Caffarena Metafisica Fundamental

September 23, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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efecto, no solo buscaba descubrir el ser desde el hombre, sino según el modelo del hombre. Hay que felicitarle de haber superado eso). Pero permanece hijo de la «revolución copernicana» como nosotros hemos entendido. La crisis del humanismo, que él denuncia, viene de la unilateralización de la tensión de conciencia de finitud y exigencia de absoluto, tantas veces ya mencionada. Heidegger será por ello, con Kant, el mayor inspirador para mi propio esfuerzo. En lo que menos le seguiré, sin embargo (como ya puede verse de estas críticas que aquí le he hecho), será en sus visiones históricas. Encuentro algo de forzado e inexacto (aun dentro de sus rasgos geniales) y de curiosamente mítico en su «historia del ser» (una especie de trasposición laica del mito bíblico del pecado del Paraíso..., donde el Paraíso son los presocráticos, el Adán pecador es Platón, y todos nosotros los hijos desgraciados). ¡Creo que la historia del pensamiento occidental es otra cosa más compleja y más  progresiva! Cuanto he dicho en este capítulo sugiere cómo la entiendo. Y las alusiones que siempre volveré a hacer podrán ir completando la sugerencia.

 

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de resonancias y connotaciones estructurales. «Ser», sí querría ser «algo en sí independiente del hombre» (pensado, sin embargo, desde el hombre) decir «ser» el convencimiento de la primacía Al y precedencia dehombre aquello proclama que dice,su primacía y precedencia respecto a su pensarlo y decirlo. (Siendo así que, sin embargo, él lo  piensa y lo dice.) La tentación es de maravilloso atractivo; parece que aquí sí ha conseguido el hombre el sublime poder de .pensar «como desde fuera de sí». Mientras que al sentirse (en la vivencia inicial) como «desbordado por la realidad», el hombre se sentía perdido en ella —el sentimiento, diremos «copernicano»—, ahora al poder llamar a la realidad «ser» el hombre se siente como con derecho a olvidarse de sí y mirar la realidad desde ella misma... Creo que todo esto tiene un elemento de verdad; y por algo el «ser» es el gran tema de la problemática última del hombre, de la Metafísica. Pero esa verdad tiene unos límites. Porque, finalmente, «ser» es una palabra del lenguaje humano...; palabra que expresa su irrenunciable ambición de- trascendencia, pero que, al no poder dejar de ser palabra del lenguaje humano, no da ningún mágico poder de evasión. «Pensar desde el ser» es seguir pensando desde el hombre. «Ser», diré más adelante, es nuestra interpretación de la realidad.  realidad.  El «ser» —espero llegaremos a poder admitir— ad mitir— es la expresión de la apertura absoluta del hombre. Pero del hombre y nada más. Y, para poder llegar a decir eso, es una paciente y modesta analítica fenomenológico-existencial del hombre el único camino que nos queda. Vamos a iniciarla con el capítulo que sigue.

 

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amor el nexo profundo que liga las acciones de cada miembro de la comunidad humana en función de la comunidad integral. Notemos, en todo caso: aun antes de llegar ahí, el análisis hecho de la búsqueda humana de autenticidad nos ha llevado siempre a lo comunitario: el hombre no se realiza sino en la comunión. Personalidad y comunitariedad se nos habían presentado desde el principio de nuestro análisis (en el capítulo quinto) como inseparables. Pero ahora vemos su cohesión más profunda. Como es también más profundo y complejo el conocimiento que tenemos de estos dos «existenciales», a través del primer conato realizado por comprenderlos en la dimensión «sentido». Hemos descubierto más qué significa ser persona precisamente persona  precisamente por la mediación del ser comunitario; al descubrir que la índole absoluta de la llamada de la propia autenticidad se basa en la vinculación comunitaria. Este primer paso dado en la exploración de la dimensión «sentido» ha desembocado en un más pleno descubrimiento de la índole personal y de la índole comunitaria. Podemos incluso decir, con muchos «personalistas» quelasolo somos somos plenamente  plenamente persona a este nivel, al reconocer actuales, plenamente índole personal de los otros con quienes estamos vinculados en comunidad interpersonal. Pero habremos de verlo aún más claramente al tratar del amor.

 

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ley inexorable de la muerte y esta no deja ningún más allá. Por eso Unamuno solo veía en la esperanza religiosa la única posible solución al problema creado por la inquietud. La consigna de Zaratustra ha hecho su efecto y, en nuestro mundo, aun los creyentes en un más allá aprecian hoy los «valores terrenos» y no piensan poder despreciarlos en razón de su esperanza. Que en el mismo Nietzsche no se había apagado la inquietud radical y la punzante conciencia de ella, lo muestra el apasionado abrazo del «eterno retorno». Así como su consigna de búsqueda del «Superhombre». El proyecto simplemente «terrenalista» de los más marcados discípulos de Nietzsche, tal el del joven Camus, se revelará transido de inquietud ante el revulsivo de la muerte. Sísifo está cerca con su amargura de absurdo. Y la «rebeldía» solo es posible apoyada en nuevas metas idealistas, la solidaridad como tarea de la inquietud. Todo queda abierto y replanteado...

Vivencia metafísica  Todo lo concreto queda quizá problemático. Pero algo sí queda claro; es la inquietud radical del hombre. Y el que esta inquietud supone una verdadera vivencia metafísica. El hombre inquieto no es de ninguna manera reducible a explicación simplemente científica. «Animal asintótico», lo ha definido el antropólogo Lersch. Un soplo absoluto parece inspirarlo, ciertamente, en su nunca aquietarse. La inquietud radical nos ayuda, entonces, a comprender mejor la exigencia moral, de que tan largamente hablamos en el capítulo anterior. Aquel «mayor que yo» que vive en el fondo del hombre y es capaz de imponerle absolutamente la voz de la conciencia, no es ningún factor pulsional, «es un atrayente», la inexauribilidad del valer siempre presente —atemáticamente—, que no relativiza los valores concretos sino para sino para absolutizar su conjunto jerárquico.  jerárquico.  Los dos temas se entrelazan íntimamente. También el que vamos a explanar a continuación, el amor. Solo en la comprensión equilibrada su conjunto podremos hacernos finalmente idea de lo que implica de el proyecto vital del hombre.

 

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consuma la infinitud tendencial en la que inicialmente hacíamos consistir la «apertura». Ya que solo de conbenevolencia el poder de como «tender a todoacon todos y como tienden todos» (amor «querer las otras personas como son y querer para ellas cuanto quieren») puede la «infinitud» serlo; superando (¡de algún modo!) el límite que el mismo sujeto que tiende le pone. De algún modo..., hemos dicho. Y será bueno al terminar hacer esta realística profesión de modestia. El límite está presente. Y, con él, los mil límites de la «situación». No pretendemos ser absolutamente libres. Somos radicalmente libres dice la estructural apertura existencial) y llamados a un proceso de(esto real liberación.   liberación.  Pero, aunque subrayamos con razón esta modesta reserva, lo que, a pesar de ella, afirmamos —y me parece que fundadamente— es ya bastante para que podamos repetir que, al vivirse así libre el hombre «se vive metafísicamente». Es una vivencia que desborda las explicaciones científicas, objetivísticas, que podríamos hacer del hombre que somos. Y en la que algo de absoluto se revela en nosotros.  nosotros.  Una expresión teórica que intentáramos hacer de eso que vivimos tendría que ser una Metafísica, para no defraudarnos; no podría reducirse «a lo fenoménico y a lo empírico», que estudian las ciencias. ¿Podremos rechazar el misterio profundo que anida en la base misma de la apertura? ¿Qué es lo que la origina en nosotros? ¿Cómo, siendo finitos, podemos ser radicalmente abiertos? ¿Qué se oculta tras la infinitud insubsistente del «horizonte» del bien, que en nuestra apertura proyectamos? lo verdaderamente Ultimoextraño, a que estamos abiertos? (Eso, ¿Qué que noespuede sernos simplemente sino íntimo, y que, al mismo tiempo, tan plenamente nos desborda...) No pretenderemos desde ahora el poder llegar a dar plena respuesta a estas preguntas. Pero, ¿podrá un hombre profundo descartar simplemente las preguntas? ¿No son vida en nosotros antes de ninguna formulación?

 

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realización auténtica. Indicamos más de una vez que el «valer» no puede darse sin más por coincidente con el «ser»; y que, sin embargo, lo presupone siempre de algún modo. Hay, indudablemente, un lenguaje valorativo en el hombre. Según lo dicho, se funda en el lenguaje indicativo y vuelca desde allí al hombre hacia la acción. Genéticamente, según insinuación ya avanzada páginas atrás, podemos incluso pensar que se llegó antes a ciertas expresiones valorativas que al mensaje propiamente indicativo. Sin embargo, hemos de reconocer que el lenguaje valorativo nunca alcanza un desarrollo estructural propio tan rico y complejo como el indicativo. Desde los iniciales gritos semiarticulados de imperio o deseo —a su modo, ya valoraciones—, cuando el hombre va desarrollando el complejo lingüístico, es más bien con la precedencia de la función indicativa. Lo valorativo viene entonces a «buscar alojamiento» en lo indicativo. Quedará, por ejemplo, una forma de un modo u otro «optativa» en el seno de un verbo cuyo modo primario es el indicativo. Podríamos quizá estudiar alguna posible razón de esto. Pero no es lo más importante. Porque, en todo caso, aun en ese su «vivir de prestado» en lo indicativo, lo valoral no deja de tener su estructura. «Valer» no desarrolla, según esto, todo un lenguaje propio... Lo más frecuente es que en el lenguaje humano se traduzca por «ser bueno»; donde, como vemos, lo más diferencial adopta la forma del predicado nominal. Lo importante es, creo, que entonces también el lenguaje valorativo, así «alojado» en el «indicativo», participa de sus fundamentales estructuras. Cabría hacer, aunque fuera algo artificialmente, un desarrollo de la tensión valer-valor (valere-valens); semejante al esbozado para ser-ente. Esa tensión nos explicaría más inmediatamente la típica «inquietud» humana, inquietud que se transmite a la tendencia y a la acción, y que previamente hemos ya

encontrado en la estructura infinita del ser. ser.  

 

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inquieta, en búsqueda aún de síalmisma, incapaz de calmar la admiración que ha ayudado hombre a expresar. ¿Noplenamente hay, pues, plenitud, ni quietud, fundamento-fundado y posible última llegada...? Las preguntas, tarea de la más decisiva Metafísica, quedan, en los presupuestos de nuestro proceso fundamentante, inevitablemente planteadas.

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