[Broncano, Fernando][Mundos artificiales][Antroplogía-Ensayo][pdf]

March 29, 2017 | Author: franciscoramirezh | Category: N/A
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BIBLIOTECA IBEROAMERICANA DE ENSAYO/8

Fernando Broncano

COLECCION DIRIGIDA POR MANUEL CRUZ, JULIANA GONZÁLEZ y LEON OLIVÉ

1. Fernando Salmerón - Diversidad cultural y tolerancia 2. Isabel Cabrera - Ellado oscuro de Dios 3. Luis Villoro - Estado plural. pluralidad de culturas 4. Mercedes de la Garza - Rostros de 10 sagrado en el mundo maya 5. Ezequiel de Olaso - Jugar en serio. Aventuras de Barges 6. León Olívé - MulticulturaJismo y pluralismo 7. Ernesto Garzón Valdés - Instituciones suicidas. Estudios de ética y política 8. Fernando Broncano - Mundos artificiales. Filosofía del cambio tecnológico 9. Fernando Escalante Gonzalbo - La mirada de Dios. Estudio sobre la cultura del sufrimiento

Mundos artificiales Filosofía del cambio tecnológico

Facultad de Pnosoña y Letras Universidad Nacional Autónomade México

SUMARIO

cultura Libre JI'edición, 2000 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplaresde ella mediante alquiler o préstamo públicos

D.R. © 2000 de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós Mexicana, S.A. Rubén Darlo 118, col. Moderna, 03510, México, O.E Te!.: 5579-5922, Fax: 5590-4361 D.R. © Editorial Paidós SAICF Defensa 599, Buenos Aires D.R. © Ediciones Paidós Ibérica, S.A. Mariano Cubí 92,08021, Barcelona Coeditan: Editorial Paidós Mexicana, S.A., y Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México

ISBN: 968-853-450-1

Impreso en México - Printed in Mexico

Prólogo..........................................................

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Introducción.....................................................

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La mirada de Ulises: la racionalidad tecnológica y sus críticos... iEn qué consiste el problema de la racionalidad tecnológica?........................................... El determinismo tecnológico o el sueño de la razón que produce monstruos.................................... Pierre Menard, inventor de la bicicleta o la frivolidad del

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constructivismo........................................

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La pregunta por Heidegger: el desasimiento de la técnica y el control democrático de las alternativas tecnológicas............................................ La racionalidad como astucia de la razón. .. .. . . .. . . .. . .. . Resumen.................................................... Sugerencias bibliográficas..................................

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Mundos artificiales.............................................. La tecnología y sus alrededores: la ciencia, las técnicas, las ciencias de lo artificial. .. .. .. . .. .. .. .. . .. . .. . . .. . .. . De la división entre lo natural y lo artificial. . . .. . .. . .. . .. . Diseñando mundos artificiales................ .. .. .. .. .. .. Resumen.. . . .. . .. . . .. . . .. . .. .. . .. .. .. . .. . . .. . .. .. . . . . .. . .. .. Sugerencias bibliográficas..................................

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La lógica del diseño yel sujeto de las decisiones tecnológicas... La tensión entre innovación y riesgo...................... iQuién diseña los objetos?................................ Los diseños: ¿árboles o redes'..............................

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MUNDOS ARTlPICIALES

¿Tienealguna lógica el cambio tecnológico? Lainteracción de los patrones y las habilidades en los diseños.... ..... Resumen. .. . . . . . . . .. .. . . . .. . .. . . .. . . . . .. . . . .. . . . .. . . . . .. . . . . Sugerencias bibliográficas......... .. . . . . .. . .. . .. . .. . .. . . .. . El cambio técnico y la evolución. . . .. . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . .. . Algunos problemas en la explicación del cambio tecnológico............................................. La perspectiva evolucionista: cambio, evolución, progreso yel problema de Elster.. . La teoría económica evolucionista......................... La teoría culturalista del cambio tecnológico: la tecnología como conocimiento. .. .. . . . . .. . . .. . . .. . La evolución de los artefactos. . .. . .. . .. . .. .. . . .. . .. . .. . . .. . Resumen. .. . . . . . . . .. .. . . . .. . . .. . .. .. . . .. . . . .. . . . .. . . . . . .. . . . Sugerencias bibliográfícas.. .. .. . .. . .. .. . . .. . .. .. . . .. . .. . .. . El control social de la tecnología y los valores internos del ingeniero. .. . . .. . . . . .. .. . . . .. .. . . .. . . . . . .. . .. . . . . .. .. . . . .. . Los dilemas del control social de la tecnología. . . .. . . .. . . Las bases normativas del sujeto tecnológico: el punto de vista del ingeniero..................................... La emergencia de una tradición interna................... El diseño participativo y las tensiones internas entre valores. . . .. .. . . . .. . . .. . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . . . . . . .. . . . .. . Resumen.................................................... Sugerencias bibliográficas.................................. Controversias tecnológicas y racionalidad colectiva. . . .. .. . . .. La invención de las controversias tecnológicas............ Entre la discusión y el conflicto. . .. . . .. .. . .. . .. . .. . .. . . .. . . Bienes (y males) públicos en el desarrollo tecnológico. . . Dilemas de acción colectiva en el caso de bienes públicos..... Dimensiones de la gestión colectiva del desarrollo tecnológico............................................. Las controversias y los costos de segundo orden: la institucionalización del cambio tecnológico......

SUMARIO

165 170 171 173 175 185 193 210 219 223 224

225 225 231 235 248 256 257 259 259 263 268 272 275 279

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Resumen. . . . . . . .. . . . . .. . . . .. . . .. . . . . . . .. . . .. . . . . . .. .. .. . .. .. Sugerencias bibliográficas... .. . .. . .. . . .. .. . .. . .. . . .. . . .. . . .

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Epílogo: los viejos cacharros nunca mueren. . . .. . . .. . . .. . .. . . . Los espacios olvidados.... .. . .. . . .. . .. .. . .. . .. . . .. . .. . .. . . . Acerca de la conservación de especies y sus argumentos. . La cultura de los artefactos................................. Los objetos también están sometidos a evolución. . .. . .. . La conservación de los artefactos..........................

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Bibliografía. . . .. . .. .. . . . . .. . . .. . .. . . .. . . . .. . . .. . . . .. . . . . .. .. . . . ..

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PRÓLOGO Dos décadas de investigación para obtener proteínas de las algas llevaron a una vía muerta: sabían mal y eran muy caras de obtener. Otra oportunidad perdida. Otras veces hay suerte y se consigue: alguien inventa el clip y de pronto descubrimos que teníamos necesidad de ordenar los papeles de la mesa. En el principio fue la rueda, la palanca, el plano inclinado y poco más. Todo se fue enredando: el tornillo, la rueda de molino, los batanes... y después los ingeniatores, las escuelas politécnicas, la revolución industrial, los movimientos ecologistas, los cyborgs, el miedo, la carrera por lo último. La tecnología es la parte que más ha cambiado del ser humano. Este libro es una reflexión sobre varios aspectos del cambio tecnológico, sobre lo mucho que ignoramos y sobre lo dificil que es integrar el cambio tecnológico en la sociedad democrática. Sobre lo fácil que es la manipulación del miedo y del deseo y sobre lo dificil que es la reflexión sensata acerca de las posibilidades y las alternativas tecnológicas. Hay una moralina protecnológica y una moralina antitecnológica, Las dos son gratis, son otros los que pagan los costos: los riesgos y las oportunidades perdidas. Es desesperante tener que recordar que la tecnología no es otra cosa que la transformación colectiva de la realidad, que no se transforma hacia ningún lugar, hacia ningún mundo perfecto, sino desde este tiempo y lugar Ydesde este mundo imperfecto. Yque lo hacen seres imperfectos, que tienen que ir aprendiendo sobre la marcha, aprovechando los muchos errores y los ocasionales aciertos. •

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Q U I É N SE ACUERDA DE LA COMIDA DE ALGAS?

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El punto de vista es filosófico. Pero el filósofo no tiene un punto de vista privilegiado, no se ha subido en una escalera y ve desde arriba el salón y la reunión. Pasea, habla con unos y con otros, pregunta, escucha y de vez en cuando levanta las cejas: su punto de vista es el del curioso que se mueve de uno a otro corrillo y no se queda definitivamente en ninguno. Al final de la fiesta levanta acta y dice lo que ha visto: lo que ha podido ver y escuchar. Hegel decía lo mismo con mejores metáforas: el búho de Minerva levanta su vuelo al atardecer de la historia, pensar el tiempo presente con categorías de lo universal, etc. Al fin y al cabo, intentar dar cuenta de lo que pasa, interpretar los signos, poner palabras a nuestros temores y a nuestras mejores intenciones. Su voz es una voz más. Bienvenida si tiene algo que decir; prescindible si es una voz engolada que suelta sartas de tópicos adornados de términos abstrusos. Conocí a uno que cuando se liaba siempre acababa la parrafada con la misma predecible sentencia: «j Esto es episternológico!» Pensaba que así añadía profundidad a su discurso. Aquí se adopta una actitud diferente, la de la filosofía analítica. Que no es otra cosa que pelearse con el lenguaje y el pensamiento para decir las cosas claramente: todo lo que se puede pensar, se puede pensar claramente, todo lo que se puede decir, se puede decir con claridad. El filósofo analítico es el que toma la actitud contraria al que leía el texto a la señora de la limpieza y si ella lo había entendido, lo corregía para oscurecerlo un poco. Al contrario: si la señora de la limpieza no lo entiende, es que tú tampoco lo has entendido. No se excluye el uso de algunos términos técnicos como «epistemológico», «metafísico», etc., pero no hay que darles demasiada importancia. Para acabar, mi agradecimiento a aquellas personas que me han ayudado a pensar más claramente sobre estas cuestiones. Miguel Ángel Quintanilla, Jesús Vega, Bruno Maltrás, son los más cercanos y con los que necesito discutir continuamente. A Jesús le reitero mi agradecimiento: su ayuda se va

PRÓLOGO

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convirtiendo en imprescindible. Manolo Liz, Margarita Vázquez, Javier Aracil, Jesús Ezquerro (a quien debo una cuidadosa revisión), Pepa Toribio, Alfonso Bravo, Mikel Olazarán: con ellos aprendí a pensar sobre la técnica. Más recientemente, Javier Echeverría, Eulalia Pérez Sedeño, Toni Doménech, Camilo Cela Conde, Eduardo Albar, Santiago López Carcía: gracias a ellos el océano de mi ignorancia tiene algunas islas. Ernesto Sosa, Marcelo Sabatés, Eduardo Rabossi, David Sosa, León Olivé, han sido de excepcional ayuda en los últimos meses y lo han sido mucho más en los últimos años. Manuel Cruz, con su apoyo constante, y Laura Lecuona, con su cuidado profesional, han hecho posible y gratificante el proceso de edición. Quedan muchos otros, quedan Paquita, Alicia, Fernando.

INTRODUCCIÓN sm LIBRO SE ORGANIZA EN SEIS CAPtTuLOS más un epílogo. Consiste en una reflexión filosófica sobre la tecnología como fenómeno histórico e institucional que aparece con la Revolución Industrial. Puede ser leído alternativamente como un ensayo o como un manual sobre filosofía de la tecnología. El primer capítulo reconsidera tres líneas de pensamiento filosófico sobre la tecnología a cuyo trasluz vamos a delinear las tesis principales del libro. Estastesis son, en primer lugar, el determinismo tecnológico, base fundamental del pesimismo que ha sostenido a muchas filosofías, aunque también base implícita del optimismo del que hacen gala muchas versiones propagandísticas; en segundo lugar, el constructivismo social, de origen filosófico posmoderno, una corriente que goza de una creciente popularidad en numerosos círculos; en tercer lugar, la concepción «situada» de origen heideggeriano. Sopesamos sus argumentos y los mensajes que han aportado al dominio común y criticamos aquellas tesis de las que discrepamos. Es un capítulo que tiene un cierto carácter histórico como desarrollo de las aportaciones filosóficas más importantes, pero es sobre todo una guía para delimitar las posiciones siguientes. Elcapítulo termina con una propuesta sobre la lógica de la tecnología en la historia o, si se quiere, sobre su racionalidad, que se resume en la capacidad de crear y aprovechar oportunidades. Esta idea es el eje central de todo el libro, que discurrirá alrededor de ella desde varias posiciones.

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El segundo capítulo es una teoría sobre la naturaleza de los artefactos tecnológicos y una demarcación de la tecnología frente a otros fenómenos culturales como la ciencia. La tesis central es que los artefactos tecnológicos tienen una propiedad, la composicionalidad de sus partes y funciones, que explica la capacidad de crear continuamente nuevos artefac~os a partir de un trasfondo limitado de recursos. La composicionalidad establece una relación entre la estructura abstracta de los artefactos, su diseño, y las operaciones de innovación y producción que dan nacimiento a los artefactos. El tercer capítulo desarrolla la idea de diseño en tanto que actividad social. La emergencia de la capa~idad de dis,;ñar como operación abstracta fue lo que separo la tecnología de las técnicas artesanales, supuso una revolución en la división social del trabajo que condujo al complejo sistema contemporáneo y creó un nuevo dominio cultural y profesional. La capacidad de crear colectivamente nuevos artefactos fue posible por la emergencia de nuevas formas de le~guaJe y representación de los objetos futuros. Se propone la Idea de patrones como concepto que categoriza y ordena los recursos de los que se dispone para diseñar nuevos objetos y procesos. El cuarto capítulo aborda el problema de la forma del cambio técnico. Debido a un compromiso determinista implícito en la mayoría de las aproximaciones (optimistas y pesimistas) a la tecnología, el cambio técnico se ha tratado generalmente como algo no proble~áti~o, sin mayor in~erés teórico. La llamada corriente evolucionista en economía se ha encargado de mostrar los aspectos contingentes, histór~cos del cambio técnico y la enorme sensibilidad de este cambio a pequeñas variaciones en el medio. En este capítul.o anali~a­ mas el concepto de cambio técnico, su forma y vanas teorías, entre ellas la de la economía evolucionista, que han tratado este concepto. En general sostenemos un patrón neoevolucionista que deriva de la idea de que la tecnología, como otros sistemas culturales, está sometida a procesos de cambio que

INTRODUCCIÓN

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pueden iluminarse y entenderse tomando algunas nociones de la teoría de la evolución biológica. Los capítulos quinto y sexto se dedican a los problemas normativos y sociales que plantea el cambio tecnológico. Se defiende la idea de que la tecnología contemporánea ha descubierto de manera irreversible la necesidad de formar consensos y estructuras sociales estables de reflexión y control sobre el cambio técnico. En el debate social sobre las opciones tecnológicas no todos los intereses son iguales. Una condición de legitimidad es separar los intereses de cada grupo y observar las normas a las que obedecen. En el capítulo quinto planteamos la perspectiva del ingeniero, o si se quiere, de los sistemas de innovación, como una de las perspectivas involucradas en el desarrollo tecnológico. Planteamos la idea de que la capacidad de consenso y negociación no excluye la atención, el respeto y la legitimación del punto de vista interno de los ingenieros. En el capítulo sexto proponemos un modelo de controversia y consenso social que, por un lado, concede crédito al pesimismo de la razón en lo que a las capacidades reales de formación estable de consensos se refiere y, por otro lado, no desmaya en un optimismo de la voluntad de construir el hábito institucional de la controversia. El epílogo, por último, es una llamada desesperada al cultivo de la cultura tecnológica, lejos de la admiración reverencial y del desprecio a todo lo que tradicionalmente se ha considerado bajo y de poco interés para la «alta cultura». La defensa del «medio ambiente artificial» es una metáfora sobre la urgente necesidad de extender la sensibilidad social hacia nuestras propias realizaciones técnicas. Del mismo modo que el humanismo renacentista propagó el respeto a los objetos de arte, se aboga por una nueva forma expandida de humanismo que reconcilie a la cultura con sus propias producciones.

LA MIRADA DE U LISES: LA RACIONALIDAD TECNOLÓGICA Y SUS CRÍTICOS El navegante Odisea engaña a las divinidades naturales como en un tiempo hacía el viajero civilizado con los salvajes, a quienes ofrecía piedras de vidrio multicolor a cambio de marfil. M. HORKHEIMF,R y T.W. ADORNO, Dialécticade la Ilustración

¿EN QUÉ CONSISTE EL PROBLEMA DE LA RACIONALIDAD TECNOLÓGICA?

Pensar la racionalidad en el ojo del huracán Treinta años después de la revolución tecnológica, de la extensión universal de las tecnologias de la información, de la transformación del mundo en un sistema complejo de interacciones, del acceso inmediato y cotidiano a cualquier hecho lejano en los estrechos intervalos de tiempo que permiten los medios de comunicación, de la duda escéptica sobre los proyectos sociales de liberación que dominaron el siglo, de la emergencia de nuevos imaginarios sociales como los cyborgs y los mundos después del desastre, treinta años 19

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después del 68, la tecnología se ha ganado el puesto de problema filosófico de primer orden. La tecnología ha desbancado al mundo físico y al mundo social de su lugar de objetos privilegiados de reflexión que ocuparon en las edades clásicas de la filosofía y en épocas más recientes (el siglo XIX) respectivamente. Y se ha alzado a ese puesto por la cercanía de los sistemas tecnológicos en todos los intersticios de la vida: cotidiana, social, histórica. El horizonte que nos rodea, el paisaje que observamos todos los días e incluso lo que permanece oculto, como lo están las ondas electromagnéticas que .traen la información a nuestros aparatos, conforma nuestra nueva naturaleza y el ámbito de nuestras preguntas últimas. Lo que nos es más inmediato no es por ello lo más sencillo y accesible al pensamiento. La cercanía ciega: es aleccionador que a Marx, el pensador de más larga y aguda vista del siglo XIX, se le escapara precisamente el marco que estaba determinando el siglo siguiente, la nueva importancia del Estado y de la sociedad civil, de modo que el marxismo nunca llegó a tener una teoría del Estado. De modo análogo, la gran filosofía de nuestro siglo (la epistemología y metafísica) ha estado dominada por el fenómeno de la ciencia, por la omnipresencia del lenguaje, de las estructuras representacionales y de los marcos conceptuales, y ha sido incapaz de pensar lo que precisamente estaba transformando la ciencia contemporánea: la creciente dependencia de la tecnología, de las prácticas no lingüísticas, de los procesos de institucionalización y colectivización que son la marca de agua de la tecnología contemporánea. La tecnología significa la irrupción de grandes sistemas en los que están implicados técnicas, conocimientos, instituciones sociales, investigadores e ingenieros y patrones de uso. Es un producto de transformaciones industriales, económicas, políticas y científicas que han situado el desarrollo tecnológico como la fuerza económica más importante, aten-

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diendo a la dimensión de sus consecuencias económicas, sociales, ambientales o científicas. Si bien es cierto, por citar este último caso de la ciencia, que el desarrollo tecnológico sería imposible sin la ciencia, no es menos cierto que ninguna de las investigaciones científicas avanzadas serían posibles sin la tecnología contemporánea. La tecnología ha convertido la ciencia en un sistema masivo de investigación que depende de los analizadores automáticos, de los procesadores de información, de los materiales avanzados, de los grandes sistemas de observación, de las redes informáticas. Esta capacidad de impregnar el conjunto de todas nuestras dimensiones culturales y sociales nos obliga a repensar su naturaleza y a reflexionar sobre la novedad de su creciente dominio. La primera de las cuestiones filosóficas es la racionalidad tecnológica. Daniel Bell, uno de los economistas que estudiaron en los años sesenta y setenta las nuevas características de la sociedad nacida de la tecnología dice en su libro más conocido, El advenimiento de la sociedad postindustrial: La tecnología ha creado una nueva definición de racionalidad,

una nueva forma de pensamiento, que pone de relieve las relaciones funcionales y las cuantitativas. Sus criterios de actuación

son los de la eficiencia y la optimización, o sea, una utilización de los recursos con el mínimo costo y el mínimo esfuerzo. Esta

nueva definición de la racionalidad funcional encuentra su transferencia en nuevas formas de educación, en las que las nuevas técnicas cuantitativas de la ingeniería y la economía

desbordan a los métodos más viejos de la especulación, la tradición y la razón [p. 222). La afirmación de Bell es doble: 1) La forma de la racionalidad tecnológica es la racionalidad instrumental. 2) La racionalidad tecnológica es nueva en la historia.

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Sospecha y escepticismo

o

Esta alegada irrupción de una nueva definición de racionalidad ha desembocado en el más agrio de los debates filosóficos. Unos han celebrado la nueva forma de racionalidad, otros han dedicado sus esfuerzos a su aclaración y otros, por fin, han desarrollado una nueva forma de escepticismo. Por debajo de muchas filosofías contemporáneas que han estudiado el fenómeno tecnológico subyace una actitud de sospecha acerca de la propia racionalidad de la técnica: aun si las decisiones tecnológicas concretas son racionales, puede ocurrir que la misma práctica de la tecnología no searacional. Esta sospecha, signo de un nuevo escepticismo, sostiene la tesis de que la tecnología es racional sólo en apariencia, mas no en la realidad: el creciente dominio de la tecnología implicaría la expansión correlativa de la racionalidad instrumental; pero esta aparente extensión de la racionalidad instrumental, optimizadora y cuantitativa, ocultaría una paralela extensión de la incapacidad para hacemos cargo de nuestro destino, bien a causa de que la tecnología se haya convertido en una fuerza autónoma, bien a causa de que haya amplificado y al mismo tiempo ocultado las relaciones de poder, bien ; a causa de que nos haya cegado filosóficamente para hacernos incapaces de pensar nuestro puesto en el mundo. y esta sospecha se extiende a todos los que pretenden una reflexión menos apocalíptica sobre la naturaleza de la tecnología. Se sospecha, para decirlo en dos palabras, que se hace una «filosofía pagada por la empresa»! y que los soció1 La expresión es de Staudenmaier; y se refiere a quienes cultivan el modo «whig}) (liberal) de escribir la historia de la tecnología. Se aplica este calificativo a los historiadores de la ciencia que reconstruyen la ciencia desde las categorías del presente, y todo el proceso anterior como un proceso

que conduce al estado actual, de manera que resulta en una historia al margen de todo contexto y que pierde por tanto su carácter histórico. Lo aplicamos por extensión a los historiadores de la tecnologfa que escriben

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lagos, economistas o filósofos que no denuncian radicalmente el fenómeno tecnológico, lo que de verdad hacen es ocultar bajo el lenguaje aséptico del cambio tecnológico, entendido como un desarrollo autónomo de artefactos y procesos, la espesa mezcla de intereses políticos y económicos que son la verdadera explicación de la tecnología en las sociedades contemporáneas. De manera que la cuestión de la no racionalidad de la tecnología llevaría incluida la denuncia de la ocultación culpable de este hecho por quienes se consideran abanderados de la nueva racionalidad. Así, la tarea del intelectual auténticamente crítico sería denunciar a los teóricos de la racionalidad para que por fin el pueblo se dé cuenta de que el emperador está desnudo y que su ropaje racional no era más que una ilusión. La forma más importante de escepticismo contemporá- ' neo es la que considera imposible distinguir las razones técnicas de otras razones económicas, sociales o políticas. Uno de los más conspicuos defensores del llamado «constructivismo socia¡", Michael Callan, lo expresa de esta forma: Lo que estoy cuestionando aquí es la afirmación de que es posible distinguir durante el proceso de innovación fases o actividades que son distintivamente técnicas o científicas de otras que están guiadas por una lógica económica o comercial [Callon 1, p. 83]. ¿Por qué es escéptica esta forma de pensar? La razón no está en lo que afirma, sino en lo que niega. El escéptico respecto al conocimiento no es el que postula la presencia de factores sociales en el conocimiento, lo que no puede ser negado, sino el que niega que, además, la verdad tenga también algo la historia como una historia de artefactos y genios inventores. Se diría de ellos que habrían sido pagados por la empresa para ocultar detrás de los artefactos todos los conflictos.

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que ver con nuestra aceptación justificada de las teorías. El escéptico respecto a la tecnología es, análogamente, el que niega que la eficiencia tenga que ver con el cambio tecnológico, no el que afirma que en el desarrollo de la tecnología los factores tienen una índole diversa.

Razones para no serescéptico ¿Tenemos razones para no aceptar estas posiciones escépticas de sospecha sistemática?, ¿se puede ser lúcido y crítico sin necesidad de adoptar una actitud desesperada ante toda justificación racional de las decisiones tecnológicas? Al contrario, solamente el abandono del escepticismo nos capacitará para la comprensión crítica de la tecnología. El escéptico puede serlo hacia la teoría o hacia la práctica: el escepticismo teórico se refiere al conocimiento en general y al conocimiento científico en particular; el práctico puede referirse a instituciones como la política o el Estado, de forma indiscriminada o, en nuestro caso, hacia el sistema tecnológico en su conjunto. En primera instancia aparece como una actitud crítica y se presenta a sí mismo como una suerte de terapia, pero en realidad es una actitud que nos incapacita para la crítica. Pues el escéptico por principio es como aquel que en el contexto de discusiones sobre la justicia o la injusticia de acciones o sucesos particulares siempre afirma cosas como «aquí cada uno va a lo suyo» o expresiones similares. Lo malo de esta actitud, en apariencia crítica, es que evita de hecho el rendir cuentas de las acciones y consecuencias concretas que han sido expuestas para su discusión. El escepticismo general acerca de la tecnología socava cualquier propuesta tecnológica y cualquier intervención racional en una controversia tecnológica, abriendo la puerta para que tal controversia degenere en una polémica en la que ganará quien tenga el

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poder de la fuerza sin importar que los medios destruyan la esfera pública de la controversia. Pero además de su impotencia práctica, el escepticismo se basa en muchos casos en afirmaciones confusas y generales sobre la racionalidad tecnológica que impiden analizar con detalle los sistemas tecnológicos. Y ésta es una de las tareas más urgentes pues, mientras que la cultura nos ha dotado de instrumentos teóricos muy potentes para el estudio de los sistemas intelectuales, la práctica humana y el complejo de prácticas que llamamos tecnología en particular han quedado al margen de la reflexión filosófica. En esta situación los pronunciamientos de principio y en términos generales nos impiden enfocar los detalles sobre los que tal vez podríamos realizar una evaluación racional de los pros y los contras de los sistemas tecnológicos contemporáneos. Por último, el escepticismo no resuelve, sino que aumenta, el temor (O su contrario, la admiración) irracional por las innovaciones tecnológicas. Adoptar un punto de vista tan general impide una transformación de la conciencia pública. En definitiva, el escepticismo de principio acerca del fenómeno de la tecnología tiene problemas de compatibilidad con una actitud racional en las controversias tecnológicas y es incapaz de hacer propuestas acerca de cómo decidir democráticamente las estrategias tecnológicas más adecuadas.

La racionalidad colectiva como proyecto La cuestión de la racionalidad de la tecnología no es más que la cuestión de la racionalidad de las opciones tecnológicas sobre las que nos cabe decidir democrática y colectivamente. y, como en cualquier decisión individual o colectiva, podemos razonar a favor y en contra de las razones que nos mueven a esta decisión, pero no podemos dejarnos caer en el escepticismo generalizado. El núcleo de la cuestión es cómo pueden

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ser racionales las decisiones tecnológicas en las que están involucrados muchos y muy heterogéneos actores. La racionalidad es una propiedad que puede predicarse de las decisiones individuales o colectivas, de las decisiones atómicas o de los planes complejos, de las acciones puntuales o de las trayectorias históricas. A medida que vamos ascendiendo en la escala de la complejidad ascendemos hasta el nivel hegeliano de la racionalidad en la historia. Así, en una escala grande, hablamos de la racionalidad del desarrollo científico para referirnos a trayectorias largas en la historia de la ciencia en las que están involucrados cambios teóricos profundos. Pero los grandes episodios están compuestos por decisiones rápidas adoptadas sobre la base de la información relevante en el contexto inmediato. Son decisiones que toman agentes motivados por los más variados intereses, entre los que no siempre destaca 'la búsqueda de la verdad como el primero de la agenda. El problema de la racionalidad del desarrollo científico se puede reescribir así: cómo estas decisiones de corto alcance pueden componer una trayectoria en la que, en términos generales, aumente la verdad de nuestros conocimientos y disminuya la falsedad. En el caso de la tecnología el problema es similar, aunque centrado en la eficiencia, con el añadido de que involucra agentes mucho más heterogéneos, intereses mucho más variados y acciones que no son, o al menos no prioritariamente, epistémicas. La racionalidad no excluye la existencia de valores, por muy instrumental que se quiera. Es el ordenamiento de los valores lo que está en juego y lo que hace racional la empresa de la tecnología. Al igual que en la ciencia existe un código de valores, también hay valores intrínsecos que componen el ethos particular de la tecnología, que no siempre es admitido y reconocido, un ethos que, al igual que sucede con la ciencia en lo que respecta a la búsqueda de la verdad y la prevención del error, no puede olvidarse sin salir del terreno interno de la tradición tecnológica. La racionalidad de la tecnología, desde

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este punto de vista, se puede entender también como la cuestión de si las trayectorias tecnológicas promueven a largo plazo los valores incluidos en el ethos de la tecnología. La noción de racionalidad es normativa, es decir, permite criticar las decisiones no racionales, pero no tiene por qué ser absurdamente normativa, «utópica», en el sentido de que solamente pueda ser ejercida por seres perfectos, porque entonces conduciría a una teoría hipócrita de las acciones humanas. La tensión entre lo descriptivo y lo normativo es y debe ser constitutiva de cualquier teoría de la racionalidad. Una teoría de la racionalidad que tuviera como consecuencia que la gran mayoría de las decisiones son irracionales sería una teoría hipócrita; paralelamente, una teoría que por ser consentidora de los errores nos impidiera la crítica de las decisiones y llevase a la consecuencia de que todo lo real es racional sería igualmente ciega e inútil. La racionalidad, para ir avanzando conceptos, se parece mucho al concepto de salud: es borrosamente normativo pero no nos impide las decisiones precisas. No tenemos una idea de qué puede ser la salud perfecta pero sí tenemos las percepciones claras de la enfermedad' pace Foucault y todos los que creen que la enfermedad es una mera construcción social del poder. En este capítulo no vamos a exponer positivamente cuál es la noción de racionalidad tecnológica que consideramos adecuada. Haremos más bien un negativo de esta noción contrastándola con las concepciones que han sido dominantes en la filosofía de la tecnología de los últimos años: 1) El determinismo tecnológico o la tesis de que la tecnología es autónoma y modela la sociedad al margen de las intenciones de sus miembros. 2) El constructivismo social, o la tesis de que los objetos y los sistemas tecnológicos son un conglomerado de intereses indistintos en los que priman los sociales. 3) La visión heideggeriana de la tecnología como un modo metafísico de ser.

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Cada una de estas visiones tiene un mensaje que hay que escuchar y un conjunto de hipérboles y exageraciones con las que no tenemos por qué cargar necesariamente.

EL DETERMINISMO TECNOLÓGICO

o EL SUEÑO

DE lA RAZÓN

QUE PRODUCE MONSrRUOS

Los hijos de Mary Shelley El monstruo «creado» por el doctor Frankenstein es una criatura verdaderamente exigente. Una vez que comenzó a tomar conciencia de las cosas y observó la felicidad de los pobres exigió a su creador que le «construyera» una compañera, y su creador supo que si cedía a sus deseos habría creado una especie que odiaría a los humanos. Mary Shelley nos recuerda en su novela el relato del Génesis, precisamente en el momento en que Dios descubre que ha hecho las cosas mal y tiene que arreglarlas a toda prisa con una costilla de Adán. Las creaturas que uno crea se vengan pidiendo y pidiendo sin parar. Cuando Mary Shelley escribió El doctor Frankenstein la nueva tecnología, fruto del encuentro entre los modos de investigación científica y la innovación artesana en el nuevo marco del protocapitalismo, recorría y transformaba Europa y América a toda velocidad. Se habían descubierto tipos nuevos de fuerzas, el universo se había llenado de fluidos luminosos, magnéticos, calóricos, eléctricos y algunos pensaban que la vida no era más que un tipo de fuerza entre otros, un fluido vitaJ.2 Cabría imaginar que el descubrimiento y la maNo se ha observado sino hastamuy recientemente que Mary Shelley refiereen su libro experimentosreales que pudo observar en Londres. Charlctte Sleigh ha reconstruido los experimentos que realizó GiovaniAldini, sobrino de Galvani, durante el año 1802 en la Royal Humane Society. Entre ellos se incluía «resucitar» cadáveres mediante corrientes galvánicas. Se aplicarona los miembros del cadáver de George Póster, al poco de ser ahorcado por la 2

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nipulación del fluido vital era ya sólo cuestión de tiempo. Y en ese contexto nació el monstruo creado por el doctor Frankenstein, un objeto/sujeto que cobraba vida autónoma y que tomaba sus propias decisiones dirigidas por un lógica implacable que producía un terror hasta ahora desconocido entre todas las fuentes anteriores de inseguridad, plagas, hambrunas, rayos, inundaciones, guerras. ¿Estaba loco el doctor Frankenstein o era simplemente inmoral?, ¿quizás simplemente estaba haciendo algo ilegal o políticamente incorrecto?, o tal vez sólo se dejaba llevar por una lógica implacable de causas encadenadas. Un influyente núcleo de pensadores de este siglo ha extendido la sospecha sobre la irracionalidad del cambio tecnológico. La posición es conocida por el término de «determinismo tecnológico». Iacques Ellul, Lewis Mumford y recientemente Langdon Winner son los filósofos más conocidos defensores de esta forma de determinismo. La tecnología se habría convertido en un sistema autónomo, en una especie de nuevo y peligroso Levíathan que arrasa con su dinámica todos los sistemas humanos, económicos, políticos, culturales y cualquier tipo de relación entre individuos y grupos. Ellul escribe «La técnica se ha convertido en el nuevo y específico milieu en el que se obliga a existir al hombre [... 1. Es artificial, autónoma e independiente de toda intervención hurnana.»> La tesis del determinismo tecnológico se presenta en dos formatos: en primer lugar como una tesis de contenido ético, político y en general normativo; en segundo lugar como una tesis de contenido empírico, como una teoría de la historia." justicia británica. Les resultaba ilustrativo al parecer observar cómo las mandíbulas se contraían en horribles gestos y las manos agarraban con fuerza al experimentador o al público. 3 Ellul [p. 10) citado en Roe Smith [p. 47). 4 Esta distinción es analizada por Bimber, aunque su trabajo refiere más bien a la vieja discusión acerca de si Marx era o no determinista tecno-

lógico.

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El determinismo de carácter normativo consiste en una crítica de la falta de control social de la tecnología y en las amenazas a la autonomía individual. Lewis Mumford y Iacques Ellul han sido los pioneros de esta interpretación; Langdon Winner, su más conocido defensor en la actualidad, sostiene Los seres humanos tienen todavía una presencia nominal en el

sistema, pero han perdido su papel activo y dirigente.Tienden a obedecer a pies juntillas las normas y requerimientos de los sistemas que supuestamente gobiernan. Aquí tiene lugar una revalorización de valores que Nietzsche habría encontrado detestable: por la necesidad técnica [Winner 1, p. 381· La esencia de esta formulación deriva de la afirmación de que la tecnología moderna impondría una forma de racionalidad imperiosa, la racionalidad económica o racionalidad instrumental. y esta imposición sería desastrosa: «más allá de un cierto nivel de desarrollo tecnológico -afirma Winner- el control de los fines libremente articulados y firmemente defendidos es un lujo que ya no es posible permitirse» [1, p. 234]. Este juicio expresa un elemento normativo acerca de la tecnocracia que ha sido desarrollado entre otros autores por Habermas: la tecnocracia ocultaría autoritariamente la libre discusión de alternativas y fines bajo una ilegítima extensión de los argumentos «técnicos» a terrenos que no lo son [véase Habermas 1]. Sin embargo, los defensores del determinismo tecnológico añaden un postulado de necesidad: es la lógica interna del desarrollo de los grandes sistemas tecnológicos la que conduciría necesariamente a esta «adaptación inversa» de los fines a los medios [véase Winner 1, pp. 234 Y ss.]. Esta afirmación de facto distancia a los defensores del determinismo tecnológico de autores como Marcuse y Habermas en los que la crítica política al capitalismo se distingue de las tesis acerca de la naturaleza de la tecnología." Mientras que Marcuse y 5

Es un tanto discutible si Marcuse y Habermas quedan exonerados

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Habermas proponen cambios sociales, políticos y culturales que liberen a la tecnología del dominio que sobre ella ejerce una representación ideológica, en las tesis del determinismo tecnológico solamente un cambio en la tecnología es aceptable. El control político y moral debe llevar a tecnologías alternativas, no a sociedades alternativas.

Crítica del determinismo tecnológico. En el balance de esta forma de determinismo, que tiene originalmente un impulso político emancipador, está el haber señalado cómo muchos sistemas tecnológicos aumentan el control social y el autoritarismo, cómo el poder se centraliza y hace más fuerte por el hecho de que las alternativas tecnológicas hayan sido unas y no otras. En su contra está el elemento de necesidad que originariamente encontramos en las tesis de Max Weber sobre los procesos de racionalización en las sociedades avanzadas y que un amplio espectro de autores han convertido en una especie de ley natural ante la que no cabe resistencia alguna. «Sólo un dios puede ayudarnos», decía Heidegger en la entrevista para Der Spiege1. mostrando del determinismo tecnológico. Particularmente Marcuse, quien en El hombre unidimensional a veces habla de la tecnología en términos deterministas: «Hoy la dominación se perpetúa y se difunde no sólo por medio de la tecnología sino como tecnología, y la última provee la legitimación del poder político en expansión, que absorbe todas las esferas de la cultura» IMarcuse, p. 187], pero está claro que está hablando de una dominación política ante la que caben alternativas que liberen las potencialidades que la propia tecnología crea, hasta un punto que pueden ser leídos hoy sus textos como una defensa de utopías tecnológicas y científicas: «La civilización industrial ha alcanzado el punto en el que, con respecto a las aspiraciones del hombre por una existencia humana, la abstracción científica de las causas finales se vuelve anticuada en los propios términos de la ciencia. La misma ciencia ha hecho posible que las causas finales sean el dominio propio de la ciencia» [pp. 260-2611.

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bien claramente las consecuencias no queridas de esta forma de aparente crítica de la sociedad contemporánea: la resurrección del fatum y de la providencia como filosofía y agenda oculta de la historia. Hay una segunda forma de determinismo tecnológico que se presenta más como una explicación del cambio social que como un programa de reforma de la tecnología contemporánea. Esta segunda posición convierte al cambio tecnológico en un motor del cambio social poderoso que se impone a las demás fuerzas sociales. En 1967 Heilbroner escribió un famoso artículo en Technology and Culture, «¿Son las máquinas el motor de la historial», que comienza con la cita de Marx de La miseria de la filosofía: «El molino manual trae la sociedad feudal; el molino de vapor, la sociedad capitalista industrial.s En este trabajo Heilbroner [11 defiende una versión nomológica del determinismo tecnológico en el sentido fuerte que establecen estas dos proposiciones: 1) Dado un estado de la tecnología en una región espacio-temporal determinada, sólo existe un futuro social posible. 2) El futuro tecnológico es predecible, al menos parcialmente mediante la prospectiva. Estas tesis del determinismo tecnológico están ocultas pero activas en al menos dos tradiciones contradictorias en apariencia: la primera es la tradición marxista denominada en otros tiempos «rnecanicista», la segunda es la tradición propagandística del progreso tecnológico que encontramos difundida en todo tipo de iconografía publicitaria desde los más viejos tiempos de la propaganda comercial. 6 6 Roe Merrit Smith tiene un interesante trabajo de esta iconografía en Estados Unidos desde el siglo pasado. Ojeando las láminas del siglo pasado uno siente rápidamente el efecto de déjii vu que encuentra en la publicidad actual. Sobre el uso de la iconografía para el estudio del desarrollo tecnológico es muy interesante también H. Nielsen.

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Según Bimber, todavía quedaría una tercera forma de determinismo tecnológico, la que denomina de «consecuencias no deseadas de la tecnología». Se trata, más que de una forma de determinismo, de una descripción de los mecanismos por los que los sistemas tecnológicos entrelazan sus necesidades produciendo la apariencia de tener una dinámica autónoma. En su fórmula más débil, «toda innovación tecnológica tiene efectos no deseados», no es una versión del determinismo, sino una apreciación que todo sociólogo hace respecto de las acciones humanas y en su fórmula más fuerte, en la que las consecuencias no deseadas siguen una misma dirección y trayectoria, sumando sus efectos para producir un sistema autónomo, se reduce a las versiones anteriores del determinismo. En esta forma de determinismo cabe incluir una observación cotidiana de extremada importancia para estudiar el cambio tecnológico: las dependencias que genera una innovación tecnológica cuando se extiende socialmente: la comunicación entre ordenadores genera una necesidad urgente de cables o medios rápidos de transmisión de información, las compañías deben ponerse de acuerdo para desarrollar transmisiones de «banda ancha», para ello deben introducir transformaciones técnicas y económicas que terminan cambiando la gestión de la comunicación, etc. Si observamos las grandes transformaciones históricas como la introducción del vapor, de los tintes sintéticos y otras similares, observaremos que estas dependencias son la regla y no la excepción. Pero esta observación no implica directamente el determinismo; lo que nos lleva al determinismo es la forma en la que consideramos que estas interdependencias modifican las trayectorias de desarrollo tecnológico. Por último, el propio Heilbroner [2 J ha postulado un «determinismo blando» que en realidad se reduce a la idea de que la tecnología es una fuerza de cambio social entre otras. Estas formas de determinismo son más bien formas de autonomía de un dominio que no son incompatibles con la acción intencional, sino

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que son producto de la estructura funcional y de la arquitectura de los artefactos. No les alcanza nuestra crítica puesto que son posiciones razonables, no diferentes del autonomismo que presenta toda obra humana en la que existe una tradición acumulativa de cambios, desde la ciencia al arte pasando por las propias instituciones como el derecho." La primera apreciación acerca de! determinismo es que se trata de una tesis empírica que debe ser contrastada con los datos que tenemos de los historiadores, pues como interpretación de la historia entra en e! capítulo de cualquier otra forma de determinismo llamémoslo «metafísico», en el viejo sentido positivista de irrefutable. Un determinismo de esta clase siempre encontrará un modo de escapar a cualquier argumento empírico. En esta línea, A. C. van der Valk ha propuesto un test social para comprobar empíricamente si e! determinismo tecnológico es correcto:

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No sabemos muy bien cómo sería posible saber si la gente aborrece la clonación hasta e! punto y en la cantidad que afirma Van der Valk, ni las razones en las que se basa para hacer tal afirmación, pero supongamos que sea así: en este caso tendríamos una comprobación empírica de si es cierto que una tecnología se impone por encima de la voluntad mayoritaria. No vamos a dilucidar aquí las numerosas zonas oscuras

de este presunto argumento empírico, lo importante es poner de manifiesto hasta qué punto se encuentra en grave riesgo ahora la noción de racionalidad. Si todos los ciudadanos desean algo distinto de lo que tienen y a pesar de ello ocurre algo no deseado, no podemos decir de ellos que sean agentes productores de su existencia, sino seres dirigidos por fuerzas ciegas a las que ni siquiera cabe resistir. Si fuera cierto, e! problema entonces no sería tanto de la tecnología en sí misma cuanto de los mecanismos por los que la sociedad puede expresar colectivamente su voluntad. Pero si nos referimos al terreno de los hechos, Io cierto es que hasta e! momento todos los datos de los historiadores de la economía más importantes, si bien han' señalado la importancia de! desarrollo tecnológico en la configuración de las sociedades, han mostrado mucho más claramente la sensibilidad que tiene el desarrollo tecnológico a factores sociales como e! apoyo financiero, político y cultural," Es decir, la tecnología es mucho más dependiente de la voluntad social que a la inversa. Pensar que dada una situación tecnológica el futuro ya está determinado puede resultar consolador tanto para las ideologías anti como pro desarrollistas, pero lo cierto es que nos dejan igual que estamos ante lo que Rosenberg [2 J ha llamado e! problema de la caja negra, e! de cómo se relacionan los cambios científicos, tecnológicos y sociales. Por citar un caso sumamente conocido y citado, e! de la tecnología china: no podemos explicar cómo habiendo desarrollado prácticamente las mismas innovaciones que la Europa de los siglos XVI y XVII, su trayectoria diverge tanto de la europea. Lo mismo podemos decir de la cultura japonesa entre los siglos XVII y XIX. Y lo que es más reciente: casi todas las predicciones de los teóricos de la tecnología autónoma acerca de cómo se habrían de desarrollar los grandes

7 Jesús Vega ha subrayado la distinción entre determinismo y autonomismo. Aunque estoy de acuerdo con ella, no creo que el autonomismo signifique ningún determinismo: el determinismo no admite grados.

8 Los datos más elaborados acerca de la tecnología contemporánea se encuentran en los ya hitos de Manuel Castells 1 y 2, pero también en clásicoscomo Rosenberg 2, Mokiry E. L. Iones 2 y 3.

El advenimiento de la tecnología de clonación parece ser el último caso de test de la tecnología moderna. Dado el hecho de que una gran mayoría de la gente aborrece la idea de la clonación, el imparable desarrollo de esta tecnología probaría definitivamente la existencia de una fuerza detrás de la propulsión de la tecnología moderna [Van der Valk, p. 11·

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complejos tecnológicos de los años sesenta y setenta se han observado claramente falsas. Que la tecnología nuclear, por citar un ejemplo cercano, esté en clara recesión por la voluntad política de muchas sociedades y estados, refuta de forma flagrante el determinismo.

se piensa en el contexto de muchos movimientos sociales, la resistencia social a los efectos autoritarios de una nueva tecnología puede ser articulada sin acudir al determinismo tecnológico. Andrew Feenberg ha sido uno de los pocos filósofos de la tecnología contemporáneos que ha separado claramente el proyecto emancipador y crítico del análisis de la

Eldeterminismo y la raz6n en la historia

tecnología en las últimas décadas: ha surgido el pensamiento, la actitud y la actividad ecológica y han crecido movimientos que en algunos países tienen relevancia política. Por otro lado, todos los gobiernos consideran la capacidad tecnológica como la mejor preparación en la competencia económica. La tecnología ha sido el factor determinante en las transformaciones económicas después de la primera crisis energética y las tecnologías de la información han transformado definitivamente nuestras sociedades en lo que tiene mucho de parecido con una nueva revolución «industrial». Esa importancia tendría que notarse en la filosofía, que al fin y al cabo sigue la regla hegeliana de levantarse al atardecer del día, pero no es lo más relevante desde nuestro punto de vista: la filosofía de la tecnología es importante porque los sistemas tecnológicos, los artefactos, la instrumentalidad, las prácticas, la capacidad de transformar la realidad, el poder de las instituciones sociales y las microinstituciones, y otros factores que iremos considerando, se han convertido en parte de una transformación más profunda en la filosofía contemporánea, que ha girado hacia las prácticas y la acción humana convirtiéndolas en el territorio privilegiado que en otros tiempos tuvo el pensamiento y la actividad puramente intelectual, ajena a la corporalidad y ajena a la socialidad del otro y de lo otro. De manera que la filosofía de la tecnología es importante porque es parte de la teoría de la acción, de la acción humana, intencional y racional. Pero, ¿cabe hablar de racionalidad en un proceso en el que no somos agentes intencionales? Las tesis del determinismo, en lo que respecta a la racionalidad tecnológica, son las tesis de la racionalidad cero: es como hablar de la racionalidad de la historia natural. Yen ese preciso momento abandonamos también el tema que nos había congregado, la acción humana. Porque el determinismo es al fin y al cabo la idea de que la tecnología es parte de otra historia en la que nosotros no contamos. Pero si no hay problema de racionalidad ni de intencionalidad ni de límites de la acción ni de responsabilidad civil o penal, ¿para qué continuar hablando? Es curioso que muchos partidarios del determinismo lo hagan en el contexto de un debate ético o político sobre la tecnología, sin reparar en que la ética y la política presuponen ya la racionalidad de los agentes.

Pero el determinismo es mucho más grave como filosofía de la tecnología porque, como intentaremos mostrar en este libro, los artefactos abren pero no determinan las trayectorias futuras de la sociedad. El hilo conductor que da coherencia a este libro nos lleva a una conclusión contraria: el futuro está abierto y está constituido por las posibilidades disponibles o accesibles. La innovación tecnológica es, precisamente, un medio de transformación colectiva del futuro que nos cabe esperar: cada innovación abre posibilidades que pueden ser o no aprovechadas por las sociedades y los grupos y las sociedades. Sólo está escrito nuestro pasado. Desde e! punto de vista moral y político las tesis de! determinismo son aún mucho más graves puesto que socavan toda responsabilidad con el futuro. Bajo una apariencia crítica se esconde a veces un simple pesimismo o escepticismo sobre las capacidades de cambio histórico de las sociedades que en realidad equivale, conceptual y éticamente hablando, a la exoneración de toda responsabilidad con e! futuro a quienes se sitúan en esta perspectiva." Al contrario de lo que 9 El determinismo tecnológico nos conduce a otra cuestión: ¿cuál es la naturaleza de la reflexión filosófica sobre la tecnologíat. jcual es el lugar de la filosofía de la tecnología? Es una cuestión marginal y situada en un metanivel del discurso en el que queremos movemos, pero que merece la pena considerar brevemente en esta circunstancia. La importancia que al menos en tamaño ha ido adquiriendo la filosofía de la tecnología tiene que ver sin ninguna duda con la preocupación que ha ido produciendo la

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tecnología. En su análisis, tanto Marcuse como Habermas, Foucault, y por supuesto todos los defensores del determinismo, han caído en un fatalismo injustificado [véanse A. Feenberg 1 y 2]. Lo más grave no es que hagan un mal análisis de la tecnología sino que hacen un mal análisis de la sociedad, que deja de considerarse como un campo tenso en el que diversos grupos luchan por liberarse de sus ataduras o por mantener sus privilegios para convertirla en un mero apéndice de la burocracia o la tecnocracia. Ahora bien, la extensión de la democracia a la tecnología, según Feenberg, no sólo es posible, sino cada vez más urgente, y precisamente en los primeros momentos del diseño, no cuando las tecnologías se han impuesto y estabilizado. Las tecnologías implantadas, al igual que las leyes aprobadas, son restos de batallas (perdidas o ganadas, según por qué parte) que, una vez establecidas, legislan y determinan los comportamientos. Es antes de su implantación cuando la democracia es imprescindible. Concluyamos ya este análisis de las tesis deterministas: el problema de la racionalidad de la tecnología, si no aceptamos el determinismo, se convierte en el problema de si es posible racionalizar el propio desarrollo tecnológico, en el problema de cómo hacer que las decisiones tecnológicas sean a la vez racionales y democráticas, en el problema de cómo evaluar las opciones emprendidas en un contexto amplio de intereses y, por último, en el problema de cómo lograr que esta racionalidad sea colectiva, intencional, libre del miedo y de las constricciones del poder, pero también audaz en los proyectos de transformación. En el siguiente apartado vamos a tratar la segunda corriente escéptica sobre el desarrollo tecnológico: el constructivismo social. Si el determinismo fue la ideología dominante en los grandes movimientos ecologistas de los años ochenta, el constructivismo ha sido el representante de la cultura posmodema de los noventa.

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PIERRE MENARD, INVENTOR DE lA BICICLETA

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DEL CONSrRUCTIVISMO

El constructivismo social es la traducción posmoderna, en el terreno de la filosofía de la tecnología, de la teoría de la construcción social del texto en el terreno de la literatura: Es una revelación cotejar el don Quijote de Menard con el de Cervantes. Éste, por ejemplo, escribió (Don Quijote, primera parte, noveno capítulo J: 1... ] la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir. Redactada en el siglo XVII, redactada por el «ingenio lego» Cervantes, esa enumeración es un mero elogio retórico de la historia. Menard, en cambio, escribe: l... ] la verdad, cuya madre es la historia, émuladel tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir. La historia, madre de la verdad; la idea es asombrosa. Menard, contemporáneo de William James, no define la historia como una indagación de la realidad sino como su origen 11. L. Borges, Pierre Menard, autor del Quijote].

Pierre Menard, autor del Quijote, escrito por Borges, es una de las reconocidas primeras reivindicaciones de la intentio receptoris, del papel del lector en la «construcción» del texto, más allá de la mera interpretación. El texto deja de ser un objeto cuyo sentido está exhaustivamente constituido por la intentia auctotis, por las motivaciones y vivencias del autor, tal como defendía la hermenéutica clásica, o por la intentio operis o estructura formal y semántica del texto, tal como defendió el estructuralismo: ahora el texto es una construcción del conjunto de sus lectores y del contexto histórico en el que vivieron. Esta misma idea, que ha dado origen a toda la posmodernidad en crítica literaria, se ha traducido en el campo de los

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estudios sobre ciencia y tecnología en una forma de entender el cambio sociotécnico: el texto científico y el artefacto tecnológico son una «construcción social», No está muy claro qué se quiere indicar bajo este rótulo, pero el núcleo común es que no tiene sentido, a juicio de estos autores, estudiar los textos científicos desde el punto de vista de sus propiedades formales, de su significado o de su posible verosimilitud, ni los artefactos y procesos tecnológicos desde el punto de vista de su diseño y eficiencia en la práctica. En términos positivos, sin embargo, unos autores se refieren a la «construcción social» como al conjunto de intereses sociales que causan la producción del texto o el artefacto y otros al conjunto de intereses y agentes que «interpretan» el texto o artefacto. El papel del razonamiento y los métodos de contrastación y prueba en la génesis de las teorías o innovaciones lo ejercen ahora las controversias. A diferencia de un razonamiento, que es algo que no puede ser entendido sin entender los pasos y las inferencias, las controversias son procesos sociales externos que puede observar un sociólogo sin necesidad de captar su significado. Su función será la del notario que levanta acta de los agentes implicados y de sus intereses y discusiones, sin descender a las posibles razones que tengan en sus argumentaciones. La posmodernidad en los estudios sobre la tecnología se ha convertido con una pasmosa rapidez en la industria de mayor crecimiento en los ámbitos de la filosofía y la sociología. Se han abierto institutos, programas, departamentos, revistas y se ha formado una multitudinaria comunidad de investigadores que aparecen bajo las siglas SSK (Social Studies of Knowledge), sss (Social Studies of Science) o 81'S (Science, Technology and Society};'? El núcleo común a las varias co10 Marta González r., losé A. López Cerezo y losé L. Luján (comps.) 1 Y 2 son dos fuentes magníficas para una visión panorámica de los temas, los autores y las bases filosóficas de estos estudios.

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mentes que conviven en este nuevo espacio es el constrnctivismo, que puede ser más estrecho, cuando se limita a un constructivismo social de los objetos de un dominio de investigación, o más amplio cuando aparece en la forma de redes de actores que no son necesariamente agentes humanos tradicionales. En lo que se refiere al cambio tecnológico nos limitaremos a las tesis del constructivismo amplio defendido por Bruno Latour, Michel Callon y Wiebe E. Bijker, entre otros numerosos estudiosos de los sistemas sociotécnicos. 11 El principio fundamental en lo que respecta al estudio del cambio técnico es el principio de simetría. Es un principio que tiene su origen en un grupo de investigadores en sociología del conocimiento, originarios de la Universidad de Edimburgo, autodenorninado Programa Fuerte [véase Bloor]. Este programa defendía la idea de que el investigador de la ciencia, sociólogo, historiador o filósofo, debe permanecer indiferente ante la verdad o falsedad de las teorías a la hora de explicar causalrnente los orígenes de tales teorías.'? En lo que respecta al constructivismo sociotécnico, este principio se expande en otros tres: 13

11 Wiebe E. Bijker,Thomas Hughes y Trevor Pinch (comps.); Wiebe E. Bijker y l. Law (comps.); Wiebe E. Bijker; Bruno Latour, Aodrew Pickering, Iohn Law (comp.) y Michael Callon 2 son algunas de las más importantes referencias de esta corriente y en cualquier caso una fuente para el resto. 12 El otro componente característico del programa fuerte es el principio de causalidad que especifica que han de estudiarse los orígenes causales del

conocimiento buscando estas causas en las estructuras sociales. Este principio no es sostenido necesariamente de manera tan fuerte en la forma de constructivismo a la que nos estamos refiriendo. 13 Bijker discute la extensión del principio de simetría de la sociología del conocimiento de D. Bloor a los principios que expresamos aquí [pp. 272-273] Bijker encuentra que esta expansión contradice en parte el programa sociologista, puesto que la sociedad también es una construcción a veces de actores no intencionales como los artefactos.

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1) Principio de simetría epistémico: la explicación del conocimiento debe ser indiferente a su verdad o falsedad.

2) Principio de simetría pragmático: la explicación de! cambio técnico debe ser indiferente al éxito o fracaso de los programas o marcos tecnológicos. 3) Principio de simetría ontológico: la explicación del cambio técnico debe ser indiferente a si los agentes causales son intencionales (individuos) o no (estructuras sociales o artefactos).

El principio de optar porlo mejor Para entender mejor las implicaciones de estos tres principios debemos detenernos brevemente a ver qué es lo que niegan: Los principios epistémico y pragmático afirman, en realidad, dos cosas distintas. La primera es una observación metodológica con la que es difícil mostrarse en desacuerdo: que el historiador, e! sociólogo o e! filósofo deben atender por igual a los éxitos que a los fracasos. Es más, si de los éxitos podemos aprender algo acerca de la lógica del cambio tecnológico es seguro que, al menos desde un espíritu popperiano, podemos aprender mucho más de los fracasos. Y esta observación sirve por igual al principio epistémico. Pero nuestros dos principios afirman, además, algo más fuerte: el éxito noexplica nada, e1 mismo debe ser explicado. Este principio es una herencia del programa fuerte de sociologia del conocimiento contra las formas de contar la historia de la ciencia o explicar su desarrollo en las que las teorías verdaderas se explican como resultado de operaciones internas, epistérnicas, mientras que las teorías falsas se explicarían por la interferencia de factores externos como los intereses sociales (o en la epistemología clásica las pasiones, los compromisos ideológicos o metafísicos y otras fuentes de perturbación). En e! caso de la tecnología, supone e! abandono de la idea de que los artefactos y procesos se introducen y extien-

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den, entre otros muchos factores, a causa de sus propiedades técnicas, preferibles a otras alternativas. Supongamos que tenemos tres modelos posibles de un diseño, por ejemplo, de un nuevo modelo de automóvil: A, B Y C tales que sus propiedades técnicas los ordenan de menor a mayor así, A>B>C. Supongamos que ahora observamos e! patrón de innovación de estos modelos y encontramos que, efectivamente, A fue e! elegido para ser producido masivamente, o que, en el caso de que todos ellos hubieran sido producidos, A es el mayoritario en ventas, B e! segundo y C el tercero. Si algún día escribiéramos la historia del automóvil explicaríamos e! éxito de A, entre otras razones, porque fue preferido por sus propiedades.!" Este modo de explicar las decisiones tecnológicas, obsoleto según e! constructivismo, supone que la gente (ingenieros, empresarios, políticos, usuarios, etc.) elige entre las opciones disponibles la que se adecua mejor a sus intereses. A este patrón explicativo subyace un supuesto en el que la optimalidad de los diseños coincide con la racionalidad de las elecciones [véase Elster 1 J: el agente racional elige no solamente la alternativa que cumple sus objetivos sino la que mejor cumple sus objetivos. Tradicionalmente se ha creído que la racionalidad y la optimalidad son supuestos para poder interpretar, explicar y reconstruir la historia de las acciones humanas. Y cualquier posible desviación de lo que este principio nos haría esperar sería lo que demandaría alguna «causa» explicativa que interfiere en la racionalidad de los agentes. Así, en e! caso de los automóviles, una desviación de la ordenación de preferencias podría acudir, por ejemplo, a 14 El ejemplo es abstracto, pero tengo en la cabeza la película Tuc1ler, de Francis Ford Coppala, en la que se narra la historia de un ingeniero de automóviles innovador cuyos diseños fueron rechazados en los años cincuenta, pese a ser, o precisamente por ello, muy superiores a los produci-

dos por las grandes marcas.

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que el agente podría haber estado ofuscado por la propaganda, que no conocía todas las alternativas disponibles, que fue obligado por el poder a elegir en un orden diferente, etc. El sociólogo, historiador o filósofo racionalista busca en el entorno del agente o en mecanismos psicológicos internos explicaciones a lo que se ha convertido en un problema explicativo: cómo es posible que el agente no haya elegido lo mejor.'! En resumen, el sistema racionalista de explicar el cambio tecnológico o de reconstruir la historia consiste de la aplica-o ción de un patrón de explicación intencional que presupone que los agentes son racionales, y que esta racionalidad es máxima. La unión del principio de racionalidad máxima con el carácter intencional de las decisiones implica que el abandono de la asimetría entre las explicaciones de las tecnologías que tienen éxito y las que no las tienen no pueda hacerse impunemente: es necesario abandonar o al menos reformar la idea de que las explicaciones intencionales son intencionales 15 Es posible e incluso probable que no coincidan las decisiones del agente y la optimalidad de la alternativa. La microfísica del historiador o sociólogo puede entonces dirigirse hacia varias opciones [véase Elster 1, pp. 74-76]: puede que las opciones estén mal definidas, en cuyo caso es explicable cualquier desviación de lo que cabría esperar, en segundo lugar, puede que sea intrínsecamente imposible ordenar A, B, e tal como habíamos supuesto al principio, por ejemplo, por el hecho de que la ordenación se hace relativamente a objetivos que compiten entre sí y que todos ellos son categóricos desde el punto de vista del agente. Pensemos en objetivos como la potencia, el bajo consumo, el bajo costo, consideraciones ecológicas como la emisión de gases o la reciclabilidad, etc. Si ocurre que el orden de las alternativas cambia respecto a cada uno de estos objetivos, y que el orden es relativo a la estructura interna del agente, nos encontraremos con que no existe ninguna salida intrínsecamente óptima. En tercer lugar cabe que exista lo que Elster ha denominado «mecanismos» y que son patrones causales que obligan al agente a ser irracional. independientemente de lo que él haría en circunstancias ideales: las limitaciones cognitivas, las determinaciones sociales, la ideología, en el sentido marxista de sesgo de la información a causa de la propia posición en el entramado social, etcétera.

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si y sólo si son racionales. Es necesario abandonar o modificar el concepto de racionalidad. El construetivismo social de la realidad, y por extensión todo tipo de constructivismo que use el principio de simetría epistémico o pragmático, abandona o reforma necesariamente la idea de racionalidad y en nuestro caso la idea de racionalidad tecnológica. No puede acudir a la explicación clásica de las ideologías, puesto que las ideologías, al menos en la tradición marxista o en la de Manheim, son visiones distorsionadas de la realidad que presuponen la radical racionalidad de los agentes: el que está abajo en la escala social, puesto que no tiene nada que perder salvo sus cadenas, ve las cosas como son, sin interferencia, mientras que el resto está coaccionado y sesgado por los mecanismos causales que derivan de su posición en la arquitectura sociaL El constructivismo considera que este tipo de explicaciones son todavia excesivamente racionalistas para su gusto. Pero lo que en realidad ha abandonado es el supuesto de racionalidad: de hecho reconstruye la historia, cualquier historia humana, adoptando criterios simétricos respecto a si los agentes son racionales o no lo son. Pero veamos ahora qué ocurre cuando tenemos en cuenta el tercer principio de simetría, el ontológico.

De aClantes a cyborgs Algunos autores, precisamente los que han tenido mayor éxito popular, se han adherido a un principio más fuerte, que cae bajo el rótulo de principio de simetría ontológico: Bruno Latour puede haber elegido estudiara Louis Pasteur, pero el objeto del estudio no es tanto celebrar como deconstruir al sujeto. ParaLatour, Pasteur es un efecto, un producto de un conjunto de alianzas, de materiales heterogéneos. En la

Así,

medida en que Pasteur «es>¡ un «hombre» necesitamos ver que

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esto es un producto más que algo inherente a Pasteur [Law (comp.), p. 12J. Todos somos redes heterogéneas, productos de solapamientos confundidos. ¡Habrías encontrado realmente nuestro camino en la última semana sin máquinas?, ¡desde luego que no! Tú eres en parte máquina [p. 17]. Las entidades hacen la historia, pero no en las condiciones que ellas mismas eligen [p. 18]. Esta última paráfrasis de Marx'" establecía originalmente un dilema entre las intenciones de los hombres y las consecuencias no queridas de sus actos. Pero este texto parece llevarnos obligatoriamente a un solo polo de la tensión: la historia se hace por medio de agentes que no tienen por qué ser ni siquiera humanos. Michel Callan [21 ha popularizado la noción de redes sociotécnicas en las que los humanos y sus artefactos entran por igual en e! complejo de sistemas causales que e! historiador debe reconstruir: un objeto técnicopuede ser tratado como un programa de acción que coordina una red de roles. Estos roles son ejercidos por no humanos (las propias máquinas y otros objetos como accesorios o suministros de energía) y «humanos periféricos» (tales como vendedores, consumidores, reparadores, etc) [p. 136). Andrew Pickering propone los cyborgs, mezcla de organismos y máquinas, no sólo como metáfora, sino como modelo 16 «Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos.» La cita, muy conocida y repetida, está en el segundo párrafo de El dieciocho Brumario de Luis Bonapaite, uno de los textos a los que hay que acudir para estudiar el modo en el que Marx entendía y reconstruía la historia.

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real de reconstrucción histórica. El historiador posmoderno busca e! cyborg en la historia con el mismo interés que el historiador de! XIX buscaba e! héroe o el genio. Los estudios tradicionales sobre la ciencia son asimétricos acer-

ca de la agencia y reconocen la agencia genuina solamente en el campo humano pero no en la naturaleza, que es contemplada como materia inerte esperando pasivamente la representa-

ción. Así, los filósofos de la ciencia han tenido miedo de la agencia humana (deseos, querencias, motivos) y han querido dominarla vía la Razón entendida como método. Los sociólogos han buscado más bien entender la agencia humana (intereses) como causas genuinas de creencia y extensión cultural. De nuevo y en común con otros, mis estudios me convencen

de que esta distribución asimétrica de agencia es insostenible, especialmente cuando las cuestiones sobre la ciencia y la tecnología están en el candelero. Más obvio me parece que las máquinas hacen cosas que no pueden hacer sin ayuda de las mentes y los cuerpos humanos, esto es, las máquinas sonagentes performativos en un sentido análogo a los agentes humanos, esto es, agentes humanos disciplinados. Quizás es menos obvio, pero pienso que debemos dejar a la agencia salir a la superficie en nuestra comprensión de la ciencia, la tecnología y la sociedad [Pickering, p. 40; el subrayado es mío j. Un agudo crítico de esta corriente, Robert Nola, ha calificado el posmodernismo de «Chernobil cultural» de la filosofía francesa, a la par con Disneylandia y otra serie de desastres culturales que le han ocurrido últimamente al país de la cultura universal. El hecho de convertir las máquinas en actantes a la par que cualquier ser humano, aunque aparentemente puede ser leído como una frívola boutade de intención retórica, es sin embargo un grave suceso cultural, mucho más grave que e! de los principios de simetría sociológicos: epistémico y pragmático. A fin de cuentas, e! sociologismo de! programa fuerte en sociología de! conocimiento no es más que e! último, más

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ingenuo y fácilmente refutable que cualquiera de los demás reduccionismos. El reduccionismo sociológico considera que hay «causas» sociales, en el sentido de que hay hechos sociales que tienen influencia causal sobre las acciones humanas. Nadie sabe, sin embargo, dónde reside el poder causal de los hechos sociales, como no sea en los patrones individuales de construcción de la acción, en el miedo provocado por la expectativa del castigo o en el deseo sembrado por la propaganda o libremente decídído.'? Hay reduccionismos hacia abajo, como ocurre cuando se afirma que todo hecho social se reduce a intenciones de los individuos, o quizá a otras instancias aun inferiores, y reduccionismos hacia arriba, como el implicado por la afirmación de que un individuo, o la intención de un individuo es una construcción social. Pero, a diferencia de los reduccionismos hacia abajo, que al fin y al cabo pretenden buscar la causalidad en niveles más profundos de explicación, los reduccionismos hacia arriba convierten la explicación de la conducta humana en algo misterioso: ¿cómo es posible que la sociedad «cause» algo?

La enfermedad infantil del constructivísmo

Pero el reduccionismo hacia arriba no es el menor de los problemas del constructivismo. Es más curioso el dilema ante el que se encuentra cuando se enfrenta a lo que parece ser una de las causas mayores de su éxito: su capacidad para el com17 Foucault, un autor sin el que no pueden entenderse las actitudes posmodernas, se presentaa sí mismo como un descubridor de la microflsica del poder, pero dejando a un lado la cuestión del carácter de estas metáforas físicas (algo que Sokal ha puesto ya abiertamente sobre el tapete de la discusión (véase Sokal y Bricmont]), Foucaulthabríahecho bien en meditar sobre los mismos problemas que ya se planteó Spinoza cuando reflexionó sobre la naturaleza del poder, acudiendo a mecanismos causales mucho más plausibles y humanos como el miedo y el deseo.

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promiso político con propuestas de resistencia a la tecnología nacidas en los movimientos sociales como son los varios ecologismos. feminismos o antimilitarismos. El constructivismo es un poderoso instrumento de crítica por cuanto permite descubrir el sesgo que introducen en el lenguaje y los diseños los intereses sociales. La actitud feminista, por ejemplo, ha permitido analizar cómo existen sesgos de género en numerosas ciencias, particularmente en la biología, y cómo se perpetúan actualmente en las biotecnologías de reproducción asistida [véanse Pérez Sedeño y Longino l. La existencia de formas de traducción del poder de control sobre la ciencia y la tecnología es un hecho reconocido y sin embargo difícil de detectar. En eso estriba el interés de la crítica intelectual de la tecnología: en hacer visible lo que el tiempo y la estabilización de los artefactos convierte en invisible. Tal como ocurre en la sociedad en general, una desigualdad en el poder es fácil de reconocer cuando estamos en un periodo de discusión o controversia, pero cuando se estabiliza en forma de un hábito o ley tiende a desaparecer el elemento desigualitario para dejar visible únicamente el funcional. Nadie suele reparar en las barreras arquitectónicas de las ciudades, donde «nadie» se refiere al ciudadano medio, salvo cuando se comienza a pertenecer al grupo minoritario de los ciudadanos con minusvalías motrices, por ejemplo, a quienes tienen que mover las sillas de sus hijos pequeños a través de las aceras, las escaleras múltiples, los accesos a los metros y autobuses, etc. Esto ha sido descubierto y puesto de manifiesto claramente por los mejores estudios de caso como los de Bijker sobre el desarrollo de un artefacto como la bicicleta, en donde el hecho de que fuera usado por varones de clase alta o por mujeres se tradujo en una controversia social sobre los mecanismos de seguridad como los frenos. Una vez que el artefacto se estabiliza, esos orígenes se pierden o transforman.

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Esta función social, política e intelectual es responsable de la bienvenida que han tenido los estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Pero el constructivismo, pese a que sea mayoritario entre los profesionales de esos estudios (como lo es el platonismo entre los matemáticos) es una forma de entender el significado político de tales estudios, y aquí se encuentra ante un dilema: ¿tiene algún compromiso el teórico de estos estudios con los movimientos de emancipación o simplemente con el proyecto de extensión universal de la democracia a ámbitos como el diseño? . En un artículo que produjo cierto malestar entre los teóricos constructivistas, Langdon Winner [3] criticó la incapacidad de compromiso social del aparentemente hipercriticismo sociologista. Muchos constructivistas se han dado por aludidos [Bijker, Aibar y Bijker] y han sostenido que los estudios constructivistas tienen implicaciones para la política de la tecnología. Pero Collins, uno de los más destacados defensores del constructivismo, en una controversia suscitada por Social Studies of Science, órgano privilegiado del sociologismo de la escuela de Edimburgo, ha reivindicado en tono sarcástico la neutralidad política de los estudios sociales de la ciencia contra los defensores del espíritu sesentayochista de los movimientos internos de reforma de la ciencia como fueron, por ejemplo Science for the People y otros similares. Collins afirma cosas como: «Aunque ya no tenemos razón alguna para creer que un sistema político en particular es vital para el crecimieno del conocimiento científico, todavia sabemos, sin embargo, cómo queremos que se haga nuestra ciencia» [Collins 4, p. 2321. Collins, un sociólogo abiertamente relativista y uno de los más radicales en la crítica a las formas racionalistas, cree que al estudioso de la ciencia solamente le interesa la ciencia, sea cual sea su posición política, y además especifica este deseo acerca de cómo queremos que sea la ciencia:

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Sabemosque preferimos una ciencia informada por algo como las normas mertonianas [... ). Descubrir que las normas de la ciencia son a veces más honradas de palabra que de obra no las hace menos dignas: simplemente destruye el lazo con la práctica del conocimiento que Roben Menan y sus seguidores intentaban establecer [p. 232). Robert K. Merton inició en los años cincuenta y sesenta la sociología de la ciencia, pero su aproximación es lo contrario del «sociologismo». Consideró que la ciencia había sido históricamente el producto de un compromiso con valores morales como el comunitarismo, el universalismo, el desinterés para todo lo que no sea la verdad y el escepticismo organizado para combatir la credulidad ingenua [véase Merton). Siempre ha sido considerado por los constructivistas como el paradigma de la forma de estudiar la ciencia antirrelativista, de manera que las palabras de Collins son más bien curiosas en boca de quien ha defendido abiertamente el relativismo, mucho más en lo que respecta a las normas del método científico. y es que la queja de Collins señala rápidamente cuál es el dilema al que se enfrenta el filósofo constructivista: si se trata de una persona comprometida con alguna causa social o política, su interés básico es mostrar que la causa puede llevarse a buen término en la práctica, que no existen determinismos irreversibles, que se deben descubrir los sesgos del poder allí donde los filtros de la costumbre los ha hecho invisibles y que, por consiguiente y en conclusión, serían necesarios los mejores estudios (en el mejor sentido científico del término) para descubrir exactamente el grado de penetración de la desigualdad social en la práctica de la ciencia, de la tecnología o en general de la economía, la política y la sociedad. Helen Longino lo ha expresado claramente en una frase referida al compromiso social del movimiento feminista en filosofía, en epistemología en este caso: hacer filosofía de la

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ciencia como una feminista, no hacer filosofía feminista de la ciencia. Porque solamente son útiles los estudios cuando son lúcidos y permiten una práctica racional. De manera que si a un militante le preguntamos qué trabajos le vienen mejor para su causa, preferirá que sean aquellos que le sean más útiles por la información que contienen, y aquellos que no impidan la práctica, convirtiendo al sujeto, a todo sujeto, incluido aquel que pretende cambiar las cosas, en un mero instrumento, o como se ha dicho, en los órganos sexuales de reproducción de las máquinas. De modo que por su propio interés rechazará la filosofía constructivista en lo que se refiere a los trabajos que tiene que usar, incluso para defender e! constructivista. Pero es que incluso e! filósofo constructivista que no desea un compromiso político abierto, como es e! caso del sociólogo Collins, al que acabamos de citar, para defender la independencia de la ciencia y la política, lo hará con argumentos como los que acabamos de leer, que son, siento decirlo, una de las más lúcidas refutaciones del constructivismo, pues lo que afirman es que e! compromiso de! sociólogo lo es tan sólo con una buena ciencia (aunque lo haga defendiendo e! relativismo) . Queda, por último, una tercera opción que no es la del compromiso político ni la neutralidad, sino la de formar al filósofo o al sociólogo como gestor o árbitro de la ciencia y la tecnología. Así, Steve Fuller, otro de los más ardientes defensores de una filosofía constructivista, ha reconocido que la agenda oculta es «volver a la idea del siglo XIX de la intervención de los filósofos con el fin de mejorar el curso de la producción de! conocimiento». Fuller critica en consecuencia la filosofía de la ciencia y la tecnología contemporáneas y más bien alejadas de toda prescripción sobre la política científica, precisamente por su poca audacia normativa:

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Desgraciadamente, las prescripciones propuestas en nuestro

tiempo (es decir, desde la aparición del positivismo lógico) han estado más cerca del espíritu del maestro de escuela poniendo notas que del gestor político tratando de mejorar el espíritu de investigación [Fuller, p. 94). Nada hay que objetar a las aspiraciones a colaborar en una mejora de la política de la ciencia y la tecnología; es parte del compromiso político, incluso de la mejor parte de! compromiso político, pero Fuller, en la mejor tradición burocrática, propone que los filósofos se dediquen a un trabajo práctico como éste: Los investigadores, por ejemplo, pueden ser colocados en competición mutua directa en situaciones en las que previamente no competían. Es más, puede requerírseles que incorporen los

intereses de otra disciplina, incluyendo a los practicantes de esa disciplina, a fin de recibir una financiación adecuada. Finalmente los investigadores pueden ser forzados a dar cuenta de sus resultados, no sólo a los practicantesde su propia disciplina, sino también a los de otras disciplinas y puede que incluso al público en general. Al manipular estas variables de la producción del conocimiento, el epistemólogo social puede asegurarse de que los límites disciplinaresno se solidifiquen en «géneros naturales»y que la comunidad científica no adquiera intereses de clase rígidamente definidos [p. 94). Esta vocación administrativa del filósofo constructivista ya fue propuesta curiosamente por Feyerabend, para quien el anarquismo metodológico que promovía respecto al desarrollo de la ciencia dejaba de ser tal respecto a la función de! filósofo que se convertía, al igual que promueve Puller, en un garante de los intereses sociales dentro de la comunidad científlca.l" En otro lugar he mantenido la sospecha de que 111

Fuller incluso especifica con algún detalle las tareas que reserva a

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Feyerabend esconde un trasfondo más cercano al proyecto autoritario del idealismo alemán [véase Broncano 6) y ahora lo afirmo claramente respecto a la propuesta de Fuller: no tiene mucho sentido recorrer un camino de crítica radical a las filosofías tradicionales de la ciencia, como el positivismo lógico, para terminar defendiendo una mera reforma administrativa de la función de los filósofos en la programación social de la ciencia y la tecnología. Concluyendo nuestra valoración del punto de vista constructivista sobre la racionalidad científica: debemos distinguir tajantemente entre el interés social, político, filosófico que tiene descubrir los velos que enmascaran muchas diferencias sociales, un logro que a veces consiguen los mejores estudios constructivistas, de la obsesión metodológica por negar la importancia de factores internos, como la verdad en el caso de las teorías científicas o la eficiencia en el caso de la tecnología, que se expresa en el principio de simetría o neutralidad ante la verdad y la falsedad, la eficiencia y la inoperancia. Pero esta neutralidad sólo lo es en apariencia: es neutral en lo que respecta a la racionalidad de los actores humanos, individuales o colectivos. Ocurre, sin embargo, que al abandonar el supuesto de racionalidad, la historia humalos filósofos, pues sus prescripciones, afirma, «se convierten en inútiles si no tienen como objetivo último el guiar el curso de la investigación presente y futura» [Puller, p, 94). Así propone que sea obligación (y derecho) del epistemólogo: 1) «tratarla clase de asuntos que van a ser decididos por inercia institucional» [p. 93]; 2) «determinar el valor relativo de la investigación producida por las disciplinas académicas» Ip. 93J; 3) elevar la queja contra el hecho de que (dos investigadores en política del conocimiento no tienen función alguna en el descubrimiento o la construcción de los temas que tratan de resolver» Ip. 931; 4) «reestructurar periódicamente los ambientes en los que los investigadores compiten por los recursos» [p. 931. De modo que se trata de una agenda que hace temer que le deje al filósofo poco tiempo para seguir siendo filósofo, o sea, para reflexionar con cierta distancia sobre el conocimiento, incluida su participación en el proceso. Pero, claro, esto para Fuller significa abandonar la responsabilidad.

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na se convierte en un absurdo, incluidos los esfuerzos por corregir la irracionalidad. No es lo mismo mostrar el mismo interés de investigación hacia los éxitos que hacia los fracasos (esa neutralidad es una de las mejores recomendaciones metodológicas que pueden hacerse a quien estudie el cambio tecnológico: ambos han de ser estudiados), que demostrar el mismo desinterés hacia el éxito que hacia el fracaso: esta neutralidad es una de las peores recomendaciones que puede hacerse a quien tiene o desea tener algún tipo de responsabilidad sobre el futuro.

LA PREGUN'IA POR HEIDEGGER:

EL DESASIMIEN'!D DE lA 'lí!CNICA

y EL CONTROL DEMocRÁnco DE lAS AITERNA11VAS TECNOLÓGICAS

La tercera familia de objeciones contra la racionalidad tecnológica está enraizada en la tradición fenomenológica y tiene su origen en Heidegger. Distinguiremos entre el pensamiento de Heiddeger en Ser y tiempo, que ha sido fecundo en ideas acerca de los sistemas tecnológicos, incluso en nuestros días, de las críticas que expresa en la posguerra en «La pregunta por la técnica» y otros escritos contemporáneos. Este segundo Heidegger ha tenido una influencia muchísimo mayor. Es el Heidegger que se adscribe a una corriente profundamente pesimista junto con Iacques Ellul y Lewis Mumford.!? Es una tradición que confronta el nuevo universo de la tecnología contemporánea con el mundo cotidiano en el que discurren nuestras vidas, Nuestro mundo familiar se compone de prácticas, hábitos y tradiciones que trazan los límites de nuestra identidad de grupo y, quizás por ello, se convierten en algo más que descripciones de cómo somos, adquiriendo un estatuto casi 1') Ellector puede encontraruna buena historia de la filosofía de la tecnología en los escritos de Carl Mitcham. especialmente en Mitcham 1 y 2.

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normativo, al menos en cuanto sirve para diferenciarnos y distanciarnos de otros que no comparten esa identidad. En las civilizaciones tradícíonales-" la relación con el mundo y la inserción en él a través de los objetos técnicos se produce en medio de un equilibrio dirigido por el discurrir «naturaldel mundo natural. Los cambios, cuando ocurren, son lentos y no tienen efecto en el tiempo de las vidas de la gente, no afecta a sus expectativas psicológicas sobre el mundo ni a los lazos que les atan a los otros. El cambio técnico en esas sociedades es indistinguible en velocidad e importancia de los otros factores que configuran el cambio social. La irrupción de la tecnología contemporánea habría producido una ruptura de esta situación originaria de equilibrio. Los grandes sistemas tecnológicos y el cúmulo de artefactos que nos rodea estarían perturbando estas formas de vida normativamente constitutivas y llevándonos a otras en las que nos sentiría. mas extraños y que, para decirlo en términos heideggerianos, cada vez nos alejarían más incluso de comprender la propia esencia de la técnica.

El arte del mantenimiento de la motocicleta y la instrumentalidad heideggeriana Probablemente la mejor ejemplificación de la filosofía heiddegeriana de la tecnología se encuentre en una novela bestseller de los años en que estaban comenzando los primeros movimientos ecologistas, Zen yel arte del mantenimientode la moto de Robert M. Pirsig. Narra un viaje a través de las llanuras centrales de Estados Unidos en una motocicleta que el 20 Entenderemos por tradicionales las anteriores o simultáneas pero enfrentadas al proceso de globalización: véase Castells 2. Castells ha seña-

lado la paradoja que resulta de que el proceso de globalización implique un renacimiento de los movimientos sociales basados en señas de identi-

dad.

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autor realiza acompañado de su hijo. El cuidado de la motocicleta es el objeto de los pensamientos y las reflexiones del padre, que ejerce de narrador a lo largo de las interminables jornadas a través de las Creat Plains del Oeste Medio estadounidense y extiende esta meditación on the road a una meditación sobre la relación que establecemos con la tecnologia. Los grandes sistemas tecnológicos nos convierten en extranjeros en un paisaje ajeno, cambian nuestra vida y transforman en extraños a nuestros propios instrumentos; por el contrario, la motocicleta, en medio de las praderas, sin talleres de reparación, sin otra mediación que nuestra habilidad, metáfora del caballo del antiguo pionero, nos reconcilia con la más vieja de nuestras relaciones con los instrumentos. la de cuidarnos de ellos porque dependemos mutuamente unos de otros. Atraviesas un área de industria pesada de una gran ciudad y ahí está toda la tecnología. Enfrente están las cercas de alambre de púas, los portones con candados. los letreros diciendo NO PASE, Y más allá, a través de la atmósfera de hollín, ves extrañas, feas formas de metal y ladrillo de propósito desconocido y cuyos maestros artesanos nunca ves. No sabes qué tienes tú que ver con eso ni por qué está ahí, no hay nadie para decírtelo y entonces te sientes alienado, extraño, como si tú no pertenecieras

aquí Ip. 15]. Cuando nos enfrentamos a los artefactos con otra actitud, con la de aquellos que saben que son cosas nuestras, de las que debemos cuidarnos, la tecnología se convierte en otra cosa muy diferente. en algo que nos pertenece; cuando uno se ocupa de su moto por sí mismo descubre hasta qué punto nuestra cultura ha aceptado la enajenación como un hecho consumado: Mientras trabajaba pensaba sobre esta misma falta de cuidado en los manuales de los ordenadores que estaba editando. Escribir y editar manuales técnicos era lo que había estado haden-

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do para vivirlos últimos once mesesdel año, y sabía que estaban llenos de errores, ambigüedades, omisiones y de información tan resumida que tenías que leerlo seis veces para conseguir

darle algún sentido a aquello. Pero lo que me asombró desde la primera vez fue el acuerdo de esos manuales con la actitud del espectador que había visto en la tienda: estaba incorporada en su formato. En cada línea estaba implícita la idea de que «aquí está la máquina, aislada en el tiempo y en el espacio de todo lo demás del universo. No tiene ninguna relación contigo, tú no tienes ninguna relación con ella diferente a la de apretar botones, mantener niveles de voltaje, comprobar las condiciones de error... », y así todo lo demás. El mecánico no tomaba realmente ninguna actitud diferente de la actitud del manual hacia la máquina, o de la actitud que yo tenía cuando la compré. Yse me ocurrió que no hay ningún manual que tenga que ver con el objetivo real del mantenimiento de la moto, el aspecto más importante de todos. Tener cuidado de lo que estás haciendo es algo a lo que no se le concede importancia o que se da por supuesto. En este viaje tendríamos que darnos cuenta, explorarlo un poco, para ver si en esta extraña separación entre lo que el hombre es y lo que el hombre hace podemos obtener algunas claves de lo que ha ido infernalrnente mal en este siglo xx. No quería darme prisa, es una venenosa actitud del siglo xx. Cuando uno tiene prisa por algo quiere decir que no se va a preocu-

par mucho por ello y se va a dedicar a otras cosas [p. 25]. Pirsig nos habla pues de este extrañamiento de nuestra cultura ante los objetos que nos rodean, no ya, como postulaba el determinismo tecnológico, porque nos dominan y convierten en sus objetos, sino porque han dejado de ser algo nuestro para travestirse en meros medios de uso de los que no hay que cuidarse más que en tanto sirvan a su objetivo. En términos de Heidegger, son «emplazados» por su objetivo. Para algunos autores [véase, p. ej., Mitcham 2] Heidegger es, con Ortega, el gran filósofo de la técnica, con quien coincide, curiosamente, en no haber escrito poco más que algún opúscu-

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lo sobre el tema. Sea cual sea nuestro juicio sobre la posición heideggeriana, su influencia filosófica ha sido decisiva (en el campo de la filosofía de la técnica, en los demás no tiene sentido resaltar su importancia), y lo curioso es que se ha extendido mucho más allá de la filosofía a ciertas formas de ingeniería como la arquitectura o la inteligencia artificial. Encontramos citas de Heidegger en textos de arquitectura, en manifiestos ecologistas, en manuales cristianos de bioética y en textos de ingenieros de robótica e inteligencia artificial «situada». No hay en Heidegger, como es bien sabido, una actitud muy proclive o defensora de la tecnología. Los años de maduración filosófica de Heidegger coinciden con la reacción anticientífica y antitecnológica de la República de Weirnar." Muchos intelectuales, siguiendo la línea de La decadencia de Occidente de Spengler, achacaron a la ciencia y la técnica la derrota que la orgullosa Alemania había sufrido en la primera Guerra Mundial. La crítica de la tecnología alcanzó los más profundos niveles filosóficos de orden ontológico, aunque su influencia se extendió por numerosos aspectos de la cultura, de la ciencia y del arte. Se acusaba a la ciencia y a la tecnología, para decirlo rápidamente, de haber sido contaminadas por el materialismo. El historiador de la ciencia Paul Forman ha reconstruido el impacto que tuvo esa actitud en la ciencia alemana y cómo los científicos reaccionaron ante la enorme presión de los intelectuales ocultando sus creencias filosóficas y abjurando de cualquier manifestación que pudiera ser malinterpretada como cercana al materialismo. La metafísica tuvo serias consecuencias políticas y culturales. No fue la única actitud ante la tecnología, pero sí fue la dominante en Alemania durante los años de la posguerra y configuró de forma esencial una tradición filosófica muy in21 La ciencia de esta época y la influencia que recibió del entorno intelectual anticientífico han sido estudiados por el historiador de la ciencia Paul Forman y por Sánchez Ron.

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fluyente a lo largo de todo el siglo. En su origen encontramos una crítica en la que, quizá no por casualidad, coinciden Heideggery la escuela de Prankfurt.F La tecnología, se argumenta, está contaminada del espíritu dominador de la naturaleza. El pecado original de la técnica no está en ella misma sino en ese espíritu prometeico que se le achaca. Heidegger hereda en parte esa tradición, pero añade algo más, su compromiso metafísico con una forma de entender la tecnología: la tecnología es metafísica por otros medios. La idea de la racionalidad técnica como racionalidad instrumental, para Heidegger, impide que seamos capaces aun de captar la esencia de la tecnología, de este modo damos testimonio de este estado de necesidad: que nosotros, con tanta' técnica, aún no experienciemos lo esenciante de la técnica; que nosotros, con tanta estética, ya no

conservamos lo esenciante del arte [véase Heidegger 1, p. 37). La técnica no es lo mismo que la esencia de la técnica [... ). La esencia de la técnica tampoco es en manera alguna nada técnico. Por esto nunca experimentamos nuestra relación para con la esencia de la técnica mientras nos limitemos a representar únicamente lo técnico y a impulsarlo, mientras nos resignemos con lo técnico o lo esquivemos [p. 9).

y Heidegger nos propone una definición de esta esencia:

Si nos preguntamos paso a paso lo que es propiamente la técnica, representada como medio, llegaremos al salir de lo oculto. En él descansa la posibilidad de toda elaboración productora. La técnica no es pues un mero medio, la técnicaes un modo de salir de lo oculto. Si prestamos atención a esto se nos 22 Me refiero fundamentalmente a Dialéctica de la Ilustración, que a efectos de lo que estamos debatiendo es una especie de manifiesto de revisi6n de la actitud ilustrada.

abrirá una región totalmente distinta para la esencia de la técnica. Es la región del desocultamiento, es decir, de la verdad [Heidegger 5, p. 15). Que la técnica no sea un mero medio es un descubrimiento notable. Heidegger va a mostrar una comprensión de la racionalidad técnica que llega más allá de la mera racionalidad instrumental a la que aludíamos en la cita de Daniel Bell al comienzo. En Ser y tiempo Heidegger establece una reflexión metafísica sobre la instrumentalidad que tiene mucho que ver con el análisis que hace Wittgenstein de las formas de vida. La separación del mundo de la conciencia y el mundo objetivo no se reunifica en la vieja solución idealista, sino a través de un nuevo análisis del mundo-a-mano en el que se realiza la existencia: Los griegos tenían un adecuado término para (cosas», pragma-

ta, esto es, aquello con lo que se tiene que ver en el «andan> que "se cura de» (praxis). Pero dejaron ontológicamente en la oscuridad junto al carácter específicamente "pragmático» de los pragmata y los definieron inmediatamente como (meras cosas» [Heidegger 1, p. 81).

Esta reivindicación de las cosas como ptagmata ha dado pie a que Richard Rorty y Hubert Dreyfus, dentro de la ola de reivindicación actual de las identidades filosóficas estadounidenses, reivindiquen a su vez a Heidegger como pragmatista [véanse Rorty y Dreyfus 2 J, pero quizás Heidegger esté diciendo algo ontológicamente más fuerte que lo que el pragmatismo de James o Dewey pretendían. Heidegger está hablando de un mundo constitutivo humano en el que no cabe hablar de lo natural como opuesto a lo artificial, y mucho menos de lo interno y representacional como opuesto a lo externo causal:

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En el «andan> se encuentra un útil para escribir o el palillero, el útil para cosero la aguja, el útil para hacer algo o el instrumento, el útil para caminar o el vehículo, el útil para medir o el instrumento de medida [p. 81]. Un útil es «algo para» [... j, en la estructura expresada con el «para» «hayuna referencia» de algo a algo [p. 81]. El útil, respondiendo a su (ser útil», «es» siempre por la

adscripción a otro útil: palillero, pluma, tinta, papel, carpeta, mesa, lámpara, mobiliario, ventanas, puertas, cuarto. Estas «cosas» jamás se muestran inmediatamente por sí, para llenar co-

mo una suma de cosasreales un cuarto [p. 811·

si observamos estos textos encontraremos en los objetos propiedades que tradicionalm~nte se han aplicado a los conceptos, como es la referencia a otra cosa, la intencionalidad y la capacidad de componerse en unidades mayores. No es por casualidad: Heidegger está analizando el «mundo-a-mano» de los objetos mediante categorías que, como más tarde comprobaremos, son propiedades que tienen los diseños: la referencia a una función y la dependencia en su funcionalidad de otros diseños que completan su identidad, del mismo modo que la tuerca necesita ser completada con el tornillo. Y esta cornposicionalidad de los útiles «compone» un mundo en el que lo natural existe como materia que es conformada en el diseño. Lo que Heidegger piensa de los útiles se aplica en parte también a las representaciones conceptuales en el modo en el que se relacionan con el mundo. Heidegger, como Wittgenstein, se aleja del representacionalismo cartesiano que separa lo «interno» o mental de las habilidades corporales: las representaciones, al igual que la materia, solamente existirían en cuanto corporeizadas en las habilidades que permiten al sujeto tener una existencia en el mundo. De ahí que los descubrimientos en lo que respecta a la técnica en Heidegger resulten tan novedosos, pues conectan con una de las formas recientes más interesantes en el estudio de aquello que el lenguaje y los artefactos comparten, el modo de conectar con el mundo.

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Este territorio intermedio es un dominio ontológico que Heidegger con toda la razón no quiere reducir a la antropología, al contrario, es el lugar en el que tiene que construirse el dominio del hombre. «Enel útil usado es codescubierta por medio del uso la "naturaleza", la "naturaleza" a la luz de los productos de la naturaleza» [p. 84]. Se trata de un espacio de interacción y de posibilidades que emergen a la luz, con lo que adquiere sentido la idea de la técnica como un aparecer, puesto que constituye un ámbito en el que tiene lugar la existencia, que no es sino una realización temporal de posibilidades. En la siguiente sección veremos a modo de ejemplo cómo estas ideas de Heidegger han sido recuperadas en una aproximación recientísima a algunas de las tecnologías más importantes contemporáneas, la Inteligencia Artificial y la robótica.

Inteligencia sin representación Esta interpretación que hacemos de Heidegger nos muestra un criterio de racionalidad tecnológica lejano respecto de las caricaturas de la «racionalidad instrumental- que solemos encontrar en muchos textos tecnófilos y tecnófobos. Pues si el mundo-a-mano es un mundo que el hombre hace y en el que al tiempo se hace, la racionalidad es una propiedad que define algunas de las trayectorias posibles, algo sobre lo que el análisis de Heidegger no tiene en principio una posición comprometida en términos del propio análisis. De hecho esta interpretación es la que ha influido en una región de la tecnología tan aparentemente lejana a la filosofía heideggeriana como es la inteligencia artificial, que no creo inoportuno traer a colación [véanse Brook y Steels (comps.). Clark, Dreyfus 1, Dreyfus y Dreyfus, Winograd y Flores]. Estos autores comparten independientemente de sus diferencias un profundo malestar con la inteligencia artificial clásica, no

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ya sólo como tecnología sino como proyecto teórico para estudiar la inteligencia. La inteligencia artificial clásica habría estado dirigida, desde el punto de vista de esta concepción, por el paradigma cartesiano representacionalista con la única peculiaridad de haber trasvasado el representacionalismo internalista mental al nuevo lenguaje del procesamiento de información: los conceptos tradicionales serían ahora objetos en un lenguaje mental que, en principio, no establecería diferencias ontológicas entre lo que ocurre internamente en una máquina procesadora y lo que ocurre en el cerebro. El cuerpo y el contexto de acción sería únicamente un lugar o circunstancia donde se produce la acción causada por los estados internos, cuya esencia son sus relaciones informacionales o computacionales, que determinan su carácter computacional. Éstas son a grandes rasgos las principales características del paradigma computacional en inteligencia artificial y por extensión en filosofía de la mente. Dreyfus [1] ya protestó contra la imagen del hombre que se derivaba de esta concepción, y desde hace años ha sido materia de controversia en el terreno de la filosofía de la mente. No es sin embargo el terreno al que queremos llevar nuestro ejemplo. Dentro de la propia inteligencia artificial y especialmente en los autores dedicados al diseño de robots y agentes artificiales preparados para sobrevivir en contextos abiertos y no predecibles, se ha producido en los últimos años una reivindicación de las ideas heideggerianas de la situacionalidad en un «mundo-amano» de actividades." 23 Hasta tal punto se declaran continuadores de la tradición heideggeriana que Winograd y Flores, y en panicular Winograd, padre en cierta medida de los programas capaces de comprender mundos externos, dedican el capítulo 3 de su libro a (explicar» la filosofía heideggeriana. Y lo más sorprendente es lo recomendable de su lectura para alguien ajeno al pensamiento de Heidegger. No solamente Heidegger ha influido en esta concepción. Como reconoce Andy Clark, también Merleau-Ponty, Píaget, Vigotsky y todos aquellos que han concebido la actividad mental como una activi-

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Rodney Brooks ha dado un nombre propagandístico a esta corriente que no hubiera desagradado al propio Heidegger: «inteligencia sin representación». Consiste en el proyecto de concebir la inteligencia como una interacción mediada, continua, temporal entre el cerebro, el cuerpo y sus órganos, los instrumentos y el mundo, de modo que la actividad resultante es un producto cooperativo de la interacción de todos estos elementos. Laracionalidad no es tratada como una propiedad interna y mucho menos representacional en donde los cálculos determinen cada uno de los movimientos. Si usamos la metáfora de un tango, que no puede ser bailado individualmente, podríamos hablar de la racionalidad como de una propiedad parecida a la armonía de los movimientos del baile. Hay muchas formas de bailar, algunas de ellas son armónicas y otras no: la racionalidad sobrevendría sobre la forma de la interacción «situada» en el mundo. De acuerdo con esta interpretación de la filosofía heideggeriana, el carácter del mundo técnico, su carácter ontológico, sería independiente de cualquier noción de racionalidad que podamos considerar. Se trata tan sólo de una forma de superación de la concepción representacionalista, la concepción en la que las técnicas son representaciones en forma de reglas, y postular una situacionalidad o «armadura» (algo que quizás tiene que ver con el Gestell de «La pregunta por la técnica»), una mirada dirigida al proceso, antes que al Estado. La racionalidad, instrumental o no, nada tiene que ver en una orientación que pretende ser ontológica. Pero estas ideas no agotan todo lo que Heidegger sostuvo acerca de la técnica. Junto a este Heidegger que aporta una visión positiva de la habilidad técnica encontramos al Heidegger de la posguerra irremisiblemente pesimista respecto a la tecnología. dad «situada» han influido en esta concepción, pero lo que a nosotros nos importa en este momento es cómo se relaciona con la propuesta metafísica heideggeriana.

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Técnica y destino Después de la guerra, hacia 1959, Heidegger desarrolla una versión alejada de las ideas sobre la instrumentalidad de 1927 y cercanas a las que Horkheimer y Adorno estaban difundiendo: Ahora el mundo aparece como un objeto al que el pensamiento calculador dirige sus ataques y a los que ya nada debe poder resistir r...j. La naturaleza se convierte así en una única estación gigantesca de gasolina, en fuente de energía para la técnica

yla industria modernas [Heidegger 3, p. 23].

La pregunta fundamental de la ciencia y de la técnica contemporáneas no reza ya: ¡de dónde se obtendrán las cantidades suficientes de carburante y combustible? La pregunta decisiva es ahora: ¡de qué modo podremos dominar y dirigir las inimaginables magnitudes de energía atómica y asegurarle asi a la humanidad que estas energías gigantescas no vayan de pronto -aun sin acciones guerreras-e- a explotar en algún lugar y aniquilarlo todo? [p. 23].

Pero Heidegger, pese a algunas interpretaciones, no es un ecologista avant la lettre, sino que nos propone algo diferente, una especie de desasimiento de los objetos técnicos, un modo de estar en donde nuestra relación con el mundo técnico se hace maravillosa-

mente simple y apacible. Dejamos entrar objetos técnicos en nuestro mundo cotidiano y al mismo tiempo los mantenemos fuera, o sea los dejamos descansar en sí mismos como cosas

que no son algo absoluto, sino que dependen ellas mismas de algo superior [... ]. Denomino la actitud por la que nos mantenemos abiertos al sentido oculto del mundo técnico laapertura al misterio [Heidegger3, p. 27].

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Dreyfus ha encontrado en esta actitud de Heidegger una llamada a una relación libre con la técnica, una manera de usarla sin quedar atrapado por ella, Dreyfus considera que esta actitud es la que encontramos en la cultura japonesa [véase Dreyfus 3, p. 99], Y es también la actitud que encontramos en el ensayo-relato de Pirsig que por algo se titula El Zen yel arte del mantenimiento de la moto. Puede que sea cierto, en cualquier caso el argumento que desarrollamos aquí no tiene que ver con cuál haya sido la verdadera actitud de Heidegger, sino con las consecuencias que tienen algunas ideas que han sido influyentes después de él. Es más, concedo que esta interpretación ecologista puede ser la correcta. Pero incluso así, precisamente en esta forma, se muestra ya lo que me parece que reside el aspecto más dañino, más sutilmente dañino y peligroso: es una forma de pensar la técnica esencialmente antidemocrática y antihumana. y no porque Heidegger personalmente no tuviera mayor interés por la democracia, que es sabido que no lo tenía, ni por su compromiso con el nacionalsocialismo, que sabemos hoy que nunca abandonó, pese a tantos intentos de salvarlo, sino porque de un modo esencial su comprensión metafísica, y de su tesis de la técnica como desvelamiento de un destino al que la acción intencional es ajena, lleva necesariamente a un desinterés por la cuestión de la transformación del presente como producción del futuro. Porque la comprensión de la técnica como un aparecer no puede desligarse de un pensamiento en el que el destino es inhumano, es ajeno y en el que sólo cabe una actitud poética de desasimiento, una actitud que es aparente y superficialmente religiosa pero realmente hipócrita: no prohíbe el disfrute, incluso el disfrute irrestricto de los bienes de la técnica, no prohíbe el uso del poder, prohíbe el querer, el deseo, sobre todo el más profundo de los deseos, el de no someterse al destino,

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porque todo análisis de la situación se queda corto al interpre tar por adelantado el mencionado todo del mundo técnico desde el hombre y como su obra. Se considera lo técnico, representado en el sentido más amplio y en toda la diversidad de sus manifestaciones, como el plan que el hombre proyecta y que finalmente le obliga a decidir si quiere convertirse en esclavo de su plan o quedar como un señor. Mediante esta representación de la totalidad del mundo técnico, todo se reduce al hombre, y, como sumo, se exige una ética del mundo técnico. Atrapados en esa representación, nos

reafirmamos en la opinión de que la técnica es sólo una cosa del hombre. Se hace oído sordo a la llamada del ser que habla en la esencia de la técnica. Dejemos de una vez de representar lo técnico sólo técnicamente, esto es, a partir del hombre y de sus máquinas. Prestemos atención a la llamada bajo cuyo influjo se encuentran en nuestra época, no sólo el hombre, sino todo ente, naturaleza e historia, en relación con su ser [Heidegger 2, p. 811. Este texto de Identidad y diferencia me parece sumamente ilustrativo y aleccionador para todos aquellos que pretenden una recuperación de Heidegger con propósitos éticos y aun políticos. Quienes creen que acabando con la forma de representar «lo técnico sólo técnicamente» ya han hecho las paces con Heidegger se equivocan: en e! mismo paquete están todas las demás instancias, las éticas, las políticas, las antropológicas. Porque las exigencias del ser son inhumanas, en e! sentido de que las cosas humanas, tan humanas como e! frío o e! calor, no cuentan en el camino de! destino de! ser. Quisiera traer a colación un texto más bien anecdótico en lo que respecta a las ideas de Heidegger sobre la técnica. No encontraremos muchas propuestas concretas en Heidegger (salvo su programa de acción en e! rectorado, pero mejor lo dejamos a un lado). Sin embargo, en «Construir, habitar, pensar» entró en la consideración de un problema tan con-

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creta como la falta de vivienda al que aplicó su método y estrategia filosófica y concluyó en estos términos:

i Qué pasa con el habitar en ese tiempo nuestro que da qué pensar? Se habla por todas partes, y con razón, de la penuria de viviendas. No sólo se habla, se ponen los medios para remediarla. Se intenta evitar esta penuria haciendo viviendas, fomentando la construcción de viviendas, planificando toda la industria y el negocio de la construcción. Por muy dura y amarga, por muy embarazosa y amenazadora que sea la carestía de viviendas, la auténtica penuria del habitar no consiste en primer lugar en la falta de viviendas. La auténtica penuria de viviendas es más antigua aún que el ascenso demográfico sobre la tierra y que la situación de los obreros en la industria. La auténtica penuria del habitar descansa en el hecho de que los mortales primero tienen que volver a buscar la esencia del habitar, de que tienen que aprender primero a habitar. iQué pasaría si la falta de suelo natal del hombre consistiera en que el hombre no considera aún la propia penuria del morar como la penuria? Sin embargo, así que el hombre considera la falta de suelo natal, ya no hay más miseria. Aquélla es, pensándolo bien y teniéndolo bien en cuenta, la única exhortación que llama a los mortales al habitar [Heidegger 4, p 142). Leído este texto como una llamada al espacio vital se llena de connotaciones terribles, si atendemos al uso que hizo e! nazismo de ese término; pero leído ateniéndonos únicamente a los términos filosóficos demuestra una llamada a una esencia del espacio de habitación difícilmente comprensible o bien terriblemente «conservadora». El problema que subyace nace de la contradicción interna en el pensamiento de Heidegger.v' Mientras que ha determinado correctamen24 Esta tensión tiene también su correlato en la actitud estética de Heidegger. siempre paralela a la actitud hacia la técnica. Molinuevo ha insistido en la separación de los varios aspectos de la filosofía de Heidegger y sobre qué cosas son y no son recuperables. Su análisis, creo, puede trasladarse a la filosofía de la técnica.

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te que no podemos separar a la gente de los lugares, en tanto que espacios que habitan, porque son parte de su constitución diríamos nosotros, Heidegger abandona de pronto el problema real, técnico, político y moral de qué, cómo, para quién, para qué, dónde, etc., construir y se retira a un lugar que llama el pensar que a) en primer lugar deja sin respuesta los problemas centrales antropológicos (y también metafísicos) y b) en su lugar da una respuesta que, considerada con los ojos más compasivos, suena a tautológica: habitar es habitar. No resisto la tentación de comparar este texto de Heidegger con este otro del más radical de los arquitectos de la Bauhaus, Hans Meyer:

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RACIONALIDAD COMO ASTUCIA DE lA RAZÓN

Es el momento de reconsiderar las críticas de la racionalidad instrumental y plantear claramente ya cuál es nuestra opción, que iremos desarrollando a lo largo de los demás capítulos.

Lafiabilidad de la racionalidad

individual (favorecido por la desocupación y por la escasez de vivienda), ahora es una empresa colectiva de toda la nación [Meyer].

¿Aqué estamos llamando racionalidad? No tenemos una buena caracterización de la racionalidad aunque no nos faltan sistemas de normas racionales. La noción económica, instrumental, tecnológica de racionalidad prescribe, en un mundo de recursos escasos, alcanzar los objetivos buscados con el menor costo posible. La racionalidad nos ordena ser eficientes en nuestras acciones." Pero no está muy claro qué significa: numerosos filósofos han protestado contra la restricción de la racionalidad a la elección de medios dejando a un lado la deliberación de fines y la discusión de normas, muchos economistas han señalado la insuficiencia de la teoría de la decisión clásica para explicar y predecir la conducta económica correcta sin introducir normas morales de conducta-" Todas las críticas se resumen en dos: la racionalidad instrumental es muchas veces insuficiente (se puede ser instrumentalmente «racional», pero completamente tonto y ciego como agente que toma decisiones) y en no pocas

Meyer, director unos años de la Bauhaus hasta 1930, cuando en Alemania ya era imparable la marea del fascismo, hizo explícito un programa y un proyecto para la tecnología que explica perfectamente por qué la Bauhaus sufrió tantas persecuciones desde su nacimiento en los consejos obreros de 1919, y que, también hay que decirlo, por qué ahora se rechaza tantas veces bajo la acusación de funcionalismo, tecnologismo, etc., olvidando este componente político y moral sin el que no tiene sentido.

Véanse Quintanilla 5 y la discusión que hacemos más adelante. Los economistas y matemáticos han desarrollado la teoría de la decisión y la teoría de juegos como modelos de decisiones racionales en contextos de incertidumbre y dependencia de las acciones de muchos agentes, sin embargo, hay una queja universal contra el formalismo matemático de la teoría de la decisión. Los psicólogos han observado que los sujetos ncrmales (subrayamos el «normales»] no siguen las normas de la teoría de la decisión cuando realizan juicios intuitivos sobre las situaciones en las que deben tomar decisiones. H. Simón. y después de él numerosísimos teóricos de la ciencia cognitiva, han propuesto una noción «satisfactora» más

Construir es la organización de los procesos vitales. Construir es sólo en parte un procedimiento técnico. El diagrama econó-

mico son las directrices que determinan el esquema del proyecto de la construcción. Construir no es ya una tarea individual, en la que se realizan las ambiciones arquitectónicas. Construir es un trabajo de un conjunto de artesanos e inventores. Únicamente el que sabe dominar los procesos vitales trabajando en

colaboración con los demás puede considerarse realmente un buen constructor. Construir, si antes representaba un negocio

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ocasiones es innecesaria, puesto que bastan criterios menos exigentes para adoptar decisiones correctas e intuitivamente racionales. No sabemos si hay un criterio adecuado de racionalidad, pero sí podemos recoger muchas de las críticas en una noción que no abandona el componente normativo que usualmente adscribimos al término «racional», y al tiempo relativiza el comportamiento racional a los contextos en los que tomamos decisiones: la racionalidad es la facultad que tenemos para adoptar las decisiones correctas y, como tal, exigimos que sea simple y llanamente una facultad fiable. 1) La fiabilidad es siempre relativa a la exigencia del contexto: no es lo mismo tomar una decisión en un contexto en el que las alternativas están bien definidas, los objetivos determinados y consensuados y los medios contrastados, que en los contextos más habituales en los que faltan algunas de esas condiciones. Tendríamos, desde este punto de vista, contextos que son más o menos exigentes y que nos piden normas equivalentes de racionalidad. No exigimos que sea una racionalidad máxima ni nos conformamos con lo que a veces se denomina «racionalidad mínima», sino que exigimos que tenga las garantías adecuadas al contexto. Ser racional en la vida cotidiana, en asuntos pequeños, no exige la misma reflexión que cuando dependen bienes o vidas ajenas de nuestras decisiones. La racionalidad es, para decirlo en pocas palabras, la propiedad que describe la calidad de los controles de calidad que adoptamos respecto a nuestras inferencias y decisiones. 2) En segundo lugar, es concreta y «situada»: recuperamos la idea de la racionalidad como capacidad para crear y

que maximizadora de racionalidad: el agente es racional cuando toma la decisión que le parece mejor relativamente a su conocimiento y sus capacidades, no la absolutamente mejor.

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aprovechar las oportunidades, de la racionalidad tecnológica como astucia: 27 El mito de Odisea el astuto ha sido convertido por Horkheimer y Adorno, en la Dialéctica de la Ilustración, en el paradigma de la racionalidad ilustrada en la Antigüedad. Odisea engaña a los hombres y a los dioses, sobre todo a los dioses, que ahora quedan puestos al descubierto en su impotencia ante la capacidad de simulación de Odisea. Horkheimer y Adorno estaban preocupados por la capacidad de la ilustración griega para destruir los mitos, sustituyendo, según ellos, los viejos mitos por el nuevo mito que representa Odisea. Pero hay muchos más aspectos en Ulises que los que Horkheimer y Adorno han resaltado, incluso creo que han ocultado precisamente los más relevantes desde el punto de vista de la racionalidad. Ulises es quien está más harto de la guerra y de las venganzas. Ha acudido a Troya por obligación, pero resuelve la situación actuando como estratega hábil e inventa un artefacto y un engaño que ayuda a ganar la guerra. No es un pacifista, claro, pero no es el militar y militarista profesional Aquiles, ni el poderoso Agamenón que es capaz de desencadenar una guerra para satisfacer su orgullo de amante herido. Ulises se encuentra con la violencia y trata de resolver la situación de la forma más racional posible. Insisto en los dos términos. En su posterior viaje es perseguido por los dioses, cómo no, a quienes la inteligencia les molesta. Y en varias ocasiones nos muestra Ulises las terribles contradicciones y paradojas de la racionalidad, cómo para ser racional a veces hay que ser irracional, por ejemplo, ordenando a sus hombres que no cumplan sus órdenes cuando el canto de las sirenas haga insoportable la llamada. 27 Debo esta noción a Jesús Vega [2], quien la ha desarrollado históricamente y quien ha dirigido mi atención hacia el mito de Odisea. Jesús insiste más en la capacidad de ser hábil en las acciones situadas, mientras que la noción que aquí presentamos incluye un momento más amplio de

descubrimiento de las alternativas.

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La racionalidad de Ulises es cualquier cosa menos una racionalidad plana e instrumental, al menos según las caricaturas que de la racionalidad instrumental se hacen. Su historia es una historia de contingencias ante las que su razón reacciona aprovechando las circunstancias favorables. La racionalidad de Ulises integra aspectos morales, sin los que no entenderíamos su capacidad para convencer a los compañeros de proseguir el viaje, pero no es mera moralidad, no se reduce a ella. La racionalidad de Ulises es su habilidad para explotar las posibilidades. La habilidad en situaciones contradictorias, tensas, de incertidumbre y riesgo, la mezcla de audacia, prudencia y capacidad para el éxito son los componentes esenciales de la racionalidad.

La.s dimensiones extendida.s de la racionalidad tecnológica El agente aprovecha las oportunidades que le brinda el contexto, y al hacerlo es racional cuando toma la decisión más adecuada a sus intereses. Pero los intereses no son necesariamente meros instrumentos. La decisión puede tomar en cuenta varias dimensiones [véase Nozick]. De hecho sin ellas no podriamos entender el cambio técnico. Solamente la primera de ellas corresponde a lo que tradicionalmente hemos entendido como racionalidad instrumental: 1) Eficiencia. Quintanilla [5] propone un análisis de la noción de eficiencia tecnológica que recoge de un modo sensato y más realista la idea de racionalidad del ingeniero y el economista sin reducirla a la mera relación entre costo y beneficio. Distingue entre los objetivos conscientemente propuestos y los resultados realmente conseguidos. De esa manera se puede establecer una noción de eficiencia como adecuación de los medios a los objetivos. La idea tradicional ingenieril es la eficacia «termodinámica» o relación entre potencia y gasto en términos de unidades de energía, es decir, la

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efectividad y capacidad de alcanzar resultados o el que los objetivos buscados estén incluidos en los resultados. Pero, como dice Quintanilla, no se deben matar moscas a cañonazos, por lo que podemos distinguir también la adecuación de una acción que mide el grado de distancia entre los objetivos propuestos y los resultados conseguidos. Por último, la eficiencia de una acción consiste en la relación entre la intersección de los objetivos y los resultados dada la unión de resultados y objetivos, es decir, la adecuación entre objetivos y resultados obtenidos. 2) Valor. Puede que no sea suficiente que las acciones sean eficientes para que sean racionales, pues una acción puede tener un valor, más allá de los resultados que se obtengan en esa acción, por el hecho de que esa acción «significa» algo, o como Nozick propone, porque su valor es el valor de todas las acciones de una clase. No se puede limitar la racionalidad de las acciones tecnológicas a lo que propone un utilitarismo restrictivo. Muchas de ellas incorporan la intención de mostrar que así se deben hacer las cosas, que las hacemos de esta forma porque así se deben hacer." Más adelante (en el capítulo «El control social de la tecnología ... ») analizamos cómo esta idea permite incorporar los valores, entre ellos los valores internos del artesano y el ingeniero, pero también los valores sociales consensuados o decididos. Esta normatividad interna no es ajena a la racionalidad y debe ser recogida por ella. Por ejemplo, cuando un artesano, ingeniero o técnico insiste en que las cosas hay que hacerlas con un alto nivel de calidad, la decisión no es solamente 28 Nozick se refiere por ejemplo a la utilidad interpersonal: pensemos en la utilidad de no mentir o de ser fiel a la pareja: el hacerlo así ahora recoge la idea de que si violara la regla haría mucho más verosímil la próxima violación. Lo mismo ocurre con la utilidad estratégica interpersonal: superar la desidia en este instante hace más verosímil que pueda hacerlo en otras ocasiones. La idea de utilidad extendida que aplicamos aquí no se refiere solamente a estos aspectos, sino a un concepto mucho más amplio de racionalidad tecnológica.

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instrumental, sino que incorpora un valor extendido que recogemos en esta idea del valor de significado de la acción. 3) Referencia simbólica. Hoy sabemos que las catedrales y los relojes se extendieron en parte por necesidades técnicas yen parte por los efectos simbólicos de la decisión tecnológica. Un reloj señalaba elementos de identidad profunda del sujeto que toma la decisión. y la función simbólica de las decisiones tecnológicas no es un elemento ajeno a la racionalidad, al contrario, es uno de los elementos que suele formar parte en las controversias tecnológicas. Es racional incorporar a las decisiones el hecho de que representan nuestras fronteras como individuos, grupos o comunidades. De esta manera puede recogerse en cierta forma la idea de estilo que no solamente es importante en arte sino también en tecnología, especialmente en los sistemas tecnológicos contemporáneos. Estas dimensiones configuran la decisión del agente o están dadas por la naturaleza de la acción. En la tecnología se configuran estas tres dimensiones de manera interna en la lógica de su desarrollo. Si las ignoramos nunca entenderemos las decisiones tecnológicas, o, peor aún, tendremos que reconocer que casi todas son irracionales. Pero el elemento que quisiéramos resaltar es la contingencia que recoge el concepto de oportunidad. Las oportunidades son a la vez subjetivas y objetivas: son los cursos disponibles de acción que el sujeto tiene que valorar. Están ahí, pero el agente debe descubrir y saber que están disponibles. Son posibilidades sobre las que hay que razonar. No todos los objetivos son posibles, ni representables siquiera antes de disponer de los medios adecuados, no todos los objetivos son realizables, no todos los objetivos son legítimos, y lo más importante, no todos los objetivos están dados: hay que descubrirlos, hay que proponérselos y hay que ser capaz de organizar los medios para llevarlos a cabo. Esta situacionalidad de las oportunidades dentro de un espacio de posibilidades hace que no sean los elementos fijos como suponen

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los economistas. Los contextos reales de acción y decisión son procesuales, interactivos, narrativos, y las decisiones no sólo tienen que ser correctas, adecuadas en el sentido estructural, sino que han de tomarse en tiempo real, a tiempo y deben adaptarse a la situación concreta. No hay nada más irracional que un tonto con un manual de instrucciones. La imagen del ingeniero calculador con la regla de cálculo y el cálculo de la regla no es más que una caricatura hecha por gente alejada de las decisiones reales. El estudio histórico de la innovación tecnológica nos resalta por el contrario lo habitual que es encontrar elementos de normatividad interna, de simbolismo y sobre todo de capacidad para ver más allá que los demás las oportunidades en un mundo de posibilidades. Yde ser hábil para realizarlas, astuto para engañar a la naturaleza y a los dioses. Este difícil equilibrio de contingencia y elementos estructurales es el que se recoge en la idea de racionalidad como astucia, como virtud de aprovechar la situación. Incorpora elementos morales pero no es mera aplicación de un código, incorpora elementos de identidad, pero no es mera propaganda. No es racionalidad máxima ni mínima, es racionalidad fiable, suficiente.

RESUMEN

En este capítulo hemos analizado tres corrientes muy importantes del pensamiento contemporáneo sobre la tecnología en lo que respecta a la noción de racionalidad tecnológica. De la discusión del determinismo tecnológico podemos separar la cuestión de que los problemas tecnológicos se entrelacen y formen un tejido inseparable con problemas sociales y psicológicos, de la tesis determinista. Un problema técnico rápidamente trasciende lo técnico puesto que se inserta en una red de cuestiones de relaciones con un medio

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técnico en el que esa solución tiene lugar, con un ambiente económico, que la hará posible, y con un ambiente social y de uso, que le dará sentido. La complejidad explica que toda decisión tenga consecuencias (a veces no queridas) en diferentes niveles y en lugares alejados del campo de decisión. Pero esta observación no implica el determinismo. La filosofía determinista produce el abandono del problema de la racionalidad: no hay racionalidad cuando sólo intervienen causas. Pero necesitamos la racionalidad porque vivimos en un mundo de incertidumbre y riesgo, y son los problemas realmente duros los que exigen que nuestra razón funcione con lucidez: si la razón fuera mero cálculo no la necesitaríamos. Por último, es falso que la tecnología determine las sociedades: es un factor más entre los otros que las configuran, pero ella misma depende para su subsistencia de lo que estas sociedades decidan. En cuanto al constructivismo, también hay una observación correcta que no puede soslayarse: la flexibilidad interpretativa de todos los sistemas técnicos. La identidad de los artefactos es inestable y está sometida a discusión en los primeros momentos de la innovación y el diseño. Posteriormente la interpretación se fosiliza en la costumbre, y una solución contingente se convierte en lo que antes era solamente una opción que había que discutir frente a otras. De ahí que necesitemos un sujeto colectivo democrático y lúcido: no basta reconocer el carácter social de las decisiones técnicas, antes bien se plantea el problema de cómo construir el sujeto social que tome las decisiones de manera que las opciones del futuro dependan de lo que se decida colectivamente. Yeso no es ajeno a la racionalidad, por el contrario, la racionalidad colectiva es una de las formas más difíciles de conseguir de la racionalidad y uno de los proyectos de más desesperanzada urgencia. Aunque, sin duda, para conseguirla necesitamos abandonar la frivolidad posmoderna del constructivismo.

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Por último, Heidegger: de él aceptamos en primer lugar que el hombre y su medio técnico están para siempre imbricados, )\ en segundo lugar, que las formas de vida son normativas, que si abandonamos la referencia a nuestras formas de vida hemos abandonado también el problema originario de lo técnico. Pero no podemos aceptar la existencia de un nivel de pensamiento originario anterior, posterior o transcendente a los problemas reales y directos cotidianos: no hay sentido en la historia que haya que desvelar. Hay que dar sentido todos los días a nuestras historias particulares. Si estamos más próximos a Heidegger que a todos los demás en uno de los aspectos, nos separa de él una zanja mucho más profunda que con el resto porque recorre la noción misma de racionalidad. Nunca puede ser un trasunto pálido de un plan oculto en la historia que no acabamos de desvelar los humanos. No hay destino, somos los únicos responsables de la historia, los únicos; y necesitamos la racionalidad para que esa responsabilidad no se disuelva en disculpas. Frente a estas tres nociones proponemos una noción de racionalidad como capacidad para descubrir y aprovechar las oportunidades. Una noción que recoge la contingencia de la circunstancia y la habilidad para aprovecharla, pero también la norma de que la decisión sea la más adecuada posible. Esta noción es la que desarrollaremos en los siguientes capítulos.

SUGERENCIAS IlIBJ.JOCRÁFlCAS

Sobre el determinismo tecnológico, Smith y Marx presentan una muy recomendable antología de estudios sobre el concepto. El representante contemporáneo más conocido es Langdon Winner [1 Y 2], aunque ya encontramos varios elementos en Mumford, uno de los grandes clásicos de la historia y filosofía de la tecnología. Una crítica muy acertada desde el punto de vista político se encuentra en Feenberg. En

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cuanto al constructivismo, la antología de M. González, J. A. López Cerezo y J. L. Luján recoge algunos de los trabajos más importantes. Latour [1 y 2] representa la posición más extrema. Una posición más matizada se encuentra en Bijker y en la antología ya clásica de Bijker, Hughes y Pincho Las consecuencias del pensamiento heiddegeríano para la tecnología han sido desarrolladas especialmente por Agre, Dreyfus [1] Y por Winograd y Flores en lo que se refiere a los campos de la inteligencia artíficial y la robótica, pero extensibles a toda la tecnología. Sobre la noción de racionalidad extendida, Nozick es una buena introducción. Nudler (comp.) recoge varios estudios sobre la noción de racionalidad relevantes para nuestra presentación.

MUNDOS ARTIFICIALES N EL CAPrIlIl.o ANTERIOR liEMOS SOSrENIDO que las tres grandes tradiciones en filosofía de la técnica de nuestro siglo, la tradición crítica, la sociológica y la hermenéutica, tienen elementos valiosos que pueden ser mantenidos yelementos rechazables de los que debemos distanciarnos. Esuna afirmación que ahora pondremos a prueba exponiendo qué concepto de tecnología nos permite tal conclusión. Buscamos una característica que nos explique la creatividad, la capacidad de extenderse a todos los rincones, la transformación que introduce la tecnología, en definitiva, un criterio de demarcación. Un criterio así es una frontera conceptual que trazamos en un fenómeno histórico y cultural. Hablamos de historia del arte, de historia de la ciencia y de historia de la técnica como fenómenos parcialmente autónomos 1 y nos referimos a tradiciones culturales que se mantienen vivas en tanto se preserve la memoria de procedimientos, objetos y resultados que, observados a lo largo de intervalos temporales largos, configuran una trayectoria parcialmente autónoma respecto a otras regiones de la cultura.

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1 Nótese, sin embargo, que no siempre necesitamos criterios de demarcación: si queremos contar la historia de la cama, no necesitamos más que identificar el objeto (cama» y situar cada ejemplar en un marco de referencia temporal. No existe ninguna relación interna en el proceso de cambio. Un criterio de demarcación se aplica a fenómenos culturales cuya historia adquiere una cierta autonomía respecto a otros, aunque interactúe con ellos, como ocurre, por ejemplo, con el artey la filosofía, la ciencia y la técnica, etcétera.

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No tenemos una definición clara del territorio de la tecnología: no ha recibido aún la atención cultural que han merecido otros fenómenos culturales. El reciente libro de Carl Mitcham [21 es un volumen de tamaño normal que recoge casi todo lo importante en la historia del pensamiento sobre la tecnología. Pues bien, para hacerse una idea de cuán oceánica es la laguna de nuestra ignorancia, compárese, sólo en tamaño, con la bibliografía sobre fenómenos como la ciencia, el arte o el Estado y se tendrá una medida de la falta de tradición analítica sobre la tecnología. Quizás estemos en una situación similar a la de los filósofos del siglo XVIII que reflexionaban sobre el Estado moderno: ellos mismos formaban parte del proceso de constitución de la nueva forma de Estado. Quizás es lo que ocurre con la tecnología: se trata de un nuevo modo de organizar socialmente la transformación de la sociedad que se está constituyendo al tiempo que reflexionamos; y no es despreciable la posibilidad de que también lo haga con materiales de nuestra propia reflexión. Si comenzamos preguntándonos ¿por qué la gente, las empresas, los Estados, buscan y desean la tecnología? o ¿por qué la temen?, tendremos una buena pista para determinar qué es la tecnología contemporánea. Y esta característica, en la que encontramos el núcleo de valor de la tecnología y por la que juzgamos los sistemas tecnológicos, es la capacidad de abrir posibilidades y crear oportunidades. El horizonte de expectativas cambia al aparecer un cambio tecnológico por pequeño que sea y esta modificación no se reduce a los efectos que de hecho tenga este cambio, sino que se amplía a cuáles puede tener. Los sistemas tecnológicos tienen muchos efectos: transforman las sociedades, hacen ricos a algunos, pobres a otros muchos, acaban con las tecnologías obsoletas, pero muchas otras posibles consecuencias (y oportunidades) se quedan en el territorio de lo que podría haber sido. La tecnología es ante todo un espacio de alternativas posibles: es el lugar desde el que se puede configurar el futuro en lo que de-

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pende de la acción humana. A diferencia de las técnicas, la tecnología es un sistema de instituciones que no ha existido siempre, es un producto de la sociedad contemporánea constituido con los materiales de otras instituciones cercanas.' En primer lugar distinguiremos la tecnología de tres dominios cercanos: la ciencia, las ciencias de lo artificial y las técnicas artesanales. En segundo lugar especificaremos una característica de lo artificial que nos permite relacionar estas tres instancias con la tecnologías: la complejidad de niveles. Por último, consideraremos la idea de las posibilidades pragmáticas construidas colectiva y críticamente como el territorio específico de la tecnología.

LA TECNOLOGÍA Y sus ALREDEDORES:

lA CIENCIA, LAS TÉCNICAS,

LAS CIENCIAS DE LO ARTIFICIAL

Lafrontera entre ciencia y tecnología Hay dos modos de estudiar las relaciones entre ciencia y tecnología. La primera es interna, se refiere a elementos constitutivos y definitorios de la actividad de la ciencia y la tecnología. La segunda es externa, se refiere a las relaciones y distinciones que podemos establecer entre los sistemas sociales de la ciencia y la tecnología. Ambas recogen dos dimensiones constitutivas de la ciencia y la tecnología: como actividades características de la cultura y como instituciones sociales. Veamos en primer lugar la distinción en lo que respecta a su naturaleza como actividades. A su vez, hay dos maneras de enfocar esta distinción: refiriéndonos al método y refiriéndonos a la naturaleza del conocimiento característico de ambas." 2 Sobre esta afirmación del carácter histórico de la tecnología, véase más adelante el capítulo «El control social de la tecnología ... »,

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La tradición moderna ha establecido que el criterio de identificación de la ciencia es el método: lo que distingue al conocimiento científico de otras formas de conocimiento y otros dominios culturales es ser un producto que ha sobrepasado los más rigurosos controles de calidad en lo que respecta a la justificación de sus enunciados y teorías: los experimentos, las pruebas matemáticas, etc. Si queremos aplicar a la tecnología un esquema similar debemos buscar algún criterio lógico o metodológico para caracterizar la tecnología de manera unívoca. Las dos posiciones que encontramos como puntos de referencia son: 1) La posición que considera que la tecnología y la ciencia difieren en el método. 2) La posición que considera que, no siendo la tecnología otra cosa que ciencia aplicada, no hay ninguna diferencia esencial entre ciencia y tecnología en lo que respecta al método. La primera concepción sostiene sus argumentos sobre la base de la distinción entre los objetivos respectivos de la ciencia y la tecnología. Es una posición defendida por los seguidores más o menos ortodoxos del falsacionismo popperiano [véase Agassi]. La tecnología, se afirma, persigue la fiabilidad de sus artefactos mientras que la ciencia persigue la capacidad explicativa que nace de la audacia de las hipótesis.' De estos dos objetivos resultan métodos contradictorios:

3 Véase el número monográfico que TecJmology andCulture [no. 6, 1966] dedicó a esta discusión, en particular los trabajos de Agassi y el de M. Bunge [1 l. La bibliografía sobre el tema, como puede suponerse, es muchísimo más

numerosa, pero estasdos posiciones son las más representativas. 4 En la filosofía popperiana la audacia de una hipótesis se mide por el grado de sorpresa que produce respecto a un trasfondo de conocimientos admitidos en una comunidad. Los grandes descubrimientos, los que según Popper caracterizan la buena ciencia, son primeramente hipótesis que predicen hechos que contradicen lo que cabría esperar. La historia de la física

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la ciencia aprende de los errores, postula hipótesis en los sectores de mayor riesgo y restringe los márgenes de error permisibles en sus predicciones; la tecnología, dirigida a la construcción de artefactos eficientes que hacen menos peligroso y más habitable nuestro medio ambiente natural, no puede, por el contrario, permitirse los lujos conjeturales que la ciencia se permite. La tecnología no permite la falibilidad de sus prospecciones: los aparatos tienen que funcionar en las condiciones normales, los puentes no pueden caerse. Por esta razón su trasfondo teórico son teorías que han sido bien corroboradas. Mientras que en la ciencia no tienen ninguna importancia las verificaciones, sólo las falsaciones -se arguye desde esta posición-, en la investigación tecnológica la ve-

está llena de ejemplos que corroboran esta noción popperiana: la idea de osciladores que emiten energía en paquetes discretos, que Plank tuvo que conjeturar para resolver el problema del espectro de emisión de energía de un cuerpo negro/por ejemplo, fue una hipótesis física que añadió al aparato matemático y que contradecía profundamente toda la ciencia clásica, basada en que todos los procesos naturales eran continuos. Entre septiembre de 1900 y enero de 1901 Plank se atrevió a formular una hipótesis que cambió radicalmente toda la física posterior. El propio Plank estaba asombrado de la audacia de su propia hipótesis (Kuhn 1 es un monumento de la historia de la ciencia que reconstruye con precisión este episodio). En el caso de la tecnología los grandes descubrimientos serían aplicaciones de ciencia bien conocida. Así, la radio, por ejemplo, es un descubrimiento poco notable en lo que respecta al conocimiento. Cuando Hertz «descubre» las ondas de radio en 1888 en realidad solamente comprueba lo que ya había sido predicho por la teoría de campos electromagnéticos de Maxwell más de diez años antes. Marconi en 1895 extiende la emisión de ondas de radio desde unos pocos metros (tal como había hecho Hertz) hasta 2.4 km. En 1901 transmite señales desde Cornualles hasta el otro lado del Atlántico en Terranova, superando la curvatura terrestre. Desde el punto de vista tecnológico la transformación fue radical, tanto como para pensar que es una fecha clave en la historia de la tecnología (y de la sociedad J, pero desde el punto de vista de la audacia cognoscitiva, afirmaría Popper, ya

estaha todo hecho.

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rificación, la corroboración y la aceptación sólo de riesgos mínimos son la base fundamental de los procedimientos evaluativos. El desarrollo del conocimiento se contempla desde esta perspectiva como un proceso que se mueve en una doble dimensión. Por un lado las teorías científicas convergen hacia una mayor verosimilitud, por otro lado, en la medida en que nuevas y más poderosas teorías nos permitan establecer los límites de aplicación de las anteriores, se genera un proceso de convergencia hacia la mayor fiabilidad y eficiencia. Conviene en este momento recordar que estamos hablando de la tecnología en cuanto conocimiento, no en cuanto conjunto de acciones que usan conocimiento. La fiabilidad en este caso también es proporcional directamente a nuestro conocimiento del modus operandi de los sistemas implicados. En el extremo opuesto se encuentran quienes no distinguen entre ciencia aplicada y tecnología. Según esta posición, desde la ciencia más teórica hasta la más simple tecnología existe un continuo sin soluciones. Quienes defienden esto no niegan que existan diferencias entre la tecnología, la ciencia aplicada y la ciencia básica. Estaúltima se ocupa de las leyes que rigen clases muy grandes de sistemas de los que se han abstraído todas las características individuales que nacen de su particular estructu. ra o ~us relaciones con el entorno. La ciencia aplicada se ocupa precisamente de la aplicación de las teorías generales a estos sistemas particulares, aplicación que no tiene por qué entenderse como una tarea trivial o poco creativa,ya que suele ser necesario construir modelos complejos en los que intervienen teorías de muy diferente caráctery muchas vecespertenecientes a disciplinas diversas. Entre ambas no existe, empero, ninguna diferencia metodológica. La tecnología se diferencia de la ciencia aplicada al menos en una cosa, algo que no debe olvidar ninguna concepción: en la tecnología aparecen reglas nomopragmáticas que ordenan o prescriben acciones sobre un sistema para cense-

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guir un objetivos Este componente, sin embargo, no es suficiente para hacer abandonar la posición que acabamos de explicar. Quienes la defienden practican una especie de naturalismo prescriptivo: las reglas se derivarían del conocimiento que tenemos de los estados futuros de un sistema de acuerdo con nuestra ciencia aplicada, más ciertos fines que le son dados a la tecnología desde fuera." El conocimiento que tenemos del sistema nos proporciona una jerarquización de fines instrumentales de modo que las reglas pragmáticas se infieren directamente del camino que la ciencia aplicada nos ha trazado. Así pues, en último extremo, tampoco existe ninguna diferencia apreciable entre ciencia aplicada y tecnología. Estas dos posiciones tienen una parte de verdad y otra de error. La primera tiene razón cuando insiste en que la ciencia y la tecnología se distinguen radicalmente por sus distintos objetivos, la explicación en un caso y la transformación práctica en el otro; tiene razón también cuando insiste en los diversos valores que usamos para evaluar una y otra, pero yerra cuando afirma que se produce una diferencia en el método. Al contrario, laforma de innovación que introduce la tecnología es la aplicación del método científico a la praxis humana.

5 Sobre la naturaleza de las reglas nomopragmáticas. véanse Toribio y Quintanilla 3. 6 Niiniluoto ha establecido varias distinciones entre ciencia básica y

aplicada dentro de un continuo que son relevantes aquí: la más importante y definitiva es la que existe entre utilidades epistémicas (verdad, simplicídad, p. ej.}, que caracterizan los objetivos de la investigación científica básica y utilidades pragmáticas (ergonomía, ecología, Utilidad económica, etc.], que caracterizana la ciencia aplicada. La distinción entre ésta y la tecnología no es de naturaleza sino del hecho de que las proposiciones descriptivas se conviertan en normas prescriptivas, Así, una proposición aplicada tendría la forma: «el objetivo O en la situación S se alcanza haciendo A». Esta proposición puede predecir un hecho o prescribir una acción dependiendo de cómo la consideremos. Sobre la semántica de las reglas tecnológicas, véase el trabajo de Josefa Toribio.

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Decía Marx que la diferencia entre el perfecto trabajo de la abeja y el imperfecto trabajo del artesano consiste en que este último se representa en la cabeza lo que quiere hacer. Es cierto, pero no significa nada todavía, ya que la representación previa es lo que comparten en común todas las acciones humanas: la artesanía, la técnica y la acción cotidiana que nos permite sobrevivir como individuos día a día. La tecnología significa un modo especial de representación de la acción futura: la representación puesta a prueba, sometida a conjeturas y refutaciones'? Al igual que ocurre en la investigación científica, en la tecnología contemporánea también se construyen modelos y prototipos fundados teóricamente que, sobre todo, se someten al control de funcionamiento con el objeto de asegurar sus márgenes de fiabilidad. Si entendemos método como batería de controles de calidad, teóricas en una, prácticas en la otra, las diferencias entre ciencia y tecnología no se encontrarán en el método: no al menos en mayor grado del que las distintas ciencias difieren entre sí. Si no es, pues, en el método, veamos qué ocurre en relación con el tipo de conocimiento que incorporan. La ciencia produce conocimiento, la tecnología cambia la realidad, transforma la materia en nuevas formas, así que un candidato potencial para encontrar una clara demarcación estaría en el conocimiento que poseen los agentes. En ambas -la 7 En los próximos capítulos insistiremos en cómo los diseños son conjeturas sometidas a una y otra contrastación, basados a su vez en un conocimiento común de trasfondo. Constant 11, uno de los más esforzados defensores de la similaridad metodológica de la ciencia y la tecnología, va más allá y sostiene que la racionalidad de las ciencias de la ingeniería sigue el mismo patrón de inferencia bayesiana que las inferencias científicas (véase 3 J. Lo más estimulante de este recomendable trabajo es el modo en el que recoge el reto del constructivismo social para admitir la implicación de lo comunitario en la ciencia. Pero insiste en el papel esencial de la fiabilidad como base de la racionalidad de las decisiones tanto en ciencia como en tecnología. Hay que añadir que además su ejemplo acerca de la ingeniería del petróleo es sumamente convincente.

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ciencia y la tecnología- aparecen proposiciones descriptivas, leyes, regularidades, hechos y proposiciones prescriptivas, reglas. En las dos aparecen también valores,s e igualmente encontramos las mismas discrepancias entre valores incompatibles.? Pero hay una diferencia: en la tecnología se transforma la realidad mientras que en la ciencia solamente se transforman las representaciones. La capacidad de transformar el medio, desde esta perspectiva, afectaría también al conocimiento necesario para hacerlo. Quintanilla [3] ha postulado que la capacidad de transformación de la realidad es la principal diferencia entre ciencia y tecnología. Y es cierto, la transformación del medio como resultado de la tecnología no puede ser dejada a un lado. Quintanilla define las técnicas como sistemas de acciones dirigidas a la transformación de la realidad. Si es así. desde el punto de vista de las acciones deberíamos encontrar entonces algún tipo de distinción en el conocimiento necesario para llevarlas a cabo. Porque lo cierto es que también la ciencia es un sistema de-acciones: acopio de información, experimentación, cálculos, etc. [véase Hacking]. Pero el hecho de la transformación induce algo más. Jesús Vega [11 ha encontrado aquí una profunda diferencia. Las reglas tienen un componente proposicional. lingüístico, y un componente no proposicional. que en inglés se denomina know-how, saber cómo y que fue resaltado por el filósofo de la mente Cilbert Ryle. Las habilidades técnicas, desde el punto de vista de Vega, incluirían algo que no tienen las habilidades científicas, una referencia a un trasfondo de esquemas corporales y de 8 Echeverría [31 incluye un tratamiento sistemático de los valores en la ciencia. Su tesis, correcta, es que el pluralismo de valores es la norma, más que la excepción. 9 Véase más adelante el capítulo 3 para la tensión entre el valor de la innovación y el valor del control del riesgo. La tensión paralela en la ciencia es la que existe entre la búsqueda de la verdad y la evitación del error: una y otra nos producen estrategias metodológicas distintas.

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conocimiento no conceptual que enlaza con el modo en el que están hechos nuestros cuerpos [véase Vega 1, cap. 2], nuestro ser en el mundo, para expresarlo en términos heideggerianos. Este criterio de demarcación nos lleva a una concepción de la tecnología muy relacionado con las filosofías de la técnica de comienzos de siglo que subrayan una notable propiedad que la teoría de la acción ha olvidado tradicionalmente. Sin embargo, no lo considero un criterio suficientemente fuerte de distinción. Es verdad que hay una distinción entre el conocimiento proposicional de un cosmólogo, pongamos por caso, a quien le preocupan los extremos de grandes y pequeñas dimensiones del universo, y el de un bioingeniero que diseña micro cámaras para explorar' el organismo. Pero en los territorios intermedios la distinción se borra o nos obliga a convertir en tecnologías demasiadas ciencias aplicadas. Además, en ciencias conviven también elementos esencialmente prácticos: una buena parte de la biología descriptiva, la taxonomía, la fisiología animal, la anatomía, etc., comparten con la ingeniería precisamente este componente. Maynard Smith, el biólogo evolucionarlo, por ejemplo, cuenta que cuando intentó encontrar un buen criterio de clasificación morfológica de aves tuvo que comenzar a leerse tratados de diseño de aeromodelismo. Otras ciencias como la geografía o la psicología nos muestran que sus representaciones exigen una referencia a estos esquemas corporales. Existe una diferencia entre la ciencia y la tecnología, es verdad: la tecnología transforma la realidad, la ciencia no, o al menos no como objetivo. Pero esta diferencia no se encontrará en el conocimiento necesario para la transformación, en el conocimiento implicado en las acciones, sino en las características de los productos de esas acciones, en las características de los artefactos. Insistimos para acabar esta comparación con la ciencia en nuestra afirmación acerca de la tecnología: es la aplicación

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del método científico a la transformación colectiva de la realidad. No hay pues diferencias en el método o en la naturaleza del conocimiento. Las diferencias están en los productos.

Las ciencias de lo artificial y la tecnología: el arte de modelar la realidad Mayor dificultad de diferenciación existe entre la tecnología y el nuevo complejo de ciencias y de técnicas que Herbert A. Simon [31 ha denominado «ciencias de lo artificial». Veamos algunos ejemplos: teorías matemátícas de la planificación económica y social, como la teoría de juegos, la investigación operativa, la programación lineal, la teoría de la elección colectiva; ciencias de la computación, inteligencia artificial y ciencias cognitivas, teoría de sistemas y de la simulación, teorías de la «arquitectura de la complejidad», teorías del diseño. Son instrumentos que se emplean habitualmente en la ingeniería, desarrollados en contextos de investigación ingenieril y que se estudian en las escuelas técnicas, pero que no pueden ser considerados estrictamente como tecnología. Hay muchas razones para ello. La primera es que trabajan con objetos abstractos como son los modelos matemáticos, los programas de ordenador, las lógicas, etc, que no entrañan generalmente, o no lo hacen como objetivo primario, la transformación del conocimiento, sino la transformación de la información. En segundo lugar, porque desarrollan instrumentos que tienen aplicación por igual en ciencia y en tecnología. Del mismo modo que las ciencias tradicionales producen teorías basadas en leyes naturales, dirigidas a dar explicaciones causales, estas nuevas ciencias construyen ciertos objetos abstractos que llamamos modelos. Lo interesante de las técnicas de modelado es que no solamente nos ayudan a transformar la realidad, también nos ayudan a entenderla. Las teorías científicas contienen también modelos, de hecho las

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teorías científicas son conjuntos de modelos, tal como postula la concepción estructuralista de la ciencia. Pero existe una diferencia entre los modelos de simulación y los modelos de teorías científicas. Aunque ambos son estructuras matemáticas, los modelos que incluyen las teorías estándar tienen una pretensión de verdad literal que no tienen estos nuevos instrumentos. Así, un modelo de un sistema mecánico no solamente pretende predecir la conducta del sistema sino, en la medida de lo posible, capturar y representar la estructura del sistema. Los modelos de simulación están orientados directamente a la predicción y sólo de manera derivada nos proporcionan un conocimiento de la estructura. Javier Aracil, Manuel Liz y Margarita Vázquez [véanse Aracil 1 y 2, Liz 1, Vázquez, Vázquez y Liz] han estudiado las dimensiones epistemológicas de las nuevas técnicas de simulación, especialmente de los modelos que emplean las técnicas de sistemas dinámicos. El origen de una simulación suele ser una estructura de datos compleja, en la que no cabe descubrir a primera vista una regularidad simple: la predicción meteorológica, la previsión de perturbaciones en sistemas complejos como redes eléctricas o redes de comunicaciones, las interacciones de un sistema económico en su conjunto, el desarrollo urbano, un sistema ecológico, etcétera. Para simular un sistema el ingeniero necesita, primero, los datos empíricos relevantes, segundo un'} hipótesis provisional, que le facilitan los expertos en ese sistema acerca de cómo se relacionan las propiedades que pueden actuar causalmente en el sistema complejo, así como ciertos datos sobre su composición y algunas perspectivas sobre su evolución. El modelador no espera, sin embargo, a tener una teoría del sistema en cuestión, elabora un primer boceto de modelo cualitativo que posteriormente se convertirá en una estructura matemática cuando aplique sus técnicas particulares. 10 El pri10

Pueden ser técnicas de sistemas dinámicos (no lineales, particular-

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mer producto es una estructura abstracta que computa o transforma información: predice datos que representan la conducta del sistema real que estamos tratando de representar. A partir de este modelo se construyen progresivos refinamientos que tratan de aproximarse de manera continua a la estructura de datos y ser cada vez más fiables en sus predicciones. El resultado final es también una estructura compleja abstracta que ahora ya podemos emplear como instrumento de controlo predicción de la realidad, pero también como instrumento de conocimiento. Si funciona predictivamente, es que hemos capturado algo nuevo acerca de la estructura de la realidad. El principio metodológico que rige en las ciencias de lo artificial es el principio de simulación: «si parece un pato, .anda como un pato y hace ¡cuál, ¡cuál, no hay duda, es un pato». Las ciencias de lo artificial se basan en la hipótesis metodológica de que ciertas regularidades funcionales pueden ser descritas y capturadas en un nivel abstracto aunque no conozcamos cuáles son los mecanismos causales que subyacen. David Marr, un matemático de Essex, que desgraciadamente para el desarrollo de las ciencias de lo artificial murió de leucemia a los 35 años, desarrolló en 1979 un trabajo de investigación sobre el sistema visual humano, ejemplo paradigmático desde entonces de lo que son estas ciencias. Leinteresaba simular y construir un sistema de visión equivalente al sistema humano, no importaba que estuviese implantado en un ordenador con un robot o en un cerebro humano; debería de dar cuenta de las mismas capacidades en uno y otro caso, incluidas las ilusiones perceptivas. En su trabajo desarrolló una batería de cálculos y modelos que intentaba aproximarse mente, si nos enfrentamos a sistemas dinámicos de alto grado de compleji-

dad), pero pueden ser teorías formales como la teoría de la decisión, la teoríade juegoso, en el caso de la inteligencia artificial y la ciencia cognitiva, técnicas de programación dirigidas a la representación del conocimiento.

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al sistema tridimensional de la visión humana. No vienen al caso aquí sus características, aunque sigue siendo interesantísimo releer su proyecto, lo importante fue la teoría de la distinción de niveles de representación que se ha convertido ya en una definición clásica de las ciencias de lo artificial. En el nivel 1 tenemos una teoría del cálculo: ,,¡Cuál es el objetivo del cálculo?, ¿por qué es apropiado?, y ¡cuál es la lógica de la estrategia mediante la que se le puede llevar a cabo?» [véase Marr, p. 33]. En el nivel 2 encontramos la representación y el algoritmo: ,,¡Cómo puede implementarse esta teoria del cálculo? En particular, ¡cuál es la representación de la entrada y la salida y cuál es el algoritmo para la transformacióni- [p. 33]. En el nivel 3 se sitúa la implementación en el soporte fisico: «¡Cómo pueden realizarse físicamente la representación y el algoritmo?» [p. 33J. Si comparamos estos niveles con el proceso de modelación que describen Aracil, Liz y Vázquez, descubrimos paralelismos robustos: el primer nivel corresponde al modelo cualitativo que a rasgos generales tomamos del conocimiento experto o del conocimiento de los expertos. El segundo nivel es propiamente el modelo y el tercer nivel es una realización física que corresponde ya propiamente a la tecnología. Es en el segundo nivel en el que encontramos el núcleo de estas ciencias. No son ciencias genuinas porque sus explicaciones no son causales." El sistema de visión de Marr, aunque llegue a funcionar no nos dice nada sobre los mecanismos concretos de la realidad. Pero tampoco son proyectos tecnológicos porque están dirigidos a conocer las interacciones abstractas que se dan entre diversos roles funcionales de un sistema. Y al mismo tiempo nos descubren algo de la realidad, la arquitectura funcional, al tiempo que también nos 11 La bibliografía sobre la causalidad en las explicaciones funcionales desborda cualquier intento de referencias. En Broncano 4 he propuesto mi visión personal. Una buena introducción en español es Liz 2.

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descubren una estructura que cualquier proyecto tecnológico deberá realizar en el diseño de un artefacto concreto. Al menos de una forma conceptual debemos distinguir la tecnología de las ciencias de lo artificial, a pesar de que en la práctica estén profundamente relacionadas. Y también de una forma conceptual debemos distinguirlas de las ciencias clásicas. Pero tampoco debemos confundirlas con ciencias aplicadas, puesto que su investigación puede ser en ciertos momentos tediosamente básica y abstracta. Piénsese en los lógicos que investigan lógicas no monotónicas o en las especulaciones de los matemáticos que se dedican a la teoría de la decisión: a pesar de formar parte de estas nuevas ciencias, su nivel es probablemente uno de los más básicos de la actualidad.

Tecnología y técnicas La tecnología es la aplicación del método científico a la satisfacción de las necesidades humanas mediante la transformación del medio ambiente: en realidad también el método científico es la aplicación al conocimiento cotidiano de una nueva forma de racionalidad basada en la curiosidad y la innovación, en la cuidadosa comprobación de resultados bajo el arbitrio de jurados teóricos y empíricos y, ante todo, una racionalidad producto del trabajo cooperativo, aunque también competitivo y crítico. No hay diferencia entre tecnología y ciencia respecto al método: las tecnologías surgen de la innovación de nuestros sistemas de transformación del medio, en particular, en el momento en que se acepta la idea de que el mundo puede ser transformado de muy diferentes formas para satisfacer nuevas necesidades. Son los mismos orígenes ideológicos que los de la ciencia: los que encontramos en Bacon, en Descartes, en las utopías renacentistas y, en general, en todos los movimientos de renovación social. No es casual que sea la Revolución France-

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sa la primera institución de formación tecnológica.J2 Ambas, la ciencia y la tecnología, son producto de un proceso de institucionalización y división del trabajo.t ' Pero la tecnología, a diferencia de la ciencia, tarda aún varios siglos en constituirse socialmente a pesar de que las expectativas sociales no le pueden ser más favorables. Su despegue definitivo exigirá que maduren ciertas condiciones circunstanciales: tiene que acumularse antes un amplio conjunto de técnicas sobre el que construye el acceso al estadio superior de la planificación tecnológica de la acción. Las técnicas surgen de las artesanías. Artesanos inquietos que buscan nuevos métodos, inventores en el sentido más folklórico del término, científicos interesados en mejorar sus aparatos de medida, todos ellos introducen una dinámica de cambio en el pacífico mundo de la artesanía. Nacen las técnicas de la artesanía, en primer lugar, como innovaciones en busca de mejores resultados y, en segundo lugar, como aplicación de ideas científicas. (Con la ciencia la relación es más compleja en los comienzos: son muchas las leyes,naturales que se descubren a partir de las técnicas, e incluso alguna ciencia completa. Tal es el caso conocido de la termodinámica sobre la larga experiencia en ingenios de vapor [véase Cardwell].) La relación que existe entre la acumulación de descubrimientos técnicos y la tecnología es la misma que existe entre el conocimiento que se desarrolla mediante un ciego proceso de ensayo y error y el conocimiento científico maduro, organizado en complejos programas de investigación que articulan investigaciones de naturaleza muy diversa en periodos muy amplios. O si se quiere, también, en la relación del trabajo artesanal con 12 vérin estudia la emergencia de un nuevo tipo de actor social, el ingeniero, en los siglos xvn y XVIII, siglos en los que se produce la revolución científica. Véase también Rogers. n Sánchez Ron realizó un buen estudio de la importancia que tiene la institucionalización tanto en ciencia como en tecnología.

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la gran industria. La tecnología significa el paso de un modo simple de comportamiento racional a un complejo institucional en el que la planificación, la innovación y el control ya no son patrimonio de personas particulares sino en cuanto éstas forman parte de instituciones. Lasdiferencias están en la escala, en la división social del trabajo, en la composición de los pIanes, en el conocimiento incorporado y en la complejidad del sujeto que produce la tecnología. Este cambio estuvo profundamente relacionado con la emergencia de la actividad del diseño. El diseño, que estudiaremos más adelante, implica un lenguaje abstracto simbólico, de dibujos y representaciones precisas que permiten varias transformaciones en las técnicas artesanales. Recojo algunas que han sido señaladas en un lúcido artículo de David McGee aplicado a la arquitectura naval: 1) El artesano trabaja directamente con materiales, mientras que el diseñador lo hace con representaciones. 2) El artesano tiene que ajustar las piezas una a otra por un lento trabajo de modelado y acoplamiento: en el diseño se hace a través de la prefiguración de la forma exacta de las piezas. 3) El diseñador puede modificar una y otra vez sus representaciones, el artesano solamente puede modificar los artefactos. Cuando se trata de algo tan grande como un barco de guerra, esta propiedad se convierte en una ruptura determinante. 4) El diseñador crea un lenguaje esotérico que exige nuevas habilidades que ya no son solamente prácticas. 5) Un diseño exacto y preciso permite cálculos matemáticos y por consiguiente puede aplicarse la ciencia, cosa que no ocurre con la artesanía. En la revolución científica las matemáticas se convirtieron en el nuevo lenguaje de la naturaleza que permitió una nueva forma de pensar las leyes mediante modelos abstractos que se aplican a muchos fenómenos de muy diversa natu-

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raleza. Un modelo matemático de flujo de fluidos, por ejemplo, se puede aplicar a las corrientes eléctricas en un medio conductor, al aire en la superficie del ala de un avión o al agua en una turbina. En la revolución tecnológica se produjo un proceso muy similar: los borradores y esquemas que usaban los artesanos, los mecánicos y los «ingeniatores. dan paso progresivamente a representaciones cada vez más precisas de los artefactos. Aparecen los planos: representaciones en las que cada parte del dibujo representa una parte de la máquina, del barco o el edificio. Poco a poco aparece un lenguaje abstracto de representación: las piezas se dibujan en diversas perspectivas, se introduce el plano a escala, que permite medir con precisión la forma de las partes en el plano. El nuevo técnico puede ahora cambiar un papel, imaginar nuevas formas, corregir defectos, calcular resistencias y comportamientos sin necesidad de realizar el objeto. Un plano lleva tiempo, formación, horas de trabajo. Pero introduce un cambio sustancial: se mueve en un mundo abstracto que progresivamente se hace más concreto y termina (o no) en un artefacto concreto. McGee observa que en este proceso los intereses sociales y políticos pudieron ser importantes. Su ejemplo es el de la arquitectura naval militar en la Inglaterra del XVIII YXIX: el Parlamento quería buenos barcos para la Armada pero no pagar más impuestos, de ahí la presión por calcular lo máximo posible el comportamiento de un barco antes de construirlo. Los arquitectos comienzan a desarrollar representaciones cuidadosas del casco y a calcular el comportamiento. Antes de 1860, observa McGee, apenas se puede prever más que los centros de gravedad, y apenas un poco del comportamiento dinámico. Pero aunque solamente fuera por reproducir los barcos cuyo comportamiento se mostró excelente, ya estaba justificado un lenguaje abstracto que ya no podían leer los carpinteros navales de los astilleros.!" Un 14

La historia posterior ya se complica demasiado, es la historia del di-

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ejemplo gráfico de este cambio lo muestran los varios casos en que alguna cultura sin medios industriales han reproducido objetos sofisticados como armas o automóviles. La reproducción se ha hecho mediante una costosísima reproducción exacta de cada una de las partes, sin mediación de planos y especificaciones técnicas. La habilidad técnica indudable de sus herreros solamente puede ejercerse mediante un derroche increíble de tiempo, materiales y mano de obra. Podemos hacernos una idea de cómo el nuevo lenguaje abstracto implica una irreversible separación del mundo de la técnica artesanal y una organización social de la distribución del trabajo técnico. Concluyendo, la tecnología, sus instituciones, los sistemas tecnológicos y sus productos, los artefactos, conforman un territorio cultural profundamente relacionado con la ciencia, con las ciencias de la modelación artificial y con las técnicas, pero es un territorio que tiene una cierta autonomía en la historia, sus propias tradiciones y reglas.

DE lA DIVISIÓN E"mE LO NATURAL Y LO ARTIFICIAL

Algunos criterios de distinción La distinción entre lo natural y lo artificial sigue siendo una de las cuestiones más debatidas y es una importante división que afecta a otras también muy importantes, como es la distinción entre aspectos normativos y descriptivos. El caso es que, como tantas veces suele ocurrir, tenemos muy clara la división mientras nadie nos pregunte por ella. Necesitamos un criterio que cubra los casos paradigmáticos y que nos ilumine también en los casos difíciles. seña contemporáneo. Véase Banharncomo una buena introducción a la historia del diseño moderno.

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Manue! Liz [véase 3] cree que no podemos encontrar un criterio claro. Si bien admite que lo necesitamos, piensa que cualquier criterio que adoptemos para dividir lo natural de lo artificial tendrá que usar otras dicotomías que él cree que son aún más confusas o están aún en mayor peligro. Por ejemplo, los objetos artificiales son objetos fabricados intencionalmente mientras que los naturales han sido producidos por causas. Pero si somos escépticos respecto a alguna de estas distinciones se pone rápidamente en peligro la posibilidad de establecer una distinción clara entre los dos mundos. Y de hecho es cierto que la dicotomía entre intenciones y causas es una de las más controvertidas de la filosofía actual, 15 por lo que no tendría mucho futuro e! proyecto de establecer una frontera seria entre objetos diseñados intencionalmente y los que no lo han sido. La estrategia de Manue! Liz es encontrar objeciones de este tipo para cualquier distinción posible, por lo que concluye que es un tipo de antinomia como las que denunciaba Kant, una distinción que estamos obligados a hacer pero que no podemos hacer. La conclusión es precipitada aunque sí es cierto que depende ~e otras distinciones, incluso distinciones problemáticas. Pero eso le ocurre a toda distinción conceptual: depende de otras distinciones conceptuales. Lo incorrecto en e! esquema de Liz es que sospecha que la distinción debe demarcar dos mundos separados. No concibe que es una distinción entre e! mundo natural y una parte característica suya. Obsérvese en la figura las dos formas de distinguir lo natural y lo artificial: un criterio para demarcar lo artificial no es un criterio que separe lo artificial de lo natural, sino un cri15 Así, un filósofo como Jaegwon Kim ha criticado lanoción de propiedades funcionales y por extensiónde propiedades representacionales como propiedades reales, puestoque no son propiedades causales. Sólo laspropiedades intrínsecamente causales son propiedades que conforman la arquitectura de la realidad, las demás son propiedades de segundo orden que no entendemos bien hasta que no conocemos su basecausaL

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Objetos naturales

o

Objetos

artificiales

Objetos artificiales Objetos naturales

FIGURA 1

terio que establece qué partes del mundo natural son artificiales. No siempre está clara esta idea. Así, José Sanmartín [2] afirma «La distinción, en suma, entre lo natural y lo artificial suele ser bastante sencilla. Loaproductosde.Ia.cultura. fácilmente identificables, se superponen ala-naturaleza, no.entran.a formar parte de ella» [2, p. 78]. Ocurre, sin embargo, que esa distinción tan fácil supone otra equivalentemente difícil, como es la distinción entre naturaleza y cultura. No podemos referirnos fácilmente a ella sin una cierta sospecha de estar cometiendo un círculo. Tomemos pues e! primer candidato: objetos artificiales son objetos producidos porla cultura y objetos naturales son los producidos por la naturaleza. Si tuviésemos un criterio claro de distinción entre naturaleza y cultura, estaríamos ante una buena distinción entre lo natural y lo artificial. Por ejemplo e! criterio biológico de distinción entre naturaleza y cultura: naturaleza es la información transmitida genéticamente, cultura es la información transmitida no genéticamente [Mosterín]. El criterio es muy interesante pues se aplica a todos los casos normales, aunque tiene un problema de cierta gravedad: no nos permite diferenciar productos animales de productos humanos, pues, como muchos biólogos han estudiado [véase Bonner], son

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numerosas las especies que dependen para su supervivencia de técnicas y artefactos que son transmitidos culturalmente, por aprendizaje individual mediante imitación. Los felinos enseñan a sus crías a cazar, los chimpancés fabrican bastoncillos para extraer termitas y pequeñas esponjas para empaparlas con el agua de los huecos de los árboles en las épocas de sequía. Si no observasen a sus semejantes hacerlo no lo aprenderían. Podemos decir que los animales fabrican artefactos y tienen técnicas, pero abandonamos entonces la intuición que respalda nuestro criterio, el que lo artificial pertenece al dominio esencialmente humano. Un segundo candidato, que se acercamás a esta intuición, es el criterio de intencionalidad: objetos artificiales son aquéllos producidos intencionalmente. Es el criterio de Marx para diferenciar los productos del arquitecto de las construcciones de la abeja. El arquitecto se representa previamente lo que quiere realizar y actúa siguiendo un plan dirigido por esta representación. Como el anterior, también es un criterio intuitivamente aceptable y establece una condición suficiente de la tecnología. Pero igualmente nos deja sorprendidos ante muchos productos que tendríamos dificultades para calificar como tales. ¿Qué es lo que nos representamos?, ¿es el objeto?, ¿es su formal, ¿es su materia?, ¿es el modo en el que llegamos a construirlo? Pensemos en un grupo de cazadores y recolectores que vuelve todas las tardes a su aldea. Se representan el final de su camino, se representan los paisajes que deben atravesar, quieren llegar del modo más sencillo y rápido y todos los días hacen el mismo trayecto. El resultado es un sendero que es un subproducto de sus acciones intencionales, pero que en sí mismo nunca fue intentado como tal. ¿Sería artificial de acuerdo con el criterio de intencionalidad? Y, por otro lado, observemos los instrumentos de piedra de las culturas de guijarros que realizaron homínidos anteriores. Apenas podemos distinguir en ellos elemento alguno de artificialidad, a pesar del duro esfuerzo que exigió su elaboración.

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Un tercer criterio es el criterio de control. No basta la intencionalidad. El grado de artificialidad de un objeto lo produce el grado de control que tenemos sobre él. También es un criterio intuitivo que identifica como artificiales los objetos paradigmáticamente artificiales. El reloj, por ejemplo, que desde el siglo XIV se convirtió en el objeto que apuntaba a la existencia de un constructor y diseñador. Pero igualmente nos deja sorprendidos ante casos que no quisiéramos eliminar. El más claro son los grandes sistemas técnicos en los que se debaten las más duras controversias tecnológicas contemporáneas. Son objetos complejos, cuyas partes están controladas, probablemente con el mayor grado de control que podamos imaginar, pero cuya composición ya no lo es. Precisamente las discusiones sobre riesgo aceptable en las nuevas tecnologías provienen de esta razonable sospecha. 0, como ha analizado Javier Echeverría [véanse 1 y 31, las nuevas tecnologías de la acción y la comunicación a distancia, internet, por ejemplo, controlable en sus elementos, pero no en cuanto «objeto», mucho más parecido a un medio o a un paisaje. Los anteriores criterios establecen condiciones necesarias pero no suficientes para encontrar objetos artificiales. El criterio que propondremos establece una distinción desde dentro: se trata de encontrar una propiedad que identifique una característica de nuestras técnicas y de los artefactos que fabricamos con ellas. Este criterio es la composicionalidad de las técnicas y los artefactos. Para desarrollar este concepto vamos a referirnos brevemente al modo en el que comprendemos sistemas complejos como los organismos o los artefactos: la ingeniería inversa.

Paisajes de eficacia La intencionalidad del diseño es un criterio que subraya el origen de los artefactos, el control se dirige al éxito en nuestra

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empresa, pero necesitamos alguna característica que dependa del propio objeto, algún criterio de artificialidad que dependa del propio hecho de la técnica y sus resultados. Pues bien, una pista para este criterio nos lo facilita un conocido argumento antievolucionista que busca demostrar así la existencia de un creador del mundo y las especies: Supongamos que, al cruzar un zarzal, mi pie tropieza con una piedra, y se me pregunta cómo esa piedra ha llegado hasta allí; probablemente podría contestar que, por lo que yo sabía, había estado allí siempre: quizá tampoco sería fácil demostrar lo absurdo de esta respuesta. Pero supongamos que hubiese encontrado un reloj en el suelo, y se me preguntase qué había sucedido para que el reloj estuviese en aquel sitio; yo no podría dar la misma respuesta que antes, de que, por lo que yo sabía, el reloj podía haber estado allí desde siempre. Este argumento fue escrito por William Paley, en su Natural Theology - or Evidences of the Existence and Attributes of the Deity Co/lected from the Appearances of Nature, en 1802. Su argumento se basa en un argumento a la mejor explicación, que infiere que cierto grado de complejidad estructural en los efectos no sería posible sin cierto grado de complejidad estructural en las causas." Independientemente de que sea muy convincente como demostración de la existencia de Dios, sí es efectivo como criterio para delimitar el territorio que los sistemas biológicos comparten con los artefactos dentro de la naturaleza. Es un territorio en el que reinan la complejidad y 16 Sober [3, pp. 63 y ss.] estudia la estructura lógica de este argumento distinguiendo entre lo que es un argumento a la mejor explicación y lo que es una inducción: muchas de sus consideraciones están supuestas en la aplicación que vamos a hacer a los objetos técnicos de la teoría de las funciones biológicas. Otras consideraciones pueden encontrarse en Beth Prestan, 1998, quien compara eluso de la noción de función en los artefactos y en los organismos. Manuel Liz dirigió mi atención a este trabajo en una provechosa sesión de discusión sobre la distinción entre artificio y naturaleza.

MUNDOS ARTIFICIALES

lOS

el diseño. Los sistemas artificiales son un tipo específico de sistema que pertenecen al orden de lo complejo, un orden que podemos especificar así: Sistemas causales> Sistemasbiológicos> Sistemas artificiales No hemos resuelto todavía nuestro problema de encontrar un criterio claro de «artificíalidad», pero hemos descubierto algo nuevo en la distinción entre naturaleza y artificio que emerge del argumento del relojero. Daniel Dennett [3] ha traducido esta tricotomía en esta dicotomía: 1) Orden: estructura física causal puramente nómica. 2) Diseño: estructura física causal que exige un tipo especial de explicación. La idea es que ciertas estructuras en la naturaleza necesitan ser interpretadas y no meramente explicadas mediante un tipo especial de perspectiva que es la ingeniería inversa o perspectiva del diseño. No es suficiente conocer exhaustivamente el complejo causal de un reloj como lo haría un físico para saber que ese objeto es un reloj: necesitamos algunos hechos más. La forma física solamente adquiere «sentido» solamente cuando adivínamos que un proceso sistemático ha organizado así la materia para que se realicen ciertas funciones: la rueda de escape, el péndulo, los engranajes, la esfera y las manillas, etc. Imaginemos un ser de otro planeta (o un arqueólogo industrial) que encuentra el reloj en la playa: debe «interpretar» las partes, la forma, como partes y formas adecuadas a ciertas funciones. Este proceso de interpretación que llamamos ingeniería inversa se somete a ciertos principios o presupuestos. El más importante es un supuesto de optimización de recursos: en el reloj no sobran tuercas, cada parte está ahí porque cumple una función en el sistema y si no, no estaría. El supuesto de optimización tiene un doble componente:

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un supuesto de buena estructura o de máximo en un paisaje de eficacia, y un supuesto de economía causal. Principio de buena estructura: la relación estructura/función es la más simple y eficiente de las posibles La buena estructura es relativa a un marco físico que constri-

ñe las posibilidades: por ejemplo, el material del que está hecho el reloj. En términos económicos significa que nos encontramos ante un óptimo que puede ser absoluto o relativo, global o local. Podemos entender mejor esta idea en el marco del concepto de paisajes de eficacia. En el Colegio Mayor «Arzobispo Fonseca» de Salamanca se expone una preciosa colección de relojes que abarcan los siglos XVI al XVIII. SUS formas, mecanismos y materiales varían enormemente: madera, papel incluso, marfil, diversos metales y aleaciones. Todos miden el tiempo pero lo hacen con diferente precisión, fiabilidad, robustez, etc. Algunos son más manejables y transportables que otros, unos sirven para el mar y otros para el bolsillo, otros son ornamentos domésticos. Hasta que no se ve la colección no se puede uno imaginar cuán grande es la variedad de formas de los relojes. Imaginemos ahora que tenemos una cierta forma de medir su valor de eficacia.'? No nos importa si es fácil o no hacerlo o si la eficacia es una propiedad singular o el resultado de un complejo multidimensional de otros valores. A cada reloj le podemos dar un valor de eficacia y representarnos de forma abstracta el espacio en el que se expone la colección, una preciosa sala del XVI, como un espacio geométrico en el que cada punto representa el valor de eficacia. Las trayectorias en el espacio podemos considerarlas como paseos por la habitación explorando las varias soluciones al problema de medir el tiempo. Pensemos ahora en una sala borgiana infinita en la que estuvieran expuestos 17

Véase en el capítulo siguiente la propuesta por Quintanilla [4}.

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todos los relojes posibles, algunos de ellos existentes, algunos que nunca existirán, otros que se han perdido para siempre. Su representación geométrica configura un paisaje de eficacia y las trayectorias de un punto a otro podemos entenderlas como paseos de exploración en este paisaje de eficacia, como exploración en el horizonte de posibles diseños de relojes.l" El principio de buena estructura nos dice que los objetos que encontraremos ahí constituyen máximos locales en la eficacia funcional: relojes que funcionan o han funcionado, aunque no sean los mejores posibles, pero sí mejores que cualquier otra configuración de partes, de tuercas, tornillos y volantes que podamos hallar en los alrededores cercanos de este espacio. Supuesto de progreso de las trayectorias adaptativas: las trayectorias históricas siguen la línea de aumento del valor de eficacia No hay milagros en la historia de los artefactos. Los organismos y artefactos nacen después de largos procesos de adaptación en el que la selección natural, en un caso, la inteligencia en otro, van mejorando las partes o inventando nuevas."? Los diseños con buena estructura que han producido la forma y la arquitectura funcional de un artefacto exploran las trayectorias en el paisaje de eficacia yfie suceden en la historia «subiéndose» a las alturas de eficacia de los diseños anteriores. De manera que las 18 La teoría de los paisajes de eficacia ha sido desarrolladapor los teóricos de la complejidad del Instituto de Santa Fe: Kauffmann, Kauffmann y Levin, Cowan, Pines y Meltzer (comps.). Dennett 3 discute el significado filosófico de estas propuestas. En español se encuentra ya abundante bibliografía sobre este tema. Como introducción es interesante el libro colectivo de entrevistas La tercera cultura, Barcelona: Tusquets. 1997. 14 donde reivindica que el poder de las decisiones corresponde solamente a quienes posean la peculiar sabiduría práctica que nace de la habilidad del científico. La cuestión es importante desde el punto de vista de la racionalidad tecnológica, puesto que está involucrado el problema del control de la tecnología y la ideología del experto.

RESUMEN

En este capítulo hemos ampliado dos características de la racionalidad tecnológica que aparecían ya en el capítulo anterior. Consideramos que la racionalidad del cambio técnico deriva del modo en el que una colectividad compleja crea y transforma diseños de artefactos y sistemas. La base de nuestra argumentación es que la racionalidad de cualquier acción tecnológica es una relación entre un contexto de producción y un contexto de uso. En cada contexto hay circunstancias restrictivas y un sujeto que produce o usa el artefacto. La racionalidad deriva del éxito de esta relación. Un aspecto al que le hemos dedicado atención es a la naturaleza colectiva del sujeto de la tecnología, en la que se encuentra una de las más profundas diferencias con el cambio técnico de otras 24

Polanyi 2, cap. 4.

LA LÓGICA DEL DISEÑO Y

m.

SUJETO DE LAS DECISJONES

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culturas y épocas. La coordinación de los intereses de las muchas partes implicadas en el desarrollo tecnológico hace que la racionalidad sea necesariamente deliberativa. Así, el conocimiento que los implicados en el desarrollo tecnológico deben poseer incluye dimensiones económicas, sociales, éticas y políticas. La segunda parte de este capítulo se dedica a la naturaleza compleja del diseño y del proceso de diseño de los artefactos. Se expande la idea de composicionalidad que apareció en el capítulo anterior y se desarrollan dos ideas. La primera es la idea de que el diseño como planificación implica el manejo de esquemas de procesos progresivamente más abstractos en la medida en que ascendemos en la escala de generalidad y progresivamente pormenorizados a la hora de ponerlos en práctica. La segunda idea es la naturaleza interdependiente de las partes. La conclusión de ambas ideas nos lleva a la noción de patrón desarrollada por el arquitecto Christopher Alexander: los patrones son redes de interdependencias que pueden ser formalizados y controlados por el diseño.

SUGERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Sobre la naturaleza colectiva de la tecnología un trabajo pionero y fundamental es el de Cross y Elliott. Constant 1I [1] estudia con gran cuidado histórico el ejemplo de la revolución en la industria aérea. Douglas es una buena introducción a los problemas de sujetos colectivos. La obra compilada por Bijker, Hughes y Pinch se ha convertido ya en un punto de referencia de la complejidad social del proceso de diseño y, dejando a un lado los compromisos constructivistas de muchos de los colaboradores, es un libro imprescindible. Sobre la noción de diseño, además de las referencias del capítulo anterior, especialmente Sima n [3], Boden amplía muchas ideas sobre la creatividad. Pero sobre todo nos referimos a la obra

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de Christopher Alexander, cuyas nociones de diseño tuvieron cierto impacto hace dos décadas pero que merece una lectura filosófica aún no realizada. El libro de J. c. Iones contiene también ideas muy sugerentes. La noción contextual del proceso de diseño se encuentra en obras como las de Winograd y Flores, Hutchins, Smith y Clancey. Todas ellas pertenecen a las nuevas ideas que han nacido de la inteligencia artificial llamada «situada».

EL CAMBIO TÉCNICO Y LA EVOLUCIÓN L CAMBIO ES CONNAIURAL A LA CULTURA HUMANA Y el cambio técnico ha sido la regla desde los tiempos profundos de nuestros orígenes. En las culturas preindustriales el cambio seguía las pautas erráticas de la innovación parsimoniosa que se difundía lentamente; en la cultura industrial, la tecnología impone una forma distinta de desarrollo: la creatividad se convierte en un fin, la novedad por la novedad, el cambio permanente. La emergencia del proceso artificial de diseño, del conocimiento técnico y de los lenguajes abstractos de diseño conforma un marco en el que la creatividad se convierte en norma. Ya ocurrió algo muy similar cuando la aparición de la escritura permitió la literatura como actividad esencialmente creativa, proceso que se acelera con la imprenta. La tradición oral alcanza muy rápidamente sus límites de creatividad, que son eliminados por la capacidad de memoria, la corrección reiterada y la difusión que permiten la escritura y, posteriormente, la imprenta. Los sentimientos estéticos y simbólicos pueden ser los mismos en las dos tradiciones, pero los efectos de escala hacen que las culturas con tradición escrita adquieran una dimensión que no tienen las que permanecen en estadios de transmisión oral. Pero la mala nueva es que el proceso de cambio rapidísimo se convierte él mismo en un nuevo medio en el que crece y se desarrolla la tecnología, por no decir los demás aspectos de la economía y la

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cultura. Ya no cuenta solamente que la tecnología cambie, lo esencial comienza a ser cuál es el lugar que cada agente logra en la nueva carrera del cambio tecnológico. La competencia por la mejor información, la habilidad para estar en el momento preciso en el lugar adecuado, la capacidad tecnológica de una sociedad, su cultura tecnológica, la lucidez para comprender las trayectorias de lo que está ocurriendo, son ya los nuevos escenarios en los que discurre la historia. Viejos imperios lucharon durante siglos por la posesión del secreto de la seda o al menos por el control de las rutas de comercio; nuevos imperios lucharon a comienzos del siglo xx por el control de las fuentes de las materias primas para sus conglomerados industriales. Estas formas de competencia han cambiado radicalmente en el marco de los procesos contemporáneos de desarrollo tecnológico. La lucha no es tanto por poseer cuanto por estar: en el lugar preciso, en la corriente de información necesaria. Las relaciones de asimetría y poder abandonan las viejas formas de la propiedad para adoptar las nuevas formas de control del cambio tecnológico. Los nuevos señores no son ya los que poseen los medios de producción de los bienes sino los que poseen la capacidad de transformación de los medios de producción de los bienes. Quien tiene la capacidad de imponer un «estándar» tiene la capacidad de someter la capacidad de cambio. Cuando escribo estas líneas la última tripulación de la Mir ha vuelto a la Tierra. Se plantea ya cómo ayudar a Rusia a recuperar la estación espacial, pues todo el mundo ha entendido que el fin de la Mir es la segunda caída del muro de Berlín, el verdadero final de siglo en el dominio de la tecnología. Una de las glorias de la capacidad humana de transformación ha interrumpido su trayectoria porque el medio que la produjo había cambiado radicalmente. Una trayectoria perdida.

EL CAMBIO TÉCNICO Y LA EVOLUCJÓN

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ALCUNOS PROBLEMAS EN LA EXPLICACIÓN DEL CAMBIO mCNoLÓCICO

La lógica del cambio técnico es uno de los problemas más urgentes en lo que respecta al estudio y a la praxis de control: las decisiones tecnológicas tienen consecuencias ambientales, tienen consecuencias sociales y también económicas. Una decisión equivocada en tecnología amplifica la equivocación en el futuro. Una empresa de larga trayectoria puede finalizarla si su decisión es equivocada o si es incapaz de reorganizarse adecuadamente, una decisión tomada sin precauciones por los efectos en el sistema de empleo puede conducir a que una gran parte de la población quede sin capacidades de adaptación a las nuevas exigencias. 1 Al tiempo que las consecuencias se entrelazan unas con otras ha crecido la conciencia «metatecnológica» de reflexionar previamente sobre las decisiones tecnológicas. Las luchas por la exigencia de estudios de impacto previos a cualquier decisión ya es una práctica normal de muchas legislaciones; no lo es tanto la exigencia de que los estudios sean fiables y suficientemente comprensivos. De modo que hay ya mucho en juego para que el cambio técnico no sea objeto de reflexión y debate público en todos los niveles de decisión." El control social del cambio tecnológico exige, de manera ideal, saber y poder: conocimiento de los mecanismos de la innovación y capacidad para controlarlos. Desgraciadamen1 De la Torre y Conde, y Castells 3 presentan buenas aproximaciones al impacto social y económico de las nuevas tecnologías. En ambos casos se adopta una posición sistémica, en donde buena parte de los problemas surge de la falta de preparación específica para el cambio técnico, sea en la fase de proyecto, sea en la fase de gestión del cambio. El problema del empleo, por ejemplo, es el problema de la preparación para la nueva estructura del empleo, que, a su vez, es un problema de comprensión de las consecuencias de una decisión tecnológica en un sistema social de red. 2 Como introducción a la política tecnológica pueden consultarse Pavitt y Quintanilla {coord.).

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te, sabemos muy poco, si es que sabemos algo, acerca de los factores que determinan el cambio tecnológico como para orientarlo racionalmente en la dirección adecuada." Sabemos, por ejemplo, que hay correlación entre el desarrollo económico y el tecnológico, pero no sabemos repartir las causas y los efectos de esa correlación. Sabemos que hay relación entre el desarrollo científico y el tecnológico, pero tampoco sabemos repartir las causas y los efectos. y sabemos también que hay correlación entre el cambio social y el cambio técnico, pero tampoco sabemos repartir las causas y los efectos. Se han realizado buenos estudios de los casos recientes de éxito tecnológico como Japón y los «dragones asiáticos» y comenzamos a tener un acervo de estudios históricos, pero, frente a lo que suponía Daniel Bell, la prospectiva tecnológica es todavía un sueño irrealizado. Son muchas las cuestiones que plantea una teoría del desarrollo tecnológico, algunas de orden técnico y otras de orden conceptual o filosófico. De entre éstas segundas, las que 3

Eugenio Moya [p. 2141 me critica por decir que el control del cambio

tecnológico es de suyo un problema tecnológico y no moral (o no sólo moral). Mi posición no es como insinúa «tecnopornogréfíca»: todo vale a favor

de la técnica, sino que se atiene a dos principios de sentido común, el primero es moral: el «debe» presupone el «puede» y el «puede) presupone el «sabe cómo», el segundo es que existen en el mundo ya varias morales comprensivas incompatibles y todas ellas razonables [véase RawIsJ. Las decisiones morales deben ser acompañadas de decisiones políticas suficientemente compartidas por todas las posiciones. Moya propone como alternativas «morales» un principio de autonomía y un principio de respeto que no le impiden la petición de que intervenga el Estado (por ejemplo contra los padres testigos de Jehová, p. 206) como petición «moral», no política. Que el Estado intervenga por criterios morales, sabiendo que no estamos de acuerdo en ellos (él mismo rechaza casi todas las alternativas más extendidas), es algo que desde Felipe 11 a las guerras de religión yugoslavas hemos sido muchos los que nos permitimos poner en duda como solución y sí, por el contrario, consideramos como problema. Independientemente de que compartamos, como es el caso, los principios que propone Eugenio Moya.

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siguen son las que, a mi modo de entender, resultan más asombrosas y difíciles de tratar, pero también son piedras de toque para cualquier teoría posible del cambio tecnológico.

1. El caso

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o la contingencia del desarrollo tecnológico

El proceso de aparición, desarrollo y difusión de una innovación parece tener cierta lógica bien definida, al menos prima [acie y siempre que nuestra historia sea de grano grueso y no maticemos demasiado los detalles. Pero si seguimos investigando nos aparece un mundo de casualidades y sucesos contingentes que han determinado las trayectorias de esa innovación tanto como las necesidades, el conocimiento, la financiación y otros factores que suelen aparecer en las historias de cambio técnico. Las macroinvenciones no obedecen, al parecer, a leyes evidentes/ no responden necesariamente a incentivos y se resisten a todos los intentos por relacionarlas con variables económicas

exógenas. Muchas de ellas son el resultado de golpes de ingenio, casualidad y buena suerte. La historia de la tecnología, por tanto, contiene un componente imposible de explicar en términos puramente económicos [Mokir, p. 30; el subrayado es mío). Muchos descubrimientos tecnológicos tuvieron una historia que comenzó antes de que fueran reconocidos como «in-

venciones» [Mokir, p. 30J. El caso es que las macroinvenciones son las que realmente tienen un gran impacto económico, puesto que las microinvenciones y pequeñas mejoras, que han sido defendidas por los seguidores de Schumpeter como la base de la transformación económica del cambio técnico, son difíciles de explicar en términos puros de racionalidad económica." 4

López García ha recordado los diversos estudios de economistas que,

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Algunos casos han sido estudiados por los economistas como un ejemplo de acumulación de contingencias: la difusión del teclado QWERIY es un caso curioso estudiado por David [1 Y 2J y Gould: el nombre proviene de las teclas de la primera fila. En las primeras máquinas del siglo pasado, la excesiva rapidez producía que las palancas de las teclas se enredasen entre sí, por lo que G. 1. Sholes patentó el actual teclado en 1860. Eligió la configuración QWERIY, precisamente por la dificultad de teclear, dada la estadística de aparición de letras en el inglés. Originariamente fueron DHIATENSOR, que permiten teclear más de 70 por ciento de las palabras inglesas, así como otros ordenamientos, todos ellos más eficientes que el actual. En QWERlY, por ejemplo, la letra A ha de teclearse con el meñique de la mano izquierda, lo que es una tortura para una mayoría de diestros. QWERIY se introdujo un poco antes de 1880 por G. 1. Sholes, precisamente para retrasar la velocidad de tecleado en máquinas que se detenían numerosas veces porque los tipos se enganchaban. En 1880 una academia de escritura de Cincinnati, en la que se enseñaba un método de ocho dedos desarrollado por LouisTaub, retó a velocidad de escritura a cualquier otra alternativa a QWERIY en competición pública. Fue ganada por Frank E. McGurring. mecanógrafo ducho en este método, un suceso tan fortuito y banal como el que más, que determinó sin embargo la continuidad del teclado. En 1890 existían aproximadamente cinco mil máquinas y no habría supuesto ningún problema la sustitución; cien años después, la sustitución es técnicamente imposible y nunca merecerá los costos del acuerdo para llevarla a la práctica. Este caso no es la excepción sino la regla que encontramos habitualmente en el cambio tecnológico, desde las fases de la desde comienzos de siglo, han señalado los límites que teóricamente tiene el cambio técnico: el beneficio de una innovación decrece con el tiempo a medida que hay que invertir más y más en su mejora. Sólo las grandes innovaciones cambian completamente el marco económico.

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invención hasta las de difusión o estandarización, como fue el caso de QWERIY. No hay necesidad histórica en el cambio técnico: es una extraña suma de inteligencia y contingencia como en cualquier otro ámbito de la historia humana.

2. ¿Por qué innovamos? Estamos tan habituados al progreso tecnológico que no reparamos en que no resulta fácil de explicar en términos psicológicos, ni sociológicos, ni económicos. Las personas, las empresas, las sociedades y las culturas difieren en su tasa de innovación y creatividad, mientras que unas exploran y cambian constantemente sus técnicas y métodos, otras confían en el tiempo y hacen los mínimos cambios imprescindibles para ir tirando. Lo curioso es que no existe una explicación sencilla para el hecho de la innovación ya que, aunque cuando una innovación tiene éxito todos se benefician de ella, no está claro que sea razonable asumir el riesgo del propio trabajo invertido en innovar. Como bien sabemos, en algunas culturas el «que inventen ellos» ha tenido alguna receptividad social. incluso entre intelectuales a quienes se les supone la máxima capacidad de razonamiento. Y lo grave es que es una posición que tiene cierto fundamento si nos atenemos a las normas de racionalidad a corto plazo. Santiago López recuerda que algunos economistas, como Wolf en 1912, ya subrayaron los altos costos que para una empresa tiene la innovación tecnológica y cómo el hecho de que exista innovación no puede explicarse con las normas de la racionalidad económica. A muchas empresas o países les resulta más rentable esperar a que sean otros los que inventen para aprovecharse de la innovación. Es más, la misma renovación tecnológica, la introducción de artefactos y técnicas ya disponibles y probadas no está justificada económicamente. En realidad no está claro que haya que admitir la tesis marxiana

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de que la burguesía está condenada a revolucionar continuamente las fuerzas de producción. Las varias revoluciones tecnológicas desde hace dos siglos son producto de algunos hechos históricamente contingentes: la creación de tradiciones tecnocientíficas, la emergencia de sistemas de innovación sostenidos públicamente, la acumulación de cultura tecnológica. Las pautas de cambio tecnológico deben más a estos hechos que a la fuerza ciegade la mano invisible del mercado. Pese a esta creciente evidencia son muchos los economistas, gobernantes, intelectuales e incluso gente corriente que toman como un hecho incuestionable la inevitabilidad del cambio tecnológico. 5 La innovación en cualquiera de sus etapas tiene costos. Y lo más importante, nos recuerda Santiago López, es que tiene rendimientos decrecientes: los beneficios que ofrece una innovación decrecen a medida que la innovación se inserta en un complejo sistema de producción- para llegar a convertirse .'; Miguel Ángel Quintanilla suele referirse a esta actitud como el Principio de don Hilarión: «[Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad!» 6 Brooks calcula la siguiente división de esfuerzos en I+D: esfuerzo en conocimiento básico y en concepción de una nueva idea, 5%, diseño del producto y concepción ingenieril en general, entre 10 y 20%, preparación y desarrollo de la manufactura del producto, entre 40 y 50%, gastos asociados a la puesta en marcha de la producción, eliminación de problemas, etc., entre 40 y 60%, determinación y desarrollo del mercado, entre 10 y 20%. Como puede observarse la mera necesidad psicológica de innovación no explica apenas el esfuerzo que debe realizarse en la puesta en marcha de una nueva producción. Mokir ha estudiado, además, lo que denomina «Ley de Cardwell». que Seencuentra en la historia de la tecnología de este autor: la gran mayoría de lassociedades que han disfrutado de periodos de gran creatividad tecnológica lo han hecho por muy cortos periodos. Y sin embargo, como han señalado muchos otros historiadores, Rosenberg [2] o E. L. Iones [11, la creación de los estados significa también la percepción de que han de innovar más rápidamente que los demás para mantenerse donde están. La contradicción entre estas dos observaciones históricas es

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en un producto rentable. Hay que modificar las cadenas de producción, iniciar campañas de venta, buscar nuevas formas empresariales de fabricación del producto, y otra larga lista de obligaciones que exigen comparativamente muchísimos más costos que los que supuso el diseño del artefacto en tanto que creación conceptual. A veces se responde, cuando se plantea este problema, que es la curiosidad humana la que explica la innovación científica y tecnológica. Es una respuesta que sirve solamente en algunos contextos, y aun así no está justificada: siempre es más rentable la imitación que la creatividad. Tengamos en cuenta que los sistemas de recompensa tanto en la ciencia como en la tecnología siguen la ley de «el ganador se lo lleva todo»:" de todos los implicados en la carrera competitiva por un descubrimiento, por una patente o por un nuevo producto, solamente una minoría se llevará el premio. ¿Por qué va a ser racional competir en esta loca carrera si nuestras probabilidades a priori están claramente en nuestra contra? Dasgupta y David, en un conocido ensayo sobre la economía de la investigación, llaman la atención sobre el peso de este argumento y sobre lo sorprendentemente frágiles que son los sistemas de innovación.

uno de los más urgentes problemas de la historia de las relaciones entre tecnología, economía y sociedad. 7 Toni Dornénech ha llamado mi atención a la importancia que tiene el sistema «el ganador se lo lleva todo». Es eficiente como sistema de recompensas pero es poco eficiente desde el punto de vista de la inversión en capital humano: es un desperdicio de recursos sociales. Repérese en que es uno de los casos en los que la sociedad aplica inconscientemente un sistema seleccionista dado que lo que interesan son los resultados del sistema (ciencia o tecnología en este caso) y no otros aspectos como pudiera ser la rentabilidad individual del esfuerzo hecho en formación como científico. El mismo sistema se aplica en otros casos, por ejemplo, en el mundo del espectáculo, del arte y otros similares: s610 uno o una entre un millar llegarán a ser modelos de revista, y, sin embargo, el esfuerzo personal ha sido enorme.

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MUNDOS ARTII'ICIAtES

De modo que cualquier explicación del cambio técnico debe comenzar por explicar el propio hecho del cambio técnico.

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cia isotrópica produce una extremada sensibilidad en regiones muy lejanas a cualquier cambio en cualquiera de las regiones de la tecnología."

3. La variedad de sistemas tecnológicos Hasta el momento no tenemos una clasificación aceptada universalmente de las categorías que abarcaría una taxonomía de los objetos tecnológicos; tan asombrosa es la variedad de formas, funciones, procesos y relaciones que encontramos en la historia, y especialmente de la variedad que se produce a partir del desarrollo de la tecnología en el siglo XIX. Sea cual sea el parámetro elegido -las técnicas, los tipos de artefactos, los materiales- sigue una línea de crecimiento explosivo en la multiplicidad y diversidad. El descubrimiento de la variedad es también, y sobre todo, el descubrimiento de cómo los recursos limitados y finitos de las capacidades humanas intelectuales y motoras han podido producir tal variedad de resultados.

4. El imperativo tecnológico y la aparente autonomía del desarrollo La aparente autonomía del cambio tecnológico, que ha sos-

tenido en buena medida las tesis deterministas que hemos criticado en el primer capítulo, es un producto de la composicionalidad de las técnicas y de los artefactos, que se extiende de una forma ilimitada, pero también impredecible, a lo largo y ancho de todos los dominios tecnológicos. La interdependencia de los sistemas tecnológicos tiene una extraña propiedad que podría calificarse de isotropía: cualquier parte del sistema puede estar en relación de interdependencia con casi cualquier parte. Es algo que ha sido señalado en la detecdón de riesgos tecnológicos, pero que es en verdad una regla de los sistemas tecnológicos contemporáneos. La interdependen-

5. La naturaleza y lafunción de los artefactos y los procesos tecnológicos Los artefactos, sean objetos o procesos, son sistemas físicos que tienen una estructura determinada por la función para la que han sido diseñados y construidos. El problema es que no siempre hay armonía entre el desarrollo de la estructura, la evolución funcional y, lo que es más importante, el cambio y la evolución de los usos, es decir, el ejercicio real de la función prevista. Así, nadie hubiera sospechado que unos esquíes y una bicicleta, objetos diferentes donde los haya, terminasen empleándose para el mismo deporte de descender por las pistas de salto de las estaciones invernales. Los sociólogos de la corriente constructivista han subrayado' este hecho, hasta el punto de que algunos piensan que un artefacto que es interpretado de dos maneras diferentes por dos grupos sociales diferentes, son en realidad dos artefactos diferentes [véanse Bijker y Pinch]. De ser correcto, este punto de vista sociológico convertiría toda la evolución de la tecnología en algo dependiente de la perspectiva, pero dejaría de lado aspectos normativos de la racionalidad de las decisiones sobre alternativas tecnológicas: sería racional lo que de facto hubieran decidido los R La interdependencia de las técnicas de almacenamiento de información y conexión de redes informáticas con el Proyecto Genoma Humano es uno de los casos que confirman esta regla: el eca nadó como un proyec-

to de cartografía del genoma de muchos seres vivos, incluido el hombre. Para llevarlo a cabo era necesaria la creación y conexión de enormes bases de datos. De hecho es un proyecto de información distribuida. Tuvo dos efectos sobre la informática: ayudó a desarrollar métodos de análisis automático e impulsó la conexión de bases que hoy ya es tan usual.

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MUNDOS ARTIFICIALES

usuarios implicados. Su perspectiva habría determinado los usos que, a su vez, determinarían la función, que, a su vez, determinaría la descripción física de los sistemas. Lo cierto es que este sociologismo se distingue poco de un idealismo de baja calidad que no es capaz de integrar las constricciones y ligaduras que imponen las estructuras físicas y funcionales con nuestras decisiones técnicas o económicas.

6. La esencia de la novedad Toda la cultura humana es un producto de la creatividad y el aprendizaje, pero la tecnología tiene una especial función en la historia puesto que modifica el espacio de expectativas que los agentes se hacen acerca de su propio destino. Al crear nuevos instrumentos, se están creando de hecho nuevos fines determinados por las posibilidades abiertas por esos nuevos medios. La pregunta es así una pregunta por la novedad esencial en la historia: icómo pueden surgir sentidos esencialmente nuevos de los viejos sentidos?, icómo llegó a inventarse (y difundirse) la locomotora de vapor, partiendo desde la máquina de Newcomen? [véase Basalla], icómo la máquina de Newcomen llegó a inventarse desde los molinos de agua? Estas cuestiones diferencian a la tecnología de otros aspectos de la cultura. La ciencia, por ejemplo, no tiene el problema de la indeterminación de uso que tienen los artefactos; por el contrario, presupone una constancia en el significado de los términos a través de las generaciones. La innovación continua es también otro de los aspectos esenciales de la tecnología, aunque sea éste un rasgo que comparte con la ciencia.

EL CAMBIO TÉCNICO Y LA EVOLUCIÓN

LA PERSPECTIVA EVOLUCIONISTA: CAMBIO,

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EVOJ.UCIÓN, PROGRESO

y EL PROBLEMA DE ELSl'ER

Elevolucionismo extendido Una forma de encontrar respuesta a estas preguntas es buscar en la concepción evolutiva de la tecnología respuestas que la mera concepción económica del desarrollo o del equilibrio no es capaz de darnos. Se trata de una concepción radicalmente histórica y antiesencialista que, desde mi punto de vista, es nuestro mejor punto de partida actual para explicar y entender por qué el cambio tecnológico se nos aparece con las anteriores características, aun si esta concepción, desgraciadamente, no nos ofrece una buena respuesta a todas las preocupaciones que suscita. Pero quizás una cosa sea tener una teoría lúcida del cambio tecnológico y otra muy distinta tener una teoría normativa del cambio social. A diferencia de otras concepciones, la evolucionista no nos evita las responsabilidades y nos deja tajantemente solos ante las decisiones. La concepción evolucionista no sólo parte de una analogía con el evolucionismo biológico, sino que también hay una correlación histórica con el contexto de problemas que dio origen al evolucionismo darwiniano en relación con otras concepciones del cambio biológico. También la biología moderna comenzó planteándose como un objetivo primero el dar cuenta de la variedad y el aparente orden y autonomía del cambio a lo largo de la historia y a través de la cadena del ser. Durante los siglos XVII y XVIII las numerosas expediciones geográficas, el uso del microscopio y la extensión del coleccionismo habían hecho descubrir la inmensa variedad de los seres vivos, la variedad de especies, y también de estructuras y órganos, variedad que acababa, una tras otra, con las concepciones taxonómicas que pretendían dar cuenta de ella (que se habían configurado en terrenos poco más extensos que el jardín del botánico). Al tiempo que la variedad

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en el espacio, se descubrió también la variedad a lo largo del tiempo. El registro fósil mostró a los asombrados habitantes de los siglos XVIIl y XIX la evidencia de seres vivos pasados con una estructura absolutamente distinta que la actual. En tercer lugar, los paleontólogos, los fisiólogos y los embriólogos desvelaron la asombrosa adecuación que existía en los seres vivos entre la forma física de los órganos y la función biológica que cumplían, así como la interdependencia sistemática de las formas, de manera que el cambio de una parte entrañaba la reagrupación de las otras partes para preservar la unidad funcional del todo [véase Ruse]. Todo ello dio origen a las más variadas tesis explicativas, casi todas guiadas por la idea de que existía algo así como una jerarquía u ordenación entre todos los seres vivos, jerarquía clasificadora en lo que respecta al corte sincrónico y jerarquía u ordenación asimétrica en el orden del tiempo. Surgió la idea de plan o diseño evolutivo, que sería algo así como el principio rector del cambio a lo largo de la historia. La idea tiene su origen en la embriología: la existencia de un diseño explicaría el orden en el desarrollo de los órganos de un ser vivo a partir de la mínima estructura observable en el óvulo o la semilla; y lo que sirve para explicar la ontogenia. o desarrollo del individuo, se trasladó a la filogenia o desarrollo de la especie a partir de otras anteriores (según esta teoría, más primitivas y menos desarrolladas). Con mucha mayor fuerza, las concepciones del cambio cultural estuvieron determinadas por la idea de progreso y, siguiendo el modelo biológico, reconstruyeron la historia de cada campo de la cultura como una línea dirigida por principios rectores basados en concepciones estáticas, constitucionalistas y a priori de la naturaleza del campo considerado, cualquiera que éste fuese. Hay un perfecto paralelismo entre la teoría del plan biológico y la teoría del cambio cultural. No es por casualidad: la filosofía idealista alemana -Goethe en lo que respecta

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a la biología, Hegel en lo que respecta a la cultura- fue el principal referente de la cultura del XIX. Algún autor [véase Bowler] ha dicho, con sobrada razón, que la revolución biológica del siglo XIX no fue darwiniana, como tampoco la revolución física fue newtoniana en el siglo XVII. Lo fue en el siglo siguiente. De este modo la revolución biológica es ahora darwiniana, un siglo más tarde. La concepción evolutiva de un sistema es una descripción a la que llegamos solamente cuando accedemos a un nivel de profundidad más abajo de la mera observación superficial, sea del cambio, sea del cambio en una cierta aparente dirección, como pudiera ser la complejidad. Desarrollaremos algunos detalles que singularizan la descripción evolucionista.

Introducir la historia en la teoría del cambio tecnológico El primero es la diferencia entre la mera experiencia de cambio y la descripción propiamente evolutiva. La mayoría de las reconstrucciones descriptivas del cambio tecnológico recogen las variaciones en las técnicas, los artefactos o los sistemas que se dan en un espacio o a lo largo del tiempo, en una cierta época. Al historiador puro, empírico y empirista, le interesan solamente las categorías de novedad y diferencia. Su objetivo es describir las variaciones sobre la situación anterior, encontrar precedentes o señalar las diferencias entre diversos ítems en diversos contextos, contar cómo aparecieron y cómo se difundieron las innovaciones. Para el historiador es legítimo restringir su búsqueda a la descripción detallada y cuidadosa de cómo ocurrió de hecho una novedad. Esta modesta autolimitación convierte la historia de la ciencia, de la técnica y de la sociedad, de la economía, etc., en puntos de partida de cualquier teoría evolucionista, ya que son fuentes de datos y origen de la constatación asombrada de la explosiva variedad de las realizaciones técnicas a lo largo de la

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historia, en especial después del desarrollo moderno de la tecnología. Pero la historiografía solamente llega a mostrarnos la variedad en el tiempo, la evidencia del cambio. Empero, el cambio no debe ser confundido con evolución, como tampoco tiene que ver con la evolución la idea de algunos de oponer evolución como cambio lento a revolución como cambio rápido. La perspectiva evolucionista entraña algo más. En primer lugar es una teoría histórica del cambio. Afirma que los tipos actuales se han formado a partir de tipos anteriores, y aporta la idea de que existe un hilo conductor que nos remonta a variedades del pasado. La teoría evolucionista, en lo biológico o en cualquier otro campo, establece que la novedad es un producto de variaciones sobre tipos anteriores, y que esta explicación es suficiente para explicar la asombrosa ramificación de formas y funciones. y además establece que la preservación de formas es un hecho contingente e impredecible, un subproducto epifenoménico de los azares del tiempo. Algunos piensan que el evolucionismo entraña el compromiso con una concepción del cambio lenta y parsimoniosa. Es cierto que en la concepción darwiniana es esencial que las variaciones sean numerosas, aunque muy pequeñas: no hay grandes revoluciones, a diferencia de las cosmovisiones de los catastrofistas. La parsimonia es esencial para el naturalismo [véase Saber 2], es lo que hace explicable y no irracional un cambio. Esto ha llevado a algunos teóricos evolucionistas del cambio tecnológico, como Basalla.? a insistir en el extremo contrario, de forma excesiva a mi parecer, a saber, en la continuidad de los tipos de objetos tecnológicos. Hay algo de verdad en ello, pero también es cierto que la concepción evo9 Basalla señala, por ejemplo, que se observa una continuidad de patrones de diseño desde el molino de agua hasta el motor de explosión a través de los diseños de las primeras máquinas de vapor. Mokir matiza esta

continuidad, no obstante los reparos, las observaciones históricas de Basana son sugerentes y merecen ser tomadas en cuenta.

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lucionista admite la existencia de crecimientos rápidos, por ejemplo cuando algún cambio entraña o afecta a otros (poliploidia). De hecho algunos neodarwinistas heterodoxos, como Gould y Eldredge, han defendido una especie de síntesis entre la concepción catastrofista y la parsimoniosa. Pero lo cierto es que las grandes transformaciones son difíciles de encajar en la concepción evolucionista, de manera que no se puede ser kuhniana ortodoxo y evolucionista con facilidad e irreflexión.

Los mecanismos de la evolución En segundo lugar, la existencia de un cambio que siga patrones evolutivos exige integrar en su explicación al menos los siguientes tres mecanismos. El primero es un mecanismo de variación o innovación continua independiente. En la evolución biológica hay varios mecanismos de cambio genético: cambios en la copia reproductora, deriva genética y otros varios. Son mecanismos ciegos, o casi ciegos, en el sentido de que no están afectados por presiones funcionales del medio. Además es esencial que el mecanismo produzca variaciones continuas. 10 El segundo, un mecanismo de selección que opera a causa de que no todas las variedades pueden ser viables. La competencia y la selección natural surgen en la evolución por la limitación de los recursos por los que compiten los organismos o las unidades de evolución. La competencia por los re10 Las teorías irradonalístas de la evolución cultural, como la popperíana, abogan por que la creatividad, al igual que los genes, sea un mecanismo ajeno a la teoría, que no puede ni debe explicarse dentro de ella. Sin embargo, no me parece esencial a la concepción evolucionista el hecho de que el cambio sea al azar, como postula esa teoría, o, por el contrario, el que existan sesgos probabilísticos, como se postula en las llamadas lógicas del descubrimiento para el caso de la creatividad.

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cursos (de subsistencia, económicos, computacionales o de tiempo) es una restricción física universal en los sistemas sometidos a crecimiento con variación. No es por casualidad que se ha dicho que la evolución se parece más a un economista repartiendo recursos que a un ingeniero. La selección opera sobre las características que hacen más apto a un objeto para tener descendencia, en el caso de la evolución biológica, o para ser transmitido en el caso de la evolución cultural o técnica. Una cuestión diferente, tanto en la evolución biológica como en otras, es si la selección natural es el único mecanismo explicativo, lo que conduciría a la conocida crítica al evolucionismo como una explicación panglosiana (por el doctor Panglos del Cándido de Voltaire), en la que las características seleccionadas habrían sido las óptimas y las óptimas habrían sido las seleccionadas. Pero, en primer lugar, la selección es solamente uno entre varios otros mecanismos, de manera que, como señala Sober [1], podríamos considerar la evolución, en analogía con la física newtoniana, como una teoría de fuerzas indeterminadas, en las que la resultante es una extraña propiedad que llamamos eficacia biológica (fitness). Eso no implica, no obstante, que la selección no sea necesaria: es una constricción fundamental en todo sistema en crecimiento en una mundo de recursos limitados y rápido crecimiento de la población. Eltercer mecanismo es un mecanismo de transmisión de las variaciones. En la evolución biológica es la herencia a través de la división cromosomática. La reproducción biológica entraña un mecanismo de copia y de dispersión de los alelos. La evolución cultural tiene un mecanismo de transmisión diferente que es el aprendizaje, por imitación o por enseñanza. El último detalle en el que debemos reparar es en cómo se plantea la cuestión de la existencia de progreso en una concepción evolucionista.

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La evolución yel carácter intencional de la acción técnica Varios críticos de la concepción evolucionista han señalado que la evolución de cualquier aspecto cultural no seguiría los patrones del darwinisrno, sino los del adaptacionismo lamarckiano. En ellamarckismo hay una realimentación desde las necesidades producidas por cambios en el medio al organismo o sistema que evoluciona. Esto es lo que ocurre con la memoria y la capacidad de aprendizaje humanas, que harían que el mecanismo ciego de la evolución no fuera aplicable a los asuntos humanos. En el lamarckismo se afirman dos cuestiones distintas: por una parte las necesidades objetivas o problemas, que se producen por un cambio en el medio, influyen en las variaciones, que ya no son al azar sino dirigidas por tales necesidades o intereses y, en segundo lugar, estas variaciones serían transmitidas a la descendencia. Efectivamente, la existencia de memoria colectiva, la acción racional, el aprendizaje, impiden que la evolución genética sea un modelo isomórfico de la evolución cultural y técnica. Otra cuestión diferente es si ellamarckismo es el modelo de evolución cultural. Con ello llegamos a la tercera cuestión, la del progreso y la intencionalidad, que los críticos del evolucionismo aducen contra los darwinianos. La crítica más dura desde esta perspectiva lamarckiana a la extensión del evolucionismo al plano cultural, más allá de la analogía superficial, ha sido la presentada por Elster [1]. Elster distingue entre la analogía evolucionista económica, de la que se declara simpatizante [p. 150], de las explicaciones funcionalistas en el terreno social, que convertirían la analogía en algo más que analogía para transformarse en un modelo de explicación de lo social. Elster [pp. 50 Yss.J señala que un sistema sometido a un proceso evolutivo de carácter darwinista, por ejemplo una máquina mutadora, 1) en primer lugar sería incapaz de aprender de los errores pasados, 2) no podría realizar planes estratégicos del tipo un paso

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atrás, dos adelante, 3) sería incapaz de esperar para conseguir algo en el futuro, 4) sería incapaz de adoptar compromisos o políticas estables de conducta. Elster extiende esta crítica a toda explicación funcionalista de las instituciones sociales porque, según este autor, son incapaces de integrar la existencia de intenciones racionales estratégicas. Pese a que está en lo cierto en cuanto a una extensión irrestricta de la explicación funciona lista, creemos que no existe incompatibilidad entre una explicación local de carácter intencional y una explicación global, histórica de tipo evolucionista. Lo cierto es que parece existir una compulsión psicológica a explicar la historia, incluso nuestra propia historia personal, como un producto intencional orientado hacia un fin, de ahí que la analogía biológica sea sustituida por una analogía teleológica similar a la de los biólogos del siglo XIX. Es una interpretación insostenible. Aunque la acción humana sea intencional, aunque exista memoria colectiva transmitida y guardada en el conocimiento público, no hay ninguna razón para pensar que los mecanismos históricos son mecanismos intencionales. Por ello no creo que sean incompatibles una explicación local de carácter intencional con una concepción funcionalista y evolucionista en lo que respecta a los grandes agregados. La consecuencia para la noción de progreso es muy similar a la que nos podemos plantear para el problema de si existe un sentido en la historia: hay progresos locales, del mismo modo que podemos darle sentido a nuestros planes y proyectos, pero es una pretensión inhumana pensar que hay algo como el progreso aplicado a tan grandes sistemas como la ciencia y la tecnología. La pregunta por el progreso siempre es relativa a secuencias identificables de segmentos como teorías, sistemas técnicos, etc. Precisamente adoptamos una concepción radicalmente histórica como la evolucionista porque una pregunta de este tipo es incontestable.

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Desde estas ideas generales examinaremos tres alternativas recientes que se presentan como explicaciones evolucionistas del cambio técnico con las que mantenemos una simpatía profunda, aunque con dos de ellas sostendremos discrepancias en lo que respecta a las insuficiencias.

LA TEORÍA

ECONÓMICA EVOLUCIONISTA

Recientemente se ha popularizado una forma de evolucionismo entre los economistas que se suele catalogar como neoschumpeteriano. Schumpeter fue el economista que más insistió en el papel de la innovación tecnológica en el desarrollo económico capitalista. La propuesta se debe a los economistas Paul David, Richard Nelson y Sidney G. Winter, y comenzó a formularse en la década de los setenta [véanse David 2, Nelson y Winter 1 y 2], pero recientemente se han adherido muchos otros economistas como Giovanni Dosi y otros influyentes investigadores del SPRU (Science Policy Research Unity, Universidad de Sussex). después de hacer algunas variaciones interesantes. En su modelo podemos distinguir dos cuestiones diferentes. En primer lugar la crítica a los modelos económicos neoclásicos y, en segundo lugar, la propia propuesta evolucionista con sus variaciones. La crítica al modelo o a los modelos neoclásicos de crecimiento económico contiene, a su vez, dos elementos fundamentales. El primero, de origen schumpeteriano, señala la incapacidad de los modelos de equilibrio clásicos (neoclásicos) para integrar el cambio técnico que es, por naturaleza, un proceso que no puede reducirse a estados de equilibrio, pues modifica continuamente la relación entre trabajo y capital, de manera que, de acuerdo con estos economistas, habría que superar la idea de modelos de equilibrio, de naturaleza esencialmente estática para pasar a modelos dinámicos de cambio.

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El modelo neoclásico es de los que tradicionalmente se ha llamado de caja negra: partimos de una situación de equilibrio en el mercado en el que hay un cierto número de bienes de consumo y una cierta oferta a precios dados. Supongamos que hay una modificación del presupuesto de modo que los consumidores pueden expresar sus deseos de manera más fina en otra banda de bienes. Ello se reflejará en los precios que indicarán a los productores qué bienes son más apetecibles: tal situación llevará a formas de innovación que restauran el equilibrio del mercado. Como señalan los economistas schumpeterianos, este modelo no explica qué es lo que ocurre desde que el empresario nota las nuevas necesidades hasta que aparecen los nuevos bienes. Tampoco se reflejan las grandes rupturas que suponen las tecnologías nuevas que se extienden por todos los sistemas productivos y de consumo. La segunda crítica insiste en el factor histórico y de cambio. Nathan Rosenberg se ha hecho muy conocido y popular fuera del campo de los economistas señalando cómo la innovación es el factor fundamental del desarrollo tecnológico y cómo los modelos de caja negra neoclásicos son incapaces de dar cuenta del proceso de interacciones que ocurren entre los cambios en la ciencia, la economía y la sociedad [véase Rosenberg 21· En la misma línea, Freeman y los otros investigadores del SPRU han terminado convirtiendo en un supuesto poco discutible la existencia de una correlación causal entre los cambios en la innovación tecnológica y el desarrollo económico. La crítica fundamental contra la economía neoclásica es que un proceso continuo como es el de la interacción entre innovación y crecimiento no puede quedar reflejado en una teoría de naturaleza esencialmente estática, como es la Teoría general del equilibrio. La teoría alternativa debe encontrar la estructura fina del proceso, observando cómo los cambios en el sistema tecnocientífico se reflejan en cambios en la estructura y el desarrollo económico, tal como sugieren los datos empíricos.

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La teoría alternativa es la concepción evolutiva del desarrollo económico basado en la innovación técnica. En el modelo más simple, partimos de una situación en la que las empresas compiten en el mercado. A diferencia del modelo clásico, las empresas se encuentran ante posibilidades limitadas de elección en la sustitución de trabajo por capital. Si su tasa de beneficios varía negativamente, exploran las posibilidades que existen en su medio relativas a su estructura empresarial. La limitación de sus posibilidades está dada porque una empresa está constituida, entre otras cosas, por un conjunto de procesos, rutinas y habilidades de producción que no son fácilmente modificables. Dichas rutinas tienen una especie de inercia o momento que las hace difícilmente sustituibles, a menos que no exista más remedio. La empresa no optará por un cambio en las rutinas a menos que exista una perspectiva clara de beneficio en la alternativa. Esto hace que las alternativas sean limitadas y, al tiempo, sean relativas a la percepción de la empresa. De manera que la función de elección que se aplicaría aquí no es la función clásica de la teoría de la decisión racional, sino alguna variedad de la función de satísfaccíón no maxirnizadora de H. Sirnon.!' dentro de una teoría de racionalidad limitada. Una vez que la empresa ha introducido una variación de esta clase en el conjunto de sus rutinas, adquiere una diferencia en capacidad potencial de beneficios en su relación de competencia con otras empresas. Son entonces las fuerzas económicas del mercado las que se encargan de seleccionar aquellas empresas que han introducido las mejoras que mejor se adaptan al medio de intereses y necesidades de los consumidores. 11 En la función de Simon el agente no tiene delante todas las posibles opciones de elección que cabría pensar dada la descripción de la situación, sino que limita su espacio a aquéllas con las que él se consideraría satisfecha, dadas sus actuales expectativas. La racionalidad resultante no es una racionalidad perfecta, sino una racionalidad limitada. Véase Simón l.

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De esta manera tenemos un mecanismo de variación y un mecanismo de selección, lo que produce, según los defensores del modelo, un proceso evolutivo análogo al de la evolución biológica. En el modelo clásico de Nelson y Winter aparecía el concepto de trayectoria tecnológica como unidad de variación. Las trayectorias tecnológicas son conjuntos de conocimientos teóricos y prácticos que permanecen estables a lo largo del tiempo, aunque están sometidos a pequeñas variaciones incrementales, que son las que adoptan las empresas. Se trataría del trasunto de los genes en la evolución biológica. Giovanni Dosi y otros economistas del SPRU han introducido algunas reformas sobre la misma base esencial del modelo de Nelson y Winter.l-' Estos investigadores tratan de dar cuenta de la diferencia entre pequeños cambios incrementales que se producen continuamente en los procesos de producción y los cambios radicales que suponen las grandes transformaciones tecnológicas, particularmente aquellas que introducen nuevas tecnologías que se aplican prácticamente a todos los campos, como han sido recientemente la microelectrónica y la informática. Mientras que el modelo de Nelson y Winter podría funcionar en épocas de ensayo y error de las empresas, no funciona en una situación de oligopolios en las que las grandes empresas establecen programas tecnológicos a largo plazo. La propuesta de Dosi [2] es que la tecnología cambia siguiendo los mismos patrones que la ciencia, y, a su vez, la ciencia sigue esencialmente el patrón de cambio kuhniana, que establece periodos de crecimiento normal y periodos de crisis o revolucionarios que producen la instauración de nuevos paradigmas. En analogía con los paradigmas científicos, Dosi distingue entre las trayectorias, 12 véanse Clark y Juma, Dosi 2, Dosi y otros. Este último es una especie de manifiesto colectivo de la corriente evolucionista, en el que aparecen los principales nombres, ideas y proyectos.

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que corresponden a los periodos de innovación normal, de los cambios de paradigmas que siguiendo el modelo de Kuhn, aparecen cuando emerge un nuevo ejemplar con un nuevo conjunto de estilos de trabajo, sistemas de resolución de problemas y de preguntas que pueden ser planteadas. La innovación sobre el modelo de Nelson y Winter está en que ahora se justifica la limitación de las opciones de una empresa a las variaciones que permite y establece un paradigma tecnológico. Giovanni Dosi, llevando la analogía evolutiva un poco más allá del modelo original, indica que existen dos mecanismos de selección, aunque exista un solo mecanismo de variación. La variación estaría producida por la creatividad científica y tecnológica, los nuevos productos culturales pasarían un primer filtro dentro de las comunidades científicas, en el que se juzgaría la realizabilidad técnica del diseño propuesto, y el subsecuente filtro de la innovación interna a la estructura de la empresa. De este modo la selección actuaría en un doble nivel de profundidad, por una parte sobre la estructura de las empresas, y, más allá, sobre el desarrollo tecnológico basado en la ciencia. Freeman y Pérez llevan este esquema hasta el extremo de generar una taxonomía de cambios como la siguiente: 1) Innovaciones incrementales, que se producen continuamente en la empresa, aunque a diferentes tasas dependiendo de sectores, mercados y otros factores socioculturales (en realidad son un índice de la creatividad y el dinamismo de un sector). 2) Innovaciones radicales, discontinuas, impredecibles y distribuidas desigualmente. Coinciden con lo que popularmente entendemos como invenciones. 3) Cambios de sistema de tecnología, son cambios ligados a un efecto de combinación de factores, organizativos, de innovaciones radicales y de cambios incrementales. Suponen ya cambios en los factores económicos. Por últi-

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rno, esta dimensión sociotécnica abre la puerta a un nuevo tipo de cambio mucho más radical. 4) Cambios en los paradigmas tecnoeconómicos, en los que ya no son distinguibles los factores económicos de los técnicos. Freeman y Pérez tenían en la cabeza ejemplos como los producidos por la introducción intersticial en todos los sectores productivos y sociales de las tecnologías informáticas, como antes ocurrió con la electrónica. De acuerdo con estos autores, estos tipos de cambios generan dinámicas de desarrollo muy distintas cualitativamente, pero con ciertos patrones observables: los ciclos de crecimiento-crisis serían un resultado causal de cambios en diferentes estratos de profundidad.

Discusión sobre el evolucionismo económico La concepción evolutiva económica es uno de los proyectos más serios actuales en la determinación de las relaciones entre ciencia, técnica y sociedad. Promueve, además, lo que quizá sea su mayor mérito, una enorme cantidad de estudios de caso sobre el crecimiento de la economía en relación con diversas políticas emprendidas por empresas, sectores industriales o gobiernos. En tercer lugar está demostrando un gran dinamismo teórico, enriqueciendo continuamente las hipótesis con nuevos supuestos, de manera que tiene toda la apariencia de un auténtico programa de investigación en los mismos fundamentos de la economía. Por último, su principal hipótesis tiene un irresistible atractivo como base de interpretación de fenómenos sociales, razón por la cual ha ganado tantos adeptos tan rápidamente. De forma que, pese a las dudas que siguen, hay que esperar que el programa se desarrolle y genere nuevos trabajos. Sin embargo, no está de más que reconsideremos los fundamentos teóricos sobre los que se basa la analogía evolucionista, no por el prurito de

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que toda analogía esté equivocada como fuente de hipótesis teóricas, o, peor aún, para señalar fallos en la analogía, como si una analogía tuviese que ser un modelo isomórfico del otro polo, en nuestro caso de la evolución darwiniana de los seres vivos, sino porque lo que se pone en cuestión son los propios supuestos sobre los que se ha construido la analogía, y estos supuestos son los que dan valor al empleo de los conceptos evolucionistas. Éstas son las dudas más importantes.

La pérdida de la normatividad Para comenzar, están las cuestiones relacionadas con lo que muchos autores consideran su principal virtud teórica, el abandono de la teoría normal de la decisión racional como sustrato de la teoría económica para adoptar una función de racionalidad limitada basada en la noción de satisfacción más que en la de decisión racional máxima. Todos sabemos que la teoría de la decisión racional tiene graves problemas de fundamentación: los agentes normales raramente respetan todas las condiciones que establece la teoría de la decisión.P La teoría de la decisión, además, es flagrantemente incompleta para resolver problemas de racionalidad colectiva, sea en juegos de negociación, sea en casos de conflicto. Buscando una mayor adecuación a los datos, Herbert Simon propuso en 1957 sustituir la función normal de decisión máximamente racional por una función de satisfacción, según la cual el agente elegiría aquella preferencia que le satisficiera suficientemente dada la percepción sobre las propias posibilidades. La función goza de una mayor plausibilidad psicológica, es coherente con algunos resultados de las 1J Oardenfords y Sahlin y Moser son dos magníficas recopilaciones de los textos clásicos fundamentales sobre la teoría de la decisión y sus Pr'> blemas más importantes.

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ciencias cognitivas y resuelve viejos problemas de teoría de la decisión; problemas como, por ejemplo, por qué es irracional que Tío Gilito se baje del Rolls para coger una peseta del suelo, a pesar de que incrementa infinitesimalmente sus ganancias (Paradoja de Allais, en Moser). Pero si se opta por esta función como fundamento de la teoría de la decisión hay que ser consciente de que ya no garantizamos la existencia de óptimos, aunque pueda haber máximos locales. Se aduce, correctamente, que el proceso de desarrollo económico es un proceso y no es capturado en conceptos de equilibrio estático. De acuerdo, pero hay que ser consciente de que se abandona la normatividad de la teoría económica para situaciones de mercado. La existencia de máximos, y la prueba formal de su existencia, es lo que hace que la teoría económica basada en la decisión racional no sea simplemente una descripción de cómo se comportan los agentes en situaciones de mercado más o menos puras, sino cómo deberían comportarse. No hay nada que nos obligue a tener una ciencia económica prescriptíva, por el contrario, podríamos considerar que la economía pertenece a la clase general de la ciencias históricas, o de las ciencias en las que la historicidad es el entramado fundamental, pero quizá la intención de los defensores de este programa no sea llegar tan lejos. Por el contrario, una de las motivaciones subyacentes a este programa es generar propuestas de política científico-tecnológica para las empresas, y sobre todo para los gobiernos. Pero si se abandona la fuerza normativa de la teoría clásica, la fuerza prescriptiva tendrá que basarse únicamente en argumentos inductivos sobre las correlaciones observadas. Así observamos que los estudios de caso dejan de ser estudios históricos para convertirse, no sé si ilegítimamente, en ejemplos de lo que habría que hacer. Con este propósito se han aducido los casos de Japón, de Alemania, etc. Pero, dejando a un lado la cuestión metodológica de la legitimidad de los consejos basados en

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razones inductivas, me parece que lo más grave es que estas conclusiones son una inconsistencia flagrante con la concepción evolutiva que subyace a la teoría que establece de manera esencial el carácter singular de cada caso de selección.

La reconstruccíón de la razón hístórica o el síndrome de La Fundación Claro que esta conclusión es tan inevitable como desagradable para el programa, y no es por casualidad por lo que se observa en la segunda mitad de la década de los ochenta un deslizamiento desde el darwinismo inicial a un cada vez más descarado lamarckismo. El darwinismo, ya lo hemos señalado, fue muy difícil de aceptar pues abandonaba la esperanza de una dirección clara en la historia, de manera que, aún después de Darwin, muchos biólogos todavía seguían leyendo a Darwin en claves lamarckianas. El lamarckismo es una variedad de la creencia en una dirección del desarrollo biológico en alguna línea de progreso, tal que permita ordenar las especies de acuerdo con su grado de perfección. Singularmente ellamarckismo aporta la idea (no completamente incorrecta) de que el motor de la evolución son las necesidades producidas por un cambio en el medio que rodea a la unidad de evolución, más un mecanismo de realimentación que hace variar la estructura del sistema dadas estas necesidades, de manera que se transmite el carácter adquirido a la descendencia, lo que es incorrecto desde el punto de vista de la evolución basada genéticamente, pero es perfectamente correcto cuando en lo que pensamos es en mecanismos de aprendizaje humanos que tienen un sistema de transmisión que es la enseñanza (también algunos animales). Para trasladar esta teoría a grandes sistemas como los involucrados en el cambio tecnológico, sin tener que postular la influencia causal de cosas como la memoria colectiva o el aprendizaje

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social o algo así, que no creo que estuvieran dispuestos a postular los defensores del programa, hay que adoptar alguna nueva mano oculta que no sea ni la de Adam Smith ni la de Darwin, y ésta la han encontrado en toda la nueva bibliografía del caos, los sistemas no lineales, la autoorganización, etc., a partir de las especulaciones de Prigogine, Varela y otros, que le han añadido una injustificada generalización metafísica a la teoría matemática de los sistemas dinámicos no lineales. La idea de esta línea de pensamiento es que a partir de cierto grado de complejidad en la organización de los sistemas, sea por el número, sea por la riqueza de interacciones, aparecen o emergen nuevas propiedades que preservan la estructura del sistema más allá de las condiciones de equilibrio estático; por ejemplo, aparecen mecanismos de realimentación que actúan sobre el medio para mantener constante una variable interna. La idea que se sugiere subrepticiamente es que la complejidad produce (¿necesariamente?) más complejidad, de manera que se puede dibujar una línea de progreso y finalidad allí donde no había más que cambio contingente. Es cierto que los modelos que simulan la conducta de un sistema son más realistas en la medida en que incorporan funciones no lineales y una clara distinción entre parámetros y variables internas del sistema; en estos sistemas puede simularse todo tipo de atractores puntuales en el espacio de fases, que representan los cambios cuantitativos, e incluso cualitativos. Es cierto también que son simulables procesos de evolución darwiniana en los que se llegan a estabilizar patrones de equilibrio de formas.t" Pero el propio hecho de 14

Incluso se han popularizado varios juegos de computadora que si-

mulan estos sistemas, como el famoso «juego de la vida» de Dawkins y otros similares en los que la combinación aleatoria permite llegar a patro-

nes estables. En el mismo sentido, los modelos de cambio técnico, según

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que los sistemas vivos se autoorganicen en la realidad no añade nada a la fuerza normativa de nuestra teoría, a menos que introduzcamos subrepticiamente la necesidad histórica, como parece ser el caso.!> Porque mostrar la posibilidad de evolución de un sistema, dado un modelo, no significa que ésa sea la trayectoria que vaya a seguir. Ni tampoco el modelo nos indica normativamente que ésa sea precisamente la línea que debe seguirse. En este sentido, nuestra teoría poco a poco se ha ido deslizando desde una concepción evolutiva original a una concepción historicista que definitivamente criticó Popper. De hecho, no es otra cosa la reciente inserción por parte de Freeman y otros de la teoría evolutiva en un esquema de ciclos económicos basados en las correlaciones empíricas de los ciclos de Kondriatev [véase Freeman y Pérez]. Aun asumiendo que la existencia empírica de ciclos es un problema abierto para la ciencia económica, la postulación teórica de tales ciclos como resultado de mecanismos ocultos en los que la innovación y el cambio técnico aparece como el motor de la historia, plantea -lo mismo que su correlato histórico de la teoría de las civilizaciones de Toynbee, que tanto éxito tuvo hace algunos años- divertidas paradojas prácticas, como las que señaló Asimov en sus primeras y mejores novelas, la trilogía de La Fundación, en la que, por cierto, ya está implícita la teoría del cambio tecnológico defendida por este programa. En esta saga, un mundo tecnológicamente avanzado traesta teoría, admiten simulaciones en computadoras, lo que nos suministra una fuente de investigación empírica para hacer prospeetiva sobre sistemas

económicos reales. De hecho la simulación de sistemas sociales mediante técnicas de dinámica de sistemas es, quizá, una de las revoluciones metodológicas más importantes de este siglo. Todo esto es cierto y no hace más que añadir méritos a esta concepción como programa de investigación en economía. 15 ABen introduce de rondón la necesidad mediante la capacidad de aprender de los sistemas que eligen alternativas.

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ta de reconstruir un imperio en decadencia, detenido en su desarrollo por una pesada burocracia y una cultura en la que la innovación científica ha dejado de ser el motor del cambio. Los héroes de La Fundación son ingenieros, científicos, comerciantes de un pequeño planeta que se desarrolla seguro de su destino, que les está garantizado gracias a una supersimulación matemática de presuntas leyes de la psicohistoria. No conocen tal programa, celosamente ocultado, pero comprueban que hay periodos de expansión y de crisis, que cierran ciclos históricos. En cierto momento, la creencia en su destino de progreso comienza a burocratizar su sociedad que se empieza a volver acomodaticia y poco creativa: llegado ese momento, son los agnósticos respecto a las leyes de la historia quienes restauran la creatividad perdida. La moraleja normativa se infiere sin dificultad. Hace algunos años, cuando todavía tenía vigencia social el marxismo, la creencia en ciclos necesarios de medios de producción que se sucedían a lo largo de la historia llevó a ciertos ingenieros sociales a realizar experimentos tan atroces como la NEP leninista en los primeros años de la revolución, o el maoísmo tercermundista, que nos hizo conocer la verdad de las leyes históricas en Camboya o en el Perú de Sendero Luminoso. No es éste, esperemos, el objetivo oculto de los defensores del evolucionismo tecnológico, pero el marco conceptual desde el que argumentan no es esencialmente distinto, aunque se presente con muchísima más parafernalia matemática que la que el presidente Gonzalo pueda llegar a comprender. Para resumir, me parece que el programa evolutivo se encuentra ante un dilema: si sigue fiel a la analogía, debe abandonar el darwinismo para acercarse a la teoría del plan o diseño histórico; y si abandona la analogía no se distingue de la mano oculta de la teoría del equilibrio general.

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La dudosa existencia de paradigmas tecnológicos Hay una segunda línea de crítica que se refiere al traslado de la teoría kuhniana del cambio científico a la teoría del cambio tecnológico. La tesis de Dosi [2] es que el desarrollo tecnológico sigue en líneas generales el mismo patrón que el desarrollo científico y éste, a su vez, sigue el patrón establecido por Thomas S. Kuhn de periodos de cambio normal, acumulativo e incremental, y periodos revolucionarios que conducen a la instauración de un nuevo paradigma. Ase buena parte de la crítica de Dosi a la teoría original de Nelson y Winter se fundamenta en la idea de insertar las trayectorias tecnológicas propuestas por Nelson dentro de estructuras más complejas como son los paradigmas tecnológicos. Un paradigma tecnológico, en la versión de Dosi o en la de mayor alcance de Freeman [véase Freeman y Pérez] establece de manera normativa un conjunto de problemas que se pueden plantear, un conjunto de ejemplares y un conjunto de técnicas de trabajo transmitidas tácitamente en el aprendizaje. La motivación esencial de Dosi es la misma que dirige a Nelson y Winter: es muy poco realista pensar que las empresas tienen ante sí todas las opciones posibles para responder a la demanda del mercado. Se trata por ello de encontrar un modelo en el que las opciones se restrinjan a un número manejable, y que la restricción tenga cierta justificación teórica, claro está. La idea de paradigma funciona en este sentido como una especie de gafas que enfocan la mirada hacia un conjunto determinado de soluciones, aquellas y sólo aquellas que son soluciones a problemas «legítimos», dado el paradigma.!" Hay, establece Dosi, una correlación entre las traHi «Ijn paradigma es una perspectiva, un conjunto de procedimientos, una definición de los problemas relevantes. Cada paradigma tecnológico define su propio concepto de progreso basado en sus propias negociaciones entre tecnología y economía» [véase Dosi 2, p. 148j.

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yectorias tecnológicas de las que hablan Nelson y Winter y la ciencia normal kuhniana. Consisten las trayectorias en rutinas e innovaciones incrementales que suponen soluciones a problemas accesibles a una empresa. Tales soluciones son extensiones de un conjunto de ejemplos que genera el paradigma y que, cuando se agota y surge otro, da lugar a una revolución tecnológica. Desde el punto de vista práctico, la propuesta de Dosi es que un paradigma crea un efecto de exclusión [véase Dosi 2, p. 153] que consiste en que los ingenieros se encuentran ciegos [sic] frente a posibilidades tecnológicas que no sean las establecidas en el paradigma dominante. La propuesta de Dosi incorpora, además, una extraña mezcla de la posición de Kuhn y la de Lakatos. Así, Dosi habla de heurísticas o reglas implícitas que dirigen el sentido de las innovaciones. En la misma línea, se habla de una etapa primigenia de la innovación tecnológica, de ensayo y error, similar a la descripción de Popper del desarrollo científico, y de una etapa madura de oligopolio en la que innovación tecnológica y dinámica económica se encuentran entremezcladas y ligadas profundamente en su dinámica.'? La analogía entre innovación tecnológica y dinámica de la ciencia, hay que confesarlo, es tan sugerente que es difícil resistirse a emplearla. La teoría de Kuhn tiene tal fuerza que se ha convertido en un axioma sin apenas críticos entre los filósofos de la ciencia, y, desde luego, sin ningún crítico entre los sociólogos de la ciencia. Durante los últimos treinta años ha servido como modelo para pensar en la evolución de una enorme variedad de procesos culturales, además del científi17 «Cuanto un patrón tecnológico fundamental llega a establecerse más, el mecanismo de generación de innovaciones y de avances tecnológicos más parece que ha llegado a ser endógeno al mecanismo económico "normal"» [véase Dosi 2, p. 158}. Ésta es una de las razones por las que los defensores de este punto de vista relacionan los ciclos económicos con la dinámica de las revoluciones tecnológicas.

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co y ahora el tecnológico. Es cierto, pero eso no quiere decir que sea una verdad palmaria e indiscutible, porque también es cierto que ningún historiador ha conseguido reconstruir la historia de la ciencia como un ejemplo de la dinámica kuhniana sin violentar los datos empíricos. Los primeros paradigmas postulados se han convertido en múltiples miniparadigmas que han terminado emborronando las tesis kuhnianas. Después de treinta años de reinado absoluto de las tesis kuhnianas, lo único claro es aquello que a él mismo confiadamente le inspiró, la idea wittgensteiniana de juegos de lenguaje o complejos de actividades, reglas, reconocimientos mutuos y otras cosas que constituyen las instituciones prácticas [véase Wittgenstein 11. Pero nada había en Wittgenstein que tuviera que ver con los paradigmas kuhnianos. Sin embargo, la propuesta que comentamos ha tomado como eje de la dinámica económica una estructura demasiado conjetural y sospechosa, aun cuando sea tan perfecta, teóricamente hablando.!" La cosa se agrava cuando pasamos al campo concreto de la innovación tecnológica, puesto que hay varias preguntas que es difícil contestar desde la teoría de los paradigmas tecnológicos. En primer lugar, es consustancial a la tesis kuhniana la unicidad de un paradigma: la ciencia empieza cuando acaba la crítica, afirma Kuhn. No hay coexistencia de paradigmas, salvo en el breve tiempo de una revolución y si hay programas en competencia, señala Kuhn, es un índice de que no estamos en un terreno científico sino filosófico o humanístico. Pero esa regla no parece seguirse en la tecnología, en donde lo normal es la coexistencia de diversas tecnologías, 1.'1 Parecería mucho más natural considerar suficiente la idea primitiva de Nelson y Winter de trayectorias tecnológicas, mucho más próximas a las tesis wittgensteinianas iniciales, y mucho más próxima a la idea intuitiva que uno se hace de las decisiones que adoptan las empresas. Ésta no es, sin embargo, más que una apreciación marginal a nuestro argumento.

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aunque haya transformaciones de mayor alcance que otras. Por ejemplo, la tecnología de la energía motriz por carbón no fue abolida por la eléctrica, al contrario, la presupone en un tanto por ciento, como tampoco por los derivados del petróleo. Pero, en segundo lugar, si pretendemos salvar la analogía kuhniana, dejamos absolutamente indefinido qué es un paradigma tecnológico: ¿se refiere a un sector productivo?, ¿a todos los sectoresí. ¿a cierta clase de procesos?, ¿a grandes categorías de procesosi, ¿a una tecnología en el sentido tradicional? (la tecnología del acero, la microelectrónica.ietc.] o, ¿es intertecnológica? La tesis evolucionista no permite una clara categorización de las tecnologías porque interfiere con los paradigmas, sin embargo, en la tesis kuhniana los paradigmas solamente son posibles en disciplinas y comunidades ya constituidas. Y no es ésta una desviación superficial de la analogía: el soporte de la dinámica kuhniana son los mecanismos internos de autoridad en las comunidades, mientras que no parece que podamos extender el mismo concepto a la dinámica económica sin una inflación incurable del término «comunidad». El problema esencial de la analogía reside precisamente en que no hay un mecanismo psicológico claro que soporte la dinámica propuesta, algo que, contrariamente, sí tenía la teoría del equilibrio general.

La cuestión de las unidades de selección La tesis del evolucionismo económico propone que las unidades sobre las que opera la selección no son las tecnologías o los artefactos, o lo que se quiera, como podría pensarse en una tesis evolucionista del cambio tecnológico, sino las empresas. Son ellas y no sus partes las que son seleccionadas en virtud de las decisiones de producción que han adoptado. No se acaba de ver, sin embargo, por qué son estas unidades las elegidas como el lugar donde opera la selección sobre la tecnología.

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En efecto, las empresas son unidades básicas económicas y son ellas las que transforman, a través de la producción, el conocimiento y los artefactos tecnológicos en bienes de consumo, pero no son necesariamente las unidades de cambio tecnológico, al menos no en un sentido trivial, es decir, en el mismo sentido en que decimos que si no hay instituciones tampoco hay tecnología. En primer lugar, los factores que concurren en la decisión de la empresa impiden que podamos discriminar entre los que son internos y los externos al desarrollo de una tecnología. Nunca sabremos, por ejemplo, si las consideraciones que toma en cuenta la dirección estratégica de la empresa son tecnológicas, económicas o jurídicas, tal vez. Pongamos por caso el que las regalías sean más caras que lo que ella está dispuesta a pagar. Hay una selección sobre las empresas, pero no solamente en función de sus decisiones tecnológicas. Por el contrario, parece más intuitivo pensar que la decisión se efectúa en términos de decisión económica, en la que los aspectos estrictamente tecnológicos obran como un aspecto más del cálculo, aun si admitimos que la decisión no obedezca a las normas de la teoría de la decisión clásica. Por otra parte, no está claro cómo habrían de categorizarse las empresas en relación con el cambio tecnológico, a saber, si como aquellas unidades productivas ligadas a un sector en el que se emplea una clase de tecnología, o como unidades de gestión, que pueden involucrar complejos transnacionales y que, de hecho, involucran muy diferentes sistemas tecnológicos. Pensemos, en tercer lugar, en fenómenos tan intratables dentro de la teoría económica evolucionista como el del parasitismo tecnológico: para muchas empresas la investigación puede ser la peor estrategia posible y, quizás, mucho más interesante la copia, e incluso tampoco la mera innovación y sí, por el contrario, la inversión en mayor control de calidad, pero de menor tecnología.

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En resumen, la teoría evolutiva de la economía en mi opinión carece de fundamentación leórica; y su progresiva huida hacia teorías del cambio menos fundamentadas, cuando no casi místicas, indica -a mi ver-que este defecto es más grave de lo que parece y que obedece, más bien, al deseo que todos tenemos de cubrir el agujero de nuestra ignorancia acerca de los factores que concurren en el cambio tecnológico y económico. Mientras que el uso de la analogía evolucionista ha sido una de las más importantes innovaciones de la teoría económica de nuestro siglo, la tentación de resucitar los férreos mecanismos deterministas de los ciclos, las crisis, los sistemas de producción, etc., indica más bien que la analogía todavía no ha calado suficientemente.

L\ TEORíA

CUrIURALISIA DEL CAMBIO TECNOLÓGICO:

LA TECNOLOGÍA COMO CONOCIMIENl'O

Otra concepción, interesante tanto por su solidez teórica como por su compromiso con la teoría evolucionista, deriva de la extensión del evolucionismo al hecho de la cultura, animal o humana. Los iniciadores de este proyecto fueron los biólogos Karl von Prisch, Nikko Tinbergen y Konrad Lorenz, cuyo trabajo se reconoció con el premio Nobel en 1973, pero especialmente Lorenz, quien diseñó un programa de epistemología evolucionista en el que el conocimiento humano se consideraba uno más de los mecanismos biológicos de autopreservación de la estructura del propio ser transformando el medio. El programa evolucionista respecto a la cultura tiene numerosos seguidores, entre ellos el que suscribe, y muy diversas orientaciones, pero, en lo que respecta a la tecnología y el cambio técnico, merece la pena examinar la presentación que Jesús Mosterín hace en su último y reciente libro, Filosofía de la cultura. La primera idea es que la técnica es parte de la cultura. La cultura es, según Mosterín, «la información

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transmitida (entre animales de la misma especie) por aprendizaje socia!». Desde esta perspectiva la cultura no es un patrimonio de la especie humana, por el contrario, hay numerosos casos de animales que transmiten información por medio de aprendizaje social no determinado genéticamente. Han sido estudiados numerosos casos de variaciones culturales locales entre bandas de primates, y algunos ejemplos, como el de las herramientas usadas por los chimpancés del Combe, estudiados por la bióloga Iane Coodall, se han divulgado extensamente. Toda la cultura es información pragmática. La información pragmática, a su vez, se divide en información descriptiva, el saber qué, información práctica, las habilidades, el saber cómo e información valorativa, las preferencias, metas y actitudes. La técnica pertenece a la segunda clase de información pragmática. La cultura se organiza en fragmentos o rasgos culturales que Dawkins llamó «rnernes», un neologismo que pretende resaltar la analogía con los genes. A diferencia de la dotación genética de un individuo, la dotación cultural no es fija, cambia a lo largo del tiempo de su vida. Precisamente en el cambio está su función biológica, la de hacer plástico su comportamiento frente a cambios del medio. Los rasgos culturales se pueden aprender y asimilar, olvidar y crear. La creatividad, el aprendizaje, la memoria y el olvido son, pues, los motores variacionales del cambio y la dinámica cultural. El aprendizaje a través de la enseñanza, por su parte, es el análogo a la replicación genética. La transmisión genética se produce solamente mediante la transmisión generacional (transmisión vertical), mientras que la dotación cultural de los individuos se transmite también de manera horizontal, entre miembros de una población oblicua, entre miembros de diversas generaciones que no pertenecen a la misma línea genética. Esta presentación nos permite una formulación muy cercana a la de la evolución biológica. Las mutaciones y las selecciones pueden ser naturales o por azar o artificiales, usando medios de decisión racional, o por creatividad inventi-

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va. Varios autores han postulado que este sistema admitiría una formulación cuantitativa, similar a la genética de poblaciones, donde es posible dar un modelo de evolución de rasgos genéticos dada la eficacia biológica que inducen en los organismos. Cavalli-Sforza y Feldman, Boyd y Richerson proponen un modelo estricto de evolución cultural, mientras que Durham y Lumsden y Wilson proponen un modelo conjunto de evolución genético-cultural. La dinámica del cambio técnico sería, pues, parte de la dinámica general de la cultura. Lo que es transmitido y evoluciona son las técnicas. Las técnicas son información práctica [véase Mosterín, p. 121J. Como tal, afirma Mosterín, se distingue de las acciones concretas a que da lugar la información práctica, así como de los resultados de las acciones, por ejemplo de los artefactos que son producidos por las acciones. Si nos preguntamos qué es información práctica o habilidades, Mosterín nos dice que son listas de instrucciones codificadas en forma física, en nuestro caso en el cerebro. Estas listas de instrucciones o programas son las que se transmiten culturalmente a través del aprendizaje verbal o por imitación. La ingeniería sería así una articulación de técnicas o programas prácticos con información descriptiva. Mientras las técnicas son las recetas, la tecnología explica científicamente el éxito de la receta [p. 123]. La dinámica del cambio tecnológico involucraría, pues, además de la transmisión de habilidades prácticas, la transmisión de información descriptiva. En resumen, la tecnología es conocimiento que se transmite culturalmente y que se distingue claramente de sus realizaciones fenotípicas, los artefactos y procesos que resultan de las acciones técnicas. La concepción evolucionista de la técnica como conocimiento tiene varios partidarios entre los teóricos de la tecnología, como E. W. Constant II [1 Y2] yW. G. Vincenti [1 y 2], quienes han desarrollado varios interesantes estudios históri-

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cos sobre el papel del conocimiento práctico en el desarrollo de los diseños tecnológicos en la historia de la aeronáutica.

Dudassobre la concepción culturalista Esta concepción que he denominado culturalista se encuadra dentro del programa más general de la epistemología evolucionista [véase Broncano 2J. Tiene varias virtudes que la convierten en un programa muy atractivo. La primera es la naturalidad con la que se inscribe dentro de la teoría evolucionista, de forma que no se trata simplemente de una analogía, sino de un auténtico proyecto naturalizador de la cultura humana que permite una concepción unitaria del mundo, no dualista como la que ha mantenido nuestra cultura por tantos siglos. En segundo lugar remite el cambio cultural a sus protagonistas, los agentes individuales, de manera que nos evita formas de determinismo económico que no tienen una justificación nada clara. De llegar a ser realizado, particularmente en lo que se refiere a los modelos cuantitativos de cambio cultural, sería una de las mayores conquistas culturales posibles. Su versión actual, sin embargo, suscita cuestiones de difícil resolución dentro del programa.

1. La noción de informacion

La primera se refiere a la noción de información de Mosterín. La tesis de que la cultura es información pragmática (descriptiva, práctica o valorativa) convierte en un eje central de su concepción evolutiva la noción de información, y de hecho, más allá de la concepción personal de Mosterín, es esencial para cualquier teoría evolutiva, incluyendo la biología, puesto que, no sólo metafóricamente, la información es lo que está contenido en el código genético.

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Mosterín habla de tres formas (¿tal vez nociones?) de información: la información como forma o estructura, que puede ser cuantificada respecto a un nivel de descripción o código mediante el número mínimo de decisiones que tenemos que tomar para determinar unívocamente el evento original, la información semántica, que Mosterín califica como correlación entre señales y eventos y la información pragmática, que exige además un receptor que es informado o cambiado de forma por la recepción de la señal. Según Mosterín, sólo la información pragmática puede ser correcta o incorrecta (verdadera o falsa en el caso de la descripción de algo, eficaz o ineficaz en el caso de la prescripción de algo). No se nos dice, sin embargo, por qué la información pragmática adquiere esta extraña propiedad de la corrección o incorrección, aunque se nos aclara que la información pragmática «puede informar o desinformar (la creencia inducida puede ser falsa, la habilidad adquirida puede ser ineficaz, la preferencia puede no ser adaptativa]» [p. 231, de manera que la corrección o incorrección es algo que podría suceder en virtud del hecho de que la señal transforma las creencias o representaciones en la cabeza del receptor, puesto que según Mosterín es esta capacidad la única diferencia que existe entre información semántica y pragmática. Pero, claro, la corrección no puede nacer de este proceso, puesto que no hay nada en él que provoque a primera vista la emergencia de una propiedad normativa, como es la de tener una información correcta, a menos que lo que ocurra sea que las creencias o representaciones ya tienen ellas mismas esa propiedad, la de ser correctas o incorrectas, es decir, representar o no adecuadamente los estados del mundo. Y el hecho de que una señal del medio active o desactive una creencia u otra es lo que provoca que la información pragmática que adquiere el receptor sea correcta o incorrecta. Esto es seguramente lo que Mosterín tiene en la cabeza, pero para este viaje no necesitamos tanta alforja, porque esto es la historia que siempre nos contaron

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de la señal enviada por el medio a nuestros sentidos que suscita una representación intencional correcta o incorrecta. Desde este punto de vista, la noción informacional de Mosterín sería claramente independiente de su teoría de la cultura, porque la cultura residiría en las propiedades intencionales de las representaciones, tal como cuenta la historia oficial; y el hecho de que sean o no información es claramente accesorio, es como si fueran o no creencias de color verde. A menos que lo que quisiera proponer Mosterín es que las creencias o representaciones son también información, o su ser representacional consiste en ser estados informacionales. Esto sería lo realmente novedoso y naturalizador, y, de paso, lo que realmente nos permitiría incorporarlo a la perspectiva evolucionista. Pero la noción de información, con ser necesaria, es insuficiente para esos propósitos, porque no se nos contesta a la pregunta de por qué y de dónde surgen las propiedades normativas de corrección o incorrección. Aunque parezca una pejiguería técnica de filósofo, se trata de una cuestión central y de fundamento no sólo para la noción de representación o para la semántica sino también, como veremos más adelante, para la propia filosofía de la tecnología, en la medida en que los artefactos son también objetos interpretables, en la medida en que sean objetos de uso instrumental, correcto o incorrecto. El caso es que una teoría informacional es necesaria para una teoría de la cultura pero, lamentablemente para la versión de Mosterín, es insuficiente a menos que deflacionemos tanto el significado de información (pragmática, en su caso), que la hagamos claramente intencional, en cuyo caso es innecesaria, porque ya teníamos, para ese propósito, la vieja teoría de Brentano.'? 19 Hay varias teorías actuales que proponen soluciones al problema que Mosterín no detecta. No es el caso de entretenernos en una cuestión muy discutida, pero al menos señalaré los posibles caminos. Lo que nece-

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No es que la teoría de Mosterín sea incorrecta: nadie niega que la cultura sea información, como nadie niega tampoco que su ser natural sea el de un proceso físico, lo importante está en la diferencia específica como un tipo especial de procesos físicos en la naturaleza. Lo que ocurre es que la noción de Mosterín es insuficiente y sospecho que su insuficiencia, más allá de discusiones sutiles sobre propiedades semánticas, nos remite a su opción por una determinada concepción del proceso evolutivo, la de considerar los rasgos culturales o mernes, aisladamente, como los sujetos y soportes de la evolución cultural. Esta concepción, y ésta será mi segunda crítica, contiene la misma dificultad que su concepción de origen: la idea de que son los genes las unidades de la evolución biológica, a saber, una incorrecta idea de las explicaciones funcionales, explicaciones que son esenciales en todas las ciencias biológicas, incluyendo las ciencias humanas.

2. Los memes como unidades de seleccíón La idea básica es que la información contenida tanto en los genes como en los memes (o en la versión un poco más amplia de Lumsden y Wilson, los culturgenes, que incluyen tam-

sitamos es una relación que vaya más allá de la información para construir

una noción de contenido que permita la existencia de malrepresentaciones, sin acudir a una extraña propiedad no natural como la intencionalidad. Una opción posible es además de la correlación nómica de la que habla Mosterín, establecer una relación de covariación modal abstracta de caráctercontingente (ésta es la versión de Poder]. Otras teorías son los funcionalismos de Dretske y Millikan, en los que el contenido nace de la existencia de una relación de indicación [véase Dretske] adquirida por aprendizaje individual, o de una relación funcional transmitida históricamente (véase Millikan], o un punto de vista determinado conjuntamente por la perspectiva del observador y los patrones de conducta del sistema [véase Dennelt 1].

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bién artefactos) es lo que da cuenta causalmente del proceso evolutivo. En la tesis del evolucionismo culturalista son seleccionados ciertos objetos, los memes o rasgos culturales, a causa de sus propiedades informacionales. En lo que respecta al cambio técnico, lo que contaría, desde el punto de vista de Mosterín, son las recetas o secuencias de órdenes, tal vez con los contextos científicos que las acompañan. Y esta afirmación no es marginal sino esencial al concepto culturalista de evolución.P La efícacia (biológica en los genes, cultural en los memes) no es un producto único de la estructura o forma contenida en ellos, sean reglas de conducta o disposiciones, sino un producto mucho más complejo de la expresión funcional de esos genes o rnernes en los fenotipos (organismos) o conductas y artefactos a los que dan lugar. La evolución no opera únicamente sobre los genes, sino sobre los organismos, en tanto que productos funcionales de los genes. La cuestión que subyace, dejando a un lado los detalles técnicos del debate sobre las unidades de la selección [véase Saber 1], es la de que las propiedades por las que un objeto dado es seleccionado (un organismo en el caso de la selección) no son propiedades intrínsecas y únicas de los rasgos culturales o representaciones (como tampoco lo son de los genes). Saber nos hace reparar en la distinción que existe entre qué objetos son seleccionados y cuáles son las propiedades por las que son seleccíonados" La evolución, sea biológica o cultural, es un 20 Así, Mosterfn recuerda el experimento mental de Popper acerca de dos escenarios de la humanidad después de una guerra nuclear: en el primero desaparecen los científicos pero quedan los libros, en el segundo, desaparecen los científicos y los libros. Popper afirma que en el primer caso se tardará menos en llegar al mismo estadio de partida. 21 Saber pone el ejemplo de un juguete formado por un cilindro que contiene varios pisos con agujeros de radio decreciente en cada piso. Tenemos también un montón de bolas de distintos tamaños y colores. Si echamos las bolas en el cilindro, puede ocurrir que las de cada color se queden

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proceso complejo en el que podemos afirmar explicativamente que ciertos rasgos se explican porque incrementaron la eficacia de los organismos o íterns que los portaban en el pasado. Para decidir sobre qué nivel actúan específicamente las fuerzas evolutivas debemos decidir qué propiedades son causalmente eficaces para explicar la evolución. Si es el nivel de contenido informacional, será el nivel de las propiedades informacionales, como afirma Mosterín, puesto que desprecia las «propiedades fenotípicas» [p. 121] de los productos causados por los memes o rasgos culturales. Serían únicamente estas propiedades de contenido cultural las que determina. rían la evolución de los objetos (los objetos de evolución pueden ser los propios rasgos culturales). Pero no son las propiedades representacionales los estados mentales de los sujetos, sino las propiedades funcionales de los productos de nuestras acciones las responsables de la selección y evolución en la historia. Por el contrario, el conocimiento humano ha evolucionado a causa de las propiedades funcionales de las conductas y los artefactos a que ha dado lugar, y no a la inversa. Al menos en lo que respecta al cambio técnico. De hecho, nuestras capacidades representacionales han sido seleccionadas por la plasticidad de conducta que inducen, lo que contribuye a aumentar la eficacia (fitness) de los orgamsmas que disponen de esta cualidad. Las funciones son extrañas propiedades de carácter disposicionaI perfectamente legítimas como entidades explicativas, pero de las que hay que tener en cuenta sus características especiales. . . Decimos que una propiedad P es una propiedad funcional o que, dado el sistema s, el tener s P cumple la función F si y sólo si,

en un piso diferente, pero la acción causal no ha sido por el color sino por el tamaño de las bolas.

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1) F es la disposición a que s realice la conducta A en las circunstancias e (normales). 2) El ques con la propiedad P realice F explica que s tenga P. La explicación funcionalista en biología es que la selección natural explica que los organismos tengan ciertos rasgos a causa de la función que cumplen esos rasgos. Ahora bien, la noción de función, tal como la hemos definido, involucra la historia y el medio del organismo. Si la selección opera. sobre características funcionales, no puede ser definida solamente en función de propiedades de los genes del organismo, sino de propiedades relacionales e históricas de sus estructuras fenotípicas. En la extensión de la concepción evolucionista de los genes a los memes en tanto que sujetos de variación, esta idea se nos aparece mucho más claramente. y esto es lo que hace interesante la explicación y la analogía evolucionista, que precisamente nos permite insertarla en un contexto funciona!. En la concepción anterior eran las empresas las que evolucionaban a causa de las diferencias que inducían sus conocimientos técnicos en forma de paradigmas. En la concepción culturalista lo que evolucionan son patrones representacionales a causa de sus propiedades representacionales. Ni una ni otra teoría, pienso, puede dar cuenta de los interrogantes que nos planteábamos al comienzo, aunque sí puedan hacerlo de algunos aspectos parciales.

LA EVOI.UCIÓN

DE I.OS ARTEFACroS

Queda una tercera posibilidad: la que insiste en los aspectos abiertos del cambio técnico, en la realización, como son los artefactos o procesos; no en la medida únicamente de sus propiedades físicas, sino en la medida en que son nodos de retículos de funciones. En la perspectiva que estamos proponiendo hay un compromiso filosófico con una forma de con-

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cebir la cultura y las realizaciones humanas: insistimos en las transformaciones del medio. La acción intencional humana consiste en que las representaciones causen movimientos corporales y transformaciones. Pero desde el punto de vista externo lo que observamos son transformaciones físicas: movimientos, rituales, libros, cuadros, arados, acciones y objetos. El sentido de los objetos se fija sólo parcialmente por las intenciones del autor o del diseñador. Varias décadas de crítica literaria nOS han enseñado, creo que definitivamente, que las obras humanas cobran una autonomía que va mucho más allá de las intenciones de los autores. Pero lo que podemos decir de los textos se aplica también a los objetos técnicos. Desde Newcomen a Watt, las máquinas de vapor «intentaban» ser molinos movidos por vapor en vez de por agua: no reparaban en que estaba apareciendo una categoría nueva de motores [véase Basalla]. La forma del objeto es también necesaria pero no suficiente para determinar el artefacto como tal artefacto: en primer lugar porque objetos de diversas formas pueden servir para los mismos usos. En segundo lugar porque la forma física exige además el conocimiento práctico para usarlo. En tercer lugar, los usos, el conocimiento práctico de los usuarios es necesario pero insuficiente para explicar los objetos. En primer lugar porque los objetos adquieren una dimensión simbólica que puede influir mucho más en los usuarios que su función técnica. En segundo lugar porque el uso no puede determinar la función a menos que se den características técnicas adecuadas por parte de los objetos. Los artefactos, las técnicas, etc., son sistemas funcionales. Son sistemas que tienen ciertas propiedades relacionales complejas que se transmiten a lo largo del tiempo. Podemos COncebir de manera muy estricta los objetos como prolongaciones físicas del cuerpo humano. Tal vez sea sorprendente esta afirmación si pensamos en una refinería petrolera o en una bomba termonuclear, pero, ciertamente, los instrumentos son transformaciones físicas del medio que continúan los siste-

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mas funcionales que son asimismo los organismos. Ylas funciones, sea en el terreno biológico o en el cultural, san propiedades temporales, contingentes e históricas: cambian cuando cambian algunos de los polos de referencia de las funciones. La evolución actúa sobre los artefactos y sobre las técnicas en cuanto modifica sus propiedades físicas a causa de que selecciona sus propiedades funcionales. y además lo hace en Un sentido estricto que convierte la evolución darwiniana en un esquema general más allá de lo biológico. El progreso en la tecnología es básicamente un progreso en el control intencional de diseño, en hacer que la materia se adecue a la representación. Al introducir un sistema funcional, por otra parte, se modifican y crean patrones de acción que pueden cambiar la función intencionalmente pensada, por eso es por lo que un sistema evolucionista interpreta mejor la historia que una explicación esencialmente intencionalista. La primera lección que un ingeniero debería aprender es que no se puede diseñar todo: al aparecer una innovación hay una función pretendida que rápidamente se transforma y, lo que es más importante, transforma las funciones de los sistemas a los que afecta. Algunos creen ingenuamente que al desarrollarse la tecnología, al hacerse mucho más interdependientes los sistemas se produce algo así como una especie de emergencia de la autoorganización que hace que los sistemas tecnológicos generen sus propias condiciones de equilibrio. Pero ésta es una concepción metafísica, parecida a la Providencia cristiana, y que tiene tanta base empírica como su contraria, el catastrofisrno, que profetiza que la tecnología camina de victoria en victoria hasta el desastre final. Lo único claro es que no podemos predecir el cambio tecnológico simplemente porque no existen regularidades observables, porque es un sistema evolutivo que puede ser reconstruido, pero no predicho. Se puede calcular la viabilidad o eficacia presunta de una determinada innovación, como se hace en genética

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de poblaciones, pero no podemos esperar que ese cálculo nos ayude a ninguna conducta estratégica, simplemente porque los cambios en la vecindad funcional de la innovación pueden hacer variar radicalmente su eficacia prevista. Hemos señalado ya la objeción más importante a nuestra perspectiva, la objeción propuesta por Elster [11 contra la explicación funcionalista en el terreno de la cultura, la acusación de olvidar el papel de la razón en la historia, del hecho de que la memoria colectiva puede hacernos aprender de nuestros errores y de que podemos conducirnos estratégicamente, más allá de la miopía del cambio evolucionista que actúa solamente sobre los problemas inmediatos. Hemos indicado también que una acción intencional local, como es el diseño, incluso el diseño autoconsciente de la tecnología, no es incompatible con una explicación evolutiva más general, y la razón la acabamos de dar hace un momento: no es posible el diseño y el control total, la ingenierización del mundo. Ni siquiera es posible eliminar o bajar los márgenes de descontrol más que relativamente a un sistema concreto. Pero lo mismo podemos decir de la memoria y la conducta estratégica: la aparición de normas y políticas permanentes no entraña una modificación esencial de la evolución sino simplemente la aparición de sesgos sobre las innovaciones y los diseños locales. Cuando una sociedad se propone usar la energía de origen nuclear no está modificando radicalmente la evolución, sino simplemente introduciendo una constricción entre otras muchas. La moraleja es que el proceso evolutivo es un sistema complejo de fuerzas que están relacionadas, pero que no son controlables en términos globales. Necesitamos de la historia, de la memoria colectiva, no porque haya un diseño o sentido único, no porque esté prefijado un fin al que debamos llegar,sino porque debemos ser conscientes de adónde queremos huir; es el horror del pasado el que nos impulsa hacia el futuro y no la fuerza atractiva de algún fin no realizado.

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RESUMEN

Comenzamos este capítulo con la constatación de que no tenemos una buena respuesta a la pregunta de ¡por qué se dedican tantos recursos a la innovación tecnológica? Sorprendentemente no hay una explicación dentro de las teorías clásicas de la racionalidad económica, y hay que buscar la explicación en factores de orden psicológico, psicosocíal, político o histórico. Esta debilidad afecta a la explicación del cambio técnico, uno de los problemas centrales de cualquier teoría de la tecnología. En este contexto se examina la respuesta que nos permite la concepción evolucionista de los sistemas complejos, sean biológicos o de otro tipo. Esta concepción permite explicar mediante mecanismos causales muy sencillos, como la selección o el refuerzo mediante premios o castigos económicos, cómo se puede desarrollar heterogeneidad, orden y diseño a partir de la homogeneidad. Introducimos algunos rudimentos de la concepción evolucionista tal como se acepta en la actualidad que son relevantes para su aplicación a la teoría del cambio técnico. En este contexto sopesamos algunas críticas habituales a la extensión de la metáfora evolucionista a otros sistemas, en particular la acusación de que el evolucionismo socava la explicación intencional de la historia [véase Elster 1]. Una vez determinado el marco evolucionista nos extendemos sobre la concepción evolucionista más conocida, la teoría de Nelson y Winter de la evolución de las empresas a través de la innovación técnica. Esta teoría cumple casi todos los requisitos que hemos establecido anteriormente. Sin embargo, observamos un peligro serio de autocomplacencia que puede llevar a una nueva teoría del destino histórico. Bstudiamos también la aplicación a la evolución técnica de la idea de memes que surgió en el contexto de la sociobiología y que ha sido popularizada por Dawkins y Mosterín.

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Introducimos igualmente algunas consideraciones sobre el excesivo optimismo de esta idea: necesita aún una buena explicación de la acción intencional, como es el caso de la acción técnica. La propuesta que hacemos es que una teoria centrada en la evolución interna de los diseños de artefactos y técnicas, que recoja, por supuesto, las circunstancias ambientales, podría soslayar las críticas que hemos hecho y recoger las ventajas de las varias concepciones evolucionistas.

EL CONTROL SOCIAL DE LA TECNOLOGÍA Y LOS VALORES INTERNOS DEL INGENIERO

SUGERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS La concepción evolucionista es relativamente reciente y supone una cierta familiaridad con los conceptos biológicos que la aleja de las viejas formas de darwinismo social que proliferaron a comienzos de siglo con terribles consecuencias. Respecto al cambio técnico un libro magnífico es e! conjunto de trabajos recogidos en la compilación de López y Valdaliso. Torre y Conde es una buena exposición de los problemas que plantea el cambio tecnológico, así como Bravo. Elster 1 es la mejor exposición de las teorías económicas y filosóficas de! cambio técnico y de sus problemas respectivos. Es un libro esencial para este tema. Una buena y actualizada introducción a los problemas de la biología evolucionista es Sober 3. La concepción evolucionista económica está explicada en López y en Mokir, como libros más accesibles, aunque las «biblias» son Nelson y Winter 2 y Dosi y otros. La concepción «rnemética- o informacional de la evolución se encuentra en Dawkins 1 y Mosterín.

Los DILEMAS DEL CONfROL SOCIAL DE lA TECNOLOGÍA Las decisiones tecnológicas configuran nuestro futuro con una determinación que no tiene ninguna otra medida humana. Nos hemos instalado en una cultura en la que e! cambio tecnológico impone las reglas de la Reina Roja de Alicia en el país de las maravillas, correr mucho para quedarse en el mismo sitio. El cambio técnico permanente es la forma cotidiana de vivir la historicidad, sustituyendo en e! pape! de destino a la meteorología y otros avatares naturales o sociales que configuraban las sociedades preindustriales.! La red de 1 No debe inferirse que esta nueva forma se vive psicológicamente como una liberación. Por el contrario, una nueva sensación de riesgo parece haber sido una de las consecuencias de la modernidad, según la opinión de algunos sociólogos. Por ejemplo, A. Giddens señala estos cambios en la percepción del riesgo: 1) la globalización en intensidad del riesgo (la gue. ITa nuclear o biológica, por ejemplo l, 2) la globalización del riesgo como suma de pequeños cambios contingentes, por ejemplo el cambio climático o en la btodiversídad inducido por los microcambios industriales y de consumo, 3) el riesgo que genera el entorno creado por la incorporación del conocimiento al medio natural, 4) el riesgo institucionalizado (los

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cambios es tan densa y su interacción tan determinante que esta categoría de fatum que ha adquirido el cambio tecnológico es el trasfondo que da sentido a muchos proyectos morales y políticos contemporáneos. Por suerte, el determinismo tecnológico no es el único modo de vivir el cambio tecnológico. También es cierto que en una parte de la sociedad ha ido calando la esperanza y la creencia de que el control social de las alternativas tecnológicas es posible. Si la democracia es el proyecto y la posibilidad de la determinación colectiva y libre del futuro, el control social de las decisiones tecnológicas es uno de los territorios donde se decide esa posibilidad. El control social es la capacidad de tomar decisiones efecti. vas sobre el curso del cambio tecnológico sometidas tanto a normas de moralidad como de racionalidad. Algunas decisiones se adoptan porque son óptimas desde el punto de vista racional, otras porque lo son desde el punto de vista moral. En ambos casos aplicamos valores que serán legítimos en la medida que su origen sea un proceso legítimo de construcción colectiva. La exigencia de legitimidad del proceso de toma de decisiones se extiende a todas las fases del desarrollo tecnológico. Pues el control social no se limita, no se debe limitar, a la negociación de conflictos originados por los proyectos tecnológicos que ya se han puesto en marcha, cuando han completado ya su diseño, se han implantado o se encuentran en la fase última del debate público. Las posibilidades de reflexión, debate y determinación social en estas últimas fases apenas alcanza a otras deliberaciones que las que se refieren a la localización de espamercados de inversión, por ejemplo), 5) la conciencia del riesgo como riesgo y no como destino, tal como ocurría en culturas regidas por visiones reli-

giosas, 6) la conciencia ampliamente social del riesgo: los riesgos son conocidos y compartidos por amplios sectores sociales y no solamente por los expertos, 7) la conciencia de la imposibilidad de control total de las consecuencias de las acciones y por consiguiente de la incompleción radical de cualquier programa de tecnologización socíal Ivéase Ciddens, p. 120).

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cios, distribución de tiempos o compensaciones por daños. Por el contrario, el objetivo de control social se extiende cada vez más al diseño participativo en todas las fases de desarrollo del proyecto. Hay informaciones y desarrollos de posibles escenarios y alternativas que solamente pueden obtenerse o imaginarse a través del debate social. Pero el control social de la tecnología presenta dificultades particulares que son sensibles a varios de los problemas más profundos de las democracias contemporáneas, de la propia noción de democracia en sociedades complejas. En nuestro caso son dilemas que tienen que ver con la naturaleza del sujeto colectivo implicado en las decisiones tecnológicas. Nos encontramos ante grupos e instituciones que son arrastrados a algunas dificultades bien conocidas de la acción colectiva: dilemas de cooperación, asimetrías temporales y asimetrías de información. En pocas palabras, ¡cómo es posible la democracia en un territorio en el que las normas del derecho no son suficientes, ni a veces necesarias, para permitir el control colectivo del futuro?, ¡cómo es posible un control de la tecnología que sea a la vez de- , mocrático. racional y moralmente legítimo? La democracia es una exigencia normativa acerca de la naturaleza del sujeto que adopta la decisión y sobre las características del proceso de toma de decisiones. El problema es que las condiciones mínimas de control democrático que afectan a todo tipo de decisiones políticas, en el caso de la tecnología, puede que no sean suficientes para garantizar su racionalidad, su moralidad y quizás tampoco la democracia. Para citar rápidamente algunas de estas peculiaridades: 1) Las decisiones tecnológicas son miopes, están generadas por una racionalidad limitada que no alcanza a sopesar todas las iniciativas, sino tan sólo aquellas que se limitan a objetivos próximos. Las trayectorias tecnológicas, que nacen de la secuencia de decisiones, no forman las líneas de un plan perfecto sino más bien las

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curvas casuales de un sendero montañoso que dibuja el perfil de un territorio accidentado. 2) Las consecuencias de una decisión tecnológica están llenas de externalidades: quien paga el costo no es siempre quien recibe el beneficio. y esta propiedad se aplica tanto al espacio como al tiempo: las decisiones tecnológicas son adoptadas por actores del presente, pero serán generaciones futuras quienes sufran o gocen muchas de las consecuencias de esta decisión. Otro caso: no siempre los innovadores son los que obtienen el beneficio, o, como ha sido ya indicado en numerosas ocasiones, el medio ambiente puede sufrir daños que no se dividen en partes proporcionales a las responsabilidades. 3) Las asimetrías informativas pueden hacer que las decisiones sean democráticas en la forma pero no en la realidad, si ocurre que solamente una parte del colectivo está en situación de adoptar un punto de vista racional. Es posible que todos deseemos un control popular de la tecnología pero, ¿estamos dispuestos a calcular y asumir los costos que este sistema de control exige en información y educación a nuestras democracias? 4) Las decisiones tecnológicas toman la forma de una decisión colectiva en la que el costo de la decisión para cada uno de los agentes implicados no se ve compensada con el beneficio que obtienen. 5) Las decisiones se toman en un marco irreversiblemente plural. Los valores defendidos por los diversos grupos y agentes involucrados en el proceso de decisión pueden ser radicalmente distintos, motivados quizá por perspectivas, «teorías comprensivas»? o visiones 2 El término es de Rawls; se refiere a las grandesvisiones del mundo, la de las religiones, por ejemplo, que contienen sistemas morales completos junto con concepciones de la sociedad, del hombre, etc. El problema

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del mundo diferentes. Yademás no cabe la posibilidad de una eliminación o reducción del punto de vista de ninguna de las partes a la otra. Las tres exigencias de democracia, moralidad y racionalidad se constriñen mutuamente, para desmayo de fanáticos y fundamentalistas. Si falta una de las tres dimensiones el proceso carece de una base suficiente de legitimidad. Pero las condiciones anteriores enfrentan a los agentes a dilemas serios: las asimetrías informativas presentan problemas para la democracia, la diversidad irresoluble presenta problemas para la legitimación moral, y las externalidades y la no-divisibilidad del bien público respecto al costo invertido presenta problemas para la racionalidad colectiva de la decísíón.! Si bien es cierto que son muchos más los campos de decisión en los que están involucrados estas tensiones, además del control social de los proyectos tecnológicos (el Estado de bienestar presenta problemas parecidos), es la importancia para el futuro que tiene la tecnologia lo que convierte esta tensión en un problema esencial de nuestras sociedades. Pero no hay un punto privilegiado de equilibrio en la tensión entre los tres polos que pueda calcularse matemáticamente: al final, es el consenso social el que determina la mezcla adecuada de valores. Y la necesidad de consenso nos lleva de nuevo al problema de la constitución plural del sujeto de las decisiones. El punto de vista que vamos a desarrollar se resume en la idea de que el sujeto plural solamente es legítimo si cada parte respeta los valores internos, constitutivos, de las otras parque plantea Rawls es el mismo que estamos considerando: las perspectivas son diferentes y lo van a ser durante mucho tiempo. Cómo es posible un contrato social que sea democrático y estable. La dificultad, insiste Rawls.

derivade la estabilidad: si las partesno están convencidas de que el acuerdo es legítimo, el pacto nunca seráestable, sino tan sólo una fase transitoriaparaderrocar al enemigo. 3 El capítulo siguiente se extiende acerca de esta tensión entre los tres polos de decisión.

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tes, y si el acuerdo surge de un proceso público de formación de un consenso estable. El respeto a los valores internos es esencial. Las democracias contemporáneas son irreversiblemente plurales, y también irreversiblemente corporativas, y las llamadas al interés general son estériles si no reconocen previamente este carácter definitivo de la pluralidad de perspectivas. La contrapartida del reconocimiento de la pluralidad es que se exige de las partes una exposición clara de los valores de la propia tradición o del propio punto de vista al tiempo que un compromiso inicial de no deslegitimación de los intereses de la(s) otra(s) parte(s). Los solapamientos, las discusiones y los procesos de formación pública de consenso se desenvuelven entonces siguiendo una dinámica de múltiples equilibrios de valores en tensión, que son examinados, sopesados y, finalmente, aceptados por el sujeto colectivo. Para simplificar el modelo de consenso, supondremos tres sujetos o tres puntos de vista diferentes: el punto de vista del ingeniero, el punto de vista del empresario, el punto de vista del usuario. Puesto que toda decisión está sometida a externalidades, estos tres puntos de vista no agotan la discusión: están los otros, que no son ni serán usuarios, pero quizás paguen los costos de la decisión, están las generaciones futuras (una parte de los otros que no puede estar representada en la discusión), están los compromisos con el pasado, los costos invertidos, etc. Pero la formación de consensos no es diferente en esencia. En el proceso de debate sobre la tecnología, idealmente, cada parte representa la defensa de unos puntos de vista que son los de su perspectiva y situación particular. Los valores y objetivos de cada parte entran en la controversia junto a la discusión sobre los medios y las alternativas concretas. La controversia será limpia y legítima sólo si se respetan, aunque no se compartan, los puntos de vista e intereses de la otra parte y no se niegan sus pretensiones de legitimidad. El gerente propondrá criterios de presupuesto, de restricción de posibles diseños: tiene valores a los

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que atenerse; el usuario, las organizaciones de usuarios, propondrán restricciones, cambios y limitaciones con un punto de vista igualmente legítimo y distinto. Y el consenso resultará al final en un proceso de mutuas constricciones y, en el mejor de los casos, de enriquecimientos mutuos. En este capítulo consideramos un modelo aún más simple: nos fijaremos únicamente en el punto de vista del ingeniero. Es una de las partes implicadas que, a diferencia de las otras, está conformada por tradiciones y valores internos al cambio tecnológico. No es tan habitual como parece el considerar la perspectiva del ingeniero: los economistas tienden a tomar como un dato la innovación y a aplicar simplemente criterios de rentabilidad; las perspectivas de los nuevos movimientos sociales no distinguen tampoco entre los intereses del ingeniero y los del economista: el que los laboratorios de innovación estén pagados por la empresa parece implicar que solamente son intereses económicos los que cuentan. También es cierto que sí es habitual lo contrario, deslegitimar los intereses de los usuarios, de los movimientos ecologistas, feministas, movimientos de solidaridad, etc., por ser movimientos «interesados» políticamente. Pero estos modos de deslegitimación del otro son precisamente los que impiden un acuerdo estable y legítimo.

LAS BASES NORMATIVAS DEL SUIIITO TECNOLÓGICO: El. PUNID DE VISTA DEI. INGENIERO

El imperativo moral del ingeniero A estas alturas el siglo toda reflexión sobre las relaciones entre tecnología y valores tiene que dar por supuesto que las decisiones tecnológicas, como los juicios y decisiones científicas, están «cargadas de valores»: es una constatación que pertenece al trasfondo común de nuestra cultura, en la que se ha reflexionado

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largamente sobre la naturaleza de la axiología en actividades humanas con reglas internas que las constituyen y preservan su autonomía y especificidad. ¿Quién va a negar ahora que los juicios científicos estén no solamente cargados de compromisos axíologícos, así como de compromisos éticos? Es difícil encontrar a alguien que crea todavía que existe una inseparable barrera entre la actividad intelectual pura y la actividad comprometida y dirigida por valores. Ahora bien, una cosa es que haya valores y otra muy distinta es que todos los valores se mezclen en la misma categoría, que no haya una diferencia entre valores internos y externos. Que unos y otros valores intervengan en distinto grado en todas las decisiones no implica que no haya que exigir un orden de valores. Esta distinción es algo que olvidan quienes insisten en la presencia de todos los valores e intereses en todas las decisiones. La exigencia de orden es sin embargo una exigencia normativa sin la que no se puede seguir hablando. Supongamos que un sociólogo constructivista, habitualmente lúcido respecto a la presencia de todo tipo de valores, se ve involucrado por casualidad en un conflicto jurídico en el que él mismo es parte interesada: ¿debería de decaer en su derecho a exigir justicia porque esté consciente de que intervienen todo tipo de intereses en la decisión del juez? No, está en su legítimo derecho a exigir al juez que ordene sus propias motivaciones y coloque la justicia en el primer lugar. Y si criticamos al sistema jurídico es porque tenemos una intuición de este orden de valores. Todas las parcelas de la cultura y la sociedad, en la medida que desarrollan una cierta autonomía, desarrollan también un sistema de valores que son constitutivos respecto a esa región: la ciencia respecto a los valores epistémicos, el sistema educativo respecto a la formación, la prensa respecto a la información," 4 El que las instituciones estén constituidas, entre otras cosas, por valores internos, no significa que haya un orden natural de estos valores, ni

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etc. Pues bien, también la tecnología tiene una estructura de valores propia, que se asienta sobre fines autónomos no reducibles a intereses ajenos, aunque puedan entrar ocasionalmente en conflicto con otros fines, y que los casos difíciles nos obligan a considerar el grado de compromiso que tenemos con esos valores. Se trata de valores que legitiman una actividad y una institución por sí misma, porque nacen de la naturaleza de esa actividad de tal modo que lo que uno puede cuestionar es la propia actividad en sí, pero no los valores que la instituyen y constituyen. El imperativo de la tecnología es, para decirlo pronto y rápido, el de crear oportunidades. Es este imperativo el que determina una estructura de valores que no se limitan a la consideración y elección de los medios, sino que están dirigidos más bien a preservar nuestra reserva disponible de medios y crear un espacio en el quesea posible identificar y proyectar nuevos objetivos. Es una estructura de valores que está dirigida, en primer lugar, a la ampliación de nuestras capacidades y posibilidades y, en segundo lugar, al alejamiento de los peligros o al cierre de las trayectorias peligrosas. La tecnología supone un conjunto de instituciones en las que se ha desarrollado la traelimina el pluralismo. Una razón, entre otras muchas que cabría aducir, es la competencia entre valores internos. En el caso de la tecnología, como ejemplo, ya establecimos en el tercer capítulo el carácter tenso de la innovación y el riesgo. Los diversos proyectos y programas son propuestas acerca de los puntos de equilibrio entre estos valores constitutivos. lo importante es que negar la existencia de estos valores equivale, simplemente, a negar la existencia de esa institución. Ser consciente de este hecho es esencial: tal vez el futbol sea también espectáculo, ocasión para lavardinero negro, espacio para todp tipo de mitomanías, etc, pero si no ordenarnos los valores, simplemente nos resignamos a la desaparición del futbol, del mismo modo que los estadounidenses se han resignado a la desaparición de la lucha libre y la han sustituido por un circo aceptado socialmente. Que la ciencia, la educación, la prensa libre, la tecnología sigan este camino es una alternativa histórica que no podemos excluir. Al contrario, lo sorprendente es cómo logran mantenerse.

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dición normativa de la ampliación del espacio de oportunidades como fin constitutivo.

Elcontenido moral de las posibilidades pragmáticas En el capítulo segundo hemos propuesto la idea de que el campo ontológico de la técnica está constituido por lo que hemos denominado posibilidades pragmáticas. Mientras que nuestro sistema conceptual define las posibilidades lógicas (es decir, lo lógicamente posible, imposible y necesario relativo a un conjunto de proposiciones) y las leyes físicas determinan el campo de lo físicamente posible y lo físicamente imposible, las técnicas determinan los estados que son realizables, dados nuestros recursos y capacidades. Es una restricción de las posibilidades físicas: no podemos alcanzar objetivos que sean físicamente imposibles, aunque, por supuesto, podamos imaginarlos y representarlos en la medida en que caen dentro de lo conceptualmente posible. Las posibilidades pragmáticas que están abiertas por la existencia de una técnica son posibilidades objetivas, en el sentido de que están más allá de la representación actual que de ellas se hace el sujeto. Al desarrollar una técnica creamos en cierto modo un conjunto de mundos posibles o de futuros realizables que no hubieran sido alcanzables de no existir la técnica, de manera que constituimos un conjunto de oportunidades de acción, algunas deseables y otras no, algunas legítimas y otras no. Es en este sentido en el que podemos sospechar que la representación de los fines guarda una profunda relación con las oportunidades que nos ofrecen los medios de los que disponemos. La relación no es sencilla, puesto que los fines están relacionados con nuestra imaginación, con la capacidad de representarnos futuros posibles, que lo son, por la propia naturaleza de la representación, relativos a nuestro dominio

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conceptual. Pero la representación conceptual no es previa a la existencia de los medios, sino que en cierta forma se solapa con ella: a menos que reconozcamos que algo es un medio para algo, un objeto que puede ser utilizado, usado, para conseguir un deseo, es difícil que el propio deseo se active como tal. En muchos casos ni siquiera puede existir representación del deseo sin el conocimiento práctico de los usos del instrumento o medio. En resumen, la naturaleza de las técnicas no es meramente la de ser esclavas de los fines, sino la de crear un espacio de oportunidades que interactúa con nuestras motivaciones, deseos, miedos y valores, así como con nuestros conocimientos y conjeturas del futuro para hacer posible la emergencia de objetivos y fines representados subjetivamente en la cabeza de los agentes. Quiero reiterar que el espacio de oportunidades es objetivo y trasciende la representación subjetiva del sujeto. Esta trascendencia es la que hace que las técnicas sean parcialmente autónomas respecto de los fines para los que fueron diseñadas, descubiertas O aprendidas. Ahora podemos aclarar en qué sentido consideramos fuertemente normativa la perspectiva del ingeniero: es constitutiva de su tradición cultural, en el mismo sentido en que los valores internos de búsqueda de la verdad y evitación del error son constitutivos de la ciencia.

LA EMERGENCIA

DE UNA TRA01C!ÓN INTERNA

Las comunidades tecnológicas Los sistemas tecnológicos" son complejos en los que interactúan personas con artefactos guiadas por planes que involucran 5 La noción de sistema permite incluir objetos de naturaleza compleja e interconectada, incluyendo aquellos componentes que pertenecen a ni-

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un cierto número de técnicas. Lo importante de los sistemas tecnológicos es que están dirigidos a la transformación de la naturaleza a gran escala, mediante el reclutamiento y la organización de la cooperación de los agentes, siguiendo pautas fundamentadas en el conocimiento compartido, sea éste científico o técnico, y mediante un proceso de institucionalización u organización social que no había sido realizado en anteriores culturas técnicas. La emergencia de este modo de organizar las técnicas hubiera sido imposible sin grandes cambios en la sociedad. Tomemos como ejemplo la revolución industrial del siglo XIX centrada alrededor de la tecnología del vapor: es ésta una tecnología que involucra y reorganiza la siderurgia, la minería del hierro y del carbón, el diseño de máquinas de vapor, tecnología, que, a su vez, hubiera sido imposible sin una potente industria de máquinas, herramientas, etc. Ya hemos señalado en el segundo capítulo lo curioso que resulta el que las técnicas de uso del vapor como fuente de energía y movimiento hubieran estado disponibles por casi dos mil años, desde las máquinas de Herón de Alejandría. El imperio romano no llegó a desarrollar esta tecnología, que apenas si sobrevivió más que como curiosidad ornamental. Esun caso en el que las oportunidades abiertas por una técnica no son realizables bajo una determinada formación social. La constitución de sistemas tecnológicos es una parte del proceso de «estructuración» de una sociedad, que involucra formas de institucionalización, establecimiento de una amplia división del trabajo y la creación de formas de expectativas racionales acerca del futuro previsible que subyacen al periodo de existencia de un sistema tecnológico. En el caso de la ciencia, desde el siglo XVII se conforma la tradición, basada en las relaciones de escuela o relaciones maestro-continuadores, relaciones que muy rápidamente llevan a la conciencia de la tradición, en la medida en que los veles muy distintos de organización, como son los artefactos y las personas. Sobre este punto, véase A. Pacey, «Technology: Practice and Culture».

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pertenecientes a ella generan una historia interna para diferenciarse de otras tradiciones: de la filosofía escolástica, por ejemplo, y de todas aquellas formas de conocimiento que ahora se rechazan como diferentes. Como ha estudiado Merton, en un plazo crítico de cincuenta años se conforma en Europa una nueva tradición que hoy identificamos con la ciencia: la figura del sabio científico se convierte en este plazo en un modelo de éxito social, algo inusitado hasta entonces en las sociedades estamentales. En el caso de la tecnología el proceso tiene sus peculiaridades, pero no es diferente en esencia: el inventor tradicional, a veces anónimo y otras veces como un reconocido artesano o artista va convirtiéndose en una nueva «profesión», en una institución que en cierto modo exige profesar allego y el sometimiento a normas existentes en la profesión. Es la profesión de «ingeniero», que surge en los siglos XVI y XVII al compás de la ciencia moderna. Hélene Vérin narra cómo la profesión de ingeniero nace de necesidades sociales de los nuevos Estados, que exigen ya una estandarización de prácticas, así como una fundamentación matemática que las tradiciones verbales de los artesanos no son capaces de satisfacer. El conocimiento privado transmitido directamente de maestro a alumno debe ahora hacerse público, para cumplir, por ejemplo, los márgenes de calidad que exige la sociedad. Las ordenanzas reales obligan a los constructores de buques a dibujar previamente, y mostrar sus diseños a la autoridad, así como a efectuar después viajes en dichos buques, para mejorarlos en sucesivos diseños." A lo largo del siglo XVIII va surgiendo la profesión en un lugar intermedio entre el Estado y la empresa privada, por un lado sometido a las fuerzas de la necesidad de estandarización, de control público, por otro, sometido a las presiones del beneficio económico. El resultado, en lo que a nosotros concierne, es la génesis de una tradición. (,Véase vérin, pp. 341 Y ss.

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Repárese en que esta doble presión solamente es posible mediante una reorganización total de las prácticas sociales: por ejemplo, el simple caso de organizar las armas de fuego en categorías determinadas por los calibres, una tarea que se proponen en Francia los reyes de Luis XII a Luis XV!/ implica algo más que una mera orden, significa un auténtico ejercicio de ingeniería social, que entraña desde la movilización de artesanos e ingenieros hasta sistemas de acuerdo entre las fábricas y los talleres. ¿Por qué habría de generar este proceso un hilo conductor interno de génesis de una tradición con normas propias? De hecho no hay ninguna necesidad histórica. Es más bien el resultado de otras presiones sociales que conducen al mantenimiento de la tradición. Quizás la competencia internacional, quizás otras razones, lo cierto es que a lo largo del siglo XIX se observa un proceso claro de institucionalízación de la tecnología y los sistemas tecnológicos. Aparece la conciencia profesional del ingeniero, a veces en medio de profundas crisis:" emerge como una conciencia portadora de valores proVéase Vérin, p. 397. Gispen narra cómo los ingenieros alemanes, anteriormente a la primera Guerra Mundial, adquieren una conciencia extraña de no pertenecer ni a la clase dominante que dirige la empresa ni a la clase trabajadora. En 7

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pios, de un código deontológico que crea sus propias figuras ejemplares? y sus mitos de grandes héroes inventores que cambian la sociedad. La figura prometeica del ingeniero atrajo desde los primeros momentos a los literatos, atrajo a Hollywood, como no podía ser de otra forma, y se convirtió en parte de la conciencia pública, sustituyendo en buena medida a la figura del sabio o el científico. Algunos autores han defendido la existencia de comunidades tecnológicas.'? siguiendo una tradición nacida en la filosofía de la ciencia. Tales comunidades serían, análogamente a las comunidades disciplinarias de la ciencia, el sustrato institucional en el que se habrían desarrollado los valores internos, del mismo modo que lo han hecho en las comunidades científicas." Hay ciertas diferencias entre la tecnología y la ciencia que no debemos ocultar, sin embargo, para evitar que la analogía nos desborde. La ciencia es un sistema público de comunicación de resultados sometidos al control público de los pares. Los científicos están motivados en una buena medida por la búsqueda del reconocimiento de sus iguales, a los que respetan y cuya opinión es una guía para su trabajo tan potente o más que la respuesta de la natu-

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Alemania, la emergencia de la conciencia profesional del ingeniero se constituye, según el autor, como una conciencia social que explica, entre otras cosas, el apoyo posterior al nazismo. Pursell explica cómo esta conciencia desgarrada se produce en el seno de una tensión bien diferente, entre la conciencia de género de las mujeres ingenieras en la Inglaterra de las entreguerras y su conciencia profesional. En cuanto a la génesis de esta conciencia interna, no debemos olvidar que se produce tal vez como inducción desde campos distantes aunque relacionados. Hacker explica cómo la ideología profesional del ingeniero está relacionada con la conciencia profesional de los militares, de los que es ciertamente heredero en buena medida. El aparato militar se configura como una institución profesional en el Estado industrial, encomendado ahora a los «ingenieros de la guerra».

'J Oig Y Billington narran de manera ejemplar el caso de Amman, el constructor del puente de Washington en el Harlem de Nueva York. Es un caso entre otros muchos de difícil navegación entre constricciones políticas y futuros técnicos posibles, pero el caso es especialmente aleccionador acerca de la red de valores y constricciones que constituyen la tecnología moderna. 10 Especialmente Vicenti 2, pero en la misma línea está el ya clásico Layton y Constant 11 1. La filosofía de la tecnología alemana, de la que es heredero el pensamiento original del Ortega de la «Meditación de la técnica», forma el marco conceptual que conforma también esta tradición, pero como causa más próxima se encuentra sin duda la explicación kuhniana del desarrollo de la ciencia. J1 Broncano 5 es una propuesta acerca de cómo se desarrollan en la ciencia los códigos deontológicos internos que categorizamos bajo el apartado de método científico.

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raleza.'? En la tecnología, pese a la creciente interdependencia con la ciencia, son los valores prácticos de los resultados, de uso o de valor, los que guían la actividad innovadora. Los criterios internos de los pares no tienen la fuerza que tienen, pongamos por caso, las recompensas sociales o económicas que produce una patente.!' por otra parte, frente al sistema de comunicación pública de los resultados, e! secreto de las innovaciones y diseños es a veces más la regla que la excepción. Pese a todo, la tecnología moderna ha desarrollado un sistema de valores propios y una tradición que tiene todas las características de una tradición cultural. No es necesario que esta tradición reciba un soporte institucional autónomo, en e! sentido en e! que las disciplinas científicas y otras instituciones similares constituyen los vehículos que reproducen la conducta «metodológicamente correcta» de! investigador científico. En la tecnología, en último pero no menos importante lugar, e! usuario de la tecnología o de su producto tiene un pape! que no tiene en la ciencia: es e! que conforma la capacidad de uso y por consiguiente quien garantiza la supervivencia de! sistema tecnológico. En el caso de la tecnología, la tradición resulta construida por la continuidad de lo que hemos denominado sistemas tecnológicos. La propuesta nos remite a las formas en las que se desarrolla la tecnología en e! mundo occidental a partir de la Edad Media: el reclutamiento complejo de fuerzas económicas, culturales, sociales y de recursos intelectuales para formar complejos de tecnologías se produce en Occidente y se l2 Sobre el carácter especial de los resultados científicos, Maltrás ha aportado ideas interesantísimassobre el especial carácter de los resultados públicos en la ciencia. 13 Jesús Vega me ha señalado en variasconversaciones la obsesión de James watt. uno de los casos paradigmáticos de esta nueva figura, por proteger y ocultar sus descubrimientos bajo patentes. Un caso similar fue el de Brunelleschi, quien construía sus máquinas en lugares diferentes paraproteger su autoría [véase Scaglia].

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estabiliza como un medio válido de soporte de! cambio social y económico.

La tradición ingenieril: una solución a un problema, ¿por qué se innova? La idea que proponemos es que el imperativo cuasi moral que construye la tecnología como un dominio parcialmente autónomo de la cultura no es ajeno, sino un producto consustancial de la naturaleza compleja de los grandes sistemas tecnológicos. Los sistemas tecnológicos exigen la cooperación de actividades heterogéneas en su naturaleza y en sus valores. Consisten en inmensos complejos de solución de problemas que involucran una extensa y profunda división social del trabajo, desde los aspectos gerenciales y económicos, pasando por los políticos hasta los científicos y «puramente» tecnológicos. La tecnología en general. e! inventor y el ingeniero en particular, existen y se han reproducido porque han ejercido una función en el cambio social y porque las sociedades han preservado esta tradición, permitiendo la transmisión de los valores que la constituyen. Si bien es cierto que hay técnicos porque es necesario un saber práctico especializado para el mantenimiento de la producción en un sistema basado en la división social del trabajo, la existencia de técnicos no explica por sí misma la dinámica de la tecnología en la tradición económica occidental. Hay otras sociedades en las que también hubo técnicos, como ocurrió en la cultura china, sin que se constituyese una tradición de tecnología. Esta dinámica debemos explicarla por la existencia de un cierto conjunto de perspectivas y valores que son preservados en la tradición tecnológica. Yesta tradición nos permite resolver un problema que observamos en el anterior capítulo, ¿por qué innovar?

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Los economistas se han encontrado siempre en una situación paradójica cuando se han enfrentado al cambio tecnológico. Todos han reconocido su importancia, desde el Adam Smith que introduce la innovación técnica en el corazón de su explicación del cambio técnico!" hasta Marx, quien afirma que «la burguesía no puede existir sin renovar continuamente los medios de producción». Sin embargo, a la hora de explicar el cambio técnico, éste queda como una variable externa al equilibrio económico: da igual que haya cambio técnico o aumento de la explotación por disminución del valor de la fuerza de trabajo. La función de producción que regula el equilibrio y por consiguiente la conducta de los agentes toma el mismo valor. Pero la intuición que tenemos los que no somos economistas es que el cambio tecnológico introduce una asimetría causal y temporal en la organización de los sistemas sociales y económicos que no es capturada por la teoría clásica del equilibrio. Es precisamente en esta asimetría en donde encontramos la fuente del valor de la tecnología. 14 La tesis de Aclaro Smith es que la innovación tecnológica es un producto y un motor a la vez de la división social del trabajo: «es mucho más probable que los hombres descubran. métodos idóneos y expeditos para alcanzar cualquier objetivo cuando toda la atención de sus mentes está dirigida hacia ese único objetivo que cuando se disipa entre una gran variedad de cosas. Y resulta que como consecuencia de la división social del trabajo, la totalidad de la atención de cada hombre se dirige naturalmente hacia un solo y simple objetivo. Es lógico esperar que los que están ocupados en cada rama específica del trabajo descubran pronto métodos más fáciles y prácticos para desarrollar su tarea concreta, siempre que la naturaleza de las mismas admita una mejora de este tipo» [A Smith, pp. 40-411, aunque al tiempo reconoce que no siempre la invención es producto de las mejoras incrementales de los usuarios: «otros (descubrimientos) han derivado de aquellos que son llamados filósofos o personas dedicadas a la especulación, y cuyo oficio es no hacer nada pero observarlo todo; por eso mismo, son a menudo capaces de combinar las capacidades de objetos muy lejanos y diferentes» [p. 41].

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Hay innovación porque la existencia de una tradición y el conjunto de instituciones que conlleva significan una fuente de novedades e innovaciones permanentes, significa, dicho claramente, la preservación del valor de buscar la novedad técnica sin descanso. Y es esta existencia la que modifica la trayectoria de las demás instituciones. Las empresas tienen que tomar en cuenta quieran o no la innovación debido a que si una de ellas no lo hace, seguramente otra lo hará. Y así se ha creado una interdependencia: esta misma dinámica contribuye a sostener las instituciones que son la causa de la carrera por la innovación.

La genealogía de la creatividad El obstáculo que se le plantea a alguien que postule que el beneficio económico es el motor de toda la innovación tecnológica es que no siempre la innovación tecnológica tiene beneficio. No siempre los grandes innovadores tuvieron un premio económico, y es posible que lo contrario sea más habitual de lo que parece. Se puede aducir el caso de Edison, quien fue un empresario-inventor, como también lo fue en parte James Watt, pero no constituyen la regla; ocurre, además, que su creatividad innovadora excede muchísimo a su creatividad empresarial. Y, por cierto, también se arruinaron en alguna ocasión. Incluso para empresas enteras, la decisión de innovar no siempre es rentable económicamente. Sí, quizás, la de incorporar nuevas tecnologías una vez que han probado su validez. Pero tomemos por ejemplo una empresa informática pequeña: siempre es mucho más productivo copiar la tecnología de otros y abaratar costos insistiendo en los costos de trabajo o de gestión. En términos de decisión racional hay una fuerte prima para aquel que incorpore primero una innovación que tenga éxito, pero no la hay tan clara para aquel ingeniero o aquella empresa que decida perder el tiem-

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po y numerosas inversiones en la innovación. De hecho se trata de decisiones estratégicas que solamente llevan a cabo empresas que crean un medio empresarial en el que tienen sentido planificaciones estratégicas, o investigadores individuales que entran en una dinámica muy similar a las de los científicos, para quienes la recompensa no es estrictamente económica, sino epistémica. Como el propio Adam Smith reconoce, la creatividad humana está antes, es el impulso que crea la división social del trabajo, por un sesgo que explicó muy bien Ricardo, por la ventaja comparativa que produce la diferenciación. En eso no parece distinguirse la evolución cultural y social de la evolución biológica de las especies. Pero también en biología los comportamientos altruistas no son fáciles de explicar, no son adaptativos. Para algunos filósofos son el producto del oculto egoísmo de los genes." para otros, un producto de la elección de los individuos que mostraban esa conducta por parte de quienes habían de reproducirse con ellos.l'' En este segundo caso tenemos que algunos comportamientos no son reducibles a cálculo, sino que, una vez que aparecen, se mantienen y reproducen porque hay una selección positiva por sus efectos beneficiosos. No sabemos cuál es el origen de la creatividad técnica en la especie humana. Sin embargo, no hay ninguna razón para pensar que los individuos creativos.fueran los que tuvieron la 15 Williams es el ya clásico expositor de esa tesis, que ha llegado a ser popular gracias al gran divulgador que es R. Dawkins. 16 Wilson y Saber han supuesto un renacimiento de la selección de grupo con el apoyo de un nuevo argumento: hay selección de grupo cuando los organismos o genes tienen todos la misma eficacia biológica por el he-

cho de pertenecer al grupo. El altruismo se produciría, en primerlugar, por la generación de grupos de altruistas por el hecho de que son altruistas: son por ello elegidos por sus parejas para procrear y, en segundo lugar, por la competencia de los grupos con un alta tasa de altruistas frente a los que tienen tasas más bajas.

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recompensa social por su creatividad. La especie humana, como todas las que conocemos del mismo tronco evolutivo, son especies esencialmente sociales: la gran mayoría de los problemas que debe resolver un individuo a lo largo del día, incluyendo los de supervivencia, son problemas sociales: de una solución adecuada puede depender la supervivencia o la reproducción más, quizá, que de los avatares de la lucha con el medio. En este contexto social es en el que se producen las transformaciones culturales que llamamos técnicas: el beneficio es para toda la comunidad, a pesar de que pueda no haberlo sido para el descubridor. El caso es, no obstante, que la creatividad es una de las características de toda la especie, aunque puedan existir diferencias de grado y capacidad entre los individuos. Parece que nos encontramos ante un caso similar (si no es acaso del mismo tipo) que el del genuino altruismo moral: el de una conducta que beneficia a otros sin necesidad de una expectativa racional de beneficio o reciprocidad. Puede que resulte extraño, si no cínico, hablar de altruismo aplicado a los ingenieros: lo es si estamos pensando en los grandes ingenieros-empresarios. Pero nadie ha dicho que sean o hayan sido ellos los motores de la innovación: ellos son más bien sus beneficiarios, los poseedores de las patentes. Pero se ha atendido muy poco, desde mi punto de vista, a los conflictos que surgen diariamente entre los impulsos creadores y los intereses empresariales. Y curiosamente algunas de las últimas transformaciones más importantes han sido producto de una actitud de rebeldía respecto a estos intereses. Castells [1J recoge algunos aspectos de la historia de las innovaciones informáticas de los años ochenta, que han cambiado como pocas el escenario económico y social de nuestra época: han sido en buena parte producto de innovadores externos a las grandes empresas. No puede entenderse el fenómeno de creatividad que significa Silicon Valley entendiéndolo solamente en términos económicos: al contra-

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rio, el movimiento económico de centros geográficos como éste está impulsado por un efervescente proceso de realimentación de la innovación que se produce fuera del mercado, en la educación, en la propia vida cotidiana, en los laboratorios de innovación, en los restaurantes."? en las redes sociales creadas entre las universidades y los laboratorios, entre ingenieros y estudiantes. Puede estudiarse económicamente un fenómeno como Silicon Valley, como París Sur o como Boston, pero no puede explicarse económicamente.

El valor de la tecnología y la moral de Prometeo La mera posibilidad de establecer futuros nos introduce en un nuevo campo normativo: el de la obligación de hacerlo. Se trata de una obligación que no está libre de debate. Al contrario, son muchas las teorías morales que promueven la aceptación del destino y la consiguiente modificación del ánimo para sobrevivir psicológicamente a esta aceptación. Podemos aducir además que el abrir mundos posibles no implica abrir necesariamente mundos posibles deseables ni mundos posibles legítimos. Una tecnología induce un nuevo espacio de probabilidades que se escapa siempre a las intenciones del sujeto creador, incluso a las intenciones de la sociedad receptora de la tecnología. Una tecnología, la más inocua de todas, crea un paisaje de riesgos que no es en el que nos movíamos antes de esa presencia. ¿Cómo podemos decir, pues, que tenemos la obligación de crear futuros inexistentes? 17

La revistaNer.v Scientist dedica un número especial (no. 2159, del 7 de

noviembrede 1998) al estudio del fenómeno geográfico de SiliconValley. No es accidental que dedique parte del informe a los restaurantes donde uno puede encontrar disrutiendo por las noches a los investigadores de las muchas

empresas y laboratorios: es la red social de innovación y no el mercado de los productos lo que explica el éxito de esta zona de desarrollo.

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La primera de las razones nos lleva a los mismos funda-

mentos de la moral: el deber, sea cual sea, implica un «puede» sin el cual la moral se vacía de contenido humano. Es en este sentido en el que el proyecto de autonomía humana adquiere una dimensión moral. La creación de futuros posibles más allá del espacio de posibilidades determinado por las rígidas leyes de la naturaleza y las contingencias de la historia es parte de la propia naturaleza normativa de la moral. No necesitamos moral si las alternativas están tan rígidamente determinadas que solamente hay que obedecerlas. En el «Elogio de Epicuro», el Lucrecio del De RetumNatura nos explica cómo el gran ejemplo moral de Epicuro había sido el elevarse a los cielos, cuando la humanidad yacía en el suelo aterrorizada por el dominio de los dioses, y desde allí mostrarnos lo posible y lo imposible. Para un moralista de la Antigüedad, el imperativo moral del conocimiento y la lucidez era el único sustrato que necesitaba para sostener el proyecto de la moral. No así en la Edad Contemporánea, en la que el descubrimiento de la historia como proyecto humano es el terreno en el que se realiza la moral. La mera lucidez, aun si obligatoria, no es suficiente: terrible descubrimiento de que el destino no está escrito en ningún libro, ni siquiera en el libro de la naturaleza, que es, por el contrario, responsabilidad del presente. Podemos contemplar la historia humana, en tanto que proyecto de autonomía, como un reino de fines que han de realizarse, por consiguiente, dirigida por un diseño divino o humano, ejercido por alguna suerte de alma colectiva, o podemos entenderla, con mayor modestia, como una continua y persistente huida de las miserias naturales, biológicas, sociales. Si adoptamos esta posición, en la que la dialéctica negativa predomina sobre el ejercicio de alguna forma de razón histórica, adquiere sentido el contenido moral que postulamos para la tecnología. Dicho en dos palabras, inventaríamos el futuro para escapar del presente y del pasado conocidos, temidos y largamente padecidos.

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EL DISEÑO PARllCIPATIVO y lAS TENSIONES INTERNAS ENillE VALORES

Decisiones en conflicto Hemos considerado la tecnología a la luz de un solo valor: la creatividad, la capacidad para desarrollar nuevos fines. No es el modo tradicional de entender la tecnología. Por el contrario, es habitual el que se resalte la eficacia como la dimensión evaluativa que define lo tecnológico: el programa de controlar nuestra existencia convirtiendo la naturaleza en una naturaleza artificial, construida a escala humana, en la que los riesgos sean riesgos asumidos, conocidos y aceptados en la medida en que nos fiamos de los ingenieros. El control es la capacidad que tenemos para imponer nuevas leyes. El imperativo adoptaría la forma de un principio de finalidad: controlar completa y exhaustivamente la existencia. Este precepto ha sido en buena parte el origen de las críticas de raíz a la tecnología: el dominio de la naturaleza, como proyecto irrestricto es en sí mismo, de acuerdo con estas tradiciones, moralmente rechazable. A esta larga (y creciente) tradición crítica debemos sumar otra fuente de problemas para nuestra racionalidad estratégica: el conflicto ineludible entre el precepto del control y el precepto de la creación. La existencia de este doble sistema de valores que impulsa a construir la realidad inventando nuevos futuros y que lleva a controlar la realidad es constitutiva de la tradición interna de la tecnología. Nos gustaría que ambos caminaran en armonía, pero uno de los temas centrales de la teoría moral contemporánea es el descubrimiento de que el conflicto se instaura en el corazón de todo sistema de valores. Ejercemos como seres morales no tanto al reconocer la existencia de valores como al ser capaces de manejarnos en los casos difíciles de conflicto entre valores. Y aquí se nos presenta una doble fuente de conflicto: el conflicto entre valores internos mismos y el conflicto entre valores internos y valores externos.

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La fuente de conflictos más ardua y menos debatida entre los filósofos de la tecnología es la que nace de las exigencias del doble sistema de valores internamente tecnológicos. En realidad cualquier diseño es un ejercicio de equilibrio entre bienes que compiten: la fiabilidad, el costo, la eficiencia, el control de calidad: son muy pocos los objetivos que cooperan entre sí. Al contrario, el investigador que produce innovaciones, el diseñador que las transforma en objetos útiles, el gerente que tiene que ponerlas en funcionamiento, el usuario que se beneficia o sufre las externalidades de las decisiones tecnológicas, tienen que tomar continuamente decisiones acerca de valores en conflicto. La decisión tecnológica, como la económica, es una decisión acerca de cómo conseguir lo mejor con recursos escasos, información insuficiente y tiempo limitado. Pero, como también ocurre con la acción humana, la decisión racional sin el ejercicio de valores universales es insuficiente. En el caso de la tecnología hemos postulado la existencia de ciertos valores que exceden el mero cálculo racional de maximización de costos/beneficios, la búsqueda de nuevas alternativas y el control de la realidad. Ambos valores funcionan como programas o proyectos estratégicos, pero también como valores regulativos que sirven para evaluar las decisiones, los artefactos, los procesos o las innovaciones en general. Pues bien, me parece especialmente interesante la tensión que existe ente el objetivo de abrir nuevos caminos y el objetivo de controlar los procesos existentes. Las innovaciones señeras implican riesgos que derivan precisamente de su novedad, mientras que el control y la fiabilidad no siempre nos conducen por el camino de la innovación. El camino de la eficiencia y el control es el camino de someter todos los aspectos de un proceso dado al plan intencional del diseñador, de crear una «naturaleza- artificial en la que las consecuencias sean máximamente calculables en todos los niveles del diseño de un objeto. El camino de la innovación implica

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a veces crear la posibilidad de nuevos procesos que aún no existen. La innovación entraña una disposición a reordenar todos nuestros recursos para poner en marcha una innovación que todavía es conceptual. Si ambos objetivos compiten, nos encontramos ante un dilema constitutivo, del mismo modo que en la teoría de la elección social nos encontramos en ocasiones ante dilemas en los que la autonomía y la libertad individual compiten con la igualdad de oportunidades para todos los miembros del grupo. Lo mismo que ocurre con todos los demás aspectos de la vida humana, no hay reglas a priori para resolver estos conflictos. Ni siquiera hay reglas. Estos conflictos nos desvelan un aspecto profundo de la naturaleza de los valores en la tecnología: la necesidad de un aprendizaje práctico para adoptar la decisión adecuada. Cuando nos encontramos en casos como éstos aparece la exigencia de lo que Aristóteles consideraba virtudes prácticas, o ejercicios de nuestras capacidades morales que se traducen en una especial capacidad para adoptar un rumbo adecuado en situaciones concretas. Pero estas capacidades o virtudes no se consiguen como resultado de la aplicación de reglas o métodos, sino en virtud del ejercicio de las capacidades de decisión en situaciones de conflicto.

El valor del diseño participativo Los conflictos de valores se extienden a los desacuerdos entre las perspectivas de todos los agentes implicados en los proyectos tecnológicos. Hemos considerado tres sujetos: el ingeniero, el empresario, el usuario. Cada uno de ellos está conformado por un código interno de valores que resultan ser externos respecto a cada uno de los otros, cada uno de ellos está sometido a las tensiones propias de los valores internos y a las tensiones que surgen de la confrontación con los externos, todos ellos están sometidos a una tensión esencial entre el con-

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flicto y la cooperación. lB El ingeniero, como hemos dicho, está impulsado por un deseo de construir nuevas opciones, de imaginar mundos no presentes y someter a control los existentes, el empresario tiene que innovar, es cierto, pero su obligación primera es la preservación de la empresa, que en sí misma es un objeto histórico al que una equivocada decisión puede conducir a una rápida extinción; el consumidor tiene deseos de satisfacción de necesidades, pero tiene intereses más elevados que hacen que los contextos de riesgo pesen más que los de incertidumbre e ignorancia. No sabe lo que le depara el futuro y sin embargo es responsable de ese futuro y de las generaciones que lo habitan, que también le incluyen a él mismo. Los valores actúan como funciones de elección de alternativas, como elementos de decisión, pero también actúan como filtros informativos y como elementos motivadores en la búsqueda de soluciones: diferentes valores permiten «ver» aspectos que a otras perspectivas le quedan ocultas. De ahí que los conflictos sean de raíz, porque no se discute solamente el valor de los datos sino también su relevancia. Son los datos que faltan lo que se pone en la mesa de las discusiones. Si el empresario pregunta cuánto cuesta el nuevo componente que le propone el ingeniero, éste puede contestar que no le importa, pero la necesidad del dato ya es irrevocable; si el consumidor o el ciudadano pregunta por una estadística de riesgos o por los límites de error de la propia estadística, la necesidad de respuestas se hace urgente para que el diseño pueda llegar a buen fin. La información que se obtiene en un proceso de diseño compartido es siempre diferente y mayor a la innovación fuera de todo contexto de aplicación. El diseño colectivo no elimina la principal propiedad de la tecnología: que funcione, que obtenga los resultados bus18 Wilke y Brehmer son buenas extensiones de los problemas de la elección social a los contextos de controversias tecnológicas.

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cados mediante los medios más adecuados. Tampoco impide que la innovación tecnológica tenga pretensiones de alcance mayores que los del contexto inmediato: si se está tratando de diseñar una fuente de energía potente e instantánea para servir de ignición a la fusión de deuterio, el contexto social inmediato carece de importancia en esa fase, pero no en las inmediatas, si se tuviera éxito en la empresa y el proyecto se convirtiera en el diseño de centrales de energía. El diseño consiste en descubrir oportunidades y en encontrar los medios adecuados para llevarlas a cabo. El espacio de oportunidades es siempre un espacio situado en el tiempo y en culturas y tradiciones concretas: muchas de las discusiones sobre tecnologías alternativas podrían reenfocarse de otra forma, como formas alternativas de desarrollar la tecnología. Desde el mismo momento del descubrimiento de problemas hasta las fases de desarrollo de soluciones, el proceso de desarrollo de la tecnología puede convertirse él mismo en un proceso en el que se desenvuelva la capacidad de un grupo social para encontrar sus propios medios de transformación social. Reparemos en que hasta el momento la teoría económica ha tratado la tecnología como un dato exterior al proceso económico. Las nuevas formas de ver la tecnología en un marco de trayectorias de habilidades y rutinas de transformación permiten reintegrar la tecnología en un nuevo marco: cómo descubrir problemas, cómo cooperar en el descubrimiento de los medios de innovación existentes en el entorno social, cómo generar los acuerdos de desarrollo necesarios, etc. Todo el mismo proceso es ya un proceso en el que el mercado es solamente un aspecto, pero no necesariamente el más importante en cuanto al desarrollo tecnológico. Por parte de los grupos sociales ha sido también muy común el tomar la tecnología solamente como un sistema de servicios y productos que pueden ser consumidos o rechazados. Pero no como un sistema de transformación de la

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vida, incluido el proceso de mantenimiento de las formas de vida y de aspectos ambientales que se consideren valiosos. El control social de la tecnología no puede limitarse al mero control político de los fondos de innovación tecnológica o a las decisiones de aplicación de talo cual proyecto. Hace un momento proponíamos un modelo de tres actores, el ingeniero, el empresario, el consumidor. Ahora podemos explicar cuál es el papel del Estado en el proceso de desarrollo de las tecnologías: puede entrar en el proceso como una parte, como financiadora de innovación, es decir como empresario que toma una decisión que afecta a su ámbito de competencia, pero también puede entrar como un marco constituyente del proceso de acuerdo y desarrollo tecnológico. En este sentido el Estado no es una parte sino un medio que permite y facilita los acuerdos posibles entre los agentes implicados en el desarrollo de las tecnologías. Los conflictos entre valores generan en la mayoría de los casos dilemas de racionalidad que no tienen solución fácil: los que pueden cooperar a la solución no tienen por qué tener interés en hacerlo si no obtienen un beneficio inmediato. Cuando nos encontramos en marcos de conflicto como éstos las soluciones clásicas no funcionan: no funciona la autoridad ni funciona el mercado ni funciona la moral simple. La razón es clara: no existe una autoridad legítima por encima de las partes, y la solución autoritaria de los conflictos entre valores tecnológicos no garantiza que la solución sea eficiente o legítima. Lo mismo puede decirse del mercado: el mercado no funciona en un espacio lleno de externalidades y de bienes o males colectivos como el que introduce la tecnología. Y en cuanto a la moral, el problema es ella misma: cómo buscar un acuerdo en los valores que configuran una solución aceptable, legítima, estable al conflicto. En este escenario, el Estado tiene sentido como esfera pública de discusión, es más como creador de grupos y redes sociales de discusión y creación tecnológica.

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No existen aún muchas, pero no faltan experiencias de creación de redes sociales de diseño tecnológico compartido. La dificultad no es tanto social como de comprensión de la peculiaridad de la creación tecnológica, y de pensar que la innovación es un elemento externo con el que hay que contar, no con un medio colectivo de transformación. Pero llegamos ahora a un nuevo problema que nos muestra las limitaciones de las sociedades democráticas en lo que respecta al fenómeno de la tecnología: el déficit de cultura tecnológica. Poco a poco las sociedades democráticas han ido comprendiendo que la extensión universal de la educación es un medio de garantizar la propia supervivencia de las democracias, pero no parece haberse llegado a la misma conclusión en el caso de la tecnología.

La tecnología como cultura: adversus tecnócratas y ludditas 19 Repitamos en primer lugar nuestra constatación de que la tecnología es un aspecto de la cultura humana. Lo es en un sentido amplio del término, en cuanto tradición que organiza socialmente técnicas y artefactos. En tanto que tal, los sistemas tecnológicos adquieren un lugar en su propia tradición, que tiene una autonomía parcial respecto a otros campos de la cultura. Esta autonomía no implica la separación de la sociedad, es decir, no implica la tecnocracia, al menos a priori: implica simplemente la constitución de un conjunto de valores que han de aplicarse internamente porque se exige una forma de conocimiento experto. Pero, por ser una parte 1
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