Briones Claudia Formaciones de Alteridad PDF

September 15, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

Download Briones Claudia Formaciones de Alteridad PDF...

Description

 

Cartografías Argentinas Políticas indigenistas y formaciones provinciales de alteridad

Claudia Briones editora

 

ra.

1 edición: 2005, Editorial Antropofagia. ra. 1 reimpresión, mayo de 2008, Editorial Antropofagia. www.eantropofagia.com.ar Cartografías argentinas : políticas indigenistas y formaciones provinciales de alteridad alteridad / ; compilado por Claudia Briones. 1a ed. 1a reimp. - Buenos Aires : Antropofagia, 2008. 330 p. ; 20x14 cm. ISBN 978-987-1238-03-3 1. Etnografía Argentina. I. Briones, Claudia, comp. II. Título CDD 305.809 82

Queda hecho el depósito que marca la ley 11 723. No se per permit mitee la rep reprod roducc ucción ión par parcia ciall o tot total al de est estee lib libro ro ni su alm almace acenam namien iento to ni tra transm nsmiisión por cualquier medio sin el permiso de los editores.

2

 

Índice Prefacio Pref acio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 Capítulo 1: Formaciones de alteridad: contextos globales, procesos nacionales y  provin pro vincial ciales es . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Claudia Briones Capítulo 2: El “estado del malestar”. Movimientos indígenas y procesos de desinc desincorpo orporació ración n en la Argen Argentina: tina: el caso Huar Huarpe pe . . . . . . . . . . . . 39

Diego Escolar Capítulo 3: Trayectorias de oposición. Los mapuches y tehuelches frente a la heg hegemo emonía nía en Chu Chubut but . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

 Ana Ramos y Walter Delrio Delrio Capítulo 4: Tierras, Tierr as, indios y zona zonass en la provi provincia ncia de Río Negro . . . . . . . . . . . 101 Lorena Cañuqueo, Laura Kropff,

Mariela Rodríguez Rodríguez y Ana Vivaldi Capítulo 5: La “mística neuquina”. Marcas y disputas de provincianía   y alteridad en una provincia joven. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127

Laura Mombello Capítulo 6: Políticas Polít icas indige indigenistas nistas en Neuqu Neuquén: én: pasado y presen presente te . . . . . . . . . . . 151

Carlos Falaschi O., Fernando M. Sánchez y Andrea P. Szulc Capítulo 7: Salteñidad y pueblos indígenas: continuidad y cambio en ide identi ntidad dades es y mor morali alidad dades es . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187

Paula Lanusse y Axel Lazzari

3

 

Capítulo 8: Política indigenista del estado democrático salteño entr en tree 19 1986 86 y 20 2004 04 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 213 3

Morita Carrasco Capítulo 9: Neoindigenismo de necesidad y urgencia: la inclusión de los Pueblos Indíge Ind ígenas nas en la age agenda nda del Est Estado ado neo neoasi asisten stencial cialista ista . . . . . . . . . . . 245

Diana Lenton y Mariana Lorenzetti Biblio Bib liogra grafía fía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273

4

 

Prefacio ste libro reúne las investigaciones realizadas entre enero de 2001 y abril de E2004 por el GEAPRONA , Grupo de Estudios en Aboriginalidad, Provincias y  Nación, con lugar de trabajo en La Sección Etnología y Etnografía del Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Como toda obra colectiva se ha ido entramando a partir del cruce tanto de historias institucionales y circunstanciales, grupales y personales, como de reuniones periódicas para la discusión colectiva de los trabajos realizados y las condiciones condicio nes en que los realizamos realizamos.. Aunque nuestros intercambios sistemáticos sistemáticos nos permitieron precisar intereses, delimitar agendas de investigación y abrir nuevas perspectivas, cada capítulo refleja las inquietudes, experiencias de trabajo y perspectivas particulares de autores y coautores, en diálogo con las peculiaridades de los casos y/o problemas abordados. En tal sentido, apostamos a mantener abierta la tensión resultante de circunscribir preguntas comunes y generalizar debates, sin forzarnos a uniformar ni los encuadres ensayados ni las vías de exploración o interpretaciones enfatizadas. Una de las peculiaridades de los integrantes del equipo es que todos provenimos de trayectorias de investigac investigación ión y colaborac colaboración ión vinculadas a los Pueblos Originarioss que habitan lo que hoy se conoce como República Argentina, a sus Originario reivindicaciones reivindica ciones y reclamos, a sus derechos, producciones culturales y procesos organizativos. Como antecedentes inmediatos de la formación del  GEAPRONA , algunos de nosotros formamos en 1997 el GELIND (Grupo de Estudios en Legislación Indígena), para sistematizar un abordaje antropológico de la actualización de los marcos jurídicos desde los lo s cuales se empezó a abordar desde los 1980s 198 0s en el 1 país y en el mundo la especialidad de los derechos indígenas. Otros veníamos también trabajando desde 1996 con el  GEADIS (Grupo de Estudios en Antropología y Discurso) apuntando a dar cuenta de prácticas discursivas de pertenencia  y exclusión desde una perspectiva metapragmática.2 En el marco de estos y otros espacios de reflexión, comenzamos a visualizar la necesidad de trabajar co-cons1   El GELIND ha venid venidoo trab trabajand ajandoo con fina financia nciamient mientoo del CONICET des desde de 199 19977 baj bajoo la dir direcc ecciónde iónde la Dra. Alejandra Siffredi, y con financiamiento UBACYT bajo mi dirección entre 1998 y 2001. Originalmente, el equipo estuvo además integrado por Morita Carrasco, Diego Escolar, Diana Lenton, Axel Lazzari, Juan Manuel Obarrio, y Ana Spadafora. 2   Entre 1995 1995 y 1998, 1998, esta labor labor quedó enmarcada en el UBACYT FI020, “Discurso y Metadiscurso Metadiscurso comoo pro com proces cesos os de pro produc ducció ciónn cul cultur tural al en el áre áreaa map mapuch uchee arg argent entina ina.”,que .”,que dir dirigícon igícon la co colab labora oració ciónn de la Dra. Lucía Golluscio y la participación de Silvia Calcagno, Corina Courtis, Diego Escolar, Diana  Lenton, Ana Ramos y Vivian Spoliansky. Entre 1998 y 2001, continuamos esta línea de investigación desde el UBACYT FI059 “Construcciones “Construcciones de alteridad. Discursos de pertenencia y exclusión.”, dirigido por la Dra. Lucía Golluscio, al que se sumaron Walter Delrio, Yun Sil Jeón, Laura Kropff, Claudia  Oxman, Mariela Rodríguez, Susana Skura y Alejandra Vidal.

5

 

6

Claudia Briones

truccion ciones es cont contextua extuadas das de abor aborigin iginalid alidad ad y naci nación ón desd desdee lo que inic inicialm ialmente ente llatruc mamos distintos estilos provinciales de construcción de hegemonía cultural.  A modo de reseña, las investigaciones previas y en curso de los integrantes del equipo sobre procesos de alcance nacional o de más inmediata y efectiva repercurepe rcusión en las provincias de Chubut, Neuquén, Río Negro, Salta y San Juan –mayormente con los Pueblos Mapuche, Wichí y Huarpe– nos llevaron a converger al menos en dos constataciones que, a la par de hacer visibles inquietudes coco munes, fueron configurando los puntos teóricos y metodológicos de partida:  –   A pesar del peso e incidencia uniformante uniformant e de las políticas del estado federal y de las con constr strucc uccio iones nes de alt alteri erida dadd heg hegemó emónic nicas as en are arenas nas nac nacion ionale ales, s, distintos estados provinciales parecían ir “copiando con diferencias” esos lineamientos, desde formas históricamente específicas de inscribir no sólo la relac relación ión provincia/  provincia/nación nación , si sino no tam tambi bién én la rel relac ación ión provincia  provincia/alteri/alteridades  internas.  internas. como era dable advertir variaciones variaciones en la organización de un mismo  –   Así pueblo pue blo ind indíge ígena na seg según ún la lass dis distin tintas tas pro provin vinci cias as en que se enc encuen uentra tra rad radic icaado, también se podían observar semejanzas entre las producciones culturales y procesos organizativos de distintos  pueblos  pueblos indígenas que forman parte de una misma provincia. En tanto ambas constataciones nos persuadían de que la explicación de las diferencias ferenc ias que veí veíamo amoss tan tanto to en la lass prá prácti cticaspolít caspolític icas as del ac activ tivism ismoo ind indíge ígena na com comoo en las po polít lític icas as pro provin vinci ciale aless req requer uería ía al algo go más que un tra trabaj bajoo de con contex textua tuaci ción ón en ocurrencias jurídico-políticas jurídico-políticas de alcance federal, decidimos redefinir focos previos de investigación, para analizar cómo las provincias en las que trabajamos recrean otros internos “heredados” de las geografía simbólica hegemónica de nación desde estilos provinciales de “ser argentino” históricamente históricamente gestados. Esto es, nos propusimos reconstruir diferentes estilos de provincialidad para ver cómo cada cual matiza procesos generales de alterización según formas igualmente matizadas de anclar la pertenencia nacional. Entendiendo entonces que las fronteras provinciales (económicas, sociales, políticas, identitarias) emergen, se resignificann y se dis fica disputa putann en y a trav través és de prác práctica ticass comp compleja lejass de inco incorpora rporación ción/sub /subordi ordi-nación de la “provincia” y sus “sujetos” a la nación-como-estado, postulamos la  “provincia” –cada “provincia”– como construcción histórica problemática que, yendo más allá de una mera instancia jurídico-administrativa y una geografía naturalizada, devenía nivel crítico de lectura de aboriginali aboriginalidades dades situadas. Concibiendo a su vez que los reclamos indígenas dialogan y reinscriben críticamente construcciones construcci ones e imaginarios hegemónicos hegemónicos de distintos órdenes, asumimos incluso cl uso que el an análi álisisde sisde lasforma lasformass que han id idoo tom tomand andoo las dem demand andas as ind indíge ígena nass es

 

Prefacio

7

una vía de acceso privilegiada para mapear tanto los conflictos entre el estilo nacional y los estilos provinciales de imaginación de otros internos, como la efecti vidad residual de condiciones materiales de existencia de larga duración, acuñadas en esa tensión entre lineamientos de orden nacional y provincial. Presentamos por tanto aquí los resultados de nuestros primeros años de trabajo. Los entendemos y compartimos como articulación de diagnósticos y descripciones densas sobre las cuales amarrar algunas explicaciones provisionales, para profundizar de aquí en más nuevos interrogantes surgidos a partir tanto de los desempeños en curso de los agentes y agencias evaluadas, como de nuestro propio trabajo. Si no es sencillo sostener en el tiempo la conformación de un equip equ ipoo de inv invest estiga igaci ción ón en co conte ntexto xtoss que no con contem templ plan an ret retrib ribuc ucion iones es pa para ra in intetegrantes sin inserción institucional rentada, la pasión y dedicación de los integrantes han suplido las insuficiencias provenientes de financiamientos exiguos. En tal sentido, agradecemos a la Universidad de Buenos Aires la libertad que nos diera colectivo interdisc interdisciplinario iplinariotan–con mayoríacomo de antropólogos,para peroconformar también ununabogado y un historiador– diaspórico diverso en su co compo mposi sici ción ón y afi afilia liacio ciones nes ins instit tituc ucion ional ales. es. Es Esto to es, un equ equip ipoo int integr egrado ado por person per sonas as con res reside idenc ncia ia per perman manent entee en Bue Buenos nos Ai Aires res,, per peroo tam tambié biénn en Neu Neuqué quén, n, Río Negro o en lugares transitorios de perfeccionamiento; todos nosotros docentes cen tes e inv invest estiga igador dores es for formad mados os y en for formac mación ión,, en su may mayorí oríaa de la pro propia  pia UBA  UBA , pero también de la Universidad Nacional del  COMAHUE y del  CONICET, algunos como becarios y/o tesistas de licenciatura, maestría maest ría y doctorado en la institución patrocinante o en otras instituciones nacionales y del extranjero. Claudia Clau dia Brio Briones nes

Marzo 2005

 

Capítulo 1:

Formaciones de alteridad: contextos globales, procesos nacionales y provinciales 1

Claudia Briones 

un trabajando sobre coyunturas, localidades y agentividades sociopolíticas esApecíficas, quienes acompañamos los movimientos indígenas de organización y  reclamo, debemos contextuar nuestras explicaciones en dos marcos problemáticos de referencia que también atraviesan explícita o implícitamente los capítulos de este libro. Por un lado, venimos asistiendo desde fines de los 80 a un proceso de juridización derecho la diferencia cultural, a que se lo empieza a ver comodel parte de losindígena derechosahumanos, aunque con ligado especialidad histórica y práctica  propias. Este reconocimiento, que no casualmente ha ido de la mano de lo que en lengua len guaje je cot cotidi idiano ano se den denomi omina na “av “avanc ancee del neo neolib libera eralis lismo” mo”,, ha ten tendid didoo a tra transn nsnaacionalizarse. No obstante, cada país signatario de acuerdos y convenciones programáticas internacionales y productor de políticas indigenistas ha ensayado con mayor o menor compromiso operativizaciones dispares. Esas operativizaciones dicen mucho en verdad de las formas en que cada país ha venido “hablando” (Corrigan y Sayer, 1985) a sus ciudadanos –indígenas incluidos– y administrando históricamente las relaciones con los Pueblos Originarios. En tal sentido, el desafío explic exp licati ativo vo rad radica ica en pos posici iciona onarno rnoss den dentro tro de un mar marco co que nos per permit mitaa exp explor lorar ar y  dar cuenta de la tensión entre procesos de larga duración y transformaciones epocales recientes. Por otro lado, tienen razón los indí indígenas genas cuan cuando do sosti sostienen enen que las fronte fronteras ras que se han impuesto sobre los pueblos originarios son para su devenir una ocurrencia  tan tardía como arbitraria, que ha dejado incluso a varios de ellos inexplicablemente enación distintos países ys provincias. No en niv tanto tivos tiv os deseparados territo terr itoria rializ lizaci ón de sob sobera eranía nías corres cor respon pondie diente ntesobstante, s a dis distin tintos tos nivele elessdisposide est estaatalidad, las fronteras tienen capacidad performativa en lo que hace a inscribir subjetividades ciudadanas. Para explorar por ende la materialidad de sus efectos substanci subst ancializ alizadore adoress y difer diferencia enciadores dores,, todo marc marcoo expli explicati cativo vo requi requiere ere no sólo temporalizar sino también espacializar las prácticas que las estructuran y que quedan por ellas estructuradas. 1   Profesora de la Universidad de Buenos Buenos Aires e Investigadora del CONICET. Sección Etnología y  Etnografía del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras.

9

 

10

Claudia Briones

En este capítulo introducimos algunos conceptos, discusiones y posicionamientos respecto de ambas cuestiones y efectuamos algunas consideraciones sobre las repercusiones y superficies de emergencia que los procesos mencionados han mostrado en nuestro país. Muchas de las precisiones que realizamos forman parte del acervo de discusión compartido por los autores de este libro, por lo que de alguna manera manera sirve sirvenn de marco introd introductori uctorioo a los capí capítulos tulos sucesiv sucesivos. os. Sin embargo, embargo, ciertos desarrollos, nociones y lecturas de la situación nacional responden a un enenfoque foq ue más másbie bienn per person sonal, al,por porlo lo que sól sóloo cab cabee res respon ponsab sabili ilizar zarme me a mí de su aut autorí oría. a. I. Entre la historia y los tiempos recientes, tan paradójicos como interesantes…

En las últ última imass déc década adas, s, la tra transf nsform ormaci ación ón de los esc escena enario rioss de luc lucha ha ind indíge ígena na ha estadoo en lo inm tad inmedi ediato ato vin vincul culada adaaa los losfac factore toress pos posibi ibilit litado adores res y los losefe efecto ctoss de un pro pro-ceso que Russel Barsh (1994) llama de pasaje de los indígenas de objetos a sujetos del der derech echoo int intern ernaci aciona onal,l, y que Wil Willem lem As Assie siess (20 (2004) 04) def define ine com comoo el pas pasaje aje de minorías a pueblos. Se alude con esto a las complejas circunstancias que llevan a la  apro ap roba baci ción ón de dell Co Conv nven enio io 16 1699 de la OI OIT T en 19 1989 89,, a la pr prep epar arac ació iónn de dell Bo Borra rrado dorr de la Declaración Universal de los Derechos Indígenas de las Naciones Unidas –primeraa ver mer versió siónn est estabi abiliz lizada ada en 199 1994, 4, año de ini inicio cio del del dec deceni enioo de los Pue Pueblo bloss Indíge Indíge-nass (P na (PIs Is)) qu quee te term rmin inar araa en 20 2004 04–, –, a la de la De Decl clar arac ació iónn Am Ameri erica cana na de la OE OEA A y de otros otr os mar marcos cos leg legale aless que par parece ecenn cor corona onarr mov movili ilizac zacion iones es y dem demand andas as ind indíge ígenas nas entramad tra madas as a esc escala ala pla planet netari aria. a. No obs obstan tante, te, la exp explic licaci ación ón de esa esass tra transf nsform ormaci acione oness y  sus efectos debe buscarse en cambios a ser analizados simultáneamente desde dos tipos de procesos generales que han ido de la mano de la llamada fase flexible de acumul acu mulaci ación ón ca capit pitali alista sta,, pro proces cesos os que se emp empiez iezan an a ent entram ramar ar en los 70, se ins instal talan an en los 80, y adquieren visibilidad visibilidad social social particularmente en los 90. Nos referimos a  la que se engloban bajo denominaciones como transnacionalización, globalización o mundialización, por un lado, y a lo que propondríamos enfocar como gubernamentalidad neoliberal, por el otro. Si por transnacionalización entendemos una re-territorialización de prácticas económicas, políticas y culturales que, reconfigurando el “orden inter-nacional”, result res ultan an en el aum aument entoo y la div divers ersifi ificac cación iónde de los losflu flujos josde de pob poblac lación ión,, pro produc ductos tos,, informac for mación ión,, etc etc.,., las luc luchas has ind indíge ígenas nashan han que quedad dadoo enm enmarc arcada adass en y por una ser serie ie de peculiaridades. Primero, por la internacionalización de la retórica de la diversidad como derecho humano y valor, lo cual ha derivado en lo que que Susan Wright (1998) llama politización de la cultura. Segundo, por una multiplicación de agencias y  arenas involucradas en la gestión de la diversidad (agencias multilaterales, organismos internacionales, estados, organizaciones organizaciones y comunidades indígenas, ONGs) ONGs) que ha deriv derivado ado en que incl incluso uso los empren emprendimie dimientos ntos más loca localizad lizados os opere operenn como caja de resonancia de aconteceres globales (Mato, 1994). Tercero, por la posibi-

 

Formaciones de alteridad

11

lidad ad de ent entram ramar ar ali alianz anzas as sup suprara-nac nacion ionale aless ent entre re pue pueblo bloss ind indíge ígenas nas,, sea por porque que un lid mismo pueblo como el Inuit o el Saami se organizan por encima de distintos estados; sea porque se crean alianzas panétnicas como la  COICA    COICA  o  o la alianza de los pueblos de los bosques tropicales que reúnen pueblos distintos de distintos países (Iturralde, 1997; Morin y Saladin D’Anglure, 1997). Pero también por el surgimiento de alianzas entre indígenas y  ONG  ONGs globales y locales (Conklin y Graham, 1995). En es este te ma marc rcoo y co como mo se seña ñala la Jo Joan anne ne Ra Rapp ppap aport ort (2 (200 003), 3), la gl globa obaliliza zaci ción ón ar arti ticu cula la a  escala global, regional y nacional diversas zonas de contacto, entendidas como un conjunto de contextos históricos, geográficos y sociales cuyo análisis permite ver cómoo los cóm lospro proces cesos os glo global bales es se sed sedime imentan ntanen en prá prácti cticas casloc locale aless –co –conju njunto nto de con context textos os cuyoo aná cuy anális lisis is req requie uiere re con consid sidera erarr des desde de la nat natural uraleza eza cul cultura turall del delcap capita italis lismo mo y las lastentensiones entre modernidad y tradición, hasta el campo internacional dentro del cual circulan ideas que afectan las construcciones de identidades nacionales e indígenas–. Emergen además lo Daniel Mato “complejos transnacionales depro produc ducció ción n cul cultur tural” al”,que , com como o las lasdis distin tintas tas(2003) redes red es dellama comerc com ercio io alt alterna ernativ tivoo o jus justo, to, la pro producció duc ciónn y com comerc ercial ializa izació ciónn int interna ernacio cional nal de pro produc ductos tos “tr “tradi adicio cional nales” es”.. Aqu Aquíí la par paraadoja do ja in inhe heren rente te a es estos tos pr proc oces esos os es qu que, e, au aunq nque ue el se sent ntid idoo co comú múnn en entie tiend ndaa qu quee la gl gloobaliza bal izació ciónn tie tiene ne un pot potenc encial ial hom homoge ogenei neizad zador or que gen genera era loc locali alizac zación ión,, los movimientos supuestamente particularistas como el indígena también se trans-nacionalizan, y apuntan a inscribir sentidos globales (Briones  et al., 1996). En el plano sociopolítico, la acumulación flexible del capital viabilizada por la  llamada “globalización” “globalización” ha ido de la mano de formas peculiares de entender la racionalidad gubernativa y la conducción biopolítica de las conductas (Foucault, 1991b), formas cuya peculiaridades llevan a Gordon (1991) a hablar de una  gubernamentalidad neoliberal.  A niveles macro, esta nueva gubernamentalidad ha quedado mayormente caracterizada por la privatización de responsabilidades estatales vía la tercerización de servicios sociales claves –lo que se llama una retirada del Estado– o vía una descentralización entendida menos como aumento de autonomías regionales que como desconcentración –y, en Argentina, como ajuste y desorganización–. A niveles micro, mic ro, la gub gubern ername amenta ntalid lidad ad neo neolib libera erall ha com compor portad tadoo una red redefi efinic nición ión de los su jetos gobernables (Rose, 1997 y 2003), de modo que los antes “pobres” y “subdesarrollados” han pasado a ser “poblaciones vulnerables con capital social”. En este marco, los organismos multilaterales e internacionales vienen paralelamente pro neoliberalización de los estándares metaculturales  moviendo lo que yo llamaría una  neoliberalización hegemónicos . Me refiero a que, si hasta hace no tanto tiempo las culturas indígenas eran vistas como lastre del desarrollo latinoamericano (Ribeiro, 2002), en la era lo que Charles Hale define como “multiculturalismo neoliberal” (Hale, 2002) o lo

 

12

Claudia Briones

que Donna Van Cott define como “multiculturalismo constitucional” (Van Cott, 2000) se las piensa y postula como derecho (Taylor, 1992), como capital social (Doménech, 2004), como recurso político (Turner, 1993) y/o como recurso económico (Yúdice, 2002). En conjunto y más allá de anclajes particulares según los casos, los nuevos ordenamientos multiculturales que estas redefiniciones vienen proponiendo –sobre todoo en con tod contex textos toscom comoo el lat latino inoame americ ricano ano–– han hanest estado adosie siempr mpree en diá diálog logoo y rei reins ns-cribie cri biendo ndo al men menos os tresde las laspar parado adojas jaspri princi ncipal pales es que par parece ecenn pro propi pias as de la era era.. Primer Pri mero, o, el rec recono onocim cimien iento to de der derech echos os esp especi eciale aless o sec sectori toriale aless va de la man manoo de la tendencia a la conculcación de los derechos económico-sociales universales. Por una parte, esta habilitación de derechos especiales en un contexto de quebrantamiento mie nto de los der derech echos os uni univer versal sales es lle lleva va a que –a pes pesar ar de los rec recono onocim cimien ientos tos ret retóóricos– los PIs sigan formando mayoritariamente parte de las poblaciones nacionales que peor ranquean r anquean en términos de Necesidades Básicas Insatisfechas. Insatisfechas. Por la  otra, que los restantes componenteslano“particularidad” indígenas de estas poblaciones veces arecepcionen desfavorablemente de sus reclamos,muchas concurriendo con interpretaciones hegemónicas que estigmatizan las demandas y demandantes indígenas como encarnación de meras instrumentalizaciones identitarias para “sacar provecho” de circunstancias difíciles “para todos”.2 Segundo, se viene dando una curiosa convergencia entre las demandas indígenas gen as de par partic ticipa ipació ciónn y la man manera era en que la gub gubern ername amenta ntalid lidad ad neo neolib libera erall tie tiende nde a  auto-responsabilizar a los ciudadanos de su propio futuro, en tanto sujetos definidos como consumidores autónomos y con libertad de elección (Rose, 2003). Evelina Dagnino (2002a, 2002b y 2004) define esta convergencia como “confluencia perversa”, en tanto las justas j ustas demandas de participación activa que se realizan desde la sociedad civil se ven potenciadas por una reconfiguración de la sociedad política que viene promoviendo el repliegue estatal al momento de atender responsabilidades sociales básicas. Los esposos Comaroff (Comaroff y Comaroff, 2002) identifican esta paradoja como la que lleva a promover una politización de las identidades en contextos de despolitización de la política. En otra parte, sugerimos cómo lay misma opera en el país cambios sobre las políticas de la  subjetividad las concepciones de laalentando política (Briones, Cañuqueo, Kropff y  Leuman, 2004). Tercero, los pueblos indígenas vienen denunciando que las retóricas complacientes de las agencias multilaterales e incluso las de algunos estados rara vez son acompa aco mpañad ñadas as y ava avalad ladas as por med medida idass con conduc ducent entes es a una red redist istrib ribuci ución ón de rec recurs ursos os que sea paralela a la de reconocimientos simbólicos. Más allá de estas punzantes y  2   Algunas contextuaciones y contra-argumentos contra-argumentos que rebaten lecturas sociales sociales y académicas instrumentalistas pueden verse en Briones (1998a; 2001b; 2005a).

 

Formaciones de alteridad

13

acertadas imputaciones, lo paradójico es que a veces las objeciones formuladas acaben reiterando los fundamentos del mismo orden capitalista avanzado del que se sospe sospecha, cha, en tanto lleva llevann a debat debatir ir solu solucione cioness que termin terminan an tambi también én postu postulando lando la diversidad como bien de mercado (Segato, 2002; Zizek, 2001). Me refiero con esto a que defender prácticas y saberes desde nociones de patrimonio y propiedad intelectual conlleva para los PIs el riesgo de aceptar transformar también su espiritualidad en mercancía.  Ahora bien, el punto punto que me interesa destacar es que, que, a pesar de tendencias generales y paradojas compartidas, estas redefiniciones no han operado en el vacío. Por el contrario, historias y trayectorias particulares de inserción en el sistema-mundo han llevado a que, en cada país y región, las agendas multilateralmente men te fij fijada adass par paraa la ade adecua cuació ciónn de mar marcospolít cospolítico icoss y leg legale aless de ges gestió tiónn de la div diverersidadd se fuese sida fuesenn proce procesand sandoo desde agendas propias. propias. En cada país, entonces, esa  apropiación de agendas se realiza desde y contra ordenamientos sedimentados que eje ejerce rcen sus pro propia piass fri fricc ccion iones es alneoliberalizaciones nuevo nue vo sen sentid tidoo com común únlos de estados la épo época, ca,y dan dando do por res resultado lon que podríamos llamar de las culturas “aulla  argentina”, “a la ecuatoriana”, “a la chilena”, etc. Paralelamente y como señala Fabiola bio la Esc Escárz árzaga aga(20 (2004) 04),, si la con consti stituc tución ión de los PIs PIsen en suj sujeto etoss pol políti íticos cosyy act actore oress sociales ha avanzado a ritmo dispar en los distintos países de América Latina, ello se debe a la interacción de una serie de variables, que requieren pensar comparativamente factores dispares que van desde las dimensiones demográficas y el emplazamiento territorial de la población indígena, hasta el carácter de las relaciones interétnicas, la vinculación de las organizaciones políticas con los sujetos étnicos, y la  madura mad uració ciónn del o los losmov movimi imient entos os ind indíge ígenas nasen en cad cadaa paí país; s; des desde de la cap capaci acidad dadheg hegeemónica de cada Estado-Nación para garantizar la gobernabilidad del país y para el ejercicio de la soberanía, hasta los contextos políticos, económicos y sociales que cada Estado promueve y regula, incluyendo en ello la presencia de entidades internacionales como complemento o sustituto de estados débiles. No si siend endoo ést éstee el lug lugar ar par paraa exa examin minar ar las pec peculi uliari aridad dades es de las pol políti íticas cas de div diverersidad que se dan a partir de los años 80 en América Latina,3 me gustaría sobre estas bases problematización y contextuación la época, compartir algunos conceptosdeque he/mos venido desarrollando paradeleer “las peculiaridades nacionales” como parte de ordenamientos más vastos que no se acotan a lo político. Articulando de maneras sui generis  los  los recursos económicos en disputa, los mecanismos políticos para asegurar esos recursos y las concepciones concepciones sociales legitimadoras de lo quee en ca qu cada da mo mome ment ntoo se pu pued edaa de defi fini nirr co como mo sta statu tu quo (Corne (Cornell, ll, 1990), sostu sostuvimos vimos en otra parte que esos ordenamientos han resultado en co-construcciones situadas 3   Para obtener obtener un panorama en esta dirección, dirección, consultar consultar por ejempl ejemploo Escá Escárzaga rzaga (2004); (2004); Gros (2000); Sieder (2002 y 2004).

13

 

14

Claudia Briones

de aboriginalidad y nación (Briones, 1998a). Postulamos ahora que los mismos también son marco para explicar procesamientos nacionalmente diferenciados de los cambios de racionalidad gubernativa y directrices económicas ligados a transt ransformaciones globales pero epocalmente específicas, en términos de políticas indigenistas genis tas y de reclam reclamos os indíg indígenas. enas. A este últim últimoo respe respecto, cto, nos nos interesa interesa tambi también én operacionalizar algunos conceptos que permitan particularmente entender cómo la  configuración de ordenamientos de larga duración –que incluso hunden sus raíces en disparidades registradas durante la estructuración colonial de América Latina– ha ido anclando distintas movilidades estructuradas y sensibilidades afectivas (Grossberg, 1992) para los PIs al interior de cada Estado-Nación de la región. Entendemos que esas movilidades y sensibilidades son claves para explicar las diferencias en las demandas y en las formas de plantearlas en los diversos foros que se hacen hac en pat patent entes es ent entre re PIs rad radica icados dos en dis distin tintos tos paí países ses o inc inclus lusoo en dis distin tintas tas pro provin vin-ciass de un mis cia mismo mo paí país, s, a pes pesar ar de las hue huella llass de con conver vergen gencia ciapos posibi ibilit litada adass tan tanto to por visiones indígena.culturales compartidas, como por la transnacionalización de la política  II. La materialidad de las fronteras nacionales y provinciales

Remedando Remeda ndo tal vez las dis discus cusion iones es y div diviso isoria riass de los mov movimi imiento entoss soc social iales es de nue nuesstro continente, los cientistas latinoamericanos hemos insumido demasiadas energíass bus gía buscan cando do dir dirimi imirr la mat materi eriali alidad dadde de las ads adscri cripci pcione oness ind indíge ígenas nas a tra través vés del debate sobre la posible precedencia y relaciones entre  clase  y   y  etnicidad   etnicidad  desde  desde aproximaciones generalistas a ambas realidades/conceptos. Sostuvimos en otra parte (Briones, 2005a) que esas discusiones hubiesen sido más productivas de habernos concentrado antes en identificar contextos y procesos productores de etnicidades especí esp ecífic ficas, as, o mej mejor or dic dicho, ho, con contex textos tos y pro proces cesos os de for formac mación ión de gru grupos pos alt alteri erizad zados os en bas basee a mar marcac cacion iones es sel select ectiva ivamen mente te rac racial ializa izadas dasyy etn etnici icizad zadas as des desde de lug lugare aress de poder –como el de la mayoría sociológica de la Nación-como-Estado– que reproducen desigualdades no sólo a partir de la imbricación de diversos clivajes, sino también a partir de la invisibilización de lo que se define como “norma” (Williams, 4 1989). En este marco inscribimos inicialmente la noción de aboriginalidad (Brio4   Para evitar caer en la sustancialización sustancialización que implica hablar hablar de “grupos étnicos” y “grupos raciales” raciales” o “razas” –perdiendo la posibilidad de entender cómo lo que aparece “sustancial” es sociohistóricamente sustancializado y cómo un mismo sector puede ser individualizado a partir de marcas de distinto tipo– definimos la  racialización  racialización como forma social de marcación de alteridad que niega la posibilidad de que cierta diferencia/marca se diluya completamente, ya por miscegenación, ya por homogenización cultural,, des ral desca carta rtando ndo la opc opciónde iónde ósm ósmosi osiss a tra través vés de lasfront lasfrontera erass sociales sociales,, est estoo es, de fus fusiónen iónen unacomun unacomuniidad política envolvente que también se racializa por contraste. Definimos como etnicización, en cambio, a aquellas formas de marcación que, basándose en “divisiones en la cultura” en vez de “en la  naturaleza”, contemplan la desmarcación/invisibilización desmarcación/invisibilización y –apostando a la modificabilidad de ciertas

 

Formaciones de alteridad

15

particularidad ha pasado en todo todo caso por nes, 1998a) como tipo ddee alteridad cuya particularidad sublimar las dinámicas y efectos de la relación colonial como distancias culturales, temporales y espaciales respecto de la autoctonía de algunos. Pero como otras alterizaciones, la aboriginalidad también ha conllevado jerarquizar horizontal y verticalmente al conjunto de ciudadanos “normales”/normalizados y a los definidos comoo otr com otros os int intern ernos os (en est estee cas caso, o, ind indíge ígenas nas,, abo aboríg rígene enes, s, ind indios ios,, etc etc.), .), en bas basee a dis dis-positivos de totalización e individuación que inscriben campos de visión diferenciados para cada cual (Corrigan y Sayer, 1985), según estrategias de espacialización, temporalización y substancialización (Alonso, 1994) que atribuyen dispares consistencias, porosidades y fisuras a los contornos (auto)adscriptivos tanto del “nosotros” desmarcado como de los contingentes sociales selectiva y explícitamente etnicizados y/o racializados.  Ahora bien, la necesidad de poner “la cuestión indígena” en una matriz más compleja de alterizaciones y normalizaciones, nos fue llevando a introducir otros conceptos. Sostuvimos que la posibilidad de explicar la re-producción ideológica de grupos selectivamente racializados y etnicizados desde unmaterial abordajee materialista dependía de prestar atención no sólo a la economía política, sino a la  economía política de producción de diversidad cultural  (Briones,  (Briones, 2001a). Partiendo de ver a la cultura como un hacer reflexivo, como un medio de significación que puede tomarse a sí mismo como objeto de predicación (Briones y Golluscio, 1994), advertimos no sólo que la cultura es un proceso disputado de construcción de significado, sino que toda cultura produce su propia  metacultura  (Urban,   (Urban, 1992), esto es, nociones en base a las que ciertos aspectos se naturalizan y definen como a-culturales, mientras algunos se marcan como atributo particular de ciertos otros , o se enfatizan como  propios, o incluso se desmarcan como generales o compartidos. parti dos. Al convertir convertir explí explícita cita o implícitame implícitamente nte a las cultura “propia” “propia” y “ajena” en objetos de la representación cultural, esas nociones metaculturales generan su propio régimen de verdad (Foucault, 1980) acerca de las diferencias sociales, jugando gan do inc inclus lusoo a rec recono onocer cer la rel relati ativid vidad ad de la cul cultur turaa com comoo par paraa rec reclam lamar ar uni univer versasalidad y vice-versa (Briones, 1996 y 1998b). políticas de culturales producciónde dedisdiEn este marco, la ideacentralmente de trabajar sobre versidad cultural   remite  remite a ver economías cómo ponderaciones

tinciones sociales rotuladas como “étnicas”, “raciales”, “regionales”, “nacionales”, “religiosas”, “de género”, “de edad”, etc., proveen medios –como señala (Hall, 1986)– que habilitan o disputan modos diferenciados de explotación económica y  de incorporación política e ideológica de una fuerza de trabajo –no menos que de una ciudadanía– que se presupone y re-crea diferenciada. En otras palabras, el punto es ver cómo se reproducen reproducen desigual desigualdade dadess inter internas nas –y renuevan renuevan consensos consensos en diferencias/marcas– prevén o promueven la posibilidad general de pase u ósmosis entre categorizaciodiferencias/marcas– nes sociales con distinto grado de inclusividad (Briones, 2002b).

 

16

Claudia Briones

torno a ellas– invisibilizando ciertas divergencias y tematizando otras, esto es, fi jando umbrales de uniformidad y alteridad que permiten clasificar clasificar a dispares con contingentes en un continuum que va de “inapropiados inaceptables” inaceptables” a “subordinados tolerables” (B. Williams, 1993).  Ahora bien, bien, ese continuum no obsta que se identifiquen “tipos” de otros internos  en base a marcas particulares –por ejemplo, “indígenas”, “afrodescendientes”, “inmigrantes”, “criollos”, en países latinoamericanos, o los cinco troncos racializados que con confor forman manel el mod modelo elo del pen pentág tágono ono étn étnico ico en los EE.UU.–. Inic Inicialme ialmente, nte, convergimos con la idea de Segato (1991, 1998a, y 1998b) de hablar de “matrices de diversidad”. Con el tiempo, postulamos que el juego históricamente sedimentado de marcas va entramando formaciones nacionales de alteridad  cuyas  cuyas regularidades y  particula parti cularidad ridades es resul resultan tan de –y evid evidencia encian– n– comp complejas lejasartic articulaci ulaciones ones entre sist sistemas emas económicos, estructuras sociales, instituciones jurídico-políticas y aparatos ideológicos prevalecientes en los respectivos países (Briones, 2004). nacionales Nuestra noción de formaciones surge entonces resignificar la noción de “formación racial” de Omidey alteridad  Winant (1986) ya que, sidebien nos nega ne gamo moss a ve verr só sólo lo la ra raza za co como mo eje central de las relac relaciones iones soci sociales ales,, sí apun apuntamos tamos a  dar cue cuenta nta del dob doble le pro proces cesoo por el cua cuall fue fuerza rzass soc social iales, es, eco económ nómica icass y pol políti íticas cas que determinan determ inan el conteni contenido do y la impor importanci tanciaa de las las categ categorías orías soci sociales ales –así como el ininterjue ter juego go de dis distin tintos tos cli clivaj vajes es de des desigu iguald aldad– ad– son son,, a su vez vez,, mod modela eladas daspor por los sig signinificados y significantes categoriales mismos, deviniendo por ende factor constituyente tanto de las noci nociones ones de “pers “persona” ona” y de las las relac relaciones iones entre indi individuo viduos, s, como como también componente irreductible de las identidades colectivas y de la estructura  social. Entendemos por tanto que tales formaciones no sólo producen categorías y  criterios de identificación/clasificación identificación/clasificación y pertenencia, sino que –administrando jerarquizaciones socioculturales– regulan condiciones de existencia diferenciales para los distintos tipos de otros internos que se reconocen como formando parte histórica o reciente de la sociedad sociedad sobre la cual cual un determinado Estado-Nación exextiende su soberanía. Así, aun cuando tales contingentes son construidos como parcialmente segregados y segregables en base a características supuestamente “pro-

pias” que portarían valencias bio-morales concretas de “autenticidad”, losentre mismos van quedando siempre definidos por una triangulación que los especifica sí y   vis-à-vis  con los (re)posiciona  vis-à-vis   con el “ser nacional” (Briones, 1998c). Paralelamente, aún cuando las formaciones nacionales de alteridad tienen una  notabl not ablee efi eficac cacia ia res residu idual al por la for forma ma en que se ent entram raman an des desde de lo que heg hegemó emónic nicaamente men te se eri erige ge com comoo mit mito-m o-moto otorr de la “id “ident entida idadd nac nacion ional” al”,, con el tie tiempo mpo se tra transnsforman –como ilustran algunos estudios de caso que se presentan en este libro– tanto las valencias o valorizaciones relativas de los diversos contingentes, como las políticas que, de forma siempre contextual y temporalmente contingente, buscan fortalecer o debilitar los distintos contornos (auto)adscriptivos. En este marco, la 

 

Formaciones de alteridad

17

puesta en proceso de las formaciones nacionales de alteridad no es una cuestión menor para dar cuenta de su historicidad y de las emergencias –en verdad, re-articulaciones– identitarias que ciertos contextos posibilitan, al tender a desestabilizar o desmantelar instalaciones estratégicas previamente disponibles. Por otr otraa par parte, te, dic dichas has for formac macion iones es y su tra transf nsform ormaci ación ón –va –vale le enf enfati atizar zarlo– lo– nun nunca  ca  son efecto de prácticas estatales solamente. Sin embargo, por ser los Estados-Nación puntos de condensación de un vasto conjunto de tecnologías, dispositivos e instituciones que inscriben lugares de autoridad autoridad –socialmente abstractos, impersonales, soberanos y autónomos, pero siempre territorialmente basados–  desde  desde donde hablar en nombre de la sociedad como un todo y mantener un orden basado en la  ley (Parekh, 2000), ni las prácticas estatales son secundarias en el entramado de las formac for macion iones es nac nacion ionale aless de alt alteri eridad dad,, ni tam tampoc pocoo es una unacue cuesti stión ón men menor or ente entende nderr la  lógica espacial en y a través de la cual los estados actualizan las formaciones de alteridad en que su ejercicio de regulación se apoya. Para Pa ra da darrlas cuen cu enta ta en ento tonc nces es de es esa a ló lógi gica ca es qu que prop pr opus usim imos os ve ver r có cómo moarticulaciones se va vann tr tran anssformando  geografías estatales de inclusión y eexclusión,  esto es, las históricamente situadas y cambiantes mediante las cuales niveles anidados de estatalidad5 ponderan y ubican en tiempo y espacio “su diversidad interior” (Briones, 2001a). Llegamos por esta vía a lo que es cometido central de este libro, esto es, no sólo pensar cartográficamente (de Souza Santos, 1991), sino también tomar en cuenta niveles provinciales de estatalidad. Según lo vemos, porque los estados provinciales también operan como instancias fundamentales de articulación que generan representaciones localizadas sobre el estado-como-idea (Abrams, 1988) y  sobre la política, administrando a su vez sus propias formaciones locales de alteridad para especificarse en relación a “la identidad nacional” desde formas neuquinas qui nas,, sal salteñ teñas, as, chu chubut butens enses, es, etc etc.,., de “se “serr arg argent entino inos”. s”. En tér términ minos os de efe efecto ctos, s, son precisamente estos niveles los que permiten explicar variaciones en la organización y demandas de un mismo pueblo indígena según las distintas provincias en que se encuentra, así como semejanzas entre organizaciones y reclamos de distintos  pue pueblos indígenas que forman parte de una misma provincia. Y en este sentido es que decíamos que, a pesar de susuarbitrariedad, las fronteras estatales, tanto federales cuanto provinciales, portan propia materialidad. En líneas líneas generales, generales, el esfuerzo esfuerzo por hacer hacer “cart “cartograf ografías” ías” está insp inspirado irado en los los trabajos de Lawrence Grossberg y en su propuesta de contrarrestar las políticas modernas y posmodernas de la diferencia, viendo cómo los tres planos principales de individuación –sujetos  con  con subjetividad, self   con identidad y  agentes   agentes  con  con capacidad de agencia– pueden ser entendidos no sólo desde un sentido temporal sino dentro 5   Concretamente, Estado federal federal y estados provinciales –incluso municipales– municipales– como formaciones formaciones pluricentradas y multidimensionales que condensan discursos y prácticas políticas de diferente tipo en un hacer sistemático de regulación y normalización de lo social (Hall, 1985).

 

18

Claudia Briones

de una lógica espacial. Es que la idea de que las identidades se construyen por diferenc re ncia ia es es,, se segú gúnn es este te au auto torr (1 (199 996) 6),, le lega gado do tí típi pico co de un unaa mo mode dern rnid idad ad qu quee si siem empr pree se ha construido a sí misma diferenciándose de otro –como “tradición” en sentido temporal, o como “los primitivos”/“los étnicos” en tanto otros espaciales transformados en otros temporales– en un juego que confina a los/sus “otros” a responder por inversión. Para escapar entonces a esta idea de diferencia y a los efectos ideológicos gic os de la mis misma ma mod modern ernida idad, d, Gro Grossb ssberg erg pro propon ponee emp empeza ezarr a not notar ar que la pec peculi ulia  a ridad rid ad de lo mod modern ernoo –au –aunqu nquee se con constr struya uya a sí mismo mismo en clave clave tem tempor poral, al, hac hacien iendo do de la sub subjet jetivi ividad dad una con concie cienci nciaa del tie tiempo mpoint intern erno, o, de la ide identi ntidad dad una con constr strucucción temporal de la diferencia, y de la agencia un desplazamiento/diferimiento temporal de la diferencia– pasa por postularse como diferencia siempre diferente de sí misma a lo largo del tiempo y el espacio. En consecuencia, sostiene el autor, esos tres planos de individuación también pueden y deben ser entendidos desde su lógica espacial.6 Enpon lo concreto, laersida propuesta deor”en verencómo elnadas Estado federal yspaci losciale estados provinciales ciales ponen en “su div divers idadd int interi erior” coorde coo rdenad as tém témpor poro-e o-espa aless a tra través vésde de geografías de inclusión y exclusión retoma la propuesta de Grossberg (1992 y  1993) de analizar los modos por los cuales los sistemas de identificación y pertenencia son producidos, estructurados y usados en una formación social, a través de la articulación de maquinarias  –organizaciones  –organizaciones activas de poder– tanto estratificadoras y diferenciadoras , cua cuanto nto territorializadoras. Enest Enesto, o, silas maquinarias estrati ficadoras  dan  dan acceso a cierto tipo de experiencias y de conocimiento del mundo y  del sí mismo –produciendo la subjetividad como valor universal pero desigualmente distribuido–, las  maquinarias diferenciadoras  se   se vinculan a regímenes de verdad responsables de la producción de sistemas de diferencia social e identidades –en nue nuestr stroo ca caso, so, sis sistem temas as de cat catego egoriz rizaci ación ón soc social ialcen centra tralme lmente nte lig ligado adoss a tro tropos posde de pertenenci perten enciaa selec selectivam tivamente ente etnic etnicizad izados, os, raci racializa alizados, dos, o desma desmarcado rcados–. s–. Por su parte, las maquinarias territorializadoras  resultan   resultan de regímenes de poder o jurisdicción que emplazan o ubican sistemas de circulación entre lugares  o  o puntos temporarios 6   Desde esta mirad mirada, a, la subje subjetivid tividad ad se nos revela como experi experienciadel enciadel mundo desde posi posicion ciones es particulares que, aunque sean “direcciones” temporarias, temporarias, determinan el acceso al al conocimiento y devienen lugares de apego construidos como “hogares” desde cuya geografía hablamos. En similar dirección, el  o la identidad remite a diferentes vectores de existencia ligados a espacios tanto regionales como naself   cional cio nales es y glo global bales es que–pudi que–pudiend endoo est estar ar enc enclav lavado ados, s, o per permit mitir ir muc muchamovil hamovilida idad, d, o exc exclui luirno rnoss de otr otros– os– involucran un sistema complejo de movilidades superpuestas y en competencia, e incluso condicionan las alianzas que se pueden realizar entre distintas identidades identidades o mapas de existencia espacial. espacial. La agencia, por su parte parte,, emerg emergee como una una cuest cuestión ión de distri distribució buciónn de agentes agentes y de actos actos dentro dentro de espacios espacios y lugares que no son puntos de origen pre-existentes, sino producto de sus esfuerzos por organizar un espacio limitado. limit ado. Remi Remite te así a inst instalac alacionesestratégic ionesestratégicas as posib posibilita ilitadas das por movil movilidade idadess estru estructura cturadas das que defin definen en y habilitan ciertas formas de agencia y no otras para poblaciones particulares (Grossberg, 1996).

 

Formaciones de alteridad

19

de pertenencia y orientación afectivamente identificados para y por los sujetos individuales y colectivos.  Alrededor de estos puntos –sostiene Grossberg– los sujetos articulan sus propios mapas de significado, deseo y placer, aunque siempre condicionados por la  movi movilidad estructurada que res result ultaa de est estruc ructur turas as ya exi existe stente ntess de cir circul culaci ación ón y acc acceso eso diferencial ferenc ial a un determinado determinado conju conjunto nto de prácticas prácticas histó histórica ricass y políticamen políticamente te artic articuuladas. Emergiendo entonces del interjuego estratégico entre líneas de articulación (terri (te rritor torial ializa izació ción) n) y lín líneas eas de fug fugaa (de (deste sterri rritor torial ializa izació ción) n) que pon ponen en en act actoo y pos posiibilitan formas especificas de movimiento (cambio) y estabilidad (identidad), esa  movilidad estructurada  habilita  habilita formas igualmente específicas de acción y agencia. Más aun aun,, según Gross Grossber berg, g, el aná anális lisis is de tales tales lín líneas eas es un campo campo cen centra trall par paraa ide idenntificar la capacidad de agencia, pues las mismas determinan qué tipos de lugares la  gente puede ocupar, cómo los ocupa, ocupa, cuánto espacio tiene la gente para moverse, y  cómo puede moverse a través de ellos. Por tanto, distintas formas de acción y  agencia resultan sólo a la desigual distribución de capitaltrayectorias cultural y económico, sino también de no la disponibilidad diferencial de diferentes de vida por medio de las cuales se pueden adquirir esos recursos. En es este te ma marc rco, o, sila Nación-como-Estado ope opera ra com comoo terr territo itorio rio sim simból bólico icocon contra tra la  cual cu al se rec recort ortan an y en el cu cual al ci circ rcul ulan an di dist stin into toss ti tipo poss de “o “otro tross in inter terno nos” s”,, la lass ge geog ogra rafí fías as estatales de inclusión –que son simultáneamente geografías de exclusión– remiten a  la cartografía hegemónica que fija altitudes y latitudes diferenciales para su instalación, distribución y circulación. Entre otras cosas, estas geografías de inclusión/exclusión intentan inscribir por anticipado en el “sentido de pertenencia” per tenencia” de esos contingentes la textura de las demandas que vayan a realizar (Balibar, 1991). Si su peso efectivo efecti vo para regular lucha luchass políticas políticas por habili habilitació taciónn resulta de cómo la distri distribució buciónn de lugares, uniformidades y diferencias habilita y afecta la producción, circulación y  consumo de argumentaciones y prácticas idiosincráticas de pertenencia, podemos decir que estas geografías devienen tanto proveedoras de anclajes respecto de los lugares de enunciación desde los cuales el activismo indígena plantea sus demandas, como objeto preferente de contra-interpelación, una vez que los sujetos identifican las En desigualdades fundantes que operan semejante distribución (Briones,cultural  2004)., las suma, vemos las economías políticas de producción de diversidad  formaciones nacionales de alteridad  y   y las  geografías estatales de inclusión/exclusión como recursos teórico-metodológicos para entender las peculiaridades de los distintos tin tos paí países ses.. Tam Tambié bién, n, com comoo pun puntos tos de inf inflex lexión ión par paraa ana analiz lizar ar el pes pesoo e int interj erjueg uegoo de ocurrencias supra y sub-estatales. Por un lado, porque esas nociones devienen lugares desde donde pensar la dispar receptividad y digestión que en cada lugar tienen ciertas modas e imposiciones globales para la gestión de la diversidad, tanto por parte de sus bloques hegemónicos como de los pueblos indígenas que en ellos habitan. Por el otro, porque asimismo nos permiten, en un doble movimiento ho-

 

20

Claudia Briones

mólogo, explorar las digestiones por parte de PIs, elites locales y estados provinciales de los criterios de gestión de la diversidad promovidos por el Estado federal, así com comoo la rec recepc epción ión e imp impac acto to de las pro propue puesta stass ema emanad nadas as de dis distin tintas tas pro provin vinci cias as en el ámbito nacional. III. La formación nacional de alteridad en Argentina

No re resu sult ltaa se senc ncilillo lo ha habl blar ar de to todo do un pa país ís cu cuan ando do se pa partede rtede la id idea ea de qu quee la lass pr prác ác-ticas y discursos hegemónicos centrales no subsumen de manera perfecta los de las formaciones provinciales de alteridad, con estilos locales propios de construcción de hegemonía que van siendo afectados tanto como los primeros por ocurrencias globales. Aun así, si Hall (1985) tiene razón en sugerir que los estados nacionales pueden verse como puntos de condensación que revelan una cierta regularidad en la dis disper persió sión, n, ser sería ía tan pos posibl iblee com comoo líc lícito ito ide identi ntific ficar ar cie cierta rtass ope operac racion iones es med medula ulares res 7 –encuadres de interpretación, diría Yúdice (2002) – de sus formaciones de alteridad,, ope dad operac racion iones es que van si siend endoo nor normal maliza izadas dasaa tra través vés de dis distin tintos tos dis dispos positi itivos vos y se encuentran también sedimentadas en el sentido común. Por ende este sentido comúnn si mú siem empr pree es un bu buen en lu luga garr pa para ra ex exam amin inar ar al algu guno noss de es esos os en encu cuad adre ress de un unaa ma ma-nera exped expeditiva itiva,, con el propósito propósito central central de poner en contexto contexto algun algunas as pecul peculiari iaridadades contemporáneas y tener un piso para pensar Argentina no sólo en relación a  otros otr os paí países ses,, sin sinoo tam tambié biénn –co –como mo es el sen sentid tidoo de est estee lib libro– ro– des desde de las lassup superf erfici icies es de emergencia que esos encuadres muestran en distintas provincias. Si la versión dominante del “crisol de razas” a la argentina predica que “los peruanos vinieron de los incas; los mejicanos, de los aztecas; y los argentinos, de los barcos”, las implicancias de semejante aseveración inscriben al menos un doble 7   George Yúdice ha aportado aportado recientemente una idea de perfor performativ matividad idad cultu cultural ral de peculiar relevancia para entender dinámicas nacionalmente diferenciadas de recreación y procesamiento de marcacionesy cio nesy rec reclam lamos,de os,de pol políti íticasde casde est estadoy adoy luc luchaspor haspor rec recono onoci cimie miento nto.. Conel co conce nceptode ptode per perfor format mativi ivi-dad, Yúdice alude a encuadres de interpretación que encauzan la significación del discurso y de los actos, no sólo desde la perspectiva de los marcos conceptuales y pactos interaccionales, sino también de los cond condicio icionamie namientos ntos instituci institucionale onaless del comp comporta ortamient mientoo y de la produ producció cciónn de cono conocimi cimiento. ento. Generadospor relac relacionesdiversamen ionesdiversamente te ordena ordenadas das entrelas inst instituci ituciones ones estat estatales ales y la soci sociedad edad civil civil,, la magis magis-tratura, la policía, las escuelas y las universidades, los medios masivos, los mercados de consumo, etc., esos encuadres permitirían explicar –según el autor– por qué distintos estilos/entornos nacionales promueven una absorción o receptividad diferente ante nociones como la de “diferencia cultural” que poseen vigencia y aceptación mundial, y ejercen de manera también diferente el mandato globalizado de reconocer el derecho a la diferencia cultural que imponen instituciones intergubernamentales y agencias multilaterales (Yúdice, 2002: 60-61 y 81). En esto, el argumento de Yúdice de que todo entorno nacional naci onal está cons constitui tituido do por difer diferencia enciass que –reco –recorriend rriendoo la total totalidad idad de su espa espacio–“son cio–“son cons constitut titutivas ivas de la manera como se invoca y se practica la cultura” (Yúdice, 2002: 61) muestra muestra notable cercanía a las preocupaciones y propuestas que venimos reseñando, y amplía a la vez el campo de observación para  trabajar racializaciones y etnicizaciones desde un contextualismo radical.

 

Formaciones de alteridad

21

 (los  juego.8  A la par de trazar distancias nítidas respecto de ciertos  otros externos  (los “aindiados hermanos” de ciertos países latinoamericanos) en base a un ideario de nación homogéneamente blanca y europea, se secuestra y silencia internamente la  existencia de otro tipo de alteridades, como la de los pueblos indígenas–supuestamente, men te, sie siempr mpree poc pocos os en núm número ero y sie siempr mpree a pun punto to de ter termin minar ar de des desapa aparec recer er por completo–y también la de los afro-descendientes, pues las poblaciones asociadas a  un remoto pasado africano ligado a la esclavitud no encuentran cabida alguna en 9 un “venir de los barcos” que parece acotarse a los siglos XIX  y   y  XX   XX . Segato (1998b) destaca que distintos países pueden echar mano a un mismo tropo, aunque para realizar operaciones cognitivas diversas. Señala entonces que, aun partiendo de la metáfora del “crisol de razas”, las ideologías nacionales hegemónica món icass de Est Estado adoss Uni Unidos dos,, Bra Brasil sil y Arg Argent entina inahan han adm admini inistr strado adode de man manera era dis dispar par la tensión entre la homogenización de ciertas poblaciones como núcleo duro de la  nacion nac ionali alidad dad,, y la het hetero erogen geneiz eizac ación iónde de otra otrass com comoo dis distin tintos tos tip tipos os de otr otros os int intern ernos os diferencialmente posicionad posicionados os respecto las estructuras de accesolaa recursos teriales y simbólicos clave. Así, explicitade Segato que, en Argentina, metáforamadel crisol usada para construir una imagen homogénea de nación ha ido inscribiendo prácticas de discriminación generalizada respecto de cualquier peculiaridad idiosincrá sin crátic ticaa y lib libera erando ndo en el pro proces cesoo a la ide identi ntific ficaci ación ón nac nacion ional al de un con conten tenido ido étnico particular como centro articulador de identidad (una nación uniformemente blanca bla nca y civ civili ilizad zadaa en bas basee a su eur europe opeitu itudd gen genéri érica) ca).. Tal Tales es prá prácti cticas cas hab habría ríann pro propipi8   Las ideas presentadas en este acápite acápite han sido progresivamente progresivamente desarrolladas en distintos trabajos, trabajos, pero estas páginas guardan muchas afinidades con uno en particular (Briones, 2004), que fue escrito casi en paralelo. Aquí el propósito es trazar una acuarela que enfatice los rasgos preponderantes en las imágenes y prácticas propiciadas desde los centros de poder material y simbólico que, en Argentina y  como reza el dicho sobre Dios, a menudo vienen atendiendo en/desde Buenos Aires y/o se instalan en una lugar porteño de enunciación. Los capítulos sucesivos mostrarán los no pocos matices y desafíos quese rea realiz lizan an des desde de dis distin tintasprovi tasprovinci ncias as o sec sector tores es y en dif difere erente ntess épo épocassobr cassobree est estas as nar narrat rativa ivass mae maestr stras as de nacionalidad y estatalidad. 9   Así Así,, la sup supues uesta ta ext extinc inciónde iónde lasperso laspersonasde nasde col color or y suscofra suscofradía díass aco aconte ntece ce en losimagi losimaginar nariosnaci iosnacioonales de manera tan subrepticia como misteriosa y silenciosa. A través de los actos escolares, por ejemplo, los niños niños aprenden aprenden que que sólo para para el festejo festejo del 25de Mayo de 1810, 1810, por el inicio inicio de la independ independenencia nacional, les toca a algunos disfrazarse de caballeros patriotas y damas de sociedad, mientras que a  otros y otra otrass le corresponde corresponde ennegrecer ennegrecer sus cara carass con corc corcho, ho, para repres representar entar a seren serenos, os, candileros candileros,, mazamorreras, vendedoras de empanadas, jaboneros heredados de la sociedad colonial. Ninguna otra represen pre sentac taciónde iónde la his histor toria ia pat patriarequi riarequiere ere vol volver ver a usa usarr loscorc loscorchosenneg hosennegrec recido idos, s, co como mo si la pre presen senciade ciade negros en esa historia no se extendiese más allá de los momentos iniciales de conformación de un país independiente. En consecuencia, consecuencia, no sorprende que quienes hoy puedan ser “a simple vista” clasificaclasificables como “negros” –“negros mota” o “negros negros”, diría Frigerio (2002), para recuperar la diferendiferencia que hace el sentido común entre afro-descendientes y los “cabecitas negra”– queden vinculados a  migraciones más o menos recientes, producidas supuestamente no ya desde África sino desde Uruguay, Brasil o los  EE.UU.– puesto que tampoco está demasiado visibilizada la inmigración caboverdiana (de Liboreiro, 2001).

 

22

Claudia Briones

ciado do ade además másuna una vig vigila ilanci nciaa dif difusa usade de tod todos os sob sobre re tod todos os que que,, bas basánd ándose ose en rep reprim rimir ir cia la diversidad, se habría acabado extendiendo a diversos dominios de lo social (Segato, 1991:265). Sobre Sob re esta bas base, e, diría diría que la for formac mación ión mae maestr straa de alt alteri eridad dad en Argenti Argentina na fue resultando de una peculiar imbricación de maquinarias diferenciadoras, estratificadoras y territorializadoras, habilitantes de un conjunto de operaciones y desplazamientos que, para sintetizar el argumento, agruparía en torno a tres lógicas principales. Una de incorporación de progreso por el puerto y de expulsión de los “estorbos” por las puertas de servicio, primera lógica que se liga a una segunda de argentinización y extranjerización selectiva de alteridades, estando a su vez ambas lógica lóg icass en coe coexis xisten tencia ciacon con una ter tercer ceraa de neg negaci ación ón e int interi eriori orizac zación iónde de las lín líneas eas de color. Veamos. En Argentina, como en otros países, la espacialización de la nacionalidad ha  operado en base a metáforas que jerarquizan lugares y no-lugares. Al menos desde la Genera Gen eraci ón de 183 1837, 7, el paí paíssAires– se aut autorr orrepr eprese esenta nta con una cabeza cab eza peq pequeñ ueña a per peroo poderosa –elción puerto de Buenos destinada como centro material y simbólicamente hegemónico tanto a ordenar y administrar las “limitaciones” de un cuerpo grande pero débil –el “Interior”– como a llenar los vacíos circundantes, la tierra de indios o tierra adentro sintomáticamente concebida como desierto.10 Esa cabeza ha  oficiado de entrada principal que diseña y posibilita un “venir de los barcos” destinado a fortalecer y embellecer la contextura del tronco y poblar las extremidades.  Aún hoy, hoy, esa puerta se piensa ancha y generosa en lo que hace a dar cabida a “todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”, como reza el preámbulo de la constitución. Ha administrado y administra empero los flujos en base a una circulación de mano única. Mientras que para algunos oficiaba de entrada triunfal a promesas de movilidad ascendente, para elementos europeos indeseables devino con el tiempo puerta giratoria que los devolvería a sus lugares de procedencia.11 Así, el hábito que se inaugura a principios principios de siglo XX de identificar 10   En verdad, si ya la generación del 37 instaura como como tropo dominante de la geografía nacional la 

idea que el país es un “desierto”, interesante es cómo esa imagen encarnarAlberdi un mandato para de sucesivas generaciones de elites lomorales –mandato canonizado porpermite Juan Bautista con el axioma “gobernar es poblar”–. Aunque en términos de políticas públicas ese axioma se inscribe estatalmente men te de man manera era exp explíc lícitahast itahastaa med mediad iados os del sig siglo lo XX (La (Lazza zzari ri 200 2004),en 4),en tér términ minos os de ima imagin ginari arios os per per-siste hasta ahora, tras el dicho de sentido común de que “hay que poblar la patagonia”. 11   Me Me ref refier ieroo a la san sanció ciónn en 190 19022 de la Leyde Res Reside idenci nciaa –qu –quee aut autori oriza za la dep deport ortaci ación ón de “el “eleme emento ntoss indeseables”, mayormente sospechados de anarquistas y comunistas– complementada en 1910 por la  Ley de Defensa Social, que permite encarcelar a disidentes políticos del país. En el marco del debate para la aprobación de esta ley, el Diputado Ayarragaray buscará matar varios pájaros de un tiro al momento de enumerar una lista de “indeseables”. Además de los anarquistas, propone también excluir “...la inmigración amarilla que estamos amenazados de recibir (…) En este sentido, debemos proceder con sentido científico. Nosotros no necesitamos inmigración amarilla, sino padres y madres europeas,

 

Formaciones de alteridad

23

“elementos étnicos inconvenientes” incluso entre migrantes europeos sospechados de anarquistas o comunistas muestra cómo el crisol argentino va deviniendo un caldero con restricciones de ingreso que responden tanto a consideraciones raciales, como de clase y político-ideológicas (Briones, 1998c). En este marco, los contingentes internos que se consideran inaceptables no sólo se piensan deambulando por caminos periféricos, sino que tienden a ser eyectados por la trastienda. Esta idea de que los argentinos vinimos de los barcos se refuerza con la propensión especu esp ecular lar a exp expuls ulsar ar fue fuera ra del terr territo itorio rio ima imagin ginari arioo de la nac nación ión a qui quiene eness se aso asoci cian an con categorías fuertemente marcadas, mediante una común atribución de extran jería que ha ido recayendo sobre distintos destinatarios a lo largo de la historia historia nacional, según distintos grupos fuesen adquiriendo sospechosa visibilidad.12  A este respecto, es por ejemplo sugestiva la perseverancia con que desde fines del siglo pasado se viene reiterando el aserto de que los Tehuelche (siempre (siempre a punto de total tot al ext extinc inción ión)) son los ver verdad dadero eross “in “indio dioss arg argent entino inos” s” de la Pat Patago agonia nia,, a dif diferen erencia  cia  de losmás los másnum numero erosos sos(y (y por–por endeeende, end confli con flictu ctuant antes) es) “invasores” Mapuch Map uche, e, pas pasibl ibles es sie siempr mpreesin dedeser rotulados como “chilenos” indígenas o “visitantes”, rechos según las versiones más reaccionarias a reclamar hoy reconocimientos territoriales (Briones, 1999; Briones y Díaz, 2000; Cañuqueo, Kropff, Rodríguez & Vivaldi en este volumen; Lazzari y Lenton, 2000; Ramos & Delrio en este volumen; lum en; Rod Rodríg ríguez uez,, 199 1999; 9; Rod Rodríg ríguez uez y Ram Ramos, os, 200 2000)– 0)–.. En sim simila ilarr dir direcc ección ión y mos mos-trando la eficacia residual de esta lógica, he escuchado a conciudadanos salteños y   jujeños denunciar denunciar el trato discriminatorio al que estaban siendo siendo sometidos cuando se los estigmatizaba como “bolitas” o bolivianos –es decir, cuando se los desnacionalizaba nali zaba por su aspecto– aspecto– durante durante la irrup irrupción ción de xenofobia xenofobia que acompañó acompañó el fin de la era men menemi emista sta.. En este mar marco, co, tam tampoc pocoo sor sorpre prende nde tan tanto to un acontec acontecimi imient entoo que tomó estado público más recientemente, hecho vergonzoso que algunos consideran anacrónico y otros vemos como síntoma preocupante de la formación de alteridad que todavía es propia del país. Brevemente, funcionarios de migraciones acusar acu saron on a la Sra Sra.. Mar María ía Mag Magdal dalena enaLam Lamadr adrid id de uti utiliz lizar ar un pas pasapo aporte rte fal falso, so, bas basánándosee tam dos tambié biénn en su asp aspect ecto. o. En lo que cal califi ifican can com comoo un ges gesto to de ind indisc iscrim rimina inació ciónn de raza blanca, para superiorizar los elementos híbridos y mestizos que constituyen la base de la poblaciónn delpaís y queposib ció queposiblem lement entee sonde ori origenamari genamarillo(en llo(en Len Lenton1994 ton1994).”La ).”La nov noveda edadd de est estee tes testim timoonio respecto de otros es menos la racialización que abarca y ordina aquí a los mestizos respecto de “la  raza blanca”, que la claridad con que muestra una lógica hipogámica (Harrison 1995). Retomaremos luego la operatoria de esta lógica. Baste decir aquí respecto del razonamiento de Ayarragaray que los mestizos o criollos deben ser “superiorizados” porque son fruto de una mezcla hispano-indígena donde el componente indígena racialmente subvaluado –aquí, además, en base a la atribución de orígenes transpacíficoss prehistóricos también “amarillos”– contaminó y arrastró hacia abajo al que por sí mismo transpacífico estaba un poco mejor valuado (el español). 12   Agradezco a Ricardo Abduca un comentario comentario que, realizado hace varios años al pasar, me invitó a  presta pre starr ate atenci nción ón a est estee pun punto to y me lle llevó vó a emp empeza ezarr a hac hacer er un map mapaa de “re “recur curren rencia cias” s” en est estaa dir direcc ección ión..

 

24

Claudia Briones

delnos nosotr otros os nac nacion ional, al, Nat Natali aliaa Ote Otero ro y Lau Laura ra Col Colabe abella lla(20 (2002) 02) exp explic lican an los cri criteri terios os del en que tales funcionarios apoyaban su “brillante deducción”: como no hay  argentinos negros, toda persona de aspecto afro debe ser extranjera.  A su vez, estas formas de territorializar y diferenciar pertenencias se imbrican con una segunda segunda lógica de substancialización substancialización (Alonso, 1994) que entrama “la gran familia argentina” en base a maquinarias diferenciadoras que aplican de manera  asimétrica los principios de jus solis  y  y el jus sanguinis  para  para argentinizar o extranjeextranjerizar selectivamente distintas alteridades. Por ejemplo, mientras idealmente la ciudadanía argentina se adquiere por el principio de jus solis  –principio  –principio que permitió argent arg entini inizar zaraa la des descen cenden denci ciaa de la inm inmigr igraci ación ón eur europe opea– a– otra otrass alt alteri eridad dades es son per per-manentemente extranjerizadas en base a la aplicación asimétrica del principio del  jus sanguinis . Así, la chilenidad imputada a habitantes mapuche suele corresponderse no con su lugar de nacimiento sino con el lugar de procedencia se sus antepasados remotos (Briones y Lenton, 1997). Parale Par alelam lament e,ología lasgía dos lógica lóg s ant anteri se art articu iculan laneologí con una que, que , ado adopta ndo en lo exp explíc lícito ito laente, ideolo ide racial rac ialicas propia pro piaeriore deores lossEE.UU. –ideol –id ogía a que toma tom a laptando negrit neg ritud ud como epítome de lo racial– lleva simultáneamente a negar la existencia de racismo en el país y a interiorizar las líneas de color. Esta tercera lógica preside complejamente men te la vig vigenc encia ia de dis dispar pares es req requis uisito itoss par paraa la arg argent entini inizac zación ión de dis distin tintos tos tip tipos os de otros internos, a la par de propiciar una peculiar racialización racialización de la subalternidad (Guber, 2002; Margulis, Urresti  et al .,., 1998; Ratier, 1971), para dar cuenta de quienes no pueden ser ni eyectados ni extranjerizados, a riesgo de perder una masa  crítica de subalternos que hegemonizar. Pero vayamos por partes. Una vez que la nación argentina se postula (desea ver o proyectar) como homogéneamente blanca y europea –hallando en esto un criterio de diferenciación fundamental respecto de otros países de Latinoamérica– no queda lugar para dos movimientos que han sido ensayados por otras ideologías nacionales. El primer movimiento se liga a que el precepto de homogeneidad desaconseja trazar –como en EE.UU., por ejemplo– líneas de color que dividan una entidad discreta e introduzcan duz can un dia diagra grama ma de mos mosaic aico. o. Pos Posibl ibleme emente nte,, el des deseo eo de eur europe opeiza izarr la nac nación ión en tod todo o sen sentid tidoo est estuvi uviese eseyen la bas base e de unacuyo irrest irr estric ricta ta adm admira iració n por cie cierto rtos s paí países ses europeos como Francia Gran Bretaña, liberalismo y ción trayectorias coloniales les permit per mitían íanpra practi ctica carr ult ultram ramari arinam namenteun enteun rac racism ismoo que –a dif difere erenci nciaa de los EE.UU.– tendían a enmascarar “puertas adentro”. En este sentido, la admiración hacia los EE.UU. par parecí ecíaa ya des desde de Sar Sarmie miento nto exp expues uesta ta a ci cierta ertacau cautel tela, a, entr entree otr otras as cos cosas as por la  forma de hacer de las líneas de color un principio estructurante de la nación. Obviamente, esta autodefinición por contraste lejos está de impedir la ocurrencia  de racismo. En todo caso, lo alimenta en base a otro tipo de prácticas de racialización. Así, la recurrente posibilidad de sostener al menos desde la década de 1870 que ya no había negros argentinos (de Liboreiro, 2001) no pasa simplemente por

 

Formaciones de alteridad

25

no quererlos ver –como veremos, el color se ve y toma en cuenta, pero para interpretarlo de otra manera– sino por teorías sociales de la raza que operan en base a  ideas sui generis  o  o bien de extinción o bien de paulatina asimilabilidad. asimilabilidad. Esas teorías alimentan a la vez hipótesis distintivas respecto de las posibilidades, operatoria y  consec con secuen uencia ciass del “me “mesti stizaj zaje” e” y el “bl “blanq anquea ueamie miento nto”” –lo que nos rem remite ite al seg segund undoo movimiento particularizador del caso argentino que me interesa explicitar. El mito del desierto a ser poblado (europeizado) mediante políticas de inmigración se basa en una valoración no sólo de los indígenas sino de las masas hispano-i pan o-indí ndígen genas as o cri crioll ollas as que tem tempra pranam nament entee mue muestr straa que el dis discur curso so heg hegemó emónic nicoo de la nac nacion ionali alidad dad arg argent entina ina va a ado adopta ptarr una ide ideolo ología gía de mes mestiz tizaje aje muy dis distin tinta ta a  la vig vigent entee en otro otross paí países sesde de Lat Latino inoamé améric rica, a, don donde de la hib hibrid ridaci ación ón ope opera ra com comoo tro tropo po maestro de la conformación nacional (Briones, 2002b). En términos de espacialización zac ión del paí país, s, Vi Villa llarr (19 (1993) 93) sos sostie tiene ne que el hinterland por portua tuario rio a ser dom domest estica icado do reconoce dos grandes áreas en tensa oposición y complementación: la “tierra  adent adentro” bajo contro control l indíg indígena, y la la “fron “frontera”, tera”,decomo lugar de interfa interfase la ocupaciónro”criolla. Sarmiento esena, ejemplo pionero la barbarización deseloscon indios de “tierra adentro”y, por extensión, de la de gauchos, montoneros y paisanos de la  “frontera” (Svampa, 1994; Briones, 1998c). No obstante y como muestra Diego Escolar (2003) para la zona de Cuyo, incluso para el mismo Sarmiento los límites entre ent re amb ambos os col colect ectivo ivoss son muc mucho ho más amb ambigu iguos os de lo que el dis discur curso so heg hegemó emónic nicoo quiere reconocer de manera explícita.  A este respecto, respecto, es muy muy ilustrativa la forma en que el Ministro de Guerra y MaMarina Benjamín Benjamín Victorica Victorica trata de apaciguar apaciguar la preoc preocupac upación ión del senador Aris Aristóbulo tóbulo del Val Valle, le, atr atribu ibulad ladoo por def defini inirr si y en qué proporción er eraa lílíci cita ta la po polílíti tica ca de dell Po Pode derr Ejecutivo de incorporar indígenas sometidos al ejército nacional, como recurso apto para “civilizar” –extender el control social sobre– estas poblaciones luego de su derrota militar. En verdad, del Valle está inquieto frente a la doble paradoja de incorporar a quienes hasta hace poco eran enemigos del país proveyéndolos de armas y, más aún, haciéndolos custodios de la seguridad nacional. Para explicar que, en verdad, verdad, no son tantos tantos los “indios “indios de de tropa” tropa” como el legislado legisladorr supon supone, e, Victorica proporcionade una respuesta queasí ejemplifica la coexistencia de cri-a  terios adscriptivos que hablamos, como teorías de lo racialconflictiva muy diferentes las vigentes por ejemplo en  EE.UU. Dice Victorica: “El señor senador se equivoca tomando por indios de la Pampa a individuos del   país, que indios parecen parecen por por su color color trigueño” trigueño” (Lenton, (Lenton, 1992:34-5). 1992:34-5).

En suma, la postura que sostiene el Ministro para fijar la identidad de algunos contingentes sociales en ciertas direcciones y no en otras parte de que no se puede confundir “ser” con “parecer”. Así, si en EE.UU. no hay forma de que quien “pa -

 

26

Claudia Briones

rece” negro no lo sea, en Argentina se puede “parecer” indígena por el color de la  piel pero no serlo. Sugestivamente, empero, si proponer que las marcas corporales no permitirían establecer lindes inequívocos entre indígenas y (ciertos) criollos parece etnicizar la aboriginalidad, paralelamente nos muestra que el “color” no se abandona como medio para describir/significar/predicar sobre la realidad de la  membresía de ciertos contingentes desmarcados como “individuos del país”, en pro de consolidar una hegemonía por transformación que, para reforzar las posiposi ciones cio nes de los gru grupos pos dom domina inante ntes, s, apu apuest estaa a una pro pronta nta hom homoge ogeniz nizaci ación ón cul cultura turall de la heterogeneidad (Briones, 1998a). En este marco, no sorprende que muchas décadas después el “interior” aparezca “asaltando” el puerto de Buenos Aires a través de contingentes de “cabecitas negras”. Pero antes de desarrollar este punto, bien valee exp val explor lorar ar en qué dir direcc eccion iones es sí se rac racial ializa izala la abo aborig rigina inalid lidad ad y, por con contra traste ste,, a la  Nación Argentina, una Nación supuestamente sin otro color más que el puro blanco. Sostuve Sostu ve en otra parte que, en términos términos incorporaci incorp oración ón al “noso “nosotros tros nacional” onal”,, se habilitaron distintas trayectorias paradealteridades construidas sobrenaci diversas marcas, etnicizadas para los inmigrantes europeos –a quienes cabía recorrer la  senda de “argentinización”–, racializadas para los PIs, para quienes un proceso equivalente se definía como “blanqueamiento” porque, a diferencia de los primeros, no eran “ya blancos”. En relación a esto y a diferencia de otros países latinoamericanos, en Argentina el mestizaje ha tendido a quedar definido por una lógica de hipodescendencia, que hace que la categoría marcada (en este caso,“lo indígena”) tienda a absorber a la mezclada y que el mestizo esté categorialmente más cer cerca ca del “in “indíg dígena ena”” que del “no ind indíge ígena” na” (Br (Brion iones, es, 199 1998c) 8c).. En est estee mar marco, co, el punto a destacar es que, a partir de un opaco pero sostenido distanciamiento entre “mesti “me stizos zos”” (ca (categ tegori orialm alment entee más cer cerca ca de los ind indios ios por por pro proven venir ir de una mezc mezcla la reciente) y “criollos” (conciudadanos provenientes de una mezcla de mayor profundidad, pero pasibles de ser “mejorados” por matrimonios con inmigrantes europeos que habilitan movilidad ascendente en términos de capitales culturales y  sociales), la formación maestra de alteridad en Argentina ha apuntado a inscribir sus dos movilidades estructuradas fundacionales, apoyándose ideológicamente en la operatoria de dos melting pot  simultáneos  simultáneos y diferentes. Mientras uno de esos crisoles sol es ha pro promov movido ido el enc enclas lasami amient entoo sub subalt altern ernoo de alg alguno unoss ape apelan lando do a la pot potenc enciaialidad hipogámica de ciertas marcas racializadas, el otro por el contrario ha enfatizado la potencialidad hipergámica de la europeitud en el largo plazo. Poniendo no obstante límites discrecionales a quienes tenían habilitado el ingreso (criollos más que mes mestiz tizos) os),, est estee seg segund undoo cal calder deroo ha apu apunta ntado do a evi evitar tar que la pro prolif lifera eració ciónn de parejas rej as mix mixtas tas des desde de épo época ca col coloni onial al y sob sobre re tod todoo la pro propic piciad iadaa por el des desbal balanc ancee de género vinculado a las inmigraciones masivas de fin de siglo XIX (Geler en prensa) pusiese en tela de juicio tanto la blanquitud paradigmática de la argentinidad de-

 

Formaciones de alteridad

27

sea seada, da,com comoo el mit mitoo de la mov movili ilidad dadasc ascend endent ente. e. Ent Entonc onces, es, si del delpri primer mercri crisol sol sal salen en “cabecitas negras”, pobres en recursos y cultura, del otro emergen “argentinos tipo”, esto es, mayormente blancos, de aspecto europeo y pertenecientes a una extendida “clase media”.13 En esto, pareciera que la articulación de raza y clase opera en sentido inverso a  los EEUU. Sin importar la clase social, en el país del norte una gota de sangre negra  o india ha llevado a establecer pertenencia dando relevancia genealógica al anteante cesor más subvaluado. En Argentina, en cambio, el blanqueamiento ha sido posible sib le –y muc muchas hasvec veces, es, com compul pulsiv sivo– o– par paraa ind indíge ígenas nas y afr afro-d o-desc escend endien ientes tes.. As Así,í, la posibi si bililida dadd de un unaa mo movi vililida dadd de cl clas asee as asce cend nden ente te fa faci cililitó tó y fu fuee a la ve vezz fa faci cililita tada da po porr la  posibi pos ibilid lidad ad com comple plemen mentar taria ia de “la “lavar var”” per perten tenenc encias ias y ele elegir gir com comoo pun punto to de ide identi nti-ficación al abuelo menos estigmatizado. Con esto, no quiero significar que raza y clase respectivamente predominan en 14 EE.UU. y Argentina como ordenadores de desigualdad. Tampoco estoy sosteniendo que aenciertos indígenas y negros les haya sido totalmente t otalmente imposible “pasar” por blancos  EE.UU., ni negando que en Argentina el color de la piel no cuenta  en absoluto. Antes bien, apunto a llamar la atención sobre la existencia en Argentina de un  melting pot  paralelo   paralelo al crisol de razas que se hace explícito y se toma  como fundante de la argentinidad europeizada, un espacio simbólico de reunión/fusión tanto de indígenas y de afro-descendientes, como de sectores populares del interi interior or –temp –tempranam ranamente ente pensa pensados dos como gauc gauchos, hos, pais paisanos, anos, monto montoneros, neros, criollos pobres– y eventualmente inmigrantes indeseables. Es la operatoria de este melting pot encub encubierto ierto lo que ha condu conducido cido a conv convertir ertir en con-n con-nacio acionales nales –aunq –aunque ue de tipo particular– a los conciudadanos que no podían ser ni extranjerizados, ni eyecta eye ctados dos de los con contor tornos nos geo geosi simbó mbólic licos os de la nac nación ión,, ni alt alteri erizad zados os en un sen sentid tidoo fuerte, a riesgo de perder masa crítica para imaginar la posibilidad de una nación independiente. Y así como el melting pot  explícito  explícito ha europeizado a los argentinos argentinizando a los inmigrantes europeos, este otro lo ha hecho produciendo “cabecitas negras”, es decir, ha trabajado en base al peculiar movimiento de racializar la subalternidad, internalizando parcialmente una línea de color anclada en el “Interior” 1971).deEn este doble sentido –destacaría– cabe hablarparcial de “interiorización(Ratier, de las líneas color”. En otras palabras, el oscurecimiento de una condición genérica de subalternidad epitomizada en los “cabecitas negra” ha  permit per mitido ido rec recrea rearr y exp explic licar ar la est estruc ructur turaci ación ón de cla clase, se, sin pon poner er en ent entred redich ichoo ni el presup pre supues uesto to de la bla blanqu nquitu itudd com comoo atr atribu ibuto to de tod todaa una nac nación ión,, ni las laspro promes mesas as de 13 Est Estaa lec lectur turaa enc encuen uentraun traun int intere eresan sante te co contr ntrapu apuntoen ntoen el cap capítu ítulo lo 7 de est estee vol volume umen, n, don donde de Lan Lanuss ussee y Lazzari identifican y analizan distintas matrices de mestizaje en una provincia como Salta que, como otras otr as “añ “añeja ejas” s” delpaís,se cue cuentadesdeun ntadesdeun pas pasadocolo adocolonia niall quehabrí quehabríaa dej dejadocomo adocomo her herenc encia ia pob poblac lacion ional al la temprana y extendida mezcla de españoles e indígenas. 14  Cfr. Frigerio (2002).

 

28

Claudia Briones

progreso y movilidad ascendente que la perfilaban como promisorio país de inmigración. Esta racialización de los sectores populares en tanto “subordinados tolera bles” (Williams, 1993) ha ampliado el repertorio de las marcas que los particularizan, ampliación que sin embargo ha operado elevando el umbral visual a partir del cual se es considerado “negro mota” o “indígena”. En este marco, la argentinidad del “cabecita negra” siempre ha sido embarazosa  a los ojo ojoss heg hegemó emónic nicos, os, en tér términ minos os de asp aspect ecto, o, de ads adscri cripci pción ón de cla clase, se, de prá prácti ctica  ca  cultural y de actitudes políticas (Briones, 1998c). Esos ojos los ven como la cara  “vergonzante” de la nación porque, siendo parte de ella, dan muestra de inadecuaciones cio nes ya de som somato atotip tipoo (ra (rasgo sgoss ind indíge ígenas nas o afr afro, o, por eje ejempl mplo, o, her hereda edados dos de pob poblalaciones supuestamente extinguidas), de actitud (falta de “cultura” en el sentido de pulimiento), de consumo y estética (chabacanería), de espacialidad (villeros, “ocupas” ilegales),15 de hábitos de trabajo (desocupados, criminales, cartoneros) y  convicciones políticas (peronistas por propensión clientelar, piqueteros). dest de stac acab able le es queecon qu la ob obvi via a ra raci cial aliz ació ión n ritud que qu e es este te ró rótu tulo conn nnot a notextos admi ad mite fá-fá cilesLoequ ciles equiva ivalen lencia cias s con constr strucc uccion iones esizac de negrit neg ud propia pro pias slo deco otros otr osota contex con tos. . te A diferencia de los EE.UU., jamás el “cabecita negra” ha sido proclamado como categoría completamente completamente separ separada ada o segreg segregable able media mediante nte   apartheid   –como –como los afro-a afr o-amer merica icanos nos has hasta ta med mediad iados os de si siglo glo–– ni dig digna na de res respet petoo y de exp expesa esarr y rec recrea rearr “su” diferencia –como los afroamericanos en la actualidad–. Tampoco es como el “white trash” o el “red neck” pues, además de estigmatizaciones de clase, pesan sobre el “cabecita” otras marcas de alteridad de origen que lo construyen como anomalía respecto del “argentino tipo”, como si fuese un producto incompleto o fallado (en el sentido “civilizatorio”) del crisol de razas que emblanqueció y europeizó la argentinidad. A su vez, si lo comparamos con la lectura que hace Segato (1998b) de la negritud en Brasil, el “cabecita negra” tampoco impregna al “argen“argentino ti no ti tipo po”” ni le in infu fund ndee un unaa cu cuota ota de am ambi bigü güed edad ad,, po porq rque ue és éste te se as asum umee co como mo ir irre re-mediableme media blemente nte “blan “blanco” co” –aunq –aunque ue no preci precise se autom automarcar arcarse se explí explícita citamente mente en estos términos por el simple hecho de que “en Argentina no habría negros-negros”. Por el contrario, el “cabecita negra” es más bien el entenado vergonzante que se interpela tal dentro la familia, del que anoesconder se habla en frente a terceros. Ante éstos,como ha operado másdebien como pero el esqueleto el ropero (Briones, 1998b). 15   Como reseña reseña Guber(2002: Guber (2002: 363) a partirde partir de los trabajos de Hugo Ratier, “con “con la caída del segundo gobierno peronista, el mote de ‘cabecita’ dio lugar al de ‘villero’. Si aquél había correspondido al de un actor social en avance [los ‘descamisados’ ‘descamisados’ peronistas], el segundo se refería a otro en retroceso.” Agregaría que al día de hoy hoy lógic lógicas as de desplaza desplazamient mientoo semejantes semejantes estigm estigmatiza atizann por ecuac ecuación ión a los sujetos sujetos de espacializa paci alizacion ciones es moder modernizad nizadas, as, comolos “ocu “ocupas” pas” de las “cas “casas as tomad tomadas” as” y los “gron “groncho chos” s” (“ne (“negros” gros” culturalmente hablando) de los conventillos devenidos “pensiones baratas” u “hoteles familiares”.

 

Formaciones de alteridad

29

En síntesis, tiene razón Frigerio (2002) al insistir que los “cabecitas negras” en  Argentina no se explican meramente por cuestiones de clase, aun cuando sean estos los vocabularios que priman en el país. Es en este marco que el autor aconseja no minimizar mini mizar la inci incidenci denciaa en la const construcc rucción ión de dicha categorí categoríaa de prácticas prácticas de raciaracialización que explícitamente siguen modelos antes usados para subalternizar a los afro-descendientes. Por mi parte, más que intentar ver qué grupo subalterno funciona como parámetro de la racialización de la subalternidad en Argentina, Argentina, me pa recee imp rec import ortant antee enf enfati atizar zar dos doscos cosas. as. Por un lad lado, o, exi existe stenn prá prácti cticas casde de rac racial ializa izació ciónn y  etnicización que recortan alteridades diferenciadas. No creo –aunque éste aún es un punto a examinar y discutir– que las hipótesis de mestizaje y blanqueamiento hayan hay an ope operad radoo y ope operen ren de man manera era sem semeja ejante nte par paraa ind indíge ígenas nas,, afr afro-d o-desc escend endien ientes tes,, y  16 quienes hoy se consideran descendientes de inmigrantes “indeseables”. Por el otro, están activas otras prácticas de racialización que han posibilitado la reunión en una misma misma categ categoría oría –la de “cab “cabecita ecitas”– s”– de integran integrantes tes de algunas algunas de esas esas alteri alteri-dades –específicamente, indígenas y afro-descendientes– sindar poner en cuestión la  perduración de las mismas, y sin que sólo ellas basten para cuenta de todo lo que cabe al interior de la subalternidad racializada. Porque así como es cierto que muchos indígenas y afro-descendientes alzan su voz para denunciar el haber sido improcedentemente fusionados en un estigma de “cabecitas” que no les pertenece,17 otros conciudadanos afectados por el mismo estigma no se sienten ni una  cosa ni la otra. En tod todoo cas caso, o, si nos con concen centra tramos mosen en los efe efecto ctoss par partic ticula ulares res que est estaa for formac mación ión de alteridad ha ido dejando como impronta en las construcciones de aboriginalidad prevalecientes en Argentina, resulta interesante destacar una serie de cuestiones tio nes con fin fines es com compar parati ativos vos.. A pes pesar ar de la rec recurr urrent entee ten tenden dencia ciaaa nin ningun gunear ear lo indíg ígen enaa en el paí aís, s, per erccep epci cion ones es dif ifer eren encciad adas as de dell po pote tenc ncia iall de conversión/civilización conversión/civili zación atribuido a distintos PIs fueron dando por resultado diver16   Y no estoypensando sola solamente mente en clas clasific ificacio aciones nes naci nacionale onaless como las de “perua “peruanos” nos” y boliv boliviano ianos”, s”, que tiend tienden en a asumi asumirr much muchos os de los atri atributosestigmati butosestigmatizados zados con que se defin definee a “cab “cabecit ecitas” as” y “vill “villeros” eros” (Grimson 1999). Pienso también en una categoría nacional como la de “coreano” cuya racialización

comporta para una estigmatización distinta (Courtis (Courtis 2000). Además de tender a aplicarse el principio de jus  sanguinis  para presuponer la ciudadanía coreana de los descendientes argentinos de inmigrantes de ese origen, pesa sobre ellos un estigma que los desprecia por una movilidad ascendente sospechada de ilícita. Es al menos curioso que el mismo éxito económico que lleva a postular en los  EE.UU a los coreanos como minoría modelo resulte en Argentina un elemento para discriminar a la colectividad. 17   Incluiría en esto las experiencias y reflexiones reflexiones de un dirigente Mapuche, las cuales constituyen constituyen un acabado ejemplo de la asimetría que rige tanto las desmarcaciones hegemónicas de la aboriginalidad, como las re-marcaciones racializantes y estigmatizadoras de los sectores populares. En el “ Festival  DERHUMLAC ”  (Derechos chos Human Humanos os en Améri América ca Lati Latina na y el Cari Caribe) be) que se hici hiciera era en el Centr Centroo Cult Cultural ural ” (Dere Recoleta durante 1997 1997 y para denunciar prácticas prácticas que apuntan a la pérdida forzosa de adscripciones adscripciones indígenas, este panelista sostuvo que “muchos de los que ustedes llamaban cabecitas negras éramos nosotros, los indígenas que vinimos v inimos a Buenos Aires. Pero nosotros siempre fuimos y seremos Mapuche.”

 

30

Claudia Briones

gentes geografías estatales de inclusión/exclusión. Me refiero concretamente a la  implementación de prácticas diversas de radicación, que fueron desde la mayor tenden ten dencia ciaaa “ar “arrai raigar gar”” ind indíge ígenas nasaa tra través vés de la fig figura urade de mis mision iones es rel religi igiosa osass en Tie Tierra  rra  del Fuego y zona chaqueña (supuesto reducto de los contingentes más móviles y  más“sa más “salva lvajes jes”) ”) que en Pam Pampa pa y Pat Patago agonia nia,, has hasta ta la neg negaci ación ón exp explíc lícita ita de per permis misos os a  ciertos grupos en estas últimas regiones, la colocación de algunos en Colonias agropastoriles o la extensión para otros de permisos precarios (Briones y Delrio, 2002; Delrio, 2003). Si lo pensamos en relación con algunas de las ocurrencias analizadas en este libro, el punto a destacar es que, paralelamente a esta diversidad de percepciones y  evalua eva luacio ciones nes por par parte te del est estado ado cen centra trall res respec pecto to del pot potenc encial ial de “as “asimi imilac lación ión”” de distintos pueblos indígenas, otros dos factores tuvieron enorme gravitación en la  políti pol ítica ca de dar “re “resp spues uestas tas est estata atales les pun puntua tuales les a cas casos os pun puntua tuales les”” que ha sid sidoo dis distin tin-tiva del indigenismo nacional desde los momentos claves de consolidación del estado argentino, cuando se verificara y completara el avance tierrapor de indios”: las distintas maneras de escenificar y disputar las militar marcas“sobre indígenas parte de la agencia aborigen y, sobre todo, la forma en que capitales privados, agente age ntess eva evange ngeliz lizado adores res y fun funci ciona onario rioss loc locale aless pro procur curaro aronn pon poner er en mar marcha cha sus ini ini-ciativas, intereses y visiones particulares, a veces resignificando y a veces interfiriendo con los proyectos federales de colonización y de argentinización de los pueblos originarios. En todo caso, tratamientos contingentes a distintos pueblos y a  distin dis tintos tos seg segmen mentos tos de un mis mismo mo pue pueblo blo irá iránn des desemb emboca ocando ndo en una mul multip tiplic licida idadd de trayectorias de gran influencia en las posibilidades indígenas de auto-organización y de redefinición de estrategias de comunalización (Brow, 1990) para mantener ten er lím límite itess gru grupal pales es e int intere ereses ses con consis sisten tentes tes,, así com comoo en la ins inscri cripci pción ón del tip tipoo de demandas que se irán efectuando por parte de esta agencia diversificada.  A su vez, economías políticas más o menos localizadas de producción cultural irán tambi también én tensa tensando ndo las relac relaciones ionesentre entre repres representac entaciones ionescolec colectivas tivas y afili afiliacion aciones es sociales. Aludo, por ejemplo, a cómo la experiencia de trabajo en los ingenios azucarero car eross del nor norte te del paí paíss –re –reclu clutad tadore oress de man manoo de obr obraa ind indíge ígena na tem tempor porari ariaa entr entree dis distin tintos tos pueblo pue bloss ind indíge ígenas nas radica rad icados dosen en Arg Argent entina inaper peroo tam tambié biénn Los en Bol Bolivi iviaa y Par Paraaguay– coadyuvará a una peculiar estratificación de pertenencias. cazadores-recolectores chaqueños –que siempre hacían los trabajos menos calificados y peor pagos– fueron quedando localizados en los peldaños más bajos de la jerarquía, y  vincul vin culado adoss a una dis distan tanci ciaa y exo exotis tismo mo máx máximo imo res respec pecto to por ejem ejemplo plo de pue pueblo bloss vallistos y puñeños, más prontamente rotulados como campesinizado campesinizadoss o campesinizables (ver Carrasco y Lanusse & Lazzari en este volumen). Fue operando aquí  –aunque a pequeña escala– un juego de distinciones y jerarquizaciones entre pueblos de tierras altas y bajas semejante al que se ha dado en Perú y Bolivia, aunque ese juego fuera tercerizado en el contexto argentino por la ubicación siempre más

 

Formaciones de alteridad

31

ambigua de contingentes Ava-Guaraní (Gordillo y Hirs Hirsch, ch, 2003). Todo esto en el marco de una geografía simbólica de nación nación que –como vimos– dejó dejó improntas en las representaciones y afiliaciones de ciudadanos indígenas y no indígenas al construir como “desiertos” las regiones con población indígena (región patagónica, chaqueña y noreste), y heredar de la colonia una tendencia invisibilizadora en provincias viejas de Cuyo y particularmente del Noroeste, donde en una misma  provincia como la de Salta se ha apuntado a campesinizar a los Kollas y a  externalizar (chaquenizar) a los “silvícolas” del Pilcomayo. Un país país que –más –más allá de los proye proyectos ctos inic iniciales iales–– tendió tendió a cons consolida olidarr latif latifundi undios os en dis distin tintas tas par partes tes del paí país, s, sin lle llegar gar nun nunca ca a rea realiz lizar, ar, com comoo otr otros os paí países ses lat latino inoame ame-ricanos, una reforma agraria que posibilitara la titularización de la pequeña propiedad rural y/o un reparto más justo de la tierra, y que generalizara entre campesinos indígenas y no indígenas las prácticas de auto-organización. Un país que, a  diferencia de México, ni aceptó ni reconoció la persistencia de instituciones coloniales como losindígenas, sistemas de en laalre-organización contemporánea las comunidades ni cargo convirtió indigenismo enmás política de estado ydeempresa pre sa del cam campo po int intele electu ctual al –pa –país ís que que,, men menos os aún aún,, ofi ofici cióó com comoo Méx Méxic icoo de def defens ensor or de un modelo de nación mestiza basado en la idea de una “raza cósmica”, y que lejos está de empezar a discutir regímenes de autonomía (Bartolomé, 1996 a y b). Un país que, como Brasil, interpeló a los indígenas como sujetos relativamente r elativamente incapace cap aces, s, nec necesi esitad tados os de su fun funció ciónn tute tutelar lar,, y los ha res respon ponsab sabili ilizad zadoo de un sub subdes desaarrollo rro llosie siempr mpree pre preocu ocupan pante, te, obj objeto eto pot potenc encial ialade ademásdel másdel acc accion ionar ar de agi agitad tadore oress dis dis-puestos a usar la causa de los primeros para sus propios fines.18 Pero, en definitiva, un país que –a diferencia de Brasil– jamás planeó la “domesticación” de los indígenas basándose en una estrategia sistemática de “atracción” (Ramos, 1998), ni pudo nunca defin definir ir una agenc agencia ia estata estatall indig indigenis enista ta como la SPI/FUNAI, que perdurara en el tiempo, tuviera un lugar inamovible en el organigrama estatal, y fuera  dando progresiva cabida a los indígenas como funcionarios (Ramos, 1995 y  1997b). Por el contrario, Argentina se caracterizó tanto por una azarosa creación de org organi anismo smoss ind indige igenis nistas tas –21 ent entre re 191 19122 y 198 19800 (Ma (Martí rtínez nez Sar Saraso asola, la, 1992:387-9)– que experimentaron frecuentes de ejurisdicción ministerial, comoo por la ine com inexis xisten tencia cia de org organi anismo smos s de est estee cambios tipoo dur tip durant ante cierto cie rtoss per períod íodos. os. Tam Tam-bién por una nula producción de leyes indigenistas integrales hasta los 80 (GELIND, 2000a y 2000b), por la persistencia hasta hace una década de una oprobiosa cláusula constitucional que consideraba atribución del Congreso de la Nación asegurar “el trato pacífico con los indios y su conversión al catolicismo” (ex  18   Además de haber experiencia y análisis acumulados acumulados respecto a “sospechas” y “acusaciones” “acusaciones” de este tipo para Brasil y Argentina (Ramos 1991 1991 y 1997a; Briones y Díaz 2000), 2000), cabe mencionar que tendentendencias similares se observan en Venezuela y otros países de América Latina (Hill 1994; Iturralde 1997).

 

32

Claudia Briones

art. 67 inciso 15), y por realizar un único censo indígena nacional en 1965 que quedó inconcluso (Lenton, 2004).19 Desde estas trayectorias el país se suma a la sucesión de reformas constitucionales nal es que se die dieron ron en Amé Améric ricaa Lat Latina ina.. Inc Incorp orpora ora así el rec recono onoci cimie miento nto de los der dereechos de los los PIs mediante mediante la reform reformaa const constituci itucional onal de 1994 1994 (GELIND, 1999a), que estuvo est uvo may mayorm orment entee cen centra trada da en hab habili ilitar tar ref reform ormas as de est estado ado pro propia piass de la gub gubern ernaamentalidad neoliberal y, de paso, la re-elección del entonces presidente Menem (Carrasco, 2000). Si el multiculturalismo constitucional (Van Cott, 2000) que se extendió por América Latina y otras convergencias continentales han confrontado a los PIs de estos países con desafíos compartidos muy bien reseñados (Iturralde, 1997), el background esbozado afectó el “aggiornamiento” de Argentina al neoliberalismo y a las políticas de diversidad propias de la época. Menciono someramente aquí ciertas particularidades de Argentina para apuntar a mostrar de qué pisos ha partido la nueva movilización indígena orientada a garantizar el reconocimiento y efectivización de sus derechos especiales, y en qué variados contextos se inscribe esa movilización. Además de permitir ponderar los logros en función de esas cond condicio iciones, nes, esper esperoo que esta somera carac caracteriz terizació aciónn sirva de marco para lo que se desarrolla en capítulos posteriores. Comencemos por los pisos para la movilización. Por lo pronto, Argentina ha sido un país tan negador que la lucha indígena más sost so sten enid idaa ha pa pasa sado do y pa pasa sa po porr lo logra grarr vi visi sibi bililida dadd y po porr ve venc ncer er es este tereo reoti tipo poss qu quee no só sólo lo asumen asu men la des desind indian ianiza izació ciónn en con contex textos tos urb urbano anoss (ver por ejem ejemplo plo Esc Escola olar; r; Fal Falasc aschi, hi, Sánchez & Szulc; y Ramos & Delrio, todos en este volumen), sino que instalan severas sospechas sobre la autenticidad de intelectuales indígenas cuya escolarización o capacidad política los distancia de la imagen del “indígena verdadero”, tan pasivo e incompetente, como sumiso y fácil de satisfacer desde políticas asistenciales mínimas. En términos de movilidades estructuradas, mientras la permanencia en comunida mun idades des ha con conspi spirad radoo his históri tóricam camente ente con contra tra las pos posibi ibilid lidade adess de esc escola olariz rizaci ación ón y  de una unaread readscr scripc ipción ión de cla clase se asc ascend endente ente,, la mig migrac ración ión a los cen centros trosurb urbano anoss lej lejos os est está  á   intelligentzia  indígena. de garantizar la profesionalización de una  intelligentzia   indígena. Cuando esa profesionalización acontece, las presiones desadscriptivas propias de los medios urbanos son tan fuertes que muchos invisibilizan su pertenencia. Aunque ese proceso ha comenzad men zadoo a rev reverti ertirse rse y var varias iasorg organi anizac zacion iones es sur surgid gidas as en las lasciu ciudad dades es per peroo con tra trabaj bajoo de ba base se o co comu muni nita tari rioo ha hann si sido do fo form rmad adas as po porr ac acti tivi vist stas as cu cult ltura urales lesqu quee ha hann ten tenid idoo po po-sibili sib ilidad dades es de est estudi udiar ar o est están án est estudi udiand ando, o, es just justame amente nte sob sobre re est estos os cua cuadro dross don donde de se depositan mayores cuestionamientos y requerimientos que operan en base a están19 En es esto to,, ta tamb mbié iénn es un da dato to rev revel elado adorr queArgen queArgenti tina na no di disp spon onga ga de ci cifra frass of ofic icia ialessobr lessobree la ca cant ntid idad ad de ciu ciudada dadanos nos indí indígena genas, s, vací vacíoo a ser supu supuesta estament mentee llen llenado ado cua cuando ndo se proc procesenlos esenlos dat datos os del cens censoo nac nacioionalde pob poblac laciónde iónde 200 20011 –el pri primeroen meroen inc inclui luirr unavariab unavariable le de aut autoid oidenti entific ficaci ación ón ind indígen ígena– a– y la enc encuest uesta  a  complementaria cuya realización está en curso desde 2004.

 

Formaciones de alteridad

33

dares dobles en términos de autenticidad, legitimidad y representatividad (Briones, 1998 19 98a). a).Po Porr es esoo so sonn ta tann so sost sten enid idas as la lass lu luch chas as pa para ra da darr vi visi sibi bililida dadd a la pr pres esen enci ciaa y de dererechos indígenas en general, pero particularmente para convertir el reconocimiento de los problemas afrontados en situaciones urbanas en tema de agenda pública, ya que muchas legislaciones y políticas aún confinan la cuestión y las incipientes soluciones esbo es boza zada dass al ám ámbi bito to ru rura ral.l. En es este te ma marc rcoo tam tambi bién én se co comp mpren rende de po porr qu quéé so sonn al alta tass la lass demandas de proyectos que apunten al fortalecimiento institucional y organizativo (Carrasco, 2002; Briones, 2002a y 2005b).  A su vez, el hecho de que el paternalismo estatal hacia hacia la ciudadanía indígena se se concentrara fundamentalmente en la provisión periódica de bienes de consumo básicos y en la extensión de servicios elementales elementales ha comportado, comportado, entre otras cosas, que una escasísima parte de las comunidades llegara con título de propiedad de las tierras tradicionalmente tradicionalmente ocupadas a la reforma constitucional de 1994 y a la discusión de la noción de territorio que progresivamente se instala. Paralelamente entonces a la búsqueda de una visibilidad basada menos en prejuicios de larga data  que en una ajustada apreciación de las dispares condiciones de vida al interior de un mis mismo mo PI, bu buen enaa pa part rtee de la lass de dema mand ndas as y es esfu fuer erzo zoss de la lass ba base sess se co conc ncen entra trann en regularizar la precariedad de las respectivas situaciones dominiales y los atropellos quee –a qu –all dí díaa de ho hoy– y– es esaa pr prec ecar arie ieda dadd si sigu guee pe perm rmit itie iend ndo. o. Es en es este te ma marc rcoo qu quee ci ciert ertos os formad for madore oress de opi opinió niónn se sie siente ntenn aún hab habili ilitad tados os a seg seguir uir pas pasand andoo por alt altoo el man man-dato constitucional de asegurar a los PIs “la posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan” y “la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano”, y tratan de construir los reclamos de tierras y territorios como amenaza a la propiedad privada.20 Paralelamente, aunque la autonomía todavía no pasa de ser una reivindicación discursiva, discursiva, su planteamiento se toma como excusa  para instalar fortísimas sospechas de “politización intolerable” (Briones, 1999), ya  20   Dijo recientemente Daniel Gallo, comentarista comentarista de temas militares del diario conservador conservador de circulación nacional La Nación, el dom doming ingoo 4 de jul julio io de 20 2004:“El 04:“El ind indige igenis nismo mo se hac hacee fue fuerteen rteen su rel relaci ación ón con la tierr tierra: a: en la mayo mayoría ría de los caso casos, s, las comun comunidad idades es se autos autosostie ostienen nen con el trab trabajo ajo agrar agrario io de nivel de supervivencia. El conflicto se ocasiona con el cruce de intereses entre quienes están en un lugar que dicen dic en lesperte lespertenec necee porheren porherenciade ciade san sangrey grey aqu aquell ellos os que exh exhibe ibenn tít título uloss de pro propie piedadcon dadcon sel sellosacept losaceptaados en cualquier tribunal del siglo  XXI.” Nada ingenuamente, cita las palabras del intelectual Marcos  Aguinis quien fijó su posición posición en una nota publicada por el mismo mismo diario en el mes de marzo pasado: “Lareinvind “Lareinv indica icació ciónn ind indige igenis nista ta se ba basa sa en mit mitos,conf os,confund unde, e, dis distor torsio siona na y con contie tiene ne la tra trampade mpade co conmo nmo-ver nuestros sentimientos sentimientos de solidaridad. Asícomo Así como el marxismo conmovía con su promesa de poner fin fin a la explotación del hombre, y sólo llevó a nuevas formas de explotación y tragedia, el indigenismo promete acabar con las injusticias padecidas desde los tiempos de la colonia y sólo conseguirá profundizar su marginación.” En En todo caso, caso, la nota quese que se llama “La “La protesta de la tierra” explicita en su copete: “La  corrie cor rientede ntede ind indige igenis nismo mo queen losúltim losúltimos os tie tiempo mposs ha sac sacudi udido do al co conti ntinen nente te y der derroc rocadoa adoa gob gobern ernanantes en Bolivia y Ecuador se encuentra a las puertas de la Argentina, donde –aunque aislados– ya han estallado conflictos por posesiones de tierras. Qué hay detrás de estos reclamos y la estrategia de confluir con las protestas piqueteras.”

 

34

Claudia Briones

sea según algunos a manos de agitadores falsamente autoproclamados indígenas, o ya sea según otros por obra de “organizaciones pseudo ambientalistas y pseudo indigenistas asociadas sinérgicamente”.21 En todo caso, aun cuando por ejemplo la  propuesta mapuche de la zona de Pulmarí en Neuquén como “territorio indígena  protegido” haya servido de base para el programa de “Desarrollo de Comunidades Indíge Ind ígenas nas”” que cue cuenta nta con fin financ anciam iamien iento to del Ban Banco co Mun Mundia diall par paraa tra trabaj bajar ar en tre tress áreas indígenas piloto (comunidades mapuche de Pulmarí en Neuquén, comunicomunidades diaguito-calchaquí y quilmes de Amaycha del Valle en Tucumán y comunidades kolla de Finca Santiago en Salta), no se ha instalado aún ningún proyecto concreto que ensaye modelos de reconocimiento ni de territorios continuos, ni de territorios territ orios no territ territorial orializad izados. os.22 Má Máss aún aún,, el úni único co rec reclam lamoo esp especí ecífic ficoo en est estaa dir direcección –el de reconocimiento de un territorio unificado por la Asociación Lhaka  Honhat Hon hat que reu reune ne a más másde de trei treinta nta com comuni unidad dades es int integr egrada adass por porcin cinco co pue pueblo bloss en el chaco centro-occidental salteño (Carrasco y Briones, 1996)– ha sido continuamente saboteado por un gobierno provincial que incumple todos los acuerdos que viene vie ne fir firman mando do des desde de fin fines es de los los80 80 y por porsuc sucesi esivas vasadm admini inistr straci acione oness fed federa eralesque, lesque, invocando la autonomía provincial, provincial, se rehúsa a intervenir activamente activamente para honrar sus responsabilidades y demandar el efectivo cumplimiento de la constitución nacional. Por ello, este caso ha llegado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, donde igualmente transita un estancado proceso de solución amistosa  (Carrasco, 2004).  A su vez, políticas estatales de invisibilizaci invisibilización ón y fragmentación fragmentación de la ciudadanía  ciudadanía  indígena y recrudecimientos cíclicos de picos de represión a la actividad política  han generado dispares dependencias entre los distintos PIs respecto de equipos de apoyo confesionales, partidocráticos o técnicos (Carrasco, 2002) y, consecuentemente, men te, con conspi spirad radoo con contra tra la eme emerge rgenci nciaa a niv nivel el nac nacion ional al de org organi anizac zacion iones es pan pan-in -in-dígenas fuertes, con una visión y retórica compartida y con capacidad de perdurar en el tiempo. A su vez, las circunstancias circunstancias por las las que atravesó la conflictividad conflictividad del país pa ís en tor torno no a la cr cris isis is de Di Dici ciem embr bree de 20 2001 01 ge gene nera raro ronn un unaa in inus usit itad adaa ca caíd ídaa e in invi vi-21   Verbatim de Bustos, Ricardo 2004 2004 “Columna Abierta: Un atropello a las ideas…” Diario El Oeste, Esq Esquel uel.. Ver Versió siónn ele electr ctróni ónica. ca. 30 de sep septie tiembr mbre. e. (Ba (Bajad jadoo el 2 de oct octubr ubree y dis dispon ponibl iblee en http://www.diarioeloeste.com.ar/EdicAnt/300 http://www.diarioeloeste.c om.ar/EdicAnt/300904/opinion.h 904/opinion.htm). tm). 22   El principal objetivo del DCI para las tres áreas áreas indígenas piloto es “establecer las bases para el desarrollocomunitario rrollocomunita rio y la prote protecció cciónn y gesti gestión ón de recurs recursos os natur naturales ales en las tierra tierrass de las comu comunidad nidades es indígenas.Ello gen as.Ello inc incluy luyee el for fortal taleci ecimie miento nto soc socialy ialy cul cultur tural al de lascomun lascomunida idades des ind indíge ígenas nas,, la mej mejorade orade lascapacidades indígenas para una gestión sustentable y el aumento de la capacidad de gestión al interior de las comunidades y en relación a la articulación con todos los niveles de gobierno y otros actores involucradosen cra dosen lasár easpilot easpilotoo y res respec pecto to a lospuebl lospueblos os ind indíge ígenasen nasen gen genera eral.l. VerBancoMundi VerBancoMundial al (2 (2004 004)) Lec Lec-ciones aprendidas en el Proyecto de Desarrollo de las Comunidades Indígenas ( DCI) en Argentina. (Disponible en www-wds.worldbank.org/servlet/WDSC www-wds.worldbank.org/servlet/WDSContentServer/WDSP/IB ontentServer/WDSP/IB/2004/06/03 /2004/06/03/0001/000160016_20040603162 60016_20 040603162434/Original/29 434/Original/292000wp0span.do 2000wp0span.doc. c. Bajado el 10/09/2004 10/09/2004). ).

 

Formaciones de alteridad

35

sibili ilizac zación ión de la cue cuesti stión ón ind indíge ígena na en los tem temas as de age agenda ndanac nacion ional. al. No obs obstan tante, te, a  sib partir de fines de 2003 especialmente, los PIs y algunas de sus organizaciones vienenn realizando viene realizando disti distintos ntos esfuerzos esfuerzos de convergenc convergencia ia para recrea recrearr un campo de interlocución común a nivel nacional. Al día de hoy, tales intentos quedan atravesados por la explicitación de diversos debates, mayormente centrados en la conveniencia nienc ia o no de integ integrar rar recur recursos sos human humanos os propi propios os en los organ organismo ismoss estata estatales les para  “empuj “em pujar” ar” la pol políti ítica ca ind indíge ígena, na, ace acepta ptarr o no fin financ anciam iamien iento to de age agenci ncias as multil mul tilate ateral rales es par paraa mov mover er pro proyec yectos tos de des desarr arroll ollo, o, y dir dirigi igirr los rec reclam lamos os fundamentalmente al poder ejecutivo o a los tres poderes de la república (Briones, 2005b). En cuanto a los contextos de la lucha indígena, no es un dato menor que, hasta  hace relati relativamen vamente te poco pocoss años, años, el supu supuestam estamente ente satisfa satisfactorio ctorio perfi perfill econó económico mico del país (en términos de  PBI y  PBI  PBI per capita) no pusiera a la Argentina en la lista de países país es prior prioritari itarios os para dive diversas rsas ONGs de ap apoy oyo. o. Es Esto to es es,, aú aúnn cu cuan andoel doel gr grue uesode sode la  ciudadanía indígena indígena en Argentina se ubicase entre los sectores más afectados afectados por el peor coeficiente de  NBI, los guarismos seguían planteando a Argentina como un país de excepción respecto de otros otr os países latinoamericanos. Similar razonamiento primaba entre las agencias multilaterales,23 lo que dio como resultado un país escasamente “onguizado” en comparación a otros países de Latinoamérica.  Aunque estas tendencias comenzaron a revertirse de manera sorda a mediados de los 70 y ace aceler lerada adaen en los 90, par pareci eciera erann hab habers ersee hec hecho ho soc social ialmen mente te ins insufr ufribl ibles es recién ci én en Di Dici ciem embr bree de 20 2001 01.. En Ento tonc nces es,, el pa país ís un unaa ve vezz as aspi pira rant ntee a se serr el “g “gra rane nero ro de dell mundo” encontró a muchos de sus ciudadanos en las calles, confrontando con la  realidad de haber dejado caer a la mitad de la población bajo la línea de pobreza, y  trepar el desempleo a casi el 20% –guarismo que rondaba el 40% de incluirse el sub-em sub -emple pleoo o los emp empleo leoss pre precar carios ios y en neg negro– ro–.. Es Esta ta agu agudiz dizaci ación ón de los mal malest estare aress sociales impactó los escenarios analizados y al  GEAPRONA  mismo,  mismo, que estaba en sustram sus tramos os ini inicia ciales les de con confor formac mación ión.. Dev Devino inoine inevit vitabl ablee emp empeza ezarr a abo aborda rdarr alg alguna unass de las superficies de emergencia de “la debacle”. Como Co mo lo mu mues estr tran an Le Lent nton on & Lo Lore renz nzet etti ti (e (enn es este te vo volu lume men) n),, ta tall ve vezz lo de dest stac acab able le es cómo semejante contexto sirvió para convertir las propensiones neoindigenistas que se venían manifestando por parte del Estado federal –propensiones apoyadas en impulsar estilos restringidos de consulta y participación (Briones y Carrasco, 2004:229)– en lo que las autoras acaban llamando un “neoindigenismo de necesidad y urgencia”, esto es, una forma de gestión de la diversidad neoasistencialista, que se concentra en extender a la ciudadanía indígena políticas focalizadas de asis23   El Banco Mundial por ejemplo considera a la Argentina un país de “ingreso alto medio por exportaciones”, aunque “severamente endeudado”. Si la primera rotulación relaciona al país con Hungría,  Arabia Saudí, Botswana, Turquía, Croacia, Estonia, Estonia, Omán y Venezuela entre otros, la segunda lo vincula con Etiopía, Mozambique, Guinea, Burundi y Burkina Faso (Mastrángelo 2004).

 

36

Claudia Briones

tencia diseñadas para la ciudadanía en general, implicando a los “asistidos” en su propio auto-cuidado y responsabilizándolos en lo que hace a afrontar inusitados índic índ ices es de pob pobrez rezaa e ind indige igenci ncia. a. Per Peroo ést éstaa y otr otras as cue cuesti stione oness pro propia piass de la coy coyunt untura  ura  así como sus repercusiones en distintas formaciones provinciales de alteridad ya  son temas que los capítulos sucesivos desarrollan en detalle.

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF