1038, después de cuarenta y dos años de reinado, en Alba Real (Szekesfehérvar), y canonizado en 1083, es celebrada el primer día libre después de la asunción. Esteban (nombre del bautismo, 985; nombre originario, Vajk) sucedió en el reino a su padre Geza, duque pagano casado con una mujer cristiana (Sarolt). Orientó a Hungría (cuyo pueblo de origen asiático había asimilado a la población eslava de la llanura danubiana, convirtiéndose pronto a la fe cristiana) hacia el cristianismo (como Clodoveo en Francia, Etelberto en Inglaterra, Recaredo en España, Miczislav en Polonia, Boris en Bulgaria y Vladimiro en Rusia), admitiendo a los misioneros
16 de agosto 299 bávaros (del obispo Peregrino de Passau) en su reino. Casado en el año 955, por consejo del arzobispo Adalberto de Praga, con la princesa Gisela de Baviera (hermana del futuro Enrique III), tras la muerte de su padre, en el año 997, emprendió la evangelización de su país, que ya había iniciado en el siglo IX la Iglesia de Constantinopla, aunque seriamente comprometida en el siglo XI por la crisis de la Iglesia de Oriente, sirviéndose particularmente de los benedictinos de Cluny. Entre las diversas opciones posibles a la sucesión a su padre, afrontó tres problemas de política: eligió Occidente y no Oriente; la independencia más bien que el vasallaje al imperio romano-germánico o bizantino; la unidad nacional más bien que una política fundada en el ordenamiento feudal de las tribus, pero conservando con un prudente empirismo las costumbres del pueblo a través del clan como elemento social y económico y combatiendo el poder tribal (separatista y antirreal). Fundó muchos monasterios, como el de San Martín de Pannonhalma y el de Pecsvarad, que fueron grandes centros misioneros; y sirviéndose del monje Anastasio y del obispo de Praga (Astrik) para una misión a Roma, obtuvo del papa Silvestre U la diadema (corona imperial), la cruz procesional y los poderes para crear obispados y nombrar dignatarios eclesiásticos, soldando el Estado a la Iglesia nacional. Durante esta política de emancipación, apoyada por el emperador Otón IE, fue coronado en la navidad del año 1000. Vio morir prematuramente (en un incidente de caza) a su hijo, de extraordinarias virtudes (Emético). Murió casi septuagenario, siendo enterrado en Szekesfehérvar; sus reliquias, junto con las del hijo, fueron veneradas (bajo Gregorio VII) con un rito entonces equivalente a la canonización. En 1686 Inocencio XI extendió la fiesta a toda la Iglesia. La imagen tradicional nos lo presenta con un manto de coronación (casula), entregado después a la iglesia de Santa Maria in Civitate Alba (abadía donde murió), símbolo no sólo de su nombre (Esteban = corona, en griego), sino también de la unidad nacional, en el campo de tensión de nada menos que cuatro civilizaciones confinantes: turca (este), greco-eslava (Balcanes), latino-germánica (occidente) y eslavo-pagana (norte). 2. Mensaje y actualidad La colecta de la misa pone en evidencia el rasgo principal de este rey, que condujo a su pueblo a la fe en Cristo. Se invoca a
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19 de agosto
San Esteban de Hungría
Dios por su Iglesia, que-"tenga como glorioso intercesor en el cielo a san Esteban de Hungría, que durante su remado se consagró a propagarla en este mundo". Después de dar muerte al jefe de los magiares paganos, que se había revelado contra él (Koppany) en la batalla de Vezprem, se dedicó a su evangelización, usando incluso medios represivos (que en aquel tiempo eran legítimos) contra los vicios morales (prohibió, por ejemplo, los matrimonios entre cristianos y paganos). Secundado por el veneciano Sagredo en esta obra, consagró su reino a María, llamada la "Gran Señora". Y, haciendo justicia a los pobres que él mismo catequizaba, fundía en aquel siglo de hierro su obra religiosa con la social y política, creando así un modelo ideal en la historia de la Iglesia durante muchos siglos. Por eso fue llamado por el papa, por su celo en lograr conversiones, "rey apostólico". Los ejes de su acción político-religiosa fueron éstos. Ante todo se garantizó la independencia, con las guerras que le hicieron batallador, sin llegar a la crueldad; como en el caso de la defensa contra el ejército de Conrado II de Alemania, que en el año 1030 había invadido Hungría para oponer su política contra Venecia y Bizancio, cuando mandó hacer oraciones y ayunos, que sirvieron (con otras causas) para conjurar el peligro. Un obispo cronista contemporáneo subrayó su bondad con los vencidos: la misma mutilación del conjurado Wasul fue interpretada como acto de clemencia. En segundo lugar organizó la estructura eclesiástica, queriendo fundar doce diócesis con dos metrópolis (de Gran y Kalacsa); creó solamente diez, poniendo al mando de las mismas a hombres honrados (entre ellos al docto benedictino Gerardo). Además construyó muchas iglesias, entre otras la iglesia catedral metropolitana de Eztergom, y después la de Szekesfehérvar. Para ello dividió el país en tantos condados como archidiaconados eclesiásticos (39); puso al mando del reino a un consejo real o dieta; adoptó leyes importadas de Francia y Baviera para regular la economía y la política, pero respetando y reorganizando las viejas costumbres de los clanes. Por fin favoreció la construcción de monasterios, creando preciosos servicios para los viajeros piadosos (en Jerusalén, Bizancio, Roma y Rávena), que le hicieron famoso entre los extranjeros. Para esto prefirió a los monjes benedictinos. La intercesión de la colecta ruega: "que tu Iglesia tenga como glorioso intercesor en el cielo a san Esteban de Hungría". Se puede decir que este monarca de espíritu benedictino, que todos los años tenía la costumbre de depositar su cargo real en
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la iglesia de San Martín (luego San Esteban) para indicar que lo ejercía en nombre de Dios, sigue siendo en nuestros días un modelo de prudencia. Como puede deducirse de su exhortación, reproducida en el oficio de lectura y tomada de sus consejos (Admonitiones) redactados para su hijo (aunque no todos admiten su autenticidad): "En nuestro reino, hijo amadísimo, [la fe] debe considerarse aún joven y reciente, y por esto necesita una especial vigilancia y protección; que este don, que la divina clemencia nos ha concedido sin merecerlo, no llegue a ser destruido o aniquilado por tu desidia, por tu pereza o por tu negligencia". No fue sólo un genio de la diplomacia, sino también el creador de la grandeza de su pueblo, haciendo del mismo uno de los bastiones del mundo cristiano contra el peligro mongol y turco. Su ejemplo de soberano sabio y celoso, aunque en un contexto muy diverso, es siempre actual.
19 de agosto SAN JUAN EUDES, presbítero (1601-1680)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Juan Eudes, muerto en Caen (Normandía, Francia) el 19 de agosto de 1680 y canonizado en 1925, nos traslada al candente clima francés, dominado por el rigor de los jansenistas, que le combatieron tenazmente. Fue uno de los principales reformadores de la vida religiosa de Francia en el siglo xvn; tanto que el venerable Olier lo llamó la "rareza de su siglo". Nacido en Ri, en la diócesis de Séez (Normandía) en 1601, primogénito de siete hermanos, fue educado en los jesuítas, entrando después en la Congregación del Oratorio, fundada por De BéruUe en París (1623). Fue discípulo de dos santos: del mismo De Bérulle y de Ch. de Condren. Aquí fue ordenado sacerdote (1625). Vuelto a su Normandía, solicitado por la peste que la devastaba (1631), se prodigó generosamente, logrando evitar la muerte por contagio. Luego reemprendió las misiones propiamente dichas (de 1632 a 1675), hasta que en 1639 fue nombrado superior del Oratorio de Caen, continuando
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San Juan Eudes
su obra de las misiones populares y de las conferencias especiales al clero tanto en Normandía como en Bretaña. Pero el Señor le empujaba (tal vez inspirado por la mística y primera terciaria del Sagrado Corazón María des Vallées, de la que escribió una biografía calificada de herética por un jansenista) a emprender la obra de formación del clero en los seminarios, de la que no se ocupaba explícitamente el Oratorio. Por ello, dejando este instituto en 1643, fundó la Congregación de Jesús y María, hoy de los Padres Eudistas, esto es, de sacerdotes seculares dedicados a la predicación en la campiña y a la dirección de los seminarios. Pese a las dificultades iniciales, era apoyado por Olier, por toda la Compañía del Santísimo Sacramento (M. de Renty), dirigida por el padre De Condren, y por san Vicente de Paúl. Además de ésta, fundó en 1644 la Obra de Nuestra Señora de la Caridad o del Refugio, que se transformará en el Instituto del Buen Pastor de Angers, para la recuperación de las muchachas extraviadas. Luego desarrolló desde 1641 el culto de los sagrados corazones de Jesús y de María juntos, como una especie de Tercera Orden de la Sociedad admirable del Corazón de la Madre de Dios. Tras cuarenta y ocho años de misiones (que fueron más de ciento quince) para la recristianización de la campiña, murió a los setenta y nueve años, después de renunciar al cargo de primer superior general de su congregación y de superar tormentosas tribulaciones en los últimos años. Las regiones evangelizadas por él en el siglo xvn aún siguen ostentando la huella de la fe, a diferencia de las otras hoy descristianizadas de Francia.
2. Mensaje y actualidad La colecta (retocada) de la misa focaliza los rasgos de este gran discípulo del padre De Bérulle, heredero de las ideas del padre De Condren, émulo de san Vicente de Paúl y de M. Olier, con la invocación: "Dios, que elegiste a san Juan Eudes para anunciar al mundo las insondables riquezas del misterio de Cristo". En efecto, él, en el reino de Luis XIII y bajo Richelieu, fue un reformador y predicador que —en un contexto donde la gran piedad de la Iglesia estaba en crisis a causa de la superstición en la fe de los humildes, de la impostura de los grandes, de la ignorancia del bajo clero y de la ostentación de los privilegios del alto clero— supo difundir el amor a Cristo. En el oficio de lectura, la página del Tratado sobre el admirable Cora-
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zón de Jesús nos presenta a este corazón como la única fuente de la verdadera vida y el fundamento de este culto (del que fue el verdadero doctor), componiendo en 1669 un oficio del sagrado corazón para uso (desde 1672) de su congregación. No es una devoción más, porque, como dirá él mismo, "la ciencia de la devoción consiste en no apegarse a ninguna práctica o ejerció particular de devoción". No se trata, pues, del corazón anatómico de Cristo, sino del amor mismo de Cristo a su Padre, sin olvidar el amor de Jesús por nosotros. También en la oración Ave Cor, dedicada a María, para la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad, se refiere siempre al amor. El final de la colecta ruega "que por su palabra y su ejemplo crezcamos en el conocimiento de la verdad de Dios y vivamos según el evangelio". La victoria contra el jansenismo se debe, entre otras cosas, a la difusión de esta devoción a los corazones de Jesús y de María, que era lo esencial de su evangelio. Difundía esta devoción con las predicaciones, con los libros (entre ellos La vida y el reinado de Jesús en las almas cristianas, donde desarrolla la idea de Jesús que vive en nosotros) y con las cartas. Los frutos de esta evangelización en una situación religiosa desoladora (como la francesa bajo Enrique IV, Luis XIII y Luis XIV) fueron notables: la magia y superstición eran sustituidas por la fe y las prácticas religiosas; al feudalismo eclesiástico, la corrupción e ignorancia del clero se opuso y valorizó la formación de los seminarios con la creación del modelo de su congregación, donde el ideal era la integridad de la vida sacerdotal. Se puede decir que este "apóstol y doctor del culto de los sagrados corazones" (como lo llamó Pío X), después de santa Gertrudis, santa Catalina de Siena, santa Matilde, santa Margarita María Alacoque y santa Teresa de Ávila, sigue siendo hoy un maestro de aquella espiritualidad del amor afectivo que él mismo (en una carta de la liturgia de las horas, del viernes de la trigésima tercera semana) explica así: "Los misterios de Jesús no han llegado todavía a su total perfección y plenitud... El Hijo de Dios quiere comunicar y extender en cierto modo y continuar sus misterios en nosotros y en toda su Iglesia".
De san Juan Eudes se toma, además de la lectura del oficio del día de El admirable Corazón de Jesús, también un texto de El reino de Jesú (viern. XXXIII sem. T.O.).
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San Bernardo
20 de agosto SAN BERNARDO, abad y doctor de la Iglesia (1090-1153)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de san Bernardo, muerto en Claraval (Clairveaux) el 20 de agosto de 1153, canonizado en 1174 (a petición de los abades cistercienses en un concilio, en Tours) y proclamado doctor de la Iglesia en 1830, nos abre un portillo del siglo XII, denominado con propiedad una "época bernardina". Nació en Fontaines-lés-Dijon (Borgoña) en 1090, de una noble familia feudal (su padre era vasallo del duque de Borgoña). A los veintitrés años entró en la abadía de Citeaux (Cistercium, junto a Dijon), fundada en 1098 y gobernada por Esteban Harding (que estaba apenado por la falta de postulantes), arrastrando tras sí nada menos que a treinta amigos y parientes. La orden cisterciense iba a renacer, convirtiéndose él en una especie de segundo fundador. Después de tres años de vida monástica (1112-1115) fue elegido abad de Clairveaux, una filial de Citeaux, donde permaneció hasta su muerte, tras dedicarse a la contemplación, a la predicación y a responder a todos los llamamientos que la caridad y las circunstancias históricas requerían. Encargado por Eugenio III, antiguo discípulo suyo, a quien le había dedicado su último libro (el De consideratione), predicó la segunda cruzada, que tuvo un éxito militar negativo. Además fundó sesenta y siete monasterios, desde España hasta Siria y desde Sicilia hasta Suecia; intervino, por fin, como pacificador en las diversas contiendas (como el cisma de Anacleto II contra Inocencio II); suscitando por doquier entusiasmo y veneración por sus milagros, así como por su doctrina de interiorización espiritualista. Ésta no llegó nunca a los extremos de Enrique de Lausana, de Amado de Brescia (a quien Bernardo hizo expulsar de Francia) o del monje cisterciense Rodolfo, que excitaba a las muchedumbres a perseguir a los judíos. Su aportación a la espiritualidad cristiana se condensa en estos dos motivos: el descubrimiento de la piedad humanística, con la devoción a la humanidad de Cristo y el rol constitutivo de la piedad mariana en el contexto de la piedad hacia el HombreDios (María es el "aquaeductus gratiae").
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2. Mensaje y actualidad a) En la colecta de la misa se invoca a Dios: "tú hiciste del abad san Bernardo... una lámpara ardiente y luminosa en medio de tu Iglesia". Es la primera característica de este abad, a quien Mabillon llamó "el último padre, pero no ciertamente inferior a los primeros", porque su doctrina sapiencial, vinculada a la Escritura y a la liturgia, lo preservó de la dialéctica escolástica incipiente. En lugar de elegir el monasterio de Cluny (de los monjes negros), llamado la "segunda Roma" por su suntuosa decoración y el feudo más rico de Borgoña (en la polémica contra Pedro el Venerable no renunció a la aspereza), Bernardo abandoné el castillo de Fontaine (seguido por sus hermanos y amigos y después también por su padre) para dirigirse a aquella trapa del siglo XII (en el bosque de Citeaux) donde los monjes blancos, fieles a la regla benedictina restaurada por Roberto de Molesme (1098), oraban incesantemente en una iglesia desnuda y trabajaban duramente. La luz de esta lámpara brilló ante todo en sus obras teológicas y ascéticas, como el Tratado de la gracia y del libre arbitrio, Sobre el ascenso del alma a Dios (solicitada por Guigo el C), los Sermones sobre el Cantar de los Cantares y su obra maestra ascética: el Tratado del amor de Dios. También en sus controversias con Abelardo, que proclamaba "saberlo todo en el cielo y en la tierra, excepto el verbo 'no sé', pretendiendo explicar lo que supera a la razón a costa de la fe y de la misma razón", Bernardo demostró su doctrina sapiencial. En el encuentro celebrado con él en Sens (1140), Bernardo invitó al maestro parisino a retractar sus tesis, otorgándole que publicara su retractación (con el título de Apología). Predicó con gran eficacia, recorriendo la Francia meridional, contra los cataros. La intercesión final de la colecta le pide a Dios nos conceda "participar de su ferviente espíritu y caminar siempre como hijos de la luz". En la antífona de laudes del Benedictus, con un texto derivado de Citeaux, se celebra este tema de la luz: "San Bernardo, cuya alma fue iluminada por los resplandores del Verbo eterno, irradió por toda la Iglesia la luz de la fe y de la doctrina". Él, que en su sermón 83,4 sobre el Cantar de los Cantares, que se encuentra en el oficio de lectura, dice que "el amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo", supo defenderse también contra aquel falso católico que era más peligroso que un hereje declarado (quizá se trata del hereje Enrique, a
306 San Bernardo quien combatió en el sur de Francia), con argumentos que no estaban inspirados por un celo sin ciencia, sino por la virtud indispensable de la discreción (como él mismo dice en el sermón 64,8 sobre el Cantar). b) En la oración sobre las ofrendas se pone de relieve un segundo aspecto de este maestro de los místicos y "doctor melifluo" (como se le ha llamado), porque se recurre al "misterio de unidad y de paz", recordando a san Bernardo, "que brilló por su palabra y sus obras, y defendió con firmeza la concordia y el orden de la Iglesia de Dios". Cuando en 1130 en Roma eran elegidos dos papas, uno (Inocencio II) por la Iglesia y el otro (Anacleto II) apoyado por los feudatarios, Bernardo recorrió toda Europa, en aquellos ocho años de cisma, para incitar a los tímidos y amenazar a los traidores, tratando con los soberanos, a fin de llevar al antipapa a los pies del pontífice legítimamente elegido. Luchó asimismo contra las herejías que dividían a la cristiandad (contra el hereje Enrique), hasta el punto de ser llamado "martillo de los herejes". Incluso en la misma propaganda de la cruzada escribió contra Rodolfo para defender a los judíos. Por esta capacidad suya de aconsejar a los soberanos y resolver grandes controversias es recordado en una lápida colocada bajo su estatua, en Dijon, como un gran hombre de Estado. c) En la oración después de la comunión se pide que, "instruidos por la doctrina de san Bernardo y confortados por su ejemplo, nos dejemos arrebatar por el amor del unigénito del Señor". Bernardo fue predicador apasionado asimismo de la segunda cruzada, implicando en ella a los soberanos de su tiempo (Luis VE de Francia y Conrado III); pero sería un fracaso. Por eso exclamó, resignado: "Benditos sean todos tus tribunales, Señor". En esto fue hijo de su tiempo, aunque obedeciera al papa Eugenio DI, hallando motivos para ello en la defensa apremiante del Santo Sepulcro, entonces amenazado (pero no es justificable para nosotros hoy la expedición contra los vendos). Mas su temperamento fogoso, que le llevará a lanzar en 1128 una invitación a favor del reclutamiento de la orden militar de los Caballeros del Temple (Templarios), cuya regla escribió en un libro, Alabanza de una nueva milicia, no le impedía, sino por el contrario le facilitaba el ser un gran contemplativo, especialmente enamorado del misterio de la encarnación. Una noche en una visión orientó su piedad de modo decisivo hacia la devoción a la humanidad de nuestro Señor y de nuestra Señora (cf cuarta estrofa del himno de vísperas): su Tratado del
20 de agosto 307 amor de Dios es su ilustración más clara. Asimismo, en su estilo de predicación relata con piedad renovada la historia del Verbo, la vida de Cristo desde los orígenes hasta la eternidad, cantando de modo sublime también el misterio de la madre de Cristo, y revela su doctrina del amor afectivo en una espiritualidad cristocéntrica. El hombre que amaba la amistad hasta llegar a exhortar: "Amémonos, somos amados; es nuestro interés y el de los demás", fue también cautivador de almas, aferrado por el amor más intransigente y más dulce. Por eso podía dirigirse con autoridad a príncipes, reyes, obispos y papas diciendo: "Si no me escucháis, repetiré las palabras de Job: 'Quien no tiene compasión de su amigo ha perdido el temor de Dios'". El reciente himno de vísperas (de Lentini) canta las glorias de este predicador melifluo y mariano, arbitro de los poderosos de su tiempo y cultor de la soledad, que fue denominado "la quimera del siglo", porque realizó el ideal de la vida monástica: dar forma al mundo huyendo del mundo. De Bernardo se leen quince textos, además del correspondiente a su memoria: del Sermón sobre el Cantar de los Cantares, dos textos más (miérc. III sem. T.O.; mart. XX sem. T.O.); once textos de los Sermones (Sant. 7-X; Sant. 15-IX; Sant. 1-X; Sant. 2-X; Sant 12-V; miérc. I sem. de adv.; lun. I sem. de adv.; oct. de nav. 29-XII; mart. XXIH sem. T.O.; miérc. XXm sem. T.O.; lun. VI sem. T.O.); dos textos de las Homilías sobre ¡a Virgen (mart. XX sem. T.O.; fer. de adv. 20-XII). Prefacio (suplemento monástico al MR, 1980, 158) Tú nos concedes celebrar con alegría la solemnidad de san Bernardo. Rebosante de sabiduría celestial y con espíritu de amor y de oración ferviente, lo has ligado incesantemente a tu palabra. Insigne por celo y santidad, cantor admirable de la Virgen madre, difundió por el mundo la luz de la fe y de la sabiduría, y fue, en tu Iglesia, mediador de concordia, de unidad y de paz.
308 San Pío X 21 de agosto SAN PIÓ X, papa (1835-1914)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Pío X, muerto en Roma el 21 de agosto de 1914 y canonizado en 1954, nos introduce en un período de la historia de la Iglesia atormentado por leyes subversivas en Francia, por la dolorosa división entre el Estado italiano y la Santa Sede y por el período modernista. José Sarto, nacido en Riese (Treviso, Italia) en 1835 de familia campesina, después de los estudios en el seminario de Padua, fue ordenado sacerdote a los veintitrés años. Tras recorrer casi todos los grados de la vida pastoral directa (capellán en Tómbolo, párroco de Salzano, canciller de la curia de Treviso y director espiritual del seminario), fue elegido en 1884 obispo de Mantua, y por fin patriarca de Venecia y cardenal (1893), después de haber esperado el exequátur gubernativo dieciséis meses. En el cónclave de 1903 (después del veto de Austria a la elección del cardenal Rampolla) fue obligado a aceptar la elección de papa, pese a sus protestas de incapacidad: "Soy incapaz e indigno. Olvidadme, ¡ayudadme!" Su pontificado fue uno de los más fecundos, no sólo por las obras de reforma litúrgica (sobre todo del breviario, de la misa, del canto gregoriano, de la participación litúrgica más activa y de la comunión eucarística), sino también por las orientaciones de la vida pastoral de la Iglesia con su Catecismo (predicado por él mismo todos los domingos) y con la promulgación de las leyes canónicas: reformas de la curia romana, simplificación de las normas burocráticas, edición de las Acta apostolicae seáis, iniciación de la codificación canónica con nuevas leyes matrimoniales, promoción de los estudios y de la formación del clero. Hubo de enfrentarse con no pocas dificultades a causa de su desinterés por la diplomacia y de su intransigencia contra toda clase de progresismo, que le ocasionaron graves conflictos con Rusia, Alemania (contra las asociaciones interconfesionales), Estados Unidos (rechazó la visita de Teodoro Roosevelt), España y Portugal. Sin nostalgia alguna del poder temporal, sino más bien defendiendo la neta separación entre los poderes (hasta prohibir la política al clero), se sentía padre espiritual de todos.
21 de agosto 309 Presintiendo la proximidad de la primera guerra mundial en 1914 ("La guerra se acerca", solía repetir a menudo), moría veintidós días después del estallido de las hostilidades, pronunciando en su agonía estas palabras: "¡Pobres hijos míos! Ofrezco mi vida. Millones de hombres van a morir. Me hubiera gustado evitarla, pero no he podido". Su cuerpo incorrupto es venerado en un altar de San Pedro en el Vaticano. En 1959 fue llevado a Venecia para cumplir una promesa hecha antes de salir para el cónclave: "Vivo o muerto, volveré". 2. Mensaje y actualidad a) La colecta de la misa nos ofrece una síntesis de la fisonomía de Pío X: "Señor, Dios nuestro, que para defender la fe católica e instaurar todas las cosas en Cristo colmaste al papa san Pío X de sabiduría divina y fortaleza apostólica". En primer lugar resalta la fortaleza de este papa, que, como primer acto de fuerza, condenó el derecho de "veto" que conservaban todavía algunas naciones, y que no obstante le había facilitado su elección en el cónclave, y conminó la excomunión a todo el que se hiciera portavoz del mismo. Otro acto de fuerza fue la disolución de la Obra de los Congresos, sospechosa de síntomas de rebelión o de presunción, favoreciendo, empero, aquellos movimientos que luego recibirán, bajo Pío XI, el nombre de Acción Católica. Además, contra las leyes cultuales francesas (votadas en Francia por el masón Combes), que consideraba profundamente injuriosas contra Dios, y rechazando el concordato con aquella república laicista, pronunció, después de haber mirado el crucifijo, un firmísimo "Non possumus!", que les costó a los franceses la separación total entre Iglesia y Estado (1905), con la confiscación de los bienes eclesiásticos (incluidas las propiedades de las iglesias) y la consiguiente pobreza del clero. Por fin, la condena del modernismo, primero con el decreto Lamentabili y luego con la encíclica Pascendí El modernismo, fundándose en las teorías positivistas, propugnaba una actualización de la doctrina de la Iglesia con métodos que entonces parecieron de suficiencia científica, de rebelión disciplinar y de soberbia espiritual (como la conocida novela de Fogazzaro II santo, donde se contrapone un tipo de profeta modernista al papa tradicionalmente ortodoxo). La defensa de la doctrina católica amenazada se inspiraba siempre en el lema de su pontificado: "Instaurare omnia in Christo", que para él era un pro-
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310 San Pío X grama integral de reconducción de todo al "orden de la soberanía de la cruz"; como él mismo había esbozado ya en su primera encíclica, reprobando el "amargo celo" de ciertas personas intransigentes que "abusaban de fáciles acusaciones en lugar de construir". La intercesión final de la colecta invoca a Dios que también nosotros, "siguiendo su ejemplo y su doctrina, podamos alcanzar la recompensa eterna". Por un lado permitió una actitud nueva del Vaticano en lo tocante a la cuestión romana, predisponiendo indirectamente su futura solución; por el otro promovió un mayor empeño en la vida interna de la Iglesia. Por precisión, estas enseñanzas han de colocarse en la situación histórica de su tiempo, cuando predominaba una concepción centralista del gobierno eclesiástico. Ésta fue expresada sea con actitudes antidemocráticas, que favorecían algunos sistemas paternalistas (protección inicial a la Action frangaise, prohibición del Le Sillón en Francia); sea por el rechazo de la colaboración con los partidos no abiertamente católicos (o asociaciones interconfesionales en Alemania); sea, en fin, por su tradicionalismo frente a todo peligro de progresismo, por lo que los seguidores del movimiento reformista fueron tachados de rebeldes. b) En la oración sobre las ofrendas se apela al ejemplo de Pío X, para que "celebremos con dignidad estos santos misterios y los recibamos con fe". El aspecto de la reforma litúrgica fue, sin duda, central en su obra a partir del "motu proprio" Tra le sollecitudini (1903), donde se afirma que "de la única fuente indispensable de la participación en los divinos misterios se puede sacar el verdadero espíritu cristiano". Se puede decir que preparó la gran reforma litúrgica del concilio Vaticano II al insistir en que los fieles no rezasen en la misa, sino la misa: con la renovación de la música sagrada y la promoción del canto tradicional gregoriano ("Quiero que el pueblo rece decorosamente", solía decir) contra el abuso de las misas-concierto de estilo más bien profano; con la nueva distribución del salterio en el breviario (como testimonia el elogio de los Salmos contenido en la constitución Divino afflatu, que se nos ofrece en el oficio de lectura como meditación sapiencial), y con la renovación de los estudios bíblicos, tan importantes para un estudio más científico de la palabra de Dios (fundación del Instituto Bíblico y preparación de la edición crítica de la Vulgata). c) Por fin, en la oración después de la comunión, donde se
pide a Dios "que por la eficacia de esta eucaristía seamos fuertes en la fe y vivamos la unidad en el amor", se recuerda el famoso decreto Quam singulari para la extensión de la comunión eucarística a los niños ya desde el uso de razón, y para la comunión frecuente, que él mismo propugnaba, contras las reacciones de los jansenistas y de los modernistas, con una frase sintomática: "Me lo ha inspirado Dios". Con esta eucaristía anticipada a los niños no sólo se quería reivindicar que ella no es un premio, sino una medicina; no una conquista, sino una ayuda; se quería asimismo inculcar la confianza en la fuerza del simple deseo de recibir al Señor o de sentir su presencia contra toda pretensión racionalista de tener que entender antes. Por lo demás, el amor de los pequeños provenía también de su espíritu de pobreza, que le acompañó siempre incluso en el ambiente vaticano, por lo que escribió en su testamento: "Nací pobre, he vivido pobre y deseo morir pobre". La actualidad de estas palabras hacen superar todas las reservas posibles de ciertas actitudes integristas, que han de releerse en el contexto histórico de aquel difícil momento socio-religioso. En san Pío X prevalecía la intención de renovar internamente la Iglesia. De Pío X, además del texto para su memoria (de la encíclica Divino afflatu), se lee otro fragmento de la encílica Ecclesiam Dei (Sant. 12-XI).
22 de agosto SANTA MARÍA VIRGEN, Reina (1955)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de María Reina, instituida por Pío XII en 1955, el 31 de mayo, ha sido trasladada al día octavo de la asunción para subrayar el vínculo de la realeza de la Virgen con su glorificación corpórea, como afirma la constitución Lumen gentium (n. 59): "María fue asunta a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su hijo". En algunas iconografías antiguas, a partir del siglo IV, junto
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al Cristo Pantocrátor (rey-soberano) se encuentra representada con frecuencia la madre, que en la Edad Media recibió el título de reina en muchos himnos que todavía siguen cantándose hoy (Salve Regina, Regina coeli, Ave Regina caelorum), así como en los misterios del rosario y en las letanías lauretanas. Aunque la sensibilidad del hombre contemporáneo sea menos propensa a considerar este título por las evoluciones culturales y políticas superadas; aunque se tienda a sustituir la mariología "de los privilegios" por la mariología "del servicio", no se puede negar que, junto al título de Cristo rey (renovado ahora en su sentido escatológico al final del año litúrgico), el fundamento de este título real de la "madre del Señor" es bíblicamente seguro. Ya en los congresos marianos de Lyon (1900), Friburgo (1902) y Einsiedeln (1906) se pedía la institución de esta fiesta; tanto más después de la creación de la de Cristo rey en 1925. Luego el movimiento internacional (Pro regalitate Mariae) de María Desiderí, que surge en Roma en 1933, recogió peticiones de todo el mundo a favor de esta fiesta, que Pío XII, en el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción en 1954, hacía posible con la encíclica Ad coeli Reginam, ofreciendo los motivos histórico-teólogicos de la misma. Los nuevos textos, compuestos para la introducción de la fiesta en 1955, no hacen sino evidenciar la temática que será expresada en la encíclica Marialis cultus (n. 6): "Resplandece como reina e intercede como madre", con la referencia a la fiesta de la asunción, en la antífona del Magníficat: "Hoy la virgen María sube a los cielos; alegraos, porque reina con Cristo para siempre". El cambio de fecha desplaza la memoria del ámbito devocional del fin del mes mariano (31 de mayo) al ámbito teológico, vinculándola al misterio de la asunción de María. En los nuevos formularios no se ha explicitado mucho el otro fundamento teológico de la realeza de María, consiguiente a su participación especial en la redención (cf LG 61), expresado ya en la encíclica de Pío XII.
2.
Mensaje y actualidad
De las tres oraciones de la misa, la colecta delinea los fundamentos de esta realeza, invocando a "Dios todopoderoso, que nos ha dado como madre y como reina a la madre de su unigénito". El título de María, que es invocado ante todo como madre, no hace competencia sin duda al de Cristo rey, porque
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no se sitúa en el mismo plano (no es de origen bíblico). Subraya ya con la mención de un padre oriental (san Efrén siró) no tanto una posición jurídica de mando, parecida a la de una reina soberana o emperatriz, sino más bien un atributo de su maternidad divina; es decir, una trasposición de la dignidad materna al plano del servicio, no del dominio. María es reina porque es madre del rey de los reyes (cf Is 9,1-6: primera lectura). Es independiente del hecho de una descendencia real de David, como si ésta fundara una competencia por naturaleza; tal supone, empero, la primera estrofa del himno de laudes: "Prole real de la davídica estirpe". La parte final de la oración invoca que, por la intercesión de María, "alcancemos la gloria de los hijos de Dios en el reino de los cielos". Por eso insinúa ante todo que se promete la realeza mesiánica a los apóstoles y después también a todos los cristianos, en cumplimiento de las palabras de Jesús (Le 22,28-30): "Vosotros habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os voy a dar el reino... para que... os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel". Las otras dos oraciones no tratan esta temática; en cambio resalta en la homilía de san Anselmo de Lausana, obispo (siglo XII), en el oficio de lectura, donde se exalta esta realeza descrita en el salmo 44,10 (que figura también en la antífona de entrada de la misa). Se insiste sobre todo en el servicio que María nos ofreció en su vida: ante todo con la bienaventuranza de su fe (cf antífona de la comunión: Le 1,45, y antífona de vísperas del Magníficat); luego con el ejercicio de su maternidad universal, como se dice en el himno del oficio de lectura (tercera estrofa: "Tú, partícipe de la pasión, eres madre de los hombres"); por fin, con el ejercicio de la misericordia para con nosotros (cf cuarta estrofa del himno de vísperas, anterior al siglo XII: "Tú, reina, con tus oraciones nos obtienes que el Señor se sienta reconciliado"). La liturgia de las horas, al exhortarnos a cantar después de completas la antífona Ave Regina coelorum (compuesta en el siglo XII), cantada originariamente en nona (el 15 de agosto), con sus variaciones del saludo angélico en aclamaciones hímnicas (Ave, Salve, Gaude, Vale) nos hace gustar la consolación de esta realeza materna, de la cual imploramos también "los gozos de la luz que ahuyenta las tinieblas" (cf tercera estrofa) en el reciente himno de laudes (de Lentini). No hay ninguna contraposición entre la reina del cielo y la mujer del evangelio próxima al hombre, como dice el nuevo texto del rito para la coronación de la imagen de la virgen María (1981), en el cual se
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314 Santa Rosa de Lima inspira el prefacio del formulario número 29 de las Misas de santa María virgen (Barcelona 1988, 145).
Prefacio (MAII,401) Tú has querido coronar a la madre de Cristo con una diadema real para que pudiera demostrar a sus hijos, con ayuda más eficaz, su amor y benevolencia. Nosotros nos alegramos hoy por su singular dignidad y, exultantes por el don recibido, unidos a todos los habitantes del cielo, con voz unánime te cantamos, oh Padre, el himno de alabanza.
23 de agosto SANTA ROSA DE LIMA, virgen (1586-1617)
1. Nota histórico-litúrgica Santa Rosa de Lima, muerta el 24 de agosto de 1617, fue beatificada en 1668 por Clemente IX; luego fue proclamada patrona principal de América, Filipinas y las Indias occidentales en 1670 por Clemente X, que la canonizó en 1671. La memoria facultativa de santa Rosa de Lima ha sido trasladada ahora a la víspera de su nacimiento, por la coincidencia con la fiesta del apóstol Bartolomé. En esta memoria celebramos a la primera santa del continente americano, que entonces era llamado las "Indias". Isabel Flores y de Oliva, nacida de padres españoles en Lima en 1586, con el sobrenombre de Rosa que le dio una criada india (Mariana) por su belleza, recibió la confirmación a los once años del arzobispo santo Toribio de Mogrovejo; a los veinte años se agregaba como terciaria a la Orden dominicana, vistiendo su hábito (1606), ya que no había en Lima un convento de la segunda Orden. Rechazado el matrimonio, construyó un eremitorio en un rincón del jardín materno, entrando en la
intimidad de santa Catalina de Siena, cuyas experiencias místicas (el matrimonio místico) emuló, dedicándose a severas penitencias acompañadas de adversidades, incomprensiones y enfermedades de todo género. Pasó los últimos años de su vida con dos cónyuges que la querían, y murió en su casa a los treinta y un años. Su esposo Jesús la había preadvertido una noche: "Prepárate, se acercan los esponsales". Expiró repitiendo: "Jesús, Jesús, quédate conmigo". Sobre su celda mortuoria surgió el segundo convento para las mujeres de Lima. De ella nos quedan pocos escritos y algunos dibujos (hallados en 1923), que revelan el fervor místico de la taumaturga limeña.
2.
Mensaje y actualidad
La colecta de la misa subraya dos temas que trazan los rasgos de Rosa de Santa María, como a ella le gustaba llamarse cuando era religiosa. Ante todo se invoca a Dios: "Tú has querido que santa Rosa de Lima, encendida en tu amor, se apartara del mundo y se consagrara a ti en la penitencia". No puede menos de sorprenderse uno cuando se entera de que a los cinco años hizo el voto de virginidad. Llevó un estilo de vida, muy mortificado (edificó a sus médicos y padres por la paciencia con que soportó terribles dolores de muelas); y aunque estuviera más instruida que la mayoría de las jóvenes peruanas de su tiempo (tocaba instrumentos de cuerda y componía poesías, como san Francisco de Asís), sólo se sentía perteneciente a la academia del Calvario. Leyó los escritos de la escuela de espiritualidad española (L. de Granada, F. Solario, etc.). No se limitaba a llevar una vida cualquiera de reclusa, sino que se dedicaba también a socorrer a los enfermos, a veces repugnantes, y a ayudar a los pobres. Cuando la flota holandesa se presentó ante Lima, Rosa se fue a la iglesia para defender el tabernáculo; pero los holandeses se retiraron y ella no murió mártir, como anhelaba. En la intercesión final se pide: "concédenos... que, siguiendo en la tierra el camino de la verdadera vida, lleguemos a gozar en el cielo de la abundancia de los gozos eternos" (Sal 15,11 y 35,8). Se evoca aquí su enseñanza, cuya muestra, en el oficio de lectura, nos revela el nivel espiritual que había alcanzado aquella que le decía a su divino esposo: "Oh Jesús mío, aumentad mis sufrimientos, pero aumentad en mí vuestro divino amor". En efecto, escribe: "Nadie se quejaría de sus cruces y sufrí-
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San Bartolomé
mientos si conociera cuál es la balanza con que los hombres han de ser medidos". Ella soportaba todos estos sufrimientos no sólo por amor de Cristo, que le dijo: "Oh Rosa de mi corazón, tú eres mi esposa", sino también por el celo de salvar las almas, especialmente las de los indios, a quienes habría querido evangelizar incluso dejándose comer por ellos (los indios araucanos eran crueles, según sabía por su hermano), si esta comida hubiera servido para su salvación: "Si no fuese mujer, me dedicaría enteramente a la evangelización de los indios". Una joven inerme, pero tan abierta a Dios y al mundo, es también en nuestros días un modelo que proponer en nuestro ambiente para redescubrir los valores de la fraternidad entre razas y la colaboración entre las distintas religiones. A ella se debe la primera fundación del convento de vida contemplativa de América del Sur (1623), dedicado a santa Catalina de Siena, a quien Rosa tanto veneró (cf carta del año 1613).
y Frigia (Hechos de Felipe), y sobre todo de la región llamada entonces la Gran Armenia (según el Breviario de los Apóstoles), donde habría convertido al rey Polimnio y por orden del hermano del rey (Astiages) habría sido desollado vivo (según la costumbre penal persa) y luego decapitado (o crucificado). Su presencia es asimismo indicada en las orillas del Ponto y del Bosforo (Martirio de Bartolomé), donde habría acompañado a san Andrés o a Mateo; y en Hierápolis, donde habría acompañado a Felipe. Sus reliquias, tras varias traslaciones a Oriente, llegaron de Albanópolis de Armenia, en el siglo VIII, a la isla de Lípari (en el archipiélago de las Eólicas), luego a Benevento en el siglo IX, y a finales del siglo X a Roma, por orden de Otón IJJ (983). Aquí fueron veneradas bajo el altar mayor de la iglesia construida en la Isla Tiberina, donde en la antigüedad había un santuario del dios de la medicina Esculapio, mientras que el cráneo es venerado en Francfort del Main (desde 1238). San Bartolomé es invocado protector de los enfermos.
2. Mensaje y actualidad 24 de agosto SAN BARTOLOMÉ, apóstol (siglo vni)
1. Nota histórico-litúrgica La fiesta de san Bartolomé se celebraba ya en el siglo vm en los países francos, y se difundió en Roma en los siglos IX X en las fechas del 24 o también del 25 de agosto; esta última fecha entre los bizantinos es la fiesta de la traslación de las reliquias, mientras que la fiesta propiamente dicha es el 11 de junio, junto con san Bernabé. La fiesta fue fijada por el calendario de Pío V el día 24. Bartolomé, hijo de Tholmai (del arameo, a través del griego), confundido por muchos con Natanael (porque Mateo al enumerar a los doce apóstoles elegidos por Jesús cita a Bartolomé junto con Felipe), era uno de los dos primeros discípulos de Jesús, de Cana de Galilea (cf Jn 1,45). Las fuentes apócrifas lo hacen predicador de la India occidental (según Eusebio) o de las regiones próximas a Etiopía (según Rufino y Sócrates) y a la Arabia Feliz (Yemen); o bien de Mesopotamia, Partía, Licaonia
La colecta, que caracteriza a este apóstol (las otras dos oraciones son más genéricas), configura a Natanael (don de Dios) recordando su encuentro con Jesús. En efecto, se invoca: "Afianza, Señor, en nosotros aquella fe con la que san Bartolomé, tu apóstol, se entregó sinceramente a Cristo". El hijo del agricultor (según la etimología aramea de Bartolomé) es conocido por su escéptica respuesta a Felipe, que, al verlo, le dijo que había encontrado "a aquel de quien Moisés escribió en la ley y los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José". Las palabras de Natanael, al replicar a Felipe que de Nazaret no podía salir nada bueno, son posteriormente una manifestación de generosidad. En efecto, ante la invitación del amigo: "Ven y verás", se entrega a Cristo, que le revela que conoce sus pensamientos ocultos (Jn 1,45-51) y lo elogia: "Éste es un israelita auténtico, en el que no hay engaño". La palabra "israelita" evoca tanto a Israel, que es "fuerte contra Dios", en el sentido de hacer escuchar sus instancias celestiales, como la asonancia entre este nombre y la etimología de la simplicidad o rectitud. La ulterior profesión de fe de Bartolomé en Jesús, que, respondiendo a su pregunta ("¿De qué me conoces?"), había replicado: "Antes que Felipe te llamase te vi yo, cuando estabas debajo de la higuera" (tal vez se trate de una frase rabínica que retrata a un estudioso
318 San Luis de Francia de la Escritura), es realmente entusiástica: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel". El triple título de Cristo (dos de los títulos son de resonancia rabínica: rabí y rey de Israel) lleva en el centro el título más significativo de Hijo de Dios, aunque no tuviera el sentido pleno y propio que asumirá en la reflexión pospascual. La intercesión final de la colecta le pide a Dios que "por los ruegos de san Bartolomé, tu Iglesia se presente ante el mundo como sacramento de salvación para todos los hombres" (cit. de la LG 48). La alusión implícita al inmenso campo de acción que se le atribuye puede encontrar una buena ilustración en la homilía de Juan Crisóstomo, presentada por el oficio de lectura, en la que se establece un paralelismo entre la obra realizada por Dios a través de sus manos y la debilidad de los instrumentos elegidos por él. "Porque ni los filósofos, ni los maestros, ni mente humana alguna hubiera podido siquiera imaginar todo lo que eran capaces de hacer unos simples publicanos y pescadores". El himno moderno (de Lentini) en laudes (tercera estrofa) celebra a este apóstol, que con su rectitud nativa siguió a Cristo maestro ("vive para el maestro") con un pacto tal de fidelidad que alcanzó "la aspereza de la cruz y el premio de la patria celestial". El recuerdo de este apóstol nos da ocasión para renovar la fe en la Iglesia apostólica.
25 de agosto SAN LUIS DE FRANCIA (1214-1270)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Luis IX, muerto de tifus a las puertas de Túnez el 25 de agosto de 1270 (antes de poder conquistar la ciudad) y canonizado en 1297 por Bonifacio VITI, nos remite a una página de la historia de Francia donde la lucha contra los musulmanes implicaba a los reyes en las cruzadas y donde (en 1214) explotaba la gran victoria nacional del joven patriotismo francés. Nació en Poissy (Beauvais) en 1214, de Luis VIQ y de Blanca
25 de agosto 319 de Castilla; a los doce años fue coronado rey (1226), y a los veinte (1234) casó con Margarita de Provenza, de la que tuvo once hijos (sobrevivieron nueve), sufriendo el influjo de su madre, regente del reino durante su minoría de edad y sus ausencias. Tras la victoria sobre los ingleses y vasallos rebeldes, para consolidar el reino Luis se dejó guiar por su ideal religioso. Curado de una grave enfermedad, quiso participar en la cruzada para liberar Tierra Santa. Venció a los sarracenos junto a Damieta (1249); pero luego su ejército, diezmado por una pestilencia, fue derrotado y el mismo rey fue hecho prisionero (1250); por fin fue rescatado de la prisión, pero a un precio altísimo. Como reacción a este fracaso surgió un movimiento guerrero anticlerical y místico (des pastoreaux, pastorcillos), que fue ahogado en sangre. Tras el descalabro de esta primera cruzada, quedándose más de tres años en Palestina, demostró su sentido religioso adquiriendo a precio de oro la (supuesta) corona de espinas de Cristo, que formaba parte del tesoro de Santa Sofía (vendida por el emperador latino de Constantinopla), para enriquecer el tesoro de Saint-Dénis, y algo más tarde otros objetos de la pasión (parte de la cruz, el hierro de la lanza y la esponja del vinagre). Tuvo la osadía de emprender otra cruzada contra el islam cuando el sultán de Egipto se apoderó de gran parte de Palestina. Fue vencido por la peste, que se cebó en su ejército de sesenta mil hombres. Tendido en un lecho, cubierto de ceniza y cilicio, con los brazos abiertos en cruz, expiró pronunciando las palabras del salmo 5,8: "Entro en tu casa, Señor, me postro hacia tu templo". A él se debe el apoyo a la fundación de la Sorbona y a la obra de Tomás de Aquino y de Vicente de Beauvais.
2. Mensaje y actualidad La colecta, modificada sólo en la parte final, nos presenta los rasgos esenciales de este rey, invocando: "Oh Dios, que has trasladado a san Luis de Francia desde los afanes del gobierno temporal al reino de tu gloria". Prescindiendo de sus guerras, que produjeron también feroces represalias (como la perpetrada tras la derrota en Egipto), se debe recordar que supo gobernar con rectitud, preocupado por los derechos de los demás ("A cada cual lo suyo", decía), hasta recomendar a su hijo mayor que "preferiría que un escocés gobernara bien y lealmente
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320 San Luis de Francia el reino a que él lo gobernara mal". En el conflicto entre la casa de Francia y la de Inglaterra (concluido con el tratado de París de 1269), en el que restituyó a Enrique III territorios que consideraba ilegítimos, quiso dirimir el contencioso con un compromiso ecuánime. Por eso fue consultado a menudo para hacer de apaciguador entre los poderosos de su tiempo. Además se le deben atribuir varias obras: la renovación de la economía del país, la fundación de hospitales, la ampliación de la beneficencia y sobre todo la promoción de la justicia (tras el redescubrimiento de la legislación romana, las Pandectas de Justiniano) con leyes publicadas en su nombre, Les établissements. Estas son un hecho capital en la génesis de la jurisprudencia monárquica para reprimir vicios graves, tanto sociales como religiosos, según la mentalidad de su tiempo. Tales leyes y la justicia penal administrada por él (libre acceso de todos) sirvieron para restablecer la paz y tranquilidad en el reino. Además, con su espíritu de terciario franciscano, no sólo se preocupó de los pobres, sirviendo él mismo a los apestados en la última cruzada y mereciendo de los mismos musulmanes el apelativo de "sultán justo" cuando era prisionero, sino que fue también un pacifista buscando la mediación entre el papa y el emperador Federico II, hasta impedir que los franceses tomaran las armas contra Federico, como le habría gustado a Roma. Toleró las empresas de Carlos de Anjou (hermano suyo) en la conquista de Ñapóles. Para hacer verdadera justicia, creó el parlamento, y para llevar cuentas exactas instituyó la cámara de los condes; reformó en 1263 la moneda, que se impuso rápidamente, oponiéndose a las prerrogativas señoriles. La intercesión final, haciéndose eco del capítulo de la Lumen gentium dedicado a los seglares (nn. 35-36), nos invita a pedir a Dios que busquemos "ante todo el reino de Dios en medio de nuestras ocupaciones temporales". En su Testamento espiritual, dirigido a su hijo Felipe (el Atrevido), y presentado en el oficio de lectura, nos revela la proverbial bondad y equidad ejemplar de este rey, a quien la iconografía francesa ha retratado como modelo entre la fuerza noble y la bondad pura: "Oh hijo, debes guardarte de todo aquello que sabes que desagrada a Dios, esto es, de todo pecado mortal, de tal manera que has de estar dispuesto a sufrir toda clase de martirios antes que cometer un pecado mortal". Esta amonestación, que procede ciertamente de su educación materna, refleja sin duda no sólo su rectitud de intenciones, sino también su testimonio personal de hombre no sólo muy piadoso (su jornada estaba
marcada, al estilo monástico, por el rezo de las horas canónicas), sino también justo y caritativo. Su heroica fidelidad a la ley de Dios le llevó a no infringirla jamás gravemente. Su confesor-biógrafo nos ha transmitido numerosos ejemplos de paciencia y humildad. Es una enseñanza válida también hoy, en nuestro mundo, donde el sentido del pecado está atenuado, especialmente en la gestión de la vida pública y social. Aunque Luis no fue ni un gran general ni un gran político, por sus extraordinarias cualidades humanas y cristianas será siempre un símbolo de coherencia. Ciertamente su ideal de gobierno, según el cual la función real corresponde a una misión religiosa (el ejercicio conjunto del "regale sacerdotium" con el "sacerdotale régimen", en opinión de su biógrafo), que le convirtió en el jefe del feudalismo del reino (imponiendo su soberanía a todo el reino), hoy ya no se puede proponer. Pero no ha pasado de moda su modelo de ejercicio de la soberanía con una coincidencia incorruptible y religiosamente inspirada en los valores cristianos.
25 de agosto SAN JOSÉ DE CALASANZ, presbítero (1556/7-1648)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de José de Calasanz, muerto en Roma el 25 de agosto de 1648 y canonizado en 1767, nos traslada a la situación de la Roma postridentina (especialmente la del Trastévere), a la cual acudió él con el cargo de teólogo del cardenal Ascanio Colonna. Nació de noble familia española, en la diócesis de Urgel (Aragón septentrional), en 1556. Doctorado en derecho civil y canónico por la universidad de Alcalá, fue ordenado sacerdote a los veintiocho años, en 1584. Después de haber distribuido parte de su patrimonio familiar a la muerte de su padre, fue llamado a cubrir varios cargos como covisitador canónico, por lo que estuvo también en Montserrat (la ilustre abadía bene-
322 San José de Calasanz dictina) en 1585, y vicario general de Urgel. Inspirado por el Señor, se fue a Roma (1592), invitado por su amigo el cardenal Colonna. Impresionado por el abandono de los muchachos de Trastévere, fundó en la parroquia de Santa Dorotea (no lejos del puente Sixto) la primera escuela gratuita, llamando luego a algunos colaboradores para dar comienzo a la Congregación de los Clérigos Regulares de las Escuelas Pías, con sede en San Pantaleón. Esta se transformó posteriormente en Orden de los Pobres de la Madre de Dios y de las Escuelas Pías (escolapios o piaristas), con un cuarto voto añadido para la instrucción de la juventud, especialmente pobre. Tras la aprobación oficial de Gregorio XV, fue su general en 1622. Sufrió varias y tristes peripecias, soportadas con heroica paciencia, también por parte de algunos miembros de su instituto. En 1646 se llegó a la misma supresión de las Escuelas Pías por Inocencio X. Murió entre el pesar y la veneración popular a la edad de noventa y dos años. En 1948 fue declarado patrono de las escuelas cristianas.
2. Mensaje y actualidad La colecta de la misa exalta las virtudes de este santo, que (con san Juan Bautista de la Salle) fue uno de los grandes educadores de la juventud en el siglo xvn: "Señor, Dios nuestro, que has enriquecido a san José de Calasanz con la caridad y la paciencia, para que pudiera entregarse sin descanso a la formación humana y cristiana de los niños". Mientras los Hermanos de las Escuelas Cristianas se limitaban a la enseñanza elemental a los hijos del pueblo, José de Calasanz quiso que sus Scholae piae se dedicaran también a los jóvenes nobles para darles una educación más elevada (en cierta competencia con las escuelas regidas por los jesuítas). "José de la Virgen María" (nombre que había adoptado) empleó todos sus bienes, incluso aquellos de primera necesidad, para su obra educativa, extendida por Italia, Alemania, Polonia, Bohemia y Moravia. Pero sobre todo afrontó con valentía, como un segundo Job ("Dios envía las cosas secundarias para nuestro mayor bien"), las contrariedades, provenientes ante todo de los laicos que aspiraban al sacerdocio y de algunos religiosos intrigantes de su orden. Éstos (Sozzi, Cherubini, Pietrasanta) lo acusaron ante el Santo Oficio de ser incapaz en el gobierno y de estar en posesión de documentos reservados, obteniendo del visitador que fuese des-
27 de agosto 323 tituido de su cargo de superior general vitalicio. De este modo la orden fue reducida a simple confraternidad (1646). Su admirable serenidad frente a la calumnia, que llegó hasta un fugaz arresto, le obtuvo del Señor el poder prever proféticamente la reintegración plena de la orden, cosa que ocurrió ocho años después de su muerte por obra de Alejandro VII. Su método educativo, que ponía en el centro de sus casas la capilla para la celebración eucarística, aunque acompañada por varias prácticas devotas según la mentalidad del tiempo, fue el primero que introdujo la lectura del evangelio en lengua italiana. De sus escritos sobre la educación de los niños, la página del oficio recuerda una frase que aparece literalmente en la intercesión final de la colecta. En erecto, le pedimos a Dios "imitar en su servicio a la verdad al que veneramos hoy como maestro de sabiduría". Él mismo dice: "Los que se comprometen a ejercer con la máxima solicitud esta misión educadora han de estar dotados de una gran caridad, de una paciencia sin límites y, sobre todo, de una profunda humildad, para que así sean hallados dignos de que el Señor, si se lo piden con humilde afecto, les haga idóneos cooperadores de la verdad, los fortalezca en el cumplimiento de este nobilísimo oficio y les dé finalmente el premio celestial". Estas últimas palabras conservan un valor actual, aunque hayan cambiado las situaciones educativas sociales y culturales; la educación auténtica es siempre una misión sustancialmente religiosa, si quiere ser plenamente humana.
27 de agosto SANTA MÓNICA (332-387)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria de santa Mónica, muerta en Ostia en el otoño del año 387, fue introducida en el calendario romano en 1586, después de que su fiesta fuera desplazada de la fecha (9 de abril) de la traslación de sus restos de Ostia a la iglesia de San Agustín en Roma (en 1430) al 4 de mayo; es decir, a la víspera
324 Santa Mónica
de la conversión de su hijo (que según el calendario agustiniano se celebraba el 5 de mayo). La transferencia actual, a la víspera de la memoria de san Agustín, responde mejor a la verdad histórica. Nació en Tagaste, en el año 332, de una piadosa familia. Se recuerda sólo que una criada, acusándola de bebedora, mientras se dirigía de adolescente a buscar vino a la cantina, la salvó —son palabras suyas— del vicio de la bebida. Fue casada con Patricio, hombre bueno pero de carácter irascible, a quien supo servir y soportar, incluso en las infidelidades, con mucha docilidad y paciencia. Tuvo tres hijos: Agustín, Navigio y una hija (muerta de superiora del monasterio de Hipona el año 424). El marido, legionario romano pagano, se convirtió como catecúmeno el año 371 y murió al año siguiente, después de haber sido bautizado en el lecho de muerte. Mónica tuvo que hacer frente a la conducta desordenada de su hijo Agustín, que ya a los dieciséis años (simple catecúmeno) se había abandonado a sus pasiones (de los espectáculos trágicos y de sus amores) y a las ideas desviadas de los maniqueos. La madre seguía a su hijo de Medaura a Cartago, "y en su sueño (que impresionó a Agustín) comprendió que debía permitir a aquel hijo extraviado vivir con ella, más bien que alejarse de él a causa de sus errores". Engañada amargamente por Agustín al partir para Italia, Mónica pudo seguirlo sólo más tarde, cuando el hijo fue conquistado por las predicaciones de san Ambrosio en Milán, donde había conseguido ya una cátedra de retórica. Tuvo la dicha de asistir al bautismo de su hijo, convertido en la pascua del 387. Pero antes del fin de ese mismo año, después de haber vivido algún tiempo en Casiciaco con su hijo y los amigos de éste, murió en Ostia sin poderse embarcar para África, y la sepultaron en el lugar, que se convirtió en su puerto para el cielo. En 1946 fue descubierto un fragmento de su epifatío original, dictado por el cónsul Flavio Anicio Auchemio Basso. 2.
Mensaje y actualidad
La colecta de la misa esboza la santidad de esta madre: "Oh Dios, consuelo de los que lloran, que acogiste piadosamente las lágrimas de santa Mónica impetrando la conversión de su hijo Agustín". En efecto, después del primer sueño, en el que el Señor la había animado a seguir junto a su hijo extraviado (vio
27 de agosto 325
en pie sobre una regla de madera a un joven que se puso junto a ella en la misma regla), Mónica había sido consolada en sus lágrimas por un obispo (a quien ella había recurrido para que hablara con Agustín) con una respuesta profética: "Vete en paz, mujer (ya había recurrido otra vez a él) y sigue así; déjale estar, y únicamente ruega por él al Señor; es imposible que perezca hijo de tantas lágrimas". Más tarde Mónica se acordó a menudo de que ella había recibido esta respuesta como un oráculo del cielo. La súplica de la colecta invoca a Dios para que, "por intercesión de madre e hijo, nos conceda la gracia de llorar nuestros pecados y alcanzar tu misericordia y tu perdón". La muerte de esta madre, narrada en el libro IX, 10-11, de las Confesiones de Agustín, y relatada en el oficio de lectura, pone de manifiesto que su vida había sido una plegaria ininterrumpida por la conversión de su hijo. "Hijo —dijo Mónica mientras estaban junto a la ventana que daba al jardín en espera de embarcarse en Ostia—, por lo que a mí toca, ninguna cosa me deleita ya en esta vida. Ya no sé qué hago en eíla, ni para qué vivo, sin tener qué esperar en este mundo. Una sola cosa había por la cual deseaba seguir un poco más en esta vida, para verte cristiano católico antes de mi muerte. Dios me lo ha concedido sobradamente, pues despreciada la felicidad de la tierra, te veo siervo suyo. ¿Qué hago yo aquí?" La alegría de esta madre, que se consumió en lágrimas para obtener la conversión de su hijo, está asimismo expresada en las palabras que dijo poco antes de que la atacara la enfermedad mortal (una fiebre maligna). Siempre en Ostia, "conversábamos (según el relato de las Confesiones) a solas muy dulcemente; y olvidando las cosas pasadas, y extendiéndonos a las que están delante, conferíamos entre los dos, en presencia de la verdad, que eres tú, cómo seria aquella vida eterna de los santos, que ni ojo la vio, ni oído la oyó, ni a hombre pasó por pensamiento. Pero teníamos ansiosamente abierta la boca del corazón hacia los soberanos raudales de tu fuente, la fuente de la vida que está en ti". Estas consolaciones, que acompañan al don de las lágrimas y de la verdadera compunción y que no abandonaron a Mónica a lo largo de los dieciséis años en el camino de la santidad, son las que Dios reserva también hoy a quienes con paciencia y confianza total saben llorar sus pecados y los ajenos ante la única fuente de la vida. En el primer libro Sobre el Orden (origen del mal) Agustín explica a Mónica que ella amaba realmente la sabiduría y que él debía convertir-
326 Santa Mónica se espontáneamente en discípulo suyo. Esta mujer, de gran fe viva (Conf. IX, 13,36), de una confianza inquebrantable (Conf. VI, 1,1), que practicaba la meditación de las Escrituras (Conf. I, 11,32) y la oración asidua (Conf. V, 9,17), se vio enriquecida también con dones místicos, sabiendo distinguir las visiones que vienen de Dios, de los sueños, fruto de la fantasía (Conf. VI, 13,23). En efecto, había recibido visiones que le garantizaban la conversión de su hijo (Conf. III, 11,19-20) y el feliz éxito de la travesía del mar (Conf. VI, 1,1). Al mismo tiempo era una mujer verdaderamente cuerda y de inteligencia aguda, como demostró en el caso en que respondió a su hijo que interpretaba en favor suyo un sueño que había tenido (Conf. III, 11,19-20). Por eso san Agustín dirá de ella, en las discusiones filosóficas organizadas en Casiciaco, que con sus intervenciones había logrado "el ápice de la filosofía" (De beata vita, 10).
Prefacio (Misal agustiniano, 35) Y en la festividad de nuestra madre santa Mónica, es necesario celebrar tus dones en ella, porque vivificada en Cristo, vivió de tal manera que fuese alabado tu nombre en su fe y en sus costumbres, y en su corazón se palpase tu presencia. Ganó a su marido para ti. Formó a los hijos, dándoles a luz tantas veces cuantas veía que se desviaban de ti; ante sus lágrimas, diarias y sinceras, le concediste que su hijo Agustín no pereciese.
28 de agosto 327 28 de agosto SAN AGUSTÍN, obispo y doctor de la Iglesia (354-430)
1. Nota histórico-biográfica La memoria obligatoria de san Agustín, muerto en Hipona el 28 de agosto del año 430 según los testimonios de Próspero de Aquitania y de Víctor de Vita, aparece ya en los sacraméntanos del siglo VIH; pero en Roma sólo después del siglo IX, mientras que la ignoran todos los calendarios orientales, aun honrándosele como uno de los cuatro doctores de la Iglesia latina. Nacido en Tagaste, Numidia (la actual Souk Aharas, en Argelia), el 13 de noviembre del año 354, recibió primero una formación cultural clásica en Medaura (la lectura de Cicerón le inspiró el amor a la sabiduría), donde se sintió atraído por las seducciones de la ciudad de Apuieyo hasta el punto de que, de joven retórico latino, lloraba leyendo en Virgilio la muerte de Dido, mientras abominaba de las Escrituras bíblicas, horriblemente duras e incultas, según él. En el año 371 pasó a Cartago. Abrazó primeramente el maniqueísmo, que desde hacía dos siglos se había difundido desde Asia por el área mediterránea y que se presentaba como una derivación del viejo gnosticismo; esto es, como una explicación del mundo para resolver el problema del mal con el dualismo del cuerpo (sede del mal) y del espíritu (sede del bien). Pese a la relativa indulgencia que tal filosofía concedía a las costumbres no morigeradas de su discípulo y oyente Agustín, éste, decepcionado por la anarquía moral e intelectual del sistema, se refugió en el escepticismo. "Me negaba a prestar ciego asentimiento a cualquier cosa por temor a los precipicios, pero la cuerda que me mantenía suspenso me estrangulaba". Optó, pues, por ir a Roma, donde, tras una grave enfermedad, no sintió la necesidad de pedir el bautismo. De aquí pasó a Milán, para ocupar una cátedra de retórica (384). Allí recibió la visita de su madre y tuvo ocasión de escuchar a Ambrosio, cuyas explicaciones alegóricas de la Escritura lo cautivaron. A los treinta y dos años, mientras derramaba lágrimas de angustia, le pareció oír una especie de cantilena infantil que decía: "Toma y lee". Abrió el libro de las cartas paulinas por las palabras: "Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desen-
28 de agosto 329
328 San Agustín freno, nada de peleas ni envidias; al contrario, revestios de Jesucristo, el Señor, y no busquéis satisfacer los bajos instintos" (Rom 13,13). Alcanzado por la gracia, y después de haberle contado a su madre lo sucedido, se convirtió y fue bautizado por Ambrosio la noche del 24 al 25 de abril del año 387 (ocho meses más tarde). Se retiró a Casiciaco (al norte de Milán) y durante sus reflexiones compuso algunas obras de carácter apologético y polémico contra los maniqueos. Muerta su madre en Ostia, volvió a África (388) con Alipio y su hijo Adeodato (después de haber despedido, por consejo de Mónica, a la madre de su hijo). Tres años después (389-391) fue ordenado improvisamente sacerdote en Hipona (hoy Bone), elegido por aclamación de los fieles, a petición del obispo Valerio, que se sirvió de él como de un valiente predicador. En el año 395 recibió la ordenación episcopal; un año más tarde sucedió en la cátedra a Valerio (396) en la segunda ciudad de África. En su basílica de la Paz (durante treinta y cinco años) comentaba los Salmos y el resto de la Escritura; administraba justicia, ocupándose de la administración de los bienes eclesiásticos; respondía a las cartas que le llegaban de todas partes; confutaba a herejes, maniqueos, donatistas y paganos. Con un régimen regulado de vida común, compartido con algunos miembros de su clero, pudo escribir obras muy importantes, como las Confesiones (398), la Catequesis de los catecúmenos (rudibus) (400) y la gran obra de la Doctrina cristiana (427). Luchó contra los donatistas, con paciencia hasta el año 405, cuando hubo un intento de unión; dejando luego que siguieran su curso las leyes imperiales de represión, hasta llegar sólo al fin de su vida a preconizar la manera fuerte usada por el Estado para hacer razonar a estos disidentes (algunos de los cuales eran dementes). Además fue tenaz en confutar la herejía pelagiana, condenada luego por Roma (417). Con ocasión de la toma de Roma por Alarico (410) escribió su gran síntesis histórica La ciudad de Dios, y por fin la gran obra maestra sobre La Trinidad (del 412 al 427). Tras las Retractaciones, es decir, las revisiones de sus numerosas obras (ciento trece libros y doscientas dieciocho cartas), hubo de asistir al asedio de los vándalos arríanos, procedentes de España, que habían invadido África (430). Después de nombrar un coadjutor en el año 426, Agustín, próximo a los setenta y seis años, sin hacer testamento, como escribió Posidio (Vida, c. 31,6), porque ante Dios no tenía de qué hacerlo, murió mientras los bárbaros presionaban ante
las puertas de Hipona. Beda el Venerable (siglo VIH) recuerda en su martirologio la traslación del cuerpo de Agustín a Cerdeña a causa de los bárbaros; desde aquí Liutprando lo llevó a Pavía, donde es venerado en la iglesia en Ciel d'Oro. 2. Mensaje y actualidad Toda las nuevas oraciones de la misa aspiran a configurar esta gigantesca figura, que con toda justicia ha sido denominada el "doctor de la gracia". a) En la colecta pedimos: "Renueva, Señor, en tu Iglesia el espíritu que infundiste en tu obispo san Agustín", para que también nosotros, "penetrados de este mismo espíritu, tengamos sed de ti... y te busquemos como el único amor verdadero". El tema de la búsqueda espiritual de la verdad ocupó, en efecto, el centro de la vida de Agustín, que decía: "¿Qué desea el alma más fuertemente que la verdad? La caridad la conoce". Esta verdadera sabiduría, que le había sostenido en las crisis espirituales más terribles, no era la filosofía que había descubierto de joven leyendo el Hortensia de Cicerón, sino el descubrimiento hecho en Casiciaco, donde se elevaba del orden del espíritu al orden del corazón, descubriendo que su alma era más preciosa que su obra. En los textos de la liturgia de las horas, tomados de las Confesiones, la lectura (libro VII, 10) exalta la verdad como una luz diversa de todas nuestras luces, que está por encima de la inteligencia tanto como el cielo sobre la tierra. En el responsorio (libro XII, 10), Agustín llama a la verdad "luz de mi corazón", por la que suspira como por una fuente. También en la antífona de vísperas (libro X, 27) se repite el fragmento del "¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva; tarde te amé!" Asimismo en la importancia concedida a la vida monástica, que codificó en su célebre Regla (395), origen de la Orden de los Agustinos y de muchos institutos masculinos y femeninos a lo largo de la historia, se revela el genio sapiencial de Agustín. En efecto, en el lema "Un solo corazón y un alma sola lanzados hacia Dios" (c. I), se proponía vivir el ideal de la primera comunidad apostólica (He 2,42-43). b) La oración sobre las ofrendas, que deriva de los Tratados sobre Juan (26,13), pide que "al celebrar el memorial de nuestra salvación, ... este sacramento de amor sea para nosotros signo de unidad y vínculo de caridad". Agustín, que había encontrado una Iglesia dividida especialmente por la herejía donatista, se
330 San Agustín dedicó a restablecer esta unidad, no sólo por un deseo de paz o de una organización más eficiente de la cristiandad, sino también porque era consciente de que la eucaristía forma la unidad de la Iglesia cuando es comprendida en su pleno significado; y afirmaba con decisión que "fuera de la Iglesia no hay salvación" (Bapt. 4,17,24). "Amamos a Dios como Padre y a la Iglesia como madre", escribe (cf Serm al pueblo de Cesárea, 6; Expos. s. Sal 88,2,14): "Dios como Señor, la Iglesia como sierva, ya que somos hijos de su sierva; este matrimonio está unido por un gran amor; nadie puede ofender a la esposa y merecer la amistad del esposo". Es célebre la frase de Agustín en la Ciudad de Dios (X, 20): "La Iglesia, al ofrecer a Cristo todos los días, aprende a ofrecerse a sí misma". c) En la oración después de la comunión, tomada del Sermón 57,7, se pone de relieve otro aspecto de la doctrina eucarística agustiniana, que ya distinguía la realidad (res), o fruto último a que tiende la eucaristía, y el sacramentum, que es el signo sacramental (sacramentum tantum) del cuerpo mismo de Cristo (res et sacramentum). En efecto, se pide al Señor "que nuestra participación en la mesa de tu Hijo nos santifique, para que, como miembros de su cuerpo, nos transformemos en el mismo Cristo a quien recibimos". El doctor de la gracia, defendida con radicalismo contra los pelagianos, es el gran apologista de la libertad, que no es sofocada por el poder del don de Dios, porque Dios, "al premiar nuestros méritos, corona sus mismos dones". Así Agustín se convierte en el verdadero maestro de la mística sacramental, basada en la eucaristía. En efecto, en los sermones pronunciados en la vigilia y durante el tiempo pascual desarrolla este tema, que se ha vuelto luego doctrina común en la espiritualidad posconciliar (cf el sermón 272 a los niños bautizados). "Canta y anda; Dios está al final de tu camino" sigue siendo una frase actual. De Agustín se leen ochenta textos, incluido el de su memoria: de las Confesiones otros cinco textos (IX dom. T.O.; Sant. 27-VIII; mart. VIH sem. T.O.; miérc. VIII sem. T.O.; viern. XVI sem. T.O.); del Comentario sobre los Salmos, doce textos (Sant. 22-XI; mart. XIV sem. T.O.; viern. III sem. de adv.; miérc. XIX sem. T.O: I dom. de cuan; Sant. 12-V; miérc. V sem. de cuar.; XXXIII dom. T.O.; miérc. II sem. de adv.; sáb. XIV sem. T.O.; mart. II sem. de cuar.; sáb. V sem. de P.); del Comentario a los Gal, dos textos (V dom. T.O.; juev. V sem. T.O.); de los Tratados sobre Jn., diez textos (HI dom. de cuar.; tiempo d. de nav. 3-1; juev. XXVIII sem. T.O.; IV dom. de cuar.; mart. XXXIV sem. T.O.; juev. IV sem. de P.; miérc. sem. santa; Sant. 6-XII; Sant. 3-IV; viern. VI sem. de P.); de los Tr.
28 de agosto 331 sobre la Un., dos textos (Sant. 27-XII; viern. VI sem. T.O.); del Tr. contra Fausto, un texto (Sant. 11-XII); de la Ciudad de Dios, un texto (viern. XXVIII sem. T.O.); del Sermón sobre los pastores, trece textos (XXIV dom. T.O.; lun. XXIV sem. T.O.; mart. XXIV sem. T.O.; miérc. XXIV sem. T.O.; juev. XXIV sem. T.O.; viern. XXIV sem. T.O.; sáb. XXIV sem. T.O.; XXV dom. T.O.; lun. XXV sem. T.O.; mart. XXV sem. T.O.; miérc. XXV sem. T.O.; juev. XXV sem. T.O.; viern. XXV sem. T.O.); de los Sermones, veintiséis textos (dom. oct. de P.; dom. XIV T.O.; miérc. XXXIE sem. T.O.; XXII dom. T.O.; Sant. 21 -XI; mart. III sem. de P.; lun. Xffl sem. T.O.; mart. XIII sem. T.O.; Com. santos; Sant. 29-XII; Sant. 26V; fer. de adv. 24-XII; tiempo de nav. 5-1; sáb. XXXIV sem. T.O.; Sant. 22-1; Sant. 24-VI; m dom. de adv.; Sant. 29-VI; Sant 10-VIH; Sant. 26-IX; Com. de un mart.; Sant. 19-IX; miérc. XX sem. T.O.; lun. sem. santa; Sant. 3-II; ascensión); de la Carta a Proba, seis textos (XXIX dom. T.O.; lun. XXIX sem. T.O.; mart. XXIX sem. T.O.; miérc. XXIX sem. T.O.; juev. XXIX sem. T.O.; viern. XXIX sem. T.O.); del Tr. sobre la predestinación de los santos, un texto (viern. XHI sem. T.O.). Prefacio (Misal agustiniano, 52) ... él, enamorado de la verdad, y herido por el dardo de tu palabra, vivió continuamente en busca tuya, para encontrarte más dulcemente deseable y para seguir buscándote con mayor avidez. Como buen pastor, se esforzó constantemente en formar a tu pueblo fiel a imagen de tu Hijo, y lo cuidó con saludable diligencia. Instituyó comunidades religiosas, cuya forma de vida consistía en que todas las cosas fueran comunes para todos, teniendo una sola alma y un solo corazón hacia Dios. Proclamando incansablemente, con su predicación y sus escritos, el mensaje de la salvación eterna, fomentó la unidad de la paz y la fraternidad de la Iglesia.
332 Martirio de san Juan Bautista 29 de agosto MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA (siglos iv-vil)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria del martirio del precursor del Señor se remonta a la dedicación de una cripta de Sebaste (Samaría), donde se veneraba su cabeza ya a mediados del siglo IV. Tal veneración, perpetuada en el siglo V en Jerusalén, estaba presente en todas las Iglesias de Oriente, y en Roma, desde el siglo VI, con el título de degollación de san Juan Bautista, o de passio del Bautista, como es llamada en los santuarios. El relato de esta decapitación, realizada en la fortaleza de Maqueronte (a oriente del mar Muerto), adonde Herodes Agripa se había retirado de vacaciones, se lo hicieron saber a Jesús verbalmente los discípulos del Bautista, entre ellos Juan y Andrés (cf Me 6,17-29): fue condenado a muerte para saciar el deseo de venganza de Herodías, mujer de Herodes Agripa, tras la danza de Salomé. Según las referencias del martirologio romano, tal degollación ocurrió en la proximidad de la pascua. La reliquia de su cabeza, en el segundo reencuentro, fue trasladada a la iglesia de San Silvestre, en el Campo Marzio (o in Capite), en Roma; pero estas últimas noticias no pueden documentarse. 2. Mensaje y actualidad Las oraciones de la misa son un recuerdo de la grandeza del precursor, "el mayor de los nacidos de mujer" (cf prefacio), llamado también "hombre honrado y santo" (cf segunda antífona de los laudes). a) Ante todo, en la colecta se subraya que "Dios ha querido que san Juan Bautista fuese el precursor del nacimiento y de la muerte de su Hijo". Esta temática del martirio profético es desarrollada en la homilía de san Beda, en el oficio de lectura, cuando escribe: "Él, que precedió a Cristo en su nacimiento, en su predicación y en su bautismo, anunció también con su martirio, anterior al de Cristo, la pasión futura del Señor... La muerte —que de todas maneras había de acaecerle por ley natural— era para él algo apetecible, teniendo en cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cristo y que con ella alcanzaría la
29 de agosto 333 palma de la vida eterna". Esta dos virtudes son, pues, las características de este gran testigo, como canta el mismo Beda en el himno de vísperas (cuarta estrofa): "Con el presagio de su sangre, el mártir Bautista ha sellado la muerte inocente de Cristo, con la cual se ha restituido la vida al mundo". b) En la oración sobre las ofrendas se pone de relieve el anuncio de la predicación del Bautista, pidiéndole al Señor "seguir sus caminos rectamente, como san Juan Bautista, voz que clama en el desierto, nos enseñó de palabra y selló con su sangre". La antífona del Magníficat, en vísperas, recuerda la humildad de aquel que afirmó que no era Cristo, sino un enviado por delante de él, porque "él tiene que crecer, y yo tengo que menguar". La santidad del profeta de Cristo, que recordaba la voz de Isaías en el desierto para anunciar que todo estaba para cumplirse con la venida del mesías, es, por tanto, un hecho de verdad total, en su humildad de precursor destinado a desaparecer como una lámpara que arde y brilla ante la verdad luminosa del sol (cf responsorio breve de los laudes). c) La oración después de la comunión parece genérica, porque pide que "al celebrar el martirio de san Juan Bautista" podamos "comprender y venerar estos sacramentos que hemos recibido y percibir en nosotros su fruto abundante". Pero de hecho el tema de la alegría evoca el tema de la antífona en el Benedictus de los laudes, es decir, del "amigo del esposo, que asiste y lo oye", y se "alegra con la voz del esposo, pues esta alegría" suya "está colmada". También para nosotros puede ser la eucaristía una experiencia de comunión íntima y nupcial, donde recibimos la alegría profunda de estar salvados. d) En el prefacio se resumen los cuatro acontecimientos que caracterizaron la misión del precursor, profeta del juez universal, que el cuarto evangelio hace testigo del mesías. Ante todo, su concepción y nacimiento, como un preanuncio profético inmediato de la alegría de la redención. Luego, el privilegio único de señalar —tan sólo él entre los profetas— al cordero de nuestro rescate. Después, el bautismo de Cristo en las aguas del Jordán, que se convierte en el protoacontecimiento simbólico del mismo sacramento del bautismo, cuyo autor es Cristo. Por fin, el sello de su testimonio de Cristo con el derramamiento de su sangre. La actualidad de tal martirio para nosotros puede apreciarse en la inescindible conexión, establecida por Jesús mismo en el evangelio (Me 10,38; Le 12,50), entre el bautismo y su muerte sacrificial por nosotros. Ahora "el mayor de los profetas, el
334 Martirio de san Juan Bautista mártir poderoso y el cultor del eremitorio, que no conoció la mancha del candido pudor", como canta la primera estrofa del himno de los laudes (de Pablo Diácono), nos invita a vivir nuestro bautismo como una ofrenda permanente de vida hasta el sacrificio de nosotros mismos.
SEPTIEMBRE
3 de septiembre SAN GREGORIO MAGNO, papa y doctor de la Iglesia (ca. 540-604)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria del papa Gregorio, muerto en Roma el 12 de marzo del año 604, apesadumbrado no sólo por los dolores físicos, sino también por la amargura de ver las ruinas y la desolación perpetradas por los bárbaros, es testimoniada tanto en Roma como en Inglaterra (concilio de Cloveshoe del 747). Ahora se ha trasladado a la fecha de su ordenación episcopal (3 de septiembre del año 590), que ya en la Edad Media era festejada en muchas Iglesias, para evitar celebrarla en cuaresma. Nacido en Roma, hacia el 540, de la familia senatorial de los Anicios (su padre, Jordano, era senador y administrador de una de las siete regiones de Roma; su madre fue santa Silvia), fue prefecto de la ciudad (praefectus Urbis) del 573 al 578; luego, al morir su padre, distribuyó como dotación a los monasterios su rico patrimonio, incluido el monasterio que estableció en la casa de su padre en el Clivus Scauri (junto al cenobio de San Andrés en el Celio), donde vivió la vida monástica bajo la regla benedictina. Enviado a Constantinopla en el año 579 por Pelagio II (que lo había ordenado antes diácono de uno de los siete distritos de Roma) como representante suyo (apocrisario) ante el emperador Tiberio II, permaneciendo monje entre la corte, pudo dedicarse a las conferencias espirituales (fueron el núcleo del gran tratado Moralia); y tuvo la alegría de
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3 de septiembre
San Gregorio Magno
llevar la razón en la controversia con el patriarca Eutiquio sobre la condición de los cuerpos resucitados, y de conocer a san Leandro de Sevilla (a quien dedició los Moralia in Job). Sustituido en el año 586 en su misión, que no tuvo los resultados esperados, pudo volver a Roma, donde fue nombrado abad del monasterio de San Andrés (en este tiempo ocurrió el hecho del monje Justo, castigado por haber infringido la regla de la pobreza quedándose con tres monedas escondidas en su celda), e instauró en el mismo un régimen de santidad de vida que lo condujo más tarde, tras el encuentro casual en el mercado de Roma con tres esclavos anglosajones, a tomar la iniciativa de la evangelización de aquel pueblo, cosa que le impidió —según una leyenda infundada— el papa, mandándole llamar durante el viaje. Pelagio lo nombró secretario suyo. Gregorio fue su sucesor en la cátedra de Pedro cuando Pelagio murió después de las epidemias de peste del año 590. Ordenado obispo el 3 de septiembre (590), organizó las procesiones penitenciales de la llamada Letanía septiforme de las siete iglesias de la ciudad, para alcanzar el fin de la peste (en los relatos del siglo X se habla de la aparición del ángel sobre la Mole Adriana, como símbolo de la cesación del flagelo). Aun siendo un contemplativo (como demuestra su comentario al libro de Job, que es una introducción a la vida contemplativa), fue también un hombre de acción: administrador diligente (fue llamado "el último romano"), con la elección de funcionarios adecuados logró aumentar las entradas de los bienes de la Iglesia, acrecentados con los legados de los fugitivos (en Roma se habían refugiado tres mil monjas) a causa de los disturbios de que fue escenario Italia, para proveer a las poblaciones necesitadas, especialmente en las incursiones de los feroces longobardos de Alboino, que se lanzaron sobre Italia desde Panonia. Fue asimismo promotor de la evangelización entre los paganos, enviando misioneros a Inglaterra, después de haber obtenido el apoyo de la poderosa Brunilda, reina de los francos. Fue político prudente a la hora de dirimir las controversias entre las naciones, tanto en Occidente como en Oriente. Es conocida su renuncia al título adulatorio de papa universal, que justificaba su resistencia al título vano del patriarca de Constantinopla (apoyado por el emperador Mauricio), que se hacía llamar patriarca ecuménico. Este infatigable jefe de la Iglesia, que gobernó durante trece años (los dos últimos desde la camilla en la que se veía obligado a yacer por culpa de una dolorosa enfermedad), murió a los sesenta y tres, mereciendo
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el título de grande (Magno), que le atribuyó Bonifacio VIII. Por su doctrina es uno de los cuatro doctores de Occidente (junto con Ambrosio, Agustín y Jerónimo). Su cuerpo es venerado bajo el altar que se le ha dedicado en la basílica vaticana. 2. Mensaje y actualidad Las oraciones de la misa, dos de las cuales están tomadas del sacramentario gregoriano (el papa Adriano habría mandado este libro, que se le atribuye, a la corte carolingia), esbozan la figura de este papa, que, aun defendiendo los derechos efectivos de Roma sobre la Iglesia universal, comprendida la de Oriente, fue el primero que se llamó "siervo de los siervos de Dios". a) En la colecta se pide: "Oh Dios, que cuidas a tu pueblo con misericordia y lo gobiernas con amor, concede el don de sabiduría... a quienes confiaste la misión del gobierno de tu Iglesia, para que el progreso de los fieles sea el gozo eterno de sus pastores". La referencia el régimen disciplinae descrito en la Regula pastoralis, donde traza el perfil de los deberes del obispo, es evidente. El, que como monje buscó a Dios en su monasterio, se vio obligado a buscar su regla de santidad en el gobierno pastoral de la Iglesia ("Cónsul de Dios": inscripción sepulcral en San Pedro) en un tiempo en el que la Iglesia seguía sufriendo las consecuencias de las herejías de los siglos anteriores: el cisma posterior a la controversia de los Tres Capítulos, todavía existente en Istriay en Galia; la animadversión donatista contra los católicos en África; los residuos arríanos en España; el dominio de los bárbaros en Galia e Italia. Este servicio pastoral a los hermanos y a las Iglesias invertía la antigua perspectiva de una contemplación elitista como huida del mundo o evasión de la historia (otium), según demostró en el período crucial del asedio de Roma por parte de los longobardos, mientras la ciudad era golpeada con la espada, azotada por el hambre y condenada a la ruina, cuando hubo de interrumpir el comentario al libro preferido de Ezequiel, que recordaba una situación parecida a la de la ciudad de Roma. Este primer papa medieval se convirtió realmente en el centinela de su pueblo, como él mismo comenta en el fragmento de la homilía, reproducido en el oficio de lectura, que exalta al pastor eximio que nos ha legado un modelo y una regla de vida pastoral. Fue, pues, un verdadero jefe espiritual de la Iglesia, no sólo
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de Roma y de las diócesis suburbicarias, sino también de las demás Iglesias de Occidente, con las que mantuvo frecuentemente correspondencia (nos quedan de ella ochocientas cincuenta y cuatro cartas) para establecer su estricta dependencia de la sede romana. El versículo del responsorio del oficio de lectura, tomado del breviario monástico del 12 de marzo, sintetiza esta dimensión universal de su pontificado: "Como un águila que recorre el mundo, cuida de mayores y pequeños con magnánima caridad". En efecto, Gregorio fue un gran administrador temporal de los bienes de la Iglesia, nombrando agentes con plenos poderes para distribuir las rentas de los bienes que eran abandonados por los propietarios que huían de muchas regiones (como herencia para la Santa Sede) y ejercitando todas las formas posibles de caridad (comprendido el rescate de los prisioneros caídos en las manos de los longobardos). Un ejemplo de tan delicada caridad nos lo da la premura por hacer llegar, pocas semanas antes de su muerte, al obispo de Chiusi un manto para el invierno. La antífona del Magníficat en vísperas confirma ese perfecto equilibrio, aunque doloroso, entre la vida contemplativa y la acción pastoral, cuando dice: "San Gregorio traducía en obras lo que enseñaba en sus sermones; por eso fue un ejemplo vivo de doctrina espiritual". b) El responsorio de la Homilía sobre Ezequiel, en el oficio de lectura, comenta de modo concreto lo que se pide en la oración después de la comunión, donde se pide al Señor que "aprendamos en la fiesta del papa san Gregorio a conocer tu verdad y a vivirla con amor". En efecto, se explícita que él, "sacando de la fuente de la sagrada Escritura enseñanzas morales y místicas, hizo llegar hasta el pueblo las corrientes del evangelio; y, después de muerto, aún sigue enseñando". El magisterio pastoral de Gregorio llegó "a conocer el corazón de Dios a través de las palabras de Dios" (como él mismo escribía al médico del emperador Teodoro); y se expresa en aquella célebre frase: "La palabra de Dios crece junto con el que la lee", en el sentido de que adquiere una dimensión comunitaria y eclesial. Asimismo lo testimonian estas palabras suyas: "Sé por experiencia que la mayoría de las veces, estando con mis hermanos, he comprendido muchas cosas de la palabra de Dios que yo solo no había logrado entender. Sois vosotros los que me ayudáis a entender lo que enseño. Es la verdad: con mucha frecuencia yo os digo lo que os he oído" (In Ez, 2,2, 1). Un último aspecto de esta acción apostólica, sacada de la fuente bíblica, fue su celo misionero, que lo llevó a hacer de los mis-
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mos monjes benedictinos, de quienes fue gran protector, unos misioneros. Por eso mandó a Agustín desde su monasterio de San Andrés a evangelizar a los anglosajones (596), dando también sabias disposiciones litúrgicas, que prácticamente confirieron una fisonomía a la nueva Iglesia de Inglaterra. Con razón se le llama en la primera estrofa del himno de laudes "apóstol de los ingleses". c) En la oración sobre las ofrendas podemos descubrir otra dimensión de la obra reformadora de este papa, cuando se pide que, "al celebrar la festividad de san Gregorio, nos sirva de provecho esta ofrenda, con cuya inmolación se perdonan los pecados del mundo". El cuidado de la liturgia, cuya cumbre es la celebración eucarística, se manifestó en tres sectores. En la misa, Gregorio añadió al canon romano la frase: "concédenos la paz en nuestros días", antes de la epíclesis implícita (en el Hanc igitur); luego prescribió el canto del aleluya, al fin del gradual, incluso fuera del tiempo pascual, excepto en los tiempos penitenciales; y por fin colocó el rezo del padrenuestro al fin del canon. Un segundo ámbito disciplinario concierne a la prohibición de la casulla a los subdiáconos y de cantar otros textos que el evangelio para los diáconos. En el sector de los libros litúrgicos, Juan Diácono le atribuye una revisión del sacramentario (que luego será llamado "gregoriano") y del antifonario, con una promoción del canto que será asimismo llamado "gregoriano". El ya citado himno de san Pedro Damián, en laudes, resume toda la obra de Gregorio, exaltando "a este apóstol de los ingleses y ahora socio de los ángeles; a este monje, hecho pobre para seguir a Cristo pobre; a este excelso pontífice, que ha defendido el primado (el texto dice: gradum=autoridad jerárquica) de Pedro, siguiendo su norma; a este maestro, que comentó de manera mística la Escritura, exponiéndonos la verdad; a este pontífice, que es luz y prez de la Iglesia entera, que nos instruye con muchos preceptos". Ningún elogio es más elocuente y expresivo que éste para que sigamos considerando actual a este papa que, aun practicando un centralismo administrativo en el gobierno de la Iglesia, supo aunar la uniformidad de la disciplina y una sabia adaptación. Esta concepción de la Iglesia como cuerpo de Cristo vivo aparece también en el conflicto con el emperador Mauricio, a propósito del edicto del año 593, que impedía el ministerio a las personas investidas de un cargo o vinculadas por ciertas obligaciones, cuando se mostró firme y al mismo tiempo dispuesto a llegar a acuerdos, diciendo: "Yo
340 Natividad de la santísima Virgen María he confiado mis sacerdotes a vuestra responsabilidad; ¿por qué queréis retirar a mis soldados de vuestro servicio?" Su sabiduría pastoral, más que la originalidad del pensamiento, es siempre una fuente de inspiración actual. De Gregorio Magno se leen dieciocho textos, además del fragmento para su memoria (de las Hom. sobre Ez.)- Del Comentario sobre Job, ocho textos (VIH dom. T.O.; lun. VIII sem. T.O.; lun. XX sem. T.O.; juev. VIH sem. T.O.; víern. VIII sem. T.O.; viera. DI sem. de cuar.; miérc. IX sem. T.O.; juev. IX sem. T.O.); de los Diálogos, un texto (Sant. 10-11); de las Cartas, un texto (Sant. 27-V); de las Homilías sobre los Evang., siete textos (IV dom. de P.; Sant. 18-X; sáb. XXVE sem. T.O.; Sant. 3-VII; Sant. 22-VII; Sant. 29-IX; Com. santos relig.); de la Regla pastoral un texto (XXVII dom. T.O.).
8 de septiembre NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA (siglos v/vn)
1.
Nota histórico-litúrgica
La fiesta de la natividad de la santísima virgen María está ligada a la basílica construida en el siglo v en el lugar de la piscina Probática (Jn 5,1-9), en Jerusalén, donde la tradición localizaba junto al templo la casa de Ana y Joaquín (hoy basílica de Santa Ana). Se difundió por todo Oriente en el siglo vi, hasta que fue introducida en Roma por el papa siriaco Sergio I (f 701), que la dotó de una procesión de la iglesia de San Adriano en el Foro a la basílica Liberiana (según el Liber pontificalis), que luego en la Edad Media se hizo muy popular. Pero es probable que antes de este testimonio de la fiesta en Occidente (el grado de fiesta es equiparado al de la visitación) se celebrara alguna memoria, queriendo imitar para María la fiesta del nacimiento de Juan Bautista, ya conocida en Occidente desde el año 400. El sinaxario de Constantinopla, en esta fecha, conmemora la fiesta en tres iglesias de la capital. El relato apócrifo del protoevangelio de Santiago fue puesto en verso, en un primer documento de esta fiesta, por Romano el Meloda hacia el año 555, y se habla del anuncio del parto milagroso de Ana. En el
8 de septiembre 341 siglo vm san Juan Damasceno pronunció en la basílica de Santa Ana su famosa homilía para la natividad de la Virgen. Otros apócrifos, que se refieren a la natividad de María, son el Libro del nacimiento de la virgen María y de la infancia del salvador (o el evangelio del Pseudo-Mateo) y el Evangelio de la natividad de María, atribuido a san Jerónimo. En Oriente la fiesta abre el año litúrgico bizantino. En Roma la fiesta tuvo una octava (Inocencio IV, 1243) y una vigilia (Gregorio XI, 1378).
2.
Mensaje y actualidad
Las dos primeras oraciones de la misa, derivadas del sacramentario gregoriano-adrianeo, dan un fundamento bíblico a esta fiesta, en la que primero prevalecía la consideración de un feliz aniversario (o "cumpleaños de la madre de Dios", según los orientales), en el cual los fieles ofrecen a la Virgen su homenaje e imploran su protección. a) Ahora, en cambio, en la colecta se pide: "Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la virgen María..." El tema de los comienzos de la salvación está expresado también en la antífona de entrada, donde se recurre a la imagen de la luz, porque de María "salió el sol de justicia". El centro de la fiesta, por tanto, es Cristo, como dice el invitatorio de la liturgia de las horas ("Celebremos el nacimiento de la Virgen María; adoremos a su hijo Jesucristo, el Señor") y la antífona de nona ("Cantemos de todo corazón la gloria de Cristo..."). La antífona del Benedictus en laudes (que traduce el apolitikion de las grandes vísperas de la liturgia bizantina) nos da el clima: "Tu nacimiento, Virgen madre de Dios, anunció la alegría a todo el mundo. De ti nació el sol de la justicia, Cristo, nuestro Dios, que, borrando la maldición, nos trajo la bendición, y, triunfando de la muerte, nos dio la vida eterna". Con la aparición de María comienza el tiempo de los "nacimientos de lo alto" (Jn 3,7), es decir, del Espíritu. En la intercesión final de la colecta pedimos al Señor "aumento de paz": es el fruto de este acontecimiento nuevo por el cual "el mundo se iluminó" (cf segunda antífona de los laudes), y que el mismo himno de los laudes (siglo X) evoca en la cuarta estrofa: "Por medio de ti somos pacificados por la paz de modo noble e inestimable". También en el himno de vísperas (de san Pedro Damián) se ilustra esta realidad nueva inaugurada por María, cuando se
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342 Natividad de la santísima Virgen María pide que, "después de haber sido librados de la vieja raíz, seamos injertados en el nuevo germen, por el cual el género humano se convierte en un sacerdocio real" (tercera estrofa). b) En la oración sobre las ofrendas se evidencia "el amor y la gracia del Hijo, el que al nacer de la Virgen no menoscabó la integridad de su madre". Implícitamente se afirma que, si el nacimiento de Cristo quiso conservar intacto el templo de la Virgen, el nacimiento de ésta no puede no ser un acontecimiento salvífico, justamente como dice la segunda antífona de las vísperas: "Hoy es el nacimiento de santa María virgen, en cuya belleza y humildad Dios se ha complacido" (cf antífona del Magníficat de las vísperas, con el tema de la humildad). c) Por fin, la oración después de la comunión, inspirada en el misal parisiense, invita a la Iglesia a "que se goce en el nacimiento de la virgen María, que fue para el mundo esperanza y aurora de salvación". Se nos invita una vez más a entrar en este horizonte universal, abierto por el despuntar de la "aurora mañana" que ha preparado la aparición del "sol de justicia". En el oficio de lectura, Andrés de Creta nos actualiza el sentido de esta fiesta: "Hoy la creación, de un modo nuevo y más digno, queda dispuesta para hospedar en sí al supremo hacedor". Por eso la encíclica Marialis cultus (n. 7) dice con razón que la fiesta de la natividad es una de esas celebraciones que conmemoran acontecimientos salvíficos, "en los que la Virgen estuvo estrechamente vinculada a su hijo", porque ella es como la piedra del confín entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: María es la aurora de la luz de navidad (cf las lecturas bíblicas de la misa). El misterio de esta elección nos resulta más claro si aceptamos el mensaje procedente del relieve, dado en los textos litúrgicos (al menos dos veces de modo explícito), a la humildad de María: ella se hizo merecedora de la complacencia de Dios en su designio salvífico a favor de la humanidad. También en nuestro caso la humildad es la condición indispensable para recibir los dones divinos. Por eso canta la antífona de la hora intermedia: "Hoy es el nacimiento de santa María virgen, cuya vida ilustre da esplendor a todas las Iglesias". Prefacio (MAII, 412) Celebramos hoy el día feliz en que apareció en el mundo como estrella radiante la inmaculada y gloriosa madre de Dios.
Después de la culpa de la primera mujer, por fin se nos abrió la anhelada puerta de la vida y fuimos llamados de las tinieblas a la alegría de la luz eterna por el hijo de la virgen María.
13 de septiembre SAN JUAN CRISÓSTOMO, obispo y doctor de la Iglesia (344/49-407)
1. Nota histórico-Iitúrgica La memoria obligatoria de Juan Crisóstomo, muerto en la deportación en Comana (Tokat, Turquía), a orillas del mar Negro, el 14 de septiembre del año 407 (su cuerpo fue trasladado a Constantinopla el año 438), es celebrada ahora en la víspera de su dies natalis, impedido por la fiesta sucesiva, según la tradición de la Iglesia de Antioquía (para las Iglesias de Constantinopla y Alejandría la fecha es el 13 de noviembre, aniversario de la vuelta a su pueblo tras el primer exilio del año 403). Nacido en Antioquía, hacia el 349, de un oficial del ejército, Juan fue educado por su madre, Antusa (proclamada santa), que se quedó viuda a los veinte años, e instruido por el célebre retórico pagano, maestro de helenismo, Libanio. Orientado al cristianismo por el obispo Melecio, que lo bautizó a la edad de dieciocho años (368) más o menos, y por Diodoro de Tarso, llegó a lector. Luego fue ordenado diácono, y por fin sacerdote en Antioquía a los treinta y dos años (386) por su sucesor, Flaviano, tras haber transcurrido seis años de vida monástica (375), que lo prepararon para la vida ascética. Se dedicó al ministerio de la predicación en Antioquía durante doce años (386-398). Sus homilías, construidas sobre una doble trama, exegética o dogmática y moral, le granjearon la simpatía del pueblo. Es célebre su Homilía sobre las estatuas, con la cual logró consolar al pueblo, temeroso de una represalia imperial por una rebelión en el año 386 a causa de un nuevo impuesto.
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Tras la muerte de Nectario (397), por su fama de orador y homileta, Juan fue elegido patriarca de Constantinopla. Siguió predicando contra el vicio, el lujo y el desenfreno de la corte imperial, ganándose una oposición feroz. Son conocidas sus dos homilías sobre la desgracia de Eutropio, pese a haber favorecido su elección al pontificado, que había provocado la reacción del pueblo por haber querido abolir el derecho de asilo reconocido a las iglesias. Por celos de la emperatriz Eudoxia, que se consideró atacada en una homilía contra el lujo, y con el consentimiento de Teófilo, obispo de Alejandría, Juan fue desterrado por primera vez (sínodo de la Encina del año 403). Reclamado más tarde por el emperador Arcadio, el pueblo lo recibió triunfalmente. Pero dos meses después, al oponerse a Eudoxia, que aspiraba a los honores divinos en una fiesta popular pagana, fue exiliado de nuevo (404) a Cucuso, en la frontera de Armenia. Por fin, a causa de las protestas imperiales, fue enviado a un lugar todavía más lejano, en la costa oriental del mar Negro (Pitionte). Pero durante el viaje murió en la pequeña ciudad de Comana, en la capilla del mártir Basilio, pronunciando las palabras: "Gloria a Dios por todo. Amén". No es fiable la tradición del traslado de sus reliquias de Constantinopla a Roma en el siglo vm. 2. Mensaje y actualidad Las oraciones de la misa delinean tres rasgos principales de la vida del santo. a) Ante todo, en la colecta, se invoca a "Dios, que ha hecho brillar en la Iglesia a san Juan Crisóstomo por su admirable elocuencia" y "sus enseñanzas". Las enseñanzas de este gran orador, que tres siglos más tarde fue apodado por los bizantinos "Boca de oro" (Crisóstomo) y que le merecieron, en el concilio de Calcedonia, el título de "doctor de la Iglesia", son atestiguadas no sólo por su gran producción literaria (que sólo tiene un émulo en Occidente: Agustín), sino también por el estilo de su predicación pastoral y catequética. En el comentario a las Escrituras, según la línea exegética de la escuela literalista antioquena, nos ha dejado un inmenso patrimonio, que abarca del Antiguo al Nuevo Testamento, con la aguda exégesis de las cartas de san Pablo, su autor preferido. La segunda nota está expresada en la colecta con la invocación: "Oh Dios, fortaleza de los que esperan en ti, que has hecho brillar en la Iglesia a san Juan Crisóstomo por su capacidad de
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sacrificio, te pedimos... nos llene de fuerza el ejemplo de su valerosa paciencia". Basta pensar en las persecuciones sufridas a causa de sus regañinas a la emperatriz Eudoxia, que le hizo destituir ilegalmente, y que soportó "como si nada hubiera sucedido", continuando su acción pastoral tras su vuelta de Bitinia a Constantinopla. En la homilía pronunciada antes de partir al exilio (401), que nos ofrece el oficio de lectura, podemos oír el eco de este heroico coraje, que proclama: "No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir, si no es para vuestro bien espiritual... En cualquier lugar donde me mande Dios, le doy las gracias". En el nuevo himno (Lentini) de la liturgia de las horas se celebra a este emulador de Pablo, "hecho todo para todos" (tercera estrofa), entre otras cosas porque "nadie pudo doblegarlo ni dominarlo la furia de los gobernantes" (cuarta estrofa), hasta merecer casi la palma del martirio ("obten, venerable desterrado, el honor de la espléndida palma, mártir del corazón"). Es significativo que fuera el papa Inocencio I (sínodo del 405) el que exigiese que su nombre fuera incluido nuevamente en los dípticos de las iglesias patriarcales, tras la excomunión lanzada contra él: es un motivo ecuménico que no se ha de olvidar. b) En la oración sobre las ofrendas se pide "que los sacramentos recibidos en la fiesta de san Juan Crisóstomo nos confirmen en el amor [del Señor] y nos conviertan en fieles testigos de su verdad". La doctrina eucarística de esta sinergia divina en la participación sacrificial no aparece sólo en sus comentarios bíblicos y en sus numerosas cartas (doscientas treinta y seis del período del destierro), sino también en su obra maestra Sobre el sacerdocio. En este tratado encontramos una transformación de la actitud de Juan Crisóstomo, con la vuelta a la vida activa, tras haber compartido el temor de no ser digno de la elevada responsabilidad y de la dignidad episcopal. El gran compositor de la anáfora —se le atribuye al menos por la obra de reconstrucción e integración de la anáfora antioquena de los doce apóstoles— dio prueba, dedicando la vida a su pueblo, de una inmolación total. No se arredró ante las dificultades, bien a la hora de recluir en sus monasterios a los monjes que vagaban por la capital, bien al afrontar la reforma del clero, esclavo de la codicia y del egoísmo y expuesto a la ambigüedad de las "hermanas agapetas" ("virgines subintroductae"); es decir, de las vírgenes cristianas que se albergaban bajo el mismo techo que los sacerdotes (con el pretexto de defenderse contra la violencia de los hombres poderosos). c) En la oración después de la comunión reaparece el mo-
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346 San Juan Crisóstomo tivo del testimonio dado por Juan Crisóstomo, cuando se invoca al Señor para "que los sacramentos recibidos... nos confirmen en su amor y nos conviertan en fieles testigos de su verdad". Juan Crisóstomo, en efecto, como gran admirador de san Pablo, fue asimismo el más grande panegirista (en el siglo IV) de la limosna, renovando en su elocuencia, y a veces con mordaz ironía, este tema: "Dar al pobre es dar a Dios. Poned a Dios al mismo nivel que vuestros esclavos; si vosotros concedéis mediante testamento la libertad a vuestros esclavos, libertad a Cristo del hambre, de la necesidad, de la cárcel, de la desnudez". Y en la represión imperial por la rebelión del año 387 en Antioquía ya había dicho: "Basta un hombre lleno de celo para transformar a un pueblo". Testigo de la caridad intransigente en la defensa de los principios de la fe, sabía atenuar la dureza de su teoría con la bondad del corazón en la práctica. Así se comportó en Constantinopla en la lucha contra los paganos que intentaban restablecer la idolatría; contra los arríanos que, proscritos por Teodosio, provocaban pendencia con los católicos; con los numerosísimos godos, para ganarlos a la ortodoxia; contra los novacianos que, separados en una cuestión de disciplina, tenían un obispo que pretendía ser el único obispo legítimo de Constantinopla. Puede decirse que la actualidad de este gran obispo pastor (muerto a algo más de cincuenta años), que supo transformar su primitiva propensión a la vida monástica en celo por la salvación de su pueblo y de otras regiones (mientras estuvo en Cucuso, se interesó por el éxito de las misiones de Cilicia y Fenicia, soñando con convertir a Persia), tiene que ser redescubierta por nosotros de cara a las exigencias de la nueva evangelización de nuestras tierras. Siguen llenas de frescura y eficacia las homilías de este orador nato, que nos enseña a no descender jamás a compromisos con el mal. De Juan Crisóstomo se leen veinte textos. De las Homilías, además del fragmento para su memoria, se leen otros cuatro textos (mem. S. María en sáb.; mart. XXI sem. T.O.; Sant. 25-1; Sant. 26-1); de las Catequesis, dos textos (lun. II sem. de cuan; viern. santo); de las Homilías sobre He., dos textos (Sant. 14-V; Com. santos); de las Homilías sobre Rom., un texto (Com. santos reí); de las Homilías sobre la ¡Cor. (Sant. 24-VIH); de las Homilías sobre la 2Cor., dos textos (sáb. XVI sem. T.O.; XVII dom. T.O.); de las Homilías sobre Jn., un texto (Sant. 30-XI); de las Homilías sobre Mt, cuatro textos (XX dom. T.O.; juev. XXXIV sem. T.O.; sáb. XXI sem. T.O.; Sant. 25-VII); De las Homilías sobre Me, un texto (Com. santos educ.); de la Homilía del Ps.-Crisóstomo, dos textos (lun. II sem. de P.; viern. de ceniza).
15 de septiembre NUESTRA SEÑORA, LA VIRGEN DE LOS DOLORES (siglos xn/xiv)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores, que aparece en el siglo xil (se encuentran trazas de la misma a fines del siglo xi en los escritos de san Anselmo y de muchos monjes benedictinos y cistercienses) y es propagada primero por los cistercienses y después por los servitas, se difundió sobre todo en los siglos xiv y xv. Basta pensar en el Stabat Materas Iacopone da Todi (f 1306) y en la extensión de la "compasión" de la Virgen de la cruz a toda su vida. Por primera vez esta memoria se encuentra en Colonia, en 1423, en un decreto del concilio provincial para reparar los ultrajes de los husitas, conmemorando los dolores de María el viernes después del III domingo de pascua; en 1482 fue introducida en el misal con el título de Nuestra Señora de la Piedad. Sólo en 1727 fue inscrita en el calendario romano por Benedicto XIII. Suprimida en el tiempo de pasión (viernes de pasión), esta memoria ha sido conservada con la celebración de los siete dolores de María, memoria introducida ya por los servitas en 1668 el domingo después del 14 de septiembre (III domingo de septiembre). Fue inscrita en el calendario romano en 1814, y Pío X la fijó luego el 15 de septiembre (en 1913). El contexto de esta fiesta después de la exaltación de la santa cruz integra ahora su significado. De las imágenes llamadas "Piedad" o "Dolorosas" (es famosísima la de Miguel Ángel), típicas del arte gótico tardío y del renacimiento, donde se evidenciaba únicamente la compasión de María en la cruz; así como de las formas paralitúrgicas (el Stabat Mater, las Lamentaciones de María) se pasó luego a la contemplación de los demás dolores de la Virgen, fijados en el número siete (desde el siglo xiv). Esto se impuso tras varias fluctuaciones (de las siete espadas a las siete tristezas): la espada de Simeón, la huida a Egipto, el hallazgo en el templo, el camino del Calvario, la crucifixión, el descendimiento de la cruz, la sepultura. Hoy esta memoria celebra sobre todo el dolor de María en sentido global con el nuevo título de Virgen de los Dolores (que no colma la laguna de una memoria en el tiempo de pasión).
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348 Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores 2.
Mensaje y actualidad
La renovación de las oraciones de la misa indica que esta memoria se refiere a todas las formas de dolor de María, cuyo símbolo es la profecía de Simeón, recordada en la antífona de entrada (y en el fragmento evangélico a elección), así como a la participación de la Iglesia en la pasión y resurrección del Señor, como recuerda la antífona de comunión con el texto de IPe 4,13. La recentración cristológica de la fiesta emerge también en el invitatorio de la liturgia de las horas: "Adoremos al salvador del mundo, a quien estuvo unida la Virgen dolorosa". a) En la colecta se encuentra indicado el fundamento bíblico de esta memoria; en efecto, invocamos: "Señor, tú has querido que la madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz"; y se pide "que la iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección". La participación de María en la pasión de Cristo, aun colocándola paralelamente con la común de los miembros de la Iglesia (cf antífona de comunión y segunda antífona de los laudes), confirma que María participó de modo distinto en esta redención, cooperando de manera especial (LG 61) según el designio salvífico del Padre (aunque el concilio Vaticano II evitara el término de corredentora). b) En efecto, en la oración sobre las ofrendas se invoca al "Dios de misericordia, en esta fiesta de la virgen María, a quien tú nos entregaste como madre amorosa cuando estaba junto a la cruz de tu hijo, Jesucristo nuestro Señor" (cf la antífona del Magníficat en las vísperas), recordando el texto evangélico de Jn 19,25-27 (en la misa). Como dice la encíclica Marialis cultus (n. 7), esta memoria representa una "ocasión propicia para revivir un momento decisivo de la historia de la salvación y para venerar junto con el hijo exaltado en la cruz a la madre que comparte su dolor". María realizó lo que es tarea de todos los creyentes: asimilarse a Cristo en su cruz; pero al recibir la obra del redentor tuvo un papel activo (recepción activa), ya que, como cooperadora de la redención, puede transmitirla a otros de manera privilegiada. c) En la oración después de la comunión se invoca: "Después de recibir el sacramento de la eterna redención, te pedimos, Señor, que al recordar los dolores de la virgen María, completemos en nosotros, en favor de la Iglesia, lo que falta a la pasión de Jesucristo". El texto de Col 1,24, constituye, pues, un fundamento indirecto de esta especial participación activa
de María, en virtud de su maternidad universal y eclesial, recordada por el evangelio de Jn 19,25-27 o también de Le 2,3335. En este sentido, el responsorio de la lectura de san Bernardo, en el oficio, conjunta las citas de los dos textos evangélicos, según comenta el mismo sermón: "Éste [Cristo] murió en su cuerpo, ¿y ella no pudo morir en su corazón? Aquélla fue una muerte motivada por un amor superior al que pueda tener cualquier otro hombre; esta otra tuvo por motivo un amor que, después de aquél, no tiene semejante". El aspecto devocional de la secuencia de Iacopone, distribuida en los himnos de la liturgia de las horas y propuesta como facultativa en la misa (recuerda la piedad medieval, en la que las Lamentaciones de María gozaban de gran aprecio popular), nada quita a esta actualidad de la memoria, que sigue a la exaltación de la cruz, casi una segunda pascua de la cruz en el corazón del otoño. En efecto, nos recuerda una verdad esencial de nuestra fe, como sugiere la segunda antífona de los laudes: "Estemos alegres cuando compartimos los padecimientos de Cristo" (IPe 4,15). Es la alegría mística de la cruz que nos hace conformes a Cristo, obteniéndonos una gloria inconmensurable; como se canta para María según la antífona del Benedictus en los laudes: "Alégrate, madre dolorosa, porque, después de tantos sufrimientos (agones), gozas ya de la gloria celestial, sentada junto al Hijo como reina del universo". También las preces de la liturgia de las horas pueden servirnos de guía en nuestra fe.
Prefacio (Propio de la Orden de los Siervos de María, 38) Para salvar al género humano has querido misericordiosamente asociar a la Virgen con tu Hijo, a fin de que ella, que por obra del Espíritu Santo fue su madre, por un nuevo don de tu bondad, colaborara con él en la redención, y los dolores que no sufrió al darlo a la luz los padeciera, inmensos, al hacernos renacer para ti. Prefacio (MAU, 419) El dolor, como espada cruel, traspasa en el Calvario el corazón de la virgen María, mientras el salvador del mundo, clavado en la cruz,
350 San Cornelio y san Cipriano libera a los hijos de Adán de la antigua condena y abre con su sangre las puertas del reino. Al afrontar la muerte por nuestros pecados, Cristo quiso asociar particularmente a su madre a la pasión redentora para que impetrase a los hijos los frutos más copiosos del sacrificio.
16 de septiembre SAN CORNELIO, papa, y SAN CIPRIANO, obispo, mártires (t 253 y f 258)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de Cipriano, que, según las Actas proconsulares (presentadas opcionalmente en el oficio de lectura), fue decapitado en Cartago el 14 de septiembre del año 258, ya era festejada en Roma el día de su nacimiento, en la cripta donde reposaba el papa Cornelio en el cementerio de Calixto. Cornelio murió en el destierro en Civitavecchia (Centumcellae, puerto de Roma) en septiembre del año 253, y fue venerado como mártir (confesor de la fe) y enterrado en las catacumbas de Calixto (cripta de Lucina). La conmemoración el mismo día de ambos mártires es, pues, antigua, ya que se encuentra en el martirologio jeronimiano, y luego en el sacramentario veronense. Pero, para evitar un officium mixtura cuando se introdujo la fiesta de la exaltación de la cruz en Occidente (siglo vil), se la trasladó (desde el siglo xv) a la fecha del 16 de septiembre, el día más libre. Su memoria, asociada en el canon romano, atestigua esta relación entre los dos mártires, hasta el punto de que el orden cronológico de los papas aparece invertido para los dos últimos, ya que Sixto II (258) pasa por delante de Cornelio (253), que se encuentra unido a Cipriano. Cornelio fue elegido papa por su comunidad natal en el año 251, después de la persecución de Decio, el cual, dice san Cipriano, "habría soportado mejor enterarse que un rival se rebelaba contra él que ver en Roma a un obispo de Dios". Nada
/ 6 de septiembre 351 se sabe de sus orígenes, pero tal vez perteneciera a la gran familia de los Cornelios. Gobernó la Iglesia desde el año 251 al año 253. Fue defendido por san Cipriano en el cisma rigorista de Novaciano, sacerdote romano que lo acusaba de debilidad en la cuestión de los lapsi (es decir, de haber comprado durante la persecución un certificado de sacrificio y de haber comulgado con apóstatas declarados). En la lucha contra Novaciano (en Roma) y contra Novato, enemigo de Cipriano (en Cartago), Cornelio y Cipriano estuvieron unidos, pese a algunos equívocos provocados por falsos informes. Cipriano hacía el elogio de Cornelio, que "había pasado por todos los oficios eclesiásticos y había subido, superando los grados, a la cumbre sublime del sacerdocio". Tras la condena del Novaciano y Novato en el concilio de Cartago, el papa Cornelio aprobó esta excomunión y se la comunicó a todas las Iglesias, que la acogieron favorablemente, salvo la de Antioquía, donde su obispo Fabio compartía las ideas de Novato. Después de la peste que se cebó en el imperio romano (en 252-254), de la que fueron acusados los cristianos por haber provocado la cólera de los dioses, el emperador Galo desencadenó la persecución, que fue benigna, porque Cornelio fue desterrado al pequeño puerto de Civitavecchia, donde murió. Cipriano, antes de la conversión (a los veinticinco años, bajo la guía de Ceciliano) y de su elección a obispo, había ejercido la profesión de retórico y de abogado. Nació en Cartago hacia el año 210; fue bautizado en la pascua del año 246, convirtiéndose en un hombre nuevo (cf carta a Donato). Fue elegido para la cátedra episcopal en el 249, después de la muerte de Donato, en la metrópoli africana, que tenía el primado sobre unos ciento cincuenta obispos. Durante la persecución de Decio, que golpeó duramente también a la Iglesia africana (en Roma había sido sacrificado el mismo papa Fabiano), se vio implicado en la cuestión de los lapsi, es decir, de los apóstatas caídos que volvían a la Iglesia, aunque sin querer someterse a la penitencia, contentándose con certificados de reconciliación que les concedían los "confesores" de la fe. Tuvo que luchar contra el sacerdote Novato (defensor del antipapa Novaciano en Roma) y el diácono Felicísimo (que había elegido como antiobispo a Fortunato), que habían consumado el cisma. Cipriano transmitió las decisiones del concilio de Cartago, reunido por él en el año 252, al papa Cornelio, que, después de una investigación sobre la legitimidad de su elección, lo había defendido y apoyado contra Novaciano y Novato.
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San Cornelia y san Cipriano
Después de la muerte de Cornelio (253) y la breve sucesión de Lucio (253-254), el papa Esteban, de carácter más bien autoritario, demostró no aceptar la tesis de Cipriano, que defendía el rebautismo de los herejes y de los cismáticos, porque "sólo la Iglesia (y no estos novacianos) tenía el poder de bautizar y purificar". En el concilio de Cartago del año 256, Cipriano fue sostenido por los obispos africanos y apoyado entre otros por Firmiliano, obispo de Cesárea, mientras que Dionisio de Alejandría intervino para evitar un cisma y calmar a los antagonistas. Pero la muerte de Esteban, con la sucesión de Sixto II, juzgado "bueno y pacífico", resolvió la peligrosa situación. El mismo Cipriano fue víctima de la persecución de Valeriano: primero fue desterrado a Curubis (África proconsular); después, tras su vuelta a Cartago (donde se enteró de la ejecución de Sixto II y se la comunicó al obispo Suceso, declarándose dispuesto a sufrir), fue procesado de nuevo y poco después murió decapitado por orden del procónsul Galerio Máximo (el 14 de septiembre del año 258). Su culto en la ciudad episcopal fue continuo, con la construcción de tres basílicas. Sus reliquias habrían sido trasladadas a Lyón en el siglo ix (una parte son veneradas en la catedral de San Juan, mientras que otra parte estaría custodiada en la abadía de Notre-Dame de Compiégne).
2.
Mensaje y actualidad
a) La nueva colecta de la misa pone de manifiesto una idea central que caracteriza esta memoria conjunta de los dos generosos pastores e intrépidos mártires. En efecto, se pide: "Oh Dios, que has puesto al frente de tu pueblo como abnegados pastores y mártires intrépidos a los santos Cipriano y Cornelio, concédenos, por su intercesión, fortaleza de ánimo y fe para trabajar con empeño por la unidad de tu Iglesia". La unión entre las Iglesias de Roma y de Cartago ya era fuerte, no sólo porque ninguna provincia del imperio estaba más latinizada que África, sino también porque las circunstancias históricas habían favorecido estas relaciones. Durante la persecución del año 250, en la que había hallado la muerte el papa Fabiano, Cipriano escribió a Roma para defenderse (carta 36) de la acusación de haber sido un mercenario que había abandonado a su grey ante el lobo, ya que él había huido tras el edicto de Decio, permaneciendo oculto hasta la primavera del año 251. En la carta 60, presentada por el oficio de lectura, Cipriano,
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dirigiéndose a su colega, obispo de Roma, escribe: "En efecto, si formamos todos una misma Iglesia, si tenemos todos una sola alma y un solo corazón, ¿qué sacerdote no se congratulará de las alabanzas tributadas a un colega suyo, como si se tratara de las suyas propias?" Tal unidad de espíritu derivaba de la admiración de Cipriano por la calidad del testimonio del papa Cornelio, especialmente durante el cisma del antipapa Novaciano, que tomaba como pretexto que el nuevo obispo de Roma era un "libelático"; es decir, que había adoptado una actitud demasiado tolerante con aquellos que no habían confesado valerosamente la fe (lapsi). La perseverancia en la fe es, pues, también fruto de un celo por mantener esa unidad de la Iglesia por la cual Cipriano escribió su tratado (De unitate Ecclesiae), junto con el De lapsis, que leyó a los obispos reunidos en un concilio tras su vuelta a Cartago. b) En la oración sobre las ofrendas, derivada del misal parisiense (de 1738), se pide que "estos dones, que dieron fortaleza en la prueba a los mártires Cornelio y Cipriano, nos hagan fuertes también a nosotros frente a todas las adversidades". En la citada carta de Cipriano al papa Cornelio (cf oficio de lectura), presintiendo la hora de su martirio, alude a las celebraciones eucarísticas de modo indirecto, como hace en la carta 57, donde se unen el cáliz de los sufrimientos y el cáliz del Señor. "Dado que la divina Providencia nos preanuncia que es inminente la hora de la prueba y de nuestro combate, nosotros no dejamos de entregarnos con todo el corazón a los ayunos, las vigilias y las plegarias. Éstas son para nosotros las armas celestiales que nos hacen mantener firmes en la perseverancia inquebrantable". La frase que se lee en el oficio de lectura (pronunciada tras la sentencia del procurador: "Decretamos que Tascio Cipriano sea decapitado") es un eco de la plegaria eucarística, ya que Cipriano dijo: "Gracias sean dadas a Dios". También el elogio que teje Cipriano en la citada primera lectura atestigua esta relación indirecta con la celebración eucarística: "Ha quedado públicamente comprobada la fortaleza del obispo que está al frente de su pueblo y ha quedado de manifiesto la unión entre los hermanos que han seguido sus huellas". Hasta decir: "Por el hecho de tener todos vosotros un solo espíritu y una sola voz, toda la Iglesia de Roma ha tenido parte en vuestra confesión". c) En la oración después de la comunión se pide nuevamente al Señor que, "a ejemplo de los santos Cipriano y Cornelio, y llenos de la fortaleza de tu Espíritu, demos fiel testimonio
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354 San Cornelia y san Cipriano de la verdad del evangelio". Cipriano, como teólogo, dependía de Tertuliano, al que llama maestro suyo (pero sin citarlo nunca, a causa de su fin cismático), y sostenía en buena parte la teoría de rebautizar a los herejes. Pero en el tratado Sobre la unidad de la Iglesia afirma con valentía tal testimonio evangélico, poniéndole sobre todo en relación con la sucesión apostólica: "No puede tener a Dios por padre quien no tiene a la Iglesia por madre". Y también en las dos reseñas de la obra (consideradas ambas actualmente como auténticas) Cipriano sostiene que la cathedra Petri se encuentra no sólo en la Iglesia romana (el primado de Pedro es de tipo cronológico, en virtud de su llamada precedente a los demás apóstoles), sino también en cualquier otra Iglesia presidida por un obispo católico, cuya legitimidad es real. Si estos textos no se pueden aducir apologéticamente para afirmar el primado de Pedro en el sentido moderno, se puede admitir que Cipriano es aún en nuestros días un precursor de la doctrina conciliar, según la cual "los obispos son, individualmente, el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares, formadas a imagen de la Iglesia universal, en las cuales y a base de las cuales se constituye la Iglesia católica, una y única" (cf LG 23). En nota a esta cita del documento conciliar hay dos frases de Cipriano tomadas de la carta 66,8: "El obispo, en la Iglesia, y la Iglesia en el obispo", y de la carta 55,24: "Única Iglesia, dividida en muchos miembros por todo el mundo". La actualidad de este testimonio primitivo sobre la Iglesia particular en sus relaciones con la Iglesia universal, defendida por Cipriano en comunión con el papa Cornelio (cf la antífona del Magníficat en vísperas: "Oh dichosa Iglesia nuestra...": Ep. 10,5), es también hoy una gran fuerza de renovación de nuestra fe en la verdad del evangelio. El responsorio de la lectura en el oficio, tomado de la carta 58,8, canta justamente: "Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo". De Cipriano, además del fragmento para su memoria en las Actas proconsulares del martirio, se leen dieciocho textos. Un fragmento de la Carta a Fortunato (Sant. 14-X); un fragmento del Tr. sobre el comportamiento de las vírgenes (Com. vírg.); un fragmento del Tr. sobre la muerte (viern. XXXIV sem. T.O.); seis textos de las Cartas (Com. para varios márt.; Sant. 20-1; Sant 11-IV; Sant 7-VIII; Sant. 13-VIII; Sant. 16IX); y ocho textos del Tr. sobre el padrenuestro (mart. I sem. de cuar.; XI dom. T.O.; lun. XI sem. T.O.; mart. XII sem. T.O.; miérc. XI sem. T.O.; juev. XI sem. T.O.; viern. XI sem. T.O.; sáb. XI sem. T.O.), y un texto del Tr. sobre los bienes de la paciencia (sáb. I sem. adv.).
17 de septiembre SAN ROBERTO BELARMINO, obispo y doctor de la Iglesia (1542-1621)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de Belarmino, muerto en Roma el 17 de septiembre de 1621, canonizado nada menos que trescientos años más tarde, en 1930 (pese a su ininterrumpida fama de santo) y declarado doctor de la Iglesia en 1931, es trasladada a su dies natalis (del 13 de mayo). Nació en Montepulciano, región de Toscana (Italia), de noble familia (sobrino del papa Marcelo II), y entró en la Compañía de Jesús en 1560; después estudió filosofía en el Colegio Romano, más tarde teología en Padua y por fin en Lovaina. Aquí, en la célebre universidad (que era rival de París), después de haber sido ordenado sacerdote en Gante en 1570, fue, de alumno, profesor de teología durante su estancia de siete años (15691576). Por motivos de salud volvió al Colegio Romano (la futura Universidad Gregoriana) como maestro de teología, donde enseñó doce años (1576-1588) y publicó sus Controversias (cuatro volúmenes), que posteriormente alcanzaron varias ediciones (en ellas se inspiró también san Francisco de Sales en la obra homónima). Pero por la oposición de algún detractor, que no compartía su tesis, que negaba al papa un poder temporal directo, tal obra corrió el riesgo de ser incluida en el índice de los libros prohibidos (1594). Cuando acompañó a París como teólogo a la legación papal, enviada para intervenir en la lucha entre la Liga y Enrique IV, dio ejemplo de gran discreción y piedad. Supo resistir con franqueza a Sixto V en lo tocante a la versión de la Biblia en latín (la famosa Biblia Sixtina) y dictó el prólogo de la edición revisada y corregida de 1592, en tiempo de Clemente VIII. En 1588 Roberto, de profesor de controversias pasó a padre espiritual del Colegio Romano. El más ilustre de sus "dirigidos" fue Luis Gonzaga, de cuya beatificación se ocupó más tarde. Posteriormente —cuatro años después— llegó a rector del mismo colegio, hasta que en 1594 fue a Ñapóles como provincial de los jesuítas. Clemente VIH lo reclamó a Roma como su teólogo particular, nombrándolo consultor del Santo Oficio y rector de la Penitenciaría. En este tiempo compuso, entre otras
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San Roberto
Belarmino
obras, sus famosos catecismos: el Gran catecismo y el Pequeño catecismo, que se convirtieron en los más importantes después del catecismo del concilio de Trente Pese a su resistencia, fue creado cardenal (1599) e intervino en la disputa entre jesuitas (Molina) y dominicos (Báñez) sobre la predestinación (De auxiliis divinae gratiae), sosteniendo la necesidad de no intervenir incluso contra el papa. Por ello fue alejado de Roma con el nombramiento de arzobispo de Capua (1602), donde fue un pastor modélico durante tres años (16021605). Por fin Pablo V, sucesor de León XI (que apenas gobernó un mes) lo mantuvo en Roma, donde se convirtió en teólogo oficial de la Congregación del Santo Oficio y desarrolló una intensa actividad de escritor, de diplomático y de político (en la histórica legación de Francia con el cardenal Gaetani), admirado por todos por su gran simplicidad de vida. En 1616 impuso a Galilei silencio acerca de la cuestión astronómica. En 1621 se retiró a la casa del noviciado de San Andrés del Quirinal. Aquí, confortado por la bendición de Gregorio XV, expiró después de haber recitado el credo, el día de los estigmas de san Francisco, cuya memoria había conseguido que se celebrara en toda la Iglesia. Hoy se le venera en la iglesia de San Ignacio junto a la tumba de san Luis Gonzaga.
2. Mensaje y actualidad La colecta, ahora modificada, ya no hace referencia a la vuelta de los errantes ("errantium corda") a la Iglesia romana, por evidentes motivos ecuménicos, pero recuerda una nota peculiar de este gran controversista postridentino, invocando al Señor, que dotó "a san Roberto Belarmino de santidad y sabiduría admirable para defender la fe de su Iglesia". En el clima de la contrarreforma, en que la Iglesia realizaba aquel movimiento renovador por el que habían clamado los santos y después los luteranos, este gran maestro (llamado por Benedicto XIV "martillo de los herejes") había luchado por defender la verdadera fe en torno al pecado y a la gracia ya en Lovaina contra Bayo, canciller de aquella universidad, y luego en las Controversias (cuyo primer volumen fue publicado cuando tenía cuarenta y cuatro años), que provocaron en los protestantes la reacción de las "Cathedrae antibellarminianae". Su doctrina, expuesta popularmente en el Pequeño catecismo (traducido al francés y usado para los niños por san Francisco de Sales), que
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él mismo explicaba a sus familiares y al pueblo (incluidos los niños analfabetos), fue el gran medio para confutar, con las verdades de la fe, la difusión del paganismo renacimental. Tal uso se prolongó por muchas generaciones. Fue asimismo modelo de virtudes cristianas, además de maestro, como demuestra su actitud coherente al par que dócil en la cuestión de la ya decidida censura de una parte de su obra, las Controversias; y como en el caso de la disputa sobre la predestinación, en que disuadió al papa con argumentos convincentes. Así, en la aventura de Sixto V y de su Biblia opuso la prudente decisión del concilio de Trento (prediciendo la muerte del papa, que murió antes de que las congregaciones "De auxiliis divinae gratiae " encontraran una solución). Su mismo alejamiento de la curia romana por el arzobispado de Capua fue aceptado por él como un don divino, demostrando gran celo no sólo como predicador y catequista, sino también por la reforma del clero y sobre todo por las obras de caridad con los pobres. Fue fiel a la práctica de las virtudes y de las observancias de la Compañía de Jesús, a la que hizo heredera de sus numerosas obras y bienes. Murió después de haber redactado la última de sus obras escritas como testamento espiritual: El arte de bien morir (1620). La conclusión de la colecta nos hace pedirle al Señor que conceda a su pueblo, "por su intercesión, la gracia de vivir con la alegría de profesar plenamente la fe verdadera". El método apologético de Belarmino se inspiraba no sólo en el magisterio de santo Tomás de Aquino, sino también en las fuentes bíblicas y patrísticas. A pesar de su cultura, por la que Clemente VIII le había nombrado cardenal proclamando que "no había otro hombre igual a él en la doctrina", cometió el error de condenar a Galileo, convencido de que la prueba aducida por él no era ni definitiva ni convincente. Anteriormente él mismo había corrido el riesgo de que una parte de su obra fuera condenada por el índice. Su obra para confutar el libro francés Del poder del papa, que atacaba el poder temporal de los papas, fue una repetición de su constante teoría (por la que fue procesado) del "poder indirecto", según la cual el poder espiritual puede reivindicar temporalmente la autoridad política, pero con gran discreción y sólo cuando está en juego el bien espiritual. La integridad de la fe, que defendió valientemente no sólo con su dedicación a la predicación (hasta el punto de que san Francisco de Sales lo comparó con un "venero inagotable de doctrina"), sino también con el método, que sabía reconducir
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Belarmino
las verdades a su núcleo esencial, es atestiguada por un paso de su tratado ascético en el oficio de lectura, donde así se expresa: "Por esto, si juzgas rectamente, comprenderás que has sido creado para la gloria de Dios y para tu eterna salvación; comprenderás que éste es tu fin, que éste es el objetivo de tu alma, el tesoro de tu corazón. Si llegas a este fin, serás dichoso; si no lo alcanzas, serás un desdichado". Había defendido siempre al papa y a su autoridad, como en el caso del ataque de los teólogos venecianos (1606) y en la confutación de la apología de Jacobo I de Inglaterra, hasta reducirlo al silencio (1609), mostrándose defensor de la doctrina eclesial. Podemos servirnos de su actualidad poniendo a disposición de todos (incluidos los humildes) los dones de ciencia y de bondad recibidos de Dios, sin orgullo de pretensiones, oponiéndonos resueltamente a cualquier compromiso de conciencia. Así se portó, a pesar de su talento, Belarmino, que no cedió jamás a ninguna solicitación de nepotismo o de reticencia frente a lo que él creía, aunque a veces sin razón, ser la verdad. Su característica puede ser denominada "la mística del servicio de Dios", como testimonia su Autobiografía, donde se reconoce siempre en paz, incluso en las contrariedades y en la misma problemática de las Disputationes. En cualquier caso, su fidelidad al papado resulta aún más significativa, porque en el cónclave sucesivo a la muerte de León XI, corriendo el riesgo de ser elegido papa, rezaba: "A papatu, libera me Domine". Su rectitud de juicio se trasluce en el diferente comportamiento adoptado en sus tres intervenciones más célebres: contra el Tratado del entredicho a Venecia de Paolo Sarpi; contra el derecho divino sostenido por Jaime I, que imponía el juramento de fidelidad; y por fin en el azaroso caso de Galileo.
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19 de septiembre SAN JENARO, obispo y mártir (j ca. 305)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa del obispo Jenaro, martirizado con otros seis compañeros (ignorados en nuestro calendario) en Pozzuoli (cerca de Ñapóles) a comienzos del siglo IV (305?), es mencionada ya en el martirologio jeronimiano en fecha del 19 de septiembre, así como en los antiguos calendarios de Cartago (siglo VI) y de Ñapóles (siglo IX), y en los de Oriente (los bizantinos lo veneran también el 20 de abril), igual que en la capilla papal desde finales del siglo XIII. Las noticias, que derivan de algunas passiones (la más antigua está en las Acta bononiensa después del siglo VI, en un códice del año 1180), no nos permiten trazar con seguridad esta figura de mártir. Su existencia histórica es atestiguada por la fuente más antigua; esto es, por el biógrafo de san Paulino de Ñola, el sacerdote Uranio, cerca de un año más tarde de los hechos acontecidos en 431. "Paulino comenzó a preguntar con voz clara dónde estaban sus hermanos. Entonces uno de los asistentes, creyendo que buscaba a sus cohermanos obispos que habían celebrado con él (la eucaristía en el dormitorio), dijo: 'Aquí estoy, en torno tuyo y de tus hermanos'. Pero él, respondiendo, añadía: 'Yo me refería a mis cohermanos en el episcopado, Jenaro y Martín (de Tours), que hace poco conversaban conmigo, prometiéndome que acudirían pronto'. De aquellos dos obispos, Jenaro, obispo y mártir, es gloria de la Iglesia de Ñapóles" (PL 53, 861-A). En cambio, a favor de la tesis de que se trata de un obispo de Benevento, que lo enumera en su lista episcopal (hay dos Jenaros), está el hecho de que el segundo Jenaro, que suscribió el concilio de Sardica (342-343) haciendo votar el canon 12 ("Ianuarius a Campania de Benevento"), fue desterrado y atormentado por los arríanos por defender a Nicea, y por ello es mártir. Luego habría sido trasladado a Campiña e inhumado en Pozzuoli. Reencontrado (hacia los años 410-432) por el obispo Juan I, habría sido transferido a Ñapóles, en la catacumba de Capodimonte. En favor de la tesis del obispo de Ñapóles se puede aducir además la inscripción ("Sancto martyri Ianuario") en una pintura del siglo v, donde Jenaro aparece con nimbo
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entre dos velas. El relato legendario, que sitúa el martirio en el estadio de Pozzuoli por decapitación después de que sufriera en vano otros tormentos (llamas de un horno, osos del estadio), ha contribuido a hacer un símbolo de este santo. Tal culto es acentuado también por el fenómeno de la sangre, que se licúa normalmente en coincidencia con las traslaciones cuatro veces al año (el primer sábado de mayo, el 19 de septiembre, en las octavas de estas festividades y raramente el 16 de diciembre), según una tradición que se puede documentar a partir de 1389 (falta la documentación en un período de once siglos). El hecho ha de considerarse milagroso (sucede independientemente de la temperatura ambiental); por eso va acompañado de las diferentes indulgencias de la Iglesia, concedidas por los papas, que acreditan una fe puramente eclesiástica (no está en juego la fe católica, y menos aún la divina). En efecto, el culto de las reliquias va dirigido siempre a la persona, y jamás al objeto material. En el caso del mártir conviene recordar que todos estos actos de veneración van a "Cristo, corona de todos los santos" (LG 50-51). Las reliquias del mártir, transportadas desde el agro marciano (Pozzuoli) a las catacumbas napolitanas de Juan I (f 432), entre el 413 y el 431, fueron depositadas en el cementerio noble de la familia Ianuaria, convertido en oratorio cementerial cultual. Así se explica por qué también la sangre fue recogida, según la leyenda, en dos ampollas y entregada por una mujer, tras la decapitación, a los napolitanos cuando su cuerpo fue trasladado a Ñapóles. Esta es la sangre que sigue licuándose, con variación de volumen, peso y viscosidad, contra las leyes de la constancia de la temperatura de fusión y de la conservación de la masa.
2. Mensaje y actualidad La colecta del misal, que deriva del sacramentario gregoriano (es la del papa Sixto II y compañeros), pide que el Señor, "que nos concede venerar la memoria de tu mártir san Jenaro, ... [nos otorgue] también la gracia de gozar de su compañía en el cielo". El culto popular al obispo de una gran ciudad nos recuerda el valor de la misión episcopal, que san Agustín ilustra en el oficio de lectura con una famosa frase que sintetiza toda la grandeza y al mismo tiempo la responsabilidad del pastor de una Iglesia local: "Si por un lado me aterroriza lo que soy para vosotros, por otro me consuela lo que soy con vosotros. Soy
obispo para vosotros, soy cristiano con vosotros. La condición de obispo connota una obligación, la de cristiano un don; la primera comporta un peligro, la segunda una salvación". El hecho milagroso de la sangre (que se ha renovado hasta dieciocho veces en un solo año, planteando un problema de credibilidad ante este aparente despilfarro de omnipotencia divina) no tiene una explicación natural; pero sigue en pie la doctrina católica, según la cual la veneración de un santo, tanto más de un mártir pastor, se nos recomienda para que busquemos "el ejemplo de su vida, la participación de su intimidad y la ayuda de su intercesión" (LG 51, prefacio de los santos pastores). Ésta es la actualidad permanente que hay que subrayar. No hay que multiplicar los milagros sin necesidad, pero tampoco habrá que negarlos por prejuicio.
20 de septiembre SAN ANDRÉS KIM TAEGON, presbítero, y SAN PABLO CHONG HASANG Y COMPAÑEROS, mártires (siglo xix)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de los dos mártires coreanos, canonizados en 1984 por Juan Pablo II con otros ciento once mártires durante el viaje apostólico a Corea, memoria introducida en el calendario en 1985, ha sido fijada en una fecha intermedia entre el 16 de septiembre para Andrés (decapitado en Seúl) y el 22 de septiembre para el laico Pablo, asesinado el mismo año de 1846. La evangelización de este país asiático se remonta a los comienzos del siglo xvm por el apostolado de algunos laicos, que lograron crear una fuerte y fervorosa comunidad que, sin pastores, perseveró en la fe hasta la llegada secreta de los primeros misioneros franceses. De esta comunidad forman parte ciento tres mártires, todos coreanos, excepción hecha de tres obispos y siete sacerdotes pertenecientes a las Misiones Extranjeras de París, asesinados en las persecuciones de los años 1839,1846,1866 y 1867. Las noticias sobre el sacerdote Andrés,
362 San Andrés Kim Taegon y san Pablo Chong Hasangy compañeros hijo de Ignacio (también fue martirizado su padre en 1821), aunque no muy numerosas, son corroboradas no obstante por su testimonio, escrito en dos cartas. Una está escrita en latín desde la cárcel, en 1846, al vicario apostólico (monseñor G.-G. Ferréol), que le había ordenado sacerdote en 1845, y que había conseguido introducirle en Corea con otro misionero; la otra está dirigida a sus compatriotas cristianos. Sus restos fueron trasladados desde el lugar del martirio (a orillas del río, en las cercanías de la capital) a una montaña, en la cual está sepultado. Son los primeros mártires de este país asiático, hoy a la cabeza de la civilización en el mundo oriental. 2. Mensaje y actualidad En la oración de la misa y en la liturgia de las horas emergen dos temas. El primero, en la colecta, es el de la universalidad del designio salvífico de Dios, "creador y salvador de todos los hombres, que en Corea, de modo admirable, llamaste a la fe católica a un pueblo de adopción y lo acrecentaste por la gloriosa profesión de fe de los santos mártires". La Iglesia es misionera por naturaleza, como nos ha recordado el concilio con el decreto Ad gentes; y el evangelio sigue siendo un grano de trigo fecundo que se multiplica cuando muere (cf Jn 12,24). En la carta, que encontramos en el oficio de lectura, nos sorprende la sencillez evangélica del discurso de Andrés Kim, hijo de la campiña coreana, que, sirviéndose de imágenes de la vida agrícola (el sembrador), parece recalcar el estilo de las parábolas: "¿Cómo esta gran persecución podría ser considerada de otro modo que como una decisión del Señor, o como un premio o castigo suyo?" El creyente sabe descubrir incluso en los acontecimientos más opresivos y crueles un signo de la providencia divina. Ésta es la enseñanza de la intercesión final de la colecta, donde se pide a Dios, por el ejemplo e intercesión de los mártires, "perseverar también nosotros hasta la muerte en el cumplimiento de sus mandatos". Andrés, que había sacado provecho de su educación cristiana familiar y de su formación, llevada a cabo en Macao, adonde fue enviado por intervención de un misionero francés, logrando que entrara en su país el vicario apostólico y algunos otros, es hoy para nosotros un estímulo de cara a la fidelidad heroica y coherente de nuestra fe. Ésta se ve asaltada por peores enemigos que los de una muerte cruenta, al presentarse enmascarados por la aparentemente pacífica secularización de la vida.
21 de septiembre 363 21 de septiembre SAN MATEO, apóstol y evangelista (siglos v/vni)
1. Nota histórico-litúrgica La veneración de san Mateo se remonta en Roma al siglo v, cuando era recordado en su basílica de la vía Merulana; y más tarde al siglo vm, con la fiesta que incluía una vigilia (como para los demás apóstoles). La fecha actual del 21 de septiembre es la del martirologio jeronimiano. En Oriente las fechas son diversas para los bizantinos y sirios (el 16 de noviembre) y para los coptos (el 9 de octubre). Los testimonios bíblicos nos presentan a este Leví (según Me y Le) como publicano o recaudador de impuestos, hijo de Alfeo (Me 2,14), de origen hebreo (Mateo deriva del arameo; tal vez signifique "don de Dios"), perteneciente a una tierra fronteriza entre los territorios de Herodes Antipas y Filipo. Nacido en Cafarnaún (Mt 9,9), es identificado por Eusebio (HE III, 24, 6, que cita a Papías) con el autor del primer evangelio, escrito en arameo. La duplicidad del nombre, Leví-Mateo (forma grecizada de Mathai) no contrasta con el uso judío (cf SimónPedro, Saulo-Pablo) y figura en la lista de los doce apóstoles: en el séptimo lugar en Me (3,18) y Le (6,15); en el octavo en Mt (10,3) y en He (1,13). Según fuentes legendarias apócrifas (Noticia de los lugares de los santos apóstoles, Breviario de los apóstoles), evangelizó varias regiones: de los partos, de Persia (según Ambrosio y Paulino de Ñola), y con más probabilidad de Etiopía (según el martirologio romano), donde llegó a convertir a la hija del rey (Ifigenia, venerada hoy como santa virgen) y sufrió el martirio (la negación de Clemente Alejandrino al respecto no es muy significativa). Sus reliquias fueron trasladadas de Etiopía a Paestum, y luego, en el siglo X, a Salerno (como atestigua Gregorio VII en 1080). La iconografía del apóstol, representado con frecuencia como un hombre alado, ha venido acompañada también por la ocasión de una fiesta folclórica centroeuropea de otoño: "Como en el día de invierno". El símbolo de su evangelio (escrito en arameo quizá hacia el 42, es decir, doce años después de la pascua en la que se dispersaron los apóstoles de Jerusalén) es el del hombre, porque, según Jerónimo, el comienzo del escrito es originado casi por el hombre (genealogía de Jesucristo...).
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364 San Mateo 2.
Mensaje y actualidad
Las oraciones de la misa (después de los textos de la liturgia oratoria), derivadas del misal parisiense (1738), subrayan tres aspectos principales de la fisonomía del "escriba veloz" (ágil escribano), como es denominado en el responsorio de la lectura patrística, aplicándole el elogio de Esd 7,6-10. a) La colecta invoca ante todo: "Oh Dios, que en tu infinita misericordia te dignaste elegir a san Mateo para convertirlo de publicano en apóstol" (el latín añade "de tu evangelio"). El significado de este evangelio que ya Papías, obispo de Hierápolis, en Frigia (95-165), calificaba como una recopilación de logia (oráculos) de Jesús en lengua hebrea y que "cada cual los tradujo como pudo", es el de un verdadero manual para la educación del pueblo cristiano (o catecismo para la vida cristiana), porque presenta a Cristo como maestro que supera a Moisés en la lógica preceptística, para llegar a la perfección del Padre (Mt 5,48). De la experiencia concreta de la catequesis y de la vida pastoral saca Mateo la concreción de su ideal, que, si bien es el escatológico de las bienaventuranzas, va siempre dirigido a las exigencias de un continuo discipulado. Al probar que Jesús es el mesías, Mateo se dirige sobre todo a los lectores palestinos, dando por conocidas sus costumbres y ambiente, para demostrar el cumplimiento de las Escrituras. La conclusión de la colecta invoca que, "fortalecidos con su ejemplo y su intercesión, podamos seguirte siempre y permanecer unidos a ti con fidelidad". El comentario de Beda, en el oficio de lectura, a la vocación de Mateo, durante la cena con los publicanos y los pecadores, nos invita a que abramos a Jesús la puerta para acogerlo cuando damos nuestro asentimiento a sus advertencias, tanto secretas como manifiestas, y empezamos a poner por obra todo lo que se debe realizar. b) La oración sobre las ofrendas nos presenta el tema eclesial, que es una de las preocupaciones fundamentales en el evangelio de Mateo. En efecto, suplicamos al Señor "que cuide con amor de su Iglesia, cuya fe alimentó con la predicación de los apóstoles". Es justamente el evangelio de Mateo el que usa el término ekklesia (16,18; 18,17) al presentarnos al verdadero Israel como comunidad fraterna (12,50), que es base de comunión real (5,23-24) y disponibilidad para el perdón (6,12; 18,22); donde el que preside es también servidor (20,26) y donde los pobres y los pequeños deben recibir las máximas atencio-
nes (18,1-10), aunque sean débiles y descarriados en la fe (18,12-14). c) La oración después de la comunión une la llamada de Mateo con el banquete eucarístico: "Hemos participado, Señor, de la alegría saludable que experimentó tu apóstol san Mateo al tener de invitado en su casa al mismo salvador". En efecto, el apóstol, tan profundamente arraigado en la tradición judía y que no quiso perder los valores de la continuidad con Israel, está abierto sin embargo a la novedad de la dimensión universal del evangelio (cf 8,11-12). Es el único que nombra a Siria entre los territorios evangelizados por Jesús (4,24), porque presenta el anhelo de la salvación universal. Por eso, en la intercesión de la oración se pide "seguir alimentándonos siempre con el cuerpo y la sangre de Cristo, que no ha venido a salvar a los justos, sino a los pecadores". Los pecadores en el evangelio (cf antífona de la comunión) representan a toda la humanidad de las gentes que, pese al rechazo del pueblo hebreo, alcanzan la promesa de bendición hecha a Abrahán (Gen 12,4), ya que "muchos del oriente y del occidente vendrán y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de Dios, pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de fuera" (8,11-12). Como canta el himno de laudes (de Lentini), Mateo, al anunciar a Cristo por el mundo y confesarlo con su sangre, lo honra con la prueba suprema del amor vital (quinta estrofa). La actualidad, para nosotros, ya está implícita en este mensaje evangélico, que él nos ha transmitido como "un ágil escribano, doctísimo en la ley del Dios del cielo" (responsorio de la lectura patrística). También nosotros —como prosigue el texto que aplica las palabras de Esd 7,6-10— podemos imitarlo adiestrando nuestro corazón "para investigar la ley del Señor, para practicar y enseñar sus mandamientos, según el don que Dios le otorgó misericordiosamente".
Prefacio (MAU, 425) En la misión de tu Hijo unigénito nos has revelado tu amor por los hombres y, misericordioso, has llamado a los pecadores a sentarse en el banquete del reino. Mateo respondió generosamente, acogiendo feliz al maestro en su casa, y, renovado por este encuentro de la gracia, se convirtió en anunciador de tus maravillas.
366 San Cosme y san Damián 26 de septiembre SAN COSME Y SAN DAMIÁN, mártires (t 303)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa del día de la dedicación de la basílica por parte de Félix IV (526-530) en honor de estos mártires, en el foro romano, en un edificio pagano (hoy todavía con el ábside decorado por un mosaico conmovedor), ha sido anticipada un día respecto a la fecha del 27 de septiembre (ocupada por una memoria obligatoria), fecha atestiguada ya por los sacraméntanos romanos gelasiano y gregoriano. En Oriente, en cambio, las fechas son variables (1 de noviembre, 1 de julio, 17 de octubre), tal vez por la homonimia de tres parejas de hermanos médicos (en Constantinopla, Roma y Cilicia). Estos mártires sirios, que fueron sacrificados en Ciro (Kyros, ciudad de la Siria septentrional) y que según la tradición griega eran médicos y llamados anargiri porque ejercían el oficio a título gratuito ("sin dinero"), recibieron en la antigüedad un culto vastísimo, como testimonian el peregrino Teodoreto de Ciro en el siglo V, que hace alusión a la basílica de los dos santos, y Procopio, refiriendo que Justiniano, en el siglo VI, construyó en Ciro un gran templo en su honor. Así pues, en el siglo vi estos santos orientales conquistaron Occidente, ya que el papa Símaco (498-514) les había dedicado un oratorio (en Santa María la Mayor) en Roma. En Rávena se les celebra en los mosaicos de los siglos VI-VII. Las noticias legendarias se inspiran en tres passiones. Una árabe y otra asiática los sitúan en Egea (Cilicia), ciudad evangelizada por san Pablo (y luego en Pérgamo para su formación), y, por último, en su ciudad natal para su martirio común, tras las torturas infligidas por el juez Lisias durante la persecución de Diocleciano (el 27 de diciembre del 287). La tercera leyenda es romana; por eso se les menciona en el canon romano. También las noticias de Gregorio de Tours (j 594) atestiguan esta veneración de los dos mártires sanadores en ambiente gálico. La posibilidad de que en el siglo vi se diera un paso de la praxis pagana de venerar a divinidades consagradas a las curaciones (como Asclepio, Serapis o Isis) a la praxis cristiana (como atestiguan los Padres y los frecuentes paralelos de las historias
26 de septiembre 367 de curación en los grandes templos paganos, con los relatos de los milagros de nuestros santos) es cada vez más verosímil si se prefiere la tradición de la mayor parte de las fuentes (las passiones indicadas, respecto a la noticia de Teodoreto de Ciro), según las cuales justamente en Egea (Cilicia), donde había un centro del culto de Asclepio, los dos anargiros médicos empezaron su evangelización y testimoniaron su fe con la sangre. Esto explica por qué, según Eusebio (Vita Constantinilll, 56), Constantino hizo destruir el templo de Asclepio, considerado como el "demonio de Cilicia". El culto medieval de los dos médicos, difundido especialmente en las ciudades hanseáticas, donde a causa de los intercambios comerciales se declaraban frecuentes epidemias, puede interpretar la tradición según la cual, en la mitad del siglo IX, san Alfrido transportó las reliquias de los santos a la catedral de Hildesheim y a la catedral de la diócesis fundada por él (de Essen) en el corazón del Ruhr. Los dos médicos siriacos ocupan, pues, el vértice de toda la legión de los mártires "sanadores" (como Ciro y Juan, Zenobio y Zenobia, Gervasio y Protasio) como signos de la esperanza de la vida para aquellos que recurren a su intercesión.
2. Mensaje y actualidad Las tres oraciones del misal, dos de las cuales derivan del formulario antiguo de su misa estacional (fijada el jueves de la tercera semana de cuaresma), esbozan los temas esenciales de sus figuras. a) La colecta ante todo proclama la grandeza del Señor, "porque a ellos les diste el premio de la gloria y a nosotros nos proteges con tu maravillosa providencia". Los hechos legendarios, que han sido representados por una abundante iconografía, los acreditan como patronos de los médicos, de los cirujanos y de los farmacéuticos. Así, san Gregorio de Tours (siglo vi, In gí tnart. 98) testimonia: "Los dos médicos gemelos se hicieron cristianos y por el mérito exclusivo de sus virtudes y la intervención de sus oraciones alejaban las enfermedades de los enfermos; tras diversos suplicios están reunidos en el cielo y hacen numerosos milagros para sus compatriotas. Si un enfermo acude a su tumba y ruega ante ella con fe, obtiene inmediatamente remedio para sus males; se dice que se aparecen en sueños a los enfermos y les dan una prescripción; éstos la ejecutan y se curan".
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San Cosme y san Damián
b) La oración sobre las ofrendas contiene una magnífica frase, que proclama el "sacrificio de Cristo como principio y modelo de todos los martirios". El comentario del sermón 239 de san Agustín, en el oficio de lectura (sobre el v. 15 del Sal 115: "Preciosa es ante el Señor la muerte de sus santos"), dice: "Nadie alimenta de sí mismo a los que invita, pero el Señor Jesucristo ha hecho precisamente esto: él, que es quien invita, se da a sí mismo como comida y bebida. Y los mártires, entendiendo bien lo que habían comido y bebido, devolvieron al Señor lo mismo que de él habían recibido". c) La oración después de la comunión, que es nueva, se inspira discretamente en la inscripción del mosaico absidal de la basílica de los mártires ("Martyribus mediéis populo spes certa salutis"). En efecto, se le pide al Señor: "conserva en nosotros tu gracia, y el don que de ti hemos recibido en la fiesta de tus mártires Cosme y Damián sea para nosotros prenda de salvación y de paz". La salud va vinculada a la paz, recordando que, según la vida legendaria escrita por Metafrastes, Damián habría suplicado a lo largo de toda su vida que no lo enterraran con su hermano, porque había aceptado curar a una mujer, Palladia, a cambio de tres huevos que ella, con humilde insistencia, le había ofrecido. La actualidad, para nosotros, puede buscarse en el comportamiento que el Sirácida (38,1-15) nos invita a observar en caso de enfermedad, antes de recurrir a los médicos: "Honra al médico en atención a sus servicios, porque también a él lo creó el Señor... Apártate del pecado, lava tus manos y limpia tu corazón de todo pecado. Ofrece incienso y una ofrenda de flor de harina, y generosos sacrificios según tus medios. Después recurre al médico, porque también a él lo creó el Señor; y no se aparte de ti, porque necesitas de él, pues hay veces que la salud depende de sus manos. Porque también ellos rezan a Dios para que les conceda éxito en dar alivio y conservar la vida". En nuestro tiempo, en que la medicina está socializada y se ha vuelto científicamente autónoma, esta invitación a la oración conjunta de enfermos y médicos es sin duda una aplicación del mensaje de estos dos médicos desinteresados. Ellos vencieron el apego al dinero y testimoniaron heroicamente su fe.
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27 de septiembre SAN VICENTE DE PAÚL, presbítero (1581-1660)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Vicente de Paúl, muerto en París el 27 de septiembre de 1660 y canonizado en 1737, ha sido trasladada a su dies natalis de la fecha anterior del 19 de julio (elegida para permitir a los seminaristas dirigidos por los Padres Lazaristas celebrarla como clausura del año escolástico). Vicente de Paúl, nacido en Pouy (Gascuña, cerca de los Pirineos) el 24 de abril de 1581, de una familia de humildes labriegos (él mismo se denominaba por humildad "un porquerizo, un harapiento"), se ordenó sacerdote a los diecinueve años (1600), esperando que el oficio eclesiástico le sirviese para medrar socialmente. Se estableció en París (1608) en busca de un beneficio, después de haber sido prisionero de los mahometanos por dos años, en Túnez, capturado por los piratas, y de haber convertido a un renegado, su patrón de esclavitud. En la situación social de aquel siglo, azotado por la peste y el hambre, Vicente fue aconsejado por el padre De Bérulle (gran teólogo y luego cardenal), que lo guió en el camino del espíritu, a que asumiera primeramente la cura pastoral de una parroquia junto a París (1612), en Clichy, donde reunió en torno suyo no a sus parientes, sino a un grupo de jóvenes (entre los que se encontraba su primer seguidor, Antonio Portail); y luego que se hiciera capellán (preceptor) de una familia de la alta aristocracia (Felipe Emanuel de Gondi), que tenía como en cura la diócesis de París (transmitida de tíos a sobrinos) y era almirante de la flota del Mediterráneo. Permanecerá con los Gondi doce años, durante los cuales sufrió interiormente por cuatro años (1612-1616) una grave tentación contra la fe, que tuvo cierto influjo sobre su vida de perfección. En su servicio en las galeras, desde 1618 (con el título de capellán real), desempeñó un intenso apostolado entre los hombres que trabajaban en los navios, descendiendo a las bodegas de aquellas cárceles flotantes y junto con la célebre "Compagnie du Saint-Sacrament" trató de confortarlos. En 1617 se produjo un viraje que marcará su vida de misionero de los campesinos pobres, porque a la cabecera de un labrador moribundo, monsieur Vincent (como se le llamaba entonces) percibió la
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falta de sacramentalización en la Iglesia de su tiempo. Su huida de París (1617) para hacer de párroco en Chátillon-les-Dombes (en el sudeste) sigue sin explicar; pero él hizo allí una nueva experiencia pastoral, convirtiendo a un conde duelista empedernido; y sobre todo tuvo la posibilidad de intuir, frente a una familia enferma a punto de morir de hambre, que era menester organizar una ayuda de modo sistemático. Para ello reunió a grupos de asistencia, que fueron las Confraternidades de la Caridad (Confréries de la Chanté), de las que luego saldrá la Compañía de las Hijas de la Caridad. En 1619 conoció a san Francisco de Sales y a santa Juana de Chantal, y se convirtió en superior de los monasterios de la Visitación de París (desde 1622), manteniendo este cargo hasta su muerte. En 1625 reunió a los primeros compañeros para que le ayudaran en las misiones en favor de los campesinos de las campiñas, sentando las bases de la Congregación de la Misión, formada por sacerdotes y hermanos, que tuvo el reconocimiento romano en 1633, estableciéndose más tarde en el priorato de Saint-Lazare. Los sacerdotes de la Misión, a quienes el pueblo llamará lazaristas por su barrio de residencia, hubieron de dedicarse también a la preparación del clero, carente de formación intelectual y sobre todo moral. En 1633 reunió a las primeras doce muchachas en torno a una penitente suya, santa Luisa de Marillac (f 1660), a fin de dar una forma más estable y mejor organizada a la Confraternidad de las Dames de la Chanté, para la atención de las masas proletarias de la ciudad especialmente durante la terrible guerra de los treinta años. En lugar de estar en el claustro, debían acudir a las casas de los enfermos. Su fama era conocida en París, hasta el punto de que la regente Ana de Austria lo nombró miembro del Consejo de Conciencia (que se ocupaba de los nombramientos eclesiásticos) con el cargo de ministro de la caridad; pero luego abandonó este cargo por la oposición primero de Richelieu y luego del mismo Mazarino. Además de las dos principales instituciones ya nombradas, añadió a las Damas de la Caridad también la rama masculina de los Siervos de los Pobres. De estas obras surgieron posteriormente las Hermanas de la Caridad de San Antidas y las Conferencias de San Vicente, fundadas por el beato Federico Ozanam (1813-1853) para la visita de los pobres a domicilio, especialmente por parte de los jóvenes. En 1640 fundó también en París un instituto para niños huérfanos. Durante sesenta años Francia se benefició de la caridad incansan-
ble de este hombre, proclamado por León XIII (1883) "patrono de todas las obras de caridad extendidas por el mundo". Quebrantado de salud desde 1665, sufrió un ataque de parálisis, permaneciendo, empero, lúcido hasta su muerte. Su funeral fue un triunfo. Su cuerpo, expuesto en una caja de plata en la capilla de la casa madre de París, es un recuerdo perenne de su rol en la historia de la cristiandad. Con razón se ha dicho que "así como Dios suscitó a Ignacio de Loyola contra Lutero, así suscitó a Vicente de Paúl contra el jansenismo". Además, sus cerca de dos mil cartas (que han quedado de las más de tres mil dispersas) son una mina de informaciones sobre la vida religiosa de la primera mitad del gran siglo de Francia (el siglo XVII). 2. Mensaje y actualidad Las tres oraciones, tomadas del "Propio de la Misión" con pocas variantes, delinean la fisonomía de este gigante de la caridad. a) En la colecta se invoca: "Señor, Dios nuestro, que dotaste de virtudes apostólicas a tu presbítero san Vicente de Paúl para que entregara su vida al servicio de los pobres y la formación del clero". La idea del servicio es central en las obras del santo, que quiso ante todo "implicar a sacerdotes, laicos y mujeres, responsabilizándolos en un servicio completo de evangelio testimoniado a los sin voz y de pan material a los que carecían de él". Su magisterio está resumido en estos dos lemas: "No me basta amar a Dios si no amo a mi prójimo. Los pobres son mi peso y mi dolor". En la intercesión final se pide que también nosotros, "impulsados por su mismo espíritu, amemos cuanto él amó y practiquemos sus enseñanzas". Este gran evangelizador de la caridad afirma en la carta (n. 2546) que nos ofrece el oficio de lectura: "Si dejáis la oración para acudir con presteza en ayuda de algún pobre, recordad que ese servicio se lo prestáis al mismo Dios". Para la formación de los ministros de Dios, Vicente empezó (en 1628) con la predicación de un retiro a los ordenandos de la diócesis de Beauvais, precedido por un examen previo de los ordenandos; luego prosiguió con la creación de un seminario menor y otro mayor, tanto en el colegio de los Buenos Muchachos como en la zona de SaintLazare; por fin, con las conferencias del martes, que reunían a la élite del clero parisino y suplían la misión que no era de su
372 San Vicente de Paúl competencia o capacidad. Fue en una de estas conferencias, la de la cuaresma de 1658 en Metz, donde destacó el más tarde famoso Bossuet. En estos mismos encuentros, él, llamado (durante la vida de Luis XIII) a designar a los candidatos al episcopado, podía elegir a sacerdotes dignos de confianza. En la misma reforma de la predicación barroca de su tiempo difundió Vicente un método particular, que consistía en buscar la naturaleza, los motivos y los medios más oportunos para practicar cualquier virtud específica, elegida como argumento. Por lo demás, también en los capítulos de sus Reglas para los sacerdotes se revela esta atemperación entre la espiritualidad contemplativa berulliana, el humanismo salesiano y el ascetismo ignaciano. b) En la oración sobre las ofrendas se pide: "Señor, tú que concediste a san Vicente de Paúl la gracia de realizar en su vida lo que celebraba en estos santos misterios, concédenos... llegar a transformarnos en ofrenda agradable a tus ojos". El, que decía que la "Iglesia estaba arruinándose en muchos lugares a causa de la mala vida de los sacerdotes", fue un precursor de la teología del ministerio pastoral como objetivo primordial del sacerdocio, sacado, empero, de la celebración eucarística. Así corrigió la perspectiva de la escuela francesa (De Bérulle, Condren, Olier, Eudes), según la cual el sacerdote es para el altar en primera instancia, insistiendo en cambio en la línea agustiniana del hombre-para-los-otros; es decir, del sacerdocio no como condición, sino como servicio y misión. Frente a los protestantes, que se oponían al sacerdocio ministerial, jamás respondió con la polémica (más aún, prohibió todo confrontamiento de este tipo), sino con la reforma de las costumbres, con una orientación evangelizadora y con la formación del clero a través de nuevas iniciativas. c) La oración después de la comunión se dirige al Señor: "Tú, que nos has alimentado con los sacramentos del cielo, concédenos que, a ejemplo de san Vicente de Paúl y ayudados por su intercesión, imitemos a Jesucristo, tu Hijo, anunciando el evangelio a los pobres". Monsieur Vincent (como se le conocía popularmente), "consuelo de los que sufren, defensor de los huérfanos y protector de las viudas", como lo celebra la antífona del Benedictus en laudes, siempre prefirió el hacer al enseñar. Así se justificaba del retraso en redactar las reglas para sus hijos, remitiéndose a la frase lucana: "Jesús hizo y enseñó" (He 1,1). En efecto, imitó a Cristo, ocupándose de los expósitos, que con frecuencia eran rechazados entonces por otras institucio-
27de septiembre 373 ne; y de los condenados al remo (galeotes), buscando soluciones políticas a sus diversas necesidades, como la mejoría de los ambientes. El ofrecimiento de sus Hijas de la Caridad al servicio de los hospitales que estaban organizando; su mismo envío a los campos de batalla, para atender a los heridos de la guerra de Polonia; su preocupación por las visitas a los enfermos hechas en sus casas, para no privarles de sus seres queridos..., son otras tantas expresiones en este sentido del hombre que, a imitación de Cristo, considera a los pobres como nuestros "señores y amos" (según su expresión). La actualidad de este mensaje, inspirado en el gran optimismo del evangelio, es para nosotros una invitación a seguir la primacía de ese sentido de la fe que hace sentir la urgencia de la misión en nuestras tierras carentes de evangelización, descubriendo entre otras cosas los errores ocultos en la engañosa falsificación de los valores. Como hizo Vicente cuando, sin tantos razonamientos, supo intuir los errores jansenistas de un hombre, compatriota y amigo suyo (el abate de Saint-Cyran, Duvergier de Hauranne), a quien se opuso por sus desviaciones doctrinales, aunque apreciara sus virtudes (hasta el punto de que más tarde le acusaron de contradicción). Tampoco ha de chocarnos el juicio un poco sumario sobre los pobres expuesto en la citada carta: "Nosotros no debemos estimar a los pobres por su apariencia externa o su modo de vestir, ni tampoco por sus cualidades personales, ya que, con frecuencia, son rudos e incultos". El realismo de nuestros juicios, motivado a menudo por las apariencias, no nos excusa del descompromiso, sino que, por el contrario, nos ha de estimular a un servicio gratuito. Así actuó Vicente, que, consciente de sus límites, en el lecho de muerte respondía a todas las demandas de bendición para sus obras con la frase paulina (2Cor 8,6): "Qui coepit opus bonum ipse perficiet" ("El que empezó esta buena obra la llevará a cabo").
Prefacio (Propio de la Congregación de la Misión) En verdad es justo y necesario darte gracias siempre y en todo lugar y bendecirte y alabarte, en la solemnidad de san Vicente de Paúl, Dios todopoderoso y eterno. Tú le llamaste a gastar su vida en la evangelización de los pobres
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374 San Wenceslao siguiendo las huellas de tu Hijo, y en él, inflamado en celo por la dilatación de tu reino, nos diste el ejemplo y la norma del ardor apostólico para que, fortalecidos por tu espíritu e impulsados por tu caridad, entreguemos nosotros las fuerzas y la vida a procurar la salvación de los necesitados, por Cristo Señor nuestro. Prefacio (MAÜ, 430) Cristo, nuestro salvador, vino a anunciar a los pobres la buena nueva y quiso asumir todas las debilidades humanas haciéndose totalmente partícipe de nuestra miseria hasta la muerte. El mismo camino de abnegación fue recorrido por san Vicente, que acogió a los pobres y enfermos con afecto fraternal, convirtiéndose en testigo espléndido de tu amor por nosotros.
28 de septiembre SAN WENCESLAO, mártir (907/8-929)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Wenceslao, duque de Bohemia, asesinado en Stara-Boleslava (junto a Praga) el 28 de septiembre del año 929, honrado inmediatamente como mártir en su país e introducido luego en el culto romano (primero en el siglo XIV y después en el siglo xvn), celebra al primer eslavo que ha merecido el honor de los altares. Las noticias históricas están contenidas en el relato de su vida y muerte que nos transmite la primera Narración paleoeslava, no muy lejana de los acontecimientos. Este joven príncipe, nacido en Bohemia hacia el 907, fue educado por su abuela materna, santa Ludmila, que luego fue asesinada por orden de la madre de Wenceslao, Drahomira (921). Ésta había asumido la regencia a la muerte de su marido (921). Hacia el año 925 Wenceslao tomó oficialmente el poder;
pero se encontró enseguida con la hostilidad de los grandes señores, amigos del paganismo, que le impedían incluso tratar con el clero. Su política de jefe pacífico se demostró cuando Bohemia fue atacada por los ejércitos germánicos en el año 929. Para evitar la ruina de su país, se sometió espontáneamente al imperio de Enrique I, pagando un tributo anual. Su hermano Boleslao, que capitaneaba la oposición de los violentos, contrarios a esta política de conciliación, atrajo a Wenceslao a su residencia de Boleslavia, decidido a asesinarlo durante un banquete para la fiesta de los santos Cosme y Damián (27 de septiembre). El delito fratricida fue consumado al día siguiente por la mañana, cuando Wenceslao estaba para dirigirse a la iglesia: tras el oficio matutino fue golpeado por su hermano con la espada en la cabeza, con estas palabras: "Ayer te serví como pude (durante el banquete Wenceslao había invocado a san Miguel Arcángel, suplicando hacer las paces entre sí), pero ahora quiero hacerlo aún mejor". La respuesta de Wenceslao fue ésta: "Pero ¿qué haces, hermano?" Luego, tras arrojar su espada al suelo, dijo estas palabras: "Te has condenado tu solo. Yo podría aplastarte como una mosca, pero la mano de un siervo de Dios no debe ser fratricida". En este punto Boleslao llamó a sus sicarios, que mataron a Wenceslao mientras se dirigía a la iglesia. Sus restos mortales fueron trasladados de la pequeña iglesia de los santos anargiros de Boleslavia en Praga, en el año 932, a la iglesia de San Vito (que había sido construida por Wenceslao), ampliada luego por el emperador Carlos IV de Luxemburgo (gran soberano de Bohemia). En 1060 su cuerpo fue transportado a la capilla de San Wenceslao. Se adoptó también la decisión de que la corona del rey de Bohemia debía reposar sobre la cabeza del santo cuando no la llevaban los príncipes (es la corona de san Wenceslao). En 1848 y 1914 la corona fue el signo de la reunión para los nacionalistas bohemios. También hoy los checos dirigen un canto de invocación al duque de la tierra checa con la letanía del Kyrie eleison (se remonta al siglo XIII). Es asimismo el patrono de la catedral de Cracovia y de muchas otras iglesias.
2.
Mensaje y actualidad
La nueva colecta nos indica el motivo dominante de esta memoria: "Señor, Dios nuestro, que inspiraste a tu mártir san
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28 de septiembre
San Wenceslao
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Wenceslao preferir el reino de los cielos al reino de este mundo". De la Narración paleoeslava, reproducida en el oficio de lectura, se desprende que Wenceslao era ejemplar en la práctica de la fe: "Auxiliaba a todos los pobres, vestía a los desnudos, alimentaba a los hambrientos, acogía a los peregrinos, conforme a las enseñanzas evangélicas. No toleraba que se cometiera injusticia alguna contra las viudas; amaba a todos los hombres, pobres y ricos; servía a los ministros de Dios; embellecía muchas iglesias". El hecho de que no se vengara del estrangulamiento de santa Ludmila (bautizada por san Metodio), que se había aliado con el imperio germánico recibiendo sacerdotes latinos de Ratisbona, sino que se contentara con alejar a Drahomira, que había defendido a los eclesiásticos y políticos bizantinos, demuestra el ánimo de este rey. Procuró asimismo atenuar el severo derecho penal de aquel tiempo y tratar como buen padre de familia a los desviados que invitaba a la mesa, "restituyendo a la santa madre Iglesia los hijos que había arrancado del poder de Satanás y confortado con alimentos divinos". Se cuenta, además, que él mismo iba al mercado de los esclavos de Praga para rescatarlos y se apresuraba a hacerlos bautizar.
a Wenceslao porque apreciaba más la sabiduría que la fuerza de las armas. El motivo principal del martirio de este rey —que optó por dejar el "status quo" tras la oferta de un duelo en lugar de una batalla contra un duque de la Bohemia central, terminada milagrosamente con la sumisión voluntaria de este último— no es otro que su celo en introducir el orden cristiano: fue "corrompido" por los sacerdotes, decían las voces del séquito.
La intercesión de la colecta invoca: "Concédenos... llegar a negarnos a nosotros mismos para seguirte a ti [Dios] de todo corazón". Antes de dar prueba suprema de heroísmo, cuando herido por su hermano, después de haber arrojado al suelo la espada, se la devolvió al homicida en señal de perdón, había demostrado tener un carácter fuerte a la hora de defender la libertad de conciencia. En efecto, en 925, poco después de haber tomado el poder, tuvo el valor de hacer una dura propuesta ante los señores que habían favorecido la persecución de su madre: "Canallas, ¿por qué me impedís aprender la ley divina de Jesucristo y obedecer sus mandamientos? Si Dios os hastía, ¿por qué impedís a los demás que lo hagan? En cuanto a mí, liberado de vosotros, rechazo vuestros consejos y deseo servir a Dios con todo mi corazón". La actualidad de este rey, convertido no sólo en héroe nacional, es decir, en patrono de un pueblo que quería ser libre, sino también en modelo de una política que entonces era la única posible, en cuanto favorable al imperio (como de hecho reconoció el fratricida Boleslao cuando, hacia el 950, adoptó la actitud conciliadora de su hermano), consiste en "haber puesto su confianza en Dios", aunque se le advirtiera del peligro. Incluso entre los fastos del poder dio prueba de una santidad que atraía a muchos eruditos, monjes y sacerdotes, que buscaban
La memoria facultativa de los dieciséis mártires japoneses, pertenecientes o asociados a la Orden de Santo Domingo, que derramaron su sangre en Nagasaki en 1637, canonizados el 18 de octubre de 1987 por Juan Pablo II, fue introducida en el calendario en 1988 por su dies natalis. El nombre de Lorenzo Ruiz, padre de familia, nacido en Manila en el suburbio de Binondo, encabeza la gloriosa legión de estos mártires, de diversas edades y condición: dos religiosos hermanos, dos vírgenes consagradas, tres laicos, entre ellos el filipino Lorenzo, y nueve presbíteros (entre ellos el jefe de la misión, el dominico español, originario de León, Antonio González). Ellos contribuyeron a difundir la fe cristiana en las islas Filipinas, Formosa y el archipiélago japonés. El testimonio de este padre de familia, de padre chino y de madre tagala, elegido nominalmente entre los otros seis por los cuales se cantó el Te Deum la tarde del 27 de diciembre de 1637 en la iglesia de Santo Domingo cuando llegó a Nagasaki la noticia de su martirio, es sin duda singular.
28 de septiembre SAN LORENZO RUIZ Y COMPAÑEROS, mártires (1633-1637)
1. Nota histórico-litúrgica
2. Mensaje y actualidad La colecta propia de esta memoria no contiene referencias específicas a la vida de los mártires, pero ilustra de manera
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378 San Lorenzo Ruiz y compañeros sobria el significado de tan heroico testimonio con estas palabras: "Concédenos, Señor y Dios nuestro, la constancia de ánimo de tus santos mártires Lorenzo Ruiz y compañeros para servirte a ti y al prójimo, ya que son felices en tu reino los que han sufrido persecución por causa de la justicia". En la primera parte se alude a la constancia de ánimo de estos mártires, que son misioneros del evangelio por haber contribuido a difundirlo en las tierras de Extremo Oriente como testimonio de la universalidad de la religión cristiana. En efecto, fueron solidarios con su prójimo porque dieron la vida por esta fe, que cantaron con los salmos tanto cuando estuvieron en prisión como cuando afrontaron el suplicio, que duró tres días. Los dieciséis mártires, como atestigua la lectura del oficio, tomada de la homilía de Juan Pablo II pronunciada en Manila para su canonización, "en el ejercicio del sacerdocio en virtud del bautismo y del orden sagrado, rindieron a Dios el más grande acto de adoración y de amor, derramando su sangre en comunión con el sacrificio de Cristo en el altar de la cruz. De este modo imitaron a Cristo sacerdote y víctima, en el grado más perfecto posible para la criatura humana. Al mismo tiempo su martirio constituyó el máximo acto de amor hacia los hermanos, por los cuales también nosotros somos llamados a entregarnos a ejemplo del Hijo de Dios, que se sacrificó a sí mismo por nosotros". La intercesión final de la colecta cita la séptima bienaventuranza del sermón de la montaña, según Mt 5,10. En efecto, el mártir Lorenzo, guiado por el Espíritu Santo a una meta inesperada tras un viaje lleno de peligros, proclamó ante los jueces que era cristiano y estaba dispuesto a morir por su Señor: "Quisiera dar mil veces mi vida por él. Jamás seré apóstata. Si queréis, podéis matarme. Mi deseo es morir por Dios". "Justamente —comenta la citada homilía del papa— en estas palabras está el compendio de su vida, la afirmación de su fe, el motivo de su muerte. En la hora del martirio el joven padre de familia proclamó y llevó a cabo la catequesis cristiana que había recibido en la escuela de los hermanos dominicos de Binondo, catequesis que tiene por único centro el misterio de Cristo: es Cristo el que viene a anunciar y es Cristo el que habla por la boca de su mensajero". La actualidad de este mensaje, que el responsorio a la lectura hagiográfica configura como el de aquellos que "amaron a Cristo en la vida y lo imitaron en la muerte por cuanto estuvieron unidos en una sola fe y en un solo espíritu" (cf Ef 4,4.5), está expresada en la lectura anterior: "Ser cristianos significa
entregarse todos los días a sí mismos como respuesta a la ofrenda de Cristo, que vino al mundo para que todos tengan vida y la tengan en abundancia".
29 de septiembre SANTOS ARCÁNGELES MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL (siglos v/vín)
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1. Nota histérico-litúrgica La actual fusión de las tres fiestas de san Miguel (29 de septiembre), de san Gabriel (24 de marzo) y de san Rafael (21 de octubre) en una sola fiesta tiene la fecha de la "Dedicatio sancti angelí", es decir, de la más antigua de las otras dos (introducidas en el calendario romano sólo en 1921), porque conmemora la dedicación de la basílica elevada en el siglo V en el sexto miliario de la vía Salaria (según el martirologio jeronimiano). Esta fiesta acredita, pues, un culto antiquísimo, como se deduce de los cinco formularios del sacramentario veronense para san Miguel y también de la tradición oriental (según la jerarquía del Pseudo-Dionisio Areopagita, Miguel pertenecería al octavo de los nueve coros angélicos, clasificados en orden jerárquico). Así, en el rito etiópico se celebra el 12 de cada mes una memoria; la fiesta de Miguel corresponde al 8 de noviembre en la Iglesia bizantina. El culto únicamente de los tres ángeles, Miguel, Gabriel y Rafael, fue aprobado el año 745 por el concilio de Letrán, presidido por el papa Zacarías, para defenderlo del culto de ángeles apócrifos, que llevaban nombres venerados en Oriente (Uriel, Salatiel, Jebudiel, Baraquiel). Los testimonios bíblicos sobre Miguel se encuentran en la carta de Judas (8-9, que cita la apócrifa Asunción de Moisés, según Orígenes); luego en Ap 12,7-10 (la batalla de Miguel y sus ángeles contra el dragón) y en Dan (ce. 10-12), donde es presentado como protector de Israel. El culto de Miguel ("¿Quién como Dios?" es el grito de guerra de quienes se rebelan contra Dios) en el monte Gargano (Puglia, Italia) hasta el siglo VI se ha desarrollado después de que la fiesta del 8 de mayo del año
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663, por la victoria obtenida por los longobardos sobre los sarracenos (a la altura de Siponto) y atribuida a la protección del arcángel, confluyó en la del 29 de septiembre; luego encontró como centro de irradiación la famosa abadía normanda de Mont-Saint-Michel (709), que se convirtió en meta de peregrinaciones, con la instalación de los benedictinos (966). Tres son las apariciones que han contribuido en Occidente al culto del arcángel Miguel. La primera a Gregorio Magno cuando, durante la procesión para impetrar el fin de la peste, habría visto al ángel envainando la espada en lo alto de la mole Adriana (origen del oratorio en honor de Miguel). La segunda (asimismo muy dudosa) es la aparición del arcángel a un pastor para proteger a un toro descarriado, con la orden de construir una capilla en la caverna de la alta montaña del Gargano. La tercera es la del arcángel al obispo de Avranches (Saint-Aubert), por tres veces, con la orden de construir una basílica en su honor en el monte Tomba. Gabriel ("Fuerza de Dios") es el ángel que está en presencia de Dios, según Le (1,19); interviene en los acontecimientos de la anunciación, del nacimiento de Juan Bautista y de Jesús; y en Daniel (8,16; 9,21) es el anunciador de las divinas revelaciones. Es venerado, desde el siglo II, como arcángel, y en la Iglesia siria, como el primer ángel. Hasta el siglo xn, al ángel del Ap 7,34 (junto al altar con un incensario en la mano) se le confundía con Gabriel, que se le apareció a Zacarías (Le 1,11). Rafael ("Dios cura") es muy venerado por los judíos y también por los cristianos, porque su nombre aparece en Tob 12,15, y lo acompaña en su viaje. 2.
Mensaje y actualidad
Las oraciones del misal, junto con el prefacio, configuran la misión de estos "príncipes de los ángeles" (arcángeles) como "enviados al servicio de aquellos que deben heredar la salvación" (Heb 1,14). a) La colecta ante todo invoca a "Dios, que con admirable sabiduría distribuye los ministerios de los ángeles y los hombres". En efecto, Miguel, que aparece como protector particular del pueblo elegido según Dan (10,13; 21,1), y que es nombrado dos veces en la lucha contra Satanás por el cuerpo de Moisés (Jds 9) y contra el dragón infernal (Ap 12,7), es confundido con el arcángel anónimo que precederá al momento de la resurrec-
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ción final (ITes 4,16). Además del Confíteor de la misa, donde es nombrado inmeditamente después de María, la mención de Miguel arcángel se encontraba en el ofertorio del misal de Pío V: "Que el portaestandarte Miguel conduzca las almas a su santa luz"; y también en la oración de los moribundos con el Subvenite, en la que se suplica a los ángeles que acudan a llevar a las almas al seno de Abrahán (con una reminiscencia de Le 16,22: el pobre Lázaro fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán), según una antigua tradición judía (acogida luego por los cristianos), y también para llevar a las almas de los santos ilustres (como la Virgen y José) al cielo. A Miguel se le atribuyó asimismo la tarea de pesar a las almas en el juicio. Gabriel y Rafael aparecen vinculados también a la historia de la salvación. La intercesión final invoca a Dios "que nuestra vida esté siempre protegida en la tierra por aquellos que te asisten continuamente en el cielo". Esta función de los arcángeles está bien ilustrada por Gregorio Magno en el oficio de lectura, en el que se omite, empero, el fragmento que presenta a los nueve coros angélicos: "Hay que saber que el nombre de 'ángel' designa la función, no el ser del que lo lleva" (Hom 34,8-9). También en la liturgia de las horas, las antífonas y los responsorios, así como los himnos (dos de ellos del siglo X), evocan las funciones particulares de los ángeles. Miguel es cantado como príncipe de la corte celestial que arroja al abismo a Luzbel (himno de los laudes, tercera estrofa); Gabriel, como portador de la embajada divina (himno de los laudes, cuarta estrofa); Rafael, como el ángel guía de nuestro caminar y médico de nuestra ceguera (himno de los laudes, quinta estrofa). b) En la oración sobre las ofrendas se evidencia otro aspecto de la misión angélica: se suplica al Señor "que, llevado [este sacrificio de alabanza] a tu presencia por manos de los ángeles, lo recibas con bondad y nos sirva para nuestra salvación". Ya en el canon romano, en el Supplices, se pide que la ofrenda sea llevada hasta el altar del cielo, por manos del santo ángel, en san Ambrosio (De sacr. IV, 6,27). El texto está en plural ("per manus angelorum tuorum"), porque los ángeles son asociados tradicionalmente al culto divino de los hombres (cf Ap 8,3-5). c) Por fin la oración después de la comunión recuerda el sentido de viático de la eucaristía, según la figura profética (IRe 19,5) de Elias, que recibe el pan traído por el ángel para sostenerlo en su viaje hacia el Horeb; y, según la tradición judía
382 San Jerónimo del maná (que fortaleció al pueblo en el camino hacia la tierra prometida: cf Sal 77,24-215; Éx 16,5), es también pan de los ángeles (o pan del cielo). El mensaje actual está expresado para nosotros en la praxis litúrgica (independientemente de los excesos lamentados por Pablo en Col 2,18 y en Heb 1,5.13), que nos invita siempre a celebrar la alabanza del tres veces santo con los ángeles. En efecto, su servicio es siempre una diaconía cristocéntrica, como nos sugiere el evangelio de la fiesta en el texto de Jn 1,51: "Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre". Prefacio (MAII, 432) En tu Verbo, Señor glorioso del universo, has dado vida también a las criaturas incorpóreas para que en tu reino tuvieran la dicha de servirte de perenne corona. Si los espíritus rebeldes fueron precipitados en el abismo infernal, la inmensa legión de los ángeles y arcángeles te canta sin fin el himno de la fidelidad y del amor. Y nosotros, esperando compartir un día su feliz existencia, desde ahora nos unimos a este coro eterno de adoración y alegría, cantándote, oh Padre, nuestra alabanza.
30 de septiembre SAN JERÓNIMO, sacerdote y doctor de la Iglesia (ca. 347-420)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Jerónimo, muerto en Belén el 30 de septiembre del año 419 ó 420 (según el martirologio jeronimiano), a la edad de noventa y un años (según el Chronicon de Próspero de Aquitania), es conocida ya en el siglo vm en
30 de septiembre 383 Galia, y posteriormente se difunde por todo el Occidente (siglos IX-XI). Celebra al más grande erudito entre los escritores latinos de la antigüedad cristiana, tanto que ya en el ordinario de Inocencio IJJ era saludado con la antífona "O doctor". Nacido en Estridón (Dalmacia) en el año 347 aproximadamente, Sofronio Eusebio Jerónimo, tras una juventud desordenada y la formación romana en la escuela del famoso retórico Donato, se hizo catecúmeno junto con Bonosio en el año 366 y recibió el bautismo de manos del papa Liberio (352-366). Después de una breve estancia en Tréveris, se estableció en Aquilea con la comunidad de Cromacio (374), donde conoció a Rufino (con el que más tarde polemizaría). Pero luego partió para Oriente, llegando a Antioquía. Aquí, durante una enfermedad, tuvo la célebre visión, contada a Eustoquio (una hija espiritual), en la que se sintió llamado a juicio; y ante su respuesta de que era cristiano, el juez divino le respondió que mentía ("Tú eres ciceroniano y no cristiano"), "porque donde está tu tesoro allí está tu corazón". Abandonando la cultura pagana, Jerónimo se consagró a la vida ascética en el desierto de Calcidia, al sudeste de Antioquía (donde aprendió el hebreo). Después de superar graves tentaciones con la oración y una austera penitencia, aceptó ser ordenado sacerdote por el obispo Paulino a los treinta y ocho años. Luego se fue a Constantinopla (380-381), donde conoció a Gregorio Nacianceno y la escuela neoplatónica, con la exégesis alegórica alejandrina, dedicándose a traducir las Homilías de Orígenes sobre Ezequiel y la Crónica de Eusebio de Cesárea (completándola desde el año 326 al 379). Para acompañar a Paulino de Antioquía y Epifanía de Salamina al concilio romano del 382, se fue a Roma, donde el papa Dámaso le hizo secretario suyo, encargándole que revisara la traducción latina de los evangelios. Con su espíritu satírico combatió a Elpidio, que despreciaba la virginidad, y dirigió espiritualmente un círculo ascético de mujeres nobles en las lujosas villas del Aventino, como Marcela, Paula y Eustoquio. A la muerte de Dámaso (384), por desavenencias con el clero romano (entre otras cosas, a causa de la nueva versión de la Biblia), partió de nuevo para Oriente, visitando Palestina, Egipto y el desierto de Nitria, donde vivían los ascetas (en Alejandría consultó al maestro de exégesis Dídimo el Ciego). Finalmente recaló en Belén (386-419), donde se convirtió en el responsable espiritual del monasterio construido por Paula (su torre sirvió de refugio en la desvastación del 416) para sus
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compañeras. En su monasterio masculino, Jerónimo pudo dedicarse a ultimar las versiones de la Biblia (del griego de los LXX y la mayor parte del Antiguo Testamento del hebreo) y a redactar otras obras: De viris illustribus (precioso para la historia) y numerosas cartas (157). Hubo de luchar de nuevo en defensa de la virginidad (su adversario era Joviniano) y contra el origenismo: del 393 al 402 había estallado la crisis origenista, ocasionada por el Panano de Epifanio de Salamina. Polemizó duramente contra su amigo Rufino y contra el obispo de Jerusalén Juan; luego, contra Pelagio y Vigilancio. Tras la muerte de sus bienhechoras e hijas espirituales (Paula y Eustoquio), permaneció en el monasterio devastado, apenado por las noticias que llegaban de Roma, donde Alarico hacía estragos (en el 410 murió también Marcela, a la que había conocido en el Aventino). Acogió a los nobles míseros y despavoridos que se refugiaron en Belén a causa de las incursiones de los sarracenos en Palestina (410-412), interrumpiendo su Comentario sobre Ezequiel No sabemos nada acerca de sus últimos días; sólo es seguro que fue enterrado entre las ruinas de su beaterío. Fue venerado durante todo el medievo, convirtiéndose en objeto de la más extravagante iconografía, que lo ha presentado no sólo con vestiduras cardenalicias, sino también con un león amansado, entre fieras pacíficas o entre mujeres tentadoras.
2. Mensaje y actualidad Las tres nuevas oraciones subrayan el valor preferente del gran doctor de las Sagradas Escrituras. a) En efecto, la colecta suplica: "Oh Dios, tú que concediste a san Jerónimo una estima tierna y viva por la Sagrada Escritura ("suavem et vivum affectum"), haz que tu pueblo se alimente de tu palabra con mayor abundancia y encuentre en ella la fuente de la verdadera vida". La revisión del texto latino de la Vetus ítala, el comentario de los Salmos (en el período romano del papa Dámaso), del Eclesiástico y de las cartas paulinas, de los profetas y de Mateo (en el período betlemita), además de sus numerosas homilías sobre muchos textos bíblicos, representan su gran producción exegética, que, aunque no resulte muy original, sigue siendo un monumento imperecedero. En el oficio de lectura, el Prólogo al comentario del profeta Isaías nos recuerda la ya célebre frase, recogida por la consti-
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tución Dei Verbum (n. 25): "Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría". b) En la oración sobre las ofrendas reaparece el tema de la palabra de Dios, porque se pide: "Concédenos, Señor, que después de acoger con devoción tu palabra..., nos dispongamos a ofrecerte con mayor fervor este sacrificio de salvación". La liturgia de la palabra es, pues, la primera mesa respecto a la eucaristía (SC 51), y no sólo una condición de tipo catequético; la predicación eclesiástica ha de nutrirse y regularse por la Sagrada Escritura (DV 21), ya que la palabra divina se convierte en iluminación interior, que no sólo sirve de norma suprema de la fe, sino que es también el criterio hermenéutico de sí misma. Por eso "se ha de leer con el mismo Espíritu con que fue escrita" (DV 12). Aunque la exégesis literal de la Biblia no se libró siempre de contaminaciones alegóricas; aunque su actitud imprecisa en el caso de la inspiración de los libros deuterocanónicos ha sido fuente de dudas en la Iglesia latina, se ha de reconocer que su erudita exégesis ha prestado un servicio inestimable, especialmente en el estudio de la Biblia como "lectio divina". c) La oración después de la comunión pone el acento una vez más sobre la meditación de la Sagrada Escritura, "para que, atentos a la divina palabra, conozcamos el camino que debemos seguir y, siguiéndolo, lleguemos a la vida eterna". Jerónimo hizo de la misma experiencia monástica, de la que fue maestro tanto en Roma como en Palestina y Egipto (tierra privilegiada de experiencia ascética), un fruto de su estudio meditativo de las Escrituras, consultando a Dídimo el Ciego, que sabía traducir con la exégesis el pensamiento ortodoxo en fórmulas simples y precisas. La polémica con Rufino hasta su muerte (411), a quien él impugnaba como origenista, y las diatribas que lo enfrentaron con el clero romano forman parte de su temperamento impetuoso. Pero temía a Ambrosio: "Prefiero no hablar de él, por temor a merecer sus reproches"; y provocaba al mismo Agustín: "Tú talonas mi silencio, tú te precias de tu ciencia". El himno (de Lentini) de la liturgia de las horas (laudes y vísperas) recuerda este celo arrasador (segunda estrofa): "El, escrutando, se propuso exponer lúcidamente la palabra de la fe y los santos dogmas o impugnar polémicamente (concitus) con voz crítica a los enemigos, vehemente como un león". La actualidad de este "filósofo, retórico, gramático, dialécti-
386 San Jerónimo co, trilingüe (hebreo, griego, latín)", como se autodefinió, para nosotros, consiste en practicar (cf DV 12) lo que nos recomienda en el comentario a Gal 5,19-21 (PL 26,417A): "Nosotros llamamos hombre espiritual, porque lo juzga todo y no es juzgado por nadie (ICor 2,15), a aquel que, conociendo todos los acontecimientos (sacramenta) de la Escritura, los comprende de modo sublime; y, viendo a Cristo en los libros divinos, no admite en ellos nada de la tradición judía" (que excluye, naturalmente, el sentido cristológico). Este cristocentrismo bíblico es la gran herencia de Jerónimo, que fue al mismo tiempo penitente (por la dureza y pasionalidad de su carácter) y humanista. De Jerónimo, además del texto para su memoria, del PróL al Com. sobre Is., se leen otros tres textos: del Comentario al Eclesiastés (miérc. VII sem. T.O.); del Comentario sobre Joel (viern. XXI sem. T.O.); de la Homilía a los neófitos sobre el Sal 41 (juev. XIII sem. T.O.).
OCTUBRE
1 de octubre SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS, virgen (1873-1897)
1. Nota histórico-litúrgica Prefacio (MA n, 434) Nosotros te proclamamos sabio y admirable porque, haciendo resonar tu palabra, nos ha revelado tu designio amoroso. Por tu gracia, san Jerónimo penetró tan profundamente las Sagradas Escrituras que de este tesoro supo dispensar la antigua y nueva sabiduría, incitándonos con su ejemplo a buscar sin fin en las páginas sagradas a Cristo, tu Palabra viva.
La memoria obligatoria de Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, muerta en Lisieux (Normandía) el 30 de septiembre de 1897 y canonizada en 1925, ha sido trasladada al día siguiente, por la coincidencia con la memoria de san Jerónimo. Nacida en Alengon (Normandía) en 1873, la última de una familia de nueve hijos, de los que sólo cuatro (mujeres) sobrevivieron, fruto del amor de dos padres muy piadosos (Luis Martín y Celia-María Guérin), que a cambio de una vocación religiosa no realizada habían pedido a Dios muchos hijos, María Francisca Teresa fue educada en la abadía de las benedictinas de Lisieux (1881). Después de superar una grave enfermedad (1883) por intervención de la Virgen, liberada de la terrible tortura de los escrúpulos (1886), tras la "conversión" (1886) trató de entrar en el Carmelo (1887), recurriendo para ello al mismo León XIII. Al fin pudo entrar en él a los quince años (1888). Aquí vivió nueve años su vida monástica, con el nombre de Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, por referencia a la delicada salud de su padre, que hubo de ser trasladado a una casa de salud en Caen de 1889 a 1892. Fue nombrada maestra de las novicias (1893), y compuso un drama sobre Juana de Arco (1894). En 1896 sufrió el primer ataque de la enfermedad que acabaría con ella un año más tarde. Mientras tanto, su hermana Celina había entrado en el Carmelo y se encontraba
388 Santa Teresa del niño Jesús con Teresa como monitora (1894). Al año siguiente, la madre Inés de Jesús (su hermana Paulina, que era priora) le daba la orden de escribir sus recuerdos de infancia en los diez capítulos que configuran la Historia de un alma (1896-1897). En ésta expone su doctrina de la "infancia espiritual" (Mt 18,3, aunque nunca lo cita), que la hizo famosa (hoy publicada en facsímil junto con sus cartas y poesías). Antes de morir, una cohermana, pensando en redactar una circular con las noticias de la desaparecida, se preguntaba qué podría decirse de aquella religiosa "apacible y sonriente, que moría a los veinticuatro años en su Carmelo, tras haber sido solamente maestra de las novicias". En 1944 fue proclamada patrona secundaria de Francia con santa Juana de Arco. 2. Mensaje y actualidad Los textos litúrgicos evocan la espiritualidad de Teresa, empezando por la antífona de entrada, que cita el texto de Dt 32,10-12, tan del gusto de la pequeña carmelita: ella se llamaba la "niña pequeña que arrojaría flores ante el trono divino" ("El Señor, como el águila, extendió sus alas, la tomó y la llevó sobre sus plumas; el Señor solo la condujo"). a) En la colecta, inspirándose en el texto de Mt 11,25, se invoca: "Oh Dios, que has preparado tu reino para los humildes y los sencillos, concédenos la gracia de seguir confiadamente el camino de santa Teresa del Niño Jesús, para que nos sea revelada, por su intercesión, tu gloria eterna". Esta vía del absoluto, que se revelaba ya en ella a la edad de tres años, cuando prometió no negar nada a Jesús, fue recorrida sin interrupciones hasta su holocausto en aras del amor misericordioso de Dios. Este tema de la infancia espiritual ya está expresado en su nombre (Teresa del Niño Jesús), adoptado en la profesión religiosa (1890), y en su vocación, trazada en la Historia de un alma: "Yo soy la menor de las criaturas y conozco mi miseria; pero sé lo mucho que les gusta a los corazones generosos hacer el bien. Yo os conjuro (se dirige a la asamblea de los ángeles y de los santos), bienaventurados habitantes de la ciudad celestial, que me adoptéis por hija... Oh amado bien mío, te suplico que dirijas tu divina mirada sobre un gran número de pequeñas almas; te suplico que elijas en este mundo una legión de pequeñas víctimas dignas de tu amor". La antífona del Benedictus, en los laudes, tomada del evangelio de la misa (Mt 18,2: "Os digo que, si no volvéis a ser como
/ de octubre 389 niños, no entraréis en el reino de los cielos"), caracteriza esta "nueva vía", donde a la simplicidad del abandono total ("Yo elijo todo") se asocia la voluntad del holocausto del siervo de Dios con el rostro ultrajado. Los brazos de Jesús son para ella como una palanca que la eleva a la misericordia. Su sacrificio de joven quinceañera, marcado luego por las pruebas agotadoras de la pura normalidad monástica (incluido un "frío de muerte"), por la aridez (en el noviciado), por las terribles dudas (profesión) y, en fin, por la última prueba de la noche oscura del espíritu (pascua de 1896: tentación contra la fe, que duraría hasta su muerte), fue sellado con sus últimas palabras: "No puedo respirar, no puedo morir... Quiero seguir sufriendo... ¡Fuera! ¡Fuera! ¡No quisiera sufrir menos en adelante! Oh, ¡lo amo (el crucifijo)! Dios mío, ¡te amo!" b) En la oración sobre las ofrendas se pone de relieve un segundo aspecto de esta inmolación silenciosa, pidiendo al Señor: "al proclamar las maravillas que has realizado en santa Teresa del Niño Jesús, te suplicamos que, así como su vida fue agradable a tus ojos, aceptes igualmente complacido el homanaje de este servicio sagrado". En efecto, Teresa ya se había ofrecido para ser consumada enteramente por el amor misericordioso de Dios en la fiesta de la santísima Trinidad (9 de junio de 1985). Y mientras iniciaba algunos días más tarde la práctica del "via crucis", sintió una herida de amor parecida a la transverberación mística de su gran maestra, Teresa de Ávila. Su vida, hecha de aceptación de las pequeñas cosas y de animoso espíritu de sacrificio, como en la epidemia de gripe de 1892, supo transformar el dolor en alegría, cambiando de signo la experiencia de la propia debilidad ("el caminito"), ofrendándose así en la bienaventuranza de los pobres de espíritu. En esta oración se menciona al Señor, realizador de maravillas en sus santos. Ahora bien, Teresa, como se lee en la página del oficio de lectura, nos ha revelado que la clase de su vocación consistía en identificarse con todas las vocaciones de los santos (de luchador, sacerdote, apóstol, doctor, mártir...). Estas aspiraciones se convirtieron en un verdadero martirio, hasta el día (septiembre de 1896) en que descubrió en Pablo (ICor 12-13) que los dones más perfectos no sirven de nada sin amor: "¡Mi vocación es el amor!" c) La oración después de la comunión evidencia el tercer aspecto de este mensaje, que hizo que Pío XI la proclamara, en 1927 (junto con san Francisco Javier), "patrona principal de todas las misiones del universo". En efecto, se pide al Señor que
390 Santa Teresa del niño Jesús
"encienda en nosotros aquel amor ardiente con el que santa Teresa del Niño Jesús se entregó a ti e impetró de tu misericordia el perdón para todos los hombres". La frase final de la carta dirigida a sor María del Sagrado Corazón (8 de septiembre de 1896) termina con estas frases emblemáticas: "En el corazón de la Iglesia, madre mía, seré el amor; así lo seré todo y mi sueño se realizará". Ya había afirmado en 1897: "Haré descender (del cielo) una lluvia de rosas", porque quería hacer méritos por ias almas, por las necesidades de la Iglesia y, por fin, para lanzar rosas a todos, justos y pecadores. El día de su profesión (8 de septiembre de 1890) había declarado, tras el examen canónico, que había ido al Carmelo "para salvar a las almas y sobre todo para rezar por los sacerdotes". Y en las cartas escritas (1896-1897) a dos jóvenes monjas misioneras, enviadas al Carmelo de Hanoi (donde Teresa había deseado también que la enviaran), se revela su sueño de "un exilio más alejado". Su dolor, sufrido en la vida común de la paciencia monástica, se convirtió para ella en algo apostólico y redentor. La actualidad de Teresa estriba en su experiencia espiritual. Aunque expresada en un lenguaje empleado en el ambiente burgués de provincias de finales del siglo XIX, no es sólo un pequeño camino de encarnación contemplativa propia del carisma carmelitano, sino un camino abierto a todos, por el doble carisma de la humildad radical, que sabe donar su propia nada en la luz oscura de la fe, y de la totalidad con el acto de amor perfecto mediante una opción integral que todo lo reconduce al camino de la confianza en la infinita misericordia de Jesús. Por esto fue profética la intuición de Teresa (Pío XI la llamó "la santa más grande de los tiempos modernos"), que creyó ver una "T" pintada en el cielo a través de las estrellas. La antífona de las vísperas nos la ha querido recordar con las palabras evangélicas: "Estad alegres y contentos, porque vuestros nombres están escritos en el cielo" (Le 10,20).
Prefacio (Propio de los carmelitas) Te bendecimos, Padre santo, porque has revelado a Teresa de Lisieux los misterios del reino de los cielos; en su vida, humilde y escondida, has dado a conocer a los hombres el evangelio de tu amor misericordioso;
2 de octubre 391 en ella brilla, con la fuerza misteriosa de tu Espíritu, la fecundidad de la oración y el sacrificio para la edificación de tu Iglesia en todas las naciones. Prefacio (MA II, 436) Tú, que prefieres revelar los misterios del reino a los pequeños y humildes, has engrandecido a la virgen santa Teresa por la simplicidad de su espíritu y por su amor apasionado a la Iglesia. Ofreciéndose a ti con filial abandono, aprendió a consagrarte cada día todo su corazón.
2 de octubre SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS (siglos xv/xvn)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de los santos ángeles custodios se remonta a 1411, cuando se instituyó en Valencia una fiesta especial para el ángel protector de la ciudad. Y de la península Ibérica, después de que Sixto V concediera en 1590 un oficio especial a Portugal (se compuso un nuevo oficio en 1518 para el 1 de marzo), tal memoria pasó al calendario romano en 1608, cuando Pablo VI la introdujo el primer día libre tras la fiesta de san Miguel (prácticamente el 2 de octubre), como se celebra hoy. La devoción a los ángeles, ya expresada en la fiesta de los arcángeles, se desarrolló en el medievo con plegarias dirigidas a ellos. En el arte se ha traspuesto la imagen del joven Tobías guiado por el arcángel Rafael. 2. Mensaje y actualidad En las oraciones de la misa (que no es un duplicado de la del 29 de septiembre, que se extiende también a todos los coros angélicos) se indican tres temas.
2 de octubre 393
392 Santos Angeles Custodios
a) En la colecta se pide: "Oh Dios, que en tu providencia amorosa te has dignado enviar para nuestra custodia a tus santos ángeles, concédenos, atento a nuestras súplicas, vernos siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía". El fundamento bíblico de esta protección concreta e individualizada se encuentra en los dos textos que se leen en la misa, uno para Israel (Ex 23,20-23), a quien se le dirige la promesa: "Mi ángel irá por delante"; el otro para los pequeños, de quienes dice Jesús "que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial" (Mt 18,10). b) En la oración sobre las ofrendas se repite nuevamente la mención de la protección de los ángeles. Se la pedimos a Dios para que "nos libre de los peligros presentes y nos lleve a la vida eterna". El comentario a esta misión angélica es ofrecido por el sermón de san Bernardo, en el oficio de lectura (comentario al Sal 90,11; Mt 4,6: "A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos"). "Porque ellos están presentes junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para protegerte, lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo están porque Dios les ha dado esta orden, no por ello debemos dejar de estarles agradecidos, pues que cumplen con tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras necesidades, que son tan grandes". c) En la oración después de la comunión se pone en relación la asistencia de los ángeles, que pedimos al Señor, con la salvación y la paz. La primera antífona de los laudes, en el oficio, alude al ángel: "El Señor enviará su ángel contigo y dirigirá tu camino". La segunda antífona también alaba a Dios, "que envió un ángel a salvar a sus siervos que confiaron en él". Lo mismo se encuentra en el responsorio de la carta patrística, que retoma la cita del salmo 90 (10-12). En la quinta estrofa del himno de laudes (de los siglos xv-xvi), la misión de guía pacífico y salvífico está expresada con estas palabras: "Aleje el temor de los enemigos de nuestros confines, concilie la paz de los ciudadanos y nos preserve de la peste"). En el himno del oficio de lectura, el tema de los ángeles custodios está encuadrado en el drama trágico de los orígenes, cuando se consumó el primer pecado de rebelión contra Dios: la segunda estrofa canta que "Dios, condenando a la ruina eterna a los espíritus soberbios y a sus cómplices (de Satanás), confirmó los verdaderos espíritus devotos (supplices)". La antífona del Benedictus, en los laudes, recuerda el texto de Heb 1,14, en el que los ángeles son definidos como "espíritus en servicio activo, que se envían en ayuda
de los que han de heredar la salvación". Los ejemplos aparecen en las lecturas breves: para Israel (Éx 23,20-21): texto que ya aparece en la misa; para los apóstoles, liberados de las cárceles de Jerusalén (He 5,17-20); para Pedro, liberado de la cárcel (He 12,7); para Cornelio, que recibe el anuncio del ángel de la misión a Pedro (He 10,3-5); para el ángel del altar celestial, que lleva las oraciones de los santos como perfumes de incienso ante el trono de Dios (Ap 8,3-4). Conviene aprovechar como tema de actualización el mensaje principal que caracteriza esta providencia angélica ofrecida a los hombres redimidos: los ángeles son los cantores de la alabanza eterna de Dios y nosotros somos invitados siempre a cantar nuestras alabanzas a Dios delante de los ángeles. Así canta la antífona de la comunión. En efecto, "sus ángeles están viendo siempre el rostro de mi Padre celestial" (antífona del Magníficat en vísperas). La plegaria expresada por la quinta estrofa del himno en el oficio de lectura puede ser la nuestra de todos los días porque recuerda el último objetivo de la vida, la visión beatífica: "Oh Dios, haz que por la gloría de los ángeles caminemos con paso seguro y por su custodia podamos contemplarte cara a cara" (cerneré). Si los ángeles rodean de modo particular al Verbo encarnado (Jn 1,51), nosotros podemos celebrar las grandes fiestas litúrgicas con ellos: están junto a la cuna y la tumba de Jesús; por eso en la contemplación del rostro de Dios y en la celebración de los misterios litúrgicos ven los decretos de Dios sobre nosotros y nos guardan. Prefacio (MAII, 438) El cielo es la digna morada de los ángeles, criaturas arcanas y sublimes; sin embargo, la afectuosa esperanza de los creyentes, que viven en la oscuridad de la vida terrena, se atreve a pensar que posee la luz y el consuelo de estos espíritus elegidos que en tu divina presencia no cesan de alabarte y adorarte.
394 San Francisco de Asís 4 de octubre SAN FRANCISCO DE ASÍS (1181/82-1226)
1. Nota histórico-litúrgica La fiesta de san Francisco de Asís, muerto la noche del 3 de octubre de 1226 en Asís, en una choza de la Porciúncula, junto a Santa María de los Ángeles, canonizado dos años más tarde por Gregorio IX (1128) y proclamado patrón de Italia (junto con santa Catalina de Siena) en 1939, celebra a un santo que parece representar un caso casi único entre los santos, no sólo por sus estigmas (cuya memoria fue extendida a la Iglesia universal en 1669), sino sobre todo por su semejanza con Cristo incluso en su vida exterior. Nació en Asís en 1182 de un rico comerciante de paños (Pedro Bernardone) y, después de llevar una juventud disipada y aventurera, participó a los veinte años en el primer período de largas guerras y turbulencias ciudadanas (contra Perugia, donde cayó prisionero). En la expedición a Puglie, con el ejército que luchaba por el papa, se hizo enrolar como caballero; y desde Espoleto, tras un sueño misterioso que le invitaba a seguir al amo más bien que al siervo (Gualtieri de Brienne), volvió a Asís, donde en la iglesia de San Damián (1206) sintió por tres veces la invitación del crucifijo "de ir a reparar su Iglesia, que estaba arruinándose por completo". Por esto, renunciando a los bienes paternos, Francisco (a los veintinco años) se consagró a Dios en presencia del obispo y del pueblo. El obispo lo recibió desnudo bajo su manto, después de haber entregado los vestidos a su padre. En la primera fase de su nueva vida (1204-1209) fue buscando la voluntad de Dios, tras un período de existencia solitaria y errabunda con hábito eremítico ("el heraldo del gran rey"); finalmente descubrió su vocación, después de escuchar en la iglesita de la Porciúncula (1209) un fragmento del evangelio sobre la misión de los apóstoles (Le 9,3-5), decidiéndose a abandonar todo por una predicación moral y penitencial. Así reunió en torno a sí el primer núcleo de la Orden de los Hermanos Menores. Los dos primeros hermanos (Bernardo de Quintavalle y Pedro Catanio) oyeron y siguieron el texto de Mt 19,28. Inocencio III dio la aprobación oral (1209) a la primera Regla. El temor de que pudiera existir algún vínculo con las teorías de
4 de octubre 395 origen cátaro, las tesis valdenses o los sueños de Joaquín de Fiore no se había conjurado aparentemente. En la segunda fase (1209-1224) de apostolado, Francisco anunció el evangelio para todas las clases sociales ("Paz y bien" es el lema) como pobre itinerante. Fue a Oriente, soñando con el martirio (1212). Intentó misionar en Marruecos, Egipto y Palestina, donde logró que le escucharan los musulmanes (los moros habían martirizado a cinco religiosos en Marruecos). En 1212, en la iglesita de la Porciúncula, fundó con santa Clara (a quien cortó sus rubios cabellos) la Orden de las Clarisas o Damas Pobres de San Damián. Vuelto a la patria (1220), tras un período de ausencia durante el cual se intentó atenuar la radicalidad de su Regla, preparó la segunda Regla, aprobada por Honorio III, obteniendo que el cardenal Ugolino (el futuro Gregorio IX) se convirtiera en su protector. En 1223 celebró la navidad en Greccio con un pesebre viviente, cantando el evangelio (como diácono) y predicando. En la última fase de su vida (1224-1226), el cuerpo debilitado (casi ciego y con otras enfermedades), pero afinado el espíritu, hizo una experiencia de transformación mística sellada por los estigmas en el monte Alvernia (el 14 de septiembre de 1224). Herido de amor, compuso el Cántico de las criatura (o Cántico del Sol); y poco antes de morir redactó un testamento conmovedor. Totalmente agotado, murió a la edad de cuarenta y cinco años, tendido desnudo en su Porciúncula, después de cantar el salmo 141,2 ("Voce mea ad Dominum clamavi"). Antes de morir había cenado por última vez con sus hermanos, dando a cada uno un pedazo de pan (a imitación de la última cena). Su cuerpo, sepultado provisionalmente en la iglesia parroquial de San Jorge (hoy la basílica de Santa Clara), donde había iniciado la primera predicación evangélica, fue trasladado a la basílica inferior de Asís (1230) y redescubierto en 1818. Hoy se le sigue venerando ahí. 2. Mensaje y actualidad Las oraciones de la misa, tomadas del Propio de los Hermanos Menores, caracterizan la fisonomía de Francisco, ya esbozada en la nueva antífona de entrada: "Francisco de Asís dejó su casa, abandonó la herencia que le pertenecía y logró llegar a ser pobre y necesitado. Así, el Señor le tomó a su servicio". a) La colecta sitúa la experiencia de Francisco en la época
396 San Francisco de Asís
cultural y eclesial de aquella cristiandad del siglo XIII, donde se libraba el enfrentamiento entre las fuerzas de lo sagrado, representadas por Inocencio III, y de lo temporal-laico, personificadas por el emperador Federico II. El texto invoca: "Dios todopoderoso, que otorgaste a san Francisco de Asís la gracia de asemejarse a Cristo por la humildad y la pobreza, concédenos caminar tras sus huellas para que podamos seguir a tu Hijo y entregarnos a ti con amor jubiloso". Ante todo, Francisco hace la opción del evangelio como testigo fronterizo, no para exasperar el conflicto entre ambos poderes, eclesial y laical, sino para conciliario, superando el riesgo de una renovación herética y de una rebelión pauperístico-cismática (como la de Valdo). La base de su espiritualidad es el sacerdocio y la eucaristía, sus dos amores absolutos. Por esto Inocencio III aprobará "ad experimentum" la Norma de vida (texto adoptado en 1221, de veintitrés capítulos, cuyo tono es sobre todo exhortativo, fundado en continuas citas del evangelio), de pobreza total, minoridad e itinerancia evangelizadora. Aceptando la condición de los minores, es decir, de los últimos y sin privilegios, sin autoridad, lugares estables, prestigios eclesiásticos y culturales, Francisco inauguró hace ocho siglos un modelo de Iglesia pobre (más que de los pobres). En efecto, del pacto de paz influido por él (1210) en Asís entre maiores y minores, con su saludo de "paz y bien" propuso esta Primera Regla, que tomaba el evangelio a la letra (sine glossa), descubriéndolo tanto en el leproso (que encontró al comienzo de su conversión) como en el lobo de Gubio o en los ladrones de Montecasale, en fray Junípero "el loco" y en Antonio de Lisboa, "el docto". Aquel evangelio, que en aquella sociedad se había convertido a menudo en signo de división, de guerra e intolerancia en la misma autoridad eclesiástica, volvía a ser fermento de conversión y de reconciliación. Desde esta minoridad, según la cual "Dios le concedió la gracia de ser el último", Francisco canta su alegría (cf el Cántico de las criaturas, que es el amor a la paternidad de Dios y a la fraternidad de Cristo), porque es fruto de su total libertad. Es renuncia a toda clase de poder, antes aún que a la riqueza; a toda seguridad, con el rechazo inicial incluso a la posesión colectiva de los bienes (como los conventos), más que a los beneficios, y el rechazo de toda cruzada, como en el diálogo con los mismos infieles (el encuentro con el sultán Malik-al-Khamil). b) En la oración sobre las ofrendas hay un llamamiento evidente a la experiencia mística en la celebración del "misterio
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de la cruz, al que se consagró san Francisco de Asís con el corazón abrasado en amor de Dios". El "juglar de Dios" había sustituido el cinturón de cuero (que en la Edad Media era la parte más importante del hábito, porque en él se colgaban las diversas fíbulas, signo de la profesionalidad, del poder o de la fortuna) por el cordón de cáñamo, ajustado a la cintura como un cilicio del amor propio (con él se fecha su conversión en el momento de su encuentro con el leproso: cf Testamento); por ello recibirá el último sello de los estigmas, que él mismo había preanunciado a fray León ("ovejuela de Dios"), que eran "cosa nueva que Dios no había hecho a ninguna criatura de este mundo". En efecto, se trataba, según la expresión de la práctica real y mercantil del tiempo, de sellar los propios documentos o las mercancías propias; de una imitación de Cristo (con las cinco llagas rojas impresas por el serafín de las seis alas de fuego) tal que, sin hacer de la misma el mito de una copia conforme (alter Christus), hacía de él un "mártir de deseo" en el seguimiento de Cristo, llevando la cruz detrás de él. La primera y segunda estrofas del himno de laudes cantan: "Él, fúlgido de gloria por el privilegio insigne de llevar las insignias de Cristo, se hizo partícipe del grupo apostólico pobre, llevando en sí la cruz como el signo del pacto del Señor". c) La oración después de la comunión nos invita a descubrir un tercer aspecto de la vida de Francisco, rogando al Señor que nos conceda "imitar a san Francisco de Asís en su caridad y en su celo apostólico, para que gustemos los frutos de tu amor y nos entreguemos a la salvación de nuestros hermanos". El, ya en los primeros momentos de su experiencia de fraternidad de tipo popular y sustancialmente laico, sin pensar quizá en hacer de ella una orden de estilo clásico, había creado un nuevo tipo de vida evangélica, no según la segregación en el recinto de los monasterios, sino según la itinerancia abierta a la circulación y a la comunión. Así, en 1224, para ir de Espoleto a Romagna, quiso pasar por el castillo de Montefeltro, donde se celebraba un gran banquete y cortejo por la investidura de caballero de uno de los condes, porque "con la ayuda de Dios nosotros sacaremos algún fruto espiritual" (Florecillas). La soledad de las Cárceles y del Alvernia eran momentos fuertes para lanzarse nuevamente a aquellas aldeas y a aquellas ciudades que salían del dominio feudal para constituirse en libres municipios regidos por instituciones civiles en los que la plebe se había emancipado. La elección de la navidad como la fiesta más franciscana de la pobreza, de la humildad y de la inocencia,
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398 San Francisco de Asís con la sagrada representación del pesebre en Greccio la noche del 24 de diciembre de 1223, es uno de los medios más eficaces para dejarse inflamar por el amor al servicio evangélico de los hermanos. Así exhorta Francisco en la Carta a todos los fieles, que encontramos en el oficio: "Nunca debemos desear estar por encima de los demás, sino, al contrario, debemos, a ejemplo del Señor, vivir como servidores y sumisos a toda humana criatura, movidos por el amor de Dios". Su fervor apostólico, demostrado más tarde en las misiones en Oriente y en la predicación itinerante, es también hoy, en un contexto socio-religioso, una invitación a hacer esta segunda evangelización de nuestras tierras a través del testimonio de la opción de los últimos. Si Francisco imaginaba una fraternidad religiosa de mendicantes que fueran pidiendo de casa en casa (tal concepción sedujo también a santo Domingo, que en presencia del cardenal Ugolino le propuso unir ambas órdenes), hoy en nuestro mundo, donde domina con frecuencia el dinero de las multinacionales, la opción de los cristianos deberá inclinarse por la preferencia de los medios más pobres y menos comprometidos. Sólo así podremos celebrar, con la antífona del Benedictus de laudes, a "Francisco, pobre y humilde", que "entra rico en el cielo y es honrado con himnos celestiales". Éste es el sentido de su patrocinio.
Prefacio (Propio de los franciscanos) Porque has llamado a la más alta perfección evangélica a tu siervo Francisco por el camino de la verdadera pobreza y humildad. Encendido en el fuego de tu amor, te bendijo en la contemplación de las obras de tus manos con cantos de júbilo y alegría. Marcado con las llagas de Cristo, nos mostraste en él la imagen de Jesucristo crucificado, Señor nuestro. Prefacio (MAII, 440) Cristo, nuestro salvador, a quien abandonó todo por él, le prometió el céntuplo en la tierra. Así, Francisco encontró en la pobreza absoluta
la perfecta alegría y la capacidad de amarte con corazón sencillo y apasionado. Soportando pacientemente todas las pruebas, abrazó humildemente el misterio de la cruz y pudo ofrecer a toda la Iglesia el tesoro de su testimonio evangélico.
6 de octubre SAN BRUNO, presbítero (ca. 1035-1101)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Bruno, muerto en la localidad solitaria de La Torre, en la diócesis de Squillace (Calabria, Italia), el 6 de octubre de 1101, sin haber sido canonizado jamás oficialmente, entró en el culto local de los cartujos en 1514, por autorización verbal de León X; luego en el romano en 1584, y por fin en los libros litúrgicos romanos (por un decreto de la Congregación de los Ritos de 1622). Nacido en Colonia (Alemania) en 1035, de una familia noble, cursó los estudios primero en la escuela de San Cuniberto (Colonia) y después en la célebre escuela de la catedral de Reims (donde había enseñado Gerberto, el futuro papa Silvestre II), de la que llegó a ser director y maestro (1056/7). Tras la ordenación presbiteral, fue nombrado canónigo de la catedral y canciller arzobispal. De este tiempo son sus dos comentarios a los Salmos y a las epístolas de san Pablo (este último acabado en Calabria). Aquel que hasta el siglo XVI fuera llamado el "magister Bruno", hasta el punto de merecerse la fama de "hombre elocuente, experto en todas las artes, doctor de los doctores...", y que tuvo de alumno a Otón de Chátillon (luego el papa Urbano II), se convirtió también en un valiente defensor del gran Gregorio VII en la lucha contra la simonía y la decadencia de las costumbres eclesiásticas y paladín decidido de la reforma de la Iglesia iniciada por este papa. Como canónigo, se opuso a su obispo simoníaco (Manases) y, tras su fuga y deposición, por orden de Gregorio VII, volvió a su diócesis. Rechazado el obis-
400 San Bruno
pado de Reims, pudo retirarse en 1082 al monasterio fundado por su maestro, el abad Roberto de Molesme (que comenzaba la reforma cisterciense). Construyó un eremitorio en SécheFontaine (Langres) y se estableció en él, llevando una vida semieremítica con dos compañeros tan sólo. Pero abandonando este lugar, Bruno se fue a Grenoble, donde el obispo Hugo le asignó un lugar solitario (la Chartreuse), que se convirtió en la cuna de la Orden de los Cistercienses (conocemos la llegada de Bruno a la cartuja a través de la vida de san Hugo, escrita por el cartujo Guigo, que redactó en 1127 las costumbres de la cartuja). La regla de esta vida eremítica estaba inspirada en los padres del desierto, es decir, de vida eremítica, pero en un marco cenobítico (el monasterio), en san Jerónimo y san Benito. Llamado a Roma por su antiguo discípulo Otón de Chátillon, ya papa, que lo hizo consejero suyo, recibió como sede (la tradición es tardía y quizá poco fiable) la iglesia de San Ciríaco, junto a las termas de Diocleciano (convertida en cartuja en 1561, para la cual creará Miguel Ángel en el tepidarium la magnífica iglesia de Santa María de los Angeles). Pero en 1092 Bruno abandonó Roma por motivos políticos (el antipapa en Roma) y se fue a Calabria, refugiándose entre los normandos, para fundar una cartuja cerca de Serra (hoy Serra San Bruno) en el lugar de La Torre, en un eremitorio puesto bajo el patrocinio de Santa María (en la diócesis de Squillace). Luego, no lejos, fundó un segundo eremitorio, San Esteban de Bosco, que llegó a ser el más importante. Antes de morir recitó la profesión de fe con la afirmación de la presencia real de Cristo en la eucaristía, como protesta contra el error de Berengario. Enterrado en San Esteban de Bosco (en 1193), su cuerpo (incorrupto) fue transportado en 1513 a la iglesia de Santa María. 2. Mensaje y actualidad La colecta de la misa invoca: "Señor, Dios nuestro, tú que llamaste a san Bruno para que te sirviera en la soledad". En efecto, desde el bosque de Séche-Fontaine (D'Avirey), donde san Roberto de Molesme, reformador de los cistercienses y fundador de la Orden de la Trapa, lo había iniciado en la vida cenobítica, Bruno quiso adentrarse en el desierto salvaje y terrible de la Grande Chartreuse (en un valle a mil ciento setenta y cinco metros), siguiendo el modelo de los Pauperes Christi Tal vez lo hiciera impelido por el temor del juicio de Dios, como
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se puede leer en uno de los muros de la misma: "El día del juicio se acerca y yo cuento las horas"; y también en los muros de un monasterio de Rhéoms: "Bruno, temiendo el examen del juez venidero, despreció la gloria del mundo y se fue al desierto". En efecto, rechazó dos veces el episcopado, primero de Reims y después de Reggio Calabria. La vida de oración y trabajo iba acompañada también por el estudio, especialmente de las Escrituras, que Bruno no había abandonado nunca. En esta cartuja, por ejemplo, después de medio siglo, pese a la extrema pobreza, se había creado una rica biblioteca. Influido sin duda por los padres del desierto y alimentado por la lectura de los escritos ascéticos (Antonio, Evagrio, Juan Clímaco, Macario, Nicéforo, Simeón Estilita), Bruno no se contentaba con la vida monástica cenobítica, sino que quería continuar en Francia la vida de los primeros anacoretas (no impuso a sus seguidores tampoco el voto de la "stabilitas"): salvo la comida común en las fiestas y la misa festiva (entonces no se celebraba a diario, según Guiberto de Nogent), la regla cartujana invita a permanecer consigo mismos y frente a Dios. La parte final de la colecta pide que Dios nos conceda, "por intercesión de san Bruno, que en medio de las vicisitudes de este mundo vivamos entregados siempre a ti". En la carta escrita a su amigo Raoul Le Verd (que, sin embargo, no lo siguió), preboste de la catedral de Reims, exalta la vida solitaria de su eremitorio calabrés: "En cuanto al provecho y la alegría que producen la soledad y el silencio del eremitorio a aquellos que los aman, sólo lo saben quienes los han experimentado..." Y en la carta a sus hijos cartujos, que tenemos en el oficio de lectura, donde se congratula de la correspondencia con el hermano magister Landovino de Lucca, prior de la Chartreuse de Grenoble, dirigiéndose a los laicos que son iletrados, este hombre de gran cultura escribe palabras que pueden ser también hoy una advertencia actual frente al racionalismo cientifista: "En efecto, vuestra conducta es una prueba de vuestro amor, como también de vuestra sabiduría. Porque vuestro interés y cautela en practicar la verdadera obediencia pone de manifiesto que sabéis captar el fruto dulcísimo y vital de la Sagrada Escritura". De este hombre, de gran profundidad de alma y exponente de la cultura de su tiempo, se puede aprender la lección de la verdadera sabiduría de los supremos valores.
402 Nuestra Señora la Virgen del Rosario 7 de octubre NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DEL ROSARIO (siglo xvi) 1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de Nuestra Señora la Virgen del Rosario deriva de la fiesta de Santa María de la Victoria, instituida por san Pío V tras la victoria obtenida en Lepanto (entre los golfos de Corinto y de Patrás) sobre la flota turca el 7 de octubre de 1571 (que aquel año caía en domingo), y que Gregorio XIII había hecho obligatoria para la diócesis de Roma y para las Confraternidades del Santo Rosario en 1573, bajo el título del Santísimo Rosario de Nuestra Señora la Virgen María. Solamente en 1716 inscribiría Clemente XI la fiesta en el calendario romano el primer domingo de octubre, en agradecimiento a la victoria (en 1683, tras la liberación de Viena) obtenida por el príncipe Eugenio contra los turcos en Peterwardein (Austria), con la liberación de Chipre. La corona del rosario, como serie de cuentas engarzadas para contar las oraciones, parece muy antigua (la usan musulmanes e hindúes); pero el uso de repetir el avemaria se remonta al siglo XII, donde en el clima de la cultura profana (cf el Román de la Rose de los siglos xm-xiv) la piedad cristiana se complacía en trenzar coronas de ave en honor de la "rosa mística". Hacia 1328, un Rosarius (o recopilación de milagros de Nuestra Señora) atribuía a santo Domingo la salvación del mundo gracias a su predicación de las ave, meditadas o repetidas tanto en los salterios (salterio de la Virgen para contar las oraciones, como para los padrenuestros) como en las canciones. Pero fue el dominico B. Alano de la Roche, en 1745, el gran propagador del "salterio de Nuestra Señora", término preferido al de rosario (que en Sab 2,8 evoca la corona de rosas de los malvados). El cambio del título, de fiesta del santo rosario por fiesta de Nuestra Señora la Virgen del Rosario (realizado en 1960), orienta hacia el sentido personal y no objetivo (arma contra los enemigos). 2. Mensaje y actualidad a) La colecta de la misa recupera la antigua oración de la anunciación, con el recuerdo de la intercesión de María. Se
7 de octubre 403 pide: "Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz,... a la gloria de la resurrección". Esta orientación cristológica de los misterios de la vida del Señor para una fiesta que nace en una época en la que la oración no siempre hacía referencia a la liturgia, en la que la mariología era todavía a menudo más bien una devoción o teología del corazón, es muy importante cuando permanece fiel al espíritu de celebrar los misterios de Cristo (gozosos, dolorosos, gloriosos), que son evocados por las antífonas de los laudes (nacimiento de Cristo, maternidad espiritual de María a los pies de la cruz, asunción al cielo) y de las vísperas (anunciación de María, su maternidad a los pies de la cruz, alegría por la resurrección de Jesús). b) En la oración sobre las ofrendas se nos indica también la espiritualidad de tal conmemoración oral y meditativa de los misterios de Cristo: se pide al Señor que nos disponga "para celebrar dignamente este sacrificio, y por la meditación de los misterios de tu unigénito concédenos ser dignos de alcanzar sus promesas". El modelo es la misma virgen María, que en la antífona del Magníficat de las vísperas es evocada en su actitud más profunda: "conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón". c) En la oración después de la comunión se recuerda que la esencia del rosario está en el memorial de la eucaristía; es una anamnesis meditativa de los misterios celebrados a través de María (Marialis cultus, n. 47). Así, cuando "anunciamos la muerte y resurrección de Cristo, debemos estar unidos siempre a su pasión, para compartir la alegría inmensa de su reino". El misterio pascual está, pues, en el centro de los misterios de la vida de Cristo y de María; y las alabanzas que se le tributan a la Virgen en el responsorio de la lectura patrística ("Tú eres la madre del rey de los reyes, tú la señora de los ángeles, tú la reina de los cielos"), tomadas del propio de los servitas, y en el himno (siglo XIX) con una serie de verbos que evocan los misterios ("tú concibes, visitas, eres convidada, ofreces, encuentras, sufres, resplandeces de gloria"), no se agotan en sí mismas, sino que forman "esta corona de rosas sacadas de los misterios mismos que nosotros entretejemos a la ínclita madre del amor hermoso" (cf quinta estrofa del himno de laudes). La espiritualidad auténtica del rosario y su perenne actualidad las encontramos en el sermón de san Bernardo, en el oficio de lectura, que lleva por título De aquaeductu (María es el acueducto que
404 San Dionisio y compañeros nos lleva al manantial): "Ha acampado... por la fe en nuestros corazones, ha acampado en nuestra memoria, ha acampado en nuestro pensamiento y desciende hasta la misma imaginación". Se trata, pues, del método activo de la meditación contemplativa del rosario, donde el ejercicio devocional es llevado a sus verdaderos orígenes: aprender con María a revivir aquellos misterios que nos han salvado. Sólo así podremos experimentar su ayuda al celebrar esta santa festividad (cf la antífona del Benedictus en laudes). Al final del año litúrgico, esta síntesis del misterio total de Cristo tiene un sesgo mariano.
Prefacio (MA II, 443) En verdad es justo y necesario darte gracias, oh Dios, Padre santo, y en esta memoria de Nuestra Señora, la virgen María, ensalzar tu amor por nosotros con tu mismo canto de alabanza. Tú la has asociado tan íntimamente a los misterios de tu único Hijo, que le encomendaste una misión singular en el proyecto de la redención, haciéndola participar activamente en la obra admirable de nuestra salvación.
9 de octubre SAN DIONISIO, obispo, y COMPAÑEROS, mártires (ca. 250)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa del obispo Dionisio, martirizado en París hacia mediados del siglo II (250) y tal vez decapitado y arrojado al Sena, junto con sus compañeros Rústico y Eleuterio, enterrados luego en la famosa abadía de Saint-Dénis (a las puertas de París), está presente en Roma desde el siglo IX. Fue inscrita en el calendario en 1568 por hallarse atestiguada en el martirologio jeronimiano el 9 de octubre. Este Dionisio, del que
9 de octubre 405 habla Gregorio de Tours (f 594) en la Historia de los Francos, sería uno de los siete obispos enviados por Roma a las Galias en tiempo de Decio (250), que llegó a ser obispo de la "Lutetia Parisiorum". Fue martirizado en Montmartre mediante la espada, después de "padecer diversos sufrimientos por el nombre de Cristo". Este obispo Dionisio galo-romano no ha de confundirse con otras dos figuras. La primera es la de Dionisio el Areopagita, convertido por san Pablo (He 17,34), que fue el primer obispo de Atenas, cuyo cuerpo fue enviado por Inocencio El, en 1215, al monasterio de Saint-Dénis; la otra es la de Dionisio falsamente llamado Areopagita (Pseudo-Areopagita), el célebre místico de fines del siglo V (o comienzos del VI), a quien se atribuyen la Ecclesiastica hierarchia y la Mystagogia, traducidas por el abad Ilduino de Saint-Dénis (835). Las noticias del autor de la Vida de santa Genoveva (Geneviéve, f 502), escrita hacia el año 520, testimonian la construcción, por parte de la heroína, de la primera basílica dedicada al santo, y que el lugar del martirio fue el "Vicus Catulliacus" (hoy Saint-Dénis). Todavía a finales del siglo VI, Venancio Fortunato compuso algunos versos con ocasión de la restauración de la basílica dedicada al santo por el obispo de Bordeaux, Amelio (después del 511), por parte de su sucesor Leoncio. El martirologio jeronimiano nombra en primer lugar también a Eleuterio como sacerdote y a Rústico como diácono (en el siglo vm el orden de las funciones entre ambos santos fue intercambiado). Es más probable que la iglesia donde fue enterrado el mártir Dionisio sea la abacial, convertida en lugar de sepultura de los reyes francos, y no la de Saint-Dénis-de-1'Estrée (estrada, camino), adonde Dagoberto habría hecho una traslación en el siglo Vil. Fue el abad Fulrado el que transformó la basílica, consagrada en el año 775. Poseemos tres passiones: una anónima, del siglo IX; la tercera compuesta por Ilduino, abad de Saint-Dénis, hacia el siglo IX, que confundió a Dionisio de París, martirizado en el Mons Mercurii (llamado después Mons Martyrum, Montmartre) con el Areopagita. La segunda, más antigua, menciona la basílica del santo; por ello fue escrita después del 475, y probablemente en el siglo VIII: Dionisio habría sido consagrado por san Clemente I, papa. Por consiguiente, todas "las pasiones" pretenden acercar al obispo mártir a la época apostólica. Por fin conviene recordar que el culto del santo de París, desarrollado por la construcción de la basílica en el año 475, recibió en la diócesis una octava después de la fiesta, durante la cual se acudía a las
406 San Dionisio y compañeros siete estaciones de san Dionisio (siglos Xfl-Xvmi); y que en Constantinopla, en el siglo IX, la leyenda del Dionisio Areopagita fue acogida en el sinaxario con la mención de los demás mártires según la leyenda (Rústico, Eleuterio y Catulla). Los martirologios de Floro de L., de Adón de V. y de Usuardo de SaintGermain-des-P. (además de Abelardo) no aceptaron nunca la artificiosa leyenda de Ilduino. 2. Mensaje y actualidad La colecta, derivada de los sacramentarios francos del siglo IX, subraya un tema general. "Oh Dios" —invoca—, "que enviaste a san Dionisio y a sus compañeros a proclamar tu gloria ante las gentes, y les dotaste de admirable fortaleza en el martirio". Una Iglesia nueva es siempre una plantación en la sangre de sus testigos, a imitación del verdadero fundador de las Iglesias, Cristo, el mártir por excelencia. San Ambrosio, en el oficio de lectura, comentando el salmo 118, explica el valor de ese martirio incruento y testimonial: "Como hay muchas clases de persecución, así también hay muchas clases de martirio. Cada día eres testigo de Cristo... Por tanto, en las persecuciones interiores, sé fiel y valeroso, para que seas aprobado en aquellas persecuciones exteriores. También en las persecuciones interiores hay reyes y gobernantes, jueces terribles por su poder. Tienes un ejemplo de ello en la tentación que sufrió el Señor". Como aplicación actualizante puede servir el apostrofe dirigido a París y contenido en el panegírico pronunciado el 3 de octubre del 833: "Dichosa la ciudad que conserva tu gloriosa y venerable cabeza, tus preciosos restos mortales, oh mártir insigne, gran predicador y pontífice, y los de tus compañeros, que tú has presentado a Dios, víctima sin mancha, perfume de incienso. Tu sangre, que ha enrojecido su suelo, hace brotar un agua viva para aquellos que llenos de fe recurren a ti e imploran la curación de sus enfermos. ¡Feliz en verdad París! Numerosas ciudades de los galos la superan en grandez, pero ella puede preciarse de poseer en ti, doctor insigne, un tesoro más glorioso que todas las riquezas sensibles, un santo patrono y un protector. Dios te ha dado a París para santificar a los habitantes y peregrinos, para ser su talismán espiritual, una fuente de delicias, no de esas que acarician el cuerpo, que contentan el paladar, que pasan pronto y desaparecen, que son un producto de la tierra o del mar, de la falda de las montañas o del río en
9 de octubre 407 pesca abundante y profundo que la rodea con el murmullo de sus ondas, compitiendo con los desbordamientos del Nilo. Tú eres para ella un baluarte poderoso, no un montón de piedras traídas de la montaña, pulidas y elegidas; una fortaleza defendida por bastiones, torres y almenas, semejante a una barrera de hierro. No, su fuerza descansa en tu santidad y en la de tus compañeros mártires". Independientemente del estilo encomiástico oriental, este fragmento revela la conciencia que los antiguos tenían acerca del valor del patronazgo de los santos fundadores de las Iglesias locales y de las ciudades.
9 de octubre SAN JUAN LEONARDI, presbítero (1541-1609)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de san Juan Leonardi, muerto en Roma el 9 de octubre de 1609 y canonizado en 1938, nos presenta a otro fundador de órdenes religiosas, procedente de la Iglesia de la contrarreforma. Nació en Lucca (Diecimo di Borgo a Mozzano, Italia) en 1541, y fue educado en la profesión de asistente de farmacia. A los veinticinco años dejó la profesión y, realizados los estudios eclesiásticos, fue ordenado sacerdote (1571/2), dedicándose a la formación catequética de niños y jóvenes en su ciudad, donde se dejaba sentir el influjo de las teorías del general de los capuchinos, Bernardino Ochino (que se hizo protestante). Fundó primero la Confraternidad de la Doctrina Cristiana (1571). Después, en la iglesia de Santa María de la Rosa, en Lucca (1574), fundó una nueva congregación de clérigos, aprobada por Clemente VIH (1595), llamada de los Sacerdotes Reformados y más tarde los Clérigos de la Madre de Dios. Ésta, en tiempos de Paulo V, se fundió temporalmente con la Orden de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías (escolapios). Perseguido en su ciudad, Juan se fue a Roma, donde lo recibió Gregorio XIII. El objetivo de su instituto, destinado a la educación popular y al ministerio de los sacramentos, se redujo a Italia. En efecto, san Felipe Neri, su director
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espiritual, le desaconsejó que se dedicara a las misiones extranjeras. Por eso fundó (1603), junto con el prelado español J. B. Vives, el seminario de "Propaganda Fide", instituido por Urbano VIII como "Collegium Urbanum de Propaganda Fide" en 1627, para la formación de los sacerdotes indígenas. Murió socorriendo a los apestados en Roma, en el hospital de Santa María in Campitelli, donde reposan sus restos. Leonardi dejó obras literarias, aunque se han editado muy pocas.
2. Mensaje y actualidad La nueva colecta ha focalizado los rasgos de este santo, que vivió en la Roma postridentina y (como Felipe Neri y Carlos Borromeo) se dedicó a la reforma católica. En ella se ruega a Dios, "fuente de todo bien, que anunciaste el evangelio a numerosos pueblos por medio de tu presbítero san Juan Leonardi, haz que, por su intercesión, se difunda siempre en todo el mundo la verdadera fe". Este sacerdote, al servicio de la Santa Sede como visitador de órdenes y congregaciones religiosas (por ejemplo, de los monjes de Montevergine y de los vallombrosanos, fundados por san Juan Gualberto), fue asimismo un gran pacificador entre facciones opuestas; como, por ejemplo, en el enfrentamiento entre Ñapóles y el obispo de Ñola. Sintió de modo particular la urgencia de una reforma de la Iglesia que bajase desde el vértice (in capite) hasta los miembros, restaurando la disciplina con su iluminada caridad. En la carta escrita a Paulo V, que tenemos en el oficio de lectura, dice: "Más que obligar, inciten [los que quieren dedicarse a la reforma de costumbres] con suavidad a la reforma, no sea que se busque en el cuerpo... lo que no se halle en la cabeza. (...) Pero bajemos también de los grandes (cardenales, patriarcas, arzobispos, obispos y párrocos) a los pequeños, es decir, de los gobernantes a los gobernados: porque no hay que descuidar a aquellos de quienes ha de surgir el inicio de la renovación de las costumbres en la Iglesia". Pero este celo, como hemos visto, superó las fronteras nacionales al menos en sus aspiraciones, porque dio vida al seminario de "Propaganda Fide", como evidencia en primer lugar la colecta en su intercesión final, inspirada en la oración del "postcommunio" de la misa por la propagación de la fe. El farmacéutico de Lucca, que tanto se prodigó para sanar su ciudad, hasta el punto de ser expulsado de la misma, calumniado y
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amenazado de muerte, fue siempre paciente y reconciliador; también fue un misionero en el espíritu. Por esto la liturgia lo recuerda con una intención de actualidad. En nuestro mundo, donde la misión a favor de los pueblos paganos parece no ser tan urgente en un clima de sincretismo religioso y en una perspectiva de una segunda evangelización de nuestras tierras de antigua cristiandad, este heraldo de la propagación de la fe y de la caridad nos invita a no separar el celo misionero de cualquier otra actividad eclesial, como la de la celebración del sacramento de la penitencia, que era la tarea principal de los clérigos regulares fundados por él.
14 de octubre SAN CALIXTO I, papa y mártir (f 222?)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa del papa, atestiguada por la Depositio martyrum del año 534 (según la tablilla filocaliana), donde Calixto es mencionado con Ponciano exiliado, con Fabiano ajusticiado, con Cornelio desterrado y con Sixto II asesinado, es fijada en esta fecha en el siglo III (tal vez en el año 222) y con la determinación del tercer miliario de la vía Aurelia. Ya se la mencionaba en el evangelio romano del 645, así como en la otra memoria en Trastévere "iuxta Callistum". Las noticias procedentes de los llamados Philosophoumena (Ref. IX, 11-12) de Hipólito, que se hizo elegir obispo de Roma en el año 217 precisamente contra Calixto, aun siendo obra de un adversario, contienen datos parcialmente atendibles. Este esclavo, de nombre griego (Calixto = "muy bello"), tan industrioso que mereció ser fundador de una banca en el barrio de la piscina pública (entre la "porta Ostiensis" y la "porta Ardeatina", donde se encuentran ahora las termas de Caracalla) como fiduciario de su amo Carpóforo, habría sido culpable de bancarrota. Condenado y liberado, fue nuevamente víctima de sus acreedores judíos, que le hicieron desterrar a las minas de Cerdeña (186). Nuevamente liberado por intervención del papa
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Víctor, volvió a Anzio, donde fue mantenido por la Iglesia local, hasta que el papa Ceferino (198-217) le ordenó sacerdote y le encargó acondicionar el primer cementerio gestionado directamente por la comunidad romana. Estaba situado en la vía Apia, y fue tan importante que se convirtió en el cementerio catacumbal de los papas del siglo m. Por sus méritos, a la muerte del papa, fue elegido para sucederle (217), pese a que una minoría irreductible nombrara un obispo alternativo, provocando el primer cisma en el interior de la Iglesia de Roma. En los cinco años de su pontificado (217-222), Calixto se distinguió tanto por su acción pastoral como por la defensa de la fe tradicional, no menos que por sus intervenciones innovadoras acerca de la praxis penitencial y el derecho matrimonial. Aunque la Iglesia no sufrió ninguna persecución cruenta en los tiempos de Alejandro Severo, treinta años de trabajos forzados le merecieron la gloria del martirio; tanto más si se acepta la leyenda de su passio, según la cual fue arrojado a un pozo en Trastévere tras atarle al cuello una rueda de molino; o bien la otra, según la cual fue linchado en un motín, no lejos del cementerio de Calepodio, junto a la vía Aurelia, donde fue enterrado (al lado de Cásale Pío V y de la abadía de San Jerónimo: cf los recientes descubrimientos arqueológicos de 1960). Aquí fue erigida por el papa Julio, alrededor del año 350, la basílica de Santa María in Trastévere "iuxta Callistum" (y no en el cementerio fundado por él).
2.
Mensaje y actualidad
La nueva colecta, que sustituye a la anterior, genérica (adoptada como conclusión de las letanías de los santos), deriva de un formulario atribuido por los sacramentarios al papa Marcelo, e implora: "Escucha, Señor, las súplicas de tu pueblo y concédenos la protección del papa san Calixto primero, cuyo martirio celebramos llenos de alegría". Los méritos de este papa se refieren ante todo a la defensa de la fe trinitaria, con la excomunión de Sabelio, que sostenía el monarquismo. Esta herejía acentuaba con un pensamiento confuso la unidad divina (el Padre sería el único espíritu divino, y el Hijo no sería distinto del Padre), hasta el punto de afirmar que el Logos (Verbo) estaba subordinado al Padre. Calixto, si bien con una terminología incierta (el Padre con-sufrió con el Hijo, distinto, empero,
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de él), proclamó la fe tradicional, que negaba una dualidad entre la naturaleza divina del Padre y la del Hijo. También en el ámbito de la praxis penitencial, frente al endurecimiento disciplinar en los últimos decenios del siglo II, Calixto adoptó una actitud más generosa, no sólo hacia los pecados de la carne (admitía en su clero a los reesposados, acogía a los tránsfugas de las sectas, toleraba el matrimonio de los sacerdotes), sino también hacia la apostasía (cf más tarde la reacción de Cipriano en el año 251). Pero no ha de confundirse el "edicto perentorio" (impugnado por el montañista Tertuliano), que perdonaba los adulterios y las fornicaciones, con el del obispo Agripino de Cartago. Esto confirma que el perdón, contra las tesis del rigorismo, estaba en uso tanto en Roma como en Cartago. Por fin, en el ámbito del derecho matrimonial, además de la admisión al clero de los hombres casados varias veces (cf ITim), Calixto, para conciliar el derecho civil tradicional con las exigencias de la moral cristiana, valoró que la forma jurídica del concubinato (entendido entonces como la unión de un hombre de dignidad inferior con mujeres nobles) no podía corresponder al contubernium, que entre los romanos no gozaba de dignidad matrimonial; de ahí la concesión de tales matrimonios religiosos. El último mérito que le atribuye el Liber pontificalis es la institución del ayuno de las cuatro témporas. La actualidad de este santo, invocado por la ayuda que procede de sus méritos, estriba en su lento martirio: el difícil y lento itinerario de este esclavo, emprendedor financiero y administrador, condenado varias veces por sus irregularidades de gestión, alejado durante una década por el papa Víctor a Anzio, que llega a sacerdote y por fin a papa, para ser impugnado por el integrista antipapa Hipólito. También nosotros podemos alcanzar un afinamiento espiritual progresivo como el de Calixto, hasta llegar al martirio. Y resulta fecunda para nosotros la imitación de un genuino sentido de adaptación pastoral en las posiciones controvertidas, a costa de desencadenar reacciones incluso de alguno con el que se habían compartido antes los mismos puntos de vista. Calixto llegó a excomulgar a Sabelio, con el que antes había simpatizado. El antirrigorismo de Calixto, que preparó la tesis agustiniana de la Iglesia corpus permixtum, es de gran actualidad ecuménica en nuestros días.
412 Santa Teresa de Avila 15 de octubre SANTA TERESA DE ÁVILA, virgen y doctora de la Iglesia (1515-1582)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de santa Teresa de Ávila, muerta en Alba de Tormes (Salamanca) la noche histórica del 4 de octubre de 1582 (en la que se pasó del antiguo calendario juliano al gregoriano, de Gregorio XIII), convertida en el 15 de octubre, celebra a esta gran mística, que fue canonizada en 1622 y declarada doctora de la Iglesia en 1970. Teresa de Cepeda y de Ahumada nació en Ávila en 1515 de una familia de la burguesía media, en una tierra de caballería y en un momento de apogeo de España. Se entusiasmó en su adolescencia por las gestas de los santos (el libro Flos sanctorum de la época), hasta desear el martirio (decapitada por los moros: la heroica fuga de 1522); pero luego también, de los catorce a los dieciocho años, se apasionó con las lecturas de los libros de caballería, hasta experimentar una cierta impetuosidad de sentimientos. Pero quedó impresionada por las Cartas de san Jerónimo (especialmente por la carta XIV, 2, a Heliodoro), decidiendo, a los veinte años, hacerse monja en el Carmelo de la Encarnación (1535) de Ávila (que contaba con más de ciento cincuenta monjas), donde permaneció veintisiete años, haciendo una experiencia caracterizada al comienzo por fases de oración intensa, y después relajada. Contrajo una grave enfermedad, a causa de la cual corrió el riesgo de ser enterrada viva (que interrumpió su fervor inicial), y de la que fue curada por intercesión de san José. Hizo otra experiencia de mediocridad, ocupada en conversaciones brillantes y vanidosas en el locutorio y en las mansiones distinguidas de Ávila; pero con ayuda de la lectura de las Confesiones de san Agustín y un llamamiento del mismo crucifijo, que la iluminó sobre las exigencias del amor de Dios (1557), a los cuarenta años decidió dedicarse más de lleno a la oración. Así empieza el segundo período de su vida (la vida de Dios en ella), confortada asimismo por dos santos que conoció: san Francisco de Borja y san Pedro de Alcántara. Luego proyectó la fundación del monasterio de San José, donde un pequeño grupo de monjas pudiera aplicar la Regla primitiva de la Orden
15 de octubre 413 carmelitana a ejemplo de los primeros padres. Su visión reformadora despertó ciertas inquietudes en sus superiores (el nuncio apostólico la condenó, llamándola "fémina inquieta y andariega, desobediente...") a causa de los movimientos pseudomísticos del tiempo (especialmente como cómplice de los alumbrados), y también por el hecho de que numerosos sacerdotes habían abrazado ese proyecto de reforma espiritual. Defendida en Roma por Juan de Ávila, por el padre Báñez y por la misma corte de Madrid, pese a la continua oposición a sus nuevas fundaciones, que llevó a la separación de las carmelitas descalzas de las calzadas, confortada por su consejero espiritual san Juan de la Cruz (también él fundador de los carmelitas "descalzos"), Teresa pudo realizar su itinerario místico. Está descrito en sus numerosas obras: su Vida (denunciada a la Inquisición), el Camino de perfección, Las moradas del alma (o Castillo interior) y otros escritos pedagógicos y líricos inspirados por la mística. Logró llevar a cabo su reforma en todas las nuevas fundaciones dentro de la plena fidelidad al espíritu postridentino. Vivió en la oración las pericias tristes y gozosas de su tiempo: la reforma católica, los días de Lepanto, los acontecimientos de España, la evangelización de América, recién descubierta.
2. Mensaje y actualidad Las oraciones de la misa configuran tres rasgos de espiritualidad de Teresa. a) En la colecta ante todo se pide: "Señor, Dios nuestro, que por tu espíritu has suscitado a santa Teresa de Ávila para mostrar a tu Iglesia el camino de la perfección, concédenos vivir de su doctrina y enciende en nosotros el deseo de la verdadera santidad". El carisma de Teresa se ejercitó en el contexto del siglo xvi, cuando la Iglesia y la cristiandad española estaban cerradas por un cinturón de fronteras sem irraciales (islam y judaismo), laceradas en su interior por la herejía luterana y abiertas, por el contrario, al colonialismo (el descubrimiento de las Américas), animadas por una reforma de calidad y de intensidad más que de número (la contrarreforma). Así abrió un camino nuevo. En efecto, ella supo contraponer la élite al número sin calidad (sus monasterios debían tener un reducido número de miembros, en comparación con las más de ciento cincuenta monjas del monasterio del que provenía),
414 Santa Teresa de Ávila
y adoptó el ideal de una oración y contemplación eclesial, contra todo repliegue en la angustia del mundo personal o conventual, contra toda oposición entre la contemplación amorosa en sí ("rerum divinarum contemplatio et amor") y la transmisión a los demás de la contemplación misma ("contemplata alus tradere"). Con razón Pablo VI, al declararla doctora de la Iglesia, dijo que tal mensaje de oración tiene una misión más autorizada que cumplir en su familia religiosa y en la Iglesia orante en el mundo. Y Juan Pablo II, en el clima de renovación posconciliar, proclamó que el cuarto centenario de la muerte de Teresa es un "fuerte llamamiento a los valores supremos por los que se desvivió y que el concilio Vaticano II ha propuesto al mundo de hoy". Dentro de este realismo místico se comprende el porqué ella amoneste contra los riesgos de los carismas, que no han de pedirse ni desearse, porque "en lo que está la suma perfección, claro está que no es en regalos interiores ni en grandes arrobamientos ni visiones ni en espíritu de profecía; sino en estar nuestra voluntad tan conforme con la de Dios, que ninguna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con toda nuestra voluntad". Este magisterio de perfección de Teresa se expresó también en sus numerosas Cartas, escritas a veces a altos personajes, como Felipe II, para perorar la causa de sus religiosas excomulgadas y del padre Juan de la Cruz encarcelado; o a los superiores carmelitas, donde se revela también su temperamento humano, como cuando pidió que san Juan de la Cruz no fuese confirmado superior en Andalucía, que le era hostil, y fuera reenviado a Castilla ("siempre había rehusado mucho hacer monasterios de éstos en Andalucía"). Su ardiente deseo de santidad le hacía sufrir como un mal personal las mismas tempestades que agitaban fuertemente a la Iglesia de su tiempo: "... las herejías que muchas veces me afligen, y, casi siempre que pienso en ellas, me parece que sólo eso es trabajo de sentir". Por eso decía que estaba dispuesta a disputar incluso contra todos los luteranos juntos, pronta a sacrificar mil vidas, si las tuviera, con tal de salvar a una sola alma perdida a causa de la herejía protestante. b) La oración sobre las ofrendas pide al Señor "sean aceptables a tu majestad los dones que te presentamos, como te fue grato el don de sí misma que te ofreció Teresa de Ávila". En efecto, esta mujer fuerte, que decía de sí en las relaciones espirituales: "por grandísimos trabajos que he tenido en esta vida no me acuerdo haberlas dicho, que no soy mujer en estas cosas,
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que tengo recio corazón", no hizo su opción con facilidad. Hubo de luchar contra su padre para entrar en el Carmelo, y declaró que le resultaba difícil que el dolor que experimentaría ante la muerte fuera mayor que el sufrido al dejar la casa paterna"porque me parece cada hueso se me apartaba por sí". Fue Teresa mujer fuerte, hasta el heroísmo en el sufrimiento, que le resultaba delicioso, llegando a exclamar: "señor, o morir o padecer". De 1558 a 1562 sufrió duras tribulaciones y recibió una visión de un ángel que, en forma corpórea, situado a su izquierda e inflamado de amor, la traspasó con un dardo de fuego el corazón: fue el fenómeno de la "transverberación", propio de los místicos que el Señor consagra a sí con la unión transformante. c) Por fin la oración después de la comunión nos invita a "cantar eternamente las misericordias del Señor, como santa Teresa de Ávila". La contemplación de la humanidad de Cristo fue una línea maestra de la vida de oración de Teresa, que en la liturgia de las horas, a través del fragmento del oficio de lectura tomado de su Vida, nos da la justificación teológica de esta experiencia de alabanza perenne al amor: "Muy muchas veces lo he visto por experiencia; hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana majestad grandes secretos. Así que no queramos otro camino, aunque estemos en la cumbre de contemplación". En las antífonas de entrada y de comunión de la misa se pone de manifiesto el canto de amor que le quemó el corazón: "Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades". La segunda estrofa del himno de las vísperas (de Urbano VIH) canta sus místicas nupcias con estas palabras: "Ven, hermana, de la cima del Carmelo a las nupcias del cordero; ven a la corona de gloria". Y en el himno de laudes se hace referencia al hecho místico de la transverberación: "Pero te hace vivir una muerte más suave; te demanda la pena más dulce; caes herida por la transfixión de la espada del divino amor". La actualidad para nosotros de esta figura de mística de humanidad exuberante, propia de una castellana, nos habla de la radicalidad de la dedicación a Dios ("quien a Dios tiene / nada le falta: / sólo Dios basta"), hasta persuadirnos de que la elevación contemplativa (elevarse sobre sí mismos, como éxtasis) es un modo natural de oración. El mensaje de Teresa consiste precisamente en recordarnos que la oración debe te-
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416 Santa Teresa de Avila ner una dimensión eclesial. También nosotros sentimos el gemido interior de la naturaleza, "que no sabe lo que le conviene pedir" (cf Rom 8,22-27), porque, como dice ella, "todo es una noche la mala posada". Pero la vocación bautismal nos estimula también a nosotros a buscar la verdadera perfección (Mt 5,48) hasta poder decir: "que muero porque no muero". La cumbre de la mística se ofrece a todos. Y no ha de confundirse con ninguna de las experiencias pseudomísticas de moda oriental o de marca inmanente-panteísta, porque brota del amor de la humanidad del Verbo encarnado. De Teresa de Ávila se lee, además del texto para su memoria (del Libro de su vida), un fragmento de Camino de perfección (miérc. XIII sem. T.O.). Prefacio (Propio de los carmelitas, II) Con la abundancia de tu Espíritu la enriqueciste de cualidades humanas y de gracias divinas para trabajar con su oración y sus obras, unida íntimamente a Cristo, su esposo y maestro, por la Iglesia, una, santa y católica. Tú le otorgaste también el carisma de la sabiduría de los santos para ser en tu pueblo maestra de oración y fundadora de la nueva familia del Carmelo. Prefacio (MAE, 447) Tú le diste a santa Teresa la dicha de encontrar ese reino que el Señor Jesús representó en el tesoro escondido en un campo; e inmediatamente, vendiendo todos sus bienes, ella lo compró encantada. Semejante al escriba prudente, compuso doctrinas antiguas con las nuevas y, como la mujer fuerte y sensata, sustentó con el alimento de la verdad a los hijos de la Iglesia.
16 de octubre SANTA EDUVIGIS, religiosa (1174-1243)
1. Nota histórico-Iitúrgica La memoria facultativa de santa Eduvigis, muerta en el monasterio de Trebnitz (Polonia) el 15 de octubre de 1243 y canonizada en 1267, entró en el calendario romano sólo en 1689; ha sido trasladada al día siguiente por la coincidencia con la memoria de santa Teresa de Avila. La duquesa de Silesia (llanura bañada por el Oder), una tierra que se disputaban sus vecinos (polacos, bohemios y alemanes), es hija de un conde de la Alta Baviera (Bertoldo IV de Andeschs). Tuvo dos hermanos obispos, una hermana abadesa, una hermana reina de Hungría (madre de santa Isabel) y una hermana (Inés) que casó con Felipe II Augusto de Francia. Fue educada por las benedictinas de Kitzingen, donde aprendió a amar las Sagradas Escrituras. Se casó con el príncipe Enrique I a la edad de doce años (1186), de quien tuvo siete hijos, seis de los cuales la precedieron en la muerte. Fue un modelo de madre y de esposa; y sobre todo supo conciliar su papel de duquesa, siguiendo a su marido, que tenía que combatir en Silesia, con una generosa caridad, conservando para sí sólo la centésima parte de sus rentas. Cuando su marido, Enrique, sucedió en el gobierno a su padre, Boleslao I, de la dinastía de los Piasti (emparentada con las familias alemanas), que había tratado de aproximar la Silesia (asentamiento eslavo), ya independiente, al imperio alemán, Eduvigis comprendió que los monasterios femeninos podrían facilitar la consolidación de la vida cristiana, como ocurría en Alemania. Por este motivo indujo a su marido con consejos y súplicas a fundar con sus propios medios una abadía de monjas cistercienses. Esta se convertiría más tarde en el monasterio de Trebnitz, adonde se retiró cuando se quedó viuda, pero sin hacerse nunca monja en sentido estricto, aunque recibiera el consejo de tomar el velo. Su vida fue narrada en la Legenda maior, escrita en torno al 1300. 2.
Mensaje y actualidad
La nueva colecta, tomada del común de santas mujeres (con una breve variante: en lugar de "salutare exemplum" se dice
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418 Santa Eduvigis "hümilitatis exemplum"), delinea la fisonomía espiritual de esta duquesa, que vivió en la corte principesca de su reino, e invoca al "Señor, por intercesión de santa Eduvigis, cuya vida fue para todos un admirable ejemplo de humildad". Esta añadidura significativa al texto del común de las santas mujeres nos evoca su humillación al ver a seis hijos muertos antes que ella (dos murieron en luchas fratricidas), así como su dedicación a los pobres y leprosos, a quienes servía con sus propias manos (hasta el punto de andar con los pies descalzos, con calzado en malas condiciones, que llevaba bajo el brazo para ponérselo en caso de visita). También sentía una veneración extraordinaria por los sacerdotes a causa de su gran devoción al sacrificio de la misa, que la llevaba, según la espiritualidad de su tiempo, a multiplicar el número de misas a las que asistía. En la intercesión final de la colecta se pide al Señor: "concédenos siempre los auxilios de tu gracia". El fragmento que se lee en el oficio de lectura, tomado de su Vida (escrita por un autor contemporáneo), esboza este ejemplo extraordinario de caridad, que les hacía decir a los jóvenes nobles de la corte: "Mejor comer como mendigos con la soberana que en la mesa con el soberano". En efecto, la conclusión del fragmento dice sintéticamente: "Y, porque esta sierva de Dios nunca dejó de practicar las buenas obras que estaban en su mano, Dios le concedió la gracia de que, cuando sus recursos humanos llegaban a ser insuficientes para llevar a cabo sus actividades, la fuerza de Dios y de la pasión de Cristo la hiciera capaz de realizar lo que demandaban de ella las necesidades del prójimo. Así pudo, según el beneplácito de la voluntad divina, auxiliar a todos los que acudían a ella en petición de ayuda corporal o espiritual". Ella, que había previsto la muerte de su hijo, que cayó en el campo de batalla para impedir la invasión de los mongoles en 1241, supo consolar a la hija y nuera con estas palabras: "Es la voluntad de Dios, y nos ha de agradar a nosotros lo que a Dios le agrada y él quiere". La actualidad de esta memoria para nosotros está en recordar que, aunque de cultura diversa, debemos saber abrirnos a las distintas influencias culturales de nuestro continente en busca de unidad, sobre todo en una Europa que ha de "respirar con dos pulmones, occidental y eslavo" (según palabras de Juan Pablo II). Así lo hizo Eduvigis, que se ganó, por su iluminada generosidad, la simpatía de los subditos eslavos, hasta el punto de que vieron en ella la imagen más noble del carácter alemán, sin llegar por ello a ser "germanizadora"; al contrario, en su
corte se rodeó de polacos y se hablaba polaco. Por estos motivos su lámpara nunca se apagará, como dice el responsorio de la lectura hagiográfica.
16 de octubre SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE, virgen (1647-1690)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de santa Margarita Alacoque, muerta en el convento de Paray-le-Monial (Autún) el 17 de octubre de 1690 y canonizada sólo en 1920, ha sido anticipada por coincidir con la memoria sucesiva de san Ignacio de Antioquía. Margarita nació en Vésrosvres (Borgoña) en 1647 de una familia de la burguesía media (su padre era notario). Tras una infancia bastante difícil (después de la muerte de su padre, 1656), en la que fue tratada duramente por los familiares de su tío, sintió la llamada divina a la vida religiosa, de la que se consideraba indigna. Después de un breve y atormentado período de devaneos mundanos (se reprochaba las diversiones que de vez en cuando la distraían), pudo obtener por fin el permiso de entrar a los veinticuatro años en el monasterio de la Visitación de Santa María de Paray-le-Monial, que prefirió al de las Ursulinas de Máson o al de las Clarisas mitigadas (urbanistas), en las cuales había recibido la primera comunión a los nueve años. Por su alergia al queso ("tirofobia"), hubo de soportar atroces sufrimientos, superados de modo heroico; y aun sintiéndose inadecuada para la vida de la Visitación por sus fuertes repugnancias, fue animada por el Señor a hacer la profesión religiosa (1672). En 1673, en la fiesta de san Juan Evangelista, el Señor le hizo gustar la dicha de descansar sobre su corazón, y le pidió que reparase todos los primeros viernes de mes, con la comunión, las ofensas recibidas de los hombres. Tal revelación se hizo claramente más drástica en junio de 1675, cuando el sagrado corazón le pidió, en el primer viernes tras la octava del
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Santa Margarita María de Alacoque
Corpus Domini, que se le dedicara una fiesta particular para honrarlo con la comunión y la reparación. Incomprendida por la superiora y por doctores poco espirituales, que la trataron de visionaria, finalmente Margarita encontró en 1675 en el padre Claudio de la Colombiére, superior de los jesuítas de Paray (luego beato), un director espiritual que la apoyó en esta empresa de hacer públicas las demandas del sagrado corazón. Hubo de sufrir aún cuando fue enviada por el Señor a hacer de profeta contra la misma comunidad de la Visitación; pero al fin en 1684 una superiora, amiga suya, la eligió asistente y maestra de las novicias. Así en 1686 (21 de junio) fue celebrada en el monasterio por vez primera la fiesta del sagrado corazón. La invitación (inspirada) a pintar la imagen del sagrado corazón en los estandartes del ejército de Luix XIV no fue transmitida nunca al rey Sol, pero el sagrado emblema fue adoptado luego contra la Francia irreligiosa por los vandeanos y después por los españoles y tiroleses, hasta que en 1873 algunos diputados franceses católicos hicieron votar la consagración de Francia ai sagrado corazón, simbolizada en el monumento de la basílica de Montmartre. Margarita murió a los cuarenta y cuatro años en su monasterio. Su culto, después de la canonización, fue extendido a la Iglesia universal en 1929, cuando Pío XI elevó la fiesta del sagrado corazón (ya extendida por Pío IX a toda la Iglesia en 1856) a rito doble de primera clase con octava, introduciendo nuevos textos litúrgicos obligatorios para toda la Iglesia.
2. Mensaje y actualidad La nueva colecta, omitiendo todas las referencias a las revelaciones del sagrado corazón (por un criterio general de la reforma, válido también para los demás casos, como Lourdes), pide que el Señor infunda "en nuestros corazones el mismo espíritu con que enriqueció a santa Margartía María de Alacoque, para que lleguemos a un conocimiento profundo del misterio incomparable del amor de Cristo y alcancemos nuestra plenitud según la plenitud total de Dios". El texto atribuye a una efusión del Espíritu Santo la capacidad de "conocer el amor de Cristo, que sobrepasa todo conocimiento", según la expresión paulina (cf lectura de la misa, Ef 3,19). El Espíritu la había preparado con los sufrimientos de la infancia para su futura misión, cuando en 1667 sintió la primera llamada al
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convento y en 1669 recibió el sacramento de la confirmación, añadiendo a su nombre el de María. Luego la sostuvo en las dolorosas pruebas sufridas en la comunidad del monasterio, hasta que, en 1864, se leyó en el refectorio el libro del padre De la Colombiére (muerto en 1682) Retiro espiritual, en el que se hacían públicas las revelaciones privadas de Margarita. En 1689 Margarita tuvo la dicha de ver brotar esta devoción, también gracias a los escritos de otro jesuita, J. Croiset, sobre la veneración del corazón de Jesús, que sirvió para acabar con la frialdad paralizante de los corazones que el jansenismo y la ilustración de su tiempo inculcaban, alejando de la comunión eucarística y presentando un rostro casi cruel de un Dios vengador. Tal amor divino se reveló a Margarita precisamente en la octava del Corpus Domini de 1675, cuando le dijo al Señor: "Vos me habéis concedido tantas gracias y yo también querría daros amor por amor..." Y la respuesta de Cristo, que le mostró el pecho abierto, fue ésta: "He aquí este corazón que tanto ha amado a los hombres y sólo recibe ingratitud de la mayor parte de ellos...; y lo más doloroso es que son los corazones que se han consagrado a mí los que me tratan así. Por eso te pido..." En el oficio de lectura, una frase, sacada de las cartas de la santa, nos presenta esta devoción (que tiene fundamentos bíblicos, como luego a tres siglos de distancia reiteró la encíclica Haurietis aquas, de Pío XII, confirmada por los papas sucesivos, hasta Juan Pablo II), ilustrando que el objeto de tal culto es el centro íntimo y primordial de la personalidad psicosomática de Cristo. "El sagrado corazón es una fuente inagotable, que no desea otra cosa que derramarse en el corazón de los humildes, para que estén libres y dispuestos a gastar la propia vida según su beneplácito". Después del concilio Vaticano II, la liturgia renovada de la solemnidad del sagrado corazón ha subrayado en el prefacio la inspiración bíblica de este culto, basado en Jn 19,31-37. La actualidad de tal devoción cristológica hoy, cuando ya no domina el rigor jansenista, que desconocía el amor de Cristo, puede buscarse en las palabras de santa Margarita, en la citada carta del oficio: "Este corazón divino es un abismo de humildad contra nuestra ineptitud, un abismo de misericordia para los desdichados y un abismo de amor, en el que debe ser sumergida toda nuestra indigencia".
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17 de octubre SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, obispo y mártir (ca. 50-107) 1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Ignacio, martirizado en Roma el año 107 en el anfiteatro durante los juegos para las grandes solemnidades, es celebrada en la fecha antioquena fijada por el calendario de Nicomedia (hacia el año 360), que es la que festeja la Iglesia siriaca. Ésta veneraba ya su sepulcro a las puertas de la ciudad de Antioquía, como atestiguan Jerónimo en el año 392 y Crisóstomo en el panegírico del mártir (suponiendo el traslado de sus reliquias a la ciudad episcopal, donde, bajo Teodosio el Joven, se había levantado la basílica sobre un templo de la Fortuna). Las Iglesias bizantinas, en cambio, celebran la memoria el 20 de diciembre, que es la presunta fecha de esta traslación y que luego fue adoptada también por los calendarios occidentales antiguos, de conformidad con el martirologio jeronimiano. En cambio, la fecha del 1 de febrero, adoptada por el calendario de Adón y luego por el tridentino, es debida a un error de traducción de las Actas de Ignacio, por lo que se trasladó la fecha del 1 de julio al 1 de febrero. La variación de las fechas es debida también a las distintas traslaciones de los restos del mártir dejados por los dos leones que lo devoraron en el circo. Así, la tercera traslación de Antioquía a Roma, a la iglesia de San Clemente, se habría hecho en el tiempo de Cosroes, cuando la ciudad siria cayó en manos de los sarracenos. El culto en Roma fue introducido sólo en el siglo xn (Orden de Letrán), porque los sacraméntanos ignoran a los mártires anteriores al siglo m. Ignacio el Teóforo ("portador de Dios"), como él mismo solía autodefinirse, tal vez después de haberse convertido del paganismo (se proclama un aborto), fue el tercer obispo de Antioquía (después de san Pedro y san Evodio), que era la ciudad de la Siria proconsular donde los discípulos de Cristo, considerados primero como una secta judía, fueron llamados cristianos. Sufrió la primera persecución de Domiciano contra los judíos y cristianos, pero luego fue condenado a muerte en tiempos de Trajano; el obispo Ignacio fue una de sus pocas víctimas (cf carta de Plinio el Joven). Fue llevado a Roma con una escolta militar de diez soldados ("leopardos"). En su viaje
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hacia Roma, a través del Asia Menor, llegó a Filadelfia (Lidia), donde constató divisiones entre el clero; luego, a través de Sardes, llegó a Esmirna, donde fue acogido en su prolongada estancia por Policarpo. Desde aquí escribió tres cartas a las tres comunidades cuyos delegados habían acudido a venerarlo: Éfeso, Magnesia y Tralles. Escribió también a la "Iglesia de Roma, que preside la caridad y que ha recibido la ley de Cristo y el nombre del Padre, y que ha recibido las órdenes de los apóstoles" (el 24 de agosto), rogando a aquellos cristianos que no intervengan para evitar que se convierta en pasto de las fieras. Embarcado en Tróade, donde escribió otras tres cartas: a Filadelfia, a Esmirna y a Policarpo, el ilustre prisionero llegó a Neápolís, en Macedonia, y luego a Filipos, recorriendo la vía Egnatia, donde los fieles (cf carta de Policarpo a los Filipenses) escoltaron a estos prisioneros (se les habían unido otros cristianos que se dirigían a Roma), que se embarcaron para Durazzo, en el Adriático. A la vista de Pozzuoli, donde a Ignacio le hubiera gustado desembarcar para seguir las huellas de san Pablo, la nave fue empujada por el viento hacia la desembocadura del Tíber. Desde aquí Ignacio se dirigió al anfiteatro, donde le esperaban los espectadores. Aquí, según Ireneo (escribe hacia el 180) y Orígenes (escribe hacia el 235), fue arrojado a las fieras en lugar de los "gladiadores para los juegos públicos". 2. Mensaje y actualidad Los textos litúrgicos están tomados de las Cartas de Ignacio, que son una ilustración de la tradición de la era apostólica (él conoce todas las cartas paulinas), especialmente con dos temas principales: la jeraquía eclesiástica y la realidad de la naturaleza humana de Cristo (contra los gnósticos). a) La colecta invoca a "Dios, que ha querido que el testimonio de sus mártires glorificara a toda la Iglesia, cuerpo de Cristo; para que nos conceda que, así como el martirio que ahora conmemoramos fue para san Ignacio de Antioquía causa de gloria eterna, nos merezca también a nosotros tu protección constante". El tema eclesiológico ya está puesto de relieve en conformidad con la terminología ignaciana, que califica por primera vez con el nombre de catholica a la Iglesia que tiene su manifestación local en la comunidad eucarística, reunida en torno al obispo para la celebración eucarística (de ahí el calificativo de "cuerpo de Cristo" en la oración), y cuya presidencia
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emblemática está en la Iglesia de Roma (que, como Iglesia de Pedro y Pablo, preside la caridad: carta a los Romanos). La Iglesia, que es comunión porque nace de la unión de Cristo con el Padre (Flp 7,2), forma, por ende, una realidad mística en cuanto es también jerárquica, es decir, por estar presidida por el obispo que legitima la eucaristía: "Donde está el obispo, que esté la comunidad; así como donde está Cristo está la Iglesia católica" (Esmir. 8,1-2). b) En la oración sobre las ofrendas, el segundo tema enlaza el sacrificio de Ignacio con la eucaristía, según su misma frase, retomada en la antífona de comunión. Se pide: "Señor, tú que aceptaste a san Ignacio de Antioquía —trigo de Cristo— como pan inmolado por los dientes de las fieras, acepta, igualmente complacido, la oblación que ahora te presentamos" (texto citado también por Ir éneo, AH V, 28,4). Ignacio vive en la Iglesia, donde el testimonio de la sangre (martirio) es una manifestación del cristianismo (que no puede ser demostrado, sino sólo "mostrado"), porque es obra de poder cuando el mártir es odiado por el mundo (Rom 3,3), no de persuasión racional. En este sentido el martirio, como representación de la muerte de Cristo en la historia, se vincula con la eucaristía, que es su memoria sacramental. Y para defender contra el docetismo de los judaizantes tal realismo, que es también simbólico, en la antífona del Magníficat de las vísperas se recuerda la frase de Rom 7,3: "Lo que deseo es el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, de la descendencia de David, y la bebida de su sangre, que es la caridad incorruptible". También en el oficio de lectura, el fragmento de la carta a los Romanos, que es como su testamento, pone de manifiesto el ardor de Ignacio, que suplica a los cristianos de la ciudad de los apóstoles Pedro y Pablo que le dejen imitar la pasión, para ser alimento de las fieras, por cuyo medio podrá llegar a Dios: porque "trigo de Cristo soy: seré molido por los dientes de las fieras, a fin de llegar a ser blanco pan" (texto de la antífona de comunión, de Rom 4,1). c) En la oración después de la comunión se alude al tercer tema de la teología ignaciana cuando se pide, con referencia a Rom 5,3, que el Señor "nos otorgue nuevas fuerzas y nos ayude a vivir como cristianos de palabra y de obra". En efecto, si, mediante la muerte, el mártir empieza a ser por fin discípulo de Cristo, Ignacio, recordando el título antioqueno dado a los discípulos de Cristo (cristianos), insiste en afirmar que, por encima de un puro nominalismo, nos hacemos verdaderamente cristianos con las obras; y tal realismo operativo está expresado en
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el responsorio de la lectura patrística del oficio con la mención de las dos virtudes: "Nada os es desconocido si mantenéis de un modo perfecto, en Jesucristo, la fe y la caridad, que son el principio y el fin de la vida: el principio es la fe, el fin la caridad" (Ef 14,1). Para una actualización de este mensaje se puede recurrir nuevamente a los textos ignacianos que tenemos en el oficio: en el versículo citado del responsorio se concreta nuestra tarea, por lo que el lenguaje de la fe se nos presenta en su valor simbólico-sacramental. "Revestios de mansedumbre y convertios en criaturas nuevas por medio de la fe, que es como la carne del Señor, y por medio de la caridad, que es como su sangre". Y en la antífona del Benedictus en los laudes esta tarea se convierte también en búsqueda continua: "Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó" (Rom 6,1). El valor ante la prueba no excluye el temor, como escribe en Tral 12,13: "Rezad por mí para que no falle en la prueba". De Ignacio se leen, además del texto para su memoria, tomado de la Carta a los Rom, catorce textos: de la Carta a los Rom, tres textos (X dom. T.O.; lun. X sem. T.O.; mart. X sem. T.O.); de la Carta a los Ef., dos textos (II dom. T.O.; lun. II sem. T.O.); de la Carta a los Filad, un texto (juev. XXVII sem. T.O.); de la Carta a los Magn., tres textos (XVI dom. T.O.; lun. XVI sem. T.O.; mart. XVI sem. T.O:); de la Carta a los Esmirn., un texto (IV dom. T.O.); de la Carta a los Tral, dos textos (mart. XXVII sem. T.O.; miérc. XXVII sem. T.O.); de la Carta a Polic, dos textos (viern. XVn sem. T.O.; sáb. XVII sem. T.O.).
Prefacio (MAE, 449) En verdad es justo y necesario darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, y cantar tu grandeza, que brilla de modo admirable en el mártir Ignacio. Para expresar con las obras la verdad del nombre cristiano aceptó gozoso el sangriento ocaso de su existencia terrena, seguro de resurgir libre y victorioso tras los tormentos y de renacer en ti a la vida del cielo.
426 San Lucas Tanto le cautivó el Señor crucificado, único amor suyo, que ninguna fuerza en el mundo pudo disuadir a este fiel discípulo de buscar al maestro divino como modelo y premio de su martirio.
18 de octubre 427 sino también de los pintores; porque, independientemente de la leyenda según la cual habría pintado la imagen (icono) de María, es verdad que es el evangelista que mejor ha trazado su fisonomía (cf Le 11,28, que se hace eco de 8,21). 2. Mensaje y actualidad
18 de octubre SAN LUCAS, evangelista (siglo ix)
1. Nota histórico-litúrgica La fiesta del evangelista Lucas está fijada, como en los calendarios bizantino y siriaco, que coinciden con el martirologio jeronimiano, el 18 de octubre ("En Oriente, el nacimiento de san Lucas evangelista"), y fue introducida en Occidente en el siglo ix (en Roma, en el año 886). Según la antigua tradición, Lucas es originario de Siria (porque conoce esta Iglesia de Antioquía mejor que la palestinense) y era médico (el "querido médico", Col 4,14; Flm 24; 2Tim 4,11). Fue compañero de Pablo desde el segundo viaje (hacia el año 49), cuando se lo llevó consigo en misión de Tróade a Filipos y de Filipos a Jerusalén; en efecto, algunos fragmentos de los Hechos están en primera persona (He 16,10-17; 20,15-21; 27,1-28,16); y luego estuvo junto a Pablo en Roma en sus últimos días (2Tim 4,11). Tras la ejecución de Pablo, dejó la ciudad eterna, perdiéndose sus huellas. Habría sido misionero en Acaya (según Gaudencio de Brescia, en Patrás con Andrés) y también en Beocia, donde llegó a obispo de Tebe (según el sinaxario de Constantinopla y también de san Jerónimo); no en Bitinia, por tanto, como creyeron Beda y Adón. Tampoco habría muerto mártir, sino de muerte natural (a los ochenta años más o menos). La noticia de un traslado de sus reliquias de Constantinopla (adonde llegaron en el 357) a la abadía de Santa Justina de Padua (en el año 1177 se habrían descubierto sus reliquias) ha de considerarse sin fundamento documental. No es sólo patrono de los médicos (junto con san Cosme y san Damián),
a) La nueva colecta, que evita toda referencia a un martirio relatado sólo por los apócrifos (mientras que se recuerda en el nuevo himno de laudes de Lentini, primera estrofa: "Cantemos con aplausos el triunfo, con el cual brilla Lucas por el derramamiento de la sangre gloriosa"), invoca a "Dios que eligió a san Lucas para que nos revelara con su predicación y sus escritos tu amor a los pobres". Lucas, en efecto, es el revelador del rostro misericordioso de Dios, porque contra una tendencia reductiva del cristianismo a una asociación elitista y cerrada, subraya que Jesús es el amigo de los publícanos y de las prostitutas, que son los primeros pobres; y también de los pobres que no tienen riquezas (no olvidemos la condena de los posesores de bienes, entre ellos el rico epulón y el agricultor sin escrúpulos), presentándonos un modelo de la primera comunidad cristiana de Jerusalén, donde el valor de los bienes está en función de la koinonía o comunión (He 2,42-44). En la intercesión de la colecta se cita el texto de He 2,32 y Le 3,6, suplicando que los cristianos vivan "con un mismo corazón y un mismo espíritu" y atraigan "a todos los hombres a la salvación". En estas evocaciones la naturaleza de la Iglesia es presentada como el cumplimiento del designio de Dios (por eso su obra consta de dos libros: el evangelio, que es como el bautismo de la tierra santa; y los Hechos, que son la conquista pacífica del mundo mediterráneo), no en clave de un ideal de filantropía utópica o privilegiada, sino de gozosa coparticipación, que nace del perdón y de la conversión. Pasando del tema de los pobres al de la Iglesia como comunión, termina con una perspectiva universalista del evangelio. En efecto, él tiene el mérito de haber desvinculado definitivamente la comunidad cristiana de las ilusiones de una parusía inminente, relanzando el fervor misionero (Le 3,6; 7,1-9; 13,28-30) hasta los extremos confines de la tierra (He 1,8). b) En la oración sobre las ofrendas se alude a otros aspectos; se pide al Señor que nos conceda "servirle con libertad de espíritu, para que la ofrenda que le presentamos en la fiesta de
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428 San Lucas san Lucas remedie nuestros males y nos alcance la gloria eterna". Lucas, como médico, nos ha traído la alegre nueva hecha a todas las categorías de personas, y entre ellas también a los enfermos del cuerpo y del espíritu (cf Le 10,9 en el evangelio de la fiesta); acentúa asimismo las referencias al Espíritu Santo, dador de la vida nueva (cf He 13,48-52; que es el responsorio de la lectura bíblica en el oficio). También la mención privilegiada de María, la primera entre los pobres, que, dócil al Espíritu, conserva la palabra en su corazón (Le 2,19.51), es característica de este perfecto humanismo fundado sobre el don de la vida nueva. Entre las distintas antífonas del oficio que ponen de manifiesto el carisma del evangelista, la del Magníficat, en vísperas, cita una frase de Dante: "Dichoso evangelista san Lucas, que resplandece en toda la Iglesia por haber destacado en sus escritos la misericordia de Cristo". c) La oración después de la comunión resume casi el fruto de todo el mensaje lucano cuando invoca: "Concédenos, Dios todopoderoso, que esta eucaristía de la que hemos participado en tu altar nos santifique y nos haga fuertes en la fe del evangelio que san Lucas predicó". El evangelio de Lucas nos presenta el carácter definitivo de la obra de Jesús, no sólo cronológica (en el misterio realizado en Jerusalén), sino sobre todo en el cumplimiento del designio de Dios, que abre una nueva fase en la historia: aceptar en todo momento el designio de Dios, porque la demora de la parusía transfiere la tensión propia de la vida cristiana al terreno de la acción concreta. Por eso se invoca el espíritu de santidad que se obtiene en la eucaristía (cf He 24,35). El evangelista que nos ha entregado el evangelio de Cristo, anunciando al "sol que nace de lo alto" (cf antífona del Benedictus en los laudes), es cantado por las estrofas de los himnos también como "compañero de Pablo y escrutador y émulo de su corazón" (cuarta estrofa del himno de laudes) y como "médico que ejerce su arte para curar nuestras enfermedades" (ib, quinta estrofa). Por eso la actualidad de este mensaje evangélico, que en la vida de Jesús y también de la Iglesia prestó particular atención a la plegaria (cf He 2,42, etc.), se puede descubrir en la homilía de san Gregorio Magno, del oficio de lectura, en la frase resumen: "... el que no tiene caridad para con los demás no puede aceptar, en modo alguno, el ministerio de la predicación". El evangelio no es propaganda ni publicidad. Y el evangelista que ha cantado la bondad de Dios y la juventud de la Iglesia misionera nos recuerda que, así como para Cristo sus mismas accio-
nes son enseñanzas, porque mientras realiza algo sin hablar da a conocer qué hemos de hacer (lo que Jesús hizo y enseñó, He 1,1), así debe ser para nosotros el testimonio en obras y palabras. Prefacio (MA11, 451) Tú has querido que los santos misterios de Cristo, tu Hijo, principio de redención y de vida, fueran conocidos mediante las divinas Escrituras por obra de hombres iluminados por el Espíritu Santo. Así las palabras y los gestos del salvador, confiados a las páginas inmortales de los evangelios, son entregados a la Iglesia y se convierten en semilla fecunda que a lo largo de los siglos da frutos de gracia y de gloria.
19 de octubre SAN JUAN DE BRÉBEUF y SAN ISAAC JOGUES, sacerdotes, y COMPAÑEROS, mártires (1593-1649; 1607-1646)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de los ocho mártires jesuítas franceses, martirizados en los confines de los Estados Unidos y Canadá por los indios iroqueses, enemigos de los hurones (pieles rojas supersticiosos y volubles, y por ello presa de los otros, más inteligentes y feroces), ha sido fijada en el día libre, a saber: el 19 de octubre, siguiente al martirio de Isaac Jogues en 1646, en territorio americano. Fueron canonizados en 1930. Esta misión en la América septentrional, a final del siglo XVI, comenzó de modo sistemático después del tratado de SaintGermian-en-Laye (1632), cuando el impulso dado a las misiones de la Francia católica (en tiempos de Luis XIII) les permitió a los jesuítas fundar una estación misionera que trataba de familiarizarse con las costumbres de estos pueblos primitivos (muy
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rudos). Estos atroces martirios se sitúan entre los años 1642 y 1649. El padre Isaac, nacido en 1607 en Orleans, durante una expedición de abastecimiento a Quebec fue capturado y torturado; pero, habiendo sobrevivido, pudo volver, después de tres meses de la repatriación, donde sus hurones, que le destrozaron el cráneo juntamente con otros (Juan de La Lande) en Ossernenon (hoy Auriesville, en USA). Juan de Brébeuf, nacido en 1593, también normando, fue enviado a misiones desde 1625 entre los hurones, cuya lengua y costumbres aprendió (con otro compañero llevó a cabo el descubrimiento de las cataratas del Niágara). En 1649, mientras estaba en la lejana misión, fue sorprendido por la llegada de los iroqueses —éstos lograron exterminar en una guerra de casi veinte años a la etnia de los hurones— y llevado con los demás a la misión de San Ignacio, donde después de diversas torturas (con parodias del bautismo que había administrado a algunos) murió de un golpe de cuchillo que le arrancó el corazón (para comérselo al objeto de obtener su fuerza vital). Era el 16 de marzo de 1649. Él relato de tal martirio fue transmitido por un hermano laico que le acompañaba. 2.
Mensaje y actualidad
La colecta recuerda el sentido de esta memoria dedicada a los primeros mártires del gran continente americano: "Oh Dios, tú quisiste que los comienzos de tu Iglesia en América del Norte fueran santificados con la predicación y la sangre de san Juan y san Isaac y sus compañeros mártires". En efecto, son los primeros que se han introducido en el calendario romano, porque menos de un siglo después del descubrimiento de Canadá los misioneros jesuítas, que habían venido acompañando a los franceses que fueron a fundar la Nueva Francia (1611-1614), evangelizaron las poblaciones indígenas, defendiéndolas de la especulación de los colonos europeos, representados por los ingleses (que en 1629 tomaron Quebec) y por los holandeses (que propagaban la herejía protestante). El padre Isaac, que recordaba aún las torturas sufridas tres meses antes de parte de los iroqueses (cuando volvió a París fue venerado por Ana de Austria como mártir de la fe), pese al natural terror, sabía exclamar: "Sí, padre mío (su superior), yo quiero todo lo que quiere nuestro Señor, al precio de mil vidas". En efecto, había
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escrito en sus relatos misioneros: "Estos tormentos son muy grandes; pero Dios es mucho más grande, es inmenso". La intercesión final de la colecta invoca a Dios: "haz que, por su intercesión, crezca de día en día, y en todas las partes del mundo, una abundante cosecha de nuevos cristianos". En efecto, su sacrificio no fue vano. A pesar del aniquilamiento de la nación huronesa, los iroqueses, que fueron sus verdugos, se convirtieron más tarde y recibieron a otros misioneros. Además, esta pequeña colonia de lengua francesa, en medio de los protestantes anglosajones, logró hacer fecundar el germen de la Iglesia canadiense y americana. En el oficio de lectura, la página de Juan de Brébeuf (que en Ruán había sido alumno e hijo espiritual del gran L. Lallement) comienza con una frase desconcertante: "Durante dos años he sentido un continuo e intenso deseo del martirio y de sufrir todos los tormentos por que han pasado los mártires... Me comprometo además a recibir de tu mano el golpe mortal, cuando llegue el momento, con el máximo contento y alegría. Dios mío, ¡cuánto me duele el que no seas conocido, el que esta región extranjera no se haya aún convertido enteramente a ti, el hecho de que el pecado no haya sido aún exterminado de ella!" La actualidad de este testimonio, que en el responsorio de la lectura hagiográfica (con la cita de Heb 11,39) es atribuido sólo a la fuerza de la fe ("Todos éstos fueron acreditados por su fe"), en el nuevo contexto ecuménico, donde ya no vale tanto la contraposición apologética de la fe (contra los protestantes anglicanos, en el caso de la misión francesa), nos invita a poner en primer lugar aquel celo misionero, a fin de que Cristo sea conocido por todos los pueblos (como gemía el mártir Juan). Hay que invocar al Espíritu de Dios para que la nueva evangelización de las tierras lejanas, como la de las poscristianas de nuestros países, sea igual de valerosa y heroica que la de los mártires americanos de la primera época colonial y misionera francesa. Cabe notar que Juan de Brébeuf, que fue un modelo de sensibilidad inculturadora (fue lingüista y etnólogo), toleró con paciencia el nuevo modelo del trabajo de colonización y de apostolado inaugurado por el nuevo superior de la misión (inspirado en el modelo de las "reducciones" latinoamericanas), donde, en lugar de las numerosas viviendas de los hurones, fue elegido un solo centro. También en este respeto de las costumbres indígenas nuestro mártir es una advertencia contra todo método erróneo de inculturación de la fe. En efecto, intuyó, más allá de las costumbres corrompidas y de las prácticas mágicas, la sensibilidad religiosa de los "salvajes".
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San Pablo de la Cruz
19 de octubre SAN PABLO DE LA CRUZ, presbítero (1694-1775)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de san Pablo de la Cruz, muerto en Roma el 18 de octubre de 1775, canonizado en 1867 e inscrito en el calendario romano en la fecha arbitraria del 28 de abril, es celebrada ahora el día sucesivo a su nacimiento (impedido por la fiesta de san Lucas). Pablo Francisco Danei, nacido en Ovada (entre Genova y Alessandria) en 1694 de una familia de mercaderes, se enroló como soldado a los diecinueve años (en 1715); pero al año siguiente abandonó el ejército veneciano que luchaba contra los turcos. En 1718 vivió una experiencia de conversión y colaboró como catequista. Tras una experiencia de vida penitente, en la que fue seguido por el obispo de Alessandria (Francisco Gattinara), proyectó fundar una orden religiosa que debía llevar una túnica negra con un signo especial: un corazón rematado por una cruz, en el cual estaban escritas las palabras: "Jesu-Christi Passio" (JPC: Pasión de Jesucristo). A los veintiséis años, pues, con este hábito bendecido por el obispo (1720), se retiró para hacer una penitencia de cuarenta días, durante la cual redactó la Regla de su nuevo instituto, que concillaba la vida eremítica con la predicación apostólica. Luego, con su hermano Juan Bautista y otros dos compañeros, se retiró al monte Argentario (que domina con sus seiscientos treinta y cinco metros el archipiélago toscano y las costas de las marismas romanas), para dedicarse a la vida de oración y penitencia. Pero muchas ciudades se disputaron el éxito de sus predicaciones: Gaeta (1724) y Roma durante el jubileo (1725). Ambos hermanos fueron ordenados sacerdotes en 1727, en San Pedro, por Benedicto XIJJ. El papa Clemente XII les concedió poder predicar las misiones (1731); pero Pablo no abusó nunca de este derecho, pidiendo la autorización del obispo de la diócesis. Durante la guerra (1733) entre Austria y Francia (aliada con España), por el ascendiente que tenía pudo permanecer en el monte Argentario, que era territorio austríaco, así como en Porto Empedocle, donde podía pasar de un campo al otro para predicar a los
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mismos soldados de ambos frentes. Logró incluso persuadir a los españoles que no bombardearan la ciudad de Orbetello, que se rindió en sus manos. En 1735 Pablo se fue a Ñapóles, donde el rey Carlos III le permitió construir una casa (que fue llamada "Retiro") para su nuevo instituto. En 1738, los dos hermanos recibieron el título de "misioneros apostólicos", con el privilegio de dar la bendición papal al terminar la predicación. Para la Regla, demasiado rígida, hubo que esperar hasta 1741, cuando Benedicto XIV la aprobó con algunas enmiendas; en el retiro del monte Argentario, Pablo, con un rito sugestivo (ante el santísimo sacramento, llevando una cruz a hombros y una corona de espinas en la cabeza, a las palabras de la pasión según Juan: "tradidit spiritum"), hizo la profesión religiosa solemne, con la añadidura de un cuarto voto de propagar la devoción a la pasión a los tres comunes. También después de recomenzar la guerra (1741), Pablo (que se llamaba "de la Cruz") siguió predicando a los soldados; y, pese a las defecciones de sus hermanos por la dureza de la Regla, mientras se difundían las fundaciones, en el capítulo general de 1747 fue elegido prepósito general. Cuando el cardenal Rezzonico, su antiguo protector, se convirtió en el papa Clemente XIII, Pablo pidió que su congregación pudiera ser una orden con votos solemnes, pero Roma se opuso a ello. También en los últimos años de su vida, aunque estaba enfermo, pudo predicar y visitar sus fundaciones y dirigir la fundación del primer monasterio de la rama femenina (1771) de pasionistas, en Corneto. Luego, en 1773, el papa Clemente XIV (que había suprimido la Compañía de Jesús) concedió a Pablo la iglesia de los Santos Juan y Pablo con el convento anejo (que habían abandonado los lazaristas). Aquí este místico penitente y apóstol (que tenía por confidente de sus éxtasis y de sus carismas extraordinarios de oración a una joven mística, Rosa Calabresi) expiró dulcemente. Fue enterrado en la basílica de los Santos Mártires. Dejó, además de su Regla, un diario espiritual y más de dos mil cartas. 2. Mensaje y actualidad Las oraciones de la misa subrayan el carisma de este místico que, en un siglo dominado por el escepticismo, tuvo el valor de volver a poner en primer plano, con la institución de su austera congregación, el misterio de la cruz.
434 San Pablo de la Cruz a) En efecto, en la colecta se invoca: "Concédenos, Señor, que san Pablo de la Cruz, cuyo único amor fue Cristo crucificado, nos alcance tu gracia para que, estimulados por su ejemplo, nos abracemos con fortaleza a la cruz de cada día". Como Pablo con su delicada salud supo afrontar penitencias austeras y sufrió pruebas espirituales sin doblegarse jamás, también nosotros somos invitados a comprender la sabiduría de la cruz que él, en la carta dirigida a sus hijos y que tenemos en el oficio de lectura, así concreta: "Cuando la cruz de nuestro dulce Jesús haya echado profundas raíces en vuestro corazón, entonces cantaréis: 'Sufrir y no morir', o bien: 'O sufrir o morir', o mejor aún: 'Ni sufrir ni morir, sino sólo una perfecta conversión a la voluntad de Dios'". Este hombre, de temperamento sanguíneo y muy sensible al dolor físico (por sus prolongadas pruebas pasivas mereció ser introducido en el costado del Crucificado), "hecho a la antigua" (según Clemente XII), se hizo en la penitencia "más digno de admiración que de imitación" (según san Vicente Strambi). Ha quedado sin embargo como un modelo de la inconfundible espiritualidad de la cruz, con los brazos abiertos al apostolado misionero, ejercido por él durante casi cincuenta años (su última misión en Trastévere fue en el año 1769). b) En la oración sobre las ofrendas se pide a "Dios todopoderoso que mire complacido la ofrenda que le presentamos en la fiesta de san Pablo de la Cruz, y conceda a cuantos celebramos este memorial de la pasión de su Hijo hacerlo realidad en nuestra vida". Aquí se puede resumir el método de las misiones pasionistas inaugurado por este apóstol, que llevan la huella del estilo (barroco) de su siglo (el xvm). La temática sobre los novísimos era reforzada por las formas exteriores que servían para impresionar la imaginación, especialmente en la presentación de la pasión de Cristo: Pablo se disciplinaba en el pulpito; hacía sonar el repique fúnebre por la noche para recordar que todos tienen que morir; reunía sólo a los hombres en la iglesia, mientras las mujeres debían recitar en casa cinco padrenuestros y avemarias; luego recomendaba la reconciliación con los enemigos y se dedicaba a las confesiones, coronadas siempre por conversiones. Tal método de santificación de la vida, a través de estas formas espectaculares, no sacrificaba, empero, la sustancia de la misión, fundada sobre todo en el testimonio de la vida penitente del primer pasionista. c) En la oración después de la comunión se pide: "Oh Dios, que ilustraste de modo admirable el misterio de la cruz en la
19 de octubre 435 vida de tu presbítero san Pablo, concédenos que, fortalecidos por este sacrificio, permanezcamos siempre rieles a Cristo y nos entreguemos a trabajar en la Iglesia por la salvación de todos los hombres". El primer motivo cristológico es ilustrado en la citada carta del oficio de la lectura de la siguiente manera: "Convertidos así en verdaderos amadores del crucificado, celebraréis siempre la fiesta de la cruz en vuestro templo interior, aguantando en silencio y sin confiar en criatura alguna". El segundo motivo indicado es el eclesial, de impronta católica y ecuménica. Es significativo, en efecto, recordar que Pablo, aun ignorando el francés, el español y el alemán, aprovechara el paso de los soldados de todas las nacionalidades para recordarles las verdades cristianas, logrando convertir incluso a protestantes y reconducir a muchos a las prácticas religiosas. Es asimismo sintomático que fuera precisamente un pasionista —Domingo (como lo llamaba el cardenal Newman en sus cartas)— el que acogió en 1845 en Littlemore a los primeros convertidos de Oxford, iniciando aquel gran movimiento espiritual que hoy ha desembocado en el ecumenismo. La actualidad de este mensaje ha sido confirmada recientemente por el congreso de los pasionistas para celebrar en 1975 el segundo centenario de la muerte de su fundador, congreso que tuvo por tema "La sabiduría de la cruz hoy". En el escándalo de la cruz, que el mundo moderno siente cada vez más provocador, es donde nosotros debemos encontrar la verdadera sabiduría predicada por este apóstol. El no cedió a compromisos, porque hizo de su austero eremitorio un medio para ser eficaz e irresistible en sus predicaciones.
Prefacio (Propio de la Congregación de la Pasión, 34) Tú, [oh Dios] para despertar en tu pueblo el recuerdo de la pasión de Cristo, elegiste de manera admirable a tu fiel servidor, san Pablo de la Cruz, para que, forjado en la meditación de la infinita caridad de tu Hijo hacia los hombres, se distinguiera por su extraordinario amor a la penitencia, a la pobreza y a la soledad. Tú le hiciste además maestro de las almas y apóstol del evangelio, para que, pregonando los frutos copiosos de la redención, atrajera a ti, con la palabra y el ejemplo,
436 San Juan de Capistrano a innumerables pecadores y evocara ante el pueblo cristiano el recuerdo asiduo de la pasión de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.
23 de octubre SAN JUAN DE CAPISTRANO, presbítero (1386-1456)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Juan de Capistrano, muerto en Ilok (Villaco, junto a Sirmio, en Austria) el 23 de octubre de 1456, canonizado en 1690 e inscrito en el calendario en 1890 en una fecha arbitraria (28 de marzo), nos remite al corazón de la Iglesia y de la Europa en el siglo xv, atormentada por el gran cisma y por la amenaza de los turcos. Nacido en Capistrano, cerca de L'Aquila (en el reino de Ñapóles) en 1386, tal vez originario de familia nórdica inmigrada con Luis de Anjou, tras la muerte de su padre y los estudios jurídicos en Perugia ejerció el arte forense, convirtiéndose durante doce años en el príncipe de los jurisconsultos de la ciudad, de la que luego fue nombrado gobernador en 1412. Hecho prisionero cuando Perugia fue derrotada por los Malatesta de Rímini, por haberle traicionado mientras estaba para negociar la paz entre las ciudades, tuvo una visión de san Francisco, que lo invitaba a entrar en su orden. Abandonó a su prometida y sus bienes y, después de una prueba de vocación, fue aceptado en los observantes del Monte de Perugia. En 1416 vistió el hábito franciscano e hizo la profesión religiosa, cursando los estudios teológicos con Juan de la Marca (luego santo), y tuvo por primer maestro a san Bernardino de Siena. Ordenado sacerdote en 1418, se dedicó a la predicación, recorriendo las provincias italianas para combatir todos los errores e invitar a la conversión, convirtiéndose también en legislador de la renovación franciscana de la observancia. Su apostolado en Italia se desarrolló en la lucha contra los "Fraticelli", para la que Martín V le dio (junto con Juan de la
23 de octubre 437 Marca) plenos poderes (1426). También Eugenio IV, cuya elección había predicho, le encargó (con Lorenzo Giustiniani) examinar la causa de los jesuatos, discípulos del beato Juan Colombini, atestiguando su inocencia ante el mundo católico (1437). Fue enviado a Oriente como visitador de la Orden (1439); luego, tras el concilio de Florencia, en que sus esfuerzos ecuménicos fueron coronados por el éxito, fue nombrado nuncio apostólico en Sicilia y legado en Francia ante Carlos VE. Fue misionero en Alemania, Austria (Baviera, Sajonia, Silesia), Polonia y por fin Hungría, donde, con el favor de Nicolás V y después de Calixto III, predicó la cruzada contra los turcos, que, tras la conquista de Constantinopla (1453), asediaron la fortaleza de Belgrado en la frontera de Hungría (rodeada por las aguas del Sava y del Danubio). A su celo se debió la victoria que el general Juan Hunyadi, secundado por la fuerza de las oraciones hechas en el nombre de Jesús (según el símbolo de san Bernardino) y de la santa cruz, obtuvo en 1456 (es la fecha de la institución de la fiesta de la transfiguración del Señor, para conmemorar el acontecimiento). Poco después de esta victoria murió Juan, a la edad de setenta años. Ha dejado muchos manuscritos (diecinueve volúmenes en cuarto y más de setecientas cartas), fuente histórica del primer Renacimiento.
2. Mensaje y actualidad La nueva colecta, sin hacer referencia a la predicación de Juan en la cruzada contra los turcos, recuerda ante todo su misión: "Oh Dios —reza—, que suscitaste a san Juan de Capistrano para confortar a tu pueblo en las adversidades". En efecto, a este infatigable predicador se debe la victoria de Belgrado, que salvó en 1456 a Europa de la amenaza turca. Entrado en Hungría, fue recibido triunfalmente, animando la resistencia que se había organizado en Buda. Juan, al bajar a Peterwardein para celebrar la misa, tuvo una visión en la que se le garantizó la victoria sobre los turcos, y que los cristianos lograrían por la virtud del nombre de Jesús y de la santa cruz. Desde este lugar sobre el Danubio escribió a Juan Hunyadi para persuadirlo a que tomara el mando de la defensa, que en un determinado momento, pese a la ruptura del asedio por mar, parecía insostenible. Pero por las oraciones de Juan, que no cesaba de invocar el nombre de Jesús enarbolando el estandarte (con el mo-
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San Juan de Capistrano
nograma de san Bernardino) y las de los cuatro mil cruzados, que también lo imitaron, la ciudad fue salvada y los enemigos se retiraron (fue herido el mismo Mohamed II). Se le acusó de haberse atribuido a sí mismo esta victoria, pero hoy sabemos, por las cartas que dirigió a Calixto III, que dijo bastante menos de lo que había hecho. Su actividad de predicador fue coronada por numerosas conversiones, no sólo en el ambiente universitario (más de cien jóvenes se hicieron franciscanos después de una prédica suya) en el territorio danubiano, sino también en la religión judía: convirtió a un jefe de la sinagoga y a grupos de judíos. Tal obra era respaldada por un asiduo ministerio de la confesión y por obras de caridad (transformó la tercera Orden franciscana en una asociación caritativa), organizadas sobre todo en hospitales, y por la lucha contra la usura y los altos intereses. En la colecta se pone de relieve también un segundo aspecto, pidiendo a Dios "que reafirme nuestra confianza en su protección y conserve en paz a su Iglesia". Juan fue consejero de papas, que lo eligieron sobre todo como legado en misiones distintas a Ñapóles, Milán, Roma, adonde acudió para defender la causa de su maestro san Bernardino (perseguido por motivo de la devoción al santísimo nombre de Jesús) ante Martín V, y a Sicilia. Fue igualmente instrumento de reunión de los armenios, a cuyos representantes logró llevar al concilio de Florencia. Por fin, dentro de la Orden franciscana, después de haberlo intentado todo para evitar la separación de la rama de los observantes de los conventuales, se vio obligado a aceptar tal situación con tal de salvar la reforma fiel al espíritu de san Francisco. En esta obra pacificadora, por la que fue denominado "apóstol de Europa" por reconstituir su unidad religiosa y política en la común tradición cristiana, adolecía del celo intransigente en la elección de los medios, tanto de conversión como de persuasión: así en el caso de los enérgicos procedimientos contra los judíos, no coronados con los resultados apetecidos; en cambio fueron eficaces contra la secta de los Fraticelli (sectarios religioso-socialistas). En el oficio de lectura, tomado de su tratado Espejo de los clérigos, dirigido a aquellos que son invitados a predicar, podemos descubrir la actualidad de este ejemplo de celo incansable por la causa de la fe cristiana: "El que está puesto al cuidado de los demás debe mostrar en sí mismo cómo deben conducirse los otros en la casa de Dios". Como reformador de la Orden franciscana en la observancia y predicador ambulante europeo, Juan nos enseña a ser siempre coherentes con la fe.
24 de octubre SAN ANTONIO MARÍA CLARET, obispo (1807-1870) 1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Antonio María Claret, muerto en la abadía cisterciense de Fontfroide (Languedoc) el 24 de octubre de 1870 y canonizado en 1950, fue introducida en el calendario romano en 1960. Antonio María Claret y Ciará, nacido en Sallent (diócesis de Vich, en Cataluña) el mismo año en que Napoleón I invadía España (1807), después de una instrucción juvenil de tipo técnico-profesional (conforme a la actividad de su padre, que era tejedor), entró en 1829 en el seminario de Vich, donde se encontró con Jaime Balmes, que llegaría a renovar el pensamiento cristiano en España, y trabó amistad con él (aunque la orientación de Antonio sería más bien práctica). Ordenado sacerdote en 1835, a los veintiocho años, en el momento en que empezaba la guerra carlista, fue nombrado vicario de su parroquia natal. Luego se fue a Roma para ponerse a disposición de la Congregación de Propaganda Fide. Tras abandonar el noviciado de la Compañía de Jesús por una grave enfermedad, volvió a Cataluña, donde fue nombrado párroco. Pero más tarde se dedicó a las misiones rurales y a la predicación al clero, después de organizar su gran apostolado por medio de la prensa (escribió más de ciento cincuenta libros). El éxito de su apostolado (estaba dotado del carisma de la adivinación) le ganó no pocos adversarios. Abandonó Cataluña, recristianizada por él durante siete años, por las islas Canarias (1848), donde transcurrió el año de las revoluciones europeas (1848). A su vuelta se dedicó a la predicación durante quince años, en un momento en el que la legislación revolucionaria había disuelto las congregaciones y las órdenes religiosas. Mientras tanto, en 1849, reunió en Vich a cinco sacerdotes, sentando así las bases de la nueva Congregación de los Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de María. Nombrado improvisamente arzobispo de Santiago de Cuba por sugerencia de la reina de España Isabel II (1850), se dedicó infatigablemente a su ministerio episcopal: con visitas pastorales (cuatro nada menos, en seis años); con la condena de la esclavitud de los negros por parte de los patronos españoles;
440 San Antonio María Claret con la regularización de los matrimonios irregulares, suscitando la reacción tanto de los nacionalistas cubanos como de los propietarios conservadores. Sufrió muchos atentados, salvándose una vez por milagro de una herida mortal en la cara. En 1857 hubo de renunciar a la diócesis por haber sido llamado a Madrid como confesor de la reina Isabel de España. Así, sin residir en la corte, pudo influir en la elección de buenos obispos, organizar un centro de estudios eclesiásticos en El Escorial (a cuya presidencia renunció). Aprovechando las ocasiones de los viajes de la reina, pudo dedicarse a restablecer los religiosos en España y a hacer reconocer sus fundaciones. Durante la revolución de 1868, en que fue expulsada la reina, se refugió en Francia y se ocupó de la colonia española en París. En 1869 participó en Roma de modo activo en los trabajos preparatorios del concilio Vaticano I. Por haber seguido a la reina en el exilio fue perseguido también más allá de la frontera, y el embajador español demandó el internamiento de Antonio, que logró refugiarse en la abadía cisterciense de Fontfroide, donde murió a la edad de sesenta y tres años. Sus restos mortales fueron llevados más tarde a Vich.
2. Mensaje y actualidad La nueva colecta pone en evidencia dos aspectos de este catalán, que fue uno de los apóstoles del siglo xix. En primer lugar se invoca: "Oh Dios, que concediste a tu obispo san Antonio María Claret una caridad y un valor admirables para anunciar el evangelio a los pueblos". En efecto, la caridad misionera de Claret brilló desde los primeros años, cuando abandonó su ministerio parroquial (en Viladrau) para seguir la vocación misionera, recorriendo Cataluña y las islas Canarias, y durante la presidencia del seminario de Él Escorial, componiendo obras literarias relativas a su actividad. Fundó la librería religiosa, que desempeñó una actividad extraordinaria en la difusión de libros e impresos; y también la Academia de San Miguel, para artistas y literatos. Especialmente en su ministerio pastoral cubano, en un país explotado por los extranjeros, con graves consecuencias para la población, que se había quedado prácticamente sin pastor durante catorce años, se interesó por la formación y promoción civil de la población, escribiendo incluso tratados de agricultura (pero no pudo realizar su proyecto de una escuela de agricultura por la oposición de los poderes pú-
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blicos). Fundó también, con la ayuda de una religiosa (Antonia París y Ribera de Tarragona), el Instituto Apostólico de María Inmaculada, con la Regla de san Benito. En la colecta se alude asimismo a su valor, en un tiempo en el que la Iglesia sufría no pocas hostilidades por parte de las corrientes políticas (especialmente del partido liberal de entonces), que le obligaron a abandonar El Escorial; y luego en Cuba, por parte de los nacionalistas cubanos (con cuatro atentados nada menos). Las razones de tal hostilidad, en un tiempo en el que reinaba la guerra civil y se agitaban las pasiones, eran no sólo de oposición a sus reformas o al clero para asegurar la enseñanza religiosa de la juventud, sino también porque había censurado al gobierno español, que había reconocido la unidad del reino de Italia, con la supresión del Estado pontificio. En la intercesión final de la colecta se pide a Dios nos conceda, "por su intercesión, que, buscando siempre su voluntad en todas las cosas, trabajemos generosamente por ganar nuevos hermanos para Cristo". Una lección se desprende de la meditación de la obra religiosa de este gran apóstol de la Iglesia española del siglo xix, tan celoso de la defensa de los oprimidos, aunque algunas de sus posiciones fueran ciertamente de conservadurismo político (en 1865 se había resignado, obligado por los acontecimientos, a reconocer la supresión del poder temporal del papa); nos la ofrece la página del oficio de lectura, tomada de un opúsculo suyo: "Aquel que tiene celo desea y procura, por todos los medios posibles, que Dios sea siempre más conocido, amado y servido en esta vida y en la otra, puesto que este sagrado amor no tiene ningún límite". La actualidad de este maestro espiritual del pueblo, que con su obra maestra, El camino recto, difundida en millones de ejemplares, acercó la práctica evangélica y apostólica a todos los estados de vida y de profesión, está en aprender de él esta promoción de la espiritualidad de los laicos y de la vida religiosa para toda clase y profesión, como el concilio Vaticano II (verdadero complemento del Vaticano I, en el que participó Claret) nos ha recomendado.
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442 San Simón y san Judas 28 de octubre SAN SIMÓN Y SAN JUDAS, apóstoles (siglos vi/vín)
1. Nota histórico-litúrgica La fiesta de estos dos apóstoles es celebrada, según la indicación del Breviarium apostolorum (que abre el martirologio jeronimiano), en la fecha del 28 de octubre. Ya aparece en Tos sacramentarios francos del siglo VIH y en Roma en el siglo X (en la antigua basílica de San Pedro había una capilla dedicada a ellos). En cambio, en las Iglesias orientales son festejados por separado: Simón el 10 de mayo, y Judas el 19 de junio. Las noticias bíblicas nos presentan a Simón, apodado el Zelotes (He 1,13, en hebreo Cananeo, Mt 10,4: cf Elias en IRe 19,10), que en las listas de Me (3,18) y de Mt (10,4) está situado en el undécimo puesto, mientras que en Le (6,15) ocupa el décimo. Por san Fortunato, obispo de Poitiers en el siglo VI, sabemos que los dos apóstoles fueron enterrados en Persia. Una iglesia antigua dedicada a Simón existía, entre el siglo vi y el siglo VIH, en Nicopsis, en la costa del mar Negro. Algunos confunden al apóstol Simón con el homónimo primo del Señor (Simeón), hermano de Santiago el Menor, a quien sucedió como obispo de Jerusalén desde el año 62 al 106, fecha de su martirio en tiempo de Trajano. Judas, hermano (o hijo) de Santiago, Me 3,18 (o también Tadeo, Mt 10,3) está en el último lugar en He 1,13: apodado Tadeo, por confusión con Simón, fue llamado también él Zelotes (fautor del mesianismo teocrático judaico, opuesto a los romanos). Ha de excluirse que sea hermano (primo) de Jesús (cf Me 6,13) y hermano de Santiago el Menor (obispo de Jerusalén); pero sin duda es el autor de la carta canónica dirigida a los convertidos, que combatió contra las sectas doctrinales y las costumbres corrompidas. Tal carta, que para Orígenes estaba "llena de fuerza y de la gracia del cielo", es utilizada por la segunda carta de Pedro. Sus reliquias son veneradas en Francia (Reims y Tolosa). Santa Brígida cuenta, en sus Revelaciones, que el Señor la exhortó a invocar a este apóstol con confianza. Se ignora el campo de apostolado de los dos apóstoles, que los apócrifos han confundido a menudo con el de otros personajes: Judas habría sido crucificado en Persia, tras haber evan-
gelizado Egipto y Mauritania; Simón habría predicado en las Indias, en Samaría, en Siria y Mesopotamia, muriendo asimismo en Persia.
2. Mensaje y actualidad Las oraciones de la misa son bastante genéricas, porque ignoramos muchas noticias biográficas y el campo de misión de ambos apóstoles; no obstante, emergen dos temas. a) Ante todo, en la colecta se invoca: "Señor, Dios nuestro, que nos llevaste al conocimiento de tu nombre por la predicación de los apóstoles, te rogamos que... tu Iglesia siga siempre creciendo con la conversión incesante de los pueblos". La misión única y gratuita de los apóstoles recibida de Cristo, que a su vez declara ser enviado por el Padre (Mt 10,40), nos viene ilustrada, en el oficio de lectura, por san Cirilo de Alejandría, que comenta el texto de Jn 20,1: "De este modo, resume en pocas palabras la regla de conducta de los apóstoles, ya que, al afirmar que los envía como el padre lo ha enviado a él, les da a entender que su misión consiste en invitar a los pecadores a que se arrepientan y curar a los enfermos de cuerpo y de alma, y que en el ejercicio de su ministerio no han de buscar su voluntad, sino la de aquel que los ha enviado, y que han de salvar al mundo con la doctrina que de él han recibido". El segundo tema se halla explicitado en la antífona de comunión. Es la respuesta de Jesús a Judas Tadeo, que en la última cena le preguntó a Jesús "por qué se había manifestado sólo a los discípulos y no al mundo". En tal respuesta se afirma una de las verdades más consoladoras, que prometen a quien ama y observa la palabra de Jesús la venida e inhabitación trinitaria en él (Jn 14,23). Se puede decir que es feliz este apóstol por ser el primero que conoció la condición para acoger a Dios más completa e interiormente que Zaqueo (Le 19). b) En las otras dos oraciones, los frutos solicitados en la eucaristía son: la digna celebración de los misterios litúrgicos (oración sobre las ofrendas) y la perseverancia en el amor (oración después de la comunión). En el nuevo himno de laudes (de Lentini), donde se registra la identificación infundada con Judas, hermano del Señor según la carne (segunda estrofa), se celebra a estos dos apóstoles, que "una gracia idéntica ha llamado y una misma gloria ha coronado" (primera estrofa). La actualidad para nosotros de esta fiesta de los dos após-
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toles, que ocupan el último lugar en la lista de los escritos neotestamentarios (también la carta de Judas es clasificada como la última de las cartas apostólicas), nos invita a pensar en los obreros de la viña que son contratados en último lugar hacia el atardecer (cf Le 14,10) y que reciben su salario como los primeros. Aunque fueran los menos importantes del colegio apostólico, no obstante la misión de estos dos apóstoles, desconocida para nosotros en parte (salvando la carta de Judas), nos recuerda la dignidad de nuestra misión en el mundo sin límites de espacio (He 1,18). Ésta no depende ni del prestigio humano o de la publicidad, ni menos aún del éxito, sino sólo de permanecer edificados sobre el fundamento del testimonio apostólico (cf Ef 2,20: primera lectura de la misa) y de la hospitalidad divina en nosotros como fruto de la observancia de la palabra de Cristo transmitida por los apóstoles. También nuestra fe apostólica debe ser un testimonio de la conversión (He 1,22).
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1 de noviembre TODOS LOS SANTOS (siglos vn/vni)
1. Nota histórico-litúrgica La solemnidad de todos los santos es de origen probablemente celta, porque es citada por Amone, arzobispo de Salzburgo, en el concilio de Riesbach (798), de fecha 1 de noviembre. Amone era discípulo de Alcuino y, hacia el año 800, recibió la felicitación de su maestro por haber fijado esta fecha en las calendas de noviembre, "como nosotros habíamos dicho". En los martirologios y sacramentados galicanos e ingleses (Alcuino había nacido en Inglaterra) ya encontramos testificada la fiesta a finales del siglo VIH; luego se difundió por prescripción de Ludovico Pío (según Adón) en el reino de los francos en el siglo ix (833). Tal vez la fecha del 1 de noviembre, que en los países celtas era una gran solemnidad, puede haber influido en la elección de esta fiesta, cristianizando ceremonias de gusto anglosajón. En Roma la fiesta, en el siglo X, era celebrada con ayuno y vigilia, y luego con octava (en el siglo XV). Pero Roma tomó de Oriente una fecha que coincidía con el viernes después de pascua: el 13 de mayo. En Siria se celebraba una fiesta común para todos los mártires de la tierra, para la cual san Efrén compuso un himno en Edesa; y en esta misma fecha, en el año 609, el papa Bonifacio IV, que había obtenido la autorización del emperador Foca, transformó el Panteón en una iglesia, dedicándola a santa María siempre Virgen y a todos los mártires. La dedicación de la iglesia de Sancta María ad martyres
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Todos los Santos
debía ser considerada como una fiesta del santo titular: los textos de esta misa de dedicación, cuyos cantos y evangelio son la primera añadidura al antifonario gregoriano, entraron en el común de la dedicación de las iglesias. Según el papa Bonifacio IV, por tanto, esta dedicación era una fiesta equivalente a la fiesta de todos los santos; tanto más cuanto que debía ser celebrada en domingo; y la vinculación con el tiempo pascua] (la estación, en el Panteón, el viernes de la octava de pascua) recordaba no sólo el uso siriaco, sino también el sentido pascual del triunfo de los mártires. En efecto, en una homilía sobre los mártires, san Juan Crisóstomo precisa que él habla en el primer domingo de pentecostés. Ahora bien, en este domingo, el rito bizantino, hasta hoy, celebra la fiesta de todos los santos, por una evolución normal de la fiesta de los mártires de toda la tierra. 2. Mensaje y actualidad En los textos de la misa, que expresan el sentido de esta solemnidad (que comprende no sólo a los santos canonizados, sino también a todos aquellos que poseen la gloria del cielo), podemos destacar tres temas. a) En la colecta se pide: "Dios todopoderoso y eterno, que nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los méritos de todos los santos, concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón". El primer tema es creer que existe una intercesión multiplicada ("multiplicatis intercessoribus") de los santos, porque, como dice el nuevo prefacio, estos miembros elegidos de la Iglesia (cf AGUSTÍN, Confesiones, 10), que forman la asamblea festiva de nuestros hermanos, se han convertido en "amigos y modelos de vida" (LG 50), aun permaneciendo en su estado, en el que glorifican eternamente el nombre de Dios. b) En la oración sobre las ofrendas y después de la comunión se menciona la peregrinación terrena que también se indica en la colecta y explicita en el prefacio con varias referencias bíblicas. En efecto, nosotros tenemos la dicha de contemplar la ciudad del cielo (Heb 12,22), la santa Jerusalén, que es nuestra madre (Gal 4,26); ella es también nuestra patria, porque, peregrinos en la tierra (2Cor 5,6), nos dirigimos a ella con la esperanza. c) Por fin, en la oración después de la comunión se eviden-
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cia también el parangón dinámico entre los dos temas de banquete: la mesa de los peregrinos y el convite de la patria celestial, con la certeza de que es posible el paso del uno al otro, precisamente mientras nosotros celebramos la perfección de la santidad en la plenitud del amor divino. La riqueza de las lecturas bíblicas, tanto de la misa como de la liturgia de las horas, completa esta temática, que también se aprecia en las dieciocho antífonas (de las cuales sólo seis son del breviario anterior) tomadas del antifonal medieval para la fiesta de todos los santos, así como en los tres himnos (de los siglos IX-X). Las diferentes categorías de los santos están numeradas en la antífona del Magníficat: "El glorioso coro de los apóstoles, la multitud admirable de los profetas, el blanco ejército de los mártires". En el himno de las primeras vísperas, en cambio, el orden de los coros de los santos comienza con los profetas ("vates del eterno juez"), sigue con los apóstoles del Señor y continúa con los ínclitos mártires de Dios, con los luminosos confesores, con los coros de las santas vírgenes y de todos los monjes, para acabar con la mención de todos los santos. Es asimismo digno de notarse que en los tres himnos, junto con los santos, son celebrados también los ángeles (los coros de los espíritus celestiales); en cuanto a los santos, se mencionan sólo tres figuras por su nombre: la virgen María (tercera estrofa del himno del oficio de lectura), el precursor Bautista y el celeste clavígero Pedro (tercera estrofa del himno de laudes). La actualización de la fiesta nos la proporciona el sermón de san Bernardo, que sustituye al anterior de san Beda (cuya autenticidad es puesta en duda), presentado por el oficio de lectura: "... la veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo. El primer deseo que promueve o aumenta en nosotros el recuerdo de los santos es el de gozar de su compañía, tan deseable; de llegar a ser conciudadanos y compañeros de los espíritus bienaventurados... y, finalmente, de asociarnos y alegrarnos juntos en la comunión de todos los santos. Nos espera la Iglesia de los primogénitos, y nosotros permanecemos indiferentes; desean los santos nuestra compañía, y nosotros no hacemos caso; nos esperan los justos, y nosotros no prestamos atención".
448 Conmemoración de todos los fieles difuntos 2 de noviembre CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS HELES DIFUNTOS (siglos vn/ix)
1. Nota histórico-litúrgica La conmemoración de los fieles difuntos ya aparece en el siglo IX, en continuidad con el uso monástico desde el siglo VII de consagrar un día a la oración por los difuntos. Amalario, en el siglo i, ponía ya la memoria como lógicamente sucesiva a la de los santos que ya estaban en el cielo, aunque ignoraba la fiesta del 1 de noviembre. Sólo con el abad san Odilón de Cluny esta fecha del 2 de noviembre fue dedicada a la conmemoración de todos los fieles difuntos; ya san Agustín alababa la costumbre de rezar por ellos incluso fuera de sus aniversarios, precisamente para no olvidar a aquellos que no gozan de sufragios. La difusión de esta memoria durante el siglo XIV en Roma fue completada en el siglo XV por los dominicos de Valencia con el uso de celebrar tres misas (como en navidad) para satisfacer todas las demandas de sufragios. Este uso fue extendido después por Benedicto XV en 1915 a la Iglesia universal, en consideración a los muertos de la primera guerra mundial, dotándolo de un prefacio propio tomado del misal parisiense (de 1738) y elevándolo a fiesta de primera clase, pero sin precedencia sobre el domingo. Tal precedencia, en cambio, fue establecida en 1969 en clave de plegaria que incluye la fe en la comunión de los santos, con textos reformados en sentido explícitamente pascual; por eso es lógica la renuncia a la secuencia del "Dies irae", no suficientemente en consonancia con esta nueva perspectiva. 2. Mensaje y actualidad De conformidad con las indicaciones de la constitución Sacrosanctum concilium, sobre la sagrada liturgia ("la liturgia de los difuntos debe expresar más claramente el carácter pascual de la muerte cristiana", n. 81), los textos de la misa son renovados con la añadidura de otros cuatro prefacios, cuyos títulos son: Cristo, muerto para vida nuestra; Cristo, salvación y vida; de la vida terrena a la vida celestial; nuestra resurrección por
2 de noviembre 449 medio de la victoria de Cristo. Además se ha impuesto la abolición de formularios en los que la angustia ante el terrible juicio de Dios había oscurecido la intensidad de la fe en la resurrección, de la que no se hacía mención. a) En la colecta del primer formulario se pone en relación la fe en el Cristo resucitado con la confirmación de la esperanza en espera de la resurrección. b) En la oración sobre las ofrendas se afirma el misterioso contacto con nuestros muertos, elevados a la gloria de Cristo, porque nosotros estamos unidos desde ahora a él en su gran sacramento eucarístico. c) En la oración después de la comunión se evidencia el carácter pascual de este sufragio, porque pedimos a "Dios todopoderoso que nuestros hermanos difuntos, por cuya salvación hemos celebrado el misterio pascual, puedan llegar a la mansión de la luz y de la paz". La actualización de esta memoria nos la ofrece, en el oficio de lectura, san Ambrosio en el libro sobre la muerte de su hermano Sátiro: "Debemos irnos acostumbrando y disponiendo a morir, por este esfuerzo cotidiano que consiste en ir separando el alma de las concupiscencias del cuerpo, que es como irla sacando fuera del mismo para colocarla en un lugar elevado, donde no puedan alcanzarla ni pegarse a ella los deseos terrenales, lo cual viene a ser como una imagen de la muerte, que nos evitará el castigo de la muerte". Es interesante, por fin, notar que el responsorio de esta lectura patrística tiene como versículo el mismo texto de Mt 13,43 ("Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre"), que se lee como antífona del Benedictus en laudes en la fiesta de todos los santos. Es el enlace entre los ciudadanos del cielo, que ya resplandecen de gloria, con los difuntos, cuya entrada definitiva en el cielo aún desconocemos, y que por ende recomendamos a Dios en el sufragio, según el uso bíblico atestiguado por 2Mac 12,45 (es la primera parte del mismo versículo).
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San Martín de Porres
3 de noviembre SAN MARTÍN DE PORRES, religioso (1579-1639)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Martín de Porres, muerto en Lima (Perú) el 3 de noviembre de 1639 y canonizado en 1962, fue introducida en el calendario en 1969. Nacido en Lima en 1579 de un noble caballero español perteneciente a la orden de caballería de Alcántara (inmigrado) y de una liberta negra con la que no se casó (Ana Velázquez), este hijo natural (Martinico) era considerado como "mulato" por el color de su piel. Fue educado cristianamente por su madre y aprendió el oficio de practicante, con amplios conocimientos de farmacia y cirugía. La madre se quedó en Lima con los dos hijos, porque el padre se fue como gobernador a Panamá. Martín ejerció su profesión, con gran admiración de todos los enfermos que curaba en su ambulatorio, antes de decidirse a entrar en el convento de los hermanos predicadores con la demanda de permanecer como simple hermano lego (hermano converso). En 1603, después de nueve años, fue confirmada su admisión en la orden, y se dedicó, como enfermero, al servicio de la comunidad conventual y de los enfermos que acudían a él, primero en el convento y luego en un hospital apropiado en casa de su hermana. Instituyó asimismo un orfanato, una mesa para pobres en el convento y otras obras caritativas en toda la ciudad. El mismo virrey del Perú le ayudaba, visitándolo en su celda. Murió consumido por la penitencia, atacado por el tifus en 1639. Inmediatamente fue venerado por todos como un santo. 2. Mensaje y actualidad La colecta, procedente del propio de los dominicos, caracteriza a este santo: "Señor, Dios nuestro —suplica—, que has querido conducir a san Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del cielo". El ejemplo de humildad es sobresaliente en este laico, que, aun sintiendo correr sangre noble española por sus venas y consciente de sus conocimientos y
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capacidades profesionales, aceptó la humillación de ser un simple hermano lego, pues, como mulato, ocupaba el último puesto en la jerarquía de la sociedad de su tiempo, ya que en su misma orden el estado de mulato venía tras el de los españoles, indios y negros. Por eso renunció a ser hermano coadjutor o sacerdote. En esta voluntaria humillación de hermano perteneciente a los laicos de tercer orden (que eran considerados como verdaderos servidores y no pertenecían a título pleno a la orden), Martín prefirió las tareas más humildes, protegió a los esclavos y transformó su pobre enfermería en un verdadero centro de caridad para todos, pero en especial para los indígenas más pobres, hasta ser llamado por el pueblo "Martín de la caridad". Su vida humilde y escondida no consiguió, sin embargo, evitarle la fama de santo, por lo que muchos recurrían a él no sólo en busca de ayuda médica, sino también de consejo. Incluso el virrey del Perú lo visitaba con frecuencia en su celda, donde aprovechaba la ocasión para pedirle ayuda en favor de los más pobres. La oración alude a la visión de la gloria de Dios, en paralelismo antitético con la vida humilde y escondida de este hermano converso. En efecto, era un hombre de gran penitencia y de vida contemplativa, ya que rezaba largo tiempo por la noche, disciplinándose tres veces, durmiendo en el claustro del convento y llevando el cilicio incluso cuando le prescribieron una cama. La intercesión invoca que también a nosotros se nos conceda "la gracia de seguir sus ejemplos, para que merezcamos ser coronados con él en la gloria". En estas frases se siente la influencia del clima de la fiesta de todos los santos y de la memoria de los difuntos: su muerte, que sigue a estas dos celebraciones litúrgicas, recuerda la grandeza de este santo, que ya ha sido proclamado "patrono de la justicia social" y "patrono de las semanas sociales" del Perú. Fue honrado públicamente, en 1939, como el primer ciudadano que asumió la tarea de resolver la cuestión social. En efecto, Martín fundó un hospital donde no se hacía ninguna distinción de razas o de clases, mientras que en los hospitales públicos de la capital se reservaba un ala del edificio para cada clase social. Además logró crear el primer colegio exclusivamente para niños pobres en América. La actualidad de este ejemplo, independientemente de los episodios prodigiosos que lo hicieron popular (una estampa de 1773 lo representa con un cesto donde había metido a los ratones; de ahí el título de "santo contra los ratones"), se puede
452 San Carlos Borromeo resumir de la homilía pronunciada por el papa Juan XXIII el día de su canonización, que se encuentra en el oficio de lectura: "Amaba a sus prójimos, porque los consideraba verdaderos hijos de Dios y hermanos suyos; y los amaba aún más que a sí mismo, ya que, por su humildad, los tenía a todos por más justos y perfectos que él". Es un programa de vida para todo cristiano que quiera imitar a este santo, aprendiendo, como concluye la homilía del papa, "la dulzura y felicidad que se encuentra en el seguimiento de Jesucristo y en la sumisión a sus divinos mandatos".
4 de noviembre SAN CARLOS BORROMEO, obispo (1538-1584)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Carlos Borromeo, muerto en Milán el 3 de noviembre de 1584, canonizado en 1610 e inscrito en el calendario en 1613, nos presenta a una de las figuras más significativas de la reforma conciliar postridentina. Nacido en Arona (cerca del lago Mayor) en 1538, de una ilustre familia del ducado de Milán (su padre estaba casado con Margarita de Médicis, hermana del futuro Pío IV), se doctoró a los veintiún años por la universidad de Pavía "in utroque iure". Llegó a ser cardenal diácono del título de Santa Práxedes, creado por su tío Pío IV, que lo llamó a Roma y le confió altos cargos (cuasisecretario de Estado). Fue nombrado al mismo tiempo arzobispo de Milán (gobernada por el vicario Ormaneto), con la obligación de permanecer en Roma, además de administrador de las legaciones en Bolonia, Romagna y más tarde en las Marche. Pero en la curia romana empezó enseguida a condenar los abusos y excesos, ganándose muchas enemistades; por lo que, casi veinte años después del comienzo del concilio de Trento (1545), convenció al papa (en 1562-1563) para que lo prosiguiera y terminara. En 1562, tras la muerte de su hermano, desmintiendo rumores que auspiciaban su vuelta al mundo, demostró su opción
4 de noviembre 453 irrevocable, y a los veinticuatro años se hizo ordenar sacerdote y después obispo. Volvió, dos años después de la muerte del papa (1565), a Milán, donde transcurrirán los dieciocho años de su vida de pastor. Nombrado en 1560 protector de la nación suiza, tenía bajo su jurisdicción tres valles suizos del cantón de los Grisones, donde también hizo las visitas pastorales para reprimir abusos y restablecer la disciplina eclesiástica. Y como tenía jurisdicción igualmente sobre tierras vénetas, genovesas y novaresas (además de las milanesas), hubo de visitar innumerables parroquias, convocando sínodos diocesanos y seis concilios provinciales (1565-1582). En el clima de la dominación española en Lombardía, Carlos supo oponerse a las pretensiones de los gobernadores, llegando en 1579 a excomulgar a uno (Requesens), oponiéndose asimismo a la introducción de la inquisición española en su diócesis, patrocinada por el poderoso Felipe II. Supo resistir también a unos canónigos (de Santa María de la Scala), que lo rechazaron cuando quería entrar en su basílica, y a la opulencia sin medida de la Congregación de los Humillados, hasta sufrir un atentado (1569), afortunadamente sin consecuencias. Por ello suprimió la primera Orden de los Humillados, fundiendo su tercera orden con confraternidades parecidas. Ya antes de su llegada a Milán, en la difícil situación de su tiempo, cuando arreciaban las guerras civiles por motivos religiosos en Francia; cuando en Inglaterra la reina Isabel truncaba la restauración católica iniciada con María Tudor; cuando en Flandes se producía una ruptura político-religiosa bajo Felipe II, Carlos había demostrado que era ejecutor de las decisiones del papa, tío suyo. Pero en su plena responsabilidad de pastor se reveló, además de pastor infatigable, también un gran reformador y organizador tanto de la vida eclesiástica como de la vida cívica. Así, en la peste de 1576 tomó las riendas de la situación, organizando la asistencia en el lazareto público y en los hospitales de emergencia y vendiendo su principado napolitano de Oria para socorrer la miseria pública. A los cuarenta y seis años, después de haber transcurrido en el santuario preferido, en el monte de Varallo (cerca de Novara), su último domingo de pascua, hizo confesión general, reconociendo todos los errores de su vida. Murió en Milán, adonde se había hecho trasladar exhausto.
454 San Carlos Borromeo 2.
Mensaje y actualidad
Las dos últimas oraciones de la misa, que provienen del misal ambrosiano, y la nueva colecta, que se inspira en la alocución de Pablo VI para la apertura de la segunda sesión del concilio Vaticano II, delinean la fisonomía del segundo gran santo de los milaneses (después de san Ambrosio). a) En efecto, la colecta pide: "Conserva, Señor, en tu pueblo el espíritu que infundiste en san Carlos Borromeo, para que tu Iglesia se renueve sin cesar y, transformada en imagen de Cristo, pueda presentar ante el mundo el verdadero rostro de tu Hijo". En esta oración, por tanto, Carlos es presentado como promotor de la reforma eclesial. En efecto, frente a la desconfianza, manifestada por muchos durante el último período del concilio Tridentino, en su capacidad y posibilidad de obtener una verdadera reforma de la Iglesia propugnada anteriormente por los concilios del siglo XV y el Lateranense V (1512-1517), Carlos exhortaba (en 1565), al inaugurar el primer sínodo provincial milanos, a poner en práctica los decretos tridentinos. Por eso, en poco menos de veinte años de episcopado, convocó tantos sínodos diocesanos y provinciales, cuyos decretos, recopilados ya en 1582 en las Actas de la Iglesia milanesa junto con sus Exhortaciones al pueblo, se difundieron en Italia y en el extranjero, sirviendo como normas para la actividad reformista de otros obispos celosos. Mientras estuvo en Roma patrocinó la obra de los visitadores apostólicos para que vigilaran en todas partes la aplicación de las leyes, incluso en la diócesis milanesa, gobernada entonces por medio de un vicario. Dos años antes de morir, durante el sexto concilio provincial, dirigió un enérgico discurso a los obispos, planteando una serie de apremiantes preguntas, que empezaban así: "¿Qué hemos realizado de lo establecido para nosotros mismos, para el clero, para el pueblo, para la Iglesia, para cualquier otra cosa?" b) En la oración sobre las ofrendas se alude al "celo pastoral" y a las "virtudes" de san Carlos, para que "nos hagas abundar a nosotros en frutos de buenas obras". Como pastor, que tenía responsabilidad sobre quince diócesis de Lombardía, Piamonte, Liguria y Cantón Ticino, no se limitó a las más de mil visitas pastorales, sino que fundó, además de santuarios, seminarios (el pensionado para aspirantes al sacerdocio fue el comienzo en 1565 de la actividad del seminario milanés), tanto en la ciudad (dos) como en el campo (en los valles suizos, el semi-
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nario helvético). Luego, para los laicos, creó o promovió colegios para la juventud: en Pavía surgió el Borromeo, financiado por él con bienes de familia, y en Milán el Colegio de los nobles (destinado a la aristocracia). Fundó confraternidades, como la de la sagrada eucaristía para la adoración eucarística (también en función apologética antiprotestante); al menos un asilo para las jóvenes en peligro; un monte de piedad; por fin, mantuvo las escuelas de la fe (fundadas en 1536 por Castellino de Castello) para la formación religiosa y moral del pueblo. El pastor que debía producir frutos tan abundantes de vida cristiana no podía olvidar las directrices litúrgicas y rituales para ambos ritos, romano y ambrosiano, de su inmensa diócesis. Su popularidad corría parejas con su actividad y generosidad: era indulgente con la mayoría, severo con algunos y siempre inexorable consigo mismo. El pueblo estaba sorprendido por un hecho insólito en aquel tiempo: el arzobispo predicaba tanto en la catedral como en la iglesia adonde acudía, celebraba la misa todos los días y participaba en el canto de la liturgia de las horas en la catedral. El secreto de tal fecundidad estaba en la valoración del diálogo y de la colaboración de todos, incluidos los laicos. Contaba con colaboradores eclesiásticos y laicos expertos en las diversas disciplinas; instituyó congregaciones para el estudio de los diferentes problemas y quería que se le informara cada día de la marcha de los trabajos para dar sugerencias (como demuestran las decenas de cartas que han llegado hasta nosotros). Su santidad se basaba en una plegaria y una meditación intensas, que a su vez inculcaba. Por eso en el sermón que pronunció durante el último sínodo diocesano, y que nos ofrece el oficio de lectura, dice: "Sabedlo, hermanos, nada es tan necesario para los clérigos como la oración mental; ella debe preceder, acompañar y seguir nuestras acciones". c) La oración después de la comunión pone en evidencia un último aspecto de esta personalidad excepcional. Se pide al Señor "nos otorgue aquella fortaleza de espíritu que hizo de San Carlos Borromeo un ministro fiel a su servicio y un apóstol de la caridad". Durante la peste que azotó a Milán en 1576 permaneció en su puesto al lado de su pueblo, visitando las casas y barrios afectados, distribuyendo limosnas y palabras de consuelo, organizando la asistencia ambulante, con misas en plazas y encrucijadas. En su testamento, por fin, dejó los bienes que le quedaban al Hospital Mayor, que era realmente el hospital de los pobres.
456 San Carlos Borromeo Pero se alude también a otra cualidad de san Carlos: el espíritu de fortaleza. Llegó a arriesgar su propia vida; por ejemplo, en el atentado efectuado por un religioso de los humillados. Rozado apenas por el fuego del arcabuzazo en la capilla donde oraba con su gente, ordenó con calma que prosiguiese la oración. Asimismo defendía con firmeza las decisiones tomadas, afrontando vigorosamente a las personas hostiles. Si a su tío, Pío IV, le parecía demasiado teatino (austero), se puede comprender el celo de este reformador, que usó procedimientos drásticos contra la brujería y las fiestas mundanas. En sus prescripciones y reglamentaciones se mostró severo e insinuante. Su figura de jefe en una Iglesia militante no contrastaba con la humilitas que había grabado en su escudo. La actualidad de este obispo de la reforma católica, que inspiró su vida espiritual, lo mismo que los demás santos (Ignacio de Loyola, Felipe Neri, Juan de la Cruz), en la imitación de Cristo y en la meditación de sus sufrimientos, sigue siendo válida en nuestros días, si bien en otro contexto posconciliar. La espiritualidad crsitiana, especialmente la eucarística, ha cambiado de acento (por ejemplo, ahora se insiste más en la participación en la misa que en la práctica de la adoración); pero no puede prescindir de aquella austera perspectiva cristocéntrica que animó a este pastor en la aplicación de los decretos disciplinares y pastorales del concilio Tridentino. "Todo lo que hagáis, que sea con amor —recomienda en la parte final del sermón citado en el oficio de lectura—; así venceremos fácilmente las dificultades que inevitablemente experimentamos cada día...; así tendremos fuerzas para dar a luz a Cristo en nosotros y en los demás". De Carlos Borromeo, además del fragmento del sermón pronunciado en el último sínodo, se lee un trozo de las Cartas pastorales (lun. I sem. de adv.). Prefacio (MAE, 465) Nosotros queremos ensalzarte hoy con el recuerdo de nuestro santo obispo Carlos, a quien hiciste glorioso por sus grandes virtudes. Tú se lo entregaste a la Iglesia como pastor diligente para que brillase con luz propia en la noche oscura del mundo e, impelido por el fuego de una caridad inmensa, fuera para su grey
9 de noviembre 457 espejo de vida y modelo de toda justicia. El te llevo a ti, oh Padre, el pueblo que le confiaste, y en los momentos de angustia supo defender a sus hijos con amor apasionado. Prefacio (Propio de los barnabitas, 50) En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación alabarte y glorificarte a ti, Señor, en la conmemoración del bienaventurado obispo Carlos Borromeo, que tú has dado a nuestra familia naciente como segundo padre, para que nos guiara por el camino de la vocación a la que hemos sido llamados por Jesucristo nuestro Señor.
9 de noviembre DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN (324/siglo XII)
1. Nota histérico-litúrgica La fiesta de la dedicación de la basílica, erigida por el emperador Constantino en el antiguo palacio de los Laterani (en la falda del Celio), en el lugar donde antes había un cuartel de los "equites singulares" (los cuadros del ejército de Majencio), hacia el 324, es la primera en dignidad de las iglesias de Occidente, porque se trata de la catedral de Roma (Urbis et Orbis). La fecha del 9 de noviembre fue elegida, en el siglo xn, por los canónigos (por motivos desconocidos) para celebrar el aniversario de la basílica (cf la descripción de Letrán del diácono Juan I al papa Alejandro III). Ésta, además del nombre de los santos Juan Bautista y Juan Evangelista, derivado del baptisterio que se encuentra en las proximidades y que fue construido por Constantino en una antigua sala de baños romana, llevaba también desde el siglo vn el nombre del Santísimo Salvador. En efecto, en muchas iglesias dedicadas al salvador se había ele-
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gido esta fecha (desde el siglo x al siglo xn) en recuerdo de un milagro sucedido en Beirut, antes del concilio Niceno del año 787, milagro en el que habría brotado sangre de una imagen del salvador golpeada por un judío. Sólo en 1565 fue inscrita la fiesta en el calendario general. La basílica es denominada constantiniana porque Constantino habría regalado al papa Melquíades (310-314) el palacio donde se hallaba la domus Faustae; es decir, la residencia de la mujer del emperador, donde el papa celebró un concilio.
2. Mensaje y actualidad a) Entre los textos tomados del común de la dedicación de una iglesia, dos son propios. La primera lectura de la misa (Ez 47,1-12), seguida por el salmo responsorial 45, evoca el baptisterio de Letrán contiguo a la basílica (con las palabras "Vidi aquam... Fluminis Ímpetus") en la perspectiva del agua que salía del santuario, capaz de vivificar el mar Muerto. El relieve dado al tema sacramental del bautismo se aplica también a la Iglesia-pueblo de Dios y a la iglesia-templo, que el Apocalipsis describe en la perspectiva de la Jerusalén mesiánica y eterna (22,1-2). La historia de la salvación es, pues, típicamente sacramental y se opera en Cristo, que realiza en su persona la verdad de cada símbolo, incluido el del templo (cristologización del templo), cuando es designado por Juan (2,21) como nuevo templo. Del tema sacramental-bautismal y cristológico del templo se pasa luego en la segunda lectura (IPe 2,4-9) a un desarrollo eclesiológico, porque los fieles son, como las piedras vivientes, edificados en casa espiritual sobre la piedra angular, que es Cristo ("Vosotros, por el contrario, sois linaje escogido"). b) La basílica de Letrán fue sede oficial del obispo de Roma desde el siglo IV al siglo xiv. Hoy sólo queda de la sede medieval el triclinium de León DI (f 816); la escala santa, la antigua escalera del palacio papal (algunos creen que se trata de la escalera del palacio de Pilato), y el sancta sanctorum (en recuerdo del antiguo tesoro de Letrán). Representa, pues, el ideal institucional de una Iglesia que, salida de la fase persecutoria, hizo su ingreso en la sociedad imperial romana. De la iglesia-tienda, peregrina y precaria en las catacumbas, como otrora en el desierto, donde se expresaba el tema del encuentro con Dios que habita entre su pueblo itinerante, se pasa ahora a la iglesia-templo, edificada sobre el templo vivo que es Cristo, y
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por tanto al templo de la nueva alianza. Esta imagen estática de una Iglesia encerrada en sus símbolos rituales no abarca, empero, toda la realidad de una Iglesia-madre que engendra. Ahora la basílica de Letrán, "mater omnium ecclesiarum", donde por siglos el papa ha celebrado liturgias bautismales (el baptisterio es anterior a la basílica constantiniana) y eucarísticas en la noche de pascua, conserva aún en el contiguo palacio papal aquel sancta sanctorum (con la capilla de san Lorenzo de Nicola III, 1277-1280) que contiene un tesoro de reliquias antiguas. La leyenda dice que Tito trajo del templo de Jerusalén algunos restos y los colocó en Letrán (desaparecieron en el saqueo de los vándalos de Genserico, 455). Por eso ha sido durante muchos siglos el emblema de la liturgia pontifical, que tuvo aquí su primer desarrollo y ha informado el estilo celebrativo de todas las Iglesias occidentales. Estamos, pues, aquí no sólo en el ombelicus mundi, que sustituye al de Jerusalén, sino en la basílica que es modelo de toda Iglesia que se sienta madre, no sólo porque engendra a sus hijos en el bautismo, sino más bien porque debe engendrar a otras Iglesias y comunidades con dedicación misionera. En consecuencia, celebrar esta memoria significa remontarse a las fuentes genéticas y evolutivas del ser cristianos, miembros de una Iglesia local, engendrada en el bautismo, enriquecida en la confirmación y alimentada en la eucaristía. Además se debe tomar conciencia de que nuestra Iglesia local es a su vez linaje de la Iglesia-madre, representada por la Iglesia romana, que ha tenido su sede histórica en la basílica lateranense. c) La actualización de esta fiesta es, pues, clara: nosotros, como miembros vivos de la Iglesia local, hemos de sentirnos corresponsables, para que ella sea, a su vez, como la Iglesiamadre, engendradora de otras Iglesias y comunidades, saliendo de sus muros y de sus confines geográficos para abrirse al mundo entero. El texto del oficio de lectura, tomado de un sermón de san Cesáreo de Arles (siglo vi), transfiere la atención del templo de piedra a nuestras personas, como morada de Dios: "Hoy, hermanos muy amados, celebramos con gozo y alegría... la dedicación de este templo; pero nosotros debemos ser el templo vivo y verdadero de Dios. (...) debemos disponer nuestras almas del mismo modo como deseamos encontrar dispuesta la iglesia cuando venimos a ella".
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10 de noviembre SAN LEÓN MAGNO, papa y doctor de la Iglesia (T461) 1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria del papa León, muerto en Roma el día 10 de noviembre, testificada ya por el martirologio jeronimiano, ha sustituido a la otra fecha del 11 de abril, que, según el Liber pontificalis, sería la de la "sepultura" al año siguiente de su muerte, y que el martirologio de Beda había difundido en la Edad Media (hasta la reforma de 1960). La fecha del 28 de junio, que al final del siglo vni había sido elegida para el traslado de su cuerpo a la misma basílica de San Pedro a fin de que estuviera más a la vista, fue suprimida a causa de un equívoco (san León II, es decir, segundo = secundi). En Oriente, la fiesta de santa Sofía de Constantinopla era celebrada desde la antigüedad el 18 de febrero. El título de doctor de la Iglesia se remonta sólo a 1754. León, tal vez de origen toscano (nació entre el 390 y el 400), pero romano por educación y mentalidad, se distinguió ya como archidiácono en tiempos de Celestino I en el desempeño de importantes misiones en la Iglesia: tal vez fuera el acólito que, en el año 418, llevó a Cartago la condena de los pelagianos de parte del papa Zósimo. Como archidiácono indujo a Casiano a escribir un tratado doctrinal (sobre la encarnación) contra los nestorianos, que está dedicado a él (lo llama "gloria de la cátedra de Roma"). Durante el concilio de Éfeso es destinatario de una carta de Cirilo de Alejandría que informaba a la Iglesia romana de las ambiciones de Juvenal de Jerusalén. Por consejo suyo, el papa Sixto III descubrió los engaños de Juan de Eclana, abiertamente favorable a los pelagianos (439). En el año 440, mientras estaba en la Galia, en la corte imperial, para una delicada operación de reconciliación que evitaría una guerra civil (entre Ezio y Albino), fue llamado a suceder a Sixto III por el clero y el pueblo romanos. Gobernó la cátedra de Pedro desde el 440 al 461. La obra de su pontificado puede dividirse en dos períodos, marcados por acontecimientos importantes. Por las noticias de su secretario, Próspero de Aquitania, sabemos que fue un defendor de la fe contra los herejes: en el año 443 convocó en Roma una asamblea para desenmascarar los errores de la secta de los maniqueos (ya condenados por
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Inocencio I en el año 416), y sus libros fueron quemados; lo mismo hizo contra los pelagianos, ya condenados con los nestorianos por el concilio de Efeso (431); contra los priscilianistas (vastagos de los maniqueos) intervino en el año 417, pidiendo que fueran condenados por un concilio nacional (celebrado luego en Galicia). También intervino en el campo disciplinar en África, azotada por la invasión de los vándalos arríanos, para determinar las condiciones de las ordenaciones de los obispos. En la cuestión con Hilario de Arles, el año 445, transfirió la supremacía de la sede de Arles a la de Vienne, haciéndole, empero, justicia más tarde (llamó a aquel pastor "hombre de santa memoria"). El segundo período de su pontificado puede resumirse en la defensa del dogma de la encarnación contra Eutiques, con las vicisitudes ligadas al concilio de Calcedonia (451). Pueden condensarse así estas múltiples iniciativas: doctrinales (cf el famoso Tomus a Flaviano); litúrgicas, con bastantes textos del sacramentario veronense (llamado también "leoniano"), que se le pueden atribuir a él; políticas, en las dos embajadas (a Atila, rey de los hunos, en el 452, en Mantua; a Alarico, rey de los vándalos, en el 455, en Roma); literarias y oratorias: noventa y seis tractatus o sermones en los primeros cinco años de ministerio, y ciento setenta y tres cartas (incluidas las composiciones de la cancillería de Próspero de Aquitania). Por eso este papa es sin duda el más importante del siglo V. En efecto, en un momento en que el vetusto imperio romano estaba a punto de derrumbarse y nuevas doctrinas seducían a los espíritus, dando vigor a las antiguas herejías, ejerció una acción decisiva en el destino de la Iglesia y del Imperio, plenamente convencido de su papel de sucesor de Pedro. 2. Mensaje y actualidad Las oraciones de la misa, que derivan del sacramentario veronense (nn. 33,1013,1026), configuran tres aspectos de esta gran personalidad. a) La colecta, remitiéndose al texto del evangelio (Mt 16,18: "Tú eres Pedro") tantas veces comentado en sus sermones, pide: "Oh Dios, tú que no permites que el poder del infierno derrote a tu Iglesia, fundada sobre la firmeza de la roca apostólica, concédele, por los ruegos del papa san León Magno, permanecer siempre firme en la verdad para que goce de una
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paz duradera". Ante todo, León, en un período calamitoso en que el imperio de Occidente seguía disgregándose interna y externamente, cayendo en manos de poderes regionales bárbaros, y en una época de la antigüedad que estaba a punto de concluir, desarrolló la teología del primado, como subraya la antífona del Benedictus en los laudes (tomada del tercer sermón del día de su ordenación), defendiendo la continuidad y soberanía de la función de Pedro en la sede romana. En este sentido, en el oficio de lectura, podemos interpretar el discurso para el aniversario de su ordenación episcopal, en el que León nos presenta una doctrina muy desarrollada y casi moderna de su conciencia de ser heredero del primado de Pedro pese a la consideración de su poquedad: "Habiendo sido el único (Pedro) que recibió en su persona tanta abundancia de dones, nada pasa a los demás si no es a través de él". Ya se ha visto que intervenía con veredictos decisivos en las cuestiones no sólo de las Iglesias de Occidente, incluso en el campo disciplinar, con sus respuestas a consultas en caso de disputa, sino también de Oriente. Así, en el caso del vicario apostólico con sede en Tesalónica, que gobernaba en parte la Diría oriental, aunque unida en algún modo al imperio de Oriente (379), a quien León confirmó en sus poderes (que habían sido impugnados por abusos de autoriad, pidiendo reunirlos con el patriarcado de Constantinopla). Más tarde le reprenderá severamente Anastasio por su conducta. Prescribió asimismo a los obispos que asistiesen sin hacerse dispensar a un concilio al que habían sido convocados, salvo casos justamente motivados (como en el caso de enfermedad: un vicario había obligado por la fuerza a un obispo enfermo a asistir al concilio de Tesalónica). Su defensa de la ortodoxia contra las herejías, que a pesar de las condenas seguían vivas (pelagianos, semipelagianos: massilienses, arríanos, maniqueos, priscilianistas y paganos con creencias y cultos), testimonia, por otra parte, su misión de garante de la tradición católica. Así actuó sobre todo en la controversia contra Eutiques, de la que son prueba estos hechos: su carta dogmática (Tomus) al patriarca de Constantinopla, con la afirmación de que "en Cristo hay una sola persona en la duplicidad de la naturaleza divina y humana", subrayando también su carácter soteriológico; su correspondencia con Flaviano, patriarca de Constantinopla, que recurría a él para restablecer la paz tras la condena de Eutiques en el concilio de Constantinopla de 448; el concilio de los obispos occidentales reunido en Roma, después del rechazo
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de los legados enviados a Éf eso (cf el "latrocinio de Éf eso", 449) con la protesta al emperador; las condiciones puestas para la convocación de un concilio en Oriente reunido por Marciano (que había casado con la emperatriz Pulquería), para que se desarrollase ante sus legados (el papa estaba amenazado por Atila en Italia) y evitara cualquier discusión sobre la fe, limitándose a confirmar el concilio de Nicea y de Éfeso, dado que su tomo había sido aceptado por todos (450); su petición de que el concilio, transferido de la hipotética sede de Nicea o Calcedonia, fuera presidido por Pascasio junto con sus legados; por fin, la lectura de la famosa carta de León (traducida al griego y acompañada por numerosos pasajes patrísticos) con la acogida aclamatoria: "Es la fe de los apóstoles, es la fe de los padres, así creemos todos... Pero ha hablado por boca de León"; su inflexibilidad contra el patriarca monofisita de Alejandría (Timoteo). Son, todas, expresiones de esta firmeza en la verdad de la fe. Pero también en la cuestión del canon 28, que los orientales habían hecho votar por instigación del ambicioso Anatolio (patriarca de Constantinopla), en que se concedían a la nueva Roma privilegios iguales a los de la antigua, juzgando que debía tener la misma importancia en el orden eclesiástico y conservar en todas las cosas el segundo rango tras la antigua Roma, León, aunque había aprobado el concilio, resistió (en el año 452) a las diferentes cartas que querían hacerle aceptar las pretensiones de la nueva Roma, y afirmó la supremacía de la sede de Pedro, fundada en la autoridad divina. La oración recuerda asimismo el tema de la paz, que León promovió tanto en el caso del metropolitano de Arles como en el del patriarca de Jerusalén (el usurpador Teodosio) contra el legítimo Juvenal, amenazado de muerte, pero luego restablecido y confirmado por el papa, que le reprendía por su pasado culpable y se mostraba indulgente de cara a un porvenir de penitencia; en el caso del vicario Anastasio de Tesalónica, que fue privado de su cargo, aunque había sido reconfirmado antes por él; y, por fin, en el caso del citado canon 28, para evitar peligrosas rivalidades entre las sedes patriarcales más importantes. También en sus embajadas a los reyes que amenazaban a Roma: logró (en Mantua), por ejemplo, que Atila se retirase pacíficamente de Italia (452), y que Genserico, que ya se había apoderado de Roma (455), no matase a nadie ni incendiara la ciudad. b) En la oración sobre las ofrendas rogamos al Señor que ilumine a su Iglesia, "para que su rebaño se multiplique en todo
464 San León Magno el mundo y sus pastores, conducidos por ti, actúen siempre según tu corazón". León fue modelo de su grey también defendiendo a los débiles y ultrajados. Tal es el caso del obispo Flaviano de Constantinopla, pisoteado por los monofisitas hasta hacerle sangrar, y el de otros obispos sufragáneos despojados por los bárbaros. Su primera preocupación fue que las Iglesias no se desviaran de la fe (Ep., 129); sin embargo, se mostró como un pastor condescendiente y dispuesto a retractarse, como en el caso de Hilario de Arles, y en la carta escrita a los monjes palestinos, que habían apoyado al ambicioso Teodosio contra Juvenal (por ser eutiquianos), invitándoles al arrepentimiento. Asimismo se mostró como pastor conciliador en la cuestión de la fecha de la pascua, celebrada el 24 de abril por el obispo de Alejandría y por los demás orientales, mientras que el papa prefería que fuese el 17 de abril, cediendo por motivos de paz, pese a que Próspero de Aquitania, en su Crónica, lo censurara por su condescendencia (el papa respaldaba a los occidentales para la composición de un ciclo pascual), motivada sólo por la importancia atribuida a la celebración en un mismo día de la fiesta de la resurrección en todos los lugares (las reglas del concilio de Nicea del año 325 encontraban dificultades en su aplicación). c) El tercer tema expresado en la oración después de la comunión está centrado en la petición: "Gobierna, Señor, a tu Iglesia..., para que, dirigida por tu mano poderosa, tenga cada vez mayor libertad y persevere firme al servicio de la fe". León instituyó nuevas fiestas cristianas para sustituir a las antiguas, paganas (las llamadas "colectas"), entre ellas la fiesta de la cátedra de Pedro. Sobre todo dio gran relieve a la fiesta de navidad, que él, casi cincuenta años después de que Agustín en la carta 55 a Jenaro (400) declarara que no se celebraba in sacramento (por ser el aniversario de un acontecimiento sin carácter sacramental, sólo pertinente a la pascua), consideró, en cambio, como un "misterio de luz", porque nos pone en contacto con las primicias del sacramentum paschale. En lo que concierne a los ayunos de las "cuatro témporas", León confirma su significado, que distribuye a lo largo de todo el año estas penitencias y abstinencias según las cuatro estaciones, que debían invitar a la austeridad de la vida cristiana. Por eso este papa, además de ser hombre de la tradición doctrinal y promotor de paz, fue también asertor de perfecta libertad, manteniendo, empero, la integridad de la fe. En el caso de Timoteo Eluro, que había provocado una rebelión, lle-
10 de noviembre 465 gando a apoderarse de la sede de Alejandría (457), León, al escribir al emperador (León el Tracio), exponía de nuevo una clara y completa doctrina sobre el dogma de la encarnación, defendiéndola contra los ataques tanto de los eutiquianos como de los nestorianos, alegrándose después en sus últimas tres cartas de respuesta a los diez obispos que habían ordenado al sucesor ortodoxo de Eluro, con himnos de gracias y con prudentes consejos para el porvenir. Precisamente, en virtud de esta acción de libertad pacífica, la Iglesia llegaría a gozar de un período de paz de dieciséis años. La actualidad de este mensaje para nosotros y para nuestro tiempo está expresada en la antífona del Magníficat en las vísperas, donde se canta: "En toda la Iglesia, Pedro afirma cada día: 'Tú eres el mesías, el Hijo de Dios vivo'". El testimonio de este papa, promotor de la unidad eclesiástica en torno a la fe del misterio cristológico, es creador de paz y de fidelidad si también nosotros escuchamos a Pedro, que sigue proclamando la fe en el magisterio de sus sucesores. "Como vale para siempre lo que Pedro creyó de Cristo, así dura para siempre lo que Cristo depositó en Pedro" (sermón del día de la elección). De León Magno, además del texto para su memoria, se leen veinticuatro textos: de las Cartas, dos textos (Sant. 25-HI; fer. de adv. 17-XII); de los Sermones, diecisiete fragmentos (navidad del S.; Sant. 16-VII; oct. nav. 31 -XII; viern. V sem. T.O.; epifanía; juev. de cen.; mart. IV sem. de cuar.; mart. V sem. de cuar.; miérc. II sem. de P.; juev. IV sem. de cuar.; miérc. VI sem. de P.; juev. VI sem. de P.; II dom. de cuar.; Sant. 18-XI; lun. XXXIV sem. T.O.; Sant. 22-11; Com. past. y doct.); del Sermón sobre las bienaventuranzas, cinco textos (juev. XXH sem. T.O.; viern. XXII sem. T.O.; sáb. XXII sem. T.O.; XXÜI dom. T.O.; lun. XXIII sem T.O.).
466 San Martín de Tours 11 de noviembre SAN MARTÍN DE TOURS, obispo (317-397)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Martín de Tours, muerto en Candes (cerca de Tours) el 8 de noviembre del año 397 y enterrado en su ciudad episcopal, se difundió en Roma desde el siglo vm y en toda la alta Edad Media el día de su sepultura (11 de noviembre), con un culto tan extendido en Galinaria que, en tiempo de san Gregorio de Tours (su biógrafo, dos siglos después de Sulpicio Severo), era el único patrono de Francia. Martín, nacido en el año 317 (sólo tres años después del edicto de Milán), según la Vida escrita por Sulpicio, en Panonia (Sabaria, Hungría), de un tribuno romano, fue educado en Pavía; luego hubo de enrolarse en la guardia imperial. En el año 334 se recuerda su gesto más conocido: la entrega de la mitad de su capa a un pobre en la puerta de Amiens. En el año 337 fue bautizado, después de seis años de catecumenado. Atraído por Hilario de Poitiers, aceptó ser únicamente exorcista (y no diácono). Durante el destierro de Hilario (a causa de los arrianos), Martín volvió a Panonia, donde convirtió a su madre. Fue primeramente a Iliria, y después a las cercanías de Milán; por último, a la isla de Gallinara (Alassio, en la costa ligur), para entrar en la vida monástica, pero lo rechazó el obispo arriano. A la vuelta de Hilario, regresó a Poitiers, y después hizo vida eremítica en un eremitorio, que se convirtió en el monasterio de Ligugé (el más antiguo de toda Europa), al objeto de conciliar la vida eremítica con la evangelización de la campiña. Tras resucitar a un catecúmeno, hecho que le ganó fama de taumaturgo, fue elegido obispo de Tours en el año 371, dedicándose, con el apoyo del emperador Graciano (375-383), a la evangelización misionera incluso en las regiones más distantes de su Iglesia; demoliendo los templos paganos y enviando monjes sacerdotes del monasterio que había fundado en el año 375 en Marmoutiers, junto a la sede episcopal. Convirtió a Paulino de Bordeaux (que luego llegaría a obispo de Ñola), Sulpicio Severo y muchos otros, atraídos a su monasterio, que fue siempre el lugar ideal de su vida monástica y centro del movimiento monástico galo-franco a lo largo de los siglos.
11 de noviembre 467 Por sus valientes intervenciones ante los agentes imperiales, Martín contribuyó (como Ambrosio en Milán) a establecer un derecho de control por parte de la Iglesia sobre el Estado en nombre del evangelio. Tuvo que sufrir perversos ataques de obispos (por su capitulación hecha en Tréveris, comulgando con los obispos perseguidores que habían hecho asesinar a algunos priscilianos recurriendo al poder civil) y de sus sacerdotes, que no compartían el estilo de vida austero del clero formado por él, así como por las rivalidades de supremacía entre las diferentes Iglesias (Arles y Vienne, con la intervención de Marsella). Mientras se dirigía a una parroquia rural a pacificar al clero dividido, fue sorprendido por la muerte. Con los brazos elevados al cielo en actitud de plegaria pronunció estas palabras: "Tú (demonio), maldito, no encontrarás en mí nada que te pertenezca; el seno de Abrahán está para recibirme". La iconografía y el folclore de la tradición agrícola han contribuido a hacer de Martín uno de los santos más populares y amados. En su fiesta, que se celebra ya avanzado el otoño, con un recuerdo implícito del período en que el imperio romano estaba para desaparecer, cuando el sol está cubierto por las nieblas, la tradición popular agrícola ha inventado un milagroso verano de san Martín, porque en la naturaleza que se despoja de árboles y hojas el vino nuevo degustado tras la vendimia simboliza el fruto de las virtudes cristianas.
2.
Mensaje y actualidad
Las oraciones de la misa son en parte nuevas (se exceptúa la oración sobre las ofrendas, tomada del misal tridentino, que reproducía el texto del misal de la capilla papal del siglo xiv), porque las anteriores, que eran propias, se habían convertido en comunes para los confesores (así como quizá el himno del siglo vm Iste confessor). a) La colecta, elaborada en base a los pasos de la Vita Martini, que se usan también en las antífonas de la liturgia de las horas, pone de relieve ante todo que "Dios ha sido glorificado con la vida y la muerte de san Martín", y ruega que renueve también "en nuestros corazones las maravillas de su gracia, para que ni la vida ni la muerte puedan apartarnos de su amor". En efecto, Martín (quizá diminutivo de Marte, dios de la guerra) aparece como el tipo completo de la santidad, porque fue monje y al mismo tiempo obispo, misionero y taumaturgo, que
468 San Martín de Tours
proponía que el modelo de la vida ya no era el mártir, sino el confesor, cuyo testimonio consistía en la ascesis monástica vivida entre el pueblo. En esta "vida confesora", que es la nueva forma de martirio ("militia Christi"), el primer acto simbólico es el gesto realizado por Martín camino de Amiens: Cristo, cubierto con la mitad de la capa militar dada al pobre, le hizo oír en sueños estas palabras: "Martín, todavía catecúmeno, me ha cubierto con esta capa". Su acción misionera se extendió más allá del país de los turones, especialmente en el campo (dividido en grandes posesiones, donde la gente vivía en aldeas: "vici"), hasta el punto de que en las tradiciones del alto medievo su presencia es señalada en todos los rincones de Francia. Así, fundando monasterios (en general pequeños), que se convirtieron en hogares de vida cristiana para aquellos que deseaban vivir conforme a sus ejemplos, contribuyó a la evangelización de la Galia rural en los siglos iv y v. El tema del descubrimiento de Cristo en los hermanos pequeños, evocado por el evangelio y la antífona de la comunión (Mt 25,31-40), se asocia al otro tema del testimonio de la muerte, relatada por su biógrafo según el modelo de la vida de Pablo ("Mihi vivere Christus est..."), como recuerdan las antífonas de las vísperas. Así Martín, "gloria de los sacerdotes" (tercera antífona de las vísperas), frente al clero y al pueblo apenados por su partida y temerosos de los lobos rapaces para la grey, no hizo ninguna opción para sí, porque "no tembló ante la muerte ni rechazó la vida" (primera antífona); y, a punto de morir, dijo: "Señor, si aún soy necesario a tu pueblo, no rehuyo el trabajo; hágase tu voluntad". Por eso Martín, "con los ojos y las manos continuamente levantados hacia el cielo" (segunda antífona de los laudes), "pobre y humilde, entró en el cielo cargado de riquezas" (tercera antífona de los laudes). Por eso mismo la antífona del Magníficat en vísperas puede cantar: "¡Oh bienaventurado pontífice, que amaste con todo tu corazón a Cristo rey y no temiste los poderes de este mundo! ¡Oh alma santísima, que, sin haber sido separada de tu cuerpo por la espada, has merecido, sin embargo, la palma del martirio!" Justamente su vida, encerrada entre estos dos momentos: el inicial (del catecúmeno) y el terminal (de la muerte), es el prototipo del confesor (cf el himno de vísperas, donde junto a las virtudes de su vida se mencionan los milagros cumplidos sobre su tumba) en un tiempo de libertad religiosa en que el testimonio pasaba del martirio a la vida entera. b) La oración sobre las ofrendas nos hace pedir: "Santifica,
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Señor, los dones que te presentamos con gozo en la fiesta de san Martín; que ellos orienten nuestra vida en medio de los bienes y males de este mundo". Se evocan aquí los viajes de aquel que, contemporáneo de san Ambrosio, emuló su celo, convirtiéndose en uno de los fundadores de la Iglesia de la Galia. En efecto, con valentía de estilo militar (no olvidaba su primera militancia de soldado) luchó contra la herejía, la idolatría y cualquier otra forma de superstición, encontrando obstáculos y fracasos. Por ejemplo, cuando, al volver a Panonia, logró convertir a su madre y no a su padre, que permaneció pagano, y hubo de abandonar su pueblo tras muchas humillaciones, incluida la fustigación por parte de los arríanos; cuando en Milán, proponiéndose llevar vida eremítica en la periferia de la ciudad, fue expulsado por el obispo arriano Auxencio. En el oficio de lectura, donde se lee el relato de Sulpicio Severo sobre su muerte, somos invitados a admirar esta paz incluso ante la muerte, narrada en una dimensión eclesial: no se negó a partir para aquella embajada de paz a Candes, aunque no desconociese el fin de sus días, y dialogaba con su pueblo y con su clero: "Dejad, hermanos, dejad que mire al cielo y no a la tierra, y que mi espíritu, a punto ya de emprender su camino, se dirija al Señor". c) Así este santo obispo, que en el himno de laudes (de Odón de Cluny, f 943) es llamado "igual que los apóstoles" (primera estrofa) y que fue "famoso por sus milagros" (tercera estrofa: vació el infierno, chaos, tres veces), es invocado en la oración después de la comunión para que "también nosotros vivamos el gozo de ser verdaderamente de Dios". Martín fue un monje perfecto, porque estaba totalmente dedicado a la lectio divina, que es la obra principal de la vida monástica. En el responsorio de la lectura hagiográfica se lee: "¡Oh tú, verdaderamente dichoso, en cuyos labios no hubo engaño, que a nadie juzgaste, a nadie condenaste! Nunca se encontró en su boca otra cosa que Cristo, la paz y la misericordia". Este asceta y apóstol, hombre de oración, que cumplió el precepto evangélico dando parte de su capa a quien no la tenía; que mientras celebraba la misa se despojó rápidamente para vestir a un mendigo; que condenó las tesis priscilianistas, pero fue comprensivo con los descarriados; que hizo innumerables milagros (por ejemplo, el beso con que curó a un leproso en París), pero siempre por caridad, se nos presenta también hoy como un modelo actual. "Soldado a la fuerza, obispo por deber, monje por elección", nos recuerda que abandonarse a la volun-
470 San Martín de Tours tad de Dios significa arrepentirse siempre de las propias debilidades. Así hizo Martín cuando se reprochó toda la vida el compromiso de haber comulgado con aquellos obispos indignos y crueles: temiendo que se promulgaran otras sentencias capitales, cedió al emperador, que no quiso revocar los decretos de muerte a menos que participara en la consagración del nuevo obispo, Félix. En los comienzos del período constantiniano de la Iglesia imperial y de la religión de Estado, Martín es un ejemplo de coherencia: sentado a la mesa con el emperador, prefirió pasar el cáliz a un sacerdote suyo antes que al mismo emperador.
Prefacio (MAH, 252) En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, oh Dios todopoderoso y eterno, y ensalzarte por la santa vida del obispo Martín, que fue discípulo glorioso de tu Hijo Jesucristo. Con deseo ardiente se preparaba todavía para el bautismo y ya sabía demostrar con generosidad ejemplar la caridad con los pobres. Abandonados los dudosos honores de la milicia terrena, con la humildad de la profesión monástica se puso al servicio del rey único del universo. Y cuando tu benevolencia lo hizo pastor de tu grey, inmediatamente la pasión por la verdadera fe y el amor por tu Iglesia le convirtieron en ejemplo claro y fúlgido modelo de toda justicia.
12 de noviembre 471 12 de noviembre SAN JOSAFAT, obispo y mártir (1580-1623)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Josafat, asesinado en Vitebsk (Bielorrusia o Rusia blanca) el 12 de noviembre de 1623, canonizado en 1867 e inscrito en el calendario en 1882, nos hace vivir una de las páginas más dramáticas del ecumenismo. En efecto, la venganza del rey por el delito de su muerte, motivado por el odio a su empeño de unir a los eslavo-rutenos a la Iglesia romana, fue despiadada y cruel (veinte decapitaciones de los jefes y condena de otros centenares), en un país como el polaco, bajo el serenísimo y devoto Segismundo III, donde los factores políticos se mezclaban con los religiosos. Juan Kuncewicz, nacido de familia fiel a la ortodoxia (separada), se convirtió a la Iglesia católica rutena unida, después de abandonar el comercio en Vilna, centro intelectual y religioso de los rutenos (que habían sido evangelizados por los griegos), los cuales, tras el cisma de Focio (siglo X) y de Miguel Cerulario (1054), se habían separado de Roma para unirse a Bizancio. Uniéndose a los jesuítas, comprendió que sólo los monjes, como ascetas y cultivadores de la liturgia, podían convertir a los hermanos rutenos, que habrían podido unirse con los católicos, que ya desde el siglo XIV, bajo el dominio de la católica Polonia, habían creado diócesis latinas. En efecto, en un sínodo ruteno, celebrado en Brzese (Brest-Litovsk), habían decidido la reunión de la Iglesia rutena con Roma (1595) con la aprobación de Clemente VJJI. Juan entró en 1604 en el convento de los basilianos de la Santísima Trinidad en Vilna, tomando el nombre de Josafat, y con su amigo Rutski (metropolitano más tarde) emprendió la reforma de los basilianos. Se dedicó a la predicación para convertir a los hermanos separados, componiendo un libro apologético que recogía sólo textos eslavos para la defensa de la unidad de la Iglesia (1617). Estamos en un contexto en el que tres Iglesias se repartían los países rutenos: los católicos latinos; los cismáticos griegos con sus poderosas confraternidades, que recibían el apoyo de Constantinopla y Moscú, y los católicos del rito uniata griego (mal vistos por muchos polacos, que desdeñaban las largas ceremo-
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nias orientales y al clero casado e ignorante). El nuevo religioso, que era el primer novicio del primer monasterio basiliano unido (el de la Santísima Trinidad), fue luego superior (igúmenos) y archimandrita. Ordenado coadjutor del arzobispo de Polotsk y luego sucesor en la sede episcopal (1617), Josafat, que vivía en un país cercano a Moscovia, donde había muchos cismáticos, sintió que su vocación era la de difundir la fe católica entre los rutenos, prodigándose durante diez años de manera incansable, tanto con sínodos y sanciones contra el clero indigno como con catequesis. Por ello suscitó violentas reacciones en la nobleza rutena, suplantada en la nómina de los beneficios eclesiásticos; en la burguesía, apegada al rito nacional, que temía la introducción de los usos latinos (la nobleza rutena se había pasado al rito latino), y también en el pueblo, indiferente a las cuestiones de jurisdicción teórica y refractario a la modificación litúrgica romana, considerada como una traición. La ofensiva, que partía del patriarca bizantino de Jerusalén Teófanes III, de viaje hacia Ucrania hacia 1621, que había hecho consagrar a un metropolitano y a obispos cismáticos para todas las diócesis rutenas, encontró en el mismo gran canciller de Lituania (León Sapieha) un aliado contra Josafat, acusado de comprometer la paz social en un momento en que también Polonia, amenazada por los turcos y por Suecia, tenía necesidad de la ayuda de sus grandes vecinos ortodoxos. Por esta sospecha, que Josafat trató de disipar con la defensa de los uniatas (el fanatismo cismático se había impuesto también en Vitebsk con una revuelta), fue bárbaramente asesinado por un grupo de facinerosos, instigados por los nobles y por disidentes griegos, cuando, después de haber asistido a los maitines en la catedral, había vuelto a casa. El cuerpo fue arrojado al río Dvina, con su cilicio lleno de piedras al cuello. Su cuerpo es venerado ahora —tras varios traslados— en la basílica vaticana bajo el altar de san Basilio. 2.
Mensaje y actualidad
Las tres oraciones ponen de relieve el sacrificio de este mártir de la unidad de los cristianos, denominado por sus mismos adversarios "ladrón de almas". a) La colecta invoca al Señor para que "avive en su Iglesia el Espíritu que impulsó a san Josafat, obispo y mártir, a dar la
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vida por su rebaño, y nos conceda, por su intercesión, que este mismo Espíritu nos dé fuerza a nosotros para entregar la vida por nuestros hermanos". Este mismo valor en ofrecer su vida fue el distintivo de toda su obra, acompañada por sermones y escritos. Además de la formación del clero, con frecuencia ignorante y venal (o casado en segundas o terceras nupcias), por el que hacía una apasionada súplica ("Por el Dios inmortal, nosotros suplicamos a nuestros sacerdotes..."), compuso un Catecismo elementalpara su pueblo: promulgó cánones sinodales, restauró monasterios, persiguió a los detentores de los bienes eclesiásticos y defendió la ortodoxia con gran celo, hasta recurrir al poder temporal para tutelar los derechos de los rutenos unidos a la Iglesia católica. Cuando los bandidos allanaron su casa, defendió a sus familiares amenazados y golpeados, diciendo a sus verdugos: "Dios esté con vosotros, hijos míos; ¿por qué herís a mis siervos? Si tenéis algo contra mí, aquí estoy". Y antes de morir, cuando cayó bajo los golpes del hacha y de la espada, dijo a los cismáticos: "Vosotros me odiáis a muerte, y yo os llevo en mi corazón y me alegraría mucho el morir por vosotros". b) En la oración sobre las ofrendas el acento se desplaza sobre nosotros, para que "Dios fortalezca a su pueblo en la fe, que confirmó a san Josafat con el derramamiento de su sangre". En efecto, fue mal interpretado por sus adversarios, que creían que quería latinizar a los rutenos uniatas, cuando de hecho, conocedor sólo de las lenguas eslavas y no del latín, no quiso jamás renunciar para sí y para sus fieles a las costumbres eslavo-bizantinas y a la religiosidad oriental. La verdadera fe, pues, defendida en aquel contexto histórico difícil, en el que muchos creían que lo católico y latino eran la misma cosa. Su obra sobre la defensa de la unidad de la Iglesia (1617) era la expresión de la justa concepción de la ortodoxia, que no estaba ligada a la cultura latina con preferencia a la griega o eslava. El fragmento de la encíclica Ecclesiam Dei, de Pío XI, para el tercer centenario del martirio de Josafat (1923), que nos ofrece el oficio de lectura, recuerda esa justa posición ecuménica: "... entretanto, preocupado principalmente por la unión de sus conciudadanos con la cátedra de Pedro, buscaba por doquier toda clase de argumentos que pudieran contribuir a promover y confirmar esta unidad, sobre todo estudiando atentamente los libros litúrgicos que, según las prescripciones de los santos Padres, usaban los mismos orientales separados". c) La oración después de la comunión hace referencia ex-
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474 San Josafat plícita al tema ecuménico, pidiendo "que, a ejemplo de san Josafat, gastemos generosamente nuestra vida por la extensión y la unidad de la Iglesia". Este ladrón de almas, aunque sin violencia, que defendió la Iglesia uniata mal vista por la nobleza por considerarla demasiado democrática, con su utopía de querer unir a griegos y latinos de todas las clases, frente a la actitud permisiva del gran canciller de Lituania supo defender a su Iglesia con valentía, sabiendo perfectamente que su fidelidad al rito oriental era interpretada como una hipocresía, siempre con el recelo de aquella latinización que sin duda algunos fautores de la unión podían buscar. El hecho de que él, desde el tiempo en que trabajaba como aprendiz de comerciante en Vilna, frecuentara el mísero monasterio de la Trinidad, en lugar de la iglesia ortodoxa, mucho más frecuentada y organizada, y de que luego pidiera entrar en este monasterio casi en estado de total abandono, demuestra su preferencia no sólo por el tipo de vida monástica oriental, sino también por la fe católica, considerada por él como único camino hacia Dios. Quiso instaurar un método más fácil para hacer participar a los fieles en las celebraciones festivas litúrgicas, con gran fidelidad a las prescripciones del rito oriental, que habían de observarse incluso si no había un solo fiel en la iglesia. Un monje que se resistió tenazmente a la elección episcopal, querida por su amigo Rutski, por espíritu de humildad, y que llegó a empeñar el palio obispal para socorrer a una viuda, no puede ser tachado de antiecumenismo; tanto más cuanto que, poniendo en práctica la idea de la colegialidad episcopal, cuidó los intereses religiosos incluso más allá de los confines de sus obispados reunidos (Polotks, Witebsk, Mstislaw). Si acudió a la ayuda de la autoridad secular, no abusó nunca de este derecho considerado por él como deber; más aún, no cesó jamás de amar a sus adversarios. La actualidad ecuménica de este mártir de la unidad católica que, remitiéndose a la doctrina de los Padres (Ambrosio y Crisóstomo), luchó contra toda tentativa de ceder las iglesias católicas a los ortodoxos, debe prescindir de las lamentables reacciones a la hora de su muerte, que llevaron a la feroz represión que privó a su ciudad de sus derechos y de sus privilegios; por ello no puede ser valorada con los criterios de su tiempo, en el que el sínodo ruteno de 1595 (en el que estaban presentes observadores ortodoxos de Moscú) no parecía animado por ese espíritu ecuménico que nosotros hemos restablecido hoy con el concilio Vaticano U. Mas sigue siendo válida
para nosotros su aspiración a la unidad de las Iglesias, buscada con el diálogo entre hermanos separados, en el respeto absoluto de la diversidad de los ritos y tradiciones, afirmando con humildad pero sin concesiones que la fe católica nos exige a nosotros los occidentales la relativización del rito romano, así como a los ortodoxos el reconocimiento de que la liturgia oriental no es un monopolio de las Iglesias ortodoxas ahora separadas.
15 de noviembre SAN ALBERTO MAGNO, obispo y doctor de la Iglesia (1206-1280)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de san Alberto, muerto en Colonia el 15 de noviembre de 1280, canonizado y proclamado doctor de la Iglesia en 1931, inscrito en el calendario en 1932, nos presenta una figura de científico medieval, de filósofo y teólogo situado en la encrucijada de dos siglos, XII-XIII, que nos han dado a santo Tomás y a san Buenaventura. Nacido en Lauingen (Baviera) en 1206, a los dieciséis años fue a Bolonia (1222), donde apenas un año antes había muerto santo Domingo (enterrado en San Nicolás de le Vigne, en el corazón de la primera universidad) y donde tal vez pudiera oír las predicaciones de Jordano de Sajonia, la "sirena de las escuelas". Aquí hizo voto de ser dominico (según la interpretación de una carta de Honorio III a un estudiante de Bolonia). Trasladado a Padua, recibió en 1229 el hábito de los predicadores de manos del maestro general (Jordano de Sajonia), que escribía a la boloñesa Diana de los Ándalo que había logrado pescar a diez estudiantes durante su predicación, "entre ellos a dos teutones, y uno de éstos tenía muchas rentas y era verdaderamente noble de cuerpo y de espíritu". Enviado a Colonia (en 1228), punto de encuentro de las grandes vías de comunicación de los pueblos del noroeste de Europa, Alberto supo ambientarse en la problemática de adaptar las teorías de Aristóteles y Averroes (condenadas en 1231 por Gregorio DC, en favor del
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pensamiento platónico-agustiniano) al pensamiento cristiano, tratando de utilizar también la especulación judía de Moisés Maimónides. Ya en 1238 enseñaba en Colonia, luego en diversos centros de Alemania (Hildesheim, Friburgo de Brisgovia, Ratisbona, Estrasburgo) y por fin en París en 1245. Aquí tuvo como discípulo en 1248, entre los estudiantes llegados de veinte naciones, también a Tomás de Aquino (en el convento de Saint Jacques). Así, de 1240 a 1248, pudo acumular una información enciclopédica a la que le inclinaba su genio, encontrando no pocas oposiciones por su tendencia aristotélica (comentaba a Dionisio y la Ética a Nicómano, de Aristóteles). Se dice que elogió a Tomás con estas palabras: "Ahora, hijo mío, tú eres un clérigo (o estudioso) mejor que yo". El doctor "in sacra pagina" (como se decía entonces para la teología) llegó a rector del estudio general de Colonia (del que luego, en el siglo XIV, nació la universidad de la ciudad), e intervino en 1252 para oponerse a la opresión feudal del arzobispo en favor de su ciudad. De 1252 a 1257 fue provincial de la provincia teutona, consiguiendo armonizar las dos tendencias más opuestas en la naciente orden, a saber: ascetismo y estudios. En 1256, en la corte pontificia, ante Alejandro IV en Anagni, defendió con san Buenaventura la causa de las órdenes mendicantes contra los ataques de Guillermo de Sant'Amore, adalid de los seculares, que se veían amenazados por la competencia desleal de los mendicantes en las cátedras doctorales, porque éstos no habrían podido conciliar estudio y pobreza (según esta teoría, el clero regular era un verdadero peligro). En 1260, Alberto hubo de aceptar a los sesenta y siete años, por orden del papa, el obispado de Ratisbona, donde se reveló como obispo celoso y austero también por la penitencia (el "obispo de las botonas"). Pero dos años después dimitió y aceptó ir a predicar la cruzada a los países de lengua alemana; es decir, Alemania, Bohemia, Würzburg y Estrasburgo; la cruzada era considerada necesaria después de que los sarracenos se volvieran a apoderar de Jerusalén (1244) y la expedición de Luis IX (1245) resultara poco eficaz. Tras la muerte del papa en 1264, volvió a Colonia, donde reinició la enseñanza y logró hacer retirar el entredicho conminado por el legado del papa Clemente IV sobre la ciudad. En 1274, después de enterarse de la muerte de Tomás de Aquino, participó en Lyon en la reunión de las Iglesias orientales, pronunciando un discurso. Y en 1277, cuando el obispo de París (S. Tempier) condenó ciento diecinueve tesis peripatéticas, en-
tre ellas también muchas tomistas (poco después censuradas incluso en Oxford), fue a defender en la universidad francesa las tesis de su discípulo predilecto. En 1279 hizo testamento. En él dejaba todo para la beneficencia y sus libros para los dominicos de Colonia. Murió al año siguiente, y fue sepultado en su iglesia.
2.
Mensaje y actualidad
a) La colecta ha sido modificada para trazar la fisonomía de este "patrono de los cultivadores de las ciencias", como lo declaró Pío XII en 1941 (llamado también "doctor universal"). En efecto, se invoca al Señor: "Tú que has hecho insigne al obispo san Alberto Magno porque supo conciliar de modo admirable la ciencia divina con la sabiduría humana, concédenos a nosotros aceptar de tal forma su magisterio que, por medio del progreso de las ciencias, lleguemos a conocerte y a amarte mejor". Al enseñar la filosofía como ciencia independiente, pero ancilla de la teología, ante todo abrió el camino al método escolástico más auténtico; luego contribuyó con clarividencia a reconocer en las ciencias un medio eficaz para hacer vanas ciertas imaginaciones especulativas que se confundían a menudo con la teología, considerando las artes liberales indispensables también para el estudio de la Escritura. Precisamente por la convicción de que entre ciencia y fe hay distinción, pero no contradicción, Alberto no renunció a ninguna observación o experimentación; tanto que se le tomó por alquimista o por un mago que se dedicaba a las ciencias ocultas (¡había construido automatismos de una prodigiosa perfeccción!), lo que retrasó su canonización. También la decidida defensa de santo Tomás, hasta el punto de ir a París en edad avanzada para defenderlo, como asimismo su capacidad de asimilar la cultura latina, árabe y hebrea, prepararon el camino tanto a los místicos con su teología, donde la nota afectiva siempre es perceptible, como a los científicos modernos (su pseudofama de mago le haría precursor de la cibernética moderna). Justamente podemos acudir a su enseñanza de científico total de una sabiduría mística, por lo que pedía a Dios: "Querría ser un hombre grato a tu voluntad". En la frase conclusiva del comentario a las palabras de la institución eucarística, presentada por el oficio de lectura, se lee: "Es lo más parecido a la vida eterna que se nos podía
478 San Alberto Magno mandar. La vida eterna viene a ser una continuación de este sacramento, en cuanto que Dios penetra con su dulzura en los que gozan de la vida bienaventurada". La grandeza de este doctor, que se ha merecido el título de "Magno", consiste en haber sido uno de los geniales constructores de la Europa de su tiempo, contribuyendo a salvar su unidad política cuando hizo aprobar por el papa, en Lyon, como rey alemán (1273) a Rodolfo de Habsburgo. Luego, a través de sus viajes a las distintas universidades, donde reunía a estudiantes de diversas naciones en torno a su cátedra, dio una impronta religiosa a la cultura, centrada entonces en la filosofía y en la teología, y también a la incipiente búsqueda del método de observación de los fenómenos naturales (especialmente en la biología). Además, introduciendo el método de combatir con las mismas armas (por ejemplo, de la filosofía aristotélica) los errores de sus adversarios (del pensamiento árabe defendido por Sigerí de Brabante), contribuyó a la fundación de aquel procedimiento "comprensivo" que nos lleva a estimar que toda ciencia humana experimental (o del espíritu), aun siendo objetiva, no puede prescindir de la comprensión de la mentalidad y de los argumentos de los temas estudiados. Por fin se deben recordar sus constantes acciones de mediación social, como arbitro de conflictos: en 1252, en 1256 y en 1264 en Würzburg, y también en Colonia por tercera vez en 1279-1274. Esta frase sigue siendo actual para nosotros: "Vete tú mismo a Dios; te será más útil que enviar a todos los santos que están en el cielo". Es decir, en la búsqueda del bien social y cultural, la importancia de la relación directa con Dios es insustituible.
16 de noviembre 479 16 de noviembre SANTA MARGARITA DE ESCOCIA (1046-1093)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de la reina de Escocia, muerta en Edimburgo el 16 de noviembre de 1093, es trasladada ahora a su dies natalis de la fecha establecida por una errónea lectura del 19 de junio (se leyó 10), en la que se celebró su canonización (1250). Nacida en 1046/7 en Hungría, donde su familia estaba desterrada cuando en el trono de Inglaterra se sentaba el rey danés Canuto, en 1057 pudo volver a su patria tras la muerte de éste y el regreso de Eduardo (luego santo), hermanastro de su padre. Hubo de huir luego a Escocia con su familia a causa de la lucha entre Guillermo de Normandía (los normandos tenían gran prestigio frente a la influencia danesa) y Harald, jefe del partido anglosajón-danés (caído en la batalla de Hastings). En Escocia estaba en el poder el cruel Malcolm III, llamado el sanguinario (había exterminado a los seguidores de Macbeth, que había asesinado a su padre y usurpado el trono), que pidió por, esposa a Margarita. Ella aceptó por las súplicas de su familia (1070). Habiendo llegado a reina de Escocia, fue una esposa tan ejemplar que logró hacer abandonar al rey sus costumbres salvajes, no permitiendo conversaciones malvadas ante el rey y transformando las relaciones cortesanas. Tuvo seis hijos, dos de ellos santos (David, por aclamación popular, y Edith, que llegó a reina de Inglaterra con el nombre de Matilde). Hizo convocar un concilio escocés (según la Vida escrita por el monje-confesor Teodorico de Dumferline), donde fueron eliminadas las desviaciones heredadas de la evangelización irlandesa (la celebración de la misa acompañada por ritos profanos, los matrimonios entre parientes próximos) y reintroducidas las prácticas romanas, como el comienzo de la cuaresma el miércoles de ceniza, la práctica de la comunión pascual y del descanso dominical. Margarita se mostró en este concilio también teóloga: en efecto, en el conflicto sobre la cuestión de si el hombre pecador podía atreverse a pesar de todo a recibir el cuerpo de Cristo, ella afirmó que, aun siendo todos pecadores, podemos recibir la comunión en la fe tras la confesión y la
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480 Santa Margarita de Escocia penitencia, porque se nos perdonan los pecados. En los tiempos de adviento y de cuaresma seguía un régimen de gran austeridad y de plegaria incluso nocturna; y, según su biógrafo (Teodorico), hizo erigir monasterios, iglesias y albergues para los viajeros, rescatando también a prisioneros ingleses detenidos en Escocia. Preanunciando su muerte, murió a tan sólo cuatro días de la muerte en el campo de batalla (contra Guillermo el Rojo de Inglaterra) de su marido y su hijo; y a las palabras "Libera me" (en la oración antes de la comunión del "Domine Jesu Christe, Fili Dei vivi...") expiró. El culto espontáneo de la reina, declarada patrona de Escocia por Clemente X en 1673, por parte del pueblo fue extendido a la Iglesia universal en 1693. En 1251 se hizo la traslación de sus reliquias, que ahora se han perdido.
2. Mensaje y actualidad La colecta ha focalizado la espiritualidad de esta reina, que favoreció la vida religiosa e incrementó la cultura y la educación popular de su país. En efecto, pide: "Señor, Dios nuestro, que hiciste de santa Margarita de Escocia un modelo admirable de caridad para con los pobres, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo su ejemplo, seamos nosotros fiel reflejo de tu bondad entre los hombres". De hecho, ella no sólo fue una esposa ejemplar, que concilio el amor conyugal y familiar con su intensa vida religiosa (rezo de varios oficios litúrgicos al día y participación en distintas misas privadas antes de la misa solemne), sino que también fue una gran promotora de obras de misericordia: cada día servía a veinticuatro pobres (lavando los pies a seis antes de la comida), y en adviento y cuaresma, incluso a trescientos, repartiendo limosnas con gran generosidad. El culto popular, casi inmediatamente después de su muerte, fundado en el recuerdo de esta generosidad para con los pobres y los enfermos, a quienes servía siempre personalmente, hizo de ella un personaje siempre presente en la historia británica; tanto que incluso hoy, durante el rito de la coronación en la catedral de Westminster, el rey o la reina que va a recibir la corona debe responder a la pregunta de si es descendiente de Alfredo el Grande, de quien Margarita es la última princesa de la estirpe. Ella es asimismo la antepasada de todos los reyes ingleses, ya que su hija Matilde casó con el hijo más joven de Guillermo el Conquistador, que se coronó rey con el
título de Enrique I. Su amor al evangelio puede ser documentado entre otras cosas por un feliz descubrimiento; en efecto, en un manuscrito de un evangelio del siglo XI recuperado por la biblioteca Bodleiana de Oxford (1887), se ha dado con el mismo libro que, según la narración de la Vida de Turgot, habría sido milagrosamente preservado de caer en las aguas de un torrente, después de que la santa reina lo adquiriera a precio muy elevado. La actualidad de esta figura nos la ofrece la lectura del oficio de las horas, con el fragmento de la constitución Gaudium et spes (n. 48), donde se ilustra la santidad de la vida familiar y conyugal: "Por eso la familia cristiana, cuyo origen está en el matrimonio, imagen y participación de la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia, manifestará a todos la presencia viva del salvador en el mundo y la auténtica naturaleza de la Iglesia, ora por el amor, la generosa fidelidad, la unidad y fidelidad de los esposos, ora por la cooperación amorosa de todos sus miembros". Frente a la crisis familiar actual, esta reina, esposa y madre, que supo transformar a su marido y hacer de su corte una continua manifestación de la caridad para con los pobres y los enfermos, puede seguir anunciando que la santidad es siempre posible, incluso en condiciones sociales tan diversas como las de hoy. Su profunda humildad, tanto en los hechos como en las palabras, que le hacía rogar que la manifestaran sus defectos para poderse corregir de los mismos con más facilidad, permanece como un signo luminoso de auténtica perfección evangélica.
16 de noviembre SANTA GERTRUDIS, virgen (1256-1302)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de santa Gertrudis, muerta en la abadía de Helfta (junto a Eisleben, en la Turingia septentrional) el 17 de noviembre de 1301/2 y que sin canonización formal fue inscrita primero en el martirologio (en 1678) y después en
482 Santa Gertrudis el calendario romano (en 1738), ha sido anticipada por la coincidencia con la memoria siguiente. Nacida en 1256, Gertrudis entró a los cinco años en el monasterio de Helfta (fundado en 1229), que tenía la regla benedictina con la adopción de algunos usos cistercienses, donde fue educada en todas las artes del tiempo (letras clásicas, canto, bordado y miniatura) bajo la dirección de la abadesa Gertrudis de Hackeborn (hermana de santa Matilde). A los veintiséis años, por intervención divina, fue introducida en la vida contemplativa y mística, atraída por la espiritualidad litúrgica propia de la regla benedictina y por la espiritualidad de san Bernardo; en el amor hacia el misterio de la encarnación bajo la imagen del sagrado corazón, y hacia la eucaristía (aconsejó la comunión frecuente). Sus obras son: el Legatus divinae pietatis, en cinco libros, de los que sólo el segundo es de su mano, y los Exercitia, que son meditaciones sobre las grandes horas de la vida cristiana y monástica. Sólo en 1536 fueron redescubiertas sus obras y la piedad gertrudiana fue dada a conocer en Europa; dos siglos más tarde fue reavivada, en concomitancia con la difusión del culto del sagrado corazón. En una carta de indulgencia colectiva para san Ansgario de Brema, en 1360, se hace mención de la fiesta de santa Gertrudis. 2. Mensaje y actualidad a) La colecta, modificada en la parte final de la intercesión, hace referencia a dos temas esenciales que configuran a esta gran mística medieval alemana. En la primera frase se pide: "Oh Dios, que hiciste del corazón de tu virgen santa Gertrudis una gozosa morada para ti, por su oración y sus méritos, ilumina las tinieblas de nuestro corazón". La experiencia que ella hizo de unión tan íntima con Cristo fue tal, que Jesús mismo declaró a la maestra de noviciado (santa Matilde): "Si me quieren hallar, buscadme en el corazón de Gertrudis". En la visión que tuvo a los veintiséis años, cuando se convirtió, despidiéndose incluso de sus estudios y del arte (en la abadía había un famoso escritorio de miniatura y caligrafía) para abandonarse al amor de Dios, cuenta que Cristo, apareciéndosele, le dijo: "Te quiero salvar y liberar. Hasta ahora has comido con mis enemigos el polvo de la tierra y absorbido de las espinas terrenas algunas gotas de miel. Ven a mí, que te quiero embriagar en el río de mis divinas delicias". Y como entre ella y el Señor se hubiera interpuesto un espeso seto de espinas, Jesús lo levantó
16 de noviembre 483 y le hizo ver de cerca las heridas de las manos, resplandecientes como joyas, tomándola después por la mano. "Desde entonces en adelante mi alma se sintió alegre y serena, y empecé a seguir el perfume de tus bálsamos, y comprendí pronto que el yugo de tu amor, que antes me parecía insoportable, es suave y ligero". Esta monja, que fue justamente llamada "la Grande" (para distinguirla de eventuales homónimas), por las revelaciones que el Señor le hizo de su corazón se anticipó, ya en el siglo Xin, a los grandes apóstoles de la devoción al corazón de Jesús, como san Juan Eudes y santa Margarita de Alacoque. La segunda parte de la colecta ruega a Dios nos conceda "experimentar con alegría su presencia y su acción entre nosotros". Desde el mismo momento de su conversión, Gertrudis hizo un continuo progreso hacia el goce de Dios, dejando sus curiosidades profanas para vivir de la Escritura, de los Padres (como Bernardo, Agustín y Gregorio Magno) y sobre todo de la liturgia, como nos confirma en sus siete Ejercicios, que son meditaciones distribuidas según las horas del oficio divino. El primer ejercicio es para recuperar la inocencia bautismal; el segundo, para la conversión espiritual; el tercero, para los desposorios y la consagración; el cuarto, para la renovación de la profesión religiosa; el quinto, para el ejercicio en el amor de Dios; el sexto, para la alabanza y acción de gracias; el séptimo, para la expiación de los pecados y la preparación para la muerte. b) La oración sobre las ofrendas, tomada del común de las vírgenes, pide al Señor "hacer fruto de esta ofrenda para que, a ejemplo de santa Gertrudis, libres de la decrepitud del hombre viejo, recomencemos una nueva vida en continuo progreso espiritual". En este texto se subraya la conversión que caracterizó la vida de esta santa. En efecto, ha escrito que "primero se preocupaba de su alma lo mismo que de sus pies, viviendo como una pagana entre paganos". Aunque tales frases parezcan exageradas, porque el ambiente monástico en que vivió no era ciertamente mediocre (algunos dominicos instruidos se cuidaban de la dirección espiritual), es verdad, no obstante, lo que dice la misma Gertrudis. "Dios muestra una paciencia infinita para soportar a los imperfectos, hasta que convierte su libre arbitrio". Es, pues, lo que pedimos en esta oración. Lo mismo puede encontrarse también en la oración que trae el oficio de lectura para alabar a Dios por tan profunda conversión. La orgullosa literata de un tiempo se convirtió en una humilde escolar.
484 Santa Isabel de Hungría c) Finalmente, en la oración después de la comunión, tomada del común de las vírgenes, se pide al "Señor que la comunión del cuerpo y de la sangre de tu Hijo nos aparte de las cosas caducas, para que... crezcamos, a lo largo de la vida, en caridad sincera y podamos gozar en el cielo de la visión eterna". La gran devoción de Gertrudis a la eucaristía, hasta exhortar a hacer la comunión frecuente, junto con la gracia de los estigmas invisibles, son un testimonio de esta continua experiencia de lo sobrenatural; tanto que los ángeles, los santos y Cristo mismo parecían estar en contacto continuo con ella y le hablaban como amigos y hermanos, anticipando así en algún modo la dicha de la visión eterna. La actualidad de la enseñanza mística de este "heraldo del amor divino", según el título que le diera Cristo, se puede deducir del fragmento que nos ofrece el oficio de lectura, tomado del segundo libro (auténtico) de las Insinuaciones de la divina piedad (o Legado...), en el que da gracias por haber sido atraída desde los veintiséis años (de los cuarenta vividos en su abadía) a la intimidad con el Señor: "No te contentaste con esto, sino que me hiciste el don inestimable de tu amistad y familiaridad, abriéndome el arca nobilísima de la divinidad, a saber: tu corazón divino, en el que hallo todas mis delicias". Es fácil comprender que esta espiritualidad resulte siempre moderna y actual. Gertrudis permanecía sentada muchas horas ante la reja del locutorio para dar consejos. El Señor le declaró: "Quiero que tus escritos sean para los últimos tiempos un testimonio irrecusable de mi divino amor".
17 de noviembre SANTA ISABEL DE HUNGRÍA, religiosa (1207-1231)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria de santa Isabel, muerta en Marburgo (Turingia) el 16 de noviembre de 1231 (hacia medianoche) y canonizada en 1235 en Perugia, inscrita en el calendario en
17 de noviembre 485 1474, ha sido trasladada (por la coincidencia con la de santa Gertrudis) al día de su sepultura. Nacida en 1207 en el castillo de Saros Patak (Hungría), Isabel, hija de Andrés II, rey de Hungría, es decir, perteneciente al país desde el que durante siglos partieron las hordas que devastaron a Europa, fue prometida en matrimonio a los cuatro años a Ludovico IV, landgrave de Turingia, del cual, tras la celebración de las nupcias a los catorce años, tuvo tres hijos. En 1227 perdió al marido, que durante la cruzada, en la comitiva de Federico II, murió viajando por Italia a causa de una epidemia, dieciocho días antes del nacimiento de su última hija (Gertrudis). Entonces la duquesa, que se quedó viuda con apenas veinte años, dejado el castillo (Wartburg) de la corte ducal, se dedicó a una vida extraordinaria de caridad, fundando un hospital en honor de san Francisco de Asís en Marburgo, después de haber rechazado las segundas nupcias, aconsejadas por su tío, obispo de Bamberg. La leyenda dice que fue expoliada de todas sus posesiones por el hermano de su marido. Lo cierto es que renunció al derecho de sustento por temor a recibir su alimento de la odiosa exacción de los pobres, tal como se practicaba en la corte de los príncipes de su tiempo. Bajo la rígida dirección del maestro Conrado de Marburgo (luego arzobispo de Bamberg) vistió el hábito gris de las terciarias de la orden de san Francisco, renunciando por obediencia a entrar en un monasterio. No obstante, vivió los últimos cuatro años en el hospital mantenido por ella con los bienes que se le habían adjudicado de nuevo, prestando su humilde servicio a los enfermos con el despego más absoluto, después de haber confiado a Dios sus hijos, ante todo porque no podía educarlos según el rango noble, afrontando maledicencias y desprecios. Murió a los veinticuatro años, siendo venerada inmediatamente por el pueblo. La iconografía ha divulgado su culto en el arte, entre otras cosas con una imagen donde aparece con una corona en la cabeza y con el manto real; así la pinta, en la basílica de Asís, Simone dei Martini. La leyenda la representa asimismo mostrando un ramo de rosas a su marido, en virtud de una metamorfosis de los dones o panes para los pobres ocurrida milagrosamente para permitirle salir airosa del paso. Como en la biografía de Conrado de Marburgo (carta a Gregorio IX y Libellus de los dichos de las cuatro doncellas) no se hace mención de este prodigio, cabe suponer que pertenece a la biografía de la otra homónima Isabel, reina de Portugal, donde encontra-
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mos una situación del tipo descrito por la leyenda. Desde el siglo XIII es patrona, con san Luis IX, de la tercera orden franciscana.
2. Mensaje y actualidad La nueva colecta evidencia, a diferencia de la anterior, que estaba centrada en el tema del desprecio del mundo, el carácter principal de esta duquesa. En efecto, se invoca a "Dios, que concedió a santa Isabel de Hungría la gracia de reconocer y venerar en los pobres a su Hijo Jesucristo". En pleno invierno (1227), voluntariamente errante, llamó a la puerta del convento franciscano de Eisenach, pidiendo que se cantara el Te Deum por haber sido digna de participar en la pobreza de Cristo. Después de haber agotado las provisiones para sostener su hospital y ayudar a los pobres (había partido por su voluntad e inadvertida del castillo ducal, fuga interpretada luego por la leyenda como un exilio forzado), el viernes santo de 1228, con la mano sobre el altar desnudo en una capilla de la ciudad de Eisenach (adonde ella había hecho venir a los hermanos menores), en presencia de algunos religiosos "renunció a sus parientes, a sus hijos, a su propia voluntad, a todas las pompas del mundo y a las cosas que el Señor aconseja abandonar" (Conrado le impidió renunciar a sus bienes, para pagar las deudas de su marido y para que pudiera socorrer a los pobres). El agudo sentido que tenía de los derechos del pueblo y de las injusticias señoriales le hacía observar ayunos hasta pasar hambre. En la carestía de 1225 estuvo al lado de los pobres, distribuyendo incluso las reservas de trigo de su ducado (en ausencia de su marido) y vendiendo sus propios ornamentos principescos. La buena gente la llamaba "mamaíta", entre otras cosas porque soportaba todos los disgustos y tribulaciones con alegría (hilariter). Hoy se cree que la reina, sin formar siquiera parte de la tercera orden franciscana, es digna de admiración por haber tenido el valor de practicar una pobreza y caridad heroicas (por ej. con el leproso, a imitación de san Francisco), contra el parecer de su confesor, que le prohibía tales gestos. La intercesión de la colecta pide que también nosotros sirvamos "con amor infatigable a los humildes y a los atribulados". Seducida por la pobreza franciscana, a esta princesa de Turingia le gustaba vestirse de mendiga y decía: "Así iré cuando mendigue, y sufriré las adversidades por amor de Dios". En
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efecto, visitaba a los indigentes en sus mismos tugurios, haciendo los vestiditos para los niños pobres que ella amadrinaba en el bautismo; y con sus propias manos vestía a los desventurados difuntos. En un mandatum del jueves santo reunió a algunos leprosos y les besó los pies. b) En la oración sobre las ofrendas y en la oración después de la comunión (tomadas del común de las santas que han practicado las obras de misericordia), se evidencian de nuevo estos temas. Isabel es también un modelo de la espiritualidad de las cruzadas (de las que eran excluidas las mujeres), tomando la cruz al dedicarse a las obras de caridad: "hostiatim mendicare" (mendigar casa por casa) era un "officium humanitaüs . La actualidad de esta duquesa terciaria franciscana puede redescubrirse en las palabras del oficio de lectura, escritas por su confesor, Conrado, que la dirigió con mano férrea, y quizá también inflexiblemente severa, en este camino de desprendimiento de sí, para reprimir cualquier tendencia natural que descubría en ella (hasta privarla incluso de las dos amadas sirvientas que le habían quedado): "Afirmo ante Dios que raramente he visto una mujer que a una actividad tan intensa juntara una vida tan contemplativa, ya que algunos religiosos y religiosas vieron más de una vez cómo, al volver de la intimidad de la oración, su rostro resplandecía de un modo admirable y de sus ojos salían como unos rayos de sol". Esta franciscana en el espíritu y en la vida es el símbolo perenne de la conciliación aparentemente imposible entre la práctica de la pobreza evangélica y la vida aristocrática, que hoy llamaríamos de alto rango. El acontecimiento de su canonización por parte del mismo papa Gregorio DC, que tres años antes (1228) había canonizado a san Francisco, representa no sólo la exaltación del ideal franciscano en el corazón de la vida cortesana, sino también del valor de una viudez abrazada como respuesta franciscana a la "misericordia Providencia" en el servicio de los humildes. También nosotros podemos unirnos no sólo por memoria histórica, sino por una toma de conciencia de la radicalidad evangélica, a la celebración de sus virtudes, como hizo Federico II, que presidió el cortejo imperial para la sepultura de Isabel. Él escribió a fray Elias, sucesor de san Francisco: "La venerable Isabel, tan amada de Dios, de estirpe ilustre, iluminó la oscuridad de este mundo como la estrella matutina".
488 Dedicación de las basílicas de los apóstoles san Pedro y san Pablo 18 de noviembre
DEDICACIÓN DE LAS BASÍLICAS DE LOS APÓSTOLES SAN PEDRO Y SAN PABLO (siglos iv/xi)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de la dedicación de la basílica de San Pedro, en la colina del Vaticano, hacia el año 350, y de la basílica de San Pablo en la vía Ostiense, hacia el año 390, se celebra en la fecha que aparece ya desde el siglo XI en un martirologio de san Pedro. En esta fecha, a la dedicación de la basílica vaticana se encontrará asociada en los siglos siguientes, en los calendarios, también la dedicación de la basílica ostiense. La basílica de San Pedro, construida por Constantino varios años después de la batalla del puente Milvio (y terminada por sus hijos), está situada en un cementerio abierto, desde los siglos I-ll, para sepultura de los pobres, y después de los ricos (hoy pueden contemplarse, además de los columbarios, una veintena de mausoleos), en el cual después los cristianos, a través de sus inhumaciones (que sustituyeron a las incineraciones paganas), construyeron sus tumbas. En esta amplia necrópolis pagana y cristiana se encuentran, a finales del siglo II, tres nichos excavados y superpuestos, el tercero de los cuales constituía aquel pequeño "trofeo" que el sacerdote Cayo, hacia el año 200, indicaba con estas palabras: "Y yo puedo mostraros los trofeos de los apóstoles, ya que si tú vas al Vaticano o a la vía Ostiense encontrarás los trofeos de esta Iglesia" (EUSEBIO, HE n, 25,7). El monumento primitivo del trofeo de Pedro estaba aislado al norte por un muro perpendicular a un "muro rojo" (así denominado a causa de la pintura de tal color), cubierto de grafitos y con una cavidad de paredes de mármol que servía de urna de reliquias. En la demolición de la necrópolis, por debajo del nivel de la basílica, fue conservado sólo el muro rojo y con él los tres nichos superpuestos: bajo los revestimientos que lo han ornado se puede reconocer el trofeo de Cayo y el nicho más alto, convertido en el nicho de los palios, que se remonta a los primeros siglos. Hoy el nicho, en el que están depositados los palios destinados a los arzobispos, está formado por una
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parrilla de metal dorado (debida a Inocencio III, siglo xni), y lleva en el fondo un orificio donde, desde la Edad Media, se introducían unos pañitos que luego se conservaban como reliquias. Las excavaciones para descubrir la antigua basílica constantiniana, compuesta por cinco naves, un transepto y un ábside en forma de hemiciclo y levantada sobre la terraza que colmaba el desnivel del terreno, han sido realizadas de 1940 a 1949. Según las declaraciones del mismo Pío XII en 1950, dieron los siguientes resultados. Es seguro el hallazgo de la tumba del apóstol Pedro; no es segura la identificación de sus reliquias con los restos de huesos humanos encontrados a las orillas del sepulcro. Es asimismo seguro que la tumba del apóstol fue visitada varias veces después de Constantino; por eso los papas han salvado las reliquias dividiéndolas (la cabeza es venerada en Letrán); la tumba fue violada para llevarse los metales preciosos que la recubrían). No se puede excluir la traslación del año 258 ad Catacumbas, porque los grafitos en honor de los apóstoles en la vía Apia así lo atestiguan, y es contemporánea del culto de los mártires, que comenzó en Roma sólo después de la mitad del siglo ni. Por fin, no se encuentra vestigio de la memoria que el autor del Liber pontificalis, en el siglo VI, atribuía al papa Anacleto (76-88), ya que la forma exacta de la tumba primitiva del apóstol sigue todavía sin determinarse. Hoy la basílica vaticana, que ha sustituido a la milenaria basílica constantiniana, construida sobre la necrópolis abatida para no desplazar el monumento funerario del apóstol, lleva un baldaquino en el centro, no geométrico (como hubiera deseado con su proyecto de cruz griega Miguel Ángel, que trabajó en él de 1546 a 1564), elevado por Bernini en 1623 sobre el altar mayor. Debajo, perpendicularmente, a una profundidad de casi cien metros, se encuentra la tumba de san Pedro, símbolo de la unidad de la Iglesia para todos los católicos. La basílica de San Pablo, consagrada de nuevo (tras el incendio de 1823) por Pío IX el 10 de diciembre de 1854, está construida quizá sobre el trofeo del apóstol indicado por Cayo, sobre el cual elevó Constantino tal vez una pequeña basílica (en 1850 se encontró un minúsculo ábside al oeste de la confesión). Ciertamente sustituye a la gran basílica de los tres emperadores del siglo IV (Valentianiano II en el año 386, y más tarde Teodosio y Honorio), que imitaba a la basílica constantiniana del Vaticano, pero que estaba orientada de modo inverso, es decir, con el ábside hacia el este (el celebrante da la espalda al
490 Dedicación de las basílicas de los apóstoles san Pedro y san Pablo pueblo para mirar hacia oriente). Esta primitiva basílica, consagrada por el papa Silicio en el siglo IV y restaurada posteriormente por san León, está regida, desde el siglo vm, por monjes benedictinos, como supervivencia de los monasterios basilicales de la Edad Media. La fecha de esta dedicación, común a ambas basílicas, fue inscrita en el calendario romano por Pío V en 1568, con una misa del común de la dedicación y con el añadido de una lectura histórica que comprendía noticias legendarias relativas al papa san Silvestre y al emperador Constantino. Ahora el común ha sido sustituido por textos relativos a los apóstoles romanos. 2. Mensaje y actualidad Los nuevos textos litúrgicos focalizan esta memoria ante todo en el significado de la presencia de los cuerpos de los dos apóstoles en Roma, como recuerda la misma antífona del Magníficat: "Los cuerpos de los santos fueron sepultados en paz, vive su fama por generaciones". a) La colecta, que funde dos textos del sacramentario veronense (nn. 321 y 287), recuerda que la Iglesia "ha recibido de los apóstoles Pedro y Pablo el primer anuncio del evangelio". En efecto, en la primera lectura de la misa se recuerda la venida de san Pablo a Roma (He 28,14-16), donde el apóstol anunciaba el reino de Dios desde su casa, enseñando las cosas relacionadas con el Señor, mientras que en la antífona de comunión se relata la profesión de fe del apóstol Pedro en Cafarnaún (Jn 6,69-70). Pero es en el oficio de lectura donde san León nos recuerda la fecundidad del sacrificio de los dos apóstoles: "Por esto, los millares de bienaventurados mártires atestiguan cuan abundante es la prole en que se han multiplicado estos dos insignes vastagos plantados por Dios, ya que aquéllos, emulando los triunfos de los apóstoles, han rodeado nuestra ciudad por todos lados con una multitud purpurada y rutilante". b) En la oración sobre las ofrendas (tomada del misal parisiense de 1738) se suplica al Señor que "guarde intacta en nuestros corazones la verdad que nos fue transmitida por el ministerio de los apóstoles san Pedro y san Pablo". c) La oración después de la comunión, que tomó la parte final de la oración del 25 de enero del misal anterior, invoca el gobierno de los apóstoles, que siguen estando presentes en la
21 de noviembre 491 Iglesia con su patrocinio; el texto latino es explicitado con la alusión al camino que el pueblo de Dios puede recorrer "para avanzar con seguridad por la vía de la unidad y de la paz". Con la antífona de laudes, en el Benedictus, se atribuye a Pedro, apóstol, y a Pablo, doctor de las gentes, el magisterio de aquella ley evangélica que es la esencia de su testimonio, ofrecido en la plantado ecclesiae con su propia sangre. La actualidad de esta memoria puede deducirse de las dos estrofas del himno de la época carolingia (en laudes). Aquí Pedro es invocado como "buen pastor que desata los vínculos de los pecados mediante el poder (de las llaves) con el cual abre y cierra el cielo a todos los fieles por medio de su palabra" ("verbo", primera estrofa). Pablo, doctor, es invocado como "maestro de vida, para que nos obtenga poder alcanzar con plenitud la perfección, después de superar los límites de nuestra experiencia terrena" ("quod ex parte gerimus", segunda estrofa).
21 de noviembre PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN (siglos VI/XI)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria obligatoria, que desde el siglo xiv (1372) entró en el culto de los latinos de Chipre por decreto de Gregorio XI y que ya se celebraba en el siglo IX en los monasterios orientales de Italia meridional, fue introducida en el misal romano en 1472 con Sixto IV. Una secuencia del oficio hacía mención de un particular de la leyenda relatada por el Protoevangelio de Santiago (siglo II), según la cual María, llevada al templo a los tres años por sus padres, habría subido una escalera de varios peldaños (el número era de tres, ampliado posteriormente hasta quince: "Ter quiñis gradibus"), sin volverse luego atrás. En realidad, la memoria celebra la entrada de la santa madre de Dios en el templo de Jerusalén según la expresión del oficio bizantino actual (eisodos), en relación con la dedicación de la basílica de Santa María la Nueva (Mea), el 21 de noviembre del año 543, bajo Justiniano I (cf Procopio, historiador del em-
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Presentación de la Santísima
Virgen
perador, que testimonia la consagración de "un santuario que no tiene igual"); tanto más cuanto que en el siglo VIII se encuentra ya en Constantinopla esta fiesta en la fecha del 21 de noviembre, codificada luego por Jorge de Nicomedia e insertada en el ciclo de las doce fiestas. Luego fue comentada por muchos escritores eclesiásticos orientales con más de cuarenta homilías (Andrés de Creta, Germán de Constantinopla, Tarasio de Constantinopla, Jorge de Nicomedia). En Occidente, tras el decreto llamado de Gelasio (siglo V), que condenaba, entre otros, también el Libro del nacimiento de María, tal memoria no figura entre las cuatro fiestas marianas introducidas por el papa Sergio I, de origen sirio (f 701), entre otras cosas porque la basílica nueva había sido destruida por los persas en el año 614. No obstante, en Inglaterra ya es conocida una fiesta litúrgica de la presentación en el siglo XI y el 21 de noviembre. La iconografía se inspira asimismo en el apócrifo Libro de Santiago, así llamado por Orígenes (cf las pinturas de Giotto, 1305, y de Taddeo Gaddi, 1338, etc.). 2. Mensaje y actualidad La colecta latina de la misa, aun siendo genérica en su planteamiento (deriva de dos formularios del misal ambrosiano) y eliminando toda referencia a los apócrifos, contiene dos temas. El primero alude "a cuantos hoy honramos la gloriosa memoria de la santísima virgen María", e invoca su presencia ("Mira a tu pueblo"). En esta discreta evocación del primer texto de lectura de la misa, el profeta Zacarías preanuncia a los dispersos, que han vuelto a Jerusalén, que podrán gozar nuevamente de la presencia del Señor en el monte Sión (2,14: "Yo vengo a habitar en medio de ti") y que todos los pueblos se unirán a Israel con Jerusalén, convertida en centro de encuentro (v. 16: "El Señor elegirá de nuevo a Jerusalén"). Por tanto, la presencia del Señor es renovada nuevamente cuando nos reunimos en el nombre de la santísima virgen, porque María es la personificación misma de la "hija de Sión"; es decir, del nuevo pueblo de Israel. Esta tipología eclesiológica es hoy muy importante para la teología mariana en el contexto de toda la historia salvífica y para interpretar los evangelios de la infancia. Pero el tema central es la invocación final, en la cual se ruega para que el pueblo reunido, en el que está presente el Señor, "participe, como ella, de la plenitud de tu gracia". Ahora
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María es el nuevo templo de Dios, como se canta en la antífona del Magníficat en vísperas (del Carmen de Sedulio): "Dichosa eres, María, siempre Virgen, templo del Señor, santuario del Espíritu Santo; tú sola, sin comparación, agradaste a nuestro Señor Jesucristo". En efecto, María está llena de gracia no sólo en previsión de su elección, sino también porque "ha cumplido la voluntad de Dios", como se evoca en el fragmento evangélico de Me 3,31-35 (recordado con frecuencia para protestar contra el desarrollo del culto mariano). También en la antífona de los laudes, en el Benedictus, se cita la frase pronunciada por Isabel para exaltar la fe de María ("Dichosa tú, María, que has creído..."). En los himnos encontramos también algunos complementos de la temática. En el himno del oficio de lectura (Salve mater misericordiae, sacado de un célebre canto titulado Iubilus aureus Beatae Mariae Virginis, de autor desconocido de los siglos Xlll-Xiv), después de las dos primeras estrofas de tenor lírico, se canta en la tercera estrofa el misterio de la relación trinitaria de esta madre divina: la creación por parte del Padre ingénito; el cubrimiento por parte del unigénito; la fecundación por parte del Espíritu Santo. Se trata de una atrevida explicitación de la misma terminología del relato lucano (donde el cubrimiento es atribuido al Espíritu y no al Verbo, pero sin aplicar el vocablo del "fecundar" al Espíritu). En el otro himno de los laudes (Maña Virgo regia, proveniente de un largo poema de autor desconocido de los siglos Xll-Xlll), el tema de la presentación es invocado indirectamente en la cuarta estrofa: "En la casa del príncipe supremo tú rebosas de delicias; como vara florida de Jesé estás llena de gracia". La actualidad de esta memoria, que en la tradición de la piedad popular ha sido evidenciada con la renovación de las promesas de consagración religiosa el 21 de noviembre porque evoca la oblación primordial de María, está expresada por las palabras de Agustín, que comenta, en el oficio de lectura, el fragmento evangélico de la misa (Me 3,31-35): "Por esto es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por esto María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno". Desde este punto de vista ("Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen"), "María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo".
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Santa Cecilia 22 de noviembre
La verdad es Cristo: "En la mente de María estuvo Cristo, la verdad; en su seno estuvo Cristo hecho carne, un cuerpo. Y es más importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno". La Marialis cultus (n. 8) afirma que, independientemente del dato aprócrifo, en esta memoria están contenidos valores contemplativos.
22 de noviembre SANTA CECILIA, virgen y mártir (siglos n-m. 250?)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de santa Cecilia ya es atestiguada, según el Liberpontificalis, por el culto que se le tributaba en su basílica del Trastévere en el año 545: el papa Vigilio se encontraba en la iglesia de Santa Cecilia el 10 de las calendas de diciembre (es decir, el 22 de noviembre), porque era su dies natalis. En la iconografía más antigua aparece estilizada como sexta figura entre las vírgenes en procesión en la iglesia de San Apolinar Nuevo (antes San Martín in Ciel d'Oro), en el tiempo del obispo Agnello (556-569) en Rávena. Entre los cinco formularios del sacramentario veronense, el prefacio afirma que Cecilia había convertido a su marido, lo había convencido para que guardara la castidad y lo había impelido al martirio (nn. 1171-1178). La passio legendaria, posterior al 488, identifica a la fundadora del "Titulus Caeciliae" en Trastévere con una mártir homónima, también desconocida, enterrada en las catacumbas de San Calixto, a quien se atribuye tanto la corona del martirio como la gloria de la virginidad. Ciertamente el culto de la santa se ha desarrollado en los dos lugares privilegiados que conservaron sucesivamente su cuerpo. Ante todo, las catacumbas de San Calixto (f 222), donde al fondo de la cripta de los papas se abre, a la izquierda, una galería que conduce a una sala funeraria cuadrada, según el tipo clásico. Aquí, en el nicho del muro (hoy ocupado por una copia de la estatua de Maderno), habría
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estado el sarcófago de los restos de la mártir; un poco más allá se ven algunas pinturas del siglo V que representan a la santa orante vestida ricamente (según el estilo bizantino), por encima de la cabeza de un Cristo (bizantino) y de un obispo nimbado con el nombre de san Urbano (f 230). Es probable que la familia de los Caecilii, primero pagana y después cristiana, que tenía sus tumbas en la vía Apia (como testimonian varias inscripciones del siglo II al siglo V), ofreciera el terreno para la sepultura a sus hermanos cristianos y que en él fuera enterrada esta Cecilia, que ocupa en la cripta el lugar más digno (en el siglo III, en el tiempo del papa Calixto, fundador de la cripta). Para el "título" (correspondiente a una parroquia actual con todos sus servicios) de Santa Cecilia en Trastévere, que no aparece hasta el siglo V en los documentos, se puede suponer que Cecilia pusiera a disposición de la iglesia un inmueble (conservando su título legal de propiedad) a instancias del papa Calixto, a quien se debe la creación de otros títulos en Trastévere. Tal inmueble, llamado ínsula, era distinto de la domus, que tenía también un baño público (donde habría sido ahogada Cecilia), y que se convirtió en lugar de culto y de sepultura. Por tal liberalidad, Cecilia habría dado el nombre al título y habría sido sepultada con honor junto a sus antepasados. Pero la falta de noticias del culto de la mártir en los documentos del siglo IV (Depositio martyrum) al siglo VI (calendario de Cartago) y la única presencia de los grafitos de la cripta en las catacumbas (del siglo vn) no nos permiten explicar el auge de la "pasión" en el siglo VI, que se hizo muy popular e inspiró el breviario tridentino (heredero de los antifonarios de la Edad Media), que inserta la totalidad de sus antífonas y responsorios. Ahora, en la nueva liturgia de las horas, se han conservado sólo las antífonas de laudes y vísperas. De la primera antífona anterior (ahora omitida) de los laudes y de las vísperas (donde se había omitido la frase: "En su corazón", "Cantantibus organis...") deriva el patrocinio de Cecilia sobre la música sagrada, pero sólo a partir del siglo XV. El antiguo título de Santa Cecilia in Trastévere sigue existiendo, con la basílica construida en su honor por el papa Pascual (f 824), donde el mosaico que ha quedado (del siglo IX) representa no sólo a Cecilia, sino también, entre los demás santos, a Valeriano (el marido que murió mártir, según la passio) y a Tiburcio (su hermano). El hallazgo del cuerpo de la mártir por el papa Pascual, no en el cementerio de Calixto,
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496 Santa Cecilia donde había sido enterrada, sino en el de Pretestato, según el Líber pontificalis, plantea un problema histórico: tal vez por la invasión de los longobardos (756) podría haberse efectuado esta traslación de las reliquias; pero de ello no se tiene ninguna otra noticia que lo confirme. El papa mismo —como puede deducirse del Carmen colocado bajo el mosaico absidal de la basílica de Santa Cecilia in Trastévere— llevó las reliquias a su iglesia, atraído por la passio, para reunir los cuerpos de Cecilia y Valeriano y de los mártires Tiburcio y Máximo. Las cuatro memorias del martirologio jeronimiano pueden explicarse fácilmente con una confusión del mártir Tiburcio en la vía Tiburtina el 11 de agosto con el del cementerio de Pretestato (al que está asimismo asociada Cecilia); la otra del 16 de diciembre se explica también con la confusión de una mártir africana con la romana (la leyenda "En Roma, pasión de santa Cecilia" es contraria al uso de los calendarios romanos); lo mismo vale para la fecha del 17, que es la dedicación del título de Cecilia en Trastévere ("Romae transtibere Caecilii"). Por fin, para la fecha del 22 de noviembre ("Romae Caeciüae") hay coincidencia con la de todos los calendarios y martirologios en cuanto a su dies natalis, que sería fechable en el tiempo de Alejandro Severo (222-235), contemporáneo del papa Urbano (sucesor de Calixto). Éste habría sepultado a Cecilia entre sus colegas obispos, donde están los confesores y los mártires, haciendo de su casa (que le pertenecía, pero que no habitaba) una iglesia. Hacia el final de la Edad Media, Cecilia entró en el grupo de los santos "auxiliadores" y, por un error de transcripción de la passio ("cantaba en su corazón"), se ha convertido en patrona de la música.
podemos expresar con palabras lo que siente el corazón. (...) De este modo, el corazón se alegra sin palabras y la inmensidad del gozo no se ve limitada por unos vocablos". Tanto de las antífonas propias de los laudes y de las vísperas como de los respectivos cantos (que son un residuo del antiguo oficio, inspirado en la passio) se pueden sacar dos advertencias significativas, que hacen también actual esta memoria de la mártir nombrada en el canon romano. Cecilia no sólo encarnaría el ideal de la virginidad, sino también el de la vigilancia cristiana, celebrada en la alegría musical. La alusión a la luz es siempre significativa, toda vez que la aurora cede el puesto al sol: "Ánimo, soldados de Cristo, dejad la actividades de las tinieblas y pertrechaos con las armas de la luz" (antífona del Benedictus); la alusión a la plegaria continua, en la antífona del Magníficat, se asocia a la de llevar siempre el evangelio de Cristo en nuestro corazón ("La virgen santa Cecilia llevaba siempre sobre su corazón el evangelio de Cristo"). En nuestro tiempo secularizado, la fuerza de un corazón puro es siempre un valor que cabe proponer y exaltar.
23 de noviembre SAN CLEMENTE I, papa y mártir (siglos I/IV)
1. Nota histérico-litúrgica 2.
Mensaje y actualidad
La antigua colecta, que deriva del sacramentario veronense, es genérica, sin ningún elemento histórico útil, porque sólo hace referencia a la intercesión de la santa. Dado que la pasión nos narra que Cecilia había prometido a Dios su virginidad en la conversación con Valeriano, cantando a Dios en su corazón y afirmando que estaba protegida por un ángel, tal referencia al canto ha quedado en el oficio de lectura, donde el sermón de Agustín, supliendo el silencio de los textos de la pasión legendaria, expone el significado del cantar con arte y júbilo a Dios. "¿Qué quiere decir cantar con júbilo? Darse cuenta de que no
La memoria facultativa de san Clemente, venerado ya a fines del siglo iv, según Jerónimo (392), en el "titulus Clementis" (una iglesia de Roma que conserva la memoria del nombre de Clemente, dueño de la casa), y denominado "sacerdos et maríyr"en los distintos formularios del sacramentario veronense (nn. 1188-1198: se inspiran en las Recognitiones pseudo-Clementinae de origen sirio, muy antiguas y traducidas por Rufino), perpetúa un culto muy difundido no sólo en Roma, sino también en África, Galia, España e incluso en Bizancio (con la traducción de sus obras en griego). El misal tridentino hacía memoria de la passio romana de san Clemente, compuesta a finales del siglo v en latín, que coloca a Clemente en tiempos de
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San Clemente I
los emperadores Nerva y Trajano (sólo en el breviario, pero no en la misa). En esta segunda pasión, independiente de la primera, de origen sirio (que se saca de las obras atribuidas a Clemente: además de las veinte homilías y de los diez libros de las Recognitiones, hay también un Epítome o resumen de la novela siria), se hace de Clemente el sucesor inmediato de san Pedro. Se trataría del papa condenado al destierro en la península de Crimea. Muchos detalles legendarios han sido reflejados en el ábside de su basílica (se remonta al siglo ffl, con sucesivas reconstrucciones), donde Clemente aparece junto a san Pedro con el ancla con la que habría sido arrojado al mar para que no lo repescaran los cristianos. Según el testimonio de Ireneo (AH El, 3,3), Clemente sería el tercer sucesor de san Pedro y testigo de la tradición de los apóstoles, como puede argüirse de su carta escrita desde Roma a los Corintios para reconciliarlos en la paz en un momento de grave disensión interna en la comunidad. Es seguro que Clemente no se identifica con el mártir Tito Flavio Clemente, miembro de la casa imperial de los Flavios (según el autor de los Hechos de los santos Nereo y Aquiles). Tampoco es cierta, si bien verosímil, la identificación con el Clemente que Pablo llama colaborador suyo (en Flp 4,3), identificación que Orígenes (pese al silencio de Ireneo) y luego Eusebio y Jerónimo aceptaron como auténtica, aun ignorando su martirio. Pero el documento de la carta citado por Ireneo, así como por Hegesipo y Dionisio de Corinto, testimonia la autoridad del obispo de Roma, entre el 92 y el 101, que interviene por vez primera en las contiendas de otra Iglesia y trata de conciliar los ánimos recomendando el respeto de la jerarquía eclesiástica en la diversidad de cada una de sus funciones. Una inscripción en la basílica de San Clemente, contemporánea de Rufino, mandada poner por el papa Siricio (| 399), sería una noticia cierta de su martirio ("martyr", sin el nombre de Clemente, que cabe empero suponer), que al menos a finales del siglo IV era compartida en Roma (aunque la tumba sea conocida al fin del siglo V). En cambio, la fecha del 23 de noviembre se remonta al martirologio jeronimiano, que atestigua su aniversario litúrgico desde una época muy antigua (los primeros papas no tienen aniversario determinado), y cuyo centro era el título de Clemente.
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2. Mensaje y actualidad La colecta retoma el texto solemne del sacramentarlo veronense, donde, tras un preámbulo en el que "Dios es celebrado como admirable en la gloria de sus santos", se hace memoria del papa san Clemente I, "sacerdote y mártir de tu Hijo, que dio testimonio con su muerte de los misterios que celebraba y confirmó con el ejemplo lo que predicó con su palabra". No se da crédito alguno al relato de la passio legendaria, según la cual el primer discípulo de Pedro y su sucesor en la cátedra romana habría resistido en la persecución de Trajano y habría sido condenado a trabajos forzados, trabajando en las canteras de mármol con muchos prisioneros (hizo brotar para ellos agua de la roca), y luego habría sido arrojado al mar con un ancla atada al cuello (la prosecución del milagro hace ir el cuerpo por sí solo a descansar en la tumba marmórea aparecida en el mar, que se retiraba todos los años durante siete días). El texto, en cambio, nos insta a comprender el vínculo existente entre los misterios litúrgicos y el anuncio del evangelio. En efecto, la carta de Clemente, que tenemos en el oficio de lectura, el primer documento papal que poseemos, escrito quizá mientras vivía aún el apóstol Juan, nos da fe de la solicitud de este papa por devolver la unión a la Iglesia de Corinto (fundada por Pablo). Podemos considerar este mensaje como dirigido a nosotros: "Los miembros más ínfimos de nuestro cuerpo son necesarios y útiles a la totalidad del cuerpo; más aún, todos ellos se coordinan entre sí para el bien de todo el cuerpo. Procuremos, pues, conservar la integridad de este cuerpo que formamos en Cristo Jesús, y que cada uno se ponga al servicio de su prójimo según la gracia que le ha sido asignada por donación de Dios". Éste es el "hombre apostólico", como lo llama Ireneo, porque "escuchó directamente la doctrina de los apóstoles", que, aunque sólo sea en el contexto de una guía colegial de la Iglesia romana (como deja suponer el tenor de la carta sobre la constitución de la comunidad, a finales del siglo i), es presentado con finalidad apologética como el único obispo de Roma. Éste es el escritor al que se le atribuyen algunas obras antiguas, además de la llamada Segunda carta de Clemente (que es la homilía más antigua de la Iglesia subapostólica), como las Constituciones apostólicas, es decir, la más grande compilación litúrgica y canónica de la antigüedad (cf c. VI, 18,11). Sigue siendo también para nosotros el maestro de la verdadera sabiduría evangélica, porque nos enseña que el testimonio de Cristo
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San Clemente I
exige la concordia con el ministerio eucarístico de los apóstoles. En efecto, en su carta (44,4) declara que la "presentación de las ofrendas" es la función más importante de los presbíteros, que han recibido sus poderes de los apóstoles y no de la comunidad; y que los apóstoles actuaron en conformidad con las indicaciones de Cristo, el enviado de Dios (42-44); más aún: que los numerosos mártires que, junto con los dos grandes apóstoles Pedro y Pablo, fueron sacrificados en Roma ("entre nosotros", ce. 5-6) "estuvieron acordes con ellos y no sólo simplemente asociados en el suplicio". El hecho de que la leyenda se haya convertido en parte de la iconografía en la iglesia inferior de San Clemente (por ejemplo, el milagro de Clemente, que celebra la misa en presencia de Teodora), construida sobre la antigua domus-ecclesia, que llevaba el nombre de un Clemente, no puede ser separado del relato del descubrimiento de las reliquias de este santo por parte de San Cirilo, enviado como misionero a Crimea por el emperador bizantino (860/1). Él llevó esas reliquias a la basílica de san Clemente, que se convirtió en su mismo sepulcro. Roma y el mundo greco-eslavo parecen así ecuménicamente unidos en este culto, ya que a la primera intervención de un papa en la Iglesia de Oriente se asocia también la primera misión autorizada por Roma para la conversión del mundo eslavo a través de los apóstoles griegos Cirilo y Metodio. Literatura, arte sacro y liturgia contribuyen a dar relieve a este tercer sucesor de Pedro. De Clemente se leen, además del texto para la memoria, otros doce textos de la Carta a los Cor: Sant. 30-VI; miérc. ceniza; XXX dom. T.O.; lun. XXX sem. T.O.; mart. XXX sem. T.O.; miérc. XXX sem. T.O.; sáb. I sem. T.O.; viera IV sem. de R; lun. XIV sem. T.O.; mart. II sem. T.O.; viern. XIV sem. T.O.; lun. I sem. T.O.
23 de noviembre 501 23 de noviembre SAN COLUMBANO, abad (543-615)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Columbano, muerto en el monasterio de Bobbio (Piacenza, Italia) el 23 de noviembre del año 615 y venerado desde el siglo vm en numerosas regiones de Europa, fue inscrita en el calendario romano en 1969. Nacido en el reino de Leinster (Irlanda) en el año 525 ó 543, Columba o Columbano recibió su formación intelectual y ascética (tras un período de vida eremítica) primero en el monasterio de Cluain-Inis (condado de Fermanagh, al norte de Irlanda) y después (en el año 558) en el monasterio de Bangor (condado de Down, en el Ulster), donde san Comgallo, representante de la escuela ascética más rigurosa de las islas Británicas, había adaptado la vida monástica a la obra de evangelización. Dejada la patria, Columbano con doce compañeros, después de haber residido al sur de la Escocia actual (570-574), se dedicó a la evangelización de los pueblos extranjeros: en Galia, donde vivió en la Austrasia (entre el Mosa y el Rin) del año 575 al 588; luego en Borgoña, cuyo reino se extendía por buena parte de la Galia centrooriental. Aquí fue invitado por el rey Gontrano, y fundó sucesivamente tres monasterios: Annegray (Vogesen), Luxeuil (junto a una ciudad de aguas termales, demolida en el siglo ni) y Fontaines. Cuando el número de los monjes alcanzó los doscientos cincuenta, Columbano compuso primero una Regla (ayuno, oración, trabajo, lectura diaria), que se convirtió (junto con la Regla de san Benito) en la forma más apropiada del evangelio para los hombres del siglo vi; y más tarde un Penitencial, con las reglas penales "tarifarias" en uso en Irlanda, para la confesión individual secreta. Tras varios altercados con la corte borgoñona y con la misma Iglesia franca a causa de su irritante intransigencia (por la fijación de la fecha de las fiestas pascuales, por la defensa de la moral cristiana y por los usos monásticos), fue expulsado de Borgoña y obligado a reembarcarse hacia su isla natal en Nantes. Pero su barco encalló y fue llevado al reino de Clotario, en Ruán (Neustria), donde logró imponer el respeto de la ley cristiana al rey y su corte. Más tarde se dirigió a la alta Renania;
502 San Columbario pero atraído por Roma, partió para Italia: llegó primero a Tuggen, en el lado de Zuricn (de donde fue expulsado), y después a Bregenz, en el lago de Constanza (también aquí se le rechazó). Dejó en esta localidad a su monje Gall, que se negó a seguirlo porque esperaba poder evangelizar aquel lugar (de ahí el nombre del cantón suizo de San Gall); y, por último, atravesó los Alpes para llegar a la llanura del Po. Acogido por los reyes longobardos (Agilulfo y Teodolinda), tomó posición en la disputa dogmática de los tres capítulos, en la cual los partidarios rechazaban la condena lanzada por el segundo concilio de Constantinopla (553) contra tres escritos de teólogos orientales acusados de nestorianismo, a quienes no se había opuesto del todo el concilio de Calcedonia. Luchando contra el silencio del papa Vigilio, contrario al partido lombardo arriano, que pretendía ser el único fiel a Calcedonia y criticaba la ortodoxia de la Santa Sede, Columbano, declarándose fiel a San Pedro, invocó del papa sanciones contra los obispos que no seguían la condena del concilio de Constantinopla. En contraste con los lombardos arríanos, fue obligado a retirarse al Apenino ligur, donde fundó el monaterio de Bobbio (sobre el Trebbia). Aquí vivió en soledad hasta su muerte (615). Este monasterio, del que no quiso alejarse aunque le invitara el rey Clotario a ir a la Galia, conserva ahora sus restos mortales. Columbano ha dejado su nombre en herencia a más de doscientas aldeas y montañas (como Saint-Colomban, Grand Colombier, Monte Columbano, etc.). 2. Mensaje y actualidad La colecta (del propio diocesano de Bobbio) invoca a Dios, "que ha unido de modo admirable en el abad san Columbano la tarea de la evangelización y el amor a la vida monástica". Columbano fue el más grande de los misioneros de los tiempos bárbaros, porque recorrió diagonalmente la Europa occidental evangelizando. Fue un apóstol-monje que supo conciliar el rigor ascético, sacado de la tradición monástica irlandesa de san Patricio, con la flexibilidad propia del monasterio-escuela de Bangor. Esta actividad apostólica, favorecida por la colaboración con el poder político, tendía a concillarse a los príncipes para obtener la conversión de los subditos, pero sin descender a compromisos con las malas costumbres y la corrupción moral: como cuando se negó a bendecir a los hijos ilegítimos de Teodorico, rechazando asimismo los alimentos de su corte.
23 de noviembre 503 La síntesis equilibrada entre servicio apostólico y vida monástica le enajenó muchas simpatías también por parte de los obispos galicanos y del mismo papa, debido a ciertas formas de praxis propias del particularismo irlandés, no conformes con las costumbres continentales: como, por ejemplo, la tonsura de los monjes en forma de cruz y el uso del viejo calendario preleoniano en la celebración de la pascua, de estilo judaizante. Pero el alma de aquel celo apostólico era su espiritualidad monástica, caracterizada por particularidades disciplinarias muy austeras y pocoflexibles.Su regla, muy rígida, que estaba unida primeramente a la benedictina, comportaba una praxis penitencial que daba importancia a las correcciones corporales (por ejemplo, treinta golpes por no responder amén en el coro). La intercesión de la colecta implora que también nosotros "busquemos a Dios sobre todas las cosas y trabajemos por la propagación de su reino". A este profeta irlandés, que apareció como el hombre providencial en el momento más necesario, se debe el despertar de la fe en el mundo tenebroso y sanguinario de la Europa bárbara, con la reforma de las costumbres y de las instituciones eclesiásticas, con la consolidación de la autoridad de los obispos y una mejoría de la vida del clero, con la difusión de la confesión auricular individual (que se convertirá posteriormente en la praxis común del sacramento de la penitencia en la Iglesia occidental) frente a la abandonada penitencia canónica pública. Somos invitados a venerarlo como maestro porque podemos inspirarnos no sólo en sus composiciones poéticas, que revelan el sentido de la naturaleza propio de los celtas, sino ante todo en su espíritu radical de buscar a Dios sobre todas las cosas, sin compromisos (como Columbano, que por esta intransigencia moral encontró tantas repulsas y fue obligado a huir de Borgoña), y también en su celo para edificar a la Iglesia. Aunque parezca tan contrastante por ciertos aspectos de pasión afectiva, capaz de una extremada dureza en relación con su s opositores y de tierna dedicación a sus discípulos y a las mismas personas que encontraba casualmente (como, por ejemplo, en la carta enviada a los monjes de Luxeuil y a los bateleros qu e le habían transportado por el Rin, a quienes dedicó un festo, neado Carmen nóvale), no deja de ser un modelo de verdadera "plantado evangélica". Así, al responder a su discípulo Eustasi 0 de Luxeuil, que le comunicaba la embajada del rey Clotario e^ el sentido de volver donde los francos, en su respuesta no r e , cordó las tristes experiencias pasadas, sino que recomendó e j
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504 San Andrés Dung-Lag y compañeros discípulo a la benevolencia del rey; o cuando en el lecho de muerte envió al monje Gall su bastón de abad, dando a entender que no le guardaba rencor, aunque no hubiera obedecido su orden de partir. De la página de sus Instrucciones, en el oficio de lectura, se puede entresacar una frase que actualiza también para nosotros este estilo vivaz y lleno de imágenes, digno de aquel que, como dice uno de sus biógrafos, "había encendido, dondequiera que había podido, el fuego de Cristo, sin preocuparse del incendio". "Retornemos, pues, a nuestro Dios y Padre su imagen inviolada; retornémosela con nuestra santidad, ya que él ha dicho: 'Sed santos porque yo soy santo'; con nuestro amor, porque él es amor...; con nuestra bondad y fidelidad, ya que él es bueno y fiel. No pintemos en nosotros una imagen ajena". De Columbano, además del fragmento para su memoria, se leen de las Instrucciones otros cuatro textos (juev. VII sem. T.O.; mart. XXVffl sem. T.O.; miérc. XXI sem. T.O.; juev. XXI sem. T.O.).
24 de noviembre SAN ANDRÉS DUNG-LAG, presbítero, y COMPAÑEROS, mártires (t 1839)
1. Nota histérico-litúrgica Esta memoria obligatoria de los ciento diecisiete mártires vietnamitas de los siglos xvm y xix, proclamados santos por Juan Pablo II en la plaza de San Pedro el 19 de junio de 1988, celebra a mártires que ya habían sido beatificados anteriormente en cuatro ocasiones distintas: sesenta y cuatro, en 1900, por León XHI; ocho, por Pío X, en 1906; veinte, en 1909, por el mismo Pío X; veinticinco, por Pío XII, en 1951. No sólo son significativos el número insuperado en la historia de las canonizaciones, sino también la calificación de los santos (ocho obispos, cincuenta sacerdotes, cincuenta y nueve laicos), la nacionalidad (noventa y seis vietnamitas; once españoles; diez franceses), el estado religioso (once dominicos; diez de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París; otros del clero local, más
un seminarista), el estado laical (muchos padres de familia, una madre, dieciséis catequistas, seis militares, cuatro médicos, un sastre; además de campesinos, pescadores y jefes de comunidades cristianas). Seis de ellos fueron martirizados en el siglo xvm; los demás, entre 1835 y 1862; es decir, en el tiempo del dominio de los tres señores que gobernaban Tonkín, Annam y Cochinchina, hoy integradas en la nación (única) de Vietnam. En gran parte (setenta y cinco) fueron decapitados; los restantes murieron estrangulados, quemados vivos, descuartizados, o fallecieron en prisión a causa de las torturas, negándose a pisotear la cruz de Cristo o a admitir la falsedad de su fe. De estos ciento diecisiete mártires, la fórmula de canonización ha puesto de relieve seis nombres particulares, en representación de las distintas categorías eclesiales y de los diferentes orígenes nacionales. El primero, del que encontramos una carta en el oficio de lectura, es Andrés Dung-Lac. Nació en el norte de Vietnam en 1795; fue catequista y después sacerdote. Fue muerto en 1839 y beatificado en 1900. Otros dos provienen del centro y del sur del Vietnam. El primero, Tomás Tran-VanThien, nacido en 1820 y arrestado mientras iniciaba su formación sacerdotal, fue asesinado a los dieciocho años en 1838; el otro es Manuel Le-Van-Phung, catequista y padre de familia, muerto en 1859 (beatificado en 1909). Entre los misioneros extranjeros son mencionados dos españoles y un francés. El dominico español Jerónimo Hermosilla, llegado a Vietnam en 1829, vicario apostólico del Tonkín oriental, fue muerto en 1861 (beatificado en 1909); el otro dominico, el obispo vasco Valentín de Berrio Ochoa, que llegó a Tonkín en 1858, a los treinta y cuatro años, fue muerto en 1861 (beatificado en 1906). El francés Jean-Théophane Vénard, de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París, llegó a Tonkín en 1854 y fue asesinado a los treinta y dos años (beatificado en 1906): sus cartas inspiraron a santa Teresa de Lisieux a rezar por las misiones, de las que fue proclamada patrona junto con san Francisco Javier.
2.
Mensaje y actualidad
a) La colecta de la nueva misa se dirige a Dios, "origen y fuente de toda paternidad, que hizo fieles a la cruz de su Hijo hasta el derramamiento de su sangre a los santos mártires Andrés y compañeros". Estos mártires, de condición tan diversa, permanecieron fieles a la cruz de Cristo, hasta soportar tormentos inenarrables: a algunos, atados a un poste, se les
506 San Andrés Dimg-Lag y compañeros arrancó la lengua con un lazo; otros fueron decapitados, condenados a morir de hambre, aserrados de modo horrendo o descuartizados; otros, por fin, encerrados en cavernas como fieras, o bien expuestos al ardor del sol y de la sed, o sometidos a flagelaciones, cadenas y desolación de la cárcel. Como dice san Cipriano, fueron más fuertes que los tormentos. b) La pasión de estos mártires que, como prosigue la oración sobre las ofrendas en la petición por nosotros, demostraron "una intrépida fortaleza en medio de las adversidades del mundo", recibe un conmovedor testimonio en el oficio de lectura de la liturgia de las horas, en el que la carta de uno de ellos, Pablo Le-Bao-Tinh, enviada a los alumnos del seminario de KeVinh en 1843, nos desvela tanto las atrocidades de los suplicios sufridos como un heroísmo humanamente inexplicable. En efecto, afirma que "la cárcel en que se halla encerrado es realmente la imagen del infierno eterno: a los crueles suplicios de todo género, como los cepos, las cadenas de hierro y las cuerdas, se añaden el odio, las venganzas, las calumnias, las palabras obscenas, falsas acusaciones, maldades, juramentos inicuos, maldiciones y, por fin, angustia y tristeza". Frente a un cuadro tan tenebroso, que él mismo llama más adelante "horrendo espectáculo, viendo todos los días cómo emperadores, mandarines y sus cortesanos blasfeman contra el santo nombre de Dios", este mártir tiene el valor de decir: "En medio de estos tormentos, que en general doblegan y destrozan a los demás, por la gracia de Dios, estoy lleno de gozo y alegría porque no estoy solo; Cristo está conmigo". El texto, salpicado de citas bíblicas de gran eficacia, justifica la petición que expresa la colecta en la parte conclusiva. También nosotros, por la intercesión de estos mártires, pedimos poder convertirnos en "misioneros y testigos del amor de Dios entre los hombres por llamarnos y ser hijos tuyos". La alusión, en la invocación inicial, a la paternidad de Dios y a nuestra filiación en la frase final subraya que algunos de estos mártires (los obispos, los sacerdotes y los laicos catequistas) han engendrado en la fe a los demás hermanos. c) Pero, como se sigue explicitando en la parte final de la oración después de la comunión, sólo "la fuerza del Espíritu Santo puede sostenernos también a nosotros, para que podamos luchar y sufrir por la fe y merecer así el premio eterno". El valor de actualidad de este extraordinario testimonio en un país martirizado, que cuenta hoy con seis millones de católicos (el diez por ciento de la población) y veinticinco diócesis regentadas por obispos nativos, nos lo ofrece la homilía del
30 de noviembre 507 papa en la canonización: "Los mártires vietnamitas, sembrando entre lágrimas, en realidad iniciaron un diálogo profundo y liberador con la población y la cultura de su nación, proclamando ante todo la verdad y la universalidad de la fe en Dios y proponiendo, además, una jerarquía de valores y de deberes particularmente adecuada a la cultura religiosa de todo el mundo oriental... Ante las imposiciones coactivas de las autoridades acerca de la práctica de la fe, ellos afirmaron su libertad para creer, sosteniendo con humilde valentía que la religión cristiana era la única cosa que no podían abandonar, pues no podían desobedecer al supremo soberano: el Señor. Además afirmaron con vigor su voluntad de lealtad a las autoridades del país, sin contravenir a todo aquello que fuera justo y recto; y enseñaron a respetar y venerar a los antepasados, según las costumbres de su tierra, a la luz del misterio de la resurrección. La Iglesia vietnamita, con sus mártires y mediante su testimonio, ha podido proclamar su voluntad y su compromiso de no rechazar la tradición cultural y las instituciones legales del país; al contrario, ha declarado y demostrado que quiere encarnarse en ella, contribuyendo con fidelidad a la verdadera edificación de la patria". También hoy se trata de conciliar nuestra tradición cultural y la fidelidad cívica con la profesión de una vida inspirada en el evangelio de la cruz, sin concesiones y, si es necesario, hasta el heroísmo.
30 de noviembre SAN ANDRÉS, apóstol (siglo v)
1. Nota histórico-litúrgica La fiesta del apóstol Andrés (viril), celebrada ya a comienzos del siglo V en el calendario de Jerusalén el 30 de noviembre, como testimonian el martirologio jeronimiano y los antiguos sacramentarios (es conocida por san Gregorio Nacianceno y por otros Padres antiguos), ha estado rodeada siempre de particular solemnidad desde el tiempo del papa Simplicio. Este,
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San Andrés
hacia el 475, dedicó una Iglesia, cerca de Santa María la Mayor, en el Esquilmo, al apóstol, porque era hermano de Pedro. Hijo de Jonás de Betsaida (al noreste del lago de Tiberíades), Andrés fue discípulo de Juan Bautista, con quien conoció al apóstol Juan. Con él fue el primero que siguió a Jesús, a quien llevó a su hermano Pedro (Jn 1,35-42). Por este motivo los griegos lo llaman "protocleto" (primer llamado). La tradición popular no documentable, si bien antigua, le ha asignado un campo de apostolado en Grecia: Escitia y Tracia, pero especialmente Epiro y Acaya, donde habría sido crucificado en Patrás (en el año 60). Pero se indican también otras cuatros regiones (como la costa del mar Negro e incluso el Cáucaso). Si sus reliquias fueron llevadas a Constantinopla sólo en el año 357, la piedad popular prefirió anticipar el culto en la capital del imperio haciéndolo remontar a Constantino, que es el fundador de la Iglesia de Bizancio (aunque Juan Crisóstomo ignoraba dónde está enterrado el apóstol). La passio apócrifa sobre el martirio lo hace crucificar en Patrás sobre una cruz decusata, es decir, con los brazos en forma de X (llamada de san Andrés), como se usaba en los alfabetos trazados sobre el suelo para la dedicación de las iglesias. Esta cruz sólo figura en la liturgia de las horas: en la antífona del Magníficat, de vísperas: "In passione socius " (de Pedro), y en el himno de laudes (segunda estrofa): "Hermano de Pedro en el cuerpo, no distinto por la clase de muerte". Sus reliquias, conservadas desde el siglo IV en Constantinopla, fueron transportadas a Amalfi en 1208, y su cabeza llegó a Roma en 1462; pero en 1964 fue restituido, con gesto ecuménico, a la Iglesia greco-ortodoxa (en Patrás). Se debe a Gregorio Magno, después de su vuelta de Constantinopla, la inserción del nombre de Andrés en el canon romano. En el Nuevo Testamento se le menciona varias veces: dos en Mt, tres en Me, una en Le y Jn; en los Hechos (1,13) el apóstol ocupa en el orden el cuarto puesto, después de Pedro, Santiago y Juan (de modo análogo al que ocupa en el evangelio de Marcos). 2. Mensaje y actualidad Los textos de la liturgia, tanto de la misa como de las horas, tratan de utilizar las escasas noticias de fuente bíblica que caracterizan a este apóstol. Aparece, en las tradiciones sinóptica y joanea, ante todo como protagonista de los relatos de voca-
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ción: por ejemplo, en la antífona de entrada (Mt 4,18-19) y de comunión (Jn 1,41-42). a) La colecta del sacramentarlo gregoriano (n. 770) invoca: "Protégenos, Señor, con la constante intercesión del apóstol san Andrés, a quien escogiste para ser predicador y pastor de tu Iglesia". En la primera calificación de anunciador del evangelio se puede evocar el relato joaneo, donde el discípulo del Bautista, que buscaba la esperanza mesiánica ("¿Qué buscáis?", Jn 1,37), es presentado entre los dos primeros que siguen a Jesús ("Venid y ved") y se entretiene largo tiempo con él: deviene el primer apóstol de la vocación al discipulado, porque lleva a su hermano Pedro donde el mesías, que dice haber hallado (Jn 1,41-42). Por tanto, fue anunciador del evangelio, porque tenía desde su vocación inicial este espíritu misionero, que le llevó a hacer su explícita confesión mesiánica ("Hemos encontrado al mesías"). En la tradición sinóptica, Andrés es presentado como pescador (Mt 4,18-19); y, según Lucas, su vocación con la de Pedro ocurre al término de una pesca milagrosa en el lago de Galilea ("Os haré pescadores de hombres", Me 1,17). La rapidez de la respuesta, subrayada por Me 1,18: "Al instante dejaron las redes y lo siguieron", puede entenderse a la luz de la expresión del texto de la colecta: no sólo como anunciador del evangelio (praedicator), sino también como "pastor de la Iglesia" (rector). No se puede ejercer el ministerio de guía de la Iglesia sin esta renuncia y seguimiento total de Jesús. Asimismo aparece Andrés en Jn 6,8, donde da la noticia de que un muchacho tiene cinco panes de cebada y dos peces, demostrando su interés práctico frente a aquella emergencia; precisamente a partir de esta humilde ofrenda, Jesús realiza la multiplicación de los panes. b) Se podría acercar este texto a la oración sobre las ofrendas, donde se invoca a Dios todopoderoso: "Estos dones que te presentamos en la festividad de san Andrés nos hagan agradables a ti y, al recibirlos, renueven nuestra vida". En ambos textos, bíblico y eucológico, la humilde ofrenda hace de catalizador de este cambio, que no es una simple multiplicación numérica de panes, sino una transformación de vida, de humana en divina. c) Por fin, la oración después de la comunión recuerda el tema de la pasión, porque pide al Señor: "Te rogamos que la participación en tus sacramentos nos dé fortaleza para que, compartiendo la muerte de Cristo, a ejemplo del apóstol san
510 San Andrés Andrés, merezcamos vivir con él en la gloria". El apóstol, que, según Me 13,3, interrogó con Pedro a Jesús sobre el discurso escatológico ("Dinos, ¿cuándo sucederá eso y cuál será la señal de que todas esas cosas van a cumplirse?"), es presentado ya en perspectiva de la pasión de Cristo. Él, que fue el primer misionero entre los apóstoles, es uno de los más íntimos de Jesús, como se infiere en Jn 12,22, donde, por su mayor confianza con Jesús, es consultado por Felipe y con él acude a Jesús para decirle que algunos griegos desean verlo, haciéndose así garante de las buenas disposiciones de los paganos que querían acercarse a Jesús. Por los rasgos de su espontaneidad generosa, que le hacen parecido a la índole de su hermano, aparece asociado a Pedro también en el martirio. En el himno (de san Pedro Damián) de laudes se canta esta fraternidad del martirio: "La cruz los ha hecho hermanos en el cielo, los ha engendrado como una sola carne" (segunda estrofa). Y se hace esta invocación: "Oh venerable vastago (de la familia de Pedro), oh idéntica corona de gloria; los padres santos de la Iglesia son asimismo hijos de la cruz" (tercera estrofa). En la antífona de laudes, en el Benedictus, oímos resonar un fragmento de la vehemente y apasionada peroración a la cruz, como nos narra la passio latina (que no es posterior al 550, porque es usada por san Gregorio de Tours en sus Milagros de san Andrés), derivada de los "Hechos apócrifos de Andrés", del siglo III: "Oh cruz, ten a bien abrazar a aquel que fue discípulo de quien en ti estuvo clavado, Cristo, mi maestro". La actualización de esta fiesta nos la ofrece una frase del oficio de lectura, donde san Juan Crisóstomo, comentando la vocación de Andrés, dice: "Andrés, después de permanecer con Jesús y de aprender de él muchas cosas, no escondió el tesoro para sí solo, sino que corrió presuroso en busca de su hermano, para hacerle partícipe de su descubrimiento". Este ejemplo de coparticipación en la fe se nos impone también a nosotros hoy. Prefacio (MA, 261) Hoy es el día sagrado para el misterio de la vida y de la muerte de san Andrés, que en la abierta predicación de Cristo y en el martirio de cruz se reveló verdadero hermano de Pedro y mereció participar con el sufrimiento y la gloria en la bienaventurada legión de los ángeles.
DICIEMBRE
3 de diciembre SAN FRANCISCO JAVIER, presbítero (1506-1552)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Francisco Javier, muerto en la isla de Sanchón (no lejos de Cantón, gran puerto chino) el 3 de diciembre de 1552, canonizado en 1662, inscrito en el calendario romano en 1663 y declarado patrono de la India y de todo el Extremo Oriente en 1748, y por fin de todas las misiones católicas, junto con santa Teresa del Niño Jesús, en 1927, celebra al gigante de la historia de las misiones. En doce años recorrió miles de kilómetros para implantar el cristianismo en la India, en Indonesia y en el Japón. Francisco de Jasu y Xavier nació en 1506 de noble familia vasca de Navarra. Su padre era consejero del rey de Navarra y murió cuando Navarra fue invadida por los castellanos. Sus hermanos defendieron con los franceses esta tierra, logrando conquistar Pamplona (defendida por Ignacio de Loyola). Estudió en París desde 1525, llegando a magister artium y enseñando filosofía. Pero en 1534, el día de la asunción, después de haber sido tocado por la gracia junto con san Ignacio y algunos otros (entre ellos su amigo Pedro Favre), emitió los votos religiosos en la iglesia de Montmartre, con el voto de ir a Tierra Santa. Bloqueado en Venecia porque Palestina resultaba inaccesible a causa de los turcos musulmanes, se dirigió a Roma en 1538 con sus compañeros, donde se pusieron a disposición del papa para ser enviados en misión. Ignacio y Francisco ya habían sido ordenados sacerdotes en Venecia (1537) (donde Fran-
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San Francisco Javier
cisco contribuyó a la redacción de las constituciones de la Compañía de Jesús). Así, cuando el rey de Portugal pidió misioneros para las Indias, Francisco pudo partir en lugar de un cohermano enfermo, zarpando desde Lisboa con el nombramiento del legado pontificio para Extremo Oriente. En 1552 llegó a Goa, capital de la India, donde se dedicó a la catequesis de aquella colonia portuguesa (durante el viaje, en la costa africana, había podido admirar una cruz erigida por Vasco de Gama). Más tarde se trasladó hasta los pescadores de perlas paravas, en el cabo Comorín, donde halló unos veinte mil bautizados (entre 1535-1537) sin ninguna instrucción cristiana. También en Travancore pudo bautizar a unos diez mil pescadores macuas. Pero hubo de partir pronto, porque su misión de legado pontificio se extendía desde el cabo de Buena Esperanza hasta la extrema China. En 1545 fue a Malaca, donde encontró a los primeros japoneses; y desde allí, a las islas Momeas (conocidas como "las islas de las especias"); desde aquí proyectó lanzarse al Japón. Desde Goa, en 1549, se embarcó para la gran isla, acompañado por tres japoneses convertidos y por dos hermanos. Las dificultades de la lengua provocaron no pocos equívocos en su evangelización, pero no obstante logró crear una pequeña comunidad en Yamaguchi, que fue "la delicia de su alma". En estos dos años de estancia en Japón bautizó a mil quinientas personas. Y pensando que no podría proseguir su obra misionera sin visitar la cuna de la cultura japonesa, proyectó ir a China. Después de hacerse a la vela para Goa en 1551, donde debía dirigir a la neoprovincia india, partió para Malaca, y en Singapur escribió varias cartas. Por último, en la isla de Sanchón (a ciento cincuenta kilómetros de Cantón) esperó el momento favorable para zarpar, incluso solo (el chino en quien confiaba lo abandonó y todos los mercaderes portugueses habían abandonado la isla), aunque el invierno estuviera a las puertas. Atacado por la fiebre y exhausto de fuerzas, invocando a la santísima Trinidad y el nombre de Jesús, murió a la edad de cuarenta y seis años, con una vela en la mano. Después de haber convertido a unos treinta mil paganos, recorriendo distancias inmensas (en once años y ocho meses, más o menos ochenta mil kilómetros, con una media de sesenta al día) entre miles de dificultades culturales y lingüísticas, abrió nuevas vías a las misiones jesuíticas. Fue enterrado en Goa, adonde había llegado una carta de Ignacio, que le reclamaba temporalmente en Europa.
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2. Mensaje y actualidad Las nuevas oraciones configuran mejor la actividad misionera de este vasco navarro, enamorado de su tierra y de su cultura, que fue uno de los misioneros más grandes de la época moderna. a) La colecta contiene en la primera parte la invocación a Dios: "tú has querido que numerosas naciones llegaran al conocimiento de tu nombre por la predicación de san Francisco Javier"; y termina con la intercesión "infúndenos su celo generoso por la propagación de la fe, y haz que tu Iglesia encuentre su gozo en evangelizar a todos los pueblos". La vocación misionera de Francisco se remonta a la primera fase de su vida, como se narra en las fuentes ignacianas (cf ü, 381): "En el tiempo en que los padres recorrían Italia sirviendo en los hospitales, Francisco y Laínez dormían uno junto al otro y muchas veces Francisco se despertaba de improviso y decía: '¿Sabéis qué he soñado? Llevaba a las espaldas a un indio, y su peso era tan grande que no podía soportarlo'. Como Pablo, Francisco creyó que la salvación venía únicamente de Cristo; por eso se dedicó al anuncio misionero condenando la idolatría pagana, y atacó con páginas de fuego incluso a los bonzos y bramanes; pero supo asimismo dialogar con la gente, aunque no se preocupara demasiado por la inculturación de la fe. En las costas de Malabar afirmaba que los habitantes de aquellas tierras le comprendían tanto como él a ellos: "Yo vago entre este pueblo solo, sin intérprete; los pobres me hacen comprender sin intérprete sus necesidades y yo, al verlos, los comprendo sin intérprete". No dejaba de aprender lenguas, y llegó a confesar que, aprendiendo japonés, necesitó cuarenta días para conseguir recitar en lengua local los diez mandamientos. La adaptación inteligente a las distintas condiciones en la evangelización consistía, para él, en bautizar tras una breve preparación, reservando para después del bautismo una larga instrucción sistemática. b) En la oración sobre las ofrendas se repite el tema de que san Francisco "partió a lejanos continentes impulsado por el celo de la salvación de los hombres". Por esto se invoca del Señor nos conceda también "a nosotros que, dando testimonio eficaz del evangelio, sintamos la urgencia de llegar a ti en unión de todos los hermanos". Devorado por una inquietud que se había fijado como confines el mundo, preocupándose más por aquellos que estaban lejos que por los que estaban cerca, Fran-
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cisco hubo de hacer frente a los reproches de sus mismos cohermanos, que lo acusaban de no cuidar los intereses de la Compañía, cuya responsabilidad había recibido. En el oficio de lectura, el santo misionero expone a san Ignacio en una carta la inmensidad de la tarea que le incumbe, y auspicia que muchos jóvenes vayan a ayudarlo: "Y así como van estudiando en letras, si estudiasen en la cuenta que Dios, nuestro Señor, les demandará de ellas, y del talento que les tiene dado, muchos de ellos se moverían, tomando medios y ejercicios espirituales para conocer y sentir dentro de sus ánimas la voluntad divina, conformándose más con ella que con sus propias afecciones". c) En la oración después de la comunión se invoca: "El sacramento que hemos recibido, Señor, despierte en nosotros el amor ardiente que inflamó a san Francisco Javier en el celo por la salvación de las almas; así... conseguiremos el premio que tú has prometido a aquellos que te sirven con un corazón generoso". Es la última instancia que se deriva de esta memoria, que nos actualiza el anhelo apostólico de este misionero infatigable, devorado por la impaciencia de los límites. Sin duda que hubo de contar con la tarea colonial de los pueblos europeos, en la que los portugueses no habían hecho a Cristo amable ni atrayente para los indígenas, ya que su dominio era con frecuencia duro y cruel, "contando los bastonazos con las cuentas del rosario". En Goa le llamaban "el gran padre", porque instruyendo a los chicos que recogía por las calles al son de una campanilla lograba hacerles aprender el catecismo a base de canciones. Así se ganó la simpatía del obispo de Goa y del rey de Portugal, que esperaban se abrieran por doquier escuelas catequísticas "al estilo de Javier" en aquel ambiente donde la vida de los portugueses era poco digna del nombre cristiano. Podemos reflexionar sobre una frase de Francisco Javier, modelo extraordinario de celo misionero, que en su boca resuena como una significativa advertencia: "Recordad que Dios hace más caso de la buena voluntad llena de humildad con la cual nos ofrecemos a él, dando por amor toda nuestra vida al servicio de su gloria, que aprecia y estima los servicios que se le hacen, por grandes que sean" (Mons. Xav. JJ, 191). Prefacio (Propio de la Compañía de Jesús) ... encendiste en san Francisco Javier, hijo de la primera compañía, el ardor de la caridad y el celo de las almas,
4 de diciembre 515 para que, despreciando riesgos, fatigas y trabajos, emprendiese innumerables viajes, y anunciase el evangelio a muchas naciones, a las que inició en los sacramentos de la salvación y agregó a tu pueblo.
4 de diciembre SAN JUAN DAMASCENO, presbítero y doctor de la Iglesia (650-753)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Juan Damasceno, celebrada ahora el mismo día en que el rito bizantino conmemora la inhumación en la laura de San Sabas (cerca de Jerusalén), que se hizo probablemente el 4 de diciembre del 749/50, entró en el calendario romano en 1890 (en la fecha arbitraria del 27 de marzo, que caía en cuaresma), cuando León XJJJ declaró a san Juan Damasceno "doctor de la Iglesia". Nacido en Damasco hacia el 650 de una familia árabe cristiana (su padre se llamaba Yahia ibn Sargun Mansür; Constantino Coprónimo le cambió el nombre por el término infamante de Manzer, o sea, bastardo), apenas veinte años después de la muerte de Mahoma, fue educado probablemente por un monje siciliano llevado prisionero por los sarracenos a Damasco (donde su padre ocupaba un alto cargo al servicio del califa), junto con su hermano adoptivo Cosme (luego obispo de Mayuma). Al morir su padre, Juan le sucedió en el cargo, llegando a gran visir, es decir, ministro de las finanzas de la corte del califa. Pero éste, hacia el fin del siglo, negó sus favores a la familia de Juan, de modo que tuvo que alejarse de Damasco. Recalando en Jerusalén, entró en la cercana laura de San Sabas, donde se practicaba una vida monástica considerada típica por el monaquisino bizantino (las celdas estaban separadas, pero la iglesia era común). Fue ordenado sacerdote (726) por el patriarca de Jerusalén, Juan V, que se sirvió de él como predicador y escritor, especialmente durante la polémica iconoclasta suscitada
516 San Juan Damasceno por León III Isáurico en el 730 (edicto oficial), tal vez influido también por el edicto del califa Yadiz del 720, en el que condenaba como idolatría el culto de las imágenes de los cristianos. Junto con Germán, patriarca de Constantinopla, y con el papa Gregorio II, Juan se convirtió en uno de los principales defensores del culto de las imágenes. La leyenda dice que León III, haciendo falsificar una carta de Juan, en la que se tramaba la entrega de Damasco por traición al califa, le hizo cortar la mano derecha pero la Virgen se la restituyó íntegra por la noche. Su vida monástica en San Sabas fue al principio muy severa por las pruebas a las que fue sometido. Ciertamente pudo dedicarse a sus estudios, componiendo obras (entre ellas la Fuente del saber, primer compendio de dogmática e himnos litúrgicos). Es probable que muriera en su celda monástica, aunque otros biógrafos digan que recorrió las provincias de Oriente para fortificar a los cristianos contra los iconoclastas, hasta que sucumbió mártir de su fe. Sin duda alguna murió en edad muy avanzada (¿a los cien años?). Su iconografía sigue íigada a la leyenda de la "mano cortada", según la cual habría colgado de una imagen de la Virgen un brazo de plata (la Virgen con tres manos). Una de estas imágenes fue entregada por el higúmeno de la laura de San Sabas al metropolitano de Serbia, haciéndose muy famosa entre los serbios (monasterio de Chilandarii).
2. Mensaje y actualidad La nueva colecta (evitando la alusión sólo al carácter antiiconoclasta) quiere focalizar el mensaje de este último gran teólogo universal de la Iglesia en su obra principal: La fe ortodoxa (que es la tercera parte de la Fuente del saber). En este manual de dogmática, la primera parte introductiva de tipo filosófico (dialéctica), extraída de Aristóteles y de los Padres, hace un compendio de toda la tradición doctrinal de la Iglesia, mientras que la segunda traza la historia de las herejías. En efecto, en la oración se pide al Señor "que nos ayude en todo momento la intercesión de san Juan Damasceno, para que la fe verdadera que tan admirablemente enseñó sea siempre nuestra luz y nuestra fuerza". Ante todo Juan fue un maestro de teología, expuesta con método racional, pero siempre con fidelidad a la tradición patrística, anticipándose (aunque de modo diverso) a la auténtica escolástica tomista. No sólo Teófanes el Con-
4 de diciembre 517 fesor, a comienzos del siglo xn, lo llama "distribuidor de oro", sino que también más tarde, desde el siglo xn, su obra (traducida al latín) fue consultada con gran cuidado por Tomás de Aquino y sirvió en las discusiones entre occidentales y orientales en los siglos XIII y XIV en la reunión entre las Iglesias en los concilios de Florencia y Ferrara. La colecta, según hemos visto, apela a la fe como "nuestra luz y nuestra fuerza", refiriéndose no sólo a la ortodoxia defendida por Juan en la lucha contra las herejías del nestorianismo, monofisismo, monotelismo y teopasquismo, como él expone en sus tratados (recuérdense también Los sagrados paralelos, con sentencias y pasajes tomados de la Escritura y de los Padres), sino también a la defensa del culto de las imágenes. Ésta le costó la excomunión del sínodo iconoclasta del 754 (convocado por León Isáurico), siendo más tarde rehabilitado por el séptimo concilio de Nicea del año 787, que proclamó su santidad y su ciencia llamándolo chrysorrhoas (es decir, río de oro). Su defensa de tal culto se resume en la frase: "No es la materia lo que nosotros veneramos, sino lo que ella representa; el honor que se tributa a la imagen se transmite a su ejemplar". Las tres oraciones por las sagradas imágenes (726-730) son la ilustración de esta verdad, fundada en la distinción entre adoración (a Dios solo) y veneración (a los santos). Contrapone el cristianismo fundado en el dogma de la encarnación (es decir, de la presencia visible de Dios entre nosotros en el Verbo encarnado) al hebraísmo e islamismo (donde no sólo se prohibe cualquier culto de la imagen, sino también toda representación). La verdadera fe defendida por este padre, que fue llamado también impropiamente (porque su síntesis no es original) el santo Tomás oriental, no fue expuesta sólo en la trilogía teológica (dialéctica, historia de las herejías, fe ortodoxa) o en las obras exegéticas (comentario a las cartas paulinas y a los sagrados paralelos), sino también en sus homilías (son auténticas nueve, de las trece que se le atribuyen). Entre éstas, tres tratan de la muerte y asunción de María; este testimonio tradicional se encuentra en el menologio bizantino del 15 de agosto y en la constitución apostólica de Pío XII Munificentissimus Deus para la definición del dogma de la asunción. Por fin, también sus obras poéticas, que son llamadas "cánones" (himnos) en el oficio bizantino de las horas, hacen célebre a este doctor de la fe, que expresó con firmeza su sentido de la Iglesia en un tiempo sectario; pero él se consideraba, en su humildad, como "un inútil y mínimo esclavo, para quien hubiera sido mejor recono-
518 San Nicolás cer sus propios pecados ante Dios que intervenir en los problemas teológicos y políticos". Justamente la oración subraya que enseñó también con su vida la verdadera fe, considerada por él como un patrimonio heredado de la tradición que había que conservar y defender. En el oficio de lectura se expresa para nosotros la actualidad de este magisterio ortodoxo, común a Oriente y a Occidente (que debemos redescubrir en nuestros diálogos ecuménicos), con este elogio tomado del prólogo de su obra maestra (Declaración de la fe): "Y tú, cima preclara de la más íntegra pureza, excelente congregación de la Iglesia, que esperas la ayuda de Dios; tú, en quien Dios descansa, recibe de nuestras manos la doctrina inmune de todo error, tal como nos la transmitieron nuestros Padres y con la cual se fortalece la Iglesia". De Juan Damasceno, además del texto para su memoria, se lee un fragmento de los Sermones (Sant. 26-VII).
6 de diciembre SAN NICOLÁS, obispo (t ca. 350)
I. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de san Nicolás, obispo de Mira (en Licia, Turquía), es celebrada el 6 de diciembre por todas las Iglesias orientales; en Roma es atestiguada sólo desde el siglo IX (aunque exista una imagen suya del siglo VIII), anteriormente a la traslación de sus reliquias, sustraídas por corsarios bareses en Mira (ocupada poco antes por los turcos) y transportadas a la que sería luego célebre iglesia de Bari en 1087. El arzobispo de Barí, Elias, los recompensó con derechos y privilegios especiales; y, a petición de Bohemundo I, el papa Urbano II, hacia 1089, fue a Bari para asistir a la traslación de san Eustaquio a la nueva catedral y consagrar el altar de san Nicolás. La noticia más antigua, vidas posteriores legendarias aparte, que atribuyen a este héroe episodios concernientes a Nicolás el
6 de diciembre 519 Sionita (que había fundado el monasterio de Sión, junto a Mira), se remonta al siglo vi, ya que nos informa de la existencia de una basílica dedicada a san Nicolás de Mira. Por noticias atendibles sabemos que su tío Nicolás, obispo de Mira, ordenó sacerdote a su homónimo sobrino, y que él, después de repartir toda su herencia a los pobres, fue jefe de un monasterio fundado por su tío mismo. A la vuelta de un viaje a Tierra Santa fue ordenado obispo de su ciudad, y suscribió en Nicea (325) la fe en la divinidad de Cristo, proclamado consustancial al Padre (omoousios). Posteriormente habría sido encarcelado y torturado (por esto se le considera confesor) por la fe en la persecución de Galerio (ca. 350) y habría muerto a la edad de sesenta y cinco años (en el 345 ó 350). Las leyendas (cuyo núcleo se remonta al siglo VI, de origen griego) lo presentan como gran taumaturgo, y en ellas se ha inspirado asimismo la iconografía: libertó a tres oficiales encarcelados injustamente por Constantino; hizo posible el matrimonio a tres jóvenes pobres, condenadas por su padre a la prostitución, ofreciendo la dote en monedas de oro; resucitó a tres estudiantes (convertidos luego en niños) condenados a muerte por un hospedero, que los había puesto en salmuera; salvó a un niño que había perecido entre las llamas, tras la invocación del padre, que había invitado a su hijo a dar limosna a un mendigo (el mismísimo demonio camuflado e irritado por los festejos anuales del santo); liberó a tres marineros del peligro de naufragar. En el siglo xn se comenzó a regalar dulces a los niños la víspera de la fiesta de san Nicolás, por una trasposición del milagro del obispo (que resucitó a los tres niños asesinados y salados) de la festividad de los santos inocentes al ambiente de las escuelas cristianas. Tal costumbre se desarrolló posteriormente por influjo de los mitos germánicos de la naturaleza; y en el siglo IX, en el norte de Alemania, el folclore pagano sustituyó a san Nicolás por el hombre de navidad (Weihnachtsmann), hasta el punto de cambiar, en tierra anglosajona, el nombre por "Santa Claus" (Sint Klaes). Independientemente de este desarrollo secularizado de la tradición, nos encontramos con el culto de san Nicolás, difundido a partir del siglo vi desde la ciudad de Mira y después desde Constantinopla a toda la Iglesia griega, eslava y rusa (es patrono de Rusia) y a Occidente (después de la traslación de sus reliquias a Bari), que ha encontrado gran eco en la dedicación de numerosas iglesias (más de dos mil en Francia y Alemania, cerca de cuatrocientas en Inglaterra y cuarenta en
520 San Nicolás
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7 de diciembre 521
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Mensaje y actualidad
a s n e r a ? C°l6Cía\dentro d e s u e b r i e d a d , ilumina un solo aspecto de la vida del santo, considerado taumaturgo. En efecto se implora al Señor "su misericordia" y se suplica "que, por w mercesion de su obispo san Nicolás, nos proteja en todos los pengros para que podamos caminar seguros por la senda de la salvación . Aunque no se alude a los numerosos milagros realiz a o s por san Nicolás, como en la anterior colecta del misal, se puede ante todo imitar su ortodoxia, que la tradición le atribuye como confesor de la fe nicena. Además se le venera como protector, porque desde el tardo medievo es uno de los santos auxiliadores , que da el nombre a varios patronatos no sólo de innumerables iglesias, sino también de muchas confraternidades y categorías (de los navegantes a los prisioneros, de las ninas a los escolares, de los juristas a los farmacéuticos). Él dio ¿ P r o J™o todos sus bienes (como otros obispos de la antigüead: Cipriano, Basilio, Ambrosio, Crisóstomo) y socorrió todo «Pp de miserias humanas, según la tradición. El elogio de Añares de Creta (660-740) es significativo en esta oración: "Has reunido preciosísimas virtudes, como piedras brillantes en un Precioso tesoro; por ello para casi todos los que están bajo el sol e has convertido en un varón preclarísimo por la fama" (PG La liturgia de las horas, en el oficio de lectura, con el sermón san Agustín, que sirve de comentario del evangelio de Juan s pbre la relación entre amor y ser pastor de los fieles, esboza en síntesis el mensaje del obispo de Mira y de Barí que, pese a la ecularización y a la explotación comercial de su imagen (sólo econocible actualmente por la barba), sigue siendo el símbolo el santo benévolo y amante de los niños: "El amor de Cristo Q ebe crecer hasta tal grado de ardor espiritual en aquel que Pacienta sus ovejas, que supere también el natural temor a la m u e r t e , por el que no queremos morir aun cuando queremos Vl vir con Cristo" La actualidad de esta memoria está enriquecida hoy por un m otivo ecuménico, porque la común devoción de Oriente y c a d e n t e ha elegido como sede de varios encuentros ecuménicos a la ciudad de Bari, que en 1098 hospedó al papa Urbano e
para un concilio en el que se trató, entre otras cosas, de la reunión de la Iglesia latina con la Iglesia griega, erigiendo además una facultad teológica especializada en el estudio de la tradición oriental (Instituto de San Nicolás).
7 de diciembre SAN AMBROSIO, obispo y doctor de la Iglesia (ca. 339-397)
1.
Nota histérico-litúrgica
La memoria de san Ambrosio, muerto en Milán la noche pascual del 4-5 de abril del año 397, es celebrada en Roma sólo desde el siglo xi, en la fecha del 7 de diciembre, en la que fue ordenado obispo (374), según la fecha que se impuso en la Iglesia bizantina y en otras Iglesias episcopales y monásticas en la Edad Media (también un calendario milanés del siglo XI cita el 30 de noviembre para el bautismo y el 7 de diciembre para la ordenación). Desde 1298 es celebrado como uno de los cuatro doctores de la Iglesia, junto con san Agustín, Jerónimo y Gregorio Magno. Nacido en Tréveris de familia romana cristiana, hacia el 339 (su padre era prefecto del pretorio de la Galia), Ambrosio era romano de espíritu y por tradición; por eso al morir su padre volvió a Roma con su familia (su hermano Sátiro y su hermana Marcelina), donde estudió derecho y retórica, llegando a abogado de la prefectura del pretorio (365), primero en Sirmio (Iliria), y después a consularis de la provincia de Emilia-Liguria, que tenía por capital a Milán. Cuando murió el obispo a m a n o Áuxencio, intervino para impedir tumultos; pero fue aclamado improvisamente tras su discurso a favor de la paz. Así, de catecúmeno que era, ocho días más tarde fue bautizado e instruido por el presbítero Simpliciano y por último ordenado obispo (tras haber realizado incluso gestos antipopulares para rechazar este cargo). Por sus dotes personales, fue consejero de los emperadores Graciano (en Tréveris), Valentiniano U (en Sirmio) y después de Teodosio I, sabiendo oponerse, empero, con la fuerza incluso a la emperatriz filoarriana Justina. Reprendió
522 San Ambrosio ante el senado al emperador Teodosio, que en el año 390 había realizado una carnicería por venganza en Tesalónica, confirmando la libertad de la Iglesia frente al poder imperial y civil, aunque a veces su intervención a favor de la inmunidad de los cristianos destructores de la sinagoga (como en el caso del asunto de Calínico, en Mesopotamia) pudo parecer que iba contra el justo equilibrio entre poder religioso y civil. Fue apóstol de la caridad, reformador litúrgico (con sus himnos y sus sermones sacramentales como medio de catequesis), formador de almas (convirtió y bautizó a Agustín), promotor y defensor (contra el hereje Joviniano) de la virginidad (la Exhortación a la virginidad fue escrita en Florencia para la dedicación de la basílica de San Agrícola) y comentador de las Escrituras (especialmente de los textos del Antiguo Testamento y del evangelio de Lucas). Dejó una huella indeleble en la Iglesia de Milán. Construyó también dos basílicas, añadidas las seis (o siete) ya existentes, y dio origen al que luego fue llamado rito ambrosiano. En el año 397, ya débil de salud, dictó su comentario al salmo 43; y al llegar al versículo 24 escribió sus últimas líneas: "Es duro arrastrar tanto tiempo y por todas partes este cuerpo, envuelto ya por las sombras de la muerte. Levántate, Señor. ¿Por qué duermes? ¿Quieres seguir rechazándome?" También hoy es venerado en su basílica de Milán. Su vida fue escrita por el diácono Paulino. 2. Mensaje y actualidad Las oraciones, renovadas en parte, trazan tres rasgos del gran obispo. a) En la colecta se pone de relieve que "Dios hizo al obispo san Ambrosio doctor esclarecido de la fe católica y ejemplo admirable de fortaleza apostólica". Este catecúmeno, que en ocho días fue bautizado y ordenado obispo, después de haber devorado a los autores cristianos, sobre todo griegos (Gregorio Nacianceno, Basilio, Orígenes, Filón), sin olvidarse de los paganos (como Plotino y Porfirio), se convirtió inmediatamente en un maestro de vida, como lo describe Agustín, que le vio "leer calladamente, y nunca de otra manera; (...) ¿quién se iba a atrever a molestar a un hombre tan abstraído? (Conf. 6,3,3). Sentía como deber primordial de obispo el anuncio y la interpretación de la palabra de Dios (cf el comentario al evangelio de Lucas y las numerosas homilías sobre los personajes del
7 de diciembre 523 Antiguo Testamento: Noé, Abrahán y Jacob, Job, David, Tobías, Elias, Nabot); por eso recordaba a sus clérigos que dedicaran a la lectura el tiempo que los dejaba libres (cf De off. ministr. 1, 88). Hacia el año 390 escribía: "Bebe ante todo el Antiguo Testamento para que puedas beber también el Nuevo Testamento; sin el primero no podrás beber el segundo; bebe el primero para apagar tu sed y el segundo para saciarla" (In Ps. 1,33). También escribe al obispo de Constancio de ímola en la carta presentada por el oficio de lectura: "Recoge el agua de Cristo, esa agua que alaba al Señor. (...) Llena el seno de tu mente, para que tu tierra se esponje y tengas la fuente en tu propia casa. Quien mucho lee y entiende se llena, y quien está lleno puede regar a los demás". Es indudable que Ambrosio, como escritor, es inferior a Jerónimo o Agustín, contemporáneos suyos, ya que él fue un hombre de acción; pero sigue siendo un maestro por haber sabido adaptar la doctrina cristiana a la tradición clásica y al espíritu romano. Pese al dilema de Jerónimo (Ep. 22,30: "ciceroniano o cristiano"), era ciceroniano y cristiano, logrando hacer una síntesis viva y armoniosa entre el estilo helenístico y oratorio y la sustancia viva del evangelio, dejando vislumbrar siempre la impronta de su orientación preferentemente platónica en su pensamiento teológico (por influjo de su maestro Simpliciano). La enseñanza de este maestro de vida es siempre fundamentalmente cristocéntrica, como él mismo escribe: "Lo tenemos todo en Cristo, todo está en poder de Cristo y Cristo es todo para nosotros. Si quieres curar de tus heridas, él es el médico; si ardes de fiebre, él es la fuente; si temes la muerte, él es la vida; si deseas el cielo, él es el camino; si buscas nutrición, él es el alimento". Es sin duda este magisterio doctrinal el que me ha hecho denominar a Ambrosio, por parte del doctor de Hipona, doctor meus, mi maestro (PL 44,671). La segunda nota mencionada en la colecta es su fortaleza apostólica. En efecto, Ambrosio defendió con fuerza la libertad de la Iglesia del poder político, sin ceder a compromiso alguno, ni siquiera ante Teodosio el Grande para la cesión de una basílica de Milán a los arríanos; aunque, escribiendo a su hermana Marcelina, le recordó cómo "lloró con amargura, temiendo una matanza, y suplicó a Dios para que en una causa concerniente a su Iglesia no se derramara la sangre de nadie, sino que más bien se derramara la suya por la incolumidad no sólo de su pueblo, sino de los mismos impíos". Cuando Teodosio, tras la matanza de Tesalónica (siete mil personas), se atrevió a entrar
524 San Ambrosio en la iglesia, Ambrosio se lo impidió. Y más tarde, cuando el emperador, para excusarse, adujo el ejemplo del rey David, respondió con valentía: "Si has imitado a David en el pecado, imítalo también en la penitencia". En efecto, en la noche de navidad del año 390 fue reconciliado el emperador penitente. Palabras no menos resueltas le dirigió al emperador Eugenio, a quien recordaba que, "confiando en Dios, no temía decir a los emperadores lo que pensaba, y lo que no había callado a los emperadores tampoco se lo callaría a él" (Ep. 57). En el himno de laudes, cantado en la Iglesia milanesa (desde el siglo XVI) y recogido en nuestra liturgia de las horas, la segunda estrofa celebra "a aquel que, perseguido, no temió los cetros ni a la emperatriz, cerró el templo y rechazó al César sanguinario". También enseñó Ambrosio la libertad de la riqueza con gran valor (cf la homilía sobre el pobre Nabot) contra las prácticas, muy difundidas entonces, del acaparamiento, de la acumulación de bienes y de la usura, hasta poder decir: "Vosotros mismos recordáis cuántas veces hemos luchado contra los ataques imperiales en defensa de los depósitos de las viudas: más aún, de todos" (De off. 2,29). Y añade: "Tú no das al pobre de lo tuyo, sino que le das lo que es suyo". Él, que había enunciado el principio de que "el emperador está en la Iglesia y no sobre ella", teniendo en cuenta que antes había sido un funcionario estatal, sabía proclamar también su humildad ante Dios y los hombres: "Señor, dame compasión en toda caída que me testimonia cómo cae un pecador; que yo no lo castigue lleno de presunción y de orgullo, sino que llore y me aflija por él". b) En la oración sobre las ofrendas se pide al Señor "que el Espíritu Santo nos ilumine con la misma fe que infundió a san Ambrosio para propagar sin descanso tu gloria". En esta referencia pneumatológica está implícito el recuerdo de las catcquesis mistagógicas de este obispo, que nos ha dejado dos grandes tratados litúrgicos: Sobre los misterios y De los sacramentos, y que creó la himnología litúrgica para un culto renovado (cf la cuarta estrofa del himno citado: "Con la fe que animaba su espíritu, compuso cantos maravillosos"). A Ambrosio le gustaba el lenguaje simbólico, alegórico, inspirado en las obras de los Padres griegos. Por eso dice en la carta a Constancio, que tenemos en el oficio de lectura: "Sujeta el timón de la fe, para que no te inquieten las violentas tempestades de este mundo. El mar es, sin duda, ancho y espacioso, pero no temas: él la fundó (la Iglesia) sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos". El
7 de diciembre 525 "cónsul de Dios" se ha convertido en maestro de itinerarios en la fe, a través de la participación profunda en los sagrados misterios, especialmente con los himnos que escribió, inspirados en cantos griegos (también compuso las melodías de los mismos). c) En la oración después de la comunión se pide al Señor "seguir las enseñanzas de tu obispo san Ambrosio; haz que siguiendo fielmente tus senderos vayamos preparándonos a participar en los gozos del banquete del reino". Este catecúmeno elegido obispo contra su voluntad (que para evitar este cargo había llegado, con fines disuasivos, a hacer torturar a algunos prejuzgados y a introducir en su casa a mujeres de mala fama), sentía fuertemente la relación con su grey; hasta el punto de escribir a su neoelecto obispo Vigilio: "Ante todo conoce la Iglesia del Señor que se te ha confiado". Y en una serie de exhortaciones a los clérigos escribe que "no se busque la propia popularidad, sino el bien de los demás" (De off. 3,2), porque "en el oficio sacerdotal se debe observar la norma de no perjudicar a nadie, ni aun cuando se nos provoque y ofenda injustamente" (De off. 3,9). La actualidad de Ambrosio puede ser ilustrada también por su mensaje de exaltación de la virginidad consagrada, que en aquel tiempo era asimismo una defensa de la emancipación social de la mujer; en ella encontraba su libertad de elección del estado de vida, independiente de la determinación paterna por el matrimonio. Tal defensa de la virginidad se asocia a la teología mariana con estas palabras, que resultan también hoy muy inspiradas en la eclesiología: "Cristo encontró en la Virgen lo que él quería hacer propio y asumir como soberano de todas las cosas: la virginidad. La carne, que fue arrojada del paraíso en un hombre y una mujer, fue nuevamente vinculada con Dios mediante una virgen". De Ambrosio, además del texto para su memoria, de las Cartas (Sant. 7-XII), se leen otros veinticinco textos: de las Cartas, un texto (miérc. V sem. T.O.); del Tr. sobre Caín y Abel, un texto (lun. XXVII sem. T.O.); del Comentario a los Salmos, nueve textos (viern. X sem. T.O.; sáb. X. sem. T.O.; juev. VI sem. T.O.; juev. XVI sem. T.O.; viern. XX sem. T.O.; sáb. XX sem. T.O.; juev. XIV sem. T.O.; Sant. 20-1; Sant. 9-X); del Comentario sobre Le, un texto (fer. de adv. 21 -XII); del Tr. sobre los Mist., siete textos (XV dom. T.O.; íun. XV sem. T.O.; mart. XV sem. T.O.; miérc. XV sem. T.O.; juev. XV sem. T.O.; viern. XV sem. T.O.; sáb. XV sem. T.O.); del Tr. sobre el bien de la muerte, un texto (sáb. XXXI sem. T.O.); del Tr. sobre la huida del mundo, un texto (sáb. II sem. de cuar.);
526 Inmaculada Concepción de Santa María Virgen del Comentario a Flp., un texto (viern. XXVI sem. T.O.); del Tr. sobre la virginidad, un texto (Sant. 13-XII); del Tr. sobre las vírgenes, un texto (Sant. 21-1); del Serm. sobre la muerte de su hermano Sátiro, un texto (Sant. 2-XI). Prefacio (MA I, 265) A esta Iglesia, que comienza a celebrar con rito festivo la memoria de san Ambrosio, le otorgas que pueda sacar nuevo vigor del ejemplo de su vida generosa y nuevos tesoros de sabiduría de sus admirables enseñanzas, mientras su constante oración, que sube a ti agradecida, nos garantiza perenne protección. Prefacio (MA I, 267) En tu santa Iglesia tú dispones y ordenas sacerdotes para preparar a tu Hijo una esposa sin mancha ni arruga. En este día solemne tú elevaste a Ambrosio a la cátedra episcopal para que, renunciando a toda autoridad profana, fuera maestro y guía de tu grey, como pastor de la Iglesia milanesa.
8 de diciembre INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN (siglos vm/xn)
1. Nota histórico-litúrgica La solemnidad de la inmaculada concepción de santa María virgen, que los cruzados ingleses parecen haber traído de Oriente a mediados del siglo XI con la fiesta de la concepción de santa Ana el 9 de diciembre (importada por los monasterios
8 de diciembre 527 griegos de Italia meridional: los textos del pontifical de Exeter están emparentados con los de la liturgia bizantina), se desarrolló en el continente en el siglo xn, cuando fue acogida por los franciscanos, especialmente tras la aportación teológica del venerable Duns Scoto (1263). Se debe a la constitución Prae excelsa, de Sixto IV, la inscripción en el calendario de la ciudad de Roma en 1476 (también la Capilla Sixtina fue dedicada a la concepción de María), después de que el concilio de Basilea en la sesión XXVI, de 1439, decidiera hacerla universal. Ya en los testimonios de Andrés de Creta (740) con su canon y de Juan de Eubea (740) con su homilía hay elementos positivos para la creencia que hacia el año 750 el sinaxario de Constantinopla, en fecha 9 de diciembre, consigna: "La concepción de santa Ana, madre de la Theotokos". El protoevangelio apócrifo de Santiago ofrecía los elementos de la anunciación de una maternidad prodigiosa a santa Ana. En 1166 tal fiesta era de precepto por orden del emperador Manuel Comneno. En Ñapóles el calendario marmóreo del siglo IX lleva esta leyenda el 9 de diciembre: "Concepción de santa Ana (madre) de María virgen". Ya en 1050, en el concilio de Vercelli, el papa León IX recomendaba se honrase la concepción de la Virgen, refiriéndose también a Bizancio. No ha de confundirse la primitiva fiesta anglosajona con la de la concepción de santa María, que se encuentra el 18 de diciembre en la liturgia hispánica (que pasó luego a algunos ordines carolingios), ya que se trata de un equivalente de la fiesta de la anunciación, impedida por la cuaresma y transferida a antes de navidad. En 1844, después de la definición del dogma por parte de Pío IX (el 8 de diciembre de 1854), la fiesta, que ya Clemente XI había establecido de precepto en 1708, añadió al título primitivo de concepción el atributo de "inmaculada"; y en 1863 León XIII la elevó a solemnidad de primera clase, con octava. La fecha del 8 de diciembre (en Oriente el 9 de diciembre) depende de la fiesta antigua de la natividad de María el 8 de diciembre. La primera apología de la concepción de santa María fue redactada por un monje de Canterbury, Eadmero (f 1124), secretario de san Anselmo ( | 1109), y provocó las reacciones de san Bernardo, que, hacia el año 1129, en una carta dirigida a los canónicos de Lyon se atrincheró contra esta novedad, recogiendo posteriormente también el consenso de numerosos dominicos (santo Tomás no la consideraba verdad de fe).
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Inmaculada Concepción de Santa María Virgen
2. Mensaje y actualidad Los textos litúrgicos, que se remontan al tiempo de la promulgación del oficio por parte de Pío IX, nos permiten delinear el verdadero alcance del dogma ilustrado por la bula Ineffabilis Deus, de Pío IX, en 1854 (las apariciones de Lourdes en 1858 fueron saludadas como una confirmación celestial del dogma). a) La colecta, compuesta ya en tiempos de Sixto IV, en 1477, es una síntesis casi verbal de la definición dogmática, porque afirma que "en previsión de la muerte de tu Hijo la [a María] preservaste [Dios] de todo pecado". En la intercesión se subraya la relación con el adviento ("salir al encuentro..."). El iter histórico de esta verdad de fe, que comienza con la fiesta de la concepción (activa) de Ana (siglo VIH) y que después fue extendida por el emperador León VI a todo el imperio bizantino (siglo IX), encuentra ya en las homilías de los Padres orientales su significado, en paralelismo con la fiesta de la natividad de María (cf homilía de san Juan Damasceno sobre la natividad de María), en cuanto que la concepción de María de madre estéril (según el apócrifo del Protoevangelio de Santiago, del siglo II), por intervención de Dios, ya prefigura la concepción de Cristo de madre virgen por obra del Espíritu Santo. Un elemento, pues, de valor espontáneo de la piedad mariana, fuera de toda controversia, porque introduce la concepción activa de Ana y pasiva de María en el tejido de la historia de Israel como fruto de una espera. Pero de la fase de la concepción activa de Ana (el acento se pone en la madre, no en María) se ha pasado a la de la concepción pasiva, es decir, la concepción misma de María, que ha sido la "primera redimida" de modo preventivo: la norma de orar se ha anticipado a la norma de creer. El nuevo prefacio (utiliza Ef 5,7 y se inspira en la Lumen gentium y en la Sacrosanctum concilium), que es la síntesis de la teología del dogma, se articula en cuatro dimensiones. Ante todo, la dimensión cristocéntrica amplía la relación no sólo entre la exención de la mancha del pecado, sino también entre la plenitud de gracia y la maternidad divina, entendida en su sentido más activo y evolutivo; en efecto, María debía ser capaz de una digna maternidad divina. Por este motivo la tercera lectura de la misa es la de la anunciación. La dimensión eclesiológica se basa en el texto de Ef 5,27, porque en María "Dios marcó el comienzo de la Iglesia, esposa sin mancha ni arruga (aspecto negativo), deslumbrante de belleza (aspecto positivo). En la tercera dimensión soteriológica se vincula la redención,
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operada por el cordero inocente que debía nacer de María, con la pureza de la Virgen, como ya intuyera Melitón de Sardes en el siglo II: "Es él el cordero mudo, él es el cordero degollado, es él quien nace de María, la cordera pura" (cf Sobre la pascua, SC 123,98-100). La cuarta dimensión escatológica presenta a María en el eskhaton, es decir, en la predestinación para convertirse en "abogada de gracia y modelo de santidad para el pueblo". b) En la oración sobre las ofrendas se nos invita a descubrir el aspecto central de esta doctrina, que celebra a la Virgen "limpia de toda mancha", siempre en referencia a la gracia preveniente de Dios. Esta alusión a la gratuidad de Dios debería disipar todas las prevenciones por parte protestante, donde la preocupación de afirmar la "sola gratia" aparece aquí plenamente en acto: ningún mérito de María podía exigir tal don preventivo. c) En la oración después de la comunión se pide "que el sacramento que hemos recibido repare en nosotros los efectos de aquel primer pecado del que fue preservada de modo singular en su concepción la inmaculada virgen María". Una teología del pecado original es supuesta justamente por esta celebración, aunque no sea compartida por los hermanos ortodoxos: éstos, identificando el pecado original con la muerte, que entró en el mundo a causa del pecado de Adán (los Padres griegos interpretarían: "y a causa de la muerte todos han pecado", comparando Rom 5,12 y Cor 15,22), no pueden aceptar que la herencia de la caída esté en la culpabilidad en primer lugar, y luego, como consecuencia, en la mortalidad. Con este supuesto de que la culpabilidad es simplemente una consecuencia de la mortalidad y no la culpa, la fe en el dogma resulta imposible. Se debe notar que la interpretación restringida de la tradición patrística (Sofronio de Jer., f 638; Andrés de Creta, f 740; Nicolás Cabasilas, siglo xiv) ignora, en cambio, los textos litúrgicos, donde María es proclamada siempre "toda santa", incluso en su concepción, en parangón con los elogios (himnos y homilías) tributados el 23 de septiembre en honor de la concepción de Juan Bautista. La actualidad de esta fiesta puede derivarse de la consideración de que la exclusión de todo texto sapiencial bíblico (como anteriormente, que asimilaba a María a la sabiduría divina) se motiva con la elección de los textos que hacen referencia a la profecía de Gen 3,9-20 (primera lectura de la misa y antífona del Benedictus en laudes) para el primer anuncio de la salvación; y de los textos neotestamentarios, en los que se
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sitúa la predestinación de María en los designios eternos de Dios sobre todos los llamados (Ef 1,3-12, como segunda lectura de la misa; Rom 8,29-30, lectura breve de las primeras vísperas). Así resulta clara la intención que debemos dar a esta fiesta: una orientación de tipo histórico-salvífico, más bien que una acentuación moralista (la pureza en sentido común). Entre los tres himnos, el de laudes (que es el más antiguo, siglo XV, respecto a los otros dos, de los siglos XVII y XIX), en su mismo lenguaje poético nos invita a invocar a la "paloma mansa, humilde, que limpia del veneno del pecado lleva el signo de la clemencia de Dios y el ramo de la gracia fecunda" (quinta estrofa). La oración de san Anselmo, que en el oficio de lectura canta en María el vértice de la alianza de la humanidad con Dios, nos inspira el tono auténtico, sobre el registro de ki bendición bíblica, de la plegaria en esta fiesta: "¡Oh Virgen bendita, bendita por encima de todo, por tu bendición queda bendita toda criatura, no sólo la creación por el Creador, sino tatnbién el Creador por la criatura". La parte final de la colecta orienta esta fiesta como preparación radical para el encuentro cc>n el salvador: en sentido histórico (de María), mistérico-sacramental (en la navidad) y escatológico final (segunda venida).
11 de diciembre SAN DÁMASO I, papa (305P-384)
1. Nota histórico-litúrgica
La memoria facultativa de este papa, muerto el 11 de diciembre del año 384, como se halla inscrito eíi el martirologio jeronimiano (ms. de Echternach), ha estado vinculada durante mucho tiempo a su basílica cementerial en la vía Ardeatina, donde fue enterrado (es decir, no lejos de la bifurcación con la vía Apia, donde los fieles podían hacer etapa entre Roma y los célebres cementerios por los que se había prodigado), y a la otra basílica que Dámaso había construido sobre su casa paterna (el título de Dámaso fue dedicado por él a san Lorenzo, muerto en el año 258, que él hizo reconocer como patrón de
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Roma), adonde fueron trasladados sus restos. Esta memoria, aun estando presente ya en los sacramentarios francos (siglo vm), entró en el rito romano sólo en el siglo XI, porque su culto no fue nunca muy popular al no tener ninguna iglesia romana bajo su patrocinio. La basílica de San Lorenzo in Lucina (al fondo del Campo Marzio) recuerda sólo su elección por parte de la mayoría del clero y del pueblo (tenía de su parte la nobleza romana) a la Sedes apostólica, que bajo su gobierno tomó este título para indicar el primado de la sede romana. En un tiempo en que el imperio romano había sido repartido (364) entre Valente (para Oriente) y Valentiniano I (para Occidente) y en que había un antipapa (Félix, f 367), este diácono, hijo de un notario de origen hispánico, nacido hacia el 305, había sucedido en la sede de Pedro al papa Liberio (366), a quien había acompañado en el exilio. Hubo de oponerse a otro antipapa, Orsino, que se había establecido en la iglesia de Santa María in Trastévere. Los enfrentamientos entre los defensores de ambos papas, durante los cuales una iglesia (¿Santa María la Mayor en. el Esquilitio o Santa María in. Trastévere?) se convirtió en teatro de luchas, con varios muertos, son el reflejo de esta situación violenta, por la cual no sólo fue denunciado y luego absuelto (371) por el prefecto de la ciudad, sino que también fue exiliado a Galia. En el año 371, sin embargo, ya está en Italia, pero lejos de Roma; en el 378 sufrió un nuevo proceso por difamación (adulterio), por instigación de sus enemigos (Orsino y el renegado Isaac). En estos diez primeros años difíciles de su pontificado, Dámaso tuvo que hacer frente también a las antiguas herejías que tenían en Roma a sus partidarios: arríanos, novacianos, donatistas africanos, luciferanos y apolinaristas; pero Dámaso defendió la fe nicena. En el "tomo de Dámaso", dirigido a Paulino de Antioquía, promulgó las decisiones del concilio romano del año 382 (en el que participó también san Ambrosio), pero no logró hacerlo reconocer como ecuménico. En esta ocasión hizo volver a Jerónimo a Roma, nombrándolo secretario suyo para los últimos años de gobierno, y le comisionó la traducción de la Biblia en latín (la Vulgata). A él se le debe la sustitución del griego por el latín (salvo el Kyrie) en la liturgia. En las relaciones con la autoridad política fue bastante diplomático, si bien defendió los derechos de la fe cristiana: como cuando, por los buenos oficios de Ambrosio, logró obtener del emperador (con sede en Milán) que el altar de la victoria fuera quitado del aula del senado. Mantuvo buenas relaciones tam-
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bien con el conocido prefecto de Roma Pretestato, que un día le diría en broma: "Si me hicieran obispo de Roma, me haría cristiano inmediatamente". No se le puede imputar que fuera fastuoso y mundano, como se lamentaba Jerónimo condenando las costumbres mundanas de cierto clérigo romano, y como el historiador Amiano Marcelino (XXVII, 3,14) censuraba aludiendo al que, llegado al cargo del papado, "gozaba en paz de una fortuna que le garantizaba la generosidad de las matronas" (fue apodado "confidente de las damas"). El dinero que Dámaso solicitó sin duda a la nobleza romana fue empleado para dar un culto digno a los mártires en sus basílicas. Tampoco fueron fáciles las relaciones con la Iglesia de Oriente, por la cual le había escrito Basilio (en el 371) que interviniese para pacificar aquella región (Ep. LXX), azotada por el cisma de Antioquía (causado por Lucifer de Cagliari). El juicio de Basilio sobre Dámaso es inmerecido. En efecto, lo califica de "hombre altanero, orgulloso, elevado tan alto que es incapaz de escuchar a aquellos que desde la tierra dicen la verdad". Los malentendidos, surgidos a raíz de la crisis arriana, le impedían intervenir a Dámaso; y tampoco el concilio de Constantinopla del año 381 logró resolver el cisma de Antioquía. Dámaso estuvo representado en el mismo por un mandatario, que se opuso al traslado de Gregorio Nacianceno de su sede, en Asia Menor, para ser patriarca de Constantinopla. El principio de la tradición, que hacía valer Dámaso, de impedir una aspiración ambiciosa a una sede obispal mejor le guió también en la oposición al canon 3 del concilio (del año 381), que reconocía al obispo de la nueva capital una posición de primado respecto a las sedes episcopales antiguas de Alejandría y de Antioquía. En efecto, se debe a este papa, diplomático pero al mismo tiempo decidido, la fijación del nuevo criterio llamado "petrino" (en el sínodo de Roma del año 382) para establecer el orden de preeminencia dentro de la misma Iglesia: Roma, en primer lugar, por la existencia del sepulcro de los apóstoles Pedro y Pablo; Alejandría, en segundo lugar, porque esta sede fue fundada por Marcos por orden de Pedro, Antioquía, porque en esta ciudad actuaron los dos príncipes de los apóstoles. Se muestra asimismo defensor de los derechos de la Sede apostólica en la carta Ad Gallos episcopos (374) y en la respuesta negativa al asceta Prisciliano, condenado por un concilio de Zaragoza (380), que se había dirigido al papa llamándolo con el título de sénior et primus (anciano y primero). Su devoción a los mártires exaltados en los títulos (instaurando el culto en las mismas
galerías de sus cementerios), con epigramas (inscripciones grabadas en lápidas con letras capitales, creadas por su amigo Dionisio Filocalo: quedan más de cincuenta), hace perpetua la memoria de este papa. A su obra silenciosa se debe también el cambio de la política imperial, haciendo al catolicismo "religión de Estado" bajo Teodosio I (379).
2.
Mensaje y actualidad
La colecta, que se inspira en el sacramentario veronense, ha focalizado el principal aspecto de este papa, que fue "cultor et amator martyrum". Por ello se invoca: "Concédenos la gracia, Señor, de glorificarte siempre por el triunfo de tus mártires, a quienes profesó devoción entrañable el papa san Dámaso primero". Si desde el tiempo de Constantino habían sido construidas las suntuosas basílicas de San Pedro, San Pablo, San Lorenzo y Santa Inés... y en la vía Apia una "basílica ad catacumbas", Dámaso, con idea original, en lugar de construir otras basílicas en honor de todos los mártires (excepto el nuevo título en el centro de la Roma papal, San Lorenzo in Lucina), transformó las catacumbas en santuarios, tratando de hacer accesibles a los fieles estos lugares de culto. El Liber Pontificalis lo elogia así: "Hic multa corpora sanctorum requisivit et invenit", que significa que fue bastante más que un simple arqueólogo o un cronista ideal (cf el Catálogo Liberiano). Una inscripción original, conservada en las grutas vaticanas, nos recuerda también los grandes trabajos realizados para drenar el subsuelo de la basílica vaticana. Encauzó las aguas que manaban en la colina del Vaticano hacia la fuente bautismal (en la parte derecha de la nave transversal) para impedir que deteriorasen los cuerpos de los mártires. Él puso aquí sus famosas inscripciones, tres de las cuales (copiadas posteriormente) nos han llegado intactas: de san Eutiquio, en San Sebastián Extramuros; de Santa Inés, en la vía Nomentana; de Proyecto, hoy en el museo Lateranense. No contento con haber dotado estos lugares de inscripciones, de carácter más bien popular que histórico (como, por ejemplo, las dos del cementerio de Calixto en la vía Apia), mereciendo ser llamado "el papa de las catacumbas", Dámaso fue también un apasionado buscador de tumbas de mártires olvidados. Tal es el caso de los santos Proto y Jacinto, en la catacumba de San Hermes, en la vía Salaria; en el caso de san
534 Santa Juana Francisca de Chantal Eutiquio, en las catacumbas de San Sebastián, expresa la alegría de su descubrimiento con estas palabras: "Se busca, se encuentra, se le honra, y él protege y presta ayuda". Estas palabras indican la intención no sólo arqueológica de quien está preocupado por salvar del olvido todo lo que podía de la antigua Roma cristiana, sino también de ofrecer a la piedad popular modelos de vida, en un tiempo en el que los mártires, como héroes de la fe, ya no eran contemporáneos de la nueva cristiandad. También se le debe a él que los títulos, primero señalados con los nombres de los fundadores, fueran posteriormente provistos de santos patronos, a quienes fueron dedicados, que hicieron olvidar más tarde los nombres de sus fundadores: como en el caso de su título de Dámaso in Campo Marzio, en el que introdujo la memoria de san Lorenzo mártir. El culto de los mártires, en el que también nosotros somos invitados a participar, es expresado por el texto del Tratado contra Fausto, de san Agustín, en el oficio de lectura: "El pueblo cristiano celebra la conmemoración de sus mártires con religiosa solemnidad, para animarse a su imitación, participar de sus méritos y ayudarse con sus oraciones; pero nunca dedica altares a los mártires, sino sólo en memoria de los mártires. (...) La ofrenda se ofrece a Dios, que coronó a los mártires, junto a los sepulcros de aquellos a los que coronó, para que la amonestación, por estar en presencia de los santos lugares, despierte un afecto más vivo para acrecentar la caridad con aquellos a los que podemos imitar y con aquel cuya ayuda hace posible la imitación".
12 de diciembre SANTA JUANA FRANCISCA DE CHANTAL, religiosa (1572-1641)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de santa Juana Francisca Frémiot de Chantal, muerta el 13 de diciembre de 1641 en el convento de Moulins (Borgoña), canonizada en 1767 e inscrita en el ca-
12 de diciembre 535 lendario romano en 1769, ha sido trasladada a la víspera de su muerte por la coincidencia con la memoria de santa Lucía mártir. Nacida en Dijón en 1572 de una ilustre familia aristocrática (su padre era presidente del Parlamento de Borgoña), después de una excelente educación fue dada en esposa, con menos de veintiún años (1592), al barón de Chantal, a quien le dio seis hijos (de los que sobrevivieron sólo cuatro), y que perdió en un incidente de caza (a los catorce días solamente del nacimiento de su última hija). En esta viudez a los veintinueve años, tanto más sentida por el feliz matrimonio que había vivido, se dedicó a la educación de sus hijos y al servicio de los pobres y de los enfermos, soportando no pocas humillaciones por parte de la criada de su suegro (en Monthelon), que gobernaba la casa como dueña. El Señor le inspiró quién debía guiarla en la vida espiritual, después de haber hecho voto de no volver a casarse otra vez y de no acudir en adelante a ningún otro más que al sacerdote que dirigía su alma. En 1604 encontró en Dijón, durante una predicación cuaresmal, a san Francisco de Sales, con quien inició una profunda relación de sumisión espiritual (después de haber sido liberada del voto anterior), obteniendo las luces necesarias para su consagración total al Señor y para la entrega a una vida mística, cuyo valor había podido experimentar a través del contacto mantenido con los carmelitas de Dijón. A través de un camino de dolorosas purificaciones, su vida de oración seguía una dirección contemplativa que superaba la fase del demasiado rígido ascetismo que le había impuesto, al comienzo, el obispo de Annecy, hasta llegar a grabarse con un hierro candente el nombre de Jesús en su propio pecho, a la altura del corazón. En 1607 Francisco de Sales le reveló su proyecto de fundar una orden femenina sin clausura, que fuera accesible también para mujeres ancianas y de frágil salud: era la Confraternidad de la Visitación de María, que fue fundada el 6 de junio en las proximidades del lago de Annecy (pero realizada sólo en 1610), después de que Juana Francisca se ocupara de colocar a sus hijos más pequeños. En 1615 la casa de Lyon fue obligada por el arzobispo a aceptar la regla de la clausura, pero a la oposición de Francisco de Sales, que pensaba en un tipo de vida mixta (como la de Marta y María), en la que el acento puesto en la contemplación no impidiera a las profesas salir para visitar a los enfermos. En 1622 perdió precozmente a su director espiritual, y desde entonces se ocupó de la publica-
536 Santa Juana Francisca de Chantal
ción de sus escritos. Tras muchas fundaciones, que comportaron numerosos viajes y fatigas, afligida por crueles pruebas de aridez espiritual y tentaciones contra la fe, murió de pulmonía (después de una larga y dolorosa agonía, en la casa sucursal de Moulins). Su cuerpo es venerado hoy junto al de san Francisco de Sales en el templo de la Visitación de Annecy.
2.
Mensaje y actualidad
La colecta, renovada, nos ofrece dos notas características de esta mujer, tan completa en su feminidad de esposa y de madre educadora de sus hijos (y después de sus cohermanas) y en la generosa entrega a los pobres, los enfermos y leprosos: "Señor, Dios nuestro, que adornaste con excelsas virtudes a santa Francisca de Chantal en los distintos estados de su vida". En realidad sus experiencias místicas, recordadas por su fiel biógrafa (su sobrina y secretaria Francisca Magdalena de Chaugy), le sirvieron a san Francisco de Sales para la composición del Tratado del amor de Dios (1610-1616). En los diecinueve años que vivió tras la desaparición de su precioso director espiritual (1622), siguió manteniéndose fiel al espíritu del cofundador de su instituto de la Visitación. En 1619 entró en París en contacto con personas religiosas de las nuevas congregaciones reformadas, sintiendo el influjo, entre otros, de Duvergier de Hauranne, abate de Saint-Cyran (uno de los hombres espirituales más renombrados de su tiempo), aunque recurriendo a san Vicente de Paúl (nombrado superior eclesiástico de las casas de París), a quien había sido conducida por su mismo director espiritual. El texto de la oración subraya una segunda nota. La fe intrépida encontró una manifestación heroica en el gesto realizado en 1610, cuando para abandonar su propia casa hubo de pasar por encima del cuerpo de su hijo Celso Benigno, de catorce años, que se había tendido en el umbral implorándole que no se fuera. Pero sobre todo en las pruebas que sufrió, viviendo primero con su suegro en el primer período de la viudez, luego resistiendo a todas las demandas de nuevas nupcias; por fin, también en el progresivo desapego de su director espiritual desde 1616 en adelante (en quien tenía plena confianza), que redujo la frecuencia de los encuentros, porque le parecía que ponía en peligro el desarrollo espiritual de entrambos. Según dijo san Vicente de Paúl, que sucedió a san Francis-
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co de Sales en la dirección de su alma (que vivió con tal violencia que se le hinchó el estómago por no querer llorar), sufrió penas internas muy grandes, aunque en apariencia gozase de la paz y tranquilidad de espíritu de que gozan las almas que han llegado a un alto grado de virtud. Fue preocupación suya apartar la mirada de su interior, no pudiendo soportarse a sí misma a la vista de su alma, llena de tales miserias que parecía la imagen del infierno. La intercesión de la colecta pide que también nosotros podamos "caminar fielmente según nuestra vocación para dar siempre testimonio de la luz". Las obras de esta fundadora (título que no aceptó nunca, dada la independencia de las casas entre sí) fueron de una caridad eximia, hasta el punto de asistir a una cancerosa, recoger a un leproso permaneciendo a su lado hasta la muerte, lavar y sepultar los cuerpos de los indigentes abandonados. En efecto, su orden, antes de la obligación de la clausura impuesta por el arzobispo de Lyon (1615), exigía la visita de los enfermos pobres a domicilio y tenía por finalidad que "ninguna dificultad, por grande que fuera, llegara a disuadir a las débiles y enfermas a entrar en el instituto para dedicarse a la perfección del amor divino". La actualidad de este mensaje la encontramos en el oficio de lectura, donde en el fragmento autobiográfico de una página de sus memorias (escritas por su sobrina y secretaria) se lee: "Conocí a un alma a quien el amor separó de todo lo que le agradaba, como si un tajo, dado por la espada del tirano, hubiera separado su espíritu de su cuerpo... Pero esto lo hace Dios sólo con los corazones magnánimos que, renunciando completamente a sí mismos, son completamente fieles al amor; a los débiles e inconstantes en el amor no les lleva el Señor por el camino del martirio".
538 Santa Lucía 13 de diciembre SANTA LUCÍA, virgen y mártir (comienzos del siglo iv, 304?)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria de santa Lucía mártir en Siracusa, donde la celebración de su nacimiento es atestiguada hacia el siglo IV, ya está inscrita en esta fecha del 13 de diciembre en el martirologio jeronimiano, y es representada, a mitad del siglo vi, en la procesión de las vírgenes en San Apolinar Nuevo de Rávena. Una inscripción sepulcral griega, descubierta en 1894 en Siracusa en la catacumba de santa Lucía, donde la tumba de la mártir ocupa el loculus más antiguo (sobre ella se levanta una iglesia octogonal, puesta bajo el patronato de santa Águeda hasta el siglo XVD), testimonia que, a fines del siglo IV o a comienzos del V, una habitante de Siracusa tenía devoción por la santa, celebrada en el aniversario de la fiesta litúrgica. Es un hecho que ya en el siglo VI es venerada en Roma, por lo que san Gregorio Magno conservó el recuerdo de dos monasterios (uno en Siracusa y el otro en el este de Roma, Santa Lucía Renati) y quizá introdujo su nombre en el canon romano. Además, su passio fue traducida también en griego y resumida en los sinaxarios. Esto comprueba la historicidad del martirio, probablemente en la persecución de Diocleciano. En Roma se le han dedicado también dos iglesias que se convirtieron en diaconías (instituciones religiosas y caritativas) típicas de la Roma del alto medievo): una fundada por el papa Honorio I (] 638), denominada Santa Lucía in Selce (cerca de San Pedro in Vincoli), y la otra, desaparecida, ya es atestiguada desde el siglo Vffl (Santa Lucía nelle Sette Vie). De la pasión del siglo v o vi deriva la leyenda de los ojos que se habría arrancado por amor de Cristo, que tiene origen seguramente en la etimología popular del nombre de Lucía (de luxcrucis)r. Según este relato, en una peregrinación a la tumba de santa Águeda, patrona de Catania, junto con su madre enferma, recibió de la santa, que se le apareció en sueños, la promesa de que el Señor glorificaría su ciudad de Siracusa, lo mismo que la de Catania, en vista del amor virginal de Lucía. Ésta obtuvo de su madre, curada en el viaje de vuelta, el poder destinar el patrimonio familiar que le correspondía como dote nupcial a la
13 de diciembre 539 asistencia de los pobres, provocando la venganza de su prometido abandonado, que la hizo arrastrar ante los jueces para ser sometida a la profanación violenta de su cuerpo. Pero no lo consiguió por virtud del Espíritu Santo, que la hizo tan pesada que no hubo manera de moverla; después de otras torturas, Lucía, herida en la garganta y pese a tenerla destrozada, siguió rezando y predicando al pueblo que asistía al martirio, muriendo sólo después de haber recibido el viático. Sus restos mortales habrían sido trasladados de Constantinopla (siglo IV) a Venecia, donde son venerados en su iglesia. En Ñapóles, en la iglesia de San Juan el Mayor, se veneran sus ojos. 2. Mensaje y actualidad La colecta de la misa tiene sólo una referencia indirecta al nombre de Lucía en la intercesión, a través de un verbo de visión (conspiciamus), que en español suena así: "para que... en el cielo participemos de su gloria". Conviene, empero, recordar que su relato legendario se ha prestado en el pasado para justificar el valor moral de la libertad frente al mal; como hizo santo Tomás, que poco partidario de citar las "pasiones" de los mártires, recurrió a esta passio, que tiene rasgos originales en dos casos. Ante todo, nunca está permitido el suicidio, incluso por el deseo de huir de un mal, como podría ser la misma violencia carnal. En efecto, como decía santa Lucía, "el cuerpo no se mancha si el alma no acepta el mal" (S. Tk, lili, q. 64, a. 5, ad 3). También en el caso de la virginidad violentada por la brutalidad humana, el doctor angélico apela al ejemplo de santa Lucía para citar la frase que dirigió al cónsul Pascasio (perseguidor): "Si me haces violentar contra mi voluntad, mi castidad me proporcionará una doble corona". No porque (comenta el doctor) ella tenga dos aureolas de virginidad, sino porque recibirá una doble recompensa: una por la virginidad que ha conservado y la otra por la injuria que ha sufrido (Suplemento, q. XCVI, a. 5, ad 4). La virginidad que brilla, junto con el martirio, en esta santa (como en las demás: Águeda, Lucía, Cecilia, Inés, celebradas por las passiones legendarias de los siglos V-VI), nos invita a desentrañar el significado teológico de este tema, que ya desde el siglo III, con Orígenes, deviene relevante: la virginidad es colocada en tercer lugar (tras los apóstoles y los mártires). En efecto, con la aparición y expansión del monaquisino en el si-
540 Santa Lucía glo IV, tras el cese de las persecuciones, la virginidad, al convertirse en la forma más alta posible de la vida cristiana, asume el reflejo de la luz heroica y agonística atribuida al martirio. Si para el cristiano el martirio asume el valor cristológico de revelación del poder de Dios, que vence a través de la cruz de Cristo a las potencias satánicas desencadenadas contra él y con la resurrección manifiesta la gloria de Dios, la virginidad, asociada al martirio, asume el significado de una réplica de la dinámica de la persecución, que tiende a la apostasía de la fe: los asaltos violentos a la virginidad corpórea equivalen a los asaltos contra la fe, y las torturas físicas forman una sola cosa con las tentaciones contra la castidad; hasta el punto de que a los dos tipos de pasión corresponden idénticamente resistencias prodigiosas, castigo de los tentadores y admiración de los presentes. En la conjunción de virginidad y de martirio en una mujer joven como Lucía, la comunidad cristiana además, a través de la passio, logra superar la concepción difusa de la mujer como criatura débil y frágil. Es esta misteriosa fuerza del Espíritu la que impide el desplazamiento de Lucía, aunque la arrastren un par de bueyes, superando la misma fuerza de los hombres más fuertes, hasta el punto de hacer pensar a los verdugos que se trataba de maleficios misteriosos. "¿Cuál es la razón por la que una frágil muchacha no puede ser desplazada cuando es arrastrada por mil hombres?", pregunta Pascasio a Lucía. Ella responde con estas palabras inspiradas: "Y si me enviases otros diez mil, escuchen por medio de mí al Espíritu Santo, que dice: 'A tu lado caen mil, y diez mil a tu diestra' (Sal 90,7)". El texto de las dos antífonas: de laudes en el Benedictus y de vísperas en el Magníficat, tomadas de la passio (son los únicos textos que quedan del antiguo oficio medieval compuesto de ocho antífonas y de tres responsorios), nos sugiere que consideremos no tanto el aspecto histórico y dramático de la pasión de Lucía, en el sentido de manifestación de valor que constituye una empresa apologética a favor de la verdad cristiana, cuanto más bien la más alta forma de salvación otorgada por Dios: "Yo, humilde esclava, no he hecho otra cosa que ofrecer sacrificios al Dios vivo; como ya no me queda nada, me ofrezco a mí misma" (en el Benedictus). La actualidad de esta memoria se pone en evidencia con el texto de san Ambrosio, en el oficio de lectura, que trata de la virgen preocupada en buscar al esposo: "Tú, una mujer del pueblo, una de entre la plebe, una de las vírgenes, que con la claridad de tu mente iluminas la gracia de tu cuerpo (tú que
14 de diciembre 541 eres la que más propiamente puede ser comparada a la Iglesia), recógete en tu habitación y, durante la noche, piensa siempre en Cristo y espera su llegada en cualquier momento... Échate en brazos de aquel a quien buscas; acércate a él, y serás iluminada". La fe en el vínculo esponsal que liga a estas vírgenes a Cristo-esposo sostiene a esta virgen y mártir Lucía: "esposa de Cristo; has superado las cosas del mundo y brillas con los ángeles; has vencido al enemigo con tu propia sangre" (antífona del Magníficat).
14 de diciembre SAN JUAN DE LA CRUZ, presbítero y doctor de la Iglesia (1542-1591)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria obligatoria de san Juan de la Cruz, muerto en el convento de Úbeda (Jaén) el 14 de diciembre de 1591, canonizado en 1726 y proclamado doctor de la Iglesia en 1926, celebra al doctor clásico de la teología mística. Juan de Yepes, nacido en Fontiveros en 1542 de noble familia venida a menos, recibió la formación intelectual en el colegio de los jesuítas mientras prestaba servicio de enfermero en un hospital. Después de haber aprendido varios oficios sin éxito (pintura, dibujo, escultura, etc.), pudo abrazar por fin la vida religiosa: primero (1563) con los hermanos carmelitas de la Virgen en Medina del Campo, que lo enviaron a completar sus estudios a la universidad de Salamanca; después, tras renunciar al propósito de hacerse cartujo con motivo de un encuentro casual con Teresa de Ávila, entró en la Orden carmelitana. Fue conquistado por la reforma del Carmelo, con una vuelta a la regla primitiva, redactada hacia 1209 y atenuada en 1431. Con el nombre de Juan de la Cruz (antes se llamaba Juan de San Matías), en 1568 comenzó con dos compañeros en Duruelo; posteriormente en otros conventos: Mancera, Pastrana (como maestro de novicios), y en el colegio universitario de Alcalá durante dieciséis meses. Desde 1572 a 1577 fue confesor de las
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carmelitas del convento de la Encarnación en Ávila, donde Teresa de Jesús lo había presentado como "un padre que es un santo". En 1575 un capítulo general de los carmelitas, en Piacenza, emitió un severo juicio contra la acción de los reformadores de la regla de Castilla, por considerarlos "rebeldes, desobedientes y contumaces". Juan fue conducido en 1577 a Toledo para ser encerrado en una celda por nueve meses, durante los cuales sufrió penas físicas y morales hasta la angustia mística del Getsemaní, describiendo sus experiencias místicas en las primeras estrofas del Cántico espiritual Por intervención de la Virgen pudo huir y refugiarse entre las carmelitas, que lo escondieron en su estado, "desfigurado como una imagen de la muerte", mientras él hablaba de sus perseguidores ("mitigados") como de insignes bienhechores. Después fue a Andalucía, donde pasó el resto de sus días, primero como superior y fundador del convento de Baeza (1579), donde empezó a redactar su doctrina (Subida del monte Carmelo y Noche oscura); más tarde como prior en Granada (1582), donde ultimó el Cántico espiritual y la Llama de amor viva. Es posible que llegara a conocer a algún moro musulmán, pues el islam ya había dado un maestro (del primer misticismo), nacido en Málaga como un siglo y medio antes, y que hablaba de la "noche de la angustia". En 1588 fue nombrado prior de Segovia; pero después de haber pedido al Señor ser menospreciado y tenido en nada, fue marginado por el capítulo general de Madrid de 1591, hasta ser humillado y pisoteado. En la opción que se le ofreció entre dos conventos, prefirió a Baeza (al que amaba) al de Úbeda, que le era hostil; y en 1591, de septiembre a diciembre, soportó las últimas penas físicas con gran amor, rechazando todo-alivio. Mientras se recitaba la recomendación del alma solicitó le leyeran el Cantar de los Cantares, y con el crucifijo en la mano, repitiendo las palabras de Cristo agonizante ("En tus manos...", Le 23,46), expiró. Si fue el primer carmelita descalzo cronológicamente, no fue nunca el primero jerárquicamente en la reforma. No llegó a ser provincial ni vicario general; su misión en ella fue la de maestro y padre. 2.
Mensaje y actualidad
Las oraciones configuran tres rasgos de la doctrina de este doctor místico:
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a) La colecta, explicitando el texto latino más sobrio, invoca a "Dios, que hizo de su presbítero san Juan de la Cruz modelo perfecto de negación de sí mismo y de amor a la cruz". En esta frase se evocan los mismos títulos de las obras del doctor místico, que en el capítulo IV de la Subida al monte Carmelo (esto es, en el libro donde se describe la noche de los sentidos) escribe: "Para venir un alma a llegar a la transformación sobrenatural, claro está que ha de oscurecerse y trasponerse a todo lo que contiene su natural, que es sensitivo y racional". En el fragmento del oficio de lectura, tomado del Cántico espiritual, se enuncia la teología de la cruz con estas palabras: "Porque para entrar en estas riquezas de su sabiduría la puerta es la cruz, que es angosta. Y desear entrar por ella es de pocos; mas desear los deleites a que se viene por ella es de muchos". Su precoz encuentro con la cruz puede remontarse al tiempo en que Juan trabajaba en el taller artesano, quizá fabricando cruces, como hizo más tarde. El servicio de los enfermos de un lazareto de virolentos (en el "hospital de las pústulas") fue otra experiencia del misterio de la miseria no sólo física, sino también moral (se ha especulado con que fuera una casa usada también para tratamiento de sifilíticos). Un rechazo más de un cargo retribuido de capellán en su hospital, prefiriendo la pobreza de la orden, lo preparó para aquellas visiones de la cruz. Tuvo la primera visión en el convento de la Encarnación, en Ávila, cuando se le apareció el crucificado cubierto de heridas y manchado de sangre (nos ha dejado un boceto a pluma, que se conserva todavía en el convento, de gran fuerza dramática); y la segunda en Segovia, hacia el fin de su vida (narrada a su hermano Francisco), en la que el crucificado (que él mandó colocar en la iglesia) le preguntó qué quería por los servicios que le había prestado. Juan respondió con estas palabras: "Señor, padecer y ser despreciado por vuestro amor". Y así fue. En el primer capítulo de los carmelitas descalzos de Madrid de 1591 había predicho que lo arrojarían a un rincón "como un trapo viejo, como un estropajo". Esto sucedió en la soledad de La Peñuela, donde no pudo recibir asistencia médica alguna. Así se cumplió en la última estación de su via crucis en Úbeda, donde, cubierto de llagas supurando, hubo de soportar a un prior que se le oponía, tan despiadado que llegó a colmar la medida de su anhelo de desprecios y malos tratos. En la intercesión de la colecta se pide: "ayúdanos a imitar su vida en la tierra para llegar a gozar de la gloria de Dios en el cielo". Su doctrina fue una verdadera ciencia de la cruz, ciencia
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San Juan de la Cruz
que encontraba en la Sagrada Escritura, que en los últimos años de su vida casi se sabía de memoria. Su Cántico espiritual no es sino el eco del Cantar de los Cantares, porque celebra el amor nupcial con Dios especialmente en el misterio de la cruz. Cuando estaba en la cárcel en Toledo, en 1578, pudo escribir las primeras estrofas del Cántico espiritual^ de la Noche oscura, donde describe la experiencia de la noche oscura como una "noche amable más que el alborada, noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada". La contemplación es, pues, una unión beatificante que nace de la cruz y de la noche luminosa del espíritu. b) En la oración sobre las ofrendas se pide que el Señor nos "conceda manifestar fielmente en nuestras vidas lo que celebramos en la eucaristía". Del sacrificio sacramental de la cruz y de la resurrección, Juan sacó la fuerza para testimoniar la santidad de su vida. Temeroso ya en su misma ordenación presbiteral (1567), por sentir profundamente su indignidad hasta el punto de pedirle al Señor "que lo protegiese a fin de que no llegase jamás a ofenderlo mortalmente" (estando dispuesto a soportar la pena de todos los pecados en los que habría caído sin la ayuda de Dios con tal de no cometer la culpa), Juan oyó que le decían en la consagración: "Te concedo cuanto me pides". Desde entonces fue confirmado en gracia, obteniendo la pureza de corazón de un niño. En Baeza, en un rapto, abandonó el altar sin terminar la misa; en Caravaca, durante otra misa, se le vio rodeado de rayos brillantes que salían de la hostia santa. La misa que prefería era la de la santísima Trinidad, porque había descubierto la estrecha conexión entre este sublime misterio y el sacrificio eucarístico. c) En la oración después de la comunión se retoma la temática de la sabiduría de la cruz. En efecto, se pide: "Señor, Dios nuestro, que has iluminado de modo admirable el misterio de la pasión en la vida de san Juan de la Cruz, concédenos ahora, fortalecidos por este sacrificio, permanecer siempre unidos a Cristo por la fe y trabajar en la Iglesia por la salvación de todos los hombres". Ciertamente este santo, que conoció la cruz en todas las formas posibles: desde las mortificaciones a las enfermedades, desde las calumnias a las persecuciones (hasta ser flagelado cruelmente), desde los escrúpulos dolorosos a las pruebas místicas del abandono espiritual, fue un maestro espiritual de rostro austero; pero habrá que reconocer que su experiencia mística no le cerró al mundo, sino que lo abrió a la caridad para con los otros. Su lema "a la tarde te examinarán
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en el amor" es significativo: muchas veces iba a predicar y confesar a las parroquias pobres y abandonadas de los alrededores del monasterio; los mismos viajes para visitar los monasterios le pusieron en contacto con las necesidades de los hombres. En el prólogo de sus Dichos de luz y amor escribe: "Amas tú, Señor, la discreción, amas la luz, amas el amor sobre las demás operaciones del alma. Por eso, estos dichos serán de discreción para el caminar, de luz para el camino y de amor en el caminar". Su espíritu contemplativo-místico lo hacía sensible también a la hermosura de la naturaleza. En efecto, cuando era prior de Los Mártires, aunque hubiera elegido una celda desnuda situada en la antigua parte del monasterio (con una cruz de madera, una imagen de Cristo, una biblia y un breviario), desde la pequeña ventana de la celda contemplaba con frecuencia las flores del jardín y las estrellas del cielo. Y como prior del Calvario saboreaba las bellezas del campo e invitaba a sus religiosos a hacerlo, pero siempre en la perspectiva de la belleza divina, hasta el punto de escribir en la Subida al monte Carmelo que, "aunque sean reflejo del esplendor divino, las flores del campo son siempre pura fealdad". La actualidad de este maestro espiritual, llamado el doctor de la "nada" (de la nada como desnudez espiritual), es siempre permanente y universal, ya que sus cantos celebran la perfecta libertad de los hijos de Dios, como pueden expresarlo estas dos frases: "Un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo; por tanto, sólo Dios es digno de él". "... adonde no hay amor, ponga amor y sacará amor". De Juan de la Cruz, además del fragmento para su memoria, tomado del Cántico espiritual, se lee otro texto (viern. XVIJJ sem. T.O.); y un texto de la Subida ai monte Carmelo (lun. II sem. de adv.). Prefacio (Propio de los Carmelitas II) En verdad es justo y necesario alabar, bendecir y proclamar tu gloria en la conmemoración de san Juan de la Cruz. En su vida y doctrina resplandece el misterio de la cruz y de la luz de Cristo, para que tus fieles, siguiendo su ejemplo, completen en su carne el misterio de la pasión y pregonen ante el mundo el gozo de la resurrección. Tú lo guiaste primero por la senda del monte y por la noche oscura
546 San Pedro Canisio hasta la plena comunión contigo, y le hiciste experimentar la llama viva de tu Espíritu para que conociera tus secretos y pudiera cantar que es el amor el bien más precioso de la Iglesia. Prefacio (MA I, 273) Tú le has dado a san Juan de la Cruz la suerte de encontrar aquel reino que el Señor comparó con el tesoro escondido en un campo; vendió al punto todos sus bienes y lo compró lleno de alegría. A imitación del escriba prudente, compuso las doctrinas antiguas con las nuevas, y como el sabio y fiel servidor, alimentó con el pan de la verdad a los hijos de la Iglesia.
21 de diciembre SAN PEDRO CANISIO, presbítero y doctor de la Iglesia (1521-1597)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria facultativa de san Pedro Canisio, muerto en Friburgo (Suiza) el 21 de diciembre de 1597, canonizado y proclamado doctor de la Iglesia en 1925, inscrito en el calendario en 1926, nos presenta al "segundo apóstol alemán después de san Bonifacio" (León XJJ1), ambientado en la historia de la reforma y contrarreforma, ya que su nacimiento es casi contemporáneo (1521) de la dieta de Worms contra Lutero. Pedro Kanijs (Canisio), nacido en Nimega (perteneciente al ducado de Gheldria, entonces del imperio germánico) en 1521, estudió en Colonia en 1536 y derecho canónico en Lovaina en 1539, trabando amistad con Lorenzo Surio (que entró en los cartujos en Colonia) y con Pedro Faber, que, dirigiéndole con los Ejercicios espirituales de la naciente Compañía de Jesús, le
21 de diciembre 547 hizo descubrir su vocación. A los veintitrés años, en 1543, entró a formar parte de la Compañía de Jesús. Magister artium en Colonia, se dedicó a la publicación de obras patrísticas (dos volúmenes sobre Cirilo de Alejandría y León Magno), y representó los intereses de su ciudad en la dieta de Worms, en 1545, ante el emperador Carlos V. En 1546 fue ordenado sacerdote, siendo invitado en 1547 a participar como teólogo del cardenal de Augsburgo en el concilio de Trento. Llamado a Roma por san Ignacio, en el concilio se trasladó a Bolonia (donde participó en las sesiones y enseñó teología), y, por fin, fue a Sicilia (Mesina) a enseñar retórica. Finalmente, en 1549 (4 de septiembre) hizo solemne profesión religiosa en Roma como el octavo jesuíta de la Compañía. Vuelto a Alemania, en los tres decenios siguientes se convirtió en el principal fautor del movimiento católico de renovación en el clima del cisma protestante: fue nombrado rector de la universidad de Ingolstad (1550) y luego pasó a Viena (1552), ya que la situación en Austria era peor que en Baviera. Después de una breve estancia en Roma en 1552, donde emprendió la edición de San Cipriano (luego interrumpida), volvió a Alemania como provincial de la Compañía (1556). Su jurisdicción comprendía, además de Alemania, también Austria y Bohemia (Alta Alemania), fundando colegios en Ingolstad, Praga, Innsbruck, Tréveris, Maguncia, Dillingen, Spira y Würzburg. Estos colegios fueron uno de los factores más decisivos de la reforma católica. Pío IV, en recompensa por su celo de predicador antiprotestante, le dirigió un breve en 1561; fue encargado por el general de la orden (san Francisco de Borja), por deseo de Pío V, de confutar la compilación apologética protestante de las Centurias de Magdeburgo. Alentó la hagiografía de Surio, la Confessio augustiniana (que exigía la confesión de Augsburgo) del jesuíta Jerónimo Torrensis (apología católica derivada de san Agustín), la historia de los papas de Panvinio y la difusión de las cartas desde las misiones (India y Japón). Fue consejero de los príncipes católicos, como el emperador Fernando I, tratando de arreglar los contrastes entre éste y el papado, que habían conducido en 1562 a la gran crisis del concilio: el emperador, que quería que el concilio votase medidas incompatibles con los derechos de la Santa Sede, necesitada de reforma, cedió ante el cardenal legado Morone. Nombrado visitador de la Alta y Baja Alemania de 1565 a 1566, logró impedir una nueva guerra religiosa, después de que la dieta imperial de Augsburgo (1555) asumiera posiciones filoprotestantes.
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San Pedro Canisio
Desde 1569 se dedicó, después de haber sido exonerado del cargo de provincial, a la acción en defensa de la fe católica en la Europa central, y compuso su Catecismo, que en menos de diez años alcanzó cincuenta y cinco ediciones, condensando la Summa doctrinae (1555) en catecismos: grande, medio y pequeño. Con otras muchas publicaciones, como la respuesta a los centuriadores protestantes, Canisio quería difundir la genuina fe católica. Acompañó al cardenal Morone en la dieta de Ratisbona (1576); luego fue designado para fundar el colegio de San Miguel en Friburgo (Suiza), donde pudo permanecer desde 1581 hasta el fin de su vida (1597). Murió plácidamente mientras recitaba la invocación "Ut nobis indúlgeos" de las letanías de los santos.
2. Mensaje y actualidad La colecta, con una significativa variante de tipo ecuménico, delinea la fisonomía de este santo, llamado "el martillo de los herejes". Se invoca: "Señor, Dios nuestro, que fortaleciste a san Pedro Canisio con la virtud y la ciencia para salvaguardar la unidad de la fe". En efecto, fue hombre de acentuada eclesialidad en la defensa de la fe, que sacaba de su gran conocimiento de la Sagrada Escritura y de los Padres, hasta inspirar una recopilación de fuentes y textos (P. Buys, 1569-1570) con el título de Autoridad de la Sagrada Escritura y de los santos Padres que son citados en la Suma de la doctrina cristiana del doctor de teología Pedro Canisio sj. Si no es el inventor de los catecismos, es, sin duda alguna, el perfeccionador de este género literario, que exponía la fe católica recurriendo directamente a las fuentes bíblicas (en el Gran catecismo hay más de mil cien lugares bíblicos y varios centenares de lugares patrísticos), de modo no polémico ni agresivo, sino demostrativo, evitando polémicas contingentes y renunciando sobre todo a citar los nombres de los reformadores. Una sola vez se dejó escapar, en un tratado sobre la Virgen (1577), la reproducción de una injuria de san Jerónimo a Joviniano (PL XXIII), para llamar a Lutero con un nombre animal ("subantem porcum", verraco en celo). Pero también a él se le debe la distinción, absolutamente desconocida y audaz en aquella época de contrarreforma, entre la apostasía consciente de la Iglesia y la separación puramente material, y por ende no culpable. Es verdad que en sus obras hagiográficas e históricas no
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siempre demostró el sentido de la crítica histórica de las fuentes (incluso en el caso de revelaciones privadas y de otros fenómenos extraordinarios); que no aceptó ciertas instancias de los nuevos principios científicos del humanismo (se pronunció contra la licitud del préstamo con intereses), y que por ello se le revocó el encargo recibido del papa, en 1578, de la obra De verbi Dei corruptelis, que debía ser una réplica a las Centurias de Magdeburgo. No obstante, se puede decir que la fidelidad a la tradición medieval en la defensa de la doctrina católica, en aquel particular momento de imperante humanismo con todas las consecuencias espirituales de la reforma, siempre estuvo puesta al servicio de la catequesis en favor de todas las categorías sociales: desde los niños hasta las escuelas medias inferiores y la universidad, con criterios didácticos modernos, esto es, constructivos de la exposición de la verdad. En esto estuvo lleno de prudencia y caridad. Merecen mención aparte asimismo tanto su equilibrio, demostrado en 1566, con el que obtuvo la abstención de una protesta formal del legado papal contra la paz religiosa de Augusta (1555), como su valor al proponer la anulación de los privilegios nobiliarios para las canonjías y sedes episcopales. Su influjo en las disposiciones dictadas, en la dieta de Augusta (1576), desde Roma, bajo Gregorio XIII, para promover una relación más estrecha entre la iglesia alemana y la sede apostólica, es la expresión de su iluminada catolicidad. La parte final de la colecta pide para "la comunidad de los creyentes perseverar en la confesión del nombre de Dios, y a todos los que buscan la verdad, el gozo de encontrarla". Con una incansable actividad de predicación vivió una experiencia de piedad religiosa que se ha desarrollado en la devotio moderna, conforme al espíritu del humanismo cristiano sacado de la revelación bíblica y de la tradición patrística. Como demuestra su experiencia mística, narrada en el oficio de lectura, donde describe la aparición del corazón de Jesús el día de su profesión de los votos (4 de septiembre de 1549): "Tú, Señor, me ordenaste, finalmente, beber del caudal que manaba de tu santísimo corazón, invitándome a sacar las aguas de mi salvación de tu fuente, salvador mío. Lo que yo más deseaba es que de ahí derivaran torrentes de fe, esperanza y caridad en mi persona. Tenía sed de pobreza, castidad y obediencia, y te pedía que me purificaras y vistieras por completo. Por eso, tras haberme atrevido a acercarme a tu dulcísimo corazón, calmando en él mi sed..." La actualidad de este mensaje, prescindiendo de la impor-
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San Juan de Kety
tancia de esta visión, particularmente relevante no sólo por el significado que la atribuyó, sino también por la historia religiosa de la veneración del corazón de Jesús, hoy ha de valorarse a la luz del reciente concilio, que ya no tiene carácter defensivoapologético (como el antiprotestante de Trento). En efecto, Pedro Canisio no fue un apóstol polémico ni fanático, sino más bien moderado en el lenguaje y en su obra de conciliador. Así se muestra en su teoría de la diferencia entre rebelión consciente, y por ende culpable, y la simple separación de hecho, y por tanto inocente. Este estilo, por el que fue obediente, pero sin renunciar a quejarse de las discordias en la Iglesia ("Pedro duerme, ¡Judas vela!", solía decir), es siempre una advertencia magistral para todos los tiempos.
23 de diciembre SAN JUAN DE KETY, presbítero (1390-1473)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Juan Cando, muerto la noche de navidad de 1473, canonizado en 1767 e inscrito en el calendario romano en 1770, ha sido trasladada del 20 de octubre (fecha anterior) al día más libre antes de navidad. Juan Cancio (como él mismo se llamaba) nació en 1390 en Malee (al sur de Auschwitz-Oswiecim, la tristemente famosa ciudad de los campos de concentración), una pequeña aldea de la pequeña ciudad de Kety, donde su padre fue burgomaestre, en un momento en el que la ciudad silesiana había sido anexionada por Carlos IV, emperador romano y rey de Bohemia, por la renuncia del rey Casimiro de Polonia, y el principado había sido conquistado de nuevo por Polonia. En la cercana universidad de Cracovia, conocida por su fábrica de armas, centro comercial e industrial (donde se formará más tarde Copérnico), Juan llegó a ser doctor de filosofía (magister artium) en 1418. Después de haber enseñado ocho años en una escuela conventual en la pequeña ciudad de Miechów, dio clases en la universidad de Cracovia y ocupó el cargo de decano de la facultad, y
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luego de director del Collegium Maius. Más tarde fue nombrado canónigo y director de la colegiata de San Florián (1439) y, por fin, preboste de Olkusz, junto a Cracovia. En 1439 abandonó este ministerio pastoral para retomar su cátedra académica y reemprender los estudios teológicos, consiguiendo el título de magister bajo la guía del célebre teólogo jurista Benedicto Hesse. Tuvo el honor de poder enseñar Escritura y religión a los hijos del rey de Polonia. Transcribió muchos códices de tratados teológicos antiguos y contemporáneos (más de dieciocho mil páginas), después de haber renunciado a todas las prebendas que comportaban cura de almas; trabajó con devota escrupulosidad (como se ve en las glosas marginales) por amor a la ciencia y también para procurar medios de beneficencia a los pobres, incluso con gestos de tipo heroico. Afrontó fatigosos viajes a Roma (cuatro veces) y hasta Tierra Santa, donde habló a los infieles. En 1460, ya septuagenario, fue elegido, una vez más, director del Colegio Mayor de la universidad; pero hubo de sufrir un proceso, concluido más tarde con laudo, por una querella a Roma de parre de un ciudadano de Cracovia. Se mantuvo al margen de toda disputa doctrinal en un momento en que las doctrinas de Juan Hus (f 1415) y las tesis taboritas de Juan Ziska (f 1424) eran difundidas por el país; aunque no dejara de mediar en las controversias, siempre lo hizo con dulzura y benevolencia para con los adversarios, respondiendo a las injurias con la frase "Deo gratias". La sospecha de que fuera un defensor de ideas conciliaristas, esto es, de la superioridad del concilio sobre el papa, resultó infundada en el proceso de canonización (1767). Juan fue sepultado en la iglesia de Santa Ana de Cracovia, y gozó fama de santo y taumaturgo.
2. Mensaje y actualidad La colecta esboza dos caracteres del perfil de este santo, que podría ser considerado patrono de las escuelas y colegios. En efecto, se pide a Dios nos conceda "crecer en santidad, a ejemplo de san Juan de Kety, su presbítero". Con este elogio nos referimos no sólo a su cultura —nos ha dejado quince códices copiados de su propia mano, con anotaciones marginales que denuncian el esfuerzo ascético para copiarlos ("He acabado a las primeras luces del día... Este ejemplar fue dificilísimo de copiar")—, sino también a su devota sabiduría. Esta le hacía
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552 San Juan de Ketv recurrir a menudo al versículo del Sal 69,2: "Señor, ven en mi ayuda"; o bien, en las penas y dificultades, a la frase: "Ut supra" (como arriba), haciendo referencia a Cristo crucificado. La humildad de este estudioso se aprecia igualmente en sus transcripciones de textos, donde dice no sólo que ha escrito "para evitar la pereza y el aburrimiento", sino también que llegó a comprender el contenido del texto o que no fue capaz de transcribir cierto pasaje. La fórmula devocional que se encuentra al comienzo de sus trabajos: "In nomine Domini", así como la final: "Para alabanza de Dios" ("In laudem Dei"), se asocian a menudo a otras expresiones originales de agradecimiento a Dios y a la santísima Virgen. En la bula de canonización de Clemente XIII, que tenemos en el oficio de lectura, se dice: "Mientras en las regiones vecinas pululaban las herejías y los cismas, el bienaventurado Juan enseñaba la doctrina tomada de su más pura fuente, y confirmaba la más auténtica doctrina moral, que con mucho empeño explicaba al pueblo en sus sermones, con la humildad, castidad, misericordia, penitencia y todas las otras virtudes propias de un santo sacerdote y de un celoso ministro..." "A su humildad acompañaba una extraordinaria sencillez, propia de un niño..." La segunda alusión a su espiritualidad se encuentra en la intercesión, donde se pide que, "ejerciendo el amor y la misericordia con el prójimo, obtengamos nosotros el perdón de Dios". El ejemplo de su extraordinaria caridad está a veces enriquecido con episodios que pueden parecer legendarios: la antífona de vísperas, en el Magníficat, cita justamente el texto de Mt 25,4. En efecto, su desapego del dinero se revela en la dimisión de un oficio para el que había sido elegido en 1493, a fin de no gozar de las rentas de un beneficio al que no podía dedicarse (cosa que entonces era rara); y también en el episodio de ofrecer a un pobre su hábito (que luego la Virgen le restituiría milagrosamente); o bien en haber dado toda su comida a un pobre que había llamado al refectorio, tanto que aquel gesto creó la tradición de preparar la parte destinada al mendigo ("pauper venit") con la fórmula ritual: "Jesús Christus venit" (es Jesucristo el que viene). La tradición de esta generosidad de bienhechor (evocada también por la antífona de laudes, en el Benedictus, tomada de Jn 13,35) que no negaba su ayuda a nadie nos ha transmitido, por ejemplo, que camino de Roma, habiendo entregado lealmente su dinero a unos bandidos y dándose cuenta de que le quedaban todavía algunas monedas en los pliegues del manto, corrió tras los ladrones, confesando
el hurto involuntario y obteniendo así su inmediata conversión. La actualidad de este maestro de vida sapiencial, que ha de colocarse en un puesto de honor en el gran siglo de los santos de Polonia, sigue siendo también para nosotros un estímulo, según lo que él mismo escribió en la pared de su colegio: "Procura no ofender, porque cuesta mucho pedir perdón" ("Conturbare cave, quia placare grave").
26 de septiembre SAN ESTEBAN, protomártir (siglo v)
1. Nota histérico-litúrgica La fiesta de san Esteban, atestiguada en la fecha del 26 de diciembre por el martirologio de Nicomedia (361) y por el leccionario de Jerusalén (415-417), así como por el martirologio siriaco del 411 (dependiente de un martirologio griego del Asia Menor), ya aparece en Occidente en el siglo v. Es común en Oriente en el tiempo después de navidad, pero con el desplazamiento al día sucesivo del 27 de diciembre (por ejemplo, en Constantinopla y en las Iglesias dependientes), cuando la introducción tardía de la navidad provocó un trastorno en la sucesión de las fiestas (así lo testimonia en el siglo vn Sofronio, patriarca de Jerusalén) con la fijación el 26 de diciembre de la fiesta de la madre de Dios. La octava ya se celebraba en el siglo vm en Roma, que hace memoria de la misma en el canon romano y que había construido la iglesia más antigua en la vía Latina en el tiempo de san León (siglo V: fundada por Anicia Demetria), dedicando al protomártir nada menos que veintiocho iglesias (ocupa el cuarto lugar después de la Virgen, san Lorenzo y san Andrés). Pero tal octava fue abolida en 1955, junto con las octavas de san Juan y de los santos inocentes. Según el relato del sacerdote Luciano, al que se le habría aparecido en sueños Gamaliel, las reliquias de san Esteban se encontraron (junto con las de Nicodemo y Gamaliel) fuera de la ciudad de Jerusalén en la parte norte (en el camino del Cedrón), donde habría sido lapidado y enterrado el diácono.
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Informado el obispo Juan, que entonces se encontraba en un sínodo en Lidda para examinar el caso del hereje Pelagio, hizo el traslado de las reliquias el 26 de diciembre a la Santa Sión, en el Cenáculo, depositándolas provisionalmente en el diaconicon; hasta que otro obispo de Jerusalén, Juvenal, hizo construir una basílica, adonde fueron trasladadas las reliquias en el año 439, bajo la presidencia del patriarca Cirilo de Alejandría. Esta basílica, reconstruida y ampliada por la emperatriz Eudoxia y consagrada en el año 484, se convirtió en el edificio religioso más amplio de Jerusalén, con un gran monasterio fortificado. Destruida la basílica por los persas en el año 614, fue reconstruido sobre el lugar un oratorio que sobrevivió a la toma de Jerusalén por parte de los cruzados; pero fue destruido de nuevo para preparar la defensa de la ciudad contra Saladino (1187). Se perdió su recuerdo, hasta el punto de que se pensaba que tal lugar no estaba en el norte, sino al este del valle del Cedrón. Las excavaciones de 1182 encontraron fragmentos de la basílica bizantina de Eudoxia y permitieron reconstruir la iglesia, que fue consagrada en 1900 (está próxima a la Escuela Bíblica de los dominicos). La difusión de las reliquias desde el momento de su traslación, primero a Braga, luego a África (con la tradición de muchos milagros), más tarde a Constantinopla y por fin a Roma (Julia Anicia llevó lo que quedaba a la ciudad santa), ha alimentado este culto. En Roma, la iglesia estacional de San Esteban Rotondo en el Celio (erigida por el papa Simplicio, f 483) el 26 de diciembre testimonia también hoy la larga tradición de este culto.
2. Mensaje y actualidad a) La colecta de la misa pide al Señor "la gracia de imitar a tu mártir san Esteban y de amar a nuestros enemigos". Este santo, que tuvo el honor (como ya observaba san Agustín: Sernt 135) de contar con una passio narrada en un libro canónico (He 6-7), "mientras que para los demás mártires con dificultad encontramos sus gestas para leerlas en sus solemnidades", fue el primer testigo de Cristo con la sangre. En efecto, su muerte es narrada según el modelo de la de Cristo: proceso ante el sanedrín, cuestionamiento del templo, falsos testigos y últimas palabras idénticas (He 7,59; Le 23,34 y 46). Esteban es presentado en el relato del martirio mientras contempla a Jesús
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de pie a la derecha de Dios, diversamente de la imagen apocalíptica que lo presenta sentado en el trono (Ap 7,10). La segunda estrofa del himno en el oficio de lectura (del siglo xm) menciona esta visión: "El mártir veía la gloria de Jesús, de pie, a la derecha del Padre". Las noticias bíblicas del mártir, que lo presentan como helenista (es decir, de lengua y cultura griegas), tienden a hacer de su muerte un importante viraje en la historia de la salvación, que llevó a difundir la joven Iglesia jerosolimitana por toda la Judea y Samaría y luego a la misión entre los paganos. El segundo tema presentado en la colecta es el amor a los enemigos, a imitación de Jesús: el mártir es considerado como una copia del verdadero mártir, que es Cristo. La caridad de Esteban no se limitó, pues, a la "diaconía" en la caridad de las distribuciones cotidianas a las viudas (He 6,1), sino a la caridad más específica del mensaje evangélico, es decir, al amor a los enemigos (Mt 5,44). b) En la oración sobre las ofrendas se pide al Señor que acepte "los dones que le presentamos este día, en conmemoración del triunfo glorioso de su mártir san Estaban". Esteban fue un predicador (He 6,5-8) que, con el poder del Espíritu Santo manifestado en él con sabiduría inspirada (He 6,10) se hizo intérprete de la novedad de Cristo, porque en el sermón más largo de los Hechos (7,2-53) provocó la ruptura entre el judaismo (representado aún por los cristianos de lengua aramea y de proveniencia palestinense) y cristianismo, ya que transformó el debate procesual en un balance de la historia de Israel, que había perdido su papel en la historia de la salvación. Al atacar al templo y la ley, que eran las dos columnas del judaismo histórico, Esteban dejaba asentado que, precisamente a través del rechazo de Israel, Dios realizaría lo que Israel se había negado a hacer. En efecto, esta muerte, con la persecución consiguiente, alejará a los cristianos de Jerusalén. c) En la oración después de la comunión se hace referencia a "la abundancia de las misericordias del Señor, pues nos salva por el nacimiento de su Hijo y nos llena de júbilo por el triunfo de su mártir san Esteban". Se puede aplicar este texto a la situación de la comunidad primitiva, que estaba en crisis por el primer conflicto entre judaismo cerrado y helenismo abierto y se encontraba en pleno crecimiento (de ahí la institución de los siete diáconos). La figura de Esteban es la del hombre del evangelio que sabe acoger la carga revolucionaria de la nueva praxis
556 San Juan cristiana, soslayando el riesgo de su reducción dentro de los límites restringidos del judaismo de su tiempo. La actualidad de este mensaje puede hallarse en el texto de san Fulgencio, que tenemos en el oficio de lectura, confrontando las dos fiestas de navidad y del primer mártir: "Así pues, la misma caridad que Cristo trajo del cielo a la tierra ha levantado a Esteban de la tierra al cielo... Por todo ello, hermanos, ya que Cristo construyó una escala de caridad, por la que todo cristiano puede ascender al cielo, guardad fielmente la pura caridad, ejercitada mutuamente unos con otros y, progresando en ella, alcanzad la perfección". La oración del antiguo himno de laudes (siglo IX) puede ayudarnos a alcanzar este don: "Te rogamos llorando, oh bendito primer mártir y ciudadano asociado a los justos, que, heredero de la morada luminosa, envíes tus favores desde el cielo" (cuarta estrofa). Por su conformismo, Esteban es el modelo del servidor (diácono), que hizo desaparecer su persona tras el servicio (cf Me 10,45).
27 de diciembre SAN JUAN, apóstol y evangelista (siglos iv-vi)
1. Nota histórico-litúrgica La fiesta del apóstol Juan ya es mencionada el 27 de diciembre (junto con la de su hermano Santiago el Mayor) en el calendario de Nicomedia (siglo IV), en el breviario siriaco, en el calendario de Cartago y también en los calendarios orientales (en Palestina, en el siglo VI, el 29 de diciembre; entre los armenios, el 28). San Gregorio Niseno, en la oración fúnebre de su hermano Basilio, menciona entre las fiestas de navidad y la circuncisión a estos santos en el siguiente orden: Esteban, Pedro (luego celebrado en junio, con Pablo), Juan y Pablo. En los calendarios occidentales de los siglos VI-vn ya se encuentra la fiesta; en Roma, en el siglo VI, el sacramentario veronense le consagra dos formularios. Según las noticias bíblicas, Juan, hijo de Zebedeo, pescador de Betsaida (Me 1,20), y de Salomé (una de las mujeres que
27 de diciembre 557 estuvieron al servicio de Jesús; cf Me 15,40; Mt 27,56), fue quizá zelota; y de discípulo del Bautista (Jn 1,39), que había señalado a Jesús como "cordero de Dios", pasó al seguimiento de Jesús con Andrés (hermano de Pedro), hasta convertirse en uno de sus discípulos preferidos. Es más: fue partícipe de los secretos más íntimos, por haber recostado su cabeza en el pecho de Jesús (de ahí el sobrenombre griego Epistethios, que está sobre el pecho, Jn 13,23) y haber participado en los episodios más significativos: la resurrección de la hija de Jairo, la transfiguración, la agonía del Getsemaní (Me 5,37; 9,2; 14,33) y la crucifixión (Jn 19,26). Participó en el concilio de Jerusalén (Gal 2,9); y en la lista de los apóstoles, según He 1,13, viene inmediatamente después de Pedro; mientras que en Marcos es citado en tercer lugar, y en cuarto en Mateo y Lucas. Junto con Pedro fue a evangelizar Samaría (He 8,14); estaba asimismo con él cuando fue curado el cojo en la puerta del templo (He 3,1-3). Pablo lo nombra como "columna de la Iglesia" (Gal 2,9). Según otras fuentes, que no son todas legendarias, vivió primero en Antioquía y después en Éfeso, donde se venera su tumba; posteriormente habría ido a Roma, donde fue inmerso en aceite hirviendo, cerca de la Puerta Latina (por eso se celebra la fiesta del 6 de mayo para la dedicación de la iglesia, ya mencionada hacia el año 780); por fin habría sido deportado a Patmos, donde tuvo las visiones del Apocalipsis, y moriría en tiempo de Trajano, a finales del siglo i. Además del evangelio (que tal vez fuera redactado por un alumno suyo que lo indica como "el discípulo que Jesús amaba"), se le atribuyen el Apocalipsis y las tres cartas. Papías, obispo de Hierápolis (Frigia), parece distinguir dos Juanes en Éfeso a principios del siglo II: el apóstol y Juan el presbítero, que tal vez fuera ordenado obispo por el apóstol. En la representación iconográfica, la copa que Juan tiene en la mano sería aquella que, según la leyenda, le habría dado como veneno para beber el sacerdote pagano Aristodemo en Éfeso. San Ireneo, hacia el 175, escribe: "Juan, el discípulo del Señor, el mismo que descansó sobre su pecho, publicó también el evangelio cuando se encontraba en Éfeso" (AHIII, 1,1). Según la leyenda, el "hijo del trueno" (Me 3,17), mientras estaba en Éfeso, habría derribado el edificio de los baños cuando se enteró de que había venido también el hereje gnóstico Cerinto: "Partamos", gritó, y los baños se derrumbaron sobre el enemigo de la verdad. Asimismo, como un buen pastor, habría seguido a un cristiano que se había desviado convirtiéndose en jefe de bandole-
558 San Juan ros, y lo habría reconducido a la fe. Y ya muy anciano, habría repetido constantemente las mismas palabras: "Es el mandamiento del Señor. Si se le practica, basta". 2. Mensaje y actualidad Los textos litúrgicos de la misa nos presentan un retrato de Juan con varios formularios, de los cuales la antífona de entrada In medio Ecclesiae era propia de su fiesta antes de ser atribuida a los doctores de la Iglesia. a) La nueva colecta, tomada de los sacramentarios romanos antiguos, invoca a Dios, "que nos ha revelado por medio del apóstol san Juan el misterio de su Palabra hecha carne". Es el tema central de la encarnación, proclamado por el cuarto evangelio y por el prólogo de la primera carta de Juan (el prólogo del evangelio es la primera lectura de la misa), y que se convierte en el mensaje de una experiencia directa inspirada en las profundidades trinitarias. El Verbo de la vida se ha hecho visible; por eso podemos pedir en la intercesión "llegar a comprender y a amar de corazón lo que tu apóstol nos dio a conocer". Juan "se recostó sobre el pecho del Señor" (cf antífona de entrada, tercera antífona del oficio de lectura), "especulando con el arcano Verbo del Padre" (cf segunda y tercera estrofas del himno en el oficio de lectura de san Pedro Damián); "el corazón sacó de la plenitud del pecho lo que ahora sacia nuestra sed". b) Por eso también nosotros, según la oración sobre las ofrendas, podemos llegar "a participar plenamente en el misterio de tu Palabra eterna", "que fue para san Juan fuente de revelación". La fuerza del amor, que hace de este discípulo el teólogo de la caridad, porque atesta la propuesta de Jesús (Jn 13,1) como un estilo de vida, no es un sentimiento místico, sino una conquista llevada hasta la donación sacrificial. Las páginas del discurso de despedida en la última cena comentan este anuncio del amor como fuerza capaz de convertir al mundo. c) En la oración después de la comunión se ruega "que la Palabra hecha carne de que nos habló san Juan, tu evangelista, habite siempre entre nosotros por esta eucaristía que hemos celebrado". El místico y dulce Juan, que es llamado "hijo del trueno" por su carácter apasionado y casi violento (cf Me 9,38; Le 9,54; Me 10,35-40), no es un contemplativo que se aparte de la realidad, porque, leyendo el suceso trágico de la cruz como
28 de diciembre 559 momento supremo de victoria, sabe unificar la concreción tangible del misterio de la encarnación del Verbo con el anonadamiento doloroso de la cruz hasta transformarlo en gloria. El himno de laudes (siglo XVffl) expresa esta verdad en la cuarta estrofa: "Tú, elevado a las altas sublimidades, contemplas los arcanos celestes, percibes los misterios del cordero y de la Iglesia". Las antífonas de los laudes recuerdan tres aspectos de la vida de este apóstol: ante todo fue elegido por el Señor por ser virgen, y por ello fue el preferido entre los demás apóstoles (primera antífona); luego, como destinatario de la entrega de la Virgen a él como virgen por parte de Cristo en la cruz (segunda antífona); por fin, como aquel que reconoce a Jesús en el lago Tiberíades, diciendo: "Es el Señor" (tercera antífona). La actualidad de esta fiesta nos la brinda la lectura de san Agustín en el oficio: "Ellos (los apóstoles) vieron al mismo Señor presente en la carne, oyeron las palabras de su boca y lo han anunciado a nosotros. Por tanto, nosotros hemos oído, pero no hemos visto... Aquéllos vieron, nosotros no; y, sin embargo, estamos en comunión, pues poseemos una misma fe... La alegría completa es la que se encuentra en la misma comunión, la misma caridad, la misma unidad".
28 de diciembre SANTOS INOCENTES, mártires (siglo v)
1. Nota histórico-litúrgica La fiesta de los santos inocentes, celebrada en todas las Iglesias en los días posteriores a navidad ("coorta cohors", cortejo nacido con Cristo), es atestiguada en Occidente por primera vez por san Pedro Crisólogo en la primera mitad del siglo V, y después en el calendario de Cartago ("Los santos infantes que Herodes mató") y en el martirologio jeronimiano ("En Belén, el nacimiento de los santos infantes y lactantes que sufrieron por Cristo en tiempo de Herodes"). Por tanto, la fiesta en los libros litúrgicos latinos, después del 450 aproximadamente, es más antigua que su recepción en el sacramentarlo veronen-
560 Santos Inocentes se. En el siglo XII ya tenía una octava propia; y desde 1568, como fiesta solemne, es celebrada como doble de segunda clase. En la tradición constantinopolitana los infantes (nipioi) se encuentran en la fecha del 29 de diciembre. El himno de Prudencio (Cathemerinon XII, 93-140), que se sigue usando en los laudes, no hace, sin embargo, alusión a un oficio litúrgico. El relato de la matanza de los santos inocentes ("innocentes" en la liturgia romana; "pueri" o "parvuli", según san Jerónimo; "bimuli" o de dos años, según san Ambrosio) lo transmite Mt 2,1318), que cita el cumplimiento de una profecía de Jer 31,15: "Raquel llora a sus hijos", que son los hombres deportados por los asirios, de las tribus de Efraín, Manases y Benjamín. No sorprende esta crueldad en Herodes, de quien Augusto decía que "era mejor ser cochinillo (hys) de Herodes que su hijo (hyios)".
1. Mensaje y actualidad El texto del misal nos ofrece en las oraciones, derivadas de los sacraméntanos romanos, una significativa teología del martirio, porque se concentra en el hecho de que se puede ser mártir incluso de modo inconsciente. a) En la colecta se pide: "Los mártires inocentes proclaman tu gloria en este día, Señor, no de palabra, sino con su muerte; concédenos, por su intercesión, testimoniar con nuestra vida la fe que confesamos de palabra". Este martirio es, pues, considerado, antes que un homenaje del hombre a Dios, una gracia; es decir, un don gratuito del Señor. En el himno de Prudencio, en los laudes (cuarta y quinta estrofas), estas flores de los mártires que el perseguidor, en los mismos albores de la luz, arrancó como rosas tempranas, son llamados "primeras víctimas de Cristo y tierna grey de los inmolados, que exultan en su simplicidad bajo el mismo altar con palmas y coronas". En el himno del oficio de lectura (de Beda el Venerable) estos mártires son comparados con aquellos de los que habla el Apocalipsis (7,14), es decir, que "han lavado sus rojas vestiduras en la sangre del cordero" (quinta estrofa). En los demás textos litúrgicos (excepto en ias dos antífonas de entrada y de comunión en la misa) se ha omitido esta referencia a los mártires escatológicos, para recordar más bien a los mártires de los hebreos en Egipto (Ex 1,8-2,10; 3,10) o a los de la deportación a Babilonia, objeto de la lamentación de Raquel. En efecto, estos mártires inocen-
28 de diciembre 561 tes viven un acontecimiento parecido al de los hebreos que, yendo a Egipto, realizaron la profecía de Os 11,1 (cf Mt 2,15: "De Egipto llamé a mi hijo"). b) En la oración sobre las ofrendas se invoca al Señor: "Acepta las ofrendas de tu pueblo, y por estos misterios con los que santificas aun a aquellos que no te conocen, purifica a los que venimos con amor a celebrar la eucaristía". La afirmación de esta gratuidad absoluta del don de la santidad recuerda también el misterio de bautismo de los niños, tan defendido por la tradición patrística después de san Agustín, y nos retrotrae a la gracia de predestinación de María inmaculada, redimida en su misma concepción en previsión de la misión de la maternidad divina. También estos inocentes han sido sacrificados como primicias del martirio del único santo e inocente, que es Cristo. c) En la oración después de la comunión se invoca al Señor: "Haznos partícipes de la plenitud de la salvación a los que hemos comido a tu mesa en la fiesta de los inocentes; ellos carecían del uso de la palabra para confesar a tu Hijo, pero fueron, en cambio, coronados de gloria en virtud del nacimiento de Cristo". Esta insistencia en el tema del silencio verbal, sustituido por la sangre, como expresión de la confesión de fe, nos debe hacer comprender que en este martirio Jesús es presentado como el nuevo Moisés, que ya en los acontecimientos de su infancia cumplió las Escrituras con eventos parecidos a los de Moisés en el éxodo histórico. En este sentido la evidencia dada a su martirio inconsciente adquiere el valor de una afirmación de fe de los designios de Dios que se realizan en el mismo derramamiento de la sangre, incluso sin la respuesta elocuente del hombre. La actualidad de esta fiesta se nos ofrece en el oficio de lectura, donde el obispo de Cartago (Quodvultdeus), en su célebre sermón, concluye con estas palabras: "¡Oh gran don de la gracia! ¿De quién son los merecimientos para que así triunfen los niños? Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo. Todavía no pueden entablar batalla valiéndose de sus propios miembros, y ya consiguen la palma de la victoria". Es, pues, la fiesta de la inocencia gratuita lo que hemos de pedir como don siempre nuevo, ya que también nosotros, como los inocentes niños lactantes, que fueron muertos por un rey inicuo, podemos seguir al mismo cordero sin mancha y cantar sin cesar: "Gloria a ti, Señor" (Ap 14,4: antífona del Benedictus de laudes).
562 Santo Tomás Becket 29 de diciembre SANTO TOMÁS BECKET, obispo y mártir (1118ca.-1170)
1. Nota histérico-litúrgica La memoria de santo Tomás Becket, arzobispo de Canterbury, asesinado el 29 de diciembre del año 1170 en la catedral y canonizado en 1173, es celebrada en Roma desde el siglo xn y cae en la octava de navidad. Tomás, nacido en Londres hacia el año 1118 de familia normanda (los normandos habían conquistado Inglaterra unos cincuenta años antes), después de haber estudiado en París hasta 1139, volvió a casa (muerta su madre) y vivió tres años (decepcionantes) como contable. A los veinticinco años se hizo clérigo del arzobispo de Canterbury, su compatriota, normando, y pudo ir a Italia: primero a Roma, después a Bolonia y por último se trasladó a Auxerre para asistir durante un año a las clases locales de derecho. Mientras hacía la carrera de magistratura en la curia del arzobispo Teobaldo y llegaba a archidiácono a los treinta y seis años, fue elevado a canciller del reino de Enrique II en 1154. En este siglo xn, bajo Enrique II Plantagenet, la monarquía feudal inglesa era una gran potencia, que dominaba desde Escocia a los Pirineos y había reintroducido costumbres del imperio carolingio y del imperio romano que prefiguraban los métodos tendencialmente autoritarios de un Estado moderno. Gozó de los favores del rey por siete años, apoyando asimismo sus intereses. Le gustaba el boato y la vida brillante, sin renunciar a la generosidad con abundantes limosnas. Participó en la guerra del rey contra Luis VII de Francia, distinguiéndose en el asedio de Tolosa. A la muerte de Teobaldo, que había intentado apartarlo de la carrera política debida a la amistad con el rey, éste le hizo nombrar arzobispo, pese a la oposición de Tomás, y fue ordenado sacerdote y obispo (1162), siendo el primero que celebró en Inglaterra la fiesta solemne de la santísima Trinidad. Desde este momento cambió su conducta, haciéndose más austera. Después de dejar el cargo de canciller y predecir que su amistad con el rey se convertiría en el odio más violento, empezó a sufrir las hostilidades regias, aconsejado por el obispo de Londres (Gilbert Foliot), que antes había sido su adversario
29 de diciembre 563 por celos en el tiempo de su elección. El odio estaba motivado también por la resistencia a las reivindicaciones reales contra la Iglesia, codificadas en las Constituciones de Clarendon (1164), que restablecían los derechos consuetudinarios de oposición a la ley canónica, tanto en relación a la reducción de las relaciones del alto clero con Roma como en materia de jurisdicción penal para los delitos de los religiosos. A pesar del consenso de los obispos ingleses en el sínodo de Westminster de 1163, Tomás se quedó aislado y casi abandonado por los obispos, que prefirieron reconciliarse con el rey, "deseoso de tener poder sobre la Iglesia anglicana". También el papa, mal informado, le aconsejaba que se sometiera al rey, que exigía, empero, una sumisión pública. En un nuevo sínodo celebrado en Clarendon, Tomás se negó a rubricar estos derechos, que limitaban las libertades esenciales de la Iglesia. También el papa Alejandro III se negó a confirmar la Constitución de Clarendon. Tomás, convocado en el sínodo de Northampton (1164), fue condenado por su desobediencia al rey y sometido a vejaciones, incluida la amenaza de destitución. Animado a resistir por su confesor, Tomás prohibió a sus obispos (de diecisiete diócesis) participar en este proceso de su condena; y, disfrazado, huyó a Francia. Aquí se entrevistó con el papa en Sens, poniendo en sus manos el cargo de metropolitano, por temor de que su elección no hubiera sido perfectamente libre (había sido impuesto por el rey, pero con el consenso de la mayoría) y de que su conducta no estuviera a la altura de la situación. El papa lo confirmó en su cargo, enviándolo a la abadía cisterciense de Pontigny, para que en la pobreza y sencillez pudiera hacer la experiencia de convertirse en un verdadero "consolador de los pobres". El papa, enredado con el cisma del antipapa Víctor IV, apoyado por Federico Barbarroja, tenía necesidad tanto del apoyo del rey de Francia como de Enrique de Inglaterra. Esto explica el porqué, durante los seis años de exilio, Tomás en tres cartas (de 1165) intentara reanudar el diálogo con el rey, pero sin recibir respuesta. En 1166 Tomás promulgó en Vézelay varias excomuniones contra los colaboradores de Enrique II. La reacción del rey fue violenta, y Tomás hubo de trasladarse al monasterio de las benedictinas de Sens; mientras, tentativas de mediación, por iniciativa del papa en 1170, terminaron en una reconciliación. Ésta resultó sólo parcial, porque el rey, con ocasión de la coronación de su hijo (Enrique el Joven), hecha ilegalmente por el arzobispo de York,
564 Santo Tomás Becket le negó el beso de la paz. Tomó entonces la decisión de volver a su patria, desafiando la aversión del rey y conminando bulas de suspensión contra los prelados que se aprestaban a oponerle resistencia (suspendió de su cargo al arzobispo de York y excomulgó de nuevo a Foliot). Aunque el rey de Francia le aconsejó que permaneciese en este país, Tomás resolvió continuar por su camino, convencido de que defendía la causa de Dios contra César, previendo incluso su muerte. El odio implacable de Foliot y de otros (el obispo de Salisbury) había llegado a instigar a cuatro caballeros a asesinar a Tomás en su catedral. Rechazando defenderse y oponiéndose a la tentativa de los monjes que querían barrear las puertas de la iglesia, prefirió dejarse matar, pronunciando estas palabras: "Estoy dispuesto a morir por el nombre de Jesús y por la defensa de la Iglesia". Herido, cayó junto a los altares de la Virgen y de san Benito, con las manos elevadas como en la plegaria litúrgica (1170). Enrique II, objeto del entredicho personal del papa, fue absuelto después de su arrepentimiento en 1172. Muerte tan heroica produjo la reconciliación del rey de Inglaterra con la Iglesia romana, con el rey de Francia, con la Iglesia de Canterbury y sus exiliados. La fama de este martirio, difundida por Europa y Oriente (en el sinaxario armenio de Cilicia), incluso con representaciones iconográficas de su holocausto (en un mosaico de la catedral de Monreal y en la catedral de Chartres), ha sido asimismo objeto de una reciente dramatización teatral en la obra de T. S. Eliot (Asesinato en la catedral).
31 de diciembre 565 apelar a Roma en los casos contenciosos. Esta firmeza, aunque tuviera algunos momentos de vacilación a la hora de aceptar las Constituciones de Clarendon, fue cada vez más irremovible, hasta el punto de quedarse solo, abandonado hasta por los demás obispos. No se trataba tanto de una lucha políticoreligiosa, sino de una verdadera defensa de la libertad de la Iglesia, como él mismo dijo antes de morir, mientras lo apuñalaban. La intercesión de la colecta, que nos invita a nosotros también a optar por un heroísmo semejante hasta perder la vida en este mundo por mantenernos fieles al evangelio (Me 8,35), recuerda otra frase pronunciada como testamento por el obispo mártir ante los monjes que le disuadían de que permaneciera en su puesto: "Hemos venido para sufrir y no para luchar, y venceremos a nuestro enemigo más con el dolor que con la lucha". La actualidad del ejemplo de coherencia entre la fe y la vida de este mártir nos la ofrece su carta, que tenemos en el oficio de lectura. En ella rinde homenaje a la Iglesia de Roma como "cabeza de todas las Iglesias y fuente de la doctrina católica": "En la consagración prometimos ser solícitos en el deber de enseñar, de gobernar y de ser más diligentes en el cumplimiento de nuestra obligación, y así lo profesamos cada día con nuestra boca; pero ¡ojalá que la fe prometida se desarrolle por el testimonio de las obras!"
2. Mensaje y actualidad La colecta, que deriva del propio de la Iglesia de Inglaterra, pone de manifiesto el valor de este sacrificio, pidiendo: "Señor, tú que has dado a santo Tomás Becket grandeza de alma para entregar su vida en pro de la justicia, concédenos, por su intercesión, sacrificar por Cristo nuestra vida terrena para recuperarla de nuevo en el cielo". Tomás es, sin duda, el modelo de esta coherencia con su misión de obispo. En efecto, como canciller había defendido primero los derechos del rey, incluso contrarios a la Iglesia; pero tras su elección se convirtió en paladín tanto contra la reivindicación de las cortes seculares de juzgar y sancionar a los eclesiásticos por causas ya tratadas por los tribunales de la Iglesia como a favor de la exención de los impuestos de los eclesiásticos y, por fin, de la libertad de
31 de diciembre SAN SILVESTRE, papa (t 335)
1. Nota histórico-litúrgica La memoria facultativa de san Silvestre (trigésimo cuarto papa), muerto el 31 de diciembre del año 335 y sepultado en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria, ya está inscrita en el calendario más antiguo del año 354 (Depositio episcoporum) y, después de los siglos IV-V, incluso fuera del culto en su basílica cementerial (señalada en los itinerarios del siglo vn), entrando
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San Silvestre
en los sacramentados romanos en la fecha de su dies natalis (el sacramentarlo veronense da, a finales de octubre, dos oraciones, en las que se pide la bienaventuranza eterna para san Silvestre). También la trae el martirologio jeronimiano; en los sinaxarios griegos se encuentra el 2 de enero, así como en los siriacos y armenios. Poco sabemos de este papa, fuera de su vida legendaria, antes de su elección para la cátedra de Pedro en el año 314, sucediendo al papa Melquíades, que había aprovechado la tolerancia de Majencio para reorganizar la Iglesia romana y luego la ayuda de Constantino (tras la victoria del Puente Milvio). En efecto, el título de Equitius, llamado en el siglo VI con el nombre de san Silvestre (junto a las termas de Trajano), ya existía en el siglo m, y no sufrió transformaciones importantes hasta el siglo IV. Se puede suponer por ello que el motivo histórico de esta atribución, favorecida por el papa Símaco, que situó dos concilios romanos presididos por san Silvestre (del que forma parte el Constitutum Silvestri citado en el decreto de Graciano) junto al título de Equitius, se debe a que Silvestre atendía este titulus cuando era sacerdote. Tal vez se hiciera cristiano durante la última gran persecución de Diocleciano, porque de lo contrario no se explica su elección al papado (los obispos, en general, eran elegidos entre los confesores de la fe). En su largo pontificado, del 314 al 335, vivió un período muy importante de la historia de la Iglesia, ya que comenzaba el desarrollo del cristianismo tras la paz constantiniana. Está comprobada su ausencia en los primeros concilios. Ante todo en el de Arles, del año 314, que quería revisar la decisión tomada por el papa Melquíades en el concilio de Letrán (313) contra los donatistas, y al que el papa, invitado lo mismo que los demás obispos, se limitó a enviar cuatro delegados. Luego en el concilio ecuménico de Nicea, del año 325, donde se hizo representar por sus legados. La reticencia del papa Silvestre no puede considerarse como una escasa conciencia del carisma del primado, ya que tal vez creía por prudencia que no debía presidirlos, al haber sido convocados por el poder político (ambos por Constantino), y que el obispo local estaba obligado a presidirlos según la antigua costumbre. Ciertamente, estos hechos son problemáticos para el historiador. Durante la construcción, iniciada por Constantino, de iglesias y basílicas sobre la memoria de los mártires y en lugares preferidos por la familia imperial, la parte de Silvestre hubo de
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ser determinante, sin duda, a la hora de localizar las sepulturas de los mártires. En cuanto a su Vita legendaria, puede resultar útil, con fines informativos, observar que se le atribuyen hechos que colman el vacío histórico de este pontificado: antes de ser sacerdote habría sufrido durante la persecución hasta llegar a ser encarcelado por haber dado sepultura a un mártir (Timoteo); más tarde, de sacerdote, habría organizado el servicio de los pobres. Por fin, como papa, habría publicado varios reglamentos: prescribió a los sacerdotes y a los diáconos el colobium (túnica sin mangas); sustituyó los nombres paganos de los dioses en los días feriales; hizo festivos los domingos y los jueves; fijó como días de ayuno el miércoles, viernes y sábado. Perseguido por Constantino, se habría refugiado en el monte Soratte; y Constantino, mientras era atacado por la lepra y proyectaba, aconsejado por los sacerdotes paganos, bañarse en la sangre de los niños degollados, habría recibido en sueños un aviso en el que los apóstoles Pedro y Pablo le invitaban a acudir a Silvestre para que le mostrara la fuente de salvación. El emperador habría pedido el bautismo y, una semana más tarde, habría sido bautizado en el baptisterio de Letrán, donde también fue curado de su lepra. De aquí habrían salido las leyes constantinianas favorables a la Iglesia y a los cristianos. Otros relatos prodigiosos enmarcan esta Vita legendaria, a los que dos siglos más tarde se añadió el último, falso: "la donación de Constantino", en la cual, después de haber recordado la concesión de otros privilegios a Silvestre (la supremacía sobre los cuatro patriarcas de Antioquía, Alejandría, Constantinopla y Jerusalén), se concede al papa de Roma Italia y las regiones occidentales para que la dignidad pontifical no sufriera menoscabo; y se tomó la decisión de trasladar la sede imperial a Bizancio, porque no era justo que un emperador terreno ejerciera su dominio donde el emperador del cielo había establecido al jefe de la religión cristiana. La "donación", insertada en las falsas decretales pseudoisidorianas y defendida en el medievo, fue desautorizada en el siglo XV y declarada apócrifa por el mismo Baronio. Tal leyenda, que quería legitimar un estado de hecho, se remonta al tiempo del papa Esteban (752-757), que había ido a Francia a pedir la protección del rey Pipino. El Liber pontificalis había recogido la fundación del titulus de Equitius de parte de san Silvestre; y el mismo papa Símaco (498-514) la acreditaba para apelar a la tradición y superar así las oposiciones enfrentadas, imaginándose los dos concilios ro-
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San Silvestre
manos (presididos por Silvestre) justamente en los dos edificios antiguos más suntuosos próximos al título susodicho. Estos hechos han contribuido a la difusión del culto de san Silvestre, eternizado en el antiguo mosaico mandado ejecutar en Letrán por León III. Aquí, en ambos lados y en la representación central de Cristo rodeado por los apóstoles, se admira en una escena a Jesús que entrega con una mano las llaves a san Silvestre y con la otra el estandarte a Constantino; y en la otra escena, a san Pedro que entrega el palio a León III y el estandarte a Carlomagno. Muchos se atribuyeron la posesión de reliquias de este santo. Es célebre en este sentido la abadía de Nonantola (cerca de Módena), que creyó haberlas recibido de la Santa Sede, mientras que de hecho Pablo I (f 767) las depositó en un oratorio de un monasterio de la vía Lata, desde donde más tarde fueron trasladadas a la basílica que tomó el nombre de San Silvestre in Capite. Fue el primer santo no mártir venerado en la Iglesia romana, como en Galia lo fuera san Martín de Tours. Las representaciones de la leyenda en la sala de Constantino, en el Vaticano, recuerdan hoy a todos los peregrinos la importancia de la conversión de Constantino para la Iglesia, conversión atribuida al papa Silvestre. 2. Mensaje y actualidad La nueva colecta, haciendo una alusión discreta el final del año, con el que coincide su dies natalis (cf la noche de san Silvestre para clausurar el año civil), evita delinear los caracteres de un pontificado que, a falta de noticias históricas, ha sido relativizado ("¡el más vacío del siglo!") por una cierta pasividad manifestada tras los siglos de las persecuciones, en que el papel público del papado frente al emperador, que se consideraba legislador y defensor de la ortodoxia, no parece muy claro. En efecto, se pide al Señor: "Socorre a tu pueblo que se acoge a la intercesión del papa san Silvestre primero, para que, pasando esta vida bajo tu pastoreo, pueda alcanzar en la gloria la vida que no acaba". La alusión al final del año (pasando esta vida; alcanzar en la gloria la vida que no acaba) no puede ignorar la referencia al gobierno de este papa, bajo el cual la Iglesia conquistó, tras siglos de persecución cruenta, su libertad religiosa además de un estatuto jurídico. La leyenda según la cual Constantino promulgó la ley en cuya virtud "los sacerdotes de todo
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el mundo y los funcionarios del emperador debían tener como jefe al obispo de Roma", ha contribuido sin duda a la fama de este papa, que habría coadyuvado prodigiosamente a la conversión del emperador (a quien se le atribuyen más de trescientas leyes de inspiración cristiana), con las enormes consecuencias que de ello se siguieron para la historia de la Iglesia. La liturgia, recordándonos brevemente su intercesión, pretende, al fin de un año civil, hacernos reflexionar sobre estas misteriosas aunque reales y providenciales conexiones, pese a los límites y condicionamientos, entre la historia civil y la historia de la Iglesia, en la unidad de un solo designio de salvación, al que somos encaminados para llegar a la gloria de la vida que no acaba. La actualidad de este mensaje nos la ofrece el oficio de lectura en la página triunfal de Eusebio de Cesárea. En su Historia de la Iglesia describe así este despertar a la luz de la Iglesia de la oscuridad de los cementerios catacumbales: "Veíamos los templos levantarse de sus ruinas hasta una altura infinita y resplandecer con un culto y esplendor mucho mayor que el de aquellos que habían sido destruidos... Los obispos celebraban ceremonias y los sacerdotes ofrecían los puros sacrificios, conforme a los augustos ritos de la Iglesia; se cantaban los salmos, se escuchaban las palabras que Dios nos ha transmitido, se ejecutaban los divinos y arcanos misterios y se comunicaban los místicos símbolos de la pasión salvadora". Independientemente del lenguaje triunfalista y oriental, se puede vislumbrar la lección de la historia, que la antífona de laudes, en el Benedictus, ha querido personalizar: "No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros". La Iglesia necesita libertad para promover el progreso humano y la civilización del evangelio; pero el testimonio más auténtico nace del poder del Espíritu, que actúa por medio de los mismos acontecimientos históricos y de la fidelidad de los mensajeros de la buena nueva.
CONCLUSIÓN
LA SANTIDAD EN LAS DISTINTAS DIMENSIONES DE LOS FORMULARIOS EUCOLÓGICOS
1. Para una tipología de la santidad El esquema del común de los santos en el calendario postridentino ha sido simplificado con la reducción de diecisiete comunes con veinticuatro formularios a siete clases de santidad solamente, que comportan cuarenta y nueve formularios. No ha sido un empobrecimiento, sino un enriquecimiento, que ha compensado la disminución de la serie de los formularios completos del propio de los santos; en efecto, se ha dejado mayor posibilidad de valorizar los propios de cada Iglesia particular, recuperando así la tradición antigua, en la que cada celebración tenía su formulario propio. Un ejemplo para sintetizar las temáticas de los distintos formularios de este universo de ciento ochenta y dos fiestas y memorias (el número depende de los criterios para contar las celebraciones según la coincidencia de algunos santos en la misma fecha) me parece útil para identificar algunas dimensiones de la santidad en las catorce categorías que especifican los siete comunes del misal: pneumatológica, eclesiológica, escatológica y antropológica. Remitiendo a mi artículo citado en la introducción (nota 2: La sainteté dans les textes euchologiques...) para una documentación de los textos de los formularios de cada una de las categorías del propio de los santos, me limitaré a poner en evidencia algunas constantes para cada categoría del común (mártires, pastores, doctores, vírgenes, santos y santas). 2. Las cuatro dimensiones de la santidad 1. Dimensión crístico-pneumatológica a) Mártires. Se les celebra como imitadores del rey de los mártires (Cristo), calificado de "fuente y modelo de todo mar-
Conclusión 573
572 Conclusión tirio". En efecto, tal privilegio de testimonio está expresado por dos preposiciones: "por" (pro) y a causa (propter) de Cristo; es decir, por su amor, por su honor, por la verdad y la justicia, por la ley de Dios, estos héroes han recibido el don de sufrir, como Cristo, la "pasión" (en el sentido absoluto del término). "El martirio deriva su principio del sacrificio de Cristo". También la referencia al Espíritu Santo es frecuente en los textos, porque se invoca que Dios suscite en la Iglesia el Espíritu que ha dado a sus mártires; sobre todo cuando se celebran mártires que son asimismo pastores, invocando al Espíritu de verdad y de amor. b) Pastores. En esta categoría, que comprende ante todo a los papas y obispos y después a los sacerdotes, emerge la figura de Cristo, buen pastor. Ésta recuerda la elección divina para tal función vicarial de Cristo en medio de su pueblo. c) Doctores. El modelo de Cristo maestro domina en muchos formularios, con frecuente referencia al Espíritu Santo, que ha inspirado la enseñanza de estos nuevos maestros que han iluminado la Iglesia con su doctrina. d) Vírgenes. También la virginidad, como el martirio, recibe con frecuencia connotaciones doxológicas, porque es una manifestación de la gloria de Dios, proclamado "admirable" y celebrado asimismo como esposo único, a quien está unida la virgen con un vínculo nupcial. e) Santos y santas. Entre las diversas facetas de la santidad, tanto de los hombres como de las mujeres, se notan algunos temas, como: el reflejo de la santidad única de Dios y la imitación de Cristo. Cristo es connotado como arquetipo de la perfección (especialmente para los religiosos), como fuente de las obras de la caridad (para los obradores de la caridad), como roca básica para la estabilidad de la fe y la perseverancia en la esperanza del evangelio (para los misioneros).
a) Mártires. Se encuentra la nota clásica de la plantado Ecclesiae, además de la de la "gloria" para una Iglesia que, como un campo, es regada por la sangre de los mártires para hacerse fecunda. Esta Iglesia recibe así un suplemento de fortaleza en la celebración de la victoria de sus mártires. b) Pastores. La relación de los pastores con su rebaño es institucional y se especifica en la presidencia (praeesse), que se convierte en un servicio de utilidad común (prodesse). Para los fundadores de Iglesias, en esta relación de naturaleza genética, hasta comportar una verdadera paternidad (los apóstoles son "padres de la Iglesia"), se especifican asimismo los medios: por medio de la palabra de verdad y de los sacramentos de vida. c) Doctores. También este carisma magisterial es celebrado como una "ilustración" de toda la Iglesia, que con frecuencia es atribuida a la obra iluminadora del Espíritu Santo. d) Vírgenes. Por su aspecto carismático, la virginidad se sitúa en la perspectiva eclesiológica; es decir, al servicio del bien común, incluso con la referencia bíblica a la Iglesia como virgen casta unida a su esposo divino. e) Santos y santas. La Iglesia recibe de la santidad en general una nueva vitalidad. En efecto, al recordar que la santidad es un don gratuito y universal que califica el vínculo de penitencia eclesial de todo cristiano, se llega a citar la famosa frase agustiniana: "Nosotros somos lo que recibimos, por eso imitamos lo que celebramos". 3. Dimensión escatológica
2. Dimensión eclesiológica
a) Mártires. La dimensión escatológica, esencial a la santidad como signo del reino (cf LG 50), brilla sobre todo en los mártires, que con una muerte llamada "preciosa y gloriosa" ya son herederos del reino de los cielos. A los apóstoles se les llama "padres de la Iglesia", entre otras cosas por ser profetas o mensajeros del juez eterno.
El aspecto eclesiológico, inicialmente conectado con la Iglesia local donde el santo era celebrado, se ha acentuado después con el traslado de las reliquias de un lugar a otro, permitiendo el intercambio entre las Iglesias, que en los siglos pasados encontraban en este medio una fuente de rica solidaridad y comunión (de los santos).
b) Pastores. Según la primitiva iconografía existente en los ábsides de las iglesias, el pastoreo es representado como un camino hacia la vida eterna, imagen del buen pastor. En el caso de un predicador (Vicente Ferrer) se menciona explícitamente que fue un predicador "escatológico", anunciando en la tierra el juez que viene. En cualquier caso, el pastor, especialmente si
574 Conclusión se trata de un misionero del evangelio, se convierte asimismo en anunciador de la espera vigilante del encuentro definitivo con el Señor. c) Doctores. En los textos bíblicos, especialmente del común (antífonas), estos maestros de la fe son denominados "estrellas de la eternidad", que perpetúan su nombre a lo largo de los siglos. d) Vírgenes. La virginidad, en su referencia esencialmente escatológica, es celebrada no sólo en las lecturas bíblicas con la parábola de las vírgenes prudentes, sino también en los textos que presentan tal carisma como una experiencia anticipada de los bienes propios del siglo futuro. e) Santos y santas. En estos formularios generalizados la nota escatológica recuerda que ya son partícipes de la corona eterna en la ciudad celestial. Y por esta fe en la vida eterna, que ellos ya poseen, también nosotros podemos estar seguros de nuestra inmortalidad, recibiendo una prenda de esperanza de la misma. 4. Dimensión antropológica a) Mártires. El aspecto humano del martirio, junto con el aspecto primario de la conformidad perfecta con Cristo, brilla en su prueba suprema de amor, a través de la constancia. También nosotros podemos recibir de su ejemplo un aumento de fuerza en la profesión de la fe. b) Pastores. El tema del servicio de estos ministros del pueblo de Dios no puede menos que implicar el ejercicio de todas las virtudes, incluidas las humanas, además de las propiamente teologales; es decir, la misericordia y el celo apostólico por la salvación de las almas. c) Doctores. El magisterio de los doctores, que es un testimonio luminoso de su fe, es denominado asimismo como una humilde búsqueda de la verdad. A veces se hace también referencia a la sabiduría humana, filosófica e incluso científica (como en el caso de Alberto Magno), que el doctor ha unido a la fe divina. d) Vírgenes. En las notas antropológicas de la virginidad se integran dos aspectos principales. La victoria sobre la fragi-
Conclusián 575 lidad de la naturaleza y del sexo (especialmente cuando se trata de mujeres) se convierte en signo de madurez humana. Luego, la vuelta a la santidad del primer origen de nuestra naturaleza recuerda el sentido de pura oblación del amor humano. La mortificación de las pasiones del cuerpo es, pues, presentada como una purificación del estado de decadencia terrestre y, por ende, como un avance en la realización de la propia personalidad cristiana, siempre en tensión hacia la transfiguración escatológica de la resurrección. e) Santos y santas. En el caleidoscopio de las cualidades humanas evidenciadas en los diferentes formularios del santoral se puede encontrar el elenco de todas las virtudes, desde las más comunes hasta las más heroicas, en los numerosos modelos de pobreza, humildad, penitencia y búsqueda del reino de Dios en medio de los asuntos del mundo o de las solicitudes del gobierno. Pero estos aspectos humanos del hombre transfigurado por la santidad se pueden resumir en cuatro valores, que se ponen de manifiesto. El primero es la búsqueda continua de Dios por encima de todo, para brindar a nuestro tiempo la forma de un hombre nuevo. El segundo es la conexión inescindible de la caridad para con Dios con la caridad hacia el prójimo, sobre todo en las obras de misericordia, que son justamente el objeto principal del último juicio. Un tercer factor puede descubrirse también en la alegría que armoniza de modo constante la gloria de Dios con el servicio del prójimo. Una última nota de actualidad (en nuestro mundo, que ha padecido dos conflictos mundiales en un solo siglo) es la misión pacificadora de la acción de los santos y de las santas, que los ha hecho "bienaventurados", es decir, modelos de auténtica humanidad reconciliada y reconciliadora.
3. Del ideal mítico (o superhombre) al signo viviente de la eficacia del evangelio para formar el hombre perfecto El constante aumento del número de los santos insertados en el calendario general romano (canonizados), y sobre todo celebrados en los innumerables calendarios locales (santos y beatos) en las Iglesias particulares (o en institutos religiosos o laicales), desmiente la previsión de P. A. Sorokin, que en 1950 lanzaba este grito: "El río de la santidad está a punto de secar-
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Conclusión
se". Se basaba en una documentación incompleta (Lives of Saints, que era una selección hecha en el siglo XIIy adaptada en el siglo XX), y por lo mismo instrumentalizada para su teoría de las tres fases del desarrollo de las civilizaciones (misticismo, idealismo, sensualismo), según la cual nuestro tiempo da más cabida al sensualismo que al ideal. Los criterios con frecuencia cambiantes de las canonizaciones oficiales de los santos —a que se ha aludido en la introducción— no deben ocultarnos este hecho religioso innegable: todas las categorías de la santidad están representadas. La única observación es la falta del modelo de una simple pareja conyugal fuera de las bíblicas: María y José, Joaquín y Ana, además de las numerosas parejas de mártires; por ejemplo, las recientes de Corea y Vietnam; es decir, de santos esposos sin otras connotaciones. Pero sobre todo resulta evidente en los nuevos textos que todos los aspectos milagreros o extraordinarios, en sentido sensacional o excéntrico, no entran en la presentación de estos modelos. Más aún, aparece clara la tesis de que la santidad no es sólo el cumplimiento de la vocación particular asignada a cada uno en su ambiente y su tiempo, sino también la plena realización de un logro humano: como Cristo es el hombre perfecto (Ef 4,13), asimismo lo es el Santo por participación.
APÉNDICES
I. SANTORAL ROMANO GENERAL (Cuando no se indica el grado de celebración se entiende que la memoria es facultativa)
ENERO 1 Santa María, madre de Dios 2 San Basilio y san Gregorio Nacianceno, obisp. y doct. 7 San Raimundo de Peñafort, presb. 13 San Hilario, obisp. y doct. 17 San Antonio, ab. 20 San Fabián, papa y márt. San Sebastián, márt. 21 Santa Inés, virg. y márt. 22 San Vicente, diác. y márt. 24 San Francisco de Sales, obisp. y doct. 25 Conversión del apóstol san Pablo 26 San Timoteo y san Tito, obisp. 27 Santa Ángela de Mérici, virg. 28 Santo Tomás de Aquino, presb. y doct. 31 San Juan Bosco, presb.
solemnidad memoria memoria memoria memoria fiesta memoria memoria memoria
FEBRERO 3 San Blas, obisp. y márt. San Óscar, obisp. 5 Santa Águeda, virg. y márt. 6 Santos Pablo Miki y comp. márt. 8 San Jerónimo Emiliano 10 Santa Escolástica, virg. 11 Nuestra Señora de Lourdes 14 San Cirilo, moa, y Metodio obisp. 17 Los siete santos fundadores de la Orden de los Siervos de la Virgen María
memoria, memoria memoria fiesta
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Santoral Romano
Santoral Romano General
General
21 San Pedro Damián, obisp. y doct. 22 La cátedra del apóstol san Pedro 23 San Policarpo, obisp. y mart.
fiesta memoria
MARZO 4 7 8 9 17 18 19 23
San Casimiro Santa Perpetua y santa Felicidad, márt. San Juan de Dios, relig. Santa Francisca Romana, relig. San Patricio, obisp. San Cirilo de Jerusalén, obisp. y doct. San José, esposo de la virgen María Santo Toribio de Mogrovejo, obisp.
memoria
San Francisco de Paula, erm. San Isidoro, obisp. y doct. San Vicente Ferrer, presb. San Juan Bautista de la Salle, presb. San Estanislao, obisp. y márt. San Martín I, papa y márt. San Anselmo, obisp. y doct. San Jorge, márt. San Fidel de Sigmaringa, presb. y márt San Marcos, evang. San Pedro Chanel, presb. y márt. Santa Catalina de Siena, virg. y doct. San Pío V, papa
fiesta
JUNIO
memoria memoria
fiesta memoria
1 San Justino, márt. memoria 2 San Marcelino y san Pedro, márt. memoria 3 San Carlos Luanga y compañeros, márt. memoria 4 San Bonifacio, obisp. y márt. 6 San Norberto, obisp. 9 San Efrén, diác. y doct. memoria 11 San Bernabé, apóst. 13 San Antonio de Padua, presb. y doct. memoria 19 San Romualdo, ab. memoria 21 San Luis Gonzaga, relig. 22 San Paulino de Ñola, obisp. San Juan Fisher, obisp., y Tomás Moro, márt. solemnidad 25 Natividad de san Juan Bautista 27 San Cirilo de Alejandría, obisp. y doct. memoria 28 San Ireneo, obisp. y márt. solemnidad 29 San Pedro y san Pablo, apóst. 30 Santos protomártires de la santa Iglesia romana
JULIO
MAYO 1 San José, obrero 2 San Atanasio, obisp. y doct. 3 San Felipe y Santiago, apóst. 12 San Nereo y san Aquiles, márt San Pancracio, márt. 14 San Matías, apóst. 18 San Juan I, papa y márt.
memoria
solemnidad
ABRIL 2 4 5 7 11 13 21 23 24 25 28 29 30
20 San Bernardino de Siena, presb. 25 San Beda el Venerable, presb. y doct. San Gregorio VJJ, papa Santa María Magdalena de Pazzi, virg. 26 San Felipe Neri, presb. 27 San Agustín de Canterbury, obisp. 31 Visitación de la virgen María Sábado posterior a la solemnidad del sagrado corazón: Inmaculado corazón de la virgen María
579
memoria fiesta fiesta
3 4 5 6 11 13 14
Santo Tomás, apóst. Santa Isabel de Portugal San Antonio María Zacearía, presb. Santa María Goretti, virg. y márt. San Benito, ab. San Enrique San Camilo de Lelis, presb.
fiesta
fiesta
580 Santoral Romano General 15 San Buenaventura, obisp. y doct. 16 Nuestra Señora del Carmen 21 San Lorenzo de Brindis, presb. y doct. 22 Santa María Magdalena 23 Santa Brígida, reí. 25 Santiago, apóst. 26 San Joaquín y santa Ana, padres de la V. M. 29 Santa Marta 30 San Pedro Crisólogo, obisp. y doct. 31 San Ignacio de Loyola, presb.
Santoral Romano General 581 memoria •
memoria fiesta memoria memoria memoria
3 8 13 15 16 17 19 20 21 26 27 28
AGOSTO 1 San Alfonso María de Ligorio, obisp. y doct. 2 San Eusebio de Vercelli, obisp. 4 San Juan María Víanney, presb. 5 Dedicación de la basílica de Santa María 7 San Sixto II y sus compañeros, márt. San Cayetano, presb. 8 Santo Domingo, presb. 10 San Lorenzo, diác. y márt. 11 Santa Clara, virg. 13 San Ponciano, papa, y san Hipólito, presb., márt. 14 San Maximiliano María Kolbe, sac. y márt. 15 La asunción de la virgen María 16 San Esteban de Hungría 19 San Juan Eudes, presb. 20 San Bernardo, ab. y doct. 21 San Pío X, papa 22 Santa María Virgen, Reina 23 Santa Rosa de Lima, virg. 24 San Bartolomé, apóst. 25 San Luis San José de Calasanz, presb. 27 Santa Mónica 28 San Agustín, obisp. y doct. 29 Martirio de san Juan Bautista
SEPTIEMBRE
!
memoria memoria
memoria fiesta memoria
memoria solemnidad memoria memoria memoria
29 30
San Gregorio Magno, papa y doct. memoria Natividad de la Sma. Virgen María fiesta San Juan Crisóstomo, obisp. y doct. memoria Nuestra Sra. la Virgen de los Dolores memoria San Cornelio, papa, memoria y san Cipriano, obisp. y márt. San Roberto Belarmino, obisp. y doct. San Jenaro, obisp. y márt. San Andrés Kim Taegon, presb., y san Pablo Chong Hasang y compañeros, márt. memoria San Mateo, apóst. y evang. fiesta San Cosme y san Damián, márt. memoria San Vicente de Paúl, presb. San Wenceslao, márt. San Lorenzo Ruiz y compañeros, márt. Santos arcángeles Miguel, fiesta Gabriel y Rafael memoria San Jerónimo, presb. y doct.
OCTUBRE 1 2 4 6 7 9 14 15 16
fiesta
17 18 19
memoria memoria memoria
23 24 28
Santa Teresa del Niño Jesús, virg. Santos ángeles custodios San Francisco de Asís San Bruno, presb. Nuestra Señora la Virgen del Rosario San Dionisio, obisp., y compañeros, márt. San Juan Leonardi, presb. San Calixto I, papa y márt. Santa Teresa de Ávila, virg. y doct. Santa Eduvigis, reí. Santa Margarita María de Alacoque, virg. San Ignacio de Antioquía, obisp. y márt. San Lucas, evang. San Juan de Brébeuf y san Isaac Jogues, presb., y compañeros, márt. San Pablo de la Cruz, presb. San Juan de Capistrano, presb. San Antonio María Claret, obisp. San Simón y san Judas, apóst.
memoria memoria fiesta memoria
memoria memoria fiesta
fiesta
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Santoral Romano
General
NOVIEMBRE 1 Todos los santos 2 Conmemoración de todos los difuntos 3 San Martín de Porres, reí. 4 San Carlos Borromeo, obisp. 9 Dedicación de la basílica de Letrán 10 San León Magno, papa y doct. 11 San Martín de Tours, obisp. 12 San Josafat, obisp. y márt. 15 San Alberto Magno, obisp. y doct. 16 Santa Margarita de Escocia Santa Gertrudis, virg. 17 Santa Isabel de Hungría, reí. 18 Dedicación de las basílicas de los santos apóstoles Pedro y Pablo 21 Presentación de la santísima Virgen 22 Santa Cecilia, virg. y márt. 23 San Clemente I, papa y márt. San Columbano, ab. 24 San Andrés Dung-Lac y compañeros, márt. 30 San Andrés, apóst.
n. ÍNDICE ALFABÉTICO DE LOS SANTOS solemnidad memoria fiesta memoria memoria memoria
memoria memoria memoria
fiesta
DICIEMBRE 3 San Francisco Javier, presb. 4 San Juan Damasceno, presb. y doct. 6 San Nicolás, obisp. 7 San Ambrosio, obisp. y doctor 8 Inmaculada concepción de Sta. María Virgen 11 San Dámaso I, papa 12 Santa Juana Francisca de Chantal, reí. 13 Santa Lucía, virg. y márt. 14 San Juan de la Cruz, presb. y doct. 21 San Pedro Canisio, presb. y doct. 23 San Juan de Kety, presb. 26 San Esteban, prot. 27 San Juan, apóst. y evang. 28 Santos Inocentes, márt. 29 Santo Tomás Becket, obisp. y márt. 31 San Silvestre, papa
(Para los santos de los tiempos apostólicos y del Antiguo Testamento, así como para algunas festividades, se índica el siglo o el año del comienzo de su memoria)
memoria memoria solemnidad memoria memoria fiesta fiesta fiesta
Águeda, 5 de febrero, f 250. Agustín, 28 de agosto, 354-430. Agustín de Canterbury, 27 de mayo, ca. 604. Alberto Magno, 15 de noviembre, 1206-1280. Alfonso María de Ligorio, 1 de agosto, 1696-1787. Ambrosio, 7 de diciembre, ca. 339-397. Ana, madre de la virgen María, 26 de julio, s. VI. Andrés, 30 de noviembre, s. V. Andrés Dung-Lac, 24 de noviembre, "f 1839. Andrés Kim Taegon, 20 de septiembre, s. XIX. Ángela de Merici, 27 de enero, 1474-1540. Ángeles custodios, 2 de octubre, ss. xvxvil. Anselmo, 21 de abril, 1033-1109. Antonio, abad, 17 de enero, 251/2-356. Antonio de Padua, 13 de junio, 1195-1231. Antonio María Claret, 24 de octubre, 1807-1870. Antonio María Zacearía, 5 de julio, 1502-1539. Aquiles, 12 de mayo, 304? Atanasio, 2 de mayo, ca. 295-373. Bartolomé, 24 de agosto, s. vni. Basilio, 2 de enero, 330-379. Beda el Venerable, 25 de mayo, 672-735. Benito, 11 de julio, ca. 480-547. Bernabé, 11 de junio, s. XI. Bernardino de Siena, 20 de mayo, 1380-1444. Bernardo, 20 de agosto, 1090-1153. Blas, 3 de febrero, f 316 ca. Bonifacio, 5 de junio, 672/5-754. Brígida, 23 de julio, 1303-1373. Bruno, 6 de octubre, ca. 1035-1101. Buenaventura, 15 de julio, 1217/18-1274.
índice alfabético de los santos 585
584 índice alfabético de los santos
Calixto I, 14 de octubre, f 222? Camilo de Lelis, 14 de julio, 1550-1614. Carlos Borromeo, 4 de noviembre, 1538-1584. Carlos Luanga, 3 de junio, 1886-1887. Casimiro, 4 de marzo, 1458-1484. Catalina de Siena, 29 de abril, 1347-1380. Cayetano, 7 de agosto, 1480-1547. Cecilia, 22 de noviembre, ss. n-lll. Cipriano, 16 de septiembre, f 258. Cirilo, monje, 14 de febrero, 827-869. Cirilo de Alejandría, 27 de junio, 370-444. Cirilo de Jerusalén, 18 de marzo, ca. 313-387. Clara, 12 de agosto, 1193/4-1253. Clemente I, 23 de noviembre, ss. I-IV. Columbano, 23 de noviembre, 543-615. Cornelio, 16 de septiembre, f 253. Cosme, 26 de septiembre, f 303. Dámaso, 11 de diciembre, 305?-384. Damián, 26 de septiembre, f 303. Dedicación de la basílica de Letrán, 9 de noviembre, 324/s. Xll. Difuntos (Conmemoración de todos los), 2 de noviembre, siglos VII-IX. Dionisio, 9 de octubre, ca. 250. Domingo de Guzmán, 8 de agosto, 1170-1221. Efrén, 9 de junio, 306-373. Enrique, 13 de julio, 973-1024. Escolástica, 10 de febrero, 480-547. Estanislao, 11 de abril, 1030-1079. Esteban, 26 de diciembre, s. v. Esteban de Hungría, 16 de agosto, 969/70-1038. Eduvigis, 16 de octubre, 1174-1243. Eusebio de Vercelli, 2 de agosto, 283?-371. Fabián, 20 de enero, f 250. Felicidad, 7 de marzo, f 202/3. Felipe, apóstol, 3 de mayo, s. vi. Felipe Neri, 26 de mayo, 1515-1595. Fidel de Sigmaringa, 24 de abril, 1578-1622. Francisca Romana, 9 de marzo, 1384-1440. Francisco de Asís, 4 de octubre, 1181/82-1226. Francisco de Paula, 2 de abril, 1416-1507.
Francisco de Sales, 24 de enero, 1567-1622. Francisco Javier, 3 de diciembre, 1506-1552. Gabriel, 29 de septiembre, ss. V-vm. Gertrudis, 16 de noviembre, 1256-1302. Gregorio Magno, 3 de septiembre, ca. 540-604. Gregorio Nacianceno, 2 de enero, 330-390. Gregorio VII, 25 de mayo, ca. 1020-1085. Hilario, 13 de enero, 315-367. Hipólito, 13 de agosto, t 235? Ignacio de Antioquía, 17 de octubre, ca. 50-107. Ignacio de Loyola, 31 de julio, 1491-1556. Inés, 21 de enero, f 304? Inocentes (santos), 28 de diciembre, s. v. Ireneo, 28 de junio, 115/150-202/3. Isaac Jogues, 19 de octubre, 1607-1646. Isabel de Hungría, 17 de noviembre, 1207-1231. Isabel de Portugal, 4 de julio, ca. 1271-1336. Isidoro, 4 de abril, 556-636. Jenaro, 19 de septiembre, ca. t 305. Jerónimo, 30 de septiembre, ca. 347-420. Jerónimo Emiliano, 8 de febrero, 1486-1537. Joaquín, 26 de julio, s. vi. Jorge, 23 de abril, s. iv. Josafat, 12 de noviembre, 1580-1623. José: — Obrero, 1 de mayo, 1955. — Solemnidad, 19 de marzo, s. IX. José de Calasanz, 25 de agosto, 1556/7-1648. Juan, apóstol, 27 de diciembre, ss. ivvi. Juan Bautista: — Martirio, 29 de agosto, ss. iv-vn. — Natividad, 24 de junio, s. IV. Juan Bautista de la Salle, 7 de abril, 1651-1719. Juan Bosco, 31 de enero, 1815-1888. Juan Crisóstomo, 13 de septiembre, 344/49-407. Juan Damasceno, 4 de diciembre, 650-753. Juan de Brébeuf, 19 de octubre, 1593-1649. Juan de Capistrano, 23 de octubre, 1386-1456. Juan de Dios, 8 de marzo, 1495-1550.
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índice alfabético de los santos
índice alfabético de los santos
Juan de Kety, 23 de diciembre, 1390-1473. Juan de la Cruz, 14 de diciembre, 1542-1591. Juan Eudes, 19 de agosto, 1601-1680. Juan Fisher, 22 de junio, 1469-1535. Juan Leonardi, 9 de octubre, 1541-1609. Juan María Vianney, 4 de agosto, 1786-1859. Juan I, 18 de mayo, f 526. Juana Francisca de Chantal, 12 de diciembre, 1572-1641. Judas, 28 de octubre, ss. VI-vil. Justino, 1 de junio, f 166. León Magno, 10 de noviembre, f 461. Lorenzo, 10 de agosto, f 258. Lorenzo de Brindis, 21 de julio, 1559-1619. Lorenzo Ruiz, 28 de septiembre, 1637. Lucas, 18 de octubre, s. IX. Lucía, 13 de diciembre, s. IV. Luis, 25 de agosto, 1214-1270. Luis Gonzaga, 21 de junio, 1568-1591. Marcelino, 2 de junio, "f 303? Marcos, 25 de abril, s. IX. Margarita de Escocia, 16 de noviembre, 1046-1093. Margarita María de Alacoque, 16 de octubre, 1647-1690. María: — Asunción, 15 de agosto, ss. vi-vil. — Carmen (Ntra. Sra. del), 16 de julio, ss. Xffl-Xiv. — Corazón de la virgen María (Inmaculado), sábado posterior al II dom. después de pent., 1643-1942. — Dedicación de la basílica de Santa María la Mayor, 5 de agosto, siglosivxiv. — Inmaculada, 8 de diciembre, ss. VIIIXU. — Lourdes, 11 de febrero, 1858-1908. — Madre de Dios, 1 de enero, s. VI. — Natividad, 8 de septiembre, ss. V-VII. — Presentación, 21 de noviembre, ss. Vi-Xl. — Reina, 22 de agosto, 1955. — Rosario, 7 de octubre, s. XVI. — Virgen de los Dolores (Ntra. Sra. la), 15 de septiembre, siglos XII-XIV.
— Visitación, 31 de mayo, ss. vi-xiv. María Goretti, 6 de julio, 1890-1902. María Magdalena, 22 de julio, s. x.
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María Magdalena de Pazzi, 25 de mayo, 1566-1607. Marta, 29 de julio, s. xin. Martín de Porres, 3 de noviembre, 1579-1639. Martín de Tours, 11 de noviembre, 317-397. Martín I, papa, 13 de abril, f 655. Mateo, 21 de septiembre, ss. vviii. Matías, 14 de mayo, s. IX. Maximiliano María Kolbe, 14 de agosto, 1894-1941. Metodio, 14 de febrero, 815-885. Miguel, 29 de septiembre, ss. V-VIII. Mónica, 27 de agosto, 332-387. Nereo, 12 de mayo, 304? Nicolás, 6 de diciembre, ca. t 350. Norberto, 6 de junio, 1080/85-1134. Óscar, 3 de febrero, 801-865. Pablo, apóstol: — Conversión, 25 de enero, ss. vi-Xl. — Dedicación de la basílica de la vía Ostiense, 18 de noviembre, ss. ivxi. — Solemnidad, 29 de junio, s. IV. Pablo Chong Hasang, 20 de septiembre, s. xix. Pablo de la Cruz, 19 de octubre, 1694-1775. Pablo Miki, 6 de febrero, 1564/6-1597. Pancracio, 12 de mayo, f 304. Patricio, 17 de marzo, 385-461. Paulino de Ñola, 22 de junio, 353/4-431. Pedro, apóstol: — Cátedra, 22 de febrero, s. IV. — Dedicación de la basílica del Vaticano, 18 de noviembre, ss. IV-XI.
— Solemnidad, 29 de junio, s. iv. Pedro Canisio, 12 de diciembre, 1521-1597. Pedro Chanel, 28 de abril, 1803-1841. Pedro Crisólogo, 30 de julio, 380P-451. Pedro Damián, 21 de febrero, 1007-1072. Pedro, mártir, 2 de junio, | 303? Perpetua, 7 de marzo, f 202/3. Pío V, 30 de abril, 1504-1572. Pío X, 21 de agosto, 1835-1914. Policarpo, 23 de febrero, 75/82-155.
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índice alfabético de los santos
Ponciano, 13 de agosto, f 235? Protomártires de la Iglesia romana, 30 de junio, 64-1584.
III. ÍNDICE CRONOLÓGICO (Según la fecha del dies natalis)
Rafael, 29 de septiembre, ss. vviii. Raimundo de Peñafort, 7 de enero, 1175/80-1275. Roberto Belarmino, 17 de septiembre, 1542-1621. Romualdo, 19 de junio, 951/2-1027. Rosa de Lima, 23 de agosto, 1586-1617. Santiago el Mayor, 25 de julio, ss. IV-VIII. Santiago el Menor, 3 de mayo, s. IV. Sebastián, 20 de enero, f 288. Servitas (Los siete santos fundadores), 17 de febrero, 12451310. Silvestre, 31 de diciembre, f 335. Simón, 28 de octubre, ss. vi-VIII. Sixto II, 7 de agosto, f 258. Teresa de Ávila, 15 de octubre, 1515-1582. Teresa del Niño Jesús, 1 de octubre, 1873-1897. Timoteo, 21 de enero, s. XII. Tito, 26 de enero, s. XII. Todos los santos, 1 de noviembre, ss. vii-vm. Tomás, apóstol, 3 de julio, ss. vii-vm. Tomás Becket, 29 de diciembre, 1118 ca.-l 170. Tomás de Aquino, 28 de enero, 1226-1274. Tomás Moro, 22 de junio, 1477-1535. Toribio de Mogrovejo, 23 de marzo, 1538-1606. Vicente, 22 de enero, f 304. Vicente de Paúl, 27 de septiembre, 1581-1660. Vicente Ferrer, 5 de abril, 1350-1419. Wenceslao, 28 de septiembre, 907/8-929.
S.I Santos de la Biblia 1. Joaquín y Ana (26-VII). 2. La virgen María: S. madre de Dios (1-1); Inmaculada de L. (11 -II); Visitación (31-V); Inmaculado corazón (sáb. p. al S. Corazón de jesús); Carmen (16-VII); Dedicación de S. M. Mayor (5-VIII); Asunción (15-Vffl); Reina (22-VIII); Natividad (8-IX); Virgen de los Dolores (15-IX); Rosario (7-X); Presentación (21-XI); Inmaculada (8-XII). 3. José: Obrero (1-V); Muerte (19-111). 4. Inocentes (28-XII). 5. Juan Bautista: Natividad (24-VI); Nato. (29-Vni). 6. Pedro: Cátedra (22-11);
Muerte (29-VI); Dedicación bas. Vat. (18-XI). 7. Pablo: Conversión (25-1); Dedicación bas. Ost. (18-XI); Muerte (29-VI). 8. Santiago el Men. (3-V). 9. Felipe (3-V). 10. Matías (14-V). 11. Tomás (3-VII). 12. Santiago el Mayor (25-Vn). 13. Bartolomé (24-VIH). 14. Mateo (21-IX). 15. Simón (28-X). 16. Judas (28-Vffl). 17. Andrés (30-XI). 18. Juan(27-XH). 19. Bernabé (11-VI). 20. Marcos (25-IV). 21. Lucas (28-X). 22. Esteban (26-XÜ). 23. Timoteo (26-1). 24. Tito (26-1). 25. María Magdalena (22-VH). 26. Marta (29-VH). 27-29. Miguel-Gabriel-Rafael (29-IX). 30. Angeles custodios (2-X).
índice cronológico 591
590 índice cronológico Santos en el imperio romano 31. Protomártires de la Iglesia romana (30-VI). 32. Clemente I (23-XI). SIGLO II Era de los mártires 36. Ireneo (28-VI). 37. Felicidad (7-HI). 38. Perpetua (7-EI). 39. Calixto (14-X). 40. Cecilia (22-XI). 41. Ponciano(13-VIH). 42. Hipólito (13-VIH). 43. Fabián (20-1). 44. Cornelio(16-IX). 45. Cipriano (16-IX). 46. Sixto H (7-VHI). 47. Lorenzo (10-VHI). 48. Águeda (5-E). 49. Dionisio (9-X). 50. Inés (21-1). SIGLO IV Mártires, confesores y santos auxiliadores 51. 52. 53. 54. 55. 56. 57. 58. 59. 60. 61. 62.
Lucía (13-XII). Blas (3-H). Sebastián (20-1). Pancracio (12-V). Vicente de Zar. (22-1). Marcelino (2-VI). Pedro, mártir (2-VI). Cosme (26-IX). Damián (26-IX). Jorge (23-IV). Jenaro (19-IX). Silvestre (31-XII).
63. 64. 65. 66. 67. 68. 69. 70. 71. 72. 73. 74. 75.
Antonio, abad (17-1). Nicolás (6-XH). Hilario (13-1). Eusebio (2-VÜI). Efrén S. (9-VI). Atanasio (2-V). Basilio (2-1). Cirilo Jer. (18-UI). Mónica (27-VIH). Gregorio Nac. (2-1). Dámaso (11-XII). Ambrosio (7-XE). Martín de T.(ll-XI).
88. 89. 90. 91.
Agustín de Cant. (27-V). Columbano (23-XI). Isidoro (4-IV). Martín I (813-IV).
SIGLO VIH Santos al final de la época patrística
SIGLO XII Santos en el despertar espiritual del alto medievo 106. 107. 108. 109. 110.
92. Beda Ven. (25-V). 93. Bonifacio (5-VI). 94. Juan Damasceno (4-XII).
Bruno (6-X). Anselmo (21-IV). Norberto (6-VI). Bernardo (20-VIE). Tomás Becket (29-XII); Virgen del Carmen (16-VE).
SIGLO XIII SIGLO V
SIGLO IX
Santos en la Iglesia imperial
Santos evangelizadores
76. 77. 78. 79. 80. 81. 82. 83.
95. Óscar (3-II). 96. Cirilo, moa (14-11). 97. Metodio (14-11).
Juan Crisóstomo (13-IX). Jerónimo (30-IX). Agustín (28-VIH). Paulino de N. (22-VI). Cirilo de Al. (27-VI). Pedro Crisólogo (30-VII). León M. (10-XI). Patricio (17-IE); Dedic. de la bas. de S. M. la Mayor (5-VEI).
SIGLO X Santos en el imperio romano-germánico 98. Wenceslao (28-IX).
SIGLO VI
SIGLO XI
Santos del monaquismo
Santos en la lucha entre Iglesia e imperio
84. Benito (11-Vü). 85. Escolástica (10-H). 86. Juanl(18-V). SIGLO VII Santos en las invasiones de los pueblos nórdicos 87. Gregorio M. (3-IX).
99. Enrique II (13-Vü). 100. Romualdo (19-VI). 101. Esteban de Hung. (16-VIII). 102. Pedro Damián (2I-E). 103. Gregorio VE (25-V). 104. Estanislao (11-IV). 105. Margarita de Escocia (16-XI).
Santos de la gran escolástica 111. Siete santos fundadores (17-E). 112. Domingo (8-VEI). 113. Francisco (4-X). 114. Antonio (13-VI). 115. Isabel de Hung. (17-XI). 116. Eduvigis(16-X). 117. Clara (12-VEI). 118. Luis IX de Fr. (25-VEI). 119. Tomás de A. (28-1). 120. Buenaventura (15-VE). 121. Raimundo de Peñ. (7-1). 122. Alberto M. (15-XI). SIGLO XIV Santos místicos en el tardo medievo 123. 124. 125. 126.
Gertrudis (16-XI). Isabel de Port. (4-VE). Brígida (23-VE). Catalina de S. (29-IV).
índice cronológico 593
592 índice cronológico SIGLO XV
SIGLO XVII
SIGLO XIX
Santos en la crisis de la Iglesia occidental 127. San Vicente Ferrer (5-IV). 128. Francisca Rom. (9-ffl). 129. Bernardino de S. (20-V). 130. Juan de Capistrano (23-X). 131. Juan de Kety (23-XE). 132. Casimiro (4-IE).
Santos del posrenacimiento
Santos en la época de la revolución francesa 171. Pedro Chanel (28-IV). 172. Andrés Kim (20-IX). 173. Pablo Chong y comp. (20-IX). 174. Andrés Dung-Lac (24-XI). 175. Juan M. Vianney (4-VEI) 176. Carlos Luanga y comp. (3-VI). 177. Juan Bosco (31-1). 178. Antonio M. Claret (24-X).
SIGLO XVI Santos de la reforma católica
151. Toribio (23-EI). 152. Magdalena de Pazzi (25-V). 153. Juan Leonardi (9-X). 154. Camilo de Lelis (14-VE). 155. Rosa de Lima (23-VEI). 156. Lorenzo de Brindis (21-VE). 157. Roberto Belarmino (17-IX). 158. Fidel de Sigmaringa (21-IV). 159. Francisco de Sales (24-1). 160. Josafat (12-XI). 161. Juana Fr. de Chantal (12-XE). 162. Lorenzo Ruiz y comp. (28-IX). 163. Martín de Porres (3-XI). 164. Isaac Jogues y comp. (19-X). 165. Juan de Brébeuf y comp. (19-X). 166. Juan Eudes (19-VEI). 167. Margarita M. Alacoque (16-X).
133. Francisco de Paula (2-IV). 134. Juan Fisher (22-VI). 135. Tomás Moro (22-VI). 136. Jerónimo Emiliano (8-E). 137. Antono M. Zacearía (5-VII). 138. Cayetano de Thiene (7-VIII). 139. Juan de Dios (8-IE). 140. Ángela de Mérici (27-1). 141. Ignacio de Loyola (31-XE). 142. Francisco Javier (3-XII). SIGLO XVIII 143. Pío V (30-IV). 144. Teresa de Ávila (15-X). 145. Carlos Borromeo (4-XI). Santos en la cultura 146. Juan de la Cruz (14-XE). de la ilustración 147. LuisGonzaga(21-VI). 168. Juan Bautista de la Salle 148. Felipe Neri (26-V). (7-IV). 149. Pablo Miki y comp. (6-E). 169. Pablo de la Cruz (19-X). 150. PedroCanisio(21-XE). 170. Alfonso M. de Ligorio (1-VIE).
178. Teresa del Niño Jesús (1-X). SIGLO XX Santos en la cultura industrial 180. María Goretti (6-VE). 181. PíoX(21-VEI). 182. Maximiliano M. Kolbe (14-VDI); Nuestra Señora de Lourdes (11-E); Inmaculado corazón de María (sáb. post. al S. Corazón de Jesús).
ÍNDICE GENERAL
Pág. Presentación
5
Introducción teológico-litúrgica 1. El problema teológico-ecuménico del culto de los santos 2. Las tipologías de la santidad según el Leccionario de los santos 3. Los formularios eucológicos de los santos en la reforma del calendario 4. Breve historia del calendario romano 5. Los factores de la ampliación del Santoral en la época postridentina 6. El calendario romano de 1969: progreso en la tradición 7. Conclusión: El hoy de los santos, entre el recuerdo del pasado y la perspectiva del futuro
9
16 21
Bibliografía
30
Los santos del calendario romano Enero Febrero Marzo Abril Mayo Junio Julio Agosto Septiembre Octubre
9 14
23 25 28
31 33 73 101 117 145 177 221 263 335 387
596
índice general Pág.
Noviembre Diciembre Conclusión: La santidad en las distintas dimensiones de los formularios eucológicos
445 511
Apéndices 1. Santoral romano general 2. índice alfabético de los santos 3. índice cronológico
577 577 583 589
571
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