AVH_1936_CorpusChristi

September 7, 2017 | Author: Martin Casarino | Category: Eucharist, Rituals, Religion And Belief
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LITURGIA CATÓLICA

C O RPU S

LA FIESTA QUE NA LAS DUDAS SOBRE LA VEROSIMILITUD DEL MISTERIO EUCARÍSTICO DECIDIERON A LA

MIGUEL SOBRINO RASTREA SUS ORÍGENES Y EXPLICA LA TRANSFORMACIÓN DE LA A FIESTA DEL CORPUS ES

una de las principales celebraciones de L la liturgia católica. Su origen y desarrollo –en el que se entreveran tradiciones cristianas con otras paganas o de origen incierto– supuso una contestación a las dudas y disputas surgidas de forma crónica, desde los orígenes del cristianismo, acerca de la ceremonia eucarística y el llamado misterio de la Transubstanciación. MIGUEL SOBRINO GONZÁLEZ. ESCULTOR Y DIBUJANTE, AUTOR DE CATEDRALES, LA ESFERA DE LOS LIBROS.

Aunque la implantación de la festividad es tardía, quizá pueda atribuirse el origen del culto al Corpus Christi a una carcajada: la que se le escapó a una mujer en el momento en que Gregorio Magno, que fue papa en el siglo VI, consagraba en el altar. La mujer no pudo contener la risa al ver que se denominaba Cuerpo de Cristo al pan que ella misma había horneado por la mañana; el prodigio consiguiente (la aparición del Salvador durante la desde entonces llamada Misa de San Gregorio) sirvió de escarmiento a la burlona y sancionó a ojos de los presentes, y de aquellos que luego divulgaron este episodio, la verosimilitud del misterio eucarístico.

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Pero sucesos como éste, mantenidos por la tradición y por su representación en numerosas obras de arte, no convencieron a todos. Numerosos teólogos dudaron desde la Alta Edad Media de la literalidad de la Transubstanciación, la conversión real de la harina amalgamada con agua en el Cuerpo de Jesús, y defendieron que la comunión era, simplemente, una evocación simbólica del ritual iniciado por Cristo durante la Última Cena. Ante esos reiterados ataques al punto culminante de la liturgia, la Iglesia decidió huir hacia delante, y lo que hasta entonces estaba vedado a los ojos de los fieles (durante la Alta Edad Media, en la nave de los templos se co-

C H RI S TI

C IÓ P O R UNA RI S A IGLESIA EN LA EDAD MEDIA A INSTITUIR UN CULTO QUE RECLAMARA SU CARÁCTER SAGRADO. CONSAGRACIÓN EN UN ACTO PÚBLICO, TRAS ESTAR VEDADA DURANTE SIGLOS A LOS FIELES rrían cortinas que ocultaban el altar en el momento de la consagración) se convirtió en un acto público que buscaba concitar una colectiva y declarada profesión de fe; no en vano, la pieza que lleva incorporada la ampolla o viril en el que se pasea la hostia consagrada, se denomina ostensorio. EL MILAGRO DE BOLSENA. La institu-

ción en el siglo XIII de la festividad del Corpus, en la que intervino como autor del oficio el mismísimo Tomás de Aquino, vino precedida por diversos milagros, como el famoso de Bolsena. Uno de los prodigios eucarísticos que tuvieron lugar en ese siglo es el de los Corpo-

rales, depositados en la capilla de su ad- pecífico dedicado al Cuerpo de Cristo: en territorio hispánico, la primera cevocación en la Colegiata de Darolebración del Corpus ca: unas hostias que, al LAS CLAVES tuvo lugar, en 1322, en ser ocultadas durante Barcelona –sólo once una refriega en la conDE PRIVADO. Durante la Alta años después de que quista de Valencia, deEdad Media, unas cortinas correClemente V dictase, jaron manchas de sandizas ocultaban el altar en el modurante el Concilio de gre en el paño con que mento de la consagración. Vienne, la convenienfueron envueltas para A PÚBLICO. Ante el descreicia de realzar la festiviprotegerlas. Los corpomiento en la Transubstanciación, dad mediante recorrirales darocenses, igual la Iglesia convirtió la ceremonia dos procesionales–, y que otros muchos (los en un acto abierto que concitafue extendiéndose a lo de Aniñón, por ejemra una colectiva muestra de fe. largo del siglo XIV por plo), constatan el inDIFUSIÓN. La primera celebraotras poblaciones de la terés pionero del reición en España fue en Barceloórbita aragonesa antes no de Aragón en la prona, en 1322. Toledo y Sevilla de que, ya en la ➳ moción de un culto esla importaron en el siglo XV. PROCESIÓN DEL CORPUS durante la

Edad Moderna. Entre las figuras que desfilaban, eran especialmente estimadas los gigantes y cabezudos y la Tarasca.

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La celebración no hubiera despertado el entusiasmo de los fieles si no fuera porque se insertaba en una fiesta entretenida que incluía DANZAS DE PASTORES Y CONTIENDAS DE MONOS.

➳ centuria siguiente, arribase a lu-

Aunque la fiesta del Corpus tuviese lugar en un día concreto, los preparativos ocupaban a numerosas personas durante mucho tiempo. En cada población había una comisión, formaUN COFRE PARA EL PAN SAGRADO. El da por autoridades eclesiásticas y ciobjetivo de la fiesta era, pues, mostrar viles y representantes de gremios y coante la colectividad el objeto de la cofradías, que decidían acerEN ORIGEN, LAS PROCESIONES SE LIMITARON A LAS NAVES ca de los itinerarios, los atuendos, la confección, diDE LOS TEMPLOS. PRONTO SE AMPLIARON AL EXTERIOR DE seño y reparación de adorLAS IGLESIAS Y LUGARES SIMBÓLICOS DE LA CIUDAD nos y tramoyas, la contratación de danzantes y de munión, reclamando así el consenso diversos modelos de custodia, aunque compañías de comediantes... Llegado el día, se avisaba antes del acerca de su carácter sagrado; para ello, el que habría de lograr mayor éxito sehabía que definir los ámbitos por los ría aquel que reproduce, idealizán- amanecer a la población con toques de que debía transcurrir la procesión y dola, la arquitectura de una torre cala- campana y fuegos de artificio. Por la mael elemento que habría de servir para da, que cobija y subraya al ostensorio y ñana se celebraba una misa, y después mostrarla ante la multitud. Al princi- que a su vez permite exhibir, a través tenía lugar la procesión por los alrededopio, esas procesiones se limitaron a los de su ligera configuración, el pan sa- res del templo y por las calles y plazas según el recorrido decidido por la comilugares habituales (las naves de los cramentado.

gares donde cobraría un inmenso auge, como Toledo o Sevilla.

templos y las galerías de los claustros), aunque muy pronto comenzaron a rodear exteriormente las iglesias para prolongarse al fin por los lugares más representativos del espacio urbano. En cuanto al objeto destinado a cobijar y exaltar el ostensorio, se propusieron

LAS CATEDRALES DE LA ORFEBRERÍA Las custodias procesionales son a la orfebrería lo que las catedrales a la arquitectura: las piezas donde se desarrolla determinado arte con mayor riqueza, tamaño y exhibición de recursos. El valor material de las custodias, realizadas generalmente en plata dorada acompañada de perlas y piedras preciosas, atrajo muy pronto la atención de los amigos de lo ajeno: la de Barcelona, una de las más antiguas, fue robada al poco de labrarse, aunque pronto se pudo recuperar. Existen custodias en iglesias

monásticas o parroquiales, pero las más ambiciosas y monumentales pertenecen a las sedes catedralicias. Una familia de orfebres, los Arfe, está ligada a muchas de esas creaciones: el primero de la saga, el alemán Enrique de Arfe, dedicó nueve años a crear la de Toledo, tras el prestigio ganado con las de Córdoba y Sahagún; su hijo Antonio es el autor de la de la catedral compostelana, mientras Juan de Arfe, nieto de Enrique, no sólo creó la custodia sevillana, sino que cobró fama como teórico y

autor de tratados. En la Catedral de Sevilla se conserva, como caso único de algo que conocemos por la documentación, el modelo de madera que Juan mostró al cabildo: una prueba más de que la ejecución de una custodia era concebida en términos parecidos a los de una pieza de arquitectura real. La custodia, culminación plástica y religiosa (por su continente y, sobre todo, por su contenido) de la festividad del Corpus, iba acompañada en las procesiones por hachones, pen-

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dones e instrumentos musicales (tambores, órganos portátiles) y contribuía ella misma al trasfondo musical con multitud de campanillas. A veces se transportaba en andas o, como en Segovia, a lomos de un aparatoso carruaje. Una curiosa aportación cientificista del Siglo de las Luces fue el artilugio concebido en el setecientos para la custodia toledana, que de ese modo dejó de oscilar peligrosamente al ser transportada por las accidentadas calles de la ciudad del Tajo. ■

Los preparativos ocupaban durante meses a una comisión formada por ECLESIÁSTICOS, CIVILES, GREMIOS Y COFRADÍAS. Llegado el día, se avisaba a la población antes del amanecer.

sión. Esa procesión, acabada la cual la custodia era devuelta a la iglesia, constituía la parte más llamativa de la fiesta: en ella había una nutrida presencia eclesial, aunque lo que la singularizaba era la participación de representantes de todos los poderes y estamentos, desde los gremios de los diversos oficios mecánicos hasta las autoridades municipales y, si se daba la ocasión, los miembros de la Familia Real. Diversos emblemas y pendones, además del atuendo, identificaban a los sastres, los zapateros, tintoreros, armeros, tejedores, herreros, hortelanos, panaderos... Para engalanar las calles, los vecinos colgaban de ventanas y balcones sus tejidos más preciados, mientras el templo desempolvaba sus colecciones de tapices para convertirlos por un día, pendientes de argollas sobre las paredes externas de la iglesia, en partícipes del ornato urbano. Antes de la procesión se habían limpiado las calles, regándolas con plantas aromáticas que despedían su perfume al ser pisoteadas por los participantes. Esta ambientación podía ser de gran necesidad: en Toledo, el cabildo catedralicio intentó repetidamente, sin éxito, que la procesión evitase pasar junto al maloliente establecimiento de las carnicerías. En la popularización del Corpus –una festividad discutida por los protestantes y refrendada por Roma tras el Concilio de Trento, que potenció todas las expresiones públicas de fe– influyó su cla-

ro componente civil. La celebración iba mucho más allá de la publicidad de un dogma, algo que no hubiese despertado el entusiasmo de los fieles si no fuese porque estaba inserto en una fiesta entretenida. Entre las figuras que desfilaban eran especialmente estimados los

gigantes y cabezudos, que asombraban por su tamaño o estimulaban los juegos y persecuciones de los más pequeños. La simbología de estas efigies es dudosa: lo más probable es que se debieran, como la Tarasca que los acompañaba, al perenne gusto por lo maravilloso, lo extraordinario, lo que por su aspecto o escala escapa a los baremos de la normalidad; decir que los gigantes del Corpus representan a los pueblos que reconocen a Cristo es un intento, tan voluntarioso como fallido, de explicar tradiciones lejanas y de significado ambiguo. Lo que sí está demostrado es que los atuendos de esas figuras servían a veces, como en un estrafalario desfile de prêt-à-porter, para adelantar la moda, un eco de lo cual aún puede verse en la dama elegante, vestida a la manera contemporánea, que desfiló hace un siglo en las procesiones valencianas. ¡QUE VIENE LA TARASCA! Entre

esas figuras llamativas y extravagantes, la estrella era la Tarasca, un dragón que echaba humo por las fosas nasales y arrebataba el sombrero a los regocijados asistentes. Hay también referencias de danzas de pastores (o sea, de bailarines caracterizados como tales) y de escenas muCUSTODIA cho menos conPROCESIONAL de la Catedral de ve n c i o n a l e s , Toledo, obra como danzas de realizada por el platero Enrique moros, carros tide Arfe entre rados por ➳ 1517 y 1524. LA AVENTURA DE LA

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Se propusieron diversos modelos de custodia destinados a cobijar el ostensorio. El que logró mayor éxito fue aquel que reproducía, idealizándola, la ARQUITECTURA DE UNA TORRE CALADA.

EL CORPUS CONTEMPORÁNEO Las transformaciones socioculturales de España en las últimas décadas han repercutido sobre los rituales festivos. El Jueves de Oro que representaba físicamente los poderes divinos (simbolizados en la Sagrada Forma de aspecto solar) y terrestres (tanto eclesiásticos como civiles), así como la cohesión de la comunidad o cuerpo social, a pesar de los esfuerzos de la Iglesia cesó de ser fiesta nacional en los noventa, trasladándose su celebración al domingo posterior, salvo en Granada, Sevilla, Toledo y algunos pueblos. La Constitución de 1978 instauró un Estado aconfesional, siendo adaptado tibiamente el franquista Reglamento de Actos y Honores Militares, con una reciente revisión el 20 de mayo de 2010 que suprimía las honras a signos religiosos y la interpretación del himno nacional por bandas militares en actos litúrgicos. Días después se celebraba el Corpus, y en Toledo, sede del cardenal primado y de la procesión eucarística más solemne, quienes invocaban la tradición protestaron por no permitirse a los cadetes desenvainar los sables que sustituían sus fusiles, pasear la bandera nacional ni tocar el himno a la custodia. Para abordar esta polémica sobre la intervención de la tropa en las procesiones del Corpus, tengamos en cuenta que la comitiva procesional se organiza respetando un estricto orden proto-

colario, semejante al del tiempo de Blanco White, quien en 1822 resaltaba su carácter triunfal, “y un cierto resabio del celo amargo y atemorizador que todavía subsiste disfrazado bajo la devo-

ción ardiente e ilimitada que se despliega en esta fiesta (muestra del) espíritu de desafío que le dio origen (en) los debates sobre la presencia real” de Cristo. Tras destacar en Sevi-

Dos detalles del BAILE DE LA MOMA en Valencia. La Moma, vestida de blanco, representa la virtud y mantiene una lucha incruenta contra los Momos, que son siete y representan a los pecados capitales.

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lla su grotesca danza de gigantones, menciona “los danzantes del baile de las espadas, vestidos con el antiguo traje militar español”. Estas “danzas de espadas” (que para Juan de la Cueva recuerdan los ejercicios bélicos en mimo de griegos o cretenses), desde el siglo XV constan como ingrediente profano, a cargo tanto de los gremios y cofradías como de los cabildos municipales. En Toledo, en 1493 y 1510, aparecen contratados “seis danzantes con espadas de madera y figuraciones de caballos”, simulando batallar (Rodríguez de Gracia, 2004). Otras variantes de gente armada se encuentran en Santiago de Compostela, donde en 1628 salían los sombrereros vestidos de moros con arcabuces, y en Toledo en 1698, cuando asistió Carlos II, flanqueado por 16 guardias de corps. Pero de hecho, la actual presencia institucional del Ejército responde a la orden de expulsar a los diablillos, como veremos. LOS DIABLILLOS CALLEJEROS. Personajes disfrazados de diablos intervenían en las procesiones del Corpus medieval, representando su bíblica batalla contra los ángeles. En Zaragoza, en 1459 se prohíbe “circular por las calles con máscaras o hábito de diablo, si no se participa del entremés del Infierno”. En 1510, en Toledo escoltan al dragón “diablos y judíos” (con-

¸ salvajes (hombres primitivos, muy utilizados en la heráldica), danzas de espadas o contiendas de monos. Para algunas de estas escenas eran contratados danzantes gitanos y compañías teatrales, parecidas a la que halla Don Quijote en la segunda parte de la novela de Cervantes. Como si hiciese falta mucho para estimular la fantasía del caballero, en el capítulo onceno ve aparecer sobre una carreta efigies de la muerte, ángeles, demonios... aunque al momento le explican que son actores que, yendo de un auto sacramental a otro, mantienen el disfraz para “escusar el trabajo de desnudarnos y volvernos a vestir”. tra los que pelean los ángeles), gratificados con un jornal y una arroba de vino. En la toledana Madridejos, sabemos que en el siglo XVI era “costumbre todos los días de Corpus Christi hazer en medio de la plaça un infierno, donde muchos mancebos hijos de labradores ricos, vestidos como diablos, meten a todos los amigos que allí hallan, y les dan muy bien de almorzar” (Melchor de Santa Cruz, 1598). En Sevilla, por entonces salían las mojarrillas, especie de arlequines enmascarados que “representaban los pecados veniales”, corriendo a los lados del carro de la tarasca (o dragón) y golpeando con vejigas infladas a los niños. E irán confluyendo dos ejes rituales de la fiesta primaveral por excelencia: los juegos-entremeses oficiales y las mascaradas callejeras informales, donde los mismos personajes se entregaban a diversiones al margen de la celebración litúrgica, con una actitud carnavalesca que les causaría serios conflictos. Así, las autoridades judiciales granadinas se alarmaron en 1717 ante “los abusos” cometidos por diablillos enmascarados, a menudo hombres disfrazados de mujer. Documentos procesales dan fe de que en 1755 en varias localidades, la noche víspera del Corpus “salen mujeres y hombres disfrazados (siendo) incentivo de citas que paran en obscenidades y ofensas a Dios (con) libertad, escándalo y desenvoltura”, esfor-

Precisamente, se ha constatado que fueron las representaciones y autos sacramentales, asociados a celebraciones religiosas como el Corpus, el germen del futuro teatro clásico español. Se repitió así, a lo largo de la baja Edad Media, el nacimiento del teatro en la Grecia antigua: el enriquecimiento paulatino de unas celebraciones religiosas respecto de las cuales fue cobrando entidad propia y de las que al final logró independizarse. Como espectáculo colectivo, el Corpus comprendía, además, fiestas taurinas, costeadas en muchas ocasiones por el propio clero, que se procuraba sitios de honor (palcos provisio-

nales o construcciones hechas ex profeso, como en Segovia y Valencia) para acudir a las corridas de toros. En la actualidad, el Corpus ha sido despojado en gran medida, como tantas fiestas tradicionales, de su antigua significación; la sociedad ha cambiado, y ya no hay dogmas ni gremios que representar. En todo caso, se trata de una celebración que ha logrado mantener su vigencia gracias a las múltiples facetas (religiosas, civiles, grotescas) que engloba y a haberse convertido, en los lugares donde se encuentra más enraizada, en la representación anual de la colectividad. I

zándose la Real Chancillería por suprimir tales “alborotos del Pueblo”. Fernando VI decidió intervenir, ordenando que “ningún hombre pueda salir aquella noche con disfraz ni embozo” y para su cumplimiento “imponiendo en las plazas o calles más públicas soldados y ministros”. LAS LEYES DE CARLOS III. Con sus Reales Ordenanzas (1768), Carlos III reguló para todo el Imperio la protección armada al Corpus, al imponer “a los costados del palio” una compañía de soldados “armados pero sin gorra” (tít. I, art. 1). El ataque decisivo contra los diablillos llegaría en 1777 con la ley que prohibía entrar en las iglesias a “las danzas de mujeres, hombres y diablillos que acompañan la procesión del Corpus”. Y para garantizar su cumplimiento, se encargó a la tropa militar que los expulsase, como reflejan sucesivos acuerdos municipales de Granada entre 1778 y 1783. Y se fue incluyendo al Ejército como nuevo elemento ritual, que sigue activo. A pesar de su persecución, los diablillos no han sido exterminados del Corpus, aunque se hayan infantilizado: en Granada, transformados en los cabezudos que luchan a vejigazos contra los niños, e integrados con los también prohibidos dragón y gigantes; en Berga (Barcelona), lanzando petardos; en Helechosa y Fuenlabrada de los Montes (Badajoz), sufriendo el lanzamiento de bre-

Una procesión de GIGANTES antecede a la Tarasca durante la procesión del Corpus en Granada.

Ocho danzantes vestidos de blanco y con faldas almidonadas bailan alrededor de SAN SEBASTIÁN en Laguna de Negrillos, León.

vas. En Venezuela son cientos los diablos que en Corpus callejean danzando en una docena de localidades. Estos poliédricos personajes atemorizantes, que desde remotos tiempos materializan al enemigo malévolo, o al Mal en general, también consiguieron sobrevivir al refugiarse en

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fiestas del ciclo invernal (como las baleares de san Antón y la conquense de san Blas) y en las agrupaciones o collas de diables que en verano proliferan por Cataluña. Y en muchos sitios se alían con el bando moro para luchar contra los cristianos. I DEMETRIO E. BRISSET

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