Blasco y Grimaltos Teoria Del Conocimiento Cap 10 Percepcion
April 4, 2017 | Author: Armando Gonzalez | Category: N/A
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10. El problema epistemológico de la percepción
Suele decirse que la percepción es la forma primera y más directa de obtener conocimiento sobre el mundo. Al fin y al cabo, hasta lo que aprendemos leyendo o escuchando a los demás, lo adquirimos mediante la percepción. Forma parte del sentido común, el de la gente de la calle, que nuestros sentidos nos proporcionan un conocimiento directo del mundo, que la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato, nos dan a conocer directamente las cosas que hay en el mundo y los hechos que acontecen en él. Así es al menos en lo que atañe a la vista y al tacto. El hecho de ver una mesa frente a mí y el de saber que hay una mesa frente a mí, suelen ser'una y la misma cosa. Quizá las cosas sean distintas en el caso del olfato o el oído, ya que parece que podemos distinguir entre la cosa y su olor, entre la cosa y su sonido. A algunos, incluso no les parecería nada desatinado decir que lo que percibimos directamente es un sonido y que inferimos el paso del tren, que percibimos un olor e inferimos la presencia de una rosa. Pero parece que no hay nada parecido cuando se trata de la vista o el tacto. Vemos y tocamos directamente las cosas: no hay ningún intermediario, como en el caso del sonido o el olor, que pueda interponerse entre el objeto y su visión o su tacto. Para los filósofos en cambio, nunca ha estado del todo claro que en los casos de la visión y el tacto no haya también un intermediario entre nosotros y los objetos que percibimos mediante ellos. En otras palabras, para algunos filósofos, la percepción de objetos físicos nunca sería directa. Uno de los argumentos más poderosos a favor de esta afirmación, vendría de la mano de la distinción entre cualidades primarias y secundarias, introducida por científicos del siglo XVII, como Galileo, Boyle o Newton, y recogida y explotada por filósofos como Descartes o Locke.' Según esta distinción, los objetos no tendrían real-
l. Se puede encontrar un antecedente histórico de esta distinción en la distinción aristotélica entre sensibles propios y sensibles comunes. Véase Aristóteles en De Anima.
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Josep Lluis Blasco y Tobies Grima/tos mente más que cualidades matemáticas, cuantificables.' como la forma, la extensión, la cantidad, el número, la posición y el tiempo. Para Locke por ejemplo, que adopta la teoría corpuscular de Boyle, inspirada en Demócrito, las cosas no son más que un agregado de corpúsculos, organizados de diversas maneras. Estos corpúsculos no tienen más cualidades que las primarias; así, cosas tales como el color o el gusto, no están realmente en los objetos, que sólo tienen la potencia (cualidades secundarias para Locke) de causar en nosotros esas ideas, de color, de olor, etcétera. Éstas variarán en función del sujeto receptor: lo que le parece verde a un sujeto, puede parecerle azul a otro, y viceversa. Por tanto, los colores, los gustos, etcétera, están en nosotros y no en las cosas. La realidad misma es inobservable, porque los corpúsculos lo son. Para complicar un poco más las cosas, Berkeley argumentó posteriormente que la distinción entre cualidades primarias y secundarias no tenía sentido, ya que, si no podemos atribuir a las cosas las ideas de las cualidades secundarias, porque son relativas al sujeto, entonces tampoco tendríamos que atribuirles las ideas de las cualidades primarias, porque también éstas dependen del perceptor y de las condiciones de observación. La moneda redonda aparece elíptica si se observa oblicuamente. El tamaño también aparece diferente según la (supuesta) distancia. Además, al fin y al cabo, las ideas de las cualidades primarias no pueden ser observadas más que a través de las ideas de las cualidades secundarias: la forma o la extensión de un objeto están inevitablemente unidas a un color u otro, y sólo a través de éste podemos percibirlas, concebirlas incluso. Así, si las ideas de las cualidades secundarias (el color, etcétera) no están en el objeto, tampoco las ideas de las cualidades primarias lo están. Tampoco puede decirse que las ideas de las cualidades primarias se parezcan a la cualidad real y las de las secundarias no; en opinión de Berkeley, una idea sólo puede parecerse a otra idea. Lo que en realidad percibimos, entonces, son ideas, y sólo un espíritu o mente puede tener ideas; por tanto, éstas sólo pueden existir en alguna mente. Si por objetos entendemos entidades materiales, no hay cosas tales como objetos en el mundo: en el mundo no hay más que ideas y espíritus que las tienen. Lo que denominamos objetos, no son más que un conjunto de ideas, que en la terminología de la época no quiere decir otra cosa que un conjunto de imágenes o representaciones mentales. Ya hemos esbozado las tres principales teorías de la percepción que existen en filosofía. La primera, que pasa por ser la teoría del hombre de la calle, se denomina generalmente realismo directo. La posición que defiende que el objeto inmediato de percepción son las ideas (impresiones, sensaciones o datos sensibles), que son causadas por los objetos, y que mediante ellas podemos percibir indirectamente éstos, es la teoría causal de la percepción o representacionalismo. Finalmente, la posición que mantiene que los objetos no son más que una construcción elaborada a partir de ideas o datos sensibles, se conoce como fenomenalismo. La característica que comparten la teoría causal de la percepción y el fenomenalismo, frente al realismo directo, es postular los datos sensibles (más 2. Véase la primera de las Meditaciones metafísicas de Descartes (1641 l.
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conocidos como sense-data) como objeto inmediato o directo de percepción, como entidades interpuestas entre nosotros y el mundo. Comenzaremos la exposición detallada de cada una de estas teorías, en orden inverso al que las hemos introducido; es decir, comenzaremos por el fenomenalismo, y nos centraremos fundamentalmente en sus desarrollos contemporáneos.
10.1 El fenomenalismo El fenomenalismo
es una forma de fundamentalismo, o según algunos auclásico de corte empirista. Su motivación es anti-escéptica, por tanto. Acepta el reto escéptico en toda su amplitud, y pretende fundamentar el conocimiento de manera que resulte inmune a los envites del más feroz de los escépticos. El primer paso para conseguirlo, es encontrar aquellas creencias básicas que resulten incorregibles, que jamás puedan contener error alguno. Como ya hemos dicho, el fenomenalista es un fundamentalista empirista, y busca ese fundamento en la experiencia; claro que, como también hemos dicho, la percepción de objetos físicos, al ser falible, no cumple los requisitos. Así que, identificando conocimiento directo, percepción directa, incorregibilidad, indubitabilidad y ausencia de inferencia, y aplicando el principio mencionado (PO rE), por el que si una creencia puede ser falsa es porque es fruto de una inferencia hecha a partir de creencias más básicas, el fenomenalista encuentra ese fundamento en las creencias sobre la experiencia privada, y postula los sense-data como objeto directo de la percepción -sense-data es el nombre que reciben las ideas de Berkeley en la terminología del siglo xx. Recordad el texto de Price acerca del tomate que reproducíamos en el capítulo sobre el fundamentalismo, y pensad que estas entidades no son, en consecuencia, comparables a los sonidos o a los olores, que son públicos, sino más bien a nuestra captación privada de ellos. Para ilustrarlo con claridad, el fenomenalista dice que nosotros sólo percibimos coches o casas indirectamente; lo que percibimos directamente son nuestras propias percepciones de supuestos coches y casas, que a veces se corresponde con coches y casas reales, y a veces no. Para dotar de verosimilitud a su propuesta, el fenomenalista emplea lo que se conoce como argumento de la ilusión, que dice aproximadamente lo siguiente:" a veces hemos creído percibir ciertas cualidades en un objeto, cuando realmente no las tenía (por ejemplo, un coche nos ha parecido amarillo cuando era blanco, un bastón parcialmente sumergido en agua nos parecía quebrado cuando era recto); en el peor de los casos, en una alucinación, se puede percibir un objeto, cuando no hay ninguno: las personas que padecen delirium tremens creen ver cosas tales como ratas de color rosa. En todos esos casos, no podemos decir que lo que percibimos sea una cosa real, y no obstante continuamos percibiendo
torés,' es la forma que adquiere el fundamentalismo
3. Véase Williams, 1977. 4. En Ayer (1940) se puede encontrar una versión muy elaborada de este argumento.
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Josep Lluis Blasco y Tobies Grimaltos o siendo conscientes de algo. A ese algo lo denominaremos sense-datum. Ahora bien, las experiencias que tenemos en esos casos son, o pueden ser, cualitativamente idénticas a las que tenemos cuando percibimos un objeto real o la cualidad real de un objeto. No hay nada en la experiencia misma que pueda distinguirla de una percepción verídica. «En ambos casos hay conocimiento de algo, y en ambos también hay consciencia perceptiva.»? Si las experiencias son indiscernibles, ambas deben tener un mismo objeto y como, en la ilusorias y todavía más en las alucinatorias, este objeto de percepción no puede ser parte de un objeto físico, el objeto inmediato o directo de percepción en ambas debe ser un sensedatum. Los fenomenalistas piensan que si el error perceptivo es posible, es justamente porque vamos más allá de la experiencia en los juicios perceptivos que realizamos. A partir del sense-datum que percibimos, nos comprometemos con la existencia del objeto. Afirmar la presencia del objeto, sin embargo, es comprometerse con una serie de cosas sobre el futuro que esa experiencia no nos da. Si, a partir de la percepción de un sense-datum con la forma de una mesa, afirmamos la existencia misma de la mesa, nos comprometemos con el hecho de que ésta no desaparecerá en el instante inmediatamente posterior, que si le ponemos un libro encima no caerá al suelo, etcétera. La experiencia no nos da nada de eso. El input sensorial es pobre, nuestras creencias a partir de él muy ricas," y la puerta que abrimos al error muy amplia. Entre apariencia y realidad hay un vacío, un resquicio por el que puede colarse el error. Claro que, si sólo nos limitamos a la apariencia, el error no es posible. Esa es la función que desempeñan los sense-data, apariencias privadas que percibimos independientemente de que se correspondan o no con lo que hay fuera. Puede haber un libro rojo que a mí me aparece negro; quizá está iluminado con una luz peculiar, quizá estoy sufriendo una alucinación, pero yo tengo esa experiencia, yo percibo un sense-datum que es negro y rectangular, y sobre eso no me puedo equivocar, en opinión del partidario de los sense-data. Por tanto, si en la perspectiva anti-escéptica que motiva el fenomenalismo contemporáneo, los sense-data se postulan para sal var la posible diferencia entre apariencia y realidad y evitar el error, éstos, en tanto apariencias que son, deben ser todo lo que parecen ser y sólo lo que parecen ser. Su existencia y propiedades dependen del perceptor. No pueden tener propiedades diferentes de aquellas que yo capto, ni dejar de existir si yo los percibo: su esse es su percipi.' Tú y yo podemos ver el libro de manera diferente, por ejemplo tú puedes verlo rojo cuando yo lo veo negro, entonces tú percibirás un sense-datum rojo y yo uno negro. Como sense-data, ambos correctos, únicos y privados, tú no puedes ver los míos y yo no puedo ver los tuyos. Si de repente empiezo a ver rojo el libro, eso no supone que mi anterior sense-datum estuviese equivocado; como apariencia que es, que en un sentido importante no tiene nada que ver con cómo es realmente el
5. Price, 1954, p. 32. 6. Véase «Epistemología naturalizada» en Quine, 1969. 7. Según el famoso dictum de Berkeley. Véase Berkeley (\710), parte 1, § 3.
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libro, no puede estar equivocado: sencillamente, ahora tengo un dato sensible diferente. Cada cambio en mi campo visual es un nuevo dato sensible. Imaginemos que los datos sensibles fuesen efectivamente así, que no hubiese posibilidad de error respecto de nuestras experiencias privadas. ¿Cómo salvaríamos el vacío entre datos sensibles y cosas materiales, entre apariencia y realidad? Es mucho más sencillo formular la propuesta fenomenalista, que hacer que parezca verosímil. Las cosas no son más que conjuntos o familias de datos sensibles ... pero, ¿de qué datos sensibles? ¿Los efectivos, que son datos para alguien, o también los posibles? ¿Los que se obtendrían en determinadas circunstancias, por ejemplo cuando alguien mirase o tocase el objeto en cuestión, o también los que se obtendrían en diferentes condiciones de observación, por ejemplo con una perspectiva o iluminación diferente? Si pensamos que los datos sensibles sólo existen mientras son percibidos, entonces sólo los sense-data efectivos deberían conformar el objeto, y las cosas materiales serían entidades muy extrañas, que estarían pasando de la existencia a la inexistencia y viceversa, continuamente. El concepto de cosa material sería muy diferente, las cosas materiales no serían cosas materiales, tal y como defendía Berkeley. Por otra parte, si optamos, como John Stuart Mili (1806-1873), por decir que las cosas materiales están constituidas por datos sensibles efectivos y también posibles.t le restamos sentido a la postulación de datos sensibles, y hacemos que las cosas materiales sean conjuntos muy extraños también. Pensemos que un dato sensorial meramente posible, es un dato sensorial que no existe. Las entidades físicas estarían constituidas en su mayor parte por entidades inexistentes. Si todo lo que sequiere decir con sense-data posibles u obtenibles es que un observador los obtendría si se diesen determinadas condiciones, entonces Price (1954) tenía toda la razón al decir: [...] una familia de sense-dataes un tipo de grupo muy curioso, No es el mismo tipo de grupo que una familia humana o un sistema planetario. Es lo que llamaríamos un grupo heterogéneo, algunos de sus miembros son particulares existentes (sense-data reales) y el resto -la inmensa mayoríason hechos o verdades de la forma «si un observador estuviese situado en tal y tal punto de vista, tal y tal sense-datum existiría»."
El fenomenalismo presenta entonces un problema que basta para que nosotros lo rechacemos definitivamente, y es que implica que la realidad física, permanente y pública, está conformada por entidades que son absolutamente efímeras y privadas. Autores como Ayer (1940), ardientes defensores del modelo fenomenalista del conocimiento, pero conscientes de los problemas que presentaba el fenomenalismo clásico, pretendieron refinar un tipo de fenomenalismo que fuese capaz de eludir esas desagradables consecuencias ontológicas y preservar todas las «virtudes» del fundamentalismo clásico. Propugnaron lo que, según la clasificación de George Dicker (1980), se ha conocido comofenomenalismo analítico o 8. Mili, 1843. 9. Price, 1954, p. 284.
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lingüístico, frente a la versión anterior, denominadafenomenalismo ontológico. Quizá la forma de ver más claramente la diferencia entre ambos, sea decir que el onrológico defendía las siguientes dos tesis:
de la percepción
Hay una silla verde en la habitación de aliado
implicaría algo así como Si un observador normal entrase en esta habitación, datum verde y con forma de silla.
1) Las entidades materiales son conjuntos de sense-data,
obtendría un sense-
y en consecuencia, 2) Todo aquello que puede decirse en términos de objetos físicos, debe poder decirse en (ser traducible a) términos de sense-data. El fenomenalismo analítico, en cambio, sólo acepta la segunda tesis. Las cosas no están realmente constituidas de sense-data, en el sentido en que un muro está construido de ladrillos. Es más bien una construcción lógica de sensedata, en la que cualquier enunciado en términos de objeto físico, perceptivo o no, ha de ser traducible, ha de ser lógicamente equivalente, a un conjunto de enunciados más básicos en términos de datos sensibles. Yeso no quiere decir otra cosa que, para cualquier enunciado en términos de objetos físicos, habría un conjunto de enunciados en términos de sense-data que sería suficiente y necesario para la verdad del primero. Sin embargo, ningún enunciado en términos de sense-data sería suficiente para garantizar la existencia del objeto: uno puede disponer de una enormidad de sense-data en forma de libro rojo, y el libro puede no ser rojo o no existir, siempre es posible que estemos sufriendo una alucinación.'" Para estar seguro de la verdad del enunciado en términos de objeto físico, serían precisos todos los enunciados sobre todos los sense-data que pudiesen obtenerse de este objeto, durante toda su existencia, y serían infinitos. Ahora bien, si el fenomenalismo surge como un intento de combatir al escéptico, como un intento de salvar el vacío entre apariencia y realidad, así tampoco lo consigue, porque no es posible deducir un enunciado sobre un objeto, a partir de cualquier número finito de enunciados sobre datos sensibles, a partir de cualquier número de experiencias. Como acaba reconociendo Ayer: No es pura convención el que una situación que establece la existencia de un sense-datum supondría también algún grado de evidencia para la existencia de una cosa material [... ] Además, mientras que una situación que establece directamente la existencia de un sense-datum lo hace concluyentemente, ninguna de esas situaciones puede establecer concluyentemente la existencia de una cosa material [... ] cualquiera que sea la fuerza de esa evidencia, siempre será lógicamente compatible con la hipótesis de que esa cosa material no es en todos los aspectos lo que aparenta, o incluso, que ni tan siquiera existe."
Pero tampoco hay ningún enunciado sobre sense-data que sea necesario para la verdad de un enunciado de objeto físico. Lo que el fenomenalista quiere decir, es que un enunciado como: 10. Ayer (1954, capítulo opinión. 11. Ayer, 1940, p. 230.
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VI) se defiende
de esta acusación,
Dejando de lado que en este enunciado todavía aparecen términos de objeto físico que muy probablemente no podrían eliminarse,'? esa implicación no es del todo cierta. Podría ser que no hubiese suficiente luz, o que alguien se interpusiese entre el observador y la silla, o que la silla estuviese tapada por una sábana, etc. Para garantizar la implicación, habría que volver a introducir abundantes cláusulas (quizá infinitas) en el antecedente del segundo enunciado.
10.2 La teoría causal En su versión clásica, los teóricos causales de la percepción también son partidarios de los sense-data. La motivación principal para introducir/os sigue las líneas siguientes. Las experiencias perceptivas de las cosas que nos rodean son cosas con determinado color, temperatura, etcétera, pero las cosas mismas, sus constituyentes últimos, no tienen ese tipo de propiedades. El objeto inmediato de nuestras percepciones no puede ser entonces las cosas mismas, sino los sense-data. Los objetos físicos, que sólo tienen cualidades primarias, causan en nosotros la percepción de sense-data, a partir de la cual inferimos la presencia de la cosa material, que en realidad es inobservable, como su causa. Una de las ventajas de esta teoría, es su apariencia cientifista. Aunque los físicos ya no conciben las partículas últimas como pequeñas «bolas de billar», todavía parece correcto decir que las cosas en sí mismas no tienen propiedades como el color. Otra de sus ventajas, al explicar la percepción, es manifestar la necesidad de apelar al vínculo causal entre la cosa percibida y la experiencia de la cosa. El problema es que hace que la realidad física sea un hecho absolutamente inescrutable. A diferencia de otras relaciones causales, en las que podemos establecer esta relación porque causa y efecto son observables, la teoría causal de la percepción supone el establecimiento de lo que se conoce como el «velo de la percepción»: las cosas nos resultan necesariamente inobservables; siempre que queramos observarlas, no encontraremos más que datos sensibles, que siempre ocultan tras de sí la realidad -si es que la hay, porque, como defendió Berkeley,'! lo único que nos resulta accesible son las ideas, y nada puede probar que éstas no estén causadas por una entidad diferente de las cosas materiales. Algunos defensores de la teoría causal, como Frank Jackson (1977) o John Mackie (1976), han querido superar esa crítica, apelando a la inferencia a la mejor explicación. Tenemos todo el derecho a pensar que nuestras experiencias
pero sin ningún éxito en nuestra 12. Véase Sellars, 13. Berkeley,
1971, pp. 90-91.
1710, § 20.
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Josep LLuís Blasco y Tobies Grimaltos están causadas por objetos del mundo externo, ya que esta explicación es mejor que la del genio maligno o la del dios de Berkeley. El problema de esta apelación al principio de la mejor explicación, en nuestra opinión, es que comete una petitio principii. Defiende una teoría frente al reto escéptico, pero en realidad no se toma en serio ese reto, ya que si se lo tomase, no estaría tan claro que esa teoría fuese mejor explicación de nuestras experiencias que la del genio maligno, por ejemplo. Sólo si se comienza pensando que los objetos físicos explican mejor nuestra percepción de sense-data, se puede acudir después a la inferencia a la mejor explicación para decir que éstos ofrecen una explicación mejor que la existencia de un genio maligno o de un dios que causa las percepciones en nosotros. En definitiva, pensamos que las principales aportaciones de esta teoría son la apelación a! nexo causa! en la percepción, como determinante nomológico de la experiencia perceptiva, y la reivindicación de esta experiencia, como un ingrediente esencia! del fenómeno perceptivo. También creemos que presenta deficiencias, que radican, por una parte, en la reificación de esa experiencia, convertida en objeto inmediato de percepción, distinto del objeto externo, y negar que «cosas externas, coles y reyes puedan ser experimentadas», 14 y por otra parte, en su concepción excesivamente realista del mundo, que «realmente» es de una única manera, susceptible de una única descripción verdadera, que coincide con la de la física. Para el teórico causa! clásico, todas aquellas entidades o propiedades que no sean necesarias para la explicación de los fenómenos naturales en términos científicos, o bien no tienen existencia real, o bien, aplicando el principio de William Ockham (1285-1347), «Entia non sunt muluplicanda prteter neccesitatem», no deben ser tenidas en cuenta. El teórico causal clásico suele ser un realista cientifista, que considera que la ciencia no elabora meros modelos explicativos, sino que obtiene fotografías de la realidad, descripciones de la realidad tal y como es en sí misma ¿Hay alguna forma de adquirir las virtudes del modelo causal, sin heredar sus defectos? En nuestra opinión, los grandes problemas, tanto de esta teoría como de la fenomenalista, surgen al postular esas entidades intermedias entre nosotros y el mundo, que son lo que realmente percibimos. Pero, ¿que necesidad tenemos de postularías? El argumento de la ilusión era un poderoso acicate para introducirlas, consideremos su fuerza real.
10.3 Crítica de los sense-data El argumento de la ilusión extrae buena parte de su fuerza al equiparar los casos de ilusión con los casos de alucinación (en los que no existe nada que pueda ser percibido) y a! afirmar que en ambos casos [hay algo que es percibido' y entonces, como percibir implica existir y lo que es percibido no puede ser un objeto físico, lo percibido debe ser otra cosa: un sense-datum. Sin embargo, an-
14. Como dice Putnarn, 1994.
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tes que nada, alucinar no es percibir: es alucinar. Pero no acaban aquí los supuestos gratuitos de este argumento." Otro de ellos, es que las experiencias ilusorias son cualitativamente idénticas a las verídicas. Eso no tiene por qué ser así, pero aunque en algunas ocasiones lo fuese, de ello no se seguiría otro de los supuestos del argumento, a saber, que los objetos de diferente naturaleza no pueden presentar la misma apariencia, y por tanto, que si la experiencia que se tiene es idéntica, el objeto de percepción debe ser el mismo. Así por ejemplo, en opinión del defensor de los sense-data, si un limón y una pastilla de jabón con forma de limón presentan la misma apariencia, el objeto que percibimos es el mismo en ambos casos: un sense-datum, que no es ni el limón auténtico ni la pastilla de jabón, sino la apariencia común de ambos. Que dos objetos diferentes presenten una apariencia similar, ni de lejos quiere decir que sólo los percibamos indirectamente. Cuando hacemos uso de nuestros sentidos, los dirigimos hacia fuera, hacia el mundo. Somos conscientes de las cosas y no de la apariencia exacta que éstas nos presentan. Solamente haciendo un esfuerzo introspectivo, podemos reparar en la apariencia que nos presentan las cosas. Pensemos en el esfuerzo que debemos hacer para relatar al oculista nuestras experiencias perceptivas. Nuestra percepción es externodireccional, no interno-direccional. Además, la descripción fenomenológica de apariencias reposa sobre el lenguaje de objetos físicos, nuestro lenguaje de experiencias sensoriales es muy reducido. Considerad la dificultad que tenemos para describir sabores u olores, y cómo esa dificultad se incrementa si no tenemos que referirnos a términos de objeto físico. ¿Cuántos datos sensibles diferentes tenemos de alguien fumando un cigarrillo en un balcón lleno de geranios movidos por el viento? ¿Prestamos atención a esos datos sensibles, y después inferimos la presencia del fumador, el balcón, los geranios, y el viento? ¿Necesitamos reconocer primero el aspecto fenoménico del balcón, etcétera, para poder identificarlos después como tales, y tras comprobar que las condiciones son normales, inferir su existencia -eal? Imaginemos además que fuésemos conscientes de nuestros sense-data, que existiesen cosas así y fuesen objeto directo de nuestras percepciones, ¿disfrutarían de los privilegios que les otorga quien los defiende? Si nos limitásemos a describir nuestras experiencias sin comprometernos con el mundo, ¿tendríamos un conocimiento incorregible? Cuando yo veo azul un libro, puedo equivocarme si digo que el libro es azul, pero, ¿puedo equivocarme respecto de cómo lo veo, respecto de la experiencia que tengo? Los partidarios de los sense-data dirían que no, y en este caso concreto quizá puedan tener razón. Pero, ¿que ocurre si el libro presenta una apariencia fucsia? ¿Estoy siempre seguro de que esa apariencia es fucsia, y no rosa o roja? ¿Soy siempre capaz de clasificar correctamente mis experiencias? Alguien puede responder: vale, puede ser que yo diga fucsia cuando la apariencia realmente no lo es, pero yo sé como me aparece. Bueno, pero entonces, ¿qué tipo de conocimiento es ese? Si lo expreso, ya puedo equivocarme, y si no puedo expresarlo o utilizarlo sin incurrir en posibilidad de error, 15. Austin dedica el capítulo V de su libro Sentido y percepcián
(1962a) a señalarlos.
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Josep l.luis Blasco y Tobies Grimaltos ¿para qué lo quiero? Y si me es útil por sí mismo, ¿dónde puede llevarme cuando quiero hablar, no de mí y mis experiencias, sino del mundo?
10.4 Hacia un realismo directo Decíamos que, al explicar la percepción, la teoría causal tenía la ventaja de apelar al nexo causal entre el objeto y nuestra experiencia perceptiva de él. Esta ventaja se traduce en que los casos de alucinación quedan eliminados como casos de percepción: en esos casos no percibimos realmente, nuestra experiencia no es perceptiva, porque no hay ningún nexo causal adecuado entre un objeto y nuestros órganos sensoriales. Por tanto, una alucinación no es un caso de percepción sensorial, y el objeto de percepción sensorial verídica no tiene por qué ser (no es) el mismo que el de la alucinación -si es que en este caso hay un objeto, y no es un mero estado mental. No obstante, recordemos que la teoría causal nos impedía ver el mundo, y sus argumentos, aparentemente científicos, no parecían totalmente desencaminadas. ¿Cómo combinar todo eso, con nuestra creencia de que percibimos objetos del mundo, y de que los percibimos directamente además? Nosotros creíamos ver mesas y sillas, que son sólidas, compactas, estables y coloreadas; en cambio la física nos dice que esos objetos son realmente agrupaciones de partículas que no tienen color y se mueven a gran velocidad, dejando entre ellas zonas vacías tan grandes, que si comparásemos la distancia entre las partículas y su radio, caeríamos en la cuenta de que mesas y sillas están repletas de vacío. 16 En definitiva, no tenemos más motivos para atribuir a las cosas cualidades primarias, como la solidez, que para atribuirles cualidades secundarias. ¿Cómo defender entonces la visión del sentido común, según la cual vemos directamente cosas materiales? ¿Es sólo esa imagen de sentido común la que peligra con todo ese? Fueron los científicos quienes empezaron proponiendo la distinción entre cualidades primarias y secundarias, y ahora ésta se vuelve en su contra: ni los objetos son sólidos, ni tienen la forma que parecen tener, ni otras muchas cosas. Quizá los colores sean cualidades relacionales, en el sentido de que varían según el perceptor y las condiciones de observación, pero son entidades públicas, fotografiables, y no entidades privadas, del tipo de los sense-data. Obviamente, la idea de percepción que ofrece la teoría causal, está basada en la concepción que Putnam (1990) ha denominado realismo metafísico, que consiste en la creencia de que el mundo es de una forma objetiva determinada, que hay cosas en sí, que son como son, con independencia de cómo nos aparezcan a nosotros o a cualquiera, con independencia del esquema conceptual que se utilice para des-
16. Merece la pena leer un famoso y precioso pasaje de Sir Arthur Eddington, donde el autor habla de dos mesas, la del sentido común y la de la física, cada una tiene sus propiedades, propiedades tan diferentes como las mencionadas en el texto principal. (Véase La naturaleza deL mundo físico. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1945).
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cribirlas y clasificarlas. Según esta concepción de la realidad ' habría una b arrera clara y bien definida entre objetividad y subjetividad, de tal manera que podrían separarse las cualidades objetivas de las subjetivas, de un corte limpio. No obstante, en opinión de Putnarn, esta imagen es un error: para clasificar los bjetos y hechos del mundo son necesarios los conceptos, y éstos nunca son neutrales. El mundo siempre es el mundo desde determinado esquema conceptual y desde determinada constitución fisiológica. El mundo tal y como lo concibe un perro o un marciano, no es igual a como lo concebimos nosotros, y por tanto, no se puede prescindir de la constitución fisiológica y el esquema conceptual al describir el mundo. La posición de Putnam, por la que nosotros abogamo , podría expresarse de la siguiente forma: hay un mundo, pero no puede decirse cómo es el mundo desde una posición neutral, ya que, si lo que se pregunta es un absoluto, la pregunta no tiene sentido, no puede contestarse sin aplicar alguna malla wittgensteiniana sobre el papel del mundo." Los físicos ni describen el mundo tal y como es en sí mismo, ni pueden hacerla. No podemos arrancamos los ojos para ver cómo sería el mundo si no tuviésemos los ojos que tenemos, ni arrancarnos la lengua para describir cómo sería el mundo si esa descripción no estuviese ligada a un lenguaje. La física cuántica ha mostrado que lo que hacen los físicos es crear modelos teóricos y matemáticos que permitan explicar y predecir los fenómenos naturales, pero no describir cómo es el mundo realmente, en sí mismo, ya que eso no es posible, no tiene sentido. Es tan cierto que las cosas no son realmente de color, como que las cosas son realmente de color, porque decir que una cosa es de determinado color, es decir que aparece de ese color en circunstancias normales. Además, el concepto de color es irreductible a cualquier otro. Decir que el color consiste en la refracción de la luz sobre un objeto, no agota lo que es el color, y decir que determinado color consiste en determinada longitud de onda, no ayuda en absoluto a concebir cómo es ese color. Locke (1690) cuenta una historia similar: un ciego muy estudioso, que leía todo lo que podía sobre colores, dijo un día: «iAh! Ya sé cómo es el rojo: como el sonido de una trompeta». El científico no está muy lejos del ciego, si quiere reducir el color a cualquier otro concepto. En cualquier caso, aunque concedamos al teórico causal su perspectiva del mundo, aunque aceptemos incluso que las cosas no son realmente tal como nosotros las percibimos, que no son de color, etcétera, de ello no se sigue que no las percibamos o que no las percibamos directamente. Incluso si aceptamos que las cosas no son como aparentan ser, de ello no se sigue que lo que vemos sea otra entidad, denominada «apariencia» o «sense-datum», Son las cosas las que aparecen, las que presentan una apariencia, y no las apariencias mismas las que aparecen. Aunque no percibamos las cosas como realmente son, aun percibimos las cosas y las percibimos de determinada manera. Y percibimos de determinada manera las cosas que percibimos y no la manera misma en que las percibimos, el objeto de percepción es el objeto externo y no la manera en que éste es percibido
17. Esto no es sino una alusión muy libre a los parágrafos 4.063 y 6.341 del Tractatus de Wiugenstein.
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Josep l.luis Blasco y Tobies Grima/tos (esta manera no es, a su vez, un objeto). Incluso si no las percibimos como son, percibimos las cosas y no otro tipo de entidad. ¿No ve el ciego al color las mismas cosas que yo veo? ¿Debemos decir que sus objetos de percepción no son los mismos que los míos, porque los ve de manera diferente? Las experiencias que tenemos de los objetos pueden ser muy diferentes unas de otras, y en ocasiones quizá no pueden describirse ni darse a conocer a alguien que no las comparte, pero las experiencias son experiencias de cosas, son las cosas las que se experimentan. Podemos aceptar por tanto el realismo directo de sentido común: no es incompatible, en todo caso diferente, de la concepción del mundo de la física. Ambas perspectivas son diferentes, pero no por eso una es verdadera y la otra falsa. Somos animales y vivimos en un medio del que necesitamos adquirir información continuamente. La información que necesitamos, es información del mundo macroscópico, complejo y cambiante, y nuestros órganos sensoriales están adaptados a él. Los mecanismos causales que intervienen en este proceso son algo que deben explicar el fisiólogo y el neurofisiólogo, pero a nosotros esos mecanismos nos proporcionan una información directa de los objetos que nos interesan, públicos y diversos. La información que obtenemos, también está en función de las preguntas que queremos responder, y éstas pueden situarse en el ámbito macroscópico del medio, para la vida ordinaria, o en el ámbito microscópico de los constituyentes de la materia, para la labor científica. Quizá ésa es la línea en la que se debería seguir trabajando, en el estudio del fenómeno de la percepción. La percepción es un mecanismo de adquisición de información sobre el mundo, y esa información es tanto fenoménica como proposicional, involucra tanto imágenes como creencias, pero desde luego lo que no involucra en su explicación, es intermediario alguno que nos libre del error o llene el vacío entre apariencia y realidad. En esta línea han trabajado autores con perspectivas y presupuestos diferentes, que merecería la pena tener en cuenta, como Dretske (1981) YGibson (1979). Quizá el papel del filósofo consista en considerar en qué condiciones es más fiable la información disponible, o en qué aspectos deberían cambiar nuestros métodos para mejorarla cuantitativa y cualitativamente, y no en utilizar la percepción como fundamento inamovible sobre el que edificar el resto del conocimiento.
11. La inducción
La inducción o razonamiento inductivo, es un procedimiento argumentativo del que nos servimos muy a menudo, tanto en la vida ordinaria como en las denominadas ciencias empíricas. Por suerte o por desgracia, sólo ciencias formales como la matemática pueden servirse de la deducción como único método de obtención de conocimientos. I Quizá la mejor manera de caracterizar el razonamiento inductivo sea decir que es aquel razonamiento que, siendo válido, no es deductivo. Encontramos ahí un primer indicio de que bajo la denominación «inducción» subyacen diferentes tipos de razonamiento. La primera forma de caracterizar la inducción, por tanto, es describir su contraria, la deducción, y definirla por oposición. Un argumento deductivo es aquel en el que la conclusión se sigue necesariamente de las premisas, es decir, aquel en el-que no es posible que las premisas sean verdaderas y la conclusión falsa. Por el contrario, entonces, un argumento inductivo es aquel argumento válido en el que es posible que las premisas sean verdaderas y la conclusión falsa, aquel en el que la conclusión no se sigue necesariamente de las premisas. Un ejemplo de razonamiento deductivo sería: Premisa 1: Si todos los cuervos son negros, Premisa 2: y Poli es un cuervo, Conclusión: entonces Poli es negro. Mientras que un argumento inductivo sería: Premisa 1: Poli es un cuervo y es negro. Premisa 2: Todos los cuervos que he visto hasta ahora son negros. Conclusión: Todos los cuervos son negros. l. La inducción to deducti vo.
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matemática
no es propiamente
inducción,
sino más bien un tipo de razonamien-
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