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LOS CAFÉS CANTANTES DE MÁLAGA Y LAS VENTAS DE LA CALETA * UNA APROXIMACIÓN A SU HISTORIA Y AMBIENTE
Eusebio Rioja y David González “Zafra” * Málaga, 2005
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 2
ÍNDICE GENERAL
Itroducción. Los cafés cantantes. Los cafés cantantes de Málaga. El Café de Chinitas. El Café o Casino Malagueño. El Café del Sevillano o de Bernardo. El Café de la Independencia y el de La Butibamba. El Café del Cobertizo de Carnicerías. El Café de Pedro Castillo. El Café de España. El Café de La Loba. El Café de La Lobilla, de La Loba Chica o El Porvenir. El Café del Turco. El Café sin Techo. El Café del Siglo. El Café de La Unión. El Café Universal. El Café Suizo o Teatro del Recreo. El Café de la Marina. Otros cafés y establecimientos flamencos. Las ventas de La Caleta. Julián Gayarre y Juan Breva en La Caleta.
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La Venta de Guijarro. La Venta de La Trini. La Venta de Joselito. Antonio Martín. A modo de conclusiones. Apéndices. Fuentes bibliográficas. Fuentes hemerográficas. Fuentes archivísticas. Índice onomástico. Índice general.
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INTRODUCCION
¡Psss!... ¡¡A callar!! ¡Que está cantando el alma del ventorrillo! José Carlos de Luna.
Parca es la justicia que la historiografía especializada en Arte Flamenco ha sentenciado a la ciudad de Málaga: la Málaga cantaora, de Manuel Machado. Desde antiguo, la miopía intelectual de los flamencólogos no ha visto más allá del manido triángulo originario del Arte Flamenco, con vértices en Cádiz, Sevilla y Ronda, y han escamoteado la escandalosa importancia de otras zonas y lugares de Andalucía, y no sólo de Andalucía. Dicho concepto, quizás iniciado por Tomás Borrás1, fue asumido por Ricardo Molina y Antonio Mairena2, quienes lo secundaron ad pedem 1
BORRÁS, T., Preludio al cante de Fernando, en: TRIANA, F. el de., Arte y artistas flamencos, pp. 9-10. 2
Ambos autores publicaron en 1963 y nada menos que en la prestigiosísima editorial Revista de Occidente, la obra Mundo y formas del cante flamenco, obra que conocería una segunda edición en 1972 de la granadina librería Al-Andalus. La novedosa óptica del estudio teórico del Arte Flamenco –descaradamente volcada hacia el cante- y la pretensión de rigor científico que ofrecía, junto al reconocimiento intelectual y lírico del poeta Ricardo Molina (1917-1968), así como el prestigio del cantaor Antonio Mairena (1909-1983), reciente ganador del concurso que le otorgó la tercera Llave de oro del cante (1962), hicieron que el libro se convirtiera en la biblia del flamenco. Cuantos entonces nos acercábamos al conocimiento teórico del Arte Flamenco -jóvenes universitarios, en mayoría-, la usamos como indiscutible luz y norte de nuestros estudios. Al poco tiempo, los mairenistas crearon una corriente de opinión flamenca, fundamentada, cerrilmente en numerosos casos, en los postulados más tópicos, mesiánicos y acientíficos presentes con abundancia, en la obra dicha. Los criterios de Antonio Mairena sólo, tras el fallecimiento de Ricardo Molina, alentaron y dieron alas a los mairenistas, quienes imponían con derroche, falacias inargumentables con mínimo rigor. Después surgirían otras corrientes basadas en el estudio científico del Arte Flamenco. Historiadores, filólogos, músicos y musicólogos de formación universitaria, están usando métodos y sistemas ortodoxamente científicos, en análisis teóricos y prácticos, que vienen a desmontar las argucias del mairenismo, a la vez que ponderan sus aciertos. Eusebio Rioja.- Pág.- 4
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literae. De ellos pasó a sus seguidores o mairenistas: corriente de opinión que hasta hace poco ha imperado entre los aficionados y estudiosos flamencos, y que ha llegado a crear escuela: la escuela más extendida e influyente en el mundo del Arte Flamenco. También es cierto que los estudiosos malagueños no somos espléndidos en absoluto, historiando la Málaga cantaora. De serlo, manifestaríamos datos y noticias que habrían derrotado el desdén aludido, seguro. En cambio, sí hemos publicado trabajos de indiscutible valor, referidos al estudio teórico de los cantes de Málaga. Todo un adelantado fue Francisco Bejarano Robles (1900-1990), el inefable Paco Percheles: magister sapientissime!, archivero municipal de Málaga durante muchas décadas, y fecundo autor de escritos sobre temas malagueños, quien daría en 1963 el trabajo Del Cante y de la Malagueña, un clásico de la bibliografía flamenca. Dos años después, en 1965, aparecería la primera edición del libro Málaga en el Cante, de José Luque Navajas, libro que se convertiría en fuente de obligada consulta. Once años habrían de pasar para que en 1974, el magnífico aficionado y profundo conocedor Pepe Navarro, escribiera Muestrario de Malagueñeros y Malagueñas, obra poco conocida y manejada por los estudiosos, a causa de la corta difusión que padecería, pero valiosa por la original metodología, y por la abundancia de datos y observaciones que posee. A los dos años, en 1976, se conoció la primera biografía monográfica y extensa de Juan Breva. Se tituló Vida de Juan Breva, y el autor es Miguel Berjillos. Por nuestra parte, redactamos en 1983, El Cante por Malagueñas. Pláticas con Diego el Perote, una labor transcriptora de la biografía, opiniones y memorias del veterano cantaor de Álora, contadas por él mismo. En 1985 sería Alfredo Arrebola quien publicase Los cantes preflamencos y flamencos de Málaga, con buen trabajo de recopilación. Durante el mismo año y en el libro colectivo Málaga. Personajes en su historia, figuró nuestro capítulo Rafael Flores Nieto “El Piyayo” (1864-1940), donde biografiamos al popular personaje y comentamos el cante del célebre Piyayo. También en este libro, aparece una pequeña biografía de Juan Breva, escrita por Francisco Lara Sánchez. El crítico y estudioso Gonzalo Rojo Guerrero alumbraría en 1987 Cantaores Malagueños. Pinceladas Flamencas (1850-1950), único tratado que presenta ambiciones de tesis histórica sobre este tema. Y en 1988 saldría la segunda Buen ejemplo es la monumental obra Historia del Flamenco, dirigida por los profesores José Luis Navarro García, Miguel Ropero Núñez y Cristina Cruces Roldán, publicada por Ediciones Tartessos, S. L. entre 1995 y 2002. Véase bibliografía.
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edición de Málaga en el cante, por José Luque. También fuimos nosotros quienes rubricamos en 1989, La Saeta Malagueña, capítulo de la obra colectiva La Semana Santa en Málaga. En 1992, el Área de Cultura y Educación de la Diputación Provincial de Málaga editaba el cuidadísimo estuche Diego Clavel. 31 malagueñas. Además de dos discos compactos con 31 Malagueñas cantadas por Diego Clavel, el estuche contiene un folleto titulado La malagueña a través de los tiempos, firmado por José Luque Navajas, donde el autor comenta las Malagueñas grabadas. Y en el mismo año, vio la luz el libro Juan Breva. Vida y obra, de Gonzalo Rojo. Dos años después, en 1994, volvimos nosotros a tratar las Saetas, en La Saeta en Málaga. Las Saetas Malagueñas, ponencia que defendimos en el XII Congreso de Arte Flamenco. Durante el mismo 1994, salió José Joaquín Vargas Soto “El Cojo de Málaga”, amplia biografía del cantaor malagueño, por Gonzalo Rojo, así como el estuche Málaga cantaora, editado para el XXII Congreso de Arte Flamenco celebrado en Estepona (Málaga). Junto a una Selección Antológica de cantes y cantaores de Málaga grabada en dos discos compactos, Francisco Valero Vargas comenta los cantes en un folleto a propósito, y biografía a los cantaores y guitarristas presentes en el compacto. También fue Gonzalo Rojo quien escribió los capítulos dedicados a los cantes y cantaores malagueños de Historia del Flamenco (1995-2002), y nosotros Las Saetas Flamencas, donde nos referimos con amplitud a las Saetas malagueñas. En el año 1995, se publicó el libro colectivo El Cojo de Málaga. Textos en homenaje a Joaquín Vargas Soto. Capítulos de él, son El Cojo de Málaga y los cantes de Levante, de Gonzalo Rojo y El Cojo tiene castañas, de José Luque. En 1998 apareció Las Malagueñas y los cantes de su entorno, por Jorge Martín Salazar. Y nosotros contribuimos brevemente a la exposición de la historia de los cafés cantantes malagueños, en el capítulo Nada menos que once cafés cantantes, del libro Paco el de Lucena o la redonda encrucijada, editado en el mismo 19983. Recientemente, Francisco Valero Vargas: Paco Vargas ha escrito en colaboración con Sebastián Fuentes, el libro Juan de la Loma. Memorias apócrifas de un cantaor mijeño, libro cuyo contenido no precisa comentario, por su expresivo título. Y más recientemente, Gonzalo Rojo
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Todos los títulos referidos y los que refiramos de aquí en adelante, aparecen en la bibliografía.
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ha dado Mujeres malagueñas en el Flamenco, una intersante colección de biografías femeninas flamencas. Como hemos expresado, poca historia flamenca de la Málaga cantaora hemos hecho los malagueños, aunque sí existe un corpus suficiente de estudios teóricos acerca de nuestros cantes autóctonos. El presente trabajo se dirige al intento de rellenar la mentada laguna historiográfica. Importante laguna tanto para los estudios acerca de la historia local, como de la flamenca. Y como veremos, la trascendencia de los cafés cantantes malagueños fue tan notable, que bien merecen una misa. O sea, dedicarles el tiempo y el esfuerzo invertidos. Para lograrlo, hemos manejado fuentes de distinto carácter y procedencia. Entre las bibliográficas de carácter ajeno a la historia del Arte Flamenco, las más utilizadas han sido: Cafés de Málaga (... y otros establecimientos), de Francisco Bejarano, la obra más aproximada a nuestro objetivo, y Las calles de Málaga. De su historia y ambiente, por el mismo autor. También, Historia del Teatro en Málaga durante el siglo XIX, firmada por Enrique del Pino, igualmente cercana. Para los capítulos sobre las ventas de La Caleta, los libros Más cosas de Málaga, de Gustavo García Herrera; La Málaga de comienzos de siglo, de Manuel Blasco, y nuestro El cante por Malagueñas. Pláticas con Diego el Perote. Además de otras publicaciones referidas a la historia local, hemos hojeado escrupulosamente las guías comerciales de la ciudad de Málaga, publicadas a lo largo del siglo XIX y primeras décadas del XX, de donde hemos extraído abundantes y preciosos datos. Del mismo modo, hemos realizado catas en la prensa periódica malagueña de esa época, pero sin poder rastrillar los diarios más emblemáticos cuyas colecciones se conservan, a causa de la inmensidad de su extensión, que nos resulta inabarcable ahora. De carácter flamenco, mencionamos de igual manera algunas obras generales que abordan el asunto, así como otras específicamente dedicadas a la historia de los cafés cantantes en otras ciudades, a título complementario y comparativo4. También de carácter específicamente 4
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Estas son las que hemos usado: BLAS VEGA, J., Los cafés cantantes de Sevilla. BLAS VEGA, J., Los cafés cantantes. ORTIZ NUEVO, J. L, ¿Se sabe algo...? ORTIZ NUEVO., J. L., A su paso por Sevilla. ORTIZ NUEVO, J. L., Mi gustar flamenco very good. SEVILLANO, A., Almería por Tarantas. Cafés cantantes y artistas de la tierra. Eusebio Rioja.- Pág.- 7
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flamenco y local, el capítulo Cantaores malagueños escrito por Gonzalo Rojo para la Historia del Flamenco. Por supuesto, el tema no queda agotado ni con mucho. Nada más que el hojeo detenido y minucioso de la prensa diaria malagueña de entonces, proporcionaría infinidad de noticias concretas y desconocidas, las cuales bien darían para escribir otro libro. Libro que con toda seguridad, mutaría sensiblemente determinadas parcelas de la historia del Arte Flamenco. A nosotros no nos ha sido posible desarrollar esta ambiciada labor. Nuestro tiempo libre es demasiado escaso para ello. Confesamos que hemos empleado años de ratos perdidos, para reunir las noticias y rebinar las reflexiones que ahora presentamos. Ojalá alguien, algún día, se ocupe. El éxito está garantizado. De momento, quedan aquí ubicados los cafés cantantes malagueños y las ventas de La Caleta, pergeñado su ambiente y destacada su importancia. Por último, agradecemos la generosidad de todos cuantos han colaborado de una u otra manera, en el logro de este libro. Particularmente, a la señorita Mari Pepa Lara García, directora del Archivo Municipal de Málaga, y al personal de este Archivo; a la señorita Trini García-Herrera, directora del Archivo Díaz de Escovar y a don Manuel Molina, del Archivo y Biblioteca Canovas del Castillo, de la Diputación malagueña. Gracias por su amabilidad y simpatía, que han facilitado la eficacia de nuestra labor. Mas cuando dudábamos si publicar los resultados de nuestro trabajo en el estado actual, o si esperar a mejor ocasión, cuando se cumplan plenamente nuestros objetivos, quizás imposibles, se nos llega desde Granada el amigo Zaafra y se interesa por la historia del Café de la Loba. Ocurre que su abuelo había sido jefe de cocina del restaurante ubicado en el café. Que siendo niño Zaafra, su abuelo hablaba maravillas del establecimiento. Y que Zaafra, instado por su afición impenitente al Arte Flamenco, y por emotivas y entrañables razones tan entendibles, buscaba fuentes documentales para pintar sobre La Loba. El cariño de Zaafra por este café, llega hasta conservar entrañablemente el libro de cocina de su restaurante, que perteció a su abuelo. Un bellísimo libro que contiene numerosas anotaciones personales, tanto de su abuelo, como de otras personas que pasaron por allí. Y de inmediato y a la vista de los textos que le facilité, el objetivo artístico de Zaafra se amplió a la • •
STEINGRESS, G., La aparición del cante flamenco en el teatro jerezano del siglo XIX. URBANO, M., Taranta. Cante y artistas de Linares. Eusebio Rioja.- Pág.- 8
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fascinante historia de los demás cafés cantantes malagueños, y de las ventas flamencas de La Caleta. Y fue así como el libro se vistió de luces, con pinturas de personas, lugares y paisajes que han salido de él, nunca mejor dicho, gracias a las manos y al corazón de Zaafra, quien ha plasmado otra de sus genialidades flamencas. Otra de sus excelentes obras. Otra más. Ni que decir tiene, que la obra lograda, tanto a Zaafra como a nosotros, nos llena de satisfacción. Una satisfacción que deseamos que sea compartida por los lectores.
Eusebio Rioja. Málaga, febrero de 2005.
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LOS CAFÉS CANTANTES Durante el siglo XVIII, se extiende por Europa la moda de abrir al público establecimientos especializados en la expendeduría de café preparado para beberse. He aquí como el historiador Francisco Bejarano narra en Cafés de Málaga como apareció y corrió el hábito de tomar café, y se convirtió en una moda: Descubierto el rico producto en Etiopía o en Arabia, y empleado bien pronto por monjes y derviches para ahuyentar el sueño y dedicarse así, mejor, a sus oraciones; a principios del siglo XVI se toma en El Cairo y llega a generalizarse en éste y otros puntos de Oriente, no sin haber pasado por algunos períodos de dificultades y prohibiciones. Introducido en Europa a fines de aquella centuria, los venecianos lo trajeron más tarde en grandes cantidades y, a mediados del siglo XVII, era ya una bebida usual y corriente en la Italia del Sur. En 1671 se abre el primer café en Marsella, en donde se constituye un gran depósito de dicho producto y de aquí pasa a París y Londres. En 1721 se inaugura el primer café público en Berlín y, a mediados de esta centuria, se toma café en todas las cortes alemanas, generalizándose cada vez más el uso y abuso del “néctar árabe”, como se le llama. En nuestra patria uno de los primeros cafés fue el madrileñísimo de Pombo, y bien pronto se extenderían estos establecimientos por todas las capitales españolas, siendo Málaga una de las primeras en implantarlos (pág. 19). Pero los cafés no habrían poseído mayor trascendencia que la de simples establecimientos hosteleros, si no se hubieran erigido en todo un fenómeno social durante el siglo XIX y primeras décadas del XX. El café es un marco apropiado para el desarrollo de una sociabilidad informal5. No olvidemos el excelente retrato de café madrileño de la posguerra, realizado por Camilo José Cela en la novela La Colmena (1951), por ejemplo. Sigamos ahora la excelente y deliciosa narración de Paco Percheles: 5
ALBUERA GUIRNALDOS, A., Vida cotidiana en Málaga a fines del XIX, pág. 187. Eusebio Rioja.- Pág.- 10
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Desde el primer momento, el café aparece como un poderoso aglutinante social. En los países mediterráneos viene a ser como una prolongación de la calle o de la plaza pública y una modernización progresista del foro o del ágora antiguos. Los mármoles de éstos se convierten en tableros de mesas de café y junto a ellas, tomándolas como tribunas, se sigue hablando y discutiendo sobre lo que más apasiona a los meridionales: la política. Además, los cafés son sitio de reunión y acercamiento y un poderoso estimulante del trato social. En ellos se encuentra siempre a la persona que se busca, se discuten los asuntos o se hacen los tratos y contratos más diversos, y, sobre todo, se entera uno de las últimas noticias, glosadas y sazonadas con los más peregrinos comentarios. Cada peña es una cátedra libre donde, sin título ni preparación, se puede disertar acerca de los temas más variados y heterogéneos y teniendo alguna facilidad de palabra, rodearse de adeptos. Son también los cafés refugios de amantes y de bohemios, miradores a la calle, sitio de conspiraciones y enredos, lugares apacibles, a veces, donde olvidar los sinsabores o poner un paréntesis en la lucha, punto de cita y campo neutral de las más absurdas discusiones. En su variada gama, desde el establecimiento lujoso hasta el modesto cafetín, ofrecen innumerables modalidades y recintos de un sintético y curioso espectáculo de lo humano (pág. 20). Aclarado y glosado el punto de referencia social, y recalando en el mundo o submundo de los cafés decimonónicos, fácil nos resulta concluir que sólo les faltaba un ingrediente para hacerlos aún más atractivos a la clientela: el espectáculo. Eran éstos, desde luego, empresas privadas que ya porque dispusieran de espacio ya porque así lo previeran al ser instalados, acompañaban su actividad propia con el “espectáculo” teatral. (...) Estos café-teatros proliferaron y hacia los finales del siglo (XIX)6 gozaban de una franca autonomía y un merecido prestigio. Para la sociedad de entonces constituían un atractivo singular y desde luego llenaban un hueco importante al cubrir 6
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las exigencias de un sector que no siempre se hallaba dispuesto para el hecho de alguna forma “social” de encaminar sus piés hacia un teatro de tipo convencional (Historia del Teatro en Málaga durante el siglo XIX, pág. 308). En efecto. Además, la profesora Celsa Alonso proporciona incluso una breve cronología sobre la creación de los cafés con espectáculos: En 1834, en el madrileño Café de las Cortes se daban conciertos donde se interpretaban fragmentos de óperas de Rossini, Bellini y Donizetti, de acuerdo con la información transmitida en el “Diario de Avisos”. En otros cafés se prefería el baile. En los años cuarenta se abrieron muchos locales nuevos. A finales de la década, en los cafés se generalizaba el uso de pianos. En El Suizo (inaugurado en Madrid en julio de 1845) tocaba Güelbenzu, y era frecuentado por aquellos compositores que habrían de restaurar la zarzuela. Sólo en Madrid, en 1847, se contabilizan más de sesenta cafés. En Barcelona la situación era similar, si bien parece que los cafés barceloneses fueron los primeros en introducir el instrumento de moda, el piano (La Canción Lírica Española en el siglo XIX, pág. 362). Y continúa con unas interesantes apreciaciones, a propósito del tema que nos ocupa: Los cafés acogían a gentes de muy distinta condición social. (...) Algunos, como Manuel Sanz, eran autores de canciones españolas y andaluzas inspiradas en los ecos del pianismo de café. Otros, como Zabalza o Miralles, después de tocar en el café acudían como pianistas acompañantes a los saraos de la aristocracia. En los años cincuenta, en los cafés se escuchan arreglos de ópera italiana, en versiones para piano, popurrís de aires nacionales, canciones andaluzas y reducciones para voz y piano de zarzuelas conocidas. El café se había convertido en una auténtica institución. (...) En “La Zarzuela” (15-IV-1856 y 30-III-1857) se señalaba que el repertorio musical del café lírico estaba formado por obras para piano y canciones andaluzas “en boca de algún cantor del mediodía” (pp. 362363).
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Como era de suponer, en Andalucía, fueron instalados cafés en cuyas programaciones artísticas predominaban los espectáculos flamencos, cafés que recibirían el nombre de cafés cantantes, adjetivo éste con el que se diferenciaban de los cafés-teatro y los cafés-concierto. Hacia 1850 fecha José Blas Vega el inicio de la etapa de los cafés cantantes, etapa que se prolongaría hasta 1920, aproximadamente, a lo largo de la cual, se extenderían por otras ciudades españolas, fuera de Andalucía7. Pero Celsa Alonso nos alerta:
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BLAS VEGA, J., Los cafés cantantes, en: Historia del Flamenco, vol. II, pp. 227251. Los cafés más antiguos que cita este autor, instalados en Sevilla, son: el Café de los Lombardos, existente en 1842, aunque duda que programara actividades flamencas. Durante la década de los sesenta, el Café de los Cagajones, el del Arenal, el de las Triperas, el Sevillano, el Lope de Rueda y el de las Flores. A lo largo de los setenta, La Alegría, Café Apolo, y Salón del Recreo, antigua academia de baile que programaba espectáculos, y que fue regentado por el cantaor Silverio Franconetti, hasta que en 1880 forma sociedad con Manuel Ojeda: El Burrero, para la explotación del Café de la Escalerilla. Al año siguiente, Silverio sólo, montaría su nuevo Café de Silverio, de tan importante historia. Los más antiguos de Cádiz, serían el del Recreo, que fue transformado en café cantante en la década de los setenta; el Café-Teatro Cervantes, el del Correo, el de la Infantil y el Café de Madrid. En Jerez de la Frontera (Cádiz) estuvo el Café del Conde, aunque se desconoce la fecha de su inauguración, y el Café de la Vera Cruz, a finales del XIX. En Granada, el más antiguo pudo ser El Recreo, con actividad flamenca en 1868, el de Las Delicias, el Granadino, el del Comercio y el del León. Córdoba contó con El Recreo, con actuaciones en 1871. Almería con el de Santo Domingo, que funcionaba en 1875, el de España y el Lyon D’Or. Jaén con el de Morales. También los hubo en su provincia: Martos, La Carolina y sobre todo, en Linares. Como ciudad extra andaluza con abundancia de cafés cantantes, destacó sobre todas, Madrid. Existen noticias documentales de la existencia de actuaciones flamencas en el Salón Vensano, en 1853; el del Príncipe, el Capellanes, el de la Bolsa, y un largo número de ellos a partir de los años 60, hasta 1936, cuando cerró el Café de la Magdalena, último en clausurarse en Madrid. Barcelona también poseyó algunos. Con actividad flamenca acreditada, en la década de los 80, estuvieron el Café de la Alegría, el Sevillano y el Barcelonés. Igualmente, los hubo en Murcia, Cartagena, La Unión, Alicante, Valencia, Bilbao, Santander y Oviedo, con un alto número de establecimientos. Eusebio Rioja.- Pág.- 13
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Al margen del éxito del flamenco, en los cafés líricos y los cafés-concierto triunfaban los arreglos de canciones populares, singularmente andaluzas. (...) Habría que precisar en qué medida el repertorio de la canción lírica influyó en el flamenco en vías de estilización y profesionalización en el café-cantante, o bien por el contrario el cante inspiró a más de un compositor. Como ocurrió en las complejas relaciones entre canción y zarzuela, los contactos fueron de ida y vuelta y hubieron de ser fructíferos, si bien entraron en juego intermediarios tan relevantes como los pliegos de cordel y, con el paso del tiempo, el sainete lírico y las variedades. Ya antes de la edad de oro de los cafés cantantes, los pliegos de cordel, el sainete andaluz y los cantaores fomentaron el desarrollo de un sustrato musical cercano a la canción andaluza de autor. (...) De este modo, es previsible que la canción lírica de vocación andalucista fuera una de las fuentes del cante flamenco en los cafés-cantantes, gracias a la pervivencia de aquel repertorio en la memoria popular y los pliegos de cordel, tras lograr una popularidad que sólo el teatro podía brindar (pp. 366-367) Mucha luz nos echa Celsa Alonso sobre las funciones que ejercieron los cafés cantantes, en la génesis del Arte Flamenco. Valiosa y novedosa luz. Pero continúa: Téngase en cuenta que en los cafés cantantes se llevó a cabo un elaborado proceso de depuración, estilización y a la vez enriquecimiento del cante. A propósito de las fuentes que confluyen en el flamenco hay que mencionar la tradición de la escuela bolera y de las academias de baile; y con respecto a la música, una amalgama de influencias heterogéneas: la canción popular andaluza (polos, cañas, malagueñas, rondeñas y fandangos), algunos cantes gitanos (tonás y seguirillas), el refinamiento guitarrístico de un Julián Arcas (creador del toque por Soleares) y la canción andaluza de autor, que también se escuchaba en salones y coliseos. No debe olvidarse que en los años sesenta y setenta el flamenco era un repertorio abierto y dinámico, en vías de cambio, en plena evolución de sus cantes y no tan sagrado o purista como es actualmente (pág. 367). Y para colmo, desmitifica valientemente el sentido de las actuaciones que fueron desarrolladas en los cafés cantantes:
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Además, en los cafés cantantes, el flamenco convivía con los bailes de la escuela bolera, bailes americanos, números circenses, exotismo criollo, números de magia, lidia de becerros, y con el paso del tiempo, proyecciones de cinematógrafo y cupletistas. Así, el flamenco entraba de lleno en el negocio del espectáculo, razón por la que, a medida que aumentaba su público, se profesionalizó. Comenzaba el divorcio entre “folklore” y flamenco, cuyas relaciones –como señalaba Demófilo- siempre habían sido ambiguas: así, en el café cantante el flamenco se hizo arte (pág. 364). ¡Ahí es nada! Volveremos después sobre estas precisiones. Pues ya disponemos de una panorámica suficiente de los cafés, de los cafés-teatro y de los cafés-concierto, para abordar la historia de los cafés cantantes de Málaga.
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LOS CAFÉS CANTANTES DE MALAGA Regresemos a Cafés de Málaga para conocer la antigüedad de los cafés malagueños: Málaga, ciudad marítima y mercantil por excelencia, como Marsella, sería una de las primeras capitales españolas en que se abrirían algunos de estos establecimientos; en el que se habla de la Alameda a poco de inaugurarse, y que, por tanto, debe de ser de fines del siglo XVIII, se hace referencia a un café que existía en uno de sus extremos, el cual no era otro que el primitivo Café de la Marina, denominado así por estar cercano al puerto, cuyas aguas ocupaban por aquel entonces, todo lo que hoy es plaza del General Queipo de Llano (pág. 20)8. En efecto. En la temprana fecha de 1838, hayamos anunciados en la Guía de forasteros en Málaga y directorio manual útil a todos (...) la nada despreciable cantidad de siete cafés y dos neverías9. Y no debió pasar mucho tiempo, sin que se fuera abriendo en Málaga un importante número de cafés cantantes, o bien que los cafés existentes programaran espectáculos flamencos en sus salones. A tal punto llegaría la proliferación, que Fernando el de Triana10 escribió en el libro Arte y artistas flamencos: 8
En la actualidad, Plaza de la Marina.
El Café de la Marina fue tomado como uno de los escenarios de su narración, por Manuel Andújar, en la bellísima novela El destino de Lázaro. 9
Son los siguientes: Café de don Andrés Ruiz, en la Plaza de la Constitución; café de don Nicolás Parody, en la Alameda; café de don Francisco Sánchez, también en la Alameda; Café de don N. Garaffi, en la calle Santa María; café de don Francisco Muñoz, en la Plazuela de la Verdura; café de don Rafael Mora, en la calle Pescadores, y café de don Antonio Cerbán, en la calle Granada. Las neverías son la de don Francisco Martín, en la calle Veedor y la de don Francisco Cerbán, en la calle Casas Quemadas (pág. 104). 10
Sobre la biografía de Fernando el de Triana, véase el capítulo que con el nombre de este artista, escribió Manuel Bohórquez en Historia del Flamenco (vol. II, pp. 295297). Eusebio Rioja.- Pág.- 16
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Por aquel tiempo era Málaga un verdadero río de oro, y había nada menos que once cafés cantantes (pág. 252). Fernando Rodríguez Gómez o Fernando el de Triana (1867-1940) fue cantaor, tocaor, letrista y escritor, cuyas noticias pueden ser consideradas como de primera mano, por haberlas vivido personalmente en su mayoría. No dudamos que Fernando el de Triana conoció la existencia de este alto número de cafés cantantes, tanto en cuanto actuó en algunos de ellos, según él mismo refiere en Arte y artistas flamencos. Además, el estudioso e investigador de temas flamencos José Blas Vega, escribiría en el capítulo Los cafés cantantes de Historia del Flamenco: El cantaor y tocaor Mariano Morcillo (Almería 1870) recordaba que “en Málaga, donde yo vivía hace más de cincuenta años, había, lo recuerdo bien, catorce cafés cantantes y todos con cuadros magníficos” (vol. II, pág. 243). No hace falta glosar nada: lo asegura con rotunda claridad Mariano Morcillo, quien también actuó en ellos. Pero la clave la proporciona Fernando el de Triana. En efecto, durante la segunda mitad del XIX, Málaga era un río de oro. Y los parneses han sido y serán conditio sine qua non, para contratar y retribuir espectáculos de cualquier tipo. La historia de la Málaga del XIX es esplendorosa con singularidad, sin parangón en Andalucía y con muy pocos casos análogos en el resto de España11. Desde finales del siglo XVIII, se había constituido en la ciudad una potente burguesía que, a causa de sus inversiones y especulaciones –no siempre ética y legalmente impecables-, se enriqueció de manera rápida y caudalosa. En las primeras décadas del XIX, vencida la crisis que produjo la invasión francesa y la siguiente guerra independentista, a dicha clase se la conoce como la plutocracia de la Alameda, por habitar la mayoría en este espléndido y bellísimo salón urbano, el cual ellos mismos urbanizaron y donde construyeron sus palacios. Durante el segundo tercio decimonono, las referidas dinastías adquirieron auténtica mentalidad de empresarios modernos, y se incorporaron 11
La bibliografía actual sobre la Málaga del XIX es extensísima y cualificadísima. Para un acercamiento fácil y eficaz a la historia de tan brillante centuria, recomendamos la lectura del libro La sociedad malagueña en el siglo XIX, del profesor Francisco J. Palomo Díaz. Eusebio Rioja.- Pág.- 17
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decididamente a los aires de la revolución industrial, que por aquel tiempo soplaban en el occidente del mundo. Así, construyeron los altos hornos La Constancia en 1833, las textiles Industria Malagueña en 1847 y La Aurora en 1856, y todo un entramado financiero, mercantil y de comunicaciones que auspiciaba el desarrollo de dicho tejido industrial, comercial y de comunicaciones, como fue el Banco de Málaga, fundado en 1856, el ferrocarril con Córdoba –salida natural hacia Madrid y el Norte de la Península-, inaugurado en 1879, y la reunión en el puerto de una flota superior a los 3.000 buques, los cuales mantenían tráfico con los países ribereños del Mediterráneo y con América, primordialmente12. Ciudad conectada con Málaga por estas comunicaciones, fue la floreciente Nueva York, por ejemplo. Dicha alta burguesía –muchos de sus componentes con títulos nobiliariosparticipaba del espíritu estético del Romanticismo coetáneo, que para el caso que nos ocupa, se puede sintetizar en unas frases que José Zorrilla, autor romántico por antonomasia, puso en labios del héroe romántico español también por antonomasia: don Juan Tenorio. Así, subían a los palacios del Teatro Cervantes, del Teatro Principal o a los salones de la Sociedad Filarmónica, y bajaban a los infiernos de los cafés cantantes13. Por otro lado, la sufrida clase media, bien porque a veces buscaba lugares más cómodos que los teatros, con espectáculos intelectualmente más asequibles y relajados; bien porque no podían costear con tanta frecuencia 12
Los estudios sobre el puerto de Málaga y su tráfico, son también abundantes y cualificados. Entre ellos: • • •
LÓPEZ BELTRÁN, M. T., El puerto de Málaga en la transición a los tiempos modernos. LLORDÉN SIMÓN, A., El puerto de Málaga. Fortificaciones y urbanismo. Documentos para su historia. RODRÍGUEZ ALEMÁN, I., El puerto de Málaga bajo los Austrias.
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De hecho, parece ser que sentían cierta debilidad por el Arte Flamenco. Por ejemplo, el periódico sevillano El Cronista del 25-II-1891, publicaba la siguiente gacetilla: Fiestas andaluzas.- La más aristocrática sociedad malagueña suele dar ahora marcado carácter andaluz a sus fiestas y veladas. Anteanoche en un brillante sarao que la señora Loring obsequió a los embajadores de Alemania, que se hallaban de temporada en aquella capital, se cantó y bailó flamenco, sobresaliendo en lo primero la señora Teresa España y las señoritas Elvira Nogel y de Boquera, que fueron muy aplaudidas, así como la bella Rafaela Campos que bailó los Panaderos con la maestría de una verdadera artista (ORTIZ NUEVO, J. L., Mi gustar flamenco very good, pág. 13). Eusebio Rioja.- Pág.- 18
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las localidades teatrales, encontraban en los cafés cantantes unos espacios amenos, económicos y confortables, donde iban a veces en familia, logrando de este hecho un hábito social. Como es de imaginar, el tráfico mercantil hacía llegar a la ciudad importante número de individuos locales y foráneos, quienes venían a Málaga siempre o casi siempre con buenos haberes, y se convertían en clientes potenciales o seguros de los cafés cantantes. La agricultura de la provincia encontraba en la red malagueña de comunicaciones, unas óptimas vías para comercializar géneros. Por ello, crecen en la ciudad industrias transformadoras y envasadoras de productos agrarios: desde las antiguas bodegas vinícolas –acompañadas de otras de nueva creación-, hasta los ingenios azucareros que se extendían por todo el litoral más meridional de Europa, así como pequeñas y medianas empresas auxiliares o autónomas, que proveerían de complementos necesarios a aquella vorágine productiva y mercantil. Valgan como ejemplos las imprentas, que dotadas de la más avanzada tecnología litográfica, se especializaron en la ornamentación de las cajas de pasas. En épocas de vendeja, la ciudad bullía con trasiegos de agricultores, intermediarios y transportistas, los cuales se erigían de noche, en seguros clientes de cafés cantantes, a donde acudían con los bolsillos abultados. En lógica consecuencia del estado de la cuestión, la población malagueña aumentaría de manera estrepitosa. De los 69.853 habitantes que censaba el padrón municipal de 1842, pasaría en sólo 36 años a 115.882, con los que se saldaba el de 1878. La eclosión demográfica originaría la extensión de antiguos barrios y la creación de otros nuevos. Participante de la ideología liberal del XIX, el ciudadano rural del interior de la Península, se cansaría de soportar una situación cuya máxima filosófica se basaba en la posibilista rentabilidad de la producción agraria, siempre por cuenta ajena: por cuenta de una trasnochada aristocracia de tradición medieval, más interesada en mantener sus caducas prebendas, que en rentabilizar su inmenso patrimonio, actualizando sus estructuras productivas y propiciando la potenciación del nivel económico de sus jornaleros, más siervos que trabajadores. Y alentadas por el liberalismo de la época, incontables familias pertenecientes a la población rural, las más de las veces periférica, trasladarían sus residencias a urbes industrializadas, donde lograrían un cambio definitivo de status: de súbditos de la aristocracia, pasaban a ser ciudadanos del Estado, toda una promoción social, que no se veía correspondida siempre por apreciables mejoras de nivel económico: de
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jornaleros rurales, pasaban a asalariados y proletarios urbanos, lo que en todos los casos no era una mejor solución pecuniaria, pero sí bastaba para visitar los asequibles cafés cantantes. Esta ingrata decepción, junto a otros muchos motivos, provocaría en el siglo XIX revolucionarias situaciones, de negativos resultados para la generalidad de la sociedad española. Situaciones que se manifestaron mayoritariamente en ciudades desarrolladas, y entre proletarios y burgueses, mucho más que en poblaciones rurales, entre súbditos y señores o señoritos, sin duda, por el manifiesto poder de éstos sobre cualquier alteración. De este modo, nos explicamos tanto la espectacular eclosión demográfica de la ciudad de Málaga –patrón ideal de urbe industrializada, moderna y de corte europeísta-, como su conflictiva dinámica a lo largo del siglo XIX14. En toda esta historia, poco influyó la población gitana malagueña15. A pesar de sus singularidades históricas, los gitanos del XIX encontraron una cómoda sede en nuestra ciudad, donde se los consideraba más como elemento pintoresco, que como sector marginal y conflictivo. A su vez, los gitanos malagueños, aunque intentaron siempre conservar abstractos y difusos valores culturales, no tuvieron ningún empacho para integrarse en una sociedad tolerante, donde eran acogidos sin mayores problemas que los derivados de su omnipresente incumplimiento de la legalidad. Incumplimiento de grado menor casi siempre y que se manifestaba a niveles individuales, sin ocasionar alteraciones de carácter social. Salvando significativos casos integrados absolutamente en el devenir de la ciudad –veremos después el caso de Paco el Guarrirro, que nos sirve como ejemplo-, la mayoría de los gitanos de Málaga procuraron agruparse en 14
Mata al rey y vete a Málaga fue un remoquete que circulaba extensamente por la España decimonónica. Tan célebre, que sería recogido y anotado por el escritor francés Charles Davillier en Viaje por España (pág. 319). Indudablemente, esta frase funcionaba como perfecto catalizador de la conflictiva historia que vivía la capital malagueña y la impunidad que en ella existía. Respecto a la ideología inspiradora en muchos casos de esta situación, véase Masonería, protestantismo, librepensamiento y otras heterodoxias en la Málaga del siglo XIX, libro de Elías de Mateo Avilés.
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Muy escasos son los estudios existentes sobre la gitanería malagueña. Quien más tinta ha derramado sobre ella, fue también Francisco Bejarano Robles. En su artículo Los gitanos en Málaga, ofrece una semblanza de complexión suficiente acerca del tema. Por nuestra parte y tímidamente, abundamos sobre el asunto en el trabajo Los gitanos en la procesión del Corpus (Málaga, 1656).
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barrios periféricos, en los suburbios más extremos16, donde supuestamente impondrían sus crípticas normas, pero sin originar nunca conflictos sociales de envergadura, repetimos. Les interesaba más vivir cómodamente a costa de la ciudadanía malagueña, donde encontraban a diario una fuente de financiación constante, que causar problemas de inadaptación social, a sabiendas de que a la larga, redundarían torpemente en su propio perjuicio. Los gitanos malagueños fueron tradicionalmente de los más integrados y bonancibles de España. Por otro lado, la próspera situación económica por donde atravesaba la ciudad y el tráfico comercial que en ella se originaba, muy concentrado en el puerto y sus inmediaciones, proporcionaría a Málaga el establecimiento de un espeso hampa –éste sí, conflictivo y marginal-, que continuamente causaba problemas de convivencia. Desde la picaresca más ingenua y golfa, hasta el matonismo más temible y abyecto, pasando por el contrabando, la prostitución, el proxenetismo, el alcoholismo y la tahurería, entre otras lindezas17. Todas estas especialidades hamponas asentaron sus
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El barrio malagueño de mayor censo gitano, fue siempre el de Lagunillas. En particular, el Altozano, en las estribaciones de El Ejido, donde hasta no hace mucho existían cuevas artificiales, excavadas en la arcilla de las lomas colindantes, que servían de hogares a los sin techo. Entre la calle Cruz Verde y El Ejido, se sitúa la calle de los Negros, de tan significante genitivo, habitada tradicionalmente por gitanos. 17
Recordemos la famosa décima que cantaba Rafael Flores Nieto: El Piyayo: En la cámara de popa traigo toíto mi tesoro, traigo el caballo de oro y la malilla de copas. Con toítas sus demás tropas: sotas, caballos y reyes. Los traigo en tan buenas leyes, para cuando salte a tierra poner mi campo de guerra en la Cortina del Muelle.
Esta situación era acusada y a veces padecida por los viajeros extranjeros que visitaron Málaga. Singular ejemplo es el capítulo XIV del Viaje por España, escrito por Charles Davillier que acabamos de mencionar. En él se ocupa de narrar y glosar los delitos de sangre, las gentes de vida airada, los charranes, los combates a pedradas de los lazzaroni de Málaga, los barateros, garitos y jugadores, rajadores y desafíos, etc. Además, ofrece todo un tratado sobre el uso en reyerta de la navaja, comparándolo con la esgrima a florete, uso que aprendería en una academia malagueña, academia a propósito y profesional.
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reales en Málaga, donde encontrarían campo abonado para sembrar fechorías y acarrear a la ciudad justa fama de insegura. Las autoridades se veían siempre desbordadas por una cantidad de delincuencia, ante la cual se confesaban impotentes para controlar y reducir, a pesar de que sus actuaciones eran generalmente individuales, o a veces en pequeñas bandas de endeble y puntual organización, sin la estrecha cohesión que posee la mafia siciliana o la camorra napolitana, por ejemplo. Era otro síntoma del modelo occidental de desarrollo, donde se encajaba la Málaga del XIX. Mas a pesar de los pesares y como en lógica consecuencia se puede deducir, por la ciudad afloraron numerosas instituciones de carácter cultural y recreativo, que dotaban de otra dimensión al entramado económico-social de la urbe. Las antiguas Casa del Consulado del Mar y Sociedad Económica de Amigos de País, junto al Círculo Malagueño, fundado en 1841; la Academia Provincial de Bellas Artes, constituida en 184918; el Liceo Artístico, Científico y Literario, de 1852; el Círculo Mercantil, de 1862 -con ateneo propio: el Ateneo Mercantil, y con órgano de difusión oficioso: el periódico La Unión Mercantil-; la Sociedad Filarmónica, creada en 186919 y la Sociedad de la Unión Mercantil, de 188620, confirieron a las clases medias malagueñas un carácter y una vertebración, mucho más en consonancia con el modelo de las grandes metrópolis europeas –a las cuales se conectaba a través de relaciones comerciales-, que con las provincianas y decadentes ciudades del interior andaluz, y del resto de España. A lo largo de aquel siglo, Málaga se vinculó más con Marsella, Génova, Nápoles, Venecia, Londres, Manchester, Liverpool, La Habana o Nueva York, que con Sevilla y Madrid, por ejemplo. Con abundantes espacios escénicos de heterogéneo corte, encabezados por el Teatro Principal y el novísimo Cervantes –inaugurado en 1870-, la burguesía y la clase media malagueña afrontaban el último tercio de la Muy ilustrativo resulta también el libro Narraciones sobre la liturgia de la muerte, la crueldad y la vida. Crimen en Málaga, 1808-1850, de Antonio Nadal Sánchez, así como Vida cotidiana en Málaga a fines del XIX, de Antonio Albuera, pp. 129-149. 18
Véase: PAZOS BERNAL, M. A.- La Academia de Bellas Artes de Málaga en el siglo XIX. 19
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Véanse: CAMPO y del CAMPO, M. Del., Cien años de Conservatorio de Málaga. MARTÍN TENLLADO, G., Eduardo Ocón. El nacionalismo musical. Véase: ALBUERA, A., Vida cotidiana en Málaga a fines del XIX, pág. 170. Eusebio Rioja.- Pág.- 22
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centuria con pertrechos más que suficientes para dar satisfacción a sus ambiciones lúdico-culturales. A la vez, las clases menos pudientes también disponían de numerosos espacios para su solaz. Leamos esta maliciosa letrilla popular, que no necesita comentario, y que cataliza a la perfección el carácter lúdico de la ciudad: Málaga, ciudad bravía, que entre antiguas y modernas, cuenta más de mil tabernas y una sola librería21. 21
Esta antigua picardía mantuvo perfecta vigencia en los tiempos juveniles de quienes ahora comenzamos a peinar canas, o a reflejar brillos alopécicos. Tiempos finales y feroces del franquismo, cuando en medio de incontables establecimientos lúdicos, sólo existía en el centro de Málaga un número de librerías no superior al de los dedos de una mano, donde los estudiantes acudíamos a comprar cultura.
Sirva este comentario para dedicar un entrañable y emocionado recuerdo a Pepe Negrete, quien en su libreriílla de la calle Granada, frente a la iglesia de Santiago, nos proporcionaba en aquellos años finales de los sesenta y principios de los setenta, abundantes libros prohibidos por el cerril régimen franquista, y que nuestras ansias de cultura nos hacían desear con avidez. Desde el Manifiesto Comunista, a poemas de León Felipe, Rafael Alberti, Pablo Neruda, o del mismísimo Federico García Lorca, tan homenajeado hoy. Eran títulos y autores prohibidos, de quienes resultaba imposible hacerse con escritos en librerías españolas. Pero Pepe Negrete, buen librero y mejor amigo, nos los conseguía. El 30 de marzo de 1492, los Reyes Católicos envían carta al Bachiller Serrano, Repartidor de la Ciudad, donde contestan a diversas consultas y memoriales. Entre las respuestas, aparece: que respecto a la propuesta de que hayan en la ciudad doce tabernas para dar de comer y vender carne y pescado, y otras veinte sólo de vino, y todas las otras de “señores de vinos que querran vender”, se manda que en esto no se ponga tasa alguna y haya cuantas tabernas quieran poner los vecinos, con “tanto que los mesones no se vendan cosas de comer”, guardando la ley de Toledo que sobre ellos habla (BEJARANO ROBLES, F., Los Repartimientos de Málaga. Indice del libro V, pág. 174). El cuatro de junio de 1492, los Reyes Católicos dan carta de merced a Garci López de Arriarán, de un sitio y solar entre la cerca de la ciudad y el mar, para hacer casas, tiendas, mesones y tabernas (Ibidem, pág. 192). Es lo que sería la Isla de Arriarán, sobre la cual después volveremos. El 22 de febrero de 1493, el Cabildo acuerda someter el asunto a la consideración del Corregidor y se comisiona a dos Regidores para tratar con López de Arriarán (Idem). Y el uno de marzo los comisionados dan cuenta al Cabildo de su gestión, y dicen: que como la merced hecha a López de Arriarán era muy general y perjudicaba a la Eusebio Rioja.- Pág.- 23
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A la vista de este retrato panorámico, debemos consensuar con Fernando el de Triana, que con sus más y sus menos, sus luces y sus sombras, sus riquezas y sus miserias, sus poderíos y sus depresiones, por este tiempo era Málaga un verdadero río de oro. Un río óptimo para la creación de nuevos espacios lúdicos, entre ellos los cafés cantantes. Un río perfectamente caudaloso para mantenerlos, y para costear sus magníficos cuadros artísticos. De los once cafés cantantes que cifraba Fernando el de Triana, o los catorce que recordaba Mariano Morcillo, he aquí los que hemos encontrado:
Ciudad, han tratado con él y convenido los siguiente: Que tenga en los dichos edificios que ha hecho y hace, seis tiendas en la acera de la Puerta de la Mar (...), donde había hecho diez tiendas, de las cuales pueda usar alquilándolas para barberos, sastres, jubeteros, herradores, zapateros, tundidores, herreros, agujeteros, guanteros y zahoneros, poniendo en ellas cada uno de un oficio, o de cada oficio dos tiendas, sin que pueda aumentar el número de tiendas ni poner otras en los mesones, casas ni tabernas, ni otros oficios que los dichos (...), pero sí pueda hacer de dichas tiendas mesones o tabernas, y que las otras cuatro tiendas que le quedan en dicha acera para utilizarlas como tabernas (...), (Ibidem, pp. 192 y 193). Como se aprecia, era muy alta la permisividad para establecer tabernas en la Málaga recién conquistada, así como el interés de los Reyes Católicos para que en ellas se guardase orden. De este modo, en Real Cédula del 20 de agosto de 1494, mandan los Reyes a las autoridades que impidan que en las ventas, mesones, tabernas y hatos de ganado haya mujeres públicas ni rufianes ni hombres de estada, como los hay (...), (Ibidem, pág. 32). Y sabemos donde existía otra taberna -muy cerca de la Isla de Arriarán- por sentencia del bachiller Serrano del dos de septiembre de 1493, en juicio seguido contra Gonçalo de Guevara, quien tenía una taberna debajo de su vivienda en una calleja de la calle San Juan, en la hazera de cara la Puerta de la Mar (Ibidem, vol. III, pág. 443). Entre 1487 y 1496, encontramos en los índices de los Libros de Repartimientos de Málaga, la cantidad de once taberneros, más cinco taberneros y mesoneros (Los Repartimientos de Málaga, vols. I, II, III y V). A propósito, véase nuestro libro Orígenes de la hostelería en Málaga y su provincia. Mesones, ventas y tabernas en la Málaga de finales del siglo XV.
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EL CAFÉ DE CHINITAS Sin duda, el Café de Chinitas fue el más emblemático café cantante de Málaga. El que desde antiguo entró con las botas puestas, en el sagrado Olimpo de los dioses y los héroes mitológicos flamencos. En él se inspiraron literatos, compositores, poetas, guionistas cinematográficos y pintores, para escribir versos, músicas e historias, y para pintar cuadros. De él poseemos abundantes retratos literarios y pictóricos, cuajados de estética, cuya glosa vamos a intentar. En efecto, el Café de Chinitas nació con gracia, con la bendición de la mano de la fortuna. Su enclave urbano no pudo ser mejor: nada menos que el Pasaje de Álvarez, en el mismo corazón de la ciudad de Málaga, a unos pasos sólo de la Plaza de la Constitución. Plaza donde concurría el todo Málaga y donde seguramente se coció desde el pronunciamiento de General Torrijos, hasta la izada de la bandera constitucional, poco después de que el pueblo español aprobase democráticamente la Constitución que nos rige. El café ocuparía el primer piso de uno de los chaflanes de la coquetona placita central del Pasaje de Álvarez, con entrada independiente por la primera puerta a la derecha, en el segundo tramo de la callecita central de la encrucijada que forma el pasaje: el tramo que desemboca en la calle Fresca. El pasaje fue construido por el empresario y promotor Antonio María Álvarez, sobre el solar que dejó el Convento de las Agustinas Desclazas tras su derribo, allá a mediados de centuria decimonónica: Inicióse el expediente para la apertura de esta vía el año 1852, presentando el arquitecto don Diego Clavero, a la aprobación del Ayuntamiento, el plano general del terreno y el proyecto de la nueva vía particular que habría de establecer la comunicación entre la Plaza y las calles de Santa María, Fresca y del Toril. Solicitábase, además, que el Cabildo fijara la alineación en la primera de las citadas calles, en la que habían de comenzar las edificaciones. La Corporación Municipal se opuso, en un principio, a este proyecto por entender: que, al labrar sobre el atrio de las Agustinas, se despojaba al público de un sitio que le pertenecía; pero, al poco Eusebio Rioja.- Pág.- 25
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tiempo, y sin duda, considerando la importancia de la mejora propuesta, señaló el atirantado a que debían sujetarse las nuevas casas; y en 1855 se hallaban los trabajos en plena actividad. Es casi seguro que, al poco tiempo, quedara realizada la mayor parte de la obra; pues el año siguiente, ya se hablaba en los periódicos del Pasaje Nuevo de la Plaza22. Cierto. Prueba de ello es el siguiente aviso impreso en El Avisador Malagueño del cuatro de mayo de 1854: Por ausencia de D. Carlos Franza de esta capital, se ha encargado de su taller de grabados D. José Gallardo del Pino, grabador de quien se ha servido dicho Franza durante su permanencia en esta ciudad para desempeñar algunas de las obras que le han sido encomendadas. El referido taller, situado hasta ahora en el ex-convento de las Agustinas, con motivo de la demolición de dicho edificio, se ha trasladado a Carretería, número 38, frente del Postigo de Arance, donde Gallardo ofrece sus servicios al público. El de Chinitas, es un pasaje urbano que si bien no ofrece ninguna maravilla monumental ni arquitectónica, presenta homogeneidad, armonía y sabor tradicional andaluz, cualidades que invitan a disfrutar del Arte Flamenco. Pero la industria más llamativa que se instaló en sus comienzos, fue un salón de limpieza del calzado que según cuentan, estuvo en el local inmediato siguiente a la puerta del Café de Chinitas. Paco Percheles reproduce en su obra recién citada (pág. 416) una simpática gacetilla que daría el periódico El Avisador Malagueño en 1856, que dice: Se está disponiendo en uno de los portales del pasage nuevo de la plaza de la Constitución, con puertas a la misma, un saloncito para limpiar botas, con toda comodidad de los concurrentes, pues habrá muelles banquetas para sentarse, espejos, mesas, periódicos, etc. Dícennos que la asistencia será también esmerada, se entiende en limpiar las botas, y que el betún, héroe principal, digámoslo así, será excelente. Parece que estará abierto el domingo para el servicio público. Ya estrañábamos nosotros que no se hubiera establecido aquí una
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industria así, a semejanza de otras capitales de España y del estrangero. Como hemos apuntado, este salón se ubicó en un local inmediato al portal de entrada al café, y que convivió con él durante años. Después veremos como se distribuía el vecindario del pasaje. Volvamos ahora al café. Es el periodista y escritor Julián Sesmero, quien quizás ha plasmado mejor el nacimiento y la intención del Café de Chinitas, en el capítulo Famosos y legendarios. Café de Chinitas, del libro Encuentros con Málaga. Y así pone: Nació el Chinitas a poco de quedar finalizadas las obras del Pasaje. Para algunos documentalistas locales, fue el propio Antonio María Alvarez quien dispuso la construcción de un teatrillo para uso particular y de su reducida corte de amigos, eligiendo para ello un local de planta interior que disimulara su existencia a obvios efectos. En la ciudad existían diferentes cafés-teatro, cuyos escándalos nocturnos preocupaban a las autoridades, y no deseaba tal señor figurar en la nómina de los desacreditados propietarios. Eso puede explicar la atípica situación de un local primero de los de su género que se constata en la arquitectura de aquellos decenios, disimulando su interior desde la calle por unos huecos enrejados que parecían iluminar alcobas y espacios domésticos, cuando en realidad aireaban la atmósfera de un cafetín. Por el interior y a través de un ojo de patio en el que la vecindad ponía a orear su ropa, entraba cenitalmente la luz del día, alcanzando únicamente los balcones superiores. La cubierta es de teja moruna y vierte pluviales hacia el mismo ojo de patio, por el lado interior, y hacia la placita que centra el pasaje, por el exterior. ¡Magnífico! El nacimiento del Chinitas fue sine labe concepto. O sea, con todas las de Caín. Con el propósito de crearse el señor Álvarez un escondite propio, de tapadillo, donde dar rienda suelta a sus –de segurocrápulas intenciones. Si no, ¿asunto de qué iba a construir aquel disimulado antro? Antonio María Álvarez era entonces un especulador con muchos parneses y negocios, que se podía satisfacer el gusto de poseer un rinconcito amable y a su medida, donde solazarse y solazar a los suyos.
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Así, el sarao y el pendoneo fueron el sancto spirito de la concepción del Chinitas. Además, con el morbo inherente a la ocultación y la privacidad cómplices y alcahuetas. ¿Pueden imaginarse mejores principios para lo que llegó a ser un centro flamenco de primera categoría? Pero sigamos a Julián Sesmero: Era un local reducido. Y así como las tejas de la cubierta se distribuyen en diez segmentos irregulares que casi le dan forma decagonal, el salón público, elevado en la primera planta, era casi un círculo pentagonal mal calculado y peor realizado. El escenario tenía dimensiones modestas y a sus lados se abrían seis palcos, en realidad verdaderos reservados para gentes con ganas de jarana nocturna. Carecía de camerinos y los artistas, hombres o mujeres, tenían que vestirse o desvestirse amparados por un sistema de cortinas y lonas que nadie custodiaba. ¡Magnífico, una vez más! El señor Álvarez sabía lo que se hacía. En aquellos años, cuando ver el tobillo a una mujer se convertía en toda una hazaña, el sistema de telones y lonas podría ser una coartada ideal para propósitos eróticos. Vamos a continuar con el relato de Sesmero, cuando el Café de Chinitas era ya establecimiento público: El piano quedaba a pie de escenario y el público se acomodaba entre mesas-veladores situadas con orden y permitiendo estrechos pasillos por donde, con dificultades y haciendo cabriolas, transitaban los activos camareros de grandes y redondas bandejas, largas patillas y engomados bigotes. Veremos después como el piano desarrolló un papel mucho más importante en la génesis y formación del Arte Flamenco, de lo que la historiografía ad hoc nos ha pintado. Su presencia sería ineludible y su participación en los espectáculos sería también mucho más intensa y extensa de cuanto sospechamos. El interior del Café de Chinitas y su ambiente fue descrito así por Francisco Bejarano23:
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En el patio que pudiéramos llamar de butacas, aunque los asientos eran vulgares sillas de anea, y durante la celebración del espectáculo, predominaba el público modesto, integrado por gentes de los pueblos, trajinantes hortelanos y comerciantes, que disfrutaban unas horas de honesto esparcimiento. En los palcos se acomodaba la gente que quedaba allí después de la función y que, de diferentes edades, estado y condición, constituía el núcleo de jarana y bureo, con el consiguiente trasiego de vino, y su poquito de cante y baile, como en la tradicional juerga flamenca se requiere. Los bailes de máscaras del “Chinitas” fueron también muy populares y alegres, quizás en demasía, concurriendo a ellos un público abigarrado y de inferior estado social que el que acudía a los que se daban en otros teatros malagueños. El pintor Manuel Blasco completaría esta panorámica con su visión en el recuerdo: Yo empecé a frecuentarlo allá por el año dieciséis o diecisiete y entonces, en pleno apogeo, tenía muchas variantes. Por la tarde era reñidero de gallos, con apuestas y discusiones, donde la gente reñía y galleaba. Otras veces al atardecer, lo más clásico, había cuadro flamenco y cátedra de “cante jondo”. Los cantaores, guitarristas y bailaores, aunque yo allí los pinte, no solían ocupar el escenario, tal vez por la dichosa columna. Se montaba un tablao en el frente de las ventanas, y el público más preferente ocupaba el escenario, los dos palquillos y las mesas del patio, y los demás, gente del pueblo, por tres reales buscaban acomodo sentados en sillas de anea o en pie por los huecos del salón. (...) Por último a medianoche, empezaba el baile, se apartaban las mesas, se colocaba una barandilla en el centro del salón y un mamporrero con varios golpes en el suelo daba comienzo al baile; pasodobles y chotis que no dejaban sitio ni para un papel de fumar, entre las parejas. Jerez, manzanilla, aguardiente o cognac por botellas. Aquello se caldeaba y cuando no había guantazos, alguna vez la navaja ponía su rúbrica de sangre. En los carnavales era la monda y de vez en cuando “la poli” lo cerraba... pero había influencia. En la escalera, un puesto vendía tabacos y perfumes y una cocotte recién llegada de los Madriles, tal vez de la Cava baja, al ver un frasco de Lorigan de Cotti entusiasmada le dijo a su pareja: “Oh mon cheri ¡cómo Eusebio Rioja.- Pág.- 29
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me gusta el Lorigan!”. El amigo amable encargó al camarero. “Cómprame el frasco y tráete dos copas” y enseñándole el bulto de la pistola el dijo siempre amable: “Si tanto te gusta, vamos a tomárnoslo” y claro no hubo más remedio. Luego comentaba el “señorito”: “Cada trueno, era un diluvio de perfume”24. Pues ya podemos hacernos una idea bastante aproximada de la disposición del interior, y de la atmósfera que allí se respiraba in illo tempore. Regresando al libro de Sesmero, apreciamos que acierta una vez más cuando prosigue reconociendo que en medio de aquel enclave de francachela, una vez abierto al público el serrallo del señor Álvarez, pasaron por el tabladillo de El Chinitas inmensas figuras flamencas de entonces, convirtiendo así el recoleto escenario en cátedra indiscutible del Arte Flamenco: Cierto igualmente y de ahí parte también su fama, que el mundo del bullicio, escándalo y artes escénicas menores que allí se ofertaba, tuvo su contrapunto ocasional en la presencia de figuras no necesariamente relacionadas con el submundo de un café con actividad en descrédito. Allí se hicieron famosas algunas actuaciones en las que artífices verdaderos del flamenco alcanzaron gloria y aplausos entre auténticos y exigentes entendidos, allí en veladas de increíble y sorprendente orden, repiquetearon airosos crótalos que hacían mover al bailar, geniales cuerpos femeninos de audaces actitudes; allí y en no pocas ocasiones y pese a todos, se elevaron canciones de tonadilleras de primera fila que no hicieron ascos al local, seguras de la rentabilidad que en fama les iban a proporcionar una o varias actuaciones en aquel popular escenario (pp. 21 a 28). No podemos precisar cuando se abrió al público El Chinitas. Todo parece apuntar que anduvo varios pasos en su itinerario, presentándose primero como Casino y Café Malagueño, del cual nos ocuparemos después. La noticia más antigua que pudiéramos poseer de su existencia como café público, viene dada por la Guía de Málaga y su provincia para 1878 por Lorenzo L. Moñiz, quien cita a Eduardo Nilo y Compañía como propietarios de un café en dicho pasaje (pág. 119), pero no cabe duda de que funcionaba públicamente con anterioridad. 24
BLASCO ALARCÓN, M., La Málaga de Comienzas de Siglo, vol. I, pp. 69-70.
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Según Cafés de Málaga (... y otros establecimientos), durante muchos años y en las mejores épocas del café, fue su propietario un popular personaje apodado Manolito el Torero (pág. 28). Y es también Francisco Bejarano Robles quien nos dejó en Las calles de Málaga, una aproximación a los elencos que actuaron en él: Pero el establecimiento que dio carácter y fama a la calle fue el popular “Café de Chinitas”, nombre que tomó de un actor dramático que lució su arte en el mismo y que trascendió al mismo Pasaje, haciendo olvidar su denominación primitiva y llamándose Pasaje de Chinitas. En este café-teatro sede durante varios lustros del cante “jondo”, triunfó la Parrala25 y se escucharon las inimitables malagueñas de Juan Breva26. Otros muchos “cantaores” de fama, como Chacón27, el “Petrolo”, la Trini, Alfonso “El Porrilla”28 y, últimamente, la “Niña de los Peines29”, lucieron aquí sus habilidades, acompañados por los mejores guitarristas del flamenco; y desde la siguirilla a la bulería, desde las “soleares” al fandanguillo, toda una rica gama del cante grande y del cante chico, vibró en aquel recinto, hoy desaparecido, antes de la injustificada difusión del pastiche seudoflamenco de la “colombiana”. El baile tuvo, también, aquí, su centro propio y las mejores “bailaoras”, como la “Macarrona”30 y la “Juana”, pasearon 25
Con el sobrenombre de Parrala, existieron dos cantaoras hermanas: Trinidad y Dolores, cuyas vidas transcurrieron entre los últimos decenios del siglo XIX y los primeros del XX. Sobre ellas, escribimos con largueza en el capítulo La Parrala sí, La Parrala no de nuestro libro Paco el de Lucena o la redonda encrucijada (pp. 169-180).
26
Sobre la vida de Juan Breva, véanse las biografías citadas de Miguel Berjillos y de Gonzalo Rojo. 27
Véase: BLAS VEGA, J., Vida y cante de don Antonio Chacón. La Edad de oro del Flamenco (1869-1929). 28
Sobre su biografía, véase Cantaores malagueños, de Gonzalo Rojo, en Historia del Flamenco, vol. II, pág. 340.
29
Véase: BOHÓRQUEZ CASADO, M., La Niña de los Peines en la Casa de los Pvón. Vida y obra de la Reina del Cante Flamenco, así como el Cd. interactivo incluido en el estuche La Niña de los Peines, patrimonio de Andalucía, Cd. que contiene diversos estudios sobre la vida, la obra y el entorno de Pastora, redactados por distintos autores y dirigido por la profesora Cristina Cruces Roldán. 30
Véase: PINEDA NOVO, D., Juana, “La Macarrona” y el baile en los cafés cantantes. Eusebio Rioja.- Pág.- 31
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 32
por el tablado del Chinitas, haciendo las delicias de los buenos aficionados y del público en general, sin mencionar a los extranjeros, marinos y turistas, principalmente, que acudían a este café para conocer y admirar el arte flamenco (pp. 419 y 420). Es verdad que sorprenden las imprecisiones que Paco Percheles cuaja en este párrafo, respecto a las actuaciones flamencas en El Chinitas. Y tanto más sorprenden, cuanto conocemos de sobra el escrupuloso sentido del rigor que acostumbraba don Francisco Bejarano a verter en sus escritos históricos. Pero todo tiene explicación: Las calles de Málaga. De su historia y ambiente fue una de las primeras obras que alumbrara el señor Bejarano: entre 1941 y 1942. Obra escrita en unos años cuando don Francisco no tenía al Arte Flamenco entre sus aficiones investigadoras. Pasado el tiempo, don Francisco Bejarano llegó a ser socio fundador y primer presidente de la Peña Juan Breva, cargo que ejerció entre 1958 –año fundacional de la Peña- y 1963, así como autor de numerosos escritos de temas flamencos. Sin embargo, nos da casi de pasada un dato de interés: por lo visto, el exótico y nada flamenco nombre de Chinitas, se debió bien al apellido, bien al apodo de algún actor que actuó en el café, con tanto éxito sin duda, que bautizó al local con su propio nombre o sobrenombre. Incluso es posible que lo regentara durante algún tiempo. Y es Gonzalo Rojo quien proporciona el nombre y el apellido de este personaje: Gabriel López31. Mucho después, el genitivo de Chinitas sustituiría también al de Pasaje de Álvarez, olvidándose así en la memoria ciudadana malagueña el apellido de quien con tanto acierto lo construyó. En la obra Cafés de Málaga, ampliaría don Francisco la relación de artistas que intervinieron en El Chinitas, con los nombres de El Canario, El Niño de Jerez –como se apodó durante su primera época artística el cantaor conocido por Manuel Torres32-, Fernando el de Triana, La Rubia33, La Cuenca34 y los guitarristas Salvador Rodríguez, Carlitos el 31
BLAS VEGA, J., Los cafés cantantes, en: Historia del Flamenco, vol. II, pág. 245.
32
Sobre este legendario cantaor, véase el capítulo Manuel Torre (Significación y genialidad flamencas) de Manuel Ríos Ruiz, en Historia del Flamenco, vol. II, pp. 419-427. 33
Véase Cantaores malagueños, pp. 331-332.
Eusebio Rioja.- Pág.- 32
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 33
Betunero y Juan Navas, a quien califica como maestro de maestros (pág. 28). Es muy posible que en El Chinitas se presentara por primera vez ante el público, el legendario cantaor Tomás el Nitri, en el entorno temporal de 1870. Escribiremos sobre este cantaor al tratar la historia del Café sin Techo. Y documentado queda por su propio protagonista, que en El Chinitas cantaría Antonio Chacón, en 1887. El artista declararía en una entrevista periodística que en este año, y tras cantar durante un mes en el malagueño Café del Sevillano o de Bernardo, volvería a Sevilla al Café del Burrero, y a los dos meses, otra vez a Málaga, al café de Chinitas, ya con ocho duros35. Desde luego, el gerente del Café de Chinitas era mucho más espléndido que el señor Bernardo. Éste, sólo dos meses antes, le había pagado a Chacón 25 pts., frente a las 40 pts. que le pagaban ahora en El Chinitas. Dos años después, y tras una gira en la que recorrió numerosas ciudades españolas, Antonio Chacón regresaría a El Chinitas. Pero esta vez, tendría aún más suerte. En Málaga, frecuentaría las reuniones flamencas que organizaba la aristocracia local. Manuel Blasco contaría en La Málaga de comienzos de siglo, como al final de la calle de la Victoria, estaba la casa de la “Marquesita”, así llamada a la casa, palacete con jardín de la marquesa de Donadío. Señora gastosa con afición al buen cante, al bordoneo de la guitarra, la copita de Jerez y el desgarre flamenco; daba fiestas y reuniones de amigos. El Primer contertulio era don Antonio Chacón que embrujaba a todos con el duende de su cante (pág. 109). Y continúa José Blas Vega en su biografía de Chacón: En una de estas fiestas, Chacón que acapara toda la atención artística malagueña, conoce a una bella y distinguida aristócrata, estableciéndose entre ambos una relación amistosa, que culminará en amorosa pasión durante casi cuatro años. Ella era la condesa de B..., emparentada con lo principal de la grandeza española. Su familia era oriunda de Granada, pero por la muerte de sus padres cuando era menor de edad, se crió en Málaga con sus tíos y abuelos. Era siete u ocho años mayor 34
José Luis Navarro García ha biografiado a esta bailaora en su libro De Telethusa a la Macarrona, pp. 313-314. 35
LÓPEZ MACÍAS, A.: GALERÍN., Un rato de charla con Chacón, en: El Liberal, Sevilla, 9-VII-1922. Eusebio Rioja.- Pág.- 33
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 34
que Chacón y tuvo una gran influencia en su vida, pues éste a su lado consiguió instruirse culturalmente y refinar su sensibilidad y modales. La felicidad fue la constante que reinó en las relaciones de la pareja, viviendo el uno para el otro, hasta el extremo de que Chacón trabajó muy poco para el público, sin que esto quiera decir que abandonara el cante. No podía abandonarlo porque para él era algo vital. Lo que hizo en este tiempo fue dedicarse con gran interés a viajar y escuchar valores locales, sobre todo de Andalucía Oriental. (...) Es curioso; ella quiso casarse con Chacón. Pero él que la quería de verdad, se negó siempre a ello, pensando que por su condición y origen humilde no le correspondía cambiar de clase. No obstante parece ser que ella al morir le dejó toda su herencia, no poca y valiosa, a lo que él con noble gesto renunció a favor de los familiares, alegando que moralmente no le pertenecía y que estaba bien pagado con la felicidad conseguida36. En Málaga, Antonio Chacón no sólo consiguió instruirse culturalmente y refinar su sensibilidad y modales, sino que también adquiriría conocimientos musicales, que le permitieron mejorar sus técnicas canoras. Esto es, que debió estudiar canto clásico. El cantaor Rafael Pareja dejó escrito que Don Antonio Chacón, con su clara inteligencia, su temple y la protección que le dispensó una señora condesa, le permitió instruirse, aprender idiomas, educar, impostando, su voz y perfeccionar sus dotes, magníficas de por sí, hasta transformarse por su educación, ademanes y don de gentes en el gran señor que fue hasta su llorada muerte37. En su formación distinguida, redundaría el guitarrista Ramón Montoya al declarar en el periódico La Nación, de Buenos Aires, que para mí y para muchos, Chacón ha sido el amo de todos los “cantes” flamencos. Y puede decirse, además, de él, que no era solamente un “cantaor”, porque lo mismo sabía hablar de pintura y de literatura como de medicina38. Muy positiva para él, fue su residencia en Málaga, sin duda. 36
BLAS VEGA, J., Vida y cante de don Antonio Chacón, pp. 41 y 43.
37
RONDÓN RODRÍGUEZ, J., Recuerdos y confesiones del cantaor Rafael Pareja, de Triana, pág. 33. 38
ANÓNIMO, El arte popular andaluz, en: La Nación, Buenos Aires (Argentina), 11V-1937.
Eusebio Rioja.- Pág.- 34
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Pero no serían éstas las únicas ocasiones que Chacón estuviese en Málaga, y frecuentara sus ambientes flamencos, entre ellos, El Café de Chinitas, con toda probabilidad. El 18 de 1893, contrajo matrimonio en la parroquia sevillana de San Lorenzo, con Antonia Barabino Zambrano, natural de Málaga. Sin embrago, y según el investigador Manuel Yerga Lancharro, sin que me haya sido posible averiguar los motivos, sé que Chacón y su esposa no gozaron de una dilatada vida conyugal, porque él la abandonó marchándose a Málaga. Allí fue contratado, actuando junto a Juan Breva, conquistando a la afición malacitana y ganándose la amistad, simpatía y admiración del gran cantaor veleño. Aquí, conoce a Ana Ariza Urbano, natural de Sayalonga (Málaga), con quien entabla una apasionada relación sentimental que duró hasta el final de su vida39. No se le daban mal las malagueñas a don Antonio. También en El Chinitas, cantaron numerosos artistas malagueños de mayor o menor prestigio. Gonzalo Rojo cita los siguientes en sus biografías: Cantaores malagueños (pp. 323-347) y Voces malagueñas (pp. 35-39) de la Historia del Flamenco: Cipriano Díaz Ramírez: Cipriano Pitana, recreador de una Malagueña personal basada en el estilo de María la Chirrina; Joaquín Aranda Hidalgo: Joaquín Tabaco, igualmente creador de una Malagueña y quien debutó profesionalmente en este café; Juan Acedo Bellido: El Cachorro de Álora; Alfonso Pérez: El Porrilla; Sebastián Muñoz Beigveder: El Pena padre; Antonio Fernández Vargas: El Bizco; Tomás Morilla Hidalgo, una de las primeras figuras de El Chinitas en 1905; Adolfo Carrasco Cerón: Adolfo el Cuchillero; Diego Beigveder Morilla: Diego el Perote; Juan Padilla Baltanás: El Breva Chico; Joaquín Vargas Soto: El Cojo de Málaga y Juan Gambero Martín: Juan de la Loma. Manuel Blasco, en calidad de testigo directo, relacionaría su propia lista y referiría una simpática broma gastada en el transcurso de una juerga: Allí cantaron, y yo escuché, al rey de las seguirillas Manuel Torres, Rafael Moreno el que mejor decía las soleares, Don Antonio Chacón, el señorío del cante, Juan Breva (yo no lo oí), el malagueñero de la voz de oro, y la “Emperaora” del cante, la que hacía estremecerse con su petenera “Niño que en cuero y descalzo” o se entonaba por seguirillas en un hipar de angustia y clavaba su saeta en lo más alto; después, como nadie, caracoleaba por bulerías o por chuflas y tanguillos: era “La 39
YERGA LANCHARRO, M., Apuntes y datos para las biografías de Rojo el Alpargatero, La Trini, Chacón y Manuel Torre, pp. 36-41. Eusebio Rioja.- Pág.- 35
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Niña de los Peines”. También cantaron más adelante, el Niño de la Huerta, el Cojo de Pomares y el cojo de Málaga (entonces había muchos cojos, por eso yo siempre pongo uno en cada cuadro que pinto de recuerdos malagueños) y también pasaron por el tablao cantaores más modestos. Uno de ellos “el Maera”, con úlceras de estómago, que hizo célebre su copla “Mira que no soy de maera”. Un día en una juerga donde yo estaba, se negó a beber vino. “Mire Ud. D. Antonio yo no bebo más que leche” y Don Antonio que tenía “gracia” y era garboso, hizo que le trajeran una vaca y cada vez que pedía una botella de Jerez para la reunión, mandaba ordeñar un vaso de leche para “El Maera”. Entre un repique de palmas se arranca a bailar la madre de la Paula; levantando polvareda con sus batas de cola las Gazpachas, con garbo y tronío la Macarrona, y a marcarse un garrotín sale una pareja de gitanillos. Aquello es flamenco puro, cante grande, baile de brazos y revuelo de cola. Gracia gitana y orquesta de palmas, acompañando a Santiago, al Calderero o al Niño Ricardo40, las falsetas de sus guitarras41. Otro cantaor que durante sus abundantes y dilatadas estancias en Málaga, frecuentaría El Chinitas, fue Cayetano Muriel: El Niño de Cabra. Siendo aún muy joven –nació el siete de agosto de 1870- y durante la que sería la primera salida que realizó de Cabra (Córdoba), con motivos artísticos, se presentó en El Chinitas. El instigador del viaje fue su amigo y acompañante a la guitarra, Manuel Roldán: Fajita, quien sin duda, conocía mucho mejor los ambientes flamencos más importantes de entonces42. Según Luis Soler Guevara, a principios del siglo XX, cantaba en El Chinitas, El Niño de las Marianas43. En 1890, coincidían cantando en el escenario de El Chinitas, Anilla la de Ronda y Paca Aguilera44. En 1907, 40
Véase: RIOJA, E.- Manuel Serrapí Sánchez “Niño Ricardo, en: Historia del Flamenco.
41
BLASCO ALARCÓN, M., (La Málaga de Comienzos de Siglo, vol. I, pág. 70).
42
ARIAS ESPEJO, J., Un olvido injustificado: Cayetano Muriel “Niño de Cabra”, pág. 26. 43
SOLER GUEVARA, L., El Cojo de Málaga en los cantes Bajoandaluces, en: El Cojo de Málaga. Textos en homenaje a Joaquín Vargas Soto, pág. 57. 44
BLAS VEGA, J. y RÍOS RUIZ, M., Diccionario enciclopédico ilustrado del flamenco, vol. I, pág. 24. Eusebio Rioja.- Pág.- 36
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Cipriano Martínez, propietario del restaurante La Alegría, ofrecería a Cayetano una comida en el ventorrillo de La Trini, homenaje que después detallaremos, y donde participó Fernando el de Triana, quien cantaba entonces en El Chinitas. Sabemos que durante los felices años veinte, actuó a menudo en El Chinitas, donde curiosamente, trabó amistad con Antonio Losada Herrero: El Nene, portero del café, quien era gran admirador de Cayetano de Cabra45. Otro cantaor que actuaría numerosas ocasiones en El Chinitas, sería Joaquín Vargas: El Cojo de Málaga. Nos consta que en septiembre de 1919, lo hizo en compañía de los cantaores malagueños Diego el Perote y Adolfo el Cuchillero46. También lo haría en 1923, junto a La Niña de los Peines y Manuel Vallejo47, y en 1929, con ambos artistas, Diego el Perote y Juan de la Loma48. Y también nos consta que en 1926, estuvo cantando allí por espacio de un mes, el cantaor sevillano Manuel Vega: El Carbonerillo. Según escribe Manuel Bohórquez: Tan sonados fueron sus éxitos en este popular café cantante, que enseguida acudieron a él algunas de esas personas que se encargaban de llevar a los cantaores a Madrid o a Barcelona para grabar discos49. Prosigamos de nuevo con Las calles de Málaga: Un escritor inglés, Havelock Ellis, al recoger en un libro, escrito hacia 1908, sus impresiones de un viaje por España, cuando habla de la danza menciona al “Chinitas” y le dedica el siguiente elogioso párrafo: “Los bailes más notables, no se descubren, a lo mejor, sino al cabo de muchos meses, porque nadie se preocupa de ello ni de orientarle a uno. Así me pasó a mí, por ejemplo, en Málaga, con “Las Chinitas”, hace algunos años. En efecto, oculto en
45
ARIAS ESPEJO, J., Un olvido injustificado: Cayetano Muriel “Niño de Cabra”, pp. 90 y 104. 46
ROJO, G., Joaquín José Vargas Soto “El Cojo de Málaga”, pág. 16.
47
Ibidem, pág. 53.
48
Ibidem, pág. 121.
49
BOHÓRQUEZ CASADO, M., El Carbonerillo. Dichas y desdichas de un romántico del cante flamenco, pág. 51. Eusebio Rioja.- Pág.- 37
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 38
una calle mal aireada, próximo a la Plaza encontraba uno, después de subir unas escaleras, el refugio de un viejo mundo, escenario de un cuadro danés del siglo diecisiete, donde, el más reducido tabladillo imaginable, ante un grave concurso genuinamente nacional, algunas de las mejores bailarinas españolas, envueltas en hermosos pañolones filipinos, ejecutaban ciclos inacabables de característicos bailes españoles, en tanto que las madres y las tías, veladoras de las artistas, ocupaban unas sillas en torno de ellas. Luego me he enterado de que el baile de “Las Chinitas” ha sido clausurado y extinguido con algún pretexto por los españoles celosos, anhelantes de unirse al ritmo de la civilización porque es, sin duda, más fácil destruir que levantar. Acaso “Las Chinitas” haya sido la última institución de su género en España” (pág. 420). Demasiado se le nota a Havelock Ellis su romanticismo trasnochado. La decrepitud que pinta en sepia descolorida y desconchada, huele acre, apesta a viejo. Es otro ejemplo de la borrosa visión que poseían sobre España, los románticos del resto de Europa. Necesariamente, nuestros bisabuelos y sus ciudades, tenían que ser tercermundistas, y asemejarse más a un cuadro danés del siglo diecisiete, que a la próspera Europa del siglo XIX y principios del XX, para su estereotipada y predeterminada satisfacción. Evidentemente, la Málaga que visitó Ellis defraudaba sus ansias. No se parecía en absoluto a lo que buscaba. Era una ciudad moderna, perfectamente actualizada y de corte europeísta. De ahí, que tardara meses en encontrar bailes que le evocaran más danzas de derviches o rituales africanos, que Flamenco. Sólo le faltó ver una perola enorme en mitad del escenario, con misionero dentro. Por otro lado, repetimos que el Pasaje de Chinitas no es monumental ni espacioso, pero tampoco es mal aireado, sino todo lo contrario: ventilado y soleado. ¿Estaría quizás Ellis en el Café de Bernardo o del Sevillano, sito en la calle de Siete Revueltas? Este callejón sí tenía tramos tortuosos, estrechos y mal aireados. ¿O quizás estuvo en el Café del Burrero en la calle Pasión, de Sevilla?50. Además, siendo pequeño el escenario de El 50
José Blas Vega escribió sobre este café: En la calle de la Pasión, hoy Vargas Campos, hubo ya en 1847 una sala de espectáculos en el terreno de la demolida iglesia de la Pasión. Era una calle estrecha, con varios prostíbulos a los que daba la puerta falsa o trasera del Burrero, “quedando adscrita la parte de dependencias, situada en la callejuela, a los menesteres intermitentes de los juegos de azar, ya Eusebio Rioja.- Pág.- 38
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 39
Chinitas, no era tan minúsculo51. Veremos como sobre él fueron representadas numerosas obras teatrales. Y más además, la escalera de El Chinitas, sin ser ancha, es lo suficientemente desahogada como para permitir la instalación de un puesto de tabacos y perfumes. ¿Estaría Ellis en el sevillano Café de la Escalerilla?52. ¿Confundiría en su memoria varios cafés, cuando escribió el libro, de seguro, al regreso de su viaje a España y pasado algún tiempo? Sigamos con unas líneas de la propia cosecha de don Francisco Bejarano: En este café actuaron, también, compañías dramáticas de modestas aspiraciones, registrándose en sus anales algunos casos graciosos como la fuga real de un don Juan y una doña Inés, al final de acto tercero del “Tenorio”, la aparición de un don Gonzalo ataviado con una levita, en otra representación de la misma obra, y el sacar de la Policía a algún actor del escenario, por tener cuentas pendientes con la Justicia. Un recuerdo serio tiene, también, “El Chinitas”, en este aspecto: el de haber trabajado en él como tramoyista, el que luego llegó a ser genial actor, José Tallaví, que, acaso, sintiera nacer en su espíritu dicha vocación artística sobre el tablado de dicho cafetín, y en él se adiestrara, en sus primeros pasos por la escena (pp. 420 y 423). funcionando, ya en paralización, según lo permitía la clandestinidad del régimen –según José Laguillo- (...). (Los cafés cantantes de Sevilla, pp. 45 y 47). 51
Compárense las representaciones gráficas que muestran con fidelidad el interior del Café de Chinitas, con el dibujo de García Ramos que retrata el Café del Recreo, de la Escalerilla, de Silverio, o de El Burrero, según los distintos nombres que poseyó en diversas épocas, por mor de sucesivos propietarios (Los cafés cantantes de Sevilla, pág. 49). 52
José Blas Vega también escribió en Los cafés cantantes de Sevilla: Desconocemos los motivos que tendría Silverio Franconetti para que en 1880 entrara a formar sociedad con don Manuel Ojeda Rodríguez “El Burrero”, y también con Frasquito el Manga, según Muñoz San Román, para la explotación de su café de la calle Tarifa con Amor de Dios. Sus nuevos dueños le pusieron el nombre de Café de la Escalerilla, porque al establecimiento se subía por una escalerilla de caracol. Posiblemente la misma que conoció Davillier en su visita al Salón Recreo; “subimos los peldaños de una escalera empinada y estrecha, alumbrada apenas por la vacilante luz de un candil de hierro colgado en la pared, llegamos al segundo piso, donde estaba situado el famoso salón” (pág. 32).
Eusebio Rioja.- Pág.- 39
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 40
De nuevo y una vez más, sobresaliente para don Francisco. En este párrafo capta perfectamente el ambiente que presentaron los cafés cantantes. Ambiente mucho más heterogéneo que la imagen exclusivamente flamenca que se nos ha formado de ellos, como también hemos visto en las demás descripciones. Va siendo hora de que consideremos que los cafés cantantes eran en realidad cafés-teatro o cafés-concierto. Y que en las tablas de sus escenarios, fueron representadas desde obras dramáticas más o menos serias, más o menos en chufla, hasta parodias carnavalescas. No olvidemos que durante años, la atracción artística que Silverio Franconetti anunciaba de forma destacada en su café de la sevillana calle Rosario, era la comparsa gaditana Las Viejas Ricas53. En Cafés de Málaga, cita don Francisco a José Aragón como actor cómico de los más populares intervinientes en El Chinitas, y a Juan Bazaga quien lo dirigió artísticamente durante prolongado tiempo. Menciona incluso varias obras del repertorio que allí se representó, repertorio compuesto por algunas piececitas, tales como “Bruno el Tejedor”, “C de L”; obras de mayor empeño como “La Pasionaria”, y dramones folletinescos como “Diego Corrientes” y “Los siete niños de Ecija”, sin exceptuar el teatro de verso como el “Tenorio” a la cabeza, fueron representados en el “Chinitas”, haciendo las delicias de su poco exigente público (pág. 30). El escritor Narciso Díaz de Escovar, como profesor de Arte Dramático que era, se detendría particularmente en la actividad teatral de El Chinitas, al escribir su apunte Antiguallas Malagueñas. Los cafés cantantes, que reproducimos en el apéndice número 44. Y concluye don Francisco en Las calles de Málaga, refiriéndose al lamentable final de El Chinitas: En alguna que otra etapa y, sobre todo, en los últimos años anteriores a su clausura, en que cambió su nombre por el exótico de “Salón Royal”, el espectáculo degeneró de tal manera que llovían las multas; y la Autoridad tuvo que decretar la prohibición de ciertas representaciones. El castizo café cantante quedó convertido en cabaret; se desvió por los derroteros del arte llamado “frívolo”, porque de alguna manera
53
Véase: BLAS VEGA, J., Los cafés cantantes de Sevilla, pp. 38 y 41. Eusebio Rioja.- Pág.- 40
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 41
hay que llamarlo, y, clausurado, terminó por convertirse en una casa de viviendas (pp. 419, 420 y 423). Manuel Blasco abundaría así sobre este particular, en La Málaga de Comienzos de Siglo: Otra actividad fue las funcioncillas de teatro y en aquel escenario, a más de aficionados, trabajaron en sus comienzos, Tallaví, Lagos y creo que también Rosario Pino. Pero la característica de las funciones fue la sicalipsis en varietés o representaciones subidas de color y el dos de Noviembre se representaba El Tenorio, un Tenorio capaz de sonrojar a la estatua del Comendador y tan peligroso para los actores que hubo que poner tela metálica en el escenario, forma de protegerlos de los castañazos. Y si las “morcillas” eran de alta pornografía, más expresivos eran los gestos y ditirambos de la “hermosísima paloma” y de doña Brígida (vol. I, pág. 70). Cierto. Según testimonios confidenciales de quienes presenciaron aquellos espectáculos del Salón Royal, nos reiríamos hoy de las representaciones porno que podemos ver en cualquier sala ad hoc. Si la columnita central del escenario de El Chinitas hablase... Y es que no hemos inventado nada. Aunque nos lo parezca. La condición humana no tiene enmienda... De todos modos y a pesar de la justificación implícita que hace don Francisco del traumático cierre, en Cafés de Málaga se duele así de la clausura: Aun reconociendo esto, hemos de lamentar hoy su desaparición, ya que era un lugar simpático y de solera y que – bajo las naturales normas de decencia- hubiera podido seguir como lo que había sido: como la sede del cante y del baile flamencos, que no se debe olvidar en este terreno a lo popular de pura cepa (pág. 31). Mas volvamos a los testimonios de los extranjeros. Testimonios que si bien presentan a veces imágenes deformes –como reflejadas en ondulados espejos de casetones de feria-, siempre resultan interesantes por lo original de sus puntos de vista. Puntos ajenos a nuestra óptica, que descubren a menudo aspectos y situaciones que nos pasan desapercibidos, por la irreverencia que provoca la habitualidad.
Eusebio Rioja.- Pág.- 41
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 42
Leamos lo que escribió Walter Starkie en Histoire Universelle de la Musique. Espagne. Voyage musical dans le temps et l’espace. Vale la pena reproducir algunos párrafos. Yo había frecuentado mucho el Café de Chinitas, el “sancta sanctorum” del flamenco entre 1924 y 1928, cuando se escuchaba allí al célebre Cojo de Málaga, donde nos detuvimos algunos aficionados y yo, antes de ir a comer a Granada con el inigualable cantaor de “medias granadinas”, Frasquito Yerbabuena, el plato tradicional de los gitanos, el “baliché ta bobí” (jamón con habas). El Café de Chinitas, desgraciadamente, fue cerrado para siempre en 1941. Cuando volví a Málaga, hace algunos años, yo estaba inconsolable por esta desaparición. Vagaba sin rumbo bajo la luna, en la noche de noviembre. Me parecía escuchar todavía traída por el viento la malagueña: “Ya se murió mi Rita bonita, Ya se murió mi tesoro de oro; Ya no tengo quien me diga: “Paco, llévame a los toros”. Esta canción me evocaba a dos viejecitas bailando en la sombra de un tablado. De vez en cuando, un rayo de luna las iluminaba, y se veía que estaban descalzas. Bailaban de frente, lanzándose gritos de desafío. La más bajita terminó por derrotarse, mientras que la otra continuaba con su danza frenética, desesperada. Me acordaba de la historia que me había contado Fernando el de Triana, del famoso concurso en el Café de Chinitas, entre la Mejorana, la madre de Pastora Imperio54, y su rival, la Rita55. Las dos gitanas bailaron durante toda una noche. La Rita, que se había quitado los zapatos, bailó hasta caer desmayada. Dos días más tarde murió. Su marido Paco el Guarrirro, un rico gitano que poseía carnicerías y cafés en Málaga, y que se vestía como un genteman (sic), quedó tan inconsolable que visitaba la sepultura de Rita a diario. Cuando 54
Sobre la biografía de Rosario la Mejorana, véase el libro El baile flamenco, de Ángel Álvarez Caballero, pp. 125-130. También y para todo lo referido al baile, véase: De Telethusa a la Macarrona. Bailes andaluces y flamencos, de José Luis Navarro García. 55
Sin embargo, Fernando el de Triana no hace alusión al caso en Arte y artistas flamencos.
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no podía ir, enviaba a uno de sus amigos, y a su vuelta le preguntaba: "¿Y bien, te ha pedido algo?" Paco no volvió más a ir a las corridas de toros, pero continuó reservando los dos sitios que ocupaba habitualmente con Rita, y que quedaron vacíos cubiertos con un mantón bordado en blanco y negro. El Café de Chinitas ha sido celebrado por un poeta andaluz, Carlos de Luna, que ha merecido el título de gitano de honor por su estudio "De Cante Grande y Cante Chico", y su reciente libro, "Gitanos de la Bética". Pero sobre todo es poeta. Sus poemas son diálogos, con exclamaciones intercaladas, llenas de onomatopeyas que resucitan la atmósfera del cuarto del Café de Chinitas donde los aficionados se encerraban con los cantaores y los guitarristas (pp. 113-114)56. La conmovedora historia de Rita y Paco el Guarrirro ha dado mucho de sí en la literatura. Tanto José Carlos de Luna, como Francisco Bejarano la recogieron en Gitanos de la Bética (pp. 108 y 117) y en Las calles de Málaga (pp. 61-62), respectivamente. Bejarano hace al matrimonio vecino de la calle de San Juan Bautista, y a Rita como hermana de Gabriela Ortega, buena bailaora y madre de los toreros Los Gallos57. Y pinta así la belleza de Rita: Aquí vivió la famosa Rita, verdadera reina de la gracia gitana y una de las mujeres de más salero que han existido en Málaga, al decir de los que la conocieron. Era hermana de la "señá Gabriela", la madre de los "Gallos" y tenía una carnicería cerca de la calleja que sirve de ingreso a la sacristía de San Juan. Era alta, de cuerpo cimbreante y majestuoso con garbo, de cara fina y bonita, con grandes ojos sombreados por magníficas pestañas, y muy cuidadosa de su peinado. Con sus botas altas, que tenía buen cuidado de lucir al recogerse la falda con gracia y coquetería, sus vestidos lujosos y su empaque de real moza, era, sin duda, la que mejor sabía llevar el mantón de alfombra, a diario, y el de manila o de China en los días en que repicaban gordo. Del brazo del señor Paco el "Guarrirro", proptotipo del carnicero de rumbo, iba aquella mujer causando la admiración de la gente que, para verla salir para los toros, en los días de corrida, se estacionaba a las puertas de su casa. 56
La traducción es nuestra.
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Sobre su biografía, véase: TRIANA, F. el de., Arte y artistas flamencos (pp. 239240). Eusebio Rioja.- Pág.- 43
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Murió muy joven aquella prenda de mujer, y la amortajaron con un vestido de morilla, mantilla y flores a la cabeza, y botas de raso granate. Su muerte fue un acontecimiento y cientos de personas acudieron a ver a la Rita por última vez, llorándola la musa popular en sus cantares. En efecto. Rita Ortega Feria era hija de Enrique Ortega Díaz: El Gordo Viejo (Cádiz, 1830-¿?), de familia muy relacionada con el toreo, y cantaor famoso por sus Seguiriyas. La madre fue Carlota Feria, cuya familia gaditana también, sería célebre en el cante. Ángel Álvarez Caballero en Arte Flamenco dice: Rita Ortega “la Rubia”, apodada así por su “hermosa cabellera de oro”, nació en Cádiz en las últimas décadas del siglo XIX, y fue considerada también rival de la Mejorana. Incluso hay una historia que hace a Rita protagonista de aquel episodio en que su hermana Gabriela tuvo un mal parto después de competir con Rosario la Mejorana; en esta otra versión Rita se hallaría también embarazada, y sería ella la que murió tras el baile agotador. He aquí como lo cuenta José Luis Pantoja Antúnez: “Una y otra bailaora, picadas en su amor propio, se desafiaron profesionalmente ante un grupo de aficionados, entendidos y exigentes, que se reunieron, partidos en diferencias, para apostar por su favorita. Bailó primero la Mejorana de un modo impresionante. Y después bailó Rita, que estaba embarazada, a punto casi de dar a luz; con un aire de enfado se quitó los zapatos. Y bailó. ¡Cómo bailó! Que ganó la pugna y, después, inmediatamente después, se murió...” (...) Lo que sí es cierto es que Rita murió joven, y que vivió una conmovedora historia de amor con su marido, un rico carnicero malagueño llamado Francisco Monje y conocido como Paco el Guarrirro. Se conocieron cuando ella bailaba en el Café de Chinitas. Él la idolatraba, y al casarse ella se retiró del baile. (...) No sabemos que Rita dejara descendencia. De ella decía su sobrino, el bailaor Rafael Ortega, que bailaba “todo lo que quería”: “Ya la podían echar a ella! Porque bailaba de un modo... contraprodusente. ¡Sí, señor; de un modo contraprodusente, ésa era la palabra!” (vol. II, pág. 61). Y así despieza José Carlos de Luna el curioso atuendo de Paco el Guarrirro. Vale la pena leerlo: Eusebio Rioja.- Pág.- 44
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Contrapuesto al traje de "El Planeta", que al fin y al cabo no es sino el popular andaluz de su época ultrarrecargado de adornos58, fue el que siempre usó Paco "el Guarrirro" (de "guirrar" o "guairrar", reir). Este gitano, que a fines del pasado siglo era dueño, en Málaga, de dos carnicerías, vivió con cierta lujosa holgura muy originalmente alardeada y más raramente concebida. Empresario, también, de cafés cantantes y protector de cuantos gitanos con facultades para el cante y el baile acudían a su puerta en demanda de ayuda y consejos, ofrece en su excéntrico humorismo material para una biografía con mucho que reír y bastante que pensar. Lo vestía el mejor sastre de Málaga, siempre con paño inglés, y se encargaba los trajes por docenas, pero..., ¡sin chaqueta! Calzón abotinado de alto talle y chaleco de corselillo forrado con la mejor seda. Nunca usó camisa, ni botillos, ni botinas a la moda de entonces, sino camiseta y calcetines de seda de rabiosos colores, que le tejían en Valencia a su capricho, y chancletas de cabritilla avellana. Siempre al aire o bajo techo -dicen que era calvo como un membrillo- gorra de alpaca negra y pañuelo blanco de seda anudado al pescuezo con garboso descuido. A todas partes iba y venía en mangas de camiseta si el frío ¡malagueño!- no le echaba sobre los hombros la bordadísima capa con vueltas de terciopelo grana y golpes de diamantes. El chaleco, sin abotonar, trabado por la cadena de oro del reloj, gruesa como la barbada, y colgando de ella en ruidoso tintineo dos onzas peluconas, una enorme herradura de brillantes y zafiros, la "Mano de Fátima" en coral rosa, un elefantillo de marfil y un jorobadito primorosamente tallado en ágata. Jamás le vió nadie una mancha ni una arruga; se afeitaba y mudaba de calcetines y camiseta dos veces al día y casi todos los domingos estrenaba traje. Por su tiempo, la mayor parte de los vecinos "calé" del Altozano, la calle de la Cruz Verde y la de los Negros vestían de medio luto a cuenta de los semanales desechos de Paco el "Guarrirro".
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José Carlos de Luna se refiere al pintoresco atuendo que vestía el cantaor y guitarrista El Planeta. Esta indumentaria fue magistralmente descrita por Serafín Estébanez Calderón: El Solitario en el capítulo titulado Asamblea general de los caballeros y damas de Triana y toma de hábito en la orden de cierta rubia bailadora, de sus célebres Escenas Andaluzas. Eusebio Rioja.- Pág.- 45
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Aseguraban los que le conocieron que con su mujer, "la Rita", formó la pareja más original y simpática de cuantas se imaginen. (pp. 108 y 117). Poco importa que la historia de Rita y Paco el Guarrirro fuese lo veraz que estas narraciones cuentan. Poco importa que Rita muriese realmente en el Café de Chinitas y en una competición de baile con La Mejorana. Se trata de una historia tan lírica y romántica, que si no hubiese sido real, merecería que lo fuera. Una historia en la que la exaltación del amor llega al paroxismo de la demencia ilusionada. Una historia que por su sentimentalismo, podría prestarse como argumento de cualquier obra literaria, dramática o cinematográfica. Una historia de amor que toca con las puntas de los dedos a la de Romeo y Julieta, la de Calixto y Melibea, a la de don Juan Tenorio y doña Inés, a la de Los amantes de Teruel o a la de Juana la Loca, cuyo amor desesperado se volvió demencia. Con ciertas modificaciones en el argumento, la música del maestro Juan Solano, la letra de Olivareros y la genial interpretación del tonadillero malagueño Miguel de Molina, hicieron de la historia de Rita una célebre canción: Mi Rita bonita. Canción que grabaría Miguel de Molina en 1957 para EMI-ODEON. He aquí su letra: Cuentan que en Andalucía, en el Café de Chinitas, hubo una moza trigueña que le llamaban la Rita. Bailaora de tronío, las ojeras azulás, con sus chapines de raso y sus enaguas rizás. Que se la llevó un gitano, la que quiso el señorío, que tuvo de nombre Paco y fue de color subío. Ay, que con el aire que tú llevas cuando tú vas bailando y los ojitos de tu cara de vida me van llenando y a toíto el mundo le digo este estribillo cantando:
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Ya me quiere mi Rita bonita, la llave de mi tesoro de oro, que ya tengo quien me diga: Paco, llévame a los toros. En juergas y romerías luce Rita sus bordaos y Paco va de veleta, con sus anillos doraos. Una niña de bandera se interpuso entre los dos y en defensa de su Paco, Rita la vida perdió. De luto están los flamencos y toda la torería y El Chinitas en sus espejos, crespones negros ponía. Con el aire que tú llevabas, cuando tú ibas bailando y los ojitos de mi cara, de pena se van llenado y a toíto el mundo le digo este estribillo, penando: Se murió ya mi Rita bonita, la llave de mi tesoro de oro, ya no tengo quien me diga: Paco, llévame a los toros. Abundando en el derroche de literatura que provocó el Café de Chinitas, citaremos que el insigne poeta malagueño José Carlos de Luna, autor del famoso poema El Piyayo, además de escribir los ensayos que cita Starkie (De cante grande y de cante chico y Gitanos de la Bética), plasmó un bellísimo poema de corte hiperrealista, muy próximo a los guiones del cine negro italiano, que tituló Café de Chinitas, cuyo argumento se inspiraría lógicamente en este café y al cual también aludió Starkie, como hemos visto. Le voilà: Eusebio Rioja.- Pág.- 47
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Tamborileando van los pasos del farolero: Uno, dos, tres, cuatro, ...diez, veintiuno..., veintitrés. Se callan bajo un farol que silbando y suspirando va su lumbre espurreando desde la acera al alero; y en la luz se va empapando la botica; el “Gran círculo Gallero el “Parador de La Perla”, y luego dibuja un pico que se clava en la cruz del conventico del “Compás de las Esclavas”. Uno, dos, tres, veintitrés: ¡¡Pak!! Otro farol que se enciende y otro pedazo de calle que se prende en el tambor de la llama del mechero. Uno, dos, tres. nueve, diez. Los pasos del farolero ya van su son apagando en el metódico empeño, conforme se va alumbrando el paisaje malagueño. En la humedad del ambiente se enrosca, blanca y caliente, una columna de humo. -¡Calentiiiiitas! ¡Ay! ¿Las castañas quemando! (Las va una vieja tostando junto al “Café de Chinitas”.)
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Luz de candiles, dorada, como láminas de cobre recortadas en el muro del “Compás”, arrebujada en humazo, se está batiendo a facazos con los mecheros del gas. Y dengueando entre sombras la pompa de un miriñaque, en reclamo cobijero, dando jaque a un vejete con castora y con futraque y a un mocito con catite y con garbero. Afuera se sale “El Vito” en catarata de palmas. A brinquitos trisca el alma de la prima, recamando la estameña del bordón. Y junto al quicio hace son las castañas crepitando. -¡¡Calentiiiiitas!! Un miliciano marcial, con chacó descomunal y bengalas de sargento, se atraviesa en el umbral, cortando el paso garboso de una chulita tapada; y, un momento, bate el charrasco lustroso en la enagua almidonada. Castoreños, calañeses, peinetas y teresianas; casacas y marselleses; pañolones filipinos, tufos, patillas, luchanas, humo, caracoles, vino, currutacos y toreros; risotadas..., palabrotas; Eusebio Rioja.- Pág.- 49
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entrechocar de cañeros, tazas, platos, cucharillas, -¡Buñuelos y chocolate para tres! -¡Camarones, cañaiyas! -¡Dos de aguardiente de Rute y un café! -¡Cuatro docenas de cañas y jamón! -¡Una de Pedro Ximén! -¡Ostioooooones con limón! -¡Cotufas y cacagüeses, coquitos de portugá! -¡Morsiyoooooooooones! -¡Pan de jigo, pasas, nueses! ¡Un terremoto de voces y pregones! ¡Una hecatombe de loza y de cristal! Y en el trono del tablao, Rita: Con un pañuelo encarnao y una falda con tontillo de palmitas, contoneando su cuerpo –que como araña teje una trampa y un nido-, está una “chufla” trenzando. Y un dulzor de miel de caña, por las tablas chorreando, pringa los cinco sentidos. “Qué ganas tengo que pase por mi puerta un calderero y me jaga un armiré, qu’estoy jarta de mortero. ¡Que me jaga un armire-e-é que’s-toy-jar-ta de morteeero!” Machos en celo carlean. Las pasiones se encabritan, relinchando; y entre aullidos que jalean y palmas que tabletean, los parroquianos que gritan, coreando: Eusebio Rioja.- Pág.- 50
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El que quiera jonjana que apoquine los parneses, de güena o de mala gana, de güe-na-o de mala gaaana. Tejer, repiquetear, zumbar de “boleros” y “chaconas; ¡jaleo!”, penas que se aguan en vino, y el alegre tintineo de las onzas peluconas en las mesitas de pino. Nadie atiende ni se entiende. -No es rareza-. Y como cosa sabida, por antigua y repetida, una tromba de guapeza se levanta y no sorprende. Relámpagos de navajas, botellazos; rabia que el cielo baraja; sillas que se hacen astillas; un seco pistoletazo, y un pito de carretilla que pone punto al broncazo. Despertó la castañera al revuelo de la zambra mañanera. Y allí mismo, en su mesilla, -con paletot, con chistera y con perilla-, el Juzgado tomando declaraciones, incoando el atestado y ordenando detenciones. Un guindilla, zanquilargo y bigotudo, en la puerta ya cerrada Eusebio Rioja.- Pág.- 51
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pega un papel con engrudo, que reza en tinta morada y letra de fantasía: “Manda usía: A causa de la infracción de la Ordenanza que rige “Recreos y Esparcimientos” la clausura del local hasta nuevo Otorgamiento judicial”. Y un borracho con la capa en larga lagartijera, lívido de gas y vino, sigue en la calle, cansino, “chamuyando” la “bolera”: “¡Ay, meneo, meneo! Se arremataron las chuflas y prinsipió er papeleo, y-em-prin-sipió er papeleooo”. Ya recorta Gibralfaro su cresta de murallones En el claror violeta que galopó en La Caleta saltando por Almeyones. Cantan gallos corraleros. Inquietas y murmurando van las jacas repujando las cabras del “pitarrero”. Y de Atarazanas llega el mugido de un novillo, el “chas-chas” de las carretas de la vega y un tufillo a bancales, a cabaña y a tahona: un tufillo que se embebe presuroso el humo de aceite frito y el aroma del humilde cafelito, ¡tan cordial y tan goloso! Y rayan como diamantes el cristal de la mañana Eusebio Rioja.- Pág.- 52
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-claro y fino, cano y viejo-, aquí abajo la diana que se afila en el Cuartel de Capuchinos, y allá arriba, en la Alcazaba, los vencejos. Por su parte, el inmenso artista -más artista que poeta sólo- Federico García Lorca rescataría en sus Cantares populares el antiguo poema El Café de Chinitas. Poema que musicado, grabaría en placas discográficas en el año 1931 para la empresa productora La Voz de su Amo, acompañando al piano a Encarnación López Júlvez: La Argentinita: En el Café de Chinitas dijo Paquiro a su hermano: "Soy más valiente que tú, más torero y más gitano". En el Café de Chinitas dijo Paquiro a Frascuelo: "Soy más valiente que tú, más gitano y más torero". Sacó Paquiro el reló y dijo de esta manera: ese toro ha de morir antes de las cuatro y media. Al dar las cuatro en la calle se salieron del café y era Paquiro en la calle un torero de cartel". Poema que independientemente de su belleza, se permite unas licencias literarias bastante atrevidas. Por las edades de Paquiro y de Frascuelo, jamás pudieron encontrarse en el Café de Chinitas en estas desafiadoras circunstancias, ni mantener la conversación que se narra. Pero válganos el poema por su estética. Y ya en el parnaso de la mitología, el Café de Chinitas ha servido y sirve como fuente de inspiración para numerosas obras de carácter flamenco de distintos géneros. Entre ellas, el ballet que con el título El Café de Chinitas presentó Encarnación López Júlvez: La Argentinita en el Teatro Falla de Cádiz en 1932. Según apunta Miguel Espín en su artículo La Argentinita: vida y obra (pág. 2.886), este ballet contó con libreto del torero y escritor Eusebio Rioja.- Pág.- 53
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Ignacio Sánchez Mejías -quien lo firmó con el seudónimo de Jiménez Chávarri- y con el asesoramiento de Federico García Lorca. Al año siguiente estrenaría La Argentinita en el Teatro Español de Madrid una estampa malagueña del XIX, de García Lorca, también titulada Café de Chinitas. Y en 1943 ofreció en el Metropolitan Opera House una nueva coreografía de El Café de Chinitas, con decorados de Salvador Dalí y orquesta dirigida por José Iturbi, con la cual triunfaría después por toda Norte-América (pág. 2.887). No cabe duda de que El Café de Chinitas derramó sus buenaventuras para Encarnación. En la segunda parte de la quinta década del siglo XX, el nombre de Café de Chinitas tituló una película protagonizada por el tonadillero malagueño Antonio Molina, junto a Rafael Farina. Y en el año 2001, se exhibía en los teatros la obra En el Café de Chinitas. Historia de un café cantante. 1876-1937, con libreto de Jacinto Esteban y música de Campoleón y J. J. Soto. También los pintores han cubierto sus lienzos con imágenes del Café de Chinitas. Nada menos que Pablo Picasso plasmó el salón del café. Con posterioridad y bastante fantaseado, lo pintó al óleo Roberto Domingo, cuadro que reproduciría en dibujo F. Gil Díaz. Recientemente han sido los artistas naïf Manuel Blasco y Guillermo Narbona quienes lo han evocado en 1971 y 1880 respectivamente. Pocos documentos hemos hallado sobre los pormenores de la actividad flamenca que se desarrolló en El Chinitas. Disponemos de un bellísimo cartel impreso en seda -el ejemplar que consultamos se encuentra en el museo de la Peña Juan Breva-, que anuncia la función a desarrollar en su escenario a las siete y media del sábado 29 de agosto de 1896, con entrada al consumo. Esto es, que no había que pagar entrada para presenciar las actuaciones, pero se exigía que se consumiera alguna libación. Con él nos formamos una idea bastante exacta del sentido de los espectáculos que se daba en los cafés cantantes. Comienza alertando sobre que dicha función inauguraba la temporada de invierno -¡temprano invierno!-, que era nueva la empresa que lo regentaba, y da los nombres del director del cuadro de verso, así como el de la primera actriz: La Empresa que ha tomado a su cargo este centro de recreo, no ha omitido gastos ni sacrificio, para presentar este local á la altura de los mejores de los de su clase; y contratar á las primeras notabilidades Eusebio Rioja.- Pág.- 54
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del género andaluz, como igualmente un buen cuadro de verso, bajo la dirección del popular y aplaudido actor cómico D. JOSE Mº ARAGON y donde figura la inteligente primera actriz Dª. MARIA DEL RIO Continúa detallando así la composición del cuadro andaluz: CUADRO ANDALUZ Tocador de guitarra.- El distinguido Profesor CARLOS SANCHEZ BAILADORAS.- Las célebres y simpáticas Antonia y Josefa Ruedas, (de Sevilla), la notable y aplaudida Lola Torozio, conocida por la Roteña chica (de Cádiz) y la simpática Milagro (sic) Gallardo (de Sanlúcar de Barrameda), desconocidas de este público. CANTADORAS.- La célebre cantadora por Malagueñas Trinidad Martín (sic)59, (La Trini de Málaga) y la renombrada y simpática Paca Aguilera (de Jerez) (sic)60, no conocida del público malagueño. Amenizando el espectáculo con intermedio de piano, por el Profesor D. Francisco Orellana. Veamos el orden de la función programada para ese día: ORDEN DE LA FUNCION 1º.- Sinfonía. 59
Realmente se llamaba Trinidad Navarro Carrillo. Véase: YERGA LANCHARRO, M., Apuntes y datos para las biografías de Rojo el Alpargatero, La Trini y Manuel Torre (pág. 23). 60
Había nacido en Ronda (Málaga). Véase: TRIANA, F. el de., Arte y artistas flamencos, pág. 160. Eusebio Rioja.- Pág.- 55
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2º.- Cante y baile por el gran Cuadro Andaluz. 3º.- El divertido juguete cómico, original del Sr. Lustonó, titulado BASTA DE SUEGRAS puesto en escena por el Sr. Aragón, acompañándole las primeras figuras de la compañía. 4º.- Cante y baile andaluz. 5º.- La comedia en un acto, del Sr. Castilla, denominada GUERRA A LAS MUJERES 6º.- Baile.- Sevillanas. 7º.- El disparate cómico, intitulado EL SUTIL TRAMPOSO Como decíamos, también este programa nos lleva a la reconsideración de la actividad real de los cafés cantantes. Se nos había presentado su devenir como exclusivamente desarrollado alrededor del Arte Flamenco, pero comprobamos que el Flamenco compartía habitualmente dichos espacios escénicos en mayor o menor intensidad -según qué cafés y qué ocasiones-, con un sin fin de espectáculos de distintos géneros: desde representaciones dramáticas, hasta funambulistas, equilibristas, hipnotizadores... Junto a dichas funciones, los artistas más distinguidos y trascendentales de la historia flamenca. Del mismo modo ocurría en los teatros. Junto a representaciones dramáticas de los más clásicos autores por ejemplo, actuaban equlibristas, contorsionistas, etc., a los cuales no nos imaginamos ahora fuera de las pistas de los circos. Pero podemos extraer más enseñanzas de dicho documento. Una de ellas abunda en lo referido sobre la importancia del piano en los cafés cantantes. Otra, destacar el papel como directores del cuadro flamenco que jugaron los guitarristas61. Así lo hemos comprobado en otras muchas ocasiones, y así se nos presenta al acreditado guitarrista y guitarrero malagueño Carlos Sánchez, en esta ocasión. 61
Hemos tratado este asunto en el capítulo La emancipación del guitarrista, de la Historia del Flamenco (vol. II, pp. 35-40). Eusebio Rioja.- Pág.- 56
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Carlos Sánchez Atero había nacido en Málaga en 1862. Se casó con Antonia Atienza González con quien tuvo cuatro hijos: Carlos (1887) que continuó la profesión paterna, Antonia (1890), José (1893) y Manuel (1898). Alternó la docencia de la música con la construcción de guitarras. Así, lo encontramos empadronado como profesor de música en el número 43 del Pasaje de Álvarez, en 1885. A partir de 1894, lo vemos con taller propio en el 45 y 48 de la calle Torrijos -hoy: Carretería-, frente al Puente de la Aurora, y en el 20 de la calle Grama. Domingo Prat se refiere a él y lo cita en Diccionario de guitarristas (pág. 386), así como Francisco Bejarano quien en Las calles de Málaga, dice: Por las proximidades de dicha calle de Andrés Pérez y en tiempos no muy lejanos de alegría y bureo, existieron en Carretería varios talleres en que se fabricaban buenos instrumentos de cuerda, principalmente guitarras, por oficiales y maestros que, como el popular Carlos Sánchez, eran al propio tiempo destacados "tocaores" de fama (pág. 223), (La guitarra malagueña. Cinco siglos de historia, pág. 24). Otro ejemplo de los programas que en este café acontecían, puede ser el anuncio aparecido en La Unión Mercantil del uno de enero de 1901 (nº 5.167), que expresa: Salón Teatro Chinitas. Función diaria por la compañía cómico-dramática que dirige el primer actor Don José María Aragón. Concierto de cante y baile flamenco por los artistas más notables de este género. A las siete y media. Entrada al consumo. El 19 de abril de 1948, un gacetillero anónimo ocupaba la sección Ni más, ni menos del diario La Tarde, con un artículo titulado El café de “Chinitas”. Con motivo de ornar el Ayuntamiento el Pasaje de Álvarez, el periodista describe el café someramente y desmiente algunas fantasías creadas sobre él, atinando con bastante seguridad en sus observaciones. Se trata de una desmitificación realizada en muy pocas líneas, que no llega apenas a caer en el extremo del descrédito sañudo, aunque lo roza. Lo reproducimos en el apéndice número 41. Y esto es todo lo que podemos aportar -y no es poco- sobre el Café de Chinitas. Repetimos: el café cantante más emblemático que poseyó Málaga. Cátedra genial del Arte Flamenco durante casi nueve décadas: ¡casi noventa años! Hasta hace muy poco, ha sido almacén de la tienda de tejidos que existe en la planta baja del inmueble. Cuando redactamos este Eusebio Rioja.- Pág.- 57
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capítulo, lo reforma su propietario para recuperar el objetivo para el que se construyó: un salón lúdico particular.
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EL CAFÉ O CASINO MALAGUEÑO Bien pudiera ser el antecesor del Café de Chinitas. Tuvo sus instalaciones en el Pasaje de Álvarez, al menos desde 1875, cuando aparece en el Indicador y guía general de Málaga y su provincia, de José María Rubio y Guerrero. Sin embargo, en las guías de 188162 y 188263, figura como Café Malagueño. De igual manera, en 1888 es anunciado como café cantante en la Guía del forastero. Mas nos resulta imposible precisar si el café que anuncia la Guía de Málaga y su provincia para 1878 por Lorenzo L. Moñiz, es el Casino Malagueño o el popular Café de Chinitas. Nuestra intuición, nos inclina a pronunciarnos por el último. Y conste que es mera intuición. No se expresa la numeración callejera en las guías, numeración que aclararía la incógnita.
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MUÑOZ CERISOLA, N., Guía general de Andalucía, Valencia y Extremadura e indicador comercial de España para 1881, pág. 331. 63
MUÑOZ CERISOLA, N., Indicador comercial de España y particular de Andalucía, Aragón, Cataluña, Extremadura y Valencia para 1882, pág. 675. Eusebio Rioja.- Pág.- 59
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EL CAFÉ DEL SEVILLANO O DE BERNARDO Quizás fuera éste el café cantante de Málaga que se dedicara con mayor intensidad al Arte Flamenco. Tanto los escritores que se han ocupado de él, como los datos recogidos por nosotros, así lo confirman. Dan fe de ello algunos sucedidos de los cuales nos iremos ocupando. El Café del Sevillano se situó en el infame callejón de Siete Revueltas, enclavado en el mismo corazón de la ciudad de Málaga, con entrada por la calle de Carnicerías (Especería, hoy) y salida a la placeta del Toril (Moreno Monroy, actual), según apunta Francisco Bejarano en Las calles de Málaga (pp. 522-523), quien dibuja su plano. Un callejón estrecho y fétido, de sinuoso trazado medieval, a lo largo del que no era difícil contar las siete revueltas que le dieron nombre. Con posible origen en las antiguas calles Angosta y de Curtidores, la calle Siete Revueltas se había convertido en uno de los inframundos más sórdidos y detestables de la urbe. Por su céntrica situación, sería objeto de innumerables reformas urbanísticas, hasta que en los años sesenta del siglo XX, desaparecería su último tramo dando lugar a la actual Plaza de las Flores. Sólo queda ahora un corto pasaje en ángulo, con entrada por la calle Especería, que conserva su nombre y se erige sobre el inicio de su trazado. En esta calle tuvieron sede en distintas épocas, la Venta de Farfán64, los bares-marisquerías La Mar Serena y La Mar Chica, la vivienda del señor Santa Olalla y la imprenta de Luis Carrera, donde el general Torrijos se alojó durante algunos días y donde conspiró contra el absolutismo de Fernando VII; el selecto Café Inglés, la librería de Enrique Rivas Beltrán, la de Martínez de Aguilar y la de Luis Moya; las tabernas del señor Pendón López y La Valpeñense; la freiduría de El Marqués; el cabaret El Maipú –el primero instalado en Málaga- y numerosas casas de lenocinio, famosas en toda la urbe por la calidad física y profesional de sus pupilas.
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Es posible que este Farfán sea Antonio López Farfán, picador, nacido en Alhaurín (Málaga), el 7-IV-1871, a quien José Blas Vega califica como buen jinete que alcanzó un digno puesto en la profesión. Junto a Manuel Cárdenas Guerrero: Céntimo, también picador, y al banderillero Alejandro Alvarado Martín: Alvaradito, abrieron sobre 1914 el célebre colmao flamenco Villa Rosa, en la Plaza de Santa Ana, de Madrid (Vida y cante de don Antonio Chacón, pág. 82).
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Poco se ha escrito acerca de los prostíbulos malagueños65. Y bien merecerían un largo estudio. Antológicos fueron por su cantidad y por las cualidades de sus dependientas. No olvidemos que Málaga, como ciudad comercial y portuaria, poseyó numerosos lugares donde era común el ambiente de las más soeces diversiones: prostitución, alcohol, drogas, juego, etc. Entre lo que hemos encontrado sobre las mancebías de finales del XIX y principios del XX, reproducimos lo que con tanta gracia escribió sobre ellas Manuel Blasco -pintor malagueño primo de Pablo Ruiz Picasso-, en el segundo volumen de su obra La Málaga de comienzos de siglo: Por ser las casas más destacadas hemos escogido esta célebre calle "Siete Revueltas", en el centro de la ciudad, aunque eran otras muchas, casi siempre alrededor de sacristías y cuarteles, las desparramadas por todo el casco de la población. Oficio el más antiguo de la historia, que en algunos países llega a adquirir rangos de aristocracia, incluso en la Grecia de Pericles, o en la Roma primitiva calidad de sacerdocio, en España también tuvo, aún en la época más oscurantista, su protección oficial; así vemos como al conquistar Málaga los Reyes Católicos, nombrar "Putero mayor", al caballero Alonso Yáñez Fajardo, concediéndole la explotación de los burdeles y sus pupilas. Heredó el pingüe negocio su hijo Diego Fajardo célebre personaje que aún da su nombre a una calle del centro. Estas mujeres directa o indirectamente, siempre, influyeron en la vida de las naciones. Nos dice Montanelli en su preciosa Historia de Grecia: "Las únicas que ganaron un puesto en la historia griega son las hetairas, que fueron algo entre las "Geishas" japonesas y las "cocottes parisinas", (...) A más de los tugurios agrupados junto a San Julián y las Catalinas, estaban los más bajos de calle Camas o Hinojales, uno junto a la ermita de los Dolores (tal vez con puerta de comunicación). Muy conocidos eran los cercanos a la Sacristía de San Felipe o los establecidos detrás de la Catedral en el Postigo de los Abades, el más nombrado "Casa de Isabelita la Canóniga". Otros en las cercanías de Santiago, la célebre Matilde, o alrededor de las Catalinas en calle Beatas, y alguno cercano a 65
Sólo conocemos los libros Apuntes para la historia de las mancebías de Málaga de Ángel Caffarena y La prostitución en el Reino de Granada en época de los Reyes Católicos. El caso de Málaga (1487-1516) de María Teresa López Beltrán. También se ocupan en aproximarse a su estudio Antonio Albuera, en Vida cotidiana en Málaga a fines del XIX (pp. 123-129) y Manuel Blasco, como veremos. Eusebio Rioja.- Pág.- 61
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la iglesia de San José (tan absurdamente demolida en estos días). Calle en su totalidad de lenocinios la de Granados en la Plaza de Uncibay, antes predio de las Clarisas, con las muy nombradas casa de la Cartameña, la Huevera y Doña Agueda. Muchas más se quedan en el tintero pues no trato de hacer estadística, sólo de reflejar el ambiente de la época. De todas las casas, eran las de más postín las situadas en los alrededores de Los Mártires, calle Lascano, "Casa Teresa la Casablanca" y la de "Encarnación la Canosa" y sobre todo las de esta calle Siete Revueltas de la cual vamos a ocuparnos. (...) En la época a que me refiero, en calle Siete Revueltas existían, entre otras, la "Casa de la Mae", la tabernilla de la "Carola" con mostrador y prostíbulo; en un bello edificio, antigua casa solariega, la célebre "María Montiel" con su ampuloso aspecto de dama de D. Pedro el Cruel. Pero la más nombrada de la calle era la de "Concha la Gamberra", antes de "Lola la Chata". (...) Los contertulios más célebres de los cuales tantas cosas podría contar, eran los ya mentados Carlos Vega y Eduardillo Estrada, que gastaban bromas, hacían espiritismo o juegos de circo en traje de funambulistas. En los años veinte, en esta calle abrió su taberna el Matamoros y se inauguró el primer baile taxi llamado "El Maipú". Por cierto este salón fue escenario de una tragedia que conmovió a los malagueños. A causa de una riña, motivada por la "Mariquita", un disparo dejó ciego al más famoso oculista de aquella época, el más cumplido caballero y amigo nuestro. Pero, caminos imprevistos del destino, de aquella tragedia, de la gran calidad humana del hombre en la oscuridad, y de la virtud y el amor de una enfermera, nació en Málaga un "Instituto de ciegos y sordomudos". Y un día que vino a verme allá por los años cuarenta pude oírle decir: "Créeme, ahora soy feliz" (pp. 89-90). Con demasiada cortesía trata aquí Manuel Blasco el ambiente de aquellos prostíbulos. Muy distinta es la imagen que pinta Walter Starkie en su libro Don gitano, escrito en 1935 y publicada su primera edición al año siguiente: Sin embargo, existe otra Málaga más interesante para el pícaro andante, pero que el forastero corriente no descubre al pasear
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por las avenidas de palmeras y las simétricas calles. Al pasar por la calle de Larios, el forastero encuentra de repente una angosta callejuela que conduce a una oscura y maloliente barriada. Esta calle lleva el extraño nombre de "Calle de las Siete Revueltas". He visto pocas calles en España tan canallescas como ésta... La calle de Siete Revueltas permanece oscura con su ambiente misterioso, después de encenderse las luces de la calle principal. (...) Después de la segunda revuelta llegué a un cúmulo de burdeles de término medio en cuanto a calidad. Las puertas se hallaban cerradas, pero la orgía del alcohol rompía el silencio de la noche con áspera discordancia. Más allá de la cuarta revuelta se veía una luz roja. Esto ya era más alarmante. Ya no estaban cerradas las casas sino abiertas de par en par. Dentro, a la entrada, se veían dos viejas alrededor de un brasero y junto a ellas una joven consumida y marchita... Eran mujeres pálidas y tristes que se consumían hambrientas en aquellos lóbregos rincones. Cada casa resultaba más pobre y sórdida que la anterior (...) (pp. 341-343). Y de inmediato, se nos viene a la memoria el espeluznante óleo La Chiquita Piconera, de Julio Romero de Torres. No cabe duda de que este retrato, así como el retrato literario de Starkie, cuadran mejor con la imagen que nos habíamos formado de la calle Siete Revueltas, calle que además, tampoco se libró de las bromas de los jóvenes. Disfrutemos con las narraciones de Manuel Blasco: Una vez fue el entierro. Carlos Vega en una caja, a hombros de Eduardo Estrada, Tico Toledo y otros, pasando por las estrecheces de la calle Siete Revueltas. El viandante pegándose a la pared, se quitaba el sombrero y Carlos, muy fino, sacaba la cabeza del ataúd y le daba las buenas noches ¡¡...!! Después la caja llena de sandías, la subieron por las azoteas y tejados y la dejaron caer en el patio de “Concha la Gamberra” donde se divertía una reunión de amigos de la casa. Otra vez, era la época de San Expedito, porque de vez en cuando se pone un Santo de moda, cogieron a un amigo, lo vistieron de soldado romano, que tal fue el Santo, y en calzoncillos, su colcha roja, su sable, su palma y su halo, lo pasearon por calle Larios con velas y trompetas. Incluso una vez desmandaron un novillo de un encierro y lo llevaron al portal de la “Montiel”, llamaron y Eusebio Rioja.- Pág.- 63
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al abrir... en vez de un cabrito, había un toro (La Málaga de Comienzos de Siglo, vol. I, pág.70). Mas regresemos al Café del Sevillano. Sabemos de su existencia al menos desde 1861, cuando se anuncia en la Guía del viajero en Málaga por Benito Vila (pág. 312), pero se anuncia a nombre de Francisco González, quien debía ser el propietario del inmueble. Y así se sigue anunciando en las guías de 186666, 187867, 188168 y 188269. De todos modos, quien nos hace respirar su atmósfera, es de nuevo Francisco Bejarano: La innovación principal allá por los últimos decenios del siglo XIX, en esta calle, fue, sin duda, la de la instalación en ella del famoso "Café del Sevillano", que estuvo en lo que hoy es un solar con valla de madera, a la izquierda en su primer trozo y entrando por la Plaza, cuyo edificio ocupaba hasta cerca de la segunda revuelta. Fué el Café del Sevillano, sin disputa, el mejor de los once cafés cantantes que hubo en Málaga por aquella época; tan popular y de tanto renombre como el de "Chinitas"; pero de más postín por ser el preferido del "señorío" como se decía entonces, y quizás la sede más importante del cante y baile flamencos, con su correspondiente secuela de juerga y de bureo tan al orden del día por los tiempos a que nos referimos. Según parece, fue fundado por un tal don Manuel, sevillano, de donde le vino su denominación pasando más tarde a otro dueño, llamado Bernardo70, que fué el más conocido, y por cuyo nombre se solía también designar el establecimiento (pág. 526). 66
MERCIER, A. y CERDA, E. de la., Guía de Málaga y su Provincia por..., pág. 168. 67
MOÑIZ, L. L., Guía de Málaga y su Provincia para 1878 por..., pág. 119.
68
MUÑOZ CERISOLA, N., Guía general de Andalucía, Valencia y Extremadura e indicador comercial de España para 1881, pág. 331. 69
MUÑOZ CERISOLA, N., Indicador comercial de España y particular de Andalucía, Aragón, Cataluña, Extremadura y Valencia para 1882, pág. 675. 70
Se trata de Bernardo García, según anuncio reproducido en Cafés de Málaga (... y otros establecimientos), (pág. 67). En 1880, era propietario de un cafetín, en la calle del Toril, cercana a Siete Revueltas (MUÑOZ CERISOLA, N., Guía general de Andalucía, Valencia y Extremadura e indicador comercial de España para 1881, pág. 331). Eusebio Rioja.- Pág.- 64
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La pintura del interior la extraemos de un artículo de Joaquín Díaz Serrano, quien fue cronista de la ciudad de Málaga, publicado en La Hoja del Lunes, el 20 de junio de 1949 y recoge Miguel Berjillos en su libro Vida de Juan Breva: Entrando por la plaza actual de José Antonio, en el primer recodo de la izquierda, la pequeña puerta de acceso. La casa constaba de dos plantas. El aspecto del café era modesto. En el interior de la derecha, un salón amplio, frente a la puerta otro más reducido. A la izquierda el "tablao", de los artistas; sobre el "tablao" y en forma de visera, varios palcos. Adosados a las paredes relucientes aparatos metálicos para mecheros de gas. Constituían su menaje, amén del mostrador indispensable, toscas mesas de pino, rodeadas de sillas de anea. El propietario primero del café se llamó Paco el "Sevillano" de donde provino su nombre; en la época de "Juan Breva" era el dueño su hijo Bernardo. El público que concurría a este café era muy heterogéneo, predominando la gente pueblerina y no pocos marinos de los buques surtos en nuestra bahía. No faltaban tampoco pintorescas tertulias, integradas por los buenos catadores del arte flamenco (pp. 28 y 29). Esta fotografía -más daguerrotipo que fotografía- sería iluminada por Francisco Bejarano en Las calles de Málaga, de esta manera: Un salón central lleno de mesas y sillas, alrededor unos palcos más elevados y un tablado al fondo, no escenario, con otras dependencias accesorias constituían el café; pero aquel pequeño tablado tenía la prestancia de una institución y se convertía, por obra y gracia del arte popular andaluz, en cátedra, mapa y centro del flamenquismo malagueño. Por allí desfilaron casi todos los artistas entonces conocidos, los cuales, con su cante y su baile, expresión la más perfecta del arte plástico vivo, a los sones de floridos rasgueados y primorosas falsetas de magistrales guitarras, mantuvieron el gusto, rayano en apasionamiento, por todo lo flamenco, durante el último tercio del siglo pasado (pp. 526-527). Y además presenta Paco Percheles una panorámica que si no rigurosa, sí que costumbrista y simpática de los elencos artísticos y del ambiente habitual del Café del Sevillano:
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Guitarrista del café fué Carlos el "Betunero", tocando también en él otros como el maestro Ojana. Entre los "cantaores", se escuchó allí al gran Chacón en los comienzos de su carrera, como también a "Juan Breva", cuya fama ahorra adjetivos, y otros entre los que destacaba el "Petrolo"71, verdadero artífice de las "guajiras", Paco el "Bisté", llamado así porque en las reuniones acostumbraba a guardarse las lonjas de carne asada que le correspondían, en los bolsillos, llevándolos, a tal efecto, forrados de hule; "Loriguillo", que cantaba por serranas72, y el "Mezcle" que lo hacía por "seguiriyas"; el "Canario", natural de Alora, célebre por sus malagueñas73; y el "Chato Javero" que prefería en sus actuaciones cantar por "javeras", variante de las malagueñas pero de aire más lento. Como artistas del baile flamenco, triunfaron en el Café del Sevillano o de Bernardo: "La Paca", "La Cuenca", "bailaora" que actuaba vestida de hombre, las hermanas "Borriqueras", sevillanas, y el célebre "Raspao". También fue famoso "Paquiro", no el torero, sino un pariente de los Gallos y del Guarriro, que alcanzó gran popularidad por la comicidad de los bailes, mezcla de danza y pantomima de su invención, entre los que había uno parodiando a los "quintos" que producía la constante hilaridad de los espectadores y que perduró en los escenarios de variedades hasta época relativamente reciente, teniendo seguidores e imitadores más modernos. Existió asímismo en el Café que tratamos, por lo menos durantre algún período de su vida, un cuadro cómico que dirigía el actor Flores, con la guapa actriz malagueña apellidada Santiago, cuya madre hacía los papeles de característica. Este elenco artístico dió a conocer en el escenario del "Sevillano" algunas piececitas como "En las 71
En Cafés de Málaga (... y otros establecimientos) (pág. 68), dice don Francisco de El Petrolo: ...solía terminar, en un desplante de agitanado narcisismo, cantando: “Señores, soy el Petrolo que para cantar guajiras me pinto como yo solo”. 72
Véase: Cantaores malagueños, en Historia del Flamenco, vol. II, pág. 324, donde Gonzalo Rojo lo biografía. 73
Ibidem, pp. 329 a 331. Eusebio Rioja.- Pág.- 66
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astas del toro", "El Lucero del alba", "Buenas noches señor don Simón". El público que ocupaba el salón era heterogéneo, pero estaba integrado principalmente por gente modesta, artesanos y muchos "catetos", mientras en los palcos solía reunirse un personal abigarrado también y que, en puridad no puede llamarse más selecto, constituído por "señoritos", gente de negocios y, en general de más fondos, que podrían tal vez agruparse bajo la denominación de juerguistas flamencos. Una viñeta del "Madrid Cómico" en su número del 8 de diciembre de 1894, debida al popular lápiz de Cilla, reproduce un palco del Café del Sevillano, que puede servirnos para reconstruir el ambiente del mismo. Las propias artistas en los intermedios y cuando terminaba la representación, "alternaban" en estos palquitos aparte de otras mujeres. Se bebía manzanilla, que era el vino preferido entonces y, entre caña y caña, el cante "sólo para los amigos", un poquito de "zapateo", risas y bromas, los jóvenes de aquellos tiempos -hongos o sombreros anchos, capas, patillas y pantalón abotinado- y aún algunos émulos de don Hilarión, triunfaban y se divertían en una época de facilidades y despreocupación que había de desembocar en la dolorosa lección del 98. Un tipo popular del café del Sevillano fué el mozo del mismo, al que apodaban "Chanela". Era un viejecito vivaracho, simpático y servicial como a su oficio convenía, que tenía la costumbre de nombrar a los parroquianos no por sus nombres sino llamándolos muy respetuosamente "Don Vd. el de la capa", "Don Vd. el de las patillas", "Don Vd. el de la Bimbita" y así por este modo, mencionando siempre el rasgo del atuendo o de la persona que se le antojaba más característico. El portero, en cambio, era un cascarrabias, que, con un vergajo en la mano, estorbaba a los chicos de entonces la entrada gratis al salón. Con las nuevas costumbres que trajeron otros tiempos y con el auge del "género chico" que atrajo la atención del público hacia escenarios mejor condicionados y más escogidos, fué languideciendo hasta morir, en los últimos años del siglo, el en un tiempo famoso "Café del Sevillano" (pp. 527-528). ¿Cómo tocarían Carlos el Betunero y El Maestro Ojana? De este último, sabemos que era cantaor y creador de un estilo personal de Malagueña74. 74
Ibidem, pág. 332. Eusebio Rioja.- Pág.- 67
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¿Cómo tocaría? ¿Y cómo cantaría El Petrolo: verdadero artífice de las guajiras? ¿O Paco el Bisté o El Chato Javero? ¿Y cómo bailarían La Paca, Las Hermanas Borriqueras, El Raspao o Paquiro, con su parodia militar?75. Lamentablemente, no nos han llegado sus voces, ni sus imágenes. También cantaría en el Café del Sevillano o del señor Bernardo, María Tacón, especialista en Jaberas, cante casi olvidado en la capital malagueña –seguramente a causa de su dificultad-, pero que se cultivaba por la comarca de la Axarquía, donde llegó a conocerse por su nombre, como cante de María Tacón76. Y el Café del Sevillano fue escenario y testigo del lanzamiento profesional de uno de los más gloriosos cantaores de todos los tiempos: nada menos que Antonio Ortega Escalona, conocido artísticamente por Juan Breva. En su libro Vida de Juan Breva, Miguel Berjillos narra la primera aparición artística realizada por Juan Breva en el malagueño Café de la Paloma, café sobre el que no hemos encontrado más noticias. Dicha aparición fue completamente ocasional y careció en absoluto de formalidades. Con motivo de vender sus brevas en la capital, Juan, aún adolescente, se había trasladado a ella desde Vélez-Málaga. Y así dice Berjillos: Siempre había un vecino que le acompañase con su carga, porque decían que con el pregón de “Juan” siempre estaba el fruto vendido, y en una de estas ocasiones que iba con uno de ellos, al terminar la venta dejaron los burros en una posada y penetraron en un céntrico café, al parecer el de la “Paloma”, ya desaparecido. Los dos se sentaron en una mesa y pidieron unas copas, cuando anunciaron a un “cantaor”, y, al escucharle, su acompañante le dijo: -Tú cantas mejor que ese. Ortega no le hizo caso, pero su vecino se alejó un poco y gritó con fuerza: ¡Que cante “Juan Breva”! El público repitió la oración, y así fue conocida por vez primera una voz, un estilo y un sentimiento que aquel público no pudo imaginarse. A los pies del “cantaor” veleño llegaron sombreros del público enardecido que no dejaba de pedirle que cantase de nuevo. 75
Los demás artistas citados en el texto, no mencionados por nosotros, están más o menos biografiados en unos y otros libros. 76
Véase el capítulo citado de Gonzalo Rojo, pág. 324. Eusebio Rioja.- Pág.- 68
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Málaga le había dado a “Breva” su primer aplauso, su bienvenida, y aquel agrado con que él la recibió, fue el primer motivo para que más tarde le dejara una gran parte de su existencia (pp. 15-16). La costumbre de hacer cantar a algún aficionado por sonoras instancias de sus amigos, debió ser bastante prodigada en los cafés cantantes. No es la única vez que la encontramos referida. Después veremos como Diego Beigveder Morilla: Diego el Perote fue presentado de igual manera en el Café de España. Miguel Berjillos continúa narrando que a causa de esta improvisada actuación, Juan Breva conoció a un capitán del ejército llamado Rogelio Ramírez Acosta, presente en el café y buen aficionado, con quien trabó amistad y quien se ofreció a ejercer influencias en los ambientes flamencos malagueños a favor de Juan, si éste decidía profesionalizarse. Sin embargo, el buen muchacho decidió regresar a Vélez-Málaga y consultar con su padre tan seria proposición. Años después, siendo ya mayor de edad y tras convencer a su padre de las indudables posibilidades económicas que lograría, en caso de triunfar profesionalmente como cantaor, regresó a Málaga en busca de Ramírez Acosta. Sigamos las páginas de Miguel Berjillos: Desde que el veleño conoció a D. Rogelio, no iba a Málaga una sola vez que no le hiciera una visita, pero en esta ocasión era la que le daba a D. Rogelio la grata sorpresa de que llegaba dispuesto a convertirse en profesional del cante. Esto es una grata noticia, le replicó su buen amigo, y hay que celebrarlo. Lo estuvo invitando en su casa y después salieron directamente hacia el café del Sevillano. Se lo presentó al señor Bernardo, que era su dueño, y como quiera que este café era lugar de concurrencia desde la mañana a la noche, el señor Bernardo le ofreció, tras de cambiar impresiones con el veleño, el “tablao”, pero antes dijo a los que había en el local. Señores: les voy a presentar a un nuevo “cantaor”, que en el decir de nuestro amigo D. Rogelio, es un ruiseñor que se ha escapado de su nido. Breva subió al tablao sonriente, y con un saludo insinuado para todo el público, tras de hacerse su temple de guitarra, empieza su acompañamiento para luego romper su recia voz a cantar aquella misma copla, que tanto recuerdo le producía en recuerdo de los días de la enfermedad de su hermana, y que ya estrenó en la fiesta de la Campiñuela. Eusebio Rioja.- Pág.- 69
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La tierra tiembla de espanto viendo a mi madre llorar... El aplauso del público, y los gritos del señor Bernardo eran ensordecedores, algo increíble. El dueño del café saltó al tablao y dijo: Señores, vais a perdonarme, pero lo primero que tengo que hacer es asegurarle al “cantaor” el contrato. A pesar de lo dicho el público insistió tanto que volvió a cantar. No había forma de evitarlo, pero cuando terminó lo cogió del brazo diciendo: -Esta noche o mañana tendréis tiempo de escucharle. El señor Bernardo estaba interesado en asegurar su primer contrato en Málaga. Hombre despierto en los negocios, sabía lo que esto suponía para su café en una temporada. Al encontrarse éste con D. Rogelio exclamó: No había escuchado en mi vida cosa igual. Le doy cuatro duros por actuación. Corrientemente se venía pagando en todos los cafés cantantes de Málaga a los mejores de diez a quince pesetas, pero D. Rogelio que había calculado menos cantidad, le dijo a “Breva” con un gesto de buen humor: -Has aumentado la tarifa de los buenos “cantaores”. Quedó el contrato cerrado y durante la temporada que había previsto el señor Bernardo el café del Sevillano fue el más concurrido de todos, y se dijeron tantas cosas del veleño, que hasta Ocón Rivas, el gran organista de la catedral de Málaga, y uno de los buenos maestros de música de España, dejó una noche sus preocupaciones artísticas, y fue a escucharlo. No tan sólo que no le defraudó, sino que recordando que había nacido en Benamocarra, y la fuerza creadora de estas tierras veleñas, dijo en una reunión de gente conocida en los medios artísticos del cante andaluz: “Vélez nos ha dado el mejor ruiseñor de los sotos de sus ríos. Su voz es la expresión de la misma naturaleza donde se ha formado” (pp. 27-28). Así es como narra el acontecimiento Miguel Berjillos. Un acontecimiento que Gonzalo Rojo fecha en el año 1864, en su capítulo Juan Breva, de la Historia del Flamenco (vol. II, pág. 117). El año de 1864 sería crucial para la génesis del Arte Flamenco. Es cuando, acompañado por El Maestro Patiño, también se presenta profesionalmente en Cádiz como cantaor Silverio Franconetti, tras su regreso de América77. Al año siguiente, varias
77
Núñez, F., Y dónde iba a ser si no, pág. 29. Eusebio Rioja.- Pág.- 70
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son las actuaciones de Silverio que registra José Blas Vega78. La más antigua fue el 25 de marzo en el sevillano Salón del Recreo. Los días 8 y 15 de julio lo haría en el Teatro Principal de Jerez (Cádiz) y los días 16 y 28 de octubre en la Fonda del Turco, de San Fernando (Cádiz), acompañado también a la guitarra por El Maestro Patiño. Así pues, lanzados profesionalmente Juan Breva y Silverio Franconetti, con el acompañamiento guitarrístico de El Maestro Patiño, puede considerarse perfectamente limpio, fijo y esplendoroso el Arte Flamenco en 1864, después de atravesar una inevitable época de formación. Pero años más tarde, el Café del Sevillano sería igualmente escenario y testigo del lanzamiento profesional de uno de los más grandes guitarristas flamencos de todos los tiempos: nada menos que Paco Lucena79. Francisco Díaz Fernández: Paco el de Lucena había nacido en la cordobesa localidad lucentina, el día primero de junio de 1859. Desde niño, había mostrado tal afición a la guitarra que cuando su padre -un humilde y necesitado bracero del campo- decidió llevarlo a que tomase un oficio, le pidió entrar de aprendiz en la barbería del maestro Espinosa, porque dicho barbero tocaba bien la guitarra y él quería aprender a tocar. 78
Véanse de este autor:
• Silverio. Rey de los cantaores, pp. 24-35. • Silverio Franconetti, en: Historia del Flamenco, vol. II, pp. 84-87. Sobre la biografía de este cantaor, véanse también:
• VV.AA., Silverio Franconetti. Cien años de que nació y aún vive. • PINEDA NOVO, D., Silverio Franconetti. “Noticias inéditas”. 79
Sobre la vida y la obra de Paco Lucena, hemos ido publicando los siguientes estudios: RIOJA, E., Francisco Díaz Fernández “Paco Lucena”, en: Historia del Flamenco.
RIOJA, E., Paco el de Lucena o la redonda encrucijada. RIOJA, E., Más sobre Paco Lucena, en: Candil. Revista de Flamenco. RIOJA, E., Lucena, Paco de (Francisco Díaz Fernández), en: Diccionario de la Música Española e Iberoamericana. RIOJA, E., El guitarrista Paco Lucena. Sus relaciones con Málaga, en: revista Jábega. RIOJA, E., Paco Lucena: la proyección histórica de su toque, en: Pequeña gran historia del flamenco. Textos del Encuentro celebrado en Puente Genil en junio-julio de 2000.
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Y convendría ahora hacer una consideración de interés: la antigua afición que han profesado los barberos españoles a la guitarra80. Tan importantes como la bacía o la navaja fue la guitarra para los barberos. Numerosos son los curiosos y simpáticos testimonios literarios que hemos encontrado al respecto. He aquí lo que escribió Miguel Querol Galvadá en su libro La música en las obras de Cervantes: Sabido es también de todos cuán aficionados a la guitarra son los barberos de la literatura cervantina. Con ellos no hacía sino encarnar con la mayor naturalidad en sus creaciones uno de los graciosos detalles de la vida social de su tiempo. La guitarra en manos de los barberos constituía una verdadera potencia festiva, y llegó a serles más connatural que la misma navaja. Tanto es así, que según Quevedo, en el "Sueño" titulado "Las zahurdas de Plutón", el tormento de los barberos en el infierno consiste en no poder tocar la guitarra. "Pasé allí, dice, y vi (¡qué cosa tan admirable y qué justa pena!) los barberos atados y las manos sueltas, y sobre la cabeza una guitarra..., y cuando iban con aquel ansia natural de pasacalles a tañer, la guitarra les huía... y ésta era su pena". Y ya antes, Mateo Alemán, en la segunda parte de "Guzmán de Alfarache (III, 6) dijo: "no pasa un médico sin guantes y sortija, ni un boticario sin ajedrez, ni un barbero sin guitarra, ni un molinero sin rabelico" (pág. 138). Tal es la cantidad de veces que Miguel de Cervantes mienta en sus obras la guitarra tocada por barberos y con tal conocimiento del instrumento y su música, que Miguel Querol se plantea si Cervantes habría tocado la guitarra, antes de quedar tullido su brazo izquierdo (pág. 39). Recordemos también la célebre confesión que hizo el poeta cordobés Luis de Góngora y Argote en sus Coplillas: En mi aposento una guitarra tomo que como barbero templo y como bárbaro toco. 80
Véase: RIOJA, E., Los barberos españoles y la guitarra, www.guitarra.artelinkado.com, revista informática de guitarra, septiembre, 2003.
en:
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El tratadista de guitarra Fernando Ferandiere escribió en 177181, en su método titulado Arte de tocar la guitarra española por música: Se tocará este instrumento con las dos manos, la izquierda puesta en disposición que esté suelta y libre para correr hasta el último traste: la derecha estará con alguna sujeción casi arrimada a la boca, porque ahí es donde se saca un tono dulce y agradable, y no junto al puente, que es donde comúnmente se rasguea, y se toca á lo Barbero (pág. 4). Observemos como constituye este párrafo todo un avance de la técnica que con posterioridad, se usaría para obtener en la guitarra el sonido que conocemos como sonido flamenco. Y sigamos con el jocoso anuncio que colocado en la puerta de una barbería, vierte Antonio Flores en el artículo de costumbres titulado El barbero: Acui se uenden sanguiguelas de superior calidad y se da Razón de un Maestro de guitarra por cifra82; son estremeñas. Pero continúa con este significativo relato: Mucho antes de ponerse el transeúnte a tiro de navaja en las barberías, hiere sus oídos el rascar de la guitarra con que el mancebo entretiene la ausencia de los parroquianos, y consigue tener siempre desalquilado el piso principal de la casa, merced al poco gusto que se observa hacia las filarmonías ratoneras (pág. 1031). Los viajeros extranjeros del XIX se sorprenderían de esta costumbre y la plasmarían en sus libros de viajes. Así, el ruso Vasili Petrovich Botkin que estuvo en Málaga en 1845, dibujaría con lirismo el siguiente cuadro: Cerca del hotel, un barbero estaba sentado en el umbral de su puerta con un soldado; tocaba la guitarra para él, que escuchaba atentamente su música; ante ellos, una joven que 81
Esta es la fecha de la primera edición de su libro, pero la que manejamos es la de 1799.
82
Por tocar la guitarra por cifra, se entiende el sistema de notación musical llamado tablatura en el Renacimiento y el Barroco. El sistema de tocar por cifra se contrapone a tocar por música, esto es, mediante solfeo.
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hacía sonar sus castañuelas, balanceaba su cuerpo como se acostumbra a hacer al comienzo de toda danza española; en el rincón de la calle vecina, que daba a la plaza, bailaban fandangos83; por todas partes se oían vibrar los acordes de guitarra vivos y melancólicos de los bailes españoles. Y cada tarde hay en Málaga una fiesta: cantares y sones de guitarra, el regocijo más desenfrenado, animadas melodías, risas y charlas alegres y... "Jóvenes", iba a decir, pero este adjetivo convendría mejor a Europa, donde sólo la juventud se divierte; en Andalucía los viejos son igualmente alegres y, si bien no bailan con los jóvenes, gustan de contemplar su animación, acompañar sus bailes con la guitarra, canturrear canciones, y no pierden ocasión de improvisar su coplita en honor de alguna bailarina de talento (Viajeros románticos en Málaga, pág. 117)84. El barón galo Charles Davillier también se haría eco de la pintoresca estampa barbera en Viaje por España: No hay que olvidar una guitarra colgada en la pared, pues el barbero sevillano es casi siempre un apreciable guitarrero, sólo que en lugar del brillante traje de Fígaro lleva sencillamente un pantalón, una chaqueta y un chaleco (pág. 428). 83
El Fandango, como aire popular genérico y con escasa concreción, es el canto/baile/toque más interesante de cuantos puede ofrecernos el repertorio de música popular española. Anterior al Bolero y a las Jotas, registramos su existencia desde el siglo XVIII. No tenemos más que recordar los Fandangos compuestos por el padre Antonio Soler, Luigi Boccherini o Domenico Scarlatti –todos inspirados en Fandangos populares españoles- para formarnos una idea muy sensata y aproximada del mismo. Su esquema musical descansa en una estructura de seis frases, versos o tercios, con un compás que en flamenco llamamos abandolao (3 x 4) y con una tonalidad básica –no exclusiva- de Do mayor en la copla. Y La menor en el estribillo o ritornello, recorriendo a partir de este tono la cadencia andaluza (el tetratono La menor, Sol mayor, Fa mayor y Mi mayor). Un buen análisis sobre ellos puede encontrarse en el libro Bailes de candil andaluces y “fiesta” de Verdiales. Otra visión de los fandangos de Miguel Ángel Berlanga Fernández. Bella y poco conocida descripción del Fandango, es la que arroja el nº 27 de la Revista Pintoresca de El Avisador Malagueño, el 4-VII-1847, en el artículo titulado Costumbres Andaluzas, que firma las iniciales S. C, quizás Salvador Casilari. Véase apéndice nº 3. 84
Astolphe Custine había escrito un párrafo casi idéntico a éste, en L’Espagne sous Ferdinand VII (1839). Custine estuvo en Málaga en 1831 (MAJADA NEILA, J., Viajeros románticos en Málaga, pp. 59-60). Eusebio Rioja.- Pág.- 74
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En Granada, los conciertos en las barberías resultaron tan importantes que fueron referidos por la prensa, según apunta Eduardo Molina Fajardo en El flamenco en Granada. Teoría de sus orígenes e historia: En el salón de peluquería de Nicolás González se organizaban reuniones flamencas que, a veces, se dieron a la publicidad. Una de ellas fue para la presentación de Antonio Giménez -ya había dado con escaso público un concierto de guitarra y cante andaluz en la Galería de Cristal de los Campos Elíseos granadinos- y que en la barbería le tributaron los mayores elogios los aficionados por su novedad de estilo en los diversos cantes que ejecutó con admirable perfección, sobresaliendo en las malagueñas, jaberas y peteneras (pág. 74)85. 85
¿Quién sería este Antonio Giménez? ¿Sería el mismo Antonio Giménez de Osuna que abarrotó con su cante acompañado a la guitarra el Café de San Fernando de Sevilla, durante los días que actuó allí? Abiertos elogios le tributó el periódico El Porvenir en los números del 31 de marzo y del 20 de abril 1868, como La Andalucía del seis de mayo que dice que cantaba acompañado de piano, según recoge José Luis Ortiz Nuevo en ¿Se sabe algo...? (pp. 81-82). Así mismo, en Ronda (Málaga) encontramos la referencia que hace Rafael Gutiérrez en Ecos del Guadalevín, del 15 de noviembre de 1874, acerca de la actuación de un tal Sr. Giménez, en el artículo que titula Los cantos populares andaluces. El concierto del Sr. Giménez. Véase apéndice nº 18. También recibiría Antonio Giménez grandes elogios en el periódico almeriense La Crónica Meridional, por un concierto de canto flamenco y guitarra ofrecido el día 10 de septiembre de 1882 en la Cervecería Inglesa. Concierto que promete repetir en los días siguientes. En octubre de 1887 volvería a ser elogiado por el mismo periódico, a causa de otro concierto que había dado en el Café Universal de Almería (Almería por Tarantas, pp. 119-182). Todo parece indicar que este grupo de referencias citan a la misma persona. No nos extrañaría en absoluto que el Sr. Antonio Giménez de Osuna, quizás por poseer una formación musical académica, como se desprende de estos artículos, quizás por no responder a la estereotipada imagen romántica de cantaor paupérrimo, gitano o agitanado y de arte visceral, haya sido olvidado por la memoria histórica del Arte Flamenco. ¡Endeble memoria la del Arte Flamenco! (Véase: RIOJA, E., Un enigmático cantaor y guitarrista decimonónico: Antonio Jiménez de Osuna, en: www.almeriacabal.com, diciembre, 2003). Por otro lado, de la lectura del artículo El concierto del Señor Giménez, nos cabe una reflexión de carácter estético-musical. Se nos ha dicho siempre que antiguamente, la mayoría de los cantadores procuraban la voz ronca (Fernando el de Triana, pág. 244) o voz afillá, por ser ronca la voz de El Fillo. Y que este tipo de voz fue la más apreciada entre los entendidos del siglo XIX y es especialmente apta para Eusebio Rioja.- Pág.- 75
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Pues en la barbería lucentina emplazada en la acera norte de la Plaza Nueva, en la casa que fue del médico don Joaquín Graciano -como precisa Francisco Calzado Gutiérrez en su libro Los Fandangos de Lucena (Cantes de viejos oficios, ambientes y artistas lucentinos), pág. 35-, y con el maestro Espinosa, aprendió Paco Lucena sus primeros toques, hasta que el Marqués de Campo de Aras -gran aficionado a la guitarra y cliente de la barbería del maestro Espinosa-, se interesó por él y le enseñó su repertorio, un repertorio clásico el que dominaba el marqués, en lugar de flamenco. Además, otro noble lucentino de nombre Rafael Nieto Tamarit, igualmente se ofreció a darle clases de guitarra clásica86. Y según escribe Fernando el de Triana en Arte y artistas flamencos: Con este refuerzo había tomado ya el Lentejo rumbo de artista, pero un día vio claramente que le faltaba lo principal: practicar con los profesionales del cante y el baile. Llegaron a Lucena un cantador y un bailador que no llevaban guitarrista; le invitaron, por lo que fuera, a que los acompañara para trabajar aquella noche en un Casino, y el Lentejo sufrió su primero y único desencanto al notar que no resultaban de acuerdo los compases y que el flamenco a compás no es tan fácil como parece. Desde entonces, a pesar de ser tan joven, no pensaba más que en ver la manera de poder vivir en una tierra donde hubiera cafés cantantes y aprender el mecanismo de la difícil fiesta flamenca. Hasta que un día se montó en un tren y a Málaga se ha dicho (...) (pp. 250 y 251). Una vez llegado a Málaga, El Lentejo -apodo con que lo bautizó su padre, por haber nacido cuando la madre segaba lentejas- buscó una barbería donde trabajar y poder practicar sus toques. modalidades como la siguiriya, las bulerías, las tonás, la soleá (MOLINA, R. y MAIRENA, A., Mundo y formas del cante flamenco, pág. 82). Pues bien, encontramos opiniones en contra en los párrafos transcritos. Y si tiramos del hilo, debemos recordar la regañuza que El Planeta le echó a El Fillo: Te digo “El Fillo”, que esa voz del Broncano es crúa y no de recibo (ESTÉBANEZ CALDERÓN, S., Asamblea general..., pág. 42). Parece ser que la voz ronca o afillá no era tan apreciada por los entendidos del siglo XIX. 86
Ambos nobles pudieron pertenecer a la escuela guitarrística decimonona que denominamos ecléctica. Estas referencias parecen indicarlo. Véase: RIOJA, E. y SUÁREZ-PAJARES, J.- La guitarra flamenca de concierto: desde los orígenes hasta Rafael Marín, en: Historia del Flamenco, vol. II, pp. 173-196. Eusebio Rioja.- Pág.- 76
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Así nos lo sigue contando Fernando el de Triana: En una esquina de la plaza de la Constitución y el pasaje de Alvarez, donde está hoy la cervecería Munich, había una barbería que la fundó y siempre fue de don Salvador Ruiz, gran amigo de artistas y toreros, a allá va el diálogo sostenido entre el maestro y el Lentejo. - Buenos días, maestro y la compaña. - Buenos días; espere un momento que enseguida le toca. - No, maestro, yo vengo a otra cosa. - Pues espere que termine. Y una vez arreglado el cliente le dijo: - Usted dirá lo que desea. - Pues mire: yo soy de Lucena y medio oficial de barbero; pero como además tengo gran afición a la guitarra, vengo a buscar trabajo pero con la condición que han de dejarme estudiar todo el tiempo que yo tenga franco, en un sitio independiente de la barbería87. De sueldo no tenemos que hablar; pues con que me den de comer lo que sea y me laven la ropa ya tengo de sobra. Y el maestro Salvador; que era muy bueno y entendía mucho de todo, se hizo cargo del asunto y lo vió del propio color que tenía. - ¿Tienes guitarra, muchacho? - Sí señor, y buena88. - ¿Dónde la tienes? - Ahí la dejé en una taberna, al lado de la estación, con la ropilla que traigo. - ¡Tú, niño! -le dice al aprendiz-. Vete con éste y ayúdale a traer lo que sea.
87
Hemos visto, tanto en las referencias que hemos hecho a las barberías del siglo XIX, como en grabados que retratan dichas barberías, que era habitual la existencia de algún guitarrista más o menos avezado, entre los mancebos. No se salía de la habitualidad lo que demandaba Paco Lucena. 88
Parece ser que esa guitarra se la regaló el Marqués de Campo de Aras, según Fernando el de Triana (pág. 251). Eusebio Rioja.- Pág.- 77
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Ya de vuelta, empezaron a hablar del pueblo, porque el maestro llevaba muchos años en Málaga, pero era de Córdoba, y cuando se quedaron solos le hizo tocar; quedando prendado de ver la mucha ejecución y el gusto con que hería las cuerdas. - ¿Cómo te llaman en Lucena? - Me decían Lentejo. - Ese nombre no me gusta. Serás desde hoy el Niño de Lucena. Esa trastienda la tienes a tu disposición para estudiar cuando quieras, y de lo demás no te ocupes (pp. 251 y 252). Hay un par de detalles en este relato que merecen reconsideración. Por una parte, resulta extraño que Paco Lucena llegase directamente a la barbería de Salvador Ruiz, paisano, aficionado a la guitarra y propietario de la barbería mejor situada de Málaga: nada menos que en la Plaza de la Constitución, esquina al Pasaje de Álvarez. Probablemente El Lentejo poseyera referencias de esta barbería y de su propietario, referencias que bien pudo adquirir en la barbería del maestro Espinosa, en Lucena. Por otra parte, no podemos asegurar que Salvador Ruiz fuera propietario de la barbería. A pesar de las indagaciones que hemos realizado, no encontramos a Salvador Ruiz, ni a Francisco Díaz Fernández en este domicilio, en las fechas cuando suponemos que sucedería este acontecimiento. Los referidos hechos, debieron ocurrir entre 1875 y 1878. No creemos que Paco Lucena tuviese menos de quince años. De hecho, en 1878 ya lo vemos efectuando giras por España, tras haber pasado por los cafés de Bernardo o El Sevillano, y de Silverio en Sevilla. Según la Guía de Málaga y su provincia para 1878 de Lorenzo L. Moñiz, además de un notario y un procurador, en la plaza existían cuatro cafés –el del Turco, el de España, el de la Loba y el del Porvenir- y un figón, establecimientos que otorgaron a esta encrucijada un carácter misceláneo: administrativo y lúdico. También había dos relojerías, dos tiendas de objetos de escritorio, un impresor, una tienda de curtidos y una confitería. Además, tres sastres, un sombrerero, dos quincallas, dos peluqueros -Juan Sancho y Francisco Mariscal- y tres barberos: Juan Pérez, Francisco Lomeña y Joaquín Gallego89. 89
Esta es la relación de comercios y de profesionales que hemos encontrado en la Plaza de la Constitución en 1878, según la Guía mencionada: •
José Villarraso.-Notario (pág. 158). Eusebio Rioja.- Pág.- 78
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En el Pasaje de Álvarez vemos un fotógrafo, dos industriales sin especificar dedicación, un almacenista también sin especificar, un vendedor de aceite y vinagre, un platero y joyero, un agente de comisiones, consignaciones y transportes; un cincelador platero, el Gran Bazar Suizo de C. Stauffer, un café y numerosos profesionales del gremio del vestido, los cuales debieron dar carácter al pasaje: dos sastres, un establecimiento de quincalla, tres mercaderes de cintas y sedas, y un peluquero: Francisco Marín Passeti90. • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • 90
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Manuel de Torres Acebedo.- Procurador (pág. 159). Café de España (pág. 116). Café de la Loba (pág. 116). Café El Porvenir (pág. 67, 2ª numeración). Manuel Postigo.- Bodegón y figón (pág. 161). Posch y Kreisell.- Tienda de papel y objetos de escritorio (pág. 123). Ramón Marqués Piera.- Idem. (pág. 27, 2ª num.). Fernando Carrera.- Impresor (pág. 134). Augusto Raschke.- Vendedor de relojes (pág. 121) José Romero Casalán.- Idem. (pág 121). Juan Aguilera.- Vendedor de curtidos (pág. 118). Antonio Vara.- Sastre (pág. 123) Juan Vardés.- Idem. (pág. 123). Antonio de Mesa López.- Sombrerero (pág. 36, 2ª num.). Gómez Sáez y Cía.- Vendedor de quincalla (pág. 115). Manuel Juan Padilla.- Idem. (pág. 120). Waldo Arias.- Confitero (pág. 134). José Ruiz.- Sastre (pág. 143). Juan Sancho.- Peluquero (pág. 140). Francisco Marcial.- Idem. (pág. 140). Juan Pérez.- Barbero (pág. 141). Francisco Lomeña.- Idem. (pág. 141). Joaquín Gallego.- Idem. (pág. 142). Y estos son los que encontramos en el Pasaje de Álvarez, según la misma Guía: Vda. De Flaquer e hijos.- Vendedores de quincalla (pág. 115). Carlos Stauffer.- Platería y joyería (pág. 116). Eduardo Nillo y compañía.- Café (pág. 119). A. Alcalé y Cía.- Mercaderes de cintas y sedas (pág. 122). Dámaso Ramírez.- Idem. (pág. 122). Joaquín Rojo.- Idem. (pág. 122). Antonio Egea Vindez.- Sastre (pág. 143). Barragán Cepillo.- Idem. (pág. 143). También como Juan Cepillo Barragán (pág. 270). Alfonso Dubiel.- Fotógrafo (pág. 218). Antonio Egea Viudé.- Industrial (pág. 222). Gabriel Castro Tomillo.- Idem. (pág. 251). Eusebio Rioja.- Pág.- 79
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Tampoco apreciamos en las fotografías de este sector de la plaza, la suficiente definición como para asegurar que en dicha esquina estuviese la barbería de Salvador Ruiz. Sí podemos confirmar en cambio, que en la otra esquina del Pasaje con la Plaza, al otro lado de la portada de ingreso desde la Plaza de la Constitución -portada que posiblemente perteneciera al antiguo convento de las Agustinas Descalzas-, se encontraba la Peluquería Central, un negocio análogo y complementario a la barbería, que de algún modo abunda en la presunción de veracidad de los datos que arroja Fernando el de Triana. De todos modos, no erraría mucho Fernando el de Triana. Es en la guía que titula José María Padrón Ruiz: Málaga en nuestros días, donde hayamos a Salvador Ruiz anunciando su establecimiento como peluquería, en el número uno del Pasaje de Álvarez (pág. 379). Y esta guía se publicó en 1896. Poco después, en 1903, vuelve a anunciarlo en la Guía del forastero en Málaga e indicador comercial de la provincia, ahora como peluquería y barbería, en el número cuarenta de la Plaza de la Constitución (pág. XXVII). Ambos datos nos indican que efectivamente, la barbería de Salvador Ruiz hacía esquina en el Pasaje de Álvarez con la Plaza de la Constitución, y que por algún motivo, no se anunció en las guías hasta entonces. Es posible que con anterioridad, no fuese el propietario del establecimiento. Sigamos leyendo Arte y artistas flamencos: Al maestro Salvador le gustaba frecuentar los cafés cantantes y siempre iba acompañado, y muy orgulloso, con el Niño de Lucena, pero nunca diciendo que éste aspiraba a ser artista. Y así, escuchando y viendo, se hizo cargo de lo que es la fiesta flamenca, y en poco tiempo se puso al corriente sin practicar con los artistas, creciendo en la ejecución y cantidad de toque y hasta haciendo composiciones suyas, modelos de compás y extrañas notas. • • • • • •
Joaquín Rojo Gónima.- Almacenista (pág. 255). Victoriano Dorado.- Vendedor de aceite y vinagre (pág. 296 y 23 del suplemento). El Comercio. Giménez y Duque.- Agencia de comisiones, consignaciones y transportes para el ferro-carril y el interior de la población (pág. 11 del suplemento). Antonio Maineto de la Rosa.- Cincelador platero (pág. 19 del suplemento). Gran Bazar Suizo de C. Stauffer (pág. 29 del suplemento. Ocupaba desde el número 74, hasta el 88). Francisco Marín Passeti.- Peluquero (pág. 24). También como Marín Fernández (pág. 140). Eusebio Rioja.- Pág.- 80
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Por aquel tiempo era Málaga un verdadero río de oro, y había nada menos que once cafés cantantes; el tocador del café de Bernardo era Francisco Reina (Paco el Aguila), y una noche mandó razón de que no podía ir a trabajar por encontrarse enfermo, de lo cual se lamentaba el dueño del café, que tenía que suspender el espectáculo por no haber en Málaga un tocador sobrante que pudiera suplir la falta de Paco el Aguila. Esta conversación ocurría mientras el maestro Salvador afeitaba a Bernardo en su casa, o sea en el café, y sin contar con el Niño de Lucena, le dijo: - Allí en la casa tengo yo un oficialillo que toca mucho y muy limpio; lo que no sé es si servirá para tocarle a tan buenos artistas como hay en este cuadro. - Entonces -dijo Bernardo- puesto que usted dice que toca bien, a ver si puede venir antes de la hora de trabajar, que ensayen un poco, y si da el avío no lo perderá. Se lo dijo con interés el maestro al Niño de Lucena, y éste lo vió de perlas, pero llegó a caso hecho, casi a la hora de empezar. - ¿Tú has tocado ya algunas veces a un cuadro? -le preguntaban los artistas. - Yo, nunca, pero verán ustedes cómo sale bien. Y efectivamente, se cantó y se bailó y todo salió con compás y armonía; fué un verdadero y positivo éxito. En vista de lo cual quedó supliendo a Paco el Aguila mientras estuvo enfermo, y al volver éste a ocupar su sitio ya no permitió Bernardo que el de Lucena dejara de tocar todas las noches, señalándole un sueldo y haciéndole un buen regalo por el valioso servicio prestado en los días anteriores (pp. 252 y 253). Probablemente, el relato contenga gran dosis de fantasía. Quienes conocemos el toque desde dentro, sabemos lo difícil que resulta incorporar nuestra guitarra a un cuadro de cante y baile sin haberle cogido el aire con anterioridad. Los ensayos se vuelven imprescindibles. Además, Paco Lucena había fracasado en un intento análogo y anterior, recordemos. A causa del mismo, decidió venir a Málaga. Si somos sensatos, deberíamos dudar de la exactitud y el rigor de la narración de Fernando el de Triana. Con las debidas cautelas y sin menospreciar en absoluto la genialidad artística de Paco Lucena, sospechamos que en aquella Málaga noctámbula y flamenca de la juventud del Niño de Lucena, debió poseer éste suficientes oportunidades para practicar el toque de manera anónima. Eusebio Rioja.- Pág.- 81
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Quizás hasta con algunos artistas del mismo cuadro, y conseguir la experiencia necesaria que requiere intervenir en un grupo sin ensayar, y que todo salga con compás y armonía. Y hay que considerar que lo más seguro es que esta versión le llegase a Fernando el de Triana a través del propio Paco Lucena, de quien fue cinco años consecutivos compañero suyo, según confiesa el mismo Fernando en otro lugar del libro (pág. 254). Es posible que los detalles fabulescos de la biografía, le viniesen al escritor hiperbolizados por el mismo Paco Lucena, quien se ocuparía de narrarle así los hechos, contados a lo largo de tantos ratos de asueto, que pasarían en comandita durante los referidos cinco años. Por otro lado y buscándole posibles explicaciones, también sospechamos que posiblemente Paco Lucena cayese en el curioso e ingenuo prurito de tantos guitarristas, por el cual niegan u ocultan a sus profesores, y se presentan como autodidactas. Parece como si reconocer su adscripción a una escuela de toque o a un maestro determinado, fuese en menoscabo de su propio historial. Tal vez por dicho sendero pudo andar la confesión de Paco Lucena a Fernando el de Triana. Por la vereda que sortea a los profesores y viene a encumbrar altivamente a los alumnos, hasta negar magisterios de profesores, cuando en la cima del éxito de los discípulos, éstos relatan su pasado. Son cosas que ocurren y que han ocurrido, respecto a las cuales debemos mostrarnos singularmente escépticos. Es muy posible que Paco Lucena tuviese alguno o algunos desconocidos maestros -tan numerosos en aquella Málaga del XIX-, que le adoctrinaran en la sabiduría de acompañar a los cuadros y que mediante esa fabulación, eludiese sus menciones: como si el único y prístino mérito fuese el suyo91. 91
Estos son algunos de los profesores de guitarra que ejercieron en Málaga en el XIX, cuya existencia nos consta: • • • • •
Juan Biosca. Vivía en 1833 en la esquina de la fonda de los tres reyes, número siete. Antonio López. En 1854 daba clases en su casa del número 13 de la calle Gigantes. Puede ser Antonio Ruiz, quien se anunciaba en el misma año y en el mismo domicilio. Antonio Marín. También se anunciaba en 1854 en el número 56 de la calle Cisneros. Juan Navarro y Muñoz. En 1870 estaba empadronado en el número dos de la calle Almona. José Pérez Hermitas. Procedente de Madrid, vivía en 1878 en la calle Veloneros, número 10 Eusebio Rioja.- Pág.- 82
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Lo cierto es que sea como fuere, nos cuesta creer este pasaje al pie de la letra. Y continúa Fernando el de Triana relatando las hazañas de Paco Lucena en el Café del Sevillano: Como era natural, quedó de segundo el Niño de Lucena. Los segundos guitarristas no deben llevar voz cantante habiendo un primero, pero el Niño no entendía ni quería entender de eso, y entre falseta y falseta ejecutadas por él, no había más que ovaciones y entusiasmo. - ¡Valiente niño!, decía la gente (pág. 253). Más enseñanzas sobre la dinámica profesional de los cafés, las que podemos extraer de Fernando el de Triana. En efecto, los segundos guitarristas no deben llevar la voz cantante habiendo un primero. Lo que quiere decir que la jerarquía artística estaba muy clara, y los roles profesionales quedaban perfectamente definidos. Pero El Niño de Lucena no entendía ni quería entender de eso y saltaba las normas atléticamente, a • • •
Nicolás Buzo Gutiérrez. Nacido en Colmenar (Málaga), en 1900 vivía en la calle Muro de las Catalinas, número 14 Juan Galán García. En el mismo año habitaba el número tres de la Plaza del Callao. Había nacido en Antequera (Málaga) en 1850 José Hidalgo Torres. Nacido en 1855 en Canillas de Aceituno (Málaga), estaba avecindado en 1900 en el número 12 de la calle Ruiz Alarcón.
De quien poseemos más datos es de José Asencio. Sabemos que fue discípulo de Dionisio Aguado y que fue profesor de Julián Arcas, en su adolescencia (OTERO, J., Tratado de bailes, pág. 153). En 1878 daba clases de guitarra y bandurria por música y cifra, en el número nueve de la Plaza de la Merced (véase apéndice nº 20). Conocemos un fragmento de un libro escrito por él, titulado Verdadero arte de tocar la guitarra por cifra sin ayuda de maestro y publicado en 1884, libro que contiene en su índice algunos consejos prácticos y el siguiente compendio de obras: Murcianas, Malagueñas, Soledad popular, La Rosa o Panaderos, Peteneras, Tangos, Jota, Sevillanas, Gallegada, Wals, Wals-Polka, Polka-Mazurca, Schitisch y Habanera. El único ejemplar que hemos encontrado –debió ser una edición corta y selectiva- existe en el Archivo Municipal de Málaga, y se halla mutilado: sólo contiene las dos primeras obras. De este modo, nos cuesta bastante formarnos una idea correcta del estilo compositor de José Asencio. Sólo nos atrevemos a asegurar que poseía un estilo abiertamente romántico, renunciando a la escuela clasicista que aprendiera de Aguado y apostando abiertamente por las tendencias popularistas de la segunda mitad del XIX. Bien podría haber sido uno de los profesores de Paco Lucena. Eusebio Rioja.- Pág.- 83
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lo mejor llevado por la osadía de su juventud, o quizás por no saber vencer la tentación de mostrar sus facultades: no queremos pensar mal. Entretanto, Francisco Reina: Paco el Águila primer guitarrista del cuadro, sentía legítimamente herido su orgullo profesional y artístico, hasta que un día tuvo una ocurrencia más que divertida, que nos cuenta Fernando el de Triana: Una noche, creyendo el Aguila ganarle la pelea con un truco, sacó un guante del bolsillo, se lo colocó en la mano izquierda y así le tocó a un cantador. El Niño de Lucena no le dió importancia, aunque vió que el público aplaudía al Aguila, y cuando terminó el cuadro se echó el Niño "alante", como se dice en el "caló" artístico-andaluz, se quitó un calcetín, se lo puso en la mano izquierda y ejecutó un solo de guitarra que fué el delirio. El Aguila reconoció el gran mérito del joven guitarrista, que ya no fué más barbero, pero sí, mientras vivió, gran amigo del maestro Salvador Ruiz (pág. 254). Paco Percheles sitúa esta circense anécdota en el Café Suizo92, en lugar de hacerlo en el Café de Bernardo o de El Sevillano, como lo hace Fernando el de Triana. Quién sabe si ambos guitarristas mudaron sus actuaciones de café, o si llevaban los dos a retortero. Pero Fernando el de Triana dejó en mal lugar a ojos poco avizores la reputación artística de Paco el Águila, aunque no quisiera con esta narración más que destacar el virtuosismo de Paco Lucena, en aquel improvisado concurso guitarrístico. La situación evoca las célebres competencias de guitarra que años atrás anunciaba la prensa con tanto estrépito y que tanta expectación provocaban en el público93. Bien pudiera ser una de estas competencias entre guitarristas que ahora nos cuesta digerir: hoy nos resultarían incomprensibles. No obstante, insistimos en lo injusto del mal papel que asigna Fernando el de Triana a Paco el Águila, involuntariamente de seguro.
92
BEJARANO ROBLES, F., Las calles de Málaga. De su historia y ambiente, op. cit., pág. 256.
93
Véanse a propósito las competencias que efectuaron El Maestro Patiño y Paco el Barbero, por ejemplo, que narra según noticias periodísticas, Gerhard Steingress en La aparición del cante flamenco en el teatro jerezano del siglo XIX.
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Francisco Reina fue un buen tocaor, toda una estrella entre los guitarristas que participaban del emporio flamenco en que se constituyó la ciudad de Málaga en el último tercio del XIX. Muy pocas son las noticias documentales que hemos podido reunir acerca de su figura, pero lo que sí es cierto es que su nombre ha quedado en la memoria de la tradición flamenca malagueña como depositario de un buen toque y una buena forma de hacer como guitarrista, lo que a la vez agiganta los méritos de Paco Lucena. Domingo Prat lo citó junto a otros tocaores en Diccionario de guitarristas (pág. 344), como asiduo frecuentador del ventorrillo establecido en La Caleta malagueña por el guitarrista apodado El Zocato, sobre 1880. Y pensamos que demasiado enemigo de la guitarra flamenca era Domingo Prat, como para mencionarlo en su libro. Algo de su toque debió impactarle. Además y como hemos referido, Fernando el de Triana lo presenta como primer guitarrista del cuadro que actuaba en el Café del Sevillano. No debieron ser flacos sus méritos para ceñir el birrete doctoral de la prestigiosa cátedra flamenca que era aquel café. Antonio Sevillano encontró en la prensa de Almería de 1884, la referencia de la actuación en el Café Casino Almeriense de un guitarrista llamado Manuel del Águila, quien tocó Peteneras, Soleares, Fandangos, Tangos, Jaberas y Guajiras94. Hasta ahora, no nos ha aparecido el nombre de Manuel del Águila como guitarrista. Muy bien pudiera ser un error del periódico y realmente quien tocara fuese Paco el Águila. Dos años después, en mayo del 86, lo anuncia La Crónica Meridional tocando repetidas veces y también como solista, en la Cervecería Inglesa o Café del Señor Simón, instalado ahora al final del Paseo, en el antiguo local del Ateneo de Almería. Esto dice la prensa: En el Café de cante de Simón, que se ha trasladado al lugar que ocupó el Ateneo en el Paseo del Príncipe, se verificó antes de anoche (día 24) una amena y agradable función en la que tomó parte el célebre tocador de guitarra Francisco Reina, conocido por Paco del Aguila, que ejecutó un precioso pout pourrí de peteneras y malagueñas y variaciones de tangos. El cantador de flamenco Manuel Caro, apodado el Carito, cantó las seguidillas gitanas, las malagueñas de Juan Breva y 94
SEVILLANO MIRALLES, A., Almería por Tarantas, pág. 112.
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las del Canario, terminando con las Polichinelas y los tangos de “Las viejas ricas de Cádiz”. Esta noche se repite la misma función que promete estar tan concurrida como la de su inauguración95. En el mismo año, aparece tocando en el granadino Café de la Marina, donde se le conoce con el sobrenombre de Paco el de Málaga, en funciones que duraban desde las siete de la tarde hasta las dos de la madrugada96. Y en Granada, lo encontramos acompañando a Antonio Chacón. He aquí lo que dice el programa-cartel del 28 de febrero de 1892: ¡Gran acontecimiento! TEATRO PRINCIPAL. CHACÓN EN GRANADA. El notable cantador de malagueñas con que encabezamos estas líneas, acompañado del conocido concertista de guitarra FRANCISCO REINA (a) PACO EL AGUILA, y del joven cantador de cartageneras JOSE TRUJILLO, han sido contratados por esta Empresa de bailes de máscaras que no ha perdonado sacrificio alguno con tal de dar a conocer a este público el asombro de todos los cantadores, pues el inventor de las malagueñas que llevan su nombre, o sea las conocidas por las de Chacón97. Observemos que se le presenta como conocido concertista de guitarra. Sin duda, había frecuentado anteriormente Granada. También, el cantaor Rafael Pareja lo elogia en sus Recuerdos, junto a Javier Molina, Antonio Sol, Miguel Borrull Castelló, El Maestro Juan y Pepe Robles, y dice de ellos que nunca tuvimos que llamarle la atención a ninguno, y que había perfecta compenetración entre el cante y el toque (pág. 64).
95
Ibidem, pág. 122.
96
GARCÍA-MATOS ALONSO, M. C., Juan Navas y la guitarra flamenca, pp. pág. 91.
97
BLAS VEGA, J., Don Antonio Chacón, en: Huellas del cante en el siglo XX, pág. 37. Eusebio Rioja.- Pág.- 86
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Por otro lado, José Blas Vega lo menciona tocando en el Café Madrid, de Oviedo, en 1908, en el capítulo Los cafés cantantes de la obra Historia del Flamenco. La calidad de los demás nombres del elenco, dicen mucho y muy bien de la reputación profesional de Paco el Aguila. Este es el párrafo de Blas Vega al que nos referimos: Entre los artistas destacados hay que citar al Niño Medina, a Paca Aguilera, a Pastora Imperio, a Isabel Vargas y a Antonia Mercé La Argentina en 1908. Entre los guitarristas Román, Joaquín Rodríguez, Francisco Reina (pág. 251). Hoy podemos formarnos una idea de como fue el toque de Paco el Águila mediante la labor recopilatoria que realizara el guitarrista malagueño Juan Navas, a quien calificó Bejarano como maestro de maestros. A causa de la amistad que trabó con el folclorista y flamencólogo Manuel García Matos, en el transcurso de alguno de los frecuentes viajes que el profesor girara a Málaga, persiguiendo sus investigaciones musicológicas, Juan Navas le obsequió una inmensa cantidad de falsetas escritas en solfeo, que existen hoy en el archivo que legara el catedrático a su hija María del Carmen García-Matos Alonso. Con motivo de las IX Jornadas de Estudio sobre Historia de la Guitarra, celebradas en el Festival de la Guitarra de Córdoba de 1997, cuyo Área Formativa coordinamos, encargamos a María del Carmen una conferencia sobre tan preciado material, muestra de las pocas que existen del toque de finales del XIX y principios del XX. Dicho estudio fue publicado con el título Juan Navas y la guitarra flamenca en el volumen IX de la colección La Guitarra en la Historia. Novenas Jornadas de Estudio sobre Historia de la Guitarra. En el referido estudio aparecen dos falsetas por Soleá de Paco el Águila (pp. 100 y 103), falsetas que se erigen hoy en el único documento existente sobre el toque de este guitarrista: todo un documento de excepción. Y bien. Esto ocurrió en el Café de Bernardo o del Sevillano. Nada más y nada menos que el lanzamiento profesional y las primeras andanzas artísticas de Paco el de Lucena. Hazañas que poco después le harían entrar en la mitología flamenca, sin llamar a la puerta. Y según Fernando el de Triana, todo esto hizo Paco el de Lucena hasta que No tardó su fama en llegar a Sevilla, ni tardó Silverio en contratarlo para su café (pág. 254).
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Pudiera ser incluso que el tocaor Francisco Sánchez Cantero: Paco el Barbero, otra inmensa figura de la guitarra flamenca de la segunda mitad del XIX98, fuese uno de los heraldos que Silverio Franconetti enviase al Café del Sevillano, para empaparse del arte de Paco el de Lucena, e informar de él a Silverio. De hecho, sabemos que una vez jubilado de sus actividades artísticas, vino Paco el Barbero expresamente al Café del Sevillano a escuchar a Paco Lucena, según lo cuenta Fernando el de Triana: Tranquilamente vivía, saboreando el recuerdo de sus triunfos, pero como era un enamorado de su arte, al referirle que en Málaga había un muchacho lucentino, también Paco y también barbero, que al paso que iba le daría ruido a todo el que tocara la guitarra, hizo un viaje expresamente a escucharlo, y él mismo confirmó la profecía popular; pues regresó a Sevilla encantado (pág. 246). Y ya en el sevillano Café de Silverio, ¡Qué alboroto armó entre los tocadores! Algunos (no todos), comentaban que no sabía tocar para cantar ni para bailar; pero él, que tal vez se enteró de esas murmuraciones, la noche que decía: -Voy a tocar un poco en el cuadro para hacer pulsación, no dejaba escuchar más guitarra que la suya (pág. 254). ¡Cuántas veces hemos oído hoy que tal o cual magistral guitarrista no sabe tocar para cantar ni para bailar! Y en realidad, cuando suenan, no dejan escuchar más guitarras que las suyas... Poco o nada han cambiado los criterios guitarrísticos de los aficionados flamencos más arcaizantes y recalcitrantes, los de duros oídos. También podemos formarnos una idea de como fue el toque de Paco Lucena gracias al maestro Juan Navas que anotó dos Soleares que aparecen en las páginas 98-100 y 103 del estudio que acabamos de citar, de María del Carmen García-Matos. Y gracias a Andrés Segovia, quien dio a Vladimir Bobri otras dos falsetas por Soleá, y éste las reprodujo en el número 42 de la revista Guitar Review de 1977, con el título A group of "Farsetas" for Soleares by Paco Lucena, Maestro Patiño, and Ansetonius collected during his distant youth by Andrés Segovia (pág. 10). Igualmente representan uno de los escasos rastros que poseemos del 98
Véase: RIOJA, E., Francisco Sánchez Cantero “Paco el Barbero”, en: Historia del Flamenco. Eusebio Rioja.- Pág.- 88
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toque flamenco del XIX, y los únicos, junto a los mentados, sobre el toque de Paco Lucena. Todo esto y más, ocurría en el Café del Sevillano o de Bernardo. También se le debió conocer como Café Siete Revueltas. Con este nombre lo menciona Antonio Chacón, en la entrevista que le hizo Agustín López Macías: Galerín y que sería publicada en el diario sevillano El Liberal, con fecha del nueve de julio de 1922. Recuerda Chacón que De Silverio pasé a Málaga, al Café Siete Revueltas, con cinco duros diarios. Esto fue el año 87. Trabajé un mes y volví a Sevilla, al Burrero, al café de la escalerilla, en calle Amor de Dios y Tarifa. Desde luego, el señor Bernardo no escatimaba a la hora de pagar a buenos artistas. Hemos visto como en 1965, contrató a Juan Breva en 20 pts. diarias. Ahora, pagaría a Chacón 25 pts., todo un dineral. Queda claro que el IPC de entonces, sólo había subido el 25% a lo largo de 22 años, entre 1865 y 1887. Pues en 1877 y durante un mes, estuvo cantando Antonio Chacón en el Café de Bernardo, del Sevillano o de Siete Revueltas, como quiera que le llamaran. No mucho más tarde, se presentaría ante el público de Málaga y en dicho café, la bailaora jerezana Juana Vargas: La Macarrona. Aún niña, vino contratada durante dos años seguidos. Juan de la Plata dice: al principio, los malagueños se reían de la niña porque la veían muy feíya y raquítica, pero poco a poco los fue conquistando con el arte de su baile. Y... lo que ella decía: -Dos años, por la gloria de mi mare, comiendo tóos los días!99. Como decíamos, todo esto ocurrió en el Café del Sevillano, hasta que según escribe Paco Percheles... Por las décadas del 80 y del 90, antes de la apertura de la calle de Larios y quizás por influencia del ambiente, animado por aires renovadores, se hacen también algunas reformas de cierta importancia en la parte vieja de la calle. En 1885 se da nueva alineación al trozo de su entrada por Especería, con motivo de la reedificación de la casa número 2, que resulta totalmente reconstruída en 1896. En el año 1888 ya estaba denunciada por ruinosa la casa número 5 que ocupaba el Café del Sevillano, y en el año 96 es demolida, arrastrando con su desaparición la del viejo café cantante derribándose también la inmediatamente
99
PLATA, J. de la., Flamencos de Jerez, citado en: PINEDA NOVO, D., Juana, “La Macarrona” y el baile en los cafés cantantes, pág. 11. Eusebio Rioja.- Pág.- 89
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anterior; o sea, la número 3, que ya también venía renqueando por ruinosa, quedando el solar que existe hoy100. De esta manera desapareció el histórico Café del Sevillano, víctima de la decadencia de su entorno y de la de su propio inmueble. Un café paradigmático en el mundo del Flamenco del XIX. Entre finales de los años 20 del vigésimo siglo y principios de los años 30, fue instalado en su solar un moderno taller de planchado mecánico de la inmediata Camisería de los Sres. García Larios, taller que sería destruido en 1936. Con posterioridad, se abrió allí una taberna o bar bien surtido que tituló su dueño “La Escribanía”101. Si los cafés de Silverio y de Manuel Ojeda: El Burrero fueron en Sevilla luz y Norte del ambiente flamenco hispalense, los cafés del Sevillano y de Chinitas fueron igualmente estrella polar, no sólo del devenir de la flamenquería malagueña, sino de la de todo el entorno flamenco de aquella edad de oro de nuestro arte. Por las razones expuestas, Málaga fue en el siglo pasado una de las capitales del ludus dilectanti de España, y por supuesto, la primera de Andalucía. Aunque la historia flamenca haya hecho delgada justicia a la ciudad de Málaga, a sus cafés, ventas y tabernas, y precisamente por eso, va siendo hora de romper una lanza en favor de una realidad que no se ha sabido o no se ha querido ver, quizás en favor de miopes o ruines intereses provincianos. Tras un penoso plan de reurbanización de aquella zona -tan céntrica y tan depauperada - que culminaría en los años 60 del siglo XX, encontramos hoy en el sector que más o menos ocupara la conflictiva y broncosa calle Siete Revueltas, la hermosa y soleada Plaza de las Flores. Plaza de ambiente comercial y recatadamente lúdico, que además de flores y fuente, recoge a diario el baño indescriptible de la luz malagueña: luz única y esplendorosa, cuyos matices supo bien captar Pablo Picasso en sus lienzos. Luz sólo sombreada por el aleteo de bandadas de palomas rollizas y siempre carpánticas, que en la no lejana Plaza de la Merced, inspiraron igual las pinturas de Picasso.
100
BEJARANO ROBLES, F., Las calles de Málaga. De su historia y ambiente, pág. 533. 101
Ibidem, pp. 539-540.
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Por último, nos hacemos eco de otra denominación por la que parece ser que se conoció al histórico Café del Sevillano, de Bernardo o de Siete Revueltas. Sería la de Café Sin Techo. Así lo nombra José Blas Vega, quien dice que el Café del Sevillano estaba instalado sobre el antiguo solar de otro café cantante, el más antiguo que hubo en Málaga, el Café Sin techo102. Con él, coincide Gonzalo Rojo, quien escribe las siguientes líneas en Juan Breva: vida y obra: Los antecedentes de este café de cante hay que buscarlos, como ya se ha dicho, en el Sin Techo, que sufrió un incendio el 6 de diciembre de 1863, sucumbiendo bajo las llamas. Reconstruído posteriormente, fue abierto con el nombre de Café del Sevillano (pág. 22). En efecto. Documentamos acto seguido, la noticia del incendio del café, incendio que se produjo el domingo seis de diciembre de 1863, y que comenta El Avisador Malagueño del martes día ocho: A las ocho de la noche del domingo empezaron á tocar á fuego las campanas de la parroquia de S. Juan, á las que siguieron las demás parroquias y las de la Catedral. Había ocurrido éste en una especie de farsa de la casa-café que llaman del Sevillano, en Siete Revueltas, y se presentaba con alguna intensidad; siendo muy de temer que si tomaba cuerpo ocurriese un grave siniestro por la disposición de las casas en aquel sitio y lo angosto de las callejas. Por fortuna, á fuerza de trabajo logró dominarse en breve, sin darle lugar á que se comunicase, si bien causando daños de alguna consideración en dicha casa y otra de la casa con que está lindando. También creemos que el dueñio del café habrá sufrido algunas pérdidas, pues es temible la confusión y el desórden que se originan en los primeros momentos de un incendio en esta ciudad, cosa que debía remediarse ordenendo este servicio. Acudieron al punto las autoridades superiores, jueces, alcaldes, concejales, piquetes de tropa, en suma, cuantos tienen algun deber que cumplir, y á más centenares de curiosos, que llenaban la plaza de la Constitución y las avenidas de Siete Revueltas.
102
BLAS VEGA, J., Vida y cante de don Antonio Chacón, pág. 37. Eusebio Rioja.- Pág.- 91
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Desde luego, parece que el incendio no fue tan apocalíptico, y que los daños no resultaron tan graves. El talante de la noticia, no lleva a pensar que hubiese que reconstruirlo. Tampoco podemos deducir por la calificación de casa-café, que fuera un local descubierto, al aire libre, sino lo contrario. Y desde luego, es evidente que ya se llamaba Café del Sevillano. Es posible que existiese allí con anterioridad algún Café Sin Techo, y que fuese del mismo Francisco González que encontramos en las guías mentadas, a partir de 1861. Mas desde luego, no pudo ser el Café Sin Techo donde se le entregó la llave de oro del cante a Tomás el Nitri. Este cantaor había nacido en 1850, por lo que ni en 1861, ni en 1863 tenía edad suficiente para recibir el galardón. Debió ser en el otro Café Sin Techo, que historiaremos adelante.
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EL CAFÉ DE LA INDEPENDENCIA Y EL DE LA BUTIBAMBA Sólo tres noticias hemos encontrado sobre el Café de la Independencia. Una la extraemos de la Historia del Teatro en Málaga durante el siglo XIX, de Enrique del Pino. Así dice: En cuanto a los cafés-teatro, acaso proceda citar al llamado de “La Independencia”, situado en la actual calle Moreno Monroy (entonces calle de Las Pistas). Era un lado de evasión donde junto al vino, al cante y al baile se daban escenificaciones folklóricas. Recordemos al del Suizo o al de El Sevillano, años atrás. El que nos ocupa fue destruido por un incendio en 1883 (pp. 428 y 429). Otra noticia la ofrece Narciso Díaz de Escovar, en los apuntes que hemos referido, considerándolo vecino y análogo al Café de la Butibamba: Los Cafés de la Independencia y el de la Butibamba, perdidos en aquella multitud de callejas de las Siete Revueltas, que eran laberinto indiscutible para los forasteros sobresalían por lo escandaloso de sus bailes y por las libertades de sus artistas. En aquellos lugares hizo furor el Can-Can más desenvuelto que pueda concebirse y que alguna madrugada se bailó sin malla, afrontando las multas gubernativas. Se contrataron por los Empresarios las can-canistas más célebres, sin reparar en sueldos y se representaba diálogos que no desmerecían de los que más tarde llenaron de público los coliseos cortesanos Chatebrol y el Madrileño. Aún recuerdo el nombre de una bailarina popular que en Málaga tuvo muchos admiradores y recibió bastantes regalos. Era ágil, habilidosa, de buena forma, atrayente cara y voluptuosos ademanes. Llamábase Matilde Ros y traía un cartel refrendado por el público en Madrid y Sevilla, ganó y dio a ganar no pocos escudos. Y la tercera noticia, la extraemos de El Avisador Malagueño. Se trata de un anuncio que incluye en sus páginas desde enero hasta finales de febrero de 1882. Y dice:
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Café de la Butibamba. Postas 1. Función diaria de zarzuela, verso, baile español y francés y canto flamenco.- Bebidas especiales. Entrada al consumo. La Butibamba fue un caserío enclavado en la Cala de Mijas, entre Calahonda y Calaburras. Al borde de la carretera existe una venta con el mismo nombre, muy famosa entre viajantes y viajeros. Un sustantivo con aire caribeño o afrocubano, y absolutamente insólito: no conocemos ningún otro, siquiera parecido, en el vocabulario local, ni en el castellano. Por el contrario, en Cuba, con el término gutibamba se designa a cualquier reunión informal, numerosa, alegre, ruidosa y desinhibida, generalmente con música, aunque ésta no sea imprescindible. Formarse una gutibamba, viene a ser como formarse un lío, o un sarao. El mítico maestro cubano de la danza Amadeo Roldán creó una célebre compañía de ballet que tituló La Gutibamba. Hasta ahora, sólo hemos encontrado el curioso y sonoro sustantivo butibamba en el Vocabulario Popular Malagueño, de Juan Cepas, quien registra la existencia de la palabra, del caserío y de la expresión plenti de la butibamba, cuyo significado alude a algo excelente o extraordinario (pag. 41). No nos extrañaría que la venta de La Butibamba, en cualquier momento de su centenaria historia, fuese propiedad de algún indiano que la bautizase con nombre caribeño, lo mismo que el café. Quién sabe si fue el mismo. Aquellos cafés de menor cuantía, espurreados por los recovecos de la calle Siete Revueltas, fueron sedes propicias de juergas flamencas, también de menor cuantía, por lo general. Juergas de muy distinto cariz al de las actuales, en las que aunque a veces se beba quizás en demasía, y consecuentemente, se meta alguna patita, prevalece siempre la afición al Arte Flamenco. Aquellas fueron juergas beodas que apestaban a vino y a vinazo, acompañadas de naipes, de apuestas bravuconas y ruinosas, de facas y pistolas, y de putones verbeneros. Juergas con ocurrencias señoritiles pletóricas de mala pipa, donde el artista o infra-artista era utilizado más como elemento amenizador y como diana de soeces y zafios divertimentos, que como depositario de arte. Donde a menudo, no sólo no se le retribuía las parcas, ruines y necesitadas monedas que casi pordioseaba, sino que se conformaba con no acabar pinchado o malherido. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor...?
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EL CAFÉ DEL COBERTIZO DE CARNICERIAS Muy próximo a la calle Siete Revueltas, en la antigua Cobertizo de Carnicerías y actual Fernando de Lesseps, se enclavó el café homónimo a la calle. Sólo una noticia nos ha llegado sobre la existencia de este café. No figura en las obras de Francisco Bejarano, ni aparece tampoco en ninguna documentación barajada. La única referencia que poseemos acerca de su establecimiento, la proporciona Enrique del Pino en su obra recién mencionada. Y dice: Otro café-teatro de cierto renombre fue el de Cobertizo de Carnicerías, que daba funciones en 1869. Concretamente, el 18 de agosto, se inauguraba un ciclo poniéndose en escena “Una vieja, “El estreno de un artista” y “Un caballero particular” (pág. 308). Suponemos que si ofrecía espectáculos teatrales, pudo o debió tener actividad flamenca.
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EL CAFÉ DE PEDRO CASTILLO
Narciso Díaz de Escovar menciona como antiguo y popular, al Café de Pedro Castillo, Situado en una travesía de la calle Nueva a la de San Juan; no recordamos bien si en la de Cinterías o en la de Zapateros. Pedro Castillo era de las figuras, saliente de la revolución Septembrina, individuo de la Junta, concejal con vistas a la alcaldía y jefe en la batalla de Nacionales, no era de extrañar que este Café fuera preferido por sus subordinados, políticos y gente del bronce. Allí no era cosa rara que se suscitaran frecuentes reyertas, y habían tiros y navajazos y que tuviera que actuar el Juzgado de Guardia (apéndice número 44). Como se comprueba, también estaba cercano a la calle Siete Revueltas, y también debía pertenecer al grupo de cafés marginales y undergrounds. Lo más seguro es que tuviese actividad flamenca, igualmente marginal y underground.
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EL CAFÉ DE ESPAÑA En la Plaza de la Constitución, llegó a haber hasta cuatro cafés coetáneos: el del Turco, el de España, el de la Loba y el de la Lobilla, de la Loba Chica o El Porvenir, que de las tres formas se llamó. Haciendo esquina con la calle de la Compañía de Jesús, en el inmueble que sustituyó al que ocuparon las Casas Capitulares de la Ciudad de Málaga, estuvo el Café de España. Su existencia nos consta documentalmente desde 1878, año cuando es anunciado como café-restaurant en la Guía de Málaga y su provincia para 1878 por Lorenzo L. Moñiz. El domicilio del restaurante que figura en esta guía es: Plaza de la Constitución, 1. 2ª (pág. 29 del apéndice). El ambiente de este café fue variopinto, entre popular, distinguido y taurófilo, no faltando tampoco en algunas épocas los aficionados al Arte Flamenco. Destacaban el lujo y la amplitud de sus instalaciones, que ocupaban dos plantas del edificio. Y es también Francisco Bejarano quien en Cafés de Málaga, describe detalladamente sus dependencias: Su hermoso salón, que comenzaba junto al portal que daba ingreso a los pisos, llegaba hasta la calle de Compañía y estaba instalado con todo lujo, dentro del gusto de la época. Los consabidos divanes, de molicie y sólidas columnas, el mostrador al principio a la derecha y luego al fondo, frente a la entrada por la plaza y junto a él una escalera de caracol que daba ingreso también al entresuelo, donde se hallaban los billares y mesas de otros juegos, constituían su instalación. El exorno del local lo formaban diversas pinturas y adornos; pero el principal elemento decorativo eran unos grandes y magníficos espejos que ocupaban todo el lienzo de la pared, a la izquierda, entrando en la dirección dicha, y que tocaba por su base a los divanes. Una puerta en la esquina de la calle Compañía y otras a la plaza daban fácil acceso al establecimiento. En cuanto al café, azúcar, “gotitas”, nevería, etc., no hay que decir que eran excelentes y abundantes, dada la importancia de la industria y aquellos tiempos fáciles y rumbosos. El servicio se limitaba exclusivamente al propio café, no habiendo restaurante, como en “La Loba”.
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El público del “Café de España” era el corriente de la clase media, en su rica variedad, aunque parece que, en un principio, abundaban los propietarios y comerciantes acomodados. Desde luego, era establecimiento de menos bullicio y menos ambiente mercantil que los inmediatos de “La Loba” y “La Lobilla”. Pocos datos hemos podido hallar respecto a las tertulias que en el “Café de España” existían; pero de las referencias habladas puede deducirse que, en sus primeros tiempos allá entre el 65 y en 70 y aún más tarde, destacaban entre ellas varias muy importantes de apasionados liberales. En la última etapa de su existencia el “Café de España” instaló también un pequeño “tablao” en el centro del salón en el que actuaban algunas orquestas, cuadros de bailarinas y algunas veces artistas del cante “jondo”, si bien parece que aquí no llegó a prevalecer en absoluto el género flamenco exclusivo de otros establecimientos de la misma clase como el “Café del Sevillano”. Sin embargo, esta modalidad del espectáculo determinó una afluencia mayor de público de los pueblos (pp. 54-55 y 57). Durante buena parte de su existencia, poseería servicio de restaurante. Así, en 1894 se anunciaba en la guía El Recreo del Viajero, de Antonio de Guzmán (pág. 88), de esta manera: Todas las noches, de 8 á 11, y los días festivos además, de 1 y media á e y media de su tarde, grandes conciertos á sexteto, compuesto de señoritas y profesores. CONCURRENCIA DISTINGUIDA GRAN CAFÉ DE ESPAÑA DE MIGUEL JIMÉNEZ Plaza de la Constitución, 1 MÁLAGA Grandes Conciertos y Bailes andaluces. DE 8 Á 12 DE LA NOCHE Los ensayos de 2 á 3 de la tarde. Eusebio Rioja.- Pág.- 98
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NEVERÍA Se sirven sorbetes de todas clases. Continúanse sirviendo las acreditadas CENAS ECONÓMICAS. Cocurrencia selecta. Es cierto que la actividad flamenca del Café de España debió volcarse más hacia las primeras décadas del siglo XX, que hacia el XIX. Una de las pruebas de las que disponemos es el anuncio extraído del periódico La Unión Mercantil, del uno de enero de 1901 -ver apéndice número 36-, así como éste que acabamos de reproducir. Otra noticia que arrojan los anuncios, es la costumbre de efectuar los ensayos a primeras horas de la tarde, siendo públicos. Esta dinámica propiciaba a la vez el objetivo de dotar de formalidad y obligatoriedad a los ensayos, así como conseguir publicidad gratuita, de la llamada hoy boca a boca, por parte de quienes presenciaban las pruebas de las actuaciones y resultaban satisfechos. Y por supuesto, asegurar la presencia de los artistas para realizar una puesta a punto, una especie de familiarización con el entorno, o de prueba de sonido, como decimos ahora. La profesionalidad que se exigía era mucho más puntillosa que la que se persigue hoy en cualquier recital, festival o actuación flamenca. Recordemos la estratagema que usó Paco Lucena al no presentarse a los ensayos del cuadro del Café del Sevillano, y los recelos que provocó entre los integrantes de dicho cuadro. A principios del siglo XX, el Arte Flamenco se había posesionado del salón del Café de España. Allí se presentaría al público de Málaga quien luego fue gran cantaor especializado en Malagueñas: Diego el Perote o Diego el Pijín, como le apodaban de niño. Veamos lo que nos contó Diego acerca de su presentación: Estábamos una noche en la estación de Bonanza, al lao de Sanlúcar de Barrameda, y estaba allí el revisor, un maestro de obras –Juan Pérez- que fue el que me trajo a Málaga: el maestro de obras ése. Y me dice: -
Chiquillo, te vas a venir a Málaga que vas a cantar esta noche en el Café España. Total, que vamos y dijeron:
-
¡Que cante el Perote! ¡Que cante el Perote...! Y tó el público:
-
¡Que cante el Perote! Eusebio Rioja.- Pág.- 99
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Y vino el dueño –Don Nicolás- y dice: -
¿Quién es el Perote? Y... y era yo. Y entonces tuve que subir a cantar. Como tenía la voz tan bonita, pos gusté. Y ya me quedé allí ganando un duro. Ya ves, un duro en aquel tiempo. ¡Ojú! Eso no lo ganaba ni... Con tres pesetas echaba una familia el día, hacía la casa. Esto era el año cuatro, en el Café España que estaba en la Plaza de la Constitución, donde hoy está La Costa Azul. Trabajaba allí con Juan Breva que ganaba doce pesetas, Fernando el de Triana que ganaba siete pesetas y, y yo que ganaba un duro103.
Muy drástico fue el cambio que experimentó el sentido de las actuaciones del Café de España en tan pocos años: de 1901 a 1904, cuando figuraban en su elenco dos de los máximos cantaores de entonces, nada menos que Juan Breva y Fernando el de Triana, más un joven novel que prometía: Diego el Perote, un favorito del público. Y para que no falte la polémica, vamos a reproducir un sucedido que les ocurrió a Fernando el de Triana y a Paco Lucena, y que el cantaor narra en Arte y artistas flamencos. Esta anécdota debió acontecer entre 1893 y 1898, cuando ambas figuras giraban por España. Vayamos a ella: Habíamos llevado un mal viaje desde Almería a Málaga. Debiendo haber llegado al amanecer, llegamos a las nueve de la noche. A pesar de estar yo estropeado por dicha causa, como me habían anunciado para cantar aquella misma noche en el gran café España, no pude evadir el compromiso, y a cantar se ha dicho. En el trayecto del muelle al centro de la población noté cierta marejada en el público y algún que otro conato de alteración del orden. Pregunté por la causa de aquel malestar del pueblo, y me dijeron que se había celebrado un juicio oral contra un labrador de Casarabonela (Málaga) al que acusaban de haber asesinado a su hijo; el jurado le había puesto en libertad y el fallo no fue del agrado del público, por lo que demostraba su protesta con manifestaciones un tanto levantiscas.
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RIOJA, E., El cante por Malagueñas. Pláticas con Diego el Perote, pág. 11. Eusebio Rioja.- Pág.- 100
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Me explicaban algo de lo que le achacaban al reo, que de ser verdad, no pagaba ni quemado; y al momento escribí, y en mi turno canté, la siguiente copla de tango, que fue de éxito grande: Aunque no sé una palabra de este tristísimo juicio oral, protesto desde luego con todo el público en general. Dicen que un padre inhumano a su hijo asesinó, y que en la Audiencia el Jurado al criminal absolvió. Si esto es así, esos malvados no tienen perdón de Dios. Si es verdad que fue asesino, me atrevo yo a asegurar que ni un momento en la vida tendrá de tranquilidad: porque el padre que a su hijo le arrebata la existencia, si no lo mata el verdugo, lo matará su misma conciencia. A los pocos meses se cumplió mi profecía; pues el que antes había sido labrador acomodado, me dijeron que arrendó el mismo cortijo que antes era de su propiedad donde ocurrieron los hechos criminosos, y un día amarró una cuerda a la rama de un árbol, donde según decían dio muerte a su desgraciado hijo, y allí sacó el billete para el otro mundo, colgado de la rama que antes fue testigo del horroroso crimen. Por eso me agrada a mí hablar con hombres de ciencia: Pues dicen, y será así, que mata más la conciencia que las manos del “Buchí”... (verdugo) (pp. 180 y 182). Es otro de los acontecimientos que narra Fernando el de Triana, que quizás creamos profesando un verdadero acto de fe, por no dudar de sus palabras. Lo cierto es que resulta muy difícil asumir que un viajero, víctima de un mal pasaje en barco, y que había llegado a Málaga con unas doce Eusebio Rioja.- Pág.- 101
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horas de retraso, tuviese cuerpo no sólo para cantar aquella noche, sino para entender y asumir un hecho tan ajeno. Y además, componerle un Tango de tan perfecta factura como éste. Se trata de un reto que habría que proponer a cualquier poeta para cerciorarnos de su veracidad. Por otro lado, es de destacar que Fernando el de Triana se refiera a la línea marítima que realizaba regular y frecuentemente el cabotaje Cartagena-Almería-Málaga-Algeciras. La comunicación habitual entre estas poblaciones se realizaba por mar, a causa de lo penoso que resultaba hacerlo por tierra. El barco solía aportar una comunicación cómoda, rápida y segura, salvo en casos de temporal. Esta línea auspiciaba un tráfico de personas, que de seguro influyeron determinantemente en el flujo de estilos flamencos entre las referidas poblaciones. Algo muy a tener en cuenta y que nos puede proporcionar numerosas claves. En las primeras décadas del siglo XX, el ambiente flamenco del Café de España fue tan intenso, que cuando las procesiones de Semana Santa desembocaban en la Plaza de la Constitución por la calle de la Compañía, frecuentaba la acera del café el cantaor Manuel Torres, para echar sus Saetas a los Cristos y las Vírgenes. De este modo lo escribe Dolores Carrera en el libro Esperanza Nuestra, reproduciendo una conversación con el antiguo cofrade Paco Medina, en la que éste dice (pág. 82): Pues allí en el café España nos esperaban muchos cantaores de postín. Manuel Torre “el célebre Manuel Torre” le cantaba al Cristo desde lo alto de una silla una saeta muy famosa que decía... “Míralo por donde viene con los ojos palpitaos...” Según Gonzalo Rojo en Cantaores malagueños (pág. 342), entre finales del XIX y principios del XX cantaron en el Café de España Antonio Fernández Vargas: Antonio el Bizco, María la Chilanga y Juan Padilla Baltanás: El Breva Chico. Y como apunta en Voces malagueñas (pág. 36), en septiembre de 1919 cantó Joaquín Vargas: El Cojo de Málaga, junto a Diego el Perote y el guitarrista Manuel Cañestro, actuación que repitieron durante quince días seguidos en 1922, ahora con Sebastián
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Muñoz: El Pena, y en 1923, con La Niña de los Peines y Fernando el de Triana104. En resumen, un café que si bien tardó en incorporarse a las exigencias que le demandaba la afición flamenca malagueña, lo hizo con decisión y éxito. ¡Ahí es nada el rastro de los artistas que hemos descubierto en su acontecer!
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ROJO GUERRERO, G., Joaquín Vargas Soto “El Cojo de Málaga”, pp. 16, 33 y
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EL CAFÉ DE LA LOBA El café que clavó sus cimientos con mayor profundidad en la malagueña Plaza de la Constitución, el que realmente llevó la batuta en aquel concierto cafeteril de la Plaza, fue el Café de la Loba. Dicho establecimiento es el que dio carácter lúdico a semejante ágora, y al son de su música, bailaron no sólo los demás cafés de su inmediato entorno, sino multitud de actividades otras, que tuvieron sede en este epicentro urbano. Puede que el Café de la Loba fuese uno de los más antiguos de Málaga. La cita más añosa que hemos encontrado sobre su existencia, la proporciona el turista británico Richard Ford en Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa (pág. 84). Ford estuvo en España entre 1830 y 1833, y como decíamos, menciona este café. Con el nombre de Café de Andrés Ruiz, se anuncia un establecimiento en el número nueve de la Plaza de la Constitución, el mismo número del Café de La Loba, en las guías de 1838 (pág. 104), 1861 (pág. 312) y 1866 (pág. 168). Con este nombre debió conocerse hasta 1876, cuando se demuele el antiguo edificio que ocupaba. Al abrirse ya en el nuevo edificio, sería cuando debió cambiar la empresa que lo regía. Mas vuelve a ser Paco Percheles quien en Cafés de Málaga, lo retrata con toda profusión de datos históricos y detalles. Leámosle: Como vemos el café de “La Loba”, que perduró hasta fines del siglo pasado (XIX) o principios del actual (XX)105, tuvo una vida dilatada y llena ampliamente media centuria. Fue, por tanto, mudo testigo de una época movida y turbulenta. Presenció los trágicos acontecimientos de 1868 y 1869 con motivo del desarme de la Milicia Nacional; conoció la proclamación de la primera República; se engalanó cuando la visita de Isabel II y Alfonso XII; y además y sobre todo, constituyó un estratégico centro de reunión mercantil y simpático lugar de esparcimiento para varias generaciones. El público del primitivo café de “La Loba”, aunque heterogéneo, estaba integrado por industriales y comerciantes y, entre éstos, los que se relacionaban con el negocio del aceite, 105
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que, cuando se abrió “La Lobilla”, pasaron casi en su totalidad a este establecimiento. En el año 1876, la antigua casa del Café, propiedad del duque de Fernán Núñez, fue demolida, edificándose en su solar el inmueble que actualmente ocupa el Banco. Con la reconstrucción del edificio se reformó el Café que entró en su período áureo. Un amplio y hermosísimo salón, lujosamente adornado con profusión de espejos, un tallado mostrador; cómodos divanes y bien labradas sillas de madera de caoba, constituían lo principal de la nueva instalación. A la derecha del salón, conforme se entraba, tenía su arranque la escalera, que era amplia y de mármol con lujoso barandal, dando ingreso al piso alto, ocupado por los billares y mesas de juego, y cuyo corredor, circundado por una barandilla, daba al salón del café en disposición idéntica a la que hoy se ve en el edificio que ocupa la Excelentísima Diputación Provincial106. Al fondo, una pequeña escalinata y una amplia puerta acristalada daban acceso a un hermoso patio, verdadero salón de verano, que recibía su nombre de una gran parra que en él crecía y que, juntamente con un toldo dispuesto al efecto, proporcionaba una gran sombra y una deliciosa frescura. En 1877 parece que se instaló delante del Café otro toldo, sostenido por finas y elegantes columnas de hierro con candelabros, dispuestas en dos hileras; una junto a la fachada del establecimiento y otra enfrente, junto a la barandilla que entonces rodeaba la Plaza, dejando paso entre ellas para carruajes y peatones y decorando aquel sitio (pp. 46-47). El 23 de mayo de 1877 se fecha el poema MALAGA. El Café de la Loba. INAUGURACION, publicado en el librito La Flor de la Poesía. Colección de las mejores composiciones del célebre vate D. José Pascual y Torres (pp. 9-11). El singular carácter del librito –título incluido-, lo ripioso y extravagante del poema, y el tonillo irónico con que Narciso Díaz de Escovar trata al autor (ver apéndice número 43), nos lleva a pensar que el célebre vate D. José Pascual y Torres debía ser un personaje bastante pintoresco, seguramente con algunas neuronas distraídas o espongiformes. Leamos el jocoso poema: 106
Cuando Francisco Bejarano escribió este artículo, la Diputación Provincial de Málaga se encontraba alojada en el señorial inmueble cuya fachada principal da a calle Beatas y las laterales a las calle Ramón Franquelo y Marqués de Guadiaro.
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¡Albricias malagueños tenemos nuevo café, LA LOBA digno competidor de España el mejor, y del estrangero! La gran Plaza de Toros, recién construida, la traída de aguas de Torremolinos. Las magníficas calles y edificios, que se han construido y edifican en los solares de los conventos. ¡Suntuoso y grandioso Hospital provincial! El nuevo mercado de Atarazanas sólido, bello y elegante debido a los planos de Rucoba en rápida construcción. Málaga en pocos años ha dado un paso gigante en ornato, higiene y suntuosidad ¡Viva pues, nuestra bella ciudad! Felicitamos al propietario del local RESTAURANT. Excmo, Sr, Duque de Fernán-Núñez, que con mano colosal, no es café, sino palacio: brillante como un topacio, es el que se destaca en la plaza de la Constitución; en su honor rindamos tributo de admiración. ¡Viva pues; tan espléndido Señor! Elogio á D. Joaquín Narváez, Su administrador; D. Gerónimo Cuervo, el arquitecto; el adornista D. Francisco del Pozo; D. José Cabeza y D. Joaquín Manga, ebanistas; y Carreto, como hábil pintor. ¡Viva, pues, las artes; en su loor! Brotan torrentes de luz, 327 mecheros de reluciente gas que iluminan el soberbio edificio. Eusebio Rioja.- Pág.- 106
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Lleva el aire, llenando el espacio, perfumes de esencia, de rom y marrosquino, los ponches, helados y cervezas, mezclados en dulce competencia. Corre el licor á borbotones, en las cristalinas copas, que al salir centellea, de las botellas espumosas. Pasemos al salón de la cascada tomemos la champagne y el thé entre la alegría popular y el café dando aplauso con una palmada ¡Todo es alegría y placer, á descansar y refrescar ¡Señores, hasta después! Concluidas las inevitables risas y sonrisas, observamos que al año siguiente, en la Guía de Málaga y su Provincia para 1878 por Lorenzo L. Moñiz, se anuncia La Loba como café-restaurant, con salones en el 2º piso, donde se sirven almuerzos, cenas, comidas, etc. Y el domicilio que expresaba era el número nueve de la Plaza de la Constitución (pág. 45 del apéndice). Siempre como café-restaurant aparece en las guías de Nicolás Muñoz Cerisola para los años 1881 (pág. 331), 1882 (pág. 675) y 1894 (pág. 102). Continuemos ahora con la descripción de Francisco Bejarano: Este café de “La Loba” que es el que recuerdan muchos malagueños, era frecuentado por un público de clase media, análogo a los que hoy llenan los establecimientos similares de la calle Larios y calle Granada (...). Por los alrededores de 1880, antes de ser colocada en la Plaza la fuente monumental de las Tres Gracias, que hoy decora el final del Paseo del Parque107, el empresario del café de “La Loba”, don José Cabezas, y el dueño de otro establecimiento 107
Uno de los enclaves que tuvo la verde fuente de las Tres Gracias, efectivamente hoy al final del Paseo del Parque, en la Plaza del General Torrijos y delante del Hospital Noble, fue el centro de la Plaza de la Constitución, donde otrora se encontró la fuente de Las Gitanillas, esculturas que modelara Adrián Risueño, hoy en la Plaza del Poeta Manuel Alcántara.
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similar el “Café de España”, procuraban la distracción de los parroquianos con algunas vistas de fuegos artificiales en el centro de la Plaza y con frecuentes conciertos, en los que se turnaban las bandas del regimiento de Borbón y la conocida por el remoquete de “Los Bizcocheros”. Posteriormente se instaló en el café un “tablao”, en el que actuaron cuadros de baile y canto y se representaban piezas teatrales como “El Cabo primero” y otras de aquella época. Fueron célebres también los bailes de carnaval de “La Loba”, en los que predominaba el público de clase popular. Con las representaciones y cuadros de cante y baile se inició la decadencia de este café, acelerando su desaparición la apertura de la calle Larios y la instalación en esta vía de otros establecimientos que atrajeron la mayor parte de su parroquia (pp. 45-48). Estos párrafos corroboran lo que decíamos al principio: fue el establecimiento más importante de la Plaza y el que le dio carácter. El que instaló una terraza a su puerta, en la misma superficie de la Plaza y el que costeaba conciertos y fuegos artificiales en el centro de la misma. Y desde luego, contrasta el lujo y el esmero en la decoración y los servicios de estos cafés, con la imagen que poseemos de otros cafés cantantes: más nidos de hamponería marginal, que espacios dignos donde desarrollar actividades artísticas con mínimo decoro108. 108
Véanse: BLAS VEGA, J., Los cafés cantantes de Sevilla y ORTIZ NUEVO, J. L., ¿Se sabe algo...?, en particular, el capítulo Con él llegó el escándalo (pp. 339-406). En el libro A su paso por Sevilla, del mismo autor, se recoge el siguiente comentario que dio el periódico sevillano El Progreso del 25 de septiembre de 1885, respecto a un café de verano que montó Manuel Ojeda: El Burrero: Junto al puente de Isabel II hay un barracón mal llamado Café Cantante flamenco, foco de inmoralidad y corrupción y teatro donde se representan todas las noches las más vergonzosas escenas. En vano venimos clamando desde hace tiempo contra la existencia de aquel centro bochornoso, donde se embrutecen y gastan la vida y su dinero multitud de infelices, atraídos por los falsos halagos de unas cuantas deidades. Nuestras justas súplicas no han sido atendidas y el mal crece y se desarrolla y urge cortarlo de raíz para bien del pueblo de Sevilla (pág. 93). En la madrugada del 12 al 13 del mes de agosto anterior, poco más de un mes antes de esta nota, el padre de la cantaora La Rubia Colomer había matado a navajazos a El Canario, joven cantaor perote en la cima de la fama entonces. La discusión y la reyerta Eusebio Rioja.- Pág.- 108
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causantes del luctuoso suceso, se habían producido a las puertas del referido café cantante (Ibidem, pp. 92-93). José Blas Vega reproduce en Los cafés cantantes de Sevilla, esta descripción del Café de Silverio, en la calle Tarifa: Mi amigo Baltasar, ávido de emociones y como si deseara anegarse en un mar de color local, no contento con las variadas escenas de la feria, se empeñó en que por la noche había de acompañarle a un café cantante, donde se bailaba “flamenco”. Fuimos al café de Silverio, de espesa atmósfera y techo ahumado. Hallamos todas las mesas ocupadas por graciosas majas cubiertas de flores, y chulos que con el sombrero gacho sobre la nuca se esmeraban en obsequiarlas, ofreciéndolas con garboso gesto cañas de manzanilla (pp. 19-20). También reproduce otra descripción del Café del Burrero, escrita por José Laguillo, de la que entresacamos estas líneas: Los juegos de azar, pues, en tal inmueble eran un mal endémico casi imposible de desterrar. Y los vecinos veíanse obligados a sufrir continuas molestias, por si fueran pocas las hamponas inquilinas de los tugurios próximos... Entonces contemplé, sobre el suelo de la calle, el primer hombre asesinado visto en mi vida... trifulcas y pánico cuando la policía llegaba (pág. 47). Y poco más adelante, otra del inglés Graham Cunninghame: Todos acudían al Burrero, y entraban dándose empujones y codazos, sin hacer caso de las viejas harpías que había sentadas a la puerta, vendiendo flores marchitas y cajas de cerillas de colores chillones. Aquel templo de la danza era un edificio enorme, destartalado como un granero, polvoriento, con un aire de desolación que hacían más pronunciados los candiles de aceite colgados de las paredes. En medio del suelo enarenado, y alrededor de veladores de madera se sentaban en inseguras sillas de junco la flor y nata de la golfería española, mientras que junto a las paredes, de pie, se agrupaban tipos que, a juzgar por su indumentaria, no podían ser más que chulos o chalanes, todos con el pelo muy grasiento y peinado sobre la frente, en flequillo, pantalones muy ajustados a las caderas, chaquetas cortas, de alamares, y sombreros vaqueros de fieltro de ala rígida, por la que pasaban el dedo constantemente para asegurarse de que el borde permanecía recto. Otros se cubrían con capas harapientas. Había además algún que otro mayoral o zagal de cortijo, uno o dos toreros y unos cuantos maricas de burdel. El local ostentaba por añadidura un destartalado gallinero que parecía a punto de caerse y algún que otro palco muy necesitado de un buen
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De la programación del café de La Loba, sólo sabemos lo apuntado por Paco Percheles, algunas noticias más que damos en los apéndices números 33, 34 y 36, y que formó parte del cuadro artístico el cantaor Juan Padilla Baltanás: El Breva Chico, siendo acompañado a la guitarra por Carlos Sánchez, según informa Gonzalo Rojo en Cantaores malagueños (pág. 347). Donde hallamos rastro de la dedicación flamenca de este café, es en el número 454, del 10 de noviembre de 1889, de la publicación malagueña titulada El Ateneo. Revista semanal de literatura, jurisprudencia y arte, que viene a ofrecernos un artículo de los llamados de costumbres, donde exageradamente, se nos presenta un panorama del café de lamentable y penosa decrepitud. Decrepitud tanto más próxima a la marginalidad subterránea y basurera, cuanto lejana del esplendor que debió iluminarlo en sus mejores momentos. Véase el apéndice número 34. Pero de él extraemos un dato de importancia: el valor que tuvo el piano en los cafés cantantes, para el desarrollo de espectáculos flamencos. En efecto, contra la imagen que se nos ha venido presentando de la guitarra como exclusivo instrumento musical interviniente en el antiguo Flamenco, comprobamos que el piano jugó un papel determinante en el acompañamiento de cantaores y bailaores. Siempre presente en los cafés, al pie de los escenarios, tocaba abundantemente en ellos con nitidez y volumen óptimos para imponer su sonido al chillón murmullo que debía producirse en aquellos salones. Y esta es una característica que no pudo ni puede conseguir la guitarra. Así, el diario sevillano El Porvenir, del 6 de diciembre de 1851, acusa la introducción del piano en algunos cafés-concierto de Sevilla: Progreso de los cafés.- Recordarán nuestros lectores que fuimos los primeros que iniciamos el deber en que se hallaban esos establecimientos de recreo, de transformarse, no solo presentádolos bajo un estado elegante, sino adoptando la barrido, sin muebles ni más adorno que uno o dos ramos de flores pintados sobre el enlucido de la pared y una triste litografía del monarca reinante acompañado por un torero. En el fondo del escenario, en fila, como las flores de un jardín municipal, llenas de chafarrinones como las damas de los cuadros de Velázquez, lo cual les daba un aire artificial y guiñolesco; por debajo de las faldas asomaban sus pobres botines de tacones carcomidos; llevaban el pelo recogido en un moño alto, rematado por una peineta, y una flor roja detrás de la oreja, pero tampoco este tocado bastaba a redimirlas del aire general de pobretería que las impregnaba (pp. 48-49). Eusebio Rioja.- Pág.- 110
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introducción del piano, como está propagado en la Corte y en los más insignificantes pueblos de Cataluña. Los de Iberia, Lombardos y Recreo han introducido notables mejoras, que nos prueban el adelanto de estos establecimientos, principalmente los dos primeros que han admitido el piano. Hemos oído a cuantos llegan de la Corte y de Barcelona, sino del estrangero, elogiar la transformación que se ha verificado en los cafés. ¿Por qué los demás no siguen ese sistema? El tiempo convencerá de la necesidad que hay de que el piano se propague109. Días después, el de Nochebuena, el mismo medio volvía a la carga con el asunto: Nuevo café.- Ya hemos dicho que de poco tiempo a esta parte se ha operado tal metamorfosis en esos establecimientos de sociedad, que cuantos se han hallado alejados por algún tiempo de esta tierra, no los conocen. Al tétrico y monótono silencio ha sucedido el murmullo de la armonía del piano: dentro de poco los hemos de ver convertidos hasta en salones de improvisados conciertos. ¿Qué no hace el tiempo? Hemos predicado por la introducción del piano y la revolución se ha operado, no obstante que aun esistan algunos tan rebeldes, que no han entrado por la vía de la moda; pero ya se convencerán. Dícese ahora que el antiguo local del café del Turco prepara una nueva inauguración, bajo el más esmerado lujo y brillantez, pues parece que una sociedad de la Corte va a tomarlo, esponiéndose a invertir un inmenso capital. Por supuesto que habrá su magnífico piano, y tal será el lujo, que rivalizará con los mejores de Barcelona, que en eso de los cafés es la más adelantada. Veremos lo que se resuelve110. El piano es un instrumento musical evolucionado a partir de la familia de los claves, cuyos sonidos eran producidos mediante la pulsación de cuerdas por uñetas metálicas o de otros materiales, accionadas mediante teclas. A principios del siglo XVIII, las uñetas son sustituidas por macillos que golpean las cuerdas, y se les añade la sordina, que obedece al juego de los pedales. Durante el XIX y tras los perfeccionamientos organológicos 109
ORTIZ NUEVO, J. L., ¿Se sabe algo...?, pág. 99.
110
Idem.
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introducidos por los hermanos Erard, el piano alcanza su época de esplendor, convirtiéndose en el instrumento romántico por antonomasia. Eminentes compositores y pianistas como Franz Liszt, Frederick Chopin y Robert Schuman lo adoptaron como propio, crearon técnicas virtuosísticas para la ejecución de sus músicas y lo popularizaron por todo el mundo occidental. Otra muestra de la función desarrollada por el piano en los cafés-concierto y en los cafés cantantes, viene proporcionada por Celsa Alonso en su libro La Canción Lírica Española en el siglo XIX. Dice así: En el “Almanaque Cómico-Musical” para 1884 del editor Pablo Martín, se publicó un relato titulado “El Pianista de Café”. El dueño del establecimiento amonestaba al pianista recién contratado, tras su primera noche de trabajo: - Señor don Ventura –le dijo- mucho siento tener que decirle que he recibido varias quejas por lo que usted tocó anoche. - - ¡Cómo!, ¡y eso que eché al aire todo mi repertorio compuesto de las mejores óperas! - Las óperas no las entiende nadie. Aquí se quiere música alegre. Seguidillas, jaleos, malagueñas, jotas, gallegadas y esas cosas. - Ah, señor Francisco de mi alma ¡eso es ruido nada más que ruido! La música alemana del porvenir... - Mire usted, todo eso es música celestial. Mis parroquianos tienen las orejas duras. Por lo tanto, será necesario... - ¡Nunca! Mis manos no se deshonrarán (!!!!) ¡Imposible, Sr. Don Francisco! ¡Todo un profesor de nota, como yo, tocar fandangos! ¡Qué dirán en el Conservatorio! (pág. 366). Por otra parte, el histórico maestro de baile José Otero da en su libro Tratado de bailes, un diáfano testimonio de la participación del piano en la génesis del Arte Flamenco. Y hay que tener en cuenta que su libro se publicó en 1912, por lo que sus referencias acuden al siglo XIX. Leamos este significativo párrafo que trae a colación las célebres Soleares que compusiera Julián Arcas para guitarra de concierto. Después escribiremos sobre Julián Arcas.
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La primera artista que bailó las Soleares de Arcas, fue la Cuenca, como zapateado flamenco; después la arreglaron para piano y el famoso D. Eduardo Vázquez, fue el primero que se las enseñó a las bailarinas de Málaga, que las había muy excelentes y que en aquella época compartían con las sevillanas en el café de Silverio y del Burrero los aplausos de los parroquianos que a diario concurrían a dichos establecimientos (pp. 153-154). Trinidad Huertas: La Cuenca fue una célebre bailaora malagueña del siglo XIX, quien además de su valía como coreógrafa, poseyó otras muchas virtudes111. Fernando el de Triana la elogia así: En su fotografía se aprecia de pronto que es el prototipo de la majeza, el arte y la simpatía. En el retrato representa uno de sus bailes: la parodia de la lidia de un toro, desde el primer capotazo hasta que muere; y al compás de las diferentes suertes del toreo, hace con los pies verdaderas filigranas, llenas de ritmo y arte depurado. El baile de hombre lo ejecutaba maravillosamente; fue la primera lumbrera como mujer vestida de hombre, con traje corto; y por si esto no fuera bastante, también fue una excelente guitarrista. ¡Viva Málaga! (pág. 146). Y como excelente guitarrista que era, supo apreciar la belleza de las Soleares de Arcas, que pronto recibieron este título, y las coreografió, corriendo la pieza máxima popularidad al adaptarse para ser tocadas al piano. Hablando de las academias de baile sevillanas, Rafael Pareja redundaría en el papel que ejerció el piano: Estas academias tenían y tienen sus maestros pianistas, entre los que han descollado el gran Reyes (Ciego, el mejor de todos, que estaba con el Maestro Moreno), el hijo del gran tocador de guitarra Pepe “El Ecijano” y, como cumbre de los tiempos modernos, un hijo de la Albéniz, Arturito Pavón, pianista flamenco, complemento digno de esa formidable familia de 111
Véase: BLAS VEGA, J. y RÍOS RUIZ, M., Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco, vol. I, pp. 219-220 y NAVARRO GARCÍA, J. L., De Telethusa a La Macarrona. Bailes andaluces y flamencos, pp. 313-314.
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artistas, lo más puro en el arte flamenco que queda en España (pues no es preciso insistir en quién es La Niña de Los Peines, y su hermano Tomás)112. Según José Blas Vega y Manuel Ríos Ruiz, Currito el de la Jeroma fue el primero que interpretó al piano estilos flamencos con verdadero sentido de la pureza y con auténtico sonido jondo113. Currito fue también excelente cantaor, bailaor y tocaor, actividades que iba ejerciendo a medida que su temprana enfermedad se las permitían, hasta que lo llevó al camposanto en 1930, cuando sólo contaba 30 años. Como pianistas flamencos de concierto, aparecerían después Arturo Pavón, José Romero, Felipe Campuzano y Dorantes, como más exitosos114. Pero habría que repasar a fondo la literatura pianística de la segunda mitad del XIX y principios del XX. Estamos seguros que encontraríamos auténticas sorpresas flamencas. Volviendo al artículo mentado de El Ateneo sobre el Café de la Loba, conviene observar como el pianista es el único componente del elenco que recibe el tratamiento de don. Y no es éste el único caso. Caso que aquí y socarronamente, el articulista se ocupa de destacarlo entrecomillado. El tratamiento de don o de profesor otorgado al pianista en la generalidad de las noticias de prensa sobre cafés cantantes, evidencian que gozaba de indiscutible reconocimiento profesional. La descripción que ofrece dicho artículo del Café de la Loba, no se parece en nada a la de don Francisco Bejarano. Y muchísimo menos a la de José Pascual y Torres. Sus instalaciones se revistieron de una decoración lujosa que en absoluto evoca una tasca adecentada, como se le califica en el artículo. Pensamos que el articulista zahería al café con el sinuoso propósito de justificar su asistencia, exagerando los tintes sórdidos. No olvidemos que los cafés cantantes de entonces padecían mal prestigio, comparándose a los cabarets de hoy. No nos extraña que un periodista de bien, necesitara algún pretexto para justificar su presencia en el perverso local. Presencia que sospechamos más habitual y gustosa, que provocada por el tremendo motivo que expone y pinta con paleta de colores 112
RONDÓN RODRÍGUEZ, J., Recuerdos y confesiones de Rafael Pareja, de Triana, pág. 89. 113
Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco, pág. 382.
114
Consúltese el capítulo Percusión y jaleos, de Manuel Naranjo Loreto, en: Historia del Flamenco.
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hiperrealistas. Su narración nos recuerda el poema El Piyayo, de José Carlos de Luna. Poema romántico-tardío, donde el autor consigue la conmoción ficticia de una sensibilidad alejada de la realidad y fruto de la imaginación del poeta115. Es cierto que el Café de la Loba, como otros muchos cafés, debieron poseer varios ambientes muy distintos: ambiente de lonja mercantil por las mañanas, de restaurante al medio día, de recreo amable y familiar por las tardes, y de esperpéntica diversión zafia y soez, por las noches y de madrugada. En la guía El Recreo del Viajero, publicada por Antonio de Guzmán, en 1894, se anunciaba así el restaurante y la nevería de La Loba: Gran Café Restaurant de LA LOBA Plaza de la Constitución, 7 MALAGA Cubiertos desde 3 ptas. en adelante Ó A LA CARTE NEVERIA En un espacioso salón para verano se sirven variados sorbetes especiales. El escritor Manuel Martínez Barrionuevo alerta sobre la existencia de una famosa timba, con barateros incluidos, que se alojaba en los salones de La Loba, por las noches. Lo hace en la novela El Tobalo, baratero, protagonista del argumento, y data la acción a principios de la década de los ochenta. He aquí un descriptivo fragmento: ¡Qué nochecita aquella! Era entonces la “timba” de la Loba la de más “caliá” de toda Málaga y se tallaban allí ocho y diez mil duros de golpe y “zumbío”, como la navaja del tío Rosao; hacía el gallo en la timba un negro feísimo como el demonio, con el alma negra como el cuerpo, y atravesados también los ojos, porque era bizco para lo que ustedes gusten mandar, y con más 115
Véase: El Piyayo, en: LUNA, J. C. de, La Taberna de los 3 Reyes.
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agallas que Cristo en la Cruz; le decían “Meri” al desgraciado aquel, y como baratero de la “timba”, tenía siempre en un potro á los puntos, igual que á los banqueros, por lo que no podían verle ni á tiros; porque en diciendo el negrote por aquí meto la cabeza, por allí la metía más que se tropezara la tierra con el cielo y le cogiesen entre los dos por mitad de la “rabaiya”, partiendo por el “eje” al individuo de su cuerpo (pp. 123-124). Sin duda, Martínez Barrionuevo se debió inspirar para el retrato físico de este otro personaje, en el famoso mulato Meric, quien había cantado por lo flamenco en el Circo Madrid, instalado en Jerez de la Frontera (Cádiz) en 1874 y 1875116. No podía ser otro que El Negro Meri, propietario a principios del siglo XX de una tabernilla al final de la calle Salvago, hacia su salida a la de la Compañía, antes de regularizarse urbanísticamente y adoptar el actual aspecto. Veamos como don Francisco Bejarano dibuja el tenor de los parroquianos de la tabernilla: El público era abigarrado y pintoresco: algunos “guapos”, electoreros de oficio, jugadores, señoritos jaraneros, no faltando tampoco obreros y gente sencilla y regular. Algunos parroquianos acudían allí con su compañera que, a veces se perdía escaleras arriba para saludar a la esposa del dueño, mujer acogedora y servicial, que daba a varias de ellas el cariñoso título de sobrina. Es de justicia consignar que, pese a algunos elementos de la parroquia, el ambiente de la tabernilla del “Negro Meri”, era discreto, relativamente tranquilo y agradable117. Y a continuación, describe y biografía don Francisco a Meri: El dueño del establecimiento era un mulato no muy alto y musculoso, de cara simpática y dientes blanquísimos, ya de cierta edad por el tiempo a que nos referimos (1900-1908) y al que, como hemos dicho, se le conocía por el apodo de “El Negro Meri”. Era un tipo pintoresco y popular de la Málaga del novecientos, y de vida varia y accidentada. Se sabía que en su juventud 116
Véase: Gerhard Steingress, pág. 357.
117
BEJARANO ROBLES, F., en Las calles de Málaga. De su historia y ambiente, pág. 514.
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había sido acróbata y que trabajó en el Circo de la Victoria, donde ejecutaba un salto emocionante sobre varios mozos del circo que sostenían sendos fusiles con las bayonetas caladas. Fue además domador de caballos a la alta escuela, tuvo su época de torero, en tiempos aciagos llegó a ganarse el sustento como limpiabotas, y en otros mejores actuó también como ilusionista. De tanto rodar por el mundo se entendía con los extranjeros, pues hablaba, aunque imperfecta y limitadamente, varias lenguas, y en la última etapa de su vida estableció su tabernilla en la que, si venía al caso, también tocaba la guitarra y cantaba para solaz y divertimento de cualquier reunión salerosa y de rumbo118. Concluida esta salvedad, observemos también como registra El Ateneo que las Peteneras se habían puesto de moda en Málaga, al igual que en otras ciudades andaluzas, como Almería y Sevilla, donde nos consta que hacían furor. Así lo registran Antonio Sevillano en su libro Almería por Tarantas, José Luis Ortiz Nuevo en ¿Se sabe algo...? Y Romualdo Molina y Miguel Espín en Flamenco de ida y vuelta. Véanse los artículos 20, 26 y 29 de los apéndices, y esta noticia que da el sevillano La Andalucía del 30 de diciembre de 1880: Escándalo en Málaga: Los periódicos de Málaga que recibimos ayer, truenan contra los escándalos que han ocurrido durante la misa del gallo en varios templos de aquella ciudad. Hombres completamente ebrios, ocupaban la Iglesia de San Juan, cantando a media voz las Peteneras y Merengazos lo cual dio lugar a varios alborotos que pudieron ser dominados con más o menos trabajo119. Las Peteneras son un canto de origen americano, cuyo nombre es el gentilicio de las habitantes del departamento de El Petén, en Yucatán (Guatemala). Pasando por Cuba, habían adquirido el aire aguajirado con que llegaron a España, aclimatándose y tomando carta de naturaleza en Andalucía, donde alcanzaron la popularidad comentada, y llegaron a
118
Idem.
119
ORTIZ NUEVO, J. L., Se sabe algo...?, pág. 346.
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convertirse en cante flamenco120. Numerosas formas conocemos con distintas variantes, tanto en tonadillas escénicas, como en literatura musical en general, y guitarrística en particular del XIX, así como en cantos populares y cante flamenco. Un aire afortunado, sin duda. Otros cantes de moda y que refiere el artículo dicho, son los Tangos. Como escribe José Luis Navarro García en su libro Semillas de ébano. El elemento negro y afroamericano en el baile flamenco: El Tango nació en Cuba, allá por las primeras décadas del siglo pasado (XIX)121. Era un baile típico de esclavos. Se danzaba al son de un compás binario, el esquema rítmico que fue caldo de cultivo en el que los negros y mulatos aclimataban y hacían crecer cuantos bailes llegaban a ellos (pág. 161). Se tiene noticias de su existencia desde 1779, cuando aparecen mencionados en la tonadilla La Anónima, compuesta por el guitarrista gaditano Tomás Abril, quien la estrenó ese año en el Teatro de la Cruz de Madrid122. Sin embargo, la música más antigua encontrada hasta ahora figura en el baile de teatro anónimo titulado Los Americanos, partitura para orquesta fechada en 1818123. Desde entonces, siempre los hallamos mencionados como baile de negros americanos o afroamericanos. Así, en la academia de Manuel Barrera eran anunciados el 16 de abril de 1850, como el tango de los negros (¿Se sabe algo...?, pág. 34). Con el mismo título, en el Teatro de San Fernando, el uno de abril (pág. 145) y con el jocoso de una danza pírrica o sea El Tango de los Negros, en el Anfiteatro Sevillano, el 24 de noviembre del mismo año (pág. 148). Tres años después, el tres de diciembre y en el mismo anfiteatro, el aplaudido Tango de los Negros de la Costa Sur, el que será egecutado por primera vez en este teatro, haciendo juguetes al estilo de aquel país con multitud de grupos (pág. 149). 120
Véanse: MOLINA, R. y ESPÍN, M., Flamenco de ida y vuelta, y MOLINA, R., Las Peteneras, en: Historia del Flamenco, y RONDÓN RODRÍGUEZ, J., Peteneras de tropicales gaditanías.
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El paréntesis es nuestro.
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NÚÑEZ, F., El afinador de noticias (6). Tengo tango, en: Alma100. Revista de Flamenco, nº 31, pág. 23.
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NÚÑEZ, F., El afinador de noticias (7). Llegó el tango, por fin, en: Alma100. Revista de Flamenco, nº 32, pág, 23.
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El 17 de febrero de 1854, en el Teatro Principal, el gracioso baile El Tango de Negros, cantado por el señor Luna (pág. 143) y el primero de junio de este año, se bailarán por varias parejas Boleras Robadas. Tango de Negros, en el Teatro San Fernando (pág. 145). Y el 15 de abril del año siguiente, en el Teatro Principal, Tango de Negros, baile (pág. 143). Después, lo continuaremos encontrando sin perder nunca su denominación o alusión a baile jocoso o grotesco, americano o de negros, padeciendo desprecios y prohibiciones a causa de su carácter deshonesto o impúdico. Hacia 1880, los Tangos se aflamencaron. Esta versión –o versionesflamenca registró tan fulminante éxito, que llegó a originar un tipo de cantaores y de cantaoras especializados en su cante y baile denominados tangueros y tangueras, muy mal considerados por los aficionados ortodoxos. Rafael Marín denunciaba en su Método (1902) la popularidad de los Tangos en el Madrid flamenco de finales del XIX, a la vez que describía el papel de los tangueros y de las tangueras: TANGO.- Como la “guajira,” es seguramente cubano, sólo que en Cádiz siempre han tenido mucha gracia para el arreglo, y en ello casi siempre ha ído ganando, menos ahora que lo que se canta de todo tiene menos de tango. (...) En cuanto al “tango,” hay quien adquiere el nombre de “tanguero,” ó “tanguera,” porque son una especialidad de este baile; pero lo general es bailar las “alegrías,” aunque todos saben bailar más o menos bien el “tango.” Los “tangueros” suelen, por lo general” ser entre los flamencos lo que los “excéntricos” en el Circo, los que hacer reir con sus contorsiones y sus cantares más ó menos intencionados, y por cuya razón se les dá un nombre bastante raro, que en la gerga de ellos quiere decir “gracioso, chuflón,” y éstos son escasos. Además de los bailes y cantes suelen hacer especie de pantomimas, bastante divertidas, ridiculizando á cantadores, bailadores, toreros, etc. Con los “tangos” está pasando una cosa muy curiosa: parece que Madrid tiene fiebre de aquéllos, de noche, de día, y á toda hora, no se oye cantar otra cosa, y por lo mismo no pasan venticuatro horas sin que sufran alguna alteración, y siendo imposible seguir tanta variación, el principiante debe aprender los acompañamientos que le pongo, pues sobre éstos está basados los demás (pp.177-183).
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Del mismo modo, conocemos un buen número de versiones de Tangos de salón, de concierto y flamencas124, así como registramos que formaron parte de zarzuelas en el siglo XIX. Buen ejemplo es el anuncio jerezano recogido por Gerhard Steingress: El Tango de la Zarzuela “Entre mi mujer y el negro”, anuncio con fecha del 8-II-1861 (pág. 365). Diez años después de la publicación del Método de Rafael Marín, en 1912, el maestro José Otero redundaría en el mismo concepto: Aunque el “Tango” es baile antiguo no se ha generalizado hasta hace unos ocho o diez años. En Cádiz siempre se bailó el “Tango” entre la gente artesana pues era su baile favorito, y aquí en Sevilla, en los cafés cantantes, en varias ocasiones, se han visto bailadores de “Tango” que han sido de Cádiz, y los dos últimos que vinieron fueron el “Churri” y “Paquiro”, que estuvieron en el café de Novedades. Fueron conocidas dos clases de “Tango”, uno que se llamaba el “Tango gitano”, muy flamenco, y que no se podía bailar en todas partes, por las posturas, que no siempre eran lo que requerían las reglas de la decencia, y el otro que les decían el “Tango de las vecindonas” ó de las “corraleras”, pero éste se encontraba entre mil muchachas una que se atreviera á bailarlo, aunque supiesen hacer las cuatro tonterías con que solía adornarlo la que era un poco despreocupada. Hoy es uno de los bailes de moda y que da dinero á los artistas, no hay quien aprenda a bailar, sea de la clase que sea, que no pida le enseñen el “Tango”; y como este baile ha pasado a la jurisdicción de explicarlo los maestros, ocurre que lo pongo en reglas de baile con trabajo de pie, y no con posturas deshonestas. 124
Últimamente, este tema ha sido profundamente estudiado por distintos autores. Estos son algunos de los trabajos publicados:
• MOLINA, R. y ESPÍN, R., F1amenco de ida y vuelta. • ORTIZ NUEVO, J. L., Tango de negros: Tango americano: Tango, en: Historia • • • •
del Flamenco, vol. IV, pp. 405-409. NAVARRO GARCÍA, J. L., Semillas de ébano. El elemento negro y afroamericano en el baile flamenco. LINARES, M. T. y NÚÑEZ, F., La música entre Cuba y España. ORTIZ NUEVO, J. L. y NÚÑEZ, F., La Rabia del Placer. El nacimiento cubano y su desembarco en España (1823-1923). ORTIZ NUEVO, J. L., Acariciando a Cádiz y a La Habana, en: revista La Factoría, tomo 3, n° 10, pp. 51-58. Eusebio Rioja.- Pág.- 120
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Para que los bailes resulten agradables no es preciso apelar á movimientos grotescos; tienen todos los bailes andaluces muchos movimientos graciosos y que no se apartan de la moralidad (pp. 223-225). Queda dicho como la comparsa gaditana Las Viejas Ricas, actuaron durante varias temporadas con sus Tangos, en el Café de Silverio. A tal punto llegó su éxito, que fueron ellos quienes llevaron a hombros el féretro de Silverio Franconetti en 1889125. Tampoco hay que olvidar que el mítico cantaor jerezano Manuel Torres, el celebrado Niño de Jerez o Niño de Torres, se presentó en el SalónConcierto Filarmónico y Oriente de Actualidades, de Sevilla, en 1902, como cantador de tangos. Y con ello no tembló su calidad siguiriyera, aunque puede que en su juventud –había nacido en 1878- y debido al furor que causaban los Tangos, quizás no le importara hacer como los excéntricos en el circo. De todos modos y a pesar del pedestre devenir de los Tangos, Ricardo Molina y Antonio Mairena los consideraron cante gitano de tipo “básico”, en su obra Mundo y formas del cante flamenco (pág. 228). Ellos sabrían... Lo que sí es cierto, es que encontramos numerosos Tangos en la literatura guitarrística clásica -o mejor: ecléctica- del siglo XIX, como hemos apuntado. Son Tangos para guitarra solista de concierto, de connotaciones musicales muy diferentes a las que debieron poseer los Tangos flamencos, tan deshonestos y canallas. Tangos que siguieron más el aire de las Habaneras que el de los Tangos flamencos, propiamente dichos. En principio, los Tangos y las Habaneras fueron un mismo aire musical126. Y regresando al Café de la Loba, leamos por último lo escrito por Paco Percheles:
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BLAS VEGA, J., Silverio. Rey de los cantaores, pág. 90.
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Véanse al respecto los siguientes trabajos:
• • •
LINARES, M. T. y NÚÑEZ, F., La música entre Cuba y España. ORTIZ NUEVO, J. L. Y NÚÑEZ, F., La rabia del placer. El nacimiento cubano del tango y su desembarco en España. ORTIZ NUEVO, J. L., Acariciando a Cádiz y a La Habana, en: revista La Factoría.
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El de “La Loba” es, sin duda, el mejor de Málaga y uno de los mejores de Andalucía. Tiene un espacioso salón y al fondo, un emparrado que sirve de dosel a un amplio patio utilizado para el servicio de nevería en el estío. En un tablado dispuesto para el caso se dan conciertos, se exhiben cuadros de cante y baile flamencos y se representan piezas de teatro127. El cierre definitivo del Café de la Loba se produjo el 31 de marzo de 1902, según recoge un artículo anónimo de la prensa malagueña del día siguiente. También acusa el artículo la decrepitud del café en sus últimos tiempos y algunos sucesos allí ocurridos. Véase apéndice número 37.
127
BEJARANO ROBLES, F., Las calles de Málaga. De su historia y ambiente, pág. 310. Eusebio Rioja.- Pág.- 122
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EL CAFÉ DE LA LOBILLA, DE LA LOBA CHICA O EL PORVENIR Efectivamente, con estos tres nombres lo encontramos. Se instalaría en la Plaza de la Constitución, en el edificio de al lado del Café de la Loba. En la Guía de Málaga y su Provincia para 1878 por Lorenzo L. Muñiz, lo encontramos anunciado como Café-restaurant del Porvenir (pág. 67 del apéndice). Con el mismo nombre y la misma dedicación, aparece en las guías de Nicolás Muñoz Cerisola, para 1881 (pág. 331) y para 1882 (pág. 675). Muy poco es lo que sabemos de él. No aparece en el libro Cafés de Málaga, de Francisco Bejarano, quien en Las calles de Málaga, sólo dice que es una pequeña lonja abierta a todos los negocios (pág. 310). El último párrafo de esta obra dedicado a la Plaza de la Constitución, apunta: Cuando estas líneas se imprimen, la “piqueta demoledora” hace desaparecer el edificio que, en la esquina de la calle de Rodríguez Rubí, frontera al Consulado, ocupó el café de “La Lobilla” y, en época más antigua, la Casa del Corregimiento. Otro inmueble, convertido en solar en los primeros días del período rojo, en el que se hallaba instalada la farmacia de Pérez Bryan y que, por su recargada y orientalesca ornamentación, la llamaban “el asombro de Damasco” y la “Alhambra del Colesterol”, asoma, también a la plaza sus mutilados restos, mudos testigos de una época trágica. Finalmente, la antigua Sociedad Económica de Amigos de País, de ambiente dieciochesco y caduco aire liberal, se ha remozado con el título de Centro de Estudios Andaluces, promesa de nuevos y, al mismo tiempo, viejos afanes de cultura. Se ha hablado también de sustituir los antiguos quioscos que perduran en el centro de la plaza. Todo ello, parece preparar una nueva transformación de este céntrico sitio que siempre reflejó las mudanzas de la historia local (pág. 315). Lo único que podemos añadir por ahora, es que no nos consta que hubiese espectáculos en sus salones y que la superficie que ocupaba su edificio, era algo mayor que la que ocupa el edificio actual. La calle Rodríguez Rubí era más estrecha entonces. Eusebio Rioja.- Pág.- 123
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EL CAFÉ DEL TURCO Puede que sea uno de los cafés más antiguos de Málaga, pero puede también que poseyese varios asentamientos y distintos propietarios. En el año 1838 hallábase establecido en la esquina que forman la calle Santa María y la Plaza un café titulado “El Turco” que era una verdadera bendición, como opinara, sin duda alguna, la mayoría de los lectores al saber que allí se servían desayunos con pan y mantequilla y café por trece cuartos, un huevo con tomate o con lomo por igual cantidad y cuando eran dos, con los mismos sustanciosos arrequives ventiún cuartos. Los ponches con ron superior costaban treinta y ocho y el café corriente, con ron o caña, ocho y medio: datos todos ellos más que suficientes para lamentar no conocer el nombre del benemérito dueño, a fin de fijarlo aquí como digno de recordación y reconocimiento, según dice Paco Percheles en Cafés de Málaga (pág. 81). Debe ser el café de N. Garafi, en la calle Santa María, que se anuncia en la guía de ese año (pág. 104). Pero hubo otro Café del Turco. Estas son las noticias que sobre él publica el mismo autor y en el mismo libro: En la misma esquina que el anterior o en la calle Granada, pues no hemos podido precisarlo, dicen algunos que existió “en sus tiempos”, allá entre el 75 y el 90, otro café del “Turco”, añadiendo que el establecimiento ostentaba una muestra representando un otomano sentado a la usanza oriental y fumando una larga pipa, la versión aumentada de los cuentos de las “Mil y una Noches”. Muchos no recuerdan la existencia de este café y aún la niegan, mas no pueden precisar lo que había en aquel sitio; pero otros dudan y sólo recuerdan el detalle de la pipa y el de una media luna roja, si bien no saben si la muestra era de café, de una fotografía o una caprichosa representación de la Sublime Puerta. Esperamos que la investigación anecdótica, la casualidad, o alguna autorizada o definitiva referencia, aclaren por completo estas dudas, y dediquemos unas líneas al conocido y popular café cantante que ostentó el repetido título (pág. 81).
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En efecto, con domicilio en la Plaza de la Constitución, se anuncia un Café del Turco en las guías de Nicolás Muñoz Cerisola, para 1881 (pág. 331) y 1882 (pág. 675). Y por fin, la última sede urbana del Café del Turco. Sede que poseía en 1894, cuando se anuncia como café cantante, en la Guía de Málaga (pág. 102). Por ser ésta la más nueva, era conocida bien directa o indirectamente por don Francisco Bejarano, manejando ya la primera mano de sus informaciones: En el ensanche o placeta que forma la calle Santa Lucía en la desembocadura de la de Convalecientes, y en el sitio donde hay en la actualidad un solar destinado a almacén de carbones, existió en las últimas décadas del pasado siglo el “Café del Turco”, que compartía con el del “Sevillano” y el “Chinitas”, sus similares, el favor del público (pp. 81-82). O sea, que el ambiente flamenco era el que predominaba en él. A continuación y como de costumbre en los relatos de Paco Percheles, el dibujo literario del interior del café y la semblanza del propietario: El local, situado en la planta alta, era magnífico por su amplitud y estaba integrado por dos grandes salones formando escuadra. A la derecha de la entrada principal estaba situado el escenario, no muy grande dado el carácter del establecimiento, y frente a él veíanse varios palquitos, donde se reunía el personal más selecto o de mayor rumbo. El dueño de esta cantante institución –alto, grueso y con muchos anillos- fue don Manuel Romairones, más conocido por “Romayón” debido a la transformación que el hablar de la gente introducía en el apellido, no faltando tampoco quien le llamara, con más confianza Manolo el “Fideero”. Y como no podía faltar, añade la descripción del ambiente del café y una semblanza de los artistas que en él actuaron: El público del “Café del Turco” era, quizás, más escogido que el del “Sevillano”, aunque no faltaba allí, como en todos los cafés cantantes, el elemento pueblerino. La parte principal del espectáculo la constituían el cante y el baile flamencos, destacando entre los artistas que allí actuaron el célebre e imprescindible Juan Breva, y otros dos “cantaores” excelentes por “malagueñas”: el “Fosforito” y el “Caribe”, aparte la Eusebio Rioja.- Pág.- 125
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famosa “Piquito de Oro” y de otros ya mencionados cuando hablamos del “Café del Sevillano”. En “El Turco” comenzó a actuar el maestro Salvador Rodríguez, que más tarde quedó como guitarrista “oficial” del “Chinitas”. Otro artista de la guitarra, que entonces ya comenzaba a ser famoso, el maestro Juan Navas, como se hallase una noche entre los espectadores, le pidió el público que actuase, pero como él se resistiera fue en aumento la exigencia del “respetable”, produciéndose finalmente tal alboroto que el retraído artista supo aprovecharlo para escapar (pp. 82-83). Ya nos referimos con anterioridad el maestro Juan Navas y a su magnífica labor de recopilación y notación de toques flamencos, y como nos ha llegado a través de María del Carmen García-Matos Alonso. A Salvador Rodríguez Casielles dedicaría Domingo Prat una entrada en su Diccionario de guitarristas con el siguiente contenido: Notable guitarrista en el género popular andaluz, español. Nació en la capital de Málaga, en el año 1870. Desde muy niño se dedicó “al rasgueo” de la guitarra, provocando la admiración de los entendidos. Si los hombres nos rigiéramos como hermanos, o sea al amparo de leyes más humanas, el guitarrista S. Rodríguez Casielles gozaría hoy de una jubilación que le diese derecho a vivir como se lo permitía hacerlo el fruto de su dedicación. Este ejecutante actuó por espacio de más de treinta años en aquel renombrado “Café Chinitas”, en la ciudad de Málaga. La larga lista de danzas y cantos regionales del rico folklore andaluz, como boleras, panaderos, sevillanas, soleares, malagueñas, fandanguillos, cartageneras, etc., fueron constantemente pasados por aquella pantalla del “tablao”, animados todos por el arte de su sobria guitarra, acompañando con singular estilo lo mismo al “cantaor Breva” en las malagueñas, que a “Rodriguillo” en las “serranas”, y en la “seguiriya” al Chato de Jerez y a la “Parrala” en sus inimitables “soleares”. Como a su colega Molina de Jerez, los años vividos en ese ambiente le hicieron el cuerpo pesado y las aspiraciones decadentes frente a una realidad prosaica, nunca amparada en un estímulo cordial y protector. Hoy, en la escalera de la vejez, espera tranquilo que concluya la película de su existencia (pág. 268).
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Sus actuaciones en el Café de Chinitas, donde parece que llegó a ser guitarrista oficial, debieron ocurrir muy al final del XIX y en los principios del XX. Recordemos que en 1889, era allí director artístico Carlos Sánchez. Domingo Prat publicó su Diccionario en 1934, cuando Salvador Rodríguez sólo tenía 64 años. Quizás se encontrara Salvador bastante quebrantado de salud, o bien Prat exageraba al situarlo en la escalera de la vejez. Juan Toledo: El Caribe fue un cantaor malagueño muy popular a causa de su cante por Seguiriyas y por haber creado una Malagueña personal, Malagueña que se considera de las más antiguas conocidas (Cantaores malagueños, pág. 323). En el Café del Turco cantaría acompañado a la guitarra por Juan Navas, Francisco Loriguillo Márquez: Loriguillo de Coín (Ibidem, pág. 324) y en este café es donde Fernando el de Triana escuchó cantar por primera vez a La Trini, cuando comenzaba su vida artística, sobre 1890 (Arte y artistas flamencos, pág. 90). También allí le ocurrió a Fernando un graciosísimo sucedido con el cantaor Manolito de Jerez: Al notar yo que mi reloj se me había parado pregunté a mi compañero por la hora para ponerlo en marcha. Manolito sacó el suyo, magnífico ejemplar de 18 quilates, lo miró y se lo echó de nuevo al bolsillo. Como no decía nada y yo seguía con mi reloj en la mano, le interrogué: -¿Pero qué hora es, Manolito? ¿Qué hora es? ¡Lo menos te crees tú, ni nadie, que yo me he gastao sesenta duros en mi reloj pa que sepa ca uno la hora que es! –Cuando eso lo haces con un compañero, le dije, con otro cualquiera, ¿qué no harías? –Con otro cualquiera ya se había terminao hasta la conversación, me respondió (pág. 102). Pero Paco Percheles continúa en Cafés de Málaga, citando ahora a bailaores que actuaron en el Café del Turco: Maestro de baile era un tal Pepe Ronda, así llamado por el lugar de su origen, que tuvo una academia de su especialidad en Lagunillas. Otro de los artistas, que solían actuar con cierta regularidad en este café era “La Paca”, que hizo popular una cancioncilla que se titulaba “El Afilador” (pág. 83). Y acto seguido, se refiere a las compañías dramáticas que por allí pasaron:
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Las representaciones teatrales eran otro número del espectáculo y corrían a cargo de un cuadro que dirigía el modesto aficionado Aragón que tuvo también a su cargo el elenco artístico del “Chinitas”. El galán, apellidado López, pasó más tarde a formar parte de la compañía de Espantaleón; pero el “barba”, mediano actor aunque de gran voluntad, pues lo mismo cantaba “Bruno el Tejedor” que hacía el característico de “La Pasionaria”, no tuvo buena carrera, pues acabó sus días como colaborador de la Sociedad de Autores (pág. 83). El Café del Turco encontró su final en un incendio. Dramático final que no se vio exento de tintes surrealistas. De este modo lo narró Francisco Bejarano: El “Café del Turco” tuvo un fín trágico. Una noche del año 1896, entre una y dos de la madrugada las campanas de la Catedral comenzaron a sonar dando los toques acostumbrados para anunciar que se trataba de un incendio en el centro de la capital. El cielo, hacia la parte de la Iglesia de los Mártires, mostraba rojizos resplandores y con dirección a aquel lugar acudía la gente presurosa. En la Plaza del Turco, el café que ella dio nombre, aquel local de alegría y jolgorio hasta entonces se veía envuelto en llamas, que en rojas y gigantescas lenguas salían por los amplios ventanales. Crepitaban las maderas y, de vez en cuando, el desplome de algún techo, tabique o muro, producían un siniestro ruido. Mientras se luchaba contra el fuego, que no se conseguía dominar, la alarma cundió a los vecinos de las casas colindantes, principalmente de la calle San Telmo, cuyos inmuebles lindaban con sus espaldas con el Café. Procuraban poner a salvo sus ajuares y, precipitadamente, sacaban a la vía pública muebles y enseres, en medio de voces, advertencias e imprecaciones, que, con el natural del incendio y la gente que acudía, aumentaba la confusión y comenzaba a susurrarse que el incendio había sido intencionado. En la esquina de la calle Convalecientes hallábanse las autoridades, el dueño del Café y otras personas presenciando la actuación de los bomberos. Don Manuel no hablaba más que para protestar de la manera, a su parecer defectuosa, como se desenvolvían los trabajos de extinción y tantas variaciones hubo de hacer sobre el mismo tema que, volviéndose para él el
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Gobernador, que debía estar enterado del rumor que corría, le dijo: - “¡Si Vd. Me hubiera avisado ayer...!” (pp. 83-84).
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EL CAFÉ SIN TECHO No creemos que fuera un café cantante al uso, aunque cabe la casi segura posibilidad de que más de una vez se cantase allí, bien en sus salones, bien en algún reservado que pudiera poseer. Su disposición parece ser que lo propiciaba. También es posible que en alguna época se instalase un escenario –quién sabe si de quita y pon- para representaciones en horas tardías, y destinadas a un público mucho más juerguista y canalla, que el habitual de por las tardes. Así lo manifiesta José Carlos de Luna en la siguiente estrofa del poema que dedicó a Ana Amaya Molina: Anilla la de Ronda, de su libro La Taberna de los 3 Reyes (pp. 73-77): Los trinos de su pecho pusieron repeluznos en el “Café Sin Techo” a un abigarramiento de tratantes, matones, señoritos, toreros, alguaciles y hampones. Esperemos que no sea una licencia poética. Nos consta que Anilla la de Ronda cantó en 1890, en el Café de Chinitas, junto a Paca Aguilera128. No nos extrañaría que por entonces, cantara también en este Café Sin Techo. El Café de Bernardo o del Sevillano, hacía muchos años que ya no se llamaba Café Sin Techo, si es que se llamó así alguna vez. Lo cierto es que no habríamos considerado objeto singular de nuestro estudio al Café Sin Techo, de no haberse producido un acontecimiento en él, que ha engrosado la mitología del Arte Flamenco. Nada menos que la entrega al legendario cantaor Tomás el Nitri, de la primera Llave de Oro del Cante. Según Narciso Díaz de Escovar, el Café Sin Techo era un complejo de salones y saloncitos al aire libre, situado en la calle de Granada, entre la esquina de la calle Sánchez Pastor y la Plaza del Carbón, al que se entraba por una callejuela larga y mal iluminada (véase apéndice número 43). Podría ser la actual calle Ascanio. Su vida se circunscribía lógicamente a los meses estivales, siendo muy frecuentado por familias –algunas con niños y niñeras- cuyas consumiciones preferidas eran refrescos y helados.
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BLAS VEGA, J. y RÍOS RUIZ, M., Diccionario enciclopédico ilustrado del flamenco, vol. I, pág. 24. Eusebio Rioja.- Pág.- 130
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Al final de su existencia, se establecieron allí vigorosas tertulias de políticos liberales locales. Pero vayamos al objeto de este capítulo. Veamos como Ángel Álvarez Caballero refiere la entrega de la Llave de Oro a El Nitri, en su libro El cante flamenco: Fue Tomás el Nitri el primer ganador de la Llave de Oro del Cante, quizás el más preciado galardón flamenco. Según Pantoja Antúnez, se la entregó Silverio en el café Sin Techo, de Málaga, de la calle de las Siete Revueltas. “Fueron jurados – añade- de la reñida competencia el general Sánchez Mira y don Manuel Pérez de Guzmán, dos flamencos de postín y señorío. La llave ganada por el famoso siguiriyero pesaba dos libras de las llamadas carniceras, en total: 72 onzas cabales de plata, sirviendo de modelo la de la Plaza de Toros, y pagó su coste el Planeta, rico gitano malagueño”. ¿Era este Planeta el famoso cantaor de épocas pasadas? Si lo era, extraña que el autor no lo exprese, y por otra parte tendría que ser centenario o poco menos, pues sabemos que era ya un hombre maduro en 1850, cuando nació el Nitri129. Antonio Mairena da su propia versión130, que dice que es la auténtica por habérsela contado hace bastante tiempo, cuando él vivía en Carmona, una hija del tío Maera, “aquella Matilde Franco de la que he hablado en otras ocasiones, la cual, cuando me contó lo del Nitri, tenía más de noventa años. El hecho se produjo de forma espontánea, en una de esas grandes fiestas organizadas por los que constituían el referido tribunal del cante gitano andaluz (el Tío Maera, Manuel Molina, Juan Junquera...). Cantaba Tomás el Nitri, y en uno de esos momentos fabulosos que tenía este enigmático cantaor, todos se desgarraron la ropa, se embriagaron y lloraron. Hicieron su aparición los duendes, cargados con la Razón Incorpórea. Y entonces surgió la idea de fotografiar a Tomás para la 129
Si El Planeta era de edad provecta y aún madura sobre 1845, según lo define Serafín Estébanez Calderón en Asamblea general, debemos suponer que había nacido a principios del siglo XIX. Por lo tanto, alrededor de 1875/1880 debía tener unos 75/80 años. La edad que aparenta El Nitri en la foto donde aparece con su llave, es de unos 25/30 años. De todos modos, el concepto de juventud/vejez del siglo XIX, difiere bastante en su contenido respecto al actual.
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Véase: García Ulecia, A., Las confesiones de Antonio Mairena, pp. 139-140.
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posteridad, teniendo en su mano una llave que debía simbolizar la continuidad, la sabiduría, la conservación y la pureza del cante gitano-andaluz” (pp. 96-97). Estos mismos párrafos los repite Álvarez Caballero, casi al pie de la letra, en la colección Arte Flamenco (vol. II, pág. 27). Conviene que aclaremos, que Manuel Pérez de Guzmán no tenía ninguna relación con el cantaor de Jerez de los Caballeros (Badajoz) José Pérez de Guzmán y Ursáiz (1895-1939). Manuel Pérez de Guzmán fue un magnífico aficionado malagueño, hermano de Agustín Pérez de Guzmán, propietario de la botica de la calle del Marqués de Larios, desde la inauguración de la calle en 1888, hasta 1930, cuando la vende a Antonio Mata Vergel, también farmacéutico y padre de Antonio Mata Gómez, continuador profesional de su padre e igualmente, gran aficionado al Arte Flamenco que fue. Manuel Pérez de Guzmán, a causa de la tuberculosis que padecía, residió largas temporadas en Antequera y en Ronda, ciudades de clima seco, mucho más benigno para las dolencias pulmonares que el de Málaga. Quién sabe si en cualquiera de sus estancias en Antequera, conoció a José Pérez de Guzmán y Ursáiz, y a Joaquín Vargas Soto: El Cojo de Málaga, cuando éste vivía en la finca antequerana El Juncal, propiedad de aquél. Y hasta tuviera algo que ver en la creación del Fandango de Pérez de Guzmán. Tomás Vargas Suárez: El Nitri nació en El Puerto de Santamaría (Cádiz), en enero de 1850. Descendiente de El Fillo, se inició profesionalmente en el Café de Chinitas, según escribió Anselmo González Climent, en Viejo Carné Flamenco: Cuentan mis comunicantes de San Roque que a finales del siglo pasado (XIX)131 “Tomás el Nitri” se encontraba trabajando en una herrería de un gitano local. “Tomás no era más que un jovencito muy aficionado al cante”. El gitano, advertido de la buena pasta flamenca de su ocasional ayudante, lo llevó personalmente al Café de Chinitas para procurarle un contrato. Así –hipótesis sanroqueña- se inició la carrera de Tomás el Nitri (Candil, Revista de flamenco, nº 74, pág. 649).
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No sería tan a finales del XIX. Si El Nitri nació en 1850 y cuando estuvo en San Roque no era más que un jovencito muy aficionado al cante, debió venir a El Chinitas alrededor de 1870. De todos modos, El Nitri ha pasado a la historia flamenca como prototipo de artista extravagante y enigmático, según lo calificó Fernando el de Triana (pág. 213) y como bohemio por temperamento, que llevó doble y pintoresca existencia, como lo definiera Guillermo Núñez de Prado, en Cantaores Andaluces (pp. 260-266), quien pudo haberlo conocido personalmente, y quien llega a denunciar su homosexualidad: ...este hombre estuvo en realidad y de una manera innegable imposibilitado de sentir como hombre el amor, á pesar de todas las apariencias (pág. 266). Sin embargo, José Luis Navarro asegura que se casó y que tuvo un hijo (pág. 96). A saber... El Nitri está considerado como mítico cantaor de calidad insuperable, particularmente por Seguiriyas y por Bulerías, aunque hasta ahora no hayamos encontrado ningún documento que lo atestigüe: no aparece en ninguna referencia de prensa, en ningún cartel anunciador, ni en ninguna grabación fonográfica. Se ha ponderado hasta el infinito su actitud estrambótica, que lo llevó a negarse a cantar ante Silverio Franconetti, quien no pudo escucharlo nunca, como dice Fernando el de Triana. Mas he aquí como José Luis Navarro se hace eco de la entrega de la Llave de Oro, recapitula y la comenta en el capítulo El Nitri, de la Historia del Flamenco: Sin duda, lo que ha suscitado mayores polémicas ha sido su Llave del Cante. A partir de la fotografía en la que aparece Tomás con dicho galardón y siempre amparados en la incontrastable sacralidad de la tradición oral, se han dado las más dispares versiones sobre este hecho. Se ha dicho que el Nitri alcanzó dicho trofeo compitiendo nada menos que con Manuel Molina y Juan Junquera. Algunos precisan que todo aquello ocurrió en el malagueño Café Sin Techo. Y dan una fecha: 1862. El Nitri tenía entonces ¡12 años!. Hay quienes dicen que se la entregó el mismísimo Silverio. Muchos de los que afirman esto no dudan en añadir a renglón seguido que el Nitri siempre se negó a cantar delante de Silverio. La imaginación y la fantasía tienden trampas insalvables a los que desatienden los dictados de la coherencia. Cuentan que el Eusebio Rioja.- Pág.- 133
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jurado estuvo formado por el general Sánchez Mira y por don Manuel Pérez de Guzmán. Y para mayor detalle, añaden que la llave fue costeada por un gitano rico de Málaga al que llamaban el Planeta. Alguno ha llegado a preguntarse si no se trataría del famoso Planeta que con tanto pormenor nos dejó retratado Serafín Estébanez Calderón. Muy probablemente, el motivo último de convertir lo que no habría pasado de ser un hecho anecdótico en la leyenda fundacional del cante radica, a nuestro entender, en la tendencia, acaso inadvertida, de interpretar dicho acontecimiento desde la óptica actual y pensar que en ese momento aquella llave tendría la misma significación y prestigio que un siglo después alcanzó cuando le fue entregada a Antonio Mairena. Aunque, en otros casos, pensamos que este episodio ha sido utilizado intencionadamente para encumbrar a Tomás el Nitri a una posición mítica que la realidad histórica no justificaría. En nuestra opinión, la Llave de el Nitri no dejaría de ser un homenaje que le brindarían en un arrebato espontáneo de admiración unos aficionados malagueños, entre los que tal vez se encontrasen, como señalan algunos, Sánchez Mira y Pérez de Guzmán (vol. II, pp. 95-96). Bien. Pues de acuerdo con José Luis Navarro, dejamos las cosas como están, no sin antes advertir que no era éste el Café Sin Techo de la calle Siete Revueltas, si es que existió allí alguna vez algún Café Sin Techo. Y también advertimos, que por más indagaciones que hemos hecho en la prensa malagueña de la época, no nos ha aparecido aún la entrega de la Llave de Oro a Tomás el Nitri, lo que nos inclina a creer la versión de que esta primera Llave de Oro fue sólo un homenaje privado, que le brindaron a El Nitri sus amigos malagueños.
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EL CAFÉ DEL SIGLO De igual manera que el anterior, el Café del Siglo se instaló en la calle de Granada, en la esquina de la Plaza del Siglo. Así aparece en las guías de Nicolás Muñoz Cerisola, para 1881 (pág. 331) y 1882 (pág. 675), y en la guía titulada Málaga en nuestros días, de José María Padrón Ruiz (pág. 342). Según dice Francisco Bejarano, en Las calles de Málaga: En él se reunían, principalmente, maestros de obra, carpinteros, cerrajeros, impresores, artesanos de otros oficios, y comerciantes; y parece ser, también, que era el punto de reunión de muchos carteros. Este café tenía magníficos billares en el entresuelo, los que, luego, al suprimirse esta parte del establecimiento, por haberse instalado en él el “Círculo Comercial e Industrial”, quedaron fijados en la planta baja. Fué primer Presidente del nombrado Círculo, don José Ruiz Vega, socio de la sombrerería de Ruiz Hermanos. El último que ejerció dicho cargo fue el abogado don Alejandro Conde Villegas. En este café se dieron al público las primeras sesiones de cinematografía (pág. 351). Acerca de él, escribiría Enrique del Pino, en Historia del Teatro en Málaga durante el siglo XIX: En el verano de 1899 (el 5 de junio)132 presentaba a algunos componentes de la compañía cómico-lírica de Antonio Portillo con “¡Quién fuera libre!”, también por aficionados de la ciudad, “Instantáneas malagueñas”, una especie de revistilla que solía tener mucho éxito. Estas noches teatrales, según anunciaban, concluían con un fin de fiesta muy animado (pág. 501). Como apunta Paco Percheles en Cafés de Málaga: Aunque en él actuara algún tiempo un “cantaor” apodado “El Canario Chico” y un conjunto coreográfico que llamaban “Las Africanas”, no fue propiamente café cantante ni tuvo la 132
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importancia en otro sentido como “La Loba” o el “Café de Campos” (pág. 96). A sensu contrario, queda claro que en los salones de dicho café actuaron figuras del Arte Flamenco, como El Canario Chico, sobrenombre del cantaor y guitarrista nacido en la provincia de Sevilla, Manuel Reina, quien adoptó dicho nombre artístico por emular en el cante a su antecesor Juan de los Reyes Osuna: El Canario, nacido en Álora (Málaga) en 1850 y muerto en Sevilla en 1885, en las circunstancias que hemos apuntado. El Canario Chico obtuvo notables éxitos con su cante y su guitarra, éxitos de los que disfrutaría poco, al fallecer asesinado por un disparo cuando contaba poco más de treinta años. Una muerte también parecida a la de El Canario133, y por similares causas.
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Véase: Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco, vol. I, pp. 139-140 Eusebio Rioja.- Pág.- 136
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EL CAFÉ DE LA UNIÓN Igualmente situado en la calle de Granada, el Café de la Unión o Café de Crespo, bien pudiera ser el de Antonio Cerbán, asentado en esta calle en 1838, y que refiere la Guía de forasteros en Málaga de aquel año. Nos consta que en 1854 se encontraba en el número 54 de dicha calle, según El Avisador Malagueño del día 22 de marzo del referido año. En 1878, se titula como Liceo y a partir de 1888, su nuevo propietario anuncia a la prensa las excelencias de las reformas introducidas en el servicio del establecimiento, así como los conciertos que ofrecía todas las noches de ocho a doce, por los más respetados artistas, como expresa la Guía del forastero. Con el nombre de Café de Crespo nos aparece en esta época, así como otro café que encontramos en la Guía de Málaga de N. Muñoz Cerisola de 1894, en la Plaza de San Francisco. Lo más seguro es que mudara de ubicación por cualquier causa, a saber. Tampoco nos consta que programase espectáculos flamencos, pero puede sospecharse por lo apuntado. Para lectores poco enterados de la historia del Arte Flamenco, avisaremos que la célebre letra que tanto se canta por Caracoles, que dice: Vámonos, vámonos, al Café de la Unión, donde paran Curro Cúchares, El Tato y Juan León, se refiere a otro Café de la Unión existente en Madrid, no a éste de Málaga.
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EL CAFÉ UNIVERSAL Su enclave fue igualmente privilegiado: una de las esquinas de la irregular encrucijada que forman las calles de Granada, Méndez Núñez y Echegaray. Como veremos, tras su cierre se instaló en el local una imprenta, y después los célebres Almacenes El Águila, establecimiento que introdujo en Málaga el sistema de galería comercial. Hoy existe allí una sucursal bancaria. Según escribe Paco Percheles en Cafés de Málaga, la calle de Granada fue un importante salón ciudadano que compartió con la Nueva la supremacía urbana de las vías de Málaga hasta la apertura de la del Marqués de Larios, fue, lo mismo que la Plaza, el lugar preferido para la instalación de cafés. En ella existió a mediados del pasado siglo134, el “Café del Correo”, que es el más antiguo del que tenemos referencias; y posteriormente, el del “Siglo”, el “Universal” y el “Inglés”, ya desaparecidos, y los modernos del “Senado” y de “Madrid”, que subsisten, aparte del “Café París”, que tuvo una vida efímera. El antiguo “Café Universal” estuvo instalado en la casa que ocupan hay los Almacenes del Aguila, admirable y conocida institución mercantil dedicada a la crianza de maniquíes, cuyo inmueble se edificó en parte del venerable solar del Convento de San Bernardo, demolido hacia 1870, que determinó la apertura de las dos calles laterales de Méndez Núñez y Niño de Guevara. Sabemos la fecha exacta de la inauguración del Café Universal, por una nota manuscrita de don Narciso Díaz de Escobar, existente en su archivo (caja 250-4.1). La apertura se produjo el día 29 de mayo de 1872. En la Guía de Málaga y su Provincia para 1878, de Lorenzo L. Moñiz, se anuncia como café-restaurant (pág. 12 del apéndice). Pero leamos las líneas que dedica Paco Percheles a describir su interior: Tenía este café dos amplios salones; uno de ellos daba a la calle de Granada, donde se abría el principal ingreso del local, y el otro a la calle de Méndez Núñez. En ésta, junto al portal de 134
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la casa, existía una puerta accesoria, como asímismo otra por la parte del Cañuelo de San Bernardo o calle actual de Niño de Guevara, pues el establecimiento ocupaba hasta lo que es hoy tienda de Polonio. El café se hallaba instalado con cierto lujo y decorado con pinturas, de las que creemos se conservan aún las del techo en el local actual del Aguila. El salón correspondiente a la calle de Granada era el más principal y el más concurrido y alegre, mientras que el que daba vista a la calle Méndez Núñez era de ambiente más recogido y tranquilo; y hasta hay quien dice que le llamaban la “Alameda de los Tristes”, porque solían tomar asiento en él personas que guardaban luto, o aquellas que no gustaban del bullicio de la otra parte del café. Por el mal nombre de Alameda de los Tristes, se llama popularmente a la Alameda de Colón. El remoquete, cargado de sagaz ironía, debió su origen al aspecto serio, taciturno y casi fúnebre a causa de su habitual indumentaria negra, de los funcionarios que la transitaban, por existir en ella numerosas sedes de organismo oficiales. Hasta no hace demasiados años, hemos conocido allí un cuartel de la Policía Armada –como se llamó antaño la Policía Nacional-, hoy desaparecido, y la sede del Sindicato franquista, hoy ocupada por las dependencias de un juzgado. Veamos como don Francisco narra el ambiente del Universal: La parroquia habitual estaba integrada, en su mayoría, por elementos oficiales. Veíanse allí a los señores magistrados de la Audiencia, jueces y secretarios de juzgados y respetables miembros de los ilustres Colegios de Abogados y Procuradores, con su cohorte de curiales menores. A uno de los grupos o peñas que este sector de la parroquia constituía, quizás el más distinguido, le designaban algunos bromistas con el remoquete de “la murga” porque vestían con levita o “chaqué” y sombrero de copa. Aquel era también el centro donde acudía la oficialidad de la guarnición, como asimismo los políticos, concejales diputados y demás padres o padrastros de la Patria, no faltando tampoco los empleados de Hacienda, y algunos otros centros burocráticos, tanto del Gobierno como de los organismos provinciales y locales. Entre este elemento descollaba por su popularidad y personales condiciones un alto oficial del Excmo. Ayuntamiento, cuya fama de verdadero lince Eusebio Rioja.- Pág.- 139
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administrativo ha llegado hasta nosotros y al que, quizás exageradamente, se le atribuían unos poderes casi taumatúrgicos en todo lo relacionado con la Ley de Reclutamiento, por lo que venía a ser algo así como el recurso supremo en cuanto a excepciones de quintos se refería. Y pasemos ahora al lugar de las tertulias, lugar más agradable e interesante para nuestros propósitos: Había también algunas tertulias de pintores, literatos y otros artistas, que eran más asíduos concurrentes al Liceo; y como público accidental, alegre y pasajero, los cómicos de cuantas compañías teatrales desfilaban por Málaga. Allí se veían algunas veces a los célebres Calvo y Vico y al famoso Albarrán, presidiendo la reunión de sus amigos y admiradores locales, mientras los elementos de sus compañías ponían en el ambiente esa nota alegre, simpática y algo alocada, característica de los comediantes, llenado el local con sus charlas. Como ilustración a este capítulo, aparece en el libro el facsímil de un anuncio en la prensa del mismo café, pero no se cita fuente ni fecha. El anuncio dice:
CAFE-RESTAURANT UNIVERSAL CALLE DE GRANADA Con entradas por el Cañuelo de San Bernardo, núm. 1 y por la de Méndez Núñez, nº 3.- Málaga. Se sirven almuerzos comidas y cenas al precio de lista y convencional; así mismo se confeccionan los helados propios de estos establecimientos y los que deseen los señores que nos honren con pedidos para sus casas. El café y bebidas tanto del reino como del estrangero son de lo más superior que se expende en esta clase de establecimientos.
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Y en Las calles de Málaga, abunda don Francisco sobre las actividades de las tertulias artísticas y literarias que se instalaron en el café: En este Café, y en una tertulia de literatos y artistas que en él se reunía, nació el “Semanario satírico, burlesco, humorístico, bailable y de intereses particulares” que se intituló “Los Apóstoles”, que vió la luz de enero a mayo de 1893 y cuyos quince números redactaron, bajo la dirección literaria de Alfonso Tobar, poeta de cantares preciosos, los escritores y aficionados –de todo hubo, si no en la viña, en la compañía del Señor- don José Díaz Martín, Arturo Reyes, Narciso Díaz de Escovar, Félix Limendoux, don Federico Moja y Bolívar, Antonio Rodríguez Lázaro, José Postigo Acejo, Miguel Lebrón, Antonio Navarro y Trujillo, Miguel Salcedo y E. Morales Ecija. En “Los Apóstoles” colaboraron, además Nicolás Muñoz Cerisola, Enrique Rivas Casalá, Pepe Martín Velandía, Vicente Luque Gutiérrez, Emilio de la Cerda Gariot y otros escritores de entonces, y las escritoras Edelmira Guerrero, Consuelo Salcedo, Joaquina Payans y Rafaela Barés. El periódico que se editaba en la imprenta del antiguo “Diario de Málaga”, constaba de diez Páginas, cuatro de ellas con dibujos y caricaturas. Sensacional la relación de intelectuales malagueños que hace don Francisco. Relación que si completamos con la que ofrece Narciso Díaz de Escovar, en Antiguallas Malagueñas. Los antiguos cafés (apéndice número 43), y la que presenta Joaquín Díaz Serrano (apéndice número 42), obtendremos un magnífico inventario de los artistas malagueños de los finales del siglo XIX. De ellos, nos interesa particularmente Joaquina Payans. Gonzalo Rojo dice en Cantaores malagueños (pág. 331), que nació de distinguida familia en Málaga y que la tradición oral la recuerda como una excelente cantaora de malagueñas, tangos y soleares, y muy célebre por su versión del cante de los jabegotes. Aunque no nos consta que fuese nunca profesional del Arte Flamenco, vemos como Salvador Rueda la elogia en un soneto que le dedicó y que apuntamos en el apéndice número 28. En el museo de la Peña Juan Breva, Eusebio Rioja.- Pág.- 141
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se conserva un precioso y coqueto libro de firmas que le perteneció. En él se dice haber traído de Cuba y a finales del XIX, una serie de cilindros de cera con cantes. Estas grabaciones fueron reproducidas en una audición celebrada en 1986, en la Academia de Santa Cecilia de Cádiz, según refiere Gonzalo Rojo. Joaquina Payans fue retratada muy flamencamente vestida, contemplando una guitarra que sujeta con su mano izquierda, por el pintor José del Nido, cuadro también existente en el museo de la Peña Juan Breva. Los salones del Café Universal cobraban particular animación en época de carnavales. He aquí lo que escribe Paco Percheles al respecto, en Cafés de Málaga: En este café se celebraron buenos bailes de máscaras, pues ante la negativa de los propietarios del Teatro Cervantes de cederlo para aquellas fiestas, un grupo de jóvenes lo organizaron en el “Café Universal” en más de una ocasión, acudiendo a ellos un público escogido, ya que el derecho de admisión estaba reservado, desarrollándose aquellos festejos dentro de un ambiente familiar y agradable. De muy distinta manera pensaría el articulista que sin firmar, publicó en la Revista Literaria de 1889 –sin expresión de número ni de fecha concreta-, un artículo donde parece describir una repetida fiesta de Verdiales en el café. No nos extrañaría en absoluto que los montaraces Verdiales entraran en la ciudad justo en época de carnaval, siguiendo su particular ciclo festivo. Su espíritu burlón, además de otros, así lo justificaría135. Damos el citado artículo en el apéndice número 33. Y la costumbre de celebrar los carnavales en el Café Universal parece que cuajó. De hecho, en 1893 –cuatro años después del artículo mentado-, Los 135
Muy poco es lo que sabemos acerca de la historia de los Verdiales. Algo más en cambio, sobre sus aspectos antropológicos. Estos son los estudios específicos que hemos hallado sobre ellos: • • • • • •
RIOJA, E., La magia de la fiesta de Verdiales. MARTÍN RUIZ, A., Raíces y costumbres verdialeras. ROMERO ESTEO, M., Historia y musicología de los Verdiales. MANDLY, A., “Echar un revezo”. Cultura: razón común en Andalucía. BERLANGA, M. A., Bailes de candil andaluces y “fiesta” de Verdiales. Otra visión de los fandangos. ROMERO ESTEO, M., Los Verdiales: Raíces del folklore andaluz.
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Apóstoles daba a la luz en su número 10, del dos de abril, un irónico e intencionado anuncio que figura en nuestro apéndice número 35. Por fin, en los últimos decenios de la centuria decimonónica, se instalaría el Arte Flamenco en los salones del Café Universal. Leamos como lo narra Paco Percheles en la misma obra: Pero durante la etapa de flamenquismo que invadió Málaga a fines del siglo pasado y primeros lustros del actual (XIX y XX)136, vióse también este establecimiento influenciado por el ambiente dominante, iniciándose entonces su decadencia, abandonándolo gran parte de su público habitual. Por este tiempo emplazóse en el centro del café un “tablao” y se contrataron las comparsas carnavalescas, entre ellas las famosas “Viejas y Ricas” a imitación de Cádiz. Una titulada “Los Bandidos” y otra de “Los Marineros” alcanzaron en gran medida el favor del público, al que divertían con sus coplas alusivas e intencionadas sobre motivos de la actualidad de entonces. De una de ellas son los versillos que copiamos a continuación, en los que se censuraban las labores que por aquellos tiempos vendía la Tabacalera: “Los dramas de Echegaray se venden en los estancos, anoche compré una “concha” que era la muerte en los labios”. O estos otros: “A un militar retirado que fuma hierba picada le ha salido un sarampión en el puño de la espada”. Algunas otras coplas relativas a don Antonio Cánovas del Castillo, en las que se aludía de una manera irrespetuosa y de mal gusto a los modestos comienzos del que fue ilustre hombre público, determinaron en cierta ocasión la suspensión del espectáculo y, después de una rápida decadencia, terminó por cerrarse cuando ya sus antiguos concurrentes se habían ído trasladando al café abierto en la esquina de calle Sánchez Pastor. 136
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Después de cerrarse, se instalaría en la sede del Café Universal la imprenta y litografía de Ramón Párraga. Y con posterioridad, los Almacenes El Águila, según hemos apuntado.
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EL CAFÉ SUIZO O TEATRO DEL RECREO También debió poseer varios emplazamientos. En Cafés de Málaga aparecen las reproducciones facsímiles de tres anuncios de prensa, con tres distintos domicilios: calle de la Compañía, nº 47; calle Torregorda, nº 7 y Plaza de la Constitución, nº 44. Pero parece ser que el enclave de más larga estabilidad fue el de la calle de la Compañía de Jesús. Lo más seguro es que los otros dos cafés no fuesen cantantes. José Crovetto, su propietario, debía ser un antiguo empresario dedicado a los servicios hosteleros. En la guía de 1861 (pág. 312) y de 1866 (pág. 168), aparece como propietario de un café en la Cortina del Muelle, 37. Y domiciliado en Puerta Nueva, encontramos al Café Suizo en la guía de 1881 (pág. 331), aunque su existencia era anterior, como vamos a comprobar. He aquí lo que dice Paco Percheles en su libro mentado: Estaba dicho Café a la izquierda conforme se va hacia Puerta Nueva, y poco antes de llegar a ella, en un gran edificio con una buena puerta de pétreas jambas y que hoy está ocupado por una tienda de mercería. Tenía el Café un salón principal en el bajo, hallándose el entresuelo destinado a mesas de billar y de dominó. La amplitud del local, la buena calidad de los productos que allí se servían y su emplazamiento en la zona de negocios antes señalada, determinaba gran afluencia de público en el que, además del sector pueblerino y rural, destacaban, con otros comerciantes, los tratantes en aceites y los carniceros. Por la noche, sobre todo en los días festivos, solía acudir también a este Café la gente acomodada del próximo barrio de la Trinidad, dándose a veces conciertos por la banda de la Milicia Nacional o por la del Regimiento de guarnición en la plaza. Por él desfilaron muchos artistas ya mencionados al tratar de otros establecimientos similares (pp. 93-94). Este es uno de los anuncios de prensa que referíamos antes: CAFE SUIZO Calle de la Compañía, núm. 47. Eusebio Rioja.- Pág.- 145
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(cerca de la Plaza de la Constitución) Este notable y acreditado Establecimiento es dirigido por su propietario D. Antonio Crovetto, quien ha introducido mejoras de consideración en el local, provisto de cuanto el lujo y la comodidad exigen. Cuenta con dos magníficas mesas de villar (sic). El servicio es esmerado; y tanto el café como los licores, helados y demás bebidas de lo más esquisito. Se sirven desayunos y se preparan cenas á satisfación de los consumidores. En los salones espaciosos de este hermoso local hay establecido un bonito Teatro, donde se ejecutan diariamente escogidas piezas líricas y dramáticas por compañías de actores escogidos, mereciendo el aplauso del numeroso público que todas las noches afluye a este local (pág. 94). Enrique del Pino, en Historia del Teatro en Málaga durante el siglo XIX, da la noticia del uno de octubre de 1868, cuando se estrenó en este café una obrita de Antonio Luis Carrión titulada La redención de España, y que desde 1860 se venían ofreciendo, además, bailes de máscaras (pág. 508). Narciso Díaz de Escovar quien lo calificaría en su borrador como de los más selectos, menciona algunos sucedidos que ocurrieron allí, y facilita los nombres de varias actrices locales que se presentaron en su teatrito y después triunfaron en el proscenio español (apéndice número 44). En 1870 ocurre en él un hecho insólito: se contrata al concertista de guitarra Julián Arcas para dar una serie de cuatro conciertos, serie que se ve obligado a ampliar a siete, debido al éxito que obtuvo. Julián Gabino Arcas Lacal había nacido en María (Almería) el 25 de octubre de 1832137. Desde muy niño, aprendió a tocar la guitarra con su 137
Desde hace algunos años, viene registrándose en el mundo guitarrístico un creciente interés acerca de la figura de Julián Arcas. Es cierto que la voz de alarma la dimos nosotros al denunciar su importancia en la ponencia La guitarra en los primeros tiempos del Flamenco (II) que defendimos con Ángel Luis Cañete, en el XVI Congreso Nacional de Actividades Flamencas, celebrado en Córdoba, en 1988. A partir de entonces, acusamos las siguientes publicaciones al respecto:
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padre, buen aficionado quien lo instruyó en los primeros toques. Debido a los progresos que experimentaba en sus estudios, lo trae a Málaga donde estudia con José Asencio, de quien ya hemos escrito. A los 16 años, se presenta como concertista en Málaga y obtiene un apoteósico éxito. Desde entonces, comienza una meteórica carrera artística, recorriendo incesantemente toda la geografía española y algunos países extranjeros, como Portugal, Italia, Francia e Inglaterra, cosechando siempre rotundos triunfos. Una de las ciudades que frecuentó a menudo, fue Sevilla. Allí conocería al entonces novel guitarrero Antonio de Torres, a quien empujaría para que se dedicase en exclusiva a la construcción de guitarras y con quien traba profunda amistad. Al pasar los años, Antonio de Torres se convertiría en el guitarrero más legendario de la historia, debido tanto a la calidad tanto sonora como ebanística que imprimió a sus instrumentos138. Otra ciudad que visitaría frecuentemente y donde residiría largas temporadas, fue Madrid. Numerosos conciertos interpretaría en las veladas de Palacio, erigiéndose en el guitarrista favorito de la reina Isabel II. Fue Maestro Honorario del Conservatorio madrileño, e investido Caballero de la Real Orden de Carlos III. • • • • • • • • •
RIOJA, E., Julián Arcas o los albores de la guitarra flamenca. RIOJA, E., Julián Arcas Lacal (1832-1882), concertista internacional, compositor y maestro de guitarra. SUÁREZ-PAJARES, J., Julián Arcas: figura clave en la historia de la guitarra española. RODRÍGUEZ, M., J. Arcas y su obra para guitarra. HERRERA, F., Julián Gavino de Arcas Lacal. RIOJA, E., Julián Arcas, en: Historia del Flamenco. RIOJA, E., Julián Arcas: un genio de la guitarra aún desconocido. RIOJA, E., El guitarristas Julián Arcas. Sus relaciones con Málaga. SUÁREZ-PAJARES, J. y Rioja, E., El guitarrista Julián Arcas (1832-1882). Una biografía documental.
También en 1992, Productora Andaluza de Programas editó el estuche Julián Arcas. Fantasía El Paño, que contiene un disco compacto con grabaciones de nueve obras de Julián Arcas, interpretadas por la concertista María Esther Guzmán, y un libreto sobre la vida y la obra del autor, escrito por Eusebio Rioja. 138
Sobre la vida y la obra de Antonio de Torres, véanse:
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ROMANILLOS, J. L., Antonio de Torres. Guitar maker. His life and work. ROMANILLOS, J. L., En torno a Torres. Antecedentes, realizaciones y secuelas. ROMANILLOS VEGA, J. L. y HARRIS WINSPEAR, M., The vihuela de mano and the spanish guitar. ROMANILLOS, J. L., Antonio de Torres. Guitarrero, su vida y obra.
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En una de sus visitas a Castellón, le presentaron al niño Francisco Tárrega, aventajado estudiante de guitarra. Arcas vio en Tárrega tan positivas facultades, que se ofreció a darle clases. Al tiempo, Francisco Tárrega sería considerado uno de los concertistas más importantes de la historia. Tras retirarse a Almería en 1872 y establecer un almacén de petróleos, regresa a los escenarios en 1876, tornando a su errante vida de continuas giras artísticas. En el transcurso de una de ellas, enferma en Antequera (Málaga), donde falleció el 16-II-1882. Julián Arcas fue sin duda el guitarrista más importante de su tiempo. Sus valores se volcaron hacia tres aspectos: como concertista, como profesor y como compositor. A 52 obras se eleva el catálogo actual de las obras compuestas por Arcas, entre ellas, cuatro flamencas para guitarra de concierto: dos Soleares, una Rondeña y unos Panaderos, así como otras tres del folclore andaluz, que no llegaron a aflamencarse: unas Boleras, un Bolero y un Punto de La Habana. Suficiente producción y en tal época, como para que el Arte Flamenco no se hubiese olvidado de él. Recordemos el párrafo del maestro de baile José Otero, donde destaca la popularidad de sus Soleares, siendo adaptadas éstas para piano y siendo coreografiadas por la baoilaora malagueña Trinidad Huertas: La Cuenca. Arcas ha pasado a la historia de la guitarra como el máximo exponente de los introductores del Romanticismo en la música guitarrística. Varias fueron las generaciones de guitarristas de la segunda mitad del XIX, que participaron del movimiento artístico romántico. Una de sus características era componer y tocar obras elaboradas sobre temas folclóricos. Y entre ellos, los flamencos. Son los guitarristas que llamamos eclécticos, a caballo entre la música clásica y la popular. Numerosas son las obras populares andaluzas y flamencas que hemos encontrado, compuestas por dichos guitarristas, y que poseemos en nuestro archivo139. Con Arcas, se manifiesta además un interesantísimo camino de ida y vuelta en su música. Esto es, Arcas aprendía toques de guitarristas flamencos, pero después eran los tocaores quienes aprendían y tocaban las obras de Arcas, obras de temas populares, pero perfeccionadas académica y técnicamente. De este camino de ida y vuelta nos alertaría el maestro Otero en Tratado de bailes, publicado en 1912, cuando escribe:
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Véase: RIOJA, E. y SUÁREZ-PAJARES, J., La guitarra flamenca de concierto, desde los orígenes hasta Rafael Marín. Eusebio Rioja.- Pág.- 148
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Este guitarrista célebre ha sido quizás en su época el mejor; pues los tocadores actuales, cuando ejecutan alguna composición en la guitarra, para que los escuchen, dicen: “seguidillas gitanas” de Arcas; “Malagueñas, javeras ó granadinas” de Arcas, y casi todos los toques llevan el sello de Arcas (pág. 153). Como decíamos, demasiado endeble es la memoria del Arte Flamenco para haber olvidado la importancia de Julián Arcas, en la guitarra flamenca de concierto. Mas veamos qué ocurrió en el Café Suizo con sus recitales. En abril de 1870, reaparece en Málaga, ciudad que frecuentaba artística y personalmente, y donde siempre era calurosamente recibido, por la cantidad de amigos y admiradores que aquí tenía. Así es anunciado por El Avisador Malagueño del 17 de abril de 1870: Se nos dice que el conocido guitarrista Don Julián Arcas tiene decidido dar una serie de conciertos en el teatro del Café Suizo, que empezarán hoy domingo a las ocho de la noche, siguiéndose los demás en los días que se anunciarán anticipadamente. Hemos tenido el gusto de oír sus arreglos y composiciones recientes que son dignas de la justa nombradía de que goza este artista, siendo más de estimar al ejecutarse en el árido y difícil instrumento que tan bien maneja el Sr. Arcas. Páginas después continúa el mismo medio: Don Julián Arcas profesor de guitarra de paso en esta ciudad, tiene la satisfacción de anunciar a su respetable e ilustrado público una serie de brillantes y amenos conciertos que darán principio el Domingo de Pascua, y en los que por deferencia a tan distinguido artista, tomará parte alternativamente un aficionado ejecutando piezas escogidas al piano. Los programas de los conciertos serán variados, y el orden de los dos primeros correspondientes a el 17 y 18 de Abril, como a continuación se espresa:
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PRIMER CONCIERTO Parte primera 1º.- Marcha fúnebre del célebre Thalberg, arreglo del Sr. Arcas. 2º.- Fantasía sobre motivos de "Marina" del mismo. 3º.- Grandes variaciones sobre un tema del "Pirata", imitando varios instrumentos, y además ejecutará una de ellas con sólo la mano izquierda. 4º.- Batalla dedicada al Excmo. señor general Don Narciso de Ameller, por el referido profesor. Segunda parte 1º.- Miserere de la ópera "Il Trovattore". 2º.- El lindo motivo andaluz, Los Panaderos. 3º y último. La jota aragonesa. SEGUNDO CONCIERTO Parte primera 1º.- Cuarteto y motivos de la ópera "Rigoletto". 2º.- Bolero de "Los diamantes de la corona". 3º.- Fantasía sobre motivos de "Traviata". 4º.- Tango burlesco. Segunda parte 1º.- Gran sinfonía de Semiramide, arreglo del Sr. Arcas. 2º.- El célebre Wals del beso. 3º y último. La Rondeña. El martes 19, el periódico destaca así la crítica de la primera actuación de Arcas: El domingo por la noche tuvo lugar en el Café Suizo el primer concierto de los que dará en esta ciudad el profesor de guitarra Don Julián Arcas. Una numerosa concurrencia llenaba los salones de dicho café, arrancando el Sr. Arcas numerosos y nutridos aplausos en la ejecución de la "Batalla", dedicada al Excmo. Sr. General Don Narciso Atmeller, por el
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referido profesor, que en la noche del domingo demostró de nuevo cuán merecida es la reputación de que goza. Por indisposición de dicho artista se suspendió el segundo concierto que tenía anunciado para la noche del Lunes, debiendo tener lugar esta noche, como se dice en el anuncio que insertamos en su lugar respectivo. Y efectivamente, en su lugar respectivo ofrece el anuncio del segundo recital que promete el programa que fue suspendido. El jueves 21, se apunta la crítica correspondiente que expresa el mismo contenido laudatorio que la anterior. Al día siguiente, aparece este nuevo anuncio: TEATRO DEL RECREO Café Suizo Tercer concierto para hoy 22 de Abril, por el profesor de guitarra Don Julián Arcas. Parte primera 1º.- Escena y aria final de Lucía. 2º.- La Jota Aragonesa. 3º.- Variaciones sobre un tema tirolés. 4º.- Capricho polka. Segunda parte 1º.- Gran sinfonía de NORMA. 2º.- Tanda de walses. 3º y último. La Gallegada. El número del domingo 24, errando la fecha, dice: Anoche tuvo lugar en el Teatro del Recreo el tercer concierto dado por el profesor de guitarra Don Julián de Arcas, el cual demostró de nuevo sus conocimientos en el difícil instrumento a que se ha dedicado. Y prosigue con este nuevo anuncio:
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TEATRO DEL RECREO Café Suizo Cuarto y último concierto para hoy 24 de Abril, por el profesor de guitarra Don Julián Arcas. Parte primera 1º.- Recuerdo de Bellini y Donizetti (fantasía). 2º.- Variaciones sobre el gracioso tema popular nombrado "Punto de la Habana". 3º.- El Carnaval de Venecia. 4º.- La Soleá y motivos andaluces. Segunda parte 1º.- Gran sinfonía de SEMIRAMIDE. 2º.- Reverie. 3º y último.- Bolero de la ópera VISPERAS SICILIANAS. El martes 26, se publica este otro comentario con dejos de despedida: El conocido profesor de guitarra Don Julián de Arcas dió anteanoche su cuarto y último concierto en el teatro del Recreo. Sentimos que la estancia del Sr. Arcas en esta ciudad haya sido tan breve. Recordemos que Arcas se encontraba en Málaga desde algunas fechas anteriores al domingo de Pascua, 17 de abril, es decir, al menos diez días en los que había tocado cuatro conciertos que como se puede apreciar, supieron a poco. Pero hay más. El día siguiente hallamos esta nueva noticia en El Avisador Malagueño: Teatro del Recreo. Se nos dice que instado el célebre guitarrista Sr. Arcas por sus numerosos amigos para que continuase la serie de sus conciertos, dará el 5º el viernes 29 del actual, en el que en obsequio a su ilustre maestro tomará parte D. José de Cobo, tocando a dos guitarras una preciosa melodía alemana. Nos alegramos de ver confirmada esta noticia. De José de Cobo, sólo conocemos lo referido por las críticas periodísticas Eusebio Rioja.- Pág.- 152
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apuntadas a continuación, y que en 1854 era componente de La Juventud Gladiadora, sociedad dedicada a la organización de conciertos, donde actuó el 15 de octubre, ejecutando en la guitarra varias piezas de ópera140. Y en efecto, el viernes 29 se confirma el concierto de Arcas prometido: TEATRO DEL RECREO Café Suizo Quinto concierto de guitarra por el profesor Don Julián Arcas. Don José de Cobo, debido a su amabilidad que tanto le distingue y en obsequio a su ilustre maestro, tomará parte en una brillante fantasía a dos guitarras. Los intermedios serán amenizados con escogidas piezas ejecutadas al piano. PROGRAMA Primera parte Fantasía de la ópera UN BALLO IN MASCHERA por el Sr. Arcas. Bolero de la zarzuela EL POSTILLON DE LA RIOJA y otros del Sr. Arcas. Grandes variaciones dedicadas a Lord Robert Clinton, por el mismo. LA JUANITA y la cencerrada de la zarzuela LLAMADA Y TROPA. Segunda parte GRAN DUO de guitarras sobre un tema alemán, por los señores Cobo y Arcas. Terceto de la zarzuela UNA VIEJA, por el Sr. Arcas. Terminando con LA BATALLA DE ALCOLEA. Mas la brillantez del concierto se vio ensombrecida por la lluvia, que provocó que el público no fuera lo numeroso que se esperaba. Así se lamentó por el suceso, El Avisador Malagueño del uno de mayo:
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CONCIERTO. Anteanoche dió en el teatro del "Recreo" su quinto concierto el profesor de guitarra Don Julián de Arcas. Lo lluvioso de la noche fue sin duda la causa de que no hubiera la concurrencia que en los anteriores, si bien las personas que asistieron aplaudieron repetidas veces al artista. A ruego de muchos de sus amigos, se nos dice que el Sr. Arcas dará otro concierto en la noche de mañana. Y en otra sección del mismo ejemplar, se publica el programa: TEATRO DEL RECREO Café Suizo Sexto y último concierto de guitarra por el profesor Don Julián Arcas. Con el objeto de corresponder a los deseos de numerosas familias que por causa de la repetida lluvia del viernes no pudieron concurrir al último concierto de este singular artista y a instancia de sus muchos amigos el Sr. Arcas se despedirá de esta ilustre población con el concierto que tendrá lugar en la noche del lunes 2 de Mayo. Don José de Cobo en obsequio a su eminente maestro y a ruego de varios aficionados ha tenido la bondad de ofrecerse a tocar en el preciosísimo y sorprendente dúo que en el anterior concierto fue la admiración del inteligente concurso. Los intermedios serán amenizados con escojidas piezas de música ejecutadas al piano. PROGRAMA Primera parte 1º.- Marcha fúnebre del célebre Thalberg a petición de varios aficionados por el Sr. Arcas. 2º.- Fantasía sobre motivos de la zarzuela Marina, por el mismo. 3º.- Grandes variaciones sobre un tema del Pirata con imitaciones por el Sr. Arcas. Eusebio Rioja.- Pág.- 154
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4º.- Tango burlesco por el mismo. Segunda parte 1º.- Gran dúo de guitarras sobre un tema alemán por los Sres. Cobo y Arcas. 2º.- Sinfonía de Norma por el Sr. Arcas. 3º y último la célebre Jota aragonesa. Siguiendo la acostumbrada cadencia, dos días después, El Avisador Malagueño refiere el comentario del concierto: CONCIERTO. Anteanoche tuvo lugar en el teatro del Recreo el último concierto del profesor de guitarra Don Julián Arcas, en el que tomó parte el Sr. Cobo, discípulo del Sr. Arcas y en obsequio de éste. Ambos artistas fueron muy aplaudidos, en particular en el "Gran Dúo" sobre un tema alemán. La concurrencia fue bastante numerosa en dicha noche en el teatro del Recreo. Sin embargo, no finaliza su serie de intervenciones en Málaga. Una vez más, El Avisador Malagueño anuncia: OTRO CONCIERTO. Las repetidas instancias hechas al Sr. Arcas por numerosas personas entusiastas de su habilidad y maestría en la guitarra, y entre ellas muchos abonados del Teatro, nos dicen que han conseguido de dicho señor decidirlo a dar otro concierto que se verificará esta noche en el Teatro del Recreo, cuyo programa insertamos en su lugar. Celebramos que con este motivo tenga el público el gusto de oir una vez más las magníficas composiciones y arreglos de este eminente compositor. Y como era de esperar, en la sección de anuncios figura:
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TEATRO DEL RECREO Café Suizo Séptimo concierto, para hoy viernes 6, por el profesor de guitarra Don Julián Arcas en el que toma parte por deferencias a su maestro, Don José de Cobo. Los intermedios serán amenizados con escogidas piezas de música egecutadas al piano. PROGRAMA Primera parte Sinfonía sobre motivos de la ópera TRAVIATA. Varias piezas de sociedad. Carnabal de Venecia. Improvisación sobre motivos andaluces Segunda parte Sinfonía de la ópera NORMA a dos guitarras por los Sres. Cobo y Arcas. Gran sinfonía de la ópera SEMIRAMIDE Terminando con la Batalla de Alcolea, compuesta y egecutada por el Sr. Arcas. Por fín, el domingo ocho de mayo, El Avisador Malagueño concluye sus referencias a la larga serie de conciertos con este comentario: CONCIERTO. Anteanoche tuvo lugar en el teatro del "Recreo" el concierto del profesor de guitarra Don Julián Arcas, que anunciamos oportunamente. La concurrencia fue muy numerosa, siendo muy aplaudido repetidas veces el Sr. Arcas y su discípulo el Sr. Cobo que también tomó parte en dicho concierto. Creemos que esta serie de acontecimientos merecen unas reflexiones. Tengamos en cuenta que a lo largo de la estancia de Julián Arcas en Málaga, toca un total de siete conciertos, cuando la primera programación era de cuatro. Y cuatro conciertos en el transcurso de seis días, ya supone una contratación muy extensa y apretada. Mas la serie se amplía a siete actuaciones, ante las repetidas demandas del público. Público que llenaba los salones del Teatro del Recreo, y que aclamaba a Arcas en cada una de
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sus intervenciones. No cabe duda que Arcas gozaba de auténtica devoción por los aficionados a la guitarra de Málaga. La crítica se deshace en elogios hacia un Sr. Arcas, a quien le otorga el tratamiento de señor, lo califica siempre como conocido y célebre guitarrista, ilustre maestro, profesor, singular artista, eminente compositor, y destaca su ejecución, su reputación, sus conocimientos, su habilidad y maestría y sus magníficas composiciones y arreglos. Las actuaciones tenían siempre carácter de gran acontecimiento, amenizando un pianista los intermedios. Además, colabora gentilmente con Arcas su discípulo José de Cobo, en varias piezas a dos guitarras. El repertorio ejecutado contó con un total de 50 interpretaciones, de 35 títulos distintos. Es decir, que sólo repitió -en ocasiones, a petición de los aficionados- siete temas dos veces, y cuatro temas tres veces. De los 35 títulos, 17 son composiciones propias, el resto fueron transcripciones y arreglos de óperas y zarzuelas. En el inventario de sus producciones originales, figuran en 1870, las denominaciones de los temas más importantes y famosos: Panaderos, Jota, Rondeña, Punto de La Habana, Soleá, Tangos, Tanda de Valses, etc. Según estas consideraciones, nos encontramos en esa fecha a un guitarrista de 37 años, profesor del Conservatorio de Madrid y Caballero de la Real Orden de Carlos III, con un repertorio que asombra por la extensión. Así como asombra igualmente la capacidad de Arcas de tenerlo en dedos, preparado para ejecutarlo en el transcurso de tan sólo 20 días. Indiscutiblemente y a pesar de su juventud, Julián Arcas era un cualificadísimo guitarrista, que merecía el prestigio que poseyó. Sin duda, fue todo un acontecimiento guitarrístico el que protagonizó en el Café Suizo. Como estamos comprobando, en aquel tiempo debió ser muy escaso el Flamenco que se escuchara en el Suizo. Hasta ahora, no hemos encontrado ninguna noticia de su interpretación en este café-teatro. Abundando en ello, José María Rubio y Guerrero diría en 1875, que eran representadas en él diariamente escogidas piezas líricas y dramáticas por compañías de actores escogidos, en el Indicador y guía general de Málaga y su provincia. Habría que esperar a 1880 para acreditar que se interpretase Flamenco en su escenario. Este cambio se pudo deber al traspaso que se hizo del local a un industrial llamado Juan Corrales, quien
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instaló en la parte baja del Café un tablado por el que desfilaron los mejores artífices del cante y del baile flamenco, según escribe Francisco Bejarano en Las calles de Málaga (pág. 256). Pero es Gonzalo Rojo quien fecharía la existencia del Arte Flamenco en el Suizo, en su libro Juan Breva: vida y obra: En 1880, año en que nació en Madrid el guitarrista Ramón Montoya, genial artista con el que le unió (a Juan Breva)141 gran amistad y con el que grabó su no muy extensa discografía, trabajaba el Breva en el malagueño Café Suizo con Africa la Peceña, a la que Fernando el de Triana nos recuerda cantando en el Café de Chinitas la siguiente letra: Soy de la Peza, peceña; de los montes, montesina; y para servir a ustedes soy de Graná, granaína. Trabajaba también por aquellas fechas en el Café del Suizo, junto a Juan Breva y a Africa la Peceña, Paco Botas, que era también conocido por Paco el Sevillano y Paco el Gandul (pp. 26-27). Décadas después, en 1929, cantaban en El Suizo, Tomás Morilla, El Niño de Archidona, Piquito de Oro y El Capuchinero. Con ellos, el baile de El Diestro (Cantaores malagueños, pág. 343). El pintoresco fin de este café lo relató Paco Percheles en la obra referida, con su omnipresente gracejo literario, de esta manera: La majeza malagueña, cuya curiosa y edificante historia está, aún, por hacer, tuvo en este café una de sus primeras y más grandes quiebras. Cierta noche se hallaban reunidos allí varios “guapos”, que del vino y la discusión pasaron a los hechos tirando de navajas y pistolas. Sonaron varios disparos y se arremolinó la concurrencia; pero acertando a pasar por allí un sargento de la Guardia Civil intervino en la reyerta, sable en mano, repartiendo tan certeros y potentes cintarazos que a cada uno de ellos caía en tierra un arrogante figurón. Allí terminó, 141
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con aquella gresca formidable, la etapa de café cantante del Suizo (pp. 256-257). Pues así acabó.
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EL CAFÉ DE LA MARINA Con el romántico nombre de Café de la Marina, existieron varios establecimientos en España. Hasta en ciudades tan poco marineras como Granada y Madrid, por ejemplo. Como hemos visto, el Café de la Marina de Málaga estuvo en la Acera de la Marina, hoy Plaza de la Marina, y fue uno de los más antiguos. Documentalmente, nos consta su existencia desde 1878142, aunque sepamos que tenía abiertas sus puertas con notable anterioridad. Pero creemos que no sería un café cantante al uso. Sólo hemos encontrado una noticia sobre le programación de actividad flamenca en sus salones. Y es en un cancionero publicado en los años veinte del pasado siglo. En él, José Rosendo publica unas notas biográficas sobre Pastora Pavón: La Niña de los Peines: Pastora Pavón, que éste es el nombre propio de la famosa “cantaora”, nació en Sevilla. Protegida por el gran “cantaor” “El Pena” (padre), debutó a los doce años en el antiguo Café de la Marina, de Málaga, con su típico traje de lunares con tres volantes, su pañolillo de talle y peinada –como auténtica gitana que era- con abundancia de peinecillos y peines. De ahí el sobrenombre. Al principio sólo cantaba peteneras, estilo que entonces estaba muy en boga. Al poco tiempo se dedicó con ahínco a cantar soleares, seguiriyas, serranas, playeras y otros estilos clásicos. El sueldo que la “empresa” le pagaba en este primer contrato eran ¡tres pesetas diarias!, con obligación de cantar cuantas veces fuera necesario. Pero enseguida empezó a popularizarse la gitanilla artista, y las empresas le pagaban lo que pedía. Recorrió triunfalmente toda Andalucía y, por último, la llevaron a Madrid, donde fue consagrada como la mejor “cantaora” flamenca. Este prestigio le proporcionó un magnífico contrato para impresionar discos en París y en Berlín143. Manuel Bohórquez, biógrafo de Pastora, duda sobre si esta presentación se produjo realmente con anterioridad a la que efectuara en el Café del 142
MOÑIZ, L. L., Guía de Málaga y su provincia para 1878, pág. 119.
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BOHÓRQUEZ CASADO, M., La Niña de los Peines en la Casa de los Pavón, pág. 52. Eusebio Rioja.- Pág.- 160
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Brillante, de Madrid. Pastora nació en 1890, por lo tanto, el debut malagueño debió ser en 1902: tenía doce años. Pero la semilla de la duda, germina cuando ella misma declara al periodista Ernest Guasp, en entrevista concedida el 19 de julio de 1934, que cantó en el Café del Brillante allá por el año primero de este siglo144. Puede que la memoria le fallase a Pastora. Habían pasado muchos años, existen más errores en dicha entrevista, y como vamos a ver, Pastora tenía suficientes motivos para silenciar aquella época. Por otro lado, su tío Antonio Diánez, aseguraría a Alejandro Pérez Lugín, en otra entrevista publicada en El Liberal, el tres de noviembre de 1911, que fue él –residente en Madrid y casado con una tía de Pastora- quien la presentó en El Brillante, en 1903145, por lo tanto, la presentación en Málaga sería anterior: en 1902. Pero de lo que no cabe duda, es que la ciudad de Málaga significaría mucho en la vida artística y personal de Pastora. En otra entrevista realizada por Carmen de Burgos: Colombine, durante la segunda década del siglo XX –no se ha concretado la fecha-, le cuenta que todos los años canto saetas en Málaga o en Sevilla. Y en efecto, son muchos los recuerdos existentes en el mundo cofrade malagueño, evocando las Saetas de La Niña de los Peines por los tiempos de La Belle Époque: La Virgen de la Esperanza llorando en su trono está hoy Málaga entera viene ante su trono a llorar146. Sería desde antes de los felices años veinte, y a lo largo del transcurso de esta época, años que no fueron tan felices para La Niña, como vamos a ver. Durante la entrevista y a propósito, tercia una acompañante de Pastora: su novio es de Málaga. Y ella puntualiza: ahora estamos disgustados y tengo mucha pena, concluyendo la acompañante: es un señorito andaluz que quiere casarse con ella147. En el diálogo, observa Colombine: - La encuentro siempre triste. - Está siempre así. 144
Ibidem, pág. 34.
145
Ibidem, pág. 39.
146
CARRERA, D., El Paso y la Esperanza, 1890-1938, pp. 69-153.
147
BOHÓRQUEZ CASADO, M., La Niña de los Peines en la Casa de los Pavón, pág. 47. Eusebio Rioja.- Pág.- 161
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- Por mor de éste –dice la anciana cogiendo un retrato de una gran caja en que revuelve para darme el de Pastora. Apenas lo he tomado, cuando LA NIÑA DE LOS PEINES me lo arrebata y lo estrecha contra ella, llenándolo de besos. Su mirada y su actitud se han impregnado de toda la voluptuosidad de su alma, hipertrofiada por el cante. Pues el señorito en cuestión era Eugenio Santa María, destacado hermano de la Archicofradía de la Esperanza y propietario del Café de la Marina, donde debieron conocerse en 1902. Pero como acabamos de leer, sus relaciones no fueron fáciles: cuando la entrevista Colombine, estaban disgustados, ella tenía mucha pena y besaba y estrechaba su retrato. Por entonces, según cuenta Manuel Bohórquez: la Reina del cante flamenco pasaba siempre los veranos fuera de Sevilla, principalmente en Málaga, donde vivía el señorito por el que tanto sufría148. Mas sus estancias en Málaga, serían frecuentes y prolongadas. En 1917, se encuentra Pastora empadronada en Málaga, en el número 12 de la calle Antonio Luis Carrión (actual, Comedias), domicilio de Trinidad Navarro Carrillo: La Trini, expresando que residía en Málaga desde hacía dos años149. Es fácil deducir que su relación con Eugenio Santa María se encontraba ya fraguada. Y por supuesto, resulta muy significativo que habitase en la vivienda de La Trini. Mucho y bueno debió enseñarle durante aquellos años, la inmensa cantaora que fue Trinidad. Sin duda, fueron compañeras artísticas a lo largo de abundante tiempo. Y en 1926, continuaba residiendo en Málaga, ahora en convivencia con Eugenio Santa María, en la calle Sánchez Pastor, tras haber mantenido Pastora otra relación sentimental con el cantaor Manuel Escacena150. Desconocemos hasta cuándo durarían los amores de Pastora con Eugenio 148
Ibidem, pág. 64.
149
YERGA LANCHARRO, M., Apuntes y datos para las biografías de Rojo el Alpargatero, La Trini, Chacón y Manuel Torre, pp. 24-25.
150
BOHÓRQUEZ CASADO, M., La Niña de los Peines en la Casa de los Pavón, pág. 85. Hemos repasado el vecindario de la calle Sánchez Pastor, en los padrones más próximos a 1926 (1924 y 1930), y no hemos encontrado avecindados en ellos a ninguno de los dos. Es posible que su residencia en esta calle transcurriera entre ambos años: 1924 y 1930, y es posible que fuese un piso de tapadillo, donde no les interesara empadronarse. Eusebio Rioja.- Pág.- 162
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Santa María. Pero indudablemente, debieron terminar antes del 12 de enero de 1933, cuando Pastora contrae matrimonio con Pepe Pinto. Debió ser una larga y borrascosa relación, que marcó la juventud de Pastora, y que le llevó a residir de manera más o menos estable, en Málaga. Si a ello sumamos que en su infancia, fue protegida artísticamente por el cantaor de Álora, Sebastián Muñoz: El Pena, concluimos que la vinculación de Pastora con Málaga fue determinante para su carrera y para su vida. Y desde luego, no es nada difícil que cantase más de una vez en el Café de la Marina, aunque repetimos que no hemos encontrado otras noticias acerca de actividades flamencas en este café. A lo mejor fue la única. Volveremos a encontrarnos con Pastora aquí en Málaga.
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OTROS CAFÉS Y ESTABLECIMIENTOS FLAMENCOS En Antiguallas Malagueñas. Los antiguos cafés, Narciso Díaz de Escovar mienta otros cafés que existieron en Málaga, pero que no describe, sin duda por ser más antiguos de los que él conoció, según deducimos de la lectura completa de su borrador (véase apéndice número 44). Dichos cafés son: el Café de Quintana, el de la Paz y el de los Tres Reyes. De ninguno de ellos hemos encontrado datos suficientes para historiarlos. Sólo hemos hallado rastro de uno de ellos: la Taberna de los Tres Reyes. Y nada más lejos de la realidad, la segura evocación a que nos mueve su nombre: los tres Reyes Magos del lejano Oriente. Aquellos que durante la noche del cinco de enero, recorren los hogares de los niños que han sido buenos y se han portado bien, colándose por puertas, ventanas y balcones, cargaditos de juguetes. Aquellos que tantas ilusiones suscitan. José Carlos de Luna asocia su denominación a los prosaicos y tahúres reyes de la baraja, los cuales también provocan indiscutibles ilusiones, pero de carácter ludópata. Un sustantivo muy adecuado para titular una taberna o un café cantante. Muy posiblemente, en el local de la Taberna de los Tres Reyes y a la vera de los naipes, se cantase, tocase y bailase Flamenco. Así lo relata José Carlos de Luna en el poema del mismo nombre de la Taberna, primero del libro igualmente sustantivado (pp. 7-15): En la taberna de “Los 3 Reyes” para un gitano grandón, viejo, negro y esparpitao, que gasta sombrero lagartijero y capa de color atabacao, con los embozos de terciopelo granate y morao. ¡Qué salero tiene el gitano pajolero! ¿Trabajá? ¡Y pa qué trabajá, si él vive con ná! Una tajá de bacalao guisao Eusebio Rioja.- Pág.- 164
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al estilo de acá; cuatro deítos de morsilla; una gamba, una aseituna aliñá, si caen bocas o cañaíyas... Total: ¡Ná! Cuatro mijiyas y cuatro sorbos de mansaniya pasá. ¡Qué salero tiene el gitano pajolero pa chamuyá de lo juncal! ¿Y pa apuntarse el cante sin jonjona? ¡Gloria pura! El lo jura “¡por la gloria de su hermana Ana!” Al calor del vino de oro el tesoro de la evocación: Los bailaores, -lagartos con chupay los lechuguinos que atisban con lupa al revuelo de las bailaoras, y los cantaores, y las cantaoras, y las finas falsetas que teje y desteje la prima, y la rima grave del bordón, y el son, y el absurdo y sentido ademán -señor y gitanode mandar el cante con la mano. Te ví a mercar en la feria un pañolito de taye, pa cuando te lo tersies jagan palmas en la caye, ¡Sabe a canela el suspirito de una mosuela!
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¡Ay! Qué poquitos vamos quedando pa sacarle sabor, canturreando, al “cante corto” y bonito de Romero “el Tito”. Y a los “Cambios” de Curro “la Luz”; y a los “Caracoles” de Paco “el Gandul”; y a los “Machos” de Pedro Lacambra; y a las “Nanas” del “tío Costales”; a la liturgia de la “Zambra”; a los picaditos de los “Verdiales”; a las “Roas”, a las “Alboreás”, a las siete “Tonás”, a las marismeñas “Javeras”, a las “Deblas”, ¡y a las “Carceleras”! “De Cadis al Puerto han jecho carrí los pinreles de Anica “la er Mico” de dir y vení”. Ya son las cinco de la mañana. Cortan el aire las golondrinas y las campanas... y las dianas. La luz del día pintó de plata la serranía. Viene pelando el vientecillo de las salinas de San Fernando. ¡Dame otra caña, Ana María! Mira, al llenarla, ¡cómo se apunta por “Alegrías”! Hay que escucharla: A la rosa hay que cogerla en el rosal floresío. Que las que están en el suelo ¡por algo se habrán caío! Eres regüena, eres bonita, Eusebio Rioja.- Pág.- 166
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¡y me da pena que estés mosita! ¡Válgame el mundo! ¿No estoy llorando? ¡Ay! ¡Qué poquitos vamos quedando! Francisco Bejarano da algunas pinceladas flamencas, cuando historia el restaurante La Alegría. Bien es cierto que nunca fue un café cantante, sino un modesto bar, primero, que abrió sus reducidas puertas en el número 18 de la calle Marín García, en 1893, y un popular restaurante, luego. Su propietario fue Don Cipriano Martínez Ocaña, cordobés de Lucena, barbero en sus comienzos, buen tocador de guitarra, hombre inteligente, afable y cortés, y enérgico cuando las circustancias lo requerían, serio y simpático, muy trabajador y administrador tan hábil que supo por su propio esfuerzo crearse una posición independiente y desahogada y legar al esparcimiento de las generaciones actuales el establecimiento del que hablamos, en el que aún parece pervivir la gracia y la savia de la época en que se estableciera (Cafés de Málaga, pág. 161). En efecto, Cipriano Martínez debió ser hombre con personalidad carismática, buen empresario y gran aficionado al cante flamenco, sobre quien volveremos a escribir en el capítulo dedicado a la Venta de la Trini. Ahora, apuntamos sólo los párrafos donde Paco Percheles detalla el ambiente flamenco de La Alegría, allá en sus principios: Modestos fueron los comienzos de “La Alegría”. En un principio sólo ocupaba la ochava del edificio y no se extendía más de la puerta que existe hoy en la calle Mesón de Vélez. Sólo había entonces un pequeño reservado, cuya puerta ocultaba una cortina y la parte interior del local estaba destinada a cocina, almacén y hasta vivienda del dueño en esta primera época. Un sencillo mostrador, unas simples mesas de pino siempre muy limpias, los anaqueles y las sillas necesarias constituyeron la primitiva instalación. Pero con tan modesto menaje bien pronto comenzó a adquirir crédito “La Alegría”, cimentándose su fama, principalmente en dos productos: los Eusebio Rioja.- Pág.- 167
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callos a la genovesa y el vino “Canela” procedente de la propia patria chica de Cipriano Martínez, que fue uno de los primeros que contribuyó a introducir en Málaga los “moriles” y “montillas” (pág. 161). Sobre los años 1898 ó 1899, el establecimiento cobró gran auge, debido principalmente a convertirse en comedor favorito de los repatriados de Cuba. Desde estos años el negocio creció como la espuma y el establecimiento quedó consolidado como el mejor y más moderno restaurante económico, viniendo a llenar una necesidad de la población; pues, aunque existen otras industrias similares, derivaban más hacia la vida noctámbula y “La Alegría” venía a constituir una modalidad especial entre ellos. Esto no quiere decir que no hubiera en ella también sus juergas, pues para algo estaba el reservado; y consta por antecedentes fidelignos, que muchas noches se escucharon allí los mejores “cantaores” de flamenco que había en Málaga y que no pocas reuniones jaraneras recalaban allí a reparar fuerzas (pág. 162). Cuando el restaurante creció y elevó el nivel de sus servicios, despareció de él la actividad flamenca, aunque siempre fue el preferido de los artistas flamencos malagueños y de cuantos visitaban Málaga. También, Cipriano Martínez poseería en 1902, un café económico – posiblemente fuera una taberna- en el número 74 de la calle de San Juan, y una cervecería en el 34 del Pasaje de Álvarez151. Buen empresario debería ser, sin duda.
151
PÉREZ LÓPEZ, E., Guía oficial de Málaga y su Provincia, 1902, pp. 457 y 454. Eusebio Rioja.- Pág.- 168
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LAS VENTAS DE LA CALETA Salida natural de la ciudad de Málaga hacia Levante, es La Caleta. Franja litoral situada entre el Cementerio Inglés y Bella Vista, cerrándose definitivamente en El Morlaco, y flanqueada a la diestra por la playa, y a la siniestra por estribaciones montañosas. De ella partiría el Camino Real de Vélez, transformado posteriormente y con distinto trazado, en Carretera de Almería. Según Gustavo García Herrera, en su libro Más cosas de Málaga, recibió antiguamente el nombre de Caleta del Marqués de Cádiz: Rodrigo Ponce de León, aguerrido noble, quien tanto colaboró con los Reyes Católicos en la conquista de Málaga. El mismo autor describe que era un estrecho camino áspero y pedregoso hasta 1675, cuando se desmonta, rellena y se construye en él tres puentes sobre sendos arroyos, haciéndolo así transitable con mayor facilidad, y creando un espacio urbano que pronto se convertiría en lugar de esparcimiento y paseo. El viajero Antonio Pons, quien visitaría Málaga en 1792, dice: Cualquier persona de gusto y conveniencias, que la escogiese por su morada, me parece que se hallaría muy bien en ella, disfrutando de los regalos que la tierra y el mar le ofrecerían (sic: García Herrera, pág. 17). Como adelantado urbanista muéstrase Antonio Pons, quien supo apreciar las bondades y bellezas del entorno. Su impresión sería compartida por las clases acomodadas malagueñas, las cuales edificarían en este lugar casas de campo, más para su propio solaz, que para la explotación agraria. El barón Charles Davillier (1862) daría testimonio de ello en Viaje por España: Las numerosas casas de recreo, casas de campo de los habitantes ricos de Málaga, hacían brillar al sol sus encalados muros, encuadrados entre cactus y pitas, y los pescadores después de amarrar sus barcas, buscaban la sombra bajo sus chozas o cabañas de junco (vol I, pág. 334). Como en todos los caminos próximos a centros urbanos, habían surgido en La Caleta establecimientos expendedores de comidas y bebidas, destinados
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a solazar a los viajeros, en sus entonces penosísimos desplazamientos. Dichos establecimientos recibirían el nombre de ventas. Antiguo es el establecimiento de ventas en los alrededores de Málaga. El ocho de julio de 1488, recién conquistada la ciudad, la reina Isabel promulgaba una Real Cédula dando licencia y facultad a cualquier persona que quisiere para hacer una venta en los términos de Málaga y Antequera en los que puedan vender pan, vino, cebada y demás mantenimientos, ya que algunos Concejos y Caballeros tratan de impedir que los hagan, persiguiendo vender los mantenimientos a grandes precios152. Días después, el 17 de julio, se ratificaba la reina con esta nueva Cédula, dirigida a los Repartidores Cristóbal Mosquera y Francisco de Alcaraz: A mi es fecha relacion que algunas personas de las que estan avezindadas e se vienen a avezindar a esa cibdat de Malaga, quieren fazer fuera de la dicha cibdat e enlos arravales della mesones para rescebir e ospedar los mercaderes e viandantes que a ella vienen, e que fasta aquí vosotros no les aveys dado licencia para ello; e que en se hazer los dichos mesones es pro y bien de la dicha cibdad e de los que a ella vienen, yo vos mando que aquí adelante deys y señaleys sytyos e logares fuera de la dicha cibdad e en sus arrabales a los vezynos de la dicha cibdat para que puedan fazer e fagan dello el numero de mesones que a vosotros bien visto fuere, ca a los que ansy vosotros señalaredes sytyos para hazer los dichos mesones fuera de la dicha cibdat, yo por la presente se los señalo e les doy licencia que los puedan hazer e hedificar (...)153. Toda una precoz promotora hostelera y por ende, turística, se manifiesta la reina Isabel, en esta Real Cédula.
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BEJARANO ROBLES, F., Los Repartimientos de Málaga. Indice del libro V, pp. 32 y 169. Véase: RIOJA, E., Orígenes de la hostelería en Málaga y su provincia. Mesones, ventas y tabernas en la Málaga de finales del siglo XV. 153
BEJARANO ROBLES, F., Los Repartimientos de Málaga. Indice del libro V, pág. 141.
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No pasaría mucho tiempo, hasta que el dos de enero de 1493, el bachiller Juan Alonso Serrano, nuevo Repartidor de la Ciudad y de su Tierra, promulgara las siguientes Ordenanças para ventas: Mucho nobleçimiento es e conçolacion a los caminantes e seguridad dellos que se hagan ventas e mesones por los caminos porque allende del refregeryo que los que caminan resçiben estan mas seguros los caminos e los mantenimientos son mas baratos e por menores presçios e los caminantes son mejor reçebidos y asy por esto como porque sus altezas lo tyenen mandado por su carta e provisyon, fue acordado por la reformaçion de proveer e dar liçençia a los vezynos que pidiesen ventas en los dichos caminos que se asentasen por abto a cada uno el sytyo que asy le fuese dado por evitar fraudes y engaños y porque aquellas no se hiziesen en perjuyzio de terçero por lo de los heredamientos e tierras de labor e otras partes que se deven mirar e conservar y que aquel a quien se diese la tal venta sea tenudo de la señar luego e abrir se vea questa a otro dada y que con cada venta se tome solamente una arançada para casa e exido e no mas en lo realengo fuera de lo repartido salvo aquellos a quien su asyento algo mas expresare seyendo aquello syn perjuyzio de terçero; e las personas a quien se han dado ventas por la dicha reformaçion son las syguientes154: Y a continuación, señala sitios para construir ventas a numerosos ciudadanos que los pidieron, señalamientos que comienzan el mismo día dos de enero de 1493 y terminan el 29 de junio de 1496. El 20 de agosto de 1494, los Reyes Católicos envían carta al Bachiller Serrano en la que dicen que respecto a evitar los daños y salteamientos de los caminos, disponen que en los mesones, ventas y hatos de ganado impida que haya mujeres públicas, ni rufianes, ni otros hombres de estada, como los hay; que los mesoneros, venteros y taberneros no consientan tales gentes en sus establecimientos, limitándose la estancia de los viandantes, y ordenendo la expulsión de vagabundos y holgazanes, no admitiéndose ningún forastero sin oficio o sin señor con quien viva155.
154
Ibidem, vol. III, pág. 283.
155
Ibidem, pp. 32 y 263.
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Hemos contado más de 70 ventas en la tierra de Málaga, tres de las cuales estaban en el camino de Vélez Málaga, posiblemente en La Caleta. Y 23 mesoneros, cinco taberneros y mesoneros, y 11 taberneros. Números nada despreciables. Es evidente que ya en 1496, disponía la provincia de Málaga de una infraestructura hostelera de primera categoría. El escritor y viajero francés Theophile Gautier, quien visitó Málaga en 1840, acusaría la existencia de ventas en La Caleta, al redactar su obra Viaje por España: Las tiendas de aguardiente se multiplicaban, siempre de juncos, pero ya más coquetonas, con mostradores enjalbegados y pintarrajeados con rayas encarnadas (pág. 241). Igualmente, Pacual Madoz recogería este fenómeno en su Diccionario, publicado entre los años 1845 y 1850: Se han construido recientemente en este paseo y al costado de las vertientes del monte de Gibralfaro, varios edificios de buen gusto, destinados para fonda, despacho de bebidas y habitaciones de la ferrería que hay en la playa, inmediata al mismo paseo (pág. 144). Pero la transformación definitiva de La Caleta se operaría a partir de 1880, cuando el ingeniero de caminos José María Sancha, consciente de las posibilidades especulativas de la zona, la compra y urbaniza. Muy pronto, los magnates malagueños construyen lujosos y estéticos palacetes, siempre rodeados de amplios jardines, los cuales confirieron a La Caleta el encanto y el carácter de sector residencial, cuyos vestigios pueden ser contemplados ahora. Mas lo que dio siempre típico sabor a la Caleta fueron sus ventas. Santuarios de nocturnas expansiones, léase las clásicas “juergas” donde se rendía culto devotísimo a Baco, al par que acariciantes rasgueos de guitarra acompañaban los trinos de malagueñas, soleares, fandangos y todo el posible repertorio de cantes grandes y livianos. Las ventas estaban ubicadas más allá de lo que hoy se llama propiamente Caleta y tuvieron su época de esplendor por la copiosa clientela que las animaban. Eran populares la de “La Perra”, “Guijarro”, “Sandoval”, “Cinco Minutos”, “La Paloma”, “Yerno de Conejo”, la de “Isabel, la sorda”, la de
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“Victoria”, la de “Domingo”, “La Trini”, llamada después “de Joselito” y acaso algunas otras, de las que no llegué a alcanzar noticia (Más cosas de Málaga, pág. 23). Esta relación fue confirmada por el cantaor Diego el Perote, en El Cante por Malagueñas (pág. 12), quien conoció y vivió el ambiente de las ventas de La Caleta, ambiente más broncoso y soez que el de los cafés cantantes. La costumbre de señoritos y señoritingos era iniciar las juergas en el centro de la ciudad, y después ir en coche de caballos, ya bien calentitos, a correrlas hasta su fin en las ventas de La Caleta. Muy poco les importaba el Arte Flamenco. En él, solo buscaban fondo musical para juergas, que a menudo se iban metamorfoseando en bromas de mal gusto y en fenomenales broncas. Para ello, los propietarios o regentes de las ventas, cuidaban muy mucho de que en sus establecimientos hubiese cantaores y tocaores contratables, así como buen número de mujeres disolutas, igualmente contratables. Leamos estos párrafos del artículo titulado Cómico, torero o bailaor, que firmaba El Dr. Vegigatorio, en el número 61 de la revista malagueña El País de la Olla, correspondiente al 1de mayo de 1882: Pues no digo a ustedes nada si educada esta voz de chantre que Dios me ha dado, para el cante flamenco, hubiese llegado a ser un émulo de Juan Breba, o bien inspirado por la musa Tersícore de café cantante, me hubiera dedicado a bailar “petacos” y “seguerillas” sirviendo de pareja a la Cuenca; los aplausos de reyes y magnates, los regalos de brillantes y fajas bordadas por manos que no besa el sol, hubieran caído a mis pies, y no me faltarían nunca cien “jaras” en el bolsillo que consumir en manzanilla, en unión de algunos señoritos de la “manteca”, y de media docena de niñas de honor desgraciado, en el ventorrillo de Domingo o en Bella Vista, santificado ya por Moret y demás comilones democrático-borbónicos con una sopa de pimienta. El público de a pie, o menos pudiente, y menos broncoso, acudía en horarios más tempranos, aunque sus juergas baratas concluyeran igualmente en situaciones lamentables. La publicación Málaga. Revista Semanal del 23 de abril de 1879, daba el siguiente anónimo, sarcástico e ilustrador artículo:
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Yo quiero mucho al pueblo malagueño; le tengo especial afecto y me agrada su trato. Es franco y leal, respetuoso siempre y obsequioso en sumo grado, y sin su maldita manía de llevar la faca encima y de sacarla a relucir por el más futre pretexto, valdría mucho más. La Caleta es su pasión: ahí es donde verdaderamente goza a sus anchas y olvida sus penalidades, sus trabajos, sus amarguras, para no pensar más que en divertirse. Si yo fuera alguna vez autoridad malagueña, pondría especial cuidado en que aquellos ventorrillos expendieran sus géneros a un precio sumamente económico, pues mientras que el pueblo concurre a la Caleta, se olvida de politiquear y hasta de murmurar; y se ve el porvenir de color de rosa. Lo malo es cuando va a la Caleta y se gastan en un día el jornal de una semana, porque entonces se pasa el resto de ella jurando y dispuesto a darse una puñalada con el lucero del alba. Yo estoy convencido de que si en Málaga estuvieran el pan y la Caleta baratos, viviríamos en una balsa. Gustavo García Herrera describió de este modo el prototipo más frecuente de ventas de La Caleta: Las ventas o ventorrillos (que también así se les llamaba) eran, casi siempre, edificios de una planta, generalmente aislados de otras casas, y venían a tener muy semejante arquitectura y distribución. Por lo común constaban de un zaguán con mostrador, tras el cual pendían los anaqueles, donde se exhibía un muestrario de los caldos y licores usuales por aquellas fechas. Como es natural no faltaba la botella de “anís Machaquito”, con su vistosa etiqueta reproduciendo la figura de Rafael González; los caldos de Jerez y de Sanlúcar, representados por el Fino La Riva, “Carta Blanca”, “Fino Gaditano”, Sánchez Romate. Las manzanillas de Argüeso: “La Guita” y la más consumida, “La Gitana”, mostrando orgullosa, en el marbete, la morena de pañolón al busto y flores en el moño. Tampoco se echaba de menos, en las de postín, el caneco de giebra holandesa, el aromático ron de Jamaica, los famosos brandys de Jerez, como también el dulce moscatel o lágrima, de Scholtz o de Larios.
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No era infrecuente que destacase en la estantería el tonelete o pellejo de vino de Montilla, o el que abrigaba los caldos blancos de los montes y de Cómpeta. Pendientes del techo, en apetitosa invitación, pendían los jamones de Trevélez y el clásico salchichón malagueño de Prolongo. Esta entrada, que solía ser amplia, se ocupaba por veladores con tableros de mármol y los correspondientes servicios de sillas metálicas, donde clientes transeúntes o poco recatados, hacían sus libaciones. La antesala o zaguán daba acceso a una gran pieza con puertas a varios departamentos, independientes, donde tenían lugar las reuniones. No faltaban en el esquemático exorno de las habitaciones vistosas litografías de los talleres de Fausto Muñoz, y las notas de color por macetas de geranios y los tiestos, colgados, de albahacas y esparragueras. Algunas ventas disfrutaban de buena terraza al mar, como la de la Trini y Antonio Martín, y otras, la de “Yerno de Conejo”, situada en la banda de tierra, por tener varias plantas, aprovechaban sus jardincillos para los festines. Animaban las flamencas reuniones guitarristas y “cantaores”, que situados en las más estratégicas, acudían solícitos a la primer llamada. Todavía se recuerdan los habituales artistas que actuaban. Verdaderos magos de la guitarra eran Santos Ramos, Julián, Carlos Sánchez, Juan “el Zocato”, “el Ciego”, y Paco Portillo (todos ellos de Málaga)156; Santiago Segovia, de Vélez-Málaga; Ignacio Real y Javier Molina, ambos de Jerez, y en algunas ocasiones aparecía Salvador Rodríguez, que era el guitarrista habitual del café “Chinitas”. Lucían sus facultades cantaoras: “el Bizco”, Pepillo “el de la Berza”, Tomás Morilla, “el Niño de las Moras”157, “el Breva 156
El poeta Manuel Prados y López hizo una bella semblanza de un concierto de guitarra interpretado por José Navas y por Francisco Portillo, en La Unión Ilustrada del 30-III-1921. 157
Véase: LÓPEZ CASTRO, M. y TERNERO LUPIÁÑEZ, M., El Niño de las Moras: entre la mar y el campo. Eusebio Rioja.- Pág.- 175
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chico”, Diego “El Perote” (que por increíble milagro, aún se entona con estlo de maestro, a los ochenta y tres años y es capaz de ganar premios en los concursos), Ángel Rodríguez “el Jerezano”, Rafael “el Moreno”. Dejo para el final las dos figuras señeras del cante malagueño, Juan Breva y Trinidad Navarro “la Trini”, que regentó muchos años el ventorrillo que llevó su nombre. En muchas ocasiones los artistas que desfilaban por los cafés del “Turco” o el “Chinitas”, también arribaban por aquellos lares (pp. 23-25). Magnífica pintura la de García Herrera. Magnífica la pintura, así como la relación de artistas que aporta. Y nos detenemos ahora en el tocaor Juan el Zocato, para copiar el párrafo que le dedica Domingo Prat en Diccionario de guitarristas, párrafo que viene muy al caso: Guitarrista ejecutante en el género flamenco. Estaba radicado en Málaga, alrededor del año 1880. Su popularidad en aquella capital, era muy grande. En la pintoresca Caleta tan favorecida por turistas y tan bella, El Zocato había establecido un ventorrillo. Por esta clásica venta andaluza, adornada con la fama de eximio “tocaor” de su dueño, desfilaban otros tantos guitarristas del mismo género, tales como: “El Negrete”, discípulo del que nos ocupa, y fallecido recientemente en Buenos Aires, el año 1932; “Paco el Aguila”, “Carlos el Betunero”, “El maestro Onjana”, “Romerillo el gitano”, etc. Es curioso observar que la mayor parte de los tocaores andaluces han legado a la posteridad sus apodos, siendo sus nombres completamente desconocidos. El Zocato, Molina Cundí, Paco Lucena, etc., han hecho sobresalir y ascender las joyas del folklore; a ellos debe mucho el arte hispano. Han sido verdaderos eslabones en la música española; inspiraron al iniciador de la escuela rusa, Glinka, y fueron fuente de verdaderos conocimientos para los grandes compositores españoles: Albéniz, Falla, Turina, Moreno Torroba, etc., que hacen de los motivos populares, verdaderas y valiosas bellezas musicales (pág. 344). Bien por Domingo Prat. Nos hace conocer que Juan el Zocato poseyó una venta en La Caleta, da algunos datos sobre la biografía de El Negrete, añade otra relación de tocaores malagueños y reconoce la calidad de los guitarristas flamencos, a pesar de su siempre explícito antiflamenquismo.
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Es posible que este Zocato fuera Juan Sáez: El Zocato, quien en 1911 dirigía el cuadro del almeriense Salón Victoria y acompañaba a El Niño de Carmona. Antonio Sevillano reproduce en su libro, un anuncio de la prensa de Almería que dice que este Zocato, cediendo a las peticiones de los aficionados, se ofrece a dar lecciones de guitarra a domicilio, para lo cual pueden pasar aviso a la fonda “La Fama”, de la plaza de Flores158. Buen ejemplo del eslabón calificado por Prat, es el caso del pianista y compositor Isaac Albéniz. Albéniz llegó a Málaga por primera vez en 1882, para ofrecer un concierto de piano el día 12 de mayo, en la Sociedad Filarmónica Malagueña. De inmediato, se enamoraría de Málaga en cuyo Conservatorio consigue una plaza de profesor. Cuando publicó Suite Iberia (1906-1908), incluyó en ella una pieza que al momento, ganó la predilección del público: Rumores de la Caleta, obra fruto de sus visitas y paseos por La Caleta malagueña. ¡Qué bien suena Rumores de la Caleta tocada a la guitarra!, aunque originalmente esté compuesta para piano. Denuncia así en voz muy alta que sus fuentes de inspiración fueron las guitarras y las Malagueñas, tocadas y cantadas en La Caleta de Málaga. Es un ejemplo más de obras compuestas para otros instrumentos o para agrupaciones de ellos –orquestas incluidas-, donde sus autores los convierten en inmensas guitarras, en guitarras enormes. Hay que recordar la Danza del Molinero (Farruca) de El Sombrero de Tres Picos (1917), obra de Manuel de Falla, por ejemplo. Toda la orquesta es una inmensa guitarra. La primera parte de Rumores de La Caleta, que se repite al final funcionando a modo de estribillo o ritornello, recoge un aire mixto que evoca el toque por Soleares y por Malagueñas. La segunda parte, es una ortodoxísima Malagueña abandolá o Bandolá, donde suena, sin sonar, el compás abandolao de tantos cantes de Málaga. Como la pudiera cantar Juan Breva, por ejemplo. Desde entonces, Rumores de la Caleta se ha erigido en pieza obligada de los repertorios de los guitarristas clásicos, incluyéndose su estudio en los programas oficiales de los conservatorios. Con ella inició la carrera artística Celín Romero, primogénito del inmenso guitarrista malagueño Celedonio Romero, cuando la interpretó aún niño, ante los micrófonos de Radio Nacional de España en Málaga. Era un programa que protagonizaba Celedonio y presentaba Matías Prats. Particularmente, la versión de Celín Romero es por la que sentimos especial debilidad.
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SEVILLANO MIRALLES, A., Almería por Tarantas, pág. 56. Eusebio Rioja.- Pág.- 177
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Las ventas de La Caleta fueron visitadas por artistas como el tenor Julián Gayarre, el pianista Arturo Rubistein y los pintores Mariano Fortuny, quien estuvo en el Ventorrillo de Domingo, en 1868; por Antonio Muñoz Degrain, autor en 1914 del óleo Noche de luna en la Caleta, y por José Moreno Carbonero, quien pintó en 1902 el cuadro La fuente de Reding. Bellísimo poema descriptivo de una antigua venta, es El ventorrillo de “El Nano”, del libro La Taberna de los 3 Reyes, escrito por José Carlos de Luna (pp. 95-101). No creemos que el citado ventorrillo estuviese en La Caleta, pero su retrato nos sirve como catalizador de lo que era cualquier venta andaluza, a la vera de cualquier camino: Casita ventorrillera: ¡lusesita en el camino que en la cuneta te acuestas para echar tu sueñecito, bajo colcha de chicharras en un jergón de palmitos! Madrugas con las alondras y trasnochas con los grillos. De juncia son tus cabellos en dos crenchas repartidos, con moños de jaramagos, y de cal blanca el vestido con volantes almagreños hasta los bajos terrizos. A tus redondas caderas se ciñe un jazmín morisco y, por la noche, te ronda el dondiego barbilindo. Ampara del sol tu cara un sombrajo de cañizo por gitanas canasteras prolijamente tejido, que tiene con una yedra sus enredos y sus líos. Te engalanas con cacharros en los que crece tomillo, mejorana y albahaca, clavellinas y jacintos.
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¡Mentira a todos parece que en ese cuerpo tan chico quepan arrestos de tienda, de taberna y de cortijo! Vendes: vinos y aguardiente; jabón verde y jabón fino; aceite, miera, tocino, bazones y bartaguillos; percales, agujas, hilos, especias y bacalao; carburo, queso, chorizos, cacharrería rambleña y... ¡hasta carne de membrillo! Mides: habas y arvejones, avena, garbanzos, trigo; cada tres días amasas teleras de cuatro kilos, -¡Incienso para estos campos el olor de tu amasijo!Fías a los segadores; das maquila a los molinos, abasteces a gañanes, a trilleros y a moritos; ¡y es tu Banco una alcarraza, y unas cañas son tus libros, y son tus cuentas cabales, y tienen alma tus giros! Cuando el sol se va poniendo y el trajinar hinca el pico, dejas que peinen tu pelo los dedos del relentillo; barres, alegre, tu puerta; riegas el jazmín morisco, los tiestos, la enredadera, le haces al dondiego un guiño; apañas bajo el sombrajo sillas y mesas de pino y esperas que la guitarra piñonee tus hechizos. Ya vienen los caballistas; un coche con señorío; Eusebio Rioja.- Pág.- 179
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tratantes de rompe y rasga, y el guarda de “Valsequillo”. ¡Casita ventorrillera! ¡A remilgarte el vestido! ¡A derrochar cascabeles alternando por lo fino! ¡Ya eres taberna de lujo por la gracia y el hechizo de estas noches andaluzas llenitas de sombra y mimo! ¡Qué te importan las ranas ni qué se te dan los grillos, ni que los mengues punteen los bordones del camino! ¡Psss!... ¡¡A callar!! ¡Que está cantando el alma del ventorrillo! Difícil nos resulta cuantificar el número de ventas que existieron en La Caleta. No aparecen anunciadas con este nombre en la documentación que hemos manejado. Por el contrario, sí hemos encontrado un café económico anunciado en la Guía oficial de Málaga y su Provincia, 1902, de Enrique Pérez y López (pág. 456), café que pudo ser una venta, en realidad. Es el de Victoria López Martín, enclavado en el número 19 del Paseo de Reding. Posiblemente fuese la venta de Victoria la Cáncana. También hemos encontrado varios figones, que pudieron ser ventas. Son el de Antonio Aldana Muñoz, en Bella Vista, 22; el de Bernardo Gallardo López, en el Paseo de Sancha, 107, y el de José Ruiz Fortes, en el Valle de los Galanes, 222 (pp. 480-482). Y también hemos encontrado varios restaurantes en esta zona, restaurantes que eran ventas. Son el de El Yerno de Conejo, en Torre de San Telmo; el llamado Hernán Cortés, en el número 20 de la Avenida de Sancha; el de Eduardo Guijarro, en El Morlaco, 60 -que debía ser la Venta de Guijarroy Cinco Minutos, en Pedregalejo, 174 (pp. 503-504). Esta venta se encontró en lo que hoy denominamos Las Cuatro Esquinas de El Palo, donde ahora existe otro establecimiento igualmente dedicado a la hostelería.
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Por supuesto, no podían faltar las tabernas. Tabernas que serían consideradas ventas. Hemos hallado dos: la de Isabel Soler, en el Paseo de Reding, 15, que seguramente sería la venta de Isabel la Sorda, y la de Joaquín Rodríguez Montañés, en Pedregalejo (pág. 510). Cabe la posibilidad, de que este Joaquín Rodríguez Montañés fuera el guitarrista sevillano Joaquín Rodríguez: El Hijo del Ciego. Juan Manuel Rodríguez: El Ciego, fue también guitarrista y padre de siete hijos, de los cuales Salud, Lola, Mercedes, Baldomero y Joaquín se dedicaron profesionalmente al Arte Flamenco. De Joaquín, dice Fernando el de Triana que era guitarrista de buena clase, aunque no de gran ejecución (pág. 132). Joaquín disfrutó de una vida artística de cierto prestigio, y grabó una apreciable cantidad de placas gramofónicas, pero quién sabe si en alguna época y por cualquier motivo, instaló y regentó una venta en La Caleta malagueña. No sería el primer guitarrista que lo hiciera.
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JULIÁN GAYARRE Y JUAN BREVA EN LA CALETA En 1883, el tenor Julián Gayarre estuvo en Málaga dando recitales. El primero lo ofrecería el 26 de noviembre para la Sociedad Filarmónica. El segundo, al día siguiente en el Teatro Cervantes. El éxito que obtuvo fue indescriptible. Sus amigos más allegados, decidieron celebrar el triunfo en una venta de La Caleta: Al día siguiente va don Julián, rodeado de admiradores, a una venta donde aguardan maestros de la sonanta y artífices del cante andaluz. Gayarre, admirador de los trinos flamencos, quedó embelesado oyendo cantar por malagueñas a aquel portentoso ruiseñor que se llamó Juan Breva. Y fue tal el entusiasmo, que cruza por su mente una idea que decide poner en práctica seguidamente. -
Juan, ¿podría usted enseñarme a cantar esas coplas? Con la garganta que usted tiene, no creo le sea difícil aprenderlas. Comienza los rasgueos el “tocaor”. Juan le da la entrada, le inicia la copla, Gayarre pretende seguirla... y nada. Una y otra vez prueba sin el menor resultado. A pesar de sus portentosas facultades... no le salía aquel cante. En fallidos intentos pasó más de una hora, al cabo de la cual, con la frente sudorosa y el más triste gesto de desesperanza, no pudo menos de exclamar:
-
¡Hay que dejarlo! ¡Para cantar malagueñas es preciso haber nacido en esta tierra, calentado por su sol y arrullado por sus olas! (Más cosas de Málaga, pp. 34-35).
Y ahora..., interprétese como se quiera este relato.
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LA VENTA DE GUIJARRO Se encontraba enclavada muy al final de La Caleta, en Bella Vista, al pie de El Morlaco, hacia la entrada del Camino de la Desviación. Es la única venta de la cual poseemos fotografía identificada. Como hemos visto, en 1902 se anunciaba como restaurant en la Guía oficial de Málaga y su provincia, escrita por Enrique Pérez y López. Su domicilio era Morlaco, 60 y su propietario Eduardo Guijarro (pág. 503). Eduardo debía ser familiar de la cantaora Anita Guijarro, especialista en el cante por Malagueñas, quien en realidad, dio nombre a la venta. Anita llevó una vida artística bastante curiosa. Era ahijada de José Bergamín, quien fue presidente del Consejo de Ministros. Se casó con José García Soler, funcionario de policía, quien al ocupar el cargo de comisario en la ciudad de Huelva, trasladó con Anita la residencia familiar a la capital onubense. Al cabo de los años, volverían a Málaga, en cuya Caleta instaló Anita la venta (Cantaores malagueños, pág. 340). El pintor Manuel Blasco narró en La Málaga de Comienzos de Siglo, una juerga en dicha venta, juerga que podemos considerar prototípica entre muchas de las que se desarrollaban en los ventorrillos de La Caleta. Leamos a Blasco: Esta noche, el negocio hecho, se ha cerrado la casa y una reunión de amiguitos buenos, emparejados con las niñas y ella con su “Don José” han salido de juerga a la Caleta. En aquella Caleta que era un solo jardín, apenas separadas las casas por cercas y tapiales de damas de noche que en espasmos de amor daban su perfume al azahar del limonero. Se desnuda tu flor en la enramada dejándome tu esencia de querida y en pecado la rama florecida a la noche en alcoba transformada. Las jacas trotonas de la manola, con música de cascabeles, lleva la juerga de palmas y risas hacia la venta; entre las blancas cortinillas se cuela el perfume del jardín en flor. “Venta de Joselito”, la de “Yerno Conejo”, “Venta de Sandoval” o la “Venta de Guijarro”. Allí hace parada la Eusebio Rioja.- Pág.- 183
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juerga. Van llegando los coches, en el último vienen cantaores y tocaores con las guitarras en sus mortajas de paño verde. Dice el señorito: “los cocheros que tomen lo que quieran”. Son amigos de la casa. Señoritos de tronío y billetes, toda la terraza para ellos que las juergas son reservadas para cada reunión. Es medianoche, en el cielo han colgado, como farolillo verbenero, una luna llena y el mar tan quieto es un murmullo de sirenas y caracolas. Vicente el camarero, haciendo remilgos, que dicen si es o no es, sube una caja de vino y empieza el descorche. Desnudan las guitarras, sus cuerpos de mujer y el cantaor se entona por lo bajini. Ya, la juerga es un rito, el rasgueo, la falseta y el cantaor hiere el acero de la noche con un lamento largo. “Vamos a ver esa soleá”, otro cantaor sale a la competencia. El señorito exige más. “A ver si cantamos bien, eso es jonjana”. Entonces los cantaores eran sólo menestrales del cante. Se arranca a bailar la Paula, el corro de palmas se estrecha, el vino gorgotea al derramarse en las copas, se limpia la mesa con un mantón de Manila, (alquilado). Una niña con el vinillo empieza a ponerse romántica, el ama pide una fuente de jamón. Vicente finge que se le cae el plato y da el susto. Es su truco. A la Paqui le da llorona al oir un fandango: A la mujer de la vida no la trates con desdén, que antes de ser de la vida era una mujer de bien. En sus lágrimas hay amargor de celos y regusto de besos infantiles. Se oye un guantazo; es la Carriola que se estaba timando con un tocaor. “Que suban otra caja” dice el pagano; y más jamón –añade el ama. Se enronquece la voz del cantaor, el farolillo se está bañando en el horizonte. Ya va clareando el amanecer y el olor del marismo, tapa el tufo de “Pachulí”, sudor de hembras y esencias de “Pompeya”, que rezuman las niñas. Un tren de juguete, que tal vez inauguró Isabel II, al pasar jadeando forma en el azul con su tinta de humo y de la playa sale con su ojo de sueño la jábega a echar las redes. Como cetáceos ahogados nadan los pellejos y los jabegotes, siempre resignados, enroscan la tralla en el cabo del copo; llevan un pernil arremangado (debía decirse arrepantalonado) y Eusebio Rioja.- Pág.- 184
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encorvándose clavan sus pies desnudos en la arena; quiera Dios que pese el copo. Hasta ellos llegan los ecos de un fandango, Ay qué dura está la vida pa el que la tié que ganar y hay quien se sienta en la puerta a ver el tiempo pasar. Un viejo jabegote que arrastra unas redes mira hacia la venta, tiene oleadas de arrugas en su frente y... De escamas su mirada tan lejana, encurtido su rostro en la salmuera, carenando su barca en la solana, esperan los delfines que se muera. Encallado en la playa por deshecho, mareado su andar cuando camina, desarbolado el mástil de su pecho es sombra gris, en viento de bolina. En la playa esperan gorrones, mendigos, chiquillos encueros y la pareja de civiles, la salida del copo. En la venta sigue la alegría, un señorito va a meter la pata, pero oportunamente tiene que vomitar. Ya el farolillo se ahoga en un charco de reflejos, el sol, despereza sus rayos. Hay que pincharle al cantaor. “Venga otra alegría” y él con su sombrero de ala ancha, su faja y su pañuelo al cuello, como Dios manda, con el primer rayo de sol cortándole la cara, se entona por alegrías: En un cementerio entré pisé un lirio y dio un quejío, era to lo que quedaba de aquel querer tuyo y mío. Se van calentando los cantaores, picándose en la competencia, que hay un señorito patoso que le ha dado por cantar, con su voz de becerro, y ellos están allí pa ganarse el jornal. “Vaya otra alegría”
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Estos sí que son tormentos mi madre mala en la cama y mi padre ya se ha muerto. Las mujeres, las que no saben escupir el vino, están como una cuba y los señoritos comienzan “las gamberradas”, echándoles jalapa en las copas, rasgándoles las enaguas o haciéndole la zancadilla a Vicente con la bandeja llena, para oírle decir “piropos y lindezas”. Se jalea con oles y vivas la gracia. El ama está hecha jarabe con su D. José y las mantecas le rebosan por la faja. En el suelo hay charcos de jerez y lascas de jamón. “Viva el rumbo”, que a D. Paco, el pagano no se le encoge el ombligo, pero como tiene mala uva y el vino le ha hecho su efecto, se niega a pagarle al cantaor que le dicen el “Mochuelo”, porque ha cantado “de pacotilla”, pero él no se resigna y le pide insistentemente el dinero pa él y sus hijitos y D. Paco “que tiene gracia”, saca su pistola y diciendo: “Cada mochuelo a su olivo”, larga tres disparos, ni que decir tiene que el Mochuelo, todavía sigue corriendo... pero es broma; al día siguiente, ya fresco, habrá buena paga. Se despiden los coches, con los cocheros hechos mojama y se alquilan los carros que pasan de la verdura para seguir la juerga en el mercado o en pescadería, que una juerga de postín, debe durar hasta que esté el sol en los tejados (vol. I, pp. 65-66). Pues así de crudo y zafio fue, y así lo contó Manuel Blasco.
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LA VENTA DE LA TRINI Sin duda, Trinidad Navarro Carrillo: La Trini fue una de las mejores cantaoras de la historia159. Nacida en Málaga en 1868, bautizada en la Parroquia de la Santa Cruz y San Felipe Neri, y criada humildemente por sus padres –Francisco Navarro y Ana Carrillo- en una familia de 13 hermanos, contrajo matrimonio en 1903 con Iganacio Maroto Sánchez, nacido en 1866 en Valdepeñas (Ciudad Real), industrial de profesión160 y residente en Málaga desde 1890, con quien tuvo una hija en 1899, a la que pusieron el mismo nombre de la madre. Ambos cónyuges regentaron una venta en el número 12 de Bella Vista, negocio que por alguna causa, no debió satisfacerles cuando deciden traspasarlo en 1905. Con este propósito, publican un anuncio en el periódico malagueño La Unión Mercantil, el día 14 de julio del referido año (véase apéndice número 39). Mas por alguna otra desconocida causa, no la traspasaron de inmediato, empadronándose en este domicilio en 1907. Cuatro años más tarde, o sea, en 1911, el matrimonio con su hija se trasladó a la casa número 12 de la calle de Antonio Luis Carrión, en cuyo domicilio y poco tiempo después, falleció Ignacio. La niña ha desaparecido del hogar materno, sin que haya podido averiguar si falleció o si fue internada en algún centro educativo. Por último, “La Trini” aparece empadronada en la misma calle y número, así: Doña Trinidad Navarro Carrillo, de Málaga, viuda, de cuarenta y nueve años de edad. Señorita Pastora Pabón Cruz “Niña de los Peines”, artista, de ventiséis años de edad, de estado soltera. Lleva residiendo dos años (Yerga, M., pp. 24-25). La Trini sufrió una importante intervención quirúrgica que duraría dos horas, a causa de una parametritis supurada. La operación fue practicada por el célebre médico y cirujano José Gálvez Ginachero, en el Hospital
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Para redactar este esbozo biográfico usamos las siguientes obras:
• •
YERGA LANCHARRO, M., Apuntes y datos... ROJO GUERRERO, G., Cantaores malagueños, en: Historia del Flamenco.
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Entonces, el término industrial no tenía el mismo significado que posee hoy. Bien podría entenderse que se dedicaba a la hostelería, en la venta que historiamos. Eusebio Rioja.- Pág.- 187
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Civil de Málaga, el día doce de abril de 1897, operación que seguramente inspiraría una de sus más conocidas Malagueñas: No se borra de mi mente día catorde de abril, porque en ese día me ví a las puertas de la muerte, sólo por quererte a ti. Autora de tres estilos de Malagueñas, La Trini actuó en los cafés cantantes malagueños. En 1890 lo hacía en el Café del Turco, como hemos visto, y en 1896 cantaba en el Café de Chinitas, rodeándose siempre de un halo de prestigio, por la belleza de sus interpretaciones. También hemos visto como alojó en su casa a La Niña de los Peines, durante una época cuando la cantaora sevillana, muy joven, residió en Málaga. Mucho y bueno imaginamos que debió aprender Pastora de Trinidad. Según el cantaor Rafael Pareja, Chacón estuvo con él en San Roque (Cádiz). Hasta entonces, de los cantaores, la supremacía se la repartían “Fosforito” y “Chacón”. En efecto. Fernando el de Triana se haría eco también de esta competencia artística entre ambos: Recuerdo que allá por el año 86, cantaban: Chacón en el café de Silverio, y Fosforito, en el Café del Burrero; y a ruegos de la afición, tuvieron que entenderse las dos Empresas y arreglar los turnos de los dos cantaores, de forma que pudiera el público salir de escuchar a uno y llegar a tiempo de escuchar al otro. ¡Cómo se ponía el trayecto entre la calle Rosario y la calle Tarifa! Verdaderas bandadas de aficionados de todas las clases sociales comentaban lo que acababan de oír, deseando que llegara el momento de escuchar al otro ídolo para después iniciar con verdadero conocimiento crítico la labor realizada por los dos competidores amistosos. Y continúa Pareja: Cuando algún tiempo después vino este último (Chacón)161 conmigo a San Roque y escuchó los cantes de Gayarrito y “La Trini”, arregló el suyo, ajustándolo a lo que había oído y cuando regresamos a Sevilla, acabó el pugilato con “Fosforito” a favor de don Antonio, que se hizo “amo del cante”, especialmente por malagueñas y sólo se hablaba de él162.
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El paréntesis es nuestro.
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RONDÓN RODRÍGUEZ, J., Recuerdos y confesiones del cantaor Rafael Pareja, de Triana, pág. 30.
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Esto debió ocurrir con anterioridad a 1889. En ese año y como hemos visto, Chacón se traslada a Málaga, donde reside por espacio de cuatro años, en amor y compañía de la Marquesita. Y desde luego, a lo largo de tan dilatada estancia, tendría numerosas oportunidades de escuchar a La Trini, y de arreglar sus cantes. Quizás durante estos días de estancia de Pareja en el Campo de Gibraltar, ocurriera la simpática anécdota que narra, entre Paco Botas y El Colorao163, anécdota que sucedió en La Línea (Cádiz), y de la que fue testigo La Trini. Además, proporciona Pareja otro dato que como los anteriores, nos adelanta unos años la cronología cantaora de La Trini. Dice que cantó en el antiguo Café del Burrero, también conocido como Café de la Escalerilla, cuando era propiedad de Manuel el Ecijano. Dicho café, pasó a detentarlo El Ecijano entre 1888, cuando Manuel Ojeda: El Burrero se traslada al nuevo local del número 11 de la calle Sierpes, y entre el año 1897, cuando cerró definitivamente el antiguo Café del Burrero164. La actuación de La Trini en el antiguo Burrero, debió producirse con anterioridad a 1890, año cuando la escucha por primera vez Fernando el de Triana, en el Café del Turco, de Málaga. Incluso, es posible que Chacón la escuchara en 1887, durante sus anteriores estancias en Málaga. En 1887, La Trini tenía 19 años, edad suficiente para dedicarse profesionalmente al cante. En septiembre de 1897 se le tributó un homenaje en el teatro Vital Aza de Madrid, espectáculo que organizaría Juan Breva, seguramente a causa de la forzada inactividad artística –y por lo tanto, de ingresos económicos- que le debió producir la operación. En 1903 canta en distintos locales de Sevilla y en 1917 recibe otro homenaje en el Teatro Novedades, de Málaga.
163
Estando en una ocasión en La Línea de la Concepción “La Trini”, Chacón, “Juan Breva”, “Paco Botas”, “El Colorao”, el guitarrista “Habichuela” y yo, con el entonces Alcalde don Andrés González, gran aficionado y que tenía un café en la Explanada, bromeábamos entre nosotros; y como dijera “El Colorao” que sólo tenía cincuenta y dos años, “Paco Botas”, que lo conocía bien, lo atajó y con mucha solemnidad le dijo: -
Compare, es usté un embustero porque tiene muchos años más.
-
Y tú, ¿cómo me puedes justificar?
-
Porque “ayé” leí su fe de bautismo –contestó “El Botas”-, que me la encontré en el Arca, y nació “usté” veinte años antes que Calderón de la Barca (Ibidem, pp. 114-115).
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Ibidem, pág. 235.
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Entre los seguidores fieles de los cantes de La Trini, debemos mentar a Paca Aguilera, compañera de Trinidad en algunas actuaciones, como queda documentado y de quien diría Fernando el de Triana: Esta fue la cantadora que mejor imitó a la Trini (gloria del pueblo malagueño y figura gigantesca del cante andaluz); (...) copió el cante de la Trini con tanta exactitud, que en ciertos momentos y detalles de los cantes no le faltaba más que llamarse Trinidad (pág. 160). Así las cosas, a través de sus grabaciones podemos formarnos una idea real del cante de La Trini. Otro conocedor directo y seguidor de su estilo, fue Sebastián Muñoz Beigveder: El Pena, padre. Y otro, Diego Beigveder Morilla: Diego el Perote165, quien cantó numerosas veces en La Venta de la Trini, y la escuchó a menudo: En La Caleta tenía La Trini un ventorrillo, la cantaora ésa tan buena. Allí iba yo de noche a trabajar, que allí es donde uno se podía ventilar una peseta. Había seis o siete ventas. Iban los señores de Málaga a divertirse allí, llamaban a los cantaores... Algunos llevaban mujeres de la vida... (El cante por Malagueñas. Pláticas con Diego el Perote, pág. 12).
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De las Malagueñas de La Trini, grabadas en discos por Paca Aguilera y por Sebastián el Pena existen reconstrucciones técnicas que permiten una audición aceptable. Recomendamos los siguientes: •
Paca Aguilera.- Toítas las noches le rezo y Pensando en ti desvarío, en: Málaga Cantaora. Breve antología. 1850-1950, DCD S-30013, edición del Ayto. de Benalmádena (Málaga) para el XV Congreso Nacional de Actividades Flamencas, 1987. Grabación original realizada en 1911.
•
Sebastián el Pena.- El camino de la vía y Haciendo por olviarte, en: Flamenco. Restauration historique, Flamenco en France, FLAM 9309. Grabación original: ZONOPHONE 552 095 realizada en 1907.
De Diego el Perote se puede encontrar las siguientes grabaciones originales: •
No se borra de mi mente, en: Sabor de Málaga, COLUMBIA CCL. 32059 realizada en 1966.
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Según la descripción vertida por Gustavo García Herrera, en la biografía de José Gálvez Ginachero, La Trini era una mujer de mediana estatura, cabellos rubios con rizado natural; rostro que sin ser bello, posee indiscutible atractivo, acaso por su pequeña boca, nariz respingoncilla y ojos melados. Viste con señalada elegancia, costosos vestidos, que sabe llevar con la distinción de una reina (pág. 26). Pero hubo dos hechos en su vida que le hicieron caer en descrédito. Uno, haber perdido un ojo al precipitarse sobre una navaja, en cuya punta le ofrecía una aceituna su amante El Caracolero, hecho que desmentía rotundamente Diego el Perote: Ya ves si cantaba bien La Trini que venía Chacón a escucharla. Era una cantaora mu buena. Mu buenos ratos hemos echao. Mu simpática. Una señora. No parecía cantaora siquiera. (...) Se quedó tuerta porque el marío le tiró un tenedor y se lo clavó en el ojo, y la dejó tuerta a la pobre. Que es mentira eso de que un querío le saltó un ojo con una navaja, eso es mentira. Qué manera de hablar la gente cosas que no son166 (El cante por Malagueñas. Pláticas con Diego el Perote, pág. 13).
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He aquí como Jorge Martín Salazar cuenta este sucedido, en Las malagueñas y los cantes de su entorno, sin citar fuentes: Se ha relatado ya muchas veces la historia de las borrascosas relaciones entre la cantaora y su amante, Agustín el Caracolero, inquietante fugura ésta de chulo brutal y sentimentaloide, aficionado al cuchillo y vanidoso autor de coplas en su mayoría plagiadas, que luego las hacía cantar a su amante. Las turbias relaciones culminaron cuando, tras una de las frecuentes riñas, el Caracolero intentó congraciarse con la Trini ofreciéndole una aceituna pinchada en la punta de su faca; en el forcejeo, el arma tropezó con uno de los ojos de la cantaora dejándola tuerta para los restos (pp. 56-57). También, Rafael Pareja narra el hecho de forma muy parecida. Desde luego, se equivoca cuando dice que la letra No se borra de mi mente / día catorce de abril... debe su composición a este sucedido. Pero continúa: En esta letra aludía al triste suceso que le había ocurrido en esa fecha, con un amigo, a quien ella quería mucho y que jugando le había clavado un tenedor en un ojo, que perdió. Fue un hecho desdichado que tuvo decisiva influencia en su vida artística, pues quizás debido a la pena que le corroía su alma fue perdiendo facultades, apagándose su voz poco a Eusebio Rioja.- Pág.- 191
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Y el otro hecho repelente, haber regentado una casa de prostitución en Antequera (Málaga). En este pueblo debió morir La Trini, olvidada por los aficionados, en fecha desconocida. Aún no hemos encontrado sus huesos, ni sus documentos de defunción, siquiera. Fernando el de Triana, compañero y admirador de La Trini, hizo el siguiente relato de una juerga muy especial, desarrollada en La Venta de La Trini: La última vez que la escuché fué el año 1907. En esa época cantaba yo en el café Chinitas, y una mañana me invitó D. Cipriano Martínez, dueño del restaurante La Alegría para que asistiera yo, y que a la vez les avisara a los guitarristas Santiago Segovia el Ciego y a Santos Ramos, más al excelente cantador Rafael el Moreno167, para entre los cuatro amenizar una comida que el señor Martínez daba en honor de su íntimo amigo Cayetano Muriel, Niño de Cabra168, en el ventorrillo de la Trini. La comida fué espléndida169y servida en aquella magnífica azotea junto al mar, que era un encanto. poco, hasta terminar exhalando tristes lamentos, con su magnífico estilo, que conmovían profundamente (pág. 41). ¿Será otra de las fábulas mitológicas del Arte Flamenco? La verdad es que tanto una versión como la otra, resultan bastante artificiosas. ¿...? 167
Sobre su biografía, véase: ROJO GUERRERO, G., Cantaores malagueños.
168
Sobre su biografía, véanse:
•
ARIAS ESPEJO, J., Un olvido injustificado: Cayetano Muriel “Niño de Cabra”.
•
CALZADO GUTIÉRREZ, F., Cayetano Muriel, en: Los fandangos de Lucena (cantes de viejos oficios, ambientes y artistas lucentinos).
169
Según contara Sebastián Muñoz: El Pena al buen aficionado y amigo que fue José Márquez Cabello: Cayetano se ponía “morao” con las cazuelas de longaniza que les preparaba la Trini en su ventorro malagueño y que estaban para chuparse los dedos, por lo que con su peculiar estilo entonaba aquella letra: De jamón y longaniza si me diera a escoger yo me iría a la choriza porque me gusta tener la barba muy pringosita. Eusebio Rioja.- Pág.- 192
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El vino que se bebía, Carta Blanca, así es que las guitarras sonaban a gloria; y como el homenajeado es un cantador, no hay para qué decir que tanto Rafael el Moreno como yo sacamos a relucir todos los trapitos de cristianar, como suele decirse, y cantábamos con las de “Ganalón”; ¡pero ni por esas!, Cayetano no se arrancaba, ni se arrancó una vez siquiera: entonces, en un momento en que estaba entre nosotros Trinidad, tuvo un arranque de esos que no tienen más que los verdaderos artistas y con la suavidad y dulzura que hablaba aquella virtuosa del cante por malagueñas, dirigiéndose a la reunión, dijo: -Señores, yo, en vista de lo a gusto que veo que están ustedes y que a pesar de eso el homenajeado no dice esta boca es mía, si ustedes me lo permiten voy a cantar una coplita; porque yo también estoy muy a gusto en la reunión y no puedo demostrarlo de otra manera. Se chocaron las copas, se dieron vivas a la Trini, sonaron las guitarras, y hasta el mar, a cuya orilla estábamos, perecía recoger sus olas sin el ruido natural de la “reventazón” sobre la playa, como si se les hubiera dicho: ¡Callarse, que va a cantar la Trini! ¡Las olas callaron y la Trini cantó! Es decir, aquello no fué cantar, fué hacer llorar a más de veinte hombres que con religioso silencio la escuchábamos. Con esta copla nos despidió, la que según mi opinión, ha sido la mejor cantadora de malagueñas conocida hasta hoy: Cuando me pongo a pensar lo lejos que estoy de ti, no me canso de llorar: porque sé que te perdí, para no verte jamás (pp. 97-98). Desde luego, conmueve el derroche de sentimiento y lirismo que vierte Fernando el de Triana en estos párrafos. También hubo juergas excelentes en La Caleta, como acabamos de comprobar.
(ARIAS ESPEJO, J., un olvido injustificado: Cayetano Muriel “Niño de Cabra”, pág. 74). ¿Quién sabe si aquella comida espléndida fue una cazuela de longaniza, de las que le preparaba La Trini? Eusebio Rioja.- Pág.- 193
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Diego el Perote solía contar un chascarrillo de inocente gracia, y quizás de su propia invención, que ubicaba a las puertas de La Venta de La Trini: A la venta de La Trini llegó una vez uno de Álora, y llegó un pescaó con un burro con dos capachos cargaos de sardinas. Y le dice el de Álora: -
¿Quiere usté un par e pesetas y me como unas sardinitas de ésas? Por muchas que se comiera, se podía comer un cuarto kilo. Pero empezó a comé sardinas, y venga a comé sardinas, cabezas y tó. Y le dice el pescaó:
-
¿Pero hombre, no le quita usté las cabezas ni ná?
-
No, al primer capacho no se las quito nunca.
-
Pos arre, que se va a comé este tío las sardinas, los capachos, el borrico y a mí y tó. ¡¡¡Arre!!! (El cante por Malagueñas. Pláticas con Diego el Perote, pág. 13).
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LA VENTA DE JOSELITO Según contaba Diego el Perote, La Venta de La Trini fue ocupada cuando ella la dejó, por Joselito. Y no nos extraña. Hemos visto como en 1905, dos años después de casarse, La Trini ponía en traspaso la venta. Puede que fuera una estratagema del marido de Trinidad, para ir apartándola del mundo artístico del Flamenco, muy en entredicho, y muy conflictivo, entonces. El traspaso de la venta podría ser el primer tramo a subir, calculado por Ignacio. Desde luego, no era nada cómodo regentar una venta en La Caleta, dada la dinámica que funcionaba en ellas, como hemos visto. Joselito era hijo de La Juanaca, veterana cantaora también biografiada por Fernando el de Triana. Transcribimos las siguientes líneas de Arte y artistas flamencos: Formidable cantadora de alegrías para bailar, y cantes por soleares. En estos dos sistemas fue verdadero fenómeno. Prefería los cantes por soleares de Lorente, y hacía de éstos una verdadera creación. Pero donde estaba sencillamente colosal era cuando cantaba para bailar; sobre todo cuando le tocaba el turno a Fernanda Antúnez, que como era una bailadora extraordinaria, extraordinario era el cante que necesitaba para su baile. Este número solía terminarlo acompañada del gran maestro Pérez, que a la vez de gran guitarrista bailaba, con la guitarra a la espalda, sin dejar de tocar y siempre lo hacía en el número de Fernanda (pág. 68). Pues se remonta aquí Fernando con la voz de La Juanaca, a los tiempos del legendario Lorente, cantaor asiduo de los espectáculos que ofrecían las academias de baile sevillanas, cuando aún no se habían inventado los cafés cantantes, y cuando el Arte Flamenco estaba gestándose. Cantaor referido por los viajeros de mediados del siglo XIX y por los carteles anunciadores de los mentados espectáculos. Y su cante no se perdió. Lo recogió La Juanaca, de quien lo aprendió Diego el Perote: La Juanaca cantaba mu bien por Soleá. Yo hago un cante por Soleá de La Juanaca que no hace nadie, ni lo saben:
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Pena sobre pena, vengan penas y fatigas que aquí está la madre de ellas (pág. 13). Lástima que cuando convivimos a diario con Diego, para que nos contara lo que transcribimos en El cante por Malagueñas, no tuvimos la oportunidad de grabarle este cante. De todos modos, dicha Soleá pasó a los discípulos de Diego el Perote, a través de su enseñanza. Y ellos sí que están vivitos y cantando. Podemos afirmar que en Málaga no se ha perdido la Soleá de Lorente, por vía del itinere que principia La Juanaca, continúa con Diego el Perote y llega a sus alumnos. En La Venta de Joselito, sitúa Gustavo García Herrera un sucedido que llega a ser gracioso, por mor de su truculencia: Y algo misterioso y subyugante tenía el cante de Pastora Pavón. Algo difícil de explicar con palabras y que sólo los que tuvieron la fortuna de oírla pudieron experimentar con arrobo y que en el subconciente pervive a través de los años. Hasta qué punto enajenaban aquellos trinos puede calibrarse por la siguiente y verídica anécdota. En cierta ocasión tuvo en la venta de Joselito una “juerga” sonada. Corrió la manzanilla a torrentes y “la Niña” cantó aquella noche haciendo alardes de sus facultades, estilo y salero. También bailaron unos gitanos con el más puro estilo “cañí” y, embelesados, escuchaban a Pastora cuando ella hacía oír su voz. En un descanso del “trajín” se echa de menos uno de los más destacados “faraones”. Inútilmente se le busca por todas las dependencias y, nada, no aparece. Alguien sale de la venta por el lado de la playa, y buscando, buscando, descubre, tendido de través entre los raíles del ferrocarril suburbano, al gitano perdido. A él se dirige y le increpa: -
¿Qué haces ahí “asaúra”. No comprendes que puede venir un tren y hacerte papilla?
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El “calé” se incorpora, algo turbado por los vapores del vino, y sólo acierta a responder: -
¡Después de oír cantar esta noche a la Niña, ya no tengo nada que hacer en este “aperreao” mundo!
Imaginamos que ningún participante de la reunión, lo dejaría conducir aquella noche. En 1928, un tocaor llamado Manuel Pasos Gallego: El Cantares es víctima de otra broma pesada. Unos individuos lo contratan para una juerga en la Venta de Joselito, y al final, no sólo no le pagan, sino que le rompen la guitarra, hecho que denuncia en comisaría (véase apéndice número 40). No pasaría mucho tiempo cuando encontramos que Joselito había traspasado su venta. Francisco García Luitado, el nuevo inquilino, solicita al Alcalde de la Ciudad, el 20 de octubre de 1930, que le conceda permiso de reapertura. En la solicitud, expresa el domicilio correcto de la venta entonces: Bellavista, nº 12, así como el del establecimiento donde se dedicaba a la venta de vinos y aguardientes: Avenida del Pintor Sorolla (Torre de San Telmo), nº 134170, establecimiento cercano que también podía ser otra venta.
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Archivo Municipal de Málaga, Legajo 4523, expediente 21. Eusebio Rioja.- Pág.- 197
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ANTONIO MARTÍN
En realidad, Antonio Martín no estaba, ni está, en La Caleta. Su emplazamiento se encuentra en La Malagueta, barrio marinero antiguamente, más próximo al centro urbano malagueño que La Caleta. Y tampoco creemos que poseyera el ambiente flamenco de los ventorrillos caleteños, aunque hubiese en este merendero juergas flamencas. Pero serían juergas más sosegadas y familiares. Una de ellas, fue narrada por Gustavo García Herrera en su libro Más cosas de Málaga. No tendría más interés, si no hubiesen participado en ella La Niña de los Peines, como protagonista, y Arturo Rubinstein, como autoinvitado. La categoría artística de ambos, nos llevan a reproducir estos párrafos de la obra mentada: Allá por el año 1917 se celebraron en la Sociedad Filarmónica dos conciertos de piano, a cargo del ya famoso artista don Arturo Rubinstein. Fueron el 22 y 24 de enero y en el último de ellos dedicó toda la segunda parte al glorioso compositor español Isaac Albéniz. Como era de esperar, el éxito fue imponderable; su maravillosa ejecución y capacidad interpretativa le hicieron presentar un Albéniz con toda la fuerza emocional y sentimiento que pusiera el compositor al escribir las partituras. Sale don Arturo de la Filarmónica vibrando su alma a los compases de la españolísima música. Le acompañan varios amigos. Por una lógica asociación de ideas se acuerda de una artista que años antes conociera en Madrid y de cuyo cante quedó prendado. Pregunta: ¿Está en Málaga la “Niña de los Peines”?. Se hacen averiguaciones y viene en conocimiento de que Pastora Pavón se encuentra en su tierra, pero que, precisamente esa noche, está con unos amigos festejando un bautizo en el ventorrillo de Antonio Martín. - ¡Pues yo no me marcho de Málaga sin saludarla! Y dicho y hecho, a la venta de la Malagueta se encamina. Por aquel entonces Antonio Martín sólo disponía de una construcción de maderas, con una terraza en la planta baja,
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frente al mar, y un amplio mirador, encristalado, que tenía acceso por una pina escalera, casi de barco. Sube Rubinstein hasta la puerta del mirador y escruta tras los cristales. No se atreve a abrir pues es mucha la gente que hay, y ninguna cara conocida suya. En la pesquisa, descubre a la “Niña de los Peines” que extrañada de ver un señor curioso tras los cristales, a él se dirige. Abre la puerta Pastora y al identificar al visitante exclama: “Madre de mi arma” pero si es “cabecita de carambuco” (así le llamaba la Niña, por su ensortijado cabello). Pasa. “sentrañas mías”, que aquí toos son amigos y de los de “chipén”. Pronto queda enterado don Arturo que se celebra el bautizo del primogénito de un célebre matador de toros malagueño: el renombrado estoqueador Paco Madrid. Recibido con extrema cordialidad, no tarda Rubinstein en considerarse una más de la fiesta. Corre el vino, rebosa la alegría y el optimismo, y todo aderezado por el chispeante gracejo de Pastora Pavón. Suenan las guitarras, se hace un mudo silencio, casi religiosos, y se arranca “La Niña de los Peines” con un tanguillo, al tiempo que baila con taconeo inimitable: “En una cierta reunión Se dio una comida un día. Allí se partió un melón, Única fruta que había. Partí yo de mi “asandía” Y le ofrecí a una casada Que me dijo avergonzada: Calle por Dios, caballero, que estoy de luto y no puedo comer fruta colorada”. El donaire de Pastora, la incongruencia de la copla y el inimitable estilo con que fue cantada, se premia con unánime ovación y toda clase de requiebros. Siguen malagueñas, soleares, fandangos, etc., todo el interminable repertorio de aquella insuperable artista, dicho con el ángel y estilo que sólo ella poseía. Rubinstein se siente cada vez más andaluz, se acuerda de Albéniz y de la escena que está viviendo y piensa cuán
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maravillosa sinfonía se pudiera escribir con trinos del flamenco. Llama a la Niña y le dice: - Pastorita, canta algo para mí solo, algo que pueda llevar yo al pentagrama. Se acomoda el guitarrista, Pastora se dispone y dice: - ¿Por fandanguillos! –y se arranca con la copla: “El pelillo echao p’atrás todas las mujeres tienen, el pelillo echao p’atrás, y Carmen “la Portuguesa” lo tiene p’acá y p’allá, los pelos de la cabeza”. - ¡Eso es lo que yo quería! Cántalo otra vez, Pastorita. No se hace de rogar la flamenca; una y otra vez deja sentir las estrofas de la copla, pero modulada por su garganta prodigiosa, envueltos los trinos en aquel embrujo que sólo ella poseía. Don Arturo, papel pautado en mano, intenta con un lápiz traducir al papel de música los graciosos quiebros e inflexiones maravillosas que Pastora ponía en su cante. Pero en vano... Las notas de la guitarra, el son de la copla sí, le eran fáciles de captar... pero las modulaciones que las notas sufrían al pasar por la garganta de la Niña... eso no era traducible al pentágrama. Al fin desiste de su empeño, pero a bien seguro que el genial pianista conservaría recuerdo imborrable de aquella noche, y llevará aún clavadas en el corazón los trinos de aquel gracioso e imponderable ruiseñor171. De no conocer la música y sus técnicas de transcripción, nos parecería asombroso lo narrado. Pero conociéndolas, nos parece ingenuo, cuanto menos. Desde luego, no es posible traducir al pentagrama, las modulaciones que las notas sufrían al pasar por la garganta de la Niña. Pero ni las de La Niña, ni las de ningún otro cantaor, ni las de ningún otro 171
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cantante, sea del género que sea. Aún no se ha inventado ningún sistema de notación musical, que pueda escribir la expresión. Y Rubinstein, como magnífico músico que era, lo sabía muy bien. Alguna otra pretensión tendría, seguro. De todos modos, el relato nos sirve para confirmar la vinculación de Pastora con Málaga y los malagueños, su amistad con Rubinstein y la insólita presencia de ambos en un bautizo celebrado en el merendero Antonio Martín.
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A MODO DE CONCLUSIONES La provisionalidad que denuncia el título de esta sección, viene correspondida y justificada por idéntica provisionalidad de su objeto. Repetimos que actualmente, nos vemos imposiblitados para realizar la labor de investigación y recopilación de noticias y datos históricos, que puedan elevar a definitivas y erga omnes nuestras conclusiones. El exahustivo rastrillado o peinado de la prensa malagueña del período que nos ocupa, se vuelve una necesidad fundamental que padecemos. Esta carencia es causa principal de nuestras reservas. De todos modos, no nos parece correcto –honesto, diríamos- finalizar el estudio realizado sin presentar unas conclusiones que, a la vista del material analizado, resulten fiables hic et nunc. Pero apelamos al sentido aproximativo del subtítulo general de este trabajo. Con el actual estado de la cuestión, vayamos pues a ellas. A partir de la mitad del siglo XIX, el Arte Flamenco se encuentra perfectamente definido, con características propias indelebles y genuinas, denominación sustantiva y precisa, artistas profesionalizados, y público que lo sigue, disfruta, demanda y costea. En muy poco tiempo, sobre la séptima década del siglo, se pone de moda con tal poderío, que llega a convertirse en todo un fenómeno social. La explicación de este sorprendente y rápido triunfo del Arte Flamenco, se debe a participar plenamente en su concepto y formas de la estética artística del coetáneo Romanticismo, movimiento triunfante por entonces, así como a encontrar una base social que se identifica en sus gustos artísticos preferentes, con la referida estética y por lo tanto, con el Arte Flamenco. La época de esplendor del Arte Flamenco que se iniciaba, coincide en el tiempo con el auge de los cafés. Cafés concebidos como salas de tertulias, donde esporádica y puntualmente, se ofrecía funciones artísticas en unos casos, y donde el desarrollo más o menos frecuente de las mismas, según su género, se convertía en seña de identidad del café, en otros casos, llegando algunos a instalar auténticos teatros de reducidas dimensiones, en sus locales. Surgen así los cafés concierto, cafés teatro o cafés cantantes, que igualmente se erigirían en otro fenómeno social, funcionando a modo de foros artísticos y de ágoras de aficionados.
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El Arte Flamenco encuentra en los cafés cantantes unos espacios idóneos para la programación de sus espectáculos172, logrando en algunos, protagonizar dichas programaciones con tal intensidad y frecuencia, que llegaron a convertirlos en espacios propios, con identidad flamenca. Esta dinámica, seguida en toda Andalucía, en las proximidades de las regiones murciana y extremeña, y en Madrid principalmente, posee unas connotaciones singulares en la ciudad de Málaga, donde coincide con una era de esplendor económico de categoría histórica, lo que determinaría una alta demanda de espacios lúdicos de diversas características. Por ello, el número de cafés con programación más o menos regular de espectáculos flamencos, es extremadamente alto. Como hemos escrito, Málaga era una de las primeras capitales españolas del ludus dilectanti. Los cafés cantantes flamencos de Málaga, se asientan en un espacio urbano exclusivamente céntrico, sin que encontremos ninguno establecido en los barrios periféricos o suburbanos, barrios donde la ejecución de Arte Flamenco se concentraría en fiestas, ferias y tabernas fundamentalmente, sin detentar carácter de espectáculo. Esta disposición tan céntrica de los cafés cantantes malacitanos, acentúa su carácter pequeño-burgués, aunque habitualmente se viesen frecuentados por clases sociales populares, además. La sociedad malagueña de la segunda mitad del XIX y primeras décadas del XIX, presentaba suficiente dinamización y tolerancia como para permitir el flujo y la promiscuidad social en estos lugares. En el mismo período, surgen en un determinado y exclusivo sector periférico de la ciudad, otros espacios netamente flamencos: las ventas de La Caleta. Aquí, la actividad flamenca no poseería carácter de espectáculo público, sino de juergas privadas donde en muchas ocasiones, el Arte Flamenco no era más que acompañamiento o pretexto de otros fines lúdicos. La antigüedad de los cafés cantantes malagueños puede considerarse iniciada sobre 1860. En 1861, encontramos las primeras noticias de la existencia del Café del Sevillano, el más flamenco de Málaga. Y por entonces, debió abrirse al público el Café de Chinitas, abandonada la ciudad por Antonio María Álvarez, su primer propietario quien lo usaba privadamente. Este café sería el último en cerrarse, clausura ocurrida en 1941, ya reciclado en cabaret, con el nombre de Salón Royal.
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Usamos el término espectáculo en el sentido de actuación artística formal y programada, contrapuesto al de mera actividad espontánea e imprevisible, aunque la valoración cualitativa de ésta supere en ocasiones a aquella. Eusebio Rioja.- Pág.- 203
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Las ventas de La Caleta cobran esplendor a partir de 1880, cundo se urbaniza la zona. Su desaparición como sedes flamencas, se produjo sobre los años veinte del vigésimo siglo. Con posterioridad, la actividad flamenca en las ventas se trasladaría a las de Ciudad Jardín, en el trazado del camino de Casabermeja, para pasar por último a las del camino de El Colmenar. Así, entre las fechas aproximadas de 1860 y 1930, existió en el centro de la ciudad un alto número de cafés cantantes que listaron en sus salones espectáculos flamencos, con mayor o menor cotidianeidad y protagonismo, en unos momentos y otros de sus historias particulares, y generalmente en convivencia con actuaciones de otros géneros. Además, otro alto número de ventas en La Caleta, donde la actividad flamenca se puede considerar prácticamente diaria. El ambiente y la calidad de los espectáculos flamencos de los cafés y de las ventas, correspondió a la categoría de los establecimientos y por lo tanto, al precio de las obligatorias consumiciones, seleccionando y discriminando de este modo la clientela. Como resulta obvio, predominaron los cafés de lujosas instalaciones, y con intervenciones de artistas considerados primeras figuras del Arte Flamenco, bien malagueños, bien forasteros, y bien los residentes en Málaga. Recordemos por ejemplo, las largas estancias malagueñas de Paco el Bisté, Paco Lucena, Fernando el de Triana, Pastora Pavón: La Niña de los Peines o de Antonio Chacón. Y a la vez, hubo cafés-antros paupérimos, decrépitos y sórdidos, donde la canalla y la delincuencia convivían con los profesionales flamencos peor situados en el escalafón artístico. Eran cafés de mayor asequibilidad económica y donde se permitía otras actividades marginales, como el juego, las borracheras, las apuestas, la prostitución, el proxenetismo, etc. A la vista de todo ello, nos reafirmamos en la opinión de que a lo largo de aquel tiempo, la ciudad de Málaga fue una de las ciudades andaluzas, donde se registró mayor cantidad y calidad de actividad flamenca profesionalizada.
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APÉNDICES Transcribimos de seguido las noticias y escritos de carácter flamenco, que hemos hallado en la prensa malagueña y vienen al objeto del presente estudio. Repetimos que sólo es una cata. El vaciado periodístico que debe hacerse, aún está por realizar. Quizás sirvan estos mimbres para algo. También damos al final, dos borradores de artículos que hemos encontrado manuscritos, inéditos y redactados por Narciso Díaz de Escobar, en el archivo que lleva su nombre, y que posee los documentos de este autor.
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1) 8-IX-1833.- Boletín Oficial de la Provincia de Málaga. D. Juan Biosca, profesor de música, ofrece al público dar lecciones de piano, flauta, clarinete y guitarra. Vive esquina de la fonda de los tres reyes número 7, manzana 37.
2) 9-VI-1839.- El Guadalhorce.- Tomo 1º, nº 44.- J.M. Bremon. LA RONDEÑA Si en medio del silencio magestuoso de una noche de otoño el desconocido viagero atraviesa los solitarios campos de Andalucía, cuando la luna esparce en el horizonte una tinta vaga y melancólica, y el aire embalsamado apenas mueve las ramas de los olivos; si en esta hora misteriosa en que la imaginación parece abierta a las inspiraciones de una poesía tierna y sublime, en que el pecho ecsala un suspiro y la naturaleza le comprende, en que el alma se embriaga con recuerdos de amor... se oye a lo lejos el confuso sonido de la Rondeña, cuyos acordes y sentidos tonos, lejos de interrumpir la armonía de la escena grandiosa parece que la acompañan... ¡ay de mí! ¡quién pudiera espresar las dulces impresiones que esta música produce en el sensible corazón del caminante! La Rondeña, a veces lánguida y como abandonada a un instinto, semeja que arrulla los sueños de un amor inconsciente; y con una fuerza Eusebio Rioja.- Pág.- 205
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verdaderamente magnética cierra nuestros párpados, meciéndonos en una nube de celestes ilusiones. -¿Quién no se ha sentido arrebatar por este encanto si dando treguas a las fatigas de un viage, se detiene a la hora del reposo en el solitario cortijo, y recostados sobre los poyos que decoran su entrada, oye vibrar los acentos de esta música simpática? Porque la Rondeña entonces llena de sublime melancolía parece que siente los dolores del amante desconsolado, acompaña sus lágrimas de letargo, se anima en las rápidas detonaciones del punteado; recobrando la viveza original de su país, con cuanta verdad, con cuanta pasión, espera las amorosas pláticas de que tantas veces han sido testigos las rejas celosas de Andalucía! Allí los juramentos, allí las protestas, allí las tiernas quejas con las modulaciones de una voz humana desigual, veloz, órgano fiel de las sensaciones que le suceden en un corazón agitado. La melodía corre entonces por sí solo, sin estudio, sin arte, entregada a la vehemencia de la inspiración, y como si adquiriese la facultad de hablar... Y habla en efecto al alma; porque aquellos sonidos tan naturales, tan sentidos, escitan nuestro interés y se acomodan a todas las inteligencias, remedan esos diálogos apasionados que forman la ventura ideal de los amantes y revelan a cada cual el eco de aquella voz que resuena de contínuo en el fondo de su pecho. Un momento de entusiasmo de Rouget de l’Isle dio a la Francia la Marsellesa: del genio de Jacobo I y sus imitadores salieron las baladas de Escocia; pero la Rondeña española, como las barquerolas de Venecia, tiene por autor el pueblo en que nací.
3) 4-VII-1847.- Revista Pintoresca de El Avisador Malagueño.- Nº 27.S.C. (¿Salvador Casilari?).
COSTUMBRES ANDALUZAS (...) Al punto las guitarras despidieron de sus cuerdas los alegres sonidos del fandango. Cuatro parejas salieron en medio de la sala, tomaron posición, agitáronse los brazos, sonaron las castañuelas, y dobláronse los cuerpos de los ocho bailarines al empezar el paseo del baile. Bien po la gente é garbo! Esclamó el señó Juan; allá voy yo. Y con voz clara y sonora cantó la siguiente copla: A competí con mi gente Nadie en el mundo se ponga, Que cual ellos no hay valientes
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Ni cual ellas hay grasiosas. (...) Nuevas parejas habían reemplazado a las primeras, y ya iban a empezar a bailar la cachucha, cuando se presentó en la puerta de la sala el “Lobo”, y otros tres o cuatro mozos del barrio. (...) En breve se supo, pues la Berroqueña pidió en voz alta que tocaran el bolero. - ¿Quién bailayo, prenda? Preguntó el “Lobo”. - Este cuelpo, si osté no se ijusta. - Alma é los dos, aquí estoy yo pa acompañarla. - Está ocupá la plasa, compadre, dijo “Centella” poniéndose en pié. - ¿Qué aire corre esta noche? - El que usté quiera que sople, constestó “Centella”, po acá se resibe toó. - Vaya a vé ese bolero, almasén de grasia! Saltó el Sr. Juan para dar otro rumbo a la conversación. Que se va el tiempo! - Pos vaya en grasia! Dijo el “Lobo” tomando una guitarra y empezando a tocar. (...)
4) 12-II-1854.- El Avisador Malagueño. D. Antonio López, profesor de música, da lecciones de violín, guitarra, canto, flauta, clarinete y piano, al precio módico de 20 rs. Mensuales en su casa y 30 a domicilio. Vive calle de los Gigantes, num. 13
5) 4-V-1854.- El Avisador Malagueño. Por ausencia de D. Carlos Franza de esta capital, se ha encargado de su taller de grabados D. José Gallardo del Pino, grabador de quien se ha servido dicho Franza durante su permanencia en esta ciudad para desempeñar algunas de las obras que le han sido encomendadas.
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El referido taller, situado hasta ahora en el ex-convento de las Agustinas, con motivo de la demolición de dicho edificio, se ha trasladado a Carretería, número 38, frente del Postigo de Arance, donde Gallardo ofrece sus servicios al público.
6) 9-VII-1854.- El Avisador Malagueño. D. Antonio Ruiz, profesor de música, da lecciones de violín, guitarra, piano, canto, clarinete y flauta, a los precios módicos de 20rs. mensuales en su casa, y 30 a domicilio. Vive calle de Gigantes nº 13
7) 15-VIII-1854.- El Avisador Malagueño. Acaba de llegar a esta ciudad D. Antonio Marín (ciego) uno de los grandes profesores de guitarra de Europa. Los señores que tengan a bien oir su gran habilidad, podrán presentarse en la posada de la Esperanza, sita en calle de Cisneros, num. 56, contigua a Carnecerías.
8) 17-IV-1870.- El Avisador Malagueño. Se nos dice que el conocido guitarrista Don Julián Arcas tiene decidido dar una serie de conciertos en el teatro del Café Suizo, que empezarán hoy domingo a las ocho de la noche, siguiéndose los demás en los días que se anunciarán anticipadamente. Hemos tenido el gusto de oír sus arreglos y composiciones recientes que son dignas de la justa nombradía de que goza este artista, siendo más de estimar al ejecutarse en el árido y difícil instrumento que tan bien maneja el Sr. Arcas. TEATRO DEL RECREO Café Suizo Don Julián Arcas profesor de guitarra de paso en esta ciudad, tiene la satisfacción de anunciar a su respetable e ilustrado público una serie de brillantes y amenos conciertos que darán principio el Domingo de Pascua, y en los que por deferencia a tan distinguido artista, Eusebio Rioja.- Pág.- 208
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tomará parte alternativamente un aficionado ejecutando piezas escogidas al piano. Los programas de los conciertos serán variados, y el orden de los dos primeros correspondientes a el 17 y 18 de Abril, como a continuación se espresa: PRIMER CONCIERTO Parte primera 1º.- Marcha fúnebre del célebre Thalberg, arreglo del Sr. Arcas. 2º.- Fantasía sobre motivos de "Marina" del mismo. 3º.- Grandes variaciones sobre un tema del "Pirata", imitando varios instrumentos, y además ejecutará una de ellas con sólo la mano izquierda. 4º.- Batalla dedicada al Excmo. señor general Don Narciso de Ameller, por el referido profesor. Segunda parte 1º.- Miserere de la ópera "Il Trovattore". 2º.- El lindo motivo andaluz, Los Panaderos. 3º y último. La jota aragonesa. SEGUNDO CONCIERTO Parte primera 1º.- Cuarteto y motivos de la ópera "Rigoletto". 2º.- Bolero de "Los diamantes de la corona". 3º.- Fantasía sobre motivos de "Traviata". 4º.- Tango burlesco. Segunda parte 1º.- Gran sinfonía de Semiramide, arreglo del Sr. Arcas. 2º.- El célebre Wals del beso.
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3º y último. La Rondeña.
9) 19-IV-1870.- El Avisador Malagueño. El domingo por la noche tuvo lugar en el Café Suizo el primer concierto de los que dará en esta ciudad el profesor de guitarra Don Julián Arcas. Una numerosa concurrencia llenaba los salones de dicho café, arrancando el Sr. Arcas numerosos y nutridos aplausos en la ejecución de la "Batalla", dedicada al Excmo. Sr. General Don Narciso Atmeller, por el referido profesor, que en la noche del domingo demostró de nuevo cuán merecida es la reputación de que goza. Por indisposición de dicho artista se suspendió el segundo concierto que tenía anunciado para la noche del Lunes, debiendo tener lugar esta noche, como se dice en el anuncio que insertamos en su lugar respectivo. * TEATRO DEL RECREO Café Suizo Tercer concierto para hoy 22 de Abril, por el profesor de guitarra Don Julián Arcas. Parte primera 1º.- Escena y aria final de Lucía. 2º.- La Jota Aragonesa. 3º.- Variaciones sobre un tema tirolés. 4º.- Capricho polka. Segunda parte 1º.- Gran sinfonía de NORMA. 2º.- Tanda de walses. 3º y último. La Gallegada.
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10) 24-IV-1870.- El Avisador Malagueño. Anoche tuvo lugar en el Teatro del Recreo el tercer concierto dado por el profesor de guitarra Don Julián de Arcas, el cual demostró de nuevo sus conocimientos en el difícil instrumento a que se ha dedicado. * TEATRO DEL RECREO Café Suizo Cuarto y último concierto para hoy 24 de Abril, por el profesor de guitarra Don Julián Arcas. Parte primera 1º.- Recuerdo de Bellini y Donizetti (fantasía). 2º.- Variaciones sobre el gracioso tema popular nombrado "Punto de la Habana". 3º.- El Carnaval de Venecia. 4º.- La Soleá y motivos andaluces. Segunda parte 1º.- Gran sinfonía de SEMIRAMIDE. 2º.- Reverie. 3º y último.- Bolero de la ópera VISPERAS SICILIANAS.
11) 26-IV-1870.- El Avisador Malagueño. El conocido profesor de guitarra Don Julián de Arcas dió anteanoche su cuarto y último concierto en el teatro del Recreo. Sentimos que la estancia del Sr. Arcas en esta ciudad haya sido tan breve.
12) 27-IV-1870.- El Avisador Malagueño. Teatro del Recreo. Se nos dice que instado el célebre guitarrista Sr. Arcas por sus numerosos amigos para que continuase la serie de sus conciertos, dará el 5º el viernes 29 del actual, en el que en obsequio a su ilustre Eusebio Rioja.- Pág.- 211
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maestro tomará parte D. José de Cobo, tocando a dos guitarras una preciosa melodía alemana. Nos alegramos de ver confirmada esta noticia.
13) 29-IV-1870.- El Avisador Malagueño. TEATRO DEL RECREO Café Suizo Quinto concierto de guitarra por el profesor Don Julián Arcas. Don José de Cobo, debido a su amabilidad que tanto le distingue y en obsequio a su ilustre maestro, tomará parte en una brillante fantasía a dos guitarras. Los intermedios serán amenizados con escogidas piezas ejecutadas al piano. PROGRAMA Primera parte Fantasía de la ópera UN BALLO IN MASCHERA por el Sr. Arcas. Bolero de la zarzuela EL POSTILLON DE LA RIOJA y otros del Sr. Arcas. Grandes variaciones dedicadas a Lord Robert Clinton, por el mismo. LA JUANITA y la cencerrada de la zarzuela LLAMADA Y TROPA. Segunda parte GRAN DUO de guitarras sobre un tema alemán, por los señores Cobo y Arcas. Terceto de la zarzuela UNA VIEJA, por el Sr. Arcas. Terminando con LA BATALLA DE ALCOLEA.
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14) 1-V-1870.- El Avisador Malagueño. CONCIERTO. Anteanoche dió en el teatro del "Recreo" su quinto concierto el profesor de guitarra Don Julián de Arcas. Lo lluvioso de la noche fue sin duda la causa de que no hubiera la concurrencia que en los anteriores, si bien las personas que asistieron aplaudieron repetidas veces al artista. A ruego de muchos de sus amigos, se nos dice que el Sr. Arcas dará otro concierto en la noche de mañana.
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TEATRO DEL RECREO Café Suizo Sexto y último concierto de guitarra por el profesor Don Julián Arcas. Con el objeto de corresponder a los deseos de numerosas familias que por causa de la repetida lluvia del viernes no pudieron concurrir al último concierto de este singular artista y a instancia de sus muchos amigos el Sr. Arcas se despedirá de esta ilustre población con el concierto que tendrá lugar en la noche del lunes 2 de Mayo. Don José de Cobo en obsequio a su eminente maestro y a ruego de varios aficionados ha tenido la bondad de ofrecerse a tocar en el preciosísimo y sorprendente dúo que en el anterior concierto fue la admiración del inteligente concurso. Los intermedios serán amenizados con escojidas piezas de música ejecutadas al piano.
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PROGRAMA Primera parte 1º.- Marcha fúnebre del célebre Thalberg a petición de varios aficionados por el Sr. Arcas. 2º.- Fantasía sobre motivos de la zarzuela Marina, por el mismo. 3º.- Grandes variaciones sobre un tema del Pirata con imitaciones por el Sr. Arcas. 4º.- Tango burlesco por el mismo. Segunda parte 1º.- Gran dúo de guitarras sobre un tema alemán por los Sres. Cobo y Arcas. 2º.- Sinfonía de Norma por el Sr. Arcas. 3º y último la célebre Jota aragonesa.
15) 3-V-1870.- El Avisador Malagueño. CONCIERTO. Anteanoche tuvo lugar en el teatro del Recreo el último concierto del profesor de guitarra Don Julián Arcas, en el que tomó parte el Sr. Cobo, discípulo del Sr. Arcas y en obsequio de éste. Ambos artistas fueron muy aplaudidos, en particular en el "Gran Dúo" sobre un tema alemán. La concurrencia fue bastante numerosa en dicha noche en el teatro del Recreo.
16) 6-V-1870.- El Avisador Malagueño. OTRO CONCIERTO. Las repetidas instancias hechas al Sr. Arcas por numerosas personas entusiastas de su habilidad y maestría en la guitarra, y entre ellas muchos abonados del Teatro, nos dicen que han conseguido de dicho señor decidirlo a dar otro concierto que se verificará esta noche en el Teatro del Recreo, cuyo programa insertamos en su lugar. Celebramos que con este motivo tenga el público el gusto de oir una vez más las magníficas composiciones y arreglos de este eminente compositor. *
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TEATRO DEL RECREO Café Suizo Séptimo concierto, para hoy viernes 6, por el profesor de guitarra Don Julián Arcas en el que toma parte por deferencias a su maestro, Don José de Cobo. Los intermedios serán amenizados con escogidas piezas de música egecutadas al piano. PROGRAMA Primera parte Sinfonía sobre motivos de la ópera TRAVIATA. Varias piezas de sociedad. Carnabal de Venecia. Improvisación sobre motivos andaluces. Segunda parte Sinfonía de la ópera NORMA a dos guitarras por los Sres. Cobo y Arcas. Gran sinfonía de la ópera SEMIRAMIDE Terminando con la Batalla de Alcolea, compuesta y egecutada por el Sr. Arcas.
17) 8-V-1870.- El Avisador Malagueño. CONCIERTO. Anteanoche tuvo lugar en el teatro del "Recreo" el concierto del profesor de guitarra Don Julián Arcas, que anunciamos oportunamente. La concurrencia fue muy numerosa, siendo muy aplaudido repetidas veces el Sr. Arcas y su discípulo el Sr. Cobo que también tomó parte en dicho concierto.
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18) 15-XI-1874.- Ecos del Guadalevín (Ronda).-Rafael Gutiérrez. LOS CANTOS POPULARES ANDALUCES EL CONCIERTO DEL SR. GIMENEZ (...) Pero pasemos a tratar del concierto del Sr. Giménez. La misma dificultad que ofrecen estos cantos es causa de que corran adulterados generalmente. Esos “Cantaores Flamencos” de taberna que con aguardientosa, bronca y desentonada voz divierten a los borrachos, podrán ser todo lo andaluces que ellos quieran, pero lo que se les oye es feo, desagradable y achavacanado, y como por desgracia esto es lo que más abunda hay muchas personas que tienen una equivocada idea de esta música. El Sr. Giménez por el contrario canta con una voz clara, dulce, melodiosa, tiene mucho estilo y se ajusta bastante a la escuela del Fillo. Debe llevar muchos años de práctica porque canta con maestría y se conoce que tiene bastante dominado el difícil género a que se dedica. En fín: el va a oírlo oye el verdadero y puro cantar andaluz.
19) 13-VIII-1878.- El Martes.- Nº 2.- Lord Punch. CANTOS POPULARES Coja usted el “guitarro” en uno de esos momentos que la desidia nos come y punteando un “medio polo” o unas “jaberas” de sentimiento, eche usted filosofía por aquella boca hasta que pida alafia un alcalde primero o se arranque las túrdigas de puro gusto el más enrevesado poeta de los cuatro reinos. Seguro está que las lumbreras de la ciencia, las neas inclusive, no dirán esta boca es mía, ni tendrán que poner pero bajo el punto de vista de la estética, a las melodías que usted emita. Cómo no? que diría un articulista del periodo mioceno, que anda por ahí suelto: ¿las telarañas del pasado podrían oscurecer el mérito de unas “serranas” de Silverio o de un “par” del Fillo.
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20) 7-X-1878.- Málaga. Revista Semanal. PERTENERAS Cuando a ti te estén haciendo los vestidos y las galas, a mí me estarán haciendo los carpinteros la caja. Señor alcalde mayor, yo soy una americana que canta las perteneras al estilo de La Habana. Ni Vera Cruz es vera cruz ni Santo Domingo es santo, ni Puerto Rico es tan rico aunque lo ponderan tanto. Yo ya no vivo en la calle donde usted me conoció, que vivo en la plazoleta del desengaño mayor. Las fatigas que se cantan son las fatigas más grandes, porque se cantan llorando y las lágrimas no salen.
21) 8-X-1878.- El Martes.-Nº 10 José Asencio, profesor de guitarra por música y cifra.- Plaza de la Merced, número 9.- Da lecciones a domicilio.
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22) 10-XI-1878.- Abreviatura Semanal.- Nº 86 Maestro de guitarra. D. José Pérez Hermitas, procedente de Madrid, da lecciones en dicho instrumento por música o memoria. Habita calle Veloneros, nº 10.
23) 20-I-1879.- El Juanero.- Nº 97 EL BENEFICIO DE LA SRA. ZAMACOIS (...) Aquella piececita titulada “Por un inglés”, debió titularse “Para un escándalo”: tal llegó a suceder cuando cierta parte del público que por no estar muy acostumbrado a comprimir el enojo bajo unas bellas formas, pidió, y con insistencia, que cantase usted “las malagueñas”173, cuando nos había cantado al piano una canción andaluza y una danza americana.
173
Durante la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX, las Malagueñas populares, folclóricas o bailables, acusaron un auge sin parangón. Abundantísimos documentos análogos a éste, recogen la costumbre de cantar, bailar y tocar Malagueñas, tanto en ambientes domésticos, como en acontecimientos festivos o en espectáculos, así se denuncia en este texto. Numerosísima es la literatura musical que registra infinidad de variantes o versiones de Malagueñas. Malagueñas escritas para canto, para guitarra, para piano y para otros instrumentos que hoy nos parecen insólitos, como violín, flauta, corneta, saxofón, etc. Además, las Malagueñas experimentan un curioso fenómeno de exportación. Las Malagueñas se exportan a la región murciana, a la manchega, a la extremeña, a Canarias (véase: CORUJO, D., La Música Canaria de Cuerdas, pp. 133142) y cruza el charco y pasa a América. Hay Malagueñas en Cuba, Méjico, Perú, Venezuela, Ecuador... E incluso se personalizan, y se convierten en auténticas obras maestras para ser tocadas por orquestas, e interpretadas por cantantes líricos de primerísima línea. Es caso ejemplar la Malagueña del maestro cubano Ernesto Lecuona, entre otras. Por otro camino, la Malagueña popular –íntimamente emparentada con los Verdiales y las Bandolás-, se aflamencan y crean uno de los árboles estilísticos más frondoso, estético e importante de todo el Arte Flamenco. No había cantaor que no se autoprestigiase creando uno o varios estilos personales de Malagueñas. Por los años veinte del vigésimo siglo, las Malagueñas se ven superadas por los Charlestones y otras danzas extranjeras, cayendo en desuso. Quizás algún día escribamos algo sobre tan brillante historia, amenazamos. Eusebio Rioja.- Pág.- 218
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24) 10-II-1879.- El Juanero.- Nº 101 LOS DOS TEATROS (...) El espectáculo concluyó con el coro y conjura de la magnífica ópera de Verdi “Hernani”, tocado por la banda del Regimiento de Alava y la antigua tonadilla “El Trípili”, en la que fueron muy aplaudidos la Sra. Todo y los Sres. Cubas y Ross, que con sus improvisaciones chistosas hicieron las delicias del auditorio.
25) 30-IV-1879.- El Juanero.- Nº 116.- Miguel Moya. LAS PLAYERAS España es el país de los cantos populares, y Andalucía la provincia donde más ardiente y fervoroso culto se les rinde. Tierra privilegiada de las flores, la verbosidad y de la gracia; duna de grandes ingenios, de sabios políticos, de oradores elocuentes, de poetas ilustres, de pintores famosos y de mujeres hermosísimas; en Andalucía todo es risueño, como su cielo; todo expléndido como su naturaleza; todo poético como su historia. Aquí es el único pueblo de Europa donde lució esplendente la civilización oriental; donde los árabes encontraron su último refugio huyendo de la venerada Cruz a cuyo amparo los españoles combatían. Porque el pueblo árabe no se marchó de Andalucía. Vive aquí aún, y de ello atestiguan las costumbres, los nombres de los pueblos y de las calles, los Cármenes de Granada, la tez morena de las mujeres, y más que nada los cantos populares, llenos de misteriosa melodía, hijos legítimos de aquellos otros en que la hermosa y enamorada Aminad consolara las penas del último rey moro. Esos cantares andaluces han nacido para auxiliares del amor, menos uno que solo para llorar sirve; las playeras. Quien las haya oído cantar, alguna vez, comprenderá que son el llanto del alma herida por las pasiones o los remordimientos; que son un doloroso suspiro, un grito de la muerte. Al oírlas, hasta las guitarras, de cuyo sonido se acompañan, parecen conmoverse, y según es tenue su voz, cualquiera diría que no quiere perder ni una sola palabra de las que el cantor de playeras pronuncia; ¡quién sabe si teme ofender la religiosidad de aquel dolor cruento! Las playeras se apartan del mundo. No se sabe por qué extraño misterio van siempre unidas a las grandes miserias y a las grandes desgracias.
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Expresión ahogada del dolor, lágrimas de desesperación, las playeras son como una herida por donde las penas y los remordimientos se escapan, dando entrada al bálsamo consolador de la esperanza, que todo lo diviniza y anima. La música de ellas no se podría decir en qué consiste, tan acompasado e igual es el llanto que la guitarra finge y se conmueve las fibras más hondas del alma. Las coplas son tristes y sentidas, pero no se arreglan a ningún metro especial; como la desesperación que expresan, no tienen medida, porque esa desesperación es infinita. Las playeras tienen sus adoraciones en los barcos y en los presidios; pero no las inquieta que pueda proponérselas innobles. Han nacido para consuelo de la desgracia, y como no hay mayores desgracias que el alejamiento de la patria querida, la ingratitud de una mujer o la pérdida de la libertad, no se han desdeñado de entrar en los presidios, seguras de que no se mancharían con el contacto del crimen, como no se mancha tampoco la religión de infinita misericordia redimiendo al vicio. Los marinos cantan playeras para recordar el pueblo que las vió nacer, el lugar de sus amores, la última despedida. Los presidiarios para cantar sus esperanzas. A este canto va siempre unido el recuerdo de una mujer. Pero las playeras no cantan el amor; lloran la ingratitud.
26) 26-V-1879.- Málaga. LAS PETENERAS ¿No es verdad que comienza ya a hacerse un poquito pesado ese canto? Eso de acostarse oyendo decir: “niña de mi corazón” y levantarse escuchando: “ay, soleá”, es capaz de volver loco al hombre más pacífico del mundo. Yo no sé si en el código penal habrá algún artículo que castigue ese delito que delito es y grande en mi concepto, pero si no lo hubiera, ruego a los señores diputados que hagan una ley especial, o cuando menos, que se disponga una multa por cada copla, en la seguridad de que en breve término se enjugaba el déficit del erario.
27) 23-VI-1879.- Málaga. Revista Semanal. Yo quiero mucho al pueblo malagueño; le tengo especial afecto y me agrada su trato.
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Es franco y leal, respetuoso siempre y obsequioso en sumo grado, y sin su maldita manía de llevar la faca encima y de sacarla a relucir por el más futre pretexto, valdría mucho más. La Caleta es su pasión: ahí es donde verdaderamente goza a sus anchas y olvida sus penalidades, sus trabajos, sus amarguras, para no pensar más que en divertirse. Si yo fuera alguna vez autoridad malagueña, pondría especial cuidado en que aquellos ventorrillos expendieran sus géneros a un precio sumamente económico, pues mientras que el pueblo concurre a la Caleta, se olvida de politiquear y hasta de murmurar; y se ve el porvenir de color de rosa. Lo malo es cuando va a la Caleta y se gastan en un día el jornal de una semana, porque entonces se pasa el resto de ella jurando y dispuesto a darse una puñalada con el lucero del alba. Yo estoy convencido de que si en Málaga estuvieran el pan y la Caleta baratos, viviríamos en una balsa.
28) 18-VIII-1879.- Málaga. Semanario Ilustrado, nº 69.- Salvador Rueda. A mi amiga la Sra. Da. J. Payans DESPUES DE HABERLA OIDO CANTAR SONETO ¿Quién no admiró tu gracia y tu viveza? ¿Quién no aspiró la presencia embriagadora de esa virtud que alienta y se atesora bajo el terso cristal de tu pureza? ¿Quién no admiró tu espléndida belleza sin entender su mente voladora por ese mundo en que la dicha mora, por ese edén donde la vida empieza? Nacen las rosas donde está la planta, vencen al sol tus nítidos colores y el mar sonoro tu hermosura canta.
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Te brinda el prado nacaradas flores, y resuena al trinar en tu garganta un concierto de alegres ruiseñores.
29) 30-VIII-1879.- El Juanero.- Nº 140.- Manuel López Calvo, Madrid, 13-VI-1879 LAS PETENERAS ¿Las habéis oído? No solo se puede contestar afirmativamente que sí, sino que las habéis tocado al piano con vuestras pequeñas y blancas manos; que con vuestra argentina voz las habréis cantado también, inundando de placer a los hayan tenido la dicha de oíros esas canciones populares, cadenciosas, armónica, alegres, llenas de sentimiento... Señor alcalde mayor no prenda V. A los ladrones, porque tiene V. Una hija... hija de mi corazón, porque tiene V. Una hija, que prende los corazones. Y si no es bastante la anterior copla para espresar toda la verdad de esos cantos del pueblo, ahí va esa otra llena de poesía y de entusiasmo, inspirada por el alma templada y amorosa. Antiguamente eran dulces las aguas que hay en el mar, escupió en ellas mi niña, niña de mi corazón, escupió en ellas mi niña y se volvieron “salás”. Estos cantos están hechos en Andalucía, esa hermosa tierra, llena de encantos naturales, cielo sereno y puro, naranjos, higueras y limoneros que se encorban bajo el peso de sus frutos y de sus flores; atmósfera impregnada de un elevado perfume esparcido por un álito tenue; aquí el corazón se conmueve fácilmente y la imaginación se exalta; por eso tiene aquí fácil acceso la poesía en el alma del hombre; los gemidos más hondos del corazón humano hallan su espresión en los labios, y los hijos de este privilegiado país cantan como inspirados del cielo. Eusebio Rioja.- Pág.- 222
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Pero las peteneras son, sin disputa, las mejores canciones populares, preferibles a las guajiras, polos, carceleras, seguidillas, etc. y bien lo dice también la copla: Quien te puso petenera no supo ponerte nombre, que debiera haberte puesto niña de mi corazón, que debiera haberte puesto la perdición de los hombres. Y aquí termino este corto articulito (si tal nombre merece) que me ha inspirado, las peteneras y que yo no sé si a Vds., apreciables lectores, les gustará, lo cual a mí me honraría en alto grado y me dejaría satisfechísimo, pues siempre ha sido la norma de mi conducta, desde que empecé a escribir, agradar al público.
30) 20-II-1882.- El País de la Olla.- Nº 51.- John Bull. MEMENTO HOMO SAETAS Que morir tenemos!!! Ya lo sabemos!!! (...) Considera alma de cántaro que amas esta situación, cual el fín será de todos los héroes de la Fusión. Morirá don P. Mateo inventor del fusionismo, si antes no viene el jaleo, dándose asco a sí mismo, de todos, el fín más feo.
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31) 1-V-1882.- El País de la Olla.- Nº 61.- El Dr. Vegigatorio. COMICO, TORERO O BAILAOR (...) Pues no digo a ustedes nada si educada esta voz de chantre que Dios me ha dado, para el cante flamenco, hubiese llegado a ser un émulo de Juan Breba, o bien inspirado por la musa Tersícore de café cantante, me hubiera dedicado a bailar “petacos” y “seguerillas” sirviendo de pareja a la Cuenca; los aplausos de reyes y magnates, los regalos de brillantes y fajas bordadas por manos que no besa el sol, hubieran caído a mis pies, y no me faltarían nunca cien “jaras” en el bolsillo que consumir en manzanilla, en unión de algunos señoritos de la “manteca”, y de media docena de niñas de honor desgraciado, en el ventorrillo de Domingo o en Bella.Vista, santificado ya por Moret y demás comilones democrático-borbónicos con una sopa de pimienta. (...)
32) 29-VII-1888.- El Ateneo. Revista semanal de literatura, jurisprudencia y artes. Nº 426.- Leopoldo Cano y Masas. SAETA Entre mil hombres honrados Elige el mejor amigo, Y si echas algo de menos... Regístrale los bolsillos.
33) 1889.- Revista Literaria.- Sin indicación de fecha ni autor. OJEADA RETROSPECTIVA Todavía zumba en mis oídos el castañeteo de los platillos que durante tres días han convertido el Café Universal en jaula de locos. Yo no puedo explicarme sino como síntoma de enajenación mental ese monótono repique y ese guitarrerío a través de lo cual no asoma su cabeza ni el ingenio ni el sprit. Comprendo una broma, por insulsa que sea; pero no un ruído que acaba lo mismo que empieza y empieza lo mismo que acaba.
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En otros días que no hubiesen sido los de Carnaval, ese infierno hubiera alejado del mencionado café y de los que se les han asemejado, a la casi totalidad de los que entonces lo ocupaban. En cambio el de la Loba ha sido un culto centro, un bullicio animado pero no atronador. Allí, y en los que le han asemejado, han podido oírse todas las comparsas, ha podido hablarse con las máscaras; se ha distraído la vista y no se ha molestado al tímpano. Parecían los centros de dos diferentes Carnavales. El de los chiquillos y el de los hombres. El de las bacanales y el de las bromas de mal género.
34) 10-XI-1889.-
El Ateneo. jusrisprudencia y arte.
Revista
semanal
de
literatura,
El sábado de la semana pasada no sonó el piano en el Café de La Loba en toda la noche. Es este café una tasca adecentada; al fondo está el tablado sobre el que cantan las tres hermosas e intrépidas de fisonomía rasgada y provocativas, que se acompañan con un abaniqueo monótono de mal gusto. Detrás de las mozas está el piano, y delante del piano, encorvado sobre las teclas y pasando sobre ellas un repique trabajoso, las manos sarmentosas, se sienta “don” Trinidad. Este “don” Trinidad, no tiene de su antiguos más que el “don” que le dan aquellas tiples insuficientes y aquellos mozos con caras y hechuras de cualquier cosa. Como el café está en la planta baja de mi casa he tenido ocasión de ver a “don” Trinidad muchas veces entregado a la batalla de las teclas, sacando de ellas penosamente el acompañamiento del “cante”, como héroe vencido que echa los últimos alientos para ganar tres pesetas. Al café va un público casi montaraz que no se cansa de pedir piezas del repertorio, peticiones que transmiten las tres gracias flamencas al viejo. - “Don Treniá”, peteneras. - “Don Treniá”, soleares.
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- “la niña pancha”, “Don Treniá”. Y “Don Treniá” se vuelve con resignación al teclado de marfil, amarillo ya, y toca lo que se le pide. Hasta las dos de la madrugada. No sabéis qué gigantesco se me pareció este “don” Trinidad una noche, cuando uno de los mozos me contó algo sobre él. Nada menos que en el barrio de las Delicias tenía su hogar; y en él su mujer y los cuatro chicos: la mujer enferma y los chicos famélicos y desmedrados como hijos de viejo. Y desde aquellas latitudes venía “don “ Trinidad todas las noches al café, a ganar sus tres pesetas y la cena, expuesto, a que, a la vuelta lo dejasen en una mala hora sin resuello o sin calzoncillos cualquier pirata callejero, y desde el café se volvía, a tientas, con sus tres pesetas en el bolsillo, y su bisteck, duro como una correa en el estómago. Subían desde el café hasta mi cuarto el vaho de toda aquella gente, no muy limpia, reunida, y el cantar rasgado de las tres amazonas que despachaban por turno el repertorio picante que tecleaba “don” Trinidad. Cuando faltó la acostumbrada música, el sábado de la semana pasada, le eché de menos, y casi me costó trabajo dormirme aquella noche. Presumí que el viejo habría acabado con sus fatigas de una vez; sentí curiosidad por saberlo; entré en el café el domingo por la noche, y me senté en el café cerca del tablado junto a la tiple bravía que iba a atacar el tango de moda. Detrás estaba, como siempre “don” Trinidad. El mozo conocido, que me sirvió una copa de coñac capaz de resucitar a tres generaciones, me dio lo que en aquel distinguido establecimiento se llamada “coba”, y me puso al tanto de la ausencia de música la noche del sábado. A “don Treniá” se le había muerto su mujer, la madre aquellos escuarzos pálidos que alguna vez iban al café y se llevaban el bisteck y el pan francés liados en un papel. - El amo fue esta mañana –me dijo aquel indio bravo con mandil blanco- y se encontró a “don Treniá” hecho... “amos, eso, hecho una lástima, pero las circustancias, ¿está usted? eso. - ¿Qué? - Que lo han hecho venir hoy porque mayormente no hay otro “peanista” para las niñas, y el hombre se ha venido como “afusilao”... Y ahí está como si tal cosa. Eusebio Rioja.- Pág.- 226
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Y allí estaba, no como si tal cosa, sino como una cosa repicando en las teclas y a cien leguas del café... Concluyó la dama el tango, subió otra que echó sobre el ilustrado público cinco o seis coplas en música de “soleares” y pagué. El viejo examinaba las teclas tocándolas casi con las narices y hervía el café en una de oles y bravos capaz de estropear el oído mejor templado. Al levantarme vi que la tiple se inclinaba sobre el viejo. - ¿Qué mira usted “don Treniá”? ¿Se ha roto el “peano”? No se había roto el “peano”, afortunadamente; “don Treniá” había puesto las narices sobre el piano para que las divas y el público de pelo en pecho no le viesen llorar. Salí del café para no verlo, con iras y tristeza, y desde mi cuarto oí que el viejo volvía a empezar las “soleares” con desesperado brío.
35) 2-IV-1893.- Los
Apóstoles. Semanario satírico, humorístico, bailable, de intereses particulares.- Nº 10
burlesco,
¡Atención. Gran baile de confianza para hoy domingo, desde que empiece hasta que acabe, en los espléndidos salones del Café Universal! Habrá orquesta y otros despilfarros. Se suplica traje de fiesta.
36) 1-I-1901.- La Unión Mercantil. ESPECTACULOS CAFE DE ESPAÑA.- Pza. de la Constitución.- Ayer lunes hizo su debut en este establecimiento los dos célebres artistas Sres. Violant y Lauret admirables y extraordinarios hipnotizadores que tantos aplausos han alcanzado en todos los teatros que han trabajado. Todas las noches, el sin rival ventrílocuo Mr. Marthen con su graciosísima y original “bobi” y familia de autómatas, hará sus preciosos esperimentos.
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En su intermedio actuará el cuadro de bailes españoles y franceses que con gran acierto dirige la aplaudida y simpática maestra Sra. Cándida Espinosa. Entrada al consumo. Los ensayos de 1 a 3 de la tarde. CAFE DE LA LOBA.- Todas las noches grandes conciertos por las notables y bellas artistas señoritas Angela Martínez, Clotilde Monroy con sus bonitos y variados cuplés. En el intermedio actuará un bonito cuadro de baile, dirigido por el maestro D. Francisco Ramos siendo todo acompañado al piano por el profesor D. Juan Lucas Navarro. Ensayos de 1 a 3 de la tarde.- Entrada al consumo. SALON TEATRO CHINITAS.- Función diaria por la compañía cómicodramática que dirige el primer actor D. José María Aragón. Concierto de baile y cante flamencos por los artistas más notables de este género. A las siete y media.- Entrada al consumo. SALON TEATRO DE LA LOBA.- Encontrándose de paso para América el notable y distinguido artista Sr. Antonieti, verdadero rival de Fregoli como cantante transformista, el dueño de este establecimiento en su constante deseo de agradar al distinguido y numeroso público que concurre todas las noches y a pesar del inmenso gasto que este gran espectáculo le ocasiona, no ha tenido inconveniente en contratarlo por un corto número de funciones las cuales empezarán el miércoles dos del presente Al mismo tiempo seguirán las mismas artistas que hoy actúan, siendo la entrada al consumo precisamente.
37) 1-4-1902.- Sin indicación de fuente, ni autor. UN CAFE MENOS Ayer amaneció cerrado el café de la Loba. La tradición del suntuoso salón que representaba para la imaginación popular el colmo de las grandezas se remonta al principio del siglo pasado. Durante muchos años fue centro de una tertulia progresista en donde se fraguaron movimientos revolucionarios; allí se conspiró y se vitoreó á la libertad; muchas veces salió por sus puertas el retrato de Espartero, unas veces para aclamarlo y otras para escarnecerlo.
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Sixto Cámara, el adalid de las libertades patrias que pereció de sed y cansancio junto á la frontera portuguesa, peroró en la Loba más de una vez, y tomó parte en esas Asambleas. Como todo centro popular el café de la Loba tiene su historia sangrienta; allí fue acribillado á estocadas un inspector de Orden público que el año 72 arrancó una proclama revolucionaria; el Pimentel, guapo famoso, salió desafiado de La Loba y dio muerte á su rival Morón en la escalera. La gran reforma del café es relativamente moderna, pues todavía no hace treinta años que el duque de Fernán Núñez convirtió aquel modesto caserón lleno de recuerdos en un salón suntuoso, y corrido, como dice la jerga popular. El mismo año de la inauguración del nuevo café, un ciclón voló el toldo, que al caer sobre las personas que había sentadas en la puerta, dio muerte á una de ellas y ocasionó varios heridos. En la Loba se han concertado muchos contrabandos, (y este dato histórico, no lo consignamos á guisa de colorismo sino para retratar mejor la fisonomía del café que ayer cerró sus puertas); allí había también su rincón aristocrático: la Parra, centro de reunión durante el Estío de la sociedad malagueña. Carcomidas sus paredes, borrosos sus dorados y ennegrecidos sus espejos, todo aquel esplendor y lujo que admiraba á las multitudes, ha quedado reducido á un inmueble destinado á otros fines industriales. Todo pasa en el mundo; pero la popularidad del café malagueño por excelencia tardará mucho tiempo en borrarse.
38) 3-X-1904.- La Unión Mercantil. ESPECTACULOS CAFE ESPAÑA Todas las noches presentación de la célebre Murga Siglo XX. Malagueñas y tangos por los afamados cantadores Fernando el de Triana y José Mosta. Grandes bailes nacionales por el cuadro coreográfico. Entrada al consumo.- A las siete y media.
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39) 14-VII-1905.- La Unión Mercantil. CAFE DE ESPAÑA.- Todas las noches grandes bailes nacionales por el cuadro coreográfico. Cantes por malagueñas y tangos por la Negra de Cádiz y Miguel Rodríguez (Juan Breva chico). Entrada al consumo.- A las 7 y 12 LA TRINI traspasa su venta. Bella Vista, 12.- Para informes, en la misma.
40) 1-IV-1928.- El Cronista.- Nº 9089 En la Comisaría se presentó el domingo por la noche Manuel Pasos Gallego (a) “El Cantares”, denunciando que unos individuos –de los cuales sólo conoce a uno llamado Francisco Villarrubia- lo habían contratado para que les “amenizara” una “juerga” en la “Venta de Joselito”, y, después de haberlo hecho estar tocando el instrumento más de dos horas sin descansar ni para tomarse un chato de manzanilla, se habían negado a pagarle, rompiéndole además la guitarra y maltratándole. La “gracia” de los “alegres” juerguistas fue denunciada al correspondiente Juzgado, donde se les quitará la gana de volver a repetir el hecho.
41) 19-IV-1948.- La Tarde. EL CAFE DE “CHINITAS”. Trátase de decorar y embellecer el Pasaje de Alvarez, llamado también del “Chinitas” por el café que durante tantos años hallóse establecido en su recinto. Y, a propósito de este café, bueno será quitarle hierro a las fantasías poéticas y a las elucubraciones de gentes que no tienen idea de lo que fue. El “Chinitas” era un café cantante al uso de los que en otra época abundaban. Su espectáculo habitual componíase de teatro y baile. Hasta las doce de la noche, compañías de cómicos de la “lengua” representaban dramones horripilantes, según se podrá colegir por algunos de estos títulos: “José María el Tempranillo”, “Luis Candelas”, “Diego Corrientes”... Y, a partir de aquella hora, luego de terminar la función, empezaba a trabajar el cuadro flamenco. Cantaores y cantaoras, bailaoras y bailaores, animaban el pequeño escenario del café entre jipíos y taconeos. Más tarde, en unas habitaciones independientes, el rito de la “juerga” imponía su solemnidad entre moruna y gitana. Los juerguistas empalmaban, en ocasiones, un día Eusebio Rioja.- Pág.- 230
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con otro, retirándose, cuando menos, muy entrada la mañana. El público del “Chinitas” se integraba de catetos y de gentes marineras. Jamás se distinguió el café por una constante asistencia de toreros y sus adláteres. De donde resulta inadecuado que un cronista madrileño escriba en sus informaciones de la fiesta brava bajo el epígrafe de “Café de Chinitas”, como dando a entender que allí se congregaba la flor y nata de la torería. En los espectáculos folklóricos, incluso en los dirigidos por las artistas más en boga, no faltan erróneas evocaciones del “Chinitas”. Hemos visto más de una decoración que pretende reproducir la fachada del café, pareciéndose como un huevo a una castaña. Hemos oído romances alusivos al “Chinitas” por los que se advierte que sus autores dan suelta a su imaginación y describen un ambiente falso y dicen unas cosas sin relacionarse lo más mínimo con el antiguo establecimiento del Pasaje. De todos modos, el “Chinitas” tuvo su historia, y la Comisión municipal de Ornato hará bien en darle un tono de buen gusto al Pasaje de Alvarez, no, precisamente, por el café, sino por lo que el mismo ornato exige.
42) 24-V-1948.- Hoja del Lunes.- Joaquín Díaz Serrano. A FINALES DEL SIGLO XIX EXISTIO EN EL CAFE UNIVERSAL UNA REUNION FAMOSA DE ARTISTAS Y LITERATOS. El Café a que nos referimos se hallaba situado en el amplio solar que en la calle de Granada quedó por efecto de la demolición del Convento de San Bernardo, en 1868, al que la piqueta demoledora de la revolución de septiembre no respetó, arrojando de sus celdas a las indefensas mojas que tuvieron, como otras muchas de distintas Comunidades, que abandonar la paz de su clausura para buscar refugio y amparo en domicilios de familias piadosas. Aquellos terrenos fueron adquiridos por particulares, y se formaron manzanas de casas, separadas por las actuales calles de Méndez Núñez, Denis Belgrano y Niño de Guevara. Don Antonio Campos Garín, de imperecedera memoria, después Marqués de Iznate, se propuso construir en la manzana que circundaban las citadas calles, un Café suntuoso, del que tan necesitado se encontraba nuestra ciudad. Los que en Málaga existían eran escasos y bastante modestos, sin exceptuar el de “La Loba”, sito en la actual Plaza de José Antonio (lugar que ocupa hoy el Banco Español de Crédito), y bajo en cuya parra, en los rigores del verano, se reunía la clase media para tomar el consabido vaso de avellana o de limón; y el Café sin techo, frecuentado por los políticos de Eusebio Rioja.- Pág.- 231
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exaltadas ideas liberales, que lo convertían en escenario de alborotos y bullangas en días de alarmas callejeras. El señor Campos, designó al notable alarife don Jerónimo Cuervo, que por aquella fecha dirigía la construcción del Teatro Cervantes, para que se encargase de las obras del Café. Al propio tiempo requirió al eminente artista don Bernardo Ferrándiz con objeto de que se ocupara del exorno del local y pintara los lienzos de la techumbre, los que, una vez terminados, se expusieron en el derribo del Convento de la Paz, que estaba enclavado en el lugar donde se alzaron luego el Pasaje de Campos y las dos magníficas manzanas de casas que engalanan la Plaza de la Merced. Los lienzos fueron allí admirados por el público durante bastantes días. Terminado el Café, que tenía tres entradas: una por la calle de Granada; otra por la de Méndez Núñez y otra por el antiguo Cañuelo de San Bernardo, se vió concurridísimo desde el primer momento. Todas las noches era ocupado por personas de las clases sociales más distintas. El “Café Universal” –que así se le denominó- llegó a ponerse de moda. En una rinconada del local, cerca de su entrada por el Cañuelo, buscó acomodo confortable, aprovechando tres o cuatro mesas que servía un anciano camarero, llamado Matías, muy entusiasta de la fiesta de los toros y que en sus años mozos cantaba flamenco con mucho estilo, una “peña” de literatos y de artistas, ya todos desaparecidos, que profesaban las ideas más opuestas; fervorosos católicos que se enzarzaban en polémicas ardorosas con libre-pensadores, carlistas con republicanos. Pero de aquellas discusiones enconadas, las más de las veces, salían siempre destellos de ingenio y sabrosos frutos artísticos y literarios. En el Café se proyectaban y creaban periódicos, entre los que descolló, como más notable, el titulado “Los doce apóstoles”, sobre el mármol de las mesas se hacían dibujos y se escribían versos, y, como acuciados por el mismo afán romántico, se organizaban sesiones literarias, que más tarde se convertían en realidad en los bellos salones del Liceo, en el Instituto o en el teatro Lope de Vega, existente hasta hace pocos años, en una casa de la calle de Beatas. El Café Universal fue cuna de un libro famoso de semblanzas, hoy rarísimo, titulado “Bocetos a la pluma”. Este libro ocasionó no pocos sinsabores y hasta provocó desafíos, que no llegaron a tener efecto por la mediación oportuna de amigables componedores, dándose el caso de que alguno de los que figuraban en esas semblanzas se presentó en la reunión, bastón en ristre, dispuesto a sentárselo en las costillas a los autores de
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aquéllas. El libro figuraba escrito por “Cuatro caballeros particulares” y logró un éxito extraordinario por la gracia con que estaba hecho. Otra de las características de la susodicha tertulia era las bromas que daba; bromas que había que aguantar estoicamente so pena de ser blanco de toda clase de denuestos y hasta de silbidos atronadores, que causaban la hilaridad de los concurrentes al Café. He aquí unas muestras de esas vayas, que levantaban ronchas. Era habitual contertulio de esa “peña” un señor, funcionario de Hacienda, ya entrado en años, atildado y pulcro, que todas las noches, tan pronto se arrellanaba en su asiento, comenzaba a bostezar para dormirse a poco y lanzar unos ronquidos estentóreos. Cierto artista, ya muerto, y que goza de justa celebridad, así como de calle que lleva su nombre, aprovechó una noche el sueño, de pesadez inverosímil, de aquel señor y le pintarrajeó con lápiz de carbón y almagre el rostro y la calva espléndida que poseía. Al despertarse, todos permanecieron muy serios, y el infeliz se despidió para ir a un baile que se daba en casa de una amiga suya, llamada doña Cecilia, viuda de un militar, que vivía en calle de Casapalma y recibía a sus conocidos un par de veces al mes. El probo funcionario atravesó las calles de esa manera, sin darse cuenta del por qué la gente le miraba y se reía. Llegó al domicilio de la señora y allí por poco se desmaya al contemplarse en un espejo; el recibimiento que se le hizo fue apoteósico. El artista a que aludimos estuvo unas cuantas noches sin aparecer por la tertulia, temeroso de las consecuencias de la broma. Otra también, no muy liviana, corrió a cargo del inspirado poeta Pepe Silva, de aristocrática familia y muy elegante en su atuendo, a quien la mala vida llevó a morir a un Hospital. Iba con frecuencia a tomar el moka a la tertulia un industrial sexagenario, muy aficionado a las bellas letras, que estaba casado con una mujer en extremo celosa. El pobre señor sufría las iras de su consorte si llegaba a su casa después de las nueve de la noche y para nadie era un secreto que hasta le registraba los bolsillos. Una tarde, Pepe Silva introdujo en uno de los del gabán del industrial una carta amorosa apasionada, con firma de mujer. La esposa, siguiendo su costumbre policiaca, descubrió la ardiente misiva –con gran asombro del marido- dió a éste un mal rato tremendo y le prohibió salir de casa durante unas cuantas noches. Por fortuna para el autor del poema “La Mujer”, tardó el industrial bastante tiempo en saber quién había sido el causante de que su esposa le diera tan gran disgusto y le encerrase para expiar la imaginada culpa.
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El veterano Ruiz Borrego trazaba sobre aquellas mesas los programas de sus funciones benéficas, gracias a algunas de las cuales se adquirió y bordó el manto de la Patrona de Málaga, de la que era tan devoto el aplaudido intérprete de “El Jorobado” y de “Otelo”. Sus veladas poéticas se hicieron populares y se celebraban a teatro lleno, recaudándose sumas de bastante importancia, que destinaba don José a los fines más altruistas. Bruna llegaba al café el primero: era de los constantes. Ajeno a la algarabía del local, sacaba del bolsillo el tintero y la pluma que siempre le acompañaban, y se ponía a escribir para “El folletín”, “La Ilustración de Málaga” y tantos otros periódicos que le contaron como Director o Redactor. El bello sexo le otorgaba sus simpatías y sus crónicas se leían con gran complacencia porque eran suaves, almibaradas, muy propias para damas y damiselas de la época. Por esto, Relosillas, el ingenioso autor de “Los peros de Pascua”, decía con su característica mordacidad, que Bruna cuando escribía, no mojaba la pluma en tinta, sino en leche de perlas. De aquellos contertulios sacaba Muñoz Cerisola los artículos para “El Museo”, que dirigía. Y era lo más notable que nadie cobraba un real por su trabajo, a pesar de que la mayoría de sus colaboradores andaban escasos de dinero. Preferían ese rasgo de desprendimiento con el camarada, a percibir medio duro –cuando lo percibían- de algún que otro periodista editor. El inolvidable Antonio Rapela, en estrecha unión con personas de mi sangre y de mis apellidos, escribían, en verso y en prosa, unas aleluyas, que fueron muy celebradas, bajo el título de “Fulanito de Tal”. No hubo escritor, cómico, pintor o persona de algún relieve en la sociedad malagueña de entonces que no fuese caricaturizado por ellos, aunque sin producir molestias. Eran pinceladas de buen humor sin trascendencias mortificantes. En la tertulia figuraban escritores como Relosillas y Moja Bolívar; abogados como Díaz Martín; periodistas como Emilio de la Cerda; pintores como Denis, Martínez de la Vega y Horacio Lengo; arquitectos como Sancha y autores dramáticos como Jerez Perchet, Postigo Asejo, Atenodoro Muñoz, Moratilla, Cuesta, Gordón y Urbano, que comenzaban a darse a conocer. La noche que alguno de ellos estrenaba acudía al teatro toda la tertulia, que aplaudía a rabiar la obra del amigo, aunque ésta fuese, a veces, de escaso mérito; pero a la noche siguiente, cuando el autor se presentaba en el Café, las cañas se tornaban lanzas y la crítica se cebaba en la comedia y en el autor, que tenía que aguantar el chaparrón de improperios que sobre
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él caía, y que no terminaba hasta que éste se decidía a pagar un ponche a los contertulios. De aquel rincón del Café Universal salieron colecciones de artículos, poemas, dramas, sainetes, novelas, libros de historia y críticas de arte. Allí se formaron empresas teatrales y se organizaron compañías, que, dirigidas por Ruiz Borrego, recorrieron diversos lugares de Andalucía, recogiendo en sus jiras provechos y aplausos, sobre todo en Granada, Córdoba, Vélez y Antequera. El tiempo, mudable, hizo que la tertulia fuese, poco a poco, desplazándose del Café, para constituir otra, aumentada con nuevos elementos –de la que Salvador González Anaya era el benjamín-, en el “Diván Pérez”, local pequeño pero no exento de comodidades, situado en los bajos de la casa nú. 3 de la calle Duque de la Victoria. Algunos años más subsistió el Café Universal, después de que tan famosa reunión lo abandonara, convirtiéndose primero en la Imprenta y Litografía de don Ramón Párraga y después en establecimientos de ropas, pinturas y otros artículos, apagada para siempre la llama que, durante buen número de años, mantuvieron vivo y brillante en su ámbito, la literatura y el arte.
43) Antiguallas Malagueñas. Los antiguos cafés.- Narciso Díaz de Escovar.- Manuscrito inédito sin indicación de fecha. Hoy que nuestra ciudad cuenta con una colección de Cafés tan notables como el Inglés, el Español, Madrid y algunos otros, donde el lujo se derrocha en techos y muros, donde la luz eléctrica aleja las sombras para trocar la noche en nuevo día, justo es dedicar un cariñoso recuerdo a los cafés que existían en los últimos lustros del pasado siglo. Todos ellos tienen su historia, más o menos sobresaliente, su tradición, sus secretillos, que no todos deben o pueden revelarse. Respetemos sus ruinas. De polvo se hicieron y en polvo quedarán convertidos. No hemos de mencionar aquellos que como el de Quintana, el de la Paz, el de los Tres Reyes y otros, fueron contemporáneos de los pronunciamientos a favor de Espartero, O’donnell o Narváez, aquellos en que se conspiraba casi a diario, donde liberalotes y realistas, blancos y negros, promovían discusiones y reyertas. En un café nació la idea de asesinar al Conde de Just y Donadío y en otro se fraguó en parte el complot que tuvo fin con la muerte del Coronel Trabado y la ejecución de un prusiano. Pero vamos a lo importante que materia sobrada tenemos. Eusebio Rioja.- Pág.- 235
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Saludemos en primer término aquel Café llamado Sin Techo, que existía en la calle de Granada, hacia el sitio que ocupa la tienda de embutidos y carnes de Los Extremeños, frente a los Corales. Se entraba por un callejón largo y mal alumbrado y se llegaba a un patio, donde estaban las mesas. Puede decirse que era un café de verano. Allí en los meses de Julio a Setiembre se refugiaban las familias, con toda la descendencia y hasta las criadas y niñeras en torno al vaso de avellana con barquillos o el rico sorbete de mantecado o fresa, costando sólo diez y seis o veinte cuartos, o sus dos reales o dos reales y medio. Había un rinconcito privilegiado donde acudían los Curas con los enormes sombreros de canal que todavía estaban en uso y si el tiempo amenazaba lluvia, con los indispensables paraguas colorados con franjas negras. Sufrió aquel edificio transformaciones y en sus últimos días en refugio de políticos liberales, que escuchaban ensimismados los planes de D. Bernardo, las intrigas parlamentarias del inolvidable D. Severiano Arias, el íntimo amigo de Sagasta y los propósitos de regeneración municipal de D. Liborio García, que hablaba con el indispensable cigarro de medio real en los labios y echando sus humos como la chimenea de la Aurora. Otro café frecuentado en verano, más que en invierno era la Loba, propiedad de los Duques de Fernán Núñez y centro de negociantes, corredores de comercio y militares retirados, gente por lo regular seria y tranquila. El patio que se llamaba de la Parra, por la que allí existía, estaba siempre lleno en el verano, especialmente por señoras. Era digno de verse los Domingos a la hora del regreso de la Alameda y sobre todo las noches de las veladas del Corpus. Las reformas que en aquel edificio se llevaron a cabo, lo variaron bastante haciendo un escenario, donde actuaban compañías de verso, cantantes de zarzuela, prestidigitadores y sobre todo bailarinas y tiples adocenadas. No hemos de olvidar la solemne inauguración del local, que dio muestra en la famosa Oda del local de Pascual y Torres, en la que detallaba hasta el número de luces que abrillantaba el local. Derribado en la calle de Granada el Convento de Monjas de San Bernardo, y adquirido el local por el opulento propietario, luego Marqués de Iznate D. Antonio Campos Garín, proyectó construir allí un magnífico Café. Encargó los lienzos del techo al notable pintor valenciano D. Bernardo Ferrándiz, que aceptó el encargo, recordando que los pintó en el solar que existía en lo que es hoy pasaje de Campos, acudiendo todas las tardes muchas personas a verlos y admirarlos. No se escatimó gasto y desde los primeros días el Universal se hizo centro de reunión donde muchos aficionados al Moka o cosa parecida.
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Allí se formaron tertulias inolvidables ¿cómo dar al olvido aquella a que asitían D. Bernardo del Saz, el poeta Nicolás Muñoz Cerisola, que dirigía el Museo, Atenodoro Muñoz, Pepe Cuesta, Antonio y Evaristo Rapela, Bruna, que por fortuna vive todavía, Martínez de la Vega, Navarro Perea, Pepe y tantos otros literatos y artistas? En aquellas mesas se escribía artículos literarios, políticos, teatrales y hasta de modas. De allí salió el libro de semblanzas Bocetos a la pluma, que tantos disgustos costó a sus cuatro autores, de los cuales viven dos, se improvisaban versos, sobre todo epigramas sangrantes, se hacían frases ingeniosas, en las que siempre descollaba Antonio Rapela y se comentaban sabrosamente las nuevas del día. En mesas no distantes estaba la tertulia de los aficionados dramáticos, que presidía el Maestro Ruiz Borrego, de quien oían excelentes consejos artísticos Morales Hoyos, Pepe Santiago, Gómez el sombrerero los hermanos Segovia, el malagueño Pepe Herrera, Paco Galán Rivas, Juanito Bordenave y tantos otros nombres de los cuales fueron luego actores aplaudidos. Esas tertulias se refundieron luego para pasar al Diván Pérez, en la calle del Duque de la Victoria, aumentada con Manuel Altolaguirre, Pepe Postigo, Salvador Rueda, Arturo Reyes, Pepe y Enrique Navas, Germán Guerrero Baena, Ramón Urbano y algunos más que no recordamos. En el Café Universal se redactó por iniciativa del indiscutible coplero Alfonso Tovar, unido a Díaz Martin, Navarro Trujillo, Rodríguez Lázaro y otros compañeros el célebre semanario Los Apóstoles, de corta vida, pero reunía una excelente literatura y de gracia no vulgar. Había también el café de la Marina, punto de cita de marinos, consignatarios, cargadores y comerciantes, el de España, que tuvo su época de estar de moda, con el atractivo de ciertas bailarinas sevillanas, que cantó en voluptuosos versos un poeta local, el del Siglo, muy frecuentado por los estudiantes y algunos otros que sin voluntad olvidamos. Nos queda que reseñar los cafés cantantes, pero éstos merecen artículos aparte, pues nos hemos estendido más de lo que fue nuestro propósito.
44) Antiguallas Malagueñas. Los cafés cantantes.- Narciso Díaz de Escovar.- Manuscrito inédito sin indicación de fecha.
Eramos niños, cuando los Cafés Cantantes estaban en su apogeo. Rara vez llegamos a entrar en ellos y estos días olvidando la justa prohibición paternal y dejándonos guiar por los malos consejos de otros alocados
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compañeros, que con nosotros compartían las aulas del Seminario y más tarde del Instituto. Mas no faltaban concurrentes asiduos que por las mañanas nos referían los cuadros de vivos colores y censurable realismo que en aquellos lugares se desarrollaban, centro donde en ocasiones el vicio arrojaba el antifaz y donde con el pretexto de un baile nuevo, una cantaora guapa, un juguete cómico gracioso o un tocaor de guitarra se sacaba el dinero a los concurrentes, esplotando sus aficiones. Los Cafés Cantantes que despues existieron que después hemos ya conocido mejor, no deben compararse con aquellos que tuvieron vida y parroquianos hacia los años de 1868 a 1875. Era el más selecto, por no llamarlo aristocrático, el Café Suizo, que también se llamaría de la Libertad; en la época revolucionaria, y del Recreo. Allí abundaban los señoritos juerguistas. Estaba en la calle de la Compañía, casi frente al Parador de san Rafael, donde tuvo después sus almacenes el comerciante D. Sixto Jiménez. Allí no había tanta suma libertinaje como en otros. Se hacían las cosas con más hipocresía. No eran los bailes tan desafiantes, ni aquellas bailarinas tan descaradas, aunque también admitieran de madrugada las cenas y las invitaciones de los amigos, que antes recorrían las mesas aceptando las copas de vino con que se les brindaba como premio a sus méritos artísticos, a sus cuerpecillos graciosos y a sus caras bonitas, más o menos retocadas. Alternaban en aquellos bailes y cantes, compañías de verso, o zarzuela no del todo despreciables, casi siempre eran jóvenes que empezaban, algunas y algunos de los cuales lograron después considerables puestos en el proscenio Español como la Antonia Borrego, la Ibarrola, Videogracias y Sánchez Allí se estrenaron con aplausos obras muy discretas de autores locales. En los días de la Milicia Ciudadana celebraron en aquel local beneficios para comprar armamentos y trajes a las Compañías de voluntarios y en aquellos salones se verificaban columnas patriotas y reuniones en las que exaltados rojos pronunciaban tremebundos discursos, queriendo imitar a los ídolos de los revolucionarios franceses de 1793. El café más popular era el de Pedro Castillo, situado en una travesía de la calle Nueva a la de San Juan; no recordamos bien si en la de Cinterías o en la de Zapateros. Pedro Castillo era de las figuras, saliente de la revolución Septembrina, individuo de la Junta, concejal con vistas a la alcaldía y jefe en la batalla de Nacionales, no era de extrañar que este Café fuera preferido por sus subordinados, políticos y gente del bronce. Allí no era cosa rara que
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se suscitaran frecuentes reyertas, y habían tiros y navajazos y que tuviera que actuar el Juzgado de Guardia. El Café del Sevillano, o de Bernardo, venía a ser la Catedral, y perdonen mis lectores la comparación, del género flamenco. Por aquel pequeño escenario desfilaron los más famosos cantaores y cantaoras, sin escluir a la Rubia Sevillana, a Juan Breva, al Canario, al Niño de Coín, que de seminarista dio el salto a cantaor de café; al Jerezano y a tantos otros. También allí existían compañías de zarzuela y en unas salas cercanas al escenario en su parte superior, se daban cita jóvenes de nuestra buena sociedad, que alardeaban de aficionados al género, aunque más bien eran aficionados al bello sexo que compartía con ellos las botellas de Jerez o los tarros de Ojén y Cazalla. Los forasteros, la gente de campo y determinados obreros gastaban su dinero en el tradicional Café de Chinitas, en el pasaje de Alvarez, donde no eran tan frecuentes los escándalos y se rendía culto a Talía y Terpsícore, entre caña y caña de Manzanilla. Unos ciertos faranduleros, de los que más tarde se destacaron los simpáticos Aragón; y Gil Porro, daban la nota culta, representando dramas, comedias y piezas, siendo preferidos por aquel público de escaso gusto aquellos sainetes que acababan en palos o a puñetazos; o los melodramas que ponían los pelos de punta. No obstante, en aquel reducido escenario se representaron obras de Echegaray y Leopoldo Cano y otras en espectáculos como El nacimiento del Mesías o El mal Apóstol y el Buen ladrón. Los Cafés de la Independencia y el de la Butibamba, perdidos en aquella multitud de callejas de las Siete Revueltas, que eran laberinto indiscutible para los forasteros sobresalían por lo escandaloso de sus bailes y por las libertades de sus artistas. En aquellos lugares hizo furor el Can-Can más desenvuelto que pueda concebirse y que alguna madrugada se bailó sin malla, afrontando las multas gubernativas. Se contrataron por los Empresarios las can-canistas más célebres, sin reparar en sueldos y se representaba diálogos que no desmerecían de los que más tarde llenaron de público los coliseos cortesanos Chatebrol y el Madrileño. Aún recuerdo el nombre de una bailarina popular que en Málaga tuvo muchos admiradores y recibió bastantes regalos. Era ágil, habilidosa, de buena forma, atrayente cara y voluptuosos ademanes. Llamábase Matilde Ros y traía un cartel refrendado por el público en Madrid y Sevilla, ganó y dio a ganar no pocos escudos. Existían otros Cafés-Cantantes de menos nombre. El del Turco, situado en la calle de Santa Lucía, que fue pasto de las llamas, era de fecha posterior,
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no alcanzando la época a que nos referimos. Tuvo importancia, no sólo dentro del género de cante flamenco, sino como teatro frecuentado por compañías regulares, algunas buenas, dignas de mejor local y de público más distinguido. Los Cafés Cantantes que las nuevas generaciones han conocido no fueron ni sombra de aquellos que citamos. Hoy sólo existe el de Chinitas y apenas si conserva algo de su tradición popular. Las autoridades, la policía y el mismo gusto del público realizarían la obra de su transformación.
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• Suárez-Pajares, J.- Julián Arcas: figura clave en la historia de la guitarra española, vol. XVI, nº 6, pp. 3344-3367.
26)
Revista Literaria.- Málaga.
• Ojeada restrospectiva.
Eusebio Rioja.- Pág.- 259
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 260
27)
Revista Pintoresca de El Avisador Malagueño.- Málaga.
• S. C.- Costumbres andaluzas, nº 27, 4-VII-1847
28)
Revista Velezana.- Ayto. de Vélez Rubio, Vélez Rubio (Almería).
• Rioja, E.- Julián Arcas Lacal (1832-1882), concertista internacional, compositor y maestro de guitarra, Nº 12, 1993 (pp. 43-54).
29)
Tarde, La.- Málaga.
• El café de “Chinitas”, 19-IV-1948
30)
Unión Ilustrada, La.- Málaga.
• Prados y López, M.- La guitarra y el arte, nº 603, 30-III-1921
31)
Unión Mercantil, La.- Málaga.
• 1-I-1901 • 3-X-1904 • 14-VII-1905
32)
www.almeriacabal.com
• Rioja, E., Un enigmático cantaor y guitarrista decimonónico: Antonio Jiménez de Osuna, noviembre, 2003.
32) www.guitarra.artelinkado.com • Rioja, E., Los barberos españoles y la guitarra, septiembre, 2003.
Eusebio Rioja.- Pág.- 260
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 261
FUENTES ARCHIVÍSTICAS
ARCHIVO DIAZ DE ESCOVAR. • Caja nº 250-4.1 • Caja nº 250-4.2 • Caja nº 250-4.3 • Caja nº 250-4.4 • Caja nº 250-4.5
ARCHIVO MUNICIPAL DE MALAGA. • Padrón Municipal de Málaga de 1870, distrito 6, folio 3 vuelto (Juan Navarro y Muñoz). • Registro Civil de Nacidos, vol. 41, partida nº 495, 4-II-1870 (Antonio López). • Padrón Municipal de Málaga de 1900, distrito 3, folio 180 vuelto (Nicolás Buzo Gutiérrez). • Padrón Municipal de Málaga de 1900, distrito 3, folio 199 vuelto (José Hidalgo Torres). • Padrón Municipal de Málaga de 1900, distrito 4, folio 149 recto (Juan Galán García). • Legajo 4523. Expediente 21.
Eusebio Rioja.- Pág.- 261
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 262
OTRAS FUENTES • Aguilera, Paca.- Toítas las noches le rezo, Pensando en ti desvarío, en: Málaga Cantaora. Breve antología. 1850-1950, Cd.: DCD S-30013, edición del Ayto. de Benalmádena (Málaga) para el XV Congreso Nacional de Actividades Flamencas, 1987. Grabación original realizada en 1911. • Guzmán, María Esther.- Julián Arcas. Fantasía “El Paño”, Cd.: DS 0103, Productora Andaluza de Programas, S. A., Sevilla, 1992. • Pena, Sebastián el.- El camino de la vía, Haciendo por olviarte, en: Flamenco. Restauration historique, Flamenco en France, Cd.: FLAM 9309. Grabación original: ZONOPHONE 552 095 realizada en 1907. • Perote, Diego el.- No se borra de mi mente, en: Sabor de Málaga, Lp.: COLUMBIA CCL. 32059, realizada en 1966. • V.V.A.A.- Análisis de los documentos sonoros, Cd. interactivo: CAL 10415. SE-2978/04, en: La Niña de los Peines, Patrimonio de Andalucía, colección audiográfica, Centro Andaluz de Flamenco, Jerez de la Frontera (Cádiz), 2004, dirigido por Cristina Cruces Roldán.
Eusebio Rioja.- Pág.- 262
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ÍNDICE ONOMÁSTICO
A Acedo Bellido, Juan (El Cachorro de Álora). Aguado, Dionisio. Águeda, doña. Aguila, Paco el (Francisco Reina). Aguilera, Juan. Aguilera, Paca. Albarrán. Albéniz, Isaac. Albéniz, La. Alberti, Rafael. Albuera Guirnaldos, Antonio. Alcalí, Antonio. Alcaraz, Francisco. Aldana Muñoz, A. Alemán, Mateo. Alfarache, Guzmán de. Alfonso XII. Alonso, Celsa. Álora, El Cachorro de (Juan Acedo Bellido). Altolaguirre, Manuel. Alvaradito (Alejandro Alvarado Martín). Alvarado Martín, Alejandro (Alvaradito). Álvarez Caballero, Ángel. Álvarez, Antonio María. Amaya Molina, Ana (Aniya la de Ronda). Ameller, Narciso. Andújar, Manuel. Anica la del Mico. Aniya la de Ronda (Ana Amaya Molina). Ansetonius. Antonieti, Sr. Aragón, José María. Aranda Hidalgo, Joaquín (Joaquín Tabaco). Arcas, Julián. Archidona, Niño de.
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Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 264
Argentina, La (Antonia Mercé). Argentinita, La (Encarnación López Júlvez). Arias Espejo, José. Arias Espejo, José. Arias, Severiano. Arias, Waldo. Ariza Andrade, Ana. Ariza Urbano, Ana. Arrebola, Alfredo. Asencio, José. Atienza González, Antonia.
B Bandidos, Los. Barabino Zambrano, Antonia. Barbero, Paco el (Francisco Sánchez Cantero). Barés, Rafaela. Barón Charles Davillier. Barragán Cepillo, Juan. Bazaga, Juan. Beigveder Morilla, Diego (Diego el Perote / Diego el Pijín). Bejarano Robles, Francisco (Paco Percheles). Bellini. Bergamín, José. Berjillos, Miguel. Berlanga Fernández, Miguel Ángel. Bernardo, El señor (Bernardo García). Berza, Pepillo el de la. Betunero, Carlos el. Biosca, Juan. Biosca, Juan. Bisté, Paco el. Bizco, Antonio el (Antonio Fernández Vargas). Bizcocheros, Los. Blas Vega, José. Blasco, Manuel. Bobri, Vladimir. Boccherini, Luigi. Bohórquez, Manuel. Bordenave, Juan. Borrás, Tomás. Eusebio Rioja.- Pág.- 264
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 265
Borrego, Antonia. Borriqueras, Las Hermanas. Borrull Castelló, Miguel. Botkin, Vasili Petrovich. Bremon, J.M. Breva Chico, El (Juan Padilla Baltanás). Breva, Juan (Antonio Ortega Escalona). Brígida, doña. Bruna. Bull, John. Burgos, Carmen de (Colombine). Burrero, El (Manuel Ojeda Rodríguez). Buzo Gutiérrez, Nicolás.
C Cabeza, José. Cabra, Niño de (Cayetano Muriel). Caffarena Such, Ángel. Calderero, El. Calderón de la Barca, Pedro. Calixto. Calvo. Calzado Gutiérrez, Francisco. Cámara, Sixto. Campo de Aras, Marqués de. Campo y del Campo, Manuel del. Campoleón. Campos Garín, Antonio. Campos, Rafaela. Campuzano, Felipe. Canario Chico, El (Manuel Reina). Canario El (Juan de los Reyes Osuna). Cano y Masas, Leopoldo. Canóniga, Isabelita la. Canosa, Encarnación la. Cánovas del Castillo, Antonio. Cantares, El (Manuel Pasos Gallego). Cañestro, Manuel. Cañete, Ángel Luis. Capuchinero, El. Eusebio Rioja.- Pág.- 265
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 266
Caracolero, Agustín el. Carbonerillo, El (Manuel Vega). Cárdenas Guerreo, Manuel (Céntimo). Caribe, El (Juan Toledo). Carola, La. Carrasco Cerón, Adolfo (Adolfito el Cuchillero). Carrera, Dolores. Carrera, Fernando. Carrera, Luis. Carreto. Carriola, La. Carrión, Antonio Luis. Cartameña, La. Casablanca, Teresa la. Casilari, Salvador. Castilla, Sr. Castillo, Ana. Castillo, Pedro. Castro Tomillo, Gabriel. Cecilia, Dña. Cela, Camilo José. Céntimo (Manuel Cárdenas Guerrero). Cepas, Juan. Cepillo Barragán, Juan. Cerbán, Antonio. Cerda y Garriot, Emilio de la. Cervantes, Miguel de. Chacón, Antonio. Chanela, El. Chata, Lola la. Chinitas, El (Gabriel López). Chirrina, María la. Chopin, Frederick. Churri, El. Ciego, El (Santiago Segovia). Cilla. Clavel, Diego. Clavero, Diego. Cobo, José de. Coín, Niño de. Cojo de Málaga, El (Joaquín José Vargas Soto). Colombine (Carmen de Burgos). Colomer, La Rubia. Eusebio Rioja.- Pág.- 266
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 267
Colorao, El. Conde de Just. Conde Villegas, Alejandro. Conejo, Yerno de. Corrales, Juan. Correa Calderón, Emilio. Corujo Tejera, Domingo. Costales, El Tío. Crovetto, Antonio. Cruces Roldán, Cristina. Cubas, Sr. Cúchares, Curro. Cuchillero, Adolfito el (Adolfo Carrasco Cerón). Cuenca, La (Trinidad Huertas). Cuervo, Gerónimo. Cuesta. Cunninghame, Graham. Currito el de la Jeroma. Custine, Astolphe.
D Dalí, Salvador. Davillier, Charles / Barón Charles Davillier. Demófilo (Antonio Machado Álvarez). Denis Belgrano, José. Diánez, Antonio. Díaz de Escovar, Narciso. Díaz Fernández, Francisco (Paco el de Lucena / Paco Lucena / El Lentejo). Díaz Martín, José. Díaz Ramírez, Cipriano (Cipriano Pitana). Díaz Serrano, Joaquín. Domingo, Roberto. Domingo. Donadío, Blanca. Donadío, Marquesa de. Donizetti. Dorado, Victoriano. Dorantes. Dubiel, Alfonso.
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Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 268
E Echegaray, José de. Ecijano, Manuel el. Ecijano, Pepe el. Egea Vindez, Antonio. Egea Viudé, Antonio. Erard, Hermanos. Escacena, Manuel. Espantaleón, Juán. España, Trinidad. Espartero, General. Espín, Miguel. Espinosa, Cándida. Espinosa, El maestro. Estéban, Jacinto. Estébanes Calderón, Serafín (El Solitario). Estrada, Eduardo.
F Fajardo, Diego. Fajita (Manuel Roldán). Falla, Manuel de. Farfán (Antonio López Farfán). Farina, Rafael. Felipe, León. Ferandiere, Fernando. Feria, Carlota. Fernán Núñez, Duque de. Fernández Vargas, Antonio (Antonio el Bizco). Fernández, Nicolás. Fernando VII. Ferrándiz, Bernardo. Fideero, El (Manuel Romairones / Romayón). Fillo, El. Flaquer, Viuda de. Flores Nieto, Rafael (El Piyayo). Flores, Antonio. Flores. Eusebio Rioja.- Pág.- 268
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 269
Ford, Richard. Fortuny, Mariano. Franza, Carlos. Frascuelo. Fregoli, Sr.
G Gabriela, La Señá (Gabriela Ortega). Galán García, Juan. Galán Rivas, Francisco. Galerín (Agustín López Macías). Gallardo del Pino, José. Gallardo López, Bernardo. Gallardo, Milagros. Gallego, Joaquín. Gallo, Los. Gálvez Ginachero, José. Gambero Martín, Juan (Juan de la Loma). Gamberra, Concha la. Garafi, N. García Herrera, Gustavo. García Lorca, Federico. García Matos, Manuel. García Ramos. García Ulecia, Alberto. García, Bernardo. García, Liborio. García-Herrera, Trinidad. García-Matos Alonso, María del Carmen. Gautier, Theophile. Gayarre, Julián. Gayarrito. Gazpachas, Las. Gerrero Baena, Germán. Gil Díaz, F. Gil Porro. Giménez, M. Giménez, Sr. (Antonio Giménez de Osuna / Antonio Giménez). Gitano, Romerillo el. Glinka, Mijail. Eusebio Rioja.- Pág.- 269
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 270
Góngora y Argote, Luis. González Anaya, Salvador. González Climent, Anselmo. González, Andrés. González, Francisco. González, Nicolás. González, Rafael (Machaquito). Gonzalo, don. Gordo Viejo, El (Enrique Ortega Díaz). Gordón. Graciano, Joaquín. Guarrirro, Paco el (Francisco Monje). Guasp. Ernest. Güelbenzu. Guerrero, Edelmira. Guijarro, Anita. Gutiérrez, Rafael. Guzmán, Antonio de. Guzmán, María Esther.
H Habichuela, El. Harris Winspear, M. Havelock Ellis. Herrera, Francisco. Herrera, José. Hidalgo Torres, José. Huerta, Niño de la. Huertas, Trinidad (La Cuenca). Huevera, La.
I Ibarrola. Imperio, Pastora. Inés, doña. Isabel II. Isabel, Reina. Iturbi, José. Eusebio Rioja.- Pág.- 270
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 271
J Jacobo I. Javero, El Chato. Jerez Perchet. Jerez, Niño de (Manuel Soto Loreto / Manuel Torres). Jerezano, El (Ángel Rodríguez). Jeroma, Currito el de la. Jiménez Chávarri (Ignacio Sánchez Mejías). Jiménez, Sixto. José Tallaví. Joselito. Juan Breva Chico (Miguel Rodríguez). Juan Padilla, Manuel. Juana, La. Juanaca, La. Julián. Julieta. Junquera, Juan.
L L’Isle, Rouget de. Lacambra, Pedro. Lagos, Sr. Laguillo, José. Lara García, Mari Pepa. Lara Sánchez, Francisco. Lauret, Sr. Lebrón, Miguel Lecuona, Ernesto. Lengo, Horacio. Lentejo, El (Francisco Díaz Fernández / Paco el de Lucena / Paco Lucena). León, Juan. Limendoux, Félix. Linares, María Teresa. List, Franz. Eusebio Rioja.- Pág.- 271
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 272
Loma, Juan de la (Juan Gambero Martín). Lomeña, Francisco. López Beltrán, María Teresa. López Calvo, Manuel. López Castro, M. López de Arriarán, Garci. López Farfán, Antonio (Farfán). López Júlvez, Encarnación (La Argentinita). López Macías, A. (Galerín). López y Castro, Miguel. López, Antonio. López, Gabriel (El Chinitas). López. Lorente. Loriguillo Márquez, Francisco (Loriguillo de Coín). Loring, Sra. Losada Herrero, Antonio (El Nene). Lucena, Paco (Francisco Díaz Fernández / Paco el de Lucena / El Lentejo). Luna, El señor. Luna, José Carlos de. Luque Gutiérrez, Vicente. Luque Navajas, José. Lustonó, Sr.
LL Llordén Simón, Andrés.
M Macarrona, La (Juana Vargas). Machado, Manuel. Machaquito (Rafael González). Madoz, Pascual. Madrid, Paco. Mae, La. Maera, El tío. Maera, El. Maineto de la Rosa, Antonio. Eusebio Rioja.- Pág.- 272
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 273
Mairena, Antonio (Antonio Cruz García). Majada Neila, J. Mandly, Antonio. Manga, Frasquito El. Manga, Joaquín. Manolito de Jerez. Marcial, Francisco. Marianas, Niño de las. Marín Fernández, Francisco. Marín Passeti, Francisco. Marín, Antonio. Marín, Rafael. Marineros, Los. Mariquita, La. Maroto Sánchez, Ignacio. Marqués Piera, Ramón. Marquesita, La. Márquez Cabello, José. Marthen. Mr. Martín Ruiz, Antonio. Martín Salazar, Jorge. Martín Salazar, Jorge. Martín Tenllado, Gonzalo. Martín Velandía, José. Martín, Antonio. Martín, Francisco. Martínez Barrionuevo, Manuel. Martínez de Aguilar. Martínez de la Vega. Martínez Ocaña, Cipriano. Martínez, Ángela. Matamoros, El. Mateo Avilés, Elías. Matilde, La. Medina, Paco. Mejorana, Rosario la. Melibea. Mercé, Antonia (La Argentina). Mercier, A. Meri, El. Meric. Mesa López, Antonio de. Mezcle, El. Eusebio Rioja.- Pág.- 273
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 274
Miralles. Moja y Bolívar, Federico. Molina Cundí, Javier (Molina de Jerez). Molina Fajardo, Eduardo. Molina, Antonio. Molina, Manuel. Molina, Miguel de. Molina, Ricardo Molina, Romualdo. Monje, Francisco (Paco el Guarrirro). Monroy, Clotilde. Montanelli, Indro. Montiel, María. Montoya, Ramón. Moñiz, Lorenzo L. Mora, Rafael. Morales Ecija, E. Morales Hoyos. Moras, Niño de las (Juan Ternero Rodríguez). Moratilla. Morcillo, Mariano. Moreno Carbonero, José. Moreno Torroba, Federico. Moreno, El Maestro. Moreno, Rafael el. Moret. Morilla Hidalgo, Tomás. Morilla, Tomás. Morón. Mosquera, Cristóbal. Mosta, José. Moya, Luis. Moya, Miguel. Muñoz Beigveder, Sebastián (Sebastián el Pena / El Pena padre). Muñoz Cerisola, Nicolás. Muñoz Degrain, Antonio. Muñoz San Román. Muñoz, Atenodoro. Muñoz, Fausto. Muñoz, Francisco. Muriel, Cayetano (Niño de Cabra).
Eusebio Rioja.- Pág.- 274
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 275
N Nadal Sánchez, Antonio. Nano, El. Narbona, Guillermo. Narváez, Joaquín. Navarro Carrillo, Trinidad (La Trini). Navarro García, José Luis. Navarro Perea. Navarro y Muñoz, Juan. Navarro y Trujillo, Antonio. Navarro, Francisco. Navarro, Juan Lucas. Navarro, Pepe. Navas, Enrique. Navas, José. Navas, Juan. Negra de Cádiz, La. Negrete, El. Negrete, José. Nene, El (Antonio Losada Herrero). Neruda, Pablo. Nicolás, don. Nido, José del. Nieto Tamarit, Rafael. Nilo, Eduardo. Nitri, El (Tomás Vargas Suárez). Nitri, Tomás el. Nogel y de Boquera, Elvira. Núñez de Prado, Guillermo. Núñez, Faustino.
O Ocón Rivas, Eduardo. Ojana, El Maestro. Olivareros. Orellana, Francisco. Ortega Díaz, Enrique (El Gordo Viejo). Ortega Escalona, Antonio (Juan Breva). Eusebio Rioja.- Pág.- 275
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 276
Ortega Feria, Rita (La Rita). Ortega, Carlota. Ortega, Gabriela (La Señá Gabriela). Ortega, Rafael. Ortiz Nuevo, José Luis. Otero, José.
P Pavón Cruz, Tomás. Paca, La. Padilla Baltanás, Juan (El Breva Chico). Padrón Ruiz, José María. Palomo Díaz, Francisco J. Pantoja Antúnez, José Luis. Paquiro. Pareja, Rafael. Parody, Nicolás. Párraga, Ramón. Parrala, Dolores la. Parrala, Trinidad la. Pascual y Torres, José. Pasos Gallego, Manuel (El Cantares). Patiño González, José (El maestro Patiño). Patiño, El maestro (José Patiño González). Paula, La. Pavón Cruz, Pastora (Niña de los Peines). Pavón, Arturo. Payans, Joaquina. Pazos Bernal, María de los Ángeles. Peceña, Africa la. Pedro el Cruel. Peines, Niña de los (Pastora Pavón Cruz). Pena, El (Sebastián Muñoz Beigveder / El Pena padre). Pendón López, Sr. Percheles, Paco (Francisco Bejarano Robles). Pérez Bryan. Pérez de Guzmán, Manuel. Pérez Hermitas, José. Pérez López, E. Pérez Lugín, Alejandro.
Eusebio Rioja.- Pág.- 276
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 277
Pérez, Alfonso (Alfonso el Porrilla). Pérez, Juan. Pericles. Perote, Diego el (Diego Beigveder Morilla / Diego el Pijín). Petrolo, El. Picasso, Pablo. Pijín, Diego el (Diego Beigveder Morilla / Diego el Perote). Pimentel, El. Pineda Novo, Daniel. Pino, Enrique del. Pino, Rosario. Pinto, Pepe. Piquito de Oro. Pitana, Cipriano (Cipriano Díaz Ramírez). Piyayo, El (Rafael Flores Nieto). Planeta, El. Plutón. Pomares, Cojo de. Ponce de León, Rodrigo. Pons, Antonio. Porrilla, Alfonso el (Alfonso Pérez). Portillo, Francisco. Postigo Acejo, José. Postigo, Manuel. Pozo, Francisco del. Prados y López, Manuel. Prat, Domingo. Prats, Matías.
Q Querol Galvadá, Miguel. Quevedo, Francisco de. Quiles Faz, Amparo.
R Raldán, Manuel (Fajita). Ramírez Acosta, Rogelio. Ramírez, Dámaso. Eusebio Rioja.- Pág.- 277
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 278
Ramos, Francisco. Ramos, Santos. Rapela, Antonio. Rapela, Evaristo. Raschke, Augusto. Raspao, El. Real, Ignacio. Reina, Francisco (Paco el Aguila). Reina, Manuel (El Canario Chico). Relosillas, Juan José. Reyes Católicos. Reyes Osuna, Juan de los (El Canario). Reyes,Arturo. Reyes. Ricardo, Niño (Manuel Serrapí Sánchez). Río, María del. Rioja, Eusebio. Ríos Ruiz, Manuel. Risueño, Adrián. Rita, La (Rita Ortega Feria). Rivas Beltrán, Enrique. Rivas Casalá, Enrique. Robles, Pepe. Rodríguez Alemán, Isabel. Rodríguez Casielles, Salvador. Rodríguez Gómez, Fernando (Fernando el de Triana). Rodríguez Lázaro, Antonio. Rodríguez Montañés, Joaquín. Rodríguez, Ángel (El Jerezano). Rodríguez, Joaquín. Rodríguez, Lázaro. Rodríguez, Melchor. Rodríguez, Miguel (Juan Breva Chico). Rodríguez, Salvador. Rojo el Alpargatero. Rojo Gónima, Joaquín. Rojo Guerrero, Gonzalo. Rojo, Joaquín. Roldán, Amadeo. Romairones, Manuel (Romayón / El Fideero). Román. Romanillos, José Luis. Romayón (Manuel Romairones / El Fideero). Eusebio Rioja.- Pág.- 278
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 279
Romeo. Romero Casalán, José. Romero de Torres, Julio. Romero el Tito. Romero Esteo, Miguel. Romero, Celedonio. Romero, Celín. Romero, José. Ronda, Aniya la de (Ana Amaya Molina). Ronda, Pepe. Rondón Rodríguez, Juan. Ropero Núñez, Miguel. Ros, Matilde. Rosao, El Tío. Rosendo, José. Ross, Sr. Rossini. Roteña Chica, La (Lola Torozio). Rubia sevillana, La. Rubia, La. Rubinstein, Arturo. Rubio y Guerrero, José María. Rucoba, Joaquín. Rueda, Salvador. Ruedas, Antonia y Josefa. Ruiz Borrego. Ruiz Vargas, José. Ruiz, Andrés. Ruiz, Antonio. Ruiz, José. Ruiz, Salvador.
S Sagasta. Salcedo, Consuelo. Salcedo, Miguel. Sancha, José María de. Sánchez Atero, Carlos. Sánchez Atienza, Antonia. Sánchez Atienza, Carlos. Sánchez Atienza, José. Eusebio Rioja.- Pág.- 279
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 280
Sánchez Atienza, Manuel. Sánchez Cantero, Francisco (Paco el Barbero). Sánchez Mejías, Ignacio (Jiménez Chávarri). Sánchez Mira, General. Sánchez, Francisco. Sancho, Juan. Santa María, Eugenio. Santa Olalla, Sr. Santiago, Pepe. Santiago. Sanz, Manuel. Saz, Bernardo del. Scarlatti, Domenico. Schuman, Robert. Segovia, Andrés. Segovia, Hnas. Segovia, Santiago (El Ciego). Seguí, José. Serrano, El Bachiller. Serrapí Sánchez, Manuel (Niño Ricardo). Sesmero, Julián. Sevillano, Antonio. Sevillano, Paco el. Siglo XX, Murga. Silva, Pepe. Silverio Franconetti. Sol, Antonio. Solano, Juan. Soler Guevara, Luis. Soler, Isabel. Soler, Padre Antonio. Solitario, El (Serafín Estébanez Calderón). Sorda, Isabel la. Soto Loreto, Manuel (Manuel Torres / Niño de Jerez). Soto, J.J. Starkie, Walter. Stauffer, Carlos. Steingress, Gerhard. Suárez-Pajares, Javier.
T Eusebio Rioja.- Pág.- 280
Los cafés cantantes de Málaga y las ventas de la Caleta.- Pág.- 281
Tabaco, Joaquín (Joaquín Aranda Hidalgo). Tacón, María. Talía. Tárrega, Francisco. Tato, El. Telethusa. Tenorio, don Juan. Ternero Lupiáñez, Manuel. Ternero Rodríguez, Juan (Niño de las Moras). Terpsícore (Tersícore). Tobalo, El. Tobar, Alfonso (Alfonso Tovar). Todo, Sra. Toledo, Juan (El Caribe). Toledo, Tico. Torero, Manolito el. Torozio, Lola (La Roteña Chica). Torres Acebedo, Manuel. Torres Cortés, Norberto. Torres, Antonio de. Torres, Manuel (Manuel Soto Loreto / Niño de Jerez). Torrijos, General. Tovar, Alfonso (Alfonso Tobar). Trabado, Coronel. Triana, Fernando el de (Fernando Rodríguez Gómez). Trini, La (Trinidad Navarro Carrillo). Trinidad, don. Trujillo, José. Turina, Joaquín.
U Urbano Carrere, Ramón. Urbano, Manuel.
V Valero Vargas, Francisco (Paco Vargas).
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Vallejo, Manuel. Vara, Antonio. Vardés, Juan. Vargas Soto, José Joaquín (El Cojo de Málaga). Vargas Suárez, Tomás (Tomás el Nitri). Vargas, Isabel. Vargas, Juana (La Macarrona). Vargas, Paco (Francisco Valero Vargas). Vázquez, Eduardo. Vega, Carlos. Vega, Manul (El Carbonerillo). Vegigatorio, El Dr. Velázquez, Diego de Silva. Vico, Antonio. Victoria. Videogracias. Viejas Ricas, Las. Viejas y Ricas, Las. Vila, Benito. Villarraso, José. Villarrubia, Francisco. Violant, Sr.
Y Yáñez Fajardo, Alonso. Yerbabuena, Frasquito. Yerga Lancharro, Manuel.
Z Zabalza. Zamacois, Sra. Zambrana, Antonio. Zocato, Juan el. Zorrilla, José.
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