Atlas Del a Revolucion Rusa

June 14, 2019 | Author: malaspabras | Category: Vladimir Lenin, Soviet Union, Política internacional, Russian Revolution, Communism
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Historia, varios, le monde...

Description

EL ATLAS ATLAS DE LA REVOLUCIÓN RUS RUSA A Historia crítica de la gesta que cambió el mundo

Edición Cono Sur

SUMARIO

El Atlas de la Revolución Rusa

Director José Natanson Coordinación Creusa Muñoz



PRESENTACIÓN P�blo St�nc�nelli

Edición  Pablo Stancanelli Diagramación   www.trineo.com.ar Imágenes   Pablo Stancanelli Diseño de tapa Javier Vera Ocampo Infografías, mapas y gráficos   www.trineo.com.ar Corrección Alfredo Cortés Producción Norberto Natale Comercialización  Este ban Zabaljauregui

I

EL ASALTO A LA HISTORIA

8

Octubre de 1917 y el Est�do soviético Moshe Lewin

Edición: 5.000 ejemplares ISBN: 978-987-614-542-8

Hecho el depósito que ordena la Ley 11.723. Libro de edición argentina. Impreso en Argentina. Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento sin el permiso escrito de la editorial.

16

¿En nombre del pueblo o con el pueblo? Korine Am�cher

20

El precio de l� conquist� del poder Hélène Rich�rd

21

Cómo n�ció el P�rtido Bolchevique André Pierre

26

Un� breve vid� democr�tic� Bern�rd Féron

30 Capital Intelectual edita el periódico mensual  Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

M�rc Ferro

32

 Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

Redacción

36

Luciana Garbarino

38

Laura Oszust Secretaria

El leninismo y el problem� del poder Hor�cio T�rcus

Patricia Orfila [email protected] 

Los soviets y l� sh�ri� Abdur�hm�n Avtorkh�nov

Pablo Stancanelli (editor) Creusa Muñoz (editora)

Cómo se fundó l� URSS Bern�rd Féron

Director

José Natanson

“Bl�ncos” contr� “rojos”

44

Corrección

Alfredo Cortés

Colectiviz�ción � m�rch� forz�d� Lionel Rich�rd

Diagramación

Cristina Melo Diseño original

Javier Vera Ocampo Publicidad

Maia Sona [email protected] Paraguay 1535 (C1061ABC), Ciudad de Buenos Aires, Argentina

 

PROLETARIOS DEL MUNDO

48

Un� diplom�ci� de dos c�r�s

II

Teléfono: (54-11) 4872-1300

G�briel Gorodetsky

www.eldiplo.org 

54

El frente imperi�list� Jorge S�borido

62  Le Monde diplomatique (París)

Enzo Tr�verso

Fundador

Hubert Beuve-Méry

64

Presidente del Directorio y Director de la Redacción:

66

Philippe Descamps

68

www.monde-diplomatique.fr

El im�gin�rio revolucion�rio en Argentin� Hor�cio T�rcus

1-3 rue Stephen-Pichon, 70013 París

An�rquist�s de Oriente Cho Se-Hyun

Directora de las relaciones y las ediciones internacionales

Anne-Cécile Robert

El PC de J�pón, un� b�se del Komintern en Asi� Philippe Pons

Serge Halimi Jefe de redacción

Y Europ� no c�yó...

76

Cu�ndo l� Tercer� Intern�cion�l “descubrió” Améric� P�blo Stef�noni

III 82

A LA VANGUARDIA DE LA UTOPÍA

90

Evelyne Piellier

94

Alex�ndr� Kollont�i

125 Contr� el P�rtido M�nifest�ntes de Kronst�dt

127 Discurso en honor � los héroes de Kronst�dt León Trotsky

El �cor�z�do Potemkin Lionel Rich�rd

98

105 C�rt� � l� juventud tr�b�j�dor�

Invent�r l� felicid�d L� insurrección de l�s form�s

Educ�ción, un proyecto em�ncip�dor Nicol�s Fornet

EXTRACTOS LITERARIOS 33 50

Versos �l p�s�porte soviético Vl�dimir M�i�kovski

106 Monumentos conden�dos �l olvido Jens M�lling

Los doce Aleks�ndr Blok

104 Alex�ndr� Kollont�i, feminismo y comunismo André Pierre

L� educ�ción popul�r An�toli Lun�ch�rski

Arte y revolución

Evelyne Pieiller

Mi descubrimiento de Améric� Vl�dimir M�i�kovski

85

Eric Hobsb�wm

86

78

96

L� M�dre M�ximo Gorki

102 El primer m�estro

IV

UN PASADO INCÓMODO

112 Cómo festej�r y silenci�r un� revolución Korine Am�cher

116 Qué piens�n los rusos de 1917 Alexis Berelowitch

122 Lenin, “el �gente �lem�n” Alex�ndre Sumpf

124 Kronst�dt y sus m�rineros libert�rios Ign�cio R�monet

DOCUMENTOS 10

L� Revolución Rus� Ros� Luxemburgo

15

Memori�s de un revolucion�rio Victor Serge

17

L� enfermed�d inf�ntil del “izquierdismo” en el comunismo

 

Lenin

23

C�rt� � l� futur� gener�ción de dirigentes del P�rtido Nikol�i Buj�rin

24

L� Oposición Obrer� Alex�ndr� Kollont�i

28

Princip�les �ctores políticos John Reed

41

El Est�do y l� Revolución

 

Lenin

53

Informes diplom�ticos �rgentinos

60  Procl�m� por l� p�z Lenin

Chinguiz Aitm�tov

MAPAS Y GRÁFICOS 9 12 27 30 34 37 44 45

El Imperio z�rist� y su exp�nsión Antes y después de l� Guerr� Elecciones p�r� l� As�mble� Constituyente Los bolcheviques �t�c�dos por tod�s p�rtes L� form�ción de l� URSS C�uc�so Norte, un mos�ico explosivo Un� pobl�ción rur�l �mpli�mente m�yorit�ri� El c�mpesin�do, c�d� vez m�s productivo y menos numeroso 49 Insurrecciones europe�s 51 G�stos milit�res crecientes 55 Europ� en vísper�s de l� Primer� Guerr� Mundi�l 55 B�l�nce hum�no de l� Gr�n Guerr� 56  Desm�ntel�mientos 57 Número de muertes c�us�d�s por l�s guerr�s en el siglo XX 62 Insurrecciones en Alem�ni� 91 L�s v�ngu�rdi�s �rtístic�s 99 T�s� de �lf�betismo en l�s Repúblic�s Soviétic�s 100 C�mp�ñ� de �lf�betiz�ción en l� URSS, 1919-1939 117 Un� tímid� reh�bilit�ción 118 Opiniones sobre l� Revolución de Octubre 123 De Zurich � Petrogr�do 21 / 35 / 53 / 71 / 74 / 88 / 100 / 121 / 126 Cronologí�

PRESENTACIÓN

PAN, PAZ, TIERRA... LIBERTAD mbral de un nuevo mundo, la Revolución

Ude Octubre de 1917 fue probablemente el

acontecimiento más influyente del siglo XX. Su onda expansiva impactó en todos los ámbitos, transformando por acción y reacción a la política, la economía, las sociedades, la cultura y las relaciones internacionales. Y si la era que inauguró fue, como bien sostuvo el historiador británico Eric Hobsbawm, una era de extremos, Rusia los concentró todos. Del Imperio zarista en descomposición a la efervescencia revolucionaria soviética y la guerra civil, de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), potencia comunista, burocrática, totalitaria, al nuevo Estado ultracapitalista y mafioso erigido sobre los escombros del Muro de Berlín, que hoy busca enterrar el recuerdo de su fase bolchevique reconstruyendo el hilo histórico de un poder autocrático brusca y brevemente interrumpido por un pueblo sublevado que reclamaba: "¡Todo el poder a los soviets!". Territorio, población, miseria, servidumbre, analfabetismo, opulencia, represión... todo en la Rusia de principios del siglo XX desafiaba los límites. Y mientras la apertura modernizadora prometida tras el "ensayo general" revolucionario de 1905 –ahogado en sangre– se hacía esperar, la Gran Guerra desatada en 1914 no hizo más que exacerbar los padecimientos del pueblo. A tal punto, que el más atrasado de los Imperios que se disputaban el mundo, engendró de sus entrañas la vanguardia política más osada y creativa de la historia contemporánea, protagonista de la primera revolución marxista victoriosa desde que el fantasma del comunismo empezara a recorrer Europa.

EL MÁS ATRASADO DE LOS IMPERIOS ENGENDRÓ DE SUS ENTRAÑAS LA VANGUARDIA POLÍTICA MÁS OSADA Y CREATIVA DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA. A pesar de las persistentes polémicas en torno al grado de desarrollo industrial y social necesario para el advenimiento del socialismo, el hecho de que la revolución triunfara en Rusia no fue un capricho del destino. La chispa llevaba décadas esperando el momento oportuno para el incendio, y cuando finalmente se le presentó la ocasión, lanzó el asalto al cielo haciendo caso omiso de límites teóricos. PROGRAMA DE ACCIÓN

Entre agosto y septiembre de 1917, Vladimir Ilich Ulianov, conocido como Lenin, escribió  El Estado 4 | EL

ATLAS DE LA REVOLUCIÓN RUSA

y la Revolución, un texto fundamental de teoría política. El líder del Partido Bolchevique, rama izquierda del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia, afirmaba que la prosperidad alcanzada en las naciones más industrializadas de Europa tras décadas de desarrollo relativamente pacífico había convertido a los representantes de la social-democracia al oportunismo y el socialchovinismo, al punto de traicionar a los pueblos apoyando una guerra imperialista. Pero el objetivo central del texto de Lenin, más allá del enfrentamiento con la izquierda reformista, era proponer un programa de acción para la implementación de la dictadura del proletariado y la eliminación del Estado burocrático burgués asociado al capitalismo monopolista. Se trataba de "explicar a las masas qué deberán hacer para liberarse, en un porvenir inmediato, del yugo del capital". Redactado al calor de los acontecimientos, disparados en febrero (marzo según el calendario gregoriano) por las manifestaciones y huelgas generales que derivaron en motines y la irrupción en todas partes de consejos (soviets) de obreros, soldados y campesinos, forzando al zar a abdicar el trono, El Estado y la Revolución se publicó inconcluso. Lenin postergó la escritura del último capítulo, dedicado a la Revolución de 1905 y la que estaba en curso, cuando la aceleración del vacío político provocada por un gobierno provisional incapaz de controlar los levantamientos y poner fin a la guerra, lo decidió a hacer historia y tomar el Palacio de Invierno, símbolo del poder imperial. “COMUNISMO DE GUERRA”

Conscientes de los enormes desafíos a los que se enfrentaban, los bolcheviques observaban inquietos la evolución de las insurrecciones europeas, con las esperanzas puestas en una oleada revolucionaria triunfante que les permitiera acordar una paz sin condiciones ni concesiones y apoyarse en la solidaridad de las naciones más industrializadas para emprender la construcción del socialismo. Además de un ideal, el internacionalismo, encarnado en la fundación en 1919 de la Internacional Comunista, era una necesidad vital. Pero la aniquilación de las rebeliones occidentales, las extorsiones de los Imperios Centrales para firmar la paz y las intervenciones extranjeras en apoyo a la reacción de los rusos "blancos"

contra la Revolución impusieron un "comunismo de guerra" que en cierta forma nunca terminó. La sangrienta guerra civil, que los bolcheviques ganaron luego de tres arduos años, fortaleció al nuevo régimen, pero dejó al país devastado y postergó la resolución de los problemas de la población campesina –la amplia mayoría– expoliada por las requisas y las imposiciones. Convertidos en Partido Comunista, los bolcheviques emprendieron un camino autoritario que quitó poder de decisión a los soviets, eliminó la discusión democrática en el país y fortaleció la maquinaria burocrática del Estado, cada vez más emparentado con el Partido. La represión de los marineros de Kronstadt, que en 1921 se alzaron contra los comunistas, marcó para muchos el fin de la Revolución. El propio Lenin advertiría poco antes de su muerte sobre estas derivas, que su sucesor, Josef Stalin, convertiría en culto extremo a la personalidad –encarnado en la momificación del mismo Lenin– y uso del terror de Estado contra los "traidores". Como señala el historiador Horacio Tarcus, la Revolución, al igual que Saturno, terminó devorando a sus propios hijos, y hasta a sus padres fundadores. Dirigentes, militantes, intelectuales, científicos, artistas terminaron en el purgatorio estalinista, condenados por un movimiento que en nombre del pueblo terminó consagrando una dictadura de Partido y, contrariamente a lo que

Lenin predicaba en  El Estado y la Revolución , fortaleció al Estado y su burocracia.

↑ Kazimir Malevich,  La carga de la caballería roja, 1932

SI LA REVOLUCIÓN EQUIVOCÓ EL RUMBO, LA EXPLOTACIÓN QUE DENUNCIABA Y CONTRA LA QUE LUCHÓ NO HA PERDIDO VIGENCIA. Pero si la Revolución equivocó el rumbo, su proyecto emancipador, que entusiasmó a artistas, intelectuales y trabajadores de todo el mundo, cumplió la hazaña de convertir a la URSS en una potencia científica, industrial y militar, faro para muchas naciones, obligando al capitalismo a moderar sus ambiciones y crear bienestar. Tras el derrumbe del Estado soviético, vencida la batalla cultural, la culpa vergonzante y penitente de las izquierdas mundiales le permitió al capitalismo desbocarse, erigiendo como nuevo enemigo a un grupo de integristas religiosos cuyos objetivos reaccionarios sólo pueden ser considerados superadores por un puñado de fanáticos. Pero, bajo nuevas formas, la explotación contra la que luchó la Revolución sigue vigente. A cien años de su intervención central en la historia, desde su mausoleo de la Plaza Roja, Lenin continúa incomodando a propios y extraños. n Pablo Stancanelli © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

LE MONDE DIPLOMATIQUE EDICIÓN CONO SUR| 5

→ Ilya Repin, Los sirgadores del Volga, 1870-1873

↑ Manifestación de soldados, febrero de 1917 → Vitali Lentschin, La salva del Aurora, 1917

← Serguei Senkin, Bajo la bandera de Lenin para el Segundo Plan Quinquenal , 1931

La toma del Palacio de Invierno fue el acontecimiento fundacional de la Revolución de Octubre. Pero las polémicas en torno a las derivas de los bolcheviques olvidan el grado de descomposición en que se encontraba el Estado heredado del Imperio zarista y la multiplicidad de intereses en juego. Si bien la Revolución logró devolverle a Rusia su lugar en la Historia, confundió muy pronto dictadura del proletariado con dictadura de partido.

↑ Manifestantes en huelga de la fábrica Putilov en el primer día de la Revolución de Febrero, Petrogrado, 1917

→ Konstantin Yuon, Nuevo planeta, 1921

I El asalto a la historia

I | EL ASALTO A LA HIS TORIA

↑ Segundo aniversario de la Revolución, 1919

DE LA REVOLUCIÓN AL ESTALINISMO

EL LENINISMO Y EL PROBLEMA DEL PODER M�s �ll� del juicio que � c�d� cu�l le merezc� l� teorí� leninist� de l� polític� o l�s vicisitudes de l� experienci� soviétic�, difícilmente pued� ponerse en cuestión que El Estado y la Revolución de Lenin constituye un cl�sico del pens�miento político del siglo XX. Y como pocos otros textos, su �plic�ción inmedi�t� � l� re�lid�d del n�ciente Est�do soviético permite ev�lu�r l� brech� que sep�ró � teorí� y pr�ctic� y que derivó en el est�linismo.

ladimir Ilich Ulianov, más conocido por su seudónimo de Lenin, no sólo ha sido uno de los teóricos más influyentes de la política contemporánea, sino también un hombre de acción que marcó a fuego la historia del siglo XX. Lenin fue inicialmente uno de los líderes de la socialdemocracia rusa y luego el principal inspirador del Partido Bolchevique; en 1917 fue el gran estratega de la Revolución de Octubre y enseguida el gran estadista bajo cuya dirección se edificó la URSS; finalmente, en 1919 fue el principal inspirador de la Internacional Comunista, que expandió la doctrina leninista a casi todos los rincones del planeta.

V

TEXTO Y CONTEXTO

por Hor�cio T�rcus Doctor en Historia (UNLP), docente e investigador (UNSAMCONICET). Es uno de los fundadores del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI), del cual es actualmente director, así como de la Cátedra de Historia de Rusia (FFyL, UBA). Su último libro es  El socialismo romántico en el Río de la Plata (1837-1852) , FCE, Buenos Aires, 2016. Este texto, parte de una conferencia dictada el 19 de octubre de 2007 en el ciclo "Octubre Rojo Rojas. A 90 años de la Revolución Rusa", organizado en Buenos Aires por el Centro Cultural "Ricardo Rojas", ha sido extraído del libro Octubre rojo, Libros del Rojas - UBA, 2007.

38 | EL ATLAS DE LA REVOLUCIÓN RUSA

Tan indisociables son la teoría y la práctica en Lenin que sus libros, aun los que tratan aparentemente los temas más teóricos o abstractos como la filosofía moderna o la teoría del Estado, son siempre intervenciones políticas nacidas al calor del debate en coyunturas históricas precisas. El Estado y la Revolución no es la excepción. No es difícil descubrir que lleva indeleble la marca de la época. Escrita entre agosto y septiembre de 1917, en vísperas de

la Revolución de Octubre, sus decisivas intervenciones políticas durante ese mes y los siguientes impiden a Lenin concentrarse para concluir su obra, de modo que en noviembre se decide a entregarla a los lectores tal como la había dejado en septiembre, sin el último capítulo que debía estar consagrado a la experiencia de las revoluciones rusas de 1905 y 1917.

En el marco abierto con el estallido de la guerra, Lenin entiende que restablecer la teoría marxista del Estado se ha convertido en una tarea primordial.

El subtítulo, además, despliega la idea que se vislumbra desde el título: "La doctrina marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución". En otros términos: en el marco de la crisis revolucionaria mundial que se ha abierto con el estallido de la guerra en 1914, Lenin entiende que restablecer la teoría marxista del Estado se ha convertido en una tarea primordial. Se trata, señala en el prólogo, de "explicar a las masas lo que deberán hacer" para liberarse "del yugo del capital", no ya en un hipotético futuro revolucionario sino "en un porvenir inmediato". Lenin consideraba que el colapso de la socialdemocracia internacional en 1914, producto del apoyo de cada uno de los partidos socialistas a sus respectivos Estados en el estallido de la guerra, hundía sus raíces en la propia teoría socialdemócrata. En efecto, entre 1870 y 1914 se había desarrollado en Europa un período de intensa expansión económica, de relativa paz entre los Estados y de progresivo crecimiento del peso de los partidos obreros socialistas en la vida parlamentaria y política en general. Estos decenios de "desarrollo relativamente pacífico" –señala Lenin en el prólogo de esta obra– habían permitido incubar en el seno de la socialdemocracia "elementos de oportunismo" que terminaron por manifestarse abiertamente en el año 1914. Lenin sospecha que el giro oportunista y nacionalista de la socialdemocracia en 1914 debía tener raíces en la teoría de sus grandes líderes, incluso en años previos. Es así que comienza a partir de entonces una relectura crítica de la obra de los líderes de la socialdemocracia, sobre todo de Karl Kautsky,

que hasta entonces había si do uno de sus principales referentes teóricos. En 1916, con su tesis sobre el imperialismo, Lenin había intentado advertir al movimiento obrero internacional que el capitalismo había ingresado, a fines del siglo XIX, en una nueva y última fase histórica, en la cual durante algún tiempo la violencia pudo ser "exportada" fuera del ámbito europeo, hacia los países colonizados. Pero señalaba que la propia lógica de la concentración capitalista, que se manifestaba en los modernos monopolios, obligaba a una creciente exportación de capitales desde el centro hacia la periferia. Este proceso no adoptaba, sostenía Lenin, la forma de una expansión pacífica del desarrollo, sino de una agresiva puja entre los Estados capitalistas centrales por el control de la periferia capitalista. Esa puja no sólo significaba violencia y expoliación sobre los Estados coloniales y semicoloniales, sino que necesariamente desembocaría en guerras inter-imperialistas como la de 1914. En ese sentido, el escrito de Lenin El imperialismo, fase superior del capitalismo puede considerarse como el preludio de El Estado y la Revolución, así como éste su complemento necesario. Porque Lenin concluía que la guerra imperialista era el preámbulo de la revolución proletaria mundial, en la medida en que el imperialismo representaba ya un capitalismo decadente y parasitario, y los Estados imperialistas adoptaban cada vez más abiertamente el carácter de maquinarias de opresión violenta sobre las masas trabajadoras. "Los inauditos horrores y calamidades de esta larguísima guerra hacen insoportable la situación de las masas, aumentando su indignación. Se gesta, a todas luces, la revolución proletaria internacional", anuncia Lenin en el prólogo a este libro. Y es con vistas a la toma del poder por el proletariado que Lenin entiende que la cuestión del Estado reviste tanta importancia teórica y práctica.

↑ Diario Ilustrado Suizo, diciembre de 1917 ↓ Afiche realizado durante la guerra civil que utiliza las técnicas de los íconos religiosos, ca. 1920

POLÍTICA, PODER Y ESTADO De modo que entre enero y febrero de 1917, al final de su exilio en Zurich, Lenin

LE MONDE DIPLOMATIQUE EDICIÓN CONO SUR| 39

I | EL ASALTO A LA HIS TORIA

↑ Gustav Klucis, ¡Levantad alto las banderas de Marx, Engels, Lenin y Stalin! , 1933

↓ Fotografía de Lenin detenido, 1895

40 | EL

ATLAS DE LA REVOLUCIÓN RUSA

tomó una serie de notas sobre textos de Marx, Engels y Kautsky acerca del Estado. Su objetivo era mostrar cómo las de Kautsky y otras versiones "oportunistas" (el marxista ruso Plejanov, por ejemplo) habían distorsionado gravemente la doctrina de Marx y Engels. Las notas de comienzos de 1917 anuncian el plan de un libro cuyo objetivo era restituir el genuino carácter revolucionario a la teoría marxista del Estado (1). Los jefes de la socialdemocracia habían sacrificado el internacionalismo proletario al subordinar sus respectivos partidos socialistas, afirma Lenin en el prólogo, "no sólo a los inte reses de su burguesía nacional sino, precisamente, a los de su  Estado". Lenin tratará de encontrar y desenmascarar los fundamentos teóricos de esta capitulación práctica, tratando de demostrar que aspectos centrales de la teoría de Marx y Engels acerca del Estado y la revolución habían sido "olvidados o tergiversados de modo oportunista". Las tesis leninistas de El Estado y la Revolución podrían resumirse del siguiente modo: El Estado no es una institución "natural" sino histórica, pasible por lo tanto de desaparecer cuando hayan desaparecido las condiciones históricas que lo generaron. El Estado es un producto del carácter inconciliable de las contradicciones de clase y está condenado a desaparecer tras el fin de la última sociedad de c lases: el capitalismo.

El Estado no es una institución "neutra", "técnica" ni "universal", sino que tiene siempre una naturaleza de clase. Si bien nace históricamente para amortiguar las contradicciones de clase, no es cierto que sea un "órgano de conciliación de clases", puesto que las clases antagónicas, como la burguesía y el proletariado, tienen intereses históricos inconciliables. Si bien "aparece" como situado por encima de las clases, el Estado es siempre una maquinaria de opresión de una clase social sobre otras clases sociales.

Las tesis de El Est�do y l� Revolución parecieron inmediatamente refrendadas por la Revolución de Octubre y el nuevo Estado Soviético.

El Estado es una "fuerza especial", un conjunto de "destacamentos especiales de hombres armados" (policía y ejército permanente) que dispone la clase dominante para asegurar el dominio sobre las clases oprimidas. Aun en las modernas repúblicas democráticas, regidas por el sufragio universal, el Estado burgués ejerce su dominación de clase, si se quiere de modo más perfecto y seguro. El Estado burgués, así como sus instituciones características, la burocracia y el ejército permanente, tiene un carácter parasitario: "son un parásito adherido al cuerpo de la sociedad burguesa". La tendencia histórica en la

época del imperialismo es a reforzar su carácter parasitario, la "máquina estatal" crece hasta alcanzar un "desarrollo inaudito de su aparato burocrático y militar". El Estado burgués nunca se "extinguirá" como resultado de su hipotética transformación de un "Estado de clase" en un "Estado de todo el pueblo". Sólo una revolución proletaria violenta puede acabar con el Estado burgués. En su acción revolucionaria, el proletariado no se puede limitar a "tomar", a "apropiarse", del poder estatal, sino que debe destruir, aniquilar el Estado burgués y sus instituciones. El Estado Obrero es el proletariado organizado como clase dominante. La forma política de la autoorganización proletaria es la que adoptaron los obreros de la Comuna de París en 1871 así como los obreros, los soldados y los campesinos rusos en las revoluciones de 1905 y de 1917 que deliberab an al mismo tiempo que ejecutaban sus decisiones por medio de los soviets. En toda crisis revolucionaria se plantea una situación de doble poder: por un lado, el poder del Estado burgués; por otro, el poder emergente de las comunas o los soviets de obreros, campesinos y soldados. Es una situación inestable que debe resolverse en un sentido u otro: revolución o contrarrevolución. La revolución proletaria implica no sólo la destrucción del Estado burgués sino la instauración del poder de los soviets. El poder soviético es, no sólo por su composición de clase, sino por su propia forma, un Estado de nuevo tipo. Al destruir el Estado burgués, forma que adopta bajo el capitalismo la dictadura de la burguesía, el proletariado revolucionario necesitará ejercer durante un período de transición una dictadura revolucionaria, esto es: ejercer el poder del Estado para aplastar la resistencia de los antiguos explotadores, quienes por algún tiempo detentarán propiedades y la dirección efectiva de parte del aparato de producción. En ese sentido, el nuevo Estado adoptará un carácter dual: por un lado, será democrático para los proletarios y desposeídos en general y al mismo tiempo será dictatorial (contra la burguesía). En el tránsito del socialismo al comunismo, el Estado de transición desaparecerá, se extinguirá con la paulatina desaparición de la sociedad de clases, al tornarse una maquinaria innecesaria. Paralelamente, en la

LA DICTADURA DEL PROLETARIADO El proletariado necesita el Estado, repiten todos los oportunistas, socialchovinistas  y kautskianos asegurando que tal es la doctrina de Marx y "olvidándose" de añadir, primero, que, según Marx, el proletariado sólo necesita un Estado que se extinga, es decir, organizado de tal modo, que comience a extinguirse inmediatamente y que no pueda por menos de extinguirse; y, segundo, que los trabajadores necesitan un "Estado", "es decir, el proletariado organizado como clase dominante". El Estado es una organización especial de la fuerza, es una organización de la violencia para la represión de una clase cualquiera. ¿Qué clase es la que el proletariado tiene que reprimir? Sólo es, naturalmente, la clase explotadora, es decir, la burguesía. Los trabajadores sólo necesitan el Estado para aplastar la resistencia de los explotadores, y este aplastamiento sólo puede dirigirlo, sólo p uede llevarlo a la práctica el proletariado, como la única clase consecuentemente revolucionaria, como la única clase capaz de unir a todos los trabajadores y explotados en la lucha contra la burguesía, por la completa eliminación de ésta. Las clases explotadoras necesitan la dominación política para mantener la explotación, es decir, en interés egoísta de una minoría insignificante contra la mayoría inmensa del pueblo. Las clases explotadas necesitan la dominación política para destruir completamente toda explotación, es decir, en interés de la mayoría inmensa del pueblo contra la minoría insignificante de los esclavistas modernos, es decir, los terratenientes y capitalistas. Los demócratas pequeñoburgueses, estos seudosocialistas que han sustituido la lucha de clases por sueños sobre la armonía de las clases, se han imaginado la transformación socialista también de un modo soñador, no como el derrocamiento de la dominación de la clase explotadora, sino como la sumisión pacífica de la minoría a la mayoría, que habrá adquirido conciencia de su misión. Esta utopía pequeñoburguesa, que va inseparablemente unida al reconocimiento de un Estado situado por encima de las clases, ha conducido en la práctica a la traición contra los intereses de las clases trabajadoras […].

El derrocamiento de la dominación de la burguesía sólo puede llevarlo a cabo el proletariado, como clase especial cuyas condiciones económicas de existencia la preparan para ese derrocamiento y le dan la posibilidad y la fuerza de efectuarlo. Mientras la burguesía desune y dispersa a los campesinos y a todas las capas pequeñoburguesas, cohesiona, une y organiza al proletariado. Sólo el proletariado –en virtud de su papel económico en la gran producción– es capaz de ser el jefe de todas las masas trabajadoras y explotadas, a quienes con frecuencia la burguesía explota, esclaviza y oprime no menos, sino más que a los proletarios, pero que no son capaces de luchar  por su cuenta para alcanzar su propia liberación. La doctrina de la lucha de clases, aplicada por Marx a la cuestión del Estado y de la revolución socialista, conduce necesariamente al reconocimiento de la dominación política del proletariado, de su dictadura, es decir, de un Poder no compartido con nadie y apoyado directamente en la fuerza armada de las masas. E l derrocamiento de la burguesía s ólo puede realizarse mediante la transformación del proletariado en  clase dominante, capaz de aplastar la resistencia inevitable  y desesperada de la burguesía y de organizar para el nuevo régimen económico a todas las masas trabajadoras y explotadas.

El proletariado necesita el Poder del Estado, organización centralizada de la fuerza, organización de la violencia, tanto para aplastar la resistencia de los explotadores como para dirigir a la enorme masa de la población, a lo s campesinos, a la pequeña burguesía, a los semiproletarios, en la obra de "poner en marcha" la economía socialista. Educando al Partido obrero, el marxismo educa a la vanguardia del proletariado, vanguardia capaz de tomar el Poder y de conducir a todo el pueblo al socialismo, de dirigir y organizar el nuevo régimen, de ser el maestro, el dirigente, el jefe de todos los trabajadores y explotados en la obra de construir su propia vida social sin burguesía y contra la burguesía. Por el contrario, el oportunismo hoy imperante educa en sus partidos obreros a los representantes de los obreros mejor pagados, que están apartados de las masas y se "arreglan" pasablemente bajo el capitalismo, vendiendo por un plato de lentejas su derecho de primogenitura, es decir, renunciando al papel de jefes revolucionarios del pueblo c ontra la burguesía. "El Estado, es decir, el proletariado organizado como clase dominante": esta teoría de Marx se halla inseparablemente vinculada a toda su doctrina acerca de la misión revolucionaria del proletariado en la Historia. El coronamiento de esta su misión es la dictadura proletaria, la dominación política del proletariado. Pero si el proletariado necesita el Estado como organización especial  de la violencia contra  la burguesía, de aquí se desprende por sí misma la conclusión de si es concebible que pueda crearse una organización semejante sin destruir previamente, sin aniquilar aquella máquina estatal creada  para sí  por la burguesía. […] V. I. Lenin, El Estado y la Revolución, cap. II, “El Estado y la Revolución. La experiencia de los años 1848 a 1851” .

LE MONDE DIPLOMATIQUE EDICIÓN CONO SUR| 41

I | EL ASALTO A LA HIS TORIA

medida en que las funciones de control y administración de la producción se van simplificando bajo el socialismo, cada vez más amplios sectores del pueblo intervienen en la ejecución de las funciones del poder estatal y tanto menor es la necesidad de una burocracia de Estado separada de la sociedad. LAS INTENCIONES Y LOS RESULTADOS  El Est ado y la Revolució n apareció en la naciente República Soviética en noviembre de 1917, tan sólo un mes después de la Revolución de Octubre. El impacto fue extraordinario y en pocos años se tradujo a todas las lenguas del mundo. Es que pocas veces en la historia humana acontecimientos de la magnitud de una revolución social y la edificación de un Estado de nuevo tipo parecían estar anticipados con tanta clarividencia en la teoría. Los acontecimientos históricos parecían venir a confirmar la justeza de las tesis leninistas acerca de la política, el poder y el Estado. La teoría parecía haber superado, y con creces, la "prueba de la realidad". Las tesis de  El Estado y la Revolución parecieron inmediatamente refrendadas por la Revolución de Octubre y el nuevo Estado Soviético. Ahora bien, esta estrecha relación

GESTIÓN SOCIAL Un ingenioso socialdemócrata alemán de la década del 70 del siglo pasado, dijo que el correo  era un modelo de economía socialista. Esto es muy exacto. Hoy, el correo es una empresa organizada según el patrón de un monopolio capitalista de Estado. El imperialismo va convirtiendo poco a poco todos los trusts en organizaciones de este tipo. En ellos vemos esa misma burocracia burguesa, entronizada sobre los "simples" trabajadores, agobiados de trabajo y hambrientos. Pero el mecanismo de la gestión social está ya preparado en estas organizaciones. No hay más que derrocar a los capitalistas, destruir, por la mano férrea de los obreros armados, la resistencia de estos explotadores, romper la máquina burocrática del Estado moderno, y tendremos ante nosotros un mecanismo de alta perfección técnica, libre del "parásito" y perfectamente susceptible de ser puesto en marcha por los mismos obreros unidos, dando ocupación a técnicos, inspectores y contables y retribuyendo el trabajo de todos éstos, como el de todos los funcionarios del "Estado" en general, con el salario de un obrero. He aquí una tarea concreta, una tarea práctica que es ya inmediatamente realizable con respecto a todos los trusts, que libera a los trabajadores de la explotación  y que tiene en cuenta la experiencia ya iniciada prácticamente (sobre todo en el terreno de la organización del Estado) por la Comuna. Organizar toda la economía nacional como lo está el correo para que los técnicos, los inspectores, los contables y todos los funcionarios en general perciban sueldos que no sean superiores al "salario de un obrero", bajo el control y la dirección del proletariado armado: he ahí nuestro objetivo inmediato. He ahí el Estado que nosotros necesitamos y la base económica sobre la que este Estado tiene que descansar. He ahí lo que darán la abolición del parlamentarismo y la conservación de las instituciones representativas, he ahí lo que librará a las clases trabajadoras de la prostitución de estas in stituciones por la burguesía. V. I. Lenin, El Estado y la Revolución, cap. III, “El Estado y la Revolución: la experiencia de la Comuna de París de 1871. El análisis de Marx”.

42 | EL ATLAS DE LA REVOLUCIÓN RUSA

entre la teoría y la práctica nos lleva asimismo a repensar la validez de las tesis leninistas a la luz de la experiencia soviética posterior a la Revolución de Octubre. Nos lleva a preguntarnos en qué medida el modelo de poder soviético que prescribe Lenin en El  Esta do y la Revolución tuvo efectivamente correlato con la realidad soviética posterior a Octubre. Isaac Deutscher presentó la distancia entre la norma y la realidad en estos términos: "La maquinaria administrativa que creó tenía poco en común con el modelo ideal que había soñado en  El Estad o y la Revolución. Nacieron un ejército poderoso y una policía política que estaba en todas partes. La nueva administración reabsorbió gran parte de la antigua burocracia zarista. Lejos de mezclarse con un 'pueblo en armas', el nuevo Estado, como el antiguo, estaba 'separado del pueblo y elevado por encima de él'. A la cabeza del Estado se hallaba la vieja guardia del partido, los santos bolcheviques de Lenin. Lo que tenía que haber sido un simple para-Estado fue de hecho un super-Estado" (2).

Es con vistas a la toma del poder por el proletariado que Lenin entiende que la cuestión del Estado reviste tanta importancia teórica y práctica.

Las duras condiciones históricas en que se había llevado a cabo la Revolución y en que se desenvolvió en los años siguientes –el carácter atrasado de Rusia, el débil peso del proletariado urbano en el marco de una sociedad campesina, el aislamiento respecto de una revolución que se demoraba en extenderse a Europa, el cerco imperialista, la contrarrevolución armada, la guerra civil– impusieron otro curso. "La Rusia revolucionaria no podía sobrevivir sin un Estado fuerte y centralizado. Un ‘pueblo en armas’ no podía defenderla contra los Ejércitos Blancos y contra la intervención extranjera: para ello era necesario un ejército centralizado y altamente disciplinado. La Cheka, la nueva policía política –sostenía (Lenin)– era indispensable para la eliminación de la contrarrevolución. Era imposible superar la devastación, el caos y la desintegración social subsiguientes a la guerra civil con los métodos de una democracia de los trabajadores. La

propia clase obrera estaba dispersada, agotada, apática y desmoralizada. La nación no podía regenerarse por sí misma, desde abajo, y Lenin creía que era necesaria una mano fuerte para guiarla desde arriba, a lo largo de una penosa transición cuya duración era imposible predecir"(3).

La dictadura del proletariado devino pronto en una dictadura de una minoría del proletariado y luego en una dictadura de partido.

Los comités de empresa, los conse jos obreros (soviets), el control obrero, creaciones espontáneas y auténticas de la clase trabajadora rusa, plenamente legitimados por el Lenin de El  Estado y la Revolución, se revelaban ahora a sus ojos como fuente de desórdenes y de una ineficacia susceptible de paralizar el aparato productivo del país en una situación de extrema gravedad (4). Con el apoyo de Lenin y del Partido Bolchevique, los administradores industriales comienzan a afirmar su poder en desmedro de los organismos obreros. Los sindicatos son progresivamente estatizados. Los soviets son, en teoría, la fuente de la soberanía del nuevo Estado, pero en realidad éste es el que gobierna en su nombre. Tal como llegó a reconocerlo el propio Lenin en un discurso de marzo de 1919: "Los soviets, que eran por naturaleza unos órganos de gobierno por los trabajadores, no son en realidad más que órganos de gobierno para los trabajadores, gobierno ejercido por el estrato más avanzado del proletariado, pero no por las masas obreras" (5). La dictadura del proletariado devino pronto en una dictadura de una minoría del proletariado y luego en una dictadura de partido. Lenin, que despreciaba las utopías, había soñado sin embargo un Estado de nuevo tipo. En 1917 respondía a aquellos oponentes que lo trataban de iluso que sabía muy bien que "cualquier peón y cualquier cocinera" no eran inmediatamente capaces de dirigir el Estado, pero ponía como condición para erigir el nuevo Estado soviético que se comenzara inmediatamente a hacer participar en el manejo de los asuntos públicos a todos los trabajadores y a toda la población pobre (6). Menos de un año después, una naciente

oposición en el seno del propio Partido Bolchevique, los "comunistas de izquierda", le recriminaba haber olvidado las tesis de El Estado y la  Revolución. Bujarin llegó a decirle irónicamente en una reunión del Comité Central bolchevique: "Estaba muy bien escribir como Lenin que cualquier cocinera debía aprender a dirigir el Estado. ¿Pero qué ocurre si cada cocinera tiene un comisario que la vigila constantemente?" (7). Daniel y Gabriel Cohn-Bendit repiten la idea medio siglo después: "Sería fácil oponer a Lenin lo que él mismo escribía en 1917 en El Est ado y la  Revolu ción. Cada frase de ese libro es una denuncia de la práctica bolchevique de los años 1918-1921" (8). Para algunos autores como Glucksmann, el terror estalinista no fue otra cosa que la continuación del terror bolchevique en una escala mayor. Y el totalitarismo soviético hundiría sus raíces en los textos de Lenin (9). Para otros autores, como Isaac Deutscher, cuyas tesis fueron desarrolladas luego por Moshe Lewin, Lenin habría advertido hacia el final de su vida que el Estado dictatorial mostraba una tendencia irreversible a cristalizar en un organismo con sus leyes e intereses propios y corría el riesgo de sufrir graves distorsiones en relación con los objetivos iniciales, escapando a las manos de sus fundadores y contrariando las esperanzas de las masas. El instrumento se estaba convirtiendo en un fin en sí mismo. Lenin habría alcanzado a vislumbrar que un sistema coercitivo instituido para promover la libertad puede, en lugar de asegurar a las fuerzas sociales exteriores al aparato estatal una creciente participación en el poder, convertirse en una nueva máquina de opresión (10). Estos autores se esfuerzan en presentarnos un Lenin trágico en sus últimos años de vida, crecientemente impotente para llenar la brecha insalvable entre la teoría y la práctica, entre las intenciones y los resultados, pero al mismo tiempo desesperado por sobreponerse a su enfermedad y buscar alianzas políticas capaces de hacer frente a una burocracia que no duda en llamar por su propio nombre (11). [...]. n

↑ Alexander Rodchenko, El Partido en los años de la guerra imperialista, 1914-1916, 1925-1926

Not�s 1 Las notas de Lenin fueron publicadas

póstumamente en la URSS en 1930. Una edición castellana accesible es: El marxismo y el Estado. Materiales preparatorios para el libro El Estado y la Revolución , Júcar, Madrid, 1978. 2 Isaac Deutscher, "Los dilemas morales

de Lenin" (1959), en Ironías de la historia, Península, Barcelona, 1969. 3  Deutscher, op. cit . 4 Moshe Lewin, El último combate de Lenin,

Lumen, Barcelona, 1970. Asimismo Oskar Anweler, Les Soviets en Russie. 1905-1921, Gallimard, París, 1972 y Maurice Brinton,  Los bolcheviques y el control obrero, Ruedo Ibérico, París, 1972. 5 Moshe Lewin, op. cit . 6 Lenin, "¿Se sostendrán los bolcheviques

en el poder?" (1917), en  Acerca del Estado, Grijalbo, México, 1970. 7 Cit . por Brinton, op. cit . Véase también

Stephen F. Cohen, Bujarin y la revolución bolchevique, Siglo XXI, Madrid, 1976. 8 Daniel y Gabriel Cohn-Bendit, El

izquierdismo: remedio a la enfermedad senil del comunismo, Acción Directa, MontevideoBuenos Aires, 1971. 9 André Gluscksmann, La cocinera y el

devorador de hombres. Ensayo sobre el Estado, el marxismo y los campos de concentración, Mandrágora, Barcelona, 1977. 10 Moshe Lewin, op. cit . 11 Como testimonio de estos esfuerzos

dramáticos, véase V. I. Lenin, Contra la burocracia. Diario de las secretarias de Lenin , Pasado y Presente, Buenos Aires, 1971.

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