Baez, Amelia - Misiones Historias Con Nombres Propios 2

September 16, 2017 | Author: Sonia Chemisquy | Category: Agriculture, Politics, Politics (General), Science, Science (General)
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Misiones, Historias con Nombres Propios II

Misiones,

Historias con Nombres Propios II

Compiladora Lic. Amelia Rosa Báez 1

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Misiones, Historias con Nombres Propios II

Misiones: historias con nombres propios II / compilado por Amelia Rosa Báez. - 1a ed. 1a reimp. - Posadas : Ministerio de Derechos Humanos de Misiones. Subsecretaría de Derechos Humanos; Amelia Rosa Báez (compiladora), 2011. v. 2, 388 p. ; 22x16 cm. ISBN 978-987-25816-2-6 1. Derechos Humanos. I. Báez, Amelia Rosa, comp. CDD 323 Fecha de catalogación: 19/09/2011

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GOBERNADOR PROVINCIA DE MISIONES Dr. Maurice Fabián Closs VICE GOBERNADORA Dra. Sandra Daniela Giménez MINISTRO SECRETARIO DE DERECHOS HUMANOS Dr. Edmundo Ramón Soria Vieta SUBSECRETARIA DE DERECHOS HUMANOS Lic. Amelia Rosa Báez

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ÍNDICE A la memoria de: NÉSTOR CARLOS KIRCHNER. Por Alfredo Ortellado......Pág. 13 Prólogo. Por Estela Barnes de Carlotto..............................................................Pág.17 Introducción. Por Amelia Rosa Báez................................................................ Pág.19 Sembradores de Nobles Semillas......................................................................Pág. 23 ¿Y esto qué es? Por Susana Benedetti..................................................................Pág. 25 Por ellos, para ustedes. Por Pablo Fernández Long..............................................Pág. 31 Un día dijimos ¡basta! Por Juan Carlos Berent.....................................................Pág. 53 Adán, buen compañero, esposo, padre, abuelo. Por Lucrecia Witkaluk...............Pág. 71 “Sentimos tiros y saltamos de la cama. Era un ejército entero…” Por Adelino Ferreira............................................................................................Pág. 77 Un adiós sin regreso. Por Ricardo Hippler...........................................................Pág. 81 Un ejemplo a seguir…y mucho por descubrir. Por Natalia E. Hippler….............Pág. 83 Memorias de Beatriz de Olivera..........................................................................Pág. 87 La lucha agraria prendió en mí desde la cuna. Por Esteban Stryluk.....................Pág. 91 Que nunca más pase esto. Por Eladio Benitez......................................................Pág. 97 Celestina. Por Celestina Santiesteban................................................................Pág. 101 Peczak. Por Antonio R. Faccendini....................................................................Pág. 107 Tío Pedro: Inolvidable. Así lo recuerdo yo. Por Carmen Liliana Stul Peczak....Pág. 109 Enrique y la cosechadora de té Peczak Hnos. Por Lic. Carlos Titus Peczak.......Pág. 111 “¿Dónde está Peczak?”, preguntaban. Por Juan Cieplinski................................Pág. 117 ¡Una vida de militancia! Por Eliceo Baidowski.................................................Pág. 119 Me llamo Carlos Scheifler y puedo decirlo porque sé quien soy........................Pág. 125 ¿A quienes beneficiaron las dictaduras? Por Alberto Krujoski...........................Pág. 133 De la militancia agraria a la política. Por Alberto Bajura...................................Pág. 139 Cantos de la Memoria Popular.......................................................................Pág. 151 Mi paso por Misiones. Por Norberto Alayón......................................................Pág. 153 Testimonio de Héctor Michelón.........................................................................Pág. 161 Referentes de la Doctrina Social de la Iglesia................................................Pág. 175 Yo, tercermundista marginal. Breve Historia. Por Silvio Liuzzi........................Pág. 177 El Padre Brisaboa, mensajero del amor y del compromiso. Por Ricardo Vassel.............................................................................................Pág. 195

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Socializar hasta la Vida...................................................................................Pág. 197 La masacre de Margarita Belén......................................................................... Pág. 199 Recuerdo de vida y de entrega de un militante popular. Por Miguel Ángel Duarte...................................................................................Pág. 201 Charlas con Arturo, que no pudieron ser. Por Marilyn Franzen..........................Pág. 207 Luis Arturo Franzen, mi hijo. Por Felisa Bogado de Franzen.............................Pág. 217 Morir de pié. Por Teresa Cecilia Franzen...........................................................Pág. 225 Memorias con Sol y con Bandera...................................................................Pág. 229 Mi compromiso con los que menos tienen. Por Aureliano Gauto.......................Pág. 231 Operación “Desaparecer Sueños”. Por Ramón Cura.........................................Pág. 235 “La verdadera historia”. Por Epifanio Acevedo.................................................Pág. 239 Agosto, 1976 – a 4 meses del Golpe Militar. Por Héctor Alfredo Escobar.........Pág. 245 Ocho años de soledad (Perdón García Márquez). Por Orlando “Rulo” Sicardi...............................................................................Pág. 259 Argentina ´78: aquel Mundial. Por Carlos Alberto Ripoll..................................Pág. 263 Festejamos estar en libertad. Por Maria Eva Romero........................................Pág. 267 Maestro del Amor y la Alegría........................................................................Pág. 277 Juan Figueredo. Un maestro de jornada completa. Por Ricardo Caceres y Ramon Alberto Acuña....................................................Pág. 279 El Exilio en Misiones.......................................................................................Pág. 285 Guerrilla, prisión, fuga y periodismo. Por Rubén Ayala Ferreira.......................Pág. 287 Los compañeros de Salvador Allende en Misiones. Por Carlos Alberto Moncada San Martín...........................................................Pág. 297 Contribuciones desde la Academia................................................................Pág. 305 La dictadura «cívico-militar» en la Provincia de Misiones. Notas para una caracterización general. Por Mgter. Jorge Daniel Rodríguez.....Pág. 307 Establecimiento Yerbatero “Las Marías”......................................................Pág. 323 De una niñez humilde a una militancia plena. Por Arturo Carlos Escobar.........Pág. 325 Rompiendo el Silencio.....................................................................................Pág. 331 Dolores, rompe el silencio. Por Dolores Castillo...............................................Pág. 333 Militante de la Unión de Estudiantes Secundarios........................................Pág. 337 Miguel, El “Gato”, mi hijo. Por Idelfonsa Castellano “Hilda”...........................Pág. 339

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Hay que seguir andando..................................................................................Pág. 347 El rescate que no pudo ser…Por Ricardo “Pelito” Escobar..............................Pág. 349 La libertad en dictadura y después................................................................Pág. 357 La libertad en dictadura y después... Por Pedro Avalos......................................Pág. 359 Los Desaparecidos y Fusilados por la Dictadura...........................................Pág. 363 “Los desaparecidos que digan dónde están”. Por Lic. Alejandro Rodrígues......Pág. 365 Desaparecidos y fusilados por la dictadura........................................................Pág. 367 Centros Clandestinos de Detención en Misiones...........................................Pág. 373 Los Centros Clandestinos de Detención en Misiones. Por Diego Andrusyzyn.......................................................................................Pág. 375 Zona Militar 2 Posadas.......................................................................................Pág. 379

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A la memoria de: NÉSTOR CARLOS KIRCHNER

Foto Revista Caras y Caretas

SEMBLANZA DE NÉSTOR CARLOS KIRCHNER, UN HOMBRE COMÚN La Historia ha proporcionado hechos y personajes que son apasionantes y paradigmáticos; así para el bien tanto como para el mal, tomados estos sustantivos como concretos y supremos. Algunos de los emblemas del mal han sido juzgados y condenados merecidamente. Sobre sus capacidades para el mal sólo cabe amenguar la estupefacción, ante los horrendos crímenes de lesa humanidad que perpetraron, recordando la sentenciosa frase latina “homo hominis lupus est” (el hombre es el lobo del hombre, en su traducción literal). 13

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Pero, para que los espadachines del mal empiecen a recibir un terrenal castigo no alcanzaba con el reclamo de justicia -largamente postergada- implorada, deseada, rogada y exigida por las víctimas y sus familiares. Se necesitaba la acción del estado, pero el estado había sido tomado por asalto en 1976 y sus depredadores civiles siguieron usurpando sus privilegios -debidos al pueblo- tornándolo ausente. Y en las aciagas jornadas de diciembre de 2001, ese estado neoliberal terminó de derrumbarse ante el regocijo de aquellos que veían una Argentina fragmentada en cinco “protectorados”, y/o una Misiones que de manera infame era ofrecida para su anexión al Estado brasileño de Paraná, como el triunfo de una prédica disolvente en aras de una supuesta “libertad de mercado” que produjo ricos más ricos e invirtió la cristiana multiplicación de los panes, multiplicando la pobreza y los pobres ad infinitum. Y si bien en la Historia se requiere la confluencia del hombre y las circunstancias, no es menos cierto lo que definió el Presidente Perón :”…hay grandes hombres que no han trascendido porque no han servido a una causa, y hombres comunes que se han hecho grandes porque tenían una causa a la cual servir…”. Entre estos “hombres comunes” está el Compañero Néstor Kirchner, que surgió impensadamente en la Historia Nacional, cuando aún atronaban los golpes de cacerolas y el grito de guerra de las clases medias con ahorros acorralados:”que se vayan todos”. Néstor apareció, y pareció más inspirado en los versos de León Felipe (“…De aquí no se va nadie…Nadie. Ni el místico ni el suicida / Antes hay que deshacer este entuerto, antes hay que resolver este enigma…”) que en el grito guerrero de ahorristas desahuciados sin una Bastilla que tomar. Y a “deshacer el entuerto” dedicó su vida; la entregó sin tapujos. Se han dado ocasiones -gozosas para la Patria y para el pueblo- en que han surgido a la faz pública/política “hombres comunes” que han sabido servir a la causa del engrandecimiento de la primera y de la felicidad del segundo, y que por eso han trascendido, destacándose el alma pura y limpia y la inteligencia de Belgrano para promover el desarrollo de la Patria; la astucia y tenacidad de Rosas para defender el interés económico nacional y la integridad territorial; el amor de Evita y la habilidad política del General Perón para lograr la justicia 14

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social en un marco de desarrollo económico soberano; y Néstor (con Cristina) en esa misma línea histórica, esperanzadora de muchos mayores logros. Néstor ha sido un compañero de “mejor que decir es hacer” (hiperquinético dirían algunos desabridos), que ha concretado lo que otros habían predicado. No habló de anti-imperialismo, pero frenó y sepultó el ALCA; no se gastó en peroratas grandilocuentes sobre hermandad y solidaridad latinoamericana, sencillamente la practicó; no perdió horas valiosas hablando de justicia social, pero salvó del desamparo a millones de compatriotas; no divagó acerca de una “Argentina potencia”, y reabrió miles de fábricas; no hizo largos discursos sobre Peronismo (“Peronismo no se aprende ni se proclama, se comprende y se siente”, dijo Evita), y fue tan peronista como el mismísimo General. Néstor no se dio corte de gran “demócrata”, pero dejó que todos se expresasen sin restricciones de ninguna índole; no habló de “trasvasamiento generacional” ni de adoctrinar a la juventud, sino que convocó a la insolencia de la juventud, que le respondió con una vitalidad que recuerda los años ’60 y ’70 del siglo XX. Néstor no requirió vindicta, no clamó venganza, sino verdad y justicia; desde la conducción del estado se hizo cargo de reparar la barbarie del “terrorismo de estado”, que pudo haberlo tenido entre sus víctimas. Por todo ello, y por muchísimo más, el ciudadano de a pie no lo ve a Néstor como un personaje docto, con aureola, o en el bronce y a caballo. “Es una etapa -como ninguna otra antes- en que los gobernantes se parecen a los gobernados”, expresó Cristina (la Sra. Presidenta de la Nación Argentina), y Néstor es paradigmático. Es el hombre común que ha trascendido sirviendo a la causa de la grandeza de la Patria y la felicidad del pueblo. No se lo ve a Néstor en una magnífica tumba, como la que la poderosa España del siglo XVI le dedicara a Felipe II, ni en un pedestal como el que la Inglaterra agradecida ubicó al Almirante Nelson. Y Néstor se ganó muchos pedestales, pero su tumba gloriosa reside en el alma de millones de argentinos que corean su nombre, como intuyendo que en algún punto del infinito sus ojos pícaros otean un horizonte mejor mientras se juega en una chanza o una broma, a las que era afecto. 15

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Lo que pueda decirse de Néstor, hombre común que de común nada tuvo, que alcanzó la primera magistratura de una Argentina devastada, y la dejó de pie y esperanzada, es y será poco. Probablemente, la mejor definición y elogio a Néstor provenga de otro paradigma de este tiempo histórico, Lula -el Presidente de Brasil-, que supo sintetizar: “El le devolvió la autoestima a los argentinos”. Con eso basta, y sobra.

Alfredo Ortellado Ex preso político y dirigente gremial

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Prólogo De muchas formas han querido clausurar la memoria de los argentinos, que por décadas hemos sufrido dictaduras que usurparon el poder político constitucional. Se escribió “la historia oficial” que impregnó la mente de varias generaciones que sólo leyeron o escucharon lo que los dictadores autorizaban. Hoy estamos en el período más largo de la democracia argentina y ya no aceptamos vacíos en la historia. Por ello felicito a quienes desde el Ministerio de Derechos Humanos de la Provincia de Misiones, a través de la Subsecretaría de Derechos Humanos a cargo de la Licenciada Amelia Rosa Báez, han asumido reforzar y alimentar en la ciudadanía la historia de lo vivido y sufrido durante la última dictadura cívico-militar que nos victimizó desde 1976 a 1983. A través de relatos, testimonios, cuentos, poesías se recrean vivencias interpretadas a la manera de los autores. Impregnadas de sentimientos esclarecedores, el lector encontrará respuestas a muchas de sus preguntas sobre esos dramáticos años. Agradezco como argentina y Abuela de Plaza de Mayo este presente histórico.

Estela Barnes de Carlotto Presidente Asociación Abuelas de Plaza de Mayo 17

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Introducción El cumplimiento del derecho inalienable que tiene en este caso el pueblo misionero a saber la verdad de los hechos acontecidos en el pasado reciente conocidos como crímenes de lesa humanidad1, es el eje fundamental que orienta e impulsa la labor del gobierno de la provincia para continuar sistematizando la memoria histórica. En esta importante coyuntura que vive nuestra provincia, dentro del proceso de los juicios que actualmente se están llevando a cabo para garantizar a las víctimas, VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN, entendemos que la reconstrucción de la memoria histórica tiene estrecha relación con estos derechos. Este legado histórico pretende además constituirse como garantía para la no repetición de los mismos hechos. Por otra parte, el deber de recordar todo lo que nos ha acontecido como pueblo, forma parte de nuestro patrimonio. Es deber ineludible del Estado preservar los archivos y las pruebas que dan cuenta de las aberraciones perpetradas por la dictadura cívico militar, ya que las mismas posibilitarán el camino para el conocimiento, que preservará del olvido a la memoria colectiva que contempla la versión de los sobrevivientes. Este libro es un buen aporte en este sentido y servirá como documento de consulta obligatoria para empezar a investigar esta nefasta historia, que deja en evidencia las huellas del accionar represivo, como así también la historia de hombres y mujeres que con convicción se involucraron en la lucha militante

Crímenes de lesa humanidad, son aquellos que al ser cometidos contra una persona o comunidad ofenden a la humanidad entera, entre ellos se encuentran el asesinato, los desplazamientos forzados, la tortura, la desaparición forzada, entre otros. Siempre que se comentan contra una población civil como parte de un ataque generalizado o sistemático, de conformidad con los intereses de la política de un Estado o de una organización para lograr sus objetivos.

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para lograr un país diferente. Considerando además que ésta historia debe ser enriquecida y ampliada. Agradecemos a todos los autores que hicieron posible la presentación de este nuevo volúmen de “Misiones, Historias con Nombres Propios II” quienes generosamente han accedido a brindar testimonio sobre sus historias de vida a partir de las cuales pudimos recuperar sus voces y sus palabras para construir la memoria histórica de nuestra provincia. Finalmente reivindicamos la lucha de tantos militantes populares que asumieron múltiples formas de resistencia en Misiones y que por más de treinta y cuatro años vivieron sumidos en el olvido.

Amelia Rosa Báez Compiladora

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Agradecimientos:

Al Gobierno de la Provincia de Misiones que hace posible la impresión del presente libro A la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo A Memoria Abierta Al equipo de trabajo de la Subsecretaría de Derechos Humanos Al Diario El Territorio - Sección archivo Al Ing. Ernesto Faccendini Al historiador Jorge Francisco Machón

Realización:

Lic. Alejandro Rodrígues Lic. Amelia Rosa Báez Diego Andrusyzyn Lic. Miguel Amarilla

Diseño Gráfico:

D. G. Lis Analía Ferreira

Compiladora:

Lic. Amelia Rosa Báez

Todos los aportes escritos por los protagonistas o sus familiares, así como también las imágenes, fotografías, dibujos, han sido cedidos para la publicación de la presente obra, como una contribución a la memoria colectiva de la Provincia de Misiones, cediendo voluntariamente todos los derechos de autor que les podrían corresponder en virtud de sus contribuciones. 21

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Sembradores de Nobles Semillas

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¿Y esto qué es? Por Susana Benedetti*

Mi nombre es Susana, nací y crecí en Cuchilla Redonda, Gualeguaychu provincia de Entre Ríos. Mis padres eran agricultores y yo, la menor de 15 hermanos! Todos nos criamos en el campo, o la chacra como se dice acá, aunque la división del trabajo allá era diferente, el hombre se ocupaba de los animales, y al campo y las mujeres nos encargábamos de la casa, la huerta, el jardín y los animales de la granja. Mi Familia era Católica y les gustaba lo que se empezaba a hablar del Concilio Vaticano II y nos sumamos al Movimiento Rural Cristiano y toda la nueva Teología de La Liberación. Esa militancia me permitió ver muchas cosas. En esos tiempos se hablaba del Che Guevara, de los Tupamaros en Uruguay; no me perdía un programa de Radio Colonia, donde eran muy críticos con La Revolución cubana, y yo, con mis 14 años pensaba “será que todo es tan malo?” Escuchaba y se me hacía que lo que estaban logrando en Cuba era bueno ya que se estaban liberando de ese gran opresor que era EEUU, eso sin entender mucho. Después empecé a leer sobre el Peronismo, los planes quinquenales, eso me acuerdo, lo hacíamos con mis hermanos: Diego, Chino, Hugo y mi mamá, que siempre nos contaba que ella era del Partido Demócrata Cristiano, y a pesar de los ideales de su familia, a ella le gustaba lo que hacían Perón y Evita. Mamá me contaba lo que significaba para ella poder votar y todo lo que hizo Evita por las mujeres y por todos los Argentinos. Como militante del Movimiento Rural Cristiano, en los encuentros de Jóvenes que hacíamos, conocí a Juan Carlos que era oriundo de Misiones, y después de algún tiempo vine a esta provincia, a trabajar con el, y comenzamos a militar juntos. En agosto del 71 creamos, junto a muchos compañeros agricultores el “Movimiento Agrario de Misiones”, y en septiembre de ese año ya se hace la primera concentración de agricultores. Se continúa trabajando para organizar 25

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los núcleos de base en las colonias y pulir el estatuto del MAM. La problemática agraria se pronunciaba cada día más y era necesario exigir solución al Gobierno de lo que se debía del pago de la yerba, que tenía un atraso desde el año 65 y una urgente mejora de los precios del te y el tabaco, que no valían nada. Los agricultores decidieron hacer una marcha a Posadas para “hacer valer sus reclamos”, tal es así, que el 20 de octubre concretan la marcha hacia “La Capital”, con la participación de mas de 10.000 compañeros, hombres, mujeres y niños, ya organizados en núcleos de base. Llegando a Candelaria son reprimidos por La Policía y La Gendarmería, quienes con gases lacrimógenos no los dejan avanzar. Como resultado, la concentración se realiza en Candelaria. En noviembre de ese año paso a ser la secretaria del MAM, ya que nos fuimos organizando y era necesario que alguien se encargara de la contabilidad y toda la parte administrativa. Además de estas tareas formales, junto con otros compañeros, de martes a domingo trabajábamos con los núcleos de base de agricultores buscando la forma de hacer valer sus derechos y organizándonos para mejorar su calidad de vida. Llega el año 1972, comienza la cosecha del te con un precio muy bajo, por lo que los productores de la zona centro, en asamblea extraordinaria, deciden exigir que se mejore el valor del producto, o no se permitía la entrega del mismo. Es así que se produce uno de los paros agrarios más importantes de la historia del MAM, consiguiendo una mejora en el valor del té. A partir de esto se comienza a profundizar la toma de conciencia respecto a la importancia de los “derechos del agricultor”, lo cual iba más allá del precio de los productos. Apuntábamos a una cobertura médica, aportes jubilatorios, acceso a la educación para los hijos, etc. Hasta este momento, si bien la mujer acompañaba a su esposo, no tenía mucho protagonismo, no participaba de la toma de decisiones, “solo acompañaba”. Pero comenzaron a organizarse, y logramos incorporar a compañeras como delegadas de núcleos de base, y se fueron sumando a comisiones vecinales, de las escuelas, etc. Y lograron tener su propio espacio en “El Amanecer Agrario”,(periódico del MAM), la columna se llamaba: “La Mujer tiene la palabra”, donde escribían ellas mismas acerca de sus problemáticas. Llegamos al año 1973 con 270 núcleos de base en diferentes colonias de la Provincia (unas 13.500 familias). Con una comisión Central del MAM de 14 miembros, entre ellos: Pedro Peczak, Anselmo Hippler, Juan Berent, y junto a ellos: El Padre José Czerepak, Estela Urdanis, Pablo Fernández Long, Michel 26

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Guielbard. La democracia generó nuevas esperanzas. Teníamos una planificación que contemplaba: reflotar el IPICA, bosquejábamos leyes para cada producto, hablábamos del embudo y de la redistribución de las riquezas, teníamos actividades formativas para los jóvenes y las mujeres y no podíamos dejar de planificar. Nosotros como jóvenes, esa“…Juventud maravillosa…” de la que hablaba Perón, teníamos el ímpetu y las ansias de transformar la realidad de la provincia, un mundo mejor, con niños felices, jóvenes con ideales y familias dignificadas con el trabajo. “…los únicos privilegiados son los niños…” decía Evita, tuvimos la suerte de ser de esa generación. Cuando íbamos a reunirnos con las autoridades gubernamentales para acordar el funcionamiento del IPICA con participación activa de los agricultores, se produce el accidente del Gobernador y Vicegobernador: Irrazabal y Ayrault. Lo que deriva en la intervención de la Provincia, y en el año1975 se llama a nuevas elecciones. PedroPeczak junto con otros compañeros conforman una lista, y se lanzan a elecciones con El Partido Autentico. Accediendo a 2 bancas en la Cámara de Diputados con El Negro Juan Figueredo y Pablo Fernández Long. A nivel Nacional, el panorama no era muy alentador. La Alianza Anticomunista Argentina, avanzaba en su política de opresión. Veíamos como la Democracia se oscurecía y se vislumbraba un Golpe de Estado, de lo que no teníamos idea era de la magnitud que iba a tener el mismo. En las últimas recorridas, junto a los compañeros de los núcleos de base, percibíamos la incertidumbre, el temor; nos preguntaban ¿que está pasando? ¿Y esto que es? “…como puede ser que ustedes, que fueron los que nos acompañaron y compartieron nuestra lucha y nuestro crecimiento, y nos hicieron descubrir nuestros derechos y el valor de nuestra dignidad, hoy son perseguidos y buscados como si fueran gente peligrosa, y los llaman subversivos y guerrilleros?...” Así fue, que en marzo del 1976 se produce el golpe, con la inmediata búsqueda y detención de compañeros como: El Padre José Czerepak, Toto Duarte, Pedro Peczak y su esposa Matilde, Estela Urdaniz, Pablo Fernández Long, Juan Carlos Berent, Susana Ferreyra, los hermanos Anselmo y Valdimir Hippler, Eliseo Baidowski, El Negro Figueredo, entre tantos otros! A mi logran detenerme el 26 de octubre de ese año, en Pindaití. Me llevan a la Comisaría del lugar en un camión de la familia Streluk. (Este compañero del MAM fue obligado a colaborar con las Fuerzas Militares, acción muy común en toda la provincia, con lo que denigraban a los agricultores). Me presionaban para que les diga donde estaban Pedro Peczak y Pablo Fer27

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nández Long. En un momento me dice un policía que si no colaboraba me iban a trasladar a otro lugar, en efecto, me llevan a la Comisaría de Aristóbulo Del Valle, donde acampaba el Ejército. Escuché al llegar que en el patio se encontraban detenidos y amarrados, varios compañeros del MAM y de Las Ligas Agrarias. Me introducen en un cuarto, estaba vendada y con esposas. Me sacan la ropa, me atan de brazos y piernas a cada pata de la mesa, y a pesar de resistirme, me mojan y comienzan a torturarme con descargas eléctricas (la picana era con un acumulador de auto, por eso necesitaban mojarme). Oía preguntas de distintos lugares, eran varios los que ahí estaban. El interrogatorio duró como 3 horas. Al no conseguir sacarme las respuestas que ellos querían, intensificaban las zonas y la cantidad de descargas. Me confundían con la esposa de un Rosarino. Me dicen que iban a traer a mi madre. Me llevan a otro lugar. Yo seguía siempre vendada Cálculo que en ese lugar había como 20 efectivos. Las preguntas rondaban en: que relación tenía con Pedro, localización de los centros clandestinos en la provincia (pienso que creían que en Misiones había un Movimiento Guerrillero con expansión, como fue en Tucumán). Insistieron mucho en mi rol dentro de Montoneros, y cuando les dije que trabajaba en el MAM y en Las Ligas, escuché carcajadas de burla. Me trasladan después de unos días de haber estado a la intemperie en el patio de esa comisaría, a Posadas. Primero creo que a la Federal y de ahí a la Alcaidía que funcionaba dentro de la Jefatura de Policía. Vinieron días negros de tortura, voces y sonidos de compañeros que eran torturados. Compartí meses en la Alcaidía con otras tantas compañeras que si bien no nos conocimos hasta entonces, teníamos una historia común de ideales y lucha. Siempre incomunicadas. A mediados de Diciembre nos enteramos por el ingenio popular de los familiares y compañeras que eran de Posadas, lo de Margarita Belén y lo que sucedía en la provincia, como la detención de Pedro Peczak. A los pocos días vemos entrar a la Alcaidía a una joven con el rostro desencajado; para mi sorpresa era Matilde Zurakoski, nuestra Chiki! Recuerdo también, la llegada de…. Una beba que cuidamos durante 5 meses. Después de esto, pasé por las cárceles de Devoto, de Chaco, Nuevamente Devoto, con dos Consejos de Guerra de por medio, (el primero anulado por los mismos militares), con una condena de 20 años, y sabiendo que mis amigos Enrique Peczak, Negrito Bajura, entre otros, también fueron condenados en ese mismo Consejo. Pasamos los mejores años de nuestras vidas encerrados, pero con la convicción 28

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de que la democracia volvería. Recuerdo una frase de Monseñor Kemerer, cuando nos visitó en devoto y nos dijo: “…es triste decirlo, pero la derrota en Malvinas los va a beneficiar, porque con esto los militares se tienen que ir…”. Fue El quien nos visitó en mas de una oportunidad, ayudó a familiares y compañeros y logró que esas visitas sean directas, no por medio de locutorios. Después de 7 años y 2 meses de detención, el 28 de diciembre del1983, (ya en democracia), estando en la cárcel de Candelaria, me comunican que quedaría en libertad. Yo creí que era una inocentada, por la fecha que coincidía. Pueden detenerte, torturarte… pero los ideales no te los pueden cambiar. Si bien durante muchos años y ya en democracia tuve que padecer el estigma de haber sido presa política, y el “por algo habrá sido”, me fui reincorporando en la sociedad, y continué luchando por los mismos ideales. No lograron quebrantarme! Hoy, vivo en Colonia Alberdi. Con 2 hijos maravillosos, 2 nietos que son la alegría y esperanza, y amigos de siempre y otros que fui cosechando con los años. Siempre al lado de los agricultores, con las Ferias Franca, el MUCAAR (Mujeres Campesinas y aborígenes de la República Argentina), el MAM y sosteniendo la lucha de los compañeros que ya no están, como Enrique Igor Peczak que a pesar de todo, continuó hasta su último día, trabajando para construir una sociedad mas justa, sobre todo para los agricultores. Pasaron muchos años, me costó mucho escribir esto, pero junté fuerzas y lo hice para honrar sus vidas y en nombre de: Pedro Peczak y Matilde Zurakoski; Estela Urdanis, Anselmo y Valdi Hippler, y tantos otros compañeros que dejaron en la lucha su vida.

*Susana Benedetti Ex-presa política. Militante popular. Integrante de Ferias Francas de Misiones, MUCAAR (Mujeres Campesinas y aborígenes de la República Argentina) y MAM (Movimiento Agrario de Misiones).

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Por ellos, para ustedes Pablo Fernández Long* Dedico este testimonio a nuestros compañeros asesinados y desaparecidos, vivos en nuestros corazones y en nuestra memoria. Y a ustedes, los que siguen soñando, mis amigos de ayer y de hoy. Porque lo que nos queda, al final, son los compañeros… y aquellos sueños compartidos, que empiezan a hacerse realidad. Llegué a Oberá un día de enero de 1972, con lo puesto y poco más. Bajé del Singer, y pregunté por la calle Buenos Aires. Buscaba la sede del MAM, el Movimiento agrario de Misiones. No era mi primera visita a Misiones. Seis meses antes había estado en Eldorado, visitando al Juez Héctor Raúl Seró, a quien no conocía. Una amiga, que había andado por Misiones de mochilera, me había dado su nombre y la dirección de su casa, diciéndome que era un tipo muy piola y muy amable con los visitantes. En efecto, me recibió en su casa, y me invitó a cazar en el Urugua-i. Aunque mi concepto de los jueces no era muy positivo, “Pibe”, como llamaban al Dr. Seró su familia y sus amigos, me cayó muy bien. Su admiración por Misiones, su fascinación por su gente resultaban contagiosas. “Ya vas a volver”, me dijo cuando nos despedimos. De allí seguí a Iguazú: dos días de asombro constante y dos noches de insomnio, en el viejo Hotel de las Cataratas, hipnotizado por el rugir constante de la garganta del diablo, a metros de allí, espantando los mosquitos con el humo de mis Parisién, rascándome a dos manos los tobillos, hinchados, destrozados por las picaduras de mbariguí, el recuerdo que me llevaba de mi primera visita al monte misionero. Después, otra vez el colectivo, y el regreso a Buenos Aires. Me iba, pero la tierra colorada ya se me había pegado en los talones. El regreso sería sólo cuestión de tiempo. Los últimos meses de 1971 los dediqué a terminar de cursar sociología, en la UCA, la Universidad Católica. Y en buscar contactos para irme a trabajar al interior. Quería hacerlo en algún movimiento campesino. Como la mayor parte de los “futuros sociólogos” estaba cansado de la teoría. Ya habíamos estudiado 31

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bastante la sociedad. Ahora queríamos cambiarla. Y fuimos tantos los que seguimos ese camino que una de las primeras medidas de la dictadura en el 76 fue cerrar las carreras de sociología en las universidades estatales, acusadas de ser un “criadero de subversivos”. Sociólogo pasó a ser sinónimo de sospechoso. Monseñor Derisi, Rector de la UCA, cerró por iniciativa propia nuestra facultad aunque “nadie le pedía tanto”. Docenas de compañeros de sociología de la UCA presos, asesinados y desaparecidos, fueron, en parte, consecuencia de la complicidad de Derisi con la dictadura. Después del último examen recorrí Santiago del Estero, Tucumán y la Rioja, visitando cooperativas y otros movimientos campesinos, buscando un lugar donde trabajar, donde militar. Pero finalmente me decidí por un contacto con el MAM. La tierra colorada no me dejaba escapar, y volví a subirme al Singer, esta vez rumbo a Oberá. La segunda llegada a Misiones fue diferente. Ya no era un turista sino un inmigrante. No lo sabía, pero venía para convertirme en “misionero por opción”. En Oberá terminaba el asfalto. Allí terminaban también los años de búsqueda y empezaba mi vida real, mi participación en la construcción colectiva de un proyecto liberador. Aunque entonces no me parecía algo tan trascendente. Hacía, simplemente, lo que cualquier joven “normal” de la época haría. Buscar un lugar desde donde sumarse a la lucha del pueblo contra la dictadura. Cuando llegué a la sede del MAM, la primera, la de madera, la Comisión Coordinadora Central estaba reunida. Me hicieron entrar. Recuerdo una escalera de madera desvencijada y, al final, un montón de caras que me miraron con curiosidad. Alguien me dijo que dejara el bolso por allí y que me quedara a escuchar, si quería. Pronto se olvidaron de mí y siguieron discutiendo animadamente. Estaban tratando la renuncia del Secretario General y el nombramiento de uno nuevo. Antonio Hartmann era el que se iba. “El Colorado” parecía nervioso y con ganas de terminar cuanto antes. Me dio la impresión de que las papas empezaban a quemar y no tenía ganas de meterse en líos. Varios compañeros de la comisión proponían a Pedro Peczak como nuevo secretario, y trataban de convencerlo de que aceptara. De ese primer encuentro recuerdo, sobre todo a Anselmo Hippler, a Cecilia Feltan, a “Toto” Duarte, al padre José Czerepack y a Juan Carlos Berent, uno de los más jóvenes, que habló poco, pero al que todos escuchaban con mucha atención. Después supe que Juan Carlos había ido a buscar a sus chacras a la mayoría de los que estaban allí, para invitarlos a sumarse al MAM. Pero esa es otra historia. Su historia. 32

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Y estaba Pedro, por supuesto, que se convertiría en el líder más querido y respetado del MAM. Sus palabras, sus manos que parecían atrapar las palabras en el aire, estrujarlas para hacerlas más contundentes, su mirada cálida pero inflexible, llenaban la habitación de una extraña sensación. La sensación de que “todo era posible”, por la sencilla razón de que era “justo”. Cuando terminó la reunión, Pedrito había aceptado ser Secretario General, la Comisión Central del MAM había resuelto convocar a una huelga por el precio del té y, a mí, me habían autorizado a quedarme con ellos, a prueba. Mi tarea sería colaborar en la búsqueda de información sobre los costos de producción, precio en los mercados de exportación y otros datos que servirían para exigir al gobierno provincial un precio del brote de té que fuera rentable para el productor. Empezaba mi aprendizaje, y el MAM se lanzaba a una lucha que dejaría nuevas enseñanzas, valiosas para sus socios y dirigentes. Había que recorrer las colonias, reunir a los núcleos de base para analizar el tema y recibir las opiniones de los socios, analizar costos, discutir con acopiadores, industriales y funcionarios, hacer reuniones de la Comisión Central para ir sintetizando las propuestas, Asambleas Generales para tomar decisiones. Conocí nuevos caminos, pueblos, colonias, nuevos compañeros, y también la versión local de los viejos trucos de la explotación. Los abusos de industriales, acopiadores y grandes productores. Conocí la historia de Urrutia, y mantuve discusiones mano a mano con “los grandes”, como Pablo Navajas Artazar, de Las Marías. Acostumbrados a vivir del trabajo casi gratis de los agricultores, estaban sorprendidos e indignados de que se retobaran y les hicieran frente. Urrutia, Las Marias, son nombres que quedarían asociados a la infamia de la delación, de la complicidad con el secuestro, la tortura, la desaparición y la muerte de compañeros del MAM y de militantes obreros. Mientras tanto, se sucedían los petitorios del MAM al gobierno provincial, en ese entonces encabezado por un milico, el brigadier Rossi, representante del dictador de turno, el general Alejandro Lanusse. El MAM recibía promesas que no se cumplían, y finalmente, cansados de no conseguir nada por las buenas, los agricultores se lanzaban a la huelga. Antes que entregar la cosecha por unos centavos miserables, los colonos preferían tirar el té en los caminos, o frente a los centros de acopio. La adhesión a la huelga del MAM era enorme. Los industriales y comerciantes sentían la pérdida, pero no cedían. Tenían con qué aguantar. Para los colonos era más duro. Nadie tenía ahorros ni reservas. Claro que no faltaban los “carneros” que intentaban vender su té. En general 33

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no eran los más pobres. Más bien eran productores medianos con volúmenes, y otros productos, que les permitían sobrevivir, a pesar del mal precio. Además, eran los primeros en cobrar los aumentos conquistados con las huelgas. Pero los socios del MAM, que con tanto sacrificio se negaban a entregar su cosecha, no podían permitir que se rompiera la huelga. En cada zona, desde cada núcleo de base, ellos cuidaban que se respetaran las huelgas. Y así aparecieron los palos en los caminos, y las cargas de té tumbadas, o rociadas con querosén, los miguelitos, y las protestas de los agricultores ante los acopiadores, los industriales o las cooperativas que no adherían a la huelga. Y también aparecieron la represión, los palos por el lomo y las detenciones. A veces teníamos que salir a recorrer comisarías para sacar a los compañeros detenidos. Nos ayudaban abogados como Miguel Moreira y Walter Cassoni, que no nos cobraban, porque conocían la situación de los colonos y simpatizaban con nuestra lucha. Una de las mayores redadas terminó con cientos de colonos, hombres, mujeres y chicos, detenidos en el escuadrón de Gendarmería de Oberá. Me tocó ir a pedirle a Miguel Moreira que nos ayudara. Miguelito, sonriente como siempre, me dijo que no me preocupara, que el juez a cargo era una buena persona. Y fuimos a verlo al juzgado. Cuando el juez nos recibió mi sorpresa fue mayúscula. ¡Era Héctor Seró! “¿En qué lío te metiste?”, me preguntó muerto de risa. Era un reencuentro inesperado. “Vamos a simplificar esto”, dijo cuando le explicamos lo que pasaba con los colonos. Y allí mismo dispuso trasladar el juzgado al escuadrón de gendarmería. Cuando llegamos pidió que instalaran una mesita con tres sillas. El se sentó en el medio, Miguel Moreira a un lado y yo al otro. Mandó a los milicos que trajeran a los detenidos, que formaron una larga fila. Así fueron pasando durante varias horas. Seró anotaba su nombre y apellido, domicilio, y ocupación, y les preguntaba la causa de la detención. Todos contestaban más o menos lo mismo, que estaban haciendo huelga porque no les pagaban un precio justo por el té. Seró disponía la libertad, y uno tras otro salían hacia el portón del escuadrón. Afuera los esperaban parientes y vecinos. Los gendarmes, que habían “trabajado” muy duro para encerrar a tanta gente, se hacían los indiferentes pero se notaba que estaban bien “pichados”. Miguel Moreira trataba de mantenerse serio, pero la risa se le escapaba por los ojos. Yo, por el momento, disfrutaba. No había visto tanto milico junto desde la colimba, pero ahora me tenían que tratar de Usted, porque venía con “los 34

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doctores”. Fue un triunfo para el MAM, porque los socios sintieron que no estaban solos. Y para mí fue la oportunidad de volver a encontrarme con “Pibe” Seró, un hombre sabio, divertido y valiente, que me trató siempre como a un hijo, y que, más tarde, volvería a jugar un papel importante para nuestra lucha. Finalmente, entre el MAM que no aflojaba y los industriales que no cedían, en un intento de poner algún orden en la provincia, el gobernador intentó poner un poco de orden citando a una reunión, con sus funcionarios de asuntos agrarios y economía, a representantes de los industriales y comerciantes compradores de té, y a la Comisión Central del MAM. En la reunión, cada parte defendió su posición. Los industriales aseguraban que lo que el MAM pedía era imposible de pagar porque la mayor parte de la producción se vendía en Europa y en Chile, y el precio en esos mercados no les dejaba márgenes suficientes. Pedro Peczak defendió la posición del MAM e insistió en que un precio inferior al pedido no permitía sobrevivir a los productores. Además dijo que los industriales siempre venían con la misma historia de los precios internacionales para no pagar, no sólo el té sino también, el tabaco, el tung y otros productos. Rossi, el gobernador, que parecía aburrirse bastante con las discusiones interminables, o quizás, a esa hora, estaba necesitando ya un vaso de whisky, levantó la reunión dando a las dos partes 10 o 12 días de plazo para volver con pruebas concretas de sus afirmaciones. Entonces, el gobierno provincial tomaría una decisión definitiva. La Comisión Central me encargó que consiguiera información cierta sobre los precios de exportación del té misionero. Era mi oportunidad de mostrar en qué podía ser útil al MAM. Hablamos con Adolfo Iglesias, gerente de la Cooperativa Agrícola de Oberá, con la que el MAM había tenido una buena relación desde sus comienzos, a diferencia de otras Cooperativas, como la de Eldorado o la de Picada Libertad, en Leandro N. Alem, controladas por grandes productores o administradores corruptos que las usaban en su propio beneficio. Iglesias nos ayudó a contactar a gente de la Federación Argentina de Cooperativas Agrícolas, en Buenos Aires. En nombre de la federación pedimos precios a compradores de Ámsterdam y Londres, en aquel entonces los dos mercados de té más importantes de Europa. Hay que recordar que en esa época no había Internet, no era posible conocer los precios en los mercados lejanos en tiempo real. La tecnología más avanzada entonces era el télex, una mezcla de teléfono y telégrafo que imprimía los 35

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mensajes, con el teletipo, en largas tiras de papel. Cuando llegaron las respuestas, tradujimos los papelitos del télex, armamos las carpetas con los datos obtenidos, y volvimos a Misiones. El día de la esperada reunión los industriales repitieron sus versos y presentaron unas carpetas con supuestos análisis de costos, cuadros de precios, y otros datos que no llegamos a leer nunca. En resumen, insistían en que el precio en los mercados europeos no permitía pagar el precio pedido por el MAM. Rossi miró, sin mucho interés, los papeles de los industriales y se los pasó a un funcionario. Después preguntó a Peczak qué tenía que decir. Pedrito, muy serio, le dijo que en esos papeles sólo había mentiras. Que no perderíamos tiempo discutiéndolos. Rossi puso cara de bronca. Pedrito me hizo una seña, yo le pasé la carpeta que habíamos traído de Buenos Aires. Pedrito, sin abrirla, la empujó lentamente a través de la mesa hasta que llegó a las manos del gobernador. La cara de Pedro lo decía todo. Nos habían cantado el “vale cuatro” y les tirábamos el ancho de espada. “Allí están los verdaderos precios internacionales”, dijo Pedrito. El gobernador leyó rápidamente los primeros párrafos y empezó a ponerse rojo. “Los télex originales están al final de la carpeta”, dije, para remachar el clavo. “Son la prueba de que no mentimos”. Rossi se puso de pie transpirando. Su color ya era casi violeta. “Se terminó la reunión”, gruñó. “Se van todos de acá, y ustedes van a pagar lo que piden los productores”, agregó mirando a los industriales. “Si no lo hacen los voy a meter presos a ustedes”. Fue un triunfo espectacular que fortaleció al MAM y a su conducción, y dio a los agricultores de Misiones confianza en su organización y en su capacidad de lucha. Y a mí, me dio un lugar en el MAM, como asesor. Por fin había encontrado mi lugar, mis compañeros. A partir de entonces mi trabajo consistió en conocer mejor la situación económica de los pequeños y medianos productores de Misiones. Estudiar las características de la producción y comercialización de los principales productos: Yerba, Té, Tung, Tabaco, etc. Estos conocimientos eran fundamentales para poder plantear las reivindicaciones del MAM, como se había visto con la primera huelga del té. Pero, a fuerza de recorrer las chacras y hablar con la gente, resultaba cada vez más evidente que, además de los problemas económicos, los colonos y sus familias padecían enormes problemas sociales. Falta de una atención médica elemental, una educación que mejorara sus posibilidades de crecimiento, in36

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comunicación por falta de caminos, atraso por la ausencia de electrificación rural, tenencia precaria de sus tierras, en fin se hacía evidente un panorama de explotación y miseria que convertía a los agricultores, especialmente a los más pequeños, en esclavos dentro de sus chacras, esclavos de los monopolios de industrialización y la comercialización de sus productos. Pasaban los meses y los años y, a pesar de las luchas y las conquistas, siempre había que volver a empezar. Casi de cero. Así fue que con los compañeros del MAM comenzamos a trabajar en un análisis más profundo de las causas de esa miseria que no logábamos terminar de eliminar. Al mismo tiempo que se sucedían las huelgas, los paros generales y otras medidas de lucha, se fue profundizando el nivel de conciencia de muchos compañeros, socios, delegados de núcleos de base y de la Comisión Central.

Movimiento Agrario organizado.

La búsqueda de lo que llamábamos la “Raíz del problema”, se hacía con reuniones en todos los niveles de la organización, a lo largo y a lo ancho de casi toda la provincia, y contaba con un instrumento poderoso, el periódico del MAM, el Amanecer Agrario, dirigido por Estela Urdaniz, una compañera de gran experiencia en el trabajo de base, que se había incorporado al MAM con ese fin. A la par de este trabajo de profundización, se radicalizaba el enfrentamiento a 37

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la dictadura del Lanusse, con medidas de fuerza conjuntas con movimientos agrarios de otras provincias, como Chaco, Corrientes, Formosa, Entre Ríos. Y un paro general que saboteó la visita de Lanusse a Misiones. Esto fue generando una convergencia con otros sectores populares organizados de Misiones, y del resto del país. Militantes de la JP, la UES, los sindicatos obreros rurales, maestros, etc. se acercaban al MAM solidarizándose con su lucha, y compañeros como Juan Figueredo, Susana Ferreira y los hermanos Zaremba, se convertían para nosotros en el rostro visible, en Misiones, de la tendencia revolucionaria del peronismo. Es necesario aclarar que este proceso no cambiaba el carácter gremial del MAM, un gremio que agrupaba a los pequeños y medianos agricultores de Misiones independientemente de su posición política. En el MAM había peronistas, radicales, socialistas, comunistas, apolíticos, católicos, evangélicos y no creyentes, y el gremio era para todos. Pero sus militantes no estaban interesados solamente en un mejor precio para sus productos. O al menos muchos no lo estaban. Querían algo más. Había una frase que yo había oído repetir muchas veces en las reuniones: “En el MAM, ¡Nada de política!” Al principio, la tomaba como una reafirmación lógica del carácter gremial de la organización. Pero con el tiempo me fui dando cuenta de que esa frase, en boca de algunos agricultores medianos, con ambiciones de ser grandes, de algunos burócratas de las cooperativas, de curas, periodistas, políticos u otros “influyentes” de la sociedad, quería decir, simplemente: “En el MAM, nada de peronismo”. Pero ni el MAM ni sus militantes podían ser una burbuja en un país que se movilizaba contra la dictadura bajo las banderas del movimiento nacional y popular que, a comienzos de 1973, reclamaba, sin lugar a negociaciones, el retorno Perón y de la democracia bajo el lema “Luche y Vuelve”. Dentro del MAM se comenzaban a diferenciar, para entonces, dos líneas de acción bien claras: Quienes queríamos sumarnos a esa lucha, siempre desde la práctica y el carácter de movimiento de masas del Movimiento Agrario de Misiones, y quienes se negaban terminantemente a cualquier tipo de expresión que fuera más allá de la mera lucha por mejores precios para sus productos. En estas dos líneas, que llevarían finalmente a la ruptura del MAM, se agrupaban, por un lado los compañeros que se sumaron a la lucha por la liberación de nuestro país. Muchos de ellos pagando su compromiso con la cárcel, la tortura, y la muerte, como Pedro Peczak, los hermanos Hippler y Estela Urdaniz, estos últimos desaparecidos hasta ahora. 38

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Por el otro lado, había algunos dirigentes que nunca habían pensado en modificar, de raíz, la situación de injusticia que encadenaba a los colonos a sus chacras y a su trabajo mal pagado. Ellos arrastraron a su posición a algunos militantes que simpatizaban con la causa de la liberación nacional y social, pero que se achicaron ante las presiones de esos personajes que sólo querían un MAM que fuera la base para su poder de burócratas. Pero volvamos a los meses que siguieron al triunfo del FREJULI, el 11 de marzo de 1973, consagrando en nuestro país al primer presidente democrático elegido libremente y sin proscripciones en 20 años: Héctor Cámpora, “el Tío”. Bajo el lema “Cámpora al Gobierno Perón al Poder”, se estableció, por fin, un gobierno popular en el país y en Misiones. Esto cambió radicalmente las condiciones de lucha del MAM, que contó, en un principio, con el apoyo del gobierno provincial, encabezado por el compañero Juan Manuel Irrazábal. Con su muerte, en un accidente cuyas causas nunca se aclararon, y con el avance de la derecha lopezreguista en el gobierno nacional, el MAM, se vio obligado a endurecer su posición movilizándose para “Apoyar y Controlar al Gobierno Popular”. En los ocho meses que transcurrieron entre el primer y el segundo retorno de Perón, de Noviembre de 1972 a Junio de 1973, los militantes del MAM identificados con el movimiento nacional y popular, nos fuimos acercando y contactando cada vez más con los compañeros que, en otros frentes, compartían nuestro compromiso con el peronismo revolucionario. La revista “El Descamisado”, primero, y el diario Noticias, después, eran los canales que nos mantenían informados y conectados con la lucha de los compañeros de todo el país. Nuestra lucha en el MAM se sumaba, así, a la de millones de obreros, estudiantes, campesinos, y muchos otros sectores sociales que unían sus fuerzas para formar una organización capaz de sostener un cambio social y político profundo. Dos anécdotas ilustran esta etapa de nuestra militancia en el interior de Misiones. Una se refiere a la forma en que nos llegaban los diarios y revistas de la “tendencia”. En Oberá había un solo quiosco, una pequeña librería, en realidad, que traía esas revistas de Buenos Aires. No estaba muy lejos de la sede del MAM y allí íbamos cada semana a buscar las novedades y charlar con su dueño, Marcos Kaner. Marcos era un viejo militante del PC al que le gustaba charlar con nosotros. Sus temas favoritos eran los recuerdos que tenía de Horacio Quiroga, y los primeros intentos de organización de los colonos en Misiones. Nos hablaba de la masacre de Oberá y nos contaba cómo habían participado 39

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algunos “distinguidos” exponentes de la sociedad obereña en esa masacre. Recuerdo una vez que, tomando mate con él, en un momento en que no había nadie en el negocio, bajó la voz, acariciando suavemente una portada del “Descamisado”, donde aparecía una gran bandera de FAR y Montoneros, desplegada sobre una movilización multitudinaria, y casi en un susurro me dijo: “No sabés cuánto me alegra haber visto aparecer una juventud como la de ustedes. Ya puedo morir tranquilo, la sangre revolucionaria no se ha secado en nuestra tierra”. Y después de una pausa, guiñó un ojo y me recomendó: “Pero no le cuentes que he dicho esto a mis camaradas. Ellos no entienden”. La segunda anécdota, confirma que en Misiones fueron las organizaciones de masas las que, tras agotar la lucha puramente reivindicativa, produjeron una radicalización y la incorporación de muchos de sus militantes a las organizaciones del peronismo revolucionario, y no viceversa, como se afirma en algunas publicaciones seudo históricas sobre el MAM. Fue después del 11 de marzo, y antes de Junio de 1973. No recuerdo con exactitud. Estaba un día escribiendo un artículo para el Amanecer Agrario, en la sede del MAM, que entonces estaba frente a LT13 Radio Oberá, cuando alguien me dijo que había dos muchachos de Posadas que preguntaban por Peczak, por Estela Urdaniz o por mí. Pedrito estaba recorriendo algunos núcleos de base, de manera que fuimos con Estela a ver que querían. Después de dar muchas vueltas fueron al grano. Dijeron que eran compañeros de la FAR y que querían invitarnos a incorporarnos a su estructura en Misiones. Con Estela nos miramos y nos pusimos a reír. Uno de ellos, el de “más nivel”, como se decía entonces, medio amoscado pero con mucha calma nos preguntó qué era lo que nos causaba tanta gracia. Entonces les expliqué: “Miren, si hubieran llegado un poco antes, habrían tenido suerte. Pero resulta que, hace 2 o 3 días, los compañeros que podrían estar interesados en su propuesta ya “firmaron contrato” con los Montos”. Entonces también ellos largaron la carcajada.“Nos ganaron de mano”, comentaron resignados. En realidad no importaba mucho quién hubiera llegado primero. En esos días las negociaciones para la fusión entre FAR y Montoneros estaban muy avanzadas y se concretaría pronto. Es oportuno hacer aquí una aclaración. Este testimonio no pretende ser más que eso, un testimonio personal de lo que me tocó vivir y, sobre todo, del compromiso y sacrificio de tantos compañeros. No pretende ser un libro de historia. Al pié de estas páginas me hago cargo de lo que yo considero que tengo que hacerme cargo. Si no menciono el nombre de esos compañeros de la FAR, ni los nombres de 40

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los militantes del MAM que optaron por asumir el compromiso de ingresar en Montoneros, no es para hacerme el distraído, ni por ignorancia. Lo hago por respeto, admiración y agradecimiento hacia los compañeros que se dejaron cortar en pedazos y hasta asesinar, por negarse a firmar, bajo tortura, un papel donde reconocían ser miembros de la organización Montoneros y donde nos acusaban a otros compañeros de serlo. Ellos sabían que firmando podrían tener una posibilidad de librarse de los tormentos y la muerte, pero también sabían que estarían firmando la sentencia de muerte de los acusados. Por eso, algunos silencios en este relato, no son más que eso, un homenaje. Pero volvamos al relato y retomémoslo en un momento clave para el destino de muchos compañeros del MAM, y de muchos otros compañeros misioneros. La decisión de participar en las elecciones provinciales para gobernador, vicegobernador y diputados, en abril de 1975. Tampoco aquí pretendo hacer una historia del Partido Auténtico en Misiones, que ya ha sido ampliamente abordada en los testimonios de otros compañeros en estas publicaciones. Lo que intento es rescatar el compromiso de miles de militantes que se sumaron al intento de agotar todos los espacios de legalidad democrática disponibles, para acceder a alguna cuota de poder, y desde allí defender los derechos del pueblo misionero. Para tener presente el valor que exigía asumir ese compromiso en 1975, hay que recordar que, para entonces, muerto ya el General Perón, el gobierno nacional había sido vaciado de su carácter popular y era un simple instrumento de la derecha. El poder era ejercido por una pandilla grotesca y criminal que había traicionado los principios más elementales del peronismo y era tolerada en el poder por los dueños del capital industrial más concentrado, por la oligarquía rural y por sus brazos armados, con la cruz y la espada, a cambio de hacer el trabajo sucio que ellos, por el momento, no estaban dispuestos a asumir. En este marco, y con el riesgo que eso implicaba, los militantes del MAM, de la JP, la JUP, la UES, la JTP y de numerosas organizaciones, sindicales, barriales, profesionales y políticas, incluidas algunas no peronistas, agotadas las posibilidades de participar en el partido justicialista, o en un frente con él, se lanzaron a construir un nuevo partido: El Partido Peronista Auténtico. Ante la esperada impugnación del término “Peronista”, se decidió inscribirlo como Partido Auténtico. Así nos lanzamos a la afiliación masiva, primero, y a la campaña electoral después. No fue una tarea sencilla. La afiliación se realizó principalmente entre los compañeros de nuestros movimientos de masas, agrario, juveniles, territoriales, sindicales, estudiantiles, y muchos compañeros temían, con razón, que la afi41

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liación masiva serviría, en un eventual golpe de estado, para dar a los represores una “lista” de militantes que facilitara su trabajo. A pesar de ello, la respuesta mayoritaria fue positiva, y el PA, como se conocía al Partido Auténtico, logró fácilmente cumplir con los requisitos legales para ser reconocido como partido. Pero surgió un escollo que amenazaba con impedir nuestra participación en las elecciones. El gobierno nacional impulsó la impugnación del PA ante el tribunal electoral de Misiones. Ese tribunal estaba integrado por tres jueces. Dos, como era de esperar, anticiparon su apoyo a la impugnación. Pero el tercero no parecía dispuesto a doblegarse ante las presiones y amenazas más o menos evidentes. Este tercer juez era “Pibe” Seró. ¿Quién otro podía ser? No nos veíamos desde su trasladado de Oberá a Posadas, pero no dudé y fui a verlo. Volví a charlar largamente con él, en varias oportunidades acompañado por el compañero Dardo Cabo, que estaba en Misiones ayudándonos a armar el partido, y luego en la campaña. Aclaro que Seró no era peronista. Eso había dado lugar a interminables discusiones en su casa de Oberá, a donde le gustaba invitar a gente de las más diversas posturas políticas a comer sus arroces memorables, bien rociados con vino y cerveza, y amenizados por valores locales del canto y la guitarra. Esas reuniones, para su deleite, terminaban siempre en discusiones políticas descomunales, que dejaban heridas en algunas amistades. Heridas que se curaban infaliblemente en la siguiente guitarreada, con unas buenas raciones de arroz y abundante Toro Viejo. Pero en las reuniones con Dardo, en Posadas, su visión del peronismo había cambiado profundamente y ya no eran discusiones sino charlas profundas, analíticas, sobre nuestras ideas, posiciones, estrategias. La decisión de Seró se mantuvo a riesgo de su propia seguridad. Votar en contra de nuestra proscripción. Y como la decisión del tribunal electoral tenía que ser por unanimidad, el PA pudo ir a elecciones. La campaña fue muy dura, con permanentes acusaciones hacia nuestros militantes, a los que se pintaba como subversivos, zurdos y no-peronistas, dependiendo de dónde vinieran los ataques. Particularmente virulentas fueron las campañas de quienes venían de Buenos Aires, de los aparatos nacionales del PJ, la UCR, socialistas, PC, o chinos del PCR. A esa campaña se sumaron, de forma más o menos abierta, algunos dirigentes y asesores del sector del MAM que se había opuesto a la continuación de Pedro como Secretario General del Movimiento Agrario de Misiones. 42

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Ellos, con la demonización de nuestros militantes, dieron, en parte, la excusa a los represores que, antes y después del golpe, se ensañaron con nosotros. Mucho tiempo después, veríamos a esos dirigentes llorar lágrimas de cocodrilo por Pedro, por los Hippler y por Estela, a quienes habían “tirado a los leones” con tal de tomar distancia de nosotros, para salvarse. Pero para ser justo, tengo que decir que hubo candidatos del PJ y de la UCR de Misiones, que no se sumaron a esa campaña y que, después de las elecciones tuvieron una actitud solidaria con nosotros. También hay que destacar el apoyo de sectores del peronismo como Tercera Posición, del Partido Intransigente y del candidato a gobernador por el PST, el Dr. Arturo Brandt, un médico de Oberá que había apoyado permanentemente la lucha del MAM y que renunció a la candidatura para pedir el apoyo de sus militantes al PA. Esto le costó la expulsión de su partido, primero, y la cárcel, la tortura y el “exilio interior”, después de quedar en libertad, ya que tuvo que irse de Misiones para salvaguardar su vida y a su familia. Y un recuerdo profundamente agradecido a Víctor Marchesini, presidente del bloque radical, que defendió a nuestros militantes hasta el día que lo encarcelaron. El resultado de las elecciones no fue el que esperábamos los más optimistas. Los votos alcanzaron para poner tres diputados, dos del PA y uno de Tercera Posición, el Dr. Lucio Báez. No es este el lugar para analizar estos resultados, pero digamos que, durante la campaña, el PA había realizado las concentraciones y actos electorales más grandes, movilizando en total a más de 12.000 personas. Una cifra considerable para la población de Misiones de entonces. Si descontamos los que no tenían edad para votar, o carecían de documentos, vemos que los 9.000 y pico de votos que tuvimos eran casi exactamente los de quienes se habían movilizado. Habíamos llegado a la militancia, pero no más allá, y eso no fue suficiente. Mientras que los compañeros del Partido Auténtico, en otras provincias, analizaban y discutían estos resultados, y diseñaban estrategias que nunca llegarían a aplicarse, el “Negro” Figueredo y yo, diputados electos, nos concentrábamos en una nueva forma de militancia, esta vez desde la Cámara de Representantes de Misiones. Con el Negro nos dividíamos el trabajo. Él recorría la provincia recogiendo las necesidades y reivindicaciones más urgentes, que eran la base de nuestros proyectos, y yo trabajaba en la Cámara dándole forma, impulsándolos en las comisiones y buscando el apoyo de los otros bloques. De hecho, los proyectos más importantes presentados por el PA fueron acom43

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pañados por los bloques del PJ y la UCR. En realidad, más allá de sus estructuras partidarias nacionales, la mayor parte de los diputados respondían a líneas o posiciones relativamente populares en sus respectivos partidos. La mayor parte de los radicales, por ejemplo, se situaban en la izquierda de la UCR, con Solari Irigoyen. Y los peronistas, bueno, nos conocíamos todos, y en la medida de que nuestros proyectos respondían a los intereses de sectores populares concretos, no podían oponerse. Más allá de los cambios institucionales, que a esa altura del partido sabíamos no serían duraderos, con el Negro y los compañeros que trabajaban en nuestro bloque y en los distintos frentes, nos concentramos en llevar a la cámara proyectos movilizadores, que profundizaban la conciencia de las bases. Para no alargar este testimonio voy a resumir esos meses en la Cámara de Diputados de Misiones en un par de comentarios. El primero, referido a Juan Figueredo. Yo lo conocía de antes, pero en el trabajo diario aprendí a apreciar sus enormes valores como persona, como militante, como compañero “tiempo completo”, y conocí el respeto, la admiración y la lealtad que sentían hacia él los compañeros de todos los frentes. El Negro era capaz de hablar a los obreros rurales, a los estudiantes, a los obreros de la madera, a las maestras o a los obreros del frigorífico, con una sencillez y una profundidad admirable. A él le entendían lo que no nos entendían a otros. A él lo seguían a donde dudo que nos siguieran a otros. Era evidente que él los respetaba y quería, y que, a cambio, recibía respeto y afecto. Puedo decir que el Negro Figueredo y Pedro Peczak fueron los dos compañeros más representativos, consecuentes y consagrados a la lucha por los derechos del pueblo que he conocido en Misiones. Haber sido su compañero y amigo fue un honor y me ha impuesto un compromiso para el resto de mi vida. Al matarlos, la oligarquía sabía lo que hacía. Golpeaban en lo más puro, lo más poderoso y lo más convocante del campo popular en Misiones. Un libro sobre sus vidas es una tarea pendiente todavía para los militantes de Misiones. El segundo comentario es una anécdota en la que fue protagonista involuntario Carlos Terenczuk, “Tere”, uno de los secretarios del bloque del PA. Una mañana, al llegar a la Cámara de Representantes, oí gritos en la escalinata de acceso y vi un tumulto. Al acercarme distinguí a tres tipos de civil, uno con barba, todos con pelo largo, que tironeaban de los brazos y las piernas del Tere y trataban de meterlo a la fuerza en un auto. Corrí hasta estar a unos metros y los apunté con una pistola que llevaba siempre “por cualquier eventualidad” en aquellos días turbulentos, en los que la 44

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amenaza de la represión ilegal eran una realidad trágica en muchas regiones de nuestro país. Les grité que soltaran al Tere, y el milico que estaba a cargo del operativo me exigió que me identificara. Era tragicómico, lo estaba apuntando a la cabeza y el cana creía que podía seguir dando órdenes. En ese momento escuche, detrás mío, el golpe seco de una pistola al ser montada. Era el policía de guardia en la cámara, que me apuntaba con su pistola de servicio. La cosa se ponía fea. Le grité que yo era diputado y que él estaba allí para protegerme. Levantó el arma y se hizo a un lado. Volví a los “sérpicos” que intentaban secuestrar al Tere. Les grité que se identificaran. Dijeron que eran de Investigaciones. Volví a ordenarles que dejaran al Tere. Dudaron. Para justificarse, después de todo eran tres contra uno, declararon en la causa que “el diputado estaba evidentemente alterado y dispuesto a dispararles”. Tenían razón. En ese momento llegaron los compañeros del bloque, el Peinado Acuña, creo que Pilaco también, varios diputados radicales y del PJ y personal de la Cámara. Empezaron a tironear de las piernas y los brazos del Tere, hasta que lograron rescatarlo y llevarlo al interior de la Cámara. Finalmente lo sacaron por una ventana del bloque radical, lo escondieron en el baúl de un auto de uno de sus diputados, y lo llevaron a un lugar seguro. Lamentablemente su libertad no duraría mucho tiempo, y más tarde fue capturado y asesinado en Margarita Belén, después de soportar un calvario inimaginable en la tortura. Debo hacer aquí una aclaración que considero pertinente. Si cuento esta historia no es para hacerme el Rambo, finalmente los tres canas eran “de cuarta”, perejiles, y mi único mérito fue hacerlos dudar hasta que llegaron los compañeros a ayudarnos. Si hubieran sido tres matones de la AAA, como los que habían asesinado al diputado Nacional Ortega Peña, no hubiera sido tan fácil. Cuento esta anécdota para señalar la actuación ilegal de la policía provincial, ya a mediados de 1975, y para agradecer la solidaridad de mucha gente, que no pertenecía a nuestra fuerza política, diputados y empleados de la Cámara de Diputados. Una solidaridad que se puso de manifiesto inmediatamente cuando el juez federal Moscón pidió mi desafuero, acusándome de “resistencia, desacato y agresión a la autoridad”. Los bloques del PJ y la UCR se negaron terminantemente a privarme de los fueros. He dudado sobre la oportunidad de incluir estos datos en mi testimonio, pero, finalmente, me he decidido hacerlo, porque este episodio fue usado para tergiversar nuestra historia, afirmando que, después de él, pasé a la clandestinidad, desaparecí, huí de Misiones. La tergiversación de esta historia es tan evidente 45

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y verificable que pone en evidencia la total falta de seriedad y fundamentos de algunas publicaciones, pretendidamente históricas, escritas de oídas, en base a fuentes que, a veces, coinciden sospechosamente con las posturas de los represores. Pero por la boca muere el pez. La falsedad de estas afirmaciones es muy fácil de comprobar. Basta revisar las actas de la Cámara de Representantes, en cuyas sesiones participé hasta el ultimo día, antes del receso de verano; o los archivos del Territorio, donde se recogen declaraciones mías sobre nuestras actividades como diputados y otras cuestiones, durante los meses que siguieron a este episodio. Es más. Cuando las organizaciones del peronismo revolucionario, JP, JUP, JTP, e incluso el Partido Auténtico, algunos meses después, decidieron que sus militantes pasaran a la clandestinidad, ante la creciente represión del gobierno nacional controlado por Lopez Rega y la triple A, el Negro Figueredo y yo seguimos actuando en la legalidad, dando la cara y arriesgando el cuero todos los días. Aclaro, además, que no me siento obligado a dar explicaciones a nadie. Si lo hago es porque pienso que, entre compañeros, no debe quedar ni la sombra de una duda. Y porque no quiero callar ante la mentira y las ínfulas de historiadores que se da gente que no se tomó el trabajo de controlar la información que le daban. Quizás porque coincidían con sus propias opiniones. Hecha estas aclaraciones, vuelvo a mi relato, con los acontecimientos ocurridos en los meses inmediatos al golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976. En esos meses, la represión, a cargo todavía de las AAA y el llamado Comando Libertadores de América (el ejército), se hacía más violenta, con asesinatos, secuestros y desapariciones. Entre los asesinados en esos días está el compañero Eduardo Jensen, el “Aña”, que permaneció desparecido muchos años, hasta su identificación por Equipo Argentino de Antropología Forense en el Cementerio de San Vicente, Córdoba, y devuelto a la tierra misionera. A raíz de estos episodios, los compañeros consideraron necesario que, en diciembre de 1975, me trasladara a Buenos Aires, y allí, en mi carácter de Diputado Provincial, realizara gestiones a niveles oficiales para tratar de que las denuncias tuvieran algún eco a nivel nacional e internacional. Comenzó así mi primer exilio. Tuve que dejar Misiones y a mis compañeros, abrumado por su situación de peligro inminente, pero aceptando la tarea, porque así me lo exigía la disciplina militante. Durante los meses anteriores al golpe recorrí despachos de senadores, periodistas, dirigentes políticos y obispos, y debo decir que sólo encontré temor, desconfianza, o franca enemistad. Quizás una de las honrosas excepciones fue 46

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Oscar Alende, el Bisonte, dirigente del PI, que me recibía solidariamente, pero que ya nada podía hacer y me rogaba que no volviera a su casa de Banfield, porque estaba vigilada y era muy arriesgado. Durante una de esas gestiones, poco a principios de febrero, cansado de esperar que el Senador radical Perette me recibiera en el Congreso, bajé a tomar un café en la confitería El Molino. Compré La Razón de la tarde, y ya de noche volví al despacho de Perette. Mientras esperaba, hojeé el diario hasta encontrarme con esta noticia: “Posadas (Misiones) – Poco antes de las diez de ayer se informó telefónicamente a varios medios periodísticos que en un bar céntrico había un comunicado del denominado Comando Libertadores de América, glotón Andresito. En el se hace (dicho comando) responsable del asesinato de Agustín Gastón Laplace (…) Anticipa también que el diputado provincial Pablo Fernández Long del Partido Auténtico, será ejecutado antes del 12 de febrero próximo, y que antes de seis meses serán eliminados todos los que están al servicio de la antipatria viven en Misiones”. Cerré el diario, salí del Congreso sin decir nada, tomé dos subtes, tres colectivos, y no paré de caminar hasta Avellaneda. Recién el 13 de febrero me sentí tranquilo. La amenaza resultó ser puro “papo”. Estas gestiones continuaron después del golpe. Entre ellas cabe mencionar la visita a monseñor Pio Laghi, Nuncio Apostólico, el embajador del Vaticano, del Papa. Al final de la reunión, de la que nada obtuve, me amenazó diciendo que no volviera a visitarlo porque, la próxima vez, no podría garantizar mi seguridad. Me pareció que, más bien, no querría hacerlo. Años después se supo que manipulaba a los familiares de presos y desaparecidos para sacarles información que pasaba a los militares. Tras el golpe de estado vino la clandestinidad, la resistencia, la masacre diaria de compañeros, los primeros rumores sobre centros clandestinos de detención, sobre los desaparecidos. Y nuestro empecinamiento en generar organización, en reagrupar a los compañeros, en hacerle llegar ayuda a los presos y sus familiares, en creer en el triunfo de la resistencia popular a pesar de una realidad de muerte y destrucción que nos rodeaba pero que no queríamos aceptar. Participé en la construcción de estructuras políticas efímeras que eran destruidas en pocos meses. Asistí casi diariamente a citas con compañeros que, en muchos casos ya habían sido secuestrados. Me consta que muchos de ellos habían sido torturados ferozmente para que delataran esas citas. No lo hicieron. A ellos les debo mi vida y mantener vivas mis ilusiones, lealtades y convicciones, y mi confianza en los seres humanos, a pesar de todo. 47

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Quiero ilustrar esta etapa con una historia personal. Había llegado a Buenos Aires en los primeros días de Diciembre de 1975. Meses antes, en Oberá, había conocido a quien sería mi compañera, Victoria, fotógrafa del Descamisado, que fue a Misiones a sacar fotos para la revista. Hubo un par de encuentros más. En julio del 75 vino de vacaciones de invierno a Misiones y paró en casa del Peinado Acuña. Recorrimos juntos algunos lugares de la provincia sacando fotos. Meses después nos encontramos en una reunión nacional del Partido Auténtico, en Zona Norte, y, para diciembre, otra vez, en Buenos Aires. Como yo no tenía dónde vivir en Buenos Aires, nos fuimos a vivir juntos, en el departamento de su madre, que tuvimos que dejar precipitadamente en febrero. La policía había ido a la casa del padre de Victoria, preguntando por ella, y había golpeado a su mujer, que no había dicho nada de nosotros. Cuando el padre llamó diciendo que habían tenido “vistas”, dejamos en la mesa unas milanesas a caballos recién servidas, hicimos un par de valijas y “nos levantamos” inmediatamente. Sería la primera vez, pero no la última. Tendríamos que volver a hacerlo 7 u 8 veces más en los próximos dos años. El 11 de Marzo, dos semanas antes del golpe, se realizaron en todo el país actos en conmemoración del triunfo electoral del FREJULI, en el 73. Victoria, además de fotógrafa, era militante territorial, en el sur del conurbano. El acto en el que ella debía participar, se suspendió, por la lluvia creo, y se pasó para el 13. Para ese entonces, a raíz de algún problema de seguridad, habíamos tenido que dejar una casa que compartíamos con otros compañeros, en Avellaneda. Mientras buscábamos dónde vivir. Fuimos a pasar unos días a la casa de mi padrino. Allí, la noche del 13 de marzo cené con mis padres, por última vez en muchos años. Victoria debía venir a cenar después del acto. Pero no apareció. Inventé alguna mentira, para no preocupar a mis padres y a mi padrino. Pero a la mañana siguiente, viendo que no volvía, tuve que irme. Era el procedimiento de seguridad estándar. Fui a una cita para averiguar si alguien sabía algo. Pero nada. Pasé un par de noches en el departamento del compañero Jorge Cepernic, que había sido gobernador de Santa Cruz en tiempo de Cámpora, un compañero de una calidez enorme que intentaba, por todos los medios, levantarme el ánimo. Después rodé por algunas casas clandestinas de compañeros de Zona Norte, con mi hermano Miguel, militante de JP. Cada día que pasaba las perspectivas eran más negras. Finalmente me tiraron una cita en Zona Sur. Fui preparado para lo peor. A la cita vino el responsable de la agrupación de mi compañera. Cuando vi su sonrisa, a lo lejos me tranquilicé. 48

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“Está bien”, me dijo. “La hirieron, pero está bien”. “¿Qué pasó?”, atiné a preguntar. “Fue en el acto del 13”, me explicó. “Estaban tirando volantes. Habían parado el tráfico. Un cana de civil comenzó a disparar desde la puerta de un colectivo. Ella tuvo suerte, pero perdimos al Rafa. Cayó muerto en el acto”, para entonces, la sonrisa ya había desaparecido de la cara del Gordo. Después vino el peregrinar de cita en cita, hasta llegar al lugar donde la habían operado. Un quirófano clandestino, detrás de una veterinaria. Estaba hecha un esqueleto, llena de sondas y vendas, pero sonreía. “Estoy embarazada”, fue lo primero que me dijo. Y me mostró una bala 9 mm, envuelta en una gasa, o dentro de un frasquito, no recuerdo exactamente, que le habían sacado de la panza. “Pasó cerca, pero el bebé se salvó”. Pensábamos que podía estar embarazada, pero no estábamos seguros. Fue el test de embarazo positivo más complicado que he conocido. Teresa nació en Almagro, el día de mi cumpleaños, el 16 de noviembre de 1976. Clandestina. En un mundo de muerte y tragedia, se convirtió en la luz que nos daba fuerza para seguir peleando. Muchos años después, cuando empezaron a aparecer los nietos recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo, he pensado más de una vez: “Tiene la misma edad de Teresa”. Y un escalofrío que me recorría el cuerpo con un mensaje muy claro: También ella pudo ser un nieto desaparecido. En aquellos años yo estaba en Buenos Aires, pero mi corazón y mi cabeza seguían en Misiones. Las noticias llegaban tarde y confusas. Siempre deseábamos que no fueran ciertas. Pero lo eran. Las caídas del Negro Figueredo, de los hermanos Hippler, y la de Pedrito. Recuerdo que cuando me dieron la noticia, en una reunión, quedé paralizado unos instantes, después seguí hablando como si nada pasara. Cuando, más tarde, quedé solo lloré por última vez en muchos años. No es que después no sintiera las muertes y las desapariciones que se repetían constantemente, Héctor Oesterheld, creador del Eternauta, y sus cuatro hijas, Estela, Diana, Beatriz y Marina, amigos y vecinos desde hacía años, compañeros entrañables. Paco Urondo, que nos había “abierto” un departamento clandestino para la recuperación de Victoria, después del tiro, cuando no teníamos a dónde ir, el Cabezón Habbeger, con quién hicimos tantos planes descabellados e inútiles, y tantos, tantos otros compañeros. Las muertes producían el mismo dolor. Pero ya no reaccionábamos. Ni llantos, ni lamentos. Apretábamos lo dientes y sólo pensábamos en seguir adelante, hasta el fin. Hoy se puede analizar, criticar o justificar lo que hacíamos. Hablar de errores, si se quiere. Pero en un testimonio como este sólo hay lugar para el recuerdo 49

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de lo que nos daba fuerza entonces para seguir. El convencimiento de que, más allá de nuestra suerte personal, un día el pueblo recuperaría nuestras banderas, nuestros sueños y los haría realidad. Y no estábamos del todo equivocados. Después vino un nuevo exilio, más lejos, más largo. Comenzó con la decisión de que fuéramos a Cuba, en 1978, a participar en el Festival Internacional de la Juventud y los Estudiantes. Allá, hablando con compañeros llegados de distintas partes del país, llegué a la conclusión de que la lucha, tal como la habíamos planteado en los últimos años, a partir del golpe, ya no era posible. Pero esa es otra historia. Para mí comenzaba la historia de vivir en tierra extraña, lejos de mi gente, de mis afectos y proyectos. Un exilio que nos robó muchos años de vida, que se fueron diluyendo en la esperanza de que algún día nuestro pueblo volvería a ser libre, y nosotros también. Hasta que un día, casi sin darnos cuenta, la esperanza volvió a nuestro país. La fui mirando crecer de lejos, viniendo a veces a ver si era verdad. Hasta que un día un compañero me preguntó por qué no volvía. “Estamos reconstruyendo la patria. Con Néstor, con Cristina, con tantos compañeros de aquella época y muchos otros nuevos. Vení a participar, hay un lugar para vos”, insistió el Flaco. Y a partir de entonces, todo cambió. Aquí estoy, en el lugar de siempre y con la misma gente. Y con el mismo sueño, que empieza a hacerse realidad. En esta segunda oportunidad que nunca esperamos tener. Este testimonio no sería completo si lo terminara sin mencionar a algunas personas que fueron y son parte inseparable de mi vida. A mis padres, que me enseñaron a ser solidario y fiel a mis convicciones, cualquiera sea el precio que haya que pagar. Que me apoyaron y jamás me hicieron sentir lo que sufrían por mí. A mis hijos, Teresa y Martín, porque sin ellos no hubiera podido ni merecido sobrevivir a tanta pérdida y a la soledad del exilio. Y a dos mujeres. A Victoria, a quien debo esos hijos maravillosos y algunos de los recuerdos más felices y más tristes de mi vida y a Sara, que comprende y apoya mi constante escarbar en el pasado, y arrima hoy un poco de sentido común a mi obsesión por cambiar el presente. Porque también ella es parte de esta segunda oportunidad. Agradecimiento Mi reconocimiento y agradecimiento al gobierno de la Provincia de Misiones, por su compromiso consecuente con la política de Derechos Humanos 50

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impulsada por el Gobierno, primero por Néstor Kirchner y ahora por Cristina Fernández de Kirchner, y por haber hecho posible estas publicaciones que rescatan la memoria de Misiones, con nombre y apellido. Quiero agradecer especialmente a Amelia Báez, Subsecretaria de Derechos Humanos, por su batallar constante para hacer realidad en Misiones las dos patas sobre las que se debe construir la democracia: Verdad y Justicia, por su papel fundamental en la recopilación de estos relatos de nuestra memoria colectiva y por haberme “perseguido” sin desanimarse para que escribiera mi testimonio.

*Pablo Fernández Long - Sociólogo: Asesor del Movimiento Agrario de Misiones, MAM Diputado Provincial por el Partido Auténtico, en Misiones. Militante del Movimiento Peronista Auténtico en la resistencia. Miembro de la conducción Nacional del Movimiento Peronista Montonero Exiliado político. En el 2007 retornó a Misiones para unirse a los compañeros que militan en el Movimiento Peronista, bajo la conducción de Néstor Kirchner, y apoyan al Gobierno Nacional y Popular de Cristina Fernández de Kirchner. Actualmente trabaja en Radio Nacional, Puerto Iguazú.

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Un día dijimos ¡basta! Por Juan Carlos Berent* Nací en Colonia Alberdi el 10 de febrero de 1950. Mi papá, Enrique Berent, había llegado a estas tierras desde Bompland, en 1936, abriendo las primeras picadas, con la ilusión de trabajar la tierra y progresar. Pero abrir las picadas y hacer producir la tierra resultó más fácil que enfrentar la explotación, que apenas dejaba a los colonos una miseria para sobrevivir y sólo enriquecía a industriales, comerciantes y exportadores sin escrúpulos. Mi mamá, Regina Scher, ordeñaba sus vacas todos los días y cuando yo me levantaba iba con mi jarrito donde ella estaba ordeñando, mamá soplaba la espuma de su “caneca” en la que ordeñaba y llenaba mi jarrito. Con eso me iba a desayunar una trincha de pan, que preparaba mi hermana Elsa, con miel de caña o con grasa de chancho, con azúcar arriba, y, por supuesto, el jarro de leche, tibia todavía. Mi papá trabajaba en la chacra, con el tabaco y con la yerba… y en aquéllos años ya nos dábamos cuenta de que la cosa no iba… Veíamos las injusticias que sufrían nuestros padres, y nosotros mismos como jóvenes. Pero un día dijimos ¡basta! Fuimos los más jóvenes los que empezamos a organizar a los colonos. Primero fuimos un puñado, más tarde cientos y miles, agrupados en núcleos de base que se extendieron por toda la provincia, y finalmente nació el MAM, el Movimiento Agrario de Misiones. Pero, para contar la historia del MAM debemos hablar necesariamente del Movimiento Rural Cristiano (MRC), integrado por jóvenes católicos que vivían en las colonias y que formaban los grupos rurales. Sí, el MRC fue el comienzo de muchas historias, en Misiones y en otras provincias. Estaba organizado en todo el país. Tenía un Equipo Nacional, la conducción nacional, un Equipo Regional y un equipo en cada diócesis. En Misiones la diócesis coincidía con la Provincia, y estaba encabezada por el Obispo 53

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Jorge Kemerer. El nacimiento del MAM Yo empecé a trabajar en el grupo rural de Colonia Alberdi, en el Departamento de Oberá, junto a Alfredo Berent, Zulma Quintana, Betke y otros jóvenes católicos. Al poco tiempo fui jefe del Grupo de Alberdi, participé en cursos, encuentros reuniones… Luego fui Extensionista del Equipo Diocesano, algo así como el responsable del MRC en la provincia. Así nació mi relación y mi amistad con el Obispo Jorge Kemerer, con quien teníamos encuentros periódicos para hablar de las actividades del MRC. Además de Kemerer habían otros obispos como Devoto, obispo de Goya, Corrientes, y Distéfano de Sáenz Peña, Chaco, que nos ayudaron mucho. Ellos y algunos sacerdotes que trabajaban comprometidos con las posiciones más progresistas de la Iglesia, como José Czerepack y Alberto Markiewicz en Misiones. El compromiso con los pobres impulsado en el Concilio Vaticano II, en 1962, el papel del clero y de los laicos en la transformación de la sociedad, las ideas de los Obispos Latinoamericanos reunidos en Puebla y Medellín, el movimiento de los Sacerdotes del Tercer Mundo, la Pedagogía para la Liberación de Paulo Freire…. todo esto hizo que el trabajo del MRC se fuera volcando al compromiso social, gremial primero, y finalmente, que muchos de sus militantes, asumiéramos un compromiso político. En el caso de Misiones, para 1971 el MRC, que en pocos años había alcanzado un desarrollo muy grande, se había empezado a achicar. Sus propuestas se agotaban si no salían de lo religioso. Algunos grupos ya no se reunían, y cuando nos reuníamos era sólo para hablar de las injusticias que sufrían nuestros padres y nosotros como jóvenes. En esas charlas nació la idea de formar una organización agraria, cosa que no era nueva, porque, a través del MRC, teníamos noticias de las Ligas Agrarias Chaqueñas. Así fue que en una charla con Monseñor Kemerer, le dije, medio con miedo, que teníamos ganas de formar un gremio de colonos. Grande fue mi sorpresa cuando me dijo que estaba de acuerdo y que le metiéramos pata, pero que lo tuviéramos al tanto. Hay que aclarar que el MRC además de financiar los vehículos, casi todos Citroen 3CV, contribuía con fondos para combustible, traslado de gente, reuniones, asambleas, etc. También pagaba nuestros sueldos, que eran poco pero alcanzaban para comida y ropa, un programa de radio en LT13 Radio Oberá, y el 54

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alquiler de la sede del MAM, donde vivían además algunos de sus militantes. En el equipo regional, en Corrientes, estaba Remo Vénica y otros compañeros, y acá en Misiones, conmigo, estaba Juan Carlos Urbaniz, que había sido mandado por el Movimiento Rural Cristiano para ayudarnos a organizar el Movimiento Agrario, y Clarita Polachinski del grupo rural de la colonia Julio U. Martin, que era la secretaria que llevaba los papeles del Movimiento Rural Cristiano y se encargaba de los programas que teníamos en LT 13, en Oberá, los domingos a las 10.30, desde donde hablábamos de nuestro trabajo y anunciábamos el día, la hora y el lugar de nuestras reuniones. Teníamos un Citroen 2CV, o km, comprado en Citromisiones con el plan clero, a nombre del obispado de Posadas. Todo esto fue al principio, hasta que el MAM logró autofinanciarse, pero de no haber sido por ese aporte de esos obispos comprometidos con el pueblo, y sin el aporte de los militantes del MRC, no se si el MAM hubiera existido. Me acuerdo de los primeros meses de trabajo, recorriendo las colonias, siempre con un nombre de referencia, para plantear la idea de organizar a los colonos. Pero el problema era que ese “hombre” siempre era de alguna de las viejas organizaciones agrarias tradicionales, que estaban en crisis y poco o nada hacían por los intereses de los pequeños agricultores. Lo que querían esos “referentes” era hacer algo para que sus organizaciones recuperaran prestigio, convocatoria, pero nuestra idea era hacer una organización de pequeños y medianos agricultores completamente nueva, formada y dirigida por agricultores de la base. En las charlas informales, convocadas con la ayuda de estos viejos referentes, íbamos mirando quiénes podían ser los nuevos. Después los visitábamos a solas, aparte, para proponerles la formación de un nuevo gremio. Así fueron surgiendo los nuevos dirigentes. Se daba una situación muy particular. Los viejos dirigentes de las organizaciones tradicionales necesitaban de nuestra fuerza y nuestra militancia para dar aire y nuevas fuerzas a sus organizaciones, y nosotros necesitábamos de ellos para llegar a la gente y poder trabajar; ellos nos abrían las puertas y de nuestra capacidad dependía que eso que se estaba gestando se quedara en insuflar fuerza a las organizaciones tradicionales o que fuera el embrión de una nueva organización, diferente, representativa, que respondiera a las necesidades de las bases y no fuera manipulada en beneficio de los grandes grupos de la comercialización. Hoy, 38 años después de esos hechos, yo me pongo a pensar qué haría si vinie55

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ra un muchacho de 21 años, gurí todavía, a hablarme de un gremio nuevo, de que tenemos que organizarnos, etc, etc… sinceramente, no sé si le daría bola. Y pensar que hace 38 años yo era ese gurí que recorría las colonias tratando de organizar a la gente. ¡Qué idealismo teníamos, pero también qué fuerza, qué convicción y qué coraje! Y pensar que lo que nos movía era la fe cristiana, y ese sueño del Hombre Nuevo del que hablaba la Iglesia. En el segundo número del Amanecer Agrario, periódico del MAM, yo decía: “Si buscamos la realización de la persona, si queremos que se nos considere como hombres, si deseamos que se nos tenga en cuenta, no como herramienta de trabajo u objetos sino como seres humanos… Entonces, ¿Qué hacer?…”, y ahora digo: “Nosotros hicimos el MAM”. Organizar Hacíamos reuniones en las colonias donde formábamos una comisión de mínimo 20 y máximo 100 socios, a la que llamábamos Núcleo de Base. Y se elegía un delegado del Núcleo. En ese trabajo nos venía muy bien la ayuda de dirigentes como Pablo Gris, de ARYA, hombre muy honesto y capaz, que además tenía unas hijas muy hermosas. Pero él no compartía la idea de un nuevo gremio. Él quería recuperar ARYA, Asociación Rural Yerbatera Argentina. Fue él quien me dio el nombre de Antonio Hartmann, que sería después secretario general del MAM, y me dijo dónde vivía. Yo lo fui a ver a Capioviciño y lo encontré trabajando con mudas o plantines de citrus. Conversé con él, le gustó la idea y a partir de entonces el Colorado, como lo llamábamos, se puso a trabajar con nosotros. Hay que destacar que, así como había dirigentes de las organizaciones tradicionales que nos apoyaron, aunque sea tratando de usarnos para sus fines, también había dirigentes que de entrada nos odiaron y nos hicieron la guerra. Tal es el caso de German Wachnitz, de Eldorado, conocido simpatizante nazi y acérrimo enemigo nuestro, y otros como Andrés Addat, Leoni, Lagier, etc… En esa época nosotros, el MRC, ya estábamos formando núcleos de base donde podíamos. Cubríamos la zona de Oberá y parte de la ruta 14. En algunas colonias el núcleo se armaba en 2 días, pero había zonas donde no lográbamos armar nada. Como no teníamos casas donde parar, estuvimos un tiempo en la Parroquia San Antonio, de Oberá, donde el Padre Francisco Sichanoski nos dio una pieza. Después fuimos a parar a la sacristía de la iglesia de Villa Svea, capilla que 56

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atendía un cura viejito, capellán del Hospital de Oberá. Allí dormíamos, Juan Carlos Urbaniz y yo, en unos colchones viejos del movimiento rural cristiano que usábamos para los encuentros y cursos, y de día salíamos a recorrer las colonias. En la ruta 14, colonizada por hijos de colonos de la zona sur y centro, resultó más fácil que en la zona de colonias viejas, que habían sufrido la represión y recordaban todavía la masacre del 36, cuando los campesinos se movilizaron en una marcha de protesta por las condiciones de explotación en las que vivían y fueron ferozmente reprimidos, con muchos muertos, heridos y presos. Así como fui a ver a Antonio Hartmann a su casa para que se sume a la lucha, fui a ver a muchos otros compañeros, siempre porque alguien me decía “aquel fulano puede andar”. Fui a lo de Anselmo Hippler, su hermano Valdimiro, José Klauk, Chincho Flores, Cecilia Feltan, etc… Con Bilinski, de Pueblo Salto, pasó algo lindo: él tenía un hermano en Apóstoles y lo fuimos a ver. Le gusto la idea, y él tenía un amigo en Tres Capones y allá fuimos. La cuestión fue que en dos semanas organizamos Núcleos en toda la zona: Apóstoles, Tres Capones, Las Tunas, Capón Bonito, Ojo de Agua, la Cachuera y Azara. Una tarde salimos con el Colorado a recorrer una zona que nos decían era difícil: Los Helechos, Zamambaya y Ameghino. A la primer casa que llegamos fue la de los Peczak, buscando a Pedro. Teníamos buenas referencias de él, pero resultó que no estaba, porque se había ido a la zona de Jardín América, Oasis, donde tenían una chacra. Hablamos con su hermano Enrique y la mamá y nos dieron el nombre de otro, más adelante, pasando Ameghino, era la casa de Alberto Krujoski. Antonio se quedó hablando con el papá y yo fui al rosado a buscar a Alberto. Nosotros, los de la chacra, tenemos una forma de llamar cuando buscamos a alguien y no es llamarlo y gritar su nombre sino pegando gritos y cuando te contesta con otro grito, sabes para donde rumbear. Pegué un grito, me contestó y esperé. Que hermoso paisaje se veía desde la chacra de Alberto, yo me había subido sobre un tronco observando el paisaje de la serranía que desde ahí se veía, cuando Alberto me sorprendió con su saludo. Me presenté y mientras nos íbamos para la casa le expliqué en qué andábamos, y ahí nomás armamos una reunión. Él iba a avisar a la gente y así, ese fin de semana conocí a Pedro Peczak, en la reunión. En esa reunión Pedro fue elegido delegado del núcleo de base de Los Helechos. Ese encuentro iba a marcar profundamente la historia del MAM y nuestras 57

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vidas… Pero ya habrá tiempo de hablar de Pedrito, el agricultor, el delegado, el secretario general del MAM, el militante, el amigo… En marzo de 1971 logramos armar el comité de lucha pro defensa del agro de Misiones, junto con las organizaciones tradicionales, que recibió algunas adhesiones importantes, incluso en Posadas, pero la trascendencia en los medios era todavía muy poca. La idea era promover una acción en conjunto para movilizar a los colonos y logramos planificar una acción de protesta para junio de 1971. La idea era concentrar a los colonos a los costados de la ruta 12, para las vacaciones de Julio, cuando hay más turistas en la zona, pero la movilización fracasó porque las organizaciones tradicionales se borraron a último momento. En realidad sabíamos que iba a pasar eso, lo esperábamos y tenía que pasar para que los colonos se dieran cuenta de que tarde o temprano los iban a traicionar, y que había que formar un gremio propio. Y eso fue lo que hicimos, aprovechando esa borrada de Fedecoop, Arya y Caya, convocamos a todos los delegados de los Núcleos de Base que teníamos armados, en el Club Esperanza de Capioví. Vinieron alrededor de 30 delegados de los 40 que ya teníamos y en esa reunión armamos, después de mucho discutir, la Comisión Provisoria de lo que después sería el MAM. La Asamblea Constitutiva fue convocada para el 28 de Agosto de 1971 en el salón Kasner, conocido como Kilómetro 0, en la Picada Finlandesa de Oberá. Asistieron 65 delegados, que tenían que traer las listas de los socios y la comisión del núcleo de base. La asamblea aprobó los estatutos eligió la comisión que quedó compuesta por los siguientes delegados de Núcleos de base: Anselmo Hippler, Antonio Hartman, Juan Carlos Berent, Luis Bilinski, Marino Loch, Orestes Pedro Peczak, Bonifacio Flores, Clara Luisa Polachinski, Caldino Krain y Eugenio Kasalaba. También se eligió el nombre del gremio, Movimiento Agrario de Misiones, MAM. Y lo más importante, en esa reunión se programó una concentración para el 8 de Septiembre, frente a la Cooperativa Agrícola de Oberá, justo el día del Agricultor. Movilizar Eso era todo un desafío porque una cosa era ir a una reunión, pero otra cosa era subirse a un camión e ir a una manifestación. 58

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Y llegó el 8 de Septiembre, yo la noche anterior no podía dormir por los nervios y la ansiedad, amanecí tomando mate, y las horas no pasaban nunca. A eso de las 9:30 empezaron a llegar camiones y ahí me tranquilicé un poco, porque estaba viendo el fruto de tanto esfuerzo, más de un año trabajando para eso, y ahora ver la gente que llegaba y llegaban, que felicidad. Camión que llegaba yo estaba ahí con ellos y más grande fue mi alegría cuando vi a la gente de Alberdi y entre ellos a mi mamá, hasta ahora me emociono al contar eso… Nosotros atravesamos un camión al costado de la Coop. Lda de Oberá, sobre la calle Bs.As. Quedó un escenario perfecto. Al acto lo coordinaba Juan Carlos Urbanis, lo abrió Monseñor Jorge Kemerer quién dio la bienvenida a todos y dio el marco que nosotros necesitábamos en ese acto, porque muchos tenían temor que algo pasara, porque nuestros enemigos habían hecho muchas propagandas en contra. También habló el Ministro de Asuntos Agrarios de la provincia, Alemann. Los oradores agricultores fueron muchos, hasta yo hablé y aun me acuerdo dos cosas que dije que quedaron grabadas en mucha gente “que era hora de que el agro no esté mas en manos de pocos terratenientes que explotaban a los colonos” y lo otro fue que “mientras el colono trabaja de sol a sol y siempre esta igual económicamente, y a veces peor, cuatro o cinco explotadores se llenan los bolsillos con la plata que nos roban.” Tres oradores llamaron la atención y fueron el comentario después, una fue Cecilia Feltan, que empezó leyendo su discurso, pero en un momento tiro el papel que leía y se puso a hablar diciendo lo que le salía y fue uno de los discursos más aplaudidos junto al de Pedro Peczak, que también levantó el ánimo a los agricultores. Otro fue el discurso de Emilio Noindorf, de Dos de Mayo, que en su discurso decía que el colono llegó al extremo de no tener ropa para vestirse y que de las bolsas de sal, se hacían camisas. En la espalda tenía la inscripción “DOS ANCLAS” que es el nombre de una conocida marca de sal, así que en vez de llamarlo por su nombre, lo llamábamos “DOS ANCLAS”. Nuestra primera concentración fue un éxito total, teníamos mucho apoyo de comercios, iglesias, profesionales, cooperativas etc… y los colonos se iban dando cuenta de la fuerza que tendrían de estar unidos y organizados. En esa concentración elaboramos un petitorio que le enviamos al Gobierno, que ni siquiera nos contestaron, entonces programamos una concentración en Posadas para el 20 de Octubre para lo que pedimos autorización al Gobierno, porque no nos olvidemos que mandaban los milicos. No nos dieron autorización. Pero nosotros decidimos marchar igual a Posadas, ¡con o sin autoriza59

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ción! Días antes de la marcha a Posadas, los responsables de zonas estábamos en las colonias, organizando, y la noche del 19 de Octubre nos quedamos a dormir en la colonia para venir junto con la gente. A mi me tocó dormir en Campo Grande, km 195, en la casa del delegado del núcleo de base. Al otro día en camión viajamos hacia Posadas, el lugar de preconcentración era en Candelaria, para de ahí marchar en caravana hacia Posadas. En Candelaria nos estaban esperando los milicos para no dejarnos pasar. Esperamos que llegaran todos los responsables de zonas con su gente para decidir qué hacer. Se reunió la Comisión Coordinadora Central y a pedido del Ministro de Gobierno Dionisio Álvarez, hablamos con él que nos sugirió que volviéramos a las colonias, por que tenían orden de no dejarnos pasar. Nosotros dudamos, el que no dudó fue nuestro asesor el Padre José Czerepack que nos dijo, “que se vayan a la puta estos milicos, vamos a Posadas”. Así que la orden fue subirse a los camiones, y avanzar, yo tenía el megáfono y recorría la caravana trasmitiendo la orden. La mayoría de la Comisión Central nos subimos al jeep de Fernando Clade y marchamos a la cabeza de los más de 5.000 agricultores en toda clase de vehículos, la mayoría camiones. No marchamos ni un kilómetro cuando empezó la represión. La primer bombita de gas cayó en la goma delantera de nuestro jeep y ahí vimos el despliegue militar que había, armados con FAL y FAP, fusiles ametralladora livianos y pesados. Nos cortaron el avance, pero a la gente no se la podía contener, con el megáfono en manos armamos tres cordones consecutivos para frenar a la gente, pero hubo quienes cruzaron el alambrado y querían ir a campo traviesa, hasta que logramos que vuelvan. Lo que más dificultaba eran los gases lacrimógenos, la ventaja que teníamos el viento a favor así los milicos con, el viento en contra probaron, de su propia medicina y lagrimearon y tosieron un rato. Al no poder avanzar decidimos atravesar un camión en la ruta para usar de palco y ahí se hizo el acto. Ese acto lo coordiné yo, y entre los oradores el que sobresalió fue Pedro Peczak, por el carisma que tenía y por como decía las cosas, se notaba que la gente lo escuchaba con mucha atención. Los milicos también nos escuchaban, y por la cara que tenían se notaba la bronca que los embargaba. Tal vez alguno de esos fueron los que me torturaron cuando caí preso o que asesinaron a Anselmo y a Valdi Hippler, o a Pedro Peczak. Pedro hablaba con un convencimiento que contagiaba a quien lo escuchaba. No importa si estaba sobre una tribuna, sentado en la cocina de un colono, o en 60

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el despacho del gobernador de la provincia. Es una gran pérdida no haber registrado sus palabras, pero en los editoriales del Amanecer Agrario, el periódico del MAM, encontramos sus palabras cargadas de compromiso y convicción profunda. En el primer número de Amanencer Agrario, por ejemplo, decía refiriéndose a las tribunas levantadas en Oberá, Candelaria, etc: “¿Para qué levantar esas tribunas? Para gritar al viento nuestras verdades, para decirle a nuestros compañeros que no estamos solos, unidos venceremos todas las dificultades. Para gritarle a nuestros enemigos: ¡Basta de injusticias, los trabajadores del agro misionero se han puesto de pie y no volverán a arrodillarse ante sus explotadores!”. Esas movilizaciones sirvieron para que los colonos vean que unidos y movilizados eran una fuerza poderosa. Además ya en el 72 se dieron varias movilizaciones. Primero en una concentración en el Club Olimpia de Oberá, (enero) lanzamos la huelga del Té, ya con fuerte enfrentamientos con la policía que detuvo camiones para que no pudieran llegar a Oberá. Después en la huelga en sí, donde se tumbaba la carga de té que llevaban los camiones, con la posterior detención de los agricultores que participaban en estos hechos. En Marzo con diferencia de dos días hicimos dos concentraciones. Una en Leandro N. Alem, donde lanzamos la huelga del tabaco y otra en El Dorado donde se lanzó la huelga del tung, con impresionante cantidad de gente. A finales de 1971, el MAM ya era reconocido como una fuerza en la Provincia. En Enero de 1972 vino a Oberá Pablo Fernández Long, para hacer su tesis de Sociología, justo en la huelga del té y empezó a meterse en las discusiones y al final la Comisión Central le pidió que se quedara y lo nombraron asesor. En las discusiones con los industriales tealeros nosotros íbamos en desventajas pues no teníamos datos ni sobre el mercado interno ni datos de exportación, salvo Michel Gilbart, uno de los asesores del MAM, que hasta ese momento llevaba las discusiones. Pero el problema con Mitchell era que estaba muy poco en Misiones. El andaba por todo el país, Entre Rios, Santa Fe, Cordoba, ayudando a organizar las Ligas Agrarias. Como él trabajaba para la FAO, tenía esa posibilidad pues tenía una Land Rover 4x4 con la que se movía, y medios para hacerlo. Con su ayuda lográbamos tener la información necesaria para plantarnos frente a los industriales y comerciantes que se enriquecían con nuestros productos y nos daban migajas. Con la aparición de Pablo Fernández Long, y con las gestiones que él hizo en Buenos Aires a través de la Federación de Cooperativas Agrícolas de Argenti61

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na, no nos podían meter el perro tan fácil, porque teníamos datos (pruebas) que demostraban que los industriales podían pagar, ganando plata, el precio que nosotros pedíamos. El éxito logrado con estas conquistas hicieron que el MAM creciera de manera impresionante. Llegamos a tener 190 Núcleos de Base organizados y no dábamos abasto. Teníamos 5 vehículos en permanente movimiento. Salíamos los jueves a hacer reuniones y nos quedábamos en la colonia, el jueves, teníamos una reunión, otra el viernes, el sábado dos reuniones y el domingo 2 reuniones. El domingo a la noche volvíamos a Oberá, el lunes teníamos reunión de Comisión Central. El martes libre para lavar ropa y trámites personales, el miércoles para hacer gestiones, ir a Posadas etc. Y el jueves era el momento de salir a la colonia otra vez. Hay que aclarar que en la medida en que se profundizaba la lucha, hubo muchos conflictos, muchos colonos detenidos en los paros, a veces hasta 80 en una sola vez. En una huelga eran tantos los presos que Pablo salió con el Dr. Miguel Orlando Moreyra por una ruta sacando presos y yo por la ruta 14 con el Dr. Walter Cassoni haciendo lo mismo. En una oportunidad el Juez Seró, se constituyó en el Escuadrón 9 de Gendarmería, en Oberá, con el Dr. Miguel Moreira y Pablo. Allí tomó declaración uno por uno a todos los detenidos, hombres mujeres y hasta chicos, y a medida que declaraban los dejaba en libertad supeditado a la causa. Los abogados que teníamos no nos cobraban ni un peso y teníamos el ofrecimiento de otros abogados para colaborar con nosotros. El Dr. Miguel Moreira y el Dr. Walter Cassoni, eran Peronistas y de ahí venia nuestra relación con ellos. Cuando las papas quemaron se borró el colorado Antonio Hartmann, y se fue a Bs As. Después una vez lo encontré en Corrientes Capital, ya él como militante del P.C.M.L (partido comunista marxista leninista ). Cuando se fue, en la siguiente reunión o Asamblea, Pedro Peczak fue elegido Secretario General del MAM. En la Asamblea de delegados del 1 y 2 de julio del 72, se decretó un paro general de 48 hs. para los días 14 y 15 de julio por incumplimiento del petitorio, ese fue un paro total, los comercios se adhirieron, los colonos pararon y el que no quería parar paraba igual porque nadie podía circular. Se usaba clavos miguelitos para los que desafiaban al paro. Con ese paro logramos cobrar el famoso reintegro de la yerba del año 65, que era una reivindicación que teníamos desde que empezó el MAM. Eso nos dio más fuerza todavía así que el paro programado por la Asamblea General para 62

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el día 2 de Septiembre pasó a los días 17 y 18 de Octubre, con la particularidad de que este paro general lo hacían 5 Provincias: Chaco, Corrientes, Formosa, y el Norte de Sta. Fe, todas las ligas Agrarias del Nordeste. En el Amanecer Agrario N 8 decía: Las Picadas dijeron no pasaran y así fue, fue paro total, no pasó nadie. Para Septiembre del 72 visitó nuestra Provincia, el general Alejandro Lanusse, presidente de facto, y sucedieron dos cosas que hay que resaltar, uno que el protocolo del presidente decía que este se reuniría con el MAM, pero la Comisión Central dijo no, porque no aceptaba reunirse con el responsable de nuestra desgraciada situación. Y la otra cosa que pasó fue que los sacerdotes de Posadas se negaron a rezar el Tedeum en la Catedral por considerar que la presencia del Presidente en el mismo lo convertía en un seudo acto religioso, dos duros reveces para un Presidente. Todas estas acciones, huelgas, paros, comunicados del MAM sobre distintas situaciones, iban creando dos cosas, por un lado divisiones internas y por otro cansancio y desgaste, porque por ej: en un año teníamos dos huelgas por un mismo producto y al año siguiente otro paro al empezar la cosecha porque los precios no se ajustaban a los costos. Lo de las divisiones era algo que lo veíamos venir. Era un grupo de radicales gorilas, que siempre cuestionaron las decisiones de la C.C.C del MAM. A esos, cuando la cosa se puso insostenible, en la asamblea del 30 de julio del 73, los expulsamos y ellos después armaron el AMA (agricultores Misioneros Agremiados) que así como nació también murió –eran tipos que para hacer la contra servían, pero cuando tenía que hacer algo “a favor de…” no sabían cómo. Concienciar El otro punto (desgaste por pelear siempre por algunos centavos más) fue lo que nos dio más trabajo, porque eso era generar conciencia, conciencia crítica de la realidad. Empezamos por la C.C.C y después con los núcleos de base, abarcando todos los puntos que hacen al funcionamiento de la sociedad: planificación y control de la producción, los sectores básicos de la economía, los monopolios, la tierra, la educación, la salud, la seguridad social, las leyes. Este fue el trabajo que duró meses porque recorrimos todos los núcleos de base con tizas y pizarrón, nos instalábamos en una colonia y dos o tres noches de a seguido (con petromax, no había electricidad) nos juntábamos y discutíamos punto por punto. Y no era que nosotros íbamos y le decíamos esto es así y 63

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listo. No. Nosotros planteábamos el problema y con una metodología de participación, lográbamos que los mismos colonos, llegaran a la conclusión a la que habíamos llegado nosotros. Salían reuniones formidables. De día nosotros visitábamos a los colonos en sus casas, comíamos con ellos, trabajábamos con ellos y de noche de nuevo a la reunión, había una participación bárbara y profundas discusiones que a veces nos ponían en aprietos. Las conclusiones a las que llegaron fueron publicadas en el Amanecer Agrario n° 11, y con ellas buscábamos atacar siempre la RAIZ DEL PROBLEMA para que termine la explotación o la injusticia. En este trabajo de profundización nos ayudaron mucho Pablo Fernández Long y Estela Urdaniz, encargada del periódico del MAM. Por eso los acusaban de “politizar el MAM”. Algunos llamaban a esto hacer política, cuando en realidad era buscar la solución de fondo, porque, si no, íbamos a pelear todos los años por los dos o cinco centavos ya sea para el té, yerba, tung o lo que fuera, porque eran “los grandes” que manejaban todo. Planificaban la producción de acuerdo a su interés (mayor producción, menor precio) y pagaban lo que querían sin tener en cuenta nuestros costos de producción, Ahora vemos cómo estamos igual o peor que hace 30 años atrás, porque no se atacó la raíz del problema. Pero esa profundización fue lo que provocó la división del MAM. Tal vez había algunos interesados en que los agricultores no salieran nunca de la dependencia de los monopolios en que vivían. Nosotros en el MAM estábamos trabajando muy bien cuando hace su aparición El Francés, Michell Guilbart, después de más de dos meses que había desaparecido y empieza a visitar a miembros de la C.C.C, envenenándolos en contra de Pablo y Estela Urdaniz, la compañera periodista a cargo del Amanecer Agrario. Fue a ver a Pedro y estuvo con él hasta las 2 de la madrugada pero Pedro no se dejó convencer. También lo fue a ver a Anselmo Hippler y tampoco lo convenció. La cuestión es que se hizo una asamblea que pasó a cuarto intermedio, y en la siguiente asamblea aparecieron delegados de núcleos de base truchos, fabricado por Michel y Chincho Flores (incondicional de Michel) y nos ganaron la elección. Ahí apareció otra vez Hartman, que cuando las cosas se habían puesto feas se había borrado y se fue a militar en el P.C.M.L, y ahora volvía, traído por Michel, para ser secretario general del MAM. Nosotros nos retiramos de la asamblea y formamos la Comisión pro recuperación del MAM. Más tarde constituimos las Ligas Agrarias de Misiones, LAM. Quiero aclarar que yo no estaba de acuerdo en que nos retiráramos de la asamblea, estaba convencido que quedándonos, en un año éramos de vuelta conducción del MAM, porque nosotros éramos todos militantes y teníamos inserción 64

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en las bases y ellos no, pero por una cuestión de disciplina acepté la decisión de la mayoría. El MAM a partir de esa división nunca volvió a ser lo que era antes, y esto benefició a los monopolios y no a los colonos. Represión Para octubre, noviembre de 1975 ya ni el MAM ni las LAM, tenían fuerza y todos sabíamos que el golpe de estado era cuestión de meses o días. Con Pedro tuvimos una gran diferencia. Previendo el golpe, yo era de la postura de escondernos, desaparecer, irnos al Brasil o al Paraguay, porque sabíamos que nos iban a detener y la postura de Pedro era resistir, organizar a los colonos desde la clandestinidad, y yo le decía “con qué armas vas a resistir, los milicos con tanquetas y vos con una escopeta de un caño y un rifle de un tiro o un revolver”, pero no hubo caso, no al pedo le decíamos “cosaco”, terco como era no lo convencí. Yo me fui a trabajar a Monte Carlos en un obraje con mi hermano Anibal; manejaba una petibone (tipo zanelo). Papá y mamá vivían en el Km. 20 del Alcázar, en una chacra que los vecinos, después que papá cayo preso, aprovecharon la oportunidad y se la robaron, metiéndose y viviendo en la casa de los viejos. El 24 de marzo de 1976 los milicos dieron el golpe. Yo ni me enteré porque estaba trabajando en el obraje y sólo los fines de semana volvía a Monte Carlos. En el monte ni siquiera radio teníamos. Me enteré del golpe cuando vino Richo, mi hermano, y me contó que al cura José lo metieron en cana, entonces le dije que trajera a Susi (mi mujer) al monte y que siguiera su vida normal. Susi se vino al obraje y allí estuvimos dos semanas, hasta que un día (7 de abril del 76) me detuvieron. Ese fue un día negro en todo. La petibone no andaba, el molinete tampoco, en una mañana normalmente yo arrastraba 150 a 200 cúbicos de rollos y esa mañana si saque 50 cúbicos era mucho. Así que antes de hora me fui al campamento. Venía en bajada sin freno en una tercera baja y cuando llegaba a la planchada donde estaba papá y Aníbal vi que también estaban tres milicos y no tuve nada que hacer. Uno de los policías era conocido nuestro, amigo de papá, que le debía favores al viejo y en una oportunidad en una cancha de fútbol, en Monte Carlos, le comentó que “Juan está con nosotros en el obraje” y ese fue el dato que el policía se habrá acordado cuando vio mi orden de captura. Al milico, eso le significó un ascenso, a mí la cárcel. Al otro día me llevaron a la cárcel de Candelaria y según me dijeron después, 65

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mi nombre salió en el diario El Territorio como que estaba a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. La cárcel En la cárcel me encontré con Toto Duarte, que conocía del MAM y con otros compañeros que no conocía. Allí estuve 4 meses incomunicado sin saber nada de mi familia ni ellos de mi, hasta que el 1 de Septiembre la policía en un Falcon verde me saca de la cárcel y me llevan a la División de Informaciones, que está detrás de la jefatura de la policía por calle Buenos Aires, en Posadas. Estuve hasta el 8 de Septiembre y todas las noches me torturaban, picanas y golpes, me bajaban los pantalones y me sentaban en una silla mojada y allí me daban. Yo estaba vendado y esposado, y atrás estaba el buenito que me decía “hablá porque esos hijos de puta te van a matar”. Y adelante Juan Carlos Ríos, con la picana, dirigiendo el interrogatorio y otros que me pegaban. En un momento se me cae la venda, me la ponen rápido y me preguntan si vi algo, por supuesto que dije que no, pero lo reconocí a Ríos y vi que alrededor de la pieza donde me torturaban, sentados uno al lado de otro había un montón de tipos. Supuse que eran milicos que estaban aprendiendo a torturar. Me quisieron hacer firmar una declaración donde yo reconocía ser Oficial Montonero y que Pablo Fernández Long y Pedro Peczak eran montos, por supuesto no firme. Me reventaron a palos, a la noche de vuelta picanas y golpes, preguntando por armas y dónde estaba Pedro. Al final firmé una declaración que leí y decía lo que yo declaré. El 8 de Septiembre me llevan otra vez para torturarme, pero adelante mío el comisario Juan Carlos Rios simula que habla con la Policía Federal y les dice “manden a un tipo, que éste no quiere hablar y ustedes que tienen mejor método... háganle hablar y sino ya saben qué hacer con él”. Vendado y esposado me cargan en un auto y me llevan. Por el movimiento del auto reconozco la curva de la Terminal vieja, después la rotonda y por último la garita por lo que hablaban. Un poco más adelante me sacan la venda y grande fue mi sorpresa cuando salen de la ruta 12, hacia la cárcel de Candelaria. Ahí respiré tranquilo porque creí que era boleta. Los compañeros se ve que me estaban esperando, porque hasta mi cama estaba armada como yo la dejé; algunos lloraban de alegría porque creían que yo no volvía. El que me salvo fue Monseñor Kemerer porque ese día que me sacan sale en libertad Willi Merker, un profesor de historia de Montecarlo, y en vez 66

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de irse a su casa se va al obispado y le avisa a Kemerer que me habían sacado de la cárcel, entonces Kemerer movió todo lo que pudo para que no me mataran. Yo siempre digo que vivo gracias a Willi Merker y a Monseñor Kemerer. Desde el día de mi detención, 7 de abril de 1976, hasta mayo de 1977, estuve completamente incomunicado. No sabía absolutamente nada de mi familia, ni ellos de mí. A mi hermano Aníbal y a mi Papá, detenidos por portación de apellido, recién los vi en la cárcel de Resistencia. Mi pobre vieja fue la que más sufrió. Uno, porque su marido y sus dos hijos estaban detenidos, y otro, por la situación que se vivía en la colonia. Varias veces le dijeron que me habían matado y los vecinos y la gente, en general, la ignoraba. Mi tía margarita, que aun vive, era la única que la visitaba, pero no pasaba por el pueblito sino que llegaba a casa atravesando un tunal y un teal, para que no la vieran. Y mis otros dos hermanos, Rubén y Ricardo, se salvaron por los pelos. Estuvimos en la cárcel de Candelaria hasta fines de Septiembre, luego nos llevan a la U 7 de Resistencia. Estuve en esa cárcel hasta fines del 78, de ahí nos llevan como a 300 presos en un vuelo a Aeroparque, por supuesto vendados y esposados, y de ahí en dos Hércules a la U 9 de la Plata. En esa unidad penal estuve en varios pabellones hasta que salgo en libertad el 18 de noviembre de 1980. Estuve preso cuatro años, 7 meses y 11 días (las horas no las conté). La libertad… vigilada Cuando salgo en libertad un compañero que salió conmigo, de apellido Marrón, me dio unos pesos para llegar a la casa de una prima en Lomas de Zamora y al otro día me pagan el pasaje y me embarcan en Singer a Oberá. Desde Oberá tomo el colectivo de las 11 a Alberdi. Llego a casa justo cuando papá y mamá estaban almorzando, era mandioca kluskie y salsa de pollo; en mi casa cuando se hacía salsa se ponía porciones de pollo de acuerdo a la cantidad de personas que había, en ese caso dos porque estaba papá y mamá. Me siento a la mesa y la vieja me sirve en un plato mandioca, kluskie, me pone salsa y, una cosa que no voy a olvidar nunca y siempre las contaré con lágrimas en los ojos, papá saca de su plato el cuarto de pollo que estaba comiendo y lo pone en el mío… Esa noche se hizo una gran fiesta, vinieron muchos vecinos y parientes. Comimos y chupamos lindo. Eso significó muchísimo para mí. Porque mi gran duda era cómo me recibiría mi colonia. La alegría, el cariño y la solidaridad de mi pueblo contrastaban con la actitud 67

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de algunos de mis antiguos “amigos” o compañeros de lucha del MAM. En una oportunidad caminaba yo por Oberá, cuando veo que en la misma vereda venía caminando uno de esos “amigos”, pero al reconocerme se hizo del que no me vio y se pasa a la vereda de enfrente. En ese tiempo yo estaba con libertad vigilada y todos los meses me tenía que presentar en la comisaría, a firmar. Y si por alguna razón viajaba, tenía que dar aviso a la comisaría, a dónde me iba y por cuántos días. Eran tiempos muy difíciles. Todo el mundo andaba con miedo, y donde me podían desviar, me desviaban. Todavía, en 1987, en las elecciones generales, en que fui candidato a intendente por el PJ, e incluso en 1991, cuando había sublemas, la contra, UCR y peronistas de otros sublemas, decían: “No vote al subversivo y ex preso”. Hoy hay muchos perseguidos y víctimas de la dictadura, pero en ese tiempo no aparecían. Fui muy amigo del Padre Ricardo Buiak y por él me enteré que andaban con ganas de reorganizar el MAM. Así que me fui a una reunión, y en el transcurso de la misma, uno de los asistentes, Fernando CLADE, plantea que mi presencia, como ex preso no era conveniente, cosa que me dolió muchísimo, y más cuando esa postura la compartieron Chincho Flores y otros compañeros. Entonces no participé más, porque evidentemente estaban aun con miedo y no querían comprometerse. Y ahora pienso que nunca quisieron hacerlo. Tan es así que cuando el MAM cumplió 20 años, su comisión, Mitchell Gilbart, Chincho Flores y Lechón Kasalaba, hicieron un festejo recordación, en Campo Viera, donde entregaron pergaminos y otras cosas. Incluso invitaron a papá, que nunca participó del MAM, y a Juan Carlos Urbaniz, que vino de Santa Fe, pero yo, que junto a Juan Carlos Urbaniz “creamos” el MAM, no fui invitado. No se si por ser ex preso político o porque nunca me dejé influir por las ideas de Michell ni acepté su forma de “manijear” la organización. Lo que me llama la atención es que esa misma gente, cada 24 de marzo día de la Verdad, la Memoria, y la Justicia, son reporteados por los medios como los perseguidos, como las víctimas de la dictadura y del golpe militar, cuando muchos no fueron ni detenidos, y a los detenidos ni les tocaron un pelo. Al contrario, algunos de ellos hasta negociaban con los milicos para ver quién se quedaba con una camioneta que el MAM tenía como primer premio en su rifa. Esa era su gran preocupación. Y el Francés, que en sus ataques a Pablo y Estela los acusaba de “extraprovinciales”, cuando él no era siquiera argentino, se liberó de la cárcel y la tortura después de charlar con el General Nicolaides, que le facilitó la salida del país. A mí nunca me vino a hablar un general, como 68

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mucho un sargento primero, y siempre con la picana en la mano. Es triste, pero esta es la verdadera historia. Y hay que contarla porque se han escrito muchas cosas que no son muy ciertas, se ha callado parte de nuestra historia y se han publicado verdaderas mentiras sobre muchos de nosotros. Verdad y Justicia Pero después de casi 30 años de democracia, por fin, nuestra Provincia empieza a recuperar la Memoria y la verdadera historia. Estos libros de testimonios de las víctimas de la dictadura cívico militar en Misiones, publicados por el Gobierno de la Provincia, son una prueba de esto, como así también los juicios a los represores. Por fin se busca la Verdad y la Justicia. Actualmente vivo en mi chacra de Colonia Alberdi, agricultor como antes y como siempre, haciendo lo que me da el cuero, ya que sufro de la “sejuela” (se jue la juventud) y sigo haciendo fuerza para que al Gobierno Nacional le vaya bien y siga adelante con el Proyecto Nacional y Popular que quedó trunco en 1976.

*Juan Carlos “Tatú” Berent Fundador del Movimiento Agrario de Misiones Militante Peronista. Ex Preso político.

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Adán, buen compañero, esposo, padre, abuelo. Por Lucrecia Witkaluk Con Adán nos conocimos en Gobernador López, las chacras de nuestras familias estaban lindantes. Desde siempre fuimos compañeros de escuela y además muy amigos. Es así que al llegar a la juventud, luego de dos años de novios nos casamos cuando yo tenía 19 años y el 22. Los dos éramos hijos de agricultores. En Gdor. López tuvimos nuestra primera hija y al año compramos una chacra en Pindaytí, en Aristóbulo del Valle. Fue allí que conocimos a Adelino Ferreyra y su familia, con quien iniciamos una sólida amistad. Alrededor de las chacras sólo se veía monte virgen y en ese lugar empezamos a levantar un galpón todo abierto al lado del camino. Allí dormíamos mientras seguíamos construyendo. Como no había negocios en la zona fuimos a comprar mercaderías a la ciudad y empezamos con un pequeño almacén. Luego construimos una casa y empezamos a plantar té, tabaco, algodón, yerba pero como no tenían buenos precios, al tiempo con Adán decidimos viajar a Posadas en donde él empezó a trabajar en la distribuidora de vinos Caroyense, cerca de la rotonda y cuyo dueño era el señor Marosek. Allí estuvimos dos años. En nuestra chacra le dejamos a un amigo como cuidador de apellido Chemisky y él nos daba a cambio mercaderías. Cuando empezaron a valer de nuevo los productos del agro él nos dijo que volviéramos y la verdad que eso estuvo bueno porque nuestros hijos siempre quisieron volver a Pindaytí. En esa chacra seguimos trabajando con el negocio y él empezó a manejar un colectivo. Luego pusimos un comedor en un terreno que alquilamos y la parada de colectivos estaba en mi casa, allí daba de comer a 8 docentes, además yo empecé a trabajar en el correo. A mi marido no le costaba relacionarse, era muy sociable, muy querido. Estuvimos en esa tarea durante dos años hasta que el dueño de ese terreno donde teníamos el comedor lo vendió y entonces tuvimos que volver a la chacra y allí terminamos nuestra casa y el galpón. En esa situación 71

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estábamos cuando los militares lo detuvieron. La militancia

Concentración de luchadores agrarios

Con Adán, siempre concurríamos a reuniones con Pedro Peczak y con los compañeros del MAM. Adán les explicaba a los agricultores por qué debían organizarse, por qué se hacían los paros. Que les permitiría mejorar el valor de los productos del agro; era impresionante. La gente se mostraba conforme y contenta con todo lo que ellos proponían. En una oportunidad, le dimos alojamiento a un joven que estudiaba en la facultad y que era perseguido por los militares, era flaquito, cabellos castaños y de cutis blanco. Él se quedaba mucho tiempo entre el tungal tocando la guitarra y componiendo canciones. Nunca supe cuál fue su destino. Alguien lo vino a buscar y lo llevaron antes del golpe. Creo recordar que su apellido era Leal. Presente con flores y materiales del monte Luego a Susana Ferreyra también la tuve en casa a la que llegó buscando re72

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fugio. Era una mujer muy amable, se distinguía por su militancia con compromiso, fue una compañera muy buena. Recuerdo que era el día de la madre y a través de mi marido les hice llegar unos dulces a Susana y a Matilde, esposa de Pedro, que yo misma había preparado. Ellas ya se encontraban en un lugar más resguardado. Y muy emocionada, a la noche recibo como retribución un arreglo floral hecho por ellas con flores y materiales sacados del monte que las cobijaba. Era octubre de 1976, después del día de la madre. Una mañana fuimos despertados por los ruidos de autos y botas que pateaban las puertas. Nos levantamos rápidamente y mi marido me dijo “está fea la cosa”. A las patadas abrieron la puerta y de la misma manera a él lo sacaron afuera. A mí y a mis hijos nos dejaron encerrados adentro de la casa. Mis niños eran Jorge de un año, Miguel 12 y Mirta 14 años. Eran las 5 de la mañana, entraron a nuestro dormitorio, tiraron el colchón, tiraron las ropas, tiraban todo, buscando no se qué. Leían cartas de mi hermana y se reían, no encontraron nada. Salieron luego y adentro quedaron algunos. Me pidieron que les de mate, café, yerba, todo. Se apropiaban de todas mis mercaderías. Miré por la ventana, al lado de mi casa había una planta de algodonero que tenía grandes espinas y allí lo vi atado y desfalleciente al Negro Bajura quien pedía agua. Y yo prestamente le contesto “ya te llevo”, y llego a la cocina y me intercepta un militar quien me dice que no lo haga, a lo que yo le digo “no es un animal, es una persona”. Y él me dijo, “piense bien, hoy a su marido lo detienen y usted va a quedar sola y por dar agua a esa persona a usted la van a matar”, y no me permitió darle agua. Y me hizo cerrar la ventana. Luego vino otro militar, quien se burlaba de nosotros, y le retó a mi hijo Tito. En eso escucho que mi marido se quejaba y lo llevaban para atrás de la casa y allí escucho a mi hijo que, con tan solo 12 años, les grita “así como ustedes están judeando a mi papá allá afuera y a ese hombre que le tienen atado a ese árbol, hay un Dios que les va a castigar a ustedes y no te burles” le dijo al que le hacía morisquetas. Luego escuché una voz que decía “disparen”, corrí a la ventana nuevamente y vi a mi marido que corría y le dispararon, y el balazo pegó en un pino que se partió al medio. Mi marido se cayó, lo cargaron a él y a Bajura y los llevaron hasta la chacra de nuestro vecino Geraldo de Oliveira. Era muy triste todo lo que pasaba en ese tiempo. En la ruta veía cómo los militares en grandes operativos los requisaban, tanto a hombres y mujeres, como así también a los que se movilizaban en auto. A los hombres que volvían cansados de sus tareas muy sacrificadas, la mayoría agricultores que los encontraban 73

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sin documento, les decían que corran a buscar hasta su casa los documentos e inmediatamente pegaban un tiro al aire para aterrorizar a todo el mundo. Y les aseguro que lo lograban. Geraldo salió antes en libertad y fue él quien nos avisó que Adelino y Adán estaban detenidos en Posadas y me dijo “Adán está vivo, está bien bañado y afeitado” y que en circunstancias en que se encontraban con las manos atadas y vendados, tomaron sopa en un mismo plato y se reconocieron por la voz. Me alivió la noticia y en diciembre nos enteramos que podíamos verlo en la cárcel de Candelaria, en donde daban por primera vez visita. En esa oportunidad cuando Adán intentó alzar a su hijo de año y medio, lo noté lento y me dijo que estaba fajado porque se cayó de la cucheta y le dolía la cintura. Luego me enteré que en realidad, los guardiacárceles lo sometían a tremendas golpizas y que allí le rompieron tres costillas. Al poco tiempo, al llegar a visitarlo nuevamente me entero que lo trasladaron a la cárcel de Resistencia, Chaco. Durante toda la época de su detención, me puse al frente de la chacra y plantaba tung, yerba, limpiaba los trillos; quedé “cuero y hueso” por las tareas duras que sin descanso realizaba, además de atender a mis hijos. Cada dos meses lo visitábamos. “¡Ay! mi Nati, ahora el abuelo sólo quiere dormir” Estuvo detenido durante un año y once meses. Al recuperar la libertad ya no volvió a ser el mismo. Nunca más pudo volver a trabajar en la chacra, se lo veía enfermo. Ya no era aquel que organizaba los partidos de fútbol que eran muy concurridos. Se encerraba en un mutismo, y empezó a beber con frecuencia. Mi hijo se puso al frente de la chacra y para su familia fue muy triste verlo decaer día tras día a pesar de que lo acompañábamos para que se recupere. Al final de su enfermedad y encontrándose internado, mi hijo fue a visitarle con mi nieta Natalia por quien él tenía mucha debilidad porque era su primer nieta, y él al verla le dijo “ay mi Nati, ahora el abuelo sólo quiere dormir” y se dio vuelta y en ese momento falleció. Fue en el Lucrecia Witkaluk en su casa de año 1992 y el diagnóstico fue cirrosis. Aristóbulo del Valle 74

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Un hermoso recuerdo que tengo fue cuando Pedro Peczak nos plantó dos árboles de nueces, crecieron con mucho esplendor y cuando Adán recuperó la libertad me dijo vamos a cuidarlo como oro, porque eso nos dejó de legado Pedro. La planta nunca nos dio frutos pero siempre se llenaba de flores. Todo lo ocurrido en ese tiempo nunca lo voy a poder olvidar, deseo que nadie vuelva a pasar por eso, ninguna familia y menos ningún niño. Fue algo muy doloroso que nos avasalló a todos.

De izquierda a derecha, Olivia Herculano, Adán Holot, Lucrecia Witkaluk, y Adelino Ferreira el día del casamiento de los Holot.

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“Sentimos tiros y saltamos de la cama. Era un ejército entero…” Por Adelino Ferreira Nací en San Javier y también viví en Bonpland, pero fue en Campo Grande, en donde me crie a partir de los diez años. En 1960, ya hombre, compré una chacra de 30 hectáreas en Pindaytí. Allí nos dedicábamos a la plantación de tabaco, maíz, mandioca, yerba, té y tung, y a la cría de animales de granja. Ya estaba casado con Olivia Herculano con quien teníamos tres hijos, uno de doce, el otro diecisiete y el más grande de dieciocho años.

Adelino y su esposa Olivia con una amiga misionera católica, dedicándose a la tarea rural.

Su esposa Olivia recuerda que “una noche escuchamos tiros en la casa de Holot y nuestros perros avanzaron entre el tungal y veo que el ejército venía por abajo del tung., llegaron a mi casa y preguntaron por Adelino, entraron, lo levantaron y a los tumbos lo sacaron descalzo. Manifestaron que lo llevaban para buscar a uno que estaba perdido y yo ingenua le corrí y le entregué diez pesos por si necesitaba para comer y él nunca vió esa plata. También cuando entraron la sacaron a mi hija Rubina que llevaba nueve meses de embarazo, a los tumbos al igual que a él. Después que se fueron nos dirigimos hasta el potrero de vacas y chanchos que teníamos y nuevamente 77

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otro grupo de militares nos rodearon preguntándonos qué estábamos haciendo. Más atrás estaba la casita del peón que estaba vacía pero ellos rompieron todo. Los jefes nos decían que estaban muertos de hambre porque hacía días que no comían, yo les dije “si usted quiere le ofrezco esta leche que estoy ordeñando”. El teniente Ferreyra, alto y de bigote, agradeció. A la tarde me contaron los más jóvenes que le dio una descompostura y tuvo que correr al baño”. Conocí a ese hombre Gerardo Olivera que estaba a mil metros de mi chacra. Esa noche sentimos tiros y saltamos de la cama. Era un ejército entero. Vinieron a casa bien temprano, me sacaron de la cama, me llamaron afuera, a mi señora y al resto de la familia los sacaron afuera también. De ahí me pidieron para que los acompañe arriba y fuimos a la casa de Adán Holot. Cuando llegamos me pidieron que me siente en el suelo. Cuando me senté me ataron las manos con una piola de motorcito y otro me puso vendas. En el mismo día me alzan en un auto y me llevan a la casa de Olivera. Pensé que estaba muy lejos de casa y en realidad estaba a mil metros. Olivia sigue recordando, “Salí como loca atrás de mi esposo Adelino. Un vecino me dijo que lo llevaban para el lado de Campo Grande, a Gendarmería. Ese mismo vecino me acercó hasta Campo Grande. Al llegar a ese lugar, en mi desesperación fui hasta la casa de mi cuñada que era docente y que tenía auto, le conté de la situación y ella me dijo que el ejército hacía varias semanas atrás estuvo trabajando en su escuela en la localidad de 1 de Mayo y que arreglaron el techo de la misma. Nos dirigimos a Gendarmería con mi cuñada. Sale a atendernos un jefe e inmediatamente lo reconozco, era el mismo teniente que lo detuvo a Adelino, quien rotundamente me negó que Adelino estaba allí y no me aceptó la ropa que le llevaba. Mi cuñada me dice que ese era el teniente Ferreyra que también llevó adelante las refacciones en su escuela. Antes de llevar adelante el operativo en Pindaytí ya andaban por Campo Grande. Pasaron unos días y una tarde llegan los del ejército a la chacra de los padres de mi yerno, Lorenzo Fernández que era guardabosques en cuya chacra se instalaron buscando a Pedro. Ellos luego me contaron que a Adelino lo tenían parado y atado a un árbol de algodón durante todo un día. Nuevamente al frente del operativo estaba el teniente Ferreyra, que se movilizaban con treinta móviles o más. En las noches previas a los allanamientos en todas las chacras, era impresionante cómo ladraban los perros todas las noches por el movimiento de las fuerzas armadas en toda la zona”. Allí estuve y luego me llevaron en un camión hasta el regimiento de Apóstoles 78

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y esa misma noche me llevaron hasta Posadas. Allí había muchos, en el ejército. Sé que era ahí porque desde el piso del camión nos hicieron arrastrar y al llegar al borde me dijeron salte. Al saltar se me cayó la venda y no se dieron cuenta porque alrededor de media hora estuve sin ella. Me agarraron del brazo y me dijeron que me siente cerca del camión. Nos pusieron en un lugar y no nos podíamos mover ni hablar. Había muchísima gente del ejército uniformada dando órdenes y corriendo de aquí para allá, y se sentían gritos que provenían de un caserón grande cercano; desesperados berraban, gritaban pidiendo auxilio. Para eso una persona de allí, cuando advirtió lo de la venda, me regresó la misma al lugar. No pude reconocer a ninguno porque no veía nada. Estuvimos toda la noche a la intemperie. A la noche vino una camioneta encarpada y nos llevó a Posadas. Serían las doce de la noche. Nos trasladan a Posadas en esa camioneta, era un auto chico, seríamos unos ocho o diez más o menos. Llegamos a la alcaidía de mujeres, en jefatura de Policía, y estaba junto conmigo Sabino Mendoza, Adán Holot y Geraldo Olivera. A Holot vi cuando lo llamaron, él estaba sentado contra la pared y lo sacaron de allí y luego desapareció. Estuve alrededor de 21 días. En total ya iban 23 días desde que me agarraron. De ahí me llamaron a los diez o doce días y me sacaron del calabocito. Estábamos vendados y atados. Yo estaba en una pieza de uno por dos y medio, sobre piedras. Ahí dormía. Estuve cuatro días y me sacaron para llevarme a una pieza más grande donde había mucha gente, todos vendados y atados. Ahí estuve unos 8 o 10 días y me sacaron para tomarme declaración. En esta me preguntaron por Peczak y les dije que “según yo sepa no, no lo vi, salvo que haya estado en el monte, pues mi chacra era grande. Pero si hacía un ruido lo iba a escuchar”. Les dije entonces “si es que estaba los invito a que hagan lo que quieran conmigo, pedazos si quieren, vamos a ver a mi chacra”. No me dijeron nada y llamaron a otro que me agarró del brazo y me llevaron a una pieza más grande aún, que estaba llena pero llena de gente. Estuve durmiendo en el piso y por unos cuatro o cinco días sin comer, cuando me trajeron una galleta no podía tragar. No me pasaba. Un día trajeron una cacerola con lentejas, era puro caldo. Pasaban la cacerola y todos tomaban de la misma, tal es así que el pullover que tenía estaba todo lleno de grasa de la comida que chorreaba. El trato en el interrogatorio era tranquilo, me preguntaban serenamente y escribían a máquina. En la Alcaidía me dieron unos golpes porque pedí para ir al baño y no me respondían, entonces un poco exigí para ir y a los socos me llevaron. 79

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El último día me sacaron la venda y me dieron un cepillo para limpiar todas las paredes. Entonces llegó un hombre y pegó unos gritos y me llevaron a la guardia. Me dijeron que me daban la libertad y firmé. Pedí mi plata y me dijeron “Ud. de eso ni se acuerda”. Entonces tuve que salir a pie y sin un peso encima pregunté a la gente cómo llegar al Ministerio de Asuntos Agrarios en donde tenía un amigo llamado Felipe Contreras, me informaron que a unas cuatro o cinco cuadras por ahí, otras por otra dirección. Al hacerlo terminaron las cuadras indicadas y me encontré con un gordo leyendo un diario, este se asustó por mi pinta de loco y me dijo “¿Ud. qué quiere?”. Me indicó muchas cuadras por un camino de tierra. Encontré por ahí a una mujer y cuando le pregunto por el ministerio, no sabía en un principio, y me dijo que por allá hay una casa grande. Al llegar, una portera no me quería dejar entrar hasta que lo hizo. Al encontrar a mi amigo se asustó y me preguntó qué me pasaba. Le conté y me llevó en su auto hasta su casa, donde me cambié. Su ropa me quedaba grande pero me entró una de la señora. Comí y me afeité y me dijo que no salga de ahí hasta que vuelva a eso de las doce y media. Al venir, la señora preparó comida, pero yo no podía comer, no me pasaba la comida. A la señora De Olivera no la pude ver ni en la casa de Holot porque estábamos con los ojos vendados y atados, ni en la casa de ella tampoco. Lo que escuché sí es que a Geraldo lo maltrataron mucho en Posadas y en donde estuvo detenido, y tiempo después falleció. Habrá sido así porque era mucho más joven que yo. Una vez le pregunté por lo que pasó y me dijo “mejor ni me quiero acordar”.

Adelino, su esposa Olivia y su hija Norma en la actualidad.

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Un adiós sin regreso Por Ricardo Hippler * Una madrugada de noviembre de 1976, exactamente no me acuerdo la fecha, nos encontrábamos en mi casa mis hermanos Sergio, con tan sólo seis años, Marta con ocho, Pablo tres meses y yo siendo el mayor con diez años. Estábamos durmiendo cuando un grupo de militares entró en mi casa bruscamente, llevando todo por delante, tirando puertas y removiendo todas las cosas que teníamos, buscando evidencias con el motivo de encontrarlo y acusarlo. Anselmo, nuestro padre, se encontraba trabajando en Puerto Leoni, en la casa de su cuñado Egidio Langer. Los militares al no encontrar nada de lo que buscaban, llevaron a mi madre detenida a Posadas sin razón alguna, quedándonos al cuidado de una vecina amiga de la familia durante unos días, llevándonos luego a la casa de nuestros abuelos paternos. Nos sentíamos muy tristes y desamparados al tener a mamá y papá lejos y sin comprender nada de lo que estaba ocurriendo. Transcurrida una semana mi madre llegó a la casa de mis abuelos en estado de shock y torturada por los malos tratos recibidos al no confesar dónde se hallaba su marido. Es un dolor interminable todo lo que sufrimos al ver a mamá en el estado en el que llegó y la ausencia inexplicable de papá, ya que desde aquel día que se fue de casa nunca más lo volvimos a ver…

*Ricardo Hippler, hijo de Anselmo Hippler (desaparecido).

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Un ejemplo a seguir…y mucho por descubrir… Por Natalia E. Hippler* Como joven, siento un gran interés en compartir todos los conocimientos que tengo sobre este hecho tan inhumano que marcó a la Argentina, el Proceso de Reorganización Nacional, abriendo la mirada que tenemos los adolescentes con respecto a este tema, ampliando así los saberes que se tiene sobre el mismo, ya que considero que poco se sabe sobre lo que ocurrió en ese cruel periodo del que todos formamos parte por el simple hecho de ser ciudadanos argentinos. Soy Natalia, nieta mayor de Anselmo Hippler. Como muchos sabrán y otros no, él fue un militante del movimiento rural cristiano que tomó impulso en Misiones después del Concilio Vaticano II y fundador del Movimiento Agrario Misionero (MAM), la entidad más representativa de los colonos que luchaban por mejores precios de sus productos y condiciones de vida dignas en las chacras. Con mis 19 años de edad estoy cursando el segundo año de la carrera Licenciatura en Trabajo Social en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de Misiones. Creo que existe una razón por la que elegí esta carrera, y es que la misma esta muy relacionada con la política, al brindarnos las herramientas necesarias para que el trabajador social sea un militante activo que responda a las necesidades y dificultades que se presentan en la sociedad. En el mes de mayo del año 2007, el equipo de investigadores de la U.Na.M., encabezado por la historiadora Yolanda Urquiza, pudo ubicar el lugar exacto en el que fue enterrado mi abuelo, según un libro de registros del cementerio La Piedad. Y también encontraron en el Registro Provincial de las personas el acta de defunción, fechado el 9 de diciembre de 1976 en Posadas, que señalaba 83

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que Anselmo murió por hemorragia cerebral. Esta noticia fue un hallazgo importante que acarrea mucha incertidumbre y un sinfín de preguntas sin respuestas, pero que sin lugar a dudas hace que toda mi familia continúe en la lucha por la búsqueda de los restos. Como nieta estoy orgullosa de los ideales que tuvo mi abuelo. Si él estuviera hoy con nosotros, mi sueño sería acompañarlo desde lo profesional con un compromiso ético, apoyándolo en lo que quería lograr. Sufro al oír todos los relatos y experiencias vividas por las victimas de esa dictadura tan atroz, especialmente a mis seres más cercanos como mi papá, mis tíos y mi abuela, que hasta el fin de sus días tendrán lágrimas y dolor que nunca se borrarán. Me da mucha tristeza no poder haber tenido a mi abuelo para que me vea crecer, compartir con él momentos en familia, momentos de alegría como fueron mis 15 años y mi recepción, consejos, risas y millones de momentos que aun me quedan por vivir. Siempre lo tengo presente por más que no lo llegué a conocer, y ojalá que por medio de la justicia se recuperen los restos así, a través de una flor, podamos demostrar todo el cariño que el arrebato no nos permitió brindarle. Sólo pido a Dios que nunca más en la historia de la humanidad se repita esta historia que dejó tantas consecuencias, muertos, desaparecidos y heridas abiertas que jamás se curarán…

*Natalia E. Hippler nieta de Anselmo Hippler (desaparecido).

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Mi abuelo Anselmo Hippler en el día de su casamiento

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Memorias de Beatriz de Olivera Fue en el año 1976, no recuerdo la fecha exacta, pero fue a fines de septiembre, inicios de octubre, cuando a las 6 de la mañana se acercó una camioneta a mi casa. Yo tenía 17 años y vivía en Aristóbulo del Valle, Paraje Mavalle. Me levanté a ver cuando escuché que aceleraba el auto frente a mi casa, pensando que venían a buscarme para una reunión de catequesis, pero en el momento en que me levanté la camioneta se fue. Volví a acostarme. En mi casa estaban mi papá, mi mamá y mis hermanos durmiendo. Había pasado una hora cuando escuchamos que habían llegado dos camiones y la camioneta de los militares. Tumbaron la puerta y nos sacaron a los empujones. A mi papá lo tenían con las manos arriba como si fuera un delincuente. Revisaron todo, rompieron los colchones, tiraron las cosas al piso. Nosotros en ese momento vivíamos en un galpón, porque estábamos haciendo la casa nueva. Mientras rompían todo sólo preguntaban por Pedro Peczak. Cuando se fueron escuchamos unos tiros en la casa de Adán Holot, entonces

Primer vivienda de la familia de Olivera

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mi papá nos dijo a mamá y a mí que vayamos a su casa, que quedaba a 7 km., a ver qué pasó. Mientras caminábamos hacia allá, vimos tantos militares que nos asustamos y decidimos volver a casa. Antes de llegar a nuestra chacra me detuvieron. La zona estaba llena de militares. Ahí supimos que habían encontrado en nuestro monte la carpa de Pedro Peczak y una foto de una mujer muy parecida a mí. A mi mamá la dejaron ir. A esa altura en mi casa, ya habían torturado a mi papá con la picana eléctrica y lo habían golpeado mucho. Me llevaron a la casa que estábamos construyendo y me dejaron ahí encerrada. En ese momento, yo me acerqué a una puerta y vi a Adán Holot en una camioneta y a Leonardo Da Silveira tirado en el suelo, los ojos vendados y las manos atadas atrás. Lo estaban golpeando y pateando. Entonces vi que también Adán estaba atado. En ese momento entraron dos jefes a la habitación donde yo estaba y comenzaron a tocarme. Adán vio y fue hacia el volante de la camioneta y comenzó a tocar la bocina con la cabeza. Uno de los jefes salió y lo golpeó tan fuerte que cayó en el asiento. Cuando este jefe volvió a entrar, me violaron entre los dos. Yo sólo tenía 17 años, no sabía ni lo que era dar un beso a un muchacho y en ese momento me destrozaron la vida. Y me dejaron ahí, sin permitir que me vaya con mis hermanos y mi mamá. Entonces llegaron como 11 camiones militares y tiraban muchísima gente al suelo, con los ojos vendados, como si fuesen animales. Era cerca del mediodía. Escuché que le dijeron a uno: “Vamos a jugar un rato con Zaremba”, y lo llevaron a un monte a 50 metros de mi casa y lo torturaron tanto… con él siguieron todo el día, y el día siguiente, y al otro día, al medio día, lo escuché por última vez. Después vi que lo tiraron en una camioneta, parecía muerto. Desde entonces no lo volví a ver. El ejército estuvo 3 días acampando en mi casa. Eran miles de militares. Nosotros teníamos que matar para los grandes jefes los mejores chanchos, las mejores gallinas y hacerles pan casero y teníamos que servirles… disfrutaban con tanta felicidad. Fueron tres días que se les atendió a los jefes y a los conscriptos, como si estuvieran en su casa o mejor. Después de eso se fueron, antes le dijeron a mi papá que no se lo llevaban porque fuimos muy buenos con ellos, pero que estuviera preparado para cualquier cosa, porque en cualquier momento volvían por él. Pasaron 15 o 20 días y lo buscaron. Quedamos sin saber nada de él, después nos enteramos que estuvo en la jefatura de Posadas. A mi me llevaron también a los poquitos días. Estuve en el destacamento de Pindayti, donde por suerte estaba un amigo de mi papá. Pero igual fui torturada, golpeada y violada reiteradas veces. El amigo de mi papá trataba de esconderme lo más que podía cuando llegaban los jefes y lo único que me pre88

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guntaban es dónde estaba Pedro Peczak, que sabían que yo era su mujer porque era la de la foto de la carpa. Yo les decía que no sabía nada y me decían que no mienta más y me golpeaban. Pasé así 29 días en el destacamento de Pindayti, fueron los peores días de mi adolescencia. Lo único que quiero es que no le pase esto a mis hijos, ni a mis nietos… a nadie, porque es lo mas doloroso en la vida. Una no quiere recordar, pero hay momentos en que no se puede olvidar lo pasado. Por eso pido y digo: que haya justicia para todas las personas que en ese entonces sufrieron tanto. Gente inocente, que no sabía nada, sufrió cosas que no debía sufrir. Por eso quiero que nadie sufra más. Quiero Justicia. A mi papá lo conocían como “Nene”, ese era su apodo. Extraño tanto a mi papá, porque era una excelente persona como hombre y como padre, tenía muchísimas amistades, con todas las personas. Era un buen vecino y me siento tan orgullosa de él porque cuando comenzaron las reuniones del MAM (Movimiento Agrario Misionero), nosotros lo acompañábamos en las reuniones de las colonias y también en las grandes concentraciones que se hacían en Oberá, Campo Grande y otras grandes reuniones en distintas partes. Llegado el momento, él fue el delegado del MAM y los vecinos estaban muy contentos con él porque andaba por todos lados y programaba las reuniones vecinales para hablar del té y yerba mate. Muchas veces lo acompañé a las reuniones vecinales y también a las concentraciones que se hacían en distintas partes. A mi papá lo apodaban “el Nene”, pero su nombre era Geraldo de Olivera.

Geraldo de Olivera (derecha) y su señora en ocasión del bautismo de un sobrino.

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La lucha agraria prendió en mí desde la cuna Por Esteban Stryluk Mi nombre es Esteban Stryluk, argentino, nacido en Los Helechos, provincia de Misiones, el 10 de enero de 1942, casado. Hijo de Stryluk, destacado luchador por la defensa de los intereses del movimiento agrario misionero. Fue uno de los detenidos en la trágica Masacre de Oberá en 1936. Él trasmitió en mí sus nobles ideales. En los años 70, yo era un militante del Movimiento Agrario, y después de Las Ligas Agrarias. Siempre defendía a los colonos, y siempre estábamos reclamando por mejores precios para nuestros productos, trasladaba a los colonos a las diferentes concentraciones o reuniones, como tenía un camión cargaba gente para acercarles a los lugares establecidos. Siempre colaboraba. Haciendo un poco de historia debo contar que ya fui detenido en el año 1972, en la época de la dictadura de Lanusse, por manifestarme y militar a favor de la causa de los agricultores. En el año 1976, yo vivía en una chacra donde me dedicaba al cultivo de productos como yerba y té. Tenía como vecinos a Benish, Máximo Cámara, ambos fallecidos; estaba Baciluk, finado también; Waldemar Espíndola, finado; Carlos Krill, Adolfo Bidoto, Antonio Okseñuk, Máximo Okseñuk, esos eran los más cercanos. Recuerdo a Don Moncho Closs, quien más de una vez fue solidario con la lucha del movimiento agrario proporcionándome combustible gratuito, para el traslado de los agricultores En una oportunidad, iba camino a la Cooperativa limitada de Oberá, con mi camión cargado de tung y en el camino ya se veía el despliegue impresionante de militares en la zona. Al llegar a la cooperativa dejo el camión encolumnado atrás de otros camiones que estaban también esperando turno para bajar sus productos y desciendo. En ese momento otro colono que no comulgaba con nuestra lucha, empezó a los gritos a decirme, “Stryluk ¿cómo estás en libertad?, a Adan Holot y a todos tus compañeros ya los mataron y los tienen colga91

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dos en una planta de tung ¿y a vos todavía no te agarraron?...”. Lamentablemente los mismos productores agrarios que se identificaban con los poderosos, nos delataban ante los militares. Fueron cómplices civiles de la dictadura, esto fue muy difícil de entender ya que nosotros también peleábamos por sus derechos, pero ellos no lo entendieron. Eso fue hasta que vino el golpe militar. Un día yo estaba trabajando en la chacra con los peones, y en eso vienen unos soldados y no me acuerdo si vino algún “capo”. Me dijeron que no sé quién de los comandantes quería hablar conmigo. Ellos me pidieron si podía hacer el viaje con el camión hasta el kilómetro 214, y si podía llevar soldados en el camión. Digamos que en realidad era una orden la que ellos me hicieron, no había lugar para negarse. Anduvimos todo el día con el camión cargado de soldados, y de tardecita volvimos al destacamento de la policía de Pindaytí. Ahí primero que todo, fuimos a traer a una mujer que estaba a unos tres kilómetros de casa. Entonces la trajimos. Recuerdo también que cuando trasladé los soldados en mi camión, fue para hacer el viaje hasta el kilómetro 214, eran muchísimos los soldados y casi no cabían en el camión. La mujer que fui a buscar y trasladé de la casa donde ella estaba hasta el destacamento de Pindaytí, creo que estaba bien, el nombre era Susana Benedetti (me parece que ese era el apellido), y el esposo era de nombre Juan Carlos Berent, quien era del Movimiento Agrario también. Luego me liberaron, fui a buscar a los peones y los llevé a otra chacra que teníamos más al fondo quedándome a dormir en el camión, luego de estar trabajando en la quiebra del maíz con el personal. No sé bien la hora pero alrededor de las 22 hs. o 23 hs. vino un Unimog cargado con soldados, y cuando me di cuenta había algunos de estos que golpearon el dormitorio del camión. Ahí observé que estaba una persona de civil no muy gorda que tenía un sombrero tipo cowboy, que era para sol. Me dijo: “Ejército Argentino señor, baje del camión que nos tiene que acompañar”. Me bajé del camión, subí al camioncito de ellos y vinimos para el destacamento de la policía de Pindaytí. Nos detuvieron más o menos a fin de octubre, el 20 o 30 de 1976, creo que fue esa fecha. Ese operativo lo realizó el Ejército, había muchos Unimogs que decían Ejército Argentino en las puertas. Cuando descendimos en el destacamento ya había algunas personas detenidas, y me ataron junto a otra. Quedamos no se cuantas horas, después nos cargaron de vuelta al Unimog porque tuve que subir por atrás. Ellos ponían unos cajones para que subamos, esto se convertía en un calvario porque todos estábamos atados unos a otros, y era muy difícil subir sin complicaciones. Nos llevaron hasta la comisaría de la policía de Aristóbulo del Valle, enfrente de la Terminal 92

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de ómnibus. Ahí cuando bajé, antes de entrar a la puerta, me tumbaron con fuertes golpes en todo el cuerpo, me vendaron los ojos, y ya no pude ver nada más. Después me llevaron al patio de atrás y de vuelta nos ataron unos con otros. Cuando queríamos dormir nos daban fuertes “tapes” para que no pudiéramos. Toda la noche escuché llantos, gritos desesperados; posiblemente picaneaban a la gente. Hombres grandes maduros lloraban, berraban como animales. Toda la noche estaban trayendo gente, se escuchaba como algunos hacían planes para buscar a más personas. Escuché también a una mujer que gritaba “no, por favor no”…, y por ahí escuché que un hombre le contestaba burlándose y le decía “ah, vos sos fiel a tu marido” y ahí no escuché más. Así pasamos toda la noche. Al día siguiente nos sacaron al sol. Siempre había griterío y había movimiento de autos de todo tipo. Yo por suerte no fui picaneado, recibí terribles golpes, pero en ese lugar había gente que sufrió muchísimo debido a las torturas. También en esta comisaría de Aristóbulo, estando tirado en el piso atado de pies y de manos y con los ojos vendados, me cansé de escuchar a reconocidos personajes que en democracia cumplieron funciones en diferentes organismos y de aquellos que atendían las cuestiones del agro como el Director de Tierras, hoy fallecido, cuando se ponían a disposición de los militares y a quienes felicitaban por la labor que estaban llevando adelante en la zona. Esta complicidad también dolió mucho y nos hacía sentir más desprotegidos. Por esos días sabíamos que en la zona de Pindaytí se encontraba Pedro Peczak. Él estaba en un campamento cerca. Yo nunca vi pero él tenía una carpita por ahí, en la chacra de Da Silveira o Silveira. Junto con Pedro andaba Matilde Zurakoski. Y todo el operativo que realizaron entonces era para agarrarlo a Pedro y señora. Los constantes y terribles interrogatorios que nos realizaban siempre conducían a la misma pregunta, ¿donde se encontraba Pedro Peczak y Sra.? Entre los detenidos que estábamos en la comisaría de Aristóbulo del Valle, estaba mi hermano Miguel Stryluk, Leo Krasuski o Krasuchi, había otro Novakoski, ya fallecido, y que se yo… escuchaba a otra gente pero como andaba con los ojos atados no vi mucho. Si uno quería ver un poquito venía el manotazo. A la tarde nos cargaron de vuelta en un camión, pero me parece que éste no era del Ejército, era particular. Había soldados que agarraban y nos empujaban para adentro, teníamos que ir todos acostados; ya para salir nos taparon como con una frazada grande y así fuimos hasta Posadas. Antes llegamos a la comisaría de Jardín América, esperamos un rato y luego continuamos hasta Posa93

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das. Llegamos de noche. Acá el camión anduvo por tierra y asfalto. Cuando llegamos a un lugar, que no puedo precisar, nos hicieron bajar no se si a todos. En esa parte llegó un momento que tumbaban a cada uno de nosotros y nos querían pasar algo por la boca, luego nos hicieron caminar por unos planchones, y uno tenía que sujetarse por el otro, cuando caía uno caía el otro. Después nos llevaron a otro lado, no sé decir hoy adonde estuve, pero estuvimos muchos días. Ahí había mucha gente lastimada, enferma, había hombres viejos, pedían a la mamá en sus horas de delirio, que por favor le traigan frazadas. Siempre había movimiento. Cuando nos daban de comer nos daban comida muy caliente y teníamos que comer rápido, queríamos agua y no nos daban. Había gente que tenía que tomar remedio y pedía que le dieran pero nunca le dieron nada. Una noche uno me mostró la mano y tenía todo cortado los tendones, y me decía que si tenía conocidos les pidiera algún remedio. En ese lugar parece que no “judeaban” a la gente. Había movimiento de agua, ruido a agua, y parece que alguien gemía pero gritos ahí yo no escuché. En varias partes nos llevaban por arriba de tablas y nos decían que tengamos cuidado que podíamos caer. También nos hicieron firmar, pero nos desataban las vendas y no sé qué firmábamos. Después nos soltaron, pero antes nos dieron orden de que todo lo que había escuchado y visto no teníamos que contar a nadie, ni a nuestra mujer, porque si hablábamos íbamos a volver a donde estábamos detenidos y no íbamos a hablar más. Había un viejito llamado Demato. El pobre no sabía nada, esto fue en Aristóbulo del Valle; él tenía hemorroides, y había una orden del Ejército que no tenían que vender sin receta o avisar cuando alguien quería comprar remedios para esa enfermedad, ya que nuestro referente del movimiento agrario Pedro Peczak, sufría esa dolencia y estaba en la clandestinidad. Y es así que cuando él estaba todavía en la farmacia le empezaron a hacer preguntas, y el tenía vergüenza. Le preguntaron si le dolía la cabeza y dijo que sí. Bueno a ese señor le pegaron mucho, le dieron tanto lazo. Cuando estábamos en Posadas venía alguien, le tocaba el hombro y le preguntaba cómo se llamaba y él respondía Emilio Demato; le decían “voce es el que mató en el Brasil” y ahí él se ponía a llorar, y pedía por favor que no le peguen más porque le dolía todo el cuerpo; cuando ellos le tocaban nomás, él ya se ponía a llorar. Después de que salimos ya nadie más molestó. Emilio Demato ya falleció hace seis u ocho meses. Otros que también estuvieron detenidos en Posadas, no todo el tiro pero por momentos, fueron Ferreira Adelino, Sobol Sergio, un día o dos aparecía a veces mi hermano, estaba un tal Geraldo de Oliveira, otro militante agrario que fue terriblemente torturado, que cuando recuperó su libertad, más o menos al mes, murió. 94

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Esteban Stryluk y su esposa Hilda Runge. Al fondo el tinglado en donde se realizaban las multitudinarias reuniones convocadas por Pedro Peczak.

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Que nunca más pase esto Por Eladio Benitez* En 1975, a mediados de junio, conocimos a unos compañeros que venían buscando refugio a nuestros hogares, perseguidos por los militares que decían que eran terroristas, pero la verdad es que eran personas que defendían a las personas pobres. La compañera era Ester Cabral, era de Córdoba. Ella y su marido fueron detenidos con mi papá a mediados de febrero, entre el 11 y el 14 de febrero de 1977. Ester tenía una beba de 7 meses, cuando la detuvieron, que se llamaba y se llama Nori. Hoy tiene 30 y pocos años y vive en España. Detuvieron a mi papá, a Ester y a otros compañeros, a los que conocí más tarde, cuando me detuvieron a mí. En 1976 yo era un adolescente, tenía escasos 16 años. Mi padre, Julio Benítez, era dirigente del Movimiento Agrario Misionero, el MAM, en Bondpland: era el delegado del núcleo de base. A mí me detuvieron después. Cumplí 17 años estando detenido en Bompland. Ahí me golpearon, pasé hambre, y me torturaron. Porque eso son, torturadores. Después me llevaron a Posadas y allí los encuentro. A la compañera Ester Cabral, a mi papá, a Cipriano Duarte, a Víctor Rolando Puntín, que es un compañero desaparecido, y a otros. Duarte me contó que entre tantas torturas que sufrió, en una oportunidad le reventaron los dos testículos de una patada. Otras cosas no me quiso contar, eran demasiado terribles. Yo conozco los lugares donde estuve detenido. Como la sala de tortura del Departamento de Información, pegado a la Jefatura de Policía de Posadas, donde estuve todo el tiempo que pasé detenido. 97

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En total fueron 42 días, pero para mí, como siempre digo, fueron 420 años. Y quedé traumado para el resto de la vida, porque escuchaba torturas, recuerdo a una chica que todavía tengo grabada en la mente, que no lo puedo borrar. Era una chica petisa, gordita, trigueña, con un pantalón de jeans, y la tenían atada en un sillón peor que animal. También conocí algunos de los torturadores, pero no por nombre. A mi padre lo detuvieron en febrero de 1977, y en junio del mismo año lo mataron. Después de 30 años, el compañero Enrique Peczak estaba averiguando dónde estaba la familia de Julio Benitez. Escuché eso y fui a verlo y Enrique me dijo que mi padre había fallecido en sus brazos, en la Cárcel de Candelaria. Según decían los represores había muerto por un edema pulmonar agudo, pero todos sabemos que murió como consecuencia de las torturas. Cuando fui a Candelaria a pedir explicaciones, nadie quiso decir nada. El propio director de la penitenciaría federal se negó a darme información, y peor fue cuando dije que era el hijo de Julio Benítez. El que firmó el acta de defunción fue un doctor Roque Mendoza. Él debe saber la verdad. Después de conocer a Enrique Peczak conocí también a la familia Franzen, a Graciela, a la hermana, a la madre, y allí empecé a hacer las denuncias. Yo ya he declarado en una causa, y seguiré haciéndolo en otra, provincial. Volviendo a mi padre, él era delegado del MAM, en Bonpland. Yo era muy chico, pero recuerdo que él salía mucho, se reunía con otros compañeros, siempre se estaba moviendo. A mi padre me lo entregaron el 11 de junio de 1977, en cajón soldado, que tuve que abrir. Tuve que poner pecho de hombre para abrirlo. Me tuve que poner muy duro con ellos para que me dejaran abrirlo. Decían que no, pero queríamos saber si era realmente mi padre. Y era. Está enterrado en Bonpland. 98

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Entonces yo no entendía mucho, pero si hoy tengo que enfrentarlos, a los represores, les digo la verdad en la cara, porque siguen mintiendo. Tratan de taparse unos a otros, pero son igual que gato manco, hace caca y no la puede tapar. Yo quiero que nunca más suceda esto, porque es algo muy triste. Conocí a una compañera de Oberá a las que le torturaban hijos de 12 años, que tiene el marido desaparecido. Cosas terribles, muy tristes. Por eso digo: Que nunca más pase esto. Nunca más. Este es todo mi testimonio.

*Eladio Benitez es hijo del militante del Movimiento Agrario de Misiones, Julio Benitez, asesinado en la Cárcel de Candelaria.

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Celestina Por Celestina Santiesteban* Llegué a la Argentina, desde mi país natal el Paraguay, desde donde salimos corridos por la Revolución ya que éramos una familia febrerista opositora al régimen imperante strossnista. Nos asentamos en una chacra que estaba en Pindaytí, Aristóbulo el Valle, allí crié a mis14 hijos con mucho sacrificio pero nos sentíamos felices ya que en los años setenta la vida de todos los vecinos era calma. En este lugar vivimos durante 50 años y aun hoy la familia conserva la chacra. Aprovechábamos los días sábado y domingo para visitarnos y además para cumplir con nuestros ritos religiosos, en la zona existían iglesias católicas, luterana, Pentecostal, nosotros concurríamos a la católica capilla virgen de Fátima. “En cuanto a papá, el era afilador de aserradero y venia a casa normalmente un fin de semana por mes- siempre trabajó lejos en esa época trabajaba en colonia Londero tengo entendido, hoy cerca pero en aquella época era lejos. Enterado lo que estaba ocurriendo decidieron que no volviera por Pindaytí, por un tiempo y así fue. Regresó después que los milicos levantaron el campamento. Después toda su vida se dedico a su oficio con esa rutina de venir poco por casa, hasta que en el año noventa y cuatro abandona esa actividad y se instala en la chacra nuevamente, para entonces ya estaba solo mi hermano Cesar en ella y fallece a los 79 años en el 2005”. “El año 78/79 entró a Misiones la compañía Nobleza Picardo, impulsando las plantaciones intensivas de tabaco rubio (Burley) y oh casualidad!! a los productores que tenían algo que ver con el MAM, o que tenían militancia política en el peronismo no les permitieron plantar ,sí lo pudieron hacer los otros, constituyéndose un acto discriminatorio tan naturalizado en esa época”, aporta Dardo otro de los hijos de Celestina quien es referente de la Federación de Tierra y Viviendas (FTV ). Los curas venían al pueblo para dar misas y bautismo y mis hijos casi todos fueron catequistas. A cuatro kilómetros se encontraba la escuela más cercana en Colonia Mavalle, 101

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hasta allí todos los días concurrían caminando los niños del sector de Pindaytí donde viviamos. Eran momentos de mucha lucha por los intereses de los agricultores y la misma estaba liderada por Pedro Peczak. “Recuerdo que éramos once hermanos quienes solos, conformábamos un equipo de fútbol. Carlos Barrios era el Director de la Escuelita de Mavalle y la cooperadora era la que organizaba los campeonatos llamados de Papi fútbol en coincidencias con las fechas de festejos patrios, en varias ocasiones con nuestro equipo nos llevamos el pozo que estaba en juego”, acota su otro hijo Delfino Torres. Delfino mi hijo, en ese entonces era sindicalista y con 19 años de edad trabajaba en el Sindicato de la madera en Eldorado además era delegado de la fábrica Cafetti SA cuyo presidente era Pedro Lezcano. Vivíamos enfrente de la chacra de Geraldo de Oliveira, en Pindaytí y en esa época lamentablemente había agricultores que hablaban de más y de cosas que imaginaban y por ese motivo cayeron colonos sin saber porqué, en razón de lo que la gente decía sin saber.

Casa de la familia de Celestina en su chacra de Pindaytí.

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Todo era riesgoso desde que se instaló la dictadura, había que saber seleccionar con quien te juntabas, con quien hablar y sobre todo quien no era recomendable. Había muchos informantes gente que trabajaba solo para eso. Estaba clareando un día, cuando el ejército con centenares de hombres invadió la casa de nuestro vecino Adán Holot y perfectamente se escucharon los tiros . Sabíamos que Pedro Peczak, estaba refugiado en las chacras de la zona, no sabíamos en cual, él estaba en un lugar estratégico cercano a todas las rutas. Delfino recuerda que “no había un motivo cierto, las razzias que llevaron adelante los comandos no perdonaban a nadie”. La zona de comando la establecieron en Pindaytí y desde allí operaron en toda la zona para reprimir a todos los luchadores de las Ligas Agrarias. Yo me encontraba sentada en mi casa, dando de mamar a mi hijo más chico cuando en horas de la mañana siento algo frío y era un milico que me apoyaba el fusil en la nuca, mis otros hijos por suerte estaban dormidos en el piso, pero uno de ellos al verlo se escondió debajo de la cama. Entraron muchos milicos adentro de mi casa y daban vuelta los colchones, corrían las camas revisaban todo, yo había enterrado muchos libros de Perón en una capuera. Hoy lamento mucho no haber podido salvar esos libros Creo que el socialismo esta muy cerca del evangelio, pero los que no estaban de acuerdo con los militares fueron diezmados. Mi hijo Delfino había cumplido con el Servicio Militar y cuando tenía 23 años fue detenido junto a su hermano Mauro de 17 años. “En principio nos llevaron al Destacamento de la Policía en Pindaytí y de ese lugar recuerdo que tenía un piso de madera con grandes agujeros y abajo tenían atados perros guardianes que gruñían permanentemente. Allí lo vi a Geraldo de Oliveira que fue atado con mi hermano. Recuerdo a un policía de apellido Báez y otro Fariña. Nos decían “comunista te vamos a matar”, allí también me colgaron del cuello que por mucho tiempo me dejó huellas imborrables. Ellos se pasaban tomando tereré y truqueaban, en una oportunidad un guardia me reconoce y simula pegarme y un teniente que advierte esto me pone una capucha y me golpea en el hígado con una cachiporra”. Luego a mis hijos los trasladan a la Comisaría de Aristóbulo, en donde los tenían aislados, allí también lo tenían detenido al maestro Malosh que era director de la Escuela 178 y a quien lo habían encontrado un mimeógrafo. “También estaban Olivera, Holot, Ferreira. Después quedamos mi hermano y yo, había soldados rasos que se encargaban de relajarnos permanentemente y sin embargo había otros que se solidarizaban y a escondidas nos daban 103

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comida y cigarrillos a muchos los conocíamos ya que éramos una familia que nos dábamos con todos. Cuando me acuerdo de esa historia no encuentro respuesta ante tanta sinrazón, ya que éramos todos colonos que adheríamos a las ideas de Peczak que era un gran predicador y llevaba a la acción esa prédica” relata Delfino. De Olivera fue a cortar maderas en el monte de su propiedad cuando los milicos avanzaron tirando tiros al aire, al final sale Geraldo y allí nomás fue brutalmente torturado, lo picanearon sobre una mesa, su hija Mili lloraba debajo de la mesa y sus otros hijos de 12 y 14 años que se acercaron corriendo también fueron golpeados. Era muy triste todo y yo trataba de ponerme fuerte, pero todo el terror que ellos provocaban era por lo que veíamos a plena luz del día, como cuando tomaron la casa de Geraldo de Olivera y en donde se enseñorearon de todo, su señora y su hija Betty, según loque luego nos enteramos debían cocinarles todos los días para lo cual las obligaron a matar sus propios animales de granja. Luego en la misma chacra se instalaron en el galpón y desde la calle se podía ver como los tenían atados en el suelo con un calor insoportable, vimos a Fernández a Barrios, a Bajura lo llevaban a torturar en el monte de enfrente de Olivera, era común escuchar los gritos de los torturados en plena luz del día, se escuchaba en el aire como llamaban a sus madres y también sus gritos de socorro, todos estaban con los ojos vendados. Un día llega a mi casa el Padre Federico Brisio y dijo que no me preocupe que mis hijos iban a volver, cosa que se cumplió tiempo después. El era el Capellán de la Policía. Creo que los niños y jóvenes deben crecer sabiendo lo que ocurrió en tan trágica historia, no hay explicación que justifique tamaña represión cuando ya en el año 1975, las organizaciones armadas estaban diezmadas. Les aconsejo que lean los libros, es apasionante ya que a través de la lectura se logra tener conocimientos, les pido que no miren solo lo que en televisión Tinelli presenta, sino que para aprender se debe investigar más sobre lo que pasó, para que a ellos ni a sus hijos les vuelva a pasar, muchas cosas ocurrieron por el desconocimiento del pueblo y un pueblo que ignora no está exento de repetir errores. Hoy con 78 años, sigo trabajando de modista con muchas ganas en San Pedro y al finalizar la jornada me pego un baño y tengo tiempo de mirar el programa 678 que les aconsejo que lo miren ya que a mí mucho me gusta y además enseña. 104

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Celestina Santiesteban y su hijo Delfino Torres.

*Celestina Santiesteban 78 años 14 hijos - modista en San Pedro - Misiones El cartel que anuncia las tareas que realiza Celestina y que preside el frente de su casa reza “TALLER DE COSTURA SANTA PAULA” Remiendos, composturas, colocación de cierres, costuras en general. Paula era su abuela materna originaria de una comunidad indígena de Santiago Del Estero.

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Peczak Extraído del libro “Viñetas del Monte del Ñacanguazú” Por Antonio R. Faccendini* “Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que luchan por la libertad de su patria” había sugerido José Martí desde la soñada Cuba. Y es cierto que parecen agraciados aunque no lo fuesen. Es el fulgor de genio y de talento que trasciende sus figuras lo que los hace destacables. La mediocridad huye despavorida ante apenas sus nombres. Oreste Pedro Peczak no estaba luchando por su patria. O quien sabe: clamaba justicia para con los pequeños y medianos colonos de Misiones. En esa, su pelea, era emprendedor y valeroso, tenaz y contendiente. Y eso lo hacía parecer espléndido. Llegó una tarde a nuestro pequeño mundo de Ñacanguazú, un sábado de fines de noviembre de 1971, con el objetivo de pedirnos el espacio físico de la escuela para realizar una de sus tantas reuniones donde congregaba a la gente de las chacras para convencerlos de la necesidad de bregar unidos por la causa común de vivir con dignidad. Se presentó con humildad, pero sus ojos tenían el brillo distintivo de la fuerza interior que lo animaba. Delgado, con la esencia gringa aflorándole en el rostro y en el habla, era un colono más. Bastaba un vistazo hacia sus manos para advertirlo agricultor. Se presentó con modestia, con respeto. Con el recato de los grandes. Su trabajo gremial había trascendido en poco tiempo: su prédica resultaba convocante. Su discurso convincente. Sólo pedía el lugar desocupado de un aula por la noche. ¿Cómo negarle a un líder natural de masas un edificio que sus propios pares habían levantado y les pertenecía por derecho propio? Cargamos nuestro farol con suficiente combustible para alumbrar la oscuridad del monte donde habría de brillar con luz propia el caudillo más tenaz y singular de la causa agraria de los misioneros. Llegaron los colonos a escucharlo y a exponerles sus dudas y planteos. A expresarles sus incon107

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dicionales adhesiones. Nosotros mirábamos desde la puerta, como a hurtadillas. Era tan grande la fuerza de sus convicciones, tan claro su mensaje, había tanta solidez en sus argumentos, que persuadía en su intento de sumar voluntades a su causa. Nos sentíamos intrusos y nos hubiera gustado poder mimetizarnos para ser uno más en la empresa y en la doctrina que crecía por donde este sembrador pasaba. Mucho después nos dimos cuenta que podríamos haberlo sido. Pedro Peczak era admirable. Un luchador nato que estaba ahí, personalmente, hablando con las bases de su movimiento en el mismo lenguaje de la gente que lo aceptaba y que lo seguía. Tenía un ideal, y el rumbo de su barco apuntaba a esa estrella. Su enjuta figura no importaba. Era una bandera echada a volar por los yerbales, que florecía en el tung, que armonizaba los líneos de los teales, que cobraba vida en el pan horneado por las “chacareras” y que se compartía en las mesas de la gente mansa, simple, sana del interior de la Provincia. Esto también nos deparó el monte de Ñacanguazú, el haberlo conocido, aunque más no fuera circunstancial y brevemente. Cuando las fuerzas militares de la represión irracional e injusta segaron su magnífica siembra, cuando acallaron cobardemente su voz y su prédica en víspera de la Navidad de 1976, después de someterlo a las más infames torturas y se conoció su martirio, volvieron a florecer en nuestra memoria aquellos instantes casi efímeros de la presencia trascendente y magnífica de quien había, como señalara José Ingenieros, puesto “la proa visionaria” hacia nobles ideales y nos señalara a todos, un camino que aún falta recorrer.

*Antonio R. Faccendini Nació en Victoria, Entre Ríos 20/04/1939 Falleció en J. América, Misiones 17/08/2003 Escritor, Docente y militante político

Antigua fachada de la Escuela de Ñacanguazú.

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Tío Pedro: Inolvidable. Así lo recuerdo yo Tengo la enorme bendición de ser la sobrina de Pedro Peczak. Haberlo conocido y disfrutado es uno de los mejores recuerdos que conservo de mi infancia. Siempre aparece en mi mente -cuando lo nombro- su mirada intensa, con esos ojos expresivos que hablaban de su alma, de su ser; su sonrisa increíble, arrolladora, que me alegraba, y me transmite -aún hoy- una profunda seguridad y confianza. Recordarlo llena mi ser de júbilo, porque él era así: pura vitalidad, puro amor, en el decir y en el hacer, con vocación de servicio, carisma, una increíble locuacidad y una reverencial coherencia entre su decir y su hacer. Poseía la plena convicción de que su tarea, su compromiso con el prójimo era su oportunidad para construir un mundo mejor. Lo quise con todo mi corazón: verlo llegar era una fiesta, me abrazaba, me animaba, se interesaba por todo lo que yo hacía. Su interés por los otros era mayor al que tenía por sí mismo: así fue que murió como un mártir. La última vez que lo vi, viajando hacia Buenos Aires, lo llevamos a él y a su amada Matilde hasta Oberá, desde la chacra. Recuerdo la despedida llena de abrazos y besos y luego, sus figuras alejándose por la vereda; iluminados por el sol que recién se asomaba. Eran los primeros días de marzo del ´76. Nunca más lo volví a ver, pero “...llevo su corazón conmigo, lo llevo en mi corazón...”

Carmen Liliana Stul Peczak Los Helechos, Oberá, Misiones Febrero de 2010.

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Enrique y la cosechadora de té Peczak Hnos. Por Lic. Carlos Titus Peczak* Cuando en el libro anterior me tocó el honor de escribir sobre Pedro, los pensamientos y las imágenes que tenía sobre él parecían más claras y cercanas. No me pasa lo mismo cuando tengo que hablar sobre Enrique porque se me bloquean las palabras y los recuerdos. Será que no podemos entender que ya ha partido a la casa del Padre y que no está físicamente con nosotros. Cuando hablamos de Enrique nombramos muchos adjetivos, muchas palabras: tío, hermano, compañero y sobre todo amigo incondicional, de los que hay muy pocos, del que nunca te defrauda ni en las buenas ni en las malas. Ese era Enrique, el chacrita, el loro, el cosaco o el cumpa. Todos lo conocieron públicamente cuando salió en libertad en diciembre de 1983 cuando la Democracia se asomaba y después de 8 navidades de ausencias y dolor volvía a los brazos sufridos y débiles de su mamá, Doña María, que esperó partir para verlo volver. Mis recuerdos siempre vuelven a Las Quinientas, la colonia de la alegre niñez de los montes y de los nuevos rozados. Al lado de la chacra de nuestros padres, Esteban y Maria Luisa, estaba la chacra de Juan Peczak, mi padrino que todavía era soltero. A él lo venían a acompañar en las duras tareas sus hermanos Miguel Olinto y Enrique. En los ratos libres me escapaba para estar con mis tíos. Cruzando el monte y el yerbal, llegaba al galpón donde vivían para molestarlos un poco y para leer los “Patorucitos”, que estaban de moda. A pesar de su humildad y su permanente laboriosidad siempre tenían algo para leer. Que seguramente fue la gran herencia del abuelo Cirilo, inmigrante ucraniano y gran lector. Como Enrique leía las revistas denominadas “Así” y “Ahora”, me enteré de dos acontecimientos: fue ejecutado un tal Che Guevara en la selva boliviana en 1967 y que tres astronautas realizaron el viaje a la luna en 1969, y que a pesar de que recién comenzaba la primaria quedaron imborrables en el recuerdo. 111

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Cuando el hermano mayor, Juan, con su esposa Luci, se fueron a Bs. As., quedó el tío Olinto a cargo de esa chacra y Enrique con Pedro se dedicaron a cosechar el té en la chacra de Los Helechos y con la cosechadora recorrían las chacras de las colonias haciendo tareas complementarias para aumentar sus ingresos. En la foto (cosechadora) se ve con claridad cómo dos de estos hermanos, colonos

Pedro Orestes Peczak y su hermano Igor Enrique en la tarea de cosecha.

pobres, descalzos, pero con mucha alegría y entusiasmo recorrían las colonias haciendo un servicio importante a sus vecinos y conocidos. Al margen de las monedas que podían ganarse, lo hacían por su gran espíritu sensible y solidario que nadie pudo olvidar. El 8 de febrero de 1970 falleció en Jardín América Olinto Iaroslav, por lo tanto Pedro se tuvo que hacer cargo de la chacra en Oasis. Enrique recibió la visita de dos dirigentes del Movimiento Rural Cristiano (MRC), JC Berent y Antonio Hartman y juntos fueron a visitar a otro joven llamado Alberto Krujoski, que vivía en Florentino Ameghino. Juntos organizaron una reunión con los colonos de la zona de Los Helechos. A esta primera reunión Enrique no asistió pero sí había llamado a Pedro, quien en esa época trabajaba en su chacra de Jardín América. Los jóvenes dirigentes del MRC anunciaron que en una semana se realizaría la primera asamblea donde se elegiría una representación de los pro112

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ductores. Pedro fue elegido delegado y días más tarde miembro suplente de la CCC del MAM, que fue formalmente constituido en el salón Kasner del km 0 de Oberá. El 28 de agosto de 1971, nada volvería a ser como antes. Fueron tiempos de luchas, victorias, derrotas y dolor. A los pocos días de su creación el MAM organizó la primera manifestación en Oberá, con más de 4000 agricultores. Enrique participó en esta concentración frente a la CALO (Cooperativa Agrícola de Oberá) y lo que le sorprendió fue la presencia de Monseñor Jorge Kemerer, Obispo de Posadas y la respuesta de la gente por participar, a pesar del temor a lo de la Masacre de Oberá del año 1936. Mientras Pedro formaba parte de la CCC MAM, Enrique en la chacra junto a su madre Doña María Derkach y su hermano Miguel proseguían con dedicación realizando las tareas agrícolas. Sin embargo nunca dejó de acompañar a Pedro durante su trayectoria en el MAM (1971-1974) y en las Ligas Agrarias Misioneras desde 1974 hasta el 1976. También participó activamente en la campaña electoral de 1975 apoyando a la fórmula de la alianza Tercera Posición Partido Auténtico, Agustín Teofilo Puentes – Pedro Orestes Peczak, para gobernador y vice. Como resultado de estas elecciones fueron elegidos diputados Juan Figueredo (desaparecido) y Pablo Fernández Long. Alegre y entusiasmado, Enrique colaboró con los preparativos del casamiento de Pedro y Matilde, el 24 de enero de 1976, sin imaginar que dentro de dos meses vendría el golpe de estado del 24 de marzo que dio comienzo a la sangrienta dictadura genocida. LT13 Radio Oberá, además de los comunicados y marchas militares, advertía a la población que denuncien entre otros el paradero de Pedro Orestes Peczak, quien tuvo que buscar varios escondites junto con Matilde en Apóstoles, Oberá, Colonia Seguín, Colonia Las Quinientas, Puerto Leoni, Campo Grande, Pindaití y Panambí. Cuando Enrique se dio cuenta de la gravedad de la situación, envió a su hermano Miguel a Buenos Aires en donde se encontraban Inés y Margarita, sus otras hermanas. Trató de proteger a la querida Baba María y organizó una red para acompañar y socorrer a Pedro y Matilde que habían pasado a la clandestinidad para proteger su vida, ante la gravedad de los hechos ya conocidos. Fueron intensas y peligrosas jornadas de caminatas y viajes con la finalidad de contactarse con compañeros, tanto de Posadas como del interior, para trasladarlos y protegerlos corriendo siempre riesgo su vida. El 15 de octubre de 1976, un gigantesco operativo de fuerzas conjuntas irrum113

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pió en casa de Enrique que fue detenido junto con Jorge “Paco” González. Ambos fueron atados, vendados y torturados salvajemente desde el mediodía hasta el atardecer, ante la desesperada e impotente mirada de Doña María, su madre. Los torturadores los interrogaban pidiendo informes sobre la ubicación exacta de Pedro y detalles referidos de la evacuación de dirigentes de Posadas hacia el interior de la Provincia. Para la práctica del submarino, aprovecharon una planta de tung que estaba al lado de la casa, los colgaron desde allí y los introducían boca abajo en un tanque con agua. Ese día comenzó el calvario de Enrique y de tantos compañeros que duraría 7 largos años y 75 días. Varias horas más tarde fueron detenidos entre otros, Carlos Negro Bajura, Sergio Sobol en Los Helechos, Esteban Titus, Juan Peczak y Pedro Tarasiuk, estos tres últimos de Jardín América. Fue trasladado a Posadas y en un periplo interminable de torturas, pasando por Jefatura de la Policía de la Provincia de Misiones, la Policía Federal, y en distintos lugares del interior de la Provincia como Campamento Acaraguá, acompañados por golpes, picana, hambre y sed. El 5 de noviembre fue llevado junto a otros compañeros a la Unidad Penal 17 de Candelaria, siempre acompañados de brutales golpizas y torturas como se pudieron comprobar en los testimonios escuchados durante los juicios realizados en el Juzgado Federal de Posadas, en el año 2009. Fue en Candelaria cuando se enteró la amarga noticia sobre la detención, torturas y asesinato de su hermano Pedro Peczak en el regimiento de Apóstoles, a mediados de diciembre de 1976. Siempre recordaba Enrique que un anciano paraguayo, preso en la U17, llamado Julio Benítez, murió en sus brazos como consecuencia de las torturas recibidas. Después de Candelaria comenzó su peregrinar por diversas cárceles del país: la U-7 de Resistencia, La Plata, Coronda. En agosto de 1978 otra vez a Resistencia para ser sometido, junto a otros compañeros, al Consejo de Guerra que lo condenó junto a Carlos “Negro” Bajura a 22 años de prisión. Desde Resistencia, otra vez a Coronda, luego a la Nº 1 de de la Av. Caseros y a la U-9 de La Plata. Cuando Enrique se encontraba en La Plata, teníamos la oportunidad de visitarlo una vez por mes. Recuerdo que se había organizado la Comisión de Familiares que funcionaba en la casa de los padres de Pedrito Ávalos, a pocas cuadras de la Plaza Once, donde su madre Doña Laura Varela nos orientaba y ayudaba para realizar los trámites y proveía los recursos para visitar a los compañeros presos. Finalmente con la apertura democrática de 1983, Enrique, junto con los de114

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más presos políticos fueron trasladados desde Villa Devoto a Candelaria, desde donde recobraron la libertad. Todos los hermanos y sobrinos nos reunimos en la casa de la Baba María para darle la bienvenida a Enrique, que había sobrevivido, gracias a Dios, al horror de los centros clandestinos y de las cárceles y de los torturadores. De esa terrible pesadilla sufrida en cuerpo y alma, habían pasado 7 años, 2 meses y 15 días. Su madre, sus familiares y su gente los esperaban con los brazos abiertos. A pesar de las torturas, el dolor y la indiferencia, tenía fuerzas, convicciones y mucho amor para compartir. *Lic. Carlos Titus Peczak Sobrino de Enrique Peczak. Docente: Esc. Nº 1 Leandro N. Alem. Bachillerato. Polivalente Nº 25 Pto. Leoni. Escuela de Comercio Nº2 Jardían América. ISFDC Jardín América.

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“¿Dónde está Peczak?”, preguntaban Por Juan Cieplinski*

Un día de octubre del año 1976, yo estaba en el almacén de mi hermano José cuando de pronto vimos que entraron cuatro hombres armados que eran del ejército. Dijeron que nos quedáramos tranquilos que iban a revisar el almacén y la casa. Buscaban armas guardadas y finalmente no encontraron nada, pero a mí y a mi hermano José nos vendaron los ojos y nos esposaron. Nos llevaron al campamento de los milicos que estaba ubicado en la ruta 8 a orillas del arroyo Acaraguá y nos ataron de las manos contra un árbol. Así estuvimos hasta la noche. Cuando oscureció, nos cargaron en una camioneta esposados de manos y pies acostados en el piso de la misma. Llegamos a Posadas y nos llevaron al Departamento de Informaciones, en de la Jefatura de la Policía. Preguntaban si sabíamos dónde estaba Pedro Peczak; por cada pregunta corría la picana, además de trompadas y patadas y cada toque de electricidad que daban era un grito. Así pasamos diez o doce días; cada vez que llamaban a declarar corría la picana. Mi hermano José salió a los doce días, y yo con otros compañeros pasamos a la cárcel de Candelaria. Allí estuvimos cinco meses aproximadamente. A los compañeros los sacaban afuera de noche y los maltrataban. Una madrugada los guardias de la cárcel nos dijeron que preparemos las cosas. Fuimos juntando nuestras ropitas y quedamos a la espera. No sabíamos qué iba a pasar. Éramos dieciocho los que estábamos ahí; algunos eran jóvenes de entre 16 y 18 años y otros de bastante edad. Temprano a la mañana, nos esposaron de las manos de a dos y nos llevaron a un colectivo sin asientos. Sentados en el piso y con las manos en el cuello, nos llevaron al aeropuerto. Fuimos metidos en el avión y de nuevo nos hicieron sentar en el piso y atados con una cadena teníamos que mantener las manos en el cuello. Así llegamos a la cárcel de Chaco. Era diferente la situación porque éramos cien en un pabellón donde estaban organizados todos. Toda la plata que mandaban los parientes iba a nombre de uno que hacía las compras de yerba, taba117

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co, azúcar y algunas otras cosas más, y se repartía por igual entre todos. Teníamos nuestro momento, de 8 a 9 AM, para tomar mate y contarnos cosas. De noche, a eso de las 21 hs., nos encanutaban de a dos en las piezas y no podíamos salir hasta las 6 del otro día, momento en que abrían de nuevo las piezas para que vayamos al baño y para tomar nuevamente nuestros mates. Yo con otros cinco compañeros salimos en libertad a los 2 meses y 15 días de estar allí. Así pude llegar a mi casa, ver a mis hijos y a mi señora. Otros compañeros fueron más maltratados y volvieron a sus casas recién a los 2 años. De aquella trágica historia creo que fue una lástima que Pedro Peczak no aceptara irse a Brasil cuando le propusieron, el prefirió quedarse junto a su gente, fue una gran persona y por sus ideales entregó su vida.

*Juan Cieplinski Luchador de Las Ligas Agrarias Ex-preso político

Juan Cieplinski el día de la entrevista, en su casa.

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¡Una vida de militancia! Por Eliceo Baidowski* Misiones es una provincia rica por sus enormes recursos y pródiga naturaleza. El asentamiento rural de campesinos europeos que poblaron desde el sur al centro de esta región conformó lo que se constituyó como el crisol de culturas. Después de un largo silencio, y la continuación de la agobiante miseria de los tabacaleros, que derrotados en el primer intento de reivindicación en Oberá, desde Los Helechos, conocido como “La Masacre de Oberá”; comienzan a reorganizarse con la llegada de Marcos Kanner, que había organizado ya, a los obreros rurales en Núñez (cerca de Posadas), en el Sindicato de FATRE (Federación Agraria de Trabajadores Rurales y Estibadores). Una vez radicado en la zona, se contacta con los compañeros del Partido Comunista de Campo Viera: Enrique Villalba, Uvaldo Ayala, Fontor Nuñez, entre otros; e inician una estratégica organización que consistía en vincularse con los colonos tabacaleros de toda la zona, hasta Campo Grande. Las primeras reuniones se realizaron en la casa de productores que ya venían participando de la lucha. Una de ellas se llevó a cabo en mi casa, fue así como conocí a Kanner, en el 48. Mi padre era militante activo y delegado de los tabacaleros, por lo que varias veces, años después, lo persiguieron. La comisión central se constityó en Campo Grande, los principales referentes fueron Kanner, que encabezaba la organización, Michelon, Kuzolito, Almeida y un contador de Sartori del que no recuerdo el nombre, entre otros. Fue así que se realizaron asambleas en base a través de las cuales se elaboró un documento con el consenso de los productores. Y en una asamblea multitudinaria, cuando llega a Campo Grande el primer Gobernador Peronista: Fabriciano Almeida, se logra una audiencia, y se entrega el reclamo. Ese documento fue enviado y llegó a manos del Gobierno nacional, quien firma un Decreto de Ley donde se fijaba el precio del tabaco antes de ser entregada la cosecha de cada año, y se logra una notable mejora del sector. En el año 1948, llega a Campo viera el Presidente Farrel con el fin de inaugurar La Sala de Primeros Auxilios. En su recorrido incluye la visita al esta119

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blecimiento tealero de Francisco Kunlein. Con esto se da inicio a la segunda campaña de plantación de té, como un nuevo recurso con buenas perspectivas. Recuerdo que ese fue el año de “las langostas”. Si bien imperaba un ánimo superador, la desesperación por combatir la plaga nos llevó a organizarnos en cuadrillas. Utilizábamos gamezane mezclado con afrecho, lanza llamas etc. Por otra parte, en el año 50 desde el Mercado Consignatario de la yerba mate, se autoriza a cada colono, plantar 5 hectáreas de ese producto, para ampliar sus recursos y mejorar su calidad de vida y la de su familia. Los grandes productores por su parte, no respetaron este límite, e implantaron grandes cantidades. Cabe mencionar que las posteriores crisis productivas, fueron provocadas en gran medida, por la falta de asesoramiento y estricto control regulatorio. Al mismo tiempo, desde el Ministerio de Trabajo, a los obreros rurales, se les fija un jornal de $4,25 moneda nacional, además de los derechos sociales. También en este auge productivo, surge la implantación del Tung, para la elaboración de aceite anticorrosivo. Todo este progreso impulsó la creación y crecimiento del movimiento cooperativo en toda la provincia. Otro hito del plan quinquenal fue la creación de grandes escuelas. Los Maestros y Directores (algunos locales, y otros que vinieron de Entre Ríos y Santiago del Estero), recorrían las colonias y picadas ya sea a caballo, o a pié, asesorando a los vecinos para que manden a sus hijos a las escuelas, recomendando que no falten, y a los que culminaron la primaria, que continúen sus estudios. Muchos colonos comprendieron, y aceptaron la sugerencia, apoyando con esfuerzo la educación de sus hijos, fue así que muchos jóvenes accedieron a la universidad y se recibieron de médicos, ingenieros, etc. En todos los sectores sin excepción, el trabajo no faltaba. A la zona centro, venían para la cosecha, obreros del Paraguay principalmente y Brasil, para levantar la cosecha de té, yerba, tung tabaco y las plantaciones anuales tradicionales, que no se abandonaba. Las tierras fértiles de los montes recién derribados y quemados (rozados) producían con vigor . En todas partes se discutía política, se abrían comité hasta en las colonias. Mi padre, que fue uno de los colonos que optó por la educación de sus hijos, me hizo estudiar. Mi vida transcurría entre la chacra y la ciudad y desde muy joven, casi desde niño, comprendí la importancia que tiene la organización tanto social como política. Participaba en reuniones y hasta fui elegido delegado, en la escuela secundaria. Fue en esta época en que comienza mi “militancia conciente”. Sin embargo, a pesar de todos los logros, la política errática de Perón, la re120

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cuperación de “Post Guerra” en países europeos, y la presión de Los Estados Unidos, sobre América Latina, condujeron a una serie de Golpes de Estado en los países que habían logrado una democracia de corte nacionalista y revolucionario, buscando la profundización de la independencia. Esta realidad tocó también a nuestro país en el año 55 con el golpe de Aramburu “La Libertadora”, que tendió una brutal represión, tanto en el ejército como en la civilidad. Se proscribió a todos los partidos políticos. Recuerdo que yo cursaba el 6º año, y amenazaron con despedir a los Profesores con afiliación peronista. Un grupo de estudiantes nos organizamos para resistir la medida, y también fuimos amenazados de expulsión si nos movilizábamos. Me recibí y por falta de recursos de mis padres, que ya no podían costear mis estudios universitarios, junto a mis compañeros de curso, con los que tenía que hacer el “Servicio Militar”, gestionamos hacerlo en La Escuela Aéreo Transportada de Paracaidistas en Córdoba. Después de hacer el curso me dieron la opción de volver o quedarme incorporado a esa fuerza. Como era fin de año decidí volver a casa a pasar las fiestas con mi familia. Al año siguiente hice el Servicio Militar en apóstoles. Una vez cumplido el servicio militar y con las perspectivas de progreso que aún se sostenían en el sector agrario aunque ya en decadencia; vuelvo a la chacra. Me dediqué a la plantación del Té y la Yerba Mate y colaboraba con mis padres en las demás tareas para que mis hermanas culminaran sus estudios. Después de un año de trabajo y con la profundización de la crisis, decidí buscar alguna otra alternativa laboral en Buenos Aires. Ya en el año 58, regreso a Misiones para las elecciones en las que Frondizi resulta electo Presidente, y con él, la economía del país continuó en decadencia a pesar de sus promesas demagógicas. Durante este gobierno y con Alzogaray como ministro de economía se implementa la medida de ajuste denominada “Pasar en invierno”. Reincorporarme al Partido Comunista en Campo Viera me permitió, a pesar de la poca, pero profunda militancia que tenía hasta entonces, integrarme junto a Restituto Silva a APETA (Asociación de Productores y Elaboradores de Té Argentino), para organizar a los colonos; y a los Obreros Rurales en FATRE (Federación Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores), apuntando al entendimiento entre Obreros Rurales y Colonos para la lucha en común. El plan de APETA fue encabezado por Fiorina, un Diputado Demócrata Cristiano, y Comandante de Gendarmería retirado. También dentro de esa comisión estábamos: Marcos Kanner; el Doctor Godoy, Marín y Yo, además de Vocales y suplentes. Después de varios debates, logramos la elaboración de un 121

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proyecto que tenía como fin la construcción de 40 cooperativas, 8 por etapa. Este proyecto fue entregado a Frondizi, en la inauguración de la Cooperativa de Oberá. A pesar de las gestiones, solo logramos acceder a un crédito para la infraestructura de una cooperativa en Campo Viera. Para poder concretar la instalación de las maquinarias, fue necesaria la unión de 3 cooperativas en formación. La caída de Frondizi pone al frente del país a Guido, frustrando las posibilidades de nuestro proyecto. En el 63 se vuelve a las urnas con un bajo porcentaje de votantes. Asume entonces Arturo Ilía, dando lugar nuevamente al resurgimiento del movimiento cooperativista; libertad al sindicalismo y a los partidos políticos. Logramos la apertura el local del partido comunista en Campo Viera. Al mismo tiempo, se reglamentó la aplicación del salario familiar a los obreros rurales, lo que provocó el despido masivo en la ITA (Industria de Té Argentino), como también en las demás empresas. Esto genera una grave situación en el sector agrario, y la inmediata búsqueda de solución. Restituto estaba al frente de FATRE, y con el apoyo del Partido Comunista Local y Provincial, encara la organización para la toma de la fábrica, lo que se constituyó como la mayor movilización hasta entonces conocida en la Provincia. La superproducción de yerba mate agravó la crisis, motivo por el cual La Patronal exigió la documentación legal de radicación a todos los extranjeros, y como los obreros rurales venían con permisos provisorios, fueron obligados a volver a sus países de origen, provocando la debilitación de la lucha. A nivel nacional se producían grandes movilizaciones y toma de fábricas como: El Cordobazo y El Rosariazo. La desestabilización provocada por la Oligarquía Nacional y la presión de los Estados Unidos, Conducen a un nuevo Golpe de Estado en el 66, que apunto a establecer objetivos y no tiempos para la entrega del poder. Sin embargo no cejaron las luchas. Constituidos como UPARA (unión de productores agropecuarios de la República Argentina) a nivel nacional, y UPAM (unión de productores agropecuarios de la Provincia de Misiones), a nivel provincial, nos dirigíamos a solicitar una audiencia a las autoridades, la cuál fue frustrada por un nuevo cambio de Gobierno; Onganía es reemplazado por Levinsgton. Los Círculos Rurales Cristianos también estaban en marcha. Al poco tiempo Levington es reemplazado por Lanuse. En el Chaco de desarrollaban las Ligas Agrarias, con grandes protestas de productores algodoneros. Mas adelante en Misiones, se produce la primera 122

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manifestación en búsqueda de solución para tabacaleros, tealeros y yerbateros, llevada a cabo por el MAM (Movimiento Agrario de Misiones), recientemente constituido. Fueron tiempos de luchas y permanentes persecuciones y arrestos. En el 73 se vuelve a la Democracia, con la esperanza del regreso del Peronismo al poder. Primero con Cámpora en la presidencia, quién entrega luego el poder a Perón, estrategia frustrada por la muerte de este último en julio del 74. Toda America Latina vivió una etapa de golpes de estados sangrientos y saqueos provocados por Estados Unidos y su CIA. Por apuntar a proyectos comunes me sumo al MAM, soy elegido delegado y acompaño todas las luchas, entre ellas: por la regularización de la tenencia de la tierra, la mejora de de los precios de los productos, la implementación del IPICA, entre otras. En el 76 se produce el Golpe de Estado de Videla. Al igual que otros tantos compañeros, y por participar activamente en la lucha fui perseguido y detenido en varias oportunidades. Recuerdo que, Gómez Morales asumió una actitud persecutoria y sin disimulo. También las fuerzas militares efectuaron violentos allanamientos en mi casa. Cabe mencionar, que aún en estos años de restricción no cesamos la lucha por la reivindicación de los agricultores. Junto a otros delegados del MAM y productores de la zona, conseguimos en forma espontánea una audiencia con Butteler, entonces Gobernador de facto de La Provincia. Logramos así que se fije el precio reclamado para el té. Sin embargo al poco tiempo ajustaron aspectos relacionados con la calidad del mismo, castigando nuevamente al sector. Cuando Harguindeguy convoca por ley a todos los dirigentes de partidos políticos, a presentarse ante las autoridades militares más cercanas a su domicilio, no dudamos en hacerlo. Junto con Héctor Michelón y Carlitos Dominguez, fuimos al Escuadrón 9 de Gendarmería de Oberá, y aprovechamos la oportunidad para exponer nuestra situación, y denunciar los abusos de autoridad ejercidos hacia los compañeros. Con la vuelta de la democracia, y Alfonsín en la Presidencia de la Nación comenzamos lentamente a reorganizar el MAM con los compañeros que quedaron. La situación económica se había agravado y toda la estructura lograda previa al golpe, se vio devastada. Fuimos pocos los que nos animamos a continuar con la lucha. En 1991, marchamos a Posadas para reclamar nuevamente una mejora en el precio del Té. Después de más de 10 días de concentración en la plaza 9 de julio nos dieron una audiencia, en la que nos comunicaron que no había solución inmediata posible. 123

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Los efectos de la crisis siguieron castigando a pequeños y medianos productores, por lo que a fines del año 1994 volvimos a movilizarnos, para reclamar nuevamente el precio del té, ya que este continuaba siendo irrisorio y no cubría los costos de producción, estos días a la vera de las rutas no arrojaron los resultados esperados en cuanto a precios de la materia prima, pero fueron fundamentales en cuanto al proceso de organización y construcción de una conciencia de lucha colectiva, que a causa de las sucesivas dictaduras estaba escondida en el espíritu de la población misionera. Ya en el 2001 y con los mismos objetivos que en numerosas luchas anteriores nos concentramos en un gran “TRACTORAZO” frente a la casa de gobierno en la Ciudad de Posadas, pero esta vez para reclamar el precio de la Yerba Mate, vale destacar que en esta oportunidad la asistencia de compañeros fue mucho mas activa, la cual arrojo resultados contundentes en cuanto a la mejora en los precios y a la creación del INYM (Instituto Nacional de la Yerba Mate), todo este proceso de construcción llevó a que la reducida clase media con sus organizaciones como APAM, lograra aunar esfuerzos para la construcción del Mercado Consignatario, Bandera que tuvo al MAM como vanguardia en todos los tiempos desde su fundación. Además de todas las luchas, también considero sumamente relevante el papel desempeñado por el MAM en la defensa del pequeño productor y de la soberanía alimentaria, contribuyendo a la creación de las Ferias Francas como alternativa económica que trascendió los limites de la provincia y desembocó en la constitución de la Subsecretaría Nacional de Agricultura Familiar, esto llevó a que los pequeños productores tuvieran una puerta donde reclamar sus exclusivos derechos y a traves de esta se logró el mercado central de los pequeños productores. El mejor homenaje que podemos rendir a aquellos compañeros de dejaron su vida en esta lucha es continuar luchando por la vida.

*Eliceo Baidowski Oberá - Misiones

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Me llamo Carlos Scheifler y puedo decirlo porque sé quien soy El abuelo de Carlos, Don Otto Scheifler, fue un inmigrante que junto con su padre Federico fueron co-fundadores de Puerto Rico. “La historia de Puerto Rico se remonta a principios de este siglo. El 12 de octubre de 1919 ingresaron al país don Federico Scheifler y su hijo Otto con un permiso oficial otorgado por el Superior Gobierno de la Nación. Llegaron por barco-Vapor Iberá-en esa época no había puerto, los barcos llegaban a San Alberto y de allí por picada se ingresaba a Puerto Rico. Ellos construyeron una casa de madera-Quinta 68-hasta poder concluir con la vivienda donde actualmente funciona el “Museo Raíces de Puerto Rico”, cediendo la anterior vivienda al funcionamiento de la Primera Escuela Nº 114 fundada el 22 de mayo de 1922 bajo la dirección de la Sra. Delicia de Krieger. La vivienda en donde actualmente funciona el museo fue construida entre los años 1916 y 1918 con el primer árbol que se apeó en Puerto Rico y que fue el sostén y pilar de la casa. Fue en ésa época que Don Federico Scheifler culmina la casa y decide radicarse definitivamente en 1920 con su familia, a la que trae del Brasil. La actividad laboral en un principio era la de abastecer los barcos-Iberá, Salto Ituzaingó, Lumps, entre otros con leñas para las calderas, y dichos barcos llevaban desde Posadas alimentos solicitados previamente por las personas que estaban radicadas o trabajaban allí, como galleta, harina, sal, carne seca, etc. Así de a poco esa casa se transformó en un almacén de ramos generales. En un último párrafo se sostiene….“Esta propiedad es actualmente patrimonio de todo Puerto Rico y adquiere gran significación para que las futuras generaciones observen en ella y en el museo, la historia y el pasado de quienes fueron los pioneros y fundadores de una comunidad admirada por su trabajo, desarrollo y prosperidad.” 1 Extraído de los fundamentos que se esgrimen en el Proyecto para declarar de interés provincial el “Museo Raíces” de Puerto Rico de noviembre de 1995, de autoría del entonces diputado Edmundo Soria Vieta de la Cámara de Representantes de la Provincia.

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Carlos nació en Posadas, el 21 de septiembre, “día de la primavera” de 1958 y vivió los primeros años de su niñez junto a su familia en el Barrio Villa Sarita, recuerda que al salir a la vereda de su casa veía la cancha del Club Guaraní Antonio Franco. Luego se mudaron a Puerto Rico. El domicilio en el que residían en esa localidad de la zona centro de Misiones estaba situado en las Av. San Martín y Culmey detrás de la Farmacia Kot. En 1976, Carlos Scheifler era un joven que tenía 17 años y vivía con su padre Alfredo, con su abuela Otilia Martínez y su única hermana de 14 años de nombre Rosa Isabel. De su madre solo recuerda que le dijeron que murió cuando él tenía 4 años, nunca preguntó más. Su abuela falleció cuando era chico, ella era oriunda de El Alcázar Su padre Alfredo pasaba sus días trabajando como mecánico en un taller, pero también era chofer y Carlos lo ayudaba mientras continuaba con sus estudios primarios. Jugaba al fútbol en un campo cercano conocido como el de Aviación. De como transcurría su vida en ese tiempo, Carlos recuerda “En aquella época tanto mi padre como yo éramos simpatizantes del Movimiento Agrario Misionero de pequeños y medianos productores que comenzaron a movilizarse en defensa de sus derechos, para reclamar por lo que creían justo. De aquel tiempo recuerdo que participábamos de reuniones reservadas en el Club Victoria, en las que se convocaban infinidad de productores que como nosotros estaban firmes cuando era necesario pegar carteles a la noche o a la madrugada a cualquier hora… ahí estábamos, siempre dispuestos!… no había problemas. Para mí era como una diversión y me sentía muy cómodo entre los agricultores. La verdad que no recuerdo nombres de los que participaban eran tantos, y además yo era muy joven y pasaron tantos años… Cuando se armaba una reunión era impresionante la gente que se juntaba.” Mi primer desgracia “Fui detenido de manera sorpresiva en los primeros días de mayo de 1976, en horas de la mañana cuando transitaba con mi bicicleta cerca del arco de entrada de Puerto Rico, allí fui interceptado por 6 miembros del ejército quienes me solicitaron mis documentos, los retuvieron y allí nomás me agarraron me 126

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ataron las manos y encapucharon y a la rastra me subieron y tiraron arriba de un camión del ejército a quienes pude identificar por los cascos que llevaban puesto y además por la insignia en la puerta de los unimog que era un escudo. A partir de ese momento quedé en calidad de detenido desaparecido. Arriba de unimog había más milicos quienes me recibieron a los golpes, creo que viajamos tres horas más o menos. En el camino ellos iban parando y subían a más personas, que las iban tirando sobre los que ya estábamos tirados en el piso y ellos nos pisaban con sus borceguíes en la espalda, la cabeza, las piernas no importaba donde, nosotros íbamos boca abajo.” Mi paso por el Centro Clandestino de Detención “Nos bajan en un lugar tipo galpón, se escuchaba cuando entraban los autos y el ruido de una puerta que se cerraba, se escuchaban gritos en todo momento, ahí permanecíamos colgados de las muñecas durante todo el día, no podía ver a nadie porque estaba encapuchado, parece que era de noche cuando llegamos a ese lugar , hasta tiros escuchábamos de madrugada, todo los días permanecíamos colgados.. Yo en todo momento escuchaba los gritos, cuando a mi no me tocaban las torturas escuchaba los lamentos de los torturados que llegaban a pedir que los maten ante tanta tortura, yo no sé que le preguntaban seguro que lo mismo que a mí, que me acusaban de subversivo y querían saber ¿Dónde están las armas? y yo nunca había visto ninguna. Recibimos tantos golpes en todo ese tiempo, que sinceramente yo no le deseo a nadie que pase por lo que pasamos nosotros todo era muy feo, en esos tres meses fuimos permanentemente torturados, colgado de las muñecas al techo, apenas apoyábamos la punta de los dedos del pie el suelo, era un martirio. Nos descolgaban para picanearnos en el piso nomás, sobre trastos que en alguna ocasión sirvió también para cubrirnos Por primera vez cuento que el que me ponía siempre las inyecciones que me dormían, me decía “tranquilo vos vas a salir de acá, tenés que contar todo lo que sabés así te largan pronto”, pero de qué iba a hablar si no sabía nada. Cada vez que me aplicaba una inyección, sentía la aguja y después ya quedaba listo se ve que era algo fuerte porque te despertabas al otro día. Tenía una capucha permanente en la cabeza que me ataban al cuello y un solo agujero tenía a la altura de la boca para poder tomar agua y poder respirar. Nunca nos permitieron asearnos solo nos tiraban agua. Una vez presentí que venían derecho a mi para torturarme y escuche que 127

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decían” ése también pertenece a “Peczak” y ahí nomás se escucho otra voz fuerte que venia de afuera que les dijo “a ése no, a ése no, al de allá” y seguí escuchando el ruido de varios borceguíes corriendo tras la presa señalada. Te picaneaban todos los días, tengo cicatrices en las nalgas y en la pierna producidas con la punta de una bayoneta, y una marca en la nariz de un culatazo que me pegaron con una itaka. Una vez estaba sediento y les rogaba por favor que me traigan agua y vino uno de ellos y me orinó en la boca. La comida era una galleta o un pedazo de pan, a veces te descolgaban y cuando te preparabas para dormir te daban una descarga eléctrica con la picana y luego te ponían una inyección en el brazo que nunca supe de que se trataba, pero te dormía y al otro día te despertabas ya colgado de nuevo. Siempre se dirigían con voz de mando, hablaban fuerte. Vivías alerta todo el tiempo no sabiendo cuando iba a terminar todo ese horror, los nervios estaban presentes siempre. No escuché en ese lugar voces de mujeres, de hombres sí o sea para mi eran hombres que gritaban, ante cada tortura se escuchaban los lamentos, yo a lo mejor gritaba también. Cuando escuchaba que torturaban a los otros… eso era peor…, era más la tortura que te producían cuando escuchabas los gritos de otros que cuando te judeaban a vos, yo pedía siempre a Dios que me lleven a mí para no escuchar y a veces me acobardaba y decía que no.” La libertad y el comienzo de la segunda parte de mi desgracia “Habían pasado tres meses de mi secuestro cuando mis carceleros decidieron liberarme, me dijeron “vení para acá” y me pusieron nuevamente una inyección y perdí el conocimiento, luego me metieron en el baúl de un auto, y cuando me bajaron yo estaba muy mareado , me dijeron “acá esta tu documento y me pusieron en el bolsillo de la camisa, de ésta te salvaste, pero por tu casa no te queremos ver por que tu familia y vos van a ser boleta” eso fue bien clarito!, era de noche, me dejaron tirado a la vera de la ruta 14 cerca de San Vicente allí me soltaron las manos pero permanecía encapuchado. Esperé un buen rato para que se alejaran con el auto y luego me saqué las vendas de los ojos. Al otro día cuando empezaba a clarear me levanté y empecé a caminar sin saber que hacer, no se precisar por cuanto tiempo anduve hasta que escuché ruido de agua y encontré un arroyo, allí tomé con muchas ganas agua con las manos y me lavé la cara. Estaba bien tonto y me recosté un buen rato, luego empecé a reaccionar y seguí caminando sin rumbo fijo y en un momento me 128

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siento y miro mi documento y me encuentro con la desagradable sorpresa de que si bien la foto era la mía mi nombre me fue cambiado y todos los datos personales eran de otra persona y allí entendí porque ellos me prohibían volver a mi casa. Y lamentablemente el miedo no me permitió volver, durante todo este tiempo tenía muchas ganas de ir a ver a mi padre pero sinceramente no me animé. Todavía tenía las heridas abiertas que me fueron producidas con una bayoneta en la nalga y en una pierna cerca de la ingle, aún hoy conservo las marcas.” 34 años de vida con identidad falseada Me metí en la primer tranquera que encontré pedí trabajo y me dieron, Tenía una sola muda de ropas al principio, de noche lavaba mis prendas y de día de nuevo al trabajo. Así empecé esta vida que durante 34 años me tuvo casi siempre metido entre los montes y realizando las tareas más pesadas en los obrajes. La vida de los obrajeros es muy sacrificada, semanas enteras internado dentro de los montes, viviendo bajo precarias carpas de plástico para realizar desmonte o forestación de eucalipto o pino. Cargando en la espalda la motosierra que pesa 14 kg., con el bidón de nafta en la mano buscando la madera del árbol requerido, caminando entre arroyos que concentran infinidad de mariposas multicolores en verano, atravesando cerros, piedras, conviviendo con chanchos del monte, monos tití, víboras como la yarará crucera, la coral y viendo siempre, por suerte, solo los rastros de los yaguaretés. La comida habitual es el reviro, los guisos, el poroto y estamos acompañados permanentemente por el molesto mbarigüí misionero. Fin de semana es sagrado y se destina para visitar a la familia. Recuerdo que trabajé también para Carlos Weber, durante 6 o 7 años en Puerto Libertad, estuve en los obrajes en Fracrán, Colonia Oasis, en Jardín América, en Cerro Corá en la forestación de Don Bernardo Lagier, en todos esos lugares trabajé y en algunos tuve recibo de sueldo con mi identidad falseada. Hasta el día de hoy siento dolores en las muñecas a causa de haber estado colgado, cuando trabajo con la motosierra se acentúan estos dolores y me tengo que hacer masajes permanentemente. El miedo fue más fuerte “Siempre tuve mucho miedo de contar esta historia, estando en la zona de 129

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obrajes en PuertoLibertad, en los años 90 una vez conté a mis compañeros de trabajo y les manifesté que quería recuperar mi identidad, pero ellos me dijeron que no me iban a creer y que me iban a pedir testigos y a mí me detuvieron solo, nadie presenció mi secuestro es decir yo no pude ver a nadie para tenerlo como testigo… y eso a mí me acobardó además el recuerdo del horror por el que había pasado siempre estuvo presente…... El año pasado estaba mi suegro con otros compañeros changarines en el obraje en San Pedro en donde trabajo y él contó esta historia y fue un Sr. de apellido Cantini quien le dijo que en el Paraje Las Minas distante a treinta kilómetros, conocía a una persona que con su familia habían pasado por una situación parecida. Un día de lluvia un cuñado se ofreció a acompañarme y fuimos a lomo de caballo hasta el destino señalado, atravesamos montes, picadas, arroyos durante varias horas y llegamos a la casa de Mili de Olivera, quien nos contó de los padecimientos de su familia a causa de la dictadura cuando vivían en Pindaití, Aristóbulo del Valle y luego me facilitó el teléfono de su hermana Beatriz de Olivera que residía en Posadas. La verdad que en Beatriz encontré una buena compañera que me escuchó por teléfono con atención y respeto y me dijo que viajaría a San Pedro. Unos días después cumplió con su palabra y llegó hasta mi lugar de residencia y me explicó que debía hacer la denuncia de los hechos que padecí en el Juzgado de Posadas. Luego conocí a través de ella a Graciela, a la historiadora Yoly y al Doctor Canteli quien ahora me defiende, a todos ellos mi agradecimiento por su ayuda”. En búsqueda de mi identidad robada En el mes de mayo del 2011 y con un fuerte apoyo de mi familia, viajé a Posadas y me presenté a testimoniar esta historia para poder recuperar mi identidad ante la Fiscalía Federal en Posadas y fui atendido por el Dr. Diego Sther. Luego aproveché para ir a ver en esa misma Ciudad a la hermana de mi padre de nombre Rosa Epifania Scheifler que tiene 70 años a la que no veía hacía 34 años, ella primero se estremeció al verme, se emocionó mucho, no sabía que hacer, me contó que mi padre siempre me buscó, sin entender mi ausencia, pero de esa búsqueda no quedaron registros, no hay nada escrito luego él se enfermó mucho y ella lo cuidó hasta el final. Hace unos meses a ella le dio un derrame y ahora esta delicada de salud y yo no la quiero molestar más con preguntas. La última vez que vi a mi padre él tenía 44 años. También me contó que a mi hermana la llevaron de muy niña a Buenos Aires. 130

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Tengo otra tía de nombre Dolores Schiefler que vive en El Alcázar y pronto voy a ir a verla, también esta muy viejita. Hoy volví a ser un hombre feliz Luego de 7 meses fui informado, que fueron corroboradas todas las pruebas por mí aportadas, mi nombre, el número de documento nacional de identidad y mis huellas dactilares coincidían y a través del juez Federal Claudio Chávez en un acto muy emotivo en el Juzgado Federal me restituyeron la identidad otorgándome un nuevo DNI y volví a ser Carlos Scheifler. Mi pesadilla, 34 años después llegó a su fin. Ahora debo inscribir a mis hijos con mi apellido, recuperar el vínculo con mi familia y con mi hermana que ya me han informado que están todos en Misiones y después empezar de nuevo mirando hacia delante. Lo único que les pido es que no dejemos que la democracia se caiga, yo escucho decir a mucha gente que desea que vuelvan los militares para que se terminen los vagos, pero los jóvenes por falta de oportunidades de trabajo están horas sin hacer algo. En San Pedro por ejemplo podes hacer changas en la época de cosecha del tabaco, o sino tu destino está en los obrajes, internarte en los montes y sacar los pesados rollos, otra cosa no hay y que esperanza puede tener un joven con esta realidad. Algo tan esperado como fue recuperar mi identidad, me permite decir que a pesar de todo el infierno que he vivido, he vuelto a ser un hombre feliz.

Carlos Scheifler junto a su esposa Ana y su hijo Tomás.

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¿A quienes beneficiaron las dictaduras? Por Alberto Krujoski* “Estas líneas están dedicadas a todos aquellos militantes que han sufrido persecuciones gremiales y políticas, sobre todo aquellos que no han podido contar su historia” Traigo a mi memoria el año 1971 a mediados del mes de marzo, el día en que me encontraba en mi casa trabajando en el tesal de mi padre, cuando recibo la visita de Juan Carlos Hurbani y Juan Carlos Berent, quienes me explicaron sobre la iniciativa de crear un gremio de pequeños y medianos productores de Misiones. Debo aclarar que las discusiones con los compañeros Pedro Peczak y Eugenio Kasalaba sobre los problemas del sector agrario, ya se realizaban en años anteriores a la consolidación del MAM (Movimiento Agrario Misionero) pues es así que recuerdo que alrededor del año 1966 en adelante, nos reunimos en la Iglesia de San Pedro y San Pablo también en la del Rito Vicentino de Florentino Ameguino. Se discutían sobre problemas tales como: la prohibición de cosecha de Yerba Mate (1966), la baja de precios de los productos de mayor producción en ese entonces como el tabaco, la yerba mate, el tung, entre otros. También había problemas en el CRYM (Comisión Reguladora de Yerba Mate), que se atrasaba con los pagos de la yerba prendada que le correspondía al productor, pues lo grandes molineros compraban yerba canchada a largo plazo, esto produjo un mercado paralelo deficiente y en negro con la compra de palitos y yerba en negro, con irregularidades en el tiempo y forma en los pagos a los productores. Fueron los anteriores problemas nombrados y también otros tantos factores, los que impulsaron a la creación del MAM, que fue conformado por un grupo de jóvenes productores e hijos de productores. Se realizó una asamblea con más de 60 delegados electos por sus productores de las diferentes regiones de la provincia. 133

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Fue elegido como Secretario General de la Organización, el compañero Pedro Peczak, yo fui nombrado como miembro de la comisión directiva. Cada uno del los miembros electos, cumplían funciones como la promoción y construcción de núcleos de base en las distintas zonas. En cuanto a mi situación no me fue difícil lograr esas funciones, dado que conocía a los socios de la Cooperativa Picada Libertad y Cooperativa Obera, pues con mi padre estábamos vinculadas a las mismas. A medida que se trabajaba sobre estas cuestiones en cada uno de los núcleos se presentaba nuevos problemas siempre en relación a la agricultura y producción agraria. La organización conformada, contaba con varios asesores a saber Michel Guilbart, sacerdotes Alberto Marquievich, José Cherepak y Hugo Mathot, la Señora Liliana Adoryan, Pablo Fernández Long, el doctor Moreira Miguel, el Doctor Enríquez .Fueron charlas inolvidables las brindadas por el Doctor Vasilíades que nos ayudaban a generar conciencias críticas. Destacados fueron también los aportes que nos llegaron a través del Ingeniero Agrónomo actualmente Rector del IEA (Instituto de Enseñanza Agrícola de Bonpland) Molina y del Ingeniero Rosenfeld, quienes nos capacitaron sobre nuevas alternativas de producción. Estela Urdanis, se distinguía escribiendo como periodista en el periódico “Amanecer Agrario” En las reuniones de capacitación aprendimos que son los subsidios, los reintegros, las retenciones, y el papel que cumplía el Estado en cuanto a las funciones del IAPI y la Junta Nacional de Granos. Recuerdo que las movilizaciones de productores y obreros rurales fueron los más numerosos para la época, esto nos trajo muchísimas satisfacciones como también angustias, pes muchos productores no lograban entendernos. En 1973 con las elecciones democráticas, y la asunción del Gobernador Provincial, tuve el honor de representar al movimiento junto con Anselmo Hippler, desde ese momento mi vida hasta el día de la fecha, se vincula a la producción agraria y a los productores, con la creación del IPICA, con la creación de la Ley del Té número 449, acopio de tabaco criollo misionero como empresa testigo EMATEC, cooperativa de consumo San Vicente, controladores de té acopio y secadores, donde el 76 fui cesado. El 24 de marzo de 1976, por la mañana nos encontrábamos en la sede del MAM, cuando una patrulla de Gendarmería ingresa al lugar, llevándonos a todos los hombres que estábamos presentes Michel, Moncho Enríquez, Serevim Mauricio, Androschuck Matías, Hartman Antonio y no recuerdo el nombre de 134

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un productor de San Vicente; pues él estaba presente porque en ese día se planificaría el acopio del Criollo Misionero por el IPICA en San Vicente. Dos de nuestros compañeros Bonifacio Flores y Eugenio Kasalaba llegaron tarde y se encontraron con la patrulla controlando a una empleada de Michel con sus pequeños hijos. A nosotros nos llevaron a Gendarmería Nacional de Oberá a cada uno nos hicieron las fichas. Luego nos liberaron y es ahí donde queda detenido Ramón “Moncho” Enríquez y su mujer Carmen y Michel Guilbart y su mujer Liliana ,desde entonces las reuniones del MAM fueron prohibidas y nuestros militantes perseguidos ¡Todo por algo será!, ¡oh patria mía dirigida desde el año 1935 por la oligarquía y fusiles!. A fines de 1976 fue asesinado nuestro compañero Pedro Peczak, en el momento de su velatorio recuerdo que lo trajeron en un cajón blindado, nosotros con un profundo dolor y desconcierto queríamos brindarle una digna despedida, es por ello que salimos a buscar sacerdotes o religiosos que le dieran el último adiós a Pedro, pero a pesar de los intentos, ninguno de los curas a los que hablamos se animaron a presentarse en el velorio. Nos encontrábamos presentes 17 personas en la dolorosa despedida a nuestro compañero, entre ellos recuerdo a Eugenio Kasalaba, Chicho Bonifacio Flores y Angel Grahl. Fue en ése momento que entendimos lo que estaba sucediendo en nuestra Argentina y por lo tanto en nuestra provincia, de todos modos ya nos esperábamos lo peor. El 11 de febrero del año 1977 a las 10,30 hs. me encontraba trabajando en el tabacal en un lote que mi padre alquilaba cuando aparece un grupo de gendarmes que me vendaron los ojos y me subieron a un móvil Ford F100 color verde. Pude darme cuenta que habían otras personas subidas, a todos nos taparon con una carpa, todavía recuerdo que el fuerte olor a sudor se mezclaba con el del tabaco criollo, estaba impregnado en las ropas de los trabajadores rurales, sin dudas fue uno de los momentos mas aterradores de mi vida. Ese mismo día, tres horas después me bajan del móvil, sabía que estábamos en Puerto Rosario en el Municipio de Ameghino pues yo conocía el lugar, entre patadas e insultos uno de los gendarmes con voz de mando me grita que me levante y que corra hacia el lado del monte, a lo que le contesto que yo no tenía motivos para escaparme porque no había matado a nadie y por lo tanto me negué a salir corriendo. Entonces nuevamente y de muy mala manera me suben al camión. Después de varios días fui trasladado a la sede de la Gendarmería Nacional en Posadas, en la calle Alvear y Félix de Azara, recordar las torturas a las que fui135

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mos sometidos en ese lugar hasta hoy me resulta muy doloroso. Las prácticas de Submarino que nos imponían cada 6 o cada 12 hs, durante 15 días fueron traumáticas para todos, ya que las mismas consistían en introducirnos la cabeza dentro de un tacho con agua y mantenernos en esa situación hasta ponernos al borde de la muerte por asfixia, parecía que nos iba a estallar los pulmones. Debo recordar que además estábamos con las manos esposadas atrás en forma permanentemente. Después de veintidós días de estar detenido me sacan las vendas y reconozco a Mikoluk José, y a Genesini, un delegado del MAM que era de extracción peronista. Mikoluk era su ayudante y pertenecía al PC. En ese lugar había muchas personas más a quienes pude ver diseminadas por todo el patio. Los gendarmes me hicieron firmar un papel en donde decía claramente que debía colaborar con ellos con la recomendación que no podía ausentarme del país y que además debía presentarme cada 15 días en las instalaciones de la Gendarmería con sede en Oberá en una especie de libertad vigilada. En esa condición permanecí hasta mediados del año 1981. Confieso que tenía muchas ganas de abandonar el país, algunos viajes que realicé al Brasil era buscando un nuevo paradero, pero mi familia pesó fuerte porque además yo era el mayor de los hermanos. En mi pueblo caló fuerte el miedo en la gente, la propaganda de los represores a través de los medios ayudó a generarlo. Podía decir que yo era un gran desconocido, muchos trataban de no saludarme, incluso tampoco mirarme. El compañero Mitchel estaba detenido en la Cárcel de Candelaria, lo expulsan del país por su condición de extranjero. Antes de su partida lo fuimos a ver con Eugenio Kasalaba en Posadas, allí nos cuenta sobre su situación y la de los demás compañeros presos. También nos dio su promesa de regresar al país en cuanto pudiera. En el año 1978, la mujer de Mitchel viene desde Francia a Encarnación Paraguay, allí nos pudimos reencontrar y la verdad que nos trasmitió muchas esperanzas y detalles de la contundente lucha que estaban llevando adelante los exiliados en Europa, con respecto a las violaciones de los derechos humanos en nuestro país. También viene a mis recuerdos el encuentro que tuvimos con Pérez Esquivel, propiciado por los sacerdotes Ricardo Buiac y Monseñor Kémerer y del que participó mi novia, que hoy es mi esposa. En 1982, las cosas empezaron a cambiar, el gobierno antidemocrático anunció el llamado a elecciones. Los yanquis querían gobiernos democráticos en America Latina y en lo posible liberales de derecha. 136

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Después del regreso de Mitchel al país en 1984, la libertad del Doctor Moncho Enríquez, de los compañeros Enrique Peczak, Berent y de Susana Benedetti, entre otros, volvímos a reorganizar al MAM. También se suman Bonifacio Flores y Eugenio Kasalaba. Todos entendimos la importancia de unir fuerzas para reivindicar los valores de la DEMOCRACIA perdidos con la dictadura. En 1987 fui reincorporado al trabajo formal en el IFAI. Por último no quiero dejar de recordar la represión de 1936, que luego se conoció como la Masacre de Oberá en la década infame para que sepan que en Misiones hubo y hay hombres y mujeres que lucharon y siguen la lucha por la Justicia Social y por el bienestar del pueblo misionero. La Cooperativa de Oberá contaba entonces con 9.000 socios, y la de Picada Libertad con 3000, y otras tales como la de Eldorado y Montecarlo todas beneficiaban al pequeño y mediano productor. Soy de los que creen que las democracias son la mejor opción para los pueblos organizados. Por último díganme ustedes ¿A QUIENES BENEFICIARON SIEMPRE LAS DICTADURAS?. Seguro que al pueblo no…

* Alberto Krujoski Militante Peronista, fundador del MAM, defensor de pequeños y medianos productores.

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De la militancia agraria a la política Por Alberto Bajura Contaba yo con 20 años cuando empecé a luchar junto a mis compañeros, para mejorar las condiciones en la que nos encontrábamos los agricultores en Misiones. El gobernador de esa época en la que empezamos con el movimiento agrario, era Ripoll y recuerdo que en un acto realizado en Posadas y para el cual movilizamos miles de agricultores a la plaza enfrente de la catedral, hasta allí en el sector del palco se acercó y dio un discurso para saludarnos luego de una reunión realizada en su despacho entre nuestros representantes y los representantes de la dirigencia patronal de los productos como el té y la yerba.

Foto tomada en el Km. 40 en Alem en 1973, yendo a una movilización a Posadas, en el camión de la familia Grutke. Presentes: Eugenio y Sofía Kasalaba, Pedro Sczerbaczuk, Angel Grahl, Enrique Peczak, 3 hermanos Grutke, Basilio, Alberto y Anastacia Bajura, Estanislada Moravinski, Teodoro Bajura, Lito Wong y Runge.

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En esa reunión nuestros compañeros supieron demostrar con documentos que podían pagarnos mejor por nuestros productos. Y después volvimos tranquilos y empezamos a trabajar con la gente con el MAM, éramos muchos junto a Pedro y luego se sumó Enrique Peczak. Llegábamos a todos los parajes y lugares como por ejemplo Puerto Rico, allí se suman los hermanos Anselmo y Valdimiro Hippler, excelentes luchadores. También recuerdo a los hermanos Cieplinski muy valientes los dos y verdaderos militantes Convocábamos a mucha gente, teníamos muchas esperanzas en que podíamos revertir la situación de tanta desprotección que teníamos como trabajadores rurales. Así con el nacimiento de cada núcleo que íbamos formando año tras año, fue creciendo y teniendo protagonismo el movimiento agrario. Partido Auténtico Fue cuando se formó el Partido Auténtico, sí ahí fue que empezamos a laburar fuerte para llevar a Pedro Peczak como candidato a vice- gobernador. Trabajamos en las colonias con los vecinos, los amigos, los agricultores para sumar votos viste…bueno el candidato a gobernador de la fórmula que con él iba era de la Tercera Posición, Teófilo Puentes era su nombre. Pedro era más peronista que otra gente y que otra cosa, además en ese tiempo era la época en que volvíamos a tener esperanzas de que se podía llevar adelante las políticas de Evita y de Perón también, y bueno mi mamá fue siempre Peronista por eso ella siempre se acordaba de esa época, del derecho al voto de las mujeres, de la provisión de libros… Pedro nos invita a mi mamá Estanislada y a mí para que seamos fiscales de mesa, y la verdad es que nosotros nunca fuimos fiscales de mesa, ¿que íbamos a saber de eso?, si siempre fuimos una familia que se dedicaba de lleno a las actividades del agro, a las luchas para obtener mejores precios para nuestros productos, pero igual aceptamos, teníamos muchas esperanzas en él, y así fue que nos formamos y a mi mamá le tocó una escuela en Oberá y a mí me toco ir a otra que se encontraba de la Terminal para abajo, atrás de la avenida, en la Escuela 305 “Fragata Hércules”. Así nos iniciamos como fiscales de mesa defendiendo la lista de Pedro Peczak, quien iba acompañado por varios representantes de la clase trabajadora y de otras personas que estaban con el otro partido, la gente se portaba bien sin agravios, estaba todo muy bien, y los agrarios también estábamos conformes, y bueno por ultimo nos toco realizar los cómputos para ver los resultados de las urnas. 140

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Y así empezamos a trabajar en algo nuevo para nosotros como era un partido político, y bueno ahí estábamos en el conteo de los votos, y la verdad sacamos buenos resultados y se gano muy bien dentro de todo pudimos poner dos diputados y desde ahí empezó a mejorar la situación, teníamos más peso en Posadas y la gente empezó a trabajar mejor. Fue una hermosa época, ver a tanta gente movilizada, convencida de lo que quería y porqué luchaba. Golpe a golpe Después se vino el famoso Golpe de Estado y empezó una nueva lucha, ya que había que proteger a nuestros compañeros y empezamos a organizar sus traslados a distintos lugares de la provincia con el objetivo de preservarlos de la represión que en nuestra provincia también ya empezaba a causar terribles estragos. Era un día jueves después del golpe, el 1º de mayo cuando viene Enrique Peczac y me dice que teníamos que hacer una gauchada y bueno le dije ¡vamos a hacerlo! y era para empezar a llevarle mercaderías a la noche a Pedro, quien era intensamente buscado y debía esconderse en diferentes campamentos levantados en las chacras de agricultores que lo protegían solidariamente. Fuimos a comprar mercaderías cargamos y ahí nos fuimos de tardecita, eso fue en los Cedrales en Campo Viera, era la chacra de Grumwel ahí estaba Pedro y señora, Susana Ferreira, el maestro Juan Figueredo, Pérez Rueda también estaba ahí, después estaba otro compañero llamado Sanayvida un militante que estaba en la chacra de Enrique plantando tomates, era un muchacho joven tenia su parejita, el era paraguayo, por suerte pudo sobrevivir al terror sin ser detenido. Mi primera detención Y bueno ahí dejamos la camioneta en la chacra de Grumwel, y al hombro cargamos las mercaderías para llegar hasta dentro del monte en donde estaba el campamento de los compañeros, yo les llevé aceite, arroz, carne también, era solo para pasar unos días, además siempre los dueños de las chacras también colaboraban con algo. Mientras estaba yo ocupado en esta tarea, vino un señor paraguayo cuñado de Grumwel , anota la patente de mi camioneta se dirige a la comisaría y nos denuncia. Al tercer día me llega una citación de la policía en Ameghino para que me presente en la Comisaría de Campo Viera, y yo no podía en ese momento y en circunstancia en que me dirigía a Oberá, ahí me 141

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detuvieron. Eso fue en mayo del 76. Me subieron a la camioneta y me llevaron a Campo Viera, me alojaron en un calabozo y ahí no se podía dormir, yo había sido detenido un lunes y me largaron el sábado a la tardecita, cada vez que me acostaba, a la mañana amanecía con la cara toda hinchada porque el calabozo estaba plagado de chinches y sin embargo me dejaron ahí tirado. Todas las noches entre las 24:00 hs a las 1 hs. de la madrugada venían los del ejército y me cagaban a palo y me preguntaban por Pedro, y yo les contestaba que no sabia nada de él. Era el Día de la Policía” y los colonos les donaron cinco o seis lechones para festejar su día. Hacía mucho calor y a mí me tenían al lado de los chanchos espantando las moscas porque ya estaban faenados. Después de tantos días en que fui golpeado, me creyeron y me sacaron del calabozo, el comisario me vuelve a hacer preguntas a las tres de la tarde, y luego dice “vos no tenés nada que ver” y me largaron el 7 de mayo “Día de la Policía”. Después no me molestaron más por un buen tiempo. Ni bien recobré la libertad fui pronto a contarle a Enrique lo que había pasado y al tomar conocimiento de la noticia decidió que había que trasladar pronto a Pedro a otra chacra en Jardín América. Nos juntamos con Enrique para ver que podíamos hacer. La huída empezaba a ser permanente… Otro día les iba llevando hacia Jardín América a todos los compañeros que estaban escondidos, y al llegar a Aristóbulo (caracola) rompí la correa de la camioneta dodge con toda la gente arriba. Fue una situación que nos dejó muy nerviosos, bueno lamentablemente debía ir a una estación de servicios, antes los bajé a todos y se escondieron en el monte adonde esta el mirador ahora y me dirigí a la estación de servicio la gente me miraba de forma extraña en ese momento, en la caja de la camioneta tenía bolsas de arena que la usábamos como protección, era como las una de la madrugada y estaba todo cerrado, luego vino un camión y una persona me dice que tenia una correa gracias a Dios! Agarré la correa aflojé un poco el alternador y por suerte calzó, ahí volví por mis pasajeros y seguimos camino, les bajé en el campamento en esa oportunidad en Jardín América. Cada vez que se veía medio peligrosa la situación, se decidía trasladarlos en el momento que podíamos. En otra oportunidad les llevé de lo de Grumwel hasta Torta Quemada en Acaraguá y ahí cayó preso Andrujovich y quedo un buen tiempo detenido. Luego 142

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les lleve a Jardín América y después de vuelta a Oberá y contentos fuimos a llevarles mercaderías. En Oberá había dos mercaditos que conocían bien a Pedro, y nos proveían de mercaderías gratuitamente, ya no están más esos negocios lamentablemente. A Susana Benedetti, también en una oportunidad la trasladé desde Campo Viera pasamos Aristóbulo, a una chacra en Pindaití. Recién estaban haciendo el asfalto nuevo en la Ruta 7. La cosa cada vez se iba poniendo más fea, en octubre empezó a ponerse bravo, empezaron a ser detenidos más compañeros y bueno empezó el tema mas bravo. Fui a trabajar a lo de mi hermana Anastacia en Los Helechos a cosechar té y fue hasta allí donde llega mi hermana Mirta para avisarme que habían llegado centenares de milicos del ejército a nuestra chacra buscándome…yo vuelvo a la nochecita y entro por atrás a nuestra chacra , ya no estaban más ,no sabia que estaba tan jodida la situación y decidí al otro día seguir trabajando en la chacra de Anastacia. El 19 de octubre cae Enrique Peczak en su chacra junto con Jorge González y a mi no me fueron a tocar. El día siguiente, estaba pautado que debíamos buscar a Pelo, Pelito, Pelusa y el Oreja Barrios, en el cruce de Garupá, lamentablemente pronto la suerte me iba a jugar en contra y no pude llegar a la cita. Y el sábado siguiente salí a dar unas vueltas por ahí, decidí visitar a una amiga en Villa Armonía entre Alem y Oberá, llovía mucho y en eso veo que venia un hombre que me para y me comenta que venia caminando hacía mucho tiempo, que no pasaba ningún colectivo y me preguntó si le podía acercar a Oberá, no lo conocía al hombre pero decidí llevarlo porque siempre fui así solidario y como tenia la camioneta no había drama. Le dejé en el kilómetro 0, luego entro a Oberá paro a cargar combustible y me voy hacia Alem cuando me dirijo hacia el centro, frente al Cementerio Sueco estaba una pinza de la gendarmería. Ahí me pidieron documento y el carnet de conducir, y uno de los guardias va y le trasmite algo a su jefe quien viene y me dice me “así que vos sos el famoso Bajura, sabés porque te detenemos? No, les dije y me agarraron y tumbaron al costado de la camioneta y me tiraron adentro de una ford, me cubrieron con un pullóver la cabeza y los milicos me pusieron sus pies arriba. Sabia que eran de gendarmería con asiento en Oberá, porque el que estaba adentro del auto me dijo que era el jefe de ellos. En el camino entre el cementerio Sueco y el centro, él jefe me pregunta si yo era pariente de Patura de Encarnación y yo le contesté –“Si, es primo de mi papá” (en realidad fue una mentirita mía para zafar), -ah!- me dice el jefe, -“es muy buena gente, es muy amigo mío, ¿hace mucho que no lo ves?”- Y 143

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le contesté –“como dos o tres meses que no lo veo ¿por qué?”, y me contesta –“porque está bastante enfermo el hombre, vas a tener que ir a visitarle”. Y ahí me bajaron en el Escuadrón 9 de Gendarmería en Oberá, me dejaron en una pieza llena de bolsas, solo, sin ropa, sin esposas, ahí estuve mas o menos hasta las una de la madruga. Luego me trasladan en mi camioneta Dodge esposado, junto a Holot, uno iba manejando, el otro en la puerta, yo en el medio y habían otros dos milicos arriba con las puertas abiertas.. Cuando salíamos veo que traen a Andrujovich Centro Clandestino de Detención Policía Federal Seccional Posadas Nos llevan a la Delegación de la Policía Federal en Posadas y me dicen: “Mirá acá se pone peor, acá no es joda, eh!” Pude ver a Julio Gómez. Después entran hacia la derecha en una celda, luego uno se acerca con una coca y un sándwich en la mano, esto fue entre las 14:00 hs y 15:00 hs era un día domingo cuando me sacan y me llevan a un lugar atrás de la guardia y mojan una toalla que extienden arriba de una mesa grande también mojada, me ponen arriba desnudo y con una picana empiezan a pasarme electricidad a 220 por todo el cuerpo mientras ponían la música a todo volumen. Yo estaba sin vendas y pude ver la cara del tipo, que era un hombre grande de vaqueros y me interrogaban para que diga: ¿que estabas haciendo? Y¿ Dónde está Pedro? y le contesté: que hace rato no lo veía no se donde estaba, me dejaron de torturar después de un largo tiempo y al rato escucho que llega Milagros Palacios que luego supe que en ese lugar la habían quemado con agua caliente y luego le seguían picaneando con electricidad, golpeado, aunque, en realidad ahora que lo recuerdo estaba vendado, yo escuche que se acercaba una chica, y ahí la escuche a ella decir a los gritos “¡que hijos de putas que son!”. Habían caído todos los compañeros, yo estaba vendado sé que había gente por que se escuchaban las voces de muchas personas que producto de la tortura hablaban, gritaban, casi una semana fui torturado todos los días y todo el interrogatorio estaba referido a Pedro, y yo siempre le contestaba que no sabía dónde estaba él, ahí se acerca uno de los milicos y me dice “No mientas si vos le llevabas mercaderías a Pedro y vos sabés donde se encuentra”. Centro Clandestino Detención ex Destacamento de Prefectura de Santa Ana Al final deciden llevarnos al Destacamento de Prefectura de Santa Ana, cuan144

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do llegamos se escuchaba el croar de las ranas y el ruido del agua del Río Paraná muy cerca, fue en ese lugar que un milico me dice ¿así que vos no sabés nada? Yo le contesté que no, y el milico les ordenó que me sigan torturando y ellos se ensañaron en su trabajo, y yo entre tanta tortura y golpes trataba de pensar que podía hacer por Pedro para que se salve. Después de eso me dicen que les lleve hasta el campamento de Pedro y yo decidí llevarles a Torta Quemada por detrás de Pindaití para darle tiempo a Pedro a que se ponga a salvo ya que suponía que la gente le iba a comentar a él que lo andaban buscando, yo no sé quien estaba conmigo, ellos podían aprovechar para fusilarnos a todos juntos. Además pude darme cuenta por lo que hablaban que ya habían fusilado a algunos. Ellos se dieron cuenta que allí no estaba y decidieron que era un buen momento para llevarme a pasear, llegamos a una chacra y me sacan la venda y me dicen: ¿donde está Pedro? y yo le respondo: Que se yo donde esta Pedro, ustedes me obligan a mentir, ¿Cómo que no sabes dónde está?. Luego con el móvil salimos de esa chacra que no se de quien era y más o menos a 500 metros del lugar, me bajan de la camioneta y toman energía eléctrica de las bujías de la camioneta y ahí me torturaron con picanas en el ombligo, y después me atan con una soga atrás de la camioneta yo estaba tirado en el suelo destruido ya que venía de varios días en los que me aplicaban descargas eléctricas, golpes de puño y de patadas sin pausa. Encienden la camioneta y me empiezan a arrastrar por el suelo unos 300 metros más o menos, atrás nuestro una cantidad importante de efectivos del ejército se movían en siete unimog. Luego me suben a la camioneta yo estaba en estado lamentable, el dolor era insoportable yo estaba vendado y en ese momento se escuchan unos tiros cerca y le agarran a Holot Adan en su chacra en Pindaití y él asustado por el tiro empieza a correr y cae, después le preguntan por Pedro y él le contesta “ahí está” señalando un lugar a quinientos metros, ese lugar era la chacra de Geraldo Olivera. Por suerte antes de que llegue el ejército a la chacra de Olivera, Pedro desde su campamento escucha los disparos y logran escaparse, ellos solo encontraron la carpa en donde seguía encendido el fogón. Centro Clandestino de Detención Pindaytí Más adelante, y en ese mismo lugar, me cagan a palos y me cuelgan a una planta de tung con los pies para arriba, yo pedía por favor si podían darme un poco de agua y ellos me tiraban agua alrededor, y me seguían pegando, eso me 145

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torturaba aún más, recuerdo que estaba un sobrino de mi hermana en el ejército y fue el quien después me contó todo, lástima que ya falleció Centro Clandestino de Detención Acaraguá Después cuando me llevaron al campamento de Acaraguá, me vuelven a arrastrar por el pasto nuevamente. Sentí que me pusieron algo frío en la cabeza que supuse que era una pistola, era demasiado el dolor que sentía y pedí que me maten, si yo no había hecho nada malo a nadie les dije, para qué iba a seguir sufriendo, para qué iba a seguir viviendo en esas condiciones… En ese centro clandestino de detención había un jefe del ejército con dos estrellas grandes que me arranca las vendas y me dice, “¿asi que vos h.d.p. no le viste a Pedro Peczak?, ahora sí ya no vas a ver a nadie más, vas a perder la vista” y me pone dos bodoques de barro en los ojos y arriba me atan las vendas bien fuerte para destruirme la vista y a medida que se iba secando el barro me producía un dolor indescriptible en los ojos. Ahí empezaron a servir mate cocido y galleta y estaba un soldado que nos puso las esposas con las manos hacia delante para tomar el mate cocido y ahí le digo “Señor” ¿que pasa? me contesta, ¿será que me puede hacer la gauchada y limpiarme los ojos porque tengo “sucierita” y me pica la vista?, y no me contestó nada se da media vuelta y se fue, yo me quedé en el molde y a las dos horas vuelve y me toca la espalda y me dice te voy a limpiar los ojos, pero no me mires, y mediante que me lavó los ojos los salvé, después pude ver bien. Centro Clandestino de Detencion Jefatura de Policía Después nos trasladaron desde el campamento de Acaraguá a Posadas y allí nuestro destino fue la Jefatura de Policía de Misiones nos depositaron en una pieza grande, ahí caímos todos encapuchados, estábamos amontonados. Allí empezaron a servir la comida los hermanos Cieplinski, siempre eran guisos ensopados. Había uno de los hermanos Hippler que estudiaba para cura y estaba preso con nosotros. En ese lugar la rutina de las torturas se repitieron. Hermanados por los infortunios A los siete los años de edad, a mí me agarró parálisis por la poliomielitis. En casa me curaban lavándome con diferentes tipos de yuyos, y luego me llevaron 146

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al Hospital Madariaga en Posadas donde estuve internado durante un año. Yo no caminaba porque me había afectado medio cuerpo, el brazo y toda la parte derecha. En ese centro de salud, frente a mi cama, estaba internado otro chiquito, que también estaba con los miembros paralizados, a él le había afectado la misma enfermedad pero en todo el cuerpo. Una mañana empecé a caminar y las monjas que me cuidaban empezaron a llorar de alegría, pasó el tiempo, yo salgo de la internación y vuelvo a mi casa

Página del libro “Las Polémicas de Jauretche” de Norberto Galazo con mensajes de sus compañeros presos el día que Alberto Bajura recuperó su libertad

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en la chacra. Luego pasaron décadas, llegó la dictadura también en Misiones y me detuvieron. Entre los familiares que visitaban a sus hijos presos en la cárcel, mi madre y Laura Varela de Ávalos se reconocieron, ambas veinte años antes eran aquellas madres que luchaban por mejorar la situación de salud de sus hijos afectados por la polio en aquel hospital de Posadas. En la cárcel y por disposición de la Cruz Roja que nos visitaba, nos llevaban siempre juntos a Pedrito Ávalos y a mí a distintos hospitales para ser atendidos. En la cárcel de Caseros estuvimos todo el tiempo internados en el hospital de la unidad penal, nos sentíamos muy bien ya que habían varios guardiacárceles que entraban cantando la marcha peronista después nos contaron que antes de ingresar al servicio penitenciario ellos habían pertenecido a las ligas agrarias chaqueñas. Pedrito Ávalos y yo, al enterarnos de nuestras historias compartidas desde temprana edad, sentimos que la vida se empecinaba en juntarnos hermanados por la militancia y por los infortunios. Recorrí todas las unidades penales y pude recuperar mi libertad, desde la Unidad Penal de Rawson, seis años después Reflexiones finales Con relación a Pedro Peczak yo creo que no se cuenta la historia con la verdad de los hechos, algunos dijeron que él tenía armamentos. Él no tenía nada, lo único que tenía como arma era una horqueta, el machete para limpiar la chacra y la cosechadora, ésas eran sus armas, recuerdo. Me contaron que la suegra de él negoció con los milicos y por eso Zurakoski y la hija solo estuvieron detenidos un año. Cuando Pedro pudo escapar del campamento en Pindaytí, arriesgó su pellejo porque tuvo necesidad de ver a su madre ya viejita, y llegó hasta su casa en Ameghino, ella no se encontraba en la chacra, él se escondió subiéndose a lo alto de un árbol esperando que volviera, desde las alturas pudo ver a los milicos que pasaron por debajo de él, pero ellos no le vieron. Después Pedro se dirige a su casa cuando ellos ya se habían retirado. Más tarde él decide ir a Panambí y a la nochecita pasó por casa, ya que nuestra chacra quedaba muy cerca, ahí mi madre le cuenta que nosotros ya estábamos detenidos, luego ella le dice: ¿Por qué Pedro no te vas a Brasil? y él le contesta que eso él iba hacer pero, ”primero voy a la casa de mi suegra, le voy a 148

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pedir plata y de ahí me voy”, dijo. Y bueno mamá le dió de comer un poco y le dió alguna que otra ropita y algo para cubrirse. Así pasó todo, y lamentablemente no lo pude ayudar más, y no pude saber más de lo que estaba pasando porque ya me habían detenido. Mirta, hermana del Negro, recuerda que cuando detuvieron a Pedro, “desde LT13 Radio Oberá, se reiteraba varias veces al día la invitación a la población para que fueran a ver al LEÓN que había sido detenido y que lo tenían exhibido atado a un árbol en el Escuadrón 9 de Gendarmería”. Esto quedará en la historia como una muestra clara de la complicidad civil con la dictadura. Como reflexión final creo que en memoria de tantos militantes que hoy ya no están, como Pedro que por su lucha fue fusilado, se debería hacer cumplir a los secaderos y a los molinos que paguen el precio que está estipulado para la yerba, que los agricultores puedan abastecer a la provincia con los productos resultado del trabajo de sus chacras. El colono no está muy bien todavía, faltan caminos municipales para poder sacar nuestros productos, se están haciendo cosas pero falta mucho todavía.

Día del casamiento de “El Negro” Bajura, sus testigos fueron Anita Peczak y Sergio Sobol.

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Cantos de la Memoria Popular

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Mi paso por Misiones Por Norberto Alayón * Nací en 1945 en el barrio de Parque Patricios de la ciudad de Buenos Aires, en un hogar de clase media baja. Mis padres fueron obreros de la industria tabacalera. Me gradué de trabajador social en 1965 y el 15 de marzo de 1970 llegué a Posadas para asumir la función de Profesor Titular a cargo de la Secretaría de Asuntos Académicos de la Escuela de Servicio Social, dependiente de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE). En marzo de 1971 me radiqué con mi familia en Corrientes, viajando todas las semanas a Posadas para el dictado de mis clases. En marzo de 1972 retorné a Posadas, asumiendo con dedicación exclusiva mi labor docente en dicha Escuela universitaria. El país vivía en dictadura, la cual se había iniciado el 28 de junio de 1966 cuando aquel general, proveniente del nacionalismo católico, Juan Carlos Onganía, derrocó al gobierno constitucional de Arturo Umberto Íllia. El Cordobazo de 1969 dió por tierra con las aspiraciones de aquel pigmeo oligárquico, que recitaba que la “Revolución Argentina” no tenía plazos, sino objetivos y que aspiraba a gobernar por largos 20 años. Luego lo sucedieron otros dos militares: Roberto Marcelo Levingston y Alejandro Agustín Lanusse. A pesar de la dictadura, que luego pasó a ser una “dictablanda” en relación con las bestias mayores de marzo de 1976, se vivía un clima de altísimo voltaje político, con significativos niveles de participación social. En 1971 yo había iniciado en Corrientes mi acercamiento a la “izquierda nacional”, que dio origen a un nuevo partido político: el Frente de Izquierda Popular (FIP). Y a mediados de 1972, ya en Posadas, formé parte de la Junta Promotora del FIP en Misiones. A raíz de mi militancia en el FIP sufrí el primer hecho de discriminación ideo153

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lógica en la Escuela de Servicio Social de la UNNE. En junio de 1973 había sido designado Secretario Académico de esa unidad académica y por presiones del Secretario de Planeamiento de la Universidad, Arquitecto Carabajal, como así también de los servicios de informaciones locales, fui dejado cesante en el mes de agosto. En noviembre de 1974, un denominado Comando Nordeste de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), amenazó mediante un escrito remitido por correo que volaría el local partidario (ubicado en la calle Rioja 396 de Posadas) si no era cerrado en 24 horas. En las elecciones provinciales del 13 de abril de 1975, fui candidato a Gobernador de la provincia por el FIP, siendo acompañado en la fórmula por Javier Aquino, con la consigna partidaria en la boleta que proponía “Liberación Nacional y Patria Socialista”. Hacia diciembre de 1975 recrudecieron las amenazas y las intimidaciones. Primero, fuerzas del Ejército allanaron mi domicilio particular, sito en Carlos Pellegrini 116. Y luego se produjo el asalto y robo del local del Partido, a la par de que un llamado Movimiento Cívico Argentino – Sección Misiones profería amenazas de muerte a distintos dirigentes políticos, entre ellos a mí. Cuando se produce el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976 estuve unos días escondido, viajé a Buenos Aires y luego volví a Posadas, donde en esos primeros días no se registraba un clima plagado de detenciones y desapariciones como en otros lugares del país. Claro que no podía abandonar mi trabajo en la Universidad, pero ello me indujo al error. Fue así que el 5 de abril, alrededor de las 23 horas, un policía Ríos de civil y otros “señores educados”, se aparecieron en mi domicilio y concretaron mi detención. Me llevaron en uno de los dos Ford Falcón en que se movilizaban al Departamento de Policía y más tarde, en la caja de una camioneta, a la cárcel de Candelaria. Ahí me encerraron en un Pabellón que, tragicómicamente, ostentaba en la entrada un cartelito que decía “Fase de Socialización”. En rigor, no era que el comunismo internacional había invadido al Servicio Penitenciario Federal de Argentina, sino que ese pabellón albergaba a presos comunes, los cuales habían sido trasladados hacia la parte de atrás de las instalaciones para poder recibir a otro tipo de “delincuentes”. 154

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Y a partir de ese momento, mi vida quedó a cargo del Coronel Juan Antonio Beltrametti, Jefe del Área Militar 232, personaje oriundo de Concepción de la Sierra, cuñado del médico Raúl Justo Lozano (que había sido Rector Normalizador de la Universidad Nacional de Misiones) y primo hermano del ex Gobernador Luis Ángel Ripoll. Para no aparecer como poco alegres, tal vez podríamos desplegar un cántico que mentara “Beltrametti, Lozano, Ripoll: un solo corazón”. Así fue pasando el tiempo, con incertidumbres, con vacíos, sin visitas de familiares, sin abogados, sin correspondencia, sin noticias de mis padres que vivían en Buenos Aires, ni de mi compañera que vivía en Posadas, ni de mis dos pequeñas hijas que vivían en Corrientes, sin saber casi nada del afuera, hasta que hacia el 25 de mayo me notifican que el “amigo” Jorge Rafael Videla y su Ministro del Interior, Albano Harguindeguy, me habían puesto a disposición del PEN (Poder Ejecutivo Nacional), por medio del Decreto 427/76 que habían firmado el 14 de mayo. El 25 de mayo, después del recuento matinal diario, nos pusimos a cantar el Himno Nacional, lo cual habíamos acordado por nuestra cuenta el día anterior. Ese día nos dieron chocolate bien caliente como desayuno y al mediodía empanadas de carne. ¡Todo un gesto fraternal y patriótico del Servicio Penitenciario Federal! El “gesto”, obviamente, no me conmovió en lo más mínimo, pero mi pragmático y apolítico paladar sí que lo agradeció, a pesar de los dictadores civiles y militares que estaban arrasando con el país. Eso sí, en una o dos oportunidades nos mandaron un cura provocador, que ofició una suerte de misa y que, “sin querer queriendo”, nos refregó la noticia de que habían matado a Roberto Santucho en un operativo. Yo no era -ni soyreligioso, pero hubiera deseado que lo siguieran enviando al cura “oficialista”, porque me podía distraer un rato, mitigando la soledad del vacío. A veces me distraía con un episodio común, natural, que convocaba mi atención, y aún hoy sobresale en mi memoria banal: observar a los pilinchos, los días de fuertes lluvias, escarbar la tierra con su fuerte pico y engullirse a las lombrices y gusanos para sobrevivir ellos y alimentar a sus propias crías. Un día cualquiera aconteció un episodio pintoresco. Trajeron detenidos a cua155

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tro jóvenes que habían cometido un delito común: asaltar a unos mormones y, al no calibrar bien la época en que vivían, se les ocurrió mandar un mensaje solicitando rescate o algo parecido. Rápidamente fueron capturados, confundidos en un principio como activistas políticos. A los pocos días a los cuatro les tomaron las medidas de sus talles para proveerles del uniforme correspondiente y los pasaron al pabellón de atrás, cambiando de “status”: dejaron de ser presos políticos y se transformaron en presos comunes. Hacia el 23 de setiembre, casi aún en la madrugada, nos despertaron abruptamente, nos sacaron al pasillo, nos hicieron desnudar y volver a vestir, nos esposaron, nos hicieron subir a un micro y nos llevaron de paseo. ¿A la cárcel de Posadas, a Resistencia, a dónde? Primó la cárcel de máxima seguridad de Resistencia y comenzamos a visitar por dentro a la más renombrada U 7. En la cárcel de Resistencia el “clima” era otro. Detenidos de todo el país, algunos desde antes del golpe del 76, con algunos “pesos pesados”, que en la actualidad volvieron a ocupar cargos políticos de relevancia, aunque no necesariamente sean relevantes ellos por sí mismos. Acudamos a otro episodio, para matizar y aliviarnos un poco de la desgracia de aquella época. Un día llaman para ir a misa y me apresté raudamente, a pesar de mi agnosticismo. La gran sorpresa no fue ver a los detenidos montoneros entonar las canciones religiosas, habida cuenta de su coherente origen. Mi asombro recayó en los miembros del ERP (de raigambre marxista) que también ensayaban con unción las estrofas religiosas. Más tarde me enteré del acuerdo respetuoso que habían acordado con un solidario cura, que valientemente intercambiaba noticias del afuera, sin discriminar a los familiares por tal o cual pertenencia política, práctica que a muchos de los propios detenidos no les era común. A la siguiente misa, yo mismo -ferviente no católico- respeté los códigos y hasta llegué a aprenderme de memoria algunas estrofas litúrgicas. Peticioné, en su momento, por la opción para viajar exiliado al extranjero, pero no tuve respuesta alguna. Y así, soportando un clima especial en el pabellón que me tocó, llegué al 23 de diciembre de 1976, día que se produce la recuperación de mi libertad. En rigor, se trataba de la excarcelación, porque libertad no existía ni adentro de las cárceles (obviamente), ni tampoco afuera. El día anterior, como buen presagio, nos acicaló el peluquero de la cárcel a 156

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aquellos que en definitiva íbamos a abandonar la penitenciaría chaqueña. La pulcritud de los militares genocidas, que no dudaban en arrojar personas vivas al mar o que torturaban aplicando la picana eléctrica en la vagina de mujeres embarazadas con toda naturalidad, no habría de permitir que los liberados en esa ocasión fueran vistos con rasgos de desprolijidad. Tampoco habían dudado cuando, unos diez días antes, concretaron la terrible Matanza de Margarita Belén. Como despedida nos brindaron sandwiches de milanesa (todo un manjar en relación a la comida cotidiana que nos daban), nos robaron efectos personales y parte del dinero que teníamos depositado por nuestros familiares. Nos hacinaron en un micro celular y nos llevaron al Regimiento militar de Resistencia. Con el apretujamiento, con el calor de diciembre en el Chaco y con mi viejo asma, bajé casi desmayado. Y ahí, el iluminado pedagogo General Cristino Nicolaides (que se creía encarnado en una suerte de Dios omnipotente) nos brindó una densa charla educativa, recordándonos que nos daban la libertad, pero que ellos (los militares) sabían que habíamos cometido actos indebidos y que por eso habíamos estado presos. La verdad que tenía razón Cristino: para su lógica medieval, era un terrorista cualquier persona que aspirara a una sociedad más justa e igualitaria. A partir de entonces, retorné a Buenos Aires sin trabajo alguno. Al salir de la cárcel me enteré que había sido dejado cesante por la ley 21.260/76 de seguridad nacional, en mi cargo de Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNAM. Con fecha 5 de abril de 1976 (el mismo día de mi detención), el coronel Walter César Ragalli, Delegado Militar en la UNAM, había firmado la Resolución Nº 179 dando por finalizados -“por razones de seguridad”- mis servicios docentes. Dicha ley de “seguridad nacional”, del gobierno inconstitucional, me impedía ocupar cargos públicos por cinco años. Y, en consecuencia, como profesional del Trabajo Social, disciplina intrínsecamente relacionada con la acción del Estado, estaba virtualmente inhibido para desempeñarme laboralmente. De ahí que quedé compelido a intentar -con escasísimo éxito además- llevar a cabo diversas y nada gratificantes actividades por fuera de mi profesión, para mal sobrellevar la existencia cotidiana. En Buenos Aires me encontré con mi madre moribunda, situación que yo des157

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conocía totalmente porque en la cárcel de Resistencia también estuve privado de visitas y de correspondencia. Ella sufría del corazón y escuchó por radio mi nombre entre los detenidos en Misiones en abril de 1976. De ahí en más se desbarrancó totalmente, debiendo ser internada en distintos hospitales, aunque ya sin posibilidades de recuperación. Falleció al poco tiempo de mi excarcelación: el 10 de febrero de 1977. Mi padre, muy resentido por todo lo mal vivido en ese período y enfermo pulmonar a su vez, fue mejorando gradualmente, aunque no se llegó a recuperar del todo. Falleció casi exactamente a los dos años de la muerte de mi madre: el 9 de febrero de 1979. Con mi esposa y nuestro hijo de un año de edad, terminamos exiliándonos en Perú en setiembre de 1979 y regresamos a Buenos Aires en julio de 1982, después de la Guerra de Malvinas y con Reynaldo Benito Bignone como el último Presidente de facto de la feroz dictadura militar, que se había denominado a sí misma con el eufemismo de “Proceso de Reorganización Nacional”. Pero, a pesar de todo, todavía estamos de pié, todavía “cantamos” en pos de una sociedad más justa. Nos golpearon fuerte, pero nos fuimos rehaciendo. Nos hicieron retroceder, pero de a poco volvimos a avanzar. Y para seguir avanzando es imprescindible no perder la memoria. Porque son muchos, civiles y militares, los que apoyaron la dictadura desde distintos lugares y cargos y ahora aparecen disimulando y reciclados, como si no hubieran tenido ninguna responsabilidad en la barbarie generalizada de esa época. Porque la memoria y el develamiento de quienes contribuyeron con la dictadura, resulta indispensable para evitar la repetición de los hechos. Todo lo que se haga en este sentido siempre será insuficiente, porque los genocidios -tanto en lo que respecta al accionar de sus actores principales, como en los diversos grados de complicidad que se registraron- no pueden ni deben ser olvidados.

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*Norberto Alayón. Trabajador Social. Ex Presidente de la Junta Provincial del Frente de Izquierda Popular. Candidato a Gobernador de Misiones por el FIP en las elecciones del 13/4/75. En la actualidad (2010) es Profesor Regular Titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, donde se desempeñó como Vicedecano entre 1998 y 2002.

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Testimonio de Héctor Michelón Mi nombre es Héctor Michelón, soy oriundo de la Ciudad de Posadas, en la cual nací un 24 de mayo de 1934. Mi madre, María Nicolaza Duarte, es de origen paraguayo, proviene de una familia muy humilde y con fuerte arraigo a la fe religiosa cristiana. Al afincarse en Argentina, siendo muy joven, se dedicó a trabajar de empleada doméstica a fin de hacer frente a las necesidades, que no eran pocas. Mi padre Humberto Michelón, fue un italiano nacido en la Provincia de Vicenza, región de Venecia. De muy joven se mudó junto a dos hermanos, a la Ciudad de Milán, en donde se recibió de técnico mecánico. Luego, trabajó como obrero asalariado y desde muy joven abrazó las ideas del marxismo científico y comienzó a militar en las filas del partido maximalista italiano junto con sus líderes Antonio Gramsci y Palmiro Togliatti. En el año 1918, participó activamente de la marcha realizada en Milán, donde se produce la separación del socialismo y el maximalismo que después se identificaría con el nombre de Partido Comunista Italiano. A finales del año 1922 y con 22 años de edad, tuvo que salir de Italia perseguido por el fascismo instalado en ese país con Mussolini. Elige la Argentina como destino, llegando primeramente al Puerto de Buenos Aires y desde allí se dirige a la Ciudad de Rosario donde reside un par de años y luego decide viajar a la Gobernación de Misiones, con la intención de dedicarse a la plantación de yerba mate en el Paraje de Campo Grande. Mi padre, ya en plena tarea de trabajar la tierra, siguió manifestando un alto compromiso social al sensibilizarse por las condiciones en que se encontraban otros en su comunidad. Él fue un ciudadano pionero y como tal recuerdo que junto a otros vecinos como Alberto Bellot, el Señor Director de una escuelita Don Francisco Vanoni, el agente de policía Eusebio Vargas, el comerciante Don Ramón Cura y otro vecino Dorildo Cardozo, todos aunando esfuerzos se dedicaron a la tarea de construir un puesto de policía y un lugar para que funcione una estafeta postal, para que el servicio de correo llegara. 161

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A lo largo de su fructífera tarea se conoce con un gran dirigente social que fue el compañero Marcos Karner, secretario del Partido Comunista de Misiones. Este encuentro se produjo al poco tiempo de que ocurriera la conocida Masacre de Oberá, en donde los colonos misioneros fueron masacrados por su lucha y defensa de mejores condiciones para sus productos y su trabajo. Fue con Karner, que mi padre y varios vecinos de Campo Grande se juntaron y conformaron una Comisión en defensa del Misionero, y una de las primeras luchas que llevaron adelante fue para lograr mejores precios para el tabaco. Esta comisión estaba conformada por los siguientes vecinos: mi padre, Pedro Pascual Ramírez, Francisco Ausolito, Pedro Zepe Antolín Almeida; luego se agregaron Osvaldo Bianchetti y Recho Kotula; estos fueron los protagonistas de esta organización de colonos que marcaron el camino que luego seguirían los luchadores del MAM, de las Ligas Agrarias y otras. Volviendo a la historia, con la finalización de la “2da Guerra Mundial y el advenimiento del peronismo, en Argentina se instala en el gobierno el General Perón en el año 1946. Fue en ese momento que yo contaba con 12 años y asistía al 6to grado antiguo que lo aprobé, siendo el último año que asistí a la escuela primaria. Allí empecé a trabajar en la chacra con mis cinco hermanos que conformaban mi familia, el trabajo que realizábamos era el mismo en todas las chacras: plantación de yerba, cosecha de yerba, plantación del té, cosecha del té. Simultáneamente se plantaban las plantas anuales como mandioca, zapallo, maíz, batatas y otras. Es un trabajo intenso y muy duro. Llegamos al año 1955 y me llega el llamado para incorporarme al Servicio militar obligatorio el día 7 de enero de ese mismo año, como soldado en la Compañía 12 de Comunicaciones en Posadas. Recuerdo que ese año fue muy trágico para el pueblo argentino. Me encontraba en el regimiento cuando tomé conocimiento de que se había producido el primer intento de golpe de estado cuando la marina con sus aviones a cargo del Almirante Isaac Rojas y el jefe de la Aviación Toranzo Calderón ordenaron el bombardeo de la Plaza de Mayo, lugar en donde se habían concentrado miles de obreros y estudiantes en defensa del gobierno constitucional del General Perón. La cantidad de muertos que hubo producto de esta salvaje masacre efectuada por militares golpistas, nunca 162

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pudo conocerse y lo más grave aún es que nadie fue juzgado como responsable por este crimen de lesa humanidad, y sostengo que es una deuda pendiente que tenemos los argentinos de conocer la verdad de los hechos acontecidos y que se debe reparar. Estando de maniobras con el ejército, en el interior de la provincia de Corrientes, en septiembre de ese mismo año, finalmente se produce el golpe de estado que derroca al Gobierno del General Perón y se instala el gobierno militar, con efectos muy nefastos para todo el país. A raíz de todos estos hechos negativos y ya de vuelta a la vida civil, la falta de trabajo y con una familia para mantener, viajé a Oberá con un hermano y allí encontré a Don Marcos Karner quien me propuso afiliarme al Partido Comunista Argentino. Corría el año 1960 y ya en pleno mandato del Dr. Frondizi, quien a mi entender fue un traidor al pueblo argentino, porque había escrito un libro, “Política y Petróleo”, en donde presentaba un programa de defensa de la riqueza nacional que significaba el petróleo y resultó que en función de gobierno llevó adelante una política de privatización de los pozos petroleros argentinos. Esta realidad política, fue la que determinó mi vida como militante, ya que después de afiliarme al Partido Comunista estaba convencido de que esa era la herramienta fundamental para emprender la lucha en ese momento particular del camino histórico de los pueblos latinoamericanos y con un aliciente muy fuerte que significó el triunfo revolucionario de Fidel Castro en Cuba, acompañado por el argentino CHE Guevara. A mediados de 1963, por razones de trabajo me dirijo al interior de la Provincia de Corrientes, en una estancia grandísima de 25.000 has de campo, en donde pastaban unas 20.000 cabezas de ganado, 3000 caballos y 4000 ovejas. Además se cultivaba unas 500 has de arroz y unas 2000 has de maíz. Había además una colonia de pobladores que plantaban tabaco ocupando unas 350 has. Este trabajo, en donde me desempeñe durante 12 años, me permitió adquirir mucho conocimiento social. Me permitió darme cuenta de la diferencia que había en la repartición de la tierra, ya que en Misiones, caracterizada por sus grandes colonias, se distribuía la tierra en parcelas o chacras de 25 has que permitió a los propietarios desarrollarse y progresar en todo el territorio. No ocurría lo mismo en Corrientes. Para la navidad de 1974, ya estaba de vuelta en Misiones y nuevamente con mi familia volvimos a trabajar en Campo Grande. Mis patrones de Corrientes habían vendido la estancia a una forestadota de Entre Ríos y producto de mi 163

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trabajo y esfuerzo, me pagaron unos buenos pesos, una camioneta y un tractor. Ésto me permitió instalar una despensa y carnicería en la chacra de mi papacito, en el lote 65 y 66, Sección 8va. de Campo Grande. La municipalidad del pueblo tardó casi 8 meses en darme los permisos para la habilitación del negocio, y en ese lapso de tiempo me largue a la militancia activa dentro del partido comunista y dentro de la organización agraria. La lucha y el compromiso por los que menos tenían, fue la marca que mi padre había dejado en mí con su ejemplo. Empezamos con mi amigo Eliseo Baidoski, gran dirigente político y campesino, a recorrer rutas y picadas del centro de la provincia de Misiones, en pos de organizar nucleamientos de base del MAM y de las Ligas Agrarias y también el tiempo lo dedicábamos a la organización y desarrollo del Partido Comunista. Conformamos celulares y comités y a través de esa militancia sentía que nos elevaba cada vez más alto la conciencia como persona. Fue en ese momento de plena militancia y lucha que mi esposa es invitada a participar del Congreso Mundial de Mujeres, que se realizaría en el mes de octubre de 1975 en Berlín Oriental de la Alemania del Este hasta ese momento. Este viaje sustentado por las Naciones Unidas, permitió que dos mujeres misioneras viajen representando a la provincia: mi esposa llevando la representación de las mujeres católicas del campo y Mecha Riqueza en representación de la mujer política. En esa ocasión tuvieron la posibilidad de conocer a muchas mujeres representativas del mundo como la Madre Teresa de Calcuta, la Señora viuda de Allende, la primera astronauta mujer del mundo Valentina Tereskova y la Sra. de Raúl Castro, Vilma Spin. Pudieron además, en esos dos meses que duró la estadía, recorrer varios países socialistas como Rumania, Polonia, Bulgaria, además de Alemania del Este. Volviendo a nuestro país, y ya en el año 1975, las movilizaciones y las luchas sociales de todo tipo que el pueblo llevaba adelante por sus reivindicaciones se acentuaban. Ya se vislumbraba un triste desenlace; las clases dominantes también acentuaban su lucha para consolidar su poder económico, en lo social y lo cultural y esto significó para todos los pueblos latinoamericanos el apriete del torniquete que se estaba por producir por parte del neoliberalismo. Fue en este tiempo en que se conocieron a muchos luchadores sociales que en verdad dieron su vida por sus ideales. Muchos de ellos son ejemplo de combatividad y honestidad con sus compañeros del pueblo. Podemos destacar y nombrar algunos, pero el reconocimiento es para todos los que no tuvieron temor 164

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de participar y militar a través de sus organizaciones de lucha y combate. Cito a Don Pedro Orestes Peczak, a la docente Susana Ferreira, los hermanos Figueredo, Guilber Michell, Antonio Hartman, Don Eugenio Kasalaba y Eliseo Baidoski. A los que representaron a los sectores de la cultura como infinidad de profesores universitarios y estudiantes con sus diversas manifestaciones de lucha. Finalmente lo que presentíamos se hizo presente. El fatídico 24 de marzo de 1976 nos encontró con el golpe cívico militar consumado. A mí me detienen el 25 de mayo a las 17 horas en mi negocio. La patrulla de la policía de Campo Grande, al mando del comisario Gabriel Rodríguez, realizó el procedimiento por orden del Comando Área 232, quedando detenido en la comisaría del pueblo. El resto de los integrantes del procedimiento quedan en mi casa y en el negocio que en ese momento estaba lleno de gente comprando carne y mercadería para su consumo. Le obligan a cerrar las puertas a mi señora y a mi hijo mayor Carlos, echando a la gente que estaba en el lugar. Mientras tanto, en la comisaría donde estaba detenido, me encerraron en un calabozo y el comisario me informó que estaba a disposición de la Gendarmería Nacional y que a las 20 hs. me iban a trasladar a Oberá. En el mismo calabozo pude reconocer a un compañero del Partido Comunista, Ireneo Lopuch, que era integrante del Comité del partido en Campo Grande. Tanto él como yo estábamos muy deprimidos. Pero al estar juntos nos alegramos un poco, finalmente a las 20 hs. nos trasladan en una camioneta de la policía con destino a Oberá, al Escuadrón de Gendarmería. El Comisario nos entrega al jefe de guardia quien inmediatamente llama a un subalféres de apellido Delgado de gendarmería, quien nos recibe con golpes de puños y violentas patadas, para luego introducirnos a un calabozo pequeño a los dos. Al rato nos sacan para interrogarnos sobre una célula guerrillera a la que pertenecíamos y para que digamos en dónde teníamos las armas y la dinamita escondidas. Luego de un tiempo y nuevamente a patadas y golpes de puño nos llevan a un calabozo más grande y en el camino pudimos ver que el cuartel de gendarmería estaba lleno de detenidos. A la madrugada del día siguiente no podíamos dormir. Yo estaba envuelto con una frazada en el piso y Lopuch se tapaba con una capa brasilera que había traído. Habían ruidos fuertes afuera y unos golpes en la puerta del calabozo que fueron para que un civil lo saque a Ireneo Lopuch para afuera. Después no supe nada más de él. En ese momento traen otro detenido a quien reconozco ya que era un amigo 165

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conocido como el fabricante de televisión y que tenía el taller en Campo Viera; era Don Procopio Bogarin. Al amanecer nos sacan del calabozo y nos llevan a un salón grande del cuartel de gendarmería y me encuentro con Eliseo Baidoski y con Guilbard Michell y su señora, además de infinidad de detenidos de toda la provincia que fueron traídos durante toda la noche y continuaron llegando de día. En horas de la tarde fuimos separados por grupos. Algunos fueron conducidos a Apóstoles, otros con destino a Posadas y a Candelaria. A la noche me separaron y me llevaron a un calabozo nuevo junto a un detenido de Eldorado de apellido Samaniego quien fuera detenido por la policía en la Terminal de Eldorado. Era un ciudadano paraguayo, delegado maderero de Puerto Piray. A la mañana siguiente no lo vi más. A los cinco días de detención por fin dejaron que me visite mi esposa, que me trajo una frazada, una almohada y ropa. Vino con mi hija más chica a quien no la pude ver ya que la dejaron sentada en la guardia. Con mi esposa prácticamente no me permitieron hablar. A la tarde de ese mismo día me entero que a un compañero de partido de Oberá, Carlitos Domínguez, lo llevaron detenido a Candelaria, lo que me puso muy triste ya que la cosa cada vez se presentaba más fea. A la noche, un gendarme conocido me comenta que gendarmería había realizado otro procedimiento en mi casa y que habían detenido a mi hijo mayor Carlos de 16 años. Al otro día esta noticia estaba confirmada ya que llegó muy afligida mi esposa a Gendarmería para averiguar dónde se encontraba nuestro hijo. Después de un buen rato le hicieron pasar a una sala al fondo del cuartel y allí sólo le permitieron ver el rostro de nuestro hijo que se encontraba desfigurado a raíz de los golpes de cachiporra, patadas y de puños que le habían propinado, comentándole que de la misma manera tenía todo el cuerpo. A él lo habían detenido en el A la izquierda mi hijo Carlos y compañeros colegio secundario en ocasión de enen la escuela secundaria de Campo Grande.

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contrarse en clase de educación física. La escuela era la de Campo Grande. Luego mi esposa es conducida a la oficina del Comandante Dante Amicareli, en donde fue sometida a un intenso interrogatorio sobre su viaje a Alemania, sobre su viaje a Cuba, en donde según estas personas, ella habría recibido instrucción guerrillera, lo cual era mentira ya que en el pasaporte nunca se comprobó visa de entrada a ese país y permanentemente le aseguraban que ella iba a ser deportada a Cuba y su marido a Rusia y que le sacarían los hijos. Después nos enteramos que en ese secuestro que sufrió mi hijo, en su escuela secundaria, en el cual fue salvajemente golpeado por personal de gendarmería, lo llevaron a su casa. Y las fuerzas represoras lo hicieron en cuatro Unimog. A mi hijo Carlos lo llevaron a los golpes hasta un tajamar en terrenos propiedad de mi padre y lo hicieron introducir allí con el fin de que sacara del lecho del mismo las armas que supuestamente habían sido arrojadas al agua. Luego de un largo tiempo no lograron encontrar nada. La otra parte de la patrulla había ingresado a la casa, hicieron sentar a mis tres hijas menores de edad en un sillón apuntándoles con un arma en todo momento, y ellos se dedicaron a romper todo lo que encontraban al paso, inclusive una cocina a gas que fue destruida ya que sostenían que en ella se encontraba camuflada una radio a través de la cual mi esposa se comunicaba con Cuba. Y así en nuestra casa no quedó ningún mueble sano, también rastrillaron toda la chacra y rompieron toda la mercadería que hallaban a su paso. Además nos robaron joyas y dinero en efectivo. Lo que más siento, por el esfuerzo que me demandó poder tenerla, es que cargaron también con 200 libros de mi biblioteca personal que era muy preciada por mí, en ella tenía libros de estudio como El Capital y La Plusvalía de Carlos Marx, y de filosofía de autores como Engel y Kant, otros de novelas de autores como Julio Verne, Víctor Hugo y Alejandro Dumas. De esta sustracción participaron en el procedimiento, el Subalféres de gendarmería de apellido Delgado y otro de apellido Atencio También pedían a las niñas que les digan dónde se encontraba el sótano en donde el padre guardaba las armas y las dinamitas, y las niñás no podían parar de llorar. En todo el procedimiento estuvo presente un Sargento de Gendarmería llamado el Zorro Sosa, quien era amigo de mis hermanos y que siempre se jactó que fue el que llevó adelante la investigación para poder descubrir y detener a esta “célula extremista”. Nunca pudo comprobar nada de lo que nos quería acusar. Estoy convencido que todos los procedimientos de 1976, que tanto la gendarmería y el ejército centralizaron en mi casa, lo realizaron en horas de la tarde 167

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también con el objetivo de terminar con mis actividades comerciales tanto de la despensa y carnicería, que finalmente con mi detención lo lograron. Mi hijo recuperó su libertad el día 26 de enero de 1977, y la represión del ejército y gendarmería en esa zona empieza de a poco a disminuir. Los días de encierro Pude saber de compañeros del MAM y de las Ligas Agrarias en los diferentes lugares de detención, como de Michel Guilbard quien estuvo 15 días detenido en Oberá. Luego lo trasladaron a la Cárcel de Candelaria, más tarde a la Unidad 7 de Resistencia, Chaco. Luego por gestiones de la Curia Católica pudo obtener la opción para salir del país y dirigirse a Francia de donde era originario. En otra ocasión, estando preso, me hallaba realizando trabajos en la caballeriza de gendarmería y pude saber por una noticia de una radio que habían detenido a Juan Carlos Berent, uno de los fundadores del MAM, quien fuera detenido por la policía de Oberá. Luego trasladaron a la Cárcel de Candelaria, de allá a la Cárcel de Resistencia y después de unos años lo llevaron a la Cárcel de La Plata, Buenos Aires, de donde recuperó su libertad después de cuatro años y medio de detención. También tuve conocimiento de la detención de Toto Duarte, quien fuera un dirigente reconocido del MAM y de Las Ligas Agrarias. A él lo conocí cuando tuvo un accidente con su auto cuando se encontraba recorriendo y visitando a los agricultores, y se desbarrancó cayendo a una zanja en la zona de San Francisco. Yo causalmente venía atrás y al advertir el accidente, paré mi auto y bajé a socorrerlo ya que Duarte era el que más herido se encontraba, lo cargamos en mi auto y lo llevé; quedó internado en la Sala de Primeros auxilios de 25 de Mayo, siendo atendido por el Doctor Alba Pose. Recuerdo a Adan Holot, de quien me enteré que también lo habían detenido cuando me hallaba trabajando en la olería o fabrica de ladrillos de gendarmería, en el km18 de la Ruta 14 de Aristóbulo del Valle camino hacia Pindaity. Él era un pequeño campesino que se transformó en un gran dirigente comprometido con las luchas sociales por los intereses de los pequeños y medianos productores. Se destacaba por su fuerza y fue ejemplo para toda la juventud agraria de campo misionero. Resistió con entereza moral las crueles torturas a las que fue sometido por integrantes del ejército y de gendarmería, quienes no lograron quebrarlo. También se comprometió con la campaña financiera del partido comunista, en la cual me acompañaba el Secretario del partido Don Restituto Silva o Eliseo Baidowski. 168

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Recuerdo también a los vecinos de Holot, quienes también fueron detenidos como ser Avelino Ferreira y Sabino Mendoza. Octubre de 1976 Llegó octubre de 1976 y en el Escuadrón 9 de Gendarmería Nacional el ambiente se encontraba enrarecido, ya se hablaba de la presunta detención de Pedro Orestes Peczak y de la docente de Oberá, Susana Ferreira y de otros dirigentes más. Ya a fines de octubre y estando alojado en un calabozo atrás de gendarmería, me sacan junto con otros detenidos abruptamente y nos llevan a un deposito, allí había gente que detuvieron en San Pedro quienes no tenían militancia en el movimiento agrario y los acusaron de sacar maderas sin permiso. Fue en ese momento que se produjo un movimiento espectacular, ya que habían traído a Enrique, hermano de Pedro Peczak junto a otros detenidos. En una mañana en que me encontraba haciendo limpieza al frente del escuadrón, pude escuchar por la radio del Jefe de Guardia, que habían detenido a Pedro Peczak y a Matilde Zurakoski, su esposa, y también detuvieron a Susana Ferreira. Poco tiempo después y ya a mediados de diciembre, un gendarme cuenta que habían muerto en un enfrentamiento Pedro Peczak, Susana Ferreira y un tal Samudio, sólo se sabía que era en un lugar de cerros. Toda la fábula que armaron alrededor de Pedro y Susana, a quienes sindicaban como guerrilleros asesinos y violentos, fue utilizada para justificar sus aberrantes acciones. Ambos se distinguían por sus claras convicciones y por ser gente de lucha. Don Pedro Peczak, fue un hombre simple, sencillo, pacifista, un verdadero cristiano, solidario amigo, buen vecino y de buenos sentimientos con sus pares. Lo mismo puedo decir de Susana Ferreira, con su carita de criolla, con fuerte presencia en la lucha activa, muy solidaria y comprometida con las luchas por las reivindicaciones de sus vecinos, una verdadera luchadora social, todo un ejemplo de vida. Centro clandestino de detención y tortura Zona Centro de Misiones Tuve conocimiento que previo a estas detenciones y dentro del marco del Operativo denominado TOBA, las fuerzas conjuntas de la policía provincial, el ejército y gendarmería instalaron un campamento en el camino de la Ruta 8, a orillas del Arroyo Acaraguá y en cercanías del Salto Chávez de Campo Grande, lugar que luego fue reconocido como el centro clandestino de detención y 169

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tortura de la zona centro. Por este centro del horror pasaron muchísimos detenidos políticos, la mayoría de ellos pequeños colonos que tuvieron participación en las luchas agrarias. Allí padecieron Enrique Igor Peczak, Norma Yanzat y su señora madre, Mario Andrujovich, Juan Cieplinski, Matias Staquievich, Adán Holot, Sabino Mendoza y Alcaraz padre junto con dos de sus hijos y el compañero Ireneo Lopuch. Este siniestro lugar de detención, nos recuerda a los campamentos de exterminio nazi de la última guerra mundial, por las torturas y vejámenes que se cometieron contra seres humanos que se encontraban esposados, encapuchados, descalzos y en condiciones físicas deplorables. Lo más terrible fue darnos cuenta de la participación de civiles que colaboraban con los represores, como lo hizo el Interventor de la Municipalidad de Campo Grande, el Sr. Nene Pereyra. Éste y otros civiles participaron delatando a los vecinos que participaban en la militancia agraria o en organizaciones políticas como el Partido Auténtico o el Partido Comunista. Personalmente acuso al Nene Pereyra de haber acosado y perseguido a mi esposa hasta lograr el cierre de nuestro comercio, con el cual ella mantenía a nuestros cuatro hijos estando yo detenido. Discriminación y persecución ideológica a niños Con el fin de que nunca vuelva a ocurrir, ya que se trataba sólo de niños, hago pública la persecución ideológica y discriminación a la que fueron sometidos mis hijos por maestros y profesores de las escuelas primarias y secundarias en Campo Grande. Todo esto acarreó en ellos dramas psicológicos y angustia permanente en todo el entorno familiar. Esta fue la causa principal para que a dos años de haber recuperado la libertad nos mudáramos a Posadas. Plan Cóndor El Plan Cóndor, en el cual estaban involucrados los gobiernos militares en Latinoamérica, tenía como una de las metas aniquilar a todos los militantes más esclarecidos de las organizaciones políticas, sociales, culturales, gremiales, a fin de crear miedo a través del terror, para conseguir su propósito de someter al pueblo argentino para aprovecharse de las riquezas generadas por su trabajo. Esto debe tenerse en cuenta para identificar a quienes son los verdaderos enemigos del pueblo, ya que se pudo descubrir que los terratenientes argentinos, quienes operan con el imperialismo yanqui a través de sus empresas multina170

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cionales, tuvieron un claro referente en José Martínez de Hoz, quien para imponer su sistema económico que beneficia a muy pocos, necesitó de las fuerzas armadas y también de complicidades de algunos sectores de la Iglesia; de allí que se entiende que fue una dictadura cívico militar. Haciendo un poco de historia Es importante hacer un poquito de historia, y por ello en nuestra Latinoamérica tenemos muchos hechos que tienen matices diferentes cuando de los enemigos del pueblo se trata. Remontándonos a la conquista de América por los españoles, fue descuartizado por Pizarro, el Cacique Tupac Amarú, significando el saqueo y destrucción de una civilización organizada que cuidaba el medio ambiente y tenía especial relación con la tierra de la cual vivía y que era propiedad de los pueblos originarios. Esto fue aprobado por el imperio colonialista español y las cúpulas de las iglesias que, en 1530, tenían unos de los procesos más oscuros que se recuerda y que fue la inquisición. Dos familias se disputaban el papado de Roma, los Médici en Italia y los Borgias en España. Ahora, si nos trasladamos a nuestro país, en 1810 estalla la Revolución de Mayo en donde también se dieron disputas por el poder. Los principios de Saavedra, que representaba a los grandes ganaderos terratenientes, dueños de saladeros, quienes eran los patrones de las extensas y mejores tierras de la Pampa húmeda, que triunfan sobre los de Moreno quien representaba a las ideas jacobinas de la Revolución francesa que era lo más avanzado, pero carecía de una burguesía progresista y sólo contaba con una pequeña parte de artesanos que no tenían poder. Llegamos a 1880 y el Gral. Roca inicia una campaña al Desierto contra el malón, constituyendo uno de los actos más sanguinarios de la historia del país, ya que el Gral. Julio Argentino Roca y sus tropas, fusilaron a miles de indios, otros miles fueron encarcelados, y se apropiaron de todas las tierras de los representantes de los pueblos originarios. En el festín por el reparto de estas tierras entre parientes y amigos, el abuelo de José Martínez de Hoz, recibe 2.500.000 hectáreas de las mejores tierras de la pampa húmeda. A su regreso a Buenos Aires, el Gral. Roca es recibido como un héroe nacional y es comulgado por el obispado de Buenos Aires. En realidad fue responsable por crímenes de lesa humanidad como hoy se los conoce a este tipo de delito. Es así que la burguesía argentina, entrelazada con el capitalismo internacional, también es responsable de que millones de hermanos vivan en la pobreza y en las villas del Gran Buenos Aires, en Córdoba o Rosario fuera de todo derecho 171

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laboral, de salud y educación. Considero que el derecho a la tenencia de la tierra es una de las reivindicaciones fundamentales para el pueblo argentino, como así también es necesario realizar una profunda reforma agraria que permita la devolución de las tierras a los pueblos originarios y las otras tierras, con una política planificada, teniendo como eje el interés del pueblo, hay que otorgarlas a quienes la trabajan. Legado No quiero cerrar mi aporte, sin mencionar a mi querida esposa y compañera de toda la vida; su nombre es Leonor Smaniotto, nacida en Santa Rita, Misiones, el 26 de septiembre de 1943. Ella siempre estuvo a mi lado y al lado de nuestros hijos en los peores trances en que la vida nos puso, demostrando una actitud indomable de madre y compañera, fiel luchadora junto con mis hijos. Recobré mi libertad el 28 de septiembre de 1977. Deseo fervientemente que el pueblo argentino, encuentre el camino de auténtica democracia, que pueda realizarse con libertad, para ser dueño de su destino y del país, cuidando el medio ambiente para una vida mejor. Por Paz, Democracia, plena libertad, trabajo y desarrollo para el pueblo misionero, nuestra patria chica. Un abrazo fraternal y solidario, para todos los luchadores sociales que soportaron con entereza todas las torturas y vejámenes a los que fueron sometidos brutalmente.

Héctor Michelón (77 años) Ex preso político Militante del Partido Comunista Barrio Villa Cabello

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Héctor Michelón con su compañera y militante de la vida Leonor

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Referentes de la Doctrina Social de la Iglesia

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Yo, tercermundista marginal Breve historia Por Silvio Liuzzi* Invitado a participar en un colectivo de relatos que preserven la memoria de la violencia represiva de la última dictadura militar, me permite saldar una deuda con muchos amigos que me han reiterado que escriba mis memorias sobre mi experiencia de esa nefasta época que he conocido por dentro. Mi resistencia se debe precisamente a que no tengo memoria para hacerlo, esto es, carezco del talento narrativo para registrar situaciones y circunstancias de interés que se me escapan. Por otro lado, venzo mis temores 30 años después de los trágicos acontecimientos. Simone Weil, sobreviviente de Auschwitz decía que al salir no hablaban a nadie, porque nadie podria creerlos al contarles los horrores que vieron y vivieron. Pero justamente aquí viene el problema mayor, ¿cómo uno fue a parar ahí? Una respuesta popular generalizada solía explicar muy suelto de cuerpo: “en algo habrá andado”. Efectivamente, en mi caso particular, yo andaba en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM). Yo fui detenido como tal. Si se hace una búsqueda con mi nombre y apellido en Google, en varias paginas en la rúbrica, « Iglesia, Víctimas de la Represión, las dos Iglesias » y afines, figuro allí como sacerdote junto con muchos otros en la misma situación. Pero cabe preguntarse entonces, ¿qué hice para merecer cárcel y exilio? Esta pregunta me la hicieron sistemáticamente al principio en el exilio, pero esta pregunta era solamente lógica en un estado de derecho, pero en la Argentina se había conculcado todo estado de derecho y la consecuencia lógica era la barbarie y la arbitrariedad. Por ello, una pregunta de esta naturaleza estaba fuera de lugar. Para las nuevas generaciones conviene hacer algunas aclaraciones con respecto al MSTM. Surgió durante la dictadura de Onganía/Lanusse (1966-1973). 177

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Las Fuezas Armadas y de Seguridad en esa época estaban colonizadas por los promotores de los « Cursillos de Cristiandad » del Opus Dei, una herencia del franquismo. La Iglesia Católica y la lucha contra el comunismo ateo internacional era una ecuación indiscutible y militante. Eran los celosos custodios de la «Civilización Occidental y Cristiana». En esos tiempos también en el mundo se vivían los nuevos vientos del « aggiornamento » del Concilio Vaticano II iniciado por el papa Juan XXIII y finalizado por el papa Pablo VI. En términos geopolíticos se vivía en plena guerra de Vietnam y el enfrentamiento Este/Oeste (capitalismo/comunismo) estaba al rojo vivo. América Latina estaba bajo estricta vigilancia de Estados Unidos para « protegernos del peligro comunista» vía Cuba. En ese contexto se lleva a cabo la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericado, produciendo los llamados «Documentos de Medellín » en 1968, aprobados con la presencia de Pablo VI. Esos documentos tuvieron una resonancia muy fuerte en toda América Latina, potenciando la Teología de la Liberación, y los episcopados nacionales produjeron los respectivos manifiestos adaptados a cada país. En la Argentina «Los Documentos de San Miguel», signados por el episcopado, constituyeron una suerte de manual de pastoral social, tanto para sacerdotes, religiosos y laicos. Todos los que se apoyaban en estos documentos estaban en la más cabal ortodoxia católica, porque era simplemente la Doctrina Social de la Iglesia. Poco antes, pero del mismo tenor, aparecieron la innovadora encíclica « Populorum Progressio » de Pablo VI y como eco al mismo, el “Mensaje de 18 Obispos del Tercer Mundo”, encabezando la firma de Dom Helder Camara, obispo brasileño entonces censurado por la dictadura de su país. Luego lo silenciará Juan Pablo II en su guerra contra la Teología de la Liberación, (título original de Gustavo Gutiérrez, 1972), para continuar por fin con Leonardo Boff. Para las nuevas generaciones, en los años 60-70 el Primer Mundo eran los países capitalistas desarrollados con sistemas democráticos de Estados Unidos/ Canadá y Europa occidental. Estos países constituían la «Civilización Occidental y Cristiana», que comprendían también Japón (Lejano Oriente) e Israel (Medio Oriente), ambos no occidentales ni cristianos. El Segundo Mundo lo componía el bloque de la Unión Soviética junto con los países comunistas de Europa del Este. Más tarde Ronald Reagan los calificaría como el “imperio del mal”. Finalmente, el Tercer Mundo sería el resto de los países subdesarrollados de Africa, Asia y América Latina. La característica socio-económica de este conjunto era y sigue siendo la pobreza, las carencias endémicas en materia de 178

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salud, vivienda, empleo y educación. Y las dictaduras como marco político. El nacimiento del MSTM se sitúa en este contexto socio-económico y político. Pero la causa principal fue sobre todo el hecho de que ningún obispo argentino firmara el Mensaje de los 18 Obispos del Tercer Mundo. La Argentina ¿a qué mundo pertenecía? Es sabido que cierta clase dominante argentina se creía más europea que latinoamericana, sin duda por sus inmigrantes. De todos modos la Argentina no era ni Bolivia ni Paraguay, por más que los inmigrantes de estos países formaran parte del paisaje social argentino, pero vivían sobre todo en las villas miseria de los grandes suburbios urbanos, principalmente Buenos Aires. Ciertamente las estadísticas más alarmantes de los problemas del subdesarrollo las poseían Bolivia, Paraguay, Ecuador, los países centroamericanos y caribeños, en particular Haití. No obstante, Argentina compartía rasgos comunes de subdesarrollo que la ubicaba geográfica y socio-económicamente en el mismo espacio. Y también las dictaduras militares. Cualquiera sea la razón de la ausencia del episcopado argentino al Mensaje de los 18, se trató de paliar dando una respuesta a nivel sacerdotal, sobre todo con todos aquellos que ya estaban de hecho trabajando en esa dirección. La historia del proceso se encuentra disponible en Internet. Cabe aclarar, sin embargo, que el MSTM nació y creció como movimiento de Iglesia. Su presencia privilegiaba los sectores marginados y denunciaba las opresiones y las injusticias. En su predicación, se destacaba que todo ello no era un castigo de Dios ni una fatalidad inamovible. Hay causas con bases económicas y políticas. Se invitaba a la acción y a la esperanza superadora. Esta postura encarada por unos 400 sacerdotes en todo el país, no tardó en despertar malestares y odios que generaron conflictos dentro de la Jerarquía. De ahí a que todos éramos «rojos» y constituíamos un peligro nacional. Asimismo éramos conscientes de que la Iglesia era y estaba en el poder, no buscábamos ni la toma del poder o espacios dentro del poder. Sí que la Iglesia gravite en la búsqueda de respuestas en favor de los sectores más vulnerables. No fue entendido así ni por los sectores conservadores de la sociedad civil ni de la Iglesia. De Santo Tomé a Posadas Yo estaba destinado en la parroquia de Santo Tomé, Corrientes. Allí comencé mi iniciación con el MSTM, junto a otros de la Capital. Una tendencia entre nosotros era el trabajo y la gratuidad de los sacramentos. Yo comencé a trabajar como locutor de radio. A las 6 de la mañana decía la misa en la capilla del hos179

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pital y al terminar, subía en el coche del personal de radio que iba a la emisora para la transmisión de la jornada. Así estaba en programa de de 7 a 13, de lunes a viernes. Por la tarde atendía las demandas de los fieles: bautismo, enfermos, catequesis especialmente. Como yo tenía mis propios recursos, convinimos con el párroco de destarificar los sacramentos: casamiento, misa, bautismo, que eran las fuentes de ingreso parroquial. Milagrosamente por un tiempo todo marchaba sobre rieles, hasta que se descarriló. Hubo serios problemas con el obispo, muy conservador e intransigente. Se suspendió la experiencia y comencé a estar en la mirilla. A todo esto, en el país habían movimientos tales como el cordobazo, revueltas estudiantiles en Corrientes, y los problemas se acumulaban. El clima político y social se volvía asfixiante. Yo busqué una salida yendo a estudiar Trabajo Social en Posadas. Mis compañeros de Corrientes fueron excomulgados y expulsados de sus parroquias con la policía. Así llegué a Posadas en 1970 y me inscribí en la Escuela de Servicio Social, donde conseguí también un trabajo administrativo. En la catedral de Posadas el párroco era José Czerepak. Su colaborador, Venancio Sass, era un compañero de estudio en el seminario menor y mayor, éramos viejos conocidos en definitiva. Ellos no eran del MSTM, pero me recibieron con los brazos abiertos y me consiguieron licencia canónica temporal para ejercer el sacerdocio, acordada por Mons. Jorge Kemmerer. Aunque queda evidente la excepcional actitud fraternal al recibirme, me interesa destacarla. Pero ese era el espíritu posconciliar imperante en esa época, primacía de la fraternidad frente a exigencias leguleyas canónicas, sin menoscabarlas tampoco. Ya con José se comenzó a practicar la gratuidad del culto en la catedral. Cuando comencé a trabajar se generalizó y se instaló en el despacho parroquial una alcancía para aportes voluntarios. Ningún oficio religioso era pago. Se eliminó así el tráfico de sacramentos y sobre todo el culto de primera para ricos y de cuarta para los pobres. De esto tenía conocimiento el obispo, que no objetaba. Instalado en la catedral, comencé las clases y el trabajo en la universidad. Yo decía la primera misa muy temprano, y durante la mañana tenía tareas parroquiales. De 12 a 18 tenía trabajo administrativo y de 18 a 22 clases. Todos sabían de estas actividades públicas mías, que yo era un sacerdote estudiante y trabajador no docente. Hubo muchos conflictos tanto estudiantiles como gremiales, en los que participé activamente. Cuando había manifestación u represión en la plaza 9 de Julio, los manifestantes se refugiaban en la catedral. Lo mismo todos los dirigentes del MAM/ LAM, cuando venían del interior por sus respectivos trámites, era normal que dejaran sus cosas en la catedral, y también comer y descansar. La catedral era 180

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así un reaseguro para unos y otros, una suerte de casa del pueblo. Y además las misas dominicales del obispo en la catedral, cualquiera de nosotros le preparábamos una liturgia de calidad que trascendía el ámbito local. Y en la catedral se predicaba un mensaje de contenido teológico también de calidad, hecho por cualquiera de nosotros. Y todo esto también lo sabía el obispo y era de su agrado. Sabía de la calidad de los jóvenes sacerdotes a su servicio gratuitamente. ¿Cuánto tiempo duraría este mundo idílico? El 11 de marzo de 1973 llega la democracia con el triunfo del FREJULI. En la víspera recibí una nota del obispo informándome del término de mi licencia canónica para ejercer el sacerdocio. Ante pedido de mis amigos y mis intentos de buscar una explicación y una solución, el obispo se mostró hermético y así se selló mi ciclo eclesiástico en Posadas. Luego fui a vivir en el comedor universitario, entonces era ya el director, hasta que conseguí alquilar una pieza. Los fines de semana iba a casa de mis padres en Ituzaingó, y allí celebraba la misa, hasta que un día el párroco me dice que no puedo más porque estaría excomulgado. El grupo de Corrientes lo estaba, pero no yo, pero aparentemente la onda expansiva me alcanzó sin ser parte del tragicómico castigo de mis amigos correntinos. El círculo se iba cerrando, sin explicaciones igualmente. O tal vez comienza a explicarse, es decir que hay fuerzas ocultas, no canónicas que están entrando en acción. Tanto en Corrientes como en Posadas, todos sabíamos que éramos vigilados. En mi caso particular, seguramente tenía la doble etiqueta de subversivo infiltrado en la Iglesia y en la Universidad. Caso grave y agravado en consecuencia, y esto no se explica. En la Iglesia había una presión de los servicios de inteligencia de erradicar a los elementos subversivos. En las estructuras del Estado se procedía por razones de seguridad. VÍA CRUCIS EN CINCO ESTACIONES Primera estación, Unidad Penal 17 de Candelaria El 24 de marzo de 1976 me desperté con las marchas militares en las radios. Me fui al comedor universitario para preparar las tareas para las próximas actividades universitarias. A los pocos días llega el interventor militar de la UNAM, coronel Jorge Walter Ragalli. La dictadura llegó con una ley de prescindibilidad bajo el brazo, que el interventor no tardó en aplicar, hasta que me llegó el turno. Curiosamente en la esquina del comedor con frecuencia veía un 181

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agente en vigilancia. En el comedor solían expresarse todos los grupos estudiantiles politizados, sin que se registrara disturbios. El Rector, Dr. Lozano y el Secretario de Asuntos Estudiantiles, Sr. Martín González lo sabían y también conocían la calidad del servicio porque les invitaba a compartir el menú del día, sin agregados de privilegio. Pero ellos ya hicieron el traspaso de poderes. Desde el primer día del golpe se sabía que hubo detenciones y eran llevados a la cárcel de Candelaria. Estaban incomunicados, o sea que era imposible visitar a los familiares y amigos presos. Corrían rumores de malos tratos, inverificables. Tanto por la catedral como por el comedor universitario, yo era muy conocido y reconocible. Para intentar una vida entre discreta y clandestina, era imposible. Así fui a mi casa en Ituzaingó, donde con mi padre escuchamos el discurso del programa económico de Martínez de Hoz. Él me preguntó qué dijo ese señor orejudo y al explicarle en términos de su nivel de comprensión, me respondió: “entonces quedamos todos chimbos”. Fue la última vez que estuve con mis padres. Por precaución no dormía en mi casa, porque ya circulaba que estaría en una lista de candidatos a ser detenidos. Pienso que todos los que “andábamos en algo”, pero no en lo que estaba instalado en el imaginario colectivo como en la “pesada”, léase “Montos”, “Erpios” o la “AAA” triple A que era la organización armada de derecha que enfrentaba a las organizaciones políticas de izquierda, creían que en caso de detención no había causales para seguir detenidos, una libertad por falta de mérito es lo que cualquier juez debía dictaminar. Craso error, porque ese esquema era válido en un estado de derecho que acaba de ser abolido. Y así ni siquiera un habeas corpus funcionaría. El aprendizaje de la nueva realidad costó mucho tiempo asimilar. El l5 de abril de 1976 fui detenido en mi domicilio por Gendarmería, a eso de las 20 hs., en términos correctos. El gendarme revisó mi pieza y mi biblioteca, que ya había sido previamente depurada de “material subversivo” por cualquier eventualidad. Me confiscó mi cédula de identidad y me comunicó que desde ese momento quedaba detenido. Un agente armado custodiaba afuera la puerta. Me llevaron a la Gendarmería, donde pasé la noche. Al día siguiente me trasladan en un camión del Ejército rumbo desconocido. En el trayecto un soldado armado comienza a molestarme y el gendarme, a cuyo cargo aún estaba, se lo impidió. Nos conocíamos bien desde la catedral, donde iba frecuentemente. Destaco esta corrección de la Gendarmería como algo excepcional, porque todas las detenciones se hacían con brutalidad porque se procedía 182

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contra “terroristas”. Luego llegamos a la cárcel de Candelaria y hecho los trámites de rigor, ingreso en el pabellón donde ya estaba un importante contingente de detenidos, en su mayoría conocidos. No me imaginaba que estaba entrando al infierno, en todo caso en otro mundo de “non droit”, la ausencia de todo derecho. Era una muestra cabal de la sociedad, porque había sacerdotes, diputados, jueces, abogados, profesores universitarios y secundarios, médicos, estudiantes, sindicalistas, obreros y campesinos. Estábamos todos incomunicados, sin lectura ni correo, menos visitas. Poco a poco fueron entrando alimento, ropa, cigarrillos. Ulteriormente fui legalizado por decreto N° 425, quedando a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). Entre tanto circularon las más variadas versiones sobre mi paradero, porque de hecho estaba desaparecido, hasta que habría muerto y así merecí un funeral. En mi familia la consternación y el desamparo fueron totales y durante todo el tiempo de prisión fui un fardo completo, porque no había alternativa. Como todo el mundo acudía a buscar apoyo en la Iglesia, mi hermana le pidió ayuda a Mons. Kemerer, quien se negó. En un primer tiempo el régimen interno era bastante tolerante. Los guardias escuchaban radio y la apagaban cuando llegaban las noticias y finalmente descubrieron que estos “terroristas” daban menos trabajo que los comunes. Como no teníamos nada que hacer durante todo el día, nos organizamos con aportar cada uno en sus competencias. A mí me pidieron que les diera guaraní, porque sabían todos que era profesor en la facultad. Al no tener ningún texto, como tampoco cuadernos y pizarrón, me resistí hasta que las insistencias se impusieron. Así nos levantaban a las 5 de la mañana, tomábamos mate en una gran rueda, y desde las 6 hasta las 8 yo daba clase de guaraní diariamente a un entusiasta grupo donde había guaraní hablantes y novatos completos. Todos tomaban apuntes en hoja de caja de cigarrillos, que en momentos de requisa eran tirados a la basura. En la preparación de mis clases diarias hice mucha introspección sobre la lengua, y algunos problemas que entonces descubrí, los resolví con mi tesis de lingüística en la Sorbona, en ese entonces inimaginable. La película recién comenzaba. Los tiempos iban cambiando, había castigos con calabozo, uno fue el Dr. Marchessini. Sacaban presos para interrogatorios con torturas y llegaban los primeros torturados. Un joven de apellido Sánchez estaba completamente maltrecho. En Resistencia creímos que salió en libertad, pero lo vieron ponerlo en el baúl de un coche y su cuerpo luego fue entregado a su familia. Una madrugada de septiembre nos levantan violentamente a todos, nos man183

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dan a juntar rápido las pocas pertenencias y salir afuera, donde antes de subir a un colectivo de la empresa “Ciudad de Posadas”, nos esposaron a todos y emprendimos viaje con rumbo desconocido. En el trayecto pasamos por Posadas, Ituzaingó, siguiendo por la Ruta 12 hasta Corrientes, paso del puente internacional llegando a Resistencia. Un gesto humanitario fue una parada a mitad de trayecto para satisfacer necesidades primarias. Segunda estación: Unidad Penal 7 Resistencia, Chaco Aquí nos distribuyen en distintos pabellones con celdas abiertas de dos. La población estaba compuesta mayoritariamente por habitantes de la zona de Tucumán, centro de intervención militar desde antes del golpe. El ambiente era de mucha camaradería. Había un sacerdote italiano preso, Gianfranco Testa, pero igual que en Candelaria, no teníamos derecho a decir misa. En cambio, las misas eran muy concurridas, porque el capellán dentro de la incomunicación generalizada, pasaba mensajes sobre sus familias a los detenidos. Yo pude así hacer llegar a casa un primer mensaje desde mi detención. Ese riesgo heroico y hasta temerario tendría su costo. Tuvo un clásico accidente automovilístico, donde momentáneamente salvó la vida, la habría perdido luego como consecuencia. A los dos meses aproximadamente, una mañana nos sacan con nuestras pertenencias a los cuatro sacerdotes: Czerepak, Mathot, Testa y yo. Nos encapuchan y no suben a un avión, encadenados en el plan, en posición de sentados en el piso. Imposible aguantar media hora, y para retomar la debida posición llueven las patadas y las injurias. El viaje con rumbo desconocido duró todo el día, con escalas cada tanto, escuchándose golpes y violencias con nuevos detenidos embarcados. Yo pasé casi todo el viaje desmayado. Al llegar a destino, siempre desconocido, antes de dejarnos en un lugar, siguiendo encapuchados, nos muelen a trompadas y a patadas como despedida. Ya dentro un edificio, los del lugar nos informan que estábamos en la cárcel de Devoto, en Buenos Aires, curiosamente a unas cuadras del seminario mayor, donde cursé mis estudios de filosofía. Tercera estación, Unidad Penal de Villa Devoto Esperamos casi toda la noche hasta recibir alguna información. El desastroso viaje nos había dejado exhaustos, sin comer ni beber nada. A eso de las cuatro 184

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de la madrugada me convocan delante de un tribunal para someterme a un sondeo ideológico, algo así como para que caiga en la trampa que me tendían y así condenarme a mí mismo. El tema sobresaliente fue la Biblia Latinoamericana. Justifiqué siempre la Doctrina Social de la Iglesia y que su interés pastoral de llegar a los fieles en un país comunista permitía ciertos riesgos y concesiones. Convincente o no, en este y otros temas que no recuerdo, se dio por terminado el interrogatorio, sin objeciones ni sanciones. Luego nos llevaron a un pabellón donde estaban comunicados. Recibían visitas, podían comprar alimentos, cigarrillos y sobre todo podían enviar cartas. Además recibían diarios, que no veíamos desde Candelaria. Alguien me facilitó un sobre, una hoja de carta, birome y estampilla. Fue mi primera carta a mi casa a los 8 meses. Tuve que decir que estaba bien, aunque me haya costado un mes recuperarme de los malos tratos del traslado. Las cartas se entregaban y se recibían abiertas, como también se practicaba en los seminarios, sólo que aquí se ponía el sello “censurado”. Tratamos ver al capellán, pero no tuvo demasiado interés por nosotros, o sea que era como el de Candelaria, un funcionario celoso y afín de la dictadura. Justamente en ese período se publica a toda orquesta el nombramiento de Mons. Antonio Plaza, arzobispo de La Plata, a cargo del Coronel Ramón Camps, como capellán general de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, para fortalecer espiritualmente a los que combaten la subversión. Otra noticia del mismo tenor constituyó el arresto de casi todos los profesores de la Universidad de Bahía Blanca, que se habría convertido justamente en antro de la subversión. Los encontraría a casi todos en la U9 de la Plata. Cuarta estación, Unidad Penal 9 de La Plata En Devoto quedamos poco tiempo, y el régimen era bastante rutinario. Hasta que un día había que prepararse para un traslado. Nos embarcaron esposados en celulares y había un gigantesco operativo con bomberos, sirenas, tanquetas y helicópteros. Parte el cortejo. Algo se veía por la ventanilla pero yo no podía identificar la dirección, hasta después de dos horas de viaje tal vez, muy de paso pude ver la catedral de La Plata. Poco después llegamos a la U9, cerca del seminario de esta ciudad donde yo cursé mis estudios de teología. ¿Coincidencias, no? La recepción fue de prisioneros de guerra, corriendo, mirando al suelo y las manos en la nuca, depositados en un calabozo. Nos sacaron para una rápida ducha de agua fría y nos distribuyeron uniformes de preso. Hasta entonces 185

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conservábamos nuestras ropas. Todo indicaba que nos esperaba un régimen, por lo menos muy severo, como lo pude comprobar apenas pasados los primeros días. La primera noche pasé en el pabellón de la muerte de Montoneros, y mi compañero de celda fue el actual intendente de Quilmes, Francisco “Barba” Gutiérrez, homónimo de un sacerdote, error luego corregido. Pasé luego al pabellón 14 y mi compañero de celda era un señor ya canoso, animador de espectáculos. Sus sobrinos le habrían dejado explosivos en su garaje y la policía lo arrestó, pero de política no entendía nada. En los recreos ejercía su profesión animando rondas y alegrando los curiosos reunidos. Un día de vuelta del recreo lo encuentro que fue tremendamente golpeado y estaba postrado. El mensaje sería “prohibido divertir”. El clima de terror crecía cuando otros compañeros también fueron golpeados sin motivo aparente. Luego circuló la voz entre los guardias que “si no pegás, no ascendés”. Seguramente se habrán producido muchos ascensos porque los malos tratos nunca cesaron. Entre tanto mi hermano logró ubicarme después de largas averiguaciones en el Ministerio del Interior. Así nos vimos por primera vez en una primera visita, después de ocho meses. En ese lapso mis padres quedaron completamente deprimidos ante el total desamparo. ¿La Iglesia no podía hacer nada? A mi hermana Mons. Kemerer ya le dijo que no podía ayudarla por mi caso. Entonces se fue a ver al Arzobispo de Corrientes, que de hecho tampoco hizo nada, pero le dijo que el General Cristino Nicolaides, Jefe supremo del NEA, la recibiría de su parte. Después de una jornada de plantón, el guardia le preguntó a mi hermana qué quería, porque el general había salido. Este primer contacto en La Plata hizo que mi hermano y otra hermana que vivían en Buenos Aires, pudieran visitarme todos los domingos en forma alternada. Las visitas eran de contacto. Una vez me visitaron mis padres y me vieron en uniforme. Al mismo tiempo se podía enviar cartas a los familiares directos, previa inscripción. Como las cartas eran censuradas servían solamente para indicar que uno estaba vivo. Los familiares podían depositar dinero, para comprar alimentos en la cantina interna, como también comprar diarios, que eran también censurados con recortes de artículos no aptos para los detenidos. Luego me trasladaron al pabellón 4, donde fue alojado el grupo de sacerdotes detenidos: unos 15 en total. La lista completa está en Internet y se puede acceder por Google, por mi nombre y apellido, sección Iglesia/represión y afines. Compartí la celda con Javier Martín, sacerdote español de Lomas de Zamora, 186

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procesado y bajo PEN. Su obispo, Mons. Collino, fue quien celebró la misa por la patria en la embajada, que el Arzobispo de París le había negado. En la celda de enfrente estaba Julio Piumato, joven abogado laboralista, hoy diputado nacional por la capital. En los recreos podíamos conversar y contarnos nuestras experiencias. También recibimos una que otra vez la visita de nuestros obispos. Así me visitó dos veces Mons. Jorge López y el transcurso de la visita estábamos bajo estrecha vigilancia. Obviamente no podíamos celebrar la misa, como lo pueden Christian Von Wernich y Julio Grassi. Tampoco teníamos derecho a tener la Biblia ni los documentos de la Iglesia, como del Vaticano II o Medellín. Unos pastores nos prestaban sus Biblias que no tenían notas. El capellán P. Calvi, nos invitaba a asistir a misa. Los presos que salían, pasaban por su capilla para contactar sus familiares, lo que muestra una actitud coherente con sus funciones. Antes de ir a misa, había que pasar por la misma ceremonia antes y después de las visitas: desvestirse completamente ante los guardias, abrir la boca, levantar los brazos, agacharse y abrir al ano, mientras era revisada minuciosamente la ropa. Esta ceremonia servía para evitar pasar información al exterior. Había guardia permanente durante la misa. Luego me pasaron al pabellón cuatro donde compartí la celda con un antiguo compañero de estudios, Elías Musse, de la Diócesis de Azul. Su obispo, Mons. Marengo, se ocupaba bastante del seguimiento de su proceso. Cabe destacar que el inodoro estaba dentro de la celda y la cadena al exterior y había determinado pasajes del guardia para descargar el agua Compartíamos el patio con los del seis, más otro donde estaban detenidos gente de extrema derecha. Los sacerdotes estábamos entre los componentes de la sociedad civil de manera más amplia que en Candelaria. Con los profesores de la Universidad de Bahía Blanca mantenía frecuentes conversaciones durante los recreos, pero también como había muchos cristianos comprometidos en campo social y político, las conversaciones en estos casos eran de corte teológico. En realidad nunca hablé tanto de teología como en La Plata. Es que los interrogantes eran más agudos cuando todos nos sentíamos literalmente entre la vida y la muerte. Así a un vecino de celda, un abogado laboralista que salió en libertad, lo encontraron muerto al borde de la ruta. Y era frecuente los que salieron en libertad y no llegaron a sus casas. Los familiares venían a visitarlos y los guardias le mostraban que firmaron su salida en libertad. Un caso sonado fue el de Dardo Cabo, que murió en un “enfrentamiento”. 187

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Por otra parte, eran más frecuentes las visitas nocturnas a las celdas con golpizas y gritos de las víctimas, y que se escuchaban aún desde los calabozos. También se los sacaba para sesiones de tortura fuera de la cárcel. El clima de terror era palpable. Se aplicaba en dosis combinadas la tortura física brutal con la tortura psicológica. El terror psicológico planificado, organizado por expertos en ciencias sociales era evidente para un trabajador social. Los guardia cárceles tradicionales no estaban seguramente capacitados para tanta sofisticación del terrorismo. La destrucción física y psicológica del enemigo era un objetivo declarado de la dictadura. El método parecería calcado de la famosa expresión latina: gutta cavat lapidem, non vi, sed saepe cadeno, ‘la gota horada la piedra, no por la fuerza, sino cayendo muchas veces’. El tiempo pasaba y no se veía una evolución hacia la libertad. Ello planteaba la opción por salir del país, para quienes estábamos con PEN. El problema era conseguir la visa. Los sacerdotes solicitamos que la Nunciatura nos la concediera, sólo para iniciar los trámites. Mis compañeros me confiaron la misión de solicitar a Mons. López, Arzobispo de Corrientes, de plantearlo en una visita suya. Llegado el momento lo hice y en otra visita vino con la respuesta negativa. Por otra parte, habíamos organizado una visita de nuestros familiares al Nuncio Apostólico, Mons. Pío Laghi. Él respondió que la situación de cada uno de nosotros dependía más de la opinión del obispo que de las autoridades y que en mi caso particular no tenía buenas referencias, léase Kemerer, porque como se ve, López conservó una cierta neutralidad. En este marco de relaciones con la jerarquía eclesiástica cabe destacar la visita que nos hiciera a todos los sacerdotes de la U9, el mismísimo Capellán Mayor de las Fuerzas Armadas, Mons. Adolfo Tortolo, además presidente de la Comisión Episcopal Argentina (CEA). Nos miró a todos y cuando mi compañero de celda pidió permiso para hablar, se lo negó y la visita de cinco minutos terminó sin pena ni gloria. Estaba acompañado por un impresionante despliegue de guardias conforme a su jerarquía. Destaco estos episodios como para dejar claro que la Jerarquía de la Iglesia estaba plenamente informada de primera mano de todo lo que sucedía en las cárceles del país. Tramitar la opción para salir del país presentaba numerosas dificultades. Lo que era una garantía constitucional del detenido a disposición del PEN, éste primero la suprimió, luego la reglamentó a su favor y contra los beneficiarios. Por ello toda solicitud podía tener una respuesta favorable, negativa, iniciación de un proceso o someterlo a un Consejo de Guerra. Ello hacía que había que pensar dos veces antes de iniciar los trámites. Pero había una barrera 188

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prácticamente infranqueable: la visa por tiempo ilimitado, que ninguna embajada acordaba. Así logré una visa de tres meses en Senegal, y el trámite fue rechazado. La política de derechos humanos de Carter no acordaba visas para Estados Unidos, pero seguramente influyó en los países europeos, porque en un determinado momento comenzaron a conceder visas por tiempo ilimitado. Nuestros familiares giraban por las embajadas para lograr la famosa visa, solamente para iniciar los trámites. Yo gestionaba en Francia porque un religioso francés, Henri de Solan, estaba con nosotros y prometió recibirme. Entre tanto habían pasado dos navidades, llegó la visita de la Cruz Roja que permitió una primera denuncia institucional del régimen carcelario. Y sobre todo llegó el Mundial de fútbol, que transmitían por parlantes para todos, escuchando desde las celdas. Los de extrema derecha podían ver los partidos por televisión. Quinta estación: Exilio Los diarios publicaban las listas de libertades y de opciones acordadas para dejar el país. Esto se aceleró después del Mundial, hasta que me llegó el turno. Mi amigo francés ya había salido anteriormente y me esperaba. Un día me llaman para salir con mis pertenencias. Al cruzar el portón del pabellón el guardia me hizo como despedida una última amenaza. Me entregan a dos agentes de la Policía Federal para conducirme a un departamento de trámites de pasaporte. El viaje de La Plata a Buenos Aires se hizo en trasporte público, sin ser esposado, con una vigilancia estrecha pero discreta. Mi hermano hacía los trámites burocráticos obligatorios. Me consiguió el pasaje por Air France financiado por el MEDH (Movimiento Ecuménico de Derechos Humanos), porque mis padres carecían de recursos. Confeccionado el pasaporte, había que conseguir el visado. Cuando todo estuvo en orden, me trasladan esposado a Ezeiza. Me dejan en una sala a cargo de personal de la Fuerza Aérea. Tenía derecho a una visita de media hora de mis familiares. Vinieron mi madre y mi hermana, haciendo un viaje de 1.000 kms. Posadas-Buenos Aires. Por media hora y tal vez para siempre. En el mismo lugar esperaba mi ex-compañero de celda, Javier Martín, con destino a España. José Czerepak ya se había adelantado con destino a Alemania, donde nos vimos varias veces, como también después en París. Dos agentes me hacen subir al avión y entregan mi pasaporte al comandante del vuelo. Las azafatas me atienden como un pasajero común. En la escala 189

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de Río de Janeiro me advierten que debo quedarme en mi asiento, cuando los otros pasajeros podían bajar. Una señal de que era un preso viajero. Al retomar vuelo sirven una cena, la primera después de dos años y cuatro meses. Se podía leer diarios sin censuras, ver películas y escuchar música variada. En un programa de música clásica pasaban el Alleluia de Haendel, con la que nos despertaban en Pascua en el seminario de Corrientes. Yo tenía la partitura y la solía ejecutar en el órgano de la catedral de Posadas. Llegado a París el 29 de agosto de 1978, me hacen entrega de mi pasaporte y salgo por la salida delantera, distinta a los demás pasajeros, acompañado de dos agentes que dejan en una oficina de aduana. Después de una larga espera solicité un intérprete, quien revisó mi pasaporte que lo encontró en regla, me hizo algunas preguntas sobre mi situación de refugiado político. Me dejó salir de la oficina y afuera me esperaba mi amigo francés que estaba en contacto con mi hermano en Buenos Aires. En el trayecto ni me di cuenta de los aspectos de los barrios parisinos, porque seguramente estaba desconcertado del primer día de libertad. Pasados los primeros días en conocer los clásicos lugares turísticos de París, comenzaron los no menos clásicos recorridos de oficinas para lograr las necesarias documentaciones para desarrollar una vida normal en Francia. El documento principal es el certificado de residencia legal y el certificado de refugiado político con protección de las Naciones Unidas. Se me extendió así un pasaporte contra el argentino, que me permitía viajar por todo el mundo, menos Argentina. Teóricamente podría viajar a cualquiera de los países limítrofes de la Argentina, pero por el Plan Cóndor vigente, era preferible no intentar la experiencia. La comunidad cristiana de exiliados latinoamericanos teníamos a nuestra disposición la parroquia de Saint Merry, para los servicios religiosos, y la parroquia de Saint Eustâche para los servicios culturales y sociales, un lugar de encuentros, discusiones, peñas y confraternización. En esos lugares como igualmente en otros seminarios sobre Teología de la Liberación pude ver a su autor, Gustavo Gutiérrez, como también a Miguel Ramondetti, ex secretario general del MSTM. Teníamos como común denominador nuestras respectivas dictaduras, pero también la comunión en la fe y la esperanza de un retorno a la democracia. En ese contexto se produce la elección de Juan Pablo II. Pasadas las sorpresas y los comentarios de la novedad de un papa polaco, pronto se reveló que era un regalo en bandeja de oro para la Civilización Occidental y Cristiana y un presente griego para los cristianos latinoamericanos de la Teología de la Libe190

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ración. Su encíclica Christus Dominus fue el manual de los Derechos Humanos liderado por la Iglesia Católica, reemplazando la misma política de Carter. Si bien en los primeros tiempos, Cyrus Vance, Secretario de Estado y Todman, Secretario Adjunto para Asuntos Latinoamericanos, enrostraron a los dictadores que practicaban un terrorismo de estado, que por otra parte a nadie le hizo temblar, llegaba a sus límites. Las cosas volvieron a su cauce. Había buenas dictaduras y malas dictaduras. Las buenas, las nuestras después de todo, son las de los cruzados de la Civilización Occidental y Cristina. Las malas, las de los comunistas ateos. Aquí se asesinó al sacerdote polaco Popieluszko, y es un horror. Pero los asesinatos de Mons. Romero o Angelelli, no tienen ninguna importancia. Carter endureció su política de derechos humanos con los países del este y suavizó en el “patio trasero”. Más tarde Reagan declaró a los países comunistas como el “imperio del mal” y comenzó la guerra contra el gobierno sandinista con ministros adheridos a la Teología de la Liberación. Esta fue declarada “marxista” y fueron excomulgados. La reprimenda del papa a Ernesto Cardenal, monje y poeta, fue una impactante imagen que se vio en todo el mundo. En otros tiempos se llamaba la “Iglesia del Silencio” a las de los países comunistas. Juan Pablo II declaraba que él era en adelante la voz de las mismas. Pero al mismo tiempo sumió en el silencio a las iglesias latinoamericanas inspiradas en la Teología de la Liberación. Este concepto latinoamericano era incomprendido en las iglesias europeas. Un teólogo tan brillante como Hans U. Von Balthazar no comprendía la expresión “estructuras de pecado” expresada en los Documentos de Medellín. Así se asistía a un nuevo diálogo de sordos entre el pobre Lázaro y el rico Epulón del Evangelio en versión occidental. De manera simultánea Juan Pablo II comenzó el desmantelamiento de toda iniciativa de inspiración conciliar adaptada a América Latina conforme a los documentos de Medellín. Nombró sistemáticamente obispos coadjutores (interventores adjuntos) del Opus Dei. Persiguió a los teólogos de la Liberación, siendo el símbolo máximo Leonardo Boff. En este contexto el MSTM era historia antigua, aunque su espíritu tímidamente repunta en la Argentina de hoy. Vida nueva Casado, dos hijos, podría ser escuetamente la síntesis de esta nueva etapa de 191

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ruptura con mi pasado, que ya dura 30 años. Imposible resumir. Primero fue el reencuentro con Graciela Gonzálvez, luego nos acompañan Patricia y Bruno. Ella en realidad sufrió un doble exilio, porque cuando terminó su bachillerato en Uruguay, su madre estaba presa de la dictadura y algunos de sus compañeros del secundario ya fueron torturados. Vino a la Argentina antes de la muerte de Perón en julio del 74. En Posadas hizo primero trabajos precarios de supervivencia, mejorando poco a poco, hasta que se inscribió en la Facultad, logrando el diploma de “Técnico en Investigación Socio Económica”. Luego consiguió trabajar en Yacyretá. Asistía como alumna libre a mis clases de guaraní, donde nos conocimos. Cuando fui detenido le recomendaron encarecidamente de que se olvide de mí. No solamente no me olvidó sino que me acompañó durante la cárcel acompañando a mis padres caídos en sospechas por tener un hijo terrorista. Este acompañamiento que la honra y que yo destaco, fue el riesgo que tomó por su propia cuenta, sin que haya mediado compromiso previo alguno entre nosotros. Nadie sabía cuánto tiempo duraría mi situación. Cuando tomamos la decisión de reencontrarnos tampoco teníamos garantías de éxito. Así fue que hace 30 años cruzó el Atlántico y aquí estamos desde entonces y hace poco lo festejamos, como también nuestros 25 de casados. Está demás decir la dureza del desarraigo de los primeros tiempos del segundo exilio en poco tiempo. Nos integramos a la sociedad francesa tanto laboral como profesionalmente, socialmente con nuestros hijos en la escuela. Conseguimos la nacionalidad francesa, nos hicimos una casa y somos buenos vecinos en nuestro barrio. Cuando volvió la democracia recuperé mis documentos de identidad y pude hacer una primera visita a mi familia. Mi padre había jurado que no moriría antes de verme y así sucedió. Durante la cárcel y el exilio mi madre era el sostén moral de todos con su rosario y las velas a sus santos, con una moral de acero. Adquirimos diplomas universitarios de nivel superior y gozamos de prestigio profesional en Francia. Por resolución rectoral los cesanteados por la dictadura fuimos reincorporados legalmente. Con mi especialización en guaraní, traté de hacer un trabajo en cooperación de mi laboratorio de lenguas americanas. Nunca tuve éxito, de modo que sigo trabajando en Francia, que después de todo me dio dignidad cuando en mi país era un paria. Un secreto de nuestra longevidad tal vez resida en que tomamos unos buenos mates todos los días, escuchamos chamamé y música clásica, sin descuidar unos buenos asados y empanadas con buenos vinos. Un invitado frecuente es 192

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Raulito Barboza. Viajamos casi todos los años para visitar a nuestros familiares. Acotaciones al margen Miguel Bonasso escribió sobre Cámpora: “El Presidente que no fue”. Si pudiera corregirlo, yo escribiría: El Presidente que fue, de la Argentina que no fue y cuya descripción está en su otro libro, Recuerdo de la muerte. Allí yo estuve. Estas líneas fueron escritas en la urgencia, cuando Videla, Menéndez y Díaz Bessone están siendo juzgados, para afianzar la memoria y auspiciar que otro mundo es posible.

*Silvio M. LIUZZI – [email protected] PARIS, Septiembre 2010

Silvio Liuzzi junto a su esposa Graciela Gonçalvez

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El Padre Brisaboa, mensajero del amor y del compromiso Por Ricardo Vassel* Alcaidía Policial de Resistencia Luego del golpe militar de 1976, llegó el encierro absoluto para los detenidos políticos de la Alcaidía Policial de Resistencia, celdas cerradas las 24 hs, ubicada en Villa Barberán, en aquella época, en los suburbios, prácticamente “en el campo”. Los “cerebros” militares creían que con el aislamiento, quebrarían la moral de los detenidos. No solo vino el encierro, también nos sacaron libros, remedios, alimentos, elementos de entretenimiento como cartas, guitarras, dominó, etc. Nada de eso lograron, se estrechó más aun los lazos que de por sí eran fuertes entre los compañeros. Vinieron las narraciones verbales, reconstrucción de los elementos de entretenimientos, gimnasia, y rigurosa disciplina de discusión política, y en base a la poca información que se colaba, o que traían los nuevos detenidos, los análisis de la situación en la provincia y en el país. Sin embargo, había compañeros que por su relación en los barrios con la iglesia, tomaron contacto con el cura Brisaboa, quién aceptó dar misa. Luego de negociaciones con el alcaide Nuñez, éste acepta, porque en su contradicción, no entendía qué pasaba, cómo estos zurdos, marxistas, ateos, querían tener misa…. Hasta que un domingo vino, y yo lo conocí ahí, en el comedor, donde nos daban guisos de arroz blanco con carne de caballo, casi todos los días, allí donde la larga noche del 12 de diciembre y madrugada del 13, de 1976, oficiaría de salón de tortura, para los veintidós compañeros, entre ellos cuatro misioneros, que serían fusilados cerca de Margarita Belén. En aquel momento, abril, quizás mayo de ese año, el Padre Brisaboa, con su voz profunda, daba su misa, cantaba y nos transmitía todo su sentimiento de amor y compromiso, y esta fue su mejor parte, porque cuando nos invitaba a confesarnos, no había uno que se quedara sin hacerlo, en un costado del gran salón del comedor, ante 195

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la vista atenta de nuestro carcelero, él nos preguntaba, ¿cómo te llamas hijo? Ricardo… ¿Tenés algo que decir para tu mami? Entonces nuestra “confesión” pasaba por transmitir tranquilidad a nuestros familiares, informar a donde trasladaron a otro, si faltaba algún abrigo o remedio, y así todos daban y recibían información familiar y de la situación de los otros penales, hasta los que eran de otra provincia, Brisaboa se encargaba de contactar. Fue el mejor aporte de la iglesia, que no fue institucional, sino de la actitud de humanidad y solidaridad de algunos curas, o de Obispos, como Devoto, que de la ciudad de Goya, venía a visitar a los detenidos. También era de sacar y traer escritos en reducido tamaño, cartas de familiares, que en apretujado papel atravesaba los muros y las rejas, acercando corazones de madres, esposas, hermanos, hijos… Un ejemplo de compromiso cristiano, jugado hasta las manos…

*Ricardo Vassel - Correntino - Ex detenido politico. El Padre Brisaboa, actualmente tiene 83 años y vive en el Colegio Saleciano San José en Rosario.

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Socializar hasta la Vida

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La masacre de Margarita Belén El 5 de octubre de 1975, un grupo armado realiza el ataque al Regimiento 29 de Formosa, produciendo un fuerte golpe a las fuerzas de seguridad. Un año de después se lleva a cabo la Masacre en Margarita Belén, en tanto forma de “escarmiento”, “venganza” por ese hecho. No hay prueba de ello, como tampoco de la relación posible entre los militantes asesinados y ese u otro hecho armado. El 13 de diciembre de 1976, se simula un traslado de detenidos políticos desde la ciudad de Resistencia hasta la ciudad de Formosa. A partir de la siesta del domingo 12 de diciembre, se comienza con los preparativos en una de las unidades de detención, la cárcel de máxima seguridad U7. De allí se retira a 7 militantes –todos detenidos legalmente en ese momento, aunque incomunicados desde varios meses antes de sus familiares-. Ellos eran: Sala, Parodi Ocampo, Franzen, Duarte, Cuevas, Tierno y Barco. De allí fueron llevados en camiones del Ejército hasta la Alcaidía de Resistencia, donde a partir de aproximadamente las 20 hs, comenzaron las torturas en el comedor de esa unidad. A este grupo se juntó con otros detenidos en la Alcaidía –algunos legales y otros no- pero se conoce de su destino por el testimonio de numerosos detenidos allí que sobrevivieron a este hecho. Allí se agregan: Diaz, Yedro, Pereyra, Zamudio y Piérola. Los nombres de Reynaldo Zapata Soñez y su esposa Emma Cabral; Delicia Gonzalez, Carlos Tereszecuk y Carlos María Caire, se agregan a la lista de la Masacre de Margarita Belén, dado que estas personas estaban detenidas de manera ilegal en la Brigada de Investigaciones de Resistencia y allí fueron vistas hasta esta fecha. Zapata Soñez es indicado como uno de los “subversivos” que logra fugarse en una comunicación oficial del ejército. Respecto a las mujeres, oficialmente solo se confirma que un cuerpo de mujer es reconocido por el médico que firmó las actas de defunción como NN. Cada uno de los testimonios aportan detalles sobre ese hecho que dan elementos para observar el grado de planificación que el hecho había tenido desde la fuerzas de seguridad. Participaron efectivos de la Policía del Chaco, el Ejército, colaboradores ci199

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viles y miembros del Poder Judicial. Se cuenta con el testimonio escrito de un miembro de la policía del Chaco, que falleció antes de prestar declaración (Ruiz Villasuso), la información que entregó figura en el Informe Final de la Cámara de Diputados del Chaco.

Fuente: H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad, la Justicia, contra el Olvido y el Silencio Regional Chaco de la Red Nacional).

Monumento a los caídos en la Masacre de Margarita Belén el la localidad homónima de la Provincia de Chaco. Autor Carlos Díaz Córdoba.

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Recuerdo de vida y de entrega de un militante popular Por Miguel Ángel Duarte (Mitelo)* Conocido como “El Carau” por sus amigos y compañeros de militancia, Carlos Alberto Duarte nació el 14 de Noviembre de 1952 en el norte de la Provincia de Misiones, en Puerto Esperanza, localidad muy cercana a las Cataratas del Iguazú, una de las maravillas naturales del mundo. Carlos Alberto era el sexto hijo de diez. Junto a sus hermanos varones menores, eran conocidos como “El trío terrible” por las mil travesuras que juntos y durante la infancia realizaban a menudo. Hacía un mes que había cumplido sus 24 años cuando fue asesinado por miembros de la última dictadura militar, el 13 de Noviembre de 1976 en la Masacre de Margarita Belén, Chaco, junto a otros jóvenes militantes. Su padre, don Secundino, y todos sus hermanos fueron militantes peronistas. Según la edad se reconocían como peronistas de “cuna” o peronistas de “formación”. Los jóvenes eran más estudiosos de la política, más metodológicos. Carlos tenía una muy buena formación política-ideológica, tanto teórica como práctica. Leía mucho y discutía con nosotros. Rumbo a Resistencia En 1970 se traslada a Resistencia para estudiar Ciencias Económicas. Ya era militante de la Juventud Peronista (JP) en Misiones, pero su práctica política importante lo desarrolla en el ámbito de la Universidad. Se incorpora al Integralismo Universitario bajo la consigna “Luche y Vuelve”. Realizó trabajos en los barrios y en especial con la marginada comunidad Toba de Resistencia. No terminó la carrera, le faltaban pocas materias para recibirse de Contador Público. Su proyecto era doctorarse en Economía. A principios de 1975 se casó con una joven de Resistencia que no era militante. Él trabajaba en una empresa llevando la contabilidad hasta el momento 201

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de su detención. La detención Fue detenido en Corrientes en Noviembre o Diciembre de 1975. Pasa pronto, en Enero de 1976, a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). Nos enteramos que se encontraba detenido en la U7 de Resistencia y logramos visitarlo por primera vez. En Febrero de l976 recibimos su última carta. Intentamos verlo y saber de él de muchas maneras. No fue posible. Sólo supimos a través del Padre Brisaboa, un sacerdote que visitaba a los detenidos que nos dijo que Alberto era “una persona excepcional, con muy buena actitud, muy criterioso, serio y responsable”. En Octubre de 1976 mi padre va a visitarlo. Lo atiende el Teniente Larrategui, quien hace constar por escrito en una tarjetita, que Alberto estaba bien de salud y se la firma. El 6 de Enero de 1977 nuestra familia recibe un comunicado del Ejército: “cumpliendo en informarle que su hijo….fue muerto al intentar fugarse en un traslado”. Cuando fuimos a retirar el cuerpo no nos permitieron abrir el cajón. Mi padre se puso firme y dijo que no iba a trasladar y velar un cuerpo sin saber si era o no el de su hijo. Los cuerpos de los jóvenes asesinados no habían sido guardados en las mínimas condiciones que permitieran su conservación. Debido a los días que habían transcurrido desde la masacre, ya estaban muy deteriorados. Alberto y yo: nuestra relación En el año 1971, entre Enero y Febrero, Alberto habla conmigo. Propone llevarme a Resistencia para continuar con mis estudios secundarios. Él se interesaba muchísimo por nuestra formación, quería que fuéramos muy buenos profesionales. A pesar de mi corta edad me entusiasmé con la idea. Lo difícil fue convencer a nuestros padres pues ya se tenía noticias de los acontecimientos horribles que estaban sucediendo en el país bajo la dictadura del Teniente Coronel Alejandro Lanusse. El clima político- social no presagiaba nada bueno y las persecuciones a los disidentes al régimen, entre ellos a los estudiantes, era cuestión corriente. Lo cierto es que el viaje se concreta y el 12 de Marzo de 1971 llego a Resistencia. Alberto estaba esperándome en la Terminal de colectivos. 202

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Durante el trayecto hacia la casa donde él vivía me explica de algunas situaciones no muy agradables pero muy interesantes para mí. Me informa de cómo estaban compuestos los frentes estudiantiles. Lo que al principio fue el Integralismos Universitario pasa a ser la Juventud Universitaria Peronista ( JUP) y el Integralismo Secundario se transforma en la Unión de estudiantes Secundarios (UES), todos bajo la consigna “Luche y Vuelve” por el regreso del exilio del General Perón a la Argentina. Así comenzó mi militancia. Bautismo Recuerdo que ese día de mi llegada, dejamos en su casa mis pertenencias y nos fuimos a un gran acto de protesta organizado por los empleados públicos del Chaco frente a la casa de Gobierno. Poco entendía yo de todas esas cosas. Alberto me comentaba que apoyaba esa medida de fuerza pues pedían y luchaban por un salario más digno. Para mí, con tan solo 15 años, estar presente en medio de una multitud de manifestantes fue como un bautismo. Lo más grave vendría después. Al rato comenzó la feroz represión por parte de los uniformados a los manifestantes. Y yo, un adolescente recién llegado de un pueblito pequeño, enclavado en el norte de mi provincia, rodeado de la selva misionera, en medio de semejante multitud. Por primera vez en mi vida vi, asistí y sufrí en carne propia la represión: los represores lanzaban gases lacrimógena a granel, disparaban con balas de goma que pasaban silbando sobre mi cabeza. La manera en que se desató la represión despiadada, era para mí algo nuevo. Mantuve la calma y no me asusté. Alberto, en las pocas charlas que mantuvimos ya me había anticipado y enseñado que debíamos sentir coraje y no miedo. Y así fue. Cada vez la situación social se volvía más dura. Mi partida hacía Resistencia tenía como objetivo proseguir mis estudios secundarios. Lastimosamente no pude concretarlo por que el clima de violencia y represión engendrada por la dictadura se hacía sentir cada vez más fuerte. Viví un tiempo en la calle Saenz Peña al 530, en la casa de los estudiantes universitario de Ciencias Económicas. Después se crea la casa del estudiante secundario en la calle Cervantes 346 y por orden de la conducción tuve que vivir ahí con adolescentes de mi edad y así poder estar en permanente contacto con ellos. Más tarde nos tocó vivir en una residencial que fue alquilada por la Organización y la conducción de la JP donde se recibían a familiares de presos políticos alojados en la cárcel o en dependencias policiales. Los familiares venían de las más diversas provincias del país. Bajo nuestra responsabilidad quedaba el mantenimiento de la limpieza, la higiene, el orden y la atención preferencial a 203

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los familiares de los presos políticos. Era parte de nuestra práctica militante. Todo esto implicaba una larga lucha. Con mi hermano Alberto seguíamos en contacto. Siempre nos veíamos en el comedor universitario. Después él consiguió que almorzara y cenara en casa de la familia Amarilla, padres de Guillermo (El Negro) y Rubén (Negrito); estaba también Ricardo Alfredo sobrino de don Amarilla. Hace poco fueron descubiertos sus restos juntos a los de Lalo Rossi. Fueron acribillados a balazos el 7 de Septiembre de 1976 mientras realizaban una pintada en Rosario. En Noviembre de 1975, con el retorno de Perón, se lleva a cabo, contra nosotros, una de las peores represiones. Ese día se organizó un gran acto en donde fuimos reprimidos con alevosía. Pierdo contacto con Alberto. Debí abandonar de suma urgencia la casa donde vivía .Vinieron los represores y nos destrozaron todo: los muebles, los elementos didácticos, etc. Con lo puesto tuve que refugiarme con los compañeros en un barrio, “Villa Adelante” donde teníamos y funcionaba una Unidad Básica. Debíamos hacer guardia permanente y defendernos con lo que teníamos. Tiempo después volví a establecer contacto con Alberto. Él estaba muy preocupado por mi seguridad. Me dijo que regresara urgente a Misiones, “quedate ahí y cuidá a los viejos” me recomendó. Gracias a esa decisión tomada por mi hermano Alberto, aún estoy vivo. Desde entonces mantuvimos contacto por carta y nos vimos en unos viajes que el realizó a Misiones. Me dolió dejarlo. Yo ya interpretaba ese gran sueño que él y toda esa generación abrazaba: la de que un mundo mejor es posible. Por ese ideal entregaron la vida, generosamente. Hoy a más de treinta años de haber sido truncada la joven vida de muchos militantes populares junto a la de mi hermano en la Masacre de Margarita Belén debemos mantener la memoria alerta para que acontecimientos como el mencionado no vuelva a ocurrir NUNCA MAS.

*Miguel Ángel Duarte (Mitelo) es hermano menor de Carlos Alberto, quién fuera asesinado junto a un numeroso grupo de jóvenes militantes populares, en la Masacre de Margarita Belén, Chaco. Sus restos descansan en su Puerto Esperanza natal, Provincia de Misiones.

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Carlos Alberto Duarte Detenido en 1975 y asesinado el 13 de diciembre de 1976 en Margarita Belén. Diregente estudiantil. Estudiante de Ciencias Económicas - UNNE -. Empleado de la construcción.

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Charlas con Arturo, que no pudieron ser Por Marilyn Franzen Arturo Franzen no murió por ser mi hermano. A mí me costó mucho reconocer eso, porque es como que te quitan algo a vos, pero él no murió por ser miembro de nuestra familia. Contar o escribir sobre Arturo en primera persona es muy difícil, me resulta incómodo. Los sentimientos son tan fuertes. Tantos años esperando que vuelva, años de no verlo. Al no ver el cuerpo uno dice, “bueno, puede aparecer”. Es todo un proceso muy lento de la resignación el de aceptar. Yo soy Arturo Franzen, el hijo mayor de siete hermanos: Graciela, Teresa, Silvia, Carlos y Malena. Hice la escuela primaria en el Colegio Roque González, y la secundaria en la Comercio Nº1. Cuando tenía catorce años, mis padres me dijeron que iba a nacer mi hermanita más pequeña. Yo ya trabajaba en el Correo, así que recién a la tardecita pude ir a verla al sanatorio. Yo la miraba embelesado, era el bebé más bonito que había visto. Se lo dije a una enfermera, pero ella me miraba con una cara de no entenderme del todo. Supongo que tenía la misma cara que a veces veía en algunas personas al entregarles una carta, yo miraba ese sobre blanco igual a tantos otros, y no entendía cómo podía arrancar tanta emoción en esos rostros. Ahora lo entendía. Yo no miraba a mi hermana con los ojos, la miraba con el corazón. Arturo era muy precoz, muy adulto para ciertas cosas. Yo no concibo mi niñez sin él, porque conmigo era como un padre. Me llevaba a las fiestas escolares, me peinaba, me compraba ropa. Lo que hace un padre amoroso, eso hacía él. No me cuidaba solamente a mí, él cuidaba de todos. Daba esos consejos que sirven para toda la vida, consejos que hoy trato de cumplir. Me acuerdo que él me daba consejos. Nos iba preparando para la vida, porque ya te digo, él cumplía el rol de padre.

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Después que nació Marilyn, con mi siguiente sueldo compré una máquina de fotos. Quería tener recuerdos del crecimiento de ella. Una de las cosas que más me preocupaba era que ella tubiera todo lo que un niño debe tener por derecho propio: amor, juguetes, ropa, buenos recuerdos, alimento, una familia. Recuerdo que Teresa le bañaba y le vestía, yo le peinaba y cuidaba que estuviera hermosa, y entonces salíamos a recorrer el barrio, visitando a los vecinos. Trataba de explicarle que el barrio, los vecinos, son como una gran familia. Si tú estás atento a ellos, ellos están atentos a vos. Solamente los que le conocieron pueden entender el tipo de persona que él era, lo que él hacía; porque él andaba pendiente de todo y de todos, desde lo afectivo y lo estético, todo. Me cuentan cosas increíbles que él hacía. Nosotros teníamos muchos parientes en el interior y cuando íbamos en las vacaciones, yo todavía era un bebé; él hacía un kilómetro a caballo todos los días, para ir a buscar leche para mí, en las chacras vecinas. O, por ejemplo, cada vez que cobraba su sueldo del Correo, siempre me llevaba a desayunar en el Hotel de Turismo. Cuando ella comenzó primer grado, hablé con mi amiga que además de atender el quiosco de la escuela, ya me había visto pasar por esas aulas. Le pedía cuenta corriente para mi hermanita, así no tenía que preocuparme por si tenía o no una moneda para darle, o si se le perdía la plata jugando en los recreos. Bueno, cuando fui a fin de mes a pagar la cuenta, no podía creer que hubiera gastado tanto, y menos que hubiera comido tantas golosinas. En casa, me contó que no era que ella comiera tantos dulces, sino que como yo siempre le había dicho que había que compartir, entonces ella siempre compraba para los amiguitos que no tenían monedas. Cuando yo tenía nueve años Arturo pasó a la clandestinidad. Yo nací en el ’66 y él pasó a la clandestinidad en el ’75. Tengo recuerdos como imágenes del día que me enteré de la muerte de mi hermano. Mi papá y Teresa habían ido a Resistencia, a las visitas que se hacían a los detenidos, y ahí se enteraron de lo que pasó. Mi mamá estaba en el interior, había viajado a San Vicente, y la hicieron volver para darle la noticia en casa. Teníamos un tanque de agua en el fondo de la casa, y me acuerdo perfectamente de mi mamá sentada allí, con su familia. Nosotros estuvimos muy contenidos por nuestros los vecinos y los parientes, ellos nunca dejaron de asistirnos. Me acuerdo perfectamente que hicieron una misa para él y Manuel Parodi, 208

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porque los trajeron juntos a él y a Manuel. Recuerdo la cantidad de gente que había en esa capilla, la que está en el cementerio La Piedad, estaba llenísima. A pesar de la situación, del miedo que tenían, los amigos no tuvieron problemas para ir a acompañarnos. Los fines de semana, íbamos al barrio un grupo de amigos, algunos estudiantes, otros profesionales. La idea era ayudar en lo que se pudiera: conseguir asesoramiento para conseguir títulos de propiedad, medicamentos para los enfermos, organizar huertas y comedores, gestionar el agua potable para el barrio, darles apoyo escolar a los chicos. En fin, pequeñas cosas que permiten mejorar un poco el nivel de vida de la gente. Nos gustaba mucho ir a los barrios, la pasábamos bien. Saber que estás haciendo lo correcto siempre te hace sentir bien. Arturo trabajaba militando en varios barrios en realidad. En el barrio Sesquicentenario trabajaba con el “Negro” Figueredo por el tema de la escuela; con Juan Yadjhian en el “Barrio Regimiento”. Juan es médico, así que Arturo organizaba a la gente; iba con una chica que era la secretaria, ella anotaba y ellos atendían, les daban el carnet. Trabajaban con un grupo de médicos y unos visitadores médicos les daban medicamentos, haciendo asistencia dentro del barrio. Aunque era una niña me gustaba ir porque él lo hacía con tanta alegría que contagiaba. Llegaban a muchos lugares. Otro barrio donde trabajaban era el que está frente a la Escuela 106; en ese entonces había un barrio pobre ahí, y trabajaba con la gente el tema de la tenencia de la tierra. De mis padres aprendí el concepto de solidaridad. Aunque éramos nueve en la familia, siempre había alguien más parando en casa. Parientes del interior que venían a Posadas por razones de salud o para gestionar algo; amigos que necesitaban urgente una mano, un lugar donde quedarse. Papá y mamá nunca supieron bien en qué andaba Arturo, pero sabían que eran cosas buenas. En política partidaria siempre, y no sólo él, también Teresa y mis otras hermanas, también mamá. Pero saber bien lo que hacía no, porque no necesitaban saber, porque para nosotros, para ellos, él era un miembro de nuestra familia, había confianza. Mamá siempre cuenta la anécdota que un día vino a casa y le pidió dinero a papá para comprar un cajón, y él le dio. No le 209

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dijo para qué era, le dijo nomás que necesitaba dinero y que le devolvía a fin de mes, y papá le dio. La confianza y el respeto también son cosas que aprendí en mi casa. Recuerdo una vez, en uno de los barrios donde trabajábamos, falleció un hombre ya mayor. No había podido estudiar. Trabajó toda su vida, en lo que pudo. Murió pobre. Si tenía familia, en ese momento de su vida, no estaba con él. Yo estaba bendecido por una familia hermosa. Así que hice lo único que pude hacer por él. Llegué a casa y le dije a mi viejo: necesito que me prestes plata, tengo que comprar un cajón. Mi viejo no dudó. Sacó el dinero que siempre tenía guardado para emergencias y me lo dio. No preguntó pero igual se lo dije. Te lo devuelvo a fin de mes. Me respondió lo de siempre, no hay problema. Así era mi familia. Después nos enteramos que era para comprar un ataúd para una persona que se había muerto en el barrio. O, también, pedía dinero y era para comprar comida para gente que no tenía, pero después nos enterábamos de eso. Pero él no decía “che, necesito para tal o cual…”, no daba explicaciones ni tampoco le pedían que explique porque había confianza. Habían formado un hijo en la solidaridad y en todo lo bueno, por eso no hacían faltas explicaciones. No sé cuantas horas, ni cuantos días llevaban golpeándome, torturándome. Yo sólo tenía un pensamiento, y era para mi familia. Al final, me dijeron que iban a ir a mi casa y que iban a dar vuelta todo, que no iban a parar hasta encontrar lo que yo estaba escondiendo. Casi podía verlos, entrando en el cuarto de Marilyn, y ella tan chiquita, tan asustada, tan sin entender nada. Y ellos revolviendo su cama, sus ropas, rompiendo sus juguetes, sus libros. No. No podía dejar que eso pasara. Así que les dije donde estaba lo que con tanto cuidado había escondido. Habían ido a casa a buscar unas cosas que Arturo había enterrado, se ve que él les había dicho dónde, porque fueron específicamente a un lugar. Desenterraron las cosas que había, que eran libros, y se llevaron a todos los adultos que estaban en la casa. A papá lo hicieron traer de Candelaria, él estaba en una casa que teníamos allá, cuidando la huerta. Le trajeron así sucio como estaba, y le llevaron, junto con mamá y con mis hermanas Silvia y Teresa. Fueron un par de días que estuvieron presos, y los torturaron a todos. Los fueron largando de a uno, a medida que se daban cuenta que no sabían nada. Al final, a mamá la 210

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dejaron como rehén hasta que una semana después la agarraron a Graciela. Es que ella cometió el “error”, entre comillas, de escaparse. La que tiene prontuario más grande es Teresa. Pero las historias están un poco cambiadas, recién hoy uno puede decir que fue tal o cual cosa. No sé qué quieren que les cuente. Todo lo que hago en los barrios no es muy diferente a lo que hacen otros compañeros en otras partes del país. Nos preocupamos por los que están en peores condiciones. Somos muchos los que pensamos igual. Creen que nos pueden derrotar porque nos metan presos o porque quemen nuestros libros. Lo que yo no pueda hacer, lo harán mis hermanos, mis amigos, los que vengan detrás. Me gusta mucho ir a los barrios. Se aprende mucho charlando con la gente. Y después siempre vuelvo a casa con más ganas, con proyectos en mi cabeza, ganas de estudiar y recibirme pronto, ganas de estar con la gente que amo, mi familia. Es como si me llenara de energía. Cuando Marilin sea más grande, la voy a llevar a las peñas. Por ahora es muy chica, tiene que estudiar mucho todavía. Nuestra familia siempre fue muy contenedora, y Arturo era como el centro. Yo no me explico cómo se daba tiempo para todo, porque trabajaba, estudiaba, nunca dejó de estudiar, militaba en los barrios y tenía tiempo para nosotros, para hablarnos. Arturo me enseñó muchos principios, para mí los principios son lo más importante. El más importante, pensar primero en el otro que en uno. En no dudar siquiera, si el otro te necesita. Todo el mundo que lo recuerda, por ejemplo, lo recuerda con una sonrisa, lo recuerda impecable. Él trabajaba en las campañas y en todo lo demás para el Partido Auténtico, pero lo de él, lo de ellos venía de mucho antes, venía por otro lado. Siempre metido en los barrios, entre la gente, sin intereses personales porque él ni siquiera era candidato. Arturo le cantaba a papi esa canción de Piero que dice “viejo, mi querido viejo”, y cantaba las canciones de Violeta Parra; escuchaba Beethoven, todas las sinfonías de Beethoven; y la “Negra” Sosa, toda una mezcla, una mezcla de cosas. Encima que él lo cantaba con sentimiento, medio lo dramatizaba, porque así le “cargaba” al viejo, medio que lo tenía de hijo, digamos. A mami también le cargaba, le gastaba. Era una persona que iluminaba un lugar. 211

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Conozco a algunas personas que pareciera que se disfrazan para ir al barrio. Yo no entiendo eso. Las personas que viven en las villas se merecen todo mi respeto. Así que, yo me visto como siempre. Eso no quita el hecho de que si hay que poner el hombro para lo que sea, no me amilano; si no hay silla, me siento en el suelo; si hay que laburar, laburo. En las peñas siempre cantamos canciones de Violeta Parra, la “Negra” Sosa, Piero y otros. Y el tema que nunca falta, la canción del comandante. Pero a mí me gusta escuchar toda clase de música. Cuando encuentro una mujer que lo conoció, cuando se enteran que soy la hermana de Arturo, ponen todas una mirada… casi todas las que conozco estaban enamoradas de él. Porque no era un galán, no era un tipo que andaba conquistando mujeres, porque estaba en otra cosa, pero era tan lindo, tan amoroso, tan qué se yo… que era imposible no enamorarse de él. Nosotros ya vivíamos atrás del Partido Justicialista y pasábamos por la chacra 41, donde había una villa, y ahí él tenía todo un grupo de abuelitas, que eran sus amigas. Y lo adoraban porque decían que era dulce, que era uno de los pocos jóvenes que cuando les cruzaba por la calle no tenía vergüenza de ir a saludarlas, de ir a darles un beso. Porque toda la vida los jóvenes tuvieron vergüenza de las personas mayores. Y él tenía esa cosa de ternura, de amistad, le gustaba abrazar y besar. Los muchachos siempre me cargan. Dicen que siempre estoy enamorando a todas las “chicas” de la chacra 41. Pero es que cuando veo a esas abuelas, me da tanta ternura, pienso en mi vieja, en mis abuelas y abuelos. Algún día, yo también seré un viejo, y me gustaría estar rodeado del amor de mi familia, de mis hermanos, de mis hijos si alguna vez los tengo, de mis nietos. Así debería ser. Y era re lindo. Tenía tanta alegría, era una persona tan alegre, tan amorosa, con tantas ganas de vivir. Creo que estar triste, estar mal, no disfrutar de las cosas cotidianas, es un poco defraudarlo, porque él tenía tantas ganas de vivir, él y todos. Por ejemplo, el “Colorado” era otro muchacho que siempre llegaba con una sonrisa, con una alegría, vivían de esa manera. No es justo que una viva de manera diferente, por más que se los extrañe… no, no se puede vivir de otra manera. 212

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¿Quién está preparado para matar? Yo lucho fervientemente por la vida. Cada día, cada minuto, apuesto por la vida. Algunos no entienden mi entusiasmo, dicen que le doy demasiado crédito a lo que hacemos. Pero si los “gorilas” están tan preocupados por lo que hacemos, debe ser que vamos por el camino correcto. Ellos no saben, pero yo no me desanimo tan fácilmente. Ahora, escuchando en los juicios los testimonios de los amigos que estaban con él en la celda, creo que él no pensaba que lo iban a matar. Arturo era optimista por naturaleza, siempre fue así, él siempre iba a encontrar el lado bueno de las cosas. Escuchando a esos compañeros que estaban con él, me doy cuenta que Arturo eligió con quién estar; son igual que él, gente tan linda, tan sana. Hablaban con ese amor, con esa alegría y decían “nuestro amigo”, fue muy emocionante. Yo me decía, necesito ir, necesito conocer la parte de la historia que aún no conozco. Conocer lo que pasó para cerrar nuestra historia, es tan importante, aunque a mí no me va a cambiar la visión que yo tengo de él, ni tampoco va a cambiar la visión de la gente que lo conoció. Es sólo para que se sepa que ellos existieron, que eran personas que querían que las cosas no sean como son. En este largo camino que hemos comenzado, un poco laberíntico, pero camino al fin, tenemos, como dicen algunos, mucha temperatura en la conciencia. Estamos comenzando a hacer realidad los sueños de tantos revolucionarios de América Latina, aunque muchos tuvieron que dar su vida para ello, como José Martí, el “Che” Guevara, Sandino, y tantos otros. Yo no sé si Arturo se había preparado en la lucha armada, pero él era montonero, y ya se comprobó que los que fueron asesinados en Margarita Belén eran los más duros, eran los más comprometidos. Eran “los irrecuperables”, como decían los militares, eran los que no iban a volverse para atrás. Los militares sabían que si los dejaban vivos, ellos iban a volver a trabajar en la militancia, en política; porque estaban sumamente convencidos de lo que estaban haciendo, y de que esa era la única manera de cambiar la realidad. Y por eso insisto, ese convencimiento no sólo lo vivía sino que lo trasmitía. Por fin logramos una ley que haga justicia. Tanto luchar por la obtención de un título de propiedad para tantas familias, casi doscientas. Por fin la Ley de Expropiación a favor de los ocupantes con más de 20 años en los terrenos. 213

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“No habrá paz si no hay justicia”. El papá de mi mejor amiga era un compañero de trabajo de Arturo, con ella somos amigas desde los 15 años. Y una vez, después de muchos años, le pregunté por qué el papá le dejaba ir conmigo hasta Brasil a visitar a Graciela. Porque no era fácil que en esa época la gente se anime así con nosotros, por la portación de apellido y eso. Y ella me dijo que como su padre trabajó con Arturo en el Correo, él conocía bien toda la historia y no tenía problemas con nosotros. Cuando fui a pedir trabajo a la Casa de Gobierno, iba tan seguro de lo que quería. Nunca pensé que después terminaría siendo delegado sindical. Pero lo hago porque debemos luchar por nuestros derechos, por los derechos de los demás, de los que no tienen voz. En su última carta él habla de la Navidad y de quién sabe cuántas navidades no íbamos a pasar juntos ya que por estar preso no estaría con nosotros. No era una carta de despedida, era como diciendo “por ahora no vamos a estar juntos”. Ya te digo que en el último traslado él no pensaba que lo iban a matar. Arturo rezaba todos los días. Él estuvo en el Seminario de Fátima para ser cura, y también en la Juventud Cristiana. Fue alumno del Roque González, terminó su primaria ahí. Después hizo el secundario en la Comercio 1, ahí le hicieron un homenaje sus compañeros, cuando se cumplió 20 años de egresados. Ellos también lo recuerdan igual que nosotros, con sonrisa alegre y optimista. Si tengo que describir a Arturo, les digo que era como esas personas que viven aceleradamente, y te decía todo lo que tenía que decirte, no se callaba, es como que tenía tiempo limitado y un montón de cosas por hacer, y entonces las hacía. Yo creo que ellos eran los que podían hacer el cambio necesario en el país. Nosotros viviríamos en un país mejor si ellos no hubieran muerto, si continuaban con su militancia. No me imagino dónde estaríamos hoy pero seguro que mejor, en un país de mayor equidad. Entrevista realizada por el Lic. Néstor Álvarez.

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22 Margaritas Es 13 de diciembre y la primavera hace hermosas las flores de todo el campo, 22 Margaritas se hacen eternas y Belén en el Chaco les da su amparo. El 13 de diciembre es Santa Lucía y se curan los ojos de los enfermos pero es tan gigantesca la hipocresía que quien debe mirar se queda ciego. 22 Margaritas se quedan solas y alguien quiere arrancarlas cortando el tallo paro sin darse cuenta las hace eternas a cada paso, a cada paso. Una bota inmensa quiere pisarlas pero las margaritas se hacen a un lado quieren matarlas pero no se dan cuenta que no podrán hacerlo ni en 2000 años. Estaban muy cansadas pero seguían para ver a su tierra por siempre libre, las daban por perdidas pero vivían como se vive el sueño de lo imposible. Creí una mañana haberlas visto a las 22 flores como jugando bajo el sol indomable, allá en el Chaco floreciendo el camino iban cantando. 22 Margaritas se quedan solas y alguien quiere arrancarlas cortando el tallo paro sin darse cuenta las hace eternas a cada paso, a cada paso. Una bota inmensa quiere pisarlas pero las margaritas se hacen a un lado quieren matarlas pero no se dan cuenta que no podrán hacerlo ni en 2000 años.

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Canción que un amigo escribió para Arturo Autor: el cantautor Santiago Berutti oriundo de Berazategui, Buenos Aires. Canción con ritmo de chamamé que la canta Julio Lacarra.

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Luis Arturo Franzen, mi hijo Por Felisa Bogado de Franzen Arturo fue el primero de mis siete hijos: dos varones y cinco mujeres. Nació el 10 de enero de 1952. Hoy tendría 58 años. Cuando joven yo deseaba tener un hijo tan hermoso como el dibujo de una revista; y él fue así: rubio, de ojos azules, vivaces, simpático, alegre, curioso, piel blanca como su papá. Desde chico demostró ser muy inteligente, curioseaba todo lo que estaba a su alcance. Todo quería saber. Cuando iba al Jardín de Infantes en el Colegio Santa María, Chuli, nuestra vecina perdió en el recreo la moneda para el colectivo y la encontró llorando. Él con cinco años solucionó pidiendo prestado a un conocido de su papá: el dueño de la Confitería “La Palma”, al lado de la Iglesia Catedral. Dijo que su papá al otro día le devolvería… Y así fue. Ambos se admiraron de su audacia. Cuando Arturo tenía veinte años, Chuli Korol se casó y él de traje muy elegante como siempre se sacó una foto con ella. Nunca hubiesen imaginado que esa foto, recorrería el país en distintos afiches, años después de su asesinato. En la primaria fue al Colegio Roque González hasta los ocho años, en que por invitación del Padre Juan Markievich, ingresó internado en el Seminario de

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Fátima en Villa Lanús. Como Sacerdote quería ayudar a las personas más necesitadas. A los doce años, antes de terminar séptimo grado, abandonó el Seminario, porque allí vio que no podría cumplir ese sueño… Aprovechó su estadía allí para leer libros “prohibidos” que solo allí pudo encontrar… Cuando tenía catorce años y nació su última hermanita, Marilyn, su mimada, se enteró que podía conseguir trabajo para ayudar al sostenimiento de la numerosa familia. Como su papá no quiso pedir (era mayordomo en la residencia del Gobernador en la Dictadura iniciada en 1966), decidió hablar con el Gobernador, Capitán Hugo Jorge Montiel, quien le preguntó si sabía donde había vacante. Dijo: en el Correo de Posadas como Mensajero (repartía telegramas) y estoy seguro que Ud. me puede conseguir. Y así fue. A los ocho días ya estaba trabajando. Cuando cobró su primer sueldo en agradecimiento, llevó un ramo de flores para la esposa del Gobernador. Pocos años después pasó a trabajar en la oficina. El Correo lo envió a Buenos Aires para que hiciera un Curso como Técnico de los primeros relojes electrónicos. Varias veces fue electo Delegado Gremial. En una oportunidad, cuando fue a cobrar su sueldo bajaba llorando una señora con un bebé en brazos y otro caminado. Preguntó que le pasaba…“Su marido había cobrado y no le dio dinero ni para la leche de los niños”. La llevó a su sindicato: FOECYT y entonces todos los meses debía darle la mitad de su sueldo. Era todo un galán, y pinta no le faltaba. Cuando había elección de Reina en la Estudiantina, él de traje las acompañaba cuando bajaban de la carroza hasta la Casa de Gobierno. La Secundaria comenzó a la mañana en la Escuela Nacional de Comercio Nº 1 “Libertador Gral. Don José de San Martín” y luego de comenzar a trabajar, pasó a la nocturna, que en esa época tenían que hacer en seis años en vez de tres o cuatro como ahora. Cuando se recibió de Perito Mercantil en el año 1972, su promoción decidió poner una Placa recordatoria (que aún está en la Escuela, hoy Comercio 18) y le pidieron a Arturo que hablara representándoles. Su discurso comenzó: “Compañeros, Personal no Docentes, Profesores, Sra. Vice Directora y por último Sra. Directora”… Aclaró después: “Lo más importante de la Escuela 218

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Luis Arturo Franzen en la Escuela Nacional de Comercio Nº 1 “Libertador Gral. Don José de San Martín”, junto a sus compañeros.

son los alumnos, por eso empecé por ellos”. Como en la Nocturna no usaban guardapolvo, se hicieron una chaqueta blanca. El se dibujó una caricatura de Mafalda en la espalda y adelante muy grande, el símbolo de la paz con su correspondiente aclaración, y del otro lado, en grande también, la V de la Victoria, la P de Perón y por si quedara duda la palabra “volvió”. Es que el 17 de noviembre de 1972, el Gral. Juan Domingo Perón volvía al país después de dieciocho años de exilio a pesar que el dictador Gral. Alejandro Agustín Lanusse dijera que no le daría el cuero… El 20 de junio de 1973 Arturo fue a Ezeiza a esperar a Perón junto a su hermana Graciela que estaba terminando quinto año, Lucy, nuestra hija de corazón y compañeros de militancia, en un tren de más de veinte vagones que salió de Posadas. Con mi esposo sufrimos mucho cuando nos enteramos que la fiesta popular se convirtió en Masacre. Por suerte, tres días después, todos volvieron. Cuando salió del Seminario se dedicó a la política. Primero con los Padres Tercermundistas. Luego en la Campaña del “Luche y Vuelve” del General Juan Domingo Perón. En el Barrio “Regimiento” chacra l81, con Juan Figueredo, Juan Yadjhian, Adela Rivero, trataban de conseguir mejores condiciones de vida para los vecinos: luz eléctrica, agua potable, limpieza de cunetas… Allí falleció un hombre de un rayo, no tenía familiares, Arturo pidió a su papá $70,00 para comprar el féretro. También llevó carne y arroz para comer un guiso con los vecinos en el velorio. Consiguió una camioneta para llevarlo al cementerio y como allí querían cobrarle otros $ 70,00 y no tenía, entonces dijo que le dejaría a la entrada y que el Encargado se arregle… Así consiguió que lo dejaran enterrar. Recorría a la Provincia enseñando a los obreros rurales sus derechos. 219

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Apoyaba a los colonos del MAM (Movimiento Agrario Misionero) ya que era nieto y sobrino de colonos. La primera vez que salió lejos de casa fue para ir al Servicio Militar en la Marina, en Punta Alta, cerca de Bahía Blanca durante catorce meses. Durante ese tiempo nos decía que nos extrañaba demasiado, y nosotros a él. Era muy pegado a la familia, nos adoraba. Continuamente nos escribía cartas y para nuestros cumpleaños, cuando no podía venir, como buen “mensajero” enviaba telegramas de lujo.

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Le guardaron el trabajo en el Correo, y recibía mensualmente medio sueldo. Mimado de la Marina, solo trabajó en la oficina y laboratorio fotográfico. Aprovechaba para revelar fotos de su amada familia. Adoraba sacar fotos, de sus amigos, compañeros de estudios, familia. Por correo, estudió fotografía. Nunca tuvo instrucción militar. Decía que si estando Bajo Bandera le obligaban a reprimir al pueblo, él seria desertor. Perdió dos años de estudio durante el Servicio Miliar. En 1975 inició la carrera de Ingeniería Química en la UNaM. Ese año, ante el riesgo de perder un terreno que mi esposo había comprado de soltero, Arturo con trescientos vecinos en la misma situación, y con el apoyo del Diputado Provincial Juan Figueredo, creó la Comisión Pro Recuperación de Tierras de Posadas. Como había muchos intereses económicos, recibió amenazas de muerte. Hasta que el 19 de diciembre a las dos de la madrugada, las Fuerzas Conjuntas allanaron nuestra casa, buscándolo. Eran más de cuarenta civiles y uniformados. Esa noche, con la Comisión habían tenido una reunión con el Obispo Monseñor Jorge Kemerer y se quedó a dormir en casa de alguno de ellos. Para poder salvarse ya que no había ninguna garantía, (habían presos políticos y asesinados en todo el país), Arturo tuvo que pasar a la clandestinidad. Yo insistía que vaya al interior de la Provincia (qué ingenua) o a Brasil con nuestros parientes hasta que pase el peligro. “Porqué me tengo que ir si no soy delincuente. Y cómo voy a abandonar a mis compañeros y a mi Pueblo”: decía. Tenía su conciencia tranquila. El 19 de enero, después de despedirlo con mi hija Graciela, en la casa donde estaba escondido, viajó a Resistencia. Era la segunda vez que se salia de casa. Nos escribía siempre que podía. Y volvía a extrañarnos mucho. Era muy pegado a la familia. Soñaba con estar nuevamente en casa, en nuestro jardin. Pero ya no pudo volver… Allí trabajó como electricista hasta que lo detuvieron en la vía pública con otro compañero el 10 de mayo de 1976. El 19 de mayo nos allanan nuevamente la casa. Detienen a dos hijas, Silvia de 18 y Teresa de 19 años, a mí; a Graciela la van a buscar del trabajo en el Ministerio de Asuntos Agrarios. A mi esposo lo buscaron en Candelaria donde estaba descansando en una chacrita donde iba sus días de franco y plantaba frutas y verduras, para ayudar al sueldo ya que éramos diez personas para comer. Estuvimos detenidos durante diez días. De la angustia hice huelga de hambre. 221

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En casa solo quedaron las dos menores, Marilyn de diez y Malena de catorce años, con Lucy, nuestra hija de corazón. La casa estuvo allanada todo ese tiempo. Después durante años, uno de civil, permanecía enfrente, donde había un baldío. Como ese lugar era muy oscuro, los vecinos, muy solidarios, pusieron un foco. Carlos, mi hijo menor, que estudiaba en la Escuela Agrotécnica de Eldorado, por seguridad, no volvió a casa por mucho tiempo. A mi me sacaron el Kiosco de Revistas que tenía en el Aeroparque. El Oficial Juan Carlos Ríos de la Policía de la Provincia, me decía que nos íbamos a morir de hambre y tendríamos que irnos del país. Pero sobrevivimos y acá!! Solo mi esposo quedó con el sueldo de la Provincia y además trabajaba como mozo. Los otros tres que tambien aportabamos a la casa, nos quedamos sin trabajo. Juan Carlos Rios un día fue a casa a devolverme el anillo de oro con veintiún rubíes y el de plata que le sacaron a Graciela y me dijo que la libertad de ella dependía de mí. Si yo dejaba que mis dos hijas menores fueran con él a “cenar”, ella saldría en libertad. Después supe que en esa fecha Graciela ya estaba a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Con dos de mis hijas fuimos a Resistencia a ver a Arturo, en la Brigada de Investigaciones, frente a la Plaza, donde hoy es la Casa de la Memoria. Me costó conseguir la visita. Quería al menos saber que estaba vivo. Nos dejaron hablar cinco minutos. De la emoción nos abrazamos los cuatro y lloramos. Y ya nos dijeron: “Terminó la visita”. Cuando miro alrededor habían varios hombres apuntándonos con armas largas. A uno de ellos se le caían las lágrimas… No pudimos hablar. En otra visita le pregunté que le hicieron y me dijo: “algún día te voy a contar”. Me mostró que sobre el escritorio del Jefe estaban su cenicero, su velador artesanal hecho por él y su radio pasacassette que robaron de su casa. Me pidió que consiguiera con la Acción Católica, ropitas de bebé para las detenidas que estaban embarazadas. Después supe que el 22 de agosto nació el hijo de nuestro vecino Manuel Parodi Ocampo. Y en la visita a la Cárcel de Villa Devoto cuando visitaba a Graciela, conocí a otro bebé nacido allá: al hijo de Patricio Tierno. A Manuel y a Patricio lo asesinaron junto con Arturo en la Masacre de Margarita Belén, Provincia del Chaco el 13 de diciembre de 1976. Después a Arturo lo llevaron a la Alcaidía y luego a la Cárcel de Resistencia. En esos lugares ya no me dejaron verlo. Mi esposo sufría mucho por la detención de sus hijos y no se animaba a visitarlos en la cárcel. Cuando por fin va a Resistencia, después de Navidad, se entera allí que a Arturo 222

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y otros compañeros habían sido asesinados en el supuesto traslado a Formosa. Yo estaba muy angustiada por ellos, habían destruido la felicidad y paz de mi familia. Entonces fui a pasar la Navidad a San Vicente con nuestros parientes. Mi marido se refugiaba en el trabajo como Mozo, ya que a fin de año había mucho trabajo y él adoraba su profesión. Admiro el valor de mi hijo menor Carlos, que en ese momento tenía diecisiete años. Cuando ellos se enteran de la muerte de Arturo, Carlos solito viaja a San Vicente para buscarme. Fue y volvió sin decirme nada. Recién al llegar me contaron. Mi marido pidió que le entreguen su cuerpo, el que es trasladado junto al de Manuel Parodi Ocampo el 10 enero de 1977 y enterrado en el Cementerio “La Piedad” de Posadas, luego de una Misa de Cuerpo presente celebrada por el Padre Jesuita Salvador Loring, de nuestra Parroquia “Santos Mártires”. Ese día Arturo cumpliría 25 años. Siempre estuve y estoy orgullosa de Él. Y quiero saber: ¿PORQUE LO MATARON?

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Morir de pié Por Teresa Cecilia Franzen* ¿Quién fue Arturo? Qué difícil es ser imparcial al intentar describirlo. Para mi fue y sigue siendo mi “ángel” de la guarda. Cuando era chiquita, él estaba siempre allí a mi lado para darme una palabra de aliento, un reto si hice algo indebido o festejar si hacía algo gracioso. Tenía un carácter muy alegre y era muy optimista por naturaleza, siempre veía el lado positivo de las cosas. Desde muy chiquito quiso ayudar a los demás, tanto fue así que ingresó al Seminario de Fátima para ser sacerdote y viajar a donde más lo necesitaban. Luego cambió de idea cuando tuvo que dejar a su familia para seguir sus estudios en Buenos Aires. Por eso a la única hermana que vio nacer fue a Marilyn; la amó desde ese mismo momento, le compró su primer chupete y la “adoptó como su hija”. A pesar de sus 14 años, decidió trabajar para ayudar a su familia. Consiguió un nombramiento como mensajero en el Correo, en el cual trabajó durante 10 años. Fue en el Sindicato de Correo donde inicia sus actividades gremiales y políticas. Con su sueldo mandó instalar la luz eléctrica en casa; fue el socio Nº 17 de EMSA. Hasta hace poco continuaban llegándonos las boletas a su nombre. Como hermano contuvo a todos siempre unidos; nos hacía debatir sobre problemas cotidianos; asumir nuestra responsabilidad en cada una de las decisiones que tomábamos y a hacernos cargo de sus consecuencias. Nunca fue indiferente a lo que pasaba en la sociedad. Junto a sus amigos y compañeros misioneros de militancia: Manuel Parodi Ocampo, Carlos Alberto Duarte, Carlos Tereszecuk fueron detenidos en Resistencia, Chaco, y asesinados el 13 de Diciembre de 1976. 225

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Certificado de defunción de Luis Arturo Franzen

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“…abrazame despacio..” Tenía yo 20 años cuando tuve que viajar, junto con mi padre, desde Posadas a Resistencia, para visitar a Arturo. Estaba detenido en la Brigada de Investigaciones de la Policía del Chaco. Fue en Agosto de 1976 que pude ver por última vez a mi hermano Arturo. En esa oportunidad, como la visita era de contacto, pude darle un abrazo muy sutil. “Abrazame despacio, me duele todo” me dijo; obviamente a causa de las torturas que recibían los detenidos en esa repartición oficial que a su vez funcionaba como centro clandestino de detención. Le llevamos ropa y nos dijo que lo torturaban todos los días. Cuando supimos de la Masacre de Margarita Belén, tanto a mi hermana Graciela como a mí nos costaba creer que Arturo estuviera en la lista de los jóvenes asesinados en esa localidad. Ante la terrible duda, nuevamente decidimos con Papá viajar a Resistencia, el 6 de Enero de 1977. No lo encontramos ni en la Brigada de Investigaciones, ni en la Alcaldía Policial. En el Grupo de Artillería 7 nos dijeron que retiráramos el cuerpo de mi hermano que estaba enterrado en el cementerio San Francisco Solano. Un militar de alta graduación a quién no pude identificar me dijo que mi hermano fue muerto en un enfrentamiento. Ese día no pudimos retirar los cuerpos de Arturo ni de Manuel Parodi Ocampo por quién preguntamos ya que nada sabíamos de él y estaba detenido en el mismo lugar con mi hermano. Se tardó cuatro días hasta que nos entregaron sus cuerpos. Estuve en la exhumación y no vi marcas de disparo de armas de fuego en el cuerpo de Arturo pero si que le faltaba una parte de la nariz. En cambio Manuel tenía una gran perforación en el pecho, probablemente como consecuencia del disparo de un arma de fuego de grueso calibre. Después de reconocer los cuerpos emprendimos el traslado de los mismos hacía Posadas donde tras una misa de cuerpo presente, ambos fueron inhumados, ahora con la presencia de sus familiares. Recuerdo que aquella vez, entre sollozos, no pude entender al militar que me dijo que tenía “la suerte” de poder llevar el cuerpo de mi hermano para darle cristiana sepultura en Posadas. No me imaginaba que el país iba a estar marcado por miles de detenidos desaparecidos de los que aún, en muchos casos, no se sabe su destino final como sucede con las víctimas de la Masacre de Margarita Belén, entre ellos con Fernando Piérola, Reinaldo Zapata Soñez, Julio Pereira y Roberto Yedros. 227

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Estoy orgullosa de haber tenido un hermano como él. No es fácil dar la vida por un ideal y saber que son los últimos minutos de la vida …y aún así, morir de pié.

*Teresa Cecilia Franzen es la segunda hermana de Arturo. Docente. Brindó testimonio como familiar de las víctimas de la Masacre de Margarita Belén, frente al Tribunal Oral Federal de Resistencia, Chaco en el juicio a los responsables.

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Memorias con Sol y con Bandera

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Mi compromiso con los que menos tienen Por Aureliano Gauto* Totalmente convencido que trasmitir nuestras experiencias de vida a las generaciones ajenas a las nuestras, es la misión más importante que nos queda por hacer, es que accedí a escribir unas líneas para este esperado libro, que es el primero en nuestra historia que va a servir de fuente de estudio para todo aquel que lo lea; para saber realmente lo que pasó durante los años más trágicos de nuestra Argentina querida y cómo fuimos castigados con saña todos aquellos que luchamos por nuestros objetivos, nuestros ideales. Esta iniciativa tiene sin dudas como único objetivo el que nuestro país nunca más vuelva a sufrir lo que sufrimos nosotros por luchar por una Latinoamérica unida, por un país más justo e igualitario para todos. Mi nombre es Aureliano Gauto, CABEZA. Nací y fui criado en el seno de una familia humilde y peronista. Hijo de Napolinaria Valdez y Silverio Gauto. El mayor de cuatro hermanos. A temprana edad tuve que asumir la responsabilidad de trabajar para ayudar a mi familia. Así fui concientizándome, viviendo en carne propia las desigualdades a las que estamos sometidas las clases media baja, por culpa de un sistema económico capitalista. Preocupado por todo esto y al mismo tiempo inducido por la educación que me brindaron mis padres quienes son peronistas y me hablaban mucho del tema, fui formándome e interesándome por la política comprometida con los que menos tienen. Fue así que leí varios libros con respecto a la doctrina capitalista, Carlos Marx, política latinoamericana, la doctrina peronista. Es decir, los jóvenes de ese entonces seguíamos los acontecimientos que estaban sucediendo en todo el continente. De esta manera y a los dieciocho años de edad ya estaba totalmente inserto en mi barrio, la chacra 157 donde éramos un numeroso grupo de jóvenes los que empezamos a formar parte de la JP regional cuarta. Ese mismo 231

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año asumí la dirigencia del SUTIAGA y era delegado de Pepsi Cola, donde trabajaba de repartidor. Algunos de mis compañeros de militancia fueron Mico Gauna, Juan Figueredo, Miguel Sánchez, Cacho Speratti, Peinado Acuña, mi primo Pajarito Barrios e Hilarión Barrios. Sabíamos que el general Perón se encontraba exiliado en España y nuestro objetivo era que volviese a nuestra patria, y para lograrlo teníamos que luchar y luchar. Manteníamos contacto con nuestros compañeros de lucha, de las distintas agrupaciones que se fueron formando como ser la UES, la JTP, el MAM, entre otras. El principio del calvario Fue el 17 de marzo de 1976 el día elegido por los represores para ir a buscarme. Movilizándose en dos camionetas con gente armada con FAL, se dirigieron hasta mi lugar de trabajo, la Pepsi Cola situada en Calle España y Mitre. Yo no me encontraba en ese lugar ya que estaba en el interior de la provincia haciendo reparto. Al regresar y tomar conocimiento de este hecho, quedé helado y decidí ir a la casa de mis padres porque temía que le hicieran algún daño. Al llegar, ellos estaban muy preocupados ya que sabían que me estaban buscando. Mi madre, tratando de tranquilizar los ánimos a pesar del terror, preparó un mate que empezamos a compartir también con mi hermano Juan Carlos. No pasaron treinta minutos y lo que presentíamos se hizo realidad. Llegaron dos camionetas con ocho personas vestidas de civil que bajaron de su interior e ingresaron corriendo (mas tarde supe que eran de fuerzas conjuntas). Apuntaron a todos y al mismo tiempo que preguntaban dónde estaba Aureliano Gauto, comenzaron a revolver toda la casa. A mis hermanos más chicos, Julio y Gladis, que tenían entonces cinco y 10 años, los tiraron boca abajo en la cama y los apuntaban con la FAL. A todo esto, mi madre se subió a una mesa y comenzó a tirar libros de la escuela mientras estos hombres preguntaban a viva voz dónde estaban las armas (inexistentes) y libros que me comprometieran aún más. Simultáneamente me vendaron, me ataron de manos y me llevaron a los empellones a la camioneta. Adentro, me tiraron de cabeza y uno de estos hombres me pisó el cuello manteniéndome boca abajo. 232

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También, al voleo toman a mi hermano Juan Carlos y lo suben a la camioneta. Mi madre, a los gritos, pide auxilio a los vecinos para que impidan que se lo lleven, y con el apoyo de los mismos logran bajarlo. En ese entonces contaba yo con 23 años e ingenuamente me puse a pensar qué cosa había hecho para que me trataran con tanto desprecio. Sólo me di cuenta que las cosas estaban muy mal. Me trasladaron a un lugar que después supe que era la Dirección de Informaciones de la Jefatura de Policía de la Provincia de Misiones. Desde la camioneta me tiraron de cabeza y perdí una pieza dental, y por un pisotón perdí en ese mismo momento una uña del pie. Todo eso antes de ingresar. Me introdujeron en una pieza donde me encontré con varios de mis compañeros. Permanecimos durante 21 días siendo torturados, picaneados y sin bañarnos. Posteriormente nos trasladaron a la Unidad 17 de Candelaria, en donde nos dieron baldes con creolina para asearnos. Hasta ese entonces estábamos desaparecidos ya que a nuestros familiares no se les daba noticias nuestras. En esa Unidad Penal, continuaron las torturas de parte de los penitenciarios; fuimos golpeados y tratados como animales. Yo compartía celda con Pedrito Ávalos, compañero que sufría una parálisis en sus miembros, y ni así tuvieron compasión con él. Fue torturado igual que TODOS. Yo lo ayudaba a higienizarse. Por las noches no nos dejaban dormir; nos maltrataban física y psicológicamente. El día 23 de diciembre del ’76, fuimos golpeados cobardemente ya que el día 24 iba a ser nuestra primera visita y nos querían amedrentar para que no habláramos. Ese día recuerdo que pude ver nuevamente a mi madre y a mis hermanos Virgilio y Gladis. En el mes de marzo, fuimos trasladados a la Cárcel de Resistencia, Chaco, en un avión Hércules del ejército, custodiados por hombres fuertemente armados, como animales, engrillados por los tobillos al piso del avión, en una hora de viaje infernal en el que nos obligaron a permanecer con la mirada al piso y fuimos golpeados en forma permanente. Desde esa Unidad Penal en donde estuve hasta septiembre de 1976, fui trasladado nuevamente a la Carcel de Candelaria en donde me encuentro con Hector Pelo Escobar, Checa Álvarez y otros más. Desde esa cárcel, soy trasladado nuevamente a Posadas, en un Falcon verde, nuevamente al Servicio de Informaciones en Jefatura de Policía. Durante todo el trayecto que duró el traslado a Posadas, pensaba que me iban a matar, pensaba en mi familia. Traté de tranquilizarme y un hombre se me acercó y me comunicó que iba a recuperar 233

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la libertad. De allí me llevaron al área 232, en el Regimiento, donde ya me esperaba mi madre y la tan ansiada libertad. Allí empezó otro tipo de tortura, ya que cada mes tenía que presentarme a firmar en la comisaría y luego en el regimiento, quedando en libertad vigilada. No podía salir del país; tampoco podía trabajar tranquilo porque integrantes de las mismas fuerzas armadas se presentaban en mi lugar de trabajo solicitando mi despido por mi condición de subversivo. No olvidemos el motivo por el que luchamos tanto Fueron años de muchas dificultades: muchos no teníamos trabajo y la mayoría de la sociedad nos excluyó, creo que por miedo. Mucho de lo que exigíamos se podía haber logrado si la sociedad no se mostraba tan indiferente. A la venida de la democracia, empezaron a tranquilizarse las cosas, yo seguía frecuentando a la mayoría de nuestros compañeros. Muchas secuelas nos quedaron producto de las situaciones traumáticas que tuvimos que padecer. Tratando de olvidar, algunos se entregaron a los vicios. Todavía creo que el Estado no se ocupó seriamente de este tema. Mi última reflexión es para todos mis compañeros a quienes pido que no nos olvidemos de nuestros compañeros que están en situación vulnerable, no nos olvidemos de cuál fue el motivo por el que luchamos tanto…

*Gauto Aureliano 56 años, alias Cabeza, Luis, Lucho 5 hijos Vanesa, Sindia, Luis. Camila, Tamara Compañera Rosa Leguizamón Peronista - Ex preso político Hace 25 años trabaja en servicios de limpieza

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Operación “Desaparecer Sueños” Por Ramón Cura Corría el año 1972 y se comenzaban a respirar aires de vuelta a la democracia; algunos ya se animaban a hacer reuniones y actividades en algunos partidos políticos, como el partido peronista y el radical. Mi padre, fanático de Perón, hasta llegó a sacarse una foto junto a su taxi número 10, en Apóstoles, con la leyenda “Yo doy la vida por Perón”, la misma se publicó en todo el país en la revista “ASÍ”. Había que tener coraje para desafiar a la dictadura de Agustín Lanusse que comenzaba a tambalear frente a la presión popular. Junto a otros soñadores como Juan Domingo Irala, Juan Domingo Escalante, Juan Domingo Zajaicowski, la compañera Blanca Gutiérrez y Antonio Francheski, firmamos el acta de Constitución de la gloriosa J.P.: fundamos la Juventud Peronista de Apóstoles. Rememoro la calidad de todos estos compañeros, de una condición humana remarcable, gente solidaria, dispuesta a darse a los otros. En el secundario, el germen del peronismo como un movimiento social, en búsqueda de justicia para todos, había prendido en muchos de nosotros. Desde la UES., Unión de Estudiantes Secundarios, después del triunfo del 11 de marzo del 73 realizamos en la ciudad de Montecarlo, con la colaboración del cura párroco Cherepak, el Primer Encuentro de Estudiantes Secundarios de la provincia, para tratar temas relacionados con los programas de estudios, que no reflejaban bien nuestra verdadera historia, eran como los primeros ensayos de la vida democrática tan anhelada. Con el retorno a la democracia, Antonio Cura, mi padre, resultó electo diputado provincial. Y en Apóstoles el concejal electo por la JP era presidente del Consejo Deliberante. No puedo olvidar que la primera ordenanza del ‘73 sobre el monto de la dieta de los concejales, fue impulsada por nuestro concejal para que se estipule en un peso por mes, hasta que la municipalidad se ordenase y pudiese recaudar; pues los salientes dejaron las arcas vacías. Que tiempos tan felices. Gracias al “tío” Campora iba a la facultad de Medicina en Corrientes y allí me reconocí con los compañeros de la JUP (Juventud Universitaria Peronista) continuando la militancia y el estudio, las dos cosas 235

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con mucho esfuerzo de mi parte y también de mis padres que nunca me abandonaron en mis actividades y todo lo que hacía. Corrientes, imponente para mí con sus facultades, sus profesores (eminencias cargadas de sabiduría y estudio eterno) nos traspasaban sus saberes tratando de formar profesionales de primera línea, para poder servir mejor a la sociedad. Cuántos compañeros médicos, cirujanos, especialistas, profesores, ayudantes de cátedra, desaparecieron en el ’76. Fue terrible salir ese 24 de marzo a las calles tomadas por los militares; parecía una ciudad ocupada y lo era, pero todavía no imaginábamos lo que nos esperaba. Los operativos, el trato a la población, la total falta de respeto por la especie humana que no simpatizaba con los militares, ese odio a la civilidad. No quiero olvidar, ahora que me están dando la oportunidad de dirigirme a los más jóvenes, de contarles que, cuando comenzó la masacre, vivíamos en democracia y todos pensábamos que, a través de una discusión política profunda, podríamos recuperar y mejorar nuestra democracia, corrigiendo errores y redoblando esfuerzos para salir del pantano. El 20 de marzo de 1977, mi padre, que trabajaba de taxista en la localidad de Apóstoles, fué abordado por dos desconocidos que le solicitaron que les llevara a un lugar distante unos cinco kilómetros, y en ese momento los supuestos pasajeros se convirtieron en secuestradores, le pusieron un arma de fuego en la cabeza, le vendaron los ojos y le cargaron en un camión Unimog, vehículo militar cuyas huellas quedaron patentizadas en el camino. Según testigos, compañeros de cautiverio, a mi padre lo trasladaron a una casa, al lado de aeropuerto, conocida como “La Casita del Mártires” por su cercanía al arroyo del mismo nombre, cerca de la ciudad de Posadas. Mis familiares pedían a los secuestradores que le administraran las pastillas que necesitaba por su condición de diabético. Pero no había ninguna novedad de su existencia, nadie sabía donde estaba, no hubo respuestas de la policía ni de gendarmería ni del ejército. Lo torturaron y privaron de la libertad durante dos meses y lo dejaron en libertad en la localidad de Virasoro, en la provincia de Corrientes, no sin antes amenazarlo. Su aparición sorprendió y alegró a los vecinos y parientes porque en esa época, al que desaparecía no volvía a vérselo nunca más o aparecía muerto en algún lugar. Los derechos previstos por la Constitución Argentina habían sido suprimidos y los tres poderes de la Nación reemplazados por jefes subversivos. Por traidores que subvirtieron el orden jurídico y moral de la República Jamás pensamos que tendríamos una dictadura tan sangrienta y despiadada. En cada unidad académica se llevaban a los mejores alumnos y profesores. Arrasaban con los bienes muebles e inmuebles de sus presas. Recuerdo que 236

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ellos usaban en el Chaco la camioneta naranja del representante de las Ligas Agrarias del Chaco, Guzmán; hacían los operativos y llevaban a torturar a sus víctimas al Regimiento de Santa Catalina, pasando la terminal de ómnibus de Corrientes. Casi todos pasamos por allí; la parrilla de la tortura estaba instalada y hasta se escuchaba el mugido de las vacas de un corral cercano. Era una lucha entre la vida y la muerte. A veces prefería morir pues mi cuerpo ya no resistía y me daba la impresión que, entraba en la inconciencia y ahí paraban para continuar más tarde u otro día. Siempre me pregunté por qué tanto desatino de estos “soldaditos de plomo perdidos” que jamás pudieron mantener ningún tipo de diálogo con algún detenido; odiaban las buenas costumbres, los buenos modales, la conversación respetuosa, la verdad, la formación académica de cada una de esas personas, su inteligencia, el nivel de discusión y de análisis de cada compañera o compañero que trataban de hacerles entender a estas bestias que había otras formas de cambiar, que la que ellos habían elegido no les iba a dar resultado. Estoy muy agradecido y orgulloso de todos los compañeros que me mencionaron en sus escritos, denunciando mi situación y el trato que recibía en los lugares de detención. Algunos ya fallecieron como Carlos Achar, Luis Alberto Díaz, y algunos otros que, cuando nos encontramos, alzamos una copa, por estar vivos. Strainer, Migueles, Pedrito Avalos. La U7 unidad penal de Resistencia, Chaco, fábrica de ratas donde jamás respetaron a los políticos; ni el oficial Casco, ni Martori y los otros que maltrataban a todos los detenidos, ansiosos por colaborar con los milicos, cometían cualquier barbarie. Pasábamos unos diez días en la celda de castigo, por estar sentados en la cama cuando se hacía el recuento a la mañana. Muy pequeña por cierto, uno por uno, oscuro, tiraban agua por debajo de la puerta, nos obligaban a desnudarnos y sin ropas pasábamos todos los días de castigo. Nos rapaban la cabeza y casi nada de comida. Se suspendían las visitas de familiares por un mes. El compañero Repetto, médico traumatólogo, estaba en la celda de castigo de al lado, al ser casi pelado no le sacaban afuera ni para cortarle el pelo… ¡que ejemplo, se bancaba como un león enjaulado pero no aflojaba! Que manera de desaprovechar talentos. Estar desaparecido como lo estuve por un tiempo en que los militares nos mantenían secuestrados, es lo peor, es una situación que te quita identidad y te transforma en un número o una cosa, no sos nada… Además estás solo contra el mundo opresor y si no podés controlar la situación te puede llevar fácilmente a la demencia, como le pasó a mi amigo y compañero Raúl Francia. Yo que permanecí preso casi 3 años, cuando salí, no podía escuchar una sirena de ambulancia pues me ponía nervioso y me asustaban las 237

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bocinas de los coches. Estos genocidas tendrían que hacer una autocrítica, sino alguien tiene que explicar por qué tanta furia demencial. Viéndolos ahora prestar declaración a los dictadores de la época, en asilo de ancianos, son todos viejitos inofensivos y no estuvieron en nada y no hicieron nada, los más viejos como van a cárceles de lujo o domiciliarias no se arrepienten de nada. Creo que ahora es el tiempo de buscar sinceramiento, para empezar a curar algunas heridas de la sociedad en su conjunto. Quiero agradecer a todas esas valientes madres que hacían lo imposible para no faltar a las visitas, una vez por mes o cada dos meses a través del vidrio, allí donde nos encontráramos confinados. Sabíamos que sufrían a veces más que nosotros, por las vejaciones y humillaciones que sufrían para poder vernos. Amo la vida, los amaneceres, la libertad de ir al baño sin pedir autorización a un guardia, tomar un vaso de agua, dos y tres; también amo la lluvia, a mi compañera y a mis hijos. Amo la vida porque pasé muy cerca de la muerte. Un fuerte abrazo a todos los que tengan la ocasión de leer este libro que de cuento no tiene nada. Esto es Historia, esto ocurrió y aquí en nuestra provincia y en nuestro país. Falta un eslabón perdido en la cadena de nuestra historia. Están los muertos, los desaparecidos, los exiliados… y están aquellos a quienes alguna Abuela está esperando. Quienes lean este relato deben recomendar a quien tenga dudas sobre su origen o nacimiento que se contacte con las Abuelas de Plaza de Mayo, porque quizás sean el Guido o la Clara Anahí que alguna Abuela sigue esperando que aparezca o que hace años está buscando. Y bueno, quedó atrás, bastante atrás en el tiempo mi armario, con mi caja de cirugía menor y otra de mayor. Gracias a la ayuda de mi madre, que era enfermera de profesión y que seguramente me transmitió ese amor profundo por la medicina. Allá lejos quedaron mis libros, mis diccionarios médicos de finas láminas en planos y casi únicas, y sobre todo esa vida truncada y sin realizar que estaba despuntando. Ser un servidor de la sociedad, de respetar las ideas y de un amor profundo por la libertad y la democracia, mis guardapolvos blancos, mis guantes de trabajos prácticos, mis pacientes de toma de presión, de inyectables de intravenosa. Hay días que me vuelven todos estos recuerdos juntos y me hace recordar esa vida cargada de esperanza y ese hermoso camino que supimos conseguir. Hay algo de lo que estoy seguro: la dictadura cambió el curso de nuestra historia, de nuestra generación y de las otras que nos siguieron, pero estamos aquí. Vamos a seguir luchando por un futuro mejor, dejando atrás los sueños perdidos, forjando un país para todos los argentinos. 238

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“La verdadera historia” Por Epifanio Acevedo* Nací en San Pedro, Misiones, el 12 de julio de 1950. Hijo de Celestino Acevedo y Benigna Sanabria. Ambos paraguayos, inmigrantes del año 1946, después de la Revolución. Entraron por Puerto Piray radicándose en San Pedro. Mi papá trabajaba en Piray Celulosa como hachero en la zona. Soy el primer hijo de doce hermanos. En 1957 nos mudamos a una chacra de Jardín América. Allí concurrí a la Escuela Primaria de la Colonia Sol de Mayo y a la Escuela de Comercio Nº 2 de Jardín América, terminando el Ciclo Básico. Desde 1969 trabajé en la construcción de Papel Misionero. Luego con la Empresa Roggio, la Makiee Wancal en montaje industrial. Así comencé mi carrera en construcción, conociendo a muchos compañeros de este Gremio, que nos enseñaban que el gremio estaba insertado en el Peronismo, dándonos cursos sobre nuestros Derechos. En esa época conocí a compañeros de Posadas de otros gremios como Juan Figueredo de ATE, Juan Mariano Zaremba, a los del MAM, ya que teníamos chacra; a Orestes Pedro Peczak, a Anselmo y Vladimiro Hippler, a Esteban Titus, a Pedro Andrujovich, a Pedro Tarasiuk, al Gordo Romero (chaqueño), empleado de la Escuela de Servicio Social de Posadas (hoy Facultad de Humanidades), a Ricardo Cáceres, a Segundo Báez del Gremio de Fatre. Con ellos participé de la JTP, Juventud Trabajadora Peronista Regional IV, siendo electo Delegado Zonal de Jardín América., que comprendía Puerto Leoni, Corpus, Roca y Jardín América. En varias oportunidades participé en “Talacasto” en los años 70.

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Oberá de multitudinarias manifestaciones del MAM, Movimiento Agrario Misionero, donde nos reuníamos más de cinco mil colonos en reclamos de mejores precios para nuestros productos: té, yerba, tung, tabaco. En Posadas, también participé en varios Plenarios de Delegados en el Sindicato de la Madera, en ATE, en Foetra, en la Iglesia San Roque en el Parque Paraguayo, y años después en los locales de JTP de Beato Roque González y Coronel Alvarez y en el local de la UES y JUP a una cuadra de la Placita, continuación Sarmiento. En 1975 colaboré en la Campaña para las elecciones del Partido (Peronista) Auténtico. En esa época yo trabajaba en el sur, Puerto Madryn, en la Empresa Saieva Patagónica, de montaje industrial. Junto a novecientos trabajadores construimos la Fábrica Aluar, donde fui Subdelegado de la UOCRA. Una noche vino la patota del Sindicato oficialista, secuestraron a nuestro Delegado, de apellido Merino, golpeándolo salvajemente y abandonándolo casi muerto enfrente a la obra, como una advertencia. Yo me salvé porque en ese momento estaba en una reunión. Cada cuarenta y cinco días, nos daban diez de licencia, pudiendo así participar de la Campaña donde nuestros candidatos eran Pedro Peczak, Juan Figueredo, Pablo Fernández Long. Me casé en 1972, con Dora López, activa compañera de lucha, con quien tuve tres hijos, hoy profesionales. Hasta 1975 estuve en el sur, volviendo a Misiones para trabajar en la Fábrica Metalúrgica de la Sierra sin Fin de Arturo Caballero, de Jardín América (actualmente agencia de venta de Autos Renault). Fui detenido en mi lugar de trabajo el 16 de octubre de 1976. Comenzábamos a trabajar a las seis de la mañana. Yo era soldador eléctrico. A las 6,45 hs. de ese día estaba soldando un chasis de una sierra sin fin. Estando allí abajo, siento que me patean los pies y pienso que era una broma de mis compañeros de trabajo. Ante la insistencia me doy vuelta para mirar y habían tres hombres de civil apuntándome con armas largas. Preguntan mi nombre y al contestarles me dicen que los acompañe y suba al auto. Era un Taunus blanco con techo vinílico. Pregunto quienes eran y me contestan que eran del Ejército del Chaco y que me callara, que no haga preguntas. Me llevan a la Comisaría de Jardín América que estaba a cuatro cuadras de allí y en un salón del fondo empiezan a pegarme con piñas y culatazos. Me vendan, me atan las manos atrás y me empiezan a preguntar “a quien yo llevaba comida en el monte”. No contesto. Preguntan quienes eran las personas que tenía en mi casa una semana atrás, un matrimonio con un niño y una niña. No 240

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les contesto. Siguen los golpes. Querían saber quién era el responsable de la zona y a qué grupo pertenecía. Dijeron: “como éste no canta le haremos cantar en Posadas, es uno de los pesados”. Les dije que yo apenas era un trabajador que no sabía nada de política. Estaba muy golpeado, casi sordo de un lado (nunca más recuperé la normalidad en la audición derecha por un culatazo). Cerca del mediodía me suben al baúl del Taunus blanco con el que me detuvieron. En el asiento de atrás escucho que dicen que traían a Consen, “que como él colaboró entregando una carta que para ellos era valiosísima, saldría en libertad al llegar a Posadas” (se referían a la carta que traía para mí de los compañeros que estaban en el monte y fue a entregar a la Comisaría). En Posadas, ya en el departamento de Informaciones de la Jefatura de Policía Provincial, siempre vendado y esposado, un señor muy perfumado me sienta ante un escritorio para interrogarme y como no le contesté, dijo “que me pasen la máquina (picana), que éste no es un perejil”. Prendieron fuerte la radio mientras me torturaban con golpes y picana, y me decían que si yo colaboraba me iban a largar. Me llevan a una habitación donde habían muchos compañeros en la misma situación que yo, gemían de dolor. Como no sabía nada de lo que me preguntaban, deciden llevarme esa noche a otro lugar para que “cantara”. Me llevan en Unimok. Allí también habían muchos compañeros, colgados de la mano. A mi también me cuelgan. A Pedro Tarasiuk, Concejal de Jardín América, como no podían colgarle por ser muy gordo, le atan las manos atrás y le pasan las cadenas. Yo tenía la soga calada en las manos en carne viva y se me agusanó. Me ponían creolina. Casi no sentía las manos. Escuché que hablaban de Speratti. Continuaban las torturas. Varias veces me llevaban y traían del primer lugar al otro, siempre torturándome. En un momento me ataron en el elástico de una cama, sentí que me pusieron un gorro de alambre tejido en la cabeza y me tiraron agua haciéndome preguntas; como no declaraba me empezaron a tocar el estómago con un cable electrificado para que el gorro funcione. Esto me dejaba inconciente. Cuando reaccionaba volvían a hacer lo mismo, tres veces por sesión, ya que más no aguantaría. Esto también le hicieron al Gato Sánchez, y luego comentaron que él no “aguantó”… En una sesión de tortura dijeron: se fue el Gato, no aguantó. (Se refería a la tortura con el casco). Una noche, estando atado me golpearon con la culata de un fusil en los testículos, atrofiándome de por vida. En el Departamento de Informaciones de la Policía Provincial, cuando me gol241

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pearon y caí al piso, vi por debajo de la venda a Susana Ferreyra que tenía todo el cuerpo quemado. Ella estaba en un rincón. Perdí los dientes de adelante de tantos golpes. Cuando me detuvieron tenía 76. kg. Y llegué a la Cárcel de Candelaria, con 45 kg. aproximadamente, después de cincuenta días. Dos días antes de llevarme, como tenía el cuello, tórax y abdomen negro como una pasa de uva, me pusieron una crema para hacerme desaparecer los golpes recibidos, quedándome la piel amarilla como pollo. El 3 de diciembre de 1976, al llegar a la U 17, encontré compañeros solidarios que me ayudaron a recuperarme. Me llevaron al baño ya que no podía caminar, me ayudaron a bañarme, me dieron ropa limpia, me ayudaron a comer ya que no sentía las manos. Tardé más de diez días en recuperarme. Recuerdo a Aníbal Velásquez, Julio Gómez, Alejandro Rodrigues, Pelo y Pelito Escobar, Pedro Tarasiuk, Esteban Lozina, Pajarito Barrios, Pedro y Mario Andrujovich, Igor Peczak, Julio Hippler, Sabino Mendoza, Gerardo De Olivera, Adán Holot, Esteban Titus, Sergio Sobol, Pedro Avalos, Carlos Alberto Bajura, Florentín Lencina, José Dutra, José López, Ricardo Cáceres, Augusto Speratti, Pelado Dávalos. Allí para entretenernos, Aníbal Velásquez nos enseñaba a jugar ajedrez, cantaba canciones inventadas por él para su niñito, teníamos discusiones políticas. Era tal la solidaridad que encontrábamos en cada compañero, que en ese contexto hostil y trágico era una conducta destacable y que llamaba la atención de nuestros carceleros. Un domingo, al ir a Misa, a través del Sacerdote nos enteramos de la Masacre de Margarita Belén. En una oportunidad pedí al cura que me invite el vino que sobró de la Misa, y con tanto gusto lo tomé, que los compañeros me empezaron a llamar Talacasto. En determinado momento nos visitó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y entrevistó a cinco personas. Fui uno de los elegidos: pude denunciar todo el horror vivido. Como habían rumores de traslado al Chaco, pedí que nos acompañaran. Ellos nos esperarían en Corrientes. Estuvimos incomunicados hasta el 25 de diciembre de 1976, en que recibieron visitas varios compañeros. A mi me pudieron ver recién en Año Nuevo, porque ya estaba un poco más recuperado de las torturas. El único remedio que nos daban era una pastilla blanca para toda dolencia. Yo seguía con mucho dolor a causa de las torturas, apenas podía caminar. En la cárcel de Candelaria, éramos torturados a la noche en las guardias de los oficiales Cuenca y Gómez. Hoy gracias a la Justicia, están condenados. 242

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El 20 de marzo de 1977 con una impresionante custodia, nos llevaron a la U7 de Resistencia, en un avión Hércules, atados de a dos en el piso del avión. Nos bajaron en Corrientes, y en el Ejército nos dieron un sermón diciéndonos que éramos irrecuperables. Nos separaron en grupos y nos trasladaron en camiones celulares. A mi me pusieron en el pabellón 1. Fue una alegría llegar con vida y reencontrarnos con los compañeros. En ninguna de las dos cárceles tuvimos contacto con presos comunes, nos aislaban de ellos. Todos los días estudiábamos cooperativismo, política; analizábamos la realidad social, económica, internacional; los médicos nos enseñaban los primeros auxilios por si nos ocurriera algo, historia, geografía, matemáticas; los abogados nos enseñaban cómo defender nuestros derechos. En las dos horas de recreo en el patio, jugábamos al fútbol, básquetbol, caminábamos, corríamos, para mantenernos físicamente. Allí estábamos más tranquilos que en la Cárcel de Candelaria. Como mi dolencia se agravaba por la casi nula atención médica, al venir un Médico de Buenos Aires en octubre y revisarme me dice que mis testículos no tendrían cura. Llevan el informe a la Capital y así me dejan en libertad en diciembre de 1977, dándome arresto domiciliario durante un año y libertad vigilada hasta junio de 1982. Mucho agradecemos a la compañera Titina Del Piano y a su papá quienes se ocuparon de llevar mercaderías a mi esposa que estaba por tener a mi tercera hija, que nació siete meses después de mi detención. También mi reconocimiento a la compañera Anita Peczak y a su cuñada Luisa Estefanía Klevet, (esposa de Juan Peczak) por haber acompañado y ayudado económicamente a mi familia cuando me visitaba en la Cárcel de Resistencia. Gracias a la compresión y el trabajo de mi esposa Dora López, que durante ese tiempo mantenía a mis hijos cuando por el arresto domiciliario yo no podía trabajar. Trabajé durante seis meses en la construcción de la Represa Yacyreta, al cabo de los cuales, fui expulsado por orden del Ministro del Interior Gral. Albano Harguindeguy. Por intermedio del Jefe de Obra, Ing. Ciarrota, podía entrar en la obra escondido para recuperar todas mis herramientas y cobrar la liquidación de todos los trabajos realizados. Él me llevaba de Posadas, ya que de otra manera no podría entrar. En el último viaje que hicimos juntos, me comentó que él era un compañero perseguido de Rosario. Allí también trabajó Adán Holot. 243

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Mi mayor honor es haber resistido física y psíquicamente al intento de destrucción de la dictadura cívico-militar. Fui Presidente de la Cooperativa “El Tucán”, transporte de turismo en Puerto Iguazú; creé una Cooperativa de Servicios Públicos “Acuífero Guaraní”, donde soy vicepresidente; fui Presidente de la Comisión Barrial por tres períodos consecutivos. Actualmente, analizando la realidad política latinoamericana y de Argentina, a partir del Gobierno de Néstor Kirschner, con los derechos humanos como bandera que distingue la política en todos los sentidos, ya que antes no tuvimos oportunidades, estoy convencido que nuestra lucha no fue en vano, y es por eso que sigo militando todos los días de mi vida. No me han cambiado mis convicciones. Sigo siendo fiel a mis principios.

*Epifanio Acevedo Ex preso político, militante popular.

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Agosto, 1976 – a 4 meses del Golpe Militar Por Héctor Alfredo Escobar* Siete horas antes del secuestro de Miguel, salíamos del Colegio Nocturno, el Manuel Belgrano, a media noche. Tomábamos por la calle Belgrano, hasta la Avenida Corrientes. En esta oportunidad nos esperaba Esteban Lozina en la intersección con San Lorenzo. Efectivamente, desde allí nos dirigimos los tres hacia nuestro Barrio Tiro Federal (USINA). Miguel vivía a unos trescientos metros de mi casa. Esteban iba a dormir a mi casa. Rotaba así entonces, los lugares para pernoctar, dada la situación de inseguridad que vivíamos los militantes. Después de la Avenida Corrientes, tomamos la Avenida Urquiza. Al llegar a la calle Miguel Dávila, avisé a mis compañeros que iba a mi casa a dejar mis carpetas, y que ya los alcanzaba. Cuando retomo la Avenida Urquiza me pareció ver una pareja o dos personas, una de ellas fumando en la oscuridad, del otro lado del camino, lo que me puso en alerta. Preocupado, me reencuentro con Miguel y Esteban. Les comento de esa situación y ellos me dicen que no habían visto nada. Pero, inmediatamente tomamos una decisión. Esteban iba a otro lugar a dormir, Miguel se iba a su casa y yo seguía caminando un par de cuadras más, para buscar a Amelia, mi compañera, que me esperaba en casa de sus padres. Nos despedimos entonces en Santa Catalina y Urquiza. Supe sólo meses después que era la última vez que vería a mi AMIGO, a mi COMPAÑERO Miguel Ángel Sánchez. Habían pasado un poco más de siete horas de esa despedida, cuando me dirigí hacia a la casa de mi mamá, Germania, con la idea de verla y más tarde pasar a buscar a Miguel para ir juntos al cumpleaños de un compañero del mismo curso. Antes de llegar a la casa de mi mamá, pasé por la casa de mi amigo Víctor Gutiérrez y encontré a su madre alarmada porque se había enterado que hacía minutos, a través de un operativo militar, le arrancaron a Miguel de su casa. Me dirigí inmediatamente a la casa de mi Madre, le pedí que avisara a mi hermano Pelito de la situación. Debo decir en verdad que mi madre no necesitaba, 245

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en esas circunstancias ni en otras tan graves, que le instruyera como debería actuar, porque Germania fue y será por siempre una compañera militante. Como Miguel, como mi hermano, como Yo. Entonces la abracé fuerte, me dio la Bendición, y me fui. Me fui. Llegué a la “Quinta de los Curas” (unas cuatro hectáreas que pertenecían a la Quinta del Colegio Roque González), e inmediatamente decidí cruzar por ahí para no ser visto y bordeé el arroyo que cruzaba por el centro del monte, pasé por debajo del puente, que daba a la casa de los padres de Amelia. Avisé a su familia y les pedí que la cuidaran. EL CORAZÓN DE MIGUEL Desde su niñez Miguelito era el típico “medio terrible”; la imagen más elocuente era su porte con honda (gomera) colgada en su cuello. Sus travesuras más conocidas eran la de asustar a caballos y vacas…, incluido gallinas. Pero en esa etapa no nos juntábamos mucho. Nos hicimos amigos cuando arrancó el colegio secundario. De novias, amigos y música Creo que la más importante novia juvenil de Miguel fue Analía Mazzolini, “la porteñita” que recayó en el barrio USINA para felicidad de Miguel, que logró enamorarla y enamorarse profundamente de la bella joven. Una vez, me pidió una de “esas” poesías, o canciones, que yo escribía sin explicarme para qué. Miguel, sin haber leído, se la regaló a su enamorada con quien tenia en ese momento una, de las clásicas peleas. Empeoró la situación. Me contó el desastre generado por mi conflictiva historia poética. Yo intermedié para una reconciliación feliz. ¡Para eso están los amigos! ¡Claro…! Pero hubo alguna señorita más, que le quitaba el sueño a mi amigo. “Estercita”, vecina suya, muy bonita ella. Una vez fuimos al club Pettirosi de Encarnación Paraguay. Se pasó toda la noche buscando el “sí” para el baile con la reina del Club… ¡y lo logró! ¡Un ganador con las chicas! Reconociendo a la vez que Víctor y yo bailamos con dos bellas encarnacenas. 246

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La música La música era central en nuestras vidas cotidianas. Revolución musical de los Beatles, Los Gatos cantando en castellano. Éramos fanáticos. Pronto Almendra, Vox Dei, Manal, Los Abuelos de la Nada, Arco Iris, León Gieco, Piero, Pescado Rabioso, José Larralde, Horacio Guaraní. Bailábamos con Los Iracundos y con los más capos locales, Jalea de Frutilla, Los Dallman y Panchito y su Montecarlo Jazz. Y como símbolo, por suerte hasta hoy vigente, después de 40 años, en el local de “Rincón Musical”, cuyo dueño es el Sr. Celio Clausen, teníamos a dispocición todas las novedades de los discos de vinilo y cassettes, lugar que visitábamos frecuentemente. También recuerdo los inolvidables bailes en la casa Paraguaya, el Club Mitre y el boliche El Prado, con la discoteca Abraxas de “Neco” Barrios. Y en ese tiempo, un día, sorpresivamente Miguel llega a mi casa y me pide la guitarra para que le acompañe en una canción que había compuesto: música y letra.

Celio Clausen, dueño del local comercial “Rincón Musical”.

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Recuerdo que iniciaba uno de sus versos con: “Una luz que me alumbra Ilumina mi camino”. “Rompe a llorar Sus manos entre mis manos”. Debo aclarar, que teníamos “serias contradicciones”. Y diría que, irreconciliables. Por ejemplo: Miguel reivindicaba la figura de Paul Mc. Cartney; y yo, por supuesto, a John Lennon. Además el era fana de Boca y yo de RIVER ¡por supuesto! APRENDIZAJE MILITANTE Colegio Nacional Nocturno Manuel Belgrano Tenía 16 años cuando me cambié al Colegio Nacional Nocturno, y allí conocimos, con Miguel, otra realidad en relación a la experiencia del colegio secundario diurno. Y las razones son varias. Por que la mayoría de los estudiantes eran trabajadores, lo que implica necesariamente, una comprensión directa de los problemas que sufrían los Trabajadores, como también la situación Estudiantil. Todo ello en el marco de una fuerte Resistencia Popular del Movimiento Obrero y Movimientos Estudiantiles ante la Dictadura de entonces; consecuentemente se debatía, no tan libremente, por la recuperación de la democracia. Y el primer aprendizaje militante fue el Compromiso Político y Social. Asumimos entonces el “Luche y Vuelve”, Peronista. El Cordobazo era el ejemplo de lucha. Porque lo protagonizaban los movimientos obreros organizados, los movimientos estudiantiles secundarios, universitarios. Valoramos decididamente a las Formaciones Especiales del Peronismo. Asumimos entonces no ser espectadores, sino protagonistas de la historia. Una historia que proscribía a las grandes mayorías populares, que no permitía elecciones libres, y que las dictaduras de turno, impedían que se expresara democráticamente nuestro pueblo. La militancia popular se organizaba entonces en los barrios, en los sindicatos, universidades y colegios secundarios. A Miguel y a mí, como a tantos compañeros de cuna peronista, no nos fue muy difícil comprender el valor que surgía del compromiso militante. En la Escuela 248

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Nocturna, conocí a muchos Dirigentes Juveniles, como Mico Gauna, Angel Fleitas, Peinado Acuña, Tony Brousse, entre otros. Y rápidamente entramos en la historia de lucha. Francisco Victorino “Coco” Ripoll, fue candidato peronista a Gobernador de la Provincia de Misiones. Pero fue vilmente asesinado en Diciembre de 1972, lo que provocó un gran dolor y angustia al conjunto del Peronismo, habida cuenta que “Coco” Ripoll luchó tanto por la recuperación de la democracia, el regreso de Perón y por la participación de las nuevas generaciones en la política. Ese hecho infame, nos marcó profundamente a todos los misioneros, en particular a los jóvenes, que en definitiva fuimos los que perdimos un importante espacio de expresión dentro de los organismos partidarios, que comenzaban a reorganizarse en esa época. Carlos Ripoll –su hijo- formaba parte de la lucha histórica e integraba la Coordinadora de las Juventudes Políticas, organizando la Juventud Peronista de Misiones en 1971. En 1973 fue integrante de los cuadros intermedios de la Secretaría Política de Presidencia de la Nación, con Perón Presidente, participando de varias reuniones con el General. Entre los muchos actos en que participamos con Miguel, recuerdo especialmente el de la plaza San Martín, en una marcha con antorchas en repudio por el asesinato del estudiante Juan José “Chelo” Cabral, de la Provincia de Corrientes. 1973 Participamos activamente para las elecciones del 11 de Marzo y 15 de Abril de 1973, que permitieron que el 25 de Mayo de ese año, asumiera el “Tío” Héctor J. Cámpora como Presidente de la Nación. En nuestra Provincia, también fue electo un Gobernador Peronista, Juan Manuel Irrazábal, quien junto al Vice-Gobernador Napoleón Ayrault, fallecieron en un accidente aéreo con sus respectivas esposas, una hija del Gobernador y el piloto de la aeronave. El regreso de Perón El 20 de junio de 1973 se produce el ansiado regreso del General. Lo fuimos a esperar a EZEIZA con un pueblo expectante, feliz y movilizado. Pero la derecha, inmediatamente expuso sus intenciones anticipándose a lo que iba a producirse en el 1976, de acuerdo a la estrategia de la Seguridad Nacional diseñada desde los grandes centros del poder mundial: desconexión del pueblo con su Líder, represión, hostigamiento al pueblo peronista organizado. 249

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Perón no pudo reunirse con su pueblo en EZEIZA. Y Nosotros, la “Juventud Maravillosa”, decidimos no bajar ninguna de las banderas de nuestro pueblo, porque habríamos entonces traicionado la lucha de EVA PERÓN, y dieciocho años de Resistencia Peronista. 1974 En Plaza de Mayo El 1 de mayo de 1974, nos movilizamos para reunirnos en la Plaza de Mayo con el General. Y en esa asamblea popular escuchábamos al viejo Perón y le reclamamos con una consigna “Qué pasa, qué pasa, qué pasa General, que esta lleno de Gorilas el Gobierno Popular”. En Misiones En Mayo de 1974 se producen la cesantías del Secretario General y Adjunto de la Unión del Personal Civil de la Provincia (UPCP). Compañeros Llanes y Zamudio. También en mayo de 1974 son dejados prescindibles el Secretario General y Secretario Gremial de A.P.E.L.MIS, Compañero Elio Roberto Velazquez (Tunguzú) y Ramón Alberto Acuña (Peinado), Secretario General y Adjunto respectivamente. Ambos, son ex presos políticos. Asimismo, se generó un conflicto por el cierre de la Fábrica de Cigarros conocida como “LA CIBA”; todos estos Gremios estaban funcionando con los “36 GREMIOS CONFEDERADOS”, Agrupación combativa en la Provincia. Estos tres hechos son llevados en la mesa de los 36 GC, donde participaban la UOM, SMATA, LUZ Y FUERZA, MADEREDOS, FOETRA, FATRE, VITIVINICOLA, AATRA, ATE Y UPCP, entre otros y se hace un Petitorio con 10 Puntos. Los petitorios y trámites administrativos no tienen resultados positivos por lo que se agudiza el conflicto llegando a un Paro General con Movilización el día 6 de Junio, el mismo día que el General JUAN DOMINGO PERÓN llega a la Capital del Paraguay, Asunción. A dicho evento internacional, asiste el Gobernador Provisional Luis Ángel RIPOLL, quedando a cargo de la Provincia el Presidente de la Cámara de Representantes, Ing. Juan Marcelo Quirelli. 250

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Viaja a Asunción el Gobernador RIPOLL La Movilización fue reprimida y a la vez repudiada por todos los sectores. Por la noche Quirelli llama al diálogo y accede a los 10 Puntos Reclamados. En esa movilización participamos, el compañero Julio Gómez y yo, que éramos trabajadores y cumplíamos servicios en Casa de Gobierno. Con Miguel nos cruzamos por la vereda de la calle Bolívar. Y fue realmente inesperado, porque él estaba cumpliendo la colimba en el cuartel de Apóstoles. Nos saludamos con la mirada y rápidamente cada uno siguió su camino… Miguel era considerado un buen Soldado del Ejército. Por lo que los militares lo designaron “DRAGONEANTE”. Durante el allanamiento, el día de su secuestro por los militares, el día 7 de Agosto, éstos se apropiaron del certificado de designación de DRAGONEANTE. Miguel también era trabajador del Estado (IPICA). El 12 de Junio, el General Perón convoca nuevamente al pueblo en la Plaza de Mayo. “Ha terminado el tiempo de gritar la vida por Perón. Es hora de defenderlo”, dijo. Con ello, expresaba claramente su preocupación por el avance de los sectores oligárquicos, infiltrados en el Gobierno. Pero ya era tarde. El 1 de julio de 1974 fallece nuestro Líder. Yo estaba en casa de mi Mamá, Germania. Lloré. Salí corriendo y fui al local de la UES (Unión Estudiantil Secundario) en Villa Blosset para encontrarme con todos mis compañeros; Ángel Fleita era nuestro dirigente de la Regional IV de la Agrupación. Con la muerte de Perón aparecen todos los sectores reaccionarios golpeando fuertemente a nuestro Pueblo y al conjunto de la Nación. López Rega ejerce todo su poder, junto a Isabel, para desarticular el Programa Transformador del Gobierno. La “Triple A” de López Rega, cumplió el rol de destrucción de Gobiernos, de Dirigentes y Militantes Populares, secuestrando y matando a Representantes de todos los sectores que se identificaban y defendían el Proyecto Nacional y Popular. 1975 En el año 1975 me tocó a mí hacer la colimba. Previamente estábamos orga251

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nizando la campaña del Partido Auténtico, y en ese lapso, tuve una importante responsabilidad Militante. Convoqué a un grupo de la UES en una casa para reunirnos con DARDO CAB0, quien fuera unos meses después secuestrado, encarcelado y asesinado en 1977 por la Dictadura Militar. Vivíamos entonces un clima de optimismo electoral, que se conjugaba a la vez con la presencia atemorizante de la “Triple A”. En diciembre de 1975 me dieron la baja en la colimba. Inmediatamente organicé con los compañeros, en el barrio “El Brete”, en enero y febrero de 1976, las Clases de Apoyo, reproduciendo en pequeño, las jornadas más participativas y trascendentes que habíamos desarrollado en 1973 y 1974 con la JUP y la UES, donde se comprometían más de 150 profesores y estudiantes universitarios organizados, entre ellos mi hermana Elsa Escobar, y otros compañeros, ayudando a recuperar materias de cientos de alumnos secundarios. Monseñor Kemerer nos cedía el Instituto Ruiz de Montoya, como así también ocurría en la Escuela de Comercio Nº 1. 1976 En octubre de 1976 fui Secuestrado, Torturado y Encarcelado. Fueron siete años y meses. Desaparecieron 30 mil compañeros y 10 mil aproximadamente sobrevivimos. Julio Gómez y yo éramos trabajadores del Estado Provincial, y estando en la cárcel de Devoto -Bs. As.- en 1983 decidimos enviar una carta en forma clandestina, a través de un familiar de Julio, quien hizo llegar a la agrupación ANUSATE, en cuya conducción estaban VICTOR DE GENARO, GERMAN ABDALA y el actual Dirigente de la CTA y Diputado Nacional EDGARDO DEPETRI. Amelia Con Amelia vivimos juntos ocho meses en medio de la inestabilidad Política y Social que sufría nuestro Pueblo. Especialmente después de la muerte de Perón, y en el poder que ejercía la derecha a través del Gobierno de Isabel y López Rega. Y que preanunciaba el Golpe Militar que se produjo el 24 de Marzo de 1976. Amelia tenia 19 años cuando fui secuestrado, y durante siete años y meses que duró mi encarcelamiento, se dedicó -junto a mi Madre Germania- a orga253

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nizar a las otras compañeras, a través de la Comisión de Familiares, esposas y madres, para la búsqueda y el reclamo por la liberación de los detenidos y desaparecidos políticos de Misiones. Consecuentemente me acompañó a todos los traslados que decidían los militares, recorriendo en definitiva así, conmigo, las siete cárceles. 1987 De Genaro, Abdala y Depetri, me marcaron y comprometieron políticamente. A partir de ese compromiso explícito, decidimos con Julio y otros compañeros, organizarnos y presentarnos en las elecciones para recuperar el Sindicato ATE. EN 1987, ¡Lo Logramos!. Julio asumió como Secretario General y yo como Secretario de Prensa. El 16 de abril de1987 se produce la intentona Golpista Militar, durante la Presidencia de Alfonsín; como ANUSATE, participábamos en la CGT. Y nos movilizamos, para repudiar esa intentona de nuevo golpe militar y garantizar con nuestra presencia de trabajadores movilizados, la plena vigencia del sistema democrático.

Héctor “Pelo” Escobar y Julio Gómez Frente a la casa de Gobierno con el Movimiento Obrero, defendiendo la Democracia. Abril de 1987.

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Mis hijos Mis hijos, llevan desde sus Nombres, una Historia… Mis dos primeras hijas tienen sus nombres en homenaje a mi Mamá Germania. AZUCENA LUCIA: Azucena, la música de la Guarania que nombra a la Flor Azucena. Y Lucia, por la letra y música de J.M Serrat y, por supuesto, por la canción The Beatles “Lucy en el cielo con Diamantes”. ANAHÍ: tiene el nombre de otra Guarania con la historia de la Flor del Ceibo. DARDO ALFREDO: Dardo, por el Compañero Dardo Cabo, Militante Popular. Alfredo, por mí, su Padre. ANALIA BELÉN: en parte por la cantante Española Ana Belén y porque uno asocia naturalmente al lugar de Nacimiento de Jesús. GUADALUPE EVA: El primer nombre, por la bebé de una pareja de compañeros que se habían refugiado en mi casa en 1976. Y EVA por ¡Evita! “la Abanderada de los Humildes”. DANTE MIGUEL: Dante, por el compañero “Canca” Gullo, ex Dirigente de J.P. Y por el escritor Dante Aligieri. Miguel, por Mi Amigo y Compañero Miguel Ángel Sánchez. RICARDO GERMAN: Ricardo, por mi hermano “Pelito” y Germán, por Germán Abdala, y por supuesto por mi Mamá Germania. Un reconocimiento especial, a MIRTA, la madre de mis primeros seis hijos. A LUCÍA, mi mujer, expreso mi amor y agradecimiento por acompañarme en esta etapa de mi vida. De mi padre Estanislao Escobar, (Taio), tengo la imagen del trabajador incansable, inagotable. Podría haber sido un gran arquitecto si hubiera tenido la oportunidad de estudiar, y como testimonio están centenares de casas construidas por él. TE QUIERO PAPÁ. A todos ellos, los abrazo con ternura y orgullo. A los compañeros militantes Yo hice un compromiso revalidado en cuarenta años de fervor y entrega militante. Para mí, la Política siempre fue un espacio de lucha por la defensa Nacional y Popular. Un espacio de Lealtades y Amor a nuestro Pueblo. Hoy reconozco muy serenamente, que miro hacia atrás, y no me arrepiento de 255

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ninguna de mis luchas. Mi cariño y reconocimiento a mis grandes compañeros y amigos Julio Gómez y Augusto Speratti. A mi Amigo Pajarito Barrios le agradezco toda la voluntad militante de todo este tiempo. Toda mi gratitud a Rulo Báez, Neco Barrios, Mariquita Torres y Ada Urbano por la contención y el cariño en esos tiempos post carcelarios, también difíciles. A las compañeras más valientes y generosas. Con sus sufrimientos y amor al Pueblo: Susana Benedetti, Silvia y Mirta Coutouné, Susana Ferreira, Mary Acuña, Yoyi Pressa, Graciela Franzen, Graciela Leyes, Pepa Estevez, Elba -madre de Chochi y Angelito-, Germania, Amelia, Zulema Perie, Clarita Zaremba, María de Giménez, Irma Enzina de González, Elena de Dedieu, Catalina de Alvarez, Margarita Hermida, Cecilia Benítez de Hedman, Tila Andrade de Ruíz, Felipa Aguirre de Cáceres, Juana de Sosa, Adolfina de Escobar, Titina del Piano Velázquez, Luisa Lisboa de Leyes, Estanislada de Bajura, Familia Peczack, entre otras de la Comisión de Familiares. A todas las familias que nos refugiaron en tiempos tan difíciles, cuando éramos perseguidos, mi más profundo reconocimiento. Y muy especialmente, a Hilda –mamá de Miguel, Arcadio –su padre-, Nona y Jorge –sus hermanos- por la dignidad con que afrontaron el asesinato de su ser querido, aquel 5 de Noviembre de 1976. En esos tiempos de fuga, con mi hermano “Pelito”, decidimos –naturalmenteno abandonar a nuestros compañeros, porque hubieran quedado desconectados y aislados. Nosotros pudimos habernos escapado cruzando el Río Paraná en una canoa, tal como nos habían ofrecido, condenándolos a quedar a la deriva. Hoy mantenemos la misma decisión. Compañero del alma, tan temprano MIGUEL: Nos revelamos ante la injusticia. Luchamos por desterrar la injusticia; por eso te asesinaron. Voy a pedir auxilio al poeta Miguel Hernández, que sabe representar mis sentimientos y mis emociones, y extraer algunos versos que ya nos pertenecen…

“Tanto dolor se agrupa en mi costado Que por doler me duele hasta el aliento. Un manotazo duro, un golpe helado. 256

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Un hachazo invisible y homicida, Un empujón brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida. Lloro mis desventuras y sus conjuntos, Y siento más tu muerte que mi vida. Quiero minar la tierra hasta encontrarte Y besarte la noble calavera, Y desamordazarte y regresarte…”

El 5 de Noviembre de 1976 los genocidas entregaron el cuerpo de Miguel “a cajón cerrado” a sus familiares, prohibiendo que lo abrieran. Había sido cruelmente torturado y asesinado. Los asesinos no sabían, y no saben, que el corazón de mi amigo y compañero Miguel, se refugió en mi corazón, en su familia y en todos los compañeros. ¡Hasta siempre…!

*Héctor Alfredo “Pelo” Escobar Militante Popular

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Ocho años de soledad (Perdón García Márquez) Por Orlando “Rulo” Sicardi*

Fui detenido desaparecido en 1976, salí en libertad en 1983. La historia de cómo pasó esto es la misma de lo que le pasó a muchísima gente en la Argentina. El 7 de Septiembre de 1976 parecía un día normal. Primero vuelvo del trabajo, luego voy a la universidad y cuando salgo me está esperando un auto en un callejón, un auto de los que usaba el ejército o la policía, un Falcon o un Taunus, porque la verdad no tuve tiempo ni siquiera de reaccionar. Me secuestran en plena vía pública. Tenía 22 años. Me tiran en el baúl de un auto y entran a circular y me llevan a un lugar que se llama la casita del Rowing, un lugar de secuestro tipo campo clandestino de detención, donde soy sometido a todos las clases de tortura conocidas, habidas y por haber. Creo que todo el mundo conoce: picana eléctrica, submarino, golpes. Durante diez días estuve desaparecido. Luego soy legalizado, puesto a disposición de Poder Ejecutivo Nacional, y voy a la cárcel federal de Candelaria. El día normal mío, antes de la detención, era como el de cualquier joven. Era integrante del centro de estudiantes; era estudiante universitario de Ciencias Económicas, estaba en segundo año; era dirigente de la Juventud Peronista, y trabajaba en la Cámara de Representantes de la Provincia de Misiones, la Cámara de Diputados, donde había ingresado cuando tenía 19 años. Nosotros queremos dar testimonio sobre estos hechos, después de 30 años, ¿no es cierto? Recordarlos nos trae a la memoria los peores momentos de la historia argentina, cuando a muchísimos jóvenes del país le ocurrió lo mismo, en idénticas situaciones.

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Y Misiones no estuvo exenta. Ni Leandro N. Alem tampoco. A pesar de que yo trabajaba y vivía en Posadas, yo soy de Alem, y Alem tuvo sus detenidos, sus presos políticos, y Misiones tuvo sus presos políticos, sus desaparecidos y asesinados. Nosotros tuvimos más de 300 presos políticos y más de 30 desaparecidos en la provincia de Misiones. Lo que pasamos los presos políticos fue algo muy doloroso, y sobre todo nuestros familiares. Hay un estudio realizado por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos sobre la situación de los presos en Argentina, donde nos informaban que el 93 % de nuestras familias fueron destruidas. ¿Qué quería decir esto? Que cuando saliéramos ya no tendríamos nuestra esposa o algún familiar que nos podría estar esperando. Yo, en mi caso, estoy dentro del 7 %, o sea mi esposa estaba, felizmente, cuando salí, mi hijo estaba, o sea, mi familia, en este aspecto respondió enormemente a esta situación. Yo debo decir que gracias a ellos aguanto mucho más las cosas que pasan “adentro”. No es fácil sobrevivir sin el apoyo familiar. Conozco el caso de muchos otros presos que ya no tenían el apoyo familiar y seguían presos. O sea, cuando uno cae detenido, es una situación de extrema peligrosidad, como eran las cárceles de la dictadura militar del 76, donde era como caer en la noche total. Estar encerrado 22 horas al día, salir a pasear en una cancha donde te estaban apuntando, donde no podías juntarte con otros, y donde también tenías que salir solo un ratito para ir al baño, y donde era un régimen supercontrolado para destruir a uno y, sobre todo, destruir a la familia de uno. Querían destruirnos como militantes y dirigentes políticos. El objetivo de los militares en esa época era destruir al dirigente político, y ¿cómo se lo destruye? Aislándolo. Al político se lo destruye aislándolo, ese es el mejor método. Pero ellos no tuvieron éxito con nosotros porque nosotros teníamos un nivel de conciencia bastante alto y eso nos permitió a nosotros organizarnos y sobrevivir. Organizarnos nosotros, organizar nuestra familia y aguantar todo el embate. 260

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Por eso, cuando salgo en libertad el 28 de diciembre de 1983, mi esposa y mi hijo, y todos mis demás familiares me estaban esperando. Nosotros salimos por una gestión del Dr. Barrios Arrechea, del compañero Freaza, del Obispo Kemerer, que le piden al Presidente de la Nación, y el Dr. Alfonsín ordena nuestra libertad. Nos encontrábamos en Rawson en esa época. Entonces nos traen en un avión y el Dr. Arrechea nos recibe y salimos en libertad. Sin ninguna causa encima, estuvimos durante mucho tiempo adentro sin un debido proceso, sin ninguna condena por ningún juez natural que debiera entender en alguna causa, si hubiéramos cometido algún tipo de delito. Por eso, todos los trámites que hicieron nuestros familiares fueron de denuncias. Presentar un recurso de amparo no nos servía porque no existían jueces. Estaban suspendidas las garantías constitucionales, no había derecho al asilo, estaba suspendido el derecho a opción para salir del país. La familia, lo único que podía hacer era deambular de un lado a otro para tratar de visitarte, porque no se podía hacer ningún trámite. Por esas denuncias comenzaron a ingresar al país las comisiones de derechos humanos. Por esas denuncias, en tiempos en que hacerlas era muy peligroso, hoy se conoce la verdad, hoy hay memoria y justicia.

*Orlando “Rulo” Sicardi Militante Peronista Ex - preso político

Orlando “Rulo” Sicardi y su esposa Irma.

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Argentina ´78: aquel Mundial Por Carlos Alberto Ripoll* En 1978, el horror de la realidad nacional, se ocultaba tras el slogan de “Somos derechos y humanos”. El Mundial de Fútbol, acaparaba los titulares de todos los medios masivos de comunicación, y el pueblo era silenciado por el poder de las armas. La noche del 21 de Junio de 1978, noche de festejos por un triunfo deportivo, para algunos de los jóvenes militantes peronistas, quedará grabado en nuestras memorias. Ese día, Argentina decidía si podía o no pasar a las semifinales del Campeonato Mundial, y enfrentaba a la selección de Perú. En mi casa de Junín 465 de Posadas, lugar donde se realizaban casi todas las reuniones políticas del Peronismo, y en particular de la corriente interna “Afirmación Peronista”, nos preparábamos un grupo de unos 15 amigos, a presenciar el partido que sería transmitido en color –toda una novedad- y que en realidad era una especie de blanconegro que se alternaba en la pantalla de aquellos televisores Pal N- Pal M, pero la era color había llegado de la mano del gobierno militar, que llenaba las pantallas con partidos de fútbol y publicidad permanente de los logros de la dictadura, que, parecía, era mejor que cualquier democracia. Por esos días, había estado de visita casi clandestina en la ciudad de Posadas, el Escribano Felipe Deolindo Bittel, quien secretamente se reunió con los popes del Justicialismo local, buscando adhesiones para suscribir un Documento reclamando por la vigencia de los Derechos Humanos en la Argentina, que desde distintas organizaciones internacionales, se denunciaban las desapariciones, asesinatos, torturas y toda clase de abusos contra los argentinos que resistían heroicamente al proyecto militar.

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El Escribano Bittel no tuvo suerte en conseguir el apoyo del Triunvirato que presuntamente debía dirigir a los peronistas misioneros, ni tampoco de los asesores del mismo. Es que, en realidad, todos “se habían borrado…” Afirmación Peronista era oposición interna al peronismo intervenido en 1976, que de la mano de López Rega, había llegado al Gobierno Provincial en 1975. Agotadas las conversaciones con sus amigos, Bittel llegó a mi casa de Junín 465, y nos relató de su desazón por la falta de apoyo de sus amigos y anteriores aliados, quienes en general opinaron que no era prudente dar a luz a un documento de esas características. Entonces, le pedí me enseñara al mismo, y compartiendo su contenido, llamé a una reunión a los compañeros más cercanos, participando de la misma el Dr. Raúl Víctor Comolli y el Dr. Julio César Humada, entre otros. El resto, éramos todos jóvenes que permanentemente nos juntábamos a conversar sobre distintos acontecimientos de la política. Don Bittel no se fue con las manos vacías: Afirmación Peronista apoyó con firmas de sus militantes aquél Documento sobre los Derechos Humanos, que vio la luz recién al año siguiente, en 1979, con un duro informe ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, donde se abogó por la liberación de los presos políticos y se denunció la violación a los derechos humanos, lo que le valió a Felipe Deolindo Bittel una severa réplica del gobierno de facto. Tal informe lo hizo él en su carácter de vicepresidente del PJ en ese período, para presionar al gobierno militar por la vuelta de la democracia, y permitir que tomara estado público desde el principal partido político de la Argentina, respecto de los crímenes que se estaban cometiendo a lo largo y ancho del país. Allá por 1983, ya en plena campaña presidencial, le pregunté al Escribano Bittel por qué él firmó sólo ese Documento, manifestándome que fue para no comprometer a nadie… Hizo un gesto como diciéndome “no me preguntes, porque me duele…” ¡Y tenía razón! Lo cierto es que nos habíamos instalado a ver el mentado partido frente a la selección peruana, que debía ser vencida por Argentina por una diferencia de por lo menos cuatro goles, para que la albiceleste pudiera pasar a la instancia posterior. Toda la emoción futbolera y “cortando clavos”, veíamos a los nuestros avanzar en el marcador, para terminar el primer tiempo, con una ventaja 264

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de tres goles a cero. Pero faltaba un poquito más… Discutíamos las instancias del juego que presenciábamos, cuando imprevistamente, se abre la puerta de mi domicilio y entran gran número de gendarmes uniformados y unos tres o cuatro personas que se identificaron a los gritos como integrantes del Ejercito Argentino. Nos rodearon y a los gritos pidieron la identificación de los presentes, y preguntaban quiénes habían participado dos o tres días antes, de una reunión con Bittel. Nos miramos aterrorizados. Pedro Marinoni y yo asumimos la responsabilidad de la reunión con Bittel, por lo que, a los empujones, nos subieron a un Unimog con destino incierto. A los que estaban en mi casa, los conminaron a dispersarse, y desaparecer del lugar. ¡Chau partido de fútbol y emociones blanquicelestes…! Fuimos a parar bajo la galería del Escuadrón de Gendarmería de Félix de Azara y Alvear. En segundos volvieron a mi mente, los recuerdos de las vejaciones y torturas que sufriera con mi secuestro, hecho que se produjo en Octubre del 76, dando por seguro que la experiencia dolorosa se repetiría esa noche… “Esta vez no zafo…” pensé, y comencé a rezar pidiendo que el sufrimiento fuera mínimo. Pedro, que allá por el 68 había vivido la experiencia de ser apresado al salir de la Iglesia el día de su casamiento, justamente por su militancia peronista inclaudicable, fue golpeado por un uniformado, por el solo hecho de pasar a su lado. Ambos nos miramos, previendo que pasaría lo peor… Pero la realidad fue otra: luego de un rato de amenazas y empujones, nos dejaron en libertad, seguros de que la reunión con el líder justicialista chaqueño, no había sido de mayor importancia. Es que los “muchachos del Escuadrón”, estaban más metidos en el partido que se disputaba, que con nuestra insignificante presencia… Evidentemente, no buscaban un “interrogatorio”, sino más bien, darnos un buen susto. Y puedo asegurar, que lo consiguieron. La gente en la calle festejaba el triunfo argentino por seis goles a cero, en caravanas y noche festiva, que a decir verdad, a Pedro y a mí, no nos motivaron para nada, en razón del susto que nos habíamos llevado. Podría hoy decir que fue una especie de “la cana a casa, y de casa al terror de lo vivido”. Quizás esa fue la razón que la final con Holanda no fuera tan disfrutada por nosotros, que dicho sea de paso, la miramos en aquél televisor de 24”, encerrados 265

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bajo todas las llaves posibles. “Aquél Mundial” quedó en nuestras memorias marcado a fuego, en especial ese partido con Perú del que hasta hoy no vi el Segundo Tiempo, que a decir la verdad, ya no interesa. Es más. Se ha escrito mucho sobre la existencia de coimas a los peruanos con el beneplácito de la dictadura gobernante, y hasta de aprietes de Videla personalmente, a los jugadores visitantes en su propio vestuario, antes del partido. Pero claro: éramos “derechos y humanos…”, según los gobernantes. Y “responsables”, con un brutal sello en la cabeza… Hoy puedo contar esta pequeña historia. Muchos amigos y familiares ya no están. Pero los seguimos buscando. “No podrán, no podrán…” Pero como la militancia nunca se rindió, allí seguimos juntándonos permanentemente, colaborando con quienes estaban detenidos, haciendo colectas, y difundiendo como mejor se podía, la realidad de la Argentina ocupada por su propio Ejército. Hoy podemos apreciar los frutos de aquella resistencia. Como la anterior, esa que duró 18 años, esta otra no fue menor, por los cruentos acontecimientos. Hoy seguimos atentamente los Juicios a los genocidas, que finalmente, están siendo debidamente condenados. A pesar de todo, la Victoria, sigue siendo nuestra.

*Carlos Alberto Ripoll DNI 7.706.598 – Posadas – Misiones – Junio de 2010.

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Festejamos estar en libertad Por Maria Eva Romero Soy la séptima hija mujer de ocho hermanos, el último es varón. Mi papá Wenceslado Eustaquio Romero, Suboficial Principal (RE) del Ejército Argentino. Mi mamá María Froilan Britez, ama de casa, como todas las mamás en esa época. Vivíamos en el Barrio Florida (conocido como Barrio Papini), sobre la Avenida Florida (hoy Tambor de Tacuarí), casi Tomás Guido. Mi casa, como muchas de este Barrio, fue construida por un Plan Hipotecario, en el segundo Gobierno del General Juan Domingo Perón, para pagar en cuotas mínimas durante muchos años. Mi papá siempre recordaba: “esta casa tenemos gracias a Perón”.

Wenceslado Eustaquio Romero (centro abajo).

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En homenaje a esa “Gran Mujer” (Evita), que para él era el alma del Peronismo, a su cuarta hija la llamó Eva Mabel, lo mismo que a mí, María Eva. Mi papá, peronista de alma, cuando se da el golpe militar que derroca a Perón en 1955, en el Regimiento ubicado en Centenario y San Martín de Posadas, llaman a todo el personal militar que prestaba servicio allí, y en la formación, preguntan: “Quien era peronista, tenía que dar un paso adelante”. El orgulloso, iba a pasar al frente, y ante un movimiento suyo, un compañero formado atrás, le estira la chaqueta, diciéndole en voz baja: “pensá que tenés muchos hijos…” En 1968, a dos años del comienzo de la siguiente dictadura militar que derrocó al Presidente electo, Dr. Arturo Illía, a mi papá lo retiran del Ejército por problemas del corazón. Esto le permitía estar más tiempo en casa y disfrutar del barrio con los vecinos. Recuerdo las conversaciones que tenía con Oscar Marcial Coutouné, Gendarme que vivía a la vuelva de casa. Oscar Radical y de Boca, y papá Peronista y de River… Discutían acaloradamente de política, y de niña me llamaba la atención. Nunca imaginaron, que sus hijas María Eva Romero y María Silvia Coutouné, se encontrarían “festejando” el cumpleaños de la primera, en septiembre de 1976 en la mazmorra (celda de un metro por uno y medio) de la Comisaría Segunda, a una cuadra y media de su casa. En la sala de mi casa junto a las fotos de familia, estaban las de Evita y de Perón. Recuerdo mi niñez, cuando mi mamá me hablaba de Evita: “ella se preocupaba tanto por los pobres, regalaba máquinas de coser para que las mujeres tuvieran una salida laboral”, decía. Y los juguetes que mis hermanas mayores pudieron disfrutar: coloridos rompecabezas de madera, muñecas de porcelana… nunca más tuvimos juguetes como esos. También con mucho dolor me contaba que, cuando derrocaron al Gral. Perón, en 1955, arrancaban de las plazas y lugares públicos, las estatuas de Perón y Evita, y las arrastraban por las calles… Toda su vida, mi papá esperó el regreso del General Perón, exiliado primero en Paraguay y luego en España. Y decía: “El General va a volver y esto va a cambiar”. Lamentablemente falleció seis meses antes de su regreso, aquel glorioso 17 de noviembre de 1972, tan esperado por la mayoría del Pueblo Argentino. Y volvió a pesar de que el General Alejandro Agustín Lanusse, Presidente en 268

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esa dictadura, dijo: “ a Perón no le daría el cuero para volver”. Hice mi Primaria en la Escuela Nº 2 de Niñas “Remedios de Escalada” de Posadas, a la tarde. A la mañana, era la Escuela Nº 1 “Félix de Azara” para varones. Años más tarde se convirtió en Escuela Mixta. La Secundaria hice en la Escuela Normal Mixta “Estados Unidos de Brasil” y continué en el Colegio Nacional Nocturno. Mi juventud trascurrió tranquila, como toda joven de barrio, bailando en los “asaltos” en la casa de Luisin Prieto y de Nina Somariva (quien luego fue a estudiar a Santa Fe y nos reencontramos en la Alcaidía de Posadas como prisioneras políticas de la dictadura). A estos bailes también iban los hermanos Franzen, que vivían un poco más al centro. Como todos los que no podíamos asociarnos a un Club privado, en las vacaciones, íbamos al Balneario Municipal “El Brete”, en aquella época con excelentes instalaciones, limpio, con vestidores, guardarropas, parquizado, con juegos para niños. Estaba en la costa del río Paraná al final de la avenida Lavalle. Desapareció con la Represa Yacyretá como otros tantos hermosos lugares de Posadas… Me integro a la actividad política a comienzos de 1975, para las elecciones provinciales, afiliándome al Partido (Peronista) Auténtico PA, invitada por mi novio y vecino, Roberto Parodi Ocampo, estudiante de Medicina en Corrientes. Su hermano mayor, Manuel (estudiante de Filosofía y Letras en el Profesorado Antonio Ruiz de Montoya y empleado del Banco Provincia de Misiones, asesinado en la Masacre de Margarita Belén, Chaco el 13 de diciembre de 1976), nos invita a participar de una Charla en el local del Partido Auténtico, por la calle Sarmiento entre Avenida Roque Sáez Peña y General Paz. Visitábamos los barrios más humildes, para ver las necesidades de los vecinos, limpieza y arreglo de las calles, conseguir luz eléctrica y agua potable, dar apoyo escolar a quienes estaban atrasados con sus estudios, reparto de alimentos a los más cadenciados. A la entrada estaba la compañera de la Agrupación Evita, Santa Bandera, quien un año antes con la JTP (Juventud Trabajadora Peronista Regional IV), había intentado formar el Sindicato de las Empleadas Domésticas de Misiones. No fue posible, ya que el 26 de julio de 1974, aniversario de la Muerte de Evita, a la siesta, mientras se ultimaban los preparativos para el acto, nuestro local de la calle Beato Roque González y Coronel Alvarez de Villa Sarita, fue asaltado por una patota de la Triple A, comandada por el Ing. Marcelo Quirelli, presi269

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dente de la Cámara de Diputados, quienes con armas cortas y largas amenazaron a los compañeros que estaban organizando el Acto para la entrega de los primeros cien carnet de Afiliadas a ese Sindicato. Pusieron a todos contra la pared, golpearon a dos compañeros del interior de la Provincia, que debieron ser llevados al Hospital, se robaron lo único de valor que había: un mimiógrafo y una máquina de escribir Olivetti, propiedad del Maestro Juan Figueredo (quien fuera electo Diputado Provincial un año después y desaparecido durante la dictadura militar). En la vereda quemaron todas las fichas de Afiliación y los Carnet. Amenazaron de muerte a los compañeros. Todo esto ocurrió a dos cuadras de la Comisaría Primera. Nunca más se pudo organizar el Sindicato de las Empleadas Domésticas en Misiones. A la compañera Santa Bandera, que atendía a quienes llegaban al local del Partido Auténtico, durante la campaña para las elecciones provinciales de abril de 1975, continuamente amenazaban de muerte. Y no fue solo amenazas. El 3 de marzo de 1976, aproximadamente a la una de la madrugada, al volver con sus hijos de los Carnavales de la Avenida Corrientes, en la intersección de las avenidas Lavalle y Bustamante, la atropelló una camioneta roja con cúpula, subiendo a la vereda; también atropelló a su hijito. El niño se pudo salvar y se recuperó después de tres años de rehabilitación. Santa falleció una hora después. Esa camioneta posteriormente fue vista en el local del Sindicato de la UOCRA de Posadas. A pesar de hacer la denuncia, nunca investigaron. Salió en el Diario “El Territorio” como un “accidente” de tránsito. Festejamos con mucha alegría la asunción de nuestros Candidatos, Juan Figueredo y Pablo Fernández Long, como Diputados Provinciales. Juan Figueredo juró “por Dios, por la Patria, por los Santos Evangelios, por un Evangelio Liberador, por Perón, por Evita, por todos los presos y torturados que pueblan las Cárceles de nuestra Patria y por Mártires caídos en la larga lucha por la Liberación Nacional”. Y cumplió su juramento a costo de su vida. El 22 de agosto de 1975, III aniversario de la Masacre de Trelew, a las once de la noche, pintamos el muro del cementerio “Gloria a los Mártires de Trelew”. Eramos cuatro: Arturo y Graciela Franzen, Roberto Parodi y yo. Como en pintadas anteriores habían detenido a su hermano Manuel, a su novia Yoyi Pressa y a Teresa Franzen, era todo un operativo pintar. Entonces mientras Graciela, que tenía buena caligrafía escribía, Arturo nos miraba, y nosotros controlábamos a ambos lados de la Avenida Alte. Brown, por si venía la Policía. Durante el año 1975 y comienzos de 1976, desde la JP, acompañamos su ges270

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tión; ellos recorrían la Provincia, tratando de solucionar las necesidades de los trabajadores de la ciudad y del campo, obreros rurales, los sin tierra, su consigna era: “la tierra es para quien la trabaja”. Así apoyaron la lucha de la “Comisión Pro Recuperación de Tierra” de Posadas, con representantes de ocho chacras, integrada por más de trescientas familias. Su Presidente, Luis Arturo Franzen, quien trataba de recuperar un terreno que su papá había comprado de soltero en la chacra 74, fue también amenazado de muerte y asesinado en la Masacre de Margarita Belén, Provincia de Chaco. Después del golpe militar, ya no pude continuar con mi militancia. Continuamente me enteraba del secuestro de compañeros, pero jamás pensé que me pasaría lo mismo. A principios de septiembre, a la mañana salgo a comprar yerba y al abrir la puerta veo varios autos Ford Falcón verdes y otro blanco enfrente de mi casa. Varias personas de civil bajan fuertemente armados y uno me pregunta: “María Eva Romero, se encuentra”. Le contesto que soy yo. Me hace entrar a mi casa donde estaba mi mamá, y le dicen que me van a llevar por averiguación de antecedentes y que pronto volvería. En el auto me tiran al piso, me ponen esposas y una bolsa en la cabeza, pisándome. Me llevan al Departamento de Informaciones de la Policía Provincial, por la calle Buenos Aires donde me atan las manos a la pata de una mesa. Escucho los gemidos de Ricki (Ricardo Coutouné), compañero de la UES de 16 años. Y en voz baja me confirma que era él, que fue detenido la noche anterior y que lo estaban torturando “me están matando”, me dijo. Cuando nos escuchan hablar, nos golpean con furia y lo llevan. Me dejan allí hasta el otro día en que llega la patota, comandado por Juan Carlos Ríos (alias Comandante Canosa). En su oficina me interroga, mientras otros de atrás me golpean violentamente, me amenazan con torturarme con picana, cosa que increíblemente no ocurre, pero sí golpes y patadas de cada uno de los que pasaba por allí. En todo momento sufría torturas psicológicas por las amenazas de secuestrar y torturar a toda mi familia enfrente mío. Estuve en esas condiciones tres días, al cabo de los cuales me llevan a la Comisaría Segunda, donde me encuentro con varias presas políticas: María Silvia Coutouné, María Josefa Estévez, Matilde Zurakoski de Peczak, Susana Haydée Benedetti, y otras más. Después de algunos días nos llevan a la Alcaidía de Mujeres, que en ese momento estaba en la Jefatura de Policía. Ahí conozco a Norma Yansat y su mamá, María Graciela Leyes, Amelia Morgenstern, Nilda Frield, Juana Hidalgo, Lourdes María Lange de Hippler, Gladis Beatriz Claver Gallino de Perez Rueda, Mirta Isabel López. 271

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A la entrada, en Enfermería durante varios meses, toda vendada por las quemaduras de agua hirviendo que le tiraron cuando la detuvieron, estaba Milagros Palacios. Una mañana nos hacen formar dentro de la pieza, con los colchones contra la pared, con las manos atrás, entra una comitiva al mando de Coronel Cristino Nicolaides a cargo del II Cuerpo del Ejército, acompañado los Coroneles Juan Antonio Beltrametti y Carlos Humberto Caggiano Tedesco y otros Jefes Militares. Hacen el recuento y ven que falta una “subversiva”. Vuelven a contar varias veces, hasta que se dan cuenta que Juanita Hidalgo, una de las menores, ante el susto se queda afuera, sentada en el patio. Del brazo y a los empujones, la traen diciendo: “ésta es la que faltaba”. Nicolaides con la fusta en la mano, golpeando amenazante, me pregunta porqué estaba detenida, le contesto que no sabía y varias veces me repite que tenía que decir que “estaba por subversiva”, pegándome con la fusta, hasta que tuve que aceptar por el terror que les tenía. Allí pasamos Navidad de 1976 y Año Nuevo, aisladas, sin visita de los familiares, varios meses hasta que nos trasladan a la Cárcel de Posadas, en la esquina de Ayacucho y Entre Ríos, enfrente a la Plaza San Martín. Ya en democracia se destruyó el edificio de la Cárcel y en ese predio se construyó la Escuela CEP 4. En la Cárcel, todos los días el Médico de la Policía, Dr. Carlos Olmo Herrera, venía a ver “nuestro estado de salud” interrogándonos como “amigo”: “contá todo lo que dicen tus compañeras, quién es la cabecilla, qué hacen, de qué hablan, que de eso dependía que yo saliera en libertad”. Este médico participaba de las torturas, diciendo hasta cuándo podía aguantar. Estuvo en las torturas de María Josefa Estévez y Milagros Palacios, cuando la sacaron de esa cárcel después de varios meses de estar detenida, volviendo al otro día destruidas por la tortura. En esa época, atendía a mi mamá en su Consultorio particular. Ella no sabía que él participada de todo este horror. En confianza le contaba lo que estaba ocurriendo con su hija María Eva. Muy interesado, aprovechaba para sacarle toda la información que quería. Antes de finalizar el año 1977 a las presas políticas mayores de edad, nos trasladaron a la Cárcel de Villa Devoto en Capital Federal. Las menores permanecieron en la Cárcel de Posadas. Nos trasladan con nuestros efectos personales, a ocho compañeras: María Silvia Coutouné, María Josefa Estévez, Susana Haydée Benedetti, Gladis Beatriz Claver Gallino de Pérez Rueda, Milagros Palacios y Rosa Ester Cabral, cuyo bebé fue separada de su mamá mientras a ella la torturaban, y nos dejaron en la Alcaidía para que la cuidáramos. 272

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Nos suben a un colectivo del Servicio Penitenciario con los ojos vendados, esposadas y nos trasladan con una fuerte custodia, hasta el Aeroparque, atadas unas a otras con las manos atrás. Nos suben al avión Hércules y nos trasladan paradas colgadas del techo. Ante cada movimiento del avión, nos íbamos una contra la otra. Durante todo el viaje nos pegaron con las armas largas en las piernas. Así llegamos a Buenos Aires, ingresándonos a la Cárcel de Villa Devoto. En los bancos de la Capilla nos sacan las vendas, nos van nombrando y nos hacen pasar al altar, donde estaba la cruz, haciéndonos desnudar para que el Médico viera en qué condiciones llegamos. De ahí nos llevan al Pabellón 48 de Planta 6, juntándonos con otras presas políticas allí alojadas desde hacía mucho tiempo. Desagotando el inodoro, hablo con Graciela Franzen que estaba en el piso de arriba y nos da la “bienvenida”. Por fin en una “cárcel legal y a disposición del Poder Ejecutivo Nacional”. Ahora si nos sentíamos “seguras”. Mi mamá y mi hermana en varias oportunidades me fueron a visitar, pero lamentablemente por las reiteradas sanciones colectivas, permanecíamos incomunicadas sin visitas, sin recibir ni enviar cartas, sin la hora de recreo en el patio de cemento entre cuatro muros altísimos, vigiladas por el Servicio Penitenciario, donde podíamos tomar sol (si había) y al aire libre. Recién en Planta Baja, después de casi dos años pude recibir la visita de mi hermano Octavio. Por su delicado estado de salud, mi mamá no estaba en condiciones de soportar las penurias, humillaciones, horas parada en la lluvia o sol ardiente, las requisas vejatorias (desnudarse, manoseos), teniendo visitas en locutorios de vidrio (sin poder besarme ni abrazarme). Sobrevivimos física y psíquicamente gracias a la contención y solidaridad de las compañeras, a la creatividad para realizar actividades manuales, como sacar hilos de las toallas de colores para bordar punto cruz en las ropas. Destejíamos y tejíamos de nuevo pullóveres fabricando agujas con la madera de las perchas o los alambres del desagüe del inodoro. También hacíamos medallitas tallando huesos que venían en la comida, que luego teñíamos con té, café o mate cocido. También hacíamos cursos de idioma para quienes podían salir al exilio, clases para las que no habían terminado la primaria o secundaria, historia, geografía; análisis de los Diarios (cuando nos autorizaban a comprar), gimnasia a las cuatro de la mañana, controlando con un diminuto espejito por si venían las “vichas” (celadoras). Todo esto escondido, ya que teníamos prohibida toda actividad física o intelectual. El objetivo de la dictadura era la destrucción total de las/os prisioneros. Y a eso resistíamos. 273

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La comida era un pasticho incomible. Para sobrevivir pedíamos dieta para enfermas de úlcera (fideo o arroz) y para el hígado (pequeño bife con escarola sucia) y nos repartíamos. La atención médica era pésima y la odontológica peor aún (jamás higienizaron los instrumentos). Por culpa de eso perdí la mitad de los dientes, y un ojo por tener Glaucoma y no recibir los medicamentos necesarios. Allí murió la compañera Alicia Pais el primero de noviembre de 1977 de un ataque de asma, por no ser atendida a tiempo. En oportunidad de ir al dentista (solo sacaban dientes, arreglo jamás), suena una alarma y la celadora me agarra del brazo y me hace volver al pabellón. En el camino veo cuerpos calcinados uno al lado del otro: iban sacando de otro pabellón. Después nos enteramos que mataron a tiros a más de cien detenidos. Esto se conoce como la “Masacre de Devoto”. Años después, ya en democracia, en un programa televisivo nacional: “Yo fui testigo” se investigó este aberrante suceso. A los pocos días nos llevan a la Iglesia del Penal, para asistir a la única Misa en todos esos años. Para nosotras fue una alegría, ya que allí nos reencontramos con compañeras de otros pisos. En el momento de la petición, pedimos por “nuestros familiares y compañeros detenidos de quienes no teníamos noticias, también por los que habían sido masacrados allí”. El Capellán furioso, nos echó de la Iglesia. A mediados de Agosto de 1978, a un numeroso grupo de compañeras de las cuatro Provincias del Nordeste, en las mismas condiciones del traslado anterior, me llevan a Corrientes con las misioneras que fuimos juntas a Devoto; para iniciarnos un Consejo de Guerra. Nos sacan la venda en el salón donde estaban los militares de todas la Fuerzas Armadas: Ejército, Marina, Aeronáutica, como si fuera un Juzgado y nosotros: compañeros/as enfrente sentados. Cuando nos nombraba, debíamos pararnos y escuchar la acusación. Al otro día temprano, nos ve el “Abogado Defensor”, también de las Fuerzas Armadas y nos interroga. Más tarde nos llevan al mismo lugar para leernos la Condena, que oscilaba entre los dieciocho a cuarenta años. A mi me dieron dieciocho años de cárcel. Nos vuelven a la Cárcel de Villa Devoto. Antes de Navidad de 1979, nuevamente nos llevan a la Cárcel U 7 de Resistencia, para el Segundo Consejo de Guerra. Nuevamente el mismo “circo”, pero a mí me dan la libertad el 24 de diciembre, con el D.N.I. que nos hicieron en 274

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la Cárcel de Devoto y una orden escrita que decía: “el II Cuerpo de Ejército Argentino me otorga la libertad”. Desde el Comando de Ejército en Corrientes, me querían traer a mi casa a Posadas, en un camión militar. Como me daba inseguridad venir con ellos, no acepté y viajé con Elvira Haydée Acuña, otra compañera que también salía en libertad y le había ido a buscar su padre. Cuando llegamos a mi casa, no había nadie. Todos estaban reunidos en casa de mi hermana Rita. A mi mamá la veo sentada y al verme me dice: “yo presentía que ibas a pasar la Navidad acá”. Quise continuar mis estudios, pero no pude porque me sentía muy mal con todo lo ocurrido. Mi hermana Elsa, que vivía en Bernardo de Irigoyen, me lleva a Brasil en las vacaciones, conozco Camboriú, Florianópolis. Cuando regreso me propongo trabajar y hablo con el Monseñor Jorge Kemerer, primer Obispo de la Diócesis de Posadas, (que me había visitado en Devoto, igual que a otras detenidas misioneras), y le pido que me consiga trabajo. El pregunta a su Secretario, dónde podía “ubicar a esta chica”. Trae una lista y dice: “California”. Llamaron y el Gerente me confirmó un trabajo como Cajera. Empecé al otro día. El Dr. Carlos Olmo Herrera, ya nombrado anteriormente, todos los días compraba una lata de algún alimento y pasaba por mi caja intimidándose. Esta fuerte presión psicológica hizo que al poco tiempo no aguantara más y me fuera de Posadas. Voy a Buenos Aires a casa de mi hermana Eva, consigo trabajo. Años después formo mi hogar, tengo tres hijos, María Belén y Paula Carolina e Ignacio Ezequiel. Actualmente disfruto de tres nietos. Continúo viviendo allá. Estuve declarando en el tercer Juicio de Lesa Humanidad contra mis represores. Fue emocionante encontrarme con las compañeras que compartimos el cautiverio. Festejamos estar en LIBERTAD!!

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Maestro del Amor y la Alegría

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Juan Figueredo Un maestro de jornada completa Por Ricardo “El Negro” Caceres y Ramon Alberto “Peinado” Acuña Es difícil realizar un relato pormenorizado de la vida de un militante comprometido como lo fue el Negro Juan Figueredo, apelando solamente a la memoria de dos militantes viejos, pero quisimos honrar su vida de entrega y hacer un aporte a la memoria histórica de Misiones…. Nacido en Campo Viera, Misiones, Juan Figueredo era un maestro que comenzó su vida político-social, en la primera escuela que fundó en esa localidad en el año 1961 junto al vecino Luciano Pérez, reconocida como la Escuela 489 “Tambor de Tacuarí”. Al cumplir sus Bodas de Plata, ya era cabecera de 19 establecimientos; y contaba con 521 alumnos y 22 maestros. (Según cuenta la crónica del diario El Territorio del 11 de octubre de 1986, junto a la foto que se adjunta) Comenzó a trabajar como docente y simultáneamente creó una biblioteca popular, que hoy día fue rebautizado con el nombre de “Juan Figueredo” y funciona en la Municipalidad de Campo Viera. Cuando se trasladó a Posadas, trabajó en la escuela 220, ubicada en Av. Roca y Sargento Cabral y vivía a una cuadra de la escuela por Sgto.Cabral. Para que entendamos el título de este relato de la vida de militancia plena de este compañero, al comenzar las clases y el año escolar, su rutina también incluía sus convicciones y es así que se tomaba el tiempo necesario para preguntar uno por uno a sus alumnos, “¿en qué trabaja tu papá?”, con estos datos confeccionaba un registro y luego organizaba de manera extracurricular la “reunión de padres” los días domingos en las instalaciones de la escuela, previa “Notificación formal” a cada uno de ellos a través del cuaderno de comunicaciones. Con los albañiles un domingo, con los obreros de la madera otro domingo y si sucesivamente. En la “reunión de padres” aprovechaba además para concientizarlos de sus derechos que como obreros tenían, los afiliaba, organizaba reuniones en los lugares de trabajo donde iba y organizaba el o los delegados ya sea de UOCRA, 279

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SINDICATO DE LA MADERA, etc. Militaba todos los días, para él no había sábado y domingo, llegaba a su casa, organizaba la comida, y mientras almorzábamos no se hablaba de otra cosa que no tuviera que ver con la organización de las tareas que se realizaban, de las que quedaban pendientes y nos poníamos manos a la obra ni bien terminábamos de almorzar. Su compromiso con los más humildes siempre lo distinguieron, dormía en la casa donde le agarraba la noche si no había quien le lleve de regreso. No nos olvidemos que en aquella época no había medios de transporte como hoy. Teníamos muchos colaboradores y militantes como el Rengo Romero, (del comedor universitario) Juan Yadhjian, Alberto, Tito García y otros. Nuestra Base de Operaciones estaba en la sede de ATE, en Salta 57, y el Secretario General era “El viejo Ramos”. Cómo se juntaron los negros Yo Ricardo “Negro” Cáceres, era empleado de comercio en la tienda “El Triunfo” en la calle Buenos Aires, cuyo propietario era un Judío Ruso-que dicho sea de paso- los posadeños los identificábamos como turcos y no sé bien por qué. Un día…. del año 69, un compañero de trabajo me dice “sabes que hay un maestro que quiere organizar algo, no se bien si Juventud Peronista o no se que cosa” y me invita a una reunión a la que voy medio sin ganas y no muy convencido, como hoy…ése día llovía torrencialmente, chapaleando en el barro llegué a su casa, y entre mate y chipaí…. conozco a JUAN FIGUEREDO, era bien morocho, su piel grasosa le daba un brillo especial, anteojos de marcos negros grandes, piernas cruzadas, manos grandes y dedos largos, uñas firmes, bien de negros!! Desde ese día comenzamos una larga militancia que nos identificaría para toda la vida. Lo más simpático de todo fue que mi compañero de trabajo que hizo posible que yo lo conociera, nunca participó en nuestro proyecto político. Nuestras principales acciones se centraban en la militancia barrial en el Bº Santa Rosa, en el B.Villa Poujade, Barrio Tatú, allí organizamos las comisiones vecinales, organizamos a los trabajadores de distintos gremios, llegamos a organizar el Sindicato de Mosaistas, el Primer Sindicato de Empleadas Domesticas-cuya Secretaria General fue la Compañera SANTA BANDERA, quien militó permanente como un puntal a su lado, Sindicato de Panaderos y también logramos recuperar la conducción de un sindicato que por el perfil productivo de nuestra provincia es de suma importancia como el del Sindicato 280

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de la Madera y continúa hasta el día de hoy el mismo Secretario General. Un bastión de la burocracia sindical y donde se notaba muchísimo el manejo económico del sindicato a favor de sus dirigentes, contrastando con las miserias que padecían los trabajadores de esa época era la Unión Obrera de la Construcción-UOCRA.Con la dirigencia de ese sindicato tuvimos muchos enfrentamientos, pero no logramos cambiar a esa dirigencia. En el Bº Tatú, Juan Figueredo, crea una escuela y comienza dando clase bajo un árbol, está ubicado en el primer tramo de lo que es hoy el Bª Sesquicentenario y toma ese nombre por la forma de las casas (muy chicas) y el techo de fibrocemento de forma abovedada. *Bº Sesquicentenario: si bien no se corresponde con la cronología de este relato, vale la pena introducir la “hazaña” que hicimos en este barrio. Corría el año 75… y se produce la trágica desaparición física de los gobernantes Irrazábal y Ayrault, por lo tanto asume como Gobernador el Presidente de la Cámara, Escribano Chongo Ripoll, quien se apropia de una casa para él y otras para su entorno mas íntimo en el Bº Eva Perón (hoy Malvinas) y corre la lista de adjudicatarios de este complejo habitacional y los pasa al Bº Sesquicentenario (sin terminación de obra todavía), por lo tanto caen de la lista unos cuantos. Entonces nosotros, con los adjudicatarios, tomamos el Bº en una noche destapamos la maniobra y logramos que todo vuelva marcha atrás logrando que se respete el derecho de los adjudicatarios. Y llegó un bebé Un día estábamos con el Negro Figueredo en su casa y la sobrina que vivía con él manifestaba tener un dolor de panza terrible, salimos presurosamente a buscar por todo el vecindario algunos yuyos para que le pase su dolencia. Le hicimos un té, y esperamos que le surtiera efecto, fue una odisea desesperante porque el dolor no pasaba… entonces recurrimos a un vecino y le llevaron al Hospital, que quedaba leeeejos, pasaron varias horas y llego la noticia…. La gordita tuvo un bebé!!! Nadie en la casa se dio cuenta que estaba embarazada y el bebé llegó y comenzó sus primeros días de vida en medio de compañeros y compañeras que lo recibieron con afecto y alegría. LA FUSIÓN Peinado Acuña En el año 1973, todas las agrupaciones de la Tendencia, manejadas por las dis281

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tintas OPM (organización política militar), principalmente Far y Montoneros logran lo que se denominó la Fusión. Era la unificación de las Organizaciones y un mejoramiento de las Organizaciones de superficie como la JP, JTP, JUP, UES y Ligas Agrarias optimizamos la organización, esto fue producto de un crecimiento exponencial que se dio en ese período y que nosotros lo denominamos más tarde “el engorde”, ya que se agrandaba la organización, pero sin tonicidad y sin consolidación. Cada una de estas agrupaciones respondía a una especificidad de responsabilidades por frente, y al Negro Figueredo por su perfil de compañero consolidado ideológicamente, su capacidad de liderazgo, capacidad de organización, etc etc se lo votó como responsable de la JTP, (frente gremial) junto a un equipo de hombres importantes como el Negro Cáceres, Leopoldo Duarte (el güinchero de lasa,) el colorado Mariano Zaremba (hoy desaparecido), el Peca, Raúl Tomasito Giménez. En la JP (frente territorial) queda como responsable Mico Gauna, también con un equipo entre los que me encontraba (Peinado) Alfonso, Pacho Lima, y otros En la JUP, estaba Manuel Parodi, el Colorado Franzen (ambos fusilados en Margarita Belén) y Elpidio Gonzalez, A cargo de la UES quedo Angelito Fleitas, con Miguel “el Gato” Sánchez, Pelo, Pelito, Wapenka, Pelado, Emma Gimenez, Alfredito y muchos otros. El Frente Agrario estaba liderado por Pedro Peczak, Pablo Fernández Long, Juan “Tatú” Berent, Susana Benedetti, el Toto Duarte, José Peró etc. Todas estas agrupaciones crecían rápidamente y una de las más fuertes era la JTP, liderado por El Negro Juan Figueredo, cuya consolidación se expresaba cotidianamente en las charlas y él nos decía que “teníamos que estar preparados para asumir las consecuencias que significaba la militancia revolucionaria, objetivo que no sabemos si lo vamos a ver nosotros, porque podemos dejar la vida en este largo camino”. También es de destacar de su perfil, que era fanático de Evita y como tal permanentemente nos ensañaba a través de las frases que sabiamente y con pasión la Abanderada de los Humildes supo transmitir. Consecuencia de lo cual también organizamos La Agrupación Evita, que era atendida por la rama femenina. Elecciones de 1975 y el Partido Autentico Después de la Muerte del General Juan Domingo Perón, acaecida posteriormente a la muerte de Irrazabal-Ayrault, Gobernador y vice de nuestra Provincia, el hecho político más importante en ese periodo, fueron las elecciones a 282

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Gobernador y Vice y Diputados Provinciales en Abril de 1975. Yo fui protagonista y testigo (en mi carácter de Apoderado del Partido Autentico, junto a Rubén Pichín Báez) de: 1º Elegimos a los Candidatos en Asambleas Populares realizadas en los barrios y en las colonias del interior de nuestras Provincia y allí, se destacaron dos Grandes Figuras. Pedro Orestes Peczak y El Negro Juan Figueredo, seguidos por Pablo Fernandez Long, Juan Yadhjian y otros. En Posadas, recuerdo haber hecho una Asamblea en la Fábrica LASA y por unanimidad fue electo su delegado Gral del Sindicato “El Güinchero” Leopoldo Duarte, también candidato a diputado. 2º.- Una vez electo por los votos populares, como Diputado Provincial cabeza de lista El Negro Juan Figueredo no cambió para nada su militancia. Seguía en los barrios y en el interior de nuestra provincia TODOS LOS DIAS (Menos los de sesión) tomando las distintas problemáticas y llevando a la Cámara de Diputados y operando como sea y con quien sea, buscando permanentemente una solución. Este compromiso permanente con los más humildes, con los trabajadores, los tareferos, los jóvenes y las mujeres, trajo dos consecuencias. Uno, el liderazgo natural, el cariño, el respeto y la lealtad de los compañeros fruto de su militancia. Y por otro lado la contracara de esta contradicción manifestada permanentemente en nuestra historia, que es el odio y la imposición del poder con todas las armas de la Oligarquía hacia los sectores populares expresada fielmente en este caso por el Negro Figueredo. Esta contradicción Pueblo-Oligarquía, vista en su máxima expresión, con el derrocamiento de un Gobierno electo por el voto popular por el nefasto Golpe cívico militar del 24 de Marzo del 76, tuvo también su correlato en nuestra provincia y uno de los que pagó con su vida el compromiso por la Causa Nacional y Popular fue el Negro. Sus restos hasta hoy siguen desaparecidos. ¡¡¡¡ MAESTRO DE LA VIDA, COMPAÑERO IMPRESCINDIBLE, DIPUTADO PROVINCIAL JUAN FIGUEREDO SEGUIS VIVO EN NUESTROS CORAZONES !!!

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El docente Juan Figueredo con sus alumnos. Fuente: Diario El Territorio del 11 de octubre de 1986.

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El Exilio en Misiones

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Guerrilla, prisión, fuga y periodismo Por Rubén Ayala Ferreira Cuando en la madrugada del 12 de diciembre de 1959 en las aguas del río Paraná frente a Posadas, fui tomado prisionero por los esbirros de la dictadura de Alfredo Stroessner, pensé que mis ansias de colaborar con la liberación del pueblo paraguayo con mis jóvenes 20 años se había frustrado y más allá de estar a merced de fuerzas represivas que utilizaban la violencia como método, la frustración pasaba por que el Paraguay seguiría en poder de los que sojuzgaban a su pueblo. Era tal el convencimiento que teníamos ese grupo de jóvenes idealistas que integrábamos el Movimiento 14 de Mayo para la liberación del pueblo paraguayo, que minimizamos el poder de fuego de las fuerzas que defendían a la dictadura e ingresábamos desde territorio argentino con la convicción que al dictador no se lo podía derrotar por las urnas, sino solamente por las armas, sistema de auto densa del pueblo cuando los canales democráticos se encuentran conculcados. Mi historia debe ser similar a la de cualquier joven de cualquier país de América gobernada (mejor sería utilizar la palabra “dominada”) por dictaduras, que en aquella época proliferaban por varios países, especialmente del cono sur. Había triunfado la revolución cubana el primer día enero de 1959 que derribó a la dictadura de Fulgencio Batista y entonces de los cuatro jóvenes que habíamos recibido el título de Perito Mercantil en la Escuela Nacional de Comercio Nº 2 de Asunción que habíamos partido a la Capital Federal Argentina, dos resolvimos incorporarnos al Movimiento 14 de Mayo conducido por el joven lleno de ideales que se llamó Juan José Rotela y uno al Frente Unido de Liberación Nacional (Fulna). Dos de ellos, Sergio Lovera Villamayor y Alberto Martín Blanco Cáceres murieron en el campo de batalla y estoy quedando solo yo para contar la historia. Hasta ahora mis hermanas (son cinco) se siguen preguntando cómo fue que 287

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mamá Dolores Ferreira de Ayala (doña Lola) y mi papá Rubén Darío Ayala Pastore (don Pocho) me autorizaron viajar a Buenos Aires con tan solo 18 años, ante el pedido de mis compañeros de estudios. Era tal la falta de trabajo en la actividad privada y la exigencia de estar afiliado al Partido Colorado (partido en el se embanderó el dictador Stroessner para perpetuarse durante 34 años en el poder), para ingresar a la administración pública, que de nada nos servía el título que habíamos obtenido después de seis años de estudios. Conviene aclarar que yo nací el 3 de marzo de 1938 en el pueblo de Mbuyapey, en el departamento paraguayo de Paraguarí, lugar de nacimiento de mi tío abuelo Eligio Ayala, que fue considerado, por propios y extraños, como el presidente más honesto que tuvo el Paraguay y pertenecía al Partido Liberal, como toda mi familia y en ese ambiente de opositor fui creciendo y observaba las persecuciones y las muertes que se registraron en la cruenta guerra civil que vivió el Paraguay en el año 1947, que finalizó con la victoria del gobierno del general Higinio Morínigo y se inició la era que finalizó con el derrocamiento de Alfredo Stroessner, el 3 de febrero de 1999. Es decir que cayó por la fuerza de las armas, dando razón al planteo que habíamos realizado 30 años antes. Esa guerra civil motivó que doña Lola, mi heroica mamá, junto con con todos sus hijos (por entonces éramos cuatro) recorriera viviendas de campesinos amigos en la fuga desde el pueblo, sin la presencia de don Pocho, mi papá, escondido en algún lugar de la por entonces tupida vegetación boscosa de la zona. Abandonamos Mbuyapey, vivimos un tiempo en San Lorenzo, en Benjamín Aceval (Chaco paraguayo) y en Piribebuy, hasta regresar a Mbuyapey diez años después. En el adolescente Rubén (por entonces Rubencito) se fue incubando una rebeldía, que cuando llegamos a Buenos Aires con los cuatro compañeros que mencioné, no hubo necesidad de ser adoctrinado (la llama de la libertad y la justicia social ya la tenía bien adentro) cuando se conformó el Movimiento 14 de Mayo. Todos sus integrantes eran (éramos) jóvenes, incluyendo al comandante Rotela, con menos de 30 años, pero con una capacidad para transmitir sus ideas y un carisma realmente impactante. Casi sin darme cuenta ya estaba adentro. Aportábamos para el Movimiento un porcentaje de nuestro sueldo. En todos los barrios de Buenos Aires había fiestas, rifas, para recaudar fondos. Éramos muchos, centenares, estábamos en todos lados y cuando asumió el Movimiento 26 de Julio con Fidel Castro en Cuba, nuestro entusiasmo se acrecentó. Nos dio la convicción de que se podía. 288

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Volví al Paraguay para prestar el servicio militar, en el Centro de Instrucción Militar para la formación de Oficiales de Reserva (Cimefor), reservado para estudiantes que tengan cuando mínimo el cuarto año de la escuela secundaria y solamente se presta en las vacaciones. Cuando regresé a Buenos Aires, me ordenaron viajar a Posadas ya en el inicio de lo que sería el operativo previo a la incursión. Me alojé en el domicilio de don Cleto González (en Ivanowski y Gobernador Roca) y luego en la casa de Cándido “Nenito” Ramírez (en La Rioja y casi avenida Corrientes, Chacra 41), ambos adherentes al Movimiento. El intento Estuve en Posadas hasta la fecha prevista para la incursión. Yo sabía poco de la parte militar. Era muy joven. Pero sabía más de los objetivos: la liberación integral del hombre paraguayo del yugo que lo oprimía. Después de mucho tiempo puedo decir que había en la acción militar un grado de improvisación que nos llevó al fracaso en el momento de la incursión que se produjo en dos botes (canoas) desde el balneario “El Brete” de Posadas, con dos remeros de nacionalidad argentina, Edmundo Mondo e Iván Leandro Pereira, que vivían en las inmediaciones del lugar. Éramos 12 en total, con armas de dudosa calidad que nos repartieron minutos antes en el medio de la oscuridad. Nosotros observamos que desde la parte alta del Parque República del Paraguay, varias personas que estaban estratégicamente ubicadas realizaban señas de luces con automóviles que eran captadas en territorio paraguayo, como así también radios. Por lo que teníamos la certeza que sabían de nuestra presencia y lógicamente nos estaban esperando. Pero como nuestra convicción era mayor que el peligro que obviamente teníamos de ser asesinados o capturados, nos lanzamos en busca de nuestro objetivo. Simultáneamente desde el puerto de Encarnación partían dos lanchas de esas que realizan el cruce del río trayendo y llevando pasajeros. Sobre el techo de cada una de esas lanchas se encontraban dos pienzas de ametralladora. Nosotros observamos dos puntos oscuros en el horizonte, pero como tenían los motores parados, venían aguas abajo por el canal parecía que no se encontraban navegando, cuando sorpresivamente comenzaron a gritarnos “pe pytá pee aña memby” (quédense hijos del demonio) y comenzaron a disparar hacia nuestras frágiles embarcaciones que se bamboleaban por la oleada. La otra canoa que transportaba a nuestro comandante Juan José Rotela se alejó 289

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del lugar y nosotros no tuvimos otra alternativa que entregarnos con gran dolor en el alma, pero ya sin jefe y con una diferencia de poder de fuego enorme, prácticamente nos tenían a su merced. Después de analizar durante varios años, considero que fue la mejor decisión. No teníamos la menor posibilidad de éxito en esa circunstancia con tanta diferencia. La sorpresa que nosotros intentamos tener como elemento favorable, fue al revés, nos sorprendieron ellos. Todo por la gran cantidad de soplones (pyragué) que pululaban por la ciudad de Posadas. Se registraron otras incursiones guerrilleras por la zona de Puerto Rico, grupo en el que se encontraba Juan Gerónimo Ventre Buzarquis (“Pochi”) que escribió un muy interesante libro sobre su experiencia. También en la zona de Puerto Iguazú y en el norte en Pedro Juan Caballero Conmigo se encontraban entre otros el periodista y gran amigo Carlitos Madelaire (que tenía un equipo transmisor de radio, muy pesado), Arnaldo Clérici (padre de tres profesionales destacados de la provincia, la médica Mabel Clérici, la abogada y recientemente designada fiscal Patricia Clérici y el escribano Osvaldo Clérici) y César Portillo. Rotela no tuvo éxito en su primera incursión, estuvo un par de días, ante el fracaso regresó y cuatro meses después volvió a ingresar siendo él y su grupo aniquilados de la peor manera por la unidad militar comandada por el general Patricio Colmán, un sanguinario. Solo se salvó “Cacho” Blanco que contó historias realmente dantescas. Las torturas Una vez en tierra firme, comenzaron las sesiones de todo tipo de torturas desde patadas en la cara, hasta cachiporras de goma por la planta del pie que es algo muy doloroso, golpes con el yatagán (bayonetas) por la nalga sin ropa. Estuve en Encarnación un par de días y me trasladaron a Asunción por vía aérea con uno de los jóvenes jefes del movimiento de nombre Mario Esteche, porque consideraban que éramos los de mayor graduación. En la capital nos hacían las preguntas más inverosímiles, para lo cual en varias oportunidades me llevaron a lo que se denominaba “la pileta”, una pileta que me obligaban llenarla de agua para luego atado de pies y manos y desnudo me hacían sumergir, sacar, sumergir y sacar en reiteradas oportunidades para luego preguntar por lo que sea. Esto ocurría en el Departamento de Investigaciones cuyo jefe era Erasmo Candia, además me llevaron junto el jefe de Policía, el coronel Duarte Vera, una persona de baja estatura, de bigote, burlón, que me dijo en una oportunidad que si no estaban en ese lugar dos generales, cuyos 290

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nombres no recuerdo, esta sería mi comida por un teyu ruguay (una especie de látigo que tenía colgado detrás del cuadro del general Bernanrdino Caballero, fundador del Partido Colorado) y este de postre: era una cachiporra de goma blanca que estaba ubicada en una biblioteca. Antes de fin del año de 1959, me trasladaron a la Guardia de Seguridad, ubicada en la barrio de Tacumbú de Asunción, al lado de la cárcel, donde permanecimos junto a 70 compañeros más (ya habían llegado los que fueron tomados prisioneros en diversos puntos del país), muchos murieron en la intentona libertaria. En ese lugar ubicado en las orillas de Asunción, sobre el río Paraguay, nos sometieron a trabajos forzados en la cantera de piedra de Tacumbú, donde íbamos por la mañana y por la tarde todos los días, incluso domingos y feriados, siendo sometidos a permanentes azotes con lo que se denomina el arreador, que no es otra cosa ese elemento que utiliza en la estancia para golear a los ganados, que tiene un mango de madera y que en la punta tiene lo que denominábamos tres lenguetas, es decir que si lo sabían utilizar bien, nos partía la espaldas en tres partes, con un solo azote. Cuando volvíamos de la sesión de tortura y de los trabajaos forzados (yo utilizaba la barreta y me llamaban barretero), nos curábamos unos a otro cuando regresábamos por la noche a nuestro lugar de “residencia” en una cuadra (salón) grande donde estábamos todos juntos, durmiendo en el piso. Al lado mío se encontraba siempre mi amigo Carlos Madelaire, hijo del propietario de LT4, que mucho tuvo que ver después con mi carrera de periodista. Cuando íbamos o veníamos a la cantera (ubicada a 700 metros de la Guardia de Seguridad) observamos a nuestros familiares, esa legión de personas, entre las que se encontraban siempre nuestras madres y hermanas, quienes nos saludaban casi a escondidas. Rindo en ese sentido mi homenaje a mi mamá doña Lola, que supo sortar con singular valentía los momentos tan difíciles que le hice pasar. Siempre brotaba una lágrima cuando la veía junto a mis hermanas Doris, Berta y las más pequeñas Mirtha Elena, Ana María y Miguel Ángel, además de la ya desaparecida María Celia. Al escribir estas líneas me embarga la emoción recordando aquellos momentos. Luis Omar todavía no había nacido. A los siete meses nos trasladaron a la isla-prisión de Peña Hermosa, ubicada sobre el río Paraguay, en el norte del país. Ahí trabajábamos, pero ya no eran muy exigentes. Yo trabajaba en la olería, en el sector donde se preparaba el adobe para realizar el corte del ladrillo, tarea que realizaba Carlos Talavera. 291

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La fuga Estábamos a unos 100 kilómetros de la frontera con Brasil. Fuimos averiguando algunos datos sobre la posibilidad de realizar una fuga masiva. La dificultad era que en realidad había de los 70, un grupo de 15 que habían recibido la promesa de ser liberados, al no tener vinculación con el Movimiento y obviamente no querían participar de la fuga. Había varios grupos que planeaban la fuga, me sumé a cada uno de ellos. Un día llegó ese momento. Lo planificamos bien. Nos fuimos cinco guerrilleros y un soldado que se sumó a nuestro grupo. Integramos ese grupo los hermanos Juan Gregorio y Pedro Peña, Ramón Romero, Silvio Villar y el soldado Villalba. A Villar le avisé de la fuga unos minutos antes, pensando que si llegaba a Posadas en la casa de su padre don Cleto González, sin su hijo Silvio iba tener problemas. Caminamos por un sector que nos explicó una persona a quien consultamos sabiendo que era opositor al régimen. Se llamaba Calaá, era hijo de un médico que realizaba curaciones con plantas medicinales (algunos le dicen médico yuyo, en guaraní médico ñaná). Nos dijo “Si van por el camino municipal, por ahí los van a seguir, pero de acá a mil metros hay una alambrada, pero no hay camino. Esa alambrada llega hasta el río APA. Es todo estero, pero no se van a perder, porque la alambrada les va a orientar”. Dicho y hecho. Dos días después, al amanecer llegamos al bienaventurado río APA, tras pasar todas las peripecias imaginables escondiéndonos de los aviones que nos buscaban. Pero el pasto (se llama cortadera) era alto y difícil que nos localicen desde el aire. Nos enteramos después que los militares que nos buscaban siguieron el camino que nos dijo Calaá, el camino municipal y llegaron a la frontera con Brasil a 25 kilómetros del lugar donde nosotros cruzamos. Sería muy extenso escribir detalles de la fuga, por lo que me limitaré a decir que salimos el 24 de marzo del año 1961 y el 26 de ese mes, dos días después, llegamos al río APA, que separa el Paraguay del estado brasileño de Matto Grosso, donde nos alojamos en una estancia tras explicar las razones de nuestra presencia casi sin ropas, calzados, ni documentos. Nos habían explicado que la fuga no la podíamos realizar durante el gobierno de Juscelino Kubischek, porque devolvía a los guerrilleros en la frontera y los aniquilaban. Es por ello que esperamos un tiempo, ganó y asumió Janio Quuadros y ahí ya estábamos tranquilos. Una importante avenida de Asunción se llama Kubischek, en homenaje al amigo de Stroessner. Después de toda una peripecia, sin dinero ni documentos, llegamos Puerto 292

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Quebracho luego con la ayuda de ciudadanos paraguayos opositores al régimen fuimos a Puerto Murtinho, Campo Grande (capital del estado), Puerto Quince, Puerto Epitacio, Puerto Guayra (todavía estaba la represa de Sete Quedas), Foz de Iguazú, cruzamos sin documentos a Puerto Iguazú y llegamos a Posadas. Fuimos a la casa de don Cleto entregándole sano y salvo a su hijo Silvio. Fue un momento emocionante. Cuando estábamos a Campo Grande no esteramos por intermedio de Radio Guayba de Porto Alegre, de la fuga del resto de los compañeros, entre los que se encontraban Clérici, Inocencio Roja, Madelaire, Ventre Buzarquis (actualmente trabaja en el consulado paraguayo en Posadas), Luis Orué, Carlos Garay, César Portillo, todos con residencia actual en Misiones. Los 15 que no querían participar de la fuga, habían sido liberados por lo que resultó más fácil organizarla. Tomaron la unidad, a los oficiales, a todos los soldados y se llevaron todas las armas, siguiendo el mismo camino que recorrimos nosotros, en un acto sin precedentes durante la etapa dictatorial. La caída En 1989 el dictador Stroessner fue derrocado por un golpe militar, pero estamos convencidos que nuestro intento desesperado por evitar males mayores a nuestra patria, aportó su granito de arena para lo que ocurrió después nos hubieses apoyada podríamos haber evitado 30 años de opresión al pueblo. Durante tres décadas no pude regresar a mi país, cuando lo pude hacer en febrero de 1989 me encontré con otra realidad del Paraguay que yo dejé. Era otro país, más corrupto, plagado de delincuentes, con miedo y la gente hablaba en voz baja, había que recordarle muchas veces que la dictadura ya había caído. El periodista Pero a partir del año 1961 (se van cumplir 50 años) comencé con mi otra pasión, del idealismo de la política por la libertad de mi patria, pasé cumplir con mi vocación de periodista. Ello merced a mi amistad con Carlitos Madelaire, ingresé a la radio que era propiedad de su padre, don Carlos Madelaire. Era LT4 Argentina y Libre, el slogan que caracterizaba a la emisora. La radio estaba ubicada en Radio parque y se organizaban torneos de fútbol, tarea que estaba a mi cargo. Participé de un recordado programa nocturno que se llamó “Periodistas de Guardia”, con Carlitos, Alberto Mónaca y José María “Pepe” Arrúa. 293

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Pasé por todas las etapas que uno se pueda imaginar en el periodismo. Primero en deportes (recuerdo que cuando iba a pasar un gol de Racing convertido por el puntero izquierdo Belén, anoté pulcramente y lo pasé con voz temblorosa, en un primera incursión frente a un micrófono. Temblaba como una hoja. Ahora, ya no). Por entonces era la única radio que existía en Posadas. Después, a instancias de Carlos Correa, me fui a El Territorio en el año 1966, donde tuve como jefe de deportes a Mario Christin, inmediatamente a pedido de don Carlos Lucero me incorporé a LT17 Radio Provincia de Misiones en la sección deportes y cuando inició su transmisión el Canal 12 comencé con deportes en los programas noticieros del canal y con “Rucho” Saidman teníamos un programa deportivo dominical que se llamaba “Tele deportes”. Después el gobierno de la dictadura militar me dio de baja en 1977, volví a LT4 bajo la dirección del doctor Pedro Warenycia, con Silvio Orlando Romero, Miguel Barbero, Alejandro Guerrero, Fernando Warenycia, Jorge Balanda, Luis Galarza, Carlos Carvallo, Raúl Vergara, Aída González y otros. Cuando se recuperó la democracia (ahora en la Argentina), el gobernador Ricardo Barrios Arrechea en 1983 me convocó para ocupar el cargo de Director de Prensa de la Casa de Gobierno y luego la Subsecretaría de Información Pública siendo primero Oscar Edelman y luego Hernán Damiani los secretarios del área. Humberto Antonio Pérez, por entonces director de El Territorio me dio permiso para ocupar el cargo, volviendo a la redacción del diario en 1987, cuando fui designado Secretario de Redacción del decano de la prensa escrita de Misiones. Hasta el año 1998. Actualmente trabajo en el programa “La Torre de Babel” que sale al aíre desde hace 10 años al mediodía en LT17 Radio Provincia de Misiones, programa que hacemos con Hugo Dedieu y Pedro Etchegoin. En definitiva, tuve la ocasión de pasar por las distintas facetas del periodismo, en radio (en informativo o en relatos o comentarios deportivos), en diario, televisión y ahora por el periodismo digital. De ahí que muchos estudiantes de la carrera llegan hasta mi lugar de trabajo para que les comente cómo era el periodismo antes del google, del Mouse, del Messenger, es decir antes de la era digital. Acá en Misiones me encontré y me encuentro como si realmente fuese mi provincia, no encontré otra cosa que no fuera solidaridad. Jamás fui discriminado, y le debo todo a este país y a esta provincia, que me cobijó. Quizás quedaron muchas cosas en el tintero, pero esta es una síntesis de lo que ocurrió en el Paraguay, que no tiene mucha diferencia con lo que pasó en la 294

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Argentina, como testimonio de que la unión de los pueblos es el camino que nos llevará a la victoria final.

Esta es mi historia Rubén Ayala Ferreira

Rubén Ayala Ferreira junto a su nieta Agustina y su hija Celia.

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Los compañeros de Salvador Allende en Misiones Por Carlos Alberto Moncada San Martín* “Canto que mal me sales cuando tengo que cantar espanto espanto como el que vivo como el que muero, espanto…” Estos fueron los últimos versos de nuestro compañero y compatriota Víctor Jara. Los escribió después de ser torturado, horas antes de su desgarradora muerte de torturas y balas. El 11 de septiembre de 1973 el golpe militar de Pinochet rompió la tradición democrática más destacada de los países de América Latina, la democracia chilena. El saldo: miles de compañeros muertos, desaparecidos, torturados y “exiliados”. Todavía resuenan en mis oídos los cánticos del pueblo argentino en la visita realizada por el compañero presidente Salvador Allende, con motivo de la asunción del presidente Héctor Cámpora a la Casa Rosada: “Allende, Perón un solo corazón, “Allende, Perón un solo corazón”. Era mayo o junio de 1973. La suerte de Allende estaba echada. La CIA, Nixon y el emisario de las multinacionales Henry Kissinger ya lo habían decidido; lo de Cámpora todo el mundo lo sabía, era sinónimo del regreso de Perón y lo de Perón estaba por verse. Lo de “Allende, Perón un solo corazón”, movilizó a que miles de exiliados chilenos eligieran a la Argentina como destino de su largo exilio. En un principio la Embajada de Argentina fue la más “visitada” por los funcionarios del gobierno de la Unidad Popular hasta que un cerco militar rodeó el edificio, no dejando entrar a nadie más. La salida de los asilados fue lenta y en grupo de 8 a 10 personas. A principios 297

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de octubre de 1973 un grupo de “asilados políticos” llegaron a Ezeiza, la mayoría pensaban quedarse en Buenos Aires, pero luego de 5 días encerrados en el hotel del aeropuerto los metieron en un avión militar con destino POSADAS - MISIONES. Así llegaron los primeros chilenos exiliados a Posadas, entre ellos mi hermana María Cristina Moncada San Martín y su ex esposo Claudio Bravo. Mi hermana rescata la solidaridad de mucha gente que en un principio colaboró con ellos comprándole sobretodo ropa, ya que venían sólo con lo puesto desde hacía casi dos meses. Yo, que me encontraba en Santiago acompañando a mi madre (mi otro hermano trabajaba al sur de Santiago), trataba de consolar a la viejita que todos los días lloraba por su única hija. Mi madre había quedado viuda hacía once años, motivo por el que se aferró tanto a sus hijos, sobretodo a mi hermana y de la cual no sabíamos el paradero hasta que por fin recibimos la tan esperada carta con remitente de Posadas - Misiones – Argentina. Inmediatamente busqué en el Atlas el mapa de Argentina y alcancé a divisar un apéndice enclavado en el nordeste que decía Misiones. Ese fue el primer contacto con el que sería el futuro lugar de mi residencia en la Tierra. Al momento del golpe militar pinochetista me encontraba estudiando Agronomía al sur de Santiago. Tenía 19 años y como muchos jóvenes de la época teníamos el sueño del camino al socialismo por la vía democrática que había iniciado el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. Era militante de la Unidad Popular y Secretario de Prensa del Centro de Estudiantes de la facultad perteneciente a la gloriosa y desaparecida por los milicos Universidad Técnica del Estado ( U.T.E.). Nuestra carrera estaba orientada a la Reforma Agraria y permanentemente hacíamos Trabajos Voluntarios con el campesinado de la zona. De casualidad a la fecha del Golpe me encontraba en mi casa de Santiago por lo que me salvé de ser detenido ya que por esos días era frecuente que hiciéramos guardia en la facultad ante un posible sabotaje de los derechistas. En Santiago, sin poder regresar a la facultad me llegan noticias de un compañero que había sido liberado, que todos mis compañeros del Centro de Estudiantes habían sido detenidos y que mi nombre figuraba en las listas de los milicos. Así, con el temor de ser secuestrado o detenido en cualquier momento, estuve oculto en casa de amigos; a veces iba a mi casa, arriesgándome, para ver a mi viejita hasta saber del paradero de mi hermana. Tomamos la decisión con mi madre que no era conveniente seguir en Santiago y que mi hermana, con desavenencias con su marido, iba a quedar sola sin poder volver a su país. Por lo tanto era imprescindible que viniera a Posadas, 298

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Misiones, Argentina. Corría el mes de julio cuando, con el credo en la boca, logro pasar los controles policiales y aduaneros en la frontera cordillerana de Santiago a Mendoza. No era el único. Una vez transpuesto los controles nos pusimos a cantar el himno de la Unidad Popular, “Venceremos”, los casi 40 pasajeros que estábamos camino al exilio, huyendo del horror. En Posadas A los pocos días de mi arribo a la tierra colorada, el ex – esposo de mi hermana se marcha a Rosario: es anecdótico, el matrimonio ya estaba deshecho hacia meses. Nos dispusimos a la tarea de sobrevivir. No había alternativa, teníamos que trabajar los dos. Por más entusiasmado que estaba para ingresar a la carrera de Ingeniería química, no quedaba alternativa. La vida no era fácil; el alquiler de una casa con baño equivalía a 3 sueldos. Realicé algunas changas de mandados y limpieza hasta que un día, recorriendo el comercio posadeño, una zapatería llamada Loira, que se encontraba frente al correo, me recibió como vendedor de calzados. Ahí conocí al compañero Cachito Speratti, quién también era vendedor. Poco tiempo duró mi paso como empleado, me exigieron los papeles de radicación desde la central de Chaco. Ante la imposibilidad de encontrar trabajo formal, me avoqué a los trámites de migraciones sin saber que la radicación sería mi salvación y que gracias a eso estoy escribiendo estas líneas. A fines del año 1974 consigo entrar a la empresa AgroMisiones SCR. Ya con el compromiso de Trabajo me resulta más fácil la obtención de la radicación temporaria. Siempre me gustó estudiar. Al comienzo del año escolar 75 ingreso a estudiar Matemática en el Montoya. Seguir la carrera me fue imposible porque el horario de entrada era a las 17.00 y yo salía a las 20,00 hrs de mi trabajo. Los Chilenos Hasta entonces mi contacto con chilenos era escaso por razones de trabajo y de “status”. Los chilenos Asilados eran profesionales universitarios y de familias de buena situación económica en Chile; varios lograron irse a otros países y otros a Buenos Aires. Ante la imposibilidad de estudiar Matemática, una compañera paraguaya me informa de la carrera de Relaciones Públicas y Turismo que se dictaba en unos 299

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salones al lado de la Catedral de Posadas con un horario de 19,30 a 23.15. El primer día que voy a clases, estas ya habían comenzado, escucho varias voces con acento familiar. Oh Sorpresa!!! Había 8 chilenos como alumnos en la carrera de Relaciones Públicas de la U.Na.M. Como compañeros de estudios y paisanos comenzamos una amistad con estas personas: los Muñoz eran 4 hermanos, un cuñado de los mismos, Vergara, Espinoza y otros dos más cuyos apellidos no recuerdo. Al poco tiempo me invitan a su “casa”. Casi todos vivían en el Hotel Italia, que ahora es una casa vieja ya abandonada ubicada entre Félix de Azara y Buenos Aires frente a la Gobernación. El hotel estaba lleno de chilenos; el estar ahí era como estar en Santiago, Valparaíso o Concepción. Yo vivía con mi hermana y mi madre, que venía a acompañarnos varios meses al año, en una casita en Félix Bogado casi Fco. De Haro. Eran frecuentes las visitas al Hotel Italia. Con el paso de los días nos fuimos enterando que todos los chilenos estaban en la condición de “refugiados políticos”. Esto les limitaba en la posibilidad de trabajo formal. ¿Cómo vivían? Recibían ayuda de la ACNUR ( Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ) todos los meses. En el Hotel Italia estaban los padres de los Muñoz. El padre había sido militar, de los pocos militares progresistas que habían; su esposa, una típica dueña de casa. Los Muñoz estaban afiliados al partido socialista comprometido con el gobierno de Allende. Fueron perseguidos, dejados cesantes en sus lugares de trabajo lo que los obligó a salir del país. Esta realidad fue común para todos los chilenos que pasaron por esta tierra roja. La familia Muñoz estaba compuesta por los padres, 3 varones casados y con sus familias, una hija casada, su marido y un bebé, 1 varón de 18 años y la menor Isabel de 15 años. Todos vivían en el hotel Italia. En el hotel habían otras familias chilenas: los Salvatierra y los Paredes. Después otros chilenos solteros entre ellos: “El Chino” por sus ojos rasgados y el “Yoko Ono”. El Yoko era un hippie mochilero, aventurero, que no tenía nada que ver con la política y que por la oportunidad de vivir de la ayuda internacional para su aventura, mantenía la condición de refugiado. En el hotel no faltaba la pieza para reunirnos, hacer debates políticos, escuchar a Los Jaivas, Sui Generis, Quilapayún e Inti Illimani; encontrar culpables de la caída de Allende e ilusionarnos con la idea de un llamado a elecciones o un derrocamiento a Pinochet. Todos en un principio queríamos regresar lo más pronto posible a Chile. Tampoco faltaban los campeonatos de ajedrez, nuestras escapadas al pool del hotel Savoy, partidos de futbol 5 y la fiesta del 18 de sep300

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tiembre equivalente al 25 de mayo argentino. Pero habían otros chilenos que íbamos conociendo en el transcurso de nuestro exilio: el periodista del Territorio con su joven esposa y su bebé. Éste era un estudiante de Lengua que dijo ser periodista para sobrevivir acá en Misiones. La familia Iturriaga compuesta por los padres y 4 hijos, además de otras familias que no recuerdo sus apellidos. Había más de un denominador común que nos unía. Es que compartíamos no sólo el exilio sino que éramos compañeros, todos habíamos militado para el gobierno democráticamente elegido del compañero Salvador Allende. El 11 de septiembre de 1975 con motivo del 2º aniversario de la muerte de Allende organizamos una misa en la catedral en homenaje al presidente y a los miles de compañeros asesinados, torturados y expulsados del país. En esa circunstancia de reunión logramos contar con la asistencia de más de 250 chilenos en la misa. ¡Fueron todos! Esa iba a ser la primera y última reunión de los chilenos en Posadas, Misiones. Sufriendo los rigores de un desacostumbrado calor, pero a la vez gozando de aquellos atributos naturales que ya no están, como el Balneario “el Brete”, en aquel verano de 1976 muchos compañeros pensaban ya en la idea de echar raíces en Posadas, tierra a la cual ya se habían acostumbrado. El segundo golpe A la mañana del 24 de marzo de 1976, un compañero de trabajo nos despertó ruidosamente: “¡Vamos a laburar! ¡Los milicos echaron a la vieja!”. Ese día habíamos adherido al paro nacional de la CGT, pero cabecita gacha y la cola entre las piernas fuimos a trabajar sin hacer mayores comentarios. Con mi viejita esa noche no dormimos, porque sabíamos lo que era un golpe de estado ¡¡¡Lo habíamos sufrido y lo estábamos sufriendo!!! No podíamos volver a Chile, figurábamos en las listas negras. ¿Qué hacer? Nada. No podíamos hacer nada. La relación con nuestros paisanos chilenos ya no fue la misma. A los pocos días allanaron el Hotel sin consecuencia ni amenaza alguna. El temor se hizo carne entre nosotros. Un tiempo la calma permaneció entre nosotros, pero lo peor estaba por venir. Una noche de junio, mientras nos encontrábamos jugando una partida de ajedrez, comenzamos a escuchar gritos de mando y corridas: los soldados recorrían pieza por pieza gritando “¡¡Todos Afuera!! ¡¡Contra la pared!!”. Ahí estaba yo manos arriba contra la pared, con todos mis amigos, mientras los milicos revolvían las piezas buscando no se qué. 301

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Nos hicieron formar a los empujones y culatazos y raudamente nos llevaron a los camiones. Al arrancar los motores miles de pensamientos pasaban por nuestras mentes. ¿A dónde nos llevan? Nadie se animó a preguntar. El reflejo de la luna en el agua nos indicó que estábamos a la orilla del río. Era la Prefectura. A la mañana un oficial a los gritos nos señaló de comunistas: “A los comunistas los queremos lejos de acá. Ustedes van a tener que abandonar la ciudad”. Cuando me pidieron los documentos yo era el único que tenía radicación. El oficial me preguntó que hacía en el hotel a lo que le inventé que visitaba a mi novia chilenita. Dos días estuvimos en los depósitos del puerto de Posadas. Al volver todos los chilenos sabían que tenían que despedirse de Posadas. La orden expresa no tardó en llegar: “Todos los ciudadanos chilenos en la condición de refugiados tienen plazo hasta el 31 de agosto para abandonar la provincia de Misiones”. Mi hermana, que no era refugiada, tenía la condición de asilada en la que tenía que firmar todos los meses en Gendarmería. Se le permitió quedarse un tiempo más. Un día a fines de agosto la estación de trenes fue testigo de una despedida triste y masiva. Casi 250 chilenos viajaban rumbo a Buenos Aires y de ahí a… no sé que parte del mundo. Nunca más supe de ellos. Mi vida con mi hermana y mi madre continuó en la incertidumbre y el temor de saber que estábamos vigilados continuamente, de no saber que hacer porque no teníamos donde ir. Un día de octubre de 1976, mientras almorzábamos, dos personas de Civil nos ordenan que les acompañemos. Sin mediar orden ni motivo alguno nos llevaron a la “casa de piedra”, cerca de la Estación de ferrocarriles. Jamás olvidaré los ojos de mi madre cuando nos llevaron detenidos (ya se sabía de personas detenidas-desaparecidas). Retengo en mi memoria al civil que actuaba como jefe en ese lugar: se destacaba por tener unas enormes orejas que resaltaban su rostro de hombre duro y malo; tiempo después lo vería nuevamente. Nos tuvieron esa tarde y al otro día a la tarde nos llevaron a Jefatura. Al preguntar el motivo nos dijeron: “Averiguación de Antecedentes y no pregunten más”. Grande fue la alegría de mi viejita al vernos, por su mente se habían tejido miles de trágicos pensamientos. Uno de los espías de nuestra familia, el alférez Pereira de Gendarmería, quién se había acostumbrado a visitarnos en su tarea de espionaje, aconsejó a mi hermana María Cristina que se fuera del país. Corría ya el año 1977 cuando mi hermana a través de un contacto con la Embajada a Canadá solicita asilo en ese país y en menos de un mes la fui a despedir a Ezeiza. A esa fecha yo era el último de los chilenos de Allende en Posadas. 302

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Seguí con mis estudios de Relaciones Públicas de noche y trabajando de día. Fui detenido en dos oportunidades más, pero sin registro de detención. Me vi obligado a trabajar por cuenta propia debido a mi condición política-ciudadana. En 1978 el conflicto por el canal de Beagle acentuó la vigilancia sobre mí, pero eso ya es otra historia. Como la Argentina es mujer y la tierra colorada se pega, en junio de 1979 me casé con Elsa, la que me dio dos hermosos varones. En la actualidad soy docente en actividad, naturalizado argentino desde 1990; chileno de nacimiento y argentino de corazón; y fue mi intención dejar un testimonio acerca de los 250 chilenos que pasaron por esta acogedora tierra colorada, tierra de miles y miles de inmigrantes de todo el mundo y que un gobierno de facto los expulsó.

*Carlos Alberto Moncada San Martín Maestro y militante popular

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Fuente: Diario El Territorio, octubre de 1973.

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Contribuciones desde la Academia

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La dictadura «cívico-militar» en la Provincia de Misiones Notas para una caracterización general

Por Mgter. Jorge Daniel Rodríguez, FHyCS - UNaM Consideraciones iniciales: Es motivo de alegría y compromiso poder participar en esta construcción colectiva acerca de esta singular etapa de nuestra historia reciente. Después de treinta años, quienes vivimos buena parte de nuestra infancia y los primeros años de la escolaridad, bajo el “orden” y la “disciplina” dictatorial, conscientes de que las condiciones históricas, sociales y políticas para el ejercicio de la rememoración han cambiado favorablemente, comenzamos a explorar y a indagar en ese pasado reciente, en sus condiciones de posibilidad, en sus marcas indelebles que perviven y se reactualizan en los tiempos presentes. El análisis que aquí ofrecemos, se inscribe en un trabajo y proceso mayor que en el presente año fue editado por la editorial universitaria, bajo el título: “Dictadura y Educación Secundaria en Misiones (1976 – 1983)… Un estudio de las Políticas Educativas, a partir de la experiencia de la Escuela Normal Superior Nº 2 de Montecarlo”. Después de treinta años, el estudio y análisis exhaustivo de la «dictadura cívico-militar» en la Provincia de Misiones, continúa siendo aún, después de trascurridas varias décadas, una de las deudas pendientes que reclama compromiso ético, intelectual y político del campo investigativo y académico local. No es nuestro interés, en este caso, afrontar semejante desafío ya que demandaría una labor específica que excedería, ampliamente, los objetivos de esta comunicación, que aspira simplemente a constituirse en un impulso de activación y robustecimiento de las memorias públicas, que siempre dan lugar y posibilitan diferentes lecturas, escrituras y reescrituras de lo acontecido en esta 307

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etapa de nuestra historia reciente (Kaufman, Carolina, 2001). Una consideración inicial que es preciso plantear es que situamos, pensamos y analizamos a esta dictadura, no como un «Estado de excepción» y simple interrupción o discontinuidad transicional del orden constitucional, sino como parte de un escenario y proceso mayor que, en el caso de Argentina, comienza a gestarse a mediados de 1975, se institucionaliza a partir de marzo del ‘76 y termina de consolidarse finalmente, con la hegemonía neoliberal durante la década de los ‘90. En otras palabras, consideramos que durante esta dictadura, más allá de las notorias contradicciones, fisuras y clivajes internos, se sentaron las bases de lo que finalmente sería un nuevo régimen social de acumulación , a partir de ciertos arreglos cualitativos de las relaciones entre Estado-sociedadmercado y de una profunda reestructuración económica, sociopolítica y cultural, que dará finalmente lugar, a un Estado neoliberal asistencialista (Grassi, Estela - Hintze, Susana, 1994). Cuyas consecuencias hasta nuestros días, combinadas con la pervivencia de parte de sus postulados e intereses, no han dejado de condicionar el rumbo del proceso político y social argentino, a pesar de las declamaciones oficiales y las tenues señales de cambio, en pos de un proyecto alternativo. Esta dictadura, sobre la base de los principios de la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN), se apropió del Estado, promovió y desarrolló como proyecto sustantivo y sistemático, no sólo un accionar meramente represivo -un «Estado Terrorista» según los trabajos de Duhalde, Eduardo (1999), Lechner, Norbert (1977)-, limitado únicamente a la detención ilegal, secuestro, tortura, aniquilamiento y desaparición de personas, sino que también, por medio de un conjunto prácticas sociales genocidas, fue capaz de destruir, clausurar, silenciar, reconstruir y reorganizar ciertas relaciones sociales, prácticas sociales y políticas, mediante la construcción de una otredad negativa, el hostigamiento, el aislamiento, el debilitamiento sistemático, el aniquilamiento material y simbólico. Generando en definitiva, un «Genocidio Reorganizador» de la sociedad argentina, según el análisis que nos propone Feierstein, Daniel (2007). Es decir, además de reprimir, torturar, aniquilar y desaparecer cuerpos, vidas, ciertas relaciones y prácticas sociales y políticas, esta dictadura supuso, la promoción, instauración y refundación de otras relaciones y prácticas sociales y políticas, que resultarían finalmente subsidiarias y funcionales al nuevo orden y proyecto económico, social y político de largo plazo que, con las contradicciones del caso, devino hegemónico, en la argentina neoliberal durante la década de los ‘90. Para ello, el campo educativo y también el cultural en cada región del país, lejos de ser una preocupación secundaria para el régimen dic308

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tatorial, constituyó un espacio de mediación y concreción, clave y prioritario; en el cual se instrumentaron un conjunto de políticas educativas que tendrán como finalidad reprimir, implantar, favorecer y promover (como orientación general) una profunda reorganización y reestructuración sociopolítica y cultural, necesaria en el proceso de construcción de ese “nuevo orden” hegemónico como totalidad, simultáneamente económico, político y socio-cultural (Danani, Claudia 1996). Por otra parte, conceptualizaciones recientes, vienen insistiendo en la importancia y necesidad de considerar, comprender y analizar a esta experiencia dictatorial, como una «dictadura cívico-militar» . Con lo cual se pretende dar cuenta de la composición y la trama compleja y heterogénea que conformó e integró este régimen autoritario, con sus “núcleos duros”, pero también con sus contradicciones, fisuras y clivajes. Es decir, además de la corporación militar, existieron otras fracciones de la sociedad civil que colaboraron, participaron y apoyaron subordinada, voluntaria o forzadamente, abierta o encubiertamente, en la composición y desarrollo de la experiencia dictatorial, a partir de sus consensos, complicidades, indiferencias, discursos y prácticas, miedos y silencios; sin los cuales, probablemente, esa dictadura no hubiese sido posible. A propósito, precisaba el entones presidente de facto Gral. Videla, Jorge Rafael, “cuando hablamos de convergencia cívico militar, no hablamos de un pacto, no hablamos de un acuerdo, sino de convergencia. Es decir, tratar de mancomunarnos en un objetivo común y asumir ese objetivo común como nuestro [...]”. En igual sentido, el Cnel. Caggiano Tedesco, Carlos -al hacerse cargo el 5 de enero de 1977 de la Jefatura del Área 232 (Distrito Militar Misiones) y en presencia del titular del segundo cuerpo de Ejército, Galtieri, Leopoldo y el comandante general de la armada, Alte. Massera, Eduardo-, sentenciaba “debemos ampliar la finalidad de esta lucha, llegando a lograr la conquista total de la población Misionera, procurando la participación y el apoyo fanático de la población a las fuerzas del orden. Debemos procurar eliminar a los neutrales e indiferentes, en el marco de la lucha contra la subversión. [...] Nadie puede estar ausente de esta lucha. [...] le pedimos a Dios que nos guíe en nuestro camino” . Finalmente, en un intento de justificar el accionar dictatorial, el Gral. Bignone, Benito Reynaldo -último presidente de facto-, señalaba “…nunca un general se levantó una mañana y dijo: vamos a descabezar un gobierno. Los Golpes de Estado son otra cosa, son algo que viene de la sociedad, que va de ella hacia el ejército, y éste nunca hizo más que responder a ese pedido” . Al respecto, en una aguda crítica Calveiro, Pilar (2004) nos recuerda que “el razonamiento 309

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es tramposo por ser sólo parcialmente cierto. Se podría decir en cambio, que los golpes de Estado vienen de la sociedad y van hacia ella; la sociedad no es el genio maligno que lo gesta ni tampoco su victima indefensa. Civiles y militares tejen la trama del poder. Civiles y militares han sostenido en Argentina un poder autoritario, golpista y desaparecedor de toda disfuncionalidad . Y sin embargo, la trama no es homogénea; reconoce núcleos duros y también fisuras, puntos y líneas de fuga, que permiten explicar la índole del poder” (Pág. 10). Esta caracterización realizada nos permite concebir y analizar a esta «dictadura cívico-militar» no como un fenómeno externo y ajeno a la propia sociedad, frente al cual ésta resultaba “víctima”, “ignorante”, “culpable” o “espectadora” de una realidad que se encontraba dada, que venía de afuera y que irrumpió como una fuerza extraña, “como si el resto de la sociedad hubiera sido una víctima inmóvil, ajena a toda responsabilidad” (Calveiro, Pilar, 2005). Preferimos entenderla, en cambio, como un producto de esa propia sociedad, que puede pensarse y analizarse desde las continuidades y condiciones -que son múltiples y se construyen de maneras diversas en función del lugar que los sujetos ocupan en el espacio social- y que no se revelan si se atiende solamente a lo que irrumpe como un ‘trauma’ ajeno e inesperado (Vezzetti, Hugo, 2002). Como explica Calveiro, Pilar (Op. cit.) “todos los Estados son potencialmente asesinos pero, para que se pueda instalar una política de terror a través de un poder concentracionario y desaparecedor, hace falta algo más que un puñado de militares crueles y ávidos de poder. Todo autoritarismo de Estado crea y potencia el autoritarismo social que, a su vez, lo sostiene; podríamos decir que ‘nada en su caldo’” (Pág. 18). Esa “fractura”, “grieta” o “trama no visible” (Vezzetti, Hugo, Op. cit) por la que un día se instauró la «dictadura cívico-militar», refiere a la existencia de una crisis profunda u orgánica de dominación y también a ciertas condiciones socioculturales -prácticas, relaciones, representaciones, etcétera- que estaban desde antes, latentes, en la propia sociedad argentina, fueron volviéndose cotidianas, indiscutibles y naturalizadas, tornando posible el nacimiento, la implantación y las consecuencias de esta experiencia dictatorial; cuyas características, como “poder desaparecedor” (Calveiro, Pilar, Op. cit.),“no eran flamantes, no constituyeron un invento. Arraigaban profundamente en la sociedad desde el siglo XIX, favoreciendo la desaparición de lo disfuncional, de lo incomodo, de lo conflictivo” (Pág. 85) . En síntesis, una “trama no visible, subterránea, que sostuvo la trama visible de la dictadura y que permite pensar y comprender su posibilidad desde otro lugar; es decir, un conjunto de ideas corrientes y cotidianas jamás ordenadas, explicitadas ni sistematizadas, pero 310

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que fueron operativas, funcionales y constituyeron el sistema de pensamiento y los fundamentos de las acciones desplegadas” (Caviglia, Mariana, 2006, Pág. 31). …La dictadura cívico-militar en la Provincia de Misiones: En el caso específico de la Provincia de Misiones, es posible reconocer que la «dictadura cívico-militar», durante el periodo 1976-1983, siguió las mismas prescripciones, pautas y directivas que se establecieron desde la Junta Militar y los organismos de gobierno para todas las regiones del país. El recambio de interventores militares al frente de la gestión del gobierno provincial, fue una constate durante este periodo. No pudimos saber si en realidad, esto formó parte de una estrategia de gobierno del poder central y la Junta Militar o si en realidad, fue consecuencia de las propias coyunturas, fracturas, acuerdos, repartos y recambios que se producían en el gobierno, en las distintas gestiones y al interior de las Fuerzas Armadas (FF. AA). Con lo cual reconocemos también que la dictadura en Misiones no constituyó un bloque homogéneo, exento de contradicciones, que funcionó siempre con una lógica unívoca para todas las áreas de gobierno, sino que muchas veces primaba y dependía de los criterios adoptados por las distintas gestiones, sus ministros y funcionarios. El discurso esgrimido por estos agentes locales del poder dictatorial , mayoritariamente, exhibió mínimas variaciones respecto del discurso oficial y de los pronunciamientos divulgados a nivel nacional, generalmente asociadas con las particularidades provinciales o con los procesos e instancias de traducción o aplicación de las directivas emanadas desde el poder central al ámbito local. La Provincia de Misiones, en este sentido y resignificando el planteo propuesto por Águila, Gabriela (2008), puede ser vista y analizada como un ejemplo más -sin pretender con ello restarle singularidad-, en el despliegue de temas, modalidades y estrategias definidas y adoptadas a nivel nacional. Como parte de su proyecto político, el accionar específico de la «dictadura cívico-militar» en Misiones, en su fase reactiva (Garreton, Manuel, 1984), operó en lo político-militar, aplicando una represión orgánica, sistemática y estatal en todo el territorio provincial contra ciertos ciudadanos y grupos sociales y políticos, despojándolos de todos sus derechos constitucionales y aún de la propia vida; buscando su eliminación como adversarios “subversivos” y además, la destrucción de ciertas relaciones y prácticas sociales y políticas, que conformaban la matriz de constitución sociopolítica de la sociedad precedente. En este caso, siguiendo el análisis propuesto por Guitelman, Paula (2006), 311

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su política tuvo por objeto esos cuerpos que encarnaban modos de ser, percibir, pensar y actuar, que había que disciplinar, suprimir y/o desaparecer. Aunque, es preciso admitir también, que en circunstancias y procesos militares anteriores, ya se habían instrumentado y desplegado en el territorio provincial ciertas prácticas represivas, sin la organicidad, sistematicidad y terror que caracterizará a esta nueva experiencia dictatorial. Dichas prácticas, bajo ciertas condiciones sociales, políticas y económicas, vuelven a reflotarse y acentuarse paulatinamente entre 1974 y 1975, acompañadas de una creciente radicalización política e ideológica y la instauración de la violencia como forma de dirimir o resolver las diferencias y conflictos, desde el propio Estado, sus aparatos de inteligencia y seguridad, como así también desde ciertos sectores políticos, ideológicos y sociales. Así, el mismo 24 de marzo de 1976 los aparatos y fuerzas represivas comienzan a producir allanamientos y detenciones selectivas e ilegales, interrogatorios, vejaciones, torturas y persecuciones de dirigentes y militantes sociales, políticos, agrarios, estudiantiles y gremiales -en ciertos casos hasta su aniquilamiento y desaparición-. En su mayoría, vinculados al sector agrario y específicamente a las Ligas Agrarias de Misiones (LAM) y al Movimiento Agrario de Misiones (MAM), al Partido Auténtico (PA) o a la denominada Tendencia Revolucionaria Peronista y en menor número, militantes y simpatizantes de otros partidos, sectores sociales y políticos (PC, FIP, entre otros). Este accionar represivo, según el análisis de Águila, Gabriela (Op. cit.), tuvo un carácter “selectivo”, en tanto “estuvo dirigido fundamentalmente contra quienes habían sido tipificados como ‘subversivos’ y hacia aquellos espacios donde su ‘accionar disolvente’ se había desplegado” (Pág. 341). Sujetos, sectores, organizaciones y espacios catalogados como “subversivos”, “izquierdistas”, “activistas” que, más allá de la heterogeneidad, matices y antagonismos, representaban cierta “amenaza” para el régimen, en tanto y en cuanto, encarnaban determinadas relaciones, prácticas sociales y políticas -en otros términos, con capacidad de articular políticas críticas, contestatarias o solidarias, que bregaban por una trasformación social (Feierstein, Daniel, Op. cit)- y que tornaban posible y viable la constitución, en el corto o mediano plazo, de fuerzas contrahegemónicas. El Golpe marca el inicio de una de las etapas más terribles, sangrientas y cínicas de nuestra historia reciente, aún cuando es posible reconocer que muchos de sus rasgos, discursos y prácticas anidaban y estaban ya presentes en una matriz sociocultural y política preexistente . El Golpe lo que hace es aprovecharlos, exacerbarlos, volverlos sistemáticos y parte de un plan orgánico y ge312

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neralizado en manos del Estado como nunca antes había sucedido (Guitelman, Paula, Op. cit). En igual sentido, Caviglia, Mariana (Op. cit), aun reconociendo que esta dictadura irrumpió con rasgos propios, señala que “la creencia en la existencia de ‘enemigos’, la negación del Otro, la violencia (incluso la muerte) como herramienta para dirimir cualquier tipo de conflicto político, el autoritarismo, la idea de que el fin justifica los medios, la violación permanente de la ley, el descreimiento en las instituciones, el miedo, las representaciones del ‘orden’ y el ‘caos’, entre otras cuestiones, estaban presentes en la sociedad desde mucho antes; no aparecieron el 24 de marzo, ni este día marcó un comienzo absoluto” (Pág. 32). El Golpe, constituye también un hito ineludible en la memoria social y en la historia personal de quienes sufrieron abiertamente el terror, la represión y la violencia de la «dictadura cívico-militar» de entonces. Aparece como un día asociado al horror y al terror, en el que se conjugaron sinérgicamente la violencia con el miedo, el pánico, la inseguridad, el desconcierto y la incertidumbre. Del miedo ya instalado, se pasaba drásticamente al pánico y al terror , convertidos en estrategias políticas de control, disciplinamiento y gestión sociopolítica del régimen; quebrando y atacando las rutinas, las prácticas y relaciones cotidianas, produciendo un sentimiento extremo de angustia en los sujetos, “un despojo de las respuestas socializadas que se asocian con la seguridad del manejo del cuerpo y con un marco predecible de la vida social” (Giddens, Anthony, 1995, Pág. 97). Terror que se desplegaba más allá de los espacios comunes y lograba insertarse en lo más profundo de la intimidad, hasta el punto de penetrar la intimidad más íntima, hasta la supresión, hasta la puesta en duda de ese punto fijo en el espacio -que es la propia casa- y que mayoritariamente resulta único y relativamente seguro (Caviglia, Mariana, Op. cit.). Terror que provocaba también, “un efecto de inmovilidad, un ‘anonadamiento’, que ‘deja hacer’ al poder. Se trata de un ‘dejar hacer’ económico, político, cultural, de la vida cotidiana, que perdura luego por largo tiempo en la sociedad como ‘marca’ que convoca la memoria de miedo y de la impunidad del Estado” (Calveiro, Pilar 2007, Pág. 188). El Mensaje Nº 624 del entonces interventor militar, Cnel. Beltrametti, Juan Antonio, fechado el 1 de abril de 1976, calificado de carácter “muy urgente”, dirigido al Ministro del Interior Harguindeguy, Albano, a través de la Red Presidencia de la Nación y Gobernaciones de Provincia, señala: “A su radiograma 3380 del 31-3-76 informo: [...] 4) Se ha procedido a la detención de elementos izquierdistas y activistas, además de funcionarios que cometieron irregularidades administrativas, en la municipalidad de Posadas, quienes permanecen a 313

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disposición de autoridades militares del Área 232” . Estimamos, a partir de ciertos testimonios y de trabajos precedentes, que este inmediato, selectivo y contundente accionar represivo que se desplegó sobre estos dirigentes y militantes, a partir del mismo 24 de marzo, con especial énfasis en algunas zonas específicas, se vio enormemente favorecido y facilitado -al menos es su fase inicial- por ciertos factores que en sus múltiples combinaciones resultaron funcionales a los propósitos del régimen y nefastos para estos actores y sectores políticos y sociales. Por una parte y sobre todo en el interior de la Provincia, la conformación poblacional, política y social, relativamente reducida y doméstica, suponía una más o menos clara identificación entre los sectores y actores locales -incluyendo los agentes de las fuerzas armadas-, sus posicionamientos políticos, ideológicos y sus intereses y prácticas. Así también, el listado de afiliados del recientemente conformado Partido Auténtico (PA) , resultaría ser otro de los recursos claves en el accionar represivo, en tanto y en cuanto facilitó la identificación de militantes, adherentes y simpatizantes. Pero también, el trabajo de “inteligencia local” -con un creciente grado de organización, sistematicidad y profesionalización -, en marcha y desplegado con anterioridad por el propio Departamento de Informaciones de la Policía provincial, permitía contar con información pormenorizada de las organizaciones sociales, gremiales y políticas, sus dirigentes, militantes y su accionar en el ámbito local . Así también, las demás Fuerzas Armadas locales y sus correspondientes áreas o servicios de inteligencia operaban en el territorio provincial en igual sentido, conforme a la Directiva Nº 404/75 (Lucha contra la subversión) -del entonces Comandante General del Ejército, Videla, Jorge-, con fecha 28 de octubre de 1975 y calificada de carácter “secreta”, dando cumplimiento a la Directiva Nº 1/75 del Consejo de Defensa. En este punto, cabe el beneficio de la interrogación crítica acerca de la posibilidad cierta de una continuidad operacional, caso contrario una probable “cesión” o “colaboración” funcional o corporativa, entre ciertos funcionarios civiles-militares locales y las nuevas autoridades militares impuestas a partir del mismo 24 de marzo de 1976, en su mayoría foráneas y sin mayor conocimiento del escenario sociopolítico local. Como resultado de este accionar violento y represivo, según cifras oficiales , en la provincia de Misiones registran mas de un centenar de casos de dirigentes y militantes sociales, políticos, agrarios, estudiantiles y gremiales que fueron perseguidos, detenidos ilegalmente, que pasaron por “Centros Clandestinos de Detención” (CCD), sometidos a diversas formas de torturas y vejaciones y que en ciertos casos, aún continúan desaparecidos. Al año siguiente, durante su 314

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visita a la provincia, el entonces Ministro del Interior (Harguindeguy, Albano), era informado personalmente por el titular de la Delegación Regional de la Policía Federal (Arenáz, Roberto), acerca de “la nula actividad subversiva en la provincia en los últimos seis meses” . Simultáneamente, a medida que se sucedió el despliegue de la dictadura y su accionar represivo y genocida en la Provincia de Misiones, el miedo y el terror fueron convirtiéndose, paulatinamente, en una de las estrategias políticas de control, disciplinamiento y gestión sociopolítica del régimen (Caviglia, Mariana, Op. cit.), articulados a determinadas ideas, relaciones y prácticas sociales que se promovieron y buscaron instalar y naturalizar en el conjunto social. Oportunamente, el Comando Militar de la Subzona 23, presidido por el Gral. Nicolaides, Cristino, a través de un comunicado -fechado el 21 de octubre de 1976- hacia llegar un “reconocimiento especial” a la población misionera, “por el apoyo brindado a las Fuerzas Legales, mediante la valiente y decidida ayuda puesta de manifiesto, al denunciar todo hecho o indicio que pueda estar relacionado con la delincuencia subversiva”, destacando “la gran importancia y trascendencia que significa contar con ese tipo de información”, exhortando a “continuar con esta patriota aptitud” y solicitando que “todo informe disponible sea transmitido a las Fuerzas Legales con la mayor urgencia, por cuanto la rapidez en la reacción constituye uno de los factores fundamentales de éxito en la lucha contra los delincuentes subversivos, que se caracterizan por lo escurridizo y cambiante de sus movimientos”. Se alentaba y promovía, de esta y otras maneras, a la delación como práctica social y mecanismo de control y destrucción de ciertas relaciones sociales; trasformándola a la vez, en “un modo hegemónico de desarrollar las relaciones sociales” (Feierstein, Daniel, Op. cit. Pág. 131). A su vez, entre otras medidas aplicadas, se procedió a suspender los derechos y poderes constitucionalmente establecidos, la actividad política y gremial -clausurando los espacios de representación política como la Cámara de Representantes- y a intervenir el resto de los poderes republicanos. Algunos de los partidos políticos sufrieron el allanamiento y clausura de sus sedes, obligándolos a retirar del exterior de los edificios los símbolos, enseñas, imágenes y cualquier otro signo de individuación política, y a otros se les prohibió cualquier tipo de actividad o directamente se procedió a su disolución. Se intervinieron y ocuparon con nuevos funcionarios, proclives y cercanos al régimen, los espacios de conducción de los principales organismos y entes estatales provinciales y consecuentemente, fueron separados de sus cargos ciertos funcionarios políticos, jerárquicos y administrativos de las reparticiones públicas provincial. 315

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Así también, se instauraron circuitos de estricto control, vigilancia y censura que abarcaron a la ciudadanía en general, a los medios de comunicación social y a todo acto público desarrollado en el ámbito local. O’Donnell, Guillermo (1997), nos recuerda que el autoritarismo, en aquellos tiempos, terminó conformando una “sociedad que se patrullaba a sí misma”, animada no sólo por las proclamas expresas y abiertas sino también por el sutil pero poderoso “permiso” que otorgaba para que un grupo amplio de personas, voluntariamente, “se ocuparan activa y celosamente de ejercer su propio pathos autoritario (…), sus minidespotismos” , y que según el planteo de Águila, Gabriela (Op. cit.), fue incorporando comportamientos que -más allá del uso directo de la violencia por parte del régimen- se adecuaban a lo que la dictadura postulaba respecto de lo que la sociedad ‘debía ser’, consistentes en una acentuada disposición a retirarse al ámbito privado, no cuestionar, no resistir, aceptar el orden de las cosas impuesto, entre otros” (Pág. 343). Todo este accionar autoritario y represivo fue acompañado, simultánea y consecuentemente en la Provincia de Misiones, por la sanción y construcción de un marco normativo, que amén de implicar cierta continuidad y buscar en más de un caso la traducción y aplicación en el ámbito local de las directivas emanadas desde el poder central con una clara dependencia jerárquica y vertical, pretendió instaurar una nueva institucionalidad y orden sociopolítico, a partir de la construcción de una “legalidad dentro de la ilegalidad” (Crespo, Victoria, 2007) -emparentada con los principios ideológicos de la Doctrina de Seguridad Nacional-, que además de tornarse en marco de referencia absoluto, oficiará como elemento “legitimador” del accionar dictatorial. Pero además, es posible reconocer que la «dictadura cívico-militar» en Misiones, en su fase transformadora (Garreton, Manuel, Op. cit.), aspiró y pretendió reorganizar y modificar la base material de la sociedad y su estructura institucional, disciplinándola y homogeneizándola en una verticalidad que no sería solamente ideológica, sino política, religiosa y cultural . Para ello, complementó su accionar represivo operando simultáneamente en los campos socioeducativo y cultural, a través de un conjunto de acciones asociadas entre sí, por considerarlos decisivos, prioritarios y estratégicos. En ese caso, la política en general y las educativas en particular, tuvieron por objeto la vida cotidiana y otros cuerpos, los que no había que suprimir y desaparecer sino disciplinar, trans-formar y silenciar (Guitelman, Paula, Op. cit). Generando de este modo, las condiciones de posibilidad para la instauración y progresiva consolidación de un nuevo orden económico, sociopolítico y cultural, que devino finalmente hegemónico en la Argentina neoliberal de los años ‘90; puesto que los dictado316

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res de este proceso, como advierte Seoane, María (2004), “sabían en definitiva que su perpetuación no podía estar sostenida sólo por el terror” (Pág. 154). El propio Massera, Eduardo -siendo la máxima autoridad de la armada e integrante de la Junta de Comandantes-, en el acto de cambio del jefe de Distrito Militar Misiones (Posadas, el 5 de Enero de 1977), señalaba: “[...] Los militares sabemos bien, que corto es el alcance histórico de las armas de fuego, que perecedero es el poder de la fuerza y que efímera es la victoria bélica, cuando no va acompañada de una firme convicción cultural que dé sustento permanente a los hombres y las mujeres que -ellos sí- van a tener la suerte de protagonizar la paz. Por eso la educación constituye hoy, una exaltada prioridad en la reorganización de la República. Así lo entiende la Armada y así lo entienden las fuerzas hermanas. De nada serviría la destrucción física del enemigo, sino dotamos a los ciudadanos de los elementos necesarios para que cada uno neutralice, en la intimidad de sí mismo, la constante agresión ideológica. Esto no quiere decir, de ninguna manera, que deba entenderse a la educación como un instrumento para domesticar ideas o docilizar consciencias. [...] El futuro es nuestro y nos espera. Pero a este futuro esquivo hay que tomarlo por asalto de una vez. Vamos soldados. Vamos misioneros. Al ataque, que la victoria es nuestra. Y ésta, será la victoria de la vida” . En este sentido, la experiencia vivida por la Escuela Normal Superior Nº 2 de Montecarlo, durante esos años, al tiempo que resulta una huella imborrable y constitutiva en la memoria social y educativa de nuestra historia reciente, deviene un espacio de indagación imprescindible y un referente empírico ineludible, que expresa con toda crudeza las lógicas, los objetivos y los intereses del régimen dictatorial, y a partir del cual, es posible reconstruir, explorar y analizar sus políticas educativas y reconocer ciertos aspectos posibles de generalización al conjunto del sistema educativo provincial y a la propia sociedad. Al explorar y analizar este espacio de indagación y referente empírico , es posible reconocer que el mismo 24 de marzo de 1976, como en otras zonas de la Provincia, en el Municipio de Montecarlo se desplegó el aparato y el accionar represivo del nuevo régimen, procediéndose “selectivamente”, por parte de la Gendarmería nacional y la Policía provincial, a la detención ilegal de militantes políticos, sociales y religiosos, docentes y estudiantiles , mayoritariamente vinculados a la denominada Tendencia Peronista Revolucionaria, al Partido Auténtico y a la Juventud Peronista. Así también, se procede al allanamiento de sus domicilios particulares y al secuestro de material bibliográfico y de cuanta documentación resultara “sospechosa” e “incriminatoria”. A esta acción inicial, en los días y meses sucesivos, le siguieron los “interrogatorios inter317

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minables”, las vejaciones, las liberaciones transitorias y nuevas detenciones, las detenciones domiciliarias o “libertades vigiladas”, las torturas y, en ciertos casos, la muerte y desaparición. Así también, en los días posteriores al Golpe, se instrumentó e instauró violentamente en el escenario socioinstitucional de la Escuela Normal Superior Nº 2, por una parte, un accionar profundamente restrictivo a través de un conjunto de políticas educativas represivas, que incluyeron una serie de estrategias que se amalgamaron en una compleja combinatoria -solamente escindible por razones analíticas-, entre las cuales se destacan, la “intervención institucional”, la “cesantía, prescindibilidad, renuncia y reemplazo de docentes”, el “reordenamiento y disciplinamiento”, la “censura y autocensura” y las prácticas de “vigilancia, control y sanciones”. Estos mecanismos de regulación o prácticas de encausamiento (Pineau, Pablo, Op. cit.), resultaron una combinación fatídica para la desestructuración, arrasamiento y clausura de una cultura, estilo y dinámica institucional, de ciertas relaciones y prácticas sociopolíticas y pedagógicas, que promovían la “participación”, el “pensamiento analítico, reflexivo y crítico” y el “compromiso social, político y cultural”; que según buena parte de los testimonios, constituían características propias de esta institución educativa durante el periodo anterior. Pero a la vez, resultaron funcionales a una profunda despolitización social y educativa y a la instauración progresiva de una “cultura del miedo, el terror y el silencio” donde ser alumno, a partir de ahora, se reducía a cumplir con las normas y las formas, “no hablar y no preguntar”, “escuchar y hacer silencio”; favoreciendo, en consecuencia, la producción de una creciente formalización, burocratización y militarización de la propia escuela. Sin embargo, “reprimir”, “intervenir”, “cesantear”, “reordenar y disciplinar”, “censurar y autocensurar”, “controlar, vigilar y sancionar”, no fue lo único que hizo la «dictadura cívico-militar» en el ámbito de la Escuela Normal Superior Nº 2, sino que además estas políticas educativas represivas se combinaron, simultánea y complementariamente, con otras políticas educativas generadoras que buscaron pautar, instaurar, producir, promocionar otras ideas, relaciones y prácticas sociales, políticas y pedagógicas, entre las que sobresalen, las prácticas de “denuncia, delación y desconfianza”, el “aislamiento” y la “despolitización”. A las que se sumaron, otras iniciativas denominadas “acciones cívicas en apoyo de la población”, además de las acciones de “difusión y adoctrinamiento ideológico” analizadas en el apartado anterior, que pretendían -en términos gramscianos- construir hegemonía . En síntesis, es posible sostener que estas políticas educativas represivas, aso318

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ciadas y combinadas con ciertas políticas generadoras, terminaron por constituir un “dispositivo político-técnico y pedagógico” de acción múltiple , que operó destruyendo y clausurando ciertas relaciones y prácticas sociales, políticas y pedagógicas, y a su vez, promoviendo, instaurando, prescribiendo y naturalizando otras pautas, relaciones y prácticas. Dispositivo, cuyo propósito final, en tanto políticas sociales, era implantar, favorecer y promover (como orientación general) un profundo disciplinamiento, reestructuración y reorganización de la vida sociopolítica, educativa y cultural, que fue a la vez subsidiario y funcional al complejo proceso de construcción hegemónica neoliberal, iniciado en 1975 y consumado finalmente, en la Argentina en los años ‘90. En el cual, las políticas educativas de la dictadura, en tanto políticas sociales, tuvieron un papel clave, prioritario y estratégico, en tanto y en cuanto, constituyeron una orientación normativa que, más allá de avalar el terror imperante, tendió a implantar, promover y favorecer dicho proceso, coadyuvando en la construcción de ese nuevo orden hegemónico, simultáneamente económico, político y socio-cultural (Danani, Claudia, Op. cit.). En definitiva, parafraseando y resignificando otro aporte de esta autora, podemos señalar que “las políticas educativas de la «dictadura cívico-militar» en Misiones, en tanto políticas sociales, desde y con lo educativo, hicieron sociedad”. Consideraciones finales: La aplicación de este dispositivo de acción múltiple, según se advierte, trajo aparejado una serie de consecuencias que van desde el quiebre, arrasamiento y achatamiento institucional hasta la desaparición de las prácticas y procesos de participación, movilización y compromiso social y político, que venían desarrollándose durante la etapa anterior. Pero además, la aplicación de este dispositivo trajo consecuencias que se hicieron extensivas al propio sistema educativo y al conjunto social, ya que moldeó sentimientos, relaciones y prácticas y también instauró, promocionó e instituyó en el imaginario social, el individualismo acérrimo, la parálisis, sumisión y pasividad frente a la autoridad, la ruptura o quiebre de las redes o tejidos sociales, la ruptura de los lazos de confianza y solidaridad, la sensación de amenaza y desconfianza hacia un “otro” indeterminado, la cultura del “no te metás”, la despolitización, entre otros. Este imaginario social instituido, hoy sabemos certeramente, resultó profundamente funcional al egocentrismo y a los intereses privatistas y mercantilistas del neoliberalismo hegemónico de los años ‘90. Es decir, nos queda el desafío actual y urgente de trabajar para que otras po319

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líticas, que trasciendan la demagogia, el clientelismo y la mera declamación, sean posibles. Políticas que construyan otra sociedad, más justa, menos temerosa, más democrática y participativa, donde todos y todas, nosotros y nuestros hijos y nietos, podamos vivir digna y esperanzadamente. Referencias Bibliográficas: Agamben, Giorgio (2004): “Estado de excepción”. Adriana Hidalgo editora. Buenos Aires. Águila, Gabriela (2008): “Dictadura, represión y sociedad en Rosario, 1976/1983. Un estudio sobre la represión y los comportamientos y actitudes sociales en Dictadura”, Homo Sapiens, Rosario. Caviglia, Mariana (2006): “Dictadura, vida cotidiana y clases medias. Una sociedad fracturada”. Prometeo Libros, Buenos Aires. Calveiro, Pilar (2004): “Poder y desaparición: los campos de concentración en Argentina”. Colihue, Buenos Aires. ------------------- (2004): “Puentes de la memoria: terrorismo de Estado, sociedad y militancia”, UTPBA, Buenos Aires. ------------------- (2005): “Política y/o violencia, una aproximación a la guerrilla de los años ‘70”. Grupo Editorial Norma, Buenos Aires. ------------------- (2007): “La Experiencia Concentracionaria”. En Lida, Clara, Crespo, Horacio y Yankelevich, Pablo (Comp.): “Argentina, 1976. Estudios en torno al golpe de Estado”. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. Cardelli, Jorge (2001):“La Dictadura Militar en la Educación”. Revista: Canto Maestro Nº 11, Pág. 14-21, CTERA, Buenos Aires. Corradi, Juan (1996): “El método de destrucción. El terror en la Argentina”, en Quiroga, Hugo y Tcach, César (comps.): “A veinte años del golpe. Con memoria democrática”. Homo Sapiens, Rosario. Danani, Claudia (1996): “Algunas precisiones sobre la política social como campo de estudio y la noción de población-objeto”. En Hintze, Susana (org.): “Políticas sociales. Contribución al debate teórico-metodológico”, CEA/Oficina de Publicaciones del CBC, Buenos Aires. Duhalde, Eduardo (1983): “El Estado Terrorista Argentino”. Ediciones El Caballito, Buenos Aires. Ebenau, Laura (2007): “Poder contra poder. Historia de lucha de los productores de Aristóbulo del Valle, Misiones, 1971 – 1976”, Facultad de Humanidades y Cs. Sociales, UNaM. Feierstein, Daniel (2007): “El Genocidio como Práctica Social. Entre el nazis320

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Establecimiento Yerbatero “Las Marías”

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De una niñez humilde a una militancia plena Por Arturo Carlos Escobar* Nací en Gobernador Valentín Virasoro, Provincia de Corrientes en 10 de Agosto de 1953, mi padre Teodoro Escobar y mi madre Clarinda Solano. Muy pronto fuimos a vivir al barrio “Estación”; actualmente Barrio “Cesáreo Navajas” de Virasoro, un barrio muy humilde como todos nosotros, personas muy humilde, en su gran mayoría trabajadores del establecimiento “Las Marías” (Yerba y te Taraguí) de Navajas Artaza. Concurrí a la escuela “Nacional 160” donde hice la primaria, pero pronto por razones económicas tuve que concurrir a la escuela nocturna para adultos y así poder trabajar durante el día, para ayudar a mis padres que eran trabajadores muy humildes; Pero algo me marcó, hasta el día de hoy, lo que decía mi padre: “Somos pobre, pero somos Argentinos, Boquense y Peronista” y ser peronista en los años 1962, 1963 significaba ser discriminado, marginado y perseguido. Yo, a los 12 años comencé a trabajar, vendía diarios revistas para Don “Sergio Sneider” un capataz que vivía en “Las Marías”; Luego fui a trabajar de ayudante en el matadero de Las Marías, denominados “Achureros” porque la paga eran achuras (evisceras), seguidamente pasé a trabajar como cosechero de té, (Recolector de la hoja verde para fabricar té), que en esos años se hacían a mano; Después recién vinieron las maquinas con motor para las cuchillas pero estiradas por el hombre, por ultimo recién las maquinas que conocemos actualmente. Eran tiempos difíciles, duros, magros, se vivía el día a día, se cosechaba todo el día y se cobraba lo que se ganaba a la tarde- noche, y si llovía muchos días no se ganaba nada y no había para comprar comida. Mi participación sindical Ese tiempo no se hacían aportes previsionales y por ende no había ni un beneficio, como ser, asignaciones familiares, vacaciones, SAC (Aguinaldo), fe325

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riados pagos, horas extras etc. Estas cosas no existían y la gran mayoría de los trabajadores no creían que existieran, y ni pensar que los poderosos nos iban a reconocer y pagar. Yo me enrole en las filas de la “Juventud Trabajadora Peronista”. En la zona comenzábamos a hablar de los Sindicatos, pertenecíamos a dos Gremios que legalmente existían, pero en la zona no estaban, que eran el “Sindicato de la Industria y la Alimentación” y la Federación Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (FATRE), que actualmente se le denomina UATRE. En ese entonces un grupo, de compañeros, todos trabajadores de Las Marías: molineros, choferes y tractoristas, con Marcelo Acuña como secretario general, fundan el sindicato de la Industria y la Alimentación en la Delegación de Virasoro. Nosotros con Ramón Aguirre, como secretario general, fundamos la seccional 532 de FATRE de Virasoro. Todos estábamos en la comisión o como delegados internos como: Juan Gómez, Héctor Sena, Luis Alves, Rosalino Umeres, Carlos Escobar, y Marcelo Peralta, “El Galo” (hasta hoy desaparecido). Nuestra actividad sindical era pública y bien conocida, y si bien convergíamos entre compañeros de distintos pensamientos políticos, la gran mayoría éramos peronistas, afiliados al partido Justicialista, y estábamos militando fuertemente en el “Luche y Vuelve” y a nivel sindical comenzamos a través de las huelgas y manifestaciones a conseguir logros muy pero muy importantes. Lo primero fue con relación a la dependencia (allá se decía personal estable), luego las asignaciones familiares, aguinaldo (SAC) y vacaciones. Como militante peronista El triunfo, en 1973 de Cámpora y Solano Lima, aquel 11 de Marzo nos tuvo como activos militantes. En el triunfo de Perón de septiembre del 73, nosotros soñábamos y nos ilusionábamos con seguir consiguiendo logros. Teníamos un solo camino: La Organización y la lucha, y eran tiempos hermosos, y acá quiero nombrar a dos compañeros que fueron fundamentales en nuestra organización sindical: El Dr. Moisés Belzky, un abogado, un judío divino, le decíamos el Tordo, fue asesor legal del gremio defensor a ultranza de los humildes, jamás le doblaron el brazo, ni con todo el poder del dinero. También a Tomas Raúl Giménez: Tomasito, un delegado de rurales de Apóstoles, el cual nos ayudo y nos enseñó muchísimas cosas, “El Comandante Lucas”, le decimos, falleció hace un tiempito en San Vicente. Tuve la suerte de ser muy amigo de él, compartíamos muchos lugares de detención y fuimos amigos después en 326

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libertad, la hija de su segundo matrimonio es mi ahijada. Recuerdo todos estos tiempos de organización y lucha, de huelgas y manifestaciones, nos sirvió para seguir aprendiendo que de otra forma no se consigue nada y de esto tengo muchas historias y anécdotas, de las cuales voy a contar una que me marcó a fuego y hasta hoy sigue siendo parte de mi vida: Había muerto ya el General Perón, era allá por Febrero de 1975 y nosotros teníamos el Gobierno de “Isabel” manejado por López Reca: tuvimos problemas por despidos, asignaciones impagas, y descuentos con suspensiones arbitrarias y fuimos a un paro general y convocamos a las distintas zonas a concentrarnos frente al establecimiento y llegaron trabajadores como de Rincón Viola, El Carmelo, López, Viscaichip y Orsetti. Éramos más o menos tres mil ochocientas personas (3800), frente al lugar indicado, pero se había filtrado nuestra información y cuando llegamos estaba todo el ejercito armado hasta los dientes, subidos por los techos: bueno sucedió lo que tenía que tenía que suceder: nos dieron para que tenga (una cagada). Fue ahí que una compañera viejita pero muy sábia me dijo así: “Compañero, acaso el Ejército no le maneja al gobierno y como nos viene a correr si al gobierno lo votamos nosotros”. Yo le quise contestar diciendo, nosotros le votamos a “Perón” no a estos, y ella me retruco diciendo: “Lo que pasa es que a los pobres nos usan para que les voten y luego defienden los intereses de los ricos”. Estas palabras no las voy a olvidar jamás. Luego ya vino el “Golpe Militar de Marzo de 1976”. Los militares sacaron una ley que prohibía la actividad política y sindical. A todos nosotros se nos detuvo, pero luego se nos dejó en libertad, pues la policía no nos quería detener legalmente. Yo no fui detenido: fui secuestrado y estuve desaparecido Yo anduve hasta Marzo de 1977, trabajando, activando, militando, yo trabajaba en la tarefa (cosecha de yerba mate), en la cuadrilla de Nacho Balbuena. Estábamos en un lugar que se llama Santa María, era una noche, creo el 08 de Marzo del 77, un Lunes, si no me falla la memoria y por obra del destino fui a quedarme en el yerbal para no venir todos los días, como se acostumbraba hacer cuando era lejos. Esa noche “Los grupos de Tareas” (de las fuerzas Conjuntas Represivas) van a la casa de mis padres que ya vivían en el Barrio: “Vuelta Ombú”, entran a los gritos y patadas preguntando por mí, como yo no estaba, le pegan a mi padre y le arrastran a mi madre, roban todas las pocas cosas de valor que tenían mis 327

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padres, y se fueron: hasta los cigarrillos de mi viejo se robaron. De ahí fueron a dos cuadras de la casa de mis padres a la casa de Juan Manuel Gómez, al cual secuestraron, pues buscaban a los activistas gremiales y políticos. Mis padres y los familiares de Gómez, fueron a la comisaría de Virasoro a denunciar, esto que pasó, entonces la policía fue a la madrugada al yerbal y me trajo detenido: “por seguridad” me dijeron. Por la mañana me decían que los subversivos me quisieron secuestrar, que dejara a todo a quien conocía y quien venía de otro lado a vernos, a la tarde me dijeron que me iban a largar, y que era el ejército que me quería preguntar algo de mi actividad y me largaron. Ese mismo día tomé distancia de Virasoro y me vine a Misiones, más exactamente a Puerto Mineral, donde tenía un medio hermano: Severo Escobar, hijo de mi padre. Me quedé en la casa de él y comencé a trabajar, legalmente en: Martín y Cía., una empresa yerbatera de Puerto Mineral. Así estuve hasta el 05 de Julio de 1977, cuando otra vez, los Grupos de Tarea (de las Fuerzas Conjuntas Represivas) ME SECUESTRARON. De ahí de Mineral, al baúl de un Falcon verde, maneado y vendado los ojos, a lo que después supe fue la casita del Barrio Robing. En la casita, la tortura, desnudo, colgado de las manos, mojado y “la parrilla”, torturado con picana eléctrica, en la lengua, en los testículos y en la planta de los pies. Así me tuvieron varias semanas, y seguía pasando el tiempo, luego el Ford Falcon, y otra vez al baúl y a Santo Tome en la Provincia de Corrientes, ahí otra vez la tortura, física, con picana, palos y psíquica con simulacro de fusilamiento. Después los calabozos del Regimiento de Santo Tomé, ahí estaba un compañero del Gremio Héctor Sena, eso era ya fines de Septiembre de 1977. Blanqueo de mi detención Nos llevan a Paso de Los Libres: Escuadrón 7 de Gendarmería, para un dato certero, el Jefe de Guardia que nos recibió era el Sargento 1º “Fracalozi” y el Jefe de Escuadrón era el Comandante Principal “Torales”, en Septiembre de 1977. Allí nos tuvieron hasta Enero de 1978, y nos llevaron a la Unidad 7 del Chaco, nos llevaron a mí a Luis Delgado y a Héctor Sena y al llegar un hermoso recibimiento: Desnudos, corridas, patadas y palazos. “Al Pabellón 6” (El chancho), después “Pabellón 2, Celda 14”, con un compañero chaqueño de las Ligas, Elías Guzmán, y cuando abrieron las celdas para salir al pasillo, ¡qué alegría!, éramos 90 “compas” y de Misiones muchos, como: mi amigo Tomasito Giménez, Zaremba Rubén, Perie Pancho, Pero José, Velázquez Aníbal, Kunkel Juan Carlos, Ponti Aníbal (El Ciego). Y Así nos fui328

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mos enterando que en los pabellones 1 y 4 estaban López Forastier, Marchesini Víctor, Avalos Pedro y otro amigo y compañero Belsky Moisés. De U7 del Chaco nos llevaron a la U9 de La Plata, en un traslado masivo, quedaron los compañeros para Consejo de Guerra, esto era ya fines del año 78. En Septiembre de 1979, con la visita de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), a mí, a Héctor Sena y Ramón Aguirre, nos traen a Paso de Los Libres Corrientes, otra vez, “Escuadrón 7 de Gendarmería” porque nos hicieron Causa Federal en el Juzgado de Paso de Los Libres, y querían que digamos que pasábamos bien en la cárcel. En Octubre de 1979 cuando se fue la Comisión (CIDH), otra vez nos llevan a la U9 de La Plata, hasta el 26 de Septiembre de 1980, cuando recupero mi libertad. Mi libertad Ya en libertad quiero agradecer el recibimiento de la Gente: Trabajadores Rurales de “Martín y Cía.” de Puerto Mineral, quienes me agasajaron con asado y baile, me acuerdo que mi amiga Sarita Aguirre me regaló un Whisky, y pagó parte del asado. Entonces entendí que no todo fue en vano y que valió la pena la lucha. La asignatura pendiente De la etapa de la represión de la última dictadura cívico militar contra los trabajadores que organizados gremialmente vinculados al cultivo y elaboración de la Yerba Mate en el Establecimiento “Las Marías”, en la zona de Virasoro, Corrientes, destaco que si bien actuaron fuerzas conjuntas, fue público y notorio el apoyo logístico y la cobertura política que le brindaron los sectores civiles, que custodiaban los intereses de los poderosos de la zona. En esa tarea salían a “marcar” las casas de los “activistas”, delegados,o de cualquier militante comprometido con las luchas populares. Estos luego eran perseguidos, secuestrados, detenidos, torturados o desaparecidos, como es el caso de los compañeros Marcelo “el Galgo” Peralta y Nery Victoriano Perez Mi agradecimiento Yo, a todo esto tengo una gran felicidad, mi familia, mi mujer Pocha, mis 5 329

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hijos, Mónica, Claudia, Carlitos, Facundo y Fernando, a los cuales estoy muy agradecido por tenerlos, y mi mayor alegría es haber engendrado hijos peronistas, los cuales ya fueron candidatos a concejales por Jardín América, Misiones, en las elecciones de 2007, Claudia Mariela y Carlos Ramón.

*Arturo Carlos Escobar Ex Preso Político Dirigente Rural Y Militante Peronista Actualmente vivo en Jardín América – Misiones

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Rompiendo el Silencio

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Dolores, rompe el silencio Por Dolores Castillo Después de treinta y cuatro años en los que estuve guardando esta nefasta historia que me sigue torturando, he decidido romper el silencio y contar los hechos que me acontecieron durante la ultima dictadura en Misiones, para que se sepa que aquí también en esos años siniestros imperaba el terror. El primero de Mayo de 1977, nosotros residíamos en el Barrio La Picada, hoy Barrio San Miguel, Chacra 124 cuando en horas de la madrugada atropellan mi domicilio, eran tres hombres vestidos de verde quienes al grito de “abran” ingresaron violentamente. Ellos habían descendido de un ford falcon que dejaron estacionado en la vereda. Lo primero que atiné a hacer, porque estaba muy aturdida y no entendía mucho la situación fue pegar un salto y agarrar fuertemente a mis tres hijos que estaban durmiendo conmigo, Mónica Andrea, Juan Fernando y Rosana Alejandra Zarza, de 9 años, 8 años, y 3 años de edad respectivamente. Entraron en una forma brutal eran hombres muy grandes, corpulentos y muy altos, con armas largas los tres, tenían un escudo en la gorra, supongo que eran de gendarmería, vestían ropa verde oliva, lisa. Empezaron a golpearme, preguntándome insistentemente por mi marido Juan Ángel Zarza, quien entonces era Secretario General de la Unión Ferroviaria, Seccional Posadas, y en ese momento se encontraba ausente ya que días antes viajó con destino a Entre Ríos. Estos hombres me golpearon muchísimo, utilizando las manos me daban fuertes golpes de puño que me tiraban para un lado y para el otro, insistentemente me pedían plata, solicitaban saber en donde estaban las armas. En un momento me obligaron a usar picos y palas que eran herramientas nuestras, para que pique el piso en búsqueda de las supuestas armas que teníamos según ellos, el piso era de tierra. Simultáneamente se dedicaban a romper todo lo que había, cama, ropero, silla, platos, frascos, todo lo que había. Entonces me pegaron con un arma en la cabeza y en ese momento vi sangre, yo me defendía, mis hijos gritaban y se abalanzaban sobre mi gritando “mami, 333

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mami” pero ellos los empujaban. Nadie de afuera vino en nuestra ayuda hasta que yo estuve conciente. Ellos me ataron contra un horcón y a mi máquina de coser, me dejaron estaqueada. Me di cuenta que sangraba mucho y perdí el conocimiento. Fueron dos los que me ataron, y el otro se subió encima mío hasta ahí me acuerdo, después perdí el conocimiento, y cuando desperté estaba en el hospital Madariaga. Genoveva de González y Antonio González, y su hijo, vecinos muy cercanos fueron los que me auxiliaron a mí y a mis chicos cuando la patota se retiró, ellos llamaron a la policía quienes al acudir me “tiraron” literalmente en un Jeep que era de la Seccional Segunda. Cuando me desperté en el Hospital Madariaga, me encontré con la cabeza vendada y el abdomen vendado porque me habían hecho una cirugía, pregunté mucho en el Hospital que me pasaba, quería saber que me hicieron, preguntaba por mis chicos, mi mamá estaba a mi lado. No me querían explicar que me había pasado, hasta que una enfermera, muy mayor, me dijo que yo tuve un desgarro vaginal que me produjo una abundante hemorragia y me recomendó que no preguntara más. Luego de la primera intervención en el hospital, fui intervenida tres veces mas, la ultima vez me extirparon todo por un diagnostico de cáncer. Al volver a mi casa le mande una carta al Gobernador de facto Pacagnini contando lo que me pasó y a los veinte días me citan desde el IPS siendo recibida por el Gerente o Director Fabio Silvero quien me mandó a la oficina de personal y me contrataron. En ese lugar mi suerte no mejoró, porque comenzó una persecución, y además querían que desarrolle mis tareas laborales en Buenos Aires. Por lo que al poco tiempo me vi obligada a renunciar. En cuanto a la situación de mi marido, no lo volví a ver durante tres meses, después apareció, durante ese tiempo nadie me sabia decir donde estaba, pero a mi me traían todos los meses el sueldo de él. Recuerdo que cuando salí del hospital me trajeron a casa en el mismo vehículo de la policía en el que me dijeron que me habían llevado, pase por la Seccional Segunda para hacer la denuncia y firmé, pero nunca apareció esta denuncia cuando solicité una copia, como tampoco existe registro en el hospital de mi internación, todo fue un proceder clandestino por parte de la policía y las autoridades del hospital. Estuve en el hospital dos semanas, esto lo supe por mi mamá. En todo ese tiempo me acordaba de mis hijos nada más. El golpe en la cabeza que tenía era muy profundo, a causa del mismo aún tengo secuelas. Hasta el día de hoy es334

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cucho los gritos de mis hijos. Vivo medicada, estoy con asistencia psicológica. Esto yo lo vivo como una secuela directa de esa situación traumática vivida. Quiero que esto sirva de testimonio para que todos defendamos a la democracia que nos costó tanto dolor conseguirla, porque por ella han dejado la vida tantos argentinos y argentinas quienes eran indispensables a la hora de jugarse y vaya que se jugaron. Actualmente, sigo con mucho interés los juicios que se llevan adelante en nuestra provincia, para juzgar con todo los derechos a todos los responsables de delitos por crímenes de lesa humanidad, ojalá la justicia caiga con todo el peso de la ley contra los culpables de nuestro infortunio. Deseo que además sirva para dejar visible el terror que también vivieron los niños de nuestra patria. Dedico este aporte a mi querida madre y a mis hijos. Para mis tres soles todo el inmenso amor que desde siempre les he brindado y ojalá que el mismo sirva como un sano remedio que ayude a cicatrizar las heridas que les provocaron en su más tierna infancia, en tan trágica madrugada.

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Militante de la Unión de Estudiantes Secundarios

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Miguel, El “Gato”, mi hijo... Por Idelfonsa Castellano “Hilda” Soy Idelfonsa Castellano Díaz, nací en Encarnación Paraguay un 23 de enero de 1930. Provengo de una familia constituida por ocho hermanos, cinco mujeres y tres varones. Mi madre era ama de casa y mi padre embarcadizo, trabajo que le permitía recorrer los ríos en Paraguay cumpliendo su función como foguista. Hacía viajes desde Encarnación a Ituzaingó, Corrientes, o por el Alto Paraná, acompañando también las jangadas que por el río trasladaban maderas. Realicé mis estudios en mi Ciudad de origen, llegando hasta el 5to grado. Con mis cinco hermanas éramos muy unidas; si bien en nuestra infancia no estuvieron ausentes las carencias materiales, nosotros reconocemos que tuvimos una infancia muy feliz, y debo destacar que el centro de mi familia fue mi madre, ella nos marcó fuertemente con sus enseñanzas y valores. A los diecisiete años, era la responsable de llevarle la comida a mi hermano Alejandro quien era empleado de un lugar donde había silos y encargado de la descarga en los mismos. Fue en esa circunstancia que conozco a Arcadio Sánchez, quien trabajaba en el barco “CORI”, de la Empresa Dodero que desde Argentina transportaba los granos que tenían como destino los silos en Encarnación. Él enseguida me manifestó su cariño y decidió ir hasta mi casa con el fin de pidirle a mi madre autorización para salir conmigo, al poco tiempo me trajo a vivir a Posadas, al Barrio Cerro Pelón, lugar de residencia de varias familias de navegantes. Al año nuestra pareja fue bendecida por el nacimiento el día 26 de agosto de 1953 de mi primer hijo a quien le pusimos el nombre de Miguel Ángel, ya que soy muy devota de San Miguel. Luego en el año 1955 nació nuestra hija Beatriz Gladis y después en 1959, nació mi hijo Jorge Alberto. Evita Perón y el ajuar para Miguel Estando embarazada de Miguel me enteré que la Fundación “Eva Perón”, conducida por Evita Perón, enviaba un ajuar para todos los niños que nacían en 339

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Argentina. Sin tener muchas esperanzas de recibir contestación, me dirigí a la oficina del Correo Argentino que entonces funcionaba en Colón y Santa Fe. En ese mismo lugar redacté una carta de puño y letra con la petición. Con mucha sorpresa a la semana recibo una notificación para que fuera a retirar la esperada encomienda en la misma sede del correo. Gratamente sorprendida me daba cuenta que la gestión de nuestra “abanderada de los humildes” llegaba también a Misiones que me parecía tan lejana entonces. Ya en mi casa emocionada, saco de esa encomienda 3 ositos, 3 escarpines, 3 mediecitas, sabanitas, batitas, toallas, pañales de tela, y una mantita con un gorrito que se prendía en el cuello con un botón y seguía con una capita con la cuál se arropaba al bebé. Todo de muy buena calidad. Es un recuerdo muy grato que tengo. Todos en mi casa éramos peronistas, también mi suegra, ya que veíamos los cambios que en la vida de los más humildes el gobierno de Perón garantizaba. Después de 54 años aún guardo con celo la reliquia que para mí significa la mantita que Evita me mandara y que cubrió el cuerpito de mi hijo Miguel en sus más tiernos, como recuerdo y tributo de uno de los tiempos más felices que viviera el pueblo argentino. La casa propia Durante cinco años nuestra vida familiar transcurría tranquila y al poco tiempo del nacimiento de Jorge, pudimos ir a vivir a la casa que con mucho esfuerzo la construimos en el Barrio Tiro Federal. Mi marido seguía trabajando para traer el pan a nuestro hogar, pero sus obligaciones laborales lo mantenían ausente por mucho tiempo a veces hasta dos meses duraban los viajes por el río. A mí me tocaba asumir la jefatura del hogar, y fueron tiempos en los que también tuve que salir a trabajar. La oportunidad la tuve el 1 de abril de 1964, cuando ingreso a trabajar en la fabrica de cigarros, CIBA, en donde durante las ocho horas de trabajo diario debíamos fabricar 700 cigarros, motivo por el cual al finalizar la jornada terminábamos muy extenuados. Éramos 700 empleados que desarrollábamos la tarea en dos turnos. Su escuela primaria Miguelito fue alumno de la Escuela N 3 “Domingo Faustino Sarmiento” en donde realizó todos sus estudios primarios, siendo muy buen alumno. 340

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Con su familia Como hijo siempre se destacó ya que era muy compañero, colaboraba con la crianza de sus hermanos más chicos, los tenía alzados cuando iba a la cancha o cuando se encontraba con sus amigos. Además siempre fue un hijo presente, cariñoso, por ejemplo cuando me escuchaba toser venía prestamente con un tecito de salvia, es por eso que yo amo a esa planta medicinal ya que me recuerda mucho a él. Cuando niño recuerdo que le gustaba mucho jugar durante horas a la bolita; otra de sus debilidades era remontar las pandorgas y como buen niño de barrio también le gustaba atrapar a los pajaritos. El “Gato” Sanchez El tiempo siguió pasando y Miguel ya era un joven que cosechaba muchos amigos y amigas, recuerdo que un día llega a mi casa una joven, hija de un navegante amigo de la familia de apellido Cabral y me pregunta, “¿Sra. se encuentra “Gato”? Y yo le contesté, “yo no tengo ningún hijo “Gato”, ¿por qué le decís así?”, y ella sin sonrojarse y suspirando me contestó “porque es tan lindo…”. Le traía de regalo por su cumpleaños una bufanda tejida con sus propias manos. Desde ese momento a Miguel le quedó el apodo de “Gato” y hasta el día de hoy conservo esa bufanda. Su paso por el colegio secundario Empezó la escuela secundaria en el Colegio Nacional Nocturno, porque de día trabajaba en IPICA, y su jefe era Víctor Rosenfeld, la sede estaba sobre calle Polonia. Estaba cursando el 5to año cuando llegó el golpe cívico militar. Al servicio de la Patria Al finalizar el año 1974 terminó de cumplir el Servicio Militar Obligatorio en el Regimiento de Infantería de Monte 30 en Apóstoles, Misiones.

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Maldita detención El 7 de agosto de 1976 siendo las 8 hs. de la mañana ingresa una patota conformada por 8 hombres que a los gritos se identificaron como policías. Preguntaban por Miguel e inmediatamente ingresaron a su dormitorio en donde se encontraba durmiendo. Lo despiertan, lo levantan e inmediatamente lo esposan y yo a los gritos les clamaba que no lo traten así ya que él no era un delincuente solo un militante de Evita y de Perón. Simultáneamente revisan toda la pieza, luego lo sacan a la calle y cuando le pregunto a donde lo llevaban, me contestaron “al Regimiento”. De toda la requisa que hicieron en mi casa, sólo se llevaron el diploma con el que el Ejército Argentino lo distinguía como el “Mejor Dragoneante”, firmado por el Capitán SOSONE, fue el mismo que me citara para solicitarme que Miguel continúe la carrera militar ya que tuvo las mejores notas por su capacidad de soldado razón por la cual luego lo destinaron como encargado de la sala de armas. Al otro día, atravesada por el dolor y la desesperación, me presento al Regimiento en donde ante mi consulta de si mi hijo se encontraba allí, me contestaron negativamente. Me dirijo a la Jefatura de Policía de Misiones, en donde recibo la misma respuesta. Sin embargo, sabía fehacientemente que allí se encontraba por infidencias de gente amiga y que se compadecían con mi dolor de madre. A la semana siguiente, vuelvo a insistir en Jefatura de Policía, y entonces sí me informan que lo habían llevado a la Cárcel de Candelaria. En esa Unidad carcelaria, todos los lunes nos permitían llevarles artículos de limpieza, pero las visitas no estaban permitidas. En septiembre de 1976, Miguel junto a otros compañeros fue trasladado desde la Cárcel de Candelaria en un camión hasta la Unidad Penal 7 de Resistencia, Chaco. En todo el viaje fueron obligados a permanecer parados. Compromiso desde la Iglesia Así comenzó otra historia en mi vida, ya que empezamos a conocernos con otras madres que también estaban padeciendo las mismas cosas, y fue así que me encontré con Elba Cabrera, mamá de Chochi Vázquez y de Ángel Fleitas quienes también se hallaban privados de su libertad. Juntas fuimos a encontrarnos con Monseñor Kémerer en la Iglesia Stella Maris. Sabedor de lo que nos ocurría Monseñor decidió ante nuestra presencia comunicarse vía telefó342

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nica con el padre José Elvio Brisaboa, quien desarrollaba su tarea pastoral en la Iglesia Saleciana Don Bosco, en la Ciudad de Resistencia, Chaco en esa comunicación telefónica le solicitaba que nos acompañara en este doloroso camino que como madres nos tocaba transitar. Al llegar al Chaco fuimos a esa capilla y debo reconocer que en el Padre Brisaboa encontramos a un verdadero pastor, fuimos contenidas espiritualmente por un digno hijo de Dios. Nos comentó que era capellán de la Unidad penal 7, donde en ocasiones en que les daba misa y a escondidas, podía entregar pequeñas cartas a nuestros seres queridos familiares presos que las ingresaba escondidas en la sotana y nos instó a que escribiéramos. Yo con una celeridad le escribí unas líneas, dándole fuerzas a Miguel, le decía que la familia estaba bien y que le queríamos. Al final, recuerdo bien que le decía…Cuidate!. Fue la única oportunidad que tuve de hacerle llegar a mi hijo palabras de amor y fortaleza estando en cautiverio. Notificación seguida de muerte Unos días después, recibo una notificación de la oficina de Inteligencia del Ejército, sito en Junín y Sarmiento, en Posadas, a través del cual me informaron que debía presentarme ante esa dependencia. Me acompañó mi cuñado, y al entrar por calle Junín me hacen pasar a una sala y un jefe me saluda e inmediatamente me dirige hasta una mesa y levantando un vidrio deja ver centenares de fotos de personas, la mayoría jóvenes, y al mismo tiempo señalándome uno por uno me pregunta si yo conocía a alguien, a lo que respondí que no. En el mismo momento me dice que todos ellos habían traicionado a mi hijo y que sin embargo mi hijo murió por ellos. Hasta ese momento yo creía que mi hijo estaba con vida. Unos días después, el 5 de noviembre de 1976, y a casi tres meses de su detención, llegaron hasta mi domicilio dos personas que se identificaron como policías, para comunicarme que en ocasión en que mi hijo estaba siendo trasladado desde la Cárcel de Resistencia, Chaco, hacia la Ciudad de Posadas y encontrándose ya en la misma al llegar a Ruta 12 y Lavalle, le dió un ataque al miocardio que le produjo la muerte. Yo me paré al saber la trágica noticia y les grité, llorando “¿Ustedes me van a decir que mi hijo murió de un ataque al miocardio? Un joven que siempre fue sano, que nunca se quejó ni por un simple dolor de muelas?, No me mienta! Ustedes lo mataron y ojalá que nunca pasen lo que como madre estoy pasando, ya que con vida y salud detuvieron a mi hijo, y ahora me lo devuelven en 343

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un cajón cerrado”. Ellos fueron los responsables de asesinar a mi hijo y querían acusar a sus compañeros. Antes de retirarse, me hicieron saber que traerían el cuerpo con la expresa prohibición de abrir el cajón. Así fue velado mi querido hijo, que fue asesinado por ser un joven que se jugaba por los demás, y toda la familia, desgarrada por el dolor ante su desaparición física y los vecinos, fuimos privados de darle un beso de despedida. Mi familia presente Ni bien se enteraron de la detención de Miguel y luego, de su trágica muerte, viajaron inmediatamente mis hermanos, desde distintas provincias en las que estaban afincados. Josefina vino desde Jujuy y decidimos que mi hija Nona, que entonces tenía 20 años fuera a vivir con ella y mi hermana Chenga vino desde Buenos Aires y fue la que le llevó a Jorge que tenía 17 años, quien se quedó a vivir con ella por muchos años. Así fue que en el momento más triste de mi vida, mi sobrina Silvia fue quien decidió venir a vivir conmigo y acompañarme cálidamente, actitud que yo agradeceré toda mi vida. Recordando solidaridades Germania Es la mamá de los hermanos Toti y Ricardo Escobar. Recuerdo que Miguel pasaba con ellos muchas horas, eran sus amigos del barrio y luego de militancia. Siempre me pedía harina y aceite para colaborar para el reviro que Germania nunca se cansaba de hacerles. La verdad que para mí los hijos de Germania, también son como mis hijos. Para ellos, mis mejores recuerdos y afecto. Mis vecinos Con mi querido hijo ya detenido, la vida se me tornaba más triste y difícil, pero es bueno recordar y destacar las acciones solidarias que se dieron en ése contexto en el que el miedo estaba siempre presente por las noticias que día a día se conocían de muertes y de torturas que lógicamente generaban terror. Sin embargo entre mis vecinos recuerdo a Anselmo Portillo y a su señora Ana, 344

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quienes son los padres de uno de los amigos de la infancia de Miguel, de nombre Nenecho y también de Zulma, quienes superando el miedo enseguida me trajeron una caja conteniendo artículos de limpieza para acercarle a la Cárcel de Candelaria. En ese mismo barrio, recuerdo también a Filomeno Gauto, su señora Julia y su hija Ester, quienes con solidaridad y compasión estuvieron siempre presente ayudándome en las compras destinadas a Miguel. Salía de la fábrica después de cumplir con mi turno y siempre contaba con la mano solidaria del Señor Telmo Báez y Sra., quienes me esperaban a la salida y en su auto me llevaban hasta Candelaria, lugar al que ellos concurrían porque su hijo Raúl Báez también estaba detenido. Otra persona de las personas a quien no olvido y agradezco, es al padre de Osvaldo Dei Castelli, que también era un detenido político. Solidariamente me pasaba a buscar con su auto, para llegar a la Cárcel de Candelaria. El compromiso fue más fuerte Por su compromiso y solidaridad quiero destacar a Julio César Capli, quien arriesgando su propio pellejo ya que se encontraba bajo el régimen de libertad vigilada y recién salido de la Cárcel de Resistencia Chaco, llegó de regreso a Posadas y lo primero que hizo fue dirigirse hacia mi casa para entregarme una esquelita de Miguel en donde me decía que estaba bien. A todos los que nombro mis sinceros agradecimientos y mi cariño permanente. Mensaje a los jóvenes Antes que nada quiero contarles chicos que dos cosas en la vida considero que son irremplazables, el amor que uno tiene hacia la madre y el que se tiene hacia los hijos. Como madre el dolor que siento por la ausencia de mi hijo quien por el accionar de la dictadura cívico militar en nuestra provincia hace treinta y cuatro años fuera asesinado, no tiene medidas, no puedo describirlo con palabras. Fueron millares los hogares argentinos que en aquella época fueron golpeados por los dictadores, en donde a jóvenes como a mi hijo le privaron de lo más preciado que tiene el ser humano como es el derecho a la vida, acallaron las voces cobardemente de toda una generación generosa que estaba convencida de la necesidad que había de construir un mundo más feliz para todos. En esa tarea estaban cuando llegaron ellos. 345

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Miguel era único, agradezco a Dios por haber compartido 23 años de su hermosa vida y como madre deseo que su vida de entrega por los más humildes no haya sido en vano y que la misma sirva de ejemplo para los jóvenes de hoy, ya que él fue un gran hijo, buen hermano, buen amigo y referente de los estudiantes secundarios y qué paradoja! “Buen Dragoneante” distinguido por el Ejército Argentino.

El “Gato” Sanchez, soldado del Regimiento de Infantería de Monte 30 en Apóstoles, Misiones

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Hay que seguir andando

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El rescate que no pudo ser… Por Ricardo “Pelito” Escobar*

Corría el mes de octubre de 1976 y ya hacía dos meses que tanto mi hermano Pelo como yo éramos intensamente buscados por las fuerzas represivas. En ese contexto la dictadura había instalado en los lugares públicos más importantes de la ciudad como en el Correo Argentino, las garitas, en todas las seccionales de las distintas policías, en el puerto, aeropuerto y terminales de ómnibus, un cartel de grandes dimensiones en donde estaban nuestras fotos y la de otros compañeros, con una frase que decía “Enemigos de la Patria. Colabore con su detención”. Con ese argumento llamaban a la población a que nos denunciaran y que no sean nuestros cómplices. En ese escenario de terror que se vivía ellos nos presentaban como enemigos de la patria y obviamente en Posadas el margen de colaboración que al principio teníamos para escondernos, empezó a ser cada vez menor. Mucha gente amiga de la política inclusive, de la militancia por ahí, prefirió darnos unos pesos y que nos fuéramos, ya no podían ayudarnos, no podían aguantarnos, la verdad que llegó un punto en que no teníamos donde ir a dormir directamente… Nos dimos cuenta que estábamos casi sin un centavo, pasándola muy mal y con la incertidumbre de preguntarnos todos los días que nos depararía el destino. El último eslabón que nosotros teníamos de conectarnos con algunos compañeros que estaban en la legalidad, era a través de Esteban Lozina, fue él quien coordinó con compañeros para que fuéramos o nos trasladaran hacia el interior porque supuestamente bueno, íbamos a estar más seguros en los montes o en las chacras, de los compañeros de las Ligas Agrarias. Fue así que se tomo la decisión cómo se había hecho en otras oportunidades, de llevarnos a alguna zona donde estaban los otros compañeros también muy buscados como eran Juan Figueredo, Pedro Peczak o Carlos Enrique Pérez Rueda por ejemplo. En determinado momento a través de la conexión de Esteban y de otros compañeros, se decidió que era el momento en que mi hermano “Pelo”, “Pelusa” Gallino de Pérez Rueda, José Luis Barrios y yo nos fuéramos al interior. 349

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Cartel de grandes dimensiones colocado en espacios públicos.

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Casi entrada la noche nos encontramos los cuatro en un lugar de la ciudad y nos pasa a buscar con un auto Esteban Lozina, nos lleva a los cuatro hasta Fátima, al bajar del auto nos despedimos en realidad era Villa Lanús, no recuerdo muy bien, nos despedimos muy emotivamente, si bien teníamos todavía la mística de compañeros al tener en claro que estábamos en la lucha aguantando, pero la realidad nos demostraba que cada día éramos menos los que quedábamos en libertad y que ya nos encontrábamos más aislados y más golpeados por las circunstancias. Así fue que nos despedimos de Esteban y nos dirigimos a nuestra cita. Empezamos a caminar por las vías del tren hacia el puente de Garupá desde que comenzó a anochecer, serían las ocho de la noche una cosa así, yo me acuerdo que era una noche de mucho viento que presagiaba que una tormenta se acercaba. Íbamos los cuatro compañeros en fila india digamos, y recuerdo que caminamos, caminamos, caminamos…, parecía que nunca llegábamos. En una oportunidad inesperadamente apareció de golpe el tren con su formación, y después de un tiempo también pasó una locomotora con un vagón, con la sorpresa que ambas situaciones nos produjeron tuvimos que tirarnos rápidamente al costado, en una noche totalmente a oscuras. Me acuerdo bien que en una de las oportunidades que nos tiramos, había un barranco que se encontraba lleno de ramas de árboles, que con el peso de nuestros cuerpos cedieron y nos hundimos hasta abajo. Luego tuvimos que treparnos de nuevo hasta las vías, honestamente era una situación trágica pero a la vez graciosa dentro de ese escenario dominado por el terror. Al fin llegamos hasta debajo del puente de Garupá donde pasan las vías y allí en un barranco, nosotros nos pusimos al costadito del puente entre los yuyales, muy cerca de la ruta que pasaba ahí. Esperábamos que la camioneta con compañeros viniera como estaba convenido previamente, para recogernos con el objetivo de que pudiésemos llegar hasta alguna chacra del interior que con tantos montes nos brindara más seguridad y nos cobijara, ya que la represión nos venía pisando los talones. Para ello, empezamos a cumplir con lo pautado previamente. Uno de nosotros debía caminar sobre la ruta con un pañuelo blanco en la mano como seña para que nuestros compañeros pudieran identificarnos. Primero le tocó el turno creo que a José Luis Barrios, lo único que sabíamos era que iba a venir una camioneta roja a buscarnos y mientras esperábamos teníamos que caminar desde el puente por donde pasa las vías del tren hacia el Arroyo Garupá y así viceversa, o sea caminábamos todo ese trecho por las dudas que los compañeros 351

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Foto del actual puente Garupá

se confundieran y en vez de estacionar arriba del puente se situaran más abajo, una cosa así era nuestra fantasía digamos. Así con el correr de las horas salió uno, después creo que salió mi hermano, la única que habíamos decidido que no iba a salir era Pelusa, por su condición de mujer digamos !que andaba haciendo a esa hora por la ruta!, iba a atraer mucho la atención. Por último salí yo, la idea era caminar sobre la ruta, por suerte ¿no?, desde el puente sobre las vías hacia el arroyo de Garupá, que en ese entonces era una zona llena de montes, de piedras, y cuando estaba regresando nuevamente por la ruta, ansioso veo que había un auto arriba del puente que estaba estacionado y…bueno, en esas decisiones que uno toma en un segundo, me doy cuenta que no es la camioneta que nos tenía que buscar ya que la que esperábamos era roja y esa era blanca. Así fue que raudamente me escondí detrás de una piedra mora de grandes dimensiones que allí había y nervioso me quedé a esperar…no debajo del puente, sino al costado de la ruta cerca del arroyo Garupá. La cuestión era que ese auto operativo estaba sobre el puente arriba de las vías 352

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como era lo estipulado y que desde abajo nuestros compañeros, los tres que quedaban con la ansiedad que les jugaba en contra, le empezaron a chistar… Y la verdad, que fue providencia que no nos hayan detectado, realmente tuvimos un Dios aparte, porque después nos enteramos que ese auto que estuvo en el puente detenido por más de media hora, era un señuelo que nos tendieron los del grupo comando que coordinaba el operativo destinado a nuestro secuestro y detención. Los que tenían la responsabilidad de venir a rescatarnos, después lo supimos eran Enrique Peczak y el Negro Bajura dirigentes de las Ligas Agrarias quienes no pudieron llegar a tiempo porque fueron detenidos 24 horas antes. Con ellos cae un croquis donde estaba señalizado mas o menos la zona del encuentro pero no estaba el lugar exacto, entonces ambos fueron torturados salvajemente durante veinticuatro horas para que digan donde iba a ser la cita. Los compañeros con una moral bien alta aguantaron, no lo dijeron, a pesar de que las torturas fueron terribles, en su afán de preservarnos tiraron el dato falso de que el punto de encuentro era en la zona donde actualmente está emplazado el monumento Al Comandante Andresito y en realidad nosotros estábamos a trescientos metros creo, toda la zona estaba cercada por integrantes del ejército y las fuerzas conjuntas. Después cuando nos detienen y ya en la cárcel, nos enteramos de estos detalles. Así es que para Enrique Peczak que hoy lamentablemente ya no está con nosotros y para Alberto “Negro” Bajura, siempre estará presente nuestro reconocimiento y agradecimiento por la actitud de grandeza que ambos tuvieron, arriesgando hasta sus vidas por salvarnos a nosotros y a tantos otros. Ya era la una de la madrugada cuando comenzó a llover. El auto no volvió aparecer., y sin nadie a la vista, decido retornar bajo el puente junto a mis compañeros de ruta y fue en ese momento que tomamos la decisión de volver a Posadas. Nuestra suerte ya estaba echada. Volvíamos sin un lugar a donde ir ni donde dormir. Cuando empezamos el retorno por las vías la tormenta comienza a abatirse sobre nosotros sin piedad. Todo empezó a tornarse más hostil ya que no nos imaginábamos que la zona de campo alrededor de las vías se iba a inundar y que al momento de pasar el puente, el agua ya nos llegaba hasta la cintura prácticamente, tuvimos que atravesar un campo con el agua hasta el pecho prácticamente. En ese momento ya nos encontrábamos complemente mojados, destruidos, con hambre y frío, totalmente desmoralizados. Atrás había quedado la posibilidad de zafar. Llegamos hasta Villa Lanús, un poquito mas acá, si mucho mas acá, cansados, ya era el amanecer y habíamos 353

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caminado cuatro horas o mas, incluso mucha gente que iba caminando a esa hora, nos miraban como algo raro porque estábamos absolutamente mojados y bueno supongo que nuestra pinta era algo así como de fantasmas, además estábamos todos muy desaliñados. Personalmente estaba preocupado por todos, pero de manera especial me preocupaba Pelusa, a ella le dolió la cintura durante toda la extenuante jornada, tenia problemas por un desvío de columna y por otro lado que pudiera llegar al interior de la provincia significaba para ella su única posibilidad para volver a reencontrarse con su compañero y padre de sus niñas, el “Gringo” Perez Rueda, de quien hacía un tiempo estaba distanciada por razones de seguridad. Adosado a esto tuvo que dejar a sus dos pequeñas hijas Camila y Guadalupe en la casa de otro colaborador y compañero y era la que mas complicada estaba. Así que después de una jornada muy difícil, cada uno de nosotros tomo su rumbo nos despedimos con unos mangos en el bolsillo, nos abrazamos, nos deseamos suerte y fue la ultima vez que nos vimos en libertad. Y bueno yo volví a golpear un par de puertas hasta que en un lugar me recibieron y me dijeron que podían esconderme hasta la noche, que después me tenia que ir, muy agradecido les pedí que me tiraran un colchón en el suelo, porque era una familia muy humilde y bueno, me dormí todo el día, estaba tan cansado. Ya llegando la noche, me atendieron muy bien, me dieron de comer, y nuevamente la calle me esperaba. No pasaron muchos días y fuimos detenidos los cuatro en diferentes lugares de Posadas, yo tenía entonces 17 años. Hoy, a treinta y cinco años de esta infortunada historia uno se pone a reflexionar y en definitiva se da cuenta que con la excusa de la guerrilla, la lucha contra la subversión apátrida, los dictadores lograron demonizarnos. Para lograr consenso en la población, también utilizaron los medios de comunicación a través del cual lanzaban al aire sus propagandas perversas. En realidad éramos jóvenes que proveníamos de diferentes barrios, estudiantes secundarios, universitarios, dirigentes obreros y rurales que nunca habíamos empuñado un arma y sin embargo éramos considerados peligrosos terroristas, como tantos otros compañeros que por el solo hecho de luchar por una vida mejor estábamos comprometidos, militábamos, luchábamos por un montón de reivindicaciones. Dentro de las luchas del movimiento agrario por ejemplo, el gran “pecado” que cometió Pedro Orestes Peczak fue haber sido un líder indiscutible, un dirigente agrario que quiso dignificar con su lucha sin descanso a su gente. Porque ni éramos terroristas ni nada que se pareciera… éramos simplemente militantes, luchábamos por una sociedad un poco más justa, estábamos jugados. 354

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En ese entonces yo era un niño prácticamente, empecé a militar a los trece años y sin embargo estaba totalmente comprometido. Hoy a la distancia me pregunto estas cosas con cincuenta y un años: ¿la puta cual fue nuestro mayor pecado? Simplemente haber sido, haber estado plenamente convencido de que era posible luchar por una sociedad más justa como la que nos habían marcado con su ejemplo Perón y Evita. Hoy volvimos a tener esperanza a partir de Néstor y Cristina pero bueno, ojala que esta democracia perdure en el tiempo y nunca más vuelva a suceder a otros jóvenes, a nadie, todo lo que nosotros tuvimos que sufrir, algunos… hasta dar la vida. Los cuatro protagonistas de esta historia sobrevivimos a la dictadura cívico militar, y después de más de siete años de detención arbitraria pudimos recuperar la libertad. No corrió la misma suerte el compañero Carlos Pérez Rueda, correntino compañero de Pelusa que en esos meses de finales de 1976, fue fusilado en Cerro Moreno, Misiones.

*Ricardo “Pelito” Escobar Militante de la U. E. S. (Unión de Estudiantes Secundarios) 1976.

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La Libertad en Dictadura y Después...

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La libertad en dictadura y después... Por Pedro Avalos Soy Pedro Avalos, abogado y tengo secuelas de poliomielitis que me afectan los cuatro miembros. Estuve seis años preso de la dictadura, del 18 de octubre de 1976 al 24 de diciembre de 1982. Cuando a uno tiene un espacio limitado para transmitir lo que le dejaron esos años, debe hacer una selección y me parece que un comienzo posible es hablar del tiempo posterior a la cárcel. La dictadura militar tenía la costumbre de aprovechar las fiestas de fin de año para tratar de lavarse la cara liberando algunos prisioneros. En consecuencia, esas fechas siempre concitaban gran expectativa entre los compañeros. En la mañana de 24 de diciembre de 1982, en el penal de La Plata, supe que era mi turno. Los diarios se entregaban primero a los pabellones ubicados cerca de la entrada y yo estaba en uno de los más alejados. No era el único preso con una discapacidad, pero cuando escuché el grito “¡Vamos rengo todavía!” no tuve dudas: esa vez, yo estaba en “la lista”. Atrás quedaban los años de las rejas y el terror a las torturas; la espera y la resistencia en manos del enemigo. Pronto supe que por delante me esperaba una nueva lucha: contribuir a la libertad de los que dejaba tras las rejas. Con varios de los liberados y un millón de amigos, compartimos, en casa, hasta bien tarde, la cena de nochebuena con canciones y recuerdos. Sin embargo, la salida del sol nos encontró despierto y esperándolo. ¡Todos manteníamos la costumbre de levantarnos a la hora del recuento carcelario! Cerca del mediodía de esa Navidad pasó a buscarme Lali López en su viejo Jeep: era casi una niña cuando fui detenido y se había transformado en una entusiasta militante de la renovada Juventud Peronista. Llevábamos la solidaridad de la CGT hacia los prisioneros de nuestro Movimiento: el tradicional pan dulce navideño. Y así, volví a estar frente a los muros de antes, del lado de afuera, junto a cientos de familiares de presos que esperaban poder visitarlos. La prioridad, para mí, pasaba por la difusión de la situación de los derechos 359

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humanos en la República Argentina. Una vez por semana nos encontrábamos, con los familiares peronistas, en la sede de la CGT Brasil para coordinar tareas. Desde hacía bastante tiempo, agrupar a los familiares de presos y desaparecidos peronistas había generado ciertas reservas en la Asociación de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. Para nosotros, era un espacio al cual no podíamos renunciar: siempre el Movimiento se solidarizó con sus perseguidos, más allá de las deferencias que nos podían separar. Recuerdo que mi padre y un viejo compañero, el Dr. Leopoldo López Forastier no siempre estuvieron alineados en los mismos sectores del Movimiento. Sin embargo, la única vez que estuvo preso durante la resistencia, fue por llevarle un colchón a Leopoldo, detenido en el marco del Plan CONINTES, allá por el 62. Años después, los caídos de nuestro Movimiento en la Masacre de Trelew, siete meses antes del 11 de marzo de 1973, fueron velados en el local partidario de la Avenida La Plata, en la Capital Federal y los diarios de entonces dieron testimonio de la tanqueta de la Policía Federal rompiendo las puertas del local para llevarse los ataúdes. El operativo lo comandaba el Comisario Villar, que después fue jefe de policía durante el gobierno de Isabel. Aún hoy la emoción me embarga la voz cuando recuerdo, más de treinta años después, la denuncia del Partido Justicialista cuando la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979. La firmaban su Presidente Deolindo Bittel y su Secretario General, Herminio Iglesias, hombre ubicado muy lejos de nuestro pensamiento. Allí fuimos con Raquel Mc Donald, con María, cuyo apellido nunca pude recordar, y con la chilena Magalí Mella Vargas, a llevar a tantos lugares, nuestras denuncias sobre los muertos, desaparecidos y presos. Por ese tiempo me anoté como visita para ver a Marcelo Nívoli en el penal de Devoto y a Milagro Palacios en la cárcel de Ezeiza y de esa manera, trataba de transmitir algo de la realidad que vivíamos afuera. Y pude vivenciar en esos días el enorme esfuerzo de tantos familiares que tenían a sus seres queridos a centenares de kilómetros de de su residencia. Es inútil tratar de recordar a todos, pero me asaltan oleadas de rostros teñidos de esa extraña mezcla de dolor y firmeza que era el motor de la lucha. Y en mayo pude vivir algo que siempre me había generado interrogantes: ¿cómo era el día después? El día después de la desaparición, de la muerte de la muerte del compañero, del amigo, del hermano. Cómo había sido, por ejemplo, para las Madres de Plaza de Mayo, el jueves siguiente al secuestro de Azucena Villaflor. El 14 de mayo fueron asesinados Pereyra Rossi y Osvaldo Cambiasso. 360

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Conocí al viejo Cambiasso – nació viejo: era su apodo desde los años de la Facultad de Ingeniería Química de Santa Fe – en el hospital de la cárcel de Caseros para la época de la Guerra de Las Malvinas. Él sufría del corazón y lo llevaron allí para unos estudios mientras yo reclamaba por una operación de mis manos que nunca se pudo concretar. Salió en libertad un par de meses antes que yo y mi madre solía recordar su la sonrisa con la que levantaba la tapa de la olla mientras preguntaba ¿qué estás haciendo de rico hoy, Laura? El compañero, el amigo, había sido secuestrado y apareció muerto en un supuesto enfrentamiento. Creo que fue de los últimos manotazos de la dictadura en retroceso. Y con su muerte me quedó claro que era un compañero menos en la lucha y un motivo más para seguir luchando. El 10 de diciembre de 1983 se abrió el período democrático que se prolonga hasta nuestros días. La gran mayoría de nuestros compañeros presos recuperó su libertad con la caída del régimen. Allí se abrió otra historia y otra lucha. La oligarquía financiera volvió sobre los pasos de von Clausewitz, dio la espalda a los tanques y bayonetas y se dedicó a lo que sabe hacer con maestría: la presión económica para obtener decisiones políticas. En el nuevo escenario, se discutió lo que se dio en llamar la teoría de los dos demonios, que entendía que en la década del setenta la sociedad civil se vio convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda. Los treinta años pasados permiten, hoy, comprobar la falsedad de esa teoría y la paciencia de nuestro pueblo. El terror, como herramienta política, siempre vino del mismo lado: los que tuvieron el poder durante la dictadura. En los primeros años de la democracia, las asonadas militares arrancaron a un congreso aterrorizado, las leyes de obediencia debida y punto final. Y, hace muy poco, el secuestro del compañero Jorge Julio López pretendió acallar las voces que construyen justicia. Del lado de las víctimas de la dictadura, nunca se generó un hecho de venganza privada. En una ciudad donde todo el mundo se conoce, como Posadas, la madre o el hermano del asesinado vive a pocas cuadras del homicida y torturador. Sin duda, pudo saber de sus dolores y de sus éxitos. Sin embargo, en más de treinta años, los esfuerzos se orientaron siempre a la 361

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búsqueda de la memoria y de la verdad. Y cada vez que los jueces abrieron un espacio para la justicia, allí nos encontramos, las víctimas y los testigos del dolor. Y dimos nuestro testimonio. En mi caso, lo hice por dos motivos. Por la memoria de tantos compañeros caídos en la lucha por un concepto que el tiempo ha desvalorizado un poco: la Liberación Nacional. Y por la convicción que la lucha por una Patria Justa, Libre y Soberana no termina ni terminará. Espero que mi testimonio contribuya a que nunca más esa lucha signifique la muerte y la tortura. Ese es, hoy, el contenido de la consigna de siempre: ni olvido, ni perdón.

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Los Desaparecidos y Fusilados por la Dictadura

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“Los desaparecidos que digan dónde están” Por Lic. Alejandro Rodrígues* Esta consigna que sale de miles de voces desgarradas por el dolor de la ausencia de sus seres queridos y como grito y exigencia, han recorrido y recorren durante más de tres décadas los lugares más apartados de nuestro país. Se seguirá escuchando hasta saber el destino final del último de ellos. Por suerte, gracias al avance de la ciencia y a la labor y lucha denodada del Equipo de Antropología Forense en cementerios clandestinos o en fosas comunes se han encontrado muchos de sus restos que fueron devueltos a sus familiares para que le den digna sepultura y elaboren el duelo postergado durante más de treinta años. “Los desaparecidos no están, no existen, no tienen entidad” fue la respuesta cínica y cruel del entonces mandamás, tanto de civiles como de militares, del ahora condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad junto a varios de sus cómplices; el ex Teniente General Jorge Rafael Videla. Si toda contienda, independientemente a su magnitud y a sus razones (políticas, ideológicas, religiosas, territoriales, económicas, etc.) que la desencadenaron, concluye con la rendición o la eliminación física de uno de los contendientes la causa del conflicto deja de existir, de tener razón. El antagonista ha sido muerto. Ha dejado de existir como tal. En este caso, más allá de su justeza o no, la muerte ha dado su veredicto final, que como sabemos es inapelable. Quedan ahí los despojos mortales del vencido que deberán ser entregados a sus deudos y familiares quienes le rendirán los honores y rituales póstumos. Estas ceremonias -rituales y homenajes- cada una a su manera la han realizado todas las culturas desde tiempos inmemoriales.

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Retomando lo dicho anteriormente, si a toda contienda le pone punto final la muerte de uno de los contendientes y su razón de ser concluye con este hecho trágico; ¿qué razón o sentido adquiere entonces el ocultamiento, la lisa y llana desaparición de lo que en vida fuera el contrincante? ¿Es una demostración más de la insondable crueldad humana demostrada en circunstancias históricas especiales? ¿O es una metódica, contundente y eficaz manera de imponer por parte de la minoritaria pero poderosa clase dominante el terror que paraliza, el miedo atroz a pensar diferente, que no permite organizarse, mientras esas minorías poderosas destruyen a su antojo la matriz productiva del país y subasta sus empresas y riquezas naturales a precios viles (transporte, comunicación, petróleo, etc.) Así lo hicieron no sólo la dictadura cívico militar argentina, sino todos sus pares de otros países como Brasil, Chile, Paraguay, El Salvador etc. Podríamos decir que toda América Latina está sembrada por restos de desaparecidos. En la Provincia de Misiones tenemos una larga lista de ellos de quienes tenemos la esperanza de saber dónde están. La dictadura cívico militar ha asesinado, ejecutado de manera atroz y desaparecido a los mejores militantes y dirigentes, hombres y mujeres, que se les oponía. Esta obra, “Misiones, Historias con Nombres Propios II”, pretende rescatar del olvido sus luchas, sueños y martirios y traerlos al presente histórico, siempre vivo y palpitante.

*Lic. Alejandro Rodrígues Ex preso político

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Desaparecidos y fusilados por la dictadura

Remigio Elpidio González

Detenido en 1976 y liberado Muerto en noviembre de 1979 Empleado de EMSA Estudiante del Instituto A. Ruíz de Montoya Dirigente estudiantil, militante de la Juventud Universitaria Peronista J.U.P. y del Partido Auténtico

Luis Arturo Franzen

Detenido en 1976 y asesinado el 13 de diciembre de 1976 en Margarita Belén Ex seminarista Empleado de Correo Argentino Estudiante de Ingeniería Química Dirigente de la Juventud Peronista

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Alfredo González

Ingeniero Químico Detenido en 1976 y liberado Detenido y desaparecido en 1978 Decano de la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales. UNaM Dirigente de la Democracia Cristiana

Pedro Orestes Peczak

Detenido y asesinado en 1976 Productor agrario Fundador y secretario general del Movimiento Agrario Misionero y de las Ligas Agrarias de Misiones Dirigente del Partido Auténtico

Juan Figueredo

Docente. Diputado Provincial por el Partido Auténtico. Dirigente y referente del Peronismo Revolucionario Dirigente gremial de A.T.E. Desaparecido 368

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Néstor Abel Leyes

Detenido y desaparecido en 1978 Estudiante de Ingeniería Civil, U.N.N.E. Resistencia , Chaco Militante Montoneros

Mirtha Noelia Coutouné

Detenida y desaparecida en 1976 Estudiante de medicina en la Universidad Nacional de La Plata Sus restos fueron identificados por el equipo de Antropología Forense en marzo de 2010

Ramón Britez Desaparecido

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La docente Susana Beatriz Ferreira junto a sus alumnos en Oberá.

Susana Beatriz Ferreira Docente de Oberá Militante Peronista Fusilada por la dictadura

Juan Mariano Zaremba

Detenido y desaparecido en 1976 Plomero. Ex seminarista Estudiante de Ingeniería Química Dirigente de la Juventud Peronista

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Carlos Alberto Duarte

Detenido en 1975 y asesinado el 13 de diciembre de 1976 en Margarita Belén. Diregente estudiantil. Estudiante de Ciencias Económicas - UNNE Empleado de la construcción

Manuel Parodi Ocampo

Detenido en 1976 y asesinado el 13 de diciembre de 1976 en Margarita Belén Empleado del Banco Provincial de Misiones. Estudiante del Instituto A. Ruíz de Montoya. Dirigente de la Juventud Universitaria Peronista

Rubens Vera

Detenido y desaparecido en 1976 Abogado.

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Anselmo Hipler

Productor Agrario Dirigente del Movimiento Agrario Misionero y las Ligas Agrarias Misioneras

Carlos Enrique Tereszecuk

Detenido en 1976 y asesinado el 13 de diciembre en Margarita Belén Ex seminarista Empleado de la Cámara de Diputados Estudiante de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales 1er. Presidente del Centro de Estudiantes Dirigente de la Juventud Universitaria Peronista

Leonor Chervo de González Desaparecida

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Centros Clandestinos de Detención en Misiones

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Los Centros Clandestinos de Detención en Misiones Por Diego Andrusyzyn

Este texto informativo fue escrito basándose en los datos publicados en la siguiente página Web: http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/index.htm

La dictadura militar que irrumpió en la madrugada del 24 de marzo de 1976, instauró un plan represivo sin precedentes en nuestro país. Para cumplir con el programa represivo, las Fuerzas Armadas y de Seguridad dividieron al país en 5 zonas, de las cuales cuatro estaban divididas a su vez en subzonas y áreas, quedando una de estas fragmentada solamente en áreas. La provincia de Misiones pertenecía a la “Zona 2, Subzona 23 (2/23)”, junto con las provincias de Corrientes, Chaco, Formosa, Santa Fe y Entre Ríos. Según el Censo Nacional de 1980, esta zona contaba con una población estimada de 5.612.000 habitantes.En esta división zonal existieron alrededor de 22 instituciones de gran importancia que sirvieron de Centros Clandestinos de Detención (CCD), sin contar con los de carácter improvisado o extraoficial. ¿Qué es un CCD? Los Centros Clandestinos de Detención, también llamados “chupaderos”, eran instalaciones (instituciones, casas particulares, y otro tipo de lugares) que las Fuerzas Armadas y de Seguridad utilizaban como espacio de encierro de los detenidos-políticos.

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A su vez a los CCD se los clasificaba en dos tipos: Lugar de Reunión de Detenidos o LRD: instalaciones fijas con capacidad para albergar gran número de detenidos en forma estable y acondicionadas para la tortura y asesinato de los mismos. Lugar Transitorio o LT: como su denominación lo indica, estos eran lugares de detención transitoria, temporaria. Sus características y lógicas de organización eran precarias e improvisadas. Cuando secuestraban a las personas, se los llevaban como primera etapa del operativo a lugares como estos. Situación de los detenidos-desaparecidos en los CCD: • Los detenidos-desaparecidos eran sometidos al hacinamiento, pues los encerraban entre muchos en habitaciones de pequeñas dimensiones. También en algunos casos se daba el encierro individual. • Se les suprimía la identidad, la cual era sustituida por un número. • Entre otros sometimientos era común la mala alimentación, la falta de aseo, la falta de atención médica o el carácter precario de la misma, cuando contaban con ésta. • Permanecían constantemente con los miembros superiores e inferiores atados y con los ojos vendados. Esto provocaba en los secuestrados una sensación de aislamiento en relación con el contexto, la realidad, la temporalidad, e inclusive con sus compañeros de cautiverio. El eje de los procedimientos dentro de los CCD se centraba en la tortura, tanto física como psicológica. Podemos hablar del uso de los métodos de tortura para diferentes propósitos. En primera instancia era utilizada como mecanismo para arrancar información a los detenidos-desaparecidos, con el fin de hacer efectivo el proyecto de desarticulación antes mencionado. Al mismo tiempo servía como dispositivo de degradación moral, emocional y psicológica. En este sentido recurrían a métodos de deshumanización tales como las constantes humillaciones y golpes, la desnudez forzada, los insultos, la discriminación (antisemitismo, homofobia, racismo, etc.), las violaciones y 376

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abusos sexuales, y en algunos casos el trabajo esclavo. También apelaban a la distorsión de la realidad del “afuera”, ya sea con respecto a la situación de sus familiares, compañeros, el país, etc. Otro elemento de tortura psicológica explotado criminalmente por los verdugos fue el poder de decisión sobre la vida y la muerte de los secuestrados. Como ejemplo de esto se pueden nombrar los simulacros de fusilamiento. CCD de Misiones: Misiones, dentro de la Zona 2, Subzona 23 pertenecía al “Área 232”. Como pertenecientes al área 232 se pueden nombrar como los más importantes Centros Clandestinos de Detención a: - Delegación Policía Federal, Ayacucho 578, Posadas. - Escuadrón de Gendarmería Alto Uruguay. - Brigada de Investigaciones, Policía de Misiones, actualmente Seccional 4ta. - Vieja Cárcel de Posadas, calle Ayacucho entre Entre Ríos y Catamarca. - Casita de Mártires, en las inmediaciones del Aeroparque de Posadas, perteneciente a la Policía de la Provincia de Misiones. - Casita del Rowing, a la vera del arroyo Zaimán y frente al ex Rowing Club. - Comisaría 2da de Posadas, Av. Tambor de Tacuarí y Rocamora. - Departamento de Informaciones de la Jefatura de la Policía de Misiones, calle Buenos Aires entre Tucumán y Santiago del Estero, Posadas. - Destacamento de Inteligencia 124 Ejército Argentino, calle Junín y Sarmiento, Posadas. - Gendarmería Nacional, Av. Guacurarí y Félix de Azara, Posadas. - Hospital Dr. Madariaga, Av. López Torres, Posadas. 377

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- Jefatura de Policía y Alcaldía de Mujeres, calle Félix de Azara y Tucumán, Posadas. - Destacamento Policial de Santa Inés. - Destacamento de Prefectura de Santa Ana. - El Quincho, predio ubicado sobre la vera del arroyo el Zaimán perteneciente al Servicio Penitenciario Provincial. - Regimiento de Posadas, Jefatura del área 232, Av. Gral. San Martín casi L. N. Alem. Además precisamente en el interior de la provincia, predominaron los CCD improvisados ya sea en plena selva, en los campos o chacras e incluso en las viviendas particulares de las víctimas. Esto se dio concretamente en los casos de los trabajadores rurales que fueron sometidos por los Grupos de Tareas militares, y la prueba de ello sale a la luz en los testimonios brindados en el marco de los juicios llevados adelante para condenar a los responsables de delitos de lesa humanidad en La Provincia de Misiones.

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Zona Militar 2 Posadas Fuente: www.memoriaabierta.org.ar/

Alcaldía de Mujeres funcionó en la Jefatura de Policía de Policía de la Provincia de Misiones En el interior de la manzana comprendida por las calles Tucumán, Félix de Azara, Santiago del Estero y Buenos Aires. Ingreso por la calle Tucumán. Ciudad de Posadas. 1976 a 1978

Brigada de Investigaciones Dr. Ramón Madariaga 1103. Ciudad de Posadas. 1976 379

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El Quincho del Arroyo Zaimán Predio del Servicio Penitenciario Provincial (Av. Cabo de Hornos) sobre vera del arroyo El Zaimán, a 200 mts. del puente de la Av. Cabo de Hornos. Ciudad de Posadas. 1977 y 1978 Foto de la derecha: antiguo elástico de una cama de hierro, utilizada como parrilla en la tortura, que años después seguía siendo usada en el mismo predio para hacer asado. Fotos gentileza de Carlos Souriou.

Gendarmería de Posadas Av. Guacurarí y Féliz de Azara. Ciudad de Posadas. 1976

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Delegación Policía Federal Ayacucho 2360. Ciudad de Posadas. 1976 y 1978

Departamento de Informaciones de la Jefatura de la Policía de la Provincia de Misiones Buenos Aires 2462. Ciudad de Posadas. 1976 a 1978

Destacamento de Inteligencia del Ejército Junín y Sarmiento. Ciudad de Posadas. 1976 a 1983 381

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Jefatura del Área 232. Regimiento de Infantería de Monte 12 Av. San Martín casi Leandro N. Alem. Ciudad de Posadas. 1976 a 1983

En este predio funcionó La Casita de Mártires. Antiguo Destacamento de la Policía de Misiones Av. Ulises López y Chacabuco. Ubicada en proximidades del aeropuerto de la Ciudad de Posadas. 1977 y 1978

La Casita del Rowing Sobre la Vera del Arroyo El Zaimán, frente al ex Club Rowing. Hoy bajo agua. Ciudad de Posadas. 1976 382

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Comisaría 2da. de la Policía Provincial Av. Tambor de Tacuarí 490. Ciudad de Posadas. 1976

Ex Destacamento de Prefectura de Santa Ana Localidad de Santa Ana. 1976

Ex Destacamento de la Policía de Santa Inés Sobre Ruta 105, frente al ingreso del Establecimiento de la familia Nuñez en Santa Inés. Departamento Capital. 1978 y 1979 383

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Monte situado enfrente de la casa de Geraldo de Olivera utilizada como CCD. Aristóbulo del Valle

Destacamento Policial de Pindaytí

Regimiento de Monte 30 Perteneciente al Ejército. Apóstoles. Hospital de Posadas Dr. Ramón Madariaga Av. López Torres 1177. Ciudad de Posadas. 1976 y 1977 Antigua Cárcel de Posadas Entre Ríos y Ayacucho. Ciudad de Posadas. 1976 y 1977 Campamento a la vera del arroyo Acaraguá Perteneciente al Ejército Argentino. 1976 Escuadrón Nº 9 Gendarmería Oberá. 1976 Comisaría de la Policía Provincial Aristóbulo del Valle. 1976

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DERECHOS HUMANOS Crecer más, crecer en paz

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SUBSECRETARÍA DERECHOS HUMANOS

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