Autobiografía de mi madre - Jamaica Kincaid

September 4, 2017 | Author: Cristian Eduardo Barrueto Flores | Category: Hair, Love, Truth, Languages, Philosophical Science
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Descripción: Novela feminista decolonial...

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Autobiografía de mi madre JAMAICA KINCAID

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PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNlFICA

Jamaica Kincaid

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Kincaid, Jamaica 1949-

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Autobiografía demi madre [texto impreso] / Jamaica Kincaid, -1' ed..- Santiago: LOM Ediciones, 2007, 180 p.: 11,8X21 cm- (Colección narrativa)

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RP.I: 166.256

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ISBN: 978-956-282-938-0

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1.Novelas Inglesas l. Título.n. Serie..

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Dewey : 823.- cdd 21 Cutter : K573a

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AUTOBIOGRAFÍA

Fuente: Agencia Catalográfica Chilena

DE MI MADRE

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© LOM Ediciones Primera edición en Chile, 2007.

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Primera edición 1996 Titulo original: Autobiography of my mother

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Motivo de cubierta: Esteban Montorio

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l.S.B.N: 978-956-282-938-0 Registro de Propiedad Intelectual N°: 166.256 Diseño, Composición y Diagramaeión: Editorial LOM. Concha y Toro 23, Santiago Fono: (56-2) 688 52 73 Fax: (56-2) 696 63 88 web: www.lom.cl c-mail: [email protected]

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Impreso en los talleres de LOM Miguel de AteTO2888, Quinta Normal Fonos: 716 9684 - 716 9695 I Fax: 716 8304

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¿y en qué podría estar pensando mi padre sentado en aquella habitación, sentado en una silla que era una réplica de otra silla que aparecía en una pintura del salón de algún horrible inglés, una réplica de aquella silla hecha por las manos de alguien de quien sin duda alguna él se había aprovechado? ¿Qué podría estar pensando mientras observaba aquel mar cuya superficie estaba a veces agitada, a veces en calma? Un ser humano, una persona, muchas personas, un pueblo, dirán que lo que les rodea, lo que les rodea físicamente, forma su conciencia, su verdadera esencia; al levantarse todas las mañanas, esas personas miran hacia las verdes colinas, los blancos acantilados, las montañas plateadas, los dorados campos de trigo, los ríos de centelleante agua azul, y en la belleza de todo ello -y es realmente bello, no pueden evitar que les parezca hermoso- conquistan invisible, mágicamente, la distancia existente entre ellas y la belleza que están contemplando, sintiendo que se convierten en una unidad con la naturaleza, (1ueles proporciona fuerza, les inspira para cantar melodías, para componer versos; se inventan a sí mismas y se reinventan a sí mismas y se sienten inspiradas (una vez más), pero esta vez para llevar a cabo pequeñas acciones, pequeñas hazañas, y finalmente grandes actos, grandes hazañas, y cada suceso supone la legitimación de la idea original, del sentimiento original, la fusión del pueblo y el lugar, El encuentro entre una persona y el lugar al que pertenece no es fortuito, es algo que va más allá del destino, es algo tan primordial que no hay palabras para describirlo. Para mi padre el mar, el inmenso y bellísimo mar, a veces una reluciente sábana azul, a veces una reluciente sábana negra, a veces una

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Los insensibles, los cínicos, los descreídos dirán, quizás en un momento ingrávido, quizás en un momento en el que vean en un destello cegador el fin del mundo y se nieguen a empezar de nuevo, que la vida es un juego: un juego en el que gana el mejor, un juego en el (¡tiC pierde el peor: un juego en el que ganar significa poseerlo todo y perder es no tener nada, o un juego como el de las sillas y la música, en el que cuando termina la música ganar es sentarse en una silla y no

dejar jamás espacio al perdedor, que está condenado a permanecer eternamente en pie. Ni que decir tiene que contarse entre los insensibles, los cínicos, los descreídos, es contarse entre los vencedores, pues quienes han perdido nunca se resignan a su pérdida; la sienten profundamente, siempre, por toda la eternidad. Nadie (Iue haya perdido se atreve a dudar, a dudar realmente, de la bondad humana; para el que ha perdido, el último aliento es un susurro: "Oh, Dios". Siempre. Al observar a mi padre, no dejaba de comprenderle, no dejaba de sentir un poco de lástima por él. Cuando era un niño -una idea, una realidad que a veces me costaba asimilar: él vulnerable, necesitado de afecto o de cuidados que aliviaran altísimas fiebres, con magulladuras en las rodillas y los codos, necesitado de palabras tranquilizadoras cuando su voluntad de chico vigoroso flaqueara y desfalleciera, necesitado de otra tranquilizadora seguridad: c}ueel Sol volvería a salir, que la marea bajaría, que la Tierra seguiría girando (no tenia más remedio que creer ciegamente en esa realidad, puesto que tal periodo de la vida era normal, aumlue ahora había desarrollado otra piel que cubría por completo su auténtica piel, una piel que no se percibia a simple vista pero que de todos modos era tan real como el caparazón protector de una tortuga o el escudo de un guerrero)- cuando mi padre era un niño, pues, una vecina de su madre y su padre le dio un huevo. Era un regalo de agradecimiento de aquella mujer porque mi padre había sido muy amable con ella -era anciana y vivía sola, y él le hacía a veces recados sin que se lo pidiera y sin esperar que se lo agradeciera-, y cuando le dio aquel huevo =tenía tres gallinas, un gallo y un cerdo (lue vivían en el patio, cerca de la letrina, las aves dormían en un árbol que se elevaba por encima de ella- se llevó una sorpresa, nunca había esperado

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reluciente sábana gris, no podría ser fuente de tan generosa inspiración, no podría ser una fuente de bienestar tan abundante, no podría nunca ser fuente de nada bueno; su belleza estaba perdida para él, vacía; mirarla, verla, suponía recordar al mismo tiempo la desesperación de los vencedores y la desesperación de los vencidos; pues la vaciedad de la conquista permanece en el conquistador, enfrentado como está al interminable deseo de poseer más y más y más, hasta que la muerte, sólo la muerte, silencia ese deseo; y el pozo sin fondo de dolor y desdicha que experimenta el conquistado ... nada puede saciar su sed de venganza ni borrar la gran injusticia que se ha perpetrado contra él. y aSÍ, puesto (jue en mi padre existían a la vez el vencedor y el vencido, el perpetrador y la víctima, eligió, lo que no resultaba en absoluto sorprendente, ocultarse bajo el manto de] primero, siempre del primero. Eso no significa que estuviera en guerra consigo mismo; significa únicamente que con ello demostraba ser un ser humano vulgar y corriente, pues quién de nosotros aparte de los santos no habría escogido contarse entre quienes mantienen la cabeza alta, no entre quienes viven con la cabeza gacha, humillados, e incluso los santos saben que en último término, al final de los tiempos, ellos se encontrarán entre quienes mantienen la cabeza alta.

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que le agradecieran sus favores, y cogió encantado aquel huevo -era marrón con motas de un marrón más oscuro-; peto no hizo una tortilla ni ningún otro plato con él, sino que lo puso bajo una gallina, otra gallina que pertenecía a su madre, para que 10 incubara junto con otros huevos, y cuando los polluelos rompieron el cascarón, reclamó uno de ellos como suyo. Aquel polluelo se convirtió en una gallina y puso huevos, yesos huevos fueron incubados y se convirtieron en gallinas, y esas gallinas pusieron más huevos y así sucesivamente, un ciclo sin fin sólo interrumpido por la venta de algunos huevos y algunas gallinas, a cambio de los cuales conseguía un beneficio que se traducía en cuartos de penique, medios peniques y peniques. Después de aquello nunca comió huevos (no en todo el tiempo que yo le conocí); después de aquello nunca comió pollo (no en todo el tiempo que yo le conocí), limitándose a acumular el cobre rojo del dinero y a lustrado hasta que le sacaba brillo para luego dárselo a su madre, quien lo metía en un calcetín viejo que guardaba día y noche en la pechera. Cuando su padre decidió visitar su tierra natal y emprendió el viaje de regreso a Escocia, luego se dijo que había acabado naufr~gando y pereciendo ahogado en el mar, mi padre le dio a su padre los beneficios que había obtenido a partir de aquel primer huevo: un regalo. Se había convertido en una enorme cantidad, suficiente para comprar tela, tela inglesa, con la
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