BRAUNSTEIN, Nestor - Cien años de novedad.pdf
March 26, 2017 | Author: maypsi | Category: N/A
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psicología Y psicoanálisis DIRIGIDA POR OCTAVIO CHAMlZO
CIEN AÑOS DE NOVEDAD La moral sexual cultural
y la nerviosidad moderna de Sigmund Freud (1908-2008) I coordinado por NESTOR A. BRAUNSTEIN BETTY B. FUKS por NÉSTOR A. BRAUNSTEIN MARCO ANTONIO COUTINHO JORGE CARLOS L. FERNÁNDEZ GAOS * BETTY B. FUKS MARTA GEREz AMBERTÍN DANIEL KOREN * ANA MARIA RUDGE ALEJANDRO SALAMONOVITZ WEINSTOCK SERGIO TELLES * UMNIA TOURINHO PERES
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velntluno edltores MÉXICO ARGEN'I INA ESPAÑA
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siglo xxi editores, s.a.
TUCUMÁN 1621, 7° N. C1050AAG, BUENOS AIRES. ARGENTINA
siglo xxi de españa editores, 5.a.
MENÉNDEZ PIDAL 3 BIS. 28036, MADRiD, ESPAÑA
BF692 C54 2008
Cien años de novedad. "La moral sexual culluml y la nerviosidad moderna " de Sigmund Freud (1908-2008) / coordinado por
Néstor A. Braunstein, Betty B. Fuks ; por Néstor A. Braunstein
217 p.
[et aL].
México : Siglo XXI, 2008
(Psicología y psicoanálisis)
ISBN 973607-3-00023-9 l. Freud, Sigmund, 1856-1939. 2. Sexo (Psicología) 3. Ética sexual. 4. Cultura. 5. Nervios. I. Braunstein, Néstor A., ed. ll. Fuks, BettyB., ed. lll. Ser.
primera edición, 2008 © siglo xxi editores, 5.a. de c.v.
isbn 9786073000239 derechos reservados conforme a la ley impreso en impresora grá ca hernández
capuchinas 378 col. evolución
57700 estado de méxico 3 de noviembre de 2008
PRELUDIO
¡Qué título más extravagante para un artículo escrito hace cien años! ¡Qué manera de unir lo discordan'e! La moral sexual cultural . Dos adjetivos, uno de ellos tan extraño
en su unión con e] sustantivo como para ponerlo entre comillas. Si no fuese por el artículo en el comienzo del largo título uno podría pensar que se trata de tres adjetivos: moral, sexual y cultural . ¿Cómo y quién podría ser moral, sexual y también cultural? Después de a rmar en cuatro palabras la existencia de un sujeto así de excepcional (o incongruente) viene una conjunción, w , para ligar ese sujeto con otro: la nerviosidad moderna . Este segundo sujeto incluye una presuposición también insólita: hay una nueva forma de la nerviosidad, moderna , que debe diferenciarse de otra que sería antigua o pasada de moda. La patología de los nervios cambia con el tiempo; la de hoy (1908) no es la de ayer y el cambio estaría en relación con las normas morales de la cultura . (¿Es que hay otras normas que las culturales?) Aceptemos todas estas singularidades del título freudiano y dispongámonos a re exionar en lo que ha pasado en estos cien años: ¿tenemos la misma moral sexual cultural"?, ¿es la misma la "nerviosidad moderna ? Habiendo cambiado tanto los dos términos ¿qué pasa con la conjunción de ambos? ¿Cómo se conectarían hoy (2008)? Freud nombró con precisión y arrojo los términos del problema: las características de la vida urbana, la doble moral sexual para hombres y mujeres, la maldición de la relación inflexible entre sexualidad y reproducción, la exclusión de las salidas (así llamadas)
perversas ,
la prolongación indebida de la castidad, la exclusión más performativa que practicada dela in delidad conyugal, la hipocresía en la alcoba, la neurosis como protección de la Virtud , la condena a
los homosexuales que demostraban tantas aptitudes para la sublimación y el enriquecimiento de la vida cultural, el desconocimiento de la sexualidad infantil, la indisolubilidad del vínculo matrimonial, la re-
legación de las potencialidades del goce femenino. ¿Consecuencias? La neurosis generalizada, la acrimonia entre hombres y mujeres. la [7]
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anulación de las posibilidades de una vida fuera de los cánones establecidos como normales que son de penoso cuando no quimérico cumplimiento. Hoy en día todo eso ha cambiado... ¿ha cambiado tanto como para que digamos que el vinculo social ha mejorado, que el malestar en la cultura diagnosticado en 1930 ha disminuido? Todo es distinto... y todo sigue siendo causa de preocupación. La condición de la mujer es radicalmente distinta pero la igualdad de oportunidades sigue siendo una meta a alcanzar y la diferencia jerárquica entre los roles masculino y femenino sigue siendo opresiva. La organización familiar patriarcal ha dado paso a una caótica anarquía que deja con frecuencia en la inde nición al lugar de los hijos. La neurosis ordinaria se ha transformado en perversión cuando no en psicosis ordinaria. Los niños toman el lugar de objetos tmnsicionales en manos de padres que siguen siendo niños ( época del niño generalizado , decía Lacan). El reconocimiento de la capacidad de elegir el modo de ejercicio de la sexualidad ha dado lugar a la mercantilización de las modalidades de consumo sexual y a una desvalorización de las posibilidades del amor como forma del vínculo entre seres del mismo o de otro sexo. La precocidad en el comienzo de la vida erótica termina por manifestarse como indiferencia ante la pareja. La independencia entre sexualidad y reproducción como ausencia de responsabilidad por los hijos que se engendran. En e] plano de las representaciones y de las concepciones sobre la sexualidad reina la mayor confusión y lo esencial del mensaje freudiano acerca de las pulsiones, siempre parciales, es desconocido y
transformado en intentos de soluciones sexológícas ante lo que Lacan de nió, para escándalo de todos los que no se detuvieron- a entender el mensaje freudiano, como la inexistencia de la relación sexual. La misti cación de la actividad de las pulsiones en el mundo contemporáneo es favorecida por el éxito de un psicoanálisis mediático que se difunde con tanta más facilidad cuanto mayor es la falsi cación que se propone. La invasión de la dimensión imaginaria en la televisión y la Internet permite la ocultación de lo real sexual al preservar la confusión entre la satisfacción de la demanda con objetos de consumo y la insatisfacción estructural del deseo. La insistencia en la globalización de la vida sirve para encubrir la segregación de los goces clandestinos que siguen siendo repudiados por los discursos falaces de la liberación . Es verdad también que enel pensamiento académico se ha
PRELUDIO
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operado un retroceso que parece de nitivo en las manifestaciones reaccionarias y que un aire vivi cador proveniente de los discursos de los condenados de la tierra ha tomado los lugares de preeminencia a la vez que las posiciones que podrían pretender el retroceso a los tiempos patriarcales han pasado a actuar en la penumbra y en la retaguardia del mundo académico. El prejuicio tiene hoy mala prensa. En estos terrenos el psicoanálisis es presentado como una respuesta respetable en su momento pero superada por el tiempo transcurrido, como si no tuviera ya nada que decir, como si su novedad se
hubiese agotado. Lo esencial del planteo de estos ocho textos, cuatro escritos en español, cuatro en portugués, es la demostración de que la novedad sigue en pie, que todos los progresos alcanzados en la sexualidad en occidente ponen de mani esto con mayor claridad que nunca lo que falta por lograr en cuanto a las relaciones equitativas entre hombres y mujeres, en cuanto al reconocimiento de las peculiaridades sexuales, en cuanto a la no confusión del sexo con
la genitalidad y mucho menos con las diferencias de género. Lo que cosquillea los espíritus con el sabor de la novedad que redobla en los tambores planetarios de los medios de difusión de masas suele ser lo tradicional reciclado. MienUas que lo nuevo nunca envejece. Lo nuevo sigue siéndolo; se renueva cada día, al plantear sin cesar la falsedad
de las presuntas revoluciones (como la sexual) que, conforme a su etimología, no hacen sino re-volver las cosas al estado anterior.
La nerviosidad moderna ha cambiado de rostro y todos se complacen en destacar con un goce recóndito los avances de la depresión y el suicidio, de las patologías alimenticias con la bulimia y la anorexia a la cabeza y en la cabeza, de las toxicomanías tradicionales
y de las a-dicciones novedosas a los juegos, a la sexualidad o a los deportes de alto riesgo, de la indiferencia masiva de los adolescentes, de la anestesiada crueldad de los niños, del desamparo anímico
y material de la tercera edad, de la precariedad de los vínculos en las parejas y del desinterés por la vida comunitaria en general y política en particular. Estos temas estaban casi totalmente ausentes en la obra de Freud y se presentan como efectos de los cambios en la vida social producidos en las últimas décadas. La cuestión, para los diez autores
de estos ensayos, es la de saber si esa nueva nerviosidad moderna es también un efecto de las nuevas formas de la moral sexual y de qué manera pueden vincularse los dos aspectos tan diversos del inaudito y serendípico título de Freud.
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NÉSTOR A. BRAUNSTEIN / BETTY B. FUKS
Como no podía ser de otra manera, los nueve artículos tienen su majestuosa cabeza, la imprescindible, el artículo señero de 1908. En un acto de inconcebible egoísmo cultural, la editorial Amorrortu de Buenos Aires ha negado la autorización para reproducir el texto de su traducción en las Obras completas impresa por esa casa de publicaciones. El coordinador de la edición en español debió por eso recurrir al texto freudiano en la bella traducción de Luis López Ballesteros y de Torres editada por Santiago Rueda en Buenos Aires, la primera verdadera traducción completa de las obras de Freud a un idioma extranjero que contó con el auxilio inestimable de Ludovico Rosenthal. La traducción del artículo de Sigmund Freud que aquí se incluye ha sido ligeramente retocada para hacer lugar a una necesaria actualización: el término alemán Tn'eb y sus derivados ha sido vertido, de acuerdo con el uso contemporáneo en todas las lenguas, como [misión (francés: pukion, inglés drive) y sus derivados (pubional, etc.). NÉSTOR A. BRAUNSTEIN BETTY B. FUKS
LA MORAL SEXUAL CULTURAL Y LA NERVIOSIDAD MODERNAl SIGMUND FREUD
En su Ética sexual, recientemente publicada, establece Ehrenfels una
distinción entre moral sexual natural y moral sexual cultural . Por moral sexual natural, entiende aquella bajo cuyo régimen puede una raza conservarse duraderamente enplena salud ycapacidad vital. Moral sexual cultural sería, en cambio, aquella cuyos dictados
impulsan al hombre a una obra de cultura más productiva e intensa. Esta antítesis se nos hará más transparente si ponemos entre si el acervo constitutivo de un pueblo y su acervo cultural. Remitiendo a la citada obra de Ehrenfels, a aquellos lectores que quieran seguir hasta su n este importante proceso mental, me limitaré aquí a desarrollarlo lo estrictamente necesario para enlazar a él algunas aportaciones personales. No es arriesgado suponer que bajo el imperio de una moral sexual cultural pueden quedar expuestas a ciertos daños la salud y la energía vital individuales, y que este daño infligido a los individuos por los sacri cios que les son impuestos, alcanza, por último, tan alto grado,
que llega a constituir también un peligro para el
n social. Ehren-
fels señala, realmente, toda una serie de daños, de los que se ha de
hacer responsable a la moral sexual dominante en nuestra sociedad occidental contemporánea, y aunque la reconoce muy apropiada para el progreso de la cultura, concluye postulando la necesidad de reformarla. Las características de la moral sexual cultural bajo cuyo régimen vivimos, serían según nuestro autor- la transferencia de las reglas de la vida sexual femenina, a la masculina, y la prohibición de todo comercio sexual fuera de la monogamia conyugal. Pero las diferencias naturales de los sexos habrían impuesto una mayor tolerancia para las transgresiones sexuales del hombre, creándose, así, a favor de éste, una segunda moral. Ahora bien, una sociedad que ' Sigmund Freud (1908), traducción dejosé Luis Ballesteros y de Torres, Obra! mmpletas, Buenos Aires, Santiago Rueda, 1952.
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tolera esta doble moral, no puede superar una cierta medida, harto limitada, de amor a la verdad, honradez y humanidad y ha de impulsar a sus miembros a ocultar la verdad, a pintar las cosas con falsos colores, a engañarse a sí mismos y aengañar a los demás. Otro daño, aún más grave, imputable a la moral sexual cultural, sería el
de paralizar con la exaltación de la monogamia- la selección viril, único in ujo susceptible de procurar una mejora de la constitución, ya que los pueblos civilizados han reducido a un minimum, por humanidad y por higiene, la sekcción vitaL2 Entre estos peijuicios imputados a la moral sexual cultural, ha de echar de menos el médico, uno, cuya importancia analizaremos aquí detenidamente. Me re ero a la difusión, a ella imputable, de la nerviosidad, en nuestra sociedad moderna. En ocasiones, es el mismo en-
fermo nervioso quien llama la atención del médico sobre la antítesis, observable en la causación de la enfermedad, entre la constitución y las exigencias culturales, diciéndole: En nuestra familia todos hemos enfermado de los nervios por haber quen'do llegar a ser algo más de lo que nuestro origen nos permitía. No es tampoco raro que el médico se vea movido a re exionar, por la observación de que precisamente sucumben a la nerviosidad los descendientes de aquellos hombres de origen campesino, sencillo y sano, procedentes de familias rudas pero fuertes, que emigraron a la ciudad y conquistaron en ella posición y fortuna, haciendo que sus hijos se elevasen en un corto espacio de tiempo, a un alto nivel cultural. Pero además, los mismos neurólogos
proclaman ya la relación del incremento de la nerviosidad con la moderna vida cultural. Algunas manifestaciones de los observadores más autorizados en este sector, nos indicarán dónde se cree ver el
fundamento de una tal dependencia. W. Erb: La cuestión planteada es la de si las causas de la nerviosidad antes expuestas se hallan realmente dadas en la vida moderna en tan elevada medida, que expliquen el extraordinario incremento de tal enfermedad, y a esta interrogación hemos de contestar, en el acto,
a rmativamente, pues nos basta, para ello, echar una rápida ojeada sobre nuestra vida moderna y suparticular estructura. "La simple enunciación de una sen'e de hechos generales basta ya para demostrar nuestro postulado: las extraordinarias conquistas z Ibid, pp. 32 ss. l Uber die wachsende Nervositát unserer Zeit", 1893.
LA MORAL SEXUAL CULTURAL
Y LA NERVIOSIDAD MODERNA
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de la edad moderna, los descubrimientos e ¡menciones en todos los
sectores y la conservación del terreno conquistado contra la competencia cada vez mayor, no se han alcanzado sino mediante una enorme labor intelectual y sólo mediante ella pueden ser mantenidos. Las exigencias planteadas a nuestra capacidad funcional en la lucha por la existencia, son cada vez más altas, y sólo podemos satisfacerlas poniendo en el empeño la totalidad de nuestras energías anímicas. Al mismo tiempo, las necesidades individuales y el ansia de goces, han crecido en todos los sectores; un lujo insólito se ha extendido hasta
penetrar en capas sociales a las que había llegado antes; la irreligiosidad, el descontento y la ambición, han aumentado en amplios sectores del pueblo; el extraordinario incremento del comercio y las redes de telégrafos y teléfonos que envuelven el mundo, han modi cado totalmente el ritmo de la vida: todo es prisa y agitación; la noche se aprovecha para viajar, el día para los negocios, y hasta los viajes de recreo exigen un esfuerzo al sistema nervioso. Las grandes crisis políticas, industriales o nancieras, llevan su agitación a círculos sociales
mucho más extensos. La participación en la vida política se ha hecho general. Las luchas sociales, políticas y religiosas, la actividad de los partidos, la agitación electoral y la vida corporativa, intensi cada hasta lo in nito, acaloran los cerebros e imponen a los espíritus un nue vo esfuerzo cada día, robando el tiempo al descanso, al sueño y ala recuperación de energías. La vida de las grandes ciudades es cada vez más re nada e intlanquila. Los nervios, agotados, buscan fuerzas en
excitantes cada vez más fuertes, en placeres intensamente especiados, fatigándose aún más en ellos. La literatura moderna se ocupa preferentemente de problemas sospechosos, que hacen fermentar todas las. pasiones y fomentan la sensualidad, el ansia de placer y el desprecio de todos los principios éticos y todos los ideales, presentando a los lectores guras patológicas y cuestiones psicopáticosexuales y revolucionarias. Nuestro oído es sobreexcitado por una música ruidosa y violenta; los teatros captan todos los sentidos con sus representaciones excitantes, e incluso las artes plásticas se orientan con preferencia hacia lo feo, repugnante o excitante, sin espantarse de presentar a nuestros ojos, con un repugnante realismo, lo más horrible que la realidad puede ofrecernos. "Este cuadro general, que nos señala ya en nuestra cultura moderna toda una serie de peligros, puede ser aún completado con la adición de algunos detalles.
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Binswanger:4 Se indica especialmente la neurastenia como una enfermedad por completo moderna, y Beard, a quien debemos su primera descripción detallada, creía haber descubierto una nueva enfermedad nerviosa nacida en suelo americano. Esta hipótesis era, naturalmente, errónea; pero el hecho de haber sido un médico ame-
ricano quien primeramente pudiese aprehender y retener, como secuela de una amplia experiencia clínica, los singulares rasgos de esta enfermedad, demuestra la íntima conexión de la misma con la vida moderna, con la ebre de dinero y con los enormes progresos técnicos que han echado por tierra todos los obstáculos de tiempo y espacio opuestos antes a la vida de relación. Krafft-Ebing:5 En nuestras modernas sociedades civilizadas, es innito el número de hombres cuya vida integra una plenitud de factores antihigiénicos más que su ciente para explicar el incremento de la nerviosidad, pues tales factores actúan primera y principalmente sobre el cerebro. Las circunstancias sociales y políticas, y más aún las mercantiles, industriales y agrarias, de las naciones civilizadas, han sufrido, en el curso del último decenio, modi caciones que hantrans-
formado por completo la propiedad y las actividades profesionales y ciudadanas, todo ello a costa del sistema nervioso, que se ve obligado
a responder al incremento de las exigencias sociales y económicas, con un gasto mayor de energía, para cuya reposición no se le concede, además, descanso su ciente.
De estas teorías, así como de otras muchas de análogo contenido, no podemos decir que sean totalmente inexactas, pero sí que resultan insu cientes para explicar las peculiaridades de las perturbaciones nerviosas y, sobre todo, que desatienden precisamente el factor etiológico más importante. Prescindiendo, en efecto, de los estados
indeterminados de nerviosidad y ateniéndonos tan sólo a las formas neuropatológicas propiamente dichas, vemos reducirse la influencia pe.judicial de la cultura, a una coerción nociva de la vida sexual de los pueblos civilizados (o de los estratos sociales cultos), por la moral sexual cultural en ellos imperante. En una serie de escritos profesionales, he tratado ya de aportar la prueba de esta a rmación. No he de repetirla aquí, pero sí extractaré los argumentos principales, deducidos de mis investigaciones. Die Pathologic und Therapie der Neurasthenie", 1896. 5 Nervositát und neurasthenischc Zustánde", 1895.
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Una continua y penetrante observación clínica nos autoriza a distinguir en los estados neuropatológicos, dos grandes grupos: las neurosis propiamente dichas y las psiconeurosis, En las primeras, los síntomas, somáticos o psíquicos, parecen ser de naturaleza tóxica, comportándose idénticamente a los fenómenos consecutivos a una incorporación exagerada o a una privación repentina de ciertos tóxicos del sistema nervioso. Estas neurosis sintetizadas generalmente bajo el concepto de neurastenia- pueden ser originadas, sin que sea indispensable la colaboración de una. tara hereditaria, por ciertas anormalidades nocivas de la vida sexual, correspondiendo precisamente la forma de la enfermedad a la naturaleza especial de dichas anormalidades, y ello de tal manera, que del cuadro clínico puede deducirse directamente, muchas veces, la especial etiología sexual. Ahora bien, entre la for-
ma de la enfermedad nerviosa ylas restantes influencias nocivas de la cultura, señaladas por los distintos autores, no aparece jamás una tal correspondencia regular. Habremos, pues, de considerar el factor
sexual como el más esencial en la causación de las neurosis propiamente dichas. En las psiconeurosis, es más importante la in uencia hereditaria y menos transparente la causación. Un método singular de investigación, conocido con el nombre de psicoanálisis, ha permitido descubrir que los síntomas de estos padecimientos (histeria, neurosis obsesiva, etc.) son de carácter psicógvna y dependen de la acción de complejos inconscientes (reprimidos) de representaciones. Este mismo método nos ha llevado también al conocimiento de tales complejos, revelándonos que integran, en general, un contenido sexual, pues nacen de las necesidades sexuales de individuos insatisfechos y representan, para ellos, una especie de satisfacción sustitutiva. De este modo, habremos de ver en todos aquellos factores que dañan la vida sexual, cohíben su actividad o desplazan sus nes, factores patógenos también de las psiconeurosis. El valor de la diferenciación teórica entre neurosis tóxicas y neurosis psicógenas no queda disminuido por el hecho de que enla mayoría de las personas nerviosas puedan observarse perturbaciones de ambos orígenes. Aquellos que se hallan dispuestos a buscar conmigo la etiología de la nerviosidad en ciertas anormalidades nocivas de la vida sexual,
leerán con interés los desarrollos que siguen, destinados a insertar el tema del incremento de la nerviosidad en un más amplio contexto.
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Nuestra cultura descansa totalmente en la coerción de las pulsiones. Todos y cada uno hemos renunciado a una parte de nuestro poderío, a una parte de las tendencias agresivas y vindicativas de nuestra personalidad, y de estas aportaciones, ha nacido la común propiedad cultural de bienes materiales e ideales. La vida misma, y quizá muy principalmente los sentimientos familiares, derivados del erotismo,
han sido los factores que han movido al hombre a tal renuncia, la cual ha ido haciéndose cada vez más amplia en el curso del desarrollo de la cultura. Por su parte, la religión se ha apresurado a sancionar inmediatamente tales limitaciones progresivas, ofrendando a la divinidad, como un sacri cio, cada nueva renuncia a la satisfacción de las
pulsiones y declarando sagrado el nuevo provecho así aportado a la colectividad. Aquellos individuos a quienes una constitución indomable impide incorporarse a esta represión general de las pulsiones, son considerados, por la sociedad, como delincuentes y declarados
fuera de la ley, a menos que su posición social o sus cualidades sobresalientes les permitan imponerse como grandes hombres" o como héroes . La pulsión sexual o mejor dicho, las pulsiones sexuales, pues la investigación analítica enseña que la pulsión sexual es un compuesto de muchas pulsiones parciales- se halla probablemente más desarrollada en el hombre que en los demás animales superiores y es, desde luego, en él, mucho más constante, puesto que ha superado casi por completo la periodicidad a la cual aparece sujeto en los animales. Pone a la disposición de la labor cultural, grandes magnitudes de energía, pues posee en alto grado, la peculiaridad de poder desplazar su n sin perder grandemente en intensidad. Esta posibilidad de cambiar el n sexual primitivo por otro, ya no sexual, pero psíquicamente a 'n al primero, es lo que designamos con el nombre de capacidad de sublimaa'ón. Contrastando con una tal facultad de desplazamiento, que constituye su valor cultural, es también susceptible, la pulsión sexual, de tenaces jaciones, que lo inutilizan para todo n cultural y lo degeneran conduciéndole a las llamadas anormalidades sexuales. La energía original de la pulsión sexual varía, probablemente, con el sujeto, e igualmente, desde luego. su parte susceptible de sublimación. A nuestro juicio, la organización congénita es la que primeramente decide qué parte de la pulsión podrá ser susceptible de sublimación en cada individuo; pero además las in uencias de la vida y la acción del intelecto sobre el aparato anímico, consiguen sublimar otra nueva
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palte. Claro está que este proceso de desplazamiento no puede ser continuado hasta lo in nito, como tampoco puede serlo la transformación del calor en trabajo mecánico, en nuestras maquinarias. Para la inmensa mayoría de las organizaciones, parece imprescindible una cierta medida de satisfacción sexual directa, y la privación de esta medida, individualmente variable, se paga con fenómenos, que por su daño funcional y su carácter subjetivo displaciente, hemos de considerar com') patológicos. Aún se nos abren nuevas perspectivas al atender al hecho de que la pulsión sexual del hombre no tiene originariamente como n, la reproducción, sino determinadas formas de la consecución de placer.6 Así se mani esta efectivamente en la niñez individual, en la que
alcanza tal consecución de placer, no sólo en los órganos genitales, sino también en otros lugares del cuerpo (zonas erógenas) y puede, por lo tanto, prescindir de todo otro objeto erótico menos cómodo. Damos a esta fase el nombre de estadio del aulaerotismoy adscribimos a la educación la labor de limitarlo, pues la permanencia en él, de la pulsión sexual, le haría incoercible e inaprovechable ulteriormente. El desarrollo de la pulsión sexual pasa luego, del autoerotismo, al amor a un objeto, y de la autonomía de las zonas erógenas, a la subordinación de las mismas a la primacía de los genitales, puestos al servicio de la reproducción. En el curso de esta evolución, una parte de la excitación sexual emanada del propio cuerpo es inhibida como inaprovechable para la reproducción, y en el caso más favorable, conducida a la sublimación. Resulta así, que mucha parte de las energías utilizables para la labor cultural tiene su origen en la represión de los elementos perversos de la excitación sexual. Ateniéndonos a estas fases evolutivas de la pulsión sexual podremos distinguir tres grados de cultura: uno, en el cual la actividad de
la pulsión sexual va libremente más allá de la reproducción; otro, en el que la pulsión sexual queda coartada en su totalidad, salvo en la parte puesta al servicio de la reproducción, y un tercero, en n, en el cual sólola reproducción legítima es considerada y permitida como n sexual. A este tercer estadio corresponde nuestra presente moral sexual cultural . Tomando como nivel el segundo de estos estadios, comprobamos 6 Cf. Tres ensayo: de temía sexual, Obra: completas, vol. vu, Buenos Aires, Amornu tu, 1976.
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ya la existencia de muchas personas a quienes su organización no permite plegarse a las normas en él imperantes. Hallamos, en efecto, series enteras de individuos, en los cuales, la citada evolución de
la pulsión sexual desde el autoerotismo al amor a un objeto, con la reunión de los genitales como n, no ha tenido efecto de un modo correcto y completo, y de estas perturbaciones del desarrollo, resultan dos distintas derivaciones nocivas de la sexualidad normal, esto es, propulsora de la cultura, desviaciones que se comportan entre sí como un positivo y un negativo. Trátase aquí exceptuando a aquellas personas que presentan una pulsión sexual exageradamente intensa e indomable- de las diversas especies de perversos, en los que una jación infantil a un nsexual provisional, ha detenido la primacía de la función reproductora, y en segundo lugar, de los homosexuales o invertidos, en los cuales y de un modo aún no explicado por completo, la pulsión sexual ha quedado desviada del sexo contrario. Si el daño de estas dos clases de perturbaciones del desarrollo es, en
realidad, menor de lo que podría esperarse, ello se debe sin duda a la compleja composición de la pulsión sexual, que permite una estructuración nal aprovechable de la vida sexual, aun cuandouno o varios componentes de la pulsión hayan quedado excluidos del desarrollo. Así, la constitución de los invertidos u homosexuales se caracteriza
frecuentemente por una especial aptitud de la pulsión sexual para la sublimación cultural. De todos modos, un desarrollo intenso o hasta exclusivo de las per-
versiones o de la homosexualidad hace desgraciado al sujeto correspondiente y le inutiliza socialmente, resultando así que ya las exigencias culturales del segundo grado han de ser reconocidas como una fuente de dolor para un cierto sector de la humanidad. Los destinos de estas personas cuya constitución di ere de la de sus congéneres, son muy diversos, según la mayor o menor energía de su pulsión sexual. Dada una pulsión sexual débil, pueden los perversos alcanzar una coerción total de aquellas tendencias que les sitúan en con icto con las exigencias morales de su grado de cultura. Pero éste es también su único rendimiento, pues agotan en tal inhibición de sus pulsiones sexuales todas las energias que de otro modo aplicarían ala labor cultural. Quedan reducidos a su propia lucha interior y paralizados para toda acción exterior. Se da en ellos el mismo caso que más adelante volveremos a hallar al ocupamos de la abstinencia exigida en el tercer grado cultural.
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Dada una pulsión sexual muy intensa, pero perversa, pueden esperarse dos desenlaces. El primero, que bastará con enunciar, es que el sujeto permanezca perverso y condenado a soportar las consecuencias de su divergencia de nivel cultural. El segundo es mucho más interesante y consiste en que, bajo la in uencia de la educación y de las exigencias sociales, se alcanza, sí, una cierta inhibición de las
pulsiones perversas, pero una inhibición que en realidad no logra por completo su n, pudiendo cali carse de inhibición frustrada. Las pulsiones sexuales coartadas no se exteriorizan ya, desde luego, como tales y en esto consiste el éxito parcial del proceso inhibitorio- pero sí en otra forma igualmente nociva para el individuo y que le inutiliza, para toda labor social, tan en absoluto como le hubiera inutilizado la
satisfacción inmodi cada de las pulsiones inhibidas. En esto último consiste el fracaso parcial de procesos, fracaso que a la larga, anula el éxito. Los fenómenos sustitutivos provocados en este caso, por la inhibición de las pulsiones, constituyen aquello que designamos con e] nombre de nerviosidad y más especialmente, con el de psiconeurosis. Los neuróticos son aquellos hombres que poseyendo una organización desfavorable, llevan a cabo, bajo el in ujo de las exigencias culturales, una inhibición aparente y en el fondo fracasada, de sus
pulsiones y que, por ello, sólo con un enorme gasto de energías y sufriendo un continuo empobrecimiento interior, pueden sostener su colaboración en la obra cultural o tienen que abandonarla temporalmente, por enfermedad. Cali camos a las neurosis, de negativo de las perversiones, porque contienen, en estado de represión las mismas tendencias, las cuales, después del proceso represor, continúan . actuando desde lo inconsciente. La experiencia enseña, que para la mayoría de los hombres, existe una frontera, más allá de la cual no pueden seguir su constitución las exigencias culturales. Todos aquellos que quieren ser más nobles de lo que su constitución les permite, sucumben a la neurosis. Se encontrarían mejor si les hubiera sido posible ser peores. La a rmación de que la perversión y la neurosis se comportan como un positivo y un negativo, encuentra, con frecuencia, una prueba inequívoca en la
observación de sujetos pertenecientes a una misma generación. No es raro encontrar una pareja de hermanos en la que el varón es un perverso sexual y la hembra, dotada, como tal, de una pulsión sexual más
débil, una neurótica, pero con la particularidad de que sus síntoma! expresan las mismas tendencias que las perversiones del hermznm.
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más activamente sexual. Correlativamente, en muchas familias, son los hombres sanos, pero inmorales hasta un punto indeseable, y las
mujeres, nobles y re nadas, pero gravemente nerviosas. Una de las más evidentes injusticias sociales es la de que el estándar cultural exija de todas las personas la misma conducta sexual, que, fácil de observar para aquellos cuya constitución se lo permite, impone a otros los más graves sacri cios psíquicos. Aunque claro está que esta injusticia queda eludida en la mayor parte de los casos, por la transgresión de los preceptos morales. Hasta aquí, hemos desarrollado nuestras observaciones re riéndonos a las exigencias planteadas al individuo en el segundo de los grados de cultura por nosotros supuestos, en el cual sóloquedan prohibidas las actividades sexuales llamadas perversas, concediéndose, en cambio, amplia libertad, al comercio sexual considerado como nor-
mal. Hemos comprobado, que ya con esta distribución de las libertades y las restricciones sexuales, queda situado al margen, como perverso, todo un grupo de individuos, y sacri cado a la nerviosidad otro, formado por aquellos sujetos que se esfuerzan en no ser perversos, debiéndolo ser por su constitución. No es di cil prever el resultado que habrá de obtenerse al restringir aún más la libertad sexual, prohibiendo toda actividad de este orden fuera del matrimonio legítimo,
como sucede en el tercero de los grados de cultura antes supuestos. El número de individuos fuertes que habrán de situarse en franca rebeldía contra las exigencias culturales, aumentará de un modo extraordinan'o, e igualmente, el de los débiles que en su conflicto enu e la presión de las influencias culturales y la resistencia de la constitución, se refugiarán en la enfermedad neurótíca. Surgen aquí tres interrogaciones: l] Cuál es la labor que las exigencias del tercer grado de cultura plantean al individuo; 2] Si la satisfacción sexual legítima permitida consigue ofrecer una compensación aceptable de la renuncia exigida, y 3] Cuál es la proporción entre los daños eventuales de tal renuncia y sus provechos culturales. La respuesta a la primera cuestión roza un problema varias veces tratado ya y cuya discusión no es posible agotar aquí: el problema de la abstinencia sexual. Lo que nuestro tercer grado de cultura exige al individuo es, en ambos sexos, la abstinencia hasta el matrimonio o
hasta el n de la vida para aquellos que no lo contraigan. La a rmación, grata a todas las autoridades, de que la abstinencia sexual no
trae consigo daño alguno, ni es siquiera di cil de observar, ha sido
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sostenida también por muchos médicos. Pero no es arriesgado asegurar que la tarea de dominar, por medios distintos de la satisfacción,
un impulso tan poderoso como el de la pulsión sexual, es tan ardua, que puede acaparar todas las energías del individuo. dominio por medio de la, sublimación, esto es, por la desviación de las fuerzas ins-
tintivas sexuales hacia nes culturales elevados, no es asequible sino a una limitada minoría, y aun a ésta, sólo temporalmente, y con máxima di cultad durante la fogosa época juvenil. La inmensa mayoría sucumbe a la neurosis o sufre otros distintos daños. La experiencia demuestra que la mayor parte de las personas que componen nuestra sociedad no poseen el temple constitucional necesario para la labor que plantea la observación de la abstinencia. Aquellos que hubieran enfermado dada una menor restricción sexual, enferman antes y más
intensamente bajo las exigencias de nuestra moral sexual cultural contemporánea, pues contra la amenaza de la tendencia sexual normal por disposición defectuosa o trastornos del desarrollo, no conocemos garantía más segura que la misma satisfacción sexual. Cuanto mayor es la disposición de una persona a la neurosis, peor soporta la abstinencia, toda vez que las pulsiones parciales que se sustraen al desarrollo normal antes descrito, se hacen, al mismo tiempo, tanto más
incoercibles. Pero también aquellos sujetos que bajo las exigencias del segundo grado de cultura hubieran permanecido sanos, sucumben aquí a la neurosis en gran número, pues la prohibición eleva considerablemente el valor psíquico de la satisfacción sexual. La libido estancada se hace apta para percibir alguno de los puntos débiles que jamás faltan en la estructura de una vita sexualis y se abre paso, por él, hasta la satisfacción sustitutiva neurótica, en forma de síntomas
patológicos. Aprendiendo a penetrar en la condicionalidad de las enfermedades nerviosas, se adquiere pronto la convicción de que su incremento en nuestra sociedad moderna, procede del aumento de las restricciones sexuales. Tócanos examinar, ahora, la cuestión de si el comercio sexual den-
tro del matrimonio legítimo puede ofrecer una compensación total de la restricción sexual anterioral mismo. El material en que fundamentar una respuesta negativa se nos ofrece tan abundante, que sólo muy sintéticamente podremos exponerlo. Recordaremos ante todo, que nuestra moral sexual cultural restringe también el comercio
sexual aun dentro del matrimonio mismo, obligando a los cónyuges a saüsfacerse con un número por lo general muy limitado dc mm ( 'I
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ciones. Por esta circunstancia, no existe tampoco, en el matrimonio,
un comercio sexual satisfactorio más que durante algunos años, de los cuales hay que deducir, además, aquellos periodos en los que la mujer debe ser respetada por razones higiénicas. Al cabo de estos tres, cuatro o cinco años, el matrimonio falla por completo en cuanto ha prometido la satisfacción de las necesidades sexuales, pues todos los medios inventados hasta el día para evitar la concepción disminuyen el placer sexual, repugnan a la sensibilidad de los cónyuges o son directamente perjudiciales para la salud. El temor a las consecuencias del comercio sexual hace desaparecer primero la ternura fisica de los esposos y más tarde, casi siempre, también la mutua inclinación psíquica destinada a recoger la herencia de la intensa pasión inicial. Bajo la desilusión anímica y la privación corporal que es así eldestino de la mayor parte de los matrimonios, se encuentran de nuevo transferidos los cónyuges al estado anterior a su enlace,pero con una ilusión menos y sujetos de nuevo a la tarea de dominar y desviar su pulsíón sexual. No hemos de entrar a investigar en qué medida lo logra el hombre llegado a plena madurez; la experiencia nos muestra que hace uso frecuente de la parte de libertad sexual que aun el más riguroso orden sexual le concede, si bien en secreto y adisgusto. La doble moral sexual existente para el hombre en nuestra sociedad es la mejor confesión de que la sociedad misma que hapromulgado los preceptos respectivos no cree posible su observancia. Por su parte, las mujeres, que en calidad de sustratos propiamente dichos de los intereses sexuales de los hombres, no poseen sino en muy escasa medida, el don de la sublimación y para las cuales sólo durante
la lactancia pueden constituir los hijos una sustitución su ciente del objeto sexual; las mujeres, repetimos, llegan a contraer, bajo el in ujo de las desilusiones aportadas por la vida conyugal, graves neurosis, que perturban duramente su existencia. Bajo las actuales normas culturales, el matrimonio ha cesado de ser, hace mucho tiempo, el reme-
dio general de todas las afecciones nerviosas de la mujer. Los médicos sabemos ya, por el contrario, que para soportar el matrimonio han de poseer las mujeres una gran salud, y tratamos de disuadir a nuestros clientes, de contraerlo con jóvenes que ya de solteras han dado muestras de nerviosidad. Inversamente, el remedio de la nerviosidad
originada por el matrimonio sería la in delidad conyugal. Pero cuanto más severamente educada ha sido una mujer y más seriamente se ha sometido a las exigencias de la cultura, tanto más temor le inspira
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este recurso, y en su conflicto entre sus deseos y sus deberes, busca un
refugio en la neurosis. Nada protege tan seguramente su virtud como la enfermedad. El matrimonio, ofrecido como perspectiva consoladora a la pulsión sexual del hombre culto durante toda la juventud, no llega, pues, a constituir siquiera una solución durante su tiempo. No
digamos ya acompensar la renuncia anterior. Aun reconociendo estos perjuicios de la moral sexual cultural, se puede todavía responder a nuestra tercera interrogación, alegando que las conquistas culturales consiguientes a una tan severa restricción sexual, compensan e incluso superan tales perjuicios individuales, que en de nitiva, sólo llegan aalcanzar cierta gravedad en una limitada minoría. Por mi parte, me declaro incapaz de establecer aquí un balance de pérdidas y ganancias. Sólo podría aportar aún numerosos datos para la valoración de las pérdidas. Volviendo al tema, antes iniciado, de la abstinencia, he de a rmar, que la misma trae aún consi-
go otros perjuicios diferentes de las neurosis, las cuales integran, además, mucha mayor importancia de la que en general se les concede. La demora del desarrollo y de la actividad sexuales a la que aspiran nuestra educación y nuestra cultura, no trae consigo, en un principio, peligro alguno e incluso constituye una necesidad si tenemos en cuenta cuán tarde comienzan los jóvenes de nuestras clases ilustradas a valérselas por sí mismos y aganar su vida, circunstancia en que se nos muestra, además, la íntima relación de todas nuestras instituciones cul-
turales y la di cultad de modi car alguno de sus elementos sin atender a los restantes. Pero pasados los veinte años, la abstinencia no está ya exenta de peligros para el hombre y cuando no conduce a la nerviosidad, trae consigo otros distintos daños. Suele decirse, que la lucha con
la poderosa pulsión sexual y la necesaria acentuación en ella, de todos los poderes éticos y estéticos de la vida anímica, aceran el carácter. Esto es exacto para algunas naturalezas favorablemente organizadas. Asimismo, ha de concederse que la diferenciación de los caracteres
individuales, tan acentuada hoy en día, ha sido hecha posible por la restricción sexual. Pero en la inmensa mayoría de los casos, la lucha contra la sensualidad agota las energías disponibles del carácter, y ello en una época en la que el joven precisa de todas sus fuerzas, para conquistar su participación y su puesto en la sociedad. La relación entre la sublimación posible y la actividad sexual necesaria oscila, naturalmente, mucho, según el individuo e incluso según la profesión. Un artism abstinente es algo apenas posible. Por el contrario, no son nada num
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los casos de abstinencia entre los jóvenes consagrados a una disciplina cientí ca. Estos últimos pueden extraer de la abstinencia nuevas energías para el estudio. En cambio, el artista hallará en la actividad sexual,
un excitante de la función creadora. En general, tengo la impresión de que la abstinencia no contribuye a formar hombres de acción, enérgicos e independientes, ni pensadores originales, o valerosos reformadores, sino más bien honradas medianías que se sumergen luego en la gran masa, acostumbrada a seguir, con cierta resistencia, los impulsos iniciados por individuos enérgicos. En los resultados de la lucha por la abstinencia se revela también la conducta voluntariosa y rebelde de la pulsión sexual. La educación cultural no tendería quizá sino a su coerción temporal, hasta el ma-
trimonio, con la intención de dejarlo luego libre, para servirse de él. Pero contra la pulsión tienen más éxito las medidas extremas que las contemporizaciones. La coerción va con frecuencia demasiado lejos, dando lugar a que al llegar el momento de conceder libertad a la pulsión sexual, presente ésta ya daños duraderos, resultado al que no se tendía ciertamente. De aquí que la completa abstinencia durante la juventud no sea, para el hombre, la mejor preparación al matn'monio. Así lo sospechan las mujeres y pre eren entre sus pretendientes aquellos que han demostrado ya, con otras mujeres, su masculinidad. Los perjuicios de la severa abstinencia exigida a las mujeres antes del matrimonio son especialmente evidentes. La educación no debe de considerar nada fácil la labor de coartar la sensualidad de la joven hasta su matrimonio, pues recurre, para ello, a los medios más poderosos. No sólo prohíbe el comercio sexual y ofrece elevadas primas a la conservación de la inocencia, sino que trata de evitar a las adolescentes toda tentación, manteniéndolas en la ignorancia del papel que les está reservado y no tolerándoles impulso amoroso alguno que no pueda conducir al matrimonio. El resultado es que las muchachas, cuando de pronto se ven autorizadas a enamorarse por las autoridades familiares, no llegan a poder realizar la función psíquica correspondiente y van al matrimonio sin la seguridad de sus propios sentimientos. A consecuencia de la demora arti cial de la función erótica, sólo
desilusiones procuran al hombre que ha ahorrado para ellas todos sus deseos. Sus sentimientos anímicos permanecen aún ligados a sus padres, cuya autoridad creó en ellas la coerción sexual, y suconducta corporal adolece de frigidez, con lo cual queda el hombre privado de todo placer sexual intenso. lgnoro si el tipo de mujer anestésica existe
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fuera de nuestras civilizaciones, aunque lo creo muy probable, pero lo cierto es que nuestra educación cultural se esfuerza precisamente en cultivarlo, y estas mujeres, que conciben sin placer, no se muestran muy dispuestas a parir frecuentemente con dolor. Resulta, así, que la preparación al matrimonio no consigue sino hacer fracasar los nes del mismo. Más tarde, cuando la mujer vence ya la demora arti cialmente impuesta a su desarrollo sexual, llega a la cima de su existencia femenina y siente despertar en ella la plena capacidad de amar, se encuentra con que las relaciones conyugales se han enfriado hace ya tiempo, y como premio a su docilidad anterior le queda la elección entre el deseo insatisfecho, la in delidad o la neurosis.
La conducta sexual de una persona constituye el prototipo de todas sus demás reacciones. A aquellos hombres que conquistan enérgicamente su objeto sexual les suponemos análoga energía en la persecución de otros nes. En cambio, aquellos que por atender a toda clase de consideraciones, renuncian a la satisfacción de sus poderosas pulsiones sexuales, serán, en los demás casos, más conciliadores y resig-
nados que activos. En las mujeres, puede comprobarse fácilmente un caso especial de este principio de la condición prototípica de la vida sexual con respecto al ejercicio de las demás funciones. La educación les prohíbe toda elaboración intelectual de los problemas sexuales, los cuales les inspiran siempre máxima curiosidad, y las atemoriza con la a rmación de que tal curiosidad es poco femenina y denota una disposición viciosa. Esta intimidación coarta su actividad intelectual y rebaja en su ánimo el valor de todo conocimiento, pues la prohibición de pensar se extiende más allá de la esfera sexual, en parte a consecuencia de relaciones inevitables y en parte automáticamente, proceso análogo al que provocan los dogmas en el pensamiento del hombre religioso o las ideas dinásticas en el de los monárquicos incondicionales. No creo que la antítesis biológica entre trabajo intelectual y actividad sexual explique la debilidad mental siológica de la mujer, como pretende Moebius ensu discutida obra. En cambio, opino que la indudable inferioridad intelectual de tantas mujeres, ha de atribuirse a la coerción mental necesaria para la coerción sexual. Al tratar de la abstinencia, no se suele distinguir su cientemente
dos formas de la misma. La abstención de toda actividad sexual cn general y la abstención del comercio sexual con el sexo contrario. Muchas personas que se vanaglorian de su abstinencia, no la ¡nun tienen, quizá, sino con el auxilio de la masturbación o de ¡nin lu .v.
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' análogas relacionadas con las actividades sexuales autoeróticas de la primera infancia. Pero precisamente a causa de esta relación no son tales medios sustitutivos de satisfacción sexual, nada inofensivos, pues
crean una disposición a aquellas numerosas formas de neurosis y psicosis, que tienen por condición la regresión de la vida sexual a sus formas infantiles. Tampoco la masturbación corresponde a las exigencias ideales de la moral sexual cultural y provoca en el ánimo de los jóvenes, aquellos mismos conflictos con el ideal educativo a los que intentaban sustraerse por medio de la abstinencia. Además, pervierte el carácter en más de un sentido, haciéndole adquirir hábitos perjudiciales, pues en primer lugar, y conforme a la condición prototípica de la sexualidad, le acostumbra a alcanzar nes importantes sin esfuerzo alguno, por caminos fáciles y no mediante un intenso desarrollo de energía, y en segundo, eleva el objeto sexual, en las fantasías concomitantes a la satisfacción, a perfecciones di ciles de hallar luego en la realidad. De este modo, ha podido proclamar un ingenioso escritor (Karl Kraus) invirtiendo los términos, que el coito no es sino un su-
brogado insu ciente del onanismo . La severidad de las normas culturales y la di cultad de observar la abstinencia han coadyuvado a concretar esta última en la abstención del coito con personas de sexo distinto y a favorecer otras prácticas sexuales, equivalentes, por decirlo así, a una semiobediencia. Dado que el comercio sexual normal es implacablemente perseguido por la moral y también porla higiene, a causa de la posibilidad de contagio
han aumentado considerablemente en importancia social,
aquellas prácticas sexuales entre individuos de sexo diferente a las que se da el nombre de perversas y en las cuales es usurpada por otras partes del cuerpo, la función de los genitales. Pero estas prácticas no pueden ser consideradas tan inocuas como otras análogas transgresiones cometidas en el comercio sexual; son condenables desde el punto de vista ético, puesto que convierten las relaciones eróticas entre dos seres, de algo muy fundamental, en un cómodo juego sin peligro ni participación anímica. Otra de las consecuencias de la restricción de la vida sexual normal, ha sido el incremento de la satisfacción homo-
sexual. A todos aquellos que ya son homosexuales por su organización o han pasado a serlo en la niñez, viene a agregarse un gran número de individuos de edad adulta, cuya libido, viendo di cultado su curso
principal, deriva por el canal secundario homosexual. Todas estas secuelas inevitables e indeseadas de la abstinencia im-
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puesta por nuestra civilización con uyen en una consecuencia común consistente en trastornar fundamentalmente la preparación al matrimonio, el cual había de ser, no obstante, según la intención de la moral sexual cultural, el único heredero de las tendencias sexuales. Todos
aquellos hombres que a consecuencia de prácticas sexuales onanistas o perversas, han enlazado su libido a situaciones y condiciones distintas de las normales, desarrollan en el matrimonio una potencia
disminuida. Igualmente, las mujeres que sólo mediante tales ayudas han conseguido conservar su virginidad, muestran en el matrimonio, una anestesia total para el comercio sexual normal. Estos matrimonios, en los que ambos cónyuges adolecen ya, desde un principio, de una disminución de sus facultades eróticas, sucumben mucho más
rápidamente al proceso de disolución. A causa de la escasa potencia de] hombre, la mujer queda insatisfecha y permanece anestésica aun en aquellos casos en que su disposición a la frigidez, obra de la educación, hubiera cedido a la acción de intensas experiencias sexuales.
Para tales parejas resulta aún más dificil que para las sanas evitar la concepción, pues la potencia disminuida del hombre soporta mal el empleo de medidas preventivas. En esta perplejidad, el comercio conyugal queda pronto interrumpido, como fuente de preocupaciones y molestias, y abandonado, así, el fundamento de la vida matrimonial.
Todas las personas peritas en estas materias habrán de reconocer que no exagero lo más mínimo, sino que me limito a describir he chos comprobables en todo momento. Para los no iniciados ha de resultar increíble lo raro que es hallar en los matrimonios situados bajo el imperio de nuestra moral sexual cultural, una potencia normal del marido y lo frecuente, en cambio, de la frigidez de la mujer.
No sospechan, ciertamente, cuántos renunciamientos trae consigo, a veces para ambas partes, el matrimonio, ni a lo que queda reducida la felicidad de la vida conyugal, tan apasionadamente deseada. Ya indicamos, que en tales circunstancias, el desenlace más próximo es la
enfermedad nerviosa. Describiremos ahora en qué forma actúa un tal matrimonio sobre el hijo único o los pocos hijos de él nacidos. A primera vista, nos parece encontrarnos en estos casos, ante una transferencia hereditaria, que detenidamente examinada, resulta no ser
sinb el efecto de intensas impresiones infantiles. La mujer no satisfecha por su marido y aconsecuencia de ello, neurótica, hace objeto a sus hijos, de una exagerada ternura, atormentada por constantes zozobras, pues concentra en ellos su necesidad de amor y despierta
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en ellos una prematura madurez sexual. Por otro lado, el desacuerdo reinante entre los padres excita la vida sentimental del niño y le hace experimentar, ya en la más tierna edad, amor, odio y celos. Luego, la severa educación, que no tolera actividad alguna a esta vida sexual
tan tempranamente despertada, interviene como poder represor y el con icto surgido así en edad tan tierna del sujeto integra todos los factores precisos para la causación de una nerviosidad que ya no le abandonará en toda su vida. Vuelvo ahora a mi a rmación anterior de que al las neurosis, no se les concede, por lo general, toda su verdadera importancia. Al
hablar así, no me re ero a aquella equivocada apreciación de estos estados, que se mani esta en un descuido absoluto por parte de los familiares del enfermo y en las seguridades eventualmente dadas por los médicos, de que unas cuantas semanas de tratamiento hidroterápico o algunos meses de reposo conseguirán dar al traste con la enfermedad. Esta actitud no es adoptada hoy en día, más que por gentes ignorantes, sean o no médicos, o tiende tan sólo a procurar al pa-
ciente un consuelo de corta duración. Por lo general, se sabe ya, que una neurosis crónica, si bien no destruye por completo las facultades del enfermo, representa para él una pesada carga, tan pesada, quizá, como una tuberculosis o una enfermedad del corazón. Aún podriamos darnos en cierto modo por conformes, si las neurosis se limitaran a excluir de la labor cultural, a un cierto número de individuos, de to-
dos modos débiles, consintiendo participar en ella a los demás, al precio, sólo, de algunas molestias subjetivas. Pero lo que sucede, y aello se re ere precisamente mi a rmación inicial, es que la neurosis, sea cualquiera el individuo a quien ataque, sabe hacer fracasar, en toda la amplitud de su radio de acción, la intención cultural, ejecutando, así,
la labor de las fuerzas anímicas enemigas de la cultura y por ello reprimidas. De este modo, si la sociedad paga con un incremento de la ner-
viosidad, la docilidad a sus preceptos restrictivos, no podrá hablarse de una ventaja social obtenida mediante sacri cios individuales, sino de un sacri cio totalmente inútil. Exarninemos, por ejemplo, el caso frecuentísimo de una mujer que no quiere a su marido porque las círcunstancias que presidieron su enlace y la experiencia de su ulterior vida conyugal no le han aportado motivo alguno para quererlo, pero que desearía poder amarle por ser esto lo único que corresponde al ideal del matrimonio en el que fue educada. pues, todos los impulsos que tienden a expresar la verdad y contradicen su ideal, y
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se esforzará en representar el papel de esposa amante, tierna y cuidadosa. Consecuencia de esta autoimposición será la enfermedad neurótica, la cual tomará en breve plazo, completa venganza del esposo insatisfactorio, haciéndole víctima de tantas molestias y preocupaciones como le hubiera causado la franca confesión de la verdad. Es éste uno de los ejemplos más típicos de los rendimientos de la neurosis. La represión de otros impulsos no directamente sexuales, enemigos de la cultura, va seguida de un análogo fracaso de la compensación. Así, un individuo que sojuzgando violentamente su inclinación a la dureza y ala crueldad, ha llegado a ser extremadamente bondadoso,
pierde en tal proceso, muchas veces, tan gran parte de sus energías, que no llega a poner en obra todo lo correspondiente a sus impulsos compensadores y hace, en de nitiva, menos bien del que hubiera hecho sin yugular sus tendencias constitucionales. Agregaremos aún, que al limitar la actividad sexual de un pueblo se incrementa en general el temor a la vida yel miedo a la muerte,
factores que perturban la capacidad individual de goce, suprimen la disposición individual a arrostrar la muerte por la consecución de un n, disminuyen el deseo de engendrar descendencia y excluyen, en n, al pueblo o al grupo de que se trate, de toda participación en el porvenir. Ante estos resultados, habremos de preguntarnos si nuestra moral sexual cultural vale la pena del sacri cio que nos impone, sobre todo si no nos hemos libertado aún su cientemente del hedonismo para no integrar entre los nes de nuestra evolución cultural una ciero ta dosis de felicidad individual. No es, ciertamente, labor del médico,
la de proponer reformas sociales, pero he creído poder apoyar su urgente necesidad ampliando la exposición hecha por Ehrenfels, de los daños imputables a nuestra moral sexual cultural, con la indicación de su responsabilidad en el incremento de la nerviosidad moderna.
48 VARIACIONES SOBRE EL TEMA. DE LA MORAL SEXUAL" NÉSTOR A. BRAUNSTEIN
El tema es el consabido artículo de Freud.l Reverbera en nuestros oídos. 1. No existe ninguna moral sexual natural : el sintagma de von Ehrenfels, que no de Freud2 (p. 27), es un oxímoron. La naturaleza (lo real) es amoral. Por el contrario, la otra expresión, moral sexual
cultural' , también de von Ehrenfels, retomada y citada por Freud entre comillas, no es oxímoron. Es algo peor: es un pleonasmo. La oposición natural / cultural , oxímoron de un lado y pleonasmo del otro, tenía sentido en discusiones aún vigentes en 1908 pero su-
peradas hoy en día. Los descubrimientos y las de niciones de Freud permitieron una impugnación decisiva de esa dicotomía elemental. Sobra decirlo y hay que repetirlo: el psicoanálisis no propugna cambios en la moral ; no es una disciplina normativa. Ymucho menos se interesa en cambiar la sexualidad : el analista sabe bien que los goces del cuerpo con guran un campo privilegiado donde el sujeto debe decidir lo que quiere para sí en función de lo que llega a develar de su deseo inconsciente, de modo que no podría equivocarse o, por lo menos, no habría quién pudiera decirle que se equivocó, cualquiera que sea el resultado. A partir de su práctica, el psicoanálisis se interesa por tomar en cuenta las distintas modalidades de la existencia de los sujetos en el tiempo histórico y re exionar sobre ellas en una perspectiva que no podría'ser ajena al espíritu de la época. Su agenda no es política pero la política, arte del gobierno de los cuerpos en la vida social, bien puede servirse de cuanto el psicoanálisis aprende y permite saber en maten'a de subjetividad y de sexualidad. ' En este volumen, S. Freud, La moral sexual cultural' y la nerviosidad moderna . pp. 11-29, traducción de José Luis Ballesteros y de Torres, Buenos Aires, Santiago Rucda, 1952. Traducido también al español en Obra: completas, Buenos Aires. Amorrm HI. vol. 1x, 1979., pp. 159-182. Trad. de]. L. Etcheverry.
* Las cifras entre paréntesis corresponden a las páginas de la edición (le Sdlllhlt n
Rueda (SR).
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2. La moral es sensible a los tiempos y se integra a los distintos regímenes de historicidad. Es una construcción discursiva con ínfulas prescriptivas. No es neutral: aspira a orientar la vida de los sujetos y acompaña como una sombra a toda organización de la cultura. El psicoanálisis se ocupa de otra cosa, de la pulsión (Trieb), ese insólito objeto que es su aportación conceptual especí ca. Por ser un discurso sobre las pulsiones y sus destinos está separado del resto de los saberes. No es el momento de repetir lo de todos conocido: Tn'eb no es Instinkt. La pulsión es ese ser mítico, magno en su indeterminación, que no depende de las realidades históricas. Es anhistórica y amoral. La cultura, ella sí, se interesa en cali car ypretende arbitrar sobre los destinos
de las pulsiones imponiendo la renuncia pulsional (Triebvenicht). Se desemboca así en el malestar en la cultura . ¿En esta cultura? ¡En todas! ¿Siempre el mismo malestar Unbehagm in der Kultur? No; de ahí el interés en constatar y re exionar cómo los cambios de estos ' últimos cien años han influido en los destinos subjetivos de lo que a comienzos del siglo xx fue la nerviosidad moderna y que hoy llaman nuevas realidades de la clínica e incluso nuevas enfermedades del alma . El psicoanálisis se aplica a escuchar a un sujeto que lleva las marcas de la época, es decir, de los discursos a los cuales este sujeto,
con su ex-sistencia, responde. O se calla y entraen la a-diccíón. 3. Recurramos a la arqueología del saber: durante milenios el discurso jurídico estuvo centrado en torno a un supuesto derecho natural que emanaría de la omnisciente divinidad cuando no de una invariable naturaleza humana . Lo natural y su oposición a lo cultural o nurtural
(nurtune, derivado de nutritura, nutrir, conjunto de in uencias
exteriores que modi can las potencialidades genéticas) fue un tema
de discusión
hastamuy entrado el siglo xx. Los juristas y los historia-
dores del derecho llegaron a la conclusión de que sólo hay un derecho digno de ese nombre: el derecho positivo , escrito y no especulativo, sancionado por autoridades terrenales, que funda el estatuto jurídico de los seres de la especie, sus relaciones con otras especies y con el medio ambiente. Las leyes no proceden de una entidad trascendental: son una consecuencia de los discursos dominantes en un determinado momento en la evolución de una sociedad. No hay derecho natural y derecho cultural . El derecho es, siempre, una construcción, un efecto de la historia. Como su prima hermana, la moral. El derecho ordena, la
moral aconseja. El derecho escribe, la moral habla; los dos prescriben y prescriben. La materia prima de ambos es el signi cante. Ni el uno ni
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la otra renunciaron jamás a hacer de Ia sexualidad uno de sus campos privilegiados de intervención. Dentro de esos límites se desenvuelve el plausible proyecto de la historia de la sexualidad , ligada, puede que para siempre, al nombre de Michel Foucault. 4. La sexualidad, en los sentidos apuntados de la moral y el derecho, tiene historia; la pulsión no. La sexualidad es maleable: tal como la entienden esos dos parientes consanguíneos que son el discurso legal y el moral, no presenta una esencia o una naturaleza inmutable. En tanto que actividad de los cuerpos, la sexualidad está regulada por el lenguaje ysometida a sus determinaciones que tienen como fundamento la universal Ley de prohibición del incesto. Es un efecto de la separación necesaria, estructural, no contingente, de la Cosa prohibida, cuerpo de la madre si se quiere, que hace al goce inaccesible al ser que habla como tal. Las prácticas sexuales son, en todos los casos, productos
desnaturalizados ,
culturales , históricos; son
sensibles a los afanes de regularlas mediante decretos que intentan someterlas a obligaciones diceológicas o deontológicas. Son manipulables. Existe, sin embargo, algo que las excede: lo ingobernable, descubierto por los poetas y elevado por el psicoanálisis a la dignidad de la ciencia: L'amour est enfant de Bohéme, il n ajamais, jamais, amnu de toi.
Pero las leyes y las costumbres se interponen en el derrotero del amor y lo empujan por el camino de la transgresión. Para bien y para mal. El amor es, así, un agente civilizador que trabaja en los límites entre el pasado consagrado por la convención y el imprevisible futuro. Lleva a la cultura hasta sus límites... y la empuja más allá. Hacia el goce, más allá del principio del placer. Allí donde terminan los estudios culturales el psicoanálisis empieza. 5. La biología, por un lado, siguiendo su vocación de ciencia dura , la sociología, por el otro, admitiendo a regañadientes que es ciencia blanda , ignoran a la pulsión. Por eso, la sexualidad, en 'sus respectivos discursos y también en el de Foucault- es algo distinto que el sexo tal como lo aborda el discurso del psicoanalista. Así es, así será, así
debe ser. 6. El psicoanálisis aborda a las pulsiones a través de sus manifestaciones en el fantasma y de las expresiones clínicas de sus representantes. De las pulsiones sólo se llega a saber'de modo indirecto: por sus fuentes, por sus objetos y por sus destinos en los caminos hacia el goce que pasan por el síntoma y la sublimación. El saber del psicoanalista es siempre inductivo; deductivo, jamás.
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7. No se puede ignorar que los dos descubrimientos capitales de Freud, el del inconsciente y el de las pulsiones parciales, acéfalas, indomeñables, impregnadas de una aspiración a la destrucción (pulsión de muerte), obligan a reconsiderar la aparente y clara distinción establecida durante siglos entre natural y cultural . Freud hace estallar esa cómoda distinción bipolar. A partir de él los términos no son dos: son tres. Ni la anatomía (la naturaleza) ni la convención (en la vida
social) son su cientes para dar cuenta del sexo que se escurre más allá de las dos. Habrá que escuchar al sujeto que habla y que expresa como puede, en su medio decir, la no complementariedad entre los sexos, esa incompatibilidad entre los sexos (dos) y el logos, que se llama inconsciente. 8. Para Freud la pulsión era un concepto fronterizo (Grenzbegn' ) entre lo anímíco y lo somático. .. una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímíco a consecuencia de su trabazón con lo corporal . Estas palabras, tantas veces citadas, son leídas con algunas salvedades por quienes nos consideramos emancipados del dualismo alma-cuerpo de raigambre cartesiana. El cuerpo viviente no es res extensa (mucho menos res cogitans) sino una tercera sustancia, sustancia
gozante. Las aspiraciones al goce tropiezan con el orden signi cante, con el Otro, que limita y regula la satisfacción tachándola de imposible y prohibiendo el reencuentro del sujeto con el objeto real (dasDing) que está perdido desde el origen. Entre cuerpo y lenguaje hay una imbricación perpetua pues el cuerpo sólo llega a serlo por la intervención del signi cante y el signi cante sólo existe anclado en cuerpos vivos. Cuerpo y lenguaje,mordiendo cada uno por su lado de la cinta de Moebius, son consustanciales como dos caras de una mo-
neda que se continuasen la una en la otra. El malestar, sin embargo, parece (es) ineludible y se expresa en esa multitud de fenómenos que llamamos clínica del sujeto". El sujeto es conjurado para hacer una elección: la bolsa o la vida, el cuerpo oel lenguaje. Como cada uno es consustancial con el otro no podrá optar sin padecer una pérdida, sin (formación de) compromiso. Deberá pagar con su goce. 9. La cultura no es uno de los polos del conflicto; no se identi ca ni con el cuerpo ni con el lenguaje. Confundir cultura y lenguajees error frecuente; por eso, de mayor gravedad. La cultura es una organización tendiente a paliar la falla que se produce para el sujeto por S. Freud [1915],
Pulsiones y destinos de pulsión", 0.0, cit., vol, Xiv, p. 117.
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la incapacidad del signi cante para domeñar o encauzar las aspiraciones pulsionales. La cultura no es el mal o la enfermedad del sujeto natural ; es un intento, siempre fallido, para remediar los efectos de
la falla geológica que se excava entre cuerpo y lenguaje. El resultado de esta imposibilidad que deja siempre un saldo de insatisfacción es el sujeto del inconsciente. Este sujeto es desde un principio un sujeto dividido en tanto que sexuado. La falla tiene dos modalidades de existencia, dos maneras diferenciadas de presentarse: una manera hombre y una manera mujer. Discutiremos esto de la mano de quien lo supo plantear: Lacan. 10. Ninguna mujer es hombre. Ningún hombre es mujer. Los dos existen en un planeta con dos hemisferiosque no tienen vecindad ni límites dada la incompletud que los segrega y los distingue en el terreno de la sexuación. Mujeres y hombres se constituyen alrededor de un núcleo de ignorancia: saben que existe el Otro pero no pueden,por el discurso, saber cómo es ese Otro (sexo). Esa ignorancia no se
salva ni estudiando biología ni yendo con el psicoanalista. Tampoco cambiando de sexo, que es una de las ofertas que hoy la cultura puede proponer al ser sexuado. El sexo es lo que no puede decirse, lo imposible, lo real, por una división que antecede a la famosa identidad
de género que deriva de ella. El sexo es el corte que la cirugía de los dioses hizo en el andrógino platónico. Por el hecho de ser sexuado el parlétre, hablente, es inacabado, limitado. El sujeto nace en y por esa falla. ll. El intento de normalizar la sexualidad que se constata en Occidente desde siempre y, muy en particular, desde los tiempos del triunfo de la religión monoteísta, permitiendo la presencia de la .autoridad religiosa y política en los asuntos de alcoba, conspira cdhtra la idea misma de justicia . Freud: Una de las más evidentes injusticias sociales es la de que el estándar cultural exija de todas las personas la misma conducta sexual que, fácil de observar para aquellos cuya constitución se lo permite, impone a otros los más graves sacri cios psíquicos (SR, 36).5 La civilización ésa es su función esencial intenta regular y ofrecer alternativas, modos de negociación, sobornos, amenazas cuando los sobornos no alcanzan, para atenuar y disimular
P. Quignard, La sexe el l ef vi, París, Gallimard, 2002.
5 El argumento sobre la injusticia retorna, casi en los mismos términos, en HW! (Cf. El malestar en la cultura", en 0. C., cit., vol. xxr, p. 102.)
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el sacri cio pulsional inicial e inevitable que con gura a los sujetos abocándolos a la insatisfacción. Por eso se tiene la impresión, empíricamente, como le sucedió al propio Freud, de que hay una antinomia Ïentre cultura y pulsión. Al igual que entre pulsión e instinto. Se ven l" oposiciones donde no hay sino continuidad. 12. La voluntad de transgresión, efecto de la Ley, agrega una dimensión gocera nada desdeñable al ejercicio de la sexualidad de modo tal que si se suprimiesen todas las restricciones conocidas habría que inventar otras nuevas. Es relativo y hasta inexacto repetir con la bella gitana llamada Carmen el estribillo de que el amor nunca conoció la ley: era necesario que el amor supiese de la moral y de la ley para poner en marcha las estratagemas que las subvierten. El resultado es un plus, plus de goce. El inconsciente, de noche en la vida onírica, de día en los avatares del sujeto deseante, es una brújula que marca siempre el invariable norte: la apetencia gocera. La cultura, tanto en 1908 como en 2008, en Viena como en Shanghai, regional o global, con diferentes vestimentas y maquillajes, es un conveniente conjunto de vallas que el inconsciente se empeña en sortear arriesgando la vida y no pocas veces muriendo en el intento. No es la antagonista y enemiga de la pulsión; es, en todo caso, su cómplice, the secret sharer. 13. Freud puso de mani esto las relaciones existentes entre las consm'cciones para el ejercicio de la sexualidad y lo que hoy vemos retrospectivamente como la patología dominante en su tiempo: la neurosis ordinaria , la que él exploró y tratóde curar en sus enfermos . Tal era, hace cien años, la nerviosidad moderna . Hoy podemos reconocer en esa neurosis generalizada la condición de su época, efecto del proceso de la incorporación de la carne humana al cuerpo del Otro pasando por las encrucijadas que él reunió con los nombres de Edipo y castración a los que hizo complejos . Freud adujo que era inevitable el con icto entre las pulsiones que se empeñan en lograr sus nes y las barreras que la cultura impone. Luego pudo constatar que el par naturaleza-cultura se ve desa ado por la búsqueda de un goce que se ubica más allá de los principios complementarios del placer y la realidad. Las consignas de postergación, clandestinidad y jación de límites así como los conceptos de pecado, degeneración y libertinaje se manifestaban en relatos con personajes paradigmáticos que acababan pagando la culpa por su transgresión con una cuota de goce adicional. (Donjuan, de Sade, Francesca y Paolo da Rimini, Abe-
lardo y Eloísa, Tristán con su Isolda, Romeo yJulieta, Wilde compo-
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niendo su balada en la cárcel de Reading, Nietzsche con su sí lis.) El hombre edípico, sometido a las imposiciones culturales, denunciado
por el poeta Gherasim Luca6 y, después, por Deleuze y Guattari,7 ese invento surgido del sueño de Freud,8 es el de la neurosis ordinaria ,
el hombre sin atributos 9 hecho para desear en vano. 14. Si... Si el conjunto de obstáculos que impiden la satisfacción fuese tan sólo una construcción que respondiese a los intereses dominantes en una cultura en particular y no a una serie de imposiciones procedentes de las tres instancias que hemos señalado: de la naturaleza o de la pulsión o de la sociedad considerada de modo abstracto, entonces, en tal caso, cabría pensar en un análisis racional de esas
barreras que hiciese posible la desconstrucción de tales trabas. El psicoanálisis tendría una función moralizadora y podría orientar a los extraviados de la buena senda para alcanzar el goce sin la culpabilidad. No es así. La tarea de desconstrucción de las morales sexuales prosigue hasta encontrar a la castración como condición estructural que marca el límite, algo que hace de una barrera casi natural , ° la del placer, el objeto de una prohibición imposible de rebasar. ¿Cómo ir más allá del goce fálico, regulado por la angustia de castración? 15. Si... Si el resultado de la sexualidad cultural planteada en los términos del Freud de 1908 fuese una enfermedad colectiva, habría
lugar para que un médico, un verdadero médico (Nietzschel' decía) proponga los remedios. Los remedios, podía pensarse en un primer momento, consistían en facilitar el acceso al placer sexual eliminando las trabas interpuestas por la cultura. En ese proyecto (higiénico e iluminista) destacan el nombre y el artículo de 1908, cuando Freud sos-
Gh. Luca [1945], L'inuenteurde l amour, París, José Corti, 1994. En español: El inventor del amor. La muerte muerta, Barcelona, La poesía, Señor Hidalgo, 2007. Traducción (defectuosa) de Eugenio Castro. 7 G. Deleuze y R. Cuattari, L'anti-Oedipe. Capitalisme el schizophrmie, París, Minuit,
l972. Hay traducción española de F. Monge: ElAntiedipo. Capitalismo y esquizo mia, Bar-
celona, Barral, 1973. aj. Lacan [15 de abril de 1970], Lt Séminaire. Livre XVII. L'envm de la psychanalyse, París, Seuil, 199], p. 159.
9 R. Musil [1930, 1933], Der Mann ohne Eigemcha m. Hay traducción al español: El hambre sin atn'butos, Barcelona, Seix Barral, 1969, trad. dejosé M. Sáenz.
" j. Lacan, Subversion du sujct et dialectique du désir , Ém'ts, París, Seuil, 1966, p. 821. En español, Escritos 2, México, Siglo XX], 1975, p. 801. " F. Nietzsche [1886], Prólogo ala segunda edición de La gaya ciencia", Obras completas, tomo m, Madrid, Aguilar, 1964, p. 25.
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tenía posiciones que él mismo dejaría en el camino con el giro hacia el goce y las pulsiones de muerte que hacen de la diferencia entre los sexos una roca viva no pasible de desconstrucción. El psicoanálisis no es pro láctico. 16. Freud no se quedó para repetir la misma melodía. Insistió en defender la originalidad de su planteamiento contra una posible desviación culturalista de sus tesis.12 Criticaba aJung y a su concepción de la libido en estos términos: dela sinfonía del acaecer universal se alcanzaron a escuchar sólo,,un par de acordes culturales y se desoyó de nuevo la potente, primordial melodía de las pulsiones . La ' acusación contra su antiguo discípulo era la de despojar a la libido de su índole sexual para asociarla tan sólo con ciertos procesos de la cultura y desviarla para que sirva a los intereses de la moral y de la religión. Aprovechando la reconocida maleabilidad de los nes pulsionales y subrayando, en particular, la concepción ambigua de ese destino tan necesitado de un no análisis que es la sublimación,]ung pretendía a nar la música discordante de lo sexual alrededor de un par de acordes culturales . Para Freud el sexo no puede entenderse como una manifestación espiritual ni en su origen ni en su destino. No es una meraconstrucción del signi cante con efectos imaginarios; pertenece también, y en esencia, al registro de lo real. No tiene un origen de antiguo abolengo del que habría caído ni una nalidad sublime adaptable a las ilaciones de pensamientos abstractos de la ética y de la mística religiosa (cit.). El sexo no forma parte de la
cultura sino que se mani esta ante ella como su otro . La cultura pretende apropiarse de él, encauzarlo como sexualidad , entubarlo como a un río que tiende a salir de su cauce, civilizarlo , ofreciéndo-
v le de preferencia
¿por qué no?
toda clase de desagües. Pero la
A pulsión, a diferencia de la sexualidad, no es ni natural ni cultural: no
se deja gobernar, comprar ni adulterar, no es una sustancia plástica susceptible de manipulación y sometida a las leyes bioquímicas de los circuitos neuronales de recompensa. Eso es lo que signi ca estar más allá del placer" y de los intereses yoicos de la autoconservación. Di" S. Freud [1914], Contribución a la historia del movimiento psicoanalíu'co , en Obras completas, cit, vol. x1v, p. 60.
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J. Copjec, Read my desire: Lacan against the historicím, Cambridge (Mass) y Londres
(RU), Massachusetts Institute of Technology, 1994, pp. 201-217. Traducción al español
(de G. Ubaldini), El sexo y la eutanasia de la razón, Buenos Aires. Paidós, 2006, pp. 19-
64.
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gamos, resumiendo y confesando el pecado de la reiteración: el sexo no es natural ni cultura]: es gocero y vive fuera de la historia. Por eso el psicoanálisis no es ni siquiera una erotología , palabra que Lacan propuso en su seminario del 16 de diciembre de 1962: su Dios no es Eros. El saber freudiano ha dado pie, eso sí, a una gozología .
17. El psicoanálisis nace como disciplina autónoma a partir de la escucha del inconsciente y ello signi ca abolir las pretensiones de la anatomía o la convención para dar cuenta de la sexualidad.15 El duro naturalismo biologista-y el blando culturalismo pueden esgrimir, como Freud lo hiciera en un principio, la tesis de la bisexualidad. Esta tesis fue relativizada por Freud mismo cuando propuso la universalidad del complejo de castración. Por la castración, la diferencia entre
los sexos deja de ser una cuestión de grados, de cantidades relativas de componentes masculinos o femeninos y pasa a ser la línea divisoria que hace posible al discurso, a todo discurso. El sexo es alérgico a los porcentajes. No es una variable estadística. Deja mudo a Kinsey y ahoga el tañido de las campanas de Gauss. 18. Conviene evocar los arcaicos acordes de la supuesta sexualidad natural . En ella es capital la disociación entre dos modos de organización física y psicológica de los seres humanos: una masculina y una femenina, derivada de la distinción zoológica entremachos y hembras. Para esa concepción natural es legítimo buscar entre ambos sexos la complementariedad. Freud" será el primero en indicar que, en el nivel de la organización subjetiva, es decir, en el inconsciente, la distinción entre masculino y femenino no encuentra ningún sustrato preciso y lo más aproximado a ella que puede señalar es la oposición entre actividad y pasividad . Después será todavía más tajante: Aquello que constituye la masculinidad o la feminidad es un carácter desconocido que la anatomía no puede aprehender. ¿Podrá hacerlo la psicologíaP... Decimos que un ser humano se comporta en este punto de manera masculina y en otro femeninamente. Pero pronto se verá que lo hacemos por mera docilidad a la anatomía y a la convención. No es posible dar ningún contenido nuevo a los conceptos de masculino y femenino... En el campo de la vida sexual humana N. A. Braunstein, El goce, Un concepto lacaniana, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, p. 145. Hay traducción al portugués: Goza, Sáo Paulo, Escuta, 2007.
'5 S. Freud [1932], la feminidad", 0. C., cit., vol. xxu, pp. 106, 107 y 108. '5 S. Freud [1923], La organización genital infantil", Obras completas, cil., vol. XIX. p. 149.
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notarán en seguida cuán insu ciente es hacer corresponder conducta masculina con actividad y femenina con pasividad." Explícitamente desaconsejaba dejarse llevar por esa equivoca analogía: Me parece inadecuado y no aporta ningún discernimiento nuevo [...] Por eso tampoco la psicología resuelve el enigma de la feminidad. 7 19. ¿Es la diferencia sexual una construcción susceptible de desconstrucción discursiva? ¿Pertenece al campo de la sexualidad que hemos venido distinguiendo cuidadosamente del sexo como aquello de lo que se ocupa el psicoanálisis? La pregunta se ha hecho candente en las dos últimas décadas por la presencia de ciertos discursos comprometidos con los cambios culturales en marcha que plantean el valor político de la impugnación de la diferencia entre los sexos y que buscan en la teoría y práctica del psicoanálisis argumentos propicios para su fundamentación teórica. Hablamos del feminismo de los años sesenta y setenta, de los gay and lesbian studies de los años setenta
y ochenta, de la queer theory de los noventa y dos mil. 20. Las diferencias psicológicas entre los sexos para el Freud de 1925-la son un derivado de las diferencias anatómicas y dependen de los distintos modos de atravesar por el Edipo y la castración (el Edipo, a rmaba, es primario en los varones y secundario en las mujeres). Las diferencias no son un efecto cultural regulado por la historia para encauzar a los cuerpos mediante ciertas ideas preconcebidas sobre la naturaleza del hombre y de la mujer. Estas consecuencias psíquicas llevaron a algunas consecuencias políticas de la diferencia psíquica entre los sexos (Frida Saal)19 que no pueden ser desatendidas por el pensamiento psicoanalítico aunque no sean su campo especi co de acción y re exión. La diferencia sexual fue utilizada como racionalización 'de la dominación de una mitad de la humanidad sobre la otra. El psicoanalista da cuenta de esta situación histórica promotora de la falocracia y, en los niveles personal e institucional, puede comprometerse en la movilización política por la abolición de la diferencia legal y normativa entre los sexos ypor la impugnación de todo cuanto huela a ideologia heterosexista sin abdicar por ello de los descubrimientos freudianos relativos a la naturaleza asexuada de la pulsión. Hay que '7 S. Freud [1932], La feminidad", O. C. cit., vol. xx", p. 106. '3 S. Freud, [1925], Algunas consecuencias psíquicas de las diferencias anatómicas entre los sexos , O. C., cit., vol. xxx, pp. 267-276.
'9 F. Saal [1981], Algunas consecuencias politicas de las diferencias psíquicas entre
los sexos , en Palabra de analista, México, Siglo XXI, 1998, pp. 15-40.
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decirlo para cambiar los términos de una añeja y estéril discusión: el saber no excluye la militancia y la militancia no excluye el saber. 21. El jardín donde los malentendidos orecen cuando se enfrentan los partidarios de un nuevo desorden sexual contra aquellos que lo lamentan, el corazón del debate, es la discusión y la confusión en-
tre los conceptos de género y sexo masculino o femenino. Obviemos los rudos términos del enfrentamiento y reconozcamos dos entidades diferentes: el género es una construcción lenguajera, un efecto del signi cante, el resultado de una de nición del sujeto que se identi ca con ciertos signi cantes ofrecidos por la cultura y que le permiten cali carse y ser cali cado como hombre o como mujer y actuar en consecuencia. En ese sentido es una opción identitaria.20 El género es algo que ha sido hecho y por lo tanto puede ser deshecho mediante una expansión de la conciencia, mediante una denuncia de las coacciones sexistas y mediante las correlativas batallas culturales que siembran una confusión subversiva" (Butler, cit.) en torno a las impo-
siciones heterosexistas de los sectores tradicionalmente dominantes en la cultura. Hay, efectivamente, una legítima política de género y un interés por profundizar en los estudios de género dentro de los estudios culturales . El psicoanálisis no se ubica en contra de estas posiciones o como una alternativa; simplemente sostiene que su objeto y su discurso son otros y que gira en otra órbita. Es un interlocutor. Privilegiado por su saber escuchar. 22. Cabe al analista reconocer y denunciar y lo hace desde el artículo de Freud de 1908 que da pie a este libro conmemorativo la presencia de los mencionados efectos del signi cante en la con guración subjetiva de los hombres y las mujeres. De tal modo el psicoa. nálisis puede sustanciar las luchas de los marginados (mujeres, minorías sexuales y raciales, discriminados y queers) por la igualdad en sus derechos. Sostiene sin embargo, y es de ahí de donde la discrepancia arranca, que el estruendo de la batalla en torno a las limitaciones impuestas por la cultura no hace sino subrayar un punto irreductible, una diferencia que es independiente de la intervención del signi cante y que, por lo tanto, no es susceptible de desconstrucción. El sexo no es una limitación secundaria, histórica, impuesta culturalmente. Es
por el contrario, la posibilidad de existencia de la cultura. En efecto, 2° Esta posición está representada de modo ejemplar porjudith Butler y en parlh n lar su obra Gender trouble, Nueva York y Londres, Routledge, 1990.
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el sujeto, más allá de la naturaleza o de los cromosomas, más allá de
todo prejuicio o legislación falocéntrica, es siempre y desde un principio un sujeto sexuada. Sólo es posible hablar desde una posición sexuada que está más allá del sentido de las frases que se enuncian. Por eso se plantea que el sexo no es una limitación que puede hacerse retroceder sino un límite (la distinción entre limitaciones (Schranken) y límite (Grenze) es kantiana) que tiene fundamento real y va más allá
de las identi caciones imaginarias y simbólicas establecidas por la cultura. Decir que el sexo o la pulsión: recordemos, Grenzbegn - es un límite implica que no es un objeto que forma parte de la cultura sino que es la frontera de la cultura a partir de la cual la cultura existe: es su condición de posibilidad, el fundamento de la participación en ella de cada uno de los hablentes que lo hace por fuerza desde una posición sexuada en el campo hombre o mujer de nida por las fórmulas lacanianas de la sexuación en relación con el signi cante fálico.22 El falo ordena dos modos de la incompletud de la castración, de la falla- para el ser que habla. Es por eso por lo que el sexo constituye una frontera y una barrera a toda completud en lo imaginario o en lo simbólico. El discurso, esa composición signi cante que caracteriza a la participación del sujeto en la cultura, se hace siempre desde una posición enunciativa sexuada. Los sera nes no hablan. 23. No existe primero un sujeto asexuado pero ya incluido en el campo del lenguaje al que luego se le agregaría, como un aditamento más o menos arbitrario, la cualidad de masculino o femenino. El sujeto de la enunciación es, desde un principio, sexuado: hombre o mujer , y esentre una y otra posición discursiva, que no son posiciones ilustradas en el Kama Sutra, donde tiene vigencia la proposición de que la relación sexual --ncA existe . La relación sexual no puede escribirse 23 y esta imposibilidad se muestra en dos formas de fallar (rater) el asunto, la relación sexual": una masculina y una feme-
nina.24 Eso fracasa. Es algo objetivo... El fracaso, ése es el objeto... La esencia del objeto es el fracaso (ratage). La cultura es la organización signi cante que tiende a canalizar la imposibilidad de la relación sexual haciendo, de la necesidad es decir, de la incompletud y de 2' E. Kant [1783], Prolcgommaif 57 y 59. 2* N. A. Braunstein [1996], El {alo como S.O.S. (signi cante, órgano, semblante) ". Por el camino deFreud, México, Siglo XXI, 2001, pp. 112-120.
9 G. Morel, Ambigüités sexuada, París, Anthropos, 2000, p. 19.
2 I. lacan [1973}, La Séminaire. Livra XX. Encore, París, Seuil, 1975, pp. 53, 54 y 55.
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la imposibilidad virtud. Como dijimos, un remedio, fármahon, que muchas veces acaba por agravar el mal que pretende mitigar y que es inherente a la condición humana. 24. Una innovación disonante. Cabe insistir en la claridad ¿o premonición? freudiana manifestada hace 100 años al distinguir un aspecto positivo en la sexualidad (la perversión ) y otro que es su negativo (la neurosis). Una lectura simpli cadora diría que el perverso actúa lo que el neurótico fantasea y se abstiene de realizar, que la distinción es meramente fenomenológica entre uno que hace y otro que se abstiene de hacer. Otra lectura, igualmente reduccionista, sostendría que la oposición entre positivo y negativo es una metáfora cuyo origen ha de buscarse en la fotogra a. Pero Freud no deja lugar a dudas: la aptitud para la perversión y su actuación permiten escapar a la enfermedad y se cargan así de un valor moral y hasta higiénico, de una moral y de una higiene a contracorriente de la normatividad monogámica y heterosexista. Positivo y negativo:si al n del análisis el sujeto se encuentra con la libertad para el acto perverso... la posibilidad misma de considerar a ese resultado como favorable o deseable ilustra loque Freud indicaba al señalar el positivo de ese negativo que es la neurosis. 25. Siguen las notas disonantes. Oigamos la perspicacia de Freud al referirse siempre a la "así llamada (sogvnannte) perversión y ala así llamada normalidad (SR, pp. 33 y 36), así como su sagacidad al
distinguir, más allá de la pretendida normalidad neurótica, por una parte, a la perversión y, por otra, a la homosexualidad (SR, p. 34), rechazando asimilarlas entre sí al igual que emitir cualquier juicio valorativo de una de ellas. Señalaba también Freud la especial aptitud de la pulsión sexual en los homosexuales para la sublimación cultural" (íd.). No deducía de ello que hubiese pulsiones homo o heterosexuales, masculinas o femeninas, positivas o negativas. Es claro: la pulsión es asexuada o, como lo escribiríamos hoy, asexuada. El objeto de la pulsión, el objeto a, plus de goce y causa del deseo, es impermeable a la diferencia entre los sexos. No hay pulsión genital. La persona del mismo o del otro sexo, el partenaire, no es objeto de la pulsión pues las pulsiones tienden al placer de órgano y son siempre parciales. El objeto del amor no se confunde con el objeto de la pulsión. 26. No escapaba al fundador del psicoanálisis el efecto mórbido que provocaba la obligación de ocultar sus tendencias que se imponía a perversos y homosexuales, volviéndolos socialmente inc-pum \'
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desdichados e inhibidos en su interior y paralizados hacia fuera" en cuanto a su capacidad para intentar realizar sus posibilidades vitales. La homosexualidad como condición infamante y vivida de modo oprobioso con enormes sufrimientos que llevó a miles a la desgracia y al suicidio es una característica de las sociedades occidentales hasta muy avanzado el siglo xx. El racísexísmo, término con el que ligamos las dos formas más difundidas de la discriminación y que preferimos al difundido vocablo homofobia , fue y sigue siendo feroz. 27. El racisexismo es una consecuencia política ineludible de la imposición y la impostura de normas sexuales. En la historia de Occidente, una oprobiosa manifestación de esa heteronormatividad tan
denunciada por Freud, por Foucault y por la teoría queen25 El psicoanálisis no es normativo pero, por razones éticas, estéticas y cientí cas, no puede contemporizar con la injusticia. La justicia (a diferencia del derecho), como el sexo, (a diferencia de la sexualidad), pertenece a lo real;
ni la una m' el otro son susceptibles de desconstrucción.1 6 Por eso la justicia y el sexo son ajenos a la moral, a cualquier moral. 28; El deseo humano no es en un principio ni homo ni heterosexual como una vana polémicatiende a promover hoy en día tomando partido a favor de uno u otro. "El deseo no está determinado por el sexo opuesto sino por el objeto a que necesariamente precede al género (Dean, cit., p. 245). Desde el punto de vista del inconsciente no tiene sentido hablar de elecciones de objeto hetero u homosexuales. En esta línea de pensamiento puede muy bien decirse que cuando Freud rechaza la idea convencional de que el deseo amoroso se orienta de manera congénita hacia objetos del otro sexo está planteando un desa o especí co a la heteronormatividad en el plano sexual y que por lo tanto es Freud y no Foucault el fundador intelectual de ia queer theory que tiene vigencia en el terreno académico desde 1990 y que muestra ya signos de agotamiento. 29. Desde una perspectiva clínica habrá que impugnar el signi cante homofobia pues las llamadas fobias pertenecen al discurso médico, son siempre vistas como enfermedades que colocan al sujeto en una situación de malestar y de búsqueda de auxilio para un 25 Tim Dean, Lacan and queer theory", enj.-M. Rabaté (ed.), Cambridge Compamïm
to Lacan, Cambridge (UK), 2003, pp. 23&252. "j. Derrida [1994], Fuerza de le}. El
Tecnos, 1996.
mdamento mística de la autoridad", Madrid,
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mal cuya sustancia es el miedo y que los lleva a huir de aquello a lo que temen. Los mal llamados homofóbicos expresan su racisexismo por medio del odio, no se sienten afectados de ningún padecimiento,
no sufren por ello, no buscarían ayuda, se unen a quienes pueden participar de sus prejuicios y aponerlos en acto por medio de la humillación, la crueldad y hasta el exterminio de los blancos de su animo-
sidad. Ningún aracnofóbico busca a las arañas para destruirlas; al contrario, escapa de ellas. Racisexismo es el término que proponemos para designar a los misóginos y a los que discriminan a negros, judíos, homosexuales, etc. en función de lo que ellos son o pre eren ser. 30. Tempo primo. Freud menciona la diferencia de destinos de la sexualidad masculina (con la perversión como algo hasta cierto punto aceptable para la sociedad) y la femenina, puesta ante la opción entre la maternidad y la neurosis. En muchas familias son los hombres sanos, pero inmorales hasta un punto indeseable para la sociedad, y
las mujeres son nobles y re nadas, pero gravemente nerviosas (SR, p. 36). La salida para ellas sería la in delidad conyugal, pero, cuando se someten al
reclamo cultural deben buscar, otra vez, un amparo en
la neurosis. En este punto, el psicoanalista se permite arrojar la gruesa piedra de la más na ironía: Nada protege tan seguramente su virtud como la enfermedad" (SR p. 39). 31. Freud así lo evocamos en una variación anterior- de nió la situación clínica que encontraba en los sujetos que llegaban a analizarse con él en términos que hoy llamaríamos de neurosis ordinaria", la de sus contemporáneos. Distinta es la situación que se constata en el año 2008 tanto en términos estadísticos como en términos normativos. Es por eso por lo ,que topamos con distintos autores que hablan de perversión ordinaria 28 (I.-P. Lebrun, 2007) y de psicosis ordinaria 29 (].-A. Miller, 2003). Muchos analistas corroboran que las psiconeurosis que poblaban el consultorio de Freud se hacen poco frecuentes, que las demandas de atención por frigidez y por trastornos de la potencia sexual, antes muy comunes, son ahora más bien raras. El cambio en
la fenomenología clínica corresponde a cambios en los modos culturales de ejercicio de las pulsiones sexuales, esa subversión sexual a '7 N. A. Braunstein, Homofobia y lenguaje", Metapolílica (54), pp. 110-112, agosto de 2007. jsP. Lebrun, La perversión ordinnaire, París, Denoél, 2007. jsA. Miller, La psicosis ordinaria, Buenos Aires, Paidós, 2003.
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escala social"50 (Lacan, 1970) que el psicoanalista francés ligaba a los desarrollos de la ciencia y asus efectos directos e indirectos. Hay otra normatividad. 32. La sexualidad, no por haber cambiado la fenomenología, ha
dejado de ser fuente de con ictos para el sujeto ni se ha desdibujado la contraposición freudiana de las formas de ejercicio de la función genital y las coerciones a las que esas modalidades están sometidas en las diversas culturas. Casi nadie y Freud menos que nadie- pretendió jamás alcanzar, amor o sexualidad mediante, la felicidad de
los individuos o de la especie. Hoy, como hace 100 años, es un deber analizar las formas en que las manifestaciones sexuales siguen siendo consideradas como sospechosas cuando no hostiles para la cultura y son causa de sufrimientos, no los mismos, no menores. La
nervio-
sidad moderna de los héroes de nuestro tiempo sigue ligada a la sexualidad... pero su rostro ha cambiado. La consigna lanzada por el discurso del amo a la que respondían sin saberlo los pacientes de Freud- ordenaba la represión y el sujeto sólo podía responder a ella con el lenguaje del síntoma, satisfacción sexual sustitutiva". l 33. Hacia 1950, cuando comienza la enseñanza de Lacan, la co-
yuntura discursiva ha cambiado y el principal signo de ello es la decadencia de la gura y de la autoridad paterna. El discurso del capitalista, variante del discurso del amo, preconizaba en los años siguientes a la segunda guerra mundial la tolerancia con desublimación represiva .32 Cuando el yo asume la representación del sujeto y se presenta como el agente del discurso, el sujeto es conminado a vivir obedeciendo las consignas proclamadas por el liberalismo económico, político y sexual. El énfasis pasa de la producción al consumo; la represión se hace antieconómica y disfuncional. La
sexualidad se convierte en válvula de escape e instrumento de nuevas y rentables formas de cohesión social. Se la puede consentir, incluso recomendar. 3°]. Lacan [1970],
Radiophonie , en Autres éaits, París, Seuil, 2001, p. 436. Hay
3' S. Freud [191]],
Sobre psicoanálisis , 0. C., cit., vol. xn, p. 213. La Sexualidad
traducción al español, Radiofonía. levisíón, Barcelona, Anagrama, 1977 , p. 61. que se satisface con la enfermedad es uno de los tópicos de la teoría freudiana.
H. Marcuse [1953], Eros y civilización, México, Mortiz, 1965, cap. m. La conquista de la conciencia infeliz", y H. Marcuse [1964]. El hombre unidimmional, México. Mortiz, 1968, cap. x, La transformación de la realidad en Eros". Traducciones de J. García Ponce.
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34. En nuestra época, centrada de manera emblemática y arbitraria alrededor del año 2000, un nuevo discurso se hace oír. El sujeto autónomo , el yo fuerte amurallado detrás de una panoplia de mecanismos de defensa ve cuestionada su soberanía.El nuevo discurso de los mercados, surgido, como el anterior, de una segunda revolución industrial (la cibernética), ordena gozar e indica el camino de la
actuación de los impulsos, el aprovechamiento de las oportunidades y la culpabilidad (depresiva) por la contención. Lo que, en el campo de la sexualidad, primero era condenado (Freud, 1900), y luego tolerado (Lacan y Marcuse, 1950), ahora (2000) es impuesto: ¡Goza!
El pecado, el de la lujuria o el de la abstención, es de todos modos la categoría ja que hace al sujeto culpable. Las tablas de la Ley siguen siendo inquebrantables, digan lo que digan. La sexualidad responde a los requerimientos del pedagogo que insiste en la educación sexual desde la infancia. No por eso el sexo se hace más natural . Una convención deja su lugar a otra pero el imperio de la convención sigue incólume. ¿Y la pulsión? Ella insiste. 35. El cambio histórico más importante para la transformación en el paisaje de la vida sexual, es la disociación entre la sexualidad y la procreación que el pensamiento tradicional pensaba como una amalgama indisoluble. Quedó claro para todos que el acto genital no tiene relación alguna con la procreación... ni siquiera entre los animales para los cuales, por estar fuera del lenguaje, no existe vínculo causa] entre el coito y el parto. Yen la humanidad, en este momento, ni si-
quiera hace falta que sean dos (dos cuerpos vivientes) los necesarios para que lareproducción tenga lugar. 36. La nerviosidad moderna que en los tiempos del comentario de Freud tenía como manifestación emblemática a la neurastenia , hoy relegada a los archivos de la historia de la medicina, halla sus
equivalentes en las llamadas nuevas patologías relacionadas con el carácter, las personalidades narcisistas,
los estados borderline,
los trastornos alimentarios, la depresión, las toxicomanías, las conductas y relaciones a-dictivas, etc." La relación de esas expresiones La patología del carácter y la del narcisismo son manifestaciones clínicas que se destacan en el periodo entre las dos guerras mundiales y que signan la presencia subjetiva del discurso del Capitalista en sus propuestas alternativas al hasta entonces único vínculo social dominante que era el discurso del Amo. 3 Una clínica centrada en el concepto de rechazo del lazo social, es decir, en la idea
de a-dicción, es correlau'va de la aparición del nuevo discurso de los Mercados' que
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patológicasm con la sexualidad, entendida en sentido psicoanalítico y no cognitivo-conductual, sigue siendo una tarea esencial para el clínico. El sujeto de la clínica freudiana decía su rebelión a los sofocantes dictados del amo a través de un síntoma que era interpretable. El de la clínica de los tiempos de Lacan era víctima de los espejismos de lo imaginario y del yo autónomo , dueño de sí, librado a sus fuerzas, capaz de salir del pantano de la neurosis jalando de sus propios cabellos. El de la clínica contemporánea ha optado, por razones profundas que los psicoanalistas debemos investigar, por la a-dicción. 37. Las formas de ejercicio del psicoanálisis ( práctica , técnica ) y hasta los mecanismos de formación de los analistas, de su organización institucional, etc. debían y deben responder a estas sucesivas metamorfosis de la clínica comprendiendo que la emergencia de los nuevos discursos no signi ca que los anteriores hayan dejado de existir o de manifestarse, de modo conflictivo, en quienes acuden buscan-
do las respuestas del psicoanalista y que éste no hace sino con rmar que, pese a las mutaciones históricas, su campo de acción es el de la función y campo de la palabra y el lenguaje . Pueden algunos creer que, por pedir que se le hable, el psicoanalista es un invento ahora anacrónico. Obsoleto. 38. El saber cientí co sobre la sexualidad ha respondido a múltiples enigmas y ha dejado en claro cómo los logros en el campo epistémico y el atravesamiento constante de ciertas limitaciones en el saber dan lugar a innovaciones tecnológicas que no hacen sino subrayar los límites que la pulsión sexual encuentra para una satisfacción completa que fueron entrevistos y explicitados por Freud. El placer podrá ser ordeñado con productos adquiridos en un sex-shop o digitados en lnternet. De todos modos, los apotegmas lacanianos: no hay relación sexual y La mujer no existe se con rman como indicadores de esos límites. Se abre así, todavía, un margen para el deseo.
39. Prestísimo. La ciencia contemporánea ha encontrado respuestas que faltaban en tiempos de Freud acerca de los ciclos y mecanismos de la reproducción, acerca del funcionamiento gametogénico y endocrino de las glándulas genitales, acerca de los mecanismos molecoexiste con los remanentes de los otros dos discursos anteriormente desarrollados: el
del Amo y el del Capitalista. Cabe aclarar:
patológicas , connotando patitas, vale decir, sentidas como sufri-
miento, no nosológicas , en el sentido de enfermedades cali cadas como tales por la medicina.
48 VARIACIONES SOBRE EL TEMA DE LA
MORAL SEXUAL
49
culares de la diferenciación sexual, acerca de los modos en que los hemisferios cerebrales participan en las experiencias placenteras y displacenteras de modo diferenciado para los hombres y para las mujeres, acerca de los modos de prevenir y tratar las enfermedades venéreas, etc. Seguramente ese saber es aún embrionario en relación con los desarrollos que presenciaremos en el futuro. Las limitaciones se irán superando; el límite está dado porque no existe entre los seres que hablan- la relación sexual -y porque la diferencia entre los sexos, la oposición en el inconsciente entre los campos hombre y mujer de la sexuación, persistirá. Esa oposición no es histórica; es estructural y constitutiva del sujeto. Ningún adelanto salido de los laboratorios y ningún cambio en la moral sexual que podrá, ora alegrarnos, ora preocuparnos logrará disolverla. 40. Piú presto que possibile. El conocimiento cientí co ha permitido aplicaciones tecnológicas que modi can el paisaje de las formas de ejercicio de la sexualidad genital. Todo indica que la ciencia se ha apropiado de la sexualidad en sus diversas formas y que seguirá haciéndolo de un modo cada vez más decisivo. Este proceso está en marcha desde la producción industrial de condones, la manipulación de la fertilidad y la esterilidad por medio de píldoras del día antes y del día después, la supresión voluntaria de las menstruaciones, la reproducción arti cial y asistida, la promoción de fármacos que corrigen la disfunción eréctil, la cirugía para los estados intersexuales, etc., hasta
el previsible descubrimiento de sustancias capaces de inducir orgasmos que nada tendrán que envidiar a los espontáneos . Los pretendidos cimientos naturales de la sexualidad se han desmoronado y llegarán a ser cenizas cuando sean remplazados por artefactos químicos y tecnológicos que pretenderán ser los sucedáneos de la imposible relación sexual. Hacia allí avanza la cultura. Ella no se detendrá... y tampoco lo hará el malestar. 41. Por la ciencia se han transformado las formas de ejercicio de la sexualidad y también la reacción del Otro de la cultura frente a ellas. Liberalización , le dicen. Estas vicisitudes jurídicas e institucionales no son indicadores de nuevas condiciones estructurales; son conse-
cuencias fenomenológicas, conductuales, de cambios que muchos se apresuran a considerar asombrosos y revolucionarios . El derecho no crea nuevas realidades sino que llega para sancionar y legitimar eso que de hecho ya existe y que viene sucediendo con los cuerpos de los humanos. Las instituciones deben acelerar el paso para no perdi-r
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contacto con el árbitro nal que es, en nuestro tiempo, la razón ciena que es irracional opotí ca, cuantitativa y objetivante; una razón la nerse, la que marca la hora del crepúsculo para las razones religiosas, losó cas, doctrinan'as y pone en hora su reloj consultando el de las bolsas de Oriente y Occidente. Una razón instrumental . La ideología dominante (la cientí ca) propone e impone la supresión del sujeto. La construcción cultural de la sexualidad debe plegarse a los resultados de la investigación biológica. En ese terreno el psicoanálisis seguirá insistiendo en que la distancia es insalvable. Es imposible institucionalizar el desorden, la desarmonía pulsional que se opone a las melodías culturales. En la aldea global se pretende, por decreto, ocultar a Tánatos, tanto más cuanto más evidente es su presencia.No es anecdótico ver que reaparece como terrorismo, fundamentalismo, arte de la mutilación corporal, culto de la catástrofe, masacre psicológica de las masas, asesinatos en serie, pasajes al acto, decadencia de la palabra hablada y escrita, entrega al consumo de drogas que rompen la alianza del sujeto con el sexo. Nada tienen que verla precocidad y la frecuencia de los encuentros genitales y de las demás zonas erógenas con esa célebre relación sexual que no existe según Lacan. Precocidad y habituación no implican necesariamente una ganancia o traen consigo la atenuación de los aspectos traumádcmüe ia sexualidad. El erotismo se difumina y la sexualidad, banalizada, se enseña eríTás escuelas como una materia más. El acceso al placer, cuando la función
genital ha perdido signi cación y es tan sólo una forma de sociabilidad que se inicia al nal de la infancia o al comienzo de la adolescencia, puede traer consigo la devaluación de esa misma sexualidad que tanto se encarece. Lo señalaba Adorno, al constatar el cambio que se había producido desde el artículo de Freud y desde la novela de Proust, hablando en su momento de las mujeres de un modo que es igualmente válido para los hombres: La sexualidad, alrededor de la cual supuestamente gira toda esta alharaca, se ha transformado en un engaño que sustituye al anterior de la renuncia. Alno quedar ya tiempo en las resoluciones vitales para un goce consciente de sí mismo y al sustituirlo por ejercicios siológicos, la sexualidad no inhibida acaba 3° Th. W. Adorno [1951], Mínima moralia, aforismo 107. Cilo traduciendo de la ver-
sión electrónica en inglés, p. 100. Traducción de Dennis Redmond. www.marxists.org/ archive/adorno/ 1951. Minima moralia, Re ections From Damaged Lij . Londres, Verso, 198], p. 141. Trad. de E. Ejephcott. Hay traducción al español, Madrid. Aka], 2005.
8 VARIACIONES SOBRE EL TEMA DE LA 4
MORAL SEXUAL
51 .
por ser en sí misma desexualizada. En el fondo ellas ya no buscan la euforia sino tan sólo la compensación que justi que ese esfuerzo del que querrían, más que nada, librarse como de algo super uo. 42. Entre las nuevas realidades , hay una en particular que trasciende lo anecdótico: la referida al lugar de la mujer en la cultura, la transformación más notable en la vida de Occidente aportada por el siglo xx, un cambio que aún está lejos de concluir. Los sectores dominantes han debido hacerle un lugar a este hecho histórico reconociendo y admitiendo a regañadientes su realidad en el orden jurídico: leyes de divorcio, n de la diferenciación entre los hijos legítimos y naturales , reconocimiento de parejas consensuales unidas por pactos distintos del matrimonio bisexual, cambios en el sistema de nominación patrilineal, abolición de los privilegios paternos, privatización de lo relativo a la vida sexual, discusión abierta de todos los
aspectos relativos a la vida íntima de los individuos y las parejas. Freud ya no tendría que justi car su decisión de hablar francamente sobre la sexualidad de una adolescente, como debió hacerlo al presentar a. Dora aunque el misterio de la madona del segundo sueño subsista. Es un punto de no retorno: la política no volverá a ser una máscara de la dominación normativa de uno de los sexos. 43. A la evidente privatización (y medicalización ) de la vida erótica se agrega una explícita politización de la moral sexual. Lo que el sujeto puede o no hacer con su cuerpo (y a qué edad) pasa a ser un asunto político. Quienes antes cargaban con el marbete de la perversión y debían protegerse del juicio adverso de los normales hoy toman una posición que reivindica sus derechos. Si Proust debía hablar de sus propias inclinaciones como vicios y aberraciones , hoy se entiende que la homosexualidad puede manifestarse con orgullo . En la vida académica son los otros, los defensores de una
normalidad
arcaica, los que tienen que esconder sus rechazos y prejuicios. Todo lo sexual se ha hecho político y el camino abierto por Wilhelm Reich , el de la sexpol , que le valió la expulsión de las internacionales del comunismo y del psicoanálisis, es la base de una nueva ortodoxia que casi nadie discutin'a. 44. Como hemos expuesto en trabajos anteriores y alos que hicimos alusión en algunas de las variaciones ya compuestas en este opus, 7 l. Ollendorff Reich, La vida deun halaodoxo, México, Gedisa, 1988, p. 47. La Sapo}
Verlagfue fundada enBerlín en 1931.
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CLSUjQLCLCQDJCInpOI áneo se_rrrueve__enel_área¿lecon ict9 existente entre tres-discírsosvsucesivamente dgrrLinantes: e! discurso delAmo (Freud, a partir de 1900) el discurso del Qapitalista (Lacan, a pgrjir de
1950) y, por n, el discurso de losMgrcados (a partir de 2000). Las fechas propuestas sóípo-FCÍÉÍO, aproximadas. Los procesos subjetivos y sociales que son efecto de esas tres dominancias habían comenzado a re ejar la operación de tales discursos desde mucho antes. Las tres épocas, caracterizadas por la emergencia de un discurso específico para cada una, se hacen patentes al considerar las formas clínicas del malestar en la cultura. Se las piensa siempre a partirde cambios que ya se han producido en la sociedad. El psicoanalista llega después, necesariamente después, del progreso en el saber, de las transformaciones económicas que son su consecuencia, de las innovaciones tecnológicas y de los cambios en la vida de los sujetos. Esta periodización que sostenemos sigue la línea teórica inaugurada por Lacan con su tesis de los cuatro discursos (1969) y el reconocimiento ambiguo formulado alguna vez de un quinto discurso, el del capitalista.39 45. Marcuse4o en 1956 habló del antiguamiento del psicoanálisis y sostuvo que cuando Freud comenzó sus re exiones centradas en el dominio de la gura paterna, éstas ya eran anticuadas. En 1919, en Alemania, como bien recuerda Claus D. Rath,
ya se hablaba de la
sociedad sin padres (vaterlose Gesselscha ). Lacan desde 1938 12 venía
señalando los efectos clínicos de la declinación de la gura del padre. Es posible que Lacan mismo estuviese hablando a toro pasado cuando enunciaba sus referencias al discurso del Capitalista (cit., 1971 y , 1972). El clínico siempre está a destiempo en relación con los cam-
j. Lacan [1969-1970], Le Séminain. Lim XVII. L'mvm de la psychanalyse, Seui',
París, 1991. La primera vez que Lacan usó el sintagma "discurso delcapitalista fue en
ese seminario, el 11 de marzo de 1970 (cit., p. 126). sin proponer aún una escritura
especí ca para el mismo. Lo retomó enjunio de ese mismo año en Radiophonie (Autres ém'ts, ciL, p. 424). > j. Lacan,Conferencia en la Universidad de Milán, 12 de mayo de l972. En Lacan
en Italia (1953-1978), Roma, La Salamandra, pp. 32-55. Versión electrónica en francés:
wmv.pas-tout lacan.
° H. Marcuse [1956], El antiguamiento del psicoanálisis". en Ética de la revolución, Madrid, Taurus, 1970. " C.-D. Rath, La société sans pere. De Paul Federn a Alexander Milschcrlich", Essaim (5), Ramonville, Érés, 2000, pp. 139-152.
j. Lacan [l938], Les complexes familiaux dans la formation dc I individu". Autres écn'Lc, París, Seuil, 2001, pp. 5659.
4 8 VARIACIONES SOBRE EL TEMA DE LA
MORAL SEXUAL"
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bios históricos: scWacrónicos y la vida coge por delante de nosotros. Por esa razón, es poco probable que estemcíÉícondiciones de reconocer las nuevas modalidades clínicas que se per lan. Estos cambios de discursos dominantes así como su coexistencia real se mani estan en todos los terrenos pero a nosotros nos importa ahora subrayar la in uencia de cada uno de esos tres discursos sobre las manifestaciones de la sexualidad y sobre las formas modernas de la nerviosidad . Nada cambia al llamarlas posmodernas . 46. Coda. Recapitulación: la sexualidad en nuestro tiempo está congurada, como siempre lo estuvo, por el lenguaje. Es cultu l. Cabe destacar entre los factoreí dÉïÏambio en estos cien años: a] la ciencia
y sus aplicaciones tecnológicas; b] la medicina y sus progresos en el campo de la farmacología y de la cirugía; c] la difusión social del propio psicoanálisis como teoría y como práctica; d] el feminismo y sus luchas por la igualdad jurídica, e] las movilizaciones de grupos sociales en pro del reconocimiento de las minorías raciales y sexuale; f] la lucha contra el racisexismo; g] los cambios en la organización
económica del mundo incluyendo la globalización nanciera; h] la loso a de la desconstrucción que reconoce que la sexualidad cultural" resulta de avatares históricos... la lista no es exhaustiva. De todos modos, el acontecimiento decisivo, el gran giro del siglo xx, fue la disociación mani esta, proclamada, de la sexualidad y la reproducción, A de la que Freud fue el primer adelantado. 47. La demolición de las prohibiciones y tabúes que asolaron al imaginario social hasta tiempos recientes merece una penúltima variación. Así como se pasó de la represión a la orden de gozar, en Oc-
cidente se ha pasado desde la censura casi mahometana de la sexualidad que recaía sobre las representaciones, transmitida por los ojos y los oídos, por las imágenes y el lenguaje, a la exhibición que comenzó por ser provocativa y es ahora presencia constante de una vulgaridad pornográ ca sin fronteras. La sexualidad ha copado el espacio virtual. Es claro que nadie pediría el retorno de la censura, pero es legítimo reflexionar acerca de la pérdida que signi ca la abolición de esa pudorosa pantalla que desde siempre se interpuso entre el órgano de la visión y el sexo (pace Courbet) y que daba pasto a los corceles del fantasma. El desnudo es casi siempre intrascendente. La sugerencia de lo que no se muestra llama a la imaginación. Nadie podría, en estos tiempos de exhibición desenfrenada, reinstaurar el velo dibujado por el pintor Parrasio que llevó a su colega Zeuxis (y al habitante del nmu-
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do contemporáneo) a preguntarse qué se ocultaba detrás de ese velo interpuesto entre el ojo y el objeto de la pulsión escópica." Al abolirse la función del [rompe l aeil (trampantojo) todo es Ieurre (engaño). La
imaginería sexual que en nuestro tiempo todo lo inunda no_gs_gza_l. Esavi'ry aL El deseo es el engañado ante la promesa de la satls acción siempre-renovada de demandas que también se renuevan sin cesar. El sujeto, atiborrado de imágenes y mensajes dirigidos a la sexualidad, reacciona a menudo con una verdadera anorexia ante las imágenes que, después del diluvio, han dejado de signi car y han dejado de convocar al deseg gigamos queuno de los retoños de la sexualidad l _'d-__.. moderna es la anorexlq¿291ml de sujetos más atiborrados que satisfe-
chos. Dicho con otras palabras, que la afánisis (la¿aparición _d_el
'deseo sexual) ya no es objeto del terror sino de un oscuro deseo de escapar a] mam'monio con el pipí que los toxicómanos ponen en práctica. Por los fármacos a las estrellas.
48. Acorde conclusivo, mesto. Manifestación de este mismo cambio en las formas de ejercicio de la sexualidad, con obliteración del deseo
de ver lo que se esconde detrás delvelo, es el éxito mercadotécnico de las psicoterapias que ofrecen satisfacción de la demanda en vez del psicoanálisis que aspira a la exploración del deseo inconscientejLa r pantalla de la televisión ha sustituido a la pantalla del sueño.
"J. Lacan [1963-1964], Le Séminain. Lime X1. Las quatre concepbjondamentaux de la psythanalyse, París, Seuil, 1973. Hay traducción al español, Buenos Aires, Paidós, 1977.
j. lacan [1975], Séancc de Clausure de lajournée des Cartels de l'École Freu-
dienne", Lettre: de l ÉcoIe Freudan (18), 1976.
1905-1908: LA SUBVERSIÓN FREUDIANA. DE LOS TRES ENSAYOS A LA MORAL SEXUAL CULTURAL' * MARCO ANTONIO COUTINHO JORGE
INTRODUCCIÓN
En su artículo sobre La moral sexual cultural y la nerviosidad m0derna (1908), Freud hace una única referencia a los Tres ensayos de temía sexual (1905); en ella apunta hacia los desarrollos que haría, tres años después, alrededor de uno de los elementos fundamentales
reunidos en los Tres ensayos que sustentaría la diferencia conceptual entre instinto y pulsión. Subraya la falta de conexión unívoca, en la sexualidad humana, entre la pulsión y la actividad reproductiva que constituye la dimensión esencialmente autoerótica de la pulsión. Si en 1905, cuando abordó las fases de desarrollo de la organización
infantil, Freud ya había hecho hincapié en que la vida sexual infantil es esencialmente autoerótica (su objeto se encuentra en el cuerpo propio) y sus pulsiones parciales singulares aspiran a conseguir placer cada una por su cuenta, enteramente desconectadas entre sí",2 en
1908 subrayaba: Se nos abren nuevas perspectivas al atender al hecho de que la pulsión sexual del hombre no tiene originariamente como n la reproducción, sino determinadas formas de la consecución de placer (SR, 33). Aunque ésta sea la única referencia a los Tres ensayos, la importan* Traducción de Sonia Radaelli. Parte de este texto fue presentada en la Conferencia de Abertura del Ill Congresso
Nacional de Psicanálise de la Universidad Federal de Ceará (UFC), organizada pOr el Taller de Psicoanálisis de la urc, Fortaleza, mayo de 2005. Una versión resumida del
mismo fue presentada en el Colloquio Internazionale "L'inconscio nella modernitá. La praúca psicanalitica nella cultura contemporanea , organizado por la Asociación Noddi Freudiani, Roma, mayo de 2006.
2 Sigmund Freud, Tres ensayos de tem-ia sexual, Obras completas, vol. VII, Buenos Aires.
Amorrortu, 1976, p. 179. Sigmund Freud, La moral sexual cultural' y la nerviosidad moderna", (-n rw-
volumen, pp. 11-29.
[55]
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MARCO ANTONIO COUTHINHO JORGE
cia de esta obra para el artículo sobre la Moral sexual cultural no podría ser mayor y, según James Strachey, el editor inglés de las Obras completas de Freud, este último parece ser en gran parte, una síntesis de los descubrimientos planteados en aquéllos. En efecto, el artículo de 1908 se lee como el desarrollo de una a rmación que se encuentra al nal de los Tres ensayos: el vínculo de oposición existente entre la cultura y el libre desarrollo de la sexualidad". En ese sentido, como contribución al debate en torno a
La moral sexual
cultural , pre-
sentaré en este artículo una lectura de los Tres ensayos, libro en el cual Freud estableció las bases de la concepción psicoanalítica de la sexualidad y produjo una subversión cuyo alcance político se extendería a todo lo largo del siglo xx.
EL CORTE FREUDIANO
Escrito en 1905, Tres ensayos de teoría sexual es la segunda gran obra de Freud. La primera, La interpretación de los sueños, fue escrita y publicada algunos años antes. James Strachey expresa la misma opinión: No hay duda de que los Tres ensayos de temía sexual son, junto a La interpretación de los sueños, las más trascendentes y originales contribuciones
de Freud al conocimiento de lo humano. 5 Como podemos leer en una carta de Freud a Abraham de 1908, también él compartía esa
idea: La resistencia a la sexualidad infantil fortalece en mi la opinión de que los tres ensayos son un logro de valor comparable al de La interpretación de los sueños. 6 ¿Representan los Tres ensayos el hallazgo del famoso caballo de una Troya desenterrada, según Freud, en el libro de los sueños? De hecho, se trata de dos textos que constituyen la fundación del
psicoanálisis, y si podemos a rmarlo, es porque en ambos fueron introducidas sus bases conceptuales: en el libro de los sueños, Freud introduce el concepto de inconsciente, mientras que en Los tres ensayos, asistimos a la introducción del concepto de pulsión. En el libro FunSigmund Freud, Tres ensayos de teoría sexual, op. ciL, p. 221. ames Strachey, Nota introductoría", Sigmund Freud, ibid. p. 112.
° Cf. Peter Gay, Freud - uma vida para o nosso tempo, Río de janeiro, Companhia das Letras, 1989, p. 146. (Freud - una vida denuestro tiempo, México, Paidós, p. 178).
1905- 1908: LA SUBVERSIÓN FREUDIANA
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¿lamentos da psicoanálise 1101.1: as bases conceituais,7 tuve la oportunidad de demostrar que inconsciente y pulsión son los dos conceptos fundamentales de la teoría psicoanalítica; sin ellos no estaría completada la articulación entre lenguaje y sexualidad que el psicoanálisis demuestra a partir de su clínica,a y que lleva a Lacan a a rmar en el seminario sobre Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis que La realidad del inconsciente ¿s verdad insostenible- la realidad sexual .9 Cuando en este mismo seminario Lacan retoma los fundamentos del psicoanálisis, a rma que en el medio psicoanalítico de su época se registraba una especie de rechazo del concepto .'0 Son los conceptos freudianos los que otorgan especi cidad al psicoanálisis, tanto para su teoría como para su clínica. En el Prólogo a la segunda edición (1909) de Tres ensayos, Freud a rma que es su ferviente deseo que este libro envejezca rápidamente, a causa de la aceptación universal de lo que antaño fue su nuevo aporte, y del reemplazo delas de ciencias que contiene por las tesis correctas . Es innegable que este deseo de Freud se encuentra parcialmente realizado en nuestra cultura. El gran combate que se libra entre bastidores en los Tres ensayos es el de la oposición entre lo normal y lo patológico en cuanto a la sexualidad, especialmente suscitado por los trabajos de los sexólogos prefreudianos sobre la llamada inversión sexual, el blanco principal de las re exiones de la sexología de la época, sustentadas incluso por autores declaradamente homosexuales como por ejemplo, Magnus Hirschfeld, uno de los fundadores de la Asociación Psicoanalítica de Berlín, en 1908. Médico judío, Hirschfeld, que recibió de la prensa americana el apodo de . el Einstein del sexo ,"" vivía en Berlín, en donde fundó el Instituto de la Ciencia Sexual, que subsisitió hasta que
fue disuelto por los nazis."
7 Marco Antonio Couu'nho Jorge, Fundamentos da psicana'lise deFreud a Lacan - vol. I: As basa conceituais, Río dejaneiro,jorge Zahar, 2000. 3 En mi libro abordo los dos grandes conceptos de modo opuesto al de la cronolo gía de su surgimiento, primero la pulsión y después el inconsciente. lbid, 9jacques Lacan, 0 seminário, livro 1 I: os quatro wnm'tos fundamentais da psicanálist,
Río de]aneiro,_]orge Zahar, 1979, p. 143 (El Seminario, Libro ll, Los mano conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 156).
lojacques Lacan, ibid, p. 26. " Sigmund Freud, Prólogo ala segunda edición , op. cíL, p. 117. " Cf. la película de Rosa von Praunheim, 'I heEinstein ofsex, 2002. " Cf. Elisabeth Roudinesco y Michel Plon, Didonán o de Psicanálise, Río de Jano .
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Freud entra en ese debate armado de una nueva y poderosa arma, el concepto de inconsciente, y es con ella con líílï ïáïéñ' 'ïrïtar
la avalancha de problemas planteados por la sexualidad. Como formula Elisabeth Roudinesco en la presentación a la segunda edición francesa de la obra de Henri Ellenberger, Histoire de la découverte de l inconscient, los historiadores no llegaron a evidenciar, en las investigaciones hechas sobre las fuentes utilizadas por Freud en su teoría de la sexualidad, el auténtico corte epistemológico que Freud practicó en los estudios de su época. Según la autora, Ellenberger sumergió la obrade Freud en la prolongada duración de la historia del descubrimiento del inconsciente, pero a costa de desconocer la noción de ruptura tal como es empleada por la tradición francesa de la historia de las ciencias desde Gaston Bachelard hasta Michel' Foucault, pasando por Georges Canguilhem . Toda la historiografïa americana rechazó esta concepción epistemológica y desembocó así en la escuela revisionista cuyo principal representante es Frank j. Sulloway con su obra Freud, biologiste de l espñt, publicada en 1979. Incluso, según Roudinesco, criticando a Ernestjones por su biograa que retrata a Freud como a un héroe solitario y acentúa la hostilidad del medio cientí co con relación a su trabajo, Sulloway llega a negar que Freud sea el iniciador de una nueva concepción del inconsciente y de la sexualidad y aa rmar quehabría sido tan sólo el portavoz de la ciencia de su época. La novedad inherente a la obra freudiana queda olvidada y si, por una parte, los revisionistas criticaron duramente a los biógrafos que dibujaron un retrato heroico de Freud, por la otra, los emulan en inverosimilitud al destituir a su obra de toda y cualquier originalidad. Roudinesco resume esa polémica diciendo que es necesario oponer a la argumentación que retira de la obra de Freud su fecunda ruptura, "una interpretación diferente del mismo fenómeno: a nales del siglo pasado, todos los especialistas de la subconciencia y de las enfermedades nerviosas habían reconocido la importancia del factor sexual jorge Zahar, 1998. p. 702 (Diccionario de psicoanálisis, Argentina, Paidós, 1998, p. 462) y Philippe Aries y André Bejín (orgs.), Sexualidades ocidenlais, Sáo Paulo, Brasiliense, 1986
(Sexualidadcs occidentales, México, Paidós, 1987).
" Elisabeth Roudinesco, Presentation , Henri F. Ellenberger, Histoire de la découverte de l'inconscienl, París, Fayard, 1994, p. 24 (El descubrimiento del inconsciente. Historia y cuolua'ón de la psiquiatría dinámica, México, Gredos, 1960).
'5 Elisabeth Roudinesco, op. ciL, p. 24.
1 905- 1 908: LA SUBVERSIÓN FREUDIANA en la etiología de las neurosis. Freud no era, por lo tanto, un
59 héroe
solitario . Sin embargo, fue el único en efectuar una síntesis fecunda de todas las corrientes para traducir la evidencia biológica a un nuevo lenguaje conceptual. Se trata entonces, en el psicoanálisis, del advenimiento de una nue-
va concepción de la sexualidad, esta novedad que cumple cien años. Freud habla de una teoria de la sexualidad , allí donde los autores so-
lamente presentaban largamente sus casos clínicos sin ninguna teorización al respecto. Antes de Freud, no hay propiamente un concepto clínico de la sexualidad. La degeneración de Krafft-Ebing y la psicología asociativa de Binet, que se oponía a ella, son dos concepciones extremadamente simplistas que se limitaban a aplicar la antigua dicotomía médica hereditario / adquirido a los problemas planteados por la sexualidad. Pero ningún concepto emana de esas discusiones que emprendieron los sexólogos prefreudianos. El mérito de esos autores fue, en pn'mer lugar, haber inaugurado el diálogo sobre la sexualidad en el campo de la ciencia, y, en segundo lugar, haber evidenciado, con sus publicaciones, la alta frecuencia de
las llamadas aberraciones sexuales . No en balde éste es el título del primero de los tres ensayos de Freud en donde hace referencia a los autores más importantes de su época que trataban el tema. Es sobre esos trabajos precursores que Freud va ainstaurar un corte. Este corte es conceptual y tiene un nombre: pulsión.
LA EXCEPCIÓN LACAN
Es interesante observar que aquello que Freud señaló como una de las formas más frecuentemente asumidas por la resistencia al psicoanálisis la de que la teoría psicoanalítica exageraba en cuanto a la importancia del sexo para la vida psíquica- retorna viva, aún hoy, bajo la pluma de un psicoanalista brasileño. En un texto consagrado nada más y nada menos que a criticar la noción de pulsión (se trata de la misma oposición al concepto de la que hablaba Lacan), cuya fragilidad , redundancia y carácter contradictorio él a rma
"5 Elisabeth Roudinesco, ap. ciL, p. 25.
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MARCO ANTONIO COUTHINHO JORGE
como evidente,'7jurandir Freire Costa postula que la causa sexual es
una de las causas posibles de nuestra vida mental y de sus conflictos. Es mucho, pero es sólo eso . Sin precisar qué otras pulsiones serían éstas, el mismo autor a rma que la sexualidad es una pulsión ni más ni menos elemental que tantas otras que podemos venir a valon'zar en la clínica , para concluir que la importancia que Freud le atribuye al sexo es entendible no por ser él elrepresentante de las cualidades elementales u originarias del psiquismo, sino por los factores históricos ligados a la invención del psicoanálisis".18 Ese escrito reciente de Costa, sorprendente por su violencia con
relación a la delicada construcción conceptual freudiana, retoma íntegramente, con veinte años de retraso, los planteamientos que hizo Jean-Bertrand Pontalis en 1984, en el editorial de la Nouvelk Revue
de Psychamalyse,lg en un número dedicado a La chose sexuelle. A rmaba allí que los sucesores de Freud establecieron, en su mayoría, una
limitación en el campo de la sexualidad. Pontalis postulaba que no hay en Freud una nítida distinción entre el sentido trivial de la palabra sexualidad , el comportamiento sexual propiamente dicho y el sentido psicoanalítico de psicosexualidad que se re ere a varios lelementos, como, por ejemplo, los síntomas que aparentemente nada tienen que ver con la sexualidad en el sentido común del término. Pontalis agregaba que la distinción tardía entre represión primordial (Unterdrückurtg) y represión (Verdrángung) intrapsíquica de la sexualidad está en la base de la indeterminación entre las prácticas sexuales propiamente dichas y los elementos que estarían ligados a la pulsión sexual por la mediación de representaciones sin contenido sexual mani esto. Pontalis enumera con desenvoltura el listado de los posfreudianos que, según él, produjeron una restricción teórica de la sexualidad en el campo del psicoanálisis: Melanie Klein, al hablar de la primacía de las pulsiones de destrucción; Fairbairn y los teóricos de la relación de objeto, que de nen el movimiento de la libido como eyed-seeking y no como pleasure-seeking; Winnicott, que disminuyó la importancia de la sexualidad infantil con la noción de primero, ser" ( rst, being); jurandir Freire Costa, A comédia do demónio sexual , 0 vestigio e a aura, Río de janeiro, Garamond, 2004, pp. 32, 34-35.
'5 Ibid., p. 5]. l jean-Bertrand Pontalis, Argument , Nouvelle Revue de Psychanalyxr, núm. 29, París, ,
Gallimard, 1984, pp. 5-10.
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Kohut, con el estudio del desarrollo narcisista, independiente del de-
sarrollo sexual. YPontalis concluye: Sin duda, Lacan constituye una excepción."20 No sin añadir que Lacan desprecia los datos clínicos y, además, subordina la sexualidad a la supremacía del signi cante. Aungue l grmlis considere esa subordinación como un demérito, no-
80W gestor reudiano de arúculaïm la-pnl____,/ ' m sión con lo simbólico del inconsciente.2| Por supuesto que, con su teorí m en el fondo, Freud apunta hacia la ¡ er inherente a la pulsión- a lo simbólico. ¿Cuáles son los datos clínicos a os que se re er ' . resumen: la multiplicación de demandas de análisis y de formas patológicas que, en apariencia, poco deben a los con ictos sexuales, tales como los disturbios del carácter, neurosis narcisistas, casos fronteri-
zos, afecciones psicosomáticas, personalidades
como si . Incluso, se-
gún él, la neurosis obsesiva y la perversión pasaron a ser consideradas menos como un con icto entre las pulsiones sexuales y el superyó que como disfraces de un núcleo psícótico , así como la histeria vio reevaluado el papel desempeñado en ella por la sexualidad que fue considerado como tan sólo una máscara. Los últimos argumentos clínicos que Lacan habría despreciado, según Pontalis, serian los trastornos mani estamente sexuales, tales como la impotencia, eyacula-
ción precoz y frigidez que salieron de la investigación psicoanalítica para dirigirse a las terapias funcionales y sexuales con un abordaje puramente técnico. ¿Cómo comentar todas estas observaciones in ltradas por una notable negligencia del texto freudiano que asoma en las supuestas actualizaciones ? ¿Cómo entender que Costa y Pontalis desprecien tan marcadamente la insistente observación freudiana, formulada a
partir de los Tres ensayos,"2 de que, para law lo mismo gue lo genitamwo por eso por lo gue Freud pudo introducir la noción inicialmente tan rec azada de sexualidad infantil/"2 Así lo señala Freud enel Prólogo a a cuarta e ¡Clon , de su obra: Pero, además, es preciso recordar que unaparte del conteni-
W IM, p. 8.
2' Dillecho, para Lacan las pulsiones constitu en el eco en el cuerpo del hecho de
que hay un decirmam a le fue dado el mer/¡talle explicimjgauía
deWïó
jacques Lacan, Le sinlhome. Lime XXIII,
París, Seuil. 2005. lecciones del 18/11/1975 y 16/3/1976.
n Sigmund Freud, Tre: ensayos de teoría mal, op. al, p. 164.
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MAxco ANTONIO COUTHINHO JORGE
do de este trabajo, a saber, su insistencia en la importancia de la "da H. !ades humanas y su intento de ampliar el sexual para todas las activi W - . , concepto de sexualidad constituye desde srem re el motivo mas fuere e resistencia al psicoaná ¡sis .Ïa Á emás, ¿cómo hacerles ver que la dimensión propiamente sexual de la pulsión fue la primera en ser evidenciada por Freud por su carácter ruidoso, escandaloso, incluso estridente?" 4 En un segundo mo-
mento, la dimensión narcisista inherente a lo sexual fue destacada por Freud como un elemento esencial aclarando que su manifestación no es tan evidente como la ligada a las relaciones de objeto aunque sea de gran importancia para evidenciar hasta qué punto el yo es él mismo un objeto pasible de ser investido por la libido, al igual que los objetos de la fantasía y los objetos externos. Y, por último, la postrera aprensión freudiana respecto a la pulsión en su dimensión mortífera, que es el núcleo más importante pero el menos perceptible de la pulsión; de ahí la célebre fórmula de Freud según la cual la pulsión de muerte opera en silencio. Ésta es la última aportación de Freud en Más allá del principio del placer. También tiene que llamarnos la atención que las pulsiones de vida [léase pulsiones sexuales] tengan muchísimo más que ver con nuestra percepción interna; en efecto, se presentan como revoltosas, sin cesar aportan tensiones cuya tramitación es sentida como placer, mientras que las pulsiones de muerte parecen realizar su trabajo en forma inadvertida. El principio del placer parece estar directamente al servicio de las pulsiones de muerte? Tal formulación será aún más precisada por Freud cuando, en El problema económico del masoquismo , llegue a formular la distinción entre los principios de constancia y de Nirvana. Para Freud, no se trata de abordar a lo sexual en tant
commntomNMm
' tica o
i-Ïgn-
¿onscientes Lacan, en el seminario de Los cuatro con
tos a rma que
toda pulsión Épulsmu-eïtï'ïamít ntue lo semmuerte' de ahí el segundo dualism m m , y muerte, Tánatos. Hay que decir, de una vez por todas, que la ampliación del concep-
" Sigmund Freud. Prólogo a la cuarta edición", ibid, p. 121. N El término galinhagm empleado en portugués para designar la actividad sexual,
parece indicarnos ese tumulto a ella inherente.
a Sigmund Freud, Más allá del principio de placer, 0. C., vol. xvm, p. 61.
'
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to de sexualidad se basó en la concepción freudiana de sexua ' - - " '.' .' . ., intantil ob eto de investi acron en el segundo ensayo- gue, de nida como rverstpn mn rconwjexuacon la erversa. lidad llamada normal y la E atolóE!'ca o L . Es con ella w/ que Freud, matando dos
á'aro
n solo tir
'
simultáneamente, a las teorías ue abordanWenn
no,
,
inna os, como la degeneración, a a uellas ue abordan_los_aspectos adguiridos, como a relativa al trauma sexual.
Es preciso Mmme anotación de Foucault cuando a rmó que el gran escándalo promovido por el psicoanálisis no fue tan s_ólo hablar de sexo, sino hablar de sexo dmtuuhuma
cierta ___.__lógica, dentro de cierto aparato conce tual consistente. Y es este aparato el que, seguramente, los detractores del psicoanálisis preenormemente este texto freutenden demoler. Lacan a su vez valoró diario: en su seminario fue la séptima obra más citada en general, y la ¡ cuarta obra freudiana, en particular.26
LA FUNDACIÓN DEL PSICOANALISIS
Según Henri Ellenberger, los Tres ensayos sufrieron tantos añadidos a lo largo de las sucesivas ediciones que sería preciso leer la edición de 1905 para poder comprender la teoria original. Freud abría el primer ensayo advirtiéndonos que el capitulo estaba basado en las obras de varios autores, hoy totalmente desconocidos para los psicoanalistas. Es impresionante la sinopsis que Freud hizo de los trabajos de los autores de su época, mostrando su metodología habitual de retomar la tradición respecto a un tema antes de abordarlo de modo innovador. Freud enumera, uno tras otro, los siguientes nombres: Krafft-Ebing,
Albert Moll, Moebius, Havelock Ellis, Schrenck-Notzing, Lówenfeld, Eulenburg, Bloch, Magnus Hirschfeld, y además, la revista Anuario de
las etapas sexuales intermedias. El orden de presentación no es alfabético y tal vez revele por sí solo cierto énfasis en la elección hecha por 25 Después de La interpretación de los sueños, El banquete, Más allá del principio de placer, La fenomenología del espín'lu, Tólem y tabú, Función y campo de la palabra y del lenguaje en el Cf. École Lacanienne de Psychanalyse, Index des nom: propres et lms d ouvrages dan: l emsemble des se'minaires dejaeques Lacan, París, EPEL, 1998, p. 66.
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Freud. Además, ninguno de esos autores formó parte del movimiento psicoanalítico; es la lista de un grupo de sexólogos que, a nales del siglo XIX, investigaban los problemas relativos a la sexualidad. En 1910, Freud añade el nombre de Isidor Sadger con relación a los datos referentes a la inversión sexual pero dicho autor no gura en la bibliograa al nal del volumen. Sabemos que frecuentó el círculo freudiano reunido en la Sociedad de los Miércoles a partir de 1906. A propósito, la historia de esta sociedad es, en resumen, la siguiente: en el otoño de 1902, algunos partidarios de Freud comenzaron a reunirse bajola simpática nominación de Círculo Psicológico de los Miércoles por la Noche; con el paso de los años el número de participantes fue creciendo. El grupo inicial, que se reunía en la sala de espera de Berggasse 19,27 comprendía, además de Freud, a Stekel, Adler, Reitler y Kahene. El núcleo se vio acrecentado en 1903 por otros, entre ellos, Paul Federn, Eduard Hitschmann presentado al grupo en 1905, Otto Rank y Sadger, en 1906. En este año, la organización contaba con diecisiete miembros, con una asistencia promedio de once por la semana y se llamaba Sociedad Psicológica de los Miércoles. En 1908 tuvieron su primer contacto con Freud Ernestjones, Sándor Ferenczi y A. A. Brill. Además, desde 1904, el eminente psiquiatra de Zúrich, Eugen Bleuler escribió a Freud para comunicarle el interés que sus teorías despertaban en la clínica Burghólzli, donde Jung, Abraham, Riklin y Eitingon comenzaban a aplicar los procedimientos terapéuticos freudianos. En 1906, Jung inicia su correspondencia con Freud, misma que se extiende hasta la ruptura entre ellos en 19131914. Cuando, en 1908, la Sociedad Psicológica de los Miércoles fue
rebautizada o cialmente como Sociedad de Psicoanálisis de Viena,
Freud y su escuela estaban ya aun paso de la celebridad mundial. La refundación se hizo a las prisas, a tan sólo diezdías del Congreso de Psicoanálisis de Salzburgo de la IPA, es decir, cuando el psicoanálisis se iniciaba como movimiento internacional.28 Lo interesante a destacar,
desde nuestro punto de vista, es que el psicoanálisis se funda como Ésta es la única sala del departamento de la Berggasse 19, en Viena, que hoy se encuentra amueblada exactamente como en la época en que los Freud ahí vivieron. Y eso debido a que, cuando la ciudad de Viena compró el inmueble para transformarlo en museo, en la década
de1970, Anna Freud envió desde Londres cl mobiliario de la
sala de espera para recomponerlo íntegramente.
Giancarlo Riccihll';
Freud, Río de Janeiro, jorge Zahar, 2005, p. 125.
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un verdadero movimiento de amplio alcance internacional a partir del momento en el que son construidas sus bases teóricas conceptuales:29 primero, en 1900 con el concepto de inconsciente presentado en La interpretación de los sueños y, poco después, con el concepto de pulsión, introducido por primera vez en 1905, en los Tres ensayos. La fundación del psicoanálisis parece consolidarse con el advenimiento del concepto de pulsión y suarticulación con el inconsciente. Se puede incluso decir que el concepto de pulsión convierte al inconsciente en una conquista teórica de nitiva y le con ere su verdadero alcance. El primer ensayo de Freud, dedicado a las llamadas aberraciones sexuales, termina con la introducción de ese concepto, mismo que parece ser presentado como un verdadero corolario de lo que Freud aporta en ese primer ensayo sobre las perversiones."o
LA COMPLEMENTARIEDAD MÍTlCA
Cabe destacar que el tópico de la homosexualidad, o como ahí es denominada, de la inversión sexual ,3' es central en los Tres ensayos,
al igual que lo era en innumerables trabajos de los sexólogos del siglo x1x. No por casualidad el libro de Freud se abre y se cierra con ese tema y es justamente el punto que parece constituir el móvil principal de los desarrollos ahí contenidos. En la sección dedicada a Las aberraciones sexuales , la primera sección del primer ensayo, el tema de la inversión sexual ocupa la
casi totalidad de las páginas dedicadas a las desviaciones relativas al objeto sexual. La sección sobre las Desviaciones con respecto al objeto sexual del primer ensayo, consta de doce páginas, de las que diez páginas y media están dedicadas a la inversión sexual y una página y media a las personas genésicamente inmaduras y animales como objetos sexuales . El último tópico del tercer (y último) ensayo se titula Prevención de la inversión . En él podemos observar la manera subrepticia en la 29 Cf. Marco Antonio Coutinhojorge, op. a'L 3° Sigmund Freud. Tres ensayos de teoría sexual, of). ciL, p. 152. 5 En 1910, en el ensayo sobre Leonardo da V' ci, Freud deja de utilizar el término inversión sexual pasa y a utilizar la palabra homosexálidad. l.
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MARCO ANTONIO COUTHINHO JORGE
que Freud, prácticamente, trae a la homosexualidad al campo de la
normalidad. Observando que la atracción que los caracteres sexuales antagónicos ejercen uno sobre el otro no es su ciente para excluir a la inversión, Freud postula que la interdicción de ésta por la sociedad es un factor preeminente para que se realice esta exclusión. Y añade: donde la inversión no es considerada un crimen, puede verse que responde cabalmente a las inclinaciones sexuales de no pocos individuos . 2 Cabe que nos detengamos brevemente en este punto del texto La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna . En primer lugar, llama la atención que el término cultural aparezca entre comillas, señal grá ca que puede indicar una cita o un uso gurativo del término. En un primer plano, las comillas parecen aquí referirse al préstamo que Freud hace de la oposición introducida por Von Ehrenfels entre moral sexual natural y moral sexual cultural, citada por él al
inicio del texto con comillas en las palabras natural y cultural . Sin embargo, teniendo en cuenta que Freud utiliza nuevamente las comillas tres veces a lo largo del texto ¿podemos suponer también que son empleadas para sugerir un uso gurativo del término cultural , cuestionando así lo que es cultural y lo que no? Obsérvese que esta forma de utilizar las comillas, que connota algo en el término enunciado más allá de su signi cado habitual, es hecha por Freud en este mismo texto, cuando habla de la moral doble," válida para los hom-
bres en nuestra sociedad. En segundo lugar, uno de los puntos centrales del texto se encuentra en la construcción freudiana según la cual, al no estar vinculada la pulsión sexual a la reproducción sino al placer, se pueden diferenciar tres estadios culturales en loque respecta a la historia del desarrollo de la pulsión sexual: Podremos distinguir tres grados de cultura: uno, en el cual la actividad de la pulsión sexual va libremente más allá de la reproducción; otro en el que la pulsión sexual queda coartada en su totalidad, salvo en la parte puesta al servicio de la reproducción, y un tercero, en n, en el cual sólo la reproducción
5 Sigmund Freud, Tres ensaya: de temía sexual, op. ciL, p. 209. Sigmund Freud, La moral sexual 'cultural y la nerviosidad moderna", op. dt, SR,
34 y 45, dos veces. Sigmund Freud, ibid, SR. p. 38. (If. sobre el tema, en este volumen, el texto de
Marta Gerez Ambertín, pp. 97-106.
1905- 1908: LA SUBvERSIóN FREUDIANA
legítima es considerada y permitida ¿omo
67
nsexual. 5 Según Freud,
el tercer estadio sería el actual, o sea, el de 1908. Es preciso subra-
yar que Freud considera a los tres estadios como parte de la cultura y que la homosexualidad se incluye en el primer estadio. Por eso comenta respecto a ella que las exigencias culturales del segundo grado han de ser reconocidas como una fuente de dolor para cierto sector de la humanidad . 6 Volviendo a los Tres ensayos. Todo la obra está puntuada por agudas observaciones sobre la homosexualidad. Por ejemplo, cuando aborda la evolución sexual de las niñas, encuentra una manera para
decir las cosas sin de nir lo que es normal o no. El resultado es un vínculo hostil con su mismo sexo lo que in uye decisivamente para que la elección de objeto se haga en el sentido considerado normal. _ 7 La frase de Freud es clara: la dirección heterosexual es normal por mera convención. Esta misma manera de expresarse se repite en otro pasaje cuando habla de los casos considerados anormales ?8 Una larga nota al pie de página añadida a los Tres ensayos en 1915, simultánea a la redacción del artículo metapsicológico Pulsiones y destinos de pulsión , merece ser leída con detenimiento:
La investigación
psicoanalítica se opone terminantemente a la tentativa de separar a los homosexuales como una especie particular de seres humanos. En la medida en que estudia otras excitaciones sexuales además de las que se dan a conocer de manera mani esta, sabe que todos los hombres son capaces de elegir un objeto de su mismo sexo, y aun lo han consumado en el inconsciente. Por otra parte, los sentimientos libidinosos en vinculación con personas del mismo sexo no desempeñan escaso papel como factores de la vida sexual, y ese papel es mayor que el de los dirigidos al sexo opuesto en cuanto motores de contracción de neurosis. El psicoanálisis considera más bien que lo originario a partir de lo cual se desarrollan luego, por restricción hacia uno u otro lado, tanto el tipo normal como el invertido es la indeSigmund Freud, ibid, SR, p. 34. Es interesante observar las cursivas de Freud en
la palabra legitima .
5° Sigmund Freud, ibid., SR, p. 34.
7 Sigmund Freud, Tres ensayo: de teoría sexual, op. dt, p. 209 (cursivas de este autor) 5 Sigmund Freud, ibid, p. 134. La misma sutil estrategia de desconstrucción de la barrera entre lo normal y lo patológico se encuentra también en el texto "La moral
sexual cultural' y la nerviosisdad moderna". Cf. por ejemplo, las expresiones llamadas
anormalidades , SR p. 33 y considerado como normal ", p. 36.
68
MÁRCO ANTONIO COUTHINHO JORGE
pendencia de la elección de objeto respecto del sexo de este último, la posibilidad abierta de disponer de objetos tanto masculinos como femeninos, tal como se la puede observar en la infancia, en estados
primitivos y en épocas prehistóricas. En el sentido del psicoanálisis, entonces, ni siquiera el interés sexual exclusivo del hombre por la mujer es algo obvio, sino un problema que requiere esclarecimiento, respecto de lo cual cabe suponer una atracción que es en el fondo de carácter químico. 9 El quiebre de valoración de la homosexualidad como anormalidad es igualmente emprendida por Freud, de modo indirecto, cuando habla de las neurosis como perversiones negativas y de las perversiones como perversiones positivas". o Freud lleva lejos su diktat de que la neurosis es el negativo de la perversión . El primero de los tres aspectos sobre el que Freud llama la atención, cuando habla de la relación entre neurosis y perversión y enumera los puntos que acercan a ambas, es la homosexualidad. l Es más, es por la manera en que Freud aborda la categoría novecentista de perversión, que llega a retirar a la homosexualidad del campo de la patología. Además de introducir la categon'a inédita de perversión polimorfa para designar a la sexualidad infantil utiliza el término perversión con extremo cuidado: para él esta palabra no puede ser usada como censura y su utilización no conlleva una coloración moral.42 La clasi cación freudiana de las aberraciones sexuales, que en el
primer ensayo están divididas en desviaciones con respecto al objeto y desviaciones con respecto a la meta , es ya en sí misma tributaria de la conceptualización de la pulsión ahí introducida. Al presentar cuatro elementos fuente, empuje, objeto y meta- se ve que la estructura de la pulsión comporta una relación con la meta, la satisfacción; se reconsidera así elsaber sexológico vigente en la época: la búsqueda de satisfacción es inherente a la propia pulsión y no depende del objeto, dado que éste es totalmente variable.
Llama la atención que en el inicio del primer ensayo Freud cita el mito de Aristófanes en El banquete de Platón de manera parcial: La fábula poética de la partición del ser humano en dos mitades macho 9 Sigmund Freud, Tres ensayos de teoría Jamal, op. a'L, p. 132.
W una, p. 152.
" IbitL, p. 151.
42 una, p. 146.
1905- 1908: LA SUBVERSIÓN FREUDIANA
s
.
69
y hembra- que aspiran a reunirse de nuevo en el amor se corresponde a maravilla con la teoría popular de la pulsión sexual ." No es de 'ese modo simplista como Aristófanes narra su mito: al contrario, los seres originarios eran esferas compuestas pordos porciones y de tres tipos diferentes, masculinas, femeninas y andróginas. Aristófanes describe minuciosamente que, habiendo sido partidos a la mitad, tales seres pasaron a buscar sus mitades de la cual fueron escindidos y surgieron seres hombres que buscaban sus mitades masculinas, seres mujeres que buscaban sus mitades femeninas y seres hombre-mujeres que buscaban sus mitades opuestas. Lo que tal vez debamos resaltar es que, en el mito de Aristófanes sobre el amor, ¡la heterosexualidad es producto de una androginia original! Yhemos de preguntarnos por qué Freud narra el mito amputándolo de un pedazo tan relevante. Suponemos que lo hace en la medida en que eso refuerza la idea de que la complementariedad de los sexos masculino y femenino es mítica, legendaria, y es ella la que debe ser destacada en el relato del mito. La conclusión general a la que Freud es llevado al cerrar su abordaje sobre las desviaciones en cuanto al objeto se re ere a la variabilidad del objeto sexual: Bajo gran cantidad de condiciones, y en un número sorprendentemente elevado de individuos, la clase y el valor
del objeto sexual pasan a un segundo plano. Alguna otra cosa es lo
esencial y lo constante en la pulsión sexual . 5
El mismo quiebre de la barrera entre lo normal y lo patológico es a rmado por Freud al insistir en la noción de condición fetichista inherente a toda y cualquier elección de objeto.46 Más aún cuando a rma, citando a Moebius, que en cierta forma, todos somos histéri-
cos... Así, el primer ensayo se dirige ala demolición de la barrera entre lo normal y lo patológico y termina con la argumentación freudiana de crítica a la teoría del innatismo para la perversión (Krafft-Ebing) y también a la teoría de lo adquirido (Binet). Freud encamina su planteamiento para poder llegar a a rmar que, en efecto, hay algo de innato en las perversiones, pero de modo universal: en la base. de las perversiones hay en todos los casos algo innato, pero algo que " lbid, p. 124. Platon, Le banquet/Phe dre, trad., noticia y notas de Émile Chambry, París, GarnierFlammarion, 1964, p. 49 [El Banquete, Madrid, Alianza Editorial, 2001, p. 81].
5 Sigmund Freud, Tres ensayos de teoria smal, op. ciL, pp.135-136. 5 Ibid., p. 139.
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es innato en todos los hombres, por más que su intensidad uctúe y pueda con el tiempo ser realzada por in uencias vitales . 7 Se trata de la bisexualidad, elemento teórico que atravesó el diálogo entre Freud y Fliess, y que permite a Freud situar a la perversión polimorfa como constituyente y evidente en las manifestaciones de la sexualidad infantil. Freud logra producir una verdadera torsión en el conflicto teórico de la época. La polémica parece haber tomado el siguiente hilo. Inicialmente Krafft-Ebing considera que la causa de las perversiones en general es la degeneración, noción que proviene de Morel, extremadamente vaga y sin precisión. Binet y algunos otros discutieron esta visión sy ustentaron la hipótesis del determinismo adquirido. Freud resolvió la cuestión desde un punto de vista verdaderamente tercero: no signi ca que no haya algo hereditario, innato, sino que estefactores común a todos los sujetos. Ésta es la noción freudiana de disposición neuropática general, presente en todo y cualquier individuo sin excepción, que está en la base del posible desencadenamiento de las llamadas perversiones sexuales.48 Freud incluye en su abordaje al inconsciente, y esa inclusión subvíerte radicalmente la oposición normal-patológico, de tal modo que permite que Lacan termine por a rmar que la verdadera enfermedad mental del hombre es el inconsciente. Este episodio ocupa un lugar fundamental en la historia del psicoanálisis. Freud llegó a este posicionamiento después de muchos avatares, narrados por él mismo en el breve pero luminoso artículo Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis (1906). En los Tias ensayos, Freud asevera perentoriamente que es imposible no reconocer algo común a todos los seres humanos,
algo que tiene sus orígenes en la uniforme disposición a todas las perversiones . 19
7 IM, p. 156.
8 Sigmund Freud, Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las
neurosis", op. ciL.
9 Sigmund Freud, Tres ensayos de teoría sexual. op. a'L, p. 174.
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71
DE LA BISEXUALIDAD AL OBJETO A
La bisexualidad fue uno de los nombres encontrados por Freud en la cultura cientí ca del siglo XIX para expresar la imposibilidad de la relación sexual. Si la inversión existe es porque hay una disposición bisexual .5° Sin embargo, Freud refuta la hipótesis de una relación entre el hermafroditismo somático y un supuesto hermafroditismo psíquico que estaría en el origen de la inversión. En verdad, la teoría de la bisexualidad es un verdadero embrollo teórico del cual a Freud le cuesta desembarazarse. Yes en ese sentido que la creación del concepto de pulsión, en 1905, surge como resultado del largo diálogo establecido entre él y Fliess sobre la noción de bisexualidad, pues es exactamente tras la ruptura entre ellos, después de los diecisiete años
que van de 1887 a 1904, cuando Freud crea el concepto de pulsión. 1887
1904
1905
/ ----------- --/-----/ bisexualidad pulsión
La pulsión es la rWMc Mra dar consistencia a las observaciones lanteadasW de la época sobre la bismátïdjamás dejó de hablar de la bi-
s m su obra y la de nió en su relación con
la elección de objeto, descartando toda y cualquier referencia a la bisexualidad biológica tal y como la sostenía Fliess. La discusión entre ellos sobre ese punto íncidía más precisamente sobre la relación entre la bisexualidad y la represión: Fliess creía que la primera explicaba a la segunda en el sentido de que el hombre reprimía elementos femeninos y la mujer elementos masculinos. Si Freud se subleva en contra de esta concepción es en la medida en que, de este modo, el
sexo biológico prevalecey engendra, como verdadera palabra nal, los procesos psíquicos ligados a la represión. Al contrario, para Freud la bisexualidad era una disposición psicológica responsable de las diferentes elecciones de objeto, homosexual
y heterosexual, ya que en todo sujeto encontramos ambas formas de elección de objeto en proporciones diversas. En 1908, para citar uno
6011:1214. 131.
72
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de los más importantes pasajes freudianos sobre el tema, en el texto sobre Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad , Freud enuncia que hay una disposición bisexual innata en el hombre .5 Volveremos más adelante a este aspecto cuantitativo en la concepción freudiana de la sexualidad. Si hoy ya no hablamos de bisexualidad es porque tenemos el concepto de objeto a introducido por Lacan en 1960 en el seminario sobre La angustia. El objeto a representa una especie de conclusión, seguramente anhelada por Freud, de la teoría de las pulsiones; con él podemos prescindir de la tematización imaginaria sobre la elección de objeto. El objeto a, digámoslo así, va a la raíz del problema y, en vez de abordar la cuestión por la vía de lo imaginario, lo hace por la dimensión de lo real. El objeto a es la mínima denominación establecida por Lacan, con la primera letra del alfabeto decía él: Si fuera tan fácil hablar de él,'le pondríamos Otro nombre y no objeto a ,52 para hablar de ese objeto que no existe y que, por lo mismo, antes de ser el objeto del deseo, según a rma en el seminario RS.I., es el o eto causa del deseo.55 Lacan formularía en el seminario Aun: El hombre es quien aborda a la mujer, O cree abordarla. [...] Sin embargo, sólo aborda la causa de
su deseo, que designé con el a. 5 Las diferentes elecciones imaginarias de objeto, tematizadas por Freud en el rigor de su pensamiento clínico, son reducidas por Lacan a la lógica de lo real inherente a la falta del objeto. Lacan ya anunciaba tal confusión en el seminario sobre La relación de oly'eto al llamar la atención hacia aquel pasaje situado ubicado al nal de los Tres ensayos, en la sección sobre El hallazgo de objeto , donde Freud
plantea que el hallazgo [encuentro] de objeto es propiamente un reencuentro .55 El seno como objeto perdido en el destete es prototipico del objeto a. Hay que resaltar que el objeto a es pre gurado en Freud de di5' Sigmund Freud, Las fantasías histéricas y su relacióncon la bisexualidad , 0. C,,
p. 146,
52jacques lacan, Alocucáo sobre as psicoses da crianca", Outros escritos, Río dejanei-
ro,_]orge Zahar, 2003, p. 364. ( Alocución sobre las psicosis de niños", Otros escritos).
5 jacques Lacan, RS.I., curso del 21/1/1975. jacques Lacan, El Seminario, libro 20, Aun, Bue nos Aires, Paidós, p. 88. 'jacques Lacan, El seminario, libro 4, La relación de objeto, Buenos Aires, Paidós, p. 15.
Sigmund Freud, Tres ensayos de teoría sexual, op. ciL, p. 203.
73
1905- 1908: LA SUBVERSIÓN FREUDIANA
versos modos, por ejemplo, cuando a rma que debemos aflojar, en nuestra concepción, los lazos entre pulsión sexual y objeto. Probablemente la pulsión sexual es, al comienzo, independiente de su objeto y tampoco debe su génesis a los encantos de éste .56 Como una de sus estrategias para quebrar la barrera entre lo normal y lo patológico en el ámbito de la sexualidad Freud valora explícitamente el punto de vista cuantitativo en detrimento del cualitativo: Por más que las diferencias en los resultados puedan ser de naturaleza cualitativa, el análisis muestra que las diferencias en las condiciones son sólo cuantitativas?7 eso es lo que dice al tratar el objeto sexual de los invertidos. La propia pulsión es caracterizada por Freud como sin cualidad.58
HOMOSEXUALIDAD: ¿INVERSIÓN, PERVERSIÓN o SUBVERSIÓN?
En todo momento se observa en la cultura el a el subversivo desemM _____,___
hWc por la sexualida
te por la homosexualidad. En su ensayo
ana¿wm
Sexoé política , Gore Vidal
ymo que las actitudes sexuales en cualquier sociedad son el resultado de decisiones políticas .59 Emblemático de eso fue la reelección de George W. BuSh, hace algunos años, para el gobierno de Estados Unidos, la cual, según los especialistas, se dio esencialmente en virtud del apoyo de la masa conservadora de la población al candidato que se oponía a la aprobación de la ley que autorizaba el matrimonio entre personas del mismo sexo, el same sex maniage, como se le denomina en inglés. Mientras se esperaba que muchos electores que jamás acudieron a las urnas no obligatorias estadunidenses lo hiciesen para resguardar al mundo de los male cios de la poderosa capacidad destructiva del gobierno
republicano recién exhibida por Bush enIraq, tuvimos la sorpresa de ver a la cuestión sexual ocupar el primer plano en la mente de los ciudadanos norteamericanos. Ellos pre rieron optar por exterminar 55 Sigmund Freud, Tres ensayos de teoría sexual, op.cil., p. 134. 57 Sigmund Freud, ibid., p. 132.
5° Sigmund Freud, ibizL, pp. 146 y 153.
5° Gore Vidal, Sexo é política , Dejate e de cpáo
Companhia das Letras, 1987, p. 229.
maior contra a torrente, Sáo Paulo,
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MARCO ANTONIO COUTHINHO JORGE
a otros pueblos y ver morir a sus hijos que admitir la diferencia puesta en juego por el deseo homosexual. Diferencia que se resume en la formulación lacaniana: la relación sexual no existe". Repudiar el u
w
n
matrimonio de homosexuales es una excelente manera de sustentar
e i o e a relacrón sexual: o sea, e e que a complementariedad r \ ¡ M , entre los sexos ex15te. En ese sentido, es importante observar como el debate suscita o en los EUA por esta cuestión promovió expresiones como:
unión natural ,
matrimonio sagrado", etcétera.
En tal sentido, como ya indique, es bastante signi cativo que Freud, al abrir los Tres ensayos, cite el mito de Aristófanes relatado en El ban-
quete de Platón de manera sorprendentemente parcial. Retira del mito su costado subversivo, la idea de que hay seres homosexuales y heterosexuales, y lo presenta exclusivamente en su aspecto romántico, difundido en la cultura, de búsqueda de la complementariedad entre los sexos opuestos. Si eso es así, ciertamente es siguiendo una estra-
tegia: el libro de Freud es un radical cuestionamiento de esta misma idea y desarrollaprecisamente lo que Lacan terminará por resumir diciendo: la relación sexual no existe. C_)_ sea, Wmariedad entre los sexos. Y si en la época se hablaba de inversión sexual , am que había una versión sexual. Todo indica que Freud explora la faceta d'el mito más aceptada por la cultura para poder desarrollar su crítica con relación a ella. Al respecto, es bastante signi cativo que Freud igualmente cierre los Tres ensayos re riéndose a la Antigüedad griega... Otra manifestación de prejuicios referidos a la sexualidad en la cultura fue el intento de la ex gobernadora del estado de Río de Janeiro, Rosinha Garotinho (cuyo nombre es graciosamente bisexual),°°
de promover a través del estado el tratamiento gratuito para los homosexuales que deseasen curarse. Se trata del proyecto de ley núm. 717/2003 propuesto por el diputado estatal evangélico Edino Fonseca. Los mayores deedad podrían buscar tratamiento voluntariamente" y los menores, ¡por la voluntad de los padres! Tal proyecto que partía del supuesto de que la homosexualidad es una enfermedad que puede, y, por lo tanto, debe ser tratada- amalgamaba los prejuicios de los evangelistas a liados a la Asamblea de Dios con las fuerzas re6° Rosinha es un nombre que denota el género femenino mientras que Garotinho, cuya acepción es chavito , pertenece al género masculino. De ahí la observación del autor entre paréntesis en el texto. [T.]
1905- 1908: LA SUBVERSXÓN FREUDIANA
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presivas del estado pero no obtuvo la aceptación y fue repudiado en la medida en que algunos sectores de la cultura se manifestaron con claridad a través de artículos en la prensa y de protestas en la Cámara. En ese momento los psicoanalistas se pronunciaron para sustentar la posición presentada en los Tres ensayos y desarrollada por Freud a lo largo de toda su obra. Acyr Maya manifestó su repudio a la Asociacáo de Apoio ao Ser Humano e á Família (ABRACEH) , grupo liderado por la psicóloga evangélica Rosángela Alvesjustino, cuyo objetivo era ofrecer apoyo a los homosexuales que voluntariamente deseasen abandonar la homosexualidad . Maya consideró tal institución -que contraria una de las instrucciones del Consejo Federal de Psicología, según la cual la ética de los psicólogos es laica y, por lo tanto, el ejercicio de la profesión no puede ser confundido con creencias religiosas que los psicólogos quizá profesen como una coerción disfrazada de terapia . En el fondo lo que se buscaba, con la pretendida corroboración de la ciencia, era anular la legitimidad de la existencia de los homosexuales y estancar el proceso de lucha por sus derechos .6l Antonio Quinet denunció igualmente esa propuesta como un dispositivo heterosexista y homofóbico que favorecía la homofobia internalizada [de todos] al alimentar la fantasía de conversión [siguiendo el
modelo de la conversión religiosa espectacularmente esceni cada en los templos evangélicos] y al prometer lo imposible: la ortopedia de la pulsión sexual .672 No fue lo que ocurrió en Francia: en ese país el debate sobre la adopción de niños por padres homosexuales produjo una manifestación contraria de algunos psicoanalistas, vehementemente denunciada por Elisabeth Roudinesco como una verdadera cruzada en contra de los homosexuales en nombre del psicoanálisis. En un debate publicado en 2002 por la revista Le Nouvel Observateur, jean-Pierre Winter se declaró en contra y a rmó que las parejas homosexuales quieren fabricar niños simbólicamente modi cados . Otros psicoanalistas quisieron hacer valer el peso de su autoridad para ponti car sobre el asunto: Charles Melman acusó a los padres homosexuales de ser adeptos de un tipo de narcisismo primario del cual quedaría excluida toda verdadera relación con el otro. Pierre 5' Acyr Maya, derno, p. 7.
Coercáo disfrazada de terapia , jomal 0 Globo, 19/6/2004, 1er. cua-
6* Antonio Quinet,jomal 0 Globo, 15/ l 1/2004, 1er. cuaderno, p. 7.
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MARCO ANTONIO COUTHINHO JORGE
Legendre consideró el deseo de normalización de los homosexuales como tributario de un hedonismo ilimitado, heredero del nazismo.
A] respecto, Roudinesco pregunta: ¿Por qué los homosexuales serían responsables por este hedonismo que existe en todas partes en las sociedades llamadas posmodernas y que, de hecho, podemos criticar? ¿Y por qué designar este hedonismo como un heredero del nazismo, cuando esta corriente losó ca existe desde la arcaica Grecia? Estar bajo la protección del nombre de psicoanálisis o de cualquiera de sus instituciones, o aún decirse lacaniano, no es en lo más
mínimo su ciente para sustentar su discurso. Se trata de algo muy distinto. Curiosamente, estos psicoanalistas intentaron justi car sus posiciones absolutamente prefreudianas a través de seudoteorías y fueron bombardeados por una cultura liberal en la cual, felizmente, no hay lugar para la homofobia trasvestida como discurso cientí co. Afortunadamente Elisabeth Roudinesco tuvo el su ciente valor para levantar la bandera del psicoanálisis en la prensa y al lado de intelectuales, recordando que, si la cultura ha logrado hoy mayor libertad en materia sexual, ello se debe en gran parte a la obra del creador del ' psicoanálisis.
5 Elisabeth Roudinesco, Psychanalyse et homosexualité: réflexions sur le désir pervers, l'injure et la fonction paternelle", Clinique: Méditamnémnes, núm. 65, 2002. p.32.
FREU'): UNA CRÍTICA DE LA RAZÓN SEXUAL* ANA MARIA RUDGE BETTY BERNARDO FUKS
Pocos años después de inaugurar el psicoanálisis con La interpretación de los sueños (1900), texto clave para comprender la escritura del inconsciente, Freud
rma su primera crítica a la cultura en
nuestro
artículo acerca de La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna" (1908). Parece ser un salto prematuro del fundador de la ciencia de los sueños, sumergido por entonces en la tarea de articular dos de sus principales conceptos: inconsciente y pulsión. Sin embargo, un análisis riguroso demuestra que el tema de la relación del sujeto con la cultura ya estaba pre gurado en el Proyecto de una psicologia para neurólogos (1895). Allí, designando como complq'o del prójimo el juego que ocurre en la emergencia de lo humano, Freud describe una escena inicial en donde el recién nacido establece el primer y rudimentario lazo social con el ser cercano (Nebenmensch), el primer otro que atiende a su grito de socorro, satisfaciendo su sed y su hambre. Todo quedaría ahí si el bebé necesitase del otro tan sólo como un instrumento adecuado para reparar una falta localizable en el cuerpo. Más allá de la mera expresión de un imperativo biológico, entretanto, el grito pasará a actuar como llamado de socorro e invocación de la presencia materna. Una primera interlocución se establece entre el bebé y aquél, por lo general la madre, que ocupa el lugar del Otro del lenguaje, signi ca y nombra su dolor, lo impulsa a juzgar y reconocer las excitaciones internas que emanan de su propio cuerpo, y a separarse de la fuente de excitaciones externas que uyensobre sí, del mundo exterior. El sintagma con el que Freud designa esa asistencia, indispensable al advenimiento del infans como ser hablante, es auxilio ajeno.
El término ajeno remite a lo no familiar, lo extraño, lo que se aprende con horror. Mientras tanto, el psicoanálisis revela una pa* Traducción de Sonia Radaelli.
[7 7]
ANA MARlA RUDGE / BETTY B. FUKS
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radoja: para este ser minúsculo, el otro es un desconocido situado en una relación de extrema cercanía. El prójimo es, al mismo tiempo, su primer objeto de'satisfacción, fuente de la experiencia mítica de placer absoluto que el niño intenta reproducir posteriormente y también el primer objeto hostil, presencia extraña y amenazadora; única potencia capaz de prestar socorro, aquel que acoge y responde afectivamente a su necesidad de confort, ordenando sus manifesta-
ciones pulsionales. Objeto ambiguo, puesto que polo de fascinación y repulsión, el otro, en la perspectiva freudiana, se constituye como lo familiar-extraño ( Unheimlich).
En resumen, fertilizada por la libido y por el lenguaje, la sociabilidad comienza exactamente en ese punto de intuición de la extrañeza del prójimo. Momento del nacimiento de una relación de parentesco, más allá de toda biología, con alguien que es, al mismo tiempo, el semejante imagen del yo del sujeto , y aquello que hay de más extraño y ajeno dentro de sí; lo imposible de metabolizar, el resto no susceptible de ser alcanzado en los meandros de la cultura. Éste llega a ser un punto crucial para los futuros procesos de subjetivación del niño. La experiencia subjetiva implica, necesariamente, la referencia del sujeto al otro objeto de amor (modelo ideal) y de odio (obstáculo
insalvable) , y al lenguaje. Para ubicar a ese otro que Freud identi có como bisagra entre el sujeto individual y el colectivo, Lacan introduce los términos Sujeto y Otro, articulando con precisión lo que designó como la transindividualidad primordial del inconsciente: más allá de las marcas libidinales que recibe de sus prójimos, el sujeto es marcado, de forma indeleble, por ciertas representaciones sociales y politicas de su tiempo. La originalidad de la lectura de Lacan refuerza la verdad del destino que Freud reservó a sus herederos: añadir a la práctica clínica, de uno en uno, la función de críticos de la cultura
que producen testimonios de lo que observan. Tal función es central, indispensable, para el quehacer del psicoanalista. Advierte Lacan: Mejor pues que renuncie [a practicar el psicoanálisis] quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época. Advertencia que parece ajustarse como anillo al dedo en los lectores de La moral sexual". El artículo instiga al lector a interesarse 'jacques Lacan, Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis", Escritos I, México, Siglo XX], 1998, p. 309.
FREUD: UNA CRÍTICA DE LA RAZÓN SEXUAL
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por el tiempo histórico-cultural en que fue escrito, y seguir de cerca el modo en que Freud teje su análisis crítico de la época a partir de lo que pudo aprender en la clínica, vale decir, acerca del inconsciente en su realidad sexual. A rma al mismo tiempo que el psicoanálisis se re ere al sujeto en su singularidad, pero este singular, por estar ligado ' al lenguaje, forma parte de la gran Historia. Los lectores de la obra de Freud debemos estar atentos a esta doble referencia si queremos traer un nuevo esclarecimiento al texto de 1908, y evaluar su relevancia y
actualidad clínica un siglo después. ¿Bajo qué premisas histórico-culturales Freud formalizó las tesis desarrolladas en este artículo? Desde nales del siglo x1x hasta la llegada de los nazis en 1938, Viena fue el escenario de cuestiones, introducidas desde los más diversos sectores de la cultura, relacio-
nadas con el proyecto de la modernidad; esa producción histórica rompió con muchas ligaduras del hombre a ciertas visiones del cosmos y a las tradiciones, al elevar el discurso de la ciencia a la
posición de representante de la verdad. El movimiento modernista proveniente de la fuerte crisis instalada por el nuevo paradigma, era la conciencia crítica del proceso de modernización y de sus resultados. Entre los innumerables intentos de reescribir las bases de inserción del sujeto moderno, tal vez el psicoanálisis fue la más el de las producciones del modernismo. Se sabe que Freud descentró al hombre de sí mismo, denunciando como ilusión la identidad en-
tre conciencia y mente, y reconociendo su fragilidad. A pesar de ser un pensador proveniente del iluminismo, mostró que era posible disipar las signi caciones jas y completas para dar lugar a la emergenciadel sentido, siempre lacunario. La exploración del país del Otro el inconsciente- pone en evidencia, de forma contundente,
el esfuerzo freudiano de ubicar al psicoanálisis en la frontera entre lo dicho y lo no dicho. El tema de la nerviosidad moderna constituía el telón de fondo de la literatura artística-cultural de Occidente, a mediados del siglo
xrx. El estado del alma de quien efectivamente padecía los efectos del progreso de la civilización iluminista, era descrito como nervioso tanto en las artes como en la loso a. Como lo expresa el crítico literario jacques Le Rider en La modernidad vienesa y las crisis de identidad (1992), en el pensamiento losó co crítico de la decadencia moderna iniciado por Nietzsche, sobre todo en Humano, demasiado humano,
los signi cantes modernidad y nerviosidad , son usados casi como
ANA MARXA RUDGE / BETTY B. FUKS
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sinónimos.2 Para este lósofo, el peso de la cultura, la exigencia que ésta impone al individuo de todo conocer y dominar, llegó a ser una fábrica de neurosis que afectaba principalmente a las clases cultas de los países europeos. Muchos textos literarios que siguieron a la obra de Nietzsche revelaban intensa perplejidad y los autores apelaban a la regeneración de la humanidad que se habría perdido entre los comienzos del fracaso del proyecto iluminista y los síntomas derivados del progreso . Al tomar en cuenta la atmósfera de la que Viena estaba impregnada, Le Rider expone quelas inquietudes de algunos autores por su propia nerviosidad era una gura recurrente en sus discursos ysus obras. En el ámbito de estas mismas críticas, lashipótesis surgidas en campos diversos, como los de la medicina, la psicología y la psiquiatría, ganaron primacía: W. Erb, en su obra sobre la nerviosidad contemporánea, Binswanger, en el ensayo sobre la neurastenia y el progreso en la cultura americana, y Kraft-Ebing, fundado en sus propias re exiones sobre la degeneración, la neurosis y la neurastenia, reconocían y resaltaban la enfermedad nerviosa moderna como un efecto del incremento de las exigencias sociales y económicas, con un gasto mayor de energía, para cuya reposición no se le concede, además, descanso su ciente ? Como se sabe, partes de estas críticas se encuentran trans-
critas en La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna . Freud no las descarta completamente, aunque impone un corte en esas teorías, cuando a rma que el sufrimiento del hombre moderno depen-
de de un factor fundamental la sexualidad . Con esto, además de marcar una ruptura con el modo de pensar el sufrimiento vigente en la época, el fundador del psicoanálisis circunscribía el campo y la - ' especi cidad de su disciplina. Curiosamente, la idea de vincular a la nerviosidad con la sexuali-
dad no fue propiamente el gran hallazgo de Freud. Según Peter Gay, muchos escritores románticos y no pocos psicólogos de la época ya habían establecido algún tipo de vínculo entre depravación sexual y nerviosidad. Observa el historiador (Gay) que la genialidad de Freud J. Rider, A Mademidade vieneme e as misas de identidade, Río de Janeiro, Civilizacáo Brasileira, 1992, p. 68 (Moda-nité viennoiseet cris: de l idmlité, PUF, 1990). Sigmund Freud, La moral sexual 'cultural' y la nerviosidad moderna", Obras completas, Buenos Aires, SR, p. 30. En este volumen pp. 11-29. ' Peter Gay, The bourgtoi: experience, Victoria toFreud, Nueva York, Nueva York - Oxford,
1986, p. 351.
nusun: UNA CRÍTICA DE LA RAZÓN SEXUAL .
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fue atreverse a revertir esta perspectiva y a rmar que la represión de la sexualidad, es decir, la regulación y codi cación del sexo y del lazo social entre los hombres, sería, en verdad, la gran fuente de enferme-
dades del alma del hombre moderno. Al reconocer que la represión de la sexualidad corresponde a una operación psíquica del propio sujeto frente a las exigencias de la cultura, anunciaba uno de los destinos de la energía pulsional. Un poco más tarde, a partir del desarrollo lógico de las tesis del texto de 1908, construidas a partir de la escucha clínica, apela Freud a la
hechicera
(die Hexe) (la metapsicología)
para proponer el concepto de represión originaria. Con mucha hechicería , crea el mito de Tótem y tabú, el mito cientí co , una narra-
tiva sobre el origen del sujeto y de la cultura. Tótem y tabú (1913), texto del que Freud jamás ocultó su predilección personal, mapea con precisión los presupuestos psicoanalíticos de las bases y condiciones de la civilización: a] supresión de la gura de poder excesivo y omnipotente, el Padre primitivo que detenta el goce absoluto; b] obediencia a las leyes e instituciones que aseguran el lenguaje y el lazo social.5 Por lo que se puede concluir que La moral sexual cultural' y la nerviosidad moderna fue una obra preparatoria del necesario salto al futuro reservado a la teoría psicoanalítica de la cultura. En el contexto histórico de la obra de Freud, la idea de que la
represión de la sexualidad producía la nerviosidad moderna puede considerarse como tributaria de la noción misma de pulsión introducida en los Tres ensayos de teoría sexual (1905). Aquí, desprovisto de cualquier moralismo o marcas ideológicas, Freud ubicará a las
ulsiones
parchlo que no tiene remedio ni nunca lo tendLáLLas caracteriza no sólo como parciales, sino también comopolimorfas y
peRÉrsaÁFÏMón de perversión para conceptualizar a la sexualidad infantil, Freud rompe enteramente con los presupuestos
en los que descansaba dicha noción, en su tiempo Para el senti_do
com penugsián en lobaba las ideas de sexualidad
añórmal y Héïéï'toíóïaíideas que veníín gursmñmeïta legisigloxm.
consistencia conceptual en la medicina legal del " 71 77 __k luli," r-i ñ mñ 7
Ïasexualidad normal, de la cual la perversa sería una desviación,
es la que sirve para la conservación de la especie, en el marco de un ideario evolucionista. Al caracterizar a la sexualidad infantil como uni5 Betty B. Fuks, Freud ¿7 a cultura, Río de]aneiro,jorge Zahar, 2003, p. 28.
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versalmente polimorfa y perversa,Freud subvierte esa noción, una vez que el término perversión ya no designa solamente a una anomalía o desviación de la norma, sino a la sexualidad infantil normal. La ten-
dencia a la perversión es percibida como parte de la constitución del sujeto humano, lo que signi ca que se deberá abandonar la noción
de instinto. La pulsión sexual, dadas su indeterminación, su extrema
plasticidad y su desadaptación , fuerza a un alejamiento completo del paradigma del instinto. A diferencia del instinto, la pulsión no posee un objeto natural al cual adaptarse. La teoría de la pulsión, aunque enigmática, de nida de forma ambigua e interpretada de muchas maneras díscordantes, algunas de ellas reduccionistas, es una innovación importante en la noción de sexualidad hegemónica hasta ese entonces. Al conce tualizgfwiiadje forma inédita, y al re resentarla a traves e los destinos de la pulsión, Freud rmaba la tesis de ue la sexualida Las pulsiones no pueden ser reducidas a la biología. Se constituyen apuntalándose en la satisfacción de las necesidades, y son, por lo tanto, trazos y residuos de las vivencias con el Otro materno en los inicios de la vida (experiencia de satisfacción), vivencias que causaron placer y que se desea conservar para siempre. Son, por lo tanto, el fundamento y el correlato de los primeros lazos sociales que describimos en el inicio de este texto, y la materia bruta de la que Eros se sirve, en su búsqueda de juntar individuos, familias, pueblos, en una unidad, ya que la cultura es un proceso al servicio de Eros .6 En este sentido, se puede decir que el concepto de pulsión fue una herramienta conceptual importante utilizada por Freud en su movimiento tendiente a invalidar toda y cualquier diferencia entre psicología individual y colectiva, tomando al hombre como un ser de la cultura, así como de
desconstruir la continuidad entre psicología humana y animal, base de muchas teorías y re exiones del campo de la psicología. En
La moral sexual cultural' y la nerviosidad moderna , el autor,
en un primer momento, impregnado por las mismas preocupaciones de sus contemporáneos, indaga el modo por el cual las barreras históricas impuestas a la sexualidad por el movimiento civilizatorío (lo que de la pulsión está regulado por el lenguaje y, por lo tanto, sometido a la Ley de de prohibición del incesto) enferma al sujeto. Al respecto, ° Sigmund Freud, Tres ensayos de temía sexual (1905), AE, vol. VII, p. l06.
FREUD: UNA CRÍTICA DE LA RAZÓN SEXUAL
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el lector advertido captará este efecto en la transcripción del habla de uno de sus pacientes sumergido enlos dictámenes morales de la época: En nuestra familia hemos enfermado todos de los nervios por haber querido llegar a ser algo más de lo que nuestro origen nos permitía. ¿Una exigencia de la cultura moderna? Parece que sí, responde Freud aludiendo a los datos de la investigación de W. Erb, aunque tales factores de predisposición a la neurosis puedan o no ejercer ese efecto. La lucha por la existencia exige del individuo muy altos rendimientos [. . .]; al mismo tiempo, las necesidades individuales y el ansia de goces han crecido en todos los sectores, un lujo insólito se ha extendido hasta penetrar en capas sociales alas que jamás había llegado antes. 8 Lo sorprendente es que el texto escrito hace un siglo da la impresión de ser un comentario sobre los impasses de la época en la que vivimos. Modernidad: goce excesivo, lujo, irreligiosidad, músicas ruidosas, nue-
vos medios de comunicación, prisa, agitación, etc. .. Con mucha razón, la literatura acerca de la modernidad de la Viena de Freud insinúa que ella adelantó, en muchos aspectos, nuestra posmodemidad. Sin embargo, entre éstos no se encuentra la moral sexual civilizada de la época,
sobre la cual Freud teje severas críticas, señalándola como la principal responsable de las neurosis que encontraba en su clínica. Por ese motivo, hay quienes lo acusan de ceder ante la utopía, al suponer que, si esa moral fuese menos rígida, los hombres serían más felices. Se ha dicho que más tarde, al escribir El malestar en la cultura , Freud ha-
bría admitido que el malestar es irreductible, ya que la cultura descansa necesariamente sobre la supresión de nuestras tendencias sexuales y destructivas. Diremos, sin embargo, que ésa es una lectura apresurada de La moral sexual , ya que la complejidad dei algumento en ella desarrollado no autoriza la esperanza utópica de algún happy ending. Una lectura más cuidadosa del texto de 1908 revela que el análisis del sufrimiento psíquico no se puede basar en la concepción de una simple oposición entre cultura y sexualidad. La aporía permea el texto: si por un lado la cultura exige la represión de la sexualidad para su bene cio, por el otro, esto no impide que este mismo mecanismo sustraiga de la cultura ciertas preciosas aportaciones. Por ejemplo, Freud observa que, como las mujeres eran instruidas, por la educación que recibían, para no ocuparse intelectualmente del sexo y para no ceder 7 Sigmund Freud, La moral sexual 'cultural' y la nerviosidad moderna", SR, p. 28.
" Ibid, SR, p. 29.
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ANA MARIA RUDGE / BETTY B. FUKS
a su curiosidad, muchas veces la supresión de la curiosidad sexual no
lograba sus efectos sin que se produjese una inhibición general del pensamiento. Así, la inferioridad intelectual de las mujeres sería una de las consecuencias de ese estado de cosas. De la misma forma, Freud
observa que un hombre que reprime sus inclinaciones a la dureza y a la crueldad, volviéndose bondadoso en compensación, probablemente hará mucho menos por los otros, debido a la inhibición, que si no hubiese reprimido la hostilidad. Todas esas consideraciones llevaron a Freud a insistir en que las neurosis logran siempre frustrar los propósitos de la cultura y que, efectivamente, hacen el trabajo de las fuerzas mentales reprimidas,
hostiles a la cultura. Genéticamente, la naturaleza asocial de las neurosis resulta de su tendencia más
originaria: refugiarse de una realidad insatisfactoria en un placentero mundo de fantasía. En ese mundo real que el neurótico evita gobiernan la sociedad de los hombres y las instituciones que ellos han creado en común; por eso dar la espalda ala realidad es al mismo tiempo salirse de la comunidad humana.9
De ahí que el síntoma deba ser considerado como una acción de protesta en contra de la acción coercitiva de la civilización. Es sugestivo observar el uso de las metáforas bélicas y disciplinarias por parte de Freud para esclarecer el mecanismo de la neurosis defensa, resistencia, freno, represión, censura, etc. -; ellas revelan el estado de
tensión entre el sujeto y el Otro de la cultura. No sin razón, los Estudios sobre la histeria" son un tratado sobre los efectos de la politica de represión sexual novecentera sobre la mujer. Allí el psicoanálisis es presentado al lector como un saber, un bien de la cultura, capaz de
incentivai el regreso de las pasiones a la escena de lo social. De manera general, el movimiento del freudismo consistió en diluir las fronteras entre normalidad y patología psíquica, dejando ver que son las mismas leyes las que gobiernan el psiquísmo, y que, atoda patología, corresponde una contrapartida en la psicopatología de la vida cotidiana. Mientras tanto, Freud toma sin dudar el mecanismo de inhibición como una línea divisoria entre neurosis y normalidad,
como se puede leer en la carta escrita a Abraham el 3 de junio de 1912, sobre el Faraón Amenhotep IV (1360 a 1343 a.C.), a quien este 9 Sigmund Freud, Tólemy tabú, AE, vol. xui, p. 78.
FREUD: UNA CRÍTICA DE LA RAZÓN SEXUAL
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amigo de Freud considerababa como un neurótico, a cuenta de la
rivalidad edípica y de la intensa rebeldía en contra de su padre, que podría desprenderse de su historia: ...tengo dudas si representar lan de nidamente al rey como un neurótico, lo que contrasta nítidamente con su energía y actos excepcionales, pues asocia-
mos la neurosis... con la inhibición. Todos tenemos esos complejos y debemos evitar llamar neurótico a todo el mundo.
La inhibición no es tan sólo una consecuencia de la pérdida de energía que, en toda neurosis, tiene que ser empleada para el mantenimiento de la represión. Como quedará claro más tarde, el primer movimiento de la neurosis es un alejamiento de la realidad por la introversión de la libido (Freud, 1924), y ese alejamiento subyace a toda sintomatología neurótica. Freud interpreta el término introversión, forjado por jung, en tanto que retracción de la investidura libidinal de los objetos de la realidad y de lo cotidiano, y su empleo en la investidura de ciertos objetos imaginarios. La introversión es la contrapartida de la represión, producida por el yo bajo la in uencia del con icto de las pulsiones con la realidad. La consecuencia es que los objetos imaginarios pasan a ser investidos, y la libido queda en parte restringida al mundo de la fantasía: las satisfacciones serán predominantemente imaginarias, y la búsqueda de satisfacciones en la realidad queda relegada a segundo término. Esa forma de satisfacción imaginaria de la pulsión es la otra cara de la inhibición del acto. El yo intentará impedir que la satisfacción sustitutiva de la pulsión reprimida tenga cualquier efecto en la realidad. El síntoma neurótico, en tanto que satisfacción pulsional sustitutiva, degrada y desvía las satisfacciones pulsionales hacia el plano de lo imaginario, al rehuir la acción en la realidad. Muy por el contrario, el otro destino de la pul-
sión alternativo ala represión, la sublimación, coloca fuertes sumas de
energía a disposición del trabajo en favor de la cultura. Una original contribución del texto de 1908 reside en la aplicación de la idea de que la pulsión sexual, que está inhibida en la neurosis y apenas se satisface, ya que sólo lo hace imaginariamente, puede efectivamente encontrar satisfacción en la sublimación. A diferencia de la '° Hilda Abraham (1974), Karl Abraham: An Un nished Biography", Int, R. Psychoanalysis, pp. 17-72, carta del 3 de junio de 1912, p. 44.
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represión, la sublimación incita al sujeto a sobrepasar el narcisismo, a desobedecer los mandatos del superyó. Se trata de un modo de conquista del erotismo por la vía de la elevación estética y ética: Aquellos individuos a quienes una constitución indomable impide incorporarse a esta represión general de las pulsiones, son considerados, por la sociedad, como "delincuentes" y declarados fuera de la ley, a menos que su posición social o sus cualidades sobresalientes les permitan imponerse como
grandes hombres" o como héroes .
Héroes, creadores y artistas son quienes, de algún modo, subordinan la actividad pulsional al cumplimiento de su obra. La obra creativa siempre implica una transgresión, el encuentro de lo nuevo, de lo que no estaba subsumido en el stalu quo. Continuando con el tema de la sublimación, en El malestar en la cultura, Freud muestra cómo la
creación artística contribuye a aminorar los poderes de la represión social sobre las pulsiones. El impacto de determinadas obras plásticas sobre, la civilización, con su eventual valor subversivo, testimonia del
vigor de la sublimación sobre la vida social. La vía de realización del deseo presente en, las fantasías y que fundamenta los síntomas neuróticos, o sea, la que se mantiene en el pla-
no imaginario y tiene como paradigma la satisfacción alucinatoria, es considerada por Lacan, en el seminario XX, como una satisfacción
paradójica. El objeto imaginario con el que ella se contenta, no está bien moldeado para la satisfacción pulsional. Las satisfacciones imaginarias, por evitar los riesgos de displacer, son satisfacciones insu cientes desde el punto de vista del goce.12 Es en el acto donde la pulsión puede encontrar su (relativa) satisfacción.
Por lo tanto, el terreno de la pulsión es el del acto; por eso ella es de nida por Freud corno una pieza de actividad, idea desarrollada por Lacan cuando localiza en el trazado del acto la esencia de la pulsión. Exponerse a la an ustia esla_contrapartida de no inhibir el acto,
de no huir frente a la exigencia pulsional. Freud no llegoa desarrollar sistemáticamente la noción de sublimación, o tal vez lo haya hecho en " la moral sexual cultural y la nerviosidad moderna (1908), SR, p. 32.
'2 J. Bekerman, Raíces del concepto de acto en el seminario VII y en la primera
tópica: placer, realidad y más allá", Acerca de la ¿tica del psicoanálisis, Buenos Aires, Ma-
nantial, 1990, p. 77.
87
FREUD: UNA CRÍTICA DE LA RAZÓN SEXUAL
el ensayo perdido que a ella habría dedicado. Sin embargo, abordó el tema como para que no quedasen dudas sobre el papel de fundamental importancia que el psicoanálisis le atribuye. Por un lado, la sublimación es consecuencia directa de la extrema plasticidad pulsional,
de la polimorHa perversa con la cual Freud describió a la sexualidad humana, al contrario de la sexualidad ti o e as otras es ecies am-' males, cuyo repertorio es bastante prevmble, y que se ada ta bien a u/
a
o
-
u
su objeto natural. Al contrario, en cuanto a la pulsión, el objeto es lo
que hay de más contingente. Por eso se puede trasmutar, volviéndose hacia metas y objetos que parecen no tener nada de sexuales y que representan algo de valor para la cultura. Fuera de esa de nición, poco nos legó Freud, excepto la clara indicación en Pulsiones y destinos de pulsión , de que la sublimación es un destino independiente de la pulsión que no se confunde con la represión, lo que nos permite concluir que sus efectos no son sintomáticos, no comparten con los
síntomas su estructura de formación de compromiso, y no constituyen una forma de satisfacción deformada o cifrada, desconocida por el sujeto, y que se mantiene predominantemente en el plano de lo imaginario, aunque no sin incidencias sobre lo real, a diferencia de
los sintomas neuróticos. Regresemos al faraón Amenhotep, los egiptólogos lo llamaban el rey hereje , a quien Freud rehusó el epíteto de neurótico. Él no fue un gran político o conquistador, como sus ancestros; su imperio se desmoronó durante su reinado, bajo su total indiferencia. Su mayor iniciativa fue, según Abraham (1912), una revolución en el dominio
espiritual, puesto que anticipó ideas fundamentales para la religión y la ética, que acabaron por ser ampliamente aceptadas, pero solamente más de mil años después. El culto predominante en su remota época era el de Amón, dios cuyo nombre estaba incluido en el nombre que el faraón habia heredado de su padre, y que signi caba el amado de Amón . El rey procedió a elevar al dios Atón, rival de Amón, a la categoría de dios único, erigiendo al monoteísmo como una nueva visión del mundo. Abraham interpreta ese abandono del dios de su padre y la conversión al dios Atón, como efecto de una sublimación de la agresividad. El faraón transforma, a través de su obra,la rivalidad
y la oposición a la autoridad paterna en aspiraciones ideales. Asi, logró revolucionar la tradición que le había sido transmitida por su padre, tanto en los campos de las ideas y de la religión como
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en el del arte. Además de sus realizaciones, entre ellas la construcción de una ciudad dedicada a Atón, el Faraón abandonó el
nombre que el padre le transmitió, pasándose a llamar Ikhnatón, que signi ca agradable para Atón . ' Ikhnatón habría sido alguien que, en vez de reprimir su hostilidad
en relación cón el padre, la trasformó sublimatoriamente en una nue-
va religión que subvertía de manera radical las tradiciones heredadas de ese padre. Aunque transformada en sublimación, la hostilidad se vexpresa de forma bastante aguerrida y clara, llegando 11 rechazo del nombre de su padre. El faraón no escapa a la satisfacción pulsional envuelta en el acto; por el contrario, es capaz de inaugurar una nueva ética y otra concepción del mundo que posteriormente demostró ser tan decisiva en la historia de la humanidad. Las dos operaciones psíquicas represión y sublimación- fueron objeto de una reflexión minuciosa de Freud en La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna . Se puede reflexionar sobre la compleja relación entre el sujeto y la cultura y extraer de las entrelíneas del texto ciertas ideas que anticipan y preparan la emergencia, años más tarde, de las tesis de El malestaren la cultura (1930). Allí, efectivamente, Freud
tomó en cuenta esa cara de la solidaridad entre sexualidad y cultura, al subsumir en las pulsiones de vida
Eros- a la sexualidad, el amor, y
todo lazo social y al ubicar el con icto, no entre la cultura y la sexualidad sino en el combate entre las pulsiones de vida y las de muerte, o entre Eros y Tánatos. Con relación a ese giro teórico, efecto de la elaboración del concepto de pulsión de muerte, en el artículo de 1930, hay un pasaje importante que permite vislumbrar su novedad con relación al texto de 1908.
Yen efecto, la ética se dirige a aquel punto que fácilmente se reconoce como la desolladura de toda cultura. La ética ha de concebirse entonces como un ensayo terapéutico, como un empeño de alcanzar por mandamiento del superyó lo que hasta ese momento el restante trabajo cultural no había conseguido. Ya sabemos que, por esa razón, el problema es aquí cómo desarraigar el máximo obstáculo que se opone a la cultura la inclinación constitucional de los seres humanos a agredirse unos a otros."
" Sigmund Freud, Elmalestaren la cultura, AE, vol. xxr, pp. 137-138.
FREUD: UNA CRÍTICA DE LA RAZÓN SEXUAL
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Es una nueva época, la cuestión presentada por la actualidad al psicoanalista ya no está centrada en la represión de la sexualidad, sino en el impacto provocado porla primera guerra mundial, con la revelación de que, aún en los países que habían alcanzado el más alto nivel de realizaciones culturales, la violencia y la barbarie podrían emerger en su faceta más brutal. En El malestar en la cultura, el énfasis en la
represión de la sexualidad, como el factor fundamental responsable del sufrimiento humano, es relativizado por el mismo Freud. En ese texto más tardío, irá a destacar a la destructividad y a la represión de las pulsiones destructivas por intermediación del superyó, tan necesaria para la vida social, como núcleo fundamental del malestar en la cultura. Sin embargo, eso no signi ca que la represión de la sexualidad haya dejado de ser considerada como un determinante potencial para el padecer neurótico. A] contrario, en 1930, Freud rea rma la
tesis de que la vida sexualdel hombre culto se encontraba gravemente dañada, en proceso de retroceso, en función de las exigencias de la
vida moderna.
.
Como es común en la obra freudiana, las nuevas elaboraciones no implican un
abandonode las antiguas, sino su inclusión en una nue-
va con guración teórica. Cualquier crítica psicoanalítica a la cultura debe ignorar las diferencias rigurosas de la lógica aristotélica, los noes y los oes disyuntivos , para hacer valer, en la construcción dela teoría, la sonoridad de la conjunción y , en toda su plenitud. Es por eso por lo que no se puede abandonar, como lo hacen muchos, ni al primero , ni al segundo Freud. Entre las dos tópicas existe una tensión permanente. Si en 1908 la cuestión que convocaba a Freud a pensar la cultura era la nerviosidad, a cuenta de una moral
sexual cultural muy represiva especialmente para con las mujeres, en 1930 eran los trastornos resultantes de la violencia de la primera guerra mundial, así como la justa evaluación del alcance de la
destructividad en el humano, las que instigaban al psicoanalista a re exionar sobre la tercera fuente de malestar en la cultura: la relación del hombre con el otro. Aún asumiendo las más distintas tonalidades a lo largo del tiempo, ambas cuestiones aún nos acosan en la actualidad. Tras esta visión en retrospectiva de La moral sexual , subsiste la pregunta por su actualidad y por las perspectivas futuras. Muchos con-
" IM, p. 103.
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sideran a este texto como algo ya superado, una vez que la represión social de la sexualidad, especialmente sobre las mujeres, ya no subsiste en la forma de aquellas condiciones que tantas histerias produjeron en la Viena del siglo x1x. En esa misma línea, se cuestiona incluso si el psicoanálisis aún tendría un lugar en esta época en que todo es permitido , en que la moralidad del capitalismo es la de todo comprar, para de todo gozar y en seguida suprimir. Ésa fue una preocupación acuciante de Lacan en su retorno a Freud, cuando, frente al
panorama histórico de su tiempo y de la exigencia ética de delidad al pensamiento freudiano y a su transmisión, proponía una relectura de la energética freudiana de la pulsión en términos de economía política. En las palabras de Rabinovitch, lo que le interesa a Lacan es
,, _ una economía política del goce el plus de EQCOE ÍJS DÉ [68016 que j nos dejóïlo' que Lacan consideróACDJDQE LQQ ÉQibucion más_original, fueel conmptóde objeto a como real, objeto que oscila, en su presentación, entre dos dimensiones: la dimensión de causa del deseo y la
dimensión de la pulsión como pérdida o ganancia excesiva de goce. Tal vez La moral sexual cultural' sea el artículo de las Obras completas en que Freud plantea más claramente cuánto de los síntomas y quejas que constataba en su práctica clinica, en efecto, debía ser considerado como inseparable del contexto histórico y de las normas sociales vigentes y ya para entonces anticuadas. Se trata de una especie de brújula orientadora para el analista que desea seguir el ejemplo de Freud: indagando en el alma humana, dejarse sensibilizar por los problemas candentes de la época. El texto nos incita a tomar en cuenta, a partir de nuestras prácticas clínicas, la diversidad sociocultural, así como la
dimensión histórica y, a partir de ahí, eles a los conceptos fundamentales del psicoanálisis, alentar una lectura crítica de nuestra época. En los días actuales, la organización familiar viene sufriendo cambios importantes, la información corre con celeridad, las novedades
resultantes de los avances de la ciencia son, como todos lo sabemos,
impresionantes. La verdad es que, de modo general, desde la revolución sexual de los años sesenta y del advenimiento de la píldora anticonceptiva, la represión sexual sobre la mujer en Occidente, ha retrocedido de manera notable. Entre los psicoanalistas hay una gran preocupación por situar el '5 D. S. Rabinovich, Una clinica de la pulsión: Las impuln'ones, Buenos Aires, Manantial, 1989.
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psicoanálisis con relación a nuestra época, con todos estos cambios y con sus características sociopolíticas, toda vez que los pacientes que llegan a los consultorios ya no son los de hace más de un siglo. Los esfuerzos por dar cuenta de la mutable realidad cultural, son más que legítimos, son verdaderamente indispensables a la vitalidad del campo psicoanalítico. Con frecuencia lamentamos tener que constatar que sus resultados se quedan cortos, y que muchas a rmaciones parecen apresuradas y simplistas, que evitan la vía más ardua de construcción de la teoría, y el esfuerzo de una elaboracion interior al campo psicoanalítico que responda a dicho desa o. El desánimo frente a las perspectivas futuras del psicoanálisis llega a veces hasta el punto en que, en vez de situarlo en la actualidad, al-
gunos comentaristas le rehúsan todo lugar en nuestro tiempo, y prácticamente lo condenan a la extinción. Un escrito de Charles Melman es buen ejemplo de esta tendencia. En su libro El hombre sin gravedad, al intentar teorizar al sujeto contemporáneo desde el punto de vista del psicoanálisis, insiste en que ya no hay más represión ni inconsciente, y que, por lo tanto, ya no se establece la transferencia en los consultorios de los analistas. Ésas serían las consecuencias de la ideología actual, la de que cualquier deseo debería ser satisfecho , ° ideología que estaría legitimando las reivindicaciones de matrimonio para los homosexuales y las cirugías de cambio de sexo y de identidad para los transexuales. Melman es un crítico de esta contribución freudiana que venimos de reseñar en
La moral sexual , responsabilizando al fundador del
psicoanálisis por haber promovido el ideal de una moral sexual menos estricta y rígida. La libertad sexual, excesiva según el autor, hoy vigente con la bendición del fundador del psicoanálisis, habría vuelto al mundo menos interesante y estéril para el pensamiento. Posiblemente la idea que sustenta esa crítica, además del conservadurismo
que se deja ver en las entrelíneas de El hombre sin gravedad, es la queja de que el psicoanalista habn a perdido su lugar social con la argumentada desaparición de las neurosis clásicas, no sólo de la histeria sino
también dela neurosis obsesiva, cuadros que el psicoanálisis estaría en óptimas condiciones para atender y curar. ¡5 C. Melman, El hombre sin gravedad - gozar a cualquier precio, Rosario, Universidad
Nacional de Rosario, 2005.
'7 Sobre ese tema, cf. Rudge (2006), As teorias do sujeito contemporáneo e os des-
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Como la expansión económica del capitalismo requiere de consumidores sin hesitaciones ni pruritos morales, siempre listos para la búsqueda rápida de los últimos objetos e insignias de la moda, ávidos y adictos con relación a los objetos, se habría pasado de una cultura fundada en la represión, productora de neurosis, y para cuyo tratamiento el psicoanálisis estaba muy bien armado teóricamente, a una cultura fundada en la perversión, estructura que tantas di cultades ofrece para el abordaje clínico psicoanalítico. Los intentos de diagnóstico del sujeto contemporáneo, o sea, el recurso alos cuadros clínicos para caracterizarlo, son discutibles. Al clasi car al sujeto como perverso, melancólico o borderline, se llega a eliminar completamente la idea de la singularidad en nombre de un sujeto medio que representaría a la sociedad. La trasposición del espacio entre individuo y sociedad es algo que no se hace fácilmente, como lo advierte Elias. 8 Hay un hábito de pensamiento muy arraigado que frecuentemente se mani esta en ese intento. La sociedad está constituida por leyes que rigen las relaciones entre las personas. La tendencia es crear, para servir de soporte a las regularidades sociales, una mentalidad colectiva u organismo Colectivo .'9 El sujeto contemporáneo, de cualquier modo en que se le diagnostique, representa una modalidad de esa tendencia. Es también una construcción que sirve para dar consistencia a las regularidades de las relaciones sociales, atribuyéndoles una sustancia. En franca oposición a la proposición de un sujeto medio y representativo de una cultura o de una época, se encuentran tanto el pun-
to de vista del psicoanálisis que se vuelve hacia los sujetos uno por uno , como la consideración de que las miríadas de diferencias que podemos observar entre valores y formas de vivir no sólo Se distri-
buyen entre culturas diversas, como argumentan los relativistas, sino
que dentro de una misma cultura heredamos distintas tradiciones que pueden ser incompatibles entre síf"0 Siempre hay una contradicción entre la particularidad de experiencias restringidas a ciertos individuos o grupos, y la universalizatinos da psicanálise', A. M. Rudge (org), Traumas, Sáo Paulo, Escuta, 2006. '8 N. Elias, A sociedade dos individuos, A Sociedade dos Individuos, Río de Janeiro.
jorge Zahar, 1994. '9 Ibid., p. 24. Hay traducción al español, La sociedad de los individuos, Barcelona, Península, 1990.
2° T. Eaglelon, Las ilusiones del posmodemixmo, Buenos Aires, Paidós, 2004.
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ción de otras experiencias que se expresan culturalmente a través de conjuntos de símbolos que las vuelven homogéneas. No es sólo un autor, en este caso Melman, quien diagnostica al
sujeto de la actualidad. Ésa es una veta que hasido muy explorada en los últimos tiempos, aunque los diagnósticos propuestos por los diferentes ensayistas no siempre sean concordantes. Ehrenberg, que es un sociólogo y no un psicoanalista, ha influido fuertemente la producción en el área psi en torno al diagnóstico del sujeto contemporáneo. Mostrando cómo, en la sociedad actual, el culto al performance y la valorización de la autonomía son valores centrales, destaca a la
depresión como el síntoma pn'nceps del malestar de nuestros días. El culto a la performance se articula con la depresión porque,en una sociedad donde la autonomía y la realización personal son cualidades tan valorizadas, el temor de no estar a la altura se vuelve una constante. La depresión es un modo de responder a' esos nuevos problemas, y, según este autor, habría sustituido a la neurosis. Ehrenberg también tiende a descartar las formulaciones básicas del psicoanálisis como ya rebasadas. En su opinión parece que la depresión retoma la concepción de janet de neurosis, y margina a la concepción freudiana. El sujeto actualya no estaría sujeto a un conicto, sino al sentimiento de insu ciencia y temor al fracaso: La fatigue d e'tre soi es un estudio de caso en el cual busqué mostrar que, en
el paso de la neurosis hacia la depresión, se transita de una patología del con icto que coloca en escena al deseo a una patología de la insu ciencia, que pone en juego la cuestión de la acción"?2 La teoría freudiana de la neurosis es considerada por él como una forma de abordaje de la dimensión mental de los problemas genera-
dos por el tipo de reglas sociales de la época.
De la misma manera,
la depresión, sociológicamente hablando, es un modo de nombrar
cierto número de problemas generados por la regla de la autonomía que prevalece hoy, regla que está instituida en el sentido de que ella está en todos los espíritus. 23 La alternativa entre deseartar el modelo psicoanalítico del conflicto psíquico y adhen'r al de la insu ciencia, comoJanet, o, actualmen2' G. Velho, lndividualismo e cultura, Río de]aneiro,]orge Zahar, 1987, p. 18.
2 Alain Ehrenberg, Depresm'o, doenm da autonomia? Entrevista de Alain Ehrenberg a Michel Botbol. Traducción de Regina Herzog, Ágora, vol. 7, núm. 1, Río dejaneiro,julio/enero, 2004, pp. 14?rl53 (p. 50).
2 Ibidem, p. 51.
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te, Ehrenberg, o mantenerse el alos presupuestos del psicoanálisis, tal vez debiera ser evaluada más con parámetros éticos que con otros supuestamente cientí cos , engañosamente tomados como neutros y no valorativos. Z4 Para el psicoanálisis el con icto es permanente, porque la civilización nace con y por la represión. No puede existir cuerpo social sin la instauración de un sistema colectivo de represión. Cuando Ehrenberg se pregunta si el psicoanálisis no estaría a punto de trasformarse en una defectología, no hay cómo descartar esa concepción, todo es posible. El problema es dónde nos lleva. El término defectología, literalmente
estudio del defecto , es un área del saber
ligada a la educación de los niños con de ciencias auditivas, visuales y verbales irreversibles o retraso mental. Tomar a las depresiones o a ciertos problemas narcisistas u otras quejas que aparecen con frecuencia hoy en día, simplemente como defectos en relación con lo que se esperaría de cada uno, ¿no sería cerrar las con esos valores sociales de la actualidad, tales como la
autonomía, el nivel de performance, la realización personal? ¿No sería validar el sentimiento de fracaso de quien va abuscar ayuda a causa de lo mismo, asociándose al superyó cultural que comanda ese sufrimiento? En última instangiíel con icto eskramevibleïperque la pulsión garantiza la presencia de una oposición a las imposiciones
cultmap p'arte de este objeïói ïngobernable, descubierto 991193 poetas y elevado por el psicoanmiïalaaïgnjïadíiíciencia".26
Freudïademás de considerar al con icto como permanente, de-
fendió la idea del malestar en la cultura como algo progresivo e inevitable. Con todo, siempre creyó en la posibilidad de que, en vez de recurrir a un alejamiento de la realidad, sea a través de la introversión de la libido y elección por el mundo de la fantasía, como en el caso de la neurosis, sea por el recogimiento de la libido hacia el yo en la psicosis, ese malestar pueda llevar a modi caciones aloplásticas, o sea, al trabajo capaz de acabar en la transformación de esos aspectos de la cultura que causan sufrimiento. Pero los propios síntomas como destinos deMsión, tanto neuróticos como psicóticos,,llgyan_enjLun potencialdg crítica sófcial, que 2 Perelman (1988) muestra la importancia de rehabilitar los juicios de valor, que desde Descartes han sido tomados como externos a la razón. 5 E. Enriquez, De la horda á lÉtat. Essai de {nychanalyse du lien sociale, París, Gallimard, 1983. 2° N. A. Braunstein, 48variaciones sobre la 'moral sexual', en este libro, pp. 30-53.
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sólo podrá encontrar terreno fértil Rara ejerceLstLCMen tanto
hízïííiïrïseïisponga aBresgarje oídos, Fue lo que hizo Freud con
lamas, que denunciaban su insatisfacción sexual a través de sus síntomas; con Schreber, que escribió minuciosamente su delirio en
que afloraban las referencias al rigor y al sadismo que presidían su crianza por el padre, al igual que los trazos de la cruel moralidad de la Alemania prenazista; y con los neuróticos de guerra, que expresaban en sus dïsturbñs motores y enTaícrisis' de angustia su desesperación y su reïúo áÏa'b ru talïdad de la guerra.
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LA DOBLE MORAL (SEXUAL) " MARTA GEREZ AMBERTÏN
Ya que el desep no es menos culpable que el acto, los justos pueden entugarse sin riesgo al ejercicio de la más desaforada lujuria.
J. L. BORGES
l. La doble moral cuüural uLsional Quienes hemos sido atravesados por la obra freudiana tanto en la teoría como en la clínica- reconocemos la infatigable preocupación de Freud por dilucidar la pugna entre vida pulsional y cultural. Tal es el eje central del debate en La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna", texto del que nos ocupamos en este libro. Merecido homenaje a quien no retrocedió en sus palabras en épocas en las que abrir las puertas a temas tan espinosos era exponerse a la crítica implacable, al escarnio y hasta al ridículo. No en vano, poco tiempo antes de su exilio, Freud comentó con ironía pero cargada de amargura a propósito de la destrucción de sus libros: ¡Qué progresos hacemos! En la Edad Media me hubieran quemado a mí, hoy se conforman con quemar mis libros. El humo de las chimeneas de Auschwitz con rmaría ese tenebroso progreso y acabaría por corroborar los peores temores freudianos. A 100 años de la publicación de La moral sexual 'cultural' sus palabras continúan siendo corrosivas por las verdades que deslizan, aunque la moral cultural se empecíne en renegar de ellas. Por ello considero meritoria la propuesta del amigo y psicoanalista Néstor Braunstein, de dedicar un libro a ese artículo y le estoy reconocida por su invitación. En verdad, a partir de ese texto, son muchos los aspectos que podrían desplegarse los que, por cierto, se entrelazan entre sí- pero elegí centrarme en la cuestión de la doble moral sexual , dada su incidencia en la teoría y en la clínica psicoanalítica actual. Es éste el único escrito de toda su obra donde el fundador del psi-
, [97}
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MARTA GEREZ AMBERTÍN
coanálisis aborda la llamada doble moral sexual aunque consideramos que tal cuestión, si bien no se presenta en otros trabajos bajo ese título, ha sido una problemática tratada por él con frecuencia. Freud destaca el sintagma doble moral sexual "para referirse a la incómoda convivencia de juicios opuestos y contradictorios que moran en toda subjetividad a lo que Lacan alude como desgarro del ser moral
(1959-1960; p. 361). Discordancia irreductible, la doble
moral sexual conduce, indefectiblemente, a un desdoblamiento del
sujeto... contra sí mismo, _v a una permanente controversia intestina entre distintas leyes sociales que lo habitan. Antinomia universal de la humanidad que Freud, en Dostoievski y el parricidio (1927), resaltará en Los hermanos Karamazov. Rasgadura moral que atraviesa a cada uno de sus protagonistas: por un lado, acatamiento de la ley social; por el otro, enaltecimiento del criminal que atenta contra esa ley. Ninguno de ellos escapa a esa dualidad, ni siquiera Aliosha, el más santo. ¿Pero... podría algún humano escapar de esta discordancia? Imposible. Freud desplegará esta cuestión abierta en 1908 en El malestar en la cultura (1929) para arribar a la conclusión de que cuanto más
se intenta cumplir con el ideal social y desterrar las pulsiones, más inclemente se torna el gendarme interior con el esmerado virtuoso. En suma, las exigencias de la cultura no hacen sino retroalimentar y
reforzar a las pulsiones que pretenden expulsar. Exigencias que terminan siendo contaminadas por la mezcla y desmezcla pulsional y, por eso, ponen en peligro a la cultura y la sociedad. En la real posibilidad de extinción de nuestra especie ya por una guerra nuclear, ya por el cataclismo climático que parece imparable- no sería di cil rastrear tal Í peligro . La importancia de La moral sexual cultural " estriba en que no sólo anticipa (y argumenta sobre) el desencanto freudiano respecto a la promesa de pax culturalis, sino que mani esta abiertamente, como en ningún otro lugar, su desaliento respecto de las leyes sociales, esas que deberían regular el pacto social. Es decir, Freud pone en duda la garantía que puedan ofrecer tales leyes, justamente aquellas que deberían inscribirse en la subjetividad como diques contra las pulsiones y, así, garantizar el lazo social.
Ejempli ca la doble moral sexual en el contraste entre la delidad (y la monogamia) como práctica esperada inexorablemente en la vida amorosa de la mujer versus cierta anuencia que se otorga (en
LA DOBLE MORAL (SEXUAL)
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cambio) a los varones, e interroga: ¿por qué la sociedad admite esa doble moral? Y no sólo diríamos que la admite, sino que la sustenta a través de dobles mensajes. Al promediar su texto esboza una respuesta cuando a rma: [...] la doble moral sexual, existente para el
hombre en nuestra sociedad, es la mejor confesión de que la sociedad misma que ha promulgado los preceptos respectivos no cree posible su observancia
(1908a; p. 38x). Doble moral sexual (quizá corres-
ponda enunciar el oxímoron doble moral cultural-pulsional ") que anida en toda subjetividad y en las mismas leyes que instituye la sociedad. ¿No está acaso aquí delineando y anticipando aquello que manifestará sin ambages en El malestar en la cultura? La ley regulada que garantiza el contrato social y la renuncia pulsional arrastra, ella misma, un inquietante plus de irregularidad que es uno de los dardos que instila la nerviosidad ". Esa ley regulada, sancionada para favorecer el progreso de la espiritualidad, conlleva el paradójico incremento de aquello que pretende desechar: el retorno pulsional y su amenaza. Amenaza contra la subjetividad y contra el lazo social (el pacto social). ¿Cómo curar la herviosidad moderna "si tal amenaza es consustancial (intrínseca) a la cultura? Con ella y desde ella deviene en malestar la pulsión sexual que pretende ser desalojada con los ilustres argumentos de la cultura. No parece posible que el psicoanálisis pueda proponer la ilusión de tal pharmakon, pues, pese a que la civilización pretende expulsar la pulsión sexual, ésta se cuela y termina convertida en bastión del hostigamiento de la cultura. Por eso, al sujeto no le queda más remedio que navegar por la cultura haciendo lazo social y soportando, a su vez, los oleajes traumáticos que estallan en su seno. Y las minas de lo real que estallan ya no provienen tan sólo de la vida pulsional, sino y fundamentalmente- de la domesticación que la cultura pretendió hacer sobre esa vida. Lo que prometía la paz aporta, nalmente, la violencia de la discordia, tanto en el seno mismo de la
subjetividad como en el todo de la vida social. Yaquí Freud topa otra vez con las paradojas de la ley cuyo hilo ha de seguir incansablemente hasta el texto de 1939: Moisés yla religión monoteísla, en el intento de despejar las paradojas de la ley... la ley del padre que, en La m oral sexual cultural no nombra, pero cuyo tratamiento no podemos omitir. Discordancias entre la ley regulada y su otro lado, el oscuro saldo no legislable. La ley simbólica tiene su infaltable reverso en lo que Freud llama fuera de la ley "y nosotros el lado desregulante de la ley, su contraca-
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MARTA GEREZ AMBER I ÍN
ra más oscura que impele a gozar... siempre más allá del principio del placer. La ley regulada que impone la cultura - pretendiendo desterrar a las pulsiones no deja de incitar a la tentación de franquear sus limites; por eso, la sociedad que debe hacer cumplir la ley impone la doble moral cultuml-pulsional. Aqui desembocamos en una arista embarazosa proveniente de nuestra lectura del texto freudiano que nos interesa resaltar. Freud, al referirse a la doble moral sexual , no se circunscribe a la pulsión
sexual propiamente dicha; él alude a la pulsión en general. Ciertamente, aunque aún no ha plasmado su tercer dualismo que, desde 1920, incluye a la pulsión de muerte- hay, de alguna manera, una alusión a ella en el texto que nos ocupa bajo la solapada designación de ïnociones hostiles a la cultura" o crueldad . Esto se desprende de su a rmación: quien no pueda sofocar sus pulsiones enfrentará la sociedad como delincuente y declarado fuera de la ley , a menos que su posición social o sus cualidades sobresalientes no le permitan imponerse como un gran hombre o como héroe (19083; p. 38x). En nuestros tiempos podemos agregar: o como una gran mujer. Destacará también algo que va más allá de la vida amorosa (o marital) entre los seres sexuados, avanza hacia el horizonte del fuera de
la ley reguladora y se permite llegar hasta el terreno de lo criminaL Ynuevamente allí destaca la doble moral de la sociedad que no juzga a todos sus miembros por igual, que hace diferencias no sólo entre hombres y mujeres sino también entre las clases sociales ( estratos dice Freud) a las que ellos pertenecen. Es reconocido por todos que no reciben ni la misma sanción penal ni el mismo trato los crímenes de guantes blancos que los crímenes de la pobreza ; tampoco se trata con el mismo rasero a los motivados y bien trazados (calculados)
crímenes políticos, que a los pasionales inmotivados .
2. Formación reactiva, sublimación y vida pulsional En el texto que nos ocupa Freud arriba a una conclusión fundamental que no modi có en el resto de su obra: por más que alguien sofoque sus mociones pulsionales hostiles de dureza y crueldad, y haya llegado a ser extremadamente bondadoso, pierde en tal proceso, muchas veces, tan gran parte de sus energías, que no llega a poner en obra todo lo que corresponde a sus impulsos compensadores y hace,
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en de nitiva, menos bien del que hubiera llevado a cabo sin yugular sus tendencias constitucionales (1908a, p. 45x). De esa manera, su pregunta es insistente, porque si la ley que la sociedad establece para imponer los ideales de hiper- delidad, hiper-aseo, hiper-ahorro, hiper-bondad, hiper-virtud, etc., tiene un costo tan alto: ¿cuál es el bene cio de
sacri car la vida pulsional? Sin duda se obtiene un bene cio: el de hacer posible el pacto social y la con guración de la subjetividad, pero eso no sucede sin pagar un elevado precio. No sucede sin rebrotes pulsionales culturalizados; con lo cual se echan por tierra todas las tonterías harto difundidas de que el freudismo lanzaría y alentaría la propuesta de la liberación sexual-pulsional. Para desmentir esta interpretación he aquí lo que Freud escribe al año de iniciada la gran guerra: Toda vez que la comunidad suprime el reproche, cesa también la sofocación de los malos apetitos, y los hombres cometen actos de crueldad, de per dia, de traición y de ru-
deza que se habían creído incompatibles con su nivel cultural (1915; p. 282). Así, es ridículo atribuirle la intención antes puntualizada. Sin embargo, todos aquellos que en distintas épocas, incluyendo la del propio Freud, estuvieron y están más que dispuestos a lucrar con el pensamiento freudiano lanzando sus libros negros de variopintasnegruras, no dejan de embriagarse al reiterar las absurdas tonterías que aquí criticamos. En la cita del texto de 1908 que más arriba indicábamos como ímpulsos compensadores asoma, entre líneas pero sin ser nombrado como tal, el concepto de formación reactiva. Llama la atención que ese tenía, apenas insinuado en este texto, sea en cambio claramente tratado en otro de la misma época: Carácter y erotismo anal (1908b) prácticamente complementario del anterior, a tal punto que no puede leerse al uno sin e] otro. Freud afirma que las formaciones reactivas son
unos poderes contrarios, como la vergüenza,
el asco y la moral, que, a modo de diques, se conlraponen al posterior quehacer de las pulsiones sexuales (1908b, pp. 154-155). A partir de esta caracterización pretende, no sin tropiezos, establecer las diferencias entre formación reactiva y sublimación. Arribamos así, por otra senda, a uno de los meollos del debate freu-
diano en La moral sexual cultural "z la lucha del hostigamiento de la vida pulsional versus el hostigamiento de la cultura, pugna que se expresa en la doble moral sexual y que, además, encuentra sus reso-
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nancias tanto en la di cultad para arribar a buen puerto con la controvertida promoción conceptual de la sublimación, así como en la di cultad para establecer una franca diferencia entre esa noción y la noción de formación reactiva. Si la formación reactiva es una represión de la moción pulsional mediante el fortalecimiento de una representación opuesta a la rechazada, del fracaso de esa represión da cuenta el retorno de lo reprimido como compulsión de repetición (por ej., suciedad vs. hiper-limpieza obtiene como resultado la pertinaz compulsión de repetición a la limpieza). La represión, pretendiendo desexualizar, resexualiza en exceso; de modo tal que, aunque conduce a la socialización, acaba
produciendo, siempre, un plus de goce pulsional. Yes que Freud nos lleva al punto paradójico de reconocer que quien pueda sofocar sus pulsiones ... también puede terminar enfrentándose a la sociedad como un pálido criminal , jaqueado por impulsiones incontrolables y no llegar necesariamente a ser ni un gran hombre ni una gran mujer. La senda de la formación reactiva, por lo tanto, no ofrece promesas
alentadoras. Entonces, ¿será por el lado de la sublimación que es posible encontrar un atajo al avance de la pulsión? ¿Será posible por esa vía escapar a la nerviosidad moderna ? En La moral sexual cultural Freud considera a la sublimación como una modi cación de las pulsiones sexuales desde sus metas especí cas hacia nes culturales más elevados (1908a, p. 37x). Sin embargo, sus postulados sobre la doble moral sexual de la sociedad contrarían esa a rmación y exponen a cielo abierto su vacilación sobre la franca diferencia que cabría trazar entre sublimación y formación reactiva, arrojando también dudas acerca de sus expectativas respecto al posible aporte de la sublimación a la cultura. Mucho después, en el Breve informe sobre el psicoanálisis considera que las aspiraciones sublimadas ponen su energía a disposición del desarrollo cultural (1923, p. 219). Traza, por lo tanto, una concepción de sublimación que no di ere demasiado de la expuesta en el texto de 1908. A su vez, en la Conferencia núm. 32 distingue
con el nombre de sublimación cierta clase de modi cación de la meta y cambio de vía del objeto en la que interviene nuestra valoración social (1932, p. 89). Los obstáculos surgen en torno de los conceptos
nes culturales más elevados , desarrollo cultural " y valoración social", ya que la formación reactiva también se constituye persiguiendo
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esas metas culturales. Pero se supone que el resultado obtenido por la formación reactiva es diferente al que se consigue con la sublimación. Si la primera in ltra de pulsión la a cultura (pues, pretendiendo desexualizar, potencia la resexualización), de la segunda se esperaría lo contrario ya que, através de la modi cación de la meta y el desvío en la elección del objeto, se obtendría el desalojo pulsional. Pero, ¿sucede así., ¿no deja la sublimación secuelas pulsionales? Este dilema estuvo presente en el pensamiento freudiano hasta el n de su obra.Yes que Freud fue abandonando poco a poco las grandes expectativas que planteó en un principio en torno a la sublimación y acercándose a sus desarrollos de 1929 (en El malestar de la cultura) donde a rma que la sublimación no puede garantizar una protección perfecta contra el sufrimiento; no [. . .] procura una coraza
impenetrable para los dardos del destino..." (1929, pp. 79-80). Aquí conviene destacar que en su obra, la noción de destino se homologa a la del superyó, es decir, a uno de los reductos más potentes de la vida pulsional; es por ello por lo que se torna cada vez más cauto en sus hipótesis sobre la sublimación y no espera de ella el cumplimiento de grandes promesas para el avance de la cultura. Será en 1938 (Moisés y la religión monoteísta) cuando llegará a la conclusión de que, a pesarde la ley sublime del padre que permite el progreso de la espiritualidad , quedará siempre un saldo remanente de goce... un ofrecimiento que implica el cuerpo resto de jación pulsional indestructible. Pero esta conclusión no es nueva. Los horrores de la primera gran guerra, simple esbozo del genocidio de la segunda, ya le habían hecho decir: ...la afrenta y la dolorosa desilusión que experimentamos por la conducta inculta de nuestros conciudadanos del mundo en la presente guerra no estaban justi cadas. Descansaban en una ilusión de la que éramos prisioneros. En realidad, no cayeron tan bajo como temíamos, porque nunca se habían elevado tanto como creíamos (1915, p. 286). En suma, podemos a rmar que hay en la obra freudiana momentos en los que encontramos una sobrevaloración de la sublimación y, en otros, una formulación más precavida que se aleja de la esperanza idealizada de remediar la nerviosidad moderna por esa vía. Oscilación freudiana en torno al tema que no cesa y que, como vimos, tiene su ombligo en 1908. En respuesta a este debate dirá Lacan: Sublimen todo lo que quie-
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ran, hay que pagarlo con algo. Ese algo se llama goce. Esa operación mística la pago con una libra de carne (1959-1960; p. 383). Ytal vez por esto Lacan apostó más a la categoría de acto que a la de Freud no obtiene los esperados réditos de la pretendida diferenciación entre formación reactiva y sublimación. Quizá no sea posible desterrar de la cultura el meollo pulsional y, por eso, éste se convierte en malestar en la cultura in ltrada por la pulsión. ¿No resulta de todo esto la doble moral cultural-pulsional ?
3. El hostigamiento de la cultura y h doble moral cultural-pulsional
La respuesta a Einstein (en 1933: ¿Por qué la guerraP") muestra a Freud como el pensador que fue capaz de presagiar el más nefasto de los futuros al siglo xx. En la inconsistencia de la ley de la cultura subyace la respuesta al interrogante formulado por Einstein ¿qué puede hacerse para defender a los hombres de los estragos de la guerra?" Aunque Freud con a en el pacto simbólico de los hombres, instaurado fundamentalmente para preservar la paz y el lazo social, no deja de reconocer que uno de los saldos irreparables del malestar de la civilización es la fragilidad de todo pacto simbólico que hace condescender a los hombres desde el acuerdo en torno a la ley hacia al desacuerdo en la violencia y la vida pulsional. En su carta a Einstein de 1933 Freud homologa derecho y poder"con derecho y violencia , ya que por un lado no hay poder sin violencia y, por otro, el derecho es el poder de una comunidad .
Derecho ejercido por la legislación por todos acatada, comunidad de intereses que hace a la comunidad de respeto a la ley y que sostiene el intercambio, la alianza y|os lazos identi catorios de un grupo social. Sin embargo, la ley simbólica que, en la conjetum de Tótem y tabú, se erige alrededor del Padre Muerto y de la autoridad de su palabra, presenta una falla notoria, no sólo por su instauración violenta, sino también por el constante asedio pulsional que hace peligrar las formas simbólicas de intercambio y los lazos identi catorios entre los miembros del grupo social. Paradoja inflexible de la ley del padre... que no tiene remedio. La doble moral cultural pulsional es una de sus expresiones. Toda comunidad de intereses entre los hombres ha de transitar por el desarreglo intrínseco de la ley, tanto en la fractura de los lazos iden-
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u' catorios como en la compulsión a la violencia . Freud no puede ofrecer al porvenir la promesa de la ilusión. El abuso de autoridad y el ansia de poderío es un mal inoculado por el asedio pulsional. Einstein pregunta por qué la guerra en el Vaterland (la tierra del padre). Freud responde que, en última instancia,
en la tierra del padre no hay sosiego porque su ley, enarbolada como símbolo de paci cación, se instaura, sin embargo, con un plus de violencia en el sujeto y circula en la civilización con una intolerable dosis de violencia del derecho . Des-ilusión de Freud nalmente; no arriba a buen puerto en la búsqueda de promesas que sirvan como consuelo ante el porvenir. Su desconcierto sobre la cuestión tiene un magní co anticipo en La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna . Él no pudo contemplar la segunda mitad del siglo xx pero debió entrever la trágica y premonitoria noche cuando lo mejor de la cultura alemana y del mundo fue arrojado a las llamas mientras las frenéticas hordas nazis ensayaban su danza macabra" alrededor de la fogata; quizás con rmaba entonces que la renuncia pulsional, en la que cifraba el progreso en la espiritualidad, formaba parte de una utopía que había debido resignar. Esa renuncia que, ya en los comienzos de ese siglo, tan prolí co en utopías, lo hacía aparecer como apóstata. Al nal, como dice el proverbio judío, un hombre es sólo un hombre y, a veces, ni siquiera eso .
lmpiedad y herejía de Freud. Remiso a dar consuelos, ofrece a Occidente uno de los conceptos más revolucionarios, el deseo inconsciente y las leyes de su interpretación, pero también desencanta a Occidente del anhelo de promesas provenientes de la gura del padre idealizado y del paraíso de la paz cultural.31 de diciembre de 2007
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CULTURA SEXUAL YNERVIOSIDAD HIPERMODERNA DANIEL KOREN
Mejor pues que renuncie quien no [rueda unir a su horizonte la suly'etividad de su época.
JACQUES LACAN ...bancos de esperma, bebés probeta, bisexualidad, Butchers ", clonaje, wntracepa'ón, donación de esper-
ma o de ovacito, Drag-Kings, Drag-Queens, changisme , ectogénesis (útero arti cial), encuentros virtuales
(sitios de), fecundación in vitro, feminismo, homofobia, homosexualidades, homoparentalidad, inseminación arti a'al, Internet, liberación sexual, madres
portadoras (surrogate mothers), performance, Queer, sexo virtual, sexualidades alternativas, transexuales,
transgénero, turismo sexual, Viagra...
Michel Foucault inaugura el primer volumen de su monumental trilogía sobre la Historia de la sexualidad2 con un capítulo titulado: Nosotros los victorianos . Sería difícil encontrar mejor subtítulo para el texto de Freud de 1908 que nos sirve aquí de pretexto. A cien años de distancia, La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna genera necesariamente en el lector de hoy un curioso impacto; muchos de los comentarios de Freud no pueden sino hacernos sonreír. Sin embargo, una lectura atenta del artículo debería llevarnos a reconsiderar este primer juicio un tanto apresurado. ¿Y si Freud fuera anticuado 'en lo coyuntural y anecdótíco. .. pero acertara en lo esencial? ¿Y si este texto tan caduco viniera a recordarnos la celebérrima máxima de El gatopardo, de Giuseppe Tomasi de Lampedusa, según la cual algo debe cambiar para que todo siga igual ? Hipótesis que nos guiará por 'jacques Lacan, Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis , Escritos I, México, Siglo XXI, p. 309. 2 Michel Foucault, Historia de la sexualidad, vol. l: La voluntad de saber, México, Siglo
XXI, 1982. Sigmund Freud,
La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna" (1908). Obras completas, vol. xm, Buenos Aires, SR, pp. 27-46. En este volumen, pp. 11-29.
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razones que explicitaremos progresivamente. Se tratará de saber qué es lo que sigue igual. Notemos de entrada que si el artículo nos parece fechado , lo es también en relación con la obra del mismo Freud.
Habrá que retomar la tesis freudiana y ponerla a prueba. Comenzando por dos a rmaciones centrales según las cuales el in ujo nocivo de la cultura se reduce en lo esencial a la dañina sofocación de la vida sexual de los pueblos (o estratos) de cultura por obra de la moral sexual cultural que en ellos impera , complementada por la segunda: en términos universales la cultura se edi ca sobre la sofocación de pulsiones".5 ¿Cómo sostener estas dos propuestas en nuestro mundo actual, cuando las pulsiones parecen bastante poco sofocadas , cuando se mani estan bajo la apariencia paradójica de una extraordinaria libertad... sin que el resultado sea necesariamente más satisfactorio? Habrá que ver en qué consiste este extraordinario desplazamiento que transforma la pregunta, puesto que el interrogante que nos plantea el sujeto de la hipermodernidad 6 es muy diferente. Podría, en una primera aproximación, formularse así: ante un discurso social que entroniza el goce como imperativo absoluto y, hay que decirlo, superyoico, que interpela frontalmente a la subjetividad, ¿cómo se las arreglan" los sujetos con el goce ordenado ? Indiquemos desde ya los dos elementos que nos ocuparán a lo largo de este texto: ¿de qué manera inciden bs diferentes factores culturales actuales en la nerviosidad moderna, y qué diferencia implica o no Ia cultura sexual "actual, que se sitúa no a un siglo sino a años luz de la que Freud describió? Volvamos al texto y comencemos por el título mismo, que no solamente no es dc Freud (puesto que toma de Von Ehrenfels la expresión moral sexual cultural ) sino que implica una contradicción temible, alineando tres términos di cilmente conciliables: la moral, Ibid, p. ¡66. 5 lbid, pp. 167-168. Esta tesis será retomada tanto en El malestaren la cultura (1930), 0.a, vol. xx1, como en Moisés} la religión monoteísla (1933-1939), 0.C., vol. XXIII.
5 A lo largo de este texto aparecerán oscilaciones entre los adjetivos posmoderno e hipermoderno'. Muchos de los autores que serán citados pre eren la primera denominación; en lo que me concierne, opto por la segunda. Retorno en este sentido la diferencia que establece Gilles Lipovctsky (Les temps hypemwdemes, París, Grasset, 2004) . Posmoderno designa más bien un estado terminado, la constatación de una modernidad superada (como se dice en medicina de un coma irreversible ), en tanto que
hipermoderno' designaría un fenómeno en curso.
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la sexualidad y la cultura (obviamos, por caridad, la diferencia suplementaria entre natural y cultural ). Cortaremos rápidamente este nudo gordiano señalando el único denominador común entre estos tres términos: cada uno de ellos es absolutamente impensable fuera de un mundo de lenguaje (lo cual excluye ipso facto la supuesta naturalidad de marras).
I
Las referencias a Erb, Binswanger, o Kraft-Ebing por el contrario, aparecen como intemporales. Leamos las a rmaciones siguientes y preguntémonos: ¿es de 1908 o de 2008 el achacar la nerviosidad moderna a las ...cxtraordinarias conquistas de la edad moderna, los descubrimientos e invenciones en todos los sectores... La lucha por la existencia exige del individuo muy altos rendimientos... al mismo tiempo han crecido el ansia de goces en la vida; un lujo insólito se ha difundido por estratos de la población que antes lo desconocían por completo... el extraordinario incremento del comercio, que ha alcanzado proporciones inconmensurables, y las redes de telégrafos y teléfonos que envuelven al mundo entero han modi cado totalmente el ritmo de la vida, las condiciones de
comercio y deltráfico han experimentado una alteración radical, todo es prisa y agitación... la inquietud producida por las grandes crisis políticas, industriales,
nancieras se transmite a círculos
sociales mucho más extensos... La vida de las grandes ciudades es cada vez más re nada e intranquila... La literatura moderna se ocupa preferentemente de problemas sospechosos, que hacen fermentar todas las pasiones y fomentan la sensualidad, el ansia de placer y el desprecio de todos los principios éticos y de todos los ideales, presentando a los lectores guras patológicas y cuestiones de psicopatía sexual o revolucionaria. Nuestro oído es sobreexcitado por una música ruidosa y violenta; ...e incluso las artes plásticas se orientan con preferencia hacia lo feo, repugnante o excitante, sin espantarse de presentar a nuestros ojos, con un repugnante realismo, lo más horrible que la realidad puede ofrecernos ?7 Como se ve, seguimos siendo actuales.
Lo que Freud reprocha a estos autores no es que estén errados, sino que descuidan el factor etiológico esencial de la nerviosidad moderna : ...vemos reducirse la in uencia perjudicial de la cultura a una coerción de la vida sexual de los pueblos civilizados (o de
7 m4., SR, pp. 2930.
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los estratos sociales cultos) por la moral sexual cultural en ellos imperante .8 Ahora bien, si el sujeto consiente (más bien: se le impone) un sacri cio de la sexualidad en aras de la Kulturarbeit, Freud insistirá en
las siguientes páginas en que este desplazamiento libidinal no puede ser absoluto y que una cierta satisfacción directa de la pulsión sexual es necesaria.9 Todo el problema, a partir de aquí, consiste en la posibilidad (o la imposibilidad) de satisfacción de la pulsión, y sus consecuencias. La respuesta de Freud, como es sabido y como veremos, será expuesta años después.'° Ya entonces Freud insistía en la separación esencial entre pulsión sexual y función reproductiva, la primera apuntando exclusivamente a una ganancia de placer". Al respecto, Freud introduce tres estadios culturales en la historia de la pulsión sexual, que nos interesan en relación con la moral sexual cultural actual. Aun cuando Freud señala que únicamente el tercer estadío ( sólo se admite como meta sexual la reproducción legitima ) corresponde a nuestra presente moral sexual cultural ,'2 es indiscutible que hoy nos situaríamos en el primero de tales estadios ( la actividad de la pulsión sexual va libremente más allá de la reproducción ). ¡Y vaya que sería difícil hablar de regresión ! En cuanto al pasaje del segundo al tercer estadio (limitación de la sexualidad al solo ámbito reproductivo) éste solamente podn a engendrar un aumento de la neurosis. Freud evoca todos los elementos que concurren a la insatisfacción pulsional, desde la abstinencia sexual prematn'monial hasta la insu ciencia de resarcimiento una vez conJM, SR, p. 3].
9 Para la inmensa mayoría de las organizaciones, parece imprescindible una cierta medida de satisfacción sexual directa, y la privación de esta medida, individualmente
variable, se paga con fenómenos, que por su daño funcional y su carácter subjetivo displaciente, hemos de considerar como patológicos , SR, p. 33.
° En Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa" (1912), Más allá
del principio de placer (1920) y El malestar en la cultura (1930). " Ateniéndonos a estas fases evolutivas de la pulsión sexual podremos distinguir tres estadios culturales: uno, en el cual la actividad de la pulsión sexual va libremente más allá de la reproducción; otro, en que de la pulsión sexual queda coartada en su totalidad salvo lo que sirve a la reproducción, y un tercero, en
n, en el cual sólola
reproducción legítima es considerada y permitida como n sexual. A este tercer estadio corresponde nuestra mora] sexual cultural'", ibid, SR, pp. 33-34. 2 ¡bid
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traído el matrimonio (por ausencia de métodos contraceptivos, por la necesidad de limitar naturalmente la natalidad, por razones higiénicas ), sin contar con la moral doble ," válida para el hombre pero no para la mujer, que le permite a él encontrar satisfacciones sustitutivas fuera del lecho conyugal pero condena a las mujeres a ser más neuróticas . Si me he referido in extenso al texto de Freud de 1908, es porque la distancia abismal que nos separa de él no es tan sólo la del calendario. Nada de lo que Freud enuncia en 1908 es real en 2008. ¿Nada es igual? Nada..., salvo la tesis sobre la sofocación de las pulsiones y en particular la modi cación esencial que Freud no enuncia en este texto pero que introducirá a partir de 1912 y que da la justa perspectiva sobre esta cuestión. Pero antes de abordar de manera rigurosa la cultura (que no moral) sexual contemporánea o hipermoderna" debemos efectuar un desvío que nos alejará aparentemente del terreno psicoanalítico sln'cto sensu. Se tendrá en cuenta que cuando hablamos de cultura lo haremos en el sentido del término alemán Kultur , aquel al que Freud se refería cuando analizaba su malestar (Das Unbehagen in der Kultur): un patrimonio social, político, simbólico, artístico que pertenece a un conjunto de individuos y que con gura lo que se denomina una civilización . Por eso haremos un rodeo que nos dará nuevas perspectivas sobre ciertos cambios signi cativos acaecidos en el mundo para volver, a partir de allí, a la cuestión del sujeto y de su afectación por la cultura sexual. Rodeo necesario puesto que la cultura sexual está incluida en el discurso que una sociedad (sos) tiene sobre las normas que regulan los intercambios, las representaciones que alimentan su imaginario, las prácticas en las que ellas se actualizan y modi can, las relaciones sociales, etc. Más tarde haremos hincapié en los cambios en la sexualidad e, incidentalmente, en
los métodos de reproducción humana así como en la organización familiar institucionalizada.
" Cf. en este volumen el artículo de Marta Gerez Ambertín sobre el tema. " Creo que, por extraño que suene, habría que ocuparse de la posibilidad de que
haya algo en la naluralaa de la pulsión sexualmisma desfavorable al logro de la satisfacdón plena. Sigmund Freud, Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa" (1912) O. C., vol. x1. p. 182. las cursivas son mías (DK). (Todas las referencias de Freud.
salvo las referidas al artículo que reproducimos en este volumen, provienen de la edición en 24 volúmenes de Amorrortu, traducción de josé Luis Etcheverry. En adelante indicada 0. C.)
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¿Cuál es la actual moral sexual cultural? La distancia que nos separa de la vigente en tiempos de Freud se mide con el rasero de las transformaciones en las esferas del poder, en las normas sociales, en
las organizaciones económicas, en los desarrollos cientí cos y en sus
múltiples aplicaciones tecnocientí cas, así como en las representaciones del mundo y en los combates ideológicos de nuestro tiempo. Que se piense en los cambios que sobrevinieron a partir de la segunda mitad del siglo xx. En primer lugar, el cambio esencial y sin precedentes en la posición social de la mujer comenzando por su acceso a los derechos políticos y por su entrada masiva al mundo laboral con la consecuente independencia económica.l6 A esto se suman, siempre en relación con la mujer, otros dos cambios radicales: el desarrollo de los métodos contraceptivos y la legalización del aborto. Hemos asistido a una verdadera mutación que es al mismo tiempo mutación del uso de los cuerpos, de las mentalidades, de las prácticas
sociales y de las prácticas sexuales. Pero estos cambios no hubieran sido posibles sin otros, anteriores. 7 Otro factor decisivo es el progreso arrollador del saber cientí co: sus aplicaciones tecnológicas revolucionan los procesos productivos, las relaciones laborales, el mercado del trabajo, la relación con los objetos y la posibilidad misma de reproducción humana. El desarrollo de las sociedades democráticas ha permitido progresivamente, mas no sin di cultades considerables ni duros combates, la salida del clóset y el creciente reconocimiento civil de las sexualidades diferentes de la norma heterosexual. Agreguemos que de a poco se hizo oír un nuevo discurso social que ponía el acento sobre el individuo, su
desarrollopersonal , su realización ,
que empujaba a un verdadero culto a la performance (para usar la expresión de Alain Ehrenberg). En resumidas cuentas: hemos pasado en un siglo del hombre moderno y Victoriano al hombre (y la mujer) de la hipermodernidad . Este pasaje puede dibujarse a grandes rasgos (y por lo tanto de mane5 Conservamos el término ya que es el que utiliza Freud, aunque hayamos marcado nuestro desacuerdo. " Puede parecer simplemente anecdótico pero ¡en Francia! hasta mediados de los años sesenta una mujer que deseaba ejercer una actividad profesional debía contar con
la aprobación formal de su marido.
'7 la participación masiva de las mujeres en el mercado del trabajo fue en gran parte un efecto de las guerras mundiales, las mujeres fueron llamadas a ocupar los puestos dejados vacantes en el aparato productivo por los hombres movilizados.
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ra relativamente falaz) a través de una serie de oposiciones binarias que presentan la ventaja de subrayar las diferencias esenciales. La posmodernidadï (en la versión princeps de ].-F. Lyotard) se presenta como el n del proyecto iluminista, el proyecto de las Luces, del racionalismo que toma impulso desde el Renacimiento, se
acelera en el siglo xvu y encuentra su apogeo entre la mitad del siglo xvm y la del XIX. Esta posmodernidad representa el n de la idea (¿utópica?) de progreso, el n de los grandes discursos constituyentes de la modernidad fundada en la Razón, el
n del imperio de las gu-
ras trascendentales. Tal es el punto común entre diferentes autores que constatan el pasaje a la posmodernidad. En loso a, Nietzsche y Heidegger marcan, cada uno a su manera, el nal de las visiones absolutas y totalizantes de la historia. Kant, Hegel y Marx son invitados a retirarse en puntas de pie. Asistimos al agotamiento y a la desaparición progresiva de todos los discursos de legitimación, en particular del discurso religioso y deldiscurso político.19 La losofía de las Luces se fundaba en la máxima kantiana sapere ande ; atreverse a saber era la clave de la emancipación del género humano en el marco de una visión global del saber (perspectiva de una ciencia enciclopédica), universalista y humanista. Puesto que todo lo racional es real y todo lo real es racional (Hegel), la acción humana que tiende al aumento de los conocimientos apunta por su mismo impulso al progreso en todos los dominios: político, económico, social, incluso espiritual. No olvidemos a este respecto que, por motivos diametralmente opuestos, tanto los movimientos nazi-fascistas como
los diferentes partidos comunistas aplicaron o pretendieron aplicar métodos cientí cos y racionales para el bien de la sociedad (naturalmente) con vistas a la creación de un
hombre nuevo .
Lyotard constata que la razón no conlleva ni automática ni necesariamente la emancipación y que no hay ninguna garantía de necesidad entre los enunciados descriptivos de la ciencia y los enunciados prácticos y prescriptivos que apuntan a la supuesta emancipación de la humanidad. Estos dos puntos requieren una nueva de nición de los objetivos de las ciencias y un análisis crítico del discurso social. La modernidad implicaba el pasaje de un Otro (el rey que gobierI Jean-Francois Lyotard, La condition postmodeme, París, Minuit, 1979. En español, La condición poslmodrma, Madrid, Ïátedra, 1989.
'9 Me re ero aquí al mundo llamado occidental .
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na en nombre de la voluntad divina) a un nuevo Otro que, a fuerza de ínstitucionalizarse, se convertirá progresivamente en una entidad cada vez más desencarnada y abstracta. Así se pasó de las monarquías de derecho divino a los estados-nación y a las ideologías que aspiraban a materializar la historia; los regímenes democráticos se pretenden (o se pretendían) la representación de la voluntad general" (Rousseau); l se asistió durante dos siglos a un ir y venir de formas políticas verticales (regímenes fuertes, incluso dictatoriales en los que el hombre fuerte" o providencia! ocupa el lugar del Padre)20 y de regímenes horizontales en los que el principio de autoridad se hacía cada vez más abstracto ya que se establecía entre iguales . Esta pequeña digresión histórico-política apunta a reintroducir la cuestión del Padre o, para ser más exactos, lo que Lacan caracterizó tempranamente en su obra como la decadencia de la imago de la función paterna2| en la que algunos encuentran el fundamento de las llamadas nuevas patologías y las nuevas economías psíquicas .22 Volveremos luego sobre esto pero desde ya nos preguntamos si la avalancha llamada neo-liberalismo" o mundialización que desde hace unos 25 años inunda al mundo (y que no es otra cosa que el desarrollo extremo de la lógica capitalista) no estaría deshaciendo y disolviendo las formas de mediación que subsistían con referencia a un garante absoluto o metasocial de los intercambios (la gura de un Tercero).23 Serge Leclaire hacía la misma constatación desde una perspectiva psicoanalítica: El siglo xx ha visto derrumbarse todas las guras de las cuales la gura del Tercero sostenía su prestigio. Después de que Dios fuera declarado muerto, se ha encadenado una retahíla de desilusiones, que cayó irreversiblemente en el horror de la Shoá, hasta nalmente echar por tierra todo mausoleo posible de un tercero instituido, de un corpus simbólico que guardaría en reserva 2° Los ejemplos no faltan: De Gaulle, l'hmnme providenliel, el conducalore Mussolini,
el Führer Hitler, el padrecito Stalin, el timonel Mao, y los ejemplos más variopintos de caudillos, caudillitos y supremos patriarcas". 7' Cf. Jacques Lacan, Les complexes familiaux dans la formation] de l'individu" (1938), en Autres Ém'Ls, París, Seuil, 200], pp. 23-84.
2 Por ejemplo Charles Melman, L homme sans gravité-jouir á tout prix, París, Denoél, 2002,
2 A este respecto podemos citar a Marcel Gauchet. Él sostiene que debemos confrontarnos con actores que se pretender) rigurosamente desligados y sinnada por enci-
ma de ellos que pueda impedir la maximización de sus bene cios". Cl'. Marcel Gauchet, La démocratie contre elle-méme, París, Gallimard - Tel, 2002, p. xxv.
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el espíritu de la ley. 24 (Recordemos a este respecto que paraJ.-F. Lyotard la Shoá marca el nal inevitable de la modernidad y el pasaje a la era posmoderna). Para resumir algunas características del llamado posmodernismo : allí, donde la modernidad ambicionaba realizar la unidad de todos los
dominios del saber y de la sociedad, la posmodemidad subraya las diferencias. Allí donde la modernidad proponía un ideal progresista con proyección al futuro, la posmodernidad no concibe ni progreso ni horizonte de la historia. Como la posmodernidad propone ei nal de los grandes relatos (los grandes mitos fundadores, cf. Lyotard), se llega al rechazo del universalismo y a la multiplicación de los particularismos, de modo tal que los modelos de legitimación se
ven transformadosen elogios de la diferencia.25 Dicho de manera no exenta de oxímoron, el único universalismo reivindicado es el de la contingencia. Y esto, aunado a la sumisión a los imperativos consu-
mistas del neocapitalismo, lleva a un empuje desenfrenado hacia el individualismo, carente de proyecto colectivo, a la búsqueda de la_ felicidad individual sin consideración al bienestar colectivo pero con el agregado esencial, sobre el que insistiremos más adelante, de que
esta felicidad individual se reduce esencialmente a la apropiación del objeto-mercancia propuesto por el mercado. Otras características Signi cativas son la disminución del papel del estado, la preeminencia de la mercancía sobre cualquier otro referente, la transformación de la ley en juridismo procesal formalista y de la cultura en modas sucesivas, la masi cación de los modos de vida, que va a la par con la individualización la exhibición y del parecer (para-ser), el aplanamiento de la historia en la inmediatez del acontecimiento y la instantaneidad informativa, la importancia atribuida a tecnologías poderosas a menudo incontroladas, la desinstitucionalización de la familia, las inte-
rrogaciones múltiples sobre la identidad sexual, sobre la identidad humana, la exposición pública del espacio privado (webcams, blogs) y la privatización del dominio público. . .25 2 Serge Leclaire, Ém'l: pour la psychanalyse, vol. ii, París, Seuil-Arcanes, l998, p. l94.
25 L0 que permite la multiplicación de escrituras que re ejan los tipos más variados de reivindicaciones identitarias o comunitarias (feministas, gays, lesbianas, queer, regionalistas, etcétera).
7 Para un examen detallado de estas transformaciones y entre muchas referencias posibles, cf. Jeremy Rifkin, The age of access, The new culture of hypercapílalism where all of life is a paid-jor experience, Nueva York,_]eremy P. Tacher/G. P. Putnam s Sons, 2000; Dany-
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Por estas razones formulamos una pregunta que no tiene de paradoja más que la apariencia. ¿Es cuando creemos haber alcanzado el máximo de autonomía cuando estamos más encadenados, más aliena-
dos? El liberalismo nos ha liberado en apariencia de todas las opresiones anteriores. Dificilmente se podría pensar en una época con mayores márgenes de maniobra en términos de libertades individuales y colectivas. Sin embargo, y acaso en una inversión espectacular e inesperada, ¿podría ocurrir que el sistema de máxima libertad segregue el máximo de opresión? ¿No estaríamos inmersos en una sociedad constituida por rebaños en los que cada uno de sus miembros se cree o se pretende absolutamente libre cuando está telecomandado, conducido por una sedosa mano de hierro tan poderosa como invisible? La referencia al rebaño podría aludir al solitario de Sils-Maria y su célebre psicología del rebaño ?7 Sin embargo no es Nietzsche quien nos sirve de guía aquí sino otro pensador, anterior a él, para quien las cuestiones de la libertad y la democracia constituían el centro de sus preocupaciones. Yde manera verdaderamente premonitoria: Quiero imaginar bajo qué nuevos rasgos el despotismo podría producirse en el mundo: veo una masa innombrable de hombres idénticos e iguales que giran sin reposo en tomo de sí mismos a n de procurarse placeres pequeños y vulgares con los cuales llenansus almas. Cada uno de ellos es como ajeno al destino de todos los otros: sus hijos y sus amigos personales forman para él toda la especie humana; en cuanto al resto de sus conciudadanos, vive al lado de ellos pero no los ve: los toca pero no los siente; no existe más que en sí mismo [...] Por
encima de éstos se alza un poder inmenso y tutelar, que se encarga de asegurar sugore y de velar sobre su suerte. Es absoluto. minucioso, regular, previsor y suave. Se parecería al poder paterno si como éste tuviera por objeto el preparar a los hombres para la edad viril; por el contrario no busra más que jijarlos irrevocablemente a la infancia; quiere que sus dudadanos se regoajen, con tal que no piensen más que en regocijarse. Trabaja con gusto por su felicidad, pero quiere ser de ésta el único agente y árbitro [...] ¿acaso podría quitarles completamente el problema de pensar y la carga de vivir? [...] Cubre la super cie (de la sociedad) con una red de
pequeñas reglas complicadas, minuciosas y uniformes, a través de las cuales los espíritus más originales y las almas más vigorosas no lograrían manifestarse Robert Dufour, L 'arl de re'duire les te'tes - Sur la nmwelle servitude de l'homme Iibéré á l ere (lu capitalisme total, París, Denoél, 2003. 97 Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral, Madrid, Alianza, 1980.
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para superar la masa; no rompe las voluntades, pero las ablanda, las pliega y las dirigz [...] y reduce nalmente cada nación a no ser más que un rebaño deanimales tímidos e indusln'osos del cual el gobierno es el pastor. He creído siempre que esta suerte de servidumbre, regulada, suave y apacible de la cual acabo de hacer el retrato podría combinarse más de lo que se imagina con algunas de las formas exteriores de la libertad, y que'no sería
imposible que esta servidumbre se estableciese a la sombra misma de la soberanía del pueblo?8
En resumidas cuentas, el sujeto de las sociedades occidentales es quien consiente en dirigirse libremente hacia todo aquello que el sistema le indica que puede y ya que puede, debe- querer. La astucia de la razón liberal reside en la ilusión de autonomía subjetiva que; insu a en cada sujeto la ilusión de poder ser, tener y devenir lo que él quiera . El Mercado ocupa todo el espacio: político, económico, artístico y social.29 Hay que interrogarse sobre los efectos subjetivos de este discurso que invade sin límite alguno los espacios de la vida y convierte a cada sujeto en consumidor permanente de objetos que, como veremos, cumplen no sólo con la función de mantener en actividad
a la máquina productiva sino que tienen además efectos particulares sobre la subjetividad misma.30 2 Alexis de Tocqueville, De la démocratie en Amérique, vol. n (1840), París, Gallimard
Folio-Histoire, 1986 (capítulo VI: «Qué tipo de despotismo deben temer las naciones democráücaSP»), pp. 434-435. Las cursivas son mías (DK). En español: De la democracia mAmén'ca, México, FCE, 1987.
2 Político: las campañas electorales son realizadas por expertos en marketing que delimitan los temas rentables , y por expertos en publicidad que venden a los consumidores-ciudadanos el candidato que propone aquello que supuestamente se espera de él. Económico: en términos de consumo permanente de objetos y productos cada vez más e meros y desechables a costa de un endeudamiento constante. Artístico ya que la producción artística es una mercancía más, perecedera y u'ansitoria, incluso instantánea (a este respecto cf. Art Press 2, trimestral núm. 7,
Performances contem-
poraines , nov.-dic.-enero de 2008, París). Ysocial, que es el que nos ocupará principalmente aqui. 3° Sin entrar aún en consideraciones psicoanalíticas, prestamos atención a constataciones como las dej. Rifkin, para quien nuestra era ...se caracteriza ante todo por la mercantilización creciente de la totalidad de la experiencia humana. Las redes comerciales tejen su tela alrededor de nuestra existencia, transformando cada momento de la vida humana en experiencia mercantil. En un capitalismo fundado sobre la propiedad. lo importante era vender bienes y servicios. mmm; los bienes y los ¡en vicios pasan a segundo plano; son las relaciones humanas las que se convierten en ll
mercancía más preciosa. [.. .] es todo el tejido relacional de la existencia que se ve poco
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La nueva teología de este conjunto de individuos que, creyéndose libres, no son más que rebaño, el rebaño de los que se creen libres, es la del dios del mercado. Su ley puede limitarse a cumplir con dos mandamientos: Consumey Goza. Como lo sostiene Bernard Stiegler, el capitalismo procede, luego de la proletarización de los trabajadores, a la proletarización de los consumidores. Esta tesis es compartida por el sociólogo americano George Pitzer: La esencia del capitalismo moderno no reside tanto en la maximización de la explotación de los trabajadores como en la maximización del consumo. 32 El sujeto de la hipermodernidad se considera, probablemente más que ningún otro que haya existido antes, como el autor de sí mismo, de su discurso, de su devenir y de su destino. Un self-made-man, único,
singular y original que se mira y sin saberlo se constituye en el espejo que le tiende esa gura anónima que hemos dado en llamar el Mercado ( gura que, huelga decirlo, sobrepasa ampliamente el marco cada vez más estrecho de los estados-nación).
La gran paradoja de este sujeto es que alberga la ilusión de independencia, autonomía, libertad, originalidad y singularidad,cuando, tal vez y en realidad, nunca antes los sujetos hayan sido más formateados en sus mensajes, modos de pensar, de vestir, de alimentarse, de consumir, de divertirse, etcétera.
Este narcisismo exacerbado conlleva la creencia en una auto-fundación ; en un sujeto sin historia, sin pasado, sin deuda simbólica. El
efecto de una pura operación auto-referencial, sin intervención de un Tercero instituido. Si en la Biblia le estaba reservado a Dios el de-
a poco colonizado y la esfera mercantil secuestra una parte cada vez más importante de nuestra vida cotidiana."jeremy Rifkin, L'áge de l accés - La nouvelle culture du capilalisme, París, La Découverte, 2005, p. 129. 5' Cf. Bernard Stiegler, Mécreance et discrédit l, París, Galilée, 2004. 32 George Pitzcr, Tous rationalisés: La madonaldisation, París, Albin Michel, 1999.
y ' 5 Se me objetará que cuandola religión dominaba el espectro político y social la 'cbnducta de los hombres estaba tanto o más formateada . Esto es verdad hasta cierto punto. Existe no obstante una diferencia fundamental y es que los padres y padrecitos de las diferentes iglesias (no sólo de la católica) no contaban con los instrumentos para penetrar en permanencia en la intimidad de todos y cada uno: la televisión en primer lugar, lnternet más recientemente. Respecto de la invasión de pantallas y del control televisivo no es redundante releer con la perspectiva actual esas obras maestras pioneras que fueron 1984 de George Orwell y Fahrth 451 de Ray Bradbury.
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nirse como Soy el que soy ,3 este enunciado es el b-a ba del sujeto hipermoderno. Este sujeto vive inmerso en un discurso que se sitúa a las antípodas de lo que Lacan, en su tipología de discursos, denominó "discurso del analista . ¿Se trata del discurso del amo? Es la pregunta que hemos de abordar ahora introduciendo una serie de consideraciones a las cuales Lacan mismo hizo alusión. Como es sabido, Lacan produce su teoría de los discursos a partir del establecimiento de una estructura relacional mínima en la que se de nen cuatro lugares por los que circulan, por un movimiento de cuarto de giro, cuatro elementos. Los lugares son: Agente
verdad
-*
OU'O
producción
Los elementos: Sl: signi cante-amo; S2: conjunto de signi cantes, el saber; Se] sujeto en tanto dividido (a): objeto a, plus-de-goce. Los cuatro discursos así formulados son:
_5_l - 2
.82 - a
38* Q
Amo
Histérica
Analista
8
a
Universidad
Sl
S
a
S2
Q -> S.
S2 Sl
No corresponde desarrollar aquí la lógica de este dispositivo nisus implicaciones clínicas y epistemológicas. Nos referimos a estos discursos en la medida en que Lacan, después de haber a rmado que hay cuatro y solamente cuatro discursos, introduce una modi cación que puede permitirnos pensar la mutación de la subjetividad en la medida en que ella es atravesada y constituida por el discurso. El discurso del amo representa al sujeto en tanto identi cado al signi cante-amo, desconocedor de la falta que lo constituye, exigiendo del saber la producción de un plus-de-goce. Notemos que la línea superior pone en relación el signi cante unario Sl con el conjunto de los signi cantes S2, y que el sujeto del inconsciente se sitúa en esta 3 Éxodo, lll, 14.
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hiancia entre Sl y S2,"5 mientras que la línea inferior sitúa al sujeto en relación de imposibilidad con (a), objeto causa de deseo y plus-degoce, esto es, la fórmula lacaniana del fantasma (S a).
Es en relación con el discurso del amo, representante del sujeto del inconsciente, del sujeto edípico , que Lacan llegó a formular, de manera inesperada, un ¿nuevo? discurso.
En la efervescencia del inmediato pos-68, Lacan prestaba atención particular a todo aquello que surgía de novedoso en los discursos y a su incidencia en lo político, en lo social y, claro está, también en lo subjetivo. Así, en su seminario De un Otro al otro, Lacan indica-
ba al pasar que ...es a posteriori (aprés-coup) como hay que ver el sentido de lo que ocurre. El capitalismo ha cambiado completamente las costumbres (habitudes) del poder, éstas sehan convertido en
abusivas. El capitalismo ha introducido esta que no se había visto jamás, el poder liberaL"36 Un año después, cuando se encuentra ya abocado al desarrollo de la teoría de los cuatro discursos , hablando de la rela-
ción entreel saber y la verdad, deja caer como al pasar el comentario siguiente: Para verlo no hubo que esperar a que el discurso del amo se desarrollara por completo hasta revelar su mejor expresión en el discurso del capitalista, en su curiosa copulación con la ciencia/'37 Un año más tarde Lacan retoma la cuestión en dos tiempos. En el segundo de éstos, indicando claramente que . . .el plus-de-goce, como la plusvalía, no es detectable más que en un discurso desarrollado, del cual
no es cuestión de discutir que se lo pueda de nir como el discurso del capitalista. Ustedes no son muy curiosos, y por sobre todo son poco intervencionistas, de manera que cuando les hablé del discurso del amo el año pasado, nadie vino a cosquillearme para preguntarme cómo se situaba-ah! el discurso del capitalista. Yo lo estaba esperando, no
pido más que explicárselos, sobre todo que es muy simple. Una cosita que gira y vuestro discurso del amo aparece como transformable en discurso del capitalista."38 Es evidente que Lacan tenía ganas de que se lo prela de nición canónica del sujeto a partir del seminario sobre La Un signi cante representa al sujeto para otro signi cante. 36Jacques Lacan, Le Sérninaire Livra XVI . D un Aulre á l'aulre, París, Seuil, 2006, p.
239. Cursivas mías. 7jacques Lacan. Le Séminaire Livra XVII - L envm de la psychanalyse, París, Seuil, 1991.
p. l26 jacques Lacan, Le Séminaire Livra XVIII - D'un discours qui ne semi! pas du semblaru, París, Seuil, 2007, p. 49.
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guntaran, puesto que ese mismo año del seminario, un mes antes exactamente, había vuelto a la carga con el discurso del capitalista, hablando de la identi cación a lo que él llama el ídolo humano ,
que produce una identi cación camu ada, secreta al objeto como objeto a, y que cristaliza ...sobre personas que no tenían nada de místico, que estaban completamente embarcadas en el proceso del
discurso del capitalista, con lo que él conlleva de puesta en cuestión del plus-degozar bajo su forma de plusvalía"?9
La insistencia de Lacan en esos años (entre 1969 y 1972) sobre
el discurso del capitalista merece que nos detengamos en él, puesto que viene ailustrar la problemática que nos ocupa. Este discurso del capitalista , Lacan lo anuncia, lo enuncia, lo repite, pero nunca lo explicita. ¿Por qué esta ambigüedad? ¿El discurso del capitalista es un nuevo discurso que se agrega a los cuatro anteriores o viene a sustituir al discurso del amo? Propondré mi respuesta pero no sin detenerme antes en la ambigüedad de Lacan. Para ello, luego de las intervenciones que hemos mencionado, hay que evocar dos más. Una es relativamente bien conocida, corresponde a la conferencia de Milán en la que Lacan, por primera y única vez, escribió lo que anunciaba de esa cosita que gira y que establecería el discurso del capitalista como un discurso especí co:
...la crisis, no del discurso del amo,
sino del discurso capitalista, que es el sustituto, está abierta.[. ..] el discurso capitalista [...] es algo locamente astuto. Locamente astuto pero destinado a reventar. En n, después de todo es lo más astuto que se haya hecho como discurso. No por eso está menos destinado a reventar. Es insostenible... es una cosa (un tmc) que podría explicarles... porque el discurso capitalista está ahí, ustedes lo ven (escribe la fórmula: WSl-> S2/a) una pequeña inversión entre el Sl y el S... que es el sujeto... basta para que marche como sobre ruedas, no puede andar mejor, pero justamente marcha demasiado rápido, se consume,
se consume tan bien que termina por consumirse . 0 Más allá de esta primera y única escritura del discurso del capitalista, Lacan lo presenta como el que se sustituin'a al discurso del amo. ¿Hay que entenderlo como un quinto discurso, o como un remplazo del primero (el IM, p. 29. ° Discurso de jacques lacan en la Universidad de Milán, 12 de mayo de1972, publicado en Lacan in Italia 1953-1978. En Italic Lacan, Milán, La Salamandra, 1978, pp.
32-55. Versión electrónica en .
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discurso del amo)? Lacan indica en la misma conferencia que no hay 36 discursos, hay solo cuatro . l Unos meses más tarde, respondiendo a una intervención de M. Safouan, Lacan precisa: ...me tomó mucho
tiempo lograr que haya un cierto número de personas que entren en aquello con que yo intento, en suma, contribuir al mantenimiento del discurso analítico, mostrando cuán fácilmente se desvía
sye resuelve
en otros discursos. Todo esto está evidentemente ligado al hecho de que, si es particularmente insostenible, es precisamente por la misma razón que haprovocado su necesidad, a saber algo aún más insostenible en lo que constituye el discurso en el que estamos todos embarcados, es un hechohistórico, no soy yo quien tiene que demostrarlo [...] Es lo que se llama el discurso del capitalista. Es ahí donde se demuestra que no se puede decir cualquier cosa. Eso es lo que el discurso analítico está encargado de escuchar... 2 El discurso del capitalista posee esta particularidad: en el lugar del agente aparece el sujeto (,8) tomando el lugar del signi cante amo (Sl) al cual estaba identi cado. Es decir que el sujeto no se identi ca con los signi cantes del Otro sino que puede pretender ser el autor de su discurso (un Yo identi cado a su enunciado, en suma) desconociendo el signi cante que lo funda (Sl). Es, por lo tanto, un discurso
en donde el sujeto aparece como no-sujetado", y en el que la posesión del objeto como producción puede parecer realista . Ahora bien, esto tendría, desde el punto de vista de Lacan, una
consecuencia estructural y clínica inmediata, ni más ni menos que el rechazo de la castración: Lo que distingue el discurso del capitalismo es esto: la Verwerfung, el rechazo, el rechazo fuera de todos los campos de lo simbólico, con lo que ya dije que trae como con-
secuencia. ¿El rechazo de qué? De la castración."
Esta hipótesis de
" Lacan había hecho la misma a rmación al nal de su seminario L'envers de la psychanalyse . Acotemos que el cálculo de permutabilidad permitiría teóricamente la formulación de 24 y no de 36 discursos. 2 Intervención sobre la conferencia de M. Safouan, La [auction du pére récL en las jornadas de la École Freudienne de París (l de octubre de 1972), Lettres de [Éwlefrzudicnne. núm. ll, pp. 137-144. Versión electrónica en .
" Como esta elaboración de Lacan, según dijimos, se sitúa en el inmediato pos-68, hay que recordar que dos de los más famosos mots d'ordre de ese periodo fueron Sean realistas, pidan lo imposible", y Gozar sin trabas .
jacques Lacan, Le savoir du psychanalysle - Conférences á Sainte-A nne (inédito, publi-
cación interna de la Asociación Lacaniana Internacional) Conferencia del 6 de enero
de 1972.
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Lacan tiene alcances importantes sobre los que volveremos. Pero antes retomo aquí la pregunta sobre el discurso del capitalista, y la pregunta sobre si es o no un quinto discurso cuando Lacan a rmaba que había sólo cuatro. Como Lacan no se pronunció de manera completamente clara al respecto (y, de hecho, ya no volvióa hablar del discurso del capitalista), queda a nuestro cargo su interpretación. En lo que me concierne, mi proposición aquí será que el discurso del capitalista tal como Lacan lo formula (el pequeño cambio ) es una ilusión, la ilusión en la que cree el sujeto hipermodemo, pero que es un efecto inducido por el verdadero discurso del amo en su foma actual, el discurso del mercado,45 cuyo SI es, según ya indiqué: consume, goza . Puesto de otra manera: la fórmula del discurso del capitalista es la expresión imaginaria de lo que el discurso del amo (del mercado) articula en
lo simbólico. El amo ya no es un sujeto encarnado sino un discurso anónimo que manda: consume, goza y al cual el sujeto, adhiriendo por identi cación a los modelos que el sistema mismo secreta (personalidades as if (H. Deutsch), kits identitarios (D.-R. Dufour), cree
dominar
cuando es él, en realidad, el dominado.
En esto reside el discurso extremadamente astuto del que hablaba Lacan, que consume los objetos y los sujetos. El malestar actua] no está fundado en la insatisfacción pulsional por obra de la sofocación pulsional que Freud describía en 1908. La cultura narcisista en la que estamos inmersos convierte el imperativo de goce en imperativo absoluto. El sujeto, de ser culpable, no lo sería por haber cometido tal o tal otro acto reprensible ; no, el sujeto sería culpable por no haber triunfado, por no haber obtenido el objeto que estainstancia impersonal, el Mercado, le propone y le impone, por no haber gozado. En ese sentido, los objetos cumplen una doble función en la que convergen los imperativos económicos mercantilistas y pulsionales: 5 Señalo aquí una divergencia con Néstor Braunstein; si bien coincidimos ambos en que el discurso dominante hoy es el discurso del mercado, de los mercados" pre ere decir él quien considera que es el objeto a el que viene a ocupar el lugar del agente comandando el discurso- mientras que, a mi parecer, es el signi cante amo consumegoza" el que, en posición de agente, engendra la proliferación de objetos. Braunstein argumenta su postura en la introducción a su libro Depuis Freud, aprés Lacan. Déconstmclion dans la psychanalyse, Ramonville, Érés, 2008, p. 8.
4 Al respecto, consultar la trilogía del sociólogo Alain Ehrenberg, Le culta de la per-
formance , París, Calmann-Lévy, 1991, L individu incertain, París, Calmann-Lévy, 1995. y La fatiguc d e'lre soi, París, Odile jacob, 2000.
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los primeros empujan a un consumo siempre renovado de objetos cada vez más rápidamente perecederos, desechables y remplazables. El segundo: dado que ningún objeto puede satisfacer la pulsión, es necesario que nuevos objetos, sucedáneos del Objeto míticamente satisfactorio, vengan a fascinar al sujeto, imaginarizando la completud fálica que desmiente su falta en ser. Contrariamente a lo que algunos pretenden en el sentido de una supuesta evacuación de la lógica fálica, 7 yo tendería a pensar que estamos más bien frente a una exacerbación extrema de esa lógica fálica, pero
exclusivamente en su vertiente imaginaria, en tanto que investida en los objetos. Habría que considerar que el debilitamiento relativo de la función simbólica de la lógica fálica se salda por la positivación imaginaria de lo que Lacan escribía como q>. También en este sentido se funda mi discrepancia con autores con los que, sin embargo, comparto buen número de preocupaciones e interrogaciones.48 Sin duda es absolutamente necesario interrogarse sobre las transformaciones del mundo actual (que como hemos visto no datan de ayer y necesitan un largo tiempo de gestación; vida supra la cita de Tocqueville) y sobre los efectos subjetivos que ello implica. No obstante, esta legítima interrogación no debería perder de vista ciertos puntos esenciales. Lo primero sería evitar el riesgo de transponer, de transportar (de ¿transferir?) de manera mecánica los cambios sociales como cambios en la estructura subjetiva. Dicho de otro modo, y toman-
do prestada la expresión de D-R Dufour, habría que ser cuidadoso con el (ab)uso de las formas históricas del inconsciente . Si el inconsciente es el discurso del Otro (Lacan), no es falso suponer
que los cambios sobrevenidos en el discurso del Otro provoquen efectos en el sujeto, a condición de no perder de vista que el inconsciente posee características estructurales que presiden a su funcionamiento, independientemente de los contenidos (puesto que en el inconsciente, justamente, no hay contenidos; supo-
nerlo implicaría una ontologización
del inconsciente). Habría
7 Ch. Melman, L'hmmne sans gravilé, op. al " Jean-Pierre Lebrun, Un monde sans limite (1997) y La désarrm's nouveaux du sujet (200]); Roland Chemama, Clivagv el modaniu' (2003) y Dépussion, la grande néumse
conlemporaine (2006), Serge Lesourd, Comment ¡aire le 314ch - De: discours aux parlotles libérales (2006), entre otros. Todas estas obms han sido publicadas en Ramonville por
Éditions Eres.
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que tener cuidado y que evitar incurrir en el mismo error psicologista que los culturalistas de los años cuarenta-cincuenta. La segunda reserva crítica es que estos autores toman como si fue sen objetos reales lo que no son sino objetos imaginarios. En su discurso, los objetos producidos por el mercado son objetos pro_ductores de goce y, en ese sentido, borrarían la falta, cuando, en realidad, son espejismos de goce, son solamente un simulacro, una tentativa fallida
más de colmatar la falta. Es por ello por lo que el consumo de objetos es ininterrumpido. Ycuando el objeto falta o cuando el sujeto falla y no logra obtenerlo el resultado clínico esla depresión .5° Por eso importa no perder de vista la perspectiva estructural. El riesgo culturalista sen'a el de considerar a los cambios sociales como productores directos de los cambios subjetivos. Esto supondría que cada nuevo discurso social engendra nuevas subjetividades (y por ende nuevas patologías) .5' La lectura que aquí propongo es que tales nuevos discursos y nuevas prácticas no son sino maneras diferentes (con modalidades, efectos y consecuencias diferentes) de manejar y , A afrontar la falta y el goce. La colusíón entre este discurso social en el que todo se compra y se vende (en el que la única existencia real es la de la mercancía) con -un desarrollo masivo de las más poderosas aplicaciones tecnocientí cas - acompañado de un discurso democratojurídico-igualitario" que vende la idea de una reivindicación permanente de derechos produce efectos de los que algunos sonevidentes en nuestra clínica desde hace ya varias décadas mientras que otros, más recientes, son tanto o más cuestionadores. Me re ero por una parte a lo que se ha dado en llamar personalidades _ como si ,52 falsos-self , patologías narcisistas así como a los cuadros clínicos que hanrecibido la dudosa
9 Pienso aquí particularmente en Erich Fromm. 5° La "epidemia" depresiva es un ejemplo paradigmático de la hipermodernidad. Respecto a la epidemia , cft Philippe Pignarre, Comment la déprmion est devmue una épidemie, París, Hachette, 200].
5' Es el riesgo en el que ha incurrido un autor tan interesante como jean-Pierre Lebrun, y que aparecía claramente señalado desde el subtítulo de su libro Un monde sans limite. El subtítulo es Por una clínica psicoanalítica de Io social". No hay clínica psia coanalítica de lo social; hay solamente clínica psicoanalítica del sujeto. Ello no impide, claro está, examinar el efecto de las circunstancias sociales sobre la economía subjetiva, algo que no es exactamente lo mismo. 52 Héléne Deutsch, Les Comme si el autres lexus inéditx, París, Seuil,2007.
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apelación de estados-límite (borderline).53 Nadie ha dejado de notar
el incremento de casos de patologías adictivas (donde hay una importancia preponderante del objeto), las patologías centradas en el cuerpo y su imagen, desde las somatizaciones más variadas, la anorexia y la bulimia, hasta los pasajes al acto en los que la marca en el cuerpo viene a remplazar la marca simbólica faltante (tatuajes, piercings, y en casos más graves en especial en adolescentes- escari caciones y automutilaciones). Por otra parte, y es lo que nos interesará particularmente en esta discusión sobre la cultura sexual y la nerviosidad hipermoderna", aparece la panoplia de fenómenos que conciernen a la identidad en gener. l, y en particular a la(s) identidad(es) sexual(es). junto con otro aspecto conexo que concierne a los efectos acumulados de lo que hemos visto sobre la liación lyas con guraciones familiares. Los cambios en las técnicas reproductivas por ejemplo, efecto de la mutación tecnocientí ca, producen no sólo cambios en la realidad de la reproducción humana sino también en su fantasmática y en los lazos de liación. A partir del momento en que un problema real, concreto en este caso la reproducción humana encuentra una solución técnica se produce un desplazamiento que anula (o, más bien, pretende anular) la dimensión simbólica para aislar y reducir la cuestión a una mera aplicación tecnológica. Discurso del mercado mediante la tecnología se convierte en mercancía; los cuerpos también. El desarrollo de las tecnologías de reproducción permitió, por ejemplo, la aparición de las madres portadoras . El ovocito de una mujer será fecundado in vitro con el esperma de su pareja y transferido al cuerpo de otra mujer que se compromete por contrato escrito a asumir el embarazo y el parto del niño. Este hijo será genéticamente el de sus padres biológicos pero habrá sido portado por una mujer sin lazo genético alguno con él. En Estados Unidos, las surrogate mothers se comprometen por contrato a renunciar a todo derecho sobre el niño al que darán a luz y reciben como contrapartida una suma de dinero como 5 Utilizamos la terminología consagrada ; no obSIan te estas categorías clínicas merecerían en sí una discusión detallada, epistemológica. menos fenomenológica y más estructural. 5 Con sus efectos sobre los cuerpos: transformaciones por vía química (hormonal), quirúrgica y los consiguientes fantasmas relacionados con la reproducción humana, según veremos a continuación.
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remuneración por los riesgos que les impone el embarazo y el parto. En términos comerciales se trata de un arrendamiento de vientre . Las tecnologías de reproducción permiten otra evolución de la liación: las IAD (insemination avec donneur. inseminación con donador).
Es cuando uno de los miembros de la pareja es estéril y se recurre a un ovocito o al esperma de un donador . La pareja será la madre o el padre social del niño, sin tener lazo genético con él. Estas nuevas variedades de la reproducción tienen repercusiones particulares en sí, pero adquieren una importancia particular en el contexto de los cambios en las organizaciones familiares.
La liberalización de los comportamientos (moeurs) ha tenido efec-
tos radicales en la organización social, efectos que, a fuerza de haber sido plenamente integrados, parecen hoy absolutamente banales, mientras que eran considerados como conductas transgresivas hace tres o cuatro décadas. Estos cambios pueden resumirse así: si se conSideran dos ejes, el eje de la descendencia y el eje de las alianzas, el primero se mantiene relativamente estable más allá de los avatares de la vida de los individuos, mientras que el segundo, el de las alianzas, se hace cada vez más frágil y provisorio. Para citar algunos ejemplos: la multiplicación de uniones libres (concubinatos), el divorcio por consentimiento mutuo y la aparición de familias recompuestas , el paso de la noción de autoridad paterna , que procede del derecho romano, a la de autoridad parental"; cambios
todos que van en el sentido de una parentalidad concebida más como dispositivo social que como realidad biológica, acentuando aún más la diferencia entre los genítores y las funciones materna o paterna. Otra evolución notable: la eclosión de familias monoparentales, que sería más justo denominar monomaternales: unidad de educación y de crianza de los hijos sin la presencia habitual de un hombre en la familia. La más emblemática de las modi caciones aparecidas en las pa-
"5 Otra ilustración de la máxima lampedusiana, a n de mostrar que se innova menos de lo que se piensa con las surrogala mothm, o mejor dicho, que la innovación consiste en la manipulación tecnocientí ca y no en el fantasma ni en el deseo: Viendo Raquel que no daba hijos ajacob, tuvo envidia de su hermana y decía ajacob: Dame hijos. o si no me muero/ Yjacob se enojó contra Raquel y dijo: Soy yo acaso Dios, que te impidió el fruto de tu vientre?/ Yella dijo: He aquí mi sierva Bilha; lle'gale a ella y dará a luz sobre mis rodillas, y ya también tendré bajos de ella/ Así le dio a Bilha su sierva por mujer; y jacob se llegó a ella/ Yconcibió Bilha, y dio a luz un hijo ajacob/ Dijo entonces Raquel:
Me juzgó Dios, y también oyó mi voz, y me dia un hijo." Génesis, xxx, 1-6.
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rentalidades sociales
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es la demanda (formulada a menudo como
exigencia) de constituir familias homoparentales y reivindicar su legalización. El etnólogo Maurice Godelier56 ha demostrado que esta reivindicación aparece en un momento preciso de la historia de las sociedades occidentales, en el punto de convergencia de tres movimientos sociales distintos. El primer movimiento, según Godelier, surge durante el siglo xrx y no tiene ninguna relación con la homosexualidad. Se trata de la valorización progresiva del niño y de la infancia. El deseo de tener un hijo que conocemos hoy no tiene ningún punto en común con el que podían tener las poblaciones mayoritariamente campesinas del siglo xrx interesadas en disponer de una mayor fuerza de trabajo a través de una prole numerosa. Godelier señala que hoy en día la valorización de la infancia y delniño es al mismo tiempo la de los padres y la de una forma de parentalidad. Para decirlo de otra manera: hay una investidura de la parentalidad más narcisista y menos pragmática .5" El segundo movimiento comienza a mediados del siglo xx y lleva a la despatologización de la homosexualidad. La homosexualidad ya no es entendida ni como enfermedad ni como perversión.58 Si para las religiones monoteístas la homosexualidad sigue siendo considerada como una sexualidad contra naturay por ende condenada y condenable, para la mayoría de la opinión pública de los países occidentales y democráticos la homosexualidad es percibida cada vez más como otra forma de sexualidad. El tercer movimiento que se ha desarrollado de modo más visible en los países occidentales con régimen democrático, deriva del hecho de que en una democracia las minorías luchan por obtener y ejercer los mismos derechos que las mayorías o por adquirir derechos particulares que no perjudican a los derechos de los otros. Según Godelier, el encuentro y la convergencia de estos tres movimientos creó en Occidente, desde hace poco más de dos décadas, 5° Maurice Godelier, Métamarphoses de la parmté, París, Fayard, 2004.
57 Godelier sugiere el ejemplo de la Declaración universal de los derechos del niño", impensable en el siglo x1x.
5 Pero ha habido que esperar hasta ¡973 para que, por ejemplo la American Ps-
ychiam'c Association decida eliminar la homosexualidad de la lista de enfermedades
mentales. Es verdad, por otra parte. que el término de perversión, heredado de la psi-
quiaU ía de Kraft-Ebing, merece ser sustituido, vistas las connotaciones peyorativas que conlleva, aun cuando en psicoanálisis se le quite cualquier peso moral. Pero sabemos bien que las palabras no son inocentes.
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una situación histórica inédita en la cual se ha hecho pensable y ala vez posible que los gay quieran tanto vivir su homosexualidad como reclamar y realizar su deseo de hijo (en el sentido moderno de deseo de hijo que hemos explicitado), creando así inéditas familias homosexuales. Familia en el sentido estricto que acuerda al término un emólogo como Godelier, es una unidad de procreación o de crianza de los hijos . Los movimientos gay promueven una de nición distinta de la familia como unidad de vida común y de educación de los hijos . Ahora bien, hasta hace unos años este deseo de hijo se expresaba bajo la forma de una demanda de adopción pero ahora las nuevas técnicas de reproducción han abierto perspectivas inéditas en lo que respecta a la liación. A partir de esta perspectiva histórica y antropológica Godelier sostiene que se impone admitir que no se puede detener con medios de coerción y de represión política y policiaca la multiplicación y la legalización de las familias homosexuales. Por el contrario, es necesario reconocer esta evolución y enmarcarla jurídicamente al término de un debate social y político que jará los derechos y los deberes de los homosexuales respecto a sus hijos. Derechos y deberes que no podrán ser diferentes de aquellos de los hijos de las familias heterosexuales. La variabilidad de formas empíricas de familia y parentalidad enseña que la familia puede ser y de hecho es instituida diversamente según el periodo histórico y según las modalidades de sociedad. Son dispositivos sociales que tienen por función inscribir a los hijos en un lazo de liación y asegurar la transmisión de bienes materiales y simbólicos. El lazo familiarse presenta a los individuos bajo la forma de reglas, prescripciones y prohibiciones; entre éstas nos interesan particularmente las que conciernen a la diferencia sexual y a la diferencia de generaciones (es decir, el complejo de Edipo). El grupo familiar constituye una escena donde se juega el drama de la sexuación y de las identi caciones sexuales para todo sujeto. En ese nivel la familia desempeña un papel y una función esencial en los registros simbólico e imaginario. Las nuevas formas de procreación han provocado un cambio mayor en un doble sentido. Ellas respondían en primer lugar al sufrimiento de parejas impedidas de tener acceso a la liación por razones de índole biológica. A la vez estas técnicas suscitaron un nuevo tipo de demanda, que puede oscilar entre la súplica y la reivindicación mill-
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tante de un derecho al hijo". El profesor René Frydman, pionero de la fecundación in vitro, testimonía con precisión en este sentido.59
De hecho, asistimos a una tecno-biologización de la reproducción que la separa cada vez más del nivel genital. En este sentido, luego de haber surgido como una respuesta al problema de la esterilidad, la lógica tecnocientí ca ha desarrollado otra lógica que origina fantasmas diferentes, particularmente el de poder prescindir del otro sexo (restringido al papel de donador anónimo de esperma u ovocitos que se obtienen en bancos creados para tal efecto), de poder procrear y tener un hijo en soiitario/a ,"" de liberarse de la diferencia sexual, in-
cluso del embarazo mismo (ectogénesis, útero arti cial) para poder engendrar y cabe imaginar (ingeniería genética mediante) la etapa siguiente, la selección de las características deseables o indeseables.
El sueño del demiurgo será factible en el supermercado genético del mañana. Hoy son las parejas homosexuales las que reivindican con más fuerza este derecho a la procreación . Derecho legítimo en sí, pero respecto al cual es importante subrayar el silogismo que presupone la desmentida de la diferencia sexual. Los movimientos gay reivindican el acceso a las técnicas de procreación asistida por la medicina (en francés: PMA, pracréation médicalement asistée) en nombre del derecho
a la igualdad de tratamiento médico garantizado por el Estado. La lógica discursiva es la siguiente: puesto que las mujeres estériles han obtenido la posibilidad de procrear, como las otras, gracias a la PMA
tales técnicas y los actos médicos que ellas conllevan a cargo del sistema de salud del Estado- no podrían excluir a los homosexuales cuyas relaciones sexuales son forzosamente estériles. Este argumento establece una equivalencia entre dos situaciones disímiles (la mujer estéril no ha elegido serlo en tanto que los homosexuales reivindican su elección de sexo) y se convierte en una cuestión de defensa de la libertad individual y de la vida privada (que evidentemente no están en discusión aquí). La demanda de un derecho al hijo puede ser entendida como el derecho a sercomo los otros" al punto tal que 59 René Frydman con su equipo logró el nacimiento del primer bebé-probeta" en 1983. Cf. René Frydman, L irrérislible désirde naissance, París, Odilejacob, 1996; Dim, la médea'ne et l'embryon, Paris, Odilejacob, 2003.
w 6° Según el decir de una paciente: Hoy puedo tener un hijo cuando quiero y como quiero." 5' Henri Atlan, L ulerus arti ciel, París, Seuil - La librairic du XXI siéclc, 2005.
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evocar o discutir estas cuestiones (como lo hacemos aquí) es a menudo percibido y asimilado aun signo de homofobia. El punto que nos parece esencial y en el que queremos insistir no es el del derecho de los homosexuales a ser padres/ madres sino la volun-
tad declarada de borrar las diferencias y en particular todo aquello que concierne a la diferencia sexual. El jurista y activista homosexual Daniel Borillo lo enuncia de manera muy clara, reivindicando la vida
familiar para todos, cualquiera que sea su orientación sexual y militando por el derecho del hombre a la familia".62 La familia por la que aboga D. Borillo debe no obstante estar librada de su función de sistema de obligaciones" y de los diversos órdenes a los cuales está subordinada: La vida familiar no está para nada al servicio de un orden meta sico ya que ella no tiene necesidad ni del orden natural ni del orden simbólico de la diferencia de sexos y ni siquiera de la ley para cali car el vínculo? Se llega así a una exaltación de las diferentes experiencias en el registro de la parentalidad y de la liación (parentalidad múltiple, pluriparentalidad, homoparentalidad, etc.), formas experimentales y difusas que suscitan entusiasmo en quienes las p'ractican en la medida en que, como Borillo, se pretenden y se presentan como "liberados" de las obligaciones ínstituidas de la vida familiar y de las funciones parentales. La palabra clave es innovación . En este contexto no debe perderse de vista la insistencia cada vez mayor en la indiferenciación sexualdel padre o la madre en el plano de las respectivas funciones parentales: no hay ninguna especi cación puesto que los dos son igualmente padres. Se efectúa un paso suplementario a rmando que las funciones parentales no son funciones sexuadas ni sexualizadas (es decir, incluidas en la diferencia sexual).
Se a rma que estas funciones corresponden a tareas educativas (educar a los hijos, asegurarles amor y protección) más que a responsabilidades generacionales, promoviendo asi una confusión entre las tareas
que suponeun hijo y las funciones simbólicas del parentesco.64 |
5 Esta reivindicación apasionada de la familia debería hacernos sonreír cuando evocamos la execración generalizada de la familia en los años sesenta por parte de los movimientos libertarios. Recordemos el éxito fulgurante de La muera de la familia, de David Cooper. f Daniel Borillo, La protection juridique des nouvelles formes familiales: le cas des families homoparentales", en Mouvemenu, Saa'étés, Polilique, Culture, núm. 8, París, La Découverte, marzo-abril de 2000, p. 59.
5 Hay que citar a este respecto el artículo de Laurence Gavarini : la sexualité danl
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Inversamente, las reservas que pueden provenir de la clínica respecto a las cuestiones concernientes a la diferencia entre los sexos y la liación son inmediata y sistemáticamente cali cadas de reaccionarias o retrógradas , sobre todo cuando ellas se apoyan en la noción de orden simbólico .66 Los partidarios del punto de vista denominado liberal consideran que la liación depende de las libertades y y o de un orden estatal o de las orientaciones sexuales individuales n jurídico (al cual, no obstante, demandan reconocimiento legal y asistencia médica en materia de procreación). Lo que es curioso y problemático es que hoy por hoy aparece como imposible pensar esta problemática más allá de una alternativa que nos encierra en una trampa ideológica maniquea: o se está a favor y se es liberal o no se está a favor yel debate no tiene lugar no es necesario estar en contra o, mejor dicho, no estar a favor implica por fuerza
estar en contra. El anatema es la respuesta más común (invocando lo politically correct) .67 Esto no nos preocuparía sino fuese porque la ausencia de ese debate es un síntoma esencial de la nerviosidad hipermoderna . La sexualidad y las sexualidades están, como se ve, en el centro
de las preocupaciones actuales. Homosexuales gay o lesbianas, bisexuales, transexuales, transgéneros, queers, etc.; que estos grupos sufrieron represión, estigmatización y oprobio es indiscutible, tan indiscutible como que fueron y son aun hoy objeto de violencia y discriminación. Que hayan luchado y obtenido que la sociedad reconozca su diferencia y les acuerde los derechos equivalentes a los de los otros ciudadanos es sin duda unmérito. l'ombre. Discours sociauv sur les nouvelles normes et formes du lien familial", La CliniqueLatanienne, núm. l2 Parmlalilés d aujourd hui. .. el d hillcun, Ramonville Saint-Agnc,
Eres, noviembre de 2007, pp. 27-47. 5 En general, se observa en el medio homosexual militante una reactividad desmedida a toda reserva emitida desde el psicoanálisis, como si el psicoanálisis desautorizara
por principio o, peor aún, como si el psicoanálisis fuera una instancia de censura que tuviera el poder de imponer normas sociales, lo cual nos parece bastante alejado de la realidad. 5° A título de ejemplo: las violentas reacciones que recibió el artículo del psicoanalista Jean-Pierre Winter, Care aux enfants symboliquement modi és , Le Monde de:
DébaLs, marzo de 2000. 67 Al no poder abordar aquí esta problemática en toda su complejidad, aconsejo la lectura del pertinente artículo de lréne Théry, Différence des sexes, homosexualité cl liation", en Martine Gross el aL, Hmnoparmlaülés, ¿tal de: licux, Ramonville Saint-Agnc,
Erés, 2005, pp. 151-178.
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Sin embargo un curioso quiasma se per la. Por una parte, los movimientos gay, queer, etc., en su demanda de reconocimiento, se adhieren con fervor a todo lo que hemos señalado con respecto al discurso del mercado. No pensamos que estas posiciones subjetivas tengan por origen ese discurso o formen parte de él, sino que éste lo potencializa. Así, las formas de reivindicación de estas sexualidades se presentan como verdaderos síntomas. Freud a rmaba sin ambages hacia el nal de su vida cuál era la contribución esencial del psicoanálisis a la cultura y al mismo tiempo el shibbókt de los psicoanalistas: el complejo de Edipo: Me atrevo a decir que si el psicoanálisis no pudiera gloriarse de otro logro que haber descubierto el complejo de Edipo reprimido, esto sólo sería mérito su ciente para que se lo clasi cara entre las nuevas adquisiciones valiosas de la humanidad. 68 El complejo de Edipo, historieta aparte,69 consiste en una aserción tan simple como esencial: la de una doble diferencia. Diferencia de sexos (complejo de castración), diferencia de generaciones ( rohibic delmrrido que hemos e ectua o lleva a preguntar si nuestro sujeto hipermoderno no se encuentra en vías de hacer saltar esta doble diferencia. ¿Habrá sido Lacan un visionario cuando a rmaba (¡en 1960!) El Edipo sin embargo no podría conservar inde nidamente el estrellato en unas formas de sociedad donde se pierde cada vez más el sentido de la tragedia"?7° La aparición de la noción de género en el paisaje cultural (acompañada por el desarrollo de los gender studies y las gender theon'es en los USA) tiende a borrar progresivamente una de estas diferencias, la diferencia sexual.7| La tesis fundamental se declina en dos puntos: el primero, que la sexualidad no se limita a la biología, es decir en que el cuerpo sea biológicamente masculino o femenino. En este punto el 5' Sigmund Freud,
Esquema del psicoanálisis" (1938), 0. C., vol. xxm, p. ¡92. En
cuanto al Shibbolel: Sigmund Freud, 'D es ensayos de teoría sexual (1905), 0. C., vol. vn, p. 206,
núm. 28 (agregada en 1920): El progreso del trabajo psicoanalítico ha destacado con trazos cada vez más nítidos esta importancia del complejo de Edipo; su reconocimiento ha pasado a ser el shibbolel que separa a los partidarios del análisis de sus oponentes." 5° Cf.jacques Lacan, Le Séminaire XVII - L envers de la psychanalyse, op. cit., p. 13]. "Jacques Lacan, Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano", Esm'los 2, p. 792.
"' La prohibición del incesto parece menos amenazada , aunque ya se anuncian di cultadesjustamente a través de los medios de procreación. ¿Hay incesto dentro del tubo de ensayo?
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psicoanálisis, contrariamente a ciertos reproches que se le dirigen, no podría estar en desacuerdo puesto que insistió desde el principio en esta diferenciación.72 El segundo punto concierne a la elección de sexo. Sean cuales sean mis características corporales innatas , tengo derecho a elegir mi sexo . Las teorías sobre el género reposan sobre el zócalo doble de la rebelión contra el determinismo biológico y la posible autodeterminación por elección personal. Citando un(a) transexual: La naturaleza se equivocó al darme un sexo masculino. Es dificil sostener que la naturaleza a veces hace mal sus cálculos; si se nos permite el pastiche, digamos más bien que la cultura genera razones que la naturaleza ignora. El sujeto de la hipermodernidad considera que no hay razón para soportar esta injusticia biológica , y que está en su derecho al demandar reparación (a la ciencia) y elegir el sexo al que verdaderamente pertenece".73 La pregunta que se plantea es qué quiere decir esa elección. Insistamos una vez más: si alguien puede rebelarse contra las injustas determinaciones de la naturaleza, es porque es un ser que habla. Lo repetimos: la sexualidad (incluyendo la cuestión del género) es una cuestión cultural, y no natural. justamente, a partir del momento en que somos seres de lenguaje, es decir de cultura, existe la posibilidad de inventar escapatorias a las
determinaciones naturales. Los seres humanos lo venimos haciendo desde la noche de los tiempos: nos contamos cuentos. Lo propio de los cuentos es que permiten imaginar lo que uno no es (dejando en suspenso la pregunta de lo que uno sí es). Esto concierne esencialmente la problemática de la elección de sexo que no podemos calicar sino con el término de ilusión . Un ejemplo eminente de estas ilusiones es la obra de Judith Butler, una de las más conspicuas representantes de la teoria qizeer. A la posición naturalista o esencialista que a rma que los cuerpos y la sexualidad son de nidos por determinaciones naturales, Butler responde con una teoría discursivo-performativa, una teorización de los
procesos de materialización corporal. Butler concibe este proceso como la instauración de un conjunto de normas corporales que depende de una reiteración o asignación de improntas de género que 7 Punto perfectamente notado por Tim Dean, Lacan and queer theory", The Cambridge compartían to Lamrtjcan-Michel Rabaté (ed.), Cambridge, Cambridge University Press, 2003, y porjavier Sáez, Théon'e quxr el psychanalyse, París, Epel, 2006.
7 A este respectojean-Pierre Lebrun, Le transsexuel, enfant-modéle de la science",
Essaim, núm. 3, París, Eres, 1999.
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con eren una identidad de la que a su vez depende la posibilidad de resigni cación o de alteración." Para esta autora, que halla en el pensamiento psicoanalítico un interlocutor permanente, la sexualidad es una pura construcción social y se asimila a formaciones simbólicas e imaginarias. Lo problemático en su discurso es que está estructurado a partir de una concepción que en de nitiva es más próxima de la psicología del Yo que del psicoanálisis lacaniano al que no obstante ella se re ere. Hay una diferencia esencial entre a rmar, como lo hace Butler, que el cuerpo y la sexualidad se constituyen por la a rmación repetida de actos discursivos y performativos (o sea: donde yo soy dueño de mi acto), donde el sujeto construye su identidad por la reiteración de sus acciones, y la posición psicoanalítica que sostiene que el sujeto en de nitiva no habla, sino que es hablado. Dicho de otra manera: el sujeto es efecto del lenguaje y efecto del deseo del Otro. Y con relación al cuerpo, hay una oposición radical entre la posición de Butler que reúne en un mismo movimiento de síntesis el ego (que ella confunde con el sujeto), el cuerpo y la identidad, con la concepción de Lacan que postula la discordancia entre el cuerpo, el sujeto y el deseo.75 La asimilación de la repetición performativa de normas a la compulsión a la repetición freudiana es un ejemplo signi cativo del impasse de Butler: En este sentido, se podría interpretar útilmente la repetición performativa de las normas como el efecto cultural de la compulsión a la repetición de Freud. Se trataría de una repetición no al servicio del control del placer sino que destruye completamente el proyecto de control. Es en este sentido en el que Lacan ha sostenido en Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis que la repetición ¡marcalel fracaso _de la subjetivación: lo que se repite en el sujeto es precisamente lo que no es controlado y no será jamás controlable. 7" 4
7 judith Butler, Bodies that matter: On the discursiva limit: of sat , Nueva York,
Routledge, 1993 (versión española: Cuerpos que importan- Sobre los límites materiales y discursivos del "sexo", Buenos Aires, Paidós, 2002). Gender trouble - Fmtinism and the politics ofsubumion, Nueva York, Routledge, 1990 (versión francesa: Trouble dans le gmre, París,
La Découverte, 2005). Butler, como todos los autores quaerse inspira ampliamente en la reflexión del último Foucault. 75 Relación de inconmensurabilidad que Lacan desarrolla a partir de su seminario de 1966-1967, La logique dujantasme (inédito, publicación interna de la Asociación Lacaniana Internacional) donde se pre guran el apotegma No hay relación sexual" y las fórmulas de la sexuación.
judith Butler, "Critically queer", citada porjavier Sáez, Théorie queeret psychanalyse.
op. cit., pp. 125-126.
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Se ve claramente la di cultad: la compulsión a la repetición es lo que, en la clínica, permite a Freud articular el carácter demoniaco de la pulsión que no se satisface con ningún objeto, ni siquiera con un o cio de placer y, por ello, apunta a lo que escapa por completo a Butler y más generalmente a todos los autores queen el más allá del principio de placer, es decir, el goce. En ese sentido no está equivocada al referirse a Lacan y subrayar lo que la repetición implica, salvo que lo que ella denomina fracaso de subjetivación es la su etivación misma, es el
movimiento mismo de la pulsión, que no tiene satisfacción de nitiva que aporte al sujeto la completud (de identidad u otra). Esjustamente por eso por lo que las repeticiones culturales, que por cierto no son despreciables, muy al contrario, que son también efectos del trabajo de la pulsión pero que no pueden pretender alcanzar ningún tipo de completud.77 lnversamente, hay que concluir que si la repetición performativa de normas es un efecto de la compulsión a la repetición, esa repetición sólopuede entenderse como una puesta en acto inconsciente que escapa a toda elección . La di cultad fundamental consiste entonces en que la teoría queer efectúa una lectura de las prácticas sexuales no-normativas como formas de resistencia simbólica y política, pero evacuando por completo la dimensión del deseo inconsciente y desu suly'elivación. En de nitiva, se trata de una especie de proposición de construcción identitaria por medio de (si se nos permite la humorada) una teoría del pasaje al acto permanente . Si Butler de ne la sexualidad como un dispositivo social, simbólico
e imaginario, no podemos dejar de interrogar eso que ella omite: lo Real del sexo.
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ello hay dosrespuestas. La ¡31133139Mme m guenosemsc en el inconsciente de W , la
ausencia de si ni caciónïmmgunda, biológica, pero no por ello menos importíñÉÏy'aÏÏüÉ ella si tiene que ver con una inscripción: aquello que podn'a denominarse la rma cromosómi77 Notemos sin embargo que en sus publicaciones más recientes Butler relativiza sus primeras posiciones y cuestiona la noción de identidad performativa. Cf. La vie ps)chique du pauvoir- L'assujetissemenl en théon'a, París, Leo Scheer, 2002. Estas pocas líneas
no dan cuenta de la complejidad del pensamiento de Butler, que merecería ser más ampliamente discutida. Nuestro objetivo aquí consiste tan sólo en destacar la diferencia esencial.
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ca : XY para los hombres, XX para las mujeres.78 Piense lo que piense, haga lo que haga, imagine lo que imagine y en todo caso hasta prueba de lo contrario, cada ser humano está afectado por uno u otro tipo de estos pares cromosómicos que determinan los caracteres sexuales primarios. Un transexual hombre puede atiborraxse de hormonas, hacerse operar, vestirse como una mujer y, eventualmente, cambiar de nombre para que el estado civil lo (la) reconozca según el género que se ha elegido. Todo esto no impedirá que en el hipotético caso en que decidiera (y pudiera) clonarse, su reproducción aparecerá necesariamente con los mismos rasgos sexuales que ha querido borrar. Ejemplo perfecto de una de las de niciones de lo Real según Lacan: aquello que retorna siempre al mismo sitio. Lo Real del sexo es, en consecuencia, inalterable. Es imposible la
inscripción en el inconsciente de una esencia masculina o femenina, es imposible la modi cación de la rma cromosómica . Ello no impide que otras opciones estén abiertas para este ser parlante, justamente porque es un ser parlante. Es lo que Lacan ha denominado hacer el hombre y hacer la mujer recurriendo a la categoría de semblante . Yaunque sea evidente hay que insistir en la evidencia: los heterosexuales normales (aquellos cuyo sexo biológico corresponde con eso que las normas sexuales vigentes en las sociedades heteronormativas identi can como acorde a él) también
hacen de
hombre o de mujer . De tal modo que nada impide los hechos lo prueban sin cesar- que haya hombres que hacen de mujer y mujeres que hacen de hombre, hombres heterosexuales feminizados, y mujeres heterosexuales masculinizadas . Pero es menester señalar que esta realidad evidente no esperót para ser teorizada, la eclosión de la moda de los gmderstudies. Basta con referirse a las llamadas formulas 7 Lacan, por su parte, reconociendo el real biológico, lo declaraba irrelevante con respecto a lo que se juega en la sexualidad humana: ...lo que Freud revela del mcionamiento del inconsciente no tiene nada de biológico. Eso puede llamarse sexualidad por lo que se llama relación (rapport) sexual. Es por ona parte completamente legítimo hasta el momento en que se hace uso del término de sexualidad para designar otra cosa, a saber lo que se estudia en biología, el cromosoma y su combinación XYo XX, o XX, XY. Esto no tiene absolutamente nada que hacer con aquello de lo que se trata. que tiene un nombre perfectamente enunciable, las relaciones del hombre y de la mujer. Conviene partir de esos dos términos en su sentido pleno, con lo que cdlnportn de relación. Cf._]acques Lacan, LcSémimu'rz Lim XVIII -D'un discouvs qui nesam'tpa dl
semblant (1971), París, Seuil, 2007, pp. 30-31. 7° Ibai, p. 32.
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de la sexuación de Lacan80 que designan una repartición de los sexos (que, como se verá, equivale a eso que los genderstudies llaman género ) en función del posicionamiento subjetivo respecto de la función fálicam' y de la repartición de goces cualquiera que sea el sexo biológico del sujeto. Nada impide que un sujeto con un cuerpo femenino se inscriba del lado masculino y viceversa. Si Freud fue el primero en a rmar la indeterminación sexual del ser humano y el carácter indomeñable de la pulsión, Lacan ha sido el primero en esbozar el
contorno de una teoría de la diferencia sexual no imaginaria y no naturalizada. Las fórmulas de la sexuación marcan un límite y disipan (¿de nitivamente?) la idea de la complementariedad de sexos. Que
sea del lado femenino o masculino , cualquiera que sea la opción, estará signada por la imposibilidad del sujeto de alcanzar una totalidad puesto que cada uno está marcado de manera diferente por la falta y por el goce. ngxjjferencia al hombre de la mujer, o mejor dicho: a la posición masculina de la posición femenina no es la anatomía sino el goce, el hombre incluyéndose en el goce fálico, la mujer Ïincluyéndose
no-toda
(pas-toute) en éste e indicando la vía
de Otro goce. El enunciado no hay relación (rapport) sexual indica a las claras que no existe ninguna complementariedad natural entre los sexos y la idea misma de una sexualidad armoniosa, heterosexual o no, es un mito y una misti cación. No podemos entonces sino coincidir con Tim Deanm cuando a rma que no hay contradicción alguna entre la teoría queery el psicoanálisis lacaniano; habría sin embargo que plantear una salvedad: ninguna contradicción en cuanto a la cuestión del género. Ya que, si bien Jacques Lacan, Le Séminaire Lim XX -Encore, París, Seuil, 1975, pp. 73 y ss. " ¿Habrá que repetir una vez más que el famoso Falo, al que Lacan le acuerda la dignidad lógica de función , no es el órgano masculino? n Subrayemos incluso que esta crítica de la normalización y la normativación que se desprende de la elaboración de las fórmulas de la sexuación no es novedosa en el Lacan de los años setenta. No por casualidad comenzó su seminario de 1972-73 re riéndose a La ética del psicoanálisis", donde a rmaba que la práctica analítica debía resistir a la normalización. CI. jacques Lacan, La Séminaire Livra VII L élhíque de la psychanalyu (1959-1960), París, Seuil, 1986, p. 339. " Tim Dean, Lacan and Queer Theory", The companian to Lacan, jean Michel Rabaté (ed.), Cambridge, Cambridge University Press, 2003. Hay versión francesa de este libro, Lacan, París, Bayard, 2005. El artículo de Tim Dean fue reedime en
una versión mejorada con acuerdo del autor en Cliniqucs Médilemmnémnes, 74-2006. pp. 61-78; es a esta última versión a la que haremos referencia aquí.
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la lógica de la sexuación es en de nitiva una lógica del género, esto no elimina como lo propone la teoría queer- la diferencia sexual. Yagreguemos, anticipando lo que sigue, que impugnar la heteronormatividad no implica negar la diferencia. Es exactamente lo que aparece como sintomático en la mayoría de las posiciones homosexuales, queer, etc.... y así nos vemos remitidos otra vez a la problemática del
sujeto hipermoderno. Ahora bien, en su afán por lograr el legítimo reconocimiento de sus derechos, estos grupos tienden a multiplicar por un lado las declaraciones y reivindicaciones identitarias y, por otro, a atacar violentamente a las instancias que aparecen, a sus ojos, como fuerzas de represión que rechazan sus opciones sexuales (cualquiera que emita una opinión distinta es inmediatamente de nido como homófobo ).° A este respecto es interesante notar que el psicoanálisis y los psicoanalistas ocupan un lugar destacado en sus listas de enemigos . Lo menos que se puede hacer es preguntar por las razones; este ataque es aún más llamativo si consideramos que, como acabamos de ver, es justa-
mente el psicoanálisis, y en particular el psicoanálisis de inspiración lacaniana el que más ha insistido en destejer la red de creencias alrededor de una supuesta normalidad sexual. El punto clave de los movimientos homosexuales (bi, trans, queer, etc.) es la postulación de una sexualidad y de una identidad sexual elegida.35 Hay una reivindicación identitaria extrema, que encuentra su acmé en la posición transgénero que consiste en a rmar que sus adherentes no tienen ninguna (identidad) puesto que cabe tenerlas a todas. Se puede ser entonces hetero y homo, trans y bi, hombre o mujer, según los momentos y lugares. Suprema astucíaade- la razón identitaria, puesto que esta fluctuación proteiforme de la identidad es el escape imaginario perfecto a la falta (es decir a la castración). En efecto, al no aceptar a ninguna identidad sexual puedo tenerlas (po3 Por ejemplo esta a rmación de Javier Sáez: ...toda empresa de explicación de la homosexualidad es absurda en sí y revela una posición epistemológica sospechosa desde un punto de vista quen . javier Sáez, Théon'e quan el psychanalyse, op. al, p. 133. 35 Acotemos que este es un rasgo observable a menudo en la clínica: la declaración (que puede ser angustiada, desa ante, o avergonzada, en todo casojamás neutra) "yo
soy homosexual", deja en la sombra otra pregunta que no deja de aflorar y es la verdadera pregunta del sujeto: ¿soy un hombre? ¿Soy una mujer? ¿Qué es ser un hombre (o una mujer)? Preguntas estas a las que el heterosexual (supuesto normal") no escapa tampoco, salvo que en su caso no se presenta nunca como reivindicación identitarll.
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tencia] e imaginariamente) a todas, o sea ninguna me falta . Ahora bien, ¿qué es la identidad sino una alienación en una identi cación
imaginaria? De este modo, y de manera asombrosamente paradójica, los movimientos homosexuales y queer se inscriben en una posición tan normativa como la heterosexual. Esto no ha escapado a la atención de Tim Dean: El esfuerzo de coordinar y sintetizar es una función yoica que revela una visión imaginaria del sexo. Y esto es cierto tanto para las nociones de orientación homosexual y de identidad gay como nara la identidad heterosexual. Las identidades, tanto gay como hetero, omiten la dimensión del inconsciente. En tanto que orientación o identidad, la homosexualidad es normalizante aunque no socialmente normativa. En otros términos, si bien la homosexua-
lidad está lejos de representar a la norma social, ella se conforma, no obstante, en tanto que identidad minoritaria, a los procesos de normalización que regulan el deseo y lo encierran en categorías sociales con nes disciplinarios."86 La visión identitan'a de sexo se opone a la visión psicoanalítica, que indica a las claras la indeterminación del sexo en el inconsciente. En tal sentido, el psicoanálisis no puede dejar de señalar lo que su experiencia le enseña: si bien es absolutamente necesario eliminar las discriminaciones en el plano social, la atenuación de las injusticias políticas y sociales no tiene traducción simétrica ni equivalente en el nivel del con icto psíquico dicho con las palabras que hubiera usado Freud. El problema es que la teoría quen tiende a presentar el acceso a la felicidad sexual como dependiente únicamente deelementos externos (los factores sociales) sin tomar en cuenta la imposibilidad interna" (la pulsión).
No deja entonces de sorprender, como ya he señalado, que sea el psicoanálisis quien aparezca como el enemigo , el adversario, el representante de las instancias de represión y discriminación social.87 5 Tun Dean. lacan et la théorie queer , op. al, p. 246.
7 Se imponen aquí algunas precisiones. Es verdad que unabuena parte del movimiento psicoanalítico "patolog'izó' la homosexualidad durante décadas, considerando además a los homosexuales como inaptos' para el ejercicio del psicoanálisis. Estas posiciones se impusieron a partir de 1921 por insistencia de Ernestjones y de los berlineses", contra la posición de Rank y de los vieneses que tenían el apoyo de Freud. Tal fue la política o cial de la International Psychoanalytical Association (m) hasta hace pocos años. Ésa no ela la posición de Freud, quien estigmatizó a la homosexualidad, ni la de Lacan (a pesar de los infundados ataques de Eribon y otros), y que el psicoanálisis lacaniano en general (hay algunas excepciones, como la de Ch. Melman) no
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Nos detendremos en este punto que no es ajeno a la nerviosidad actual o, si se pre ere, al malestar en la cultura (sexual).
Uno de los protagonistas más destacados de esta vindicta es Didier Eribon. Oigámoslo: Se ve bien hasta qué punto es imprudente, aberrante, para los psicoanalistas de hoy, seguir con su irreprimible pulsión de dominación social y ceder a la tentación de prescribir normas y dictar los principios sobre los cuales deberían fundarse el derecho y la ley [...] ¿No sería necesario hoy que el psicoanálisis renuncie'a decretar lo que cali ca a una pareja para el acceso a un tipo de derechos y descali ca a otra pareja para tener acceso a los mismos derechos? La única posición rigurosa intelectualmente posible, y sobre todo para los psicoanalistas, ¿no sería por el contrario pensar que todo el mundo debería tener acceso a los mismos derechos, a todos los derechos?
[. . .] Que renuncien de una buena vez a querer codi car y recodi car sempiternamente las innovaciones en términos de un saber discutible y que no funda su legitimidad más que en la fuerza social que arbitrariamente se le reconoce y que sus partidarios explotan de manera abusiva. Deberían, por el contrario, esforzarse, si es que todavía están
a tiempo, en reconquistar un lugar y un rol realmente progresista.
Como ya señalamos, no habría ninguna razón de abordar aquí ni
este tipo de ataque vindicativo ni estas vanas disputas entre las sexualidades homo-trans-queer y el psicoanálisis si no fuese porque estos movimientos ocupan un lugar central en la actual cultura sexual y porque en el fundamento de estas disputas está la actual nerviosidad
moderna".89 Volvamos a la pregunta: ¿Por qué entonces, si el psicoanálisis ha sido una de las disciplinas que más ha bregado por que sea reconocida la rebeldía del deseo humano y la inexistencia de cualquier normalidad es objeto de tal rechazo e, incluso, de odio?
En este punto debemos recordar lo que ya hemos desarrollado en torno al sujeto de la hipermodernidad. Ese sujeto que se pretende ha patologizado ni estigmatizado ni discñminado a los homosexuales. Para una revisión más amplia de esta historia: Elisabeth Roudinesco, Psychanalyse et homosexualité: réexions sur le désir pervers, l injure et la fonction paternelle', ainiquts Médilérranémw65, 2002, Ramonville, Eres, pp. 7-34. a Didier Eribon, Comment on s'arrange , Cliniun Médila'mnámnes, núm. 65, Las ho-
mosexualités aujourd hui un dgï pourla psychanalyui Ramonville, Eres, 2002, pp. 201-219. 9 Sin duda el psicoanálisis, como discurso, forma parte de la Cultura en general y, en consecuencia, del discurso acerca de la cultura sexual".
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libre, autónomo, autor de sí mismo, auto-legitimado y autorreferente
y que cree poder determinarse libremente en función de cuanto se le propone en el mercado globalizado, incluidos los kits identitarios (que no se limitan, dicho sea de paso, sólo al registro de las sexualidades). Es di cil no ver el lazo existente entre este discurso de la
hipermodernidad y las reivindicaciones subjetivas concernientes a la sexualidad, la organización familiar, o los métodos de reproducción. El narcisismo omnipotente de los discursos democráticos (¡Es mi derechol), del mercado (¡puedo tener el objetol), tecno-cientí co
(¡lo imposible está a mi alcance, es la ciencia quien provee!) conducen a lo que algunos autores llaman, con suma inquietud, un mundo sin límite.90 El psicoanálisis nada tiene que objetar a esto; no está en
su poder (¡felizmente!) determinar el curso de la historia, ni las nor-
mas sociales ni las opciones de los sujetos. El psicoanálisis nada tiene que ofrecer en este ámbito pero no puede ser sordo al clamor de los sujetos, a lo que transmiten en sus discursos. Ylo que el psicoanalista escucha es que en el discurso triunfante del mundo liberal y liberado" hay algo que, como hubiera dicho Lacan, ne toume pas rond , no marcha sobre ruedas. Tal es el fundamento de la nerviosidad hipermoderna . Limitándonos por el momento al último tema abordado, el de las sexualidades, justamente porque no hay sexualidad normal sino montajes de sexualidades, es que el psicoanálisis es intolerable: su praxis pone en evidencia el carácter de síntoma y de mascarada de todas estas posiciones. Salvo que a rmar esto no es peyorativo ni denigrante. He escrito: todas estas posiciones. La homosexualidad es un síntoma... como la heterosexualidad (una mujer es un síntoma para el hombre, señalaba Lacan). Ciertas reivindicaciones homosexuales o queer, en cambio, son síntomas de otra especie. ¿Está el psicoanálisis en contra de nuevas sexualidades, de nuevas
con guraciones familiares, de nuevos métodos de reproducción? Ciertamente no. ¿Está entonces a favor? Tampoco. El psicoanálisis (y el psicoanalista) está... a la escucha. El psicoanalista no es ni político, ni Jean-Pierre Lebrun, Un monde mm limite, op. cil.
9' No hay otra vía en la que se mani este en el sujeto una incidencia de la sexualidad. La pulsión en cuanto representa a la sexualidad en el inconsciente no es nunca sino pulsión parcial. Ésta es la carencia esencial, a saber, la dc aquello que podría representar en el sujeto el modo en su ser de lo que es allí macho o hembra",jacques Lacan, Posición del inconsciente", Escritos 2. México, Siglo XXI, p. 828.
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legislador, ni juez, ni moralista, ni educador, ni policía, ni pastor de almas, ni director de conciencia. No está allí para controlar a los sujetos, para darles absoluciones, penitencias, o consejos. Tampoco para refrendar, validar, impugnar o condenar. Y si, como a veces ocurre,
un psicoanalista toma parte y partido en el debate político o social, lo hace en su calidad de ciudadano y no de analista... aunque se presente como tal (curiosa categoría esta de los analistas-expertos ).
Llegados a este punto, ¿recuerdael lector de dónde hemos partido? De un texto de Freud de 1908. Volvamos a él para comenzar a concluir. En el siglo transcurrido desde el texto de Freud hasta nosotros constatamos que todo ha cambiado y de manera radical. Y todo sigue igual. Se ve que hay una clara diferencia de un todo al otro. Después de todo, y siguiendo a la letra el artículo de 1908, bien se hubiera
podido esperar que los progresos en la condición de la mujer que les permite ocupar un lugar diferente en la sociedad y serdueñas de decidir y de elegir sus vidas (tanto en los aspectos materiales como afectivos), que la liberación sexual que puso n a siglos de pudibundez y de hipocresía en cuanto a la vida sexual y las prácticas sexuales, o que la aparición de los medios de contracepción que liberaron a las parejas y en particular a las mujeres de la amenaza de un embarazo no deseado separando completamente, por ende, la sexualidad de la reproducción; bien se hubiera podido imaginar, decíamos, que una vez apartados estos tres obstáculos (recordemos que son los tres que Freud evoca en su texto de 1908) la nerviosidad debería haber dis<
minuido, si no desaparecido. No es el caso, y en esto sí el psicoanálisis, de Freud a nosotros, pasando por Lacan, ha indicado el punto álgido y señalado las razones estructurales: lo que no se arregla de la pulsión, del deseo y del goce; lo insoluble.
Si el psicoanálisis condena de hecho la hipocresía social en relación con los diferentes modos de vivir la sexualidad, ello no implica que como hemos a rmado, deba volverse sordo y no prestar oídos a la deriva identitaria que tiene un doble fundamento. Por un lado, la desmentida de la diferencia sexual, favorecida por un discurso social
narcisista
de autofundación, autorreferente, identitario. Por otro
lado los avances tecnocientí cos que diluyen en lo imaginario la categoría de lo imposible (sea por el lado de las transformaciones del cuerpo, sea por el lado de las técnicas de reproducción). En el siglo transcurrido que es también, a no olvidarlo, el del
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psicoanálisis- se han transformado las coordenadas culturales. Los procesos históricos son complejos, lentos, no lineares y sóloa costa de enormes generalizaciones se les puede conferir algún tipo de unidad."2 Por eso era importante hacer notar el largo pen'plo que conduce del sujeto moderno al sujeto hipermoderno. Periplo que no ha terminado pues la transformación sigue su curso. Vimos con De Tocqueville la premonición, la presciencia, de la posibilidad de desarrollo de las sociedades democráticas hacia una forma de blanda sumisión. Más de un siglo y medio después los efectos son palpables. El sujeto freudiano de la Viena de la belle époque, anterior a los coletazos dramáticos de 1914 y 1939, es el pn'mer canto del cisne del sujeto moderno. ¿Quiere decir que ese sujeto ha desaparecido? Absolutamente no. El sujeto moderno , edipico , el viejo modelo de la buena neurosis de antaño
sigue perfectamente vivo. Lo seguimos frecuentando día por día en nuestros consultorios, con sus inhibiciones, síntomas y angustias, con
sus deudas y culpas, con sus eternas cuentas por saldar con la figura del padre o la nostalgia infinita por la madre, con muchas envidias y pocas gratitudes. Pero ya no está solo ni vive en el mismo mundo que sus abuelos. Aparecen otras modalidades y posicionessubjetivas. ¿Con menos represión (Verdrangung) y con más desmentída (Verleugnung) o más forclusión (Verwerfung)? ¿Menos neurótico pero más perverso o más psicótico ? ¿A menos que no sea la escisión lo preponderante y sea más caso límite", siempre que no recurramos alas forclusiones parciales ? ¿Locura privada, o perversión o psicosis ordinarias ? El debate es conocido y no tomaremos parte en él... aquí y en este momento. En todo caso este sujeto, más del siglo XX] que del siglo xx, se presenta, y no podría ser de otra manera, marcado con las improntas que son las de su tiempo. En la,era de la
razón liberal, en el marco
del mercado liberalizado que se pretende libre, este sujeto se presenta constituido a la imagen del espejo que el mundo le tiende: libre, autónomo, sin historia, sin deuda. No por nada insistimos en la imagen
del espejo: ...el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insu ciencia a la anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las fantasías que se sucederán desde una imagen agmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su totalidad y a la armadura por n asumida de una identidad enajenante, que va amarcar 9 Que es, por lo general, más o menos falsa.._
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con su estructura rígida todo su desarrollo mental. Así la ruptura del circulo del Innenwelt al Umwelt engendra la cuadratura inagotable de
las reaseveraciones del yo. 9 ¿Quién no conoce este famoso párrafo de El estadío delespejo"?
Se me permitirá proponer la lectura que este pasaje puede inspirar hoy: que la ilusión de la identi cación espacial es la de las'imágenes en las cuales el sujeto se identi ca proyectado en la pantalla-espejo planetaria (de la televisión o de los
ordenadores ) , aportando a esta
imagen (¿cómo podría ser otra cosa que una imagen fragmentada?) las prótesis de objetos de consumo que le procuran una ortopedia más o menos e caz según los casos para asegurar su totalidad . De donde, más que nunca, llegamos a la cuadratura inagotable de las reaseveraciones del yo . En de nitiva, a un considerable refuerzo de lo imaginario. Es por esto por lo que el psicoanálisis sigue siendo mal tolerado, y podemos comprenderlo. Es el mismo resorte que Freud denunciaba en 1925 en su texto sobre Las resistencias al psicoanálisis .94 El psicoanálisis constituía un ataque insoportable a ese ser hablante que descubría no solamente haber perdido el privilegio de ser el centro del universo y el rey de la Creación, pues ni siquiera era ya el centro de su propia conciencia. Herida narcisista insoportable, diagnosticaba el profesor Freud. ¿Cómo no estaría agravada hoy, en épocas de narcisismo exacerbado, cuando
...es imposible desconocer que su
satisfacción (de la pulsión) se enlaza con un goce narcisista extraordinariamente elevado, en la medida en que enseña al yo la satisfacción de sus antiguos deseos de omnipotencia ?95 Comenzamos señalando que si el texto de 1908 estaba datado . lo estaba también con relación a la obra misma de Freud. En La más generalizada degradación de la vida amorosa , Freud indicaba claramente ya lo hemos cítado- que algo en la pulsión misma resiste a i la plena satisfacción. Muchos años después, en El malestaren la cultura,
Freud ¡reunirá los dos puntos: la cultura existe por la sofocación de 4 pulsiones como lo a rmaba ya en 1908, pero en lo que respecta a la satisfacción posible el obstáculo no es simplemente externo, no es simplemente imputable a la sociedad o a la cultura: Muchas veces 93jacques lacan, El estadio del espejo como formador de la función del yo (ll) ul
como se nos revela en la experiencia psicoanalíu'ca" (1949), Escritos, op. al, p. 90. 9 Sigmund Freud,
227-235.
Las resistencias al psicoanálisis" (1925), 0. C.. vol. XIX. pp
95 Sigmund Freud, El malestarcn la cultura (1930), O. C., vol. xxl. op. dt. p. l".
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uno cree discernir que no es sólo la presión de la cultura, sino algo que está en la esencia de la función misma, lo que nos deniega la satisfacción plena y nos esfuerza por otros caminos. 96 Todo ha cambiado; todo sigue igual. El mundo no es el mismo,
pero sí lo es el fundamento de los sujetos hechos no de arcilla sino de lenguaje: la falta, el deseo inconsciente, la pulsión siempre insatisfecha que empuja siempre hacia delante. La insatisfacción no ha desaparecido, la nerviosidad tampoco. Se ha contentado con cambiar de si(g)no. ¿Qué hacer con semejante discurso? Eso es lo que el discurso analítico tiene el encargo de escuchar Megéve - París, diciembre de 2007 / enero de 2008
96 Ibid., p. 103.
TRAS EL CRISTAL. METAPSICOLOGÍA DE LA NERVIOSIDAD ALEJANDRO SALAMONOVITZ WEINSTOCK
INTRODUCCIÓN
Han pasado cien años desde que Freud escribió La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna . En ese artículo él destaca los efectos de la moral sexual cultural como acicate para la invención humana. En su opinión, nuestra cultura y todo lo que ella produce estaría tomando su energía de la libido. La pulsión sexual es desviada hacia un nuevo n, no sexual, y apuntaría de tal modo hacia otros ob-
jetos, socialmente valorados. Este proceso se denomina sublimación. Sin embargo, no toda la energía sexual puede ser sublimada. La abstinencia sexual, decía Freud, es algo que la mayoría de las personas
no está, constitucionalmente, en condiciones de soportar. Así como
en la fisica siempre queda una cantidad de energía inaprovechable que se pierde en calor, hay una parte de la libido que se desperdicia como calor pasional. El sujeto enferma cuando la moral sexual no permite que esa parcela de libido, no aprovechable para la cultura, se desfogue en el ejercicio de la sexualidad. Es lo que Freud nombra nerviosidad moderna . Esta última se expresa en forma singular para cada sujeto como , neurosis actual . Es decir, la abstinencia impuesta por la moral sexual cultural generaría una estasis de la libido r¡ue actuaría laa manera de un tóxico, o un cuerpo extraño, en el cuerpo del neurótico. Las neurosis actuales entre las que Freud incluye la neurastenia, la neurosis de angustia y la hipocondría a diferencia de las psiconeurosis, tendrían su origen en esa abstinencia fallida, es decir,
serían efecto de ciertas conductas sexuales concretas del sujeto. Por ejemplo, la neurastenia tendría que ver con una práctica compulsiva de la masturbación. Si bien es cierto que Freud va reconduciendo en su obra las neurosis actuales a las psiconeurosis puesto que son inseparables la enfermedad psíquica de un sujeto, su historia y ciertos factores constitucionales , me parece importante resaltar aquí
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ALEJANDRO SALAMONOVITZ
la especi cidad de las neurosis actuales. Éstas, en tanto producto de una forma actual de ejercicio de la sexualidad, y por lo mismo vinculadas a una moral sexual cultural , dan cuenta de un fenómeno colectivo en el que todos enfermamos, en mayor o menor medida, al ser intoxicados por la pócima de la moral sexual. Esta nerviosidad moderna", anclada en las neurosis actuales, nos compele a pensar
los puntos de articulación entre el sujeto psíquico y la sociedad. Estamos, como muchas veces nos ocurre en psicoanálisis, bordeando los
abismos que surgen al acercarnos a la frontera de otras disciplinas, en este caso la sociología. El concepto psicoanalítico que nos pone en esta frontera, concepto por demás oscuro en la pluma freudiana,
es el de sublimación. Centraremos buena parte de nuestro trabajo en este concepto. Los caminos y falencias de la sublimación nos permitirán pensar la nerviosidad moderna , al tiempo que formularemos una propuesta teórica en torno del proceso sublimatorio y sus conexiones con la concepción psicoanalítica del trauma. Pero antes de entrar al cuerpo duro, Kernel de nuestras re exiones, continua-
ción de un trabajo anterior,l se impone un recorrido previo en torno del estado actual de la moral sexual cultural . ¿Es la misma de hace cien años o ha cambiado y cómo? Ysi ha cambiado; ¿contradicen o no esos cambios al estado de las neurosis actuales en el presente? Éstas han tendido a manifestarse como enfermedades corporales y con guran el campo psicosomático; nos parece que ellas van de la mano de las depresiones, las adicciones y la violencia, eso que hemos nombrado en otra parte2 enfermedades del silencio . Si aceptásemos el vínculo entre neurosis actuales y enfermedades del silencio, tendríamos que suscribir la tesis de que la nerviosidad moderna" se incrementó exponencialmente en estos últimos cien años. Y si esto es así podremos a rmar que la moral sexual cultural ha aumentado de igual forma. Me parece que no cabe pensar en un aumento de la moral sexual cultural , sino que, por el contrario, al menos en lo
mani esto, la moral cultural se ha relajado bastante desde 1908. Sin embargo, no consideramos que Freud en su artículo caiga en
una incongruencia lógica por el hecho de aumentar la nerviosidad ' A. Salamonovitz, Del silencio a la palabra. Re exiones psicoanalítiras sobre la depresión, México, Círculo Psicoanalítico Mexicano, 1999, pp. 86-95.
2 A. Salamonovitz, Las enfermedades del silencio: Una articulación psicoanalítica social , Carta Psicoanalílim, núm. 10, mayo de 2007. .
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moderna en el contexto de una moral sexual más relajada. Más bien nos parece que Freud, en vez de proponer una ley de proporcionalidad entre moral sexual y nerviosidad, plantea una serie compleja de elementos que hay que analizar y desarrollar con cuidado, con el n de mostrar el abanico de factores que llevan de la nerviosidad moderna" a la melancolía posmoderna. En tal sentido nos oponemos a toda lectura pansexualista de la obra freudiana. Nos parece que el elemento central que debeser incluido en una re exión de la clínica contemporánea es la pulsíón de muerte y el papel que desempeña en las prácticas sexuales actuales, así como en las formas que tenemos de producir cultura, cultura chatarra. Proponemos que justamente la pulsíón de muerte permite resolver la aparente contradicción con el punto de vista económico en la metapsicología freudiana. Es decir, la reducción en las restricciones impuestas por la
moral sexual cultural que, en principio, tendría que disminuir la nerviosidad social- estaría fuertemente contrarrestada pór las cantidades masivas de energía que quedan fuera del aparato psíquico, mismas que darían cuenta de los estragos provocados por la pulsíón de muerte en los sujetos. Estos torrentes de libido no-nata, serían los
responsables de las enfermedades del silencio que azotan al planeta. Este proceso sería como una cascada eléctrica de silencio aquello que William Styron" llamó tormenta del cerebro para referirse a la depresión que desborda el psiquismo en un mar no simbolizado, océano de oscuridad, de doloroso silencio.
Estamos ante una nueva ecuación energética del psiquismo humano, efecto de una distorsión en la constitución misma del narcisismo.
Nuestra hipótesis sugiere una transformación del estadio del espejo (Lacan), en lo que denominamos estadio del cristal. Los nuevos sujetos habitan el silencio tras el cristal como testigos mudos de un mundo donde el afecto ya no les pertenece. Estamos siendo arrojados tras el cristal de esas burbujas que sugiere la película ", desde donde cedemos nuestra energía a un mundo que nos es ajeno. Ya no sentimos la nerviosidad moderna"; ahora la padecemos como dolor mudo.
Esta falla en el pasaje del autoerotismo al narcisismo, imprime un sello de perversión en nuestra sociedad que, tras el cristal líquido de una computadora, nos recuerda que no somos dignos de la nerviosidad pues hoy en día los nerviosos son los mercados de valores, los 5 W. Styron (1992), ¡5m visible osmridnd. Mmm-ia (le la locura, México, Grijalbo, 1992.
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ALEJANDRO SALAMONOVITZ
valores son los de las bolsas y las acciones, cuando no son criminales,
son bursátiles. El punto de vista dinámico de la metapsicología de la nerviosidad queda bien representado por la oposición entre las pulsiones de vida y de muerte, misma que introdure una topología que enfrenta al espacio intrapsíquico con el extrapsíquico. El pasaje de la nerviosidad a la melancolía, de la actividad a la pasividad y (le la sexualidad a la muerte, o como decirnos más adelante, a
la sexualidad de muerte, es el rostro mostrado por la nerviosidad posmoderna, tormenta del cerebro, silencio desesperado en los albores
del nuevo milenio.
EL TIEMPO! VIAJES AL FUTURO Y AL PASADO
La moral sexual cultural de nuestros tiempos ha cambiado notablemente. La juventud, en muchos casos, goza de una libertad inimaginable hace cien años. Es raro encontrar mujeres que reserven su virginidad para la noche de bodas. Por otra parte, ya no se sostiene, en
más de la mitad de la población, el compromiso conyugal de permanecerjuntos hasta que la muerte los separe. Hoy en día es más común encontrar personas que se divorcian y construyen varias relaciones de pareja en su vida, que parejas unidas hasta la muerte. Estos cambios en nuestra sociedad nos hacen pensar que hoy existe una moral sexual cultural mucho más relajada, y que por ende tendríamos que haber construido un mundo menos nervioso . Sin embargo, la abundancia de enfermos de silencio en los que el deseo aparece enmudecido, irrealizable, como en el caso de los millones de melancólicos mo-
dernamente llamados depresivos, contradice este supuesto progreso. Hoy en día, el que no se deprime se enferma y el que no es medicado por un especialista, se automedica o se droga. Todos estos enfermos
del silencio están a distancia de sus propios afectos. Viven como si estuviesen detrás de un cristal que les impide escuchar, y por lo tanto, sentir. Estos enfermos de silencio son los inquilinos de la posmodernidad. En este mismo tenor a rmamos que son los habitantes de la posnerviosidad. Incluso los que sufren de hiperangustia. Esos cuadros de angustia extrema portan un psiquismo totalmente rebasado en donde la exigencia de sobrevivir cancela la posibilidad de apalabrar el dolor.
TRAS EL CRlSTAL
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El hiperangustiado también está más allá de la nerviosidad. Todos los enfermos de silencio, los posnerviosos, comparten un cierto exilio
respecto del mundo simbólico, habitan el dolor sin palabra. Viven detrás de un cristal que les impide escucharse. El enfermo de silencio tiene problemas en la estructuración de su narcisismo. Él se despeñó 1 en el estadio del espejo5 para quedar habitando el estadio del cristal. Ellos, los que miran tras el cristal, no se curan con palabras sino con analgésicos. Pensando así podríamos pretender que la nerviosidad ha disminuido gracias a la liberación sexual que tuvo lugar en los últimos cien años. Este razonamiento, que no suscribimos, está montado
en un modelo epistémico que no es el del psicoanálisis. La ética que orienta al psicoanalista es la ética del deseo. No podemos pensar que el sujeto está mejor porque aparentemente está menos nervioso y tiene una vida sexual más libre, sin preguntarnos por el deseo. En este sentido, consideramos que la nerviosidad de la que hablaba Freud, lejos de haberse superado, ha aumentado al grado de desbordar al
psiquismo de los sujetos. Esta inundación es la imposibilidad de apalabrar un proceso, dados sus
altísimosniveles energéticos
Freud6
sostenía que la melancolía era como una herida abierta por la que drena toda la energía sin pasar por el psiquismo ; es lo que entendemos por posnerviosidad, un exceso de nerviosidad. Eso está más allá de la nerviosidad y hunde sus raíces en la pulsión de muerte. La nerviosidad del siglo xx1 es enorme y rebasa brutalmente aquella que padeció la sociedad de 1908. Hoy somos inquilinos del ojo del huracán que encapsula una tensa calma tras el cristal en ese recinto donde no se escucha y no se habla. El estadio del cristal es la cuna de la nueva sociedad sordomuda que insistimos en construir desde hace cien años. Es por ello por lo que no pensamos que la liberación sexual" esté encaminada a disminuir la nerviosidad moderna . Este hecho no nos lleva a presuponer inconsistencia en la a rmación de Freud sino que nos lleva, por un lado, a hacer una relectura de esta liberación sexual , y por el otro, nos interroga sobre la capacidad sublimatoria de los sujetos sociales. Estos dos componentes, la capacidad sublimatoría y la mayor participación de la pulsión de muerte, A. Salamonovitz, Del silencio a la palabra..., of). cil., 1999, p. 39.
5]. Lacan, "El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica , límites l, México, Siglo XXI, 1981. 5 S. Freud, Duelo y melancolía" (1915), en Obras completas, vol. xrv, Buenos Aires, Amorrortu, 1976, p. 250.
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integran la ecuación que nos permitirá vislumbrar el desarrollo de la nerviosidad en nuestras sociedades, al tiempo que permitirá re exionar sobre nuestras errancias como sociedad productora de cultura. Por esta vía buscaremos conectar el problema de la moral sexual con el tema del trauma en psicoanálisis. Creemos que centrar el problema de la moral sexual en el trauma sexual, nos permitirá no confundir la
liberación sexual con una mejoría en la calidad de la sexualidad humana. Este pasaje del concepto de moral sexual al de trauma nos permite evitar caer en contradicciones, tanto frente al discurso freudiano
como ante el espectro psicopatológico que enfrentarnos en la clínica. El trauma, a su vez, será articulado con el concepto de sublimación.
Trauma y sublimación se relacionan en una dialéctica cuyos elementos compartidos son los distintos abordajes del tiempo; del antes después de ahora, el ap're s-coupo resigni cación freudiana, pero también el ahora después de antes, a la manera de un viaje que recorre el tiempo en forma invertida. Es decir, el trauma y la sublimación son conceptos que interaccionan en un mundo hecho de tiempo, dolor y palabra. Son conceptos que navegan en el tiempo mágico que se produce a través del arte, la ciencia y, en particular, en esa máquina de hacer arte y ciencia que llamamos psicoanálisis El diván (que signi ca obra poética) es el asiento material de un mundo que Winnicott7 llamó espacio transicional. Espacio donde reina un cronos donde el sujeto viaja al pasado para resigni car el presente. Quien logra habitar ese tiempo otro, tiempo mágico, tiempo imposible, puede construir la esperanza de romper
el cristal que lo aísla del mundo de los afectos. Sólo la onda de choque del tiempo no cronológico, es capaz de romper el cristal de la posnerviosidad. Es el estruendo, ese grito desgarrador que rompe el silencio para volver a instituir la palabra como ley social.
SEXUALIDAD DE VIDA Y SEXUALIDAD DE MUERTE
Este subtítulo evoca una contradicción que nos parece está en el centro de la supuesta contradicción en el texto freudiano que comentamos en la sección anterior. Si asociamos sexualidad a Eros, parece contradictorio ligar sexua7 D. W. Winnicott (l985), Realidad yjuegv, Buenos Aires, Gedisa, 1985.
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lidad a su contrario, Tánatos. Sin embargo, creemos que el origen de la contradicción está en llamar sexualidad a ciertas prácticas que nuestra cultura llama sexuales. Quiero relatar una historia que me contó una amiga que reside en EUA hace ya muchos años. Se trata del drama de un amigo de ella que conoció a una muchacha muy bonita con la que intimaba en lo que podría ser un sueño idílico de unas pocas horas, y que acaba en la cama de un hotel donde hacen el amor . El hombre queda dormido después de la aventura y cuando despierta se da cuenta de que la chica ya se fue. Él, resignado a que las historias de amor posmodernas duren algunas horas, se levanta y va al baño a lavarse la cara como preparándose para la siguiente historia de amor. Cuando llega al baño, levanta la vista y queda pasmado frente a una frase escrita con lápiz labial sobre el espejo: Welcome to the war of aids (Bienvenido al mundo del sida). En este instante siente que desaparece, que el espejo ya no le devuelve su imagen y que él se desvanece frente a un espejo que se vuelve cristal. Lo que parecería un encuentro de amor y sexo se devela como un encuentro de odio. Estas nuevas formas de sexualidad tienen que ver con Tánatos y no con Eros. La sexualidad de muerte no puede contribuir a disminuir la nerviosidad moderna, por el contrario, la aumenta
hasta el desbordamiento; lejos de inscribirse en los registros del amor, se inscribe en el registro de la guerra. ¿Cuántas batallas se libran en las alcobas? Reivindicaciones de género, reivindicaciones transgeneracionales, venganzas, resentimientos, calumnias, engaños, la lista de
lo que se actúa en cada encuentro sexual es tan larga como lo no-dicho en nuestra cultura. Sexualidad de muerte, sexualidad guerrera:
formas traumáticas de ejercer la sexualidad. En las primeras concepciones freudianas sobre la etiología de las neurosis, se acusaba al trauma como causante de la represión secun-
daria. El trauma, inscrito en la realidad psíquica, sería efecto de al menos dos escenas. En la primera de ellas se produce un acontecimiento en el que irrumpe la sexualidad adulta en el niño. Esta primera escena no puede ser signi cada por el menor ya que no cuenta con un aparato conceptual que le permita entender lo que ocurrió. En un segundo tiempo y después de la pubertad, cierta escena evoca la primera, con
lo que la primera escena es resigni cada en cuanto a su contenido sexual. El trauma se produce en este segundo tiempo como un golpe posterior, un aprés-coup. Este modelo explicaría la génesis de la psiconeurosis. En el caso del trauma que aparece en nuestro ejemplo, no
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hay un lapso en el que se resigni que con la lengua del adulto 0 del adolescente algo que fue vivido con la lengua de la infancia. Sin embargo, sí hay dos tiempos que se cruzan. Está el primer tiempo de la fantasía del amor, de sexo, de encuentro, y un segundo tiempo en que
irrumpen el odio, la venganza y la muerte. No se trata del diferendo de lenguas entre el niño y el adulto, que es como nos explicábamos la génesis de la psiconeurosis. Aquí estamos en el abismo que se abre entre la lengua del amor, de Eros y la lengua del poder y de Tánatos. Quizá habría que decir, como para ir precisando, la no-lengua del poder y de Tánatos. Se crea un abismo entre un primer tiempo en el que reinan la lengua y el deseo, y un segundo tiempo en el que irrumpe el silencio, cuando la rio-lengua paraliza el deseo. Es un primer tiempo erótico y un segundo tiempo tanático. Este trauma que se produce en un solo evento nos conduce, ora a una neurosis actual ora a una enfermedad del silencio. Cuando el trauma ocurre en dos tiempos entre los cuales hay un cambio en la capacidad de hablar del sujeto, es decir, cuando media la pubertad, y
cuando las concepciones de la sexualidad han cambiado de la primera a la segunda escena, estamos ante la génesis de una neurosis. Queremos resaltar que en los traumas que ocurren en un solo tiempo, necesariamente hay - al menos- dos escenas. Pero también queremos mostrar que ese tiempo es en realidad un montaje de dos tiempos. En este sentido, a rmamos que todo trauma, incluida aquellos que
producen las catástrofes y las guerras, está construido por no menos de dos escenas y de dos tiempos. En otro trabajo mostramos el carácter palpitante del aparato psíquico. Hablar de un trauma como desencadenante de un derrumbe narcisista sería poder pensarlo en sus dos tiempos. El carácter palpitante del aparato psíquico aquí propuesto introduce dos tiempos psíquicos para cada evento que ocurre en un solo tiempo sico. Un aparato palpitante muestra un segundo tiempo vinculado con la historia inconsciente y la infancia a través del proceso regrediente que la palpitación produce. 9 Queremos de nir la sexualidad de vida como una acción que desencadena una palpitación en el psiquismo. Es una escena que hace realizable un deseo. La sexualidad de vida estaría en la base de todas a A. Salamonovitz, De! silencio a la palabra..., op. al, p. 33.
9 lbid., p. 93.
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las formaciones de compromiso como son los sueños, los actos falli-
dos, los chistes y los síntomas. Freud a rma que los síntomas son la forma que tienen los neuróticos de ejercer su sexualidad. Los sintomas neuróticos están en la serie de las formaciones de compromiso junto con los sueños. Freud también a rma que los sueños son una realización simbólica de deseo. Siguiendo este razonamiento a rmamos que la sexualidad de vida es la realización simbólica de deseo por excelencia. Me atrevo a decir simbólica, en el sentido que de ne
Freud la experiencia de satisfacción,lo experiencia única e irrepetible en el lactante, sobre la que se montará el deseo del sujeto, en tanto
efecto de esta falta, de la pérdida originaria de la madre. Lacan por su parte dice que amar es dar lo que no se tiene a alguien que no es. Esta concepción también permite pensar el amor como una realización simbólica de deseo.Juntando estas dos concepciones podemos decir que la sexualidad de vida está asociada al amor y, por ende, al símbolo
y al lenguaje. A partir de lo anterior decimos que la sexualidad de vida es amorosa e involucra al menos una palpitación del psiquismo. Esta palpitación pone en juego un tiempo que tiene que ver con los procesos inconscientes así como las huellas mnémicas del sistema inconsciente. Proponemos llamar a este tiempo: tiempo de apertura. La sexualidad de muerte, en cambio, transcurre ante un psiquismo cerrado, incapaz de pulsar; sería el fracaso del deseo. Es la presencia de un deseo simbólicamente irrealizable. La sexualidad de muerte es un acto que busca aniquilar al otro, el prójimo. Dice Lacan que En el origen, antes del lenguaje, el deseo sólo existe en el plano único de la relación imaginaria del estadio especular; existe proyectado, alienado en el otro. La tensión que provoca no tiene salida. Es decir, que no tiene otra salida Hegel lo enseña- que la destrucción del otro. " Si bien es discutible hablar de deseo antes del lenguaje", nos parece muy importante esta a rmación de Lacan en la que entendemos ese antes del lenguaje" como un lenguaje que fracasa, un psiquismo que no palpita. Una energía que por no apalabrarse se hace crimen. La sexualidad de muerte tiene que ver con un psiquismo cerrado, sin acceso al inconsciente, donde el odio cabalga en silencio, donde el " j. l.aplanche,J.-B. Pontalis (1983), Diccionario de psicoanálisis, Barcelona, Labor, p. 133. j. Lacan, La báscula del deseo , Seminario l, Buenos Aires, Paidós, 1988, p. 253.
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engaño y la calumnia se disfrazan de palabra. El tiempo en el que esto ocurre lo nombramos tiempo de cerradura.
TRAUMA Y SILENCIO
El trauma que se construye en dos tiempos entre los cuales transcurre la pubertad, genera lo que Freud teoriza como represión secundaria. Este tipo de trauma, que está en la base de las psiconeurosis, produce una amnesia de la primera escena y en su lugar aparecerá en el tercer tiempo de la represión, retorno de lo reprimido- el síntoma neurótico. Este trauma refuerza los muros de la represión, y con ello sostiene Matrix al deseo y asus posibles realizaciones. Ambos tiempos, en las dos escenas de este trauma, son tiempos de apertura separados por un cambio de lengua. Esto hace que el segundo tiempo resigni que al primero. Ambos son tiempos de deseo, tiempos de lenguaje, de Eros. Las enfermedades que resultan de estos traumas son enfermedades de palabra y no de silencio. El trauma de guerra, de odio, de muerte, es producto del choque
entre dos tiempos de sistemas distintos en un mismo instante. Es la confrontación entre un tiempo de apertura y un tiempo de cerradura. A este tipo de trauma proponemos llamarlo trauma actual con el n de conservar la huella del concepto freudiano de neurosis actual. El trauma actual no resigni ca sino que melancoliza. Es un acontecimiento que enciende la máquina de Ia repetición, precisamente por que no resigni ca. Y no resigni ca por que hay dos tiempos que se encuentran 'n el tiempo pero que pertenecen a espacios diferentes. Uno es intrapsíquico y el otro es extrapsíquico. Uno está en el mundo de la palabra y la angustia, el otro en el del silencio, en el del dolor. Son dos tiempos que se encuentran en un permanente desencuentro. Ese desencuentro topológico es efecto de la doble pertenencia del sistema percepción-conciencia, ese sistema bifronte que mira al mundo externo y, a la vez, al mundo interno. Espacio tocado por la
realidad objetiva, y a la vez por la realidad psíquica."l Es justamente el tiempo de la cerradura el que cancela la palpi" S. Freud, La interpretación ¡le los xurños (1900) . en Obras (mn/¡[plug vol. v, AE.
"j. laplanche,.].-B. I ontalis, of). a'l., p. 352.
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tación del aparato psíquico y produce el desencuentro; el que realiza un montaje, -una suerte de confusión- de los dos ojos del sistema percepción-conciencia. Este segundo tiempo, tiempo de cerradura de un trauma actual, es un tiempo de silencio que más que enfrentar una lengua a otra , retira al sujeto del lenguaje. Su efecto no es la resigni cación, sino la pulverización de la palabra. Es una alquimia mortífera que disuelve la palabra convirtiéndola en dolor. Ya no estamos ante un afecto separado de su signi cante, de su palabra, como en el caso de la neurosis. No se trata de un afecto hecho angustia, hecho moneda de cambio, sino de un afecto ajeno al símbolo.
Este afecto sin palabra no es separación sino orfandad, no es angustia sino dolor. Es repetición in nita del fracaso de la resigni cación. La clínica del trauma actual, no puede fundarse en la resigni cación. Estamos ante el reto de construir una clínica que produzca tiempos de apertura para poder entonces resigni car. Esta clínica es imposible sin una teoría de la sublimación.
LA SUBLIMACIÓN
Una vez pulverizada la palabra es inevitable que la sexualidad pase por la muerte. Freud desarrolla esta idea en Más allá del principio del placer"" cuando argumenta que somos mortales por ser sexuados. Es uno de los pocos momentos en la obra de Freud enque, al hablar del humano, lo ubica en el reino animal. Es también cuando alude a
la pulsión de muerte que usa la palabra instinto . Hay algo en el concepto psicoanalítico de muerte que apunta a un cierto origen animal mítico. Vemos algo parecido en Lacan cuando habla del estadio del espejo,l7 origen mítico del sujeto humano. Cuando Lacan introduce el estadio del espejo como elemento fundamental enla dialéctica intersubjetiva que da nacimiento al psiquismo humano incluye ejemplos tomados del mundo animal. Lacan habla del efecto especular en A. Salamonovitz, Del silencio a la palabra. .., op. al, pp. 33-37. 5 Ibid.
"5 S. Freud, Más allá del principio del placer (1920), en Obras compklas, vol. xvm, AE, p. l.
"j. Lacan, El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica", Escritos l, México, Siglo XXI, 1981.
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la paloma y en la cigarra. El trauma actual que nos arroja al tiempo de cerradura, pulverizando a la palabra y con ella a la cultura, amenaza
con lanzar ya no al sujeto sino a la especie- a ese recinto mítico que le asigna al ser humano un lugar en el mundo animal. Lgsgfegtos bené cos ue ro jo la liberaciónseiual de lasegunda mitad
..\
delgglo xx, disminuyendo la nerviosidfld moderna, fueron neutra-
lizados y desbordadós porïproliferación de las prácticas sexuales
ngr-ti-gas. Dichas prácticas son de alguna forma una recreación, una
m mx, CUYOPQEEQÁEDRCLC ¡gm IMM El malestar en la cultura descrito poFFreud, que está montado en
la moral sexual
cultural , ha cedido terreno a la cultura destruida,
palabra pulverizada que apunta al paraíso perdido del instinto. Pretender evadir al malestar en la cultura, parece arrojarnos a la muerte. No hay retorno. Sólo nos queda seguir creando cultura, reinstaurar la nerviosidad moderna a través de actos civilizatorios, actos de su-
blimación. Frente a la palabra pulverizada no queda otro camino, al menos para el psicoanálisis, que hacer palabra, reinventar la lengua mediante el acto sublimatorio que inscribe un tercer tiempo, tiempo de apertura ante el trauma actual. El tiempo de cerradura, tiempo de muerte, requiere de un tiempo de apertura, previo a todo intento de resigni cación. La sublimación desexualiza la pulsión de muerte creando otro tiempo, de apertura, que hace posible erotizar la sexua-
lidad. Mientras que el trauma que da origen a una psiconeurosis encuen-
tra su salida en un tercer tiempo que Freud llama retorno de lo reprimido . Es el tiempo de los síntomas, el tiempo en que, con suerte, hacemos una demanda de análisis. El tercer tiempo de la represión es el que hace posible la iniciación de un psicoanálisis. Para emanciparse del trauma actual, el de la devastación de la cultura, segundo tiempo de cerradura, se requiere de un tercer tiempo, tiempo de apertura, de sublimación, de producción de palabra. Ese tercer tiempo es el del nacimiento del sujeto, sujeto de la cultura. Dice Luis Hornstein que la creación artística es una forma de retorno de lo reprimido y en función de eso produce efectos. El dialecto del arte, a diferencia del
síntoma, es comunicable .18 " L. Hornstein, Cura psicoanalítica y sublimación, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988,
p. 108.
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CONCLUSXONES
El concepto de pulsión de muerte en la obra de Freud, tan controver-
tido hasta el día de hoy, ha dejado de ser una necesidad teórica para convertirse en una evidencia clínica y social. La desmezcla pulsional que produce la exigencia cultural, hace asomar, hoy más que nunca en cien años, la cara de Tánatos entre las desgarraduras de Eros. Si
aceptamos la propuesta de que la sublimación instaura un tiempo de apertura, pausa ante la muerte que abre los caminos de re-erotización del mundo, entonces tendremos que plantear que buena parte de los productos de nuestra cultura no es efecto de la sublimación. Yque es justamente toda esa cultura chatarra, cultura que ofende la estética y la creatividad, la responsable de la desmezcla pulsional. La cultura chatarra estaría en la base de las enfermedades del silencio. El psicoanálisis es, en este tenor, una contracultura que se opone a la cultura
chatarra, en tanto se trata de una práctica que se conduce a partir de una ética del deseo, que bien podríamos pensar como una ética fundada en la estética. La sublimación es un asunto de belleza y no de bondad, de goce estético y no de utilidad o, como se dice, de costo-bene cio. Poder precisar con mayor claridad qué es la sublimación, no solamente orienta
nuestra clínica psicoanalítica, sino que proporciona una brújula social en la lucha contra las adicciones, las depresiones, las enfermedades
somáticas y la violencia. En tanto podamos hacer de la sexualidad humana obra de arte y no cacería de orgasmos y puntos G , estaremos contribuyendo a paliar la nerviosidad moderna que engendra nuestra cultura, La cultura actual está dilapidando a la libido, como lo hace
con el petróleo. La libido cultural esuna especie de reserva estética de la humanidad. Este agotamiento de la libido hace cada vez más visible la cara silenciosa de la pulsión de muerte. Nuestra tarea clínica es pintar de palabra el cristal, hacerlo espejo, para frenar el empuje de nuestra cultura hacia la perversión. Es robarle palabra a la muerte, sonido al silencio. Es hacer pausa, hacer tiempo antes de sucumbir a la tentación criminal. Esta nueva cultura de alta adrenalina que cohabita con la sexualidad de muerte- es un grito desesperado, anorexia de la palabra que busca descarnadamente sentir algo en un cuerpo que nos es ajeno. El cuerpo que habitamos -
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