Azor Dios Lo Hizo Eterno[1]

December 15, 2017 | Author: alexamilkar | Category: Falconry, Birds, Chicken, Spain, Hunting
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cetreria...

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AZOR, DIOS LO HIZO ETERNO

PRÓLOGO

El último libro de cetrería clásica se publicó en 1565 por Don Fadrique de Zúñiga y Sotomayor, y se dedicó a la caza con azor. Desde entonces acá, tan sólo Félix Rodríguez de la Fuente, de quien todos los halconeros actuales se consideran alumnos, ha añadido al tema otra publicación magistral. Precisamente uno de los alumnos espirituales de Félix, es Diego Pareja-Obregón, y a mi me ha tocado en suerte prologarle su primer libro, el tercero de cetrería hecho desde hace cuatro siglos4 Digo que ha sido una suerte porque así, lo he tenido que leer. Comencé por una página cualquiera, corno cualquiera que ojea perezosamente por encima, y me leí la página entera. Luego leí la siguiente y la otra, y cuando me quise dar cuenta estaba enfrascado en el libro y disfrutándole. Encontraba cosas que me interesaban, otras que me seducían y algunas que hasta me emocionaban. Probablemente no era yo buen juez para juzgar. Diego estaba tratando y describiendo paisajes que me eran conocidos e incluso entrañables: la ría del Piedra, donde el mismo padre de Diego, Manolo, me introdujo en la pesca de la anchova al curricán, que desde entonces pasó a ser para mi la reina de las pescas: la marisma del Guadalquivir, que he pateado, cabalgado y rodado por veinte años. Al mismo Diego le conozco desde que era un chaval con un vicio por las rapaces inasequible al desánimo. Así que lo natural era que su libro sobre la caza con azor me encantara. Pero no me gustó sólo por eso. Estudiándole, me di cuenta que comparar el libro de Diego con el de los cetreros medievales, sería como recomendar el estudio del Libro de la Montería de los Alfonsos X-XI al moderno cazador de rifle que quisiera abatir un oso. Los libros medieva1es cumplieron su función antes de que fauna y paisaje fueran revueltos y fundidos a fuerza de arcabuzazos y de empujones de tractor, hace de estas dos hazañas cinco siglos y cincuenta años respectivamente. Ocurre que desde que la escopeta, que acabó con la cetrería y se impuso a la ballesta a finales del siglo XV se generalizó, la fauna ha experimentado dos cambios sustanciales: es mucho más escasa, y su distancia crítica de huida es también mucho más larga, tanto que uno ya no puede echarse encima de los pájaros a caballo como hacían los cetreros medievales. Tampoco existen ya los idílicos paisajes en que éstos cazaban, sólo hollados por las bestias: los arroyos que Don Juan Manuel describe en su libro han sido canalizados, y las caballerías han cedido el puesto a los vehículos todo terreno. Sin embargo no todos los cambios han sido para peor, o al menos presentan también un lado buena Cetrería y paludismo fueron durante todo el medievo consustanciales, porque se cazaba sobre todo a orillas del agua, con el resultado de que nuestros reyes adolecían de cuartanas tanto más cuanto más les gustaba el cazar, y los deportistas de entonces se dividían en dos grandes grupos, a menudo irreconciliables: los que cazaban con halcón, y los monteros que practicaban el venar, juzgándole ejercicio mucho más sano, en lo que no les faltaba la razón. Ahora va no hay paludismo, quizá porque apenas quedan aguas. Las otras dos grandes ventajas del momento son la mansedumbre de muchas aves hacia el automóvil —signo externo que enseguida delata las zonas bien guardadas— y lo que acerca el vehículo los cazaderos.

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El resultado de éstos y otros cambios es que las circunstancias de un cetrero hoy no tienen nada que ver con las de Don Juan Manuel o el Canciller de Ayala. Ahora se caza con los azores en automóvil, aprovechando las horas libres, y enlazando presas que, si la mayor parte de las veces son legales, otras quizás no lo son tanto. Todo esto lo impone la vida moderna y, si la cetrería ha de subsistir, habrá de ser adaptándose a estas realidades. Con estas consideraciones por delante, el libro de Pareja-Obregón aparece con el valor de lo inédito, porque es el primero que se plantea más o menos veladamente esa nueva técnica, que por otra parte es la que practican la mayoría de los cetreros actuales. He aquí pues, y al fin. un libro que trata de la cetrería moderna y de lo que tiene que hacer un señor, que empieza por localizar un nido, sigue con el desnide del pollo, y termina enseñando al pollo al mismo tiempo que éste le enseña a él, como nos descubre Diego aguda y emotivamente. Algo único del libro que comentamos es la mezcla de experiencia y sentimiento emocional con que está escrito. Esto es rarísimo en una obra de cualquier clase, porque generalmente el que escribe de algo domina el tema, y para esto hace falta tiempo. Sucede que como la costumbre mata al asombro, el escritor versado ha olvidado ya las emociones que ese asombro que le producían y es por tanto completamente incapaz de transmitirlas al lector. Diego ha tenido la suerte de escribir cuando reúne suficiente técnica para enseñar, y la dosis adecuada de admiración por sus pájaros que, evidentemente, aún le enseñan algo cada día que sale al campo. Y así su libro está impregnado de emoción, y al que lo lee le entran ganas de coger el coche, buscar la muda en alguno de esos valles escondidos, y empezar a disfrutar él mismo de las sorpresas de un lance imprevisible. Además de esto Diego Pareja-Obregón es un hombre con la sensibilidad a flor de piel. Yo conocí bien a Félix cuando era casi un muchacho y sin querer tengo que comparar entre maestro y discípulo. Entre Félix y Diego. No están nada lejos uno del otro. A Diego sólo le puedo juzgar por lo que escribe, pero al buen catador no le engaña el olfato. Hay la misma madera en ambos: más sentida en Diego y más intelectual en Fé1ix, pero en el fondo, igual. Ambos me han contado sus primeras cacerías con azor, y salvando distancias, paisajes, y sobre todo una fundamental distancia en modo de ser, oyendo al joven me parece escuchar al viejo amigo, también joven entonces.

*** Se me dirá que por qué siendo un conservacionista hago una apología de la caza cetrera, y adelantándome al comentario, diré que porque soy un conservador realista. La fauna, como todo, sólo se conserva en razón del interés que en ella se ponga. Y ese interés puede ser platónico, como el del conservacionista puro. Emocional, como el de los cazadores, o puramente financiero. Los que más gastan y más caras pagan sus emociones son siempre los cazadores, y por esto, y por éstos, se han logrado conservar muchos cotos, faunas y especies. Lo que digo es tan evidente para el que profundiza en la historia de la conservación que no veo otra postura práctica preferible si se desea conservar la naturaleza, al menos por el momento.

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Lo que debe intentarse es hacer compatibles conservación y caza, garantizando así las inversiones de los cazadores en favor de hábitat y habitantes. Mientras el sentimiento platónico hacia la naturaleza sea minoritario, el aislamiento social de los conservacionistas parece un tanto irracional. En el cetrero hay que ver no a un enemigo, sino a un aliado. El enemigo de la fauna, de los conservacionistas y de los cetreros es el desarrollismo a ultranza. Sevilla, 2 de Octubre de 1983 JOSÉ A. VALVERDE

INTRODUCCIÓN Toda mi vida hasta el momento, ha sido un continuo sendero, entre bosques de encendidos verdes, donde quiera que estuviesen, y tajos de infinitas paredes. Quise saber de halcones, de águilas majestuosas y de pequeños cernícalos. He visto tantas veces el picado del peregrino, y he contemplado tantos y tantos días la finta mortal del azor, que creí saber de cetrería, pero... ¿Hay alguien en la tierra que sepa dónde comienza y acaba el arte? Hablé con la marisma, con la campiña y la sierra, y los ecos de miles de sonidos, me enseñaron algunos de sus secretos. A aquellos que hayan sentido la suave bajada del azor en celo, estas páginas le recordarán parte de sus vidas, y espero que a los que preguntan entre jarales y montes, pateando sierras. Buscando ese impulso secreto que enciende el corazón más gastado, estas páginas le den alguna respuesta.

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RIMERA PARTE “La caza es arte e sabiduría de guerrear e de vencer” (ALFONSO X EL SABIO)

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Gavilán prima pollo, pasajero

“UN GRITO, EL REVOLOTEAR DE PLUMA DE UNA PICAZA ANUNCIAN EL FINAL DE UNA VIDA Y EL COMIENZO DE UN NUEVO DIA”

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UNA CASTA

Son muchas las clasificaciones que sobre azores se han hecho; la vasta área de expansión de esta ave con climas y biotopos tan diferenciados, ha sido la causa de la evolución y las adaptaciones que ha sufrido la especie. El naturalista soviético G. P. Deméntiev da el número de catorce subespecies repartidas entre Norteamérica, Europa y Asia, de las que seis de ellas están dispersas a lo largo y ancho del continente europeo. La variedad que presentan los azores en cuanto a tamaño y color, están en función directa de las coordenadas N-S. Cuanto más se baje hacia el sur, más pequeños y obscuros serán los pájaros. Y tengo que señalar que todas las pob1aciones norteñas presentan lo que podríamos llamar necesidad de migración hacia zonas más templadas, retornando de nuevo hacia el norte, cuando se moderan las temperaturas, coincidiendo con la llegada de los efluvios de la irresistible llamada de1 amor al comienzo de la primavera. El número de azores sedentarios en España es por él momento bastante estable. Las sierras que forman el macizo central, los grandes bosques del norte de la Península y los sistemas montañosos del sur español, con la fauna tan variada que los pueblan, hacen que las diferentes colleras que lo habitan encuentren un refugio seguro y caza abundante con la que alimentarse. Pero la topografía de estas sierras varía mucho y esta variación, existente en todo el territorio hispano, nos da una muestra de la adaptabilidad del azor al medio donde vive y su especialización en una serie de presas determinadas. Por mis manos, de forma accidental, han pasado bastantes azores. He recuperado muchos de taxidermistas y cazadores y siempre que me he enterado de la captura o de la muerte de un pájaro me he desplazado a ese lugar con miras a una posible recuperación e introducción más tarde en la cacería. El manejo de pájaros de puntos muy diferentes de España, y el continuo trato con ellos, me han servido de mucho en el estudio de la anatomía y del carácter del azor. Por ello puedo afirmar, que no existen dos que sean guales, incluso en hermanos de nidos se dan grandes diferencias. He hecho un estudio de los pollos de azores en Andalucía y de parte de Extremadura y los he reunido en tres grupos bien diferenciados, clasificándolos según su conformación anatómica y colorido. En general se dan estas condiciones para todos los pájaros que habitan de la mitad de España para abajo. Las descripciones están hechas sobre pájaros del año, ya que las comparaciones se hacen mejor sobre pájaros sin ninguna muda. Según esto y atendiendo a lo que he dicho anteriormente tenemos en primer lugar, un azor muy largo, espigado, más estrecho de espalda que otros pájaros, de zanco delgado y largo. Las pintas del pecho son finas, muy alargadas y muy numerosas, el crema del fondo es muy fuerte y tanto el dorso como la cola son de un color muy oscuro, sin apenas estropajos. Una vez mudados son de poco peso. Estos azores son - 8 -

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muy parecidos en cuerpo al gavilán. Poseen una gran agilidad, el vuelo acrobático es su fuerte, en bosques donde casi no penetra la luz se desplazan por su interior con una seguridad asombrosa. Son muy buenos en cetrería para la pluma, y si son introducidos en la captura de aves con buena mano, se verá que todos los esfuerzos realizados durante sus adiestramientos, habrán sido pocos, ya que se muestran como pájaros excepcionales. Una característica especifica de estos azores, es el poco color que tienen en las ceras y las manos. Se dan esto azores en casi toda Andalucía y son más corrientes en la Sierra de Huelva y en el sureste de Cádiz.

Azores primas de una y ocho mudas respectivamente, del sur de Andalucía. Existe una gran diferencia de peso entre los dos pájaros; mientras que el de la derecha vuele perfectamente en un kilogramo, el de la izquierda lo hace en ochocientos gramos.

Hay otro azor en Andalucía, que se da también en casi todo el área peninsular (incluyendo Portugal); se trata de pájaros bastante descargados de hombros, de manos grandes y fuerte zanco. El muslo es largo y muy bien torneado y las pintas del pecho como gotas de lluvia muy bien dibujadas; el fondo es de un bonito color leonado y el dorso no es ni el negro del pájaro roqués, ni el rubio de los azores norteños. EI cuello no muy largo y la moderada longitud de la cola, hacen que estos pájaros estén muy bien proporcionados. Derrochadores de una gran vitalidad. Son buenos en cetrería para cualquier clase de vuelo. Es corriente en los nidos de estos azores encontrar pollos de un tamaño mecho, es decir, demasiado grandes para torzuelos y no lo suficientes para primas. Por regla general son machos muy grandes. Estos azores son muy buenos volando perdices, ya que por el peso que tienen son más ligeros que las primas, y aunque no tienen el tamaño de éstas, azoran muchos perdigones. Por último, existen unos nidos en Andalucía que dan unos azores grandes y de colores muy claros. Generalmente se encuentran enclavados los nidos en los valles de las sierras más altas y menos frecuentadas de nuestra región. Difieren estos pájaros de los anteriores, aparte del tamaño (son más grandes más a1tos y de colores más claros) en las pintas del pecho que son menos abundantes, más anchas y muy bien dibujadas: el crema del fondo es muy claro, muy rubio, las bandas transversales de la cola son un poco más anchas, una vez mudado tienen un estropajo grande y vistoso. Son muy tardíos para - 9 -

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desnidar, poseen además una característica muy especifica, y es que el muslo no está pintado, no esta surcado por ninguna clase de línea aunque algunos ejemplares están sombreados ligeramente por algunas pintas muy finas. Estos azores una vez amansados son de un carácter agradable y muy buenos en cetrería para toda clase de lances. Por su tamaño son idóneos para grandes piezas. Quiero aclarar que en rasgos generales, esta clasificación ayuda a agrupar a los azores en los diferentes grupos que acabo de señalar, lo que no quiere decir que pájaros como los que he descrito sean los únicos existentes, ya que azores que se diferencien hay tantos como puedan existir. Como ya he dicho anteriormente, no hay dos que sean iguales: pájaros diferentes lo son todos, pero desde el punto de vista práctico, lo que quiero dejar claro, es que la mayoría, por determinadas características o diferencias, se pueden encasillar en uno de los tres grupos. Pero sé de unos pájaros que son diferentes: diferentes del azor navarro, del asturiano y diferente del azor castellano, son diferentes a todos, son poseedores de lo que en Andalucía llamamos Casta. Casta de azores bravos y hermosos. Sin ser enormes, irradian grandeza; son dueños de la difícil cualidad de la constancia en el vuelo y la dureza de su mirada es como el bronce. La primera vez que tuve ocasión de ver uno de estos pájaros fue en Aroche, en la provincia de Huelva. Tenía un ala fracturada y cuando lo sacaron del cajón donde estaba metido, me impresionó: de espalda muy ancha, sin apenas cuello y la cola demasiado corta, daba la imagen de un pájaro muy redondo, un taco, Pensé “este te pájaro no está bien hecho”, y ese fue el pensamiento que durante muchos meses rondó por mi mente. El pico era muy ancho, tenía formado como una costra que corría de la base hacia abajo haciéndolo bastante abultado de los lados, parecía deforme; las manos grandes, los dedos muy gruesos y el zanco cortos estaba unido al tronco por unos muslos también muy cortos, y sin embargo todo ello en conjunto, formaban un miembro armónico. Sucio como estaba, lleno de sangre y excrementos, parecía rodeado de un halo de misterio grandioso: en la indefensa forma en que se encontraba, rezumaba poder, y su mirada altiva pero llena de dolor se adueñó de mí. Si mal no recuerdo esto que relato ocurrió en los meses de Septiembre. Octubre de 1974, y no fue hasta dos años más tarde, siguiendo la pista de unos pollos de azores que habían desvalijado en un nido de la Sierra de Morón, cuando me encuentro de nuevo con uno de estos pájaros. El lugar, el bonito pueblo de Isla Cristina, su dueño un cetrero: Juan Orta. Sentí una gran emoción cuando este hombre sacó al pollo de la muda y nos lo enseñó, era idéntico al pájaro de Aroche: con la presencia de este niego no había duda de que no se trataban de pájaros de paso. José Maria Pareja lo cogió en la mano sin guante, el pollo era muy manso, terna las uñas muy romas y recuerdo sus palabras: “Los dedos parecen de niño chico”. Gracias a las explicaciones de Juan Orta, (no había desnidado el pájaro personalmente, sino que habría llegado a sus manos a través de varias personas) me pude hacer una idea bastante clara del lugar de origen del pájaro; un área por cierto bastante extensa de la Sierra Norte de Málaga. No en vano dice un refrán: que el que la sigue... y en la primavera del 1979 mi tesón obtuvo su premio: encontré la muda. El nido se hallaba en un pinacho muy alto y tenía tres pájaros, dos torzuelos; y una

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prima. Contaban alrededor de quince días y se apreciaban muy bien sus futuras formas. Hacía más de dos semanas que andaba sierra arriba, sierra abajo, buscando, había examinado algunas mudas con pollos, aunque si éxito. Ninguno de ellos tenía la estructura ni el ensanchamiento característico del pico. Estos si lo tenían: en los torzuelos apenas si se notaba, pero en la prima, aún sin vestir, el abultamiento se apreciaba muy bien. “En las bolas de plumón resaltaba como luces en la noche, el brillo de los cañones negro azulado y las cabezas blancas giraban como imantadas al compás de la mía”. No quise perturbar por más tiempo la tranquila soledad de los pájaros y me fui. Cuando volví por segunda vez ya habían abandonado la muda. Logré capturar a uno de los pollos, un torzuelo. Y después de pesarlo y anillarlo. Trabajo me costó devolverle de nuevo la libertad. Era precioso, y cuando salió volando de mis manos. Me hizo una demostración de lo que es rapidez y agilidad, pasando limpiamente por entre 1as enrevesadas ramas de un pino que se podría decir: se le atravesó en el vuelo

Azor prima pollo (Sierra norte de Huelva) y Azor prima pasajero con siete mudas (provincia de Burgos) En la fotografía se aprecia perfectamente la diferencia de plumas existente entre el pollo de azor (derecha fot.) y el adulto. El zanco del pollo es exageradamente largo en comparación con el adulto.

Seguí con interés las salidas al campo de mi amigo Juan Orta y lo progresos que la bonita pájara realizaba día tras día: los lances en las marismas a las garcetas a las que hundía en el azul del cielo; los rápidos vuelos a los azulones con sus gritos, aleteos, que terminaban en baño: y el rasear tranquilo tras las polluelas que buscaban, con desesperación, los mullidos colchones de aneas. Fueron días en lo que me di cuenta de las cualidades que atesoraban estos pájaros “fuertes en el vuelo, constantes en el seguir

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a una presa, enormes en corazón y tamaño y con un carácter blando y suave corno sus plumas”. ¿Por qué esos pájaros eran diferentes? Quizás se debiese a una malformación congénita hereditaria de padres a hijos; quizás fuese debido a las características tan especiales del terreno. El tener que desenvolverse diariamente en bosques tan apretados y superficies tan quebradas podía haber influido en la transformación física de estos pájaros. Pero a mi parecer las causas habría que buscarlas en la época dorada de la cetrería, es decir, en los tratados de cetrería que nos legaron los maestros de la Edad Media. Fue en esa época, cuando este antiquísimo arte adquirió mayor auge y esplendor, y la pasión de reyes y señores feudales por la cetrería fue tan grande que hizo que surgiese todo un mundo dedicado en cuerpo y alma a esta modalidad de caza. El tráfico de pájaros adquirió enormes proporciones: El Canciller Ayala, maestro insigne de la cetrería, da cuenta de ellos en si libro La Caza de Las Aves: (1) Debéis saber que los halcones neblís, según hemos dicho, los traen de Noruego, Suecia y de la Alta Alemania, donde se cría, traenlos en las cocas que vienen a Flandes y a Brujas. La distancia, Como se puede ver, no era obstáculo que entorpeciera las salidas al campo de estos señores con pájaros al puño procedentes de los lugares mas alejados de Europa. Pero leamos de nuevo al Canciller:

Azor prima en su sexta muda y gavilán zahareño. Nunca a pesar de lo que pudiera dar a entender la fotografía se pondrán azores o gavilanes juntos, ya que la agresividad de la especie es tal que normalmente uno de ellos se convierte en la víctima del otro.

(1) Estando yo en Alicante, que es Aragón, ribera de la mar, llegó allí una nao que venía de Berberia, traia muchos alfaneques u compré algunos. Estas palabras de Ayala nos muestran que esta clase de tráfico se extendía como una

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gran red, que no se dedicaba exclusivamente al comercio con pájaros de Europa, sino que su radio de acción era muy amplio y alcanzaba a lugares muy diferentes del mundo Ahora. No solo se trataba en estos lugares de la compra- venta de halcones y otros pájaros, se buscaba también a cetreros de fama y prestigio; cuenta el canciller: (1) Y por esa razón son los brabanzones buenos halconeros porque lo tienen por oficio y a mi me acaeció comprales los halcones en París y los halconeros de Brabante que me los vendieron venirse conmigo a Castilla por sus soldadas

La agresividad del gavilán es el doble si cabe que la del azor, sin embargo, a causa de la diferencia de tamaño, el gavilán se convierte en la sierra con frecuencia en presa del azor.

Por lo que se ve. España se vio invadida por pájaros procedentes de todos los puntos del mundo. Pudiéndose decir que se realizó una repoblación en toda reg1a, porque ¿cuantos de estos pájaros al perderse, acabarían asentándose definitivamente en nuestro país, creándose una diversidad genética importante? ¿Es esto la causa de la gran diversidad de plumaje que se da en halcones y azores, incluso en pollos de un mismo nido? He visto colleras de peregrinos en época de nidificación distante de sí unos quince kilómetros. La prima de una muda blanca como la nieve y la otra obscura a más no poder. Visitándolas consecutivamente durante cuatro primaveras y siempre las encontré tan diferentes. Vuelvo a repetir: ¿Es la causa de esta diferencia el asentamiento en nuestra región de pájaros huidos y perdidos en los numerosos lances que realizaba la nobleza por tierras de España? Ayala se muestra explicito en lo concerniente al alfeneque: - 13 -

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(1) los alfaneques deban andar delgados y bien señoleros, porque luego que les da un poco de sol se pierden y dicen que se tornan a Tremecen de donde vinieron y creo que pasan allá, porque nuca oí decir que fuese aquí tomado zahareño. De los demás halcones no nos da noticias si se marchaban o se quedaban en tierras españolas. Mi opinión particular es que bastantes de los baharíes que nidifican en las costas del sur de España, no presentan ninguna diferencia con los neblíes que describe el Canciller, y como de una opinión se trata voy a ir más lejos: creo que son muchos los pasajeros que al visitarnos se quedan definitivamente, acollerándose con viudos- viudas en los diferentes cantiles españoles abandonando ese incesante nomadear y convirtiéndose en sedentarios padres de familia. Pero volvamos a los azores. Todos los maestros antiguos están de acuerdo que los mejores azores son los del norte de Europa en especial los de Irlanda y Noruega. Don Luís de Zapata describe en su Libro de Cetrería: (2) De açores declarando asi lo que ay, entodaparte ay y crían açores, pero son los mejores los de Irlanda y los de aquellavande denuruega. Veo normal que estos pájaros muy claros, de carácter muy suave y de mayores proporciones que los nuestros, apasionan y adueñan los corazones de aquellos cetreros, pero ¿Es que actualmente no los tenemos en España? Juan Vallés en su libro de Cetrería y Montería dice: (3) Que los azores navarros proceden de Irlanda gracias a un rey, Don Carlos, Que los trajo y soltó en las montañas de estas tierras españolas, donde se reprodujeron muy bien. Y Don Fadrique de Zúñiga de Sotomayor, que dedicó un libro exclusivamente al azor, no dice: (4) en Aldeanueva de la Vera, el conde de Miranda del Castañar, soltó dos parejas traídas de Irlanda que se aclimataron y reprodujeron muy bien. Pero la afición de estos caballeros llegó a extremos tan inimaginables, que bajaron los pájaros del norte de España al sur, y subieron los del sur al norte. Leamos de nuevo a Ayala: (1) Oí decir que Rui Paéz de Biezma, un gran caballero de Galicia, vinieron de la guerra de los moros, y yendo para su tierra pasó en el tiempo de los gavilanes nuevos, por el pedroche e hizo llevar allí veinte gavilanes nuevos, primas y torzuelos en sus alcahaces, y cuando llegó a su tierra, hizolos echar en el monte suyo, y dicen que desde entonces, acá y allí, en aquella tierra y comarca, muy buenos gavilanes, mejores que primero había. Todas estas referencias y muchas otras nos fueron legadas en libros dedicados a la forma de escoger, capturar, adiestrar y curar a un ave de presa, es decir, en libros de cetrería, pero ¿Cuántos hechos y circunstancias no han sido anotados en ningún manuscrito? Hagamos suposiciones: ¿Cuántos no serian los señores que en lo

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alrededores de sus villas y castillos soltarían pájaros para que se reprodujeran y no tenemos referencia de ello? Pájaros que por sus colores, cualidades y procedencia eran difíciles de conseguir, pájaros que de alguna forma eran especiales para aquellos hombres. Esas sueltas, si se realizaban con éxito, les aseguraba la casta permitía tenerlos cada primavera al alcance de la mano. ¿Es que hoy en día en muchos puntos de España no existen nidos de los que crían pájaros descendientes de aquellos azores irlandeses? Yo creo que sí, y no solo azores de Irlanda, sino que deba de haber mudas puras y cruzadas descendientes de azores de todos los puntos de Europa. Creo que está claro del porqué de la diferencia de mis pájaros para con otros azores; porqué me maravillaron y como es que viven aquí en el sur de Andalucía. Quizás el tiempo y nuestro clima los hayan limitado, los hayan trasformado un poco, pero lo cierto es que están ahí. Espero que la providencia no los abandone y que las generaciones venideras no se corten; merecen ser respetados porque han sabido llevar con destreza durante siglos el difícil arte de sobrevivir, de mantener la especie, merecen ser respetados, porque se han adjudicado esa frase que tanto valor tiene en cualquier lugar del mundo: ser poseedores de casta.

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CETRERÍA: PROMESA DEL MAÑANA

No puedo expresar con palabras la sensación que sentí la primera vez que sostuve en el guante a un azor. La fuerza de sus manos era impresionante, estrangulaba la Lúa. La apretaba, tiraba de ella queriéndole arrancar la vida. Le di de roer y se tranquilizó, me asombró su complexión, y ese vicio comparativo que todo cetrero lleva dentro, hizo que por unos momentos mi imaginación, mis pensamientos volaran al peregrino. Entre ambos; por supuesto, no podría existir comparación alguna: son tan diferentes como el agua y el fuego y “sentí pena” de que criaturas como único defecto, si cabe, es la perfección, siguiesen siendo perseguidas y muertas en todas las provincias españolas. “sentí rabia” de que a causa de los intereses, la incultura y el desconocimiento de algunas personas, llegase el día en que estos seres maravillosos pudiesen dejar de existir.

El amor está en el mundo en forma de alas. A finales de Febrero, primeros de Marzo, la collera de azores se encuentra de nuevo. Durante todo el año han vivido independientemente el uno del otro, pero ahora una fuerza irresistible hace que se busquen. Los gritos de amor resuenen por todo el bosque, se persiguen, juegan, se dan las manos. El conquistador, con un bonito abaniqueo de su estropajo, trae a su consorte regalos; y después de innumerables galanteos, en los alrededores de la muda, y bajo el manto de verdes hojas, se entregan una y otra vez entre caricias de amor. Normalmente arreglan en nido donde anidaron la primavera anterior, pero hay veces que se trasladan a otro que se encuentra no muy lejos al final del valle y donde seguramente estarán más seguros este año de miradas indiscretas. A mediados de Abril, después de arreglar y tapizar perfectamente el interior de la muda, la hembra se hecha. La puesta normal es de tres huevos aunque esta temporada puede ser que ponga cuatro, ya que la caída de lluvias regulares en su momento ha hecho que en el coto del torzuelo la cacería sea bastante abundante. El experimentado novio defenderá el territorio de los posibles extraños y no permitirá que otros congéneres traspasen sus fronteras. La extensión del territorio varía mucho: en realidad el número de hectáreas que tiene la zona habitado por una collera depende de la densidad de azores en la zona y de la abundancia de caza, pero de forma general viene a ser alrededor de 3.000 hectáreas. La pájara pone los huevos generalmente a intervalos de un día. La incubación corre a cargo de ella: solo en los momentos de ceba abandonará el nido para acudir a la llamada del macho. Este, responsable absoluto durante la incubación de la búsqueda de alimentos, se muestra muy activo. Desde un posadero elegido para tales casos, unas veces fijo, otra provisional llama a la hembra e inmediatamente ocupa el lugar de esta en el nido cubriendo la puesta. Una vez que la prima sacia su apetito, es corriente que se efectúe alguna cópula: Los azores se comportan de esa manera, incluso con algunos días de nacidos los pollos. La incubación de los huevos dura 35-38 días, al cabo de los cuales van naciendo los pollos de azores.

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En este nido de azores con cuatro pollos, la diferencia de tamaño entre el pequeño y el resto de sus hermanos es muy grande y existe un 90% de posibilidades de que el pequeño azor muera por inanición o devorado antes de alcanzar los diez días de vida. Estos son bastantes de los pájaros que se desnidan todos los años en cetrería.

Durante los primeros 8-10 días el calor de la madre es esencial para la supervivencia de los jóvenes pollitos y permanece constantemente echada sobre ellos. El torzuelo caza para toda la familia, y como ocurría durante la incubación, deja la presa capturada en algún árbol cercano a la muda, desde donde requerirá a su consorte, aunque se dan muchos casos de aportes directos sobre la muda. Cuando los pollos cumplen aproximadamente dieciséis días de vida, la hembra comienza a realizar periódicas salidas de caza. Con quince días los jóvenes azores están preciosos. Cubiertos de fino plumón, presentan en ese simulacro de cola y en las alas, los cañones, que se irán abriendo poco a poco como capullos para dar paso a las plumas. Los pollos son insaciables, siempre tienen hambre, crecen por momentos; ahora las salidas de la madre se van haciendo más largas y constantes. Con treinta y cinco días están perfectamente emplumados y aptos para emprender el vuelo. 35-36 para los machos y 40-42 para la hembras. Es conmovedor poder presenciar alguna de de las lecciones de aprendizaje que la madre día tras día, con paciencia sin límite, inculca a sus pequeños. La forma de situarse inmóvil en la frondosidad de la maleza de cualquier árbol, es característico de la especie. Posarse tranquilamente en una rama cercana al tronco con una mano encogida y de espaldas al sol, mostrando al máximo la pintas escapulares del dorso, difuminando la figura, es un comportamiento innato de todos los jóvenes azores.

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Pero para la introducción a la caza, necesitan de toda una serie de lecciones que despierten en estos inseguros cazadores la necesidad de matar. La gran prima de azor se convierte en maestra. La semejanza entre el adiestramiento en cetrería de un niego y la iniciación de la caza de un pollo de azor por su madre, es muy grande. La hembra de azor pondrá d disposición de sus pollos innumerables presas precapturadas; irá atrayendo la atención de la prole hacia lo vivo y procurará que de muchas escenas de caza sean testigos sus hijos. Poco a poco, irá inculcando toda una serie de imágenes vivas por medio de infinitas lecciones prácticas, en la mente de los pollos y a base de lances y constancia, logrará que los jóvenes pollos asimilen la técnica. Una vez que los pollos han salido del nido, permanecen el territorio paterno setenta días aproximadamente antes de abandonarlo definitivamente. Los mismos padres son los encargados de convencer a los adolescentes de que se marche de la zona. Muchos profesionales en la materia aseguran que para un azor nuevo, es mucho más fácil hacerse con una presa de pelo que de pluma, y se ha llegado a asegurar que durante el primer año de vida de un joven azor, el 85% de las capturas lo componen mamíferos. Aquí habría que realizar una aclaración, evidentemente, para un azor es mucho más fácil hacerse con una presa que se mueve en un solo plano que con una especie que se desenvuelve en el espacio. Pero este razonamiento no quiere decir que la alimentación se componga solo y exclusivamente de mamíferos. Si bien es cierto que las primas consumen mucho pelo, la pluma es el manjar normal en la dieta de los jóvenes azores, especialmente en la de los torzuelos. De todas formas, la cantidad de pelo o pluma que consuma un joven azor en cualquier periodo de su vida, se encontrará en relación directa con la abundancia de determinadas especies. Lo que si es indudable, es que con el paso de los años, las grandes plumas alares de los azores, se van acortando imperceptiblemente, adquiriendo por este motivo, mayor agilidad en el vuelo. Este incremento de agilidad trae como consecuencia un aumento considerable de aves en la dieta anual de los azores.

Especialización del azor en la caza de una determinada especie. El azor, con el paso de los años, llega a especializarse en la captura de una determinada especie, pero esto solo tiene lugar cuando en su zona de caza existe una población extremadamente abundante de un determinado animal. He visto mudas, en periodo de cría, en el Centro-Sur de la península, cuyo aporte alimenticio se componía exclusivamente de urracas. Un claro ejemplo de cara a esa especialización, se aprecia en lo gráficos 1 y 2. Para el profano en la materia, siempre ha sido centro de atención la diferencia tan enorme de tamaño existente en los azores entre el macho y hembra. Una gran prima dobla en peso a un pequeño torzuelo. A causa de esta diferenciación algunos autores en la antigüedad, llegaron a clasificar ambos sexos como especie diferentes. Las especies, que por su gran actividad, tienen un gasto energético muy alto, necesitan ingerir gran cantidad de esa energía, que se encuentra en la mayoría de las presas que matan; fuentes en su mayoría de grandes calorías, estas especies muestran una marcada diferencia de tamaño entre ambos sexos.

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Estas diferencias, existen en casi todas las rapaces, varía de unas especies a otras, disminuyendo hasta llegar a un punto en que el macho y la hembra prácticamente son iguales. ¿A que se debe esta desigualad de tamaño entre congéneres? Conocida es la labor tan especial, que durante cuarenta y tantos días al año realiza la hembra del azor.

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A un gran depredador del bosque, como este pájaro, no le supone ninguna clase de desgaste matar; le esfuerzo que realiza es mínimo. Esto es del conocimiento de todos lo cetreros que mantienen azores; ahora, la pérdida de energías en uno de estos pájaros, se hace considerable a la hora de pelar y desgarrar una presa. La elaborada misión de la hembra en la ceba de los pollos, donde el troceo de la presa abatida es minucioso, con ruptura de grandes huesos y desgarro de ligamentos, es de una importancia extrema a la hora de embuchar a los jóvenes pollitos. Este ejercicio de desgarrar para alimentar a sus pequeños, hereditario en los genes de las hembras de todos los azores de la tierra, ha traído como consecuencia que la gran prima haya evolucionado, de forma que con el pasar de los siglos, los músculos la estructura en general han alcanzado un considerable desarrollo, transformándose, hasta llegar a convertirse en el doble de su consorte. Muchos autores dan como lógica esta argumentación. La evolución de cualquier especie se debe a un proceso de adaptación al medio. Particularmente, creo que el enorme tamaño de las hembras, en las armónicas rapaces de cetrería, se debe a un proceso de adaptación a través del tiempo, en el reparto de las diferentes presas que pueblan el área de sus cotos. Águilas medianas como el ratonero común, perfectamente adaptadas a depredar sobre especies de mediano y de pequeño tamaño, no han sufrido ninguna transformación. En el azor por el contrario, cuyas necesidades de abarcar un amplio campo alimenticio, muy rico en variedades, ha hecho necesaria la adaptación y especialización de uno de ellos en la captura de grandes presas, abarcando así amplios escalones de la pirámide alimenticia. Para el torzuelo sería una proeza inalcanzables hacerse con una liebre adulta y darle muerte, al igual que para su compañera se convierte en un problema la captura de pequeños pájaros y mamíferos. La naturaleza hace tiempo que resolvió el inconveniente, haciendo la prima más pesada y fuerte, dotando al torzuelo de una endiablada agilidad. El depredar sólo y exc1usivamente, sobre una serie de presas determinadas, trae como consecuencia la disminución de la especie en el territorio hasta límites considerables, con el consiguiente riesgo que supone para el depredador. Un grado de perfección en las aves rapaces mejor dotadas, se encuentra por tanto en esa diferenciación de tamaño entre sexos. Es indudable que esa diferenciación no se debe a la labor cotidiana de la hembra durante los cuarenta días de ceba, sino a la especialización desde hace mucho tiempo de uno de ellos, la hembra en nuestro caso, a la captura de grandes presas, abarcando así, al máximo, la diversas variedades de especies que pueblan el bosque, y aumentando con ello las posibilidades de subsistencia.

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Modificaciones que sufre el régimen alimenticio de una collera de azores durante el periodo de cía. Durante el periodo de tiempo que los azores se encuentran en celo, sus hábitos alimenticios se rompen y se produce un cambio. Este cambio en la alimentación es bastante interesante. Los antiguos novios se buscan; el macho, rebosante de amor, realiza múltiples exhibiciones para ganarse las simpatías de la hembra. Los gritos y vuelos de galanteo se suceden durante muchos días y durante el transcurso de las paradas nupciales, manifestaciones muy importantes en la vida de los azores, las capturas de presas y especies, aumentan considerablemente, ampliándose el número de especies depredadas. Mientras dura la elección y el arreglo del nido, los momentos de amor son muy frecuentes. Los seres que habitan el bosque, inquietos, esperan impacientes que amaine el pequeño temporal, y la tranquilidad tan ansiada, la marca la hembra de azor, con la puesta del primer huevo. Durante el periodo de incubación, la prima no sufre prácticamente ningún desgaste de energías. Las necesidades energéticas son mínimas ya que no realiza el fuerte ejercicio que le es habitual, el acopio de carne por el torzuelo es muy pequeño, y en contra de lo que pueda parecer su estado de carne no decae. En todas las especies con la subida de temperatura se eleva el metabolismo basal. Las capturas bajan considerablemente durante esta fase del ciclo incubación. Desciende perceptiblemente la variedad y abundancia de restos, y son más frecuentes presas de pequeño y mediano tamaño, propias de la dieta diaria de un torzuelo. Pero el nacimiento de los pollos, destroza de nuevo la tranquilidad reinante, el número de capturas se incrementa de nuevo, las piezas generalmente son capturadas por ambos congéneres, colaborando la hembra en menor escala. Las presas que llegan a la muda están siempre peladas y descabezadas; desplumadas lejos, evitando así que se ensucie el nido y su entorno, y descabezadas, porque la cabeza, bocado preferido de casi todas las rapaces, es privilegio del cazador. En resumen: Durante las paradas numpcia1es las capturas son abundantes. Generalmente, los azores durante este período, fijan su atención en especies de paso. Mientras transcurre la incubación, el número de presas es mínimo, y las especies capturadas por el torzuelo suelen ser pequeños pájaros y mamíferos. Con la alimentación de los pollos. Las capturas se hacen muy abundantes. El salto al mundo de los jóvenes azores coincide con el abandono de nidos y madrigueras de multitud de seres del bosque. Esta superabundancia de vida, hace mucho más fácil y llevadera la complicada tarea de los padres en el aporte diario de comida para sus voraces hijo, y facilita la posterior introducción de éstos en la caza.

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Localización de nidos. Para muchas personas, la localización de un nido puede suponer un serio problema. Voy a dar algunos consejos prácticos, que puedan ayudar a todos aquellos jóvenes cetreros, que buscan por vez primera una muda en el campo. Lo normal es que los azores, sitúen el nido en el fondo de algún valle. Les encantan los regatones oscuros. Tranquilos, llenos de frondosos y grandes árboles. A veces lo sitúan a media costana. Esto ocurre, generalmente, cuando entre los regajos de las laderas de la sierra no existe arboleda o simplemente no es la adecuada, es decir, no

Buscando desde el tollo la máxima visibilidad de la muda

ofrece el cobijo ni la seguridad necesarias: en estos casos, buscan las hoyas oscuras que se forman a media costana, entre ladera y ladera. En terrenos no muy quebrados, en encinares, gustan de situar la muda en grupos aislados de grandes choperas, en alisos, quejigos y en eucaliptos. Les encantan también para anidar los grandes bosques de coníferas. En el sur de Andalucía, son muy de su agrado los alcornoques, y un árbol que está desbancando a los demás a un ritmo increíble, debido en parte a las repoblaciones masivas que se están realizando en todas las provincias andaluzas, es el eucalipto. Esa costumbre de situar las mudas en los desniveles tiene una explicación. El azor, si anida en lugares que son tranquilos, construye su nido en el sitio que le sea más favorable para él, ya que caza en la sierra a lo largo y ancho de todas sus laderas, y no le supone ningún trabajo dejarse caer con sus presas hasta el fondo del valle o el desnivel donde se encuentra el nido, para dejar la presa. De otra forma, el trabajo de transportar la pieza cobrada hasta la plataforma de la muda, resultaría una tarea agotadora. Como norma general, esconde los nidos en los lugares más apartados y menos - 24 -

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frecuentados de la sierra. En los meses que tiene lugar el celo, o cuando las mudas tienen pollos, tanto los adultos como las crías, con sus gritos audibles a mucha distancia nos revelan el enclave del nudo. En los bosques de hojas caducas, resulta bastante fácil descubrir los nidos en el invierno. Es muy corriente que la collera posea varios nidos no muy separados unos de otros. El número de veces consecutivas que crían en uno de ellos, parece ser cuestión de azar, y los factores que influyen en los pájaros para que un año críen en un nido y al año siguiente lo hagan en otro, no están muy bien determinados. Sin embargo hay un momento, en el que el número de parásitos que invaden la construcción de la muda es tal, que de una temporada a otra podrían llegar a ser perjudiciales para las crías. Factor éste que podría tal vez tener influencia en el momento de elección del nido. Esto, desde luego, es bastante contradictorio. Conozco lugares donde las mudas son tomadas ininterrumpidamente todos los años, y sitios donde realizan un intercambio cada primavera. Es frecuente, incluso, encontrar alternancia de especies. Corrientes son los casos de mudas en las que un año anidan búteos y al siguiente lo hacen azores. Particularmente, creo que la rotación de mudas depende exclusivamente de tres factores: De la densidad de azores que haya en la zona, de la no existencia de lugares apropiados para la construcción de otros nidos, y de la seguridad de los pollos. ¿Qué se debe hacer una vez que se tiene localizada la muda? Un consejo que doy y más que un consejo es norma en cetrería, es que la muda se visite lo menos posible, lo indispensable. Cuando la pájara está echada en huevos, o cuando tiene pollos con días, aguanta mucho en el nido; puede una persona pasar por debajo de él, que no se mueve. Son las frecuentes visitas las que hacen que la prima salte ligera del nido y lo abandone, no volviendo hasta pasado un tiempo, con el consiguiente peligro para los huevos o para los pollos recién nacidos; las visitas continuas, pueden llegar a ser causa de que los embriones de los huevos mueran por falta de calor materno. Cuando un nido está tomado, nada en el suelo revelará su ocupación: no encontraremos ningún resto de comida, ni deyecciones. La sensación que da es la de abandono, pero una vez que nacen los pollos es muy fácil ver si en la muda hay vida sin necesidad de subir hasta arriba; las líneas blancas que forman los excrementos nos indican claramente que la muda está tomada, y algunas veces, aunque pocas, la propia madre nos desvela el misterio con sus gris en el cielo. En cuanto la indignada madre comienza a chillar, el torzuelo abandona toda ocupación y se une con sus gritos a las protestas de su compañera, pero siempre guardando la distancia, en un segundo plano. Si el intruso no fuese una persona, le atacarían en veloces pasadas hasta hacerlo huir. Los inconvenientes que presentan las localizaciones de los nidos, así corno las preocupaciones y problemas que ocasionan la cría y adiestramiento de un pollo son causas que se unen a las muchas existentes en torno a la protección y cuidado que se debe tener con las mudas.

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Desnidamiento. “EL ARBOL ANCIANO SE CUBRIÓ DE VERDE CON LA PRIMAVERA, Y DEL TESORO QUE GUARDO DURANTE TODO EL AÑO ENTRE SUS RAMAS: SURGIÓ LA VIDA”

El desnidar un pájaro no es un acto simple, sino que requiere mucho tacto, delicadeza y conocimientos. El poder tener un pájaro con todas las de la ley no depende del número de mudas que uno cuide y controle cada primavera, ni de la labor más o menos amplia que ha podido realizar a lo largo del año en favor de sus pájaros, el acto en si depende solo y exclusivamente de nuestra conciencia.

Anillamiento de un polluelo de azor con “tres negras” en la cola, edad que se considera idónea para desnidar en cetrería.

Voy a dar un consejo a todos aquellos aficionados nuevos, que habiendo nacido con el veneno de la cetrería en la sangre, desnidan los pájaros. El desnide de un pollo, prescindiendo de todo el papeleo y normas que envuelven a como se debe hacer es una de las fases que más conmueven, emocionan y gustan al cetrero. El desnide es cambiar, modelar, decidir un nuevo futuro para un ave, y lleva consigo toda una serie de responsabilidades. Los detalles deben de ser estudiados al máximo: utensilios que harán falta para bajar al pájaro del nido, el traslado, y la puesta a punto de un lugar adecuado donde ubicarlo, y se deberá de tener en cuenta que, una vez empezado el adiestramiento, necesitaremos de azoreras, arcos, preparación de céspedes, alcándaras, caperuzas... y todo ese maravilloso mundo que gira y cubre a esta antiquísima práctica de caza. Todo tendrá que estar listo y a disposición de ese, nuestro futuro compañero. Existe entre los cetreros un afán incontenible por poseer un pájaro enorme, un - 26 -

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coloso, lo que hace que normalmente de una muda se coja el pollo que a simple vista parece más grande. Hagamos aquí un pequeño inciso y realicemos un estudio de las edades idóneas para desnidar un pájaro y cómo puede llegar a repercutir la edad con que se desnida en su posterior adiestramiento. Hay veces que por una serie de circunstancias se desnida al pollo con muy pocos días. Cuando se haga esto, recomiendo que se coja a] más pequeño, ya que la competitividad que existe entre los hermanos a la hora de comer, hace que a veces uno de los más grandes mate y devore al benjamín. Al pájaro desnidado en esas condiciones se le hará un favor, y los inconvenientes que puedan surgir serán mínimos. La crianza es muy fácil hasta que eche los cañones, es decir, hasta que alcance los 12-14 días aproximadamente no se le dará hueso ni pluma; a partir de esa edad se le irán dando los huesos muy bien machacados y liado todo con trozos de carne: con veinte días, lo idóneo es darle la pieza entera, sin buche y destripada, y dejar que él mismo se sirva. Una vez satisfecho, se le retirarán las sobras. La posterior introducción en la caza no presenta problemas. Que no sorprenda a nadie el que después de quince ó veinte días de tener al pájaro en su poder, se encuentre con que lo que tiene en la azorera es una impresionante prima. El que un pájaro nazca el primero, no quiere decir que obligatoriamente tenga que ser el más grande, ni que sea una hembra, el orden de nacimiento puede repercutir ligeramente en el desarrollo, pero no tiene nada que ver con el futuro sexo del pájaro. Estos pollos desnidados tan pequeños pían mucho, toman al criador por su madre y el arreglo se realiza rápido por ambas partes. El intentar ganarnos su amistad, hace que rápidamente nos adopte como a su progenitora. Una vez listo, hay que espabilarlos con varios escapes antes de sacarlo de la azorera, pero a cambio de todas las dificultades que nos haya podido ocasionar la crianza, se quita uno de encima el engorro exhaustivo es de amansamiento. Nunca a un pollo, durante todo el tiempo que dura el crecimiento, se le darán carnes desolladizas; ternera, borrego, pollo..., ni ningún tipo de carne lavada. Tampoco recomiendo que se le suministren en las comidas concentrados de minerales ni vitaminas, a no ser que el pájaro presente la carencia o el inicio de alguna enfermedad. Una buena comida por la mañana, y otra por la tarde a base de pequeños volátiles, y nunca existirán problemas. Las palomas y pichones jóvenes, fáciles de conseguir, mantienen sano al más delicado de los azores. Desnidados con quince días, si se crían a mano, se comportarán de igual forma que los pollos descritos anteriormente.

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La perdicera es uno de los enemigos que tiene el azor en la naturaleza. En la primavera de año 1978 encontré restos de un azor (en la provincia de Córdoba) en el nido de una collera de estas bonitas águilas.

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Pronto olvidan a la madre, el cetrero la sustituye perfectamente. Si el pollo, en vez de criarse a mano lo introducimos en una azorera, donde no tenga un contacto directo a la hora de la comida con el cetrero, se comportará de forma muy diferente, ya que perderá la imagen de la madre. Una vez que se vea que el azor está perfectamente vestido se sacará de la azorera y comenzará el amansamiento. Si se cogeis los pollos con negras en la cola o mediante trampas, cuando son rameros, se puede terminar su crianza de dos formas: amansándolos desde el principio, o metiéndolos en la azotera hasta que completen el desarrollo, y una vez terminado éste, realizar el amansamiento. Es recomendable la segunda forma, ya que con esta edad los pájaros no olvidan a su madre, y nuestra obligada presencia, en momentos tan cruciales del crecimiento, pueden ocasionar que los pollos grandes trastornos, Estos schoks repercuten en los pájaros, ocasionando pérdidas de apetito y caídas de plumas. Conozco dos casos concretos de paro de crecimiento de plumas de la cola y su posterior caída. El primer caso se me presentó en la primavera del año 1977. Se trataba de un torzuelo que llegó a mis manos procedente de la sierra de Córdoba. Venia metido en una caja de cartón y presentaba en la cola un paro del crecimiento de tres plumas. Pasaron cinco días, y la diferencia de longitud entre las plumas traumatizadas y las sanas se hizo enorme. Esa misma tarde tiró una de ellas, y a la mañana siguiente dejó caer las otras dos. Los cañones se encontraban secos. El trauma sufrido había hecho que perdiese la sangre. Creí que no les volverían a crecer, pero una vez que el pollo terminó su desarrollo, las volvió a echar. El segundo caso que conozco, se le presentó a un aficionado de Huelva: Julián Núñez. Esto ocurrió en el año 1981: el pájaro fue desnidado con dos negras en la cola; las frecuentes entradas en la muda, los sustos y debatidas, fueron la causa del paro de cuatro plumas de la cola y su posterior caída, pero al igual que en el caso anterior, al término de1 desarrollo volvieron a crecer. Para evitar toda esta serie de traumatismos hay que actuar con mucha delicadeza en el momento del desnide. Realizarlo en silencio, sin gritos. Se debe de hablar lo indispensable y si no se habla, mucho mejor. Así evitaremos la posible relación que el pollo pueda entablar, entre ese ser que en esos momentos le produce tanto pánico y ese otro que posteriormente tratará de ofrecerle su amistad y de darle sólo satisfacciones. Es necesario evitar en lo posible las entradas en la muda, ya que lo único conseguible son debatidas y sustos, con los consiguientes traumas y rupturas de plumas, y a la larga, serán problemas que entorpecerán el adiestramiento.

El piar en el azor. El cetrero cuando desnida un pollo se convierte a los ojos de este en su nueva madre, y cuando el pájaro tiene hambre se lo manifiesta piando. Durante mucho tiempo, el piar en el azor ha sido y es un problema con el que tiene que luchar el aficionado. Se ha hablado de edades de desnides, de operaciones quirúrgicas... Bien. Algo que tengo más que comprobado, es que todos los niegos desnidados antes de echar la primera negra, no importa la forma cómo se críen, pían más tarde o más temprano. - 29 -

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Ahora, si bien es cierto que los que se desnidan muy pequeños pían antes, al final del adiestramiento terminan siendo tan buenos corno pueda ser cualquier pájaro desnidado con dos o tres negras y criado en muda. Ambos pían: el desnidado con pocos días es mucho más torpe al principio, pero no necesita amansamiento. Que yo sepa, lo único que mengua el piar en el azor es la cacería, así que mientras antes introduzcamos a nuestros pájaros en la caza, antes dejará de piar.

Normalmente los azores son malos caperuceros, sin embargo, excepcionalmente, hay algunos que la aceptan bien.

El azor y la caperuza. No me voy a referir aquí a las ventajas que pueda tener, si las hay, en el manejo de un azor con caperuza, ni de la forma de hacerlo caperucero: simplemente, voy a tratar de explicar el comportamiento para con la caperuza, aceptación o rechazo de los jóvenes azores atendiendo a la edad con que son capturados. Hay un momento idóneo para desnidar a un pollo, y es, cuando presentan en la cola la segunda banda negra. Con esa edad es muy fácil moldearle el carácter, y no pierde ni una sola gota de agresividad: con más días se puede ver uno en la necesidad de atraparlo con trampas. Todos los desnidados en ese momento, o a partir de él, aceptarán mucho mejor la caperuza que los desnidados muy pequeños. Estos últimos, y en general todos los que llegan al final de su desarrollo sin necesitar amansamiento, es difícil hacerlos caperuceros y hará falta mucho tacto y mejor mano para que terminen admitiendo la caperuza. Los zahareños la aceptan con resignación. Según mis experiencias, el grado de mansedumbre en un pájaro, al iniciarse el adiestramiento, es un factor decisivo para la aceptación o el rechazo de la caperuza.

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El azor al que se le va la mirada. “EL GENIO Y LA IRA, SE DESBORDARON EN MI PAJARO, Y POR UNOS INSTANTES, FUI PRESA ENTRE SUS GARRAS” El azor, pese a su carácter fiero y agresivo, una vez amansado jamás ataca a su maestro, aunque este principio, para desgracia de algunos cetreros y estímulo de los menos, no siempre se cumple. Son raras las veces, y se pueden contar con los dedos de una mano, los casos en los que un pájaro se revela y ataca a su dueño. Las causas que incitan a un azor a realizar un acto semejante son, en un principio, inimaginables. Seria fantástico el poder penetrar dentro de esa pequeña cabeza, y ver los pensamientos que cruzan por ella en uno de esos instantes. He Sacado algunas conclusiones de “el porqué” un ave mansa en teoría, se revela y a taca al que debería ver como un amigo. En mi opinión, y como protagonista que he sido de alguna de estas experiencias, hay dos causas dentro de las muchas que puedan existir, que creo fueron en mi caso, las que hicieron que el azor me atacara. La primera no presenta peligro para el azor, Suele ocurrir, que algunos pájaros, al matar presas desproporcionadas en tamaño y por lo tanto difíciles y desnaturales para él, se crecen y se llenan de orgullo. Hasta el momento, el comportamiento del pájaro con el cetrero había sido normal, de sumisión tirando a amistad, pero ahora, de pronto, empiezan a ocurrir pequeños incidentes. El perro suele ser el primero en sufrir las consecuencias, he visto a un azor, soltar el conejo que acababa de capturar y lanzarse como una fiera hacia el pobre pointer que se acercaba para echarse a su lado, acuchillado, y volar de nuevo hacia el conejo que se le iba. Estos pájaros, antes o después, al serles retirada una presa sin cortesía, o al quitarle la comida del guante después de algunas picadas, acaban por revelarse contra su dueño. Hay que procurar bajarles los humos. Aunque son casos que se dan poco, ocurren. En la mano y paciencia del cetrero está el hacerle entender al azor que en la unión de ambos no pueden existir malentendidos ni desavenencias. La segunda causa que incita a un azor a realizar uno de estos actos, resulta bastante peligrosa para él. Para templar un pájaro hace falta que el aficionado tenga mano firme y que no le tiemble el pulso, pero a la vez, que sepa ser moderado. Equilibrar la balanza del hambre, requiere un mínimo de comprensión y tiempo. Existe un punto por debajo del temple, en el que el pájaro, debilitado y hambreado al máximo, pierde la noción de lo real y es por debajo de ese punto, cuando todo lo que se mueve se presenta a sus ojos como una presunta presa. Esto ocurre muy pocas veces, pero pasa, y bajo estas circunstancias puede ocurrir que el azor ataque al cetrero. Un indicio característico, que señala que el azor se encuentra en ese estado, es la mirada. Las pupilas se agrandan y se achican una y otra vez, sin ninguna razón justificable. Llegar a esos extremos es contraproducente, desde todos los puntos de vista, y existen muchas probabilidades de que no se recupere y muera.

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Captura de pasajeros. Los azores dependiendo de la época de su vida en que se capturen reciben un nombre u otro. Si se coge del nido, es decir de pollo, se le llama “Niego”. Ahora, al pollo (un pájaro es pollo hasta que realiza la primera muda), según el periodo del año en que se captura, se les denomina de formas diferentes. Cuando el joven azor, completamente emplumado, salta del nido a las ramas del árbol que lo ha visto crecer, se le da el nombre de “Ramero”: Las diferencias de cara al adiestramiento de un niego y un ramero, no existen. Pero el ramero, si se sabe llevar bien, no pía. A finales de Junio o a primeros de Julio, (depende de la zona de España en que se encuentre la muda), los jóvenes azores, casi por azar, realizan su primera captura, con esas presa empezará a sentir correr por sus venas las ansias de independencia. Estos azores, sin mucha experiencia en el arte la caza, suelen retornar a la caída de la tarde a la muda o a sus inmediaciones, ocasión que era antiguamente aprovechada por los aficionados para intentar su captura. Para tal fin se utilizaban unas redes de hilos muy finos, que por su semejanza a una tela de araña recibían el nombre de “Araños”, Y a los azores que se capturaban así, se les apodaban “Araniegos”. Con los últimos días del estío los pollos de azores abandonan el territorio paterno. Con medio centenar de capturas en sus haberes, y llenos de seguridad en sí mismo, van traspasando sierras en busca de nuevos cotos de caza. Estos pájaros eran muy codiciados en el medievo y se les daban el nombre de Gentiles. Con la primera muda, el aspecto exterior del azor cambia, adquiere belleza y gallardía, y con este primer cumpleaños, adquiere el calificativo de Zahareño. Cada temporada, con la llegada de los fríos, los pájaros norteños vuelan en atrevida aventura hacia lo desconocido en busca de tierras más cálidas. Estos vagabundos de los bosques, inquietos por naturaleza, reciben el nombre de Pasajeros, Araniegos, gentiles y pasajeros, se conocen normalmente bajo el denominador común de zahareño, y por regla general, a cualquier pájaro que se captura después de haber abandonado la muda se le denomina así. Hoy en día, el 99% de los pájaros que vuelan son niegos. A veces, por probar, se captura algún araniego. Por curiosidad, como dato histórico, voy a transcribir textualmente, del libro del Duque de Medinaceli, cómo se realizaba antaño la captura de un halcón pasajero, aplicable si se adapta al bosque, para la captura de un azor.

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Según afirmaba Don Juan Vallés, de los mejores halcones que se manejaban en cetrería era los sacres. Tenía fama los que se capturaban en los encinares de Toledo.

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(5) Donde se ha llevado a cabo la captura de halcones con más éxito es en Holanda, en la provincia de Brabante del Sur, cerca de un pueblo llamado Valkenswaarde, situado en mitad de una gran ladera descubierta, donde en otoño se reúnen gran cantidad de aves de paso, poderoso atractivo para los halcones. Desde tiempo inmemorial, seguramente desde la muy remota Edad Media, se ha capturado y adiestrado allí halcones para toda Europa. Cuando más en auge estuvo la cetrería, acudían allí emisarios de todos los principados, ducados y soberanías con el fin de comprar para sus amos y señores los halcones capturados en la temporada. Durante muchas generaciones, a los individuos de la familia Mollen, se les ha distinguido como los más hábiles, tanto para la captura como para el adiestramiento de halcones; pero conviene advertir que los halconeros holandeses solamente supieron enseñar halcones zahareños adultos, pues siendo Holanda un país muy llano en la costa y en el interior, era imposible cogerles en le nido, ya que esta aves solamente los construyen en los acantilados. Para capturar halcones adulto, en primer lugar hay que construir una choza de madera que haga el menor viso posible. Evidentemente, la mejor choza será aquella que haya sido cavada en el suelo, y cuyo tejado, en forma de bóveda se cubra naturalmente de césped. La disposición de la choza y el modo de operar son como sigue: La entrada de aquélla debe practicarse al Suroeste, y la ventana o tronera por donde observa el cazador al Noroeste. A unos 40 metros delante de esa tronera, ha de colocarse una red en arco que, mediante una cuerda pueda ser manejada desde la choza. Además de la red se requieran otros diversos artefactos con los que deben maniobrar al apresador. Omito su descripción porque además de no ser imprescindible, exigiría a entrar en prolijidad de pormenores que alargarían esta parte fatigosamente. Basta decir que el cazador, merced a esos artefactos y dispositivos, hace intervenir a otras aves, cuyo auxilio es indispensable para la caza de la rapaz; un alcaudón, una paloma que hace de cimbel y otra de cebo. Como se sabe, el alcaudón, ave de color gris y negro, también llamado desollador, es quizás el pájaro que más teme al halcón y más le odia; es además capaz de denunciar su presencia a una distancia y con seguridad que no puede alcanzar un hombre aunque esté provisto de los mejores gemelos prismáticos. El alcaudón, pues, se haya puesto en una percha no lejos de la choza, en cuanto divisa a su enemigo en la lejanía comienza a agitarse y chillar, y lo sigue haciendo con más violencia conforme la rapaz se aproxima. El cazador así avisado, se guarece en la choza, y usando uno de aquellos ingeniosos dispositivos a que antes yo aludía, hace entrar en funciones a la paloma que actúa como cimbel, atrayendo a la rapaz. Cuando se haya ya sobre la red, el cazador, dando un tirón seco de una cuerda que forma parte de los artefactos indicados, saca violentamente de su refugio a la otra paloma que hará de cebo. Se arroja el halcón sobre ella y la aprisiona; pero el cazador, que a su vez tiene sujeta a la paloma de cebo mediante la cuerda antedicha, sigue tirando de ella y arrastra así juntamente con la víctima a su matador., hasta el centro de la red en arco. Tira entonces de otra cuerda que acciona sobre la red, cierrase ésta y el

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halcón queda capturado.

Zahareño. La captura de cualquier especie animal mediante trampas ha sido siempre a los ojos del hombre un tema apasionante. A través del los siglos, el ser humano, se ha valido de su ingenio para construir diferentes tipos de artilugios y ha tratado de amoldarlos a las características de cada especie para intentar su captura. Desde los remotos y lejanos días del cuaternario a la actualidad, el hombre y las especies animales han evolucionado de una forma sorprendente, pero la astucia, el instinto natural de las mismas de cara a la supervivencia no ha cambiado en absoluto. El cetrero es, ante todo, un naturalista nato, un hombre de campo, y los conocimientos que yo pueda aportar en este apartado serán seguramente de todos conocidos, pero como ya he dicho anteriormente, este es un libio para cetreros noveles, que no tienen a su alcance un manual una persona entendida que los pueda orientar en su camino. Conocer las costumbres, la forma en que se desenvuelve cualquier ave o mamífero en si hábitat, sus querencias, sus desplazamientos, es una labor que requiere dedicación y entrega, y una gran vocación. Siempre será más fácil capturar un ave de la que conocemos casi todo, que salir al campo a la buena de Dios a ver que es lo que cae. Son muchísimas las formas y los engaños que se pudría usar en un momento determinado, para hacernos con un pájaro, pero solamente me voy a referir a dos, que siendo las más simples, no hay duda que se trata de las más eficaces: Los lazos y las redes. Cualquier trampa que se quiera montar, se hará “in situ”, tratando por todos los medios de no alterar lo más mínimo; un palo roto, una mata de monte arrancada, o un movimiento de tierra, pueden ser causas de inútiles esperas. El azor es un ave muy arisca, conoce su territorio a la perfección, árbol por árbol, mata por mata, y cualquier cambio en su territorio hará que se muestre más esquivo y astuto que de costumbre. Los lazos que se usen serán de nylon; estos son muy efectivos, pero tienen el inconveniente que cuando corre la brisa se cierran y se caen. La red, por el contrario, el único problema que presenta es su fabricación, y matarle el brillo. El hilo deberá ser muy fino, y se teñirá de negro. Tomando el máximo de precauciones en el montaje, será fácil hacernos con un pájaro nuevo. En lo referente a zahareños, es mucho más sencillo capturar a un pájaro que viene de paso, que no uno sedentario; el primero, podemos decir que se trata de un extranjero que desconocedor del terreno, y por lo tanto, no extraña cambios que podrían alertar a un pájaro de la zona. De todas formas, el empelar trampas para hacernos con un zahareño, es una labor que solamente un loco o un desalmado llevaría a cabo. Arrancar a un azor del entorno donde se ha desarrollado durante años e intentar adiestrarlo, es una locura.

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Trampa de lazos, utilizada en Inglaterra, para la captura de gavilanes pasajeros

El zahareño está ligado a sus costumbres, es parte de su pasado, y por mucho tiempo que se le dedique, habrá de volar siempre muy fino de peso; suelen llevar a mano, y atacan a cualquier reala que se levante en el campo, y aparte de eso, cualquier incidente es motivo de sustos y sobresaltos. Aconsejo a todos aquellos que se le pueda pasar por la cabeza la idea el capturar a un zahareño, que desistan de ello, ya que solo conseguirán problemas. Podría explicar el uso de trampas, trucos y periodos críticos para la captura de algunas rapaces, pero creo que están de más. El cetrero de hoy necesita un pájaro manso, que si un día en el campo no está bueno en el, lo pueda recoger de cualquier forma ¡salir del paso!, sin riesgos de que se asuste, vuele y se pierda. Un pájaro que no se tenga que estar constantemente encima de él; que si se vuela dos veces por semana, se encuentre con un ser no asustadizo; que los simples manoseos que se le dediquen al día lo mantengan manso. En resumidas cuentas; las exigencias y obligaciones, aparte de la afición con que cuentan la mayoría de los cetreros actuales, hacen que el tiempo que le dedican a su

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pájaro no sea por desgracia el necesario en esas circunstancias, incluso el manejo de un niego se hace difícil. Un zahareño necesita para ser sacado adelante con posibilidades de éxito la entrega por entero de una persona. En otras condiciones, capturarlo es un problema, adiestrarlo una ventura y cazar con él, se convierte en un adiós. La cacería con zahareños es algo que en España ya es historia.

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LA LEYENDA DEL BOSQUE

“EL OLOR A RESINA INPREGNA EL CREPUSCULO, UN VANDO DE ZURITAS CRUZA EL CAUCE SECO DE UN RIO Y SE AREMOLINAN EN LAS ALTAS COPAS DE LAS ENCINAS ¡RULAN!, ¡SE PEGAN!, CAMBIAN DE POSADEROS, Y EN MEDIO DE LAS SOMBRAS ESTALLA LA ARBOLEDA. LAS PALOMAS HUYEN, LA ESPERA DEL VIEJO AZOR HA LOGRADO SU FRUTO, CON EL PICO LIGERAMNET MANCHADO DE ROJO, SE FIJA EN EL HORIZONTE, EL SOL ESCONDE SU CARA ALLÁ EN EL FONDO DE LA SIERRA Y DESPLUMANDO, LE COGE LA NOCHE.”

No es frecuente poder observar escenas íntimas del mundo animal. Son necesarios, aparte del tiempo, toda una serie de conocimientos. Cada especie posee características propias y éstas son las que inducen al naturalista a tornar las precauciones necesarias para poder estudiarlas en su ambiente, sin que acusen su presencia. El mundo de las rapaces es muy complejo, los caracteres, los hábitat, la forma en que se desenvuelven son diferentes encada una de ellas. Las rapaces de grandes superficies alares, especializadas en el vuelo a vela, son más fáciles de observar en la naturaleza que por ejemplo el pequeño y asustadizo gavilán, pero todas, sin excepción, pasan por un período en el que pierden bastante de ese aire de vagabundos y se muestran menos esquivas y ariscas y por consiguiente más asequibles al observador “la reproducción” misteriosa fuerza que une a la rapaz con un entorno determinado y le despierta sentimientos dormidos. He tenido la satisfacción de poder ver crecer día a día a una bonita collera de azores. El amor y mi afición las puso a mi alcance y fue una experiencia maravillosa en la que cada segundo se convirtió en un momento inolvidable.

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Instalación de un tollo.

Montar un tollo de observación a un nido de azores, es una experiencia más, que el alma del cetrero en su curiosidad hacia el mundo secreto de las rapaces, realiza tarde o temprano. Voy a dar algunos consejos para todos aquellos que traten de embarcarse en esta clase de aventuras. Un tollo no es más que una casamata de observación, generalmente de tela, con unas dimensiones mínimas y de fácil manejo, que permiten al observador sólo y exclusivamente efectuar una serie movimientos indispensables. El tollo se puede colocar de dos formas: Una primera que recibe el nombre de Natural, en la que la plataforma de sustentación del puesto va colocada directamente sobre un árbol cercano al nido, y una segunda forma, que recibe el nombre de Artificial, y en la que la plataforma va situada sobre una torre metálica que se monta exprofeso al lado de la muda.

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Las dos maneras proporcionan excelentes resultados, el usar una u otra dependerá del gusto de cada uno y por supuesto de las condiciones del terreno. La visibilidad en un tollo es uno de los factores más importantes a tener en cuenta, así como la situación del mismo con respecto al sol. ¿En qué momento o

1. «Mirando el corzo»,2. «los tres en fila», 3. «La prima llegó con un pinpollo verde en el pico», 4. «Casi todos listos para volar», la prima y el torzuelo están practicamente vestidos, la diferenciaq de tamañio entre ambos sexos ya es notable.

periodo de cría se debe montar la torre? Será norma no instalar nunca la estructura antes de lo eclosión de los huevos. No olvidemos que el azor es huraño y esquivo por naturaleza, y los huevos no despiertan los mismos sentimientos de amor y atracción en los padres que los jóvenes pollos donde claramente palpan y sienten la vida. Hay personas que el montaje del tollo prefieren realizarlo mediante una serie de fases de acercamientos sucesivos, y en días alternos, a la muda. Nunca lo he hecho de ese modo, puesto que lo encuentro contraproducente; mientras menos molestias ocasionemos a la collera de azores, mucho mejor. El montaje de la torre, incluida la plataforma, la realizaremos cuando los pollos hayan alcanzado aproximadamente los diez días de vida, nunca antes, ya que se corre el riesgo de una mal aceptada presencia de la torre ocasione la prolongada ausencia de la madre del nido, y los pollos mueran por falta de calor. La distancia existente entra la estructura y la muda no deberá ser menor de seis metros. La torre se coloca a media mañana, de forma que los pollos hayan recibido ya alguna ceba, y el sol caliente lo suficiente. Una vez montada y asegurada, no volveremos hasta el día siguiente a la misma hora, en que colocaremos el tollo desmontado sobre la plataforma. Nos aseguraremos de que los pollos han sido cebados.

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En la muda faltaba la comida, los azores, a pesar de las excelentes facultades que tienen para la caza, a veces roban pequeños polluelos a medio vestir de los nidos de los innumerables pájaros que pueblan su coto de caza, (generalmente córvidos, «urracas» y «arrendajos»). El fino oído y la facilidad tan enorme que tienen de aprendizaje los pone a su alcance.

El amanecer del nuevo día es del máximo interés, porque si los azores han tomado el tollo caído, tendremos un 99% de probabilidades de que lo acepten de pié. Examinaremos los pollos, y una vez comprobada su ceba, montaremos el puesto, dejaremos descansar la muda una jornada entera si no surge ningún inconveniente. El quinto día, antes de que rompa el alba, se podrá introducir una persona en el interior del tollo. El momento tan esperado ha llegado por fin. Hemos de procurar, en lo posible, que ninguno de los miembros de la collera nos vea entrar dentro de la tienda, y las mismas precauciones tomaremos a la salida. La pared delantera del tollo, la orientada hacia el nido, tendrá solo dos abertura, una más amplia que será la que utilizaremos para sacar el teleobjetivo de la cámara, y la otra más pequeña, de unos dos centímetros aproximadamente, y ligeramente difuminada por un pliegue de tela, que nos permitirá observar la muda. Cualquier entrada de luz que haya en alguna de las paredes restantes, se deberá tapizar perfectamente, de manera que cuando el azor mire hacia el tollo, no pueda distinguir nada. Respecto a la situación del nido, debemos tener en cuenta lo siguiente:

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“Momento de la ceba”. La prima de azor ceba con una exactitud casi matemática. Nunca, mientras se encontró en la muda, se originaron peleas entre los pollos.

— Si la muda se encuentra en lugar de arboleda espesa, facilitará la colocación de un tollo natural, pero nos encontraremos con el problema en un sitio tan frondoso, de la falta de luz para poder realizar fotografías y filmaciones. — Los nidos situados en árboles demasiados altos son incómodos desde todos los puntos de vista. Conociendo la debilidad del azor por situar la muda en depresiones del terreno, se puede aprovechar para la instalación del tollo la misma ladera que forma el valle, (suponiendo que esté próxima al nido, cosa muy corriente). El desnivel existente nos colocará a la altura del nido. — La querencia que muestran los pájaros para con la muda, es muy importante a la hora de instalar el tollo. Hay pájaros en los que el lazo de unión con el nido es más fuerte que en otros. Los azores viejos aunque se muestran más reacios en los primeros momentos para acercarse al nido, ante la presencia del tollo, terminan aceptándolo de mejor agrado que los pájaros nuevos. — Las mudas antiguas, donde han criado los azores generaciones tras generación crean muy pocos problemas. Suelen ser dueños de los mismos pájaros cansados de mudar. Estos son los nidos idóneos para montarle una estructura. Voy a transcribir a continuación alunas notas de mi diario, jornadas frente a un nido de azor, del que guardo muy buenos recuerdos.

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Los azores, al final del recto, poseen una glándula especial, que hace que los excrementos sean lanzados, incluso a dos o tres metros de distancia por encima del nido.

Jamás supuse que estos seres hechos para matar, pudieran expresar tanto amor, en las muchas horas que pasé sentado dentro del tollo observando la muda, sorprendí escenas y hábitos que nunca había leído en ningún libro y…bueno, creo que colmarían las exigencias del más meticuloso de los naturalistas.

18 de mayo de 1982 La sierra de Cádiz tiene un encanto especial, yo siempre le lo he achacado a sus bosques de alcornoques y a esos pequeños duendes estrellados que como ágiles corzos surcan sus ciclos. Dar con una muda que se desconoce tiene siempre un momento de rara emoción, pero lo que acaparó toda mi atención el día que descubrí ésta fue la extraordinaria belleza que se desprendía de todo su entorno, ¡enorme!, ¡monstruosa!, engarzada entre las bastas ramas de un alcornoque, a muy poca altura del suelo, la muda de azores resultaba impresionante. Se distinguían perfectamente los diferentes estratos de leños que los pájaros habían ido amontonando incansables, año tras año, hasta formar ese enorme haz de ramas secas. La paz y la calma habitaban el. valle. Grandes zarzales. salpicados aquí y allá de helechos tapizaban el suelo, y a muy pocos pasos, un ancho arroyo correteaba entre chopos y alcornoques.

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La prima arregla los desperfectos ocasionados por el viento, la tarde anterior

Unos gritos en el cielo me sacaron del éxtasis en que me encontraba. La enorme pájara volaba en lo alto, se quejaba sin parar, inmensa, consciente de su poder. Me la imaginé de cerca. sorteando delicadamente ramas hasta posarse en el nido, y no sé si fue en ese momento cuando tomó forma en mi interior la idea de montar1e una torre. Espiaría la enorme pila de leña fuente de generaciones de azores, desvelaría todos los secretos de sus moradores. La aventura iba a comenzar y no daría fin hasta veintidós días más tarde.

20 de mayo de 1982 Los problemas empezaron a surgir desde el primer instante. El Transporte de la torre, el llamativo color en que se encontraban enfundados los hierros, la inestabilidad de los mismos una vez colocados a causa de la blandura del terreno, los nervios, hacían que, cualquier simpleza alcanzase proporciones gigantescas., pero poco a poco todos dos los inconvenientes fueron resolviéndose. Llegue a las inmediaciones de la muda a las once de la mañana y dos horas más tarde estructura se encontraba montada. Resolví el problema de los vuelos empotrándola firmemente en un alcornoque: podé las ramas que estorbaban la visibilidad del nido, y comprobé el estado de los pollos. La hembra de azor cansada de gritar, hacía un buen rato que no se veía, ni se escuchaba, El torzuelo no apareció en toda la mañana. Colocada la torre y la plataforma y limpiado el suelo de restos abandoné el lugar.

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21 de Mayo de 1982 Los pollos tienen el buche lleno, en el borde del nido hay un resto de conejo, la torre ha sido tomada con éxito, monto el tollo en la plataforma y me marcho. 22 de Mayo 1982. A mi llegada, la pájara no hace acto de presencia: sobre el nido no hay ningún resto de comida, pero no hay duda de que el azor ha entrado, puesto que los pollos han sido cebados, una rama a verde recién cortada, en el suelo de la muda, es signo inequívoco de que el tollo no se convierte en un obstáculo que merme la normal actividad de los azores. 23 de mayo de1982. No aparezco por la muda.

24 de mayo del 1 982. El alba enseñaba su cara en el horizonte cuando llegué al valle: los colores difuminados por la oscuridad que huía espantada de la luz que iba avanzando Se iba unificando en el fondo gris veteado de oscuro en los caños más espesos. Subí a la torre, y me acomodé lo mejor que pude en el interior del tollo a la espera de los acontecimientos. Con la llegada del día, los minutos se me hicieron eternos, los pollos tranquilamente echados en el nido se limitaban a cambiar de vez en cuando de postura. La vida bulliciosa de la volatería pequeña resonaba a mí alrededor. La espera se hizo larga. Tenía los sentidos embotados y el cuerpo dormido. De cuando en cuando, los jóvenes azores, como puesto de acuerdo, se mostraban activos, de pié, con andares inciertos, tambaleándose, cambiaban de cama, y el momento esperado llegó. La vista de la pájara me fascinó, me encantaba apoyado contra la estructura del tollo, cuando percibí un suave chasquido, miré por la tronera, y se me erizó la piel. La hembra había surgido del vació en el más completo de los silencios, como salida de la nada, enorme, tremenda, rebosante de poder. El piar de los pollos la sacó de su abstracción, se palpaba en sus ademanes la intranquilidad y miró un par de veces hacia mí, pero el suave lamento de los pollos terminó llamando su atención. Se situó de perfil a la tronera y comenzó a cebar. La delicadez reinaba en la muda; los dos pollos echados sobre la cama de hojas, eran matemáticamente cebados con una precisión que me asombró. La gran hembra de azor guardaba un orden rígido de ceba. Cuando ocurría que uno de los dos pollos robaba a su hermano el trozo de carne que la madre acababa de depositar en su pico, esta, inmediatamente, se lo quitaba y se lo daba al que le correspondía. Si no lo lograba, cambiaba el orden de las cebas, comenzando por el pollo al que le había sido usurpado el trozo de carne. Terminada la ceba, la pájara permaneció, aun en al muda al lado de los pollos algunos minutos, al cabo de los cuales, son un limpio salto, desapareció de mi vista. El fantástico duende con su pijama rayado se zambulló en el verde con el mismo silencio que le acompañó a su llegada.

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La visita de un carbonero común a la muda, despierta la curiosidad y entretiene a la joven prima.

La presencia del azor, me alteró un poco, haciendo que me olvidadse del verdadero motivo que por el que me encontraba allí, la cámara. Ensimismado en su contemplación, no tiré ni una sola fotografía. Con el pasar de los días, el suave entrechocar de las garras con la base del nido se me hizo tan familiar, que esperaba su llegada, recostado sobre una de las paredes del tollo, sin tener ninguna clase de visión sobre la muda. Las incontables horas que pasé espiando a esta familia de azores me desvelaron incógnitas que hasta entonces desconocía por completo del comportamiento de esta especie. Por ejemplo, desde el primer día el torzuelo hizo acto de presencia en la muda, y sus presas eran depositadas, generalmente, sobre el mismo nido. Pero lo más extraordinario no ocurrió hasta el tercer día de observación, a eso de media mañana, cuando el viejo torzuelo se presentó en la muda con un pequeño gazapo y ante mis atónitos ojos, cebó a los pollos; pero no de una forma desordenada ni desacostumbrada, sino con la misma maestría que lo había hecho la prima el día anterior. Desde entonces, fueron muchas las veces que el torzuelo cebó y aportó presas al nido. Tenía entendido que el macho, cuando los pollos eran todavía pequeños, cazaba en solitario para su consorte y que el miedo a acercarse al nido era tal que llamaba a la hembra desde un posadero cercano, y ahí le dejaba la pieza a su disposición. Pues bien, durante lo veintitantos días que estuve en el tollo, toda esa película sólo la presencié una tarde. Y dentro del grupo de sorpresas, la más espectacular fue la visita conjunta al nido, de la prima y el torzuelo. La escena duró escasos segundos. El atrevido macho abandonó la repisa de leños, dejando que su compañera rigiese la ceba. Puede ser que el comportamiento de los azores en general siga otra línea de conducta. Yo simplemente me he limitado a relatar lo que presencié; que cada cual saque las conclusiones que mejor le parezca. Detalles dignos de resaltar fueron el aporte al nido por la prima a últimas horas de la tarde, de un pimpollo verde de chopera, y el arreglo minucioso de los desperfectos que ocasionó el viento en la muda la tarde siguiente. La hembra, en delicada operación, se dedico a coger uno a uno los leños que a su parecer no se hallaban bien asidos a los demás, y entrelazarlos nuevamente.

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Una mañana de principios de Mayo. El joven torzuelo salió del alcornoque a un chopo del arroyo. Este fue el principio de una serie de correrías. Entre los diferentes posaderos que conquisto en sus vuelos, se encontraba mi torre. Nervioso en extremo saltaba de rama en rama explorando hasta que a la caída de la tarde retornó al nido, la joven prima lo imitó curiosa, y con un fuerte batir de alas lanzó al aire, en cascada de plumones un tartajoso lamento. Protegido por la oscuridad abandoné el tollo. Un día más en la vida de mis azores... el inicio de mi camino incierto, vi en sus ojos, en sus torpes saltos, las ansias de descubrir lo desconocido. La mirada del azor es el calendario de su vida. Hasta un cierto número de mudas se puede llegar a conocer la edad que tiene un pájaro por el color de sus Ojos. La edad infantil de un azor está coloreada por la oscuridad, durante los primeros días de su existencia, el iris es de un color gris oscuro, con la soltura en ele vuelo alcanza el verde grisáceo. A mediados de Agosto, casi todos los pollos de azor, en Andalucía, llevan reflejado en el iris el pá1ido color de los rastrojos en Verano. Con la tintura amarilla en sus ojos, el pájaro logra la independencia, y mantiene ese color durante casi dos años, luego a medida que van pasando los días el amarillo se irá haciendo más intenso, hasta lograr atrapar en su iris el color del candilazo de las tardes de Otoño. Con el naranja, el azor alcanza la madurez sexual. Del naranja pigmentado de carmesí a los cuatro años, la mirada de los azores se oscurece poco a poco, y al filo de las cinco mudas, se trasforma en roja, color que permanecerá inalterable y definitivamente en el iris de los pájaros. Rojo intenso, espeso: la mirada va acumulando fuego con el paso del tiempo hasta rebosar en un ojo oscuro, casi negro, lleno de sabiduría y experiencia. Este rojo, compañero inseparable de la rutina diaria del pájaro, le acompañará hasta el final de sus días. La noche absoluta dueña de la Sierra, campeaba a su antojo, en el refugio de mi tienda, inmerso en mis pensamientos me quedé adormi1ado, y en el silencio de la tarde escuché el siguiente relato. Con el sol en el punto más elevado del firmamento, la vida en el bosque se paraliza, y el sesteo amortigua la pesada labor diaria de todos los inquilinos del monte. Los pequeños pájaros buscan el frescor de las corrientes de agua y solamente algunos paros, corno niños traviesos, prosiguen con sus saltos, en su laboriosa inspección de tallos y brotes tiernos. En un rincón del valle, cubriendo su figura del calor bajo la sombra de una espesa rama, un precioso azor descansa tranquilo; de rato en rato, estira una mano, se sacude y encoge la contraria. Soñoliento, se distrae con el canto de las chicharras y el zigzaguear borracho de las mariposas.

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Por la variabilidad que presentan los azores en los ojos a lo largo de los diferentes periodos de su vida, se puede llegar a saber aproximadamente la edad que tiene un pájaro; Ojos amarillo-claro “Pollo de azor”. El color permanece inalterable hasta los cinco - seis primeros meses de su vida (foto superior) Ojo amarillo-fuerte “Azor de una muda”. El color del iris no cambia hasta que el pájaro alcance el tercer año de vida (foto inferior)

Un travieso trepador descubre al magnífico cazador y escondido, lo contempla extasiado: un suave silbido a su derecha lo saca de su embeleso y en rápido vuelo va a reunirse con sus compañeros.

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Con la caída de la tarde y antes de que la noche cubra por completo al Sol, el pajarillo, se acerca cauteloso a la oscura hueca donde habita el Gran Señor de la Noche. La grandiosa ave nocturna conoce la Leyenda del Azor. Hace dos lunas, un suave murmullo despertó al pequeño pájaro, el Gran Duque entonaba una canción y en medio del miedo y la oscuridad escuchó la siguiente historia: Hace mucho tiempo, en este mismo bosque, vivió una primera collera de azores. En aquel entonces carecían de orgullo, eran sencillos, y el color de su mirada era como el cielo en las tardes de tormentas, gris suave. El año se mostró ingrato con la naturaleza. Escasearon las lluvias y era difícil buscar alimento, pero no obstante, a pesar de los inconvenientes, la primavera vio crecer en el viejo nido a un hermoso pollo de azor. Una mañana, el joven pollo dio su primer vuelo. Su alocado batir lo llevó lejos y fue a caer en la orilla del lago; por vez primera vio su imagen reflejada en las tranquilas aguas, se enorgulleció de su figura esbelta, de sus poderosas manos, pero cuando más complicado se encontraba en el estudio de su figura, se fijó en sus ojos ¡eran oscuros, y estaban faltos de luz!; enfadado dio un manotazo en el agua enturbiando el tranquilo espejo y saltó con fuerza hacia las ramas cercanas de un árbol. El, una de las rapaces más respetadas del bosque, poseía un defecto, toda la tarde la pasó preocupado, soñó con lo mismo, y con las primeras luces del día se le ocurrió una idea. Voló al árbol más viejo del bosque; desde su copa mirando al cielo le dijo al Sol: Astro rey, tu que sostienes la vida y nos guías a tu antojo, dame un poco de tu inmenso resplandor que encienda mis ojos oscuros ¡Hazlo, te lo ruego!, seré el mejor de los habitantes del bosque y me convertiré en el más leal de tus súbditos. La luz anidará durante, generaciones, en los ojos del azor ¡Vuela al bosque y enséñales a todos, el regalo que te acabo de hacer!

El joven pollo, lleno de alegría, voló hasta el lago; en él vio reflejado unos ojos de un color amarillo intenso que desprendían luz. Desde allí dio las gracias a su benefactor y emprendió una vida ejemplar. Pero el tiempo hizo que olvidase sus palabras, y poco a poco, su alma se fue llenando de orgullo. Volaba sin parar por entre la maleza sembrando el pánico a su paso, y se convirtió en un ser cruel y despiadado. Un día, mientras descansaba de sus correrías por el bosque, vio venir hacia él a una coneja; la dejó que cruzase por delante de su posadero, la miró despectivamente y dando un rápido salto la atrapó entre sus garras. ¡No me mates! – Rogó la coneja - tú eres poderoso y tienes mucho de donde elegir. Mi muerte no significa nada, pero siete gazapos, a los que tengo que amamantar, me esperan.

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Ojo naranja -. Al entrar en la tercer muda el ojo del azor se convierte en naranja, y no cambia hasta comienzos de la quinta muda que se pigmentaré de rojo (foto superior) Ojo Rojo -. Del naranja pigmentado, y a su sexta muda, el iris del azor alcanza el rojo, color que permanecerá en los azores de por vida (foto inferior)

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El Sol, enternecido por las palabras del joven adolescente, lanzó desde el ciclo un rayo de vida y le dijo: El azor rió despiadadamente y contestó a las palabras del roedor: Soy el ser más poderoso que existe, este es mi reino, y no respeto nada ni a nadie A raíz de sus palabras, cientos de truenos rasgaron el cielo, las manos involuntariamente se le abrieron dejando en libertad a su presa, y en la inmensidad del estruendo se oyó la voz del Sol: Has colmado mi paciencia, has olvidado el ruego que me hiciste, te has convertido en el ser más orgulloso y déspota, y voy a castigar. No te robaré la luz de la que te hice poseedor, pero desde este momento, y como castigo a tu ira, tus ojos tomarán el color de la sangre de tus victimas, y desde ahora en adelante eso le ocurrirá a todas tus generaciones. Un ligero movimiento en la hueca del Señor de la Noche, rompe con el soñar despierto del pequeño trepador que huye asustado. El Gran Búho se prepara para salir; dueño de los secretos y fantasías del bosque, pregona cada noche en la oscuridad las historias que pasan en las estirpes de Duques de padres a hijos. La luna iluminó las sombras, y una vez más, con vuelo silencioso, el búho cantó en las tinieblas esta fantástica historia de la leyenda del azor.

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“EL DESTINO DE UN PÁJARO ESTÁ REGIDO POR EL COLOR DE SUS OJOS”

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SEGUNDA PARTE “Todas las artes son una imitación de la naturaleza” (SÉNECA)

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ARTE POR ARTE: ORIGEN

Una de las primeras tardes del nuevo año, mientras percibía el olor de la corteza húmeda, sintiendo en mis manos el frescor de los helechos, y a lo lejos, culumpiado por la brisa, salía a la superficie de las zarzas, el eco sinuoso del canto del ruiseñor viniero a mi memoria recuerdos llenos de nostalgia, ¡el desnide de mi primer azor!. Desde lo alto del espeso aliso en que me encontraba, colocando cuidadosamente en el interior de la cesta al menor de los tres hermanos de una familia de azores, la visión del agua del arroyo descolgándose entre las piedras era relajante; el sudor que empapaba mi frente, y los gritos de la encolerizada madre resonando ininterrumpidamente en mis oídos, se convirtieron en pequeños retazos de ánimoque me acompañaron y ayudaron a lo largo de toda mi vida cetrera. Situé la escena en el pasado: seguramente, miles de cientos de años atrás habria dido repetida por ese primer hombre lleno de fantasias e ilusiones, que con la captura de ese primer pájaro, creó, lo que llegaría a convenirse con los siglos en pasión de reyes y vínculo de hermandad entre los hombres ¡la más noble de las las modalidades de caza! Un arte.., lleno de belleza que arrastró a pueblos y culturasras, y que salió al mundo con el cautivador nombre de Cetrería.

Fuentes de la cetrería. Penetrar en los recónditos pasadizos del tiempo es sumamente difícil, Tal véz por eso el hombre, desconoce a ciencia cierta el momento histórico en que surgió el noble arte cetrero. Ese desconocimiento del lugar donde nació, tan espectacula practica cinegética, lo hace navegar a la deriva y como consecuencia surge la teoría. Se da como lógica, la aparición de arte de cetrear, en Oriente: japoneses, chinos indios y persas la practicaban siglos antes de nuestra era. Los Primeros contactos que tuvieron con las aves de cetrería. se llevaron a cabo.

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de una forma muy diferente a como se conoce actualmente esta modalidad de caza.. Los halcones no se empleaban para matar diretamente con ellos determinadas piezas, sino que se usaban para espantar la cacería, que en su huída, iban a parar a las redes preparadas por los cazadores Varios autores antiguos marcan su origen en las estepas de Asia Central. Ktesias contemporáneo de Jenofonte hace referencia a los habitantes de un pueblo indio, donde cazaban gacelas, zorros y liebres con aves rapaces. Decía Plinio que los cisnes son enemigos de las águilas, enumeraba a varias clases de halcones, y los clasificaba según la forma que utilizaban para hacerse con la presa. Unos solamente arrebatan las aves, cuando están paradas en tierra, otros cuando vuelan en torno a los árboles, algunos cuando las aves descansan sobre puntos elevados, y finalmente otros a vuelos descubiertos, al aire libre.

Afirmaba este mismo autor, que en una determinada zona de Tracia hombres y halcones cazaban juntos, se realizaban grandes batidas a la espera de que las rapaces se abalanzaran sobre la cacería que huía espantada. También, por el legado tan extenso, de manuscritos orientales, se conoce la práctica de la cetrería en China unos dos mil años antes de Cristo: se sabe que en el reinado de Wen Vang que reinó en una parte de China seiscientos ochenta y nueve años antes de Cristo la cetrería estaba muy difundida. Refiere Marco Polo, en la narración de su viaje, que el Gran Khan disponía de millares de halconeros cuya única tarea consistía en cuidar y adiestrar quinientos gerifaltes y cientos de halcones de diversas razas. La piel y la crin de los caballos guarnecidos de cuero brillaban como la seda, mientras que los caballeros, lucían orgullosos sobre sus puños enguantados, estos pájaros encapuchados de cuero, de metal y de fieltro, cuyo aspecto y majestuoso porte, son realmente impresionantes.

En la obra Ninive Babilonia el señor M. Layard habla de un relieve en Khorsabat que representa a un halconero con halcón sobre el puño. La fecha atribuible al bajo relieve es de unos cuatro mil años antes de Cristo. Tan antiguo como esta escultura es un sello originario de Siria y que representa a un perro y a un halcón persiguiendo a una liebre. El pueblo de Egipto debió seguramente practicar la cetrería. En mis calenturientos sueños, puedo imaginarme, a ese halconero musulmán del califa Al-Aziz que en sus paseos por las cercanías del majestuoso río egipcio, realizaba impresionantes lances con su azor, sobre la tan variada fauna que poblaba las márgenes del cauce del río Nilo. Este pueblo conocía perfectamente al peregrino, su cuerpo macizo y su aerodinámica perfecta fueron atractivos que llamaron a la puerta del corazón, de su cultura. El misterio que se desprende de los ojos del ave noble y la gallardía de su figura son inmortalizados en esculturas y bajos relieves, y convierten en Dios a ese descender desde el cielo, en picado invisible. La expansión de la cetrería hacia el Oriente a través de China y Japón, según cuenta el príncipe Tonerio Siwo en su crónica del Japón en el año doscientos treinta y nueve, su descenso hacia el sur como pone de manifiesto los bajos relieves de

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khorsabad y su posterior desplazamiento hacia Occidente, a cargo de las diferentes tribus germánicas, pintan una zona, situada al oeste montañoso de Al Tai y al norte del mar de Aral, habitada hoy en día por los Kirguises, fieles conservadores en nuestro tiempo de la cetrería oriental. Los halconeros de los Urales, herederos directos de la cetrería de Oriente, empleaban las grandes águilas para cazar el lobo, y en Transilvania se llegaron a cazar de la misma forma el lobo y el lince. Parece ser que la cetrería era desconocida por los romanos. Hombres eminentemente guerreros, dejan a un lado el encanto secreto de la poesía, y la práctica de la cetrería se pierde en los oscuros pasadizos de los circos. Hasta bastante después de la caída del Imperio. No hace la mágica entrada de la rapaz a la presa que despierte el viejo arte, y alcance en Europa, todo su esplendor. Según Giulius Firmico Materno, la caza con ha1cones era practicada en Europa los pueblos meridionales y por los sículos. Fue por el año 300 A. de. C. cuando la adoptaron los romanos. Citas como las de Marcial y Apuleyo, demuestran que éstos conocían la utilidad de estas aves. En el año 870 de nuestra era, la cetrería estaba bastante extendida en la capital del Imperio. Paulino de Pela, en el siglo IV menciona algunas aves de presa utilizadas en este noble arte. Sidonius Apollinairis Ecdicius, hijo del emperador Avito, fue otro de los que la pusieron en práctica. A partir de esta época, la cetrería fue tomando un gran incremento, La afición fue tan grande, que tuvieron que tomar medidas a causa del abandono de responsabilidades, especialmente de las habidas por personajes con altos cargos eclesiásticos. En el concilio de Agda en el año 506, se prohibió la tenencia de perros de caza y halcones. Y los concilios de Epaon y Macon en el 217 y 585, renovaron sin éxito esta prohibición. Según prueba un discurso de Sidonius Apolinar, los galos practicaron también la cetrería Es casi seguro que los árabes practicaban la cetrería en tiempos pre-islámicos, pero no se puede afirmar con certeza. En Persia, conquistada por los musulmanes, se practicaba. Mercier, en la Obra la Chasse et les esport Chez les árabes, afirma que la esencia de la cetrería era persa, de allí tomaron los árabes, y de estos la cogieron los cruzados que pasaron a difundirla por Europa. El célebre historiador americano Mr. Georges Sorton, dice: los musulmanes eran muy aficionados a la caza, que practicaban con ayuda de perros, halcones y otras aves de presa. La halconería era muy popular entre ellos, aunque no la habían inventado, pues era un deporte muy viejo, se ve en los frescos de la XVIII dinastía egipcia y posiblemente anteriores. Sin embargo es posible que inventaran la técnica de ella. Son los beduinos, los que siglos tras siglo, a través de generaciones, transmiten sus hábitos y costumbres de caza, que a su vez, recibieron en los desiertos árabes, siglos atrás, esa herencia cetrera de los habitantes de la gran llanura mesopotámica, donde es casi indudable, que la cetrería tuvo su cuna. Se produce la gran expansión islámica, llegando en su avance hasta los confines del Tigris, y allí asimilan las difíciles creaciones de caza del antiquísimo arte Sirio. El árabe convierte la cetrería en parte de su vida, con ella conocerá una época de lujo esplendor.

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Cuadro de A. Lorenzeti. Palacio Público de Siena. “Efectos de un buen gobierno en el campo” Los perros muestran la codorniz en el rastrojo, esperando la grita del gavilanero a caballo.

Los poeta musulmanes recompilaron, en sus versos, los más bellos lances, describieron las más hermosas escenas de caza, y con ello la cetrería se convirtió en la herencia viva del pueblo. Estos poetas cinegéticos, libres de trabas que los oscureciesen, surgen con el cambio de la corte desde Damasco a Bagdad, así nace la Taradiyya, o poesía de cazadores. Existen completísimos tratados de cetrería orientales, uno de ellos es el de Sidi Muhammad Al-Mangali que por su contenido descriptivo, posee un gran valor faunístico. De lo mejor que ha producido el ingenio musulmán, es De re acipitaria et vnatoria, en versión italiana, original de Isa Ibm Hassan Al-Asadi. Este autor tuvo mucha influencia sobre la posterior literatura cetrera árabe. El tratado Kitab Ins al-mala biwah al-fala del árabe Muhammad, afirma que la cetrería es originaria de Persia, habla de un rey, que habiendo visto cazar a un halcón, ordenó a sus oficiales que atraparan al ave, para intentar su adiestramiento. Pero la obra que de manera decisiva ha influido sobre la cetrería europea, fue sin duda, la del persa Ghatrif y el árabe Moamin. La obra fue traducida por Teodoro, filósofo de la corte del emperador de Alemania Federico II. Antes de seguir adelante en la Historia, me gustaría aclarar que la disminución de rapaces en sus hábitats, es un problema que atañe directamente al cetrero, pero del que no es, en absoluto partícipe. Existen toda una serie de mudas fijas, inalterables. Muchas de ellas se mencionan en libros antiquísimos, y que son las que hay que intentar mantener con vida. De estas

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mudas madres, todos los años salen adelante una serie de pollos, que en su vagabundeo se esparcen por todas las sierras españolas llegando a muchos cientos de kilómetros de su lugar de origen. La mayoría de ellos encuentran la muerte antes de la primera muda, ya que buscar un lugar adecuado donde instalarse, se hace difícil. Son los mismos azores ya asentados en sus territorios, los que empujan a estos novatos hacia lugares inadecuados y donde tienen pocas posibilidades de pasar inadvertidos. Todas las mudas que se encuentran en sitios claros de arboledas, o cerca de carriles frecuentados, suelen ser de colleras de azores jóvenes. En sus primeros Inicios amorosos, empujados a lugares no apropiados, son presas fáciles de personas sin escrúpulos. Lo normal es que estas mudas sean destruidas y los pollos robados o muertos. Pero sigo insistiendo, que en la actualidad existe una población fija de azores en la Península que es casi inalterable. Con esto quiero dar a entender lo siguiente: el que determinado señor, porque su afición que es su vida, así se lo pide, desnide un pollo, no significa nada, y el que una serie de personas, con conciencia de lo que hacen, desniden controladamente diferentes mudas, equis número le pollos, tampoco significa nada. El cetrero cuida sus nidos durante años, los visita, mentaliza a guardas y aldeanos del papel tan importante que estos pájaros realizan dentro del equilibrio ecológico. El que una primavera, de una de las muidas que conoce, que este año tiene cuatro pájaros, y que ido sacando adelante una media de dos pájaros, desnide un pollo para dedicarse a él por entero, no es motivo para que una serie de señores, sentados en cómodas oficinas, pongan el grito en el cielo porque se acaban los azores. Creo que por ahí, no van los tiros. Voy a transcribir una serie de citas de una época en al que se desnidaban miles de pollos al año, en la que existía un comercio desmesurado. Pero en la que sabían lo que hacían. En el libro Discurso de las aves de Rapiña Cetrería, del Duque de Medinaceli se puede leer: (5) Cuando Eduardo III de Inglaterra invadió Francia, en 1359, llevaba consigo treinta halconeros a caballo y 120 parejas de perros. Unos renglones más adelante, se puede leer: (5) El rey de Francia, Francisco I, fue así mismo sumamente aficionado a la cetrería y gastaba mucho dinero, en aves de caza. Su halconero en jefe, tenía de sueldo anualmente la suma, enorme para aquella época de 4000 libras, y además los caballeros que estaban bajo sus órdenes, recibía 500 o 600 libras cada uno, 200 libras ganaba cada uno de los halconeros del rey: el números de sus halconeros era de 300.

El general Montmorency, enviado por Enrique III en embajada extraordinaria a Inglaterra para ratificar el tratado relativo a la restitución de Boulogne, hizo su entrada en Londres, rodeado de26 caballeros, llevando el halcón sobre el puño. Y los halconeros de Carlos VIII soltaban tal cantidad de aves simultáneamente, que éstas obscurecían el cielo. Todos los años, cientos de pájaros eran puestos en las alcándaras de la nobleza, y no obstante, hoy en día tenemos una población aceptable de halcones.

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Ironía a parte, Sólo una selección perfecta en los desnides, acompañado del valor tan enorme que alcanzaron los pasajeros, y del respeto que se hizo tener a las parejas nidificantes, así corno el empleo de unas normas estrictas que se cumplían a rajatabla, hicieron posible practicar un deporte tan antiguo como el mundo sin que la población de pájaros sufriese grandes altibajos. El cetrero, por encima de todo, ama a sus pájaros y pone todos los medios a su alcance, para lograr su protección. En el año 800 el emperador Carlo Magno castigó con multas a aquellos que robaban o mataban aves adiestradas para la caza. Y Eduardo III de Inglaterra castigaba con la pena de muerte a todo el que robaba un halcón, y a un año y un día de reclusión al que saqueaba un nido. La isla de Malta, fue cedida por Carlos V a cambio del envío anual de un pájaro blanco que debían de remitirle los caballeros de la Orden de San Juan. Los caballeros de Rodas, se consideraban recompensados del tributo que enviaban anualmente a Carlos V si su emperador como muestra de consideración les regalaba un halcón blanco. Y el halcón se convirtió en una moneda recaudadora de impuestos. Para conocer la legislación por la que se regían estos tiempos, tenemos que remontarnos al Fuero Viejo de Castilla. En 1212 se pidió a Alfonso VIII que lo confirmara, y se negó a ello. No obstante la nobleza lo aplicó hasta que en 1272 lo confirmó Alfonso X el Sabio.

Dicho Fuero dice: (6) Esto es fuero de Castiella del precio de las aves. De todo ome que matase ave como non deve deve pechar por açor garcero cien sueldos; por otro açor prina, sesenta sueldos; e por açor torçuelo, treinta sueldos; e por gavilán garcero, cinco sueldos; e el otro mejor, dos sueldos; e por el muchuelo, un sueldo. E por el falco garcero, treinta sueldos; e por el falco que non sea garcero, ansi como nebli o bahari, por el mejor, sesenta sueldos.

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“El Rey admira el presente” Durante siglos, las aves de cetrería se convirtieron en símbolo de amistad entre pueblos.

Es absurdo que nos hagan partícipes de la desaparición de algo que es parte integrante de nuestras vidas, Desnidaban pájaros porque necesitaban de sus lances, de sus vuelos, y de esa necesidad nace el interés hacia su protección. Resulta desde todos los puntos de vista infantil que seamos el punto de vista de muchos proteccionistas: que dirijan sus iras sobre los verdaderos causantes del exterminio de rapaces, y que se den cuenta, de que si dentro de doscientos años existen halcones, se lo deberán a los cetreros. Colecciones, taxidermistas, egoísmos, incultura e intereses creados, son los verdaderos causantes de la extinción de especies. A modo de curiosidad, voy a transcribir algunos párrafos de cacerías del Libro de D. Javier de Ortueta Notas de Aves en Castilla. (6) La Encomienda es cazadero conocido de muy antiguo y siempre tuvo fama. En los tiempos en que había que viajar en tren y luego en tartana y en los tiempos heroicos del automovilismo se comentaban los viajes a la Encomienda como lances de un deporte peligroso. La primera vez que yo fui, hace más de diez años, todavía no existían las carreteras del circuito de Firmes Especiales, se tardaba mucho más que ahora y se botaba como una pelota. Hice el viaje dejando la carretera general en la Mota del - 62 -

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«Día de cacería». Las escenas de caza fueron motivo de inspiración para muchos artista orientales

Cuervo, siguiendo desde allí a la carretera de Belmonte, hasta un camino vecinal que va a la casa. Era esta un antiguo palacio, o con pretensiones de tal, muy abandonado y frió hasta la congelación. Fuimos seis o siete cazadores, entre ellos el Conde de Romanones. Por la noche, cuando estábamos ocupados en acercarnos y huir, en tremenda lucha a una chimenea que daba mucho humo, se presentó a visitar al conde el dueño de una finca lindante: la Veguilla. Era un hombre joven, simpático, gran agricultor, y buen aficionado a la caza, aunque nos dijo que no cuidaba las perdices de su fincha porque creía que perjudicaban a las cosechas. José María Mendizábal, el dueño de la Veguilla, nos aseguró que a pesar de no atender la caza, tenía en sui finca más perdices que las que habría en la encomienda; ante nuestra duda de que fuera cierta su afirmación , nos invitó a cazar allí al día siguiente, proposición que aceptamos con entusiasmo. Desde entonces no hemos faltado ni un año. Fuimos a La Veguilla, y…. Terminó el ojeo de Chicharro con 184 perdices cobradas. Dimos después el Corral de los Churros, 175 perdices; Carrasquillo, 112; Colmenar, 116; Galianos, 100; Sardinas, 141; Casquijal, 153; y Morcillo, casi de noche 64. Total del día 1.154 perdices cobradas.

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A pesar de que están protegidos por la ley, en muchos cotos se sigue matando rapaces.

La cita, aparte de que es una clara demostración de que la eliminación de alimañas no es requisito indispensable en un coto para que exista cacería, pregunto ¿Cuanto una collera de azores habrá matado en un año entero? Una cuarta parte de lo que estos señores abatían en un solo día, pero claro, esto que no se lo digan a un guarda o a un dueño de coto, porque enseguida salta con: Pues el año pasado le quité tal día en tal sitio a un águila un perdigón. ¡Señores! En mi humilde opinión, creo ¡que algo tendrán que comer los pobres animales! Ni los cetreros tenemos la culpa de que los halcones vayan a menos, ni los halcones de que en el campo se acabe la cacería. El verdadero apogeo de la cetrería ocurrió durante la Edad Media, la nobleza sintió por esta modalidad de caza verdadera pasión. Se dictaron reglas conservando las personas de más altos linajes las aves de caza más apreciadas quedando las de bajo vuelo para los plebeyos. Los siervos no podían cazar con ninguna clase de pájaros. El azor fue durante mucho tiempo el verdadero personaje de la cetrería española. Lo grandes bosque que cubrían la Península hicieron que la primera forma de caza que practicaron sus moradores fuese el bajo vuelo. Los primeros vestigios que se tienen sobre cetrería en España son de Asturias, Los obispos Severino y Ariulfo, hablan de sus azoreras en el siglo IX y lo mismo hace Ordoño I en el año 897, al confirmar el testamento de Alfonso II el Casto. Esta primera cetrería en regla, traída casi sin duda por los visigodos, se practicaba con azores. Los grandes bosques impedían otra forma de caza, pero además, existía el impedimento para estas tribus germánicas, del desconocimiento de la caperuza, imprescindible para el buen manejo de los halcones.

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“El azor en Castilla”. La independencia del condado de Castilla se debió a la venta de un azor y un caballo, y el posterior olvido de Don Sancho de pagar en su momento, ya que por cada día que pasaba del señalado para saldar la deuda, se doblaba el capital, no pudiendo el rey hacer efecto tan enorme suma de dinero, Cedió Castilla.

Por esa razón todos los romanceros citan como única ave de presa en sus poemas a este esplendido pájaro de ojos impresionantes. En unas de las cuartetas del poema de Fernán González, se puede leer: Llevaba Don Fernando Un mudado Azor Non había en Castilla Otro tal ni meyor

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La pasión que llegaron a sentir por la cetrería algunos príncipes y reyes, fue tremenda: Federico II en 1248, mientras tenía sitiada a Parna, tuvo el capricho de abandonar su campamento para ir de cacería con sus halcones. Cuando volvió encontró el campamento destruido, sus soldados dispersados, y todas sus tiendas quemadas. Lo reyes, en fiestas y actos solemnes, portaban a su pájaro en el guante, en un tapiz que fue bordado por Matilde de Flades, esposa de Guillermo el Conquistador, se puede ver al rey Harol, último de la dinastía sajona de Inglaterra, acercándose al Duque de Normandía con un halcón en el puño. En Flandes, en Falken Wertw, existió una célebre escuela de cetrería, que hizo que floreciese un enorme comercio entre Rusia, Hungría, Pomeriana y, Ucrania y los Países Nórdicos, lugares donde son originarios los gerifaltes. El ave de cetrería se convierte en un símbolo de nobleza. El cuidado que tenían con los pájaros era tan meticuloso, que un guante bordado a realce, servia solo para un halcón. El azor, junto con el gavilán, amenizan y entretienen los días que pasan los caballeros en sus posesiones. Las preocupaciones del campo de batalla, vuelan a la par de los azores, y se pierden en la espectacularidad del lance. Aunque se sebe que los chinos practicaban el arte de cetrear veintitrés siglos antes de la introducción en Europa, se puede asegurar categóricamente, que la cetrería como arte puro, no se convirtió en perfecta, hasta su desarrollo en Occidente. El Emperador Federico II de Honhenstaufen, rey de Sicilia y Jefe del Sacro Imperio Romano-Germánico, fue el introductor de la caperuza en Occidente; renovó la cetrería hasta el momento existente en España, y gracias a él se hizo posible el manejo de halcones. El alto vuelo, oscureció los lances más rápidos y menos espectaculares del azor., que fue desplazando a un segundo plano, como proporcionador de escapes para meter a los halcones en presiones. La obra de Federico II. De arte Venandis Cum Avibus, trasformó en Occidente la forma de cetrear; este tratado marcó una época en la cetrería por su contenido, ya que en él se expone la más perfecta y acabada técnica cetrera. Dante Pradaz, fue el poeta que inspiró a Federico II, en sus escritos sobre los halcones. Lo romans de auzess cassadors, es la primera y mas importante obre de la Edad Media que trató sobre este tema. La afición existente en España, hace que surgen grandes cetreros, y la recopilación de la técnica en manuscritos se hace extensa. El príncipe Don Juan Manuel escribe El libro de la caza, primer tratado español importante que trata sobre cetrería. Don Juan Manuel recopila la evolución de la cetrería española en su tiempo: (7) El primero que comenzó a matar la garza con halcones, fue un hombre bueno que llamaban Don Rodrigo Gómez de Galicia, y cazaba con halcones bornis, y los lanzaba cuando la garza estaba posada. Cuando el Rey Don Fernando III, ganó Andalucía en 1919, tomó como esposa a D.ª Beatriz de Sauvia, es de suponer que en su séquito vinieran caballeros conocedores de la mejor cetrería existente en su país. Los lances a grandes piezas con halcones, como grullas y garzas, se realizaban dando todas las ventajas al halcón. Se lanzaba estando la garza posada, o todo lo más, volando a ras del suelo, y se solían soltar tras la pieza hasta una docena de pájaros.

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«Mapa de Juan de la Cosa, siglo XV». En la cetrería que se practicaba en España, influyeron dos corrientes bien diferenciadas: Una primera que arraigó en la Península procedente del norte de África de manos de pueblo árabe, y posteriormente, por el norte de Europa penetró una cetrería y rebosante de técnica de Oriente

(7) Y dice Don –Juan Manuel, que aún él, hasta que don Ramón Durche vino a Castilla, que así las veía cazar, salvo que no lanzaban tantos halcones…y en adelante comenzó Don Juan a cazar las garzas así como Don Ramón le enseñó, e hizo halcones que mataban la grulla viniendo atravesada y alta. A partir de entonces se busca el lance espectacular y antinatural. Se le adjudica al rey Don Fernando el Católico, la inventiva de la caza del milano con halcón. Era tradicional costumbre, en la corte de Francia, que el rey regalara al halconero que dirigía las cazas de milanos, su caballo, su bata y sus zapatillas por el primer milano negro (Milvus nigrans) que se capturaba cada año. El príncipe Don Juan Manuel distinguía en altanería cinco clases de halcones: gerifaltes, sacres, neblíes, baharíes y bornís. La técnica que se alcanzó en Castilla en el empleo de halcones llegó a ser perfecta. Matar a una presa tan corpulenta como la garza, a la altura y distancia que hiciesen falta, nos da una idea de los medios tan sutiles que llegaron a emplear nuestros cetreros. La cetrería encuentra en este siglo su hegemonía. El canciller Pero López de Ayala escribe el libro de La caza de las aves. Libro insigne de la halconería española. Ayala describe un linaje más que Don Juan Manuel en los halcones, el alfaneque. Hombre de una visión extraordinaria para las rapaces. Los detalles más simples no escapan a los ojos de ese observador nato que fue el canciller. La delicadeza con que realiza las distinciones entre los diferentes linajes, nos da la imagen de una persona con una mente abierta y diestra en observación.

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La técnica que se empleó en los días del canciller en la caza, es insuperable. El rey Pedro I de Castilla, tenía halcones que abatían la garza cuando se encontraba tan alta en el lance que se perdía de vista entre las nubes, y tuvo este rey un borni llamado Pristalejo que mataba dos pares de ánsares mayores. El neblí desbanca al azor de su trono, y se convierte en el número uno de la cetrería feudal. Estos halcones vienen a España con la entrada del invierno acompañando a las aves de paso. El príncipe Don Juan Manuel dice que la diferencia existente entre el neblí y el baharí es que los primeros son tomados siendo bravos y los segundos en los nidos. Tanto el neblí como el bahari, pertenecen a la misma especie zoológica, bajo dos subespecies que presentan marcadas diferenciaciones. El canciller Ayala, dice que en España no hay nadie que haya visto nido de neblí, lo define como ave migratoria. La palabra neblí, ha sido muchas veces tema de polémica y es mucho lo que se ha escrito sobre ella sobre sus raíces, creo que para buscar su verdadero significado debemos de desplazarnos a ese maravilloso coto de Las Rocinas, que se convirtió en cazadero de reyes desde Alfonso X, y que ha pasado a la historia. Como coto de Doñana. El significado de la terminología neblí se debe en esencia al nombre de una zona. Estos halcones invernantes en nuestra patria, eran apresados en puntos claves de paso: las marismas del Guadalquivir siguen siendo en nuestros días residencia fija para estos turistas nórdicos, la abundancia de infinidad de especies y el terreno llano como la palma de la mano, son atractivos más que suficientes para que estos halcones sigan invernando cada año en nuestras tierras. Los cetreros del Medievo, conocían esta querencia. Ayala cita como mejores neblies los que se toman en tierras de Sevilla y en La Rocina.

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“El halcón y la Rocina”. Desde tiempos inmemoriales los halcones han invernado en las marismas del Guadalquivir

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Para que no existan posibles dudas sobre la naturaleza de la terminología neblí, transcribo a continuación el siguiente párrafo del texto de Sant Fagun: (8) Llaman en Castilla neblí porqué los primeros que fueron tomados en España, fueron tomados en Niebla, y húvolos un caballero quedesía Fiorendos el gordo que era señor de aquellas tierras y era gran caçador de aves y esto fue en tiempos del rey Bamba, que era rey y señor de España. Se ve claro, que el origen etimológico del neblí, proviene de un enclave eminentemente geográfico. La cetrería se halla en su cúspide, la nobleza la practica a diario, pero el genio, la inventiva, la creatividad, la verdadera enseñanza, la realizan auténticos maestros del arte, manos anónimas en su mayoría. Aparece en Florencia La caza y la cetrería, libro de Belisario Acquaviva, hombre culto, militar, pero desconocedor de la esencia de la cetrería. El libro es la copia exacta de un manuscrito griego de Opiniano que llega por casualidad a sus manos. Las definiciones, costumbres y hechos que relata a lo largo de sus páginas, están faltos de documentación. El cetrero de su tiempo es un hombre lleno de conocimiento y muy diestro en la enseñanza y el cuidado de las enfermedades que aquejan a sus pájaros. Belisario desconoce la función del tubérculo en la nariz de los halcones: en uno de lo remedios de cura de su libro se puede leer: (9) Pero si del pico abierto pendiera exudados espesos, y el ave extendiera las alas y se picoteara los pies, es necesario entonces, con un punzón de oro o plata, dilatarle los conductos nasales, ungiéndolos después con manteca. Este nuestro remedio es muy útil pero tiene el inconveniente, muchas veces comprobado de que los halcones que han sufrido las dilataciones de los conductos nasales no pueden perseguir a las aves de alto vuelo. El tubérculo en forma de espiral, típico de las falcónidas, tiene la misión de frenar el aire, cuando estas realizan algún descenso vertiginoso, de forma que la entrada en los pulmones sea a una velocidad adecuada permitiéndoles respirar. Muchos cetreros desconocían esta función y se llegó a la creencia de que los halcones aguantaban la respiración mientras realizaban los picados. El canciller, dando remedio a la enfermedad conocida como agua vidriada dice: (1) Y con este hierro le pasará las narices y sea bien caliente, y pase desde al mango y mango sea también de hierro bien pulido y limado y tan largo todo el hierro como un palmo, porque lo podrá mejor calentar y manear para labrar con él y pase las ventanas de un cabo a otro. Y de esta dolencia de agua vidriada, de que tanto padecen, que es menester hacer esta obras, pocos halcones curan. Pero yo vi a Juan Fernández Burriello hacer esta cura a un nebí del rey Don Pedro que se llamaba Catahorra, traíalo un halconero que se llamaba Ferran García el Romo, y lo vi curar y después matar muchas garzas. Ayala horadaba la nariz de los pájaros de la forma anteriormente descrita por Belisario, pero con el cuidado de no dañar el tubérculo con el punzón: en la cita del Canciller, queda de manifiesto el conocimiento de la función del espiral, ya que los pájaros una vez sanados, volaban altos y realizaban mil quiebros tras la presa.

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Es absurdo que Belisario, casi dos siglos después, dé unas clasificaciones de pájaros tan primitivas y desconozca en pleno apogeo cetrero, conocimientos descubiertos hacia tanto tiempo. Es obvio que su obra sobre cetrería no es más que un plagio de ese manuscrito griego de Opiniano. Cuenta la historia, que la república de Venecia, queriendo hacer al rey de Francia un regalo excepcional, compraron a Gian-Francesco Venierio treinta halcones de alto vuelo y diez azores y gavilanes, por cada uno de los cuales pagó diez ducados de oro. Galcazzo Visconti, pagó cien ducados de oro por un azor, mientras que Ludovico Sforza, dio además de cincuenta ducados, una coraza, un collar de piedras preciosas y dos yeguas blancas por un halcón. En 1547 Carcano escribe un libro sobre cetrería, pero pasa casi inadvertido. Mosén Juan Vallés, en 1556 saca a la luz. el libro de Acetrería y Montería, muy parecido, en contenido al de Ayala, pero más extenso sobre todo en lo que se refiere al azor.

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Pero el verdadero amante del terrible cazador fue Don Fadrique de Zúñiga y Sotomayor, que dedicó un libro por entero al azor, verdadera obra maestra de azorería española. Por último a finales de siglo, se escribe el libro de Don Luís Zapata, libro hecho en verso y con notas de indudable valor histórico. Muchos otros libros se escribieron a lo largo de este periodo. Son célebres las glosas del Duque de Alburquerque; el libro de cetrería de Evangelista; El arte de caça da altanería, de Don Diego Fernández Ferreira; El Arte de cazar de Juan Bautista de Morales; Discurso del Falcón, que vulgarmente se dice esmerejón, y en que modo se hará Gallinero, Perdicero y Garcero, del Conde de Puñonrostro; y Libro de Cetrería de Sant Fagun, entre otros. La bibliografía sobre cetrería en España por orden cronológico de aparición se puede resumir de la siguiente forma: “Libro de Caza” del príncipe Don Juan Manuel. “El libro de la caza de las aves et de sus plumages el dolencias el malecinamiento”, del Canciller Pedro López de Ayala. “El libro de cetrería”, de Don Juan de Sahagún acompañado de las “glosas de Don Beltrán de la Cueva”, Duque de Alburquerque. “Tratado de cetreria y profecía” de Evangelista. “El libro sobre halconeria” de Matías Mercader dedicado a Don Fernando de Calabria, “de venatione et de acupio“ de Belisario Acquaviva. “La caza de halcones” de Alonso Velázquez de Tobar. “Discurso del falcon que vulgarmente se dice esmerejon y en qué modo se hará gallinero, perdicero o gracero”, del Conde de Puñonrrostro. “El libro sobre perros y aves de rapiña” de Carcano. Libro sobre “Acetrería y monteria”, de Mosén Juan Vallés. El libro de “Acetrería de caça de açor”, de Don Fadrique de Zúñiga y Sotomayor. “Libro de cetreria”, de Don Luís Zapata. “Libro de cetrería” de El Tostado. “Discurso sobre las aves de rapiña en la cetrería” de Don Luís Jesús Fernández de Córdoba, Duque de Medinaceli y “El Arte de Cetrería”, del Dr. Félix Rodríguez de la Fuente. Con frecuencia, halconeros célebres, aunque fuesen de humilde cunas tenían bajos su órdenes a multitud de hidalgos y nobles, orgullosos de sus Prerrogativas, pero, dispuestos a seguir las instrucciones de este jefe, cuyos conocimientos y habilidad envidiaban. Ser cetrero era un cargo honorífico, y muchas personas de altos rangos pretendían estos puestos de confianza. Grandes guerreros renunciaban a su mando militar con tal de entrar al servicio de un príncipe y obtener mercedes de éste gracias a la cetrería. Desde el siglo XIV hasta el siglo XVIII, la cetrería se practicó en España intensamente. Luís XIII fue otro de los monarcas que sintieron correr por sus venas el flujo irresistible que emanaba este deporte: junto con Albert de Luynes, gran cetrero de su corte, llegaron a adiestrar alcaudones en la caza de pajari1ios, logrando que su monarca cazara con estos “gorriones” en los jardines del Louvre.

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Este monarca pagaba 4.600 libras anuales a su halconero mayor por cuidar sus halcones. La invención del plomo menudo, así como los grandes costes que alcanzaron el mantenimiento de pájaros y halconeros, hicieron que la cetrería fuese decayendo. Fue Francia la que marcó el declive de la halconería hasta el momento existente: la revolución Francesa dio el golpe de gracia a este hermoso y grandioso deporte. Según se puede leer en el discurso sobre cetrería del Duque de Medinaceli, la ruina de los privilegios señoriales acabó con el esplendor cetrero hasta nuestros días. En España la práctica del deporte se perdió completamente. Transcribiendo textualmente el libro del Duque de Medinaceli se puede llegar a tener una idea bastante clara del cauce que siguió la cetrería en Europa:

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(5) En el año 1838, le Barón de Offemont, hizo un tentativa para restablecer el prestigio de la cetrería, para lo cual mando venir a los mejores halconeros del club de Biddlington para cazar grajos en los alrededores de Compiegne. Este mismo año se reunió con el honorable Wortley Stuart, el Duque de Leeds y Mr. Newcome, célebre aficionado, y fundaron en loo, en holanda, el club de cetrería. El rey Guillermo II, dio grandes facilidades a los que componían esta nueva sociedad, facilitando alojamientos para hombres y aves, así que 1840, estando presidido el club por el Barón Tyndal, se montó en un pié de mucho lujo: tenían de 20 a 40 halcones y se dedicaban principalmente a la caza de garzas reales, de las cuales capturaban de 150 a 200 anualmente, los aficionados mejores de Francia e Inglaterra se reunían en el Loo para estas cacerías, la familia real asistía también con frecuencia a ellas. Este club fue disuelto en 1852. El 1865, durante el segundo Imperio. Mr. Pierre Amedée Pichot, hizo grandes esfuerzos para reestablecer el antiguo esplendor de la cetrería. Y habiendo tomado a su servicio a un célebre halconero ingles llamado John Harr, fundó con otros aficionados, entre los que estaban el Conde de Montebello, El Barón de Antilly, Georges de Grandmaison, etc., el club de cetrería de la Champagne. Los halcones, admirablemente adiestrados cazaba en las llanuras del campo de Châlons durante varias temporadas, cuervos, urracas y avutardas. Pero estas interesantes reuniones deportivas, terminaron al estallar la gran guerra FrancoPrusiana, y el club de cetrería de la Champagne, tuvo que disolverse. Ya, por decirlo así, en nuestros días, uno de los halconeros más hábiles es Mr. Poul Gervais, pues no solamente adiestraba las aves para toda clases de cazas, sino que capturaba admirablemente los halcones de paso en otoño con el sistema de choza holandesa, modificada por él. También los Señores de Barrachin, fueron grandes aficionados, además del Conde de Epemesnil, que tuvo un equipo de halconeros dirigido por un tal Mollen, hermano del que fue halconero del rey de Holanda. En la corte Holandesa la cetrería se conservó hasta más de mediados el siglo XIX. Después de esto el viejo deporte se mantuvo en gran parte gracias a una media docena de Clubs de cetrería entre los que destacan High’ Ash y otro Club, el Falconer’s club en Inglaterra y el Loop Club en Holanda. Se conserva aún pro aficionados ingleses en varios condados de Inglaterra donde en 1914, al estallar la gran guerra, había seguramente 30 o 40 equipos de halcones; y una cosa parecida ocurre en Francia, donde aún tenemos algunos adeptos de este genero de caza. Hombres como el Barón Christoph Von Bederman. Renz Valler, Ronald Steveins, Saar y muchos otros, han hecho posible el mantenimiento de un arte en Europa que pasó por momentos de verdadero declive. En España la cetrería se perdió radicalmente. Permaneció aletargada en espera de unos brazos que le diesen vida, y el milagro se produjo de la mano del doctor Rodríguez de la Fuente, Junto con el actual socio de Honor de la Asociación Española de Cetrería, doctor Vital Aza, crearon la Estación de Cetrería y uno de los muchos objetivos que se buscaron con la creación de este centro, evitar en lo posible que el

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noble e histórico Arte de Cetrería desapareciese en España., ha quedado plenamente logrado. Actualmente la A.E.C. cuenta con cientos de practicantes en toda la Peninsu1a; la ilusión de un hombre que dedicó toda una vida a desvelar los misterios de la naturaleza, se ha convertido en una realidad. Después de casi dos siglos de desaparición, la cetrería en España está viva.

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INSTALACIONES Y EQUIPO DE CETRERIA

Para la perfecta tenencia y adiestramiento de los azores, y en general de todas las rapaces, son necesarios toda una serie de artilugios e instalaciones. El azor ha pasado, de ser el personaje central del salón de un regio palacio, a la sala de estar de un pequeño piso; de las gruesas paredes de una fortaleza a los tabiques de un módico chalet: de mano de auténticos profesionales a la de inexpertos aficionado, Y todo esto ha traído como consecuencia un cambio. De la muda amplia, se ha pasado a la estrechez mausoláica de una pequeña habitacioncita: de la pradera inmensa al pequeño rincón de grama artificial en el patio o la terraza. No obstante, el cetrero en su afición, intenta sacar el máximo provecho a sus limitados recursos. Su pájaro lo es todo, y en él se vuelca. El aficionado del siglo XX, ¡añora, palpa, transforma!, se convierte en mago logrando que su azor, no sienta en esos escasos metros cuadrados la ausencia de la Sierra Madre.

Azorera o muda. Todas las rapaces pasan por un periodo, a lo largo de cada año, en que el aficionado dobla sus atenciones; me estoy refiriendo a la caída de la pluma. Una de las operaciones que el azor, en su hábitat salvaje realiza a diario es: el cuidado y mantenimiento del plumaje. Un cuchillo roto, o la pérdida de una de las largas plumas de la cola, son a veces la causa de un fallo en un lance, y en el bosque, en el diario juego de la vida y la muerte, los errores son peligrosos. Hemos desnidado el pollo de azor, hemos ganado su amistad y compartido ratos buenos y malos de cacería, y un día en primavera, al acercarnos a su arco o

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mientras contemplamos como tira de su roedero, descubrirnos sobre el césped una pluma perteneciente al traje del pequeño cazador. Se ha iniciado el complejo proceso de la muda. La caída del plumaje está motivada por muchos factores, por lo que es corriente que la fecha de recogida de esa primera pluma varíe mucho de unos pájaros a otros. Normalmente, la muda de los azores tiene comienzo en Andalucía a primeros de Abril, no obstante no existe una regla fija para este proceso. Unos años se adelanta y otros se atrasa. Pájaros sometidos a las mismas condiciones, presentan una marcada diferenciación en el comienzo de la muda. Mediante la recopilación, marcado y fechaje de cientos de plumas de azores en estado de muda, y su posterior ordenamiento a través de toda una serie de experiencias y estudios, he comprobado un comportamiento de muda en los azores verdaderamente interesante. Por ejemplo:

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En un número elevado de casos. Los azores inmaduros suelen iniciar la primera muda alrededor de la fecha en que nacieron. La segunda muda se le adelanta cerca de un mes, con relación a la fecha del año anterior. Y cuando el azor es hembra, y alcanza la madurez sexual, esto viene a ocurrir al término de la segunda muda inicio de la tercera, la caída de la pluma se le adelanta considerablemente, ya que la muda coincide con el momento en que debería de echarse en el nido; esto sólo se cumple en pájaros que manifiestan un gran celo en cautividad.

La primera pluma que tira un pájaro es la séptima; voy a explicar por encima en qué consiste esto de la séptima. Si cogemos el ala de un azor, la abrimos completamente en forma de abanico, comprobaremos que todas las plumas no son iguales. Las siete primeras largas plumas, empezando a contar desde el extremo del ala reciben el nombre de Remiges Primarias y en el argot cetrero se denominan Cuchillos; las tres plumas que le siguen se llaman Aguaderas, y a partir de estas tres, es decir, a partir de una incisión bastante visible hacia la mitad del ala, donde da la sensación que falta una pluma, se le dan el nombre de Remiges Secundarias, y vienen a ser unas diez u once plumas. (Fig. 1). Pues bien, contando desde el extremo del ala del pájaro, es decir, desde el primer cuchillo o tijera, 1 a primera que arroja un ave de cetrería es la séptima en ese orden o cuchillo séptimo. La pluma séptima en los azores se designa como aguadera, por el contrario a esta misma a pluma, en los halcones, se le da el nombre de cuchillo separador o partidor. Don Juan Vallés, realizaba la siguiente clasificación: (3)

Ha de saber que cualquier ave de rapiña tiene en cada ala estas plumas: tiene primeramente, los piñones o piñoncillos, que son unas plumillas que se parecen al la pequeña que dividen a aparte por sí de la ala principal. las cuales nacen del grupo de la ala; luego después, viene la tijera, que es el primer cuchillo, y es más corta que el cuchillo maestro, que es el segundo por orden, luego después el cuchillo tercero, que es el más largo de todos los cuchillos; después viene el quinto, que es más corto que el cuarto e igual que el tercero; después sigue el sexto, que es mucho más corto que el quinto y casi igual que el maestro; después de estos seis cuchillos, descienden cuatro plumas anchas, una más costa que otra, que se llaman aguaderas, aunque la primera de éstas en los halcones la llaman también cuchillo, con lo cual y con la tijera, hacen número de siete cuchillos. Desde allí tornan a subir en orden hacia arriba, a las caderas, otras doce plumas, las cuales unos llama mantas o mantones, y otros las laman aguaderas, y otros las llaman corvas.

La caída de la pluma es un proceso ordenado y simétrico, ¡cae la séptima del ala izquierda, y al día siguiente., tira la correspondiente del ala derecha! Lo normal seria que arrojase ambas a la vez. La simultaneidad es diagnóstico de excelente salud en las rapaces, pero es muy corriente que el pájaro alterne las caídas de plumas conjuntas con las solitarias.

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Forzar a un pájaro, acondicionándolo para que mude, es lo que habitualmente hace el aficionado. Un azor tarda en mudar totalmente las plumas unos cinco meses y a veces incluso más. Durante todo ese tiempo, el azor se encuentra inactivo, no vuela,

Los cañones están en sangre y cualquier golpe que en otras circunstancias sería inofensivo, puede ser causante de la pérdida para toda la vida de alguna pluma. Es por tanto, conveniente, buscar un lugar apropiado mientras dure la muda en el que reine la tranquilidad y acondicionarlo de forma que el azor se debata lo menos posible. Durante mucho tiempo se han seguido dos normas para mudara los pájaros: en la azorera o volando. De la primera forma, cambiaban el plumaje los azores que llegaban a la primavera con la pluma en muy más estado, y continuar cazando con ellos se convertía en una temeridad. Por el contrario, va/anclo se mudaban, aquellos pájaros que no presentaban deteriorado el plumaje y el cetrero se arriesgaba a darle una muda natural, mudaban cazando, y así se aprovechaban así los meses fuertes de cacería en el campo. Hoy por hoy, el aficionado no se arriesga a mudar a su pájaro volando: las vo1teretas de un conejo, o la patada de una liebre, podrían en ese estado tan especial malograr plumas para toda la vida. Los riesgos son grandes y la muda se alarga considerablemente. El objetivo del cetrero actual, se centra en acortar La muda de su pájaro al máximo. Condicionar un azor, para que se te acelere la muda, ha sido durante siglos el afán de todo cetrero, y el secreto en parte se encuentra en como acondicionemos la azotera: en la temperatura, y en las comidas.

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La muda en una rapaz se barrunta, empiezan a aparecer pelusas de plumón por todos los rincones, y si nos fijarnos con atención en nuestro azor, comprobaremos un cambio bastante apreciable en las mejillas, con pérdida y aparición de pequeñas plumas, en especial del pecho y buche. Es el momento idóneo para introducir el pájaro en la azorera. Esta, será de construcción cerrada, sin ventanas ni orificios en las paredes que permitan entradas de luz; se eliminará todo tipo de adornos y resquicios, que el azor equivocadamente pudiera tomar corno posadero, y la alcándara se colocará alta, de manera que el azor desde su situación no pueda ver el cielo. De esta manera logramos cortar de raíz la luz y la visibilidad del azul dos factores que incitan al azor a volar. El calor, al contrario del frió, acelera la caída de la pluma. La azorera al ser cerrada, mantiene prácticamente constante la temperatura ambiente y acelera el proceso en el azor. Los cambios bruscos de temperatura, pueden incluso llegar alargar la muda del pájaro. Un techo, que he usado con muy buenos resultados, es el de uralita con aislantes de corcho, guardando entre la caída del tejado y la pared del fondo una cámara de aire. Este material mantiene la azorera, acogedora en invierno y a una temperatura muy estable en los meses de primavera-Verano, época fuerte de muda, en la que los azores suelen dejar caer la mayoría de las grandes plumas de las alas y de la cola. Pero tan importante, como pueda seria azorera o incluso más, es la alimentación a que debe de estar sometido el azor durante esos meses. Carnes fuertes, con gran contenido en metionina, de palomas y todo tipo de volátiles muy ricos en elementos proteicos, compondrán la exclusiva alimentación del azor durante ese período. Un consejo que doy a todos aquellos cetreros que llegan al final de la temporada de caza con el plumaje de su azor defectuoso, es que antes de introducir lo definitivamente en a muda, le injerten aquellas grandes plumas que estén rotas. Una pluma nueva, cuando empieza a despuntar, tiene que ser guiada, y esas guías las constituyen las plumas adyacentes. El cañón nuevo, cuando aflora al exterior, se apoya inmediatamente en las plumas que están a su izquierda y derecha, si no encuentra ese apoyo a medida que va creciendo, puede llegar a girar en su nacimiento y desarrollarse doblada. Para todos aquellos que desconozcan el procedimiento, voy a explicar cómo se realiza un injerto. (Fig. 2 y 3). Nunca bajo ningún pretexto ni circunstancia, se le arrancará una pluma a un ave de cetrería. Cuando por un accidente de caza, o en la alcándara, veamos que la mitad de una pluma, cuelga del resto rota, se procederá de la siguiente forma: Con un cuchillo o cuchilla afilada, se cortará con limpieza dicha pluma, procurando no dañar los bordes del corte. Si no se hace esto y se deja colgando, cuando se quisiese arreglar el estropicio, seguramente la guía de la pluma estará deshilachada y abierta, y el injerto sería inútil o quedaría cojo. Hay que impedir que la pluma, una vez injertada, gire en la aguja. Un procedimiento que se ha usado durante mucho tiempo, consiste en darle al raquis, un corte en forma de V o de cuña, es muy complicado, y la mayoría de las veces el cañón ante la dificultad del corte, se abre: la incisión por tanto, se dará cejada, y la aguja se cortará de forma cuadrangular con lo que el giro en la pluma injertada, resultará imposible. (Fig. 4).

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INGERTO DE PLUMAS

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Las agujas que se usan para injertar, no deben de sobrepasar nunca los cinco centímetros de longitud, serán de madera o de plástico muy flexibles, y el grosor de las mismas, irá de mayor a menor, como ocurre en el raquis de la pluma. En la fabricación de la aguja, se procurará tener muy buena mano. Se rebajará al máximo, de manera que al penetrar La pluma no la reviente, y para su fijación se usará un pegamento fuerte de estos rápidos. Una vez cortada la pluma, se procederá al injerto. Con una gran delicadeza, procurando no dañar el plumaje, abatiremos al pájaro que se hallará encaperuzado, se aislará con cuidado la pluma a injertar e introduciremos el trozo de aguja que sobresale de la ya preparada en la pluma rota, ajustando perfectamente los bordes de ambas. Se limpiará la pluma de restos de pegamento, si los hubiese, y una vez acabada la operación se dejará al pájaro algunas horas en la alcándara, en la más absoluta tranquilidad para que cuaje el injerto. La aguja, lo normal es que la prepare el cetrero, y de su acabado depende el éxito de la operación. La flexibilidad de la aguja es muy importante: todo cetrero conoce el vicio que tienen los azores de abrir las alas y la cola cubriendo la pieza cuando realizan alguna captura. Este comportamiento trae como consecuencia, que las grandes plumas al apoyarse en la tierra, se doblan. Si la aguja es rígida, la pluma suele quebrarse por el extremo de la misma, produciéndose una nueva ruptura por arriba o por debajo de la anterior. Si la pluma a injertar se ha roto por la parte del cálamo, es decir, cerca de la carne, la introducción de la aguja, se realizará con mucho cuidado, procurando que no llegue al tejido. El grosor, y me estoy refiriendo al diámetro de la aguja, tendrá que ser milimetrado, de forma que el ajuste con la pluma sea perfecto, pero teniendo todo el cuidado del mundo en no reventar el cañón, y cosa muy importante: se deberá de dar a la aguja la forma arqueada que la pluma en su caída natural tiene en esa parte del cañón. Ocurre a veces, que la pluma al recibir un golpe, se dobla un poco, pero no llega a quebrarse. Esta herida si se trata a tiempo, se arregla fácilmente. Se coge la pluma doblada y se introduce en agua caliente, se presiona con los dedos sobre el doblez, y lo normal, es que la pluma vuelva a su sitio. Una cura que he realizado siempre con bastante éxito, cuando me ha ocurrido uno de estos casos, es la siguiente: Con una pinza de brazos largos, a la que previamente se le habrán calentado los extremos, (no se llega al rojo) se presiona sobre la lesión de la pluma durante algunos segundos, y el raquis, por efecto del calor, recobra su rigidez inicial.

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Fabricación manual de un cascabel de cetrería.

Las plumas en sangre sonmuy sensibles a los golpes. Esa falta de defensa, la misma fragilidad que presenta, hace inmune al azor, frente a la pérdida de una pluma, y es el único estado en el que elpoder de generar una nueve se convierte en realidad. Durqante el verano de 1979, mi torzuelo de azor al que había sacado de la muda,para que toase algo el sol, perdió al darse un golpe con el arco un cuchillo del ala, y la pluma, aunque no había llegado al final de su desarrollo y del extermo del cañón en sangre, colgaban hilillos de sangre secos. Pues bien: por regla general, siempre que un pájaro pierde una pluma entera, de las que está mudando, la vuelve a echar, pero la repone siempre y cuando el accidente ocurra antes de que finalice la muda: cosa lógica, ya que es el único periddo en que las plumas están en sangre.

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Conjunto de egagropila y pluma para su posterior analisis y estudio.

Si la pluma se quiebra y el cañón queda dentro, que a nadie, por lo que he dicho anteriormente, se le ocurra sacarle del ala al pájaro el trozo de pluma que le quede inserto. Se dejará com está y al comienzo de la priniavera siguiente, mudaría la pluma rota con todas las demás. Los alveolos en estos pájaros, delicados en extrenio, no se deben de tocar nunca. Las rapaces, salvo en período de muda, nunca escupen una pluma entera. El cañón parece que va soldado al alveolo, y normalmente, antes de que en un accidente se desarraigue una pluma, se rompe, ya que mientras el cañón quede dentro del ala, la pluma se repone con la muda. La mayoría de los azores, y en general casi todas las rapaces mientras mudan, pierden bastante de su apetencia por el baño, por lo que no es imprescindible que lo tengan constantemente dentro de la azorera. Ihe ViSto a muchos aficionados y es lo normal, mudar a sus azores sueltos. Yo, particularmente. los mudo atados: los azores se debaten por cualquier motivo y mucho más si se encuentran gordos e inapetentes: si se hallan cogidos por las pihuelas a la alcandara, las debatidas serán minimas, mientras que sueltos hay probabilidades de que se de un golpe mal dado al volar incontroladamente,y se fracture alguna pluma. De los gustos de cada cual dependerá el mudar a su azor de una forma u otra. Nunca se le arregIar el pico a un azor mientras muda, ya ue se corre el riesgo de que sangre. Cualquier tipo de hemorragia en un pájato durante este período, corta momentaneamenle la muda. Generalizando, en cuanto notemos los primeros indicios de muda en nuestro azor, se acondicionará en la muda. Esta, deberá de ser cerrada y de características sirnilares a la que he descrito en este capitulo. - 85 -

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Al azor se le injertarán las plumas que tuviese rotas. La alimentación durante este proceso, será la mas rica en vitaminas y elementos protéicos que encontremos y la temperatura interna de la muda se procurará que sea constante. Buena muda. mejor comida y una temperatura agradable, y conseguiremos que nuestro azor realice una muda rápida, carente de todo tipo de complicaciones.

Alcándara. Es el nombre universal Con que se conoce al posadero que va ubicado en la muda. y que consiste en una simple vara de madera, tapizada, que va inserta en las paredes laterales de la azorera. La alcándara es un posadero de reposo, lo normal es que su uso exclusivo esté relegado al período de muda. Las palmas de las manos de las rapaces son muy sensibles y generalmente en estos miembros el poder de cicatrización es muy grande. Si se produce alguna herida y se infecta, origina una costra negra a la que se da el nombre de clavo: el pájaro en muda no vuela, por lo que es el período más factible para que se produzcan este tipo de heridas. Conviene por tanto, sobre todo en los pájaros que tienen las llaves muy larga, y se hieren solos, lavarles muy bien. una vez por semana, las manos con agua oxigenada, y romearle algo las grandes uñas. El riego sanguíneo en las manos de las rapaces es muy pobre: si la superficie donde se apoyan es dura, el riego de la sagre se hace aún mas dificultoso por efecto del peso del cuerpo, y en esas condiciones, un simple rasguño es suficiente pata que se produzca una infección y se forme el clavo. Un clavo es muy fácil de ver, es una especie de costra oscura, que parece adherida a la palma de la mano. Si no se cura a tiempo, el dorso se inflama, se hincha el zanco, y en su estado más avanzado pierde la movilidad de algunos dedos. Esta enfermedad. más que saber cómo se cura, el cetrero lo que tiene que saber es cómo evitarla.

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Alcándara

Suponiendo que el pájaro vuele durante siete meses, el riesgo de clavos se reduce al periodo de muda. Aparte de lo que ya he dicho anteriormente, el clavo se evita a base de buena alinientación y mejor alcándara. Una acándara es una vara de madera que se tapiza en su totalidad de goma espuma. Todo el cuerpo en su longitud lo recubre una lona que cuelga practicmente hasta el suelo y que se tensa por medio de una barra de fijacion. La lona, por debajo de la alcándara, lleva un forro de arpillera que evita en los azores nuevos, cuando se debaten, que queden colgando, facilitando las caracteristicas de ese tejido la subida del pájaro a la alcándara. El posadero de nuestro azor se encontrará siemnre limpio, y la vara forrada en toda su superficie de goma espuma o de cualquier olio tipo de tejido de caracterítcas similares, de forma que amortigue el peso del pájaro y facilite el riego de la sangre. Existen muchos tipos de añcçándaras portátiles. de fácil transporte y montaje yo soy de la opinión de que el azor debe estar en la alcandara el menor tiempo posible. Arcos y grama y se tendrá azor sano y entero por muchos años.

Arcos. El arco, es el posadero donde el azor “vive”. En él pasa más de la mitad del año sin volar, y ha sido adaptado al pájaro, de forma que no sufra durante los largos descansos que suceden a los ratos de cacería. El arco es por y para las necesidades del azor. Posadero cómodo, práctico y de fácil construcción, que sustituye a la rama del bosque. Cuenta la historia que este pintoresco posadero surgió accidentalmente, por la costumbre que tenían los arqueros de colocar los arcos en la tierra, para que los azores, después de las largas jornadas de cacería, descansaran sobre ellos. El arco es un simple aro de metal, con un pie soldado de forma que se pueda clavar en el suelo; en un principio era de madera, una rama flexible, enterrada por

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ambos extremos en la tierra. El secreto de la perfección del arco se encuentra en que e] azor pueda abarcarlo casi por completo con la mano, evitando el desgaste las llaves y produciendo el máximo de comodidad en el pájaro. El arco se recubre con tela, cuero fino o el material que se desee, basta proporcionar el grosor idóneo para el pájaro. Actualmente se usa mucho el corcho, la madera y materiales plásticos. Un azor no posee la extremada delicadeza de un peregrino, pero tampoco es un milano. Conviene, por tanto, tapizar la parte útil del arco, es decir, el trozo de arco sobre el que descansa el azor, de una badana suave, Las manos de cualquier pájaro, son delicadas, hay que cuidarlas. Un azor con imperfecciones en las manos o alguna enfermedad, no vale nada; no sirve para cazar. Los clavos, terror de todos los halconeros, no se producen con facilidad en los azores, pero todas las precauciones que se tomen serán pocas. El arco en si tiene 30 cms. de diámetro y el pie otros 30 cms. y éste puede ser simple o compuesto, como se puede apreciar en la figura 5. Las crucetas de cuero, cuerda, que cruzan el arco, son necesarias, ya que aparte de adornar, evitan que el azor pase por dentro del aro y se enrede. El arco cuando se producen debatidas, evita las fracturas de plumas; el azor tira de la argolla de sujeción, la cola mientras duran los tirones se mantiene paralela al suelo, y los cuchillos de las alas, en el roce suave con el césped, no sufren ningún desgaste. Amigo del pájaro y del cetrero, el arco es el mejor posadero que existe para el azor.

Pihuelas, tornillo y lonja. Las pihuelas, junto con los cascabeles, componen por decirlo de alguna manera, el único equipaje del azor. Las correillas de cuero, por la función que realizan, han de ser fuertes pero suaves. ¡Que no dañen los tarsos del pájaro! Pero que resistan los tirones del más tozudo de los azores. Un cuero de becerro bien rebajado y adobado convenientemente, es excelente. Las pihuelas son imprescindibles para el buen manejo de los pájaros: pihuelas y cetrería, no se conciben por separadas.

En los azores, las pihuelas se deben de cortar un poco más largas que para otras rapaces. Las pihuelas cortas en el azor le estropean la cola y convierten en difícil e incómodo, por tratarse de un ave que se caza de mano por mano, su porte y manejo.

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El constante contacto del cuero con la sangre y el agua, endurecen y agrietan las pihuelas, y en ese estado, producen heridas y callos en los zancos de los pájaros: es conveniente por tanto, cambiarlas cada dos o tres meses. Antes de cortar las pihuelas, conviene mojar el cuero, estirarlo al máximo y dejarlo secar: de esta manera la piel da toda de si y no se producen holguras. La colocación de las pihuelas es muy sencilla. Existen numerosos tipos y formas de llevar a cabo dicha operación. Yo me voy a atener a lo típico.

En el dibujo adjunto se puede apreciar perfectamente la manera de colocar unas pihuelas. (Fig. 7). - 89 -

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El extremo anterior de la pihuela, donde se halla el ojal A, entra a través del ojal B, de forma que ambos coincidan; y el extremo de la pihuela donde se encuentra el ojal atraviesa la intersección de los dos anteriores, cerrando la trampa alrededor del tarso del azor. Es tradición en las pihuelas de los azores dibujarlas con “polaina”. Esta polaina no es más que un ensanchamiento de la pihuela en la parte que rodea al zanco. La polaina a lo largo del corte, va adornada de pequeñas incisiones, esos adornos evitan que el filo del cuero dañe las escamas del azor cuando se producen tirones. El corte de la pihuela es muy sencillo. En el dibujo que se adjunta, se puede apreciar perfectamente la forma y las medidas que deben tener. (Fig. 6). Una vez cortada la pihuela, y antes de colocarla, ayudándonos de un soporte, un simple bolígrafo sirve para tal efecto, se dará forma a la polaina, operación que facilitará el posterior montaje en la mano del azor.

Antiguamente el tornillo se desconocía; la lonja, tira de cuero que asegura el azor al arco, pasaba directamente por los ojales libres de las pihuelas. Hoy; que los pájaros pasan la mayor parte del día atados a su arco sobre el césped, el tornillo es imprescindible. . 1 La función del tornillo es evitar que las pihuelas, en las múltiples debatidas, se enreden. De los mosquetones que se venden en el mercado para los perros se obtienen excelentes tornillos. La lonja, es, por decirlo de alguna forma, el seguro de nuestro pájaro mientras se encuentra en el jardín. Esta correa no es más que una correa de cuero de un cm., de ancha por 1m. 25 cms. de larga aproximadamente, que pasa por el tornillo y asegura el azor al arco. - 90 -

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La longitud no tiene que ser estrictamente la dada, se buscará la idónea para la comodidad nuestra y del pájaro.

El morral. Mientras no se salte regajos, se machaquen jarales, o se pierda al alma corriendo, buscando la grita de la liebre que lucha por abrir las manos del azor que le roba la vida, no se puede llegar a saber la importancia que tiene un buen morral. La bolsa del azorero es, como todo lo que se usa en cetrería, “artesanía pura”, y el aficionado la crea a su gusto de acuerdo con sus necesidades. El morral del azorero debe de ser amplio, ligero y dueño de ese grado de belleza que sólo alcanza lo extraordinariamente sencillo. El morral tendrá forma de “pétalo de flor”, evitando con las características tan especiales de esa estructura que en las carreras se caigan cosas. Interiormente estará dividido en dos partes: una más amplia, que servirá para guardar la cacería, y otra de dimensiones más reducidas, donde se llevará el señuelo, y por si se producen extravíos una lonja, un par de cascabeles y un par de tornillos de repuesto. Para evitar que el cuero del morral se agriete y se estropee con la sangre que suelta la cacería, se le suele adjuntar a la parte delantera del macuto una bolsa de red. Indiscutiblemente este complemento es mucho más higiénico, pero crea el inconveniente de que el azor se distrae y se debate cuando ve la cacería muerta. Actualmente, las bolsas laterales y los macutos pequeños están desplazando a los morrales típicos. Comprendo que en manejabilidad, en peso y, en resumidas cuentas, en comodidad. Son superiores a los morrales de toda la vida, pero no hay que olvidar que parles si no toda, la belleza y el encanto de la cetrería está formado por ese racimo de reglas y costumbres, herencia viva de cien culturas y pueblos.

Caperuzas. La creación de la caperuza marcó el inicio del esplendor de la cetrería en el mundo El manejo de los halcones sin este capuchón era pesado y dificultoso, y hasta su introducción en Europa, no se conocieron los vuelos por altanería.

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Pasos del montaje de un cerradero de caperuza «en pliegue»

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PATRÓN DE CAPERUZA PARA PRIMA DE AZOR

La caperuza de caza no se debe convenir en un peso muerto para el pájaro. Los adornos serán sencillos, sin plumas que entorpezcan su uso en el campo. De piquera justa, pero suave; que el pájaro no vea, pero que no le rocen las ceras del pico. El hueco de las cejas con los ojos deberá de hacerse perfecto, una caperuza que dañe ligeramente los ojos del ave no vale nada, es perjudicial y su uso contraindicado.

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ADORNO DE CAPERUZA

Existen muchos tipos de caperuzas: modelos muy conocidos son: el marroquí, el holandés, e hindú. Variando de unas a otras en número de costuras, por su rigidez y por la forma del cierre. En resumidas cuentas: una buena caperuza debe de ser ligera, práctica, sencilla, justa de piquera y de cuello, y dueña de ese ápice de belleza que emana de todo lo relacionado con este deporte.

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El señuelo y el silbato. A los azores. Y en general a todas las aves de cetrería, les resulta mucho más fácil descender sobre una pieza muerta que se le arroja, que acudir a la llamada del guante. Los cetreros de todos los tiempos, conocedores de esa debilidad, crearon una pieza artificial de fácil transporte y manejo que supliese al conejo muerto o la paloma. En un principio, el señuelo consistió en unas simples alas secas de un gran pájaro, a las que se ataba un trozo de carne. El artilugio funcionaba bien, pero la falta de peso era un problema. Los azores y halcones «llevaban en mano», y la manejabilidad, ante quiebros y fintas, era minina. El pájaro, una vez que se hacia con el señuelo, antes de comenzar a comer, pelaba siempre algo; tres o cuatro días a lo sumo, eran suficientes para que no quedase señuelo. Todos esos inconvenientes se solucionaron construyendo un señuelo de cuero en forma de media luna, al que se acoplaban alas y plumas de pájaros muertos. El artilugio ganó en duración, en peso y en manejabilidad. En la actualidad el señuelo que se usa, con algunas modificaciones en su estructura, es similar al primitivo, En forma de “U” invertida, se construye de cuero y se rellena de virutas, papel o cualquier otro material similar. La lonja que se utiliza para voltear el señuelo no tiene porqué ser de cuero. Un cordel suave de un color vivo, resulta mucho más práctico que la piel. En la parte superior del señuelo hay una pequeña incisión, donde se ajusta un tornillo, evitando que en las múltiples vueltas la lonja se líe. En el centro del señuelo, por ambas caras, van unas correillas donde se fija la carne, o la pieza muerta. Es muy importante en los comienzos de un pollo encarnar por las dos caras, de esta forma, caiga el señuelo como caiga, la carne no queda tapada. El silbato no tiene porqué tener una estructura especial. La única característica importante que debe poseer un buen silbato es su sonido claro y audible a la mayor distancia posible. Señuelo y silbato componen en su conjunto una de las armas más importantes del cetrero.

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“ERES ESQUIVO Y ORGULLOSO SIENDO EL GRAN SEÑOR DEL BOSQUE, Y VIVIENDO A EXPENSAS DE EL IGNORAIS SU BELLEZA, TU CASTIGO ES TU INMUNIDAD A SU HECHIZO. CARECES DE UN SENTIMIENTO Y LA NATURALEZA SE DESQUITA PRIVANDOTE: DEL OLOR A CAMPO MOJADO DEL PERFUME A JARA Y TOMILLO DEL AROMA DE ROMERO Y DE LA FRAGANCIA DEL LIRIO”

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ADIESTRAMIENTO

El misterio y la belleza que encierra. El que un ser libre que se encuentra en óptimas condiciones de vuelo, que sabe cazar perfectamente, y que después de un largo lance fallido retorna a la llamada de su maestro. Son alicientes que hacen que el cetrero se sienta orgulloso de la labor que realiza. El adiestramiento es el pilar donde se asienta toda la cetrería, y todo lo que un pájaro pueda llegar a ser en un futuro dependerá, exclusivamente, del modo y la forma cómo se hallan llevado a cabo las diferentes fases del mismo. Según la forma como se críe al pollo de azor, es decir, según la braveza que el pájaro posea cuando se inicie el adiestramiento, se tendrá que usar un método u otro de amansamiento. Hoy en día cada aficionado tiene su método particular de iniciar a su pollo: las experiencias obtenidas, los triunfos y fracasos, dan como resultado final un cúmulo de conocimientos, base sólida para futuros adiestramientos. No hay duda que el manejo de diferentes pájaros, con un mínimo de ideas, proporcionan a la larga múltiples experiencias y veteranía, pero como es natural, también llueven los fracasos. Tal como Se encuentran de escasas hoy día, nuestras tan preciadas aves de cetrería, se hace necesario seguir una línea o trayecto fijo de adiestramiento que ofrezca al cetrero novicio el máximo de facilidades, y por supuesto, de triunfos. Con la iniciación del azor en la cacería, y a medida que los lances entre tojos y jarales se sucedan, reglas y consejos se perderán en el aire. Toda la creatividad y el ingenio de nuestro pájaro aflorara al exterior, y nuestra altiva imagen de jefe se desmoronará poco a poco porque sin apercibirnos casi, nos daremos cuenta de que nuestro azor se ha convertido en d verdadero maestro.

Adiestramiento o afeitado del pájaro Alrededor de la cetrería ha existido siempre un pequeño hálito de magia. Para el espectador extraño al tema, ver como un ave poderosa, cómo un rapaz obedece y acata toda una serie de órdenes que le da su maestro, despierta en la mente de muchas personas un sinfín de fantasías. En teoría, el fondo de toda enseñanza a un ave de cetrería no es muy difícil, pero a la hora de ponerla en práctica se convierte en terriblemente complicada. El adiestramiento de un pájaro es la suma de dos partes en una proporción concreta: de dorna, y amistad. Todo el misterio se encuentra en saber traducir en palabras cada, movimiento o reacción del pájaro, meternos de lleno en su mundo, en pocas palabras conocerlo a fondo La sociedad ha cambiado. Los rigurosos adiestramientos que se realizaban antaño son exhaustivos e imposibles de llevar a cabo en la actualidad. Generalmente todos los tipos de adiestramientos explicados hasta el momento, eran más para zahareños que para sencillos niegos.

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Mis propias experiencias me han enseñado, que el adiestramiento debe ser simple y realizable cada fase del mismo en el menor tiempo posible. Mientras antes se termine el afeitado de un pájaro, mucho mejor, tratados barrocos, llenos de reglas inútiles y difíciles de llevar a la práctica, no aportan al aficionado más que complicaciones a la hora de manejar un pájaro. El adiestramiento que voy a tratar de explicar es muy simple, y llevarlo a cabo con mediana meticulosidad no supone ningún problema. El azor es muy huraño y esquivo en la naturaleza, y en cetrería por mucho que se manosee y se amanse siempre mantiene un cierto aire de agresividad a flor de piel. Nunca adquiere la estabilidad que innatamente poseen los halcones y por lo tanto desde el punto de vista del adiestramiento es absurdo por completo volver salvaje a un ser para luego intentar amansarlo. Un azor siempre será un azor. Con esto quiero dar a entender que con la mansedumbre absoluta un pájaro no pierde nunca ni una sola gota de agresividad. El amansamiento en un ave de cetrería es muy importante. Siempre se debatirá menos un pájaro manso que uno que lo sea a medias, y las debatidas son la causa de la mayoría de las rupturas de plumas de los azores. En el campo nunca se tendrán problemas a la hora de recogerlos, y el piar, causa de que durante mucho tiempo los pájaros fuesen objeto de una crianza independiente en muda, sin contactos con el cetrero, y un posterior y exhaustivo amansamiento, es universal a todos los azores niegos. Se críen de distintas formas, en diferentes lugares y se desniden con más o menos días de vida, al final, el azor niego termina piando. Sé de pájaros que al término de su segunda muda, después de dos años de casi completa mudez, y con más de doscientas piezas en su haber, han salido piando como el más manero de los pollos. La mansedumbre es necesaria, y el problema del desagradable canto del azor generalmente se pierde con la cacería y en el peor de los casos, con la primera muda. De todas formas, siempre será un estimulo para el aficionado intentar resolver el pequeño obstáculo del piar en su pájaro. Antes de decidirnos a desnidar un pollo, hay que tener preparado todo lo necesario, y en especial el lugar donde vamos a instalarlo. Me estoy refiriendo a la muda, pequeña habitación donde el azor terminará su desarrollo realizará lo que en el argot cetrero se llama el descañado, y donde cada comienzo de primavera mudará la pluma.

El inicio del amansamiento comienza en el mismo momento en que desnidamos al pollo, porque el contacto directo desde el primer instante para con nuestro azor es el mejor amansamiento que podemos ofrecer. El adiestramiento en si de un azor consta de tres fases: Amansamiento, vuelos al guante o al señuelo en introducción en la caza.

Amansamiento o desainado de un pájaro. Esto que voy a exponer puede parecer infantil, pero lo cierto es que, dentro de los azores existe gran variedad o diversidad de caracteres, y estas diferencias son las causas de que el tiempo que dure el amansamiento varíe considerablemente de unos pájaros a otros. Placeos continuos, gente, roederos en los lugares más diversos, picaditas y halagos, doblegan al azor más reacio. Los azores, de ser tan - 98 -

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iguales, pueden pasar a ser muy diferentes, y el aficionado, en un principio, debería intentar no analizar muy a fondo a su alumno. Si el pájaro se resiste y no se entrega se forzaría un poco el amansamiento, pero normalmente durante esta fase del adiestramiento no suelen surgir problemas. Lo primero que hay que hacer el día que se saca definitivamente el azor de la muda es armarlo; el armar a un pájaro consiste en colocarle las pihuelas, los cascabeles, la lonja y el tornillo. Si se ha mantenido un contacto directo con el azor durante su desarrollo, es decir, si se ha entrado en la muda con asiduidad y ha sido cebado en la mano, el azor estará manso, es más, nos habremos convertido a sus ojos en su nueva madre. Este comportamiento que en un principio puede parecer que produce incapacidad en el azor, se pierde con la introducción en la caza. En esta fase del adiestramiento el maestro pasa a ser un individuo más de la especie que le presta ayuda en la cacería. El pollo se ha convertido en azor, conviene, cuando llegue el momento de sacarlo, dejarlo en la muda dos o tres días más, de forma que los huesos y las articulaciones se asienten: días que serán aprovechados por el aficionado para soltarle en el interior de la muda un escape. Sé de un azor que compartió una muda durante tres días y tres noches consecutivas con un pichón de paloma, y hasta que no se le descarnó un poco un ala, no la atacó. Esto que puede parecer excepcional, ocurre con bastante frecuencia. El azor, sobre todo si se le ha estado dando de comer presas ya desolladas, no relaciona la pluma con la comida. Las primas, en cetrería, matan antes los escapes que los torzuelos más pequeños y asustadizos. Normalmente, los pollos siempre tienen hambre, y si son mansos lo manifiestan muy claramente, no obstante, conviene el día anterior a su salida de la muda, dejarlos en ayuna. Es importante que cuando el azor salga de la muda sienta hambre. Lo normal es que los pollos se autotemplen solos. El aficionado podrá comprobar que la última semana de permanencia en la muda el joven azor come cada vez menos, esta pérdida de apetito, ocasionada por el paro de crecimiento, prepara forma natural al azor, despertándole el instinto para la cacería. Durante siglos se han desvelado a las aves de cetrería, y es tan necesario, que ello depende la mayoría de las veces la total entrega de un pájaro.

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«Desvele de un azor». Durante siglos se ha desvelado a los azores, a ala luz de una candela, hasta conseguir su entrega

Uno de los momentos más íntimos, por decirlo de alguna manera, de una rapaz, es la comida. El primer paso, y uno de los más importantes que hay que dar en el amansamiento, es conseguir que nuestro pájaro coma tranquilo en el guante. Con el azor que ha salido manso de la muda no tendremos problemas, pero si hemos realizado la crianza aislando al pollo de todo contacto con el exterior, nos encontraremos con un azor bravo al que hay que amansar y al que tendremos que convencer de que tiene que ser nuestro amigo, y lo primero que tendremos que lograr es que comparta ese memento tan íntimo de la comida con nosotros. Hay que robarle el orgullo, y nada mejor para lograrlo que quitarle el sueño. Desvelar es intentar que el azor, la noche que sigue a su salida de la muda, no duerma. Los desveles se hacen largos si no se tiene compañía, lo ideal es buscar un par de amigos aficionados y que turnen al cetrero a lo largo de la noche en la tenencia del azor sobre el guante. Se evitarán muchas debatidas innecesarias si atenuamos la luz de la habitación donde se desvele. El roedero es muy importante, ya que nuestras únicas armas son el hambre y el sueño. Si colocamos sobre el guante un buen trozo de pechuga, el azor en cuanto empiece a tirar dará buena cuenta de ella en pocos minutos (carne floja) y con el FALTA la PAGINA 111

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El placeo consiste en la tenencia del azor en el guante en un lugar que esté concurrido, de forma que logremos habituarle a la presencia del hombre. Para placeares indispensable el tan nombrado roedero, pata o muñón de ala de gallina del que el azor intentará sacar el máximo de provecho. Este, evitará debatidas y sustos y, acondicionará al azor a muchos y diferentes medios, logrando que pierda el miedo hacia el hombre y su entorno. Vuelvo a repetir, por propia experiencia, que la mansedumbre de un pájaro no le resta agresividad. El lugar más concurrido de la casa, un café, una plaza pública, cualquier sitio es bueno para placear a nuestro pájaro. Ahora, nunca deberemos permitir que nadie toque al azor mientras lo placeamos y en el momento que el roedero pierda su atracción devolveremos el azor a su arco. El placeo debe ocasionar, como su mismo nombre indica, un rato de alegría y bienestar en el azor, y de ninguna forma estos momentos se deben convertir para el pájaro en motivo de sustos y debatidas. Mientras el pájaro roe, al igual que en el desvele, se deberá emitir algún sonido característico y hablarle, que se acostumbre a nuestra voz. Por supuesto nada de brusquedades cuando las cosas no salgan como queremos. Si se producen debatidas continuas aún con el roedero entre las manos del pájaro, deberemos suspender la sesión de placer, el motivo ¡la falta real de hambre! Este inconveniente es fácil de solucionar; la pérdida de algunos gramos en el peso del azor hará que pueda roer tranquilo, sin importarle lo más mínimo lo que ocurra a su alrededor. Como ya dije anteriormente, siempre que se recoja al azor del arco se deberá llevar en el guante una picada de carne. Este pequeño halago gusta mucho a los azores, en adelante esperarán con verdadero interés la aparición del cetrero por el jardín. En cuatro o cinco días a lo sumo el azor se habrá entregado por completo. Quiero aclarar que, normalmente los azores que se crían de la mano salen mansos de la muda, pero es bueno placearlos y halagarlos con picadas, porque de esta forma les inculcamos educación. Los azores son grandes actores y mientras se encuentran en la muda o en el jardín, es decir, en los jugares a que están habituados, demuestran mucha hambre, un hambre ficticia que se disipa como por encanto en cuanto lo transportamos al campo. Existe un modo de trabajar con las aves de cetrería que da excelentes resultados y evita muchos desengaños. Me estoy refiriendo a la balanza. Es importante en un comienzo trabajar con este aparato. Para muchos aficionados noveles existe la creencia de que basta tornar el peso de un azor el día que exterioriza de una forma angustiosa el hambre, y mantenerle como sea esa cifra en gramos. Eso es una barbaridad. Un azor, al adiestrarlo pasa por muchos y diferentes pesos, cifras concretas que enumeraré continuación. El primer peso se debe de tomar a la salida de la muda, es el peso en bruto. El azor está gordo, sus tejidos han acumulado algo de grasa y el hambre que debemos de buscar, es la necesaria para tenerlo tranquilo con un roedero en el guante. En el amansamiento logramos que pierda la grasa que

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le resta, pero sigue estando gordo; cualquier situación violenta es causante de debatidas. Aquí se debe tomar liota otra vez del peso del azor para saber si ha perdido la grasa o saín. Los gramos habrán disminuido, el azor en el arco manifestará mucha hambre, pero es del todo improcedente volar en libertad en este peso. A continuación se comenzarán los vuelos al guante o al señuelo; normalmente habrá que ir rebajando poco a poco el peso de nuestro azor hasta que se llegue a un punto en el que obedezca perfectamente nuestra llamada al guante, y el azor vuele libre. Es el momento cumbre del adiestramiento, y aquí hay que tomar nota del nuevo peso del pájaro. Un peso que se acercará bastante al real, pero que variará aún en algunos gramos. El azor, empujado por el hambre, acude cada vez que se le llama al guante, mediante ejercicios diarios que se basan en largos vuelos se muscula al pájaro. Hay que intentar que vuele con la misma rapidez y eficacia que lo haría un zahareño. La carne se le endurece y en este punto, una vez musculado alcanza un nuevo peso. Está listo para la introducción en la cacería. Si surgiese alguna dificultad a la hora de matar, bastaría con rebajar del anterior peso algunos gramos, pero ¡ojo!, hay que tener muy buena mano para saber templar. Alcanzar el temple perfecto en un azor es muy peligroso. El pájaro se encuentra en el límite y rebasar ese límite podría significar la muerte. Durante el amansamiento se introducirá en la vida del azor el perro, aliado y compañero que proporcionará muchas de sus capturas y por vez primera se llevará el azor al campo. Hay aficionados que no son partidarios de cazar con perros; yo siempre he cazado con perros, y para todos aquéllos que gusten de aderezar las excelentes cualidades del azor, con la inimitable clase de un perro de muestra, deben de tener en cuenta los siguientes consejos:

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El placeo es la base de un buen amansamiento. En la fotografía Halcón peregrino.

Cualquier perro sirve para este propósito, pero es recomendable que el animal elegido sea de temperamento tranquilo y que no cobre. Esto es muy importante, pues de otra forma podría intentar en las primeras jornadas de caza retirarle la pieza de las manos al joven azor, produciendo en éste trastornos y resabios contraproducentes en los incipientes y tan difíciles inicios de cacería. Hay pájaros, los menos, que ante su primer contacto con el perro no muestran ningún temor, pero generalmente se comportan de forma diferente; abren las alas asustados en actitud de defensa, y los más ariscos saltan del guante y se debaten sin parar. La forma, por tanto, de meter el perro en el azor se deberá de llevar con muy buena mano; El momento a elegir será uno cualquiera de los muchos del amansamiento y siempre bajo el irresistible atractivo de un buen roedero. Es muy importante que el perro no realice, mientras se encuentre junto al azor, movimientos bruscos que pudieran asustarlo. La educación en el perro a manejar es tan importante como la que estamos inculcando al azor. Durante todo el tiempo que duran las cebas, el perro permanecerá echado al lado del pájaro, con buen tiento, dos o tres sesiones a lo sumo, serán suficientes para que el azor se dé cuenta del juego y relacione a su nuevo compañero con el momento de la comida. El miedo da paso a un cordial compañerismo, pero ojo, hay que Tener cuidado porque con el transcurrir de los días algunos azores llegan a dar muestras, en esos pequeños momentos compartidos, de una cierta agresividad. Hay que intentar por todos los medios mantener los lazos afectivos y apagar a tiempo los pequeños focos de agresividad que fuesen surgiendo.

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“Y son muy placenteros, duran mucho, ya que se pierden muy pocas veces, y además nunca pierden su bondad”. Príncipe Don Juan Manuel. La viveza de los azores es muy grande y aprenden con mucha facilidad, por lo que no es conveniente alargar demasiado el amansamiento, ya que el estancamiento de cualquiera de las fases del adiestramiento da pie a que se desarrollen vicios. Cuando el azor admita como natural el nuevo entorno que le mostramos, se habrá logrado su mansedumbre, amansamiento basado en el respeto recíproco. Exprime la palabra cetrería, busca en sus raíces y comprobarás que su esencia se compone de una mezcla de amor y una pequeña porción de ese respeto.

Vuelos al guante o al señuelo. Durante esta fase se reafirma el amansamiento y se completa el verdadero desainado del azor. Hasta el momento hemos estado operando con el hambre natural del pájaro, un hambre mínima, pero ahora hay que templar. Temple, palabra fatídica que se convierte en un arma de doble filo. Saber templar es muy difícil, el temple se debe de intentar buscar de la forma más natural posible, a base de carnes flojas y de ejercicios. Tengo que aclarar que nunca para conseguir un hambre fuera de lo normal se dejará al azor en ayunas. Si bien es cieno que estos pájaros aguantan cuando están gordos, el hambre no es la misma cuando han perdido casi por completo las reservas de grasa. El desainado, pérdida total de grasa y de algunos gramos, comienza en el amansamiento y se realizaba en días sucesivos y de una forma gradual.

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Normalmente un pájaro pierde de un diez a un quince por ciento de su peso real, es decir, del peso que tenía cuando salió de la muda. De todas formas hablar de porcentaje en este campo es bastante elástico, ya que los pesos en que se vuelan los pájaros varían mucho de unos a otros. Para templar hay que tener en cuenta tres factores básicos: las carnes, el ambiente y el ejercicio. Vamos a hacer un estudio, por encima, de cada uno de ellos. Durante siglos se le ha dado mucha importancia al poder nutritivo de las carnes en cetrería, y la verdad es que sólo con este tema se podría escribir un capítulo o casi un libro. Como es natural la mejor alimentación que se le puede suministrar a un azor será la más parecida a la que come salvaje en la naturaleza, es decir, a base de pájaros y mamíferos. El aficionado de hoy tiene a su alcance una gran variedad de alimentos para su pájaro: pichones, codornices, conejos, pollos.... son fáciles de conseguir, ya que se crían en infinidad de granjas y con cualquiera de estas carnes se puede templar a un azor. Pero el uso de diferentes carnes en la alimentación de los pájaros a lo largo de los siglos ha traído como consecuencia el esclarecimiento de la forma en que influyen en el hambre del azor. Las carnes rojas, en especial la de palomas y tórtolas son carnes muy fuertes, buenas de digerir y ricas en vitaminas y proteínas, pero aunque a los azores les gustan mucho le restan bastante hambre. El pollo, y al hablar de esta famosa ave de corral me estoy refiriendo a los que se venden en plazas y pollerías en todas las ciudades de España, es muy buena para mantener el temple pero no para templar. Normalmente, casi todos los aficionados por lo fácil de conseguir la da de comer a sus pájaros más tarde o más temprano. Estas carnes no es que sean malas, pero con ellas se deben guardar algunas precauciones. Los pollos tienen mucha grasa, una grasa aceitosa que el pájaro asimila mal en su organismo. Exceptuando períodos de mudas, de ninguna forma conviene dar este tipo de carne a pájaros que se están templando o que se están cazando, ya que producen verdaderos trastornos en el azor. Es por tanto conveniente limpiar la carne lo mejor posible antes de suministrarla. Se le quitará la piel tejidos donde normalmente se acumulan hormonas y otras sustancias dadas al ave de corral para su rápido engorde, y que son contraproducentes para nuestro pájaro. De todas formas, estas carnes bien limpias y despellejadas son excelentes para mantener el temple en los primeros días de caza a falta de piezas cobradas. Los pichones nuevos, y en general toda la gama de jóvenes volátiles, suaves y nutritivos, son muy buenos para que el azor los coma mientras se encuentra en período de crecimiento. Perdices, codornices, estorninos... son muy buenas viandas para los azores, pero difíciles de dosificar. Las carnes lavadas que tanto se usaban antaño para abrir el apetito no las he usado nunca. Como ya he dicho antes, siempre he intentado buscar el temple en mis pájaros de la forma más natural posible, para todos aquellos que quisieran probar fortuna con este tipo de carnes, explicaré a continuación el modo de prepararlas. Se coge un trozo de carne, en realidad no importa de qué clase, pero ateniéndome a lo clásico, intentaremos que sea de ternera. Una vez cortada la cantidad que queremos darle al azor, la introduciremos en un recipiente con agua,

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Azor en vuelo.

y allí se dejará reposar un par de horas, al cabo de las cuales se sacará, se exprimirá muy bien y se secará con un paño. La carne, después de esta operación, pasa a tener un color blancuzco, el rojo natural se ha convertido en pálido, la sangre se ha quedado en el agua del recipiente y esta carne, insípida es la que se dará al azor, que en su tan especial estado de hambre la come. Al día siguiente nos encontraremos con que el apetito se ha incrementado de una forma asombrosa. Este proceder se usaba también para todos aquellos pájaros que por encontrarse demasiado gordos en la muda se desganaban, rechazando la comida. Un par de días a base de carne lavada, y el hambre se les abría con una fuerza extraordinaria. Los riñones, higadillos, corazones de toda clase de mamíferos y aves se deben de dar a los azores, en pequeñas dosis, una vez que se encuentran metidos en cacerías, a modo de halago, ya que estas vísceras empalagan mucho y les quitan el hambre. Por experiencia sé, que la mejor carne que existe para templar y que sirve a la vez pata mantener el temple es la de conejo (de campo se sobreentiende, pues los de granja tienen mucha grasa). Carne liviana y muy digestiva y que mantiene muy viva el hambre de los azores. A un azor se le puede embuchar casi a diario de conejo y no gana prácticamente gramos en su peso, y además cuenta con la ventaja de que su uso continuo, incluso en períodos de muda, produce muy poca grasa. Con algo de conocimiento, y sabiendo dosificar las carnes en las cebas, lograremos sin muchas dificultades alcanzar un temple casi perfecto en nuestro azor. Si el pollo de azor ha sido objeto durante su desarrollo de una buena crianza, sale de la muda gordo como una pelota. Tocándole el pecho se puede comprobar que lo tiene redondo, redondez que a medida que va avanzando el adiestramiento se va modificando hasta llegar a un punto en el que de redondo pasa a que se le note ligeramente la quilla del esternón. - 106 -

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A lo largo del adiestramiento conviene, no sólo guiaros por la cifra que señala la balanza, sino también por el tacto, y con el tiempo podremos llegar a saber si un azor está bueno solo y exclusivamente valiéndonos de nuestras manos. Por el estado de su pecho y la dureza de la carne apreciaremos su temple. El desgaste de energías, por la circunstancia que sea, despierta el hambre en los azores; el ejercicio en un pollo nuevo le endurece los músculos, le abre el apetito, y al igual ocurre con el frió. La cantidad de carne que come un azor para que el temple se mantenga tendrá que ser igual al desgaste de energía que sufre, por ejemplo: si un azor come a últimas horas de la tarde y pasa la noche a la intemperie, el frió hará que la pérdida de energía sea grande y esas energías normalmente no es capaz de recuperarlas a base de lo que ha comido. La mañana lo atrapará muerto de hambre. La misma cantidad de comida para un azor que pasa tranquilo la noche en el interior de su muda, hará que por la mañana no tenga apenas apetito, y en el peor de los casos habrá ganado algunos gramos. Conviene un par de horas antes de salir de cacería sacar al azor de la muda y ponerlo a la sombra; no hay cosa que despierte más el hambre en un azor que la carencia de sol por las mañanas. Con estas series de aclaraciones, serán muy pocos los azores a los que no logremos despertarle esa tan buscada hambre, pero ojo, siempre es preferible tener al pájaro un poco por arriba de su peso que por debajo de él. Vuelvo a repetir, que traspasando el límite de temple en nuestro azor se corre un riesgo muy grande. Conviene saber barajar lo mejor posible en esta afición las cartas que se poseen, dejar que el azor se sienta completamente satisfecho, con el buche repleto, y que no pierda templanza es muy fácil; por ejemplo: si el azor traga mucho pelo o pluma (La carne será la indispensable), ese pelo hará que trabaje muy bien el buche, logrará muy buena egragopila y le producirá sensación de satisfecho. Sabiendo combinar las carnes livianas y el ejercicio diario, con la permanencia al aire libre del azor algunas horas por la noche, cuando sea necesario, lograremos un temple casi perfecto. Un temple en el que se mezclan el hambre C(o la audacia y la agilidad. De todas formas, nunca se deben mermar las facultades y el poder de creatividad de un pájaro con un riguroso temple, y aprenderemos de él mucho más que podamos enseñarle. Los azores son muy listos. Se dan cuenta con enorme rapidez dónde se encuentra la fuente para apagar su hambre y con espontaneidad suelen saltar al encuentro del guante. La viveza típica de la especie se manifiesta de una forma clara en este tipo de ejercicio. Los primeros saltos se deben de realizar en el mismo arco donde se encuentra el azor. Nos acercaremos a el como hacemos todas las mañanas, el pájaro, expectante, espera ansioso SU tan conocida picadita, pero en esta ocasión, descubrirá que en vez, de la picada, le mostramos en el guante un apetitoso trozo de carne. Le colocaremos la lua a unos treinta o cuarenta centímetros del arco, y emitiremos el sonido característico tan conocido por él en las largas sesiones de placeo. El pájaro, en un principio, se comerá la carne con lo ojos, estirará el cuello, normalmente salta a la lua logrando su objetivo, y digo normalmente, porque hay a algunos azores que saltan al suelo, se ponen debajo de la lua, vuelven a subirse al arco, después de innumerables payasearías se quedan tan tranquilos en su posadero con una pata encogida mirándonos indolentemente, necesitan de una pizca de hambre. Hay aficionados, que en este primer intento, le meten el guante prácticamente dentro de las narices al azor; yo nunca lo he hecho así. De acuerdo

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Alcanzar el temple perfecto es muy difícil. La balanza es indispensable para el buen manejo del pájaro.

que el ejercicio tiene que ser en un principio simple, y que las distancias se irán aumentando gradualmente, pero lo que no podemos es tratar a nuestro azor desde el comienzo del ejercicio de estúpido; a los azores no les Cuesta ningún trabajo volar al guante y si les cuesta alguno, mucho mejor porque ahí está el verdac1ero “quid” de la cuestión: que lo mucho o poco que coma, le cuesta algo. Como he dicho anteriormente, si el azor no saltase al guante, volveríamos a intentarlo por la tarde, y es seguro que salta en este segundo intento. El incremento de hambre que sufren los pájaros cuando se acerca el término del día estimula el ingenio al más torpe de los azores. En este primer ejercicio hace su aparición un nuevo elemento base del adiestramiento; el silbato. A la vez que el azor salta hacia el guante, daremos un - 108 -

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toque corto de silbato. Una semana es suficiente para que se escuche ese sonido, y buscar desde el arco el guante sea todo uno. Vuelvo a repetir y puedo parecer ya un poco pesado, que casi todos los problemas que vayan surgiendo a través de las diferentes fases del adiestramiento se resolverán con el incremento de un poco más de hambre, pero guardando siempre en esta operación un cuidado enorme y por supuesto teniendo paciencia; quien no sepa esperar, es mucho mejor que se dedique a otros asuntos y que se olvide de la cetrería. Una vez hayamos logrado que vuele bien al guante desde el arco, pasaremos a dar el siguiente paso: Vuelos en el campo. Si el amansamiento se llevó en su última fase como expliqué, el azor conocerá ya el campo y no le será extraño; su atención deberá centrarse, pasado algunos segundos, en nuestro guante. En esta fase hay que aclarar los siguientes puntos: El azor deberá de volar con un fiador. Recibe el nombre de fiador cualquier tipo de cuerda que atada al tornillo de las pihuelas evita la huida del pájaro en caso de que se espante. Este fiador irá sujeto a un objeto móvil, un trozo de madera sirve para tal efecto, de forma que si el azor vuela en alguna otra dirección a la deseada, al término de la cuerda, el tirón no se produzca en seco y el correr del objeto amortigüe la caída. Se deberá buscar un lugar apropiado para el uso del fiador; un terreno despejado, sin ramas ni arbustos que puedan producir líos en el correr de la cuerda. En estos primeros vuelos es muy importante que no existan obstáculos que entorpezcan el vuelo del azor; un tirón en seco podría acabar con todos los bueno propósitos del pájaro, y pondrían surgir brotes de rechazos hacia el guante. El fiador, por tanto, se usará solo lo imprescindible. El azor se colocará en las ramas despejadas de algún árbol, y desde la distancia punta que se hubiese logrado en los últimos vuelos desde el arco, se proceder a llamarlo. Si tiene sin hacerse mucho de rogar, se le dará de comer sin más. El número de vuelos que se realizarán si vemos que el azor está en realidad bueno, en estas primeras sesiones, serán de tres como máximo. Una costumbre muy común en cetrería consiste en colocar al azor en el suelo o en el guante de un ayudante para a continuación llamarlo desde algunos metros de distancia es del todo errónea. El árbol es al azor, como el agua al pez, las ramas de cualquier de cualquier árbol ejercen un atractivo que se convierte en irresistible para la mayoría de los azores, Si colocamos al pájaro desde un principio en una rama despejada habremos matado de entrada toda la atracción a volar, puesto que ya se encuentra en un árbo1, y si acude a nuestra llamada habremos logrado un doble triunfo: que obedezca nuestra señal, y doblegar un poco la amistad que le ofrece tan excelente amigo. Si durante toda su vida, los árboles van a ser el noventa por ciento de sus posaderos, conviene desde el principio enseñarlo a descender al guante desde sus ramas. Siempre en estos primeros vuelos deberemos situarnos pico a viento, ya que será hacia donde por naturaleza saldrá volando el azor, de otra forma le será mucho más difícil acudir a nuestra llamada, y si volase encontraría dificultad para entrar en el guante. Antes de salir hacia el cazadero, como es natural, se habrá pesado al azor y conviene, si está metido en el perro, llevarlo. Este permanecerá todo el tiempo

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Introducción del azor en los perros.

que duren los vuelos echado algunos metros del cetrero, y sólo cuando decidamos cebar, se le llamará para que el azor coma junto a él. Dados estos consejos, emplazados en el terreno, procederemos a llevarlos a cabo; si después de algunos intentos el pájaro no acudiese lo recogeríamos y retornaríamos a casa probando de nuevo fortuna al llegar la tarde. No conviene insistir mucho en las llamadas al guante, ya que éste y el silbato deben de ser para el pájaro un estímulo irresistible, y la insistencia sol trae como consecuencia, la mayoría de las veces, la pérdida de la poca atracción que ejerce aún sobre el azor. En lo días siguientes, y a medida que ganemos su confianza, iremos aumentando el número de vuelos. Un azor, por muy listo que sea, no nota que vuela atado. En cuanto veamos que no existen resistencias ni extrañezas por parte del pájaro cuando se le llama al guante, le quitaremos el cordel de seguridad. El pájaro acudirá al guante con la misma presteza que en los días anteriores. ¡Que instantes más sublimes éstos de los primeros vuelos en libertad! Son minutos llenos de incertidumbre, y aunque parezca extraño, los pájaros no suelen perderse nunca durante estos primeros vuelos, sino pasado un tiempo, cuando pensamos que es imposible que suceda nada, y esa confianza muchas veces es la causa de que lo perdamos. Volando el azor en libertad nos damos cuenta de que nuestro poder sobre él, es mucho más grande de lo que nosotros creíamos. El joven pollo saltando de árbol en árbol nos sigue por el bosque esperando ansioso la llamada al guante; nos dará pasadas, se posará sobre nuestro hombro, en la cabeza e incluso en su desesperación se colgara del pantalón o del morral tirando de él, cabeza abajo. El guante es nuestra única arma y debemos sacarle el máximo provecho. Nunca mostraremos el guante al azor sin nada, siempre deberá de recibir una pequeña Recompensa a su obediencia, de forma podría llegar a perder la fe que con tanto momo hemos arraigado en su interior. - 110 -

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Como es natural, cuantos más medios tengamos para hacer bajar a un pájaro del posadero donde se encuentra, mucho más seguro lo tendremos, ¡ahora! No soy partidario de usar diversas técnicas para hacer descender a un azor cuando se obstina en hacerlo, ya que si no se tiene cuidado, la más atractiva obscurece a la menos, y en adelante costará mucho esfuerzo volverlo a meter en la última. Si un azor vuela normalmente al caer la tarde y un día, por la circunstancia que sea, decidimos volarlo por la mañana, notaremos que muestra cierta resistencia en los vuelos. Esto es lógico, ya que el hambre con que vuela es la mitad o la cuarta parte de la que tiene por la tarde. Hay aficionados que son partidarios de meter al azor en el señuelo, mi consejo es que si se quiere meter a un pájaro en esta pieza artificial, primero se haga muy manero y el señuelo se use sólo en caso de verdadera necesidad. Los azores atacan muy bien estos artilugios, y lo hacen con verdadero ardor, en especial si antes se han hecho al guante. La explicación es fácil: en el interior de un azor por muy manero que se encuentre, siempre quedan pequeños resquicios de desconfianza hacia el hombre. Los azores cuando sufren un amansamiento regular, a veces, al acudir a la llamada de su maestro, sufren una espantada y no entran al guante. El azor ve con terror como la figura del hombre se va materializándose cuando se acerca, y el miedo, el verdadero causante, hace que se desvíe y vuele a cualquier posadero cercano. Cuando ocurra alguna de estas espantadas, nunca se le entrará por derecho, sino que lo haremos con verdadera delicadeza, dando rodeos, hablándole, que reconozca nuestra voz, en pocas palabras, intentaremos tranquilizarlo, y su recuperación, al toque del silbato, será segura. En estos momentos hay que tener verdadero cuidado, ya que podría producirse una nueva espantada, con el consabido riesgo de que el azor llegue muy lejos y se pierda. Otro motivo por el que los azores entran muy bien al señuelo que se les arroja, incluso a veces sin haberles enseñado con anterioridad en qué consiste el juego, es por la no inclusión directa del hombre, por decirlo de alguna forma. El cetrero voltea el artilugio y lo lanza; ¡El azor! Ve como la persona se queda a un lado ¡y no lo duda! Vuela al señuelo rápidamente. Por el contrario el guante, parte integra de un miembro del cetrero, despierta en el azor cierto temor. En resumen, la estupenda aceptación del señuelo por el azor, se debe normalmente o a un defectuoso amansamiento, responsable de la aparición de esos focos de miedo, o al impulso irresistible que a veces muestran estos pájaros, de llevar en mano ante la indiferencia del cetrero en sus súplicas alimenticias; viendo en el señuelo que se les arroja la oportunidad de apagar de una sola vez el hambre que tienen. Se de aficionado que una vez que tienen el azor perfectamente manero, y antes de introducirlo en la cacería, dejan que maten una paloma y que se cebe en ella. Si alguna vez durante alguna jornada de caza, por la circunstancia que fuese, no hubiera forma de hacer bajar al azor de su posadero, bastaría con mostrarle un pichón de paloma para que el recuerdo de aquella primera presa fácil y apetitosa lo hiciese descender. Este método tiene un inconveniente y es que se tiene que usar lo indispensable, ya que si no, el azor se da pronto cuenta de que a una resistencia obstinada a descender se le muestra ese señuelo vivo y no baja a no ser que le demos su paloma, perdiendo como es natural toda clase de interés por el guante y el señuelo.

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Entrada del azor al señuelo.

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Hay pájaros que entran al guante de pasada queriéndoselo llevar, y aunque la entrada es espectacular porque pega muy fuerte conviene suavizarle un poco ese ímpetu. Este comportamiento en si se debe a una gran falta de seguridad en el guante por parte del azor. Si no se pone remedio, las entradas con los días se van haciendo cada vez más irregulares y llega un momento en que les cuesta la misma vida descender al guante. Conviene, cuando el azor se comporta de esta manera, dar marcha atrás al adiestramiento y empezar desde el principio, algunos días son suficientes para quitarle ese vicio. Según los clásicos, los azores buenos cazan la lua. Este proceder, que he observado sólo en algunos pájaros, no implica necesariamente que luego a la hora de cazar sean mejores que otros. He visto azores acudir al guante como mansos corderitos, posándose suavemente sobre la lua y luego, a la hora de cazar, no tener rival con el que competir. Creo sinceramente que por la forma de entrar el azor a la lua no se puede llegar a predecir las futuras cualidades de un pájaro para la caza. Un inconveniente con el que se pueden llegar a encontrar la mayoría de los dueños de azores que cazan el guante a causa de las bruscas entradas, es a la larga, la ruptura de alguna lua y a mi parecer creo que el innecesario ímpetu que derrochan contra el guante lo deben guardar para cuando se les arranque una liebre, que seguro que buena falta les hace.

Introducción en la caza. “LA FE EN LOS AZORES ES COMO EL TECHO EN EL PEREGRINO. EL HALCON SIN TECHO PICA Y NO LLEGA. EN EL AZOR LA FE SON LAS ALAS, SI CARECE DE ELLA, ABANDONA.”

Hemos llegado al momento más importante De la cetrería: la introducción del azor en la caza. Este es el paso más difícil de todo el adiestramiento. Quiero aclarar que a un azor no le supone ningún esfuerzo matar, pero le cuesta la misma vida perseguir a una pieza, en especial cuando se trata de pluma. Al pájaro le hemos inculcado toda una serie de hábitos, y el guante se ha convertido a sus ojos en fuente de vida. Bien, hay que obscurecer una chispa esa imagen para dar paso a otra que deberá de ser para el azor mucho más atractiva:

¡LA CAZA!’

Todas las introducciones, sin importar el tipo de pieza que queramos matar, son semejantes. Voy a explicar cómo se llevan a cabo la de dos especies distintas, una de pelo, y otra de pluma, a las que tomaremos corno base para la introducción del azor en cualquier tipo de pieza.

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Introducción del azor en el pelo: caza del conejo. La caza de conejos con azor es bastante sencilla: los niegos, tanto primas como torzuelos, atacan con verdadero ardor a estos roedores y su introducción, se suele desarrollar sin complicaciones. En esta fase del adiestramiento aparece un nuevo elemento indispensable para lograr el éxito de esta empresa, el escape animal precapturado de la especie que se desea cazar que se le suelta al azor en el momento oportuno y en el lugar idóneo para que lo mate. Los escapes deberán de ser de campo, y no se encontrarán disminuidos, sólo en caso muy necesario se le restará facultades a la pieza que se suelta; con un hurón es fácil hacerse con algunos conejos. Con el pájaro templado nos desplazaremos al cazadero y en un lugar apropiado, un llano o un cerro libre de monte, se le soltará el primer escape. La forma de llevar a cabo esta primera suelta es muy importante y se deberán de guardar las siguientes precauciones: 1. — En todo momento se deberá de hacer lo imposible para que el azor no se dé cuenta de que el escape sale de la mano del hombre, ara tal propósito existen innumerables trucos. 2. — Antes de salir hacia el cazadero deberemos de estar seguros de que el azor tiene verdadera hambre. Se tomará buena nota del peso que marca la balanza. 3. — Si el azor, una vez efectuada la suelta, se limita a ver correr el escape sin hacer por volar se lanzará, ya que muchas veces la no reacción del pájaro se debe más a la sorpresa que a la falta de hambre. El perro se tendrá sujeto y permanecerá echado a cierta distancia del cetrero. Normalmente los azores matan bien su primer escape, en especial si son primas, no obstante, voy a tratar de analizar los diferentes comportamientos de algunos azores ante su primera presa, según mis propias experiencias e intentaré aclarar las causas de ese comportamiento. A) Supongamos que el azor vuela el conejo, lo revuelca y se le va. ¿Qué se debe hacer cuando ocurra esto? Bien, no cabe duda de que el azor está repleto de buenas intenciones. Recogerlo y cebarlo en el guante o en el señuelo sería totalmente contraproducente, por tanto es conveniente esperar un tiempo prudencial para que el joven azor se rehaga y soltarle un nuevo escape asegurándonos de que éste lo mata. Cuando me ha ocurrido uno de estos casos, a la segunda suelta, con una cuerda fina le trabo las patas posteriores, dejándole entre miembro y miembro una separación de cuatro dedos. El conejo, aun con este obstaculizador, corre que se las pela, pero pierde como es natural velocidad en la carrera y lo que es más importante, agilidad para efectuar quiebros. El azor, acalorado aún, por la primera suelta, le resulta fácil matarlo. B) Si el azor, al ver la traína no reaccionase, lo lanzaríamos, y puede ocurrir lo que en el caco anterior, o que no muestre interés por el conejo. Si ocurre lo primero, se le suelta un segundo escape, y caso resuelto, pero si el azor no hiciese lo más mínimo por la suelta, sólo restaría recoger el pájaro y llevarlo de vuelta a su arco. Al azor le falta hambre, y hasta que no logremos un temple adecuado para que mate (diferente en algunos azores de volar al guante), no se insistirá en la suelta de nuevos escapes. - 114 -

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C) Y por último, puede ocurrir que el azor vuele bien, pero a la hora de la verdad, es decir, en el momento se entrara matar, pase por encima de su presa o se desvíe abandonándola, ¡causa! falta real de hambre, ausencia que es el motivo por el cual algunos azores en los últimos instantes sientan miedo ante el escape. Los azores, aunque pueda parecer mentira, son muy miedosos, en particular los torzuelos. Sin el estímulo del hambre son como corderos, solución: ¡temple!, el incremento de hambre trasforma al más asustón de los azores en una fiera. Una técnica que se usa bastante en las introducciones de los azores, y en general en la de todas las rapaces, es la de progresivas sueltas, guardando una relación de tamaño: es decir, primero se le suelta algo pequeño, luego otro escape un poco mayor, y así sucesivamente, hasta llegar al tamaño que se busca. Esta forma de ganar la confianza de un azor tiene un par de inconvenientes, que son: la cantidad de escapes que son necesarios, y las posibilidades tan grandes que existen,

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Una buena tarde de cacería, dos liebres y un conejo.

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con tantas sueltas, de que el azor se dé cuenta de la diferencia que hay entre la pieza salvaje y el escape, cosa que no conviene en absoluto. Si el azor matase bien su primer escape, lo dejaríamos que se cebase, se le guardaría un día de ayuno con la intención de matar al día siguiente su primera pieza real. Hay cetreros que son partidarios, antes de llevar al azor de cacería, de soltarle un buen manojo de escapes. Vuelvo a repetir que la traína debería de ser única, y que mientras menos se tarde en finalizar cada una de las fases del adiestramiento, mucho mejor, todo lo demás serán brotes de vicios en el azor. Los ratos de caza son tan emocionantes, que hay cetreros que pecan de exceso de lances. Nunca por la cacería se deberá de dejar a un lado la educación de nuestro azor, un pájaro sin técnica que cace muy bien no vale nada. De todas las piezas que se cobran a lo largo de la vida de un pájaro, la primera es realmente la más difícil y en la forma cómo se mate radican los futuros triunfos. Trataremos por tanto de buscar el lance sencillo, en terreno descubierto y con poco monte. La inexperiencia de los pollos se hallará contrarrestada, en los meses de Julio y agosto por la de los conejos nuevos. No se dejará salir al pollo del guante a lo tonto, ni conejo tras otro, a ver si por casualidad suena la flauta, sino que le buscaremos el suyo, y será entonces con fuerte grito de ánimo cuando lo dejaremos salir. Si no matase en este primer vuelo se podría repetir otro lance, pero siempre que veamos que el pájaro ha demostrado verdadero interés, de otra forma, todos los lances que se realizasen a continuación serian inútiles. ¡Ahora! un lance fallido con fe, normalmente en vez de bajarle la moral al azor, se la sube, con lo que en un segundo vuelo muchas veces se hace con su conejo. Huronear en un sitio apropiado, y como ya he dicho anteriormente, por apropiado se entiende un terreno relativamente llano y sin monte, da muy buenos resultados. A mí particularmente, me gusta que un azor logre matar su primer conejo a salto de mata: el elegir una forma u otra dependerá de las dificultades que tenga el cazadero que habituemos y corno es natural del gusto de cada aficionado. Si el azor, en su primer día de cacería no matase, se le soltaría un escape y se probaría suerte al día siguiente. Todos los azores, si hay insistencia, terminan matando su primer bicho más tarde o más temprano. La rapidez con que logre esa primera victoria depende muchas veces de la pericia que tenga en el campo su maestro. Los pájaros pueden fallar lances por muchas causas, la mayoría de las veces se debidas a fallos exclusivamente del cetrero. El perro, si no está bien educado, es mejor no llevarlo hasta que el azor coja soltura. Un pollo nuevo cuando vuela un conejo, siente perfectamente la carrera del perro: por el rabillo del ojo se lo ve venir encima como una exhalación, y abandona a su presa posándose fuera del alcance de lo que él cree su perseguidor. Por muy manso que veamos que tenemos a nuestro azor, no queramos convertido en maestro antes de la cuenta. Cada cosa a su tiempo. En esta afición, se es aprendiz de todo y maestro de nada. ¡Tiempo! Sorprende algunas veces la compenetración que alcanza el azor con el perro o el hurón. El pájaro que ve por primera vez un hurón se tira hacia él ciego, pero en cuanto el bicho le echa fuera de la cueva un par de conejos la cosa cambia.

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Azor prima pollo, con una liebre que acaba de matar.

Los azores aprenden a respetar a sus colaboradores rápidamente, el nivel de aprendizaje en estas aves es enorme. Matar conejos con hurón, en cuevas de muchas bocas y rodeadas de monte, es muy difícil y tiene gran aliciente. Voy a dar algunos consejos, para aquellos que quieran probar fortuna con el bicho: en Andalucía se le da el nombre de bicho a los hurones. Los conejos sienten hacia el hurón verdadero pánico, pero como simplemente presientan que arriba les espera algo desconocido, prefieren dejarse matar por el bicho, antes que romper. Cuando se llega a una cueva para huronearla, lo primero que se debe de hacer es ver el número de bocas que tiene, es decir, las posibles salidas de conejos para nuestro azor. Se evitará en lo posible hablar, y por supuesto habrá que tener mucho cuidado con no dar golpes en el suelo. Una vez que el hurón se introduce en la cueva nos colocaremos de forma que no demos viento a las entradas, y que nuestra sombra no caiga sobre ninguna de las bocas, es muy importante saber ver la huida natural del conejo de manera que no se nos venga de frente. No hay un azor que sea capaz de trabar a un conejo de cara y muchas veces el fallo inicial y los segundos que tarda en girar y salir de segunda tras la presa, Son suficientes para que ésta gane el monte y se pierda. . En cuevas con muchas bocas y que son asiduamente huroneadas, nos colocaremos distanciados. Estos conejos, verdaderos especialistas en burlar al hurón, salen echando huno por una boca y se vuelven a colar como rayos por la que tienen más cerca. El distanciamiento nuestro de la cueva es a veces suficiente para que algún conejo rompa hacia fuera buscando el monte y el azor lo mate. La cacería absorbe tanto, que se llega a un punto en el que vemos con los ojos de nuestro azor, y sentimos desplazarnos con su vuelo. - 118 -

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Gavilán cazando el guante de su maestro.

Durante las primeras semanas de cacería se le sacará al pájaro solamente tina pieza, aumentando el número .de lances a medida que el azor vaya demostrando más seguridad en sus vuelos. Cuando comencemos a estirarlo, y se le saque por jornada de caza tres o cuatro conejos, será muy importante que el pájaro no sepa nunca sobre qué conejo va a ser cebado, y con esto quiero decir lo siguiente: No se le deben de matar nunca a los azores el mismo número de piezas El pájaro se da cuenta de que cuando ha matado equis número de piezas, se le ceba. Y el día que se le quiera sacar uno más, falla incomprensiblemente lance tras lance los conejos, y al final hay que darle de comer sobe uno muerto. ¡Bien! Algunas de las normas que se deben seguir en la caza con azores son: -

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Dejarlo pelar y picar algo en el primer conejo que mata, de esta forma siempre violará con inusitada fe su primera pieza. Lo segundo que se tiene que tener en cuenta es no sacarle nunca el mismo número de piezas. Esto trae consigo que el azor no sepa nunca sobre que conejo va a ser cebado. Cuando estiremos al pájaro y le saquemos muchas piezas, deberemos de tener mucho tiento encada una de las capturas. En el primer conejo se le dejará dar algunas picadas, el segundo beberá sangre, y en el siguiente lo dejaremos pelar un rato, procurando cebar siempre en el lance más difícil. Este proceder incrementará ostensiblemente la fe de muestro azor. Y por último, a veces conviene matar un solo bicho y dar por terminada la cacería.

Es muy corriente, y es normal, porque algunos cetreros lo permiten, el que ciertos azores cacen desde los árboles.

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Los jóvenes azores se dan cuenta de que la altura en la cacería es muy importante, más cuando se cuenta con un colaborador ardiente y deseoso de verlo matar. Al azor le resulta más fácil hacerse con la pieza que le levanta el perro desde un árbol, que desde el guante del cetrero, y bastan un par de lances en esas condiciones para que se vicie y sólo intente o quiera cazar de esta forma, a la larga es desesperante. He visto azores cazar solos, por su cuenta, volando de árbol en árbol oteando el monte, y volar una y otra vez tras los conejos largos que se escurren en él, sin echarle cuenta a su maestro. Se convierten en pájaros muy cazadores, pero que de una forma u otra sólo quieren cazar desde lo alto, y llega un momento en que no hay manera de hacer carrera de ellos. La codicia del cetrero en las primeras semanas de cacería estropean lo que puede llegar a ser un buen pollo. Corregir este vicio es difícil, hay que enseñarle al azor que el cetrero es el que dirige la cacería, y que si no es con él y desde él, no come. Siempre que el pájaro vuele a algún árbol y mate se le quitará la pieza sir ninguna cortesía, y se buscará un lance desde el guante en el que cebaremos. En pocos días el azor empezará a dejar de buscar la altura y se interesará en los lances desde el guante. Guardando estas normas. El azor no llega nunca a adivinar qué pieza cierra la cacería; se entregará por igual en lodos sus lances, y seremos testigos de vuelos excepcionales. Los azores tienen muy buena memoria, y son grandes fisonomistas. A veces, un rostro desconocido es suficiente para desencadenar reacciones violentas. Muchos aficionados hablan del comportamiento de sus azores en términos tales que más parecen sujetos a fantasías, alucinaciones o espejismos. Los azores no se alucinan, no sufren de espejismos. Las causas de debatidas sin motivos aparentes, se deben casi siempre al miedo que por la circunstancia que sea muestran estos pájaros hacia determinados seres u objetos. Un mal susto cuando pollo, al que no se pone remedio, y nunca olvidará la causa o al causante del mismo. Azores que se debaten ante la presencia de bestias, caballos, mulos, vacas... son muy corrientes. Conocí a un azor, que ante cualquier persona con sombrero se debatía preso de una gran histeria: bastaba que el sujeto se descubriese para que el pájaro volviese a la normalidad. E incluso he visto, y esto es corriente en azores malos caperuceros, que ante cualquier utensilio parecido a una caperuza se colgaba del guante boca abajo una y otra vez hasta caer rendido de cansancio. El comportamiento en los azores varía mucho de unos individuos a otros. Hay personas que presumen, y se sobreestiman de poseer, diez o quince años de experiencia en el Arte, cuando lo cierto es que lo único que tienen es la repetición de un mismo año decenas de veces.

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Algunos autores dan por cierta la entrada irreal de sobrevolar la liebre, quebrar y liar por la cabeza, cuando lo cierto es que esa forma de entrar y matar no se produce nunca.

Entada real de un azor a una liebre

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Introducción del azor en la pluma: Vuelo de la perdiz. El verdadero encanto de la caza con azor lo encontraron los grandes cetreros del medievo en el vuelo de la perdiz, evidentemente mucho más difícil y más atractivo por su potencia que el vuelo del pelo para el azor. El ataque del azor a la presa es impetuoso pero breve. Esta cualidad tiene su ventaja: la repetición interminable de lances, el azor, asentado firmemente en la lua, se encuentra siempre listo para volar, y el corto vuelo realizado le permite en cuestión de segundos recuperar las fuerzas perdidas en el lance. Un azor bien entrenado es incansable. Esta facultad ha convertido al azor en el "recordman de la cetrería". En un libro inglés del Arte se puede leer la irrepetible hazaña de un azor, llamado Gaiety Gal, que en una mañana voló ¡diecisiete liebres! mató dieciséis, y se le escapó la última a pesar de haberlo hecho presa con las garras, por el cansancio que experimentaba, después de tantos vuelos. Y digno de mención es también un azor de nombre Red Queen, perteneciente a Sir Henry Boyton, que mato veinticuatro conejos en un solo día. Estas dos citas dan testimonios de las magnificas facultades que poseen los azores para la caza del pelo, y de la facilidad que tienen para repetir lances sin acusar demasiado el cansancio. Para meter un azor en perdices hacen falta muchos escapes. Para un pollo de azor, el primer perdigón que descubre en el campo tiene un atractivo irresistible y vuela hacia él con la fuerza de un huracán. ¡Pero amigo! en cuanto la perdiz emprende el vuelo, el azor abandona, y no es para menos: la fuerza de arrancada de un pájaro perdiz es tremenda, y desmoraliza al mejor de los azores. Un par de nuevas tentativas, y en adelante mirará a las perdices sin ninguna clase de interés. La introducción del azor en la perdiz ha de ser progresiva. Los escapes se le soltarán en el mismo cazadero y de forma que no se dé cuenta de que es el cetrero quien le suelta la presa. Las perdices se le soltarán cerca de alguna herida. Un arroyo, un pequeño ronchón de monte en medio de un llano, son embarraeros excelentes: con esto lograrnos que el azor se dé cuenta de que el vuelo de su presa es limitado, y a la par, se consigue una mayor compenetración con el perro. Una perdiz amagada en una buena herida después de que ha sido volada por el azor a conciencia, no rompe como no se pise, y en esas condiciones si no se tiene un buen perro se pierde mucho tiempo, y aún con la ayuda del peno, la mayoría de las veces desaparece como si se la hubiera tragado la tierra. A los vuelos se le irán incrementando dificultades, y el último escape, se le soltara en perfectas condiciones, de manera que su vuelo largo y fuerte sea el más parecido al de una perdiz del campo. Hay un antiguo refrán castellano que dice: Perdiz azorada, en el día asada.

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«Niebla». Azor niego prima de dos mudas con una de las innumerables liebres que mató a lo largo de año.

En mis inicio de la caza me pregunté muchas veces quién habría sido el cretino que había escribido semejante tontería, pero lo cierto es que es una verdad como un templo. La perdiz cuando se siente perseguida por un azore en serio, pierde la cabeza, da todo de si y se embarra. Si el azor, a pesar de la ventaja, sabe llegar a la herida, es pájaro muerto, porque en el segundo vuelo, si se le puede llamar así, echa el corazón por la boca. Pero no crean los lectores que con un azor maestro, malar perdices es coser y cantar. La perdiz, es un ave con una facilidad innata para desaparecer sin rastro, hace verdadero honor a su nombre, y hay veces que ni con penos salta de su escondrijo, y a su mimetismo tenemos que añadir la agilidad y rapidez que tiene corriendo. Pero vuelvo a repetir que el obstáculo más importante a vencer en el vuelo de las perdices con azor, es la potencia de su vuelo. La progresividad en la suelta de los escapes, que hice mención anteriormente, es muy importante. Uno de los más grandes cetreros que ha existido a lo largo de todas las épocas. Don Fadrique de Zúñiga de Sotomayor, aconsejaba lo siguiente para la caza de las perdices: (4)

Porque si luedo, como la saca, placeas con el, está claro que de estar bravo se debatirá a menudo, y un debatida en tal tiempo, suele bastar para que les quiebre el saín y le derrienges de arte, que puede sin remedio, y el mejor libre terná necesidad de que lo vuelvas a soltar en la muda, y le tengas allí hartos días para que suelde y esté allí hasta que vuele como sano por la cámara, de manera que por esta necesidad que tuvo de volverla a la muda, acaesce si es pollo, cuando lo vuelvas a sacar que son ya los perdigones iguales que las madre y vuelan más que la puta que los parió, porque en aquel tiempo estan mejor emplumados los nuevos que las perdices viejas,

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por causa que entonces mudan, de do veras que por tu necesidado descuido ternás más trabajo con el de cebarlo entonces que tuvieras al principio , cuando los peredigones estaban pequeños.

La regla que se seguía, inmejorable por cierto, consistía en meter al azor en perdices antes de que éstas terminasen su crecimiento; el azor progresaba en el vuelo paralelamente al de los perdigones, de forma que a finales del mes de septiembre las volaba con inmejorable fe, y las mataba. La opinión de Don Fadrique, la compartía también Don Juan Vallés: (3)

De la manera de cebar los azores pollos, dos opiniones hallo entre cazadores: unos dicen que no se deben de cebar en perdigones pequeños hasta que ya vuelen como las madres, diciendo que si los besan en ellos que después dejan las perdices en el invierno cuando vuelan mucho; los otros dicen que se ha de desvezar el azor al salir tras el perdigón pequeño y a seguirlo, y así como van los perdigones creciendo en las alas y vuelo se vaya también el azor poco a poco y besando a seguirlas más lejos, porque si de principio sin hacer esto le ponen en la perdiz que vuela bien, se espantan y la deja no atreviéndose a seguirla y creyéndose que no ha de parar. Pero lo que a mí me parece es que si el azor fuere tomado en red, se debe seguir la primera opinión porque ya el tal azor viene cebado en palomas y vezado a seguirlas, pero si el azor fuera niego y criado en casa, se debe guardar la segundo opinión que es la regla común de cazadores que dicen, Pollo con pollo: con la cual yo siempre me he hallado muy bien.

Muy difícil se les ponen las cosas a los actuales cetreros. Hoy en día, aparte de los inconvenientes económicos, y por razones que no voy siquiera a exponer, es del todo imposible intentar llevar a la práctica esos consejos. Pero que nadie que lea estas letras se desmoralice. Los cetreros del medioevo buscaron, ya que tenían todos los perdigones que querían a su alcance, la vía más fácil para la perfecta introducción de su pájaro en la perdiz. Actualmente se hacen pocos azores perdí ceros, pero los que conozco son inmejorables, y seguramente despertarían la admiración de todos los grandes maestros. El azor tiene que aprender a perseguir la perdiz, y esto, señores, no es tan difícil. Esa progresividad en el vuelo del azor que buscaban los antiguos, paralelo al crecimiento de los perdigones, se consigue fácilmente con unos cuantos escapes y un coto que posea las condiciones adecuadas para este tipo de cacerías. El mejor pájaro que existe sin duda en el mundo pata matar perdices es el azor. La supera en agilidad, en astucia, y si nos lo proponemos, en el vuelo. Así decía Don Juan: (3)

Pero el propio vuelo del azor es el de la perdiz y faisán y francolín. Y aunque todos o los más de los halcones matan bien la perdiz y más aún

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mejor que otros, los azores la matan mejor que ninguno de ellos, porque asientan mejor en la herida, y duran más en la caza y andan más seguros, y muy más a sabor del cazador que ninguno de los halcones.

Una de las cacerías más grandiosas que existe con azor, es la liebre.

Cualquiera que sepa algo de campo, y haya visto volar a un azor, comprobará lo ciertas que son sus palabras. En la mano del cetrero está el hacerle entender a su pájaro que el vuelo de la perdiz es limitado, y nada mejor para tales propósitos que el buen empleo de media docena de escapes. Pero tan importante como las diferentes sueltas es el terreno donde iniciemos al pollo; descartaremos de entrada superficies quebradas, repletas de barrancos y rebosantes de monte, y no porque el azor sea incapaz de matar en semejantes condiciones a un perdigón, sino por la dificultad que tendríamos para encontrarlo luego. Si el azor tiene suerte y mata, es seguro que duerme esa noche en la sierra. Las grandes planicies sin vegetación, empleadas como tierras de labor, son un arma de doble filo; en ese hábitat la perdiz carece de escondrijos para que se produzcan heridas. La perdiz lo sabe, y cuando se arranca perseguida por el azor, da todo de sí, se entrega a fondo, y el azor abandona. El terreno idóneo para introducir un pollo por tanto, es un término medio entre los descritos; formas suaves, adornados aquí y allá por ronchones claros de monte, coloreados por estrechos arroyos que permitan el encuentro de fáciles heridas. En cazaderos de estas características la perdiz, al verse perseguida, busca con desesperación el embarre, y se amaga. El azor aguanta la herida, el perdigón se azora, y normalmente se cobra la pieza. - 125 -

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El 12 de Abril de 1980 viví una experiencia inolvidable con un polio de azor, un torzuelo de mi gran amigo y genial cetrero Miguel López. Salirnos al campo con la intención de admirar la destreza de Atila en los vuelos a los mochuelos. El fenomenal torzuelo, en su corta existencia, demostraba un tesón admirable. La tristeza del olivar se mengua con los gritos y carreras y ese desmoronar terrones en busca de los quedaeros de los pequeños búhos se convierte en espectáculo. Un montículo de excrementos casi imperceptible, debajo de un viejo acebuche, nos reveló el escondrijo de un mochuelo. Muchas veces me he preguntado qué es lo que tiene de maravilloso uno de estos momentos; analizar los secretos de la grandiosidad del lance es imposible. “VUELA EL MOCHUELO; SE ESCURRE ENTRE LA MARAÑA DE OLIVOS ¡LA GRITA Y LA MUSICA QUE DESPRENDE LOS CASCABE LES SE CONFUNDEN CON LA SOMBRA DE LOS DOS PAJÁROS! SE PRODUCE UN QUIEBRO, Y EN COPIA EXACTA, LA FINTA DEL POLLO HACE QUE EL PEQUEÑO BUHO CAIGA COMO REGALO DEL CIELO, ENTRE LAS MANOS DEL A ZOR”

Miguel tiene la costumbre de cebar sobre una paloma para, si es posible, soltar de nuevo el mochuelo. Convencer a Atila de que el pichón muerto es más apetitoso que su presa nos cuesta algunos minutos, pero al final lo logramos. Volamos otro mochuelo. La corta persecución es coreada por un manojo de pajarillos, y el ave nocturna haciendo gala de una enorme sangre fría, burla la finta del azor y se cuela con agilidad en la hueca de un viejo olivo. El azor, furioso por el fracaso, se niega a aceptar la limosna que se le ofrece en el guante. Pasan los minutos, y al compás de las pasadas de un par de corraleras golondrinas. La ira acumulada por el fracaso del lance se disipa y da paso a la tranquilidad. Los vuelos más espectaculares y las capturas más difíciles se dan cuando menos se esperan. Nos habíamos sentado a la sombra de un olivo en un trozo de tierra sin arar a la espera de que el azor se calmase. Y Miguel, conocedor de la zona, decidió tocar una larga ladera que se deslizaba a nuestra derecha. Al término de la falda moría el olivar, y la campiña, serena, se extendía inmensa hasta el horizonte. Se mezclaban tinturas de cientos de verdes; desde la distancia en que nos encontrábamos se apreciaba sobresaliendo en altura el verde melancólico de los eucaliptos. En colorido, resaltaba el verde alegre de las viñas. En el borde de los regatos con timidez apagada, vibraba con el aire el verde pálido de las choperas. Circundan las tierras de labor un verde transparente, perteneciente a toda la gama de pequeñas hierbas que adornan sus fi1os; y en este amplio mosaico de tonalidades, el olivar se deja caer de los cerros poniendo un verde que es pobre en color, pero del que se desprende una riqueza, y una fuerza inexplicables.

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Comenzamos a andar ladera abajo abiertos en mano; en estos campos se palpa el salto de la liebre. No sé si fue un presentimiento, pero al mirar hacia la derecha del fondo de las calles del olivar, saltó del encame, con las orejas pegadas a lomo y en magistral encurriura, el astuto roedor. Siempre que contemplo la carrera de una liebre se me acelera el Corazón, e involuntariamente abro la mano, dejando en libertad esas pihuelas ficticias que en esos instantes me unen a mi azor. Giré avisando a Miguel, con la intención de ver el comportamiento de Atila; pero la visión desde donde él se encontraba resultaba completamente nula. Nos reunimos y le expliqué el porqué de mi grito; quizá para aquellos que lean estas líneas pueda parecer presuntuoso el intentar volar tina liebre con un torzuelo, pero lo cierto es que ni es imposible que un pequeño azor mate una liebre, ni ustedes, señores, conocían el carácter increíble que anidaba dentro de ese pollo de azor. Sé con certeza, que tanto Miguel como yo, desde el fondo de nuestros corazones, hubiésemos deseado el encuentro. La desproporción en tamaño supone una gran ventaja para la presa; los inconvenientes son mayores, ahí es donde radica el verdadero encanto de la cetrería, porque en estos lances, es cuando verdaderamente la afición se convierte en arte.

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Decían los clásicos antiguamente que el azor en su pelea con la liebre, agarraba a ésta por la cabeza. Con una mano mientras que con la otra, trababa en la maraña del suelo queriéndola asegurar.

Los lances irrepetibles casi siempre sorprende, y la conjunta arrancada de la perdiz y del azor del guante, no es que nos llamase la atención, ni nos cogiese de improviso. Muchas veces habíamos presenciado persecuciones iniciales de azores tras alguna perdiz, lo que nos dejó atónitos fue el paso de los segundos y contemplar la impresionante bajada de Atila tras de su presa, sin achicarse lo más mínimo, hasta perderlos de vista entre las oscuras copas de los olivos. Corrimos hasta asfixiarnos y el olivar quedó a nuestra espalda. La caída del perdigón no podía estar muy lejos. Alrededor, viñas y cientos de pequeñas huertas desparramadas cubrían la campiña. Si el azor había matado era cuestión de sentarnos y esperar a que empezase a pelar. El tintineo de los cascabeles delatada el lugar donde se encontraba escondido el pequeño cazador. Pero si no había matado, era necesario encontrar la herida lo antes posible. A lo largo de un estrecho regato, antiguo nido de grandes zarzales, despuntaban en los restos de la vieja quema realizada seguramente por el labrador dueño de alguna de las parcelas lindantes, pequeñas zarzas. Se intercalaban a lo largo y ancho de todo el cauce del arroyo. La herida no debía de andar lejos: fueron momentos de verdadera tensión, y lo que buscábamos escondido se encontraba al alcance de la mano. Sobre el esqueleto de un carcomido arado, que descansaba sobre una de las matas de zarzamora, se encontraba posado el pollo de azor. Nos recibió con enfado. Miguel lo recogió sobre el guante, el azor, inquieto, no le quitaba ojo a la zarza mostrándonos con la vista, como si se tratase del mejor de mis perros, donde se había refugiado su presa. Me hice con un palo con la intención de intentar liberar de la zarza a su imprevisto inquilino. Hubiese dado lo que fuese por haber tenido en esos momentos junto a mí, a algunos de mis perros pointers; apaleé la zarza, la pateé. Miguel, dejando al azor en el tocón del arado se unió a mi guerra con la condenada enredadera, y la suerte que parecía habernos abandonado, se puso una vez más de nuestra parte. Uno de los cientos de palos dirigidos a ciegas debió de rozar al perdigón, y éste, tocado en su amor propio ¡se arrancó! La persecución fue maravillosa. ¡¡De poder a poder!!, la perdiz se lo jugaba todo, y sabiéndolo, intentó ganar una gran zarza que había escapado de la quema del fuego.

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El pollo de azor acortó distancias; su galope tendido a golpes de alas ininterrumpidos me dejó sin respiración, y la perdiz viendo de reojo el ciclón que se le venia encima, embarro como pudo en una pequeña herida. La boca seca y el sudor asfixiante que nos cubría el cuerpo impidieron que llegásemos a tiempo de recoger al azor en el guante, y dirigir a nuestro antojo el final del lance. El perdigón, con las alas arrastrando, quiso alcanzar en un último y desesperado esfuerzo el refugio que le ofrecía la gran zarza, pero el azor no tuvo misericordia, y en quiebro mortal, arrastrando en su entrada tierra y polvo de viejos surcos de arados se hizo con su presa. El grito de la perdiz atravesó el aire limpio del olivar. La volatería pequeña enmudeció algunos segundos, y el fenomenal cazador del bosque, con su presa inerte entre las manos se nos quedó mirando con ojos brillantes. Cientos de pequeñas plumas volaron en ramillete desparramándose por la campiña con la brisa, y el misterio y la grandiosidad del lance quedó grabado de por siempre en el interior de nuestras almas.

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DEL PÁJARO QUE SE VA, AL PÁJARO QUE SE PIERDE

En cetrería se juega con elementos muy diversos y cuando menos se espera se puede perder tu pájaro. Los lazos que unen a la rapaz con el hombre son muy fragi1es y se parten con facilidad. Hemos logrado que nuestro azor o halcón vuele horas sin cansarse. Hemos admirado su técnica perfecta en los diferentes lances, y hemos comprobado en más de un vuelo, que caza “sin necesidad de compañías’. Ver a un azor niego en el campo desenvolverse corno un zahareño es una verdadera maravi11a, pero esa transformación a veces se paga cara. El pájaro sabe que nuestra ayuda no le es ya necesariamente indispensable para sobrevivir, y suele ocurrir, que un día vuela más de la cuenta y se pierde. Se podrían mermar un poco sus facultades, pero, ¿qué cetrero seria capaz de lograr la dependencia de su pájaro a cambio de vuelos faltos de “espíritu”? Las aves de cetrería se pierden, y la única posibilidad que existe de que duren años y años, es reforzando los lazos de la educación con cientos de horas de verdadera amistad compartida Hay días, malos días, en que por mera exhibición o por orgullo, se vuelan los pájaros muy altos de peso y no tienen hambre de caza. ¡Vuelan, juegan! y se pierden. Existen horas puntas de calor en las que una térmica se convierte en el más agradable de los posaderos para un pájaro. Y se de momentos, llenos de prisa, en los que se repiten lances por pura cabezonería y el halcón o el azor, se cansan y se van. Distinguir entre un pájaro que se va, porque no tenemos sobre él ningún control, y otro que se pierde momentáneamente, por la circunstancia que sea, es muy difici1, y todo cetrero debería saber “de qué pie cojeas”. De la mayoría de los extravíos tienen la culpa los cetreros. La cetrería es un deporte creado “por y para artistas”, y la obra de un cetrero, comienza a modelarse en el momento del desnide y se acaba con la vejez, porque en este Arte de Superación, los retoques y pinceladas no se acaban nunca.

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“DEJADME VOLAR PARA QUE CONTEMPLANDO MI VUELO, LLEGEIS A SENTIR DENTRO DE VUESTRAS ALMAS, UN POCO DE MIS ANSIAS DE LIBERTAD”

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I Fue todo tan rápido, que aún, en estos momentos, me pregunto cómo llegó a ocurrir. Allí seguían la mancha de las colmenas, los majanos, los linderos de la dehesa y el río. ¡Zorro viejo! Conocía cada vereda, las querencias, todas las cuevas y regajos. Juntos habíamos levantado tantas liebres, que no me extrañaría nada, que él so1o, sin ninguna clase de ayuda, fuese capaz de echar alguna. Busqué, miré y olfateé cada rincón del monte. Me dolía el cuerpo; la noche brillante de luces, se me venía encima. En algún lugar no muy lejano descansaba mi azor. El embrujo de la sierra me lo había quitado y lo escondió a mi vista, cubriéndolo con un manto de jaras, y la oscuridad egoísta, envolviéndolo todo, le deseó buena suerte.

II

Me perdí, casi sin darme cuenta. La liebre Larga burló mi entrada con un sencillo quiebro, y como cuando pollo, volví a sentir el dolor que produce la áspera superficie de una chaparra. El golpe me hizo perder la noción de lo real; intenté sobreponerme, salté fuera de la mata, y bordando el aire en suaves aletazos me alejé hacia el fondo del valle. La tarde, deliciosa, me embriagó los sentidos, tenía ganas de volar, y como hoja seca, me dejé llevar por el viento. Sobrevolé la gran sierra, las encinas se convirtieron en puntos, el río en bonita cinta azul, y en la distancia, descubrí una mancha verde clara, fresca como la misma brisa que llamo poderosamente mi atención. Descendí sin prisas, el bosque fue tomando formas, y la hilera de fresnos rozó mis plumas; acaricié sus copas, y efectuando un giro me posé en un bamboleante pimpollo que sobresalía de entre los demás. La frágil rama me meció gentilmente, y el encanto del momento lo quebró una sombra. ¡Era un hombre! por unos instantes creí que se trataba de mi compañero, pero de todas formas, qué más daba quien fuese. Había visto a muchos de ellos, y sabía con certeza, que no eran peligrosos. Lo dejé acercarse sus ojos me miraron fijamente, y su brillo me asustó. Un trueno, procedente de su mirada rasgó el cielo. ¡Sentí dolor! ¡El sabor del fuego ardiendo en mi cuerpo! y huí. Volé a ciegas: por mis plumas sentía correr la sangre, y extenuado por el esfuerzo tropecé con el monte. Nunca llegaría a comprender lo que había ocurrido, amarga sensación. En un dormir sin sueños con mi dolor, pensé en mi dueño, el amor se desconoce hasta que surge la separación.

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La niebla llegó con la noche, convirtió la bruma en rocío sobre los campos, y en mi soledad sentí verdaderos deseos de que el fantasma de la muerte me permitiese volver a contemplar la huida de la niebla con el alba hacia los cielos, convertida en nube de vida, para sentir con el trueno su estallido de coloren forma de lluvia. La memoria es ingrata y traicionera. Me sentía como una estación del año a la que han robado la noción del tiempo y aparece antes. Lavé mi cuerpo con la espuma que salta en los recodos del arroyo, y sequé mis heridas con flores de aulagas. Me pregunté si mi apego hacia el hombre no representaba en el fondo la pérdida de la libertad. Inconscientemente, vi el colorido, la luz, y la crueldad de la vida del ser humano, y elegí como mío ¡Su mundo!

III

La tierra mojada de rocío, se cubrió de niebla, finos hilillos de bruma subían hacia el cielo, una claridad suave empezó a iluminar la noche, y el azor, cubiertas su pluma de sangre seca, miró hacia el suelo. Contempló el monte oscuro de jaras, a la tierra árida que le daba vida, y se dio cuenta de cuánto amaba todo lo que siempre tuvo. - 134 -

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Leyó en el viejo tronco de encina, y vio grabado entre las arrugas de la corteza, trozos de su vida; se resignó a su suerte. Esponjó las plumas en la bruma que se disipaba, y se aferró con fuerza a la rama. El sol comenzó a mostrar su cara. Las sombras tomaron formas, y un punto abajo en el valle llamó su atención; se movía despacio y le pareció tan familiar, que por unos momentos, pero... no, era imposible, cerró los ojos y esperó. El sol empezó a hacerse sentir junto con el calor de sus rayos, llegó un suave silbido. Extrañado, abrió los ojos, se irguió lentamente sobre la rama, el punto se había convertido en una mancha, y se acercaba. Se quedó mirándola fijo, primero con indiferencia y luego con un creciente temor, era un hombre, no había duda, pero... esos andares, ese bulto en el costado. El silbido, ahora claro como el día, se esparció por el aire, y la llama de la esperanza prendió sola en el interior de su ser. Como pudo echo a volar, sin fuerzas casi. El hombre se fue haciendo grande y más grande, y grande como el mismo bosque fue el momento del encuentro. El hombre lloró, lloramos juntos y en ese instante, me di cuenta de que el único lazo de unión que existía entre ambos era la amistad. Dos meses después, libre de mis heridas, mi amigo me habló, y me dijo que iba a volver al bosque. Nunca, mientras viva, podré olvidar su rostro, y mientras el sol brille y la luna despierte sentimientos dormidos, recordaré sus últimas palabras: «Azor». Siempre estaremos juntos. El mundo es tu trampa, nuestra trampa, y no podernos escapar. ¡Ahora! ¡Vuela sin canto de cascabeles! ¡Sin más música que la que producen tus alas! ¡Sube al cielo! ¡Quebrando el aire! ¡Partiendo nubes! ¡Azor! que sepan en la tierra entera, que estás VIVO.

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“ROBASTE COLOR A LAS NUBES PARA TU BLANCO TRAJE. DEL SOL COGISTES LA LUZ PARA TUS OJOS. CON EL TINTERO DEL CUERVO TE SOMBREASTE DE OSCURO Y LOS PERFILES DE LAS MEZCLAS DE TUS COLORES SE HICIERON CON EL ESPIRITU DE LOS CETREROS, DE TODOS LOS RINCONES DEL MUNDO”

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¡ADIOS, GITANO!

Si existe alguna pieza en el campo hecha a la medida del azor, es el conejo. Sus quiebros y guiños, se convierten a la larga, en un juego para este consumado cazador. No obstante las diarias salidas al campo, enseñan al azor más puesto nuevos trucos, nuevas experiencias y serán los diferentes fallos, en los múltiples lances que se realizan a lo largo del año, quienes corrijan a nuestro pájaro y lo conviertan, en el solo periodo de primavera a primavera, en un especialista, en un maestro de esta escurridiza y ágil pieza.

Gitano El mejor pájaro que he tenido puesto al conejo fue un bonito torzuelo que bauticé con el nombre de Gitano. Cogido de pollo en las estribaciones de la sierra de Córdoba, en una vieja muda, era el menor de cuatro hermanos. No me voy a extender en explicaciones de crianza, ni haré alusión a los diferentes problemas que surgieron a lo largo del adiestramiento, sino que voy a dar un pequeño salto, y me voy a situar en la costa de Huelva, en una barra de dunas y junqueras que se adentra hiriente en el Atlántico, y donde se desarrollaron los días de caza que a continuación voy a relatar.

15 de julio de 1975 La ilusión con que se sale al campo con un pájaro al puño, después de que éste ha matado los primeros escapes, es inexplicable. En teoría todo es fácil y sencillo, pero las diferentes idas al cazadero demuestran a la larga lo contrario.

Con el pájaro templado, un escape en el macuto, con mis escasos conocimientos, pero con la fuerza que proporciona a los novatos la fe. Me tiré una mañana la campo a mediados de junio con la intención de descastar las retamas. Entré cazando por un apretado monte buscando claros, con el viento a favor, y dejando a mi viejo perro cazar a su antojo. Durante horas pateé el monte, pero no tuve suerte, ni un solo bichos ni lago ni corto ¡nada!, estaba por abandonar cuando veo que el perro se queda de muestra. No me dio tiempo a reaccionar, todo se puso en movimiento en cuestión de segundos, el perro se perdió tras el conejo en una retama, mientras que el pájaro, volando a ras de suelo se iba a posar tranquilamente en una vareta seca. Mi decepción fue enorme. ¡Me senté y me quedé contemplando al azor! El fenomenal cazador que infundía terror a todos los seres del bosque, se sacudió indiferente, y el pobre pointer, tras la larga carrera, llegó jadeante y se echó a mis pies. Su mirada triste parecía preguntar ¿qué es lo que no ha funcionado? y esa era exactamente la pregunta que en esos momentos me hacía ¿qué era lo que había ido mal?

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Acaricié la cabeza del perro, me puse de pie, recogí al pájaro en el guante, le di sus picadas y decidí volverlo i intentar. El tesón y la paciencia son las armas que proporcionan todas las victorias a lo largo de tina vida, y en este viejo Arte, si se carece de ellas, no se llega a ningún sitio. Esta vez cogí el filo del monte, la altura del sol me era aún propicia para poder sorprender algún conejo en los llanos campeando. Rodeé el filo de cuatro manchas, anduve los caños, aún frescos por la reciente marea, y nada. El pájaro había perdido interés por el campo, y de vez en cuando se debatía. El sol se hacía sentir y el perro había perdido los vientos por completo, así que decidí buscar un claro que se encontrase un poco retirado del monte, y soltarle el escape. Coronaba una duna desde donde se divisaba un inmenso llano, cuando a través del cuero del guante noté una leve presión sobre mi mano. El pájaro se puso rígido estiró el cuello y saltó hacia delante con fuerza; no alcanzaba a ver nada con mis ojos, me quedé clavado en el suelo, el sonido de mi respiración apagó poco a poco el de los cascabeles y el perder al pájaro casi de vista fue lo que hizo que reaccionara. Corrí como pude detrás del perro durante un par de minutos, salte un al morrón de juncos y me quedé quieto; perro y azor se habían perdido. No es que el viejo pointer me preocupase, pero no era cosa de dejar que pudiera hacer algo que molestase al pájaro en su primer día de caza, por lo que lo llamé con fuerza y al cabo de algunos minutos lo vi aparecer descendiendo un ribazo al trote, buscándome. Me subí a una de las dunas más grande que veía, dominando, y llamé al azor, una, dos, tres veces.... me encontraba nervioso. ¿Quizás había matado? Cogí la dirección que había traído el perro, de vez en cuando me paraba y gritaba llamando al pájaro, y cansado de buscar me senté.

¿Me lo habría dejado atrás? ¿Es que había volado tanto, tan lejos como para que lo hubiese perdido? La brisa fresca que corría aliviaba un poco mi calor, y mecido por ese suave viento me llegó un leve toque de cascabel, me puse de pie, el viento era norte, anduve despacio conteniendo la respiración. Un nuevo tintineo me hizo caminar más deprisa, me paré. El sudor me caía por los cristales de las gafas y no veía bien, icé el guante y grité... y como por encanto, del centro de unos pimpollos de juncos, surgió el azor: la sensación que sentí al tenerlo de nuevo en el guante, no la puedo transcribir al papel. Me encaminé al lugar de donde había salido el pájaro. Las arenas son fáciles de leer, y el guiño del conejo, e imagine el lance. El calor con que mi joven azor había acometido, no había podido superar la experiencia, del astuto conejo, ni una sola pelusa, ni una lana, había esquivado la entrada del pájaro limpiamente. Le solté el escape y lo cebé: la mañana había resultado provechosa, las pocas horas vividas este primer día de cacería me enseñaron que el conejo en sus dominios, donde conoce cada mata, cada irregularidad del terreno, es diferente a todos los escapes del mundo. El conejo que se coge de campo, de la forma que sea, que se traslada al lugar que se desea para utilizarlo de escape, corre mucho, pelo lo hace a lo loco, sin saber hacia dónde, y en esas condiciones es presa fácil para cualquier azor.

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Mi pájaro había fallado, quizás le faltó fuelle, quizás temple, no había tenido éxito, no obstante, me sentía contento, orgulloso de él. El sol estaba en su cúspide, atrás, en las dunas, unas marcas borrosas en la arena eran la corroboración palpante de la afición de mi azor. Habíamos dejado una cuenta pendiente a saldar cualquier día del año, y no tenía pensamiento de esperar mucho para poderla cobrar.

1 6 de Julio de 1975. Creo sinceramente que al pájaro el día anterior le faltaron fuerzas y un poco de hambre. Hoy lo he volado al guante costana arriba en contra del viento, cada vuelo una picada. Así hasta 30. 40.... no sé cuántas veces, un pequeño descanso y nuevos vuelos. Ha pasado toda la noche afuera en el césped, tenía hambre, y amaneciendo me despertaron sus gritos.

1 7 de julio de 1975. Salimos cazando muy temprano, me acompaña José María Pareja, un gran aficionado, esta vez cogemos dirección “Casa del Palo”, nada más entrar en la mancha el pájaro se arranca detrás de un conejo, entra a matar rompiendo monte pero no se hace con él. Lo recojo del suelo sin darle ninguna picada. Cruzamos el bosque de retamas y anduvimos a media costana por las grandes dunas costeras. Las arenas cansan mucho. Cualquier tipo de calzado estorba en esta superficie sin firme y la única forma de andar muchas horas sin que se sienta cansancio es haciéndolo descalzo. Hay que aprovechar los amaneceres y las últimas horas de la tarde: de medio día en adelante, la arena abrasa y no hay ni pies ni perros que aguanten semejante temperatura. Cada vez que remontamos una duna se ven conejos a lo lejos escurrirse hacia el monte. El pájaro se debate tras ellos una y otra vez, pero no lo dejo sa1ir, quiero buscar la muestra. Al doblar un recodo vemos ratear un conejo hacia las retamas. El azor sale muy decidido, da con las alas en las remas secas de las retamas, desaparece de nuestra vista corriendo tras el conejo, como si se tratase de un perrillo zarcero. Aprovechamos para hacer una parada, tranquilizo al pájaro hablándole suavemente, y después de un breve descanso seguimos adelante, nos alejamos de las retamas y cogemos un trozo de caño recubierto por filos de junqueras y salpicado de gamonitas. Andamos despacio, sin prisas, el pájaro muy atento, en el anterior lance le he quitado los cascabeles. ¡Un trasluzón al final del caño, hace que el azor salga muy fuerte! Desaparece a lo lejos detrás de una retama. Nos hemos quedado quietos con la vista clavada al fondo en un claro que el conejo tiene que cruzar forzosamente para ganar el monte, cuando un grito agudo nos saca de la tensión en que nos encontramos. Corro todo lo que puedo, al saltar un almorrón se me cae la bolsa y un cascabel; no encontramos al pájaro y los nervios casi me hacen pisarlo. Inmóvil con el conejo firmemente agarrado me mira receloso. Al acercarme chilla, lo semi-

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tapa con las atas y comienza a pelar. Mi alegría es enorme, me siento junto a él y lo dejo que coma hasta hartarse. La satisfacción que me embarga es muy grande, inconscientemente no paro de alabarlo y mientras el pájaro come, hago futuros planes de caza con José María. Al terminar de comer salta al guante, se limpia el pico, se sacude y nos mira. Amigo, empujando poco a poco te has hecho en nada de tiempo de un hueco en mi corazón.

La otra banda. La tierra apagada, con el alba se enciende de colores. La cogujada se balancea al aire ebria de vida. La abubilla, consumada malabarista, cruza el rió tranquila volando al compás de las olas, se posa sobre un viajo caserón en ruinas, mueve la cabeza al ritmo de su engalanado abrigo de plumas y desaparece en un hueco. Anda buscando entre las rotas tejas un lugar seguro donde anidar. El aire suave sirve de tiovivo al las gaviotas que persiguen a los pesqueros buscando un desayuno fácil. La alegría y el drama, inseparables, deambulan por las arenas, una culebra de escalera cruza un claro salpicado de conchenas cuando

un silbido lastimoso le llama la atención; a muy pocos metros de ella, nervioso, un chorlitejo arrastra un ala, se estira y tiembla. El ofidio cambia de rumbo, se acerca a su presas la distancia que los separa no se acorta, y cuando parece que el final es inminente el pequeño limícola da un largo vuelo y deja con dos palmos de narices a la culebra. El arrojo y las excelentes dotes teatrales de este valiente pájaro han puesto una vez más a salvo a sus pollos. - 140 -

AZOR, DIOS LO HIZO ETERNO

La árida arena posee vida propia. En los llanos, el suelo, desnudo de matorral como niño desamparado busca con ardor en 1os filos de la costa 1a protección materna de las dunas. Los pasillos que se entrecruzan en el interior de las grandes matas de escobas aparecen limpios en ese tapiz de agujas que lo cubre todo. El blanco suave de la arena se ensombrece, y el verde triste de la vegetación parece sacado de una acuarela de colores, desde el celeste claro de la ría al verde inmenso de la mar. La retirada de las aguas a la bajamar deja al descubierto una orilla cubierta de cienos oscuros, adornados de cangrejos, barriletes, limos, zarapitos y verdigones, serpenteantes corrientes agonizantes, semejantes a blancas canas, buscan desesperadamente las aguas del Piedra.

La almadraba, desierta al atardecer, se difumina a lo lejos, parece que juega al escondite y llena de rubor se pierde lentamente de la vista de la otra orilla. El crepúsculo, con oleadas de fuego en la línea que forma el horizonte, invita a la meditación; llega la noche con su oscuridad que lo cubre y apaga todo. La luna alumbra las aguas del río y la luz del faro sirve de compás al aburrido canto del mochuelo. Con el nacimiento del día, un sinfín de sonidos surgen de la tierra al cielo invadiéndolo todo. El ir y venir de las pateras, el olor a marisco y a pino llaman a la vida, y la vida, en este rincón apartado, se vive intensamente. Son muchos los amaneceres que me han sorprendido en esa banda de dunas, y uno de tantos es el que, a continuación voy a intentar de relatar.

25 de Agosto de 1975. “LOS OJOS SON Y EL ESPEJO DEL ALMA: CUANDO SORPRENDAS ENTRE LOS DESTELLOS QUE SE DESPRENDEN DE LA MIRADA DE TU AZOR, CORAZON, ALGUNAS GOTAS DE CORAJE, Y UNA TOTAL ENTREGA. ESTARAS A UN PASO DE SOSTENER EN LA LUA A UN COMPAÑERO DE CAZA” Cazar con un azor hecho, es uno de los placeres más grandes que existen en el mundo para un aficionado. El alumno se convierte en maestro, y los días de fatigas, de continuos lances fallidos, se transforman en niebla ante la brillantez de los nuevos lances. Las tardes del mes de Agosto se hacen más frescas cuando coinciden con la pleamar. Aprovechamos la suave brisa que se levanta con el repunte de marea para salir. No caben las exageraciones en los lances que voy a describir ni en la forma tan peculiar de caza que adoptó este pájaro en alguno de ellos. Son testigos, medio pueblo pesquero, las solitarias dunas, y algunas de las agraciadas presas que lograron burlar sus manos en el último instante, gracias a la inmunidad que les proporcionó la oscura boca de una madriguera. Abiertos en mano, al término del monte de retamas y con un inmenso horizonte de arenas que recorrer, comenzamos la cacería. Tenía por costumbre, antes de comenzar a andar, levantar al azor en el puño desde alguna elevación dominante, y esperar unos momentos. Mis ojos y

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los de mis acompañantes fijos en el semblante del pájaro, atentos a su reacción, orientados a medio viento, el lance se realizaba así de entrada muy pocas veces. El pájaro registraba con la mirada cada rincón, cada vereda, cada salto de junqueras, y si había suerte... El bamboleo de cabeza, la tensión que agarrotaban los músculos del ave y el momento cumbre; el salto hacia el cielo, ¡la grita dándole ánimos!, los perros al galope en busca de ese rastro de cascabeles, y ese correr por las arenas saltando, quebrando almorrones intentando no perder de vista al pájaro, viéndole elevarse suavemente, a golpes ininterrumpidos de alas, oblicuo al terreno, buscando altura, queriendo dominar, y nuestra parada brusca marcando el lugar donde baja y grabando en nuestra mente ese momento sublime de la pérdida de la visión. La bajada del pájaro hasta convertirse en raseo era enorme, muy fuerte, dando todo de si. Estas escenas vividas casi a diario me llenaban de vida. Era dramático, rebosante de fuerza, correr doscientos metros intentando a cada elevación del terreno vislumbrar a lo lejos el rastro de los perros, la posterior búsqueda del azor y la sorpresa final. Poseían un encanto mágico imposible de comprender si no era sobre el terreno y dentro de una de estas vivencias. El vuelo se realizó y el pájaro como de costumbre se hizo con un bicho. El segundo lance fue muy bonito. Andábamos por unas cabeceras de dunas repletas de junqueras, cuando de improviso surgió la muestra. Ante nuestros ojos se mostraba, lleno de luz y color, el momento cumbre, el azor con el cuello estirado, comiéndose con la mirada las oscuras rendijas de los acerados juncos, dispuesto a la acción. Los perros estáticos, esperando la grita para romper la muestra. Y nosotros deseosos de contemplar una vez más las excelentes facultades del pájaro. Fue una carrera irrepetible, el azor hizo contacto con el lomo del conejo y cazador y víctima dieron una serie interminables de volteretas que culminaron en el fondo del barranco de arena. El lance nos dejó ese sabor de boca tan maravilloso de lo escaso. El grito del conejo, la vertiginosa caída del azor por la pared de fina arena, casi vertical, y la entrada brutal de los dos pointers que atropellaron materialmente al pájaro, fueron imágenes que quedaron firmemente grabadas en mi mente. No voy a convertir en larga ni pesada la lectura de estos recuerdos. El filo de la tarde nos sorprendió con siete conejos y unas ganas enormes de que al siguiente día el sol se mostrase benigno para que sin las trabas del inmenso calor del mes de Agostos el joven azor se volviese a volcar del todo en la caza.

16 de Septiembre de 1975.

¡Adiós, Gitano! “EN EL TERMINO DE SAN BARTOLOME DE LA TORRE, EN LA FINCA EL COLEGIAL. RETE A LA SUERTE Y PERDI.”

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Una mañana del mes de Septiembre catorce pares de ojos esperaban, unos con afición, los más por curiosidad, el momento de la actuación del ya experimentado pollo de azor, por que aquello más que una cacería parecía la representación de una obra de teatro.

Y en mis recuerdos… quiebros, recortes, fintas de ensueño, claros dibujos mágicos

Aparte del calor reinante, el pájaro extrañaba el terreno. En el primer conejo que voló me avisó de su descontento con la resistencia que mostró para desde lo alto de la encina a la vista del encarnado guante, pero mi orgullo de cetrero me nubló la razón y me inventé una excusa ante ese pequeño inconveniente. Los vuelos fueron empeorando sucesivamente, los trucos para hacer bajar al azor desde lo alto de las encinas se me acabaron. El desencanto era general y absurdamente enfadado por el comportamiento de mi pájaro, decidí acabar la cacería. Pero mi vanidad frustrada, la suerte o el destino, habían jugado ya sus cartas y de vuelta al cortijo, dejé salir al azor, tras un conejo largo que cruzó el carril, sin mirarlo siquiera, dio un vuelo largo, revoló por encima de las encinas y comenzó a dar cerrados tornos. El señuelo, mis gritos, fueron perdiendo su mágica fuerza a medida que iba ascendiendo; impotente vi cómo se hacia un punto allá arriba. Lento, majestuosamente, iba subiendo más y más; indiferente a mi desesperación desapareció de mi vista.

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“EL EXPLENDOR Y LA MARAVILLOSIDAD DEL BAHARÍ, SURGEN EN EL VUELO POR ALTANERIA, EN EL AZOR, SALEN AL EXTERIOR EN EL LANCE DE EMPUESTA”

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LA CAZA DE EMPUESTA

CAZA DE EM PUESTA

Los grandes maestros de la Edad Media supieron valorar perfectamente las cualidades y defectos que encerraban en sí estos grandes pájaros, y era de conocimiento publico, que para un azor con un moderado temple y en óptimas condiciones de vuelo, no existían obstáculos a la hora de matar. Pero tropezaron con la dificultad que tienen todos los azores de dar diez o doce golpes de alas y abandonar la persecución si no conseguían trabar a los pocos metros. El ingenio y el saber de esos profesionales resolvieron el prob1ema, salvando así el tremendo bache de tener que realizar un minucioso y especial entrenamiento del azor en la captura de determinadas especies, en contra de las leyes naturales del pájaro, y aprovechando una de las formas de caza espontánea en todos los azores de la tierra: el lance de empuesta. ¿En qué consiste esta modalidad de vuelo? De empuesta quiere decir desde lejos. Un azor zahareño en su hábitat salvaje, emplea dos formas diferentes de hacerse con una pieza, en ambas es factor primordial la sorpresa. En la primera, más fácil, el azor se deja guiar por ley del mínimo esfuerzo empotrado en la oscuridad de un árbol y merced a su mimetismo, deja que la pieza se le meta prácticamente debajo de las manos. En esas condiciones, muy pocos bichos logran salvarse del rápido y mortal quiebro del azor. La segunda forma es más compleja, aunque como en la anterior la sorpresa es fundamental para el éxito. La astucia del pájaro es factor evidente de este lance. El azor desde un posadero despejado divisa a lo lejos a con la mirada perdida en el horizonte, estudiará el terreno y habilidad que tienen estos Accipiteres para el vuelo rasante, aprovechando al máximo los accidentes de la superficie del terreno, lo hará invisible a los ojos d cualquier animal, ave o mamífero, hasta que emerja a escasos metros de donde se encuentra. Un último sprint y la destreza del azor para trabar a corta distancia, pone punto y final al lance.

La tecnología moderna ha revolucionado la cetrería. Actualmente los pájaros vuelan con emisores localizables con un radio a 7-8 km. de distancia. En la fotografía; uno de los muchos tipos de receptores usados en altanería.

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Al igual que en el peregrino la altanería surge por si sola más tarde o más temprano, en el azor el lance de empuesta nace con espontaneidad. De empuesta se puede cazar cualquier especie que se quiera, pero normalmente se hace un azor de esta forma con aves que muestran una gran desconfianza hacia el hombre, y que ante la presencia de éste, se levantan largas haciendo inútil cualquier intento directo de caza con el azor, de poder a poder. Por ejemplo: el que un azor se haga con un alcaraván, en igualdad de condiciones es muy difícil, y el entrenamiento resulta complicado y muy costoso en escapes. El cetrero del medievo, verdadero especialista en la captura de piezas vivas con azor, para la posterior introducción del peregrino en determinadas especies, encontraron en el lance de empuesta la forma de errar menos y a la vez hicieron más emocionante el rápido y poco vistoso vuelo del azor a corto trecho. Como ya he dicho anteriormente, la base de estos lances y la de todos los lances en cetrería es la fe que sepamos administrar y luego mantener en nuestro pájaro. Hoy día el lance de empuesta se presenta a los ojos del cetrero con un atractivo especial ante la desconfianza de determinadas especies y la escasez de cacería. La tensión que envuelve a uno de estos lances, convierte en monótonos y aburridos vuelos tan simples y sencillos como los del conejo y algunas aves acuáticas. El vuelo directo desde el automóvil con el azor, ha convertido en fáciles lances que, de otra forma, estarían llenos de dificultad. En parte, el coche, es causante involuntario de la desaparición del vuelo de empuesta. A raíz de todas mis experiencias, voy a tratar de explicar cómo hace “un cazador de empuesta”.

Empuesta. Cualquier azor sirve para este propósito, no importa el tamaño ni sexo. Son requisitos indispensables que el pájaro se encuentre en óptimas condiciones físicas y en perfecto estado de plumas, en especial, las grandes plumas alares y de la cola. El mejor pájaro que he tenido de empuesta fue un torzuelo de complexión muy larga que llegó a mis manos recién terminada su primera muda. El azor, de nombre piropo, salió limpio de este su primer cambio de pluma y en el solo periodo de dos años, llegó a convertirse en un verdadero especialista de la empuesta. Normalmente cualquier azor hecho al pelo nos obsequia a la larga con un bonito lance de empuesta. Son corrientes los intentos infructuosos de caza y las debatidas desde el guante en los azores sin experiencia tras conejos que se escurren por delante del cazador, a cien o doscientos metros. Pero la vistosidad de este tipo de vuelos radica en la pluma. Para cualquier azor el pelo posee un atractivo especial. He llegado a pensar viendo a mis pájaros, que el azor es al conejo como el ratón al galo, y que en la tierra no existirían azores sin estos roedores. Es su vuelo y su presa por excelencia, y modelar ese instinto, si se posee un mínimo de conocimiento no presenta ninguna dificultad. Hay algunas condiciones indispensables para el buen manejo de un pájaro de empuesta: - 146 -

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— El azor no deberá conocer nada más que la pluma. El pelo, en caso de que se realice alguna captura, se le sacará siempre sin cortesía. — Muy importante en estos largos lances es la condición física en que se encuentre el azor. Se deberá de ser muy constante en el entrenamiento diario. Los vuelos a largas distancias, pico a viento, le crean el hábito de buscar en la lejanía y convierten al pájaro en un verdadero atleta. — El lograr el máximo de acercamiento a la pieza que se desea cazares fundamental en este tipo de vuelos, por lo que se hace innecesario el uso de cascabeles. Su tintineo delata la presencia del azor mucho antes de lo deseado. Y por último. — El lance se efectuará siempre que se pueda pico al viento y con el sol de cola. El astro rey difumina su figura y ciega, si lo lleva de cola, momentáneamente a la pieza elegida. Con estos consejos, un morral de ilusiones, tiempo y algún que otro sacrificio, cualquiera puede llegar a lograr que su azor mate de empuesta.

Alcaraván. Lo primero que hay que enseñar a un cazador de empuesta es a volar sobre objetivos largos

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Lance de empuesta a un alcaraván

Al azor le cuesta mucho trabajo volar y más cuando su cerebro le está diciendo a gritos que a ese bicho no lo alcanzas. A estos pájaros en cuanto cualquier especie de pluma le saca la más mínima ventaja, la dejan, y a veces no hace falta siquiera ni eso para que abandonen. ¡Fe! es la palabra mágica que convierte a los azores en maestros de la cetrería, y esa fe se la tiene que suministrar el cetrero. Este azor, por una serie de circunstancias ajenas completamente al tema, me resultó imposible introducirlo en cacería a lo largo de todo el año. No obstante aunque no cacé con él en esa primera temporada, le solté infinidad de escapes, y todos en su totalidad fueron aves. A lo largo del año el azor, mató un centenar de palomas, algunas gallinas, y un manojo de piezas precapturadas, y los días que no simulábamos algunas de esas cacerías era blanco por mi parte de un riguroso entrenamiento. Completamente manero y muy manso, quise saber hasta qué distancia podía alargar el flujo de mi dominio sobre él, y día tras día fui alargando la distancia de los vuelos. Buscaba un carril en la marisma que se encontrase en buenas condiciones de firme; dejaba al pájaro en un hinco, me sentaba en el coche, y me alejaba hasta que lo perdía de vista por el espejo retrovisor. Paraba el coche, me situaba paralelo a la cerca y tocaba el silbato. Era coma gritarle al viento o al horizonte. En mágica aparición, el azor brotaba de la tierra al guante, en un espléndido quiebro. Admiraba ese rasear a largos planeos, que lo hacía invisible a mi vista, hasta que se encontraba a escasos metros. Me impresionaba su llegada en completo silencio, y el eco del golpe al trabar el guante se esparcía por la marisma, rompiendo el hechizo del momento. Estos largos e inolvidables vuelos fueron los que me hicieron ver claramente las ventajas con que cuenta un azor sobre su presa, en ese juego diario de la vida y la muerte. El descubrimiento de esas grandes cualidades, y la atracción que ejercieron sobre mi persona, fueron las causas de que me decidieran a convertirlo en un pájaro de empuesta.

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Arrebaté de golpe al azor de la marisma y me desplacé para comenzar el adiestramiento a la inmensa “Vega de Carmona”. EL azor, en este nuevo entorno, respondió muy bien. Mantuve en su haber durante tres días consecutivos la disciplina diaria de los vuelos al guante a grandes distancias, y a la cuarta jornada de nuestra estancia en el nuevo cazadero le solté su primer escape. Estas grandes planicies, tranquilonadas por suaves lomas, son igual de fértiles en agricultura que en variedad y abundancia de especies cinegéticas. Sin más protección de los rayos de sol que la ridícula sombra de algunos olivos, la fauna de la Vega esconde su figura de miradas indiscretas bajo el suave manto que les proporciona la tierra, sólo algunas veces, el horizonte traicionero, destapa el perfil de alguno de estos miméticos seres, y lo recorta en la lejanía. En un estrecho arroyo cuyo cauce seco se había convertido en alegre reunión de grama y cardos, levanté un par de alcaravanes. Crucé el cardizal y a unos cincuenta metros del mismo deposité en el barbecho un pollo de gallina medianete de pluma cenizosa. Una vez que dejé el escape, despejé los alrededores de posibles curiosos que pudiesen atraer sobre ellos la atención del azor, levanté un perdigón y otro alcaraván y, convencido de la soledad absoluta del barbecho me encaminé al coche. Para el azor no existe presa sin movimiento. La inmovilidad es la tabla de salvación a que se aferran muchos seres ante la brusca aparición del cazador, y esta medida de seguridad que adoptan muchos animales le cuesta al cetrero que vuela de empuesta bastantes sinsabores a lo largo de una jornada de caza. Me dirigí con el coche a la loma de enfrente, y una vez allí realicé la misma operación de desalojo que había efectuado abajo en el barbecho, aunque esta vez mis precauciones estuvieron de más. Me situé pico a viento con el azor en el guante y desencaperucé. La serena mirada del pájaro registró minuciosamente la enorme planicie que se extendía ante él. Los minutos fueron transcurriendo, y el azor, en una demostración de completo desinterés, aburrido, se sacudió, levantó una mano y se dedicó a contemplar en el cielo el vuelo de las alondras. Enfoqué los prismáticos hacia el arroyo y no logré descubrir al pollo: por lo bajo escupí una maldición ante mi ingenuidad. Seguramente la no tan poco inocente ave de corral, había ganado el amparo que le proporcionaba el filo de los cardos. Continué explorando por pura cabezonería los alrededores del cardizal, y entonces lo descubrí. No era más que una mancha un poco más oscura en el vasto terreno que la circundaba. Sin duda aquel punto inmóvil era mi escape. Me pareció que se movía, el azor seguía mostrándose indiferente a todo lo que ocurría a su alrededor. Volví a enfocar el arroyo y esta vez pude apreciar con toda claridad cómo la marchita se desplazaba un poco hacia mi izquierda. El azor salió de su somnolencia, estiró el cuel1o, y concentrando su atención en el fondo de la enorme planicie ¡voló! En estos lances largos, sin ese lazo de unión entre ave y cetrero que es el cascabel, se pierde en rápidos aleteos cualquier contacto con el pájaro. Fijé mi vista en la línea del arroyo en un vano intento por vislumbrar al pájaro, pero mi desconcierto inicial había hecho que se me escapase su imagen del interior de mis prismáticos.

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A pesar de la distancia llegaron claramente hasta mí los gritos de agonía del pollo. En larga carrera llegué al mismo filo del barbecho. Un puñado de p1umas revolaban por la tierra y el azor, en un acto típico de protección ante mi presencia, cubrió su presa todo lo que le fue posible con las alas. Dejé que comiese hasta reventar, y esa noche durmió en el jardín al aire libre, sin más protección sobre su cabeza que las desnudas ramas de una chopera. La variabilidad de color en la pluma de los escapes es un detalle a tener en cuenta, ya que con la constancia en una misma pluma se llega a un punto en el que se vicia al pájaro en ese color, rechazando después sueltas de tonalidades diferentes. Aunque el azor es muy reacio a viciarse, todas las medidas que se adopten en el transcurso del adiestramiento irán en beneficio de éste a la hora de meterlo en la caza. Si logramos que no exista discriminación de color por parte del azor, las posibi1idades de éxito serán mayores. En los días en que se sucedieron las sueltas mató un pollo de color giro, otro blanco y tres o cuatro palomas; todas de diferentes tonalidades de pluma. El frío endurece la carne de los azores, y si la noche se presenta fresca y hay ausencia de relente, conviene, el día anterior al primer intento real de caza, dejar que el azor pase la noche en el césped. Si no cae relente ni lluvia, la pérdida de energías no es muy grande, pero el apetito se le abre de una forma asombrosa. Con una preparación física perfecta y una docena de escapes en su haber, creí llegado el momento de probar suerte. Es desde luego casi imposible que un azor, volando en terreno comp1etamente descubierto, logre meterse por delante de las narices de un bicho y lo trabe sin que éste haya llegado a darse cuenta de su presencia. De empuesta hay que buscar siempre, para lograr la absoluta invisibilidad del pájaro en su vuelo, el amparo de algo: matas, arbustos, depresiones del terreno, incluso una larga línea de sombras, son necesarias para difuminar y esconder la figura del azor. Que a nadie se le ocurra lanzar a su pájaro en un llano despejado y a pecho descubierto sin más protección que sus plumas, porque es seguro que la presa elegida pone distancia por medio, muchos metros antes de lo deseado por nosotros, y los fracasos se sucederán uno tras otro.

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La mañana que elegí para probar al azor no pudo ser más molesta. Con una ligera llovizna salpicándome la cara y con barro hasta las rodillas pateé el campo a la búsqueda de algo, de lo que fuese. Levanté tres sisones que se echaron a unos doscientos metros por delante de mí. No me lo pensé dos veces, desencaperucé antes incluso de que los sisones tomasen tierra, y el azor captó perfectamente la caída de los pájaros. Salió fuerte, muy fuerte, la fina cortina de agua cubrió por completo su vuelo y ante mi estupor, los sisones se levantaron a lo lejos. ¡Habían visto al azor! - 151 -

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Algunas semanas más tarde me daría cuenta de que no hay lluvia que entorpezca la visión de estas gregarias y escurridizas aves, y de que tres pares de ojos, son muchos ojos, incluso para el más puesto de los azores. No quise soltarle ningún escape, recogí al pájaro, y azor y cetrero, calados hasta los huesos, buscamos el calor de una buena candela que disipase el malestar de este fracaso inicial. En la segunda salida me acompañó el buen tiempo. Un espléndido sol brillaba en el cielo, busqué en algunas querencias de alcaravanes, pero no logré sorprender a ningunos; se levantaban largos. Al rodear una zanja llena de agua sentí arrancarse un pájaro perdiz, me volví, seguí con atención su vuelo, y en el fondo del arroyo lo perdí. Desenfundé los prismáticos y escudriñé la tierra, el lugar era ideal para un lance de empuesta, dominábamos en altura y el fácil descenso estaría oculto por la vegetación que crecía al borde del arroyo. Mordí la correa y desencaperucé. El azor tardó segundos en abandonar el guante, el tiempo de descubrir a lo lejos el peonar tranquilo del perdigón, y pude seguir perfectamente a simple vista el fantástico descenso del azor y ¡la arrancada enorme de la perdiz, con el azor materialmente encima! Pero la ventaja que le sacó la perdiz fue muy grande y el pájaro abandono. ¡Amigo mío, lo has hecho bien, muy bien! Pero ambos acabamos de aprender que no hay azor en la tierra, por mucho que vuele, que aguante falto de entrenamiento premeditado la arrancada de una perdiz sin derrumbarse. En su alcándara junto al fuego, respirando tranquilidad, me miró y en sus ojos serenos leí las ansias y el deseo de un nuevo intento. En el último lance no tuve más remedio que soltarle un escape. El perdigón voló de tal forma, que el azor mientras lo desplumaba, seguramente llegó a la conclusión de que en el campo existían dos clases de pájaros perdices: unos que volaban igual de rápidos que la luz, y otros que más que volar, corrían como demonios entre los terrones para salvar el pellejo. Sé que hay azores que distinguen en pocos escapes, a pesar de las precauciones que se suelen tomar, la presa real de la ficticia, y aunque vuelan bien las del campo, no lo hacen con el corazón; dan el pego, y esperan tranquilamente que se le suelte el escape. A mi entender, creo que mi azor en los dos lances efectuados días atrás, se entregó por entero; pero habían sido tantas las sueltas efectuadas durante su primer año de vida, que la duda de si lograría matar esa primera presa empezaba a hacerse sentir. Decidí no realizar nuevos intentos de caza durante algunos días y me dediqué a mantenerlo en forma mediante los ya tan conocidos largos vuelos al guante. Los acontecimientos se sucedieron rápidamente, y lo que tenía que pasar, ocurrió mucho antes de lo que yo imaginaba. Salí una tarde con dirección a la Vega con la sola idea de entrenar al azor en vuelos de rutina; llevaba colocado al azor en el respaldo del asiento del coche, y ya dentro del coto, con una fuerte sacudida se desembarazó de la caperuza. El pájaro, ante la nueva panorámica, se mostró tranquilo, curioso pero tranquilo... y como tenia prisa, ya que la tarde estaba llegando a su fin, no paré para ponerle el capuchón, sino que continué rápido en busca del olivar. Dicen que cuando uno menos lo espera, salta la liebre, y a mi parecer, la liebre, la becada o cualquier bicho. .. Y eso fue exactamente lo que me ocurrió a mí. ¡De mi abstracción me sacaron el vuelo de unos alcaravanes!

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“Amanecer en el bosque”

Los golpes del pájaro en los cristales hicieron que me olvidase por completo de los inoportunos chorlitos. Como pude me hice con el azor. Y bajándome por el lado contrario a la caída de los alcaravanes me senté en el suelo. El azor muy excitado piaba descontroladamente, lo tapé, los alcaravanes dieron un largo vuelo y se echaron en la lejanía. El sol se estaba poniendo, esperé aún algunos nos minutos para que el azor recobrase el aliento, y en completo silencio desencaperucé. Lentamente levanté el puño, y el balanceo de la cabeza del azor se confundió con la salida del guante. A pesar de la tensión del momento no pude contener mi admiración ante la perfección de su vuelo. Esquirlas de polvo se levantaban al roce involuntario de alguno de los cuchillos de las alas, con la superficie de los terrones, y la invisibilidad y el silencio se hicieron completos. Me quedé mirando el horizonte; de su línea al cielo surgieron los chorlitos, y el final me dejó clavado en la tierra, el azor apareció de abajo arriba, y limpiamente arrebató del bando a uno de los alcaravanes. - 153 -

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Este lance sencillo, a los ojos de cualquier curioso, tenía como fondo dos meses de sinsabores, y un entrenamiento exhaustivo por parte del azor y cetrero. Llegué junto a mi pájaro y lo contemplé con una mezcla de admiración y respeto. Me miró de reojo, lanzó un grito y comenzó a desplumar. A lo lejos, el canto de los mochuelos en el olivar saludaba a la noche, y su manto morado nos envolvió por completo.

“DONDE EL MONTE CURTIDO POR EL CALOR Y EL FRIO SE HACE OSCURO, DONDE EL SOL DE ESTIO, IMPLACABLE QUEMA LA PIEL DE LA SIERRA, ALLI DONDE LA TIERRA Y EL CIELO SE UNEN, SE EXTIENDE IMPRESIONANTE SIERRA MORENA”.

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CAZA DE PRESIONES

A lo largo de toda la historia cetrera, resaltan entre otras muchas cosas, la importancia que siempre se le ha dado al nombre que se imponían a los pájaros. Durante el transcurrir de los siglos XV-XVI, el crédito que llegaron a adquirir ciertos calificativos fue enorme. El ave se convirtió en personaje central de la sociedad feudal, llegó a ganar, incluso toda una serie de privilegios, y ese afán competitivo, existente entre todos los halconeros de un mismo reino por hacer pájaros de excepción, hizo que surgiesen verdaderos monstruos de la cetrería. Aves de renombre pasan a la historia. Son famosos, los neblíes el Fénix y Buenaventura del Marqués de la Algaba. Victoria y Santa Catalina del Conde de Arcos. El Conde, un sacre de Don Diego de Acevedo y el Varón un neblí indio, propiedad del Conde de Orgaz. Pero todos estos nombres que se les imponían a las diferentes aves no se escogían al azar. El calificativo reflejaba la personalidad, el aspecto físico del pájaro e incluso llegaban a acusar la identidad de su dueño. En los esmerejones, esos pequeños halconcitos, que tantos buenos ratos hacen pasar a sus dueños, son corrientes nombres como Placer, Regocijo y Pasatiempo. En los gerifaltes, donde se apreciaba mucho el color de la pluma, aparecen nombres como Cisne y Narciso. Y en halcones, cuyo manejo y porte sólo le estaban permitidos a la mano de un rey, hicieron que surgiesen apodos, como el de aquel neblí altanero del Rey Católico, que pasó las fronteras de su reino y a la posteridad como “El Privado”.

Lances de empuesta en un estercolero sobre una nube de gaviotas

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Esta pequeña introducción, que he realizado a titulo de curiosidad, no tiene otro propósito que presentar a mi mejor pájaro, un azor prima niego hecho a presiones. En mi pequeño mundo, Mariana se convirtió en atracción y acaparó la atención de todos aquellos que la vieron cazar, porque en su pequeñez. Mariana fue un gigante.

Caza de presiones. La forma más espectacular de caza con azor en cetrería es la de las presiones. Se conocía por el nombre de presión a todas aquellas grandes aves, garzas, ánsares, milanos, avutardas…, antinaturales por su hábitat y tamaño para ser capturadas con éxito en cetrería. Estos lances surgieron por dos motivos: a causa de la exquisitez de la carne de algunas de estas piezas, y por la necesidad imperiosa de capturarlas vivas, para la posterior introducción de los halcones en las mismas Las máximas aspiraciones de los cetreros del medievo se vieron colmadas en los lances con halcón al puño sobre grandes garzas y otras presiones. Mientras más alta se encontraba la garza, más emocionante resultaba la subida del halcón a su encuentro, y más espectacular el descenso de ambos, pero para esta compleja manera de cazar había que atrainar muy bien a los halcones en ese tipo de piezas, y en ese apartado de la complicada trama del adiestramiento de las falcónidas, era donde el azor entraba a tomar parte pujante. Los cetreros de la Edad Media. Sabedores de la facilidad con que traban azores a corto trecho encontraron en este gran matador la solución a los problemas de la captura de escape rara los halcones. Para tal propósito, el azor era objeto de un refinado adiestramiento. En primer lugar se le hacia lebrero. Con esto, aparte me imagino que de unos excelentes ratos, lo que conseguían era un perfecto ejercicio para la musculatura del pájaro. Una vez que el azor mataba con facilidad las liebres, se introducía en la captura de pequeñas garzas, y a continuación y antes de dar el paso definitivo, se le soltaban algunos escapes de ánsares mansos. La dificultad del lance a estas grandes piezas, aun en esos días, se hallaba en la distancia. De nuevo surge la dificultad que encuentran los azores en volar. Pero el ingenio de aquellos hombres era inagotable, y al igual que hoy en día se usa el automóvil para ese fin, antiguamente lograban el máximo acercamiento para lanzar, al amparo de una caballería. De esta forma y mediante infinidad de precauciones, se lograba que el azor tuviese la máxima ventaja. Don Juan Vallés, en su libro de Acetreria y Monteria, retrata perfectamente la caza de presiones. (3) Desque el cazador vea que el azor se atraina muy bien en las presiones y raleas, témplele, muy bien, porque vaya mejor templado, el día que hubiere de volar levántense dos horas antes del día y pongan al azor al sereno y vayan a buscar las grúar o ánades o las otras presiones y raleas quee quisiere volar, y como el cazador las hayare y viere, conviene que sea diestro en dos cosas. La una es en saber debe - 156 -

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entrar y allegar para que todo cuanto más cerca pudiere lance, la otra es en saber lanzar porque en estas dos cosas consiste toda la perfección de esta manera de cazar de empuesta. Y para que el nuevo cazador sepa hacer esto diré que las reglas que se han de guardar. Procure el cazador llevar una bestia que vaya de andadura o lleve paso muy llano y no trote, porque haga menos ruido, y no lleve manga de capote ni otra cosa semejante que volee ni se menee, porque no se espante o levante las presiones. Valla rabo a viento porque en ninguna manera, pudiéndose excusar se ha de lanzar pico a viento porque no solamente a rabo a viento pero aún al mismo hilo del viento, y eso por cuatro razones, la una es porque como quiera que el azor, de su natura qurria más volar pico a viento, todavía si va a rabo a viento, al mismo hilo del viento, vuela más y lega más presto sobre la presión; la otra es porque si no le lanzan al hilo del viento, aunque sea rabo a viento, todavía el aire le hace hacer unas vueltas y tornos, en los cuales descubre mucho las alas y venlo luego las presiones levántanse, lo que no hace yendo al mismo hilo del viento, porque va cogido, la otra es porque como las presiones y especialmente los ánades, siempre de su natura, se levantan y vuelan pico a viento, volando el azor o viento encuentra con ellas en el camino, la otra es porque cuando las ánade y otras presiones ven venir el azor rabo a viento, que es por el camino que ellas han de ir. aguardan mucho, de temor de encontrar con el azor, mas tampoco raya el cazador y lance derecho contra los rayos del sol porque el azor no podría ver bien a las presiones y ellas le verían a él y levantarse han y lazando al contrario de esto consiguiese el efecto contrano de este inconveniente. Vaya por traspuestas, cuanto más encubierto pudiere, porque cuanto más cerca se alegare a las presiones y de más cerca lanzare, es muy mejor. Como ya se ha dicho, No siendo el azor capirotero, llevenlo encubierto y con el rostro hacia el cazador, porque ni las presiones lo vean ni él vea a ellas,y si las viere y se debariere vuélvale el cazador a la mano con desgracia, dándole un tirón de manera que él entienda que se le da por castigo y porque no hace lo que debe, y se vece ir quedo en la mano, lo cual se ha de procurarimucho a los principios. que despues que ellos se vezan y se van haciendo diestros, en viendo las presiones, se derriban sobre la mano, y aguardan hasta que les dan de ella y los lanzan. No lnacen al reves, porque en la vuelta que el azor hace se descubre mucho, y les ven las presiones y se levantan, sino lancen al derecho, porque irán más secreto. No haga al cazador remango ni vaiven alguno al tiempo que lanzare, siono debe solamente volver la mano, teniendo el brazo quieto y tieso, porque no apercioba las presiones, y abaje la mano hasta la espalda del caballo porque el azor salga y vaya más secreto. Procure lanzar de alguna traspuesta y parte cubierta, y al tiempo que hubiere lanzar, mire que la presión esté descuidada, especialmente si pudiere ser aguardar cuando ellas se abajan a picar o comer o buscar gusano o semejante cosa, por cuantyo a este tal tiempo se lanza. Aunque el lance sea lejos, puede muy bien lanzar, poruqe tiene tiempo el azor de llegar sobre la presión antes de que recuerde. Y isndo el azor capirotero, vaya con capirote hasta que le quiera lanzar y despues de uqe el cazador hubiera lanzado el azor, es menester de que antes de que el azor llege a pegar con la presión, haga

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ruido en el alzor de la silla, o con palmas de las manosn o de otra manera, para que la presión se levanta ciuando seis o siete pasos antes de que ekl azor llegue a ella, porque de esta manera habriala de tomar en tierra o en el agua , y aun muchas veces la presión se metería dentro del agua, todo lo cual se debe excusar.

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La mayor de las presiones españolas, “la avutarda”

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Al azor se le limaban las llaves y se les ponían las uñas romas, de forma que al trabar a la pieza, no la matase, y mediante el engaño de una pierna de pollo o de gallina, se le sacaba viva. Para la gran sujeción de estas grandes presas, sin llevar a cubo el estrangulamiento, los azores tenían que realizar verdaderos alardes de fuerza, presionando fuertemente con las manos y acentuando enormemente esta presión, a causa de la premeditada inutilización de las llaves. La lucha terminaba con la llegada del cetrero, de aquí el significado de la palabra presión. La caza de presiones estaba relegada, se podría decir, a azores de deshecho, a pájaros hacia los cuales no se tenía ningún tipo de interés. No se solía correr el riesgo de efectuar un lance a presiones con un pájaro que se tuviese en estima, ya que las heridas y rupturas de miembros en los azores hechos a presiones, estaban a la orden día. En España, durante la época dorada de la cetrería, existió mucha discriminación a la hora de escoger a un pájaro, y es curioso que la cacería con azores por excelencia, fuese la de] pájaro perdiz. El azor de un cetrero que se preciase debía de conservar el plumaje intacto. La caza de liebres y conejos le estaba vedada, y la única meta a conseguir por su dueño era que matase perfectamente las perdices. El norte de Andujar, limítrofe con la provincia de Ciudad Real, es de una belleza que cautiva. Alberga en el interior de su seno a toda una fauna variada y abundante, que se hace escasa en el resto de la Península. De la sierra brava, llena de cañadas y barrancos, surgen buitreras manchadas de cal, grandes buitres tan oscuros como la noche, y águilas de majestuosas figuras. En este trozo de sierra, cerca de un chispeante regajo, entre alisos y quejigos, nació mi azor’. El coraje que anidó en su corazón fue un regalo de su llegada a este mundo de la gran sierra, de superficie tan morena como lo fueron en un principio sus ojos. Hacer un azor a presiones en la situación en que se encuentra actualmente la cacería en España, es completamente absurdo desde todos los puntos de vista. Los inconvenientes son enormes: la escasez de grandes aves, así como la protección de que son objeto la mayoría de ellas, hacen que la introducción de un pájaro en este tipo de cacería, sea prácticamente imposible. Pero la idea de un proyecto, quizás descabellado en un principio, desarrollado por un grupo de jóvenes biólogos, me tentó. La operación en sí consistía en apreciar las reacciones de diferentes especies de la marisma ante el ataque de la rapaz. Mediante unos dediles especiales de goma, que se adaptaban a las llaves del azor, se intentarían diferentes capturas, procurando no ocasionar ningún tipo de daño a las aves que se capturasen y se procedería a tomar toda una serie de datos, que fuesen de interés científico: peso, envergadura de alas.... etc. Una vez anilladas, y como colofón del lance, se las concedería de nuevo la libertad. Un proyecto sencillo, ambicioso quizás de cara a mis posibilidades dentro de la cetrería, pero en sí, un provecto simple. Mariana, como pájaro, no era ningún coloso, volaba los conejos y las liebres en 750-800 grs., temple normal y corriente para cualquier pájaro del sur de la Península, pero en su esencia, Mariana era un azor que no necesitaba hambre, la agresividad y la violencia, eran dos defectosvirtudes en mi caso, que se mostraban siempre exteriorizadas en ella. Intentar adivinar las reacciones de un pájaro ante determinadas situaciones, no es muy difícil. Lo que verdaderamente es complicado es razonar el porqué un pájaro, ante un mismo estimulo se comporta de diferentes formas. Mi azor, en verdad que hacía lo que le daba la gana. No había lógica en su comportamiento, la única manera de manejarlo con cierta soltura era bajo la sombra

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Lance desde el coche sobre un espurgabueyes

de un temple rigurosísimo, con el consabido riesgo que corre un pájaro volando en pesos tan bajos. Hasta el mes de Noviembre mató únicamente conejos y alguna que otra liebre, y con el aumento de capturas la agresividad se hizo mayor en el azor, y la primera

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presión (si a un espurgabuey se le puede adjudicar semejante calificativo) lo mató espontáneamente y sin ninguna intencionalidad por mi parte. Al pasar andando junto a un estercolero el pájaro se me fue de la mano, mi sorpresa fue grande al descubrir cómo una de estas pequeñas garzas escalaba el aire en rápidos aleteos, buscando altura, pero el azor, implacable, entrando de abajoarriba, 1a arrastró a tierra. Este fue el principio de lo que se convertiría en una larga serie de divertidas cacerías. Son increíbles las peripecias que realizan estos bichos ante el ataque del azor. He visto muchas veces, cómo el espurgabuey veía venir al pájaro desde lejos, lo esperaba quieto, sin mover un solo músculo del cuerpo, lo dejaba que se le metiera encima, y entonces, demostrando una sangre fría enorme, y una agilidad desconocida por mí y por muchos sin duda en estas pequeñas garzas, se tiraba hacia el azor, agachándose y pasando limpiamente por debajo. Normalmente, lograba coger altura antes de que el pájaro lo alcanzase. En la enrevesada trama de caños que cruzan la marisma abundan los espurgabueyes. En estos canales encuentran alimentos en abundancia, y es muy fácil encontrar pequeños grupos de estos pájaros pescando o sesteando tranquilamente encina de cualquier almorrón. En cuanto ven al azor buscan altura, y el elegido por el pájaro, en vuelo desesperado se zambulle en el canal. El azor llegó a adquirir tanta maestría en este tipo de vuelos, que a veces, en rápida pasada sacaba a la garza del agua. Recuerdo lances que parecían sacados de una película de dibujos animados. Una tarde de mucha niebla lancé al azor en un estercolero en el borde de la marisma, contra un grupo de espurgabueyes. El pájaro se pegó a la cola de uno de ellos y cuando parecía que ya no había salvación para la garza sucedió el accidente. En su rápida huida, pendiente del azor, el espurgabuey estrelló el morro contra un viejo latón, el golpe lo paró en seco, y el azor que ya veía al bicho entre sus manos, y no se esperaba aquello, pasó por encima. Los segundos que perdió en el giro, fueron los suficientes para que la garza alcanzase un charco lleno de agua y desapareciese en él. Ocurre a veces, que el azor se encuentra alto de peso, y ataca a las garzas, pero sin intención de matar. Sin el estímulo del hambre, la intención de trabar se disipa como por encanto ante el recuerdo de luchas posteriores y el pájaro, en juego que quizás para él llegue a resultar divertido, se limita a pasar por encima de las garzas asustándolas. Había días en los comienzos del azor en este tipo de cacería, que no lográbamos ninguna captura, pero en las que contemplábamos escenas curiosísimas. Una tarde del mes de Noviembre, en un pequeño lucio en la marisma, pegada a las tierras de arroces, se desarrollo el siguiente lance. Tres espurgabueyes adormilados, descansaban tranquilos tomando el sol al borde del agua, en fila, alineados junto a la charca, no se percataron del vuelo del azor hasta que lo tuvieron encima. No sé si fue porque se encontraban apoyados sólo sobre una de las patas y perdieron el equilibrio, o fue un mero reflejo de supervivencia, el caso es que el azor se limito a entrarle al primero pero sin trabarlo, y como si una corriente de aire fuerte los empujase, los tres bichos cayeron rodando por el suelo. Dio la sensación de que el primero empujó al segundo y el segundo al tercero. El azor no hizo presa en ninguno de ellos, pero sólo presenciar la rareza del comportamiento de las garzas ante el ataque por sorpresa de la rapaz, mereció la pena.

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Meter a un azar en este tipo de cacería no es muy difícil, el escape debe ser único y hay que intentar por todos los medios que el azor no relacione la suelta con el cetrero.

Documento fotográfico de la captura de un milano el un azor en la marisma, para proceder a su anillamiento y posterior suelta.

Es muy importante que en el primer intento real de cacería le demos todas las ventajas posibles al azor. Desde el coche se logra lanzar de muy cerca, y si conseguimos que el pájaro mate en este su primer lance, tendremos prácticamente ganada la partida. En progresivos lances se irán aumentando las distancias. Será normal cebar siempre que mate una pieza difícil, y se entiende por dificultad en estos lances, distancia.

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Los espurgabueyes, así como toda la gama de pequeñas garzas, una vez trabados, se defienden con valentía. Si el pájaro no logra asirlos rápidamente por la cabeza, se corre el peligro de que un arponazo del pico de la garza bien dirigido pueda desgraciar al azor; no en vano antaño fueron muchos los pájaros que perdieron algunos de sus ojos en estos arriesgados lances. Aquí, uno se puede llegar a preguntar, si existe algún truco, alguna forma de enseñar al azor a que de entrada trabe por la cabeza; bien, quizás en el riesgo radique el encanto de estos vuelos. Las dos o tres primeras garcillas que se matan son las más peligrosas, pero las que enseñan al pájaro con sus picotazos, que hay que agarrar rápido por la cabeza, que más que enseñar, despierta la rapidez de pasar del mero contacto con el cuerpo de la garza a asir en segundos por la cara. Reunidos los interesados, acordamos juntos desarrollar el proyecto: Cazar presiones con azor, de la misma forma que se hizo en el siglo XV, pero con un único interés: el científico. Lograr los dediles, especie de forro que cubrían las grandes uñas del azor, no resultó ningún problema, pero antes de desplazarnos al cazadero realicé varias pruebas con aves de corral para comprobar la eficacia de los mismos. Estas especies de guantes, amortiguaban en más de un 85% la acción aniquiladora del azor, y convertían sus grandes manos en trampas inofensivas, de cara a la especie a capturar.

La cetrería ha abierto un nuevo horizonte de posibilidades de cara a un futuro no muy lejano con los resultados obtenidos por cetreros alemanes y norteamericano en centros especializados de cría en cautividad. En la fotografía, torzuelo y prima de azor, en una muda de adaptamiento compartiendo baño.

Yo había notado en este pájaro, desde pollo, un desmesurado interés, siempre hacia ciertas presiones, pero nunca pensé que pudiera llegar a cogerlas. Cuando algún milano o alguna gran garza cruzaba el cielo por encima nuestra, seguía con atención su trayectoria, y con extraña fascinación contemplaba su paso, hasta que se perdía en el horizonte. - 164 -

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He leído, y he escuchado decir, que en este tipo de vuelos se cuenta sobre la presión con una gran ventaja; la indiferencia total por parte de la misma ante la presencia del azor, al que no ve como un potencial enemigo, lo que permite al cazador meterse prácticamente encima de la presión, sin que ésta muestre importancia por su presencia. He comprobado que este razonamiento es absurdo completamente. No hay bicho en el campo que no sepa lo que es un azor, y por supuesto, que no distinga aún a distancia la intencionalidad que lleva su vuelo. Nunca he visto a ninguna gran garza o a cualquier otra presión, que aguante a plomo la llegada le mi pájaro. Diferente es la inmovilidad que adoptan algunas cuando el lance se realiza a una distancia considerable. Esta quietud, no es más que uno de los muchos recursos de defensa que presentan los animales ante la aparición del azor, ya que para éste, como para casi todas las rapaces, movimiento implica atracción. La mañana en que intentamos la captura de la primera presión fue del todo inolvidable. Luís tenía interés en comprobar la aptitud de una gran garza ante el ataque del azor, y yo, interiormente, rezaba para que las cosas se desarrollasen como todos esperaban. La marisma, rebosante de vida, es cautivadora en el invierno. El olor a cieno y salitre se esparce con el aire, produciendo una sensación que nadie que la sienta por primera vez comprende cómo puede llegar a ser luego tan agradab1e. Entre aneas y castañuelas se realizó el lance. La esbelta y elegante garza imperial nos divisó a lo lejos. A sus ojos acostumbrados, no éramos más que un grupo de hombres metidos en una de esas ruidosas cajas de metal, que se dedicaban a corretear por los carriles, levantando grandes nubarrones de polvo, ¡Rutina! ¡Pura rutina! pero lo que no le pareció tan normal fue que el armatoste se parase frente a ella. Alargó el cuello y sorprendida, vio salir del fondo del nítido cristal una sombra oscura. Una sombra hambrienta, que emanaba peligro por todos sus poros. En rápida maniobra se zambulló en las aneas mirando hacia el cielo, y con el agua llegándole al vientre, mantuvo la verticalidad de su pico. Fundió su figura con las espadañas que la rodeaban y momentáneamente se convirtió en invisible a los ojos del peligro. Oyó ruido, voces que se acercaban, nunca le habían hecho gracia los hombres, ella sabía que no existía ser viviente que no huyese ante su presencia, así Que era seguro que la amenaza en forma de sombra, habría escapado. ¿Qué hacer?, Las voces cada vez más cercanas le disiparon todas las dudas. Dio un salto y voló hacia el fondo del lucio, pero sus torpes aletazos no llegaron a la docena, sintió un fuerte golpe en la espalda, y en rápida maniobra, volvió su ágil cuello a la agresión, pero una fuerza poderosa le aplastó el rostro, y luego, agua, aneas y cienos, un remolino de plumas. El poder de la amenaza era muy grande, y su fuerza paralizante. En su desesperación, captó grandes chapoteos en el agua, unas manos la izaron de su tumba, y en su temerosa mirada el sol volvió a brillar, La amenaza pasó a poder de los hombres. Nunca llegó a saber lo que le hicieron, su cárcel se abrió y voló lejos, y por vez primera en toda su vida sintió una pizca de gratitud hacia el ser humano. Con la ayuda de Mariana, a lo largo de ese invierno, se anillaron y se tomaron nota de muchas grandes garzas. Las reales más poderosas, daban menos guerra, ya que el lance se desarrollaba casi siempre sobre tierra firme. Las imperiales, más

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delicadas en su anatomía, daban más trabajo, aguaban al pájaro, y la mayoría de las veces teníamos que bañarnos. Unos de los lances que más me impresionaron fue el que realizamos una mañana muy temprano sobre una cigüeña; el azor la trabó por detrás, y en vuelo rasante, la zanquilarga, con enorme tecleo de su pico, arrastró sobre la espalda al azor a más de cien metros de donde nos encontrábamos. Nada más tomar tierra el pájaro voló hacia nosotros abandonando la presa. El desamparo de verse en el suelo, con pájaro de semejante envergadura, hizo que se le esfumase toda la audacia que demostró en un principio. Pero los vuelos, que por su espectacularidad se convirtieron en un vicio, fueron lo de los milanos. Había veces, los días de viento, que el águila se elevaba a una velocidad impresionante. El azor entraba a matar de abajo arriba y entre gritos y volteretas lo arrastraba al suelo. Si el milano caía encima del azor, normalmente, éste lo soltaba, ahora si ocurría lo contrario, lo retenía perfectamente aguantándolo hasta que llegábamos. Cuando sorprendíamos algún milano posado cerca del carril, nos lanzábamos con el coche en marcha, a poca velocidad se entiende. El milano no buscaba altura, sino que huía a todo lo que daban sus alas, a escasos metros del suelo, el azor lo trababa arrollándolo, en un trecho muy corto. Una táctica de defensa, que empleaban estas pequeñas águilas, verdaderos basureros vivientes ante el ataque del azor, era regurgitar todo el alimento que llevase en su interior; y a veces, surtía efecto, sobre todo cuando alcanzaba de lleno la cara del pájaro. Así, que normalmente, volábamos milanos con las primeras luces del día, cuando aún se encontraban en ayunas. Algunas garzas, también regurgitaban ante la entrada del azor algo de alimento, pero la acción en sí no producía efecto alguno; pequeños cangrejos y pececillos en su mayoría, que casi nunca manchaban al pájaro, y que no impedían a éste entrar a matar a placer. Muchas y grandes presiones, capturó este azor, y la gran herida, que en un principio se esperaba, y a la que ya nos habíamos inmunizado, olvidándonos por completo, se la ocasionó una pequeña garza. Al entrar a matar, dejó casi media ala colgando en un alambre de espino. En la actualidad, tras una costosa y paciente recuperación. Mariana dedica su tiempo a los entretenidos vuelos de los conejos. Desde su arco mira insistentemente al cielo, y al divisar en la lejanía el vuelo tranquilo de algún gran pájaro, sus ojos desprenden destellos de nostalgia, Nostalgia de marismas. Nació para revivir lances perdidos y oculta entre cienos, castañuelas y aneas. Una ilusión se hizo real.

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EL CARETO

I. El nido. La mañana es muy fría. El sol con amena pelea va ganado terreno a las sombras del monte. En el dormidero de chopos se sienten las risas de las urracas; las abejas con su zumbido incesante no paran de acariciar flores, y por lodos los rincones se adivinan los lloriqueos pegajosos de las jaras. ¡Ha amanecido, y todo un nuevo mundo cobra vida! El mirlo canta enamorado, la liebre recién encamada, recuerda en sueños su nocturno encuentro con la raposa, los saltos, los quiebros, y cómo una nube le salvó la vida tapándole la cara a la luna. El cárabo se estira pegado a un tronco, abre un ojo y mira intranquilo las peripecias que realiza un herrerillo en su incesante desbrozar yemas. Sabe que si es descubierto, todo el bosque volará a su encuentro y le pedirá cuentas de sus correrías la pasada noche, pero una vez más su bonito traje del mismo color que la corteza del árbol, hace que el pajarillo salte indiferente de rama en rama, sin darse cuenta de su presencia. Todo es vida; el crujir del eucalipto y el cascabelear del agua en los regajos, son los buenos días del monte a la mañana. Todo es bullicio y entre toda esta algarabía de sonidos, sin que se note su presencia, una sombra cruza el bosque a muy poca altura; casi no se distinguen sus formas entre los claroscuros del monte, atraviesa un repecho, y al pasar bajo un trozo del pinar despejado de ramas acelera su vuelo; un impulso invisible lo proyecta hacia el azul del cielo, ejecuta un giro limpio, perfecto, y se aleja hacia el fondo de la sierra con el carpintero que acaba de capturar entre las manos. El drama ha durado escasos segundos y por unos momentos, se hace el silencio. Con esta, son varias las veces que el viejo cazador visita esta parte del bosque tan poco frecuentada por él, y esto, para todos los seres que lo habitan, sólo puede significar una cosa: que la vida ha surgido de nuevo en el abandonado nido de azores. El tamborilear de un picapinos en un madero es la señal que hace que de nuevo vibre el monte, y es a la vez el envío de un mensaje que lleva grabado un reto, reto que comienza con el alba y puede acabar en cualquier momento del día, un desafío en el que sólo los más fuertes y los más astutos saldrán adelante.

II. Nacimiento. “La luz del alba se refleja en las gotas de roció, los destellos que despiden entretienen a mi hermano pequeño, siento ruidos, miles de sonidos y mi curiosidad es tan grande que me arrastro hacia el borde del nido; después de no sé cuánto tiempo nuestra madre nos ha dejado por primera vez solos y por unos instantes siento miedo, me sigo arrastrando despacio por entre las suaves hojas que cubren lo que hasta el momento es mi mundo, pero no logro ver nada; el borde me atrae pero a la vez me produce un pánico atroz, tengo hambre y al mirar hacia arriba me encuentro con los bonitos ojos de mi progenitora que me mira curiosa por mi hazaña. - 168 -

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Empieza a desgarrar no sé el qué, y mientras la miro fascinado, mi hermano que se ha despertado de su sueño, comienza a dar gritos lastimosos pidiendo comida. El rojo color de la carne despierta el apetito y me uno con mis gritos a las demandas de mi hermano; me pisa, me empuja, como puedo lo echo hacia un lado y logro hacerme con un bocado, con otro más y con otro. Comí hasta saciarme; cuando mi madre de un salto en la repisa desaparece, nos callamos, nos miramos y nos acurrucamos juntos, asombrados de nuestra temeridad, de nuestros gritos. Inmóvil, sintiendo el contacto de mi hermano en mi costado me duermo y cuando despierto, siento el calor agradable de esas plumas tan conocidas por mí, que me cubren con ternura. Presiento que tiene que existir algo más que esta monótona y ruidosa forma de vivir. Entre miles de sonidos llega el atardecer y las sombras de la noche van avanzando hasta cubrir del todo nuestro nido, me revuelvo inquieto debajo de mi madre, cambio de postura, me estiro y me quedo dormido.

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III. El Primer vuelo. La brisa acaricia mis plumas cuando me coloco de lado. El viento las levanta y las peina. Mi hermano une mira tranquilo desde la rama donde se encuentra posado. La mayor parte del día la pasamos curioseando hasta donde alcanza nuestra vista. En el interior del fresno que se encuentra frente al pino donde está nuestro nido, vive un lirón careto, es impertinente, y hay veces que se pasea incluso cuando nuestra madre está presente. La brisa fresca que corre este atardecer es incitante. Muevo con fuerza las alas y el deseo de saltar es mucho mayor que el miedo que tengo. Lo hago hacia delante, alcanzo una rama, resbalo y voy a parara otra un poco más hacia la derecha, la sensación ha sido maravillosa. Desde mi nuevo observatorio diviso muy bien el arroyo; el agua corre entre las piedras llenas de limo, y por fin puedo relacionar sonidos que durante tantos días han martilleado mis oídos. Veo perfectamente cómo la vieja rama de un pino roza la corteza de otro produciendo ese familiar ruido que tantas veces he sentido los días que corría brisa; veo a un bonito pájaro de colores muy bellos, él ala manchada de blanco y me sorprende descubrir al ejecutor de los armónicos cantos que me distraían tanto durante los sesteos tranquilos del mediodía. Un ser enorme entra en escena, si ligero me pareció el corto recorrido de mi salto a la rama, como la luz de rápido, diría yo, que es el retorno al nido. Me asomo despacio y lo observo; el andar es majestuoso, los ojos negros y muy grandes me han mirado, y en ellos he visto sabiduría. A su regreso, mi madre me explicaría que se trataba de una cierva y que para nosotros no presentaba ninguna clase de amenaza. Admiro a mi hermano, valiente, decidido y muy listo. El paso de la cierva no le ha producido ningún efecto, eso al menos me ha parecido a mí; cansado me tiendo y juego con las blancas pelusas de plumón. La noche tranquila cubre el pinar, las estrellas brillan, y me distraigo contemplándolas; el tiempo pasa rápido y madre dice que la vida es corta. Mañana voy a volar al fresno, voy a ser tan valiente como mi hermano... De mi soñar despierto me saca un ruido; es el astuto lirón que baja por el tronco del viejo árbol; un lucero me guiña un ojos me aplasto y como tantas y tantas noches espero que el sueño se apodere de mí, y me atrapa volando, volando.... hoy ha sido un gran día.

IV. Independencia. Tengo hambre, a mi hermano no lo veo desde hace varios días, y a mi madre la vi esta mañana, volé a su lado y el brillo que había en sus ojos, me asustó. Me asustó tanto que me aparté de ella y volé hacia el fondo del bosque. Hace dos días que no como y el hambre me corroe las entrañas. Solo, recostado en la rama de un espeso pino, espero, un líquido pegajoso me ha manchado una mano, pero sigo esperando, el tiempo parece que se ha parado; siento un ruido abajo en el suelo; es una de esas chillonas mirlas, que viene saltando hacia mí. He visto varias veces a madre atraparlas y sé que si no dejo que se acerque lo bastante, no lograré hacerme con ella, pero el hambre que tengo me nubla la razón.

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Salto con fuerza hacia adelante, la sigo y penetro detrás de ella en una zarza, donde el maldito demonio negro se me escurre de las manos; siento su risa, y su risa de triunfo significa para mí, hambre.

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Vuelo y me dirijo al nido abandonado; posado en una rama cerca de él, me parece escuchar los gritos de mi padre en el viejo fresno, y puedo ver a mi madre recogiendo la presa que el viejo había abandonado en una de las ramas del árbol. La nostalgia da paso a la desesperación. Un ruido atrae mi mirada hacia la base del fresno; es el astuto lirón, no lo dudo y como una flecha me lanzo hacia abajo. Me esquiva y de un salto se cuela en una ranura que tiene la madera. Estiro el cuello, salto alrededor del tronco pero es inútil. Me lo imagino tranquilo dentro de la hueca, con su negro antifaz y su bonita cola esperando que las últimas luces se apaguen para realizar sus correrías, y así, pensando, me coge la noche. Hoy es el amanecer más triste que he conocido en mi vida, el primer intento caza lo realizo entre dos luces, pero me fallan las fuerzas y el arrendajo se va. Al mediodía un grupo de urracas me descubren y las muy descaradas saltan a mi alrededor insultándome; nuevo intento, nuevo fallo y más insultos. Doy un vuelo largo y logro despistarlas; he llegado en mi huida hasta el borde de una solana. En el extremo opuesto, una elegante perdiz se solea y toma tierra; su pico rojo-sangre, desmenuza brotes tiernos de yerbas y corre en loca carrera tras los saltamontes. Si hubiese tenido paciencia quizás hubiese logrado hacerme con ella; si hubiese esperado un poco, quizás hubiese descubierto dónde dormitaban sus perdigones, pero de nuevo el hambre me juega una mala pasada, cuando me hallo a dos o tres metros de la pájara, esta me descubre, siento el viento de sus alas en mi cara y el picho, picho…que lanza al aire al arrancar la ventaja que me saca, acaban por terminar con la poca moral que me queda. Al caer la tarde retorno al nido. Un frío helado invade mi cuerpo, me encuentro mal, quizás no llegue a mañana, la tarde me parece más gris que nunca y el bosque parece que solo me alberga a mi, ni un sonido, ni un soplo de vida. De pronto, un sonido muy familiar hace que vuelva la cabeza: enfrente de mi nido, el careto escarba el suelo, y en vez de saltar hacia él como loco, pienso: Sé que su huída será hacia el fresno, hacia el viejo árbol del que conoce todas las rendijas y secretos, y sé que mis fallos han sido todos a causa de mi poca paciencia, así, que espero; el careto está confiado, no me ha descubierto, se esta arreglando su cola, agacha la cabeza y ese es el momento en que con las pocas fuerzas que me quedan, salto hacia él, mi dirección el fresno, un quiebro, doy una vuelta, y caigo mal, y sin saber como, me encuentro con el bicho entre las manos: ¡Chilla! ¡me muerde!, pero ya es tarde amigo lirón, ya es tarde. El sabor de la carne, la sangre que corre por mi pico, el sabor de la victoria, ¡voy a vivir!, mañana buscaré un monte nuevo, llegaré volando a las nubes, he conseguido mi primera presa y he adquirido el arma que dará en adelante todos los triunfos: la experiencia. Careto, perdóname.

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CETREROS DE LA TIERRA BAJA

Pocarropa.

“DONDE EL OLOR DE LA MARISMA Y LA SAL SE MEZCLAN EN DISCORDANTE CONVINACIÓN CON EL AROME DEL ROMERO, LA FLOR DEL EUCALIPTO Y DEL PINO. DONDE EL POLVO DE LOS CAMINOS, ELSUDOR DEL LABRADOR Y ELÑ CALOR DEL MEDIODIA SE TRASFORMAN EN PRIMAVERA, EN PERFUMES DE FLORES, AROMAS DE PERALES, MELOCOTÓN Y FRESA. ALLÍ DONDE LA JARA SE CONVIERTE EN RETAMA, Y LA TIERRA ROJA DE ARCILLA SE HACE DUNA, SURGE BLANCO DE CAL, PALOS DE LA FRONTERA”.

Estos campos de Palos tienen una dueña muy hermosa, una pájara de nombre “Pocarropa”, y ella tiene un amigo. Ramón Chacón no necesita presentación es un cetrero en el más amplio sentido de la palabra. Está lleno de amor a la naturaleza y ese sentimiento lo vue1ca en sus pájaros. Pocarropa era luz en los ojos, colorido en la pluma y agilidad en el cuerpo. Cansada de mudar no había perdido aún las ganas de volar y de vivir. La maravillosa pájara era para su dueño mucho más que un azor con el que cazar, era parte de su vida, de su persona, de él. En un volar fuerte y rasante, Pocarropa emprendió el vuelo, un vuelo corto pero el más difícil de su vida. En el recuerdo de todos los que la conocieron pervivirá siempre la figura majestuosa e inmensa de este azor. El eco de su voz perdurará por siempre en el paisaje, porque Pocarropa fue una vez dueña absoluta de los campos de Palos.

Pequeñas cosas, gigantes. En el bonito pueblo de Paterna, rondando la sierra de Huelva, vive. Miguel López. Miguel es sencillo, abierto. Su pasión, como la de todos nosotros es la cetrería, tiene muchas y grandes cualidades. Su pájaro, una preciosa prima de azor, lo mira, le habla, lo escucha y Miguel se ríe. Todo lo que Miguel sabe sobre su pájara, ella lo sabe de él. Cazando se adivinan el pensamiento. Un día de caza con Miguel esta lleno de pequeñas sorpresas, de gritos, de carreras, de cosas simples y sencillas, de pequeñas cosas que sólo dos gigantes como Miguel y su azor en pequeños ratos, pueden proporcionar a los amigos que lo visitan. - 174 -

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Bernardo, Jesús; Jesús y Bernardo. El alma del cetrero castellano está presente en Andalucía en los nombres de dos personas: Jesús Brizuela y Bernardo Cilleruelo. Dos vallisoletanos s que desprenden sencillez, sabiduría y anécdotas. Dos profesionales que convierten la afición en magia, pero ante todo dos personas repletas de humanidad. Son parte de la historia de la cetrería, asentados en el sur de Andalucía han hecho posible que los cetreros de la Bética tengan ante todo conciencia y comprendan que la necesidad de unión es imprescindible para sobrevivir. En la base aérea de Morón, junto a Jesús nos encontramos con una persona que ha absorbido todo el saber y la experiencia de este hombre, está empapado de cetrería, de buena cetrería. Rafael es la sombra de Jesús y viceversa. Tiene al mejor de los maestros, con eso está todo dicho. Bernardo, retirado momentáneamente de la caza, intenta cada primavera con sus halcones esa compleja y difícil experiencia de la cría en cautividad La presencia de ambos en nuestra región ha hecho posible el resurgir de un arte que ya era leyenda.

A pulso. Para Juan Orta, el único tema de su vida son sus pájaros. Ha surgido de la nada: todos los conocimientos que posee sobre cetrería los ha logrado a base de experiencias. El campo ha sido el libro de donde ha tomado apuntes y sus halcones han sido los maestros que han guiado todos los días de su vida. En la marisma o en su casa el verlo trabajar se convierte en un espectáculo. El lo hace todo, caperuzas, guantes, bolsas; no existen obstáculos a la hora de hacer algo, posee ese espíritu innato de creación que muy pocas personas tienen. Las caperuzas de Juan son parte de otro tiempo, de otra época. La primera vez que vi una de ellas, me quedé sorprendido, un poco abultada de los lados, de una sola pieza, con un adorno muy corto y perfectamente cosidas a mano, a primera vista resultaba falta de estética, idea falsa por completo, ya que a medida que la observas se da uno cuerna de la belleza y la práctica que encierran estos capirotes. Para Juan, la creación de un capuchón surge como una necesidad práctica de manejabilidad, resistencia, sencillez y de bienestar para el halcón; toques simples pero que sólo algunas personas, entregadas de porvida a este arte, pueden conseguir. Pero donde este hombre se ha vo1cado, donde ha derrochado todo su espíritu creativo, ha sido en sus cascabeles; él realiza el diseño y los hace, en ellos poco a poco ha ido introduciendo pequeñas innovaciones. La relación de peso, sonoridad, estética y afinado son pequeños problemas que va superando día a día. Las caperuzas de Juan son parte de otro tiempo, de otra época. La primera vez que vi una de ellas, me quedé sorprendido, un poco abultada de los lados, de una sola pieza, con un adorno muy corto y perfectamente cosidas a mano, a primera vista resultaba falta de estética, idea falsa por completo, ya que a medida que la observas se da uno cuerna de la belleza y la práctica que encierran estos capirotes.

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Para Juan, la creación de un capuchón surge como una necesidad práctica de manejabilidad, resistencia, sencillez y de bienestar para el halcón; toques simples pero que sólo algunas personas, entregadas de porvida a este arte, pueden conseguir. Pero donde este hombre se ha vo1cado, donde ha derrochado todo su espíritu creativo, ha sido en sus cascabeles; él realiza el diseño y los hace, en ellos poco a poco ha ido introduciendo pequeñas innovaciones. La relación de peso, sonoridad, estética y afinado son pequeños problemas que va superando día a día Gracias a la colaboración de muchos amigos de algunos amigos, se ha hecho con cascabeles importados de muchos puntos de Europa y puedo afirmar, dejando a un lado los sentimientos de simpatía y amistad que me unen a este hombre, que los suyos son superiores a todos los que hasta el momento se han comparado. Los que le conocemos, valoramos su trabajo, sus cualidades; expresivo al máximo, sencillo, dispuesto a realizar cualquier cosa en cualquier momento y en cualquier lugar. Es un cetrero de por siempre, constante, de por vida. Juan se ha hecho solo, sin ayudas, posee mi admiración y respeto, porque todo lo que tiene, lo ha logrado solo, lo ha logrado a pulso.

Dedicatoria Con pronunciar tu nombre sobra y basta, no obstante en la sencillez de mi persona quiero dedicarte unas palabras. Maestro, con tu marcha dejaste un vacío irrellenable, y España entera lloró tu viaje. Padre de la cetrería, te imagino corriendo entre páramos de firmamento, saltando surcos de nubes, abriéndote paso entre un monte de estrellas. Te veo, en enorme cuerda con Don Juan Manuel, con Federico de Prusia y con todos los grandes maestros del Arte; sobre vuestras cabezas, compitiendo en luz con los amaneceres, vuelan tus halcones. ¡Tú!, con tus mensajes llenos de amor, con la realización de una labor que fue una vida, hiciste que admirasen y reconociesen el valor que encierra el respeto a la naturaleza en todos los rincones de la tierra, con tus palabras hiciste posible un mundo mejor. Tus semillas germinan, dan fruto, y a lo largo de infinitas generaciones seguirán fructificando, porque a mi entender pienso: que Dios creó al azor, y tú, Félix, lograste hacerlo eterno a los ojos del Mundo.

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VOCABULARIO A ACUCHILLAR.- Acción de golpear, merced al tremendo impulso que logran en los picados ciertas aves de presa. AFEITADO.- Amansamiento y educación de un ave de cetrería. ALCAHAZ.- Jaula; caja donde se metían a los pájaros para transportarlos de un lugar a otro. ALCÁNDARA.- Vara de madera recubierta de una tela suave que sirve de posadero a las aves de caza. Solía tener aproximadamente un m. En la antigüedad se distinguían dos tipos: La que se usaba en invierno solía hacerse de palo de alcornoque. “Rebanada la corteza por encima, de manera que cortes lo áspero della y quede alguna parte lisa, sin llegar a la madera. Porque, deste arte, terna caliente y mejor y más blando asiento tu ave: y no tenga grietas el alcándara, donde se le meta la uña y se le quede allí y arranque al debatirse: pero desque que venga el verano, bien será que lo mudes a otras varas que no sean de madera tan caliente; y ponerle has en ellas, en todo tiempo, sus lienzos de vitre o cañamazo, o estopa, del largo y ancho que te paresciere, porque topando en él se vuelven más ligeramente y sin pena al alcándara”. ALFAÑEQUE.- (Falco biarmicus erlangeri). Halcón lanario, propio del norte de África, de colores muy claros. Del árabe AL-Fanek, que significa comadreja. Dozy dice, que se llamó así, porque con él se cazaban el Fane-q, especie de gato montés. Covarrubias lo relaciona con la etimología hebrea Hanac. AGUAR.- Acción de defensa que realizan los ánades y en general todas las aves acuáticas, de tirarse al agua ante el ataque de la rapaz. ALTANERJA.- Vuelo alto: Modalidad de caza consistente en enseñar al halcón a situarse a 100-200 m. por encima del cetrero, para abatirse en picado sobre la presa que se levante. AMAGAR.- Esconderse, agacharse, aplastarse. ARANIEGO.- Nombre que se les daban a aquellos azores que se atrapaban mediante redes especiales muy finas, que se denominaban “Araños”. ARCO.- Posadero bajo para el jardín, adaptado a las necesidades del azor. AVES DE ECTRERÍA.- Se conocen como tales todos aquellos pájaros que por poseer unas cualidades específicas, son los idóneos para practicar este deporte. Se dividen en grupos: de vuelo alto y de bajo vuelo. En el primer grupo entran todos los halcones, desde el modesto cernícalo hasta el impresionante gerifalte, y en el

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segundo grupo, están agrupadas las grandes águilas, reales, perdiceras.... y el azor y el gavilán, aves de bajo vuelo por excelencia.

B BAHARI.- (Falco peregrinus brookei) Del árabe Bahara, con la doble significación de «marinero» y «del norte», propio de la península Ibérica. BAJAR.- (A un ave). Adelgazar. BARRILETE.- (Uca tangeri). Cangrejo que hace agujeros en el limo, y cuyas pinzas llamadas bocas, son comestibles. BANDA.- Orilla de un río. BORDÓN.- De los cascabeles, el que produce el sonido más grave. BORNI.- (Falco biarmicus feldeggii) Halcón lanario, propio de Italia y de algunos países orientales. Yrby, cita parejas de bornis criando en los pinares del Coto del Rey en la reserva de Doñana. Célebres en la Edad Media fueron los Entrecelis, halcones originarios de cruces entre tagarotes y alfaneques y de tagarotes con bornis. BOTON.- Tope de la lonja, que evita se salga del tornillo. CAÑIVETE.- Cuchillo, bisturí. CAÑÓN.- Extremo limpio de la pluma, que va inserta en el ave. CAPERUZA.- Capirote, capuchón de cuero adornado en su parte superior, que cubre la cabeza del ave y la priva de visión. CASA DEL PALO.- En la costa de Huelva, al este de la Antilla. CEBAR.- Dar de comer a los pájaros. CELO,- «Periodo de tiempo» durante el cual manifiestan las rapaces, mediante las paradas nupciales, el amor. CERRADERO.- Juego de correas en las caperuzas que la fija al cuello del ave. CLAVO.- Dolencia típica de las falcónidas, que se produce en las palmas de la mano y que se manifiestan en forma de gránulos oscuros. COCAS.- Embarcaciones, naves. COBERTORAS.- Plumas menudas que recubren el cuerpo de las aves. COLOR GIRO.- Blanco negro, predominando el oscuro.

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COLLERA.- Pareja, macho y hembra. CORTESIA.- Halago que se le hace al ave. Cuando realiza una captura y se quiere seguir cazando. COSTAÑER.- Ladera. CUCHÍLLO.- Las seis grandes plumas del ala que siguen a la tijera. CHORLITEJO.- (Charadrius alexandrinus). Ave limícola.

D DESAHINAR.- Quitar la grasa o saín al pájaro que se adiestra. DESCAÑADO.- Período de tiempo durante el desarrollo del pollo en el que crecen las plumas. DESNIDE.- Acción de coger un pollo del nido. DESPLUMADERO.- Restos, Lugar donde pela y come una rapaz.

E

EGRAGROPILA.- Pelota de huesos y plumas que las rapaces después de la digestión, regurgitan. EMBARRAR.- Acción que realizan algunas aves de esconderse, merced a su mimetismo, cuando se ven perseguidas por un ave de cetrería. ENTREMUDADO.- A medio mudar. (Que tiene las dos plumas, de pollo y de adulto). EMPUESTÁ.- Lance que se realiza sobre una pieza desde lejos, a distancia. ESCAPE.- Presa precapturada que sirve para la introducción en la caza de un ave de cetrería. ESMEREJÓN.- (Falco columbarius). Vive en Noruega, Islandia e Islas Ferbe. Cría en el suelo. Juan Arias de Ávila Puertocarrero, Conde de Punonrostro dice: Digo senor que en nuestra lengua tenernos un vocablo que es esmerado, que nace del verbo esmerar que quiere decir hacer gran diligencia para acabar una cosa muy bien acabada con gran perfección; y así el que la hace por significar la gran diligencia que pone, dice esmérome en hacer esto, o heme esmerado: y si alguno le manda hacer a un grande maestro dízele, que se esmere en ella, y de aquí nace como digo este vocablo esmerado.

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El esmerejón es tan velocísimo en el vuelo y tan animoso que parece haber llegado al punto de lo esmerado en volar que es lo último y así dice el vulgo “Vuela como un esmerejón”. ESPURGABUEYES.- (Bubulcus ibis o Ardeola ibis). Pequeña garza de color blanco, propia de las marismas y en general típicas en todas las tierras de labor. ESTROPAJO.- Manojo de plumas blancas que tienen tos azores debajo de la cola.

G GENTIL.- Se denominan “gentiles” a aquellos pollos de azores o halcones que han abandonado el territorio paterno. GERIFALTE.- (Falco rustícolus). Halcón de hermosa silueta poderosa y robusta; el plumaje de los especimenes varía desde el blanco puro hasta el negro, pasando por todas las tonalidades de colores. Propios de Islandia. Noruega y Groenlandia. GRITA.- Grito; voz que da el cetrero en el momento de lanzar, o cuando se realiza el picado para avisar y animar a su pájaro.

H HERIDA.- Lugar con cierto monte o follaje, o simplemente el sitio donde el azor o el halcón, aguarda la llegada de su maestro, para que le saque la pieza que en la huida, se ha amagado escondiéndose a su vista. “El paraje donde se abate la caza de volatería perseguida por algún ave de rapiña” (Roque Barcia).

I INJERTO.- Arreglo que mediante agujas se realiza en una pluma rota. INVERNANTES.- Aves de paso que llegan a España con la llegada de los fríos. LANCE.- Cada una de las veces que el halcón o el azor sale tras una pieza. LIAR.- Envolver con las manos a una presa: momento en que la rapaz arrastra en rápida pasada a su víctima. LONJA.- Correa de cuero que pasando por el tornillo de las pihuelas, asegura al ave en su arco o banco. LUA.- Guante de la mano izquierda, usado en cetrería.

LL

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LLAVES.- En cetrería se le da el nombre de llaves a las uñas más desarrolladas del primero y cuarto dedo de las manos de las rapaces. LLEVAR EN MANO.- Arrastrar. Trasportar la pieza capturada, fuera del alcance del cetrero. M MANO.- Nombre que se da en cetrería a la garra. MILANO.- (Milvus migrans). Pequeña águila velera de hábitos gregarios, corriente en lagunas, marismas, ríos y lugares habitados. Es muy frecuente observarlas en las carreteras al acecho de piezas muertas, atropelladas por vehículos. MUDA.- Periodo en el que se produce la caída de la pluma: habitáculo donde se introduce al azor o al halcón, para que realice el cambio de pluma; nombre que en cetrería se le da al nido de las rapaces. MUESTRA.- Parada; inmovilidad estática que se produce en determinadas razas de perros, cuando perciben mediante el olfato a una pieza oculta.

N NEBLI.-(Falco peregrinus calidus). Halcón peregrino invernante en España, de fina bigotera y colores muy claros, procedente del norte de Europa. “Llaman en Castilla Neblis porque los primeros fueron tomados en Niebla.”

NEGRA.- Bandas negras trasversales que presentan los azores en la cola. NIEGO.- Nombre que reciben en cetrería los pájaros cogidos del nido. PASAJERO.- Pájaro capturado a partir de Septiembre y que no tiene ninguna muda. PATERA.- Barca pequeña de fondo plano. PEDROCHE.- Sierra de la provincia de Córdoba. PICAZA.- (Pica pica) Urraca: Córvido pequeño de colores blanco y negro. PIHUELAS.- Correillas de cuero, que llevan las aves de cetrería en los tarsos y que sirven para su porte, manejo y para su sujeción al banco o la alcándara. PIÑONES.- (Chic Chic). Sonido característico que producen algunas rapaces. PLACEO.- Acción de amansar a un ave de cetrería en un lugar concurrido; bar, café, plaza pública... etc.

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PLUMON.- Lanilla; pluma suave de color blancuzca, que recubre a los pollos de las rapaces cuando nacen. POLLO.- Nombre con que se designa a un ave de cetrería, hasta que realiza la primera muda. POSADERO.- Sitio escogido por la rapaz en el campo, donde pasa descansando o cazando la mayor parte del día. PRESION.- Aves antinaturales por su tamaño y hábitat, para ser cazadas con éxito por las aves rapaces sin la ayuda del hombre. PRIMA.- Nombre que se da en cetrería a la hembra de las rapaces.

R RALEA.- Presa rápida, ágil, de fácil quiebro, que lleva al halcón lejos; pieza que no se caza en cetrería. RAMERO.- Cuando los pollos abandonas el nido y saltan por el bosque de rama en rama. REMERAS.- Plumas largas de las alas del ave. Pájaro que mueve las alas muy rápido en e aire, como si remase. ROCINAS.- Comarca de la provincia de Huelva; actual coto de Doñana. ROEDERO.- Hueso con poca carne que entretiene al ave de cetrería.

S SACRE.- (Falco cherrug). Del árabe Caqr. Difiere del gerifalte, en que tiene rubio el plumaje y que por mucho que mude, siempre presenta la misma pluma. Dice Juan de Sahagún: « Los primeros halcones se hallaron en el monte Gelboe, y de allí se transmontaron a otras partes y la diferencia de ellos se causó en esta forma: Que el halcón negro, baharí torçuelo, se murió y quedó la prima sola, y en el mes de março, cuando fue el amor se juntó con un ave que llaman basadus, y hizo hijos ella, los quales sacaron plumas blancas, y que estos son los Girifaltes, y que otro año el mesmo tiempo, se juntó con otra ave llamada albaristo y que destos salieron los sacres». SAIN.- Grasa, gordura. SEÑUELO.- Armadillo de paja, forrado de pluma que se voltea para atraer sobre él la codicia del halcón o del azor. SUBIR DE PESO.- Engordar.

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T

TAGAROTE.- (Falco peregrinoides). Halcón natural del norte de África, Dice Juan Valles: “Toman el nombre de unas montañas que están sobre una ribera que se llama Tagaros Matagaros... y a esta causa, como he dicho, llaman a estos halcones Tagarotes” TEMPLE.- Estado de hambre al que se lleva a un ave de cetrería para que mate en el campo. TERMICA.- Corriente de aire ascendente que se produce por efecto del calor. TIJERA.- La primera larga pluma del ala de un ave de cetrería. TOLLO.- Casamata; puesto de tela, que sirve para observar a diferentes especies en su hábitat salvaje; Hyde. TORNILLO.- Giratorio que va entre las pihuelas y la lonja, que evita el enredo de las primeras. TORZUELO.- Nombre que se da en cetrería al macho de las rapaces. TRABAR.- Coger, asir con las garras. TRAINA.- Escape, pieza precapturada.

V VENTANA.- Fosas nasales. VERDIGONES.- Berberechos, conchas de arenas fangosas.

Z

ZAHAREÑO.- En cetrería, ave que se coge de paso; pasajero. Que se captura salvaje en el campo con trampas. ZANCO.- Parte del miembro de una rapaz que va desde la mano al comienzo del muslo. ZURITA.- Raza de palomas.

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BIBLIOGRAFIA LÓPEZ DE AYALA, PERO: (1386) «Libro de la caza de las aves». Ed. Odres nuevos. 1969. Castilla, Madrid. ZAPATA, LUIS: (1583). «Libro de cetrería». Ed. Manuel Terón Albarrán. 1979, Badajoz. VALLÉS, LUIS: (1556). «Libro de cetrería y montería». (Bibliógrafos sevillanos). 1947. Sevilla. ZÚÑIGA DE SOTOMAYOR, DON FADRIQUE DE: «la caza con azor». Ed. (1953). Imprente Aldus. Madrid. MEDINACELI, DUQUE DE: (1927) «Discurso de las aves rapiña y cetrería». BLASS S.A. tipográfica. ORTUETA, JAVIER DE: (1934). «Notas de caza de aves en Castilla». Madrid DON JUAN MANUEL, PRINCIPE: Siglo XIV. «Libro de caza». Ed. Instituto Antonio Herrera. C.S.I.C. 1947. Barcelona. SAHAGUN, JUAN DE: «Libro de cetrería». Cairel ediciones. ACQUAVIVA, BELISARIO: (1500). «La caza y la cetrería». Ed. Viejos libros de caza. Joyas bibliográficas. Madrid. ORDOZGOITI, J.R.: (1963). «Cetrería». Ed. A. Vasallo. Madrid RODRIGUES DE LA FUENTE, FELIX: (1970). «El arte de cetrería». Ed. Maita. Barcelona

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ÍNDICE PRÓLOGO

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INTRODUCCIÓN

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PRIMERA PARTE

CAPITULO 1: UNA CASTA

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CAPÍTULO 2: CETRERÍA., PROMESA DEL MAÑANA

17

El amor está en el mundo en forma de alas. Especialización del azor en la caza de una determinada especie. Modificaciones que sufre el régimen alimenticio de una collera de azores durante el periodo de cría. Localización de nidos. Desnidamiento. El piar en el azor. El azor y la caperuza. El azor que se le va la mirada. Captura de pasajeros. Zahareño.

17 17

CAPITULO 3. LA LEYENDA DEL BOSQUE

38

Instalación de un tollo.

39

22 24 26 29 30 31 32 35

SEGUNDA PARTE

CAPITULO 4: ARTE POR ARTE: ORIGEN

55

Fuentes de la cetrería.

55

CAPÍTULO 5. INSTALACIONES Y EQUIPOS DE CETRERÍA

77

Azorera o muda.

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Alcándara Arcos. Pihuelas, tornillo y lonja. El morral. Caperuzas. El señuelo y el silbato.

86 87 88 91 91 95

CAPÍTULO 6. ADIESTRAMIENTO

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Adiestramiento o afeitado de un pájaro Vuelos al guante o al señuelo. Introducción a la caza. Introducción del azor en el pelo: caza del conejo Introducción del azor a la pluma: vuelo de la perdiz

98 104 113 114 122

CAPÍTULO 7. DEL PÁJARO QUE SE VA AL PÁJARO QUE SE PIERDE

131

CAPÍTULO 8. ¡ADIOS, GITANO!

137

Gitano. La otra banda. ¡Adiós, Gitano!

137 140 142

CAPÍTULO 9. LA CAZA DE EMPUESTA

145

Empuesta. Alcaraván.

146 147

CAPÍTULO 10. CAZA DE PRESIONES

155

Caza de presiones

156

CAPÍTULO 11. EL CARETO.

168

El nido. Nacimiento. El primer vuelo. Independencia.

168 168 171 171

CAPÍTULO 12. CETREROS DE LA TIERRA BAJA

174

Pocarropa. Pequeñas cosas, gigantes. Bernardo, Jesús: Jesús y Bernardo. A pulso. Dedicatoria.

174 174 175 175 176

VOCABULARIO.

177

BIBLIOGRAFÍA.

184 - 186 -

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