Breaking Character by Lee Winter

March 18, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Índice Staff

Capítulo 15

Sinopsis

Capítulo 16

Capítulo 1

Capítulo 17

Capítulo 2

Capítulo 18

Capítulo 3

Capítulo 19

Capítulo 4

Capítulo 20

Capítulo 5

Capítulo 21

Capítulo 6

Capítulo 22

Capítulo 7

Capítulo 23

Capítulo 8

Capítulo 24

Capítulo 9

Capítulo 25

Capítulo 10

Capítulo 26

Capítulo 11

Epílogo

Capítulo 12

Capítulo extra

Capítulo 13

Lee Winter

Capítulo 14

Cosmos Books

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Staff Traducción Athena Corrección Scarlett

Diseño Perséfone

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Sinopsis La vida se ha convertido en una farsa para la gélida estrella británica Elizabeth Thornton. La villana más odiada de Estados Unidos protagoniza un drama médico de máxima audiencia que ella odia. Ahora, se le ha relacionado sentimentalmente con su nueva y alegre coprotagonista, Summer, debido a la torpeza de la joven. Como actriz en el closet, eso es lo último que Elizabeth necesita. Si consiguiera el papel de sus sueños, su vida sería mucho mejor. El único problema es que el excéntrico cineasta francés que se lo ofrece insiste en conocer primero a su «novia», Summer. Summer Hayes queda destrozada cuando su compañera de reparto la rechaza por haber desatado accidentalmente los rumores de que son amantes. ¿Ahora la llamada Bruja Británica tiene la osadía de pedirle a Summer que finja ser su novia para conseguirle un papel? A Elizabeth ni siquiera le gusta Summer. Cómo le gustaría decirle que no. Y a Summer le encantaría si no fuera porque está un poco enamorada de esa mujer imposible. Un romance lésbico entre famosas sobre conseguir el amor, perder las máscaras e intentar seguir el guion.

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Capítulo 1 J

oey Carter corrió con paso doloroso hasta las puertas principales del Martina Hope Memorial Hospital y se lanzó al caos. La lluvia caía en cascada, mucho más fría de lo que tenía derecho a ser para Los Ángeles. Esquivando un carro de paradas, seguido de una camilla, hizo malabares con la preciada carga en sus brazos. —¡Dra. Carter! —gritó alguien. Ella no reaccionó al principio. —¡Carter! —La persona lo intentó de nuevo—. ¿Joey Carter? Giró hacia la voz. —¿Sí? El agua le salpicó la cara y le cayó en los ojos cuando se acercó a la luz y a la figura que se perfilaba en ella. Parpadeó para alejar la lluvia. Su cola de caballo rubia parecía un bulto empapado, y el agua se había quedado atrapada en su cuello. Tenía las manos demasiado ocupadas para ajustarse la camisa. Un hombre alto y guapo, de rasgos enjutos y con bata blanca, le gritó por encima del estruendo de la lluvia, señalando a su espalda con el dedo. —Lleva esas bolsas de sangre al Dr. Méndez, cuanto antes. Necesita al menos tres unidades. —¿Quién? —Ella le dirigió una mirada insegura. —Ah, mierda, cierto. Es tu primera semana, ¿no? —Sin esperar, añadió—: ¿Conoces a la jefa? Sus ojos se abrieron de par en par al mencionar a la famosa Iris Hunt. Tragó saliva y asintió con nerviosismo.

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—Bien, está allá, frente a la ambulancia accidentada. El Dr. Méndez está dentro, estabilizando a un paciente con una arteria femoral cortada. El hombre ha perdido mucha sangre. —Señaló su carga—. ¡Así que llévale eso rápido! Joey salió volando de nuevo, saltando sobre un charco al llegar a la escena imposible: tres ambulancias destrozadas habían chocado de alguna manera. Enseguida, divisó a la jefa de cirugía del hospital: la Dra. Hunt estaba de rodillas, bajo el resplandor de las luces, comprimiendo una herida en el estómago del hombre. Su hermoso cabello castaño, ahora empapado, caía justo sobre un cuello blanco almidonado. Sus rasgos, estrechos y distantes, parecían aún más distantes en la oscuridad de la noche. Sus intensos ojos grises estaban fijos en su paciente. —Quédate conmigo —decía con voz de mando. Joey corrió delante de la pareja, agarrando su preciada pila de bolsas de sangre O-negativo. Su pie izquierdo golpeó un trozo de cinta adhesiva en el suelo. Se tambaleó y la carga rebotó de sus manos. Las bolsas de sangre salieron disparadas, derrapándose en todas las direcciones. Con un grito ahogado, Joey se giró, tratando de al menos atrapar unas cuantas. Sin embargo, al hacerlo, su tacón pisó con fuerza una de ellas: un espantoso arco de rojo salió disparado en una lluvia que se espació por toda la cara y el pecho de Hunt. Joey dejó escapar un gemido de dolor. «¡Ay, mierda!» ¿Podría ser peor? «Mierda, mierda, mierda». La mirada incrédula de Hunt se dirigió a su propio pecho salpicado de rojo, y luego cambió a la indignación mientras miraba a Joey. —Simplemente maravilloso —gruñó. —¡Ay, Dios! Lo siento… yo… —Se detuvo, asimilando la mirada de advertencia de la otra mujer. Hunt le dio el más leve movimiento de cabeza, mientras seguía aplicando presión a su paciente. Los ojos de Joey se abrieron de par en par al darse cuenta de lo que eso significaba—. Jefa Hunt… lo siento mucho. Las bolsas de sangre… es la lluvia… se resbalaron.

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—Obviamente —gruñó—. Compórtate. No hay lugar para la torpeza en este trabajo. —Hunt apretó un poco más la herida del hombre, haciéndole gemir—. ¿Y por qué te quedas ahí como estatua? Llévale esa sangre al Dr. Méndez inmediatamente. —Sí… p… por supuesto. —Joey recogió las bolsas de sangre restantes tan rápido como pudo. Parecía tardar demasiado tiempo. Gotas de un pegote rojo caían del abrigo y el pelo de Hunt sobre su paciente. La condescendencia era evidente en su voz cuando añadió: —¿Será posible hacerlo antes de que el paciente de Méndez se muera? Joey salió disparada, alrededor de la parte trasera de la ambulancia arrugada, y desapareció de la vista de la cámara. —¡CORTE! Las mangueras que llovían sobre ellos cesaron y el set estalló en carcajadas. El operador de la Steadicam que la había estado siguiendo estaba casi de rodillas, partiéndose de la risa. Caramba. ¿Todo el mundo se había estado aguantando? Summer Hayes estaba bastante segura de que sentía el mismo grado de humillación que su personaje, Joey Carter, la valiente residente de segundo año en la serie médica Choosing Hope. Se suponía que solo tenía que dejar caer las bolsas de sangre falsa, no cubrir a la imponente jefa del hospital con ella. Al volver a la vista del set, Summer se alegró de que la oscuridad resguardara el rubor que le subía por el rostro. La estruendosa carcajada del director Bob Ravitz llenó el aire, y eso que nunca había existido un hombre más hosco. —Dios —murmuró Elizabeth Thornton, también conocida como la jefa Hunt, mientras se levantaba de su charco de sangre. Le lanzó una mirada fría a Summer—. ¿Te faltó alguna parte de mi cuerpo? —Miró a su alrededor y alzó la voz—. ¿Me dan una toalla, por favor? —Su tono se volvió seco—. ¿O una manguera de incendios? El extra se sentó.

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—Eh, ¿y para mí también? —Hizo un gesto a su camisa ensangrentada. —Lo siento mucho… —Summer se adelantó a decir. Una asistente corrió hacia ellos, sosteniendo una toalla gruesa, pero antes de que Elizabeth pudiera sujetarla, el director le hizo un gesto para que se detuviera. —¡No te muevas! —Eso le valió una mirada oscura—. Disculpa, Srta. Thornton, pero la continuidad en las salpicaduras de sangre es una mierda. Tendremos que hacer primeros planos ahora mismo o nada coincidirá. Así que vamos a hacerlo todo bien a la primera. — Miró a su director de fotografía—. Steve, prepárate. Terminaremos con esto ahora mismo. —Pero… —Elizabeth se hizo un gesto a sí misma—. ¿Nos vamos a quedar con esa toma? No estaba en el guion, y me veo ridícula. Summer estaba firmemente convencida de que era imposible que Elizabeth Thornton tuviera un aspecto menos que perfecto. El comentario le valió una larga mirada de Ravitz. —Sí, la mantendremos. Le da a Iris Hunt más razones para odiar a la chica nueva, lo cual estaba en el guion de todos modos. —Miró a Summer y sonrió—. Y la chica nueva querrá que la jefa Atila la tenga entre ceja y ceja. Los fans adoran a los personajes que son aborrecidos por los villanos. Todos salen ganando, ¿no? —Chasqueó los dedos a su segundo asistente y murmuró algunas notas técnicas. Elizabeth tenía una mirada asesina y Summer se preguntó a qué se debía. ¿Tal vez odiaba el apodo? —¿Y yo qué? —preguntó el extra—. ¿Me quedo aquí acostado? Ravitz lo ignoró. Summer miró al hombre. Estaba empapado hasta los huesos, con la camisa abierta. Tenía el pecho enrojecido por la compresión que le había aplicado la jefa Hunt, y también temblaba. Elizabeth arqueó una ceja.

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—Si tengo que sangrar sobre ti, tienes que acostarte y soportarlo. Lo siento. —Los bordes más pequeños de sus labios se curvaron antes de sisear a un asistente de dirección que estaba al acecho—: ¿Qué tal una bolsa de agua caliente para nuestra rata ahogada, mmm? El director se encogió de hombros y desapareció. Summer no estaba segura de si eso significaba un sí o un no. La mirada del extra se dirigió por completo a Summer. Le dedicó una sonrisa tímida. —Supongo que esto es el mundo del espectáculo, ¿eh? —Sí —murmuró Summer, mientras los técnicos de iluminación se acercaban para rodearlos. Pero su atención se mantuvo en la austera estrella de Choosing Hope. ¿Esta era la mujer apodada «la imposible» por la industria? Elizabeth Thornton era positivamente tranquila en comparación con algunas de las personalidades imbéciles con las que Summer había trabajado. Y la mujer parecía preocuparse por el bienestar de un extra, aunque el hombre no lo hubiese notado. Miró a su alrededor. Estaban en el Centro Médico del Oeste de Los Ángeles, utilizando su exterior de cristal y acero como fachada del Martina Hope Memorial. Las tomas interiores se hacían en el estudio, a ocho kilómetros de distancia. Era un poco extraño estar aquí a esta hora de la noche, sin el tráfico habitual y lleno de un acre de remolques de reparto y equipo. El viento se levantó y derribó un soporte de iluminación. Ravitz maldijo. —¿Podría alguien asegurar eso antes de que nos cueste una puta reclamación al seguro? La mujer a cargo de la continuidad, ¿Jill o Jan?, comenzó a tomar fotos de la cara y la camisa salpicada de Elizabeth, antes de pasar al extra. Entonces cayeron las primeras gotas de lluvia. Las de verdad, no las de las mangueras.

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—¡Demonios! —refunfuñó uno de los técnicos de iluminación—. ¿Nos tocará quedarnos otra vez hasta la medianoche? Elizabeth deslizó su mirada hacia Summer, sin decir absolutamente nada mientras la miraba. —Fue un accidente —suplicó Summer. —Era justo lo que necesitaba la escena para que fuera realmente llamativa. —Ravitz se giró y le dedicó una sonrisa de aprobación que rozaba algo más—. No se puede dirigir algo así. Tuvimos mucha suerte. —Ah, sí —murmuró Elizabeth—, esa era la palabra que estaba buscando. —Le sonrió con indiferencia, y Ravitz asintió, gruñó y se dio la vuelta. Summer se preguntó por la falta de detector de sarcasmo del hombre. El extra estornudó. —Mierda. Estoy congelado. —Lo siento mucho —le susurró Summer y, por extensión, también a la mujer que seguía arrodillada sobre él en el suelo. Las rodillas de Elizabeth tenían que estar matándola. Raif Benson, que interpretaba al Dr. Méndez, un hombre muy guapo, se acercó con una sonrisa encantadora, con un aspecto limpio, cálido y muy seco bajo un gran paraguas negro. Bastardo con suerte. Evaluó la escena con una sonrisa, luego se balanceó sobre sus talones, conteniendo apenas una risa mientras miraba a Summer. —Bienvenida a la televisión, chica. Summer apretó los dientes con algo parecido a una sonrisa, sin molestarse en corregirlo. Era inútil. A sus veintiocho años era solo un poco menor que él, pero siempre había parecido mucho más joven para su edad. Eso la había mantenido en papeles de adolescente durante muchísimo tiempo, y la había llevado a frecuentes condescendencias

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de colegas. Al menos Joey Carter, de veintitrés años, tenía un papel de mujer adulta por una vez. Por el rabillo del ojo, pudo ver que Elizabeth la miraba fijamente, y Summer se esforzó por no mirar a la única persona a la que realmente le quería gustar en todo este maldito programa. La retorcida parodia de sonrisa de Elizabeth Thornton no era para nada amistosa.

—¡Lo digo en serio! —Elizabeth siseó al teléfono. Se paseó por su tráiler, con una fina bata azul pegada al cuerpo y sintiéndose mejor por la ducha caliente—. Cuatro horas bajo las mangueras, por no hablar de la sangre falsa que me entró a los ojos, gracias a una novata cabeza hueca que arruinó la escena. Si tengo que hacer una temporada más de esta tontería que entorpece la mente, creo que voy a estallar. A pesar de representar a algunas de las principales figuras de Tinseltown, Rachel Cho no era especialmente buena en la diplomacia, pero sí solía decir lo que Elizabeth necesitaba oír. Elizabeth esperó impaciente. —Querida, seguro que no odiabas tanto el programa cuando te convirtieron en una de las mujeres mejor pagadas de la televisión la temporada pasada. Y esa tontería te consiguió la bonita mansión que tanto adoras. Además, pasaste de ser una británica desempleada y anónima a una estrella cuyo nombre está en boca de todos. Elizabeth frunció el ceño. —Como la villana más odiada de América. Y las dos sabemos cómo llegamos a eso. Así que ahora me convirtieron en la estrella de Carrie para que Ravitz y ese director de programa se divirtieran al verme humillada. Eso no está bien, Rachel. —¿No dijiste que fue un accidente? —¡Sí, pero mantuvieron la escena! Como si fueran a perder la oportunidad de reducirme, haciéndome parecer una vagabunda

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desaliñada. Lo peor es que siguen difundiendo esos rumores de que yo soy la difícil. —Ya sabes por qué. Así es como funciona este lugar. Si no sigues el juego, te recuerdan quién es el jefe. —Sí, lo sé. Pero búscame otra cosa. Algo serio. Encuentra algo que me mantenga ocupada durante la pausa o me iré ahora mismo de esta pocilga, y no me importa cuánto tengamos que pagar para sacarme de mi contrato. Hubo un suave suspiro. —No puedes irte, Bess, o lo interpretarán como una prueba de que realmente eres la bruja británica, y luego verás cuánto trabajo consigues a partir de ahí. Ten en mente que solo te queda una temporada. He estado hablando con Delvine sobre algunas ofertas que han surgido, y estamos de acuerdo en que hay una que parece adecuada para ti. Y encaja con tu agenda. Eso despertó el interés de Elizabeth. Su representante, Delvine Rothery, era una de las mejores en llevar las carreras de medianas a espectaculares. —Te escucho. —Agarró una toalla del respaldo de la silla y volvió a pasársela por el pelo, como si pudiera borrar de su cerebro esa espeluznante sensación de sangre que le resbalaba por la cara. —¿Has oído hablar de Jean-Claude Badour? —¿Ese extraño director francés? —No es extraño, cariño, es creativo. Artístico. Después de su última Palma de Oro, decidió que ya era hora de terminar con Europa, y quiere sumergirse en Hollywood. Al parecer, tiene un guion extraordinario, o eso dicen los rumores. Es muy popular, y todo el mundo quiere participar. —¿Ganó una Palma de Oro? Espera, ¿más de una? —Elizabeth no se lo imaginaba. Pero solo había visto uno de sus cortometrajes, algo extraño sobre mariposas.

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—Ganó el primer premio de Cannes por Quand Pleurent les Clowns (Cuando los payasos lloran). —Cho hizo una pausa—. Te recomiendo encarecidamente que te quedes con esta. Te va a elevar mucho más allá de la televisión. Y, mira, debes saber que te ha pedido a ti para que seas la protagonista. Debe de desearte mucho, ya que ha organizado el rodaje en tu hiato. Una pizca de desagrado recorrió a Elizabeth. —¿A mí? Por favor, dime que no es un fan de Choosing Hope ¿Es por eso por lo que me quiere? —No seas tan cínica. Es francés, no americano. Por supuesto que odia ese programa. Su frase real fue que «necesitas liberarte de las babosadas rancias». —Elizabeth sonrió. Bueno, entonces tenía algo de gusto—. Siguió tus días de teatro en Londres. Amaba a Las mujeres de Shakespeare, así como a La maldición de Lucifer y La justa Srta. Hamilton. —Elizabeth miró fijamente su teléfono—. ¿Sigues ahí? ¿O estás en shock porque alguien te aprecia por tu actuación en vez de por tu chispeante química con Raif? ¿Chispeante? Más bien fabricada. Seguía siendo un punto doloroso lo que había sucedido con su personaje: más venganza mezquina del productor ejecutivo. —Muy gracioso —gruñó—. Bien. Veré su triste película de payasos y te daré mi opinión. ¿Cuándo puedo ver el guion? —Pronto. Indagué al respecto, pero aún no está listo. El rodaje comienza en dos meses. Es sobre una escritora solitaria que vive en una cabaña en medio de la nada y que recibe ocho visitas. El título es Eight Little Pieces. Estoy segura de que hay alguna metáfora hermosa y artística involucrada. De todas formas, quiere almorzar pronto contigo y con Delvine para concretar los detalles. —Todavía no he dicho que sí. Rachel se río como si fuera una conclusión inevitable. Probablemente no se equivocaba.

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Elizabeth se despidió y colgó, sintiéndose optimista. Aun así, se recordó a sí misma: Badour había hecho un cortometraje sobre mariposas sensibles. Miró su traje de jefa Hunt, empapado y manchado, colgado en una barandilla. El recuerdo de lo que había sucedido esta noche (durante horas) le alteró el ánimo. Cualquier cosa que firmara fuera de este programa tenía que ser una mejora comparada a la basura que habían estado dando en las últimas temporadas. ¿Tres ambulancias chocando entre sí? ¿Justo en la entrada del hospital? Eso tenía mucho sentido. ¿Era la única que se había dado cuenta de esta tontería? Se oyó un golpe en la puerta de su tráiler. —¿Sí? La tensión volvió a inundar sus hombros. Justo ahora era cuando el director habría revisado las tomas y decidido que había que volver a rodar. Abrió la puerta de un tirón, compadeciéndose del subordinado encargado de transmitir la noticia al reparto. —Em, ¿hola? —Una mujer de veintitantos años con el pelo rubio y húmedo estaba ante ella. Llevaba unos jeans, una camiseta y una mirada tensa—. Soy Summer, ¿Summer Hayes? ¿Estaba preguntando o afirmándolo? Elizabeth miró a la joven, esperando algo más. No hubo nada. Su mirada se dirigió a las manos que sostenían un vaso de papel humeante. La chica la miró con ojos amplios, inocentes y arrepentidos. El reconocimiento se produjo. Tenía un aspecto ligeramente diferente con el pelo fuera de su empapada cola de caballo. —Nos encontramos de nuevo. —Elizabeth arqueó la ceja—. ¿Vienes a volver a empaparme? ¿Una segunda ronda? ¿Sabes?, normalmente es el nuevo el que recibe la novatada, no el veterano. Eso salió un poco más cortante de lo que pretendía. No era culpa de esta chica lo prejuiciosa que podía ser esta ciudad. Treinta y siete años, y estaba empezando a sentir los sutiles cambios de actitud. Le resultaba irritante. En su país, la veían como si estuviera entrando a

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la flor de la vida. Aquí, se sentía como si estuvieran casi listos para desecharla. —No, esta vez estás a salvo —dijo Summer con una brillante sonrisa—. ¿Puedo entrar? Traje regalos. Y una disculpa. —Agitó la taza. —No bebo café, y mucho menos la porquería americana que sirven en este set. Así que, si eso es todo… —Empezó a cerrar la puerta en la cara de Summer, demasiado cansada para seguir con la farsa de la urbanidad. —En realidad, e… es té. De Inglaterra. Creo que te podría gustar. Elizabeth frunció el ceño —Aquí no se puede conseguir lo que me gusta. —Es posible radiantemente.

conseguirlo.

—Summer

sonrió,

amplia

y

Elizabeth frunció los labios y extendió la mano para tomar la taza, dispuesta a probar la afirmación de Summer por curiosidad, aunque solo fuera por eso. Sus dedos se rozaron al intercambiar la custodia del recipiente, y Summer retiró la mano como si la hubiera mordido. «Genial». ¿Era su reputación tan horrible que los nuevos miembros del reparto creían que también era la jefa Atila fuera de la pantalla? Entonces el aroma celestial del té llegó a su nariz. Ah… este aroma no se podía fingir. Era totalmente pecaminoso. No era un té inglés cualquiera que la chica había sacado del pasillo internacional de Target. Era exactamente la marca y la variedad de Elizabeth: una mezcla orgánica de cacao de guayusa con toques de menta y canela, y varias otras especias exóticas de olor dulce. Era una mezcla especial de la pequeña cafetería de té y arte situada a la vuelta de la esquina de la Universidad de Cambridge. Solo Blackie's Tea House fabricaba y vendía esta mezcla. ¿Cómo era posible que estuviera aquí? ¿O tal vez su nariz la engañaba? Se llevó la taza a los labios. Se detuvo, y luego bebió un sorbo.

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Sus papilas gustativas explotaron. La lluvia de sabores fluyó a través del té perfectamente caliente, nada de esa agua de leche tibia y excesivamente dulce de la que los americanos se mofaban con razón. Podría haber llorado ante el subidón que la llenaba. Obligándose a bajar la bebida embriagadora, miró con asombro a su expectante colega. Hacía años que no estaba en casa para beber esto. La idea de poder tenerlo aquí, de alguna manera, a mano, era abrumadora. —¿Qué es esto? ¿Dónde lo conseguiste? Necesito el nombre de tu proveedor. La mujer inclinó la cabeza hacia atrás y se rio. —Haces que suene como un traficante de crack. Los dedos de Elizabeth apretaron el recipiente y volvió a dar un sorbo, lo que se convirtió en un trago muy satisfactorio. —¿Me lo vas a decir? —Acomodó sus rasgos para alentar—. Ya que esta es tu gran disculpa. Entonces, esbozó una sonrisa genuina que rara vez concedía a los desconocidos, pero los tiempos desesperados exigen medidas desesperadas. Tuvo cualquier cosa menos el efecto deseado. La mirada de Summer bajó a sus pies mientras el rubor subía por su cuello y sus orejas. Qué… raro. Y eso no parecía miedo. Más bien como… ¿inseguridad? Summer levantó la vista de entre sus pestañas. —Mi familia vivió en Inglaterra durante unos años. Un día encontré una pequeña cafetería extraña, que era mitad galería de arte y mitad casa de té, y esta era su mezcla característica. Me encantó. Ahora mis amigos de Londres me la envían. —Se encogió de hombros—. Pensé que era muy probable que te gustara el sabor del té de casa. Parece que tenía razón. Elizabeth parpadeó. Nunca se le había ocurrido pedir a sus amigos que le suministraran té. Incluso ahora, le parecía una grosería

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imponerlo, un delito nacional para los ingleses, observó con pesar. Tras escurrir la taza con un último suspiro de satisfacción, Elizabeth la tiró a la basura. —Bueno, disculpa aceptada. Seguía sintiéndose desubicada, y el comienzo de un dolor de cabeza por el cansancio amenazaba los bordes de sus sienes. La joven le había hecho un regalo muy considerado y parecía bastante genuina. Sus ojos se fijaron en el generoso pecho de Summer, en su bronceado meloso y en su sonrisa de niña, cada vez más amplia. Dios mío. Podía ser bastante simpática, pero también estaba claro por qué la habían contratado. Ravitz no había ocultado nada cada vez que sus ojos se posaban en ella. La boca de Elizabeth se endureció. Puede que no sea culpa de Summer Hayes, pero ella era todo lo que estaba mal en esta serie y en Hollywood en general. El estilo sobre la sustancia. La apariencia sobre la profundidad. Este estereotipo de la chica de al lado (chica dulce y corriente), sonriente y alegre de Central Casting, era la persona menos adecuada para estar en Choosing Hope, dada su misión original. Sin embargo, aquí estaba: la superficialidad en forma humana. —Bueno, gracias por el regalo —dijo Elizabeth, con la voz un poco más fría—, pero si me disculpas. —Miró con atención a la puerta en la que Summer seguía de pie—. No he tenido la oportunidad de vestirme desde la debacle de esta noche, salpicada de sangre. Summer se marchitó. —Lo siento —dijo de nuevo. A Elizabeth le entraron ganas de poner los ojos en blanco. Al parecer, la chica también tenía un vocabulario limitado. Se fue igual que llegó, con una energía juvenil y unos ojos grandes y conmovedores.

Summer tiró su bolso al llegar a casa, agotada y abatida. Era casi medianoche. Todo el mundo en el set se había quejado de los retrasos, y para cuando se había disculpado con el director de fotografía y con

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todos los ayudantes, había decidido aguantarse y aceptar que tendría que trabajar más duro para volver a ganarse la simpatía de la gente. No fue un comienzo muy auspicioso para su tiempo en Choosing Hope. Se quitó las botas y se tumbó en el sofá. Contemplar las paredes de su bungaló en Silver Lake le parecía un pasatiempo mucho más llevadero que ir a la ducha, así que dejó que su mirada se deslizara por sus fotos enmarcadas a blanco y negro de las calles arquitectónicamente más interesantes de Los Ángeles. Ella misma las había tomado todas, y nada le gustaba más que encontrar alguna calle sin descubrir con casas de aspecto peculiar de antaño. Escuchó pasos acercándose. Un destello de pelo negro apareció en su línea de visión, seguido del rostro marrón claro y la mirada penetrante de Chloe Martin, una imponente actriz neozelandesa a la que había conocido dieciocho meses atrás, en un acto benéfico en el que habían congeniado inmediatamente. A Summer le encantaba su carácter modesto y su falta de pretensiones. Tenía una amplia sonrisa y una gran pasión por el baloncesto. Llevaba su pijama de perro de dibujos animados de Footrot Flats y una camiseta de tirantes. —Hola, solecito, me estaba preguntando a qué hora vendrías. ¿Cómo fue tu primera semana de trabajo? —Se sentó en la mesa de café de madera de enfrente. Summer miró al techo y se lamió los labios. —A ver, veamos: la lectura en la mesa estuvo bien. Todo el mundo parecía amable, excepto Elizabeth Thornton, que no me miró ni una sola vez, así que no me extraña que después no me reconociera. —Bien, ¿y qué más? ¿Por qué pareces una zarigüeya estreñida? —Hoy rodamos una escena muy intensa: tres ambulancias chocaron en el estacionamiento del hospital… —¡Tres! Guau —Chloe cacareó—. Eso suena un poco loco. Summer sacudió la cabeza ante el asombro de su amiga.

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—No creo que les importe que sea estúpido. El programa sigue tratando de superarse a sí mismo en ser retorcido. —Qué bien, entonces. —Se acostó boca arriba en la alfombra, y empezó a doblar las rodillas hacia arriba y hacia abajo, mientras agitaba los brazos. Cucarachas muertas, así llamaban a ese movimiento. Algo para mantener a raya una vieja lesión deportiva. »Bien, ¿entonces qué? —preguntó Chloe entre respiraciones agitadas—. ¿Tuviste que caer en el regazo de algún semental o algo así? Porque ese programa se está volviendo una locura con tanto salto de cama. —Mucho peor. —Summer cerró los ojos—. Se suponía que debía pasar corriendo por una escena de emergencia, dejaría caer un montón de bolsas de sangre al suelo y que la jefa Hunt me jalaría las orejas. —¿Pero…? —Pero pisé una y explotó, y disparó sangre falsa a la cara de Thornton. Y no me refiero a solo un poco, la cubrió por completo. Tenía en el pelo, en los ojos, en el cuello. Fue horrible. —Demonios. —Lo sé. —Abrió los ojos y gimió. Chloe se echó a reír. —Vaya, compañera. Ella da mucho miedo. Eso fue… bueno, una mierda. —¡Oye! Todavía estoy en negación. —Frunció el ceño—. Por cierto, no es tan mala. Metí la pata hasta el fondo, y ella fue sarcástica, pero no me arrancó la cabeza. —Ajá. Excepto que mi agente ha oído que es una bruja sobre ruedas. —Summer decidió no discutir, pero no se lo creía. Alguien tan malo como se rumoreaba que era Elizabeth la habría despellejado viva. Luego Chloe añadió—: Vaya primera impresión, ¿eh? Sin embargo, por la forma en que la defiendes, debe de gustarte.

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—¿Y cómo no va a gustarme? Es brillante. Aunque no parezca estar muy impresionada con el programa, cuando dicen «acción», se pone en marcha, y lo da todo. —Una profesional de la vieja escuela. Eso lo respeto. —Yo también. —Summer sonrió. Chloe detuvo sus cucarachas muertas. —Así que mientras estabas ocupada provocando a tu nueva coestrella, recibí noticias. Summer se sentó. —¡Ah! ¿Sobre tu audición? —Sí. Me llamaron por el anuncio del champú. El único problema es que se está rodando en algún lugar de Outer Woop-Woop. Pagan poco, pero… —Pero ¿qué? —Pero nada. Conseguí el trabajo. —Dio el pulgar hacia arriba. Algo típico de Chloe. Summer se inclinó y le dio un abrazo de lado. —Impresionante. —¡Gracias! Puede que hasta pueda pagar el alquiler este mes. —Le guiñó un ojo—. ¿Pero puedes decirle a tu madre que no estaré aquí para la comida del domingo? —Claro. —Summer casi puso los ojos en blanco. Lloviera o hiciera sol, incluso cuando Summer estaba fuera, su madre siempre la visitaba para almorzar en familia los domingos. —Bien, ¿te apuntas a una sesión de entrenamiento de baloncesto mañana? —preguntó Chloe—. Eres de lejos nuestra mejor analizadora de estadísticas. Bueno, teniendo en cuenta que eres la única. Summer sonrió. A menudo la obligaban a ayudar al equipo de Chloe en sus escasos días libres de trabajo. No ayudaba en el sentido de «lanzar la pelota manteniéndose erguida», por supuesto. Esta

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noche había demostrado una vez más que tenía exactamente dos pies izquierdos. —No puedo. Tengo que ayudar a cierta mujer dulce y chiflada. —Ah. Ya sé. ¿Tienes que hacer alguna cosa hippie con tu mamá? Summer resopló. La sugerencia de que Skye Storm, el nombre real de su madre, estaría haciendo alguna cosa hippie era como insinuar que las vacas mugían. Cuando Skye no estaba explorando su lado espiritual, bendiciendo sus cristales o demostrando técnicas de costura en los blogs que Summer le ayudaba a hacer, estaba creando trajes impresionantes para películas. Podía ser excéntrica, pero también era extraordinaria, lo que explicaba el respeto que teñía la voz de Chloe. —Sí, voy a producir otro blog para ella: Tintes naturales para corbatas: Tintes caseros celestiales. Debería ser divertido pero sucio. —Ese es tu fuerte, ¿verdad? Baños de sangre y baños de tinte. — Summer se estremeció al recordarlo. Chloe le pinchó las costillas—. Oye, acabo de recordar que hay una chica nueva en el equipo. Es muy linda y se muere por conocerte. Le encanta tu material televisivo, especialmente el Campamento de Espías Adolescentes. Enterrando su cara bajo un cojín, Summer dijo: —Otra admiradora de veinte años. Impresionante. —Un pensamiento aterrador la golpeó—. ¿Al menos dime que esta tiene realmente veinte años? —Apenas. —Chloe soltó una risa malvada—. Eres un imán para las chiquillas. —Mierda. No puedo evitar verme así de joven. Chloe se rio más fuerte. —Deja de quejarte, solecito. Vas a trabajar en Hollywood mucho más tiempo que los demás. Quiero decir, ahora mismo estás haciendo fácilmente un papel cinco años más joven de lo que realmente eres.

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—Eso no es tan bueno como parece. Raif Benson me llamó «chica». Me lo dicen todo el tiempo. Bueno, no Thornton. No me llamó por ningún nombre, ni siquiera el mío. —¡Porque estás muerta para ella! —Chloe se rio—. Y recuerdo que eso es algo bueno. Dicen que puede prenderte fuego si te mira directamente a los ojos. —Dicen muchas cosas, y eso no las convierte en verdades. Es muy fácil derribar a la gente. Pero, al final del día, seguirán estando celosos, y ella seguirá teniendo talento —Cerró los ojos, perdiéndose en el recuerdo—. Cuando tenía quince años, mis padres estaban trabajando en una trilogía de ciencia ficción en Londres. Me escapaba de mi tutor, tomaba el metro y veía las matinés en el West End. La primera obra que vi fue el espectáculo de Shakespeare en solitario de Elizabeth. La vi una docena de veces antes de que papá se diera cuenta de cuánto dinero había estado gastando. —¿Viste a Thornton en Londres? —preguntó Chloe en voz baja—. Escuché sobre lo asombrosa que era en esos días. ¿Asombrosa? Esa palabra no alcanzaba a definirla. En un pequeño escenario londinense, Elizabeth Thornton había salido descalza con una funda blanca sin forma, de longitud media, y se había sentado en un taburete de madera. Era la única en el escenario. En ese entonces, tenía unos veinte años, pero su porte era alto, seguro y regio. Con el tono de su voz, la inclinación de su rostro expresivo y de belleza clásica, los sutiles desplazamientos de los focos que resaltaban sus pómulos altos y sus labios carnosos y curvados, se convertía en otra persona. No había cambios de vestuario. Tampoco música ni utilería. Elizabeth estaba tan desnuda como podía estarlo una actriz sin dejar de estar cubierta. Su voz era clara, fuerte y precisa, mientras se desdoblaba en Beatrice, Desdemona, Julieta, Cordelia, Lady Macbeth, y otras más. Su angustia al lavar la sangre invisible de sus manos era escalofriante.

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Una vez, levantó la vista justo a la izquierda de su público, y a Summer le pareció que sus ojos se encontraban. A Summer se le cortó la respiración, y la contuvo mientras se empapaba de los detalles: la piel de color marfil, más pálida bajo los focos blancos, el pelo castaño retirado de la cara y ennegrecido por el contraste de las sombras. Su corazón rugió en sus oídos mientras su mirada tragaba, desmembraba y reconstruía a la mujer elegante en el escenario. Quería darle sentido y tallarla en su memoria. «¿Nunca estarán limpias mis manos?» Los ojos de Lady Macbeth suplicaban. Su voz, imperiosa y desesperada, parecía a la vez un susurro y un grito. El corazón de Summer se apretó ante el tono doloroso. Sus manos se cerraron en un puño. Elizabeth Thornton era la persona más hermosa que había visto, no había un antes ni un después. —Sí, era asombrosa. —Abrió los ojos—. Verla actuar me hizo enamorar de la actuación. —Así que, es una malvada coincidencia el que hayas terminado en su programa. —Así es. Mi hermana está muy emocionada de que haya vuelto a una serie regular. Y considera que es de vital importancia para mi carrera el que pueda interpretar por fin a un adulto. Pero, para mí, el hecho de poder trabajar con la mejor actriz que he visto en mi vida ha aumentado el atractivo. —Cariño, ten cuidado. Te van a romper el corazón. —Chloe sacudió la cabeza lentamente—. No hay nada peor que conocer a tus ídolos. —Por supuesto que sí lo hay. —Estudió sus dedos, y puso una cara miserable—. Hacerles creer que eres una idiota. Eso es mucho peor. —Ah, claro. —La simpatía se reflejó en los ojos de Chloe—. Bueno, por muy mal que te sientas ahora, recuerda que es hermoso que una vez hayas tenido una heroína que te haya enseñado algo que ahora es tan importante para ti. Parece una experiencia increíble. Te envidio eso.

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Lo era. Era un regalo, un recuerdo que nunca cambiaría por nada. Todavía podía ver la elegante inclinación de la cabeza. Los ojos, profundos y emotivos, mirándola fijamente, como si pudieran ver dentro de ella. Si tan solo Summer no hubiera ido y arruinado todo.

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Capítulo 2

A

utumn Hayes se inclinó sobre la barandilla del Mega Centro Comercial Hollywood, tomando posición.

—¿Estás preparada? —preguntó a su hermana, colocándose las gafas de sol en la parte superior de la cabeza. —Sip. —Summer respiró profundamente. Podía hacer esto. —¿Calentaste? ¿Cuerdas vocales listas? ¿La letra? —Sí, sí y sí. —Summer movió los hombros—. ¿Dónde es mi lugar? —Allí abajo. Al lado del cubo de la basura. Summer se rio. —Espectáculo de lujo entonces. Autumn puso los ojos en blanco. —Para conseguir el máximo efecto, tienes que ir de incógnita hasta la gran revelación. —Señaló a un hombre con una chaqueta negra, con un walkie-talkie en la cadera, que recorría el suelo del centro comercial—. Ese es Doug, y está al tanto de lo que va a ocurrir. Intervendrá si las cosas se descontrolan, y tiene más seguridad en espera. —De acuerdo. —Entrecerró los ojos ante el guardia fornido—. Aunque no creo que unos cuantos adolescentes sean rivales para él. —Summer, la mayor parte de tu base de fans de Punky Power ya tiene veintitantos años y muchos todavía te quieren. Ese afecto puede descontrolarse en un instante. ¿Recuerdas el Koreatown del año pasado? No hay nada como una simple comida. La gente manda mensajes a sus amigos y se multiplican de la nada. Si lo hacemos bien, habrá doscientos fans entusiasmados que compartirán en las redes

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sociales y estarán encantados de verte antes de que termine. Y trata de ponerte de espaldas a ese cartel tan a menudo como puedas. — Señaló el cartel colorido que anunciaba Just Like Spies, la nueva película de moda protagonizada por la cantante Jemima Hart. —¿Posicionamiento de productos? ¿En serio? Parecía de muy mal gusto, pero Summer no podía tomar el terreno de la alta moral. Estaba aquí para participar en un flashmob, interpretando la exitosa canción de Jemima de la película de espías, después de todo. La nueva película fue un megaéxito, por lo que era un poco furtivo utilizar su éxito para sus propios fines, con la más dudosa conexión de espionaje, pero Autumn estaba segura de que a nadie le importaría y todo el mundo trabajaba los ángulos en Hollywood. —En realidad no, no es colocación de productos. Mira al otro lado. Inclinándose sobre la barandilla, Summer miró hacia abajo. Justo detrás de una palmera de plástico, una cámara estaba siendo instalada discretamente. Una mujer excesivamente peinada con un traje pantalón azul marino hablaba con el camarógrafo. —¿Es quien creo que es? —Asintió hacia la mujer—. ¿Katie Rivers? —Sí. Pedí un favor. Para cuando termines, no solo estarás en todos los sitios de noticias… —Agitó su propia cámara—… sino que también aparecerás en Celebrity Entertainment. Le di a Rivers notas biográficas completas sobre tu nuevo papel en Choosing Hope. De espía adolescente a cirujana novata. Le encantó. —Pero Joey no es una cirujana. —Semántica. A Katie no le importa. Le encantan las historias de lo que le pasó a la estrella infantil X. Bueno. Ve allí, aturde a los compradores hasta el estupor, sé tu habitual y amigable persona con los fans, y recuerda tu regla número uno. —Sí, sí —gimió—. No caerme. —Exactamente. Todo saldrá genial.

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El domingo por la mañana, Elizabeth se encontró arropada en el sofá con la película de payasos tristes y una de sus más antiguas amigas, Alexandra Levitin. Alex era directora de cine independiente, pero habían llegado juntas al club de teatro Footlights de Cambridge. —No puedo creer que Jean-Claude haya preguntado por ti —dijo Alex mientras los créditos iniciales parpadeaban en el fondo. Se pasó los dedos por su pelo rojo recortado—. Ese hombre es tan grande ahora mismo. O está a punto de serlo. —Un gran ego, también, si sus entrevistas son algo a tener en cuenta. Ay, por Dios… —Elizabeth señaló un efecto especial artístico—. Acuarela llorona. El hombre es un genio —dijo, arrastrando las palabras. —Silencio —dijo Alex—. Es un poeta y lo sabes. —Eso rima. —Incrédula. Creo que me gustabas más en Londres. Y no solo porque estuvieras en mi cama. «A mí también», quiso decir Elizabeth. Pero no lo hizo. Su aventura encubierta de seis meses era una lata de gusanos y no pensaba reabrirla. Sin embargo, a veces echaba de menos la sencillez de ser un don nadie. Podía coquetear furiosamente y hacer el amor con quien quisiera. No es que lo hiciera entonces, pero el principio sonaba bien. Ahora arrastraba a sus amigos varones a eventos de alfombra roja para que jueguen con ella a juegos de doble sentido para las cámaras. Todo para que la insaciable prensa de Hollywood se quedara sin aliento al pensar que Elizabeth Thornton podría haber encontrado el amor. Ella hubiera preferido evitar los eventos por completo. Por desgracia, su despreocupada representante y su implacable agente estaban de acuerdo. Las lesbianas orgullosas no son elegidas protagonistas. Tampoco los ermitaños antisociales. Todo parecía tan claro cuando era joven y pisaba los escenarios en Londres: se iba a convertir en una gran actriz de teatro. Tendría una serie de hermosos amantes, sería interesante e ingeniosa, tendría una vida plena. No había planeado soportar la humillación en el set de un

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drama médico de primera categoría. Tampoco había planeado llevar una existencia casi solitaria, interrumpida únicamente por las charlas de la lista de la compra con su anciana ama de llaves y los encuentros ocasionales con los mismos seis amigos del teatro británico, incluida su exnovia, Alex. Frunció los labios y agarró las palomitas.

Al final de la película, Elizabeth tuvo que admitir que era hermosa, aunque un poco pretenciosa, como solo las películas francesas pueden ser. —¿Y qué tal? —preguntó Alex, con los ojos brillantes. —Publicidad falsa —se burló Elizabeth—. No hubo payasos en la realización de esa producción. —No seas tan literal. En serio, ¿qué piensas? —Creo que voy a almorzar con Jean-Claude Badour. —Bien. Diablos, si yo pudiera hacer películas la mitad de buenas que él, estaría delirando. —Alex miró el reloj—. Hablando de almuerzos, ¿cuándo llegará el resto del grupo? He extrañado a todo el mundo. Y pronto tengo un rodaje en el desierto, así que estaré fuera un mes. —Pronto. Elizabeth pulsó Salir en Netflix y el televisor volvió a la programación habitual. Suspiró ante la frivolidad optimista y exagerada de Celebrity Entertainment. ¿Qué estrella se escapó con su asistente a una boda en Las Vegas? ¡Te lo diremos a continuación! ¡Pero primero! Los clientes del Hollywood Mega Mall disfrutaron ayer de un flashmob, que hizo vibrar a la multitud cuando un grupo de clientes, aparentemente normales, se pusieron a cantar. ¿Su elección musical? El pegadizo tema Just Like Spies. Y, como no podía ser de otra manera, ¡había un famoso espía de la televisión cantando con ellos!

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—Buf, apágalo —se quejó Alex—. Demasiada superficialidad y pierdo las ganas de vivir. Elizabeth no se movió, con los ojos entrecerrados en la pantalla. —Creo que esa es mi coprotagonista. La idiota que me empapó de sangre falsa. Apuntó con el mando a una joven rubia que había salido de detrás de una columna para añadir su voz al coro de cantantes. —¿Ella? —Alex entrecerró los ojos—. Eh, parece dulce. Aaay. — Summer se había tropezado con una cantante que intentaba hacer algunos movimientos de baile—. No es muy coordenada, ¿verdad? —No, no lo es —Elizabeth frunció el ceño. —Mira. Buena recuperación. Summer se rio y, sin dejar de cantar, agarró las manos de la mujer con la que se había chocado, le dio una vuelta y la soltó de nuevo sin dejar del ritmo de la canción. La chica podía pensar en sus pies. Cuando podía mantenerse en pie, por supuesto. Summer Hayes, que interpretó a Punky Power durante tres años en Campamento de espías adolescentes, provocó un tumulto de fans emocionados que hacían cola para ver Just Like Spies. La cámara mostraba a los cientos de fans que rodeaban a Summer mientras esta firmaba autógrafos con los brazos desnudos, posaba para hacerse selfis y bromeaba. —Mírala, Bess. —Alex sonrió—. ¿Ves?, así es como se debe interactuar con los fans. Toma nota: ni un ceño fruncido a la vista. —No creo que eso sea relevante, ya que todos los fans de mi programa me odian. —Elizabeth sonrió con suficiencia. —La manera de ver el lado bueno. —Claro. Prefiero mi existencia a eso. ¿Quién querría ser acosada cada vez que va de compras? —El precio de la fama.

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—No, es el precio de seguir el juego. Eso es todo lo que es: un truco de marketing. Pronto veremos a Hayes como Joey Carter en la exitosa serie Choosing Hope. ¡De espía adolescente a cirujana novata! Todos los detalles están en nuestra página web. Más después de esta pausa. —¿Ves? —Elizabeth se sintió un poco desinflada. Pero ¿por qué no iba a promocionarse su coprotagonista? Es solo que todo parecía tan… Hollywood—. Y su personaje tampoco es una maldita cirujana. —¿Y en eso es en lo que te fijas? —Alex se rio. Su mirada se volvió especulativa—. Es linda, ¿sabes? —No me había dado cuenta —Elizabeth se cruzó de brazos—. Es una amenaza pública. «Con buen gusto por el té». —Caramba, sí que estás irritada por una linda chica de Los Ángeles. Elizabeth se limitó a fulminar con la mirada.

Brian Fox y Rowan Blagge llegaron primero. Brian, eternamente irónico, y su novio, elegante y de cara larga, discutían sobre los mejores nudos de corbata mientras se acomodaban en sus sillones favoritos. Elizabeth colocó una bandeja de comida para picar delante de ellos, preguntándose si podrían encontrar un tema más aburrido. —Nudo Windsor. Medio Windsor en un apuro —declaró Rowan, alcanzando los cacahuetes. —Plattsburgh, obviamente —replicó Brian. Amrit Patel llegó un poco más tarde. De 1.80 metros y magnífico, era más famoso como rostro internacional de los relojes Cartier. A continuación, llegó Grace Christie-Oberon, tesoro nacional de Inglaterra y reina de los dramas históricos ingleses, con los premios BAFTA que lo demostraban.

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En Estados Unidos la apodaban Gracie-O. Sin embargo, a pesar de su asombroso talento, las rutinas cómicas de Rowan eran más conocidas aquí que ella, y Elizabeth tenía mucho más éxito que todos sus amigos juntos. Grace tenía demasiada clase como para decir una palabra sobre ese tema. Además, en ese momento estaba muy concentrada en Amrit. Deslizó su elegante figura, adornada con un vestido de encaje de cintura caída, hasta el sofá junto a él y le dedicó una sonrisa sensual. La última integrante del grupo, Zara Ejogo, llegó tarde, con aspecto de estar atareada. Puede que empezara en arte dramático en Cambridge, como el resto de ellos, pero su talento para crear disfraces sobre la marcha la había llevado a Hollywood primero. —Por fin —dijo Alex, mientras mordía un palito de zanahoria tan ancho como ella—. Empezaba a temer que Rowan hiciera su monólogo del Festival de Comedia de Montreal sobre cómo vivir en un sótano mientras esperábamos. Rowan le dirigió una mirada de sufrimiento. —Solo me complace que mi dolor esté dando placer a otros. Dándole un codazo, Brian dijo: —¿Qué dolor, amor? Ya no vives en el sótano de tus padres. —Las cicatrices duran toda la vida. —¿Pero dicho sótano no tenía un spa? —preguntó Grace—. ¿Y murales de pared a pared de hermosas selvas tropicales? —El dolor no es un concurso —dijo Rowan, con los labios en alto— . Nunca dije que el mío fuera el peor. Grace miró a Elizabeth. —Bess, ¿podrías ser tan amable y traerme un buen vaso de blanco para lavar las lágrimas masculinas de Rowan? Brian se aclaró la garganta. —Tengo un anuncio. Obtuve un nuevo papel en una película. Apocalipsis Zombie Alienígena.

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—¿Serás un científico? —preguntó Amrit—. ¿O el villano? ¿O el científico villano que desata la plaga sobre todos nosotros? Todos se rieron. —A riesgo de parecer encasillado —dijo Brian, inyectando su voz más teatral—, seré, en efecto, el científico malvado que deshace la sociedad tal y como la conocemos. —Así que un martes normal para ti, entonces. —Grace volvió a mirar a Elizabeth—. O un té, si el vino es demasiado problema. Elizabeth hizo una pausa. A veces Grace olvidaba que no era un tesoro nacional en su pequeño círculo. De todos modos, se puso de pie y miró a su alrededor. —¿Alguien más? Se pidieron varias bebidas. —Te ayudaré. —Zara la siguió a la cocina. Mientras preparaban las bebidas, oyeron de fondo a Alex, que les hablaba de su nuevo proyecto, algo relacionado con el calentamiento global. Y los árboles de carcaj, sean lo que sean. —Esta es una ciudad de locos, ¿no? —Zara añadió azúcar a uno de los tés. —Ayer estuve trabajando en un traje de lagarto. Pero cuando cito al Rey Lear, todo el mundo me mira como si estuviera loca. —Es para lo que nos apuntamos. —Elizabeth removió otro té con fuerza—. Más o menos. —¿Sabes?, nunca entendí realmente por qué te viniste para acá. El resto es obvio: Rowan consiguió su gira de comedia, así que Brian se fue con su hombre. Amrit vino por la aventura, y supongo que por los jóvenes bonitos que lo adoran. Grace vino porque… —Miró a Elizabeth y dudó. —Oficialmente… porque era el siguiente gran paso en su carrera —proporcionó Elizabeth.

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—Pero sabemos por qué está aquí realmente. —Zara se asomó por el arco hacia Amrit—. Debe de haber sido una gran aventura si todavía no lo ha superado. —Dejó la cuchara—. Sé por qué estoy aquí, ganadora del Óscar por diseño de vestuario, ¡solo espera! Y las películas independientes de Alex la hicieron notar. ¿Pero tú? Estudió a Elizabeth, que se encogió de hombros. Otra vez esto. Zara intentaba averiguar la respuesta a esa cuestión candente al menos una vez cada seis meses, siempre preguntando de una forma ligeramente distinta para intentar sonsacarle una respuesta diferente. Elizabeth no tenía intención de compartir la verdadera razón. —Echaba de menos a mis amigos. Londres no era lo mismo sin todos ustedes. Uno a uno, se fueron levantando y se fueron, hasta que solo quedé yo. —Pero tu carrera teatral estaba despegando. —No significaba mucho sin amigos con los que disfrutar. Además, la acción está en Hollywood, aparentemente. —Pero Bess, tú siempre quisiste estar en el escenario. Podrías hacer Broadway. ¿Por qué Los Ángeles? —Me gusta el clima. Muy… soleado. —Abrió la nevera para tomar la leche. —Claro que sí. —Miró la tez pálida de Elizabeth—. Eres una amante total del sol. Elizabeth se encogió de hombros. —Aquí también hay mucho trabajo. —Cierto. A menos que seas Grace. Pero tal vez ella es demasiado exigente. Podría tener trabajo si se rebajara a hacer televisión americana. Elizabeth dio un portazo más fuerte de lo estrictamente necesario a la puerta de la nevera. La cara de Zara se transformó en mortificación. —Ah, mierda. Cariño, sabes que no quise decir eso. No te ofendas.

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—No lo he hecho. En estos días, me siento como si me rebajara. ¿Recuerdas la premisa original de Choosing Hope? ¿Un hospital universitario que se centra en las minorías? ¿Historias reales y descarnadas? ¿Médicos de todas las clases sociales superando las adversidades? Por eso la maldita cosa se llamaba Choosing Hope, en primer lugar. Se suponía que tenía que ser sobre darle esperanza a la gente, sin importar de dónde vinieran. —Bueno, eso y que el hospital se llamaba Martina Hope Memorial. Elizabeth sirvió leche en varias de las tazas. —Lo que quiero decir es que la premisa era diferente e interesante. Estaba orgullosa de ella. La jefa Hunt era una mentora para estos jóvenes médicos. Y ahora es… —Su rostro se endureció —… La jefa Atila. Y por si eso no fuera suficiente, deberías ver a la nueva miembro del reparto: una chica rubia con aspecto de tener derechos, que debería estar haciendo anuncios de trajes de baño, no dramas arenosos sobre estudiantes de medicina que se levantan por sí mismos. —Vamos, tu programa se fue al carajo desde mucho antes de que eligieran a una chica con derechos —dijo Zara—. ¿Estás realmente molesta con ella o es que Hope solo se está vendiendo? Porque he visto algunos capítulos de la última temporada, y ese programa se ha convertido en una especie de sobras chinas de hace una semana. Todo gira en torno a quién se tira a quién. Y no empecemos con la trágica vida amorosa de Hunt. —El principio del fin —murmuró Elizabeth, colocando las tazas en una bandeja —Es cierto, pero al menos te dio esta increíble casa. —Zara le dio un codazo. ¿Por qué todo el mundo se lo recordaba? Miró a su alrededor. Su casa de Los Feliz, de cuatro dormitorios, estaba enclavada en las colinas y tenía unas vistas impresionantes, la más espectacular de ellas desde la terraza de la piscina que daba a la bahía de Santa Mónica. En el interior, las superficies brillaban, desde los suelos de

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madera melados hasta las encimeras de granito pulido. Se adaptaba a sus gustos táctiles. Le encantaba acariciar las superficies lisas. Elizabeth era consciente de que tenía suerte de tener este lugar y su carrera. Estaba agradecida por las oportunidades que le había brindado Hollywood. Solo que le costaba dejar atrás lo que había sido el programa. Un espectáculo en el que había invertido emocionalmente. Ahora, era obvio a dónde iba. —Vamos, olvidémonos del trabajo y disfrutemos de lo que te dio. Las vistas de aquí arriba todavía me ponen orgásmica. —Zara se dirigió a la sala de estar. Los invitados de Elizabeth se volvieron para mirarla cuando entró después de Zara. Se dirigió primero a Grace, dándole el vino. —Gracias —dijo, aceptándolo—. Bueno, ¿Alex nos acaba de contar que vas a conseguir una película de Badour? Suena prometedor. ¿Más, quizás, que lo que has estado haciendo últimamente? —Sonrió para quitarle el escozor. Elizabeth lo sintió de todos modos. No debería. Pero verse como una fracasada a los ojos de su mentora calaba hondo. —Es solo un almuerzo con la esperanza de un trabajo —dijo—. Aunque él ya me tenía en mente. Me vio en Mujeres de Shakespeare. Las cejas perfectamente esculpidas de Grace se dispararon al oír eso. Elizabeth le había planteado la idea de ese programa en Londres, esperando que Grace se sumara a él y lo defendiera. En cambio, había fruncido el ceño. «¿Sin utilería ni vestuario? Suicidio teatral» había dicho. «Lo siento mucho, Bess, no puedo apoyarlo». Poco después desapareció en Los Ángeles, y Elizabeth recaudó los fondos y puso en marcha la obra con un presupuesto muy reducido en el teatro de un amigo de la familia que apenas contaba como West End. La obra había atraído a un gran número de espectadores y había recibido suficientes críticas excelentes como para ser considerada un

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éxito de la crítica, e incluso había obtenido un modesto beneficio. Esa había sido la primera vez que Elizabeth había salido por su cuenta. La obra lo significaba todo para ella. —¿A Badour le gustó tu pequeño espectáculo? Bueno, para ser un francés tiene algunas cualidades redentoras entonces. —El tono de Grace era divertido. Una emoción la recorrió. ¿Eso significaba que a Grace también le había gustado? ¿Cuándo lo había visto? La mente de Elizabeth repasó las horas, las fechas, los días, desesperada por recordar—. Cualquiera que aprecie al Bardo está en mi lista buena — aclaró Grace. Ah. Por supuesto. La sonrisa de Elizabeth se atenuó. Alex la miró con simpatía. «Dios. ¿Soy tan transparente?». Elizabeth se acomodó en su sillón, dando un sorbo a su té de guayusa y cacao. Era una versión genérica, nada que ver con la variedad exacta que ella adoraba, pero era el mejor sustituto que pudo encontrar. El té solo le recordaba a Summer Hayes. Tan joven. Ansiosa por complacer. Hermosa. No era de extrañar que Ravitz le haya echado el ojo. Lo más divertido, sin embargo, era que la chica parecía no darse cuenta. ¿Cómo podía una actriz que lucía como Summer estar tan ajena a esa situación? ¿Tampoco se había dado cuenta del modo en que los ojos del operador del micrófono se habían deslizado sobre ella? ¿O de cómo el extra, en cuyo pecho había estado trabajando Elizabeth, le había sonreído apreciativamente cuando se estaban preparando para los primeros planos? La chica no era muy observadora entonces. Por no hablar de que era demasiado torpe para funcionar. Eso le pareció grosero. Summer parecía bastante agradable. ¿Quizás Elizabeth se estaba convirtiendo en la bruja que todos decían que era? El té de mala calidad le supo de repente amargo. La sala estaba en silencio. ¿Se le había escapado alguna pregunta?

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—Lo siento, ¿qué? —¿Te gustan las películas de Badour? —repitió Brian—. Rowan y yo vimos Quand Pleurent les Clowns el año pasado. Divina. Era como un bodegón inestable. ¿Qué significa eso? —Lo aprecié por lo que era —dijo ella—. Un cineasta ambicioso que muestra sus habilidades. Tengo curiosidad por saber qué piensa Hollywood de él cuando conozca al hombre, no solo sus películas. —Y lo que pensarán de ti —señaló Grace—. También te verán a ti, por primera vez, y no a tu villana en pantalla. —Em… —Elizabeth frunció el ceño—. No, seguiría interpretando un papel. No es diferente. —Es muy diferente. —Grace se inclinó hacia delante, mirándola de cerca—. Es una marca registrada de todas las películas de Badour. Revela tanto al actor como a su personaje. Por eso sus películas parecen tan reales. Yo, por mi parte, estaré muy intrigada por lo que encuentre bajo tu piel. Te nos has estado ocultando demasiado tiempo. Elizabeth parpadeó. —¿Qué quieres decir? —Mantienes tus cartas muy cerca, querida Bess. Pronto podremos verlas todas. Tus secretos. Lo que hay detrás de la máscara que siempre llevas. No puedo esperar. De hecho, un desenmascaramiento te haría mucho bien. —Golpeó con sus delicados dedos el reposabrazos de cuero. La sangre acudió a la cara de Elizabeth. ¿Sus secretos? No eran para el consumo de nadie. Ciertamente, no para que Grace los revisara. O para el resto de la población espectadora de cine. El silencio cubrió la habitación como la ceniza. Los ojos de Alex se habían entornado, como si tratara de entender lo que Grace quería decir.

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Brian deslizó su mirada entre Elizabeth y Grace. —Em, Grace, querida, no se espera que nadie comparta nada que no quiera, ni aquí ni en ningún otro sitio. Además, Bess es una chica grande. Estoy seguro de que puede manejar a un francés exigente. Estará bien para trazar una línea en la arena con la que se sienta más cómoda. Gracias a Dios por Brian. Elizabeth exhaló. Había sido su primer amigo cuando empezó a estudiar derecho en Cambridge. Un día la había descubierto en la cafetería, encorvada sobre un libro de texto, y la había divertido con un dibujo improvisado: Mujer comiendo sola. La invitó a verlo a él y a sus amigos en una obra de teatro. Ese había sido el comienzo de todo. Su paso de la abogacía al teatro le había parecido lo más natural del mundo. Y entonces llegó Grace. Una década mayor, había entrado en su mundo como profesora invitada y decidió que Elizabeth era un talento que había que perfeccionar. Ese fue el día en que el pequeño y seguro mundo de Elizabeth se inclinó sobre su eje. Grace se rio de repente. Era ligera y bonita, y completamente artificial; Elizabeth había oído su risa escénica con la suficiente frecuencia como para saberlo. —Lo siento, Bess, solo estaba jugando. Pídele a alguien que te cuente sus secretos y te negará que los tenga. Si te acercas a alguien que conoce sus secretos, su horror es palpable. —Hizo un gesto de despreocupación—. Lo siento. Veo que no ha sido la mejor broma. —No. —Amrit la miró—. No lo fue. Su expresión cambió a una de verdadero pesar. —Ah, vaya. Metí la pata, ¿verdad? ¿Puedes perdonarme? Elizabeth miró a su amiga. La irritación surgió. Pero, entonces, la invadieron los recuerdos de todas las veces que Grace la había ayudado, le había enseñado trucos para recordar las líneas o proyectar su voz, así como consejos para tratar con productores

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manoseadores o con admiradores obsesionados con las estrellas. También le había dado a Elizabeth el mayor regalo de todos, cuando llegó a Los Ángeles. Grace era la razón por la que Rachel había aceptado representarla. Sonrió. —Por supuesto. Estás perdonada. —Excelente —dijo Grace con un ronroneo de satisfacción—. Sé que mi sentido del humor siempre ha sido pésimo. Espero que te siga agradando de todos modos. Qué buena actuación de contrición. Aun así, Elizabeth le dio el beneficio de la duda. —Siempre. —Levantó su té, y lo inclinó en un brindis silencioso hacia Grace.

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Capítulo 3

C

on su maquillaje listo, Summer sofocó un bostezo mientras Sylvia, la peluquera del set, se afanaba a su alrededor. A su lado se sentaba Molly García, que interpretaba a una interna de segundo año de medicina que huía de su apuesto y desquiciado hermano gemelo. Inquieta, Summer se miró los dedos. Había sobrevivido cuatro horas con su madre y tenía las puntas de los dedos verdes para demostrarlo. Con un poco de suerte, sería capaz de mantener las manos en los bolsillos para sus próximas escenas, porque el blog de Tintes Caseros Celestiales de Skye Storm había sido más demoníaco que otra cosa. Apenas eran las siete y se moría por el té que humeaba en su taza sobre la mesa a un metro de distancia. Pero para eso había que moverse, y Sylvia era letal para sacudirle el pelo si se movía. Ese té era el líquido de los dioses. Por supuesto, no podía confesarle a Elizabeth cómo había llegado exactamente a su hábito. Frunció los labios al pensar en ello. —¡Sin cara de pato! Jon, el maquillador, se inclinó hacia el otro lado y golpeó los nudillos de Summer con un lápiz de cejas, y luego continuó escuchando la historia de Molly sobre algún nuevo club de moda. —Lo siento. La mente de Summer se desvió. Su primera escena requería que diera vueltas con un grupo de otros residentes mientras el jefe de Cardio, el Dr. Méndez, explicaba las afecciones de varios pacientes.

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Él hacía preguntas a los residentes. Ella tenía que responder a una. Había estado practicando su frase. ¿Podría haber un problema con las cuerdas tendinosas, doctor? Era algo relacionado con una válvula del corazón. Lo había buscado. ¿Podría haber un problema con las cuerdas tendinosas, doctor? ¿Podría haber…? —… escuché que es una bruja. Supongo que de ahí le viene el apodo. Su cerebro sintonizó de repente con la conversación de Molly. A no ser que hubiera dos mujeres en el set apodadas «brujas», era una apuesta segura en cuanto a quién estaba insultando. En el espejo, Summer captó a Jon ofreciendo uno de esos asentimientos neutrales que buscaban más chismes jugosos, en lugar de señalar un acuerdo. Sylvia frunció el ceño. —Bueno, no creas todo lo que oyes —dijo—. La Srta. Thornton es una profesional total. No es culpa suya lo que le hicieron a su personaje. —Sin embargo, nuestro equipo de medios sociales es una pena. — Jon agitó su lápiz de cejas—. Hunt y Thornton reciben una tonelada de odio en el foro oficial de fans. Varios cientos de mensajes. —¿A la semana? —preguntó Molly—. Santo cielo… —Por día. Los labios de Summer se apretaron, lo que le valió otra mirada aguda de Jon. ¿Cómo podría eso desordenar la cabeza de una persona? Podría explicar el mal humor de Elizabeth. —Un reparto perfecto, en mi opinión. —Molly sonrió—. Tiene cara de bruja en reposo. —¡Por supuesto que no!

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Los ojos de todos se dirigieron para encontrar los de Summer en el espejo. Jon resopló. —Y yo que pensaba que eras muda, querida. —Le tocó la mejilla— . Una muda hermosa, por supuesto. Molly también miró a Summer. Tenía una cara atractiva, un corte de pelo llamativo y una piel aceitunada, e interpretaba a una refugiada haitiana, asustada, marimacho y solitaria. En realidad, no era nada de eso, y sobre todo le encantaba soltar el nombre de su novio en cada conversación. —Bueno, Rico dice… «Un ejemplo». —… que la cara de amargada de Elizabeth Thornton dejaría a cualquier hombre cojo de por vida. No es que deba preocuparse de eso teniéndome cerca. —Sonrió. «Puaj». Pura mierda. Los hombres con los que salía Elizabeth, todos ellos británicos de aspecto masculino, eran elegantes, estaban inmaculadamente vestidos y eran refinados, con nombres como Brian, Rowan y, últimamente, Amrit. Parecían más que felices con la compañía de Elizabeth. Y, a diferencia del infame Rico, ninguno de esos hombres parecía capaz de hacer comentarios de mal gusto sobre el aspecto de cualquier mujer. Sylvia suspiró. —Es una pena. La Srta. Thornton no se parece en nada a la jefa Hunt. —Le lanzó una mirada de advertencia a Molly—. Solo es reservada. Británica. Y tienes que admitir que fue algo malo lo que le hicieron a su personaje. Eso molestaría a cualquiera. —Pero con buenas valoraciones. —Jon sonrió—. Dios mío, llegamos al top ten. —Ah, vamos. —Molly se encogió de hombros—. Es solo un drama. La típica y estúpida mierda de la televisión. A Hunt le pasó lo mismo que a todo el mundo.

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—No así —dijo Sylvia—, a todos los demás en este programa se les echa drama encima, pero siempre obtienen empatía. Hunt le tiró el anillo de compromiso a Méndez a la cara cuando le propuso matrimonio, después de que le dijera que por fin había encontrado el amor por primera vez desde que murió su mujer. Eso no era solo drama. —Sylvia retocó el pelo de Summer y agarró el espray—. Querían que la gente la odiara. —¿Por qué? —preguntó Summer. Sylvia le dirigió una mirada curiosa y se echó un chorro de mugre por todo el pelo, como si lo preparara para sobrevivir a los vientos ciclónicos. —Buena pregunta. Ni idea. —¿Tal vez hizo enojar a alguien de arriba? —dijo Molly—. O a todos ellos. Buf, ella es tan tensa y aburrida, ¿a quién le importa? Ya, supérenlo. —Sacó su teléfono—. Jon, dime qué filtro de Instagram resalta mejor mis ojos. Necesito verme arreglada y como una mierda, pero no demasiado posada o plástica. —A Jon se le iluminaron los ojos y se lanzó a responder. Sylvia murmuró que Summer había terminado. Intentó mover su silla hacia atrás, pero la mano de Sylvia la detuvo en su brazo. —Es bueno que veas más allá de las tonterías —dijo la estilista en voz baja—. No te dejes arrastrar por los rumores. La mayoría son tonterías. Especialmente sobre ella. —Lo sé. Los ojos de Sylvia se arrugaron. —Bueno. Me agradas. —Soltó el brazo de Summer—. Y la Srta. Thornton es una maestra. Tiene más talento en su meñique que la mayoría del resto del reparto. Harías bien en observarla. «Cómo si pudiera dejar de mirarla». Summer sostuvo su té para evitar decir algo que delatara su admiración desmedida. Maldita sea, ahora estaba tibio.

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Sylvia soltó un cacareo impaciente mientras miraba a Jon y Molly, sumidos en una conversación sobre los méritos o no de los filtros sepias. Agitó su peine. —Estamos atrasados. Menos charla y más acción. Summer los dejó envueltos en su conversación. Le habría encantado desmenuzar las palabras de Sylvia, pero los negocios se anteponían a la curiosidad. ¿Podría haber un problema con las cuerdas tendinosas, doctor?

—¿Podría haber un problema con las tendinosas cuerdas, doctor? —preguntó Summer. Raif sacudió la cabeza y comenzó a responder. —¡CORTE! «Mierda». Summer se sonrojó. —Lo siento. Em, por supuesto, que sé que son cuerdas tendinosas y… Ravitz la miraba fijamente. —¡Eso no! ¿Qué demonios tienes en los dedos? «¡Ay, no!». Había sacado las manos del bolsillo en la segunda toma. —¿Tinte? —Su voz subió una octava. Summer ofreció una sonrisa de disculpa—. ¿De un incidente de teñido de corbata que salió mal? Hubo un silencio. Luego una carcajada masculina. Bueno, al menos a Raif le hizo gracia. Entonces Molly, justo a su lado, perdió la cabeza en una serie de resoplidos. Luego Steve, Kaylah, Jeremiah, Malek, Tori, y… demonios. «Ahí van todos». Summer volvió a meter las manos en los bolsillos, formando puños. No tenía ninguna gracia. El temor la invadió cuando vio que Elizabeth acababa de llegar, preparada para su próxima escena con Raif.

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Pero Ravitz no había hablado. Se limitó a mirar a Summer. Su mirada se desvió hacia Elizabeth y luego sus ojos brillaron. —Podría volver a meterlas en el bolsillo —ofreció Summer, con las mejillas encendidas. Los ojos de Elizabeth se abrieron incrédulamente cuando averiguó de qué se trataba. «Genial». Ahora Summer era el hazmerreír de todos. Incluyendo a la única persona ante la que no quería parecer una tonta. Ravitz estaba ahora en su teléfono, manteniendo un intenso intercambio mientras saludaba en su dirección general. Captó el nombre de Hugo. ¿El guionista jefe? Estaba tan muerta. Tal vez, literalmente. ¿Estaba trabajando con Hugo en cómo matar a Joey? Miró las manchas verdes en las yemas de sus dedos: ¿muerte por gangrena? En este programa, nada era demasiado loco. Ravitz torció el dedo hacia Elizabeth. Ella se acercó a él y agachó la cabeza para escuchar. Finalmente, asintió y se dirigió al borde del set, con la máscara firmemente colocada. Esta era la expresión distante de la jefa Hunt: una parte de hielo puro, nueve partes de burla. Todo ello intimidante. —Lo haremos de nuevo —anunció Ravitz—. Srta. Hayes, deja las manos fuera de los bolsillos. Di tu línea, correctamente esta vez, y luego, señor Benson… —Se volvió hacia Raif—… antes de que respondas, la jefa Hunt entrará, interrumpirá y dirá algo sobre los dedos. Srta. Hayes, responde a tu línea exactamente como lo hiciste conmigo. Y la Srta. Thornton responderá entonces, ¿de acuerdo? —¿Seguro? ¿Por qué? Quiero decir, podría simplemente… — Summer volvió a meter las manos en los bolsillos, horrorizada por ser la causa de una reescritura, aunque fuera breve. —Porque yo lo digo. ¿Alguna otra pregunta? —Sus ojos la retaron a desafiarlo de nuevo.

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El set estaba en silencio y, detrás de ella, sintió que sus compañeros de reparto se ponían rígidos. —No, todo bien —dijo ella brillantemente. Demasiado, demasiado brillante. «Dios. Bájale un poco». —Buena chica —asintió, y luego saludó al operador de cámara. Summer hizo una mueca. —Posiciones, gente —llamó. Miró a Elizabeth, que estaba en su lugar, luego miró a su alrededor, y gritó—: Luces, cámara, y… acción. —¿Podría haber un problema con las cuerdas tendinosas, doctor? —preguntó Summer. Se sintió aliviada porque al menos había acertado en esa parte. Sin embargo, su ansiedad aumentó cuando la jefa Hunt entró en su campo de visión, con una cara como de leche agria. —Dr. Méndez —dijo Hunt, con la voz entrecortada—, necesito hablar sobre tu último informe. Simplemente no es acepta… —Su mirada se desvió hacia las manos de Summer—. ¿Qué es eso? — Señaló. —Em… —Summer realmente se marchitó un poco bajo su escrutinio burlón, y esperó que lo atribuyeran a una actuación brillante—. ¿Tinte? ¿De un incidente de teñido de corbata que salió mal? La mirada de Hunt se volvió desafiante. —Ten cuidado en donde metes los dedos por aquí, doctora. —Miró amargamente a Méndez—. Todo podría resultarte perjudicial. ¿Así que están jugando con la mala ruptura de Hunt otra vez? Está bien. Summer se encontró diciendo lo primero que se le ocurrió. —No pasa nada —sonrió, con un tono de descaro—, puedo cuidarme sola.

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—De alguna manera lo dudo —dijo Elizabeth en una improvisación propia, tomando repentinamente la mano de Summer, dándole la vuelta y examinándola, con su ceja arqueada de manera burlona. A pesar de toda la experiencia de Summer y de cada gramo de habilidad interpretativa que tenía, lo único que había en su mente, que se estaba vaciando rápidamente, era la sensación de los dedos de Elizabeth alrededor de los suyos. Se acercó un paso más, justo en el espacio de Elizabeth, y luego dijo unas palabras que eludieron por completo su cerebro. —Entonces no me conoces, pero lo harás. Summer había querido que sonara decidida, fuerte, arrogante. En cambio, sonó melancólica. Joey Carter, residente de segundo año, sonaba como el antiguo yo de Summer, susurrando a esa mujer etérea en el escenario de Londres. Su frase también sonó, bueno, un poco como un coqueteo. Y esperaba desesperadamente que nadie lo leyera así. De todos modos, probablemente solo estaba en su cabeza. Elizabeth, que esta vez no era Hunt, se puso en marcha e inhaló bruscamente. Dejó caer la mano de Summer al instante. Sus ojos se dirigieron a Raif. —Hablaremos de ese informe más tarde, Dr. Méndez —le espetó— . Nos vemos después de las rondas. Luego, giró sobre sus talones y salió a toda prisa. —¡CORTE! Todos miraban a Summer. Todo estaba en silencio. No sabía exactamente adonde mirar. Ravitz se quedó con la boca abierta. ¿Quizá no esperaba que la novata soltara un montón de improvisaciones? Pero si era eso, ¿por qué no había detenido la escena antes? Él le dedicó una sonrisa lenta. Le recordaba a un niño mocoso tramando travesuras.

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—Gracias, Srta. Hayes. Fue muy… eh… inesperado. Bien, gente, vamos a terminar la escena. Sr. Benson, comienza con: «Muy bien, volvamos a lo nuestro. No, Dra. Carter, no son las tendinosas cuerdas». Y luego reanuda la escena como está escrita.

Deslizando un bol de ensalada y una botella de agua en una mesa vacía cerca de los servicios de artesanía, Summer se dejó caer en una silla. Luego, posó su cabeza sobre la superficie laminada y la dejó allí. Estaba taaaan cansada, y todavía estresada por lo de esta mañana. —Un largo día —dijo una voz cerca de ella. A continuación, se oyó el traqueteo de una bandeja que aterrizaba enfrente. Levantó la cabeza. Tori Farmer, la actriz afroamericana, agradablemente redondeada, que interpretaba en la serie a una doctora nacida en Bronx. Lo curioso era que su acento real era el más ampliamente tejano que Summer había oído nunca. Era bastante bonito. En realidad, ella también lo era. Tori irradiaba energía, calidez y carisma. Y, caramba, la cámara la adoraba. Summer intentó sonreír amistosamente y se sentó más erguida. —Creía que la televisión infantil era mala. Pero el ritmo que marcan aquí es bastante completo. —Sip —Tori asintió—. Te acostumbras a ello. He estado aquí un año, y es como una segunda naturaleza ahora. —Mordió una hamburguesa con queso que parecía mucho más interesante que la ensalada de Summer. Después de tragar, dijo—: Vi que hoy hiciste una improvisación. Ravitz cree que el hecho de que las permita de vez en cuando es una señal de que está en contacto con su lado creativo —resopló. —Ah, entiendo. «¿Así que de eso se trataba?». —Sin embargo, tu toma con Thornton fue una escena interesante. —Eh, sí. —Summer rascó la etiqueta de su botella de agua con la uña del pulgar.

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—Eso fue algo. Nunca había visto a la bruja británica con cara de asombro. De hecho, creo que la sacaste del personaje por un segundo. Fue increíble. —Tori le sonrió—. Nadie lo había hecho nunca. Summer tragó, sin saber a dónde quería llegar Tori. —Solo dije lo primero que se me ocurrió. —Fue inteligente. Todos hemos estado hablando de ello. —¿En serio? —Summer chilló, luego se aclaró la garganta—. ¿Alguna… conclusión? —Eso fue una genialidad. Al enfrentarte a la jefa, te has garantizado un montón de escenas más con la actriz principal. —Tori levantó su café y lo inclinó en señal de saludo—. No creo que se me hubiera ocurrido algo así ni en un millón de años. O si lo hubiera hecho, no creo que tuviera el valor de intentarlo. —Se rio—. Puede que sea una chica ruda de Texas, pero tanto Hunt como Thornton dan mucho miedo. El alivio inundó a Summer. ¿Todos pensaban que su línea había sido un desafío? ¿Un juego cínico para conseguir más escenas? ¿Era así como lo veía Ravitz también? No era de extrañar que haya sonreído. Tori parecía estar esperando algún tipo de respuesta, así que Summer le dedicó una media sonrisa. —Bueno, será interesante ver qué locuras nos lanzan a continuación. —Ah, sí. Este programa es certificable. Y no me hagas empezar con la jerga. ¿Sería demasiado que la hemorragia interna se llamara simplemente así? —Ja. Dímelo a mí. La expresión de Summer se desvaneció cuando, por el rabillo del ojo, vio a Elizabeth entrar con uno de los productores ejecutivos, y luego hacer cola para recoger la comida de la mesa de servicios artesanales. Su postura era dolorosamente erguida, pero sus movimientos eran gráciles y lánguidos.

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—Es un témpano de hielo, ¿no? —Tori siguió su mirada—. No sale con ninguno de los otros actores. No sale a tomar unas copas. No hace amigos en el set. Y apuesto a que eso es un almuerzo de negocios. — Señaló al productor que la acompañaba—. Creo que nunca la he visto sonreír. «Seguro que tiene una sonrisa preciosa». —¿Tierra llamando a Summer? —¿Mmm? —Se volvió hacia Tori. —Estabas volando. —Tori agarró una papa frita y la mojó en kétchup —Disculpa. ¿Qué estabas diciendo? —Algunos de nosotros iremos a tomar algo después del trabajo el viernes. ¿Quieres venir? Algunos de los chicos preguntaron por ti, específicamente, si sabes a lo que me refiero. —Los ojos de Tori brillaron. —Esta semana no, lo siento —dijo con una sonrisa educada—. Estoy ocupada. Tal vez la próxima vez. No estaba ocupada. Simplemente, era más fácil así. Pasar tiempo con hombres engreídos que pensaban que su aspecto y sus encantos podían superar su falta de interés era agotador. Tal vez iría en un mes cuando todos se hubieran emparejado. —Claro —Tori asintió—. La próxima vez. Elizabeth y el productor se dirigieron hacia ellas, llevando bandejas de comida. Bueno, si un pequeño plato de sopa para Elizabeth contaba como comida. El hombre que la acompañaba estaba monologando a su lado. ¿Era necesaria Elizabeth en esa conversación? Se acercó a ellas, y los dedos de Tori se tensaron alrededor de su taza de café, con la mirada repentinamente fija en la mesa. Sin embargo, Elizabeth ni siquiera vaciló, y continuó junto a ellas hasta una mesa distante y vacía.

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—Ah, gracias a Dios. —Tori posó una mano sobre su corazón—. Por un minuto, pensé que iba a comer con nosotras. —¿Habría sido tan malo? —preguntó Summer, bifurcando una hoja de lechuga e inspeccionándola. Se veía tan triste de cerca como en su plato. —Eso lo dices ahora, mi niña inocente, pero escuché que hizo despedir a una asistente por traerle un café en lugar de un té. —Tori se estremeció—. No sé cómo lo hace ese productor. —Ladeó la cabeza hacia el compañero de almuerzo de Elizabeth—. ¿Cómo se puede hablar con ella? —Ni idea —murmuró Summer. «Pero me gustaría saberlo».

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Capítulo 4

D

espués de siete semanas en Choosing Hope, Summer ya tenía una buena idea de quién era quién. Sabía los nombres de los hijos gemelos del guardia de seguridad, cuándo cumplían años los encargados del servicio de catering y lo sarcástica y divertida que era la asistente de Elizabeth en el set. Finola, una mujer escocesa redonda y de aspecto de búho que rondaba los cuarenta años, tenía unas grandes gafas de color turquesa, unos ojos astutos y un acento que pocos podían penetrar. Summer se ganó unos cuantos puntos por haberla entendido fácilmente. De vez en cuando, enviaba bolsitas de té a través de la asistente, que las pasaba con mucho gusto, diciéndole a Summer que sus regalos habían hecho sonreír a su jefa temperamental por primera vez en meses. Era bueno saberlo, ya que Elizabeth no había hecho ningún comentario hasta ahora. Por otra parte, sus agendas no habían coincidido muy a menudo. Era una lástima, porque Summer había empezado a anhelar ver el rostro anguloso en el set, y esa mirada lenta y atenta que parecía despegar a los actores secundarios con un caso instantáneo de líneas olvidadas. Summer no había querido compartir su preciada reserva de té con regularidad, pero no había podido quitarse de la cabeza la mirada eufórica de Elizabeth. Esta noche, se encontró con Finola saliendo a toda prisa del tráiler de Elizabeth. Al ver la caja de cacao de guayusa amarilla en la mano de Summer, se detuvo en seco. —¡Ah, Summer! Llévalo dentro, y asegúrate de cerrar la puerta cuando salgas. Lo siento, no puedo pararme a hablar. El auto de mi marido se ha vuelto a estropear. —Se apresuró a salir.

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Summer entró en el tráiler vacío, y se dio cuenta de que estaba sola en el lugar en el que Elizabeth se refugiaba. Era difícil culparla por esconderse aquí. Durante las últimas siete semanas, Summer había oído hablar mucho de lo que la gente pensaba de Elizabeth. La opinión más común era que su falta de amabilidad era una señal de que se creía mejor que los demás y el programa. Incluso si eso fuera cierto, no tenían derecho a juzgarla. Este programa estaba por debajo de Elizabeth Thornton. Demonios, si Summer pudiera actuar tan bien, también le costaría ocultar su burla por lo que producían aquí. Deslizó la caja de té sobre la pequeña encimera de la cocina, enderezándola para que una línea del cubo quedara perfectamente paralela a la pared. Inmediatamente, se dio la vuelta para salir, consciente de la confianza que Finola había depositado en ella al concederle este acceso. Los colores le llamaron la atención, haciéndola detenerse. Una foto de Elizabeth cenando con algunas personas estaba pegada en la pared cerca del microondas. Summer la estudió. Primero reconoció a Amrit. El novio de Elizabeth tenía su aspecto habitual. Otro hombre estaba agachado, con la cara oculta. Su mirada se dirigió a una mujer pelirroja y menuda con ojos atentos. El brazo de Elizabeth le rodeaba la cintura, mientras que el otro brazo rodeaba el hombro de una mujer más alta y elegante, con un aspecto de otro mundo. Esta mujer era todo pómulos altos, nariz elegante y piel de porcelana. Ah, vaya. Grace Christie-Oberon. De vuelta a Londres, Grace había sido como la realeza. Summer había visto su cara en carteles y autobuses por todas partes. ¿Así que ella y Elizabeth eran amigas? Su mirada volvió a dirigirse a Elizabeth, atraída por la felicidad que irradiaba su rostro. No era nada de lo que Summer había visto aquí, donde mantenía una máscara rígida y profesional todo el día. Una pena. A Summer le encantaría conocer a esa mujer relajada cuyos ojos brillaban de alegría.

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De repente, se sintió como una intrusión al vislumbrar un lado de Elizabeth que no compartía fácilmente. El sentimiento de culpa se apoderó de ella, así que se dio la vuelta rápidamente para marcharse. La puerta se abrió. Summer casi se tropezó. Elizabeth llenaba el marco, mirándola fijamente. Estaba en puro modo Hunt, desde su moño apretado e imponente hasta sus pulidos tacones negros. Su expresión de fastidio desapareció cuando vio la caja amarilla sobre la encimera. —Ah, mi ninja repartidor de té ataca de nuevo. Summer sonrió tímidamente mientras levantaba las manos en señal de rendición. —Supongo que la actuación ha terminado. —No creo que te sorprenda saber que eras mi principal sospechosa. —Colgó su bata blanca de médico en un gancho detrás de la puerta y se soltó el pelo del moño. Pasando los dedos por él para alisarlo, miró a una hipnotizada Summer—. Me preguntaba cómo llegaba el té cuando yo no estaba. ¿Tengo razón al pensar que tienes una cómplice escocesa de baja estatura? —No tengo ni idea de lo que estás hablando. —Summer ocultó su sonrisa—. ¿Tienes una asistente escocesa? —¿Quién mencionó a una asistente? «Ah. Uy» —No ganarás un Emmy con esa mirada inocente. La cara de Elizabeth se llenó de diversión cuando se sentó frente al tocador, cerca de un extremo de su remolque, y encendió las luces que rodeaban el espejo. Después de agarrar una pequeña bolsa de suministros, empezó a limpiarse el maquillaje con habilidad. Hunt se transformó gradualmente en Elizabeth, la austeridad desapareciendo en líneas más suaves. —Finola debe de estar perdiendo sus facultades si te sorprendí allanando mi morada. —Se encontró con la mirada de Summer en el

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espejo—. Y gracias, por cierto. —Sus ojos se arrugaron mientras hacía un gesto hacia la caja de té—. Debería haberlo dicho hace semanas, pero el trabajo ha sido frenético. Summer sonrió. —Estoy feliz de hacerlo. No había conocido a nadie a quien le gustara el té tanto como a mí. —Bueno, ya conociste a una. —Elizabeth la miró—. Sonríes mucho, ¿verdad? —No puedo evitarlo. Sé que algunos piensan que es molesto. —Lo es. —La expresión de Summer cayó—. Normalmente. Sin embargo, me atrevo a decir que te queda bien. Además, el tipo de chica de al lado que no sonríen no consiguen trabajo, ¿verdad? —Supongo que no. Aunque no quiero hacer esos papeles para siempre. Prefiero ser diversa, como tú. —Como yo. —Elizabeth la estudió—. Habría pensado que ya te habían dicho que me evitaras. —Su tono se volvió juguetón—. ¿No se supone que voy a golpear focas en mi tiempo libre o algo así? Estoy segura de haber leído eso en alguna parte. Estallando en carcajadas, Summer dijo: —No me lo imagino. Hunt, tal vez… en un mal día. Elizabeth le dedicó una media sonrisa inescrutable. —Tú también te ríes mucho. Cuidado. La gente va a pensar que eres una presa fácil. —Su expresión se ensombreció—. Aunque lo único peor que eso es que lo seas de verdad. No quieres eso. Créeme. —Otra razón para ser más como tú. —¿Y eso no es un riesgo? No sabes qué rumores sobre mí son ciertos. Citando a Oscar Wilde: «Resulta de todo punto monstruosa la forma en que la gente va por ahí hoy en día criticándote a tus espaldas por cosas que son absoluta y completamente ciertas». —Se llevó la mano al botón superior de su blusa y comenzó a desabrocharla.

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La mirada de Summer se clavó en la piel blanca y suave que aparecía rápidamente. Al detenerse en el cuarto botón, como si de repente se diera cuenta de que no podía completar su ritual con Summer allí, Elizabeth le dirigió una mirada mordaz. —¡Ah, lo siento! Te dejaré para que te cambies. —Summer se dio la vuelta, sintiendo que le ardían las puntas de las orejas. Cuando su mano llegó a la puerta, miró hacia atrás—. ¿Sabes?, hablas muy bien, pero no creo los rumores sobre ti ni por un segundo. Citando a Bertrand Russell: «Nadie hace chismes acerca de las virtudes secretas de las personas». —Se dio la vuelta para marcharse. Detrás de ella llegó un suave resoplido. Y con una sonrisa de oreja a oreja, Summer salió.

Elizabeth estaba acostada en su silla de playa en la oscuridad, sin querer encender una luz y arruinar la sensación de estar a la deriva en las estrellas. Sus dedos aferraban un vaso de cubitos de hielo y ginebra Hendrick's que tintineaba. Un capricho al que últimamente se había acostumbrado. Sus ojos siguieron las luces parpadeantes de un avión muy por encima, escapando a otro lugar, lejos de la insipidez de esta extraña burbuja en la que se había metido. Delvine aún no había confirmado una fecha para almorzar con Jean-Claude, que estaba fuera del alcance del teléfono móvil en el Parque Nacional de Kings Canyon preparando su producción. El set aparentemente se componía de una cabaña de escritura. Eso era todo. ¿Cuánto trabajo de preparación necesitaba el hombre? La espera no hacía más que aumentar su insatisfacción. Las pequeñas cosas que solía ignorar o de las que se reía le molestaban ahora. No recordaba la última vez que se había reído. Pasó el pulgar por la condensación de su vaso. Cuando llegas a esa etapa, en un trabajo o en una relación, cuando nada es divertido y todo lo que ves son defectos, es el momento de dejarlo. Aceptar una nueva y más baja

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normalidad nunca fue sabio. Pero eso es todo lo que había estado haciendo últimamente. Tener poco que decir en todo ello era exasperante. Por no hablar de un poco de atemorizante, dada la facilidad con que había sucedido. Un escalofrío la recorrió. Elizabeth dejó su bebida y se frotó los brazos. Solo había firmado una opción de siete años porque creía que Choosing Hope duraría tres temporadas como máximo. Y ella había creído en el programa en ese momento. Nadie podía predecir su meteórica subida de audiencia, en gran parte debida al Dr. Méndez y a su vida amorosa. Una vida amorosa que, durante dos temporadas, había involucrado a su personaje. Y a la que siguió el desmantelamiento sistemático de toda virtud de Iris Hunt, hasta que la jefa era un agujero negro de amargura que succionaba cualquier cosa buena o decente. Al pensar en cosas buenas y decentes, el rostro de Summer Hayes se le vino a la mente. Elizabeth suspiró. La mujer era como una plaga de amabilidad, que se comía su eterno mal humor. A veces, como esta noche, solo quería revolcarse en sus oscuros pensamientos después de otro día de reprimir sus emociones. Pero a pesar de sus esfuerzos… Desde que sorprendió a Summer en su tráiler, la atractiva joven había empezado a pasar por allí para hablar brevemente de vez en cuando, y ya no se limitaba a dejar su té con Finola. Soltaba citas de filósofos o escritores satíricos, que Elizabeth rebatió fácilmente con las suyas. Summer era sorprendentemente culta. O buscaba en Google. Aun así, era curiosa para alguien nacido y criado en Los Ángeles, sumergido desde su nacimiento en este charco superficial de egos y ambiciones. Pero eso era todo: Summer no era como el resto. Elizabeth se había acostumbrado a conversar con dos grupos de personas. Estaban sus amigos, mordaces, inteligentes y enrevesados. Y luego estaban las interacciones distantes y profesionales que mantenía con sus colegas y asociados. Tener a alguien que no encajaba en ninguno de los dos

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grupos, que era tan franca y abierta, culta y trotamundos, y que parecía realmente encantada de verla, era… inquietante. Iba en contra de la forma en que a ella le gustaban las cosas: todo y todos ordenados en cajas personales y profesionales. Pero nada, ni los ataques de sol y té de Summer, ni su propio regodeo terapéutico en el mal humor, parecía hacer mella en el estado general de Elizabeth. El estrés, el aburrimiento, el cansancio y la irritación la infectaban a diario, dado que su personaje tenía la profundidad emocional de un recorte de cartón. ¿Cómo iba a aguantar una temporada más si ya estaba tan cerca de tirar la toalla? Al menos, la pausa de la serie se acercaba. Si lograba ver la nueva película de Badour en su descanso, podría ser suficiente para salir adelante. Su cerebro necesitaba un impulso intelectual. Pero ¿qué pasaría si no consiguiera el papel? ¿Se quebraría un día y le diría al egoísta director del programa unas cuantas verdades? ¿Sería incluida en la lista negra por ser «imposible»? Era un problema del primer mundo, de Hollywood: poner a prueba el mismo trabajo que la hizo rica y exitosa. Pero, aun así, la infelicidad era infelicidad, por muy bonito que fuera el auto que conducías. Elizabeth se preguntó qué diría Grace de todo esto. Probablemente, se limitaría a mirar a Elizabeth, esperaría un tiempo dramático y le preguntaría qué quería. Lo que realmente quería. Siempre lo hacía. Suspirando, Elizabeth tomó su teléfono y se puso a leer las noticias. Le gustaba saber cuáles eran las mentiras antes de que los fans la sorprendieran en la calle. Hollywood Gossip Zone la había estado acosando sin parar desde que la jefa Hunt se convirtió en una villana que atacaba a Méndez. Su último empeño fue acusarla de todo tipo de atrocidades de inicio, citando fuentes anónimas. Al parecer, podía hacer que despidieran a los extras por mirarla a los ojos. Si eso fuera cierto, implicaría que tenía algún poder en el set.

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Siguió desplazándose. La película de Alex sobre el calentamiento global había sido mencionada en Variety como «digna de ver». Bien por ella. Elizabeth le envió un correo electrónico con el enlace. El nuevo programa de comedia de Rowan estaba recibiendo muy buenas críticas. Sonrió ante uno de los titulares.

«EL HOMBRE MÁS TRISTE DE LOS ÁNGELES ES DEMASIADO DIVERTIDO PARA IGNORARLO» No tiene sentido enviárselo por correo electrónico; él ya habría comprado veinte ejemplares de la revista y enviaría a Brian por más por la mañana. «EXESTRELLA INFANTIL ACOSADA EN EL SET DE UN DRAMA HOSPITALARIO» Se quedó helada al ver una foto poco favorecedora de ella misma vestida de Hunt, con aspecto de estar en medio de una bronca, y una foto insertada de Summer como Joey Carter. Suspirando, hizo clic en la historia. Algo sobre las fuentes que informaban de un impactante accidente que había desfigurado las manos de Summer, volviéndolas verdes, y cómo Elizabeth las había agarrado y se había burlado de las heridas ante el equipo de producción. Por supuesto que sí. Porque eso es lo que haría una bruja malvada. Siguió leyendo: Hayes es una popular ganadora en tres ocasiones del Nickelodeon Kids' Choice Award por ser la estrella femenina favorita de la televisión. Es más conocida por su papel de Punky Power, una agente secreta novata, en el popular éxito Campamento de espías adolescentes. Había otra foto de Summer al final de la historia, con un aspecto joven y brillante. ¿Tendría unos doce años? Increíblemente tierna.

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Elizabeth se tomó el resto de su ginebra, y finalmente sostuvo el último guion de Hope. Estaba demasiado acelerada para dormir, así que podría aprenderse algunas líneas. Un día más en el paraíso.

Summer se sentó en su rincón favorito del set, tranquilo y fuera de la vista (odiaba sentirse encerrada por las paredes de su tráiler si podía evitarlo), y revisó sus mensajes de texto. La selfi de Chloe en el set del anuncio del champú era divertidísima. Tenía flores en el pelo, un sujetador de coco y una especie de telón de fondo selvático. Sacaba la lengua y cruzaba los ojos. Chloe debía volver mañana de Outer Woop Woop, lo cual era bueno, porque la casa estaba demasiado tranquila sin ella. Ella hacía que Summer se sintiera normal y sociable. Sin ella, era fácil concentrarse demasiado en el trabajo, y su mundo se reducía a elegir a Hope. Incluso su afición a la fotografía se había quedado últimamente en el camino. Como le recordaba su hermana: —Este es tu primer papel de adulto que va a ver todo el país. No lo arruines. Bueno, otra vez. Apareció una alerta de Google con su nombre e hizo clic en ella. Espera, ¿qué? ¿Ahora Elizabeth la estaba acosando? Siguió leyendo. Alguien en Choosing Hope estaba filtrando esta mierda. ¿Realmente Elizabeth era tan odiada por sus colegas? La furia aumentó y llamó a su hermana. —¿Viste HGZ hoy? —exigió Summer en el momento en que Autumn respondió—. Quiero que los llames y les des un buen sermón. —Bueno, hola a ti también, hermanita —respondió Autumn con un bufido—. Sí, lo vi. Y la chica dulce favorita de los Estados Unidos no se ensaña con nada ni con nadie. Nunca. Tenía un punto, pero, aun así. Esto estaba mal.

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—¿Así que no vamos a hacer ningún comentario? —preguntó Summer con incredulidad—. ¿Qué pasa con lo que mamá siempre nos decía? Haz siempre lo que es correcto. Sin excusas. El resto caerá por su propio peso. —Fácil para mamá, que no necesita que su reputación se mantenga pura como la nieve. —¡Pero es tan injusto! —Sí, es injusto, pero no para ti. Intentó desesperadamente pensar en algo para hacer cambiar de opinión a Autumn. —Bien, ¿qué tal si me hace parecer una víctima? —Suenas tan dulce como siempre. El resto es para que la gente de Thornton se ocupe. Ya, olvídalo. Apretando los dientes, Summer terminó la llamada. Maldita sea. Autumn estaba evitando el punto a propósito. Se conectó a Internet, descargó una foto de un toro, abrió Twitter y copió un enlace a la historia de acoso de HGZ. Escribió «Total…» junto a la foto del toro, y luego lo publicó con una sombría puñalada de satisfacción. Su teléfono se iluminó dos segundos después. Un mensaje de su hermana: ¡BÓRRALO! Summer se rio y se guardó el aparato justo cuando uno de los ayudantes de los guionistas asomó la cabeza por la esquina. —Hola, pensé que estarías aquí. Hay una nueva escena, recién salida del horno, Srta. Hayes. —Dejó caer un guion en su regazo—. Y con énfasis en caliente. «¿Caliente?» Le dio las gracias y lo hojeó, buscando su nombre.

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CARTER SE GIRA APRESURADAMENTE, SU CAFÉ HUMEANTE SE DERRAMA POR LA CHAQUETA DE HUNT. HUNT (FURIOSA): Eres una inútil. No sé qué te ve el Dr. Méndez. CARTER: Al menos me quiere… por mis habilidades, claro. (MIRADA INOCENTE FALSA) HUNT (CON SORNA): Ah, estoy segura de que es por eso.

«Ah, demonios, no». ¿Ahora iban a insinuar que su personaje había llamado la atención de Méndez? ¿Desde cuándo? ¿Y Hunt iba a estar amargada por ello, a pesar de que ella lo había dejado? Eso no tenía sentido. Pero incluso ese absurdo no era el problema. Summer no era estúpida. Sabía exactamente por qué la habían contratado, y no era para vender una historia de mala suerte como la de los otros actores. Era linda y adorable, y la gente la apoyaba a primera vista. Se le revolvió el estómago al ver lo que esto significaba. ¿La desagradable jefa Hunt inicia una venganza contra el personaje más dulce de la serie? Pobre Elizabeth. Su correo de odio se duplicaría. Parecía que el estilista tenía razón. Alguien estaba intentando hacerle la vida imposible a la actriz principal de la serie. Summer frunció el ceño. No era lo suficientemente suicida ni poderosa como para sugerir una reescritura. Las cucarachas tenían más caché que ella por aquí. Tal vez debería dejarlo pasar. No todas las batallas eran para ella. ¿Cuántas veces se lo había dicho Autumn? Sin embargo, eso no lo hacía correcto. Una idea audaz la golpeó. Ah, vaya. Bueno, esa era una opción. ¿Se atrevería? Si metía la pata, perdería su trabajo. Si lo hacía bien, salvaría a Elizabeth de un terrible complot. Qué decisión. Las palabras de su madre flotaban en su cabeza. «Haz siempre lo correcto». Y enderezándose, se decidió.

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Elizabeth estaba de mal humor. ¿Querían que participara en una pelea pública y verbal sobre Méndez con la residente más dulce de Hope? Porque, por supuesto, eso es exactamente lo que haría la jefa de cirugía de un hospital. Golpeando el guion sobre la mesa de su tráiler, repasó las líneas en su cabeza. Eran tan estúpidas que ya las había memorizado. Tristemente. Elizabeth se dirigió al set del pasillo, con la furia impulsando su paso. Summer ya estaba allí, practicando con un coordinador de acrobacias la mejor manera de lanzar café al pecho de alguien. Elizabeth rechinó los dientes. Mirando hacia ella, Summer le sonrió a modo de saludo, pero Elizabeth estaba demasiado enfadada para contemplar cualquier forma de respuesta. —¿Necesitas ensayar antes? —dijo el director—. No es tu escena habitual, ¿verdad? «No, no lo es». Era un sabotaje del personaje y el asqueroso hedor de la escritura le quemaba las fosas nasales. Elizabeth miró con tal veneno que Summer palideció y Ravitz murmuró: —No importa, entonces. Vayan a sus lugares. Ocuparon sus puestos. Summer se alejó de Elizabeth, dispuesta a pronunciar una frase fuera de la pantalla antes de volverse hacia la cámara. —Luces… Cámara… ¡Acción! Elizabeth se acercó por el pasillo mientras Summer daba su frase. Al darse la vuelta, Summer sonrió y se le iluminó la cara al ver a la jefa Hunt… «¿De qué iba eso?»… y su café salió volando de su taza.

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Elizabeth plantó los pies, intentando parecer sorprendida, y esperó el golpe de líquido frío y marrón. Más tarde añadirían un efecto de vapor. Apenas le alcanzó la manga. —Dios mío, jefa Hunt, lo siento mucho. —Summer ofreció una expresión de perrito y ojos muy abiertos. Dios, era gracioso lo horrorizada que parecía. Lo peor de la ira de Elizabeth se evaporó. —Eres una inútil. —Intentó inyectar algo de acidez en la voz de Hunt. En cambio, ante esa mirada de cachorro pateado, los labios de Elizabeth… se crisparon—. No sé qué te ve el Dr. Méndez. «Ah, vaya. Hunt casi sonó apenada. ¿Mi personaje ha hecho alguna vez en su vida un gesto de arrepentimiento? Es poco probable». —Al menos me quiere —respondió Carter, con un tono de alivio. Luego miró atónita, con los ojos muy abiertos—. ¡Por mis habilidades! Por supuesto. «Increíble». Elizabeth se quedó mirando sorprendida. Summer era una comediante nata. Su entrega fue brillante. —Ah, estoy segura de que es por eso. —Y esta vez los labios de Hunt se curvaron en una rara sonrisa que contó como un acuerdo. Como si fueran dos colegas amistosas que se miran a los ojos por una atención masculina no deseada. Summer prácticamente sonrió. —¡CORTE! Todos estallaron en carcajadas, y Summer esbozó una suave sonrisa, con el alivio brillando en sus ojos. Los hombros de Elizabeth se relajaron. Era agradable no ser el blanco de las bromas por una vez. Miró a su alrededor. La cara de Ravitz era un largo ceño fruncido, no impresionado.

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—Esa no es la intención de la escena. ¿Podemos intentarlo de otra manera? —Inyectó un pesado sarcasmo y añadió—: ¿Como está escrita, por ejemplo? La segunda toma supuso otra bata blanca y limpia para Elizabeth y una toma aún más divertida de Summer. Sus ojos eran, de alguna manera, más amplios y aún más apologéticos. Por su vida, Elizabeth no pudo sacar a relucir ninguna de las actitudes habituales de Hunt. Al parecer, la jefa había descubierto su vena humorística por primera vez en su tensa existencia. Las tomas tres a cinco no fueron mucho mejores, lo que les valió una severa reprimenda de Ravitz: —Sean más rudas. Ustedes dos se odian. Eso dio lugar a la sexta toma, en la que Summer parecía satirizar a una bruja intrigante de Dinastía, y era desternillante. Si publicaran esa parodia, sería una sensación viral durante años. —¡CORTE! Dios mío, Hayes, ¿qué demonios fue eso? —Todo el cuerpo de Ravitz prácticamente vibraba con su frustración. Summer, con ojos azules grandes y tristes, se acercó corriendo a su silla. Se arrodilló ante él y le dijo: —Lo siento mucho, Sr. Ravitz. Lo estoy intentando, pero no consigo que Joey sea una bruja. Creo que está luchando contra mí. Elizabeth finalmente perdió el control, sus manos cayeron sobre sus rodillas mientras se doblaba y rio hasta que resolló. Eso hizo estallar a los productores asociados, lo que aparentemente era un permiso oficial, porque también lloraron de la risa, excepto Bob Ravitz. Fulminó a todos con la mirada. —Lo intentaremos de nuevo. En algún momento, si no les importa.

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Después de la séptima toma, Ravitz hizo algo que Elizabeth nunca había visto antes: se rindió. Echando una mirada hosca a su reloj, chasqueó los dedos y dijo: —De acuerdo —gruñó—. No podemos perder más tiempo en esto. Aprovecharemos lo que tenemos. —Señaló a un técnico de iluminación—. Prepara la siguiente escena. —Luego, se acercó al borde del set y le hizo un gesto a Summer para que se acercara—. Srta. Hayes, «intentarlo» no va a funcionar aquí. Prepare su bruja interior la próxima vez o busque una nueva línea de trabajo. —Su expresión, sin embargo, parecía dudar de que ella pudiera reunir la más mínima malicia. —Sí, Sr. Ravitz —respondió ella con una serie de asentimientos—. Por supuesto. Volvió a su silla. —Exestrellas infantiles —murmuró, lo suficientemente alto como para que las dos lo oyeran—. Demasiado malditamente lindas. Elizabeth miró a Summer, preguntándose si se sentiría ofendida o si se encogería de hombros y pondría cara de vergüenza. En cambio, sus ojos contenían una mirada extraña y resuelta. No había ningún indicio de vergüenza por haber metido la pata. «¡Oh!». Los pensamientos de Elizabeth se dispararon a todo tipo de lugares interesantes. ¿Así que Summer Hayes era mucho mejor actriz de lo que se le atribuía? «Qué… arriesgado». Ciertamente, lo único que había salvado el trabajo de la joven era el hecho de que nadie más se había dado cuenta de que no había intentado hacer bien la escena. Elizabeth se acercó a Summer, agachando la cabeza para evitar cualquier mirada indiscreta. —¿Por qué? —susurró. Al principio, Summer pareció sorprendida, antes de que su rostro se quedara en blanco. Todo rastro de diversión se había desvanecido,

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y Elizabeth dudaba ahora de que todo aquello hubiera sido real en un principio. —Esa escena era una mierda tal y como estaba escrita —murmuró Summer—. Y no me refiero para mí. —Le dirigió a Elizabeth una mirada mordaz. —Sí, lo era —Elizabeth la miró con asombro. «¿Hizo esto por mí?» La expresión de Summer era tan cálida que casi resultaba desconcertante. Elizabeth se dirigió a su tráiler para esperar su siguiente escena, con sus pensamientos en caos. Ravitz podía ser un imbécil, pero tenía razón: cuando se trataba de Summer Hayes, había demasiadas cosas bonitas.

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Capítulo 5

S

ummer se echó su bolsa de lona Vintage sobre un hombro, tratando de concentrarse en lo que tenía por delante. Después de un duro día de rodaje, repasar mentalmente su lista de tareas le ayudaba a calmarse. Gimnasio durante una hora, seguido de un vaso de esa cosa maligna y limpiadora de hierbas de trigo que Chloe quería que probara. Al parecer, es muy bueno para la piel. El fin de semana de Summer sería muy ajetreado, ya que tendría que hacer un trabajo de voz para la serie animada de seis episodios Campamento de espías adolescentes, además de una clase de spinning y un tratamiento facial con una amiga de su madre a la que nunca podría decir que no. Luego, firmar algunas fotos para Autumn para un gran sorteo de fans… y… «Elizabeth me miraba como si fuera fascinante». Summer dejó de caminar. Hoy había corrido un gran riesgo. La gente era despedida por menos de lo que ella había hecho. Sí, técnicamente, había dicho cada palabra del guion, pero también había ignorado la intención. Lo más difícil había sido dejar de lado su ego y permitir que la gente importante pensara que era una pésima actriz. Eso la hizo picar. Podría haber sacado su bruja interior en un abrir y cerrar de ojos si hubiera creído en el guion. Pero esa escena era tóxica. Además, esto no era solo una dirección terrible contra Hunt. El propio personaje de Summer era inteligente y capaz, y no debería intentar ligar en su programa de residencia con su apuesto jefe. ¿Cómo podía ser ese un buen mensaje? Aun así, hoy había tenido suerte. Suerte de que Ravitz, como tantas otras personas con las que había trabajado, hiciera suposiciones basadas en su aspecto. Por una vez fue útil. De alguna manera lo había conseguido y nadie se había dado cuenta. Bueno, casi nadie.

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Supuso que Elizabeth sería la primera en considerarla inútil. Sin embargo, la expresión de su rostro cuando le preguntó por qué… Su curiosidad se sintió tan poderosa como un toque. ¿Por qué lo había hecho Summer? ¿Cómo podría haber respondido con la verdad? «Porque te respeto demasiado como para permitir que te enfrentes a más odio de los fans. Porque es tremendamente injusto que se burlen de Hunt como una caricatura es tremendamente injusto. Porque quiero que seas grande. Como lo fuiste en Londres, cuando cambiaste mi vida». Autumn la mataría si se enterara de esto. Ignorar la dirección porque no estabas de acuerdo con la escritura era el colmo de la estupidez. Reanudando la marcha, se preguntó si Elizabeth pensaba que Summer era una tonta por arriesgar su trabajo por ella. Algunos podrían verlo como un signo de debilidad, posiblemente para ser explotado. Pero la forma en que Elizabeth había mirado a Summer no había sido burlona ni despectiva. Parecía sorprendida. Agradecida. Eso se sintió… guau. Mirando la señal verde de salida, Summer aceleró el paso. Relajarse en pijama y ver Netflix se deslizó al principio de su lista. Elizabeth entró en el pasillo y saludó con una pequeña inclinación de cabeza. Su brillante cabello castaño oscuro estaba fuera de su severo moño y fluía suavemente alrededor de sus hombros. Su paso elegante carecía de la marcha casi militar y recortada que utilizaba en el programa. Y su rostro, normalmente todo ángulos y burlas, era más amable sin la iluminación diseñada para enfatizar su «carácter». Código para la edad y las imperfecciones. Lo que resultaba insultante en general. ¿Desde cuándo estás vieja a los treinta y siete? Y si Elizabeth tenía algún defecto físico, no era evidente para Summer.

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Suspiró. Era vergonzoso el espacio que su cerebro dedicaba al desviado tema de Elizabeth Thornton. —Summer —Elizabeth murmuró. «Summer». Bueno, luego haría un pequeño baile porque Elizabeth nunca había usado su nombre de pila. —¿Vas a casa? —preguntó Summer, mientras se ponían al paso. Buf. Pregunta estúpida. Elizabeth le dedicó una leve sonrisa. —¿Qué me delató? Riendo, Summer hizo la mímica de dispararse en la sien. —Sí. Lo siento. —He querido ofrecerme a pagar por el té. Lo siento, siempre lo olvido. No debe ser barato que lo envíen desde Inglaterra tan regularmente —Está bien. Hago un quid pro quo con algunos amigos que tienen una adicción a los Tootsie Rolls. Al final, no es tanto. —Ya veo. Bueno, gracias. Finola dice que el té ha mejorado un poco mi legendario mal humor. —Le dedicó a Summer una sonrisa de autodesprecio—. Aunque estoy segura de que nuestros colegas dirán que no pueden notar la diferencia. —Nuestros colegas deberían dejar de confundirte con tu personaje. —Sonrió—. Y hablando de Hunt, siento lo que le están haciendo. Me gustaba cómo era. —Mm. —Elizabeth se detuvo ante la puerta y agitó un pase en el panel de seguridad. Su luz parpadeó en verde mientras la puerta se desbloqueaba—. Me di cuenta de que, con tu pequeño truco, convertiste una escena que estaba por debajo de nosotras en algo casi… divertido. —Una sonrisa divertida se dibujó en sus labios mientras mantenía la puerta abierta para Summer—. Te agradezco el que hayas salvado el honor de la jefa Hunt. —No lo hice por Hunt —dijo Summer sin pensarlo mientras salía.

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—¿No? ¿Por qué…? «¡Demonios!». Los pies de Summer se encontraron con el aire vacío cuando recordó, demasiado tarde, los dos escalones empinados entre el edificio y el suelo. Se cayó. La mano de Elizabeth salió disparada, agarrando su muñeca y levantándola de un tirón, y su otro brazo rodeó la cintura de Summer, impidiendo que cayera de bruces sobre el cemento. Summer se retorció torpemente para recuperar el equilibrio y acabó mirando directamente al rostro de Elizabeth. Su expresión de exasperación le decía que era la idiotez más torpe que esperaba. —¡Mierda! —Summer se apartó de esas suaves manos—. Me olvidé de los escalones. —Dio una risa incómoda—. Obviamente. Ya habrás notado que soy un poco torpe. —Una o dos veces —dijo Elizabeth—. ¿Puedes al menos intentar conducir a casa a salvo? —Haré lo que pueda. La calidez inundó a Summer. Casi parecía que a Elizabeth le importaba si vivía o moría. Eso tenía que contar para algo. Su cerebro resopló ante la alegre ilusión. Pero Summer no pudo borrar la sonrisa que se le dibujó en las mejillas mientras salía del estudio y se dirigía a casa.

Un pinchazo en las costillas despertó a Summer. Bostezó y apartó a Chloe. No estaba de humor para que la despertaran, dado que era sábado. El brillo de que su compañera de cuarto hubiera vuelto a casa ya había desaparecido. —Vamos, Solecito, ¡vas a querer ver esto! —¿Mmm? —Summer abrió los ojos—. Es demasiado pronto para el entusiasmo. Chloe le puso la pantalla del teléfono en la cara. —Eres la estrella de HGZ.

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«¿Qué?». Se sentó. «¿Desde cuándo me tocan los de Hollywood Gossip Zone?». —Y estas fotos están por todas partes —añadió Chloe. Summer entrecerró los ojos a la pantalla, que mostraba una foto borrosa de sí misma, sostenida por los brazos de… ah, mierda… Elizabeth. Bueno, no abrazada. Pero sí que lo parecía en ese momento congelado. La sonrisa de Elizabeth parecía casi afectuosa en lugar de exasperada. La cara de Summer, inclinada hacia la cámara, parecía sorprendida, confiada y… buf… tan metida en el momento. —Ay, Dios mío. —Exaaacto. —Chloe la miró. —¿Quién tomó esto? —¿Importa? Evidentemente, algún destripador con una lente larga puede ver la salida del estudio desde la calle. Ahora, concéntrate. ¿Cuál es la situación actual entre ustedes dos? ¿Pensé que habías explotado sangre sobre ella o algo así? ¿Ahora le gustas? Tengo que decir, cariño, que las aventuras con tus coprotagonistas son una pésima idea. Incluso cuando son tan hermosas como ella… quiero decir, si te gusta todo eso de la belleza y la bruja de hielo. —Frunció el ceño—. Oye, ¿eso significa que Thornton es lesbiana? ¿U otra bi de Hollywood? Espera, ella tiene un novio todo apuesto, ¿no? —Miró fijamente a Summer—. Jesús, chica, ¿eres la amante? ¿En serio? —Aish. —Summer se sintió mal—. ¡Por supuesto que no soy su amante! Ya sabes lo torpe que soy. Me caí, ella me agarró y ya está. Mira mis pies… ¡apuntan en diferentes direcciones! —La consternación subió a su pecho—. ¡Mierda! Estoy muerta. Elizabeth me va a matar por haberla mostrado falsamente como mi… em… —¿Novia? —Las cejas de Chloe se movieron de manera sugerente. «Muy. Muerta». Los fans que detestaban a Elizabeth se aprovecharían de esto. La pintarían como una lesbiana depredadora en el armario. La idea de que Elizabeth estuviera furiosa con ella era

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asfixiante. Apenas habían llegado al punto de tener una conversación que durara más de una o dos frases. El teléfono de Summer sonó, así que apartó el móvil de Chloe y se dio la vuelta para alcanzar el suyo. —Ah, genial. Es Autumn —murmuró—. Hola, hermana… No… No… definitivamente no. ¿Me estás tomando el pelo? Como si ella quisiera… Íbamos saliendo del trabajo y me caí, y ella me salvó el culo de una visita a urgencias. Ah, gracias. Me alegro de que mis problemas de equilibrio sean una fuente de diversión. Escuchó el comentario de su hermana durante un momento, e interrumpió cuando Autumn tomó aire. »¿Harás una declaración? Porque esta vez nos afecta a las dos. ¿Podemos decir algo como: «Elizabeth Thornton tiene unos reflejos impresionantes dado que me atrapó cuando tropecé en el estudio? ¿Siento decepcionar a los chismes, pero soy torpe»? —Escuchó a Autumn retocando su cita en algo menos idiota, y luego dijo—: Sí, eso es genial. Ponlo. Gracias. Gracias. Adiós. Chloe le dirigió una mirada especulativa. —¿Qué? —preguntó Summer —¿Sabes?, incluso si no es con Thornton, te está haciendo falta el amor de una mujer. Han pasado años. —Estoy demasiado ocupada. —Ah, por favor. La mitad del elenco de Choosing Hope está casado o tiene pareja, incluida tu novia. —Chloe se rio y buscó una foto de Elizabeth de un evento de alfombra roja. A su lado, el apuesto Amrit Patel se pasaba los dedos por su cabello perfecto—. ¿Ves? Si ella puede encontrar tiempo para el amor, tú también puedes. —No tengo energía. —Summer miró con desgana a Amrit—. Aparte de la inversión emocional, es un arduo trabajo andar a toda hora a escondidas. Hollywood es una pecera. Al salir con alguien nuevo, tendría que ir hipervigilando todo el tiempo, debido a los

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smartphones y los paparazzi, aun cuando preferiría disfrutar de una cita como todo el mundo. Y no es divertido. —Eso es una mierda. —Los ojos marrones de Chloe irradiaban simpatía—. No había pensado en eso. —Además, ahora mismo solo quiero hacerlo bien en este papel. Ya no quiero ser la exestrella infantil. Solo quiero ser la actriz Summer Hayes. Y seguro que no quiero ser famosa por un romance en el trabajo con una coprotagonista mundialmente famosa. —Bien, eso es genial. Entonces, ¿vendrás hoy a jugar baloncesto con nosotras? —Las cejas de Chloe se deslizaron hacia arriba. Summer conocía esa mirada. —¿Acabas de ignorar mentalmente todo lo que acabo de decir y planeas juntarme con esa fangirl de tu equipo? —¿Quién, yo? —La mirada inocente de Chloe necesitaba trabajo— . Bueno, tal vez. Summer resopló cuando su teléfono volvió a sonar. —¡Uf! Es mamá. Estará encantada de que me haya ligado a una estrella que admira. Esto es lo peor. —Ni hablar, lo peor es cuando llama tu padre, ¿no? A Summer se le cayó el estómago. —Ah, Dios. —Enderezó los hombros y contestó la llamada—. Hola, mamá, y antes de que empieces, no es verdad. No, ¡lo digo en serio! Chloe se levantó de la cama y la saludó con la mano, dejándola a su suerte. Los tonos exaltados de Skye Storm retumbaban en el teléfono mientras ignoraba todo lo que Summer le decía. Así que renunció a intentar razonar con una loca y la dejó de lado, centrándose en lo que realmente le preocupaba. Y tampoco era el inminente sermón de su rudo padre sobre las virtudes de la discreción. No, lo que le preocupaba era: ¿Qué está pensando Elizabeth ahora mismo?

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Sentada en la cama a las seis de la mañana, Elizabeth hojeó un correo electrónico tras otro, enfrentándose a la misma foto que su agente, su representante y sus amigos le habían enviado en la última hora. Zara solo había añadido una frase: —Bua, ja, ja, ja, ja. Asalta cunas. Muy gracioso. El breve correo electrónico de Grace le había hecho revolver el estómago. —Dios, ¿ahora somos lesbianas, Elizabeth? El tono era lo suficientemente malo: un indicio de desprecio por el hecho de que Elizabeth hubiera sido tan tonta como para verse envuelta en un escándalo. Porque a pesar de las palabras, su censura no tenía nada que ver con las lesbianas, a las que Grace contaba felizmente entre sus más devotas fans. No, lo que más le retorcía el estómago a Elizabeth era el continuo olvido de Grace sobre su vida. En todos sus años de amistad, Grace nunca había preguntado por qué Elizabeth no parecía salir con nadie. El resto de sus amigos le habían planteado la pregunta unas cuantas veces y se habían echado atrás cuando Elizabeth no había respondido. Alex había sido la excepción, por supuesto. El constante silencio de Grace era revelador. Por supuesto, la amistad era algo difícil con alguien acostumbrada a ser el centro del universo. Participar en una conversación personal con Grace la hacía sentir especial y afortunada de ser incluida. Dejaba caer fragmentos íntimos y secretos en las discusiones mientras giraba una copa de Martini de forma expansiva; sus palabras eran en parte confesión, en parte lección, mientras pasaba de los hombres que había amado a los que había que evitar. ¿Era eso amistad? ¿Esa era la versión de Grace? A Elizabeth siempre le había gustado pensar que sí. Sin embargo, en días como el de hoy, su imperiosa e inconsciente amiga la molestaba, no por lo que pensaba, sino por lo que ni siquiera se le había ocurrido pensar.

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Suspirando, Elizabeth volvió a las fotos. Todo parecía tan extrañamente sórdido, como si Elizabeth estuviera a punto de arrojar a Summer al suelo y borrar esa mirada atónita de su rostro. Ya era bastante malo que los fans odiaran a Hunt; ahora estarían especulando abiertamente sobre si Elizabeth era una lesbiana en el armario, una pregunta demasiado cercana a casa para ser segura. ¿Por qué Summer tenía que parecer tan…? ¿Qué reflejaba esa mirada? ¿Asombro? ¿Incredulidad? ¿De verdad Summer pensaba que dejaría que se rompiera el cuello y no movería un dedo? La imagen de Elizabeth necesitaba desesperadamente un poco de rehabilitación si eso era cierto. Rachel llamó momentos después, mientras se apresuraba a una reunión para desayunar. En medio del sonido de sus pies subiendo las escaleras, su agente jadeó: —No digas nada y no llames la atención. —No soy yo quien llama la atención. Todos los demás lo hacen — protestó Elizabeth. —Bess, lo sé. Pero imagina que este chisme está por debajo de ti. Entonces, actúa como tal. Si alguien te pregunta por ello abiertamente, pon cara de sorpresa porque piensen algo tan ridículo. Ah, y hazte un gran favor: pon algo de distancia entre tú y la chica. Hay una filtración en tu set, así que no les agregues más leña al fuego. —¿Fuego? ¡Íbamos saliendo juntas de un edificio! —Bueno, entonces no salgas más de edificios con ella. —Rachel sonaba tan sufrida como siempre—. Especialmente uno que dé a un estacionamiento con amplios huecos en la valla, que da a una calle pública. Mira, no es difícil: simplemente no pasen tiempo juntas en el set o después del trabajo… —Pero nosotras no… —Y dentro de poco, todo el mundo pasará al siguiente escándalo, así que pueden volver a conectar más tarde si quieres. Pero, por ahora, manténganse alejadas para que no alimenten más al topo, así se apagarán los chismes. Ah, una última cosa, antes de que le des el

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golpe de gracia, haz que hable con su gente, y asegúrate de que no se les ocurra ninguna idea a medias para dar oxígeno a esta no-historia. Asegúrate de que no sacan un comunicado. La gente pensará que debe haber algo de eso si lo niegan. ¿De acuerdo? Me tengo que ir. — Colgó. Elizabeth acababa de terminar de vestirse media hora después, cuando llegó la siguiente ronda de correos electrónicos exasperados. Esta vez era Delvine. Su diatriba incluía una captura de pantalla de la declaración de la representante de Summer. Bueno, eso fue rápido. Rachel estaría enojada. Para cuando Elizabeth se había secado el pelo, Delvine estaba al teléfono, sonando a la vez horrorizada y sarcástica. —Se decidieron por desmentirlo, y te están pintando como una heroína por salvar a Summer de una lesión —dijo. —Delvine, eso es lo que ocurrió. —Sí, pero la gente siempre cree que las negaciones son falsas. Es un error de novato emitir una sobre algo tan mundano. Pero he buscado a la gente de la actriz y solo tiene una, si puedes creerlo. Peor aún, es su hermana. Así que, ¿qué puedes esperar? Ah, y escucha esto, la actriz se llama Summer, la representante es Autumn, y la madre es Skye Storm. Aparentemente, nunca se casó con su amante de treinta años. Esa familia es como una comuna hippie. Elizabeth puso los ojos en blanco. —Me da miedo preguntar quién es el padre. ¿Sol? —Ah, no. —La voz de Delvine tomó un matiz de precaución—. Es Brock Hayes. Uno de los más respetados coordinadores de acrobacias en el negocio. El hombre es una leyenda, conoce a todo el mundo, ha estado en todo. Por lo que deduzco, no le gustará nada esto, que la gente hable mal de su preciosa hija. —¿Llamándola lesbiana, quieres decir? —El disgusto cubrió la boca de Elizabeth.

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—No tengo ni idea de si eso es un problema, pero no creo que eso sea lo que le preocuparía. —Entonces, ¿qué? —Cariño, por favor, no me hagas decirlo. Los labios de Elizabeth se adelgazaron. —Sea lo que sea, estoy segura de que he oído cosas peores. —No le gustará que su princesa perfecta haya sido vinculada contigo. Tu reputación no es… estelar ahora mismo. —Genial. —Apretó los dientes—. La jefa Atila ataca de nuevo. —No, cualquier desaprobación será sobre ti. Lo de la bruja británica… —Es una mentira difundida por Lenton. Ese productor tiene la piel tan fina como una medusa. —Lo sé, lo sé. Todo son tonterías. Es una dulzura trabajar contigo: sin mentiras, sin tonterías de diva. No corres por los clubes nocturnos, borracha o drogada, ni agitas las tetas, ni te metes en Twitter y abusas de los fans que te tiran mierda. Y, obviamente, eres muy discreta con las mujeres con las que sales, porque todo lo que escucho es sobre ti y Amrit. —Él aprecia la publicidad. De hecho, he estado pensando en retirarlo y en utilizar a Rowan como el amor de mi vida este año. Su acto de comedia podría utilizar la exposición. Está dispuesto a ello. —¡No te atrevas! Las amas de casa aburridas se deleitan con los magníficos encantos británicos de Amrit. Él es lo único que hace que las revistas femeninas te adulen. Están haciendo un buen trabajo para contrarrestar la venganza de HGZ. Además, ¿no fingiste una vez una cita con Rowan? —Hace años. Y no eran falsas citas; no hago eso. Solo lo tomé como mi acompañante. Como si alguien lo recordara de todos modos. Yo era una don nadie.

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—Ah, confía en mí, lo harán. Quédate con Amrit. De hecho, más que eso: quiero verlos a los dos encendiendo Twitter en las próximas doce horas, y reforzando toda esa encantadora sensualidad heterosexual que aparentemente transpiran el uno por el otro. —Sabes que odio hacer eso. Llevar a un amigo como cita a un evento de alfombra roja es una cosa. Dejar que la gente saque conclusiones está bien. Pero esto es fingir activamente. Nunca lo he hecho. Además, ¿a alguien realmente le importa? Hubo un delicado resoplido. —Se preocupan. Y esto se trata de lo que se pega. Lo que hagas después de esas fotos es lo que la gente recordará de ti. Piensa en eso cuando te arrimes a Amrit. Ah, y dile que se ponga la corbata burdeos. Se ve impresionante en las fotos. Elizabeth gimió. —Bien. Ahora, di algo para mantenerme cuerda: ¿se sabe algo de la película de Badour? —Sí. Nuestro francés volverá a la ciudad en unos días. Me llamará para arreglar nuestra cita para almorzar. Lo que es una razón más para tratar de sacar de circulación los titulares de la bruja británica. Sabes que HGZ está usando estas fotos como una excusa para volver a hablar de todos los viejos y feos rumores sobre ti. No quiero que se cuestione tu idoneidad. Los directores se ponen nerviosos con los actores difíciles. —Pero creí que habías dicho que me quería. —Así es. Y me aseguraré de que lo siga haciendo. Entonces, ¿está claro? Amrit con su corbata burdeos y cena en algún lugar público esta noche. Prueba con Casa Vega o Hamasaku. Los paparazzi acampan en la puerta la mayoría de las noches. Tal vez en otro lugar mañana. O un paseo en la playa durante quince minutos, si tu piel de rosa inglesa puede soportarlo. «Ah, demonios, no». Ella no iría a pasear a la playa para la edificación del público.

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—Y si tienes que comentar algo de la historia, cíñete a la declaración de Hayes para que tus historias se alineen —terminó Delvine. —¡Por supuesto que se alinean, es la verdad! —Esto era una locura. —Incluso mejor. No tendrás que recordar ninguna línea. Elizabeth miró fijamente su teléfono. —¿Puedo decir lo ridículo que es esto? Evité que una mujer se abriera la cabeza, y ahora tengo que fingir una cita con un amigo para apaciguar a los fans que ya me odian. —Sí, sí, estamos todos locos, cariño. Bien, Bess, te avisaré cuando tenga noticias de Jean-Claude. Ah, y recuerda, intenta sonreír de vez en cuando, será genial para tu imagen. Su teléfono se apagó. Elizabeth frunció el ceño.

Summer se sentó en su pequeño tráiler del set, aliviada por su soledad. Era más o menos la mitad del tamaño de la de Elizabeth, y solo tenía un sofá, un baño y una cafetera. No le importaba. Era un escape de las miradas y los susurros. Sin poder evitarlo, Summer volvió a buscar las últimas fotos de su Twitter: Amrit y Elizabeth riendo, comiendo en Casa Vega, agarrados de la mano. Elizabeth ajustando juguetonamente su corbata burdeos. Bueno. Esa era una forma de abordar los rumores. Summer no era inocente. El momento de la cita de Amrit y Elizabeth era tan falso como la mayoría de las tetas de Los Ángeles. Pero el hecho de que la pareja tuviera un repentino y ardiente deseo de ser vista en público no quitaba la evidente calidez que tenían el uno para el otro. La amplia y reluciente sonrisa blanca de Amrit mientras miraba a Elizabeth a los ojos con puro afecto… Summer no sabía por qué se fijaba en esto. Bueno, tal vez sí lo sabía. Se oyó un golpe. —Adelante —dijo, guardando su teléfono.

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La puerta se abrió. Elizabeth entró en el marco, vestida como Hunt, con el pelo en su moño almidonado. Cerró la puerta tras ella y se apoyó en ella. —Bueno —dijo—. Tuve un fin de semana interesante. ¿Y tú? Las mejillas de Summer ardían. —Siento que hayas tenido que arrastrar a tu novio para demostrar que no estás… —Se señaló a sí misma—… ya sabes. Siento mucho que mis pies nos hayan metido en este lío. —A Amrit le encanta la publicidad. Probablemente, te enviará una tarjeta de agradecimiento. A mí, en cambio, no. —Su expresión se volvió tensa. —Realmente lo siento… Un gesto de impaciencia movió el aire entre ellas. —Obviamente, no es tu culpa, pero es… irritante. Por no hablar de lo poco edificante. —Elizabeth dudó—. Estoy aquí por dos razones: sabemos que alguien le filtra cosas a HGZ desde nuestro set. Hasta que esta… situación… con las fotos se calme, mi gente no cree que sea una buena idea que me vean contigo en cualquier capacidad no profesional que pueda ser malinterpretada. —Con una mirada escéptica, añadió—: Ni siquiera para salir de los edificios contigo. Summer parpadeó. «¿Salir juntas de edificios?». Lo habían hecho una vez. Por accidente. Y más allá de unas breves conversaciones, solo tenían una relación profesional. ¿Así que parecía que Elizabeth estaba diciendo que tenía la intención de evitar a Summer como si fuera leche rancia, y que sería mejor si Summer no la volviera a molestar con su incómoda presencia? En el silencio, Elizabeth se movió con inquietud y luego miró hacia otro lado. —¿Y lo otro? Dijiste que tenías dos. —Summer rezó para que su ira y humillación no fueran obvias. —Mi representante, Delvine Rothery, ha pedido que Autumn no emita más declaraciones al respecto, y que si tiene la obligación de

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hacerlo, que consulte con Delvine primero. Aquí está su tarjeta. Es una de las mejores, así que… —Elizabeth deslizó una tarjeta sobre la mesa. La implicación era clara: «Tu hermana es una aficionada, y mi representante profesional de mierda cree que Autumn la cagó, pero le impedirá volver a hacerlo». —¿Qué había de malo en la declaración de Autumn? —Summer apretó los dientes—. Era la verdad. —Sí. Pero, aparentemente, los fans no se creen la verdad. —Acercó la tarjeta cuando Summer no hizo ningún movimiento para tomarla. Un escalofrío la recorrió. Elizabeth tenía el rostro de la mujer que había hecho que Summer amara la actuación. Sonaba como la mujer por la que Summer había corrido el mayor riesgo profesional. Y Summer no tenía ni idea de quién era realmente. Porque ahí estaba Elizabeth Thornton, tratando a Summer como un perro con pulgas que no quería tener cerca. Y lo había hecho con tanta despreocupación, como si no fuera consciente del dolor que acababa de infligir o de lo pequeña que había hecho sentir a Summer. Tal vez había algo de verdad en los rumores de la bruja británica después de todo. Con los labios apretados, forzó un: —Está bien. —Sintió que se le escapaba toda la calidez, el respeto y la admiración que había sentido por esa mujer—. No volveré a molestarte. Solo me acercaré a ti en el set cuando no tenga más remedio. ¿Eso te satisface? —Sonó más amargo de lo que pretendía, pero al diablo con ella. La mandíbula de Elizabeth se apretó. —Tengo una escena en cinco minutos. Tengo que irme. Por favor, haz que tu hermana llame a mi representante. Adiós, Summer. Summer asintió secamente. Sus manos se cerraron en puños, las cortas uñas mordiéndole la piel. La maldita audacia de usar su

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nombre ahora. Solo cuando la puerta se cerró detrás de Elizabeth, exhaló. Y para su horror, sintió el escozor de las lágrimas en sus ojos.

Elizabeth había comparado una vez a Summer con un gatito. «Bueno, eso fue como matar a uno», pensó mientras cerraba la puerta del tráiler de Summer. No había duda de que toda esa suavidad y ese brillo parecían desinflarse ante sus palabras. «Palabras necesarias», había insistido Rachel. Y, sin embargo… ¿lo eran realmente? La humillación en los ojos de Summer ante lo que Elizabeth había aceptado como un plan práctico le había quitado el habla. No había querido que Summer se sintiera rechazada. ¿Y qué había dicho Elizabeth para tranquilizarla? Nada. Mientras Elizabeth volvía a su tráiler para agarrar su bata blanca para la siguiente escena, empezó a replantearse la estrategia de Rachel. ¿Estrategia? Ni siquiera era eso. Elizabeth debería haberla cuestionado o, incluso, haberla pensado durante cinco minutos antes de limitarse a seguirla. La gente se apartaba de su camino mientras avanzaba a toda velocidad por el pasillo. Debería haber ignorado a Rachel y haber dicho que al diablo con lo que pensara la gente. Y, sin embargo… no quería estar fuera del closet, que era justo a lo que la llevarían esos falsos rumores, si se arremolinaban lo suficiente. Todavía no estaba preparada, ni personal ni profesionalmente. Así que, por eso, sin siquiera pensarlo, había hecho algo que la hizo sentir mal. Al llegar a su tráiler, cerró la puerta tras de sí y, de manera automática, tomó una taza. Su otra mano cayó sobre la caja de té. Estaba vacía. «Demonios».

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Capítulo 6

E

n las semanas siguientes, ver a Summer se convirtió en una forma de penitencia para Elizabeth. Miraba fijamente el horrible sustituto de té: un recordatorio continuo de por qué no podía tener al que amaba. La joven vivaz y brillante que había conocido parecía haber cambiado ante sus ojos. Ahora estaba apagada, retraída y mesurada. No tropezaba, ni se agitaba, ni bromeaba, ni se sonreía con Elizabeth. Tal vez hiciera esas cosas en otros lugares, pero, por alguna razón, Elizabeth no lo creía. No era su culpa. Lo que sea que estaba pasando con Summer era una coincidencia. «Ah, claro. Le informas a una mujer que no ha sido más que buena contigo, que planeas evitarla para avanzar en tu propia carrera, ¿y ella va a encogerse de hombros como si nada?». Exhaló molesta. El problema era que había dejado una disculpa para demasiado tarde. Debería haberlo hecho inmediatamente, pero ahora había pasado muchísimo tiempo, y todo estaba tenso e incómodo. No era solo la disculpa perdida lo que lamentaba. Si pudiera retroceder el reloj a tres semanas atrás, se retractaría de toda la conversación. Era sorprendente darse cuenta de lo mucho que extrañaba aquella amabilidad natural cada vez que Summer estaba cerca. Y Elizabeth no era la única. Finola había estado lamentando la ausencia de Summer con una creciente avalancha de cacareos tristes que la hacían sonar como una gallina decepcionada. Por supuesto, lo más probable era que echara de menos el buen humor que el té de Summer ponía a Elizabeth

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Era difícil saber qué hacer con esta nueva Summer. Su expresión distante era tan vacía, plana e indiferente. Elizabeth la odiaba y, sin embargo, no podía dejar de mirarla. Estaba en una constante e infructuosa búsqueda para ver a la mujer que había estado allí antes. Sus escenas juntas tenían ahora una sensación completamente diferente a todo lo demás en la serie. Había una vigilancia en ellas. Por parte de ella, carecían notablemente de malicia o mordacidad. Y por parte de Summer, carecían de la calidez que se filtraba en todo lo que ella hacía. Todas las escenas de Carter con Hunt estaban impregnadas de un cóctel contradictorio de cautela, leves burlas, miradas especulativas y un cierto aire cargado algo más. Ahora las escenas tenían peso. Y, sin embargo, también había un ligero movimiento de labios que demostraba que a Joey no le importaba nada de lo que dijera la jefa Hunt. Era desconcertante e hipnótico. A menudo, después de que Ravitz pidiera el corte, Elizabeth se quedaba paralizada, mirando a su coprotagonista con confusión, preguntándose hasta qué punto había sido una elección actoral deliberada, y qué emoción había intentado transmitir. Porque fuera lo que fuera, Elizabeth no podía descifrarlo. El cambio de humor de Summer era tan inusual que no coincidía con el resto de sus escenas. Joey Carter era brillante y alegre en un momento, e introspectiva y sutil en el siguiente. Y, sin embargo, Ravitz no dijo nada. Su expresión, no obstante, mientras las observaba, no presagiaba nada bueno. Elizabeth se preguntó, no por primera vez, si los días de Summer estaban contados. Si eso ocurriera, se sentiría en lo más bajo que había estado nunca. Aunque, si era sincera, también podría sentir un poco de alivio. Las escenas con Summer se habían convertido en una distracción demasiado grande. Elizabeth odiaba distraerse en el trabajo. Era poco profesional. Ella tenía normas, aunque la Choosing Hope no las tuviera. Pero era extraño. Nunca nadie había desviado su atención del trabajo.

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Esto era tan desconcertante como el rompecabezas de la mujer que había detrás.

Llevar a cabo su jornada laboral sin la presencia de Elizabeth era extraño. Al eliminar conscientemente a la otra mujer de su cerebro, obligándose a no preguntarse por ella, por lo que hacía, pensaba, llevaba puesto, en un momento dado, quedó alarmantemente claro hasta qué punto se había centrado en Elizabeth. Summer sabía lo que eso significaba, aunque fuera desagradable. Ah, lo había disfrazado de respeto y admiración, pero era bastante obvio que se había involucrado emocionalmente con alguien que la había tolerado y ahora no quería conocerla en absoluto. Apretó los dientes. «No te dejes llevar por las emociones». ¿Qué, ahora formaba parte de una cartera? Con un suspiro, Summer finalmente admitió la verdad: estaba metida en un lío. Lo que sentía era mucho más que simple amistad, y la atracción iba mucho más allá de la actuación de Elizabeth. La mujer era hermosa e inteligente y algo divertida si escarbas un poco. Y tenía esos ojos grises que se clavaban en ti y parecían saberlo todo. Su forma de moverse era lánguida y líquida, como la seda. Luego estaba esa voz. ¿Podría una voz dejarte embarazada? Si eso fuera cierto, Summer daría a luz cualquier día. Demonios. Qué patética era. Lo peor era que sus emociones inconvenientes ridiculizaban sus estrictas reglas sobre los asuntos del corazón. Años atrás, Summer había decidido tres cosas: 1) Nunca te enamores de una mujer heterosexual. 2) No te conformes, nunca. Nunca suspires por alguien a quien no le importas tanto como a ti. 3) Nunca te involucres con un fan o viceversa, ya que el equilibrio entre héroe y admirador no existe.

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Summer había roto las tres reglas con Elizabeth… y, lo que es peor, ni siquiera había sido consciente de ello. La humillación volvió a arder en su interior. A juzgar por la forma indiferente en que Elizabeth había soltado su gélida bomba, no había habido ninguna pérdida por su parte. Por otra parte, no habían sido amigas, ¿verdad? Aparte de las entregas de té, Summer no había sido nada para Elizabeth. Fácilmente desechable. Echó un vistazo a su rincón en el set, a la vuelta de la esquina de la escena que estaban rodando. El pequeño retazo de paz le permitía estar cerca cuando se le necesitaba, pero le impedía tener que hablar con la gente… o ver a alguien en particular. Sin embargo, era innecesario. No volvería a ver a Elizabeth. Es decir, no la versión que creía conocer. Resultó que Elizabeth era una ilusión. La mujer real era como todos los demás: defectuosa, con hambre de carrera y egoísta. No era una sorpresa en esta ciudad. Solo le dolía haber pensado que Elizabeth era mejor de lo que realmente era. Pero no era responsabilidad de Elizabeth estar a la altura de la imagen que había construido en su cabeza. En última instancia, Summer estaba más enfadada consigo misma. Debería haberlo sabido. Había estado inmersa en este mundo desde la infancia. Todo era una ilusión. Todo lo que parecía real había sido manipulado por la gente de los actores para que fuera aceptable para las masas. Todo el mundo pensaba en su propio beneficio, y era ingenuo pretender lo contrario. Pero el recordatorio seguía doliendo. Había sido una tonta por no darse cuenta antes de que se había visto envuelta en una fantasía. Chloe había tenido razón: «Cariño, ten cuidado. Te van a romper el corazón. No hay nada peor que conocer a tu ídolo». Summer había hecho algo peor que eso. Se enderezó. No más de eso. Lo único que sentía por Elizabeth Thornton era rabia. ¿La habría matado pedir perdón antes de cerrarle la puerta en las narices a Summer para siempre?

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Habían pasado tres semanas desde que Elizabeth la había descartado sin pestañear. Al principio, los rumores sobre lo que había significado realmente aquella foto se habían agitado, pero, desde entonces, las cosas se habían calmado. Aun así, nada era igual. Summer era observada en el set todo el tiempo. Y nunca se sentía más muerta por dentro que cuando hacía una escena con Elizabeth. Los guiones estaban salpicados de comentarios sarcásticos para crear una energía furiosa entre Hunt y Carter. Pero Summer se limitó a hacer sus líneas directamente: sin sarcasmo, a menudo con una pequeña sonrisa mientras convertía las líneas de mala leche en burlas. No podían tener las dos cosas. O su personaje era dulce o no lo era. Para su sorpresa, Ravitz pareció aceptar que Carter era incapaz de ser mala con nadie, y se limitó a suspirar y pasar a la siguiente escena. Sin embargo, nada de esto explicaba el comportamiento de Elizabeth. A pesar de lo que pedía el guion, había poca mordacidad en su discurso. A menudo sostenía la mirada de Summer, con una mirada interrogativa y curiosa. A veces era difícil saber si Hunt o Thornton la estaban mirando. Cada vez que cortaban la escena, Elizabeth se quedaba con una expresión inescrutable, como si estuviera deseando decirle algo a Summer. Nunca lo hacía. Después de las primeras veces, Summer dejó de darle la oportunidad y abandonó el set inmediatamente. Summer se preguntaba qué harían los fans de estos últimos episodios cuando se emitieran. ¿La jefa Atila con las garras alrededor de la dulce Dra. Carter? —¡Ahí estás! Summer levantó la vista para ver a Tori con una expresión demasiado dramática. Todavía no era una amiga, pero Summer apreciaba sus charlas durante el almuerzo. ¿Sí? —preguntó. —¡Te estaba buscando por todas partes! —Tori le entregó un plato de papel—. Aquí tienes, el sustento. Te perdiste el almuerzo. Otra vez.

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Una gran magdalena grasienta le devolvió la mirada. —No he tenido mucha hambre, últimamente. —Ya me di cuenta. Han pasado semanas, chica. Es como si hubieras desaparecido de la faz de la tierra. Pensé que tendría que compartir mesa con Thornton o algo peor que la muerte. —Se rio con ganas. El estómago de Summer se apretó. —Eso sería horrible. —Pinchó la magdalena, que parecía un plan de dieta fallido en un plato. —Entonces, ¿qué pasa? ¿Por qué estás evitando a todo el mundo, no comes, y estás toda malhumorada? —Tori hizo una pausa—. ¡Ah, Dios mío! —Bajó la voz—. ¿Estás embarazada? —¿Qué? No. Solo tenía algunas cosas por resolver. Pero ya casi ha terminado. O eso espero. —Intentó una sonrisa ganadora. —Mmm. —La mirada de Tori era escéptica—. Te diré algo: el sábado por la noche, iremos a la Taberna Residuals en Ventura. Irás, beberás, moverás el culo, y volverás a ser sociable. Y Mateo también va a ir. —Esbozó una sonrisa. —No me interesa Mateo. —Rompió una pequeña esquina de la magdalena y se la llevó a la boca. Masticó con cautela. No apestaba del todo. —Bien, está bien. Romperás su precioso corazón latino, pero está bien. —Estoy segura de que no le faltarán ofertas. Solo dile que vuelva a mostrar su barra de chocolate. ¿O podrías salir con él? —Mmm. Creo que estás tratando de distraerme, chica astuta. — Meneó un dedo—. ¿Crees que no me he dado cuenta de que has estado deprimida desde que salieron esas fotos tuyas con la británica? Summer levantó la cabeza. —Oye, está bien. No te preocupes. Nadie cree que eso sea verdad. He visto cómo tropiezas con nada, así que me creo totalmente tu

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historia. Pero lo entiendo. Es un rumor jodido y es duro pensar que todo el mundo habla de ello. Para evitar responder, Summer se metió más panecillo en la boca. »Así que, esta es una intervención. Todos echamos de menos a la Summer feliz. Así que por tu propio bien, te sacaré el sábado y no hay nada que puedas decir al respecto. —Estoy segura de que puedo decir que no. —Pero no lo harás. Summer levantó una ceja. —¿Y por qué no? —Porque soy yo quien te lo está pidiendo. Y soy un encanto. Summer se rio. —Es cierto. —¿Qué te parece? ¿Nos vemos a las siete? Solo tú, yo y nuestros compañeros médicos residentes de ficción. No se permiten las cavilaciones. Suspirando, Summer consideró la oferta. Estaría bien conocer a algunas personas. —Mientras le digas a Mateo que no tiene ninguna posibilidad, entonces me apunto. —¡Por supuesto! —Tori le dio un codazo en las costillas—. Entonces, si no es Mateo, ¿hay alguien que te guste? —A Summer se le volvió a hundir el corazón y se le apretaron las tripas—. ¡Ah, mierda! —Tori parecía consternada—. Quienquiera que haya roto tu corazón en pedazos, lo siento mucho. Las lágrimas se le clavaron en los ojos. Ahí va el intento de superar lo de Elizabeth.

—¿Cómo va mi jefa de hospital favorita?

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Elizabeth se quedó mirando el cielo de tinta desde su hamaca y le murmuró por teléfono a Delvine: —De maravilla. Era la verdad. Un trabajo odiado, el sentimiento de culpa por la transformación de Summer, que se había prolongado durante un mes, la falta de un té decente y la falta de estímulos profesionales. Tomó un sorbo de gin-tonic. —Excelente. Fíjate que prefiero aceptar esa respuesta al pie de la letra en lugar de reflexionar sobre por qué estás ahogando tus penas en casa sola a las diez y media de la noche. —¿Qué te hace pensar eso? —Tus cubos de hielo están tintineando. De todos modos, tengo noticias para ti sobre nuestro francés. —¿Ah? —Elizabeth se animó. —Bueno, buenas y malas noticias. En primer lugar, Rachel está haciendo un gran berrinche, así que déjala en paz por ahora, ¿de acuerdo? —¿Por qué? —Su corazón cayó en picada—. ¿No me digas que a Badour se le llenó la cara de historias de brujas británicas y se lo está pensando? —Sí y no… —Delvine se aclaró la garganta—. Todavía te quiere, no te preocupes. Hemos quedado para almorzar el próximo domingo 27, en la suite de su hotel. Sé que solo son diez días de aviso, pero asegúrate de que estés libre. Pero, sí, vio muchas historias sensacionales sobre ti. En ese sentido, le gustaría que también llevaras al almuerzo a tu novia. —¿Mi qué? —A Elizabeth casi se le cae el vaso. No podía referirse a… —Summer. Summer Hayes. —Delvine se las arregló para que su tos sonara a la vez estrangulada y avergonzada—. Fue una conversación incómoda. Se indignó mucho cuando le dije que no

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tenías novia. Y luego se enfadó conmigo. Me dijo algo así como que la gente también intentó mantenerlo en el closet cuando estaba empezando, y que solo ahora que está abierto y libre es cuando su vida tiene todo su valor. De todos modos, deduzco que piensa que estoy tratando de proteger metiéndote a ti y a Summer en el closet, y no tolerará que les haga eso. Se mantiene firme en que vio las fotos, y sabe la verdad cuando la ve. Así que la conclusión es esta: Almuerzo con Summer o el trato se cancela. Y más vale que Summer aparezca como tu novia y no como tu coestrella o se pondrá furioso con todas nosotras por intentar engañarlo. Elizabeth se quedó con la boca abierta. —¿Sigues ahí, cariño? —preguntó Delvine. —A ver si lo entiendo: Tú y Rachel me pidieron que tratara a Summer como persona non grata… —Para ser justas, esa fue tu agente estricta, no mi fabuloso y fácil yo. —Lo que sea. Así que lo hice. Ahora Summer me odia, lo cual no es del todo inesperado y, sin embargo… de alguna manera… tengo que convencerla de que vaya a un almuerzo de negocios como mi novia o no consigo un papel que realmente quiero. ¿Lo he entendido bien? —Esencialmente. —Delvine sonaba un poco tensa. —Y parece que piensa que soy una lesbiana en el closet… —Lo cual es cierto, querida. Ignorando eso, Elizabeth apretó los dientes —… que se acuesta con su coprotagonista de veintitrés años. —Veintiocho. —¿Qué? —Elizabeth frunció el ceño. —Summer tiene veintiocho años. Lleva años interpretando papeles cinco años menor que ella. ¿Nunca buscas en Google a tus coprotagonistas?

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—No puede ser. —Ah, lo es. Solo las separan nueve años, lo que no es demasiado descabellado. ¿Es esa tu única objeción? —Esto es ridículo. ¿Badour realmente cree que es mi tipo? ¿La pequeña Srta. Radiante acostándose con alguien con mi reputación? —Aah, pero eso es parte del atractivo. Verás, él no lo entiende y no puede esperar a verlas juntas para averiguar cómo funciona esta relación. Le encanta excavar la condición humana. ¿No has visto sus películas? Ese es el trabajo de su vida. Lo que hace que la gente funcione. Ahora mismo, eres una hierba de gato para él. Por supuesto, también escuchó los otros rumores sobre ti, los que hablan de lo imposible que eres en el set. Así que este almuerzo es su manera de ver si ustedes dos pueden trabajar juntas. —Te estás olvidando de que Summer no quiere saber nada de mí. ¿Por qué no voy a almorzar, le explico que fue un gran malentendido y me lo gano de todos modos? Delvine resopló. —Bueno, déjame decirte exactamente cómo será eso, porque ya intenté todo ese ángulo del malentendido… a fondo. Me dijo, y cito: «No me vengas con esas mentiras. Pueden ser privadas sobre su amor si deben, seré el alma de la discreción. Pero nada de closets horribles. No me mientan. No puedo soportar el engaño de la humanidad». «Por el amor de…» —¿Por qué está tan convencido de que tu negación es una mentira? —Elizabeth levantó la mano hacia el cielo—. ¿Se le ha ocurrido alguna vez que podría estar equivocado en algo? —Al leer a los humanos, está convencido de que siempre tiene razón. De todos modos, depende de ti. ¿Quieres que lo cancele o vas a traer a Summer? Te recuerdo que todo el mundo quiere ser parte de esto. Es la primera producción americana del último It-boy del cine. Está muy caliente. —¿Qué dijo Rachel?

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—Piensa que debes ir con cuidado, y recuerda que el personal del hotel tiene oídos. —Pero ella cree que debo hacerlo. —Dice que ha visto el guion y que la película te dará un futuro mucho más allá de la peor villana de América. «Maravilloso». Suspiró. —¿Ya mencioné que Summer me odia? —Elizabeth lo intentó de nuevo—. Ella nunca aceptaría ayudarme. —Págale entonces. Llámalo un trabajo secundario de actuación. —No la conoces. No creo que el dinero la motive. No estoy segura de qué lo hace, pero dudo que sea eso. —Entonces, prométele una reunión con uno de los productores independientes más influyentes del cine. Una estrella en ascenso que sería excelente para la red de contactos. Elizabeth lo pensó. —Eso podría funcionar. Pero el otro problema es que no estoy segura de que pueda actuar románticamente interesada en mí. —¿Porque te odia? —Delvine sonaba divertida. —Ese es un factor. Pero también, por lo que he visto de su actuación hasta ahora, sobresale principalmente en el humor. El resto es una especie de lío confuso, para ser honesta. No estoy precisamente rebosante de confianza. —¿No crees que Summer Hayes pueda actuar? —Delvine se rio a carcajadas. —¿Por qué es tan gracioso? Su mejor crédito hasta la fecha es un programa de espías para niños. —A mis hijos les encantó Campamento de espías adolescentes y especialmente el agente Punky Power. Descarta lo que no has visto por tu cuenta y riesgo, querida. Summer esconde bien su talento bajo esa fachada soleada. Confía en mí, sin embargo, si ella quiere ayudarte, podría sacar esto adelante en un santiamén. La cuestión es

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si puedes conseguir que lo haga. Eso depende de ti. Sé que tienes encanto cuando decides usarlo. Desempólvalo por unos cinco minutos; sorpréndenos a todos. Ahora tengo que irme. Mándame un mensaje si está de acuerdo y lo confirmaré con Badour. La llamada terminó.

Summer estaba practicando sus líneas con una de sus colegas… Tori algo… cuando Elizabeth se acercó al rincón tranquilo que parecía ser su escondite en el set. Ya la había visto aquí antes, pero le había dado un amplio margen, reconociendo la necesidad de que la dejaran en paz. —¿Podemos hablar? —Miró a Tori con atención. Tori miró a Summer, que asintió con la cabeza antes de salir corriendo. Elizabeth bajó a la silla de lona que había quedado libre. Todavía estudiando su guion, Summer dijo: —¿Qué hace aquí, Srta. Thornton? ¿No le preocupa que la gente pueda tener ideas si la ven hablando conmigo? A solas, nada menos. —Discúlpame. Se hizo un silencio. Summer levantó la cabeza. —¿Por qué ahora? Elizabeth no había esperado la amargura. Debería haberlo hecho mucho antes. —Tengo una reunión con un director francés. Jean-Claude… —¿Badour? —¿Lo conoces? —Mi madre hizo el vestuario de Quand Pleurent les Clowns, entre otras de sus películas. Me encontré con él varias veces. Hubo una noche de karaoke y una fiesta al final de esa película; allí pude conocerlo mejor.

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—Ah. —Bueno, ahí se fue el as bajo la manga de Elizabeth. «¿Te gustaría conocer a alguien que ya conoces mucho mejor que yo?»—. ¿Tu madre es diseñadora de vestuario? Summer asintió con impaciencia. —¿Qué tiene que ver todo esto conmigo? —Jean-Claude está haciendo su debut en Hollywood. Todavía no sé mucho sobre él. No creo que nadie lo sepa. —Eight Little Pieces —dijo Summer—. Una escritora en una cabaña remota recibe ocho visitantes después de que la carretera más cercana queda bloqueada por un desprendimiento de rocas. Llaman a su puerta en busca de ayuda. Todo es una alegoría. Cada una de las ocho personas representa una parte diferente de ella. Ya sabes, como la pérdida, la vergüenza, la lujuria, el arrepentimiento, el poder, ese tipo de cosas. Los visitantes no son reales, solo son facetas de su propia personalidad, pero ella no lo sabe hasta el final. ¿De eso se trataba? Sí que sonaba bien. Elizabeth frunció el ceño. —¿Cómo sabes todo eso? —Jean-Claude y mamá siguen en contacto. Vibran en una especie de frecuencia excéntrica. Ella escupe diseños con él y él habla de los últimos proyectos con ella. —Summer le dirigió una mirada fría—. ¿Por qué estás tan interesada? —Quiere que protagonice su película. Podría hacerla durante la pausa de la serie. El caso es que… quiere que lleve a mi novia a almorzar antes de confirmar mi casting. —Contuvo la respiración. —Tu novia. —Una sombra cruzó el rostro de Summer—. ¿Vio las fotos? —Elizabeth asintió—. ¿Y lo negaste? —Delvine pasó algún tiempo intentando convencerlo de que era un malentendido. Cree que la prueba está en las fotos, por lo que cualquier negación es una mentira que no puede tolerar. Quiere celebrar un almuerzo el próximo domingo 27. Con las dos. No fue realmente una petición.

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—¿Tu gente te dijo que me evitaras y ahora quieren que finjas una cita conmigo durante el almuerzo para conseguir este papel? — preguntó Summer. Su mano apretó el guion y los dedos se pusieron blancos. —Me doy cuenta de que no tengo derecho a preguntar. Sé que he sido injusta contigo. —Injusta. —La risa de Summer era quebradiza—. ¿Es así como lo ves? Y ahora te has disculpado solo porque necesitas algo de mí. Elizabeth exhaló. —Tienes todo el derecho a estar enfadada. Lo entiendo. —Entonces, dame una razón por la que debería hacer esto por ti. Elizabeth clavó los dientes en su labio inferior. Pensó brevemente en ofrecer dinero, como había sugerido Delvine, pero la mirada de Summer le dijo que era la peor idea. El tiempo se alargó. —No se me ocurre ninguna razón. —Bueno, al menos no me ofreciste dinero. «Al menos, pude leer una cosa bien» —Respóndeme algo. —Summer inclinó la cabeza—. ¿Pensaste alguna vez en lo que sentí, cuando me dijeron que ni siquiera era digna de salir de un edificio contigo? ¿Se te pasó por la cabeza en algún momento? —Elizabeth dudó. No, no había pensado mucho en ello, más allá de que había molestado a Summer—. Yo valgo más que eso. No me importa quién eres, lo buena que eres, o dónde estás en la jerarquía de este programa. Nadie es desechable. La vergüenza la atravesó. Summer tenía toda la razón. —Lo siento de verdad. Y ahora veo que fue un error por mi parte pedirte esto. —Hizo un gesto para levantarse. —¿Por qué lo hiciste, sabiendo cómo iba a terminar? —Summer la observó detenidamente—. Debes de querer mucho este papel.

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Debatió cómo responder a eso. Gran oportunidad. Un paso en la carrera. Posibilidades interesantes. Pero bajo la dura mirada de Summer, todo ajuste de la verdad voló por la ventana. —Me estoy muriendo aquí —dijo Elizabeth en un duro susurro—. Pedazo a pedazo, poco a poco. A mi personaje no le queda humanidad. Cuento los días que faltan para ser libre. Y a veces no sé cómo voy a superarlo. Estoy enfadada todo el tiempo, frustrada, aburrida, y eso se filtra hacia personas que no lo merecen. —Miró a Summer—. Gente decente. —Se miró las manos—. No quiero ser así. Este papel es fresco y emocionante. Me motivará y me mantendrá cuerda durante la última temporada en Hope. Y espero que me impulse a algo más allá de los dramas televisivos cuando termine mi contrato. Por último, no espero que entiendas esto, ya que solo has interpretado personajes agradables, pero ser odiado 24/7 es una existencia agotadora. Te desgasta. Soy humana, después de todo. — Se levantó—. Me gustaría que esta conversación quedara entre nosotras. Lo siento de nuevo, Summer. —Se dio la vuelta para irse. —Lo haré. Congelada, Elizabeth dijo: —¿Qué? —Dile a Delvine que me envíe los detalles. Haré de tu novia durante un almuerzo. Será agradable volver a ver a Jean-Claude. Pero no esperes que olvide que aún estoy muy enojada por la forma como me trataste. —E… entiendo. —Inhaló—. ¿Qué tal si nos ponemos de acuerdo en nuestras historias a principios de la semana que viene, lunes o martes, ya que ambas tenemos que empezar tarde? —Claro. —Summer volvió a recoger su guion. Elizabeth ofreció una sonrisa. No se la devolvió. Dudó. Debería tomar su victoria e irse, pero tenía que saberlo. —¿Puedo preguntar por qué aceptaste? Summer no levantó la vista.

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—Fuiste honesta. Ahora, si me disculpas, tengo que aprender una escena. Si ves a Tori, ¿puedes pedirle que vuelva? Quiero decir, si puedes lograrlo sin aterrorizarla. —Un atisbo de sonrisa amenazó los labios de Summer. Era pequeña, pero aún así… estaba ahí. —Haré lo que pueda. No pudo reprimir una sonrisa de satisfacción. Y mientras se alejaba, se sintió más ligera que en semanas.

Summer se despertó bruscamente, sintiendo la lengua del doble de su tamaño normal y los ojos como si los hubieran perforado con papel de lija. Sentía la cabeza como si puños le estuvieran martillando el cráneo. ¿Cómo pudo pensar que beber tanto era una gran idea? Pero Tori había sido la maestra absoluta del «solo uno más». Y sus grandes ojos marrones le habían parecido demasiado bonitos a las dos de la mañana. Aish. —¡Por fin! —exclamó Chloe—. He estado tratando de despertarte desde hace rato. Pensé que ibas a roncar hasta el mediodía. Summer frunció el ceño. —Calumnias. Yo no ronco. —Ajá. Igual que tampoco tienes resaca. Toma. —Chloe le pasó agua y una pastilla—. Una aspirina. Summer hizo una mueca, pero lo tomó y tragó con cautela antes de dejar el vaso. Chloe seguía mirándola, lo que hizo que Summer se pusiera más gruñona. —¿Qué? ¿Tengo pintada la cara? —Hay una limusina afuera. El conductor dice que está aquí para llevarlas a ti y a Elizabeth Thornton a algún hotel. Le dije que vendría a llamarte. No admití que implicaría resucitar a un muerto. «¿Qué demonios?». —¡Eso es el próximo domingo, no hoy! Es el 27. —Summer agarró su teléfono para comprobar la fecha. Una pantalla negra le devolvió

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la mirada. «Ah, sí». La batería se había agotado alrededor de su tercer Manhattan. Lo conectó—. ¡¿Ves?! Hoy es… Su comentario murió en su garganta. Su pantalla de inicio se llenó de notificaciones. Un mensaje de Delvine y otro de un número desconocido. Summer abrió el mensaje de Delvine: ¡Cambio de fecha, cariño! MAÑANA será el almuerzo con JCB. Lo siento por la poca antelación. Si no puedes hacerlo, llámame lo antes posible, de lo contrario, un auto estará en tu casa a las 11:30 a. m. ¡Nos vemos entonces! Delvine

Summer pinchó el texto del número desconocido. Soy Elizabeth. Re: Almuerzo. Delvine dijo que te había dicho sobre el cambio de fecha. Debemos prepararnos para mañana. Por favor, contesta.

—¿Qué hora es? —susurró Summer. Era una pregunta estúpida porque podía ver claramente la hora en letras grandes y burlonas en su teléfono. —Las once y cuarenta —respondió Chloe de forma amable. —¡Mierda! Summer echó las cobijas hacia atrás y corrió hacia el baño. Chloe caminó por el pasillo tras ella y le dio un empujón a la puerta del baño que se estaba cerrando para dejarla entreabierta —¿No vamos a hablar de por qué te vas a un hotel con cierta persona con la que supuestamente no estás saliendo? —llamó. Summer se quitó la ropa de dormir y abrió la ducha. —Es un asunto de negocios. Con Elizabeth, su representante y JeanClaude Badour. —¿Quién es ese? —Un productor, escritor y director. Con una gran reputación en el mundo de las películas independientes. Su trabajo es hermoso. — Summer probó el agua con sus dedos—. El almuerzo es en su suite

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del Four Seasons para conseguirle a Elizabeth un papel importante. Voy a ir con ella —Se metió a la ducha. —Pero ¿por qué? —Chloe gritó más fuerte para competir con el siseo del agua—. No pueden estar compitiendo por el mismo papel. ¿O es que ahora son amigas? ¿Amigas que almuerzan juntas? — añadió escéptica. —No somos amigas. Pero hay un papel para mí: voy a interpretar a la novia de Elizabeth Thornton. Hubo un largo, largo silencio y finalmente: —Chica, tenemos que hablar.

Elizabeth miró a Summer con irritación. Todas estaban en la parte trasera de una limusina ridículamente estirada. Delvine estaba sentada en el asiento de enfrente, con el papeleo desplegado a su alrededor, tratando de terminar alguna llamada transatlántica en la que había estado desde antes de que Elizabeth entrara al auto. Y luego estaba Summer, que había murmurado algo sobre un teléfono muerto, y luego se rodeó de brazos y no hizo ningún otro intento de conversación. Iban a llegar tarde. Elizabeth odiaba llegar tarde. Puede que sea aceptable para algunas personas, sobre todo para ciertos estadounidenses relajados, pero ella siempre llegaba puntual. También estaba siempre preparada. Aunque Summer no compartiera los mismos instintos. ¿Quizás la chica pensaba que podía fingir una relación? ¿O quizás estaba castigando a Elizabeth por la forma en que la había tratado en el pasado? Eso no parecía propio de Summer, pero tampoco la conocía bien. En cualquier caso, no le gustaba tener su destino en manos de otra persona. —¡Cariño, no! —decía Delvine—. Si compruebas los términos del contrato, estipula claramente que la disponibilidad de mi cliente está sujeta a… Summer, en el extremo más alejado del asiento que compartía con Elizabeth, se desplomó contra la ventanilla, era un monumento a la

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miseria humana. Llevaba gafas de sol oscuras, su piel tenía un tinte verdoso y su cabello tenía el aspecto de haber sido cepillado frenéticamente. Su ropa consistía en un vestido amarillo soleado ligeramente arrugado y unas sandalias. —¿Quieres una bebida? —Elizabeth señaló la pequeña nevera del coche. —Dios, no. —Summer tragó saliva. Así que eso confirmó esa teoría. —Me refería al agua. Parece que necesitas rehidratarte. Summer sacudió la cabeza y luego hizo una mueca de dolor. —Por favor, no —susurró. Elizabeth estaba perpleja. Había estado imaginando este escenario una y otra vez, fijándose en cómo sería el almuerzo y en cómo sería el comportamiento de Summer, y en ningún momento se le ocurrió que su coprotagonista podría aparecer menos que profesional. Se retractó inmediatamente de ese pensamiento. Summer no estaba aquí en calidad de profesional, sino como un favor personal. Y el cambio de fechas había sido con poca antelación. Pero aún así… ¿y si Summer no podía llevar a cabo esto? Al asomarse a la ventana, Elizabeth observó la mancha de las palmeras contra el interminable cielo azul. Así es California. Cuando llegó por primera vez, le gustaba ir a la playa con un termo de té y un buen libro. No había tardado en darse cuenta de que la fantasía no coincidía con la realidad. La arena terminaba en su té, y el exceso de protector solar nunca era suficiente para su piel. Elizabeth volvió a mirar a la mujer que lucía miserable. —¿Estás preparada para esto? —Sí —dijo Summer en un susurro ronco—. Estoy bien. —No pareces estar bien.

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Eso le valió una mirada fulminante, por lo que Elizabeth pudo ver a través de esas gafas. Bueno. El gatito tenía garras… al menos cuando tenía resaca. El silencio descendió durante cuatro cuadras más. —¿No crees que deberíamos aclarar nuestras historias en algún momento? —aventuró Elizabeth—. ¿O pensabas improvisar? Summer parecía que hablar le dolía. —Siento no haber contestado tus llamadas anoche. No estaba en casa. Pero te equivocas si crees que no he investigado —continuó—. Estoy preparada. ¿Investigación? ¿Sobre qué? ¿Cómo interpretar a una novia lesbiana? ¿Los aspectos más destacados de la carrera de Elizabeth? —Me refería a que deberíamos decidir nuestras historias sobre cómo nos conocimos y nos enamoramos —dijo Elizabeth, sin poder resistir el sarcasmo. Eso llamó la atención de Summer. Se quitó las gafas de sol y miró con dureza a Elizabeth. —Actúas como si enamorarte de mí fuera lo más absurdo que se puede imaginar. También estoy empezando a dudar de la sinceridad de tus disculpas. Tal como lo veo. —Volvió a colocarse las gafas de sol y devolvió la mirada al exterior. —No quise decir eso. Elizabeth trató de ocultar su creciente irritación. Aunque fuera exactamente así, como lo había querido decir. Era absurdo. Badour era claramente un fantasioso engreído que se negaba a ver los hechos. Se preguntaba en qué momento el «Señor Condición Humana» se daría cuenta de la ridícula pareja que formaban. Y cuando lo hiciera, todo el almuerzo sería un desastre sin paliativos, y ella perdería este papel y volvería a odiar su vida. Elizabeth había leído el guion de Eight Little Pieces que Rachel le había enviado el día anterior. Era todo lo que Summer había dicho, y mucho más: era inteligente y tenía capas, muy francés, por supuesto,

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y muy atractivo. Interpretar a la escritora Elspeth, emocionalmente fracturada, daría a su carrera un impulso asombroso, si Badour pudiera conseguir, aunque sea la mitad de la brillantez que había en el guion. Además, tiene premios por todas partes. No es de extrañar que incluso su inquieta agente tolerara esta farsa, si podía conseguirle el papel a Elizabeth. Pero nada de esto funcionaría si Summer no se ponía las pilas. Todo, desde los hombros hasta los puños de Summer, estaba apretado. Su expresión cerrada le recordaba a Elizabeth el aspecto que tenía cuando le pidió que lo hiciera. Elizabeth ya se arrepentía de la sinceridad de aquel día. Desvelar su alma la hacía sentir vulnerable y avergonzada. Sin embargo, por alguna razón, no había sido capaz de mantener la boca cerrada. Tal vez los ojos de Summer la habían afectado: tristes y grandes, y sin la fe y la confianza que una vez habían tenido. —Summer —murmuró—, te agradezco que estés haciendo esto por mí. Sé que debe ser muy duro para ti… Summer frunció los labios. ¿Ahora qué había dicho? —¿Por qué muy duro? —Summer se giró para mirarla—. Interpreto papeles todo el tiempo. Esto no es diferente. ¿O estás insinuando que no soy capaz de actuar bien? Elizabeth reprimió una mirada. ¿Era capaz? Elizabeth no tenía ni idea. Puede que Summer fuera capaz de tomarle el pelo a Ravitz, interpretando a una ingenua despistada, pero el hombre tampoco era muy inteligente. Sin embargo, Delvine parecía creer que Summer tenía talento, así que el jurado aún no había deliberado. —No tengo ni idea de lo que eres capaz de hacer —dijo honestamente—. Solo supuse que no habías interpretado a una lesbiana antes. Así que asumí que sería difícil para ti. —¿Asumiste? —Summer sonaba curiosa—. He buscado tu historial de actuación. Tampoco has interpretado a una lesbiana. ¿Así que tú misma no sabes si te resulta difícil o no? ¿Por qué estás asumiendo?

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Ah, no. Esa era una pregunta peligrosa. La voz pícara en el fondo de su cerebro la retó a responder: «Bueno, Summer, tuve que asumir porque no tengo una idea de cómo se sienten las mujeres heterosexuales al interpretar a una lesbiana». Afortunadamente, Delvine colgó el teléfono justo en ese momento y lo metió en su brillante bolso antes de meter en él sus papeles. —Lo siento. Dramas sin parar. ¿Por qué iba a permitir que mi mayor estrella masculina hiciera anuncios en la televisión japonesa? Está rebajando su marca. —Las miró a las dos—. Recuerden: nunca digan que sí a todo. —Dudó cuando miró a Summer, y luego añadió—: Querida, gracias por aceptar esto. Significa mucho para Elizabeth. —Lo sé —Summer respondió secamente. Delvine la miró, y luego deslizó su mirada hacia Elizabeth. —¿Todo bien entre ustedes? ¿Y con lo que esto conlleva? —Bien —respondió Elizabeth. —Genial —dijo Summer. —Es solo un almuerzo —dijo Delvine—. Summer, sé buena y trata de no parecer que quieres matar a Elizabeth durante cinco minutos. Summer resopló. —Lo intentaré. Delvine sonrió. —Excelente. —Hizo una pausa, estudiando a Summer—. ¿Sabes?, a mis hijos les encantaba Campamento espías adolescentes. Solía verlo con ellos. Lloramos mucho cuando la mejor amiga de Punky casi muere. ¿Cómo se llamaba? —Hannah —murmuró Summer. —Esa fue una escena hermosa. ¿Cuál era la frase sobre cuánto se necesitaban? ¿Todavía te acuerdas?

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Elizabeth frunció el ceño, preguntándose a dónde quería llegar Delvine. Su jefa no era propensa a las charlas sin sentidos. —Recuerdo cada palabra. —El rostro de Summer se suavizó—. Me encantó esa escena. —Como debe ser. Pero ¿cuál fue la parte en la que Punky tomó la mano de Hannah en el hospital? Con un suave suspiro, Summer volvió a quitarse las gafas de sol y las enredó en sus dedos en su regazo. —No me dejes —dijo de repente, con la voz hueca y dolorosa. El shock recorrió a Elizabeth ante la transformación—. Por favor, no puedes hacerlo. Eres mi mejor amiga. Esta vida está hecha para las dos, no para una sola. ¿Recuerdas aquella vez que me enseñaste a trepar al árbol del señor Murphy en diez segundos? ¿O cuando fuimos a recoger bayas y nuestras camisas terminaron manchadas? Nuestras madres se enfadaron mucho. Summer soltó una risita, sonando tan dolorosamente joven, y luego su expresión decayó. »O cuando Marley murió, y me dijiste que nadie lo entendería, no realmente, pero que estaba bien. Que era un amor solo para él y para mí, y que siempre tendría los recuerdos de las narices mojadas, los abrazos embarrados y los cientos de estornudos. —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Me has ayudado a superarlo todo, Hannah Jane Marshall. Necesito que volvamos a ser un par. No puedo ser solo una. Tenemos tantas aventuras por delante. Ah, por favor, por favor, no te vayas. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral y Elizabeth se obligó a reprimir el pinchazo de las lágrimas por pura fuerza de voluntad. «Notable». ¿Por qué demonios estaban desperdiciando talento como este en Joey Carter? Summer inhaló profundamente y un leve rubor subió por sus mejillas. Delvine se limpió los ojos y luego aplaudió con fuerza, ganándose una mueca de dolor de Summer.

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—Ah sí, siempre me pone la piel de gallina. Brillante. —Se volvió hacia Elizabeth—. ¿No estás de acuerdo, Bess? Ah, así que era eso de lo que se trataba. Delvine había tramado todo esto para demostrarle a Elizabeth que Summer podía actuar. Le encantaba tener razón. Elizabeth, por su parte, detestaba ser manipulada, y el brillo triunfal de los ojos de Delvine le puso los pelos de punta. Miró a Summer, que la observaba con la respiración contenida. —Sí —dijo Elizabeth, con voz neutra—. Estoy de acuerdo. Los hombros de Summer se volvieron a encoger, antes de volver a ponerse las gafas de sol y alejarse de las dos, con una evidente decepción. Delvine levantó una ceja torneada hacia Elizabeth, con aspecto escandalizado. La culpa la atravesó. No se había dado cuenta de que su opinión le importaba tanto a Summer. Si hubieran estado a solas, Elizabeth habría compartido sus verdaderos pensamientos sobre la actuación. Todavía podría hacerlo más tarde, suponiendo que su furiosa coprotagonista siguiera hablando con ella al final del almuerzo.

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Capítulo 7 J

ean-Claude Badour estaba exactamente como lo recordaba Summer: elegante, pretencioso, excéntrico y dulce, por no hablar de su devoción por su novio, Marcus, un chef francocanadiense. Los saludó a ambos como a viejos amigos. Después de todo, después de haber cantado juntos a Mariah Carey en un karaoke parisino, no había vuelta atrás. Además, los había visto a ambos en la gran fiesta de Navidad de su madre el año pasado, así que no había pasado tanto tiempo. —¡Summer! Mon cherie, estás igual que siempre. —Jean-Claude besó ambas mejillas con entusiasmo—. ¿Tal vez más alta? —Le guiñó un ojo. Ella puso los ojos en blanco, recordando la primera vez que se conocieron, en el set de su novela retrofuturista La Chute des Pétales de Rose (La caída de los pétalos de rosa), en la que había trabajado su madre. Summer, que en ese entonces tenía trece años, se había lamentado de su baja estatura ante un apuesto francés al que había descubierto tendido detrás de una caja de material de iluminación, mientras almorzaba. Por supuesto, eso había sido quince años atrás, más dos brotes de crecimiento. Ahora sabía que los miembros de los equipos de iluminación nunca vestían a la moda ni se permitían comer platos de queso y paté. Summer miró a su alrededor. Podía oler a comida, así que, obviamente, la suite de lujo tenía su propia cocina. ¿Era todo esto para impresionar a Elizabeth? —¿Cómo está tu padre? —preguntó Jean-Claude—. ¿Todavía se está estrellando contra las cosas? —Antes de que ella pudiera responder, él se apresuró—. Hablé con tu encantadora mère, por supuesto. Skye está encantada de que tengas a Elizabeth en tu vida.

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Me habló de este poderoso amor entre ustedes que cruza todas las fronteras. Elizabeth giró la cabeza para mirar a Summer. Los ojos de Delvine se volvieron especulativos. Bien, definitivamente tendría que matar a su madre más tarde. No era de extrañar que Jean-Claude estuviera tan convencido de que Delvine mentía. Había ido directamente a su fuente interna, que había confirmado los rumores como un hecho. Porque Skye nunca escuchaba una maldita palabra de lo que decía Summer, y le encantaba inventarse sus propias historias cuando la verdad no le convenía. Volviéndose, Jean-Claude saludó a Elizabeth con un roce de labios en cada mejilla mientras murmuraban sus saludos. El teléfono de Delvine sonó y ella murmuró una disculpa a medias, anunciando: «El deber llama», antes de salir al balcón con un tintineo de collares y brazaletes, cerrando las puertas francesas tras ella. —Siéntense, siéntense —dijo Jean-Claude con un gesto hacia un sofá acolchado. Tomó uno de los sillones frente a él; Marcus, el otro. Con una mirada comedida que parecía decir «prepárate», Elizabeth tomó la mano de Summer y la condujo al sofá, donde se sentaron una al lado de la otra. Sus muslos se tocaron; los pantalones azul marino contra el fino vestido amarillo de Summer. El calor de esa pierna recorrió su piel como un incendio. Elizabeth no le soltó la mano. Puede que Summer siguiera molesta, pero necesitaba toda su concentración para no reaccionar ante aquel calor. Maldijo a sus hormonas por no haber recibido aún el memorándum de arriba. Aquella mujer estaba fuera de los límites, porque era inalcanzable, heterosexual, por no mencionar que era grosera y egoísta y… seguía siendo heterosexual… y… un montón de cosas más que no podía recordar ahora mismo mientras le apretaba la mano. De repente, todo el mundo se quedó mirando. Summer comenzó: —¿Perdón?

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Jean-Claude inclinó la cabeza. —Pregunté que qué fue lo que te atrajo de tu encantadora mujer. Summer intentó pensar en una respuesta coherente. Necesitaba algo romántico, convincente y fuertemente censurado por sus hormonas aún en vilo. Al pensar en eso, sintió que sus mejillas se enrojecían. Jean-Claude se rio. —Non, non, no quise decir eso. —Uf. Summer quería matarlo por hacer este comentario—. Perdón, Summer, te he avergonzado. Te haré una pregunta más fácil. Dime algo que haga que te divierta. —Em. La mente de Summer se quedó en blanco. ¿Algo gracioso? Elizabeth no parecía tener ese gen. Era seca e ingeniosa y tenía un humor de alto nivel, pero no era realmente graciosa. —No puede ser tan difícil, ¿verdad? —le dijo Jean-Claude. «Ah, mierda». Estaba metiendo la pata. La ceja de Elizabeth se levantó en señal de desafío. —Grita como una niña pequeña cada vez que ve una araña —soltó Summer—. Ni siquiera hablo de las grandes, solo de las pequeñas. Tengo que meterme con escobas para sacarlas o se pasa la noche mirando debajo de la cama. La mano que sostenía la suya se apretó con fuerza. —Arañas —dijo Elizabeth—. Ah, sí. Las odio. Frunciendo el ceño, Jean-Claude dijo: —Mi set está en la naturaleza. A veces puede haber arañas. ¿Será un problema? —No hay problema —dijo Elizabeth suavemente—. Estoy segura de que me las arreglaré.

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—Lo hará —asintió Summer—. Estaba exagerando un poco. En realidad, no grita tanto. Es más bien un gemido de dolor. O una serie de ellos. Jean-Claude se rio. La mirada de Elizabeth podría haber cortado el cristal. —La aracnofobia es bastante común —murmuró—. Y no grito ni gimoteo. —Por supuesto —dijo Jean-Claude en un tono apaciguador que solo hizo que Elizabeth apretara más fuerte la mano de Summer—. ¿Y qué pasa con Summer? —Jean-Claude le preguntó a Elizabeth—. ¿Tiene alguna manía divertida? Los labios de Elizabeth se fruncieron como si estuvieran probando un limón. —En realidad no —respondió—. Su obsesión por los cactus, quizá. Su casa es un santuario para ellos. —¿Te gustan… —Entornó los ojos a Summer—… las plantas de cactus? ¿En serio? —Crasas —corrigió Summer al instante, como si se tratara de un error—. Los cactuses son solo un tipo de suculentas. Algunos son muy bonitos. Pero no me gusta nada que tenga espinas. Bueno, excepto Elizabeth, por supuesto. —Acarició la mano de Elizabeth con la que no estaba atrapada en un agarre mortal. —¡Ja! —Se alegró Marcus—. Eso es gracioso. El rostro de Elizabeth mostraba la extraña expresión en blanco que utilizaba cuando estaba a punto de convertirse en Hunt. Eso nunca terminaba bien. —Es bueno que puedan burlarse la una de la otra —dijo JeanClaude con seriedad—. Entonces, Summer, ¿cómo va la fotografía? — Miró a Elizabeth—. Debes saber el talento que tiene, ¿oui? Su madre está muy orgullosa y me envía sus fotos por correo electrónico. —Sí, mucho talento —dijo Elizabeth—. Siempre hace que sus sujetos se vean tan hermosos. Es la forma en que los ilumina.

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«Ah, mierda». —¿Hermosos? ¿Luces? —Jean-Claude negó con la cabeza—. Summer, ¿ahora les tomas fotos a la gente? Elizabeth se puso rígida. —Me refiero a que sus paisajes son atractivos. Ella dispara con la luz adecuada. Hubo un silencio. Bien, Jean-Claude estaba a dos segundos de darse cuenta de que todo esto era una farsa. —Últimamente, he estado experimentando con los paisajes — intervino Summer—. Por supuesto, me sigue gustando fotografiar la arquitectura. Llevo a Elizabeth a menudo. Elizabeth exhaló a su lado, aflojando ligeramente el agarre. —Sí, siempre estamos investigando cualquier edificio que le haya gustado a Summer cada semana. —¿Qué estilo te ha cautivado más? A mí también me gusta la arquitectura. La perspectiva de las líneas y la belleza de la luz no es muy diferente de rodar películas. Todo es cuestión de ángulos y fluidez. Y volvió el agarre mortal. —Hay tantos —murmuró Elizabeth—. Realmente no podría elegir. —Pero ¿te debe gustar al menos uno? —Los ojos de Jean-Claude no abandonaron su rostro. —No estoy segura… Yo… —Elizabeth se desvaneció. —Carroll Avenue, ¿no? —Summer sugirió—. En Angelino Heights. Estoy segura de que la última vez que fuimos dijiste que era un surtido interesante de aspectos victorianos. Elizabeth asintió. —Por supuesto, sí, la Carroll Avenue. Es un recuerdo del hogar. El estilo victoriano es tan familiar.

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—¿De verdad? —Jean-Claude la miró con curiosidad—. Excepto que el victoriano de Los Ángeles no se parece mucho al de Londres. Es tan prístina; más bien parece un set de filmación. Un movimiento del párpado de Elizabeth fue la única señal de que no estaba manejando bien este giro de los acontecimientos. —Es el sabor lo que ella aprecia —dijo Summer—. Además, es una gran fan de Michael Jackson. Así que… Las cejas de Elizabeth se dispararon. —¿En serio? Ah. Oui, eso tiene sentido entonces —Jean-Claude asintió. Marcus se inclinó hacia delante. —No te sigo. ¿Qué tiene que ver un cantante con esto? —Thriller se rodó en el 1345 de Carroll Avenue —dijo Summer—. Es la casa de los zombis del vídeo musical. Es realmente famosa. Marcus se quedó boquiabierto. —Elizabeth, ¿te gusta esa casa de zombis? —Sí —respondió Summer por ella—. Le gusta mucho. Me hizo tomar fotos de ella desde todos los ángulos. —Sí, me gusta —confirmó Elizabeth. Luego bajó la voz para murmurar—: Aparentemente. Jean-Claude aplaudió encantado. —Qué inesperado. Ahora cuéntame, ¿cómo se conocieron? La mandíbula de Elizabeth se tensó. «Maldita sea». Realmente deberían haber resuelto sus historias. La cabeza de Summer empezó a palpitar, y solo la mitad se debía a su resaca. Ante su pausa, Marcus se puso en pie. —¡Chismes después, bebidas primero! Tengo algo especial. Summer, ¿me ayudas? Dejaremos que Jean-Claude se ponga al día con su protagonista.

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¿Más alcohol? Summer se estremeció. Soltó la mano de Elizabeth, con los dedos casi blancos por la falta de flujo sanguíneo, y siguió a Marcus hasta la cocina.

—Así que… —Jean-Claude miró de cerca a Elizabeth—… me gusta mucho Summer. La conozco desde hace años. Su madre también es una buena amiga, con mucho talento. Me encanta pasar tiempo con Skye. —En efecto. «Summer no mencionó algunas cosas». —Esta encantadora chica, cuando venía a mi set era como un rayo de sol. Siempre con la felicidad. No ha cambiado incluso ahora. Sigue teniendo el mismo brillo. Así que entiendo por qué la gente se siente atraída por ella. Lo que no entiendo es por qué la miras como lo haces. —¿Cómo la miro? —Elizabeth se tensó. —Como si ella te frustrara. Como si tuvieras que soportarla. —En absoluto. Summer es una delicia. —Su sonrisa se sintió plana. Jean-Claude se cruzó de brazos. —Non, esto no me gusta. No toleraré que la utilices. Summer no merece menos que tu completo amour. «Ah, fantástico. ¿El francés pretencioso realmente puede leer el comportamiento humano?». Si fuera remotamente bueno en esto, pronto se daría cuenta de lo enamoradas que no estaban. —No me gusta llevar mi corazón en la mano —dijo Elizabeth. —Jum. —Y no estoy aquí para hablar de mi novia. —Pero por eso estás aquí. —No entiendo.

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—En realidad, mis patrocinadores no te quieren para el papel, aunque seas perfecta. Piensan que eres demasiado odiada y que el público no abrirá su mente para verte como Elspeth. Querían que encontrara a alguien famosa, sí, pero alguien con… humanidad. «Ay, golpe bajo» —Pensé que, tal vez, al verte con Summer, vería la esencia de lo que eres —continuó—. Entonces, calmaría a mis inversores nerviosos, y me explicaría, que sí podrías capturar la compleja humanidad de Elspeth. En cambio, ¿qué veo? Paredes. Indiferencia. ¿Y así es como estás con alguien a quien amas? ¿Cómo serás tú, interpretando las emociones de Elspeth? ¿Exigía ver su lado humano, aunque no tenía derecho a ello? ¡Qué arrogancia! Alineó sus palabras con las impresiones de Grace, sobre cómo le gustaba a Badour exponer a los actores que habitaban sus papeles. Quería verla a ella. —Entonces, ¿qué debo pensar, Elizabeth? —La confusión delineó su rostro—: O bien escondes tus sentimientos por Summer tan profundamente que son inaccesibles para ti, lo que te hace inadecuada para Elspeth; O no sientes nada por ella, lo que te hace inadecuada para Summer. ¿Cuál es? —Opción tres —contestó Elizabeth—. Oculto mis sentimientos porque aún no los he compartido con Summer. Ella debería saberlo primero, ¿no crees? —Levantó la barbilla. —Ah. —Se inclinó hacia atrás, con los ojos brillando de curiosidad—. Pero estos sentimientos, están ahí. Era una especie de pregunta, una especie de afirmación, unida a la esperanza. Quería creer. Eso era tranquilizador, al menos. —Ella me importa —dijo Elizabeth, con toda su convicción. Él lo digirió. —Entonces dime… hazme creerlo: ¿Qué fue lo que te cautivó de Summer?

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¿Cómo es posible que todo esto sea de su incumbencia? Elizabeth suspiró para sus adentros. Podía hacerlo. Después de todo, era actriz. Había hecho prácticas en la Royal Shakespeare Company, por el amor de Dios. Si Elizabeth no podía convencer a un excéntrico director de cine de que tenía un interés romántico en una bella y simpática coprotagonista, debería abandonar su carrera. —Los polos opuestos se atraen —le dijo ella con convicción—. Es así de sencillo. —¿Sientes que Summer es tu opuesto? ¿No ves en qué se parecen? —Bueno, tenemos una pasión compartida por la actuación. — Consideró lo poco que sabía de ella. «¿Qué más compartimos?»—. ¡Y el té! «Ah, demonios». Lo dijo como si fuera la respuesta ganadora de un concurso. —¿Comparten la actuación y el… té? —La expresión de JeanClaude era desconcertante y marchita—. ¿Y lo de Shakespeare? «¿El qué?». Se dio cuenta de que Jean-Claude conocía a Summer mucho mejor que ella. ¿Y qué quería decir? ¿Había participado Summer en algunas producciones de Shakespeare en el instituto? ¿O le gustaba ver las obras del Bardo? O… espera, ¿no había crecido en Londres? ¿Había asistido a obras en el Royal Shakespeare Theatre, como cualquier aspirante a actriz? —Por supuesto —dijo ella— ambas amamos a Shakespeare. Eso parecía cubrir todas las posibilidades. La miró con extrañeza. —Me refería a lo otro, pero sí, está claro que le gusta Shakespeare. «¿Lo otro?». Intentó desesperadamente pensar en posibilidades y se quedó en blanco. Elizabeth se removió con inquietud, preguntándose cuándo podrían hablar de Elspeth, la escritora atormentada en su cabaña en el desierto. —¿Cuánto tiempo llevan saliendo? —preguntó Jean-Claude.

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«Bueno, ahí se fue la pizca de esperanza». —Desde que nos conocimos en el trabajo, hace cuatro meses. —Aah, un romance en el set. ¿Cómo te llevas con Skye? —Los ojos de Jean-Claude brillaron—. Ella es algo, ¿oui? No podía mentir. Podría comprobarlo con Skye —Hemos estado muy ocupadas. No he tenido la oportunidad de conocer a nadie en la vida de Summer todavía. Además, esa es la maldición del nuevo amor, ¿no? La gente se envuelve tanto en el otro. —Pero… —Frunció el ceño—… seguramente, ya debes haber conocido a Chloe. Es muy divertida. La conocí en la fiesta de Navidad de Skye el año pasado. «¿Quién demonios es Chloe?». Espera, ¿tal vez era una mascota? ¿Un Pomerania del tamaño de un bolso? —No, todavía no he conocido a la famosa Chloe. —Sonrió. Su ceño se frunció. —¿Qué es lo que ves en Summer, entonces? Si ella es tan opuesta, ¿qué fue lo que hizo hacer clic? —Chasqueó los dedos—. Y dijiste, ah, ahí, ella es para mí. Con reticencia, dejó que sus pensamientos se dirigieran a su secreto más culpable y privado. El recuerdo la atormentaba. La única mujer a la que había amado, aunque no lo sabía. Lo perdida que se sintió cuando Grace se mudó a Los Ángeles. En seis meses, Elizabeth había cedido y la había seguido. ¿Quién renuncia a una carrera en ciernes por alguien que no puede corresponderle? Y, por muy patético que fuera, no era diferente de lo que Grace había hecho primero. Elizabeth veía su propio dolor reflejado en los ojos de su mentora cada vez que Grace veía a Amrit. ¿Qué tan mal puede llegar a ser esa situación? La verdad más triste del amor no correspondido era lo solitario que era. Jean-Claude la miraba con impaciencia. Maldito sea. Elizabeth se había prometido a sí misma, hacía más de un año, que nunca más volvería a pensar en Grace de esa manera. Por su propia salud mental, se había obligado a apartar de su mente lo que nunca podría ser. Pero

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también necesitaba este papel. Jean-Claude tenía que creer que ella entendía el amor. Así que recurrió a sus emociones más dolorosas. La suavidad de la piel de Grace. Sus rasgos perfectos y clásicos. Incluso de cerca, sin maquillaje, era impecable. Esos ojos azules pálidos podían atravesar a Elizabeth. Su voz… ondulante y sensual, como si pelara una manzana con la lengua. Sus labios, de color coral pálido, flexibles, listos para una sonrisa burlona o para el más grueso de los pucheros. Era como si la hubieran hecho por encargo: Mujer británica. Clase: Perfección. Elizabeth dejó que los recuerdos la llevaran de vuelta a Londres, tan perdida en el amor. Se revolvió en lo que sentía, en esa forma de pensar y de sentir el corazón. Luego dejó que las palabras llegaran. —La quiero porque es hermosa. No me refiero solo al exterior. Por dentro, brilla con un carisma y una vitalidad que atrae a la gente. Todo el mundo quiere estar cerca de eso, calentarse en ella. No soy impermeable. La echo de menos siempre que no está cerca. — Elizabeth inhaló, dándose cuenta de que todo lo que había dicho podía aplicarse tan fácilmente a Summer como a Grace—. ¿Sabes cuando escuchas una canción en la radio que te encanta y simplemente resuena? ¿Quieres tararearla mucho después de que termine, porque no quieres que se acabe? Summer me hace querer tararear. Ella es mi canción. Un destello de color atrajo su atención y Elizabeth se dio cuenta de que Delvine estaba ahora dentro, de espaldas a las puertas del balcón, con la boca ligeramente abierta. —Te hace tararear. —Jean-Claude parecía estar dándole vueltas a eso. —Y también tiene espíritu. Ella lucha por lo que es correcto. —¿Summer? ¿La dulce Summer? —No es tan dulce cuando ve una injusticia que cree que hay que corregir. Lo he visto. ¿Cómo no voy a admirar a alguien que pone lo correcto por delante de todo, incluso de sí misma?

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El sentimiento de culpa la golpeó por lo que había hecho: herir profundamente a una mujer que se había lanzado sobre una granada en el trabajo para proteger a Elizabeth. Hasta ahora, Elizabeth solo había tenido en cuenta la ira de Summer, no su sentimiento de traición. Había estado demasiado concentrada, demasiado… involucrada en sí misma para pensar en nadie más. La vergüenza la apuñaló. «¿En qué me estoy convirtiendo?» Sacudiendo la cabeza, Delvine se acercó. —Bueno, Bess, después de ese pequeño discurso, puedo ver por qué estás enamorada de ella. Elizabeth se resistió a poner los ojos en blanco. Su representante parecía cínica incluso cuando intentaba parecer genuina. Jean-Claude, misericordiosamente, la ignoró —La amabilidad y la bondad, es un afrodisíaco para muchos. Es por lo que aprecio a mi Marcus. Entonces, creo que entiendo por qué están juntas. «Ah, gracias a Dios». El alivio de Elizabeth solo fue igualado por su aguda necesidad de alcohol. Una buena ginebra con hielo sería suficiente. Preferiblemente una doble. Se preguntó si sería descortés salir corriendo a prepararse una ella misma.

Summer se unió a Marcus en la cocina, donde un suflé estaba subiendo en el horno y él estaba a medio camino de cortar y trocear una bandeja de queso. La habitación olía a gloria. Miró a su alrededor en busca del «algo especial» a lo que había aludido Marcus. —Del viñedo de mi abuelo. —Señaló media docena de botellas de vino blanco en el mostrador—. No hay nada más fino que su cosecha del 98. Es mágica.

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¿Vino? «Ay, no». —Anoche —empezó Summer, odiando lo idiota que podía sonar —salí con unos colegas y me… —«¿Me emborraché hasta las medias?»—… pasé poco de copas. Y me duele la cabeza. Lo siento, pero no puedo enfrentarme al alcohol ahora mismo. Me encantaría probar el vino de tu abuelo en otro momento. Marcus hizo un tsk solemne. —Les daré a ti y a Elizabeth una o dos botellas para llevar a casa. Pueden beberlo con una comida romántica. Parecía satisfecho con la idea. A Summer le gustaba mucho Marcus. Era tan mimoso y redondo como Jean-Claude era alto y anguloso. La pareja se había conocido en un set de Montreal, cuando la empresa de catering para la que trabajaba Marcus suministró servicios de artesanía a una película de Jean-Claude. Los dos hombres parecían encajar. —¡Nos encantaría tener una botella! Gracias. —Excelente. —Marcus sacó cuatro copas de vino y empezó a servir. Inclinando la cabeza hacia el frigorífico, añadió—: Ahí hay agua helada y jugo para los que no podamos manejar el alcohol. —Guiñó un ojo. Ella se rio. —Gracias. ¿Cómo van las cosas? ¿La cirugía de Alice salió bien? —Ah, oui, ella está bien. Un poco gruñona, pero vivirá. Huesos viejos y madres inquietas, no son una buena mezcla. —No —aceptó Summer—. Pero por lo que vi de ella en nuestra fiesta de Navidad, nunca dejará que algo como una cadera rota la frene. No paraba de decirles a los del catering cincuenta maneras de arreglar su comida. Marcus se pasó una mano por los ojos. —Eso era tan de ella. Ah, eso me recuerda. —Golpeó una carpeta de cuero negro en el mostrador con el menú en relieve—. Hoy estoy

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a cargo del almuerzo, por supuesto. Quería comprobar si debía pedir algo para acompañar mis platos. Si tú o Elizabeth tienen alguna alergia, también puedo pedir al servicio de habitaciones. «¿Alergias?». La mente de Summer daba vueltas. Esto era como una prueba. Las novias deberían saber absolutamente esto sobre la otra. —Em, bueno, ella no puede comer cebollas, por supuesto —dijo con seguridad. «¿Por qué demonios dije eso?»—. Y nada de chocolate. O queso. O… —«¿Quién tiene solo alergia al chocolate y al queso?». Se animó y se apresuró a continuar—: Porque no puede tolerar ningún lácteo, en realidad. Así que la leche también está descartada. Lamentablemente. Es una pena. «Bueno, ahí está. Eso suena a información interna de nivel de novia». Su cerebro se puso al día de repente con un grito. «¿Qué estás haciendo? ¡Esto no es algo para improvisar! Si te equivocas, personas pueden morir». Su mente horrorizada comenzó a imaginar a Elizabeth poniéndose azul por alguna alergia aleatoria que Summer podría haber evitado. O hinchándose como un pez globo. —¡Espera un momento! —añadió, y luego tomó una copa de vino que Marcus acababa de servir—. Elizabeth tenía sed. Voy a darle esto y vuelvo enseguida. Se apresuró a salir, pero se frenó cuando vio las miradas fascinadas de Delvine y Jean-Claude. ¿De qué estaban hablando? —… ¿Cómo no voy a admirar a alguien que pone lo correcto por delante de todo, incluso de sí misma? —Elizabeth estaba de espaldas a Summer, pero su voz sonaba tan admirativa, tan distinta a la fría mujer que Summer conocía en el trabajo. Su corazón dio un apretón traicionero de alegría. Fue solo un buen acto, una mentira perfectamente ejecutada, se recordó a sí misma. Eso era obvio. Cuando te gusta alguien, no lo dejas de lado. —Bueno, Bess, después de ese pequeño discurso, puedo ver por qué estás enamorada de ella.

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Las irónicas palabras de Delvine tenían la sinceridad de un político en un baby shower. Nunca sería una actriz. Los ojos de Jean-Claude estaban fijos en Elizabeth. Ah. Era su mirada de idea. Estaba tomando una decisión. —La amabilidad y la bondad, es un afrodisíaco para muchas personas. Por eso aprecio a mi Marcus. Así que, creo que entiendo por qué están juntas. Una respuesta interesante, y que presagiaba que Elizabeth conseguiría su papel, pero era poco probable que fuera lo que él había pensado realmente. Summer se acercó a Elizabeth por el lado del sofá. —Siento interrumpir. —Le dirigió a Jean-Claude una mirada de disculpa—. Pero no quería que Elizabeth pasara más sed. Las bebidas de los demás llegarán en un minuto. Entregando el vino a Elizabeth, que parecía sorprendida al verla, Summer se inclinó hacia delante y susurró: —¿Alguna alergia? Marcus necesita saber si debe pedir algo extra al servicio de habitaciones. —Sí —murmuró—. Histamina. La asfixia es un efecto secundario especialmente divertido. —¡Caramba! ¿Qué contiene eso? Elizabeth le echó una mirada irónica a su vaso. —Vino.

El almuerzo consistió en un entrada de sopa de cebolla francesa, un plato principal de suflé de queso (con el vino del abuelo de Marcus, por supuesto), seguido de una bandeja de quesos, más vino y un pudín de lava de chocolate rezumante. Salvo el vino, que Summer cambió por agua, disfrutó mucho del almuerzo Elizabeth claramente no lo hizo. Summer tuvo la delicadeza de sentirse culpable. En deferencia a las alergias de Elizabeth, le habían

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servido una pequeña ensalada francesa. Sin aderezo, ya que contenía restos de cebolla. Un pequeño plato de salmón rosado cocinado en el hotel que había parecido mucho más apetecible en la foto del menú. Un panecillo. Sin mantequilla. Sin postre. Elizabeth también tuvo que ignorar la copa de vino llena. Marcus no parecía contento con eso. Elizabeth tampoco se había tomado bien la noticia de sus alergias a juzgar por la mirada que dirigió a Summer durante casi toda la comida. Delvine, por su parte, parecía estar a tres segundos de resoplar de risa. «Ah sí, divertidísimo». Porque Delvine no tenía la mirada de muerte de Elizabeth en su cara. Pero, en realidad, ¿qué probabilidades había de que a los franceses les gustaran tanto los lácteos? ¿Quién lo iba a saber? Al parecer, era de dominio público, según Elizabeth, que siseó ese pequeño dato a Summer de camino al baño. Al arrastrar a Summer para «refrescarse», los largos dedos de Elizabeth sujetaron la muñeca de Summer como una pinza. Jean-Claude y Marcus habían intercambiado miradas cómplices, asumiendo claramente que no podían mantener las manos alejadas la una de la otro. Summer, con los moretones que probablemente se le estaban formando, deseaba que dichas manos no la tocaran. En el momento en que la puerta se cerró en el enorme cuarto de baño de mármol, Summer se retorció. —¿Te importa? ¡Jesús! —Me encanta el queso, los lácteos y el chocolate —dijo Elizabeth, con la voz tensa—. ¿Qué te poseyó? —Seguro que no tienes pinta de hacerlo. En serio, la mujer parecía que ningún grupo de alimentos con más de un dos por ciento de contenido de grasa había pasado por sus labios.

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—Para eso están mi gimnasio en casa y mi instructor de Pilates, para poder darme un capricho de vez en cuando. Y tu imaginación hiperactiva me ha robado eso. —¡Oye! Me entró el pánico, ¿bien? ¡Y tú no eres mucho mejor! ¿Quién demonios ama los cactuses? —Cactus, por el amor de Dios. —Los ojos de Elizabeth brillaron. Era irritantemente sexi—. Y cualquier autoproclamado amante de las crasas lo sabría. Pensé que lo habías estropeado en ese momento. —Como si lo supiera. Además, creo que a veces puede decirse cactuses. Y, oye, al menos mi divertidísimo capricho para ti era plausible. —¿Qué? ¿Persigues a las arañas por mí mientras yo me escondo bajo mi cama? ¿Eso suena probable? Bien, mierda, eso fue gracioso. Una burbuja de risa se le escapó a Summer. —No es divertido —advirtió Elizabeth—. Más de lo que lo es mi amor por las casas de zombis. Summer estalló en carcajadas ante eso. —La cara que pusiste —jadeó— cuando les dije que te encantaba. Y tuve que tomar… —Jadeo—… fotos desde… —Jadeo—… cada maldito ángulo. —Los labios de Elizabeth empezaron a crisparse—. Y dijiste que sí. —Summer se limpió los ojos y rio más fuerte—. ¡Dios mío! Dijiste que sí. El temblor de los labios aumentó hasta ser casi una sonrisa. —Me dejaste pocas opciones. Summer le dio un codazo en las costillas. —Vamos, novia mía, fue muy chistoso, y lo sabes. —Sonrió de oreja a oreja. A Elizabeth se le escapó una pequeña risa y negó con la cabeza. —Tú y tus horribles improvisaciones.

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—Sí, lo sé. Lo siento. Y reconozco que te debo una buena comida francesa de tres platos. —Me conformaré con el pudín. ¿Estaba tan divino como parecía? —La expresión de Elizabeth era melancólica. —Mejor —suspiró Summer—. Una locura. Siento mucho lo de la no lactosa. Ojalá pudiera colarte unos cubitos de queso o algo así. El brie también está fenomenal. —Summer resopló de nuevo, imaginando aquella misión furtiva. —Si es brie, entonces me estarías pasando charcos de queso rezumante. —Los ojos de Elizabeth se arrugaron—. Y no creo que le estés dando a esto la gravedad que se merece. —Probablemente no. La diversión bailaba entre ellas. —Siento no haber recibido tus llamadas anoche —dijo Summer, poniéndose seria—. O que no haya trabajado contigo en el auto para aclarar nuestras historias. Estaba de muy mal humor. —Lo disimulaste muy bien —dijo Elizabeth con tono inexpresivo— . Mira, quiero decir que siento mucho cómo te traté antes de todo esto. Fue un plan terrible resolver cualquier chisme simplemente evitándote. Estuvo mal que no lo combatiera. —Yo también lo siento. Te he echado de menos. —Bueno, eso se le había escapado—. Y realmente me dolió. «Dios. ¿Algo más que no deba decir?». Elizabeth inhaló. Una expresión de preocupación cruzó su rostro. —Bueno… yo… sé que va en contra de mi reputación, pero no disfruté del todo cuando no estabas. Y no lo digo solo por el té. —No estoy segura de que eso sea un cumplido —dijo Summer—, pero creo que lo aceptaré. —Deberías. —Elizabeth sonrió—. Rara vez soy amable. —Mentirosa. Maldita sea. También es difícil seguir enfadada contigo.

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—Espera. —Elizabeth miró su reloj—. Deberías volver a tener ganas muy pronto. —¿Por qué dices eso? —Soy la bruja británica. —Se encogió de hombros—. O eso dicen. Summer se sentó en la tapa del inodoro y le dirigió una mirada pensativa —¿Dónde empezó ese rumor? ¿Quién lo hizo? —¿Qué te hace estar tan segura de que no está basado en hechos? —No lo está. Eres completamente profesional en el set. Así que vamos. Escúpelo. —Lenton. —¿El productor? ¿Qué pasó? —Me opuse fuertemente a una terrible historia que involucraba a Hunt. Al final, no se produjo. Pero se propusieron destruir su personaje como represalia. Toda una lección sobre quién dirige el programa. Y para mayor diversión, de repente aparecieron rumores en sitios de chismes sobre lo diva que soy. —Imbéciles. —Mmm. —Elizabeth miró a su alrededor—. No tendré que aguantar mucho más. Si consigo este papel, será algo en lo que centrarme. Una nueva dirección. —Bueno, vamos a conseguirte ese papel entonces. —Summer se puso de pie y dobló el cuello a derecha e izquierda, como si se preparara para un combate de boxeo. —Por cierto, ¿quién es Chloe? —preguntó Elizabeth. —Ella vive conmigo. Dudando, Elizabeth preguntó: —¿Una… mascota? Con una risa, Summer dijo:

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—¿Puedo citarte? No, es mi compañera de piso y mi mejor amiga. —Ya veo. ¿Y qué es lo que tienes de Shakespeare? —Summer se sonrojó—. Ah, es un poco tonto. —¿Cómo puede ser Shakespeare algo malo? ¿Ves muchas obras o lo estudias o…? —Sí a todo eso. Pero también tengo un truco para fiestas. —¿No me digas que es Shakespeare en Klingon? —No. Es que… recuerdo cada trivialidad de Shakespeare que he escuchado. Es raro que alguien pueda ganarme. —Una mirada intrigada cruzó el rostro de Elizabeth—. ¿Y esa mirada? —preguntó Summer—. Parece que estuvieras tramando algo. —Nada. —Elizabeth se cepilló los pantalones y se dirigió a la puerta. Se detuvo—. ¿Ya tenemos nuestras historias claras? —En realidad no, pero nadie me ha preguntado nada sobre ti más allá de tus alergias alimenticias. —Y mira lo bien que resultó. Al menos ahora parecía más divertida que enfurecida. —Lo siento de nuevo —dijo Summer con una pequeña sonrisa—. La buena noticia es que parece que Jean-Claude se ha quedado sin fuerzas para interrogarte sobre las cosas personales. Ya debe ser hora de lo profesional. —Si me ofrece el papel. —Lo hará. —Summer no tenía ninguna duda—. Pasaste su prueba. —¿Cómo lo sabes? Summer se encogió de hombros. —Tiene una mirada cuando se ha decidido por algo. Ya lo ha hecho. Estás dentro. Siempre y cuando, no lo estropeemos en la recta final. —Entonces asegurémonos de ello.

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—Sí. —Summer se frotó el brazo aún dolorido mientras seguía a Elizabeth—. Tiene un buen agarre, señora. —Necesito mi fuerza para huir de las arañas. La velocidad no es suficiente. Summer se rio. —De acuerdo, aceptaré eso como una disculpa, solo porque te hice pasar por una debilucha. —Excelente. —La sonrisa de Elizabeth era magnífica mientras se dirigía a la mesa. Summer se dijo a sí misma que no le importaba lo más mínimo.

Elizabeth se sorprendió un poco de lo bien que le sentó que Summer volviera a ser la de siempre. —Bienvenida, Bess —dijo Delvine cuando se reincorporaron a la mesa—. Confío en que todo esté bien. Y así, el aire cambió. La expresión de Jean-Claude pasó de ser genial a ser dura. Elizabeth sintió el peligro, pero no pudo entender lo que acababa de ocurrir. Jean-Claude escudriñó a Summer cuando volvió a sentarse. —¿Por qué llamas a tu novia Elizabeth? Summer frunció el ceño. —Ese es su nombre. —Cuando hablé por primera vez con la agente de Elizabeth, Rachel no paraba de decir «Bess esto», «Bess lo otro». Le pregunté si había entendido mal, si de su cliente era realmente Bess. Y me contestó que Elizabeth solo es Bess para las personas cercanas a ella. Ahora mismo, Delvine la ha llamado Bess. Pero tú no. No me había dado cuenta de lo que me había picado como una pulga todo el almuerzo hasta este momento. La cara de Summer se quedó completamente inmóvil.

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—La llamo Bess algunos días, pero siempre Elizabeth en el set. — Sus cejas se juntaron—. A veces olvido que no estamos en el trabajo. —Hoy no la has llamado ni una sola vez Bess —los ojos de JeanClaude estaban llenos de sospecha. «Ah, no». ¡No! No ahora, no cuando estaba tan cerca. —Em, cariño —intervino Delvine—, ¿discutimos tu obra maestra? Me encantó el guion. —Non. —Jean-Claude movió el dedo entre Summer y Elizabeth—. ¿Qué es esto? ¿Me están mintiendo? —Sus ojos marrones ardían de ira. A Elizabeth se le secó la garganta. —¿Jean-Claude? —preguntó Marcus—. ¿Qué pasa? —Hay algo más que me preocupa. Las nuevas parejas de enamorados, ¿qué tienen en común? Los ojos: nunca se apartan del otro. Las manos: siempre se extienden, se tocan. Las voces: más suaves cuando se refieren al otro. Es universal, ¿oui? ¿Estas dos? No hacen ninguna de estas cosas. Marcus se volvió hacia Summer con una mirada de traición. —¿Esto no es real? Summer negó con la cabeza. —Por supuesto que sí. —Su vehemencia no cambió la expresión de ninguno de los dos hombres. La transpiración comenzó a recorrer el cuello de Elizabeth. Intentó, desesperadamente, pensar en algo que decir para arreglar esto, pero nada le vino a la mente. Era cierto. No habían hecho ninguna de las cosas que haría una pareja de enamorados. —Hemos tratado de mantenerlo el secreto —dijo Elizabeth en voz baja—. Pensamos que sería obvio que Summer se preocupa por mí si empieza a llamarme por un nombre personal en el trabajo. Así que me llama Elizabeth.

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—Se preocupa por ti. —Jean-Claude le dirigió una mirada incrédula—. Este gran amor que comparten, y no puedo sentirlo. Esto no está bien. Estoy empezando a pensar que… De repente, Summer se enderezó, con una mirada determinación en su rostro.

de

—¿Te he contado alguna vez cómo conocí a Elizabeth? Agitando la mano con displicencia, Jean-Claude dijo: —En el set. Oui, ella me lo dijo. —No, eso fue cuando ella me conoció. La boca de Elizabeth se abrió un poco. ¿A dónde iba Summer con esto? —Ah, no puedo esperar a escuchar esto. —El goteo de sarcasmo en su voz fue imposible de pasar por alto. —Fue en Londres. —Summer sonrió suavemente. Desplazó su mano para tomar la de Elizabeth sobre la mesa, y la dejó allí—. Tenía quince años, y estaba atrapada en Londres mientras mis padres trabajaban en la trilogía de Andromeda Quest. Se me daba bien escaparme de mi tutor para asistir a las matinés del West End. Esa fue la primera vez que vi a Elizabeth, en la obra de Las mujeres de Shakespeare. Elizabeth se quedó quieta. ¿Summer la había visto? ¿Había estado en aquellas multitudes oscuras mientras Elizabeth se entregaba por completo? Por otra parte, ¿no había dicho Summer que había investigado? La historia teatral de Elizabeth era bastante fácil de buscar. Summer cerró los ojos. —Elizabeth salía cada día, se sentaba en un taburete de madera, bajo un único foco, y se convertía en la mujer de Shakespeare. Estaba asombrada. Era la persona más hermosa que había visto en mi vida. Y no me refiero solo al aspecto físico. Me atraían las emociones, el cómo nos hacía sentir. Su poder para tenernos en su mano y jugar con nosotros como si nada. —Abrió los ojos y miró a Jean-Claude—. Ese

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día descubrí mi amor por la actuación. Así que no es de extrañar que, cuando la vi en el set, me enamorara de ella… Entonces, ¿qué importa cómo la llame? Tú lees a la gente. Mírame a los ojos, ¿no puedes ver la verdad? «Qué convincente». Elizabeth se sintió identificada con la mirada de asombro de Delvine. Era imposible que Summer hubiera investigado ese nivel de detalle. Tenía que haber estado allí. ¿Y el resto? Bueno, ciertamente hiló una historia convincente. Jean-Claude se quedó pensativo. —Yo también la vi en esa obra. Puedo creer tu reacción. Imposible de olvidar. Siempre pensé que un día trabajaríamos juntos. ¿Quizás tú pensaste lo mismo? ¿O tal vez encontraste algo más que un amor por el teatro para tu héroe ese día? —Su tono era juguetón. Summer se erizó ante la insinuación. —No. Yo era solo una niña. Elizabeth Thornton era mi ídolo, fuera de mi alcance. Sin embargo, leí sobre ella, todo lo que pude encontrar. Una historia hablaba de una marca de té que le gustaba. —Se quedó mirando el mantel, con las mejillas rosadas—. Elizabeth mencionó que había una casa de té cerca de su universidad que hacía una deliciosa mezcla de cacao de guayusa. Tome el autobús al día siguiente y lo probé, imaginando que compartía una taza con ella. Hablando juntas de Shakespeare, haciéndonos grandes amigas. — Puso los ojos en blanco y añadió—: Dios, sé lo cursi que suena, pero los adolescentes hacen cosas así. De todos modos, el té era sublime y me gusto. Ahora, obviamente, es maravilloso tener algo que pueda compartir con ella. —¿Así que realmente se conocieron en el set? —preguntó JeanClaude. La sospecha en sus ojos había desaparecido. —Así es. —Elizabeth le dedicó a Summer una pequeña sonrisa—. Me preguntaba quién era esta chica de Los Ángeles que se estaba bebiendo mi té. Tremenda primera impresión. —Se inclinó y dejó caer un beso en la mejilla de Summer. El estremecimiento de Summer fue sutil, pero ahí estaba.

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«Genial. ¿Precisamente ahora tiene que asustarse?». Elizabeth rezó para que no fuera evidente. —¿Así que fue amor a primera vista? —preguntó Marcus, sonando esperanzado. —No. —Las mejillas de Summer volvieron a enrojecer—. En realidad, al principio, fue difícil para mí conocerla. Es una mujer real, no la fantasía idealizada de una niña. —Sus ojos se encontraron con los de Jean-Claude—. Por lo general, nunca es una buena idea conocer a tus héroes. —La última frase fue casi un susurro—. Pero salió muy bien. —Summer sonrió—. La vi tal y como es en realidad: bajo todo el maquillaje, bajo la fama, bajo la reputación. Una vez que la conocí de verdad, me enganché. No quería que se encendieran las luces y que volviera a desaparecer. Y ahora, aquí estamos. No quiero volver a separarme de ella. Marcus sonrió. —Es precioso. Summer seguía agarrando la mano de Elizabeth, pasando el pulgar por ella. Elizabeth podía sentir signos de nerviosismo en sus dedos cálidos. ¿Cuánto de aquel discurso había sido real? Estaba claro que Summer era una actriz experta, pero aquello parecía demasiado bueno para ser improvisado. —Veo que tenía razón en algo —dijo Jean-Claude—. Bueno, en realidad en dos cosas. —Sin decir nada más, se levantó de la mesa y regresó unos minutos después con tres copias del guion—. Primero, tú eres mi Elspeth. —Deslizó uno hacia Elizabeth. La emoción la llenó. Gracias a Dios—. Y dos, Summer, creo que serías una excelente Lucille. Es una mezcla de ingenua, traviesa y seductora. Les pasó suavemente las copias a Summer y Delvine. »Hay algunas escenas nuevas que no han visto. Estuve contemplando la posibilidad de reescribir el guion desde el momento en que Skye me dijo que era verdad lo de ustedes dos. Ahora estoy convencido de que tenía razón. Los amantes fuera de la pantalla harán de amantes en la pantalla.

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—¿Qué? —Los ojos de Summer se abrieron de par en par. Su mano apretó la de Elizabeth dolorosamente, y luego la soltó. Delvine parpadeó, agarró el guion y lo hojeó. Aclarándose la garganta, Elizabeth dijo: —Jean-Claude, aunque me encantaría ser tu Elspeth, y gracias por ello, no había ninguna Lucille en el guion que leí. —Como dije, esto es nuevo. —Mencionaste a los amantes de la pantalla. Pensé que Elspeth tenía una aventura de una noche con Lucas, el juez de línea. ¿Él iba a representar la lujuria? —Lucas sigue ahí pero ahora no hay intimidad. Hará el papel del arrepentimiento. Lucille es la lujuria. —Tomó un sorbo de vino. Delvine se aclaró la garganta. —Esto es todo un cambio, querido. Tampoco es una escena casta. —Será hermosa. —Sus ojos se entrecerraron—. Es frustrante. Los estadounidenses ven tan a menudo el sexo en la pantalla como algo sucio o, ¿cómo se dice? Como porno. El cual se utiliza para explotar, incluso cuando se trata de amor. Yo nunca toleraría eso. Esto, lo prometo, de todo corazón, será sublime. Iluminación parcial. Sombras suaves, enfoque suave. Sábanas retorcidas, perfectamente tapadas. Arte. —Sea como sea, tenemos que hablar de este… arte —dijo Delvine— . Negociar. Es algo muy importante para cualquier actor. Sobre todo, para una pareja que no quiere que se conozca su relación. —Espera, ¿«no casta»? —murmuró Summer, agarrando su copia del guion—. ¿Qué tanto? —Página cuarenta y seis —murmuró Delvine. Summer lo hojeó y ambas leyeron. —Ah —susurró Summer. Elizabeth se quedó mirando las crudas palabras.

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«Ah».

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Capítulo 8

B

ien —dijo Elizabeth mientras conducían a casa—. Eso fue…



—Sí. —Summer miró por la ventana—. No lo vi venir.

—Yo tampoco. No tenía ni idea, obviamente. —Claro, lo sé. Por supuesto que no sabías. —¿Qué vas a hacer? —preguntó Elizabeth. Summer se dio la vuelta y se le hundió el estómago. Había pensado que era obvio. —¿Qué quieres decir? —Bueno, ¿cómo vas a zafarte del papel y, aun así, darle a JeanClaude la impresión de que eres mi amante en la vida real? ¿Cómo iba a ser capaz de hacerlo? Summer ni siquiera había manejado bien el beso en la mejilla de Elizabeth. Pero… y era un gran, pero… esto era una enorme oportunidad actoral. Había pasado directamente de dulce niña a la chica de al lado. Que le ofrecieran un papel que rompía moldes como este no tenía precio. Tendría que encontrar la manera de hacerlo funcionar. Lo que no apreciaba era lo segura que parecía Elizabeth de que Summer no debía aceptarlo. Le dirigió una mirada ecuánime. —¿Y por qué lo dejaría? Ya es hora de que abandone el papel de ingenua. Tengo veintiocho años, y ya debería haber interpretado a un adulto con deseos humanos. —¿Quieres hacerlo? —Elizabeth se quedó mirando. ¿Tenía que parecer tan condenadamente sorprendida? —Sí.

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—Las escenas entre Elspeth y Lucille… —Elizabeth le lanzó una mirada a Delvine, que las observaba desde el asiento de enfrente—. Me refiero a que por algo Lucille es la manifestación interna de la lujuria de Elspeth. —Ya lo sé —dijo Summer secamente, deseando que su cerebro no volviera a dar vueltas con los pelos de punta. Había necesitado media hora solo para estabilizar su pulso después del shock inicial—. Yo también lo leí. —Podemos negociar los límites —habló Delvine por primera vez— . Cuánta piel. Hasta dónde llega. Estoy segura de que Jean-Claude estará abierto a algunos cambios. No me parece que sea del tipo de los que se prostituyen. Y la agente de Elizabeth tiene un excelente abogado precisamente para esto. Pero el contenido de la escena no es la cuestión aquí, ¿verdad? —Las miró—. ¿Tengo que explicarlo? Summer suspiró. —Lo sé. Es el tema gay. Y el hecho de que se trate de nosotras. —Exactamente —dijo Delvine. Elizabeth sacudió la cabeza hacia Summer. —¿Estás diciendo que estarías dispuesta a…? —Hizo una pausa. —¿A hacer de tu amante? —La exasperación de Summer aumentó. ¿Realmente le parecía tan inverosímil?—. Es una actuación, Elizabeth. Lo siento, quiero decir, Bess. ¿Realmente no pensaste en mencionar un detalle tan importante? Eso casi te cuesta todo. —Demonios, lo sé. —Se pasó la mano por el pelo—. No pensé. El encuentro fue tan rápido. —Dudó—. ¿Realmente no tienes ningún problema con nada de esto? —¿Por qué lo tendría? Quita las escenas de sexo de la ecuación y el papel es brillante. ¿Las capas? ¿La forma en que Lucille hace las preguntas justas porque conoce todos los puntos débiles de Elspeth: sus secretos, sus deseos, sus miedos más oscuros? Se está atormentando a sí misma y ni siquiera lo sabe. Es un papel de

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ensueño. Nunca dan papeles inteligentes, llenos de matices y con clasificación R a mujeres como yo. —No, no lo hacen —aceptó Elizabeth—. Si yo fuera tú, también lo querría. —¿Cuál es el problema? Parece que estás muy confundida con esto. ¿Es porque soy yo quien interpreta a Lucille? ¿O es el sexo lésbico lo que te tiene tan desconcertada? —No estoy inquieta. —Elizabeth levantó la barbilla—. Ni tampoco desconcertada. No se trata de mí. Supuse que no te gustaría. Pensé que te haría sentir incómoda. —Bueno, he aquí tienes una idea estupenda: ¿Por qué no dejas que me preocupe de mí misma? No hay nada sobre Lucille que no pueda manejar, así que no pongas cualquiera de tus miedos en mí. A Summer se le salía el corazón del pecho. A decir verdad, la escena la asustaba muchísimo, pero Elizabeth no necesitaba saberlo. Al diablo con cualquiera que intentara quitarle este papel. Los ojos de Elizabeth se tensaron y abrió la boca. —Bien, señoritas —la cortó Delvine—. Esto está empezando a sonar como un concurso de orina. ¿Podemos acordar que ambas son más que capaces de hacer la escena y seguir adelante? ¿Y luego podemos hablar del elefante rosa en la limusina? Elizabeth asintió con dificultad. Y Summer tragando, también asintió. Había estado tan ocupada convenciendo a todo el mundo, incluida ella misma, de que podía hacerlo, que ni siquiera habían abordado lo más importante. —¿Están ambas dispuestas a hacer de gay? —Delvine las observó— . Prácticamente, todos los que lo hacen, no importa quién, reciben rumores de homosexualidad a su alrededor. Es breve, pero es tan habitual como los impuestos. Sé que es ridículo. Haces de asesino y nadie te pregunta cuántos cadáveres has enterrado. Te pueden preguntar si eres lesbiana, si alguna vez has estado con mujeres, si alguna vez quisiste estarlo, si te gustó besar a tu compañera de

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reparto y, sobre todo, si se gustan en secreto. Eso es lo que hay por delante. El cuerpo de Elizabeth se puso un poco rígido y su mandíbula se endureció. —¿No nos reímos simplemente como si fuera un papel como cualquier otro? —Sí —dijo Delvine—, lo hacemos. Así es exactamente como se maneja. Lo que pregunto, sin embargo, es si les parece bien enfrentarse a esas cuestiones. —Viene con el papel aparentemente. —Elizabeth estaba sacando pelusas de sus pantalones—. Quiero el papel. Haz las cuentas. —Mm. —Delvine miró a Summer—. ¿Y tú, cariño? Summer se encogió de hombros —Estoy bien. Autumn se asustará al principio, pero ya es hora de que mi «yo» en la pantalla crezca. Así que sí, está bien. Un pequeño inconveniente. Delvine la miró. —Lo tendrás mucho más difícil que Bess. Sigues siendo Punky para mucha gente. Algunos se enfadarán y dirán que has arruinado a Punky para ellos, o que la has sexualizado de alguna manera al sexualizarte tú. Puede que te troleen o te boicoteen, o que ataquen a tus antiguos programas infantiles. Summer se quedó boquiabierta. —¿Por qué? Esto es una película independiente de arte. Para adultos. —Soy consciente. Y necesito que entiendas todas las posibles consecuencias. Puede que todo salga bien. Pero recuerda, eres la chica con los padres y los niños se encariñan y, de repente, estás besando a la villana más odiada de América, que además es algo mayor y una mujer. Elizabeth se aclaró la garganta.

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—Más que besar —murmuró—. No olvides las páginas cincuenta a la cincuenta y seis. Oh, Dios. Summer no había pensado en esto para nada. —Mira, no hay nada importante de qué preocuparse —continuó Delvine—, pero siempre hay un grupo de padres afectados que dicen actuar en nombre de la moralidad, y que intentarán hacerse un nombre con esto. Y eres muy comercializable. Los medios de comunicación se comerán una polémica como esta. —Polémica. —Summer trató de imaginarse en el punto de mira de alguien. —Nunca te han odiado —dijo Elizabeth amablemente—. Es manejable, pero ayuda el estar preparada emocionalmente para ello. —Si ocurre —dijo Delvine—, quizá la evolución de la sociedad nos sorprenda. —Su expresión decía todo lo contrario. —Pero es solo un papel. —Summer tragó y recordó lo que más importaba—. Uno grande. —Lo es. —Delvine estuvo de acuerdo—. Y te prometo que el contragolpe, si lo hubiera, sería solo temporal. Sin embargo, deberías hablar seriamente de esto con tu gente. Yo no soy tu jefa, así que no soy quién para decir lo que debes hacer. Simplemente, piensa en las ramificaciones. —¿Y si yo fuera tu cliente? ¿Me aconsejarías que lo aceptara? —Pero no lo eres. —Imagina que lo soy, por un minuto. Delvine sonrió. —¿Asesoramiento gratuito? ¿En esta ciudad? Summer, querida, tienes muchas agallas. —Sí —sonrió, ofreciendo su mirada más pícara—. Lo sé. Pero ¿por favor? Elizabeth se rio.

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—Las armas grandes, Delvine. Ahora estás acabada. Agitando un dedo hacia Summer, Delvine dijo: —He representado a ganadores de Óscar que no son tan persuasivos. Pero yo soy inmune. —¿De verdad? —Summer mostró una expresión aún más descarada—. ¿Tengo que rogar? —Ah, definitivamente creo que deberías —dijo Elizabeth, haciendo un gesto de «por favor, continúa»—. Necesito más diversión en mi vida. ¿No es eso lo que siempre me dices, Delvine? Delvine puso los ojos en blanco. —Ya déjense de bobadas. Muy bien, Summer, debes haberme sorprendido en un buen día. Te diré lo que pienso: acepta el papel y ríete hasta los premios, porque se amontonarán, y luego lánzate a la siguiente gran cosa. No te quedes atada a Choosing Hope por mucho tiempo. Tienes demasiado talento para eso. Y, cuando esto explote, si tu hermana no puede hacer que toda esa publicidad gratuita te convierta en un nombre conocido, entonces llámame y hablaremos. Estaré orgullosa de representarte. ¿De acuerdo? Summer sonrió. —Gracias, Delvine. Te agradezco el consejo. Sin embargo, me quedaré con Autumn. Ella ha trabajado mucho para llegar donde estoy. Confío en ella. —Sí, ha hecho bien en llevarte hasta donde estás ahora. No estoy tratando de robarte. Veo que eres leal. Solo estoy explicando las cosas. Hasta el aficionado más dedicado puede llevar la carrera de alguien. Todo es sobre conexiones y contactos, que ella no tiene. Una pequeña burbuja de ira se levantó en Summer. —Creo que estoy divagando. —Delvine se inclinó hacia delante—. Si aceptas este papel, y ahora me dirijo a las dos, ¿puedo pedirles, al menos, que se esfuercen de verdad la próxima vez?

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«Ah, demonios». ¿Qué tan obvias habían sido? Elizabeth le dirigió una mirada arqueada. —No te hagas la inocente —dijo Delvine—. El trato casi implosiona hoy porque tú… —Señaló a Elizabeth—… no le dijiste a Summer tu nombre preferido. La culpa recorrió a Summer. No le había puesto precisamente fácil a Elizabeth informarle de nada. —No podemos permitir que algo así suceda de nuevo —continuó Delvine—. Si van a rodar en medio de la nada durante un mes, ambas tendrán que hacer un trabajo mucho mejor para fingirlo. Y JeanClaude me parece el tipo de hombre que despediría a su protagonista, a toda costa, si descubriera que le ha estado mintiendo todo el tiempo. ¿O no, Summer? Ella asintió lentamente. —Realmente odia el engaño. Haría eso. —Me lo imaginaba. Entonces no lo arruinen. Trata estas próximas semanas como un período de investigación. Y no quiero escuchar más improvisaciones estúpidas sobre cactus, arañas o zombis. Tienen suerte de que las dos tengan el suficiente encanto para hacer esa idiotez. Tómense esto en serio. Conozcan a los amigos de la otra, a la familia, a los peces de colores, lo que sea necesario para ser convincentes. Háganlo bien. Elizabeth frunció los labios. —No voy a presentar a Summer a mis amigos como alguien con quien estoy saliendo. Aullarían de la risa. —Qué encantadora. —Summer rechinó los dientes—. Gracias por eso. —No me refería a eso. —Elizabeth le devolvió la mirada—. Solo quiero decir que son inteligentes. Sabrán en dos segundos que es una estafa. Saben que no opino muy bien sobre… —Se interrumpió, con una mirada de culpabilidad en el rostro.

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—No te detengas ahí. —Summer se cruzó de brazos—. ¿Qué es lo que no te parece muy bien? ¿O quién? Los labios de Elizabeth se apretaron. Con un gemido, Delvine se pellizcó el puente de la nariz. —Esta situación con ustedes va a ser muy divertida. —Vamos —incitó Summer—. ¿Quién no te gusta? ¿Antiguas estrellas infantiles? ¿Niños con padres del mundo del espectáculo? ¿Rubias? ¿Chicas de Los Ángeles? —Elizabeth se estremeció—. Chicas de Los Ángeles —murmuró Summer—. Sí, claro. Déjame adivinar, ¿somos todas idiotas insulsas y con derechos, con perros falderos en nuestros bolsos? —Yo no he dicho eso. —Salió estrangulado. —¿Cómo puedes creer eso después de conocerme? —Summer dudó mientras se le ocurría un pensamiento peor—. ¿O sigues pensándolo, incluso después de conocerme? —Esa es la cuestión —protestó Elizabeth—, que no te conozco. ¿Sabía la verdad sobre cómo llegó a gustarte mi té, y que me habías visto en Londres? Eso fue una sorpresa, te lo aseguro. Que fueras una especie de… —Hizo un gesto despectivo—… fanática devota. La furia inundó a Summer. —¡Oye! Hoy te salvé el trasero aun cuando no era mi deber hacerlo. Pude ver que estábamos perdiendo a Jean-Claude. Necesitaba escuchar algo real. Así que le dije algo honesto, aunque sabía que sería embarazoso o, peor aún, que me juzgarías por lo que hice cuando era joven. Y para agradecérmelo, ¿me echas en cara mi honestidad y te burlas de mí por lo que fui? Elizabeth parecía haber sido abofeteada. —Summer… —Un tenue color rosa subió por sus mejillas—. No. Yo… —¡Muy bien, suficiente! —Delvine les dirigió una mirada de sufrimiento—. Pueden resolver las cosas poco a poco. Bess, por

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supuesto que no estoy sugiriendo que trates de engañar a tus amigos. Los he conocido. Sí, supondrían que estabas bromeando. Así que sé sincera. Explica lo que pasó, y que necesitan ayudar a Summer a investigarte. Y Summer, haz que tus padres compartan con Bess un par de anécdotas de tu infancia o algo así. —Se frotó la sien—. No debería ser tan difícil. —No puedo. —Elizabeth y Delvine la miraron—. Mamá es imposible. —Levantó las manos—. ¿No lo entienden? Ella cree en los rumores. Se le meten ideas en la cabeza, como cuando vio las fotos de HGZ, y no me creyó ni una palabra de lo que le dije para desmentirlo, porque le gusta la idea. Además, es amiga de Jean-Claude, así que ni siquiera estoy segura de que deba intentar convencerla. ¿Y si le dice algo equivocado? Delvine frunció el ceño. —Bien, nuevo plan. Sean honestas con la gente de Bess, y finjan con la de Summer. —No quiero mentirle a papá. —Summer hizo una mueca de dolor—. Pero se lo diría a mamá. Mierda. Tendré que mentirles a los dos. —Suspiró—. Se lo diré a Autumn, sin embargo. Como mi agente, ella tiene que saber la verdad. Y luego está Chloe. —¿Quién? —preguntó Delvine. —Mi compañera de cuarto. —¿Tiene algún contacto con tus padres? —Delvine sonaba agotada. —Todo el tiempo. Mamá viene a almorzar todos los domingos, a veces con el resto de la familia. —Summer gimió—. Y Chloe no puede mentir para salvar su vida. Se le soltaría lo de la relación falsa si mis padres le pidieran que les pasara el ketchup. —Ya veo. Bueno, piénsalo así: es una prueba. Una… audición. Si puedes convencer a Chloe, estarás lista para tu papel. —Delvine la miró con atención—. O si no puedes soportar nada de esto, dilo ahora. Veo que te resultará difícil. Quizá sea mejor que te retires antes de

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hacer perder el tiempo a nadie y que Jean-Claude pueda encontrar una nueva Lucille. Es tu decisión. Todas lo entenderemos. Summer lo consideró, justo cuando el auto llegó a la cima del camino a la entrada de la casa de Elizabeth. La miró con asombro. Aquella mañana había estado demasiado distraída para asimilarlo. Ante ella se encontraba una impresionante casa en la ladera de la colina, amurallada en un extremo con cristales. A través de ese cristal, vislumbró el brillo de una hermosa piscina y una vista increíble. Vaya. Hizo que el bonito bungalow de Summer pareciera un cobertizo de jardín. —Bien, aquí me quedo. —Elizabeth lanzó una mirada a Summer mientras salía de la limusina—. Hablaremos mañana en el trabajo. — Se volvió hacia su representante—. Delvine, te llamaré más tarde para discutir lo que quiero cambiar. Al diablo que voy a hacer una escena de desnudo completo. No me importa quién lo pida. —No hay problema —respondió Delvine—. Me ocuparé de ello con Rachel. Hablamos pronto, cariño. La puerta se cerró. El conductor condujo la limusina por el camino circular de grava y pronto se dirigieron de vuelta a la colina. Summer se sentó en silencio, digiriendo las palabras «escena de desnudo completo» junto a la imagen de la mujer que las había pronunciado. La realidad la golpeó. «Elizabeth desnuda. Yo desnuda». En una pequeña cama en una acogedora cabaña en el desierto. «¿Cómo diablos voy a superar esto?». ¿Tal vez Delvine sería buena para negociar: sábanas, sombras y poca luz alrededor? La esperanza se disparó. Pero, aun así… «Elizabeth desnuda… en mis brazos». —Así que… Summer Hayes. La chica de al lado. —Delvine se ajustó los brazaletes y le lanzó una mirada especulativa—. Estás llena de sorpresas. —¿Yo?

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—¿Sabes?, normalmente tengo un excelente gaydar, pero no me sonó contigo. No te preocupes, creo que pasó por encima de la cabeza de Elizabeth. —¿Qué? Espera, ¿qué pasó por encima de su cabeza? —Summer, querida, deduzco que Skye es un poco excéntrica, pero ninguna madre asumiría que las fotos de HGZ fueran reales si supiera que su hija es heterosexual. Así que ella tenía que saber que no lo eras. «Ah, mierda». Los hombros de Summer se desplomaron. No podía reunir una mentira y era evidente que Delvine no era estúpida. —Solo lo he señalado para que no cometas el mismo error con alguien menos discreto —continuó Delvine—. No se lo diré a nadie. Tengo unos cuantos actores en el closet en mis libros, así que estoy atenta a captar las pistas. Esa es la única razón por la que me di cuenta. Summer asintió con desgana. —Pero en ese tema de captar cosas, hay algo más que no puedo pasar por alto. —Delvine miró sus brazaletes. Por alguna razón, ver dudar a la siempre directa representante, hizo que a Summer se le revolviera el estómago—. Mira, fue un buen discurso —dijo Delvine—. Convenciste a Elizabeth. Eso fue impresionante, porque ella no es ninguna tonta. Sorprendida, Summer preguntó: —¿Convencerla de qué? —Sobre que solo estás tratando de ayudarla y que no debería juzgarte por quien eras a los quince años. —Delvine hizo una pausa— . La cosa es, Summer, que lo ocultas bien, cariño, pero me parece evidente que tienes algún tipo de sentimientos por Bess. «Ay. Mi. Dios». Las negaciones brotaron de sus labios, pero, bajo la mirada cómplice de Delvine, ninguna de ellas llegó a su lengua. —Está bien. —La expresión de Delvine era amable—. Vivimos en Hollywood. ¿A quién no le late el corazón un poco más rápido por algunos de los perfectos especímenes con los que trabajamos? No creo

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que nadie sea inmune a unos cuantos enamoramientos secretos. Y te prometo que Bess no lo sabe. —Pero no es así. Solo quiero ser su amiga. —Ah, ¿sí? —Delvine lo consideró—. Te escuché en la comida. Tu hermosa historia sobre cómo viste a la verdadera Bess, y te enamoraste de quien realmente era después de años de conocer solo su imagen. Sin embargo, sospecho que fue todo lo contrario. Creo que sí viste a la verdadera. Y Bess, siendo Bess, era la misma de siempre, con las paredes levantadas, despreciando a los que la rodeaban, sin interés en ser amable. Eso probablemente te dolió mucho, sobre todo porque, probablemente, todavía hay una parte de ti, en el fondo, que recuerda cómo la admirabas de adolescente. Es todo un poco confuso. ¿Estoy cerca? Summer se sintió mal. Qué humillante. —Tienes que entender que Bess no es una mala mujer, así que no la juzgues con demasiada dureza —continuó Delvine—. Se concentra tanto en el trabajo y, dado el mal humor que ha tenido estas dos últimas temporadas, no es demasiado agradable con nadie. Se olvida de las pequeñas cosas, de la lubricación social, se diría, como fijarse en la gente que la rodea. No es personal. Su mentalidad se centra en hacer su trabajo y escapar a casa. Además, es cautelosa debido a su fama. Es difícil para ella bajar la guardia en los mejores momentos. Pero, en este momento, es más impenetrable. —Está bien. Lo entiendo. —Le dije a Bess que eras una buena actriz y… —Delvine ofreció una sonrisa irónica—… me tenías casi convencida. Pero no está bien, ¿verdad? Siento preguntar, y normalmente no me involucraría, pero Bess es mi negocio, así que… —Bajó la voz, a pesar de que la pantalla de privacidad estaba levantada entre ellas y el conductor—. ¿De verdad vas a estar bien haciendo este papel? Tendrás que fingir que tienes intimidad con una mujer por la que claramente sientes algo. Ella no siente eso por ti y nunca lo hará. El corazón de Elizabeth no es algo que comparta a menudo, y nunca con los coprotagonistas.

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—Ya lo sé. —Summer miró fijamente, incluso cuando su corazón se hundió. —Entonces, si se trata de llegar a hacer esa escena de sexo solo para poder estar cerca de ella de una manera que nunca podrás estarlo en la realidad, te va a estropear mucho la cabeza. Lo he visto. Sin mencionar que es destructivo para ambas partes. No está bien. —¡Dios mío, no! —jadeó Summer, ofendida. ¿No entendía Delvine lo horrible que sería esa escena para ella? ¿Lo difícil que sería tener que trabajar más allá de sus sentimientos solo para hacer el papel?— . ¿Cómo puedes siquiera…? —Su furia aumentó—. Renunciaría en este momento si pensara por un momento que tienes razón. Nunca me aprovecharía de la situación por una razón tan egoísta. —Lanzó a Delvine una mirada de espanto—. ¿Cómo puedes pensar eso? Estoy interesada en este papel a pesar de… todo, no por ello. —Bien. —Delvine asintió con satisfacción—. Ahora sí que me lo creo. Gracias por tranquilizarme. No había pensado seriamente en ello, pero me gusta comprobarlo. No te preocupes, no diré ni una palabra de esto. Los buenos representantes son como los sacerdotes. Solo que con mejor sentido de la moda. Summer le dedicó una sonrisa de alivio. Delvine la igualó con una amplia sonrisa propia. —Ahí está esa sonrisa por la que eres famosa. —En un tono melancólico, Delvine añadió—: Bess también solía sonreír mucho, ¿sabes? En su día. Cuando llegó por primera vez a Los Ángeles. Estaba tan feliz de estar aquí. —¿En serio? —Eso era difícil de imaginar. —Ah, sí. Volvía a estar con sus amigos de Cambridge y el mundo entero estaba lleno de posibilidades. Ahora el trabajo es un suplicio, y eso me rompe el corazón. Es por eso por lo que este papel es tan importante. Porque, a pesar de todo el bagaje, no quiero que nada se lo estropee. —Delvine la miró directamente—. Ni nadie. —Nunca le haría daño. —Summer lo decía en serio con cada fibra de su ser.

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—Ya lo has hecho —dijo Delvine—. Pero no te preocupes, vivirá. Probablemente, sea algo bueno para ella. Un recordatorio para pensar en cómo los demás encajan en su mundo. Para pensar fuera de su burbuja. Es hora de que se sacuda un poco. No es solo ella. Ser famoso hace que algunas personas se centren demasiado en sí mismas al tratar de protegerse. Es difícil de evitar. —No lo entiendo. ¿Cómo la he herido? —Le molestó mucho que te alejaras de ella. Lo curioso es que ni siquiera se ha dado cuenta de que fuiste la causa de su estado de ánimo más atroz últimamente. —¡Fue su maldita idea! Bueno, de su gente. ¡Tú! —No fui yo, querida. Rachel Cho, la agente extraordinaria. No era el consejo que yo habría dado. Lo que Rachel nunca considera son lo pocos amigos genuinos que tiene la gente como Elizabeth. Todo el mundo quiere un pedazo de la fama. Así que ella se relaciona con poca gente. Su vida social comprende solo los amigos que conoció en la universidad en Londres hace veinte años. —¿En serio? —Summer había asumido que Elizabeth tenía docenas de amigos. —Sí, bueno, ella es complicada. Así que considera un gran elogio que seas la primera persona que he visto romper el molde de sus amistades. Creo que también sé por qué. Creciste rodeado de gente famosa, ¿no? Summer asintió. —Tenemos a muchos en nuestras fiestas. —Apuesto a que nunca has pensado en su fama. Eso es increíblemente raro para ella. Creo que lo ha captado subconscientemente. Summer la miró consternada. —Entonces, ¿eso es todo? ¿Le gusto porque no la trato como si fuera famosa? —Genial. Un perro callejero podría haber tenido el mismo impacto.

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Delvine se rio. —Por supuesto que no. Creo que le gustabas de verdad por muy poco que haya durado su amistad antes de que Rachel decidiera que había que volarla. Summer se mordió el labio. —¿«Gustabas»? ¿Tiempo pasado? —Debería haber adivinado que te darías cuenta de eso. —Delvine sonrió con simpatía. El auto se detuvo frente a un edificio de apartamentos de cristal reluciente—. Escucha, cariño —dijo mientras recogía su bolso—, a pesar de cualquier otro asunto complicado entre ustedes, creo que eres realmente buena para ella. Ella sonríe más a tu alrededor. Es casi como la mujer que conocí. Pero también sacas el dragón que hay en ella, y se pone tan furiosa contigo como nunca la he visto. Ha sido toda una revelación verlas a las dos enfrentadas hoy. No puedo decirte lo raro que es tener a la Bess de espectro completo. Suele ser tan británica y reservada cuando se trata de sus sentimientos. Aun así, ten cuidado. Las grandes emociones tienen mucho poder para herir si estás en el extremo receptor. No querrás inmolarte bajo el foco del láser de Bess. O, si tienes que derrumbarte, ¿puedes al menos hacerlo después de haber hecho Eight Little Pieces? —Le lanzó a Summer una sonrisa mercenaria. —Entendido —dijo Summer—. Nada de autodestrucción hasta después del gran papel cinematográfico de tu cliente. —Muy bien, sabía que nos entenderíamos perfectamente. —La sonrisa de Delvine era positivamente angelical mientras salía del coche.

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Capítulo 9

E

lizabeth se miró en el espejo de su tráiler, preguntándose si la mujer que miraba hacia atrás estaba preparada para lo que le esperaba en las próximas semanas. El desastre estaba escrito por todas partes. Un pequeño error, un movimiento inoportuno, y acabaría sin película y con un francés furioso en sus manos. Miró el reloj de pared. Se suponía que Summer llegaría en cualquier momento. Seguía sin tener sentido que la joven se hubiera lanzado de lleno a querer interpretar a Lucille, sin reservas, dudas ni miedo. Elizabeth tenía las tres cosas. No quería las especulaciones, la atención ni las preguntas indiscretas. Odiaba todo eso. El papel traería una avalancha de escrutinio, que probablemente la obligaría a intensificar sus apariciones con Amrit. Y mentir. Elizabeth suspiró. No había venido a Hollywood para esto. Para fabricar una vida tan real como el muñeco coleccionable de la jefa Hunt que la cadena había sacado a la venta en el momento álgido del romance de Méndez. Se estremeció al recordarlo, sostuvo un cepillo para el pelo y le dio vueltas al mango. Formaba parte de un juego de cepillos de madera pulida que le había regalado su madre. Se preguntó si su amor por las cosas suaves no era más que un bálsamo para las asperezas de su doble vida. Hetero por fuera, gay por dentro. Sus ojos grises la miraban fijamente, sin ofrecer respuestas. Al menos ocultaban su confusión. Summer, en cambio, parecía no tener miedo. Aunque eso podría deberse a que esto era solo un reto de actuación divertido para ella. Algo para marcar en su CV. Ella seguiría adelante sin otro pensamiento. Summer no se sentiría desnuda hasta los huesos y aterrorizada de que, si alguien la miraba de cierta manera, lo sabrían.

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Siempre fue lo más difícil de ser una actriz. ¿Cuánto decides revelar de ti mismo? ¿Cuánto expones por el precio de la entrada? ¿Cuánto te guardas y te proteges? Summer había tenido razón, cuando puntualizó que Elizabeth estaba proyectando sus miedos. Eran sus propios problemas los que había que desmenuzar. Así que Elizabeth se volcaría en Elspeth. Ahogaría esos miedos y se retorcería en el alma de una escritora reclusa. Una mujer que desea a las mujeres. «¿Cómo sería besar a Summer? ¿O que ella me bese a mí?» Frunció el ceño al pensar en ello. Era poco profesional. Esto era un trabajo. Llamaron suavemente a la puerta y Elizabeth se volvió hacia ella. —Adelante. Primero apareció una mano con una taza de té. —Ofrenda de paz. Summer entró, cerrando la puerta tras ella con el pie. Iba vestida como Joey Carter: con bata de hospital y el pelo recogido en una coleta. —Ah, así es como se hace una entrada. —Elizabeth tomó la taza con gratitud y le hizo un gesto a Summer para que se sentara, antes de dar un largo sorbo. El paraíso líquido. Gimió. Al encontrarse con los ojos de Summer en el espejo, notó un pequeño rubor. ¿En serio? ¿Esta era la mujer que debía seducirla en la pantalla en menos de un mes? Parecía tan probable como que la jefa Hunt descubriera su amor por los cachorros. —Así que… —La mirada de Summer recorrió el tráiler, mientras Elizabeth bebía—… ¿alguna idea sobre eso de «investigar nuestras vidas»? —Mmm, sí. —Elizabeth colocó la taza humeante sobre la mesa—. Mis amigos están citados el viernes por la noche para un evento

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semirregular. Lo llamamos «noche de fiesta» para darle un aire de respetabilidad, pero es solo una noche de juegos. Comemos un poco, bebemos mucho, y cada pocos meses, incluido este viernes, uno de los momentos más destacados es ver a mis amigos tespianos intentar superarse unos a otros con preguntas de trivia. Una trivia de Shakespeare. También es un poco interactivo, dependiendo de la cantidad de alcohol que se haya consumido y de quién pueda recordar las líneas que intenta pronunciar. Los ojos de Summer se iluminaron. —No es de extrañar que pusieras esa mirada traviesa cuando te hablé de mi truco para las fiestas. Seré tu caballo de Troya. —Mis amigos tienen una alta opinión de sus conocimientos y, al ser una americana, te subestimarán inmediatamente. Será muy divertido de ver. —Summer le sonrió—. En algún momento de todo eso, deberías de ser capaz de extraer suficiente información de ellos para dar la impresión a Jean-Claude de que realmente me conoces. —Suena bien. —Summer sacó su teléfono—. ¿A qué hora y qué llevo? —Ocho, suponiendo que el rodaje no se retrase. Y no necesitas llevar nada más que tu ingenio. Lo necesitarás. Mis amigos lo pondrán a prueba. Carne fresca y todo eso. Summer la miró. —Bien, ¿a quién le han tendido una trampa aquí: a mí o a ellos? —Un poco de cada uno. Sospecho que será educativo para todos. Admito que tengo curiosidad por saber cómo los manejarás. —¿Y tú serás la que se ría de cualquier manera? Elizabeth fingió inocencia. —¿Quién sabe? —Ajá. Bueno, allí estaré. Te cambio la noche de Shakespeare por una fiesta de piscina el domingo. —¿Qué?

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—Mamá hace esta cosa: piscina, barbacoa, bebidas, algunos amigos. Ella insiste en que te lleve. Y Autumn quiere que Delvine venga también. Para hacer una estrategia. —¿Estrategia? —Para que ambas estén en la misma página. —Eso tiene sentido. Se lo preguntaré. —No es necesario. Autumn ya lo hizo. Delvine dijo que sí. — Summer suspiró—. Siento que debo disculparme por adelantado por todo lo que mamá te hará pasar. Mencioné que ella es poco convencional, ¿verdad? —Elizabeth ocultó su sonrisa. ¿Qué tan mala podía ser una mujer ligeramente excéntrica?—. Bueno, es una fuerza a tener en cuenta —continuó Summer—. Mi mejor consejo es que te dejes llevar. No le lleves la contraria. Así es como Autumn y yo nos las arreglamos para crecer. —¿Y cómo se tomó Autumn la noticia de todo esto? ¿El papel en la película y la relación falsa? Summer se estremeció. —Buf, sin comentarios. Ni siquiera sabía que sabía la mitad de esas palabras. Pero también leyó el guion. Y cuando terminó de enloquecer, admitió que el papel la dejó boquiabierta. También sabe cómo es Jean-Claude. No le ve ni patas ni cabeza a lo que vamos a hacer. —Yo tampoco. —Son solo por seis semanas, de todos modos. Dos semanas para conocernos antes de que Hope entre en pausa, más un mes de rodaje. Podemos «terminar» después de la película. Jean-Claude nunca se enterará. Seis semanas no era tan terrible. —Sí. Pero… —Elizabeth dudó, sin saber cómo expresarlo. —¿Qué pasa? —Tengo algunas preocupaciones… sobre ti.

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—¿No crees que estoy a la altura de Lucille? —El dolor apareció en la cara de Summer. —Mi preocupación más inmediata es si estás a la altura del papel de mi novia. Ayer te estremeciste cuando te besé la mejilla. Summer se hundió. —Sí. Lo siento. No me lo esperaba. —Bueno, espéralo, especialmente en esa fiesta en la piscina. Si vamos a sacar esto adelante, no podemos recortar gastos. Esperaré y proporcionaré caricias ocasionales. ¿Estás de acuerdo con eso? Si no… «¿Por qué demonios aceptaste hacer una escena de sexo conmigo?» —Lo sé. Ayer no estaba realmente preparada. La resaca no ayudó. —¿Pero estarás bien el domingo? —Absolutamente. —Summer se enderezó, como si se preparara para la guerra. Dios. ¿Era así como ella veía esto? ¿Un viaje desagradable del deber? Era exasperante y un poco insultante. —¿Alguna vez has…? —Elizabeth se detuvo de hacer una pregunta muy inapropiada. ¿Alguna vez has besado a una mujer antes? La respuesta parecía bastante obvia—. ¿Te sentirás cómoda con esto? — preguntó, en cambio. —Tan cómoda como tú. —Summer ofreció un pequeño encogimiento de hombros—. Pero ambas somos adultas. Y es actuación. —Lo es. —Elizabeth agarró su té y tragó. Mejoró su estado de ánimo otro diez por ciento—. Solo tienes que estar preparada, es todo lo que pido. —Se inclinó y rozó con sus labios la mejilla de Summer, aliviada de no ver ningún sobresalto. Mucho mejor—. ¿Y Summer? —dijo, bajando la voz a un tono gutural—. Creo que deberías llamarme Bess.

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Summer nunca había estado tan nerviosa en su vida. De alguna manera, mantuvo su voz firme, anunciando su presencia en la caja electrónica junto a las puertas de bronce fuera de la casa de Elizabeth. Las puertas se abrieron y ella subió con su VW azul por el camino empinado de la entrada. Se estacionó en una zona en la que había otros cinco coches y una Hog muy potente. Se preguntó de quién sería la moto. Al cuadrar los hombros, Summer se dio cuenta de que esta noche de fiesta le importaba más que el papel de Badour. No estaba aquí por la investigación. Summer estaba haciendo esto por una razón: para impresionar a Elizabeth, cuya opinión todavía le importaba, por mucho que intentara decirse a sí misma que no era así. Esta noche, a Summer se le permitía entrar en el mundo privado de Elizabeth. No era su amiga, por supuesto, pero el mero hecho de ser invitada era abrumador. Así que, pasara lo que pasara, se aseguraría de que Elizabeth no se arrepintiera de haberla invitado. Después de tocar el timbre de la puerta, Summer se limpió las palmas de las manos en sus pantalones verde bosque. Se preguntó si su camiseta sin mangas color crema era demasiado informal. Le favorecía los brazos, pero tal vez había demasiada piel. Ni siquiera había pensado en preguntar por el código de vestimenta. Dios, y si se veía completamente ridícula… La puerta se abrió. Elizabeth estaba resplandeciente con unos jeans ajustados de color azul pálido que hacían que sus piernas lucieran espectaculares. Llevaba desabrochados cuatro botones de su camisa blanca de algodón de manga larga. Cuatro. Dios. La suave piel blanca era revelada en un escote que Summer no debería mirar. Levantó la cabeza. —Hola. —Justo a tiempo. —Elizabeth sonrió—. Espero que no te importe, pero empezamos hace una hora. Primero quería informarles a todos sobre la situación primero. Así nos quitaríamos todas las bromas molestas de encima. —Con una mirada de sufrimiento, añadió—: Hubo muchas, créeme. De todos modos, pasa. —Se hizo a un lado.

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Summer le entregó una botella de vino al pasar. —De la bodega del abuelo de Marcus. —Excelente. Estoy segura de que los demás lo agradecerán. Pasa, te voy a presentar. —Cerró la puerta y la guio por un pasillo. «Dios». Su trasero también era increíble. Elizabeth miró hacia atrás y le habló: —Por cierto, te ves bien. Bonito top. —Gracias. Tú también. Em. Preciosa. Como siempre. «¿Qué carajo, cerebro?» La risa de Elizabeth solo la hizo sentir más estúpida. Pasaron a un amplio salón de color crema, con suelos de madera melada, varios sofás y sillones blancos y paredes de cristal en tres lados. —Guau —murmuró Summer, mirando al exterior, a la brillante piscina infinita, y al horizonte de la ciudad que se extendía más allá— . Vaya vista. Al oír las risas, se giró para encontrar media docena de pares de ojos sobre ella. La mirada de Summer fue de persona en persona, observando a la gente que le importaban a Elizabeth. Reconoció tres de las caras. ¿Brian, Rowan y Amrit? ¿Todos juntos? —Eh… Eliz… Bess… ¿Eres amiga de todos tus ex? Por alguna razón, todo el mundo se rio de eso, excepto una pequeña mujer pelirroja cuyos ojos se abrieron de par en par. —¿Por qué dices eso? —Se refiere a mi grupo de alfombra roja —le dijo Elizabeth, sonando casi aburrida. Pero su mirada era penetrante. —Ah —murmuró la pelirroja—. Eso. ¿Un grupo de alfombra roja?

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—Summer, te presento a Alex Levitin —le dijo Elizabeth a la mujer que había hablado—. Es una directora de cine independiente. —Hola. —El reconocimiento la golpeó—. Oye, ¿no hiciste Heaven's Blood? —Sí. ¿Así que fuiste tú? Escuché que tal vez una persona la había visto. —Ofreció una mirada irónica. —En realidad, mi madre trabajó en ella. Así que las dos la vimos. —¿Tu madre? —Alex la miró—. Ah… sí, veo un parecido. ¿Eres la hija de Skye? —Sí. —Maldita sea, Los Ángeles es un mundo pequeño. Skye es genial. Loca como una serpiente cortada, pero genial. Summer se preguntó qué debía decir a eso. Una cosa era que ella llamara loca a su madre, pero que un completo desconocido… —Oye, oye —Brian se levantó de repente y se acercó a ella—. No le prestes atención a Alex, te prometo que lo dijo en el buen sentido. Le encanta la gente que piensa de forma diferente, como ella. —Apretó la mano de Summer y lanzó una mirada de reproche a Alex. —¡Ay, Dios! —Alex sonaba afectada—. Lo siento, amor. Respeto totalmente a Skye. Después de todo, cualquiera que pueda encarnar a un ángel con alma de demonio en forma de disfraz es un regalo del cielo. —Y ahí mismo está la razón por la que nadie vio Heaven's Blood —se burló Brian. Se volvió hacia Summer—. Soy Brian Fox. —Su sonrisa era tan cálida como la gran mano que capturó la de ella. Ella ya sabía quién era, por supuesto. Elizabeth había salido con él en… —Allí, con un aspecto elegante en tirantes rojos, está mi novio desde hace veinte años, Rowan Blagge —terminó Brian.

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El shock la atravesó. Ella también conocía a Rowan, por supuesto… como otro de los antiguos novios de Elizabeth. O al menos eso creía ella. —Hola, Summer. —Rowan saludó—. Es bueno conocer por fin a alguien del programa de médicos locos de Bess. Estábamos empezando a pensar que ella los arroja en bolsas para cadáveres en el set al final de cada día, para que nunca podamos conocerlos. Es una pena. —Sin embargo, eso no serviría de mucho —dijo Summer con seriedad—. Es muy fácil escapar de las bolsas para cadáveres, si se sabe cómo. Brian resopló. Rowan se quedó boquiabierto, parecía encantado. —Me da miedo preguntar cómo lo sabes. —¿Crees que Punky Power, espía adolescente, se sentaba sobre su trasero todo el día? —Ella enarcó una ceja—. Tengo unas habilidades locas. Incluso puedo abrir una caja fuerte básica. De verdad. —Eso podría ser útil. —Rowan se golpeó la barbilla, como si imaginara las posibilidades. —¿Sabes?, yo también lo pensé. —Summer dio un resoplido de decepción—. Pero en realidad no lo ha hecho. No sin una inclinación criminal. Él se rio. —Ja. Bueno, tal vez algún día. —Vivo de la esperanza. —Summer sonrió. La diversión bailó en los ojos de Elizabeth. —Y este es Amrit Patel. Saludó a su elegante novio, dispuesto en el sofá en una pose artística y aristocrática, como algo sacado de una sesión fotográfica de una revista. Le recordaba a Summer a un bailarín de ballet en la cima de su carrera. Llevaba una inmaculada camisa de seda azul real

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y zapatos de diseño. Cuando sonreía, sus dientes blancos brillaban sobre su piel marrón claro. Alzándose a su gran altura, Amrit se estiró los puños de la camisa y le dedicó a Summer una sonrisa absolutamente encantadora. Sostuvo su mano entre las dos, la giró, se inclinó y la besó. Eso hizo que los demás pusieran los ojos en blanco y lanzaran gemidos por lo bajo. —Encantado, Summer —murmuró Amrit. El carisma del hombre era casi tangible. No era de extrañar que Elizabeth lo amara—. Es un placer conocerte. —Su sonrisa era de puro pícaro. Espera, ¿qué? Estaba coqueteando con ella. Justo delante de su novia. —Yo… em… —Le lanzó una mirada confusa a Elizabeth, cuyos ojos se arrugaron con diversión—. ¿Ustedes no…? —replicó Summer—. En realidad, ¿todos ustedes…? —Señaló a Brian y Rowan —. ¿No son los ex de Elizabeth… o, en el caso de Amrit, su actual novio? La sala estallo en carcajadas. —Lo siento, cariño —le dijo Brian a Rowan mientras volvía a sentarse—. Sigo diciéndote que Bess es la indicada para mí. Debes trasladarte al sofá. —No salgo con ninguno de ellos. —Elizabeth se dirigió a un buffet lateral con vasos vacíos alineados en él—. Ni ahora ni nunca. Es idea de Delvine y Rachel para que se sigan hablando de mí. Hombres guapos, caramelos de alfombra roja. Lo de siempre. Es bueno para sus carreras y la mía. ¿Bebes? —Inclinó una copa de vino vacía en forma de pregunta. Summer la miró fijamente. —¿No están juntos? —Pasó el dedo entre Amrit y Elizabeth—. ¿Y nunca estuviste con Brian o Rowan? —No es mi tipo —dijo Rowan—. Prefiero con más barba.

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De acuerdo. Parecía que ella era la tonta. Al parecer, Elizabeth era una actriz aún más convincente de lo que Summer le había atribuido. —Vino, por favor —murmuró. Elizabeth descorchó el vino de Marcus y lo sirvió. —Bueno, eso valió el precio de la entrada —llegó un ronroneo bajo y suave desde la esquina de la habitación. La voz era aterciopelada, suave y ligera, pero no cálida. Summer se giró para ver a una cuarentona inmaculada sentada como una reina en un sillón de cuero color crema y suave como la mantequilla. —Hola, querida, soy Grace. —Le dirigió a Summer una mirada lenta y apreciativa y ladeó la cabeza, esperando. Sin apellido. Evidentemente, pensaba que no lo necesitaba, y sus palabras contenían un aire de expectación. Summer conocía bien esa pausa. Los famosos la hacían, y a menudo ni siquiera se daban cuenta. Esperaban el reconocimiento, el reconocimiento emocionado de que, sí, soy quien crees que soy, y solo después de que la efusividad comience y termine la conversación pueden avanzar. Grace Christie-Oberon había sido la mujer más famosa de Inglaterra cuando Summer vivía allí. El rostro perfecto de la actriz había adornado todas las vallas publicitarias. Su perfil llenaba los periódicos y las revistas. Siempre encabezaba las listas de las mujeres más bellas del Reino Unido. No era de extrañar que «Gracie-O» esperara algo parecido a un grito de asombro de una principiante como Summer. Pero Summer no estaba de humor para jugar. Su mente seguía dándole vueltas a la revelación de Elizabeth —Hola, Grace —dijo simplemente—. Encantada de conocerte, también. —Summer se volvió hacia la última persona no presentada en la sala, una hermosa mujer de piel oscura con amplias curvas y cálidos ojos marrones. Llevaba un impresionante conjunto de color carmesí que se ajustaba a su forma y coloración a la perfección. La madre de Summer adoraría este conjunto—. Me encanta lo que llevas

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puesto —le dijo a la mujer, y vio cómo un destello de insatisfacción recorría las elegantes facciones de Grace. Probablemente, Grace supuso que Summer no sabía quién era—. ¿Quién es el diseñador? —Yo. —La mujer sonrió—. Ya te adoro. Soy Zara Ejogo. —Zara hace disfraces. —Elizabeth volvió a introducir el corcho en la botella y le entregó a Summer su copa de vino—. Y no hay nadie a quien no pueda hacer parecer increíble, incluida ella misma. —Tienes mucho talento —dijo Summer con sinceridad—. Sé que nos acabamos de conocer, pero quiero llevarte a casa para que conozcas a mi madre. —Bueno, al menos invítame a cenar primero. —Los labios de Zara se curvaron en una sonrisa burlona. —¡Ay, Dios! —Summer se rio con ganas—. Sí, eso salió un poco mal, ¿no? —O bien —dijo Brian—. Ya que he oído que pronto darás un paseo por el lado salvaje sáfico. Y con nuestra querida Bess, nada menos. —Sí. —Summer tomó un sorbo de vino y encontró un asiento en un sofá vacío. Elizabeth se unió a ella, con un vaso de licor claro en la mano. Olía a ginebra. Summer observó las caras que la miraban—. Así que necesitaré muchos consejos sobre lo que hace que Elizabeth… Bess… se estremezca. —Buena suerte en eso —entonó Grace, con ojos inescrutables—. Bess Thornton es una bóveda. Elizabeth levantó una ceja. —Difícilmente. Todos ustedes me conocen mejor que nadie. —Le siguió una sonrisa, pero carecía de la calidez que había mostrado a Zara. Qué dinámica tan extraña. Summer lanzó una mirada a Grace. La mujer parecía pensar que era mejor que Elizabeth. ¿O mejor que todos los presentes? Tal vez eso fuera injusto. Su rostro se suavizaba cada vez que miraba a Amrit.

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—Ah, tenemos todos los trapos sucios de Bess. —Alex sonrió—. Pregunta y averigua. —¿Ella tiene trapos sucios? —Summer encontró eso un poco difícil de creer. —Definitivamente. —Alex le hizo un gesto con la cabeza—. ¿Quién de nosotros no los tiene? —Buen punto. Bien, entonces denme la historia más divertida de Bess. Todo el mundo empezó a hablar, debatiendo la mejor respuesta. Parecía que había que elegir entre el Incidente del Howard's End, sea lo que sea, y algo relacionado con un caso de identidad equivocada cuando conoció a Ang Lee. —¿Están cerca del objetivo? —le susurró Summer a Elizabeth mientras los debates se volvían más entusiastas—. ¿O tienes una más divertida? —No te gustaría escucharla. —Un atisbo de sonrisa espolvoreó sus hermosos labios. —En realidad, me gustaría. —Hmm. —Elizabeth la miró detenidamente—. En noveno año — dijo en voz baja—, estaba en un colegio elegante y estirado, solo para chicas, y me pillaron metiendo libros de contrabando en la lista de prohibidos y dirigiendo una biblioteca desde mi taquilla. Lo tenía todo planeado. Fechas de entrega, listas de alumnos implicados, incluso algunas cuotas mínimas de retraso para los peores infractores. —Pequeña rebelde. —Vio cómo los ojos de Elizabeth bailaron. — ¿Qué tipo de libros estaban en la lista de prohibidos? —Ah, los habituales que los adolescentes hormonales quieren tener en sus manos. El amante de Lady Chatterley era popular; ese tipo de cosas. Tuve fácil acceso. Mi padre es un dramaturgo con una extensa biblioteca de todos los clásicos y muchos títulos modernos también. Pensé que no se daría cuenta de que faltaban algunos libros aquí o allá. Siempre los traía de vuelta.

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—Qué emprendedora. ¿Y qué pasó? —Bueno, la Srta. Fletcher, mi profesora de inglés, me atrapó. —Ay, no. ¿Te metiste en muchos problemas? —No… exactamente. Era una profesora nueva, más joven, con un presupuesto ajustado y con un apetito voraz por la lectura. Se convirtió en una de mis prestatarias más frecuentes. A veces discutíamos los temas de D.H. Lawrence si no había nadie más cerca. —Elizabeth sonrió con cariño—. Era mi profesora favorita. —Eso es… —¿Escandaloso? ¿Corrupción en el sistema escolar inglés? —se burló Elizabeth. —Iba a decir sorprendente. Por dos razones: Una, que eras muy emprendedora, y que compartías tu amor por la literatura con los demás. Y dos, ¿por qué las chicas no se limitaron a buscar en Google fanficción subidas de tono? —Bueno, eso podría ser difícil, ya que esto ocurrió antes de Google. Pero, aun así, nada es más atractivo para los adolescentes que algo prohibido. Creo que eso les hizo disfrutar más. —¿Qué habrían dicho tus padres si lo hubieran sabido? —Lo supieron. Un día dejé accidentalmente mi abultada bolsa de libros en casa, junto con la lista de nombres de los alumnos asignados a cada título, y mi padre la encontró. Dejó mi mochila en el colegio, diciendo en la oficina que eran «tareas urgentes» que había que entregarme. —Vaya. Eso es genial. —Lo fue. —¿Y tu madre? ¿Se habría asustado? —Es profesora de literatura inglesa medieval en Oxford. Sospecho que ella también lo sabía. Probablemente, se rieron de ello. No es que lo sepa. Son de la opinión de «cuanto menos se diga, mejor» en la mayoría de las cosas.

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—El polo opuesto a mis padres. Mamá tiene una opinión sobre todo. Las trayectorias de vuelo de los gansos probablemente la pondrían a debatir tanto como las Spanx contra las fajas. —Estoy deseando conocerla. Summer la miró con escepticismo. —Te recordaré el domingo que dijiste eso. Al otro lado de la sala, Grace se aclaró la garganta para hablar y fue como si se hubiera disparado una bengala. El estridente debate se detuvo. La atención de Elizabeth dejó a Summer en un instante. Bueno. Eso fue un buen recordatorio sobre su estatus en la jerarquía de la amistad de Elizabeth. —Creo que todos se han olvidado de una historia. —Grace inclinó su copa de vino hacia ellas—. ¿El cambio de vestuario en Footlights en la primera actuación de Bess, cuando los dos telones se levantaron un poco antes de lo esperado? Hubo un coro de risas, menciones a un «mal funcionamiento del traje», «el tipo de la cortina probablemente lo hizo a propósito» y una sonrisa sombría de Elizabeth. Su rostro se había vuelto rígido y los nudillos alrededor de su vaso se volvieron blancos. ¿Por qué Grace había sentido la necesidad de plantear algo que era claramente humillante para Elizabeth? ¿Por qué hacerle eso a una amiga? El brillo divertido en los ojos de Grace decía que la reacción incómoda de Elizabeth era exactamente lo que ella pretendía. Eso lo cerró. Summer no quería escuchar esta historia, nunca. Tal vez eso la hacía blanda, o carente de sentido del humor, pero se sentía mal. Su mirada se posó en Alex, cuya expresión era tensa. Ah. ¿Así que Summer no era la única que tenía reservas sobre esto? La boca de Grace se abrió, su sonrisa seductora, incitante, a punto de poner los trapos sucios más embarazosos de Elizabeth para la diversión de la sala. «Cállate», Summer quería sisearle. Una distracción sería buena en este momento. Bueno… había una cosa que podía hacer.

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Al captar la mirada de Amrit, Summer le ofreció una amplia y amistosa sonrisa. Él parpadeó y, por reflejo, le devolvió la sonrisa, mostrando sus deslumbrantes dientes blancos. Inclinó su cuerpo hacia ella, y su mirada se volvió más oscura e interesada… lo que tuvo el efecto de congelar a Grace a mitad de palabra. —Así que dime, Summer —dijo Amrit, aprovechando la oportunidad—, ¿estás saliendo con alguien? ¿Tienes algún novio guapo que se vuelve loco por este subterfugio que has emprendido con nuestra Bess? Grace frunció el ceño y bebió un largo sorbo de vino. —Eeh, buena pregunta —Alex asintió con aprobación—. Y puedo ver por la mirada de sorpresa de Bess que se había olvidado de preguntarlo. —Pero para eso estamos aquí, ¿no? —dijo Summer—. Para llenar los vacíos. Y no, no estoy saliendo con nadie. —Amrit se iluminó lo suficiente como para pasar por un faro—. Pero tampoco tengo planes de salir con alguien —le dijo—. Todo esto ya es bastante complicado sin añadirle una relación real. —Ay —se rio Rowan de Amrit—. Choca y arde, amigo mío. —Tal vez después —Amrit sonaba despreocupado—. Eres demasiado hermosa para pasar de largo, Summer. Puedo esperar. «Jesús». A su lado, Elizabeth se puso rígida. Grace parecía dispuesta a aplastar el vaso con sus propias manos. —¿Y tú? —Summer se volvió hacia su compañera de sofá—. ¿Alguien real con quien estés saliendo y del que deba estar al tanto? ¿O evitar? Alex se rio. —Sí, cuenta, Bess. —Se inclinó hacia delante—. Las mentes inquietas se mueren por saber.

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—No, nadie. Como bien sabes. —Elizabeth lanzó una mirada cargada a Alex y se levantó—. Déjame ir a por la comida. Y creo que el interrogatorio sobre mí puede posponerse hasta después de los procedimientos habituales. —¿Los procedimientos habituales? —preguntó Summer. —Se refiere al componente de trivia de nuestra noche —dijo Grace con una elegante floritura de su mano—. Shakespeare. No te molestes demasiado si nos ponemos a hacer preguntas complicadas. No esperamos que te lo sepas todo. No pasa nada. Un suave bufido sonó detrás de Summer, cortesía de Elizabeth, de camino a la cocina. Summer puso su mirada más inocente. —Bueno, soy estadounidense, así que tendrás la ventaja cultural sobre mí. —Sí —dijo Brian, con ojos amables—. Así que, como dijo Grace, por favor no te preocupes si no sabes las respuestas. Crecimos con ello, así que tenemos una ventaja sobre nuestro muchacho, Will. —Gracias. Haré lo que pueda. Creo que ayudaré a Elizabeth con la comida. Salió de la habitación, pensando en los amigos de Elizabeth. Eran un grupo heterogéneo. Zara, cálida e intrigante. Alex, agudo, inteligente y más protector de Elizabeth que los demás. Había un trasfondo entre ellas que Summer no podía descifrar. Grace, aunque sutil y rezumando clase, era astuta. Obviamente, no le gustaba nada Summer. Probablemente, tenía mucho que ver con el interés de Amrit por ella. Era tan encantador como el día mismo, pero estaba ladrándole al árbol equivocado. Y el pacificador Brian y el gracioso Rowan eran adorables, divertidos y hacían buena pareja. —Hola —dijo Summer al encontrar la cocina. Las superficies de madera pulida brillaban ante ella. Pasó los dedos por la encimera—. ¿Necesitas ayuda? Elizabeth levantó la vista.

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—Claro. ¿Puedes ayudarme a sacar las bandejas de allí? Quita también el film de plástico. Solo tengo que terminar la bandeja. —No hay problema. —Summer miró los palitos de verduras y las salsas—. Tus amigos parecen agradables. —No pudo evitar el ligero matiz de acusación que se deslizó en su voz. —¿Pero? —Elizabeth dejó de cortar zanahorias en palitos. —¿No podías haberme avisado de que fingías las citas con los chicos? No me extraña que quieras repetir el juego conmigo. Tienes mucha experiencia en eso. —Por supuesto que no —dijo Elizabeth exasperada—. Solo han sido eventos de alfombra roja. Eso es todo. —Vi las fotos tuyas en el restaurante con Amrit después de… —Se interrumpió. «Después de que hice el ridículo al tropezar con unos escalones». —Sí. Después —dijo Elizabeth—. Por eso él y yo nos presentamos ante las cámaras. Fue la primera vez que Amrit fue mi cita fuera de un evento oficial de los medios. Y tuve que hacer una excepción porque a Delvine no le gustaba la óptica de que te desmayaras en mis brazos. —Oye, no me desmayé, me caí. —La realidad no importa. —¿Qué pasa cuando quieres salir con alguien en la vida real? ¿Se espera que aguante verte a ti y a Amrit en todas las revistas? —La gente con la que salgo no se preocupa por él. —¿No lo hacen? —No. —¿Por qué? Elizabeth apretó los labios. Una zanahoria encontró su destino con un corte especialmente fuerte. —No es relevante.

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«Ay». Ella tenía razón. Pero, aun así. «Ay». —Mira, ya que estamos en el tema, deberías evitar a Amrit — continuó Elizabeth—. No le gustan las relaciones. Le gusta más la coquetería, y una vez que atrapa a la bonita obsesión de la semana, sigue adelante. —¿Es fue lo que pasó con Grace? —¿Cómo lo sabes? —Su expresión era cuidadosa—. ¿Lo has leído en alguna parte? —No. Tengo ojos. —Ah. —Elizabeth abrió la nevera y sacó un gran plato—. Supongo que está siendo un poco menos sutil esta noche. Normalmente es más discreta. —Bueno, ella no es de piedra. Amrit está coqueteando delante de ella, y claramente está enamorada de él. —Tal vez. —Lo está. —Ese nivel de celos no era propio de la amistad—. ¿Sabes?, estaría encantada de decirle que Amrit es todo suyo. —No, no lo hagas. Solo la avergonzaría. Déjalo así. «¿Y, aun así, no le importa avergonzarte?» —De acuerdo. —Ella suele estar mucho más alejada de todo esto. Además, es la reina de… bueno, de todo. —La voz de Elizabeth era muy melancólica. —¿Todo? —Bueno, el estilo, la clase, la actuación, la belleza, lo que sea. Pero, sobre todo, la ilusión. Normalmente no es tan… —¿Humana? ¿Obvia? —Algo así. —Parece que te tiene muy impresionada.

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Elizabeth la miró como si no le gustara cómo sonaba eso. —Ella fue mi mentora, hace años. Es notable verla en su oficio. E hizo algo por mí que me dio mi carrera. Le debo esta casa y esta vida. —¿Qué hizo? —Yo era una completa desconocida cuando llegué a Los Ángeles, pero ella no. Consiguió que Delvine me representara. Pero luego… luego me consiguió una agente. Alguien imposible: Rachel Cho. Summer conocía todos los rumores de la industria sobre Cho. Era famosa por ser muy exigente con su lista de clientes y rara vez aceptaba a desconocidos. Ser contratado por ella era como ganar un Óscar. Lo que parecía justo, ya que tenía muchos ganadores de Óscar en sus libros. —Pero ¿cómo se las arregló Grace para hacer eso? —Hay que entender que cuando Grace llegó por primera vez, todo el mundo pensaba que iba a arrasar en Hollywood. Se decía que era la propiedad más atractiva de la ciudad. Dados sus premios, su experiencia en el teatro y su prestigio nacional, se daba por hecho que uno de los grandes agentes se haría cargo de ella. Incluso después de algunos meses, no había decidido quién se encargaría de la compra. Entonces, le dije que me iba a mudar a Los Ángeles, y fue entonces cuando me puso como condición: Solo firmaría con alguien que me aceptara a mí también. —¿En serio? —Eso era más que inusual. —Sí. Ella siempre ha cuidado de mi carrera. Gracias a sus acciones, pronto gané el papel protagonista en Choosing Hope. Así que mi carrera se debe a Grace. —Su expresión desafiaba a Summer a estar en desacuerdo. ¿Elizabeth no reclamó ningún crédito por su propio éxito? ¿Por qué? No podía ser que le faltara confianza en sí misma. Tenía talento y lo sabía. Y, sin embargo, ¿pensaba que todo era gracias a la perfecta y reina de todo, Grace?

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Con un empujón de finalidad, Elizabeth terminó con su plato, se enderezó y dijo: —La carrera de Grace no ha sido lo que se merece. Nunca se queja de ello. Pero todos sabemos la verdad: ella debería ser la estrella, no yo. Es casi… —Lanzó una mirada de dolor—… vergonzoso que yo sea la que tiene éxito ahora. Hollywood es claramente ciego y estúpido. —La última línea goteaba veneno. ¿Qué? Summer ya había visto muchos estados de ánimo de Elizabeth, pero nunca este. ¿Avergonzada, horrorizada y a la defensiva? Parecía personalmente ofendida de que su mentora no fuera apreciada. —Bueno, es genial que te haya ayudado —dijo Summer con cautela—. Te mereces todos los éxitos, por cierto. Con Grace o sin ella, lo has hecho muy bien. No es del todo suerte. —En realidad, todo es casi suerte, ya que está claro que no se trata de talento —replicó Elizabeth con rotundidad, recogiendo la bandeja—. Si el talento fuera el criterio, Grace sería la famosa, no yo. Summer evitó esa afirmación como si fuera una granada y se limitó a asentir. —Bandeja —le recordó Elizabeth, inclinando la cabeza hacia ella— . Vamos a ir a sacudir a los amantes del Bardo. Admito que he estado esperando esto toda la semana. —Y, entonces, como si no se hubiera hablado de nada fuera de lo normal, le lanzó a Summer una brillante sonrisa.

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Capítulo 10

B

ueno —dijo Brian, entre mordiscos de palito de apio—, vamos a empezar. Las mismas reglas de siempre. Alguien — hace una pregunta. El primero que responda correctamente se lleva un punto y puede hacer la siguiente pregunta. Si nadie acierta, el que hace la pregunta obtiene cinco puntos y puede hacer otra pregunta. Tengo mi iPad para resolver cualquier disputa. ¿Todo claro? —¿Y qué se lleva el ganador? —preguntó Summer con curiosidad. —¡Uyy! —Brian se rio—. Me encanta la confianza. El ganador obtiene… —Miró a su alrededor—… un beso de nuestra encantadora anfitriona. ¿De acuerdo? Elizabeth puso los ojos en blanco. —Qué emocionante para todos ustedes. —Estoy entusiasmado. —Amrit guiñó un ojo. Summer se preguntó si el hombre había nacido con el modo de coqueteo al máximo. —Tremendo incentivo —dijo Grace con un tono sarcástico—. Todo lo que siempre he querido son los besos de Bess. Summer lanzó una mirada a Elizabeth. ¿Se trataba de una vieja broma entre amigas o era tan mala como sonaba? Elizabeth apretó la mandíbula. Sus ojos se fijaron en su vaso de licor. No hubo respuesta. Summer se volvió para encontrar la mirada comprensiva de Alex clavada en Elizabeth. Así que no se había imaginado ese trasfondo. —Por supuesto. —Brian le proporcionó una sonrisa alegre—. ¿Quién no querría un beso de la encantadora Bess? —Su voz era cálida y apaciguadora, quitando el aguijón de la acerada frase de Grace.

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—Esto es una lata de gusanos —murmuró Rowan, tomando un profundo trago de cerveza. Era negra y parecía tan atractiva como sorber alquitrán—. ¿Pero estamos todos de acuerdo en los términos? Todos asintieron, incluida Summer. —Primera pregunta —dijo Brian—, una fácil como calentamiento para todos. —Sus ojos se desviaron hacia Summer, y estaba claro que iba dirigido a ella, para hacerla sentir bienvenida—. ¿Dónde nació Shakespeare? Se hizo un silencio y todos se volvieron hacia ella. Sutil. Ella frunció el ceño y empapó su voz de dudas. —Em, ¿Stratford-upon-Avon? —Bien hecho —sonrió Brian—. Excelente. Ahora, ¿puedes pensar en una pregunta para nosotros? —Mmm. —Summer arrugó la cara—. ¿Qué tal, cuál de las obras de Shakespeare fue la más corta? Se armó un breve alboroto mientras se debatían las respuestas. Rowan ladeó la cabeza. —La comedia de las equivocaciones, ¿no? Summer asintió. —Sí. Aunque también habría aceptado Double Falsehood, que es más corta, aunque todavía se discute si es realmente una obra perdida de Shakespeare. Personalmente, creo que lo es. Rowan le dirigió una mirada de medición, lo que provocó una suave carcajada de Elizabeth. Aclarándose la garganta, Rowan dijo: —Veo que nuestra amiga americana podría saber un poco más sobre El bardo de lo que dejó entrever al principio. Siguiente pregunta: nombra esta obra… —Su voz llenó de repente la sala, convirtiéndose en un estruendo profundo y autoritario—. «Déjame limpiarlo primero, huele a mortandad». —Rey Lear —Summer respondió antes de que los demás abrieran la boca—. Es una línea interesante. La respuesta del Rey a un plebeyo

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que pide estrecharle su mano. —No esperó a que Rowan afirmara la respuesta porque sabía que tenía razón—. Vaya, bien, otra más. Creo que deberíamos intentar algo más difícil, ¿no creen? —Sus cejas se alzaron—. ¿Cuántas obras de Shakespeare contienen un personaje que muere únicamente por pena? Y no estoy contando las trece personas que se suicidan como resultado de su estado emocional. Me refiero a la pena en sí que causa la muerte, generalmente por la pérdida de un ser querido. Y ese fue el momento en que todos se dieron cuenta de lo que estaba pasando. —¡Elizabeth, vieja gata astuta! —Zara se rio, agitando un dedo hacia ella—. Nos metiste un caballo de Troya. —No tengo ni idea de lo que estás hablando. —Elizabeth agarró un palito de zanahoria y lo metió en la salsa—. ¿Y vieja? Con treinta y siete años no me puedo considerar vieja. Ya te estás volviendo una nativa, has absorbido las almas oscuras de Hollywood. —Miró a su alrededor—. ¿Alguien lo sabe? Voy a adivinar: seis. —Cuatro —dijo Grace. —Tres —intentó Alex. —La gente no se muere de pena. —Rowan miró a Summer con desconfianza—. Es una pregunta con trampa. Ninguna. —En la época de Shakespeare lo hacían —replicó Brian— o los dramaturgos así lo pensaban. Uno. —¿Zara? —preguntó Summer. —Puede ocurrir en la vida real. —Zara agitó un dedo hacia Rowan—. He oído historias de personas mayores que pierden a sus cónyuges de cincuenta o sesenta años y mueren un día o una semana después, de un corazón roto. Eres demasiado cínico, amigo mío. Cinco. Summer negó con la cabeza. —No, diez.

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Brian agarró su iPad y empezó a buscar. —Tienes razón. Alguien hizo una tesis sobre ello. —Sus ojos brillaron en señal de desafío—. Otros cinco puntos para Summer Hayes, Shakespeare Shark. —Siguiente pregunta. —Summer sonrió—. Cuando Shakespeare murió, dejó casi todo lo que tenía a su hija. Pero ¿qué le dejó a su esposa? —Dios mío. —Grace la miró con asombro—. ¿De dónde has salido? La respuesta de Elizabeth, una sonrisa brillante y plena, llenó de placer a Summer.

Summer ganó, como sabía que lo haría. Pero lo que hizo que todo valiera la pena fue el aspecto de Elizabeth a medida que avanzaba la velada. Parecía… bueno, orgullosa no era la palabra adecuada, pero sí satisfecha. Summer se sintió aliviada de no haber caído en desgracia delante de los amigos de Elizabeth. —Ni siquiera estuvimos cerca. —Brian negó con la cabeza, y luego golpeó su bloc de notas sobre la mesa—. Para que conste, Summer: noventa y cinco, Grace: treinta y nueve; todos los demás, no importa y tomen otra copa. —¿Cuánto estudiaste para esto? —preguntó Grace, con los ojos afilados, mientras tamborileaba con los dedos en el brazo de su silla— . Porque para nosotros es algo casual entre amigos. La irritación se apoderó de Summer, pero antes de que pudiera responder, Elizabeth la interrumpió. —No estudió nada. Yo la tomé por sorpresa con esto. Es cierto que sabía que tenía una inclinación por Shakespeare, pero no sabía que se extendía a que Shakespeare le diera a su esposa su segunda cama y sus sábanas. Summer se encogió de hombros tímidamente.

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—Las trivialidades de Shakespeare siempre se me han quedado grabadas en el cerebro. No podría quitármelo de encima, aunque lo intentara. —Bueno, bravo —dijo Brian—. Es un cambio para nosotros. —¿El que una americana conozca bien a Shakespeare? —No —sonrió—. El que alguien finalmente haya vencido a Grace. No estoy seguro de que lo sepas, pero es la favorita de Inglaterra cuando se trata de todo lo relacionado con El bardo. —Ah, lo sé. Viví allí unos años cuando era adolescente. Vi los carteles y los autobuses. Los ojos de Grace estaban encapuchados. Summer interpretó su expresión como: «¿Así que la americana sabía todo el tiempo quién era yo y no se inclinó y me hizo reverencias? Ingrata». —Por cierto —Alex rompió el silencio—, ¿has olvidado el pequeño asunto del premio? —Hizo un gesto a Elizabeth. —No pasa nada —dijo Summer, con el corazón latiendo con fuerza de repente. Esperaba que todos se hubieran olvidado ya. Había sido hace dos horas. —Tonterías, querida. —El brillo travieso de Grace había vuelto—. Si vas a interpretar a su amante, será mejor que practiques un poco. Ah. ¿Así que avergonzar a Summer era su nuevo objetivo? Qué sorpresa. Elizabeth negó con la cabeza. —De todos modos, no estoy segura de haber aceptado. —Estoy segura de que sabemos por qué no lo hiciste —ronroneó Grace. Y ahí estaba de nuevo. Ese tono altanero con el débil y fino borde. Grace podría haber declarado: «¿Por qué alguien querría bajar para besar a una americana común?» Miró a su alrededor, preguntándose quién más se había dado cuenta. Brian y Amrit estaban frunciendo el ceño. Rowan estaba

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discutiendo algo más con Zara. Y Alex miraba a Grace como si tuviera dos cabezas. La expresión de Elizabeth era dolorosamente neutral. —Grace —comenzó y luego se detuvo, suspirando—. No tengo ningún problema en darle a Summer su premio. —Elizabeth la miró—. ¿Suponiendo que lo quiera? Summer podía decir que no, y lo deseaba desesperadamente, porque, ¿qué tan incómodo podría ser esto? Pero, entonces, Elizabeth, que intentaba salvarla de sentirse rechazada, sería la rechazada. Maldita sea, Grace. —Por supuesto —dijo Summer con ligereza, como si esto no fuera lo más trascendental, y su corazón no estuviera haciendo el fandango a triple velocidad—. La práctica hace al maestro. —Se volvió hacia Elizabeth, que sonrió, se inclinó hacia delante y dejó caer un beso en los labios de Summer. Summer deslizó su mano hacia la nuca de Elizabeth y la atrajo para darle un beso más largo, solo para demostrarle a Grace que no le importaba en absoluto, que no se sentía avergonzada, incómoda o… Oh, demonios. De repente, se estaban besando de verdad. Los suaves labios de Elizabeth se apretaban contra los suyos, cediendo y siendo deliciosos. La excitación inundó a Summer, seguida poco después por el latido de su corazón como el de un caballo en estampida. Se apartó y sonrió tímidamente a los demás. Brian silbó. —Bueno, la campeona ha sido recompensada. —No solo la campeona. —Zara le guiñó un ojo a Elizabeth. —Sí, ustedes son tan divertidos. —Elizabeth completamente impasible. Luego, se levantó.

sonaba

En cambio, Summer no estaba segura de que su respiración volviera a ser normal. «No conozcas a tu ídolo», le había dicho Chloe. Oh, no, en lugar de eso, la había besado hasta dejarla sin sentido.

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—Summer, ¿podrías darme una mano en la cocina? —preguntó Elizabeth. —Te ayudaré. —Grace se levantó también. Eso se ganó miradas incrédulas—. ¿Qué? —les preguntó—. Conozco el fino arte de lavar los platos. O apilarlos. O… lo que sea. —Su mano se agitó. —Claro que sí. —Los ojos de Alex brillaron con diversión—. Desde la última vez que tuviste que hacerlos tú misma. En los años ochenta.

Summer se ocupó de las tareas de limpieza e intentó no ser demasiado consciente de la mujer a la que acababa de besar. Cualquier cosa que Elizabeth tuviera intención de decirle se había visto frustrada al unirse Grace a ellas. Desde el momento en que entraron en la cocina, Grace se había explayado con una serie de divertidas anécdotas, muchas de las cuales hicieron sonreír a Elizabeth, e hicieron exactamente lo que sin duda pretendían: hacer que Summer se sintiera como una tercera rueda. Recordarle a Summer su lugar, que no era la amiga íntima de Elizabeth como lo era ella. Ya había conocido a otras Graces: estrellas que odiaban no ser el centro de atención, y que no les gustaba compartir ni siquiera cuando tenían el protagonismo. Summer apiló ordenadamente los platos, sintonizando las estridentes ráfagas de conversación de la sala. Los chicos parecían haber iniciado una discusión sobre fútbol. Qué equipo tenía el uniforme más elegante. —¿Recuerdas… —decía Grace, reclamando la muñeca de Elizabeth con su mano blanca como la leche—… que conseguimos escapar antes de que el hermano del director del teatro nos alcanzara? —Lo recuerdo. —Elizabeth sonrió, miró a Summer, dejó el paño de cocina en la encimera y dijo—: Discúlpenme un momento. —Se dirigió por el pasillo hacia donde Summer suponía que estaba el baño. Grace se volvió y estudió a Summer.

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—Así que, Summer Hayes, la nueva miembro del reparto de Choosing Hope. He oído todo sobre ti: bolsas de sangre que explotan, dedos verdes. «Genial». —No fueron mis mejores semanas. —Sospecho que no. Además, tremendo lío en el que se han metido tú y Bess. No estoy segura de estar dispuesta a pasar por semejante farsa por un papel. «Tal vez por eso siempre estás desempleada». —Será solo por seis semanas. Eso pareció animar a la otra mujer. —¿Eso es todo? Ah, bueno, eso está bien. Summer movió los platos a un lado. Estaba claro que Grace estaba contando los minutos que faltaban para que ella desapareciera de nuevo de la vida de Elizabeth. —La conozco desde hace casi veinte años —dijo Grace de improviso—. No hay nada de Bess que no sepa. —Bueno —dijo Summer, conversando—. Por eso estoy aquí. Para aprender de sus amigos. —Soy más que una amiga. ¿Te lo ha explicado? Fui su mentora durante años. Le enseñé todo lo que sabe. Otra vez esto no. Summer dudaba mucho que Grace fuera la única impartidora de conocimientos de actuación de Elizabeth. —Sé que es difícil entenderla —dijo Grace—. Ella no comparte a menudo con los forasteros. En realidad, eres la primera… conocida… de ella que conocemos de Los Ángeles. Y volvieron a esto. Sí, sí, la vieja amiga Grace estaba en el círculo íntimo, y Summer no era nadie; ni siquiera una amiga. ¿Por qué Grace no iba al grano y decía: «¿No entiendes que soy mejor que tú?».

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De repente, Summer se dio cuenta de que Grace se estaba esforzando demasiado. Si creía lo que decía sobre la profundidad de su amistad con Elizabeth, no era necesario decirlo. En realidad, ¿por qué Grace siquiera se molestaba con Summer? —Tengo una pregunta. —Summer se apoyó en el mostrador—. Ya que conoces a tu amiga tan bien. —Por supuesto. —¿Cuál es su té favorito? He oído que le encanta el té. —Cambia —dijo Grace tras una pausa—, a menudo. ¡Sí como no! Aun así, Summer decidió darle el beneficio de la duda —¿Tiene alguna alergia? —preguntó inocentemente—. Ya sabes, en caso de que los servicios de catering me pregunten. —¿Por qué te lo preguntarían? —Recuerda que se supone que soy su novia. Entonces, ¿tiene alguna? Grace dudó antes de tomar aire. —Si eso ocurre, haz que ellos mismos se lo pregunten. «Vaya». No tenía ni idea, ¿verdad? ¿Cómo puede alguien salir a cenar con una amiga durante dos décadas y no saber por qué no beben vino? «Bess es una buena amiga. Somos tan cercanas». Qué farsante. ¿Era Grace realmente tan inconsciente? ¿Estaba demasiado ensimismada, tal vez? Si algo no la afectaba, ¿entonces no valía la pena recordarlo? ¿Así era su trato? —¿Te contó Bess cómo la introduje a Hollywood? —preguntó Grace. —Sí —Summer mantuvo su tono soso—. Es bueno que hayas hecho eso por ella. Grace frunció el ceño ante su reacción de desilusión.

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—Tuve a algunos de los nombres más importantes de Hollywood en un barril. Todos esos agentes de poder engreídos me hacían ofertas. Habrían hecho cualquier cosa para contratarme. Así que firmé con una agente femenina solo para molestarlos. Eso no tiene precio. —Mm… hmm. —Pero solo elegí a Rachel Cho porque aceptó firmar con Bess. Y, afortunadamente, ahora la carrera de Bess ha despegado. «Gracias a mí», era la implicación. Bueno, Grace podría convencer a Bess de sus tonterías, pero Summer no tenía por qué creérselo. —En realidad, creo que es famosa por su talento —dijo amablemente—. Si fuera horrible, nunca la habrían vuelto a contratar en Hope después de la primera temporada. Pero era tan interesante de ver, que ampliaron su contrato, aumentaron su participación, y eso es lo que la hizo de un nombre nacional. Al final, se convirtió en alguien grandiosa. —No es grandiosa —dijo Grace con un gesto despectivo—. La grandeza es una palabra lanzada con demasiada frecuencia por gente joven que no entiende lo que es. La grandeza debería reservarse para las leyendas. Elizabeth tiene un largo camino que recorrer para llegar a esas alturas. «Tus alturas, quieres decir». Summer no lo dijo. —Ahora me preocupa que tu triste programa de televisión esté arruinando todo su entrenamiento. Está adquiriendo muchos malos hábitos. Y Dios mío, las tonterías que le hacen decir. Estoy avergonzada por ella. Es mejor que eso. Mejor que cualquier excentricidad artística que Jean-Claude Badour le lanza también. Si tan solo pudiera volver a entrenarla, convertirla en algo digno de… —El aire cambió y se volvieron para encontrar a Elizabeth de pie en la puerta. La sorpresa y la culpa cruzaron los rasgos de Grace—. Ah —dudó—. Bess. Eh… —No, está bien —dijo Elizabeth—. Supongo que, para alguien como tú, mi trabajo es vergonzoso.

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—Espera, no —interrumpió Summer—. Eres la mejor parte del programa. Siempre haces más de lo que te dan. Y, por supuesto, antes era mucho mejor. —¿Antes? —Grace se rio—. Claro que lo era. Bess, cuéntale sobre la trama que te mataron en la cuarta temporada. —No. —Elizabeth cruzó los brazos sobre el pecho, apoyándose en el marco de la puerta. —¿No? Bueno, lo haré yo. Querían que Hunt, la jefa del hospital, se emborrachara en el trabajo y se tirara a un interno en el armario de suministros. El chico ni siquiera tenía pelos en las mejillas, era tan joven. Hunt era lo suficientemente mayor como para ser su madre. Teniendo en cuenta lo inculta que es la escritura, tal vez eso era exactamente la perversión que estaban buscando. Elizabeth suspiró. —Hice que se detuviera. Sí, fue un abuso de poder perturbador para Hunt. Yo no lo habría hecho. —Jesús —dijo Summer—. Eso es terrible. No es de extrañar que lo hayas combatido. Un músculo de la mandíbula de Elizabeth se crispó. —Lo hecho, hecho está. Y Grace, aprecio todos tus consejos sobre mi carrera, pero no siempre podemos decidir cómo esta se desarrolla, ¿verdad? Hacemos lo mejor que podemos. Grace inclinó la cabeza. —Nunca olvides tus raíces, es todo lo que digo. No dejes que lo que eras se desvanezca. Estoy aquí para ayudarte. Siempre. —Gracias. Ahora, me pareció escuchar que Amrit estaba preguntando por ti. Con un movimiento de cabeza, Grace se dirigió de nuevo hacia los demás. —Amrit no estaba preguntando por ella —murmuró Summer.

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—Lo sé. —Suspirando, Elizabeth dijo—: A veces se pone un poco intensa con mi carrera. Tiene buenas intenciones, pero es difícil de escuchar cuando la he decepcionado. —No deberías sentirte mal por tus decisiones. Eres muy buena en lo que haces. —No como ella. —¿Siempre es tan… «niños, esta es la lección de hoy»? —Se ha ganado el derecho a darnos consejos. Aunque la mayoría de las veces es mucho menos abierta. Si le pones unas cuantas copas, se vuelve un poco… —¿Malvada? —Iba a decir directa. —No, ella es mala. —No la juzgues, Summer. No la conoces. Y es brillante en lo que hace. Le debo mucho. La advertencia fue clara. —Sí, tienes razón. Lo siento. Estoy segura de que es encantadora. —Lo es. Y si está siendo un poco… «¿Elitista? ¿Condescendiente?». —… provocadora… contigo, tal vez su ego se está resintiendo. No todos los días pierde en Shakespeare. —Los ojos de Elizabeth se iluminaron—. Eso sí que fue impresionante. Desde luego, no has decepcionado. —Disfruté mucho del juego. —Sonrió Summer, emocionada por los elogios—. Y del… —tartamudeó hasta detenerse, dándose cuenta de que estaba a punto de decir «premio». De ninguna manera iba a admitir que lo había disfrutado—… el resto. La expresión de Elizabeth era inescrutable. —Tienes talentos ocultos.

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Bien, ¿se refería al beso o a la trivia? No, Summer estaba bastante segura de que no se refería al beso. Se trataba de Elizabeth Thornton. Miró el reloj del horno. —Será mejor que me vaya. Mañana tengo que empezar temprano. —¿Ah? —Entrenamiento de baloncesto. —¿Tú? —Elizabeth la miró con asombro—. Summer, puede que no te conozca bien, y espero que no te ofendas por esto, pero nunca había conocido a alguien más torpe. —Ah, sí. —Summer se rio—. No quiero decir que juegue. Llevo las estadísticas del equipo de Chloe, mantengo a todo el mundo hidratado y salgo con ellas después. Son un gran grupo. Te las presentaría, pero te acosarían. Son grandes fans de la Dra. Hunt. —Dios mío, ¿por qué? Summer se encogió de hombros. —A algunas personas les encanta un buen villano. —Ah. Así que hay algunas almas descarriadas que no quieren mi cabellera. De todos modos, gracias por venir. ¿Aprendiste lo suficiente sobre mí? «Sí. Tu precioso novio falso es un gran casanova, lo que vuelve loca a Grace porque está locamente enamorada de él. Además, no creo que Grace sea una amiga de verdad, pero estás demasiado ciega para verlo. Ah, y P.S., tu beso hizo que me explotaran los ovarios. Todavía están con soporte vital. Gracias por eso». —Pedazos y piezas. Es un comienzo —dijo Summer—. Entonces, ¿nos vemos el domingo? A cualquier hora después de las once. Te enviaré un mensaje con la dirección de mis padres. —Gracias. Tengo curiosidad por conocer a Skye. —Sus ojos se arrugaron. —Ah, seguro que sí. —Summer se inclinó para… ¿qué? ¿Besar su mejilla? ¿Abrazarla? Terminó haciendo un poco de cada uno.

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Incómodo. Elizabeth suspiró. —Realmente tenemos que mejorar en esto. —Sí —dijo Summer, cabizbaja—. Así es. Y espero que para el domingo.

—Me encanta —anunció Brian cuando Elizabeth volvió de acompañar a Summer a la calle, mientras agarraba un puñado de cacahuetes—. Es tan dulce que quiero llevármela a casa en el bolsillo. —¿Otra vez? —replicó Rowan—. ¿No tienes el bolsillo lleno de esa otra ingenua con la que caíste en la dicha platónica la semana pasada? —Me haces parecer tan caprichoso. Pero Summer es adorable. En serio. No sabía que Hollywood hiciera a alguien como ella. Las dulces en la pantalla suelen ser brujas fuera de ella. Ella es auténtica. —Es lógico —dijo Alex—. Su madre está loca de remate, pero es muy dulce. Me sorprendería que hubiera criado a una niña engreída. A mí también me gustó Summer. Y ciertamente parece que está encariñada con nuestra Bess —añadió con tono burlón. Todas las miradas se dirigieron a Elizabeth. «Y es por eso por lo que no se debe besar a alguien por un reto tonto». Por no hablar de que besar para divertir a sus amigos era algo juvenil, lo que le gustaba a Brian, por eso lo había elegido como premio. Normalmente, nadie le daba el gusto, y Elizabeth también se habría negado esta vez. Pero, entonces, Grace tuvo que intervenir y ponerla a ella y a Summer en una posición incómoda. Elizabeth se negó a morder la insinuación de Alex. Además, si hubieran visto a Summer el fin de semana pasado, con resaca y furiosa, no podrían catalogar los sentimientos de la mujer como especialmente cariñosos. —Parece que besa bien —observó Zara secamente—. Eso es importante si van a hacerlo bastante, ¿no crees?

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Las mejillas de Elizabeth se calentaron al recordar el beso. Lanzó una mirada sombría a su amiga. —Supongo. Ahora Elizabeth sabía exactamente lo que se sentía besar a Summer Hayes. Atrás había quedado la criatura eternamente torpe que sonreía a todo y actuaba como si fuera de mala educación, incluso proyectar una sombra. Cuando se acercó a Elizabeth para darle un beso de verdad, Summer se mostró confiada y segura. Elizabeth se había sentido atraída hacia ella a pesar de su propia voluntad, y un pequeño zumbido placentero había recorrido sus terminaciones nerviosas como un «mmmm» de aprobación. Aquella mujer sí que sabía besar. ¿Debería revisar su suposición de que Summer nunca había besado a una mujer? Era difícil saberlo. El beso no había parecido perturbarla en absoluto. Tal vez había esperanza para la vida sexual de Elspeth y Lucille después de todo. —¿Te estás sonrojando, Bess? —Grace entonó—. ¿Por una chica de Los Ángeles de labios errantes? Vaya, vaya, ¿qué te ha hecho? Y así, sin más, Elizabeth se sintió humillada y ridícula. Cruzando los brazos, deseó, no por primera vez esta noche, que la idea de Grace de divertirse no implicara humillarla tan a menudo. —Eh, bueno —dijo Amrit con una suave sonrisa—, no tengo ninguna duda de que los hermosos labios de Summer podrían hacer sonrojar a cualquiera. Ay, no. Había acabado de empeorar las cosas. La cara de Grace se transformó en una mueca elegante, por supuesto, porque sus rasgos no permitían menos. —Amrit, ¿en serio vas a rebajarte por una estrella americana? — Grace hizo girar un anillo alrededor de su dedo—. ¿Y qué clase de nombre es Summer Hayes? Tuvo que haber sido una broma de su madre. De verdad, cariño, pensé que tenías gusto. Amrit se rio.

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—La belleza es la belleza. Y Brian tiene razón: Es adorable. Por no mencionar que es inteligente. Nunca había visto que te superaran en Shakespeare. Y, um, hello, ¡esa chica puede actuar! Todo el mundo asintió enérgicamente al recordar las actuaciones improvisadas de Summer. Bueno, casi todos. La expresión de Grace estaba fija como una estatua.

A lo largo de la noche, Summer se había unido a la representación de escenas con Brian, Zara y Rowan. Sorprendentemente, se sabía de memoria cada línea de los pasajes que habían elegido al azar. Era sublime ver las expresiones de Alex y Grace. Eran esnobs en lo que se refiere a las obras inglesas, y afirmaban que a los americanos que intentaban los clásicos les resultaban chirriantes. Summer les hizo olvidar sus prejuicios. Sus amigos parecían cautivados mientras Summer se sumergía en el soliloquio del anillo de Viola de Noche de Reyes. Había deslizado un humor suave junto a la ferocidad, y había sido cautivador. Grace incluso le dedicó una pequeña inclinación de cabeza al final, sin duda inconsciente de que lo había hecho. Alex se quedó con la boca abierta durante casi toda la escena. Y entonces, para sorpresa de todos, Grace se levantó de su sillón y ofreció una «visión diferente» de la escena. Summer volvió a su asiento. Grace esperó unos instantes, cerró los ojos brevemente y se convirtió en Viola. Hizo la misma escena para conseguir todo el patetismo dramático. Los escalofríos recorrieron la espina dorsal de Elizabeth mientras las palabras tejían su red a su alrededor. Grace seducía con ese tono sedoso, acariciando cada gramo de emoción de la escena. Summer tenía una expresión de asombro. Era de esperarse, Elizabeth aún recordaba la primera vez que vio a Grace en modo de actriz legendaria. Apenas podía respirar.

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Cuando terminó, Elizabeth tenía la boca seca como la arena del desierto; su corazón volaba. Quiso ensangrentar sus manos con los aplausos, pero no se atrevió a regalar tanto. Grace volvió a sentarse con una pequeña sonrisa. Como si no hubiera pasado nada. Siempre lo hacía. Hacía trizas el equilibrio de todos, destrozaba todo lo que los actores creían saber sobre el oficio y luego se sacaba la pelusa de los pantalones.

—Bueno —dijo ahora Grace, soltando un cínico, pero aún elegante, resoplido mientras se ponía de pie y recogía su bolso—. Ha sido una velada educativa, pero debo irme. Bess, querida, te dejaré con tus entretenidos y algo ilusorios amigos. —Y cuando Elizabeth no se movió, con una mirada imperiosa, añadió—: ¿Y bien? —Ah, claro. Lo siento. Elizabeth se levantó para acompañarla a la salida, trazando el mismo camino que había recorrido con Summer, no hacía ni veinte minutos. Un destello de memoria de ellas de pie en la puerta, con la cabeza de Summer un poco inclinada al despedirse, le recordó de nuevo esos suaves labios. ¿Cómo podía alguien con ese aspecto, tan inocente, besar tan bien? ¿Tan perversamente? ¿Tan deliciosamente? —Tu concentración se ha ido al infierno —dijo Grace bruscamente, al llegar a la puerta principal y girar para mirar a Elizabeth—. Ha estado allí desde que esa animadora alegre empezó a aparecer en tu programa. ¿No te has dado cuenta? «¿Qué?». Su atención giró hacia Grace. —Un ejemplo —continuó Grace—. Mira, sé que es divertido tener a alguien que te sigue y se crea de cada una de tus palabras, pero no dejes que te distraiga. Ni siquiera si Hayes puede ayudarte a conseguir ese papel que quieres. La cabeza en el juego, Bess. —Grace se golpeó la sien—. Mantén la concentración. Siempre. —Tras una mirada de advertencia, rozó la mejilla de Elizabeth con los labios y se marchó.

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Aquel simple movimiento, hecho con tanto descuido, quemaba como siempre. Elizabeth sintió la conocida reacción visceral. Una espiral de deseo, aguda y necesitada, la recorrió. No importaba cuántas veces le dijera a su cuerpo que Grace no era suya y que nunca lo sería. No le importaba. Grace era Grace. Y eso era todo lo que había. Después de escuchar el arranque del Jaguar de Grace, sus palabras se filtraron en el cerebro de Elizabeth: «Sé que es divertido tener a alguien que te siga y se crea cada una de tus palabras…» «Lo sé». El disgusto y la consternación se agitaron en su estómago. ¿Era así como Grace la veía? ¿O se refería a ella en general? Después de todo, toda una nación adoraba a Grace Christie-Oberon en su país. ¿Quién era Elizabeth para Grace? Esa simple pregunta la había torturado durante años. —Oye, Ducky, ¿sigues con nosotros? Elizabeth se dio la vuelta y encontró a Alex apoyada en la pared del pasillo, mirándola con extrañeza. ¿Cuánto tiempo llevaba allí? —Por supuesto —Elizabeth sonrió. —Todos están fumando y charlando en la piscina. Vamos, déjame ayudarte a limpiar. —No creo que quede mucho por hacer. Summer hizo la mayor parte antes. —No Grace, ¿eh? Me sorprende. Eso mereció una risa. —Bueno, ella era más el valor de entretenimiento que el músculo. —Seguro que sí. Cayeron en una rutina sin palabras en la cocina, habiendo hecho esto muchas veces antes. —Así que… —Alex le entregó un par de copas de vino—… ¿hablamos de ello?

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Elizabeth deslizó la vajilla en el lavavajillas con un suspiro. No sería una noche de fiesta sin que Alex hurgara en sus entrañas como un patólogo. —¿Hablar de qué? —De la exageración de Grace. «¿Grace? ¿No Summer?». Eso se ganó su atención. —¿Qué quieres decir? —La exageración de su parte. La posesividad que tiene sobre Amrit. Estaba en modo completo de «bruja de terciopelo» con Summer. —No estaba siendo una bruja, es solo su idea de divertirse. —Bess, sé que no puedes verlo, pero ella estaba siendo una serpiente furtiva esta noche. Todos los juegos de astucia que suele reservar para ti. Era una vieja discusión. Alex tenía una idea extravagante de que Grace no la trataba bien. Era absurdo. Ella podía manejar a Grace. —Tiene un sentido del humor diferente al de la mayoría de la gente —dijo Elizabeth—. Creo que probablemente es difícil para ella, tratar de conectar con la gente cuando se siente tan decepcionada con lo que ha pasado con su carrera. Creo que se siente triste. —¿Difícil de conectar? ¿Qué, por ser una diosa? —Alex se detuvo y esperó a tener la mirada de Elizabeth—. ¿Crees que no sé lo que sientes por ella? ¿Por qué crees que rompimos? No fue la distancia, ni mi horario. Bess, me sentía como la otra mujer. Elizabeth se puso rígida. —¿Qué? Grace nunca… —No, no lo haría. Pero tú sí, ¿verdad? Si tuvieras la mitad de la oportunidad, arrojarías su perfecto trasero sobre la cama tan fuerte que su nariz golpearía el techo. No era justo. Elizabeth ni siquiera podía guardar este patético secreto para sí misma.

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—¿Está escrito en mi cara? —Con las mejillas encendidas, exigió— : ¿Lo sabe todo el mundo? ¿Se ríen todos de mí? Dios mío, ¿fue por eso que Brian eligió un beso como premio? ¿Supuso que Grace ganaría como siempre? ¿Fue una broma de mal gusto? —¡No, amor, no! Brian solo estaba siendo su habitual ser aleatorio, como aquella vez que nos retó a decir solo palabras al revés durante una hora. O a hacer una caminata tonta de John Cleese cada vez que juráramos. Te prometo que soy la única que ha descubierto tus sentimientos por ella. Te conozco mejor que nadie. Por supuesto que me doy cuenta de las pequeñas cosas como… cuánto disfrutaste ese beso. —No lo hice. —Elizabeth la fulminó con la mirada. —Vamos —dijo Alex con un toque de atención—. No nos mientas a ninguno de las dos. Lo disfrutaste. Pero luego, como un reloj, Grace lo arruinó avergonzándote. Otra vez. Sí, sé que estaba bromeando. Tu mentora es encantadora y entretenida para todo el maldito mundo. Pero también es controladora de las cosas que posee. ¿Por qué crees que Amrit salió corriendo por la puerta después de esa aventura con ella? —Ella no es mi dueña. —Ah, ¿no? Bien, solo para reírnos, la próxima vez que la veas, quiero que le digas lo maravillosa que es Summer. Lo increíble y divertida que es, y que te encanta pasar tiempo con ella, y que es lo mejor que hay. Si me equivoco, dirá «qué bien», parecerá aburrida y volverá a hablar de sí misma. Pero si tengo razón, mira cómo destroza a la chica. —Te equivocas. —¿Por qué Alex no podía ver esto?—. Le importo a Grace. Es dura conmigo a veces, pero es por mi propio bien, para mantenerme centrada. Ella quiere que tenga éxito. Ha invertido mucho tiempo en mí, así que tiene sentido. Sabes lo que hizo por mí cuando llegué aquí. Sabes cómo me consiguió mi agente. Eso no se hace por cualquiera. —No. Pero es interesante que lo haya hecho, ¿no? —La sonrisa de Alex no tocó sus ojos—. ¿Por qué lo hizo?

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Elizabeth cerró el lavavajillas y pulsó el botón de encendido. —Estaba cuidando de mí. No seas tan despectiva con ella. No sería ni la mitad de buena que soy si no fuera por sus lecciones. La has visto actuar esta noche. Estuvo increíble. Es un escándalo que no sea una leyenda en Los Ángeles. —Eso es lo que siempre nos dices. —Alex suspiró—. ¿Y quién te lo dijo? Frunciendo el ceño a Alex, se dirigió de nuevo a la sala de estar. —¿Quieres saber qué más pienso? —preguntó Alex mientras la seguía. —Como si pudiera detenerte. Elizabeth se acomodó en el sofá. A través de las puertas de cristal, pudo ver a los chicos afuera, inclinados sobre la valla de la piscina, fumando, charlando y riendo con Zara. Alex se recostó en el extremo más alejado del sofá, levantando los pies sobre el regazo de Elizabeth. Viejos hábitos. —De acuerdo, vamos a escucharlo —dijo Elizabeth con un suspiro. —Grace hizo ese pequeño tour de force actoral para poner a Summer en su lugar porque nos había impresionado. Grace estaba prácticamente diciendo: «Sí, americana, puede que tengas talento, pero yo soy una leyenda». —Grace es una leyenda. —De acuerdo. Y ahora tu nueva amiga ha sido completamente informada. Ese era el propósito de la demostración. Había sido un poco inesperado, Elizabeth tenía que admitirlo. —Piensa: ¿cuándo fue la última vez que Grace actuó solo para nuestra diversión? —preguntó Alex, con la mirada fija. Había pasado un tiempo. —¿Años? —Exactamente. Así que tenía que significar algo, ¿no crees?

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—A veces un cigarro es solo un cigarro. —Ajá —dijo Alex con escepticismo—. ¿Sabes qué más pienso? Summer Hayes va a abrir el mundo para ti. Ella es un catalizador. —Ponte seria. Es una exestrella infantil de veintiocho años de Los Ángeles. Su mayor reclamo a la fama es ser una espía adolescente. Lo que ves es lo que tienes. Es solo… una chica. —Que puede volarte la cabeza con un beso. El ligero bufido de Elizabeth surgió de la nada, sorprendiéndola. Alex se sumó con una carcajada. —Bueno, bien, sí —concedió Elizabeth—. Ella puede besar. Pero, aun así. —Todo lo que digo es que la mujer ni siquiera lo sabe, pero está presionando los botones de Grace, los botones de Amrit, tus botones, o botón, dado que sospecho que es uno completamente diferente. — Movió las cejas—. Y cuando todo esto empiece a volverse termonuclear, la película sexi de Badour, los juegos pasivo-agresivos de Grace, tu programa de televisión de mierda, todo ello, será muy divertido ver quién y qué queda en pie. —Tienes una vívida imaginación. —Espera y verás —le señaló Alex—. Una vez que el polvo se asiente, serás más feliz por ello. —¿Crees que mi mundo estallará y eso me hará feliz? —Sí. —Sonriendo ampliamente, Alex le dio un codazo—. A veces solo hay que volar todo a la mierda para reconstruir algo mucho mejor. —Qué violento —dijo Elizabeth—. Y tú, una pacifista que abraza los árboles y hace películas. —Es una metáfora, amor. Recuerda mis palabras. Summer Hayes es el principio del fin del principio. ¿Y yo? Demonios, estoy reservando un asiento en primera fila.

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Capítulo 11

N

o puedo creer que esté siguiendo esto —refunfuñó Autumn, mientras ella y Summer llevaban las sillas de — repuesto a la zona de la piscina—. Fingir una relación ya es bastante malo. Intentar engañar a nuestros padres es una locura. —Acomodó el par de lonas que transportaba en una fila. —Baja la voz —siseó Summer—. Mamá está en la cocina. Autumn se dejó caer en una de las sillas. —Dios, justo cuando pensaba que habías superado tu antigua fijación por ella… ¿ahora esto? ¿Tienes que hacer de su amante? Quiero estrangular a Jean-Claude. Summer se sentó a su lado y miró el reloj de concha marina de la pared. Casi las once. Su pulso se aceleró al pensar que Elizabeth estaría pronto aquí, en la casa de su infancia. Se sentía muy raro. —Jean-Claude cree que seré perfecta. —Solo porque lo has convencido de que es tu amante. Me dijo que quería una pareja con el fuego feroz. Y reconozcámoslo, las escenas de sexo, especialmente las lésbicas, pueden ser muy aburridas si no hay química o las actrices están incómodas. Así que lo entiendo. Pero ¿en serio crees que puedes sacar esto adelante? —¿Me estás preguntando si puedo parecer que me gusta Elizabeth Thornton? Autumn cerró los ojos por un momento. —Quiero decir, ¿cómo vas a enfrentarte emocionalmente a esto? ¿Cómo vas a separarte del papel? «¿Otra vez esto?». Primero Delvine, ¿ahora su propia hermana?

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—Soy una profesional —dijo Summer escuetamente—, y eso es lo que hacen los actores. —Sé que lo eres. Pero ¿has superado lo de ella? Al menos dime eso. —Por supuesto. —Summer se cruzó de brazos y miró con desprecio. —Quiero creerte. —Entonces hazlo. —Todo es una mierda, ¿sabes? —Es culpa de mamá. Ella susurró sus locas fantasías en el oído de Jean-Claude. Ahora no hay vuelta atrás. —Lo sé. —Autumn suspiró—. Dios. Solo… Summer, no te hagas daño. Te conozco. Por favor, ten cuidado con ese gran corazón tuyo. —Lo haré. Por supuesto que tendría cuidado. El cuidado no era el problema. Era el resto. Por un lado, Elizabeth había sido egoísta y grosera, cortándola sin pensarlo dos veces. Por otro lado, también se había disculpado y parecía que lo decía en serio. Y le había abierto las puertas de su casa. Eso significaba algo, ¿no? No tenía que invitar a Summer a su santuario privado. Los dedos de Summer jugaron con los bordes deshilachados de sus pantalones vaqueros cortados. —Es bueno que hoy puedas conocer a su representante. ¿Qué querías discutir con Delvine, de todos modos? —No se trata de mí, se trata de ella. —La mandíbula de Autumn se tensó—. En todas nuestras interacciones, me trata como si fuera una aprendiza lenta que no sabe nada de la gestión de talentos. Como si me pasara todo el día firmando fotos tuyas y preparando cursis apariciones en centros comerciales. Cree que no entiendo la estrategia. Si tú y Thornton van a trabajar juntas, necesito que me respete. También quiero saber cuáles son sus planes para después de Eight Little Pieces. El enfoque publicitario y demás.

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—Estoy segura de que lo descubrirás. Me gusta Delvine. Ella es una persona directa. También es muy inteligente. —Summer dudó—. Um, también se dio cuenta de que yo era gay sin casi ninguna pista. Juro que tiene poderes locos para leer la mente o algo así. Autumn hizo una mueca de dolor. —Maldita sea. Te diría que tuvieras más cuidado, pero siempre lo haces. —Sí. —Summer se mordió la uña del pulgar—. Sin embargo, me estoy cansando de esconderme. Parece que, al esconderme, estoy diciendo que ser gay es malo o algo así. ¿En qué año estamos? —Ante los ojos abiertos de su hermana, Summer añadió rápidamente—: Aunque, lo entiendo. No será ahora mismo. No mientras necesite los papeles de la chica de al lado. Y el golpe de las consecuencias de esas fotos me curó de querer salir demasiado pronto. Las tonterías que decía la gente. Dizque era un truco publicitario, que soy una puta de la fama, una cazafortunas. Y era absolutamente repugnante lo que decían de Bess. —A la gente le encanta estar a la altura de mis expectativas — convino Autumn—. Quizá por eso siempre estoy soltera. —Miró a un recién llegado y Summer siguió su mirada. —Ah, está aquí. —Summer observó cómo Delvine besaba al aire a un puñado de invitados que su madre le había presentado—. Y tú estás soltera porque en el fondo nadie será nunca tan bueno como Andrew. Siento que haya conseguido ese trabajo en Londres. Me gustaba mucho. —Sí. —La mandíbula de Autumn se tensó de nuevo—. A mí también. Observaron cómo su madre guiaba a la representante por la zona de la piscina, mientras el tintineo de los brazaletes de Delvine puntuaba los comentarios de Skye. —Parece que se llevan bien —observó Autumn—. Ja. Delvine no parece que todos estemos por debajo de ella, que era como me la había imaginado.

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—Autumn —dijo Summer en voz baja—, prométeme que serás extradulce con ella y con Elizabeth. —Siempre soy dulce. —No, te gusta tener la razón. Gran diferencia. Eres más o menos educada, pero no siempre eres agradable. A veces dices cosas como: «Bueno, para ser exactos…» o «No, en realidad, eso es incorrecto…». Sé que la gente te subestima, y lo entiendo: te gusta demostrar que sabes lo que haces. Pero ¿por favor? Sé buena… ¿Por mí? Autumn la miró por un momento. —Demonios —murmuró—. Bien. Pondré mi cara de encanto. Radiante, Summer le apretó la mano —Gracias. —Pero no creas que no sé lo que significa tu petición. —Su mirada de advertencia hizo que el corazón de Summer se hundiera. —No tengo ni idea de lo que estás hablando. —Sí, lo sabes. —Autumn la miró con los ojos entrecerrados—. Estoy rezando a cualquier deidad que esté escuchando para que esta película te cure para siempre. Que el trabajar cerca y personalmente con Thornton te la quite de encima de una vez por todas. —Estoy segura de que lo hará —dijo Summer con más firmeza de la que sentía. —Absolutamente. Autumn suspiró. —Mierda. Lo sabía. Ni siquiera lo negaste esta vez. —Puso la cabeza entre las manos y resopló—. Que Dios nos ayude a todos si alguna vez captas la atención de Thornton. —Estás a salvo. La única persona que ella encuentra digna de atención es la leyenda de la actuación británica llamada Grace.

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Elizabeth comprobó la dirección después de aparcar frente a la casa de la familia Hayes en Granada Hills. Estaba en una calle bordeada de imponentes robles blancos, bastante hermosa para los suburbios de Los Ángeles. Pero no fue eso lo que le llamó la atención. Summer había omitido algo cuando le había enviado la dirección por mensaje. Uno pensaría que valdría la pena mencionarlo. Skye y Brock vivían en una casa obscenamente amarilla que era un poco difícil de pasar por alto. Tenía un tejado de color crema con picos, una farola de gas y un… hizo una doble lectura… un pozo de los deseos de bronce en la parte delantera. Al salir del coche, pulsó el mando a distancia y giró para subir por el sendero del jardín hasta la puerta. —¿Srta. Thornton? Se giró para encontrar a una versión más vieja y morena de Summer de pie en la acera, que sostenía un ligero jersey azul. —Soy Autumn. La hermana de Summer y su representante. —Su sonrisa carecía de la calidez de Summer—. Solo tenía que tomar algo de mi auto y te vi. —Con un tirón de su suéter, se encogió de hombros—. Pensé que debía saludar. —Por supuesto. Hola. —Elizabeth esperó a que Autumn se uniera a ella. A medida que la mujer se acercaba, pudo distinguir algunas diferencias. Una cara más redonda y llena, una boca ladeada y sonriente que parecía más cínica, y una mancha de pecas. A Elizabeth no se le había ocurrido lo simétricamente perfecta que era la cara de Summer hasta que vio a alguien, bueno… normal, con atributos similares—. ¿Ya llegó Delvine? —Sí. Mamá y ella parecen estar unidas por el odio a los colores pastel. —Eso suena a Delvine. Todavía no la he visto usar nada de una paleta neutral. Autumn inclinó la cabeza, mirando a Elizabeth en silencio.

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—¿Qué pasa? —preguntó Elizabeth mientras caminaban hacia la casa. —Es que me cuesta imaginarlo. Mi hermana y tú en Eight Little Pieces. —Ella gimió—. Y por imaginarlo, me refiero al concepto. En general. Ya sabes. No el resto. Elizabeth la miró con curiosidad. Había algún tipo de tensión, pero no podía situarla. —¿Te opones a que haga de Lucille? Summer parece estar dispuesta a hacer un esfuerzo. —Suele hacer papeles tan dulces. —Autumn dio un suspiro de dolor—. La verdad es que sí, me gustaría que no se estirara de esa manera. —¿Tienes un problema con que interprete a una lesbiana? ¿O es que tienes un problema con la homosexualidad en general? Su voz salió mucho más fría de lo que pretendía. No era una pregunta justa. Gran parte de Hollywood seguía manteniendo la opinión de Rachel Cho de que hacer de gay hacía que un actor fuera menos comercializable a los ojos del público. Se aceptaba como un hecho, aunque nadie tuviera pruebas. No se podía cambiar la postura de Rachel ni siquiera un poco, y Rachel era gay. La expresión de Autumn tenía la misma mirada contraída que la de Rachel sobre el tema. —¡Claro que no soy homofóbica! —Autumn miró con desprecio— . ¿Cómo puedes siquiera preguntar? Eso sería bastante hipócrita, considerando todas las cosas. ¿Todas las cosas? Espera, ¿Autumn era gay? Elizabeth le echó una mirada furtiva. Tal vez su gaydar era defectuoso porque no podía verlo. No es que eso signifique algo. Hollywood era tan heterosexual como los fideos ramen. —Lo siento —dijo—. ¿Así que tu problema es que tu hermana, tan limpia, tiene su imagen destrozada por un papel de lesbiana?

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—No, es el hecho que mi chillona hermana interprete a la lujuria. No tienes ni idea de lo controvertido que es eso para ella. ¿Papeles sexis en el cine estadounidense? Adelante. ¿Iconos infantiles queridos en papeles sexis? No tanto. Condujo a Elizabeth por el lado izquierdo de la casa, pasando por un jardín repleto de enredaderas cargadas de flores escarlatas y espinas, y luego, por una puerta lateral. El interior era espacioso y luminoso, un salón pintado de color índigo y salpicado de chucherías inesperadas, desde máscaras de plumas hasta intrincados candelabros adornados. La pieza central era un conjunto de alas de ángeles blancos de dos metros de ancho pegado en una pared. —¿No se incendian? —Elizabeth señaló por debajo de las alas la ornamentada chimenea incrustada con miles de piezas de cristal de colores. —Mamá no usa la chimenea. La construyó solo por su aspecto. A continuación, se dirigieron a la cocina, que daba a la zona de la piscina. La habitación tenía un tamaño generoso y estaba llena de electrodomésticos modernos, probablemente el sueño de cualquier cocinero. Excepto que… era de un azul turquesa abrasador. —Lo sé, lo sé —dijo Autumn, con esa sonrisa siempre presente—. A mamá le encantan las cosas llamativas, ya sean colores, personas o ideas. Lo que explica lo tuyo con Summer. Está totalmente convencida de que son algo. No puedo pensar en ninguna pareja menos convincente, personalmente. Pero está convencida. —¿Por qué no lo seríamos? —¡Vamos! Tú eres tú. Y ella es… um… lo contrario. Elizabeth se extrañó de la forma en que analizaba sus palabras. —Por favor, no te censures por mí. Di lo que piensas. —Puede que te arrepientas de haber dicho eso. —Autumn le dedicó una sonrisa de disgusto—. Pero, de acuerdo. Mira, tú eres toda abotonada y medida, y Summer es tan relajada como un par de

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chanclas. Si quieres sacar esto adelante, tienes que parecer que sabes cómo relajarte o la gente se preguntará cómo es que tú y Summer pueden estar juntas. Las fosas nasales de Elizabeth se encendieron. Qué bien. Otro extraño que hace suposiciones sobre ella basándose en nada. La historia de su vida. —¿Sabes?, no soy la jefa Hunt. —Bueno, obviamente no, o a Summer no le gustarías ni un poco. Estoy hablando de tu reputación. De todos modos, al menos el trabajo de fingir está medio hecho aquí. Mamá es una verdadera creyente. Ella mira lo que decide que se siente bien, no lo que realmente está bien. No le preguntes sobre auras, nunca, o estarás atrapada aquí por una semana. Papá es una cosa totalmente diferente. —¿Debo preocuparme por él? —Siempre. —Autumn se cruzó de brazos y miró por la ventana hacia la piscina—. Es así: Summer es la niña de papá. No puede hacer nada malo. Y si le haces daño, no lo olvidarás pronto. ¿Qué significaba eso? Elizabeth frunció el ceño. —Esto es un negocio. ¿Qué daño se supone que debo infligir aquí? Autumn le dirigió una mirada cautelosa. —No olvides que papá no lo sabe. Y tiene una mirada aterradora cuando da su discurso de «trata bien a Summer o si no». —Abrió de golpe la puerta de la cocina—. Todos están afuera. Por aquí. Salieron a una luminosa zona de piscina. Sorprendentemente, dado que Summer había indicado que las fiestas en la piscina eran cosa de esta familia, la piscina en sí era bastante pequeña. Sin embargo, la zona que la rodeaba lo compensaba, con una barbacoa, un sistema de altavoces montado en el techo y sofás al aire libre ahogados en coloridos cojines con borlas, todo ello reunido bajo una rústica pérgola de madera.

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Tenía sentido, decidió Elizabeth. Las fiestas en la piscina solían centrarse en la fiesta más que en mojarse. ¿A quién le importaba el tamaño de la piscina? Hablando de mojarse, un hombre de pecho de barril se abría paso a través del agua, con sus troncos de color rojo brillante destellando a su paso. —Ese es papá —dijo Autumn—. Así que, regla de oro, no lo hagas enojar, ¿de acuerdo? Y, por favor, intenta parecer que no crees que Summer es un tipo especial de estúpida. Hará maravillas para vender tu historia. —Creo eso. —Elizabeth le lanzó una mirada de desconcierto. —Claro que sí. Me enteré de lo del paquete de sangre que explotó y de lo enojada que estabas. ¿Sabes?, eso podría haberle pasado a cualquiera. —Su expresión era de consideración—. Así que, Sra. Thornton… —Elizabeth. —… iré a presentarme a Delvine y a elaborar nuestras estrategias, y tú… —Miró por encima del hombro a un rubio borroso, que se acercaba rápidamente—… tienes una lista de toqueteos públicos por hacer, hasta que me sangren los ojos. —¡Bess! —Summer vino volando hacia ella desde un lado, con una amplia sonrisa en la cara—. ¡Gracias por venir! —Dejó caer un rápido beso en los labios de Elizabeth, y la rodeó con sus brazos en un flojo abrazo. Autumn resopló. Sus cejas se alzaron como si dijera «¿ves?», antes de girar sobre sus talones, dejándolas con sus «toqueteos». Elizabeth no sabía si le gustaba Autumn o no. Era astuta y aguda, pero algo encantadora a su manera, llena de sonrisas. —¿Cuál es tu veneno? —preguntó Summer —¿Mi…?

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Summer saludó a una bañera llena de hielo bajo la pérgola repleta de cerveza, vino y refrescos. —Hay muchas opciones frías. También traje tu té, por si quieres que te lo prepare. —El té siempre mejora mi estado de ánimo. Quizá deberíamos empezar por ahí. —La sonrisa de Elizabeth era más suave que de costumbre, en beneficio de la media docena de miradas que las recorrían. No tenía nada que ver con la forma en que Summer casi vibraba de excitación. O con lo bien que le sentaba tener su brazo alrededor de la cintura de Elizabeth como si siempre hubiera estado ahí. —¡Listo! Vuelvo enseguida. —Summer desapareció en la casa. Elizabeth la vio irse y solo entonces registró los diminutos pantalones cortos y la parte superior del bikini blanco generosamente rellenado. Mmm. La ropa de hospital de Summer no le hacía justicia. Si a eso le añadimos sus piernas tonificadas y su bronceado californiano, Summer era, por definición, preciosa. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Un rizo de deseo se deslizó por ella y casi se atragantó por la sorpresa. Se giró rápidamente para apartar aquel trasero torneado de su campo de visión y se encontró con el de otra persona. La observaba una mujer pequeña y atractiva de unos cincuenta años, agobiada por un enorme sombrero púrpura flexible sobre el que se habían colocado flores de plástico. Debería parecer ridículo, pero, de algún modo, lo llevaba bien. Unos mechones de pelo rubio grisáceo se enroscaban bajo el sombrero. Bueno. Si no fuera la infame Skye Storm, Elizabeth se comería su propio sombrero de paja de ala ancha. La madre de Summer se acercó con una gracia de la que su hija carecía. Era curioso cómo funcionaba la genética. Skye se puso su caftán verde alrededor de un bañador de color albaricoque. Cuando miró a Elizabeth (no podía medir más de un

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metro y medio, a pesar de los tacones de sus sandalias color canela), sus ojos se arrugaron de placer. —Bueno, hola, querida. Tú debes ser la Bess que tiene a mi hija extasiada. Soy Skye. —Ella arqueó el cuello—. Dios mío. Eres mucho más alta de lo que pensaba. La calidez de Skye era contagiosa, y Elizabeth no pudo evitar su propia sonrisa perezosa en respuesta. —Y tú eres más o menos lo que esperaba. Ella también era carismática, hermosa y colorida. —¡Ja! Entonces dime, ¿qué te habías imaginado: dos cabezas, ¿flores en mi pelo? ¡Oh! Supongo que casi hago eso. —Golpeó las gigantescas construcciones de plástico que salían de su sombrero y bajó la voz hasta convertirse en conspiradora cuando añadió—: He oído que soy ecléctica. —Creo que es excéntrica. Hasta ahora eso es todo lo que me han dicho de ti. —¿Excéntrica? Jum. Eso me gusta. ¿Quién quiere ser ordinario? ¡Qué aburrido! ¿Verdad? No pareces nada aburrida. —Me gusta pensar que no soy aburrida —contestó Elizabeth, con una sonrisa en los labios—. Pero ¿no lo hace todo el mundo. —Cierto. Así que dime, ¿cuándo supiste que te gustaba Summer? —Sus ojos azules, tan parecidos a los de su hija, eran brillantes y agudos. —Me trajo té. —Bien, eso no sonaba como lo más romántico. Elizabeth buscó algo mejor—. Tienes que entender que me arrastraría por encima de cristales rotos para conseguir mi marca de té, que no está disponible aquí y, de alguna manera, Summer lo sacó por arte de magia de la nada. Fue como descubrir un pedazo de casa. Me impresionó. Fue entonces cuando me fijé en ella por primera vez. Unos dedos suaves y finos se aferraron a su muñeca y Skye acercó a Elizabeth, mirándola fijamente a los ojos.

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—Creo que debo decirte que sé de ti desde hace años —dijo suavemente—. Siempre guardaré tu secreto. Lo hice entonces; no le dije a nadie. —Hizo un gesto con la mano alrededor de la zona de la piscina—. Todos sabemos que hay que ser discretos, no debes preocuparte. Todo está bien. Aquí estás a salvo. —¿Qué? —Los pelos de la nuca de Elizabeth se erizaron. —¿Tu exnovia, Alex Levitin? Hice el vestuario de Heaven's Blood. El pánico la inundó al pensar que Alex, precisamente Alex, había sido indiscreta. ¿Con cuántas otras personas se le había zafado? —Ah, no me lo dijo ella —dijo Skye, adivinando su ansiedad—. Lo descubrí. Un día dejó un libro en su asiento y yo sentí curiosidad por lo que estaba leyendo y lo tomé. Una foto de ustedes dos era su marcador y se cayó. Vi su mirada en esa foto, la forma en que te tocaba la mejilla, y lo supe. Así que cuando este rumor ocurrió con mi hija… Bueno, me di cuenta de que no era tan descabellado como Summer seguía afirmando. Además, ella protestaba demasiado. —Sonrió, la calidez y la aceptación llenaron su rostro. Exhalando lentamente, Elizabeth asintió. De acuerdo, no mataría a Alex. —No digo nada de esto para avergonzarte —añadió Skye—. Solo quiero que entiendas que soy muy consciente de lo difícil que es fingir ser alguien que no eres. Y hacerlo durante años puede ser agotador. He visto el daño que hace cuando la gente lo lleva demasiado lejos. —La expresión de Skye se volvió intensa—. ¿Sabes?, hay un famoso actor gay, no diré nombres, pero solía llevar a su amante al estudio en el maletero de su auto, y luego lo metía a escondidas en su camerino. El amante lo dejó por eso eventualmente. No quiero que mi chica sea tratada como el pequeño y sucio secreto de alguien. Es demasiado dulce para eso. No pondrás a Summer en el maletero en ningún sentido. Trátala bien. Con respeto. ¿Nos entendemos? —Los dedos en su muñeca se apretaron. —Por supuesto. —Elizabeth tragó saliva—. No le faltaré al respeto.

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—Bien. Ella es especial. Sé que todas las madres piensan eso, pero en su caso es muy cierto. Ella no tiene un hueso cínico en su cuerpo. Su corazón es enorme. Tiene buenas intenciones en todo. Odia la crueldad hacia los demás más que nada. Así que, entiéndelo, solo quiero que la aprecien. —Y lo hago. Tiene un buen corazón. —Era cierto. Summer parecía tal y como la describía su madre. Nunca había oído a Summer atropellar a nadie, y el único enfado que había presenciado había sido cuando Elizabeth la había herido… y, desconcertantemente, también cuando Grace había intentado contar aquella traumática historia de los Footlights. Hizo una mueca de dolor y apartó el recuerdo—. Deberías estar orgullosa de la mujer que es. —¿Yo? —Skye la miró con extrañeza—. ¿Qué tengo yo que ver con nada? Dios mío, los padres crean al niño, pero ellos son su propia persona desde muy jóvenes. No me atribuyo el mérito de lo que son mis hijas. Tampoco lo hace Brock. —Hizo un gesto al hombre de la piscina—. El mérito es de quien lo tiene. Ella es Summer porque es Summer, no porque seamos sus padres. Eso es todo. Splash. Elizabeth echó un vistazo para ver al padre de Summer saltando por encima del borde de la piscina sin la escalera. Sus musculosos brazos estaban abultados, pero parecía hacerlo con facilidad. Una vez de pie, pudo ver una cicatriz furiosa que le recorría el pecho, casi hasta la cintura. —Un truco que salió mal. —Skye siguió su mirada—. Se suponía que una ventana debía romperse en mil pedazos. En lugar de eso, se rompió en tres, y un trozo se clavó en él. Casi muere, estaba tan cerca del corazón. Elizabeth jadeó. —Eso es terrible. Brock se acercó, le dio a Skye un beso en la mejilla y se colgó la toalla de un hombro.

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—No fue tan malo. —Su voz era un arrullo bajo—. Y tengo un alto umbral de dolor. —Observó a Elizabeth con una mirada de mil metros—. ¿Así que estás saliendo con mi niña? —Sus ojos azul pálido se endurecieron. —Así es. —Lo miró fijamente. Hacía años que no tenía que hacer un encuentro con los padres. No era más fácil, incluso si era solo para el espectáculo. —Entonces, ¿cuántos años tienes? —¡Brock! —Skye le dio una palmada en el pecho—. Tiene más o menos la misma edad que tú cuando me invitaste a salir. —Las dos somos lo suficientemente mayores —dijo Elizabeth con simpatía. Brock dio un ladrido ronco. —Está bien, está bien —dijo—. Me parece justo. De acuerdo, te daré el discurso abreviado. No le hagas daño a mi chica. Es la niña de mis ojos. ¿Entendido? —Entendido. —Bien. —Se pasó la toalla por el pelo desgreñado y canoso y se volvió hacia Skye—. Supongo que podría ser peor. ¿Recuerdas a esa cosa malhumorada que trajo Summer el año pasado? Gracias a Dios que no duró. —No se habla de los ex —le dijo Skye con firmeza—. Es de mala educación. En realidad, a Elizabeth le habría encantado hablar de los ex. Por alguna razón, le costaba imaginarse qué tipo de hombre le parecería atractivo a Summer. Hasta ahora lo único que sabía era que Amrit no era su tipo. —Si quieres hablar de los hombres con los que salió antes, no me importa. Brock la miró fijamente. Entrecerró los ojos. Luego, lanzó una mirada de desconcierto a Skye antes de volverse hacia Elizabeth.

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—Supongo que ustedes dos no han hablado mucho, ¿verdad? —¿Por qué dices eso? —Una pizca de ansiedad la atravesó. ¿Qué había dicho mal? —No conoces a mi chica tan bien, ¿cierto? —Su ceño se frunció, lo que, en Brock, parecía que había hecho enojar a Wolverine—. Creo que tal vez deberías hablar con ella de algo más sustancial que lo que has estado haciendo. Bien, voy a secarme y cambiarme. Vuelvo pronto. —Lanzó una mirada de advertencia a Elizabeth y se fue. —No le hagas caso —dijo Skye—. Es protector con Summer. Le gustaría que saliera con alguien que viera lo inteligente que es, no solo lo bonita. Así que eso significa llegar a conocerla, no solo divertirse con ella. —Ah, ella es inteligente. Tuvimos una noche de trivia de Shakespeare el viernes. Deberías haber visto a mis amigos con formación teatral, graduados de la escuela de teatro de Cambridge, Summer limpió el piso con todos ellos. Fue notable. Skye sonrió —Así es Summer. Siempre le ha gustado Shakespeare. Supongo que sabes que todo eso es culpa tuya, al verte en Londres cuando tenía quince años. Se metió en la actuación y en Shakespeare gracias a ti. —Entiendo que la inspiré un poco… —¿Inspirar? Ah sí, eso también. Ah, cómo te adoraba. No dejó de hablar de ti durante tres años. Se puso tan mal que su hermana prohibió que se mencionara tu nombre en su presencia. —Skye se rio. «¿Adoraba?». Era una palabra muy fuerte. Aun así, recordó cómo se sintió cuando Grace llegó a Cambridge durante un semestre como oradora invitada. Elizabeth se había sentido atraída por ella al instante. El talento era un poderoso atractivo. No podía juzgar a Summer por tener la misma reacción que ella había tenido. La diferencia era que Summer claramente ya no sentía eso por ella. Y aunque Elizabeth no estaba segura de lo que sentía ahora por Grace, seguía siendo intenso.

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El familiar aroma de los dioses le hizo cosquillas en la nariz. Summer apareció a su lado, besó la mejilla de Elizabeth y le pasó una taza de té. —Gracias, cariño —murmuró Elizabeth. Con un movimiento de cabeza, Summer volvió a pasar su brazo por la cintura de Elizabeth. —Entonces, ¿cómo se llevan ustedes dos? Skye asintió. —Fabulosamente. La estoy poniendo al corriente de que tu adoración por ella se remonta a mucho tiempo atrás. Y se ve muy sorprendida. El brazo de Summer se puso rígido a la espalda de Elizabeth. —Mamá… —¿De verdad no hablan nada? ¿De cosas importantes? — interrumpió Skye, sonando exasperada—. Bueno, ¿qué hacen juntas? Por favor, díganme que es algo más que sexo. Con un gemido bajo, Summer se frotó la sien. —¿En serio? —No te pongas tan mojigata conmigo ahora. Yo no te crie así. ¿Dónde está mi hija de espíritu libre? —Miró a Elizabeth—. Escúchala. Parece como si no la hubiera visto corriendo desnuda en la fiesta de Jean-Claude en la piscina del hotel. Bueno, fue una noche para recordar. «¿Desnuda?» —Claro que lo viste, mamá. —Summer la fulminó con la mirada— . Porque todo el equipo se emborrachó y se bañó desnudo. Tú incluida. «¿Qué… carajos?» —Precisamente, ese es mi punto. Antes no eras tan estirada. ¿Ahora te estás volviendo aprensiva? —Se volvió hacia Elizabeth—. No

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entiendo a los jóvenes de hoy en día. Al menos dime que mi chica no es una mojigata en la cama. —Em. —Elizabeth se preguntó en qué universo paralelo se había metido. Su propia madre preferiría morir antes que hacer esa pregunta. Su padre definitivamente preferiría morir antes que escucharla. —¡Mamá! —chilló Summer. —¿Qué? Solo estoy preguntando. No por detalles. —Puso los ojos en blanco—. Un «sí» o un «no» estaría bien. —Bueno, déjalo ya. Eso es algo privado. —Jum. Muy bien entonces. Lo que quiero decir, y es lo mismo que tu padre quería decir, es que una buena relación se basa en algo más que sábanas arrugadas y balanceo de lámparas de araña. Conózcanse la una a la otra como es debido. Sean la mejor amiga de la otra. Hablen, ¿de acuerdo, queridas? —Así que, ah —comenzó Elizabeth, su cerebro ahora frito—. ¿Puedo preguntar algo… en aras de la claridad? Summer parecía dolida. —¿Por qué fue que todos se desnudaron?

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Capítulo 12

H

abiéndose despojado de los pantalones cortos, Summer se estiró en una silla playera con su bikini blanco, mientras miraba a sus padres en la piscina con unos amigos de la familia que conocía desde hacía años. Amigos discretos, por supuesto, o esta falsa relación acabaría en HGZ en poco tiempo. En la silla de su izquierda, Delvine murmuraba con Autumn, que estaba sentada en una silla de lona a su lado, con la cabeza inclinada, escuchando atentamente. Al menos su hermana no estaba siendo una sabelotodo ni se mostraba combativa, lo cual era un progreso. Summer captó algunas palabras clave. Cuota de mercado. Demografía de los objetivos. Bostezo. —Parece que esto va bien —murmuró Elizabeth. Summer rodó hacia su otro lado. Elizabeth se había puesto un impresionante vestido de baño azul, con una camiseta blanca de manga larga para protegerse los brazos. Sus suaves y largas piernas brillaban por la protección solar. Ante toda esa piel, Summer solo pudo decir: —Sí. —Y mirando de nuevo a la piscina, añadió—: Aunque mis padres no son realmente el problema. —¿Quién es? —Elizabeth dio un sorbo a la bebida amarilla afrutada que llevaba en la mano. Junto con sus gafas de sol, grandes y modernas, con montura blanca, y un sombrero de ala ancha de diseño, parecía que acababa de entrar a la cubierta de un crucero—. Este ponche es excelente, por cierto. —Autumn lo preparó. Hizo un curso de coctelería una vez, así que debería ser bueno. Y Chloe es nuestra potencial Estrella de la Muerte. —¿Estrella de la Muerte?

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Eso hizo que Summer se incorporara. —Dime que no acabas de admitir una completa ignorancia sobre Star Wars. Elizabeth deslizó sus gafas de sol un centímetro por la nariz. —Estaba bromeando. —Sonrió—. ¿Eres una nerd, cariño? ¿La fuerza te acompaña? Cada vez que Elizabeth decía esa palabra, incluso con ese tono ligeramente burlón, el corazón de Summer se estremecía de placer. Y no solo su corazón. Su relación falsa con Elizabeth estaba arruinando su capacidad de relajarse. La puerta lateral se abrió, evitando que Summer tuviera que pensar en alguna respuesta ingeniosa. —Aquí viene Sith Lord Chloe Martin. —Chloe es la compañera de cuarto, ¿correcto? —preguntó Elizabeth, deslizando sus gafas de sol hacia arriba—. ¿Qué sabe ella de todo esto? —No tuve la oportunidad de decirle que supuestamente estábamos saliendo. Dejé una nota sobre la fiesta en la nevera. La última vez que hablamos, creyó que estoy interesada en ti, pero lo he negado enérgicamente. Elizabeth frunció el ceño. Luego frunció más el ceño. —¿Por qué iba a pensar eso? «¡Demonios!» El cerebro de Summer se puso al día con sus palabras. «¡Mierda!» —¿Por las fotos? —preguntó Elizabeth. «Ay, gracias a Dios». —Sí, exactamente. —Pero, aun así, es un gran salto. ¿De repente piensa que su compañera de cuarto heterosexual es gay? ¿Y por mí? ¿Por unas cuantas fotos? ¿Qué me estoy perdiendo?

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«¿Que no soy heterosexual?» La duda la recorrió. Summer llevaba un rato debatiendo esto. Decirle a Elizabeth o no decirle. ¿Salir del closet sería incómodo? ¿Y qué pasa con la escena de sexo? ¿Las actrices heterosexuales quieren saber si están besando a una mujer a la que le gustan las mujeres? ¿Es un miedo que tienen? ¿O es todo trabajo? Pero ¿no era todo cuestión de trabajo cuando había una escena de sexo heterosexual? ¿Por qué alguien tenía que saber eso? Aun así, las dudas la invadieron. Chloe se acercó, con su habitual aspecto perfecto para las revistas. Se sentó en el borde de la silla de Summer, cerca de sus tobillos, y buscó en su bolso. —Hola. Siento no haber venido antes. Una cita se retrasó. —Deslizó una mirada entre ellas—. Bueno, esto es una sorpresa, ¿eh? Mírense las dos. —Sus cejas se levantaron. —Chloe, te presento a Elizabeth… eh, Bess. Bess, esta es Chloe. —¿Ahora es Bess? —Chloe miró a Summer mientras empezaba a untar sus brazos con la loción que había sacado—. ¿Así que los rumores fueron ciertos todo el tiempo? —Sí —dijo Elizabeth, con la voz seca—. He estado intimidando a Summer por su anormalidad de dedos verdes. Y, lo que es más, me gusta. —¡Ja! —Chloe se rio—. Sí, ese fue un golpe de primera. —¿Eres neozelandesa? ¿De qué isla? —Norte. Wanganui. —¿De verdad? He estado allí. Tiene el lago más bonito que he visto. Chloe le sonrió. —¿Conoces el lago Virginia? Solía recorrerlo en bicicleta, cada vez que podía, después de la escuela. Creo que la mitad de las fotos de mi infancia son mapas de mi altura junto a la estatua de Peter Pan. —Yo también lo vi. Cuando tenía dieciocho años recorrí toda Nueva Zelanda en mi año sabático. Es precioso.

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—Impresionante. —Chloe sonrió. —Sí. También vi Australia. Pero Nueva Zelanda se ajustaba más a mi genética. —Señaló su piel pálida—. Reacciono mal a la luz del sol. —Ooh, un vampiro, ¿eh? —Algo así. —Elizabeth parecía divertida. —¿Y ahora le has hincado el diente a Summer? —Sus cejas dieron un movimiento sugerente. —Buf —Summer gimió—. No. Esa es la peor broma. —¿Así que no es cierto lo de ustedes dos? —Chloe se hundió. —Lo es —dijo Elizabeth—. Pero lo mantendremos en secreto, ¿de acuerdo? —¡Ah! —Chloe echó un vistazo a la zona de la piscina—. ¿Skye lo sabe? ¿Está planeando una fiesta en su honor? —Probablemente. —Summer se rio—. Estoy segura de que está en el tablero de dibujo. —Oye, solecito, muévete. —Chloe le dio un codazo—. Hay espacio para dos en estas cosas. Summer se deslizó a un lado y Chloe se acomodó a su lado en la amplia silla. —De acuerdo —dijo Chloe con seriedad—. Quiero ser la dama de honor. —Sí, claro —dijo Summer—. Odias las bodas. —Sí, las heterosexuales. Las lesbianas son una opción. Hay muchas opciones de vestuario extra. Deberías verme con un esmoquin. Tan Dietrich. —¿En cuántas bodas de lesbianas has estado? —preguntó Elizabeth con curiosidad. —Muchas en esta ciudad. —Chloe cruzó las piernas por los tobillos y se enderezó los pantalones cortos a medio muslo—. Los modelos son muy queer en Los Ángeles. Todo gira en torno al «cuerpo bello»

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y a explorar tus opciones. La fluidez sexual y todo eso. Hay menos barreras en el mundo del modelaje que en otros lugares, si es que te interesa, lo cual no es mi caso. Pero, oye, más poder para los que sí. Desde que salté a la actuación, veo que hay una gran diferencia. —¿La hay? —preguntó Elizabeth, con cara de fascinación. —Por supuesto. Es el aspecto de la fantasía. Actuar es vender la idea de que puedes estar disponible para el público como alguien con quien potencialmente podrían acostarse. Las modelos no tienen ese bagaje. Solo somos perchas. La gente ni siquiera nos ve. Los actores son supervisibles, pero… —Pero ¿qué? —preguntó Elizabeth con curiosidad. Chloe frunció el ceño. —¿Eh? —Luego sacudió la cabeza—. Así que, dejando de lado las bromas sobre la boda, ¿van en serio o es solo un poco de diversión? —En serio —dijo Summer. —Diversión —dijo Elizabeth al mismo tiempo. Se miraron tímidamente. Maldita sea. —Ay, no. —Chloe se estremeció—. Mierda. Creo que deberían hablar. —Sí. Lo hemos escuchado mucho hoy —refunfuñó Summer. —¿Saben?, son un par inusual. —Chloe las miró con los ojos entrecerrados—. Quiero decir, Elizabeth, ¿no te pusiste en plan invierno nuclear con Summer? ¿La ignoraste y todo eso? —Eh… —Elizabeth dudó—. Sí, lo hice. —Suspiró—. Me arrepiento de eso. —¿Por qué lo hiciste entonces? —Recibí un mal consejo, que acepté sin pensar en las consecuencias. —Jum —Las cejas de Chloe se juntaron—. SEE, ¿eh? —¿Qué?

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—Síndrome de la estrella ensimismada. Tu gente te obligó a hacerlo. —Ella levantó una ceja—. ¿Verdad? El filo y la decepción que se reflejaron en el tono de Chloe fueron un shock. ¿Cuánto se había filtrado del estado emocional de Summer para que Chloe se mostrara tan feroz en su defensa? —Chloe, está bien; está en el pasado —interrumpió Summer—. Y Bess se disculpó. —No, tiene razón. —Elizabeth se sentó y se quitó las gafas—. Ejercí un mal juicio. Fue algo egoísta, ensimismado, y una cosa horrible que hacerle a alguien. A menudo deseaba poder volver atrás en el tiempo. Extrañe mucho a Summer. —La extrañaste —dijo Chloe—. Lo cual te molestó. Pero ¿entiendes lo mucho que heriste a Summer, que lo que importaba aquí no eran tus sentimientos? —Chloe. —Summer sintió que sus mejillas se encendían de vergüenza. Elizabeth apretó los labios. —Sí, lo sé. Y no pienso repetir ese error. En el futuro, sopesaré primero cualquier sugerencia antes de seguir ciegamente las recomendaciones. —De acuerdo. —La sonrisa de Chloe regresó—. Ah, y última pregunta. Una muy importante. ¿Estás preparada para apoyar a Summer a pesar de su horrible aflicción? —¿Su qué? —Elizabeth se volvió hacia Summer, que levantó las manos en señal de desconcierto. —Sus dos pies izquierdos. Es un milagro que solecito pueda caminar y hablar. La he visto tropezar con una ligera brisa. —Ah, sí. Es un sacrificio que estoy dispuesta a hacer —respondió Elizabeth —¡Ey, estoy aquí mismo! —protestó Summer.

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—Por supuesto. —Elizabeth le tendió la mano, con ojos cálidos y suaves. Tragando, Summer le dirigió una mirada de cariño no muy fingida mientras sus dedos se entrelazaban. —Puaj. —Chloe puso los ojos en blanco—. Muy bien, pasaste, Thornton. Solo dejen la cursilería. Me van a hacer emborrachar. —Sus ojos se iluminaron—. En realidad, es una gran idea. Conseguiré algo de alcohol y haré que la fiesta comience. ¿Quieren algo? —Estoy bien. —Summer señaló su Coca-Cola Light. Elizabeth inclinó su ponche casi lleno hacia Chloe como respuesta. —Bien. —Y cuando regrese, desvelaré los trapos sucios de historias vergonzosas de Summer. Cuídame el puesto. —No puedo esperar —ronroneó Elizabeth. —Más vale que no lo hagas —advirtió Summer— o retendré tus bienes mundanos como rehenes. —Pero es bueno saber todo lo que pueda sobre ti, cariño. — Elizabeth la miró de intencionadamente. «Maldita sea». Tenía razón. —Bien —dijo Summer. Mientras Chloe se dirigía a la zona de bebidas, Summer gritó—: Pero voy a localizar a los Hombres de negro, e insistiré en que les borren la memoria a las dos. —Me parece justo —dijo Elizabeth—. Además, ¿qué tan mala podría ser la suciedad? Summer no respondió. Estaba demasiado ocupada registrando el hecho de que Elizabeth no le había soltado la mano. Y lo mucho que le gustaba.

Chloe seguía hablando de sus trapos sucios con Elizabeth una hora más tarde, a pesar de que Summer intervenía a menudo para

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asegurarse de que no se adentrara en el terreno de los ex de Summer o en algo demasiado revelador o incluso ligeramente gay. Ahora que su compañera de piso había pasado a hablar de la emoción de los géiseres de lodo caliente en los alrededores de Rotorua, Summer decidió que era suficientemente seguro dejarlas y dirigirse a la bañera de bebidas. Una sombra ancha y achaparrada cayó sobre ella mientras sacaba la botella de Coca-Cola Light del hielo. Un perfume floral le llegó a las fosas nasales. —Gracias por invitarme —dijo Delvine—. Ha sido valioso. Estoy impresionada con tu hermana. No puedo decir que sea una reacción común después de tratar con parientes que representan a familiares. La mayoría lo hacen fatal. —Se estremeció—. Los negocios deberían ser solo negocios. —Bueno, resolvimos la mayoría de nuestros problemas de hermanas muy jóvenes —dijo Summer—. Ahora somos bastante buenas separando los negocios de la familia. —Supongo que por eso funciona. Por cierto, está dedicada a ti hasta el extremo. Dios mío, la lealtad. Una cosa tan rara en Los Ángeles. Es casi chocante. La gente suele estar detrás de algo. Pero ustedes dos no. ¿Tal vez porque son hermanas? —Ah, no lo sé. ¿Qué hay de la amiga de Elizabeth, Grace ChristieOberon? Delvine se puso rígida. —¿Qué pasa con ella? ¿Su tono era de repente diez grados más frío? —¿No representas a Grace? —Ya no. —¿Así que solías representarla? —Sí, cuando llegó a Los Ángeles. Se le consideraba todo un premio. Bien, definitivamente había algo fuera de tono. —¿Por qué ya no lo haces?

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—Eso es confidencial. Pero fue una separación mutua. —¿No tomaste a Elizabeth a petición de Grace? —No. Es cierto que Grace me presentó a Bess en una fiesta. Pero incluso si no lo hubiera hecho, me habría fijado en ella. Estoy atenta a los nuevos talentos. Su currículum tenía su propio peso. No solo yo pensé eso. Lo mismo ocurre con Rachel. Somos buenas amigas, aunque a veces me vuelve loca. Y sé que está impresionada por el talento de Bess. «Vaya. ¿Qué?» —Espera, entonces, ¿Rachel no firmó con Elizabeth solo porque era una condición para conseguir a Grace como cliente? —Por supuesto que no. —Delvine frunció el ceño—. ¿De dónde sacaste esa idea? —Summer la miró largamente—. Ah. Ya veo. —Los labios de Delvine se aplanaron en una fina línea—. Bueno, considera de quién estamos hablando aquí. Es Rachel Cho. Tiene una reputación de excelencia. ¿Te imaginas el atajo hacia la mediocridad que supondría si permitiera la presencia de amigos de los famosos en sus libros? Sí, Grace le mencionó a Bess como alguien a considerar. Rachel dijo que no, que ella no trabajaba así. Pero cuando Rachel estuvo en Londres un tiempo después, vio por casualidad una obra de teatro de Bess. Obviamente, la impresionó, porque cuando Rachel volvió a casa, le dijo a Grace que, si Bess venía a Hollywood, estaría encantada de contratarla. —Esa es una historia bastante diferente de lo que he oído. Bess cree que Grace es la única razón por la que Rachel Cho la representa. —Ha sido mal informada. —Delvine… —Summer dudó—. No sé qué hacer con esta información. Grace es la mentora de Bess. Y la respeta. De hecho, cree que Grace es la reina de la perfección. —No hagas nada. No patees hormigueros, Summer. Todos descubrimos la verdad a nuestro tiempo. Es duro, pero a menos que estemos preparados para escucharla, es inútil. Los oídos cerrados nunca escuchan.

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—Pero Bess no cree que su éxito sea obra suya. ¿No crees que merezca saberlo? —Por supuesto. —Delvine la miró—. Pero, querida, pareces creer que ella no sospecha ya la verdad. —¿Qué? —Elizabeth es inteligente. Muy inteligente. Puede que llegue a esa conclusión cuando esté preparada por sí misma. Y si no, bueno, los secretos y las mentiras tienen una forma de salir a la luz. —Ah. —Pero no le parecía bien. —Sé que es difícil. Sé que te importa. Pero inténtalo. Déjalo por ahora. Tienes más que suficiente en tu plato ahora sin decirle a alguien que su heroína es una narcisista controladora. «Santa…». —Mierda. —Delvine murmuró—. ¿Podemos fingir que nunca dije eso? Fue muy poco profesional. Normalmente, no me deslizo así. Summer asintió. —Si ayuda, no me gusta mucho. Grace hiere a la gente deliberadamente. Delvine sonrió. —Sabía que me gustabas por alguna razón. —Miró hacia las sillas, donde Elizabeth escuchaba a Chloe contando una historia que implicaba mucho movimiento de brazos—. Dime, cariño, ¿cómo va el gran romance? Con un encogimiento de hombros, Summer puso unos cubitos de hielo en el fondo de un vaso y rellenó su bebida. —Ahí va. Elizabeth ha sobrevivido de algún modo a que mamá sea la misma de siempre. Y en cuanto a mí, bueno, no creo que me vea del todo como una amiga. Quiero decir, he conocido a sus amigos. Sofisticados ni siquiera toca los lados de lo diferentes que son de mí. —Ella se hundió ante el pensamiento—. Pero creo que ha hecho un gran trabajo tolerándome hasta ahora.

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—Ah —Delvine ofreció una sonrisa misteriosa y se sirvió un vino— . Puede que te sorprendas. ¿Y en cuanto a tus padres? Me encanta Skye. —¿En serio? —Oh, sí. Me gustaría que tu madre hiciera decoración de interiores. Me encanta lo que ha hecho con el lugar.

Hace cuatro horas, había sido estresante incluso pensar en que Elizabeth conociera a su familia, reflexionó Summer mientras se preparaban para separarse en la puerta principal. Elizabeth le rodeó la cintura con un brazo, como si esperara que las sorprendieran en cualquier momento. Buen plan. El clan Hayes hacía mucho de eso. —Gracias por invitarme —dijo Elizabeth—. He aprendido mucho de Chloe. —Seguro que sí. —Summer le dirigió una mirada sombría, ganándose una risa gutural que provocó un cosquilleo que le recorrió toda la columna vertebral. Los pasos se acercaron y Summer no estaba segura de quién se había movido primero, pero, de repente, se estaban besando. Era un beso de despedida para el espectáculo, pero todo lo que Summer podía sentir eran los labios de Elizabeth, que la buscaban. —Ya, paren —dijo una voz aburrida—. Solo soy yo. —Se separaron y se encontraron con la mirada inescrutable de Autumn—. Probablemente, debería guardarlo para la pantalla, ¿eh? No creo que los suburbios merezcan una actuación tan digna de un Óscar. —¿Es tu manera de decir que éramos creíbles? —bromeó Summer. —Supongo. —Autumn hizo malabares con las llaves del auto y el jersey—. Me voy. Te llamaré más tarde, Summer. Sra. Thornton, encantada de conocerte. Y gracias por conectarme con Delvine. Es estupenda.

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—Lo es. —Elizabeth asintió—. Adiós, Autumn. —Nos vemos —dijo Summer. La vieron irse. —Bueno, yo también debería irme —dijo Elizabeth—. Tengo que aprenderme algunas líneas. Hunt tiene más planes malvados que llevar a cabo. —Ay, no, pobre Joey. —Creo que la Dra. Carter estará bien. Es Méndez quien encontrará sus neumáticos rajados, estoy segura. —Hunt es toda una acosadora —dijo Summer—. Controladora, dura y, ocasionalmente, superencantadora. Toda una pieza de arte. —Lo es. No me extraña que la gente me odie. —Si supieran lo poco que te pareces a ella en la vida real. —¿Estás diciendo que no soy superencantadora? —Oh, eres muy encantadora cuando quieres. —Con una sonrisa, Summer se inclinó hacia delante para besar la mejilla de Elizabeth. Sus caricias estaban mejorando, pensó, mientras Elizabeth se balanceaba, pareciendo esperarlo. —Nos vemos mañana en el trabajo, cariño. —Por supuesto. —La sonrisa de Elizabeth era pura diversión. A Summer se le apretó el corazón. Aquella mujer llevaba lo adorable demasiado bien.

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Capítulo 13

E

l Parque Nacional De Kings Canyon, el telón de fondo de Eight Little Pieces, era precioso. Sereno y rejuvenecedor para el alma, decidió Elizabeth, mirando al horizonte. Los majestuosos pinos y la montaña púrpura cubierta de niebla que había detrás de ellos completaban su día. Incluso después de dos semanas, aún no se había acostumbrado. Después de estar tanto tiempo silenciando inconscientemente todos los sonidos de la ciudad, la quietud aquí era casi desconcertante. Por la noche, era todo lo contrario. Los ululatos de las lechuzas, los aullidos lejanos de los coyotes y el zumbido de las cigarras llenaban el aire. Por alguna razón, el zumbido de la naturaleza le recordaba a la ovación de un teatro. La hizo vibrar y le hizo darse cuenta de lo desconectada que estaba últimamente de la tierra. Era tan fácil olvidar cómo era el mundo real. Los chismes, los titulares, los seguidores y los fans carecían de sentido al lado de los terrones de hierba, ricos en seres vivos. Elizabeth se cepilló los jeans y se cerró el abrigo azul marino acolchado hasta la rodilla que le había prestado el guardarropa. Pensaba que en Londres hacía frío, pero el aire de aquí, fino, limpio y fresco, lo traspasaba todo y le ponía las mejillas coloradas. Se acomodó en el escalón superior de su tráiler, aún no estaba preparada para enfrentarse al circo de camiones de catering, equipos de iluminación y remolques. Tomando una taza de té (no del bueno, por supuesto, Summer aún no había llegado), Elizabeth estudió el muro de naturaleza salvaje que tenía ante sí. Aquí, la gente la dejaba sola, lo que encajaba con su vena introvertida. Era un cambio bienvenido con respecto a los sets americanos, donde todo el mundo estaba exaltado y sentía la

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necesidad de ser amable. Las producciones inglesas podían ser incluso peores. Esa vieja mentalidad de grupo teatral de inclusión en grupo solía ponerla de mal humor, porque no podía agitar exactamente un cartel que dijera: «Por favor, ignórenme y nos llevaremos bien». Grace solía reírse de su odio a la unión en grupo y le sugería que hiciera el papel de «la actriz sociable que se lleva bien con sus coprotagonistas». Qué agotador sonaba eso. El equipo elegido por Jean-Claude se dedicó a sus asuntos con un mínimo de alboroto o interacción con ella. Todos habían trabajado muchas horas para terminar las escenas de Elspeth antes de que terminara la pausa de la serie de Elizabeth. El trabajo que todos realizaban para cumplir con su plazo la mantenía concentrada para dar lo mejor de sí misma. No es que esté en su ADN ofrecer menos. —Ah, ya estás aquí —Se acercó Jean-Claude con unos jeans negros, un cuello alto negro y un abrigo gordo que hacía juego con el suyo. Le vino a la mente un poeta beatnik. Colocó su estrecho trasero junto a ella en el escalón del tráiler—. No falta mucho, ¿oui? Ah, sí. Se suponía que estaba subiéndose por las paredes, echando de menos a su novia después de dos largas semanas separadas. Bueno, si Elizabeth era totalmente sincera, había notado la ausencia de Summer. Había algo extrañamente adictivo en ella. Su calidez podía sacar a Elizabeth incluso del peor de los estados de ánimo. Además, Summer era una de las pocas personas cuya presencia no le resultaba agotadora. —Hoy es el día. —Elizabeth mostró algo de entusiasmo. —Oui. Me llamó anoche por el teléfono satelital para decir que debe parar por los esenciales de la comida chatarra, pero que vendrá tan pronto como pueda. Elizabeth se rio —¿Fortificaciones? Eso suena a ella. —Lamento que no haya cobertura aquí y que no hayas podido llamarla como debías de desear. El teléfono por satélite es solo para

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llamadas de negocios y correos electrónicos, ya ves. —Sus ojos se llenaron de pesar—. Si hiciera una excepción con contigo… ¡motín! Todo el mundo exigiría acceso. —Está bien. —A decir verdad, no le había importado estar fuera de la red unas semanas—. He notado que algunas personas hacen una carrera loca por la colina con bastante frecuencia. La colina (solo Dios sabía cómo se llamaba en realidad) se elevaba a mitad de camino entre el lejano Fresno y el set del valle, y era el único lugar en kilómetros donde se podía captar una barra de recepción. El elenco o el equipo que tenía noventa minutos y una ardiente necesidad de comprobar el mundo exterior gritaba: «Paseo a la colina» y desaparecería en esa dirección. Elizabeth había hecho el viaje solo una vez, con la necesidad de escuchar de nuevo la voz de Grace. Todavía lamentaba mucho la llamada. Grace no había perdido el tiempo, exigiendo conocer el enfoque de Elizabeth sobre su personaje, su preparación mental, qué notas había escrito. Era como estar de vuelta en la universidad, Grace corrigiendo su técnica y cortando sus sugerencias. Por alguna razón, en lugar de sentir su habitual excitación por el hecho de que Grace se preocupara lo suficiente por preguntar, esta vez le molestaba. Elizabeth ya no era una jovencita de veinte años que necesitaba orientación. Y así… No había querido decirlo. Las palabras se le escaparon, como si Alex estuviera sentada en su hombro, susurrando comentarios como un diablo de dibujos animados. —Summer ha sido la mejor —dijo—. Es maravilloso tenerla aquí. Es tan comprensiva, y trabajamos tan bien juntas. —La mentira se había sentido rebelde y ella había sonreído. Bueno, hasta que Grace siseó en una respiración. Luego vino el silencio. Y luego… y luego. Elizabeth engulló su té, con el estómago revuelto por lo que había sucedido. Las cosas horribles que había dicho Grace. No tenía ni idea de que Grace fuera capaz de tanta vileza, especialmente con una

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mujer a la que apenas conocía. El shock la había golpeado. Luego, la consternación. Luego, la confusión. Y entonces… colgó. Elizabeth le había colgado a Grace Christie-Oberon y había regresado al set de mal humor. Después de eso, no había sido nada difícil actuar frente al fornido actor que representaba a la furia en su siguiente escena. La intensidad de los gruñidos de Elizabeth había sido un arma y una liberación hasta que lo único que había querido hacer era retorcerle el cuello a su coprotagonista. Pobre hombre. Se había acobardado ante ella cuando el director había dicho finalmente «corten». Jean-Claude se había precipitado hacia ella, fuera de sí, con una alegría vertiginosa. «Ah, oui», seguía diciendo, con la mano revoloteando contra su pecho, «Ah, Dios. Oui». Su entusiasmo no había borrado el regusto amargo de los insultos de Grace. —¿Elizabeth? —La voz de Jean-Claude la devolvió al presente. —¿Perdón? —Dije que tenemos a la pequeña Julia. Va a interpretar a la esperanza de Elspeth. Ella lo sabía. Elizabeth había conocido a la niña y a su madre ayer. Precoz y alegre. Y esa era solo la madre. —Pero después de que terminemos y Summer esté aquí, trazaremos cómo se cruzan tus dos papeles. —Entrelazó los dedos en señal de demostración—. ¿Estás nerviosa? Tomando un sorbo de té para hacer tiempo, Elizabeth pensó en eso. —Las únicas escenas de sexo que he hecho han sido en mi programa de televisión y no eran tan reveladoras. Ni física ni emocionalmente. Pero estoy segura de que se aplica el mismo principio. Todo es un trabajo técnico bien planificado. —Tomaré esa respuesta como «Oui, Jean-Claude, estoy algo nerviosa». —Le dio una palmadita en la mano—. Todo irá bien.

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Desterraremos del set a todos los que no necesiten estar allí. Louise tiene una cámara a distancia, así que no estará pendiente de ti, arruinando tu estado de ánimo. Y, por supuesto, tienes a tu Summer. Confía en ella. Haremos que esto funcione. —Sí —murmuró ella. Él se puso de pie de un salto y empezó a ladrar órdenes en una mezcla de inglés y francés a cualquiera que estuviera al alcance de su oído, mientras desaparecía hacia la cabaña de Elspeth. El compacto edificio de 350 metros cuadrados se construyó solo para la película y se desmantelaría cuando todo terminara. El supervisor del parque nacional aceptó que el impacto medioambiental era insignificante, sobre todo después de que JeanClaude citara apasionadamente el «impacto turístico global» de la película y otros términos de marketing que sonaban totalmente plausibles cuando se hablaba con acento francés. La construcción de madera había sido deliberadamente envejecida y tenía un aspecto rústico en el interior. Una de las paredes era desmontable para permitir una variedad de ángulos de cámara en el interior. Según el lugar de la cabaña en el que se filmara: cerca del aislado y resistente a la intemperie de tres lados, o el frontal desmontable; o hacía calor o congelaba. El vestuario de Elizabeth consistía en unos jeans, una camiseta blanca de tirantes y una camisa de franela azul y gris remangada. Solo le impedía pasar algunos dedos de viento, a pesar de las lonas de todo tipo colgadas en la parte delantera para mantener a raya cualquier ráfaga de hielo o lluvia. Elizabeth se encontró impaciente por ver el VW azul de Summer chillar, y que la risa alegre de la mujer rompiera todo este silencio. El silencio era demasiado eficaz para dar a una persona espacio para pensar. Y Elizabeth no tenía muchas ganas de pensar en lo que realmente le preocupaba. Suspiró. ¿Por qué todo volvía siempre a Grace? Aquella diatriba había sido tan extraña. No tenía derecho a hablar así de una actriz cálida, decente y con talento que era… una amiga.

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«¿Amiga?» ¿Cómo habían pasado de las bolsas de sangre y las historias de cactus a esto? Hacer nuevos amigos no era el fuerte de Elizabeth. Además, estaba bien con los seis que tenía. Eran cómodos, como viejos pares de calcetines de cama. Hacer nuevos amigos significaba tener que hablar con gente con la que no estaba establecida. No es que le importara hablar con Summer. Era indoloro. Cuanto más le daba vueltas a la cabeza, «amiga» le parecía una buena opción. Arrojando los restos de té al suelo, volvió al interior de su tráiler y lavó la taza en el pequeño lavabo. Mientras lo hacía, un pensamiento se repetía en su mente, mientras fregaba la cerámica blanca cada vez con más fuerza. «¿Cuál es el problema de Grace?»

En el momento en que Summer llegó al lugar, se sintió como en casa. Era una sensación muy extraña. Ni siquiera le gustaba acampar, y este lugar había acabado con la recepción de su teléfono móvil hacía una hora, así que eso era otro punto en contra. Sin embargo, aquí estaba, sintiendo que pertenecía. Tal vez la pequeña y complacida sonrisa de Elizabeth mientras se apoyaba en un árbol, esperándola, podría tener un poco que ver. La mejor bienvenida. —¡Oye, tú! —Summer sonrió—. ¿Quieres darme una mano? Te prometo que hay carbohidratos traviesos para ti si te portas bien. Elizabeth se acercó —¿Esa frase funciona con alguien? —Solo con las actrices sexis. —Se encontraron junto al maletero y Summer susurró—: Jean-Claude está mirando. —Antes de apretar sus labios contra los de Elizabeth. El familiar torrente de calor y endorfinas y ese aroma sexy que era todo de Elizabeth bañó a Summer una vez más. Su estómago dio un alegre apretón. «¡Maldita sea!».

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—Escuché las malas noticias —dijo Summer—. ¿Marcus está haciendo el catering? Sé que es un buen chef, pero lo lamento mucho. —Deberías —dijo Elizabeth con un suave gemido—. He estado haciendo carreras furtivas a los servicios de catering en horas ridículas para evitarlo a él o a Jean-Claude, y poder conseguir comida de verdad. ¿No podrías haberme dado una alergia a los nabos o algo así? —Parecía imperiosa como el infierno, pero un brillo en sus ojos sugería que no hablaba del todo en serio. —Bien, te voy a cubrir las espaldas. —Summer sacó su compra del maletero—. ¿Supongo que tu tráiler tiene una nevera? Compré todos los quesos imaginables que tenían en Fresno. Y cualquier otro aperitivo lácteo del que pensé que podrías privarte debido a tus «alergias». No puedes culparme de ninguna osteoporosis después de esto. —Nuestro tráiler. —¿Mmm? —Summer se detuvo—. ¿Qué? —Supongo que Jean-Claude asumió que nos estaba haciendo un favor. Decidió que querríamos compartir un tráiler. Summer palideció. —¿En serio? —No te preocupes, no es tan malo como crees. No estamos en el mismo compartimento. Nuestra Winnebago es de doble vagón. Una puerta en cada extremo, una partición en el medio, instalaciones iguales en cada mitad. Pero nos facilita el acceso. ¿Fácil acceso? —Em. Bueno… adelante —chilló Summer. «Oh, sí. Muy disimulada». El tráiler era grande, largo y elegante, y estaba dividido por la mitad, como había dicho Elizabeth. Cada mitad tenía su propia cama doble, nevera, cocina y baño, sofá, mesa y televisión de pared. Jean-Claude cuidaba muy bien de su estrella

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—Cómodo. —Summer miró alrededor de su nuevo alojamiento, dejando caer sus bolsas cerca de la cama doble—. Bueno, cualquier cosa lo sería después de estar en Choosing Hope. Es decir, sé que estás acostumbrada al tráiler de lujo de las estrellas, pero esto es un gran paso para mí. —Está claro que lo has conseguido —dijo Elizabeth—. Jean-Claude no te lazó un saco de dormir para el asiento trasero de tu auto. —Ja, ja. Aunque me sorprende que cualquier independiente tenga presupuesto para algo así.

película

—No son tan caros de contratar, y Jean-Claude solo tiene un pequeño reparto y equipo. Además, los gastos generales serían bajos aquí. No olvides que Jean-Claude tiene algunos inversores bastante importantes que respaldan su debut en EE.UU. —Ah, claro. Supongo que eso explica la lujosa suite de hotel en la que nos invitó a cenar. —Summer se sentó en su cama—. Bueno, esto será genial. Supongo que no roncas tan fuerte como para que lo oiga desde aquí —bromeó. —Nadie puede roncar tan fuerte. —No escuché una negación. Elizabeth puso los ojos en blanco. —Ven a mi lado. Podemos guardar lo esencial que hayas traído. — Señaló las bolsas de comida de Summer. Diez minutos más tarde, después de haber metido los productos no perecederos en un surtido de armarios, Elizabeth hurgó en la bolsa de los quesos. —Creía que conocía todas las variedades. Pero ¿qué demonios es el Humboldt Fog? —Queso de cabra. Del condado de Humboldt. —Es un contrabando de alta gama. —Elizabeth lo puso en su pequeña nevera.

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—Lo sé. —Summer se rio, y luego se quedó mirando cuando vio qué más había allí—. ¿Bebes Coca-Cola Light? —No. Esas cosas te pudrirán las entrañas. Es para ti. Asumí que acabarías aquí tarde o temprano para practicar las líneas o lo que sea. El calor se extendió a través de Summer. —Gracias. Elizabeth se encogió de hombros y siguió metiendo queso en su nevera. —También te conseguí suficiente té para que llegues al próximo milenio —dijo Summer—. O al menos, hasta el final de este rodaje, a la velocidad a la que te lo bebes. —Puso otra bolsa abultada sobre la mesa. —Summer. —La casi sonrisa de Elizabeth se volvió completa y amplia. Su voz bajó de tono—. Sabía que me gustabas por una razón. Summer inhaló. ¿Le gustaba a Elizabeth? Por supuesto, probablemente, le gustaban más sus regalos. Pero, aun así, intentó decirle eso a su patético corazón. —Antes de que se me olvide, a las dos, Jean-Claude quiere reunirse con nosotras para hablar sobre nuestras escenas. —Elizabeth cerró la nevera—. Están preparando la iluminación ahora mismo para la lujuria. Muchos rojos y naranjas. Parece el pozo ardiente del infierno en la cabaña de Elspeth. Probablemente, necesitarán un exorcismo después de nuestra escena de sexo. «Nuestra escena de sexo». Faltaba media hora para las dos. Bueno. Eso sí que era un choque de realidad, ¿o no?

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Capítulo 14

E

n el gran tráiler de producción, Jean-Claude les indicó a Elizabeth y a Summer que se sentaran frente a un monitor. —Bienvenida, Summer. Me alegro de verte de nuevo.

—Gracias. Me alegro de estar aquí. He extrañado mucho a cierta persona. —Sonrió. —Estoy seguro de que no te refieres a mí. —Resopló—. Muy bien, a los negocios. Sabía que no tendríamos mucho tiempo con las dos, así que hice algo para mostrarles exactamente lo que quiero de ustedes mañana. —Pulsó un botón en el teclado que tenía delante—. Grabé esto con mi teléfono, así que nada de comentarios sobre el camarógrafo aficionado, ¿oui? Esta es su escena, planeada, paso a paso. La cama de la cabaña del escritor llenó la pantalla. La doble de cuerpo morena de Elizabeth estaba siendo empujada hacia atrás por una segunda doble de cuerpo rubio. Pulsó Pausa —Ahí aguantan tres tiempos. ¿Ven cómo se giran? Ahora, aquí está mi truco para la perfección. Presten atención a la música. —JeanClaude volvió a darle al Play—. Coreografié esta escena para que sea como una danza intrincada. Escuchen los cambios que señalan el momento de cambiar. Hagan lo mismo que sus dobles. Esta música sonará en el set, así que será como si fuera yo quien les estuviera susurrando las indicaciones al oído. Una fina superposición de música comenzó cuando «Lucille» empujó a «Elspeth» hacia atrás en la cama y se subió encima de ella, inmovilizando sus muñecas por encima de su cabeza con una mano, presionando sus labios contra los de Elspeth con toda la sombría

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determinación de alguien que se enfrenta a una ejecución. Ambas mujeres tenían la fluidez del cemento de secado rápido. Jean-Claude dio un golpecito al lado del monitor. —Allí, espero que Elspeth parezca que nunca ha sido besada tan bien. —La escena continuó—. Aquí es donde se desprenden de la ropa. —Volvió a pulsar pausa—. No me importa cómo se la quiten, pero que sea rápido. Las dos están ansiosas, excitadas. Esto es emocionante. Esto es lujuria. Muy bien… —Hizo un gesto a las dobles congeladas en la cama—. Ahora, en este punto, vamos a suponer que están desnudas. El siguiente cambio clave, y la primera escena que rodaremos, comienza en la cama, en el momento en que Lucille captura las muñecas de Elspeth. Observa atentamente cómo mueven sus cuerpos después. Elizabeth comprendió lo que quería decir con eso de que era un baile. Los giros y vueltas eran elegantes, o lo serían si no fuera por el enfoque comercial de las dobles. Después de un montón de besos, roces y mimos incómodos, la escena terminó por fin. Jean-Claude las miró y dijo: —Obviamente, ustedes dos lo harán mucho mejor. Pero ahora vieron lo que se necesita, los ángulos que necesito, etc. ¿Preguntas? Cuando la escena estuviera perfectamente iluminada, y ella y Summer estuvieran en su sitio, Elizabeth podía ver cómo quedaría. Sensual y líquida. Hermosa. Estaba impresionada a pesar de sus reservas. Aun así, sus nervios volvieron a aumentar. Esto era mucho para ella. Su gente había negociado un excelente contrato, en el que se especificaba el grado de desnudez permitido y el tiempo de duración. Había que llevar una tanga de desnudo en todo momento, que se retiraría digitalmente más tarde. La hermana de Summer obviamente había negociado algo similar, dada la llamada telefónica irónica posterior de Rachel: —Hemos confundido terriblemente al pobre hombre, Bess —había declarado su agente con una carcajada—. Jean-Claude quiere saber

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por qué dos amantes protegen su pudor la una de la otra. Dijo que se ahorraría un montón de dinero en la edición digital si pudieran ser «más francesas» en todo el asunto. No te preocupes, lo convencí de que es una cláusula estándar en las producciones americanas. Solo tienes que repetir esa frase si te la pide. Como si leyera su mente, Jean-Claude dijo: —Ahora, debemos discutir la desnudez. —Las miró—. Es todo un juego de manos. De hecho, hay tanto juego de manos que sospecho que no has visto lo que he hecho. Veamos la escena de nuevo. Esta vez, fíjense en las sábanas, en cómo están colocadas cuidadosamente sobre las caderas. Summer, es tu trabajo asegurarte de que Elizabeth esté cubierta de la misma manera que tu doble lo hace aquí. —De acuerdo —Summer asintió—. Proteger la dignidad de Bess. Entendido. —Sí, trata de hacerlo bien —dijo Elizabeth. —Sin presión. —La sonrisa de Summer parecía nerviosa. Elizabeth no la culpaba. Aquello era estresante y difícil, por mucho que se disfrazara de profesionalidad y tecnicismo. Volvieron a mirar la escena, y Elizabeth se sorprendió de no haber notado antes lo hábilmente que las dobles manipulaban sus cuerpos o la sábana para proteger siempre a la otra. Provocador, pero no revelador. Impresionante. —¿Lo ven? —preguntó él. Ambas asintieron. Jean-Claude buscó en un cajón y sacó un par de tabletas. —En ellas hay copias para que las estudien en detalle. Apréndanse esto hasta que lo conozcan al derecho y al revés. ¿Entendido? —Es como un baile —dijo Summer, tomando una—. Así que lo aprendemos así. —Exactamente. Ustedes son mis estrellas, encerradas en una sociedad y en un duelo. Necesito que nos hagan creer. Por eso elegí a

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dos amantes. Las relaciones siempre tienen capas, como Lucille y Elspeth. Hay amor. Hay guerra. Miedo y confianza. Sobre todo, anhelo. Apréndanse sus movimientos. Apréndanse los cambios de música. Así mañana, cuando rodemos, la música será mi voz y ustedes simplemente… bailarán.

Pasaron las siguientes tres horas, una al lado de la otra, acostadas en la cama de Elizabeth, viendo el vídeo repetidamente. —¿Por qué cambia la música allí? —preguntó Summer—. ¿Qué es diferente? ¿Cuál es la transición que está marcando? Siguen besándose. —Bueno, no besándose. Estaban chocando los labios hasta que la música volvía a cambiar. —Sí, siguen besándose —respondió Elizabeth—, si se puede llamar así, pero, por primera vez, Elspeth inicia un beso con Lucille, y no al revés. El cambio de la música muestra el hecho de que Elspeth está agotada y le da la vuelta a la situación a su amante. —¿Agotada? Eso suena como si estuviera cansada de luchar y estuviera cediendo a la presión. —Así es. —Elizabeth tomó un sorbo de té—. Pero es su propia presión interna, recuerda, Lucille también es ella. Elspeth lo desea, pero odia admitirlo. Así que este es el momento en que lo admite para sí misma y finalmente busca a su amante. —¿Así que ahí se vería frustrada consigo? —Summer lo meditó—. ¿O incluso aliviada de que por fin sepa lo que quiere? —Un poco de ambos. De cualquier manera, creo que Lucille se aprovecharía de eso y se vería triunfante por haber ganado. —Sí. —«Buen punto». Summer hizo una nota mental para interpretarlo de esa manera—. Aun así, sin embargo… ganadores y perdedores. Suena como una guerra. —Porque lo es. —Elizabeth arrastró el deslizador de vídeo hacia atrás—. Escucha la música aquí. Está construyendo la escena como

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una carga de batalla. ¿Y aquí, cuando cambia? Está diciendo: «Y ahora comienza». —Vaya. —Summer apoyó la barbilla en su mano—. ¿Cómo sabes tanto sobre la deconstrucción de escenas como esa? —En Cambridge examinamos el subtexto y las capas. «¿Cambridge y no Grace? ¿Así que la gloriosa mentora de Elizabeth no le enseñó todo lo que sabe después de todo?» Elizabeth la miró con extrañeza. —¿Qué? —preguntó Summer. —A veces pienso que tienes algo que te gustaría decir. —No. Nada en absoluto. —Summer adaptó sus rasgos a la inocencia. Una mirada dubitativa cruzó el rostro de Elizabeth. —¿Cómo te sientes con todo esto? —Movió la muñeca hacia la pantalla, mostrando a dos mujeres congeladas en medio de un apretón. —Las transiciones musicales están aseguradas —dijo Summer—. Ahora también puedo recordar el posicionamiento de las sábanas. Así que ya está resuelto el cuándo y el dónde. «Pero no el cómo. Si actúo con mi corazón, ¿será obvio? ¿Y me estaré aprovechando de Elizabeth de alguna manera?». Era un enigma que aún no había resuelto. Necesitaba hacerlo, pronto. —¿Pero? —dijo Elizabeth. —Pero ¿qué? —De nuevo, parece que no lo dices todo. —Elizabeth frunció el ceño—. Mira, sé que es difícil para ti… «No tienes ni idea de cuánto». —Las escenas de sexo siempre lo son —continuó Elizabeth. «¿En serio?»

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—Yo también odié mi primera escena de sexo —terminó. —¿Cuándo fue eso? —preguntó Summer. —Hunt y Méndez. Fue tan poco natural. Odié que me tocara íntimamente alguien que no conozco tan bien. Sobreviví, obviamente. Pero, aun así, sé que no es fácil. Solo tienes que sacarla adelante. Aunque a muchos actores también les gusta emborracharse un poco, si todo lo demás falla. —No, gracias. —Summer quería tener la cabeza despejada. —De todos modos, creo que la analogía de Jean-Claude es excelente. Esto es una danza. Solo tenemos que aprender los movimientos. Entonces, ¿quieres intentar un ensayo físico? —Eh… —Summer realmente no quería. Pero deberían probar esto unas cuantas veces antes de enfrentarse al equipo. Eso sería mucho peor—. Supongo. —Aquí hay una manta que podemos usar para practicar la protección de mi dignidad. —Arqueó una ceja—. Al menos debemos hacer eso bien. Summer soltó una carcajada apretada. —De acuerdo. Cuestiones prácticas. Claro, ella podía hacerlo. ¿Qué tan difícil podía ser moverse en un momento dado, girar en otro momento, y así sucesivamente? Asintió. Todo estaría bien.

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Capítulo 15

E

l maquillaje fue toda una… experiencia. Elizabeth estaba siendo examinada, de arriba a abajo, en un tanga beige que apenas se veía, por una anciana brasileña con el ceño siempre fruncido y una especie de esponja bronceadora en la mano. ¿Qué estaba buscando? ¿Un mapa del tesoro? —Líneas de bronceado —murmuró finalmente la mujer de fuerte acento, medio para sí misma. Señaló con un dedo a Elizabeth, como si el mero hecho de pensar en esas líneas fuera un desprecio personal—. Son terribles en la película. Las borro. También las pecas y las cicatrices. —Finalmente, dejó la esponja sin usarla—. No hay marcas de bronceado. Bien. —Su expresión era sombría—. No como tu coprotagonista. Durante un momento placentero, Elizabeth imaginó, con todo detalle, las líneas de bronceado de Summer. ¿Iba a la playa a menudo? ¿O eran todas esas fiestas en la piscina en casa de sus padres? Después de que le hicieran señas para que saliera por la puerta, Elizabeth pronto se encontró en el set sin más que una tanga y una bata de algodón. «Gracias a Dios por los calentadores». Miró a su alrededor y se ciñó la bata a la cintura. En el borde de la cama, también en bata y con el guion en la mano, estaba Summer. Levantó la mirada ante la llegada de Elizabeth. Su expresión de quietud no parecía en absoluto natural. Antes de que Elizabeth pudiera acercarse, Jean-Claude se dejó caer en la cama junto a ella, susurrando algo. Hizo una mueca y la hizo reír. Le dio una palmadita en el hombro, se levantó, y agarró el guion que ella tenía en la mano. —Non, non, ya lo sabes. No es necesario.

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La expresión de Summer se acercaba ahora al terror. Demonios. ¿Iba a ser un choque de trenes como el de anoche? Cada vez que habían practicado la escena de transición, donde Elspeth toma la iniciativa sexual sobre Lucille, todo había salido mal. Summer perdía su lugar o se congelaba o se olvidaba de su siguiente acción o hacía las cosas en el orden equivocado. Al sexto intento, había empezado a tartamudear. Al final, Elizabeth había decidido que los ensayos estaban siendo contraproducentes, y la había enviado de vuelta a su tráiler para evitarles a ambas el calvario, rezando para que el día saliera bien. Ahora, aquí estaban. Elizabeth se preguntó, como lo había hecho casi toda la noche anterior, qué pasaba con Summer.

Los ojos de Summer se adaptaron a la cálida iluminación naranja y roja de la cabaña de Elspeth, que en realidad no parecía un paisaje infernal, a pesar de la advertencia de Elizabeth. Era suave y tentadora. La música sonaba desde algún reproductor de CD oculto, algo francés y atrevido para crear el ambiente. Elizabeth llegó, logrando, de alguna manera, que una bata de tejido de gofres pareciera elegante. «¿Cómo lo hacía?». Y momentos después, Jean-Claude apareció al lado de Summer, soltó un chiste y le robó la manta de seguridad. Vio con horror cómo el guion se le escapaba de las manos. Summer pensó en protestar, pero el hombre no parecía tener ganas de negociar. Él se volvió hacia Elizabeth. —¿Y cómo estás tú? ¿Ensayaste bien? ¿Cómo ha ido? Summer miró disimuladamente a Elizabeth, cuyo rostro no delataba nada. Anoche habían pasado horas en el infierno de los ensayos, con el cuerpo de Summer cubierto por el de Elizabeth, y cada vez, cada maldita vez, su corazón palpitante y el cosquilleo en la piel, le habían recordado lo atraída que se sentía por la mujer. Su hiperconciencia le hacía olvidar lo que estaba haciendo.

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Cada vez que Elizabeth había intentado practicar el cambio de poder de Lucille a Elspeth, realmente había besado a Summer. Con los labios. Nada espectacular, solo un roce con la boca de Summer para significar el cambio. Pero la suavidad y la calidez de esos labios era tan abrumadora, que Summer no podía pensar. Así que se congelaba o se estremecía o tartamudeaba sus líneas. Elizabeth finalmente había levantado las manos y dado por terminada la noche. Todo había sido terriblemente británico y educado, pero efectivamente había echado a Summer. Qué humillante. —Ensayamos mucho —dijo Summer, consciente de que JeanClaude necesitaba algún tipo de respuesta. Los labios de Elizabeth se movieron. —Que sí. Summer no podía entender si se estaban burlando de ella o no. —Bien. —Jean-Claude se levantó—. Haremos un ensayo para que me enseñes. Y si eso está bien, pasaremos directamente al rodaje. Se dirigió al pequeño reproductor de música que había en una mesa fuera de la vista de la cámara, paró lo que estaba sonando y pulsó otro botón. La música de su vídeo de ensayo comenzó. Summer respiró profundamente y se lanzó a la escena. El alivio la invadió cuando dijo sus líneas correctamente, cuando tocó todos los ritmos correctos, cuando se deslizó y giró cuando debía hacerlo, cuando se burló con la cantidad justa de arrogancia, y entonces… Elizabeth la besó. Y esta vez no fue un simple roce de labios. Fue fuerte, exigente y necesitado. La mirada excitada de Elizabeth y su suave boca la desquiciaron, igual que la noche anterior. Summer se estremeció. «¡Mierda!»

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Elizabeth lo ignoró y siguió adelante y, de alguna manera, pasaron el resto de la escena. Jean-Claude detuvo la música y volvió a situarse frente a ellas. Al echar un vistazo a la cara de Elizabeth, Summer quedó impresionada por la máscara neutra de la mujer, como si no hubiera visto nada malo. Jean-Claude, sin embargo, fruncía el ceño. No obstante, no hizo ningún comentario, y Summer agradeció que no le diera importancia al hecho de que hubiera metido la pata. —Vamos a… intentarlo una vez más, ¿eh? Lo hicieron de nuevo. Esta vez, en lugar de inmutarse, se apartó justo antes del beso, por lo que los labios de Elizabeth acabaron castamente pegados a su mejilla. Jean-Claude detuvo la escena de inmediato y la estudió durante un momento dolorosamente largo. —Tal vez estás sobreensayada, ¿eh? —sugirió—. Olvídate de los ensayos. Te sabes los movimientos. Te sabes las líneas. Así que vamos a hacerlo. Prepárate. Rodaremos en un momento. ¿Sobreensayada? Más bien sobreestimulada. Todos los nervios de Summer se agitaron con la tensión mientras los técnicos de iluminación se afanaban y las peluqueras y maquilladoras hacían los últimos retoques. Elizabeth se encontró con su mirada. —¿Te sientes mejor? Con una mirada aguda, Summer respondió: —Lo lograremos. Elizabeth asintió y le lanzó una sonrisa alentadora. —Así es. —Estamos listos. —Jean-Claude miró detrás de él e hizo una señal.

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Un grito despejó el set. En poco tiempo, casi todo el mundo había salido. Summer levantó la vista. Una grúa arqueaba su cuello hacia la habitación, por encima de la cama, con una cámara de cabeza remota girando en su extremo. —A sus puestos, todo el mundo. Quítense las túnicas. —JeanClaude se retiró de la vista. Elizabeth se deslizó bajo la sábana y se quitó la bata rápidamente, entregándosela a la mujer del guardarropa que la esperaba. Summer la imitó y empezó a colocar la sábana como habían ensayado. Su estado de ánimo se volvió más sombrío a medida que los segundos iban pasando. Jean-Claude se acercó corriendo, cambió ligeramente la posición de la sábana, asintió para sí mismo y volvió a desaparecer. Elizabeth se acostó de espaldas, con las manos por encima de la cabeza. Inmediatamente, Summer se escabulló hacia delante, se colocó a horcajadas sobre sus caderas y se inclinó hacia delante, sujetando sus muñecas con las manos. De este modo, Elizabeth quedó cubierta y pudo protegerse del ojo mecánico que las observaba desde arriba. «Protege a la reina». Qué frase tan aleatoria. Pues claro que se le ocurría precisamente ahora. Summer se tragó la risa histérica. « Bien, tranquila. Puedo hacerlo. Solo no mires hacia abajo. No notes lo cálida y suave que se siente Bess». Summer miró hacia abajo a su pesar, e inmediatamente se arrepintió cuando su mente se quedó en blanco al ver los pechos desnudos de Elizabeth. Llenos, pálidos, y los pezones de punta rosada eran… «¡Mierda!». Volvió a levantar la cabeza. «¡Maldita sea!» Por el rabillo del ojo, vio que Elizabeth la miraba, tratando claramente de entender lo que estaba pasando. —Estoy bien —murmuró Summer—. Todo va a salir bien. —Su mandíbula se apretó.

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Y antes de que Elizabeth pudiera responder, Jean-Claude llamó: —Luces, cámara, y… acción. La cámara se desplazó. La música comenzó. Y todo pareció desaparecer. Summer dejó que sus dedos se deslizaran hacia el cuello de Elizabeth, y la primera frase de Lucille le llegó. —¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que unas manos cálidas tocaron tu piel? ¿Manos que no eran tuyas? —Sus dedos bailaron contra la carne. «Tan suave». —No hace mucho. —Elizabeth miró fijamente a los ojos de Summer. —Mentirosa —replicó Summer—. Han pasado cuatro años. Nueve meses. Doce días. Tres horas. —Golpeó cada período de tiempo en la delicada piel donde la base del cuello se unía al hombro. Elizabeth jadeó. —¿Cómo puedes saber eso? —¿Aún tienes que preguntarlo? —Inclinó la cabeza, encontrando la mirada de Elizabeth—. Tienes que saberlo. ¿O al menos sospechar? —No. —La confusión cruzó su rostro. —Entonces tendré que hacértelo entender. —Summer se lanzó hacia delante y besó a Elizabeth con fuerza, apretando sus cuerpos.

La suavidad de la piel de Summer, el calor y la presión de sus pechos desnudos contra los de Elizabeth la quemaron. Era placentero, extremadamente placentero, según notó una parte distante de su cerebro. ¿Por qué no iba a serlo? Summer era hermosa, después de todo. Pero cuanto más tiempo pasaba, era difícil no notar algo más: que todo era muy… bueno… ¿mecánico?

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Tal vez Elizabeth estaba siendo demasiado dura. Eso es lo que eran las escenas de sexo de cualquier película cuando las desglosabas. Acción seguida de acción hasta que el director gritaba «corten». Esto era normal, ¿no? Lo que no era normal, sin embargo, era la tensión que emanaba de su coprotagonista. La tensión en la boca de Summer, en sus ojos, en el agarre mordaz de sus manos alrededor de las muñecas de Elizabeth. Summer se revolcaba cuando debía hacerlo, se arqueaba en el momento oportuno, se giraba en el momento justo, cambiaba la sábana perfectamente para proteger a Elizabeth. Pero todo el tiempo tenía un aspecto totalmente desdichado. Elizabeth hizo todo lo posible por inyectar algo más en la escena para compensarlo. Le dio a Elspeth una pasión enfurecida y respondió con fervientes besos para demostrar su atracción, pero fue como intentar besarse con un trozo de mármol. —¡Corte! —Jean-Claude atravesó la habitación y se agachó junto a la cama, cerca de Summer, que inmediatamente arrojó la sábana sobre ambas. Sacudió la cabeza—. Estás demasiado tensa, Summer, querida. Demasiado… —Apretó los músculos del brazo en señal de demostración—. Eso, la cámara, lo ve. ¿Lo arreglarás? —Esperó a que ella asintiera y se retiró de nuevo. Summer reajustó lentamente la sábana a la posición inicial, esperó a que Elizabeth volviera a estirar los brazos, se alineó sobre ella y esperó. —Luces, cámara… Mirando fijamente los ojos distantes y encapuchados de Summer, Elizabeth no vio nada familiar. Solo a alguien en el piloto automático. ¿Dónde estaba su amiga? ¿La mujer cuya humanidad era contagiosa? Un escalofrío la recorrió mientras estudiaba aquellos ojos vacíos. —… ¡Acción! La música comenzó de nuevo. La cámara volvió a su posición inicial.

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Esta vez fue incluso peor. Tener a una Summer muy cohibida, obligándose visiblemente a girar contra ella, la hacía sentir como el peor de los monstruos. Se suponía que Elspeth experimentaba un pozo de lujuria reprimida, pero lo mejor que podía hacer Elizabeth era empujar desesperadamente su lástima. Esto tenía que ser tan obvio. Incluso la versión de prueba de las dobles de la escena parecía más auténtica en este momento. Ella deslizó su mano a través del pelo de Summer y le acarició el cuello. «Qué cuello tan bonito». Una pena que las cuerdas sobresalieran tensas como las de un violín. —¡Corte! —La impaciencia cruzó las facciones de Jean-Claude—. ¿Qué está pasando? —preguntó, acercándose a ellas—. ¿Dime qué está pasando? Un enrojecimiento subió por el cuello de Summer. Ella no habló. —Creo que tal vez no estamos relajadas todavía —sugirió Elizabeth en el tono tranquilizador que reservaba para los directores imprevisibles. —Jum. —Jean-Claude se frotó la barbilla—. Vamos a ir de nuevo. ¿Quizás esta vez no parezca que vas a un pelotón de fusilamiento? Se supone que esto es caliente, emocionante. ¿Oui? Céntrense en la otra, y olviden a los personajes. ¿Tal vez actúen ese calor que sienten? Summer intentó sonreír, pero ni siquiera se acercó. Elizabeth asintió. La siguiente media docena de tomas fue peor que miserable. Elizabeth apretaba los dientes cada vez que Summer le apretaba las muñecas con ese agarre de hierro, y solo exhalaba cuando le decían «corte». Después de cada toma, el rostro de Summer se arrugaba de inmediato por la ansiedad y la frustración. Parecía que estaba a punto de llorar. Finalmente, Jean-Claude maldijó en francés, luego en inglés, y les dijo a todos los demás que abandonaran el set. Tenía las manos en las caderas cuando se giró lentamente y se dirigió a ellas.

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—¿Saben por qué las elegí a las dos? —comenzó—. Por la autenticidad. Y, sin embargo, en la pantalla, es como si nunca se hubieran tocado en la vida. Es tan plano. —Las miró con desconfianza—. ¿Por qué? «Demonios. ¿Lo va a descubrir?» —Jean-Claude —comenzó Summer. —No. —Sus ojos se entrecerraron, y Elizabeth casi pudo ver cómo giraban los engranajes—. ¿Recuerdas aquella película francesa de lesbianas que ganó la Palma de Oro hace unos años? La vida de Adèle. —Hizo una mueca—. Personalmente, no es de mi gusto. ¿La escena de sexo? Demasiado larga, aburrida, como ver a robots moliendo. El director puso a dos mujeres heterosexuales en ella. Esto puede funcionar si encuentras mujeres con química, que puedan superar estar fuera de su zona de confort. Pero en esa película, las actrices admitieron después que se sintieron vulnerables y explotadas. Y el director no lo sabía. Declaró que su película quedó manchada para siempre por sus palabras. —Jean-Claude miró al techo y negó con la cabeza. »¿Por qué no estaba al tanto de su experiencia? ¿No se lo dijeron? ¿No entendía lo que les estaba haciendo pasar? Era una lección. Una importante para todos nosotros. Decidí que siempre, siempre, si podía, haría un casting de amantes. Entonces, aunque mis escenas íntimas sean difíciles de rodar, no serán una dificultad para las estrellas. Mis amantes querrán tocarse. No se sentirán vulnerables ni explotados. Su amor será evidente. Auténtico. Pero ¿ustedes dos? No puedo verlo. —Les frunció el ceño—. He oído que a veces las parejas reales no tienen química en la pantalla, pero eso ocurre cuando las parejas se conocen demasiado, llevan mucho tiempo juntas. Pero ustedes dos acaban de juntarse, hace solo, ¿qué, unos pocos meses? Así que no es eso. Elizabeth contuvo la respiración. Jean-Claude se dio un golpecito en el labio, mirando a Summer. —Querida, parece que tienes miedo de tocar a tu propia novia. Tus ojos buscan la aprobación de todo lo que haces, como si temieras su

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dura reprimenda. ¿Cómo puede ser eso? Ella no se romperá. —Miró a Elizabeth—. ¿O sí? —No —murmuró Elizabeth. —No. Bueno. —Exhaló un suspiro—. No entiendo esto en absoluto. —Las miró de cerca, con dureza—. Pero sospecho que ustedes sí. — Hizo un gesto con un dedo entre ellas—. Nos tomaremos un descanso. Vuelvan a su tráiler. Tómense… —Miró su reloj—… treinta minutos. Hagan lo que tengan que hacer para resolver esto, no me importa. Luego vuelvan listas. Preparadas. Y luego hacemos la escena y será perfecta. ¿De acuerdo? Vayan ahora y arreglen esto.

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Capítulo 16

M



ierda —dijo Summer, cerrando la puerta detrás de ella, en el lado del tráiler de Elizabeth. Se paseó, con las manos en puños—. Ay, Dios mío. Eso fue… Dios.

Dios.

—Tiene razón. —Elizabeth dijo con delicadeza, consciente de que, si aumentaba la tensión, Summer podría sufrir un colapso total. Tal como estaba, ya parecía tan frágil como los huesos viejos. —¡Sé que tiene razón! ¿Crees que no lo sé? Dios. Eso fue una pesadilla. —Summer se pasó los dedos por el pelo. Elizabeth decidió que probablemente no era una buena idea señalar que el peluquero la mandaría al infierno por eso. En su lugar, buscó en la nevera y sacó una botella de ginebra. —¿Quieres un poco? —No. —Podría ayudar con tu tensión. —Dije que no. —La mandíbula de Summer se endureció y comenzó a pasearse por el tráiler. Era vertiginoso verla. —Bien. Yo sí quiero. —Elizabeth tomó un vaso y se sirvió uno doble, devolviendo la botella a la nevera—. Jean-Claude cree que sabemos lo que está pasando. —Tomó un sorbo—. Entonces… ¿lo sabes? Summer detuvo su acecho. —No estoy metiendo la pata a propósito. —Lo sé. —Esto no es como en Choosing Hope, donde estoy siendo subversiva para evitar una trama tóxica. Esta es una buena trama.

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Quiero hacerlo bien. De verdad. —Summer se cruzó de brazos—. Quiero que esto acabe cuanto antes. Porque a pesar de lo que parece, lo estoy intentando de verdad. ¿En serio? Obviamente, estos no eran nervios normales. La actuación de Summer era tan dura como un tronco de árbol, cada escena era peor que la anterior. Después de dos docenas de tomas, algún tipo de autosabotaje inconsciente tenía que estar ocurriendo. Elizabeth colocó su vaso sobre la mesa, ajustándolo perfectamente al centro. Ya está bien. Es hora de dejar de dar vueltas a todo esto y llegar a meollo del asunto. —Summer —comenzó, tratando de expresarlo con delicadeza—, parece que tienes dolor físico cuando me tocas. Estás tan tensa que ni siquiera te reconozco. Cuando te beso, te estremeces o te apartas. Y me tocas como si me fuera a romper. —El acecho se reanudó—. Vamos, habla conmigo. ¿Qué pasa? —Elizabeth lo intentó de nuevo— . En tu cabeza, quiero decir. Podemos encontrar una manera de superar esto. —Poco probable. —Me dijiste que podías hacer esto. Me hiciste creerlo. —Elizabeth la miró a los ojos—. ¿Qué ha cambiado? Summer se detuvo a mitad de camino. —Esto es… más difícil de lo que pensaba. —¿Qué es? ¿Qué parte? Summer miró al techo y no contestó. —Para mí, la desnudez es difícil —admitió Elizabeth, con la esperanza de que, cediendo un poco, pudiera obtener algo a cambio—. No me siento nada cómoda con ello, por muy perfectas que sean las sábanas. No quiero pasar otros dos días revolcándome en casi nada delante de extraños. Va en contra de mi agudo sentido de la modestia. —Sonrió. ¿Quizás el humor podría calmar la creciente tensión?—. Así que, si eso es lo que te molesta, puedo entenderlo.

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—Lamento que te sientas incómoda. Pero mi problema no es la desnudez —dijo Summer con rotundidad—. Obviamente no, o no habría ido a bañarme desnuda en la fiesta al final de Quand Pleurent Les Clowns. —De acuerdo. —Buen punto—. ¿Es que nunca has hecho una escena de sexo antes? Elizabeth realmente esperaba que no fuera eso. Summer estaba interpretando a la lujuria, por el amor de Dios. Si no conseguía hacerse a la idea del papel en sí, tendría que marcharse. Elizabeth agarró su vaso e intentó no pensar en lo malo que sería eso. ¿Jean-Claude las cambiaría a las dos? ¿Buscaría una nueva pareja? —No, eso tampoco. —Summer levantó la barbilla—. Las escenas de sexo en general son solo actuación, ¿no? ¿En general? Entonces, ¿había algo específico en este caso? Inhalando, Elizabeth siguió adelante, esperando que la tercera fuera la vencida. —¿Tal vez sea la naturaleza de la escena de sexo? ¿Dos mujeres? —No. —La mirada de Summer se intensificó—. Y antes de que preguntes, no, tampoco creo que la gente vaya a pensar que soy gay por hacer esto. —Puso los ojos en blanco—. Ya no estamos en los noventa. El público de ahora es más inteligente. Tachó su siguiente pregunta entonces. Elizabeth abrió la boca, cuando Summer se detuvo frente a ella. —Basta —dijo Summer—. Tengo mucho que procesar y no lo estás haciendo más fácil con ese interrogatorio. —Estaba tratando de ayudar. —Entiendo que es difícil para ti. Lo siento. Y tal vez te preocupa que Jean-Claude nos reemplace. Yo también tengo ese miedo. Pero no puedes simplemente disiparlo. Dios, si supieras por qué… —Summer dejó de hablar bruscamente y se hundió en una silla frente a Elizabeth con expresión de derrota. Enterró la cabeza entre las manos.

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—Entonces sí sabes por qué. —Fue un comienzo—. ¿Seguro que no puedo ayudar? Summer le dirigió una mirada miserable —No. —Eso no lo sabes. —Elizabeth suavizó su voz—. Por favor, dímelo. —¿Te sientes incómoda ahora por mostrar un poco de piel? Eso no es nada. Lo arruinaría todo si te lo dijera. Elizabeth no estaba segura de cómo Summer podía arruinar más las cosas, dado que la producción acababa de pausarse por esto, pero se mordió la lengua. Mirando a su alrededor, Summer dejó caer su mirada sobre el vaso vacío. Se dirigió a la nevera, extrajo la botella de ginebra y la levantó, observando el nivel de esta. Solo quedaban uno o dos tragos —¿Tienes más? —preguntó —Sí. —Seguro que no pensaba necesitar otra botella entera. —Bien. Solo tenía que comprobarlo. —Summer vació la ginebra en su vaso, luego lo sujetó y miró a Elizabeth por encima del labio—. ¿Por qué guardas la ginebra en la nevera? Mis padres no lo hacen. —Un maestro destilador de ginebra me dijo una vez que suaviza el sabor del alcohol, y lo hace más fácil de beber. Más suave. —De acuerdo. —Summer dio un giro al pequeño vaso y luego se bebió el líquido de dos tragos. Se le aguaron los ojos—. Odio la ginebra. Asustada, Elizabeth dijo: —¿Qué pasa, Summer? En lugar de responder, dejó el vaso vacío sobre la mesa y volvió a sentarse, encorvada. Por un momento, se pareció a la joven torpe que Elizabeth había conocido bajo la lluvia: desafortunada, miserable e inexplicablemente entrañable. Summer empujó su vaso con un dedo.

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—Así que… ya he tenido que besar a gente delante de las cámaras. Hollywood decide que ningún niño mayor de once años puede estar sin un interés amoroso. Mi primer beso fue en la pantalla. ¿Qué tan complicado es eso? No fue… divertido. Elizabeth inhaló. —Oh. —Eso fue realmente triste. —Pero era solo un trabajo. Así me convencí a mí misma de no asustarme. Lo que lo hizo peor fue que Tom… mi coprotagonista… estaba muy enamorado de mí y todo el mundo lo sabía. Eso era un mundo de incomodidad, justo encima de la incomodidad de tener doce años y dar mi primer beso delante de cuarenta adultos. Lo que digo es que tener una escena de sexo como adulto, delante de solo un puñado de personas respetuosas, no es nada comparado con esa experiencia anterior. Jean-Claude ha sido excepcional a la hora de proteger nuestra dignidad. —Así es. —Así que tienes que entender que no se trata de la escena en sí. — Los ojos de Summer seguían fijos en la etiqueta de la ginebra—. Te prometo que no es eso. Puedo hacerlo. —Entonces, soy… —Elizabeth dudó—… ¿yo? Las cejas de Summer se dispararon. —¿Qué? —Te resulta difícil fingir que estás interesada en mí —aclaró Elizabeth—. No quieres tocarme y retrocedes cuando te toco. Tengo que preguntarme. La atracción es innata, no es algo que nadie pueda controlar, y puede que sea por eso por lo que te resulta tan difícil ocultar lo poco atractivo que te resulta esto. Bueno, o yo. —Demonios, esto es muy difícil. Reafirmando su mandíbula, Elizabeth se dijo a sí misma que no debería doler. Summer era simplemente una mujer heterosexual incapaz de fingir su interés sexual por una mujer. No era algo personal

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—Ya veo. —Pero lo sentía como algo muy personal. Frunció el ceño, y una oleada de irritación la inundó al ver que la aversión de Summer a tocarla era aparentemente tan profunda que tenía que luchar para superarla—. Bueno, razón de más para que nos quitemos esto de encima lo antes posible, para que no tengas que pasar por la agonía de tener que aparentar que me deseas. La cabeza de Summer se giró ante el sarcasmo de su tono. —¿Qué? —Su mirada era incrédula—. ¿Crees… que no quiero…? Idiota. No es eso. Te he estado protegiendo. —¿De qué? —Elizabeth la miró confundida. —¡De mí! ¿No lo ves? Me atraes mucho. Demasiado. Estoy en el infierno, teniendo que besar a una mujer que considero una amiga, de la que no quiero sentirme que me estoy aprovechando. Me está matando el estar dividida por la mitad entre querer tocarte y no querer tomarme libertades. Me aterra pensar que si me suelto y hago la escena como está escrita, se note desde otro planeta lo mucho que te deseo. «Me… atraes… mucho». De repente se encendieron muchas bombillas. —¿Ahora ves por qué? —El gemido de Summer fue doloroso—. Pensé que, si sabías que me gustabas de esa manera, te asustarías cuando te tocara. Recuerdo cómo me sentí con Tom. Era incómodo… casi una violación… porque no podía decir que no. Y nuestra escena de hoy es mucho peor que eso, porque no es solo un beso, ¿verdad? —La cara de Summer cayó, y las lágrimas brillaron en sus ojos. Se las quitó—. No quería que pensaras que estaba consiguiendo una emoción barata con esto. Pero si no te lo decía y lo hacía de todos modos, bueno, no es que pudieras dar tu consentimiento. Así que eso también se sentía mal. Me ha estado dando muchas vueltas en la cabeza. —¿Eres gay? —La pregunta se le escapó, aunque Elizabeth no tenía derecho a preguntar. Odiaba la incredulidad de su tono, y la mirada recelosa que recibió a cambio.

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El miedo apareció en los ojos de Summer. —Sí. Bueno. Elizabeth era una imbécil por no ver las enormes pistas que dejaron caer los familiares de Summer. —Entiendo si ahora te opones a que sea Lucille. —Summer se rascó la manga—. Una cosa es que una coprotagonista profesional finja que le gustas. Es otro nivel de incomodidad cuando sabes que realmente es así. Todavía tengo grabada en mi cabeza la cara de excitación de Tom mientras me besaba. No está bien. Sin duda, Summer había ocultado bien su interés. La pobre mujer se había atormentado por una simple atracción. Aunque, en realidad, nunca había nada sencillo en el deseo cuando parecía no ser correspondido. Qué bien entendía Elizabeth esa maldición. Dios, ¿cómo habría soportado ella una escena de sexo con Grace? ¿Especialmente cuando tenía veinte años y se sentía embriagada por ella? La empatía casi la ahogó. Le costó mantener la voz neutra cuando finalmente respondió: —Ahora lo entiendo. —¿Eso es todo lo que tienes que decir? —Summer parecía asombrada. Ofreciendo una sonrisa tranquilizadora, Elizabeth dijo: —¿Qué tal si prometo que no sentiré que te estás aprovechando de mí? Te doy permiso para interpretar a Lucille como está escrita. Todo incluido. De hecho, insisto. —¿No te sentirás rara? —Sus ojos se nublaron de preocupación. —No. Sé que eres honorable, Summer, o esto no habría sido tan duro para ti. Summer seguía con cara de asombro. —Es que no quiero que te sientas como yo me sentí con Tom. Antes prefiero renunciar.

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—Lo sé. Y no lo hago. Pero ¿un pequeño consejo? —Elizabeth volvió a agarrar su vaso y lo hizo girar—. En la mejor actuación hay un grano de verdad. Si te gusto, aprovéchalo. Cuanto más rechaces tu atracción, cuanto más luches contra ella, peor será tu actuación. —Por encima de su vaso, miró a Summer, cuyas mejillas mostraban un leve rubor—. Ahora veo que has estado tratando de salvar mi honor todo este tiempo. Es muy dulce, de verdad, pero no necesito que lo hagas. Lo único que hace es prolongar las cosas y no te hace ningún favor. En lugar de eso, úsalo. Bésame como si fuera en serio, arrójame a la cama, lo que sea necesario. Acabemos con esto. —Sonrió—. ¿De acuerdo? El asombro se apoderó de los ojos de Summer. —¿En serio? —Sí. Te prometo que hagas lo que hagas, estaré bien. Soy una adulta. Confío en ti. Y tampoco habrá juicios después. Solo hazlo. —De acuerdo. —Summer la miró fijamente, luego una resolución pareció instalarse en ella—. De acuerdo. —Sonrió, brillante y aliviada—. Gracias.

El corazón de Summer tronó cuando se recolocaron en la cama. Elizabeth arqueó la espalda y colocó los brazos por encima de la cabeza, justo por encima de la almohada, esperando a que Summer tomara posición. Sus pechos estaban desnudos, como los de ella, y Elizabeth se encontró con sus ojos con una mirada directa y segura. Esta vez, Summer se permitió mirar, mirar de verdad, para apreciar la piel de Elizabeth: lisa, hermosa, pálida, y las tenues protuberancias de su caja torácica. Sus pechos eran hermosos, suaves y amplios. Summer se había esforzado mucho por no ver nada de esto antes, por ser profesional, por dar a Elizabeth su espacio. Sobre todo, había intentado demostrar que no estaba interesada. Pero lo estaba. Y también lo estaba Lucille. Era hora de empezar a actuar como tal.

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Los ojos de Elizabeth se encontraron con los suyos, desafiando a Summer a que la aceptara, desafiándola a que se adueñara de este momento. «Reto aceptado». Sus miradas se mantuvieron fijas, los murmullos de fondo desaparecieron a su alrededor. Summer sostuvo las muñecas de Elizabeth con la mano, esperando. El agarre de hierro había desaparecido. Ahora acunaba la carne y el hueso, saboreando su tacto. Para su sorpresa, el pulso de Elizabeth latía con fuerza bajo sus dedos. —Acción. Summer se lanzó, con besos calientes, febriles y desesperados, ansiosa por encontrar todas las formas que hicieran gemir a Elspeth… o a Elizabeth. Sus dedos recorrieron la curva de la mejilla de Elizabeth, bajo su barbilla, inclinando su rostro para otro beso que prodigó con labios y lengua. Porque, al carajo, Lucille usaría su maldita lengua. Y Summer ya había terminado de fingir lo contrario. Sus uñas rastrillaron las costillas de Elizabeth y sus labios siguieron su camino. Summer se llevó un pezón a la boca y el deseo que había reprimido durante veinte tomas se disparó en su interior. Summer hizo a un lado cualquier duda. Al demonio. Lucille sentiría deseo. Sintiendo el giro de la cabeza de la cámara, buscando su expresión, le dio a Elizabeth una mirada ardiente. Summer mantuvo la postura por un momento, devorando la visión de su amante en pantalla antes de volver a ese pezón húmedo, burlándose de él con la lengua. Elizabeth jadeó y se arqueó con fuerza contra ella, con los ojos oscurecidos. La música cambió y esa fue su señal: el momento que Summer no había podido sacar adelante ni una sola vez. Contuvo la respiración cuando Elizabeth la alcanzó y la besó con fuerza, tomando el control.

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Caer en el beso, tener permiso para hacerlo, lo era todo. El beso en sí era sublime, no se podía negar. Esta vez no hubo vacilación. Nada más que la sensación de hundirse en algo poderoso. Summer rozó los lados de los pechos de Elizabeth con las yemas de los dedos. «Tan suaves, tan blandos». Un gemido salió de su garganta. La música volvió a cambiar. Los ojos de Elizabeth estaban medio cerrados e interesados. Esa mirada. «Ay, Dios». Summer deslizó la mano hacia abajo y, cuando Elizabeth abrió las piernas, empezó a apretar y soltar los dedos contra la suave piel del muslo interior más cercano. Para la cámara lateral, que enfocaba los sutiles músculos que se movían en el antebrazo de Summer, parecería un empuje. La respiración de Elizabeth se volvió más agitada. Summer bajó aún más por esas hermosas piernas y dejó caer un beso sobre la tanga de desnudo de Elizabeth. Casi jadeó al sentir el aroma de la excitación. Continuando con los besos en el cuerpo de Elizabeth, trató de ordenar sus pensamientos. Bueno, no era del todo inesperado, ¿verdad? Había habido todo tipo de roces y fricciones. Cualquiera se excitaría un poco, ¿no? Summer no estaba ciertamente en condiciones de juzgar: la humedad entre sus propias piernas era abundante, rozando la vergüenza. Volviendo a concentrarse, Summer redobló sus esfuerzos, tratando de no notar la mancha oscura que crecía en el algodón entre las piernas de Elizabeth mientras esperaba que esta alcanzara el clímax. «¿Por qué tiene que sentirse tan real?» Elizabeth se arqueó contra ella, con las piernas enredadas en las sábanas, mientras sus dedos se apretaban y se soltaban contra la espalda de Summer. Sus gemidos eran guturales y bajos. Tan condenadamente convincentes.

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Justo cuando la música cambió, terminó y se volvió hacia Summer con una mirada depredadora. Mierda. En unos cinco segundos, la mano de Elizabeth flotaría entre sus piernas y descubriría exactamente cuánto la apreciaba Summer. ¿Tal vez esto era normal? Ella había escuchado historias. Hombres estando… indispuestos. Las mujeres se mojan. Podría pasarle a cualquiera, ¿verdad? Sin romper el contacto visual, Elizabeth deslizó sus dedos entre los muslos de Summer. Esta luchó por no temblar ante el sensual contacto antes de recordar que eso era exactamente lo que debía hacer. Durante una fracción de segundo, Elizabeth dudó, diciéndole a Summer exactamente el momento en que sus dedos inquisitivos encontraron su humedad. Se tensó por la vergüenza. Sin embargo, la mirada que se cruzó con la suya no era censurable. Era tan humeante, tan convincente, que Summer simplemente arqueó la espalda, cerró los ojos y fingió un orgasmo. Enroscándose alrededor del cuerpo deliciosamente desnudo de Elizabeth, susurró la frase de Lucille con fiereza. —Eres mía, Bess. Y yo soy tuya. Somos una misma cosa. Se produjo un silencio. Luego, una respiración agitada. Después, un extraño tipo de silbido de Elizabeth. Y entonces… —¡Corte!

Cuando Summer arrojó a Elizabeth sobre la cama con abandono, antes de besarla como si fuera la mujer más hermosa del mundo, Elizabeth se dio cuenta de dos cosas con bastante rapidez: una, que Summer había superado su ansiedad, por lo que no se despediría pronto. Y dos, que había desatado un monstruo. Un monstruo muy seductor.

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Todo lo que Elizabeth había hecho era darle permiso. Permiso para ser la mejor Lucille que podía ser. Para hacer lo que fuera necesario. Summer había aceptado el reto con una ferocidad inesperada. Elizabeth se sorprendió de lo eficaces que eran la boca y las manos de Summer para transmitir toda esa lujuria fundida. A medida que sus febriles dedos trazaban los puntos más sensibles de Elizabeth, cada vez era más difícil separar las sensaciones de la realidad. No se sentía exactamente como una actuación, pero tampoco era real. Tal vez algo surrealista flotando en el abismo. El deseo onduló en su interior como una gota de tinta en el papiro, extendiéndose más, desdibujando sus líneas y bordes, hasta que todo lo que sintió fue una sensación de soltura, calor y excitación. Eso nunca le había ocurrido en el trabajo. Al fingir con Raif Benson, se había sentido como un saco de harina, tirando de él para conseguir los mejores ángulos para halagar su perfil cincelado. Su escena de sexo había sido una anatomía del poder y la dominación, para mostrar al Dr. Méndez poniendo a su gélida jefa en su lugar. No era así con Summer. El personaje de Elizabeth aquí también estaba siendo dominado, pero Elspeth también estaba siendo adorada, y envuelta en afecto. Qué cautivadora era Summer. Qué hábil era esa boca traviesa y juguetona. Qué burlones eran sus ojos danzantes que prometían tanto. ¿Alguna vez los pechos de Elizabeth habían sido tan prodigados? Demonios. Eso era un pensamiento peligroso. Los ojos llenos de deseo de Summer se fijaron de nuevo en ella. «¿A quién ve?», se preguntó Elizabeth. «¿A mí o a Elspeth? ¿Y qué respuesta preferiría?». Las terminaciones nerviosas de su cuerpo se agitaron con la excitación. El cuerpo ágil de Summer era exquisito y tentador de una manera que Elizabeth nunca había esperado. Nunca había sentido el deseo como un hambre insaciable, algo que quemaba. En el pasado, el deseo significaba un placer delicado y burlón, juguetón y evocador. Le resultó chocante descubrir, con una coprotagonista delante de las

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cámaras, nada menos, que el deseo podía ser una prisa embriagadora y abrumadora, una cosa que había que anhelar. La música cambió; era el momento de que Elspeth se impusiera. Elizabeth tomó el relevo, aliviada cuando la transición se produjo por fin sin contratiempos. Se dio un festín con los pechos de Summer, y no le costó adorarlos. La mujer era hermosa. La mano de Elizabeth cayó entre las piernas de Summer. «Ah. Tan mojada. ¿Por mí? ¿Acaso importa?» Un tono avergonzado apareció en las mejillas de Summer y Elizabeth casi soltó un grito de consternación. No. No lo toleraría. Dándole a Summer una mirada de pura hambre, se aseguró de que la mujer que se retorcía bajo ella no se sintiera avergonzada por la reacción de su cuerpo. Parecía funcionar. Summer fingió su orgasmo con un grito de placer que hizo que Elizabeth se retorciera de la forma más placentera. —Eres mía, Bess —dijo Summer acaloradamente, cerrando los ojos con ella—. Y yo soy tuya. Somos una misma cosa. Una entrega perfecta. Tan real. Espera… ¿Bess? Hizo un ruido estrangulado. —¡Corte! Summer exhaló con evidente alivio. Elizabeth le dedicó una sonrisa tranquilizadora y apartó un mechón de pelo de los ojos de Summer. —Encantadora —susurró, sintiendo que Jean-Claude se acercaba. —¿Yo? Se refería a la actuación, pero Elizabeth no podía dejar de lado esa expresión vulnerable. —Sí, por supuesto. Una sonrisa deslumbrante partió el rostro de Summer.

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—Tú también. —Su mano se deslizó por la espalda de Elizabeth, dejando un rastro de piel de gallina a su paso antes de posarse en su brazo. Este toque era muy diferente al de Lucille. Cuando Jean-Claude se acercó a la cama, Elizabeth tiró de la sábana sobre ella y Summer. Proteger su dignidad era ahora más reflexivo que práctico. —Perfecto. —Jean-Claude sonrió—. He sentido el amor. Ah, y no te preocupes por decir «Bess» —le dijo a Summer—. Podemos convertirlo en «Elspeth» fácilmente. Sonidos similares, ya ves. Summer lanzó una mirada de asombro a Elizabeth cuando JeanClaude se retiró de nuevo y un técnico de iluminación lo llamó. —Está bien —dijo Elizabeth, como si las confusiones de nombres fueran habituales en las escenas de sexo. No tenía ni idea de si eso era cierto, pero Summer parecía horrorizada—. Lo importante es que sobrevivimos. Poco a poco, Summer se relajó —Sí —exhaló—. Gracias a Dios. Ya no hay secretos entre nosotras, supongo. —Lanzó una mirada tímida a Elizabeth—. Bueno, tú sabes todos los míos. Una puñalada de culpabilidad golpeó a Elizabeth por no haber admitido su propio secreto. Todavía no estaba preparada. No podía evitar su personalidad reservada, lo difícil que era para ella admitirlo ante alguien. ¿Y si Summer era indiscreta y se lo contaba a alguien? El miedo se metió en su cerebro y empezó a nadar a toda velocidad. Esto no era solo un secreto; tenía poder. El poder de herirla. Elizabeth no quería la atención en su mundo seguro y ordenado. No quería que los buitres se ocuparan de su vida privada, dado que su vida pública ya era objeto de burla a diario. Pero ¿y si… se lo contaba a Summer? ¿Ponía su fe en esos ojos confiados y esa sonrisa inocente? ¿Esa admisión haría que Summer estuviera más o menos ansiosa? ¿Se sentiría traicionada? ¿O tal vez se animaría a pedirle a Elizabeth que saliera con ella?

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«¿Sería eso tan malo?» le preguntó una vocecita en el fondo de su cerebro. Además, ¿cuándo fue la última vez que la besaron así? Dejó de lado las irritantes preguntas. Irrelevante, de todos modos, dados los hechos: No era abierta en cuanto a su vida privada y no se involucraba con sus coprotagonistas. —Entonces, ¿estás bien? —susurró Summer—. Yo no… em. —Se mordió el labio—. ¿Te hice sentir incómoda? —¿Qué? No. Todo bien. —Esbozó una rápida sonrisa. —¡Bien! —Jean-Claude las llamó—. ¿Damas? Lo haremos de nuevo. Eso fue excelente, pero haremos otra toma por seguridad antes de hacer los primeros planos. La maquilladora volvió a aparecer y empezó a retocar a Elizabeth, con el ceño fruncido por la concentración entre los ojos. Elizabeth miró a su izquierda y encontró a Summer esperando su turno, con una expresión distante. La sábana había caído hasta su cintura. A Elizabeth se le aceleró el pulso. Summer tenía unos pechos increíbles, señaló su cerebro inferior con alegría. Bueno, eso fue poco profesional. Sin embargo, muy preciso. Elizabeth se obligó a mirar solo a Jean-Claude, que ahora conversaba con un asistente. Pero cuanto más se concentraba en él, más pensaba en el cuerpo torneado de Summer. Había sido un placer tocarla. Frunciendo los labios, Elizabeth trató de recordar sus líneas para mañana, cuando rodaran la primera escena de Lucille, llegando a la cabaña de Elspeth. Vestida con su traje de guardabosques y sus botas, toda arrogante y segura de sí misma, rezumando encanto. Se vería muy sexi con ese traje. Si en la siguiente toma, Elizabeth estaba un poco más acalorada que antes, usando sus dientes para raspar su camino a través del cuerpo de Summer, y su lengua para prodigar esos pezones regordetes y resbaladizos con atención extra, prefirió no pensar en lo que eso significaba.

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Las fosas nasales de Summer y sus ojos oscurecidos le dijeron a Elizabeth que no tenía ninguna queja. Ambas se agitaron y ondularon, y presionaron con fuerza las yemas de los dedos en la piel de la otra, dejando formas de luna creciente en la espalda de ambas. Esta vez, Elizabeth olvidó que se trataba de un mero baile técnico. Se olvidó de todo menos de las emociones de la escena. Se sumergió en el tacto, el sabor, el olor de Summer, encontrando el oleaje del cuerpo de Summer con el suyo propio. Compartió de sí misma de una manera que raramente hacía en la realidad. Y para su sorpresa, por primera vez en años, se sintió viva.

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Capítulo 17

E

ran más de las nueve cuando salieron del set y se dirigieron al tráiler. Elizabeth se sentía como si la hubieran golpeado. El agotamiento la invadía, pero estaba demasiado excitada para pensar en dormir. Summer no parecía mucho mejor. Había redoblado sus esfuerzos. Algunas partes del cuerpo de Elizabeth todavía le dolían por todas las formas en que Summer la había hecho sentir como si la propia lujuria se la hubiera cogido. Elizabeth estaba deseando desesperadamente pasar un rato a solas; una larga ducha y, probablemente, acostarse temprano con un poco de… autoayuda… para calmar la excitación que llevaba horas ardiendo entre sus muslos. —Voy a ahogarme en algo de música —declaró Summer—. La mejor manera de relajarse después de tanto estrés. —¿Estrés? —Elizabeth se burló ligeramente. —Sabes exactamente lo que quiero decir. —Summer sonrió, y un adorable tono rosado empañó sus mejillas—. Por cierto, gracias. Lo digo en serio. Llegaron a su tráiler y se detuvieron junto a la puerta de Elizabeth, que era la más cercana. —¿Por qué? —preguntó Elizabeth. —Por hacerlo más fácil. Si no lo hubieras hecho, aún estaría atada de pies y manos, preocupada por asustarte si fuera demasiado… convincente. —Puso los ojos en blanco y se apoyó en el lateral del tráiler—. Fuiste tan buena como tu palabra. No te asustaste en absoluto.

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Elizabeth abrió su puerta. No estaba cerrada con llave; nadie se molestaba en cerrar nada aquí. Le esperaba la ducha. Y la cama, con sus placeres más bajos. Observó los ojos amplios y sinceros de Summer y, de repente, sintió la necesidad de ampliar su conversación. —¿De verdad te parezco tan mojigata como para reaccionar mal si hicieras tu papel de forma convincente? Summer resopló. —Ah, no, no voy a tocar eso. No hay respuesta segura. Todo lo que diré es que besas muy bien y lo dejaré así. —Se congeló—. Em, Elspeth lo hace. Elizabeth ocultó su sonrisa. ¿Cómo podía Summer ser una ingenua en un momento y Lucille al siguiente? Antes de que pudiera contenerse, Elizabeth salió de las escaleras y se metió en el espacio personal de Summer. Con una sonrisa traviesa, preguntó: —¿Solo Elspeth? Esto era peligroso. ¿Coestrellas? Eso estaba en los límites. No debería mirar los labios de Summer. Recordar el sabor de ellos era el siguiente paso a la ruina. Y ella realmente no debería estar dando otro paso para que estuvieran a solo un suspiro de distancia. El deseo volvió a brotar, intenso y agudo. Su cuerpo seguía ardiendo por las burlas de aquellos labios tan excitantes. Hoy, por una vez, le gustaría saber qué se siente el ser besada como ella misma, no como un personaje. Elizabeth debería poner fin a esto ahora mismo: el balanceo de su cuerpo, la forma en que estaba rastrillando a Summer con su mirada. —¿Bess? La aspereza empapada de deseo en la voz de Summer fue todo lo que necesitó. Elizabeth agarró un puñado de la chaqueta vaquera de Summer y tiró de ella hacia delante, y unió sus labios. Luego, con la boca y la lengua, febril y desesperada, le mostró a Summer lo mucho que la había afectado el día de hoy.

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Tras un jadeo de sorpresa, Summer le devolvió el beso con una urgencia mucho mayor que la que había mostrado Lucille. «Dios mío, se ha estado conteniendo. ¿De qué otras formas?». La idea era como tirarse por un barranco. Le hizo surgir imágenes eróticas que hicieron que Elizabeth se estremeciera. Apretando a Summer contra el remolque, Elizabeth introdujo un muslo entre sus piernas y se inclinó. Summer emitió un gemido de dolor y se arqueó dentro de ella. —Bess. Sí. «Cielos». Las manos de Summer se deslizaron por la caja torácica de Elizabeth y le tocaron los pechos a través de la ropa. Su calor le despertó los pezones y le provocó una oleada de excitación. Era estimulante. Debería meter a Summer adentro ahora mismo y resolver esto de una vez por todas. La idea la emocionaba. Aunque a este ritmo tendría suerte si lograba llevar a su coprotagonista a la cama. «Coestrella». La palabra fue un balde de agua fría. Pronto volverían a trabajar juntas. Tenían otra temporada por delante en Choosing Hope como colegas. Si se estropeaba esa dinámica, podría ser un infierno. Esto tenía que terminar. Rompió el beso con pesar, y dio un paso atrás, bajando la cabeza. —Lo siento. La confusión llenó la expresión de Summer, junto con el deseo y la decepción. Con una respiración tranquila, Elizabeth dijo: —No debería haber hecho eso. Tenemos que trabajar juntas y esto complicaría las cosas. Siento haberme excedido. Escenas como la de hoy son poderosas. A veces la excitación es… inevitable. Eso fue lo que pasó. Realmente… lo lamento. —Se enderezó la blusa.

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—Necesitabas un desahogo y yo estaba aquí —supuso Summer. La luminosidad que siempre desprendía se atenuó—. Supongo que te ayudó el saber que estaba dispuesta. —La amargura se reflejó en sus palabras. ¿Era eso lo que había parecido? ¿Como si la hubiera utilizado? «¡No!» ¡Qué pensamiento! Elizabeth solía controlarse mucho mejor y mantenerse concentrada en el panorama general. Nunca había cometido un error de indisciplina como este, dejándose llevar por sus propios deseos. Dio un paso atrás, horrorizada de sí misma. —Todo esto es culpa mía. No estaba pensando. Siento haberme dejado llevar. Como dije, ha sido un día intenso. Las prisas me han tomado desprevenida. —¿Así que no estás…? —Summer hizo una pausa, el surco de su frente se hizo más profundo—. ¿No te interesan las mujeres? ¿Estás diciendo que habrías besado a cualquiera que hubiese compartido una escena de sexo contigo todo el día? Elizabeth respiró con fuerza cuando el recuerdo de su escena con Raif la golpeó como un tren expreso. Lo había evitado durante los siguientes dos días. —No cualquiera —admitió—. P… pero no fue mi intención conducirte a esto. Nada puede salir de esto. Fue solo un beso… y somos colegas, así que… eso es todo lo que puede haber. —Buscó algo positivo que decir—. Pero gracias por lo de hoy. Ha sido maravilloso trabajar contigo. ¿Trabajar contigo? Cristo, ¿podría hacer esto peor? Incapaz de soportar la cara de decepción de Summer, o el hecho de que la joven se hubiera quedado con la boca abierta ante su última frase, Elizabeth murmuró un apresurado «buenas noches» y huyó al interior de su tráiler, con la libido tan desinflada como su estado de ánimo.

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Summer se quedó mirando la pared del interior de su tráiler durante veinte minutos, intentando comprender lo que acababa de ocurrir. Elizabeth Thornton la había besado. En serio, la había besado. Nadie la había obligado, ningún guion lo había exigido, y ella simplemente… había agarrado a Summer y devorado sus labios. «Tan condenadamente caliente». Pero ¿por qué? Tampoco había respondido a la pregunta de Summer sobre si le interesaban las mujeres. Había dado muchas vueltas al asunto y, finalmente, se limitó a decir que no podía estar con Summer. Que su beso era solo un beso. Pero ¿lo era? ¿Quién besa así a alguien si no tiene ningún interés? ¿Qué había sido ese beso? ¿Un experimento? ¿Un pequeño viaje a la ciudad de las chicas para ver si le gustaba tanto fuera como dentro del set? Bueno, si eso era cierto, a Elizabeth parecía gustarle lo que había encontrado, eso era seguro. Summer reconocía el deseo cuando lo veía. Y Elizabeth la había besado como si se hubiera excitado lo suficiente como para tomarla en el acto. Summer conocía la sensación. Pero… tal vez era solo un residuo de su calistenia anterior. Hoy había sido muy excitante. Y, sin embargo, no podía ser todo lo que había. La mirada horrorizada de Elizabeth cuando Summer le había preguntado si había besado a cualquiera de esa manera respondía a esa pregunta. No, esos besos ardientes que curvaban los dedos de los pies habían sido solo para Summer. Y eso… ¿qué significaba? Las intensas miradas a la pared no proporcionaron ninguna respuesta. Solo había una forma de averiguarlo.

Elizabeth se sumergió en la ducha, repasando mentalmente la parte profesional de su jornada… sobre todo para evitar el confuso final de

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esta. Jean-Claude se había mostrado satisfecho. También había hablado largo y tendido sobre la escena de mañana. En ella, Elspeth comenzaría a desenredarse y a ver a todos los personajes que había «conocido» entrando y saliendo de la existencia. En un momento dado, Lucille aparecería junto a Elspeth en la cama, completamente vestida con su traje de guardabosques, hablando de la temporada de osos y de orgasmos, mientras, simultáneamente, se preparaba un café con Lucas, el juez de línea, en la cocina. Elizabeth tendría que transmitir el momento en que Elspeth se daba cuenta de que, dado que ver a dos Lucilles a la vez era imposible, esos amigos, amantes y conocidos a los que se había aferrado no podían ser reales. Sería impactante, decidió, mientras cerraba la ducha. Poderoso. Inquietante. «Como la forma en que Summer te miró después de que la besaras tan a fondo». Suspirando, Elizabeth se secó el pelo con una toalla y se puso una bata. Por mucho que lamentara el beso, no podía negar que había sido sorprendente. Apartó ese pensamiento con fastidio. No se puede jugar donde se trabaja. «Aunque sería excepcionalmente divertido jugar allí». Puso los ojos en blanco. Cerebro exasperante. El interés de Summer por Elizabeth era innegablemente halagador. Una sonrisa se dibujó en sus labios al pensar en ello antes de contenerla. El afecto de Summer era otra de las razones por las que había sido un error haberla provocado. Aquel beso, aquel beso ardiente, exquisito y delicioso que nunca había querido terminar, había prometido más de lo que Elizabeth estaba dispuesta a dar. Al menos, lo había detenido inmediatamente. Esperaba que Summer no se sintiera demasiado molesta por su desliz momentáneo. Al salir del baño, envuelta en su fina bata de seda, lo último que esperaba era ver unos ojos azules y claros que la observaban con curiosidad. Dejó escapar un pequeño grito de sorpresa.

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—Bess, querida. Me disculpo —dijo Grace desde donde estaba sentada regiamente. Elizabeth no podía creer lo que estaba viendo. —¿Grace? ¿Cómo entraste? La sonrisa de la otra mujer era divertida. —Con bastante facilidad. Cuando le expliqué quién era yo a tu jefa de producción, la que, por cierto, me amó en Hannover Square, también le dije que era tu profesora de interpretación, así que me señaló tu tráiler. Cuando no respondiste a mi llamada, entré. Oí la ducha y supe que no te importaría que esperara. —Ya… veo. —Elizabeth dudó, no muy segura de si unirse a ella o buscar ropa primero—. Esto es una sorpresa. No haces visitas al azar al set. Y hace tiempo que no eres mi profesora de interpretación. Más bien una mentora, ¿no? —¿Ahora hablas en tiempo pasado? —Grace ofreció una mirada inescrutable—. ¿Hemos caído tanto? —Miró a su alrededor—. Antes de entrar a eso, ¿tienes vino? —No bebo vino. —Elizabeth suspiró. «¿Cuántas veces se lo había dicho?»—. Soy alérgica, ¿recuerdas? Tengo algo de ginebra. Creo que Summer se bebió lo último de la vieja botella —añadió para sí misma mientras rebuscaba en sus provisiones. Abrió un armario sobre su cabeza. —¿Ahora Summer es tu compañera de copas? —Solo una vez. —Agarró su otra botella y cerró el armario—. Entonces, Grace, ¿a qué debo la visita? —Te he extrañado. Y después de nuestra última charla, me preocupé. Parecías muy estresada. Luego la llamada terminó abruptamente y no pude contactarte por la mala recepción. Estaba preocupada. Tenía que asegurarme de que estabas bien. Elizabeth localizó un par de vasos.

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—La llamada terminó abruptamente porque te colgué. —Lo que Grace tenía que saber—. ¿Así que estás aquí porque querías seguir reprendiendo a mi coprotagonista? Grace miró a Elizabeth con serenidad y cruzó las manos en su regazo. —Me disculpo por ello. Me atrapaste en un día horrible. Summer es perfectamente encantadora, por supuesto, y tiene mucho talento; tienes mucha razón en eso. Siento haber sugerido lo contrario. «¿Sugerido?». Elizabeth les sirvió a ambas una ginebra. —¿Qué cambió? Porque estoy bastante segura de que llamaste a Summer «una rubia sin talento que utilizaba la influencia de sus padres para conseguir sus trabajos y su cuerpo pertinaz y juvenil para mantenerlos». ¿Dejé algo son mencionar? Agitando la mano, Grace dijo con despreocupación: —Oh, no me hagas caso. Ya sabes cómo me pongo. Amrit estaba siendo un poco bestia esta semana, haciendo alarde de su nuevo… bueno, no estoy segura de lo que es ese chico. Mezcla bebidas, por el amor de Dios. No es exactamente un gigante intelectual. Estaba distraída. Pero te prometo que no quise decir ni una palabra. Estuvo por debajo de mí. Tu amiguita es una delicia. Es tan… soleada, ¿no? Al empujar un Hendrick's sobre la mesa para Grace, Elizabeth la estudió. Parecía sincera, pero la mujer era una actriz de primera clase. Por otro lado, Grace tenía razón en una cosa. A veces se ponía de mal humor, normalmente cuando la mirada de Amrit se dirigía a algún nuevo hombre o mujer del momento, y nadie podía hacer nada bien. —Entonces, ¿por qué la visita? Terminamos a finales de la semana que viene. Podrías haberme dicho todo esto en casa. —¿Por qué esperar? —Grace examinó el líquido claro en su vaso— . ¿No hay hielo? Elizabeth se encogió de hombros. No había llegado a llenar la bandeja. Y no era la camarera de Grace.

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—Mira, cariño, nunca me has colgado antes. —La expresión de Grace era de dolor—. Así que, naturalmente, asumí lo peor, que debía de haberte molestado mucho. No puedo permitir eso, Bess. Tú significas el mundo para mí. En serio. —Se acercó y estrechó la mano de Elizabeth—. Debería decirlo más a menudo. El corazón de Elizabeth se estremeció un poco. ¿Cuántas veces había deseado que Grace reconociera su valor? Sin embargo, Elizabeth ya no tenía veinte años ni ansiaba la atención de su mentora como el aire. Grace dio un sorbo a su bebida. —Aah, Hendrick's —dijo con un suspiro—. Es una constante en un mundo que se desmorona, ¿no? Otra cosa que me gusta de ti. — Sonrió, y fue como si Elizabeth fuera la única persona que había existido para ella—. Es encantador compartirlo con alguien que lo aprecia. ¿Mmm? Buena indirecta a Summer. Elizabeth estudió a su amiga. Llevaba una camisa almidonada de cuello alto (la debilidad de Elizabeth), una falda lápiz ajustada de color carbón, medias color piel y tacones de diseño de diez centímetros. Elegancia a raudales. Suficiente para hacer tropezar a cualquier pobre tonto que no viera venir todo ese carisma. Grace podía someter a cualquiera a su voluntad cuando le convenía. Bueno, a cualquiera, excepto a Amrit. A veces Elizabeth se preguntaba si ese era su encanto. —Ahora bien, cuéntame, ¿cómo va el rodaje? —dijo Grace. —Hoy superamos la escena más difícil. Mañana habrá otra también retadora. El resto será una navegación tranquila. —Ah, sí, la escena de sexo picante. —El tintineo de la risa de Grace llenó la habitación—. La jefa de producción me habló de ella mientras caminábamos hacia aquí. Esas escenas pueden ser difíciles: todos esos desnudos y el balanceo de los candelabros. Estoy segura de que lo estás manejando bien. —Sí. Se acabó antes de que me diera cuenta.

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—Excelente. —Grace ajustó la correa de su reloj de oro—. Debe de haber sido difícil para Summer, sin embargo. Es joven. Y es especialmente difícil para las antiguas estrellas infantiles, que intentan jugar a ser sexuales por primera vez. ¿Sobrevivió la pobre chica? —Summer estuvo a la altura del desafío. Jean-Claude quedó impresionado. Pero es una excelente actriz, como bien lo sabes. — Elizabeth no pudo resistir el golpe. Grace no dijo nada por un momento, luego cambió su vaso de una mano a la otra antes de colocarlo directamente en la mesa. —Bien, es bueno escuchar eso. Solo me preocupo por ti. Lo sabes, ¿verdad? —Su mirada se intensificó. —Sí —respondió Elizabeth de memoria, preguntándose hasta qué punto estaba segura de esa respuesta. Grace le apretó la mano con decisión y la soltó—. Y Summer es una buena persona. —¿Por qué había añadido eso? No era relevante. Grace hizo una pausa. —Por supuesto. Es encantadora, ¿verdad? Supongo que te recuerda a tu juventud. —¿Perdón? —Elizabeth se quedó mirando, atónita. —¿No lo ves? ¿Tan llena de vida, ambición y exuberancia juvenil? Por eso eres su amiga. Ella te hace sentir joven. No hay que avergonzarse de eso. Especialmente viviendo aquí. Esta ciudad hace que las mujeres se sientan viejas mucho antes de tiempo. Es natural sentirse atraída por los jóvenes que nos recuerdan que queda mucha vida. Elizabeth soltó un grito ahogado cuando la obviedad la golpeó en la cara. Todos sus amigos comunes eran más jóvenes que Grace. —¿Por eso sales con nosotros? —Bueno, no puedo negarlo. Ahí está. Ya sabes mi secreto. —Grace se río—. Tus amigos de Cambridge me hacen sentir joven. Todos siguen siendo tan entusiastas, ¿no?

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Tus amigos. Después de todos estos años, ¿acaso Grace no veía a ninguna de las personas con las que había bebido, cenado y festejado durante diecisiete años como sus propios amigos? ¿Cómo era eso posible? Independientemente de las opiniones de Grace, su acusación era falsa. Elizabeth no utilizaba a Summer para sentirse joven. De hecho, le gustaba pensar que no utilizaba a Summer en absoluto. La vergüenza la recorrió al recordar los ojos decepcionados que la habían mirado fijamente no hace ni una hora. Maldita sea. Elizabeth era demasiado mayor para besar a una chica linda y luego intentar retractarse. Los labios le ardían con el recuerdo. —Bueno —Grace se enderezó—. Solo necesitaba ver cómo estabas, pero pareces estar bien. Así que debería volver. —¿Qué? —Elizabeth miró el reloj de pared—. Es tarde. Probablemente, haya un tráiler de repuesto por aquí. Podría pedir… —Oh, no voy a regresar esta noche. Me quedaré en Fresno hasta la mañana. Tengo un hotel que es de cinco estrellas y fabuloso. Ya me he alojado allí antes. Elizabeth suspiró para sus adentros. —Pero… —«¿Por qué venir hasta aquí y luego marcharse?»—. ¿Seguro que no quieres que pregunte por un tráiler? —No, está bien. No te preocupes por mí. Tienes que hacer una película, y yo solo te distraeré. No puedo permitir eso. La carrera es lo primero. ¡Siempre! De repente, era como en los viejos tiempos, su mentora le daba lecciones. Elizabeth asintió con la cabeza, preguntándose si su confusión se notaba. —Adiós, querida. Espero verte dentro de unas semanas. Nos pondremos al día adecuadamente entonces. Vuelve pronto a casa. — Dejó caer un beso junto a la boca de Elizabeth y le dedicó una sonrisa deslumbrante, una de las que la hacían aparecer en las portadas de las revistas. Después de abrir la puerta del tráiler, se detuvo, y de

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repente se volvió—. Ah, y apiádate de la chica. Puede ser extra… difícil… cuando tu coestrella está tan claramente interesada en algo que nunca podrá tener. —Su mirada señaló claramente lo que quería decir—. Pobre Summer. —¿Qué te hace pensar que está interesada en mí? —¿En tu noche de fiesta? La forma en que sus ojos nunca te dejaron. Parecía perdida cada vez que salías de la habitación. Es revelador, si reconoces las señales. Sé que los enamoramientos tontos pueden dificultar las cosas. Pero estoy segura de que has superado todo eso. Como sigo diciendo, concéntrate en el trabajo, y pronto terminará. Adiós, querida.

Quince minutos y una ducha más tarde, haciendo malabares con un reproductor de MP3, un juego de altavoces y unos buenos bocadillos, Summer salió a la calle. Ensayó su pequeño discurso: «Espero que no te importe tener compañía. ¿Quieres escuchar qué tipo de música me gusta? Te prometo que te hará reír. Además, traigo regalos de palomitas y bocadillos. Y hablemos de tus labios errantes» Bien, tachó lo último. Ella trabajaría en ello. Al acercarse a la puerta de Elizabeth, esta se abrió de golpe y una mujer alta y elegante apareció brevemente antes de desaparecer de nuevo. Summer se detuvo, sintiendo que debía conocerla. ¿Se trataba de una actriz que necesitaba hacer unas líneas o algo así? Pero eso era extraño. Creía que Elizabeth ya había terminado todas sus escenas con otras actrices, aparte de la propia Summer. La sensual voz de la mujer bajó los escalones. —¿En tu noche de fiesta? La forma en que sus ojos nunca te dejaron. Parecía perdida cada vez que salías de la habitación. Es revelador, si reconoces las señales. Sé que los enamoramientos tontos pueden dificultar las cosas. Pero estoy segura de que has superado todo eso. Como sigo diciendo, concéntrate en el trabajo, y pronto terminará. Adiós, querida.

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«Grace». No dudó de esa voz, incluso antes de que cerrara la puerta de un manotazo y se girara, divisando a Summer. Esas crueles palabras calaron hasta los huesos. Ambas se congelaron, tomando la medida de la otra. «¿Qué demonios hace ella aquí?». Con una larga mirada a la carga de bocadillos y aparatos electrónicos de Summer, seguida de una sonrisa de complicidad, Grace se apoyó en la puerta del tráiler, cruzando los brazos. El movimiento le bloqueó el camino de Summer y reclamó la propiedad del tráiler de un solo golpe. Su sonrisa se volvió burlona. Summer solo pudo mirar hacia atrás mientras una serie de cosas encajaban en su sitio. El beso de Elizabeth. La negativa a ofrecer más mientras no negaba que era gay. El modo en que Elizabeth defendía ciegamente a su mentora. La forma en que Grace había adivinado el interés romántico de Summer por Elizabeth. Sus brazos se entumecieron y su brazo lleno del botín cayó al suelo en un desastre. Mientras trepaba para recogerlo todo, a Summer le ardían las mejillas. Volvió a mirar a la mujer territorial que custodiaba la puerta. Con un cortocircuito en el cerebro, Summer regresó a su propio tráiler. «Dios. Soy una idiota tan ciega». ¿Cómo no lo había visto antes? Elizabeth y Grace.

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Capítulo 18

L

a cámara se hundió en la habitación. El micrófono se deslizó hacia abajo. De pie junto a la cama, Elizabeth inhaló, centrando sus pensamientos en la forma vestida de uniforme de Lucille retorcida en las sábanas ante ella. Y entonces comenzó. —No eres real —susurró—. No me amas. No me deseas. O a mi toque. Porque tú eres yo. Ni siquiera estás aquí, ¿verdad? Una sonrisa burlona y fría cruzó el rostro de Summer. —Solo eres tú —confirmó—. Sola. Otra vez. Una lágrima resbaló por la mejilla de Elizabeth. —Pero tú me importas. —Se dejó caer en la cama y tomó la mano de Summer. Los dedos yacían inertes en la suya—. Lo significas todo para mí. ¿Qué voy a hacer ahora? Summer levantó los dedos para trazar las lágrimas de Elizabeth, los ojos fríos y vacíos. —Lo que siempre has hecho. —¿Qué cosa? —El miedo se apoderó de su voz. —Ya sabes. —No lo sé. —Sí. Lo haces. —La certeza llenó el rostro de Summer. Elizabeth inclinó la cabeza y las lágrimas salpicaron sus mejillas. Se obligó a parar. Se suponía que no debía llorar tan abiertamente, pero, de alguna manera, la frialdad de Summer siempre hacía aflorar sus emociones. Verla tan distante, aunque solo fuera una magnífica actuación, le rompió el corazón a Elizabeth.

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—Te necesito —susurró. Una lágrima salpicó su regazo. —Oh, Elspeth. No. No es así.

Sobre una roca plana, entre dos arbustos escasos de color verde grisáceo, Summer estaba sentada, contemplando los charcos negros de un arroyo cercano. Se abrazó a la parte delantera de sus piernas dobladas, con la barbilla apoyada en sus rodillas vestidas de jeans. No estaba lejos del set, pero sí lo suficiente como para que lo único que pudiera oír fueran los grillos y los pájaros lejanos. Cerró los ojos para absorber el último calor del sol poniente. Había sobrevivido a otro día de rodaje. Hoy había sido necesario rodar desde múltiples ángulos para mostrar a Lucille entrando y saliendo de la mente de Elspeth. Lucille era el símbolo de la decadencia mental de la escritora. Qué apropiado, dado que Elizabeth era el símbolo de Summer. Esta mañana, la otra mujer se había deshecho delante de Summer, le había agarrado la mano y le había dicho que la necesitaba. Ironía de las ironías. Cuanto más se prolongaba la escena, más desesperada estaba Summer por que terminara, porque apenas podía ver los ojos llenos de lágrimas de su coprotagonista. Que Elizabeth Thornton te mire como si realmente importaras, cuando lo cierto es lo contrario, era una crueldad sobre otra. Esperaba que la fría máscara de Lucille hubiera sido lo suficientemente fuerte y poderosa como para ocultar sus sentimientos. Toda la noche había dado vueltas a las crueles palabras de Grace, a su reivindicación sobre Elizabeth, a la burla de los sentimientos de Summer con una sola mirada cómplice. Seguido de la humillante carrera de Summer hacia la seguridad. Hoy, tres cosas parecían claras como el cristal: Elizabeth Thornton era gay como el infierno. Estaba enamorada de Grace. Y había besado a Summer como si su alma lo necesitara. Sin embargo, esas tres cosas no podían coexistir. Algo tenía que ceder. Y ese algo era Summer. Ella sería la perjudicada. Ya le dolía bastante.

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—¿Puedo acompañarte? Los ojos de Summer se abrieron de golpe. Asintió con el corazón latiendo con fuerza, sorprendida por no haber oído los pasos. Elizabeth se acomodó junto a ella en la roca, con el pelo cayendo sobre el cuello de franela de su camisa. ¿Todavía con el traje puesto? Debía de venir directamente del set. Durante largos minutos, ninguna de las dos habló mientras observaban la vista. —¿Cómo me has encontrado aquí? —Summer volvió a cerrar los ojos. —Tenía una apuesta de 50 % a qué dirección ibas. Hacia arriba o hacia abajo de la carretera. Le pregunté a uno de los chicos del lugar cuál era más pintoresco. —De acuerdo. —Summer intentó sonar indiferente. —Hoy estuviste increíble. Lo sentí todo. Mucha más frialdad por parte de Lucille de la que esperaba, pero fue una elección interesante. Pareció sorprender a Jean-Claude. —Le gustó. —Summer había visto la aprobación en sus ojos. —Sí. Pero su animosidad hacia Elspeth parecía más… personal. — Elizabeth dudó—. ¿O me lo he imaginado? —Tenía una buena motivación. —Un pájaro graznó en lo alto y Summer abrió los ojos para buscarlo. —¿Te refieres a mí? ¿Te he… hecho enfadar? Summer no respondió inmediatamente. Miró el sol poniente. Era tan hermoso aquí afuera. O lo sería si no se sintiera tan fracturada, como si intentara trazar un rompecabezas de Escher en su cabeza. —¿Cuándo ibas a decírmelo? —Las palabras cayeron, aburridas y planas. —¿Sobre qué? —Que te gustan las mujeres.

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Elizabeth frunció el ceño. —Ayer te expliqué lo cargado que estaba el set. Cómo las emociones… se filtraron. Me equivoqué al besarte. No debería haberte puesto en esa situación. Fue poco profesional. Summer la miró con incredulidad. Una vez más, Elizabeth había esquivado la pregunta con una falta de respuesta. Summer la miró. ¿Estaba esta mujer alguna vez sin su cuidadosa y precisa máscara que ocultaba su verdadero rostro al mundo? ¿Dejaba entrar a alguien? ¿Alguien la conocía realmente? ¿Alguien que no fuera la perfecta Grace? Tentativamente, Elizabeth preguntó: —¿Esto es por el beso? ¿O sobre otra cosa? —¿Cuándo ibas a decírmelo? —Summer repitió, aún más plana, esta vez. Esperó otra negación. Encajaría, ¿no? ¿Qué tan poco valorada estaba Summer en la escala de amistad de Elizabeth? ¿No era digna de confianza, incluso después de haberle mostrado su corazón? Pero ¿era justo esperar la verdad? No se conocían desde hacía mucho tiempo. ¿Estaba siendo poco razonable? —¿De dónde viene esto? Otra no-respuesta. —Grace. —¿Qué? —La sorpresa que inundó el rostro de Elizabeth fue casi cómica. —La vi fuera de tu tráiler anoche. Nuestros caminos se cruzaron. —El dolor la atravesó al pensarlo—. Tremenda obra de arte, tu amiga. —Apretó los dientes. —Summer… —Elizabeth parecía confundida—. ¿Qué dijo? —Esa es la cosa. —Summer extendió sus manos—. No dijo ni una maldita palabra. No tenía que hacerlo. Pero me miró de arriba abajo, por dentro y por fuera, y lo supo. Todo. Sé que lo sabía. Sabía por qué estaba allí, lo que sentía. Y yo la miré. Y… de repente yo también lo

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sabía. Sabía sus pensamientos. Y eso era todo lo que cualquiera de nosotras necesitaba. Así que me fui. —¿Cómo…? —Los hombros de Elizabeth se encogieron—. ¿Cómo te miró? —Como si fueras suya. Y yo estuviera invadiendo lo que es suyo. Los hombros de Elizabeth se hundieron. —Ah, eso. Es mi mentora. Ella tiene, soy consciente, un cierto sentimiento de propiedad sobre mi carrera y se manifiesta como… —Basta. —Con una mirada exasperada, Summer sacudió la cabeza—. Por el amor de Dios, solo sé honesta conmigo. Ella no es solo una mentora para ti. ¿O sí? —Es heterosexual. —Elizabeth dijo las dos palabras en voz baja—. Cien por cien. Te lo prometo. Nunca ha mostrado el más mínimo interés por otra mujer. Además, Grace ha estado enamorada de Amrit durante años. Viste cómo era con él. Incluso lo mencionaste. —Lo sé. Pero, aun así, sigues siendo de ella, ¿no? Demonios, me mata ser tan lenta en la captación que no me di cuenta de lo que estaba viendo en tu fiesta. ¿La forma en que la estudias? ¿La forma en que la defiendes? Pensé que era respeto. Pero es mucho más. Bess, estás enamorada de ella. Y te agradecería que no me mintieras en este momento. Me gustaría pensar que merezco más que eso. ¿No confías en mí? Elizabeth se frotó la cara. —No se trata de confianza o de ti. Con Grace… es complicado. —¿En serio? —Las cejas de Summer golpearon su línea de cabello—. Lo siguiente que dirás es que me lo estoy imaginando todo. Y aunque estoy de acuerdo en que Grace podría no desearte sexualmente, hay más de una forma de desear a alguien. Porque está claro que Grace te anhela mucho. Frunciendo el ceño, Elizabeth dijo: —No me desea de ninguna forma.

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—¿No? ¿La forma en que define tu visión de tu carrera y hace comentarios sobre ti con esos matices extraños? Es posesivo. Es un viejo, viejo cuento: Una mujer hermosa se enamora de su mentor. El mentor vive por la atención, se siente especial. Y protege esa relación a toda costa. A Grace le preocupa que su amistad con alguien nuevo (yo) pueda dividir sus lealtades. ¿Tal vez te olvides de ella? Bueno, de ninguna manera soportará eso. Especialmente desde que los días de adoración y fama de Grace no son lo que solían ser, ¿verdad? —Grace merece ser halagada —dijo Elizabeth con una mirada agraviada—. Es un escándalo que la gente de aquí no pueda ver lo que es tan obvio. —Bess —suspiró Summer—, esto no se trata de las habilidades de Grace. Cualquiera puede ver que tiene un talento increíble. Se trata de cómo utiliza tu interés en ella, tu… amor… para sentirse bien con ella misma. —No lo hace. —La expresión de Elizabeth era sombría—. Eso no es posible. ¿No había negación en lo del amor entonces? La tristeza llenó a Summer ante la confirmación. Bueno, al menos no había fingido que no era cierto. —¿Cómo puedes estar tan segura? —Elizabeth pareció debatir si debía responder—. ¿Por favor? —Lo sé porque Grace no tiene ni idea de lo que siento por… —Se detuvo, con cara de dolor. —¿Ella? —Las mujeres. Ella no sabe que… —Elizabeth sacudió la cabeza— . Hemos sido amigas durante diecisiete años y ni siquiera sabe que soy lesbiana. —Pero ¿cómo es posible? —preguntó Summer con suavidad—. Son tan cercanas. —He tenido mucho cuidado. —Levantó la barbilla—. Y soy una actriz bastante decente cuando me lo propongo. ¿Habrás notado que

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Grace puede ser un poco… distraída en asuntos no relacionados con ella? Eso ha sido útil. Era un punto justo. Cuanto más pensaba Summer en ello, más sentido tenía. Grace no parecía preocuparse por nada que no la afectara directamente. Probablemente, absorbía el amor de Elizabeth como un culto a los mentores que le correspondía, y nunca pensó en qué más podría significar. Qué… triste. —Siento que no te vea realmente —dijo Summer con delicadeza. —Lo hace, la mayor parte del tiempo. —Elizabeth examinó sus uñas—. Solo en este tema, no parece… puede ser totalmente ajena. Summer asintió. —Y ella se preocupa por mí. Condujo hasta aquí para verme ayer para asegurarse de que estaba bien —terminó Elizabeth. Claro, fue por eso. Durante un breve segundo, Summer vio cómo la duda aparecía en los ojos de Elizabeth. —¿Lo saben tus amigos? —preguntó, buscando un nuevo tema—. ¿Sobre ti? Elizabeth le lanzó una mirada de disgusto. —Lo que yo sienta por Grace no es asunto de nadie. Ya es bastante malo que tú… que… —No me refiero a tus sentimientos por Grace. Me refiero a ti y a las mujeres en general. Elizabeth exhaló. —Puede que lo hayan adivinado. —¿Nunca se los has dicho? —Bueno, a Alex. Salimos brevemente. Hace años. Eso explicaba algunas cosas. —¿Aparte de ella? Elizabeth apretó la mandíbula y no respondió.

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—Bess, tus amigos son geniales. Son cálidos y acogedores y, obviamente, no te juzgarían, ya que la mitad de ellos también son gays. ¿De qué tienes miedo? Con los ojos entrecerrados, el tono de Elizabeth se volvió gélido. —Vine a buscarte porque somos amigas, y pensé que podría haberte hecho daño anoche. Algo que odiaría. Pero no tienes derecho a meterte con mis decisiones vitales y juzgarme. —No te pongas a… —Summer se quedó boquiabierta—. Bueno, lo siento si crees que me he metido en tu enorme zona de exclusión de conversaciones, pero ¿qué derechos tengo exactamente en esta amistad? Tú pones todas las condiciones. Y si hago una pregunta incómoda, se me hace un chasquido como si fuera un reportero espeluznante que quiere desenterrar todos tus secretos, aunque tú ya sabes todos los míos. Sin embargo, cuando te olvidas de ti misma, cuando me besas como si eso sirviera de algo, bueno, no hay nada por lo que molestarse. Solo un pequeño error, y hay que seguir adelante. —Ya expliqué eso. —No, mentiste sobre eso. Me besaste porque te sientes atraída por mí. —El tono de Summer la retó a discutir. La boca de Elizabeth se abrió y luego se cerró. —Y eso está bien; puede pasar. Quiero decir, demonios, ya sabes que me atraes. —Summer… —El problema no es ese. Es cómo me hiciste sentir. Es como el viejo dicho, un clavo saca otro clavo. Estabas excitada y sabías que no diría que no, así que decidiste divertirte conmigo. Elizabeth parecía consternada por la acusación. El dolor cruzó sus ojos. —¿Te parece que soy tan calculadora, que pienso tan poco en ti? ¿Es eso lo que realmente crees de mí?

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Summer estudió su indignación. ¿Lo era? Pensó en ello. No había habido nada premeditado en Elizabeth la noche anterior. Parecía casi mareada. Excitada. Y solo había… —No —admitió finalmente Summer—. No, no lo creo. —Gracias. —Elizabeth exhaló—. No tenía por qué besarte así. Especialmente teniendo en cuenta… todo lo demás. Fue un momento tonto en el que actué sin pensar. No soy… propensa a ellos. —No lo eres, ¿verdad? Eres muy reservada. —Me gusta ser profesional. —Sí. —Summer dudó—. ¿Puedes decirme solo una cosa? Ahora entiendo que guardas secretos para todo el mundo. A todos tus amigos. Nos mantienes a todos a distancia, ¿no es así? El silencio. Elizabeth se estremeció. —¿Es esa tu pregunta? —¿Sabes siquiera por qué? El rostro de Elizabeth se cerró. Su mandíbula se endureció. —Está bien. Está bien. —Summer se alisó las manos en los jeans—. No tienes que decirlo. Solo pensé que tal vez te gustaría hablar de ello alguna vez. Tenemos mucho en común. Fue un poco insultante el resoplido de risa de Elizabeth. —¿En serio? —Claro. Las dos somos actrices en el closet en Los Ángeles, trabajamos en una película de Jean-Claude y en el mismo programa de televisión. Disfrutamos de Shakespeare, de Londres, del té de cacao de guayusa de Blackie's Tea House en Cambridge, pero de ningún otro sitio, y resulta que adoramos a todos nuestros amigos, más o menos. —Summer sonrió—. Vamos, eso es mucho en común. La sonrisa de Elizabeth se calentó. —Tal vez. —Su rostro se abrió un poco—. Admito ese punto.

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—Mmm. —Summer apoyó la barbilla en su puño y miró el panorama que había debajo—. Me gustaría que no fueras tan difícil de conocer. —«Ay, Dios»—. Em… no quise decir eso en voz alta. Elizabeth se inquietó. —¿Por qué te importa? —Parecía realmente confundida. —No había conocido a nadie como tú. Realmente me gustaría entenderte mejor. Ya me pareces interesante. Pero me encantaría conocer todo de ti. Las partes que no sueles compartir con la gente. Las pequeñas cosas que te hacen ser tú. La sonrisa se borró. Elizabeth exhaló. —No es tan fácil. —Lo siento. Sé que no lo es. —Bueno, había sido una apuesta arriesgada. —Quiero decir que no estoy segura de cómo. La gente cree que soy distante y fría y me tachan de «británica estirada» con bastante frecuencia. Pero, la verdad, es que soy reservada incluso entre gente reservada. —Dudó. —Eres tímida—adivinó Summer. Elizabeth concedió un pequeño asentimiento. —Hasta el punto de ser introvertida. Y soy consciente de que eso es ridículo para un artista. —No, unos cuantos actores lo son, en realidad. No es tan extraño. Es por lo que se escapan en otras personas. —Creo que me ayuda a vivir otra vida en el escenario. Es el único momento en que me siento verdaderamente libre. Lo sentí ayer en nuestra escena. Me sentía viva. Me encanta esa sensación. Puedo desaparecer bajo los focos y ser cualquiera. Cuando hice Las mujeres de Shakespeare, fue estimulante. Todo parecía posible. —Sus ojos adoptaron una mirada lejana—. Pero luego… siempre vuelvo a la tierra. Las luces se encienden y me recuerdan la realidad. Y mi situación emocional, con respecto a Grace, ha sido un reto.

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Elizabeth no dio más detalles, así que Summer le dio la vuelta. —¿Porque te has estado protegiendo tan cuidadosamente para que ella nunca supiera lo que sientes? No contestó durante unos minutos. —Se convirtió en un hábito de tanto tiempo, el encerrar mis sentimientos en mi interior para que todo lo que se vea sean muros. Y en algún momento, creo que también se convirtió en un hábito el no permitirme ser espontánea o abierta. Sopeso cada palabra, cada emoción, antes de atreverme a expresarla. Se ha convertido en una piel protectora de la que no me puedo desprender por capricho. Esto es lo que soy ahora. —Miró a Summer con atención—. ¿Entiendes lo fuera de lugar que fue para mí hacer lo que hice anoche? Tener un momento espontáneo… uno audaz… es una aberración que me asombra. Summer parpadeó. —Supongo que sí. —¿Dices que no habías conocido a nadie como yo? Pues no puedo ni imaginarlo. A veces me pregunto cómo es ser tú. Tan abierta a todo y a todos. Haciendo cosas por capricho. ¿Como ese día que decidiste que había que salvar la reputación de Hunt? Te metiste sin pensarlo. —Oh, lo pensé mucho, créeme. —Bien, pero te arriesgaste de todos modos. ¿Cómo sabías que iba a funcionar? ¿Cómo puedes decir simplemente lo que piensas y sientes? ¿No te preocupa, que sea usado en tu contra para hacerte daño? No se le había ocurrido. —¿No? —No. —Elizabeth soltó una carcajada de asombro—. ¿Y supongo que todo el mundo en tu vida sabe que eres gay?

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—Definitivamente. Me gustaría salir oficialmente algún día, para todos los demás chicos gays que necesitan un poco de valor extra. Solo estamos calculando el momento. —Ya veo. —Los nudillos de Elizabeth se blanquearon mientras sus manos formaban puños—. Incluso la idea de estar fuera del closet me llena de temor. ¿Estar tan expuesta? ¿Tan abierta al abuso? —¿Porque te haría sentir muy vulnerable? —Por supuesto. Pero eso no es todo. Llevo años siendo odiada por mucha gente que ni siquiera me conoce, y salir del closet solo sería añadir más leña al fuego. Puedo imaginar los correos de odio. Dios, es agotador. —Puede que te sorprendas. La gente no es siempre su peor versión. Tengo la esperanza de que esté cambiando. —No eres una villana, Summer. Nuestras historias de salida del closet serían recibidas con reacciones muy diferentes. —Tal vez tengas razón. Y lo siento si la tienes. Pero me gustaría señalar que no todo el mundo te odia. —Summer le lanzó una brillante sonrisa—. Puede que haya mencionado antes que todo el equipo de baloncesto LA Goldstars te ama. O, al menos, aman a la Dra. Hunt. —¿Ese es el nombre del equipo de Chloe? —Elizabeth hizo un ruido ahogado, entre una risa y un resuello—. ¿Podrían ser un poco gay por casualidad? —¿Qué lo delató? —Summer se rio—. Sí, todas lo son, excepto Chloe. Ella bromea con que es la hetero simbólica. —Así que, básicamente, ¿estás diciendo que soy universalmente despreciada por todos, excepto por un puñado de baloncestistas lesbianas? —Elizabeth dijo arrastrando las palabras—. Qué alentador. —No son solo ellas. Por alguna razón, tú también me gustas mucho. Aunque a veces me confundes mucho. Eres talentosa, interesante y muy divertida cuando decides serlo. Creo que tal vez estás metida en mi cabeza como una canción de Madonna. —Summer

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se puso de pie, ofreciendo su mano a Elizabeth—. No te preocupes, solo una de las buenas. Como Vogue. Elizabeth le sujetó la mano y se levantó. —Nunca sé cómo responder cuando sueltas cosas al azar como esa. ¿Siempre has sido así tan directa? Empezaron a caminar de vuelta al set. —Ah, no —dijo Summer—. Solo cuando me hice mayor. Cuando era Punky, era una niña flaca de ojos grandes a la que la fama le resultaba abrumadora. Me reconocían en todas partes y solo quería arrastrarme y esconderme. Entonces, mis padres consiguieron esa trilogía en Londres. Normalmente, Autumn y yo nos quedábamos con nuestros abuelos cuando nuestros padres hacían cosas de localización a largo plazo. Pero esta vez, mientras Autumn se quedaba en casa para terminar el instituto, mamá insistió en que me fuera con ellos, para que pudiera pasar mi incómoda adolescencia en algún lugar normal como una desconocida. Eso salvó mi cordura. —Sabio. —Incluso mamá tiene sus momentos. —Me gustó tu madre. Es divertida, cálida y compasiva. Me… agradó mucho. —Por supuesto que sí. No dejó de avergonzarme para tu diversión. —Solo un poco. —Elizabeth soltó una pequeña carcajada—. Tienes sus ojos, por cierto. Y su sonrisa. Se parecen mucho. Es preciosa. La zancada de Summer tartamudeó. —¿Qué? —Elizabeth la miró. —Te das cuenta de que acabas de llamarme hermosa. Las mejillas de Elizabeth adquirieron un ligero tinte rosado. —No he hecho tal cosa. —Sí, lo hiciste —se burló Summer.

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—Ay, por Dios… Bien. —El tinte de las mejillas de Elizabeth enrojeció—. Obviamente, no estoy ciega. Eres atractiva. —Y… —¿Y qué? —Y por eso me besaste. —¿Es necesario? —Elizabeth parecía dolida. —Sí. —Sonriendo, Summer añadió—: Entonces… ¿disfrutaste besándome? Elizabeth puso los ojos en blanco. —Fue… agradable. Como si no pudieras decirlo. —Su expresión se volvió apenada—. Aunque lamento mucho haber perdido el sentido común y no haberlo pensado en lo más mínimo. Siento que te hayas sentido utilizada. —Te creo. —Summer se puso seria. Luego, hizo una pequeña media sonrisa, sintiéndose avergonzada y triste a la vez—. Solo… por favor, no lo vuelvas a hacer, ¿bien? Lo digo en serio. No me importa que me vuele la cabeza. Las cejas de Elizabeth se levantaron con sorpresa. —No, no seas engreída —dijo Summer—. Me encantó el beso. Pero soy una persona real con sentimientos reales y solo porque tengas ganas de… lo que sea que haya sido… no puedes volver a hacerme eso. Dolió después cuando explicaste que no fue nada. Si vuelves a besarme, tienes que hacerlo con cada fibra de tu ser. ¿Lo entiendes? Porque no soy lo suficientemente fuerte para esto. No puedes jugar conmigo. ¿De acuerdo? Los ojos de Elizabeth se abrieron de par en par. —Lo prometo. Y lo lament… —Sé que lo haces. —Summer agitó la mano—. Vamos a olvidarlo. Sigamos adelante. Seamos… amigas. —Por supuesto.

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La mandíbula de Summer se endureció. —Dios. Qué día. O semana, en realidad. —Y el resto. Han sido un par de meses absurdos, fingiendo estar enamorada de ti para conseguir un papel, mientras para el mundo, estoy encerrada en el closet. Summer se rio. —Sería una buena comedia británica. —Ah, estoy segura. —Se acercaron a su tráiler—. ¿Puedo ofrecerte una cena de reparación? —preguntó Elizabeth—. De alguna manera, terminé con mucho, mucho queso. Además, hay Coca-Cola Light. Y música mala de los ochenta. Encontré el CD de mezclas de alguien detrás del microondas. Y, a riesgo de invocar de nuevo a Madonna, la primera pista es Holiday, así que sabes que va a ser diabólica. —Guau, gas negro y bellas artes. Sabes cómo cortejar a una chica. —Summer sonrió brevemente antes de que se le borrara la sonrisa. No habría ningún cortejo por parte de Elizabeth. Por lo menos, hoy había aprendido eso. El corazón de la mujer estaba puesto en Grace. La expresión de Elizabeth se volvió arrepentimiento. —Summer, si las cosas fueran diferentes, si no tuviera a otra persona de la que… no puedo deshacerme, por mucho que lo intente, entonces, esta sería una conversación totalmente diferente. Creo que eres hermosa, por dentro y por fuera. Las mejillas de Summer se calentaron ante el cumplido. «Espera, ¿alguien de la que no puedo deshacerme?». ¿Lo había intentado? La esperanza surgió, y Summer se odió a sí misma por ello. Esto ya era bastante difícil. —Tengo ginebra —subió la apuesta Elizabeth—. He oído que lo mejora todo. Aunque puede que me esté citando a mí misma. —Casi tan bueno como la cerveza. —Ante la mirada de sorpresa de Elizabeth, Summer le dio un ligero codazo en las costillas—. Dios, es fácil meterse con los ingleses. Al menos no he sugerido calentar el té en el microondas.

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—Dios mío. —Elizabeth la fulminó con la mirada—. Impía. —Sí, lo sé. Pero creo que te dejaré con tu Hendrick's y Madonna, ¿bien? Necesito un tiempo de descanso. Tengo mucho en qué pensar. —Lo entiendo. Hasta mañana entonces —sonrió Elizabeth—. PostMadonna. —Si ese mundo existe. Eso le valió una risa relajada y un saludo con la mano, antes de que se oyera el chasquido de la puerta del tráiler de Elizabeth al cerrarse. Summer se quedó mirando la puerta durante unos instantes, asombrada por lo mucho que había cambiado en un día.

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Capítulo 19

S

ummer se quedó unos días después de que terminara el rodaje de sus escenas. Se debatía entre quedarse toda la semana y disfrutar de unas minivacaciones, como le había ofrecido Jean-Claude. Si no, podría disfrutar de la fiesta de clausura; Dios sabía que el francés organizaba buenas fiestas. Era tentador, sobre todo teniendo en cuenta cómo estaban las cosas con Elizabeth. Habían adquirido la costumbre de relajarse juntas después de que Elizabeth terminara cada día. Summer la acosaba con tazas de té e historias tontas, mientras Elizabeth se quitaba los zapatos, se quitaba la camisa de franela y se desplomaba en el sofá. Mientras Elizabeth sorbía el té, siempre le lanzaba a Summer una mirada tan profundamente agradecida que hacía que se le estrujara el interior. Poco a poco, Elizabeth empezó a compartir fragmentos de su vida. No mucho, pero más que antes. A menudo hablaba de su infancia y de su hogar. Citaba mucho la literatura y, finalmente, admitió que el hábito lo había adquirido de las rodillas de su madre. —Convive con una profesora de literatura y te reto a que salgas sin saber citar tus fuentes —bromeó una noche, recostada en el sofá, con los ojos entrecerrados y una sonrisa genial en el rostro. Era lo más relajada que Summer la había visto en su vida. Deseó poder congelar la imagen para siempre. Summer, por su parte, le contó cómo creció con su loca y caótica familia. —Tienes que amar la torpeza, esa es la regla número uno; el color, esa es la regla número dos, y no cuestionar lo absurdo, la regla número tres. —¿Lo absurdo?

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—Vibraciones, sentimientos, etc. Hacer o creer cosas porque se sienten bien, no por ninguna razón lógica. —¿Y tu padre también está de acuerdo con esto? —preguntó Elizabeth, inclinándose hacia delante—. Brock no parece un hombre ilógico. —Todos le seguimos la corriente mamá. Es muy difícil discutir con ella. No tienes ni idea de lo agotador que es. Ni siquiera me hagas hablar del año en que decidió que adoptaríamos las plumas como moda. —¿Plumas? Summer suspiró. —Fue mucho peor de lo que parece. —Oh, lo dudo. Suena fatal. Entonces, ¿qué influencias tuvo tu padre en ti? Sospecho que no es tu coordinación. —Ja, ja. Sí, papá se dio cuenta muy pronto de que era una inútil para las artes marciales y todas las demás cosas físicas que intentó enseñarme. Dice que tengo el equilibrio de un cervatillo. —Imagínate. —Elizabeth no ocultó su sonrisa. —Así que hizo lo mejor que pudo: me enseñó a caer correctamente, para que no me hiciera daño al aterrizar. Vaya, eso sí que me ha resultado muy útil. Elizabeth se echó a reír. Era el sonido más dulce, alto, ligero e inesperado. Ella misma parecía aturdida por ello. —Ay, Dios mío. No me había reído así desde hace… —Se le cayó la cara—. ¿Años? —Las historias de mis padres tienen ese efecto en la gente. —Ah, estoy bastante segura de que no son tus padres. Es más… — Dibujó su dedo en un círculo en el aire alrededor de la cara de Summer—. El efecto Summer. —¿Hay un efecto «yo»?

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Frunciendo los labios, Elizabeth dijo: —Ciertamente lo hay. No estoy segura de cómo cuantificarlo. Probablemente, desafía a la ciencia. Estoy segura de ello. —¿Sí? —Summer la miró, perdida—. Em, ¿qué ciencia? —La capacidad estadísticamente improbable de bajar mis defensas hasta el punto de hacerme reír así. —Parecía desconcertada—. No estoy segura de qué pensar. Desde luego, ahora mismo eres mi anomalía científica favorita. —Sonrió y tomó otro trago de té. Oh. Vaya. Summer se sintió cálida, complacida y empalagosa. La tristeza la invadió tan abruptamente que casi jadeó. Confundida, la alejó y sonrió; se sirvió más té y siguió contando a Elizabeth más historias absurdas de su infancia. Cuando se fue a la cama esa noche, Summer le dio vueltas a su repentina tristeza, incapaz de identificar su origen. A eso de las dos de la mañana, se incorporó cuando la cruda verdad la golpeó. Elizabeth era como si le mostraran una gema preciosa y le dijeran que podía acercarse tanto como quisiera para admirarla, pero que nunca podría tocarla. Que no era para ella, y que nunca lo sería. A medida que su relación se profundizaba, el hecho de saber que Summer nunca tendría todo de ella, dolía más cada día. Ahora era un dolor constante y de bajo nivel. No podía quedarse aquí. Era demasiado fácil en este desierto, a solas con Bess, que el mundo se disolviera, que se perdiera en los sentimientos desordenados e inconvenientes que se estaban volviendo demasiado poderosos. A la mañana siguiente, Summer hizo las maletas y ofreció sus excusas, unas excusas que hicieron que los ojos de Elizabeth se nublaran de confusión y sus labios se abrieran con preguntas no formuladas. Summer se alegró de que no las haya hecho; no habría soportado las mentiras que hubiera tenido que decir. Delante de Jean-Claude y de algunos miembros del equipo de producción que bostezaban, compartieron un breve beso de despedida, bastante incómodo, y un abrazo suave y estremecedor,

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antes de que Summer se retirara a su auto y saliera a toda velocidad del Parque Nacional de Kings Canyon.

Cuando llegó a casa, se metió en la cama durante unos días, sin ganas de interacción humana. Revolcarse en su miseria le parecía un objetivo vital apropiado. Alrededor del tercer día, Chloe le tiró una almohada y le dijo que dejara la melancolía. No era una melancolía si tenía el corazón legítimamente roto, ¿verdad? Bueno, no roto-roto. Más bien abollado. ¿Ligeramente magullado? Lo peor era que ese beso caliente todavía llenaba sus sueños, y dejaba su cuerpo ardiendo cada mañana. La llegada no anunciada de Autumn al día siguiente interrumpió la nueva dieta de Summer de helados y telenovelas diurnas. Abrió la puerta en pijama a las once y volvió a arrastrar los pies hasta el sofá. —Hay Coca-Cola Light en la nevera —le dijo a su hermana, que la había seguido. —Sabes que no toco la muerte negra. Tú tampoco deberías. —Suenas como Bess. Maldita sea. Había estado tratando de no pensar en ella cada cinco minutos. Trató de concentrarse en la cabeza de la estrella de las telenovelas. Tenía un extraño tic de lamerse los labios antes de pronunciar cada línea. Autumn le arrebató el control remoto de las manos y apagó la televisión. —Tenemos que hablar. —¡Oye! ¿Cómo voy a averiguar quién es el padre del bebé de Crystal? —Summer, es sobre el trabajo. Eso llamó su atención.

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—¿Choosing Hope? —Sí. —Al fin me despidieron, ¿eh? —Se desplomó—. Bueno, Ravitz me tenía entre ceja y ceja. Me miraba como si estuviera averiguando dónde enterrar mi cuerpo. —¿No sería esto el cierre perfecto para su mes? Corazón aplastado (un poco). Cheque de pago cortado. De vuelta a la carrera de audiciones. —No te han despedido —dijo Autumn con cautela—. Es otra cosa. —Deslizó su mirada hacia arriba y ensanchó su nariz. «Ay, no. Mala señal» —Mierda, ¿qué es? —Summer se sentó, preocupada. —Mira, mientras estabas en medio de la selva, fueron emitidos los episodios finales de Hope, aquellos en los que tú y Thornton tenían ese extraño ambiente entre ustedes. ¿Qué demonios intentaban interpretar? Summer se encogió de hombros. —Ni idea. Nunca lo descubrimos. —Aparentemente, esa fue una reacción común. —¿Eh? —Los fans se dieron cuenta. Junto con miles de nuevos fans que reclutaron para tratar de resolverlo con ellos. —No entiendo. —Los espectadores comenzaron a «shippearlas». Hunt y Carter tienen ahora el acrónimo de «Hunter». He oído que la fanficción y fanart lésbico están derritiendo el Internet. Hunter es el fandom de más rápido crecimiento en el mundo ahora mismo. —¿Lesbi… fanficción? ¿Qué demonios? —Summer se esforzó por dar sentido a las palabras. Sonaba como si la gente quisiera que los personajes de Elizabeth y ella fueran pareja. Autumn exhaló.

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—Ya me escuchaste. Ahora Ravitz y Lenton te llamaron a ti y a tu cómplice para una reunión urgente. Es el próximo martes a las diez. Vístete bien. Sé educada y no intentes hacerte la graciosa. ¿Una reunión? ¿Así que querían despedirla? Ella no había pensado que su actuación había sido tan fuera de lugar. Seguro que había estado en un lugar oscuro durante la mayor parte de esas semanas. ¿Cómo de horrible había sido? —Ah, mierda. —Exactamente. —Pero ¿por qué están arrastrando a Elizabeth también? Ella solo reaccionó a lo que yo hice. No contribuyó. —¿La jefa Hunt también había actuado de forma diferente? ¿Tal vez un poco menos mezquina? Summer se devanó los sesos tratando de recordar, pero ese tiempo para ella estaba nublado en un remolino de miseria—. De todos modos, no pueden despedirla por lo que hice. Además, no tiene sentido despedir a alguien a quien ya están planeando sacar en la próxima temporada. —¿Tal vez están adelantando su salida? —Autumn sugirió—. Más bien algo como una salida abrupta. Tengo la impresión de que no les gusta. —Así es. Pero tampoco es su culpa. Tenían una trama de mierda preparada para que Hunt tuviera una aventura de una noche borracha con un interno apenas legal, y ella se negó a hacerlo. Como represalia, jodieron deliberadamente su personaje. Juntaron a Méndez y Hunt, solo para que ella le rompiera el corazón de la manera más cruel para poner a los fans en su contra. Autumn la miró. —Summer, escúchame bien. Lo que le hagan el martes no es asunto tuyo, ¿bien? Si deciden castigarla, despedirla o hacer que su personaje se una al circo y haga malabares con zorrillos, no te involucres. Eso lo tiene que resolver ella. No digas nada que no tenga que ver contigo. Sé que te preocupas por ella… —Hizo una pausa y luego levantó las cejas.

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Summer esperó a que terminara. —Ah, ¿ya no vamos a hacer esto? —preguntó Autumn—. ¿Tu negación automática de que no es lo que pienso, y que solo fue cuando eras joven? —Puedes irte cuando quieras. —Summer frunció el ceño. —Maldita sea, maldita sea, maldita sea. ¡Carajo! —Autumn enterró los talones de sus manos en sus ojos—. Esto… no ayuda. Se suponía que esa inyección debía curarte, no empeorarla. ¿Y ahora tenemos que lidiar con Hunter también? ¿Qué pasa con ustedes dos que siguen atrayendo lo gay? Especialmente, lo gay entre ustedes. «Si tan solo lo supiera». —Autumn. —Intentó su tono más conciliador—. Me comportaré en la reunión. ¿Algo más? —No. —Suspiró—. Summer, ¿estás bien? No pareces tú misma desde que volviste. ¿Pasó algo allá? —No. A menos que cuentes algunas picaduras de mosquito. —¿Y te enfrentaste bien a las escenas de sexo? ¿Fue duro o lo superaste? —Las dos cosas. Pero estoy bien. —Summer agarró el control remoto—. Creo que Javier es el padre del bebé. Siempre estaba cerca cuando Crystal salía con ese magnate de los medios. Autumn captó la indirecta. —Siempre puedes hablar conmigo, lo sabes. Y entiendo que quieras holgazanear, pero ¿pijama en pleno día, Summer? ¿En serio? —Son mis vacaciones. —Miró fijamente. —Bueno, bien. —Autumn levantó las manos—. Nos vemos el domingo para comer como siempre. Pero recuerda, el próximo martes a las diez. Summer pulsó el botón de encendido y reanudó su novela.

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Habían pasado nueve días desde que Summer vio por última vez a Elizabeth. Había estado contándolos y ni siquiera se molestó en negar lo contrario. Summer tenía sus pensamientos divididos sobre el hecho de volver a verla. Por un lado, habían dejado las cosas como amigas. Por otro, los crecientes sentimientos de Summer no podían cerrarse como un grifo. El recuerdo del beso la atormentaba a menudo. Igual de fuerte era el recuerdo de sus conversaciones en las noches. Por supuesto, la triple amenaza era que Elizabeth seguía luciendo… aish… increíble. El pelo le caía en cascada sobre los hombros. ¿Tenía que llevar un chaleco azul marino sobre esa camisa blanca? «¿Está tratando de matarme?». Summer se sentó en una silla junto a Elizabeth, frente al director Bob Ravitz, el director del programa Stanley Lenton, el guionista jefe Hugo Pollard y el hijo del presidente de la cadena, cuyo nombre nunca podía recordar. Nunca visitaba el set. Estos eran los grandes. Su pulso, que latía ansiosamente, se calmó un poco. Seguramente no lo invitarían a él ni a Hugo a un despido. Elizabeth miró hacia allí y asintió cortésmente a Summer. ¿Cómo se había tomado la noticia de su fandom «Hunter»? ¿Su gente estaba trabajando febrilmente en estrategias para convertirlo todo en un encantador brillo de heterosexualidad vainilla? Probablemente. —Srta. Hayes, por fin, gracias por acompañarnos —dijo Lenton. «Imbécil». Summer no convenientemente educado.

llegó

tarde.

Murmuró

algo

—Les agradezco que hayan venido en su tiempo libre antes de que estemos oficialmente de vuelta para la séptima temporada — continuó el productor. Su mirada parpadeando entre ellas—. Como saben, durante la pausa, se emitieron los últimos episodios de la última temporada. Fue… toda una revelación ver la reacción. Elizabeth lanzó una mirada a Summer.

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—Hunter —dijo Ravitz—. Así es como las llaman ahora. ¿Creían que no nos íbamos a enterar de lo que tramaban? —El director clavó sus ojos oscuros en Summer—. Lo hablé con Stanley cuando pusiste el primer subtexto lésbico en… ese episodio con los dedos teñidos. El ritmo cardíaco de Summer casi se triplicó. «Mierda, ¿se dio cuenta de eso?». —Dios, todo el mundo trata de encontrar una manera de hacerse notar en la televisión —continuó Ravitz—. ¿Así que esa era tu jugada? Lo entiendo. Solo me sorprende que la convencieras a ella de seguir el juego. —Señaló a Elizabeth, que no reaccionó en absoluto—. Lo hablé con Stanley y decidimos no detenerlo y ver qué hacían los fans con él. A ver si también lo notaban. —Sí que lo notaron —dijo el hombre de la cadena—. Esta mierda de las lesbianas está en todas partes. Memes, arte, redes sociales, todo. La gente está escribiendo malditas tesis sobre el estado emocional que estaban interpretando. —Resopló—. Cristo todopoderoso, los espectadores deben estar aburridos. —Sí, Jason. —Lenton le dedicó una brillante sonrisa de caimán—. Ciertamente deben estarlo. Así que, bien hecho, Srta. Hayes. Hiciste lo que te propusiste y te hiciste notar a lo grande. Summer lo miró fijamente, incapaz de pensar en algo que decir. —Habíamos tratado de entender qué había para la Srta. Thornton, pero ahora lo sabemos. —El productor se volvió hacia Elizabeth—. ¿Pensaste que no lo descubriríamos? —¿Y qué sería eso? —Los hombros de Elizabeth se tensaron, aunque su tono sonó relajado. —Maldita sea. Primero, añadieron el subtexto. Luego, las fotos de los paparazzi, a los que obviamente avisaste para que estuvieran esperando. Summer sacudió la cabeza para interrumpir, pero él levantó la mano.

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—No te molestes. Mira, Hollywood es un pueblo pequeño. Conocemos los secretos de todos. Así que sé que ustedes dos pasaron su hiato haciendo una película artística queer interpretando a dos amantes para Jean-Claude Badour. Así que todo este asunto anterior fue un truco publicitario encubierto, usando nuestro programa. Probablemente, pensaron que para cuando se emitieran esos episodios, la gente hablaría de su química y de los rumores de homosexualidad. Entonces, se correría la voz de que hay una escena de sexo real en esa película independiente, y todos saldrían corriendo a verla. Muy inteligente. El puto marketing sigiloso en su máxima expresión. Con la boca abierta, Summer intentó objetar de nuevo. La mano de Elizabeth presionando con urgencia sobre su muslo, le hizo cerrar la mandíbula. —Bueno, supongo que el show terminó —dijo Elizabeth suavemente con un pequeño encogimiento de hombros—. Nos atraparon. ¿Y ahora qué? Lenton se rio. —Lo sabía. Muy astutas. —No parecía demasiado molesto. En realidad, parecía bastante satisfecho de tener razón. La mano de Elizabeth desapareció del muslo de Summer. El cálido zumbido permaneció. «Pierna traidora». —Lo hemos discutido y nos vamos a adelantar —continuó Lenton—. Vamos a hacer una reventa con esa película francesa y a utilizar su marketing furtivo para nuestros propios fines. La cadena está detrás de ella. No es de extrañar cuando ves los índices de audiencia que estamos obteniendo desde que empezaron con sus acrobacias con Hunter. Tenemos a todos estos nuevos fans queer sintonizados, y se lo han dicho a sus amigos, y los espectadores heterosexuales están todos como: «¿Cuál es el maldito alboroto? », y ahora… —Levantó una página con una lista de números—… Choosing Hope es oficialmente el programa no deportivo número uno en los Estados Unidos. No solo en nuestra cadena. No solo de los dramas. En todo. Todos los programas. Todos los canales.

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«¡Mierda!». Summer se quedó boquiabierta. Elizabeth se quedó con la boca ligeramente abierta. —¿Cómo piensan utilizar exactamente esto en su beneficio? —le preguntó a Lenton, con voz sedosa. —Para empezar, hemos decidido apoyar a los fans de Hunter. Más que eso, lo haremos realidad para ellos. «Qué. Carajos». Elizabeth se puso rígida a su lado. —Esto también dará un impulso a nuestra cuota de diversidad para la cadena —dijo el hombre de la cadena—. Vamos a exprimir al máximo esto. Un romance lésbico candente a petición de los fans. —La Dra. Hunt es la villana. —El tono de Elizabeth era cauteloso— . ¿Por qué creo que hay algo más que un romance? —Perceptiva. —La sonrisa de Lenton se volvió mezquina—. Digamos que esa trama a la que te opusiste tan enérgicamente… ha sido reescrita. Esta vez no hay escapadas de borrachos. Y tu interés amoroso es obviamente mayor que un interno aún con pañales, así que la integridad de tu precioso personaje está intacta. Pero todo lo demás se queda. —Hunt sigue siendo la jefa de Carter. —Soy muy consciente. —Hay un problema de equilibrio de poder. —Pero no una de edad o de alcohol. Tienes dos de tres. Yo tomaría eso como una victoria, ¿verdad? —Su mirada se agudizó. Elizabeth dudó. —¿Y la Dra. Hunt ahora es bisexual? —Diablos, no. —Se rio—. Descubriremos que la razón por la que era tan bruja con Méndez era porque ha estado ocultando su gay interior todo este tiempo. Cien por cien homo.

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—Em —dijo Summer—, lo siento, pero ¿Joey no es heterosexual? ¿No ha estado coqueteando con Méndez? Bueno, más bien él coqueteando con ella, pero, aun así, pensé que ella estaba escrita como… —Ella era heterosexual —dijo Lenton—. Hunt va a convertirla en queer como un billete de tres dólares. «¿Convertirla?». «¿Convertirla?». —Así no es como funciona. —Los ojos de Elizabeth se entrecerraron. —Ahora sí. —Lenton le dirigió una mirada fulminante—. ¿Crees que me importan las leyes de la sexualidad? Los fans de Hunter quieren acción. Los índices de audiencia hablan. Así que eso es lo que pasará. —Pero, Sr. Lenton —dijo Summer con cuidado—, ¿no se verá esto como algo depredador? ¿La inocente y dulce Joey siendo seducida por su malvada jefa? —Sí. —Casi sonríe—. Lo hará. Hunt es la villana por una razón. Elizabeth frunció el ceño. —Bueno, pero ¿eso no enfadará a tus espectadoras lesbianas? — Summer lo intentó de nuevo—. ¿El hecho de que estés sugiriendo que es una especie de lesbiana intrigante y depredadora? —Bueno, estoy seguro de que la Srta. Thornton puede caminar con delicadeza por la línea, para que mantengamos a los fans queer liberales, así como la trama vanguardista. —Giró su mirada hacia Elizabeth, desafiándola con una mirada fija—. Tenía la impresión de que eras una actriz brillante. ¿Shakespeare y demás? ¿Estaba mal informado, Srta. Thornton? Elizabeth no reaccionó. —¿Y si decimos que no? —preguntó en voz baja.

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—No te despediríamos, si es lo que te estás preguntando. ¿O esperabas que lo hiciéramos? —Le dirigió una mirada cómplice—. Tu contrato es demasiado caro para pagarlo. El de ella no lo es. —Lenton señaló a Summer, que se estremeció—. Despediríamos a la Srta. Hayes como represalia por haber iniciado este lío, y su última temporada será tan divertida como hacer un lance de forúnculos. Y cuando los fans de Hunter se quejen de que la dulce Joey haya dejado el programa, se aclarará por qué se fue realmente. —¿Y por qué sería eso? —El tono uniforme y seco de Elizabeth apenas se elevó por encima de un susurro. —Ah, no lo sé. Oigo todo tipo de rumores sobre la bruja británica. Es difícil saber qué creer. ¿Acaso la encantadora Srta. Hayes huyó del programa debido a tus ataques de celos por su juventud y belleza? ¿Quién sabe lo que a HGZ se le ocurrirá informar? «¿Chantaje?». Las fosas nasales de Summer se encendieron. «Bastardo». Espera, ¿eso significa que él era el que infiltraba la información? —¿Y? —Ravitz finalmente habló de nuevo, con un brillo divertido en sus ojos—. Supongo que tenemos una nueva y emocionante trama en la que ambas estarán encantadas de participar. Nadie habló. —¿Y bien, Srta. Hayes? —Lenton la pinchó. Las palabras de Autumn sonaron en la cabeza de Summer. «Habla solo por ti». Bien, ¿era esto bueno para su carrera? Definitivamente. ¿Un bombardeo publicitario sobre ella en el programa número uno de todo Estados Unidos? Ella puso una sonrisa. —Estoy segura de que Joey puede encontrar su bisexual interior. O su gay interior. Lo que quiera, Sr. Lenton. —Excelente. —Dirigió su mirada de medición a Elizabeth—. ¿Y la Srta. Thornton? —El tono de Lenton la retó a desafiarlo. Elizabeth lo recibió con una mirada imperturbable.

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—¿Saben?, ya que Choosing Hope es el número uno, sería excepcionalmente tonto destrozar la razón por la que se llegó ahí. Y creo que lo saben. —Su mirada se desvió de un rostro a otro. Sonrió con serenidad. Las mandíbulas de Lenton y Ravitz se apretaron en estéreo—. Sin embargo, misteriosamente, he visto a hombres en este negocio anteponer sus propios egos al éxito, solo para demostrarle un punto a alguien que les haya hecho enfadar —dijo—. El hecho es que Summer tiene demasiado talento como para despedirla. Es una pena que aún no lo entiendan. Así que voy a hacer esto, y entonces lo verán: ella será impresionante en esta historia. —Bess, no tienes que hacer esto por mí —dijo Summer en voz baja. —Solo me queda una temporada. Podrías tener muchas más. — Volvió a mirar a los hombres—. Haré que mi gente se ponga en contacto con ustedes con mis condiciones. Nada de escenas de sexo, por ejemplo. Siento decepcionarlos. —Sus ojos se endurecieron—. Un fundido a negro es lo máximo que acepto. No quiero que ninguno de las dos sea explotada para conseguir audiencia. Y no intenten decirme que no lo harían. Todos sabemos que no es así. Los hombres se miraron, pero no hablaron, como si temieran que ella dijera que no. »Y tengo libertad creativa precisamente en cómo retratar el cambio de la jefa Hunt al lesbianismo. —Elizabeth entrecerró los ojos—. No será una depredadora. Al menos, no en este tema. Háganla tan oscura como quieran en cualquier otro ámbito, pero en este, no estará jugando. Lo que sea que sienta por Carter o por su propia salida del armario, significa algo para ella. Algo real. El productor intercambió miradas con el guionista jefe. Hugo se lamió los labios pensativo y asintió, garabateando una nota. —Puedo hacer que eso vuele —murmuró a Lenton—. No hay problema. Lenton miró a Elizabeth durante un largo rato. —Muy bien. Estoy seguro de que podremos llegar a un acuerdo. — Esbozó otra sonrisa aceitosa y luego barajó sus papeles—. Buena

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reunión. Mi gente se pondrá en contacto con la tuya. —Su mirada se desvió para observar a Summer—. Nos vemos en el trabajo la semana que viene. La reunión terminó y todos los demás salieron, dejando a Summer mirando con los ojos abiertos a Elizabeth. —Eso fue… estuviste increíble. —Conoce tu propio poder, Summer —dijo—. Iban a seguir adelante con ese complot. No habríamos podido salir de él sin un lío de abogados. Pero yo quería algo de control, así que negocié donde tenía margen de maniobra. —Increíble. Y me encantó cómo le llamaste la atención por anteponer el ego al éxito. —No fue mucho. —Su sonrisa rozaba la picardía—. Pero admito que la oportunidad era demasiado grande como para resistirme, dado que estaban intentando desesperadamente que aceptara y no causar un escándalo por la trama como la última vez. —Fue espectacular. ¿Y puedes creer cómo pensaron que todo esto había sido un gran complot? ¡Marketing furtivo! —Por supuesto que sí. —Elizabeth recogió su bolso—. Ven el mundo a través de sus propios ojos. Complots en todas partes. En ese sentido, siempre es mejor dejar que crean que estás siguiendo el juego que ser engañado por él. Te da más ventaja. Así no te subestiman. Por eso te impedí que les dijeras la verdad. —Tiene sentido. Elizabeth le dedicó una sonrisa irónica. —Parece que nuestras vidas están a punto de complicarse de nuevo. —Parece que tenemos una habilidad para ello. Probablemente, Autumn llorará cuando se lo diga. —Creo que tendré que hacer que Delvine se lo diga a Rachel. Aunque me gustaría bastante verlo. —Elizabeth sonaba divertida—.

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¿Estás bien, Summer? Acabo de regresar a la civilización o habría llamado. Debo decir que ha sido extraño no tenerte cerca en el set durante la última semana. Parecía mucho más vacío. Incluso JeanClaude lo notó. Comentó que también te echaba de menos. «¿También?» ¿Elizabeth la había extrañado? —Ah, he estado de vacaciones. Poniéndome al día con mis telenovelas, haciendo mella a mi colección de helados, lamentando el hecho de no haber sacado mi cámara en semanas. ¿Y tú? ¿Cómo te ha ido? Se dirigieron juntas a la puerta. —Yo… he estado… —Hizo una pausa—. Iba a mentir y decir que todo está bien. Pero no lo está. El rodaje terminó. Me dirigí a casa, hice algunas tareas, me puse al día con Alex y Zara. Pero Grace está en modo misterioso y no nos hemos contactado. No estoy segura de qué hacer con ella. Summer sintió un ardor de placer en su pecho. —Gracias. —¿Por qué? —Por no mentir. M… me encanta que hayas compartido eso conmigo. Me encantan todas las cosas que has compartido conmigo últimamente. Significan mucho. Los labios de Elizabeth dieron un pequeño respingo. —¿Te gustaría tomar un té conmigo? Joe's está en la esquina. No hace una mala infusión para un establecimiento americano. —Estoy de acuerdo. Pero no creo que pueda. —¿Estás ocupada? —Un poco —dijo Summer. No estaba preparada para estar cerca de la mujer que hacía que sus hormonas zumbaran—. ¿Tal vez en otro momento? Elizabeth asintió.

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—Me encantaría. Llámame si te apetece. Su mirada esperanzada deshizo a Summer. Suspiró. «Tan condenadamente débil». —De hecho, creo que puedo cambiar una cosa. Me encantaría tomar un té contigo. —Genial. —Los ojos de Elizabeth se contrajeron de forma adorable. Dios. Summer estaba loca por hacerse pasar por más penas. Se oyó a sí misma decir: —Genial. Vamos. Tan débil. Era tan, tan débil.

—Déjame ordenar —dijo Summer en cuanto llegaron a la cafetería, que estaba repleta de pasteles, pan crujiente y olores a té y café—. Sé lo que te gusta. Además, te debo algo. —¿Qué cosa? —Espera y verás. Summer la empujó en dirección a las mesas cuadradas de madera, donde Elizabeth encontró un lugar con una buena vista por la ventana, lejos de otros clientes. Miró su reloj. Las once y media. Llamaría a Delvine después de esto y le daría la noticia de que, una vez más, iba a tener que lidiar con Lo Gay y Summer en la misma frase. Sonrió hasta que recordó lo que eso significaba: más escenas muy cercanas. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que la gente empezara a sospechar que de verdad tenía ciertas inclinaciones? Realmente no estaba dispuesta a soportar el escrutinio que eso supondría; ansiaba su privacidad. Y, desde luego, no podía enfrentarse a ser la chica del cartel de un grupo concreto. Cinco minutos más tarde, Summer regresó del mostrador, con una sonrisa burlona en el rostro. Dios, había echado de menos esa expresión descarada. Nada había sido igual desde que Summer había abandonado Eight Little Pieces

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de repente. ¿Cuándo fue la última vez que anheló la compañía de alguien? Incluso a Grace la prefería en pequeñas dosis. Pero no a Summer. —Te debo esto desde nuestro encuentro con Jean-Claude —dijo Summer—. Fue una promesa. —No tengo ni idea de lo que… —Elizabeth hizo una pausa cuando una camarera trajo dos tazas de té humeantes, y luego regresó con un pudín de lava de chocolate de aspecto pegajoso—. ¡Oh! —Era el pecado en un plato. Se le hizo agua la boca—. Ni siquiera es hora del almuerzo. Y mucho menos la hora de… —Hizo un gesto hacia el brebaje rezumante y rico en cacao. —Es la hora del almuerzo en algún sitio, y acompañará al té, que es una mezcla especial con chocolate. No es tan bueno como nuestro favorito, pero creo que te gustará. —Sospecho que necesitaré unas cuantas horas en la cinta de correr para compensar todo esto. —A Elizabeth le hormigueaban los dedos mientras miraba el postre. Tenía un aspecto tan celestial como el pudín de Marcus. —No hay problema, también pensé en eso. —Summer movió la mano por el lado del plato y extrajo los cubiertos—. Dos tenedores. Podemos compartir si necesitas racionalizar. —Ah. Eres una experta. —He conocido a muchas actrices en mi época. —Summer sonrió— . Vamos, pruébalo. El té se está enfriando. Y el postre hay que comerlo caliente. Quince minutos después, Summer la miraba fijamente sobre los restos de un postre muy agradable. Compartir la comida había sido un poco inquietante. No era algo que Elizabeth hiciera. Ni siquiera con Alex, ni siquiera cuando estaban saliendo. Le parecía demasiado íntimo. Pero Summer tenía una forma de arrastrarla a las cosas, ya fueran besos o golosinas de chocolate.

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De acuerdo, no era justo. Después de todo, ella había sido la que había arrastrado a Summer a ese beso. Pero la respuesta de Summer había sido embriagadora. —¿En qué piensas? —preguntó Summer. Ah, no. No iban a ir allí. —En cómo Devine se va a tomar las últimas noticias. Y… —¿Perdón? Eres Summer Hayes, ¿no? Una mujer de unos treinta años, bien vestida, clavó a Summer una mirada emocionada. —Así es. —Summer dejó tranquilamente su tenedor. —¡Dios mío, soy una gran fan de Punky Power! —¿De verdad? ¿Cuál es tu episodio favorito? —Me encantaron todos. No puedo elegir solo uno. Summer sonrió. —Ya veo. —¿Me das tu autógrafo? La mujer puso una 8x10 sobre la mesa. Era una foto en blanco y negro de una Summer adolescente como Punky, con un aspecto especialmente adorable. Qué conveniente que lo lleve consigo. La mandíbula de Elizabeth se tensó. Los «fans» profesionales guardaban fotos de docenas de estrellas en sus baúles y las sacaban para que se las firmaran si veían una. Luego, se daban la vuelta y las vendían en eBay. Si fuera ella, Elizabeth mandaría a la porra a esa mentirosa con un gruñido. Se preguntó cómo se las arreglaría Summer. —Me temo que no puedo. Ya ves que estás interrumpiendo la comida con mi amiga. —Lo siento mucho, pero por favor… Significaría todo. —¿Cómo te llamas? —preguntó Summer.

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—Summer. —Elizabeth se inclinó para advertirle que no era una fanática—. No creo… —Clarice. —La mujer la cortó con una mirada aguda, luego puso un bolígrafo negro y gordo sobre la mesa y miró a Summer expectante. Summer no hizo ningún movimiento hacia ella. —¿Y cómo se deletrea eso, Clarice? —Tomó un sorbo de té. —Ah, no tienes que escribir mi nombre. Solo fírmalo. Veo que estás ocupada. —Los ojos de Clarice pasaron brevemente por encima de Elizabeth, descartándola. —No, no me importa. —Summer devolvió su té al platillo y sujetó el bolígrafo—. Puedo personalizarlo y todo. De hecho, insisto. —No —dijo Clarice rápidamente—. No pasa nada. Solo quiero tu autógrafo. Summer agarró el bolígrafo, escribió durante unos instantes y le devolvió la foto. La expresión de la mujer cambió en un instante de furia. —¡Muérete! —Que tengas un buen día. —Summer la saludó con la mano mientras salía. Elizabeth negó con la cabeza. —¿Qué escribiste? —«Querida Clarice, es de mala educación hacerse pasar por un fan para solicitar autógrafos para luego venderlos. Esto hace sentir a los actores utilizados e insultados. Siempre sé amable. Summer». Luego añadí «xox». —Eso fue un buen toque. ¿Así que no eres tan dulce como pareces? —Elizabeth se rio—. ¡El escándalo! —Oye, soy dulce con los verdaderos fans. Solo odio a los estafadores. Ella fue tan obvia. No quería un autógrafo

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personalizado. No pudo nombrar un solo episodio que le gustara. Es demasiado mayor para pertenecer a mi grupo de fans, pero no dijo que fuera madre, algo que los padres siempre señalan porque les da vergüenza admitir que han visto la serie. Y llevaba una foto publicitaria. Era bonita la forma en que desgranaba las pruebas, con una pequeña línea de determinación en el entrecejo. —No eres un Sherlock normal —dijo Elizabeth. —Difícilmente. Además, también estamos en Joe's. —¿Qué quieres decir? —Estamos tan cerca del estudio que los cazadores de autógrafos suelen venir a este lugar, con la esperanza de encontrar a alguien famoso. Seguro que aquí alguna vez te han tendido una emboscada. —Nunca. Y he estado aquí docenas de veces. —Ah, Bess. —La expresión de Summer estaba llena de pesar—. Odio que te odien. Es tan injusto. Elizabeth se encogió de hombros. —Significa que puedo tomar mi té en paz —dijo con ligereza—. Y con charcos de chocolate que rezuman. Summer sonrió ante los restos del postre. —¿Así que disfrutaste de esto? —Mucho. Por no hablar de la persona con la que lo compartí. Summer perdió un poco la compostura y apartó la mirada, con las mejillas enrojecidas. Ah. Elizabeth se maldijo a sí misma. No había querido coquetear. Lo había dicho en serio, y había resultado seductor. Desesperadamente, buscó un nuevo tema. Summer se le adelantó. —Así que, ya que aparentemente soy Sherlock, ¿tal vez pueda ayudarte con tu otro misterio?

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—¿Mi qué? —¿Grace ha desaparecido? ¿Qué sabes al respecto? —Ah. Grace siempre me dice si se va a ir. Esta vez no. Fui a su casa cuando no contestó mis llamadas. Su vecino dijo que se fue en un taxi hace unos días. Summer frunció el ceño. —¿Intentaste enviarle un mensaje de texto? Si está lejos de una buena zona de recepción, los mensajes de texto a veces llegan si las llamadas no lo hacen. —Lo hice. Y nada. —Elizabeth terminó lo último de su té—. No es su forma de actuar. Le encanta repasar conmigo mis últimas experiencias actorales. Discutir las decisiones que tomé y demás. «Sermonearme, decirme en qué me he equivocado…». Elizabeth apartó eso de su mente. —Bueno, parece que se marchó por una decisión improvisada. —Estoy de acuerdo. Pero ¿por qué no ha contactado con ninguno de nosotros? —¿Sabes?, no creo que Grace sea tan difícil de resolver. Misteriosa no es realmente una palabra que aplicaría a ella. Elizabeth la miró sorprendida. Grace era imposible de entender en el mejor de los casos. —¿Ah? —Solo pregúntate a ti misma: ¿Qué es lo más importante para Grace? Y ahí es donde está y lo que está haciendo. Elizabeth la miró. —¿Y qué crees que es eso? Lanzándole una mirada de disculpa, Summer dijo suavemente: —Supongo que, ahora mismo, como siempre, Grace está centrada en Grace.

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La frase dejó a Elizabeth sin palabras. Durante las horas siguientes, después de cambiar de tema, hablar brevemente de Hunter, reírse de algunos recuerdos de la película de Jean-Claude y despedirse, solo pudo pensar en eso. ¿Summer tenía razón? La extraña e inquietante sensación en sus entrañas le dijo que la percepción era inquietantemente precisa.

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Capítulo 20

D

elvine aceptó la noticia de los planes en Choosing Hope para Hunter con una especie de gorgoteo estrangulado, seguido de un fuerte suspiro.

—Supongo que no debería estar tan sorprendida de que realmente vayan por ese camino —dijo—. Me refiero a que esa ridícula etiqueta de Hunter me asalta dondequiera que voy. Es enorme. Era cierto. Incluso Elizabeth, que evitaba activamente las redes sociales la mayor parte del tiempo, no podía escapar de ella. Después de que Delvine ahogara su sorpresa, le dijo a Elizabeth que siguiera la corriente. —Digamos que es un honor que a los fans les guste tu personaje, y que los guionistas no son tan interesantes y nunca se sabe a dónde irán a continuación. Después, sigue adelante. La diatriba de Rachel fue bastante más colorida. Se quejó y resopló, y dijo algunas cosas sobre la maldita inconveniencia de que todos los rumores en torno a Elizabeth tuvieran que ver con proyectos lésbicos. Pero, entonces, la sorprendió al final de la llamada. —Por cierto, ¿esa pareja Hunter? Profesionalmente, estoy un poco sacada de casillas. Pero ¿personalmente? Oh, demonios, Bess, es genial —confesó Rachel—. Mi esposa y yo lo hemos estado viendo. No podemos apartar los ojos de la pantalla. Ustedes dos son magníficas juntas. La química es eléctrica. Chispea en la pantalla. Intenta mantenerlo solo dentro de la pantalla, ¿quieres? ¿Tenían una química eléctrica? ¿Química eléctrica chispeante? ¿Qué drogas tomaba la gente? Elizabeth buscó en YouTube a Hunter y encontró unas dos docenas de escenas. Las vio, una tras otra. Y ahí estaba.

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¿Cómo había estado tan ciega a esto? La forma lenta en que arrastraba sus ojos sobre Summer, observando casi con asombro para ver lo que haría a continuación. La curiosidad innata de Elizabeth parecía otra cosa, algo mucho más interesada. ¿Cuándo había mirado Hunt a alguien con tanta ternura? Ciertamente no a Méndez. No es de extrañar que los fans gays estuvieran encima de esto. Elizabeth miró los comentarios. Sus ojos se abrieron de par en par. ¿Tres mil? Leyó una docena. Era innegable el entusiasmo de los fans. Estaban hambrientos de más, suplicando a los productores una relación entre la pareja. Elizabeth cargó el siguiente vídeo. Una compilación de todas las escenas de Joey/Hunt superpuestas con música romántica. Tenía más de un millón de visitas. ¡Un millón! Le dio play. Quince minutos más tarde, le dolía la mandíbula de tanto abrirla. Cuando se reproducen una tras otra, sus escenas son como una carta de amor entre dos mujeres. El dolor en la expresión de Summer era inquietante. En ese momento pensaba que Summer estaba furiosa con ella. ¿Cómo no se había dado cuenta de la conciencia en los ojos de la mujer? ¿La contemplación? ¿La curiosidad? ¿El claro interés? ¿Cuándo había empezado eso? Volviendo al principio del vídeo, vio su primera interacción. No. Nada. ¿Qué había cambiado? Volvió a mover el deslizador hacia delante, hasta la escena más reciente. Una imagen congelada de Carter y Hunt, de pie, ocupaba la pantalla. Los ojos de Carter estaban en los labios de Hunt. «Sutil». Su propia boca se curvó en una sonrisa divertida, apenas perceptible. Dios. Era tan mala como Summer. Su teléfono sonó. Elizabeth casi no contestó hasta que vio el nombre de la persona que llamaba. Luego se arrojó sobre el aparato.

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—¡Grace! —¡Cariño! Estás devuelta. —Los tonos bellamente modulados de Grace bajaron por el receptor haciendo que Elizabeth la extrañara aún más. Luego, se odió a sí misma por echar de menos a alguien que había desaparecido sin pensar ni decir nada. —Así es. ¿Dónde estás? —En algún lugar maravilloso y sorprendente. Cariño, te voy a mandar un boleto de avión para esta tarde. Reúnete conmigo. Debes venir a ver. —No puedo. Tengo que leer un nuevo guion antes de la próxima semana y… —Por supuesto que sí. No volverás al trabajo hasta dentro de unos días. Trae tu guion, estúdialo en el avión. Nos vemos esta tarde. Hasta pronto, cariño. ¿Qué? ¿Dónde? —¿Grace? El teléfono se había apagado. Sonó el timbre del monitor de seguridad de la puerta de entrada. Encendió el panel de comunicaciones. —¿Sí? —Entrega para Elizabeth Thornton. —Llegó una voz aburrida—. Máxima prioridad.

Palm Springs, California, no era ni maravilloso ni sorprendente, a pesar de que Grace se empeñara en venderlo, y hacía demasiado calor para el gusto de Elizabeth. Todo eso lo debía saber Grace, pero la había arrastrado hasta allí de todos modos. Estaban junto a la piscina, acostadas en las sillas de playa bajo las sombrillas, tomando bebidas afrutadas mientras las camareras aduladoras las atendían. —¿Por qué estoy aquí? —preguntó Elizabeth. Sonaba existencial. Grace sonrió.

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—Porque me gusta tenerte conmigo. Tu cara siempre me pone de buen humor. Ahora, toma, dime lo que piensas antes de que te pases con esos carísimos mai tais. —Le lanzó un guion a Elizabeth. Ah. ¿Solo estaba aquí para una evaluación del guion? Elizabeth aplastó su decepción. Tras estudiar el nombre del escritor (un desconocido) y el título, TBD (aún por decidir), hojeó las páginas. Parecía poco espectacular, no muy diferente de las docenas de guiones que Grace había rechazado desde que llegó a Estados Unidos. Era un romance con una pizca de drama, muchas miradas de anhelo con palmeras que se balanceaban. —Un poco predecible —sugirió diplomáticamente, devolviendo el guion—. No es exactamente Merchant Ivory Productions. Ni un corsé ni un sombrero a la vista. —Estoy rompiendo mi molde, cariño —dijo Grace con despreocupación—. He decidido arriesgarme con un prometedor cineasta. —Su cara se rompió en una sonrisa cuando un hombre apuesto y muy bronceado de unos treinta años se acercó y le besó la mejilla—. Roger, querido, esta es mi amiga, Bess. Bess, este es Roger Plympton, productor de Loving Under Palms. «Dios mío, ¿ese era el título?» —Aún estamos decidiendo el título —dijo él suavemente—. Y es mejor que Best Fronds Forever. —Se rio. Grace se unió con una risa alta y arrogante. —Encantado de conocerte. —Plympton le tomó la mano a Elizabeth y le dio un ostentoso beso que le puso los pelos de punta— . Deja que te presente a Jackie Benton, la directora. —Le hizo un gesto a una mujer para que se acercara y, cuando su teléfono empezó a sonar, se alejó para atender la llamada. Una mujer cuadrada con el pelo corto de color ébano, vestida con una camiseta, unos jeans y unas botas, se acercó y sus ojos recorrieron la figura de Elizabeth con interés.

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—Jax —corrigió, estrechando firmemente la mano de Elizabeth—. El guion aún no es gran cosa, pero pensamos convertirlo en algo maravilloso para tu amiga. —Sostuvo el apretón de manos un poco más de lo apropiado. Elizabeth murmuró algo neutro como respuesta. Su mirada se dirigió a Grace, que bebía un sorbo de su mai tai y las observaba divertida. —Dejaré que ustedes se pongan al día. Las veremos en la cena. — La sonrisa de Jax permaneció hasta que se fue. «Espera. ¿Cena?». Elizabeth se giró para ver que su mentora al menos tenía la delicadeza de parecer un poco avergonzada por haberla ofrecido como voluntaria para las tareas de cortejo esta noche. —¿Algo que quieras decirme? —preguntó. —Bueno, imagina mi sorpresa cuando descubrí que mi futura directora era una gran fan de Hunt. Es sorprendente que a alguien le pueda gustar esa amarga gota de ácido, pero ahí está. ¿Gota amarga de ácido? Hunt no era tan mala. Y mucho menos últimamente. Bueno, no cerca de Carter, al menos. Grace pinchó la bebida con su pajita un par de veces y agregó: —No pensé que te importara prestarme un poco de apoyo esta noche. Quiero este papel. En todos sus años, Grace nunca le había pedido nada. Elizabeth nunca había estado segura de si era porque no necesitaba ayuda o porque odiaba pedirla. Esto suponía un cambio radical en su relación, pero lo único que hacía Grace era dar un empujón a su bebida, con cara de aburrimiento. Plympton regresó, guardando su teléfono en el bolsillo. —Tengo que irme. Hasta la cena de esta noche, cariño. —Besó al aire la mejilla de Grace y la punta de su dedo recorrió su hombro. —Sí, adiós, Roger.

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Elizabeth miró fijamente a Grace, preguntando en silencio por el toque errante mientras el hombre se marchaba. —¡Dios, este sol! —Grace se abanicó con la mano—. Vamos a mi suite. Hablaremos como es debido. Ven. Elizabeth siguió a Grace hasta su suite, que resultó ser una habitación enorme con un ventilador de madera que agitaba el aire sofocante. Las plantas verdes en maceta de cada rincón podían ser falsas o no. Era demasiado lujosa como para delegarla en cualquier protagonista sin firma, a pesar del nombre de Grace. —¿La suite de tu productor? —Me deja quedarme, sí. —Grace dejó caer el guion sobre una mesa auxiliar y se encogió de hombros para quitarse la ligera blusa blanca. Debajo llevaba una camiseta de tirantes de color carmesí que le favorecía—. También tiene otra. —¿Estás saliendo con él? —Roger está interesado en mí y le dejo pensar que tiene una oportunidad. Bueno, hasta que la tinta se seque en mi contrato. ¿Y después? ¿Quién sabe? Ya sabes cómo es esto. Ella sabía cómo era en principio. Era sorprendente que Grace se rebajara al juego del coqueteo por un papel mediocre de un par de desconocidos. —¿Me disculpas mientras me cambio? —preguntó Grace—. Hoy está haciendo demasiado calor. Sírvete una copa. —Señaló la barra— . Me aseguré de que haya Hendrick's. —Su sonrisa era tan deslumbrante que resultaba inquietante. Elizabeth parpadeó. Nunca se había sentido tan encantada por su amiga, aunque la había visto embrujar deliberadamente a muchas almas desprevenidas. ¿Y Grace había almacenado la marca de ginebra de Elizabeth? Eso le pareció inusualmente considerado. Alcanzando un vaso, Elizabeth añadió cubitos de hielo y vertió un dedo de su marca favorita. Tragó y se relajó ante su esencia familiar

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y relajante. Bueno, tal vez este viaje no fuera un fracaso total: Grace estaba de un humor expansivo y las bebidas eran excelentes. Tomando el guion, se acercó a la puerta del balcón, atravesó las ondulantes cortinas blancas y salió. El calor la golpeó de nuevo, como un muro sofocante y gordo, pero al menos había un poco de viento a esta altura. Apoyada en la barandilla, Elizabeth contempló esta polvorienta y anaranjada ciudad del desierto convertida en oasis. Era el lugar preferido de los ejecutivos de Hollywood y, al menos una vez al año, de las lesbianas. No es que se atreviera a ir a un fin de semana Dinah Shore. La forma más rápida de salir del closet en la historia de la humanidad. Se estremeció al pensarlo. Sorbiendo su bebida, Elizabeth se concentró en lo que más le preocupaba. ¿Por qué estaba realmente aquí? Grace no necesitaba la ayuda de Elizabeth para conseguir ningún papel. Tenía el don de doblegar a cualquiera a su antojo, y eso incluía a productores y directoras lesbianas con gusto por las villanas de la televisión. Además, ¿no se encargaba Rachel de las gestiones básicas necesarias para conseguir los papeles o las audiciones de Grace? O, en su defecto, ¿el representante de Grace? Todo esto era extraño. Elizabeth se acomodó en una de las sillas de caña, una construcción desgastada que chirriaba en señal de protesta, y volvió a centrar su atención en el guion. Tal vez se le había escapado algo importante en su primera lectura. Diez minutos más tarde, se dio por vencida en la búsqueda de lo que no había. La historia de una mujer en Palm Springs que espera que su divorcio sea definitivo era tan predecible que Elizabeth pasó de largo hasta el final. Está bien. Ella encuentra el amor en el resort con un hombre igualmente miserable. Solo le faltaban los violines y… pasó la página. SEÑAL: VIOLINES EN EL FONDO. «Jesús».

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Unos pasos la alertaron del regreso de Grace. Miró hacia atrás y encontró a su amiga mirando… oh. Grace llevaba una sobrecamisa blanca larga y transparente, bajo la cual había un bikini blanco, diminuto y pecaminosamente ajustado. Se veía impresionante. ¿Cuándo no? Pero Elizabeth nunca había esperado ver tanto de ella. Se sorprendió al descubrir que incluso tenía un bikini. Grace siempre protegía su piel de los elementos a toda costa. Sus largas piernas de color blanco cremoso eran tan gloriosas como Elizabeth había fantaseado durante años, su vientre tenso y plano. Décadas con un entrenador personal diario habían hecho maravillas. La mujer podía parecer más joven que los cuarenta y cuatro años. Con una suave inhalación, Elizabeth se volvió hacia la vista, temiendo ser sorprendida mirando. Su mente se agitó. ¿Era esto para que Roger se beneficiara más tarde? ¿Había decidido Grace que esta cena en su habitación sería una experiencia gratificante para él? Seguramente Grace no estaba tan desesperada por conseguir un papel. ¿O sí? Y si lo estaba, ¿qué había cambiado? Solía burlarse de las jóvenes estrellas que mostraban su escote en las reuniones con los productores. —¿Disfrutando de la vista? Elizabeth miró la piscina. —Es bastante bonita. «Si te gustan las piscinas de hoteles en forma de galleta». —Mmm. —La bebida de Grace sonó, indicando que había pasado a los licores con hielo—. Bien. Elizabeth se volvió hacia ella. —¿Por qué estoy aquí? —Ya te dije. Disfruto de tu compañía. Te he extrañado. —¿Y para asegurarte un papel? ¿Estoy aquí para deslumbrar a Jax? Encogiéndose de hombros, Grace dijo:

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—Un poco de valor añadido, sí. ¿Por qué no? Todos tenemos una red para salir adelante, ¿no? Elizabeth supuso que eso era cierto. —¿Qué le pareció a Rachel este papel? Grace hizo un gesto de indiferencia. —¿A quién le importa? «¿A quién le importa?». Algo estaba muy mal. —Grace… —Dejé a Cho. No ha sido tan útil como pensaba. Ahora estoy haciendo mi propio camino. Elizabeth se incorporó bruscamente. —¿Despediste a Rachel? ¿La mejor agente de Hollywood? —Ciertamente lo hice. Y no veo que sea la mejor en nada. ¿Qué papeles fabulosos ha encontrado para mí? ¿Dónde están todos los papeles en el cine? Interpreté a la Reina Victoria hace cinco años, y desde entonces, ¡prácticamente nada! —Porque seguías rechazando todo lo que te mandaba. Y has dicho un rotundo no a la televisión. —Por supuesto que sí. Eso rebajaría mi marca. La televisión es la cámara de compensación de la actuación. Sin una reputación, no soy nada. —Grace frunció el ceño—. No puedo decir que sí a eso. No soy… —¿Yo? «Encantadora». —No he dicho eso. —Lo pensaste. Grace hizo girar su bebida. —Quizás —concedió—. Perdona si te ofende, pero la verdad es que soy mejor que la televisión americana. Y tú también.

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Su esnobismo no había cambiado entonces, aunque el cine ya no tenía el monopolio de los mejores escritores. Grace siempre se había negado a verlo. —¿Por qué este papel entonces? —preguntó Elizabeth—. Porque me temo que no puedo ver qué tiene de especial. —El equipo que hay detrás es especial. —¿Esos dos? «¿En serio?». —No dejes que las apariencias te engañen. Sí, sé que el papel es débil. Se arreglará. Pero se trata de mirar al futuro. Estoy entrando en la planta baja con Jax y Roger. Puede que ahora sean del cine independiente, pero van a llegar lejos. Y cuando se abran paso, me querrán para proyectos más grandes; proyectos que serán fabulosos. ¿Qué? Nada en ese guion indicaba mentes inspiradas en el trabajo. ¿Y desde cuándo Grace respaldaba a desconocidos? —Grace —preguntó con cuidado—, ¿cómo sabes que son buenos? El ping ping ping de la garra roja brillante de Grace sonó contra su vaso. —Lo serán. —Exhaló—. Tienen que serlo. —Sus labios se adelgazaron y tiró el resto de su bebida, dejando caer el vaso vacío sobre la mesa redonda de caña que tenían delante—. Bien. Esa perra de Cho me dejó. «Ay». —Lo siento. —¿Ni siquiera vas a preguntar por qué? —Grace la miró de reojo— . Solo… ¿lo sientes? ¿Sabías que iba a hacerlo? —¿Qué? Por supuesto que no. —Bueno, yo tampoco. —Se rio amargamente—. Voy por otra copa. ¿Quieres una?

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Elizabeth sacudió la cabeza y observó cómo Grace se iba en un remolino de algodón fino y bikini minúsculo. Esto era surrealista. Todo ello. Cuando Grace reapareció, clavó en Elizabeth una mirada feroz. —Así que después de que Cho… prescindiera de mí, Roger y Jax me enviaron este guion. Me prometieron el mundo, y dijeron que me convertirían en una estrella en América, si no en este proyecto, definitivamente en el siguiente. Han visto todas mis producciones del Reino Unido. Les encantaron. No soy una actriz cualquiera para ellos. Es a mí a quien quieren. Soy su musa. ¿Me oyes? Ellos aprecian el talento. —Por supuesto que te quieren. Tienes un gran talento. —¡Exactamente! ¿Por qué demonios no puede verlo este lugar tan atrasado? La preocupación invadió a Elizabeth. El barniz de Grace se estaba desvaneciendo. Ver a la personificación de la dignidad gruñendo por su valor pasado por alto era inquietante… y nuevo. —No empecé considerando la propuesta de Roger, ya sabes —dijo Grace de repente—. Primero pregunté por ahí. El tanteo, y ese tipo de cosas. Incluso le pedí a Alex un papel. En esa atrocidad del cambio climático. El asombro recorrió a Elizabeth. Aunque era una respetada cineasta independiente, Alex tenía poco peso en Hollywood. —¿Qué dijo? —Que la integridad del proyecto debía ser su prioridad. Que yo no era la adecuada para ello, pero que me tendría en cuenta para futuros proyectos. ¿No soy la adecuada? Dios mío, puedo actuar en círculos alrededor del talento mediocre que emplea. Dijo que lo sentía, pero que su película era lo primero. «Demonios». Elizabeth buscó algo que decir que no añadiera sal a la herida.

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—No me harías eso, ¿verdad? —preguntó Grace. Sus ojos, azules pálidos y afilados, se encontraron con los de Elizabeth. La mano de Grace se acercó para acariciar la suya y luego la dejó ahí. La conexión hizo que los dedos de Elizabeth se estremecieran y se odiara a sí misma por ello. Su conciencia constante de esta mujer era agotadora. Buscó desesperadamente una distracción. —¿Cómo está Amrit? Algo indescifrable apareció en el rostro de Grace. —Lo mismo de siempre —dijo—. Aunque sigue revoloteando con ese chico, Christopher. Ah. Sí, claro. El camarero. La última conquista de Amrit. —¿Es serio? —preguntó Elizabeth. La mano que tenía la de ella la apretó hasta que los dedos de ambas se volvieron blancos. El pulgar de Grace tocó la mano de Elizabeth. —Parece ser que eso es lo cree. —¿De verdad? ¿Qué ha dicho? —Muchas cosas, pero no importa. Olvídate de él. Tú estás aquí. Leal, encantadora Bess. No me abandonarías como lo han hecho los otros, ¿verdad? Y de repente todo quedó claro: Grace se sentía abandonada. Primero por Rachel, ahora por Alex y Amrit. —¿No he estado siempre aquí? —preguntó Elizabeth en voz baja— . Desde que nos conocimos, ¿no he permanecido en tu esquina? —Lo has hecho. —Ofreció a Elizabeth otra impresionante sonrisa y le apretó la mano antes de soltarla—. Es bueno que estés aquí ahora. Puedo hacer algo por ti. Necesitas mi orientación. —¿Orientación? Pero no necesito ninguna… —Hunter. —El labio de Grace se curvó con desdén—. Puedo ser de utilidad con ese asunto tan complicado. Una película queer para

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demostrar que eres vanguardista y de mente abierta está perfectamente bien. Pero eso, ¿seguido de que las lesbianas reclamen tu personaje en la televisión? No, no. No lo permitas. Detenlo antes de que se te vaya de las manos. Me sorprende que Cho no te lo haya impedido ya. —Rachel no podría, aunque lo intentara. Los productores juntarán a mi personaje con el de Summer. El disgusto cruzó los rasgos de Grace. —¿Estás… de acuerdo? —No teníamos muchas opciones. Negarse habría resultado en el despido de Summer. Es demasiado buena para que la echen a la calle. Grace la miró. —Así que la estás protegiendo. Estás permitiendo esta farsa de historia por ella. —Chasqueó la lengua—. ¿No te he inculcado, una y otra vez, cómo tener éxito? No dejes que te usen. En todo caso, sé tú la que lo haga. Sé el león, y no la cebra. Recuérdalo. Sus palabras le pusieron los pelos de punta a Elizabeth. —Veo que practicas lo que predicas. ¿Qué productor deja que una actriz se quede en su suite de lujo sin condiciones? —Uno generoso. —Quiere acostarse contigo. —Soy consciente. —¿Lo harás? —Todavía no he decidido cuánto me gusta. De cualquier manera, no es de tu incumbencia. —Sin embargo, ¿Summer es de tu incumbencia? —Tú eres la que me interesa. ¿No he cuidado siempre de ti? ¿No te di tus comienzos aquí? ¿Quién estaba a tu lado en aquellas noches en las que hablábamos de la actriz que querías ser? Bess, escúchame cuando te digo esto: Se están aprovechando de ti.

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—La cadena quiere… —No la cadena. Deja de ser tan ciega. Summer te está utilizando. Se hizo tu amiga y ahora te está utilizando. Ten cuidado con esas jóvenes. Son muy ambiciosas. Se deslizarán sobre tu cabeza para llegar a la cima. —¿Las jóvenes? ¿Desde cuándo te preocupas por ellas? Grace la miró un momento. —Son lo único que se valora. Tienen el monopolio de cualquier papel medianamente decente. ¿No es de extrañar que el resto de nosotros se esfuerce, por cualquier medio, en permanecer en esa mezcla el mayor tiempo posible? Pronto lo verás. No será divertido estar tan cerca de los cuarenta cuando tu contrato termine. —¿Por qué esa repentina fijación en la edad? Grace frunció el ceño. —Entre las quejas que Cho expuso cuando tuvimos nuestro último contratiempo, estaba la de que soy demasiado vieja para papeles de interés amoroso y que dejara de exigirlos. Dijo que hacía tiempo que debía considerar los guiones para papeles secundarios sobre madres y… —Dio un giro venenoso a su bebida—… abuelas. «Ah, maldición». —Naturalmente, le expliqué que no haría tal cosa —continuó Grace—. Que era ella la que debía encontrarme guiones sin ningún interés romántico si la alternativa era demasiado dura, pero que no voy a hacer en absoluto papeles secundarios. Soy una protagonista. Y luego me llamó demasiado difícil y puso fin a nuestro acuerdo. — Grace se burló—. Bienvenida a Hollywood. A los veinte años eres follable, a los treinta eres vieja y a los cuarenta estás muerta. —Miró a Elizabeth—. Tic-tac, Bess. Y le habrás dado una ventaja a tu sustituta. —Summer no es mi sustituta. Además, ella no es así. Grace cacareó.

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—Ella es exactamente así. Creció en este sumidero, con padres industriales, y lo absorbió todo en su piel. ¿No crees que reconoció un blanco fácil cuando lo vio? Apretando los dientes, Elizabeth dijo: —No la conoces. —¿En serio? Está trabajando en la regla número uno de Hollywood: vender a tu propia madre para salir adelante. O en su caso, vender a la mujer que tiene edad para ser su propia madre. Elizabeth puso los ojos en blanco. —Solo es nueve años más joven que yo, por el amor de Dios. —Bueno, ella parece mucho más joven. La cuestión es que ha unido su estrella a la tuya, utilizando este asunto de Hunter y la película de Badour. Mira cómo su carrera se dispara , mientras que tú pronto serás pateada al abismo. La ira rugía en las venas de Elizabeth. Summer había arriesgado su trabajo para salvar al personaje de Elizabeth de un terrible complot. Pero al decirle eso a Grace, probablemente, solo conseguiría que se burlara de Summer alegando debilidad. Grace no podía apreciar a nadie que no pensara exactamente como ella. Al ver su expresión oscura, Grace sonrió de repente. —Cielos, míranos, dejándonos llevar por todos estos temas deprimentes. —Sonó despreocupada, como si nunca hubiera tenido un pensamiento duro en su vida—. Solo quería advertirte sobre la gente en general. Incluso las más dulces pueden ocultar su verdadera naturaleza. Ten cuidado. No confíes en nadie. —¿Incluso en ti? —Elizabeth no pudo resistirse. Grace se río. —Qué gracioso. ¿Otra copa? —Agitó su vaso. —No beberé más. «Tú también deberías dejar de hacerlo».

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—Entremos. Hay algo más que discutir y este calor es agobiante. Elizabeth cerró las puertas del balcón tras ellas y se giró para ver a Grace sirviéndose otra copa. Ésta debía ser la sexta, por lo menos. —¿Mal día? —No, en absoluto. Este trato, bueno, voy a negociar algo esta noche con Roger. Y tú estás aquí, mi leal. Mi roca. —Por supuesto. ¿Por eso me convocaste? ¿Necesitabas a alguien leal? —No es solo eso. He estado pensando en algo, una idea que he tenido durante unos días, en caso de que este trato no funcione. Uno siempre necesita un plan de respaldo. Escúchame. —Se sentó en el sofá y acarició el espacio a su lado—. Siéntate. Elizabeth accedió tras una pausa de desconfianza. Sosteniendo la mano de Elizabeth entre las suyas, Grace respiró profundamente. La inquietud de Elizabeth se convirtió en náuseas. —Bueno —comenzó Grace—, se me ocurrió después de un inusual ataque de autoreflexión… —Ofreció una sonrisa de autodesprecio— … el cómo todo este tiempo, habías estado delante de mis narices, y nunca te había apreciado plenamente. Te di por sentada a ti y a tu lealtad. Un descuido que me gustaría corregir. La mente de Elizabeth se quedó en blanco. —¿Perdón? —Mi carrera, últimamente, es… un reto. Cho tenía razón en una cosa: no me estoy haciendo más joven. —No eres vieja a los cuarenta y cuatro años. —Cincuenta y tres. —¿Qué? —Mentí. En mi CV, en las entrevistas, en todas partes. —Grace saludó con displicencia—. Cho lo sabía; comprueba los antecedentes

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de todos sus clientes. Parte de nuestro desacuerdo fue que sigo, literalmente, sin querer actuar a mi edad. «¿Cincuenta y tres? No puede ser». —Otra razón por la que me gustas es que eres muy buena para mi ego. —Grace se rio—. La sorpresa en tu cara de que pueda tener esta edad es fabulosa. —Sacudió la cabeza—. Obviamente, soy consciente de por qué mis ofertas se están agotando. Y soy consciente de que Roger y Jax pueden ser pura palabrería. Que esta película puede seguir siendo tan triste como parece sobre el papel. No estoy delirando. Eso fue un alivio. —Pero ¿qué tiene que ver todo eso conmigo? —Estoy cansada de la rueda de hámster. Esta ciudad, esta gente de dos caras, los tratos, la superficialidad, la farsa. Te dicen «almorcemos», y nunca te llaman. «¡Eres perfecta para el papel!», y eso es lo último que sabes de ellos. Es algo que destruye el alma. —Puede ser —murmuró Elizabeth. —No, lo es. Así que me pregunté qué me gustaría hacer en su lugar. Soy una mujer independiente, inteligente y con medios. Debe de haber algo más en la vida que este vacío. No es bueno para mí. Entonces, ¿por qué no puedo marcharme? ¿Viajar? ¿Ver qué hay ahí fuera, y llevar a una buena amiga conmigo? ¿Alguien que comparta los mismos intereses y a quien le guste estar cerca de mí tanto como a mí? —Elizabeth se le quedó mirando—. ¿No suena divino? ¡Qué aventura tendríamos! No necesito a Amrit y a sus afectos de mal agüero. ¿Quién necesita a la gente que no nos aprecia, de todos modos? ¿Tengo razón, cariño? Entonces, ¿te gustaría eso? ¿Solo tú y yo? Las emociones de Elizabeth lucharon, pasando del júbilo a una caída libre en la confusión. —¿Por qué esa mirada? —Grace sonaba ligeramente insultada—. Pensé que estarías encantada. Soy muy rica, si eso ayuda a tus cálculos. Ah, lo sé, es terrible hablar de dinero, pero para que lo sepas,

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no te faltaría nada. No tendrías que volver a ese programa degradante ni a ninguna de esas tonterías. Podríamos ver el arte, la cultura, la música, ir a cualquier parte. Imagínate. Elizabeth lo veía muy bien. Parecía un trato fáustico. Renunciar a su carrera, a su autonomía, para convertirse en la compañera constante de Grace, sujeta a sus estados de ánimo y a sus caprichos, y Dios sabía que tenía muchos. Sonaba a que sería una mujer mantenida… menos los derechos de alcoba. En ese sentido… —¿Y qué pasaría si conocieras a un hombre encantador que te hiciera girar la cabeza? ¿Me dejarías en el aeropuerto más cercano o me mantendrías cerca como una divertida tercera rueda? La expresión de asombro de Grace dejó claro que no se le había ocurrido esa idea. —Bueno, por supuesto que una aventura al lado nunca interrumpiría nuestras aventuras. ¿Quién quiere complicarse la vida llevando un hombre a cuestas? —Sonrió—. Tú también podrías divertirte, si quisieras. No me importa a quién te lleves a la cama. Hombre o mujer. No me molesta. —Ofreció el más delicado de los encogimientos de hombros. Por un momento, Elizabeth no pudo respirar. Había sido tan cuidadosa. ¡Durante años! —¿Desde cuándo lo sabes? —El día que nos conocimos. Le echaste el ojo a la técnica de iluminación de Footlights. ¿La recuerdas? Apenas. Porque no había sido la técnica a la que había estado mirando, sino Grace, que estaba de pie detrás de ella. —También sé que pones tu carrera en primer lugar, y por eso eres tan discreta con estas cosas —continuó Grace—. Siempre he admirado lo bien que te has tomado mis lecciones a pecho. Es importante, mantenerse centrada. A Elizabeth le zumbaba la sangre en los oídos.

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—¿De verdad creías que no sabía lo tuyo con Alex? Fueron uña y carne durante meses. —La ligera risa de Grace tintineó—. ¿Qué piensas de mí? ¿Que no veo lo que tengo delante de mis narices? Los pelos de la nuca de Elizabeth se erizaron. —Dios, pareces tan sorprendida, Bess. Supuse que me lo habrías dicho si hubieras querido que lo supiera. Pensé que estaba honrando tus deseos mirando discretamente hacia otro lado. —Ah. La ajena, despistada y ensimismada Grace parecía no ser ninguna de esas cosas después de todo. Todo este tiempo, había conocido a Elizabeth mucho mejor de lo que había imaginado. Grace dio una ligera palmada en el muslo de Elizabeth y sonrió. —Ahora, está decidido: podrás tener cualquier coqueteo pasajero que desees, y yo también. ¿Qué te parece? —Pero ¿solo si tu película no se hace? ¿Y mientras Amrit esté con Chris? —Por supuesto. ¿No lo he dicho ya? —Así que, realmente soy el plan de respaldo. —La mandíbula de Elizabeth se apretó. —No seas tan dramática. Eres importante para mí. ¿Crees que le haría esta oferta a cualquiera? —Apretó sus manos unidas—. ¿Y bien? ¿Te apuntas? Hace unos años, que Grace le prometiera un tiempo a solas durante meses o más habría sido todo lo que había soñado, y habría considerado seriamente abandonar su carrera por segunda vez. Todo porque Grace le hacía sentir que era especial para ella. Pero Elizabeth había trabajado demasiado para llegar a donde estaba ahora. —No creas que no aprecio tu… abrumadora… oferta —dijo con cuidado—, pero no creo que sea una buena idea. —¿No? —La expresión de Grace se transformó en asombro—. ¿Por qué demonios no?

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—Mi carrera está a punto de despegar con la película de Badour. No puedo estar vagando por el mundo contigo cuando podría estar recibiendo ofertas. Incluso si suena… —«¿Bonito?». No, eso no. Se le cerró la garganta al pensar en estar con Grace las 24 horas del día durante meses. Viendo cómo se iba con el galán del momento. Ser instruida en las rodillas de Grace. O tratada como el servicio, que se le ordenara traer bolsas y hacer bebidas. Todo era tan claustrofóbico. Nada de esto podía ser saludable. Por no hablar de la reacción de su cuerpo a esta mujer, que era más incómoda que excitante estos días— . Aunque suene generoso. Grace la miró durante mucho tiempo. —¿Se trata de tu pequeño enamoramiento? —Se acomodó en el estudio de la paciencia, con cara de preocupación. El pulso de Elizabeth empezó a latir con fuerza. —¿Enamoramiento? —Bess, hay pocas cosas en tu vida de las que no estoy al tanto. «Seguramente no se refiere a…» —Ah, no te preocupes, puedo seguir mirando más allá de eso. Estás haciendo un excelente trabajo al lidiar con tu… situación. Te prometo que no es un problema para mí. ¿De acuerdo? ¿Eso es todo lo que te preocupa? ¿Estamos bien ahora? «Dios mío». Elizabeth quería esconderse. ¿Grace lo sabía? Prácticamente había dado una palmadita en la cabeza a Elizabeth por ser buena luchando contra sus sentimientos, ¿y ahora quería pasar directamente a la planificación del viaje? La capacidad de Grace para categorizar era asombrosa. —No, no estamos bien. Grace frunció el ceño. —Pero hemos cubierto todos los temas posibles, ¿no? —Hizo una pausa y la estudió. Consideró—. A menos que… Dios, ¿es tan importante para ti?

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—No… —Quiero decir, es una cosa tan pequeña para interponerse en nuestro camino, si es todo esto. —Una mirada de incertidumbre cruzó el rostro de Grace, como si estuviera decidiendo algo. —¿De qué estás hablando? Grace se inclinó y la besó. Fue una experiencia de choque de narices y dientes que careció de calidez o sutileza. Todo fue furioso y frenético. Era curioso lo fríos que parecían sus labios, secos y ásperos. El característico pinchazo de deseo que siempre recorría a Elizabeth cada vez que Grace la tocaba se encendió, pero luego se desvaneció lentamente en la nada. Lo único que quedó fue un pensamiento: «¿Por qué demonios me está besando?». Se apartó, sorprendida. Con los ojos muy abiertos, como si nunca los hubiera cerrado, Grace la estudió con una mirada que parecía preguntar: «¿Y bien? ¿Funcionó? ¿Ahora estás lista?» —¿Qué fue eso? —Ninguna de las fantasías de Elizabeth había implicado nunca una especie de ataque carente de toda intimidad—. ¿Era solo tu táctica de «burlarte de mí hasta que se seque la tinta» como con Roger? —La ira la apuñaló—. Ah, y no me acuesto con mujeres heterosexuales, por si pensabas endulzar el trato. Grace miró, limpiando sus labios escarlatas con movimientos espasmódicos. —Oh, encantadora. Eso me pasa por ser considerada. Y como si alguna vez fuera a dormir contigo. —¿De verdad? —Elizabeth ladeó la cabeza—. ¿Así que no estabas calculando si podías? ¿O tal vez estabas calculando lo desesperada que estaba? Si podría ser engañada hasta que mi negativa a viajar se convirtiera en un «sí». ¿Así de patética te parezco? Grace la miró de reojo, pero no negó nada. Elizabeth frunció el ceño.

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—¿Qué te ha pasado? —¿Es por la americana? —La mirada de Grace se agudizó—. ¿Por eso quieres quedarte? ¿Esa rubia alegre es la que te gusta ahora? La crueldad de esa afirmación se sintió como una bofetada. Los comentarios de Summer sobre lo territorial que había sido Grace fuera del tráiler volvieron a aparecer. Había pensado que Summer estaba interpretando demasiado el interés de Grace por su carrera. Ahora se lo imaginaba con demasiada claridad: Grace realmente quería a Elizabeth para ella sola. «¿Qué soy para Grace?». La pregunta la había torturado durante años. Había diseccionado las conversaciones hasta que su corazón estaba magullado. Ahora lo sabía. Ella era un conveniente y fiel perro faldero… útil para la compañía. Su furia aumentó. No era la posesión de Grace o su juguete. Oh, había soportado las burlas y las mofas todos estos años porque su corazón había necesitado seguir perdonándola. Pero esto era demasiado. Elizabeth se cruzó de brazos. —Mi decisión no tiene nada que ver con Summer. Y si vuelves a menospreciarla, me iré ahora mismo. —¡Bess! —El shock marcó la cara de Grace. Elizabeth la miró a los ojos. —Esto es sobre nosotras. Especialmente sobre ti. Sé que han sido unos meses duros, sintiéndote rechazada por tus amigos, y que no quieres estar sola. Pero, independientemente de lo que haya sentido por ti en el pasado, voy a decirle NO a este viaje, así como a cualquier otra cosa que puedas tratar de hacer para atraerme. Lo que haya sentido en el pasado. El impacto de sus palabras fue tan sorprendente como una bofetada. «¿Lo dije en serio?», Elizabeth le dio la vuelta. No había sentido nada durante aquel beso. Consternada y conmocionada, tal vez. Y ahora, al ver hasta dónde estaba dispuesta a llegar Grace para evitar estar sola, se sintió triste por ella. ¿Pensar en acostarse con Elizabeth cuando ni siquiera le gustaban las mujeres de esa manera? «¿Quién hace eso? ¿Y qué

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demonios dice eso de su opinión sobre mí?». La ira surgió de nuevo. Qué jodidamente mercenaria era. Grace observó su expresión, su rostro se cerró. —Ahórratelo. ¿Tú, compadeciéndote de mí? Vete al demonio. Y puedes dejar de actuar tan condenadamente mojigata. Esto es Hollywood. Es un gran barrio rojo. Gente deseando, gente vendiendo, gente encontrando el precio de otra gente. Yo pedí el tuyo, eso es todo. Ni siquiera había decidido si quería pagar. Todo lo que hice fue preguntar. —No estoy en venta. Tengo algo de autoestima. —¿Estás diciendo que yo no la tengo? —El tono de Grace era bajo y peligroso. La vergüenza llenó a Elizabeth. —No, lo siento. Sé que nunca te has acostado con alguien para llegar a la cima. Pero veo que has llegado a un punto de frustración y cinismo tal que últimamente te lo has estado planteando. —Paseó su mano por la suite—. Esto es el anticipo de otra promesa velada que estás pensando si cumplir. No lo hagas. Eres mejor que esto. Grace, vete a casa. Los labios de Grace se adelgazaron. —Tan fácil para ti. No tienes ni idea de cómo ha sido. Háblame cuando los ojos de la gente pasen por delante de ti y se dirijan a las jovencitas mimadas que solo son famosas por serlo. O cuando tu agente te diga que ya no tiene tiempo para llevarte de la mano con la esperanza de que veas la luz y aceptes papeles adecuados a tu edad. ¿Sostenerme de la mano como si fuera una vieja tonta? —Poniéndose en pie de un salto, Grace se paseó—. Todavía soy joven en mi mente, ¿por qué no pueden verlo? Sigo siendo hermosa, interesante y con mucho talento. Sin embargo, me están mostrando la salida. Y ahora tienen la audacia de decirme que tire el único guion que he visto en dos años en el que la directora y el productor quieren que interprete a una protagonista atractiva, vibrante y romántica. ¡El primero de muchos papeles así!

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»Pero, por supuesto, tú, Elizabeth Thornton, estrella del drama más infantil y desconcertantemente popular de la televisión, disminuyes el único maldito papel que podría conseguir. Y entonces… cuando finalmente me enfrento al hecho de que esto es lo mejor que se puede hacer, que mi carrera podría estar tocando fondo, me echas en cara incluso mi plan de escape. No, ahora estás demasiado ocupada para viajar, no importa cuánto te lo suplique. No importa lo que esté dispuesta a ofrecer para tenerte conmigo. —Sus ojos brillaron con furia—. Y luego me hablas de autoestima. Aprecié esa encantadora muestra de condescendencia. No me sentía lo suficientemente baja. —Grace —dijo Elizabeth, en voz baja—. Cuando dije que te fueras a casa, no me refería a volver a Los Ángeles. Me refería a casa. Vuelve a ser una leyenda en el Reino Unido. Eres mucho mejor que el guion de Roger o que esperar a Amrit, que debes saber, en el fondo, que nunca va a volver. Los ojos de Grace se volvieron tormentosos. —Lo siento por él —continuó Elizabeth—. Y lo siento por Hollywood. Pero ninguno de los dos va a cambiar. Así que, ¿por qué no admitir que Hollywood es un experimento que no ha funcionado?, no es culpa de nadie. Estoy segura de que tu antiguo agente en casa te encontrará un papel en diez minutos que dejaría esta tontería de las palmeras por los suelos. Solo dile a todo el mundo que vas a volver por un papel al que no puedas resistirte. Grace no dijo nada durante un largo rato. Dio un sorbo a su bebida lentamente, con esos hermosos ojos encapuchados, dolidos, vigilantes. Esto podía ir en cualquier dirección. Ocasionalmente, Grace podía ser persuadida de aceptar un consejo, si estaba de acuerdo con él. O bien, podía arremeter cuando se sentía provocada o irrespetada. —¿Ahora me das consejos de vida, Bess? ¿Tienes todas las respuestas? La vida de todos es tan simple. Es gracioso viniendo de ti. «Opción B, entonces».

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—Por supuesto que no conozco todas las respuestas. Pero sí te conozco a ti. Podrías intentar una graciosa retirada y convertirla en una victoria, si decidieras no ser tan terca. —Bueno, si me conoces, sabes que soy honesta sobre quién soy. Al menos no soy una treintañera metida en el closet demasiado asustada para admitirlo incluso ante sus amigos más cercanos. Elizabeth suspiró. —Mi vida privada no es asunto de nadie más. No tengo miedo. —Seguro que no. —Grace inclinó su barbilla hacia atrás, pareciendo imperiosa—. De todo nuestro pequeño círculo, tú eres la más tímida. Te aterra el riesgo. Por eso me has necesitado todos estos años. Tuve la fuerza de mis convicciones. Perseguí lo que quería, ya fueran papeles o personas. —¿Nunca se te ocurrió que no consigues lo que persigues porque persigues las cosas equivocadas? Todo lo que conoces es la obsesión. O la posesión. Por eso Amrit se alejó de ti. Dios, eso fue hace años, y todavía… —Elizabeth agitó la mano. —En realidad, ha vuelto a calentar mi cama bastantes veces más de las que sabes a lo largo de los años. Y aunque no lo hubiera hecho, el corazón quiere lo que quiere. Habría pensado que entendías eso más que la mayoría. De todos modos, a quién elige amar Amrit no es la cuestión. Lo que importa es arriesgarse. Al menos Amrit y yo nos arriesgamos. Probamos cosas: nuevas personas, nuevas experiencias. Nos arriesgamos. »Eres tan tímida con el mundo grande y malo, ¿verdad, Bess? Llevas tantas máscaras que nadie puede conocerte de verdad. Ni tus padres. Ni tus amigos. Dudo que incluso Alex se acerque. Mantienes a todos fuera. Intenté conocerte una vez. También me alejaste. Prefieres darnos a todos una fachada cuidadosamente construida. La silueta de quién eres. —Grace se inclinó hacia delante, con los ojos brillantes—. ¿Conoces la diferencia entre nosotras? —Su voz se volvió sedosa—. Yo sé lo que quiero, y voy por ello. Tú sabes lo que quieres, y no lo haces. Nunca digas que no te doy buenos consejos. De hecho, eso es lo único que parece que hago, ¿no? Aconsejarte. Apoyarte. Y

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me lo echas todo en cara. Incluso te pones del lado de la americana antes que de mí. Como si yo no fuera nada. Esa es la gratitud para ti. —Su expresión parpadeó antes de quedarse en blanco. Elizabeth no podía creer que una vez se creyera cada palabra de esta mujer. —Te agradezco tus consejos a lo largo de los años —dijo rígidamente—. Pero creo que ya no te necesito como mentora. —Oh, todavía me necesitas —dijo Grace con convicción—. Siempre necesitas desesperadamente mi valor. Estarías perdida sin mí. —Por un momento, la duda inundó a Elizabeth. ¿Eso era cierto? Le resultaba difícil salir de su caparazón. Pero ¿se perdería? Entre ellas, ¿quién tuvo la carrera en auge? ¿Quién mantuvo un agente? ¿Quién montó su propio espectáculo en solitario, sin el apoyo de Grace? Sus dudas se desvanecieron—. No —dijo con seguridad, ganándose un parpadeo de sorpresa por parte de Grace—. De hecho, creo que eres tú quien me necesita ahora. Grace resopló. —Tonterías. —Llevo años haciéndote sentir especial. Te alimentas de ello. Tus amigos no deberían existir solo para ser los suplentes de los fans que te adoran, para aumentar tu autoestima. Sin embargo, eso es lo que todos somos para ti. Grace puso los ojos en blanco. —Oh, escúchate. Nadie los ha obligado a hacer nada por mí, por el amor de Dios. No están cautivos. —No —admitió Elizabeth—. Me presté a tu juego cuando vi lo feliz que te hacía. Todo lo que quería era ser la arquitecta de tu sonrisa. —¿Y ahora? ¿Deseas que sea infeliz? ¡Después de todo lo que he hecho! Fui corriendo a tu set hace unas semanas, para ver si estabas bien. Toda tu carrera en Los Ángeles. Tu… —Ya, detente. —Elizabeth suspiró—. Tuve un poco que ver con el éxito de mi carrera. Y no me visitaste para ver si estaba bien. Te colgué

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y sentiste que me alejaba. Hoy se ha tratado de apuntalar mi lealtad. Te has volcado en mí para mantenerme a tu lado. —Se acercó a la camisa de Grace y le dio un toque al material que apenas tenía—. Y quiero decir todo. —Qué idea. —Las palabras carecían de la valentía habitual de Grace… o de su convicción. Demonios. Había tenido razón. Elizabeth tragó saliva. ¿Qué tan cínica podía ser la mujer? Esto se acabó. Habían terminado. Lo sintió hasta los huesos. —Como dije, gracias por ayudarme una vez. Ahora estoy bien. Sigamos con nuestras vidas… por separado. No creo que esta amistad sea saludable para ninguna de las dos. Grace se quedó con la boca abierta. Aprovechando el silencio aturdido, Elizabeth recogió sus cosas rápidamente y se dirigió a la puerta. —Ella nunca te amará. —La voz era baja y de advertencia. Elizabeth se detuvo en la puerta, molesta consigo misma por hacerlo. —¿Quién? —Eres un libro cerrado —continuó Grace—. Una esfinge emocional. Puede que sea todo lo que afirmas. Y puede que me condenes por tirar todo lo que tengo para conseguir lo que quiero. Pero al menos me expongo. A veces gano, a veces no, pero nunca es por falta de intento. Te escondes, evitas el riesgo y no dejas que nadie te vea del todo. No permites que nadie se acerque lo suficiente a tu corazón para hacerte daño. Por eso siempre estarás sola. —Me alegra ver que tienes tan buena opinión de mí. —La traición escuece. —No digo esto para herirte. Es solo un hecho. Ahora pregúntate: ¿por qué alguien que parece tan amable, confiada, abierta y cálida como Summer querría a alguien tan diametralmente opuesto en su vida? ¿No es una prueba?

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—¿Prueba de qué? —La chica definitivamente te está utilizando. Elizabeth la miró fijamente. —Tienes razón. He sido utilizada. He sido una tonta. —Con tristeza, miró a la mujer que había sido el centro de su universo durante años—. Pero no ha sido Summer la que lo ha hecho. Elizabeth salió, resistiendo el impulso de azotar la puerta tras de sí. Había estado ciega durante mucho tiempo. Lo que más lamentaba era haber pasado demasiado tiempo enamorada de una mujer que no lo merecía.

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Capítulo 21

E

n las últimas cuarenta y ocho horas, Elizabeth no había hecho otra cosa que pensar. Su mente había sido un caos en el corto vuelo a casa desde Palm Springs. Se había distraído al leer el nuevo guion de Choosing Hope cargado de Hunter. Por no hablar de cuando había estado de pie frente a su nevera vacía, desvariando junto a su anciana ama de llaves en lugar de hacer la lista de la compra. Por alguna razón, la luz de la nevera que le devolvía la mirada no le había dado consejos de vida. Al final, convocó a una fiesta improvisada por la noche, bueno, por la tarde. Extrañamente, nadie comentó la ausencia de Grace. Mucho más incomprensible fue que Elizabeth finalmente lograra abrirse un poco. A trompicones, explicó que Grace ya no vendría a sus fiestas. Que la relación se había vuelto demasiado tóxica para ella, pero que el resto no debía sentir la necesidad de tomar partido. Y todos se limitaron a decir «bien» o «genial». Como si hubieran estado esperando que esto explotara desde hacía tiempo. Y entonces… entonces, se sorprendió a sí misma al salir del closet. Ella lo lanzó como una posdata educada, conversacional, del tipo: «Gracias por venir. Bonita corbata, Ryan. ¿He mencionado alguna vez que soy lesbiana? Solo para que lo sepan. ¿Todo bien con las bebidas y los bocadillos?». Luego, bebió su ginebra como una mujer que se muere de sed, tratando de no hiperventilar. La reacción de desconcierto de sus amigos ante aquel bombazo fue aún más inesperada que la noticia de Grace. Alex le dedicó una sonrisa de orgullo y un pulgar hacia arriba. Los demás se limitaron a asentir. ¡Asintieron! Y eso fue todo. La conversación continuó.

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Media hora más tarde, Zara, Amrit y Brian se retiraron al exterior para dar patadas a un balón de fútbol en el pequeño cuadrado de césped que había a un lado de la piscina, mientras Rowan, poco atlético, lanzaba críticas poco útiles. Como si fuera un día cualquiera. —Hola —dijo Alex en voz baja, viniendo a instalarse junto a ella en el sofá. Dejó caer sus pies con calcetines en el regazo de Elizabeth y soltó un enorme suspiro—. Vaya, qué día, ¿no? —Una forma de decirlo. —Así que, tus noticias, ¿eh? Nos alegramos de que por fin nos lo hayas contado. —Ajá. Me di cuenta por las reacciones de asombro de todos. — Elizabeth puso los ojos en blanco—. Todo el mundo lo sabía, ¿no? —Sí, Bess. Todos respetamos tu espacio, pero nadie es ciego. Apretando los labios, Elizabeth miró fijamente su bebida. —Ah. —Tuvo un pensamiento inquietante—. ¿Crees que Brian hablaba en serio sobre esa torta arcoíris de celebración? —Conociéndolo, probablemente. No te preocupes, seguro que será de buen gusto. Elizabeth se rio. —Entonces… ¿quieres hablar? —Alex preguntó—. ¿Sobre por qué ahora te estás abriendo a todo el mundo? No es que me queje. A todos nos gustaría conocerte mejor. Es solo que… esto es un poco diferente. —No estoy de humor para una autopsia emocional. —Si eso fuera cierto, no nos habrían invitado. «Maldita sea». —Oye, ¿recuerdas cuando te dije que Summer era un catalizador que te haría volar todo a la mierda y que la necesitabas? —preguntó Alex. —¿Es este tu «te lo dije»?

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—Tal vez. Así que escúpelo, ¿qué fue lo que sucedió? Algo debe haber pasado. Elizabeth miró a su amiga. —Grace me besó. —¿Qué? —Alex chilló. Elizabeth sonrió y le dio un sorbo a su bebida. —¿Por qué haría eso? —Alex intentó de nuevo—. No quiero ofender, eres muy besable… —Tú lo sabrás. —Pero ella no es ni siquiera un poco bi. Me lo dijo una vez. Quiero decir, a menos que sea un extraño juego de poder para mantenerte a su lado… —Sus ojos se abrieron de par en par—. Ah, mierda. ¿En serio? —Sospecho que estaba probando cuán profundos eran mis sentimientos. Si podía manipularme con un beso, y luego cambiaba de táctica. Es una maestra en conseguir que la gente haga lo que ella quiere. —Astuta como la mierda, quieres decir. —La cara de Alex se ensombreció. —En cierto sentido. —Bess, no me digas que todavía vas a defenderla. —No. Pero ahora por fin entiendo lo que siempre estuvo detrás de sus juegos. Sí, Grace es una mujer que prospera con la atención y la adoración. Pero le aterra estar sola. También tiene miedo de ser dejada de lado profesionalmente. Ahora cree que todos sus amigos la están abandonando, así que le entró el pánico, está desesperada por aguantar, como sea. Llevo días sintiéndome herida, traicionada y enfadada. Ahora solo siento lástima por ella. —Bess, ella se lo buscó. —Tal vez. Pero sigue siendo triste.

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—Leal hasta el final. —Alex sacudió la cabeza—. Es una locura que te llamen la bruja británica. Tienes uno de los corazones más cálidos. Ni siquiera te atreves a odiar a una mujer que jugó con tus sentimientos de la peor manera. —Está sufriendo. Hollywood no es amable con las mujeres de cierta edad. Pero no te preocupes. Puedo terminar con ella y seguir sintiéndome mal por ella por haber sentido que tenía que llegar a este nivel. Una mirada pícara cruzó el rostro de Alex. —¿Qué? —Elizabeth la miró con desconfianza. —Así que, has pasado por alto lo más importante. Cuando te besó, ¿cómo fue eso? ¿Estuvo a la altura de tus sueños? —Apenas. Parecía que estaba conquistando un territorio. Me vino a la mente la Batalla de Inglaterra: fría, húmeda y feroz. —¡Ay, no! —Alex se echó a reír—. ¿Tu gloriosa Reina Grace resulta ser una terrible besuqueadora? —Lo sé, lo sé. —Fue un poco divertido, aunque Elizabeth todavía estaba un poco magullada. —¿Y qué pasa con Summer? —¿Qué pasa con ella? —Está disponible, ¿verdad? He visto la forma en que te mira. Si a esa mujer no le gustas, entonces voy a entregar mi tarjeta de lesbiana. —Sin comentarios. —Ah, lo sabía. Nunca he visto a nadie conseguir que bajes tanto la guardia. Alrededor de ella, te ríes, te burlas, te frustras. Pero eres más. Creo que eso fue lo que Grace captó, y comenzó a ver a Summer como una amenaza. Esa chica te saca de tu caparazón. ¿Eso era cierto? Elizabeth frunció el ceño. —No creo que hagamos buena pareja. Ella es cálida, amable y abierta. Yo no lo soy. ¿No crees que se merece a alguien como ella?

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—Excepto que ella parece querer a alguien como tú. Además, no la subestimes. Summer es más dura de lo que parece; tendría que serlo para sobrevivir sin problemas como estrella infantil. No la subestimes. —No lo hago. Pero, de todos modos, es un punto discutible. — Elizabeth dejó de lado la idea—. Tengo que trabajar con ella. Imagínate que me arriesgara a una relación y que esta estallara. Tenemos una historia importante juntas en Hope. Sería desastroso trabajar con ella. —¿Pero tu personaje no se va en un par de meses? Así que… espera. Elizabeth lo pensó. Luego pensó un poco más. Seguramente era algo descabellado. O algo así. Estaba segura de que debía de haber alguna razón lógica para no considerarlo. Alex se sentó y sonrió como el gato de Cheshire. —Bueno, creo que hemos agotado todos tus argumentos de «por qué no puedo salir con Summer». Espero con ansias que traigas a tu novia a la noche de fiesta. De hecho, hazla habitual. —Ah, cállate. Pero Elizabeth se calentó ante sus palabras.

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Capítulo 22

S

ummer tamboreó los dedos contra el guion. Sentada en su rincón del set, con las páginas en el regazo, trató de concentrarse en lo que se avecinaba. Por fin estaba de vuelta en el trabajo, por fin vería a Bess, y por fin… En realidad, eso era lo único en lo que podía concentrarse. A su lado, Tori parloteaba a mil por hora, aparentemente acabando de ver las inserciones de Hunter en el guion. —Bueno, chica, supongo que te estabas riendo de todos nosotros, ¿no? —dijo Tori—. Sabías lo que estabas haciendo todo el tiempo. —¿Qué quieres decir? —Summer levantó la vista. —Cuando hiciste esa improvisación de que Hunt iba a conocer a Joey, pusiste en marcha todo esto. —Señaló el guion—. Qué recompensa. ¿Has visto los índices de audiencia? Mierda, mi agente está en el cielo. —Ah, sí —aceptó Summer. Era mejor que no se supiera que este no había sido su gran plan maestro. —¿Estás nerviosa por tener que besarla? —¿Mmm? Summer se centró en Tori correctamente. Ah, sí. Todavía no era de dominio público lo de Eight Little Pieces. ¿Estaba nerviosa? Un poco. No como antes. Esta vez estaría besando a una mujer que sabía que también le gustaban las mujeres. Una mujer que había insinuado que Summer podría tener una oportunidad con ella, si su corazón no perteneciera a otra parte. Una mujer que sabía que Summer se sentía atraída por ella. Eso cambiaba su dinámica anterior en muchos sentidos.

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—Estaría tan nerviosa que estaría tirando mis galletas ahora mismo. —Tori se rio—. Demonios, no tengo ni idea de cómo vas a ser capaz de tocar a la bruja británica y mucho menos de besarla. Los dedos de Summer se tensaron. —No la llames así. No es una bruja. —¿Qué? —La sorpresa cruzó la cara de Tori—. Todo el mundo lo hace. —No me importa. Nombra una sola cosa malvada que te haya hecho personalmente a ti o a alguien de por aquí. —Vaya… lo siento. —Tori levantó las manos—. No te ofendas. Es que estoy acostumbrada a que ese sea su apodo. Ni siquiera la conozco. —Nadie lo hace y, sin embargo, todo el mundo piensa que está bien hablar mal de ella. ¿Cómo está bien eso? —Tienes razón, no lo está. —La mirada de Tori se volvió especulativa—. Entonces… ¿ahora son amigas? Encogiéndose de hombros, Summer pasó la página, fingiendo prestar atención a su guion. —Hicimos una película juntas durante la pausa. Ahora la conozco mucho mejor. Es muy agradable. El silencio se prolongó, y finalmente Summer se encontró con los ojos muy abiertos de Tori. —¿Qué? ¿Hiciste una película con ella? —Sí. Es una gran actriz. Aprendí mucho. —«Y me besó como si estuviera en llamas y me resquebrajó el corazón. Pero no era su intención, así que…»—. Fue educativo. —Cielos, eres toda una caja de sorpresas. Todo el mundo por aquí está demasiado asustado para decirle «boo», ¡y tú has estado haciendo películas con ella! Y ahora… —Le dio un codazo—… besarás a Hunt. —Se estremeció—. No, todavía no puedo imaginarme eso.

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—¿Interrumpo? —La fría voz de Elizabeth cortó el aire y Tori casi saltó de su silla. —¡No! —Tori se apresuró a ponerse en posición de firmes—. Solo estábamos ensayando. Tengo que irme. —Salió corriendo. —¿Siempre es tan asustadiza? —Elizabeth bajó al asiento de lona que había quedado libre—. ¿Quiero saber sobre lo que estaban hablando? —Depende. ¿Cuánto escuchaste? —Nada. ¿Por qué? ¿Deberían estar ardiendo mis oídos? —Ah, definitivamente. Aparentemente, soy valiente. No puede imaginar los horrores de tener que besar a Hunt. La risa de Elizabeth era baja y ronca. —Bueno, me imagino que no sabe lo que hicimos en la pausa entonces. Summer sonrió. —Noooo. Creo que le explotaría la cabeza. —Miró el traje de Elizabeth. Ooh. Vestuario de Hunt: pelo en un moño, bata blanca, identificación de seguridad con clip en el bolsillo del pecho. A Summer le gustaba Bess con el vestuario completo de Hunt. —¿Sí? —La ceja de Elizabeth se levantó ante su inspección. —He decidido que me gusta Hunt. —¿Sí? —El escepticismo se reflejó en el tono de Elizabeth. —Resulta que me gustan las reinas del hielo incomprendidas. —En la pantalla y fuera de ella—. Y tú interpretas muy bien a Hunt. —Nunca hubo una reina más fría, supongo. Es decir, hasta nuestra escena. —Cuando comienza el derretimiento. Sip. —¿Nerviosa? —preguntó Elizabeth, con ojos cálidos.

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—Tal vez un poco. No ayuda el ver a la multitud de hombres que vinieron desde todos los departamentos para vernos besar. Eso resume nuestro programa, que no está precisamente compuesto por Jean-Claudes sensibles. Y sabemos que van a exprimir a Hunter en busca de sensacionalismo e intentar que parezca escandaloso y sucio. —No lo permitiremos. La interpretaremos como una auténtica historia de amor. —Sí. Joey está muy dispuesta. Esto no es un coqueteo divertido para ella. Tiene verdaderos sentimientos por la jefa. —Y creo que Hunt se preocupa por Carter mucho más de lo que le gustaría. Es difícil para ella, ya que no ha sido vulnerable durante mucho tiempo. Pero esto no es un juego para ella. —Exactamente. Elizabeth dudó. —Hablando de juegos, me preguntaba si te gustaría ser incluida como habitual en mis noches de fiesta. Suele ser mensual, pero varía en función de nuestros horarios. —¿Quieren que los mate en Shakespeare otra vez? —Summer se rio. —Más vale que sí. Y para que no pienses que un grupo de graduados en teatro de Cambridge es muy carente de originalidad o variedad, también hacemos muchas otras cosas para divertirnos. —Suena intrigante. Pero ¿no será un poco incómodo? Con Grace siendo… —«Su ser territorial»—… Grace. Elizabeth se examinó las manos. —No habrá más Grace. Ahora está fuera de mi vida. —Había dolor en esa afirmación, un matiz de arrepentimiento y una gran cantidad de aceptación. —¿Qué pasó? —preguntó Summer, la preocupación la inundaba— . ¿Estás bien?

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—Llegué a entender quién es Grace en realidad. —Deslizó sus ojos hacia el cielo—. No me quiere. Solo mi interminable… aprecio. —Ay, Bess, lo siento mucho. —El corazón de Summer se dirigió a ella. Elizabeth suspiró. —Bueno, en parte es culpa mía. Alex trató a menudo de advertirme. Siempre me dije que Grace me dio mi carrera en Los Ángeles, que me hizo ser quien soy. ¿Cómo no iba a ser eso una especie de afecto? Me hacía sentir especial. Pero era un medio para un fin para Grace: mantenerme cerca. Summer se movió con inseguridad. Con el ceño fruncido, Elizabeth dijo: —Parece que estás intentando no decir algo. —N… no quería arruinar las cosas entre tú y Grace. Pero sé de buena fuente que no conseguiste a tu agente por ella. Grace le pidió a Rachel que te representara, pero ella dijo que no. Más tarde, Rachel te vio actuar en Londres y le dijo a Grace que, si alguna vez venías a Los Ángeles, la buscaras. Eso es todo. Los ojos de Elizabeth se tensaron. —¿Me equivoqué al decírtelo? —Summer la miró con creciente alarma—. ¿No querías saberlo? —Esa mujer nunca deja de sorprenderme. ¿Por qué alguna vez creí…? —Se rio, pero fue una carcajada fina y vacía. —Porque era alguien a quien admirabas. Los ídolos y los mentores… son difíciles de dejar ir. Créeme, lo sé. Los ojos de Elizabeth se abrieron de golpe. —Por favor, dime que no sigo siendo una especie de heroína para ti. No después de todo. —Dios, no. —Summer sacudió la cabeza—. Te veo como un ser humano normal. Con defectos y todo, como el resto de nosotros. Sin

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embargo, sé lo que se siente el descubrir que alguien que creíamos especial también es un desastre como todos los demás. —¿Crees que soy un desastre? —Claro. —Summer sonrió—. Yo también lo soy. Deberías ver el rastro de cubos de helado que hay en mi casa para demostrarlo. Me pongo vergonzosamente llorosa una vez al mes. Me muerdo las uñas. Tropiezo con mi propia sombra. A veces me meto en cosas sin pensar. Eso significa que soy humana. Pero Grace también lo es. Probablemente, es bueno que supieras exactamente quién es, no lo que te imaginabas que era. Eso es importante, si aún quieres tener una amistad con ella más adelante. —Creo que eso no pasará. Algunos días me siento traicionada. Otros días me siento una tonta. De cualquier manera, simplemente… duele. Pero, sobre todo, me sorprende descubrir que una gran parte de mí está aliviada de que haya terminado. Eso no es una buena señal. Es hora de seguir adelante. —Está bien. Pero sigo lamentando que te haya hecho daño. — Sostuvo la mano de Elizabeth y la apretó. —Como yo. Sin embargo, a veces me pregunto si siempre supe que realmente no se preocupaba por mí. Una persona que se preocupa trata a alguien de una manera totalmente diferente, ¿no es así? —Miró a Summer y luego sus manos unidas. —Sí. Así es. —Summer retiró los dedos, avergonzada por haberse olvidado de sí misma. Siempre fue una persona que le gustaba mucho el tacto, incluso cuando no quería tocar. —Nunca respondiste a mi pregunta —dijo Elizabeth en voz baja— . Habrá un asiento libre en la noche de la fiesta. Me encantaría que fueras tú quien lo ocupara. Fue idea de Alex. —Bueno, me gustan mucho tus amigos, así que sería un honor aplastarlos a todos en Shakespeare regularmente —bromeó Summer—. Gracias. —Excelente. —Elizabeth sonrió. No una de sus medias sonrisas, tampoco. Era completa, amplia, gloriosa.

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El corazón de Summer dio una ovación. «Maldita cosa inútil». —Tengo que volver. —Elizabeth se puso de pie, enderezando el abrigo de Hunt. —Te ves muy bien. —Ay. Summer sintió que sus mejillas se encendían. —La jefa Hunt sin duda aprecia el sentimiento, Dra. Carter. — Elizabeth guiñó un ojo y se dirigió al set. Bueno, eso estuvo bien: el fingir que se refería a sus personajes en la pantalla. Se esforzó por ordenar sus pensamientos. ¿Cómo iba a pensar con claridad después de que Elizabeth acabara de pedirle que pasara tiempo con ella y sus amigos regularmente? Y ya no habría más Grace. «No. Más. Grace». Se le secó la boca al digerir lo que eso significaba. La esperanza se disparó. «No lo hagas». A Elizabeth todavía le dolía, al menos un poco. Su corazón se agitó. «Uf. Estúpido corazón». ¿No había admitido Elizabeth que la encontraba hermosa? Y que si no fuera por Grace… Y así, el mundo entero parecía mil veces más brillante.

355 Joey Carter metió la ropa en su casillero y se giró sobresaltada para encontrar a la Dra. Hunt de pie, a un metro de distancia. La mirada de la jefa se detuvo. Llevaban semanas coqueteando, y Hunt siempre encontraba razones para buscar a la Dra. Carter, mientras las dos mujeres se acercaban cada vez más a este momento. La gran escena. —Vaya, jefa Hunt —dijo Joey—. ¿A qué debo el…? —Es poco profesional coquetear con el Dr. Méndez. Es tu superior directo y no lo permitiré.

Joey se apoyó en su casillero —¿Celosa? —Levantó una ceja y vio, solo por un segundo, un brillo divertido en los ojos de Hunt que era pura Elizabeth. La jefa frunció el ceño. —Dra. Carter, estás fuera de lugar. Me estás faltando al respeto y no voy a permitir… —No me refería a que estuvieras celosa de mí, sino de él. Hunt era una imagen de shock. —¿Qué? —¿Te vuelve loca la idea de que pueda besarme, cuando preferirías ser tú quien lo hiciera? —Joey deslizó una ceja arrogante. Un ceño fruncido endureció los rasgos de Hunt. «Ooh, Elizabeth. Qué bien». Eso animó más a Summer. El talento de Bess era excitante. De repente, se sintió como si el aire hubiera sido succionado de la habitación. Terminó su línea: —¿Me deseas de la misma manera que yo te deseo? —Sin esperar una respuesta, sus dedos se deslizaron por las solapas blancas almidonadas de la chaqueta de Hunt, atrayéndola hacia sí—. Porque realmente te deseo. —Era una improvisación. Una muy verdadera, sin embargo. Los ojos de Elizabeth se suavizaron. El beso debería haber sido rápido y furioso, lo suficiente como para expresar interés, seguido de un siseo de indignación por parte de Hunt, y luego de frías amenazas de medidas disciplinarias. En cambio, Summer se aferró a ella, moviendo sus labios contra los de Elizabeth, esperando que no terminara tan pronto. La respuesta de Elizabeth comenzó siendo inflexible y cruel, pero, en unos instantes, su mano se deslizó desde la cintura de Summer hasta su pecho. Para cuando se separaron, el pezón de Summer estaba

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duro como una roca y la respiración de Elizabeth era dura y acelerada. —Podría hacer que te disciplinaran —dijo Hunt. Línea equivocada. Se suponía que era «haré que…». —Supongo —dijo Joey en voz baja, sin poder resistirse a pasar su dedo índice por la solapa de Hunt, y luego a pasarla por encima de su placa de identificación—. ¿Te gustaría eso? —La frase había sido escrita como un desafío; destinada a ser lanzada como una granada. Lo había hecho en tono de burla. —Sí —dijo Hunt—. Me gustaría. —El triunfalismo y la amenaza estaban ausentes. En su lugar, la confusión nubló los ojos grises de la jefa. Summer hizo una pausa para que el director dijera «corte». Lo habían estropeado todo. Miró fijamente a los ojos de Hunt mientras esperaba, y se encontró con que era Elizabeth la que la observaba. Se le apretó el estómago. «Tan condenadamente hermosa. En serio, debería de haber leyes». Un segundo después, quedó claro que Ravitz quería que continuaran. ¿Tal vez le gustaba la locura, la rareza, la excitación? —N… no me gustaría —dijo Elizabeth esta vez, la frase sonó arrancada como la más humillante de las confesiones. «Ay, Dios mío». Esa entrega fue perfecta. La mirada de Elizabeth era tan… cruda. Tan necesitada. Los dedos de Summer apretaron la solapa de Elizabeth para evitar abrazarla. «Brillante». Con una sonrisa de alivio, dejó que sus dedos recorrieran la suave mejilla de Elizabeth —Bien.

Después de despojarse de las capas de Hunt, primero se quitó el abrigo y luego se soltó el pelo, Elizabeth miró distraídamente la pared del tráiler. Habían conservado esa primera toma y habían hecho todos los planos dobles, individuales y primeros planos. Ella y

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Summer también la habían rehecho con la versión enfadada que pedía el guion originalmente. Pero había oído que era la primera toma la que habían elegido. Elizabeth alineó su abrigo en una percha y se quedó mirando la pared un poco más. Así que Ravitz y Lenton podían ser idiotas, pero eran idiotas astutos. Aquella primera toma había resultado sorprendente y matizada, y completamente real. El cielo sabía que eso escaseaba en los dramas hospitalarios. Un carraspeo hizo que Elizabeth volviera al presente. Había olvidado que Finola había entrado hacía unos minutos. La mirada impaciente de la escocesa le hizo preguntarse cuánto tiempo había estado persiguiendo sus propios pensamientos. —Lo siento. Con un movimiento de cabeza, Finola dijo: —Muy bien. Escuché que tuviste un gran día. —Mmm. Hunt aprendió a sonreír por primera vez en años. Aparentemente, en la televisión, solo los besos tienen el poder de relajar a las mujeres tensas. —Triste, pero cierto. —Finola se rio. Llamaron a la puerta y Finola, al estar más cerca, la abrió. Una cabeza familiar se asomó. —¡Summer! —Los ojos de la asistente se iluminaron—. Qué oportuno. Estábamos hablando de ti. O, más bien, de romances calientes para la estirada Dra. Hunt. Entra, querida. —Hola, Finola, me alegro verte de nuevo. —Summer cerró la puerta tras ella con un pie, ya que tenía las manos ocupadas—. Y sí, todavía estoy trabajando en fundir a la jefa. Es un trabajo en progreso. —Besó la mejilla de Finola—. ¿Cómo están Caitlin y Alistair? Elizabeth parpadeó. ¿Sabía los nombres de los hijos de Finola? —Buf, dolores de cabeza como siempre.

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—Ja, por supuesto. Y tú los quieres mucho. Mira, me alegro de haberte atrapado hoy. Vi esto y pensé en ti. —Summer le lanzó una pequeña bolsa de rayas rosas y blancas. Con una mirada emocionada, Finola hurgó y extrajo un trozo de dulce de leche de color caramelo. —Dios. ¿La tableta de Edimburgo? Había extrañado esto. ¿Dónde la encontraste? —La hice poner en mi última entrega de té desde Inglaterra. Me alegra que te guste. —Me encanta. Gracias. Ahora, las dejo. —Finola alcanzó el pomo de la puerta. Volvió a mirar a Elizabeth y dijo, con tono de advertencia—: Trátala bien, ¿me oyes? «Atrevida». Elizabeth arqueó una ceja ante la mujer que se retiraba, preguntándose hasta qué punto era perspicaz. Sin embargo, Summer parecía no darse cuenta y se acostó en el sofá cuando la puerta se cerró. —También traigo regalos para ti. Bueno, uno. Es lo de siempre, pero eres bastante fácil de comprar. —Le acercó una taza de té humeante. Elizabeth la alcanzó, encantada. —Sí que me conoces. Soy muy predecible. —Ah, yo no iría tan lejos. Como la escena de hoy. ¿La jefa Hunt toda confusión, angustia y ojos de cierva? Eso sí que me sorprendió. ¡Genio! Elizabeth dio un sorbo a su té, disfrutando de los sabores. Su actuación de hoy había sido instintiva, no una elección. Pero, demonios, aceptaría la etiqueta de genio. —Estuviste increíble —continuó Summer—. Vas a hacer que todo el mundo haga calcomanías para el parachoques de «Amo a Hunt».

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—Bueno, si es así, es cosa tuya. Todo el mundo quiere a Joey. Así que, si a ella le gusta Hunt, acabas de hacer adorable a la villana más conocida de la televisión. —No, Hunt siempre ha tenido algo adorable. La gente solo tiene que recordar quién era. Ha tenido su máscara de jefa soldada demasiado tiempo. Es hora de recordarle a todo el mundo su verdadera personalidad y exponer su lado vulnerable. —Es… aterrador para ella, ser vulnerable. Ser la jefa distante le resulta familiar y seguro. Pero con el incentivo adecuado, creo que querrá mostrarle a alguien su lado más suave. —Su mirada se deslizó hacia Summer, deseando que entendiera que no solo estaban hablando de sus personajes—. Y ahora tiene una razón para hacerlo. La sonrisa de Summer era suave. —Va a estar bien —susurró—. Solo necesita confiar en que tiene a alguien que la cuida y se preocupa por ella. Está en buenas manos. Todo va a estar bien. —Tienes un buen punto. —Elizabeth movió su té alrededor de la mesa antes de levantar los ojos hacia los de Summer—. Y gracias, una vez más. Tras encogerse de hombros, Summer sonrió. —No, el té es fácil. La gente es difícil. —No me refería solo al té. —Lo sé. —Me equivoqué contigo, ¿sabes? —Elizabeth inhaló—. Hice muchas suposiciones sobre ti cuando nos conocimos. Por tu procedencia, por tu aspecto. Y derrumbaste cada una de ellas. Eres impresionante, Summer. Summer apoyó la cabeza en su mano y le dedicó a Elizabeth una suave sonrisa. —Gracias. Pero creo que tú eres la intrigante. Y, a propósito de eso, de lo interesante que me pareces, vine a preguntarte algo. ¿Quieres

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salir conmigo el sábado? Tengo que sacudir las telarañas de mi cámara. Y quiero mostrarte mi mundo. Será divertido. —Me gustaría. —Y Elizabeth descubrió que lo decía en serio. Le encantaría ver a la fotógrafa aficionada Summer en acción. —Genial. El sábado. Te recogeré a las dos. «No puedo esperar», estuvo a punto de responder Elizabeth. Pero eso sonaba demasiado ansioso. En cambio, se permitió un leve movimiento de los labios. —A las dos será.

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Capítulo 23

L

a arquitectura no era algo en lo que Elizabeth hubiera pensado mucho. Pero los comentarios entusiastas de Summer le dieron vida. Había examinado estilos desde el Googie hasta el Art Deco, el Mission Revival y el horrible Programmatic. —Dios mío, parece un episodio de los Simpsons —se quejó Elizabeth mientras contemplaba la gigantesca y redonda oda a los carbohidratos y a la grasa que había encima de Randy's Donuts, en el bulevar West Manchester. —Lo sé, ¿verdad? —Summer sonrió mientras disparaba algunas tomas—. Ese dónut ha protagonizado algunas películas, como ¡Marcianos al ataque! —¿Por qué te gusta? Summer lo miró. —Es una declaración. No tiene nada de soso. Grita consumismo y «mírame». Es una metáfora de Hollywood. —Supongo que es cierto. —Elizabeth sacó una foto con su teléfono. —Aah, vi eso. Eres una fanática de Programmatic en el armario. —Estoy bastante segura de que eso es una contradicción en los términos. No, pensé que Brian y Rowan asumirían que me estoy inventando las cosas si no les proporcionaba pruebas. —Sonrió al pensar en eso, y luego se sorprendió a sí misma. Ja. Se estaba divirtiendo mucho. ¿Cuándo fue la última vez que eso había sucedido?—. Así que, Programmatic se ha molestado. ¿Adónde vamos ahora?

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—Me alegro de que lo preguntes, porque este próximo lugar es realmente genial. Además, tengo que hacer de ti una narradora de la verdad. —Summer las llevó de vuelta al auto. —¿No es el dicho «hacer de alguien un mentiroso»? —Normalmente. Vamos. Poco más de media hora después, Summer detuvo su Beetle azul en Angelino Heights. Se bajaron. —Bien, ¿por qué estamos aquí? —Elizabeth miró a su alrededor las estrechas casas de dos pisos, que tenían todas un aire victoriano y ligeramente gótico. —Ese es el 1345 de la Carroll Avenue —señaló Summer en un edificio de aspecto ruinoso más adecuado para un escenario de Halloween—. Donde se rodó Thriller. ¿Recuerdas que le hablamos a Jean-Claude de tu amor eterno por este lugar? —Recuerdo que le dijiste eso. —Elizabeth estudió el espeluznante edificio—. No me extraña que me mirara de reojo. Debe de pensar que tengo cero gusto. —Más o menos. Eso fue malvado de mi parte. —Summer se rio—. Vamos, quiero hacer unas cuantas tomas antes de las tres. A esa hora llega el autobús turístico. —¿Autobús turístico? —A mucha gente le gusta la arquitectura de Los Ángeles y los decorados famosos. La casa de Thriller es muy popular. No te preocupes, nadie vive allí, así que los turistas no molestan a nadie. Bien, te necesito de pie junto a la puerta. —Ella señaló—. Jefa Hunt, nivel diez de amenaza, gracias. —¿Me quieres en la foto? —Sip. —Summer asintió—. Sígueme la corriente. Elizabeth puso los ojos en blanco y subió las chirriantes escaleras. La cara de Summer se volvió profesional mientras comprobaba sus ajustes y luego levantó la vista.

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—¿Lista? —¿Qué, no hay «güisqui»? —Aficionados. —Summer resopló—. Pero dilo si te hace sentir mejor. Elizabeth se rio y escuchó el chasquido del obturador, luego asumió una actitud más Hunt, una expresión de superioridad interna. Summer tomó unas cuantas más. —Excelente. —Hojeó las tomas en la parte posterior de la cámara. —¿Para qué son? —preguntó Elizabeth cuando se reunió con ella. —Uno es para Jean-Claude, como prueba. Y una es para mí. — Enderezándose, Summer le puso la tapa al lente—. Te dejaré adivinar para quién es cada una. —Su sonrisa era descarada. ¿Summer estaba coqueteando con ella? Elizabeth no lo descartaría. Decidió que le gustaba que Summer fuera encantadora. —Muy bien, el restaurante retro es el siguiente —anunció Summer, haciendo un gesto hacia el auto. —¿Es otro estilo? —No. Vamos a ir a un restaurante retro con temática de los cincuenta. ¿Crees que puedes afrontarlo? —La mirada dulce y esperanzada de su rostro también parecía acerada para afrontar el rechazo. —Por supuesto. —Elizabeth no había estado en un restaurante americano en su vida. Después de siete años en Estados Unidos, hacía tiempo que debía de haber ampliado su formación—. ¿Qué crea este restaurante? —Sueños. —Summer sonrió—. Bueno, el viejo sueño americano, concretamente. Piensa en flotadores de helado y hamburguesas y patatas fritas. Días felices. Pero no te preocupes, hay unas cuantas ensaladas para nosotras que contamos los carbohidratos, y tiene un buen ambiente.

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Elizabeth se relajó mientras conducían, absorbiendo las vistas. No había visto mucho de Los Ángeles desde que había llegado. Eso era culpa suya. Incluso cuando no estaba ocupada, no había tenido mucho interés en la ciudad. Al igual que con Summer, había hecho suposiciones sobre la omnipresencia de la superficialidad y el brillo de Los Ángeles. Pero hoy había descubierto que también contenía focos ocultos de elegancia, extravagancia, encanto y originalidad, todos ellos intrigantes a su manera. ¿Qué tenía Summer, que siempre desafiaba sus suposiciones? Sería raro no verla tan a menudo cuando terminara su contrato. Imaginar que no volvería a ver a Summer más allá de una noche de fiesta ocasional le parecía de repente lo peor. El mero hecho de estar en el torbellino de la mujer durante medio día, haciendo lo que Summer quería hacer, ya había cambiado su perspectiva sobre Los Ángeles. ¿Cómo sería estar con ella durante una semana, un mes? ¿Un año? ¿A qué más le abriría los ojos a Elizabeth? ¿Qué tan interesante sería eso?

Summer condujo a Elizabeth al interior de la cafetería con el exterior de una nave espacial de color naranja brillante. Un suelo a cuadros rojos y blancos les daba la bienvenida, con cabinas de color rojo cereza a juego. Summer se mordió el labio. Le encantaba la calidez y la cursilería, pero podía ser un poco exagerado. ¿Y si Elizabeth lo odiaba? Una camarera les indicó una mesa. —Bien —dijo Summer cuando se sentaron—, sé que esto puede ser un poco exagerado en la americana, pero hacen una comida estupenda y tiene un verdadero encanto. —Señaló la pizarra con las especialidades—. Y las ensaladas están enumeradas… —Una hamburguesa. —Sacando un menú plastificado de la mesa, Elizabeth le sonrió a Summer, que se quedó con la boca abierta—. En Roma, haz como los romanos. Me gustaría probar una hamburguesa americana tradicional.

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—Bien… ¿vamos a tener toda la experiencia? —Sí. —De acuerdo entonces —Summer sonrió encantada—. Recomiendo la hamburguesa Blastoff. Realmente vale la pena. —Así que después de toda esa charla sobre la ensalada, ¿eres secretamente una fan de las hamburguesas? —preguntó Elizabeth con diversión, y luego bajó la mirada sobre la forma de Summer—. No es que nadie pueda decirlo. —Hago mucho ejercicio, créeme. Si no, mi hábito de las hamburguesas sería obvio para todos. Elizabeth se limitó a sonreír. Sus hamburguesas llegaron veinte minutos después, y fue todo lo que Summer pudo hacer para no sonrojarse al ver cómo Elizabeth disfrutaba de la suya. Comía a pequeños bocados, con delicadeza y elegancia, lo que era impresionante. Los jugos goteaban por los dedos y eran lamidos por la lengua de Elizabeth. —¿No vas a comer? —preguntó Elizabeth—. Está bastante buena. Tenías razón. —Ah. Em… sip. «¿Quién podría concentrarse?». Su rubor era revelador, estaba segura, pero Elizabeth se limitó a reanudar la comida de esa forma tan lenta, deliciosa y agradecida que tenía. Hablaron de todo y de nada. A Summer le sorprendió saber que la primera carrera de Elizabeth no había sido la de actriz. —Leyes —dijo Elizabeth mientras buscaba su agua fría—. Lo sé, lo sé. Yo tampoco me lo imagino. —Pero ¿por qué? ¿Fue elección de tus padres? —Ah, no. Simplemente, tenía sentido para mí. Se me daba bien hablar y pensar con claridad, y podía hilar un buen argumento. Me gustaba bastante la idea de defender a los acusados injustamente, etc. Pero no fue así. —Bajó la voz conspiratoriamente—. Brian me indujo

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a su culto de actuación con una serie de mimos divertidos en la cafetería de la universidad a la hora del almuerzo. Cuando pisé por primera vez el teatro de Footlights, fue como volver a casa. —Sacudió la cabeza—. Mis padres estuvieron en shock durante un año. —¿No son fans de que seas actriz? —No, pero en ese entonces, pensaban que la idea de exponerse por cualquier motivo era profundamente preocupante. Ahora que lo pienso, es un milagro que hayan sido capaces de cortejarse. Mi padre especialmente. Es más introvertido que yo. —¿Cómo se conocieron entonces? —En una obra de teatro. Mi madre estaba junto a él en el público, haciendo un comentario murmurado y ocasional en voz baja. Papá empezó a murmurar réplicas. Cuando se encendieron las luces, se miraron. Y ella dijo: «Bueno, he visto cosas peores». Y él admitió: «Bueno, he escrito cosas peores». Y eso fue todo. —Dios, eso es muy lindo. —Sí. —Elizabeth arrugó los ojos—. ¿Y qué hay de ti? ¿Siempre estuviste destinada a la actuación? —Todo el mundo asume que Brock y Skye eran unos malvados padres escénicos. Pero no fue así. No les importaba lo que yo eligiera. Cuando tenía once años, conocí a un director en una de sus fiestas que estaba tratando de encontrar una chica joven para su película infantil. Pensó que yo era perfecta para ello. Hice la prueba y lo conseguí. No me importaba actuar. Me gustaba no tener que estar en la escuela durante el rodaje. Tener tutores se adaptaba más a mi cerebro. —¿Así que no te gustaba actuar? —preguntó Elizabeth—. ¿Simplemente caíste en ello? —Más o menos. Probablemente, no habría seguido siendo actriz si no hubiera visto tu obra de Shakespeare. Entonces, entendí el poder que tenía, y que podía tener sustancia. No tengo suficientes palabras para expresar lo mucho que me impresionó ese primer día. De

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repente, todo lo que quería era saber todo sobre Shakespeare. Y… — Enrojeció—… sobre ti. —Estoy segura de que fui un material de investigación aburrido. Pero al menos te hice apreciar el buen té. —No creo que «aburrido» sea una palabra para ti —se rio Summer—. Además, no había mucho que encontrar más allá de tu gusto por los tés, los libros y las obras de teatro. De todos modos, después de eso decidí que sería una gran actriz de Shakespeare. Lo sé, lo sé. La americana de quince años que reinventaría al Bardo. —Ambicioso. —Los ojos de Elizabeth brillaron—. ¿Y cómo resultó eso? —Más o menos lo que cabría esperar. Me puse en contacto con todas las compañías de teatro de Shakespeare que buscaban pasantes o actores, incluida la Royal Shakespeare Company. —Empezando por arriba —se burló Elizabeth—. Impresionante. —¡Oye! Mira quién habla; allá fue donde hiciste tu pasantía. —Lo hice. Pero solo después de terminar la carrera de arte dramático y hacer varias obras de teatro, me atreví a presentarme. — Sus ojos bailaban ahora—. ¿Y qué dijeron todas esas compañías? —Todos menos dos me ignoraron por completo. Recibí un correo electrónico estirado de la RSC, diciendo un firme gracias, pero no gracias. —¿Y el otro? —La Royal Bard Theatre Troupe. Me gustaban mucho sus espectáculos. Elizabeth asintió. —Pero la RBTT es muy tradicional. Te habría costado mucho conseguir un sí de ellos. —Lo sé. Pero al menos mi carta de rechazo fue personalizada. Escrita a mano. Me decía que probara suerte en Estados Unidos. Era presumida, pero pensé: «Bien, bueno, algo de interacción es mejor

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que nada». Le contesté que podía intentarlo, pero que en Estados Unidos no se hace Shakespeare como en la RBTT. Y esta mujer, Margaret, me contestó: «Gracias a Dios que no lo hacen; sería espantoso ver cómo destrozan el lenguaje». —Ay, Dios. —Sí. Después de eso, mantuvimos un intercambio de cartas bastante franco, pero divertido hasta que volví a casa tres años después. Su carta de despedida me deseaba que consiguiera trabajo en «esa bazofia americana intelectualmente superficial que pasa como un drama». Así que eso fue lo más cerca que estuve de mi sueño: ser insultada por mi nacionalidad regularmente. —Se rio. —Así que después de tu cáustica amiga por correspondencia… ¿fue el fin de tus sueños shakespearianos? —Ah, sí. Cuando eres una niña, no sabes dónde están los límites. ¿Quién demonios me creía que era? Era tan arrogante. Sin experiencia, cualificación, formación, comprensión cultural, solo con un optimismo de ojos abiertos y una enorme ambición. No me extraña que Margaret se riera de mí. —¿Tú, con los ojos abiertos? —Los labios de Elizabeth temblaron con una risa reprimida—. No me lo puedo imaginar. —Lo sé, ¿verdad? —¿Así que hacer Shakespeare en Inglaterra no es algo que quieras ahora? —Digamos que ahora he crecido y soy realista. Soy mejor para mantener mi nicho. —¿Cuál crees que es tu nicho? —Convertirme en la mejor actriz estadounidense que pueda ser. Y espero no quedarme atrapada en papeles de la chica de al lado por mucho tiempo. —Bueno, ya estás en camino, gracias a Eight Little Pieces. —Su camarera les interrumpió para preguntarles si necesitaban algo más.

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Summer le dedicó una brillante sonrisa y buscó en su bolso su teléfono, que desbloqueó y deslizó por la mesa. —¿Podrías tomarnos una foto? —Luego pasó un brazo por el hombro de Elizabeth—. Este lugar es el mejor telón de fondo. Al lanzarle a Summer una mirada ligeramente sorprendida, Elizabeth se tensó brevemente, pero luego se relajó en su brazo. La mujer tomó la foto. —Listo. Por cierto, se ven muy bien. Hunter es genial. Especialmente la jefa. —Le guiñó un ojo, le devolvió el teléfono a Summer y pasó a la siguiente mesa. —Genial, ¿eh? —Summer se rio, y devolvió su teléfono a su bolso— . Y mírate, por fin recibes el amor de los fans. Ya era hora. Elizabeth la miró por un momento y luego una expresión de picardía cruzó su rostro. —Tengo una idea. ¿Puedes enviarme una copia de eso? La curiosidad despertó a Summer y le envió un mensaje de texto con la foto. Estaba a punto de preguntar de qué se trataba, cuando Elizabeth la interrumpió, con una voz tan suave y sensual que dejó a Summer en blanco. —¿Postre? —preguntó—. ¿O deberíamos salir corriendo antes de que las calorías nos alcancen?

Poniendo en marcha su VW con una juguetona revolución, Summer sonrió. —Bien, déjame llevarte a casa. Estoy segura de que ya has tenido suficiente del sueño americano por un día. —Al contrario, ha sido excelente. Cuando salieron al tráfico, Elizabeth sacó la foto que la camarera les había tomado.

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—¿Qué vas a hacer con ella? —La mirada de Summer se dirigió a ella y luego volvió a la carretera. —Una póliza de seguro. —Elizabeth tocó unos botones—. Voy a publicarlo en Twitter. Summer emitió un sonido de asfixia. Elizabeth dejó de hacer lo que estaba haciendo y la miró sorprendida. Summer tenía los dedos apretados alrededor del volante. —¿Qué ocurre? —preguntó Elizabeth. —¿No entrarán Delvine y Rachel en crisis? —Posiblemente. —Elizabeth trató de recordar su contraseña de Twitter. «¿Comerice? ¿Imogen? ¿Ofelia? ¿Desdémona?» Había pasado un tiempo. Los asistentes de Delvine solían publicar por ella sobre los próximos proyectos—. Probablemente, tendrán una crisis. «Aah. Rosalind». ¡Grandioso, ella estaba dentro! Espera. ¿Veintitrés mil nuevos seguidores? ¿De dónde salieron? Seguramente no todos de este asunto del Hunter. Levantó la vista y descubrió que Summer había reanudado la marcha a un ritmo mucho más lento, con los dedos enroscados en el volante. —Mira, escuchaste a Lenton chantajearme —dijo Elizabeth razonablemente—. Insinuó que difundirán rumores sobre lo mucho que te odio si ponemos un pie fuera de la línea. No me gusta que me amenacen, así que me gustaría adelantarme. Somos amigas. Los amigos publican fotos cuando salen a cenar. Lenton no puede difundir esa mentira si ya hemos establecido que socializamos juntas. —Bess, ¿algunas personas no asumirán que somos más que amigas porque estamos haciendo de pareja? ¿No es eso lo que dijo Delvine después del almuerzo con Jean-Claude? ¿Esta foto no le echará más leña al fuego? Con el ceño fruncido, Elizabeth dudó. «Podría ser».

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—Añade una etiqueta—dijo Summer. —¿Qué? —Escribe «#Hunter», si te preocupa. Eso le dará a la gente más cínica, a la que revuelve la mierda en internet, una razón para pensar que todo es un truco publicitario. Que solo estamos promocionando nuestra nueva y popular ship de fans. Estarán tan ocupados debatiendo si la amistad es real o no, que se olvidarán de debatir si somos más que eso. Y los fans menos cínicos se tomarán la foto al pie de la letra: que solo salimos como amigas. Lenton estará jodido si intenta hacer otra jugada. Elizabeth la miró impresionada. —Realmente eres astuta cuando quieres. —Que no me trepe por encima de la gente para salir adelante no significa que no sepa cómo funciona el juego. He visto más maniobras de marketing que tés calientes. Tendrías que oír las barbaridades que hacen los estudios para promocionar una película. Un truco de relaciones públicas incluía el falso secuestro de un actor en la calle. Eso se fue al traste rápidamente cuando un testigo llamó al 911. —Eso es ridículo. —Sí. La mayoría de estas cosas lo son. Es una caja de Pandora si lo dejas ir demasiado lejos. Elizabeth añadió #Hunter y pasó el pulgar por encima del botón de publicación. —No lo haré si no quieres que lo haga. Summer la miró. —No me molesta en absoluto. Solo estoy muy sorprendida de que lo estés considerando. Colocando su teléfono en su regazo, Elizabeth miró por la ventana. —Algunos días son más difíciles que otros. Me cansa ser la villana. Es agradable por una vez ser vista como normal. Humana. Saliendo,

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disfrutando de la compañía de los amigos, sin sacrificar a los bebés o cualquier otra cosa que la gente piense de Hunt. —¿Estás haciendo esto por Hunt? —preguntó Summer—. ¿Para proteger su personaje? —No a Hunt, a mí. También estoy cansada de ser ella fuera de la pantalla. Los nombres que me llaman en la calle: La jefa Atila, jefa zorra, la bruja británica… y esos no son ni siquiera los peores. Pero, lo que más detesto, es que me amenacen bastardos llenos de ego como Lenton. No voy a tolerar eso. Summer sonrió. —Recuérdame que nunca te lleve la contraria. Elizabeth volvió a tomar el teléfono. —Por cierto, te ves espectacular en esta foto. Debería haberlo mencionado antes. —¿De verdad? —Mmm. —Jugando con mi vanidad, ¿eh? —Summer sonrió—. Llegarás lejos. Elizabeth se rio y pulsó Publicar. La foto saltó a su Twitter. —Eso espero. Irme lejos, muy lejos de Choosing Hope es mi gran plan. La sonrisa cayó de la cara de Summer. —Te echaré de menos cuando te vayas. —No lo harás. —Elizabeth se guardó el teléfono—. Porque te unirás a mis noches de fiesta, espero lo recuerdes. —No lo había olvidado —dijo Summer en voz baja—. Lo espero con ansias. —No dijo nada más hasta que llegaron a las puertas de Elizabeth quince minutos después—. De vuelta a casa, sana y salva, señora.

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Rebuscando en su bolso, Elizabeth liberó su mando de la puerta y pulsó el botón de apertura. —¿Quieres entrar a tomar algo? ¿O incluso a cenar? La vista es muy buena aquí arriba al atardecer. Summer no respondió inmediatamente. Al llegar a la cima de la colina, se detuvo, apagó el motor y se giró para mirar a Elizabeth. —Eso… depende. —Dudó—. ¿Esto fue una cita? «Ah». Ese pensamiento ni siquiera había entrado en su mente. Podía ver cómo Summer podría haber pensado que lo era. Mostrarle los alrededores de Los Ángeles, llevar a Elizabeth a comer… —No importa. Lo siento. —Las mejillas de Summer se tornaron rápidamente de color carmesí—. Puede que haya asumido algunas cosas. O esperado. Porque han pasado años desde que mencionaste a Grace, y pensé que tal vez habías seguido adelante y… no importa, todo está totalmente bien. Así que, te veré en el trabajo. —Su sonrisa era deslumbrante, pero la decepción en sus ojos era difícil de mirar. —Tuve un día maravilloso —intentó Elizabeth, dedicándole una cálida sonrisa—. Con o sin cita. —Se inclinó para besar la mejilla de Summer, pero la otra mujer se apartó. La expresión de Summer era de dolor. —Por favor, ¿recuerdas lo que dije sobre los besos que, si volvías a besarme, tenías que hacerlo de verdad? No soy lo suficientemente fuerte para… Por favor, no lo hagas. Maldita sea, Elizabeth había prometido eso. —Summer, lo siento… —No, está bien. Lo entiendo. —La sonrisa de Summer se iluminó, brillante y falsa—. Que pases una buena noche. Te veré en el trabajo el lunes. Elizabeth salió y se quedó mirando fijamente la puerta de su casa. Se giró, agitando una mano llena de llaves, para despedirse, para

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decir algo más, pero el auto de Summer volvía lentamente por el camino circular.

Aquella noche, Elizabeth se acostó en su silla de playa, contemplando la extensión de las estrellas… bueno, todo lo que podía ver con la contaminación lumínica. Todo estaba tan tranquilo. La piscina infinita que tenía enfrente parecía elegante e inmóvil, como una manta líquida. Se estremeció. Después de tanto calor hoy, era extraño sentirse tan fría y sola. Normalmente, no se daba cuenta de su aislamiento. Los cubitos de hielo tintineaban mientras le daba un sorbo a su ginebra. Había tenido un día increíble. Summer era divertida e inteligente, y el tiempo que habían pasado juntas había sido revelador. Elizabeth se había dado cuenta de que era una buena amiga. «¿Podría ser más que eso?». Deslizando otro trago de ginebra por su garganta, reflexionó sobre el comentario de Summer acerca de cómo había dejado de hablar de Grace. Qué interesante. «¿Ya lo he superado?». Grace solo la había llamado una vez desde que se separaron. Elizabeth había dejado el mensaje en el buzón de voz. En ese mensaje, oyó risas y música de fondo, junto con la voz de un hombre. ¿Roger, el productor? El punto aparente de Grace: «Soy feliz, no patética, no importa lo que hayas visto ese día». El subtexto de Grace: «No te necesito. Has sido reemplazada… fácilmente». Odiaba saber que probablemente eso era todo lo que había sido para Grace, solo una admiradora entre muchas, intercambiable como un engranaje. No era realmente una amistad, ¿verdad? La amistad significaba que eras única e importante para alguien. Summer, por ejemplo, siempre trató a Elizabeth como si mereciera la pena conocerla por sí misma. Summer nunca esperaba nada de ella y parecía querer a Elizabeth tal y como era.

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Agarrando su teléfono, Elizabeth buscó la foto tuiteada. La risa cruzaba sus ojos y sus sonrisas eran brillantes, y cada píxel de la foto reflejaba su alegría. «¿Hace cuánto tiempo que no me veía tan feliz?». La publicación había recibido principalmente respuestas positivas y había sido retuiteada miles de veces. El nombre de un retuiteo le llamó la atención: @Summer_Hayes. Elizabeth miró el comentario. Nada mejor que ponerse al día con buenos amigos. Me encanta salir con Bess.

Elizabeth se quedó mirando la ausencia de la etiqueta de Hunter. Releyó las palabras, dándoles vueltas, desconcertada. Entonces se dio cuenta de la razón. «Ah. Demonios». Para Summer, la foto no había tenido que ver con la política ni con una forma inteligente de frustrar los juegos de Lenton. Había hecho la sugerencia de la etiqueta en caso de que Elizabeth estuviera preocupada, para protegerla. Pero Summer nunca dijo que se preocupara por los chismes de la foto. Además, para Summer, hoy había sido una cita. Una forma de que Elizabeth viera quién era ella, y compartiera lo que más le gustaba: la arquitectura, la fotografía, Los Ángeles, la comida. ¿Y qué había hecho Elizabeth? Convertirlo en un truco publicitario. Y aunque Summer había sugerido la etiqueta, no significaba que estuviera de acuerdo con ella. Eso estaba claro ahora. Dejó caer el teléfono sobre la mesa auxiliar y se quedó mirando el cielo nocturno. «¿Qué ve esa mujer en mí?». Su teléfono sonó. Se preparó cuando vio el nombre en su pantalla. —Hola, Delvine. —¿Hashtag Hunter? Ah, y preciosa foto, Bess. —Delvine sonaba divertida al menos.

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—Ah, eso. —Suspiró, esperando sonar aburrida—. Lenton me amenazó, así que estoy disparando algunos tiros en su arco. —¿Con qué te amenazó esta vez? —Difundir que odio a Summer, que estoy celosa de ella y que somos enemigas en el set. —Ya veo. ¿Quién tomó la foto? —Una camarera. ¿Te molestó demasiado? —La vida era siempre mucho más fácil cuando estaba en buenos ojos con Delvine. —No, cariño. Me gustaría que lo hubieras aclarado conmigo primero, pero lo hecho, hecho está. A Rachel probablemente le dé un ataque de nervios otra vez, pero déjamela a mí. Pero te diré algo, la próxima vez, pon a la camarera en la foto. Se ve menos como una cita. Y, Bess, ¿miraste bien la foto? Su estómago se hundió. —No. ¿Por qué? La risa de Delvine fue suave. —Ah, cariño, lo tienes mal. Buenas noches. La llamada terminó. Elizabeth volvió a buscar la foto rápidamente y la amplió. ¿De qué estaba hablando Delvine? No había nada realmente fuera de lo normal… «Ah. Ah». Había tanta suavidad en su mirada cuando miraba a Summer. Afecto real. Demasiado, demasiado afecto. Nerviosa, deslizó los ojos hacia el rostro de Summer, con los ojos azules brillando de risa, la sonrisa curvada y la mirada fija en Elizabeth en la que posiblemente era la mirada más dulce que le habían dirigido. Solo el más cínico de los piratas diría que esto es un truco publicitario. Y Elizabeth podría haber puesto un cartel en su cabeza que dijera: «Thornton está enamorada de su coprotagonista». O quizás esa mirada decía que quería amar a Summer… durante mucho, mucho tiempo.

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«¿Sería tan malo?». El pensamiento la detuvo en seco. Bien. Eso respondía en gran medida a la pregunta de si había superado a Grace. Durante los últimos dieciocho meses, mucho antes de conocer a Summer, se había alejado mentalmente de Grace, dolorosamente consciente de que dar todo de sí misma a alguien que no correspondía a sus sentimientos no era saludable. Solo cuando Grace la había besado, Elizabeth se había dado cuenta de lo eficaz que había sido su distanciamiento emocional. La revelación se sintió como una bala que zumbaba en su cabeza: «No amo a Grace». No solo eso. Incluso la atracción de Elizabeth por ella se había marchitado. Ver la fealdad de un alma era como ser bañado con agua fría. Sin embargo, el impacto de Grace en ella no podía ser descartado tan fácilmente. La mujer había moldeado quién era Elizabeth. Nunca la olvidaría. No podía. Pero… ¿era el momento? ¿Podría archivar a Grace como una figura influyente de su pasado y simplemente pasar la página? «¿Estoy preparada para seguir adelante?». Su mirada se posó de nuevo en la foto. Estaba inclinada hacia Summer, mirándola con mucho cariño. La respuesta estaba justo ahí. Había estado ciega al no ver lo que su representante había comprendido con una sola mirada. «Ya lo he hecho». Su teléfono sonó de nuevo, y ella contestó, pulsando el botón verde, apenas mirando la pantalla. —Delvine, realmente no creo… —¿Bess? Hizo una pausa. —¿Summer? —Sí. —La voz era pequeña y suave.

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Hubo un largo silencio, pero Elizabeth esperó con las cejas fruncidas. —Bess, siento haberme puesto un poco rara al final de nuestra… salida. Debería haberte explicado lo que quería hacer cuando te invité. —No, debería haberme dado cuenta. Ha pasado mucho tiempo. Siento haber sido tan lenta. —Por favor, no te eches la culpa. La culpa es mía. Creo… que solo quería ver cómo encajabas en mi mundo. Si podías, ya sabes. —¿Y lo hice? —Elizabeth contuvo la respiración y luego se preguntó por qué lo había hecho. —Sí. Realmente lo hiciste. Me encanta cómo entendiste lo de la arquitectura. Cómo probaste una hamburguesa y no te burlaste de mi cena. Me encantó todo… solo que… realmente quería que fuera una cita. —Lo sé. —Elizabeth se pasó una mano por el pelo—. Lo entiendo. —Eso es todo lo que tenía que decir. ¿De acuerdo? —¿Summer? Creo que… yo también quería que fuera una cita. — Su corazón se aceleró ante la admisión. —Ah. —Una pausa—. ¿Ah? ¡Ah! Elizabeth sonrió ante la audible emoción de Summer. —Sí. —Pero… ¿qué pasa con Grace? —Grace está… muerta y enterrada. Se siente bien. Por fin. —No literalmente, espero. —Había una sonrisa en la voz de Summer—. Quiero decir, me gustas mucho y todo, pero no estoy segura de querer cumplir de quince a veinte años por ser cómplice después del hecho. —¿Realmente te gusto? —El placer coloreó su voz.

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—Un montón. Dios, he intentado no hacerlo. Estabas tan concentrada en Grace. Y era complicado. Pero no pude evitarlo. Me encantaría salir contigo. Estar contigo. Todo. Todo. —Oh, Summer. Ojalá estuvieras aquí ahora mismo. —Ojalá. —Summer dejó escapar una respiración entrecortada—. ¿Podría… volver? —No creo que sea una buena idea. —Bien. —Sonaba desinflada. —Tengo una regla. Nunca salir con un coprotagonista. Tal vez sea un código tonto y arbitrario que me han inculcado para mantener las cosas profesionales. Pero le veo el sentido. —Ah. De acuerdo. Elizabeth exhaló. —Pero pronto van a sacar a Hunt, como sabes. Después de eso… —¿Después de eso? —La voz de Summer se llenó de esperanza. —Me encantaría salir contigo. Si estás de acuerdo. Hubo un silencio. —¿Summer? —Lo siento. ¿No me oyes sonreír? Estoy sonriendo tan fuerte que no me oigo pensar. —¿Eso es un sí entonces? —La propia sonrisa de Elizabeth amenazaba con inundarla. —Es un gran, gordo y enorme sí. Hubo más silencio. —Sigues sonriendo, ¿verdad? —adivinó Elizabeth. —A lo grande. —Se rio. —Buenas noches, Summer.

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Capítulo 24

A

medida que los días se convertían en semanas, y el tiempo de Hunt en Hope llegaba a su fin, las escenas de Elizabeth aumentaban. Los finales a medianoche no eran raros; estaba empezando a olvidar lo que era la luz del día. Los mensajes de texto, las llamadas y los correos electrónicos se quedaban sin respuesta. Hacía semanas que no hablaba con sus amigos. «Esto es temporal», se recordó a sí misma. Pronto sería libre. Moría de ansias por estar a solas con Summer. Pero no ahora, cuando apenas podía mantener los ojos abiertos. La anticipación regularmente marcaba sus escenas juntas, la creciente tensión sexual era cada vez más palpable. Si solo la gente supiera que la forma hambrienta en que la jefa Hunt miraba a su médica residente no requería una gran actuación. Elizabeth se encontró con el deseo de tocar, un anhelo que era curiosamente satisfactorio. Alimentaba su anticipación, que solo la hacía pensar en lo que iba a ocurrir pronto. Summer, como Carter, respondía como siempre: diálogos inteligentes y sutiles, cargados de deseo, acompañados de miradas anhelantes. La línea entre el personaje y la actriz se difuminaba. Se trataba de la danza, el coqueteo, la seducción. Bueno, técnicamente, sus personajes ya habían culminado su juego de seducción, ya que su atracción se había consumado dos episodios atrás en un prolongado beso y un elegante fundido a negro. ¡Qué beso! Todo su cuerpo se había estremecido con él. Después de que el director dijera «corte», Summer le dirigió una mirada dolida y reprimida, y le susurró al oído: —Sabes que esto de esperar es tu idea, ¿verdad? Espero que después me lo compenses completamente.

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—No tienes ni idea de lo que quiero hacerte —murmuró de vuelta. Ese pensamiento le había rizado los dedos de los pies. Las mejillas de Summer estuvieron rojas por más de una hora.

No era un secreto que Hunt iba a dejar Choosing Hope. La única pregunta era cómo manejarían la salida de su personaje. Los fans de Hunter suplicaban que Carter cabalgara con ella al atardecer. Los fans de Méndez esperaban que empujara a su ex por un acantilado. El día que llegó el guion definitivo de su personaje, Elizabeth lo leyó inmediatamente. No podía esperar a que esto terminara. No más horas locas. No más salidas a las cinco, ni soportar los chismes superficiales de Jon, agitando sus lápices de labios como armas. No más fans abusivos en la calle. Pronto se acabaría. Pasó la página para descubrir el método de salida de Hunt. «Ah. Bueno». Elizabeth suspiró. Por supuesto que eso era lo que harían. —¿Viste esto? La furiosa pregunta y el sonido de la puerta de su tráiler abriéndose de golpe fueron casi simultáneos. Está claro que alguien estaba demasiado agitada para llamar a la puerta. Summer sostenía el guion delante de ella entre un dedo y el pulgar, como si estuviera infectado. —Ah, mi salvadora —dijo Elizabeth, dejando a un lado su propio guion—. ¿Supongo que acabas de leer sobre la partida de Hunt, y los valientes esfuerzos de Carter por salvarla? Los ojos de Summer brillaron. —La van a matar. —Sí. —No puedo creer que sigan haciendo el dead gay trope. ¿No han aprendido nada de Los 100?

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—Lenton quiere asegurarse de verme partir. No creo que los fans gay hayan entrado en sus pensamientos ni una sola vez. —Lo dudo. —Tiró el guion sobre la mesa y se metió las manos en los bolsillos—. Le pregunté a Autumn si podíamos luchar. Me dijo que no es mi programa ni mi lugar. Sé que tiene razón, pero, aun así. —Summer frunció el ceño—. Mierda. Nuestros fans van a odiar esto. «Ah». Elizabeth levantó la vista con sorpresa. —¿Qué? —preguntó Summer. —Es tan extraño y nuevo tener fans que se preocupan por mi personaje. Estoy acostumbrada a las horcas. Pensar que por fin me vuelve a gustar Hunt y pasa esto. —¿Vas a estar bien? —Yo solo estaré ahí acostada, tú serás la que haga toda la actuación traumatizada. —Supongo. —Summer parecía amotinada—. ¿Por qué tuvieron que hacer eso? —Son las tres reglas de las victorias de la cadena: venganza, índices de audiencia y fans irritados. —Puso los ojos en blanco—. Y tú, ¿vas a estar bien? —Sí. —Summer bajó la mirada. —Oye —Elizabeth le levantó la barbilla con un dedo—. Voy a estar ahí. Solo piensa en mí. —Ese es el problema. —Su mirada nerviosa captó la de Elizabeth— . Que voy a pensar en ti.

Tres días después, ya estaban listas para rodar la escena de la muerte, y Summer tenía una infestación de nervios. El set estaba repleto de ejecutivos con traje, todo el equipo de guionistas y todos los empleados que había bajo el sol, todos aparentemente emocionados por ver cómo Choosing Hope despachaba a la villana más famosa de la televisión.

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«Carroñeros». No ayudaba al estado de ánimo de Summer el hecho de que apenas hubiera dormido en los dos últimos días. Mirando a su alrededor, observó la lúgubre fachada del hospital donde rodaban los exteriores de Hope. El sol acababa de ponerse. —Esto es irónico —señaló Elizabeth con una sonrisa perezosa mientras se acercaba—. Aquí es donde empezó todo para nosotras. —Sí. —Summer se frotó los brazos, enfundados en una fina bata. —Lo harás bien. Hunt, por otro lado, no tanto. El equipo de efectos iba muy en serio. —Elizabeth señaló la herida falsa en la cabeza, parcialmente oculta por su pelo. La herida no sería evidente hasta que Summer le diera la vuelta al cuerpo. Se estremeció. —No me extraña que no pueda salvarte. —Efectivamente. —Elizabeth rio suavemente y se inclinó hacia ella—. Esto cierra el círculo: yo aquí cubierta de sangre, y tú ahí con cara de horror a causa de ello. —No es lo mismo —murmuró Summer, sintiéndose extrañamente vacía—. Por muchas razones. Elizabeth no respondió a eso. —Vamos, es casi la hora. Temblando, Summer asintió, repasando mentalmente la escena de nuevo: un auto atropellaría a la doble de Elizabeth. Carter encontraría a su amante malherida al lado de la carretera. Comprobaría el pulso en el cuello, le daría la vuelta, descubriría la herida en la cabeza, empezaría a desmoronarse, luego se aguantaría, se concentraría en hacer su trabajo y comenzaría una serie inútil de bombeos en el pecho. Los fans de Méndez estarían encantados, hasta que descubrieran que su héroe estaba al volante. Dios. Tanto drama, en tan poco tiempo.

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—¡Acción! Joey Carter se acercó a la jefa Hunt, con el miedo visible en su rostro. Cayendo de rodillas, hizo rodar el cuerpo tendido y lanzó un grito ahogado. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras miraba fijamente las facciones de Hunt. —¡No vas a morir! —lo dijo con firmeza, como una orden. «No vas a morir». Con manos temblorosas, apartó el pelo enmarañado y ensangrentado de la sien de Hunt y le echó un vistazo a su rostro maltrecho. El equipo de efectos especiales había hecho un trabajo increíble. Por un segundo, fue como si Elizabeth estuviera allí, a punto de abandonarla. «No vas a morir». —No te mueras —susurró Summer, olvidando su frase. Esta vez no era una exigencia, sino una súplica patética y jadeante—. Dios mío, por favor, no te mueras. —Su voz se tambaleó un poco mientras intentaba conectarse a tierra y recordar lo que seguía. Compresiones torácicas. Ella lo sabía. Está bien. Cerrando una mano aplastada sobre la otra, Summer las colocó sobre el pecho de Elizabeth como se le había enseñado, y comenzó. Amplió los movimientos del codo para que pareciera que presionaba más fuerte de lo que lo hacía. Había practicado durante mucho tiempo con un maniquí y luego con la doble de Elizabeth, bajo la mirada del supervisor médico. —No te mueras —dijo en voz baja con cada compresión. Después de contar diez compresiones, Summer se inclinó hacia delante y colocó sus labios sobre los de Elizabeth, hinchando las mejillas para simular que soplaba en su boca. La calidez bajo esos labios teñidos de azul era tan tranquilizadora que se sintió ridícula por su reacción inicial de miedo. Maldita sea, probablemente ya había estropeado la escena por ser demasiado emotiva. Una lágrima en el rabillo del ojo de Elizabeth se

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deslizó lentamente por su mejilla. Eso lo desató. El corazón de Summer se apretó y, sin siquiera pensarlo, se inclinó y susurró: —¡Maldita sea, no te mueras! No lo harás. Te quiero. No puedes dejarme. —¡Corte! «Ah, mierda». Summer no tenía ni idea de dónde había salido eso. O más bien, tenía una idea inquietantemente buena. Y era exactamente lo contrario de lo que pedía el guion. El caos reinaba: el equipo rompió en aplausos. Ravitz, Hugo y Lenton se enzarzaron en una furiosa discusión sobre si debían mantener la improvisación, lanzando oscuras miradas hacia ella. Elizabeth se incorporó, con la mirada perdida entre la discusión y Summer. Sentada sobre sus talones, Summer gimió. —Esto podría llevar un tiempo —señaló Elizabeth—. No creo que la adorable Joey deba de estar enamorada de una villana. Bueno, puede que Joey no lo esté, pero… «mierda, mierda, mierda». —Sí. Lo siento, probablemente nos harán repetirlo. Pero que se joda esa cosa políticamente correcta que nos han escrito. Por supuesto que Joey ama a su novia. «Ah, sí, claro, y por eso lo dijiste». Elizabeth la miró con interés. —Bueno, tal vez se queden con esa toma. La ovación del equipo los hará reflexionar. Aunque no sea un testigo fiable, ya que mis ojos estaban cerrados, puedo decir que lo hiciste brillantemente. La verdad, sonaste un poco como colegiala enamorada. —Sonrió. La vergüenza inundó a Summer. No solo había sido poco profesional, sino que, aparentemente, había sonado como colegiala enamorada. ¡Pero era este maldito trabajo! En serio, era una locura la angustia que tenía que pasar algunos días. Se puso de pie.

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—Mira, mientras todo el mundo discute lo mucho que la embarré, voy a tomarme un breve descanso. Sin esperar una respuesta, Summer se lanzó hacia los tráileres, justo cuando el grito de Ravitz de «tómense diez minutos» resonó tras ella.

La preocupación ardió en el pecho de Elizabeth mientras veía correr a Summer. Todos olvidaban frases o improvisaban de vez en cuando. Eso ocurría. Pero Summer parecía muy preocupada. Al cabo de unos minutos, lanzó una mirada a Finola y le indicó hacia dónde se dirigía. Su asistente frunció el ceño y señaló la herida falsa de su cabeza. Elizabeth asintió, agradeciendo su consideración, y ocultó la antiestética cicatriz con su pelo. No tenía sentido asustar más a Summer. Encontró a Summer sentada en los escalones de su tráiler, con los brazos alrededor de las piernas, con un aspecto miserable. Al acercarse Elizabeth, esbozó una sonrisa tímida. —Olvidé mi código PIN para desbloquear la puerta. En todos estos meses no lo había olvidado ni una sola vez, pero ¿hoy? Ni idea. Inclinando la cabeza hacia su propio tráiler, Elizabeth dijo: —Usemos el mío, ¿bien? Sin decir nada, Summer se puso de pie, se sacudió el uniforme y la siguió. Una vez que entraron y cerraron la puerta, Elizabeth le indicó que tomara asiento. —¿Una bebida? —No, gracias. —Summer se hundió en el sofá. —Oye —Elizabeth esperó hasta que Summer la miró a los ojos—. Estamos solas. Sé sincera: ¿estás bien? La cabeza de Summer cayó en sus manos. —Dios… es… sé que solo es una actuación. Pero, aun así, Hunt y tú tienen un par de cosas en común. Fue difícil.

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—Mis pómulos, ¿verdad? He oído que tenemos eso en común — Elizabeth bromeó. —Y el hermoso cabello —dijo Summer, con una pequeña sonrisa— . Y unos preciosos ojos grises. —Aduladora. —Elizabeth la miró largamente y luego se sentó, de cara a ella—. ¿Quieres contarme lo que pasó? —Acabo de hacerlo. Las dos parecen iguales. Al verlas ahí acostadas, ha sido difícil separarlas. Nunca me había pasado antes. Es una tontería, lo sé, pero, por un instante, eras ella. Y verte así, fue… —Apretó los puños—… doloroso. —Oh, Summer. —Elizabeth sintió una oleada de calor—. Estoy bien. Y tampoco tengo ex locos persiguiéndome. —Eso le valió una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Así que eso fue todo lo que pasó, que parecía estar a punto de morir? —Principalmente. El dedo índice de Elizabeth acarició los cabellos rubios sueltos que caían sobre los ojos de Summer, los arrastró hasta una oreja y los colocó detrás de ella. —¿Y qué más fue? ¿En qué estabas pensando mientras hacías la escena? Summer tragó saliva. —No te mueras. No me dejes. No ahora. Las mismas palabras que ella había dicho. —No me voy a ir a ninguna parte, Summer. —Vas a dejar el programa. —Solo el programa. —Sé eso aquí arriba. —Se golpeó la sien—. Pero hace años que no estamos solas, y no hablamos tan a menudo, y me estoy volviendo loca. Te extraño mucho. Elizabeth la miró con preocupación.

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—Pensé que te había explicado lo largos que eran mis días. Yo también te he extrañado. En serio. Me muero de ganas de conocerte mucho mejor. Mirando sus manos, Summer dijo: —Ha sido una noche difícil y todo se ha desbordado. Todo este anhelo, todas esas escenas cargadas y burlonas; y ahora que finalmente estabas ahí frente a mí, te veías… así. Bess, lo siento. No quise decirlo. Simplemente se me salió. —No entiendo. ¿Qué salió? —Esa frase era para ti. Perdí la cabeza por un segundo. Estoy muy avergonzada. Elizabeth parpadeó. —¿Me quieres? ¿Tus palabras eran reales? —¿Sí? —Summer gimió—. Soy una idiota. Por favor, dispárame ahora mismo. El asombro inundó a Elizabeth. La expresión de angustia de Summer no podía perdurar ni un segundo más. Con una suave sonrisa, dijo: —¿Crees que eres una idiota? Summer frunció el ceño. Alcanzando su teléfono, Elizabeth se desplazó hasta las pruebas incriminatorias: su foto. —Por favor, observa: la definición misma de una idiota. Y lo publiqué para que todo el mundo lo viera. —Señaló su cara en la foto—. Afecto desenmascarado. —Su sonrisa se convirtió en un gesto de tristeza—. Delvine sintió la necesidad de señalar lo reveladora que era mi expresión. Después, mi padre, que no tenía ni idea de lo que era Twitter, me preguntó cuándo te presentaría a él y a mamá. —¿De verdad? —Los ojos de Summer se abrieron de par en par. —Esto es lo que sé: no miro a nadie más de esa manera. Tú significas mucho para mí. —Sacudió la cabeza ante la imagen,

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asombrada por lo que parecía tan obvio ahora—. Claramente. — Encontrándose con los ojos de Summer, añadió—: Espero que lo sepas. Solo eres tú. —Oh. —La palabra salió como una exhalación. —Entonces, Summer, realmente me gustaría besarte ahora. — Summer la miró sorprendida—. Y para que quede claro, para que no haya ninguna confusión, lo digo en serio. —Elizabeth se inclinó y dejó que sus labios mostraran a Summer hasta qué punto eso era cierto. Summer profundizó el beso con avidez, atrayéndola hacia sí. La respiración de Elizabeth estaba agitada y su cuerpo se estremecía cuando finalmente se separaron. Todo lo que quería era más. Mucho, mucho más. Se inclinó para dar un segundo beso. En el fondo, percibió un golpe, pero los labios de Summer eran tan suaves, tan dulces… Un carraspeo. Se separaron bruscamente. —Ah, gracias a Dios —dijo Finola secamente—. Pensé que tendría que sacar mi barreta. O una manguera. Un escalofrío recorrió a Elizabeth, al darse cuenta de que no habían estado solas. Summer se sonrojó y no parecía saber adónde mirar. —Ah… —No, no se preocupen. —Finola sacudió la cabeza—. Su secreto está a salvo conmigo. De todos modos, lo he sabido desde hace tiempo. Han bailado una alrededor de la otra durante tanto tiempo, que quería juntar sus cabezas bonitas. —Se burló—. Bueno, me pidieron que las encontrara y las llevara de vuelta al set. Se van a quedar con esa toma y quieren comenzar con las individuales. —¿En serio? —De pie, Summer parecía desconcertada. —Sí, gracias a Dios. Fue tan bonito. —Finola abrió la puerta—. Sospecho que habría un motín del personal si no lo hicieran. —¿Ves? Sabía que había estado bien, incluso con los ojos cerrados. —Elizabeth la siguió mientras se dirigía al exterior.

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—No, «bueno» sería que no mataran a Hunt —refunfuñó Summer, cerrando la puerta tras ella—. Más dead gay trope para herir a los fans queer. No es que les importe. Mientras caminaban hacia el set, Finola sacó su tableta y se dirigió a una página de noticias. —Creo que querrán ver esto. Apareció hace una media hora. Quizá sus fans de Hunter no estarán tan tristes por mucho tiempo. ¡Ooh La La! Las actrices de «Hunter» protagonizan un sexi drama lésbico. El excitante tráiler de la próxima película de Jean-Claude Badour derrite el internet. Debajo había una foto fija teñida de rojo, con Elizabeth y Summer en un abrazo desnudo, cubierto artísticamente con una sábana. La expresión de Summer era pura picardía, mientras que la mirada acalorada de Elizabeth la hacía parecer una pantera lista para abalanzarse. «Ay… Dios…». Summer jadeó. —¿Muy lascivo? —Sorprendente, más bien —dijo Finola—. Y muy oportuno. Sé cómo van estas cosas. Están a punto de ser la propiedad más caliente de la ciudad. —Bueno, supongo que ya lo he hecho todo —dijo Elizabeth—. Desde ser la villana más odiada de Estados Unidos hasta fundir el internet. Finola se rio. —Te voy a echar de menos. Has sido el actor principal menos molesto al que se me han asignado. —Un gran elogio. —Elizabeth miró con cariño a su asistente. —Lamentablemente, pocos elogios. El listón está por los suelos. Las estrellas de la lista A pueden ser un trabajo muy duro. Tú no. Eras un gatito, aunque todos creían que eras un león.

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Summer se rio. —¿Un gatito? ¿Bess? Eso es divertidísimo. —En cuanto a ti. —Finola miró a Summer—. Eres la domadora de leones más dulce que jamás haya existido. Las voy a extrañar a las dos. —¿Las dos? —El paso de Summer vaciló—. No me voy a ir. —Lo harás. —Finola sonaba muy segura—. He estado en este negocio mucho, mucho tiempo. Y después de todo el asunto de Hunter, y el alboroto por tu nueva película, te ahogarás en ofertas. — Bajó la voz—. Las dos tienen demasiado talento para este espectáculo. —Llegaron al set y Finola les dirigió una última mirada indulgente, y murmuró—: En serio. —Y desapareció. Sylvia y Jon corrieron hacia ellas, ansiosos por retocarlas. —Tiene razón —dijo Elizabeth en voz baja—. Eres demasiado buena para esto. —Delvine dijo que no debía quedarme demasiado tiempo en Choosing Hope. —¿Como yo? —Ella no dijo eso. —Pero es verdad. No volveré a cometer ese error. A veces el riesgo merece la pena. —Su mirada se detuvo en Summer. Jon llegó a ellas primero, echó un vistazo a la herida de Elizabeth, estratégicamente cubierta, y frunció el ceño. —Srta. Thornton, ¡tu aplicación está infestada de pelos! —Ofreció un dramático jadeo—. Necesitaremos que Efectos Especiales la revise. —La miró fijamente—. ¿Qué demonios estuviste haciendo en solo diez minutos? Con su mejor expresión de desprecio, Elizabeth se encogió de hombros. Captó la mirada de «ay, mierda» de Summer mientras intentaba escabullirse, seguida obstinadamente por Sylvia que agitaba un bote de laca para el pelo.

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Elizabeth casi no pudo ocultar un resoplido de risa.

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Capítulo 25

S

e acabó. El resto del reparto, incluida Summer, había terminado hacía horas, y solo quedaba Elizabeth, haciendo algunas tomas de Hunt llegando al hospital. Las escenas formarían parte de un montaje de su época como jefa. Afortunadamente, la herida falsa había desaparecido, por lo que ya no parecía haber perdido una discusión con el Lexus de Méndez. Antes, en su descanso, había localizado a Finola, sobrevivido a un inesperado y cálido abrazo, y le había regalado unas cuantas botellas de Lagavulin de 16 años, el güisqui de alta gama que su asistente adoraba, pero que nunca se compraba. Con decisión, Elizabeth colgó el abrigo de Hunt en su tráiler y lo estudió. Tantas emociones mezcladas por un trozo de tela blanca arrugada. Al final, casi le había empezado a gustar Iris Hunt. Casi. Un golpe la sacó de sus sueños. —Está abierto. La puerta se abrió de golpe. Una figura con capucha se apoyó en el lateral del tráiler, sosteniendo una bolsa repleta de deliciosos olores. —Hola, bella dama. ¿Necesitas compañía? —La sonrisa de Summer era amplia mientras se echaba la capucha hacia atrás para mostrar su rostro. —Una línea espantosa. —Los labios de Elizabeth se curvaron en los bordes—. ¿Sigues sin recordar el código de tu tráiler? Seguro que un asistente de producción podría ayudarte. —Ya lo recordé sin molestar a nadie. Solo pensé que deberías celebrar tu primera hora de libertad con alguien. —Ah. Entra.

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Summer lo hizo, cerrando la puerta con el pie. Dejó la bolsa sobre la mesa y se quitó la chaqueta para mostrar una camiseta blanca y ajustada. —Creía que te habías ido a casa hace horas, como todo el mundo. —Elizabeth miró el reloj de pared. Eran más de las diez. —Lo hice. Cené algo y volví. —Summer señaló sus bolsas—. Traigo ofrendas. Del tipo que las mujeres que protagonizan un programa de televisión de éxito no podrían comer. Pero, en este momento, tú no estás sujeta a esas leyes que privan a esas actrices de calorías. —Abrió la bolsa y olía a gloria—. ¿A menos que estés demasiado cansada? «¿Demasiado cansada para Summer y comida con olor delicioso? ¿Estaba loca?». Antes de que Elizabeth pudiera responder, Summer continuó con una prisa nerviosa mientras empezaba a desempacar la comida: —Llevaba semanas soñando con esto. Por fin podemos ponernos al día como es debido. Espero no excederme imponiéndome o cargando carbohidratos antes de que hayas recuperado el aliento. —Hizo un gesto de entrega—. Es una hamburguesa Blastoff de ese restaurante retro. Parece que te gustó mucho. —Encantador. ¿Quieres un poco también? —Estoy llena. Solo te haré compañía. —Gracias. Elizabeth se sentó y probó la hamburguesa, que estaba tan deliciosa como hacía varios meses. Masticando lentamente, se dio cuenta de que tenía un público admirador. Elizabeth exageró su apreciación, añadiendo un suave «mmm», observando la reacción de Summer. Esta tragó saliva, miró hacia otro lado, luego hacia sus manos, y finalmente cambió de tema. —Entonces, confiesa: ¿Qué te robaste? Secándose los labios con una servilleta de papel, Elizabeth protestó: —No tengo ni idea de qué…

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—Claro que sí. Es una tradición: Los actores siempre se llevan un recuerdo del set en su último día. Inclinando la cabeza para indicar detrás de Summer, Elizabeth dijo: —En la bolsa. Summer rebuscó en ella y sacó una chaqueta de Hunt limpia y almidonada, con su etiqueta. —¡Oooh! ¡No lo hiciste! —Creo que lo hice. —Qué coincidencia: yo diciéndote lo sexi que te veías con esto, y tú quedándote con una. —Mmm, sí, qué coincidencia. —Los ojos de Elizabeth se calentaron. La apreciación de Summer era tan buena como ella esperaba. —Empiezo a pensar que eres blanda conmigo. —Solo un poco —sonrió débilmente—. Pero no se lo digas a nadie. Tengo una reputación que mantener. —Dio otro delicado mordisco, mientras la mirada oscura de Summer la devoraba.

Ver a Elizabeth comer una hamburguesa era una experiencia divina, decidió Summer. Masticaba con cuidado, los jugos goteaban sobre sus dedos antes de alcanzar rápidamente una servilleta. Summer estaba hipnotizada. Después de comer la mitad, Elizabeth la dejó a un lado. —Gracias —murmuró—. Creía que estaba más cansada que hambrienta, pero resulta que me diste un segundo impulso. —Su lengua salió para lamerse los labios. —Eeeh. —El estómago de Summer se tensó. —¿Te estoy distrayendo? —preguntó Elizabeth, con un tono más bajo. —N… no.

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Riendo, Elizabeth recogió los envoltorios y los tiró a la basura. Se inclinó sobre el pequeño fregadero y se lavó las manos, con los pantalones negros de la Dra. Hunt apretándole el trasero. «Santo Jesús». —¿Quieres un trago? —Elizabeth señaló su nevera—. Hay CocaCola light. —Summer le sonrió—. Bueno, ¿y esa mirada? —Ya sabes por qué. —Summer sonrió más—. Mantienes mi bebida en tu nevera… para mí. —Tal vez la guardo para cualquier extraño al que le guste el sabor de limpiador de fregaderos. —La guardas para mí. —Ah, ¿sí? —Elizabeth sonaba divertida mientras se apoyaba en la barra—. Gracias de nuevo por la cena, Summer. Aprecio la idea. Y la compañía. —De nada. —Summer no pudo resistirse a mirar sus labios. Tan perfectamente formados y de un rosa pálido. —¿Qué horario tienes mañana? ¿Vas a trabajar temprano, o…? — Elizabeth levantó las cejas. Summer se dio cuenta de repente de por qué era una pregunta tan importante. —Empiezo tarde. —Apenas balbuceó las palabras—. A partir de las once. Sus miradas se encontraron y, por un momento, ninguna de las dos habló. —Nunca había hecho algo así —dijo Elizabeth en voz baja, sin ningún rastro de humor—. Hasta que lo hice contigo. Nunca había besado a una coprotagonista fuera de la pantalla. —No tenemos que hacer nada esta noche. Solo quería pasar tiempo contigo —dijo Summer con sinceridad—. Ha pasado mucho tiempo. —Es cierto. Esa es la cuestión, no puedo negar lo que me haces sentir. Esto no es algo frívolo, ¿verdad?

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—No. —Summer la miró, deseando que viera—. Esto realmente cuenta. —Así es. Elizabeth dudó, luego se dirigió a la puerta del tráiler y la cerró con llave. El sonido de la cerradura resonó en la silenciosa habitación. Volvió a mirar a Summer, con un claro deseo en sus ojos. «Ay, Dios». Al volver, Elizabeth tiró de Summer para que se pusiera de pie y le deslizó los dedos por detrás de la cabeza. La burla de sus suaves labios tomó a Summer por sorpresa. La excitación la recorrió como un resorte y respondió con avidez. La lengua de Elizabeth, que buscaba la entrada, era como rozar una llama: caliente, peligrosa. Se besaron durante largos y tentadores minutos hasta que Elizabeth se apartó, ganándose un gemido de decepción de Summer. —Paciencia. —Elizabeth sonrió y se abrió el botón superior de la blusa de Hunt. La prenda era nítida, impoluta, profesional. Otro botón fue presa de sus dedos. Luego otro. Poco a poco, se descubrió un sujetador de satén desnudo. «Piedad». A Summer le picaban los dedos por ser la que despegara el material. —¿Recuerdas la primera vez que estuviste aquí? —Elizabeth murmuró—. Empecé a desabrocharme la blusa sin pensarlo. Ah, Summer lo recordaba muy bien. »Me detuve, por supuesto, cuando me di cuenta. Pero lo que más me sorprendió fue la forma en que te sonrojaste. —Una sonrisa se dibujó en sus labios—. Tengo que reconocer que no pensé demasiado en ello. Ya eras lo bastante desconcertante. Pero ahora, Summer, tengo que preguntarme. ¿En qué estabas pensando? Summer se sintió avergonzada. —Creo que me freíste el cerebro. Pero, sí, realmente quería tocarte.

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—¿En serio? ¿Dónde? —Elizabeth la miró fríamente—. ¿Mi cuello? —Las yemas de sus dedos se dirigieron a su garganta—. ¿Clavícula? —Los dedos recorrieron el hueso en cuestión. —S… sí. —¿En algún otro lugar? Tal vez, un poco… más abajo. —Sus dedos se deslizaron contra los duros nudos que se formaban bajo el sedoso sujetador. —Te gusta la idea de que te desee —dijo Summer, repentinamente curiosa—. ¿Qué habrías hecho si te hubiera tocado? Elizabeth frunció las cejas. —Te habría echado de mi tráiler, y habría tirado el té tras de ti. Pero eso era antes. —Sus dedos se alzaron para trazar la mejilla de Summer—. Ya te di permiso una vez para tocarme en el set. —Su expresión se volvió intensa—. Pero, esta vez, puedes tenerme toda. Elizabeth se quitó la blusa y se desabrochó el sujetador, dejándolo caer lentamente al suelo. Sus pechos eran tan espectaculares como siempre, pero había algo abrumador en el hecho de que se los ofrecieran, de la forma más erótica imaginable. —Quiero —raspó Summer— todo de ti. —Entonces, adelante… —Elizabeth tiró de Summer hacia la cama y la apretó contra el colchón. Sus labios se curvaron—. Pero, Summer, tómame despacio.

Que Summer Hayes te hiciera el amor era como estar sumergida en un aceite de masaje erótico y resbaladizo. Las terminaciones nerviosas de Elizabeth se encendieron en respuesta a esos ojos ardientes. Ya la habían deseado antes, pero nunca así. Las manos de Summer adoraban su forma, su peso, memorizando su cuerpo. Sus dedos y sus ojos cartografiaron a Elizabeth con la devoción de un cartógrafo. Con las yemas de los dedos, Summer recorrió los pezones tensos de Elizabeth.

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—Eres exquisita. —Su voz era de adoración. Elizabeth se estremeció. Summer la había tocado antes, para las cámaras. Había probado su piel, sus labios, incluso sus pezones. Pero esto era muy diferente. Estaban solas, al fin, y la mirada de Summer no era nada que Elizabeth hubiera visto antes. Era hambrienta y posesiva. Fuego y excitación. Pero más que eso. Había amor. «Todo para mí». Bajo el efecto de esos ojos abrasadores, la excitación la recorrió. Los labios acariciaron a Elizabeth desde la clavícula hasta los pezones, donde Summer se quedó, complaciéndose lánguidamente. La humedad de los rastros de su lengua brillaba con la poca luz. Summer hizo una pausa, revisó su trabajo y, con una pequeña sonrisa de satisfacción, continuó bajando. Sus manos se posaron en la cintura de los pantalones oscuros de Elizabeth. Vaciló en la cintura, provocando otra ronda de escalofríos. Tragando, Elizabeth dijo: —Por favor. —Su voz desesperada sonaba a arena y miel. Lentamente, Summer despojó a Elizabeth de sus pantalones negros a medida, antes de recorrer con la mirada la braguita del bikini de Elizabeth. Sus dedos recorrieron el encaje de una de las piernas y se enroscaron bajo él, acariciando la piel más suave que había debajo. Después de un momento de juego, Summer la terminó de desnudar, y se sentó de nuevo en sus rodillas. Estudió el cuerpo desnudo de Elizabeth con una mirada hambrienta. La timidez picó a Elizabeth, como siempre lo hacía, y el calor inundó sus mejillas. Nunca se le había dado bien la desnudez; la hacía sentir demasiado vulnerable. —Eres preciosa —le aseguró Summer. —Parece que estoy en desventaja. —Miró el cuerpo aún vestido de Summer. —Ah, claro.

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Summer se levantó de la cama, arrancándose la camiseta y el sujetador. Se bajó los jeans y las bragas con poca delicadeza. Pateando la ropa, Summer se enderezó. Se puso de pie, desnuda y deliciosa, con las manos cayendo a sus caderas. Con una sonrisa nerviosa, preguntó: —¿Mejor? La mirada de Elizabeth la abrasó de pies a cabeza. Había visto a Summer casi desnuda antes, pero nunca la había bebido así. Ahora era libre de tragarse su forma: huesos fuertes, pechos suaves y generosos, y caderas curvadas, —Deliciosa —decidió. Summer sonrió y la inmovilizó de nuevo en un instante, su piel ligeramente bronceada se deslizó sobre el cuerpo mucho más pálido de Elizabeth. La mano de Summer se deslizó entre ellas con determinación. —Estás muy mojada —dijo asombrada. —Todo es culpa tuya. —No puedo esperar a probarte. —Summer no esperó respuesta y se puso en posición. Inclinándose hacia delante, exploró los pliegues de Elizabeth con una entusiasta atención a los detalles. «Ah, Dios». Las caderas de Elizabeth se agitaron. Sus dedos se cerraron en puños, aferrándose a la ropa de cama. Los músculos de sus brazos se convirtieron en cuerdas que se retorcían. Su respiración se hizo más corta, más profunda, y el placer se le escapó. «Ah, sí». Estaba cerca. De repente, Summer redujo sus juegos a un simple roce. Su expresión se volvió pícara. «¡No! Pequeña mocosa…». Cuando le había dicho a Summer que quería ir despacio, solo había querido decir que no quería que todo acabara en treinta segundos. —Más rápido —gruñó Elizabeth, ganándose un pequeño resoplido de risa. Summer empezó a usar la lengua como si fuera una pluma—

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. Esto es cruel. —Summer la lamió aún con más ligereza—. ¡M… más rápido! —Apretó la mandíbula. Desesperadamente, trató de perseguir el éxtasis que bailaba fuera de su alcance. Sus manos se hundieron más en la ropa de cama, convirtiéndose en puños blancos—. Summer, por favor. Summer jadeó contra ella y luego casi gimió. Su lengua arremolinada se endureció. Dos dedos se deslizaron dentro de Elizabeth, enroscándose hacia arriba. «Dios». Las luces parecían apagarse en la cabeza de Elizabeth —Ah. Aah. No pudo aguantar. No pudo… Su cuerpo se puso rígido. El éxtasis la invadió. Por un momento, entre un latido tartamudo y el siguiente, sintió como si hubiera perdido todas sus paredes en el caos de sensaciones. Estaba desnuda. Expuesta. Totalmente desnuda. Elizabeth se preparó para la ansiedad que siempre la acompañaba. Sin embargo, su garganta siguió tomando aire libremente. Sus manos se desplegaron lentamente. Su cerebro suspiró de felicidad, sin ofrecer ninguna duda inquietante. Aliviada, estabilizó su respiración. Confiaba en que Summer, de alguna manera, traspasaría todos sus muros, y que su mente, feliz, se limitaría a encogerse de hombros. Sus piernas se movieron. «Dios, estoy tan mojada». Recuperando el aliento, Elizabeth dirigió a Summer una mirada peligrosa, con los ojos entornados. Summer tragó temblorosamente, con los ojos muy abiertos y oscuros. «Excelente». Dando la vuelta a las dos, Elizabeth empujó a Summer sobre su espalda y la contempló. Pasando los dedos por la garganta de Summer, por el cuello y más abajo, Elizabeth pensó en todas las formas en que podía tomarla. Todas las opciones deliciosas para hacerla gemir sin poder evitarlo, como Summer había hecho con ella. Sus manos subieron para

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acariciar el pecho de Summer. Esta observaba con avidez, con la respiración entrecortada. Sus fosas nasales se encendieron. —Me has estado volviendo loca. —Elizabeth le dio un pellizco a ese pezón regordete—. Todas las veces que Hunt pudo tocarte, me imaginé esto. A nosotras. —Pellizco—. A solas. —Los pezones de Summer se endurecieron hasta convertirse en puntas—. Veo que no fui la única. —Elizabeth le dirigió una mirada cómplice—. ¿O sí? —Yo… ah. —Summer jadeó—. Te deseaba. Mucho. Todo el tiempo. —He pensado mucho en lo que te gustaría. En lo que podría hacer cuando te pusieras delante de mí, así: desnuda, necesitada, tan húmeda para mi toque. —Recorrió con un dedo el costado de Summer, saltando una costilla cada vez. El labio de Summer se quedó atrapado entre los dientes. —He pensado en ello mucho más de lo que debería. —La voz de Elizabeth era traviesa—. ¿Toda esa química de la que todo el mundo habla? Al parecer es eléctrica, rezumante, chispeante. —Deslizó las yemas de sus dedos hacia el ombligo de Summer, haciendo un remolino juguetón alrededor de él. La piel se estremeció—. Ya es hora de que lo exploremos, ¿no crees? Ya es hora de que aproveche… — Sus dedos bajaron hasta los rizos rubios recortados entre los muslos de Summer—… nuestra química. Summer tembló. Al acomodarse entre las piernas de Summer, Elizabeth deslizó su mirada a lo largo de ella hasta los amplios ojos que le devolvían la mirada. Sus manos se aplanaron para separar los fuertes y bronceados muslos de Summer. —¿Esta era tu fantasía? —Sopló contra los resbaladizos pliegues extendidos ante ella—. ¿Tú, abierta para mí? ¿Yo, haciendo lo que quiera contigo? —N… no. —¿No? —La curiosidad la invadió—. ¿No?

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—No —gimió Summer—. Era tocarte. Esto va mucho más allá de mis fantasías. Elizabeth la tocó lánguidamente. —¿No te atreviste a soñar? —Así no. Por favor —suplicó Summer, arqueando las caderas—. Deja de burlarte. No puedo… —Puedes hacerlo. Me hiciste sufrir un poco, ¿no? —murmuró Elizabeth, acercando su boca, con la mirada clavada en la de Summer—. ¿Y si saco la chaqueta de Hunt, lo disfrutarías? ¿Todas esas largas miradas para la cámara y no pudimos hacer nada? ¿Y si lo terminamos ahora mismo? —Su dedo se deslizó hacia delante, apuntando a la entrada de Summer. —Ah, Dios, para —gimió Summer—. Me estoy muriendo. —¿Seguro que quieres que me detenga? ¿De verdad, Dra. Carter? —Ella dio exactamente el tono correcto. —Mierda… me estás matando. —La voz de Summer se quebró. Sus caderas temblaron. La excitación inundó las yemas de los dedos de Elizabeth. —Bueno, no podemos permitir que eso pase. Elizabeth sonrió, y luego se enterró entre las piernas de su amante, lamiéndola y acribillándola a besos, alternando con profundas caricias de sus dedos. Los suspiros susurrados de Summer pronto se convirtieron en jadeos y finalmente en un grito. Se arqueó y se vino mientras sus dedos se aferraban con fuerza al pelo de Elizabeth. La visión de su amante en la agonía del orgasmo era embriagadora. De repente, Elizabeth volvió a estar al límite, casi mareada por el deseo. Metió la mano entre sus propios muslos y se frotó el clítoris con fuerza. Desconcentrada y temblorosa, cerró los ojos, y su respiración llegó en breves y acalorados jadeos contra el centro de Summer. Solo pasaron unos instantes antes de que se estremeciera y llegara a la cima de nuevo.

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Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue la mirada ardiente de Summer. —Dios —respiró Summer, con voz reverente—. Oye… eso fue tan caliente. —Mmm. —Elizabeth garabateó sus dedos empapados sobre los muslos de Summer, admirando los rastros de humedad. Se deslizó hacia delante, de lado, para acostarse junto a su amante—. Estoy de acuerdo. —Le dirigió a Summer una mirada burlona—. Entonces, sé sincera. Creo que a veces te gusta que sea Hunt. La boca de Summer se abrió, aparentemente lista para una negación, antes de reírse. —Tal vez. De vez en cuando. Pero, la verdad, eres tú la que me excita. Me gustaría quedarme así para siempre. Tendrían que sacarme de aquí por las uñas. —Para siempre es mucho tiempo. —Elizabeth fingió que pensaba seriamente en la frase frívola—. Puede que tenga que reorganizar mi horario. Estoy segura de que tenerte en la cama las 24 horas del día podría provocarles úlceras a Delvine, Rachel y Autumn. —Probablemente. —Summer pasó suavemente su mano por el pelo de Elizabeth. —¿En qué estás pensando? —preguntó Elizabeth. —En que soy una mujer afortunada. Y en lo otro. Lo que dije antes. —Summer resopló—. La improvisación más vergonzosa de la historia. Lo que dijo Joey. —Lo que dijo Joey —repitió Elizabeth. Puede que aún no haya llegado a ese punto, pero sería muy fácil amar a Summer—. Me siento profundamente halagada por lo que dijo Joey. —Volvió a besar a Summer y suspiró—. Es tarde. Ven a casa conmigo. Quédate esta noche. Puedo prometer una hermosa vista desde mi dormitorio por la mañana. —Mmm. Suena genial… me encantaría verte cuando me despierte.

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—Me refería a la vista por mi ventana. —Los labios de Elizabeth se curvaron—. Se puede ver casi hasta la bahía. Es mágico. —Como si fuera a mirar por la mañana. —La sonrisa de Summer era amplia—. Vamos.

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Capítulo 26

H

abían pasado semanas desde su primera noche juntas. Desde entonces, Summer se había metido en la cama de Elizabeth y daba pocas muestras de querer salir de ella. Elizabeth aprobaba mucho esta evolución. Summer llegaba a la puerta de Elizabeth cada noche después del trabajo y se fundía con ella. Se unían en un frenético choque de labios, piel y dedos. Las mañanas implicaban toques lánguidos y besos más lentos; excitantes de una manera diferente. Fue Finola quien finalmente las obligó a salir de la cama. Por alguna razón, solo ella tenía el poder de motivar a Summer para que se arrastrara fuera de las sábanas y averiguara dónde estaban su ropa y las llaves del auto. Elizabeth ni siquiera se había dado cuenta de que la pareja se había vuelto tan cercana. Hoy era domingo y la fecha de una fiesta a la que había invitado a Summer, aparentemente con instrucciones de llevar a «esa cínica y encantadora coprotagonista con la que sigues practicando el boca a boca». Por supuesto, Finola pensaría que eso era divertido. No cabe duda de que le esperaban más burlas. Iban de camino a casa de Summer para recoger algo para la fiesta. Los ojos de Elizabeth se deslizaron hacia su conductora, que refunfuñaba y monologaba. —Si fuera cualquier otro —murmuró Summer—, los hubiese mandado a la porra. Interrumpir el mejor sexo de mi vida… Elizabeth decidió que acicalarse era algo vulgar, pero le encantó el discurso esclarecedor de Summer. «¿El mejor sexo de su vida?». Bueno, ella estaba de acuerdo. El estado de ánimo de Summer había mejorado cuando entró en su bungalow de Silver Lake.

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El lugar era bonito, aunque el exterior pintado de verde intenso era un gusto adquirido. ¿Quizás Skye había ayudado con la decoración? Elizabeth se rio cuando vio el parche de suculentas del jardín, y algunos especímenes espinosos en particular. —¡Cultivas cactus! No le mentí a Jean-Claude. —Son cactuses —se burló Summer—. Y lo máximo que hago es mirarlos de vez en cuando. No hay mucho que cultivar. Entra. A pesar de que eran casi las once, Chloe estaba a medio comer sus cereales, acostada en el sofá, cuando Elizabeth siguió a Summer hasta la sala. —Hola, extraña —saludó Chloe a su compañera de piso—. Estaba empezando a pensar que te habías mudado. —Arqueó el cuello para ver detrás de Summer—. Ah, hola. Un doble encabezado de Choosing Hope. Impresionante. —Uno solo —dijo Elizabeth—. Ya dejé el programa. —Ah, sí. —Chloe volvió a masticar—. Buen momento. Summer, tu madre está aquí para comer. Está en la cocina, así que probablemente podrías hacer un camuflaje a tu habitación si no quieres verla. — Sonrió. —¿Skye está aquí? —preguntó Elizabeth—. ¿Viene a comer a menudo cuando Summer está fuera? —Es domingo. Ella está aquí todos los domingos, con o sin mí — dijo Summer—. Ha adoptado a Chloe como tercera hija. —Se volvió hacia Chloe—. ¿Autumn también está aquí? —No. Vendrá más tarde, cuando el pollo esté en la mesa. —Bien. Bueno, vamos a saludar rápidamente antes de irnos. Estamos aquí para recoger un regalo de camino a ver a la antigua asistente de Bess. —Miró a Elizabeth con una mirada ligeramente culpable—. Es, um, un cumpleaños. Los ojos de Elizabeth se abrieron de par en par.

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—Espera, ¿es el cumpleaños de Finola? —¿Por qué no se lo había dicho Summer? ¿O Finola? No tenía un regalo o un… —No, de su hijo, no te preocupes —dijo Summer por encima del hombro. —Todo está bien. Tengo un regalo de parte de las dos. Bueno, vuelvo en un segundo. Elizabeth se paseó por la sala de estar, observando las chucherías bajo la mirada vigilante de Chloe. —Alguien ha tenido suerte —observó Chloe, dejando su cuenco ahora vacío. Elizabeth se encogió de hombros. —Me siento afortunada. Era la verdad. —No te preocupes por lo del cumpleaños. Summer lo hace con todo el mundo. Se hace amiga del universo. Se acuerda de los aniversarios de la gente más aleatoria, de los cumpleaños, de todo eso. Solo sigue la corriente. Elizabeth asintió, pero seguía siendo un poco desconcertante. Skye apareció, saliendo a toda prisa de la cocina. —El pollo está en el horno. Debería tardar una hora más o menos y… ¡Ah, Elizabeth, querida! ¿Cuándo llegaste? ¡Qué alegría verte! ¿Dónde está Summer? ¿Se quedan a comer? Espero que sí. —Lo siento, no podemos —dijo Elizabeth—. Hay una fiesta de cumpleaños para el hijo de mi exasistente esta tarde. Vamos a hacer acto de presencia. —¡Qué encantador de tu parte! ¿No es así, Chloe? —Skye se volvió hacia ella. —Totalmente. —Chloe sonrió a Elizabeth, con picardía en los ojos. Elizabeth le lanzó una mirada entrecerrada que le valió una carcajada por la molestia. Bien. Oficialmente le gustaba Chloe.

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Skye se dejó caer en el sofá junto a Chloe y le dio una palmadita en el asiento libre del otro lado. —Siéntate un momento, querida. Tenemos que hablar. Recelosa, Elizabeth se deslizó sobre el cojín designado y levantó las cejas a la mujer con aire de interrogación. —Cariño, ¿dónde estás? —Skye llamó. Summer apareció sosteniendo una bolsa de regalo engalanada con cintas. —Encontrando el regalo. ¿Qué pasa? Dirigiéndose a Chloe, Skye dijo: —¿Te importaría vigilar el pollo solo unos minutos? Chloe captó la indirecta, desapareciendo en la cocina.

asintió

y

agarró

su

cuenco,

Señalando el asiento desocupado, Skye miró a Summer. —Siéntate, siéntate. —Summer le obedeció, con una expresión confusa—. Entonces, ustedes dos. —Skye deslizó sus ojos de una a otra y sonrió—. Me alegro mucho de que haya funcionado. —Por supuesto. —Summer miró a Elizabeth—. ¿Por qué no lo habría hecho? —No estaba segura de si iba a funcionar —dijo, bajando la voz de forma conspirativa—. Lo sé, lo sé, soy una madre entrometida, pero no pude evitarlo. Elizabeth la miró, teniendo de repente una sensación muy extraña. —¿Qué hiciste? —Ah, sabía que ustedes dos no estaban saliendo cuando JeanClaude me lo preguntó al respecto. Pensé que era una pena y todo, porque, ay, Dios mío, lo mucho que Summer solía hablar de ti: «Elizabeth Thornton esto, Elizabeth Thornton aquello». —¡Mamá! Dios —Summer gimió.

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—Es cierto, querida. Jean-Claude vio las fotos de los paparazzi y me llamó para preguntarme por ellas. Yo sabía por qué preguntaba. Le encanta poner parejas en las películas. Es una cuestión de química. Así que… dejé escapar una pequeña mentira piadosa. Pensé que, tal vez, podrían conocerse un poco mejor en el set. Y por la forma en que Summer insistía en decirme que no era cierto, pensé que estaba protestando demasiado. Y quizás, Elizabeth, podrías ver lo maravillosa que era Summer fuera de tu programa, porque sé que no tenían muchas escenas juntas, ¿verdad? Bueno, no solían tenerlas. — Sus cejas se alzaron—. Esa etiqueta de Hunter está ahora en todas partes. Summer se congeló. —Mamá, ¿estás diciendo que… nos tendiste una trampa? —Sí, querida, lo hice. —Sonrió con orgullo—. Fue tan divertido verlas en la fiesta de la piscina. Dios mío, ¿realmente sabían algo la una de la otra? Me mordía la mejilla para no reírme. Tu padre no creía que fueran ni siquiera amigas. Le dije que les diera tiempo. Ah, él no sabe la verdad. Es terriblemente indiscreto, no como yo. Y mírense ahora. —Acarició las mejillas de ambas—. Tan felices juntas. ¿Acaso no tengo buen ojo para las parejas? —Lo sabías. —Elizabeth soltó una carcajada. —Bueno, Chloe no, aunque probablemente lo sepa ahora —dijo Skye—. Es una espía atroz. —¡No lo soy! —llegó una llamada indignada desde la cocina—. ¡Y, Dios mío, ¡son unas farsantes! —Le siguió una estridente carcajada— . ¡Me engañaron! —Te he dicho que es de mala educación escuchar a escondidas — replicó Skye. Puso los ojos en blanco. —No entiendo —dijo Summer—. ¿Cómo sabes que estamos realmente juntas? —¿Esa foto de Twitter, la del restaurante? Era obvio que solo tenían ojos la una para la otra. —Su sonrisa se amplió—. Me encanta tener razón en esto.

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—¿Qué pasa con Jean-Claude? —Summer frunció el ceño—. Se pondrá furioso si se llega a enterar. —Sí. Nos aseguraremos de que nunca lo sepa, ¿de acuerdo? — Asintió firmemente para sí misma—. Bien. Ahora vete. No quiero decepcionar al chico del cumpleaños. Y Summer, llámame esta noche por esto. —Su dedo giró entre Summer y Elizabeth—. Necesito detalles. —¡Mamá! —No ese tipo de detalles. Santo cielo. ¡Juro que me haces sonar como si hubiera criado a una mojigata!

Afuera de la puerta principal, Summer y Elizabeth intercambiaron miradas. —No tenía ni idea. —Summer se desplomó contra la puerta cerrada. No podía creerlo. —Eso noté. —Lo siento. Mi familia está totalmente loca. Esperaba que Elizabeth no se enojara por esto. Aunque, ella no la culparía. —Eso parece. —Elizabeth sonrió—. Está bien. Me avisaste sobre lo que iba a enfrentar, ¿recuerdas? Me esperaba una cierta locura. —¿Y tu familia? Por favor, dime que tus padres también son un poco especiales. ¿Son propensos a algunas excentricidades encantadoras? No puede ser solo los míos. Elizabeth se rio. —No como los tuyos, lo siento. Mis padres rara vez me preguntan algo personal por si pudiera ofrecer una respuesta embarazosa. Y te garantizo que tampoco intentarían emparejarme con una mujer que me gustara. Con un gemido, Summer se golpeó la cabeza suavemente contra la puerta.

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—Genial. Padres normales. Ni siquiera sé en qué plano de existencia vive mi madre. Está loca. Dejando caer un beso en sus labios, Elizabeth dijo: —No, no lo está. Solo quiere que seas feliz. Y me encanta que tu familia sea todo menos aburrida, como tú. Vamos. Tendremos que ir a soportar las burlas atroces de Finola. Y te agradeceré por adelantado cualquier regalo que me atribuyas. —Un Nerf Zombie Blaster. —Summer sonrió. Elizabeth resopló. —Claro que sí. —Se inclinó y acercó a Summer—. ¿Oye? —¿Sí? —Summer la rodeó con sus brazos, disfrutando de la sensación de abrazarla con fuerza. —Lo he dicho antes y lo diré de nuevo. Eres hermosa, por dentro y por fuera. —Elizabeth la besó. Summer estaba demasiado aturdida para responder. Por otra parte, a menudo se olvidaba de cómo formar frases con esta mujer. —Bueno —se enderezó Elizabeth—. Vamos a enfrentarnos a una escocesa enloquecida.

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Epílogo —¿

A

dónde vas? —Exigió la voz insatisfecha de Elizabeth desde debajo de un montón de sábanas, al sentir que la cama se hundía.

—Ducha.

—¿Ya es hora? —No habían dormido mucho la noche anterior, algo que era enteramente culpa de Summer. Summer y sus deliciosos labios errantes—. No importa. Es demasiado temprano. —Vuelve a dormir entonces. —Bueno, ahora no puedo. Demasiadas distracciones. —Elizabeth abrió un ojo mientras Summer desaparecía en el cuarto de baño, dejando la puerta abierta. Unos minutos después, comenzó el siseo del agua y Summer entró a la ducha, convirtiéndose en un brillo rosado tras el cristal. —Mi vista favorita. —Mentirosa —respondió Summer—. Es la que está en tu ventana. Estoy segura de que eso fue lo que me dijiste. —Tonterías. —Elizabeth se sentó—. Definitivamente eres tú. Era cierto. Incluso después de seis meses, nunca se cansaba de esto: Summer, desnuda, cálida, hermosa, suya. Por muy ocupada que estuviera Summer con el trabajo, por muy loca que fuera últimamente la publicidad de Choosing Hope y Eight Little Pieces, siempre encontraba tiempo para Elizabeth. El episodio de despedida de la jefa había sido nominado a dos Emmys: dirección destacada y actriz secundaria destacada en un drama. La primera nominación de Summer.

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Durante semanas, la cadena había bombardeado las ondas con fragmentos de ese episodio, aprovechando las nominaciones para obtener publicidad. Por mucho que a Elizabeth le gustara ver cómo la miraba Summer con lágrimas en los ojos en ese clip de la muerte de Hunt, Summer siempre apagaba el televisor enfadada. —Demasiado real —decía siempre, seguido de—: Y no puedo creer que te haya dicho que te quiero por primera vez delante de toda América. —Todo el mundo —respondía obedientemente. Al fin y al cabo, Choosing Hope se emitía en treinta y dos países. A Summer nunca le hizo tanta gracia ese argumento como a Elizabeth. Ella no había ganado el Emmy. Pero Ravitz sí. Incluso se había acordado de dar las gracias a Summer y Elizabeth en su discurso, antes de atribuirse todo el mérito de Hunter. —Nuestra visión audaz —lo había llamado—. La diversidad realmente nos importa. Claro que sí. Elizabeth había descubierto que compadecerse de Summer a través de los besos y el sexo apasionado era un beneficio mutuo. Aunque Summer no había parecido sorprendida o molesta por su pérdida. Mientras corría la ducha, Elizabeth buscó su teléfono y se desplazó por las alertas de entretenimiento de Variety. Su mirada se dirigió a una foto familiar. Grace. Su corazón se agitó, pero no de la forma en que solía hacerlo. Solo sintió una pizca de tristeza al recordar su polémica despedida. La historia anunciaba que había dejado Loving Under Palms debido a «diferencias creativas», y que volvía a su país para seguir con sus proyectos. Así que había seguido el consejo de Elizabeth después de todo. Grace ya tenía preparada una miniserie histórica llamada Queens and Leyends. La primera era una historia sobre la reina guerrera Boudicca, que se estaba rodando en una remota isla de Gales.

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Bueno, Grace siempre dijo que quería viajar. Por supuesto que estaría espectacular. No importaba su edad o que no tuviera un hueso guerrero en su hermoso cuerpo. Grace lo dominaría. Y para cuando saliera a respirar y volviera a la civilización, volvería a ser una estrella adorada. Exactamente, lo que necesitaba para prosperar. Elizabeth se saltó el botón de «leer más» y siguió adelante. No le guardaba rencor a Grace, pero ya era parte del pasado. Al mirar su bandeja de entrada, Elizabeth resopló suavemente ante el primer correo electrónico. Los fans de Hunter estaban en la protesta número cincuenta o algo así, intentando que la jefa Hunt fuera resucitada. «Buena suerte con eso». También estaban organizando su propia Convención de Hunter. Ella y Summer habían sido invitadas a hacer una aparición estelar. Demonios, tal vez lo harían, si pudiera alimentar a Rachel con suficiente medicación para el corazón antes de decírselo. En realidad, dado el amor secreto de su agente por Hunter, probablemente asistiría disfrazada. Era tan surrealista. Los ojos de Elizabeth se desviaron hacia el brillo desnudo de su amante en la ducha. Si tan solo los fans supieran que se pasaba los días y las noches haciendo cosas deliciosamente indecibles a Summer Hayes. Jean-Claude, de entre toda la gente, era el más enamorado de los devotos de Hunter. Puede que sea artístico, elitista y que odie la televisión estadounidense con pasión, pero los fans de Choosing Hope habían convertido su película en un éxito glorioso para los estándares de la industria. De alguna manera, Elizabeth dudaba de que la vieran por la intrincada trama en capas, o por la visión del arrepentimiento del juez de línea, Lucas. Ni siquiera Jean-Claude se había hecho ilusiones de creerlo. Había empezado a etiquetar sus anuncios de películas de Eight Little Pieces con #Hunter.

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El silbido de la ducha cesó. Summer se secó con la toalla y volvió al dormitorio, desnuda y gloriosa. «Adorable». —Te quiero —dijo Elizabeth. «¡Ah!». Ella no había tenido la intención de decir eso en absoluto. Bueno, todavía no. Lo había planeado todo para la cena del sábado. Incluso habría el pastel de lava de chocolate de Marcus. Le había sonsacado la receta. Mientras planeaba la velada, Elizabeth se había sorprendido al darse cuenta de lo mucho que significaba para ella. Ahora deseaba a Summer constantemente, y no solo físicamente. Era un alma cálida y amable que le recordaba a Elizabeth lo que era importante. Summer hacía que mereciera la pena salir de la cama y meterse en ella. Summer se congeló. —¿En serio? —Por supuesto que te quiero. Eres tú, después de todo. Y yo solo soy humana. —Sonrió. Summer rebotó en la cama junto a ella. —Acabas de hacer un «Joey» —se burló. —Me lo estoy replanteando rápidamente si lo llamas así. — Elizabeth trató de parecer molesta, pero sabía que su tono divertido la delataba. —¿Cuándo lo supiste? Confiaba en que Summer exigiría todos los detalles. Ella pensó de nuevo. «¿Desde que me tiraste al suelo en mi tráiler y no pude recordar mi propio nombre después? ¿Desde que trapeaste el piso con mis amigos en Shakespeare? ¿Desde que le dijiste a Jean-Claude que me gustaba la arquitectura de la casa de Thriller?». —¿Quién puede decirlo? —Elizabeth la miró de reojo—. ¿Vamos a tener una gran discusión al respecto?, porque podría señalar que soy británica. Y no hacemos eso.

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—Ja. Está bien. —Summer rodeó el cuello de Elizabeth con sus brazos—. Fueron mis dedos verdes, ¿no? —bromeó. —Claro. Nada grita amor como la gangrena. —Elizabeth se rio. Summer se sumó. —Te adoro. Pero eso ya lo sabías. —La cubrió de besos y trazó perezosamente sus dedos sobre la piel de Elizabeth. —Debería moverme —dijo Elizabeth, después de que la burla se prolongara durante largos minutos—. Hacer algo. Tengo esa película de Jane Campion a la vuelta de la esquina. Tengo que aprender mis líneas. —¿Esa película inglesa? Te irá muy bien. Mis fuentes muy bien situadas me dicen que Campion te adoró en Eight Little Pieces. —¿Fuentes? ¿Quiénes? —Mamá. Conoce a gente que conoce a gente que conoce al paseador de perros de Campion. —Bueno, eso suena creíble. Pero me encanta tu confianza. —Oye, para eso estoy aquí. Aunque te voy a extrañar. De eso se trataba. Cuatro meses de vacaciones en Inglaterra, lejos de Summer, que seguía buscando ofertas ahora que su carrera en Choosing Hope había terminado. Cuatro. Meses. —Sobre eso… —Elizabeth frunció los labios, sin estar segura de qué camino tomaría esto—. ¿Recuerdas que tu sueño era hacer Shakespeare en Inglaterra? —«Era» es la palabra clave. Crecí, seguí adelante. —Summer arrancó la sábana que la rodeaba. —¿Y si no tuvieras que hacerlo? —Summer la miró confundida—. Es que después de tu historia de la cáustica Margaret en la Royal Bard Theatre Troupe, sospeché que la conocía. Margaret Kent era la directora artística de la Royal Shakespeare Company cuando yo estaba haciendo las prácticas allí, antes de que se trasladara a la RBTT. —¿La conoces?

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—Sospechaba que sí. Me puse en contacto con ella para ver si era la misma Margaret. Por cierto, se acuerda de ti. —Ay, Dios. —Summer se cubrió la cara. —Con cariño. —Ajá. —La «americana impertinente y distraída». Viniendo de ella, eso es casi un interés entusiasta. —Claro que sí. —Le pregunté si tenía pasantías en marcha. Las de seis meses. La tensión nerviosa enderezó el cuerpo de Summer. —¿Qué? —susurró. —Me explicó lo imposible que es conseguirlas. Se presentan miles de candidatos, eminentemente idóneos, que han estado inmersos en la cultura británica y en Shakespeare desde la infancia. «Y que no suenan como las bocinas de niebla americanas». Sus palabras, no las mías. —¿Otra vez esto? —Summer se hundió—. Por eso me rendí. No tienes que contarme todas las formas en que ella dijo que no. Las he escuchado todas. —En realidad, Margaret dijo que habría aceptado a que al menos hicieras una audición para ella, si hubieras dicho la única cosa que estaba esperando escuchar. Los ojos de Summer se abrieron de par en par. —Ella estaba esperando que dijeras «amo al bardo más que a la respiración». Cuando no dijiste que lo adorabas, se preguntó si lo veías simplemente como un reto; algo que había que tachar antes de volver a casa. —Mierda. —Summer parecía consternada.

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—Así que me encargué de ponerla al corriente de tu pasión. Añadí que nos dejaste sin palabras a mí y a Grace Christie-Oberon durante una representación privada de Shakespeare. Summer había dejado de respirar. —Dijo que te había visto actuar —continuó Elizabeth—. La cita directa fue, «gracias a Dios que ambas dejaron ese horrible programa de hospital. Un desperdicio de talento. Ah, y a la Srta. Hayes le robaron ese Emmy». —¿Margaret dijo eso? —Ahora es Dame Margaret. Así lo dijo. Junto con un comentario de que la pasantía es tuya si la quieres, además de una diatriba sobre cómo disfrutaría poniéndote en forma, entrenándote adecuadamente, torturándote un poco y asegurándose de que entiendas que el teatro es cosa de equipo, no de divas. —¿Ella está… ofreciéndome una pasantía? —Seis meses. Te dedicarías a las mozas, a las siervas y a las amantes como cualquier otra recién llegada. Si tienes suerte, dice que, más adelante, podría soltarte a Emilia en Otelo. —Eh… necesito un minuto. Elizabeth se mordió el labio. No había sido un favor menor el que había pedido, arriesgándose por Summer. Afortunadamente, Margaret no había sido demasiado odiosa al respecto, a pesar de tener la disposición para ello. Nunca habían sido amigas, pero compartían un respeto mutuo. La veterana de mirada aguda también había resuelto algunas cosas por su cuenta. —¿Es porque eres blanda con ella, Elizabeth? —Nuestro programa de televisión estaba aumentando el drama — había dicho con un suave resoplido—. Es una actuación. —Elizabeth Thornton. —El tono de Margaret había contenido tanta censura que Elizabeth se había sentido de nuevo como una practicante—. Vi Eight Little Pieces. Fue revelador. Por cierto, ese

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Badour es un hombre inteligente. Desnuda las capas de su reparto tanto como sus personajes. En cuanto vi la película lo entendí. —¿Entendiste qué? —Es adictivo, ¿verdad? ¿Estar tan cerca del talento? Cuando vi la película del francés me di cuenta de que eso era lo que te atraía de ella. Su habilidad era tan cruda. Real. Imposible de negar. Su talento se filtra de la pantalla como una acuarela. Más que eso, cobraron vida juntas. No solo pude ver la forma en que reaccionaron la una a la otra. Lo sentí. Niégalo todo lo que quieras, pero está ahí. Así que perdóname si no me trago tu desestimación del afecto por la Srta. Hayes como algo fabricado. Regálame la cortesía de la honestidad. Así que Elizabeth había hecho algo que nunca hacía: desnudarse ante alguien que no tenía derecho a saber su verdad. Aunque había sido difícil, no se arrepentía. Ahora Summer podía tener su sueño. Significaba que no estarían separadas durante meses interminables. Suponiendo que Summer siguiera anhelando este sueño. Nerviosa, estudió la mirada reflexiva de Summer. —Esto es increíble —dijo Summer—. Pero tendré que hablar rápido con Autumn. Me matará si me voy de Los Ángeles durante seis meses. —En realidad, ella parecía pensar que tomar esas prácticas sería bueno para tu desarrollo actoral. Aunque espera que vuelvas a Los Ángeles nada más terminar. —¡Te confabulaste con mi hermana! ¿Y ella estuvo de acuerdo? —Sí. Además, Autumn tiene algunas convenciones de Punky para ti en Londres y un exnovio al que quiere visitar. —¡Ustedes dos son unas furtivas! —Summer dio una palmada en el brazo de Elizabeth—. ¡Dios mío, esto es increíble! —Eres realmente muy violenta. Y pensar que eras tan dulce cuando nos conocimos. —¿Dulce? Te eché un chorro de sangre falsa y te pusiste furiosa.

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—¿Sabías que algo de eso se me metió en la nariz, en mis ojos, por mi sujetador? Incluso me lo tragué. Sabe horrible. Summer hizo una mueca de dolor. —Lo siento mucho. —Y entonces me miraste con esos ojos grandes e inocentes, como si pudieras morirte del puro horror por todo aquello, y fue toda una lucha el mantener la rabia. Fue entonces cuando más quise renunciar, pero nunca quise que te fueras. Quizá una parte de mí lo sabía ya entonces. —¿Saber qué? —Que no era seguro estar cerca de ti. —Acercó a Summer—. Que mis pulmones encontrarían más difícil respirar, que mis labios desearían los tuyos, que mis ojos se desviarían hacia ti, y que simplemente eras demasiado adorable para dejarte ir. —Ah —respiró Summer. Y aquí estamos, más de un año después, y todavía no quiero dejarte ir. Ya sea en Inglaterra o en Los Ángeles, donde tú vas, yo voy. Mantengámonos… juntas. Vivamos juntas. Y todo lo que ello conlleva. —Bess… —Summer se envolvió con fuerza alrededor de Elizabeth—. Sí. —¿Sí? —El corazón de Elizabeth estaba a punto de salirse del pecho. —Ya es bastante difícil volver a casa algunas noches cuando todo lo que quiero es estar contigo. Te extraño todo el tiempo. Ni siquiera está en discusión. Me encantaría. —Bien. Eso es… eso es bueno entonces. Excelente. —Elizabeth la besó, el alivio la inundó—. Está decidido. —Se puso de lado, apoyando la cabeza en la mano, y miró a su amante—. ¿Qué piensas hacer hoy? —preguntó, haciendo girar sus dedos sobre el vientre desnudo de Summer, disfrutando de la forma en que se retorcía bajo su contacto—. ¿Por qué te levantaste tan temprano?

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—Tengo una cita caliente. —¿Ah? —Las cejas de Elizabeth se levantaron. —Iré a ver a unas damas sexis. —Te confieso un amor eterno, te pido que te mudes, ¿y ya me vas a dejar? Summer se rio. —Hay un par de edificios antiguos inusuales junto al muelle que se fotografiarán muy bien con la luz de la mañana. ¿Quieres venir? Será divertido. Eso sí que sonaba interesante. —¿Por qué no? Las damas sexis son mis cosas favoritas de admirar. —Sí. Maldición. —Se miró a sí misma—. Supongo que tengo que ponerme algo de ropa. —Summer se puso en marcha. —No. —El brazo de Elizabeth se alzó para detenerla—. ¿No? —No. Primero quiero jugar con una dama sexi en particular. —¿Cuál? —preguntó Summer inocentemente. —Creo que lo sabes. —Elizabeth la acercó—. Summer —dijo, con la voz baja y carrasposa—, voy a besarte ahora. Y para que lo sepas… Voy a hacerlo en serio. Los labios de Summer se curvaron.

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Capítulo extra

Skye Storm invita a todo el mundo a una fiesta en la piscina

S

kye Storm no era de las que presumían, pero sus fiestas de fin de año en la piscina daban mucho de qué hablar en Los Ángeles. No era solo la lista de invitados lo que ponía su evento en el mapa. No, era el cómo. De hecho, crear el cómo era lo segundo que más le gustaba a Skye en el mundo de las fiestas. El tema de este año era «en el cine», y los invitados que lo desearan podían relajarse flotando en la piscina en flamencos gigantes rosas, mientras se proyectaban películas clásicas en una pared. En ese momento, se estaba proyectando Ayuno de amor, protagonizada por Cary Grant y Rosalind Russell. Los camareros, vestidos con togas que Skye misma había diseñado y con etiquetas en las que se leía «Espartaco», entraban a intervalos regulares para servir la comida y las bebidas. Los Bloody locos por Mary estaban siendo el éxito sorpresa de la fiesta de este año. Skye había aprendido hacía años que cuanto más intrincados eran sus eventos, cuanta más atención ponía en los detalles, más apreciados se sentían sus invitados y más contentos estaban. ¡Cómo le gustaba hacer feliz a la gente!

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Además, se esperaba de ella que inyectara un poco de color y absurdo al universo. Excéntrica, la llamaban, como si eso fuera algo malo. Por favor. Ser más grande que la vida requería el mismo esfuerzo que ser más pequeño que la vida, así que ¿por qué no ir a lo grande? Se echó una rociada de perfume casero de lilas detrás de cada oreja (hace dos meses había hecho un blog sobre cómo hacerlo usando solo ingredientes caseros) y asintió para sí misma. Lista. Skye se preguntó dónde se habría metido su errante amante de tres décadas. Probablemente, Brock seguía haciendo un «barrido del perímetro», como él lo llamaba, hurgando en los arbustos en busca de paparazzis. A menudo vigilaban estas fiestas para ver llegar a las estrellas. Tarde o temprano se distraían, posiblemente cuando Elizabeth Thornton hiciera su aparición. Skye inhaló al recordar el ceño perpetuamente fruncido de Brock al hablar de la pareja de su hija menor. La primera vez que Summer había traído a casa a la austera Elizabeth para que los conociera a los dos, Brock no había podido disimular su incredulidad de que estuvieran juntas. Bueno, en ese entonces aún no lo estaban, pero, aun así, como pareja, Summer y Elizabeth eran… inusuales. El sol y el hielo. Brillo, optimismo y franqueza se encontraban con muros de cautela, reserva británica y precaución. Ahora que llevaban dos años saliendo y más de la mitad viviendo juntas, a Brock le costaba aún más entender el afecto de Summer por la talentosa e introvertida actriz a la que adoraba desde que era adolescente. Pero solo porque Brock no pudiera verlo no significaba que no estuviera destinado a ser. A veces las combinaciones se ajustaban de forma inesperada, ¿no? Como alma artística, Skye sabía todo sobre eso. —¿Mamá? —La voz de Summer subió las escaleras, cada vez más fuerte—. Tu jefe Espartaco dice que nos estamos quedando sin Daiquiris Estrella de la Muerte y que el codo de alguien se metió en el plato de los Quesos de Nazaret. No estoy segura de si fue una

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protesta religiosa o un accidente, pero tuvimos que tirarlos. Además, parece que dos amigos dobles de acción de papá están luchando afuera, y nadie sabe si es de verdad o no. ¿Podrías…? —Entró a la habitación y se quedó paralizada, con la boca ligeramente abierta. «Ah, eso». —¿Te gustan mis orejas? —Skye se acicaló un poco ante la reacción. Summer se inclinó hacia delante y las tocó. —Guau, son increíbles. Te luce ser Yoda. —Me gusta pensar que sí. —Skye se ajustó las orejas de espuma verde que ella misma había moldeado. Se las había pegado a una diadema que también impedía que se le escapara su salvaje y rizado pelo rubio grisáceo—. ¿O se dice: me gustaría pensar que sí? Summer gimió. —Como sea, sobre los amigos de papá… —Ah, ya los he visto. Están ayudando a tu padre en su pequeña patrulla de seguridad. —Brock se tomaba muy en serio la privacidad de sus invitados—. Probablemente, encontraron otro fotógrafo en los arbustos y están ayudando al caballero a entender que es de mala educación espiar a nuestros invitados. —Um… espero que no vaya a juicio. Otra vez. —Summer le lanzó una mirada de preocupación a Skye. —No, no. Tu padre sabe dónde está el límite. Él invoca un poco de terror psicológico más que del tipo físico. Estoy segura de que él y sus amigos simplemente le habrán dado una buena sacudida a cualquier intruso, sin dañar el equipo. Además, haber roto la cámara de ese paparazzi fue la razón principal por la que tu padre se metió en problemas la última vez. «Más o menos». Summer frunció el ceño. —¿Quizás? —De todos modos, en cuanto al otro asunto, por favor, pídele al jefe Espartaco que rellene el plato del Señor de los Anillos de Cebolla

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para compensar la pérdida del Queso de Nazaret. Ahora bien, basta de fiesta. Cariño, ¿cuánto tiempo tienes que esperar? ¿El avión de Elizabeth llegará pronto? Summer sonrió. —Ya aterrizó y está en camino. Viene directamente del aeropuerto. —Bueno, eso suena entusiasta. Me recuerda a otra persona que podría nombrar. —Skye miró a Summer con complicidad—. Llevas semanas subiéndote por las paredes. Me pregunto qué irán a hacer esta noche. Summer se quedó boquiabierta por segunda vez. —Ay, Dios. ¿En serio? Acariciando la mejilla de Summer, Skye se obligó a parecer seria. —¿Sabías que por aquí tengo un traje de Princesa Leia que casi me pongo hoy? Si quieres darle un poco de vida a las cosas más tarde… A tu padre le encanta. —¡Mamá! —Summer jadeó, sus ojos se desviaron hacia la salida. —Está bien. Dejaré de bromear. —Skye se rio—. Aunque eres tan fácil de molestar. —Sabes que esto no es normal, ¿verdad? —El dedo de Summer giró de un lado a otro entre ellas—. ¿Padres contándoles a sus hijos sobre sus juegos de rol sexuales? —Lo normal es solo una construcción social arbitraria diseñada para mantenernos a todos en nuestras cajitas. Sé que te enseñé a ser menos «normal» y más tú misma. —Skye palmeó la parte delantera de su túnica de Yoda—. Es hora de irnos. —Ja, ja. —Summer echó un vistazo furtivo a su teléfono. —Tan impaciente. Esta noche le van a comer la torta a Elizabeth. — Ante la cara de espanto de Summer, Skye alzó las cejas—: ¿Qué? ¿Fue eso inexacto de alguna manera? —Aish, no puedo contigo. Eres imposible.

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—Gracias, cariño. Lo intento. Empezarías a quejarte si fuera como cualquier otra madre. —No estaría tan segura de eso —refunfuñó Summer. —¿Qué dijiste, querida? —Nada —suspiró—. Iré a hablar con Espartaco. Y trataré de eliminar esta conversación de mi cerebro.

Tirando de su equipaje de ruedas, Elizabeth Thornton se dirigió a la casa amarilla de Skye y Brock en Granada Hills. Después de tanto tiempo en el set, en medio de la nada, estaba impaciente por volver a ver a Summer, aunque fuera aquí, en una fiesta multitudinaria, en una casa excéntrica, con sus padres aún más excéntricos. Bueno, uno de ellos en particular. Hacía tiempo que Elizabeth había aprendido a esperar lo inesperado de Skye Storm. Una sombra ancha y alta cayó sobre ella, congelándola a medio paso en la puerta principal. De él salió un ruido sordo. —Elizabeth. Levantó la vista y la clavó en unos penetrantes, poderosos y pálidos ojos azules que, probablemente, podrían hacer temblar a un rinoceronte a la carga. —Brock. —Me alegra que estés de vuelta en la ciudad. Ha pasado mucho tiempo. —Los labios de Brock no completaron su trayectoria en una sonrisa, y sus ojos permanecieron fríos. —Así es. Me alegro de haber vuelto. Aquí hay menos… humedad. —Claro, era el tiempo lo que había echado de menos. Brock gruñó. Doblando sus abultados y musculosos brazos sobre su ancho pecho de barril, la miró de arriba abajo. —Vaya. Supongo que es verdad.

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Se hizo el silencio, ya que, claramente, habían agotado el tema en cuestión. «De acuerdo». Elizabeth miró a su alrededor. A sus oídos llegaban risas bulliciosas, conversaciones animadas y el tintineo de las copas. Y, si su amor por los clásicos era fiable, la inconfundible voz de Rosalind Russell, ídolo de los matinés, estaba ametrallando a un coprotagonista desde algún lugar cercano a la parte trasera del local. Elizabeth volvió a mirar hacia la calle justo cuando un hombre bajito que parecía un Yosemite Sam, musculoso y sin bigote, pasó corriendo de la nada. Con un brillo depredador en los ojos, saltó de repente por los aires y aterrizó entre los arbustos con un grito de júbilo. Los arbustos soltaron un «puf» sobresaltado y una cámara de aspecto caro salió disparada. Ella parpadeó y señaló. —Em… ¿Qué…? —Summer se muere por verte —interrumpió Brock, aparentemente impasible ante el drama que se desarrollaba a sus espaldas—. Lleva hablando de ello toda la semana. De alguna manera, lo hizo sonar como una acusación. Como si fuera culpa de Elizabeth que su lugar de rodaje estuviera fuera del estado. —Es mutuo. —Elizabeth ansiaba ver a Summer después de seis largas semanas en Luisiana. —Bien. ¿Bien? ¿Como si hubiera alguna duda? Espera, ¿tal vez la había? La forma en que Brock sopesaba a Elizabeth, como si no creyera del todo que estuviera comprometida con su hija… ¿Se trataba de eso? —La quiero —dijo en voz baja, empujando las palabras más allá de sus dientes, resintiendo un poco su necesidad de justificarse ante el padre de Summer. Pero para eso estaban los padres, supuso. Aunque el suyo no tenía ningún interés en involucrarse en su vida amorosa.

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Sería demasiado embarazoso. Podría llevar a una conversación incómoda. Antes se cortaría un brazo. —Bien —dijo Brock de nuevo, pero esta vez esas fichas azules se suavizaron—. Yo también. «Eeeeeh». Esto era oficialmente lo máximo que le había dicho. —No la defraudes —terminó Brock, con sus gruesas cejas canosas, formando un pequeño bosque. —No lo haré. Nunca podría. —Ya lo has hecho. —Se dio la vuelta para irse, con la voz cargada de firmeza—. Pero lo entiendo. Lo único que te digo es que no la dejes esperando mucho tiempo mientras te recuperas. ¿Entendido? Disfruta de la fiesta. «¿Qué demonios?». ¿Y qué se suponía que tenía que entender? Lo miró confundida. Antes de que Brock pudiera extenderse en su fulminante veredicto sobre los aparentes fallos de Elizabeth en sus relaciones, llegó otro invitado. Distraído, Brock se dirigió a saludarlo. Era un productor, uno muy famoso, por cierto. Elizabeth dejó solos a los hombres, incluida la pareja que luchaba entre los arbustos. De repente, el dueño de la cámara se puso en pie, se sacudió el polvo, gruñó algunos comentarios poco delicados sobre la paternidad de Yosemite Sam, agarró su equipo fotográfico y salió corriendo calle abajo. El otro hombre corrió tras él, sin hacer ningún esfuerzo por alcanzarle, riéndose a carcajadas. Qué… extraño. Sacudió la cabeza. Necesitaba una dosis de Summer y un buen trago. Ahora mismo.

Tras dejar su equipaje en el piso de arriba, Elizabeth se dirigió a la zona de la piscina, que rebosaba de unos sesenta invitados, cada uno de ellos tan famoso como el siguiente. Verlos relajarse entre amigos,

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familiares y amantes la sobresaltó un poco. De algún modo, Skye hacía eso: daba a la gente, incluso a personas increíblemente privadas y poderosas, un oasis seguro para ser ellos mismos. La mirada de Elizabeth vagó inquieta. ¿Dónde estaba Summer? —Muchos nombres impresionantes, ¿no? Se volvió y vio que su jefa la miraba divertida. —Supongo —concedió Elizabeth—. Si te gusta mirar a la gente famosa. —Cosa que estabas haciendo, cariño —dijo Delvine con una risita—. Y no te atrevas a negarlo. Elizabeth puso los ojos en blanco. —Es difícil no darse cuenta de la existencia de gente más grande que Dios, que cobra más que el PIB de países pequeños. —¿Te das cuenta de que ahora estás en esa categoría? Quizá no con su sueldo, pero sí con su reconocimiento. A veces creo que también olvidas que eres famosa. —Nunca lo olvido: ese es el problema —murmuró Elizabeth, cruzándose de brazos—. No soy… desagradecida por el éxito y las oportunidades que me brinda mi carrera. Simplemente, es complicado tener una vida en el ojo público. —Mmm. ¿Problemas en el paraíso, cariño? Elizabeth miró a su alrededor para ganar tiempo antes de contestar. Una estrella de acción exhibía a su pomerania vestido de ewok. «Vaya. Eso es diferente». Una actriz estaba recibiendo un masaje en una pequeña tienda rosa con dos laterales de lona diseñados para parecer un harén, con coloridos cojines de seda esparcidos por todo el suelo acolchado. Después del accidentado vuelo de Elizabeth, no le importaría ser la siguiente en la fila para que le resolvieran las torceduras. Un joven con el pelo engominado hablaba rápido con la boca y aún más con las manos, con el productor al que había visto saludar antes.

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Captó parte del discurso improvisado del joven: «No zombie-zombie, sin embargo, más como, um, ghouls de alto funcionamiento. Ghouls femeninos, principalmente. No completamente vestidas… La enfermedad puede haberles podrido la ropa…». Ella resopló. «Gran arte, entonces». —¿Cariño? Oh. Delvine seguía esperando una respuesta. —No… problemas. Más allá de mis dificultades habituales con la pecera. La falsedad de todo. Y el lugar que ocupo ahí dentro. —¿Es sobre tu rodaje? ¿Cómo va? —Todo bien. Ya casi terminamos. Sin embargo, he descubierto un odio por los mosquitos de Luisiana. Son más grandes que la mayoría de los perros domésticos. Ven mi delicada piel inglesa y frotan sus malvadas patitas con regocijo. Me he pasado semanas flotando en una capa tóxica de insecticida. Nuestra maquilladora me dijo que solo en Luisiana hay sesenta y ocho variedades. —Se estremeció. Delvine se rio y agarró un plato pequeño de un camarero que pasaba. —¿Has probado estas chuletas de El silencio de los inocentes? — No esperó respuesta—. Magníficas. Casi tan buenas como el Cerdo Jurásico. Bien, vida de insecto aparte, si no es tu película la que te irrita, ¿estás teniendo problemas existenciales con respecto a Hollywood? ¿Solo más de lo mismo? —Probablemente. ¿Era eso? Desde que Elizabeth y Summer habían pasado medio año en Inglaterra, ambas se habían vuelto mucho más conscientes de las diferencias entre los dos mundos de la actuación. Los británicos no toleraban que las divas o los famosos gritaran a los cuatro vientos quiénes eran. Hablar de uno mismo se consideraba de mala educación. Y la escena teatral en la que Summer había estado inmersa había sido increíblemente gay-friendly, cálida y acogedora, no solo con sus compañeros actores sino también entre los «luvvies del teatro»,

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que constituían gran parte del público. Tan acogedor era ese mundo, que a Summer le resultaba cada vez más difícil mantener en secreto a quién amaba. Su año sabático en Londres había sido a la vez el tónico perfecto para Hollywood y el peor recordatorio de sus desventajas. Habían vuelto a un lugar repleto, como siempre, de zorras famosas que se hacían selfis, ejecutivos hambrientos de poder y aspirantes a estrellas, por no mencionar el constante remolino de secretos y mentiras… incluidos los suyos propios. Era imposible no darse cuenta de cómo Hollywood era un enorme vórtice succionador de superficialidad, que corrompía a todo el mundo con la creencia de que cualquier actor serio debía fingir perfección y heterosexualidad. Todo para mantener ese brillante barniz de fantasía. Esto creó una pequeña trampa insidiosa. Aunque Elizabeth odiaba la falsedad de Hollywood, el control de la imagen y las mentiras por omisión que contaba, tampoco podía entender el deseo de Summer de revelar su sexualidad. Y era algo que Summer deseaba mucho más ahora que ya no perseguía papeles de la chica de al lado. A Elizabeth le costaba entender el deseo de salir del armario. Aunque le irritaban las máscaras que se esperaba que llevara, había pasado tanto tiempo evitando que el mundo viera quién era que ni siquiera estaba segura de poder ser sincera ahora. A veces se preguntaba qué relación tenía Summer con ella. En esto eran muy diferentes. —Así que cuéntame —dijo Delvine—. ¿A qué se debe esta última ronda de introspección? ¿O es que se te han pegado cositas de la encantadora Summer Hayes? Bueno, más que literalmente. Elizabeth soltó una suave risita. —¿Te lo habías estado guardando? —Posiblemente. —A Delvine le brillaron los ojos. —Dudo que quieras que el punto de vista de Summer se me pegue en ciertos… temas… delicados —puntualizó Elizabeth, cuyos ojos se

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abrieron de repente al ver a una actriz de primera fila besuqueándose con otra actriz. Ambas mujeres tenían una reputación ferozmente heterosexual. —Ah. Puede que te sorprendas. Depende de muchas cosas. — Delvine siguió su mirada, pero no pareció sorprenderse en lo más mínimo—. Soy de la opinión de que alguien con un talento prodigioso, como tú, rara vez sufre grandes daños a largo plazo por una controversia menor. Y, según mi experiencia, no es tan fácil trabajar con clientes infelices como con clientes satisfechos. Así que estoy abierta a discutir las opciones si realmente estás considerando seriamente sopesar… ciertas cosas. Después de todo, no soy tu agente asustadiza y reacia al riesgo. Tu felicidad me importa. —Gracias. —Así que, cariño, ¿estás considerando un cambio en… la dirección de tu imagen? —Delvine sondeó. «¿Lo estoy?». Qué pensamiento tan espantoso. Ser señalada, etiquetada, objeto de habladurías… —No —dijo Elizabeth con firmeza. Delvine parecía ligeramente sorprendida. —Ya veo. Pasó un camarero y Elizabeth lo detuvo, dándose cuenta de lo sedienta que estaba. En su etiqueta decía Espartaco. —Así que tú eres Espartaco —le dijo con una leve sonrisa. —El único, señora. —Su acento le dijo que llevaban todo el día gastándole bromas. Se inclinó hacia delante con una floritura y le tendió una bandeja—. ¿Zumo de Naranja Mecánica? ¿Guerra de los Rosados? ¿C3Pellegrino? Tomó el agua Pellegrino y volvió a mirar la expresión curiosa de Delvine mientras Espartaco se alejaba.

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—Quiero decir, ¿quién quiere todo el escrutinio, troleo, las expectativas de grupos de intereses especiales y la pérdida de intimidad? —terminó Elizabeth. —¿Supongo que Summer? «Dios». Elizabeth se hundió. Una pizca de culpabilidad la atravesó. Aunque Summer y ella no hablaban de ello, era consciente de que lo único que impedía a Summer salir del closet era el escrutinio que eso supondría para Elizabeth, ya que solían salir juntas. Delvine palmeó la mano de Elizabeth. —El amor es una mierda, ¿verdad? Elizabeth exhaló y bebió un gran trago de agua. —Pero también merece la pena hacer muchos sacrificios cuando se encuentra —continuó Delvine. —¿Qué sugieres? —Elizabeth levantó la mirada para encontrarse con la de Delvine. —Tranquila. Por ahora, nada. Pero cuando llegue el momento, no tendrás que preguntarte sobre nada de esto. Simplemente lo sabrás. —Delvine sonrió con pesar—. Y aunque, por regla general, hacer públicas ciertas cosas puede ser terrible para los negocios, ten presente que yo siempre seré, ante todo, tu amiga. Aunque con un comentario fabulosamente ácido para poner las cosas en perspectiva. Podría recordarte, por ejemplo, que hay cosas mucho peores en la vida que el hecho de que el mundo sepa, que estás locamente enamorada o… —Bajó la voz—… que alguien te mire como lo hace Summer Hayes. —Delvine hizo una pausa y entornó los ojos hacia la piscina—. Hablando del adorable diablo, ¿esa de ahí no es tu encantadora mujer? La atención de Elizabeth se desvió del agua y se topó con la vertiginosa imagen de Summer en bikini rojo, con un sombrero para el sol con un poco de espumillón verde festivo enroscado alrededor y chanclas. —Qué espectáculo —murmuró.

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Podría haber prescindido de la risita cómplice de Delvine.

Summer agitaba su Yoda Soda mientras se arremolinaba junto a la piscina. Se suponía que su bebida era Coca-Cola Light teñida de verde, pero solo tenía el mismo aspecto negro y burbujeante y, sin querer, teñía las lenguas de todos de marrón verdoso. Summer tenía una profunda aversión al tinte verde. Por algunas razones. —¿Me extrañaste? —El tono rico y cálido de Elizabeth sonó junto al oído de Summer, provocándole escalofríos. —¡Estás aquí! —Summer se giró hacia ella y sus ojos se abrieron de par en par al ver el atuendo de Elizabeth. Se le secó la boca—. ¡Oh, Dios! ¡Vaya, Bess! Te ves… Los ojos de Summer recorrieron los deliciosos pantalones de lino de diseño, ajustados al trasero y de color canela, que realzaban las largas piernas de Elizabeth, y el chaleco de color crema, ceñido a la figura, con solo un leve indicio de bikini blanco debajo, que dejaba al descubierto un profundo escote en uve y unos brazos tonificados y desnudos. Unas sandalias de cuero italiano y un sombrero de ala ancha completaban el elegante conjunto. «Vaya. Impresionante, sexi, con un toque atrevido de suave marimacho. La Indiana Jones lesbiana». —Hola. —La mirada de Summer hizo una caída libre por ese glorioso y burlón chaleco—. Dime que no te lo pusiste en el avión. Habría disturbios. —Hola. Y me cambié arriba cuando llegué. —Elizabeth estudió a Summer con diversión, pero no hizo absolutamente ningún movimiento hacia ella. «Provocadora». Summer se moría de ganas de lanzarse sobre Elizabeth y besarla hasta dejarla sin sentido. En lugar de eso, se deslizó hasta los brazos de Elizabeth para darle un abrazo inocente. De acuerdo, tal vez dio un pequeño apretón un poco más abajo de lo que era socialmente

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aceptable. La risita de Elizabeth contra su oreja le dijo que estaba totalmente liberada. —Piedad —susurró en el cabello castaño de Elizabeth—. Eres letal. —Dices las cosas más dulces. —Elizabeth esbozó una sonrisa. Miró a Summer un momento y frunció el ceño—: Cariño, ¿sabías que tu lengua es… verde?

La fiesta iba exactamente como se había previsto. Skye estaba de lo más contenta, dada la cosa número uno que le encantaba de sus fiestas: el porqué. Organizaba fiestas para unir a la gente. Para ayudar a la gente a salir de su caparazón. Para dar alegría a los que se sentían desgraciados, que eran muchos en Hollywood, aunque todos fingieran lo contrario. (Skye sabía la verdad). Y sus fiestas daban permiso. Libertad para que todos los invitados se quitaran los trajes asfixiantes y los vestidos elegantes y perfectos, y fueran ellos mismos. Autumn, su hija mayor, que estaba más tensa que un galgo de carreras, se paseaba con un jumpsuit blanco que parecía recuperado de la fiesta de ABBA que Skye había organizado seis meses atrás. Aunque Skye Storm no era quién para dar consejos sobre vestuario a una hija que no quisiera oírlos. Autumn era demasiado sensible a las sugerencias útiles sobre cualquier aspecto de su vida, incluso su vida amorosa. Lo cual, francamente, era una lástima, ya que Skye conocía al menos media docena de solteros elegibles que serían perfectos para ella, si solo Autumn… —¿Mamá? No. —¿No qué? —Tu cara de «consíguele una cita a Autumn» no es un misterio para mí. —Autumn la miró de reojo—. Estoy contenta de volver a tener algo a distancia con Andrew. Sé que está a kilómetros de distancia en Londres, pero, aun así, necesito que lo respetes.

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—Pero claro. —Skye ofreció una expresión contrita. Vaya, la sola idea de que no respetara el espacio de ninguna de sus chicas la hacía estremecer—. Es encantador. —Lo es. —La mandíbula de Autumn se endureció—. En las raras ocasiones en que puedo verlo. Tema delicado entonces. —¿Has probado el sexting? ¿Skyping al desnudo? Eso siempre anima las cosas para las parejas enamoradas. Créeme. Los ojos de Autumn se entrecerraron. —¡Mamá! Mierda. No bromees con eso. Ya se me están formando imágenes en la cabeza. —Lo digo muy en serio. Tu padre y yo una vez… —No termines esa frase. —Levantó una mano en un movimiento de parada—. Mira, vine a ver si tienes más Rocky Camino a la perdición. George y Ron estaban preguntando. —En la nevera. Me alegra que hayan venido. —Ellos también. —La sonrisa torcida de Autumn apareció—. Están demostrando ser populares entre las estrellas de la lista B. Skye se regocijó al ver la rara sonrisa de Autumn. «Tan tensa», se dijo a sí misma. —Bueno, eso es excelente. Parece que todo el mundo se lo está pasando bien. —Claro. —Autumn extrajo la porción de postre que había venido a buscar, la dejó sobre el mostrador y se deslizó sobre un taburete—. Especialmente Summer. Elizabeth acaba de llegar. Se pavonea con un chaleco y unos pantalones, con un aspecto tan Indiana Jones que creo que Summer está a punto de tirarla al suelo y tomarla debajo de una mesa. —Ah, ¿sí? —Skye se rio—. Bueno, se le ha privado de tal placer. Mi pobre muchacha tampoco lo disimula bien.

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—Esa es una palabra para ello. En serio, Summer ha sido difícil de manejar últimamente. Dispárame si alguna vez me pongo tan necesitada de mi otra mitad. —No te burles de tu hermana. Ha sido duro para ella desde que volvió de Inglaterra. Ya sabes por qué. —Sí. —Autumn frunció el ceño—. Sigo esperando a que salga del closet en algún gran golpe accidental que tendré que apresurarme a manejar. El subconsciente es así de raro. Cuanto más tiempo guarda su secreto, más nerviosa se pone. —Ojalá ambas pudieran sincerarse —dijo Skye—. Es más fácil para el alma. La verdad debe primar, ante todo. Entiendo por qué están siendo cautelosas, por supuesto. Es difícil evitar el miedo a que las carreras se estanquen y el resto de las tonterías que pasan por lógica en Hollywood. Pero Summer ya está lista. Quiero que apoyes a tu hermana cuando sea y como sea que salga. No importa lo… ridículo que sea. —Porque Autumn no se equivocaba: Summer podía hacer el ridículo como la mejor de ellas. —Por supuesto que lo haré. Suponiendo que Elizabeth no la mate primero. —¿Por qué lo haría? —Skye ladeó la cabeza—. Elizabeth apoyaría casi cualquier cosa que hiciera Summer. —Es Elizabeth Thornton —dijo Autumn, como si eso lo explicara todo—. Y no la apoyará en esto, de ninguna manera. Está aterrorizada de salir del closet… o que su novia la saque. —Elizabeth es simplemente reservada y odia que chismeen sobre ella. Gran diferencia. —No creo que la conozcas tan bien como crees, mamá. —En realidad, creo que estás leyendo demasiado en su imagen distante. Cuando la conozcas, verás que es más sensible de lo que la gente cree. Le gusta que el mundo la deje en paz en la mayoría de las cosas. Especialmente en esto. Autumn la miró dubitativa.

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—Bueno, de cualquier manera, si ella y Summer siguen haciéndose agujeros de tensión sexual cada vez que están cerca, no será un secreto por mucho tiempo. —Batiendo por un momento la bandeja de Rocky Camino a la perdición, se aclaró la garganta—. Cambiando de tema, Delvine me ofreció un trabajo en su empresa. Una tutoría y toda una carrera en la gestión del talento. Seguiría dirigiendo a Summer, al menos los primeros años. Es una gran oportunidad. —¡Es maravilloso! —El orgullo llenó a Skye. Delvine era una representante muy respetada en Los Ángeles. —Es… inesperado. Skye no dijo nada por un momento, consciente de que su taciturna hija mayor procesaba sus emociones de un modo muy distinto al de Summer, o al de ella misma. —Es una señal de que Delvine piensa bien de ti. —Lo entiendo. Pero es mucho que asimilar. Y significa que estaría atada a Los Ángeles. Si quisiera mudarme a Londres para estar con Andrew, no podría hacerlo si acepto este trabajo. —O Andrew podría volver. —Skye se preguntaba por qué Autumn siempre daba por hecho que era ella quien tenía que arreglarlo todo. También lo hacía con Summer—. Hay más opciones de las que la gente suele darse cuenta. Solo hay que buscarlas. —Bueno, estoy considerando la oferta. Si a Summer le parece bien que trabaje para la representante de su novia. —Autumn hizo una pausa, observando cómo Skye colocaba algunos ingredientes frente a ella—. ¿Qué estás haciendo? Skye sonrió. —Inventando una nueva bebida. Llegas justo a tiempo para ayudar. Necesito ralladura de limón y… hmm… aceitunas. Autumn la miró con los ojos entrecerrados. —¿Ahora inventas bebidas? ¿En mitad de la fiesta?

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—Sí, porque se me acaba de ocurrir. Sigue a tu musa, cariño. Y podría ser fabulosa o espantosa. Pero ¿a quién le importa? Lo que cuenta es el viaje. A través del ejemplo, le enseño a todo el mundo que está bien experimentar y probar cosas nuevas. También está bien fracasar. —De acuerdo. —Normalmente, Summer ayudaría, pero parece que, ahora mismo, está absorta en una cosita alta, hermosa y británica. —No me digas. Me sorprende que Elizabeth aún lleve algo de su traje de lez-catnip, dada la forma en que Summer no deja de mirarla. —Bueno, lejos está de mi intención meterme entre esa febril reunión. —Skye ofreció un suspiro de satisfacción—. Solo estoy encantada de que mis hijas tengan una vida sexual sana. Eso es muy importante. ¿Cuántas veces se los expliqué a las dos, mientras crecían? —Puaj. Muchísimas veces. —¿Qué les pasa a ustedes los millennials? Tan mojigatos. Skye se agachó y rebuscó en un armario del mostrador antes de salir con un exprimidor de limones de plástico que sostuvo en alto como Rafiki presumiendo a Simba. ¡Oh! Eso le dio una idea para el nombre de su nueva bebida… —Claro, mamá, nosotras somos el problema.

Summer se apoyó en la puerta lila del baño de arriba, con cuidado de evitar el adorno de concha marina, y gimió. —No es justo. —¿Mmm? —Elizabeth salpicó besos contra su oreja, rizando su pelo rubio fuera del camino mientras continuaba con sus atenciones—. ¿Qué cosa? —Tú y yo, por fin en el mismo sitio, y en vez de pasar tiempo a solas, tenemos que estar en la fiesta de mamá.

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—Pero cuando sugerí ir directamente a casa desde el aeropuerto y reunirnos como es debido, ¿no me dijiste que la fiesta navideña en la piscina de Skye Storm era «El» acontecimiento del año? —Elizabeth sonrió contra las crestas de la oreja de Summer—. Estoy bastante segura de que esas fueron tus palabras exactas. Summer se desplomó contra ella. —Eso no significa que me tenga que gustar. —Bien, sonaba petulante. Pero, en serio, universo, habían estado separadas por seis semanas. —¿Oh? ¿Quieres decir que no te diviertes poniéndote al día con tu familia? ¿Y conocer a todas esas estrellas de la industria? ¿O a las bellas actrices que pululan por ahí? Seguro que al menos una te ha llamado la atención. —Una sí —aceptó Summer de buena gana—. Y no puedo tenerla como me gustaría. Lo que me está volviendo loca porque hace siglos que no estamos juntas… y mírate. —Le dio una palmada al tentador chaleco a medida que tenía delante—. ¡Insistiendo en desfilar con eso! Dios mío, todas las mujeres queer de aquí se han tragado la lengua contigo. —¿Esta cosa vieja? —murmuró Elizabeth, con un tono divertido. Dejó caer un beso sobre el cuello de Summer, haciéndola gemir—. En realidad, soborné a la aburrida diseñadora de vestuario del set para que lo hiciera exactamente como pensé que te gustaría. —¿Oh? ¿Y cómo es eso? —Los ojos de Summer se entornaron. —Hmm, una uve profunda aquí —sugirió Elizabeth, llevando sus manos a su escote que mostraba su piel pálida y suave—. Apretado aquí. —Sus dedos se deslizaron hasta el busto y luego bajaron hasta la curva de su trasero, donde los pantalones de diseño lo abrazaban— . Confío en que aprecies todo el efecto. Apreciar no era ni la mitad. —Lo hago —graznó Summer. —Excelente.

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La mano de Elizabeth vagó hacia el sur, trazando los contornos del vientre plano de Summer y la cintura de su bikini rojo. Summer gimió. —¿Por qué no podemos quedarnos aquí y tirar como conejos hasta que sea hora de irnos a casa? —Estoy segura de que Skye notaría tu ausencia en algún momento. Y sospecho que alguien tendrá que usar el baño alguna vez. —Por eso te metí en el piso de arriba que nadie puede encontrar. —Summer se inclinó hacia Elizabeth—. ¿Por favor? Los ojos de Elizabeth se oscurecieron. —Sé que esto carece de decoro o… o algo así. Pero es imposible resistirse a ti. —Golpeó suavemente a Summer contra la puerta, y el sonido resonó en la habitación. Aplastando sus caderas, el muslo de Elizabeth se insinuó entre las piernas de Summer—. Al menos no sugeriste llevar esto a la cama de tu madre. —Puaj. Ella habría estado bien con eso, lo que hace que sea demasiado desagradable para considerarlo. ¿Sabes?, cuando otros niños se escapaban para tener sexo, mi madre me explicaba que solo debía tener experiencias sexuales enriquecedoras, y me daba permiso. Nada hace que el sexo sea menos excitante que tu madre te dé el visto bueno y una palmadita en la cabeza. Así que me escapaba para ver obras de teatro. —Mi pequeña rebelde —Elizabeth sonrió—. Aunque estás recuperando el tiempo perdido en la edad adulta. —Pues claro. Descubrí lo divertido que es jugar con lesbianas. Y, más recientemente, descubrí lo sabrosos que son tus labios. Lo excitados que se ponen tus pezones cuando te los froto así. —Hizo una demostración a través de la ropa de Elizabeth. Elizabeth se movió y emitió un gemido tenso que era puro afrodisíaco. Tirando de los botones del chaleco de Elizabeth, Summer apartó las dos mitades y se quedó mirando.

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—¿No llevas sujetador? Aquí debajo solo hay un pequeño top de bikini. —Habría arruinado el efecto. Y, posiblemente, perjudicado el acceso. Summer enarcó las cejas. —¿Así que lo planeaste? —Lo esperaba, tal vez. —Elizabeth acercó sus cuerpos—. Te extrañé mucho. Allí estaba yo, atrapada, rodando en un remoto pantano de Luisiana, metida en un traje rígido durante meses, necesitándote tanto. —Por favor, tu misterio de asesinato está ambientado en un día moderno, en interiores, y llevaste un traje de negocios todo el tiempo. Y fueron seis semanas, no meses. —Summer dio una ligera palmada en el pecho de Elizabeth ante la escandalosa reorganización de los hechos por parte de esta. Luego, disfrutando de la piel caliente que había encontrado, siguió deslizándose. Separó la parte de arriba del bikini, dejándola caer al suelo. —Semántica —concedió Elizabeth con un jadeo ahogado y se inclinó hacia el suave tacto de Summer. Summer sujetó un pecho desnudo y pálido, lo sopesó con reverencia y pasó un pulgar por el pezón de Elizabeth, de un rosado oscuro. Lo pellizcó y lo alisó una y otra vez. —Me encanta —dijo Elizabeth con un suspiro de felicidad—. Te he echado de menos. Nunca es lo mismo cuando estás demasiado lejos. —¿Cuánto me has extrañado? —Summer levantó una ceja—. ¿Pensabas en mí por las noches? Todas esas largas, largas noches fuera del alcance del móvil, solo contigo… y con tu imaginación. —¿Quieres saber si me tocaba y pensaba en ti? —La voz de Elizabeth era seca, divertida, pero contenía una pizca de aspereza que hizo todo tipo de cosas en las entrañas de Summer. —¿Lo hiciste? —Las mejillas de Summer se encendieron al oír su voz entrecortada.

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—Mm. Qué pregunta. ¿Quieres saber si mi mano me subió la camiseta y me bajó las bragas, y fingí que era la tuya? ¿Quieres saber si fueron tus dedos los que imaginé deslizándose por mi piel, haciendo que mi espalda se arquease mientras gritaba tu nombre? ¿Crees que el solo hecho de pensar en ti puede hacerme eso? A Summer se le secó la boca cuando aquellas palabras burlonas y provocadoras salieron de los labios curvados de Elizabeth. La voz de Elizabeth bajó hasta convertirse en un ronroneo gutural. —¿Te complacería saber que puedes? —Sus intensos ojos miraron a Summer—. Que haces que me derrumbe en mis pensamientos cuando no puedo tenerte en la realidad, en mi cama, debajo de mí, tocándome. ¿Sabías que te tomé tantas veces, durante tantas noches, hasta que incluso imaginarte desnuda para mí me hacía estremecer? —Ay, Dios. —Así que lo que me gustaría saber es qué piensas hacer al respecto. —La ceja de Elizabeth se levantó en señal de desafío—. Quiero decir, ya que me has dejado en muy mal estado durante tanto tiempo. Toda la parte inferior del cuerpo de Summer se contrajo ante aquel tono altivo y burlón. Sus pezones se endurecieron en dolorosos nudos. Las palabras de Elizabeth la acariciaron sin ponerle un dedo encima. En respuesta, Summer inclinó la cabeza hacia el pezón más cercano de Elizabeth y lo lamió con su áspera lengua, provocando pequeños gemidos de su amante. Una mano tiró del botón de la cintura de Elizabeth, lo desabrochó y bajó la bragueta con un suave chasquido que parecía amplificado en el silencio. Los dedos de Summer se deslizaron dentro de las bragas de Bess, encontrando gruesos mechones de vello, seguidos de una fuente de calor y abundante líquido. —¿Un poco necesitada? —sugirió Summer. —Ya sabes la respuesta. —Elizabeth sonaba molesta y excitada—. Definitivamente necesitada. Mis dedos no pueden hacer mucho por

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sí solos. Es a ti a quien necesito. Así que deja de jugar y ponte… manos a la obra. Su falta de pretensión sobre lo que necesitaba fue tan inesperada que Summer obedeció al instante. Deslizó un dedo en el interior de Elizabeth y luego volvió a subir la humedad que había descubierto para frotarle el clítoris. Elizabeth se puso rígida. —Sí —siseó—. Oh, justo ahí, Dios, Summer, sí. Después de frotarla y provocarla durante unos instantes, Summer rodeó el punto más sensible de Bess con dos dedos resbaladizos, hasta que Elizabeth se golpeó la cabeza contra la puerta, con los ojos vidriosos y la voz entrecortada. Retiró la mano e, ignorando el sorprendido «¿mmm?» de Elizabeth, Summer se arrodilló de golpe. Pasó lentamente los dedos por la cintura de los pantalones desabrochados de Elizabeth, probando el material con las yemas de los dedos, antes de bajárselos junto con las bragas, sin previo aviso. Elizabeth jadeó cuando el aire frío golpeó su excitado centro. Sus miradas se cruzaron y sintieron como si un fuego se abriera paso entre ellas, abrasador y poderoso. La ropa interior de Summer estaba empapada. Incluso la idea de que Bess la tocara íntimamente la hacía temblar. Era embriagador saber que no solo Summer había sentido su ausencia con tanta intensidad. La prueba estaba ante ella. Podía oler el interés de Elizabeth, verlo brillar. Summer se inclinó y respiró contra esos pliegues. —Para que lo sepas, voy a ir despacio y a saborearte como te lo mereces, hasta que lo único que recuerdes sea mi boca, mis labios, mi calor sobre ti. Entonces, cuando apenas te hayas recuperado, voy a hacer que te vengas otra vez. Rápido y frenético, hasta que ni siquiera puedas recordar cómo llegaste aquí o qué día es. Elizabeth se estremeció. —Sí.

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—Hoy te ves tan hermosa, Bess. Pero ya lo sabías, ¿verdad? — Summer subió y bajó las manos por las piernas desnudas de Elizabeth, amasándola alrededor de los músculos de sus muslos tensos—. Sabías que sería un charco cuando te pavoneaste aquí como un sueño húmedo, con ese chaleco afilado y esa tentadora insinuación de tetas y tus brazos tonificados. Te encanta provocar con tu imagen de hielo, de clase, de «no tocar», ¿verdad? Estás tan buena que todo el mundo te desea; sus ojos están puestos en ti. Pero soy yo quien te tiene así: desnuda y deseosa. Puedo derretirte —Summer inhaló ante esa perspectiva, temblando. —Y lo haré. Summer deslizó la lengua por los pliegues de Elizabeth, recorriendo los caminos hacia el gozo que sus dedos habían encontrado antes, deleitándose con los débiles temblores que estaba provocando en Elizabeth. —Dios, Bess —murmuró—. Me excité tanto cuanto te vi hoy. Si accidentalmente me hubieras rozado con los dedos ahí abajo, me habría hecho añicos. Los labios de Elizabeth se curvaron en una sonrisa mientras sus dedos encontraban la parte superior de la cabeza de Summer, enredándose en su pelo. —Lo sabía. Tus ojos no ocultan mucho. Me hizo sentir poderosa. —Así es como me siento ahora. Summer acarició con fuerza el clítoris de Elizabeth con la lengua, presionando el resbaladizo bulto de carne que se sumergía y bailaba bajo sus labios. Luego, deslizó un dedo dentro de Elizabeth y lo enroscó. Las manos de Elizabeth apretaron dolorosamente el pelo de Summer. —Oooh. Sus pechos se balancearon mientras ella se encorvaba, como protegiéndose de la embestida de la respuesta de su cuerpo, mordiendo un gemido bajo. El torrente de su liberación bañó los

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labios de Summer, y la sensación provocó escalofríos en la boca del estómago de Summer. —Tan hermosa —murmuró Summer contra ella, lamiendo la humedad entre los muslos de Elizabeth—. Deliciosa. Podría tenerte todo el día. De hecho, ponte esto más a menudo, y eso podría ser una realidad. Elizabeth se desplomó contra la puerta. —Creo que no le pagué lo suficiente a la diseñadora de vestuario. Está claro que hizo un trabajo excepcional. —Mmmm. Bastante —Summer comenzó a deslizar su lengua sobre los pliegues de Elizabeth una vez más—. Ahora, creo que te prometí algo rápido y furioso. Elizabeth respiró entrecortadamente. —No creo que tenga dos ahora mismo. —No te subestimes —se burló Summer. Elizabeth cerró los ojos y sus protestas se apagaron. Summer reanudó sus esfuerzos, deslizando los dedos donde había estado su lengua, y pronto se vio ampliamente recompensada.

Un golpe en la puerta del baño hizo que ambas se sobresaltaran. Elizabeth se asustó un instante antes de recordar que la puerta estaba cerrada, así que nadie iba a encontrarla, enredada y sudorosa, con su novia desnuda sobre la alfombra púrpura de felpa. —¿Summer? —llamó impaciente una voz femenina. Summer susurró: —Autumn. —Sé que estás ahí. Proceso de eliminación. Así que sáquense las manos de los pantalones y miren sus teléfonos. Gimiendo, Summer replicó:

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—¿Qué demonios es tan importante? —HGZ está tratando de sacarlas otra vez. Les envié el enlace a las dos. Ah, y hola, Elizabeth —dijo Autumn, dándose cuenta tarde de que era de mala educación ignorarla. —Hola, Autumn. —Elizabeth agarró su ropa y empezó a vestirse— . ¿Qué está pasando? —Es estúpido. Algún paparazzi imbécil, escondido entre los arbustos, te sacó una instantánea saliendo de un taxi aquí hace unas horas. ¿Así que a eso se debía la tontería de los arbustos? Elizabeth frunció el ceño. —¿Por qué vale eso una historia? —Summer frunció el ceño y volvió a ponerse el bikini. —Llevaba las maletas, y parece un poco raro ir a casa de los padres de otra actriz con equipaje, así que se inventaron toda una historia sobre que es una prueba de que son algo más que amigas. Y parece que a Elizabeth se le ha roto el corazón sin ti, así que se ha ido corriendo del rodaje para estar contigo, e insistieron en todos esos rumores anteriores sobre ustedes dos. Ah, y ni siquiera mencionaron la fiesta de mamá, así que parece aún más íntima de alguna manera. —Otra vez esto, ¿eh? —murmuró Summer—. Mierda. Les encanta reciclar estas cosas. —Sí —asintió la voz incorpórea de Autumn—, así es. No es que sea culpa tuya. Pero, aun así. Elizabeth apretó los dientes mientras buscaba la noticia en su teléfono. —Aquí hay citas de fuentes sobre mí, aparentemente, retraída y alterada. Algunas personas de por aquí, tal vez tus vecinos, tienen bocas grandes y una imaginación aún más grande. —¿Qué? —preguntó Autumn—. No. Nuestros vecinos son amables. Avisaron a papá de que habían visto fotógrafos en los arbustos. Siempre son así de buenos. Además, nuestras fiestas no son

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exactamente un secreto para los paparazzis. Siempre están acechando en la entrada, esperando capturar a una estrella. No son los vecinos. Sin embargo, eso no demostraba exactamente que los invitados a la fiesta fueran inocentes de proporcionar citas poco favorecedoras. Elizabeth había comprobado de primera mano en Choosing Hope que sus propios colegas eran los peores chismosos y filtradores de los medios de comunicación. —Bueno —dijo Elizabeth con escepticismo, abrochándose el chaleco—. Los vecinos son unos santos. Y supongo que tampoco crees que alguien en esta piscina de pirañas decidió inventar mentiras sobre mí. —No lo harían. Es una condición para ser invitado. ¿No te lo dijo Summer? Si vienes a una de las fiestas de mamá, no puedes tomar fotos, no puedes publicarlo en las redes sociales, y lo que pasa en White Oak Avenue se queda en White Oak Avenue, o nunca te volverán a invitar. Como eso es un suicidio en red, todos siguen las normas. Elizabeth, te prometo que son solo citas inventadas por los medios aburridos. Nadie de aquí habría dicho una sola palabra a HGZ. De ninguna manera. Elizabeth terminó de vestirse y comprobó que Summer también tenía lo básico cubierto. Abrió la puerta de par en par, incapaz de creer la total confianza de Autumn en sus invitados. —Es Hollywood —exclamó—. Aquí todo el mundo vendería a su propia abuela para salir adelante. Lo he visto. Gente en la que confiaba que… —Se desvaneció al recordar a su mentora en funciones, que había resultado ser el peor ejemplo de la corrupción de esta ciudad superficial y vacía. Grace había dejado de lado una amistad de diecisiete años con Elizabeth como si no significara nada. Eso también había sido claramente una mentira—. De todos modos, este lugar no es más que un pozo negro de engaño y farsa, lleno de narcisistas y hambrientos de fama. A su lado, sintió que Summer se ponía rígida.

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—Te equivocas. —Los ojos de Autumn brillaron—. Estás tan malditamente equivocada. Aquí también hay gente buena. ¡Y muchos de ellos están aquí mismo! —¿En serio? —dijo Elizabeth—. Y el conejo de Pascua es real. El dolor se extendió por el rostro de Autumn. —¿Puedo recordarte que la familia de tu novia, toda mi familia, está formada por personas que son todas nativas de Los Ángeles? Hollywood es nuestro medio de vida, nuestra red de amistades y nuestro mundo. Nos estás escupiendo cuando escupes a Hollywood. —Su expresión se volvió gélida—. Así que, ¿podrías dejar a un lado toda tu mierda engreída y prejuiciosa por un minuto y pensar en esto racionalmente? —¡Autumn! Basta —gritó Summer—. Y Bess, por el amor de Dios, ¿puedes dejar de darle cuerda a mi hermana? La ira se agitó en el vientre de Elizabeth ante los insultos de Autumn. Le dolía la mandíbula, pero no se atrevía a mirar a Summer. Su mirada permaneció fija en Autumn. Toda su vida la habían llamado engreída, aunque con más frecuencia desde que llegó a Estados Unidos, donde su personalidad era a menudo malinterpretada. Odiaba esa palabra. La gente que no la conocía la llamaba así. Sin embargo, Autumn había hecho un punto válido. Summer era todo lo hollywoodiense que se podía ser. Y, sin embargo, era una persona decente y cálida. La furia de Elizabeth vaciló. —Mira —dijo Autumn con un poco menos de veneno—, ¿puedes calmarte, tomarte otra copa u echar otro polvo y relajarte, por el amor de Dios? Solo te conté la historia para que no las fotografíen saliendo de aquí juntas y se aviven más los chismes. No le dispares al maldito mensajero. —Levantó las manos y se fue furiosa. Elizabeth exhaló con frustración, se dio la vuelta y se sentó en la tapa cerrada del retrete, sin mirar a Summer a los ojos. Su pulso bajó lentamente de frenético a galopante. Finalmente, miró a Summer.

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La expresión de Summer lo decía todo. —Estoy siendo una idiota, ¿no? —Sin discusión por mi parte. —Los ojos de Summer irradiaban dolor—. No tenía ni idea de que odiaras tanto nuestra vida aquí. Que pensaras tan poco de todos los que conocemos. —¡No lo hago! —«¿O sí? No. Claro que no»—. Es que es de ahí de donde venimos —dijo Elizabeth con un suspiro—. ¿Aquellas fotos, saliendo del estudio aquel día, cuando tropezaste y te atrapé? Eran inocentes. Que yo viniera hoy aquí con mi equipaje, fue… bueno, debería haber sido inocente. —Sus labios se movieron en reconocimiento de que no había sido exactamente así—. Siento que todo lo que hago es objeto de burla, de observación y de mofa. Me siento como si estuviera en esta maldita pecera, incapaz de vivir cualquier tipo de vida sin escrutinio. Odio eso. —Lo sé. —No sé qué hacer —admitió finalmente Elizabeth. Summer guardó silencio un momento. —Eso también lo sé. —En realidad, no creo que todos en Hollywood sean una panda de imbéciles egoístas o algo peor. —Es un alivio. —El tono de Summer era ligero, pero el dolor permanecía en su expresión. —Creo que he dejado pasar demasiado tiempo —dijo Elizabeth en voz baja. Summer se puso rígida. —No. —Elizabeth se inclinó y la besó rápidamente—. Sea lo que sea que estés pensando, no es eso. Estamos muy bien juntas. Pero nunca hablamos de ello, ¿verdad? El hecho que yo no quiera salir y que tú ansíes hacerlo. —Es que no quería sacar un tema con el que claramente te sientes incómoda. —Summer estudió a Elizabeth pensativa—. Es cierto que

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no hablamos de ello a menudo, pero tu reacción ante otro estúpido rumor me dice que no estás ni siquiera cerca de estar preparada para salir del closet. Incluso más lejos de lo que me había imaginado. Y, sí, eso me entristece. Creo que sería un gran modelo por seguir para los jóvenes que luchan con su sexualidad. Estoy orgullosa de lo que soy. Pero también sé que la gente sumaría dos más dos con respecto a ti si saliera del closet. Como no quiero hacerte eso, no va a ocurrir pronto, ¿verdad? Entonces, ¿qué sentido tiene darle vueltas al asunto? —Tal vez sea hora de que rastrillemos algunas cosas —dijo Elizabeth lentamente—. Siento cómo reaccioné hace un momento. Me… entró el pánico. Tuve visiones de la mitad de Hollywood en esta fiesta sacándonos del closet o algo peor. Me los imaginaba a todos sentados, riéndose, chismeando, compartiendo fotos nuestras con todas esas páginas web a las que les encanta atormentarme. —El solo pensarlo le daban náuseas. —Autumn explicó por qué eso no sucedería. Mamá no lo toleraría. Lo sabría en tres segundos y los echaría. Todo el mundo sabe eso de sus fiestas. Pensaba que tú también. Elizabeth reflexionó. —Quizá no sea ese el problema. La verdad es que no. Es el síntoma. Porque, lo principal, es que todavía estamos en lados opuestos de este debate de salir del closet. —Supongo. —Mi postura al respecto es que así soy yo. En el fondo, no estoy preparada. Soy protectora conmigo misma, con mi vida personal, y eso no va a cambiar pronto. Y sé que salir del closet te importa. Estoy tratando de pensar en una solución. Es que son muchas cosas por sortear. Sabes que odio que hablen de mí. Odio que me trolee el público, y ser el centro de atención. —Así que te convertiste en actriz —espetó Summer—, evitando limpiamente todas esas cosas.

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—Sé que lo que digo no tiene mucho sentido. No tengo mucho sentido como persona, ahora que lo pienso. Soy un trabajo en progreso. Summer se apoyó en ella. —Entiendo que esto sea difícil para ti. Fuera de nuestro círculo íntimo, sé lo bastante reservada que eres. Pero te quiero. Dentro o fuera del closet, te quiero. —Y yo a ti. —Elizabeth la besó—. Algún día lo haré mejor — prometió. Summer parecía intentar no extraer demasiadas esperanzas de las palabras de Elizabeth. Elizabeth se odió por eso. —Volvamos a la fiesta —sugirió—. Escuché que el café Arábica de Lawrence me transformara. Me hará olvidar el té para toda la eternidad. —Eso me gustaría verlo. —La expresión preocupada de Summer se desvaneció un poco—. Claro.

La mirada de Elizabeth recorrió la fiesta en busca de su presa antes al fin divisarla. Autumn estaba sentada en el borde de la carpa de masajes, ahora vacía, y miraba un clásico de Hitchcock, Intriga internacional, proyectado en la pared del fondo. El sol empezaba a ponerse y la mayoría de los invitados estaban acostados en las sillas de playa, murmurando entre ellos, o habían adoptado posiciones en la piscina, sobre los flamencos flotantes. —Toma. —Elizabeth le dio a Autumn una bebida de color rosa—. Pregunté por ahí y, al parecer, «Cosmoblancans» es lo que beben todas las chicas geniales. Autumn levantó una ceja al tomarlo. —No sé de dónde has sacado la loca idea de que soy genial. — Señaló su jumpsuit blanco como prueba—. Y hace horas que dejé de

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explicar mi ingenioso homenaje a la capitana Lance de Legendas del mañana. Elizabeth suspiró, sin saber de quién se trataba. —Bueno, ¿qué tal si Cosmoblancans también está establecido por una gran cantidad de fuentes para ser una excelente bebida de disculpa? —¿Fuentes? —La sonrisa torcida de Autumn apareció—. ¿Cuántas? —Bien, hay que admitir que el tamaño de la muestra era uno. Le pedí a Skye una bebida que te gustaría. Ella dice que esta es su más reciente y absoluta mejor creación, y que deberíamos estar agradecidas de que no te ofrezca su cóctel Rey Limón que inventó antes. Llamó a esa bebida una «fabulosa experiencia de aprendizaje». No le pregunté qué había aprendido. —Sabes que mamá solo me está usando como conejillo de indias — dijo Autumn. Sin embargo, bebió un sorbo. Su cara se comprimió en sí misma por un segundo, casi volviéndose cóncava, y sus ojos se humedecieron—. ¡Uf! Amargo. —Pero luego bebió otro sorbo—. Pero te acostumbras. —Me alegra oírlo. —Elizabeth se sentó a su lado en un cojín de seda. Se rodeó las rodillas con los brazos y miró la película proyectada—. Siento lo de antes. Estaba enfadada y solté un montón de tonterías insultantes. Tienes razón: aquí hay gente buena. He tenido algunos problemas y he pintado a toda la ciudad con la misma brocha. Autumn la miró. —¿Ya están resueltos? ¿Tus problemas? —No. —Elizabeth contempló la gran imagen brillante. Cary Grant iba de traje, intentando huir de un fumigador. Como si eso fuera a ser eficaz—. Pero estoy trabajando en ellos.

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—De acuerdo —Autumn asintió—. Y, um, siento haberte llamado engreída. En realidad, sabía que eso te ponía los pelos de punta. Lo hice de todos modos. Puedo ser un poco bruja a veces. —Al menos no es tu apodo —contraatacó Elizabeth. —Qué suerte la mía. —No te pareces mucho a tu hermana, ¿verdad? —Elizabeth miró a Autumn de reojo—. En cuanto a personalidad. —No. Pero tú tampoco —Autumn levantó la barbilla y dio otro sorbo a su bebida. —Cierto. Elizabeth se preguntó qué significaba aquello. ¿O si significaba algo? ¿Serían sus diferencias algo que podría interponerse entre ella y Summer algún día? ¿Lo alejadas que estaban en algunas cosas? El profundo dolor que sintió Elizabeth al pensar en eso la sorprendió. Elizabeth volvió a mirar a Autumn. Sin embargo, Summer estaba muy unida a su hermana, a pesar de sus evidentes diferencias. Así que tener diferencias no siempre significaba nada, ¿verdad? Solo había que encontrar la manera de cruzar la línea divisoria. Eso era todo. Todo era cuestión de comunicación. —Espero que lo atrape el fumigador —dijo Autumn de sopetón, mirando fijamente a Cary Grant—. Realmente odio su barbilla arrogante. Elizabeth se rio. —Cruel. Bueno, en ese sentido, te dejo con tu crítica en profundidad. Se levantó y miró a su alrededor, preguntándose si Summer estaría todavía poniéndose al día con su antiguo director, Jean-Claude Badour. El entusiasta francés había besado ambas mejillas de Summer y se había lanzado a un efusivo monólogo que parecía que iba a tardar en terminar.

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—Cuando quieras —dijo Autumn—. ¿Y oye? Gracias por la disculpa. Sé que fue duro para ti. —Inclinó la efervescencia de color rosa hacia Elizabeth en un saludo—. Y salud por la bebida. Dile a mamá que no deje su trabajo todavía. —Creo que dejaré que se lo digas a Skye. —Elizabeth esbozó una pequeña sonrisa—. Hasta la próxima. —Sí. Nos vemos, Bess. — Autumn ya estaba mirando la barbilla de Cary Grant. Cuando Elizabeth se alejó, se dio cuenta de que era la primera vez que Autumn la llamaba por su apodo. Su sonrisa se ensanchó. Solo un poco.

Skye Storm enjuagó las copas de cóctel, las metió en el lavavajillas y lo puso a lavar. Mientras la máquina zumbaba suavemente, se quedó pensativa mirando por la ventana de la cocina. Autumn y Brock estaban jugando a plegar y apilar las sillas, haciendo el mismo concurso de velocidad al que se habían entregado después de cada fiesta durante años. Era, por supuesto, mucho más divertido esta noche cuando ambos estaban un poco borrachos y mucho más viejos. Los hábiles reflejos de Brock significaban que siempre iba a ganar. Y siempre iba a tener una caída perfectamente escenificada en el último suspiro para que Autumn pudiera reclamar la victoria. Skye sonrió para sus adentros al oír el inevitable choque, luego el aullido totalmente poco convincente de Brock (bendito sea, nunca sería actor), seguido de las risas de Autumn y los gritos de «te gané». Fue una de las pocas veces que vio a Autumn divertirse. Era tan tirante. Autumn no se parecía en nada a Summer. La gran diosa obviamente tenía sentido del humor para estas cosas. Skye empezó a tapar y guardar las sobras mientras decidía cuál de sus experimentos alimentarios menos apetitosos iría directamente a la papelera. Summer siempre había sido dulce y gentil, un espíritu

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libre que flotaba en la brisa como un diente de león. Autumn era más bien una planta resistente que cubría el suelo, siempre preparada y dispuesta a resistirlo todo. Skye siempre se había preocupado más por Summer y su corazón abierto. Necesitaba a alguien tan fuerte y leal como Brock para que estuviera a su lado y la protegiera, fiero como un león. Y esta noche, Skye lo había visto. Y pensar que la persona especial de Summer resultaría ser una introvertida actriz inglesa tan tensa como un puño. Pero al ver a Summer y Elizabeth juntas esta noche, Skye ya no temía por su hija menor. Eso era amor. La protección, la adoración. Si sabías qué buscar, oh, estaba tan claro. Elizabeth Thornton haría cualquier cosa para mantener a Summer a salvo. Ella también la amaría, con pasión y cariño. Eso era todo lo que una persona necesitaba en la vida. Satisfecha de que Summer hubiera resuelto todo, Skye volvió su mirada especulativa hacia Autumn. Su sonrisa se volvió pícara. Bien. Una menos, una más. Quizá encontrara la forma de traer a Andrew de vuelta para que Autumn dejara de suspirar. Quizá organizara otra fiesta. Su mente comenzó a zumbar ante la perspectiva. Todo lo que necesitaba era un tema.

—Creí que nunca llegaríamos a casa —dijo Summer, deslizando los dedos por el brazo desnudo de Elizabeth mientras estaban acostadas en la cama—. Eres tan hermosa. He estado soñando con tenerte una y otra vez. Elizabeth miró a Summer con una pequeña sonrisa. La sonrisa se desvaneció al recordar lo que había estado pensando durante el resto de la fiesta. —He estado pensando en mi reacción instintiva de antes. Sé que reaccioné mal. —Sacudió la cabeza—. E hice muchas suposiciones injustas sobre los amigos de tu familia. Autumn hizo bien en decírmelo. No estoy diciendo que Hollywood no sea un basurero en ocasiones, pero, aun así, estaba siendo una imbécil.

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Summer arrugó los ojos. —¿No hay desacuerdo entonces? —Las cejas de Elizabeth se alzaron. —No. Elizabeth resopló. —Por cierto, admito que he comprobado los sitios de chismes, y no hay ni una pista sobre nosotras de la fiesta más allá de esa primera historia. Autumn tenía razón en eso. No fueron los invitados los que alimentaron a HGZ. —Mamá elige bien a sus amigos. Es selectiva. —Creo que tienes razón. —Elizabeth exhaló—. Lo siento, Summer. —¿Por qué? —He estado evitando incluso hablar contigo sobre tu necesidad de salir. Ojos que no ven, corazón que no siente. Eso no es justo. Necesitamos un camino a seguir. Un plan. —Tal vez deberíamos hacer algo audaz, entonces —se burló Summer—. Como arrancar una tirita. Ponerlo en una valla publicitaria, en letras enormes: «Summer Hayes y Bess Thornton son muy lesbianas». —Bueno, eso sería ciertamente un enfoque —dijo Elizabeth secamente—. Aunque es un poco gritón. —Y tú no eres de esas. —Puedo ser gritona. Depende de dónde tengas las manos. —Los labios de Elizabeth se crisparon—. De hecho, no hace mucho, estuviste a punto de hacerme gritar. —Sí, lo disfruté. —Summer sonrió—. Estaba muy orgullosa de mí misma. —Deberías. —Elizabeth sonrió y apartó un mechón de pelo de los ojos de Summer con un movimiento de las yemas de los dedos—. Eres la única que me ha hecho eso: hacerme perder el control. Aunque recuerdo haberte devuelto el favor, cuando hice lo que quise contigo

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contra la puerta de un baño. Y un lavabo. Y en el suelo. Al final, todo empezó a ser borroso. Como tus jadeos. —Me parece bien. —Summer sonrió con satisfacción—. Tienes mucho talento. —Excepto en lo más importante: ser audaz. No tener miedo. —No hay prisa. Un día saldremos con estilo. Aunque sea sin el gran cartel gritón. —Summer se dio la vuelta, inmovilizando a Elizabeth contra el colchón. Los dedos de Elizabeth se enredaron con las manos de Summer. El gesto era tan íntimo. —Nada de vallas publicitarias. Quizá algo de buen gusto. Como escribir en el cielo. —Eso también vale —dijo Summer con un bufido—. Incluso podría dejarte fuera de ello. Algo simple: Summer ama a las damas. —¿En plural? —Elizabeth dibujó—. ¿Tengo competencia? Summer se rio. —Por favor. Eres dueña de mis ovarios. Soy incapaz de resistirme a ti. Como lo demostré arrastrándote hoy a un baño para tener sexo ardiente. Elizabeth estudió el rostro de Summer, el deseo claro en aquellos ojos hechizantes. —Si sigues mirándome así, no necesitaremos un skywriter ni una valla publicitaria. —Sí, bueno, estamos solas. ¿A quién le importa? Nadie puede ver cuánto te deseo, excepto tú. —Parecía como si Summer se esforzara por ocultar la tristeza en su voz, pero Elizabeth captó el más leve rastro de ella. Elizabeth frunció el ceño, sintiendo remordimientos. No, esto no funcionaría. Exhalando, Elizabeth tomó una decisión.

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—He estado debatiendo esto toda la tarde. Summer, creo que nunca estaré preparada para salir del closet ni me sentiré cómoda con que el mundo conozca mis asuntos personales. —Oh. —Summer se hundió—. Bueno, eso es, em… Maldición. —Espera. —Elizabeth tomó aire—. Que la gente lo sepa puede incomodarme muchísimo, pero creo que, ahora, quizá sea una incomodidad con la que pueda vivir. Por muy malos que sean mis miedos a veces, también vuelvo una y otra vez a la verdad. Lo que me importa es tu felicidad, mucho más que una nebulosa idea sobre si saldré del closet cuando llegue el momento, que, con sinceridad, probablemente nunca llegue. Summer frunció las cejas. —No te entiendo. —Mira, es simple cuando haces las cuentas. Sí, creo que sería infeliz saliendo del closet. Pero, igualmente, nunca he estado bien con las mentiras para permanecer en él; así que, de cualquier manera, no puedo ganar. Por lo tanto, tiene sentido darle al menos a una de nosotras su felicidad, si voy a ser infeliz de cualquier manera. Al menos puedes salir y ser todo lo que siempre has querido ser. Además, el que tú seas feliz me hace feliz a mí, así que quizá… ¿ganemos las dos después de todo? —Elizabeth no estaba convencida de que aquello fuera cierto, pero en teoría sonaba bien. Quizá el universo pudiera sorprenderla. —¿Qué? —Summer se sentó a horcajadas sobre los muslos de Elizabeth—. ¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo? Elizabeth asintió. Ya era hora. De hecho, se habían tardado mucho en hacerlo. Agarró su teléfono. —Cada vez que estamos juntas en público, parece como si hubiera una gran señal de neón parpadeante de que somos muy obvias. Por eso historias como las de HGZ me ponen tan nerviosa. Es como si nos estuvieran desnudando. Pero ahora me pregunto: si somos tan evidentes, ¿por qué no dejamos de fingir y acabamos con esto de una vez?

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—¿Bess? —Los ojos de Summer se abrieron de par en par. —Puede que esté a punto de hacer algo totalmente fuera de lugar e impulsivo —murmuró Elizabeth, con el pulso acelerado—. Detenme ahora si no crees que deba hacerlo. En lugar de eso, Summer apretó los labios con fuerza, como si cualquier movimiento fuera interpretado como una objeción. Elizabeth se habría reído si esto no fuera tan serio. —Bien, entonces. Respiró hondo, entró en su cuenta de Twitter y tecleó un mensaje. Eran palabras que había sentido durante mucho tiempo. Qué surrealista decir algo tan privado «en voz alta» por una vez. Con el corazón casi saliéndosele del pecho, Elizabeth giró lentamente el teléfono para mostrárselo a Summer, con el pulgar sobre el mensaje. Relajándome en casa con la mujer que amo. Sí, amor-amor. Summer Hayes es mi mundo.

Ante el leve asentimiento incrédulo de Summer, Elizabeth bajó el pulgar. El mensaje se lanzó a la red. Salió al mundo para que todos lo vieran. —Bess… —A Summer se le llenaron los ojos de lágrimas. La incertidumbre se apoderó de Elizabeth. —Tú querías esto, ¿verdad? —Sí. Son lágrimas de felicidad. —Ah, bueno. —Dios mío. —Summer se deslizó completamente sobre Elizabeth y se aferró a ella—. Bess… creo que me he enamorado más de ti. «Pues bien. Eso nunca podría ser algo malo, ¿verdad?».

El teléfono de Elizabeth estaba sonando. Otra vez. Llevaba una hora sonando. El tuit se había convertido en una locura, con retuits, comentarios de apoyo sorprendentes y los fans de #Hunter de su

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antiguo programa exigiendo una confirmación… que Summer había entregado debidamente con un retuit propio y un emoji de corazón. Ahora los fans publicaban memes de desmayos y RCP. Qué lindos. Elizabeth se planteó responder a la llamada. —Es Delvine. Finalmente, se dio por vencida y pulsó el botón de respuesta. Después de escuchar durante varios minutos a su animada representante, hizo los ruidos apropiados, se rio y colgó. —Delvine dijo que es un tuit precioso —murmuró Elizabeth—. Y sabía que pronto haríamos alguna estupidez. Cita directa. Creo que se alegra de verdad por nosotras. Además, dice que a mi agente le está dando un infarto, supongo que metafórico, dado que Rachel quiere hablar conmigo mañana. Eso debería ser tan tierno y dulce como el Roller Derby. Summer soltó una risita antes de que su propio teléfono se pusiera en marcha. —Aish. Autumn. —Después de contestar, tuvo que apartarse el teléfono de la oreja cuando el volumen de la voz de Autumn asaltó la habitación—. Em, sí, está bien. Se lo diré —dijo Summer cuando pudo decir algo—. ¿Podemos ocuparnos mañana del resto de tu hiperventilación? Sí. Sí. Yo también te quiero. Adiós. —Bajó el teléfono—. Al parecer, mi hermana cree que el universo está al revés porque se suponía que tú eras la cuerda, no propensa a estallidos aleatorios de soltar verdades. —Ah. —Y dice que no te preocupes; que pronto encontrará una estrategia. Aunque añadió un montón de palabrotas, y no usó eufemismos. Elizabeth sonrió. —Tal vez ella y Rachel puedan comparar sus ataques de pánico.

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El teléfono de Summer sonó con una ráfaga de mensajes entrantes. Estudió la lista. —Bien. Tenemos un tuit de mamá. Está encantada. También se atribuye el mérito, convencida de que tiene algo que ver con su fiesta. Hmm —Summer continuó—, algo de papá: «Bien hecho». Y añade: «Me alegra que E. al fin lo haya entendido», lo que sea que eso signifique. «Ah. ¿Así que de eso se quejaba Brock? ¿De que yo estuviera en el armario?». ¿Podría Brock haber sido más vago si lo hubiera intentado? Summer reanudó el desplazamiento y vio un mensaje de su mejor amiga. —Chloe me envió un mensaje desde el set de su anuncio de granola: «¡Ya era hora!». Además, hay un montón de emojis muertos y caritas sonrientes. Y… Oh, oye, un mensaje de Tori. ¿Recuerdas a mi compañera de copas de Choosing Hope, la que no podía imaginar los horrores que tuve que enfrentar al tener que besarte para el programa? Con una sonrisa de satisfacción, Elizabeth dijo: —La recuerdo. Summer abrió el mensaje con un golpecito ansioso. —Todo lo que dice: «Adelante, chica. Jajajaja. No me lo puedo creer, no tengo gaydar en absoluto, ¡¿verdad?!». Elizabeth no podía estar en desacuerdo. Revisó sus propios mensajes. —Tengo felicitaciones sinceras de Rowan y Brian, Amrit y Chris, y Zara; un comentario sarcástico de Grace diciendo: «No pensé que fueras capaz», y… —Elizabeth se detuvo y digirió aquella pequeña indirecta. No le dolió ni un poco. Parecía que ya no le importaba lo que pensara su antigua mentora. Eso era revelador. —¿Y? —preguntó Summer, frunciendo los labios ante la mención de Grace, aunque no hizo más comentarios.

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—Y una promesa de Alex de que procesaremos esto muy pronto a través de muchas bebidas alcohólicas de colores. Eso suena bien para mi hígado. Además de algunas solicitudes de entrevistas de los medios. Dejaré que Delvine se encargue de eso. —Elizabeth tomó aire—. De acuerdo. Ya está. Su corazón seguía retumbando por su impulsividad, pero era más que eso. Aún no podía creer que sus peores temores no se hubieran materializado. Todo lo que sentía era un alivio visceral, emocionante y abrumador. Esperaba que Summer sintiera lo mismo. —¿Estás contenta, Summer? —preguntó Elizabeth suavemente, mirándola a los ojos—. ¿Esto era lo que querías? —Dios, sí. Gracias. Se miraron la una a la otra. —Puf —Elizabeth resopló incrédula cuando comprendió lo que había hecho—. Supongo que lo hecho, hecho está. Pero no me siento como si el mundo estuviera a punto de acabarse, así que eso es nuevo. —Bueno, eso está bien. —Summer sonrió y pasó los dedos por el brazo de Elizabeth—. Entonces, ¿cómo te sientes? —Como una mujer recién salida del closet enamorada de la persona más adorable de Hollywood. —Siento exactamente lo mismo. —Excepto que no soy la persona más adorable —enmendó Elizabeth—. Ni siquiera soy ligeramente adorable, ¿recuerdas? —Eso es una estupidez, y las dos lo sabemos. Nunca fuiste tu reputación. Ni una sola vez. —Summer arrastró la mirada por el cuerpo de Elizabeth—. Pero, Bess, cariño. Ahora que estás oficialmente colada por mí hasta los huesos y, aparentemente, disponible para demostrarme cuánto me amas siempre que lo desees, ¿crees que podríamos dejar la charla y empezar con la acción? Elizabeth enarcó las cejas. —Ah, ¿sí?

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—Tenemos mucho tiempo que recuperar. Bésame, loquita. —¡Oh! —Elizabeth sonrió genuinamente, encantada de obedecer— . Por supuesto. —Y luego dejó que sus labios se fundieran con los de Summer.

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Lee Winter Lee Winter es una periodista veterana galardonada que ha cubierto los tribunales, el crimen, las noticias, los reportajes y la escritura humorística durante casi tres décadas en Australia. Ahora, autora a tiempo completo y editor a tiempo parcial en Ylva, Lee también es dos veces finalista del premio Lambda Literary Award y tres veces ganador del Golden Crown Literary Award.

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