Bárbaros. Los españoles y sus salvajes en la era de la Ilustración – David J. Weber

August 4, 2017 | Author: Fabiola González | Category: Age Of Enlightenment, Society, Politics (General), Philosophical Science, Science
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Bárbaros. Los españoles y sus salvajes en la era de la Ilustración – David J. Weber

Capítulo I: Los sabios, los salvajes y las nuevas sensibilidades I.

Malaspina entre los salvajes

La expedición de Alejandro Malaspina de 1789 tomó contacto con varios pueblos indígenas: Patagones, Huilliches, Tinglits, Nutkas y Chumashes entre otros. Este viaje, y su consecuente obra escrita, fueron el mejor reflejo del pensamiento ilustrado de su época en España. En tal sentido, representan una nueva visión hacia los salvajes que genera interés de dos formas concretas: -

Como especímenes vivos: Ofrecen la posibilidad de entender los orígenes de la vida en sociedad y el impacto en ella de la cultura y el entorno

-

Como símbolos: Idealizarlos para elaborar críticas a sus propias sociedades

Estas dos, si bien no inventadas por los españoles, les permitieron en el siglo XVIII (“de la luces”) elaborar formas novedosas de reflexionarlas y aplicarlas.

II.

Los salvajes como especímenes

1. Orígenes, Medios y fines El origen de este interés está en la creencia Ilustrada de que en los niveles más primitivos de la humanidad es donde podemos encontrar con mayor facilidad aquellos principios, similares a los de la naturaleza, que gobiernan a la sociedad. El medio idóneo se consideró la observación personal y científica de cualidades físicas y morales, antes que la lectura de textos antiguos. Y su fin último era el ofrecer, a los gobiernos, la mayor y mejor información sobre las leyes sociales, para ampliar y mejorar la labor y el progreso de la civilización (felicidad). Identificándose a aquél mundo salvaje y primitivo con las colonias de los estados Europeos, sus viajeros y funcionarios buscaron en ellas esa información tan preciada por el hombre ilustrado. En el caso de España, si bien las expediciones enfatizaron la ciencia botánica por sus beneficios médicos, alimenticios y económicos, el interés fue siempre extenso y multidisciplinario, por cuanto el interés central de su estudio era todo el género humano. Es en tal contexto que la expedición de Malaspina se inserta con su estudio directo de los nativos independientes en América. Él y sus científicos compararán sus observaciones directas con las teorías sociales ilustradas de su tiempo, ajustando “lo visto” a “lo esperado”. Así, por ejemplo, a partir de la noción de Rousseau de “el buen salvaje”, se trató de justificar la belicosidad de Patagones, Huilliches y Nutkas (la propiedad privada).

2. España, América y la Ilustración Es un error continuar creyendo que España y América negaron en seco el influjo racionalista de la Ilustración. Por el contrario, ya desde el siglo XVII, se formará y ampliará el círculo de intelectuales Españoles que busquen hacer compatibles al catolicismo con la concepción crítica y empírica del conocimiento Ilustrado. Si bien en este esfuerzo regularmente ofrezca puntos de vista divergentes y

contradictorios, remitirán siempre a una firme creencia en la observación y razón humanas sin necesidad de revelación divina o de una autoridad antigua. Ya para el siglo XVIII hallamos, pese a la prohibición inquisitorial, las obras Ilustradas originales o bien Libros españoles con sus ideas atemperadas con paráfrasis y plagios de los originales Franceses. Hispanoamérica seguirá esta tendencia. Con el rey Carlos III, llegan al poder funcionarios imbuidos en el optimismo de la ilustración: La aplicación de la razón aumentaría el comercio, la industria, la producción, las rentas públicas y liberarían a los súbditos de la pobreza, ignorancia y opresión. 3. El indígena El indígena también se incluía en estas pretensiones ilustradas. Habiendo quedado patentes la ineficacia y violencia de las instituciones iniciales (ejército, evangelización, etc.), se creyó que un nuevo enfoque ilustrado debía implementarse, es decir, descubrir, en el proceso de buscar científicamente los principios regentes de la sociedad humana, a los particulares de las sociedades indígenas. Para ello se requería aún reunir grandes cantidades de información antropológica y sociológica. Se desarrolla así, antes (XVI) y durante el tiempo de Malaspina, un debate intelectual en torno a la naturaleza bárbara inmutable o no del indígena americano. De ser afirmativa, se estaría aceptando el carácter defectuoso de su humanidad y avalando su tenencia en esclavitud. Los más lúcidos entre aquellos, sin embargo, optaban por negar esa barbarie (Vittoria y de las Casas) y considerar a todos los indios como seres plenamente racionales. El entorno influiría pero no determinaría la cultura y, más aún – y antecedente para el pensamiento ilustrado-, todo pueblo habría cursado un proceso ascendente de desarrollo histórico que se iniciaba en una etapa salvaje y sin cultura. El pensamiento ilustrado, a diferencia de este trabajo intelectivo sobre la naturaleza indígena que le antecede, pretende obtener conocimiento del nativo en beneficio de la humanidad, leyes físicas, antes que promover la religión; que usarlo como herramienta de conversión. Por lo tanto, bebiendo del presupuesto del indígena racional, la Ilustración puede construir sus nociones de fuerzas naturales y principios coherentes y racionales que rigen el comportamiento humano. Es por ello que Malaspina, ante actitudes que escapan a sus presunciones sobre el buen indígena, busque acomodar racionalmente dichas conductas y las explique en base a contexto físico y humano. De no poder hacerlo, se negaría la premisa racional ilustrada.1 Semejante perspectiva, si bien no carece de críticas a nuestros ojos, obtuvo el no menor logro de poder superar racionalizaciones carentes de asidero, como lo fue la dicotomía salvaje-civilización en relación al mundo nómade y seminómade del indio Americano; Malaspina y sus hombres, impulsados por su esquema racional, penetran más dentro de la realidad indígena y advierten un orden subyacente y una estructuración determinadas. Así, si bien los hombres del siglo de las luces no crearon las categorías diferenciadas de características físicas y culturales entre poblaciones humanas, sí aplicaron su pensamiento científico al estudio de las sociedades humanas con un rigor inédito; nuestra perspectiva científica moderna nos permiten hablar de una antropología primitiva. Esto porque, pese a sus avances, se carece de un método científico, de una perspectiva observador-participante; se trata de una época predarwinista y prerrelativista. Si estos españoles y europeos demuestran conductas tolerantes para con los indios, no se trata de la indiferencia relativista moral moderna, sino una noción que descansa en el aceptar etapas de desarrollo sucesivas e inevitables, aplicables a toda sociedad humana, lo cual se tropieza rápidamente frente a la tergiversación y el eurocentrismo.

III. 1

Los salvajes como símbolos

Así, por ejemplo, el caso de los Huilliches, los cuales participarían de la guerra solo por la existencia de vecinos en extremo violentos que los forzaban a trastocar su naturaleza pacífica. O el caso del canibalismo en el pueblo Nukta, el que Malaspina simplemente rehusa aceptar.

Los indios adquirían también un valor simbólico, tanto positivo como negativo. En el caso de Malaspina, predominaba su idealización. Con el descubrimiento de América, una larga historia clásica y cristiana en torno a la vida buena y racional del hombre en su estado natural ofreció un nuevo conjunto de pueblos a quienes podía usarse como ejemplos. Si bien los escritores españoles del siglo XVII estimaron que la idealización el indio no calaría profundo en una audiencia con conocimientos considerables del indio americano, un influjo más amplio de la Ilustración sí repercutió en Malaspina y sus oficiales, al punto de insinuar los beneficios resultante de imitar a los indígenas. 2Sin embargo, esta mirada halagüeña del indio convivía en Malaspina con otras miradas más tétricas y nefastas, de modo que existe una imagen del salvaje anterior a la Ilustración que le sobrevive. Mas nunca al punto de opacar la creencia de que mejores circunstancias habrían de mejorar al Indio, de que no eran sino solo circunstancialmente degenerados o inferiores (Robertson). De ello surgió la noción, que perduró hasta el siglo XVII, de que el continente Americano corrompía a la humanidad en general. A causa de esta creencia se desarrollan en el español de la Indias reacciones distintas. Por un lado, nace el concepto “criollo” para distanciarse del nombre “indiano”, tan próximo al indio; por otro lado, una voz criolla ilustrada de defensa hacia indios (Alzate) los consideraba víctimas del maltrato y vejación de la conquista, al punto de formarse en el centro de México una opinión romántica del azteca que les adjudicaba un nuevo prestigio simbólico. Pese a los matices y diversas reacciones y puntos de vistas, se continuó encontrando razones para seguir representando en la mente Ilustrada al indio como un ser inferior al lado de el énfasis en sus virtudes. Para Malaspina, mientras España no reconsiderara sus técnicas violentas y esclavistas de anexión del indio a su Imperio en su sistema colonial, y le dejase gozar de los frutos de su trabajo, nada atraería al Indígena a su mundo.3 Por lo tanto, Malaspina demuestra una imagen contradictoria del Indígena. Una metáfora de buen y mal salvaje que convivirá en la mente del ilustrado.

IV.

Humanidad y Compasión

Fuese que primase una idealización o demonización del Indio en uno u otro pensador, los ilustrados españoles nunca negaron que debía primar un trato humano para con él. Si bien las primeras exploraciones del pasado traían consigo un intención amistosa, es a finales del siglo XVIII, con el humanitarismo que calaba en el pensamiento instruido, que los ilustrados españoles estuvieron más dispuestos a aplicarlo. Este deseo español era estimulado, además, por la opinión del Siglo de las Luces de una España salvaje, barbárica y llena de excesos para con los indios. Se convirtió esta supuesta crueldad en una creencia clave en las afirmaciones antiespañolas existentes en la literatura popular Europea del siglo conocida como “La leyenda negra”. Los ilustrados españoles respondieron a estas acusaciones de distintas maneras. Unos aceptaron aquellas acusaciones (Benito Jerónimo) al pie de la letra. Otros (Félix de Azara), intentaron defender el honor de su nación, acusando los excesos a conductas individuales inaceptables, no a políticas de la corona, la cual sí habría logrado venir al rescate del indio. Malaspina era consciente de aquella reputación española y buscaron siempre no ofender al Indígena y oponer su actitud a la de los hombres del siglo XVI.

2

Importante mencionar que la noción de “buen salvaje” no es propiamente de Rousseau, es una decantación de sus ideas posterior. 3

Locke: Los gobiernos sabios deben alentar la búsqueda del interés individual

Sin embargo, aceptando el hecho de que el pensamiento Ilustrado no era encarnado sino por un máximo de un 5% de la población, de entre la cual tampoco hallamos una opinión unánime en torno al indio, no podemos hablar de un cambio de mentalidad radical. Las nuevas formas de pensar en torno al indio no reemplazaron a las antiguas durante la Ilustración incluso entre sus mismos Ilustrados. Existirán siempre visiones contradictorias sobre el indígena americano tanto España como en las colonias americanas. Sin embargo, esa minoría ilustrada que considera al Indio un ser racional como un consumidor y productor en igualdad frente al Europeo no dejaría de influenciar las relaciones de los españoles con los aborígenes en todos los ámbitos.

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