BUTZER, K. Arqueologia- Una Ecologia Del Hombre. 198933333

June 13, 2018 | Author: AlexFarfanHancco | Category: Archaeology, Anthropology, Science, Ecosystem, Habitat
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Descripción: arqueología...

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Arqueología - Una ecología del hombre: Método y teoría para un enfoque contextual

KARL W. BUTZER Profesor de Arqueolog(a n1edioambiental -cátedra Henry Sch11/tz Universidad de Chicago

ediciones bellaterra

A ELISABETH Beethoven Op. 138 ("Leonora")

Título de la obra original Archaeology as human ecology 'Iraducción M.ª José Aubet Semmler

© 1982, 1984, Cambridge University Press © 1989, Ediciones Bellaterra, S.A. Felipe de Paz, 12 ~ 08028 Barcelona Tel. (93) 339 05 11 Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro pueden reproducirse ni retrans,nitirse utilizando medios niecánicos o electrónicos, grabación u otro sistema, sin permiso escrito del editor. Impreso en Espafta Printed in Spain ~

ISBN: 84-7290-058-4 Depósito Legal: B. 28723-1989 Composición y compaginación: FOTOCOMPOSICION 2000 Espronceda, 304 - 08027 Barcelona Impreso por GRAFFING, S.A. Arquímedes, 18 - Hospitalet de Llobregat

Contenido

pág. Prefacio

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PARTE I Perspectivas 1

El contexto en arqueología Introducción Contexto y ecología Escalas y dimensiones de la arqueología contextual La arqueología como arqueología

2

Los sistemas medioambientales: variabilidad espacial y temporal El espacio y la escala en arqueología El biomo como sistema medioambiental Las propiedades del equilibrio Escalas de variabilidad medioambiental Modelos para el cambio ecosistémico El carácter único de los ecosistemas humanos

3

14

PARTE II Fundamentos

3

Geo-arqueología !: principios básicos Objetivos Los componentes del estudio Técnicas y procedimientos Objetivos interdisciplinarios finales

33

VII

VIII 4

Contenido

Contenido

Geo-arqueología 11: el contexto del paisaje La textura sedimentaria Los medioambientes deposicionales puntuales Medioambientes deposicionales lineales Medioambientes deposicionales superficiales Síntesis geo-arqueológica de los microambientes Textura topográfica Terreno, suelos y biotos Trama regional Transformaciones medioambientales

5 Geo-arqueología 111: el contexto estratigráfico

41

64

La prospección del subsuelo Identificación, procedencia y tecnología de los materiales La datación cronométrica 10

La arqueobotánica: la utilización de la flora El registro arqueobotánico La recuperación de la información arqueobotánica La interpretación paleobotánica La dendroecología y la dendroclimatología La utilización humana de las plantas

166

11

La arqueozoología: la fauna y la obtención de animales La temática arqueozoológica La tafonomía Valoración ecológica de los conjuntos fósiles Los cazadores y sus presas Domesticación y cambio faunístico

184

La nomenclatura estratigráfica Litoestratigrafía: yacimiento y entorno Correlaciones externas

6 Geo-arqueología IV: formación de un yacimiento

74

Los sedimentos arqueológicos Un prototipo del Pleistoceno: los sedimentos de cueva Un ejemplo de geo-arqueología de cueva: la Cueva Morín Un prototipo del Holoceno: los montículos de habitación o poblados tumulares Ejemplos de geo-arqueología urbana: Giza y Axum

PARTE IIl Síntesis

12

7 Geo-arqueología V: transformación y destrucción de los yacimientos

95

Transformación cultural de los restos arqueológicos Dispersión previa al enterramiento

Alteración postdeposicional Modificación geobioquímica Destrucción de los yacimientos y dispersión de los artefactos Modificación medioambiental de los restos arqueológicos

8 Geo-arqueología VI: el impacto humano sobre el paisaje

13

120

La actividad humana y el sistema suelo-sedimento

Indicadores geo-arqueológicos de la erosión del suelo La erosión del suelo en el registro geo-arqueológico Un estudio monográfico de erosión acelerada del suelo: Axum, Etiopía Uso de la tierra y fertilidad del suelo Los rasgos geo-arqueológicos del paisaje La productividad y la degradación del paisaje

9 La arqueometría: prospección, procedencia y datación Alcance y finalidad de la arqueometría

IX

14

153

La integración espacial I: modelos cuantitativos para el análisis de patrones Componentes, subsistemas y ecosistemas humanos La arqueología espacial Los modelos de gravedad El modelo de von Thíinen La teoría del lugar central Modelos de concentración de recursos La integración espacial 11: modelos socioecológicos para el análisis de asentamientos Análisis de escala de los asentamientos Macro-modelos de movilidad de los cazadores-recolectores Generalizaciones aplicables a los asentamientos de subsistencia de cazadores-recolectores Determinantes espaciales del asentamiento agrícola Medioambientes reales y medioambientes percibidos La integración espacial 111: reconstrucción de los sistemas de asentamiento La ubicación del asentamiento Estudio de los yacimientos arqueológicos Un enfoque paisajístico del estudio de asentamientos La reconstrucción de los patrones de asentamiento: los cazadores-recolectores

203

221

247

X

Contenido

Reconstrucción de los patrones de asentamiento: las comunidades agrícolas 15

Sistemas diacrónicos I: la adaptación cultural La integración temporal La adaptación cultural Modos dinámicos de los sistemas adaptativos

267

16

Sistemas diacrónicos II: continuidad y cambio La transformación adaptativa en el registro del Pleistoceno: la hominización Las transformaciones adaptativas del Holoceno: control del medioambiente La modificación de los sistemas adaptativos regionales: las periodicidades históricas Consideraciones generales y perspectivas

281

Referencias Indice

305

341

Prefacio

He optado por el título Arqueología -Una Ecología del Hombre para poder realzar las interacciones dinámicas que se establecen entre los grupos humanos o las sociedades y sus respectivos medioambientes. Este libro quiere ser una introducción a la metodología y al marco conceptual para un estudio de este tipo. El concepto fundamental es el ecosistema humano -concepto que sirve de principio organizativo e ilustrativo de la interdependencia de las variables culturales y medioambientales, así como de marco organizativo para abordar los diversos enfoques científicos que nos parecen esenciales para comprender los procesos interactivos. El contexto del subtítulo del libro atiende tanto al espacio como a la dinámica de los procesos que definen la ecología humana. La primera sección -la parte introductoria del libro- explica y profundiza el enfoque ecosistémico. Una segunda sección desarrolla las subdisciplinas que aportan los principales datos fundamentales para la comprensión de los ecosistemas humanos históricos y prehistóricos, a saber: a) la geo-arqueología o estudio e interpretación de los sedimentos y las formas físicas del terreno; b) la arqueometría o utilización de métodos físicos y químicos de medida, que incluyen la procedencia de las materias primas, la datación y la prospección de los yacimientos; c) labio-arqueología o estudio de los restos animales y vegetales que reflejan las actividades de subsistencia, así como los medioambientes bióticos. La tercera y última sección del libro integra estos componentes en un marco espacial y en un marco temporal o diacrónico. Puede considerarse la arqueología espacial como un campo de estudio o subdisciplina, si bien estrechamente interrelacionada con las demás modalidades. Las dimensiones espaciales de los datos a escalas distintas (micro, meso y macro) se destacan y desarrollan en cada capítulo, y hemos escogido el paradigma espacial como marco de síntesis en la sección final. Todo ello se complementa en los dos ultimas capítulos con disquisiciones teóricas e interpretativas, dentro de un paradigma adaptativo, sobre las principales transformaciones y modificaciones sistémicas del registro prehistórico e histórico: la hominización, la domesticación del medio, y el crecimiento y declive de las grandes civilizaciones. La atención metodológica principal se centra en la geo-arqueología y en un XI

XII

Prefacio

paradigma espacial. Ello refleja mi propia formación y experiencia en geomorfología y geografía. Tumbién hubiera sido posible utilizar la bio-arqueología y la paleoeconomía, pero me faltaba la cualificación necesaria para escribir un libro de estas características. Además, los conceptos bio-arqueológicos ya han sido incorporados a la investigación arqueológica con cierto éxito, mie~tra_s que la geo-arqueología ha tendido a quedar más bien al margen. Por cons1gmente, creo que el desarrollo sistemático de la geo-arqueología en seis capítulos, como tema de capital importancia para la arqueología, obedece a una amplia necesidad profesional. Este mismo marco podría aplicarse alternativamente con igual detalle a la bio-arqueología. Los dos capítulos dedicados a la arqueobotánica y a la zoo-arqueología representan una especie de programa de estudio para este tipo de desarrollo. En mi opinión, un tratamiento más detallado de estos temas resultaría redundante, y la contrastación de este manuscrito en mis clases en la universidad a lo largo de dos años ha reforzado mi creencia de que la iniciación a la bio-arqueología resulta particularmente eficaz y estimulante para la formulación de los exámenes trimestrales. El capítulo dedicado a la arqueometría es deliberadamente corto. Valoro profundamente la contribución de la investigación arqueométrica -sobre todos los métodos de datación- a la arqueología, pero creo también que juega un rol relativamente subordinado en un marco ecosistémico, y por eso me he limitado a presentar los componentes esenciales y su integración en un todo. Arqueología -Una Ecología del Hombre propone un nuevo paradigma (complementario, no exclusivo) para el estudio de la arqueología. Centrándos': en los ecosistemas humanos e integrando metodologías procedentes de las ciencias físicas, biológicas y sociales, este enfoque teórico complementa el de la arqueología social reivindicada por muchos nuevos arqueólogos. El libro tiene su orígen en unos cursos para licenciados y graduados en arqueología, civilizaciones del Próximo Oriente y geografía. Puede abordarse, pues, sin ninguna formación científica especial, y los temas tratados se desarrollan a partir del principio, utilizando en cada caso el mínimo de jerga especializada e insistiendo, más que en las técnicas, en la comprensión de las interrelaciones -lo cual es la esencia de la ecología. El objetivo que persigo es desarrollar en el lector el pensamiento interdisciplinario productivo. Espero que los estudiantes Y arqueólogos profesionales puedan compartir parte de la exaltación contagi?sa a que yo mismo he estado expuesto durante más de veinte años de traba¡o en equipo, un entusiasmo que me ha alentado durante los cuatro años que he necesitado para escribir este libro. Primero y ante todo, tengo una deuda de gratitud con los arqueólogos compañeros de trabajo, con los que he discutido y polemizado durante los proyectos de campo productivos que me llevaron a Egipto, a España, al Africa subsahariana, y también a mi Illinois natal. Sería uno de mis ex-alumnos, Dani:l Bowman, quien, un día, en una colina de España, me induciría con sus mani-

festaciones de admiración por mi obsesionada objetividad empírica a reorientar mis pensamientos hacia las cuestiones teóricas. Hacia la misma época, el

Prefacio

XIII

intercambio de correspondencia con el malogrado David Clarke, un arqueólogo teórico insuperado, hizo que mi atención se centrara en el potencial de los modelos explícitos. Durante aquellos años cruciales de reorientación, las innumerables discusiones con Elisabeth Butzer supusieron un estímulo importantísimo para la gestación de un enfoque más ecológico y de comportamiento. Una beca Guggenheim en 1977 me brindaría la oportunidad, tras 18 años de docencia y labor de campo ininterrumpidos, de reunir muchos de los cabos sueltos en una propuesta intelectual unificada. Richard Klein ha sido una fuente de estímulo inagotable y sus sugerencias han sido inestimables para el manuscrito de mi trabajo. Algunos capítulos y secciones fueron leídos también por Thomas Bel!, Vaughn Bryant, David Helgren y Richard Morrill, mientras que Geoff Bailey, de la Cambridge University Press, me ayudaba a perfilar mi pensamiento durante las fases finales de la revisión. Dan Greenway se encargó de los gráficos, con su habitual competencia profesional. Los últimos borradores del manuscrito fueron mecanografiados por Diana Valdivia en un tiempo realmente récord. La Universidad de Chicago y el Instituto Federal de Tocnología Suizo me ayudaron a preparlo. A todos ellos mis más sinceras gracias.

Flossmoor, Illinois Octubre 1981

Karl W. Butzer

PARTE I

Perspectivas

CAPITUlD 1

El contexto en arqueología

Introducción

La arqueología está en una encrucijada. A finales de los sesenta y principios de los setenta la arqueología americana dejó de lado la confrontación de las distintas interpretaciones del proceso histórico para dedicarse casi por entero a la discusión de la Nueva Arqueología. Ese debate empezó en gran parte a raíz del aumento exponencial de los datos empíricos surgidos entre los años 1930 y 1960. La recogida de datos, lejos de contribuir a la reestructuración de un corpus acumulativo de información real, se había convertido en una mera cuestión aditiva. Las síntesis tendían a ser descriptivas, simplistas, especulati-

vas. La Nueva Arqueología empezó como un conflicto intergeneracional americano, como una redefinición introspectiva de medios y fines. Pero tras esos dolorosos principios, con la nueva generación criticando severamente a la vie-

ja, se abrió un debate constructivo entre una generación internacional de arqueólogos sobre los objetivos de la arqueología y las estrategias óptimas para alcanzarlos. Los efectos netos del debate han sido saludables y han aportado unas estrategias de investigación empírica más refinadas y una interpretación mucho más sofisticada. Pero el llamado gran debate en arqueología creó también sus propias simplificaciones. La polarización entre ambos enfoques, el nuevo y el viejo, propició al principio la impresión de que los arqueólogos no eran ni empíricos ni teóricos. Pero tras esa primera impresión, la realidad es que ese pequeño grupo de participantes activos en el gran debate no son ni puros teóricos ni puros deductivistas. La arqueología es, por su misma naturaleza, y en última instancia, empírica. El gran debate no se reduce solamente a una cuestión de abstracciones filosóficas, sino que implica una revalorización fundamental del marco conceptual de la investigación arqueológica -la búsqueda de un paradigma que racionalice tanto la laboriosa recogida de datos como las frustrantes actividades hermenéuticas de la disciplina. Aquellos en favor de un incipiente consenso están de acuerdo en sólo una cuestión fundamental: que deben abrirse perspectivas más frescas y productivas. La diversidad de los posibles enfoques innovadores viene reflejada por la gran cantidad de artículos y libros aparecidos en la década de los setenta, y que van desde la etnoarqueología hasta la simulación por ordenador; señal de 3

4

Perspectivas

que los arqueólogos han empezado a optar por un paradigma pluralista capaz de garantizar una mejor comprensión de la esencia de su disciplina, y también un síntoma de que se buscan nuevas directrices en la investigación. La mayoría

El contexto en arqueofog(a

5

tales como la arqueobotánica, la zoo-arqueología y la geo-arqueología. En un excelente libro introductorio, Evans (1978:xiii) define la arqueología del medioambiente como "el estudio del medioambiente del hombre del pasa-

de estas tendencias reflejan una confroutación intelectual con diversos aspectos de la antropología cultural, pero existe también una profunda deuda con la geografía humana, sobre todo con la teoría espacial. La dimensión medioam-

do", otorgando especial relevancia a las técnicas e indicadores que resultan vá-

biental, asimismo fundamental, sigue adoleciendo de una articulación excesi-

no sólo resulta insuficiente, sino que es inaceptable.

vamente pobre.

Para utilizar una analogía, veamos en qué se diferencia la arqueología geológica de la geología arqueológica. Según mi punto de vista, la geología arqueológica es una geología que tiene un sesgo y una aplicación arqueológicos. La

Por irónico que parezca, la arqueología medioambiental es uno de los puen-

tes interdisciplinarios más antiguos en el trabajo de campo. Los arqueólogos siempre han sido conscientes del contexto medioambiental, y ya desde los ini-

lidos para la reconstrucción de los elementos medioambientales de las comunidades humanas del pasado y para la aplicación de esas técnicas. Esta definición

arqueología geológica, en cambio, se sirve de métodos, técnicas y conceptos

cios, grupos de científicos han venido participando directa o indirectamente en

geológicos, pero es ante todo una tarea arqueológica (Butzer, 1977c). La dife-

las excavaciones. En comparación con los cerca de 5000 miembros individuales de la Society far American Archaeology, la nueva Society far Archaeological Sciences cuenta tan sólo con 500 miembros, con un índice muy bajo de doble afiliación. Esta sorprendente diferencia sugiere una importante aportación em-

rencia está en los objetivos, no en las técnicas.

pírica de personal perteneciente al campo de las ciencias aplicadas, quienes, sin embargo, tienen muy poca influencia en las corrientes intelectuales domi-

Siempre he defendido el punto de vista según el cual nuestro objetivo final es la determinación de la interrelación entre cultura y medioambiente, otorgan- .:j. do especial relevancia a la investigación que se plantee "una mejor y mayor

mo un enfoque estático y taxonómico del medioambiente, incluso en los casos

comprensión de la ecología humana de las comunidades prehistóricas" (Butzer, 1964:vii). Pero, a principios de la década de los sesenta, estas interrelaciones demostraron ser muy difíciles de identificar por parte de los arqueólogos y de los especialistas de las ciencias aplicadas del medioambiente. El problema se debía, en parte, a la escasez de datos empíricos, pero sobre todo a la falta de un marco conceptual adecuado capaz de dar cuenta de las complejas relaciones entre múltiples y variados fenómenos. Desde entonces han cambiado mucho las cosas. Se ha incrementado la base

en que las variables humanas son consideradas como parte del sistema dinámi-

informativa y, aunque ésa sea todavía insuficiente, al menos posibilita la for-

co. En mi opinión, el concepto de 111edioa111biente no debería considerarse sinónimo de un corpus de información básica estática y descriptiva, sino como

mulación de hipótesis coherentes. Pero no hay que olvidar que la teoría de sistemas ha propuesto un modelo capaz de ilustrar e incluso de analizar interrelaciones complejas, y que ha tenido una profunda influencia en las formulaciones conceptuales de diversas disciplinas: en la ciencia del medioambiente, a partir de un texto fundacional particularmente influyente de Chorley de 1962; en la antropología ecológica, a partir de la publicación de Agricultura/ Involution, de Geertz (1963), y en arqueología, a partir de un artículo de Flannery de 1968. Es evidente que un modelo cibernético no puede transferirse globalmente a otra disciplina, y muchos somos conscientes de que el lenguaje sistémico igual

nantes dentro de la arqueología. Quizá el medioambiente sea algo que se da por sentado. Es evidente que el medioambiente se utiliza en la mayoría de ecuaciones procesuales como una variable, pero la ecuación se resuelve con demasiada frecuencia utilizando esa

variable como si fuera una constante. Los arqueólogos suelen adoptar asimis-

un factor dinámico en el análisis del contexto arqueológico. Los ingredientes fundamentales de la arqueología son los artefactos y su contexto, desde los restos de alimentos hasta los sedimentos y la trama del paisaje. El término contexto significa muchas cosas para mucha gente, pero la palabra deriva del verbo latino contextere = "entrelazar", "entretejer" o "conectar". En arqueología, contexto implica una trama espaciotemporal de cuatro .dimensiones suscepti-

ble de incluir tanto un medio cultural como un medio no-cultural y de aplicarse tanto a un solo artefacto como a toda una constelación de yacimientos. De-

finido en esos términos, el contexto es un tema central para distintos enfoques dentro de la arqueología. Por ejemplo, la arqueología espacial lo mismo se ocupa de una configuración horizontal de agregados en el interior de un yacimiento, que de las interconexiones entre distintos sitios. El contexto ha constituído durante mucho tiempo el objetivo principal de la arqueometría, cuyos objetivos son los marcos temporales, el análisis y la tecnología de los materiales, así como las fuentes de materias primas. Pero sobre todo, el contexto ha constituído tradicionalmente el tema central de una tarea de largo alcance, pobremente definida, llamada a veces arqueología del medioambiente, que incluye disciplinas

puede servir para aclarar como para oscurecer un problema. Es más, sería una locura aplicar sin más un enfoque biológico sistémico en las ciencias sociales.

Pero a pesar de todo, los principios básicos de la teoría de sistemas son fundamentales para integrar la dimensión medioambiental en la arqueología contextual. Contexto y ecología

Odum (1971:8) definió un ecosistema como una comunidad de organismos en un área determinada en interacción con el medioambiente físico, de forma que

6

Perspectivas

7

el flujo de energía posibilite una clara definición de las cadenas alimenticias, la diversidad biótica y el intercambio de materiales entre las partes vivientes Ylas no vivientes. Transformando este concepto en poblaciones humanas, los compo-

el resto de este texto utilizo el término ecosistema como un marco conceptual que permite resaltar la importancia de las interrelaciones ecosistémicas. No uti-

nentes básicos del medio no-cultural se convierten en distancia o espacio, topo-

La arqueología contextual, más interesada en los yacimientos que en los artefactos, se ocupa sobre todo de la expresión multidimensional de la toma de decisiones humanas dentro del medio. Y, sin ocuparse directamente de los fenómenos ecológicos, tales como los flujos de energía y las cadenas alimenticias, tiene como finalidad estimular la investigación globalizadora, en base fundamentalmente a las complejas interacciones sistémicas entre los factores y procesos culturales, biológicos y físicos. Cinco temas fundamentales destacan particularmente: el espacio, la escala, la complejidad, la interacción y la situación de estabilidad o equilibrio (Butzer: 1978a). Esos conceptos provienen de la geografía o de la biología, pero tienen aplicaciones antropológicas y arqueológicas directas e incorporan tanto dimensiones espaciales como temporales. Más aún, cada una de esas propiedades es cuantificable y, por Jo tanto, susceptible de ser analizada científicamente (Butzer, 1980f).

grafía o accidentes topográficos y en recursos bióticos, minerales y atmosféricos. La geografía moderna se ocupa básicamente de las interrelaciones entre las comunidades humanas y sus entornos respectivos, y, de manera creciente, - ,>...,

El contexto en arqueología

de la expresión espacial de los fenómenos socioeconómicos conexos. Es precisamente este énfasis en el elemento espacial lo que diferencia este enfoque de la antropología ecológica (Hardesty, 1977; Moran, 1979), disciplina que se ocupa asimismo de la interrelación entre el sistema social y el sistema medioambiental. Esos conceptos sistémicos, sin embargo, son demasiado complejos para su

aplicación práctica, aunque el problema puede minimizarse mediante la identificación de los principales componentes de la investigación, como algo distinto de los objetivos sistémicos finales. Los objetivos primarios o de nivel inferior se refieren a las técnicas y metas inmediatas de cada uno de los métodos, tales como la arqueología espacial, la arqueometría y la arqueología medioambiental. El objetivo secundario o de nivel superior es para todos el contexto, objetivo que comparten todos los métodos afines 1 • Por consiguiente, el objetivo principal de la arqueología medioambiental debería consistir en definir las características y procesos del medioambiente biofísico susceptibles de suministrar una textura pura y de interactuar con los sis-

lizo ni propongo texturas sistémicas.

Espacio. Los fenómenos raramente aparecen distribuídos de forma homogénea en el espacio. Los rasgos topográficos, los climas, las comunidades biológicas y los grupos humanos traducen un modelo espacial y son, por tanto, susceptibles de análisis espacial.

temas socioeconómicos, tal como se reflejan, por ejemplo, en las actividades

humano. Dentro de este ecosistema humano, las comunidades del pasado de-

Escala. El análisis espacial sirve para distinguir objetos, agregados o modelos a pequeña, mediana y gran escala. Del mismo modo, la configuración de las comunidades biológicas o de los agregados físicos se establece, se mantiene o se modifica mediante procesos que operan a diversas escalas espaciales y temporales, que pueden ser periódicas o aperiódicas. Los estudios a microescala se complementan con los estudios a macroescala, y ambos son necesarios para

sarrollaron una interacción espacial, económica y social con las texturas me-

una interpretación comprehensiva.

de subsistencia y en los patrones de asentamiento. El objetivo secundario de este y otros métodos afines es llegar a comprender el ecosistema humano definido por esa intersección sistémica (Chorley y Kennedy, 1974:4). Un objetivo general alcanzable para la arqueología contextual es el estudio de los yacimientos arqueológicos o conjuntos de yacimientos, como parte de un ecosistema

dioambientales en las que estaban entrelazadas adaptativamente'. Aquí y en 1 Identificando objetivos primarios y secundarios, es posible, en primer lugar, explicar cómo contribuye individualmente cada enfoque a la arqueología contextual. De esta forma, los inputs interdisciplinarios pueden encauzarse hacia un objetivo común, obviando la necesidad de paradigmas ecológi.cos y geográficos distintos, como propuso Clarke (1972: 7). En segundo lugar, los objetivos explícitamente jerárquicos ayudan a identificar los componentes básicos de la investigación y facilitar el análisis y la resolución intermedias, así como los obetivos sistémicos últimos. 2 Así definida, la arqueología contextual incluye diversas escalas y dimensiones. A modo de aclaración, la escala es un concepto métrico, distinto de la dimensión, que tiene magnitud y dirección con respecto a dos o más coordenadas e implica un sentido de propósito o perspectiva. La arqueología contextual implica escalas variables, porque tanto los sistemas socioeconómicos como los espaciales pueden ser estudiados a nivel detallado o a nivel general. Incluye también varias dimensiones, esto es, espaciales (el subsistema del sitio), jerárquicas (el subsistema medioambiental) y ecológicas (los procesos interactivos). Este enfoque puede aplicarse, pues, a sociedades ganaderas simples, cuyo asentamiento y subsistencia se organizan fundamentalmente en un plano horizontal, Y también a sociedades complejas caracterizadas por estructuras verticales significativas.

Complejidad. Los medioambientes y las comunidades no son homogéneas, Jo que hace difícil su caracterización y su delimitación. Por ello se requieren enfoques espaciales y temporales flexibles a escala múltiple. Interacción. En un medioambiente complejo con una distribución desigual de los recursos, las comunidades humanas y no humanas interactúan internamen-

te unas con otras y con el medioambiente no viviente; y Jo hacen a diferentes escalas, a diferentes grados de proximidad y a ritmos cambiantes o desiguales. Estado de equilibrio. Las distintas comunidades de cualquier complejo medioambiental se ven globalmente afectadas de alguna forma, por feedbacks negativos resultantes de procesos internos o de aportes externos. Por consiguiente, el reajuste, pequeño o grande, a corto o a largo plazo, es más la regla que la excepción.

8

Perspectivas

Estas cinco perspectivas pueden resultar más comprensibles con una serie de

ejemplos que ilustran las distintas escalas y dimensiones de un enfoque contextual.

El contexto en arqueo!og(a

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biental tendrá efectos a diversas escalas sobre la biomasa de alimentos animales y vegetales e, incluso, sobre los caracteres cuantitativos y cualitativos de las comunidades bióticas. A su vez, la variabilidad, las tendencias y transformaciones ecosistémicas afectarán probablemente a la demografía, a las estrategias

Escalas y dimensiones de la arqueología contextual

Una fotografía LANDSAT del centro de Illinois o del este de Africa nos proporcionaría una impresionante ilustración de la productividad biótica diferencial demostrativa de lo inadecuado que resulta la premisa básica de la mayoría de los análisis espaciales geométricos, según la cual el espacio es homogéneo. Las manchas rojas y las manchas azules denotan pautas regionales concentradas y difusas, algunas claramente delimitadas, otras difuminándose a través de amplias transiciones. La distribución de la fauna en cualquier momento dado traducirá aglomeraciones complejas similares.

La importancia del modelo biótico para la evaluación de los recursos humanos es equiparable a la importancia de la trama topográfica y sedimentaria en el esbozo de una panorámica arqueológica o en la interpretación del emplazamiento de los yacimientos. Por ejemplo, en el valle del Nilo del Medio Egipto, los yacimientos prehistóricos recientes conocidos no son en absoluto representativos de los patrones de asentamiento predinásticos, sino y sobre todo, una

función de la conservación selectiva de los yacimientos superficiales situados en los márgenes del río (Butzer, 1960a). De igual modo, la ubicación de los grabados rupestres del sur de Africa corresponde previsiblemente a la presencia de afloramientos rocosos favorables, a pequeños cambios topográficos y a la variabilidad ambiental (Butzer et al., 1979). La arqueología espacial ha hecho valiosas aportaciones en los últimos años (por ejemplo, Clarke, 1977), pero muchos de sus representantes siguen sin considerar el espacio real como algo distinto y opuesto al espacio abstracto. El mosaico de la distribución de los fenómenos biofísicos sirve igualmente para ilustrar los atributos sincrónicos de la escala. Los alimentos arbóreos son perceptibles a microescala en un sólo árbol o en un conjunto de árboles, a mesoescala en unas tierras altas determinadas o en los componentes forestales de los valles aluviales, o a macroescala en el mosaico de las galerías forestales regionales. De ahí que la curva media del polen sirva para establecer una secuencia paleoclimática de cierto valor estratigráfico, específica de un hábitat regional o biomo, pero en la mayoría de los casos poco útil para elucidar 1~': complejidad de un aprovechamiento potencial de recursos, a menos que el pálinólogo enfoque el problema como lo baria un arqueólogo (por ejemplo, Bryant, 1982). --. Esta perspectiva espacial de la escala es indisociable del marco temporal o diacrónico; es decir, de la coyuntura estacional y la predictibilidad de los alimentos recogidos o producidos; de la importancia de las anomalías cíclicas, de las principales perturbaciones, y de los cambios a largo plazo de los principios de equilibrio que definen el sistema medioambiental. La variabilidad am-

de subsistencia y a los patrones de asentamiento e, incluso, al tejido social, con diferentes grados de intensidad, en función de la magnitud del cambio y de la información, y a las decisiones de las comunidades humanas. El papel de la complejidad queda reflejado en los problemas paralelos de la clasificación y delimitación de los tipos de artefactos y de los tipos climáticos. ¿Cuáles son los criterios más adecuados? O, mejor aún, ¿cuáles son los

criterios practicables a la vista de los datos fundamentales? ¿Describen éstos clasificaciones útiles? ¿Son estas clasificaciones mutuamente excluyentes? El ordenador ayuda a aclarar las incidencias, pero no resuelve necesariamente el

problema lógico fundamental de definir los conjuntos de artefactos y yacimientos o los fenómenos biofísicos. El problema resulta complejo cuando intentamos identificar proceso y respuesta en una cadena de subsistemas ensamblados entre sí. Los roles de las posibles concatenaciones de inputs negativos pueden ser simulados por el ordenador, pero el resultado no será más que una hipótesis de trabajo.-Serán necesarias múltiples líneas de investigación contextual esp~c" cializada para identificar los componentes clave y las interacciones procesuafes de nivel inferior y medio. Axum, una antigua civilización que floreció en el norte de Etiopía durante el primer milenio d.C., es un ejemplo que ilustra perfectamente el tema de la interacción. Axum debía su prosperidad al comercio internacional, pero sus recursos mercantiles se encontraban en áreas medioambientales distintas, ocupadas por pueblos extranjeros vinculados a Axum a distintos niveles. El oro pro-

cedía de las tierras bajas semiáridas dominadas temporalmente, pero nunca totalmente controladas, por Axum. Al principio el marfil y el incienso abundaban en las selvas de las tierras altas locales, pero cuando elefantes y árboles empezaron a escasear, marfil e incienso tuvieron que buscarse en las tierras le-

janas de la Etiopía húmeda. De hecho, la base demográfica de Axum era virtualmente superior a la productividad subsistencia! de su hábitat local. Cuando en el siglo VII la demanda del mercado internacional empezó a declinar, Axum perdió el control de sus recursos comerciales básicos. El aislamiento acentuó la escasez de recursos, y la excesiva presión demográfica provocó una seria

degradación del paisaje y un empobrecimiento general. Todo ello coincidiendo con una persistente falta de lluvias primaverales que hizo que las dos cosechas anuales habituales en las tierras no irrigables se redujeran a una sola. El resultado fue una brutal despoblación y un desplazamiento del poder y la población hacia regiones más fértiles en Etiopía central. Axum es un ejemplo de cómo la disponibilidad espacial y temporal de recursos, así como la interacción entre una sociedad y sus recursos básicos, pueden ser de capital importancia para el análisis de los procesos históricos.

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En una perspectiva más amplia, es evidente que los sistemas culturales histó-

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El contexto en arqueo/og{a

Perspectivas

ricos y prehistóricos, tras siglos de equilibrio adaptativo con o sin crecimiento continuo, han experimentado discontinuidades posteriores. Los cinco milenios

de historia egipcia (Butzer, 1981b) y de historia de Mesopotamia (Adams, 1978) muestran alteraciones de siglo en siglo en consonancia con los aumentos de po-

blación y de productividad en respuesta a un control jerárquico real, de un lado, y con el declive demográfico y la fragmentación política, de otro. Aportaciones endógenas y exógenas reclamaron repetidos ajustes. Y mientras las crisis menores se superaban mediante cambios estructurales temporales, las grandes crisis necesitaron de una reorganización de la superestructura política y económi-

ca, con o sin transformación de identidad. Pero el sistema adaptativo fundamental sigue siendo el mismo en Egipto y en el Irak moderno: un ajuste flexible pero persistente a un medio ambiente caracterizado por los valles aluviales. Considerados a muy largo plazo, los sistemas culturales elaborados no son estables ni homeostáticos, sino dinámicos, porque los cambios estructurales se ven obligados a garantizar continuamente la viabilidad e incluso la supervivencia (Butzer, 1980c). La adaptación (sobre todo como estrategia de supervivencia) y la adaptabilidad (como capacidad de ajuste de un sistema cultural) son el común denominador de esos ejemplos de componentes jerárquicos de un paradigma contextual (véase el capítulo 15). Definidos en términos culturales y no en términos biológicos (Kirch, 1980a), esos conceptos son el núcleo del ecosistema humano gracias a su aportación de criterios, en mi opinión más idoneos para el análisis del proceso histórico y del cambio cultural que los del popular modelo ontogénico que compara las civilizaciones y las culturas con organismos que crecen y luego mueren. Los arqueólogos comparten con los antropólogos culturales, los historiadores y los estudiosos de la geografía humana el objetivo último de la interpretación histórica, además de compartir muchos métodos y modelos conceptuales. Pero las técnicas analíticas y los métodos científicos del arqueólogo son distintos. Este punto puede demostrarse echando una ojeada a la literatura relativa a las contradicciones naturales y a la elasticidad social -el papel del individuo y de la comunidad en la toma de decisiones es siempre un elemento clave (Burton et al., 1978; Torry, 1979). A falta de registros históricos o de un grado razonable de continuidad etnográfica, la arqueología prehistórica nunca llegará a dilucidar la naturaleza de este proceso de toma de decisiones. Independientemente de que podamos o no identificar la aparición de ese proceso, nunca podremos saber por qué, cómo o cuándo se inició. La arqueología como arqueología

Se ha dicho muchas veces que la arqueología o es una antropología o no es nada (Willey y Phillips, 1958:2). Disiento de esta definición. Es cierto que la arqueología y la antropología cultural mantienen, o deberían mantener, una estrecha relación simbiótica, y que la arqueología depende, de hecho y en gran medida, de estímulos y modelos procedentes de la antropología social, ecológi-

ll

ca y evolutiva. Pero la arqueología, en varias de sus fases evolutivas ha dependido asimismo de la geología, la biología y la geografía. La arqueología es una ciencia social compleja por derecho propio -punto de vista articulado recientemente por Gumerman y Phillips (1978) y por Wiseman (1980). Pero como ocurre con la geografía, por más que dependa profundamente de los métodos empíricos y de los modelos de las ciencias naturales, la arqueología se inscribe dentro de las ciencias sociales sobre todo por lo que a sus objetivos se refiere. Las metodologías especificas de otras disciplinas, antropología y biología incluidas, no pueden transferirse sin más a la arqueología; si queremos que resulten productivas, tienen que transformarse en un nuevo paradigma secundario.

Por esta razón me siento tan incómodo con un paradigma de antropología cultural no adaptado, como con un paradigma de biología. El contexto constituye una vieja preocupación de la arqueología' y, tal como se define aquí más globalmente, se aborda con un bagaje conceptual procedente de la antropología cultural, de la antropología humana y de la ecología biológica... · Lo que pretendo, por tanto, es una arqueología conte)(tual, no una arqueología antropológica; pretendo la exploración y- éY ci,,sarrollo deliberados de un enfoque que trascienda la preocupación tradicional por los artefactos y los yacimientos aislados y posibilite una apreciación realista de la textura medioambiental y de sus interacciones espaciales, económicas y sociales poten-

ciales con el sistema de asentamiento subsistencia!. El ecosistema humano así definido permitirá abrir perspectivas verdaderamente ecológicas, muy subestimadas durante mucho tiempo. Este enfoque contextual dependiente en gran parte de la arqueobotánica, la zoo-arqueología, la geo-arqueología y de la arqueología espacial, es nuevo no en cuanto a sus componentes, sino en cuanto

a su objetivo integral general de comprender el ecosistema humano. La clave de este enfoque sistémico es el conjunto de perspectivas descritas anteriormente: espacio, escala, complejidad, interacción y estabilidad. La arqueología contextual complementa el interés tradicional por el análisis y la interpretación socioeconómicos de artefactos y modelos de artefactos, desde el momento que incorpora nuevas dimensiones espaciales, jerárquicas y ecológicas. El desarrollo y la utilización de esta perspectiva dinámica, tanto en las facultades como en los trabajos de campo y en los proyectos de salvamento, empieza a ser urgente, porque resulta indispensable para la comprensión de los ecosistemas humanos. Habrá quienes afirmen que el interés social y económico tradicional por la variabilidad de la tecnología y el estilo quedan subsumidos dentro de un paradigma contextual omnivalente que pretende explicar la estabilidad multigeneracional presente en las diversas interrelaciones sistémicas entre los pueblos y sus respectivos medios (Schoenwetter, 1981). Pero heurísticamente (a efectos del método de descubrimiento), resulta preferible concentrarse en los enfoques y 3

Diferentes conceptos del contexto han sido aplicados por Taylor (1948, 1972), Helm (1962) y Schif-

fer (1972).

12

Perspectivas

temas considerados centrales para la arqueología contextual. Ningún paradig-

CAPITULO 2

ma merece ser considerado prioritario; los puntos de vista alternativos son esen-

ciales para una práctica científica sana. Desarrollando sistemáticamente la metodología de un paradigma alternativo (y no exclusivo) para aplicarlo luego a los temas fundamentales de la adaptación, la estabilidad y el cambio, estudiosos y profesionales podrán apreciar su potencial y valorar las ventajas del enfoque contextual. Los capítulos que siguen desarrollan estas perspectivas, empezando por una introducción a la variabilidad espacial y temporal de los sistemas medioambientales. Luego se introducen las metodologías de las subáreas individuales (geo-arqueologia, arqueometría, arqueobotánica y zoo-arqueología) que proporcionan elementos de estudio para analizar las esferas de interacción entre

los pueblos prehlstóricos y sus respectivos medioambientes físicos. Esta discusión va más allá de la interpretación ecológica de los yacimientos y sus paisajes circundantes para analizar los efectos del asentamiento en la formación del yacimiento y los efectos de las actividades de subsistencia en la modificación de las plantas, animales, suelos y paisajes. Por último, las contribuciones integradas de la arqueología contextual se aplican al análisis espacial del patrón de asentamiento y al análisis temporal de la continuidad y del cambio culturales.

Los sistemas medioambientales: variabilidad espacial y temporal

El espacio y la escala en arqueología

Las cuestiones prácticas y teóricas del medioambiente y del contexto en arqueología requieren una familiaridad con los sistemas medioambientales. Estos proporcionan los marcos espaciales y temporales, y físicos y bióticos, donde las comunidades humanas interactúan entre sí por un lado, y que a su vez interactúan con las comunidades humanas, de otro. La biosfera comprende todos los organismos vivientes de la Tierra e interactúa con el medio físico sobre un número infinito de sistemas que la componen. Por razones prácticas, los biólogos suelen seleccionar tan sólo una parte de la biosfera para su estudio directo, y se concentran en las interacciones verticales

(jerárquicas) u horizoutales (espaciales). El primer nivel de la organización vertical incluye los genes y las células, para pasar luego sucesivamente a los organismos, las poblaciones y las comunidades. La población comprende grupos de individuos de un solo organismo, mientras que la comunidad incluye a todas las poblaciones que ocupan un área determinada (Odum, 1971:4-5). Por último, la comunidad y el medioambiente no vivo funcionan conjuntamente en un ecosistema. Se puede estudiar tanto un

organismo aislado como una sola población (autecología) o una comunidad (sinecologia). Las comunidades pueden ser grandes o pequeñas, y de su tamaño dependerá su grado de dependencia de los inputs procedentes de las comunidades adyacentes. Las dimensiones de las comunidades y de los ecosistemas que esas implican pueden variar de una escala local a una escala subcontinental. En términos de organización horizontal, las comunidades terrestres más am-

plias -los biomos- definen los paisajes bióticos clave de la Tierra. Los biomos se definen como "extensas regiones donde grupos específicos de plantas y animales suelen viver en armonía, lo que permite establecer correlaciones significativas, aunque provisionales, entre los tres (organismos, poblaciones y co-

munidades)" (Watts, 1971:186). Un biomo incluye un número ilimitado de hábitats parcialmente superpuestos, que representan el espacio donde viven distintas poblaciones o comunidades. La transición espacial entre dos o más comunidades distintas representa el ecotono, una franja de tensión más estrecha que los hábitats de las comunidades contiguas, pero que puede tener una extensión lineal considerable (Odum, 13

14

Perspectivas

1971:157) Un lugar concreto dentro de un hábitat, junto con su horizonte inmediato, es un sitio. Por último, los agregados espaciales bióticos y abióticos pueden dividirse en biocoros y fisiocoros (Schmidthusen, 1968:78). El biocoro es el área ocupada por una o más comunidades, que puede abarcar desde una sola población, una "formación" de plantas o una "zona" animal que incluye varias comunidades, hasta toda una provincia biótica. Un fisiocoro es un área concreta definida por un conjunto de parámetros físicos en la intersección de la atmósfera y la litosfera. Los biomos o sus hábitats de componentes múltiples tienen dimensiones espaciales, bióticas y abióticas y, por tanto, comprenden un biocoro y un fisiocoro espacialmente coincidentes. La ecología se ocupa principalmente de las relaciones funcionales, no de las relaciones filéticas o genéticas. El concepto de nicho ilustra perfectamente este hecho. Odum comparaba el hábitat con la ubicación de un organismo, y el nicho con el Jugar ocupado por ese organismo. El nicho incluye explícitamente el espacio físico ocupado por el organismo, su rol funcional en la comunidad y la forma en que se ve constreñido por otras especies y factores abióticos (Odum, 1971:234). La pervivencia de un ecosistema depende en gran parte de la regulación de los niveles tróficos; es decir, de las cadenas alimenticias verticales y de los modelos de flujo energético (Figura 2-1). Por consiguiente, los biomos, en tanto que grandes ecosistemas mundiales, mantienen una unidad funcional en el espacio en virtud de las comunidades que tienen funciones similares, independientemente de que la composición de las especies varíe. Así, por ejemplo, las especies e incluso los géneros arbóreos y animales dominantes en el bosque circumpolar de coníferas varían de una región a otra a Jo largo de la zona boreal del hernisfero norte. Las especies son, pues, en gran medida, reemplazables en el espacio y en el tiempo (Odum, 1971:140). El biomo como sistema medioambiental Los conceptos ecológicos introducidos en la sección anterior son fundamentales para el análisis medioambiental porque el biomo equivale a un macroambiente. Esos medioambientes a macro-escala son los que vienen delimitados en los mapas generales de los libros de texto de biología y geografía. A veces aparecen asociados a "áreas culturales" que acotan comunidades humanas que disponen teóricamente de culturas materiales similares (Kroeber, 1939; Carter, 1975). Aunque esas divisiones son por Jo general demasiado esquemáticas para servir de marco de referencia del potencial de subsistencia, son útiles para discutir las variables medioambientales clave y sus formas de interacción. Los cuatro componentes fundamentales de un sistema medioambiental son la atmósfera, la hidrosfera, la litosfera y la biosfera (Figura 2-1). Las variables clave de estas grandes categorías vienen consignadas en la lista de la Tubla 2-1. El listado de estas variables tiene sobre todo un valor heurístico porque la abstracción de la información bruta de cualquiera de esas subcategorías resulta difícil en términos de utilidad para explicar las interacciones sistémicas. Por ejem-

Variabilidad espacial y te,nporal

15

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Figura 2-l. Ciclo de energía simplificado en un sistema medioambiental. Los símbolos utilizados en las Figuras 2-1, 2-2, y 2-6 son de Chorley y Kennedy (1971).

plo, la expresión sintética de los tipos climáticos sólo es posible mediante el uso de programas informáticos muy costosos. Y aún entonces tienen que simplificarse, tanto en términos de tiempo de ordenador como en términos de la cantidad limitada de datos empíricos referentes, por ejemplo, a la evaporación o a la velocidad y dirección del viento. Este problema ha sido el caballo de batalla de la climatología durante casi un siglo, como evidencian las innumerables clasificaciones simplificadas que se han inventado para ilustrar la organización y distribución de los climas en los distintos continentes. Incluso cuando se hace coincidir las regiones climáticas con biocoros concretos, la importancia otorgada a la delimitación es totalmente desafortunada, aun cuando sólo sea por el hecho de que las fronteras bióticas y fisiográficas son abstracciones arbitrarias que cruzan zonas de transición complejas. El segmento terrestre de la hidrosfera no es fácil de analizar porque las fron-

16

Variabilidad espacial y te,nporal

Perspectivas

Tabla 2-1. Variables fundamenta/es de

1111

sistema medioambiental

At111ósfera (Crowe, 1979) AiacrocliTna, que incluye patrones de radiación y distribuciones termales; evaporación, vapor de agua, y precipitación; presión atn1osférica y vientos; variación estacional y variaciones aperiódicas de estos elementos .1Vlicroclifna, desviaciones a pequeña escala del clima modal í1 raíz de la exposición variable a los elementos climáticos (vertientes de umbría, solanas) y contrastes topográficos que afectan a la circulación atmosférica de bajo nivel; otros climas locales del suelo, de los bosques, de las ciudades, etc. Hidro~fera (Chorley, 1969) Océanos y ,nares, con costas modificadas por la acción de las olas y por el influjo local de los ríos, y parcialmente influidas por las mareas Lagos de agua dulce, parcialmente modificados por la acción de las olas y los aportes fluviales Ríos, permanentes o temporales, dominados por \os caudales canalizados y también por otras superficies terrestres, directamente moldeados por las crecidas Agua del suelo y del subsuelo, sobre todo la humedad capilar y gravitacional capaz de producir movimientos verticales y laterales, desplazamientos de iones y alteración de las rocas Hielo, incluidos los ciclos de hielo-deshielo en el suelo y la roca, subsuelo permanentemente helado, mantos de nieve periódicos y glaciares Litosfera (Butzer, 1976a) Rocas y estructuras, apartadores de minerales transportados y depositados en ciclos de materiales y que afectan a la permeabilidad, a la porosidad y a la naturaleza de los nutrientes minerales potenciales, y otras transformaciones locales: vulcanismo, terremotos y desprendimientos de tierras Terreno, incluido el relieve, la elevación, densidad de valles y montañas, inclinación Ylongitud de las pendientes; control de los procesos geomorfológicos, energía potencial, ritmo de cambio, Y la probabilidad local de inundaciones o de imbibición del suelo Suelos, que difieren del substrato por su textura, por los tipos de nutrientes, de contenido orgánico y de actividad microorgánica Bias/era (Odum, 1971) Co111puestos orgdnicos, que incluyen proteínas, hidratos de carbono y humus Plantas, sobre todo organismos fotosintéticos que asimilan substancias inorgánicas y agua Ani,nales, que incluyen a los consumidores primarios de materia orgánica (herbívoros) Yconsumidores secundarios de otros organismos (carnívoros) lvficroorganis111os, tales como las lombrices, insectos del suelo, bacterias y hongos, que transforman los detritos orgánicos, suministran energía y estimulan o inhiben otros componentes bióticos Bion1asa y productividad prifnaria, que determinan la energía de la comunidad en relación a la diversidad de las especies, los niveles de población, las cadenas tróficas, la respiración de la comunidad y el almacenamiento Ciclo de los nutrientes, que incluye ciclo de los minerales, índices de intercambio de nutrientes entre los organismos y el medioambientes, y la regeneración de los nutrientes de los detritos orgánicos por los microorganismos.

teras horizontales sÚelen ser efímeras, y algunas partes de la hidrosfera o están en constante intercambio con la atmósfera o están entrelazadas con la litosfera. Asimismo, la capa de suelo superficial, el elemento más importante de la litosfera, suele estar interconectado con la biosfera a través de la actividad de mi-

17

croorganismos y ciclos nutritivos. La clasificación resulta asin1ismo difícil por problemas taxonómicos innatos y porque las superficies terrestres difieren profundamente en edad y en historia medioambiental. Por último, las distribuciones bióticas son de difícil caracterización porque requieren criterios genéticos, históricos y ecológicos. La vegetación, por ejemplo, puede describirse en términos botánicos (géneros y especies), de aspecto (en base a la forma de las hojas y a la estacionalidad y también de la altura y el espaciamento de las principales plantas) o de formaciones (que vinculan las especies dominantes con las propiedades fisionómicas). Pero incluso un enfoque fisionómico o formacional tendente a lograr una síntesis ecológica se complica a la hora de incorporar la trayectoria histórica (por ejemplo, la migración de las plantas, o su aislamiento o exterminio locales). En el caso de la zonificación animal, la distintas especies vienen determinadas en gran medida por las barreras físicas, los patrones de dispersión y la historia paleoclimática, mientras que los animales mismos han logrado con frecuencia adaptarse en forma de ecotipo local a través de la aclimatación fisiológica o una mutación genética menor (ver Capítulo 11). Aun aislando comunidades bióticas en base a un cierto grado de unidad funcional, la movilidad, la variabilidad estacional y la especialización limitada de muchos grandes mamíferos y aves hacen que la definición de fronteras resulte altamente arbitraria. Por tanto, no existe un procedimiento fácil para definir y aplicar las variables ecosistémicas que caracterizan los biomos mundiales. Las cosas se complican al intentar describir -y ya no hablemos de hacer operativas- las interacciones. Veamos tres ejemplos de interacción susceptibles de arrojar luz sobre el problema. Las interrelaciones entre la vegetación, el suelo y la litosfera resultan especialmente evidentes en distribuciones regulares en tablero o 1nosaico. Las áreas con un drenaje superficial insuficiente, con un suelo vegetal pobre o con un substrato de permeabilidad o composición poco corrientes favorecen la formación de tipos de suelo y de vegetación aberrantes en relación con la pauta regional. Estos factores edáficos (ver Capítulo 4) explican las zonas de tundra en los bosques boreales subárticos, los tramos de pradera moteando el bosque tropical y las galerías forestales de los márgenes fluviales al límite del desierto y la sabana herbácea. Los flujos y equilibrios energéticos ejemplifican el rol sistémico de las comunidades bióticas en interacción con el medio físico. La bio,nasa -el peso vivo de todas las plantas y animales- y la productividad primaria -o tasa de producción de materia vegetal mediante fotosíntesis (Figura 2-1)- constituyen componentes útiles de referencia. Pero en la práctica, las ecuaciones relevantes son complejas y sólo resultan operativas con subsistemas culturales o bióticos simplificados (Rappaport, 1971a; Nietschmann, 1972). La dinámica poblacional y las relaciones interpoblacionales son básicas para una apreciación más amplia de la energética dentro de la compleja jerarquía de las comunidades en la cadena trófica. Es más, un solo lapso de tiempo no puede incorporar la varia-

18

Perspectivas

bilidad normal y anormal de los flujos de energía producida por las oscilaciones cíclicas entre los diversos componentes de cada nivel trófico. A pesar de estas limitaciones prácticas, la utilidad del enfoque energético en antropología ecológica ha quedado demostrado por Hardesty (1977). Las actividades geomórficas de las corrientes de agua, de las olas, del hielo, de la gravedad y del viento ejemplifican de forma espectacular las interacciones entre los cuatro principales ámbitos medioambientales. Por ejemplo, la radiación solar evapora el agua de mar, que los vientos llevan en forma de vapor de agua a tierra, donde precipita en forma de lluvia, y después de circular superficialmente, de erosionar parte de la capa de suelo superficial y alterar la trama de la circulación local, afluye de nuevo a un lago o al mar, donde quizá tenga primero una intervención activa en la extensión de un delta y, por consiguiente, en la acción del oleaje. Mientras el agua que ha penetrado en las fisuras de las rocas activa la alteración química, el agua superficial desplaza los nutrientes minerales del suelo o los arrastra hacia el río, donde, añadidos a los sedimentos minerales inactivos, descienden río abajo en forma de solutos o de suspensiones de arcilla o limo, o de arena y guijarros, que son arrastrados mecánicamente sobre la superficie del lecho del río. El concepto de ciclo mineral expresa la acción claramente definida de los procesos geomórficos en la superficie y en el interior del suelo, así como a lo largo del contacto de la tierra con el agua. Estos procesos determinan la estabilidad de la capa de suelo superficial y la transformación física de la litosfera, y por tanto, son los ciclos materiales más tangibles de un ecosistema (Figura 2-2). La complejidad de los sistemas parciales y rudimentarios que acabamos de esbozar sirve para mostrar que los ecosistemas funcionales modernos son muy poco prácticos para el análisis empírico. No es raro, por tanto, que la recons-

trucción de los sistemas del pasado siga siendo inviable. Sin embargo, la mayoría de los ecólogos utilizan el ecosistema sobre todo como paradigma -un amplio enfoque conceptual ideado para organizar e interpretar los datos. El sistema medioambiental tiene un valor focal y heurístico similar para la arqueología contextual. Concretamente, los flujos energéticos y minerales son dos de las esferas más significativas de la interacción entre los componentes del sistema medioambiental en general y del ecosistema humano en particular.

Variabilidad espacial y te,npora/

'ru

Al igual que otras redes interactivas, los sistemas medioambientales incluyen subsistemas de feedback integrados que se auto-regulan y enriquecen el sistema dándole una mayor flexibilidad (Chorley y Kennedy, 1971). El feedback es una propiedad sistémica por la que el cambio introducido por una de las variables es transmitido a través de la estructura total hasta volver a la variable inicial. El feedback negativo establece un bucle cerrado de cambio que amortigua o estabiliza el efecto del cambio original, manteniendo un equilibrio estable o un equilibrio dindmico (Figura 2-3). El feedback positivo refuerza el efecto

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Figura 7-9. Movilidad de los artefactos en las arcillas dilatables.

de lo que originalmente había sido un solo horizonte de subsuelo, pueden formarse dos horizontes (Figura 7-10) (Butzer y Hansen, 1968:179). En los desiertos, la imbibición y la deshidratación de las sales del suelo pueden producir efectos similares ya que las sales cristalizan y se expansionan al secar. La imbibición de los suelos arcillosos también facilita la compactación por apisonamiento, y Stockton (1973) ha demostrado que en una cueva, bajo esas mismas condiciones, los objetos pequeños pueden desplazarse hacia arriba, mientras que los más grandes lo hacen hacia abajo. Por último, la perturbación de las asociaciones artefactuales en contextos de manantial propicios a erupciones ocasionales de caudales de respiradero o de descarga constituyen otra perturbación del subsuelo relacionada con el agua (Figura 7-2). Deflación. La erosión eólica de materiales secos y disgregados puede dejar al descubierto uno o más niveles de materiales arqueológicos sepultados y trans-

formarlos en una capa de revestimiento parcial o totalmente perturbado o en acumulaciones de pavimientos que más tarde pueden quedar sepultadas bajo un nuevo sedimento fresco (Figura 7-5). La deflación ataca por lo general a arenas y limos eólicos antiguos e incluso los fondos desecados de los lagos. Deformación. La compactación diferencial (por ejemplo, de substratos arenosos o arcillosos adyacentes, o de rellenos estructurales, como los silos o fosos de almacenamiento) puede provocar un hundimiento relativo de restos en capas orgánicas y en capas ricas en arcilla, posiblemente desbaratando un nivel originalmente horizontal. Esta compactación horizontal diferencial, o el deslizamiento lateral de unidades de sedimentos superficiales sobre arcillas húmedas o substratos afectados por el hielo, también pueden producir fallas tensionales horizontales o verticales a pequeña escala. Esas microfallas, con desplazamientos característicos de 10 a 70 cm, son particularmente comunes en medios muy fríos recientes y del Pleistoceno (Figura 7-4). Como resultado, los empujes ascendentes o descendentes pueden introducir horizontes arqueológicos no afines en un mismo nivel, mientras que los desplazamintos laterales pueden truncar áreas de actividad (Figuras 7-11 y 7-12). Las perturbaciones de carácter sísmico tambien son posibles, tal como lo ilustra Folk (1975) para la ciudad clásica de Stobi, en Macedonia. Bioturbación. Un gran número de perturbaciones son debidas a las actividades subterráneas de ciertos animales, roedores sobre todo, preferentemente en ambientes exteriores secos y en la cuevas. Los artefactos y los restos de carbón vegetal pueden hundirse en esas galerías (llamadas ero/ovinas, cuando se rellenan con sedimentos más recientes) y dar lugar a dataciones por radiocarbono erróneas. En suelos arenosos, las crotovínas pueden ser lo suficientemente densas como para desplazar los yacimientos de superficie a la subsuperficie a gran escala. Por ejemplo, en el yacimiento de Sarah West (Watseka, Illinois), los artefactos arcaicos y de Woodland se hallan dispersos en 50 cm del relleno de arena

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Substrato inalterado Figura 8-2. Evolución de la vegetación en las zonas forestales. El apacentamiento prolongado de ganado puede producir una vegetación subclfma.,¡ indefinida de matorral degradado.

pobre en plantas alimenticias (menos legumbres y frutas arbóreas, pero más tubérculos y bayas) y, en suelos de bajo poder nutritivo, puede favorecer la expansión de pastos menos nutritivos y con un mayor contenido en celulosa. 2. Disgregación del suelo. El cultivo sirve para romper el tepe, desmenuzar la red cohesiva de raíces, y disgregar y exponer el suelo a los elementos atmosféricos. Las pezuñas de los animales domesticados también dañan el suelo vegetal y, junto con el pastoreo intensivo de animales como las ovejas, deterioran las cualidades regenerativas del manto vegetal, contribuyendo a comprimir el suelo y reducir su capacidad para absorber agua (Figura 8-3). El suelo disgregado y expuesto a los elementos es altamente erosionable, y su materia orgánica se oxida rápidamente al sol; cuando se abandona, este suelo tiende a compactarse de nuevo. Un suelo compactado absorbe menos agua durante las lluvias, acelera la circulación superficial y favorece la erosión. 3. Cambios en !as aguas de superficie y en las aguas subterráneas. La desforestación y el deterioro del suelo tienen importantes efectos secundarios sobre la humedad del suelo. En medioambientes húmedos templados, con suelos de bajo poder nutritivo, la supresión del bosque reduce la evapotranspiración de las plantas y hace subir aún más el nivel hidrostático; además, la desforestación reduce los biotos del suelo, aumenta su acidez, y favorece por tanto la lixiviación de los elementos nutritivos del suelo. Este proceso hace que las plantas acidófilas, como por ejemplo el abeto, el brezo y los musgos, se expandan, reforzando la tendencia a la formación de suelos ácidos donde se acumula el humus (Figura 8-4A). La deshidratación periódica de los suelos expuestos provoca una deshidratación irreversible de los óxidos de hierro y aluminio, que favorece

Figura 8-3. Un perfil estó.ndar de suelo. El arado destruye los horizontes 01 y 02 y degrada el horizonte AL Al quedar expuesto el horizonte A2 o el B, el suelo resulta muy erosionable. Modificado de Butzer (1976a: Figura 4-6).

la formación de una capa dura en el subsuelo y que además impide un adecuado drenaje interno del suelo (Figura 8-4B). Con el tiempo se forman podsoles, turbas y páramos culturales saturados, creando suelos marginales o inadecuados para la agricultura, mientras favorecen una vegetación ácida de poco valor para el pasto. Así se formaron en el noroeste y norte de Europa grandes eriales culturales (páramos y terrenos yermos) sobre todo en medioambientes montañosos y sobre sustratos arenosos (Simmons y Proudfoot, 1969; Evans, 1975: capítulo 5; Moore, 1975). En medios más secos, el efecto es inverso, pero igualmente nocivo. El desarraigo de las plantas, la deshumificación, y una ventilación y capacidad de infiltración del suelo, así como un escurrimiento superficial acelerado, reducen la filtración del agua de lluvia en el subsuelo y su incorporación a la capa freática. La retención de agua en el suelo disminuye y el nivel freático baja reduciendo el caudal de los manantiales y reduciendo gran parte de la aportación de agua a los ríos, que de otro modo hubieran mantenido un estiaje básico durante los períodos interpluviales más secos. El caudal fluvial es menos seguro, y los recursos de agua potable pueden quedar mermados; en los sustratos más secos del suelo, más pobres en biotos edáficos, Y por tanto menos ricos, la productividad agrícola disminuye (Figura 8-5). Los tipos de suelos más aridos se expanden como parte de la estepa cultural (Lozek, 1975, 1976). 4. La construcción. La construcción y actividades similares intensifican progresivamente la interferencia humana en el equilibrio ecológico. El agua de llu-

124

A

Antes

Bosque caducifolio mixto

Después

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Antes Matorrales

Esfagno con coníferas dispersas

Turba! ácido

SUBSTRATO NO ARENOSO

1880

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Acuífero

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125

El i,npacto htunano sobre el paisaje

Fundamentos

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SUBSTRATO ARENOSO

1920 Figura 8-4. Cambios en suelos ácidos de medioambientes frescos y húmedos producidos por los cultivos o por la tala y quema del bosque. El esfagno secundario de A se desarrolla pendiente arriba fonnando un manto, y el brezal reposa sobre un horizonte A2 muy susceptible a la deflación.

via canalizada desde los tejados se concentra en el suelo perturbado alrededor de los edificios. En el caso de ciudades muy pobladas, el aumento y la concentración del escurrimiento superficial acentúan la erosión en el perímetro de la ciudad (Figura 8-6). Alrededor de los abrevaderos y pozos rurales se crean otros focos de erosión. Las aguas arrasan los caminos y veredas, convirtiéndolos en superficies erosionadas por torrentes y arroyadas, mientras que los caminos pavimentados concentran las aguas en sus bordes, y las zanjas de las carreteras propician desprendimientos de tierras y socavones. Las terrazas de las faldas de montañas y los fondos inclinados de los valles sirven de protección, pero cuando dejan de mantenerse, los suelos flojos y los muros de piedra y otros medios de contención pueden ser barridos rápidamente, con posibles efectos devastadores. Los canales y acequias de irrigación retienen sedimento en los declives suaves; cuando se abandonan, canalizan y aceleran las fuerzas de erosión en pendientes más pronunciadas, como si se tratara de desagües artificiales. Las presas provocan una deposición prematura de finos residuos minerales y orgánicos, privando a las tierras de aluvión del valle, aguas abajo, de sedimento y de fertilizantes naturales; cuando las presas se rompen, las aguas escapan con una fuerza erosiva inhabitual y el consiguiente peligro para las cosechas, el ganado y las personas. En efecto, la modificación de la geometría de paisaje (Moss y Walker, 1978), incluso en las sociedades no industriales, interfiere en el equilibrio armonioso de los innumerables componentes de una superficie tridimensional. La acometida de las aguas se concentra en los puntos débiles, provocando desajustes hidráulicos a varios niveles. 5. Erosión acelerada del suelo. El desarraigo de las plantas deja al suelo expuesto a los efectos de la lluvia y a la erosión por placas, efectos que se intensifican con el cultivo, especialmente con el arado, que destruye el tepe y el sistema radicular. En superficies inclinadas, el cultivo inicial puede producir una erosión repentina del suelo, que pondrá en suspensión el material de grano fino y lo arrastrará por la pendiente hacia ríos lejanos. Si la erosión afecta a sustra-

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---Acuiiero

Figura 8-5. Consecuencias de la erosión del suelo, del abarrancamiento Y del descenso de !a capa acuifem en Nuevo México, entre 1880 y 1920. Seglin Butzer (1976a: Figura 7-11). Cortesía Harper & Row, Publishers, Inc.

BOSQUE

CULTIVOS

BOSQUES y APACENTAMIENTOS

URBANO

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Fi1rn1a 1'-(1. Ll,xtos de los cultivos y las construcciones urbanas en la genemción de sedimentos de u;a cuenca de Maryland, entre 1800 y 1965. Modificado de \Volman (1967).

126

Fundamentos

El itnpacto lnunano sobre el paisaje

Por extensión ascendente (C)

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....... Fases 1 - 2 --- 3,,., Figura 8-7. Erosión lateral y erosión ascendente.

tos más compactos o pedregosos, o si se abandonan los campos, se restablece un cierto grado de estabilidad al cabo de pocos años. Pero el laboreo persistente sigue llevando a la superficie un suelo fino altamente erosionable, causando inevitablemente un empobrecimiento del suelo a medida que se elimina selectivamente la arcilla y la materia orgánica (Moss y Walker, 1978). El escurrimiento superficial de las aguas afectará a toda la superficie, pero en faldas más bajas o más inclinadas puede producirse una erosión más intensa y localizada en forma de regueros, muchas veces facilitada por los surcos del arado. A medida que los regueros se extienden, pueden excavar profundos surcos que luego se desarrollan por impulso propio: cuando el agua los invade, se precipita con gran velocidad en la depresión y con energía suficiente para arrancar y arrastrar incluso partículas pesadas; el surco se profundiza y empieza a extenderse pendiente arriba, formando un riachuelo que se autoperpetúa; poco a poco esos riachuelos, con el tiempo, forman redes intrincadas que continúan hundiéndose y avanzando pendiente arriba de varios metros con cada tormenta, llegando a destruir parajes enteros que se pierden para la agricultura (Figura 8-7). Los movimientos de tierras, incluyendo los deslizamientos y hundimientos del suelo, ya están en marcha o son acelerados por las pisadas animales en pendientes de 5° o más; una vez empezada la formación de regueros, los hundimientos y los desprendimientos masivos de tierras siguen facilitando y acelerando su

Figura 8-8. Un valle italiano antes y después de la deposición de aluviones lluviales por erosión del suelo en la epoca tardo-romana. l\ilodificado de Butzer (1976a: Figura 7-20) .

desarrollo. Las torrenteras de lodo pueden también barrer las faldas más perturbadas, transportando incluso cantos rodados y bloques, dado que se trata de movimientos que afectan a laderas enteras. Un último agente es la deflación, que erosiona suelos secos y poco cohesionados durante las largas sequías estivales (Figura 8-IB), sobre todo en medios semiáridos. El conjunto de procesos que destruyen un suelo en un tiempo más corto del que tarda en regenerarse se llama erosión acelerada del suelo. Se trata ante todo de un fenómeno cultural vinculado a la desforestación y a la destrucción del tepe y de la capa superficial orgánica producidas por el cultivo o por un abuso del pastoreo intensivo (Butzer, 1976a:114-19). Al cabo de unas pocas generaciones, o incluso de pocos años, esta erosión acelerada puede llegar a cambiar la

forma de la superficie y destruir más suelo que milenios de cambio medioambiental (Trimble, 1974; Butzer, 1977a). Las consecuencias para la productividad son consiguientemente enormes, desde el momento en que parajes enteros pierden gran parte o la totalidad de su suelo vegetal, para convertirse forzosamente en zonas de pastoreo extensivo o de vegetación secundaria. Gran parte, aunque no la totalidad, de la erosión catastrófica registrada tiene que ver con las sociedades industriales. Sin embargo, el cultivo practicado en laderas intermedias con sedimentos relativamente poco cohesionados ya habían producido en la época clásica paisajes igualmente devastados en algunas partes del mundo mediterráneo. Incluso allí donde los efectos visibles de la erosión del suelo resultan menos evidente, la desaparición del 20 o el 30 por ciento de la capa superficial más fértil tiene unos efectos devastadores sobre la rentabilidad de las cosechas. Estas condiciones no eran infrecuentes en zonas con los mejores suelos tres o cinco milenios atrás. 6. Hidrolog(a. La erosión acelerada del suelo es inseparable del cambio igual-

mente fundamental de los procesos hidrológicos que reducen la productividad de las tierras bajas. Una proporción mucho mayor de agua de lluvia se precipita directamente ladera abajo en lugar de filtrarse en el subsuelo, erosionando

128

El i,npacto luunano sobre el paisaje

Fundamentos

Agua de riego con solutos

A principios de la colonización (siglo XVIII)

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Infiltración

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Evaporación y cristalización de la sal en el subsuelo, eflorescencias superficiales

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Acuilero

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Figura 8-10. Irrigación y salinización

Tras una erosión intensiva del suelo (1920-30)

Tras la adopción de medidas de conservación y estabilización (1970-80)

tirse en pastos, a medida que la agricultura va resultaudo más precaria y menos productiva y que las enfermedades epidémicas se ceban en las extensas zonas pantanosas. Así se formaron las tierras bajas costeras palúdicas de la cuenca mediterránea hace 2000 años, contribuyendo al declive económico de Grecia y de la península italiana. Las tierras bajas irrigadas de los medios semiáridos y desérticos ejercen otro tipo de impacto hidrológico; aquí las inundaciones períodicas de los campos y la irrigación de aporte facilitan la deposición de pequeñas cantidades de sal (White, 1973; Worthington, 1978) (Figura 8-10). Dado que esta sal muy raras veces es expulsada del suelo, especialmente allí donde el nivel freático se acerca a la superficie, la salinización se generaliza y poco a poco destruye el potencial agrícola de las tierras irrigadas, provocando su abandono progresivo (Jacobsen y Adams, 1958; Hardan, 1971; Gibson, 1974; Lisitsina, 1976; Lawton y Wilke, 1979), en parte como respuesta a una disminución del caudal fluvial (Kay y Johnson, 1981). La salinización reciente de las tierras antiguamente irrigadas pone en peligro los yacimientos arqueológicos, porque la sal del agua subterránea que asciende para evaporarse en la superficie provoca la descamación de la piedra de los monumentos. Indicadores geo-arqueológicos de la erosión del suelo

Figura 8-9. Evolución de los paisajes del Piedmont meridional entre 1700 y 1970. Según Trimble (1974: Figura 29). Cortesia Soil Conservation Society of America.

la superficie y depositando masas de materia mineral y a menudo de piedras al pie de las laderas, en forma de abanicos aluviales delgados que recubren suelos más fértiles de las tierras bajas (Figura 8-8). Las aguas se desbordan rápida y devastadoramente, inundando periódicamente las tierras bajas (Gentry y Lopez-Parodi, 1980). Los cauces se llenan de limo y arena, creando ríos elevados inestables que con frecuencia desbordan sus márgenes o cambian su curso, y los niveles freáticos suben y contribuyen a la saturación de las tierras bajas (Figura 8-9). Una gran parte de las tierras bajas cultivadas tendrán que conver-

El escenario antes descrito explica una gama de procesos que son sintomáticos de una patología ecosistémica, desencadenados o exacerbados por la utilización humana de la tierra. Estos cambios de paisaje pueden documentarse en perfiles de suelo y en formas y sedimentos geomorfológicos, así como en varios registros biológicos. Criterios edafológicos. a) Perfiles de suelo alterados. El arado elimina las subdivisiones distintivas (capa de hojas, fermentación y zonas húmico-minerales) del suelo vegetal, creando un horizonte distintivo y homogéneo (Ap) drásticamente diferenciado del horizonte B de debajo, más ligero. Muchas veces estos perfiles alterados pueden reconocerse milenios después, particularmente en zo-

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131

El ilnpacto luunano sobre el paisaje

Fundamentos

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Figura 8-12 Intercalaciones de limos y lentes de arenas tmduciendo mó.ximos de las crecidas, y de lentes secundarias producidas por el influjo espor.idieo de suelos erosionados y de materiales primarios que reflejan la alteración cultural de la cuenca. Figurn 8-11. Alternción ascendente del suelo o truncamiento, y deposición coluvial descendente en· orden inverso de los derivados del suelo (escala vertical e."\agerada).

nas agrícolas permanentemente abandonadas (Figura 8-11). b) Perfiles de suelo truncados. La erosión del horizonte A, o incluso de parte del horizonte B, es igualmente reconocible (Figura 8-11), por ejemplo, en áreas marginales del noroeste de Europa, abandonadas en 1350-1700 d.C., donde adoptan la forma de horizontes A frescos y delgados situados sobre horizontes B inusualmente delgados (Machann y Sammel, 1970). Los restos de las aldeas y granjas abandonadas sirven para fechar estos intentos inútiles de colonización. c) Suelos redepositados. La erosión ascendente puede acabar sepultando el pie de la pendiente, creando horizontes A anormalmente gruesos, o incluso una secuencia inversa de material rocoso original por encima de un subsuelo arcilloso y de la capa superficial orgánica, que a su vez recubren un perfil sepultado pero intacto (Figura 8-11). En algunos casos, pueden reconocerse y fecharse arqueológicamente varias superposiciones gracias a los restos de cerámica (Lozek, 1976). Limbrey (1975:236-9) ha analizado este tipo de evidencia empírica; véase igualmente los trabajos de Cook (1963), Proudfoot (1970), Dimbleby y Bradley (1975), Evans (1975:capitulo 5), Dimbleby (1976), Taylor (1979) y Simmons y Tooley (1981). Criterios geo,nórficos. Los sistemas geomórficos reaccionan frente a la erosión del suelo a varios niveles, según la duración y la magnitud de la condición patológica. Con la excepción de los suelos redepositados al pie de las pendientes, los mejores indicios se conservan en y bajo las tierras de aluvión. En ellas la agradación fluvial temporal puede quedar registrada en lentes de elementos detríticos del suelo toscos y mal clasificados intercalados con limos de aluvión, o en las acumulaciones anormalmertte espesas y extensas de estos limos, reflejando períodos de influjo sedimentario lateral excepcional o repetidas inundaciones extremas en combinación con cantidades anormales de sedimento en suspensión. Los incipientes horizontes A de cobertura pueden indicar períodos de

renovada estabilidad (Figura 8-12). La agradación fluvial general suele favorecer el desarrollo de unas tierras de aluvión más altas en largos trechos fluviales, prueba de los cambios ocurridos en los procesos hidrológicos que, al incluir mayores proporciones de arena y grava, aceleran el relleno de los cauces fluviales. Los cursos fluviales pueden desplazarse repetidamente, pasando posiblemente de un modelo meándrico a un sistema trenzado inestable. Estos canales trenzados, vinculados a los abanicos aluviales arenosos en las confluencias de los afluentes, sugieren escurrimientos superficiales y arroyadas intensas en pendientes más distantes, haciendo que afloren materiales primarios más toscos o sustratos sin alterar. A menudo que una gran parte de las superficies erosionadas se recubren de vegetación secundaria, las pendientes se estabilizan, y los aportes de sedimentos sufren una reducción drástica. Esto normalmente propicia nuevos reajustes en los procesos hidrológicos y en la geometría de las tierras aluviales, con una obstrucción del dispositivo fluvial que deja las tierras aluviales como una "terraza'' no funcional varios metros por encima de un nuevo fondo de valle más estrecho, con parámetros hidrológicos más parecidos a los iniciales (Figura 8-13). Varios de estos ciclos ''excavación/relleno'' pueden crear múltiples terrazas, cada una de las cuales puede coincidir con un episodio de expansión catastrófica de los asentamientos. La erosión del suelo puede quedar también registrada en la lodización costera de ensenadas relativamente poco profundas, provocando una progradación litoral hacia el mar, a medida que los ríos que drenan áreas de captación perturbadas tierra adentro depositan más y más sedimentos. Cambios litorales de este tipo modificados en detalle por pequeños cambios de nivel del mar y desplazamientos tectónicos menores, son especialmente llamativos en la cuenca mediterránea (Eisma, 1962; Kraft et al., 1977, 1980a, 1980b). Criterios geoquímicos. Los modelos de sedimentación lacustre son también sensibles a la utilización de las tierras dentro de un área de captación dada, reac-

132

Fundamentos

A

Figura 8-13. Desarrollo de una terraza aluvial en cinco fases. Una llanura fluvial (A) inicialmente convexa es sepultada por sedimentos mó.s toscos como resultado de una aluviación r.ipida de unos canales fluviales trenzados (B). Se crea una llanura fluvial llana mtls estable (C). Otro cambio hidrológico provoca la erosión vertical en los aluviones (D) y el abandono de la llanura fluvial. Se establece una nueva llanura fluvial convexa (E) por depósito de sedimentos finos Y ap!anamienio lateral, acercándose a las condiciones de la fase A. tvtodificado de Butzer {1976a: Figura 8-13).

cionando a las perturbaciones con aumentos exponenciales de las acreciones de sedimentos en suspensión de carbón vegetal, carbón orgánico, carbonato cálcico, fosfatos y otros iones cuyas proporciones varían de acuerdo con el medioambiente regional. Por ejemplo, la desforestación y el desarrollo de páramos que tuvieron lugar en las tierras altas del norte de la Gran Bretaña en el Holoceno medio provocaron un aumento de las concentraciones de potasio, manganeso, sodio y cloro a medida que los bosques disminuían, que la acidez del suelo se elevaba y que los sedimentos en suspensión aumentaban en respuesta a las perturbaciones mesolíticas y neolíticas (Mackereth, 1965; Penning-

El in1pacto Jnunano sobre el paisaje

!33

ton, 1970). En el norte de Guatemala la erosión del suelo y la ocupación humana aceleraron la deposición de carbonatos y fosfatos (Deevey et al., 1979). Otros cationes y aniones cuya deposición puede aumentar en condiciones similares son los del amoníaco, los nitratos, el hierro y los sulfatos. Las verdaderas fuentes de estos minerales son difíciles de determinar con precisión, porque pueden reflejar una lixiviación acelerada de suelos alterados, una expulsión mecánica de partículas de suelo ricas en iones de las pendientes hacia los lagos, mayores aportaciones de desechos humanos y animales, o una aportación de la vegetación ribereña a las aguas contaminadas. En Guatemala, Deevey et al. (1979) observaron que los limos producidos por perturbaciones causadas por obras de construcción eran inusualmente pobres en fósforo. Otro problema es que las concentraciones varían en función del caudal. El amoníaco, los cloruros y los sulfatos disminuyen con la dilución, mientras que la turbiedad, los sólidos en suspensión, el hierro, el manganeso y los fosfatos aumentan en relación directa al volumen de agua (Ruhe et al., 1980). A pesar de estas dificultades de interpretación, muchos lagos conservan un registro geoquímico razonablemente continuo bastante sensible a los procesos de utilización del suelo. Criterios biológicos. Dadas unas buenas condiciones de conservación orgánica, el registro biológico de utilización del suelo puede ser igualmente tangible. La palinología ha demostrado los efectos del desmonte y del cultivo en Gran Bretaña, Dinamarca y Holanda, reflejado en unas repetidas "sucesiones de incendios" con un declive temporal del polen arbóreo, seguido de má,-ximos efímeros de polen de las primeras plantas colonizadoras, cereales y gramíneas que requieren luz (Smith, 1970; Evans, 1975:capítulo 6; Groenman-Van Waateringe, 1978) (Figura 8-14). Los estudios palinológicos han exonerado también a los pueblos prehistóricos de toda culpabilidad en relación con algunas formas de cambio biótico. Por ejemplo, el registro detallado de 1000 años de horizontes de vegetación y de carbón vegetal en los bosques del noreste de Minnesota ha demostrado que los incendios fueron de origen natural, que su frecuencia aumentó durante las épocas de clima cálido, y que la protección artificial contra el fuego en décadas recientes ha provocado cambios en la composición del bosque (Swain, 1973). Lo que implica que no todas las oleadas de incendios pueden atribuirse a la acción humana, y que el fuego es parte integrante de la mayoría de los ecosistemas naturales. En Checoslovaquia se han documentado transformaciones a largo plazo de los biotos por obra del hombre, con procesos de desforestación, erosión del suelo y "estepización" progresiva del paisaje que durante los 5000 años de ocupación humana favorecieron la sustitución de una fauna de moluscos mixta (bosque-campo abierto) por otra más resistente a la sequía (Evans, 1972, 1975:116-31; Smolíkova y Lozek, 1973, 1978). Para más información sobre los criterios bióticos, véase Capítulos 10 y l l.

134

El itnpacto hu111ano sobre el paisaje

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