Breve Historia de La Iglesia en Chile (Fidel Araneda Bravo)

May 9, 2017 | Author: Fernando Salazar Fernandez | Category: N/A
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FIDEL ARANEDA BRAVO Canónigo Hon. de la Catedral de Santiago. Miembro de la Academia Chilena.

BREVE HISTORIA DE LA IGLIJSIA EN CHILE

EDICIONES PAULINAS

PROLOGO A petición de Ediciones Paulinas, entrego a los lectores esta BREVE HISTORIA DE I-A IGLESIA EN CHILE; síntesis de una obra más completa, en dos volúmenes, sobre la misma materia, cuya primera parte, referente a la Conquista, ya está ter-

Con las debldae üoe¡¡clas

EDICIONES PAI'IJNAS Alameda 1028, castlla 3?46

"8A¡ürIAGO

DI

CHII,E

minada. Desde hace más de treinta años, estoy buscando, en archivos públicos y particulares, y en las nume rosas monografias y obras históricas existentes, el material necesario para la publicación de una Historia completa de la Iglesia en nuestro pafs; pero impostergables deberes de la vida parroquial, ejercida con amor durante 26 afros, el desempeño de un cargo en la curia metropolitana de Santiago, y Ia lectura de libros de diversos géneros literarios, requerida necesariamente para comentarlos, a petición reiterada de autores y casas editoriales, han interrumpido, más del tiempo deseado, el trabajo de investigación para continuar la obra. Con la ayuda de Dios y de un joven profesor de Historia, muy aficionado a la de Chile, espero publicarla, si arln tengo vida y salud, en unos tres años más.

El presente volumen no es para eruditos ni

historiadores, sino para el público en general; aquéllos no necesitan de este resumen, porque tiene muy pocos datos y documentos inéditos: Chile es un pals de historiadores, y se ha investigado tanto, -en ios últimos años, que para los \ombres habituados a estas nobles y amables disciplinas, ya casi no hay novedades. En este libro, los lectores no encontrarán llamadas para señalar citas de documentos, ni bibliografía: las he suprimido, intencionalmente, porque ie trata de una obra de divulgación, de fácil lectura, y sin pretensiones científicas, Sin embargo, delo advlrtir que todo cuanto aquí se dice está fundado en documentos de primera mano, inéditos o ya publicados, y en obras de insospechada seriedad. La

bibliografia s" publicará, Dios mediante, al final de cada tomo de la Historia completa. El público, en general, ignora la vida eclesiás-

tica de nuestro pals; porque las monografías ya escritas de José Ignacio Víctor Eyzaguirre, Carlos Silva Cotapos, Crescente Errázuriz y Reinaldo Mufraz 0lave, distan mucho de ser acabadas, y nuevas investigaciones les restan ahora interés, sin embargo son trabajos utilísimos, pero no de divulgación. La historia eclesiástica de Concepción de Reinaldo Muñoz Olave, todavía inédita, que leí gracias a la gentileza del primer arzobispo de la metrópoli penquista, Mons. Alfredo Silva Santiago, no es tampoco para el público en general. Tanto esta BREVE HISTORIA DE LA IGLESIA EN CHILE, como la otra en preparación, comienza en 1540, con la llegada de Pedro de Valdivia y su ó

Goszález de Marmole

,

primer, san-

tia@na, iffiña e\27 de jggiejlt¡q!, y termina lá'muerte del en el capí

atzobispo e historiador Crescente Errázuriz Valdivieso, acaecida el I.de iunlq de t93L En los capítulos /e y f de la 5a y ütima parte, sólo se dan algunas íoflciar, u *ddo de cr8nica, de los tres últimos arzobispos de Santiago, de la creación de las nuevas diócesis y arquidiócesis, y la nómina completa de los obispos y arzobispos hasta hoy. No tre crefdo prudente enjuiciar al ar¿obispo y primer cardenal chileno José María Caro Rodrígsez, ni a sus colaboradores; aquél murió hace so. lamente 9 años, y la mayoría de los eclesiásticos que lo secundaron viven arin. Muchos opinan ahora que puede escribirse la historia de sucesos recientes, pero personalmente pienso lo contrario: las pasiones humanas pueden perturbar aún ese mlnimum de serenidad requerida por el historiador, para apreciar hombres y hechos de su tiempo; máxime en el caso presente: ese arzobispo ha sido prelado del autor de este libro, y me tocó vivir, y €D algunos casos actuar, en los sucesos. Emito juicio sobre el arzobispo José Horacio Campillo Infante, porque lo hago en forma absolutamente desapasionada, ya que le debo mi ordenación sacerdotal y me distinguió extraordinariamente; sólo tengo para él motivos de gratitud, pero la verdad histórica no admite panegiricos. Antes de terminar estas palabras .preliminares, quiero dejar testimonio de mis agradecimientos a

las ¡rersonas que colaboraron eficazmente en la realización de esta obra: primero, a Mons. Alejandro Huneeus Cox, mi antiguo y venerado Rector, a quien tanto debo en mi vida sacerdotal y en los estudios de historia eclesiástica; en seguida a mi abnegado secretario particular, el profesor Alejandro Biondi Foucaut; luego a mi distinguido y erudito amigo, el historiador don Luis Valencia Avaria, y finalmente al joven y versado traductor del hebreo y dactiló grafo Jorge Zúñiga, cuya entusiasta cooperación ha permitido la más pronta publicación de esta BREVB HISTORIA DE LA IGLESIA EN CHILE, que ojalá sirva siquiera para divulgar, entre eclesiásticos y laicos, el largo y hermoso proceso de la evangelización en nuestra tierra.

PARTE IS

LA IGLESIA EN LA

CONQAISTA

Capltulo lq Los primeros eclesásficos de la conquista

Fidel Araneda Bravo Santiago, 15 de febrero de

8

1968

Desde España vinieron, en eI siglo XVI, los pri' meros conquistadores espirituales de Chile a difundir el Mensaje Evangélico entre los naturaies de este país. Con don Pedro de Valdivia llegaron en 1540, los sacerdotes Juan Lobo, Diego Pérez y Rod"rgo González de Marmolejo; este último fue el capellán del conquistador y primer cura de Santiago y de Ia nación. Antes hablan arribado otros eclesiásticos en Ia expedición de don Diego de Almagro. Los misioneros españoles pretendieron contrarrestar el maltrato que los conquistadores daban a Ios indios; venían a instruir a los nativos y convertirlos a "nuestra santa fe católica", mediante el buen trato. Estos fueron los encargos más urgentes que el rey hizo al clero de aquel tiempo.

Se trabó una lucha formidable entre el espfritu cristiano de la Iglesia y el afán desmedido de riquezas de los conquistadores: aquélla deseaba "cristianizar y civilizar a los inüos mediante la enseñan.za religiosa, la predicación y el ejemplo", y éstos buscaban los bienes materiales, para ló cual-despojaban a los naturales de sus propiedades. Los esfueuos de los misioneros, en especial los del Padre Fr. Gil González de San NicoláJ, dominico, no dieron el resultado que ellos esperaban. Pudieron los sacerdotes abandonar su patria,,para disfrutar temporalmente de r'epartimientos indígenas", los codiciosos hallaron campo para ,,entretener su pasión", y algunos aspiraban a una mitra en las nuevas diócesis, pero fue la propagación de la fe entre los naturales el principát aiiciente que indujo a los eclesiásticos hispanos a dejar el 1e. rruño.

atrevidos. Antes de recibir el presbiterado, no pocffiiesiásticos pelearon con denuedo en la guerra de Arauco, y otros afirma don Tomás Tha -como yer Ojeda- "habfan sido en sus mejores años soldados, aventureros audaces que, no obstante su fe ardiente, distaron bastante de la santidad". Pocos eran los sacerdotes con firme y decidida vo' cación eclesiástica: muchos se ordenaban a raíz de fracasos sentirrientales o de remordimientos, y casi sin formación teológica ni aseética, Asl se explica que se trabaran en discusiones inirtiles y enojosas con los pocos colegas cultos. Muchas veces se iba¡¡ a las manos. Bajos sentimientos de codicia, vengan za y ambición fomentaban las dificultades y llegaban a excesos denigrantes. Sin embargo, el historiador laico Thayer Ojeda asegura que "si esos sacerdotes se dieron a la violencia y a las pasiones humanas, en cambio nada autoriza para suponer la relajación de sus costumbres, Sólo en otra generación aparece uno que otro eclesiástico acusado de faltas rnás graves contra Ia moral".

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rdtaaao. iodips^ cho que desear; en condicion"j, nó era fácil "s1as qe i""eprenslbfgs_fmantuvieran l_ 99r Los conquistadores, habituados a la guerra, no eran, en general, personas muy instruidas ni cultas,

sino más bien inclinadas a la violencia

disputas.

y a las

El clero qegj¡tag._s-e.dedieaba-.*J*-cl¡ra.-de almas en las antiguas doctrinas J ilr-rai giosos servían las misiones. Tenían"¡¿t"ii., los defectos de la gente de su razgJl-r¡€ces-eran_p_e_Édencieros y

t;

10

La diócesis de Santiago

Rodrigo González de Marmolejo fue constituido, por el obispo del Cuzcoi primer cura y vicario foráneo de Santiago de la Nueva Extremadura, en t119. -celebraron Las misas se en la portada de la Ga del gobernador Valdivia y, en g, se habilitó la iglesia matriz en el sitio que hoy ocupa la parroquia del Sagrario, en la Plaza de Armas. Absorbido por la guerra de Arauco, el escaso cle. ro carecla de tiempo para dedicarse intensameirte

ll

a su ministerio apostólico; el antiguo cura de Santiago, Nuño Abrego, sucesor de González, murió en el segund,o despueble de Concepción. En 1553, se gún Crescente Errázuriz, el clero llegaba a t'eintiséis Personas.

-TF:aaa la diócesis de Charcas, Sucre, en el Alto Peru (Bolivia), GorváIez Marmolejo fue designado en 1556 visitador y vicario general de Chile. Ei-Issz, don Gárcía Hurádo de Mendoza tgis¡ algunos sacerdotes de ambos cleros, entre otros a s, Antonio Valle-

jos, quien poco después fue nombrado v_isitadqr gclej¡iástico

qg-ghil,

II solicitó la erepción del obispado de Santiago de Chile, y presentó para ocupar la nueva silla al bachiller Rodrigo GonzáIez de Marmolejo. Según la mala costumbre vigente, el monarca envió a González la carta de ruego y encargo el 29 de enero de 1557, en la cual Ie rogaba hacerse cargo de la diócesis cpmo obispo electo. El milmoíáñb, Felipe

-

Esta carta estableció en

chim

REAL, institución que se arraigó profundamente en la conciencia chilena y católica. Hubo obispos patronatistas. El malhadado PATRONATO fue el origen de todas las dificultades surgidas entre la lglesia y el Estado, las cuales sólo se solucionaron con Ia inteligente y amistosa separación de ambos po deres, propuesta al Papa por el Presidente Arturo Alessandri y lograda plenamente en Ia Constitución de 1925. El Papa Pío IV creó la diócesis de Santiago de Chile en eltC-gnsistoriordel2T de junio de 15ó1, por

Ia bula "SuiF$eó.ila",

Ugq,9_.*ttpr " b

driso

Gonzdlez de Marmoleio, Por su

mal estado

o para que Íornaxan

posesión de la,sede a los sacerdotes Fr. Gil GonáLez de San Nicolás, al licenciado Agustín Cisneros y al Pbro. Francisco Jiménez, sobrino del Obispo.

Personalidad del prímer obispo.- EI clero González Marmolejo era la figura más prominente del clero de su tiempo.'N. en Andalucía (España), alrededo.r del 1490; el hacerse cargo de la diócesis estaba enfermo de gota, muy achacoso y prematuramente enveiecido. Fue dominico y secu-rar,zo. Estuvo en c¡rversas exp@ iiffa Chile con Pedro de váldivia. Preitó a loi soldados auxilios religiosos y consoló a los enfermos y moribundos. Hombre de mucho tacto y suma prudencia, pero timorato y regalista, se incliuaba más a la vjda castrense que al apostolado sacerdotal; sin embargo, en cuanto le fue posible, con los recursos de esa época, organizó el obispado. Se dedicó a la crianza de caballos y al cuidado de sus tierras y de las encomiendas de indios confiadas a su cuidado. Antes de ser nombrado obispo, calumniosamente se le acusó de apóstata, fugitivo de España, injusto encomendero, asesino y deshonesto. Se empeñaron en .denigrarle,.por envidia y ambición,. el conquistador Vicencio del Monti V @ El primero quiso quitarle la ff6*mienda de Quillota y el otro aspiraba a la mitra dé Santiago. Sólo a la Euerte_del franciscano pudo obtenerla González. '@d,'ile tales imputacionés, el 13

prelado fue absuelto y preconizado primer obispo de Santiago El nuevo obispado se extendía deqde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos, e incluía las provincias de Cuyo y Tucumán. Entre los años 1549 y 1557, hubo en el pals unos veintinueve eclesiásticos; después no pasaron de veinte, y aumentaron a veintisiete con los que trajo don García Hurtado de Mendoza. Las vocaciones sacerdotales no fueron muchas en los primefos años de la Iglesia chilena: algunos militares y encomenderos, hastiados de placeres y sinsabores, iban a expiar sus faltas al claustro o al clero secular. Se cree que un dos por ciento de los conquistadores "abrazaron después el estado ecle siástico". Entre los ctérigos hubo pocos criollos y poqulsi. mos mestizos; en general predominaban los de pura sangre europea. Las familias de Ia aristocracia entregaban no sólo uno, sino tres y cuatro de sus hijos al servicio de [a lglesia, lo que tenlan en grande honor. Las jóvenes de la nobleza española ingresaban también en gran número a los claustros. Tal vez serlan ciento cincuenta los religiosos y cien los clérigos hijos de conquistadores. tos mestizos eran sólo ordenados de minoristas, máxime cuando mostraban afición al canto; desempeñaban el oficio de sochantres en la Catedral. Cuarterones, o con un cuarto de sangre europea, fueron quince presbfteros y veinticinco religiosos sacerdotes. Mestizos hubo diez seculares y otros tantos frailes. El primer Cabildo eclesiástico. estuvo ,formado por Francisco de Toro, deán, quien es casi seguro, t4

no estuvo jamás en Chile; Francisco Paredes, g¡ cediano; Fabi¿í¡ Ruiz de Aguilar, chantre; Melchor Calderón, uno de los sacerdotes más distinguidos por su ciencia, virtud ¡r dotes oraterias y que fue designado tesorero, y Juan Fernández de Villalón, Alonso Pérez, Francisco Jiménez, sobrino del obispo, y Antonio illolina, canónigos.

Ordenes Religiosas Está

ue las órdenes

eS-¡548 con Esteban de Sosa y otros compañeros religiosos; eg_seg¡ids vinieron los fr isf¿ngg y (1553), se inqtalaron en Ia tr.'-ita d onada por los mercedarios, finalmente tuvi-

igle-@, en la calle Rosas esquina de Puente. Sin embargo, los Padres Predicado. res reclaman'para eltos liprioridad en el orden de llegada al pals, porque entraron en la conquista del Tucumán en 1550, y esta ciudad cala entonces bajo la jurisdicción de Chile; además ellos erigieron canónicamente el primer convento de Santiago. Por esta razón, en las procesiones litfugicas y en otros actos de carácter religioso, ellos preceden a las de, más órdenes. Tornás Thayer Ojeda, con excelentes argumentos, en su magnlfica obra LOS ECLESIASTICOS EN LA CONQUISTA DE CHILE, establece asl el orden de llegada de los religiosos: merceda, rios, 1549 a 1551; franciscanos, 1553, y dominicos, t5

en 1557. Los francig?99s,qg"@ -en Concepcióii.

-gn-f5ff-R¡¡drigo de Quiroga obsequió a los frailes menores con la Ermita del Socorro, fundada en r--1543.- a carco entonces del clero secular. Con moilló- de esta donación, hubo un desgraciado in' cidente entre los hijos del Pobrecillo de Asls y los

clérigos. Se originó un pleito que la Real Audiencia de Lima falló en favor de los franciscanos, quienes desde entonces son dueños de la Ermita, ahora con' vertida en el templo y el convento grande de SanFrancisco, de la avenida Bernardo O'Higgins esqui na de la calle Londres.

Primeros t emplos santiaguino s Tres capillas había en Santiago del Nuevo Extre' mo en los primeros años de la conquista. La pri' mera se denominó de Nuestra Señora del Socorro, fundada por Pedro de Valdivia en acción de gra' cias por su Expedición. Allí se venera hasta ahora la pequeña imagen de la Virgen del Socorro, tralda poi el mismo capitán extremeño en el arzón de la montura, y que fue patrona de la ciudad y de Chile, hasta que, después de la Independencia, el pueblo impuso la de Nuestra Señora del Carr'nen, devoción iniciada aquí por los padres agustinos. Juan Fernández de Alderete edificó la Ermita del Santa Lu' cla, al pie del cerro Huelén, en recuerdo del día de la llegada a Santiago, 13 de diciembre de 1540. En 1548, Inés de Suárez construyó la de Monserrate, elr las faldas del cerro Blanco, cedida diez años des p¡rés a"los dominicos, por Rodnigo de Quiroga. Ac:

tualmente se levanta en eI mismo sitio la iglesia de Todos los Santos, o la Viñita, edificada hace más o menos ciento diez años. '-Eft6ñrFlo párródüiai ie hizo al cosrado poniente de la Plaza de Armas, y allí comenzaron los oficios réligiosos a fines d" t_{fá principios de l54Z; antes los sacerdotes cele-Eiaban misa en la puerta de la casa de Valdivia. El esforzado gobernaáor escri. bía al rey en 1548: "He fundado, gracias a Nuestro Señor, cinco o seis capillas donde se alaba sü sÍrtr to nombre". A él se debe la construcción de las primeras iglesias.

El culto litúrgico estuvo primero a cargo de los capellanes, hasta que González Marmolejó recibió Ia jurisdicción eclesiástica en calidad de cura y vi, cario foránco de Chile, en lS4Z. Cuando González fue desütuido por eI proceso de qu€ se habló, se hizo cargo del goblerno eclesiástico en 1552, como visitador, Hernando Ortiz de Zúñiga, quien lo desempeñó hasta 1555, año en el cual González Marmolejo fue nornbrado vicario general por el obispo de Charcas. Los'sacerdotes recibían entonces una congrua o sueldo de $ 365 oro anuales, Ios cuales provenían de los diezmos. Desórdenes en

lo civil y eelesióstico

Reinaba en aquel tiempo grande anarquía en los gobiernos civil y eclesiástico. El Cabildo secular co. menzó entonces a mezclarse en los asuntos de la Iglesia: dictó aranceles, influyó en el nombramien to de curas e investigaba si los párrocos.que tuvio

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17

2.-

Breve Hlstorla...

ron dificultades con los franciscanos y los donantes de la Ermita estaban excomulgados, y otras linde. zas por el estilo.

El clero y los indios.- Primer tnsestro de letras,Estadlstica del clero.- Muerte del obíspo. Los indios encontraron siempre en el clero sus más enérgicos y decididos defensores. La obra de Fr. Gil González de San Nicolás, dominico, pudo ser imprudente, pori¡ue en su celo para proteger a los naturales no conoció la cordura ni el tino, pero es evidente que a no mediar su humanitaria labor apostélica, los conquistadores y encomende ros habrían cometido son los indios abusos aún

este lapso, porque el regidor de Santiago, Juan Gó mez, llegó a Lima el t2 de diciembre y declaró que la diócesis de Santiago estaba vaqante. Como el viaje a Lima demoraba alrededor de un mes, Gómez debió de salir de Valparaíso más o menos el 15 de ngviemb¡e, ! ya el prelado era difunto. El primer obispo "no descolló ni por extraordinario sáber e ingenio ni por virtudes sobresalientes", pero fue uno de esos españoles "que vertieron en América

su ser entero; su contenido social, político y religioso".

peores.

El obispo de Santiago fue tal vez el primer maestro de letras que hubo en nuestro país: está comprobado que enseñó a leer a Inés de Suárez, porque él era único hombre ilustrado, con título universitario, de los que vinieron con los primeros conquistadores. Más tarde encontramos a Melchor Calderón, bachiller de la Universidad de Salamanca y muy letrado. Al terminar el año 1564, el número de sacerdotes en Chile ascendía a ochenta, de entre los cuales veinticuatro eran seculares, veintiuno mercedarios, veinte franciscanos y quince dominicos, Hubo un aumento de cincuenta y seis eclesiásticos. Rodrigo González de Marmolejo murió en Ia mayor pobreza, después de haber dado, y vendido para vivir, todos sus bienes, entre el 19 de octubre y eI 15 de noviembre de 15ó4. Se cree que falleció en

t8

Capítulo

3

La diócesis de Nueva Imperial Pío

IV creó Ia diócesis de Nueva Imoerial el 22

de

@ir.

El rlo Maule seiaraba a los dos únicos obispados chilenos. González Marmolejo, temeroso de que Concep, ción pasara a integrar la nueva diócesis, quiso trasladar allí la sede de su obispado, hecho que no se consumó por la muerte del prelado.

El primer obispo Fue Fray Antonio de San Miguel y Solier, también español, y verdadero conquistador espiritual del sur de Chile. Franciscano culto, oradof altiso

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nante, sacerdote virtuoso y de nobles abolengos, había sido provincial de su orden en el Perú. Afable y simpático, con rnucho don de gentes, se hizo amigo de todos. Su gran preocupación fue aliviar Ia triste situación de los indlgenas; pidió la reforma de la tasa de Santillán para prohibir a los encomenderos que hicieran trabajar en las minas a Ios indios rnayores de cincuenta años y menor€s de dieciocho. Las cinco sextas partes del fruto del trabajo serían para los encomenderos, y la sexta parte para los indios. Aconsejó a los encomenderos que tratasen más cristiana y humanamente a los naturales y les restituyesen lo que injustamente les habían quitado. La siembra del prelado influyó en la conducta de los enc
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