Bacon, Francis - Novum Organum.pdf

August 14, 2018 | Author: Jhon Marmolejo | Category: Inductive Reasoning, Francis Bacon, René Descartes, Science, Scientific Method
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Francis

BACON

Novum Organum Traducción directa del latín: C leme

nte

F ernando

A lmorí

Estudio preliminar y notas: R i si er í F r ond

Biblioteca de Obras M aestras del Pensam iento

A D A S O L

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EDITORIAL LOSADA B uenos

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Título srcinal en latín: Novum Organon scientiarum

Ia edición en Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento: septiembre de 2003

Advertencia €> Editorial Losada, $. A. Moreno 3362, Buenos Aires, 1949

Distribución: Capital Federal: Vaccaro Sánchez, Moreno 794 - 9o piso (1091) Buenos Aires, Argentina. Interior: Distribuidora Bertrán, Av. Vélez Sársfield 1950 (1285) Buenos Aires, Argentina.

La presente versión en español del Novum O rganum es, según nuestras noticias,la primera traducción directadel latín que se ofrece en castellano, Ha sido hecha de ac uerdo al textode la excelen te edi ción critica de Thomas Fowler,1cuya Introducción y valiosas notas han sido de gran utilidad para la redacción de nuestros comentarios depie depágina. Se ha tenido también a la vis ta la edición clásicaed f Spedding R. L. Ellisy D . D. Heathd Las notas de pie depágn a marcadas con un * se refieren a aspec tos lingüísticosy fueron redactadas por el traductor,; todas las demás, que aparecen con numeración corrida, se deben a Risieri Frondizi, quien tuvo a su cargo el cuidado de la edición.

Composición y armado de interiores: Taller del Sur

C leme nte

F ernando

A lmorí

R isi er i F ro ndi zi

Marzo, 1949

ISBN: 950-03-9219-4 Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Marca y características gráficas registradas en la Oficina de Patentes y Marcas de la Nación Impreso en Argentina Printed in Argentina

1 Bacon’s Novum Organum (ed. Thomas Fowler), 21 ed., Oxfo rd, At the Clarendon Press, 1889. 2 The Works of Francis Bacon(sel. y ed. James Speddlng, Robert Leslie Ellis, Douglas Denon Heath), Vol. I, London, Longman & Co., 1858.

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Significado y contenido del Novum Organum L Fran cis B a c o n y la fo rm ac ió n del pensam iento modern o

Producido el derrumbe de la escolástica, hay que aguardar hasta el siglo xvripara encon trar una nueva concep ción que reemplace a la que dominó durante tantos siglos. Sin duda, tal concepción se basa en el esfuerzo de los dos siglos anteriores —siglos de forcejeo en busca de una nueva ruta—y principal mente en las doctrinas de tipo naturalista que emergen en Ita lia. Pero es el sigloxvnel que ofrece una ruta bien definida so bre la qüe ha de transitar el pensamiento moder no ulterior. Resulta difícil discriminar con claridad las diversas contri- buciones a la formación del pensamiento moderno. Toda nue va época cultural surge como un complejo que se resiste a los esquematismos simplistas. Pero si reducimos nuestro interés a los aspectos filosófico y científico -íntimam ente ligados en esa época- acuden de inmediato a nuestra mente tres nombres que no pueden dejarse de mencionar en cualquier consideración sobre este tema: Descartes, Galileo y Bacon. Mucho se ha disputado acerca de la mayor o menor in fluencia que han tenido estos tres pensadores en la formación de la conciencia filosófica y científica modernas. Con frecuen cia se ha exagerado la importancia de uno en menoscabo de [ 9]

ios demás y el orgullo nacional no es totalmente ajeno a tales exageraciones. El vicio principal de esas disputas, que las ha tomado estériles en tanto contribución histórica, Gonsiste en querer ordenar jerárquicamente a dichos pensadores. Lo que corresponde, es indagar la naturaleza y sentido de la contribu ción de cada uno de ellos, pues es innegable que los tres han contribuido en buena medida a la formación de la conciencia moderna, Y tal indagación no debe tomar en cuenta tan sólo la srcinalidad o profundidad de las ideas sino la repercusión que tuvieron en el desarrollo ulterior del pensamiento filosófico-científico. La contribución de cada uno dees,ellos a nuestro juicio, de índole muy distinta. Descartes antees,todo, un filósofo. Con él se inicia un modo nuevo de filosofar que caracterizará al pensamiento moderno y que podemos denominar idealis mo, en un sentido amplio. Vio en la matemática el paradigma del conocimiento y señaló la estructura racional y mecánica de la naturaleza, principio que sirvió de sostén a todo el desarro llo ulterior de la ciencia moderna. Su preocupación metodoló gica es fundamental y está basada en la creencia del poder de la razón. Gaíileo, por el contrario, es un hombre de ciencia. Sus des cubrimientos son fundamentales; la concepción de Néwton re sulta incomprensible sin la mecánica de Galileo. Su aporte se encierra en una serie de descubrimientos científicos concretos y en el principio central que inspiró sus investigaciones perso nales y que se convirtió en un postulado fundamental de la ciencia moderna: el mundo físico es una interacción de fuerzas calculables y de cuerpos medibles. Se ha exagerado la impor tancia de su metodología. Por otra parte, unos han querido re ducir su método a la experimentación y otros a la deducción pura. La verdad es que el método de Galileo tuvo gran eficacia en sus propias manos --sin influir mayormente en sus conti nuadores—y es una mezcla de experiencia y deducción. Predi có el valor de la experimentación para combatir los excesos de la especulación metafísica que, bajo la autoridad de Aristóteles, había invadido el estudio del mundo físico; pero usó la deduc[103

ción que ataca al problema sin prejuicios metafísicos. En rigor, Galileo alcanza la mayor parte de sus descubrimientos por de ducción y usa la experiencia como medio para comprobar la verdad de sus hallazgos. El procedimiento que usó para redes cubrir el telescopio es un ejemplo típico de su metodología. Descartes fue un filósofo; Galileo, un hombre de ciencia. Bacon no es, en rigor, ni una cosa ni la otra. Su talento metafísico era escaso y ninguno de sus escritos puede compararse, en hondura filosófica, con los de Descartes.1A su vez, no ha contribuido al enriquecimiento de la ciencia con ningún des cubrimiento científico. ¿A qué se debe, entonces, que se le considere como uno de los fundadores del pensamiento mo derno? Lo que más cuenta de su contribución debe buscarse en su metodología. Bacon es el primero que expone en forma sis temática el método inductivo, que tanto ha contribuido al de sarrollo de las ciencias de la naturaleza. Y expone prolijamen te su fundamento, sus ventajas, sus posibles desviaciones, sus cánones. . Para comprender la importancia que tuvo el descubri miento de una vía de investigación hay que recordar en qué momentos expone Bacon sus ideas metodológicas. El de rrumbe de la escolástica no sólo echó por tierra las concepcio nes física y metafísica imperantes sino también la lógica aris totélica basada en el silogismo. Cuando existe un saber sistemático elaborado, el silogismo desempeña un papel fun damental. Pero al perder validez los principios generales de tal - sistema, cae la prem isa mayor del silogismo y con ella toda posibilidad de razonamien to silogístico. En un mu ndo que quiere echar a andar por nuevos caminos para nada sirve el si logismo; resulta infecundo por ser incapaz de descubrir nue vas verdades. Junto con la concepción aristotélico-tomista 1 No puede negarse, sin embargo, su influencia en la formación del em pirismo inglés. El aforismo I del Novum Organum contiene, en germen, la tesis central de Locke, quien afirmó que nuestras ideas tienen su srcen en la sensa ción y la reflexión. A Bacon le faltó lo que se advierte claramente en Locke: conciencia de la naturaleza y significación del problema del conocimiento.

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que imperaba cayó su principal instrumento metodológico. La reconstrucción ha de comenzar por el descubrimiento de un nuevo método, de un ars inveniendi,que sea capaz de con ducirnos a una nueva ciencia con fundamentos sólidos y fir mes. El problema del método es, por consiguiente, la cues tión inicial y básica de la filosofía moderna. Descartes y Bacon son sus máximos expositores. Descartes dedica a tales problemas buena parte de su famo so Discurso delMétodo, publicado en 1637, y la totalidad de una obra redactada años antes -prob ablem ente alrededor de 1628 y publicada después de su muerte en 1701: Reglaspara la direc

gica aristotélica, Descartes ha insistido en el carácter formal del silogismo. Ocupado en obedecer las reglas de la deducción si logística, el espíritu pierde de vista las ideas y se aparta de la in tuición directa de las naturalezas simples. Si bien por razones distintas a las de Descartes, no menos crítica es la actitud de Bacon frente al silogismo y la lógica aris totélica. El mismo título de su obra principal - Novum Organum, publicado en 1620—revela su oposición al Organum de Aristóteles. Tal oposición se convierte en franco ataque en el contenido de la obra. Escribe en el libro I que la lógica aristo télica “no es utilizable para la invención científica” (I, 11) y

ción del espíritu. En los comienzos del loDiscurso dice Descartes que “No basta tener el ingenio bueno; principal es aplicarlo bien. Las almas más grandes son capaces de los mayores vicios, como de las mayores virtudes; y los que andan muy despacio pueden llegar much o más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren pero se apartan de él55. Conceptos que se repiten en el Prefacio de los Principios de Filosofía (1644) y que coinciden con lo que escribe Bacon en el aforismo 61 del libro 1.2 La regla IV, a su vez, está dedicada a mostrar que “el método es necesario para la investigación de la verdad” y la to talidad de las Reglas para la dirección del espíritu no es sino una explicación y prueba de tal tesis. La búsqueda de un nuevo método, que es el punto inicial y el motor de sus indagaciones, supone un repudio del silogis mo en uso en los siglos anteriores. Considera Descartes que el silogismo es inútil como instmmento para descubrir nuevas verdades y sólo sirve para exponer verdades ya logradas.23 No sólo es inútil sino peligroso -agrega Descartes—puesto que la validez de su forma es independiente de su contenido; lo que permite deducir algo verdadero de premisas falsas. ¿Cómo po demos estar seguros de las verdades alcanzadas por medio del silogismo? La corrección formal de la deducción no nos asegu ra la verdad efectiva de sus conclusiones. En las críticas a la ló

“sirve másque para fijarinquirir y consolidar errores vulgares, para la verdad; de fundados tal modo en quenociones es más perjudicial que útil” (I, 12). Bacon da como prueba del fracaso del método empleado hasta entonces, la escasez de los conocimientos logrados. Ta les conocimientos parecen abundantes a juzgar por los libros pero su variedad se fu nda en hábiles sutilezas y no en verda des efectivas (I, 7). Los descubrimien tos de que dispon emos se deben, por otra parte, al azar (I, 8). “Al que considere la cosa debidamente —escribe en I, 82—le llenará de estupor........que se haya abandonado todo a la niebla de la tradición, o al tor bellino y vértigo de los argumentos, o a las fluctuaciones y ex travíos del azar.” Resulta, por lo tanto, insensato y aun contra dictorio esperar que lo que no se ha hecho antes pueda hacerse ahora, si no es por métodos aún no ensayados (I, 6). La causa y la raíz de todos los males de las ciencias consiste en que mientras admiramos y ensalzamos sin razón las fuerzas de la mente humana, no le procuramos los auxilios [métodos] apro piados (I, 9).4 La alternativa es clara: continuar en la niebla de un pseu-

2 Cfr. nota 5. 3 Cfr.Reglas para la dirección del espíritu, regla X in fine .

En los comienzos del Novum Organum escribe que “La mano sola y el entendimiento abandonado a sí mismo no pueden gran cosa... del mis mo modo como los instrumentos de la mano facilitan o guían los movi mientos de ésta, así los de la mente estimulan el espíritu y lo preservan del error”. (1, 2.)

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do-conocimiento acumulado por tradici ón o encontrado por azar, o buscar el camino que nos asegure el descubrimiento progresivo de los secretos de la naturaleza. De este plantea miento surge la fe ciega que tiene Bacon en la importancia del método. Fe que lo lleva, lo mismo que a Descartes, a menos cabar la importancia del talento y del esfuerzo personal y ha cer girar toda la cuestión en la bondad del método. En I, 61 dice Bacon que “es claro y manifiesto que el que corre fuera del buen camino tanto más se desvía cuanto más hábil y ve loz es.5Nuestro método de investigación de las ciencias es tal que no deja mucho lugar a la agudeza y vigor de la inteligen cia sino más bien pone los talentos e ingenios a un nivel igual. Pues así como para traz ar una línea recta o describir un círcu lo perfecto importa mucho la firmeza y entrenamiento del pulso si se hace sólo po r medio de la mano, pero poc o o na da si se emplea una regla o un compás, lo mismo sucede con nuestro método”.6 ¿En qué consistirá tal método capaz de elevar las inteligen cias y aseguramos el descubr imiento seguro y progresivo de los secretos de la naturaleza? ¿Cuál será su fundamento y cuáles sus normas?

5 Palabras que parece repe tir Descartes en' el Prefacio a la traducción francesa de los Principios de Filosofía cuando escribe: “Del mismo modo co mo el viajero camina en dirección opuesta la meta más sefalsos aleja cuanto más deque prisa camina... así aquellos que aparten detanto principios cuanto más los cultivan y con cuanto más rigor extraen conclusiones... tan to más se alejan del conocimiento de la verdad y de la sabiduría”. 6 Pueden citarse numerosos pasajes similares de Descartes. Baste con el comienzo del Discurso del método: “La facultad de juzgar y distinguir lo verda dero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto, la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferen tes”.

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II . Fu nd am en to de la indu cció n ba co nia na

El método propuesto por Bacon es, como se sabe, la llama da inducción incompleta, que se puede reducir a sus famosas tablas de presencia, ausencia y grados. Antes de exp oner tal mé todo conviene examinar su fundamento y su sentido, pues el método no es más que un instrumento al servicio de finalida des que lo trascienden y que configuran su naturaleza. El aumento del conocimiento es el objetivo inmediato de los esfuerzos de Bacon. Pero no busca éste el saber por el saber mismo sino que ve en el conocimiento un instrumento para la acción. El hombre puede en la medida en que sabe; el aumento de conocimiento implica la ampliación de su dominio, de su poderío. El fundam ento pragmático de su con cepción se encie rra en su conocido aforismo: “saber es poder”.. Sin que la afirma ción implique, por cierto, identificación del saber con el poder sino subordinación del conocimiento a la acción. Fija Bacon con claridad el objetivo de la investigación científica cuando es cribe: “La meta verdadera y legítima de las ciencias no es otra que la de dotar a la vida humana de nuevos inventos y recursos” (1,81). Inventos y recursos que amplíen el dominio del hombre, no sobre los demás, desde luego, si no sobre la naturaleza. Pero a la naturaleza se la domina obedeciéndola (I, 3 y 129); y para obedecerla hay que conocer sus secretos. A las sutilezas y poder de las fuerzas naturales, el hombre no puede oponerle más que la fuerza de su inteligencia y su saber. Si intentamos oponernos abiertamente a las leyes naturales seremos víctimas de su rigor. Mas si descubrimos la intrincada legislación que regula los fenó menos de la naturaleza hallaremos en otras leyes los medios pa raevitar las que se oponen a nuestros deseos. La navegación ma rítima y aérea son un claro ejemplo de lo que quiere expresar Bacon. Nos mantenemos a flote sobre el agua y volamos sin in conveniente por los espacios porque hemos descubierto los principios que nos permiten evitar la inmersión y burlar la ley de la gravedad. El rápido crecimiento de la ciencia y la técnica modernas ha permitido realizar la predicción de Bacon: poner la naturaleza, cada vez más, al servicio del hombre. [15]

Con tal concepción prag mática del conocimiento no ha de extrañamos que haya criticado Bacon duramente las doctrinas ■ de Aristóteles y de los filósofos medievales que asignaban al co nocimiento validez en sí mismo. Para el Estagirita, el más alto ideal del hombre radicaba en la mera contemplación y en el conocimiento de Dios. En poco difería la concepción del Medioevo. Bacon acusa de infecundidad a tales doctrinas y a la ciencia que de ellas surge. Dice que dicho saber es infecun do como las monjas consagradas a Dios. El temperam ento de Bacon —que era más bien político y hombre de gobierno que filósofo-, la época en que actuó

dad de una concepción que había perdido tod o d ominio, o en eneraíizaciones precipitadas. Había que comenzar de nuevo ^ artiendo de la observación atenta de los hechos particulares, oara remontarse lenta y progresivamente hasta los principios de mayor generalidad. En la experiencia tienen, pues, su srcen todos nuestros conocimientos; a ella debe acudir quien inten te descubrir los secretos de la naturaleza y no se conforme con sutilezas ingeniosas del intelecto. En el primer aforismo del ftlovunt Organum se establece con claridad el fundamento em pírico de todos nuestros conocimientos: “El hombre no hace ni entiende más que lo que ha podido escrutar del orden de la

— de Isabel, de de gran y poderío na l- y lareinado idiosincrasia general sü expansión pueblo, más inclinadonaa cio la acción que a la contemplación, explica el desprecio que siente Bacon por toda concepción que ponga el fin del saber en el saber mis mo. A semejanza de los pragmatistas contemporáneos, tiene Bacon una concepción instrumental del conocimiento. De ahí que sostenga que el saber deba valorarse por sus frutos (I, 73); juzgarse por la utilidad o aplicaciones que pueda tener. No debe creerse, p or cierto, que Bacon defendía un estre cho utilitarismo y juzgaba de los descubrimientos científicos de acuerdo a su posible aplicación inmediata. Tal forma de uti litarismo está sólo en la mente del vulgo. Ni Bacon ni los prag matistas contemporáneos han concebido la “utilidad” o aplica ción de los descubrimientos científicos en tal sentido. El fundamento pragmático está en la base del conocimiento, co mo finalidad general de la ciencia, y no en cada uno de los des cubrimientos parciales. Tal es la finalidad del saber para Bacon. Pero, ¿dónde bus car el saber? ¿Cuál es la fuente srcinaria de nuestro conoci miento? O, en otras palabras, ¿cuál es el fundamento gnoseoíógico de la inducción, que es el método que Bacon propone para alcanzar el saber que buscamos? En momentos en que se había derrumbado una concep ción y se deseaba comenzar de nuevo sobre bases bien firmes, no podía partirse de principios generales de insegura estabili dad. Tales principios generales basaban su validez en la autori

naturaleza puede maspor alialadeobservación eso (1, 1). o por la reflexión; ni sabe más ni El fundamento empírico de nuestro conocimiento implica un doble repudio. Al racionalismo y el conocimiento especu lativo, por un lado, y al principio de autoridad y el conoci miento libresco, por el otro. De poco vale el estudio de los an tiguos y medievales: todo el saber está encerrado en el libro de la naturaleza. Hay que aprender a leer dicho libro sin dejarse llevar por la fantasía o la impaciencia. Observación y experi mentación son las vías obligadas para lograr el conocimiento de la verdad; pero observación y experimentación metódicas que suponen “la unión verdadera y legítima de la facultad em pírica y la racional” (pág, 48, cfr. I, 95). Si Bacon se hubiera conformado con predicar la necesidad de buscar el conocimiento científico en la experiencia, su no m bre hubiera pasado inadvertido. Muchos antes que él sostuvie ron la necesidad de recurrir a la experiencia y al experimento. El rechazo de las especulaciones metafísicas y las deducciones silogísticas constituye tan sólo el primer m omento de la empre sa baconíana. La etapa siguiente, que precede a la exposición de su método inductivo, consiste en el examen de los obstácu los que impiden o perturban la búsqueda de la verdad. Nos re ferimos a su doctrina de los “ídolos”. La doctrina de los “ídolos” ha adquirido justa fama y cons tituye uno de los aspectos importantes de la concepción de Ba con. No forma parte, en rigor, del fundamento de la inducción [17]

IIP lll sino de las labores que deben anteceder a la correcta aplicación del método inductivo. Constituye lo que se ha llamado pars mm destruensdel Novum Organum. El entendimiento humano es llpl una especie de espejo que altera y deforma las imágenes de los §¡ip objetos que pretende conocer, pues “mezcla su propio modo iip. de ser con la imagen de aquéllos” (í, 41). Los hombres no se ¡ i han preocupado por examinar la naturaleza de las deformacio nes, innatas o adquiridas, del intelecto, sino que han preferido exaltar sus cualidades. La primera tarea consistirá, por lo tanto, en el examen de las falsas nociones que se han apoderado del espíritu del hombre. De tal modo, el investigador tomará con ciencia de tales deficiencias, ya sea para eliminarlas o para te nerlas en cuenta en su labor de investigación. jp En la presente obra, que es donde se encuentra la exposi IlÉiS ción que se considera clásica de su doctrina, distingue Bacon cuatro clases de ídolos7o falsas nociones que han tomado po sesión del entendimiento humano: ídolos de la tribu (Hola tri ÍPP ídolos del foro (idolafo- lililí bus), ídolos de la caverna (idola specus), ri) e ídolos del teatro (idola theatri)(I, 39).8 ¡É |: Los ídolos de la tribu tienen su srcen en la naturaleza mis (p l ma de la mente humana y pertenecen a “la tribu o estirpe de lili los hombres” (I, 41). Los ídolos de la caverna corresponden a. los hombres individuales pues, además de las aberraciones co munes a la naturaleza humana en general, cada uno tiene “un antro o caverna individual donde se quiebra y desbarata la luz de la naturaleza” (1,42). Los ídolos del foro, a su vez, tienen su srcen en las relaciones entre los hombres y principalmente en el lenguaje (I, 43), y los ídolos del teatro provienen de los dog mas filosóficos y las malas reglas de la demostración (I, 44). En escritos anteriores al Novum Organum dividía los ídolos en in-

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I

7 Sobre eí uso del término ídolo ver nuestra nota 30. Bacon dedica trein ta aforismos (I, 38-68) a la exposición de su doctrina. Caracteriza los ídolos en general (1,41-44) y los estudia luego en particular: ídolos de la tribu (I, 4552), de la caverna (I, 53-58), del foro (I, 59-60) y del teatro (1, 61-67). 8 En Advancement of Leam ingy en Partís Secundae DeUnatio Bacon divide los ídolos en tres, mientras que en Valerias Terminashabla de cuatro clases de ídolos.

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natos y adventicios pero en la presente obra abandona tal divi sión quizá -como sostiene Spedding- debido a la dificultad para clasificar los ídolos del foro. F La caracterización general de los ídolos de la tribu crea en el lector la esperanza de que Bacon desarrollará una crítica completa del entendimiento humano. La lectura de los aforis mos dedicados a tal clase de ídolos (I, 45-52) defrauda, pues el autor realiza un examen unilateral y desordenado de la cues tión. Señala las desviaciones del entendimiento debidas a “la torpeza, incompetencia y engaños de los sentidos” (I, 50), a su deseo de ir más allá del estudio de las causas físicas, a su adhe sión a una doctrina que ha aceptado apresuradamente, y a su tendencia a la abstracción y a suponer un orden y uniformidad mayor que el que se presenta en la realidad. Los ídolos de la caverna tienen su srcen, como dijimos, en la naturaleza propia de cada hombre, y pueden referirse a ca racterísticas derivadas del cuerpo, del alma, la educación, etc. Estos ídolos son muy numerosos, pues no es poca la variedad de los tipos humanos que pueden presentarse. Así, hay hom bres que tienen gran capacidad para apreciar las diferencias en tre las cosas y otros las semejanzas, unos admiran la antigüedad y Otros demuestran gran entusiasmo po r las cosas nuevas, unos se interesan por las partículas constitutivas de los cuerpos y otros por las estructuras generales. Hay que evitar la unilateralidad propia de cada uno y buscar la verdad “en la luz de ja na turaleza y de la experiencia” (I, 56), y sospechar de todo lo que ejerza sobre nosotros especial atracción o tienda a absorber nuestro espíritu, pues debemos “preservar la pureza e imparcia lidad de nuestro entendimiento” (I, 58). Bacon afirma con razón que los ídolos más importantes son los del foro (I, 59), que se derivan del lenguaje, pues las pa labras proyectan su ambigüedad sobre las ideas. Hay que estar alerta frente a los equívocos que puedan derivarse de la vague dad y aun contradicción de ciertos vocablos y someter al len guaje a un serio análisis crítico; de lo contrario se corre el ries go de caer en disputas de palabras que a nada conducen. Hay que imitar a los matemáticos “-aconseja Bacon—quienes cof 19]

■Slft lili

mienzan con la definición de las palabras que van a usar. Y agrega que tal procedimiento no remedia totalmente el mal, puesto que “las definiciones mismas están hechas de palabras y las palabras engendran palabras” (I, 59), Distingue Bacon dos clases de ídolos que tienen srcen en el lenguaje. Unos corresponden a las palabras de cosas que no existen y los otros a los términos confusos, “sacados de la rea lidad de un modo precipitado e incompleto” (I, 60).9 La expre sión “primer inmóvil” corresponde a la primera clase; “humedo” a la segunda. La segunda clase es más difícil de desterrar porque hay en tales términos un matiz de verdad y están, por lo general, muy inglesa arraigados. La filosofía ha tomado en serio la necesidad de es tudiar las palabras. Locke dedica a tal cuestión todo el tercer libro del Ensayo sobre el entendimiento humano y no son pocos los pensadores ingleses que estudiaron el lenguaje, después de él, desde un punto de vista filosófico. Con el desarrollo de la lógica simbólica y la teoría de la significación, el problema ad quiere singular importancia. Se ha estudiado la diversidad de significados que tienen las palabras que parecían unívocas y se ha mostrado de qué modo han surgido pseudo-problemas fi losóficos de equívocos lingüísticos. Gracias al trabajo fecundo de un grupo entusiasta de filósofos ingleses, alemanes y nor teamericanos, la semántica filosófica —también llamada “se miótica”—se ha convertido en una disciplina muy importan te. No han faltado pensadores de prestigio que han llegado a sostener que la filosofía debe reducirse al análisis del lenguaje científico .10 Los ídolos del teatro tienen su srcen en los dogmas filosó ficos y en las malas reglas de la demostración. Su nombre deri9 Bacon no advirtió ios posibles ídolos del foro derivados de errores de sintaxis; es decir, que no dependen de las palabras sino de su combinación. Las direcciones filosóficas contem porán eas —y en particu lar el empirismo lóI séI 11 gico- han estudiado prolijamente tales errores. 10 Cfr. F. Ca ma p, The Logical Syntax o f Language, London, Kegan Paul, 1 1 1937, §§ 72, 73 y 86; y suIntroduciion to Semantics, Harvard University Press,■ 1942, espec. pág. 250. ■

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de la idea de Bacon de que “todos los sistemas filosóficos in~ ^ tados y propagados hasta ahora son otras tantas comedias estas y representadas que contienen mundos ficticios y eatrales” (1,44)* Los ídolos del teatro son muy numerosos y es tán en constante aumento. Según Bacon, “la filosofía se asien ta sobre una base demasiado estrecha de experiencia y de his toria natural” (I, 62); de ahí que llegue a generalizaciones recipitadas y peligrosas. Divide tales falsas filosofías en tres: sofística, empírica y supersticiosa. Aristóteles es el ejemplo más notable de la primera, los alquimistas y William Gilbert (15401603) de la segunda, y Pitágoras y Platón de la tercera. La es cuela sofística o racional no se interesa por la verdad interna de las cosas y no acude a la experiencia sino que llega a las con clusiones por vía dialéctica y utiliza la experiencia para dar ve rosimilitud a sus conclusiones. Por tal razón, Aristóteles “es más culpable que sus secuaces modernos, los escolásticos, que abandonaron la experiencia por completo” (I, 63). La existen cia de la escuela empírica -que extrae dogmas “monstruosos” de la “estrechez y oscuridad de unos pocos experimentos” (I, 64)- nos muestra el peligro que encierra la experimentación realizada sin método y que pretende llegar precipitadamente a establecer las leyes universales. La filosofía supersticiosa, á su vez, es la causa del más grave daño, pues “el entendimiento hu mano no es menos propicio a mis impresiones de la imagina ción que a las de las nociones vulgares” (I, 65). En vez de exa minar y desechar estas falsas nociones, los hombres se han lanzado a “la apoteosis de los errores” y confundiendo las co sas divinas y humanas han intentado fundamentar un sistema de filosofía natural en pasajes de las Sagradas Escrituras. Reco mienda Bacon que, “con espíritu cuerdo demos a la fe sola mente aquello que a la fe pertenece” (í, 65). La doctrina de los ídolos es uno de los puntos fundamen tales de la concepción de Bacon y constituye el núcleo básico de lapars destruens del Novum Organum. Con razón afirma Ba con que tal doctrina “es respecto a la interpretación de la natu raleza lo que la doctrina de los elencos sofísticos respecto a la dialéctica vulgar” (I, 40). [21]

Bacon se ocupa de los ídolos en obras muy anteriores al Novurn Organum. En su escrito en inglés titulado Advancement ofLeaming (1605) habla de los ídolos bajo la denominación de

“falsas apariencias”. No las denomina en particular pero co rresponden a ios ídolos de la tribu, la caverna y el foro; las di vide en innatas y adventicias. En Vakrius Terminas , publicado en 1734 y escrito probablemente en 1603, agrega Bacon los ídolos del teatro, denomina ídolos del “palacio” a los idolafo* ti y habla de los ídolos de la tribu y de la caverna. En Partís se cúndete Delineado>compuesta alrededor de 1606 y publicada en 1653, vuelve a la división de los ídolos en tres y a la distinción entre ídolos innatos y adventicios, Pero cambia la subdivisión: divide los adventicios en dos clases, que no corresponden a los del Advancement ofLeaming, y los innatos, que estaban dividi dos en dos clases en el Advancement, aparecen constituyendo una sola. En el Advancement no figuraban los ídolos del teatro y en la Delineatio faltan los ídolos del foro; por otra parte, en lugar de los ídolos de la tribu, la caverna y el foro se encuen tran los ídolos de las filosofías, las demostraciones y la mente humana. Si bien en el Novurn Organum no realiza una exposición sis temática y completa de los ídolos pues, según él mismo nos lo dice, tal obra no tiene la forma de un tratado sino de un resu men ordenado en aforismos, la exposición que va de los aforis mos 38 a 68 del libro I, debe tomarse como el pensamiento fi nal del autor sobre el tema. La doctrina de los ídolos tiene como propósito fimd amentai mostrar los prejuicios y falsas nociones que se han apodera do de la mente del hombre para que éste pueda desecharlos, Significa por lo tanto, un trabajo previo de limpieza que per mite la ulterior aplicación del método inductivo, único cami no para descubrir los secretos de la naturaleza. Veamos ahora en qué consiste tal método.11

II I. E l método ind uc tivo de B aco n

Señalamos anteriormente que la novedad de la doctrina Bacon no consiste en haber indicado que la experiencia la fuente del conocimiento, pues muchos pensadores an~ C S ou^ M habían destacado la importancia tes ** ¡ 4 de la- -observación ^ | la experimentación. Tampoco consiste en haber señalado [a inducción como el método apropiado para la investiga ción científica. En efecto, la inducción no es un descubri miento de Bacon; ni siquiera es un descubrimiento moder no Sócrates la conocía y Aristóteles nos habla de ella en varios pasajes de suQrganonA Pero hay, por cierto, muchas clases de inducciones. Bacon descubrió una de ellas -"llama da inducción científica o baconiana- que corrigió los erro res de las inducciones anteriores y sirvió de base a la ulterior metodología inductiva. . Se considera, en general, la ind ucció n c omo la inferencia que va de lo particular a lo universal; tal inferencia, sin em bargo, puede tene r varios sentidos. Cuando se pasa de la o b servación de la existencia de una cualidad determinada en to dos y cada uno de los individuos que constituyen una clase finita a la afirmación de que tal cualidad pertenece a la tota lidad de la clase, se realiza una inducción completa. Así, por ejemplo, si en caso de un naufragio se comprueba que cada una de las doscientas personas que consti tuían el pasaje están a salvo, se puede tener la seguridad de que la totalidad de los pasajero^ se han salvado. La con clusión no es más que el re sumen de lo que se ha comprobado en cada caso particular, siempre que se tenga la certeza de que los individuos obser vados constituyen la totalidad de la clase que nos interesa. Esta inferencia nos asegura la certeza absoluta de la conclu sión; pero es poca su utilidad porque no implica un aumen to de conocimiento sino un resumen de una serie de com

11 En Anal. Post.} 816 b 12 y enTópica,105 a 16, Aristóteles define la in ducción como el pasaje de lo particular a lo universal.

[23]

probaciones parciales. Por otra parte, la naturaleza no siem pre nos ofrece clases finitas. Por lo general sucede lo contra rio: debemos investigar la presencia o causa de un fenómeno dentro de una clase infinita. Por ejemplo, si queremos averiguar qué propiedades tiene una droga o cuál es la causa de una enfermedad nunca podremos completar la serie de casos posibles: siempre podrá agregarse uno nuevo a los observa dos. Estamos condenados, por lo tanto, a observar un núme ro finito de casos, por más grande que sea dicho número, Pero no nos conformamos con afirmar que en los casos ob servados la droga tiene tal o cual propiedad, o la enfermedad se ha producido por tal o cual razón; queremos ir más lejos y extender nuestra afirmación a los casos no observados, a los que se presenten en el futuro, por ejemplo. Hay una verda dera ampliación del conocimiento, pero tal ampliación se realiza a base de un riesgo que corremos cuando saltamos de los casos observados a los no observados. Ésta es la llamada inducción incompleta, porque nunca podremos completar l a observación de todos los casos que incluimos en la conclu sión. Cuando la inducción incompleta se basa en la observación de los casos positivos, es decir, de aquellos casos en que el fe nómeno que nos interesa está presente, se llama “inducción por simple enumeración” {enumerationem simpliceni). La seguri dad de sus conclusiones es muy relativa puesto que puede comprobarse la existencia de una cualidad en un número muy grande de fenómenos u objetos que constituyen una clase y, sin embargo, no corresponderle a la totalidad de la clase. Así, por ejemplo, los europeos observaron en millones de casos que los cisnes eran blancos y, de acuerdo a la inducción por simple enumeración, p udieron concluir que todos los cisnes son blan cos. Bastó un solo ejemplo de cisne negro para mostrar el error de tal inferencia. La inducción por simple enumeración adole ce de un grave vicio. Fue Bacon quien lo señaló y quien corri gió dicho vicio al exigir la observación de los casos negativos como contraprueba de la conclusión extraída de los casos po sitivos. Tal es la función de la “tabla de ausencia” en la mcto[24]

í de Bacon y uno de sus grandes aportes al desarrollo de 1 investigación científica.12 la uComQ tUvÍmos oportunidad de señalarlo, Bacon da un e. A mentó pragmático al conocimiento: el saber es un instruíun oara Ja acción. Al concretar el carácter pragmático del ^ñócimient0 nos dice Bacon, en el primer aforismo del libro t? e el fin del hombre es engendrar nuevas naturalezas. En*'énde Por “naturalezas“ las cualidades o propiedades de un mo dado. Tal finalidad podrá cumplirse si se conoce la “forC wdel cuerpo o fenómeno dado, pues la forma e s la condi ción esericial de la existencia de la naturaleza.13 La relación de la forma y launa naturaleza tan íntima todas falta las veces que está presénte lo está laesotra (II, 4), yque cuando una falta lá otra (II, 12). Esto explica la íntima conexión que hay entre él saber y el poder hu ma no: el saber consiste en el conocimien to de la forma, conocimiento que nos confiere el poder de mo dificar la naturaleza correspondiente (cfr. II, 1 y 4). Lá íntima conexión de la forma y la naturaleza sirve de fun damento a las tres tablas -presencia, ausencia y grados- que constituyen el núcleo central de la inducción baconiana. En la tabla de presencia (II, 11) debemos anotar todos los casos o he chos{instantiae)en que aparece la naturaleza o fenómeno que deseamos estudiar, con la seguridad de que estará presente la correspondiente forma. Debemos buscar los casos más dispares para que la diversidad de circunstancias ponga al descubierto la nota esencial que interesa. En efecto, la diversidad de cir cunstancias nos permitirá eliminar aquellas formas o notas que aparezcan en unos casos y en otros no y conferirá valor a la for ma permanente, pues la presencia de la naturaleza nos asegura la presencia de su correspondiente forma. En la tabla de ausencia (II, 12), por el contrario, se anota rán aquellos casos que se asemejan en todo lo posible a los an12 Escribe J. S. Mili en su Sistema de Lógicaque “por señalar la insuficien cia de la inducción por simple enumeración, Bacon mereció el título de fun dador de la filosofía inductiva”. (Libro III, cap. 3, § 3.) 13 Sobre el concepto deforma véase nuestra nota 185. [25]

teriores pero en los que esté ausente el fenómeno que investígamos, pues la ausencia del fenómeno nos asegura la ausencia de la correspondiente forma. La relación que señalamos entre la forma y la naturaleza n0 sólo sirve de fundamento a las tablas de presencia y ausencia sino también a la de grados (II, 13); las variaciones de aumen to y disminución de la naturaleza o fenómeno estudiado de ben ir acompañadas del correspondiente aumento o disminu ción de la forma. La tercera tabla consistirá, por lo tanto, en el registro de aquellos casos en que el fenómeno que se estudiare presente en diversidad de grados, ya se trate de un mismo suje to o de sujetos distintos. Teóricamente el método es muy sencillo. Si queremos ave riguar la “forma” de un fenómeno a, y notamos que en un ca so va acompañado de b, c, d,en otro de c,f,g y en un tercero de c, d,fi podemos sospechar que c es la forma del fenómeno estudiado, por ser la única nota que se mantiene en todos los casos. Este primer momento —representado por la tabla de pre sen cia - no nos asegura que c sea realmente la forma de a sino tan sólo nos permite sospechar esa relación; pero nos ase gura que no lo son dsfig pues los tres están ausentes al menos en un caso, y sabemos que la forma no puede estar ausente si está presente la naturaleza. La tabla de ausencia sirve justa mente para confirmar o desechar la sospecha de que c es la for ma de a. En esa tabla registraremos los casos más similares que encontremos con los anotados en la tabla de presencia y que, en lo posible, difieran tan sólo en la ausencia del fenómeno a estudiado. Si en algunos de esos casos en que no se presenta el fenómeno a está presente cs podemos desechar a c como for ma de a, puesto que “la forma debe estar ausente cuando está ausente la naturaleza dada” (II, 12). Por el contrario, la ausen cia de c confirmará nuestra primera sospecha de que estamos frente a la forma de a. La tercera tabla, a su vez, nos revelará que si el fenómeno a se presenta en varios casos con diver sidad de grados y tal aumento o disminución va acompaña do del correspondiente aumento o, disminución de c, éste será la forma de a.

étodo es muy sencillo y de fácil aplicación cuando lo . a un esquema prefijado. En la realidad es muy distinretertm fe ^ ^ imposible variar todas las circunstancias a fin j° ? U; quede únicamente una constante. Esta imposibilidad aislar una sola nota que acompañe constantemente PffCÜórneno ha dado motivo a numerosas críticas y no pocas u l Se ha dicho, por ejemplo, que entre las constantes que ■mpañan un fenómeno biológico que se estudia en unlaboac ^ está el color de la pared, o la presencia de los zapatos del ''rivestigador, y que la aplicación rigurosa del método bacónia1 nos exigiría asignar a esos hechos el carácter de forma del fe nómeno estudiado. Tal crítica parece olvidar que Bacon da por miesto que el investigador aplicará su método en forma inte y no mecánica (cfr. I, 95). Queda librado a la sagacidad ligente de quien aplica el método descubrir, entre las numerosas cons tantes del fenómeno, aquella que realmente le corresponde co ntri forma. SÍ hubiera alguna razón para sospechar que pudiera existir alguna relación entre el color de la pared del laboratorio, o los zapatos del investigador, y el fenómeno estudiado, basta ría pintar la pared de otro color o quitarse los zapatos y obser v é se produce alguna alteración en el fenómeno que se es tu dia. Por lo general, no es necesario realizar de hecho tales exclusiones pues el hombre no renuncia a su inteligencia cuan do investiga, cualquiera sea el método que utilice. : Los principios básicos del método baconiano han inspira do las grandes metodologías posteriores y la realidad efectiva de la investigación científica. No se trata de la aplicación di recta del método de Bacon sino del sentido general de su me todología. Algunos hombres de ciencia, sin el menor sentido histórico, se han burlado del método baconiano, acusándole de moverse en un plano de trivialidades y lugares comunes. Pero como señala muy bien W. Windelband en el capítulo de dicado a Bacon de su excelente obraDie Geschichte der mueren ) “no nos sorprende Philosophie {Historiade la filosofía moderna que los preceptos baconianos parezcan lugares comunes y aun pueriles a los científicos modernos, y que no los utilicen más desde hace tiempo. Lo que sorprende es que pueda ignorarse [27]

tudiado”.15La tabla de ausencia y su cotejo con la tabla que tales lugares comunes representaron en su época una difí cil conquista y una contribución importante en el campo de 5° CS senda tiene justamente como finalidad descubrir aquet instancia única que está presente cuando se presenta el la metodología. En este caso se repite el fenómeno de que el >3C' enÓ y está ausente cuando aquél falta. De nuevo la in hombre, por lo común, nada aprecia menos que los bienes i''. • relación entre la natural eza y la forma - “la forma debe que ha gozado desde su nacimiento. Es una prerrogativa del auSente cuando está ausente la naturaleza dada” (II, 12)— genio que le consideren insignificante quienes nada entienden de historia”. 6Suivale a la relación de causa a efecto enj. S. Mili. La corresey descubrir el “proceso” y el “esquematismo latente” (I10). En el aforismo 11 se expone la tabla de presencia, en el 12 la de ausencia y en el 13 la de grados. Las tres tablas van acom- í pañadas de un ejemplo práctico de investigación de la forma r' del calor, que da motivo a una larga lista de casos en que está | presente tal forma y que demuestra la poca preparación cientí fica de Bacon. Las tablas funcionan como “presentación de í [34]

ejempl°s de entendimiento” (15). El primer trabajo de la in ducción verdadera consistirá en la observación de la presencia, ¿usencia o modificación de la forma en relación a la naturale za dada (16). En el aforismo 17 se aclara el concepto de “for ma” y en el 18 se expone la nueva “tabla de exclusiones” que muestra de nuevo el valor que asigna Bacon a los casos negati vos en la “inducción verdadera” (19). Del aforismo 20 hasta el final de la obra (52) están dedicados al estudio de los auxiliares fiel intelecto en la interpretación de la naturaleza. En el aforis mo 20 realiza el autor la “primera vendimia de la forma del ca lor”, en el 21 enumera los nueve “recursos auxiliares del enten dimiento”. De tales recursos estudia tan sólo (22-51) el primero -que llama “hechos preferentes”—y de los que enuncia veinti siete tipos distintos. En el aforismo 52 y último da una clasifi cación de los “hechos preferentes”. La obra se interrumpe bruscamente sin que el autor se ha ya ocupado de los otros ocho tipos de recursos auxiliares del entendimiento. Después de la enunciación de las tablas, el Noytm Organum pierde interés. Bacon no era un hombre de cien cia y, por lo tanto, se manejaba muy mal cuando tenía que en frentar problemas científicos concretos. Como tuvimos oportunidad de señalar con anterioridad, Bacon no ha contri buido con ningún descubrimiento científico. Tampoco ha fun dado ninguna nueva filosofía. Toda su contribución -y no es poca™ se encierra en el descubrimiento de un nuevo método. El hecho de que el método que él propuso se haya modificado con el tiempo no reduce la importancia de su descubrimiento. Él mismo previo el mejoramiento de su método.22 Lo impor tante es que, desde Bacon, el estudio de la naturaleza se echó a andar por nuevos caminos, los caminos de la llamada induc ción científica o baconiana. R i sieri

F ro ndí zi

22 Escribió, en efecto: “No afirmo, sin embargo, que nada pueda añadir se a mis preceptos”, pues “el arte de la invención puede ir desarrollándose con los descubrimientos” (I, 130). [35]

Proemio a la Instauratio Magna *1 F r anc

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EL RAZONAMIENTO QUE SE PROPUSO A SÍ MISMO, EL CUAL CREYÓ ÉL, QUE HECHO CONOCIDO A LOS VIVOS Y A LA POSTERIDAD, LES INTERESARÍA



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Dando él por cosa ave riguada que el entend imiento h uma no se suscita dificultades a sí mismo y no emplea propia y ade cuadamente los recursos verdaderos (que están eiLjpadgi^del hombre); de donde surge una ignorancia múltiple de las cosas vde ía ignorancia de las cosas, innumerables daños, creyó con veniente esforzarse por ver por todos los medios, si pudiera volverse a su integridad o al menos sacar a un. estado.mejor en alguna forma ese intercambio entre la mente y l as eosa s e x u a l apenas cosa alguna en la tierra o al meno.s_erüas„msasJ£iTenas aparece semejante). Pero como no subsistía esperanza alguna en absoluto de que los errores que han prevalecido y que ha brán de prevalecer por siempre se corrigieran a sí mismos unos tras otros (si la mente queda abandonada a sí misma), ni por la propia fuerza del intelecto, ni por los auxilios y sostenes de la 1 Sobre la distribución general de la obra véase nuestro estudio preliminary pág. 29. [37]

dialéctica; a causa de que las nociones primeras de las cosas, que la mente recibe, guarda y acumula a tragos fáciles y gusto sos (de donde fluyen todas las demás cosas), son viciosas y con fusas y extraídas a la ligera de las cosas; y no siendo menor la inconstancia y gusto en las segundas y demás; de donde proce de el que toda esa razón humana, de la que usamos para la in vestigación de la naturaleza, no está bien levantada y edificad^ sino que es como una mole magnífica sin fundamento. Pues mientras los hombres admiran y celebran las falsas fuerzas de la mente,- dejan a un lado y pierden las que verdaderamente es tán a su alcance si se le aplicaran los debidos auxilios y ella mis ma fuera prudente ante las cosas y no se lanzara contra ellas, impotentemente. Quedaba una sola cosa, la de que se intenta ra la cosa en su integridad con mejores medios y que se hicie ra una renovación de las ciencias y las artes v de la doctrina to da humana, en su conjunto, sacad a de ms debfdos c i m ^ Pero esto, aunque pudiera parecer empresa infinita y sobre las fuerzas humanas, sin embargo, se la encontrará sana y apropia da en la práctica más que aquello que hasta ahora se ha hecho, pues para esto n o q ueda salida alguna. Pero en las cosas que se hacen respecto a las ciencias hay una especie de vértigo, torbe llino, y un girar perpetuo. Y no se le escapa en qué soledad se desarrolla este experimento, y cuán duro e increíble sea para lo- ^ grar crédito. Sin embargo, pensó que ni la cosa ni él mismo debieran ser Yi desechados sin acometer e intentar el camino que es el único abierto a la mente humana. Pues es preferible dar comienzo a una cosa que puede te ner éxito, que no enredarse en una por- i fía y empeño perpetuos en otras que no tienen salida alguna. Ahora bien, las vías contemplativas responden casi a esas í vías activas divulgadas; de modo que la una, difícil y ardua en sus comienzos sale a lo abierto; la otra expedita y fácil a prime- i; ra vista conduce a lo inaccesible y al precipicio. Mas estando incierto de cuánd o estas cosas hubieran de venirle a las mien- [ tes a alguien en el futuro; valiéndose especialmente de este ar- :•/ gumento: el de que no encontró hasta ahora a nadie que hu- V' biera aplicado su ánim o a pensamientos semejantes; determinó ^

ar al público todos los principios que le fue dado ultimar. Y sa or¡sa n0 fue ambición sino solicitud, a fin de que si le acaee. ¿¡ afgo de lo que es propio del hombre, quedara, sin emalgún proyecto y designio de la cosa que había empren dido en su alma; y para que juntamente quedara alguna señal de su voluntad honrada y propensa al bien del género huma no £ n verdad, cualquier otra ambición la juzgó men or a la co sa que tenía entre manos. Pues o lo que aquí se trata es nada, o es tan grande que deba él quedar contento de su mismo mé rito y no buscar afuera otro fruto alguno.

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Serenísimo y poderosísimo Rey: Podrá acaso su Majestad acusarme de hurto por haber robado a sus negocios tanto tiemp o como se precisa para estas cosas. Nada tengo que decir. Pues no se hace restitución del tiempo si no es que acaso el tiempo distraído a sus asuntos pueda reponerse en la memoria de su nombre y en el hono r de su siglo; si es que esto es de algún valor. En verdad, son estas cosas completamente nuevas; y lo son aun en toda su especie; pero están descritas sobre un modelo viejo en extremo, o sea el mundo mismo y la naturaleza de las cosas y de la mente. La verdad, yo me he acostumbrado a creer (para hablar con sinceridad) que esta obra es más un parto del tiempo que del ingenio. Pues en esto no hay nada sorprendente, sino el hecho de que hayan podido caer en la mente de nadie los comienzos de esto y un recelo tan grande de las cosas, que han venido prevaleciendo. Lo demás sigue no a disgusto, pero sin duda alguna hay algo de casualidad, como vulgarmente se dice, y como de fortuito, no menos en lo que los hombres piensan que en lo que hacen y dicen; pero esta casualidad de que hablo, quiero que se entienda así: que si en lo que yo presento hay algo de bueno, se atribuya a la inmensa Misericordia y Bondad divinas y a la felicidad de su tiempo; a quien yo, vivo, he servido con 41 [41]

todo mi afecto y haré que, m uerto, pueda aquello iluminar a la posteridad, encendida esta nueva antorcha en las tinieblas de ]¿ filosofía. Mas con razón se debe esta regeneración y renova' > ción de las ciencias a la época de un rey el más sabio y docto de todos. Quedaríame un ruego, no indigno de su Majestad y que interesa, más que todo, a esto de que se trata. Esto es, que ¡I I puesto que suscita en muchísimas cosas el recuerdo de Salo món por la seguridad de su juicio, por su reino pacífico, por la amplitud de su corazón, y en fin, por la noble variedad de los libros que ha compuesto, añádase a esto también, al ejemplo ¿ de ese mismo rey, el que procure que se reúna y complete la Historia y Experimental, y severa (dejadalaa .I un lado laNatural filología) y tal que estéverdadera en disposición de fundar filosofía, es decir, tal como la describimos en su lugar: para que I la filosofía y las ciencias no estén ya más colgando y en el aire, | sino que se apoyen en sólidos cimientos de experiencias de to\ do género, y éstas cuidadosamente examinadas. * He presentado ciertamente un órgano; pero la materia ha ; de ser sacada de las cosas mismas. Dios Óptimo, Máximo, guarde incólume a su Majestad. 1 A su serenísima Majestad, su siervo el más obligado y de- \ voto. Fr

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In sta u ra d o

Magna de

Francisca de Verulami o

Prefacio Detestado de tas ciencias, que no esafortunado ni ha sido aumen tado en gran manera;y que ha de ab rirseal intelecto humano,un ca mino enteramen te distinto del que hasido conocid o por losanteriore ys proporcionar otros auxilios para que la mentepueda usar de sus dere chos respecto a la naturaleza de las cosas.;

Paréceme que los hombres no conocen bien sus recursos y sus fuerzas; sino que estiman a aquellos en más de jo debido y a éstas en menos. Y así sucede que bien estimando las artes re cibidas en un precio excesivo no buscan más, o bien deprecián dose a sí mismos más de lo justo, consumen sus fuerzas en co sas muy ligeras y no las prueban en aquello que interesa a lo esencial del asunto. Por lo cual, aun sus remedios son fatales, en cierto modo, a las ciencias, ya que los hombres no son in citados en sus deseos ni en sus esperanzas a penetrar más allá. Y como la creencia de riqueza sea una de las causas máximas de su pobreza; y como se desprecian para el futuro los verda deros auxilios de lo presente, es provechoso y aun completa mente necesario q ue se quite el exceso de ho nor y admiración de aquello que ha sido inventa do hasta ahora, en los umbrales mismos de nuestras obras (y esto sin circunloquios ni disimu las); con una advertencia provechosa, la de que los hombres no [43]

celebren ni tom en en más la eficacia y utilidad de aquello, pues si alguien examina por dentro con más diligencia toda aquella variedad de libros de la que se enorgullecen las artes y las ciencias. .enc.ojitrará^donde quiera infinitas repeticiones de lo mis mo. diversas en el modo de tratarlos, previamente adueñadas de la invención, de tal modo que a primera vista parecen nu merosas, y hecho examen, escasas. Y acerca de su utilidad se ha de decir abiertamente que esa sabiduría, que bebimos de los griegos especiaiísimamente. parece una como niñez de la cien cia. y que tiene lo que es propio de los niños, el ser prontos para la charla, pero impotentes y prematuros para la generación; pues es fecunda en controversias e impo tente en obras, de tal modo que aquella fábula de la Escita, parece cuadrar a lo vivo al estado de las letras, tal como se encuentran; tenía aquélla rostro y aspecto de doncella, pero en su vientre llevaba ceñidos y adheridos monstr uos que ladraban. Y así las ciencias a que es tamos acostumbrados, tienen ciertas generalidades lisonjeras y hermosas, pero cuando se llega a las particulares que son como las partes de la generación para que den fruto y obras de sí, en tonces nacen rivalidades y disputas de ladridos, que es en lo que quedan, y que hacen las veces de parto. Además, si semejantes ciencias no fueran cosa en teramente muerta, no parece que hubiera de haber sucedido, lo que por tantos siglos ha acontecido, el que aquéllas se mantengan pegadas e inmóviles sobre sus huellas, ni tomen el incremento digno del género hu mano, hasta el punto de que muchas veces no sólo la afirma ción ha quedado afirmación, sino que la cuestión queda cues tión, sin que se resuelva con esas descripciones, sino que se fije y mantenga, y que toda la tradición y transmisión de las disci plinas, represente y ostente la persona de maestro y oyente y no la de inventor y la de quien añada algo extraordinario a lo inventado. En cambio, en las artes mecánicas, vemos acontece; lo contrario; pues éstas, como si fueran partícipes de un aire vi tal, crecen y se perfeccionan día a día, y aparecen la mayor par te de las veces rudas y como pesadas e informes en sus prime ros autores, mas luego alcanzan nuevo vigor y cierta como adaptación, hasta el punto de que antes desmayen y cambien [44]

los deseos y anhelos de los hombres que llegar ellas a su curu j a y perfección; p or el contrario, la filosofía y las ciencias in  telectuales a modo de estatuas, son adoradas y celebradas, pe ro no avanzan; aún más, algunas veces es en su primer autor cuando están en su máximo vigor, y degeneran a continuación; pues después que los hombres, se han hecho doblegadizos y se han sumado al criterio de otro (como senadores pedarios) no amplifican las ciencias sino que desempeñan un oficio servil exaltando y escoltando a ciertos autores. Y nadie aduzca aque llo de que las ciencias creciendo poco a poco han llegado por fin a un estado fijo y sólo ahora hecho morada estable en las obras de unos pocos (recorridos los trayectos que les corres pondía); y una vez que nada mejor puede encontrarse, se de tienen, por fin, para adornar y cultivar lo encontrado. Sería de desear el que esto fuera así. Pero más correcto y verdadero es que esas adquisiciones de las ciencias no sonotra cosa que algnjiacido de la confianza de unos pocos hombres v de la de sidia e inercia de los demás. Pues después de que las ciencias fueron quizás cultivadas y trabajadas por partes diligentemen te, salió entonces acaso alguien de ingenio audaz, y celebrado y aplaudido por sus compendios del método, quien en la apa riencia compuso el arte, pero en la realidad destruyó el trabajo de los anteriores. Esto, sin embargo, suele ser grato a los poste riores, por el uso fácil de la obra y el tedio y la falta de pacien cia para nueva investigación. Pues si alguien, por el consenso ya inveterado, se rigiera por el juicio del tiempo, sepa que se apoya en un razonamiento muy falaz y débil. Pues no nos es conocido en gran parte qué es lo que se conoció y emanó al público en arte y ciencia en los diferentes siglos y lugares; m u cho menos, qué es lo que fue intentado por cada uno y discu tido separadamente. Y así no constan en los fastos los partos ni los abortos del tiempo. Y no ha de estimarse en mucho, en mo do alguno, ese consenso ni su duración. Pues cualesquiera que sean los diversos modos de administrar las ciencias, el estado de éstas es único y siempre fue y habrá de quedar popular. Y para con el pueblo pued en muchísimo las doctrinas conte nci o sas y combativas o aparatosas y vacías, esto es. tales que envuel[45]

van v seduzcan el asentimiento. Y así, los mayores ingenios han sufrido sin duda alguna, violencia, a través de las diversas edades, al someterse varones no vulgares en comprensión e in, telecto, al juicio del tiempo y la multitud mirando por su estk mación. Por lo cual, si alguna vez han brotado observaciones algo más profundas, han sido combatidas v apagadas inmedia tamente por ios vientos de las opiniones vulgares. De modo que, el tiempo, como un río, ha traído hasta nosotros lo ligero e hinchado y ha hecho sumergir lo grave y sólido. Y aun aque llos mismos autores que ejercieron una especie de dictadura en las ciencias y que se pronunciaron con tanta confianza acerca de las cosas, sin embargo, cuando por intervalos vuelven en sí, acuden a quejas acerca de la sutilidad de la naturaleza, las re conditeces de la verdad, y oscuridad de las cosas, la complica ción de las causas y la debilidad del ingenió humano; en esto mismo, sin embargo, no más modestos, prefiriendo acusar la común condición de los hombres y de las cosas, a hacer con fesión de sí mismos. Y para ellos es algo solemne casi, dar por asentado que todo aquello que no tocó algún arte, es algo im posible para ese mismo art k Pero n o puede condenarse el arte ;cuando ese mismo arte es el que se discute y juzga. Así, pues, i lo que preten do es librar a la ignorancia de la ignominia y lo que se ha recibido y aceptado se encuentra en esta situación: en cuanto a obras morales, lleno de cuestiones; lento y lángui/ do en sus progresos, aparenta perfección en el conjunto pero i mal rellenado en sus partes; popular en su elección y sospecho- : iso a su mismo autor, y por tanto pertrechado y pagándose de i ciertos artificios. Mas aquellos que han querido experimentar

sucede algo de lo que con el agua, que no sube más del punto de que descendió. Y así estos hombres enmiendan alguna cosas, pero las hacen progresar poco y su aprove cha^ 1110 es para mejor pero n o para más. Sin embargo, n o han faltado quienes con mayor audacia juzgaron que todo les era permitido, y llevados del ímpetu de su ingenio, derribando y construyendo las cosas anteriores, se abrieron paso para sí mismos y sus pretensiones; y del estrépito de éstos no se ha conseguido gran adelanto, ya que pretendieron ampliar la filo sofía y las artes, n o con la realidad y las obras, sino cambiar so lamente de pretensiones y pasar a sí mismos el reino de la opi nión; y sin duda con escaso provecho, ya que las causas de error, son casi comunes entre errores opuestos. Pero si hubo alffjnosim _sqmet jdos^^ ^ pretensiones, sino factores de lajibertad, éstos iban animados del deseo de busc^tconsigo juntamente a otros; v los tale s fueron sin duda ho nestos en sus deseos per q impq te pues pa rare que siguieron solamente razonamientos probables v fiieron arrastrados al azar por el vértigo de los argumentos, v enervaron la severidad de la investigación con u na libertad promíscua en el buscar. Por otra parte, no se encuentra a nadie que haya hecho un alto legítimo en las cosas mismas y en la expe riencia. En cambio, algunos, que se dejaron llevar por las olas de la experiencia y que casi se hicieron mecánicos, practicaron una investigación al azar en la misma experiencia y no milita ron en aquélla sometidos a una ley fija. Es más, la mayor par te se han propuesto unas pequeñas tareas tomando por gran cosa el poder sacar alguno que otro invento, regla de conduc

po r sí mismos y a ñadir algo a las ciencias, y mostra r sus fines, no se han atrevido en absoluto a apartars e de lo aceptado ni di rigirse a las fuentes de las cosas sino que creen que han conse guido algo grande con sólo añadir e insertar algo propio, juz gando para sí mismos que pueden sustentar su modestia al asentir y su libertad al añadir. Pero mientras se atiende a la oph nión y la costumbre, estas mediocridades tan ponderadas, se convierten en gran detrimento para las ciencias, pues difícil mente se consigue el admirar y superar juntamente a los auto-

ta no menos mezquina que inhábil; pues nadie escudr iña apro piada y felizmente la naturaleza de u na cosa dentro de la cosa misma, sino que aun tras una laboriosa variación de experien cia no descansa sino que indaga qué es lo que ha de buscar des pués; y a nte tod o, no ha de omitirse, q ue toda diligencia en la experimentación, captó ya desde sus comienzos y con afán apresurado e intempestivo, ciertas obras determinadas; es decir, fue tras experimentos fructíferos; y no imitó el orden divino, que el primer día buscó sólo la luz y le dedicó un día entero,

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eS. enesto

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ni en ese día produjo cosa alguna de obra material, sino que descendió a ella en los días siguientes. Pero los que asignaron el papel más importante a la dialéctica, y creyeron con ello pro porcionar los medios más dignos de fe para las ciencias, vieron muy bien y con mucha verdad, que el intelecto humano con fiado a sí mismo, debía, con razón, ser tenido en desconfianza. Mas esta medicina es con mucho más débil que el mal y aun ella misma no ajena a él. Ya que la dialéctica aceptada, aunque puede aplicarse muy bien a las artes y a la vida civil que se apoya en palabras y opiniones, sin embargo, no toca ni de lejos la sutilidad de la naturaleza; y estrechando lo que no tie ne en su poder, valió más bien para estabilizar y como fijar los errores que para abrir el camino a la verdad. Por lo cual, para sintetizar lo dicho, no parece que ni el cré dito en los demás ni la habilidad propia, hayan iluminado hasta ahora con éxito a los hombres acerca de las ciencias, espe cialmente habiendo tan poca firmeza en las demostraciones y en los experimentos conocidos hasta ahora. Mas el edificio de este universo, es por su estructura como un laberinto para el entendimiento humano en meditación; en el cual se le ofrecen por todas partes tantos caminos inciertos, tantas semejanzas fa laces de cosas y de señales, tantos nudos y espirales oblicuas y embrolladas de las naturalezas, y ha de construirse un camino bajo una luz incierta que brilla a veces y a veces se oculta en medio de las selvas de la experiencia y de las cosas particulares. Más aun, los guías del camino que se presentan (según hemos dicho), ellos mismos se confunden y aumentan el número de errores y de extraviados. En situación tan dura hay que descon fiar enteramente del juicio de los hombres por su sola fuerza, así com o de una casualidad afortunada. Pues ni la excelencia de los ingenios, cualquiera que ella sea, ni el dado de la experi mentación lanzado muchas veces, podrá vencer esto. Han de guiarse los pasos por un hilo; y ha de abrirse el camino entero con un método seguro desde las mismas percepciones prime ras de los sentidos. Pero no ha de tomarse esto como si nada en absoluto se hubiera hecho en tantos siglos y con tantos es fuerzos; pues no nos pesa lo que se ha descubierto. Los anti [48]

gaos, ciertamente, se mostraron varones admirables en las coque están fundadas en el ingenio y la meditación extrema da, Pero así como en los primeros siglos, cuando los hombres dirigían su ruta en la navegación solamente por las observacio nes dé las estrellas, pudieron, sin embargo, descubrir las costas del antiguo continente y atravesar algunos mares menores y riiéditerráneos; pero antes de que se pudiera atravesar el océa no y descubrir las regiones del nuevo mundo, fue preciso co nocer el uso de la aguja náutica, como guía más fiel del cami no; dé un modo muy semejante cuanto se ha descubierto hasta ahora en artes y ciencias, es tal que pudo descubrirse por la práctica, la meditación, la observación y el argumento, como cosas que están más cerca de los sentidos y por esto casi bajo nociones comunes. Pero antes de poder arribar a cosas más re motas y ocultas de la naturaleza, se requiere de toda precisión que $e introduzca u n uso y aplicación mejor y más perfecto de la mentey del intelecto humano. Yo, ciertamente, ligado por el eterno amor a la verdad, me he lanzado a un camino incierto, arduo y solitario; y confiado en el auxilio divino y contando con él, he afirmado mi mente contra la violencia y el ejército batallador de las opiniones, y contra las vacilaciones y escrúpulos propios e internos, y con tra las tinieblas, nubes, y fantasías que vuelan por doquier, de las cosas; para finalm ente, poder presenta r a los vivos y a las fu turas generaciones, pruebas más fieles y seguras; en lo cual, si algo aprovechara, ningún otro cálculo nos ha abierto el cami no más que la consideración legítima y verdadera del espíritu humano. Pues todos los que antes que yo se dedicaron a la in vestigación de las artes, puestos los ojos por un poco de tiem po en las cosas; en los ejemplos y en la experiencia, inmediata mente, como si la investigación no fuera otra cosa que una especie de facultad de imaginar, invocaron a su propio espíri tu, por así decirlo, para que les revelara los oráculos. Yo, en> cambio, dando vueltas entre las cosas con recato y sin pausa, i no alejé el intelecto de las cosas más lejos de lo que las imágef nes y rayos de las cosas (como acontece con la visión) pudie- j ran centrarse; de donde deriva que no se deja mucho a las fuer- ji [49]

zas y excelencia del ingenio. Y la misma humildad que aplico en la investigación, he seguido en la enseñanza. Pues no jprctendo impon er autoridad alguna ni crearla para estas mis inves tigaciones con triunfos de refutaciones o con citas de la anti güedad, ni con mención alguna de autoridades, ni tampoco sirviéndome del velo de la oscuridad; lo cual no sería difícil de topar a un hombre que pretendiera arrojar luz sobre su nom bre y n o sobre el án imo de los demás. No preparo, repito, ase chanza alguna al juicio de los hombres, ni violencia alguna, si no que los conduzco hacia las cosas mismas y las asociaciones de ellas; a fin de que ellos mismos vean lo que tienen, lo que demuestran y progresan y lo entreguen al común. En cuanto a mí, si en algo di mal mi asentimiento o me descuidé o no aten dí debidamente, si desfallecí en mi camino o dejé inconclusa la investigación, sin embargo, mostré las cosas abiertas y des nudas, de tal manera que mis errores pueden notarse y distin guirse antes de que inficionen muy a lo hondo el cúmulo de la ciencia; y asimismo, resulta fácil y desembarazada la continua ción de nuestro trabajo. Y de esta manera creo haber afirmado para siempre la unió n verdadera y legítima entre la facultad empírica y la racional, cuyos prolongados y manifiestos divor cios y repudios todo lo perturbaron en la familia humana. Por lo cual, no estando estas cosas a nuestro arbitrio, a! principio de mi obra elevo mis preces humildísimas y ardien tes a Dios Padre, Dios Verbo y Dios Espíritu, a fin de que, re cordando las desgracias del linaje humano y de esta peregrina ción por la vida en la cual consumimos escasos y malos días, se digne favorecer con sus limosnas por mi mano, a la familia humana. Ruego además que no obstaculicen las cosas huma nas a las divinas ni se srcine ninguna incredulidad y tiniebla en nuestros ánimos hacia los divinos misterios, del franqueo de los caminos de los sentidos y de este mayor prendimiento de la luz natural, sino que más bien como limpiados, por el inte lecto, puro, de las fantasías y de la vanidad, y sometidos sin embargo, y enteramente subordinados a los divinos oráculos den a la fe lo que de la fe es propio. Finalmente, para que, de puesto el veneno de la ciencia in fundi do por la serpiente, con [50]

i aima humana se hincha y abotaga, no seamos sober¿Iqüe . . . . ni presuntuosos, sino que procuremos la verdad en la ca ví d Expresado este voto y volviéndome hacia los hombres, f advierto algunas cosas saludables y les pido a lo n as justas. Advierto '»«primer lugar fv esto se lo ruego también), que los r ^ ^ ¡ ^ n t e n g a n su sentido en su deber en cuanto a las codivínas; pues el sentido (a la manera del sol) abre la faz del \ bó terrestre, y cierra y sella la del celeste. Asimismo, que hu endo de este mal no pequen en el contrario: lo que ciertamen^ ^ ^ W í r 7 i juzgar an la investigación de la naturaleza separada como por una prohibición, en parte, de ella. Pues aquella nurae inmaculada ciencia natural, por medio de la cual Adán impuso nombres a las cosas por su carácter específico, no dio principio ni ocasión a la caída, s ino que aquella pasión ambi ciosa y desmedida de la ciencia moral "que juzga del bien y del mal” íué la única razón y manera de tentación para que el hombre se apartara de Dios y se diera leyes a sí mismo. Pero acerca de las ciencias que contemplan la naturaleza, proclama aquel santo filósofo que la gloria de Dios es ocultar la , encontrarla ; no de otra manera como si cosa, y la gloriadel rey la naturaleza divina se deleitara en un juego inocente y bené volo de niños, que se esconden para ser encontrados; y hubie ra querido tener al alma human a como compañera de juegos, por su indulgencia y b ond ad para con los hombres,,F inalm en te, quiero advertir a todos los hombres en general, que medilos verdaderos fines de la ciencia, y no se dirijan a ella por gusto, ni para disensiones, ni con el fin de despreciar a otros ni para su bienestar o su fama o su poder o bajezas se mejantes sino para rendimiento y utilidad de la vida; y que la perfeccionen y gobiernen en caridad: pues los ángeles cayeron por apetito de poder, los hombres por apetit o de saber; pero en la caridad no hay exceso, ni el ángel ni el hombre caen nun ca por ella en peligro. Ahora bien: éstos son los postulados que yo ofrezco. De mí mismo nada digo, pero pido a propósito de lo que aquí se trata, que los hombres no piensen que ésta es una teoría, sino una obra y tengan por cierto que yo no edifico los cimientos [51]

f lograr más fácilmente la perfección en lo viejo y acceso a lo | nuevo, pues casi me ileva el mismo empeño de perfeccionar 10 antiguo que el de ganar lo ulterior; esto se encamina también a lograr crédito; según aquello: el indocto no acepta las palabras la ciencia si no kdijeresprimero lo que sehalla en su corazó n.Así pues, no descuidar, el recorrer las costas de las ciencias y de las artes aceptadas, y aun de introducir algo útil en ellas, como de pasada. Sin embargo, propongo una división tal de las ciencias, que abarque no sólo lo ya descubierto y conocido, sino tam bién lo omitido y que era debido. Pues en la esfera intelectual, como en la terrestre, se encuentran igualmente partes pobladas f y desérticas. Así pues, nada extraño debe parecer si me aparto V, alguna vez de las divisiones usuales. íáies el aumento, al variar el todo, varía también necesariamente su parte y sección, aho ra bien, las divisiones aceptadas completan solamente la suma aceptada de las ciencias tal como ahora es. Pero respecto a lo que advertiremos como aceptado, me comportaré de tal manera que no^ proponga solamente títulos sin importancia y argumentos, concisos, de lo que falta. Pues si entre lo omitido expusiera algo (siempre que sea, de un asunto importante), cuya disposición parezca un tanto oscura, de tal modo que pueda sospecharse, con razón que los hombres no habrán de entender fácilmente lo que yo quiero o cuál sea la obra aquella que abarco con el ánimo y pensamiento, tendré siempre una preocupación constante en adaptar al modelo del conjunto los preceptos, para completar semejante obra o la parte de la obra misma ya terminada por mí; de tal modo que pueda ser útil en cada una con mi obra o con mi consejo. Pues yo he creído que atañe también a mi estimación y no sólo a la utilidad de los demás, el que nadie piense que mi mente ha to cado de pasada alguna leve noción de semejantes cosas y que lo que deseo y trato de hacer es algo semejante a un anhelo. Pe ro estas cosas son tales que su logro es cosa fácil y al alcance de los hombres a menos que ellos no respondan a sí mismos, y yo ! tengo para conmigo mismo un método seguro y desarrollado, 1pues yo no me he propuesto hacer medidas en mi mente co[54 j

los augures para tomar auspicios, sino penetrar como los ^erales con deseo de prestar buenos servicios. Y ésta es la pri^auMite d^la obr a.

^ Mas dejando de lado las artes antiguas prepararé ei intelechumano para la travesía. Así, pues, destínase la segunda parla doctrina acerca del uso mejor y más perfecto; de la ra' en la investigación de las cosas y acerca de los verdaderos Auxilios del intelecto: de modo que, por este medio (y e n \ cuanto lo consiente la condición humana y mortal) se exalte j el intelecto y se amplifique con la facultad de superar las co- j sas arduas y oscuras de la naturaleza. Y el arte que presento (al suele llamarse Interpretación de la naturaleza) pertenece al g¿j^ode,lalógica; aunque dista muchísimo y aun hasta en al go infinito, de ella. Pues hasta la misma lógica vulgar, se pro pone preparar y presentar auxilios y sostenes para el intelecto; y esto es lo único en que convienen; pero difiere enteramente Hela vulgar, especialmente en t res cosas, a saber: en su.mismo fin, en el orden de la demostración y en los comienzos de la : Pues propónese como fin a esta c iencia, no el encontrar ar gumentos sino artes, ni lo lógico para los principios, sino los principios mismos, ni las razones probables, sino las disposi ciones e indicaciones de las obras. Y así, de una intención di versa síguese un efecto diverso. Pues allí se vence y constriñe al adversario por la disputa, aquí a la naturaleza por la obra; con un fin semejante están de acuerdo la naturaleza y el orden de las demostraciones mismas. Pues en la lógica vulgar casi todo el esfuerzo se consume en el silogismo. Mas los dialécticos no parece que hayan pensado seriamente apenas acerca de la i n ducción; transmitiéndola con una leve mención y acordando apresuradamente las fórmulas de la disputa. Yo. en cambio, re chazo la demostración por el silogismo, porque procede un tanto confusamente y saca la naturaleza de las ma nos. Pues aun cuando no pueda ser dudoso a nadie el que das cosas que con vienen en el término medio convienen también entre sí (lo que es en cierto modo una verdad matemática), sin embargo, hay latente este fraude, el que el silogismo consta de proposiciones,

y las proposiciones son palabras y las palabras son signos ñas de las nociones. Asi pues, si las nociones mismas de ja mente (que son como el alma de las palabras, y base de tod^ü estructura y fábrica), están extraídas mal y a la ligera de lasc^? sas. y son vagas y no bien definidas, y limitadas; y finalmente viciosas de múltiples maneras, todo cae por el suelo. Así, pues, rechazo el silogismo; y esto no sólo en cuanto a los principios (en orden a los cuales ellos no lo emplean), sino también ea I cuanto a las proposiciones medias, las que el silogismo saca y engendra de cualquier manera que sea, estéril, empero, para obras y apartada de la práctica, e incompetente en absoluto ejfjp cuanto a la parte yactiva de las ciencias. Así,demostraciones pues, aun cuando dejo el silogismo las famosas y tan traídas pai ra las artes populares y opinables (pues en esta parte nada alte ro), sin embargo, en cuanto a la naturaleza de las cosas, hago uso o de la inducción para todo, tanto para las proposiciones ¡ mayores como para las menores. Pues yo entiendo que lajn- ; ducción es la forma de demostración que salvaguarda el sentí- • do y domina la naturaleza y está como suspendida so bre la p | obras y casi se mezcla con ellas. Así pues, se invierte también completamente el orden de la demostración. Pues esto, hasta hoy, ha solido hacerse así; vuélase desde el sentido y desde los particulares, en primer lugar, hacia las pro posiciones más generales como hacia polos fijos, engom o a los cuales gira la discusión; de éstas dedúcense las demás por las medias, por un camino ciertamente compendioso pero escar pado e intransitable hacia la naturaleza, aunque acomodado y fácil hacia la discusión. Pero según yo, los axiomas surgen des- ri pació y gradualmente, de m odo que n o se llega sino en último lugar a lo más general: pero estas cosas más generales no sur- p gen nocionalmente sino bien determinadas y tales que la natu raleza las reconozca bien conocidas para sí y que esten adheri das a la médula de las cosas. I; Pero en la forma misma de la inducción y en el juicio que se hace por medio de ella es donde provoco una obra, con mu- J >cho la mayor. Pues aquella de la que hablan los dialécticos que \ procede por enumeración simple, es algo pueril y saca la con

clusión de precario y se expone a peligro por ía presencia de un j hecho contradictorio; además, contem pla sólo lo habitual y n o halla salida. Ahora bien, la obra de la inducción es para las ciencias de forma tal, que resuelve y separa la experiencia y concluye nece sariamente por las exclusiones y refecciones debidas. Pues si aquel juicio divulgado de ios dialécticos es tan penoso y da tra j a s a tan grandes ingenios, cuánto más ha de ponerse esfuer zo en este otro que se saca no sólo del fondo de la mente sino hasta de las entrañas de la naturaleza. Pero ni aquí está el final, pues, no sólo escribimos y con solidamos másdefuertemente sino que tomamos más hondolos loscimientos cimientosde delas la ciencias, investigación de lo que hasta ahora hicieron los hombres; sometiendo a exa men lo que la lógica vulgar acepta a crédito ajeno, por así de cir. Pues los dialécticos toman en préstamo los principios de las ciencias de cada una de ellas; además veneran las nociones primeras de la mente, finalmente se conforman con las infor maciones del sentido bien dispuesto. Yo, en cambio, he deci dido que la lógica verdadera debe penetrar en cada uno de los dominios de las ciencias con un imperio mayor del que existe bajólos principios de ellas e impulsar aquellos mismos princi pios presuntos a dar razón de sí mismas, hasta que estén e nte ramente de acuerdo. Mas en lo que atañe a las nociones pri meras del intelecto, nada hay de las cosas que el intelecto reunió, abandonado a sí mismo, que yo no dé por sospecho so ni en modo alguno seguro. Si no se mantiene ante el nue vo juicio y queda proclamado según él; más aun, examino de muchas maneras las informaciones mismas del sentido, pues ios sentidos engañan ciertamente, pero señalan también sus \ errores; pero a los errores se acerca uno p ronto, a los indicios y de ellos, tardíamente. Ahora bien, el error de los sentidos es doble: pues o nos abandonan o nos engañan. Porque en primer lugar, muchísi mas son las cosas que escapan al sentido aun bien dispuesto y nada embarazado; o por la sutilidad del cuerpo entero, o por la pequeñez de las partes, o por la distancia del lugar o por la [57]

lentitud y aun velocidad misma del movimiento, o por la fa¿¡^: liaridad con el objeto, o por otras causas, y asimismo ni allft i donde el sentido aprehende la cosa, son sus aprehensiones! completamente firmes, pues el testim onio e información : sentido se hace siempre por analogía del hombre, no por ana. logia del universo, y con error se afirma que el sentido es la me. dida de las cosas. i Así, pues, para salir al encuentro de estas cosas, yo. mucho y leal esfuerzo, he reclutado v concentrado por tojjj^l partes auxilio para los sentidos a fin de procurar refecciones a las defecciones, v rectificaciones a las alteraciones y esto no lo realizo tanto con instrumentos, como con experimentos; pues: la sutilidad de ios experimentos es mucho mayor que la def sentido mismo, aun ayudado por instrumentos refinados (ha-: bío de los experimentos que han sido pensados y aplicados coin vistas a aquello que se busca correctamente y según el arte). Así pues, no dov mucha importancia a las percepciones inmediar: tas y propias del sentido; sino que conduzco la cosa al punto ■ de que el sentido juzgue sólo del experimento y el experiment to de la. cosa. Por lo cual yo creo que he puesto jefes vigilantes: aí sentido (del cual ha de reclamarse todo en la naturaleza s! acaso no se quiere delirar), e intérpretes no inexpertos de sus; oráculos, de tal manera que parece que otros vienen por el sen tido y lo protegen como por profesión, yo por lar cosa misma. i» Y a este tenor es lo que yo procuro para la iluminación m isma j p 1¡| de la naturaleza, y para su encendimiento y recepción, lo cual |lili bastaría por sí, si el en tendimien to humano estuviera dispues to y a modo de tabla rasa. Pero estando las mentes de los horre bres ocupadas de tantas maneras que falta un campo limpio y pulid o para recibir las verdaderas reacciones de las cosas, una especie de necesidad me obliga a pensar que ha de buscarse también remedio para esto. Pues los ídolos por los que la mente humana está enseño reada. son o extraños o innatos. Los extraños inmigraron dem tro del alma humana o por las doctrinas y sectas de los filóso fos o por las malas leyes de la demostración. Los innatos en cambio, son inherentes a la naturaleza cíel intelecto mismo, el

. mucho más inclinado ai error que el sentid o: C^^coin o^q uiera que los hombres son obsecuentes consigo P??' lanzan a la admiración de la mente hum ana y caT po tac ión , es cosa certísima, que asi como un espejo des!,50.| cambia los rayos de las cosas a su figura y sección proST as¿ también la mente cuando es víctima de las cosas por Pv j del sentido, no junta y mezcla de büena fe su naturaleza CJahaturáleza de las cosas al explicar e idear sus nociones. 3 Ahora bien, aquellos dos géneros de ídolos difícilmente uéden desterrarse; estos últimos de ninguna manera. Queda j„que se ^os señale y que se advierta y-denuncie, esa cuSíSad traicionera de la mente; a fin de que no se broten por J^JTnuevos retoños de la destmcción de los antiguos por la mala complexión misma de la mente y venga á suceder que no se extingan sino que se cambien los errores, antes por el contrario, quede fijo y sancionado para siempre que el intelec to no puede juzgar por la inducción y por su forma legítima. Así pues, complétese esa doctrina acerca de la expurgación del intelecto para que quede disponible para la verdad con estas tres refutaciones: refutación de la filosofía; refutación de las de mostraciones; y refutación de la razón humana innata. Una vez explicado esto, y una vez que quede por fm patente qué da de sí la naturaleza de las cosas y qué la naturaleza de la m ente, creo haber tendido y equipado el tálamo de la mente y del uni verso, con la Divina Bondad de Madrina, y sea el voto del epi talamio el que de este Connubio surjan auxilios para la obra y la estirpe de los inventos que domen y subyuguen en parte las nprp.círlades v miserias de los hombres. Y esta es lasegunda parte de ¡a obra.

Pero es mi propósito no sólo mostrar v tender el camino_sino también acometerlo. Así, pues, la tercera parte de la obra abarea: los fenómenos del universo. Esto es, la experiencia de todo género y la historia natural de índole tal que pueda servir de báse para funda r la filosofía; pues no hay camino ninguno aventajado para la demostración o forma de interpretar la na turaleza que pueda defender la mente del error y del desliz aun cuando pueda suministrarle y proporcionarle materia para el [59]

saber, pero aquellos que se han propuesto no conjeturar vinar sino descubrir y saber y que tienen la intención de ifj^r no monos ni fábulas del mundo sino insp eccionar y comp e l í cidirla.jaa.turalez.a.deteste m is m o ,^ buscarlo to do en las cosas mismas, Pero para esta labor e inqui sición y búsqueda por el mundo, nó puede bastar ninguna sus. titución o compensación del ingenio, de la meditación o de ¡f argumentación, ni aun cuando se juntaran en uno todos los ingenios de todos. Así pues, o esto ha de admitirse en absoluto o abandonar la empresa para siempre. Mas, hasta este día, se ha proced ido con los hombres de tal manera que no es nada ex traño que la naturaleza no dé inspiración de sí. Pues en primer lugar la información del sentido mismo es fugitiva y falaz; la observación n o cuidadosa y desigual y como fortuita; la tradición vana y por rumores; la práctica, atenta al: ■ trabajo y servil; la energía experimental, ciega, estúpida, vaga y : con interrupciones. Finalmente, la historia natural ligera y po / bre, reunió un material muy defectuoso para el intelecto en or den a la filosofía y las ciencias. Finalmente, la sutilidad intempestiva de la argumentación y la habilidad resultan un remedio tardío para un estudio dé m cosas totalmente desamparado, y no arregla el negocio en mq: do alguno ni aparta los errores. Así pues, no hay esperanza alguna\de un mayor aumento y progreso, sino encuna restaura ción de las ciencias. Ahora bien, los comienzos de éstas han de tomarse en ai> soluto de la historia natural, y aun esta misma siempre que sea de una nueva índole y disposición. Pues sería en vano pulir un espejo, si faltaran las imágenes; y ha de procurarse materia idó nea para el intelecto y no sólo buscar sostenes dignos de con fianza. Pero asimismo, mi historia, lo mismo que mi lógica, di fieren en muchas cosas de la que hoy se tiene, por su fin o cometido, por su misma mole o conglomerado; finalmente, por su sutilidad, así como por su selección y consti tución en orden a lo que sigue. Pues en primer lugar propongo una historia natural que no agrade tanto por la variedad de las cosas o guste por el presun-





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■ ^ t o de los experimentos, como que infunda luz para el ? abrimiento de las causas y ofrezca el prim er pecho para la utrícíón de la filosofía; pues aunque persigo principalmente f obra y la parte activa de las ciencias, sin embargo, espero el tiemp0 de la cosecha y no me preocupo por recolectar musgo mie$ de hierba; pues sé bastante bien que los axiomas, rectajnente descubiertos, llevan consigo todo un ejército de obras y resentan esto no esparcida sino apretadamente. Y condeno y oarto aquella ansia intempestiva y pueril de ir apresuradamen te tras algunas presas de obras nuevas, como la “Poma de Ata lanta” que retarda la carrera. Y tal es el cometido de mi histo ria natural. En cuanto al conjunto, elaboro una historia no sólo de la naturaleza libre y suelta (esto es, cuando aquélla fluye espontá neamente y realiza su obra), como es la historia de los celestes, de los meteoros, de la tierra y del mar, de los minerales, plan tas y animales, sino mucho más, la de la naturaleza completa y en conmoción; a saber: cuando por artificio e industria del hombre es violentamente sacada de su estado y se la fuerza y conforma. Así pues, describo detalladamente todos los experi mentos de las artes mecánicas, todos los de la parte operativa de las artes liberales, y de muchísimas operaciones que no se unieron en un arte propio (en cuanto me fue dado averiguar y que se dirige a mi objeto). Más aun, para exponer lo que es es to sin detenerme un momento en el fausto de las obras ní en lo vistoso de la apariencia, he puesto mucho más esfuerzo y cuidado en esta parte que en aquella segunda; ya que la natu raleza de las cosas se muestra mejor por medio de las sacudidas del arte que en libertad propia. Y no presento solamente la historia de los cuerpos, sino que he creído además, propio de mí diligencia, el disponer se paradamente la historia de las virtudes mismas (quiero decir, de aquellas que pueden considerarse como cardinales en la natu raleza, y en las cuales se muestran claramente los orígenes de la naturaleza como en las primeras pasiones y deseos de la mate ria), a saber:lo denso , lo diseminado , lo sólido , lofeo, lo constante, lo fluido, lo pesado, lo liviano. [61]

■ Finalmente, siendo para mí c osa averiguada cuánto divide I miráda de la mente humana, la experiencia y la historia (escialmente en ánimos tiernos y previamente enseñoreados) y difícil es acostumbrarse al trato con la naturaleza desde un principio, anado con frecuencia observaciones mías, a mo do de primeros virajes e inclinaciones y como miradas de la historia hacia la filosofía, para que sirvan a los hombres como de prenda de que ellos no se han de detener perpetuamente en \zs olus de la historia, y para que cuando se llegue a la obra del intelecto estén todas las cosas más dispuestas. Y por medio de gcmgjáqte,historia natural ('cómo la que describo) creo que se pyede encontrar u na entrada segura v cómoda hacia la naturaAhora bien, selección las tomado exposiciones y de los ex-;: leza y ofrecer al intelecto un material bueno y dispuesto. perimentos, creo en quelalos hombresdehan mejores precau-\ ...¿fas una vez que he ro deado al intelecto de auxilios y me don es que los que hasta ahora se han ocupado de la historia na:, dios dignos de toda confianza y preparado el ejército regular de tura!. Pues todo lo que acojo es fielmente visto, o por lo menor las obras divinas con una selección severísima, parece que no examinado y hasta con cierta severidad extrema; de modo que no someto nada transmitido por milagro, sino que aquellojde m resta más sino acometer la filosofía misma. Sin embargo, en una cosa tan ardua y flotante hay ciertas cosas que parece de que doy cuenta está purificado va de fábulas y vanidades. Más ben interponerse necesariamente; en parte para enseñar, y en aun, todas las falsedades aceptadas y divulgadas (que por una parte para la utilidad de la mente. extraña negligencia prosperaron por muchos siglos y se hicieroií La primera de éstas es que se propongan ejemplos de inqui habituales) las anunciamos y anotamos por sus nombres, para, sición e investigación según mi sistema y camino representado que no sean más molestas a las ciencias; pues así como alguien en algunas materias; tomando especialmente aquellas que son advierte prudentemente que las fábulas, supersticiones y sim más nobles entre las que se investigan y más diversas entre sí; plezas que las nodrizas inculcan en ios niños, deform an tam para que no falten ejemplos en cada género. Y no hablo de los bién seriamente las mentes de éstos, esta misma razón me mue ejemplos que se adjuntan a cada precepto y regla para ilustrar ve para que, solícito y cuidadoso desde el principio, aquella no se acostumbre a alguna frivolidad al moldear y cuidar ésta co la (pues doy éstos abundantemente en la segunda parte de la obra), sino que entiendo por ellos los modelos e imágenes que mo infancia de la filosofía bajo la historia natural; pero en to do experimento nuevo y un poco más sutil, aun cierto y proba pongan sobre los ojos to do el proceso de la mente y la estruc tura y el orden continuado de la invención en ciertas materias, do (a mi parecer), someto, sin embargo, abiertamente la forma variadas y notables; Pues yo recuerdo que en matemáticas del experimento que he empleado; a fin de que una vez que cuando hay presente algún artificio, sigue una demostración fá quede manifiesto de qué manera me ha resultado a mí cada co cil y clara; por el contrario, sin esta ventaja, todo parece en sa, vean los hombres qué errores puede haber y se pongan ellos vuelto y más sutil de lo que es en realidad. Así pues, asignamos en vela para pruebas más fidedignas y cuidadosas (si es que las a la cuarta parte de nuestra obra estos ejemplos; los cuales no I hay). Finalmente, salpico por todas partes, advertencias, escrúson otra cosa que la aplicación particular y explicada de la se | puíos y precauciones, para lanzar e impedir, con una especie de gunda parte. i rito religioso y exorcismo, todos los fantasmas. Pues para hablar de la sutilidad, inquiero de lleno el gén¿: ro de los experimentos con mucha más sutilidad y sencillez de lo que hasta ahora se da. Pues saco y extraigo muchas cosas las tinieblas que a nadie se le había ocurrido investigar sino 4 quien con paso constante y seguro se dirigiera al descubrimieiv to de las causas; y de por sí no son en gran manera de utilidad alguna; para que se vea claramente que esto no ha sido busca« do por sí; sino que se han respecto a las cosas y las obras co mo las letras del alfabeto, respecto al discurso y a las palabras;1 que inútiles, de por sí, son, sin embargo, los elementos de to do lenguaje. .Y

[62]

[63]

En cambio, a la quinta parte se la presenta temporalmente ■ y hasta que se termine lo demás; y sólo se da un interés hasta1 que pueda obtenerse el capital. Pues no me dirijo tan obceca, do hacia mi fin, que desprecie lo que se presenta útil en el Ca. ; mino. Por lo cual, he completado la quinta parte de l a obra con: i : las cosas que han sido descubiertas, probadas o añadidas por 1 mí; pero esto no por los razonamientos y prescripciones de la ■ interpretación sino p or el mismo empleo del intelecto qUe otros acostumbraron a emplear en la investigación y la inven:ción. Pues esperando yo por mi trato continuado con la natu-: raleza cosas mayores en mis meditaciones que por las fuerza de mi ingenio; podrán aquéllas hacer las veces de ventas pues tas en el camino, para que la mente descanse un poco en ellas : al dirigirse a cosas más seguras. Sin embargo, yo declaro qué entretanto que no hayan sido descubiertas y probadas por la verdadera forma de interpretación, no quiero atenerme en lq más mínimo a ellas. Pero no hay por qué nadie se espante de ■ estas suspensiones del juicio en un a doctrina que no asegura ni) poder saberse nada, sino que nada puede saberse sino con mi orden cierto y por camino seguro; y, entretanto, sin embargo, ha establecido ella ciertos grados de certidumbre que sirvan pa> ra la práctica y el descanso hasta que la mente se sitúe en la ex?; píicación de las causas. Pues ni aquellas mismas escuelas filoso; ficas que sostuvieron simplemente la acatalepsía, fueron inferiores a esas que se alzaron con la libertad de fallar. Aqué llas, sin embargo, no proporcionaron auxilios al sentido y al % telecto, lo que yo sí he hecho, sino que suprimieron de plano la fe y la autoridad; lo cual es muy otra cosa y casi opuesto. Para concluir, la sexta parte de mi obra a la cual sirven y obedecen las demás, cierra finalmente aquélla, y propone una filosofía que se extrae y conforma de esa investigación legítima, pura y severa (cual es la que antes he enseñado y propuesto). Pero realizar esta parte y conducirla hasta el fin, es una cosa que está sobre mis fuerzas y más allá de mis esperanzas. Yo (así lo espero) daré a ésta principios no despreciables, y la fortuna un éxito al género humano tal como acaso los hombres no po drán medir ni concebir fácilmente en este estado de cosas y de

'mos. Pues no se trata aquí sólo de una prosperidad contera3f tiva sino verdaderamente de los bienes y fortuna h uma nos P j e toCj0 el poder de los hombres. Pues el hombre, servidor e ^itérptete de la naturaleza, hace y entiende tanto cuanto obser vare acerca del orden de la misma, con sus obras o con su ment£. jú sabe ni puede más. Pues ni habrá fuerza alguna que pue da romper 0 soltar la cadena de las causas; ni la naturaleza se vence de otro modo que obedeciendo. Así pues, aquellas dos emelas, a saber, lascienciasy potencia humanas, coinciden ver daderamente en una misma cosa y la frustración en las obras se produce principalm ente por la ignorancia de las causas. Y en esto está todo, que alguien, sin apartar nunca los ojos de la mente de las cosas mismas, reciba llanamente las imáge nes de ellas tal como son. Pues, Dios no habrá permitido que \ dé yo como modelo del mundo u n sueño de mi fantasía, sino ¡ más bien me ayude benignamente para que yo escriba sobre las / criaturas un Apocalipsis y verdadera visión de las huellas y se- / lío del Creador. ¡Así pues, Padre, Tú que diste la luz visible como primicia * de las criaturas e inspiraste la luz intelectual para la culmina ción de tus obras en la faz del hombre, protege y rige esta obra que, salida de tu bondad, a tu gracia se dirige! Tú, cuando te'l volviste a contemplar las obras que hicieron tus manos, viste \ que todas eran muy buenas; y descansaste. Pero el homb re vol- \ viéndose a las obras que hicieron sus manos, vio que t odo eran j vanidades y vejaciones del espíritu. Y en modo alguno desean-¡ só. Por lo cual si yo he de afanarme en tus obras hazme partí- I cipe de tu visión y de tu descanso. Ruégote suplicante que sub- ! sista en mí esta intención; y que quieras dotar a la familia j humana de nuevas limosnas por mis manos y las de otros a i quienes concedas la misma disposición de ánimo. ^

[65]

Falta

l a p r im e r a pa r t e d e l a I n s t a u r a t io

, q u e come

LA DIVISIÓN DE LAS CIENCIAS'

Algo puede encontrarse en el Segundo Libro de la Profici and Advancement ofLearning Divine and Human . 1 S igue

l a segunda

pa r t e d e l a I n s t a u r a t io

, que

COMPRENDE LA DIVISIÓN DE LAS CIENCIAS Y UN USO MÁS VERDADERO DEL INTELECTO

Segunda parte de la obra, llamada , o indicaciones ca de la interpretación de laverdaderas naturaleza acer

m Or ga nu m

Pero no en forma de tratado regular sino de aforismos conteniendo las partes esenciales. f p ,,.

su »H

1 Este agregado no figuraba en las ediciones comun es de los escritos dé Bacon, con excepción de la de Montague; aparece en las ediciones de Fowler y de Spedding. Lo consideramos de importancia pues revela que Bacoií, al publicar el Novum Organunt, no creía que una ampliación del Advancement ofLearning pudiera satisfacer la exigencia de la primera parte de la Imiaumiio. Según la opin ión de Spedding, la Descriptio GlobiIntellectualis, que Bacon pla neó en 1612, debía ocupar este lugar, pero los inconvenientes que tuvo el au tor después de la publicación de la presente obra le indujeron a desistir de la empresa y dar una versión latina ampliada delAdvancement o f Learning bajo el título de De Dimitíate et Augmenús Sdentiarum (1623),

E66 ]

Prefacio

Cuantos se han atrevido a proclamar que la naturaleza es un ¿ampo explorado y conocido, bien lo hayan hecho por es píritu temerario, bien por vanidad y hábitos pedantescos, han causado gravísimo daño a la filosofía y a las ciencias, pues han contribuido a destruir y truncar la investigación en la propor-, ;cion misma en que eran capaces de inspirar confianza a los de más; Y todo su valer no aprovechó tanto como el perjuicio que > causaron frustrando y echando a perder el valor de los demás. Los que emprendieron el camino opuesto y aseguraron que no se podía saber nada, bien hayan llegado a esta opinión por aversión a los sofistas antiguos, bien por titubeos de su espíri tu ó por una especie de empacho de erudición, han aducido .■para ello razones nada despreciables; sin embargo, no sacaron esta doctrina de principios verdaderos, sino llevados de su em peño y de cierta afectación que les hicieron exceder con mu cho la justa medida. Pero los primeros filósofos griegos (cuyos escritos se han perdido) se mantuvieron con mucha prudencia entre la jactancia dogmática y la desesperanzadaacatalepsiay aunque profiriendo quejas y expresiones constantes de indig[67]

nación sobre" las dificultades de la investigación y la oscuridad 1 de las cosas, y como tascando el freno, no dejaron de insistir en su propósito y de comunicarse con la naturaleza, creyendo al parecer, que lo adecuado era no discutir esto de si se pue¿ÍH o no saber algo, sino intentarlo. Así y todo, ellos mismos se contentaron con emplear a secas la fuerza de su espíritu aplicar regla alguna y dejándolo todo al poder de la reflexión y a la inquietud y agitación perpetua del espíritu. ■ Nuestro método es tan fácil de expresar como difícil^ •= aplicar. Todc> él consiste en fijar grados de certidumbre, en^g. rantizar la percepción de los sentidos por medio de ciertas tricciones y comprobaciones, en rechazar, las más veces, la in tervención del pensamiento que trata de seguir de cerca ajos sentidos, y finalmente, en abrir y dejar expedito al pensamlen to un camino nuevo y firme partiendo de las percepcionesjnaji mas de los sentidos. Sin duda alguna vieron esto también los que tanta importancia dieron a la dialéctica, lo cual nos de muestra que ellos también consideraban necesarios puntales para la inteligencia y miraban con recelo la marcha natural y eí ¡ avance espontáneo de la mente. Pero este remedio resultaba ya ^ tardío en un estado perdido de cosas, cuando lecciones y doc- f trinas impuras se habían apoderado del espíritu, que estaba so- f metido a los ídolos más vanos. Por esto el arte aquel de la dialéctica tomando precauciones, ya tardías, como dijimos, e J incapaz por otra parte de reformar las cosas, tuvo más fuerza para fijar los errores que para descubrir la verdad. Queda como único remedio saludable repasar de nuevo el trabajo de la men te en su totalidad, y que ni en el comienzo mismo quede ésta confiada a sus propias fuerzas, sino que se la dirija en todo mo mento, y que la obra toda se lleve a cabo como por medio de máquinas. A fe que si ios hombres hubieran tratado de ejecu tar los trabajos mecánicos con solas sus manos, sin el auxilio y • fuerza de los instmmentos, en la misma forma en que no han titubeado en acometer las obras del intelecto con las fuerzas ca si solas de su mente, pequeñas en extremo serían las cosas que hubieran podido mover y acabar, aunque en la ejecución de sus obras hubieran empleado todos sus esfuerzos. Si queremos

ahora detenemos un momento y fijar nuestra atención en este ’empl° como en un espejo', examinaremos, si os place, el ca so en que hubiera que transportar un obelisco de colosal tama ño para el esplendor de un triunfo u otra solemnidad cualquie ra y en que los hombres acometiesen esta empresa con solas sus manos, ¿no diría un espectador sensato que aquello era un acto de locura?¿Y no se afirmaría en esta creencia, si los viera convencidos de que aumentando el número de obreros po drían vencer la dificultad? Y si pretendiesen establecer un cri terio selectivo, separando a los más débiles y echando mano so lamente de los más robustos y vigorosos, esperando lograr así su propósito,i no proclamaría esto que su delirio era cada vez más agndo? Y si no contentos con esto fuesen más allá y deci diesen por fin volver sus ojos hacia los atletas y mandasen que se presentaran inmediatamente aquellos cuyas manos, múscu los y tendones estuviesen untados y preparados conforme a las reglas de este arte, ¿no exclamaría nuestro espectador que aque lla gente tomaba sus medidas para desbarrar con cierto méto do y discreción? Ahora bien, si nosotros hubiéramos adoptado los mismos métodos que siguieron los antiguos y después pretendiéramos haber traído cosas mejores que ellos, no podríamos evitar, por derroche de ingenio que hiciéramos, que se estableciese una comparación y en cierto modo una competencia entre su talen to, méritos y capacidad, y los nuestros. Claro está que a fin de cuentas esto no sería una cosa reprensible e inaudita, pues ¿por i qué razón no hemos de poder nosotros, lo mismo que todos, j señalar y reprender con perfecto derecho todo aquello que vié- í ramos que no era acertado? Pero un certamen de esta índole,] por muy justo y lícito que fuera, resultaría desventajoso para nosotros por la mediocridad de nuestras fuerzas. Pero ía cuestión cambia por completo desde el momento en que lo que nosotros pretendemos es abrir un camino com pletamente nuevo que ellos no han explorado ni conocido. No hay lugar entonces a rivalidades ni enconos; nosotros nos limi tamos al papel secundario de guías, cosa que tiene más de suer te, como si dijéramos, que de mérito y talento. Esta adverten[69]

da previa tiene un carácter personal; la que doy a continUa. ción, un valor objetivo, Np. es propósito nuestro, ni mucho menos, echar po r tierra las doctrinas filosóficas florecientes hoy día, ni otra alguna présente o futura, más rica o exacta que ésta. Tampoco tíos oponemos a que esta filosofía hoy en boga, y otras por d esti lo, sirvan de base en los certámenes, de adorno en los discursos, se profesen y defiendan en las cátedras y se aproveche su poder de concisión en las discusiones de la vida civil. Es más, declaramos y manifestamos abiertamente que la filosofía que presentamos no ha de ser muy útil para esas cosas. No está en todo momento al alcance de cada uno, ni se la toma al paso, ni se presta a halagar al entendimiento dejándolo partir de cier tas prenociones, ni ha de descender al alcance del vulgo si no es en sus efectos y consecuencias prácticas. Haya, pues, en buenhora, dos centros, por decirlo así, de emanación y propagación de doctrinas (y ojalá que esto sea en beneficio de ambos). Haya del mismo modo dos tribus o fami lias de filósofos y pensadores, que, lejos de estar enemistadas y apartadas entre sí, estén unidas y enlazadas por mutuos servL cios: haya finalmente un método para cultivar las ciencias y otro distinto para crearlas. Y a todos aquellos que consideran mejor y más aceptable aí primero, ya por premura de tiempo, ya por razones de la vida práctica, o ya porque la debilidad de su mente no les permita comprender y abarcar este otro (cosa que necesariamente ha de suceder a muchísimos), les deseo mucha suerte en su empresa y que alcancen lo que persigan. Mas si hubiere alguien que desee y busque, no atenerse exclu sivamente a los descubrimientos hechos y servirse de e11os, si no pasar más tos sino a la naturaleza con industria y finalmente no emitir conjeturas bonitas y probables sino saber con seguridad y con pruebas palmarias, esos hombres, como hijos genuinos de ja" ciencia, únanse a mí si íes parece, para que abandonando de una vez el vestíbulo de la naturaleza’gastado va por las pisadas de tantos, quede abierto por fin el paso al interior secreto de la misma. Y con el fin de que se me entienda mejor, y de que por

nombres empleados aparezca lo que propongo de un mo!i°Smás familiar, he optado por llamar anticipación de la intelmn■ al primer^ de estos dos métodos o caminos e interpretación jgId ftdtufdkzd AÍ. segundo. ^Tbngó además que pedir una cosa. Yo, por mi parte, he esto mucha atención y cuidado en que lo que iba a propo ner no solamente fuese verdadero sino también que no apare ciese de una manera desagradable y dura al espíritu de los hom bres -ocupado y obstruido de tan extrañas maneras-. En cambio es justo se me conceda, especialmente tratándose de una reforma tan profunda de doctrinas y de ciencias, que todo ^^n^quejguiera dar ya un movido juicio o por apreciación de mi obra, ya sea por propio impulso, la multitud de autoridades, ya por las fórmulas de demostración (que han venido ahora a tener la fuerza de leyes judiciales), que no espere poder hacer lo de pasada y como ocupándose de otra cosa; sino que se entere bien del asunto, que pruebe despacio por sí mismo el camiño éste que yo he trazado v tendido, que se acostumbre a la sutííidad de las cosas que se apoya en la experiencia; que corri ja, en fin, con toda la calma que el caso requiera, los malos há bitos de la mente tan profundamente arraigados; y sólo enton  té cuando haya empezado a ser dueño de sí .mismo, emplee sil propio criterio si le place.

[71]

Aforismos sobre la interpretación de la naturaleza y el reino del hombre A fo ris m os

I El hombre servidor e in térprete1de la naturaleza hace y en tiende tanto cuanto ha podido escrutar dei orden de la natura leza por la observación o por la reflexión:2ni sabe ni puede más. 1 Servidor (minister)de la naturaleza porque debe obedecerla al no poder modificar sus leyes (Cfr. libro I, aforismo 4). Intérprete (interpres) porque debe explicar la significación de los fenóme nos naturales captados por los sentidos que son, para Bacon, la expresión ex tema de lo que acontece en el interior de la naturaleza.

IÉ S fi S j

-servidor e intérpreteresumeny la concepción delsen autorEstas sobredos la palabras relación del hombre con la naturaleza, sobre el valor y tido del conocimiento; dominaremos a la naturaleza obedeciéndola (minis). Cfr. I, 3. ter),pero podremos obedecerla sólo si la conocemos (interpres La expresiónnaturae minister et interpres fue usada por Bacon con a nterio ridad en dos fragmentos titulados Aphorismi et Consilia de auxiliis mentís etacy De interpretatione Naturae sententiae duodecim, que censione luminis naturalis aparecen recogidos por Bouillet bajo el título de Tenporis Partas Masculus en su edición de las (Euvres Pbilosopiques de Bacon. 2 Fowler señala la oscuridad de la expresión En re vel mente observaverit. efecto, la reflexión, de que se habla aquí, puede tener dos sentidos. Se debe

[73]

IV

II

En sus operaciones el hombre no puede hacer otra cosa \ qUe juntar o separar cuerpos naturales; lo demás lo realiza la 1 naturaleza interiormente.6

Ni la mano desnuda ni eí entendimiento abandonado a sí mismo pueden mucho; la cosa se lleva a cabo con instrumen tos v auxilios de los que precisa tanto la inteligencia como U mano; y deí mismo m odo que los i nstrumentos de la mano im pulsan o guían los movimientos de ésta, así los de la mente ins piran el intelecto o le previenen.3 III

f

V?

C-

Los que se ocupan de operaciones naturales son general- yB mente el mecánico, el matemático, el médico, el alquimista y (vQ,v€k¿ el mago,8pero (en el estado actual de cosas) todos con esfuerzos débiles, y resultados escasos.9

.

Ciencia y poder humanos coinciden en una misma cosa, puesto que la ignorancia de la causa defrauda el efecto.4 A la naturaleza no se la vence si no es obedeciéndola5y lo que en la observación es como causa, es como regla en la práctica.

VI Serta insensato v aun contradictorio en sí mismo pensar qne lo que nunca se ha hecho hasta ahora pueda hacerse si no es por método s nunca probados hasta ahora.

distinguir, como cree Fowler, entre los hechos observados y el proceso ulterior de reflexión sobre tales observaciones; o bien entre la observación del mundo externo y la de nuestra mente, o sea entre la percepción externa y la interna.: La oscuridad de la expresión no quita claridad a la idea central; Bacon quiere asentar el cortocircuito - y el poder que de él se deriva—en la obser vación de los hechos. Como es notorio, el principio gnoseológico contenido en este aforismo fue retomado y profundizado por Locke en su Essdy on Human Understanding (Ensayo sobre el entendimiento humano), publicado en 1690. Cfr. Hb. II, espec. cap. I, §§ 2, 3, 4 y 5. Con una ligera diferencia verbal, este primer aforismo figura en la Distributio pág.más 62. tarde, 3 Cfr. Operis, I, 9. Años

Descartes señalaránuevamente la importan cia del método para la investigación déla verdad en su Discurso delMétodo (1* y 2a partes) yReglaspara la dirección delespíritu, espec. regla IV in iniúo . 4 Es una ampliación del principio establecido en el aforismo 1, que po dría sintetizarse en la conocida expresión inglesa: saber es poder (Knowkdge is power). No se establece aquí una equivalencia entre el pode r y el saber dd hombre sino más bien uña sumisión del conocimiento a la acción, tal cual la entienden los pragmatistas contemporáneos. Cfr. II, 1 y 4. 5 Esta afirmación, tan impo rtante en la concepción de Bacon, se repite casi textualmente en 1 ,129 infine y en Distributio Operis, pág. 62.

VII

Las producciones de la mente y de la mano parecen varia dísimas a juzgar por los libros y manufacturas. Pero toda esa variedad se funda en hábiles sutilezas y en derivaciones de unas pocas cosas divulgadas, y no en el núm ero de axiomas.10 v 6 El contenido de este aforismo se opone, a lo que afirma el autor en I, 75. , :7 Los aforismos 5 a 10 están dedicados a señalar la infecundid ad de la ciencia anterior a Bacon. : 8 En I, 85infine, Bacon separa la magia natural de la supersticiosa. Evi dentemente alude aquí a la primera, a la que considera como una forma le gítima de indagación en su obraDe Augmentis Scientiarum, hb. III, cap. 5. 9 En Gogitata et Visa(§§ 1 y 2) se expone extensamente el contenido de este aforismo. : í0 El término axioma, usado con frecuencia por Bacon, equivale a propo sición o verdad general. En I, 17 y 18 se opone los axiomas a las nociones, y

[75]

[74] p

Él

■■■■■■■;■

i

VIII

Aun las producciones descubiertas ya se deben más bien al azar y al empirismo11que a la ciencia; pues las ciencias queg^r ahora poseemos no son otra cosa que disposiciones y arregj^j de cosas encontradas antes; no métodos de invención ni fór. i muías para nu evas producciones.'12 IX La causa y raíz única de casi todos los males de las ciencias es ésta: que mientras admiramos y ensalzamos sin razón las fuerzas de la mente humana, no le procuramos los auxilios apropiados.13 X La sutileza de la naturaleza sobrepasa en gran medida la su tileza de los sentidos y la del e ntendim ient o;14 así, pues, esas: bonitas meditaciones y especulaciones humanas, esas disquisi ciones y controversias son desvarios, sólo que no hay nadie que lo eche de ver.

en I, 103 a losparticulares por un lado y a las obraspor otro. En el aforismo 104 distingue tres clases de axiomas: generales, medios y menores o ínfimos. Cfr. igualmente aforismos 13 y 19. 11 El “empirismo” (experiencia,) a que se alude aquí es ia jjrreipía platóni ca, es decir, la experiencia que se adquiere inmediatamente por los sentidos,; en oposición a la observación dirigida y el experimento. En De Augmentis Scientiarum,líb. V, cap. 2, el autor distingue las d'stin tas clases de experiencias y experimentos. 12 Cfr. I, 18. 13 Es decir, un m étodo que tenga la fecundidad que el autor atribuye a í | que propone en esta obra. 14 El “entendim iento” {intellectus)no corresponde aquí aí término griego vou:

XLVI

El entendimiento humano una vez que ha dado su confor- ¡j midad a algo (ya por ser opinión aceptada y admitida, ya por- | que le resulte grato), trata de arrastrar el resto en apoyo y en § acuerdo con ello, y aunque séa mayor el numero y fuerza de ios ! ejemplos en contrario, aquél o lospasa inadvertidos o los me- ’ nosprecia o los aparta y rechaza por medio de distingos,43 todo ■ por la grave y dañosa preocupación de que quede inviolable la i autoridad de aquéllas sus primeras silepsis. Por eso estuvo mu y !í acertada la respuesta de aquel44*a quien estaban enseñando un cuadro, colgado en un templo, de uno que lo había donado co- , mo ex voto por haber escapado con vida del peligro de un ñau- ; 42 Los otros tres elementos eran la tierra, elagua y el aire,-'que estaban co- : locados en ese orden. El fuego estaba por encima del aire y fuera del alcan ce de los sentidos, 43 Puede aplicarse a las opiniones aceptadas lo que Schopenhauer decía : de las hipótesis; esto es, que llevan una vida semejante a la de los organis mos, puesto que no reciben más que lo que favorece su desarrollo, rechazan o expulsan todo lo que contraríe o entorpezca su crecimiento. 44 Según Cicerón (De Natura Deorum, III, 37), se trataba de Diágoras el Ateo; mientras que Diógenes Laercio lo atribuye a Diógenes el Cínico.

(t rio; pues bien, aquél, como le apremiasen preguntándole si

reconocía allí bien claro el poder de los dioses pregun tó a su yez* ¿IkPer0 dónde están pintados los que perecieron a pesar de sus y0losfEste también es el procedimiento de toda clase de supers¿cibhés como la astrología, interpretación de sueños, presagios, orbiegios, etc., en los cuales, como los hombres se complacen n tdes vaciedades, hacen resaltar los sucesos cuando se cum.'Cfffñf& nel caso de que fallen, aunque sea mucho más frepasan por alto y los olvidan. Pero este mal se deslimás sutilmente en la filosofía y en las ciencias, en las cuáles aquello a que se ha dado primero la conformidad, vicia ydoacomoda a su manera resto (aunque éste esa seavanidad más sóli eimportante). Además,todo aunelcuando no existiera y complacencia de que hemos hablado, es error propio y perpe -. tuo del entendimiento humano el de moverse y estimularse más por los hechos positivos que p or los negativos cuan do pro pia y regularmente debiera mantenerse tan dispuesto a los unos como a los otros; es más, en la constitución acertada de un f-ípne más fuerza el hecho negativo.43 ■ ■XLVI1 El entendimiento humano se mueve principalmente por aquellas cosas que lo sorprenden súbita y simultáneamente, las cuales llenan e hinchan la fantasía y entonces, aunque incons cientemente, supone e imagina que el resto se comporta como aquellos pocos hechos que ló embargan; por el contrario, el entendimiento es de por sí pesado y torpe para pasar de un vuelo o los hechos remotos y heterogéneos por medio de los cuales se prueban los axiomas como al fuego, a menos que se le obligue a ello con leyes rígidas y una autoridad violenta. 45 Una de fas mayores contribuciones de Ba con al método inductivo es haber destacado fa importancia de los casos negativos én la investigación de los fenómenos naturales, descubrimiento que concretó en su conocida tabla de ausencia. Cfr. II, 12.

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xl vii i

El entendimiento h umano es voraz y no es capaz de ^ sa ni reposos; pretende ir más y más allá, pero en vano. Por es0 nos resulta inconcebible que pueda haber extremo alguno y ]p ! mite máximo del mundo, antes se presenta siempre como una necesidad el que haya algo más allá. A su vez tampoco puede I concebirse cómo ha transcurrido la eternidad hasta el día de hoy; pues esa distinción que suele hacerse de infinito de antes (infinitum a parte ante)e infinito de después (infinitum aparte■ í post%no puede quedar en pie en modo alguno, puesto que ha'F bría que deducir que hay un infinito mayor que otro infinito, y que el infinito tiene término y se acerca al finito. Una sutile za por el estilo es aquella de la divisibilidad de las líneas hasta ; el infinito, que procede de la impotencia de nuestra mente. Pe ro esta impotencia mental interviene aun más desastrosamente en la investigación de las causas, pues aunque los principios, $ más universales de la naturaleza, tal como se encuentran en el estado actual, tienen que ser convencionales por naturaleza y < por tanto no pueden ser realmente causantes, sin embargo el entendimiento humano, incapaz de reposo, exige todavía leye^ más ¡generales. Y entonces pretendiendo remontarse más allá acaba por caer más cerca como es en las causas finales46 que; arrancan más bien de la naturaleza del hombre, que de la del; universo corrompiendo con ello de mil modos la filosofía. De otro lado el buscar las causas en los hechos más universales nos: revela tanta impericia y ligereza filosófica como el no perse guirías en los subordinados y subalternos. 46 Bacon rechaza en varios pasajes de esta y otras obras tod a considera^ don sobre las causas finales. Cfr. 1,65; II, 2. En De Augmentis Scieniiamm, Iib. III, cap. 4, en cambio, transfiere la investigación de las causas finales de la tí sica a la metafísica. Considera, en efecto, que la metafísica tiene dos partes; una referente a la forma y otra a las causas finales. Según ese pasaje, el error ha consistido en una consideración fuera de lugar de las causas finales. En el capítulo siguiente, sin embargo, afirma que “la indagación de las causas fina les es infecunda y, como una virgen consagrada a Dios, nada produce”.De Augmentis Sdentiarum>lib. III, cap. 5, in initio.

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fíl entendimiento humano no es de luz seca,47sino que re cibe la Infusión de su voluntad y de sus afectos lo cual engen draciencias caprichosas y arbitrarias(sdentias ad quodvult), pues el frf^mhre cree verdadero lo que preferiría él que lo fuera. Así rechaza lo difícil por su impaciencia en la investigación, las opiniones moderadas porque restringen sus esperanzas, las cosaSprofundas de la naturaleza por superstición, la luz de la experiencia po r arrogancia y soberbia no sea que su inteligencia parezca ocuparse de cosas viles y fugitivas, lo paradójico para n0 jr contra la opinión del vulgo; innumerables son las mane ras y a veces imperceptibles como las aficiones penetran e infectan el entendimiento.

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Pero el máximo estorbo V desviación del entendi mient o humano proviene de la torpeza, incompetencia y engaños de los sentidos en cuanto que las cosas que hieren a los sentidos tienen mayor preponderancia que las quemo los hieren inme diatamente au n^ éstas sean más importante s. Por eso, la atención cesa casi juntamente con la vista, hasta el punto de que la observación de lo invisible es muy reducida o casi nu la, De aquí proviene el que se oculten y escapen a los hom bres las operaciones todas de los espíritus encerrados en los cuerpos tangibles.48 Igualmente desconocida les es toda trans47 Alude seguramente a la afirmación de Heráclito de que “el alma seca es la más sabia y mejor”, entendiéndose por tal el alma que no se conmueve por las pasiones. Baco n quie re señalar aquí que el ho mbr e no acepta o recha za la verdad de una proposición por razones puramente Intelectuales, sino que la voluntad y la vida afectiva influyen sobre nuestros juicios induciéndo nos al error. 48 En los aforismos 7 y 40 del libro segun do se alude a estos espíritus en cerrados en los cuerpos. En el aforismo 40 escribe que “todo lo tangible en tre nosotros contiene un espíritu invisible e impalpable”. Posiblemente Ba-

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formación o metasquematismo49 sutil de las partes en cuerpos más densos (alteración se le llama vulgarmente, cuan t! do en realidad se trata de un mov imie nto a través de espac¡0s I mínimos, un cambio en su disposición);50y sin embargo, has- *! ta tanto que estas dos cosas,., operaciones y cambios de dis. posició n. .. no hayan sido estudiadas y sacadas a luz, n ad al jj por tante pued e llevarse a cabo con respecto a la pr od uc ci ^ Del mismo modo nos es desconocida en sí misma la natura^ ieza del aire común y de los cuerpos todos (y éstos son mip chísimos) cuya densidad es menor que la del aire. Pues los sentidos de por sí son cosa muy débil y sujeta a error, ni sir-í ven de muc ho los instr umentos destinados a compleme aguzar los sentidos. Pero toda interpretación verdaderantar de y naturaleza se realiza a base de observaciones y experímcntry seguros v apropiados en los cuales los sentidos juzgan snl^ mente del experimento y éste de la naturaleza y del objeto que se estudia. í

t-n que penetró en la naturaleza más que ninguna otra. jy que considerar principalmente es la materia en sí. n|iynrnci°nes (schemMismi)v cambios de configuración acto pu ro51 y la ley del acto o del movi^Jo^pues las formas52 no son más que ficciones de la mente humana a menos que llamemos formas a aquellas leyes ac tivas* V

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Tales son pues los ídolos que nosotros llamamos ídolos de ¡atribu (idolatribus), los cuales tienen su srcen en la uniformi dad sustancial del espíritu humano o en sus prejuicios, o en li mitación, o en su inquieto movimiento continuo, o en la infu sión de sus afectos, o en la incompetencia de sus sentidos, o en la manera de la impresión. .< \ / ev> --. LUI



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Los Idolos de la caverna (idola specus) tienen su srcen en la El entendimiento humano por su propia naturaleza deri naturaleza propia de cada uno, tanto del alma como del cuer va hacia la abstracción y se imagina que es constante aquello po; y no poco también en la educación, hábitos y circunstan que es fugaz y transitorio. En verdad, es mejor fraccionar la cias. Aunque este linaje de ídolos es múltiple y variado, yo se naturaleza que abstraería: esto es lo que hizo la escuela de Deñalaré sólo aquellos en los que se requiere mayor cautela y que m tienen mayor poder para contaminar la pureza del entendi con tomó esta concepción de Paracelso (1493-1541); en ninguno de sus esmiento. critos da razones de su creencia. Bacon “partículas” creía que todos los objetos en un número de 49 pequeñas semejantes a losmateriales átomos deconsistían Demócrito, si bien re-.: I: chazaba (II, 8) la idea del vacío y la materia inmutable de los atomistas. 51 “Acta pu ro” significaba para los escolásticos lo real en oposición a lo El Scbematismus es la manera co mo es tán ordenadas estas partículas; ten posible. Según Fowler, la expresión puede significar aquí “el proceso del de do cambio de ese orden o configuración toma el nombre de meta-schmatis-: sarrollo por medio del cual una sustancia se transforma en otra, o bien el remus (cfr. aforismo siguiente). En tanto dicho orden es inaccesible a la obser :suítado final que deriva delmeta-schematismus, es decir, el cambio de estruc vación se llama latens scbematismus y el proceso del cambio del orden, “que tura”. Cfr. nota 86 de la edición de Fowler citada, en su mayor parte escapa a los sentidos”, se llama latens processus , Sobre el 52 El términoforma no tiene aquí la acepción habitual en Bacon. Cfr. no “proceso latente” cfr. II, 6, y sobre el “esquematismo latente” II, 7. ta 185. Alude, más bien, a las ideas o formas platónicas, que tienen existencia 50 Toda alteración de un c uerpo consiste en un movimiento de sus p >m suprasensible independiente de lo que existe y sucede en este mundo. cnlas constitutivas; es decir, de una modificación del scbematismus.

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LIV sienten especial inclinación hacia las cienrgp y especulaciones en las que ellos se figuran ser autores e jñvp^T tores o en las que pusieron mavor esfuerzo v adquirieron familiaridad. Pues bien, cuando estas gentes vuelven su afpn. ción a la filosofía v a los tópicos universales, los deform falsean conforme a sus fantasías anteriores. Esto se ve condal mayor claridad en Aristóteles53quien convirtió la filosofía na« tural en esclava absoluta de su lógica hasta el punto de hacer de ella una ciencia litigiosa y poco menos que inútil. Así tam bién la progenie de los alquimistas,54 de unos pocos experi mentos de su h ornillo elaboraron una filosofía fantástica y con relación a muy pocas cosas. El mismo Gilbert55después de ha berse dedicado con gran esfuerzo al estudio del imán compu so inmediatamente un sistema filosófico acorde con su asunto favorito. LV La diferencia más importante y radical entre los ingenios en lo que respecta a la filosofía y a las ciencias es ésta: que unos son más poderosos y aptos para apreciar las diferencias de las cosas y otros sus semejanzas. Los ingenios constantes y agudos

pueden concentrar y sostener su atención y detenerse y fijarse lu las diferencias más sutiles; por su parte los talentos elevados y discursivos reconocen y asocian las semejanzas más ligeras y generales de las cosas; pero lo mismo unos que otros dan fácil mente en el exceso aferrándose a la graduación de las cosas o a las sombras de ellas respectivamente. (gadus rerum) LVI Hay espíritus (ingenia)entregados por entero a la admira ran de la antigüedad5*v otros al entusiasmo y apetito de co sas nuevas, pero son escasos los de temperamento tal que sean ^paces de mantener la justa medida y que ni den por tierra conjo que los antiguos construyeron acertadamente ni desde ñen las aportaciones acertadas de los modernos. Esto causa gra ve perjuicio a las ciencias y a la filosofía ya que dan en parti dismos más que en criterios de lo antiguo o de lo moderno. La verdad ha de buscarse, no en privilegios de época alguna, que es cosa variable, sino en la luz de la naturaleza y de la experien cia que es cosa eterna. Por tanto deben rechazarse tales parcia lidades y cuidar que éstas no arrastren al entendimiento a dar su consenso. LV1I

53 Bacon critica durame nte a Aristóteles en diversos pasajes, ya sea po-: niéndole como ejemplo de erro res cometidos, o haciéndolo responsabl e po r: la falsedad de muchas doctrinas. En cambio, en I, 98, habla de él en términos elogiosos. 54 Criticó tam bién co n frecuencia a los “alquimistas” o “químicos”, co mo íes llama a veces (I, 73). Cfr.Redargutio Philosophiarum (Ed. Ellís - Steb-‘ bing, vol. ÍII, págs. 575-576); y De Augtnentis Sdentiamm, libro I (ed. cit., vol. I,pág.457). 55 Se trata de William Gilbert of Colchester (1540-1603), médico de la corte de la Reina Isabel y autor de una obra tituladaDe magnete magnetidsqm Bacon se refiere nuevamente a él más: corporibus et de magno magn ete Tellure. adelante (I, 64 y II, 35 y 36), y en otros escritos. [96]

La contemplación de la naturaleza y de los cuerpos en su forma simple (¿n simplicitatesua)quebranta y fracciona el enten dimiento v asimismo la contemplación de la naturaleza y de los cuerpos en su composición y configuración pasma y ener va el enten dimie nto. Esto se ve clarísimamen te com parando la escuela de Leucipo y Demócrito con los demás sistemas filosó ficos, pues aquélla se ocupa de tal modo de las partículas de los cuerpos que casi olvida su estructura; las demás contemplan 56 Cfr. aforismo 84. [97]

tan atónitas ia estructura que no penetran en los elementos simples de la naturaleza (simplicitatem naturae). Asi. pues W que alternar estos dos métodos de contemplación y adopjgtfcu sucesivamente, para que el entendimiento se haga a la netrante y cap az de evi tar así los inconvenien tes de qu e h e ^ hablado y los ídolosque de ellos provienen. LVÍIi Tal sea pues nuestra prudencia en la contemplación

(pru-

dentia contemplativa) ídolos paraseapartar tener alejados de la caverna, los cuales srcinany man principalmente del los prerlp. i minio de u n objeto o del exceso de síntesis (compositionis)odi.

visión, o de simpatías hacia épocas determinadas, o de la am-i plitud o limitación e n el estudio de los objetos. Por regla generaí todo aquel que estudia la naturaleza de las cosas ha de te ner po r sospechoso todo aquello que p rende y detiene con más fuerza su entendimiento, y en estas cosas de su mayor gusto es donde ha de guardar tanta mayor cautela para preservar la pu reza e imparcialidad de su entendim iento. LIX

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Pero los ídolos más importunos son los del/oro; deslízansé éstos en el enten dimiento por la asociación de palabras y no m bres, ya que los hombres se imaginan que la razón ejerce do minio sobre las palabras; pero sucede a veces que las palabras devuelven y reflejan también su fuerza sobre el entendimiem to.57Esto es lo que ha convertido en sofísticas e inactivas a la filosofía y a las ciencias, pues las palabras tom an forma, las más de las veces, a medida de la capacidad del vulgo, y dividen las cosas siguiendo las líneas que resultan más visibles a la percep ción de aquél. Y cuando un entendimiento más agudo o una 'ú

57 Véase nuestra nota 39.

c más atenta quiere cambiar esas líneas para aco^j^j^Tñásconforme a la realidad de la naturaleza, las paj ^ ^ ^ b e í a n T b e ahí proviene que discusiones imp ortan'^TseSas de hombres muy doctos degeneren con frecuencia disputas de palabras y n ombres; más razo nable sería empe^ por días (como es costumbre prudente de los matemáti cos) T poner orden en ellas por medio de definiciones. Sin erabarg0 estas mismas definiciones, cuando se trata de cosas ^ateríales y de la naturaleza no pueden remediar el mal ya nne las definiciones mismas están hechas de palabra y las pa labras engendran palabras: de mo do que es necesario recurrir a las nh.«tervaciones a sus del series y órdenes, como luegodirernos, cuan doparticulares lleguemos ay tratar m étod o y dispo sición para la formación de nociones y axiomas. LX Los ídolosque se imponen al entendim iento po r las palason de dos clases: o bien nombres de cosas inexistentes (pues del mismo modo que hay cosas que carecen de nombre por falta de observación, así ta mbién hay nombres que care cen de cosas reales, producto de suposiciones imaginarias) o hfcn nombres de cosas reales, pero confusos y mal definidos. sacados de la realidad de un modo precipitado feincompleto. Al primer tipo p ertenec en las expresiones fortu na, primer mó vií,58órbitas de los planetas,59 elem ento del fuego60 y otras in venciones po r el estilo que tienen su srcen en teorías falsas y vanas.61Pero este género deídolos es más fácil de desterrar ya bras

58 En i&s sistemas cosmológicos antiguos el “primer móvil” era la esfera celeste exterior, que comunicaba movimiento a lo demás. 59 La órbita de los planetas era el recorrido que hacían los cuerpos celes tes alrededor de la Tierra. 60 Cff. aforismo 45 y nuestra nota 42. 61 El empirismo lógico ha ampliado exageradamente la nómina de esas palabras, incluyend o los términos más importante s y de uso frecuente en m e tafísica. [99]

que se ío puede destruir con sólo desechar ¡ Ias_.tejDJÍ.as.y. darlas, por anticuadas. Pero el otro g énei W ^^ v provocado por una abstracción viciosa y torpe, piejo y está p rofundamente arraigado. Tomemos, si os pJlJT bien, una palabra cualquiera, húmedo, por ejemplo, y Veani * cómo concuerdan las significaciones de esta palabra; encoa traremos que esta palabra húmedo, no es más que un sign0 confuso de acciones muy diversas que no permiten acue«J0 ’■ (constantiam)ni reducción, pues significa tanto aquello que ^ i derrama fácilmente en torn o a otro cuerpo, como aquello ! de por sí es indeterminable e inconsistente (nec considerepoi ^ i o lo que cede fácilmente en cualquier dirección o que se di. ¡ vide y esparce fácilmente; aquello que se junta y recoge con i facilidad o lo que fluye y se pone fácilmente en movimiento • o que se adhiere fácilmente a otro cuerpo o lo moja o se ftmde fácilmente en líquido, si antes aparecía como sólido. De donde si nos ponemos a publicar y aplicar este nombre, si lo i tomamos en un sentido, resulta que la llama es húmeda, en otro que el aire no es húmedo , en o tro que el polvillo fino es' húmedo, y en otro que el vidrio es húmedo también, de don de se echa de ver claramente que esta noción ha sido abstraí da precipitad amente sin te ner en cuenta más que el agua y al gunos otros líquidos vulgares y comunes sin las debidas com- ; probaciones. En las palabras hay cierta gradación de impropiedad y error. IJn género menos vicioso es el de los nombres de una sustancia ■cualquiera, principalmente de especies inferioresj ' bien derivados, pues las nociones de cretay lodo son buenas, de tierralmás imperfecta es la clase de nombres de sacertada la de acción tales como engendrar, corromper, alterar: la peor es la de cualidades (excepto los objetos inmediatos de los sentidos), ta les como las de pesado, ligero, denso, etc. Y sin embargo, en to das ellas no puede por menos de haber unas algo mejores que otras en proporción a la extensión de la experiencia de los ob jetos (rerum copia).

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sU parte, los ídolos del teatrono son innatos en noso^ n¿ se han deslizado clandestinamente en nuestro ententrfoS’ . 63 sino que han sido impuestos y acatados abierta£e partiendo de los libritos de teorías y de las leyes corrom^ J ^ ^ e m o s tr a c i^ Pero intentar y acometer su refutación acuerdo con lo que llevamos dicho hasta pPgs rñmo no estamos de acuerdo ni en los principios n i j^ Tj^ns tra ciones, estaría de más toda argumentación. Lo cual es una suerte ^esPu^s de todo, pues así a los antiguos les intactaessu puramente gloria, ya que se les resta puesto que Jaueda cuestión de no método. Comonada suele decirse, (el cojo dentro del Ckiidus in via antevertit cursorem extra viam camino adelanta al corredor fuera de él).64 Y también es claro manifiesto que el que corre fuera del buen camino tanto más se desvía cuanto más hábil y veloz es. Nuestro método de initfghgación de las ciencias es tal que no deja mucho lugar a la vigor de la inteligencia sino más bien pone a los tapnfrv; e. ingenios a un igual.65Pues, así como para trazar una lí nea recta o describir un círculo perfecto importa mucho la fir meza y entrenamiento del pulso si se hace sólo por medio de la mano, pero poco o nada si se emplea una regla o un com pásalo mismo sucede con nuestro método. Aunque el empleo de refutaciones particulares sea inútil, sin embargo hav que de cir algo de las varias sectas y de los géneros de esta clase de teo rías.. así como de los signos exteriores por los que se reconoce 62 Como son los ídolos de la tribu y algunos ídolos de la caverna. 62 Se alude principalmente a los ídolos del foro, si bien deban incluirse algunos ídolos de la caverna. Véase nuestra nota 32, M Con ánimo también de exaltar la importancia del método, escribe Descartes en los comienzos de su famosoDiscurso del Método (1637): “los que andan muy despacio pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren pero se apartan de él”. 65 Este pasaje recuerda también a Descartes, para quien no había dif eren cias fundamentales entre los hombres en lo que se refiere a la capacidad ra cional; las diferencias se debían a la naturaleza del método usado. [ 10 1 ]

que son erróneos; finalmente de las causas de tan gran didad y de tan duradero y unánime acuerdo en eí erroq que así, el paso a la verdad sea menos difícil y para hacer el entendimiento humano se preste con más gusto a su purig. cación v destierre los ídolos. LXIÍ Los ídolos del teatro , o de las teorías son muy numerosos-1 pue den serlo aun mucho más y posiblemente lo serán algún día. Porque si desde hacetan tantos siglos con las mentes los hom bres no hubieran estado ocupadas religióndey teología y; si los gobiernos, especialmente las monarquías, no tuvieran aversión a esta clase de novedades aun puramente especulati vas hasta el punto de que los que se dedican a ellas lo hacen con riesgo y perjuicio de sus fortunas, y no sólo, sin premio ah guno sino expuestos al desprecio y al odio, no cabe duda de que hubieran surgido entre nosotros muchas otras sectas y sis temas filosóficos al modo de los que en otros tiempos fíorecie-í ron con gran variedad en Grecia. Pues así como sobre los /íy«L menos del espacio etéreo pueden imaginarse muchas hipótesis ('ibernata)del cielo, así también y con más razón, pueden fun darse y constituirse doctrinas muy variadas sobre los fenóme' nos de la filosofía. Y sucede con las fábulas de este teatrolo que con las invenciones teatrales de los poetas; esto es, que las aventuras (narrationes)ficticias del escenario están mejor arre gladas y son más elegantes y más a gusto de todos que las hisl torias verdaderas. Pero en general se toma para materia de filosofía o mucho de pocas cosas o poco de muchas,66 de tal modo que en ambos

: > ía filosofía se asienta sobre una base demasiado estrecha historia natural, y dictamina apoyándose menos casos de lo debido. Pues la escuela filosóñ^¡J^a^ácionalista;Se procura un montón de experimentos ligares no debidamente comprobados, ni examinados y pesa dos cuidadosamente, y deja lo demás a la contemplación y al ¿ttádo (agitatione)del ingenio. - Hay también otra clase de filósofos que habiendo trabaja¿o con mucha atención y cuidado en unos pocos experimen tos atrevieron por ello a deducir y planear sistemas filosóficosdergiversando de extraña manera el resto de los hechos con forme aquéllos.una tercera clase y es la de aquellos que por r Haya todavía religiosidad y respeto mezclan la ciencia con la teología y la tra dición, a algunos de los cuales los llevó hasta pretender sacar y derivar las ciencias de las inspiraciones de los genios y espíri tus; de modo que todo este linaje de errores y falsa filosofía es de tres clases:sofistica, empíricas supersticiosa. Lxrn El ejemplo más notable de la primera está en Aristóteles que echó a perder la filosofía natural con su dialéctica forman do el mundo conforme a categorías, asignando al alma huma da; la sustancia más noble, una naturaleza expresada por térmi nos de la segundainten ción 67 despachando el problema de denso o ralo (rari) por los cuales se indica que los cuerpos revisten mayores o menores dimensiones o tamaños, con una insulsa distinción de acto y potencia,68asegurando que todos los cuer-

66 Se refiere a lo que llamará “escuela empírica” y “escuela racional o so fística”, respectivamente. La escuela empírica se caracterizaría por examinar minuciosamente un número reducido de hechos y la escuela racional iustamente p or lo contrario: examinar vagamente muchos hechos y enunciar con clusiones tan amplias como infundadas e inútiles. Aristóteles figura (I, 63) co mo representant e de la escuda racionalista. !

67 Fowíer sugiere que se alude aquí aí pasaje deDe Anima libro II, cap. I (5), si bien dicho pasaje no se refiere exclusivamente al alma humana sino a la vida en general. 68 Ellis afirma que el aut or alude al pasaje de las Categorías , cap. 8, pág. 10a, 16-24, donde se dice que lo denso y lo raro se deben a los modos dé dis;posición de las partículas. En cambio Fowlér nos remite a la Física,libro IV, .cap. 5, pág. 213a, 1-14.

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pos tienen un propio y único movimiento y que si participa de otro, éste es resultado de una causa externa, y finalmente imponiendo a la naturaleza de las cosas otra infinidad de tricciones arbitrarias, más atento siempre a desenvolverse con una contestación y a presentar algo positivo en palabra, qn*— la verdad interna de las cosas; lo cual se echa de ver mejor con¡T parando su filosofía con los otros sistemas en boga entre los griegos» Pues las homeomerías de Anaxágoras, los átomos dei 1 Leucipo y Demócrito, el cielo y la fierra69 de Parménides, la lu cha y amistad de Empédocles, la resolución de los cuerpos en el elemento indiferente (adiáfom) del fuego y su recomposi ción70(replicatio)en sólidos de Heráclito,71 saben a algo de filo sofía natural, a experiencia y a realidad, mientras que la física de Aristóteles no suena por lo común más que a palabras dia lécticas. De ella volvió a hablar en su Metafísica11 bajo un nom i bre más p omposo y ciertamente más bien realista que nomina lista.73Pero no se impresione nadie po r el hecho de que en sus 69 La opinión generalizada es que Parménides no quiso expresar con las palabras nOp «ai yr ( una concep ción física, sino hacer un a referencia simbó lica al contra ste metafíisico del ser y el no-ser. 70 Por ser el fuego la base de todas las cosas no tenía, en sí mismo, cua*. lidad distintiva, y Bacon puede considerarlo un elemento no diferenciado. 71 Sobre los filósofos citados, cfr. Tannery, Pour [’historie de la Science eíih h ne} 2a ed., París, 1930, y las historias de la filosofía de E. Zeller y H. Gomperz. 11 Com o es sabido, es te título no es de Aristót eles sino del ordenador d e sus escritos, Andrónico de Rodas. Tal denominación significaba sencillamen te que dichos escritos seguían a los que se referían a cuestiones de física. Aristóteles había denominado “filosofía primera” a los estudios que ca yeron bajo el rubro de metafísica. 73 Nominalista es quien niega la existencia de los universales y realista quien admite su existencia ante res.La interpretación clásica de Aristóteles ve en él a u n nominalista y n o a u n realista, como sostiene Bacon. En favor de esta interpretación podría citarse, entre otros pasajes, el párrafo inicial del cap. V de las Categorías , pág. 2-3, 11 y ss., donde Aristóteles afirma que el in dividuo constituye la sustancia primera y las especies y los géneros la sustan cia segunda. Bacon rechazaba toda forma de realismo sosteniendo, en diversos pasa jes, una posición nominalista.

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librosSobre los animales y Problemasy en otras obras suyas se en- ■ cuenteen frecuentes referencias a experimentos, pues él había llegado a sus conclusiones de antemano, y para construir sus dictámenes no consultó la experiencia, como debiera haberlo hecho, sino que después de haber decidido la cuestión a su al bedrío acude a la experiencia paseándola po r todas partes suje ta y píeSa(^a a sus caprichos de modo que, bajo este aspecto, es culpable que sus secuaces modernos, los escolásticos, que abandonan la experiencia por completo.

LXIV

rjc? pero la escuela empírica forja dogmas más deformados y monstruosos aun que la escuelasofisticao racional, porque está •A fondada, no en la luz de nociones vulgares (la cual aunque te /" ti } Jnue y superficial es en cierto modo universal y se refiere a mu chas cosas), sino en la estrechez y oscuridad de unos pocos ex perimentos. Por eso, a todos aquellos que se ocupan a diario de tales experimentos y tienen su i maginación enviciada con ellos, ese sistema les parece probable y casi seguro* pero a todos los demás vano e increíble. De esto tenemos un ejemplo notable en los alquimistas y sus dogmas, pero fuera de ellos apenas si se da hoy en día si no es acaso en la filosofía de Gilber t74Sin embar go hay una precaución que no debiera descuidarse respecto a este tipo de sistemas filosóficos, pues yo preveo y pronostico que si alguna vez los hombres estimulados por mis consejos se dedican seriamente a la experimentación (despidiendo de una vez las doctrinas sofísticas) surgirá entonces de estos sistemas fi losóficos un grave peligro motivado por la prisa prematura y la precipitación del entendimiento75y por saltar o volar a las leyes universales y a los principios de las cosas, daño contra el cual debemos salir al encuentro desde ahora. a

74 Cfr. nota 55. 75 Podría caerse en las“anticipaciones de la naturaleza”. Cfr. I, 26-30.

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Pero la corrupción de la filosofía procedente de la supersti. la teología, se extiende tnu< cho más allá y causa el más grave daño, tanto a los sistemas fí-x losóficos completos como a sus partes. Pues el entendimiento humano no es menos propicio a las impresiones de la imaginación que a las de las nociones vulgares. Pues el génerofilognfl co sofísticoy amigo de disputas (pugnax)prende en sus lazos al entendimiento, pero este otro, imaginativo e hinchado y medio poético, cautiva más al entendimiento con sus halagos. Pues; ción (ex supertitione) y de la mezcla de

hay en el especialmente hombre una ambición de intelecto menor que de voluntad, en ingenios grandes ynoelevados, í) Un ejemplo de esta clase brilla entre los griegos en PitágoU ^ 4 ras, aunque unido a una supersticiónmás crasa y burda; más suA A " til y peligroso en Platón76 y su escuela.777879Este género de daño ' se encuentra en partes de otros sistemas filosóficos con la in troducción de formas abstractas,7»causas finales7? y causas prf mas y con la omisión frecuentísima de las medias y cosas se mejantes. Extrema precaución debiera tenerse en este punto. Pues no hay cosa peor que la apoteosisde los errores y ha de considerarse como una plaga del entendimiento el tratar con veneración las cosas vanas. Y algunos de los modernos80 han cedido (indulserunt)a este género de vanidad con suma ligerea za, hasta el punto de intentar fundamentar un sistema de file* sofía* natural en el libro prim ero del Génesis, en el libro de Job Partus Masadas 76 theologus En Temporis llama a Platón “cavillaíor urbanus timídus poeta, men te captus”. 77 Resulta difícil decir si se refiere a la vieja Academia o al neoplatonis mo; la crítica es inaplicable a la nueva Academia. 78 Es decir, universales que hacen a bstracción de la realidad particular. 79 Cfr. nuestra nota 46. 80 Fowler cree que Bacon alude al Dr. Robert Fíudd (1574-1637)y en par- ticular a su obra Utriusque Costni metaphysica, pu physica atque technica historia, blicada en 1617. * Com o múltiples veces hemos tenido ocasión de apreciar, la palabra philosophia en Bacon está empleada, sobre todo en plural, en la significación de sistema filosófico.

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en otros pasajes de las Sagradas Escrituras,buscando las cosas tanto más ha de reprimirse y conteKe vanidad cuanto que de esta malsana mezcla de cosas ¿vinas y humanas no sólo se deduce una filosofía fantástica sir j Tmbién una religión herética. Es por lo tanto sumamente ¡aíudaWe el que con espíritu cuerdo demos a la fe solamente

puertas entre las vivas.*1 Y

LXVI Hemos hablado pues de las malas autoridades de los sis - CÍA temas filosóficos que se fundan en nociones vulgares , en pocos o en la superstición.A continuación voy a tratar experimentos 4eJa materia err ónea de las contem placiones especialmente en la filosofía natural.82 Pero el entendimiento humaiiouser.ontagia con la contemplación de lo que sucede en las artes mecánicas, en las cuales los cuerpos se alteran muchísimas veces por medio de composiciones y separaciones; de modo que piensa que algo semejante tiene lugar también en la namraleza universal de las cosas. De aquí es donde ha fluido la ficción esa de los elementos v el concurso de los mismos pa rala constitución de los cuerpos naturales. Así también cuan do el hombre contempla la libre acción de la naturaleza (nase encuentra con las especies de las cosas, de turae libertatem) animales, de plantas y de minerales; de donde fácilmente pa sa a la idea de creer que en la naturaleza existen ciertas for mas primarías de las cosas que la naturaleza se esfuerza por reproducir; y que las demás variedades provienen de los obs táculos y aberraciones de la n aturaleza en la ejecución de sus obras o^de la colisión entre especies diversas o del trasplante de unas en otras. La primera idea nos valió las primeras cua lidades elementales, la segunda las propiedades ocultas y las 81 Cfr. San Lucas, XXIV, 5. 82 Es decir, de los falsos modos de filosofar se pasará a considera r los ob jetos erróneam ente escogidos co mo tema de inda gación.

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virtudes específicas;838 4y ambas pertenecen a esos vacíos r>rj c nes de especulaciones (compendia cosátationumhen loe ^ descansa el ánimo apartándose de cosas más sólidas. En cam, bio los médicos rinden un trabajo mejor a base de las cuali dades y operaciones segundas de la materia, tales como las de atracción, repulsión, atenuación, condensación,* dilatación restricción, discusión, maturación y otras semejantes; y sj con esos dos órdenes de especulaciones de que he hablado (a saber, cualidades elementales y virtudes específicas), no echa sen a perder las otras cosas bien observadas con el hecho de transferirlas a las cualidades primeras y a sus mezclas sutiles e inconmensurables, y el las de terceras no llevarlas adelante con más atención y prolijidad hasta y cuartas cualidades si no que interrumpen la contemplación intempestivamente hubie ran o bten ido muchos mejores resultados. Estas virtudes (no quiero decir las mismas sino otras semejantes) han de percibirse no solamente en la cura del cuerpo hum ano, sino también en las mutaciones de los demás cuerpos naturales. Pero mucho mayor aun es el daño que deriva de m editar ginvestigar los principios quiescentes de los cualesy no Tqs principios activos (moventia) por los cuales las cosas se hacen.« Pues los primeros se ordenan hacia la palabra, los otros hacia la obra. Y esas diferencias vulgares del movimiento que ve mos aceptadas en la filosofía natural, tales como tas de genera ción, corrupción, aumento, disminución, alteración y traslación , no tienen valor alguno. En realidad lo que significan es esto: si un cuerpo, sin otra modificación por lo demás, cambia de lu gar, hay traslación;si quedando los mismos el lugar y la espe cie, cambia en su cualidad, hay alteración; si del cambio rcsul83 La concepción de las “propiedades ocultas” y las “virtudes específicas” suponen la creencia de que las cualidades son entidades distintas y separables de los objetos que las poseen. * Inspissandi: el primitivo spissus(espeso, denso) del que deriva este de nominativo, se encuentra en Lucrecio y Virgilio; el compuesto inspissono es clásico, aunque se encuentra un inspissatusen Vegecio. 84 Es decir, prestar debida atención a la causa material, representada por los principia exquibus, en detrimento de la causa eficiente o principiaperquae. ( 108 ]

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ue la masa y cantidad del cuerpo no quedan las mismas, ¿amentoo disminución; si el cambio es tal que se modifila especie y sustancia misma del cuerpo y pase a otra, hay aeracióny corrupción.Pero todas éstas son nociones pura m e n te vulgares y no penetran en mo do alguno en la natura leza; pues son solamente medidas e intervalos, y no clases de movimiento. Pues lo que insinúan es hasta dónde y no de qué manerao de quéfuente.Pues no sugieren nada de los apetitos de los cuerpos o del desarrollo de sus partes; y solamente cuando el movimiento aquel presenta la cosa de un modo distinto que al principio, y torpe y groseramente, comienzan a notar la división. Y cuando quieren expresar algo acerca de las causas de los movimientos y establecer una división respecto a ellos, introducen con la mayor negligencia una dife rencia entre el movimiento natural y el violento;85 diferencia sacada ella misma por entero de una noción vulgar; puesto que todo movimiento violento es también, de hecho, natural, empleando simplemente el eficiente externo una naturaleza operante de modo distinto que antes. Pero dejando todo esto, si alguien observare (por ejemplo) que hay en los cuerpos un deseo de contacto mutuo, al pun to de no permitir que se divida por entero o se rompa la uni dad de la naturaleza de modo que se produzca el vacío: o si alguien dijere que hay en los cuerpos un deseo de recobrar sus dimensiones o tensión naturales, de modo que si se los com prime o extiende más acá o más allá de ellas, ai instante pug, nan por recobrarse a sí mismas y volver a su antiguo volumen y extensión: o si alguien dijere que hay en los cuerpos un an helo de congregación hacia las masas de sus connaturales, por ; ejemplo, de los densos hacia el globo de la tierr a, y de los más tenues ^enrarecidos hacia el ámbito celeste: estos tales y otros semejantes son verdaderamente géneros físicos de movimien tos. Mientras que aquellos otros son llanamente lógicos y es,

. 85 Se critica nuevamente la distinción entre movimiento natural y violen to en II, 36 y 48. La distinción puede encontrarse en la Físicade Aristóteles, IV, 8; V, 6; VIH, 4. (109]

0 establecimientos semejantes destinados a ser la sede de los hombres doctos y al cultivo de la ciencia se ■ encuentra todo lo que es contrario al progreso de las ciencías.122 Ríes las lecciones y ejercicios están dispuestos de tal manera que difícilmente puede ocurrírsele a nadie pensar o es tudiar algo distinto de lo acostumbrado. Y si por casualidad hay alguno que otro que se empeñe en hacer uso de ía liber tad de su entendimiento, este tal tendrá que imponerse este: trabajo por sí solo, pues no podrá sacar provecho alguno de la asociación con los demás. Y si puede pasar por esto, aun ha-i brá de p robar p or sí m ismo que este celo y magnanimidad le ■ ha de servir de estorbo no pequeño en el desenvolvimiento de í *2* San Mateo, XXII, 29. 122 En los colegios y universidades ingleses de la época de Bacon los estu dios eran, fundamentalmente, de carácter literario y teológico. Hasta la fun dación de la cátedra de filosofía natural de Sir William Sedley, un año des pués de la pub licación de la prese nte obra, la en señanza de ía “filosofía na tural" debía basarse exclusivamente en las obras de Aristóteles.

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XCI :pero es más, aunque cesare esa prevención contra ella, to davía es suficiente para restringir el desarrollo de las ciencias el hecho de que tales esfuerzos y aplicación carecen de premio. Pues el cultivo de las ciencias y el premio de las mismas, no es tán bajo el control de las mismas personas. Pues los progresos de las ciencias provie nen sin duda de los grandes ingenios; pe ro lospremios y recompensas de ellas están en manos del vul go y de los grandes, los cuales, salvo mu y raras ocasiones, son apenas medianamente doctos. Es más, los progresos de ese gé nero no sólo están desprovistos de la recompensa y favor de los hombres sino del aura misma popular. Pues están fuera del alcance de la mayor parte de los hombres y los vientos de la opinión vulgar los derriba y aniquila fácilmente. Así, pues, na da extraño es que no haya prosperado lo que no se tenía en aprecio.

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XCII Pero el obstáculo con mucho el mayor para el progreso de las ciencias y para acometer nuevas empresas y conquistas en ellas, se encuentra en la desconfianza de los hombres y en la presunció n de imposibilidad. Pues los varones prudentes y se veros suelen ser en estas cosas muy desconfiados considerando entre sí la oscuridad de la naturaleza, la brevedad de la vida, los engaños de los sentidos, la debilidad del juicio, las dificultades de los experimentos y cosas semejantes. Y así juzgan que hay cierto flujo y reflujo de las ciencias a través de las revoluciones de los tiempos y deépocas las edades del mundo; desarrollándose floreciendo en unas y declinando y marchitándose en y otras; de tal modo empero que una vez llegadas a cierto grado y estado, no tienen poder para más. Y por eso si alguien espera o promete algo un poco más grande, consideran que esto procede de un espíritu no madu ro ni dueño de sí, y que de tales conatos los comienzos son alegres, los medios penosos, y los finales llenos de confusión. Ahora bien, como esta forma de pensar es la que encaja fácil mente en varones graves y de gran discernimiento ha de po nerse verdadero cuidado, no sea que seducidos del amor de un objeto óptimo y hermosísimo dejemos se relaje la severi dad de nuestro juicio; y ha de mirarse con atención qué espe ranza empieza a mostrar sus rayos y por dónde; y desechados soplos de esperanza ligeros, han de discutirse y examinarse por entero aquellos que pa rezcan tener más firmeza. Más aun, ha de hacerse presente en nuestras discusiones y emplear en ellas la prudencia política, que desconfía por sistema, y con jetura con pesimismo de las cosas humanas . Vamos pues a ha blar ya de nuestras esperanzas tan to más cuan to que yo no soy largo en promesas, ni hago violencia, ni tiendo asechan zas al entendimiento humano, sino que guío al hombre de la mano y con su asentimiento. Y aunque el medio más eficaz para sellar esperanzas será llevar a los hombres frente a los he chos particulares, sobre todo los que están ordenados y dis puestos en mis tablas de invención (parte de los cuales afec[140 3

tsn a la segunda pero mucho más a la parte cuarta de mi Ins tauración)173 ya que esto no es sólo esperanza sino en cierto modo la realidad misma: sin embargo, para hacerlo todo con más suavidad, voy a insistir en mi propósito de preparar las -mentes de los hombres; de cuya preparación es parte no pe queña ese dar esperanzas. Porque sin ella todo lo demás contribuye más bien a la consternación de los hombres (esto es a que tengan una opinión peor y más pobre que la que ahora tienen de las cosas que están ya en uso, y a que sientan y per ciban más por entero el infortunio de su estado) que a darles aliento alguno y a aguzar su habilidad para la experimenta ción. Así pues, es tiempo de descubrir y proponer mis conje turas que hacen razonable la esperanza en este asunto: como hizo Colón antes de aquella su admirable navegación por el mar Atlántico, cuando adujo las razones que sostenían su fe de que pudieran descubrirse las nuevas tierras y continentes apartados de los antes conocidos; cuyas razones, si bien dese chadas al principio, fueron después confirmadas por la expe riencia, y causa y comienzo de las más grandes cosas.

XCIIP24 Ha de partirse de Dios: pues el asunto de que se trata, a causa de la excelente condición de bondad que hay en él, pro cede claramente de Dios, que es el autor de lo bueno y el pa dre de las luces. Ahora bien, en las operaciones divinas, aun los más pequeños principios cond ucen seguramente a buen térmi no. Y lo que se ha dicho en orden a lo espiritualEl Reino de Dios no vendrá con advertencia,í25 esto mismo se observa tamComo es sabido, elNovum Organum constituye la segunda parte de la Cfr. la DisImtauratío; la cuarta parte debía estar dedicada a la Scala Inteüectus. tributio Operis, pág. 51. Comienza aquí la enumeración, que termina en él aforismo 114, de los veintiún “fundamentos de la esperanza”. 125 San Lucas, XVII, 20. '

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bien cumpliéndose en todas las obras más grandes de la Provi dencia; que t odo se desliza plácidamente y sin estr épito ni ^ do y que la obra está suavemente en marcha antes de que hombres piensen ni adviertan que lo está. Y no debiera olvidar, se la profecía de Daniel tocante a las últimas jomadas del do: pasarán muchosy multiplkaráse la ciencia:m indicando y sig/ niñeando claramente, que está dispuesto por los hados, esto 3 por la Providencia, que la arribada a t érmin o del mundo (qü¿ después de tantas y tan largas navegaciones parece estar ya del todo cumplida o en vías de ello) y el avance de las ciencias coincidan en la misma época.

■¿ido en la vía misma y el esfuerzo del hombre se ha consueI1 lo que no debía, síguese de ahí que la dificultad no ' e de las cosas mismas, que no están en nue stro poder, sino ¡I I entendimiento humano y de su uso y aplicación; lo cual •eIie remedio y medicina. Y así lo mejor sería exponer esos eíirbres: pues cuantos fuero n los tropiezos en el pasado para el griñh tantos son los argumentos de esperanza para el porvenir, y s¡ frjen éstos no han quedado enteramente sin tocar en lo e va dicho antes, sin embargo me ha parecido bien presen tados ahora de nuevo brevemente con palabras desnudas y

XCIV

XCV

sencillas.

Viene a continuación la razón más poderosa de todas pa- = ra concebir esperanzas; quiero decir, la que deriva de los erro- ¡ res del pasado y de caminos probados hasta aquí. Así resulta excelente aquella censura de un gobierno torpemente adminis trado resumida por alguien en estas palabras: “Lo peor para el pasado debe mirarse com o lo mejor para el futuro*. Pues si vo sotros hubierais cumplido con todo lo que respecta a vuestro deber, y a pesar de ello vuestras cosas no se hallaran en sitúa-: ción mejor, no quedaría ni un motivo de esperanza de poder las mejorar. Pero procediendo el mal estado de ellas, no de la r fuerza misma de las cosas sino de vuestros errores, puede es perarse que, omitidos o corregidos esos errores, pueda realizar-, se un gran mejoramiento en ella.* De igual modo, si los hom- ■

Los que han manejado las ciencias han sido hombres o empíricos o dogmáticos. Los empíricos a modo de hormigas tío hacen más que amontonar y usar; los razonadores a mo do de arañas, hacen telas sacadas de sí mismos. La abeja, en cambio, tiene un procedimiento intermedio sacando su mate rial de las flores del jardín y del campo, transform ándolo y d i giriéndolo sin embargo con su propio poder. No muy dese mejante a éste es el verdadero trabajo de la filosofía; el cual no se apoya sólo ni principalmente en el poder de la mente, ni el material recogido en la historia natural y en los experi mentos mecánicos lo guarda íntegro en la memoria, sino transformado y digerido en el intelecto. Así pues, mucho ha de esperarse de una alianza más estrecha y firme (no realizada

bres en el transcurso de t antos años se hubieran m antenido en el camino verdadero del descubrimiento y cultivo de las cien- : cias y a pesar de eso no hubieran podido avanzar más; audaz 1 temeraria sin duda alguna hubiera sido la opinión de que el asunto pudiera llevarse más adelante. Pero si el error ha con-

todavía), de estas dos facultades que llamamos experimental y racional.1 127 6 2

126 Daniel, XII, 4. Este dicho figura en la porta da de la primera edición del Novum Organum. * Demóste nes, Filip. III, págs. 111-112.

127 Este aforismo muestra con claridad la falta de. fund amen to de la hab i tual imputación a Bacon de un ingenuo y crudo empirismo. Cff. en igual sentido págs, 48 y 128.

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XCVI Filosofía natural pura no se encuentra todavía sino infició, nada y corrompida: en la escuela de Aristóteles, por la lógica en la de Platón, por la teología natural en la segunda escuela platónica128 de Proclo y otros, por la matemática; cuyo deber' es sólo el de precisar la filosofía natural y no el de engendrarla o producirla.129*Pero de la filosofía natural pura y sin mezcla han de esperarse cosas mejores. XCVII Hasta ahora no se ha hallado a nadie tan firme e inflexible de mente que haya resuelto e impuéstose abolir a fondo las teorías y nociones comunes y aplicar el intelecto despejado y sereno a un nuevo examen de los particulares. Y así resulta que el conocimiento humano que poseemos es una mescolanza y conglomerado, producto en gran parte de la credulidad y el acaso, y de nociones pueriles ingeridas en un principio. Y si al guien de edad madura, con los sentidos sanos y la mente bien limpia, se dedicara de nuevo a la experimentación y a los par ticulares, sería de esperar algo mejor de él. Y por esta parte yo me prometo la fortuna de Alejandro: y nadie me acuse de va nidad antes de oír el final del asunto, que tiende a apartar to da vanidad. Pues de Alejandro y sus hazañas habló así Esquines: Noso

, am ¿$to, para que la posteridad narre y cuenteportentos de noso-

{.130como si hubiera tenido por milagrosas las hazañas de i(Opm Alejandro. , pero siglos después Tito Livio apreció y penetro mejor la cosa cuando dijo algo así de Alejandro:131 Que él no hizo otra co sa que tenerosadía para despreciar las cosas vana s.Pues un juicio semejante creo se hará de mí en los tiempos futuros:Queyo no he hecho nada grande; sino que he estimado en menos las cosas que se tenía porgrandes.Pero entretanto (como ya he dicho antes) no hay esperanza sino en unare-generación de las ciencias; esto es,

haciéndolas surgir metódicamente desde la experiencia y re construyéndolas de nuevo: lo que nadie, según creo, afirmará que se haya dicho o pensado hasta ahora. XCVIII

Ahora bien, funda men tos de exper iencia132 (ya que en todo caso se ha de llegar a ésta) no los ha habido hasta aho ra o en absoluto, o eran muy débiles; y no se ha investigado ni acopiado hasta ahora el cúmulo de material de los parti culares en cantidad, condición ni seguridad proporcionada o suficiente en modo alguno para la información del intelec to. Sino que por el contrario, los hombres doctos (muy in solentes y nada exigentes) aceptaron para la construcción y confirmación de su filosofía ciertos rumores de experiencia y una especie de susurros y vientos de ella, atribuyéndoles, tros no vivimos ciertamente la vida de los mortales, pero hemos mtei- no obstante, el peso de u na legítima evidencia. Y como si un 128 Bacon alude a los neopia tómeos, si bien la de nomin ación de “segun da escuela platónica” corresponde a la “nueva academia”. 129 La idea de Bacon es que los axiomas generales de la “filosofía naturaF deben establecerse por inducción; la matemática tiene aplicación una vez que se han determinado dichos axiomas. Bacon no logró advertir la significación de la matemática en la investi gación de la naturaleza, si bien no negó su importancia como se afirma habitualme nte. Cfr. infra, II, 8; De Augmentes Scientiarum, libro III, cap. ó; y Pa rasceve,aforismo 7. [144]

reino o Estado se gobernase, no por cartas e informaciones de sus embajadores y enviados dignos de crédito, sino por hablillas y charlas de esquina de sus ciudadanos, tal fue exac tamente el régimen introducido en la filosofía en orden a la 1139 Esquines,De Corona, Ed. H. Stephen, pág. 72, § 132. ; 131 Tito Livio, IX, 17 m fine. 132 Éste es el sexto, y uno de los más importa ntes, “fun dame ntos de esp e ranza”.

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experiencia. Nada debidamente examinado, nada contrasta do, nada contado, pesado ni medido se encuentra en la His toria N atu ral .133 Y lo que en la observación es indefinido y vago, en la información es falaz y traicionero. Y si alguien encuentra extraño que se diga tal cosa y no lo halla muy apróp iado para un a queja justa, consideran do que Aristóte-" íes, hombre tan grande él mismo y sostenido por los recur sos de tan gran rey, compuso una historia tan cuidadosa y que algunos otros, con más diligencia cuerea de los animales (si bien con menos estrépito), han añadido a ella muchas co sas, y que asimismo otros han escrito copiosas historias y descripciones acerca de las plantas, de los metales y de los fósiles; este tal, a buen seguro, no parece considerar ni en tender qué es lo que aquí se trata. Pues uno es el método de historia natural compuesta por amor de ella misma y otro el de la que se ha concertado para informar el intelecto con el pro pósit o de inst itui r la filosofía. Y estos dos tipos de histo ria difieren en muchas cosas, pero éspecialmente en esto; en que la primera de ellas comprende solamente la variedad de las especies naturales y no los experimentos de las artes me cánicas. Pues así como en la vida ordinaria se descubre y ave rigua mejor el genio de cada uno y las ocultas reacciones de su alma y de sus afectos cuando se le pone en trance de tur bación, así tam bién los secretos de la naturaleza se revelan mejor bajo el efecto de las vejaciones del arte que cuando si guen su curso. Así pues ha de esperarse mucho de la filoso fía natural desde el momento mismo en queda historia na tural (que es su base y fund am ent o) ha ya sido mejor estable- P cida; pero de ningún modo antes.

133 La historia natural debía c onstituir la tercera parte de la Imtiumáo Magna, que Bacon nunca llegó a escribir. Varios de sus escritos cumplen par cialmente con este propósito: Historia Ventorum, Historia Vitae el Morris. His toria Densi etRon, Syha Sylvarum, etc.

XCIX Y a su vez, en el cúmulo mismo de los experimentos me cánicos se revela una pobreza suma de las cosas que más con tribuyen y ayudan a la información del intelecto. Pues el me cánico, sin preocupación alguna por la investigación de la ver dad, no levanta su mente ni tiende su mano a cosa alguna que no esté subordinada a su trabajo. Mas solamente habrá espe ranzas bien fundadas de un progreso ulterior de las ciencias cuando se acepten y reúnan dentro de la Historia Natural mu chos más experimentos que no son en sí de utilidad alguna y que se dirigen exclusivamente al descubrimiento de las causas y de los axiomas, a los cuales llamo yolucíferosa diferenciare josfructíferosd34Estos tales tienen en sí una virtud y condición admirable; a saber la de que nunca fallan ni se malogran. Pues siempre que se los emplee para esto, no para realizar algún tra bajo particular, sino para revelar la causa natural de alguna co sa, dondequiera que caigan, responden a su propósito, ya que deciden la cuestión.

.A; Mas no sólo se ha de buscar un acopio de experimentos mayor y de distinto género que hasta aquí, sino que se ha de introducir un método, orden y proceso enteramente distintos para conducir y llevar adela nte la experiencia. Pues un a experienda errante y que no va sino tras de sí misma (como se ha dicho antes)135 es un mero tanteo y confunde más que enseña a los hombres. Pero cuando la experiencia proceda bajo leyes firmes y en orden regular y sin interrupción, podrá esperarse aígo mejor de las ciencias.

134 Cft. nota 97 135 Aforismo 82.

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CI Pero aun después que el caudal y acop io de la Historia Na„ tural y de la experiencia, tal como el que se requiere para el trabajo del intelecto y para el trabajo filosófico, esté listo y preparado, todavía el intelecto no está en modo alguno en dis posición de m anejar ese material de im proviso y de memoria1 no más que si alguien se forjase la esperanza de tener en la me moria y dominar los cómputos de unas efemérides astronómi cas. Y sin embargo hasta ahora más importante ha sido el pa pel de la meditación que el de lo escrito en materia de inven ción; y la experiencia no se ha hecho todavía literata.1^ Aho-E ra bien, no ha de darse por buena, invención alguna que no esté por escrito. Pero cuando esto se haga usual, es de esperar1 algo mejor de una experiencia hecha, por fin, literata.

CU Siendo además tan grande el número, tropel diríamos, de los particulares, y éste tan disperso y desperdigado que llega a distraer y confundir el intelecto, no ha de esperarse cosa buenas de las escaramuzas y ligeros movimientos e incursiones del in telecto, a menos que, valiéndose de tablas de invención apro piadas, bien dispuestas y como animadas, se imponga una dis tribución y coordinación de las cosas que pertenecen al asunto, objeto de la investigación, y que la mente se acomode en su tra bajo a un empleo predispuesto y ordenado de estas tablas.13713 0

130 Experieniia literata significa aquí experiencia susceptible de fijarse por escrito. En cambio, en los aforismos 103 y 110 esta expresión denota un mé todo intermedio entre la mera palpatio y la Interpretaba naturas sive Nmmm Organum. Este último va de los experimentos a los axiomas, mientras que !a experientia literata va de los experimentos a los experimentos. Sobre esta última, consultar De Augmentes Scientiarum, libro II, cap. 5, infine . 137 Se refiere a lastablas contenidas en II, 11-13.

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GUI jvfas, después del acopio de los particulares, dispuestos de bida y ordenadamen te y como delante de los ojos, no se ha de asar inmediatamente a la búsqueda e investigación de nuevos particulares o resultados; o al menos, si se hace esto, n o se ha de parar ahí. Pues no niego que, una vez que se hayan recogi do y ordenado todos los experimentos de todas las artes y llevádolos al conocimiento y juicio de un solo hombre, que de esa transposición de los experimentos de un arte a otros, no puedan darse muchas cosas nuevas, útiles para la vida y bienes tar de los humanos, por medio de esa experiencia que yo lla mo literata;138 mas en resumidas cuentas han de esperarse de ella cosas de menor cuantía; cosas realmente mayores, sólo de lanueva luz de los axiomas, sacados, p or buen camin o y regla, de aquellos particulares, que, a su vez, indiquen y señalen nue vos particulares. Pues nuestro camino no está en llano sino que va subiendo y bajando,137 subiendo primero a los axiomas, ba jando después a las obras.

CIV Sin embargo no ha de permitirse que el intelecto salte y vue le desde los particulares a los axiomas remotos y más generales, por así decir (como «on los llamados principios de las artes y de las cosas) y que pruebe y encuadre los axiomas medios de acuer do a la verdad inconmovible de aquéllos: como se ha hecho has ta aquí por la inclinación deí ímpetu natural del intelecto hacia esto, aleccionado además y acostumbrado desde hace tiempo a esto mismo por las demostraciones que se hacen por medio del silogismo. Pero de las ciencias no ha de esperarse cosa buena, 138 Cfr. nota 136. 137 Los ejemplos deí proceso ascende nte debía n figurar en la cuarta parte tic.laInstauratio Magna, denominada Scala Intellectus, y en la sexta ios referen tes al proceso descendente o de aplicación práctica.

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hasta el momento en que, por una escala verdadera y por esca, Iones continuos y no interrumpidos o faltos, se suba de los par. ticulares a ios axiomas menores y luego a los medios, unoso^ altos que otros, hasta llegar por fin a los más generales. Pues I0s axiomas ínfimos no discrepan mucho de la mera experiencia 1 En cambio, aquellos otros supremos y más generales (que hoy se tiene) son nocionales140y abstractos y no tienen nada de só lido. Empero los medios son los axiomas verdaderos, sólidos y ’ vivos, en los que se asientan las cosas e intereses humanos; y$0. ! bre éstos todavía, están finalmente aquéllos que son realmente los más generales; no abstractos como tales, bien entendido, si no limitados verdaderamente por estos intermedios. Por lo tanto al humano intelecto no hay que pertrecharlo de plumas sino más bien de plomo y lastre que le contenga de todo salto y vuelo. Y esto no se ha hecho hasta ahora; mas cuando se haga, se podrán tener mejores esperanzas de las ciencias. CV En la constitución de axiomas, se ha de excogitar una for- ¡ raa de induccióndistinta de la que ha estado en uso hasta aho ra; y aplicarla a la comprob ación y descubrimie nto no sólo de los que llaman primeros principios, sino también de los me nores y de los medios y en fin de todos. Pues la inducción que proce de p or enumeración simple141 es una cosa pueril, 140 Es decir, se fund an en las nocion es de la mente hum ana y no en Ja rea- ■ lidad de la naturaleza. ’ i 141 La inducc ión po r simple enumer ación se distingue d e la inducción completa o “perfecta” y de la inducción que pro pone Bacon, y que se acos tumbra a llamar inducción científica. La inducción completa basa sus conclusiones sobre ía totalidad de k clase en la comprob ación de todos y cada uno de los individuos que la co ns tituyen. No va más allá de los hechos observados y tan sólo puede aplicarse, por cierto, a clases formadas p or u n núm ero finito de individuos. Los otros dos tipos de inducciones son inc ompletas; esto es, la afi rma ción se refiere a ía totalidad de un a dase infinita en base a la comprobación

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conclusiones son precarias y expuestas al peligro de un hec0ntradic ton o142y las más de las veces decide po r un nú^ero de hechos menor de lo debido y por sólo aquellos que están a la mano. Mientras que la inducc ión que ha de ser útil ara el descubrimiento y demostración de las ciencias y de las artes» debe analizar la naturaleza por las debidas eliminacio nesy exclusiones; y luego, tras un número suficiente de nega tivas, concluir sobre hechos afirmativos; lo cual no se ha he cho hasta ahora, ni siquiera intentado, con la sola excepción de Platón,143 que a la verdad, emplea en cierta med ida esta forma de induc ció n para discutir definiciones e ideas.144 Pe ro para la recta y legítima disposición de esta inducción o de mostración ha de echarse mano de muchísimas cosas que has ta ahora no han venido a las mientes de ninguno de los mortales; de tal modo que se ha de invertir en ella más traba jo que el que se ha invertido hasta ahora en el silogismo. Y se ha de hacer uso de la ayuda de esta inducción no sólo pa ra el descubrimiento de los axiomas, sino también para la de finición de las nociones. Y en verdad que en esta inducción está puesta nuestra mejor esperanza.

de un número limitado de casos. La diferencia entre ambas consiste en que k inducción por simple enumeración tiene en cuenta únicamente los casos positivos, mie ntras que ía in duc ción bacon iana tom a tambié n en cons ide ración los casos negativos, que se deben registrar en la llamada “tabla de au sencia”. 142 Un solo caso negativ o, que no se ha tomado la precaución de busc ar, ■invalida la totalidad de la afirmación. 143 Seguramente alude Bacon aquí al méto do de exclusiones que practica Platón cuando inten ta definir un concepto. Hace propon er con los distintos interlocutores diversas definiciones, que Sócrates se encarga de refutar. Un ejemplo claro de este procedimiento lo encontramos en el Teetetos y en La Re pública, aplicado al conocimiento y la justicia respectivamente. 144 Antes de Descartes no era común usar en latín el término ideasco  mo equivalente a noúones, Su uso se explica aquí por la referencia a las 18éa$ de Platón.

[ 151 ]

CVÍ Pero en la constitución de los axiomas por medio dé esta inducción se ha de hacer examen y prueba para ver si lo qUe se constituye en axioma se ha adaptado y hecho solamente a la medida de aquellos particulares de los cuales se extrae, o si es más largo y ancho. Y si fuera más largo o ancho, se ha de observar si esa amplitud y anchura suya queda confirmada por la indicación de nuevos particulares como por una especie de garantía; no sea que nos quedemos exclusivamente apegados a cosas ya conocidas o que abarcando flojamente, no aprete mos más que sombras y formas abstractas y no cosas sólidas y concretadas en materia. Mas cuando estas cosas vengan en uso, habrá brillado por fin con razón la aurora de una sólida esperanza. CVIÍ Y aquí también ha de recordarse lo que más arriba se ha di cho acerca de extender la filosofía naturalH5 y de reducir a ella las ciencias naturales a fin de que no haya escisión y separación de las ciencias de su tronco; pues sin esto tampoco ha de espe rarse mucho en orden al progreso. CVÍII

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Y hasta aquí acerca de la remisión de la desesperanza y de la creación de esperanzas surgidas de mandar retirar y de recti ficar los errores del pasado. Pero ha de verse si hay además al gunas otras cosas creadoras de esperanzas. Y se nos ofrece que si, sin buscarlas los hombres y aun embebidos en otras cosas, se han descubierto como por acaso y de ocasión, muchas cosas útiles; a nadie podrá parecer dudoso que, buscándolo y propo145 Cfr. nota 109 y aforismos 79 y 80.

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riéndose ellos esto, y eso además con orden y método y no por ¿füpetus sin concierto, necesariamente hayan de descubrirse juchas más cosas. Pues si bien puede darse una que otra vez ej caS0 de que alguien dé por casualidad con una cosa que an tes le escapó buscándola con gran esfuerzo, sin embargo en fin de cuentas se da sin duda lo contrario. Por lo tanto han de es perarse muchas más y mejores cosas y a intervalos más cortos, de la razón de los hombres y de su industria, dirección y aten ta aplicación, que del acaso, del instinto de los animales y co sas semejantes que son los que hasta ahora han dado srcen a jos descubrimientos. CIX Pudiera también alegarse como motivo de esperanza el que algunas de las cosas que han sido descubiertas son de tal géne ro que, antes de descubrírselas, a nadie se le hubiera ocurrido fácilmente sospechar nada de ellas; antes bien cualquiera las hubiera rechazado como absolutamente imposibles. Pues acer ca de las cosas nuevas los hombres suelen decir desvarios a ejemplo de los antiguos, y por un falso concepto por ellos im buido y contagiado; y este género de opinar es sumamente fa laz ya que muchas de las cosas que derivan de las fuentes de la naturaleza no fluyen por los cauces conocidos. Como si por ejemplo alguien, antes de la invención de los cañones hubiera descrito la causa por sus efectos y dicho que se había descubierto un nuevo invento por el cual los muros y fortificaciones, aun los más sólidos, p odía n ser batidos y de rribados desde larga distancia, los hombres hubieran empezado a pensar entre sí sobre la forma de multiplicar las fuerzas de los tormentos y máquinas de guerra por medio de pesas y de ruedas y cosas de este tipo para topar e impulsar. En cambio difícilmente le hubiera venido a nadie a las mientes o a la fantasía cosa alguna acerca de una expansión o explosión tan súbita y violenta del viento ígneo; como cosa de la cual no veía ejemplo alguno inmediato sino acaso en el terremoto y [153]

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el rayo lo que, como cosas descomunales de la naturaleza no imitables por el hombre, hubiera sido rechazado de intuj diato. De igual modo, si antes de la invención de la seda, al guien hubiera lanzado esta afirmación: que se había inventa do una clase de hilo utilizable en vestidos y ajuar, que supe raba con mucho a la hebra de lino o de lana en sutileza no menos que en tenacidad, así como en esplendor y suavidad los hombres se pondrían a pensar de inmediato, en algún ti po sedoso de vegetal o en el pelo muy delicado de algún ani mal o en la pluma o flojel de las aves, pero seguramente nun ca hubieran pensado en el tenue tejido de un gusano, tan abundante además y que se renueva todos los años. Y si al guien lanzase una palabra acerca del gusano, de seguro sería tomado a chacota, como alguien que soñaba con nuevos ti pos de telaraña. Así también, sí antes de la invención de la aguja de marear alguien hubiera dicho: que se había inventado un aparato por medio del cual podían tomarse y distinguirse con exactitud los puntos cardinales del cielo, al instante los hombres llevados de la fantasía se hubieran puesto a divagar por muchas y diversas cosas referentes a una fabricación más exquisita de los instru mentos astronómicos; pero hubiera sido absolutamente increí ble que se pudiera inventar algo cuyos movimientos se acorda ran tan bien con los cuerpos celestes, sin ser él mismo sin em bargo un cuerpo celeste sino solamente una sustancia de pie dra o de metal. Y sin embargo estas cosas y otras semejantes es tuvieron ocultas a los hombres por tantas edades del mundo y fueron descubiertas, no por la filosofía o las artes racionales si no por el azar y la ocasión; en forma tal que, como ya dijimos, resultan completamente heterogéneas y están lo más apartadas posible de todo lo conocido antes, de m odo que ninguna no ción previa hubiera podido en manera alguna conducir hasta ellas. Así pues, es de esperar que haya aún escondidas en el se no de la naturaleza muchas cosas de uso excelente que no tie nen parentesco ni paralelismo con las ya descubiertas, sino [154]

? están completamente aparte de los caminos de la fantasía ^ ue no han sido aún reveladas, las cuales sin duda alguna ^ ¡¿rán a luz algún día por sí mismas en un largo transcurso S evolu ción de siglos como salieron aquéllas, las cuales, sin -gjttbatgo, pueden ser anticipadas y presentadas desde ya, rápi da y repentinamente, y a una, por el mé todo del que estoy tra tando. CX Pero se advierten también otros descubrimientos de tal género que servirían para testificar que el linaje humano pue de dejar de lado y saltar por encima notables descubrimientos que están igualmente al paso. Pues aun admitiendo que los in ventos de la pólvora, de la seda, de la aguja de marear, del azú car, del papel y otros semejantes, se apoyen al parecer en cier tas propiedades de las cosas mismas y de la naturaleza, a fe que el arte de imprimir nada tiene que no sea patente y casi obvio. Y sin embargo los hombres, por no caer en la cuenta de que, sí bien la colocación de los tipos es más embarazosa que la escritura de las letras por el movimiento de la mano, el caso era que los tipos, una vez colocados, se prestan a infini tas impresiones, mientras que las letras trazadas a mano sirven para una sola copia; y por no advertir tampoco que la tinta puede espesarse hasta un punto que grabe y no fluya (espe cialmente sobre letras cara arriba y haciendo la impresión en cima), carecieron por completo, durante tantos siglos, de este hermosísimo invento (que tanto ayuda a la propagación de los conocimientos). ;Pues la mente humana suele andar a menudo tan torpe y desconcertada en esta pista de los inventos, que primero des confía y poco después se desdeña a sí misma; y así al principio le parece increíble que pueda descubrirse semejante cosa, mas luego de descubierta le parece también increíble que una cosa así; haya podido escapar a los hombres por tanto tiempo. Y es to mismo se puede alegar con razón como motivo de esperan [ 155 ]

za, a saber, el hecho de quedar pendiente un cúmulo grande de inventos que pueden seguirse no sólo de la revelación de ope raciones desconocidas, sino también de la transferencia, com posición y aplicación de las conocidas por medio de esa expe riencia que yo llamo literata.146 CXI Ni ha de omitirse tampoco esto en la formación de esperan zas: echen cuenta los hombres, si gustan, del infinito gasto de tiempo, de ingenio y facultades invertido en cosas y estudios de mucha utilidad valor, del si una pequeña parteque se aplicasemenos a cosas sanas yy sólidas, nocual habría dificultad alguna no pudiera ser superada. Lo cual me ha parecido bien añadir, porque confieso sinceramente que una colección de historia na tural y experimental, tai como yo la concibo y debe ser, es una obra grande, regia por así decirlo, y de gran trabajo y expensas. CXII Entre tanto, que nadie se alarme ante la multitud de los particulares, sino que más bien esto mismo le dé alientos para esperar. Pues los fenómenos particulares de las artes y de la na turaleza hacen como de abanderado para las creaciones del in genio, una vez separados y abstraídos de la evidencia de las co sas. Pues la salida de este camino da sobre terreno llano y casi siempre próximo; el otro no tiene salida alguna sino intrinca miento sin fin. Y es que los hombres hasta ahora han hecho pa radas muy cortas en la experiencia, y han pasado por ella a la ligera, y en cambio han gastado tiempo infinito en meditacio nes y disertaciones ingeniosas. Mas si se hallase alguien que pu diese responder a las cuestiones sobre los hechos de la natura leza, sería cosa de pocos años el descubrimiento de las causas y de las ciencias todas.147 146 Cfr. nota 136, 147 Si bien insiste Bacon en ía necesidad de acumular hechos y no dejarse

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Creo asimismo que algún motivo de esperanza puede de rivarse para los hombres de mi propio ejemplo; y no digo e$t0 por jactancia, sino porque es útil decirlo. Si hay alguien que desconfíe, míreme a mí, hombre el más ocupado de to dos los de mi época en negocios de Es tado,148 y además no muy fuerte de salud (lo que supone una gran pérdida de tiem po), y explorador absoluto en este asunto, sin seguir huellas de nadie, ni comunicarlo con mortal alguno y que sin e mbar go, por haber entrado por este camino con t oda firmeza y so metido mi ingenio a las cosas, he hecho avanzar un tanto (se gún creo) este mismo asunto: y consideren después qué se debe esperar, tras estas advertencias mías, de hombres que dis pongan de tiem po abun dante, de ios esfuerzos com bina dos y de ía sucesión de los tiempos; especialmente por un camino transitable y no de uno en uno solamente (como sucede en el camino del razonamiento) sino en el cual puedan muy bien distribuirse y acoplarse los esfuerzos y trabajos de los hom bres (sobre todo en cuanto al acopio de la experiencia). Pues sólo entonces, empezarán los hombres a conocer su fuerza cuando se dediquen, no un sinfín a las mismas cosas, sino unos a unas y otros a otras.149

llevar por los impulsos especulativos, deb e recordarse la alianza de experien cia^ razón que nos propone en la parte final del aforismo 95. 148 Bacon fue hombre muy activo e influyente en los negoci os públicos bajo los reinados de la reina Isabel y prin cipalmen te de Jacob o I. Fue proc u rador general y canciller, y participó activamente en la reforma de la legisla ción inglesa. En 1618 fue nombrado Barón de Vernlam y en 1621 Vizconde de St. Albans. 149 Bacon advirtió la posibilidad de un gran desarrollo de la ciencia basa do en la división del trabajo, que llega a especializaciones en sectores muy li mitados de la realidad como sucede en nuestros días.

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CXIV Finalmente, aunque de ese nuevo Continente soplara un aura de esperanza,150 mucho más débil y menos clara, sin embargo tengo propuesto que en todo caso ha de hacerse la pnieba (sj no queremos mostrar un ánimo completamente abyecto). Pues no hay paridad en el riesgo entre que no se intente, y no se lo gre; ya que en aquello va el azar de un bien inmenso, en esto el de un insignificante esfuerzo h uma no. Pero por lo que va di cho y aun por tal cual sin decir, echo de ver que hay asaz de es peranza no sólo como para que un hombre decidido se lance al intento, sino aun como para que uno cuerdo y sensato con fíe.

CXV Y esto es lo dicho con vistas a la eliminación de la deses peranza que ha sido una de las causas más poderosas para el detenimiento y retraso de las ciencias. Y juntamente con ello doy término a mi plática sobre los signos y causas de los eno res y de la inercia e ignorancia prevalecientes; sobre todo te niendo en cuenta que las causas más sutiles, que no caen den tro del juicio y observación popular, deben referirse a lo que se ha dicho acerca de los ídolos de la mente humana. Y juntamente ha de cerrarse aquí la parte destructiva de mi Instauración, que está formada por tres refutaciones; a saber: re futación de la razón humana natural dejada a sí misma;151refuta ción de las demostraciones y refutación de las teorías o sistemas fi losóficos y doctrinas admitidas. Y la refutación de ellas ha sido de la única manera que podía ser; esto es por signos y por la 150 Según EHis (cfr. su nota 60), Bacon se refier e ai relato de Peter Má rtir ' Anglería de que Colón había observado que en las costas de Portugal sopla ban vientos del Oeste, lo que le hizo pensar que había en esa dirección tie rras que lo generaban. 151 Esta refutación incluye, por cierto, la teoría de los ídolos de la tribu, de la caverna y del foro.

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'ciencia de las causas; dado que yo (que disiento de otros no e donde traza el cuadro de una sociedad ideal.

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V y en lo que respecta a esta censura hecha así en globo, conjderafldo bien el caso, se verá con toda seguridad que es más lausíble y aun más modesta que si se la hiciera por partes. Pues , los errores no hubiesen tenido sus raíces en las nociones priéiarias»n0 hubiera podido ser por menos que algunas cosas recjgé hte descubiertas no hubieran corregido otras mal halladas, feto habiendo sido fundamentales los errores y de tal naturale^ que los hombres hayan llegado a despreciar y pasar por alto jas cosas más bien que a hacer de ellas juicio equivocado y fal¿oi nada tiene de extraño que los hombres no hayan obtenido jo que pretendían, ni llegado a una meta que no fijaron, ni re corrido el que noa entraron anduvieron. y siun se camino habla depor petulancia, la verdadnique sí alguien presumiera por la seguridad de su mano y firmeza de ojo trazar una línea más recta o un círculo más perfecto que otro, estable cería una comparación de habilidad, pero si alguien afirmase que él, mediante la aplicación de una regla y el giro de u n com pás, podía trazar una línea más recta o u n círculo más perfecto que otro con sola la mano y a ojo, la verdad que este tal no se ría muy jactancioso. Pues esto mismo es lo que tiene lugar no sólo en este primero e iniciante* conato mío, sino también pa ra en adelante aplicado a los que en el futuro se dediquen a es teasunto. Pues mi método para descubrir las ciencias iguala ca si los ingenios y no deja mucho al descolíamiento indivi dual,161 resolviéndolo tod o por reglas y demostraciones muy firmes y precisas. Así pues en mi obra (como muchas veces lo he dicho) hay más de suerte que de habilidad y es más un par to del tiempo que del ingenio. Pues a buen seguro que hay al go de relance no menos en los pensamientos que en las obras y hechos de los hombres. * Así ha de traducirse este inceptivusdeí texto que traduce la palabra inj, so aptivedel inglés, formado a su vez sobre el participio incepius(de inctpere bre eí modelo incobativu$,etc. 161 Cfr. I, 61 y neta 65. La aplicación mecánica de'un método no condu ce, por cierto, a ningún resultado. Por otra parte, si se tomara el método de Bacon al pie de la letra se llegaría a conclusiones absurdas.

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mundos que la fantasía de los hombres ha creado, han de ^aventadas por entero).162Entérense pues los hombres (como Así pues, ha de decirse de mí lo que por donaire dijo sfií^j*m0S más arriba) de cuán grande es la diferencia que hay otro, ya que zanja tan bien ía cuestión: no puede ser que sientan los ídolos de la mente humana y las ideas de la mente divilo mismo los que beben aguay los que beben vino. Los demás -hoÜG ^^Aquellos no son más que abstracciones caprichosas; éstas bres, tanto antiguos como modernos, han bebido, en lo qUe sen0 verdadero del Creador sobre sus criaturas, impreso y respecta a las ciencias, un licor crudo como agua que brota es definido sobre la materia con líneas verdaderas y exquisitas. Así pontáneamente del intelecto o sacado por la dialéctica, como verdad y utilidad son aquí las cosas en sí mismas,163 y las el que por ruedas se saca de un pozo. Yo en cambio bebo y obras en sí mismas han de estimarse más en cuanto que son brindo un licor hecho* de infinitas uvas maduras y en sazón * rendas de la verdad que por sus conveniencias para ía vida.164 apiñadas y agrupadas en racimos, exprimidas luego en el trujal" y finalmente desliadas y clarificadas en la cuba. Y así nada tie " ne de extraño que ellos y yo no estemos de acuerdo. CXXV CXXIV Podrá pensarse también, sin duda alguna, que yo mismo(cosa que critico en otros) no he fijado de antemano para las ciencias la meta o blanco mejor y más verdadero. Y que la con- ? templación de la verdad es una cosa más digna y elevada que toda obra por útil y grandiosa que sea: mientras que esa entre ga a la experiencia, a la materia y al torbellino de las cosas par-; ticulares clava la mente al suelo o más bien la hunde en un tár taro de confusión y perturbación; y la aleja y desvía de la sere nidad y tranquilidad de la ciencia abstracta (estado mucho más"; divino). V; Ahora bien, yo estoy de acuerdo con este modo de pensar; y esto mismo que ellos señalan como lo más deseable, es preci samente lo que a mí me ocupa. Pues yo estoy edificando en eí intelecto hum ano un trasunto fiel del mundo, tal como él es, no tal como la razón pueda sugerírselo a uno; cosa que no puede lograrse sino haciendo una disección y anatomía cuidadosísima del mundo. Pero yo proclamo que esas parodias torpes y simies* Licuor es . confectam

masculino: Bacon lo hace concertar con la forma femenina,

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Podrá pensarse también que yo estoy haciendo lo ya hecho y que los antiguos mismos han seguido el mismo camino que yo. Ypor tanto se creerá verosímil que yo, después de tanto bu  llir y revolver, he de parar en alguno de los sistemas filosóficos qñe prevalecieron entre los antiguos, que ellos también, des pués de todo, acumularon en los comienzos de sus obras gran cantidad y acopio de ejemplos y hechos particulares y los orde naron en forma de notas bajo títulos y capítulos y a partir de esto compusieron sus sistemas filosóficos y sus artes, y luego, una vez visto claro el asunto, los hicieron públicos, añadiendo acá y allá los ejemplos para acreditar y aclarar sus enseñanzas; pero que juzgaron superfluo y enfadoso dar a luz sus notas, apuntes y comentarios de los hechos particulares: y que por eso hicieron lo que suele hacerse al edificar, o sea quitar anda162 Cfr. 1,23. 163 Sobre la relación de la verdad y la utilidad , cfr. I, 3 y II, 4 mfine . No hay acuerdo entre los críticos acerca de la traducción exacta de esta afirma ción de Bacon. Sobre los distintos criterios consultar la ed. de Fowler citada, nota 54, pág. 329. 164 Esto parece incomp atible con lo afirmado ante riorme nte en los aforis mos citados en la nota anterior y en I, 81. Si bien el concepto se repite más adelante (I, 129), la opinión generalizada considera al aforismo 81 como la expresión del auténtico pensamiento de Bacon. Cfr. igualmente II, 49.

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mios y escaleras después de levantar la casa. Y no se ni creer que hayan procedido en otra forma. Pero si no se ha c j, *! do en olvido lo dicho más arriba, fácilmente podrá responda' se a esta objeción (o mejor, escrúpulo). Pues la forma de inVc^j tigar y descubrir entre los antiguos, yo mismo la reconozco sus escritos la ostentan. Y ésta no fue otra que la de pa ^ ¡Jí vuelo de unos pocos ejemplos y hechos particulares (anadien do nociones comunes y si, acaso alguna porción de opiniones recibidas que más hubieran gustado) a las conclusiones más generales o primeros principios de las ciencias, al hilo de cuya verdad, tomada por inconmovible y fija, extraían y probaban por medio de proposiciones intermedias, las conclusiones ñores; con las cuales fabricaban su arte. Tras esto si se aducían y promovían nuevos particulares y ejemplos que repugnaban a sus doctrinas, las acomodaban sutilmente a su sistema por me dio de distinciones o explicaciones de sus reglas, o si no, quitaban del medio torpemente por excepciones: en cambié: acomodaban laboriosa y tenazmente a sus principios las causas? de los particulares que no repugnaban; pero aquella historia natural y aquella experiencia no eran las debidas (muy lejos de ello) y además ese volar hacia las cosas más generales, echaba a perder todo.

CXXVI Podrá pensarse también que yo por esta especie de prohi bición de formar juicio y establecer principios fijos hasta que se haya llegado debidamente por los grados intermedios a lo: más general, defiendo una especie de suspensión del juicio y vengo a dar en la acatakpsia. Mas yo no practico ni propongo la acatakpsia sino la eucatakpsia;165*pues yo no rebajo la autori dad de los sentidos sino que les asisto, no desprecio el intelec to sino que lo rijo. Y mejor es saber cuánto es lo que es preci165 Sobre la acatakpsia cfr. nota 28.Eucatakpsia significa, en cambio, bue na facultad de comprensión.

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conocer y sin embargo pensa r que no lo conocem os perfecque pensar que lo conocemos perfectamente y sin ^ibargo no conocer nada de lo que es preciso conocer.

CXXVII Más bien que objetar podrá preguntarse alguien si yo hakíp ¿je conducir por este método solamente la historia natuáies o también las otras ciencias lógicas, éticas y políticas, pyes bien, con lo dich o ent ien do yo todas ellas a la vez y así c0mola lógica vulgar; qu e rige po r medio del silogismo, se ex¿ende no sólo a las ciencias naturales, sino a todas las cien¿as; así el mío, que procede por inducción, lo abarca todo, pues yo compongo historia y tablas de invenció n tan to para ja ha, el miedo, la ve rgüenza y semeja ntes, com o para asuntos de cosas civiles: y no menos para los movimientos mentalesde la memoria, de la composición, del juicio y demás, que para el calor y el frío, la luz, la vegetación y semejantes.167Sin embargo, dado que mi método de interpretación, una vez preparado y ord ena do el c uadro de la historia, no cont emp la sólolos movimientos y actividades de la mente como la lógica vulgar, sino tam bién la na turaleza de las cosas, yo regulo la mente de tal modo que puede aplicarse en la forma conve niente en cada caso, a la naturaleza de las cosas. Y por eso, en la doctrina de la interpretación, yo doy muchos y diversos preceptos que p ued an acom odar en algo el métod o d e in ven ción a la cualidad y condición del objeto acerca del cual se in quiere.

: La expresión “filosofía natural” tiene aquí un sentido restringido; en los aforismos 79 y 80 aparece en su sentido amplio. 167 Se ve aquí claramente que Bacon extiende la aplicación de su mé todo la imposibi de las ciencias naturales a las del espíritu, sí bien había sugerido lidad de hacerlo en aforismos anteriores. Cfr. 1, 29, 77 y 128.

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hubiera abstenido de tales palabras no fuera que se las i* 11* coíno panegírico de mi propio mérito. Pero teniendo i acuciar de otros y excitar y ence ----------ciar la diligencia ✓ ^ ,nder sus ániPero hay algo de lo que ni dudarse puede: de que yoA rt! -— que yo fije ciertasrosas prsen lamente delo:de los conveniente cosas la mente destruir y echar abajo la filosofía, las artes y las ciencias IílOS* actualmente en uso: pues por el contrario yo me sumo gustosam ** ¿Qíhb i’cs. ^ Así pues, primeramente pareceme que la introducción de te a su empleo, cultivo y enaltecimiento. Pues en modo ata ^ descubrimientos ocupa con mucho el primer lugar enme opongo a que esas artes en boga nutran debates, adom discursos y se empleen y sirvan en los menesteres de la cátedra pg Jas acciones h umanas; así lo fallaron las edades antiguas. pues;díeron honores divinos a los inventores de cosas; mien y en las conveniencias de la vida civil; y en fin a que circule tras que a ^os clue hicieron señalados servicios en asuntos civi a manera de moneda, por consenso entre los hombres. Es más* les {como eran los fundadores de ciudades e imperios, legisladeclaro abiertamente que lo que yo trato de introducir no dores, liberadores de males inveterados de la patria, debeladop0. de seralmuy apropiado parasitales fines, dado que no puede ^ de tiranías y semejantes) no les acordaron honores sino de y electos. nerse alcance del vulgo no es en sus obras Yde héroes- Y a la verdad, si alguien compara estas cosas conve cuán sinceramente proclamo yo esto que digo de mi afecto y nientemente, hallará justo este fallo de la edad antigua. Pues los buena voluntad hacia las ciencias en uso, hagan fe mis escritos beneficios de los descubrimientos pueden extenderse a to do el ya publicados, especialmente mi libro sobre el Progresodeka género humano; los servicios civiles sólo a emplazamientos li Ciencias,168Así que no intentaré probar esto más ampliamente citados: de hombres; éstos, además, no perduran sino pocas con palabras. En tanto advierto clara e insistentemente que por edades, aquéllas virtualmente a perpetuidad. Además, el arrelos métodos en uso no se pueden lograr grandes progresos en glo de un Estado en lo civil se realiza casi siempre no sin vio la doctrina y especulación de las ciencias, ni conducir a éstas a lencia y perturbación: los descubrimientos en cambio produ resultados de importancia. cen beneficio sin pena ni daño de nadie. Además, los inventos son como creaciones nuevas e imi tación de las obras divinas, como acertadamente lo cantó el CXXIX poeta: Réstame decir unas pocas palabras sobre la excelencia del : Atenas la renombrada, dio tiempo ha, laprimera, fin propuesto. Si las hubiera dicho antes hubieran podido pa cxxvin

recer imagen de deseos: pero formada ya la esperanza y disipa dos los prejuicios adversos, tendrán probablemente más peso. Pues si yo hubiese llevado a término y realizado todo por mí mismo y no llamase a otros a la parte y consorcio en el trabalé8 Se refiere a The Two Bookso fthe Proficience and Advancement a fLeamirg Divine an d Human., obra publicada en inglés en 1605. E! título enunciado en latín podría hacer pensar que se refiere a De Augmentu Scientiarani pero hay que reco rdar que esta obra se publicó tres años desp ués del Novum Organum.

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A lafructífera semilla a los míseros mortales; ....

7-

Jsr ollrt t/IMn/lMn l/íí levesA

Y digno de nota parece en Salomón el que, esclarecido por su imperio, por su oro y la magnificencia de sus obras, por su corte y su servidumbre, así como por su flota, el lustre de su nombre y la más alta admiración de los hombres, no eligió na-

y

* Lucrecio, VI, 1-3; la cita de Bacon, hecha sin duda de m emoria, altera ligeramente el texto en los dos primeros versos.

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da de esto como gloria para sí, sino que exclamara: "Gloria Dios es encubrir la cosa, mas gloria del Rey es escudriñarla”* Por otra parte calcúlese cuán grande diferencia media entrfe la vida del hombre de un país, el más culto de Europa y la de una región la más salvaje y bárbara de la Nueva In d i a , y concluirá que distan tanto entre sí que con razón pudiera de cirse que el hombre es Dios para el hombre** no sólo en conside ración a beneficios y auxilios, sino también en comparación de situaciones. Y esto no es obra del suelo, del cielo ni de la ra2a sino de las artes. Asimismo es bueno observar el poder, la virtud y las con otra

secuencias de los descubrimientos; en ninguna cosa se manifiestan más claramentelos quecuales en aquellas tres cosas que eran desconocidas a los antiguos y cuyos orígenes, aunque recientes, son oscuros y sin gloria: a sabéV, el arte de imprimir, la pólvora y la aguja de marear. Pues ellas tres han cambiado la faz y estado del orbe de la Tierra: la primera en las letras, la se gunda en la guerra, la tercera en la navegación; de donde se han seguido innumerables cambios; tanto que no hay, impe rio, secta ni astro que parezcan haber ejercido mayor poder e influencia sobre las cosas humanas que el que han ejercido es tos inventos mecánicos. Además no estará fuera de lugar el distinguir tres géneros y como si dijéramos tres grados de ambición de ios hombres. El primero es el de aquellos que anhelan extender su propio poder * Pmverk XXV, 2. Se refiere, por cierto, al continente americano que en un principio se creyó, formaba parte dees: laHomo India.bominiDeus, sism mo ffidum s cia tj es un afo ** La cita completa rismo de Caecilius Comicus (168 a. C.) transmitido po r Símaco, Epis. X, 104. Véase también el aforismo de Zenobio, Paroemiogr , Graeci, de Gaisford, Cent., 1, 91. Tomo estos datos de la nota de Fowíer a este pasaje. Pero lo incomple to mismo de la cita y su interpretación y aplicación por Bacon, fuera de su srcinal extensión, como bie n no ta Fowíer, parecen señalar que Bacon lo to mara de los Adagios de Erasmo, donde se encuentra en la misma fonna in completa y con la interpretación que le da este pasaje; aunque no en la apli cación, un tanto forzada, que le da Bacon.

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tro de su patria; que es un género vulgar y bajo. El segundo, d j aquellos que se esfuerzan por aumentar el poderío e imeS * su patria entre el género humano; el cual tiene ciertaP te juás dignidad, aunque no menos concupiscencia. Mas si "filien del género humano se esfuerza por instaurar y acrecen tar el poderío e imperio de éste sobre el universo, esa ambición ( i así puede llamársela) es sin duda no sólo más sana, sino tam bién más noble que las demás. Ahora bien, el im perio del hom 'bresobre las cosas, reside por entero en las artes y ciencias. Pues no se manda a la naturaleza sino obedeciéndola.170 por otra pa rte, si la utilid ad de un solo invento particula r ba impresionado a los hombres de tal mod o que han creído más que hombre a quien pudo ligar a sí a todo el género hu mano por algún beneficio, ¡cuánto más excelso ha d e parecer descubrir algo tal que por su med io puedan descubrirse sin tra bas todas las otras cosas! Y sin embargo (para decir toda la ver dad) así como a la luz debemos grande acatamiento porque gmcías a ella podemos caminar, practicar las artes, leer y reco nocemos mutuamente; y aun con eso la luz es algo más exce lente y hermoso que sus múltiples usos; así también la contem  plación misma de las cosas, sin superstición ni im postura , error ^ mí« vaíinsíi one todo el fruto de ios descubrimientos.171 Finalmente, si alguien hiciese objeciones por la distorsión de las ciencias y de las artes hacia la maldad, la molicie y seme jantes, nadie se altere por ello. Pues otro tan to puede decirse de todos los bienes del mundo: del ingenio, del valor, de la forta leza, de la luz misma y todo lo demás. Recobre ahora el géne ro humano su derecho sobre la naturaleza, el que le compete por legado divino, y désele poder: la recta razón y una religión sana regirán su ejercicio.

170 Afirmación muy impor tante, y frecuenteme nte citada, que repite con ligera variante lo enunciado en I, 3. 171 Cff. nota 164. "

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y ^: cxxx

Pero ya es tiempo de que presentemos el arte mismo-de' terpretar la naturaleza: en el cual si bien yo creo haber da¿ muy útiles y sanos preceptos, sin embargo no le atribuyo nece, sidad absoluta (como si nada pudiera hacerse sin él), ni perfec ción: si los hombres tuvieran lista y a mano una historia exac ta de la naturaleza y de la experiencia y se aplicaran a ella con todo cuidado, y se impusieran dos reglas: una, la de abandonar  ías opiniones y nociones recibidas;172otra, la de refrenar porun tiemp o su m ente de las generalizaciones máximas y dé las pr¿, ximas a éstas:173 sucedería que con sola la fuerza propia y ge.; nuin a de su m ente y sin otro arte podrían venir a parar en mi= forma de Interpretación. Pues la Interpretación es la obra natural y verdadera de la mente, una vez cercenado lo que estorba: cierto, sin embargo, que con mis preceptos estará todo más en disposición y mucho más seguro. No afirmo, sin embargo, que! nada pueda añadirse a ellos; sino que por el contrario, yo, que^ contemplo la mente, no en sus facultades propias sino en cuan to se conecta con las cosas, debo establecer que el arte de in vención puede ir desarrollándose con los descubrimientos.

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Libro segundo de aforismos sobre la interpretación de la naturaleza y reino del hombre Aforismos

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J174 ■

Sobre un cuerpo dado engendrar y superinducir una nueva naturaleza o nuevas naturalezas, es obra y propósito del poder humano. Y obra y propósito es del conocimiento humano des cubrir la forma175 o la verdadera diferencia específica o la natu174 Los diez primeros aforismos están dedica dos a señalar el fin de la cien cia, ía necesidad de la investigación de las formas y las relaciones de las dis ciplinas especulativas y prácticas. 175 Naturaleza equivale aquí a propiedad o cualidad. Bacon opone el corpus, en tanto cuerpo concreto, a la natura como cualidad o propiedad del cuerpo. Si la naturaleza es la propiedad de un objeto, la forma es la condi ción esencial de la existencia de tal propiedad. Sobre el concepto deforma ér. infra,nota 185.

172 Aban dona r las opinione s recibidas parece ser el punto inicial de todo nuevo método. Recuérdese, en este mismo sentido, a Descartes quien elimi na por medio de la duda metódica toda supuesta verdad que n o resista la du ra prueba de la indubítabiíidad. 173 En otras palabras, evitar las “anticipaciones de la naturaleza”.

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Al comienzo de la obra (í, 1 y 3) señaló Bacon la íntima relación existen te entre el conocimiento y el poder humanos que aquí repite: el descubrimieníio de la forma de un cuerpo o fenómeno dado permite modificar su naturale za o engendrar una nueva. Esta permanente conexión que existe entre la for ma y la naturaleza sirve de base a las tablas de presencia, ausencia y grado; cuando está presente la forma está presente la naturaleza y cuando está ausen te la forma está ausente la naturaleza, y viceversa. (Cfi. II, 4 y 12 in initio).

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raleza naturante {naturam naturantem)mo la fuente de eriiana cíón jjpues estos son los vocablos que más se aproximan a l a ^ ' cripción de la cosa). Y a estas tareas primarías se subordinad otras dos secundarias y de marca inferior; a la primera, ía trans formación de cuerpos concretos de uno en otro, dentro de l0s límites de loposible-171 y a la segunda, el descubrimiento, en to : da generación y movimiento, del procesolatente11178*1continuado desde el agente manifiesto Y desde la materia manifiesta hastala forma impuesta, e igualmente el descubrimiento del esquematis mo latente179 de los cuerpos en reposo y no en movimiento. II En qué mísera condición se encuentra el saber humano de nuestro tiempo, se echa de ver bien claro aun por las afirmacio nes corrientes. Se establece con razón que elverdadero saber está en saber por las causas.1*0 No impropiamente asimismo se fijan cuatro causas: material, formal, eficiente y final.181 De éstas la causa final está tan lejos de dar provecho a las ciencias que más 176 Se atribuye a Averroes la distinción entre naturaleza naturante: y natu-, rada, que en traducción latina se denominó natura naturamy natura naluratú... La primera es el agente productor, la segunda el producto. O, en oirás pala bras, la “naturaleza naturan te" es la causa inmanen te o el proceso creadory fi “naturaleza naturada” el conjunto de la totalidad de las cosas creadas, el universo tal cual es en un momento dado. En Bacon, la naturaleza naturante equivale a la forma, a la esencia íntima productora de la naturaleza. Este es el único pasaje que hemos encontrado en que Bacon usa la ex presión en el sentido señalado. 177 Se refiere el autor con fr ecuencia a la transm utació n de u n cuerpo en otro, idea que seguramente tomó de los alquimistas y que tiene en él gran significación puesto que su propósito último es modificar la naturaleza con el fin de ponerla al servicio del hombre. 178 Elproceso latente es el conjunto de operaciones intemas que en parte es capan a los sentidos y qu e hacen que un a sustancia pase de un estado a otro. Cfi. nota 49 y II, 6. 177 Cfi. nota 49 y II, 7. 180 Cfi. Aristóteles,A na l Post; I, 2 in initio. 181 Se refiere a la conoc ida doctr ina aristotélica, Cfi. Física,II, e; Metafísi ca I, 3 ; An al PostW, 11.

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■ {as corrompe si no es en las acciones humanas.182 El des^brirnierá0 de la causa formal se considera imposible.183 En CUrito a la causa eficiente y a la material (tal como se ías busc ventiende, o sea remotas y sin el proceso late nte hacia la forC3Vson algo descuidado y superficial y de ningún provecho ¿la ciencia verdadera y activa. Sin embargo, no echo en ol vido que anteriormente he notado e intentado corregir el error jg la mente humana en asignar a las formas la cuota principal la esencia.184 Pues aun dado que en la naturaleza no exista cosa alguna realmente fuera de cuerpos individuales que produ cen actos puros individuales según una ley, sin embargo, en la ciencia, esa misma ley y su investigación, descubrimiento y ex plicación, es la que sirve de base tanto para el conocimiento co mo para ¡a práctica. Y a estaley y a sus cláusulaslas designo con el nombre de formas, sobre todo una vez que este vocablo ha prevalecido y se presenta corrientemente.185 Í8¿ La investigación de la causa final, según Bacon ofrece Ínteres tan sólo en lo que se refiere a las acciones humanas. Sobre este punto se opone con energía a la concepción aristotélica y exalta la doctrina sostenida por Demócrito. Cfi. muestra 46. 183 cfr. I, 75 y II, 3 sobre las dificultades para cono cer la causa formal. 184 $e refiere seguramente a su afirmación contenida e n I, 51 dond e con  dénalas “formas" de srcen platónico, de las que afirma que “no son más que ficciones de la mente humana”. 185 Una tarea tan im portante com o difícil que debe en frentar todo co mentarista delNovu m Organum es aclarar lo que entiende Bacon por forma. Importante, puesto que el “propósito del conocim iento hu mano es descubrir ia forma", como lo dice expresamente en un pasaje fundamental contenido en el aforismo anterior. Y difícil, ya que Bacon oscila constantemente entre diversas acepciones posibles deí término. Acaso la mejor manera de solucionar el problema sea presentar a la con sideración del lector los pasajes fundamentales sobre la cuestión para que és tese forme su propia op inión. P or razones de clar idad en la presentación or denaremos los pasajes según respondan a una u otra de las dos acepciones fundamentales que tiene el término en elNovum Organum: esencia y ley. Ya hemos visto en el aforismo anterior que se equipara el concepto defor ma a los deverdadera diferencia especifica, naturaleza naturante yfuente de emanación, En II, 4 se habla dediferencia verdadera -en II, 20 infine de definición verdadera— y se afirma que la presencia o ausencia de la forma implica la presencia o au-

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m

Es ciencia imperfecta ía de aquel que conoce la causa d guna naturaleza (como la de blancura o la de calor) sólo en d ' terminados sujetos :186 igualmente imperfecto es el poder d aquel que no puede producir un efecto sino sobre materias & ^ 1 terminadas (entre las que son susceptibles). Pero el que ti0 c senda de la naturaleza y viceversa puesto que (II, 13) la forma difier e de ¡a ' ? sa en el mismo sentido en que difiere lo real de lo aparente. En este último n saje (II, 13){in initio)dice Bacon que “la forma de la cosa es la cosa misma* y sissima ¿es), concepto que se aclara más adelante (II, 20 in initio) cuandoescribe que “la forma de las cosas se encuentra... en todos y cada uno de ios casos en lo que se encuentra la cosa misma; pues de otro modo no seria forma”. Estos son los pasajes más importantes en que el concepto fonr.a de pniece asimilarse al deesencia,en el sentido de lo que hace que el objeto sea lo que es Por cierto, la forma -y esto está bien claro en el pensamiento de Bacon- node be confundirse con la idea abstracta alejada de toda realidad (cfr. II, 17); Bacon adopta desde un principio una posición claramente nominalista. En el primer libro (I, 51) sugiere Bacon la equivalencia de su concepto de forma con el de ley.Después de negar importancia a la investigación de las formas -en tanto se las confunda con las “ficciones de la mente humana”- agrega: “a menos que llamemos formas a aquellas leyes activas”. En II, 5 habla de “las leyes fundamentales y generales que constituyen las formas”; y en II, 17 afirma expresamente la equivalenciaal escribir que “la forma del color o U forma de la luz es una misma cosa que la ley del calor o la ley de la luz”. Los citados son los pasajes fundamenta les - sin conta r por cierto la ora ción final del aforismo 2 que no reproducimos por tenerla el lector ala vis- ; ta - en los que Bacon concibe a la forma co mo equivalente a la ley. La existencia de pasajesen que Bacon entiende por forma unas veces f; esencia y otra ley crea un grave problema de interpretación. ¿Hay en Bacon una inconsciente ambigüedad o tiene él conciencia de ambos sentidos pero no los considera incompatibles? Hay un pasaje enque se . dan juntas ambas significaciones del término forma y que nos hace inc linar >:j por la segunda posibilidad. Escribe Bacon (I, 75), en efecto, que “las formas o verdaderas diferencias de las cosas(que en realidad son leyes del actopuro)”. \ Povder, en el § 8 de la introduc ción de su edición ai Novum Organum, y r en varías notas, sostiene no sólo lacompatibilidad de ambas acepciones sino / también la posibilidad de reunir los dos sentidos en el concepto de causa, f Cfr. sobre esta cuestión nuestra nota 189 y sobre el concepto de forma la sec. 8 del prefacio general a las obras de Bacon a cargo de R, L. Eílis en la cono cida edición citada en la Advertencia. 186 Es decir, en casos particulares.

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jjiás causas que la eficiente y la m aterial (causas variables p°ce $otl y no otra cosa que vehículos y causas que transmi£orrna en ciertos cuerpos, ese tal p ued e llegar a nuev os f Afimientos en materia, semejante hasta cierto punto a ¿ y. dispuesta de antemano: pero no será capaz de alterar en ? osas límites que estén a más profu ndid ad.187 Mientras que i he conoce las formas abarca la unid ad de ía naturaleza en 6 tedas las más desemejantes: y por tan to podrá descubrir y sacar a luz cosas que no hayan sido hechas hasta ahora y tales üe ni las vicisitudes de la naturaleza, ni las industrias experi mentales, ni la casualidad misma hubieran nunca llevado a rea lización? nl

presentá dose nunca la imagderiva inaciónlahuma na. Así ues del descubrimiento de lasa formas contemp la verdadera y la aplicación libre.

ción

IV Aunque ios caminos hacia el poder y la ciencia humanos estén muy juntos y sean casi ios mismos,188 sin embargo a cau sa de la perniciosa e inveterada costumbre de ocuparse de abs tractos, es de todo punto más seguro acometer y hacer surgir las ciencias part iend o de aquellos fu ndam entos que se refieren ala parte activa y q ue esta misma designe y determin e la parte contemplativa. Por lo tanto, ha de repararse qué dase de pre ceptos o dirección o guía desearía uno más para engendrar o superinducir una naturaleza cualquiera sobre un cuerpo dado; y esto en un lenguaje sencillo y nad a abstruso. Por ejemplo, si alguien desea superinducir en la plata el ro jizo color del oro, o aumento de peso (g uardando las leyes de 187 Bacon quiere decir qu e el que conoce las causas material y eficiente de una determinada sustancia puede p roducir o modificar tan sólo otras sustan cias similares puesto que tales causas varían cu ando pasamos d e un a sustan cia a otra. Distintas causas eficientes puede n pro ducir la misma forma, qu e a su vez puede incorporarse a causas materiales muy diversas. 188 Principio establecido en I, 3 in initio.

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d la materia), o diafanidad en una piedra no diáfana, o tenacida ¿ es tal que deduce la naturaleza dada de u n manantial de en el vidrio o vegetación en un cuerpo no vegetal, ha de repj 12 *a qUe es inherente a más naturalezas y (como dicen) más rarse, digo, qué cíase de regía o guía desearía más vivamente qüe 65 ncido en el orden natural que la misma forma. Así pues, la se le diera. Y lo primero elegirá sin duda que se le indique alg c° a y el precepto para un axioma verdadero y perfecto de 0 tal que ni frustre su trabajo, ni falle en el experimento. Eti se* ■^ itbciírííento es la siguiente: que se encuentre otra naturaleza que convertible con la naturaleza dada y que sin embargo sea limitagímelo lugar elegirá se le prescriba algo que no le constriña y obligue a ciertos medios y modos particulares de operar. ¡éndeuna naturaliza más amplia (naturae notior is), a modo ésta de Rodero género- Ahora bien; estas dos reglas, una activa y otra quizá se encuentre sin ellos y no tenga posibilidad o comodi dad para proporcionarse o procurarse tales medios. Pues si hucontemplativa son una misma cosa: pues lo que es más útil en hiera otros medios y modos (además de los prescritos) para pro¡apráctica, es lo más verdadero en la ciencia.191 ducir esa naturaleza, pudieran ser ellos de los que están al alcaná ce del operador; de los cuales se vería privado y sin recoger su!: fruto por la estrechez de las reglas. En tercer lugar deseará se le¿ i ' ... V indique algo que no sea tan difícil como la cosa misma que se irías la regla o axioma para la transformación de los cuer investiga, sino más próximo a la práctica. pos es de dos clases.192 La primera mira el cuerpo c omo una Así, pues, una regla verdadera y perfecta para operar ha-:; brá de definirse así: Que sea segura, librey que dispongao estéeñ déla naturaleza implica la ausencia de la forma y falsa la que sostiene que la orden a la acción. Y esto viene a ser una misma cosa con la iní de la forma implica la ausencia de la naturaleza, pues un mismo ausencia vención de la forma verdadera. Pues la forma de una natura^ efecto puedo te ner srcen en c ausas mu y diversas. A n uestr o juicio la crítica revela el poco fundamento de la asimilación de la forma a la causa y de la leza cualquiera es tal, que dada ésta, siga infaliblemente la naturaleza al efecto pues no podría pasar inadvertido a una mente como la naturaleza supuesta. Por lo tanto, ella está presente, siempre de;Bacon que causas distintas pued en pr oduc ir un efecto únic o. Y en tal ca que esa naturaleza está presente, la denuncia en su totalidad-; so resumiría inexplicable que éste afirmara, como lo hace en el presente afoy está cons tantem ente inheren te en ella. Esa misma form a es risiiio, que si se quita la forma “infaliblemente desaparece la naturaleza da tal que apartada ella, infaliblemente desaparece la naturaleza:: da” o que “la forma de las cosas se encuentra en todos y cada uno de los ca dada. Y por lo tanto ella está ausente cuando quiera que sos en los que encuentra la cosa misma, pues de otro modo no sería forma” (II, 20). Por otra parte, en el aforismo citado hay una afirmación que, a nues aquella naturaleza está ausente y la niega constantemente, y tro juicio, impide cualquier intento de equivalencia de forma y causa. En en sola ella e stá inhere nte .189*Finalmente la forma verdade-

189 Com o se indic ó en n ota 175 la conexió n de la forma y la naturaleza sirve de fundamento al método inductivo contenido en las famosas tablas. Cfr. II, 12 in initio. Fowler (notas 25,27 y 70) critica la correspondencia aquí;.; afirmada entre la forma y la naturaleza. Su crítica se basa en la asimilación del concepto de forma al de causa y el de naturaleza ai de efecto, que ya ha bía h ec ho ). S. Mili en s u Lógica, libro V, cap. 3, § 7. No creemos posible in terpretar la forma baconiana en el sentido de causa, entendida como antece dente qu e precede al fen ómeno estudiado, puesto que la forma coexiste con el fenómeno, es contemporánea a él. Si se acepta la interpretación de Fowler será verdadera la parte de la afirmación baconiana que dice que la ausencia

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iefecto, después de referirse a la forma del calo r dice Bacon que “una cosa es ■localiente y otra lo que calienta”. Sobre esta cuestión cfr. nuestras notas 231 y 236 y sobre el con cep to d e fo rma n ota 185. 150 Esta expresión deb e entender se en el sentido de “diferencia verdadera” de la que había en II, 1. ;191 En esta última oración sintetiza Bacon su concep ción pragmática de la ciencia, ya apuntada en los aforismos 1 y 3 del libro I. ; 192 Uno de los proced imientos consiste en descubrir la s diversas notas -naturalezas simples- constitutivas de un cuerpo y luego producirlas unas tras otras hasta que se logre la totalidad del cuerpo. El otro, en cambio, par■te de la observación del m odo como surge natura lmente un cu erpo e rnten;■ta luego reproducir artificialmente el proceso.

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compañía o conjugación de naturalezas simples: así en el orQ se dan juntamente estas cosas: ser rojizo; ser pesado hasta pu nto tal; ser maleable o dúctil hasta tal límite; no ser volátil ni perder nada de su cantidad por el fuego; licuarse con tal ^ grado de fluidez; disolverse y separarse por tales o cuales me. ^ dios, y otras propiedades por el estilo que concurren en el!' oro. Así pues, este género de axioma deduce la cosa de las f0r. I mas de las naturalezas simples. Pues aquel que conoce las f0r. 1 mas y m odos de su perin ducir amarillez, peso, ductilidad, fije. :■ za, fluidez, solución y demás, y sus gradaciones y modos, mi rará y cuidará de juntarlas en algún cuerpo de donde podrá se- = guir su transformación en oro. Y este género de operación pertenece a la primera dase de acción. Pues uno mismo es el modo de operación para engendrar una naturaleza simple cualquiera que muchas; sólo que cuando se requieren varias a la vez el hombre se ve más coartado y embarazado en sus ope raciones, a causa de la dificultad de aunar tantas naturalezas; las cuales no se comb inan fácilme nte si no es por los caminosi trillados y ordinarios de la naturaleza. En todo caso debo de cir que esta manera de operar (que contempla las naturalezas; simples aunque en un cuerpo compuesto) parte de aquellas' cosas que en la naturaleza son constantes, eternas y universal les y presenta caminos espaciosos al poder humano y tales que apenas puede comprender ni representarse la mente hu mana en el actual estado de cosas, :í La segunda clase de axioma, que se refiere a la invención' del proceso latente, no procede por naturalezas simples, sind po r cuerpos compuestos, tales co mo se encuen tran en la natu

coito hasta el parto; y así por el estilo sobre otros desde el cuerpo ■:[ per0 esta investigación no se refiere solamente a la genera ron de los cuerpos sino también a otros movimientos y opera ciones de la naturaleza. Por ejemplo: cuando se hace una inves tigación acerca de la serie completa y de las acciones continua os ¿t la alimentación, desde la ingestión misma del alimento hasta su completa asimilación, o asimismo sobre el movimienC voluntario de los animales, desde la primera impresión sobre la imaginación y la tensión continuada del espíritu, hasta las fle xiones y movimientos de los miembros; o bien acerca del mo hiento de la lengua y de los labios y demás instrumentos de

raleza en su curso ordinario. Por ejemplo: en el caso de que se haga una investigación sobre qué principios, modo y proceso se engendra el oro u otro metal cualquiera o piedra, desde sus primeros menstruos o rudim entos hasta un mineral perfecto; o bien, sobre qué proceso se engendran las hierbas, desde las primeras concreciones de los jugos en la tierra o desde la semi lla hasta la planta formada con toda la serie de movimientos y los diversos y continuados esfuerzos de la naturaleza; o bien sobre la generación de los animales explicada, ordenadamente

: hombre operar sobre cuerpos celestes, ni cambiarlos o trans  formarlos), todavía la investigación del hecho mismo o de la verdad de la cosa real, así como el conocimiento de las causas y concordancias, revierten a aquellos axiomas primarios y uni versales acerca de las naturalezas simples (como aquellos sobre la naturaleza de la rotación espontánea, de la atracción o vir tud magnética, o de mu chos otros fenómenos que son más co  rrientes que los mismos cuerpos celestes). Pues nadie debe abrigar esperanzas de resolver la cuestión de si en el movi-

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lá voz hasta la emisión de las voces articuladas. Pues estas inda gaciones se refieren también a las naturalezas concretas o com ba da s en un conjunto; y tienen en consideración lo que son ■algo así como hábitos particulares y especiales de la naturaleza, pero no las leyes fundamentales y generales que constituyen las ■'formas. Sin embargo he de confesar por entero que este segun do método parece más expedito y estar más al alcance e infun dir más esperanzas que el primero. Asimismo la parte operativa que responde a esta especula tiva, partiendo en sus operaciones de cosas que se encuentran muy corrientemente en la naturaleza, las extiende a ciertas co sas próximas o no muy apartadas de ellas. Pero las operaciones radicales y más profundas sobre la naturaleza dependen sobre todo de los axiomas primarios. Y aun en aquellos casos en que el hombre no tiene posibilidad de obrar sino sólo de conocer, como sucede en los cuerpos celestes (pues no es posible al

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miento diurno es el cielo o la tierra el que se mueve, si no K entendido de antemano la naturaleza de la rotación espontá nea. '

VI Este proceso latente^ del que estoy hablando, es algo muy distinto de lo que puede ocurrir a las mentes de los hombres llenas de preocup aciones como están ahora. Pues por él no en-' tiendo ciertas medidas, o signos o escalas de progreso, visibles^ en los cuerpos, sino más bien un proceso continuado que en su mayor parte escapa a los sentidos. Por ejemplo: en toda generación y transformación de cuerpos ha dé inquirirse qué es lo que se desprende y volati liza y qué es lo que permanece y se añade; qué es lo que se dilata y qué lo que se contrae; qué es lo que se une y qué lo; que se separa; qué es lo que continúa y qué lo que se aparta; qué es lo que impulsa y qué lo que entorpece; qué es lo que pr edomin a y qué lo que sucu mbe y otras m uchas cosas. : Pero, además, estas cosas no han de observarse sólo en la generación y transformación de los cuerpos; sino que en todas las demás alteraciones y movimientos ha de inquirirse asimis^ mo qué es lo que antecede y lo que sigue, qué es más rápido y qué más lento, qué es lo que produce y qué lo que regula el movimiento, y cosas semejantes. Todas estas cosas sin embar go son desconocidas para nuestras ciencias (tejidas con una contextura la más torpe e inhábil) y no han sido tocadas por ellas. Pues dado que toda acción n atural se lleva a cabo por par tes mínimas, o al menos demasiado pequeñas para herir los sentidos, nadie espere poder regir o cambiar la naturaleza, en tanto que no haya entendido y observado estas cosas debida mente.19 3

193 Cfr. nota178. [186]

VII

peí mismo m odo, la indagación y descubrimiento del esMeni¿itisni0 latente en los cuerpos es algo nuevo, al igual que el ^ - ^ cnbñmÍ€nt° del proceso latente y de la forma. Pues hasta aho# estamos solamente en el zaguán de la naturaleza y ni prepa rándonos siquiera para pasar al interior. Pues no hay nadie que éda ¿otar a un cuerpo dado de una nueva naturaleza, ni transformarlo con éxito y acierto en un cuerpo nuevo, si no tie ne un conocimiento exacto del cuerpo en el que opera. Por lo tanto hay que abrir y tender primero el camino para esto. Ahora, en lo que respecta a la anatomía de los cuerpos orgá nicos (como los del hombre y de los animales) se han emprendi do trabajos con bastante acierto y provecho y se echa de ver algo jutií y un examen valioso de su naturaleza. Pero este género de anatomía es algo visible y que cae bajo los sentidos y sólo tiene lugar en cuerpos orgánicos. Además es algo obvio y puesto a nuestro alcance, comparado con la anatomía verdadera del esque matismo latente de los cuerpos tenidos por homogéneos: especial mente el de las cosas especificadas y sus partes como el del hie rro y la piedra: y el de partes de estructura homogénea de la plan ta y del animal, como la raíz, la hoja, la flor, la carne, la sangre, el hueso, etc. Sin embargo, en este mismo género no se paralizó por completo la industria y actividad humana; pues a esto preci samente se apuntó con la separación de los cuerpos de estructu ra uniforme por medio de las destilaciones y otros procedimien tos de análisis que tendían a que apareciera la heterogeneidad de los compuestos al congregar sus partes homogéneas. Lo cual es también de utilidad y sirve para lo que buscamos; eso que las más de las veces es algo falaz; porque hay muchísimas naturale zas que se imputan y atribuyen a separación como existentes de antes en el compuesto y que en realidad fueron producidas y so brepuestas recién por el fuego y el calor y demás métodos de des composición. Pero todo esto es una parte pequeña del trabajo pa ra descubrir elesquematismoverdadero del compuesto; pues este esquematismo es algo mucho más sutil y delicado y más bien se embrolla que se dilucida por la acción del fuego. [187]

Así, pues, debe hacerse la separación y análisis de los cuer pos: mas no por el fuego sino po r la razón e inducciónVerdadera ayudándose de experimentos y por medio de la compara ción con otros cuerpos y por la reducción a naturalezas sim. pies y a sus formas que se juntan y mezclan en el compuestoy debe pasarse en fin de Vulcano a Minerva, sí se pretende sa car a luz la verdadera contextura y configuración de los cuer. pos (de lo que depende n todas las ocultas y, como suele Ha. márselas, específicas propiedades y virtudes de las cosas; y donde se saca también la regla de toda alteración y transfori mación poderosa). Por ejemplo, debe inquirirse qué parte hay de espíritu19^en todo cuerpo y qué cantidad de esencia tangible, y si este mis mo espíritu es copioso e hinchado, o ayuno y escaso; si tenue o basto, si más afin al aire o al fuego, activo o inerte, progresi vo o retrógrado, interrum pido o con tinuo, de acuerdo o en de sacuerdo con el ambiente y mundo exterior. Del mismo mol do debe entrar en esta investigación la esencia tangible (que ef capaz de no meno s diferencias que el espíritu) y sus pelos y fiy bras y su variada c ontextura; así com o la disposición del espíy ritu por toda la masa del cuerpo, y sus poros, conductos, ve^; ñas y células y sus rudimentos o primeros ensayos de cuerpo organizado. Pero además de esto y por toda la investigación del esquematismo latentese proyecta de los axiomas primarios una luz clara y verdadera que disipa por entero toda oscuridad y toda sutileza.

VIII Y no por eso se ha de llegar hasta la doctrina de los átomos que presupone el vacío y una materia rígida e inm utable (cosas ambas falsas), pero sí hasta las partículas verdaderas tal cual se 194 En II, 40 escribe Bacon que tod o lo tangible contiene “un espíritu in visible e impalp able” y en I, 50 hab la de “las operaciones de los espíritus en-; cerrados en los cuerpos tangibles”.

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en la realidad.194195 Pero tampoco hay razón para q ue naIr^se asuste de esa sutileza juzgándola inextricable: antes bien, ' -flto más se dirija la investigación hacia las naturalezas simc. tanto más en claro y llano quedarán todas las cosas, pues? ¿ e e| asunto pasa de lo múltiple a lo s imple y de lo incon^ensurable a lo conmensurable, de lo indistinto a lo determinabíe» de lo indefinido y vago a lo definido y seguro; como sucede con ^as letras del alfabeto y las notas de la música. Pues los mejores resultados de la investigación sobre la naturaleza se consignen cuando la física termina en matemáticas.196 Por eso íio hay que asustarse ante las grandes cifras y fracciones. Pues eIi cosas que se ventilan con números es tan fácil escribir o concebir mil, que uno, y una milésima parte de uno, que un entero. IX De las dos clases de axiomas que se han expuesto, más arri ba^9? se srcina una verdadera división de la filosofía y de las ciencias: transfiriendo los términos admitidos (más próximos a la expresión de las cosas) a la significación dada por mí. O sea que la investigación de las formas que son (conforme a los ojos de la razón, se entiende, y según su ley) eternas e inmutables, *95 Bacon acepta la doctrina de De mócrito sobre la constitu ción atómica c!elos cuerpos pero rechaza su concepción del vado y de la inmutabilidad. En II, 48 el rechazo no es tan categórico. Cree Bacon que los átomos pue den contraerse y dilatarse dentro de ciertos límites y que la concepción del vacío se torna, por lo tanto, innecesaria para explicar el aumento y la dismi nución del volumen de los cuerpos. 196 Sorprende un tanto esta afirmació n sobre la matemática porque Bacon no parece haber comprendido toda su importancia. En su conocida clasifica ción délas ciencias, contenida en DeDignitate, asigna a la matemática lugar secundario como apéndice a la ciencia natural. A su vez, en I, 96 afirma que el deber de la matemá tica “es sólo el de precisa r la filosofía natural y no el de engendrarla o producirla”. Quien se interese sobre esta cuestión debe leer el breve capítulo VI del libro 39 de De Dignitate. 197 Cfr. 11,5.

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constituya la metafisica, yque la investigación de ia causa e f i^ de la materia, del proceso latente y del esquematismo lítenle (cosas todas que respectan al curso común y ordinario de la n3 turaleza y no a las leyes fundamentales y eternas) constituyó fisica. Y a éstas subordínense las divisiones prácticas: a la fisica la mecánicay a la metafisicala mafia (después de limpiar y expli car este nombre) a causa de la anchura de sus caminos y su yor dominio sobre la naturaleza”.198 te y

tablas y coordinac iones de he chos (Instantiarum) ordenadas inarse . I modo que el entendimiento pueda operar con ellas. ü j>er0 aun haciendo todo esto, todavía el entendimiento, handonado a sí mismo y moviéndose espontáneamente es in“eompeterlte e ^ á b ^ para formar axiomas , si no va regido y p- steíiido. Por eso debemos, en tercer lugar, emplear la inducciófl legítima y verdadera, la cual es la llave misma de la interretación, pero hay que empezar por el final y seguir para atrás lacia lo demás.

xr A

f Fijada pues ya la meta de la ciencia, debemos pasar a los preceptos y esto en un orden el menos tortuoso y confuso po sible. Ahora bien, las direcciones sobre la Interpretación de¡a naturalezaabarcan dos partes generales: la primera sobre la mane' ra de producir y hacer surgir axiomas de la experiencia; la se gunda sobre la manera de deducir y derivar nuevos experimen tos de los axiomas.199La primera a su vez se divide en tres par tes; o sea en tres administraciones o intendencias; administra ción de los sentidos, administración de la memoria y por fin administración de la mente o razón. En efecto, lo primero hay que crear una historia natumly ex perimental suficiente y exacta, lo cual ha de ser el fundamento de todo; pues no se puede fingir e imaginar, sino encontrar, qué es lo que la naturaleza hace y consiente. Ahora bien, la historia naturaly experimental es tan variada y extensa, que confunde y dispersa, a menos que se la afirme y se la haga aparecer en el orden conveniente. Por eso han de for198 La significación que da Bacon al término metafísica no es, por cierto, habitual. Bacon no cree en la posibilidad de la metafísica, en su sentido clá sico, como disciplina independiente de la teología natural y de la física. So bre su conce pción d e la metafísica véaseDe Dignitate, III, cap. 4. Y sobre la mecánica y la magia De Dignitate, III, cap. 5. 199 Se refiere, por cierto, a la ind ucció n y la deducción. En lo que sigue se ocupará de la primera que es a la que asigna fundamental importancia; de la deducción no se ocupará sino accidentalmente.

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á La investigación de las formas procede de la siguiente ma;oera: sobre una naturaleza dada ha de hacerse primero una preante el entendimient o de todos los hechos202 conoci saltación201 dos que concurren en esa naturaleza, si bien en materias las ; oiás semejantes.203 Y esta colección ha de hacerse histórica. 200 Sobre la natura leza e importa ncia de las tablas cfr.nuestro Estudio Pre , . . , 201 Bacon que, com o se sabe, fue canciller, toma el término presentación o de la terminología jurídica. Cree que lo primero ■comparecencia (comparendo) ,; es hacer comparecer ante el en tend imien to —com o compare cen los testigos :o las pruebas ante el juez—todos los casos (instantiae)del fenómeno dado. 202 £{ autor usa el término instantiae, que parece calcado del inglés instanai que quiere decir casos, ejemplos, esto es, hechos que revelan la presencia de la cualidad o form a que se investiga. ■ 203 s e deben an otar en esta tabla —llamada tabla de presencia— los casos en que aparece el fenómeno que se desea estudiar en las circunstancias más di versas. Se, quiere que los casos anotados sean lo más desemejantes posible porque se trata de aislar la n aturaleza o cualidad del objeto de estudio y su forma correspondiente. El ideal sería que los casos anotados coincidieran tan sólo en la presencia del fenómeno y de la forma que siempre le acompaña , (II, 13in initio) pues así podría descubrirse fácilmente a esta última. SÍ el fe nómeno a, que deseamos estudiar, va acompañado unas veces deb, c, d, e,y otras deb,f, g, h, y otras en fin de b, i,j, k, m, etc., podemos inferir que su forma es el fenómenob pues es el único que está presente en todos los casos. Para una explicación más amplia de la naturaleza de esta tabla y de las si guientes, véase nuestroEstudio Preliminar. págs. 23-29. liminar,

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mente204 sin teoría ninguna prematura ni grandes sutilezas. p0r ejemplo: supongamos una investigación acerca de la forma de| calor.205 Hechos que concuerdan en la naturaleza del calor206

1. Los rayos del sol, sobre todo en verano y a mediodía. Los rayos del sol reflejados y condensados, como entre montañas o por muros y sobre todo en espejos ustorios. 3. Meteoritos ígneos. 4. Rayos (fulmina)comburentes. 5. Erupciones de llamas de cavidades de montañas. 6. Llamas de todas clases. 7. Sólidos en ignición. 8. Baños calientes naturales. 9. Líquidos hirvientes o calentados. ; 10. Los vapores y exhalaciones calientes, y el aire mismo, que recoge un calor fortísimo cuando esté encerrado, como en los hornillos de reverbero. ■ 11. Ciertos períodos secos,* a causa de la constitución mis ma del aire, independiente de la estación del año. 2.

204 Quiere Bacon evitar toda anticipación teórica. “Históricamente” signi fica aquí en el orden en que se presentan al investigador, en oposición a un: orden predeterminado. 205 Forma equivale aquí a esenciao naturaleza.Fowler propone, con razo nes poco convincentes, los términos causay ley. 206 El lector advertirá en los ejemplos que figuran a continuación y en ger,; neral en lo que sigue de la obra, el desajuste entre la teoría y la práctica de la. investigación científica de Bacon. El autor estaba, por cierto, m uy lejos de ser un hombre de ciencia. No ha hecho un solo descubrimiento científico y to-r das las veces que quiere llevar a la práctica su doctrina metodológica cae eri ingenuidades cuando en errores groseros. Este hecho, sin embargo, no dismi nuye el valor no de su teoría metodológica; la inducción baconiana es uno de los pilares sobre el que se constituye la ciencia natural moderna. Hay ade más en esta obra doctrinas y observaciones que han pasado a formar parte del patrimonio del pensamiento moderno. * Sudae: "sudum, siccum, quasi se-udum i. e. sine udo ”. Festus, 377’ 8. Aquí parece que Bacon interpretara sudus (seco, despejado) por cálido, ya que el período seco y despejado no supone calor. [ 192 ]

12; El aire encerrado y subterráneo en algunas cavernas, espécialmente en invierno. ^ 13; Todos los cuerpos vellosos, como la lana y las pieles de losanimales, y el plumaje de las aves, tienen algo de calor. : 14. Todos los cuerpos, tanto sólidos como líquidos y tanto densos como tenues (como el aire mismo) acercados al fuego durante algún tiempo. 15. Las chispas sacadas del pedernal por el eslabón, con una fuerte percusión. 16. Todo cuerpo frotado con fuerza, como la piedra, la ma dera, el paño, etc., hasta el punto de que algunas veces se in cendíen los timones y ejes de las ruedas: la manera como ha cen fuego los indios occidentales es por frotación. 17. Las hierbas verdes y húmedas, amontonadas y compri midas, así como las rosas aplastadas en cestos; a tal punto que el heno guardado húmedo, se inflama algunas veces. 18. La cal viva rociada con agua, 19. El hierro, al empezar a disolverse en un recipiente con agua fuerte, y esto sin acercarlo al fuego para nada; del mismo modo el estaño, etc., pero no con tanta intensidad. 20. Los animales en todo tiempo, especialmente en su in terior; si bien eñ los insectos no se nota calor al tacto por la pequeñez de su cuerpo. 21. El estiércol de caballo y excrementos semejantes de ani males, cuando son recientes. 22. El aceite fuerte de sulfuro y vitriolo ejerce efectos dé ca lor, quemando el lienzo. 23. La esencia de orégano y otras semejantes producen efectos de calor quemando la parte ósea de los dientes. 24. El espíritu de vino, fuerte y bien rectificado, produce efecto de calor; tanto que si se echa en él una clara de huevo se endurece y vuelve blanca casi igual que si estuviera cocida; si se echa pan, se queda seco y costroso como $Í estuviera tos tado. 25. Ciertas hierbas aromáticas y picantes como el dragon cillo o estragón y el mastuerzo viejo, etc., aunque no son ca lientes al tacto (ni enteros, ni en polvo), sin embargo, masticán E193 ]

hf p[ec]}os enproximidad desprovistos de la naturaleza de calor: : ■ primer hecho negativo o yuxtapuesto del primer hecho ne• o: i° Al acto no se percibe que los rayos de la luna,200 de f estrellas y de los cometas sean calientes: es más, los fríos __a ^tensos suelen observarse en los plenilunios. Sin entibar: se cree que cuando el sol está en conjunción con las e stre nas fijas mayores o se les acerca, aumentan y se intensifican los adores del sol; tal sucede cuando el sol está en el signo de peón o durante los días de la Canícula. - 2o (opuesto al 2o): Los rayos del sol, en la llamada región pues elfrió penetrante del Bóreas quema* intermedia del aire, no dan calor; de lo cual suele darse una razón que no parece mala: la de que esa región ni está bastante 28. Otros hechos. A esta tabla la llamo yo, de esenciay presencia. próxima al cuerpo del sol, del que emanan los rayos, ni a la Tie¿ q u e los refleja. Y esto se pone de manifiesto en las cumbres délas montañas (a menos que sean muy altas), en las cuales las XII ' nieves son perpetuas. Por el contrario, se ha notado que en la ■cumbre del Pico de Tenerife y también en los Andes del Perú, En segundo lugar deben hacerse comparecer ante el enten jas cimas propiamente dichas están limpias de nieve; exten dimiento los hechos (instantiae) que están privados de la natura diéndose la nieve sólo hasta cierta altura. Aseguran además que leza en cuestión: porque la forma (como he dicho) debe estar en lös vértices mismos de esos montes no se siente que el aire ausente, cuando está ausente la naturaleza dada, al igual que sea frío en modo alguno y sí sólo enrarecido y picante: hasta el debe estar presente cuando está presente aquélla.207Pero expo punto de que en los Andes pica y daña a los ojos por la exce ner esto en todos sus casos sería inacabable. siva sutilidad, e irrita la boca del estómago y produce náuseas. Por tanto, hay que yuxtaponer la negativa a la afirmativa y Ya los antiguos notaron que en la cumbre del Olimpo era tal la privación ha de examinarse solamente en aquellos sujetos, la sutilidad del aire, que hacía necesario a los que la escalaban, más de cerca emparentados con aquellos otros, en los cuales rllevar consigo esponjas empapadas en agua y vinagre y aplicar existe y se echa de ver la naturaleza dada.208 Á esta tabla la lla las de vez en cuando a la boca y a la nariz, porque el aire, a cau mo yo tabla de declinación o de ausencia en proximidad. sa de su sutilidad, no bastaba para la respiración: y referían dolos un poco, en la lengua y en el paladar se los siente cali tes y como si quemaran. 26. El vinagre fuerte y todos los ácidos, sobre una parte dolor que no difiere mucho del que se siente por el del cuem donde no haya epidermis, Como en los ojos, en la lengua, o en cualquier herida y sin piel, ocasiona calor. 27. El frío mismo cuando es penetrante e intenso produCe una sensación de quemadura:

* Virgilio, Geór. I, 93;el texto está ligeramente alterado. 207 Véase nuestra nota 189. 208 Mientras que en latabla de presenciase deben recoger casos tan dispa res como sea posible, y que coincidan tan sólo en la presencia del fenóme no, en esta tabla de ausencia,por el contrario, deben registrarse aquellos casos semejantes a los que figuran en la tabla de presencia pero que carezcan del fenómeno estudiado. La ausencia del fenómeno —o naturaleza, como lo lla ma Bacon—irá acompañada de la ausencia de su forma, y podrá ésta, por lo tanto, descubrirse más fácilmente. Ambas tablas se complementan y están basadas en el principio, establecido en este aforismo; correspondencia de la [194]

también que en ella era talla serenidad y quietud en lo que concierne a lluvias, nieves y vientos, que las letras escritas con el dedo por los sacrificantes en las cenizas de lös sacrificios so naturaleza y la forma. En algunas ediciones los ejemplos que constituyen ambas tablas figuran en la misma página para que sé advierta de inmediato ;la correspondencia eutre los casos afirmativos y negativos. 200 Según Eííis y Fowler, Melloni fue el primero que logró realizar expe riencias que comprobaron la presencia de calor en los rayos de la luna. [195]

jnterpóngase entre la man o y los rayos solares, obsérvese enbre el ara de Júpiter, du raban hasta el añ o siguiente sin altera ción alguna.* Y los que suben hoy día a la cumbre del PjCo de toriCeS $l est0 merma ca^or del sol, del mismo modo que el Tenerife caminan de noche y no de día; y en cuanto sale el sol nejo ustorio lo aumenta e intensifica. Pues en cuanto a los rape, los guías,piden con urgencia apresurarse a descender, por el os ópticos sabemos que las imágenes aparecen más difusas o -Concentradas en prop orción a la desigualdad de grosor con que ligro (según parece) de que la rareza del aire dificulte la respi ración y mueran asfixiados. ¿stá construida la lente del centro a los lados. Así, pues, obsér 3o (op. al 2o): La reflexión de los rayos solares en las regio- vese sí sucede esto mismo con respecto al calor. nes próximas a los círculos polares, es muy débil y pobre en ca 5o (op. al 2o): Hágase con mucho cuidado este experimenlor: hasta tal punto que los belgas que invernaron en Nueva to: véase si valiéndose de vidrios ustorios muy poderosos y Zembla210esperando la liberación de su nave de la masa de hie bien construidos p ueden recogerse y concentrarse los rayos de ja luna basta p roduc ir algún grado de calor por débil que sea. lo (que la tenía aprisionada), a principios de julio se vieron frus trados en sus esperanzas y obligados a recurrir a los botes. Así pero si este grado de tibieza resultara demasiado sutil y débil pues, los rayos directos del sol parecen tener poco poder aun el para ser percibido y notado por el tacto, habrá de recurrirse a terreno llano: ni tampoco los reflejos, a menos que se multipli eSos vasos que indican el estado frío o caliente del aire, y hága quen y combinen, como sucede cuando el sol se inclina mása se de modo que los rayos de la luna incidan a través del vidrio la perpendicular, pues entonces la incidencia de los rayos forma ustorio sobre la superficie de aquel vaso y obsérvese entonces ángulos más agudos, de modo que las líneas de los rayos están si se produce algún descenso del agua por efecto del calor. más próximas entre sí; mientras que por el contrario, en las po 6o (op. al 2o): Hágase también la prueba del vidrio ustorio siciones muy oblicuas del sol los ángulos son muy obtusos y ;sobre un cálido que no sea radiante ni luminoso; como el de por ende las líneas de los rayos están más distantes entre sí. án hierro o piedra calentada, pero no en ignición o el de agua Pero al mismo tiempo debe notarse que puede haber mu ya próxima a la ebullición y otros semejantes; y obsérvese en chas acciones de los rayos del sol, aun dentro de la naturaleza tonces si se produce algún aumento o intensificación del calor del calor, que estén fuera de proporción para nuestro tacto, de como a los rayos del sol. tal modo que sin llegar a calentamos a nosotros, produzcan 7o (op. al 2o): Hágase también la prueba del vidrio ustorio efectos de calor respecto a otros. con la llama ordinaria. 4o (op. al 2o): Hágase el siguiente experimento:211 Tómese 8o (op. al 3o): No se nota un efecto constante y manifiesto una lente hecha en forma contraria a la de los espejos ustorios de los cometas (si queremos incluir éstos entre los meteoros)212 en el aumento del calor de la estación del año, aunque se ha * La noticia según Fowler, s. 1., parece ser de Solino{Polyhist,,cap. IX) y de San Agustín (De Genesi contra Manichaeos, I, cap. 15); véanse más datos ib. y en la nota de Ellis a este pasaje, 210 Se refiere a la expedición Barentz que se realizó en junio de 1597 en busca de un pasaje nordeste. 211 Ellis nos recuerda que Musenne {De la Vmté des Sc iences, 1625) había se ñalado que la mayoría de los experimentos que se mencionan en este segun do libro de la presente obra habían sido realizados antes de Bacon. :11 len guaje de éste (cfr. espec. II, 14) no sugiere que atribuya srcinalidad a los ex perimen tos qu e propon e.

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observado que van seguidos de sequía. Es más, las vigas o me teoros ígneos, las columnas luminosas y lascbasmatao abertu ras y otras cosas semejantes tienen lugar con más frecuencia en ! 212 Galileo sostuvo en II Saggiatore que los cometas tenían su srcen en la Tierra y que, al adquirir gran altura, reflejaban la luz del sol. La aparición del .cometa de Halley en la época en que éste lo predijo (1759) probó que tales cuerpos pertenecen al sistema solar. Las observaciones que siguen no tienen, por cierto, ninguna validez científica.

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época invernal que en estío, y especialmente durante fríos muy intensos y acompañados de sequía. Y sin embargo, los rayos relámpagos y truenos raras veces se dan en invierno, sino más bien en temporadas de grandes calores. Y las llamadas estrellas fugaces se cree generalmente que constan más bien de una materia viscosa encendida y brillante, que de ninguna otra materia ígnea más consistente. Pero acerca de esto habrá que hacer más investigaciones. 9o (op. al 4o): Hay ciertas exhalaciones que dan luz pero no queman; pero éstas nunca van acompañadas de truenos. 10° (op, al 5o): Las empciones y eyecciones de llamas se dan en regiones frías no menos que en cálidas; como en Islandiay Groenlandia. Del mismo modo los árboles de las regiones frías son con frecuencia más inflamables, píceos y resinosos que los de las regiones cálidas; como sucede con el abeto, el pino y otros; pero no se ha averiguado suficientemente en qué regiones y en qué naturaleza de terreno suelen darse tales brotes, para que podamos contraponer la negativa a la afirmativa. 11° (op. al 6o): Toda llama sin excepción es más o menos caliente y no hay negativa que contraponerle; se dice, empero, que el llamado fuego fatuo que se forma a veces en las paredes, no tiene mucho calor; semejante acaso a la llama del espíritu de vino, que es benigna y suave. Pero más suave aun parece que haya sido la llama aquella que en algunas historias serias y dignas de crédito se dice haber aparecido alrededor de la cabeza y cabellera de niños y doncellas; la cual no les quemaba el cabello sino que flotaba suavemente alrededor. Y en todo caso es cosa bien averiguada haber aparecido a veces, en tiempo seco y de noche, cierto resplandor sin calor aparente alrededor de un caballo ensudado durante la marcha. Asimismo hace pocos años fue famosísimo y casi se dio a milagro haber resplandecido el estomaguero o peto de cierta niña al moverlo o flotarlo ligeramente; lo cual era debido acaso al alumbre o a las sales con las que se había teñido la prenda, las cuales estaban adheridas e incrustadas formando una capa y se abrieron al flotarlas. De igual modo es cosa bien probada que todo azúcar, lo mismo el refinado que el natural, si está duro,

af romperlo o rasparlo con un cuchillo en la oscuridad, da resplandor. Del mismo mo do se ve a veces el agua marina y salaba brillar durante la noche al ser golpeada fuertemente p or los jemos. Así también durante las tormentas la espuma del mar fuertemente agitada brilla en la noche; a este fulgor es al que ¡os españoles llaman pulmón marino, Tampoco se ha averiguado suficientemente el calor que tiene esa llama que los antiguos navegantes llamaban Cástory Pólux y los modernos Fuep) de San Tilmo.

12° (op. aí 7o): Todo cuerpo ígneo que llegue al rojo vivo del fuego, aun sin llama, es cálido sin excepción, y esta afirmanegativa; lo de tiva no lleva contrapuesta másnoche próximo ser la;madera podrida, la cual resplandece y sinparece embargo 00 se la nota caliente; y las escamas de los peces en putrefacción, las cuales brillan también de noche y sin embargo no parecen calientes al tacto: así como el cuerpo de la luciérnaga o mosca llamadalucióla, que tampoco se nota caliente al tacto. 13° (op. al 8o): No se han hecho indagaciones suficientes sobre la situación y naturaleza del suelo en el que suelen brotar las aguas termales; por tanto nó contrapongo negativa. 14° (op. al 9o): A los líquidos en ebullición contrapongo la negativa del líquido mismo ensu estado natural. Pues no se encuentra líquido alguno tangible que en su estado natural sea callente y se conserve como tal; antes bien, el calor es como un estado receptivo suyo y se le sobrepone sólo po r algún tiempo: hasta tal punto que aun aquellos que en su poder y efectos son más calientes, como el alcohol, los aceites químicos de plantas aromáticas, los aceites de vitriolo y de azufre* y otros semejantes que queman después de cierto rato, son fríos al primer contacto. Así también el agua termal tomada en un vaso y separada de su fuente, deja de hervir, lo mismo que el agua calentada al fuego. Por el contrario, es cierto que los cuerpos oleosos son al tacto algo menos fríos que los acuosos; del mismo modo que el aceite lo es menos que el agua y la seda menos que él lino. Pero esto pertenece a la escala degrados delfrío.

* Ácido sulfúrico.

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15° (op. al 10o): Igualmente al vapor caliente contrapongo como negativa la naturaleza del vapor mismo tal como se en cuentra entre nosotros. Ya que las exhalaciones de los cuerp0s oleaginosos, aunque fácilmente inflamables, no los percibimos calientes si no es recién exhalados de un cuerpo caliente. 16° (op. al 10o): Igualmente al mismo aire caliente contra pongo como negativa la naturaleza del aire mismo. Pues el ai re no es caliente en nuestro mundo si no es confinado, sometido a fricción o calentado de un modo patente por el sol, p0r el fuego o por algún otro cuerpo caliente, 17° (op. al 11o): Propongo como negativa la de temperatu ras más frías de lo que corresponde a la estación del año, que tienen lugar entre nosotros cuando soplan los vientos del Este y del Norte; así como tienen lugar las temperaturas opuestas cuan do soplan los de Sur y del Oeste. Así también una tenden cia a la lluvia viene acompañ ada de temperaturas templadas so bre todo en invierno; el hielo, por el con trario, de temperatu ras frías. 18° (op. al 12o): Como hecho negativo contrapongo el del aire encerrado en las cavernas en verano.213Pero la cuestión del aire confinado debiera investigarse a fondo con mucho cuida do. Pues en primer lugar ofrécense dudas no sin razón sobre cuál sea la naturaleza del aire por sí misma en lo que se refiere al frío y al calor. Pues el aire recibe manifiestamente el calor de los cuerpos celestes; el frío, por el contrario, probablemente de la emanación de la tierra; y a su vez, en la región llamada me dia, de los vapores fríos y de las nieves: de tal modo que no puede formarse juicio acerca de la naturaleza del aire por el ai re exterior y a la intemperie, y podría formarse juicio más acer tado estudiando el aire encerrado. Pero sería necesario además que el aire encerrado lo esté en un recipiente tal y de tal sus tancia que por su naturaleza no comunique calor o frío al aire 213 El fenómeno aquí observado y su opuesto afirmativo (ejemplo 12° del aforismo anterior) obedecen a ia misma causa; el aire es mal conductor del calor y retiene una temperatura media en las cavernas. La impresión que re cibimos depende de la temperatura exterior; si hace calor, el aire de la caver na nos parecerá frío o viceversa.

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y que no admita con facilidad la influencia de aire exterior. H á gase pues el experimento con un cacharro de cerámica recu bierto con varias capas de cuero para preservarlo del aire exte rior? y? bien tapado el recipiente, déjese transcurrir un espacio de tres o cuatro días; después de abrir el recipiente, hágase la observación ya con la man o, ya por m edio de un v idrio gradua do aplicado convenientemente. 19° (op. al 13o): Surge igualmente la duda de si la tepxdez que hay en la lana, en las pieles, en las plumas y cosas seme jantes proviene de un débil grado de calor inherente en ellas puesto que son excreciones de los animales; o más bien de cier ta sustancia grasa y oleaginosa que es de naturaleza afín con la tibieza; o si sencillamente proviene del confinamiento y sepa ración del aire, como se ha apuntado en el artículo anterior. Pues parece que todo aire interceptado de la continuidad con el aire exterior tiene algo de tepidez. Hágase, pues, la prueba con sustancias fibrosas hechas de lino; y no de lana o pluma o seda que son excreciones de animales. Debe notarse también cómo todos los polvos - en los cuales es manifiesto que hay ai re encerrado—son menos fríos que los cuerpos íntegros de los que proceden; del mismo modo creemos que toda espuma, da do que contiene aire, es menos fría que el líquido de que está formada. 20° (op. al 14o): No llevanegativacontrapuesta. Pues no se encuentra entre nosotros sustancia alguna tangible o aeriforme que, acercada al fuego, no recoja calor. Sin embargo difieren entre sí en que unos recogen calor más rápidamente, como el aire, el aceite y el agua; otros más lentamente, como la piedra y los metales. Pero esto pertenece a latabla de grados. 21° (op. al 15o): A este ejemplo no se le contrapone otra negativaque la de que debe notarse bien que no se producen chispas del eslabón y pedernal o de otra sustancia dura cual quiera, a no ser que se desprendan algunas partículas de la sustancia misma de la piedra o del metal y que la fr otación del aire no produce nunca chispas de por sí, como vulgarmente se cree; y aun esas chispas mismas, a causa del peso del cuer po en ignición, tienden más bien hacia abajo que hacía arriba [ 201]

» y al apagarse se convierten en cierta fuliginosidad qye s de diversos cuerpos como por la introducción de divercuerpo. : $0$líquidos22° (op. al 16o): Creo que no haynegativa que pueda con J 25° (op. ní 19o): A este ejemplo se contrapone como negatraponerse a este ejemplo. Pues no se encuentra entre nosotr' 5 t i v a otros meí:a^es 9ue son mas blandos y fundibles. Pues cuerpo alguno tangible que no se caliente por frotación de u |os panes de oro disueltos por el agua regia, no producen calor modo sensible; hasta el punto de que los antiguos imaginart) íaftaeto al disolverse y lo mismo sucede con el plomo en el que los cuerpos celestes no tenían otro camino o medio d fuerte; ni tampoco el mercurio, a lo que yo recuerdo; peproducir calor que por la fricción del aire en su .rotación ránL ja plata, sí que produce un poco de calor y el cobre también, da y precipitada. Pero sobre esta cuestión ha de irse más allá en seg¿n yo recuerdo, y aun más claramente el estaño, pero los las indagaciones y ver si los cuerpos despedidos por máquinas ue más son el hierro y el acero, que no sólo producen un fuer-como las balas de cañón- no reciben algún grado de calor en kcalor al disolverse, sino hasta una violenta ebullición. Así, virtud de la percusión, de modo que se las note un tanto reca el calor porunconflicto do las pUeS) parece lentadas después que han caído. Pero el aire en movimiento fuertesque penetran en se lasproduce partes de cuerpo ycuan las minan más bien se enfría, que se recalienta, como se advierte en los y desgarran y los cuerpos presentan resistencia por su parte. Pevientos, en los sopletes y en el soplo con la boca contraída. Pe f0 cuando los cuerpos ceden con facilidad, apenas si se produ ro el movimiento de esta cíase no es tan rápido que produzca cecalor. ; calor y además es de masa y no por partículas; de modo que ; 2ó° (op. al 20o): Al calor de los animales no se contrapone no es extraño que no engendre calor. ¿u alguna, si no es la de los insectos -como se ha dicho— negativa 23° (op. al 17o): Sobre este ejemplo ha de hacerse una in por la exigüidad de su cuerpo. Pues en los peces, comparados dagación muy cuidadosa. Pues parece que las hierbas y vegeta ctmlos animales terrestres, es más bien baja graduación que au les verdes y húmedos tienen en sí algo de calor oculto. Mas essencia de calor lo que se nota en ellos. Por el contrario, en las te calor es tan débil que no se percibe al tacto en los indivi plantas y vegetales no se percibe al tacto ningún grado de calor duos, pero una vez que se han juntado y almacenado de mo ni en sus exudaciones ni en su médula recién abierta. Pero en do que el vaho de ellas no transpire al aire sino que más bien los animales se encuentra una gran diversidad de calor, tanto se fomente mutuamente, entonces se produce un calor sensi ' entre sus partes —pues hay diferencia de calor cerca del corazón ble y a veces hasta llamas, dada una materia apropiada. del que hay en el cerebro o cerca de las partes exteriores—co 24° (op. al 18o): También sobre este ejemplo ha de hacerse mo entre sus estados accidentales, por ejemplo en un ejercicio una investigación muy cuidadosa. Pues parece que la cal viva | violento o en fiebres. salpicada con agua engendra calor, bien por la concentración 27° (op. al 21o): Difícilmente haynegativaque contraponer del calor que antes se dispersaba (como se ha dicho antes de k | a este ejemplo. Es más, los excrementos no recientes de animahierba almacenada), bien por la irritación y recrudecimiento; ■ les tienen evidentemente calor potencial, como se echa de ver del espírit u ígneo causada por el agua que da lugar a una espe |f por el abonami ento del suelo. cie de conflicto y perístasis. Pero cuál de estas dos cosas sea Ja ; 28° (op. al 22° y al 23o): Los líquidos -llámense aguas o lili verdadera causa se manifestará más claramente si en lugar ck aceites—que tienen acritud grande e intensa, obran como el ca agua se echa aceite; pues el aceite sirve tan bien como el agua lor desgarrando los cuerpos y aun quemándolos después de para concentrar el espíritu encerrado, pero no para irritarlo. cierto tiempo; sin embargo, al tacto mismo de la mano no son Debiera además ampliarse este experimento tanto a cenizas y calientes al principio. Pero su modo de obrar es conforme, a la [203

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afinidad y porosidad del cuerpo al que se juntan. Pues el recia disuelve el oro pero no la plata; por el contrarío el fuerte disuelve la plata pero no el oro; y ninguno de los dos di suelve el vidrio y así los demás. 29° (op. al 24o): Háganse experimentos con espíritu de vi no sobre madera, así como sobre manteca, cera o pez; a ver si por ventura los disuelve hasta cierto punto, pues el ejemplo 24° nos muestra por las incrustaciones un poder que semeja al del calor. Hágase de igual modo el experimento para licuefac ción. Hágase también el experimento valiéndose de un vidrio graduado o de computación {calendare)que sea cóncavo por el

niños; el frío preserva las carnes de la putrefacción214 no menos ue eí fuego, contrae los cuerpos y los disminuye, cosa que hace también eí frío. í pero sería más oportuno remitir estas cosas y otras semejantés a la investigación sobre el frío.215 XIII En tercer lugar ha de hacerse comparecer ante el entendi miento los ejemplos en los que la naturaleza sobre la que se in vestiga se presentan en más o en menos; y esto haciendo una

extremoespíritu superior; viértase esa concavidad que para es indepen f comparación bien de un aumento o disminución en un mismo diente, de yvino bienenrectificado y cúbrase que sujeto, bien estableciendo la comparación de unos con otros guarde mejor su calor; y obsérvese a ver si por su calor hace en diversos sujetos. Pues siendo la forma de la cosa esa cosa descender el agua. misma y no difiriendo la cosa de la forma más que lo difieren 30° (op, al 25o): Las plantas aromáticas, así como aquellas io aparente y lo real, o lo interior y lo exterior; o la cosa en re que son acres al paladar, dan la sensación de ser calientes, es lación al nombre de la cosa en relación al universo;216 síguese pecialmente tomadas interiormente. Ha de observarse pues en necesariamente que ninguna naturaleza puede tomarse por la qué otras sustancias producen efectos de calor. Ahora bien, re forma verdadera, a menos que ésta decrezca cuando lá naturafieren los navegantes que cuando se abren de repente depósi leza en cuestión decrezca, y a su vez aumente cuando quiera tos o almacenes de plantas aromáticas que han estado encerra que la naturaleza en cuestión aumente.217 Por eso yo llamo a das durante mucho tiempo, los primeros que las mueven y sa esta tablatabla de gradoso de comparación . can, corren peligro de fiebres e inflamaciones de las vías respi ratorias. Así podría hacerse el experimento de ver si el polvo de L 214 Justamente una experiencia relacionada a esta observación provocó la Lmuerte de Bacon. Una fría mañana de la primavera de 1626 salió en busca estas plantas y hierbas aromáticas no secan el jamón y la carne ■deuna gallina que cubrió de nieve después de darle muerte, quizá para concolgada encima, al igual que el humo. ; firmar la observación que comentamos. Con este motivo Bacon contrajo un 31° (op. al 26o): La acritud o fuerza penetrante reside por enfriamiento que le provocó una bronquitis de la que murió poco después igual en sustancias frías, tales como el vinagre y el aceite de vi el215 díaComo 9 de abril. triolo, que en sustancias calientes, como el aceite de orégánoy üawilBacon iiUÍUVim u rela repuede inferirse w de éste yy otros pasajes, no advirtió cosas semejantes. Unos y otros por igual, producen dolor en : L lacíón que existía entre el frío y el calor, y consideraba a este último como H tina cualidad positiva. Salvo algunos pasajes de Sylva Sylvarum(Century I) no los seres animados, y en los inanimados hienden las partes y las conocemos ningún intento de Bacon de “investigación sobre el frío”. consumen. Tampoco este ejemplo tiene negativaque se le con 216 En este pasaje se ve clarame nte la equivalencia del conce pto deforma traponga. Además, en los animales no se da dolor alguno singcon el deesenciay la imposibilidad de identificarlo con el de ley o causa, cierta sensación de calor, jb. 217 Del mismo m odo com o la presencia del fen ómeno o naturaleza impli32° (op. al 27o): Hay muchas acciones que son comunes ~ Icala presencia de su form a y su ausencia la falta de ésta; el aume nto o dismi nución del fenómeno que se estudia debe ir acompañado del correspondientanto al calor como al frío, aunque en forma muy diversa. Así te aumento o disminución de la forma y viceversa. El principio teórico que la nieve, al cabo de un poco, parece quemar las manos de los [205 ]

[204 ]

iiililji

Tabla de grados o de comparación de calor

Así pues hablaremos en primer lugar de aquellos cuerp0s que no tienen en absoluto grado ninguno de calor al tacto si no que parecen tener solamente cierto calor potencial, o dispo sición y preparación para lo cálido. De ahí descenderemos lUe go a aquellas sustancias que son cálidas en sus manifestaciones esto es, al tacto y a sus grados y pruebas de intensidad. 1. No se encuentra cuerpo alguno entre los sólidos y tangi bles que sea srcinalmente cálido por propia naturaleza. Pues ni piedra alguna, ni metal, ni azufre, ni fósil alguno, ni la ma. dera, ni el agua, ni el cadáver de los animales se nos muestran calientes. En cuanto a las aguas calientes de las termas, parece que son calentadas por causas accidentales, ya sea por llamas o fuegos subterráneos como los que vomita el Etna y otras mu chas montañas, ya por la pugna de sustancias, como el calor que se produce en las disoluciones del hierro y del estaño. Asi pues no hay grado alguno de calor en cuerpos inanimados per ceptible al tacto humano; pero difieren entre sí en grado de fri gidez; pues no es igualmente frío el leño que el metal. Pero es to pertenece a la tabla de grados de frío. 2. Sin embargo en cuanto al calor potencial y aptitud para la llama se encuentran muchos inanimados muy predispuestos, como el azufre, la nafta y el petróleo.* 3. Las sustancias que estuvieron calientes anteriormente, como el estiércol de caballo, por el animal, acaso la ceniza y el hollín, por el fuego, retienen latentes algunos restos del ca lor anterior.218 Por eso se hacen algunas destilaciones y separasirve de fu nda ment o a las tablas de presencia y a usencia —íntim a conexión de la naturaleza con la forma- es también el que sostiene la tabla de grados, que no es sino un complemento de los anteriores. * La forma dada por Bacon petrelaeum es la forma latinizada del griego petrélaion. 218 Este es un ejemplo, entre muchos, de la ingen uidad científica del au tor. Como observamos anteriormente, nuestro juicio sobre el método de Ba con debe prescindir de sus observaciones concretas que, por lo general, son erradas o pueriles.

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■«es de cuerpos enterrándolos en estiércol de caballo; y se suscita el calor en la cal rociándola con agua; como ya hemos ^ 4 . Entre los vegetales no se encuentra planta alguna o pa rte ¿e planta (como gomas o resmas), que sean calientes al tacSin embargo (como se ha dicho anteriormente), la hierba verde encerrada se recalienta; y al tacto interior, como al del es tómago o del paladar, y aun al de las partes exteriores -c om o sucede con los emplastos y ungüentos- unos vegetales se sien ten calientes y otros fríos.219 5. En las partes de los animales, después de muertas sepa radas del cuerpo, no hallamos nada caliente al tacto humano. Ni el mismo estiércol de caballo, si no se cubre y entierra, co n serva el calor. Sin embargo, todo estiércol parece tener cierto calor potencial, como se echa de ver por el abono de los cam pos. Asimismo los cadáveres de los animales tienen también es te calor potencial y latente; así sucede que en los cementerios, en los que cada día se hacen enterramientos, la tierra recoge cierto calor oculto, el cual consume los cadáveres recientemen te depositados mucho más rápidamente que la tierra pura. Dícese también que los orientales se sirven de cierto tejido suave y blando, hecho de plumas de aves, que por cierta virtud natu ral disuelve y derrite la manteca ligeramente envuelta en él. 6. Las sustancias que abonan los campos, como el estiércol de toda clase, la creta, la arena de mar, la sal y cosas semejan tes poseen cierta disposición al calor. , 7. Toda putrefacción tiene esa sí ciertos principios de un dé bil calor, si bien hasta ahora n o sea perceptible al tacto. Pues ni esas mismas sustancias que en su putrefacción se convierten en anímáculos, como la carne y el queso, se notan calientes al tac to; ni la madera podrida, que brilla de noche, se siente calien219

En este aforismo, al igual que en muchos otros pasajes (cfr. espec. II,

T infine) Bacon confunde la sensación de calor con la elevación de tempe

ratura que registra un termómetro. Hay sustancias que tienen ingredientes ca puces de provoca rnos sensació n de calor sin pre sentar e n sí mismas u na tem peratura que justifique ta l sensación. En los eje mplos q ue recoge Bac on figu ran una y otra clase de sustancias “calientes”. [207

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te al tacto.220 Pero a veces se delata el calor, en los cuerpos putrefacción, por su olor fuerte y hediondo. 8. Así pues, el primer grado de calor entre las cosas que Se perciben como calientes al tacto humano, parece ser el cal0r animal que presenta una variación de grados muy grande. el más bajo -com o el de los insectos- apenas si se percibe ai tacto; el más elevado apenas si alcanza al grado del calor de los rayos del sol en las regiones y épocas más calurosas, y no es tan fuerte que no pueda soportarlo la mano. Sin embargo refieren de Constancio* y de otros que fueron de constitución y tem peramento muy seco que, atacados de fiebres muy agudas, lle

recen templados en un grado módico y aun menos calienaP ue [a carne exterior del animal cuando éste está agitado y ^movimiento. Pero aún no se ha hecho una averiguación se611¡ante de cuál sea el grado de calor que hay en el cerebro, en d estómago, en el corazón, etc. |3. En el invierno y en las temporadas frías los animales es tán fn°s exteriormente; pero en su interior se cree que están hasta mas calientes. 14. El calor de los cuerpos celestes, aun en las regiones más cálidas y aun en las épocas y horas más ardientes del año y del día, nunca llega a tal grado de calor que pr enda o q ueme la ma

garon a tal p unto de calentura parecían quemar la mano si se la posaba encima por algún que tiempo. 9. Los animales aumentan en calor con el movimiento y el ejercicio, con el vino y los banquetes, con los placeres de Ve nus, con fiebres ardientes y con el dolor. 10. En los accesos de fiebres intermitentes, a los animales les sorprende al principio un frío con estremecimientos, pero poco después entra n en un calor muy intenso; esto suce de también al comienzo de las fiebres ardientes** de las pes tilencias. 11. Síganse haciendo investigaciones acerca del calor, com parándolo en diversos animales, tales como peces, cuadrúpe dos, reptiles, aves y también en sus diversas especies; en el Icón, en el milano, en el hombre; pues según la creencia común, los peces son los animales menos calientes en su interior, y las aves los más calientes; especialmente las palomas, los gavilanes y las avestruces. 12. Váyase más allá en esta investigación acerca del calor relativo en un mismo animal siguiendo por sus partes y distin tos miembros. Pues la leche, la sangre, el semen, los huevos

dera la más media seca, ni ni ustorio; aun el tirapo viejo, que seaun la refuerce ntelaelpaja, espejo sin em bargoa menos pue de hacer salir vapor de los cuerpos húmedos. 15. Según la tradición y los astrónomos hay unas estrellas más calientes que otras. Entre los planetas se coloca a Marte como el más caliente después del sol, luego Júpiter, después Ve nus; danse como fríos la Luna y luego Saturno como el más ca liente de todos. Entre las estrellas fijas a Sirio se la da como la más caliente, después Corazón del León o Régulo, después la Canícula,* etc. 16. El sol calienta más cuanto más se inclina, a la perpen dicular o zenit y otro tanto puede creerse de los demás plane tas en proporción a su calor, Júpiter, por ejemplo, nos manda rá más calor cuando está bajo Cáncer o Leo que cuando está en Capricornio o Acuario. 17. Es de creer que el sol y los demás planetas mandan más calor cuando están en su perigeo, a causa de la proximi dad a la Tierra, que cuando están en su apogeo. Y si se da el caso de alguna región en que el sol esté al mismo tiempo en el perigeo y más próximo a la perpendicular, necesariamente el sol calentará allí más que en la región en que el sol se en cuentre también en el perigeo, pero más oblicuo. Y por tanto

220 La luz no denota, en tal caso, la presencia de calor sino de microorga nismos fosforescentes. * Constanc io II, hijo de Cons tantino: la anécdota está referida por Amíano, h. XXI, Cap. 15. 2., ed. Eissenhardt. ** Causonibm,del griego xaúocov, cuvoc, calor abrasador (x«í«, quemar).

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■ * Canícula o Canís Mínor, Procyon de los griegos, estrella precursora de Sirio. Kúwv, Canis M ajorâ t los latinos, a la que se debe este nombre (Procyon-Antecanís): en español, Can Mayor y Menor, respectivamente.

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ha de tenerse en cuenta la situación relativa de altitud de los planetas en las diversas regiones con respecto a su verticalidad u oblicuidad. 18. Créese también que el sol, como asimismo los demás planetas, dan más calor cuando están cerca de las estrellas fijas mayores, como cuando el sol se pone en Leo que está enton ces más próximo a Corazón del León, a Cola del León, a Espi ga de la Virgen y a Sirio, que cuando se pone en Cáncer, que es sin embargo cuando está más en la perpendicular. Es de creer, por tanto, que las regiones del cielo cuanto más adorna das estén de estrellas, especialmente de las mayores, tanto más calor19. infunden, aunque no sea tacto. aumenta de En resumen, el calor deperceptible los cuerposalcelestes tres maneras: a saber, en relación a la perpendicular, en rela ción a la proximidad o perigeo y en relación a la conjunción o combinación de las estrellas. 20. Hay sin duda una gran diferencia entre el calor de los animales y aun de los rayos celestes (tal como llegan hasta no sotros) y la llama por muy tenue que sea, y los cuerpos todos incandescentes; lo mismo que los líquidos en ignición y el ai re mismo intensamente calentado por el fuego. Pues la llama del espírit u de vino, aun dispersa y no concentrada, es suficien te sin embargo para prender la paja, lienzo o papel; cosa que no hará nunca el calor animal o el del sol si no es por medio del espejo ustorio. 21. Sin embargo hay muchísimos grados en intensidad o debilidad de calor de la llama y de los cuerpos incandescentes. Pero no se ha hecho ninguna investigación cuidadosa sobre ellos; de modo que tenemos que pasar sobre ellos a la ligera. De las llamas parece que la del espíritu de vino es la más débil; a menos que el fuego fatuo o las llamas o resplandores proce dentes del sudor de los animales sean más débiles acaso. A és tas yo creo que sigue la llama de los vegetales poco densos y porosos como la de la paja, juncos y hojas secas, la llama de los cuales no dista mucho de la de pelos y a éstas sigue acaso la lla ma de la madera, especialmente la de aquellas maderas que no contienen mucha resina o brea; téngase en cuenta; sin embar[210]

0 qUe la llama de cuerpos delgados de madera (que ordinaria mente se recogen en manojos) es más débil que la que produ cen troncos o raíces de árboles. Esto se nota corrientemente en jos hornos que funde n el hierro, en los cuales el fuego de m a nojos y ramas de árboles no sirve de gran cosa.A esta llama le sigue, según creo, la producida por aceite, sebo y cera, y demás sustancias oleosas y grasas que no tienen gran energía. El calor más intenso se encuentra en la pez y en la resina y aun más en el azufre y en el alcanfor,* en la nafta, en el petróleo y en las sales (después de descargarlas de la materia cruda) y en sus compuestos, como la pólvora, el fuego griego (comúnmente llamado fuego fiero) y sus diferentes clases, todos los cuales es tán dotados de un calor tan tenaz que no se apagan fácilmente con el agua. 22. Creo también que la llama que resulta de algunos me tales imperfectos es muy fuerte y enérgica, Pero acerca de éstos — deben hacerse más averiguaciones. 23. La llama del rayo** parece que supera a todas las otras llamas: hasta el pun to de q ue a veces ha llegado a f und ir el hie rro crudo en gotas, cosa que no pueden hacer aquellas,otras llamas. 24. También hay diversos grados de calor en los cuerpos in candescentes, aunque tampoco de éstos se ha hecho una averi guación diligente. El calor más débil yo creo que es el de la yes ca, de esa que empleamos corrientemente para encender el fue go: así como el de esa madera esponjosa o el de las mechas esas que se emplean para disparar los cañones. Sigue a éste el del carbón vegetal o mineral y el de ladrillos calentados al rojo y otros semejantes. De los cuerpos incandescentes yo creo que los que contienen más calor son los metales en ignición, tales cómo el hierro, el cobre, etc. Pero también sobre éstos debie ran hacerse más observaciones. * Caphüra , palabra tomada del griego: xmpoupá. ** El autor parece distin guir entre el rayoFuhnen potentiusy la centella Filmena secas: así también vulgarmente se distingue en español entre uno y otro; considerando a la segunda como descarga poco temible. A las descargas entre nubes se las llama vulgarmente exhalaciones.

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25. Entre los cuerpos incandescentes hay algunos que Son mucho más calientes que algunas llamas. Pues mucho más ca liente y abrasador es el hierro incandescente que la llama del espíritu de vino. 26. Entre los cuerpos que no son incandescentes sino sólo calentados por el fuego, hay algunos como el agua hirviendo y el aire encerrado en los hornos de reverbero, que superan en calor a muchos cuerpos incandescentes y aun inflamados. 27. El movimiento aumenta el calor: como puede echarse de ver valiéndose de fuelles, y tanto así que los metales muy duros no se funden o derriten a fuego muerto y reposado y hay que avivarlo con corriente de aire.221 28. Hágase este experimento con espejos ustoríos, con los cuales, según recuerdo, se hace lo siguiente; si se pone el espe jo a la distancia, por ejemplo, de un palmo54-de un objeto com bustible, no lo quemará y abrasará t an bien como si el espejo se coloca, pongo por caso, a la distancia de medio palmo y se lo lleva poco a poco y gradualmente a la distancia de un pal mo. El cono y haz de rangos es sin embargo el mismo, pero el movimiento mismo aumenta el efecto del calor, 29. Dicen que los incendios que tienen lugar cuando sopla un viento fuerte avanzan más cuando son contra el viento que a favor de él; y es que la llama retrocede con movimiento más perjudicial cuand o el v iento la echa para atrás q ue cuando la impele en su avance. 30. La llama no se engendra ni aparece, a menos de dárse le alguna concavidad en la cual la llama pueda moverse y ju gar; excepto en las llamas explosivas de la pólvora y semejan tes, en las que la compresión y prisión de la llama aumenta su furor. 31. El yunque se recalienta muchís imo con el martillo; has ta el punto de que si el yunque fuera de una lámina delgada, creo que llegaría a enrojecer con los fuertes y continuados gol221 No se debe, por cierto, almovimiento sino a la mayor cantidad de oxí geno necesaria para la combustión. * Spithama, del griego ani0apr)> latín palmus.

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pes de martillo, hasta el hierro incandescente; pero deben ha cerse más experimentos de esto. 32. Pero en los cuerpos porosos y que están encendidos, de jriodo que haya espacio para que se ejercite el mov imiento del £jego, si se cohíbe este movimiento por medio de una fuerte compresión, en seguida se apaga el fuego, como una yesca o el pabilo encend ido de una vela o de una lámpara o u n trozo de carbón de leña o una brasa cuando se las aprieta con un apa gador, o pisándolos, o de otra forma, en seguida cesa la activi dad del fuego. 33. La proximidad a un cuerpo caliente aumenta el calor en relación a la proximidad; esto mismo sucede también con la luz: pues cuanto más cerca se coloca un cuerpo de la luz, tanto más visible es. 34. La unión de calores distintos aumenta el calor, a menos que se haga la mezcla de cuerpos calientes; pues un fuego gran de y uno más pequeño en una misma habitación aum entan u n tanto el calor el uno del otro; pero agua templada vertida so b r e agua hirviéndola enfría. 35. La duración y persistencia {mora)de un cuerpo calien te aumenta el calor. Pues el calor que se desprende y traspasa constantemente, se mezcla con el calor que había anteriormente y así se multi plica el calor. Pues un fuego q ue se tiene encend ido por espa cio de media hora no calienta igualmente una habitación, que si se lo tiene por una hora entera. Pero no sucede otro tanto con la luz: pues una lámpara o vela encendida puesta en una habitación, no ilumina más al cabo de un largo espacio que en el momento mismo inicial. 36. La irritación producida por un ambiente frío, aumenta el calor; como se echa de ver en las hogueras durante una fuer te helada. Lo cual yo creo que sucede no sólo por la concen tración y contracción del calor, sino por la irritación produci da, como cuando el aire o un palo son comprimidos o desvia dos violentamente de su posición natural anterior, no vuelven al mismo punto de aquella sino más allá, en sentido contrario. Por tanto hágase con cuidado un experimento con un bastón [ 213]

o algo semejante metiéndolo en el fuego, a ver si no $e consu me más de prisa a los lados de la llama que en el centro de ella 37. Hay mucho s grados de recepción del calor. A este pro’ pósito ha de observarse lo primero, cómo un poco de calor por d ébil que sea, afecta sin embargo y calienta un tanto aun aquellos cuerpos menos receptivos del calor. Pues el mismo' calor de la mano calienta un poco una bola de plomo o de otro metal cualquiera retenido en ella por algún tiempo. Tan fácilmente se transmite y suscita el calor en todos los cuerpos sin que el cuerpo se altere en forma alguna en cuanto a su apariencia. 38. El aire es, de todos los cuerpos que conocemos, el que con más facilidad recibe y transmite el calor;222 lo cual se ve: perfectamente en los vidrios graduados.* La confección de éstos es la siguiente: tómese un vidrio con panza cóncava y con un cuello estrecho y alargado; vuél vaselo y sumérjaselo después con la boca hacia abajo y lapanza hacia arriba en otro vaso de vidrio con agua, tocando el fon-i do de este vaso recipiente con la boca del vaso sumergido y apóyese ligeramente el cuello del vaso sumergido contra el bor de del vaso recipiente, de modo que pueda sostenerse; para ha cer esto con más comodidad, apliqúese un poco de cera en el borde deí vaso recipiente pero esto de modo que no se obtúre la boca de éste, no sea que por falta dé aire de repuesto se obs taculice el movimiento de que vamos a hablar y que es suma-; mente sutil y delicado.223 Pero conviene calentar al fuego, por la parte superior, es de222 Com o se sabe, el aire es mal con duc tor del calor. Destacamos tan sóv lo los errores más gruesos para no fatigar la atención del lector. Calendare,el termómetro primitivo, v. nota de Ellis, pág. 319. 223 Acaso basado en este pasaje, M. de Vauzelles adjudicó a Bacon el invento del termómetro. Se cree que el termómetro de aire, que fue el prime-:. ro e n usarse, fue inven tado p or Galileo en 1597, Ellis afirma (nota 29) que se guramente Bacon oyó hablar del termóm etro a Fludd quien volvió a Inglate rra procedente de Italia en 1605. Fludd fue el autor de la primera publicación describiendo el termómetro o vitrum calendare, como le llamó, expresión que usa Bacon en este pasaje.

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cír, Por ^a Panza’ vidrio que se sumerge antes de meterlo en eJotro. Después que se haya colocado el vidrio aquel en la forjj# que hemos dicho, el aire -que se había dilatado por la ca lefacción- se recogerá y contraerá, tras un lapso suficiente pa ja que se extinga el calor aquel añadido, en la misma extensión y medida que la del aire ambiente al tiempo en que se sumer gió el vidrio, y atraerá al agua hacia arriba en esa misma medi ca, Además debe ajustarse al vidrio una tira de papel angosta y larga Ydividida en tantos grados como te plazca. Verás enton ces que según que la temperatura del día se tome caliente o fría, el aire se reduce a un espacio más angosto por el frío o se expande por el calor; lo cual se echará de ver por el agua que sube cuando el aire se contrae o que desciende por su depre sión* cuando el aire se dilata. Pues la sensibilidad del agua pa ra el frío y el calor es tan sutil y delicada que supera con mu cho la capacidad del tacto humano; hasta tal punto que un ra yo de sol cualquiera o el calor de la respiración y mucho más aun el calor de la mano aplicada sobre la superficie del vidrio hace bajar el agua inmediatamente de un modo bien claro. Yo .creo sin embargo, que el espíritu animal posee una sensibilidad más-delicada aun para el calor y el frío, pero entorpecida y em botada por la masa del cuerpo. 39. Después del aire, yo creo que los cuerpos más sensibles al calor so.n aquellos que recientemente han sido modificados y densificados po r el frío, como la nieve y el hielo; pues los ta les* a la menor sensación de calor, empiezan a disolverse y li cuarse. Tras éstos sigue acaso el mercurio. Y tras éste los cuer pos grasos, tales como aceite, man teca y semejantes; luego la madera; después el agua; finalmente las piedras y metales, los cuales no se calientan con facilidad, especialmente por aden tro.224Estos, en cambio, una vez que han contraído calor lo re tienen por muchísimo más tiempo; hasta el punto de que un *■ Depressum, yo interpreto sirveper depressum,neologismo de Bacon de un abstractodepressus-us. . 224 De nuev o encontra mos errores garrafales sobre la cond ucc ión del ca lor. Como se sabe, los metales son los mejores conductores del calor. [215

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ladrillo, o una piedra, o un hierro incandescentes metidos o su mergidos en una vasija de agua fría, retienen el calor durante un cuarto de hora, poco más o menos, de forma que no se les puede tocar. 40. Cuanto más pequeña es la masa del cuerpo, tanto más rápidamente se calienta por la aproximación de un cuerpo ca liente; lo cual demuestra que todo el calor que existe entre no sotros es contrario a los cuerpos tangibles. 41. El calor, en cuanto respecta a la sensibilidad y tacto del hombre, es algo variable y relativo: de forma que el agua tibia da sensación de caliente, si la mano está fría; pero de fría si la mano está caliente.

jeturas, nociones mal definidas y axiomas, que habrá que corre»ir cada día a menos que nos satisfaga, al estilo de la escuela, ^mbatir en favor de falsedades. Sin embargo todas estas cosas serán mejores o peores de acuerdo a las facultades y vigor de la inteligencia que opere. Pero conocer las cosas inmediatamente por afirmación y desde el principio mismo de la contemplación sólo le corresponde a Dios, dador y artífice de las formas, y aca so a los ángeles y a las inteligencias superiores. Pero esto segu ramente, está por encima del hombre; a éste sólo le está conce dido proceder primero por negativaspara terminar finalmente en lasafirmativas, después de todo género de exclusiones.225 XVI

XIV M I Cualquiera puede darse cuenta fácilmente de cuán pobres estamos en historia (experimental) por el hecho de que en las tablas que anteceden, no sólo insertamos tradiciones y relatos en lugar de historia comprobada y casos seguros (aunque aña diendo siempre la nota de crédito dudoso y autoridad) sino que muchas veces nos vemos obligados a usar de estas pala bras: Hágase el experimento o investigúese esto más detenidamente.

XV A la aplicación y funcionamiento de estas tres tablas yo las llamo generalmente presentación de ejemplos al entendimiento. Y hecha esta presentación, precisa poner en práctica la inducción misma. Pues en lapresentación de todos y cada uno de los casos debe hallarse una propiedad tal que esté presente o ausente, y aumente o disminuya con la naturaleza {natura)dada; y que sea, como hemos dicho más arriba, la limitación de una naturaleza más general. Ahora bien, si la mente intentara hacer esto afir mativamente desde un principio (y esto es lo que abandonada a sí misma, suele hacer siempre) se presentarán quimeras, con

Así pues ha de hacerse una solución y separación comple ta de la naturaleza; no ciertamente por el fuego, sino por la mente, que es una especie de fuego divino. Así pues, el primer trabajo de la verdadera inducción(en lo que se refiere al descu brimiento de las formas) es la exclusióno separaciónde cada una de las naturalezas que no se encuentren en algún ejemplo en el cual se presente la naturaleza dada; o que se encuentren en al gún ejemplo en el que esté ausénte la naturaleza dada; o que se encuentre que ellas aumentan en algún caso en el que la natu raleza dada disminuye o que disminuyen cuando la naturaleza dada aumenta. Entonces realmente, después de hecha la sepa racióny exclusiónen debida forma, quedará en segundo lugar (y como en el fondo), desvaneciéndose en humo las opiniones volátiles, la forma afirmativa, y verdadera biensino deter minada. Esto se dice pronto, sólida pero no se llega ayello tras muchos rodeos. Yo por mi parte, espero no omitir ninguna de las cosas que puedan ayudar a esto.

■225 Este “proceder po r negativos” es el método de exclusión que se descri;j be en el aforismo siguiente.

XVII

o por el contrario el hombrepuede apartar,o mantener aparte,

¿calorde un cuerpo tenue. Sin embargo, por lo mismo que yo atribuyo tanta impor tancia a la forma, debo prevenir incesantemente y poner en guardia a todos, no sea que lo que yo digo lo apliquen a aque llas formas a las que están habituados los pensamientos y me. ditaciones de los hombres.226 Pues en primer lugar, no hablo por ahora de las formas co puladas227 que son, com o lo he dicho, combinaciones de natu ralezas simples en conformidad con el proceso ordinario de la naturaleza, como la del león, el águila, la rosa, ei oro, etc. pero habrá ocasión de hablar acerca de ellas cuando lleguemos alos ^ procesos latentes y a los esquematismo s latentes,y al descubrimien to de los mismos, tal como se encuentran en las llamadas sus tancias o naturalezas concretas. Pero a su vez, aun en el caso de las naturalezas simples, no debe interpretarse que lo digo de formas o ideas abstractas que, o no están determinadas en la materia o están mal determina das. Pues cuando hablamos de formas no entendemos otra có> sa que aquellas leyes y determinaciones defacto puro que de terminan y constituyen una naturaleza simple cualquiera, tales como el calor, la luz, el peso, en toda clase de materia u obje to susceptible de ellos. Así pues, la forma del calor o la forma de la luz es una misma cosa que la ley del calor o la ley de la luz; pues nunca me aparto ni hago abstracción de las cosas mismas, ni del campo operativo.228 Por tanto, cuando en la investigación de la forma del calor digo, por ejemplo, rechácesela tenuidad o la tenuidad noprocede de laforma del calor, es lo mismo que si dijera el hombrepuede superinducirel caloren un cuerpo den226 Se refiere quizá a las formas como “ficciones de la mente” de que ha bla en I, 51; y a las “formas abstractas” de Platón y otr os filósofos antiguos y modernos (I, 65). 227 Las “formas copuladas” corresponden a las sustancias concretas y es tán constituidas por las formas de las naturalezas simples; estas últimas, por su parte, forman las sustancias concretas. , 228 Sobre el concepto de forma, cff.nuestra nota 185.

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pues si a alguien le pareciera que nuestras formas tien en al0 de abstracto, porque mezclan y juntan cosas heterogéneas /pues cosas muy heterogéneas parecen ser el calor de los cuer os celestes y el del fuego, el rubor permanente\fixus] de la ro sa u otros semejantes y el aparente del arco iris o el de los ra yos del ópalo o del diamante; y lo mismo la muerte según que ésta sea por submersión, abrasamiento, por estocada,-por apo nía o por atrofia; y sin embargo todas estas cosas convienen gu ia naturaleza del calor, del rubor o de la muerte), ese tal de berá reconocer que su enten dimien to está reten ido y aprisiona do por la costumbre, p or la apariencia superficial* de las cosas y por las opiniones de los hombres. Pues es muy cierto que to das esas cosas, por muy heterogéneas y ajenas que sean entre sí convienen en la forma o ley que determina el calor, el rubor o la muerte; y que el poder del hombre no puede emanciparse o librarse del curso ordinar io de la naturaleza y extenderse o ele varse a nuevos agentes y a nuevos modos de operar si no es por la revelación y descubrimien to de tales formas; y sin embargo, una vez que haya tratado de esta unidad de la naturaleza, que es la cosa más importante, hablaré a continuación, en el lugar oportuno, de las divisiones y venas de la naturaleza, tanto de Le nrdíriarias como de las aue son más interiores v reales.

XVIII Pero ahora debo presentar ya un ejemplo de exclusión o re chazamiento de naturalezas que por medio de las tablas de pre sencia (comparentiae) se encuentra que no pertenecen a la forma del calor; advirtiendo al mismo tiempo que no sólo basta cada una de esastablas para la exclusión de una naturaleza, sino tam* Integrabas, sic en Fowler, v. nota 85, p. 399. Término sin duda de Es cuela. Integralis aparece ya en el vocabulario de la Edad Media, aunque con la significación deinteger.Du Cange.

g, A causa del oro y de otros metales incandescentes que son de una densidad grandísima en cuanto a su todo, excíúyese la tenuidad. 9, A causa del aire que en su mayor parte es frío, y sin embarg0 perm anece tenue, exclúyese t amb ién la sutilidad (tenui-

bién de cada uno de los casos particulares contenidos en ellas Pues de lo que se ha dicho resulta evidente, que todo caso (i^ tantia) contradictorio echa por tierra toda conjetura sobre la f0r ma. Así y todo, algunas veces, para mayor claridad, y para pro. bar mejor la utilidad de estas tablas duplicaré o multiplicaré 1 exclusión.

^ 10. A causa del hierro incandescente, cuya masa no se hincha* sirio que permanece en las mismas dimensiones visibles, excluyese el movimiento local o el movimiento expansivo del

Ejemplo de exclusión, o rechazo de naturalezas que no pertenecen a laforma del calor

todo. 11. A causa de la expansión del aire en los vasos calenda rios (tubos termométricos) que se mueve local y expansivamen te de un modo evidente, sin contraer no obstante aumento sensible de calor, exclúyese también el movimiento local o el movimiento expansivo del todo. 12. A causa del fácil calentamiento de todos los cuerpos, sin destrucción o alteración notable de los mismos, exclúyese toda naturaleza destructiva o la comunicación violenta de una nueva naturaleza. 13. Por el consenso y conformidad de efectos semejantes producidos por el calor, exclúyese el movimien to tan to de con tracción como de expansión para el todo. 14. A causa del aumento del calor proveniente del frota miento de los cuerpos, exclúyese una naturaleza principal.* Llamamos naturaleza principal a aquella que se encuentra po sitivamente en la naturaleza, y no como efecto de alguna natu raleza anterior. Hay aun otras naturalezas (sobreentiéndase: que pudieran

1. A causa de los rayos del sol, excluyase su naturaleza ele mental. 2. A causa del fuego común, y sobre todo a causa del fue go subterráneo tan inmensamente alejado y en solución de continuidad tan grande y múltiple (plurimum intercluduntui) con los rayos celestes, exclúyase su naturaleza celeste. 3. A causa del calor que contrae toda clase de cuerpos (mi nerales, vegetales, partes exteriores de los animales, agua, acei te, aire, etc.) por sola su aproximación al fuego o a otro cuerpo caliente, exclúyase todo motivo de contextura especial o más sutil en los cuerpos. 4. A causa del hierro y de los metales incandescentes, los cuales calientan a otros cuerpos y sin embargo no pierden na da de su peso o sustancia, exclúyase la comunicación o mezcla de la sustancia de otro cuerpo caliente. 5. A causa del agua hirviendo y el aire, así como también a causa de los metales y otros cuerpos sólidos calentados, pero no hasta la ignición o el enrojecimiento, exclúyese el fulgor y la luz.* 6. A causa de los rayos de la luna y de otros astros, excep to el sol, exclúyese también el fulgor y la luz. 7. Por la comparación entre el hierro incandescente y la lla ma de espíritu de vino (de los cuales el hierro incandescente tiene más calor y menos luz, y la llama de espíritu de vino más luz y menor calor), exclúyese también el fulgor y la luz.

ser excluidas), pues no me propongo dar unas tablas comple tas, sino sólo ejemplos. Todas y cada un a de las naturalezas men cionadas están fuera.de la forma del calor. Y por tanto el hombre está libre de to das ellas en sus operaciones sobre el calor. * Naturam principakm: Bacon se refiere con estas palabras a la sustancia de calórico que se creía contenida en los cuerpos, y que se consideraba co mo la causa del calor.

* Lucent et lumen: Lux , id quod lumine diffimditun cid-ritas,fitlgor; Lumen id quod spkndorem diffundit,Doderleín, II, 66. V. Fowler, nota 89. pág. 401.

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A1A

Con esta tabla de exclusionesse han echado los cimientos de la inducciónverdadera, la cual sin embargo no queda completa hasta que no se apoye en la afirmativa. Pero ni la exclusivamis ma está completa ni mucho menos, ni puede estarlo en estos comienzos. Pues como claramente se echa de ver, la exclusivaes la recusación de las naturalezas simples. Pues si no tenemos aún nociones buenas y exactas de las naturalezas simples,-w 11día y de la noche y en parte por la sucesión de verano e in‘ernOj resulta extrañamente desigual. Sin embargo, este hom? [nsigne no se contiene de estropear y echar a perder inm e diatamente lo que tan acertadamente había descubierto. Pues constituyéndose en árbitro de la naturaleza, como es su cosjumbre>asigna doctoralmente como causa de la generación el 0rca tniento y como causa de corrupción el alejamiento del sol; cuan do en realidad ambas cosas (o sea el acercamiento y el aleja miento del sol), no respectivamente sino casi indistintamente, dan motivo tan to a la gener ación como a la corrupc ión; ya que la desigualdad del calor produce la generación y la corrupción de las cosas mientras que la igualdad solamente la conserva ción. Hay también una cuarta diferencia específica entre el ca lor del sol y el del fuego, y de importancia grandísima: que el sol insinúa sus efectos durante largo espacio de tiempo, míen os que la acción del fuego (por el apremio de la impaciencia humana) es llevada a su término en un espacio más breve. Pues si alguien se pusiera diligentemente a atemperar y reducir el ca lor del fuego a una gradación más moderada y suave (lo que fá cilmente puede hacerse de múltiples maneras), y luego espar ciera y mezclara un poco de humedad, y sobre todo si imitara el calor del sol en su desigualdad, y finalmente se acomodara* éste con paciencia a un procedimiento lento (no tal, en todo caso, que sea proporcionado al de los efectos del sol, pero más lento que el que los hombres emplean en sus trabajos con el fuego), este tal fácilmente llegaría a desechar la idea aquella de la heterogeneidad del calor, e intentaría igualar y sobrepasar o

248 Cfr.Meteorológica, I, 14,351 A 30;y De Generatione et Corrupúone, II, 10, 336 A, B.

* Este sentido de tolerare noes frecuente, pero sí de buen uso: cf. por ejemplo:tolerare sihntium obnixum. Apuleyo, Metam. 4, pág, 147,1.

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igualaría y sobrepasaría en algunas cosas, por medio del calor, los efectos del sol. Un hecho de alianza semejante es el de la revivificación de las mariposas aletargadas y amortecidas por el frío, mediante un ligero calentamiento al fuego; de donde fá cilmente puedes echar de ver que no le está menos permitido al fuego vivificar a los animales que madurar los vegetales. Así

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también, ei célebre invento aquel de Fracastori de la cacerola muy caliente con la que los médicos rodean la cabeza de los apopléticos desahuciados, el cual produce de un modo claro la expansión de los espíritus animales comprimidos y como sofo cados por los humores y obstrucciones del cerebro, y los esti mula al movimiento no de otro modo que el fuego obra sobre el agua y el aire, reanimándolos como consecuencia de ello. A veces por el calor del fuego se empollan también los huevos, lo cual imita por entero el calor animal; y muchas otras cosas a este tenor; de modo que nadie puede dudar de que el calor del fuego no pueda modificarse en muchos casos (subjeclis)a seme janza del calor de los cuerpos celestes y animales. Sean ahora las naturalezas en cuestión el movimientoy elre poso. Parece ser una división aceptada y sacada de lo más ínti mo de la filosofía la de que los cuerpos naturales o giran o avanzan en línea recta, o están quietos y descansan. Pues tiene que darse iaut enim est)o movim iento sin término, o reposo en el término o traslación hacia el término. Pero este movimiento perpetuo de rotación parece ser cosa más prop ia de los cuerpos celestes; el reposo o quietud parece corresponderle al mismo globo terráqueo; mientras que los demás cuerpos (a los que lla man pesados y ligeros, colocados fuera de la región propia de su naturaleza) son transportados en línea recta hacia las masas o aglomeraciones de sus semejantes; los ligeros, hacia arriba, hacia el contorno del cielo; los pesados, hacia abajo, hacia la tierra. Pero éstas son bellas palabras.249 Pero un hecho de alianzatenemos en un cometa cualquiera de los más bajos y que a pesar de estar muy abajo de los cielos,

desechada; no sólo porque la razón de ello no es probable, siflOtambién por la experiencia clara de la marcha errante y del movimiento irregular de los cometas por las varías regiones del cíelo. Asimismo otro hecho de alianzade este género es el movi miento del aire; que, entre los trópicos, donde los círculos de rotación son mayores, él mismo parece girar de oriente a occi dente. Asimismo, otro hecho sería también el flujo y reflujo del mar, si llega a averiguarse que las aguas mismas son transporta das en un movimiento de rotación (si bien lento y débil) de oriente a occidente; con la particularidad, sin embargo, de re troceder rechazadas dos veces al día. Siendo esto así, pues, es cosa evidente que ese movimiento de rotación no está limita do a los cuerpos celestes sino que se comunica al aire y al agua. Aquella propiedad misma de los livianos, a saber, la de que son llevados hacia arrib^/falía un tanto. Y a este propósito pue de tomarse como hecho de alianzauna burbuja de agua. Pues cuando hay aire debajo del agua, asciende rápidamente hacia la superficie del agua, por el movimiento aquel que Demócrito llama de percusión por el cual el agua que baja sacude y emp u ja el aire hacia arriba, per o no por ningún forcejeo o esfuerzo del aire mismo. Ahora bien, una vez llegado a la superficie mis ma del agua, entonces el aire queda detenido en su curso as cendente por una ligera resistencia que encuentra en el agua, que no permite inmediatamente ser separada: de modo que la apetencia del aire por elevarse debe ser muy débil. Supongamos ahora que la naturaleza en cuestión sea el pe

sin embargo tiene movimiento circular. En cuanto a la ficción aristotélica250 de un encadenamiento de los cometas o de su marcha obligada tras alguna estrella, hace tiempo que ha sido

so. Hay una división plenamente aceptada según la cual los cuerpos densos y sólidos se mueven hacia el centro de la tierra, mientras que los raros y tenues hacia la circunferencia del cie lo, como hacia su lugar propio. Pero en lo que respecta al lu gar (aunque estas cosas estén en boga en las escuelas) es ente ramente estúpido y pueril pensar que el lugar tiene poder algu no. Así, pues, bromean los filósofos cuando dicen, que si la tie rra estuviera perforada, los cuerpos pesados se pararían al llegar al centro. En verdad, muy poderoso y eficaz venía a resultar esa

249 La expuesta es la doctrina aristotélica del movimiento de traslación. Cfr. De Coelo, I, 2, 268 B-269 B. Bacon ignoraba, por cierto, las leyes del movimiento que se descubren a partir de Gaíiíeo. 250 Cfr.Meteorológica, I, 7, 344. [260

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especie de nada o punto matemático para poder influir así brutos por las cuales los brutos parece como que silogizaran bre unos cuerpos o para que otros fueran tras él: pues un cuer' ¿om0 lo que se cuenta del cuervo que desfallecido* de sed dupo no es influido sino por otro cuerpo.* Pero esta tendencia ' f2Ilte una gran sequía vio agua en el hueco de un tronco de árascender y descender de los cuerpos está o bien en el esquem^ k0j. y como no le fuera posible entrar por lo estrecho de la tismo del cuerpo que se mueve o bien en la simpatía o consen abertura estuvo echando piedras sin parar a fin de que el agua so con otro cuerpo. Pero si se encontrara algún cuerpo denso se levantara y subiera así, hasta poderla beber; lo cual después sólido, que sin embargo no se moviera hacia la tierra, queda pasó a proverbio. desbaratada semejante división. Pero si se acepta la opinión de r De un modo semejante supongamos que la naturaleza en Gilbert de que la fuerza magnética de la tierra para atraer los cuestión sea lo visible. Es enteramente segura y acertada la di graves no se extiende más allá de la órbita de su actividad (pues visión enluz, que es lo srcinalmente visible y que suministra ésta obra siempre hasta cierta distancia y no más allá), y $e pu. m; el poder de la visión, y colorque es secundariamente visible y diera comprobar esto con algún ejemplo, éste sería por fin un no se ve sin luz, de manera que parece q ue no hay más que luz hecho de alianzasobre esta materia. Y sin embargo no se presen o modificación de la luz. Sin embargo, por ambas partes pare ta por el momento ejemplo alguno seguro y manifiesto sobre ce que hay ejemplos de alianza acerca de esto, y son la nieve esto. Lo que parece acercarse más a ello son las trombas de en gran cantidad y la llama de azufre; en uno de los cuales pa agua que se ven muchas veces navegando sobre el océano en rece que hay un color que da luz(lucens)primariamente y en el dirección de ambas Indias. Pues tal parece ser la cantidad y ma | | otro unafluz que tiende hacia el color. sa de agua que se descarga de repente de tales cataratas, que pa rece que se haya formado de antemano en esos lugares una co lección de agua y haber permanecido suspendida en ellos; y XXXVI luego más bien haber sido arrojada y lanzada por alguna causa violenta que haber caído por movimiento natural de la grave Entre los hechos preferentes pondré en decimocuarto lugar dad; de modo que puede conjeturarse que una masa corpórea, loshechos cruciales^1 tomando el vocablo de las cruces o postes densa y compacta, a gran distancia de la tierra, queda suspen que levantados en las encrucijadas indican y señalan las sepa dida al igual que la tierra misma, y que no cae a menos que sea raciones de los caminos. A los tales los llamo a veces también despedida violentamente. Pero sobre esto nada afirmo de segu hechos decisivos yudiciales j y en ciertos casos hechos de oráculo y de ro. Mientras tanto, en éste y en muchos otros puntos fácilmen mandato.Su descripción es la siguiente. Cuando en la investi te se podrá ver cuán pobres estamos en historia natural; cuan gación de alguna naturaleza el entendimiento está como en do en lugar de hechos ciertos me veo obligado a veces a adu equilibrio, de modo que está incierto de a cuál de dos y a ve cir suposiciones como ejemplos. ces de varias naturalezas debe atribuirse o asignarse la causa de Supongamos del mismo modo que la naturaleza en cues la naturaleza en cuestión, a causa de la frecuente y ordinaria tión sea el discurso de la razón. Parece que la división en razón humana e instinto de los brutos, es completamente acertada. * Enectus, parí, de meco, más frecuente que enecatus: enectus Tantalm ski. No obstante, hay algunos ejemplos de acciones realizadas por

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II',

* Así traduzco corpas non patibur nisi a corpore,aunque este valor absolu to de paitar sea sumamente raro.

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Cic., Tuse,,1, 5, 10. 251 De los veintisiete casos de hechos preferentes, los hechos cruciales(insson los más conocidos y la expresión ha llegado a incorporarse tantiae crucis) al lenguaje común. [263

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concurrencia de varias naturalezas, los hechos crucialesmués tran que la unión de una de las naturalezas con respecto a 1 naturaleza en cuestión es fiel e indisoluble y la de la otra varia ble y separable; con lo cual se pone término a la cuestión y queda aceptada como causa la naturaleza aquella primera, re pudiada, y rechazada la otra. Tales hechos arrojan pues muchí sima luz y son de gran autoridad, de modo que el curso de la interpretación termina algunas veces en ellos y por medio de ellos queda completado. Pero a veces estos hechos cruciales en cuéntrame y se presentan entre los señalados anterior mentepero en su mayor parte son nuevos, buscados y aplicados ex presamente y de intento, y sacados a luz después de un activo y laborioso empeño. (1) Por ejemplo; supongamos que la naturaleza en cuestión sea el flujo y reflujo del mar, que se repite dos veces al día y du ra seis horas en cada acceso y recesp, con una pequeña diferen cia que coincide con el movimiento de la luna. El caso de bi furcación a este propósito es el siguiente: Es absolutamente necesario que este movimiento esté cau sado o bien por el avance o retroceso de las aguas al modo de agua agitada en una vasija que cuando baña un lado abandona el otro, o por la elevación y descenso de las aguas desde el fon do a modo de agua que borbota y luego se reposa. Pero surgen dudas sobre a cuál de esas dos causas deba atribuirse ese flujo y reflujo. Si se acepta la primera afirmación, es necesario que cuando haya marea alta en un lado, a ese mismo tiempo haya marea baja en alguna parte por el otro. Y la investigación en tonces se limita a esto. Ahora bien, Acosta con algunos otros observó (después de hecha una observación diligente) que las mareas altas tienen lugar a un mismo tiempo en las costas de la Florida y en las opuestas de España y África y a un tiempo también las mareas bajas;252 y no al revés que cuando tenga lu gar la marea alta en las costas de la Florida tenga lugar la ma 252 Ellis señala (nota 69) que no ha podido encontrar en Acosta laafirma ción que le atribuye Bacon. Cfr. su prefacio aDe Pluxu et Refluxu Maris, vol. III, págs. 45-46.

rea baja en las costas de España y África. Sin embargo obser vándolo aun con más atención, no queda por eso triunfan te el movimiento de elevación y rechazado el de avance. Pues pue de darse un movimiento de aguas en avance y sin embargo que se derrame simultáneamente sobre las costas opuestas de una misma cuenca, tal vg. cuando las aguas son empujadas y pre sionadas desde otra parte, como sucede en los ríos que suben y bajan sobre ambas orillas a las mismas horas; y sin embargo este movimiento es claramente un movimiento de avance; a sa ber de las aguas que entran en las bocas de los ríos desde el mar. Y así puede suceder también de un modo semejante que las aguas que vienen en gran masa desde el Océano Oriental índico sean compelidas y presionadas hacia la cuenca del mar Atlántico y por eso inunden a la vez ambas orillas. Debe por tanto inquirirse si hay otra cuenca por la cual las aguas puedan estar mermando y decreciendo al mismo tiempo. Y en seguida senos ofrece el mar Austral (Antàrtico y Pacífico), en modo al guno menor que el mar Atlántico, antes bien más ancho y ex tenso que él, que puede bastar para esto. Con esto hemos llegado ya por fin a un hecho crucial.Este es así: que si se encuentra con seguridad que al tiempo que tie ne lugar la marca alta en las costas opuestas del Atlántico, o sea las de La Florida y España, tiene ésta lugar simultáneamente en el litoral del Perú y en el dorso de China, en el Océano Aus tral, con seguridad ha de desecharse* entonces por este hecho decisivo la afirmación de que el flujo y reflujo del mar, acerca del cual se hace la investigación, tenga lugar por un movimien to progresivo, de avance: pues no queda otro mar o lugar don de por ese mismo tiempo pueda realizarse el reflujo o vuelta. Pero esto puede averiguarse con suma facilidad informándose de los habitantes de Panamá y de Lima (donde ambos océanos, el Atlántico y el Austral, están separados por un pequeño ist mo) de si el flujo y reflujo del mar tiene lugar simultáneamen te a ambos lados del istmo o lo contrario. Pero esta decisión o * Abjudicanda est, forma perifrásíca pasiva de adjudico,quito una cosa por fallo judicial. [265 ]

anulación parece cierta en el supuesto de que la Tierra esté in móvil. Pues si la Tierra gira, puede suceder quizás que de la ro tacíón desigual (en cuanto a la celeridad o rapidez del moví miento) de la Tierra y de las aguas del mar, se siga una compul sión de las aguas en acumulación hacia arriba, que sea la ma rea alta: y una relajación de las mismas (cuando no aguanten estar más tiempo acumuladas) hacia abajo, que sea la marea ba ja, Pero de esto debe hacerse investigación aparte. Sin embargo aun supuesto esto, queda igualmente en pie lo de que es nece sario que se produzca reflujo del mar en alguna parte al mismo tiempo que se produce el flujo en otras. De un modo parecido, supongamos que la naturaleza en cuestión sea aquel segundo movimiento de los dos que he su puesto, o sea el movimiento de elevación y luego de descensosi por acaso se da, rechazar (después de un examen cuidadoso) el otro movimiento del cual he hablado: el progresivo. Y en tonces habrá, con respecto a esta naturaleza una trifurcación así. Es necesario que este movimiento, por el cual las aguas se elevan y descienden, de nuevo en flujos y reflujos sin adición alguna de otras aguas que se lancen sobre ellas, tenga lugar de una de estas tres maneras: o bien que esa cantidad de aguas brote de las entrañas de la Tierra y se recoja en ellas de nuevo, o bien que no haya cantidad alguna mayor de agua, sino que esas mismas aguas, sin aumento de su cantidad, se dilaten o se ramifiquen de tal manera que ocupen mayor espacio y dimen sión, y luego se contraigan de nuevo, o bien que no haya au mento ni de cantidad ni de extensión, sino que esas mismas aguas (tal como ellas son, tanto en cantidad como en densidad o rareza) se eleven y desciendan luego, en virtud de alguna fuerza magnética que las atrae desde arriba y por simpatía. Así pues, descartando aquellos dos primeros movimientos, reduz camos ya la cuestión, si os parece bien, a este último; e inves tigúese a ver si se da esa tal elevación por simpatía o fuerza magnética. Ahora bien, primeramente, es evidente que la tota lidad de las aguas contenidas en el hueco o cuenca del mar, no puede elevarse toda a una, por falta de algo que la reemplace en el fondo; de tal manera que si hubiera en las aguas una tcn[266

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¿encíade ese género, a elevarse, sería reprimida y quebrantada

por la cohesión de las cosas, o, como vulgarmente se dice porque no se produzca el vacío. Queda el que las aguas se eleven en una parte y por ello mermen y se retiren en otra. Pues nece sariamente ha de seguirse también el que la fuerza aquella mag nética, ya que no pueda obrar sobre la totalidad, ha de obrar con grandísima intensidad sobre el medio, de modo que elevaY jas aguas en el centro, y consiguient emente las aguas así leYyantadas, abandonarán los lados y se retirarán de ellos. Con esto hemos llegado ya por fin a un hecho crucialsobre esta cuestión. Y es éste: que si se encontrara que en el reflujo i del mar la superficie de sus aguas está más arqueada y redon■deada, esto es, levantándose las aguas en el centro y retirándo; se de los lados, que son las orillas y que en el flujo es'a misma superficie es más plana e igual, es a saber, con la vuelta de las aguas a su posición primitiva; entonces puede aceptarse con se■guridad*en virtud de este hecho decisivo, la elevación por fuer za magnética; en otro caso ha de ser desechada en absoluto. Y esto no sería difícil de determinar en los estrechos por medio ■de sondas; o sea viendo si en el reflujo no es el mar, hacia el centro, más profundo que en el flujo. Y si esto es así se ha de notar que, contra lo que se cree, se da el hecho de que las aguas i- se elevan en el reflujo y descienden meramente en el flujo, cu briendo y bañ ando entonces las costas. (2) Supongamos asimismo que la naturaleza en cuestión sea el movimiento espontáneo de rotación; y en particular si el movimiento diurno por el cual a nuestros ojos el sol y las es trellas salen y se ponen, es un movimiento real de rotación en ; los cuerpos celestes, o un movimiento aparente en los cuerpos celestes y real en la Tierra. Un hecho crucial a este propósito podrá ser el siguiente. Si se encontrara en el océano algún mo vimiento de oriente a occidente por muy débil y tenue que sea; si este mismo movimiento se encontrara un poco más rápido en el aire, especialmente entre los trópicos donde es más per ceptible a causa de que los círculos son mayores; si este mismo se encontrara en los cometas inferiores ya vivo y poderoso; si este mismo se encontrara en los planetas, pero de tal modo gra-. [ 2 67 ]

duado y regulado que sea tanto más tardo cuanto menos diste de la Tierra y tanto más rápido cuanto más diste de ella y qu finalmente en el cielo estrellado sea velocísimo: entonces debe aceptarse el movimiento diurno como verdadero en los cielos y ha de desecharse el movimiento de la Tierra; porque será ma nifiesto que el movimiento de oriente a occidente es entera mente cósmico y en armonía con el universo, el cual, siendo rápido en su grado máximo en las cumbres del cielo; cede gra. duaímente, y finalmente se para y extingue en lo inmóvil, esto es, la Tierra* Supongamos del mismo modo que la naturaleza en cues tiónastrónomos, sea aquel otro movimiento de rotación tan decantado por los remitente y contrario al movimiento diurno, o sea de occidente a oriente; que es el que los antiguos astróno mos atribuyen a los planetas así como al cielo estrellado, y p0r su parte Copérnico y sus secuaces también a la Tierra; e inves tigúese a ver si en la naturaleza de las cosas se da un movimien to de esta especie o si no es más bien algo inventado y supues to para abreviar y facilitar los cálculos y en gracia a una cosa tan linda como la de explicar los movimientos celestes por círculos perfectos. Pues en modo alguno está proba do que esc movi miento sea real y verdadero en las alturas, ni por el retraso de los planetas en volver en su movimiento diurno al mismo pun to del cielo estrellado ni por la diferencia de los polos del zo díaco en relación a los polos del mundo; que son las dos cosas que han dado a luz este tal movimiento. Pues el primer fenó meno se explica muy bien por adelantamiento (del cielo estre llado) que deja atrás* los planetas; el segundo, por movimiento por líneas espirales; de m odo que la desigualdad en el retomo y la inclinación hacia los trópicos pueden ser más bien modifi caciones de aquel movimiento único diurno, que movimientos renitentes, o en tomo, de polos diversos. Y es cosa segurísima, si uno quiere por unos instantes convertirse en uno de tantos * Derdictionem: traduzco por forma verbal este sustantivo abstracto; en cuanto al sentido de derelínquocon un valor parecido, cf. por ej. Curdo, 9,4, S: in qua (arce)praesidiumdereliquit.

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(dejando de lado las fantasías de los astrónomos y de las escue las, que tienen por costumbre violentar sin razón en muchas co sas a los sentidos, y optar por las cosas más oscuras), que este movimiento se muestra a ios sentidos tal como yo lo he descrií0. y una imitación de esto he hecho yo representar en cierta ocasión por medio de un mecanismo de alambres. ; Ala verdad, un h echo crucial sobre esta materia podría ser el siguiente. Si en alguna historia digna de fe se encontrare que ha habido algún cometa, alto o bajo que no haya girado en concordancia evidente (aunque sea con suma irregularidad) con el movimiento diurno, sino que haya girado más bien con movimiento del cielo, puede entonces ha un de movimien concluirse con seguridad,contrario que en laalnaturaleza existir to así. Pero si no se encuentra nada de este género, ha de mi rársele como sospechoso, y habrá que recurrir a otros hechos cruciales sobre esto. (3) Supongamos asimismo que la naturaleza en cuestión sea la pesadez o gravedad. Acerca de ella se nos presenta un do ble camino en esta forma. Es necesario que los cuerpos graves y pesados o tiendan por su misma naturaleza al centro de la Tierra a causa de su propia conformación, o bien que sean atraídos y arrastrados por la masa corpórea de la misma Tierra como por la congregación de sustancias afines, y que se mue van hacia ella por afinidad. Pero si esta última es la causa, de dúcese que cuanto más los graves se aproximan a la Tierra, con tanta más fuerza e ímpetu se moverán hacia ella; y con tanta más debilidad y len titud cuan to más disten de ella (como suce de en las atracciones magnéticas); pero que esto tiene lugar dentro de límites fijos; de modo que si estuvieron alejados de la Tierra por distancia tal que la fuerza de la Tierra no pueda robrar sobre ellos, habrán de permanecer suspensos como la Tierra misma, y no habrán de caer en modo alguno. Así pues sobre esta cuestión, elhecho crucial podrá ser el si guiente. Tómese un reloj de esos que se mueven por medio de pesas de plom o, y otro de esos que se mueven por compresión de un muelle de acero; y compruébese que en realidad el uno no es más rápido ni más lento que el otro; póngase después el

reloj aquel qu e se mueve po r m edio d e pesas en lo mas al to A un templo altí simo, m antenien do el otro abajo; y ob sérvese cuf dadosamente a ver si el reloj colocado en alto se mueve más despacio de lo que solía , por haber d isminuido la fue rza de ^ pes as. H ág ase el m is m o ex pe rim en to en el fo nd o de un a m i^ que penetre profundamente en la tierra, a ver si el reloj no se mueve más velozmente de lo que solía, por haberse aumentado la fuerza de las pesas. Pues si se encontrara que la fuerza de la$ pe sa s di sm in uí a en lo alto y a um en ta ba en la m in a, acéptes e co m o causa del peso la atracción d e la m asa co rpórea de la T ierra (4) Supon gamo s del m ismo m od o q ue la nat ural eza en

ftjd que emana de la Tierra, y como que despertaran con ella, pero estas cosas, aun que bien observadas, no prue ban plen a mente lo que él afirma. El hecho crucial sobre esta cuestión, podrá pues ser el si miente. Tómese una esferita de imán y márquense sus polos; pero coloqúense los pelos de la esferita en dirección de este a oeste, no de norte a sur, y déjesela colocada de esta forma; co loqúese luego encima de una aguja de hierro no tocada* y dé jesela estar así un os seis o siete días. La aguja (y de esto no hay dudas) mientras esté sobre el imán, dejará los polos de la Tierra, y se volverá hacia los polos del imán; así pues, mientras

cuestión sea la polaridad de la aguja de hierro tocada por el imá n. Acerca de esta natura leza se pre sen ta esta bifurca ción. Es necesario que, o bien el contacto del imán comunique por sí al hierro la polaridad al norte y al sur; o que no haga más que pr ov oc ar lo y di sp on er lo , y q ue el m o vi m ie n to ve rda de ro sea com unicad o p or la presencia de la ti erra; como opina Gilb erf qu e c on tan to ahínc o se esfue rza po r prob arlo.2 53 Y por e so, a este fin tienden las cosas que él ha investigado con tanta pers pica cia y de str ez a. C o m o lo de q u e u n cla vo de hier ro que du rante mucho tiempo haya estado en un lugar en dirección de norte a sur, por esta larga permanencia en esa posición, recoge p o la ri d ad si n se r t o ca d o p o r el im án : co m o si la T ier ra misma, que a causa de la distancia obra débilmente (pues la superficie o corteza extema de la Tierra, está, según afirma él, desprovis ta de virtud magnética) , supliera po r un a larga permanencia él contacto con el imán, y excitara al hierro y luego de excitarle le diera conform ación y dirección. Igualmente que el hi erro en ignición y candente,* si se lo deja tendido de norte a sur mien tras se enfría, adquiere también polaridad sin toque de imán; com o si las par tes del hierro, puestas en mo vimiento por la i g nición y recobrándose luego, fueran, en el mo m ento de en friar se, más susceptibles y sensibles que en otras ocasiones a la vir-

esté así, está dirigida de este a oeste de la Tierra. Pero si se ha llara que la aguja apartada del imán y puesta sobre un pivote se coloca en seguida en dirección de norte a sur o se vuelve poco a poco hacia allá; entonces ha de aceptarse como causa la pre sencia de la Tierra: pero si al igual que antes se vuelve en direc ción de este a oeste, aquella causa ha de considerarse como sos pechosa y ha n de hacerse nuevas investigaciones. (5) Supongamos igualmente que la naturaleza en cuestión sea la sustancia corpórea de la luna: esto es, si es tenue, pareci da a la llama o al aire, como opinaban la mayor parte de los fi lósofos antiguos; o sólida y densa, como sostienen Gilbert254 y muchos modernos juntamente con algunos de los antiguos. Las razones de esta última opinión se fundan principalmente en el hecho de que la luna refleja los rayos del sol; y no pare ce que pueda producirse reflexión de la luz si no es por cuer pos sólidos. Así pues, hechos cruciales sobre esta cuestión (si en abso luto hay alguno) podrán ser aquellos que demuestren que pue de darse reflexión por un cuerpo tenue como es la llama, con tal que tenga densidad suficiente. Una causa del crepúsculo,

253 Cfr. Gilbert, De Magnefá, espec. libro VI, cap. 1. * Cadenspor candensencuen tro en la edició n de Fowler, pág. 479, v.candens en la de Spedding y Ellis, Londres, 1857, pág, 299.

* Con ei imán. 254 Según observa Fowler (nota 7), Bacon se refiere a la opinión de Gilbert y no a sus escritos, puesto qu e la obra q ue trata del asuntó -D e Mundo nos~ tro Sublunari- es una obra postuma publicada en 1651. Fowler admite la po sibilidad de que Bacon haya leído los manuscritos de la obra citada.

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entre otras, es la reflexión de los rayos del sol producida por la parte superior de la atmósfera. Vemos también algunas veces en tardes despejadas cómo el borde de nubes cargadas de ro cío refleja los rayos del sol con esplendor no menor, antes más luminoso y claro que el producido por el cuerpo de la luna; y sin embargo no hay prueba de que esas nubes se hayan condensado en un cuerpo denso de agua. Vemos también que el aire oscuro de tras las ventanas refleja de noche la luz de una bujía, n o menos que un cuerp o denso. Debiera probarse tam bién el experim ento de hacer pasar los rayos del sol p or un agujero cayendo sobre una llama parduzca verdosa {subfkscam et caeruham). Pues en efecto lossombrías rayos abiertos dellas sol que caen sobre llamas un tanto parece (aperti) como que amortiguan de modo que más dan la imagen de humo blanco que de llama. Y éstas son las cosas que por el momento se me ofrecen co mo hechos cruciales con respecto a esta cuestión; y puede ser que puedan hallarse otros mejores. Pero debiera tenerse siempre en cuenta que no debe esperarse reflexión de la llama a menos que ésta tenga cierto espesor; pues de otro modo tiende a la dia fanidad. En todo caso debe darse por cierto que la luz sobre un cuerpo liso siempre es recibida y retransmitida o reflejada. (6) Supongamos igualmente que la naturaleza en cuestión sea el movimiento de los proyectiles por el aire, tales como dar dos, flechas, balas. Los escolásticos, como es su costumbre, ex plican este movimien to con m uy poca atención: contentándo se con distinguirlo con el nombre de movimiento violento, del que llaman movimiento natural; y por lo que concierne a la primera percusión o impulso, se dan p or satisfechos con aque llo de que dos cuerpos no pueden estar contenidos en un mis mo lugar, pues tendría lugar la penetración de dimensiones; y no se cuidan más del proceso continuado de este movimiento. Pero acerca de esta cuestión se da la bifurcación siguiente: o bien este movimiento es pr oduc ido por el aire que lo lleva y que se agolpa detrás del cuerpo lanzado, como la corriente con un navio o el viento con las pajas; o por las partes del cuerpo mismo que al no poder aguantar la violenta presión, se lanzan [ 272]

sucesivamente hacia adelante para mitigarla. Fracastori255 y ca si todos los que con un poco más de sutilidad han hecho in vestigaciones acerca de este movimiento aceptan la primera: y no cabe duda de que hay alguna participación del aire en esto; pero, sin duda alguna, otro movim iento es el verdadero, como se echa de ver por infinitos experimentos. El siguiente podrá ser entre otros un hecho crucial sobre esta cuestión: que una lá mina o un alambre de hierro un poco resistente o una caña o pluma de ave hendida por la mitad, apretados en forma de ar co entre el pulgar y el índice, saltan bruscamente. Pues es ob vio que esto no puede imputarse al aire que se agolpa detrás del cuerpo, porque el srcen del movimiento no está en el medio de la lámina o de la caña, sino en los extremos. (7) Supongamos igualmente que la naturaleza en cuestión sea ese movimiento rápido y poderoso de expansión en llama de la pólvora, con la cual se derrocan tan grandes moles y se desplazan tan grandes pesos, como vemos en las grandes minas y en las bombardas. La bifurcación que se presenta sobre esta cuestión, es la siguiente. Este movimiento se provoca, o por la mera apetencia del cuerpo a dilatarse una vez inflamado o por la tendencia del espíritu crudo* rápidamente del fuego y esta llando violentamente, escapa de su cerco como de una cárcel. Pero los escolásticos y la opinión vulgar solamente tratan de aquella primera tendencia. Pues los hombres piensan filosofar muy lindamente cuando afirman que la llama por su misma forma de elemento está dotada de una especie de necesidad de ocupar un espacio más amplio que el que ese mismo cuerpo había ocupado cuando adoptaba la forma de polvo, y que de ahí se sigue este movimiento. En tanto, no advierten, aunque sea un hecho cierto** que, aun en el caso de que se produzca la llama, todavía puede impedirse la producción de ella por Cfr. De Sympathia et Antipathia, cap. 4. * En Cogitationes de Natura rerum, Cap. 9, habla del crude spirit which is in nitre,según veo en una nota de Fowler a este pasaje. ¿Qué se entiende por spiritus crudus? Cf. 21 líneas más abajo. ** Notab lemente tor pe toda la expresión que viene a continuac ión, en la cual Bacon parece ceder al enrevesado lenguaje de la escuela:pasito quodflam-

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una masa tal que pueda detenerla y sofocarla; de tal modo n la cosa no puede llevarse hasta esa necesidad de que hablan Pues están en lo cierto al juzgar que si se produce la llama necesario que se produzca una expansión y que de ahí se siga una explosión o remoción del cuerpo que se opone. peroSe evita por entero esa necesidad, si aquella masa sólida compri me la llama antes de que se produzca. Y vemos que la llarij^' en el comienzo de su producción, es débil y floja, y requiere ?^ una cavidad en la que poder probar y hacer tiempo (expeririet ludere).Así pues, a la llama, por sí misma, no puede atribuírse le una violencia tan grande. Pero es cierto que la producción de del estas llamas flatosas y de esta especie de vientos sur ge conflicto de dos cuerpos y de la naturaleza de ígneos, ellos exac tamen te contra ria; la una, inflamable en extremo, cualidad que prevalece en el azufre; y la otra, aborrecedora de la llama, cq - í mo es el espíritu crudo que hay en el nitro; de modo que se produce un conflict o singular al inflamarse el azufre con todo su poder (pues el tercer cuerpo, o sea el carbón de sauce, no ha ce otro oficio que el de incorporar o unir cómodamente aque llos dos cuerpos) y escapar violentamente el espíritu de nitro con todo su poder dilatándose al mismo tiempo (pues el aire y el agua y todos los cuerpos crudos hacen esto de dilatarse por el calor) y al mismo tiempo insuflando en todas direcciones, como con fuelles ocultos por medio de esta fuga y explosión, la llama del azufre. Los hechos cruciales sobre esta cuestión pudieran ser de dos géneros. El primero, sería el de aquellos cuerpos que son su mamente inflamables, como son el azufre, el alcanfor, la naf ta y semejantes con sus mezclas, los cuales producen la llama con más rapidez y facilidad que la pólvora si no se les impide (de donde claramente se echa de ver que el apetito de infla marse no produce por sí solo aquel efecto estupendo). El se gundo, sería el de aquellos que esquivan la llama y la aborre cen, como son todas las sales. Pues vemos que, si se las arroja ma genere tur, tomen posee impediri fiammae generation en o tanta mok, quae dlam comprimere et suffocare queat, etc. [274

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eíi el fuego? el humor acuoso estalla con cierto chasquido, an tes de flue se produzca la llama; lo que sucede también con flienos intensidad en las hojas que tienen cierta consistencia, estallando la parte acuosa antes que la oleaginosa se inflame, pero esto se m anifiesta sobre tod o en el m ercurio que no sin razón es llamado agua mineral. Pues éste sin inflamarse, con sólo la explosión y la expansión, iguala casi la fuerza de la pó l vora; dícese también que éste, mezclado con la pólvora, mul tiplica su fuerza. (8) Supongamos igualmente que el objeto en cuestión sea la naturaleza transitoria de la llama y su extinción momentá nea. Pues la naturaleza de la llama parece no fijarse ni tener consistencia aquí entre nosotros, sino como si se produjera en cada momento particular y se apagara inmediatamente. Pues es: evidente que en las llamas que continúan y duran, esa du ración no es de la misma llama individual, sino que se produ ce por sucesión de nuevas llamas engendradas unas tras otras, pero la llama n o permanece la misma num éricam ente; lo cual fácilmente se echa de ver del hecho que si se aparta el alimen to o cebo* de la llama, ésta perece inmediatamente. Respecto a esta propiedad el camino se bifurca así. Esta naturaleza ins tantánea tiene lugar o bien al cesar la causa que la produjo pri meramente, lo mismo que en la luz, los sonidos y en los mo vimientos llamados “violentos”; o bien porque la llama, si bien po r su naturaleza podría perdurar de continuo aquí entre nosotros, rodeada sin embargo de fuerzas contrarías, es violen tada y destruida. Así pues sobre esta cuestión podría darse el siguiente hecho crucial. En los grandes incendios vemos a qué gran altura suben las llamas. Pues cuanto más ancha es la base de la llama tanto más alto es su vértice. Así pues parece que el comienzo de la extinción está situado cerca de los lados, do n de la llama es reprimida y combatida por el aire. Mientras que : * Fomite,de fome$ —üi$, derivado defoueo; se empleaba en su primer sen tido en ia significación de yesca, madera seca, virutas, como nos atestigua Festus. Pasó luego, sobre todo en la lengua de la Iglesia, a la significación fi gurada de aquello que alimenta o inflama (pasiones, fervor, etc.). [275

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el centro* de la llama que no está tocado por el aire sino está rodeado de otra llama por todas partes* permanece ev C tamente** la misma y no se apaga hasta que el aire que fe C~ dea por los lados la va estrechando po co a poc o. Y así toda í° ' ma es piramidal, más ancha en la base cerca del pabilo, más es' trecha en el vértice donde el aire la combate y el aprovisiona miento no es suficiente. Por el contrario el humo, más estre cho cerca de la base se dilata según sube y viene a ser como una pirámide inversa; esto es porque el aire admite el huñio y comprime la llama (pues nadie debe soñar que la llama encendida es aire, siendo así que son cuerpos completamente; hete- \

encerrada dentro de la otra llama y no sufre la fuerza conj^ria del aire. Y quede esto dicho sobre hechos cruciales. He sido un tanj prolijo al tratar de ellos a fin de que los hombres aprendan 1$e acostumbren poco a poco a juzgar de la naturaleza vaíién!¿>$e de hechos cruciales y experimentos de luz y no de razo namientos probables.

rogéneos). ' Pero el hecho crucial sobre este asunto podrá ser más apro piado, si la cosa pudiera ponerse en claro p or medio de llamas de dos colores, Tómese pues un pequeño recipiente de metal y fíjese en él una pequeña bujía de cera encendida; coloqúese el recipiente en una vasija y viértase alrededor espíritu de vino en poca cantidad, de modo que no llegue a tocar los bordes del recipiente; a continuación préndase fuego al espíritu de vi no. El espíritu éste de vino dará una luz más azulada, la bu jía*** más amarilla. Nótese pues a ver si la de la bujía (la cual es fácil de distinguir po r el color de la llama deí espíritu de vi- | no; pues las llamas no se mezclan en seguida, como lo hacen los licores) permanece piramidal, o si tiende más bien a una forma globosa, una vez que no hay nada que la destruya o comprima. Pero si sucede esto último puede darse por cierto que la llama permanece exactamente igual todo el tiempo que

Entre los hechos preferentes pondré en decimoquinto lugar |os hechos de divorcio , los cuales indican la separación de nataiiálezas que en la mayor parte de los casos se presentan juntas. Y difieren de los hechos añadidos a los hechos de concomitancia en que aquellos indican la separación de alguna naturaleza, de una sustancia concreta con la cual aquella está unida de or dinario, mientras que éstos indican la separación de una na turaleza de otra naturaleza. Difieren asimismo de los hechos mídales;en cuanto que no determinan nada sino que simple mente dan cuenta de la separabilidad de una naturaleza de otra. Su empleo está en delatar las falsas formas y en disipar i las teorías ligeras srcinadas en cosas muy corrientes, las cua~ ■les vienen a ser como una especie de peso y lastre para el en tendí miento. Por ejemplo, supongamos que las naturalezas en cuestión ■sean aquellas cuatro naturalezas que Telesio256 da como com pañeros inseparables (Contubem aksf y moradores de una mis ma cámara; son el calor, la luz, la tenuidad y la movilidad o prontitud para el mov imiento . Pero entre ellas se encue ntra n muchísimos hechos de divorcio . Pues el aire es tenue y movible y no es cálido o luminoso; la luna es luminosa sin calor; el agua hirviendo es caliente sin luz; el movimien to de u na agu ja de hierro sobre un gorrón es rápid o y acelerado, a pesa r de ser un cuerpo frío, denso y o paco ; y muchas más a este tenor.

* Meditullia, de medituUium, compuesto de mediusy tollmn, forma alter nante con teüus, tierra: igual a mediterráneo ; no parece pues una expresión muy apropiada la escogida por Bacon en este pasaje; además, no se encuen- 0 tra generalmente sino en singular. ** Número con este valor adverbial y conesta significación se encuentra . p. ej. en Naeu. Festus, 170: neminem uidi qui numero sciret, quod scitu est opu$,v .. también Plauto, Amp. L 1. 25. *** Ytychnus significa toda clase de luz, lámpara; candela es la bujía de ce ra. Lychnus candelae parece, pues, un pleonasmo. [276

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XXXVII

250 Cfi. Telesio,De Rerum Natura, espec. libro I, caps. 1 y 2.

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mm:

Supongamos asimismo que las naturalezas en cuestión sean la naturaleza corpórea y la acción natural. Pues parece qUe la acción natural no se encuentra sino subsistiendo en alg&jp cuerpo. Sin embargo acaso pueda encontrarse sobre esta cues  tión algún hecho de divorcio. Tal, por ejemplo, la acción magné tica por la cual el hierro es atraído hacia el imán, y las cosas pe sadas hacia el globo terrestre. Pudieran añadirse también algdf ñas otras operaciones a distancia. Pues una acción de esta na turaleza se realiza en el tiempo, con algunos lapsos,* no en un instante, y en el espacio, a través de grados y distancias. Hay pues un mom ento en el tiem po y un intervalo en el espacio en

dios. Por lo tanto, la acción magnética po drá ser un hecho de di vorcio,tanto cerca de la naturaleza corpórea, como de la acción natural. Y a esto puede añadirse como corolario o ventaja no para ser omitida, la de que puede darse una prueba a un para eí que filosofa siguiendo a los sentidos257(pbilosophanti secundum sensus), de que existen esencias y sustancias separadas (de la ma teria) e incorpóreas. Pues si la virtud y acción natural que ema na de un cuerpo puede subsistir durante algún tiempo y en al gún lugar sin cuerpo absolutamente alguno, cerca está de esto el que esa virtud pueda también emanar en su srcen de una sustancia incorpórea. Pues parece que no menos se requiere

los cuales esa virtud o acción permanece en suspenso entre aquellos dos cuerpos que producen el movimiento. La cues^ tión queda pues reducida a estos términos: a ver si los cuerpos aquellos que son los términos del movimiento, disponen o al teran los cuerpos intermedios de tal modo que la virtud pase insensiblemente de término a término por una serie de contac tos reales (per successionem et tactum verum ), no dejando de sub sistir durante ese tiempo en el cuerpo intermedio, o si no exis te nada de los tales, sino sólo los cuerpos, la virtud y las distam cias. En todo caso, en los rayos luminosos, en los sonidos, en el calor y en algunas otras cosas que obran a distancia, es pro bable q ue los cuerpos intermedios sufran disposiciones y alte raciones, tanto más cuanto que se requiere un medio a propó sito para llevar adelante esa operación. Pero aquella virtud magnética o unitiva admite medios sin distinción** y no se ve :: impedida su acción en clase alguna de medio. Pero si aquella acción o virtud no tiene contacto alguno con eí cuerpo inten medio, síguese que existe virtud o acción natural que subsiste sin un cuerpo durante algún tiempo y en algún lugar; puesto que no subsiste ni en los cuerpos terminales ni en los interme-

una naturaleza corpórea para sustentar y transmitir una acción natural, que para provocarla o engendrarla.

* Permomenta momentum,con esta significación, p, ej. en Plin., 7,51,52; Maecenati nudo horae momento contigit sonmus. ** Adiapbora, término griego algo empleado en filosofía latina (Varron),. compuesto del privativo a - y diaphoros= diferente.Cicerón, De Fin., III, 53, la cita en griego.

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XXXVIII Síguense cinco órdenes de hechosa los que acostumbro a designar con el solo vocablo general de hechos de lámpara, o de primera información.258 Son aquellos que ayudan a los sentidos. Pues como toda interpretación de la naturaleza empieza en los sentidos,259 y desde las percepciones , de los s entidos con duce por un camino recto, ininterrumpido {constantt)y segu ro a las percepciones del intelecto que constituyen las nocio nes verdaderas y los axiomas, síguese necesariamente que cuanto más copiosas y exactas hayan sido las representaciones y suministros de los sentidos, con tanta más facilidad y éxito andará todo. Los primeros de estos cinco hechos de la íámpara fortale cen, amplían y rectifican las acciones inmediatas de los senti257 Se refiere a quienes cultiva ban lo qu e'ento nces se llamaba filosofía na tural. Encontramos la misma expresión en De Augmentis, IV, 3 in initio. 258 Los “hechos” señalados hasta ahora ten ían como misió n ayuda r al en:tendímiento; los cinco siguientes son una ayuda a los sentidos. :: 259 Afirmación que confirma su posición empirista y lo expresado en I, 1 y 19.

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dos; los segundos, conducen lo no sensible a lo sensible; l0$ terceros, indican los procesos continuados o series de aquella cosas y movimientos que en su mayor parte pasan sin ser ob servados, si no es en los finales absolutos o periódicos (nisi in ' exitu aut periodis)\ los cuartos proveen un sustituto a los senti dos en las fallas de éstos; los quintos despiertan la atención y vigilancia de los sentidos y al mismo tiempo ponen un límite í a la sutileza de las cosas. De cada uno de éstos voy a hablar a continuación. XXXIX Entre los hechos preferentes pondré en decimosexto lugar los hechos depuerta o entrada* pues éste es el nombre que doy a los

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hechos que ayudan a la acción inmediata de los sentidos. Aho*; ra bien, es evidente que en lo que se refiere a información, la vista ocupa el primer lugar entre los sentidos; por tanto a este sentido hay que procurar ayuda principalmente. Ahora bien, las ayudas a la vista parece que pueden ser de tres clases: ó bien para que perciba cosas que antes no veía, o para que las perciba desde más lejos, o con más exactitud y distintamente. Del primer género son (dejando a un lado anteojos y cosas semejantes que sólo sirven para corregir y remediar la falta de : la vista no bien conformada, y que por lo tanto no nos dan a conocer nada nuevo) esos microscopios inventados reciente mente que descubren las minucias latentes e invisibles de los cuerpos, y sus escondidas contexturas y movimientos (por el tamaño grandemente aumentado de sus imágenes); con ayuda de los cuales se distinguen, no sin asombro, la forma exacta y los lincamientos del cuerpo y hasta los colores y movimien tos * Instantias Ianuae siue Portas: la diferencia entreporta y ¡anua estriba principalm ente en que porta designa generalmente la puerta de la ciudad, pa so defendido en la muralla y se contrapone ajotes, puerta de la casa. Porta aat urbis aut castrorum uocatur, como dice Isidoro, Etym., 15, 2. 4, ianua designa en general entrada; infemi ianua regis;VIrg. Aen., 6, 106, etc., luego la entra da o puerta de una casa particular.

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antes invisibles de una pulga, de una mosca o de los gusanillos. gs más, dicen que una línea recta trazada con lápiz o pluma, a ñávés de esas lentes, se la echa de vericemitur) sumamente de sigual y tortuosa y es que n i los movimiento s de la m ano, aun ayudados por una regla, ni la impresión de la tinta o el color $ón realmente iguales; si bien esas desigualdades son tan me nudas, que no pueden advertirse sin el auxilio de esas lentes. Y la gente ha añadido ya aquí una observación supersticiosa (co mo suele suceder en cosas nuevas y extrañas): y es que estos an teojos dan esplendor a las obras de la naturaleza, pero rebajan lás del arte. Pero esto no es otra cosa sino que las texturas de la naturaleza son mucho más sutiles que las del arte. Pues ese mi croscopio vale sólo para cosas menudas: y si Demócrito hubie ra visto el tal microscopio hubiera tal vez saltado de alegría, al pensar que se había encontrado manera de ver el átomo (del que él afirmó que era completamente invisible). Pero la incom petencia de semejantes anteojos fuera de las cosas menudas (y aun para estas mismas cuando están en un cuerpo un poco más grande), destruye la utilidad del objeto. Pues si este invento pu diera extenderse hasta cuerpos un poco mayores o a minucias más grandes de los cuerpos, hasta el punto que el tejido de un lienzo pudiera verse como una red, y a este tenor las minucias latentes y las desigualdades de las gemas, de los licores, de la orina, de la sangre, de las heridas y de muchas otras cosas, mu chas ventajas podrían recogerse de este invento. A la segunda clase pertenecen esos otros anteojos descu biertos con esfuerzo memorable por Galileo;260 con cuyo auxi lio, como por medio de esquifes y navecillas, pueden abrirse y practicarse comunicaciones más inmediatas con los cuerpos ce lestes. Pues de aquí es de donde consta que la vía láctea* no es más que una agrupación o amontonamiento de pequeñas es260 Se refiere al telescopio. La opin ión generalizada atribuye tal descubri miento al holandés Lippershey, quien lo construyó con fines militares en 1608. Galileo lo redescubrió en 1609 y fue el primero en utilizarlo con fines científicos. * Galaxia: palabra del griego: yaÁa^íac; (yúicAac;), lit. círculo lácteo.

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trellas, enteramente distintas y separadas; hecho: del cual hubo más que barruntos entre ios antiguos. De lo cual Din» ° demostrarse que los espacios de las llamadas órbitas de los d ! * netas, no están vados de otras estrellas, sino que el cielo em~ pieza a estar con estrellas* antes de llegar al cielo estrellado* pe ro con estrellas demasiado pequeñas para que sedas pueda v sin esos anteojos. Por ellos pueden observarse esos corros** de pequeñas estrellas alrededor del planeta Júpiter (de donde pUe_ de conjeturarse que hay varios centros en los movimientos de las estrellas). Por ellos se divisan y localizan más distintamente las desigualdades de luz y sombra en la luna; de modo que Illa puede hacerse unatenor; especie deellos, selenografía; y las manchas; del sol y cosas a este todos descubrimientos notables es cierto, en cuanto confiadamente podamos dar crédito a ta les demostraciones. Las cuales son tanto más sospechosas cuan to que el experimento se detiene en estos pocos descubrimien tos y por su medio no se han descubierto muchas otras cosas igualmente dignas de ser descubiertas. De la tercera clase son las varas esas para medir; los astrolabios y cosas semejantes; las cuales no aumenta n el se nt ido ^ la vista sino que lo rectifican y dirigen; y si hubiera otros ins trumentos que ayudaran a los demás sentidos en sus acciones inmediatas e individuales, tales, sin embargo, que no añadan nada a la información obtenida anteriormente, no pertenecen al propósito que aquí se trata. Y por tanto no haremos men ción de ellos. XL

les civiles, a causa de que requieren a comparecencia a aquellas

c0Sas que no comparecieron anteriormente. A los cuales llamo tambiénhechos evocantes. Éstos reducen lo no sensible a lo sen sible. , Las cosas escapan a los sentidos o b ien a causa de la dis ocia del objeto o a causa de ía interposición de objetos in termedios, o a causa de que el objeto no es a propósito para impresionar los sentidos; o porq ue falta ca ntidad en el objeto para herir a los sentidos; o porque no hay tiempo suficiente para actuar sobre los sentidos; o porq ue íá impresión del ob  je to no es tolerada p or el sentido; o porque el sentido ha sido llenado y ocupado anteriormente por otro objeto de modo que no hay lugar ya para u n n uevo m ovim iento. Esto se refie re principalmente a la vista, y en segundo lugar al tacto. Por gue estos dos sentidos dan información en extensión* y de ob jetos generales; mientras que los tres restantes no dan casi in; formación si no es inmediatam ente y de los objetos q ue les son propios. 1. En el primer género no hay manera de hacer reducción a lo sensible a men os que a una cosa, que n o pueda ser vista a causa de la distancia, se le añada o se sustituya por ella otra co isa que pueda provocar o herir a los sentidos, desde más lejos: como en el caso de dar a entender cosas por medio de hogue ras, campanas y cosas semejantes. 2. En el segundo género se hace la reducción cuando cosas que están ocultas interiormente por la interposición de cuerpos, y no pueden cómodamente ser puestas de manifiesto, se hacen patentes a los sentidos por medio de cosas que están en la super

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Entre los hechos preferentes pondré en decimoséptimo lugar los hechos de requerimiento , tomando este nombre de los tribuna

ficie o que como el estado de los cuerpos hu manos porfluyen mediodel delinterior: pulso, de la orina y semejantes. 3. 4. Las reducciones a los sentidos del tercero y cuarto gé nero contemplan muchísimas cosas y de be buscárselas por to das partes en ía investigación de la naturaleza. Ejemplos de es to son: es manifiesto que eí aire y el espíritu y cosas semejan-

* Stelkscere,como si dijéramos estrellecerse, neologismo baconiano un tanto chocante. La construcción de estas dos subordinadas introducidas por quod dependiendo de videtur,es propia del lenguaje escolástico. ** Choreas: danzas en corro, danzas, palabra tomada del griego xope;a.

* Adlargum: traduce el mod ismo inglés at Urge,procedente del latín me dio adUrgum: por ejemplo adUrgum vadere. V. Ducange, s.v. largas.

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tes, en su sustancia entera, son tenues y sutiles y no pueden ser vistos ni tocados. Por lo cual en la investigación acerca de es tos cuerpos es absolutamente preciso acudir a deducciones Supongamos, pues, que la naturaleza en cuestión sea la ao. ción y el movimiento del espíritu que está encerrado en los cuerpos tangibles.26*Pues todo lo tangible entre nosotros con tiene un espíritu invisible e impalpable al cual él cubre y co mo que lo viste. De aquí aquella triple fuente tan poderosa y admirable del proceso del espíritu en un cuerpo tangible. Pues en un objeto tangible el espíritu, desprendido, contrae y dese ca los cuerpos; guardado dentro, los ablanda y toma fluidossi no está desprendido del todo ni del todo encerrado, da for ma, crea músculos, asimila, digiere, organiza y así adelante. Y todas estas cosas se manifiestan a los sentidos por sus efectos aparentes. Pues en todo cuerpo tangible e inanimado, el espí ritu encerrado, primero se multiplica y como que alimenta aquellas partes tangibles que son más fáciles y están más pre paradas para ello, y las digiere y elabora y las torn a en espíritu y después escapan juntos. Ahora bien, esta elaboración y mul tiplicación del espíritu se hace manifiesta a los sentidos por la disminución de peso; pues en toda desecación hay algún esca pe de can tidad; y esto mismo, no sólo del espíritu previamen te existente, sino también del cuerpo que antes fue tangible y ahora se ha cambiado: pues el espíritu no tiene peso. Ahora bien, la salida o emisión del espíritu se manifiesta a los senti dos en el orín de los metales y en otras putrefacciones seme jantes que se detienen antes de llegar a los rudimentos de la vi da; pues aquellas cosas* pertenecen al tercer género del proce

obligado a empujar y llevar delante de sí las partes tangibles mismas de modo que éstas salen juntamente; y de aquí se pro duce el orín y cosas semejantes. A su vez, la contracción de las partes tangibles, tan p ron to como ha sido emitido algo del es píritu (de don de proviene aquella desecación) se hace man i fiesta a los sentidos, no sólo por la dureza misma aumentada del cuerpo sino mucho más por las grietas, contracciones, arrugamientos y píegamientos de los cuerpos que se siguen de ello. Pues las partes de la madera saltan y se contraen; las pie les se arrugan; y no sólo esto, sino que (en el caso que la emi sión del espíritu haya sido súbita por el calor de fuego) se apu ran tanto a contraerse que se doblan y enrollan. Por el contrario, cuando el espíritu es retenido, pero se le dilata y excita por el calor o análogos suyos (como sucede en los cuerpos más sólidos y tenaces), entonces los cuerpos se ablandan; tal el hierro candente; o se hacen fluidos como los metales, o líquidos, como las gomas, la cera y cosas semejan tes. Es así como {itaque) aquellas operaciones contrarias del calor (por el cual unas cosas se endurecen y otras se ablandan) se reconcilian fácilmente; y es que en los primeros el espíritu es mandado afuera y en éstos es agitado y retenido; de estas cosas la última es la acción propia del espíritu, la anterior, ac ción de las partes tangibles solamente motivada por la emi sión del espíritu. Pero cuando el espíritu ni está del todo retenido ni del to do desprendido, sino que solamente hace ensayos y tentativas dentro de su encierro y da con partes tangibles que son obe dientes y prestas a seguirle, de modo que adonde quiera que él

so. Pues en los cuerpos muy compactos, el espíritu no encuen tra poros o pasajes por los cuales escapar: y por tanto se ve2 6

se dirija ellas le siguen juntamente; entonces se sigue la forma ción de un cuerpo orgánico y la membrificación y demás ac ciones vitales, tanto en vegetales como en animales. Y esto se hace manifiesto a los sentidos principalmente por las observa ciones cuidadosas de los primeros comienzos y mdimentos o tentativas de vida en los animáculos nacidos de la putrefac ción: como en los huevos de las hormigas, en los gusanos, en las moscas, en las ranas después de la lluvia, etc. Pero para la vivificación se requiere no sólo tibieza de calor sino también

26i Com o ya señalamos en otro lugar (nota 48) Bacon parece haber toma do esta tdea de Paracelso. La afinnación aparece en varios pasajes de la pre sente obra, (!, 50; II, 7, 13 (hecho 38), 27 y 50) y en varias otras obras: Sylva Sylvarum, Historia Vitae etMortis e Historia Densi et Rari. * El texto dice ittae; Ellis, Ia edic. corrigeiÜa,sin duda con el valor abs tracto de: aquello que, las cosas que. La forma illae, de s er respetada, haría re lación a putrefacciones, relación que me parece admisible en el contexto. [284

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flexibilidad* del cuerpo; de modo que ni el espíritu se qUe. brante p or aceleración ni quede confin ado p or la inflexibilidad de las partes (contumaciam partium ), antes pueda moldearlas v modelarías como la cera. A su vez, aquella nobilísima división del espíritu que tiene aplicación a tantísimas cosas (esto es, en espíritu podado [abs~ cissi\, espíritu ramificado simplemente y juntamente ramifica do y celulado; de éstos el primero es el espíritu de todos los cuerpos inanimados, el segundo es el de los cuerpos vegetales el tercero el de los animales) se pone, por así decir, delante de los ojos por medio de muchísimos hechos deductivos. Asimismo, es manifiesto que las contexturas sutiles y las configuraciones de las cosas (aun visibles y tangibles en todo su cuerpo) ni son vistas ni tocadas. Y por tanto, en éstas, tam bién la infor mación procede por deducción. Mas la diferencia más radical y primaria de los esquematismos está sacada de la abundancia o escasez de la materia que toma el mismo espacio o dimensión. Pues los demás esquematismos (que se refieren a las desemejanzas de las partes que están contenidas en el mis mo cuerpo, y a las colocaciones y posiciones de las mismas) son secundarios con relación a aquel otro. Así: supongamos que la naturaleza en cuestión sea la expan sión o la acumulación de la materia en los cuerpos en compara ción una de otra: o sea qué cantidad de materia llena a qué can tidad de espacio en cada una. Pues nada hay más verdadero en la naturaleza que aquella proposición gemela de que “de la na da se produce la nada” y que “no hay cosa alguna que se reduz ca a la nada”: sino que la cantidad misma o suma total de la ma

uíl mismo volumen de agua puede convertirse en un volumen igual de aire, seria lo mismo que si dijera que puede reducirse al go a nada; por el contrario, si alguien asegurase que un volumen de aire puede convertirse en un volumen igual de agua es lo mismo que si dijera que de la nada puede producirse algo. Y de esa abundancia y escasez de la materia es de donde se abstraen, con propiedad, las nociones aquellas de densidad y rareza que se em plean tan variada y confusamente. Debe asimismo aceptarse aquella tercera aserción, también suficientemente cierta: que és te más o menos de materia de que estamos hablando en tal o cual cuerpo, puede ser reducido, estableciendo la comparación, a cálculos y proporciones exactas o casi exactas. Como por ejemplo: no se equivocaría el que dijera que en un volumen determinado de oro hay tal acumulación de ma teria que el espíritu de vino necesitaría, para igualar esa canti dad de materia, de un espacio veintiún veces mayor que el que ocupa el oro. Ahora bien, la acumulación de la materia y sus proporcio nes se hacen manifiestas a los sentidos por medio del peso. Pues el peso responde a la cantidad de la materia en las partes de un cuerpo tangible: mientras que el espíritu y su cantidad de ma teria no se hace computable por el peso; pues más bien aligera que agrava el peso. Y yo mismo he compuesto una tabla muy exacta de esto; en ella he anotado los pesos y volúmenes de to dos los metales de las principales piedras, de las maderas, de los líquidos y de los aceites y de otros muchísimos cuerpos tanto naturales como artificiales; cosa sumamente útil, tanto por la claridad de información como para la aplicación en la práctica;

teria permanece igual, y no se aumenta ni disminuye. Ni es me nos verdadero aquello de que: en los mismos espacios o dimen siones se contiene más o menos de la cantidad aquella de la ma teria, según la diversidad de los cuerpos: como por ejemplo más en agua y menos en aire; de modo que si alguien asegurase que

y que puede revelar muchas cosas mucho más allá de lo espera do. Y no ha de tenerse por la mejor de todas, el hecho de que nos demuestre que toda la variedad que se encuentra en los cuerpos tangibles, a nosotros conocidos (me refiero a los cuer pos bien unidos, y no a los completam ente esponjosos y hue cos y llenos de aire en su mayor parte) no excede las proporcio nes de 1 a 21: tan limitada es la naturaleza, o al menos aquella parte de ella cuyo uso nos interesa pr incipalmente. He juzgado también propio de ésta mi solicitud, el probar

* Lentor tiene una significación bastante amplia: elasticidad, tenacidad, viscosidad. En el contexto de Bacon la palabra parece empleada en toda su amplitud.

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si podrían calcularse las Proporciones entre los cuerpos no tan gibles o neumáticos y los cuerpos tangibles. Esto lo intenté valiéndome de este artificio. Tomé un frasco de vidrio j° contener una onza, aproximadamente, usando un recipiente pequeño, a fin de que la evaporación subsiguiente requiriera menos calor. Este frasco lo llené de espíritu de vino casi hasta el cuello; eligiendo el espíritu de vino a causa de que yo obser vé por medio de la tabla anterior que de los cuerpos tangibles (que están bien unidos y no son huecos) éste es el más ralo y el que menos materia contiene para su dimensión. Después anoté cuidadosamente el peso del líquido* y el del frasco mismo. Tras esto, tomé una vejiga que contendría unas dos pintas: Exprimí en ella todo el aire que pude hasta que los dos lados de la veji ga estaban en contacto: antes la estregué además con aceite fiotándola ligeramente para hacerla más cerrada y dejar obturadas con el aceite las porosidades si había algunas. Até fuertemente esta vejiga cerca de la boca del frasco, metiendo la boca de éste dentro de la boca de la vejiga, con un hilo un poco encerado para que se adhiriera mejor y sujetase más estrechamente. Luego, finalmente, coloqué el frasco en un hornillo con carbones encendidos. Y poco después el vapor o soplo del es píritu de vin o, dilatado por el calor y convertido en fluido, fue inflando poco a poco la vejiga y la dejó extendida toda ella por todas partes a modo de vela. Una vez hecho esto,** inmedia tamente aparté el vidrio del fuego y lo puse sobre una alfom bra*** para que no se quebrase con el frío; inmediatamente * El texto dicepondus aquae. Aqua en este sentido general no se emplea; es posible que, como sugiere Fowler, deba sustituirse por spiritus. ** La forma factum Juit, que el autor emplea con tanta frecuencia (cf. p. ej. unas líneas más abajo), se distingue de la formafactum est en que por me dio de aquélla se pretende indicar un estado que ha subsistido en el pasa do dura nte algún tiempo, mientras que esta última indicaría un estado que subsiste actualmente. Matiz que en este caso no encerraría importancia al guna. *** Tapetem,acusativo inusitado de tapete, — generalmente neutro , deri vado del griego Tcmqc;, qioc;, (mase.), “alfombr a o tapiz” El acus. masculi no, tapetafulgentem, se encuentra en Silio. [288

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también hice un agujero en el extremo de la vejiga, no fuera que el vapor, convertido de nuevo en líquido, se depositase en el fondo y estropease los cálculos. Y entonces quité la vejiga misma y tomé el peso del espíritu de vino que quedaba. Y de ello computé cuánto se había convertido en vapor o fluido; y hecha la comparación de cuánto lugar o espacio había llenado aquel cuerpo mientras era espíritu de vino en el frasco y a su Vez cuánto espado había llenado desde que se había converti do en vapor en la vejiga, calculé los resultados; de los cuales claramente aparecía que el cuerpo aquel, así convertido y trans formado, había adquirido una expansión cien veces mayor que la que tenía antes. Supongamos, de un modo semejante, que la naturaleza en cuestión sea el calor o el frío, pero en un grado tal que, por su debilidad, no sean percibidos por los sentidos. Estos se hacen perceptibles a los sentidos por medio de u n tubo termométrico, tal como lo he descrito más arriba. Pues el calor y el frío mismos no se perciben al tacto; pero el calor dilata el aire y el frío lo contrae. Asimismo, esa expansión y contracción del ai re no se perciben a la vista; pero el aire aquel, dilatado, hace bajar el agua y, contraído, la hace subir; y sólo así, finalmente, se hace claro a la vista; no antes ni en otra forma. Supongamos, asimismo, que la naturaleza en cuestión sea la mezcla de los cuerpos, a saber: cuánto contienen de agua, acei te, de espíritu, de ceniza, de sales y cosas a este tenor; o también (en particular), cuánto de manteca, de cuajada, de suero, etc., contiene la leche. Esto se hace perceptible a los sentidos, en lo que respecta a cuerpos tangibles, por medio de ingeniosas y há biles separaciones. Pero la naturaleza del espíritu que hay en ellos, aunque no se manifiesta directamente, se la descubre por los diferentes movimientos y esfuerzos de los cuerpos tangibles, en el acto mismo y en el proceso de su separación. Y en esta par te los hombres han trabajado, es cierto, con decisión en destila ciones e ingeniosas separaciones; pero no con mejor éxito que en los demás experimentos aún en uso, con métodos de tanteo y caminando a ciegas, y con más esfuerzo que inteligencia; y lo peor de todo, sin imitación o emulación alguna de la naturale[289

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za, sino destruyendo, con el empleo de violentos calores y f¡, zas excesivamentepoderosas, todo lo más delicado del esquema' tismo de los cuerpos, que es en lo que principalmenteresiden las virtudes ocultas y afinidades de las cosas. Y tampoco suelen recordar ni observar los hombres, durante esas separaciones 10 que otras veces han advertido, y es que, durante las pruebas, tan to por medio del fuego como por otras formas, se comunican a los cuerpos, ya sea por el fuego, ya por los cuerpos que seem plean para la separación, muchísimas cualidades que antes no existían en ellos; de donde sorprendentes errores. Pues ni todo el vapor que se emite del agua por medio del fuego, era antes va por o aire en el cuerpo del agua; sino que se srcinó en gran par te de la dilatación del agua procedente del calor del fuego. De un modo semejante, en general, todas las pruebas exce lentes de cuerpos tanto naturales como artificiales, por medio de las cuales se distinguen los verdaderos de los adulterados y los mejores de los peores, deben referirse acá; pues reducen lo no sensible a lo sensible. Deben, pues, ser recogidas de todas partes con diligencia y cuidado. 5. En lo que respecta al quinto género de encubrimiento* es evidente que la acción de los sentidos se consuma en el mo vimiento y el movimiento, en el tiempo. Si pues, el movimien to de un cuerpo fuera tan lento o tan veloz que no fuera pro porcion ado a los momentos en los cuales se realiza la acción del sentido, el objeto no es percibido en absoluto, como sucede en el movimiento de la aguja del reloj y respectivamente en el mo vimiento de la bala de mosquete. Ahora bien, el movimiento que no es percibido a causa de su lentitud, se revela fácilmente de ordinario a los sentidos por las sumas del movimiento; pero el que no es percibido a causa de la velocidad, no se lo ha po dido aún medir bien; y sin embargo la investigación de la natu raleza requiere que se haga esto en algunos casos. * Latitantiae, parece neologismo de Bacon o de su época, ya que no se encuentra ni en el Du Cange; es un abstracto formado sobre el participio de presente de latito; en Quintiliano (7, 2, 46) hay un latitatio con esa misma sig nificación.

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6. En cuanto al género sexto, en el cual los sentidos están entorpecidos por el excesivo poder del objeto, admite reduc ción a ellos, bien por el apartamiento de ellos del objeto, bien por amortiguamiento del objeto po r la interposición de un me dio tal que debilite, pero no anule el objeto; o bien por admi sión o recepción del objeto en reflejo, en caso de que el cho que directo sea demasiado fuerte, como por ejemplo el del sol en un barreño de agua. 7. El séptimo género de encubrimiento es aquel en el cual el sentido está tan recargado por el objeto, que no hay lugar pa ja admitir un nuevo objeto, y no tiene lugar casi más que en el olfato y los olores y no tiene gran aplicación a lo que se trata, por tanto, quede aquí esto de las maneras de reducir lo no sen sible a lo sensible. Sin embargo, algunas veces la reducción se hace, no a los sentidos del hombre sino a los de algún animal, cuyos sentidos aventajen en algo a los humanos; como en la reducción de al gunos olores al sentido del perro, o en la de la luz, que existe de un modo latente en el aire no iluminado desde fuera, al sen tido del gato, de la lechuza y de otros animales así, que ven de noche. Pues acertadamente observó Telesio262que en el aire mis mo hay cierta luz srcinal, aunque débil y tenue y en su mayor parte no utilizable para los ojos del hombr e ni de la mayor par te de los animales; empero los animales a cuyo sentido se aco moda esa luz, pueden ver de noche; lo que difícilmente puede creerse que tenga lugar sin luz o por luz interior. Debe tenerse en cuenta que estoy tratando de las deficien cias de lós sentidos y de sus remedios. Pues los engaños de los sentidos deben remitirse a las indagaciones particulares acerca de los sentidos y el objeto de los mismos: poniendo aparte aquel gran engaño de los sentidos, o sea* aquel por el que és262 cfr. De Rerum Natura, I, 3. En De Principüs atque Originihus Bacon ex pone en detalle las opinio nes de Telesio. * Nimirum quod, causal, empleada aquí con mero valor explicativo; nitnirum(de nemirum) pasó de afirmativa enfática, en el mejor uso clásico, a un valor explicativo, análogo al devideticet, quippe, nempe, etc., muy en uso entre los humanistas.

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tos establecen las líneas de las cosas por analogía con el hom bre y no por analogía con el universo, y que no puede corregirse sino por la razón y la filosofía universal. XLI Entre los hechos preferente s pondré en decimooctavo lugar los hechos delcamino (Instantias Viae),a los que llamo también y hechos articulados (I hechos caminantes (Instantias Itinerantes) Articúlalas). Estos son los que señalan los movimientos de la naturaleza en su progreso gradual. Pero esta clase de hechos escapa a la observación más bien que a los sentidos. Pues es sorprendente la falta de cuidado de los hombres en este pun to; pues no estudian la naturaleza más que inconstantemente y a intervalos y cuando los cuerpos están completos y acaba dos, y no en su elaboración. Ahora bien, si alguien quisiere examinar y estudiar el talento y habilidad de un artífice, ese tal no se contentaría con ver primero los rudos materiales de la obra y luego las obras acabadas, sino que querría más que nada estar presente cuando el artífice está trabajando y reali zando su obra. Pues algo semejante ha de hacerse respecto a la naturaleza. Por ejemplo: $Í alguien estuviere haciendo una investigación sobre la vegetación de las plantas, debe ponerse a observar desde la siembra misma de la semilla y observar (lo que fácilmente puede hacerse sacando semilla de la tierra to dos los días, semilla que ha estado metida en la tierra dos, tres, cuatro días y así adelante, y examinándola cuidadosa

huevos; en los cuales es fácil observar los procesos de vivifica ción y organización y ver qué partes proceden de la yema y cuá les de la clara del huevo y otras cosas por el estilo. El mismo mé todo ha de aplicarse para el estudio de los animales engendrados por putrefacción. Pues el de los animales perfectos y terrestres que se haría sacando el feto del útero, sería una indagación po co humana; si no es aprovechando oportunidades de abortos, de cacerías y otras semejantes. En todo caso, ha de montarse un sis tema de guardia nocturna cerca de la naturaleza, ya que ésta se uiuestra mejor de noche que de día. Pues estos estudios pueden considerarse como esencialmente nocturnos por la escasez y continuidad de iluminación que requieren.* Esto mismo ha de intentarse con las cosas inanimadas; que es lo que yo he hecho en la investigación de la expansión de los líquidos por el fuego. Pues uno es el modo de expansión del agua, otro el del vino,•otro el del vinagre, otro el del onfacio** y muy otro el de la leche, el del aceite y otros más. Lo cual es fácil de comprobar haciéndolos hervir a fuego lento y en un vaso de vidrio en el cual puede observarse todo con la mayor claridad. Pero todas estas cosas no las trato ahora más que su cintamente, ya que hablaré de ellas203 con más detenimiento y exactitud cuando llegue al descubrimiento del proceso latente. Pues ha de tenerse siempre presente que en este capítulo no es toy tratando del manejo de las cosas mismas, sino solamente aduciendo ejemplos. * El texto dice:Istae enim contemplationes tanquam nocturnas censenpossit, ob lucernas parvitatem et perpetuationem;la dificultad del pasaje, traducido de tan diversas maneras, parece est ribar en la vaguedad de la palabra lucerna, la

j. mente) cómo ysi cuándo la semilla empieza a hincharse dila tarse y como dijéramos, a llenarse de espíritu; cómoy empie j . primera significación de la palabra era la de la “lámpara de aceite”, opuesta a za luego a romper la corteza y a echar fibras, elevándose al candela , y procede de la raíz kukt que ha dado lux y pasó al sentido de “iluminación en el trabajo nocturno” hasta significar éste mismo, como en el tex\ mismo tiempo un tanto hacia arriba, a menos que el terreno z ; to de Juvenal, 1,51: base ego non credamVenusina digna lucerna? ¿No creeré yo sea muy duro; cómo echa fibras, unas radicaleshacia abajo, esto digno de la lucubración Venusina? otras cauliculareshacia arriba, que a veces se deslizan lateral I■ ** Onfacio: jugo de frutos no maduros: del griego ópcpáxiov derivado de mente, si en esa dirección encuentran el terreno más abierto 6pcpa£, “racimo en agraz”. y fácil; y muchas cosas por el estilo. ■. 263 Como se recordará, no llegó a desarrollar ese tema. Cfr. nuestra nota 234 y los aforismos 21 y 52 del libro II. De un modo parecido, se ha de examinar la eclosión de los

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XU l

Entre los hechos preferentes pondré en decimonoveno W los hechos suplementarios o sustituimos,a los que llamo tambiénh . Éstos son los que aportan información allí donde chos de refugio el sentido falla por entero; y por tanto a ellos nos acogemos cuando no podemos obtener hechos apropiados. Esta sustitu ción puede hacerse de dos maneras: por aproximación gradual o por analogía. Por ejemplo: no se encuentra medio alguno que anule por entero la acción del imán en mover el hierro: ni que se interponga oro, plata, piedra, vidrio, madera, agua, aceite, te la, cuerpos fibrosos, aire, llama, etc. Sin embargo, por medio de pruebas precisas es posible que pueda encontrarse algún medio que atenúe su virtud más que ningún otro, comparativamente, en esto, en algún grado: como si por ejemplo, el imán no atra jera igualmente al hierro a través de una masa de oro de igual grosor que una capa determinada de aire o a través de la plata al rojo que al de la en frío y así por el estilo. Yo no he hecho estos experimentos, pero es suficiente proponerlos como ejemplo. De un modo semejante; no hay cuerpo alguno de los conocidos que, aproximado al fuego no recoja calor. Y sin embargo, el ai re se calienta mucho más pronto que la piedra. Pues tal es la sus titución que tiene lugar por la aproximación gradual. La sustitución por analogíaes útil, sí, pero menos segura, y por tanto ha de aplicarse con cierta discreción. Es la que se aplica cuando se hace entrar lo no sensible en el campo de los sentidos, no por operaciones sensibles del cuerpo mismo im perceptible a los sentidos, sino por la observación de algún cuerpo sensible, afín a él. Supongamos, por ejemplo, que se esté haciendo investiga ción sobre la mezcla de espiritosos, que son cuerpos invisibles: parece que hay cierta afinidad entre los cuerpos mismos y la ma teria que los nutre y alimenta. Ahora bien, parece que el alimen to de la llama es el aceite y los cuerpos grasos; el del aire, el agua y los acuosos: pues la llama se multiplica sobre las exhalaciones de aceite, el aire sobre el vapor de agua. Debemos pues fijarnos en la mezcla de agua y aceite que se muestra patente a los sen E29 4 j

tidos, ya que la mezcla de llama y aire escapa al sentido. Pero el aceite y el agua se mezclan muy imperfectamente por composi ción o agitación: estos mismos, en cambio, en las hierbas, en la sangre y en las partes todas de los animales, forman una mezcla muy fina y acabada. Así también es posible que algo semejante tenga lugar con la mezcla de llama y aire en el terreno espirito so*: pues éstos, aunque no mantienen bien su mezcla por sim ple fusión, sin embargo parecen estar mezclados en los espíritus de plantas y anímales; como se ve especialmente por el hecho de que todo espíritu animado se nutre de estos dos húmedos, el graso y el acuoso, como de alimento suyo propio. Asimismo, si la investigación versara, no sobre las mezclas ya más perfectas de principios espiritosos, sino sobre su com posición; a saber* si los tales se incorporan fácilmente unos con otros, o si más bien no hay, por ejemplo, ciertos vientos y ex halaciones u otros cuerpos espiritosos, los cuales no se mezclan con el aire común, sino que solamente permanecen y flotan en él en forma de glóbulos y gotas; y están más bien partidos y desmenuzados por el aire que en él admitidos e incorporados con él; lo cual no puede hacerse perceptible a los sentidos en el aire común y demás cuerpos espiritosos a causa de la sutile za de estos cuerpos, sin embargo, una imagen de esto, de có mo y hasta qué punto tiene esto lugar, puede uno trazársela por lo que acaece con tales líquidos como el mercurio, el acei te y el agua; así también con el aire al romperse, cuando se dis persa en el agua y sube a través de ella en pequeñas burbujas; asimismo con algunas clases más espesas de humo; y finalmen te, con el polvo que se levanta y flota en el aire; en todos los cuales no hay incorporación; Ahora bien, la representación que he descrito no es mala para esta cuestión, siempre que se haya averiguado diligentemente de antemano que puede haber entre los cuerpos espiritosos, la misma heterogeneidad que en tre los líquidos; pues entonces será el caso de poder sustituir por analogía estas imágenes por aquéllas. * El “spiritu vitalis” era considerado por Bacon como compuesto de ai::rey llama (notas de Fowler). [295 ]

Y en cuanto a los hechosestos de suplemento , y en cuanto lo que dije de que hay que recurrir a ellos como último refuto y sacar información de ellos cuando falten los hechos direc tos, quiero, sin embargo, que se entienda que los tales son también de gran utilidad aun cuando se disponga de hechos directos, a saber, para corroborar la información de acuerdo con los propios. Pero de todas estas cosas hablaré con más de talles cuando pase a tratar a su debido tiempo de los apoyos de la inducción.

XLIII Entre los hechos preferent es pondré en vigésimo lugar loshe chos cortantes , a los que llamo también hechos aguijantes , aunque por ra zón diferente. Los llamo aguijantesporque aguijan la in teligencia, cortantesporque cortan la naturaleza: por lo cual a veces los llamo también hechos democráticos. Tales son los que advierten al entendimiento sobre la admirable y exquisita suti lidad de la naturaleza a fin de que se despierte y despabile pa ra atender, observar y estudiar debidamente. Por ejemplo: El hecho de que una gotita de tinta alcance para tantas le? tras o líneas. El de que la plata dorada pueda estirarse en tamaña longi tud de hilo dorado. El de que un gusanillo diminuto como el que se encuentra en la piel, posea por sí mismo espíritu y órganos variados. El de que un poco de azafrán baste para teñir un tonel de agua. El de que un poco de algalia o yerba olorosa* baste para perfum ar un v olumen mucho mayor de aire. El de que con un poco de sahumerio** se levante una nu be tan grande de h umo. * Aroma (del griego dptopa) significaespecia, yerbaolorosa . ** Suffilus, derivado de suffio, “fumigar”.

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El de que se propaguen en todas direcciones por el aire di ferencias tan sutiles de sonidos como son los de las voces arti culadas y que penetren, aunque sea muy debilitadas, por los agujeros y poros hasta de la madera y el agua y que hasta reper cutan, y con tal rapidez y precisión. El de que la luz y el calor, a través de tan grandes espacios, y con tal rapidez, atraviesen, sustancias sólidas de vidrio y agua y con tan rica y exquisita variedad de imágenes y sufriendo ade más refracciones y reflexiones. El de que el imán actúe a través de toda clase de cuerpos, aun los más compactos. Pero lo más extraño es que, en todas estas operaciones, pa sen a través de un medio indiferente* como lo es el aire, sin que la acción de uno estorbe mudho la de otro: esto es, que a un mismo tiempo caminen por los espacios del aire tantas imá genes de objetos visibles, tantas impresiones de sonidos articu lados, tantos olores distintos, de violeta, de rosa, etcétera; ade más, calor, frío, influencias magnéticas; y todo esto, digo, si multáneamente y sin obstaculizarse entre sí, como si cada uno tuviera sus propios caminos y travesías independientes, sin choques ni encuentros de unos con otros. A estos hechos cortantes suelo acoplar con provechosos he chos que yo llamo límites de dirección, como el que, en los ejem plos que he aducido, si bien una acción n o pertur ba ni obsta culiza a otra cuando es de distinto género, cuando lo es del mismo una vence y destruye a la otra: por ejemplo, la luz del sol a la de la luciérnaga; el sonido del cañón a la voz; un olor más fuerte a uno más delicado; u n calor más intenso a un o más templado; una lámina de hierro interpuesta entre un imán y una pieza de hierro destruye la acción del imán. Pero de estas cuestiones tendré otra vez lugar oportuno de hablar entre los apoyos de la inducción.

* Adiaphoras, cf. nota supra. [297

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XLIV

estas siete clases de hechos y con ellos daré por terminada la parte esta acerca de las prerrogativas y ventajasde los hechos.

Queda hecha la exposición de los hechos que ayudan a los sentidos, los cuales son de especial utilidad para la parte infor mativa, Pues la información tiene un prin cipio en los sentidos. Pero el fin de todo el asunto está en la práctica.264Y así como aquél es el principio, éste es el fin- del asunto. Así pues, van a continuación los hechos que son de mayor utilidad para la par te operativa(o práctica). Son éstos de dos clases y siete en nú mero y yo los designo a todos con el nombre general de hechos prácticos,265Ahora bien, en la parte operativa hay dos inconve nientes y otras tantas ventajas de sus hechos en general (dignitates* instantiarum ). Pues la operación o bien nos engaña o nos abruma. La causa principal de engaño en la operación (sobre todo cuando se han examinado con cuidado las naturalezas) es por la mala determinación y medición de las fuerzas y acciones de los cuerpos. Ahora bien, las fuerzas y acciones de los cuer pos se circunscriben y miden, o por las distancias del espacio, o por los momentos del tiempo, o por concentración de canti dad, o por predominio de energía; y a menos que estas cuatro cosas hayan sido calculadas con precisión y cuidado, tendre mos quizá ciencias hermosas en teoría, pero ineficaces en la práctica. Y estás cuatr o clases de hechos que merecen referirse para este propósito las den omin o con un solo nombre: hechos matemáticosy hechos de medida , La práctica resulta onerosa o bien por la mezcla de cosas inútiles, o por la multiplicidad de instrumentos, o por la masa de materia o de cuerpos que puedan requerirse para una obra determinada. Por eso deben tenerse muy en cuenta aquellos he chos que o bien dirigen la práctica a cosas que más útiles son a la humanidad o ahorr an instrumentos o economizan materiales y armas. Y a estas tres clases de hechos las designo con el solo nombre de hechos propicios o benévolos . Y hablaré por separado de 204 Cfr. I, 3 y 11,4in fine. 265 Los “siete hechos preferentes” que siguen corresponden a la “parte in formativa” * Cf. nota de Fowíer. [298

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XLV Entre los hechos preferent es pondré en vigesimoprim er lugar los hechos de la vara o regla, a los que denomino también hechos de alcanceo de no más lejos.Pues las energías (virtutes)y movi mientos de las cosas actúan y se desenvuelven a distancias no indefinidas o accidentales, sino finitas y determinadas; y es de la mayor importancia para la práctica el averiguar y observar es tas distancias en cada una de las naturalezas estudiadas, no só lo para evitar su malogro sino para que sea más poderosa y ri ca. Pues a veces nos es posible alargar el campo de las energías y, como si dijéramos, acortar las distancias; como por ejemplo cuando nos valemos de telescopios. Pero la mayor parte de estas energías (virtutes)actúan y ope ran solamente cuando hay contacto manifiesto; como sucede con el choque de cuerpos donde el uno.no mueve al otro a me nos que el impelente toque al impelido. Así también, las me dicinas que se aplican al exterior como ungüentos y emplastos, no ejercen su virtud si no es tocando el cuerpo. Finalmente, los objetos del acto y gusto no hieren estos dos sentidos a menos de estar en contigüidad con estos órganos. Hay también otras energías que actúan a distancia, aunque muy pequeña, pocas de las cuales han sido advertidas aún, a pesar de que hay muchas más de las que los hombres sospe chan; así, tomando ejemplos bien conocidos, el ámbar y el aza bache atraen pajas; las burbujas acercadas a otras burbujas las disuelven; algunas medicinas purgantes atraen los humores del cerebro y otros por el estilo. Del mismo modo aquella virtud magnética por la cual el hierro y el imán o dos imanes entre sí, se juntan, actúan dentro de un límite de acción fijo, pero redu cido; pero si existe una virtud magnética que emana de la tie rra (un poco más abajo de la superficie) sobre una aguja de hie rro para su polaridad, actúa a gran distancia. [299

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Asimismo si hay algún poder magnético que actúe n consenso entre el globo de la Tierra y los graves, o entre el * bo de la luna y las aguas del mar (lo que hacen muy creíble! flujos y reflujos de cada medio mes), o entre el cielo estrellado y los planetas por el cual éstos son llamados y atraídos hacia su apogeo, todos éstos actúan a distancias sumamente remotas Danse también ciertas inflamaciones de materias que tienen lugar a distancias bien grandes; como se cuenta de la nafta de Babilonia. Asimismo el calor se comunica a grandes distancias, lo mismo que el frío; tanto así que los habitantes de Canadá, por el frío que íes llega, perciben las moles o masas glaciales que se desprenden y flotan por el Océano Septentrional y que son llevadas a través del Atlántico hacia aquellas costas. También los olores (aunque en éstos parece que hay siempre ciertos desprendimientos corpóreos) actúan a distancias notables; como lo advierten los que navegan cerca del litoral de la Florida y de algunos litorales de España, donde hay bosques enteros de limoneros, naranjos* y plantas olorosas por el estilo, o bosque bajo de romero, mejorana y otras semejantes. Finalmente, las radiaciones de la luz y las impresiones de los sonidos se dejan sentir a muy largas distancias. Pero todas estas cosas, lo mismo que actúen a cortas que a largas distancias, actúan seguramente a distancias limitadas y determinadas según su naturaleza, de modo que hay en ellas un no más lejos (Non ultra): y esto en proporción a la masa o cantidad de los cuerpos, al vigor o debilidad de su energía {virtutum\ a los apoyos u obstáculos del medio; todo lo cual deberá computarse y anotarse. Asimismo, deberán calcularse y anotarse las medidas de los movimientos violentos (como se los llama) tales como de proyectiles, cañones, ruedas y cosas semejantes, ya que tam bién éstas tienen claramente sus límites fijos. Encuéntranse también ciertos movimientos y energías de naturaleza contraria a éstos que operan p or con tacto y no a distancia; es decir, que obran a distancia y no en contacto; y asimismo que obran más difícilmente a menor distancia y con * Corrige arantiorumpor aurantiorum.

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0rís fuerza a distancia mayor. Así la visión no se realiza bien al contacto sino que precisa de cierto medio y distancia. Cierto que yo recuerdo haber oído contar a cierta persona digna de fe que, haciéndose una cura de cataratas en sus ojos (la cura consistía en introducir una pequeña aguja* bajo la primera membrana del ojo para remover la película de la catarata y empujarla hacia el ángulo del ojo), había visto clarísimamente la aguja aquella moviéndose por encima de la pupila misma. Aunque eSto sea cierto, es cosa clara que cuerpos algo grandes no pueden verse bien y distintamente sino es en el vértice del cono formado por los rayos del objeto que se juntan a cierta distancia (del mismo). Es más, en los viejos, el ojo ve mejor colocando el objeto más bien un poco lejos que cerca. Del mismo modo en los proyectiles es cosa cierta que el impacto no es tan fuerte a una distancia muy corta como un poco más lejos. Así que deben notarse estas cosas y otras semejantes en las medidas de los movimientos en lo que respecta a las distancias. Existe también otro género de medida local de movimientos que no debe omitirse. Pero éste pertenece a los movimientos no progresivos sino esféricos; es decir, que se refiere a los cuerpos que se expanden en una esfera mayor o que se contraen en una menor. Pues entre tales medidas de movimientos debemos indagar cuál es el grado de compresión o extensión que los cuerpos (según su naturaleza) sop ortan fácilmente y sin violencia, y a qué grado empiezan a resistir hasta que por fin no aguantan un más allá (Non Ultra);como si comprimimos una vejiga inflamada, ésta soporta cierta compresión del aire, pero si ésta se hace mayor, el aire no lo aguanta y se rompe la vejiga. Pero yo he probado esto mismo con más exactitud por un experimento más delicado. Tomé una campanita de metal, liviana y delgada, como las que se usan para saleros, y la sumergí en * El primer sentido de festuca es el de “paja”, “tallo”; luego la vara con que se tocaba al esclavo en la ceremonia de la manumisión (de donde creo derivó el sentido que tuvo en la Edad Media, cf. Du Cange, s. v.) y por fin varillamuy delgada, especie de tiento o calador de cirujano, que es lo que parece designarse aquí.

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un barreño de agua de modo que llevara consigo al fondo del barreño el aire contenido en su concavidad. Con antelación ha bía yo colocado en el fondo del barreño un gíobito sobre el que debía descansar la campanita. Con esto sucedía que si el globj to aquel era suficientemente pequeño en proporción a la cavi dad, el aire se contraía a u n espacio menor y solamente se redu- 1 cía en espacio sin ser expulsado. Pero si el globito era de un ta- ■ maño un poco mayor de lo que el aire hubiera de ceder sin di- 1 Acuitad, entonces el aire no sufriendo la presión mayor elevaba la campana de algún lado y ascendía en burbujas. ; Igualmente para probar la extensión (lo mismo que la com presión) que el aire podía aguantar, hice lo siguiente: tomé un huevo de vidrio, con un pequeño agujero en un extremodel huevo. Saqué el aire por el agujero con una fuerte succión y en seguida obturé el agujero con el dedo; sumergí el huevo en el agua y luego aparté el dedo. El aire, deformado por la tensión causada por la succión y dilatado fuera de su dimensión natu ral y tratando por tanto de contraerse y reducirse (de modo qué si el huevo no hubiera estado sumergido en el agua, hubiera Sí atraído el aire con un silbido), atrajo el agua en cantidad que: ; pudiera bastar para que el aire recuperara su antigua esfera o di mensión. Pues es cosa cierta que cuerpos enrarecidos (como lo es el aire) permiten un grado notable de contracción, como se ha dicho; pero los cuerpos tangibles (como el agua) permiten la compresión con más dificultad y en menor extensión. Cuál es la que él permite lo he indagado yo con el siguiente experi mento: Hice construir un globo hueco de plomo capaz de conte ner unas dos pintas y de paredes bastante gruesas para soportar un buen esfuerzo. Metí agua en él por un agujero hecho en él; una vez lleno de agua el globo, obturé el agujero con plomo derretido, de modo que el globo quedara bien firme. Después aplasté el globo por dos lados opuestos con un martillo fuerte; con lo que necesariamente hubo de reducirse a un espacio me nor, puesto que la esfera es la figura de mayor capacidad. Cuando el martillo resultaba ya insuficiente, a causa de la re[ 30 2 ]

sístencia del agua, eché mano de un molino* o tórculo; hasta que, finalmente, el agua, no soportando más presión, empezó á destilar a través del metal sólido en forma de- fino rocío. A continuación calculé el espacio perdido por la compresión; y concluí que otra tanta había sido la compresión soportada p or el agua, au nque apremiada po r un a gran violencia.266 Pero los cuerpos muy sólidos, secos o más compactos, ta les como las piedras, madera y metales, soportan una compre sión o extensión mucho menor, casi imperceptible; pues se li bran sea partiéndose, sea moviéndose hacia adelante o por otros esfuerzos; como se observa en la madera o en el metal cuando se los curva, en los relojes que se mueven por una lá mina curvada, en los proyectiles, en la martiílación de metales y en muchísimos otros movimientos. Pues bien, todas estas co sas con sus medidas, deben averiguarse y anotarse en el estudio de la naturaleza, bien por un cálculo directo o uno apreciativo o por comparación, según lo que el caso permita.

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. ... XLVI

Entre los hechos preferentes pondré en vigésimo segundo lu gar loshechos de currículo , a los que denomino tamb ién hechos del agua:tomando el término de las clepsidras de los antiguos en las que se echaba agua en vez de arena. Estos miden la natura leza por pe ríodos de tiempo, cómo los hechos de la vara por gra dos de espacio. Pues todo movimiento o acción natural se rea* Mo kndim m: Du Cange, s. v.: molendinum vel mokndinus, pro Moktrina seuPistrino.Priscis ignotam constat, vocemque ess e nuperam eta mediaeaetatis Scrip. M. por Maletrina o Pistrino. Esta voz fue descono  toribus tantum usurpatam cida de los antiguos; es nueva y usada sólo por escritores de la Edad Media. 266 Cfr. II, 50 (2). Eüis señala (nota 100) que unos cincuenta años después de la publica ción del Novum Organum, Megalotri, que era secretario de la Academia del Cimento en Florencia, repitió el experimento con un globo de plata. Tal ex perimen to fue m uy cono cido en su época bajo el n omb re de “ experimento florentino”; Leibniz se refiere a él en los Nouveaux Essats.

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liza con tiempo ; unos con más velocidad, otros con más lenti tud, pero en todo caso en períodos fijos y determinados por la naturaleza de las cosas. Aun las acciones que parecen cumplía se súbitamente y en un cerrar de ojos, como suele decirse, $e advierte que admiten más o menos en cuanto a tiempo. Así vemos, en primer lugar, que las revoluciones de los cuerpos celestes se realizan en tiempo calculado; lo mismo el flujo y reflujo del mar. La marcha de los pesados hacia la tierra y de los livianos hacia el espacio de los cielos, se realiza en pe ríodos determinados en relación de los cuerpos que se mueven y del medio en que se mueven. El movimiento de los barcos de vela, ios movimientos de los animales, la traslación de los proyectiles, todos ellos se realizan igualmente en tiempos cal culables en cifras (en el promedio). En cuanto al calor, vemos que los niños en invierno se lavan* las manos en las llamas sin quemarse y que los malabaristas, con movimientos ágiles y uni formes ponen boca abajo y otra vez boca arriba vasos llenos de vino o de agua sin verter el líquido. Y muchas cosas por el es tilo. Asimismo se hacen compresiones, dilataciones y efusiones de cuerpos, unas con más rapidez, otras con más lentitud, se gún la naturaleza del cuerpo y del movimiento, pero todas en lapsos determinados. Así se nota también que en la descarga si multánea de muchas piezas de artillería, que a veces se deja oír a treinta millas de distancia, oyen primero el sonido las que es tán a poca distancia del lugar donde se produce la explosión que los que están lejos. Aun en la vista, cuya actuación es rapi dísima, es claro que se requieren también ciertos movimientos de tiempo para su realización: como se prueba por las cosas

írellado se ve en el momento mismo en que existe o un poco después;267y si no existe, en lo que concierne a la visión de los cuerpos celestes, un tiempo real y un tiempo aparente, no me nos que existe un lugar real y un lugar aparente que está calcu lado por los astrónom os en las paralajes. De todo pun to increí ble me parecía el que las imágenes o rayos de los cuerpos celes tes pudieran llegar instantáneamente a nuestra vísta a través de espacios tan inmensos y que debieran más bien demorar un lapso notable. Pero esta sospecha de un lapso grande entre el tiempo real y el aparente se me desvaneció después al conside rar la infinita pérdida y dism inución de cantidad, que causa la distancia en cuanto a la apariencia, del cuerpo verdadero de la estrella y la imagen vista: y observar juntamente a qué gran dis tancia (sesenta millas al menos) se ven instantáneamente en la Tierra los cuerpos con sólo que ofrezcan matiz blanco. Ahora bien, está fuera de duda que la luz de los cuerpos celestes so brepasa con mu cho en fuerza de radia ción n o sólo el vivido co lor de la blancura, sino la luz de tod a llama conocida de n oso tros. Además, aquella velocidad inmensa de los mismos cuer pos celestes que se observa en el movimiento diurno (que de tal modo maravilló aun a varones graves que prefirieron creer en un movimiento de la Tierra) hace más creíble este movi miento de emisión de los rayos salidos de ellos (aunque de pro digiosa velocidad, como he dicho). Pero lo que más mella hi zo en mí fue el hecho de que si se interpusiera espacio alguno notable de tiempo entre la verdad y la apariencia, sucedería que las imágenes serían interceptadas y confundidas frecuente mente por las nubes surgidas en el ínterin y otras perturbacio

que po r la velocidad del movimiento n o pueden ser vistas: co mo sucede con la bala disparada por una escopeta. Pues es más veloz el vuelo de la bala "que la impresión de su imagen lleva da sobre el órgano de la vista. Y este hecho y otros semejantes han hecho nacer en mí una duda muy extraña: a saber, si el aspecto del cielo sereno y e$~

nes semejantes del medio. Y esto sea lo dicho acerca de las me didas simples del tiempo. Pero no es sólo en ellos mismos donde debe buscarse la medida de los movimientos y acciones, sino también y mucho

* Sic en el texto: sin duda quiere expresar que se frotan y refrotan las manos en las llamas como si se lavaran.

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267 Observación muy justa, por cierto. Hoy se sabe que la luz proveniente de las estrellas más próximas tarda más de tres años en llegar hasta nosotros y de algunas estrellas remotas más de dos mil años. Lo que sigue prueba que Bacon no tenía una idea clara de la distancia que nos separa de las estrellas.

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más en comp aración; pues esto es de u n u so excel ent e y d e ¿ ca aplicación. Así sabemos que en la descarga de un cañón s ve el fogonazo antes que se oiga la explosión. Sabemos tam b ié n q ue las im ág en es de la v is ió n so n re cib id as p o r l a vis ta co n más rapid ez qu e se bo rran de ella; por eso sucede que la s cuer das de un instrum ento pulsadas por el dedo parece n dobl es 0 tripl es a causa de que se reci be un a imagen n ueva antes de qUe se borre la anterior; po r eso tam bién sucede que los ani llo s qu e giran parecen globos y una antorcha encendida llevada a gran velocidad en la noche parece tener u na cola de fuego. Tamb ién sobre este principio de la desigualdad de los movimientos en cuan to a velocidad

fon do Cald eo268 su explicación del fl

ujo y

reflujo del mar; o sea por girar la tierra con más rapidez y las; aguas con más lentitud; en consecuencia, las aguas se acumu lan y levantan primeramente y luego ceden y caen, como se p u e d e p ro b ar en u n b ar re ñ o de ag ua m o v id o co n rap id ez , Te ro él imaginó esto dando por admitido lo que no es admisible: (a saber, qu e la T ierra se m ueve)2 69 y ade más sin es tar bien im formado del movimiento de cada seis horas del océano. Pero un ejemplo del asunto de que estoy tratando, esto es, de las medidas comparativas de los movimientos pero no sólo de la cosa misma sino también de su extrema importancia (de: la que he hablado un poco más arriba) manifiesta bien en las minas subterr áneas con pólvora; en las que, con sólo un poco de pólvora, se remueven y arrojan al aire moles inmensas de tierra y de edificios de toda clase, Y la causa de todo ello es, sin duda, ésta: que el movimiento de dilatación de la pólvora que los remueve, es muchas veces más rápido que el movimiento de gravedad que se le opon e; de m od o q ue el primer mo vi-, miento ha parado antes de que el movimiento contrario haya 268 EUis señala que esta explicación que atribuye Bacon a Galileo no es.: exacta. Según Galileo las mareas se deben a la velocidad diversa en distintos puntos de la superficie de la Tierra debido a sus dos movim ientos, alrededor de su eje y en la órbita. Bacon no logra ver la importancia de ambos moví-; míentos en la explicación que da Galileo. 269 Según Fowler (nota 42) Bacon afirma aquí ta n sólo que Galileo había; admitido como supuesto lo que debía ser probado.

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comenzado; con lo que, en el principio, la resistencia viene a ser nula. De aquí proviene también el que en los proyectiles de toda especie el impulso que más ayuda a la proyección es más bien seco y rápido que fuerte. Ni en los animales le hub iera si do posible a una pequeña cantidad de espíritu animal, especial mente en masas tan vastas de cuerpo como las de la ballena o eí elefante, mover y regir tal mole corpórea si no foera por la velocidad de movimiento del espíritu y la torpeza de la masa corpórea para aplicar la resistencia. En fin, ésta es una de las bases principales de los experi mentos en la magia natural de los que voy a hablar ahora; en los cuales una pequeña masa de materia se sobrepone a una mucho mayor y la regula: lo cual sucede, creo yo, cuando pue de conseguirse una antelación de movimientos por la veloci dad de uno antes de que empiece a actuar el otro. Por último, en toda acción natural debe observarse esta dis tinción de primero y después:al modo como en la infusión del ruibarbo, primero se extrae la fuerza purgante y después la as tringente; algo semejante he notado yo en una infusión de vio letas en vinagre; de la cual se percibe primero el olor delicado y suave de la flor y después la parte más de tierra y agreste de la flor que destruye el perfume. Por eso si se sumergen violetas en vinagre por un día entero se percibe el aroma con mucha me nos intensidad que si se las tiene en vinagre por sólo un cuarto de hora y luego se las saca y (dado que el espíritu aromático de la violeta es poco) si se pon en violetas frescas cada cuarto de ho  ra hasta seis veces, finalmente se enriquece la infusión de tal manera que aunque no se han tenido violetas frescas en el vina gre más que hora y media, queda en él un aroma exquisito no inferior al de la violeta por un año entero. Pero hay que notar que el aroma no llega a su plenitud sino hasta después de un mes de la infusión. Cierto que en las destilaciones de aromas macerados en espíritu de vino, se levanta al principio una flema ácuea y sin valor; luego un agua que tiene más del espíritu de vino y por fin un agua que contiene más aroma. Y en las desti laciones se encuentran muchísimas cosas a este tenor que son dignas de nota. Pero como ejemplos basten los dados. [307

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XLVII Entre los hechos preferentes pondre mos en vigésimotercer lu gar los hechos de cantidad, a los que llamo también dosis de la na turaleza(vocablo éste que tomo de la medicina). Son aquellos que miden las fuerzas por la cantidad de los cuerpos y mues tran en cuanto interviene la cantidad del cuerposobre el modo de esasfuerzas. Y primeramente hay ciertas fuerzas que no subsis ten más que en una cantidad cósmica, es decir, en una canti dad tal que esté en avenencia con la configuración y estructu ra del universo. Así la Tierra está firme; sus partes son caducas Las aguas de los mares tienen flujo y reflujo, no así las de los ríos si no es por penetración del mar. En segundo lugar casi to das las fuerzas particulares obran según la mayor o menorcan tidad del cuerpo. Las grandes acumulacion es de agua n o se co rrompen fácilmente, las pequeñas con facilidad. El vino y la cerveza se hacen y se dejan beber mucho antes, envasados, que en grandes toneles. Si se echa una hierba en una cantidad gran de de líquido se tiene una infusión y no una impregnación de la hierba; si en una pequeña, se tiene una impregnación y no una infusión. Sobre el cuerpo humano un efecto produce un bañ o y otro distin to una ligera aspersión. Así ta mbién ligeros rocíos dispersos en el aire no caen nunca, sino que se disper san e incorporan con el aire. Y soplando sobre una piedra pre ciosa se puede ver aquella ligera humedad disolverse inmedia tamente como una nubecita disipada por el viento. Del mis mo modo, un pedazo de imán no atrae un trozo de hierro tan grande como el imán entero. De otro lado hay ciertas fuerzas en las que es más efectiva la escasez de cantidad; como para atravesar un punzón agudo penetra más pronto que uno ob-i tuso; un diamante puntiagudo corta el vidrio y otras cosas por el estilo. Pero no debemos detenernos en cosas imprecisas sino que deben hacerse observaciones sobre las proporciones de la canti dad del cuerpo con su modo de actuación. Pues lo más natural sería creer que se corresponderían las proporciones de la canti dad y la del modo de actuación; y así que si una bola de plo[ 30 8 ]

jno de una onza cae en tanto tiempo, una de dos onzas habría ¿e caer con doble r apidez, lo que es completam ente falso.270Ni son válidas las mismas proporciones para todo género de fuer zas sino que difieren mucho. Por tanto estas medidas deben sa carse de las cosas mismas y no de conjeturas o verosimilitudes. Finalmente, en toda inquisición de la naturaleza debe ob servarse qué cantidad del cuerpo -como si dijéramos qué do sis- es la requerida para tal efecto e insertar precauciones con tra demasiadoo muy poco.

XLVIII Entre los hechos preferentes pondré en vigésimo cuarto lugar los hechos de lucha , a los que llamo también hechos de predomi nio.271 Estos indican el predom inio o la inferior idad de fuerzas de unas con respecto a otras, y cuál de ellas es más fuerte y se sobrepone, y cuál más débil y sucumbe. Pues en los cuerpos hay movimientos y esfuerzos de los cuerpos, compuestos, des compuestos y complicados, no de otra manera que los cuerpos mismos. Propondremos, pues, en primer lugar, las principales especies de movimientos o de virtudes activas, a fin de hacer más clara la comparación de poder de las mismas y con ello la explicación y designación de los hechos de la lucha o del predomi nio. (1) Movimien to primero: Sea el primer movim iento el de resistencia (antitypiaef de la materia que va inherente a cada una de las partes de ella y en virtud del cual no permite ser ani quilado: de modo que no hay incendio, presión, violencia al270 Bacon tenía conoc imie nto, co mo se desprende de éste y otros pasajes, de los experimentos realizados por Galileo sobre la caída de los cuerpos des de la torre de Pisa alrededor de 1590; si bien nunca cita a Galileo sobre esta cuestión. 271 Los “hechos de pred omini o” de que se habla aquí, sólo coinciden en el nombre con los denominados “predominantes” -también llamados “he chos ostensivos”—en II, 24. * De l griego ávT irun ía.

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guna, ni tampoco transcurso de tiempo o duración que pueda reducir a ía nada a parte alguna de la materia por pequeña que sea: que la impida ser algo y ocupar algún lugar, y, cualquiera que sea ía dificultad en que se encuentre, se liberará, bien sea cambiando de forma o de lugar o bien quedando tal cual es y está, si no hay otra posibilidad: sin poder nunca llegar a ser na da o a no estar en parte alguna. La Escuela (que casi siempre define y designa las cosas más por sus efectos y trastornos que por sus causas íntimas) denota este mov imiento o bien por el axioma aquel de que “dos cuerpos no pued en estar en un solo lug ar*' o bien la llama Kmovimiento para evitar penetración de dimensio nes^.No me parece preciso dar ejemplos de este movimiento pues es inherente a todo cuerpo. (2) Sea el segundo movimiento el que yo llamo de cone xión; por él los cuerpos no permiten que parte alguna de ellos quede separada y sin contacto con otro cuerpo, ya que los cuerpos aman la mutua conexión y contacto. A este movimien to la Escuela lo llama w movimiento paraevitar el vacio”', tal suce de cuando el agua se eleva por succión o por una bomba; la carne po r las ventosas; o cuando el agua se detiene y no sale en vasijas perforadas a menos que se destape ía vasija para que en tre el aire, y mil ejemplos por el estilo. (3) Sea el tercer movimiento el que yo llamo de libertad;y por él los cuerpos se esfuerzan por librarse de la presión o ten sión que no sea la natural y volver a la dimensión que convie ne a su naturaleza. De este movimiento hay también innume rables ejemplos; tales son (y hablo del escape de la presión) el del agua en la natación, el del aire en el vuelo, el del agua en el remar, el del aire en las ondulaciones de los vientos, el del muelle en el reloj. Y un ejemplo no malo del movimiento del aire comprimido se nos muestra en esas escopetas de juguete que usan los niños: se ahueca una rama de saúco o cosa pare cida y se rellena el tubo con un pedazo de raíz jugosa o algo semejante en ambos extremos; luego con un émbolo se empu ja la raíz o el relleno que sea hacia la otra salida; con lo que se hace salir con estrépito la raíz por el otro extremo y esto antes de llegar a ella con el otro relleno o con el émbolo. Un movi [ 310]

miento de escape de la presión se nos presenta en el aire que queda en los huevos de vidrio después de la succión, así como en las cuerdas, en el cuero y en la tela que se retrotraen tras la tensión, a menos que la distensión se haya hecho firme por la duración pr olongada, etc. La Escuela hace referencia a este mo  vimiento bajo el nombre de movimiento que se produce de acuerdo a laforma del elemento (Motus exforma elementi)\112 bas tante impropiamente, en verdad, ya que este movimiento no pertenece solamente al aire, al agua o a la llama, sino a toda cla se de cuerpos consistentes como madera, hierro, plomo, tela, membrana, etc., en todos los cuales cada cuerpo presenta su lí mite particular de dimensión, fuera del cual difícilmente se de jan llevar en extensión apreciable. Mas como este movimiento de libertad es el más com ún de todos y se presta a infinitas apli caciones, será prudente distinguirlo bien y con toda claridad. Pues hay algunos que por lamentable falta de cuidado confun den este movimiento con los dos movimientos anteriores de resistencia y conexión; esto es, el de evasión de la presión con el movimiento de resistencia y el de evasión de tensión con el movimiento de corrección; como si los cuerpos comprimidos cedieran o se estiraran para que no se produjera penetración de dimensiones (penetrado dimensionum); y los cuerpos distendidos se recogieran para que no se produjera el vacío. Pero si el aire comprimido hubiera de contraerse hasta la densidad del agua o la madera hasta la de la piedra, no sería precisa la penetración de dimensiones; y sin embargo la compresión en estos dos cuerpos llegaría a ser mucho mayor que la que aguantan de cualquier modo que sea, tal como son. Del mismo modo, si el agua pudiera dilatarse hasta llegar al estado de enrarecimiento que tiene el aire, o la piedra hasta el de la madera, no seguiría de precisión el vacío: y sin embargo la extensión que se daría en ellos sería mucho mayor que la que alcanzan de cualquier modo que sea tal como son. Así pues no se llega a la cuestión de penetración de dimensiones o a la del vacío sino es en los últim Se trata de la tendencia que tienen los elementos a preservar o reco brar su propia consistencia. 1

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mos límites de condensación y rarefacción; y sin embargo esos movimientos se encuentran mucho más acá de esos límites y no son otra cosa que deseos de los cuerpos de conservarse en sus consistencias o como ellos55, dirían, en sus formas, y de no apartarse súbitamente de ellas y sin que se los altere por modos suaves y con su consentimiento. Pero mucho más necesario es (por las muchas cosas que lleva tras sí) que se inculque a los hombres que el movimiento violento (que yo llamo mecánico y D emócr ito,273 que en la exposición de sus movimientos primeros ha de colocarse aun más abajo que los filósofos mediocres, movimiento del golpe), no es otra cosa que el movimiento este de libertad, es decir, de evasión de compresión hacia la relajación. Pues lo mismo que se trate de una mera impulsión o de vuelo por el aíre, no se da movimiento o traslación de lugar antes de que el cuerpo impelen te haya actuado sobre las partes del cuerpo impelido y comprimídolas más allá de lo soportable por su naturaleza. Y entonces, empujando unas partes a otras sucesivamente se pone el todo en movimiento; no sólo avanzando sino también girando al mismo tiempo; para librarse así también las partes, de la presión, o distribuirla más por igual. Y hasta aquí de este tercer movimiento. (4) Sea el cuarto movimiento aquel al que yo he dado el nombre de movimiento de materia,** el cual en cierto modo es el movimiento opuesto al de libertaddel que acabo de hablar. Pues en el movimiento de libertad, los cuerpos aborrecen, repugn an y h uyen una nueva dimens ión, u na nueva esfera o una nueva dilatación o contracción (pues toda esta diversidad de términos sugieren una misma cosa) y se afanan con todas sus fuerzas por reaccionar y recobrar su antigua consistencia. Pero* por el contrario, en este movim iento de materia los cuerpos desean una nueva esfera o dimensión y tienden hacia ella con * Los escolásticos. 273 Sorprende la actitud despectiva hacia Demócrito, a quien Bacon elogia frecuentemente. Sobre el “movimiento del golpe51cfr. II, 35. ** Motus Hyk$: Hyles es genitivo griego de üXq, madera o materia.

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gusto y aceleradamente y a veces, como en el caso de la pólvora, con extrema violencia. Los instrumentos de este movimiento, no únicos en verdad, pero sí los más poderosos o al menos los más frecuentes, son el calor y el frío. Por ejemplo: el aire cuando se lo dilata por tensión (como por una succión en el huevo de vidrio) se esfuerza con gran deseo de recobrarse a sí mismo como era. Pero si se lo calienta, tiende por el contrario a dilatarse y ansia una nueva esfera Y pasa a ella con facilidad como una nueva forma (como dicen ellos); y después de alcanzar cierto grado de dilatación no se cuida del retomo a aquélla a no ser invitado a ello por el frío; pero esto no es retomo sino nueva transmutación. Lo mismo que el agua: si se la contrae por presión se resiste y quiere volver a lo que fue, es decir más dilatada. Pero si interviene un frío intenso y continuado, cambia espontáneamente y con facilidad a la densidad del hielo; pero si se prolonga mucho el frío sin interrupciones de calor (como sucede en grutas y cavernas de cierta profundidad) se convierte en cristales o materias semejante y no vuelve nunca a ser como era. (5) Sea el quin to movimiento el movimiento de continui dad (continuationis). Pero no de continuidad simple y primaria con algún otro cuerpo (pues éste es el movimiento de conexión) sino de continuidad de sí mismo en un cuerpo fijo y determinado. Pues es cosa absolutamente cierta que todos los cuerpos aborrecen la solución de continuidad; unos más y otros menos, pero todos algo. Pues mientras que en los cuerpos duros (como el acero o el vidrio) la resistencia a la discontinuidad es sumamente fuerte y poderosa, en los líquidos, en los que parece desaparecer o al menos ser muy débil, no falta por completo, sin embargo, sino que se da en ellos, si bien en un grado ínfimo, por decirlo así, y se denuncia en muchísimos experimentos; como en las burbujas, en la redondez de las gotas, en los delgados hilitos de las goteras, en la tenacidad de los cuerpos glutinosos, etc. Pero este apetito se muestra sobre todo cuando se intenta llevar la discontinuidad a fragmentos muy pequeños. Pues en los morteros, cuando se ha llegado a cierto grado de trituración, el pistadero no produce efecto alguno; el agua no [ 313]

penetra en hendiduras muy pequeñas; el aire mismo, no obs tan te la sutilidad de su naturaleza, no se cuela inmediatamen te por los poros de vasijas de cierto grosor y sí solamente tras una larga insinuación. (6) Sea el sexto movimiento el que llamo movimiento pa ra lucro o de indigencia . Éste es aquel por el cual los cuerpos que están colocados entre otros completamente heterogéneos y enemigos, como si dijéramos, si encuentran ocasión u oportu nidad de evitar esos cuerpos heterogéneos y unirse a otros más afines (aunque estos cuerpos afines sean tales que no tengan una estrecha unión en ellas) se prenden a ellos, sin embargo, de inmediato y los anteponen como preferibles; y parecen consi derar esto como una ganancia (,lucriloco ) y como necesitados de tales cuerpos. Por ejemplo: el oro o cualquier otro metal en ho ja parece que no gustara del aire que le rodea. Y por tanto sí encuentra algún cuerpo tangible grueso (como el dedo o el pa pel u otra cosa cualquiera) se adhiere a él en seguida y no se aparta de él con facilidad. El papel, la tela y cosas semejantes tampoco se llevan bien con el aire que le penetra y que va en-: tremezclado entre sus poros, Y por tanto absorben con gusto el agua o líquido y expulsan el aire. Un terrón de azúcar o una esponja sumergidos en agua o vino, pero dejando afuera una parte de los mismos de modo que sobresalga con mucho del agua o del vino, atraen gradualmente y poco a poco hacia arri ba el agua o el vino. De aquí se saca una regla excelente para la abertura y diso lución de cueqpos. Pues dejando de lado corrosivos y aguas fuer tes que se abren camino por sí mismas, si se puede encontrar un cuerpo proporcionado con algún cuerpo sólido y más en armo nía y amistad que aquel con el que está mezclado como por ne cesidad, éste se abre y relaja en seguida y recibe adentro a aquél otro, echando y apartando al primero. Pero este movimiento para lucrono actúa o existe solamente en contacto directo. (7) Sea el séptimo movimiento el que yo llamo movimien to de congregación mayor (Congregation is Majoris)por él los cuer pos se dirigen hacia las masas de naturaleza semejante; los cuerpos graves hacia el globo de la Tierra, los leves hacia el ám[ 314]

§jto del cielo. La Escuda distinguió a éste con el nombre de :274 por consideraciones superficiales,' bien movimiento natural: fuera por no haber nada visible exteriormente que produjera eSte movimiento (y consi derándolo por tanto inn ato e inheren te a las cosas mismas), o bien quizá porque es perpetuo. Lo cual no es nada extraño: pues el cielo y la Tierra están siempre presentes mientras que las causas y orígenes de la mayor parte de los demás movimientos unas veces están presentes y otras ausentes. Y así a este movimiento que no cesa nunca y que, mientras que los demás cesan, él está presente en el acto, lo de claró perpetuo y propio, y a los demás, accidentales. Pero este movimiento es en realidad bastante débil y flojo y tal que a no ser en cuerpos de gran volumen, cede y sucumbe a los demás movimientos mientras están en acción. Y aunque este movi miento ha llenado de tal m odo las mentes de los hombres que casi eclipsó los demás movimientos, sín embargo bien poco es lo que los hombres conocen acerca de él y están en muchos errores sobre el mismo. (8) Sea el octavo movim iento el movim iento de congrega ciónmenor, por el cual las partes homogéneas en un cuerpo se separan de las heterogéneas y se asocian entre sí; por él tam bién cuerpos enteros se abrazan y fomentan unos á otros por similitud de sustancia y a veces sé convocan y se traen y jun tan desdé considerables distancias: como cuando en la leche falta la crema, y en el vino las heces y el tártaro se posan en el fondo. Pues estas cosas no se realizan solamente p or los mov i mientos de gravedad y levedad por los cuales unas partes tien den a la superficie y otras se dirigen al fondo; sino más bien por el deseo de los homogéneos de unirse y asociarse entre sí. Pero este movimiento difiere del movimiento de indigenciaen dos cosas. Una, que en el movimiento de indigenciael estímu lo principal es el de una naturaleza maligna y contraria, mien tras que en éste (con sólo que no medien vínculos ni obstácu los) las partes se unen por amistad y sin que medie una natu274 Cfr. I, 66 y II, 36 (ó) sobre la distinción entre el movimien to natural y el violento.

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raleza ajena que promueva querella; la otra es que la unión es aquí más estrecha y como quien dice con mayor elección. Bn aquél, con sólo que se evite el cuerpo hostil, cuerpos, aun no muy emparentados entre sí, se unen, mientras que en éste se asocian sustancias ligadas entre sí por lazos de estrecha semejanza y como si dijéramos se c ombinan en uno. Este movimiento reside en todos los cuerpos compuestos; y fácilmente se dejaría ver en cada caso, si no estuviera ligado y frenado por otros apetitos y necesid ades de los cuerpo s que perturban esta ? unión. Ahora bien, este movimiento está trabado la mayor parte de las veces, de tres maneras: por el embotamiento de los cuerpos, por el freno del cuerpo domin ante y p or el movimiento extemo. En cuanto al entorpecimiento de los cuerpos, es cosa segura que en las sustancias tangibles hay inherente cierta inercia en mayor o menor proporción y una aversión a moverse de un lugar; de modo que, a no ser excitadas, prefieren quedarse como están en su estado, que marchar hacia algo mejor. Sacúdese este embotamiento con el auxilio de tres cosas: por'el calor, por la acción (virtutem) eminente de algún cuerpo afín o por un impulso vivo y poderoso. En cuanto a lo primer o o sea el auxilio del calor, de ahí procede el principio de que el calor es aquello que separa losheterogéneosy junta los homogéneos,definición justamente ridiculizada por Gilbert cuando dice que es como si alguien definiera al hombre como un ser que siembra trigo y planta viñas: que es una definición por los efectos, y esos, particulares. Y aun peor resulta aquella definición; pues aquellos efectos, tal como son, no proceden de u na propiedad

auxilio procedente del impulso, se manifiesta en las saetas de madera y con punta también de madera, que penetran más profundamente en la madera que si llevasen p un ta de hierro, ¡o cual se debe a la semejanza de sustancia, eliminado el embotamiento de la madera por la rapidez del movimiento; de ambos experimentos he hablado en el aforismo de los hechos clandestinos. El tratamiento o ligación del movimiento de congregación menor causada por el enfrenamiento producido por un cuerpo dominante, se observa en la descomposición de la sangre y de la orina por el frío. Pues en tanto y mientras que esos cuerpos estuvieron llenos del espíritu activo que ordena y ciñe, como un señor del conjunto, todas y cada una de sus partes de cualquier género que sean, las diversas partes del mismo no se asocian por coerción; mas luego que aquel espíritu se haya evaporado o haya quedado sofocado por el frío, entonces las partes liberadas del freno se asocian siguiendo su deseo natural. Y así sucede que todos los cuerpos que contienen un espíritu enérgico (como las sales y cosas parecidas) duran y se mantienen sin disolverse a causa del freno permanente y durable de ese espíritu d omina nte y avasallador. Ese tratamiento y ligación del movimiento de congregación menor llevado a cabo por un movimiento exterior, se observa sobre todo en las agitaciones de los cuerpos que impiden su putrefacción. Pues toda putrefacción se fun da en la congregación de partes homogéneas; de lo que poco a poco resulta la corrupción de la primera forma (como ellos la llaman) y la generación de una nueva. Pues a la putrefacción, que tiende el ca-

del calor si no es accidentalmente (pues el frío hace lo mismo, como luego diremos), a saber del deseo de asociación de las partes homogéneas; y el calor n o hace más que ayudar a sacudir el embotamiento, embotamiento que antes había trabado aquel deseo. En cuanto al auxilio proveniente de una virtud encerrada en un cuerpo afín, esplende de un modo admirable en el imán armado que despierta en el hierro la virtud de suspend er a otro hierro por afinidad de sustancia, eliminando el embotamiento del hierro por la virtud del imán. En cuanto al

mino para la generación de una nueva forma, la precede la disolución de la antigua; que no es otra cosa que la reunión de partes heterogéneas. Y de ésta, si no se ve impedida, resulta una simple disolución: pero si tropieza con diversos obstáculos, sígnense de esto putrefacciones que son rudimentos de una nueva generación. Pero si (como es el caso que aquí se trata) se hace una agitación insistente de movimiento externo, entonces el movimiento aquel de reunión (que es suave y delicado y necesita de quietud del exterior) se perturba y cesa; como vemos

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I que sucede en innúmeras cosas: por ejemplo, la agitación o la acción de hacer fluir el agua cada día, impide su putrefacciónios vientos previenen la pestilencia del aire; el grano vuelto y movido en los graneros se mantiene en buen estado; en fin to das las cosas que son sometidas a una agitación externa, con di ficultad se pudren interiormente. No d ebo om itir tampoco la reunión aquella de las partes de los cuerpos de la que proviene principalm ente el endurecimien to y la desecación. Pues cuando el espíritu o las partes húmedas convertidas en espíritu, han escapado de un cuerpo muy poro so (como el hueso, el pergamino y cosas semejantes) las partes

mera de estas virtudes, esto es, de la atracción. Notable es tam bién el mov imien to de atracción entre el m ercurio y el oro: de tal modo que el otro atrae al mercurio aun diluido en ungüen to; y los operarios que trabajan entre vapores de mercurio sue len tener en la boca un pedazo de oro para recoger las emana ciones de mercurio que de otro modo habrían de penetrar en sus cráneos y huesos; y por eso el pedazo de oro al poco tiem po se vuelve blanco. Y esto sea lo dicho acerca del movimien to de congregación menor. (9) Sea el noven o movimiento el movimiento magnético;el cual, aunque es del mismo género que el movimiento de con

gregación menor más gruesas se contraen y encogen con mayor energía., de don , todavía, opera a largasaparte; distancias y sobre grandes masas, merece como una investigación especialmen de se sigue el endurecimiento y la desecación; y yo creo que es te si no empieza por el contacto, como ía mayor parte de los to se produce no tanto por un movimiento de conexiónpara evi movimientos, ni conduce al contacto como todos los movi tar el vacío, como por este movimiento de amistad y unión. mientos de congregación, sino que eleva los cuerpos sin más o Pero en lo que concierne a la reunión a distancia, es poco los hace hincharse sin pasar más allá. Pues si la luna eleva las frecuente y rara; y sin embargo se da en más casos de los que aguas o hace que los cuerpos húmedos se hinchen, o el cielo se aprecia generalmente. Ejemplos de esto son la burbuja que estrellado atrae los planetas hacia un apogeo, o el sol sujeta los disuelve a otra burbuja, las medicinas que absorben los humo astros Venus y Mercurio para que no se alejen de su cuerpo más res por similitud de sustancia, la cuerda de un violín que hace que hasta una distancia determinada, parece que no se pueden sonar al unísono la cuerda de otro violín, y otros por el estilo. colocar con razón estos movimientos bajo los de congregación Yo creo que este movimiento es también vigoroso en los espí mayor o menor sino que son movimientos congregativos inter ritus de los animales, aunque es completamente desconocido. medios e imperfectos, y que por tanto deben constituir una es Y en todo caso se manifiesta con seguridad en el imán y en el ; i pecie propia. hierro imantado. Y puesto que estoy hablando de los moví- ; (10) Sea el décimo movimiento el movimiento de fuga ; mientos del imán convendría distinguir unos de otros con to movimiento que es exactamente el opuesto al de congregación da claridad. Pues hay cuatro virtudes u operaciones en el imán menor,por él los cuerpos huyen de los cuerpos enemigos, los que deben separarse y no confundirse, aunque ía extrañeza y admiración de ios hombres las ha mezclado. La primera es la ahuyentan, sepáranse de ellos y rehúsan mezclarse con ellos. Pues, aunque en algunas cosas, este movimiento pudiera pare de la atracción del imán hacia el imán, o la del hierro hacia el cer movimiento por accidente o por consiguiente (per accidens imán o la del hierro imantado hacia el hierro. La segunda es ía pues de su polaridad de norte a sur (verticitatis ejus ad septentriones et m t per consecuens) del movimiento de congregación menor, las partes homogéneas no pueden reunirse sino apartadas y re austrum) y al mismo tiempo de su declinación. La tercera, la de chazadas las heterogéneas; sin embargo, deberá establecerse es su penetración a través del oro, del vidrio, de la piedra y de to te movimiento por sí y formarse con él una especie, pues en do. La cuarta es ía de su poder de comunicación de su virtud muchos casos el apetito de fuga aparece como más importante de la piedra al hierro y del hierro al hierro sin comunicación que el apetito de unión. de sustancia. Pero en este lugar no m e ocupo más que de la pri [ 318]

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Este movimiento se significa eminentemente en las excre ciones de los animales y no menos en objetos que repugnan a alguno de los sentidos especialmente al olfato y al gusto. Pues el olor fétido, de tal modo es rechazado por el olfato, que se produce por simpatía un movimiento de expulsión en la boca del estómago; un sabor amargo y áspero de tal modo es rechazado por el paladar y las fauces, que produce por sim patía una sacudida de repugn ancia de la cabeza. Pero este mo vimiento tiene lugar también en otras cosas. Pues se deja ade rezar en ciertas antiperístasis: como en la de la región media del aire, en la que el frío parece ser una repulsión de la natu raleza iría de los confines celestes; y como los grandes calores y deflagraciones que se encuentran en lugares subterráneos que parecen ser repulsiones de la naturaleza cálida de las en trañas de la tierra. Pues el calor y el frío en pequeñas cantida des se destruyen mutuamente, pero en grandes cantidades y como si dijéramos en ejércitos regulares, como resultado del encuentro, se expulsan y desplazan recíprocamente. Dícese también que el cinamomo y otros perfumes conservan más tiempo su aroma cuando están cerca de letrinas y otros lugarres fétidos; porque rehúsan salir y mezclarse con tales hedo res. Es cosa cierta que el mercurio, que de otra forma se jun taría en una sola masa, es contenido de esto por la saliva hu mana, por la grasa de cerdo, la trementina y otras cosas aná logas: a causa del mal acuerdo que tiene con semejantes cuer pos; y sus partes, rodeadas por ellos, se r etraen de modo que resulta más fuerte el deseo de huir de tales medios envolven tes que el deseo del unirse con las partes semejantes; y esto es

bert,275 que no es fuga propiam ente dicha, sino con form idad y acoplamiento en una situación más acomodada. (11) Sea el undécim o movimiento el movimien to de asimi lación o de multiplicación de sí mismoo también de generación simple. Llamo yo generación simple , no la de cuerpos enteros (integralium) como en las plantas o animales, sino la de cuerpos similares. Esto es, que por este movimiento, cuerpos similares convierten a otros cuerpos afines o al menos bien dispuestos y preparados en su sustancia y naturaleza: como la llama, que, por el soplo o cuerpos oleosos, se multiplica y en gendra nue va llama; el aire que a base del agua y los acuosos se multipli ca, y engendra nuevo aire; el espíritu vegetal y animal que, a base de las partes muy tenues de sustancia tanto acuosa como oleosa en sus alimentos, se multiplica y engendra nuevo espí ritu; las partes sólidas de las plantas y animales, como las ho jas, la flor, la carne, huesos, etc., que asimilan separadamente y engendran sustancia reemplazante y sustentadora ( epiusiatrif de los jugos de los alimentos. Y nadie se complazca en desva riar con Paraceíso27é quien (cegado sin duda por sus destilacio nes) pretendía que la n utrición se realizaba solamente po r se paración y que en el pan o en cualquier a limento se encierran ojos, narices, cerebro o hígado; en el jugo de la tierra raíz, ho ja, flor. Pues así como el artífice de la rud a masa de piedra o de madera saca, por separación y renovación de lo superfluo, una hoja o flor, un ojo o nariz, mano, pie, etc., así afirma aquel que hace Arqueo, aquel artista interno, sacando de la co mida por separación y remoción los distintos miembros y par tes del cuerpo. Pero dejando a un lado estas futilidades, es muy

lo que llaman la mortificacióndel mercurio. Así también, dé] hecho de que el aceite no se mezcle con el agua no es tanto la causa la diferencia de peso, como el mal acuerdo entre ellos: como se manifiesta en el espíritu de vino, que siendo más ligero que el aceite se mezcla bien con el agua. Pero el movimiento de fuga es más claro que nunca en el nitro y otros cuerpos crudos semejantes que aborrecen la llama: como en la pólvora, el mercurio y también en el oro, Pero de la fuerza del hierro del otro polo del imán acertadamente nota Gil-

cierto que las diversas partes, tanto similares como orgánicas,

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275 Cff. Gilbert, D e M ag ne te, libro II, cap. 4. * E pi us iu s es un préstamo, del griego st uoúoioc ;, adjetivación con deriva ción del compuesto con érrt, del participio tov, o5oa, 6v, palabra de poco uso, cuya significación es la que se encuentra en la oración dominical “para el día presente” (étti Tqv oíioav (s. e. npépav) cfi Mateo 6. 11) o la de “para el día siguiente” m Observa Ellis (nota 110) que no ha podido enco ntrar en Paracelso nin gún pasaje que corresponda a la doctrina que le asigna Bacon.

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en los vegetales y en los animales se atraen jugos casi comunes o no muy diversos de sus alimentos con algo de selección y luego los asimilan y convierten en su naturaleza. Pero esta osimilación o generación simpleno tiene lugar sólo en los cuerpos animales sino que los inanimados participan también de ella, como se ha dicho de la llama y del aire. Más aun: el espíritu muerto277 que está encerrado en todos los cuerpos tangibles* está en actividad constante para digerir y convertir las partes más bastas en espíritu, que luego se exhala; de donde resulta una disminución y desecación de peso como he dicho en otra parte,278 Y no debe separarse de la asimilación aquel acreci miento que de ordinario suele distinguirse de la alimentación; como el barro que éntre guijarros se endurece y convierte en sustancia pétrea; la capa que se forma entre los dientes que se convierte en sustancia no menos dura que los dientes mismos, etcétera. Pues yo soy de opinión que en todos los cuerpos la te un deseo de asimilación no menor que el unirse a los ho mogéneos; pero esta virtud está sujeta y ligada como aquélla, aunque no por los mismos medios. Pero conviene estudiar con toda diligencia estos medios así como la forma de escapar de ellos pues lleva a la revigorización* de la vejez.279Finalmen te parece digno de nota el hecho de que en nueve de los mo vimientos de que he hablado,280 los cuerpos parecen apetecer solamente la conservación de su naturaleza mientras que, en este décimo, el de la propagación de ella. (12) Sea el movim iento duodécimo el movim iento de exci tación; movimiento que parece pertenecer al género de asimila ción e indiferentemente es así llamado a veces por mí. Pues es 277 Cfr. suHistoria Vitas et Mariis sobre la distinción entre spiritus mortmlisy spiritus vitalis. 278 Cfr. II, 40. * Refoállatio: abstracto de acción á t refocillo : refociüo,“revivir”, “vivificar”; : se encuentra en el lenguaje de la Vulgata y en los Padres (p. ej.: S. Zenón. Vi ta Malchi, 10) pero esté abstracto es un neologismo; Du Cange nos da refociUantiacomo sinónimo de solatium. 279 Éste es el propósito de orden práctico de laHistoria Vitas et Mariis. 280 Son nueve, excluyendo el primero que es común a toda materia.

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un movimiento difusivo y comunicativo, transitivo y multipli cativo como aquél; conviniendo con aquél en sus efectos por lo general, si bien difiere en el modo y en el sujeto de su ope ración. Pues el modo de asimilación procede por decirlo así, con autoridad e imperio; pues ordena e impone al asimilado convertirse y transformarse en el asimilante. Mientras que el movimiento de excitaciónprocede como si dijéramos con arte e insinuación y furtivamente; invita y dispone solamente al exci tado a tomar la naturaleza del excitante. Además el movimien to de asimilaciónmultiplica y transforma los cuerpos y las sus tancias y así se produce más llama, más aire, más espíritu, más carne. Mientras que en el movimiento de excitaciónsolamente se multiplican y transfieren las virtudes; produciéndose más ca lórico, más magnético, más putrefaciente. Y este movimiento se advierte sobre todo en lo caliente y en lo frío. Pues el calor no se difunde al calentar los cuerpos por comunicación del ca lor srcinal; sino solamente por excitación de las partes del cuerpo hasta el movimiento aquel que es la forma de calor; acerca de lo cual hemos hablado en la primera vendimia acerca de la naturaleza del calor*Por lo tanto, mucho más lenta y difí cilmente se excita el calor en la piedra o en el metal que en el aire, debido a la falta de disposición de esos cuerpos para aquel movimiento; de tal modo que es verosímil que pueda haber muy adentro en las entrañas de la fierra materias que rechacen totalmente ser calentadas; por estar desprovistas, a causa de su mayor condensación, del espíritu aquel en el que generalmente tiene principio este movimiento de excitación.281 De un mo do semejante, el imán dota al hierro de una nueva disposición de las partes y de un movimiento conforme; pero él no pierde nada de su virtud. De un modo semejante, la levadura del pan, el gusto de la cerveza, el cuajo de laleche y algunos de los venenos, despiertan y provocan un movimiento sucesivo y con* Inhabilitas e impromptitudoson abstractos nuevos, del lenguaje de los filósofos del escolasticismo. ■ 281 Tal afirmación parece implicar que el calor se comunica por medio de un espíritu, que está ausente en los cuerpos muy densos.

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tinuado en la masa de la harina, en la cerveza, en el queso, en el cuerpo humano; no tanto por la fuerza del excitante como por la predisposición y fácil entrega del excitado. (13). Sea el movimiento decimotercero el movimiento de impresión;282 que es también del mismo género que el movi miento de asimilación y es el más sutil de los movimientos di fusivos. Me ha parecido bien constituir con él una especie pro pia a causa de la diferencia marcada que hay entr e él y los dos anteriores. Pues el simple movimiento de asimilacióntransfor ma realmente los cuerpos; de tal modo que si quitas el primer móvil no hay diferencia alguna en lo que sigue. Pues ni el pri mer prendimiento de la llama, ni la primera conversión en ai re influyen para nada en la llama o en el aire que.deriva de ese engendramiento. De un modo semejante el movimiento de excitación .queda absolutamente por tiempo muy considerable apartado del primer móvil; como por ejemplo, en un cuerpo calentado tras haber apartado el calor primario; en un hierro imantado, apartado el imán; en la masa de harina, sacada la le vadura. En cambio el movimien to de impresión, aunque difu sivo y transitivo, parece depender siempre del primer móvil; de modo que si éste es removido o cesa de actuar, inmediatameríte se consume y perece, y por tanto también se consume en un momento o al menos en lapso cortísimo. Por esto a esos movimientos de asimilacióny de excitación los llamo yo movi mientos de la genera ción deJúpiter, porque la generación conti núa; y a este otro movimiento movimiento de la generación de Saturno, porque la criatura es devorada y absorbida inmediata mente. Este movimiento se manifiesta en tres cosas: en los ra

si bien los sonidos son conmovidos por los vientos como por ondas al atravesar el medio, ha de notarse sin embargo con mucho cuidado que el sonido no perdura todo el tiempo que se produce resonancia. Pues si se pulsa una campana, el soni do parece prolongarse por un buen lapso; por lo que alguien fácilmente puede caer en el error de creer que todo ese tiem po el sonido está com o flotan do y suspendido en el aire; lo que es completamente falso. Pues esa resonancia no es preci samente el mismo sonido, sino que se renueva. Lo cual se echa de ver al sosegar y contener al cuerpo batido. Pues si detene mos y afianzamos la campana hasta dejarla inmóvil, al instan te perece el sonido y no resuena más; o como en los instru mentos de cuerda, si después de la primera percusión se toca la cuerda ya sea con el dedo, como en la lira, o con la púa, co mo se hace en la espineta, al momento cesa la resonancia. Co mo si apartamos el imán en seguida cae el hierro. Pero la luna no puede ser apartada del mar, ni la tierra del cuerpo grave y por lo tant o no pued e hacerse experimento alguno con ellos;283 pero el principio es el mismo. (14) Sea el mov imien to decimocuarto el movimiento de conjiguraáón o posición; por el cual los cuerpos parecen apetecer no la unión o separación, sino la posición, colocación y con figuración respecto a otros. Este movimiento es muy abstruso y no bien investigado. Y en algunos casos parece como si es tuviera sin causa aunque en la realidad no es así, según yo creo. Pues si se preguntara la razón por la que el cielo gira de oriente a occidente y no más bien de occidente a oriente; o por qué rota alrededor de los polos que están cerca de la Osa

yos de luz, en las percusiones de los sonidos y en el magnetis mo, en lo que se refiere a la comunicación de su virtud. Pues retirada la luz, inmediatamente perecen los colores y las imá genes de ella; quitada la percusión primera y la sacudida del cuerpo causada por ella, poco después perece el sonido. Ríes

Mayor y no más bien en torno a Orion o en relación a cual quiera otra parte de cielo; tal cuestión parecería un desvarío* ya que tales hechos deb en aceptarse como c omprobad os y co mo positivos. Pero sin duda en la naturaleza hay de hecho co-

282 Este “movimiento ” se distingue de los dos últim os porque en él es ne cesaria la permanencia de la impresión srcinal para que se mantengan los: efectos.

283 Se sugiere aquí, lo mismo que en II, 45, que la caída de los cuerpos se debe a un fenómeno magnético. * Extasis quaedarn: dislocación, desplazamiento ; cf. un sentido análogo en Aristóteles, Problemata,953A en el derivadoextáticos,hablando de Ayax.

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sas últimas y sin causa, pero no parece que ésta esté entre ellas Pues yo creo que está determinada por cierta armonía y consenso del universo que escapa aún a la observación. Pues si admitimos que el movimiento de la Tierra es de occidente a oriente, subsisten las mismas cuestiones. Pues la Tierra se mueve si em pre so bre ci ertos po lo s. ¿Y por qué han de colocarse esos polos donde están, mejor que en otra parte? Asimismo la polaridad (vertidtas), la dirección y declinación del imán son asignables a este movimiento. Se encuentran también en los cuerpos tanto naturales como artificiales, especialmente en los consistentes y no fluidos, cierta distribución y colocación de las partes, y ciertos como pelos y fibras que deben ser cuidadosamente investigados; ya que hasta que no se los ponga en claro, eso s cuerpos no pueden ser manejados y controlados de un modo conveniente. Pero las corrientes esas de los líquidos, por las cuales, mientras éstos están bajo presión y antes de poderse liberar, se relevan alternativamente para soportar por igual la presión, las referimos más adecuadamente al movimiento de libertad. ( 1 5 ) Sea el movimiento decimoquinto el movimiento de tramiáón o movimiento según los lugares de paso (secundum Meatus); por el cual las virtudes de los cuerpos están más o menos atajadas o conducidas por su medio, de acuerdo a la naturaleza de los cuerpos y de las virtudes actuantes y a la del medio. Pues un medio cuadra a la luz, otro al sonido, otro al calor o al frío, otro a las virtudes magnéticas y otros a otras respectivamente. ( 1 6 ) Sea e l movim iento d ecimosexto el movimiento regio (así lo llamo yo) o político: por el cual las partes que predominan o imperan en un cuerpo frenan, doman, sujetan y ordenan las otras partes y las obligan a unirse, separarse, pararse, moverse y colocarse, no según sus deseos, sino conforme al orden y bienestar de aquella parte imperante; de modo que hay una especie de régimeno policía que. ejerce la parte dominante sobre las partes sometidas. Este movimiento se manifiesta sobre todo en los espíritus de los animales y mientras está en vigor, él es el que atempera todos los movimientos de las demás partes. Pero [

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se encuentra en otros cuerpos en grado un tanto inferior; como he dicho de la sangre y de la ori na que no se descompone n hasta que el espíritu que mantenía mezcladas y unidas sus partes haya sido sofoca do o dejado escapa r. Pero est e movim iento no está limitado absolutamente a los espíritus aun cuando en la mayor parte de los cuerpos dominen los espíritus debido a su rápido movimiento y a su penetración. Pero en los cuerpos más dens os y no henchidos de un espírit u vivaz y vigoroso (como el que hay en el mercurio y en el vitriolo), dominan más bien las partes más espesas (crassiores); de modo que si no se sacude, por algún procedimiento, ese yugo y freno, muy poco se puede esperar de nin guna nueva transformación de tal es cuerpos. Per o nadie crea que yo me he olvidado de lo que estoy tr atando; pues no tendiendo esta serie y distribución de movimientos a otra cosa alguna que a la m ejor investigación del predominio de aquellos por medio de casos instantes de lucha, quise hacer ya mención del predominio entremedias de los movim ie nt os m is m os . Pu es en la de sc rip ci ón de est e movimiento regio no trato del predominio de los movimientos o virtudes, sino del predominio de las partes en los cuerpos; pues este es el predominio que constituye esta especie particular de movimiento. (1 7 ) Sea el movim iento decimosép timo el movimiento es pontaneo de rotación por el cual los cuerpos que se complacen en el movimiento, y están en situación de ello, disfhitan de su naturale za y se siguen a sí mismos y no a otro y buscan por decirlo así sus propios abrazos. Pues parece que los cuerpos, o se mueven sin término, o están en quietud absoluta, o se dirigen a un término en el cual giren o descansen, según su naturaleza. Y los que están convenientem ente colocad os, si gozan con el movimiento, se mueven en círculo, con un movimiento, digámoslo ya, eterno e infinito. Los que están convenientemente colocados y aborrecen el movimiento, están en quietud absoluta. Los que no están convenientemente colocados, se mueven en línea recta (como camino más corto) en ruta al consorcio con sus connaturales. Pero este movimiento de rota ción admite nueve diferentes. La primera, respecto del centro

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alrededor del cual esos cuerpos se mueven; la segunda, respecto de los polos sobre los que se mueven: la tercera, respecto de su circunferencia u órbita según su distancia del centro: la cuarta, de su velocidad según que giren más o menos rápidamente: la quinta, del curso de su movimiento, según que sea de oriente a occidente o de occidente a oriente: la sexta, de la declinación del círculo perfecto en espirales más o menos distantes de su centro: la séptima, de la declinación del círculo perfecto en espirales más o menos distantes de sus polos: la octava, de la distancia mayor o menor de esas líneas espirales entre sí: la novena y última, de la variación de esos mismos polos si son mo vibles; la cual, sin embargo, nada tiene que v er con la rotación , a menos que sea circular. Est e mo vimien to .es considerado, en opinión común e inveterada, como propio de los cuerpos celestes. Por más que hay una grave disputa entre algunos autores, tanto antiguos como mod ernos, que han atr ibuido la rotacióna la Tierra. Pero quizá con mucha más razón se suscite controversia (si es que la cosa no está ya fuera de toda controversia) acerca de si este movimiento (admitiendo que la Tierra esté fija) se limita a los confines del cielo y no desciende más bien y se comunica al aire y a las aguas. El movimiento de rotaciónde los proyectiles, tales como dardos, saetas, balas de mosquete, etc., lo he relegado por entero al movi m ie n to de libertad.284 (1 8 ) Sea el movim iento decimooctavo el movimiento detrepidación, al cual tal como lo entienden los astrónomos yo no doy mucho crédito. Pero escudriñando cuidadosamente por todas partes los apetitos de los cuerpos naturales me sale al

el pulso de los animales; y debe hallarse por necesidad en todos los cuerpos que lo pasan en un estado así de desazón, entre convenientes e inconvenientes, de modo que, vejados, intentan liberarse y, rechazados una y otra vez, están, sin embargo, en perpetuas tentativas. (19 ) Sea el movimiento decim onoveno y último, aquel movimiento al que apenas si le cuadra el nombre de movimiento, siéndolo sin embargo por entero. A este movimiento me permito llamarle movimiento de reposo o de aversión al movi miento.Por es te movim iento la Tierr a se est á quieta con todax u mole, moviéndose sus extremos hacia el medio; no hacia un centro imaginario, sino hacia la unión. Por este apetito también todos los cuerpos notablemente condensado s tienen aversión al movimiento y por todo apetito tienen el de no moverse; y aunque en infinitas maneras se los aguije y provoque al movimiento, ellos sin embargo mantienen, en cuanto pueden, su naturaleza. Deben asimismo examinarse cuidadosamente la forma y punto de ese sometimiento de los movimientos. Es decir, si ceden totalmente, o si continúan resistiendo, pero están agarrotados. Pues aquí entre nosotros, no hay reposo alguno verdadero en los cuerpos, ni en el todo ni en las partes, sino solamente en apariencia. Y esa quietud aparente está causada, o bien por el equilibrio , o bien por un predominio absoluto de movimiento; por equilibriotal como en las balanzas, que se están quietas cuando los pesos son iguales; por predominio, como en los cántaros perforados, en los que el agua está quieta y retenida de caer por el predominio del movimiento de conexión. Sin

paso este movimiento y me parece que se le debe constituir en espec ie. Y es éste un m ovimiento de lo que pudiéramos llaman esclavitud eterna; en el cual, cuerpos colocados no del todo en consonancia co n su natura leza y, si n embargo n o del todo mal a gusto, están en trepidación constante y se mantienen en desasosiego, ni satisfechos con su estado, ni atreviéndose a pasar más adelant e. Este m ovimiento se encuentra en el corazón y en

embargo ha de observarse, como llevo dicho, hasta qué punto resisten esos movimientos que sucumben. Pues si alguien en lucha es arrojado al suelo, pies y manos atados o sujetos de alguna otra manera, y sin embargo lucha con todas sus fuerzas por levantarse, su esfuerzo no es menor, aunque no le valga. Pero las condiciones de este caso (esto es, si el movimiento que sucumbe es, por así decir; aniquilado por el predominio, o si continúa más bien la resistencia, aunque no se la advierta) que están latentes en los conflictos, se manifestarán acaso en los he-

284 “Movimiento tercero”,supra II, 36 (6).

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chos que concurren. Sup ongam os por ejemplo que se ha ga una prueba de tiro y probamos si una escopeta que lanza una bala a tal distancia en línea recta o como vulgarmente se dice en tiro al blanco, disparando hacia arriba, en que el movimiento del tiro es simple, hace un tiro más débil que hacia abajo, en que el movimiento de gravedad concurre con él. También han de recogerse las leyes de predominios que se presenten, como, por ejemplo, que tanto más común es el bien que se apetece, tanto más fuerte es el movimiento: y así el movi m ie n to de conexiónque contempla la comunión con el unive rs o, es má s fu ert e qu e el m ov im ie nt o de gra ve da d que sólo contempla comson unión con los cuerpos . Asimismo los apetitoslaque del bien particular, no densos prevalecen general- que mente contra los apetitos de un bien más general, sino en cantidades pequeñas. Lo cual ojalá se diera también en la política.

X L IX Entre los hechospreferent espondré en vigésimo qu into lug ar los hechos informantes (InstantiasInmentes); esto es aquellos que informan o denuncian lo conveniente al hombre. Pues el poder \ y el saberpor sí solos exaltan la naturaleza humana, pero no la beatifican. Por lo tanto, hemos de recoger del conjunto de las cosas, aquellas que más subvienen a los usos de la vida. Pero de éstas tendré lugar más oportuno de hablar cuando trate de las aplicaciones a la práctica. A de m ás , en la ob ra m ism a de Inte rpretación acerca de cada asunto, asigno siempre un lugar a la carta humanao carta de apetencias.Pues, qüerer y apetecer sens atamente, es parte de la ciencia.

cuencia; y por tanto excusan no poco trabajo y nuevas comprobaciones. De los instrumentos e ingenios* mismos tendré lugar oportuno de hablar, al tratar de las aplicaciones a la prácti ca y de lo s modos de experimentar. A de m ás lo s qu e se ha n de sc ubierto hasta ahora y están en uso, serán descritos en las historias particulares de cada una de las ciencias. De momento voy a adjuntar ciertas consideraciones generales acerca de ellos, como ejemplos únicamente de policresto o utilidad general. ; Y si se lo s ob lig a al m ov im ie n to , pa re ce n o ob st an te qu e ello s están siempre en procura de lo m ismo : recobrar su estado de reposo y no m overse más. Y mientras están en esto s e muestran diligentes y bregan con bastante agilidad y rapidez, como fastidiados e impacientes de toda demora. De este apetito, sólo es posible ver una imagen parcial; pues aq uí donde nosotros habitamos, por la verberación y acción temperánte de los cuerpos cele stes , todo lo tangible no sólo n o se ha conden sado hasta el tope, sino que hasta está mezclado con algo de espíritu. Por eso he dejado establecidas las especies o elementos simples de los movimientos, apetitos o virtudes activas, que son las más generales en la naturaleza. En ellas he reseñado una porción no pequeña de la ciencia natural. No niego sin embargo, que no puedan añadirse aun otras esp ecies, y qu e aun est as mismas divisiones no pu edan altera rse siguiendo venas más atinadas en las cosas o reducírselas a un número menor. Pero téngase presente que yo no he tratado aquí de divisiones abstractas de ningún géne ro: com o si dije que los cuerpos apetecen la conservación, la exaltación, la propagación o el disfrute de su naturaleza; o dije que los movimientos de las cosas tienden a la conservación y al bien ya del universo como la resistenciao la conexión;ya de lo s gra nd es co nj un to s, c om o lo s m ov im ie n tos de congregación mayor , de rotacióny de aversión al movimien to'.; ya de formas especiales, como los demás. Pues aunque esto

L

hechos preferente s pondré en vigésimo sexto lugar los hechos policrestos o hechos de utilidad general. Y so n aqu ello s Entre los

que se refieren a casos múltiples y que se presentan con fré [ 330]

* Ingeniado, que he traducido por eí término arcaico ingenio(máquina o artificio mecánico) está determinado por el análogo insirummtum que le precede. Véase la nota de Fowler a propósito de esta palabra que parece un neologismo de la época de Bacon.

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sería verdad, sin embargo, a menos de quedar limitado por líneas verdaderas en la materia y fábrica de las cosas, son especulaciones, y muy poco útiles. Entretanto éstas bastarán y serán de gran provecho para ponderar los predominios de las virtudes y descubrir las presencias (Instantias) de lucha; que es lo que aquí se pretende. Pues de los m ovimientos que yo he expuesto, unos son t otalmente invencibles; los hay más fuertes que otros, a los que atan, frenan y disponen; quiénes alcanzan más lejos que otros; quiénes adelantan a otros en rapidez; quiénes fomentan, robustecen, agrandan y aceleran a otros. El movimiento de resistencia es enteramente diamantino e invencible. Sobre si el movimiento de conexiónes invencible estoy aún indeciso. Pues yo no afirmaría con certeza que se dé el va cí o ni re co gi do en un lug ar, ni en tre me zc lado . Pero do y po r resuelto acerca de él que la razón aquella, por la cual Leucipo y D em óc ri to ad m iti er on el va cí o (est o es, po rq ue sin él un mis mo cuerpo no p odría llenar un espacio mayor o menor), e s fal sa. Pues existe evidentemente pliegue de materia que se repliega y de sp lie ga en el es pa ci o, de nt ro de lím ite s de term in ad os , sin interposición de vacío; y no hay en el aire dos mil veces más de vacío (que es el que tendría que haber) que en el oro. Y esto está para mí suficientemente claro por la grandísima potencia de las virtudes de los cuerpos neumáticos (que de otra manera estarían nadando como polvo menudo en el vacío), y por muchas otras pruebas. Los restantes movimientos rigen y están regidos a su vez en razón a su vigor, cantidad, velocidad, así como a las ayudas o trabas que se les presentan. Por ejemplo: hay algunos imanes con armadura capace s de domina r y m antener suspendido un hierr o de sese nta veces s u propio peso; hasta ese punto es capaz de imponerse el movimiento de congregación menor al movimiento de congregación ma yor; pero si se aumenta el peso, sucumbe. Una palanca de tal fuerza levantará un peso tal; hasta ese punto se impone el movi m ie n to de libertadsobre el movimiento de congregación mayor ; pero si se aumenta el peso, sucumbe. Un cuero trenzado no se rompe hasta tal punto de tensión; hasta ese punto es capaz de [ 33 2 ]

imponerse el movimiento de continuaciónsobre el movimiento de tensión; pero si la tensión pasa de ahí, el cuero se rompe, y sucumbe el movimiento de continuación. El agua corre por una grieta de tal dimensión; hasta ese punto se impone el movimiento de congregación mayor sobre el movimiento áre continua ción; pero si la grieta es menor, sucumbe y prevalece el movimiento de continuación. Cargando un rosquete con azufre solo y un a ba la, n o sale est a lanz ad a al da r f ue go ; aq uí el m ov im ie n to de congregación se impone aí movimiento de materia. Pero cargándolo con pólvora, vence en el azufre el movimiento de materia, ayudado por los movimientos de la materia y de fuga en el nitro. Y po r ahí adelante. Pues los casos de lucha , que señalan el predominio de virtudes, y en qué razón y forma predominan o sucum ben, deben ser indagados y recogidos por todas partes con afanoso y solícito cuidado. Opera pues el hombre sobre los cuerpos naturales (aparte la agrupac ión misma y remoción simple de los cuerpos) en sie te formas principales, a saber: por exclusión de aquellos que impiden y perturban; por compresiones, extensiones, agitaci ones y así adelante; por calor y frío; por persistencia en un lugar conveniente; por refrenamiento y regulación deí movimiento; por indulgencias especiales; por alternación adecuada y oportuna y series sucesivas de todas éstas o por lo menos de algunas de ellas. (1) En cuanto a lo prime ro: el aire com ún que está en todas partes y hace presión, y los rayos de los cuerpos celestes causan muchas perturbaciones; así pues todo lo que contribuye a su ex cl us ió n, pu ed e co ns id era rse co m o de utilidadgeneral A est o at añ en el ma ter ial y es peso r d e l os reci pi en tes en lo s cu ales se colocan los cuerpos sobre lo s que nos disponemos a manipular, Asimismo la forma esmerada de obturar los recipientes, por consolidación y lutum sapientiae(barro de sabiduría), como dicen los químicos. También es cosa m uy útil el ence rramiento de sustancias por medio de líquidos en el exterior; como cuando sobre el vino o jugos de hierbas se vierte aceite que, expandiéndose por la superficie a modo de tapa, los conserva muy bien preservados del aire. Tampoco el polvo es cosa ma[ 33 3 ]

la; pues aunque éste contiene aire entremezclado, sin embar rechaza la fuerza del aire condensado en el ambiente: esto eslo que se hace en la conservación de uvas y frutos en arena o harina. Para conseguir un cierre perfecto y apartar la influencia del aire y de los cuerpos celestes se aplican también con éxito capas de cera, miel, pez y otros adhesivos semejantes. Yo he hecho también a veces experiencias sumergiendo el recipiente o algún otro cuerpo, en mercurio que es, con mucho, el más denso de todos los cuerpos que pueden difundirse alrededor. Asimismo, las cuevas y cavernas subterráneas son de gran utilidad para conjurar el calor del sol y ese aire libre depredador, como los que usan en Alemania del Norte para graneros. A esto mismo tiende también la inmersión de cuerpos en un depósito de agua; como en casos que he oído de odres de vino metidos para refrescar en un pozo profundo, dejados allí accidentalmente muchos años por descuido u olvido y sacados después; de lo que result ó un v ino no sólo nada desvir tuado y flojo, sino mu cho más a bocado, d ebido, según parece, a una conmixtión más exquisita de sus partes. Pero si se recomien da sum ergir l os cuerpos en el fondo del agua, como en ríos o en el mar, sin tocar sin embargo el agua, ni quedar ocluidos en recipientes cerrados, se tiene una buena aplicación para el recipiente, que se ha empleado algunas veces, para trabajar bajo el agua en barcos hundidos, con objeto de que los buzos puedan permanecer más tiempo bajo el agua y respirar de vez en cuando, y que er a así: se hacía una campana cóncava de metal, que se dejaba caer paralela a la superficie del agua y que llevaba consigo al fondo del mar todo el aire que estaba contenido en el hueco de la

Otra ventaja hay en el cierre completo y cuidadoso de los cuerpos: y es que no sólo se impide el paso del aire por el exterior (de lo cual ya se ha hablado) sino que también se reprime la salida del espíritu del cuerpo, sobre el que se manipula, por el interior. Pues es necesario para el que manipula sobre cuerpos naturales que tenga seguridad de su cantidad total: esto es, sin que se haya evaporado o trascolado nada. Pues las alteraciones profundas en los cuerpos se producen cuando, al mismo tiempo que la naturaleza impide la aniquilación, el arte impide la pérdida o escape de parte alguna. Sobre este asunto ha prevalecido una opinión falsa (que de ser cierta habría que desesper ar de esa conservación de una cantidad segura si n

campana. Sosteníase en tres píes (como un trípode) cuya altura era al go m enor que la estatur a de un hombre, de m odo que el buzo pudiera, cuando le faltaba el aliento, meter la cabeza en el hueco de la campana, respirar y continuar su trabajo. He oído también que se ha inventado ya una m áquina, espe cie d e navecilla o bote, que puede llevar hombres bajo el agua alguna distancia. Pero en el interior de un recipiente como el que he descrito, pueden suspenderse fácilmente cuerpos de todas clases; y ésta es la razón por la que he alegado este experimento.

médicos, para que las ventosas tir en con más fuerza , pon en esponjas empapadas en agua fría sobre las ventosas. Así que no hay razón para que los hombres recelen tanto de la fácil evasión del aire o de los espíritus. Pues aunque es cierto que los cuerpos, aun los más sólidos, tienen sus poros, difícilmente pasan el aire o los espíritus por una disminución tan sutil de sí mismos, y asimismo el agua rehúsa salir por una hendidura muy pequ eña. (2 ) Respecto a la segunda ma nera de l as siete pren omb ra-

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disminución): esto es, que a los espíritus de los cuerpos y al aire enrarecido por gradación muy elevada de calor, no se los puede contener en los límites de recipiente alguno sin que se escapen po r los poros m ás sutile s de los recipientes. A esta opinión han sido atraídos los hombres por medio de esos experimentos tan conocidos, el de la copa invertida en el agua con una vela o un pedazo de papel encendido dentro, de lo que resulta que el agua es atraída hacia arriba; y también por el de las ve nt os as que ca len tad as a la lla ma tiran de la ca rne ha ci a arr iba. Pues imaginan que en uno y otro experimento el aire enrarecido se escapa y de ahí que la cantidad en que él disminuye es reemplazada por el agua o p or la carne, por conexión . Lo que es completamente falso. Pues el aire no está disminuido en cantidad sino reducido en espacio; ni el movimiento ese de reemplazamiento por el agua comienza hasta q ue se produzca la extinción de la llama o el enfriamiento del aire: tanto, que los

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das ha de observarse ante todo que las compresiones y acciones violentas semejantes, tienen sin duda un efecto poderosísimo en orden al movimiento local y otras cosas similares; como en las máquinas y proyectiles; y también en orden a la de strucción del cuerpo orgánico y de aquellas virtudes que consisten por entero en el movimiento. Pues toda vida, más aun, toda llama e ignición se destruye por compresión; del mismo mod o que toda máquina se destr uye y descompone po r la mi sma. Lo mismo en orden a la destrucción de las virtudes que consisten en la posición de las partes, causada por una diferenciación algo más torpe de las mismas: como en los colores (pues no es el mismo color el de la flor íntegra y el de la ma chacada¿ ni el del ámbar íntegro y el del pulverizado); y también en los sabores (pues no es el mismo el sabor de una pera no bien sazonada que el de una estr ujad a y ablandada; pues de modo patente adquieren mayor dulzor). Pero estos recursos vi ol en to s n o va le n gra n co sa pa ra tra ns for m ac io ne s y alt era cio nes más notables en cuerpos uniformes; porque los cuerpos no adquieren por su medio consistencia nueva alguna que sea constante y fija, sino trans itor ia y pugn ando siempre por la res titución y liberación de sí mismos. Pero no estaría fuera de propósito hacer algunos experimentos más detenidos acerca de esto; esto es, de si la condensación o la rarefacción de un cuerpo bastante uniforme (tal como el aire, el agua, el aceite y otros semejantes) impuestas por la violencia, pueden hacerse constantes y fijas y como transformadas en naturaleza; lo cual debiera intentarse primero por simple detenimiento, después por medio de apoyo s y simpatías. Y esto lo tendría ya resuelto (con só-

hubiera podido verse que la condensación hecha era constante; y si no, se hubiera revelado que se había producido restitución y que la compresión había sido transitoria. Algo semejante debiera haber hecho también para la expansión del aire en los óvulos de vidrio.

lo habérseme ocurrido) cuando, valiéndome de prens as y martillos , hice yo c ondensac ión del agua (de lo cual he hablado en otra ocasión)285 hasta que reventó el aparato. Pues debiera yo haber dejado la esfera aplastada por algunos días y sólo entonces haber sacado el agua para comprobar si recobraba en seguida la misma dimen sión que tenía ante s de la condensación. Lo que de no haber hecho inmediatamente o muy poco después,

(3 ) El tercero de los siete mo dos se refier e a aquel gran instrumento de operación tanto de la naturaleza como del arte: a saber el c alor y el fr ío. Y aquí el poder hum ano cojea claramen te como de un pie. Pues tenemos el calor del fuego que es infinitamente más poderoso que el calor del sol (tal como llega a nosotros) y que el calor de los animales. Pero nos falta el frío, sino es tal como el que puede haberse en las tormentas invernales o en las cavernas o por revestimiento de nieve o hielo; lo que pudiera acaso compararse con el calor del sol a mediodía

285 En II, 45.

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Pues debiera haber hecho, tras una fuerte succión, una obturación rápi da y firme; luego esos óvulos debieron qued ar así obturados por algunos días; y com probar entonces si era at raído el aire con un silbido, o si, tras sumergirlos en agua, era atraída una cantidad de ésta igual a la que lo fuera en un principio, antes de haber transcurrido tal demora. Pues es probable, o por lo menos vale la pena de comprobarlo, que tal hubiera podid o y pueda ser e l caso; puesto que en cuerpos de estructura algo menos uniforme, el trans curso del tiempo produce efectos semejantes. Pues un báculo curvado por presión, transcurrido algún tiempo, no vuelve a enderezarse; y esto no puede reputarse a pérdida alguna de cantidad en la madera debida a la duración; pues lo mismo sucede con una plancha de acero (si se prolonga la duración) y en ésta no se da evaporación. Pero si el experimento no se logra por sola duración, no debe sin embargo abandonarse el asunto, sino acudir a otros recursos. Pues no es poca la ganancia que se obtiene, si por la aplicación de la violencia pueden imprimirse a los cuerpos naturalezas fijas y con sta nt es. Pues de esta manera el aire podría convertirse en agua por condensación , y muchas otras cosas por el esti lo. Pues el hom bre es más dueño de los m ovimientos violentos que de los restantes.

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en una región tórrida, aumentado además por la reverberación de montañas y muros; pues tales calores, lo mismo que tales fríos, pueden ser soportados por los animales por corto tiempo. Pero resultan casi nada comparados con el calor de un horno ardiente o con un frío que le corresponda en intensidad.* A sí tod as las co sas ti en de n, aq uí ent re no so tros , a la rarefacción, a la desecación y a la consunción: nada casi a la condensación y a la inteneración;** si no es por mezclas y métodos por decirlo así, espurios. A sí pu es ha n de rec og ers e co n to do cu id ad o to do s los especímenes de frío: como los que parecen encontrarse exponiendo cuerpos sobre torres en tiempo de grandes heladas o en cavernas subterráneas; envolviéndolos en nieve o hielo en lugares muy profundos excavados para ello, metiéndolos en pozos, sepultándolos en mercurio y metales; sumergiéndolos en aguas que convierten la madera en piedra; enterrándolos (como se dice que hacen en China para la fabricación de porcelana, donde montones hechos para esto se dice que permanecen en tierra por cuarenta o cincuenta años, y se transmiten a los herederos a guisa de minas artificiales) y así adelante. Asimismo deben investigarse las condensaciones hechas por el frío que ocurren en la naturaleza, a fin de que, conocidas sus causas, puedan ser tr ansferidas a las a rtes. C om o las que se advie rten en la exudación del mármol y de las piedras; en la escarcha de los vidrios por el lado interior de las ventanas al amanecer después de una velada nocturna; en la formación y concentra ción de los vapores en agua bajo la tierra, de lo que muchas veces brotan fuentes; y todo lo que es a este tenor.

sámente más allá. De este género se registran muchas en medicinas y emplastos. Otras condensan las carnes y partes tangibles, como los medicamentos astringentes y también los espesantes: otras condensan los espíritus; lo que se advierte especialmente en los soporí feros. Doble es la manera de conden sación de los espír itus por medio de medicamentos soporíferos o que provocan el sueño: una por mitiga ción del movim iento, otra por ahuyentación de los espíritus. Pues la violeta, la rosa seca, la lechuga y otros por el estilo benditos o benignos, con sus vapores propicios y suavemente refrigeradores, invitan a los espíritus a unirse y reprimen el movimiento violento e inquieto de los mismos. Asimismo, el agua de rosas, acercada a la nariz en los desfallecimientos del alma, hace recobrar y sustenta, por así decirlo, el espíritu debilitado y relajado en exceso. Pero la opiata y sus afines ahuyentan totalmente el espíritu, por su naturaleza malign a y hostil. Y así si se aplican al exterior; los espíritus huyen en seguida de aquella parte y no confluyen más en ella gustosamente; si se toman internamente, subiendo a la cabeza, ahuyentan en todas direcciones los espíritus contenidos en los ventrículos del cerebro; y retrayéndose los espíritus y n o pu di en do es ca pa r a ot ra pa rte , co ns ig ui en tem en te se co híben y condensan; y a veces se extinguen y sofocan por entero; si bien por otra part e esa misma opiata, tomada mode radamente, por accidente secundario (esto es, por la condensac ión aquella que proviene de la cohibición) conforta los espíritus y los vuelve más robustos y reprime los movimientos inútiles e inflamatori os de ellos, con lo que contribuyen no po co a la cura de las enf ermedades y a la prolongación de la vida.

Ad em ás de co sas qu e so n fría s al tact o, en cu én tre ns e tam bién otras con poder frío, que condensan también; pero parecen obrar solamente sobre los cuerpos de los animales, y esca

Tampoco deben omitirse los medios de preparar los cuerpos para recibir el frío; así el agua ligeramente tibia se congela con más facili dad que la completamente fría, y otras cosas por el estilo. Ad em ás , da do qu e la na tu ra leza su m in ist ra el frío co n tanta parquedad, hay que hacer como suelen los farmacéuticos, los cuales cuando no pueden haber un simple, toman su sucedáneo o un quid pro qu oy como ell os dicen: como por ejemplo, aloe por xi lobálsamo, cas ia por cinamomo. D el mismo m odo,

* Sería de esperar la construcción en ablativo:aut (prae) aliquo/vigore y no el genitivo empleado que parece regido de calore, ** Neologis mo opuesto a deúccatio y derivado de tener, por medio de prefijo in de transitivización sobre un supuesto participio de tenerasco, ablandarse.

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debe mirarse en tomo con cuidado a ver si hay algunos sucedáneos del frío; esto es, de qué modos puedan hacerse condensaciones en los cuerpos por otro medio que por el frío, quien las hace como obra suya propia. Estas condensaciones, en lo que se puede ver hasta ahora, parecen estar limitadas a una lista de cuatro. La primera de éstas parece obtenerse por simple compresión, la cual poco puede en orden a una densidad permanente (pues los cuerpos rebotan), pero que no obs1 tante acaso pueda ser un auxiliar. La segunda, se realiza por contracción de las partes más groseras en un cuerpo, tras el escape o salida de las partes más tenues, como sucede en el endurecimiento p or el fuego, o en los enfriamientos repetidos de | los metales, y otros análogos. La terc era, se produ ce po r la re unión de las partes homogéneas, que son las más sólidas, en un cuerpo ; las cual es anteriormente fueron dispers adas y mezcladas con otras menos sólidas; como en la restauración del mercurio sublimado, que en polvo ocupa un espacio mucho may o r qu e el m er cu rio si m pl e y de un m od o se m ej an te en tod a purga de metales, de sus escorias. La cuarta se produce por simpatías, aplicando sustancias que condensan por alguna fuerza oculta: estas simpatías se manifiestan hasta ahora raras ve ce s; lo cu al n o es na da ex trañ o, pu es ha sta qu e se lo gre el descubrimiento de las formas y configuraciones, no ha de esperars e much o de la investigación de las simpatí as. Cierto que respecto a los cuerpos de los animales, no hay duda de que hay muchas medicinas que tomadas (sic!) lo mismo interior que exteriormente, condensan, como si dijéramos, por simpatía, como hemos dicho poco antes. Pero tal operación es rara tratándose de inanimados. Se ha divulgado, es cierto, tanto por escritos como por rum ores la noticia de un árbol de. una de las islas Terceras286 o Canarias (no recuerdo bien), que está destilando constantemente; de modo que proporciona a los habitan tes cierto servicio de agua. Y c uenta Paracelso que la hierba llamada rocío del sol , a mediodía y con sol abrasador, se llena de rocío mientras que todas las hierbas alrededor están 286 Llamadas en la actualidad islas Azores. [

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secas. Yo creo que una y otra narración son falsas. Tales hechos, de ser ciertos, serían a todas luces de una utilidad señaladísima y muy dignas de examen. Tampoco concibo yo que esos rocíos de miel, a manera de maná, que se encuentran por el mes de mayo en las hojas del roble, se formen y condensen por simpatía o propiedad alguna de las hojas del roble; sino que aunque caen igualmente sobre otras hojas, se mantienen y pe rd uran en las ho jas de l ro bl e, p or se r bi en un id as y n o esponjosas como la mayor parte de las otras. En cuanto al calor, el hombre cuenta sobradamente con acopio y dominio sobre él, sin duda alguna, pero faltan observa ci ón e in ve st ig ac ió n en varia s co sas, ne ce sar ias en ex trem o, digan lo que quieran los alquimist as. Pues se investi gan y sacan a luz los efect os del calor más intenso, per o no se tantea n y por tanto quedan ignorados los del calor más moderado, que son los que más inciden en los caminos de la naturaleza . Y así vemos que con esos volcanes de que alardean, se exaltan en gran manera los espíritus de los cuerpos, como sucede en las aguas fuertes y otros aceites químicos; las partes tangibles se endurecen y a veces quedan fijas al desprenderse la volátil; las partes homogéneas se separan, y hasta se incorporan y entremezclan de manera torpe, cuerpos heterogéneos; y sobre todo, las junturas de los cuerpos compuestos y sus configuraciones más sutiles se dest ruyen y confun den. Debieran más bien haberse probado y explorado los efectos de un calor más moderado: de lo que pudieran engendrarse y educirse mezclas más sutil es y configuraciones ordenadas conforme al modelo de la naturaleza y a imitación de las obras del sol; al modo de lo que yo bosquejé en el afor ism o de lo s he ch os pre feren tes de alianza. Pues las operaciones de la natural eza se llevan a cabo por cuotas m ucho menores y acomodación más exquisitas y variadas que las operaciones del fuego, tal como ahora se aplic an. Pero, entonces se ve rá el ho m br e ac re ci do en po de río , cu an do p or m ed io de l ca lor y otros agentes artificiales puedan las obras de la naturaleza representarse en su forma, perfeccionarse en virtud y variarse en cantidad; a lo cual es preciso añadir aceleración de tiempo. Pues el orín del hierro se forma con lentitud, y en cambio es [

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súbita la conversión en y crocus ma rtu (sesquióxido de hierro); lo mismo digo respectivamente del cardenillo y la cerusa. Los cristales se forman lentamente, el vidrio se produce en un momento. Las piedras se condensan con mucha lentitud, los ladrillos se cuecen rápidamente, etc. Entretanto (y es de lo que aquí se trata) deben recogerse de todas partes y estudiarse con atento cuidado e industria todas las variedades de calor y sus efectos: el ca lor de los cuerpos celestes por sus rayos directos, refl ejo s, ref racta do s y un id os en es pejos us to rio s; el del rayo , la llama y del fuego de carbón; el del fuego de diversas materias; e! del fuego al descubierto y encerrado, limitado y desbordante y finalmente modificado por diversas estructuras de hornos; el del fuego avivado p or el soplo, y el del reposado y no aviva do; el del fuego apartado a mayor o menor distancia; el del fuego que atraviesa por medios distintos; el de calores húmedos, como el del baño María, el de estiércol, el de calor animal interno y externo, el del heno encerrado; el de calores áridos: ceniza, cal, arena entibiada; finalmente el de calores de cualquier género en sus diversos grados. Pero sobre todo se ha de intentar el examen y revelación de los efectos y operaciones del calor acercado y apartado gradualmente a debidas distancias y por debido tiempo. Pues esta desigualdad ordenada es realmente la hija del cielo y madre de la generación; pues nada grande ha de esperarse de un calor vehemente o precipitado o que va por sahitos. Pues hasta en los vegetales est á es to cl ar ís im o; y au n en el út ero de lo s an ima les son grandes las diferencias de calor a causa del movimiento, del sueño, de la alimentación y de las pasiones de las hembras en gestación; finalmente, en la matriz misma de la tierra, quiero decir, allí donde se forman los metales y los fósiles, tiene lugar y vigencia esa desigualdad. Con esto se manifestará más la torpeza de los alquimistas de la escuela reformada287 que imaginaron que valiéndose de calores de lámparas y cosas semejantes en ignición perpetuamente igual, darían cabo a sus propósitos. Y hasta aq uí de las operacion es y efectos d el calor. Pu es 287 Según Fowier (nota 33) Bacon se refiere a Paracelso y sus discípulos.

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no sería oportuno estudiarlos por entero antes de que hayan sido mejor investigadas y sacadas a luz las formas de las cosas y las configuraciones de los cuerpos. Pues será el momento de buscar, aplicar y adaptar los instrumentos cuando se tenga constancia de los modelos. (4 ) El cuarto modo de operar es por demora, que es el depositar io y despensero de la natural eza y una especie de dispensadora. Llamo demora cuando un cuerpo es confiado a sí mismo por tiempo considerable, a salvo entr etanto y d efendido de toda fuerza externa. Pues sólo se manifiestan y perfeccionan los movimientos interiores, cuando los extraños y adventicios están detenidos. Pues las obras del tiempo son mucho más sutiles que las del fuego. Pues no se da por el fuego una clarificación del vino como la que se da por el tiempo; ni las cenizas producidas por el fuego son tan acabadas como las disoluciones y consunciones realizadas por los siglos. Asimismo las incorporaciones y m ezclas súbit as y precipitadas producidas por el fuego son m uy inferiores a l as que se producen p or demora. Y las co n fig ur ac io n es di sim ila res y va ria da s qu e lo s cu erpo s prueban por demora, co mo la putref acción, son destrui das por el fuego o p or un calor m uy intenso. En tanto no sería f uera de propósito notar que los movimientos de los cuerpos completamente encerrados tienen algo de violento. Pues esa excarcelación impide los movimien tos espontáneos de los cuer pos. Y así la mora en un recipiente abierto es mejor para las separaciones; en uno completamente cerrado, para las conmitiones; en un recipiente algo cerrado, pero con entrada de aire, para las putrefacciones. En todo caso deben recogerse diligentemente de todas partes los ejemplos de operaciones y efectos de mora. (5 ) La regulación del movimiento (que es el quinto modo de operar) no es de poca utilidad. Llamo regulación de movimiento cuando un cuerpo, encontrándose con otro, impide, repel e, admite o diri ge el m ovimiento espontáneo de ést e. Y esto consiste, la mayor parte de las veces? en la forma y colocación de los recipie ntes. Pu es un cono en pie ayuda a lá conden sación de los vapores en los alambiques; un con o invertido sobre los recipientes boca arriba, ayuda a apartar las heces del [ 34 3 ]

azúcar. A veces se requiere cierto curvam iento o estrechamiento y dilatación sucesivas y así adelante. Aquí entra también toda clase de filtración, que es cuando un cuerpo encontrándose con otro, deja paso a una parte de éste y lo cierra a otra. Pues no siempre la filtración, u otra regulación cualquiera del movimiento se realiza por afuera sino también por medio de un cuerpo que está dentro de otro; como cuando se echan piedras dentro del agua para recoger el limo de ésta; así también el jarabe se clarifica con albúmina de huevo para que se adhieran a ella las partes más groseras y po derlas apartar después. A esta regulaci ón del m ovimien to atribuyó Telesi o, con no po ca lig ereza e ignorancia, las formas de los cuerpos, debidas, según él, a los canales y repliegues de la matriz. Pues debiera haber hecho ver una formación semejante en las cáscaras de los huevos, en las que no hay arrugas ni desigualdades. Pero es verdad que la regulación de movimiento es la que da las formas en las amoldaciones y vaciados. (6) Las operacion es po r simpatías o aversiones (que es la forma sexta) están muchas veces profundamente escondidas. Pues esas que llaman propiedades ocultas y específicas, y simpatías y antipatías, son en gran parte corruptelas de la filosofía. Y n o ha de esp erarse m uc ho en co nt ra r los co ns en so s de las co sas, antes del descubrimiento de las formas y de las configuraciones simples. Pues el consenso no es otra cosa que la simetría de formas y configuraciones unas con otras. A h or a bi en , lo s co ns en so s m ay ores y m ás ge ne ral es no están encubiertos por entero. Así pues voy a dar comienzo a ellos. Su primera y principal diferencia es ésta: que muchos cuerpos difieren grandemente en cuanto a densidad y raridad de materia, pero convienen en cuanto a sus esquematismos; otros por el contrario, convienen en cuanto a densidad y raridad de materia y discrepan en cuanto a sus esquematismos. Pues no ha sido mal observado por los químicos, en su tríada de los principios, que el azufre y el mercurio penetran por todo el universo. (Pero su doctrina sobre la sal es necia, e introducida únicamente para poder abarcar cuerpos térreos, secos y fijos.) Ciertamente que en estos dos parece advertirse un con

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I 1 j j J I 1 i I 1 j J | j í ] | í I S j ! ] 1 ] ¡

senso de los más generales de la naturaleza. Pues hay consenso entre el azufre, el aceite, la exhalac ión gras a, la llam a y el cuer po de los est ela res . Po r ot ra pa rte , ha y co ns en so en tre el me r cu rio , el ag ua y lo s va po re s ac uo so s, el air e y ac as o el éte r pu  ro e int ere ste lar . Si n em ba rg o esa s do s cu at er ni da de s o gra nd es tribus de cosas ( una y otra dentro de sus límites) difieren in mensamen te en cantidad y densidad de materi a, pero concuer dan bien en su configuración; como lo dejan ver en muchísi mas cosas. Por el contra rio, los diversos metales conc uerda n bien entr e sí en cantidad y dens idad (especi almente compara do s co n lo s ve ge ta les , etc .), pe ro di fie re n p or m uc ho s la do s en la co n fig ur ac ió n; y a su ve z lo s di ve rs os ve ge tale s y an im al es varían casi hasta el infinito en sus configu racione s, pero en ca nt id ad de m at eria o de ns id ad est án co nt en id os d en tro de es tre ch os lím ite s. Viene a continuación el consenso más general después de este prime ro, a saber, el cons enso entr e los cuerpos prim arios y sus es tím ul os : es to es, sus m en st ru os * y ali m en to s. Y así ha de aver iguar se bajo qué climas y en qué t ierra y a qué profundidad se engendra cada uno de los metales; e igualmente de las ge mas , s i se ha n for mado de l as ro cas o e n minas ; asi mismo en qu é su el o lo s ár bo le s, arbu st os y hie rba s se da n m ej or y co m o qué gozan; y al mism o tiempo qué abonos so n los más favora bles, si de esti ércol de cualquier cl ase o si de cal, arena de mar o cenizas, y cuál de ellos es el más aprop iado y eficaz de acuer do a las variedades del suelo. Asimismo el injerto e inserción de árbol es y plantas y su procedimiento, y qué plantas prenden mejor en cuáles otras, etc., dependen en mucho de la simpatía.

j

En esta parte sería un experimento no poco agradable, que según he oído se ha ensayado recientemente, el del injerto en ár~ bo le s sil ve stres (que ha st a ah ora no ac os tu m br ab a a ha ce rse

■ 1 f

* Según ía nota de R. L. Elíis por menstruos han de entenderse las sustandas de l as cuales se engendra cualquier clase de mineral. La metáfora parece aquí tomada de Aristóteles, de GenAnim. I. 20, p. 729°, 32:

|

|

KctTa Tqv npoÓTqv uXqv ¿crnv q t ¿ov Kcrrctpqvíwv cpóox;

(La naturaleza de las catamenios pertenece a la primera Hile).

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más que en árboles de huerta) con lo que se han agrandado notablemente hojas y frutos, y los árboles resultan más umbrosos. Igualmente han de observarse con atención los alimentos de los animales en fórmulas generales y con sus negativos. Pues los carnívoros no toleran la alimentación con hierbas; y por esto la orden Cisterdense de Feuíllans288 (a pesar de que la voluntad humana tiene más pod er sobre su cuerpo que en los demás animales) después de la experiencia hecha, según cuentan, casi ha desapareci do c omo intoler able para la naturale za hum ana. Asimismo han de observarse las diversas materias de putrefacción, de las que se engendran pequeños animales. Los consensos de los cuerpos primarios con sus subordina* dos, pues tales pueden ser considerados los que he notado, están bastante en claro. A los cuales pueden añadirse los consensos de los sentidos con sus objetos. Y estos consens os, dado que están muy patentes, bien observados y diligentemente escudrinados, podrían también arrojar mucha luz sobre otros consensos que están latentes. Pero los consensos y fugas interiores de los cuerpos, o amistades y conflictos de ellos (pues me repugnan los vocablos de simpatías y antipatías por las supersticiones y vaciedades que van con ellos) están o falsam ente adscritas ,o sal picadas de fábulas, o son sumamente raras a causa de la falta de observación. Pues alguien pudiera afirmar que entre la vid y la berza hay disidencia por el hecho de que, plantada una cerca de otra, no m edran y la razón obvia es que una y otra son j ugosas y exhaustivas y la una usurpa a la otra. Otro pudiera afirmar que entre los cereales y el aciano o la amapola hay consenso y amistad porque estas hierbas casi no se crían sino en campos cultivados y debiera más bien decir que entre ellos había discordia, pues el aciano y la amapola brotan y se crían en los surcos de fierra que dejan y repudian los cereales; de tal modo, que la siembra de cereales prepara la tierra para su propio cre cimiento. Y de falsas atribuciones semejantes hay gran número. En lo que respecta a las fábulas de288 Sobre esta orden cfr. Fowler, nota 50, pág. 590.

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bieran ser totalmente exterminadas . Resta un pe queño número de consensos que han sido comprobados por experimentos seguros; como son los del imán y el hierro, el oro y el mercurio y ot ro s sem eja nt es . Y en los ex pe rim en to s qu ím ic os c on m et ales, se encuentran aun algunos otros dignos de observación. Pero su mayor caudal (dentro de tanta escasez) se encuentra en algunas medicinas que en sus propiedades ocultas (como las llaman) y específicas, se relacionan con los miembros, los humores, las enfermedades o a veces con las naturalezas individuales. Ni deben omitirse los consensos entre los movimientos y cambios de la luna y las afecciones de los cuerpos de aquí abajo , tal es co m o los qu e po d ría n reu nir se y ad mi tir se, de sp ué s de una severa y honda selección, de experimentos en agricultura, navegación, medicina y otras ciencias. Pero cuanto más infrecuente s son los ejemp los todos de consensos m ás secret os, con tanta mayor diligencia han de ser inquiridos por m edio de tradiciones fidedignas y honradas: siempre que esto se haga sin ligereza ni credulidad alguna, sino con una fe anhelante y por decirlo así dubitativa. Resta un consenso de los cuerpos que es como inartificial en el modo de operar, pero que es policresto en el uso, que no debe omitirse en manera alguna, sino ser inve st ig ad o co n di lig en te ob se rv ac ió n. Es éste el fá ci l o di fíc il acercamiento o unión de los cuerpos por composición o simple aposición. Pues algunos cuerpos se mezclan e incorporan fácil y gustosamente y otros difícilmente y con repugnancia: por ejemplo, los cuerpos en polvo se incorporan mejor con el agua, las ca les y cenizas con los aceites y así adelante. Y no han de recogerse ejemplos solamente de pro pens ión o aversión de los cuerpos para la mezcla, sino también de la colocación de las partes y de su distribución y disposición después de mezclados; finalmente, de su predominio después de concluida la mezcla. (7 ) De los siet e mo dos de operar réstanos el séptim o y último: o sea el medio de operar por alternación y tumo de los otros seis; de lo cual no sería oportuno proponer ejemplos, hasta que no se haya investigado algo más a fondo sobre cada uno de ellos. Pero una serie o cadena de semejantes alternacio[ 347]

nes, de modo que pueda acomodarse a efectos particulares, es cosa sumamente d ifícil de descubrir y sumamente efic az en la aplicación. Pero una falta extremada de paciencia tanto para las investigaciones como para las aplicaciones de este género, detiene y embaraza a los hum anos; siendo éste sin embargo el hilo, .por decirlo así, del laberinto en lo q ue respecta a obras de mayor envergadura. Y baste esto como ejemplo de poli cresto,.

LI Entre los hechos preferentes pondré en vigésimo séptimo lugar y último, los hechos mágicos. Llamo con este nombre a aquellos en los cuales la materia o causa eficiente es escasa o pequeña comparada con la magnitud de su operación o resultado: de tal modo, que aunque sean comunes, parecen sin embargo como milagros; unos a primera vista, otros aun contemplados con atención. Cierto que la naturaleza suministra éstos de por sí con parquedad; pero qué es lo que haya de hacer cuando sus entrañas hayan sido exploradas y después del descubrimiento de las formas, de los procesos y de las configuraciones, aparecerá en el futuro. Pero estos efectos mágicos (según lo que podemos conjeturar) se realizan de tres maneras: por multiplicación de sí mism o,289 com o e n el fuego o los ven enos que lía ; man específicos,290 así como en los movimientos que se hacen más fuertes al pasar de rueda en rueda; por excitación291 o invi ta ci ón en ot ro cu er po , co m o en el im án qu e ex ci ta in nu m erables agujas, sin perder o disminuir en modo alguno su virtud, o en el fermento y cosas semejantes; por anticipación del movi m ie n to ,292 co m o di je de la pó lv or a, de las bo m ba rd as y de las minas: y de estos modos, los dos primeros requieren el cono-

289 0*11,48(11). 290 Son aquellos que producen las mismas consecuencias cualquiera sea la! circunstancia. 291 Cfir. II, 48 (12). 292 Cfir H, 36 (7) y 48 (10).

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cimiento de los consensos, el ter cero el de la medid a de los m ovi m ie nt os . Pero si h ay alg ún m od o de ca m bi ar los cu er po s pe r minimam (como dicen) y de trasponer294 las configuraciones más sutiles de la materia (lo que va implícito en toda clase de transformaciones de los cuerpos, de tal modo que el arte pueda hacer en poco tiempo lo que la nat ural eza consuma p or medio de muchas vueltas y rodeos), no tengo de ello ningún indicio seguro . Y de la misma m anera en lo sólido y verdadero aspiro yo a lo último y supremo, del mismo modo odio siempre lo vano e hinchado y doy al traste con ello en todo lo que me es posible.

L II Y ha st a aq uí se a d ic ho de las di gn id ad es o hechos preferen Órgano yo me ocupo de lógica, no de filosofía.295 Pero como mi lógica se dirige a enseñar y educar el entendimiento, no para que con los débiles cirros o tijeretas de la mente agarre y sujete las nociones abstractas (como hace la lógica común), sino para que haga verdadera anatomía de la naturaleza y descubra las virtudes y acciones de los cuerpos y sus leyes determinadas en la materia; de modo que esta ciencia emane no sólo de la naturaleza de la mente sino también de la naturaleza de las cosas; no es extraño que esté salpicada de natural es, como ejemplos de m i ar

tes. Pero ha de advertirse que en este mi

293clases Es decir, en sus pequeñ as partículas. de Cfr.los II,cuerpos; 5 dondeésta se habla de las dos de reglas para la transformación corresponde a la segunda clase. 294 Bac on abrigaba grandes esperanzas sobre la transform ación de los cuerpos y en especial sobre la trasmutación de los metales. Sí bien rechaza en su Historia Densi et.Rari la idea de obtener oro a partir de otros metales debido a su gran densidad, según afirma, advierte en cambio la posibilidad de transformar el plomo en plata. Cfr. De Dignitate, libro III, cap. V. 295 Com o hemos señala do en el Estudio Preliminar,Bacon se propone la reforma del método más que de la doctrina, si bien reconoce que ésta se producirá como consecuencia de aquélla.

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te.296 Hay pues (como aparece claro por lo que se ha dicho) ve in ti si et e hechos preferentes (Pmrogativce Instantiarum) con los nombres de: hechossolitarios, hechos migrantes,hechos ostensivos

hechos clandestinos, hechos constitutivos, hechos conformes, hechos monódicos, hechosdivergentes,hechos limítrof es, hechos depotestad, hechos de compañíay hostiles, hechos subjuntivos, hechos de alianza, hechos cruciales, hecho s de divorcio, hechos depuerta o entrada,hechos de requerimiento, hechos del camino , hechos desuplemento, hechos cor tantes, hechos de la vara o regla, hecho s de currículo,dosis de la natu raleza, hechos de lucha, hechos informantes, hechos policrestos, hechos mágicos.A h o ra bi en , la ut ili da d de es tos he ch os , en lo qu e tienen de ventaja sobre los hechos comunes, se halla en general o bien en la parte informativa o en la operativa o en ambas a la vez. En cuanto a la informativa ayudan a los sentidos o al intelecto, A los senti dos, com o los cinco hechos, de lámpara;297 al intelecto, ya sea acelerando la exclusión de la forma, como los solitarios, ya apremiando o indicando más de cerca lo afirmativo de la forma, como los emigrantes , los ostensivos , los de compañía y lo s subjuntivos, ya levantando el entendimiento y llevándolo hasta los géneros y naturalezas comunes, y es to o bi en in m ed iata m en te , co m o los clandestinos,los monó dicos, los de alianza, o en grado próximo, como los constituti vos, o en el ínfimo, como los conformes , o encaminando al entendimiento extraviado por los hábitos, como los divergentes,o conduciéndolo a la forma magna o fábrica del universo, como los limítrofes; o precaviéndolo contra las formas y causas falsas como los de crucey de divorcio. En lo que concierne a la parte operativa, señalan, miden o facilitan la práctica. Señalan mostrando por qué cosas se ha de empezar para que no volvamos 29é En nuestras notas he mos destacado principa lmente lo que se refiere a la metodología, pues allí está toda la novedad y la grandeza de la doctrina del autor. Esta circunstancia explica la carencia de notas en la última parte de la obra, en la que se intenta ejemplificar su teoría del método. Si bien los ejemplos que pone Bacon se refieren a las ciencias natura les no hay que olvidar que su reforma metodológica comprende también a las ciencias del espíritu (I, 27). 297 Aforismos 38-43. [

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a hacer lo ya hecho, como los hechos de potestad, a qué se ha de aspirar si hay comodidad para ello, como los informantes; los cuatro hechos matemátic os298 miden la práctica; los mágicosy policrestos la facilitan. A si m is m o, de est os ve in tis iete hechoshay algunos (como aquellos que dije más arriba) de los cuales ha de hacerse recolección ya desde un principio, sin esperar a una inquisición particular de las naturalezas. A este género pertenecen los he

chos conformes, los monódicos, los divergen tes, los limítrofes,los depo testad, los de entrada, los informantes, los policrestos y los mágicos. Pues éstos, o bien ayudan y remedian al intelecto y a los sentidos o surten a la práctica de lo necesario de un modo general. Los restantes no deben ser estudiados hasta después que hayamos compuesto las tablas de presenciapara el trabajo del intérprete sobre alguna naturaleza particular. Pues estos hechos han sido marcados y como dotados de alma con estas preferencias o prerrogativas entr e el cúmulo de los hechos comunes de presencia; y co mo dijimo s al princip io,299 unos po cos de ellos vale n por muchos; y por lo tanto al tiempo mismo de componer las tablas han de ser investigados con todo cuidado y registrados en ellas. Será necesario mencionarlas ya en lo que sigue y por eso era preciso exponer su manejo de antemano. Ahora voy a pasar a los sostenesy rectific aciones de la induccióny lu eg o a los y a to concretos,a los procesos latentes, a las configuraciones latentes do lo demás que propuse a continuación en el aforismo 21 ; para finalmente (como un honrado y leal albacea) entregar a los hombres sus fortunas, una vez emancipado su intelecto y llegados, como si dijéramos, a la mayoría de edad: de lo que es necesario se sig a mejora en el estado del homb re y un a amp liación en su poder sobre la naturaleza. Pues el hombre con su tropiezo decayó no sólo de su estado de inocencia, sino del señorío sobre las criaturas. Pero ambas cosas pueden ser reparadas aun en esta vida; la primera, por la religión y la fe, la segun 298 Es decir, hechos de la vara (I, 45), de currículo (46), de cant idad (47) y de lucha (48). 299 Aforismo 22. [

35 1 ]

da por las artes ciencias. Pues con la maldición no se hizo rebelde por entero y para siempre la creación, sino que en virtud de aquel diploma Comerás el pan con el sudor de tu frente, está al cabo sometida en cierta medida, por medio de diversos trabajos (no ciertamente por medio de disputas o superfluas ceremonias mágicas) a suministrar el pan al hombre, esto es, a los usos de la vida humanado

FIN DEL LIBRO SEGUNDO DEL N OVU M ORGA NUM 3ot

índice

Adve rten cia......................................................................................

7

Signific ado y contenido del Novum Organum, por Risieri Frondízi ................................................................ I. Francis Baco n y la formación del pensamiento

9

moderno ...............

9

.

II. Fundamento de la inducción bacon ian a...................... III. El método inductiv o de Ba co n, ........................ IV. División y contenido de l Novum Organum.................

15 23 29

Proemio a la Instaurado Magna..................................................

37

Instaurado Magna de Francisco de Verulamio ................... Pr efa ci o........................................................... Distribuc ión de la o b ra ..................

43 43 53

, Segundao parte de la obra, llamadaacerca Novum Organum indicaciones verdaderas de la interpretación de la naturaleza ......................................

300 pfa desarrollado Bacon hasta aquí tan sólo el primer p unto de los nueve que se propone en II, 21. Se alude a los ocho restantes en otros escritos pero tales cuestiones han quedado , e n realidad, sin desarrollar. 3ßl En la edición srcinal, publicada en 1620, seguían a continuac ión dos escritos relacionados a la historia natural: Parasceve ad Historiam Naturalem et Experimentalem y Catalogas HistoriarumParticulari um.

[ 352 ]

Afori smo s sobre la interpretac ión de la naturaleza y el reino del hom bre .......................................................

67

73

Libro segundo de aforismos sobre la interpretación de la naturaleza y el reino del hombre

[ 353 ]

.................................

17 7

Estelibro seterminó deimp rimir enIndugr afSA t en ei mesdeseptiembrede2003, wwwJndugraf.com.ar

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