Ascendentes en astrologi¦üa I y II_ Eugenio Carutti

September 19, 2017 | Author: Siricupio | Category: Psyche (Psychology), Symbols, Space, Logical Consequence, Reality
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1ª PARTE

EL MANDALA

Vamos a comenzar analizando un símbolo del lenguaje astrológico que demasiado habitualmente es dejado de lado, pero que en realidad encierra la lógica global de articulación de los demás elementos de la carta natal (signos, planetas, aspectos, etc.). Este símbolo básico es la carta natal misma, o sea, aquel dentro del cual todos los demás símbolos aparecen:

Atender a este espacio nos llevará a considerar cuál es la estructura que le es propia. Este símbolo, el más abarcativo de todos los símbolos astrológicos, tiene las claves acerca de cómo se organiza la sintaxis, esto es, las leyes de asociación entre los distintos elementos que incluye, en tanto que espacio. Usualmente, cuando decimos espacio, imaginamos una entidad vacía en sí misma, en la cual se sitúan las otras entidades. Por ejemplo, cuando pensamos en el universo, suponemos que el espacio es algo que existe de por sí, sin una relación estructural con los objetos que lo ocupan; como si fuera exterior a ellos. Nuestra percepción intuitiva imagina el espacio como algo previo, dentro del cual las cosas caen. No concebimos que lo vacío y lo lleno pueden ser dos aspectos de lo mismo y, en consecuencia, no advertimos la actividad que posee lo que nosotros llamamos espacio. Utilizando entonces lo que ya sabemos, ¿qué está diciendo este símbolo, en su lenguaje? ¿qué estoy diciendo con la superposición de un círculo y una cruz? Estoy estableciendo una relación entre el círculo —esto es, lo infinito, aquello que no tiene forma, lo amorfo, el Cielo— y la cruz, lo que tiene forma, lo que tiene límite, la materia. La cruz es el cuatro, el cuadrado, la energía estabilizada como forma, es decir Cáncer. De aquí proviene el simbolismo de la crucifixión: la entrada de lo infinito en la forma.

Entonces, el símbolo de la carta natal está expresando el Cielo en la Materia, lo infinito en lo finito en una relación que, al mismo tiempo, unifica y distingue dos conceptos fundamentales para nosotros: energía y forma.

En una carta natal, el Sistema de Casas, cuyo núcleo es la cruz (en realidad son tres cruces, una triple crucifixión), manifiesta la encarnación del estado del Cielo en el instante de nacimiento. El conocido enigma de los antiguos —la cuadratura del círculo— se encuentra detrás de este símbolo. Por eso, la cruz en el círculo también alude al Paraíso: el lugar donde el Cielo está en la Tierra, donde la forma material reproduce la totalidad celeste sin que haya contradicción —para la conciencia— entre Cielo y Tierra, entre energía y forma.

Podemos ya advertir la importancia de este símbolo y de todo lo que encierra. Si no comprendemos su lógica, no podemos abordar seriamente la sintaxis astrológica. La carta natal es una estructura que simboliza esta tensión entre lo que no tiene forma y lo que sí la tiene; existe una cierta lógica para esta tensión entre lo finito y lo infinito, y esto es lo que vamos a tratar de que se nos revele.

La carta natal es un mandala Como tal, la carta natal es un caso particular de un tipo de símbolos, del que ustedes habrán escuchado hablar, llamado mandala. La carta natal es un mandala y hay mandalas de distintas características, pero que siempre responden a la misma lógica básica. Se trata de un símbolo que aparece espontáneamente en el psiquismo cuando hay algún contacto entre la conciencia habitual y un nivel de totalidad. Cuando esto ocurre, el inconsciente simboliza —o sea, confiere forma— con un mandala. La astrología es un pensamiento mandálico por excelencia que, como tal, descansa en las profundidades de nuestra mente. Sólo necesitamos permitir que aflore en nosotros. Cuando el ser humano funda, cuando organiza algo que remite a la totalidad, necesita simbolizar un centro que ordene una potencialidad global. Todas las plazas de las ciudades son mandalas. En las iglesias y templos siempre hay mandalas; y, por supuesto, abundan en Oriente. El símbolo del Sol, como tal, es un mandala:

Son muy conocidos los mandalas tibetanos, con sus demonios y sus ángeles; se intenta con ellos simbolizar, para la meditación de la conciencia, la totalidad sin exclusiones, sosteniendo una máxima tensión entre los opuestos. O sea que el mandala es una manifestación del psiquismo humano profundo, que aflora ante cierto tipo de experiencias evocando un estado integrado de conciencia. Cuando hay grandes desequilibrios psicológicos, el dibujo de mandalas ayuda a la recuperación del equilibrio. Se ha comprobado que, en casos de alteraciones agudas del psiquismo, la persona intenta dibujar mandalas, pero estos tienen tres centros, por ejemplo; no logra centrar, equilibrar. El mandala es un espacio ritual; por eso, la plaza es siempre el punto de partida de una fundación urbana. Después del rito de fundación, en torno al rollo de pergamino con las instrucciones —donde luego se levantará, seguramente, el monumento a algún héroe local— se organiza el diseño original de la ciudad: a un lado la iglesia, enfrente el ayuntamiento, al

costado un convento o un asilo, al otro costado las casas de los fundadores. En las manzanas periféricas, en orden de importancia, los restantes vecinos. Así se fundaron todas las ciudades coloniales de América y algunas de Europa moderna. Es bueno dibujar mandalas, tranquiliza porque remite a un nivel en que es trascendida la fragmentación y el desorden de la conciencia superficial. Investigar acerca de esto con mandalas no astrológicos de cuatro, seis, ocho partes, resulta muy útil para nuestro estudio. De esta manera, espontáneamente, se descubre que los mandalas tienen ciertas leyes.

Leyes del mandala

Vamos a investigar entonces algunos principios que llamaremos leyes o principios básicos de un mandala. 1) El mandala es un símbolo de totalidad y de integración. Nunca habla de fragmentos. Y, por lo general, está organizado radialmente, con un centro y una periferia, o con distintas periferias concéntricas.

Lo importante es que lo que está en el centro es exactamente lo mismo que lo que está en la periferia, sólo que en otro estado. Un mandala Implica el despliegue de un centro en una periferia y, a la vez, implica la disolución de la periferia en un centro. Las dos cosas son lo mismo; o sea, algo se despliega desde el centro amorfo y toma cierta forma en la periferia. Aquello que en el centro está implicado, en la periferia está desplegado. En la periferia, el centro se encuentra en estado de forma; en consecuencia, son múltiples las formas necesarias para dar cuenta de la energía, porque la energía, lo ilimitado, no cabe en una sola forma, siendo esta excluyente por definición. La forma siempre deja afuera algo de la totalidad, que deberá manifestarse en otras formas complementarias. En cambio, el centro en sí mismo contiene toda la energía y, potencialmente, todas las formas que pueden encarnar en esa

energía. Así, el mandala se va mostrando en distintos niveles de definición. La periferia es el nivel más estable; el centro, el nivel más vivo. Entonces, esta es la primera relación entre centro y periferia: en el centro está la totalidad y, desplegada en la periferia, está esa misma totalidad, en cuanto multiplicidad. Preguntémonos ahora: ¿cuál es la dinámica del mandala? Este, ¿se abre o se cierra? Desde un punto de vista, el centro se despliega como multiplicidad. Pero desde otro punto de vista, la periferia se disuelve como vacío central. Al pensarlo y verbalizarlo, puedo decir una u otra cosa, porque el pensamiento es unilateral y nos obliga a ir en una dirección determinada. Decimos "salgo" por la puerta, pero salir del aula es entrar el palier. "Salgo" o "entro" expresa algo que está unilateralizado, identificado en una posición que excluye a la otra. El pensamiento en el nivel verbal, en nuestro lenguaje cotidiano, no puede integrar ambos puntos de vista en una simultaneidad que, sin embargo, es real. En el estado de contemplación que el mandala propicia, los dos movimientos son reales y simultáneos.



Pregunta: ¿El mandala es un símbolo estático o dinámico? La representación es evidentemente estática, pero lo simbolizado es tremendamente

dinámico. En todo mandala está sucediendo la manifestación y la consumación, al mismo tiempo, simultáneamente. Pero, desde luego, hay que comprenderlo a través de sus leyes de representación. Hay que imaginárselo, por lo tanto, como un dibujo holográfico, dicho en términos contemporáneos. Como una doble hélice, una que abre y otra que, al mismo tiempo, cierra. Recuerden, como ayuda, el caduceo de Mercurio, con sus dos serpientes enlazadas:

Son dos serpientes, desde una óptica. Pero desde otra, son una totalidad. La mente las separa, porque verlas juntas a ambas, al mismo tiempo, en su dinámica complementaria, resulta

imposible para el pensamiento verbal. Primero se ve una, después otra, después se las relaciona. Cómo se las relaciona: este es el problema; y eso depende del estado de la conciencia que esté en juego. Traducir, encontrar las lógicas de transformación entre el estado profundo, sintético de la conciencia y el estado superficial, atrapado en la multiplicidad concreta del pensamiento verbal, es nuestra dificultad. De hecho, el centro del mandala es un punto vacío; es lo amorfo por excelencia. Es lo que va tomando forma, hasta escindirse como multiplicidad. O sea que, en el centro, hay una unidad amorfa y en la periferia hay una multiplicidad de formas. Cuando se dice "unidad", nuestro cerebro lo retraduce como "uno", pero no es necesariamente así. En el vacío central que remite a la unidad, no hay nada en tanto que forma. Piensen en la unidad no como algo sino como vacío generador donde puede estar todo, en otro estado. En este sentido, no es el uno sino el cero. Si fuera algo, estaría ya excluyendo otra cosa; ningún algo puede ser todo. Si nuestra psique comprendiera esta lógica de la unidad, todo sería mucho más fácil para nosotros. 2) Una de las consecuencias de este doble movimiento —en el cual el centro se manifiesta hacia la periferia y a la vez esta se integra, se disuelve, se consuma en el centro— es que cualquier movimiento en una dirección, automáticamente tiene que estar compensado por el movimiento en la dirección contraria. O sea que, si aparece una forma en algún punto de la periferia, tendrá que existir otra forma en el punto opuesto de la misma, que compense a la primera. Es decir, todo lo que aparece en la periferia del mandala tiene que estar representado —u organizado— en forma bipolar.

Por definición, apenas aparece algo en una dirección tiene que surgir su equivalente en el sentido opuesto, para mantener así en equilibrio la totalidad. De hecho, si decimos que está presente A (que implica B), podemos decir asimismo que también tiene que estar presente C (que implica D):

Es decir: para que esto sea un mandala, en el mismo momento en que se manifiesta algo en la periferia tienen que manifestarse todos los puntos complementarios, manteniendo así el equilibrio de la totalidad en la representación. No hay, en el mandala, la posibilidad de una dirección autónoma, unilateral, independiente de las demás. Esta es precisamente, la ilusión de la conciencia identificada con la forma. En rigor, todas las direcciones de la periferia son sincrónicas y necesarias las unas con respecto a las otras. Es decir: la aparición de los elementos en complementación bipolar, es simultánea. Si existe A tiene que existir B. Por lo tanto, si existe el norte tiene que existir el sur, no hay otra posibilidad: y también tienen que existir el este y el oeste, porque de lo contrario no hay espacio. En consecuencia, ya sabemos que lo que aparece en un mandala, está ordenado bipolarmente. ►

¿Sería como un claro y oscuro? Sí, podemos presentarlo como claro-oscuro, o como frío-caliente, o negro-blanco. El hecho

es que tienen que estar los dos polos presentes, para que la manifestación sea completa. 3) Otro principio inherente al mandala nos dice que, en su centro, está implicada toda la periferia, así como la periferia es una manifestación del centro. Claro que si digo esto, respetando la ley anterior, debo decir asimismo que el centro es una desaparición de la periferia. En otros términos: en una dirección, lo amorfo se manifiesta en forma y, en la otra dirección, la forma desaparece en lo amorfo. La coherencia con lo mandálico es que no podemos elegir una de estas dos direcciones. No tiene sentido decir que es una u otra, tener preferencias hacia una u otra. Es muy posible que nos alineemos en dos bandos compuestos por los que ven que la periferia es una manifestación del centro, y los que ven que el centro es una desaparición de la periferia.

Es decir, intuitivamente, tendemos a ver uno solo de estos dos aspectos y, por lo general, el que vemos con más frecuencia —por nuestro condicionamiento cultural— es el que dice que "la periferia es una manifestación del centro". Pero, en un mandala, no estamos autorizados a hacer esta polarización; de modo que, si es cierta una dirección, entonces necesariamente tiene que estar presente la otra.



...y esas dos direcciones fluyen constantemente... Exacto, ambas pueden ser reunidas en una imagen de fluir constante, de modo tal que

podamos decir que el mandala pulsa.



¿Una dirección tiene que ver con la conciencia y la otra con el inconsciente? Por ahora no pongamos a la conciencia en juego, justamente porgue lo que le gusta a la

conciencia es elegir. A la conciencia verbal le es muy dificultoso decir "las dos cosas al mismo tiempo..."; por el contrario, prefiere pensar: "una tiene que ser la verdadera y la otra, falsa". Esto es así porque la conciencia, apegada a la forma, pone instintivamente el centro en un polo y excluye al opuesto. Para nuestro psiquismo, es mucho más sencillo verlo desde el centro a la periferia. El movimiento de la periferia al centro no nos resulta intuitivo, pero está. El movimiento es doble, siempre. En la periferia tenemos, entonces, una multiplicidad que —podríamos decir— está generada por este vórtice central. En el centro, o cerca de él, el movimiento es muy rápido; tanto, que no permite que nada se estabilice, o sea, que tome forma. Cuanto más lejanía de él, más estabilización. Entonces, cuanto más lejos del vórtice central, más quietas se quedan las cosas y más estables permanecen en su definición. Por eso, en esa periferia aparece lo separado, la multiplicidad. Así es como en el centro hay vacío y hay lleno... Y, como decíamos pensándolo desde la manifestación— cualquier manifestación en una dirección tiene que estar compensada por otra,

en otra dirección. Asimismo, cualquier disolución en una dirección, tiene que estar compensada por una disolución en otra dirección. Por la propia índole del símbolo, acá hay un equilibrio constante. ►

¿Es una ley de conservación? Sí, lo es. Todo mandala alude al principio básico de conservación de la energía. Otro símbolo de lógica típicamente mandálica es la serpiente que se muerde la cola, que se

va devorando a sí misma hasta que desaparece. Cuando se devoró totalmente, reaparece. Siempre está muriendo, y siempre está renaciendo.

Las leyes del mandala, dentro de la carta natal Todo lo que hacemos en una carta natal es movernos en un mandala, en un campo que tiene esas leyes, además de otras que iremos viendo ni su momento. Entre otras cosas, un mandala delimita un espacio sagrado. Dentro de ese mandala está lo sagrado, aquello que trasciende e Incluye el estado fragmentario de la conciencia. Por esto, una carta debe ser hecha mirándola desde adentro y no desde afuera, no "espiando" lo sagrado desde el exterior. Esto quiere decir, tomar conciencia de los condicionamientos del pensamiento verbal, externo al espacio mandálico, que violenta el estado de conciencia que el mandala simboliza. Hay dos niveles de conciencia en juego. En uno de ellos, el pensamiento verbal del lenguaje cotidiano intenta dominar al mandala, reduciéndolo a sus interpretaciones; en el otro, se entrega a su lógica, aquietándose sin interferir, dejando que se active el estado de conciencia que aquí llamamos mandálico. Es preciso desarrollar esta sensación: cuando hablamos de "hacer una carta natal", estamos dentro del universo de la astrología, estamos dentro de un espacio sagrado. Esto significa que está expresándose el misterio de una totalidad que se diferencia y no la dramática de lo separado que pugna por relacionarse. Dicho de otra manera, la realidad es holográfica: esta es nuestra hipótesis básica. El mandala es un símbolo para que la conciencia aprenda a pasar de un estado a otro, dado que la conciencia tiende a hechizarse con los fragmentos aislados, separados, y se deja absorber por ellos. La potencia del mandala impide que algún fragmento absorba a la mente. En el centro, puesto que está todo en cuanto energía, no hay nada en tanto forma. Entonces, la primera reflexión que vamos a hacer en relación a una carta natal es que, si nosotros vemos distribuidos en ella a los distintos planetas, nuestra inercia nos llevará a pensar que la identidad de una persona está en un punto de la periferia...



... o sea, en el Sol... Exacto...y este es nuestro problema. Lo que la persona "es" en tanto totalidad no está en

ningún punto de la periferia, sino que está en la totalidad de la misma, es decir, en todos los planetas, todos los signos, todas las casas y todos los aspectos organizados de cierta manera. O —lo que es lo mismo— en el centro. Entonces, el ser de una persona está en el centro del mandala o en la totalidad de la periferia. Sin embargo, los seres humanos tendemos a hacer identidad en un fragmento de la totalidad, en un cuerpo particular de la carta natal, básicamente en las características del signo solar, o en la Luna o en algún otro planeta o conjunto de planetas. Y decimos que los restantes representan al padre, la madre, los hermanos, la pareja, los acontecimientos externos, etcétera. Sin embargo, nosotros sabemos que cada cuerpo es un significador simultáneamente, de personas y hechos externos y de dimensiones internas. Cada cuerpo expresa un aspecto de mi vínculo estructural entre lo que llamamos interior y exterior. Pero en términos astrológicos, esta separación es propia de una exclusión y de la primacía de la forma —momento canceriano del Zodíaco o encarnación—, dicho en términos tradicionales. Precisamente, el mandala como símbolo tiene como sentido expresar aquello que nuestra conciencia, identificada con la forma y el tiempo (Cáncer-Capricornio) no puede hacer: la relación sincrónica energía-forma. Vamos a analizar todo esto, más a fondo y desde otro ángulo. Supongamos que nace un bebé: en el mismo momento en que esto ocurre, la carta natal del chico está constelada en el Cielo —esto es, los planetas con sus aspectos y su posición zodiacal— y, como el Cielo es visto desde un lugar específico, va a generarse también todo el Sistema de Casas.

Sabemos que en este mapa, en este diseño, está implícita toda la energía del niño, pero esa energía aún no tomó forma, aún no se desplegó. Podemos decir que todo ese sistema energético es y será el niño, porque sabemos que esa estructura contiene lo que es hoy ese bebé y lo que va a ir siendo, como destino. Ahora bien, lo primero que se manifiesta concretamente —focalizado— de este sistema energético, es el cuerpo de esa estructura: el bebé. Sin embargo, ¿la energía de ese instante —que se manifiesta en ese cuerpo— está toda ella presente sólo en ese cuerpo? ¿O acaso la energía necesita más de una forma para expresarse en el plano concreto? Vayamos deduciendo esto. ¿Qué es lo que yo sé de la carta del niño?

Sé que en el mismo momento de nacer tiene que haber determinada Luna, de la cual el bebé emerge; tiene que haber determinado Saturno, habrá cierto Mercurio, cierto Júpiter... Es decir, hay una cierta situación concreta que se manifiesta, simultáneamente con el cuerpo, cuando el niño nace y que constituye su medio —mamá, papá, hermanos, tíos, etc. — y los acontecimientos que en él toman forma. Y todo esto, desde el primer momento, es el destino del niño. ►

O sea que depende de la interacción que se establezca en ese momento...

La interacción manifiesta la energía del niño...



Pero entonces, ¿no cabe toda la energía dentro de él? La pregunta está provocada por un supuesto básico que es la identificación con la forma,

que lleva a una paradoja: que una sola forma exprese toda la energía. Cuando en realidad deberíamos decir que en el momento en que el chico nace, se manifiesta un campo energético

vincular del cual el bebé es el cuerpo, pero que va más allá del cuerpo: la carta natal como sistema energético es el cuerpo y sus vínculos. En rigor, el cuerpo del bebé es un vínculo entre el cuerpo de la madre y el cuerpo del padre; y estos, a su vez, son vínculos de otros cuerpos y así sucesivamente. Del mismo modo, la constelación del instante del niño no está separada de los demás instantes constelados que están presentes en el acontecimiento; esto es, las cartas natales de todos los demás. Cada cuerpo es un campo vincular y cada instante energético también lo es. El psiquismo autocentrado es el que simplifica el cuadro y no permite ver la trama subyacente. ►

¿Esto quiere decir que las energías están todas dentro de ese cuerpo y que se van a ir

desarrollando, de acuerdo a la influencia del mundo externo? Esta pregunta demuestra, nuevamente, cómo preferimos considerar una dirección u otra... Yo estoy diciendo que la energía de la carta natal "se manifiesta", en el sentido de que —en el momento en que ese niño nace— comienza a vibrar su Luna, y que eso es el comportamiento de la madre; comienza a vibrar su Saturno, y que eso es el comportamiento del padre. Por supuesto, el padre puede no estar, pero eso será el Saturno del niño; es decir, esa vibración, esa ausencia o esa presencia, expresará su Saturno y conformará las escenas que el chico vive. A partir del nacimiento y durante su desarrollo, sigue presente en todo momento este campo energético, gatillando situaciones, atrayendo individuos y generando vínculos en los cuales está, instante a instante, la totalidad de la energía. ►

...y todo es uno... Exactamente... Por ejemplo, si el niño nace con Luna en Capricornio, esto no sólo quiere

decir que más adelante la mamá no podrá darle el pecho o tendrá que dejarlo para ir a trabajar —u otra cosa por el estilo— sino que ya, al nacer, es muy probable que la enfermera se olvide de ponerle la toallita en la balanza... Ahora, esto no es una desgracia, sino que es la forma que toma la energía. Que esto sea la forma que toma la energía, quiere decir que el cuerpo del niño —como punto focal de ese campo energético/vincular que es la carta— tiene que recibir esa vibración, que es su propia energía. Tiene que vivirla y crecer en y con ella. Tomemos esto como algo pedagógico; no se trata de sacar conclusiones metafísicas. Estoy diciendo que hay una presencia energética, algo que vibra y que es constante, y algo que va a ir dividiendo esas vibraciones que el campo energético genera. Es decir, el campo energético vibra y una parte del mismo —que empieza a ser el cuerpo— recibe su Vibración a través de

otros cuerpos. Esto es, la energía se encuentra consigo misma en la interacción de todos los cuerpos, personas y acontecimientos que necesita, para expresarse en toda su complejidad. Ahora, si el bebé nace con Luna en Capricornio, habrá una vibración que lleva a la sensación del frío de "la balanza sin toallita" y esa vibración es inherente a ese ser. Esto es, con esta Luna habrá una contracción y una austeridad que es inherente a este ser como energía y el niño la habrá de ir viviendo, distribuida en todos los acontecimientos de su vida que la expresen. Claro, uno se imagina esa escena y dice "¡qué desgracia! ¡podríamos haberla evitado...!"; sin embargo, es lo que es. ►

¿Cómo influye la energía de los padres en el campo energético del chico? Vayamos despacio... Por ahora, unilateralizando necesariamente, veamos que la energía

del niño utiliza la energía de los padres para manifestarse. Y no sólo la energía de los padres, sino también la del ginecólogo, la de la partera, la del Carnaval —si nació en ese momento— o la del corte de luz que pudo tener lugar en la sala de partos... ►

¿El chico genera eso? Si digo "genera", estoy lateralizando. El campo energético del niño es sincrónico a esta

situación. A esta situación le sucede que nace ese niño. El tema es no privilegiar un punto focal sino darse cuenta de todos los ángulos que constituyen un acontecimiento. ►

Entonces, tiene que ser así... Ese niño tiene que vivir esa vibración, que se materializa en esas personas y

acontecimientos específicos. Esas personas, a su vez, tienen que vivir la vibración del chico y de los demás, y así.... ►

Pero si los padres son astrólogos y tienen conciencia de la energía de su hijo con

Luna en Capricornio ¿no podrían evitarle esas experiencias? Si los padres, por ser astrólogos, intentan evitarlo, veinte años después —en el diván del psicoanalista— ese joven con Luna en Capricornio contará: "siempre sentí una absoluta falta de espontaneidad en mi entorno afectivo; mis padres me decían que me querían, pero yo no les podía creer porque jamás fueron naturales y espontáneos conmigo. Por eso, me sentía solo y abandonado...". Entonces, lo que nos importa decir es esto: 1. Hay un campo energético que se manifiesta constantemente.

2. Se forma un punto focal de ese campo —que es el cuerpo y la conciencia que, a la vez, ese cuerpo va desarrollando de sí mismo— que va viviendo lo que es, a través de vínculos y acontecimientos. Es decir, que va recibiendo la vibración. Esto significa que hay un nivel energético que emite vibración, que se corporiza a través de la interacción de diferentes formas y, al mismo tiempo, una conciencia identificada con una forma —el cuerpo del bebé— que recibe esas vibraciones.

Polarización y psiquismo El punto reside en que en el nivel de la forma, la conciencia —que recibe la vibración energética— de hecho reacciona a esta energía. Así, Inevitablemente, habrá vibraciones de sí misma que recibe como energía con la cual se identifica. Y habrá vibraciones de sí misma que recibe como energía a la cual rechaza, porque no la puede soportar. Esto es, el cuerpo del bebé no se puede soportar a sí mismo en tanto energía a través de lo que el destino le trae, porque aún no está maduro para ello. Entonces, eso que llamamos nuestro psiquismo, crece polarizado en nuestro campo energético.

Ese psiquismo es una cierta constancia de identidad: "soy esto y no soy aquello". Voy incorporando ciertas dosis de mi propia energía, aquéllas con las que logro identificarme. Más allá de esta cantidad, empiezo a vivir esa energía propia diciendo "esto ya no soy yo". Cuando esta afirmación se cristalizó, es como si se hubiera formado un molde de repetición entre mi energía y mi psiquismo, porque ya hubo una fijación; tomó forma la sensación Yo. En mi campo energético —donde constantemente se están manifestando energías— se produce un proceso de identificación que tiende a marcar adentros y ajueras, con respecto a sí mismo. Es como si dentro del gran Sí-Mismo, se recortara un pequeño yo.

O sea que no estoy en la totalidad de la carta natal, desde lo psicológico. Siento que soy, cuando me identifico con algunas de los elementos de la periferia. Me identifico con un pedacito de mi Sol, con otro de mi Luna, con otro de mi Mercurio. Y con otras de mis energías —por ejemplo, con Urano, con Plutón— no me siento para nada identificado. Siento que no soy yo cuando se manifiestan. Volviendo a esas experiencias que consideramos desgraciadas, lo más probable es que el chico con Luna en Capricornio exprese la sensación de rechazar esa escasa contención, lo cual

va a marcar el cuerpo, va a marcar el sistema emocional y va a marcar la conciencia. Así, comenzará a generarse una conciencia, labrada a partir de identificaciones y rechazos respecto de la propia energía.

Entonces, lo que se constituye ahora es una historia, dentro de la vibración constante de la carta natal que se basa en identificaciones y rechazos. Identificaciones y rechazos respecto de aquello que me toca vivir pero que, inevitablemente, no puedo vivir. Esto es, que no puedo entregarme a vivir totalmente, dentro de lo que es la evolución de un niño. Me tengo que contraer cada vez que esas energías se manifiesten. Consideremos, por ejemplo, la identidad profunda de un ser con una gran vibración uraniana: ni de bebé, ni de niño, ni de adolescente podrá identificarse totalmente con esa vibración, aun cuando "le sucedan" muchísimas cosas uranianas. Uno podrá ver que el destino de esa persona es uraniano, que "le ocurren" muchísimas cosas uranianas pero que, sin embargo —ante esas circunstancias uranianas—, el chico se angustia y las rechaza, con lo que ese cuerpo experimenta espasmos inevitables. Por ejemplo: si tiene mucho Urano en su carta, tarde o temprano pondrá los dedos en un enchufe y recibirá una descarga eléctrica que hará vibrar el cuerpo. Diremos que fue una desgracia o una imprudencia la de los padres; diremos que es destino. Pero esto quiere decir que ese cuerpo "necesita" vibrar eléctricamente —porque es un chico uraniano— v para eso utiliza el enchufe como forma externa que "le trae" su energía. Pero el cuerpo quedó marcado por el susto, por el espasmo, por la contracción súbita provocada por el exceso de carga, por la reacción de sus padres, que es la reacción de su Luna y su Saturno ante su Urano. Quedó marcado por su propia energía. Esa marca ya es historia y, desde esa memoria, el mismo cuerpo volverá a recibir otra manifestación de su Urano en cualquier otro momento cíclico. Tendrá —por ejemplo— padres que le suministran un afecto o una presencia discontinua, dán-

dole mucha intensidad por momentos y luego, retirándosela súbitamente. Y esto lo marcará de nuevo emocionalmente: ese cuerpito quedará troquelado por esos espasmos y la angustia concomitante. Psicológicamente, podemos decir que esos acontecimientos aleatorios y esos padres que podrían haber actuado de otra manera, constituirán su historia. Pero, astrológicamente, no puedo decir eso porque ese acontecimiento es el niño y ese comportamiento de los padres es él, en cuanto campo energético atemporal que comienza a generar una memoria interna. En cada nueva manifestación cíclica de la energía, tenemos un nivel energético que se manifiesta indiviso—como totalidad "adentro/afuera"— y un nivel cuerpo-conciencia que recibe y experimenta esa energía en tanto dividida. Eso construye, labra un cuerpo, una emoción, una sensación de identidad que se asusta de sí misma en tanto energía, se protege y se separa de sí misma. ►

Pero también va incorporando... Sí, pero lo hace desde esta manera doble: incorpora y rechaza, es decir, distorsiona, genera

una necesaria autoprotección a ciertas energías demasiado potentes y, para eso, se hace máxima la identificación con otras, para que operen como defensa. Al mismo tiempo, se teme/ anhela un futuro en el que no se repita lo desagradable y se fantasean situaciones compensatorias a esos temores, que jamás ocurrirán porque no corresponden a ese campo energético. ►

...y así se teje una trama... Exacto... Se va tejiendo una estructura psicológica que no coincide con la estructura

energética. Diríamos que la estructura energética va esculpiendo la estructura psicológica. En última instancia, la estructura psicológica se va conformando como una autoprotección hacia la propia energía. Es decir, la conciencia que voy creando de mí mismo pasa a ser una idealización de ciertos aspectos, una fascinación por ciertos aspectos, y la negación del resto de mi energía. Así, luego yo diré que este resto de mi energía es mi mamá, mi suegra, los ladrones o que me estafaron, o lo que ustedes quieran. O sea, mi destino. ►

Aparece entonces un fenómeno de polaridad... Sí, aquí comienza a surgir el tema de la polaridad: yo me polarizo respecto de mi propia

energía. Esto es, la estructuración de mi personalidad es una polarización de mi campo energético.

Lo importante es entender que se trata de la defensa ante mí mismo, como entidad energética, y no simplemente de la defensa con respecto a los demás, que es real en un nivel psíquico. Se ha creado —desde el punto de vista energético— un falso adentro, una falsa identidad. No soy quien creo ser. En general, no tenemos una estructura psíquica elástica y flexible, que logre que las experiencias que cíclicamente retornarán, nos atraviesen, para así recrearnos en ellas. Nos fijamos en una autoimagen y no nos dejamos recrear por la manifestación del centro del Mandala. La experiencia trae siempre una nueva dosis de mi propia energía en una nueva configuración cíclica. Si pudiera estar instalado de manera tal que me fuese posible absorber toda la energía que trae esa experiencia, después de ella soy realmente otro, respecto de lo que era antes. Soy una conciencia en constante renovación de sus identificaciones-rechazos, dentro de un campo energético de patrón constante y con diferentes niveles de manifestación. Traten de pensar un Sí-Mismo energético que va generando y generando, y un Yo que se va formando como conciencia identificada, que se fascina con ciertas cualidades y rechaza sistemáticamente otras. Por Cierto, cuanto más se fascina con ciertos aspectos, más rechaza otros. Esto no es bueno ni malo, ni es un juicio de valor. De hecho, es impensable que un bebé, por ejemplo, se pueda hacer cargo de su Plutón en Casa 1. Quizá mas adelante, mientras su mamá le dice que es una maravilla de suavidad y ternura, escuche —y esto irá al inconsciente — que a la semana de haber nacido murió su abuela. Aquí empezará a lugar lo consciente y lo inconsciente, porque habrá todo un discurso que valoriza ciertos aspectos, por un lado. Por el otro, entretanto, aparece una presencia vinculada con lo oscuro, que podrá constituir en el Inconsciente sensaciones entremezcladas de culpa ("yo maté a mi abuela...") y omnipotencia ("¡qué poderoso que soy...!"). El campo energético repetirá constantemente sus vibraciones, bajo distintas formas y situaciones. Esa repetición no se da porque uno esté castigado, sino porque uno es eso. El campo energético repite, del mismo modo que el espejo repite mi cara; claro que en este caso, uno también puede pensar que está castigado... Sin embargo, desde el principio v por razones muy atendibles, elijo una lectura de mi vida que separa en "esto sí, esto no...", "quiero vivir esto de mí y no quiero vivir esto de mí...", haciendo que realmente no vea el espejo. Es decir, uno no considera que su campo energético y su red vincular son su espejo energético, su SíMismo, en otros. ►

Entonces ¿la evolución consistiría en ver el espejo completo? Un nuevo estado de conciencia llevaría a poder tolerar el espejo completo. Esto implica

que, evidentemente, tendré que soltar aquello con lo que me he identificado, que me obliga a rechazar lo que no puedo tolerar de mí. Y que surgirá un modo totalmente nuevo de vincularme con los otros. Veamos esto: en el proceso de estructuración de la personalidad uno recibe una vibración, se organiza, trata de estabilizar una identidad y, una vez que lo logra, empieza a rechazar sistemáticamente todo lo demás, diciendo "¡son los otros...!". ►

¿Y eso es malo? Yo no lo estoy valorando, en absoluto, incluso digo que es inevitable. Desde el punto de

vista biológico, es imposible que un chico soporte toda su vibración saturnina en tres meses, entre otras cosas, porque implicaría haber completado la osificación, lo cual es absurdo. Esta debe demorarse, para permitir un crecimiento completo. Saturno es una vibración que tarda muchísimo tiempo en ser incorporada: se la va incorporando en otros niveles, a través del vínculo con el padre, del vínculo con las autoridades, del vínculo con la sociedad, gateando y chocando contra la mesa, descubriendo límites y sostenes, etcétera. Lo que quiero decir con esto es que, cuanto más se estabiliza la estructura en una cierta identidad, tanto más el resto del campo energético reitera la vibración excluida que, entonces, aparece como destino recurrente. Es decir, si con Plutón en Casa 1 o con Sol-Plutón creo que soy una dulce y suave "libélula", no percibo que, mientras crea eso de mí, estoy generando el "King Kong" de turno. Eso sucede así, porque esa energía —que es demasiado potente y oscura para la conciencia inmadura— tiene que estar en mi mundo. El mandala, justamente, nos da la posibilidad de resignificar ese vínculo recurrente, ese destino. Así, ante una persona con Sol conjunción Plutón que se muestra "glamorosa", suave, delicada y que aparece como la bondad personificada, trataremos de buscar dónde está "King Kong", esto es, la persona oscura que vehiculiza el resto de su campo energético polarizado.



¿Y se puede prever, a través de las cartas de las personas involucradas, dónde estará

"King Kong"? Sí, uno puede tender a preverlo, pero esa previsión tendrá que ver no sólo con los planetas en las casas, aspectos, etc... sino, fundamentalmente, con cuan rígida sea la identificación de esa persona con la "libélula". Es decir, cuanto más polarizado estoy, más presencia masiva necesito, a través de otros, de la energía que yo excluyo. Esta es la homeostasis del sistema. Lo que aún no está recorrido e integrado en mí, tiene que estar afectándome fuera de mí.

Energía, autoconciencia y destino Es decir, la ecuación que necesitamos involucra identificación y rechazo (destino). De acuerdo con esa identificación, uno puede conocer su destino, no porque uno "sepa" el destino de esa persona —en el sentido de que esté "escrito" en algún lado— sino porque la estructura de ese campo energético se ordenará de esa manera, inevitablemente. ►

Es decir, uno puede prever el tipo de energía que va a recibir... Que va a recibir y a experimentar como externa, esto es, que va a resistir. Piensen que

podemos también resistir a Júpiter. Por ejemplo, alguien puede tener a Júpiter en la Casa 1 y andar "colgado" de cuanto maestro anda por allí. Es decir, puede ser enormemente jupiteriano pero sin identificarse con esa energía, ya que ha constituido una imagen de si que excluye la síntesis; por lo tanto, necesita que haya algún Júpiter a su lado, recurrentemente. Durante una etapa de la vida, esto puede resultar constitutivo; pero, en la medida en que la persona se vaya abriendo a su energía, serán cada vez menos necesarios esos volúmenes de Júpiter externo que, de ser mantenidos, resultarán muy empobrecedores para el pleno florecimiento de la persona. Entonces, la posibilidad de que mi medio se modifique, depende de que mi conciencia-demí-mismo se modifique, con sus correlatos inconscientes, emocionales y corporales. ►

Entonces, hasta que uno mismo no lo exprese, va a estar convocando esas energías... Claro... al principio lo padezco porque no me puedo reconocer —lo cual, por cierto, es

lógico— y, en la medida en que no me pueda reconocer en lo que está sucediendo afuera, se producirá la polarización. ►

¿Cómo se aplica esto al caso, por ejemplo, de una muerte que afecta a todos los

integrantes de una familia...? Para ser una familia hay que compartir un destino y, en consecuencia, hay que tener una estructura de cierto grado de compatibilidad. En realidad —y esto será tema para más adelante en nuestros estudios— yo no puedo decir que la carta de una persona sea un mandala autónomo en el que, por ejemplo "la Luna es la mamá...", porque, de hecho, ese chico también es la Casa V del papá y de la mamá. En verdad, lo que uno siempre tiene es una red de carias natales que coexiste y en la cual se produce lo que llamamos destino. Por un lado, esa red interpela a cada uno de una manera distinta. Pero, por otro lado, podemos decir que —para que haya destino— tienen que haber estructuras congruentes porque, de lo contrario, no podemos participar juntos de un mismo

acontecimiento. ►

Entonces, ¿los otros son el destino de uno...? Justamente, nuestro trabajo más adelante será constatar que el afuera es el destino de uno,

pero como uno es el afuera de otro, podemos concluir que todos co-destinamos. Por ahora, en este nivel introductorio, estamos mirando más "ombliguísticamente", desde un destino particular. Pero esto es un análisis fragmentario que hacemos de manera provisoria, por necesidades didácticas. ►

O sea que entre las cartas de dos personas que comparten un vínculo, hay una

correspondencia... Sí, porque caso contrario no hay vínculo... ►

Esto modifica esa mirada desde la cual el hijo es consecuencia de los padres, para

que aparezca en su lugar una correspondencia... Justamente, aquí aparece el tema del cambio de lógica. Empezamos a darnos cuenta de que nuestra lógica habitual es causal, en una dirección. La astrología no nos va a permitir sostener causalidades unidireccionales, esto es, no nos va a permitir privilegiar un punto de vista. Un hijo trae tantas cosas nuevas a los padres como recíprocamente, porque los hechos del propio destino son una manifestación de la propia energía, y esto implica tener esos padres, tanto como tener esos hijos. ►

Además, un hijo trae el recuerdo de la propia experiencia de uno como hijo... Psicológicamente, sí. Pero energéticamente, el hijo es la manifestación de la Casa V de los

padres —más todos los aspectos allí implicados— lo cual se vehiculiza a través del vínculo con el chico. Lo que estoy diciendo, en otro lenguaje, es que durante todo el despliegue de la vida — desde el bebé, pasando por el adulto y llegando al final— está presente una vibración, lo que es, lo que soy. Eso está presente, eso vive, eso vibra, eso genera y en eso —en tanto— yo voy creciendo y decreciendo. Qué capacidad de apertura tiene ese cuerpo a esa matriz vibratoria vincular, es toda la cuestión. Lo que crece identificado —el Yo, la personalidad, lo que yo creo ser— puede estar rechazando sistemáticamente lo que profunda e íntimamente soy, eso que siempre está. Pero, también puede ir abriéndose y tomando contacto y dejándose abrir, porque eso siempre está. A

esta presencia pueden llamarla como quieran. Lo cierto es que hay una presencia energética, hay algo que está presente desde el principio y que, de alguna manera, es recurrente e integrado. Y hay algo a lo que llamo Yo, que va creciendo y desarrollándose dentro de ese campo energético, pero al mismo tiempo se va cerrando a ese campo. Es decir, habrá una pulsación que surge de ese cerrarme para estabilizar y de ese abrirme para incorporar. Hay un ritmo, un pulso, hasta que —eventualmente— el cuerpo en sus vínculos pueda expresar lo que la energía es. Ahora bien, en realidad el cuerpo siempre expresa lo que la energía es, pero en un juego de tensiones y compensaciones. El cuerpo manifestará —si uno sabe leer un cuerpo— todos los impactos recibidos y los acomodamientos y reacciones que configuran su postura, su tono muscular, etc. El cuerpo tiene toda la historia, así como la emoción y las creencias la tienen. Pero están atrapados en la historia que permite una identidad y una expresión afectada por ella. Esa acumulación de marcas históricas que nos configura psicológicamente es, desde nuestro punto de vista, la reacción, la autoprotección a lo que somos como energía manifestada en un campo vincular. La personalidad o como queramos llamarlo —el Yo, la conciencia identificada con la forma— no puede reconocerse en los fragmentos dispersos del campo vincular. En la medida en que podemos desprendernos de la configuración cristalizada de identificación-rechazo, quedamos expuestos al presente de nuestra energía, y existe la posibilidad de abrirse a un modo nuevo de la estructura energética. Pero aquí surge una nueva inteligencia que se hace cargo — porque se reconoce en ella— de la energía del campo vincular que es, por definición, transpersonal. Podemos establecer una ecuación:

ENERGÍA = AUTOCONCIENCIA + DESTINO La energía real (Sí-Mismo vincular) es la autoconciencia (identificación), más lo que se vive como destino. En ese sentido, dado un sistema energético, si yo comprendo con qué aspectos y niveles de la carta natal se ha producido la identificación de la conciencia, se me aparece de inmediato la dirección del destino de una persona: es decir, la trama de experiencias que permiten la reabsorción de lo excluido, que retorna cíclicamente. ►

Pero ¿esa energía que voy incorporando, siempre estaba en mí? Esa energía siempre está... todo depende de lo que llames "en mí". Veamos un ejemplo:

supongamos que soy Sol en Aries con Ascendente en Virgo. Cada vez que la realidad me dice

"¡achicar, restringir...!", yo "arremeto", o sea que tengo este pulso: "arremeto-achico". La realidad de mi energía me dice: "vos sos impulso y restricción al mismo tiempo". Ahora, lo más probable es que yo me identifique con el impulso y me pelee con la restricción. Estaré en situaciones en las que me identificaré con el polo impulsivo, "arremetiendo": entonces, sentiré que lo que me frena poniéndome restricciones y achicándome, es el afuera. Pero, también estaré en situaciones en las que se activa mi otro polo interno, por lo cual me asusto y yo mismo soy quien inhibe: es así como el afuera aparecerá, ahora, agresivamente y "arremetiendo" sobre mí. Quiero decir: este proceso de polarización no implica que yo siempre esté polarizado de la misma manera, sino que puedo oscilar a otro polo de mí mismo. ►

No me queda claro a qué te referís con "polarizar"... Cuando digo "polarizar" estoy diciendo dos cosas al mismo tiempo. Estoy diciendo que yo

experimento lo que el campo energético genera y, ante eso, rechazo sistemáticamente. La palabra "sistemáticamente" es fundamental para el concepto de polarización. Por supuesto, suponiendo que yo rechace mi Luna en Escorpio, la proyectaré en otras personas y, por ejemplo, sentiré que "¡mi suegra me trastorna, me absorbe, me domina...!". En realidad, ocurre que yo no puedo reconocer mi lado absorbente y, en consecuencia, lo rechazo, diciendo siempre "¡es el otro!". Por supuesto, diciendo esto, proyecto mi lado absorbente, con lo que siempre habrá alguien que lo encarne y yo no sabré cómo vincularme con él, repitiendo afuera mi escisión interna. Me constituyo como una persona que toma distancia de todos y que no tolera intensidades emocionales, aunque mi campo energético esté lleno de intensidad emocional. Ahí estoy polarizado. De lo que se trata, en este caso, es de darme cuenta de que yo no soy ni tan indefenso ni tan refractario emocionalmente, sino que ambas tendencias se refuerzan porque resisto a mi intensidad. Lo que ocurre es que el pánico que tengo a esa fantasía de intensidad emocional, pone el freno y crea ese otro lado distante que, por su parte, aumenta la intensidad. Ese es el circuito. El tema básico aquí es advertir el miedo del sí-mismo psicológico al Sí-Mismo energético. Tenemos que llegar a percibir que, de una manera o de otra, todos estamos asustados de nosotros mismos. Liberar nuestra energía nos aterroriza, porque es de un volumen y de una intensidad que, desde el principio, hubo que contraer. Así es como nosotros —por hábito— no liberamos lo que somos, sino que contraemos lo que somos. En el mismo momento en que uno libera un poco de uno mismo, el otro polo se asusta y eventualmente empieza a hegemonizar; y esto no

lo hacemos individualmente sino colectivamente. La sustancia de la Tierra es una trama vincular que hace esto; y sobre esta sustancia polarizada se constela el Cielo.

LA MATRIZ ZODIACAL

A mi juicio, la gran dificultad para aprender astrología está dada por la presencia hegemónica —en todos nosotros— del pensamiento lineal, que procesa secuencialmente en términos de causalidad unidireccional. Podríamos preguntarnos ¿de dónde surge este nivel de la mente? Sintéticamente: de la identificación con la forma. Identificación con la forma del que piensa y se concibe a sí mismo como sujeto, como forma separada de todas las demás. Y recorte de las formas del mundo, abstraídas del contexto en el que aparecen y de las secuencias recurrentes —ciclos— en las que se manifiestan. Esta identificación con el recorte, hace que consideremos relevantes proposiciones que son en sí mismas absurdas, del tipo: el humano es superior al oxígeno, cuando en realidad no hay tal ser humano escindido del oxígeno. Viviente y oxigeno son una estructura. Pero nuestra mente concreta se siente insegura en el mundo de los contextos, estructuras, patrones y matrices, y busca aferrarse a la existencia de las formas separadas y las relaciones lineales, aunque estas sean ilusorias. Un ejemplo muy visible de nuestra incapacidad de ver una estructura en despliegue secuencial —es decir, la manera como una entidad se manifiesta a través de una serie de formas diferentes— es la estructura gusano-crisálida-mariposa. No tenemos una palabra para designar eso que se metamorfosea. A la gran mayoría de las personas que ve una "horrible gata peluda", no le es inmediatamente evidente que se trata de la misma mariposa que admirará algún tiempo después. Esta limitación del lenguaje, me parece decisiva cuando se trata de aprender astrología. Desde el Zodíaco, nosotros sabemos que la energía se manifiesta en una serie de fases que implican formas discernibles. Estas son vehiculizaciones —por no decir encarnaciones— de un proceso único y, por lo tanto, están intrínsecamente ligadas unas a otras. Es fundamental para nosotros la claridad sobre esto, tanto de su realidad, como de nuestra dificultad para registrarla. Por eso me interesa que seamos capaces de ver el Zodíaco como un patrón energético global y poder comprender cada uno de sus espacio/ fases —aquello que llamamos signos— como mutuamente implicados, como en todo mandala. El segundo punto relevante es poder tener presente en la conciencia que la matriz zodiacal es creadora —o, si se quiere ser más cauto, significadora— de diferentes niveles de realidad. Esto abarca desde cualidades muy abstractas hasta densificaciones concretas isomorfas entre sí; o sea, realidades que obedecen al mismo patrón, en distintos niveles de sustancia.

En este sentido, tenemos que hacer un esfuerzo en nuestra época, un tanto resistente a los viejos sistemas de correspondencias, para no reducir la astrología al mundo del psiquismo. Lo humano es sólo un nivel particular de manifestación —o significación— astrológica. El Zodíaco es un sistema vibratorio —por usar una metáfora energética— en el cual cada una de sus zonas, como si fueran los trastes de las cuerdas de una guitarra circular, vibra de una manera específica. Al vibrar, cada uno en su nota, materializa formas ligadas a esa cualidad particular. Dentro de estas, la forma humana y sus características psicológicas inherentes, el modo como toma forma la conciencia en el hombre, es sólo un caso más. Cáncer, por ejemplo, es matriz significadora —o proporción creadora, según como queramos mirarlo— de cuevas, huevos, úteros, casas o personas cálidas y maternales. Escorpio lo es para pantanos, venenos, excreciones, psiquiatras o todo tipo de curadores. Y así... Empequeñecer la astrología a lo humano es, a mi juicio, una tendencia muy peligrosa que creo surge de querer eludir, en forma inconsciente, el misterio del entramado cósmico que la astrología nos propone. Esto tiene que ser recordado continuamente, porque es el punto que la astrología más moderna tiende a oscurecer, así como la clásica velaba otros.

El orden implicado en la manifestación (la co-determinación impulso-estructura) El Zodíaco es entonces una estructura "sincronística" y, al mismo tiempo, secuencial. Sintéticamente, es una estructura implícita en su propia manifestación: este es el punto que subsume la sincronicidad y la secuencia y nos muestra un espacio que es un tiempo y viceversa. Aparece secuencialmente, pero está implícita estructuralmente. En realidad, hay una secuencia lógica entre un signo y otro pero, al mismo tiempo, hay una coherencia sincronística. Desde ese punto de vista, Aries y Virgo son simultáneos y. por polaridad, los seis signos opuestos también

lo son. Este es el ejercicio que les propongo para pensar los Signos: aparecen uno después de otro y aparecen todos al mismo tiempo. El Zodíaco es una forma que se va llenando y también un holograma eternamente presente. Si Aries y Virgo son sincrónicos, todo acto tiene implícito la estructura de su manifestación, esto es, todos los espacio/tiempos en los que esta queda organizada. Esta es una cuestión de un elevado grado de abstracción, pero decisiva. Supuestamente "todo esto lo sabemos", pero operativamente funcionamos aislando un signo de otro y eludimos sostener en la conciencia la simultaneidad de la manifestación cíclica y el presente estructural. La dificultad es que estamos pensando dos cosas al mismo tiempo: a)Afirmamos que hay una secuencia lógica en el ciclo: desde este punto de vista, el Zodíaco es una estructura temporal. b)Afirmamos

simultáneamente que el Zodíaco está —todo él— presente en cada instante, se

haya manifestado o no cada uno de sus signos. Es decir, están todos implicados en aquellos que están manifiestos en un momento dado. Estoy haciendo hincapié en este segundo punto. Al pensamiento lineal le resulta muy difícil reconocer el orden implicado en la manifestación aparentemente aleatoria y la astrología golpea dos veces sobre esto: la primera, con el concepto de la inevitabilidad de los ciclos. Y la segunda —que habitualmente se nos escapa— mostrando de qué manera el modo en el cual algo se origina, está implicando todo su despliegue "posterior". Es una co-determinación: impulso y estructura se dan en el mismo momento.

Dado un cierto comienzo está implícita una cierta estructura, que será llenada progresiva y secuencialmente. Eventualmente, hasta podría no llenarse en su totalidad; hacerlo, es una cuestión de tiempo y condiciones. Este es un concepto esencial en astrología: que algo pueda no llenarse en un tiempo dado, pero que esté latente para hacerlo, si aparecen las condiciones de contexto. ►

¿Es la diferencia entre potencia y acto? Exactamente. Ahora bien, ¿cómo mostramos esto en la comprensión del Zodíaco?

¿Podemos encontrar un espacio en el que aparezca el diseño más abstracto de cada uno de los signos —que se densificará en los niveles concretos— y que, al mismo tiempo, nos permita vislumbrar la codeterminación de cada uno de ellos? Vamos a observar para esto, una realidad que es objetivamente conocida por el pensamiento científico, pero de la cual —creo— no se extraen todas las consecuencias epistemológicas posibles. Para nosotros, en cambio, ilustra muy gráficamente lo que queremos decir acerca del Zodíaco. Me refiero a la Tabla de Mendeleiev o Tabla Periódica de los Elementos. Como es sabido, todos los elementos que constituyen la materia del universo responden a una matriz que contiene las posibles combinaciones entre electrones, protones y neutrones. No existe ningún componente de la materia que no responda a la lógica de las estructuras atómicas. Esto es así, previo al descubrimiento material del elemento en cuestión. Antes de que fuera percibido sensorialmente el plutonio, por ejemplo, se sabía que tenía que existir. Existía en un orden lógico, o mental, si lo prefieren. ¿Desde cuándo? Desde el principio del universo, en el momento en que este se manifestó como electrones, protones y neutrones; o aun antes, como quarks. Si la manifestación es esta —estructuras atómicas— el plutonio está implicado; no importa que se materialice 5.000 millones de años después. La existencia virtual de todos los elementos desconocidos materialmente, pero para los cuales existe una estructura atómica correspondiente: esta es la Tabla de Mendeleiev. Nunca se vio a ese elemento particular, pero tiene que estar en algún lugar en el espacio o en el tiempo. Quizás no se hayan dado aún las condiciones de presión y temperatura para que se haya materializado, o no hayamos todavía explorado la composición química de las galaxias más remotas; pero ese elemento está implícito en el origen de todos los demás. O está en algún lugar del espacio o está en el tiempo, "esperando" las condiciones de materialización. Veamos otro costado del mismo ejemplo: dado el primer núcleo de helio que se genera a partir del segundo inicial del Big Bang, ya está implicada la secuencia de todas las articulaciones posibles de electrones, protones y neutrones que darán lugar a todos los demás elementos de la materia. Estos dependerán, para su aparición material, de situaciones concretas

de temperatura y presión, del conjunto del universo; pero de hecho, como espacios virtuales — en el plano mental— están implicados desde el momento en que nació el helio. Es sólo cuestión de tiempo y de condiciones. Ahora bien: en un momento dado de la historia humana, que es un fragmento de la historia de la vida, un químico —Dimitri Mendeleiev— descubre esto, lo formula y lo demuestra. Demuestra que es posible hacer números y cálculos, elaborar una grilla y generar casilleros donde todos estos elementos irán a ubicarse, conforme las combinaciones de sus estructuras atómicas. Incluso hoy, existen todavía casilleros vacíos, elementos esperables, necesarios lógicamente pero aún no actualizados.



O sea que Aries y Virgo son simultáneos Exacto. El aparecer de lo más amorfo o puro impulso creativo inicial —lo masculino— es

sincrónico a la existencia de la articulación de todos los demás pulsos, la matriz ordenadora — lo femenino. Diríamos: el saber acerca de esto sucederá recién cuando se haya manifestado Virgo en la secuencia temporal: pero su presencia creativa está desde el principio. No se los puede concebir el uno sin el otro. Los signos no son sumas de características casualmente ubicadas unas al lado de otras, sino diferenciaciones coherentes de una misma entidad: el Zodíaco. No es posible avanzar en su análisis sin comprender este punto de partida. El resto de los signos serán las consecuencias lógicas de lo anterior y no descripciones de otras manifestaciones. Otro ámbito donde podemos visualizar la presencia de la totalidad de la estructura en el mismo momento que se manifiesta el primer aspecto de la misma, es la música. En ella, todo empieza con el do, en el sentido en que las notas pueden ser doce o siete tonos con fraccionamientos en semitonos, y luego cuartos de tono y microtonos; pero "dado el do... toda la música". En el primer sonido están presentes todos los demás. Incluso la música hindú, que es mucho más sutil, también arranca por un sonido que es el do (Sa). El do ya tiene implicados todos los tonos y semitonos, y todos los acordes y contrapuntos que se deseen generar se despliegan en el hecho de que este existe. Dado esto, dependerá de la madurez de la sensibilidad, la distinta apreciación de estos juegos vibratorios que ya están prefijados desde el do, y que a su vez lo determinan.

Signos, recorrida energética (de Aries a Virgo) Vayamos ahora a una descripción de las fases o momentos del Zodíaco, sosteniendo en lo posible este punto de vista.



ARIES Aries es, así, el momento de liberación de la energía amorfa más allá del impulso y que —al

iniciar— marca una dirección, decide la deriva de un proceso. La correspondencia es, entonces, con el Big Bang y la creación del universo. ►

¿Esto es así o es sólo una teoría científica? Esto es así, pero hasta donde sabemos. Es así para la conciencia, porque el modo como hoy

la conciencia humana comprende el origen del universo, es el Big Bang. Este es isomorfo a algo que antes era comprendido como el Fiat Lux de Jehová, que también sigue siendo Aries. Entonces, lo que nos muestra el Zodíaco es que el modo de las distintas formas bajo las cuales la conciencia humana aprende el universo, está implícito zodiacalmente.



TAURO El segundo momento secuencial es el opuesto del primero, la aparición de lo receptivo y la

desaparición de lo activo: el pasaje desde el estado de energía pura al de masa. Ahora bien, lo que quisiera que piensen, es que está implícito en el momento de manifestarse la energía; que esta conlleva una inercia que se hará manifiesta, necesariamente, más adelante. Implícita en la explosión inicial está su propia inercia, es decir, la imposibilidad de mantenerse en ese estado de velocidad y luminosidad y la necesidad de acumularse en tanto masa, materia oscura con energía latente en su interior. La inercia que estaba implícita en la explosión inicial se percibirá sólo cuando haya devenido en masa, pero esta a su vez lleva dentro de sí la energía ariana acumulada en estado potencial. Aries y Tauro están mutuamente implicados como una transformación necesaria de lo mismo. ►

¿Se trata de un movimiento compensatorio...? Se trata de una transformación, porque de otro modo no se conservaría la energía. Por una

necesidad de conservación de la energía, esta no puede estar en constante explosión y liberación, sino que necesita desacelerarse y acumularse, en tanto masa. Tauro es entonces la lentificación necesaria de la energía hasta alcanzar un punto de máxima inercia, como pura masa. Por lo menos en el universo einsteniano, entre ambas hay una relación intrínseca, que depende de una constante que es la velocidad de la luz. Esta regula la relación entre estos dos estados, cuyos extremos serían: o todo explosión y radiación, o todo masa. Todo explosión o radiación en un máximo de luz, vs. pura masa inerte que no puede emitir luz. La acumulación de la masa [Tauro) genera a su vez la atracción gravitatoria que frena el proceso de expansión ilimitada iniciado por la explosión del Big Bang (Aries); aquí vemos en juego dos grandes vectores de fuerza que constituyen la expansión y la Contracción del universo. En la imagen hindú, la exhalación y la inhalación de Brahma. Y en esta respiración, ya estamos en Géminis.



GÉMINIS Como en el Yin y el Yang, ahora, nuevamente implicado en todo lo que estábamos

describiendo acerca del origen del universo —y de los signos— aparece la relación. La mutua implicación de Aries y Tauro constituye, desde el principio, una relación. Si Energía = masa x el cuadrado de la velocidad de la luz, en términos de Einstein, lo que nos interesa es que energía y masa son una relación. Se definen mutuamente y existe un vínculo, una estructura vincular que define estos dos estados. El tercer espacio/fase del Zodíaco, desde su punto de vista secuencial, también está presente desde el principio, implicado en el origen como relación entre los dos estados anteriores que vimos como indisolubles. Este tercer paso es Géminis: la relación entre polos y la verificación de que el universo es vínculo. Lo es entre positivo y negativo a nivel nuclear y electromagnético, entre gametos a nivel sexual, entre energía y materia, como juego de fuerzas de atracción y repulsión, como el cero y el uno de la inteligencia artificial, o como la conexión/desconexión de las sinapsis de las neuronas que escriben o leen esto. Géminis es la dinámica infinita del universo, la vida como relación entre opuestos que se definen entre sí y que son mutuamente necesarios. La presencia de la relación como implícita en el origen (1=3), habla de que se abren constantemente nuevas interacciones posibles, en los distintos niveles. Incluso la misma materia prima de eso que es el núcleo del helio —inicio de la Tabla Periódica de Elementos, para continuar con nuestra analogía— consiste en una relación (entre el electrón y el protón).

En realidad, están desde el principio y. al decir helio o hidrógeno, estoy diciendo que electrón y protón están en una determinada relación. La característica de esta fase, tercera en el despliegue pero, como hemos visto, tan primera como Aries en el sentido holográfico o sincrónico, es el movimiento —ya no entendido como movimiento impulsivo / expansivo ni acumulativo / implosivo— sino relacional, asociativo, de acá para allá, de incesantes combinaciones. Ahora bien, este movimiento incesante tiene dos aspectos: por un lado, como ya vimos, es autodivisivo, una autoescisión de todo lo que es, que se atrae y se repele a sí mismo. Los polos idénticos se repelen y se atraen los polos opuestos.

Por el otro, este movimiento en su velocidad, agitación y combinatoria incesante es altamente inestable. Desde este punto de vista, en Géminis donde continuamente están sucediendo variantes de lo mismo— no podría ocurrir nada nuevo. Tiene que estar implícito otro factor desde el principio, porque de lo contrario el proceso se detendría aquí, ya que la alta inestabilidad de la atracción-repulsión ilimitada desorganizaría las combinaciones mismas, a medida que se van produciendo.



O sea que no hay nada nuevo perdurable, pero hay infinitas combinaciones que no

durarían... Claro que no durarían, a causa de la alta inestabilidad geminiana. Son nuevas pero no pueden perdurar porque son otra vez desorganizadas por el anhelo de otras combinaciones. Se está así constantemente combinando-decombinando, construyendo-deconstruyendo, atrayendorepeliendo. En consecuencia, el movimiento tiende a tener una altísima vitalidad, pero no tiene perdurabilidad y, en ese sentido, todo es efímera Dicho en otros términos, la nueva combinación ensayada no puede tomar forma y adquirir presencia suficiente como para modificar los elementos en juego porque, en el nivel de los átomos donde esto se ve con mayor claridad, un nuevo electrón se interpondría entre los que están ya asociados y los disociaría, devolviéndolos a estados anteriores; o Si producirían asociaciones repelentes que no permitirían el desarrollo de estructuras más complejas. Estas, para emerger, deben mantenerse asociadas por un tiempo suficiente, excluyendo posibilidades para consolidarse en una relación estable que las obligue a reorganizar su pauta de relación inicial.



CÁNCER Y ahora, aparece la importancia energética del signo de Cáncer: la necesidad del

aislamiento y del límite para producir la posibilidad de que algo realmente nuevo ocurra; la estabilidad de relaciones necesaria y protectora, para que lo nuevo tome forma en su interior.

Entonces, el cuarto signo aparece como la posibilidad de originar una diferencia a partir de aislar una cantidad de elementos de la vertiginosa totalidad geminiana, y forzarlos a una interacción repetitiva. Es decir, la autolimitación da lugar a la estabilización de relaciones. Esta estabilización de relaciones implica la forma y el tiempo que ahora vemos aparecer como

necesarios y latentes en el origen mismo del proceso (Aries). Cáncer muestra la necesidad de una forma para aislar un proceso interior del sistema global, que queda ahora como externo al otro, con el fin de que se establezcan relaciones que protejan de ese afuera, que tiene un exceso de intensidad. Si queremos pensarlo en términos del proceso de formación del universo, podemos verlo de esta manera: la masa taurina crea zonas de mayor acumulación; es la fuerza gravitatoria, que compensa la radiación y la expansión, generando una atracción en la que se precipitan enormes cantidades de materia. En las incesantes colisiones geminianas que se producen ahora, con mayor intensidad y repetición dado que no pueden escapar de su propia gravedad, se genera un nuevo proceso. Se forma un horno de masa incandescente en el que se localiza una temperatura tal y con una permanencia suficiente que, en su interior, se producen nuevas asociaciones atómicas, dando origen a nuevos elementos de la Tabla. De no existir esos hornos —las estrellas— o sea, esas localizaciones que dan otro tiempo de cocción, no podrían haber aparecido las estructuras de la materia que nos componen. Entonces, acá tenemos una forma que protege a algo nuevo, que se la internamente. Y para eso es necesario el aislamiento.



¿Cómo seria esto en un nivel menos abstracto? Piensen en todos los procesos que implican maternidad. La creación de una forma

protectora —útero, huevo— permite una intimidad de relaciones muy grande. Esto produce una relativa indiferenciación de los elementos interiores (simbiosis biológica o afectiva). Es decir, en esa simbiosis se producen relaciones cada vez más íntimas, por lo que los elementos que están dentro de la forma aislante/ protectora —el clan, en el nivel social— se hacen cada vez más interdependientes. Esos gametos que no se pierden, esas células protegidas, esos individuos que no se dispersan y se ven obligados a interactuar constantemente, entran en una indiferenciación relativa y necesaria, porque es la que permitirá una nueva unidad: Leo. Esa estabilidad e intimidad extremas coagulan en una nueva unidad, en un nuevo organismo, una nueva identidad.



LEO

Se manifiesta ahora una diferencia que jamás hubiera podido estabilizarse en el primer paso, en el Big Bang, por su excesiva intensidad. El proceso creó una diferencia estable: la estrella, como creadora —a su vez— de nuevos elementos en su interior (aspecto canceriano) y como irradiante, para que esos elementos se distribuyan por el universo (aspecto leonino). Nos encontramos finalmente en el momento en que esto nuevo, este aislamiento que permitió la estabilidad, ahora posibilita la manifestación de una diferencia estable. Esta entrará a operar en el sistema recomenzando la creación de elementos que se había detenido en la inestabilidad geminiana. Es esta diferencia estable y generadora la que suscita vivencia de creación, porque se trata realmente de que algo nuevo está sucediendo, aunque implicado desde el origen. Más que creatividad, por lo tanto, Leo es vivencia de creación, puesto que Aries o Cáncer podrían ser llamados con justicia más creativos. Pero en Leo, creatividad significa algo muy humano: el apropiarnos de la sensación de creación, porque esta se siente en un interior, se convierte en una constante y se exterioriza. En ese sentido, esta sensación es la manifestación natural de la novedad que se experimenta en el interior canceriano y que ahora tiene la potencia suficiente para salir y manifestarse, sin la protección anterior. Leo es así un juego interior/exterior, estable: este es el pulsar del Sol. Un interior que se exterioriza.



VIRGO

El último paso en la secuencia, adviene cuando esa diferencia creadora está plena de su potencia y de la fuerza de su exteriorización y, como tal, se vivencia como única, separada y

como habiendo emergido de un estado de indiferenciación del cual se siente superior. Ahora, descubre que participa de un orden que le es anterior y en el que siempre estuvo. Se manifestó el cadmio, por ejemplo, con todas las maravillas y las creaciones que ahora son posibles desde que él existe. El cadmio —o lo que sea— se siente "glorioso" porque ahora, a partir de él, es posible producir una cantidad de cosas maravillosas que antes no existían. Hasta que una vocecita le dice: "...tu casillero estaba previsto desde siempre. Sos la materialización de una forma mental (matriz lógica) que siempre existió; existías virtualmente. Lo que realmente existe es la relación entre todos nosotros: la matriz creadora. Desde siempre, desde antes de que nacieras', ya existíamos en otro nivel". En Virgo está el orden mental —en el sentido de universo de información, no de inteligencia meramente humana— totalmente desplegado. En la secuencia, es sólo después de Leo que esto se sabe: que la matriz se hace autoconsciente. Pero esa matriz creadora, esa mente universal —si la quieren llamar así— como hemos visto, estaba en el origen.

Cuando se manifiesta Virgo tocamos el misterio: el punto en que nos encontramos nosotros, como aprendices de astrología. Cuando uno se refiere a una carta natal, a una forma del Cielo específica, con todas sus transformaciones y ciclos implícitos en el despliegue de una vida y las combinaciones sinástricas posibles —anteriores y posteriores— está viendo esto. La línea de efemérides localizada por el sistema de casas, que es "mi" carta natal, estaba implicada en la lógica de las órbitas del Sistema Solar desde hace miles de años. Hay un sistema de ecuaciones, un algoritmo matemático que contiene —mucho antes que Michelsen, Raphael o quien fuera el que las haya impreso— la estructura energética potencial que se va a manifestar en ese día, esa hora, ese año determinado. Ese orden preexiste como una trama organizada entre todos los instantes anteriores y posteriores, al nacimiento de cada uno de nosotros. La matriz que simboliza la energía de nuestra vida, con su paradigma vincular y sus ciclos

de manifestación, estuvo latente como una semilla inserta en una espiga infinita, esperando ser sembrada en el momento preestablecido, en el interior de la sustancia física, emocional y mental que la Tierra le pudiera suministrar.

EL ASCENDENTE

La lógica del Zodíaco, en tanto matriz espacio-temporal, hace que cada espacio-tiempo del mismo (signo) adquiera su real significado sólo en relación a todos los demás. En principio, cada signo se hace comprensible en relación a su opuesto (polaridad) y al que lo precede (secuencia). En ese sentido, profundizar en Ascendentes implica la necesidad de incluir, en cada caso, la Casa VII y la Casa XII que le corresponden. La manifestación de ana energía implica su opuesto complementario y la consumación de aquella de la cual proviene. Es nuestra conciencia la que fija el movimiento de la energía y separa cada signo zodiacal en espacios, cuyas determinaciones aparecen como excluyentes de los demás. Pero, en realidad, es preciso comprender a cada uno de los signos como el extremo de un campo oscilatorio bipolar. Por eso —en el proceso de ampliación de la conciencia, identificada con formas separadas—, para dar cuenta del movimiento real deberemos pasar primero de signos a polaridades. Y, siendo rigurosos, de estas a las cruces, esto es: entender cada signo como un momento de un proceso único que se manifiesta en cruz y remite sincronísticamente a los otros tres que constituyen la cruz o doble polaridad, desembocando finalmente en la dinámica de las tres cruces como síntesis zodiacal. Asimismo, desde el punto de vista secuencial (tiempo), cada signo (fase) está implicado en el anterior como su consumación lógica. El concepto de consumación refiere al agotamiento de la experiencia que realiza la cualidad, a través de la multiplicidad de formas. Esta cualidad esencial es el suelo desde el cual emerge naturalmente el signo siguiente. De allí que la reflexión acerca de la Casa XII sea tan relevante para la lógica de la astrología, más allá de su significación particular en el análisis concreto de cartas natales. En ella se produce la segunda ruptura del pensamiento lineal —la primera es polaridades— que nos permite abrirnos a la circularidad del Zodíaco. De esta manera, el proceso completo de aprendizaje debería llevarnos de Ascendentes a Polaridades y de estas a Casa XII, para volver nuevamente a Ascendentes, en un movimiento recursivo en el cual cada temática profundiza a las otras.

Desde el punto de vista lógico, entonces, habría que estudiar al mismo tiempo el Ascendente, la Casa VII y la Casa XII. Todo lo que digamos en los siguientes capítulos, por lo tanto, tendrá un límite originado en nuestras necesidades didácticas que, por la construcción misma de nuestro lenguaje cotidiano, sobreenfatiza lo secuencial y oscurece lo sincrónico. Comenzar con Ascendente por separado es necesariamente incompleto y nunca puede agotar su comprensión. En realidad, verlo por separado debe ser tomado como un ejercicio inicial, que sienta las bases para una posterior profundización. Hasta aquí podemos llegar en un primer movimiento, pero tengamos en cuenta en todo momento las limitaciones que están en juego.

Irradiación amorfa, exteriorización pura Uno de los núcleos básicos de la astrología es mostrar la articulación estructural del afuera y el adentro, experiencia y psiquismo o, de modo más clásico, destino y carácter. Todo símbolo astrológico —planetas, casas, aspectos, etc. — refiere a la articulación de estas dos dimensiones de una misma realidad, que nuestro pensamiento verbal trata de mantener separadas. Ahora bien, como vimos en el capítulo acerca del mandala, el factor clave en astrología es la manera como la conciencia toma posición en el campo de las energías. Ella tiende a identificarse —vivir como "interior"— de distinta manera y con distintos tiempos las diferentes cualidades que los símbolos indican. En principio y de un modo muy general, podemos decir que la energía zodiacal en sí misma es de un orden abstracto y genérico, que se corporiza en experiencias a través de las casas y se focaliza en dimensiones internas a través de los planetas.

Obviamente, esto

es en realidad mucho más complejo. Cada planeta significa al mismo tiempo:

Del

mismo

modo,

las casas

deben

ser pensadas

en un

doble movi-

miento: a) La cualidad energética de cierto tipo de experiencias "objetivas"—hermanos, familia, hijos, etc. — que la conciencia vive iniciamente como independiente de sí y que se le va develando a lo largo de la vida como Constitutiva de su identidad.

b) Cierta cualidad "personal" o "subjetiva" —comunicación, afectividad, autoexpresión, etc. — aparentemente independiente de la experiencia que se va develando como constitutiva del mundo en el cual se vive.

Es decir, en los dos casos el movimiento energético es uno solo —un continuum "adentro/afuera"— pero el pensamiento divisivo está obligado a pensar en las dos direcciones como complementarias, para poder captar toda la información disponible. Sin embargo, es fácil advertir que el psiquismo tiende a registrar mucho más rápidamente la cualidad vía planeta como dimensión interna y tarda mucho más en darse cuenta del mundo "objetivo" que hace a esa cualidad. La persona con Sol en Leo, por ejemplo, tiende a creer que es ella la que tiene ciertas cualidades de centralización, independientemente de los demás, y puede no darse cuenta nunca hasta qué punto los demás participan y contribuyen a dar forma a los patrones radiales —centro/periferia— que se configuran en su vida. En sentido inverso, la conciencia tiende a no identificarse con las experiencias que se originan por casa —atribuyéndolas al destino— y tarda muchísimo tiempo en comprender la cualidad con la cual, por ejemplo, se vincula, afectiviza o se expresa. Estas distintas velocidades con las cuales nos identificamos con la energía son tremendamente relevantes, porque en función de ellas se van constituyendo los bordes, las

exclusiones que conforman la sensación "adentro/afuera" —identificado/excluido— que se traducen en la dicotomía psiquismo/destino, la cual constituye el núcleo de todo el proceso.

El Ascendente en tanto casa Ahora bien, la energía zodiacal que asciende "entra" en la existencia como el núcleo de una casa y, por ello, su relación con la organización del psiquismo comparte los principios que hacen al Sistema de Casas. ¿De qué habla el espacio del Ascendente, la zona de la Casa Uno en la carta natal? Al ser una energía zodiacal que se manifiesta a través del espacio de las casas, como cualquier otra área de experiencia, está diciendo que el centro del mandala irradia allí energía de un determinado signo que voy a experimentar, en principio como externa a mí. Como sabemos, la Casa II habla de la materialización, la Casa III de los hermanos, y así sucesivamente. Ahora bien, ¿de qué área de experiencia habla el Ascendente? ¿Cómo delimitamos los escenarios que le son propios? Podemos deducir, por analogía con Aries — tomando al Zodíaco como matriz de significación de las casas— que consiste en una irradiación amorfa de energía que se manifiesta en la totalidad de la existencia, que no tiene especificidad y que, en ese sentido, da color a toda mi vida. No se trata de la focalización de una energía en una experiencia tipo —hermanos, hijos, pareja, etc. — sino que aparece a través de todas ellas, dándoles un matiz particular. Entonces, yo irradio esa energía...



¿O sea que tiñe toda la carta? Se vincula, en un principio, con el plano de las escenas, de modo que podríamos decir que

las tiñe, que está ahí constantemente. No se trata de que mi hermano tenga esa característica energética —o mi papá, o mi pareja, o mi trabajo— sino que estoy envuelto constantemente en situaciones propias de esta energía, en un patrón holístico que incluye experiencias con todos

los vínculos posibles y no con uno en particular. Al mismo tiempo, no se trata de una cualidad que se manifiesta desde una interioridad para ser expresada, con sensación y conciencia de expresión; o con registro de que algo —que es interior— está siendo expuesto al exterior. Eso sería el Sol o, eventualmente, la Casa V. Dentro del proceso, para que yo tenga conciencia de expresión de una energía, tengo que estar ya más adelante en la lógica del mandala, tiene que haberse desarrollado conciencia del proceso. Y esto es propio dé las fases siguientes, no de la primera. En Aries, fase I —esto es, en el Ascendente— la energía se libera y crea campos energéticos; sucede, es algo ciego, que no implica autoconciencia. Un movimiento simbólicamente ariano, por lo tanto, es pura exteriorización. Es acto puro sin autoconciencia previa. Por eso, no es expresión ni es identificación, aunque pueda ser visible para los demás que yo la irradio.

El Ascendente: un "viaje de la conciencia" Sin embargo, como a esta energía la irradio espontáneamente —y esto es un principio ariano— no la puedo reconocer en mí. La viviré como exterior, de manera que "afuera" sucederán constantemente situaciones ligadas a la energía del signo ascendente y también aparecerán personas con las características de ese signo. Entonces, el primer paso con el Ascendente es darme cuenta de que irradio esa energía y que ella está siempre alrededor. El paso siguiente será darme cuenta de que esa energía no está simplemente "rodeándome", sino que yo estoy interactuando con ella y experimentándola continuamente. Constantemente me siento atraído por personas con características de ese signo y aparecen en torno a mí situaciones simbolizadas por él. Mi vida es experimentar el signo ascendente, hasta que en un determinado momento me identifico con él y me doy cuenta de que soy yo quien lo expresa. Si llego a este punto, la energía del Ascendente estará para mí en el mismo nivel de conciencia que la del Sol; la única diferencia es que se nace expresándola energía del Sol y no aprendiendo a hacerlo; se aprende de sus consecuencias. La energía del Ascendente implicará, de esta manera, un viaje de la conciencia por ella, un aprendizaje. Claro que este puede no darse o no darse en su totalidad; sin embargo, es posible que me reconozca eventualmente en esa energía y sea capaz de expresarla, del mismo modo que me reconozco y expreso en el Sol. Pero, como dijimos, mientras se genera el campo energético correspondiente al Ascendente, se manifiesta por otro lado la energía con la que construyo identidad, básicamente

el Sol, y aquella que será fuertemente afectivizada: la Luna. Pero la energía del Ascendente estará mucho más lejana, desde el punto de vista psíquico, porque no hace a la afectivización o al reconocimiento de sí. Es energía zodiacal pura, que no está mediada por ninguna función planetaria. Por eso —en una clara diferenciación con el Sol— veremos que el Ascendente, necesariamente, tiene que generar destino. O sea, tienen que sucederme cosas para que yo descubra que soy eso. De lo contrario, como es una energía en sí misma tan lejana a la autoconciencia, no me enteraré jamás que me pertenece o lo haré sólo en forma muy parcial.

Con el Sol, en cambio, me expreso naturalmente. Es muy difícil atribuir los rasgos psíquicos correspondientes al Sol, a algún vínculo externo. No decimos "soy de Escorpio porque mamá era de tal manera"; lo que viene de mamá lo deducimos de la Luna. Y así hacemos también con los otros vínculos. Al Sol se lo vive, en general, como modalidades intrínsecas. Así, dentro de las energías que me corresponden, hay algunas de las que tiendo espontáneamente a decir, como en el caso del Sol, que "son mi naturaleza"; y habrá otras que responden a una trama vincular, de las que tardaré mucho más en decir esto.

De la irradiación a la autoconciencia de la energía Puedo entonces hacer algunas otras hipótesis, partiendo de la analogía de la Casa I con lo ariano. Sé que se trata de lo nuevo de mí mismo, de lo creativo que se manifiesta. Esto nuevo y creativo será visto por los demás pero, antes de que yo lo pueda incorporar como propio, deberán sucederme muchas cosas ligadas a esa energía. Esta tendrá que fijarse de alguna manera para que la conciencia pueda verla e identificarse con ella, metabolizarla, hasta decir "eso soy yo". Toda energía del Ascendente tiene un destino. Este destino permitirá -si hago bien el trabajo— una psique acorde con esta energía. Pero pura que yo pueda reconocerme como Aries, Tauro, etc., en el Ascendente, tendrán que ocurrirme antes ciertas cosas que lo

posibiliten. Por ejemplo: supongamos una carta en la que el centro del mandala emite a través del Ascendente cualidad vibratoria ariana —veloz, arriesgada, intrépida— en alguien que también es Sol y Luna en Virgo. ¿Quién está metabolizando esa energía del Ascendente, dentro del mandala? El Sol en Virgo y la Luna en Virgo, que se constituyen como identificación psíquica muy rápidamente. Entonces, la persona se pregunta por qué su destino la lleva a estar rodeada de gente apurada, precipitada, agresiva; o verse envuelta súbitamente en situaciones de riesgo; o cosas por el estilo. El centro del mandala genera, por lo tanto, una vibración para el Ascendente, que le es intrínseca a esa carta natal; pero que resulta irreconocible para la psique, que se identifica en un principio con las funciones planetarias. Hay distancia entre una cosa y la otra y así, durante mucho tiempo, la persona siente que padece la vibración del Ascendente. Es más, si no se logra el desprendimiento de la excesiva identificación, en este caso producida con el Sol y la Luna en Virgo —reflexión, contención de los impulsos— esta persona puede llegar a padecer la vibración ariana del Ascendente durante toda la vida, aunque a la vista de otros la esté mostrando y expresando. Entonces, con seguridad esta persona vivirá muchas escenas generadas por ese núcleo esencial ariano que ella también es, pero las considerará como externas, sin sentir que tienen que ver con lo que ella siente que es. ►

¿Por qué el Ascendente es el núcleo esencial de la carta? No dije eso, sino que el núcleo esencial de la carta, el centro del mandala, generó el Sol en

Virgo, la Luna en Virgo y también el Ascendente en Aries y, por supuesto, todas las demás energías que no incluí en el ejemplo. Pero la psique, en su evolución a partir de los impactos energéticos, probablemente ha dicho "soy esto", en el Sol y en la Luna y/o en algún otro factor. Y, en la medida que "soy esto", no soy lo otro. Para que la matriz energía del AscendenteAries/psiquismo-Virgo se viva correctamente, como totalidad, lo ariano vendrá como destino. Es una ecuación.

Diferenciación de funciones entre planetas, signos y Ascendente La identificación con toda energía exteriorizada será más fácil si resuena interiormente. Y los símbolos de más rápida resonancia interior son, como dijimos, los planetas; no los signos. Los planetas son inmediatamente asociables a funciones psíquicas, pero los signos no. Cuando alguien que es de Capricornio escucha hablar de los rasgos de su signo, dice "es cierto, yo soy

así". Y no es así porque sea de Capricornio zodiacalmente, sino porque su Sol está en Capricornio. Esa estructura zodiacal viene mediada por el Sol. Los planetas —y ese término incluye astrológicamente al Sol y a la Luna— son focalizadores que permiten metabolizar psíquicamente las energías zodiacales. Por ello, las energías que el hombre reconoce más fácilmente como propias son las que están ligadas a los planetas que llamamos personales.

Las etapas del viaje del Ascendente Ahora bien, la manera como podemos reconocernos y expresar una energía indicará las diferentes etapas por las que está atravesando la conciencia, en su viaje. Tomando el Zodíaco como arquetipo explicativo, expresarla como el Sol indicaría que se está en una fase 5, mientras que el Ascendente en su punto de arranque estaría en una fase 1. Por su parte —de alguna manera y sólo como imagen pedagógica— podríamos decir que la Luna está en una fase 10.

La energía lunar implica una identificación muchísimo mayor que la del Sol, puesto que se ha convelido en un hábito cristalizado del cual debo desidentificarme, para poder abrirme a la totalidad de mí mismo y no aislarme en un fragmento archiconocido. Se trata de una identificación tan grande, que es necesario empezar a liberarse de ella llevándola a una fase XII, porque ya no es posible experimentar nada nuevo quedándose allí.

La matriz del Ascendente como vía de experiencia de la totalidad Demos ahora otra vuelta en la espiral: el Ascendente tendrá como cualidad específica, ser la vía de entrada para la energía zodiacal pura. O sea, energía que no viene modulada por ningún planeta ni localizada en un área de experiencia determinada, sino situada en un nivel de conexión con el Zodíaco en sí misino, sin focalización psíquica o experiencial. Esto tiene un significado muy profundo, ya que el Zodíaco tiene que ver con la totalidad. Por lo tanto, el Ascendente es la vía de acceso más clara a una experiencia de totalidad. Es, en

sí mismo, la entrada más directa posible para la psique, de cierta energía que no está atravesada ni diluida por nada personalizado. Todo esto nos permite comprender cierta matriz lógica de destino. Es decir, uno puede experimentar la energía de Géminis a través de un Sol en Géminis o de un Venus en Géminis o de un Marte en Géminis, pero siempre será la energía de Géminis a través de una función psicológica y no la energía de Géminis en sí. Ahora, el Ascendente nos lleva a un nivel de vibración de la carta natal en el que yo estoy experimentando los signos en sí mismos, no a través de las funciones psicológicas planetarias ni de áreas de experiencia acotadas, sino a través de la experiencia global. ►

¿Sería arquetípico? Sí, pero arquetípico en este sentido: si yo experimento Ascendente en Sagitario, esto quiere

decir automáticamente que estoy experimentando Casa VII en Géminis, Casa XII en Escorpio, Casa II en Capricornio, etc.

Siendo Ascendente en Sagitario, no es un agregado que sea Casa VII en Géminis. Por ejemplo, no es una mera curiosidad interesante que siempre me atraigan las personas alegres y juveniles. No es ninguna casualidad, porque eso es lo mismo que decir Ascendente en Sagitario. O sea que si soy Sagitario ascendiendo, lo que me complementa es Géminis. Decir una cosa es lo mismo que decir la otra. Quiero que registren cómo la energía del Ascendente me remite a la totalidad del Zodíaco y define la estructura de mi carta natal. Si soy Ascendente en Sagitario, concretar es algo de mucha responsabilidad, de mucho esfuerzo, algo que me estructura y organiza y, al principio, me limita; y esto es obvio, porque tengo la Casa II en Capricornio. También, siempre habrá escenas que tienen que ver con el pasado inconsciente, que me rodean y que están vinculadas con el sufrimiento, con la muerte, con la curación; también es obvio, porque tengo Escorpio en Casa XII. Es decir, si tengo Sagitario en el Ascendente yo vivo el sello —u holograma— Sagitario, que es esa forma del mandala que tiene en sí misma la razón de ser del sistema de casas. Hay una sucesión inevitable de energía, una articulación determinada y el Ascendente es la puerta a

la comprensión de esta totalidad que soy. De esta manera, puedo captar la coherencia profunda que subyace a mi vida, porque una cosa viene pon la otra. ►

Pero ¿es una puerta de entrada o de salida? Es de entrada de la conciencia y de salida de la energía. La conciencia entra por el

Ascendente para comprender la lógica del mandala, y la energía sale por el Ascendente en el sentido de que se expresa y establece los patrones de "mi" vida. Es decir, un signo Ascendente encierra en sí mismo un arquetipo o matriz. Para comprender cada signo ascendiendo, uno debe comprender la lógica arquetípica de ese signo. Por ejemplo, si asciende Sagitario, entonces materializo capricornianamente, me vinculo acuarianamente, mi base de identidad es pisciana, me expreso arianamente, y así sucesivamente. O sea que, si es determinado Ascendente, por definición de la matriz es también determinada manera en cuanto a hermanos, hogar, ni trabajo, pareja, etc. La rueda gira con cierta lógica de sucesión de casas; de esa manera, hay una naturaleza intrínseca en el hecho de tener el Ascendente en Aries y la Casa VIII en Escorpio. Hay, en definitiva, una coherencia profunda en la matriz zodiacal. Entonces, profundizar la energía del Ascendente nos lleva a develar estos secretos de nuestra estructura más profunda, los que generan la trama de la experiencia a vivir, antes de que se haga conciencia y se sintetice en cualidad. Gran parte de nuestros problemas provienen de no darnos cuenta (Ir que poseemos una estructura profunda. Entonces, atribuimos lo que nos sucede, a la casualidad o a la mala o buena suerte. En definitiva, uno empieza el viaje, pero este implica no sólo el viaje por la energía ascendente, sino el viaje por todo el mandala. El secreto de mi energía es que, en realidad, yo me voy a dar cuenta a través del Ascendente —más fácilmente, incluso, que a través del Sol— que si no comprendo el signo opuesto —Casa VII— entonces no puedo expresar fluidamente la energía; que si no comprendo el signo que precede —Casa XII— tampoco puedo manifestar con facilidad mi energía, etc., etc. Y cuando digo comprendo no me refiero a un modo analítico y verbal sino al hecho comprobado de que, si la expresión de mi energía ascendente se hace fluida, también se hacen fluidas las energías de todas las casas. Entonces, siguiendo el ejemplo, ¿qué sería un Ascendente Sagitario? Pues, sería el mandala con Sagitario dominando, la lógica de sucesión con Sagitario ascendiendo.



¿La comprensión del Ascendente tiene que irse dando en círculo? Lo que importa es registrar cómo el nivel zodiacal de la carta natal nos remite a una

experiencia que aparece como un sello. Así, por ejemplo, el sello Sagitario gira y rota, definiendo una gama de experiencias y una lógica existencial —cierta Casa II, cierta Casa III, y así... ►

La Casa I tiene, en general, dos signos, ¿cuál tiene primacía? La primacía la tiene el signo en que cae la cúspide, pero también luego se irá expresando el

otro. De cualquier manera, esta pregunta tiene una connotación cuantitativa; en realidad, lo importante a tener en cuenta es que si, por ejemplo, tengo el Ascendente a 25° de Sagitario, sólo la comprensión y expresión de Sagitario hará que empiece a fluir no conflictivamente Capricornio, que de todos modos se manifiesta. Entonces, más que cuantitativo es cualitativo: no podré comprender mi lado capricorniano hasta que comprenda mi lado sagitariano. La dinámica de este análisis consiste en ir abriendo, ir registrando y viendo el dibujo, porque luego se va a cerrar solo. La lógica de la astrología es que, si se hacen todos los pasitos, cierra sola. Ahora, estando en un momento inicial —Aries— no podemos comprender todo el proceso, pero sí podemos lanzarnos a él.

Ascendente y destino Entonces, para investigar Ascendentes, para tratar de deducir y comprender cómo se manifiesta el Ascendente, podemos tomar la ecuación que vimos antes:

ENERGÍA = AUTOIMAGEN + DESTINO (conciencia de sí) Es decir, mi campo energético es lo que yo conozco de mí, más lo que desconozco de mí. Ahora, en la zona del Ascendente uno arranca con un conocimiento de sí igual a cero, y por eso el Ascendente es todo destino. Es decir, explicar Ascendentes es, en principio, comprender un destino que está asociado a cierta energía ascendiendo. Todo Ascendente tiene cierto destino, cierto tipo de experiencia por la que tiene que transitar; como ya vimos, no ocurre así con el Sol.



¿Podríamos decir que el Ascendente es aquello que debo aprender? Sí, y desde lo más básico... Del mecanismo lunar debo aprender que ya está, del Sol

tengo que aprender cuáles son sus consecuencias; pero el Ascendente tengo que aprenderlo desde lo nuevo y, por eso, al principio es todo destino. Una explicación de Ascendente, en realidad, consiste en hablar del destino de cada Ascendente y de cómo la conciencia pasa por distintas etapas en el aprendizaje de esa energía. Entonces, para comprender los Ascendentes tenemos que comprender un movimiento completo, esto es, comprender qué tipo de escenas llene que vivir un individuo para identificarse con determinada energía, antes de poder adquirir maestría sobre ella. Nuestro trabajo es entonces un entrenamiento para percibir destinos y su transformación en el aprendizaje de la conciencia, no una explicación de determinadas características zodiacales. En cada caso —en este primer volumen, donde describiremos los seis primeros signos— vamos a imaginar que somos las "hadas madrinas" del niño que nace, que estamos al lado de la cuna y, sabiendo que, por ejemplo, es Ascendente Aries, vamos a tejerle cierto destino para que algún día comprenda que es portador de esa energía y pueda expresarla. Es decir, para comprender un destino es necesario imaginar qué cosas le tienen que pasar a un individuo para que incorpore esa vibración, de modo que luego la pueda expresar. Tenemos que pensar en un escenario, en una red vincular, que traiga suficiente vibración ariana para que un día esa persona diga: "yo soy Aries". Si alguien nace con un Sol en Aries, no tendrá la vibración ariana 'afuera" para irla incorporando, sino que ya estará incorporada y, en todo caso, tendrá que emerger del mecanismo lunar para poder expresarla plenamente. En cambio, en el Ascendente, tendremos que hacer un razonamiento completamente distinto.

ASCENDENTE EN ARIES

Al aparecer como destino, el Ascendente despliega un conjunto de escenas que pueden ser consideradas como aleatorias, casuales; como escenas independientes de la persona que las está experimentando. Pero, en rigor de verdad, esas escenas le son estructurales porque traen experiencias que la persona tiene que vivir, para descubrir que ese es su Ascendente, o sea, que esa es su energía. En este sentido, tenemos que aprender a pensar el destino desde esta formulación: ¿qué condiciones de vida son necesarias para que una persona sea capaz de expresar cierta vibración...? Y, desde aquí, el punto de vista a desarrollar sería: ¿qué necesita vivir una persona para descubrir dentro de sí y expresar una vibración...? Entonces, como primera hipótesis acerca del destino, vamos a plantear que uno necesita experiencias para poder identificarse primero, y expresar después, ciertas cualidades. Uno tiene que pasar por ahí, esto es, por lo desconocido de sí mismo, para darse cuenta que es eso.

El regalo de "las hadas madrinas" a un Ascendente en Aries Intentemos imaginar esta escena: nace un niño. Nosotros sabemos que la forma de la energía se polariza y que la conciencia en formación identificada con el cuerpo tardará mucho en incorporar la energía del Ascendente como propia. Imaginemos entonces que al nacer, como en los cuentos, están "las tres hadas madrinas", que representan la voz de eso que nosotros sabemos es la totalidad. Imaginemos que, supuestamente, ellas discuten ante la cuna cuáles hechos y experiencias incorporarán en el recién nacido la energía ariana de su Ascendente, hasta que se dé cuenta de que dicha energía le pertenece. ¿Qué le diremos al niño, por intermedio de "las tres hadas madrinas"? En principio, podemos suponer que diríamos, a través de ellas: Quiero que este niño descubra, a lo largo de su vida, la cualidad ariana. Que la viva y la exprese como propia. ¿Cómo haremos para que la incorpore? Pues... generémosle situaciones, presentémosle personas y vínculos con características específicas, como para que se desarrollen en él cualidades arianas y vaya incorporando así esta energía. Esta es, entonces, la base desde la cual se despliega todo lo demás. En segundo lugar, sabemos que la conciencia de un ser humano queda fijada a cierta

manera de vivir los patrones que encierra la energía. Se identifica con algún aspecto de los mismos y rechaza otros, por lo cual no alcanza a comprender la totalidad de la estructura del patrón. Así, al no lograr recorrer con fluidez las formas en las que se manifiesta su energía, la conciencia permanecerá repitiendo un cierto nivel, que se constituye en un patrón psíquico. Pues bien: la distancia entre el patrón psíquico y el energético es compensada por lo que llamamos destino (o sea. por una serie de acontecimientos que se imponen a la conciencia como si fueran externos e independientes de ella). Reconocer esas distancias y constatar la inevitabilidad de la compensación por destino es nuestro segundo punto de aprendizaje. El tercer punto consiste en registrar el aprendizaje de la conciencia que, habiéndose formado en ese patrón —nacido de una energía en la cual aún no se reconoce— se ve obligada a develar el enigma de esa cualidad zodiacal. En ese sentido, la conciencia pasará por distintas etapas en su relación con la energía. Veámoslo desde la lógica misma del Zodíaco: primero, irradiará la energía sin conciencia de ello (Aries). Luego, esta se materializará en un mundo concreto que se muestra como objetivo para la conciencia (esta es Tauro). Desde allí, la cualidad del Ascendente suele aparecer como un impedimento, una resistencia a los propios deseos. Realizará entonces experiencias en la energía desconocida (esto es Géminis) e irá así aprendiendo y familiarizándose con aspectos aislados, con fragmentos de la misma, hasta que definitivamente se imponga a la conciencia que esas escenas problemáticas y recurrentes constituyen su vida. Ya no las rechaza sino que se identifica progresivamente con ellas: habita esa forma energética (esto es Cáncer), pertenece a ese mundo vibratorio, a ese destino que es su destino. Finalmente, descubre que esa cualidad resuena en su interior y la reconoce como propia, comprendiendo que todo el tiempo estuvo irradiando aquello en lo que todavía no podía reconocerse. Ahora sí puede hacerlo: las formas y escenas son secundarias y la cualidad es lo aprehendido y lo que se expresa. Aparecen así formas nuevas y creativas de "su" energía (esto es Leo) y, en ellas, continúa el aprendizaje (Virgo y las fases que siguen). Sintetizando este proceso, tendremos que la persona con Ascendente en Aries se verá necesariamente: a)rodeada de vibración ariana. b)viviendo experiencias de tipo ariano. c)influenciada fuertemente por personas que expresan con claridad la energía del Ascendente. d)rodeada

por personas que la fuerzan a desarrollar esa energía, pero por oposición.

a) La persona rodeada de vibración ariana La conciencia del niño que crece dentro de ese campo energético —que es su carta natal— debe asistir a una cualidad que le es propia. Esta la ha de impactar, fascinándola y aterrorizándola al mismo tiempo. Según cada caso particular, habrá una mayor o menor distancia entre el Ascendente y las identificaciones con las demás energías de la carta (Sol, Luna, etc.). De esto dependerá que haya una progresiva identificación con la energía del Ascendente o. caso contrario, un rechazo sistemático de este. Entonces, todo Ascendente en Aries —en mayor o menor medida— asistirá a escenas de violencia, peleas, discusiones; presenciará choques, accidentes: existirán en su medio ambiente personas agresivas, decididas, muy independientes o pioneras, quedará ligado directa o indirectamente al mundo del deporte, el empresariado, lo militar o cualquier otra actividad simbolizada por Aries. Hasta acá, la persona está en una relación pasiva con la energía y, en principio, puede no demostrar ninguna atracción o incluso rechazo por estas situaciones aparentemente externas.

b) Vivencia de experiencias de tipo ariano La persona se encontrará viviendo experiencias arianas aunque no se identifique con estas o incluso le asombre estarlas viviendo. Así como es común que una persona de Aries se golpee o tenga accidentes, con el Ascendente en Aries probablemente tendrá un accidente viajando en motocicleta en el asiento de atrás o alguna situación similar. Si la persona tuviera el Sol en Aries, chocará si es ella misma quien maneja, como una consecuencia natural de su energía, descubriendo a través de la experiencia los límites de aquella; de esta manera, se atribuirá la responsabilidad por lo que sucedió. Pero si tiene el Ascendente en Aries, es llevada al choque —u otra experiencia similar— a través de otra persona porque, aunque es cierto que está descubriendo su propia energía, es otro quien se la muestra. La persona siente que no genera la situación, sino que esta se le impone. Por mucho tiempo, tendrá la coartada de atribuirles a otros la responsabilidad de lo que le sucede y dirá a lo sumo que "es mi destino, es una fatalidad". Pero, por ese camino irá de a poco descubriendo que "eso" que le ocurre —a través de hechos repetidos y de personas que lo rodean— es "su" naturaleza, es lo desconocido de sí mismo que se manifiesta. Supongamos una mujer con Sol en Piscis, Luna en Cáncer y Ascendente en Aries. Podemos pensar que desde este Sol y esta Luna no hay un atractivo espontáneo por el movimiento, el deporte y la competería;». Sin embargo, esto está en la energía del Ascendente y el "afuera" hará presión en esa dirección que no es de su agrado. Algo o alguien, entonces,

tendrán que obligarla a "poner el cuerpo". En este ejemplo, fue la madre quien la llevó por la fuerza a hacer gimnasia y la inscribió en un equipo de voley, para competir. O sea que, por destino, a esta persona le tocó una madre lo suficientemente intrusiva como para obligarla a ser competitiva en lo deportivo. Por supuesto, luego comenzó a gustarle y la desarrolló como propio y, actualmente, es una muy buena deportista. De esta manera, esa madre fue parte de su destino de Ascendente. Por sí misma, esta persona nunca hubiera sabido que, en el fondo, era competitiva y que amaba el despliegue físico. ►

Yo tengo Ascendente en Aries y luna en Piscis. Recuerdo que tenía una compañera

en la primaria que siempre me agredía, sin que yo reaccionara. Y también recuerdo la escena de mis padres y mi hermano explicándome cómo debía enfrentarla y, llegado el caso, pegarle... Además, tuve un padre con mucha autoridad y esto mismo era lo que desencadenaba pelea. Tomando este ejemplo, podemos intentar ver cómo se formó esa escena; porque en eso consiste, precisamente, la reflexión sobre el desuno. Nosotros no podemos preverlas en su contexto puntual pero sí decir que, para un Ascendente en Aries, ese tipo de escenas tienen que suceder en la vida. De alguna manera, cuando ella escucha a sus padres y a su hermano, está escuchando hablar a un aspecto de sí misma y esa compañerita peleadora encarna también su energía, el circuito de destino que debe Iterada a sí misma. Pero la niña está identificada con la Luna en Piscis y ese aspecto de sí misma predomina, y censura y niega al anterior. Este aspecto rehuye absolutamente la escena de la pelea, que es generada por otro aspecto de sí, su Ascendente ariano. Este contradice a su Luna en Piscis que quiere cualquier cosa, menos pelear. Lo importante es comprender que esta experiencia es constitutiva, así como las demás experiencias que vendrán luego, para despegarme de las identificaciones primarias y llevarme a explorar en profundidad mi sistema energético a través de mis vínculos y de las experiencias de mi vida. Acá debemos, nuevamente, recordar que cuando hablamos de Aries como signo del Zodíaco —o sea, como Sol en Aries— lo describimos a través de rasgos y características de la energía y, en lo psicológico, como cualidades que se expresan casi siempre desde la conciencia. Por el contrario, cuando hablamos de Aries como Ascendente, tendremos que describirlo como escenas, como cosas que suceden, como personas que nos rodean y como repeticiones de destino. Reconozcamos que, en general, no pensamos así acerca de nuestras experiencias. Solemos pensar: quiero —o no quiero— que me pase esto o aquello; y no: es necesario que me suceda.

En este sentido, si la persona fuera ariana —esto es, si su Sol estuviera en este signo— probablemente a los diecisiete años ya habría juntado el dinero suficiente como para comprarse una moto, amaría el deporte e impondría su presencia a los demás, incluso agresivamente. Pero si tiene el Ascendente en Aries, no hará espontáneamente esos movimientos; necesitará algo en su medio ambiente —personas, situaciones, experiencias— que la lleven hacia allí. Inevitablemente, siempre sentirá que algo o alguien la empuja más rápido de lo que puede metabolizar. ►

Las escenas con las que nos vamos enterando de nuestro Ascendente ¿son causa o

consecuencia...? Depende de cómo lo pensemos. Si lo consideramos linealmente, aparece la incorporación de la escena como consecuencia: "gracias a mis padres yo pude aprender a no achicarme ante los demás e imponer mi presencia física...". Ahora, visto desde el punto de vista circular, tendríamos que decir: "estaba implícito que mis padres me enseñaran a pegarle a la compañerita... y estaba implícito que esta me agrediera". De lo que no podemos estar seguros a priori, es de la reacción al desafío del destino: la experiencia podía haber sido rechazada, reforzándose la identidad hipersensible y temerosa o bien, como en este caso, ser aceptada permitiendo la liberación de la energía ariana y resignificando la identidad, que ya no será la misma que antes.

c) Personas que expresan la energía del Ascendente Estas personas también serán fascinantes y/o aterrorizantes. De hecho, somos ambivalentes hacia nuestra energía ascendente y, por consiguiente, hacia las personas que la encarnan y de las cuales aprendemos. Es muy común que un Ascendente en Aries, por un lado, sienta desagrado o temor por las personas violentas, impetuosas, agresivas, arriesgadas, demasiado independientes, etc.; pero que, por otro lado, esas personas lo fascinen. De cualquier manera, ustedes podrán observar que a lo largo de la vida, distintas personas de estas características

cobrarán una enorme importancia. Quizá mi padre sea un fanático del turismo aventura o mi hermano corra carreras en motocicleta, y en el futuro sentiré admiración y atracción por personas en las que aparezcan la decisión y el arrojo. Es muy común, en el viaje de la conciencia, enamorarse de personas con características del Ascendente —en este caso, con características arianas, lo que no implica necesariamente que sean personas nacidas bajo el signo de Aries— como una manera de compartir a través del destino, con otras personas, la vibración ariana. ►

¿No llega un momento en que la energía del Ascendente puede entrar y ser aceptada

por la persona, y no venir ya a través de otros? A medida que pasa el tiempo, las escenas comienzan a ser vividas «orno propias, aunque vengan a través de otros. Sin embargo, es evidente que en las primeras etapas de la vida nos sentimos atraídos por quienes tengan características muy marcadas del signo ascendente: un empresario muy arriesgado o alguien que toma iniciativas constantemente, será fascinante porque resueno inconscientemente en él. Hay «•tapas en que la atracción por esas personas es muy grande, aunque luego tiende a decaer. Uno podría preguntarse qué pasa entonces con la Casa VII, esto es, con el lugar de la carta natal donde se experimenta el vínculo con el otro complementario, sea pareja, socio, etc. Para que esta casa opere realmente, tiene que estar ya instalado un nivel de la energía del Ascendente, porque la Casa VII se manifiesta en polaridad con el Ascendente. Por eso, es muy común que en la adolescencia —o más adelante, también— uno establezca vínculos con personas de las características del Ascendente, mucho más que con las de la Casa VII, porque ellas tienen algo mío, tienen algo que tengo que comprender, que debo descubrir e incorporar. La dificultad de esto, sin querer preocupar a ningún matrimonio estable, es que si el proceso continúa y la persona va integrando su energía ascendente, el vínculo con el otro —que tiene o que trae esa energía— va a quedar progresivamente deslibidinizado, va a perder naturalmente atractivo. En términos energéticos puros, la atracción por personas con características del propio Ascendente no habla de un equilibrio estable, sino de un aprendizaje en mi propia energía. El equilibrio en sentido profundo estará jugado por la Casa VII y no por el Ascendente. Sin embargo, con un Ascendente ariano, ustedes deben pensar que mi ecuación energética tiene un cierto monto de Aries que siempre tendrá que estar presente en mi vida. De alguna manera, siempre me van a impactar estas personas y tendré que aprender de ellas; pero, cuanto mas comprenda la energía en mí, mejor las comprenderé a ellas y con mayor naturalidad se desarrollará el vínculo. La calidad de mi relación con ellas reflejará el grado de maestría alcanzado en Aries.

O sea que, en la medida que se desarrolla la identificación con el propio Ascendente, es cada vez menor el misterio que encierra esta energía y esto reducirá la reacción que nos producen las personas con estas características, ya sea agrado o desagrado, inquietud, temor, dependencia o fascinación. La energía, que antes se proyectaba en esas personas, es absorbida por mi conciencia y dichas personas pierden la significación que tenían en mi vida, aunque perdure la afinidad natural. Si, por ejemplo, la persona con Ascendente en Aries comienza a sentir como propia una energía que la lleva a tomar decisiones rápidas, quizá ya no le resulte imprescindible la relación con aquel amigo osado, impetuoso y amante del vértigo, que lo acompañó por años. Entretanto, podemos decir que cada vez que cíclicamente somos atraídos con mucha fuerza por personas cuya energía corresponde a la de nuestro Ascendente, o si —lo que es equivalente — esa misma energía nos produce un rechazo muy fuerte y entramos en conflicto con ellos, esto ocurre porque en nuestra vida está por abrirse un nuevo nivel de experiencia ligado al Ascendente propio. Por eso, alguien viene a interpelarnos con esa cualidad. A veces nos movemos por giros, polarizándonos. Es probable que alguien con Ascendente en Aries, agredido durante su infancia por un compañerito de banco que le pegaba todo el tiempo, se haya puesto luego a practicar karate. Y que luego, en su adolescencia, se haya enamorado de una jovencita dulce y frágil, con la cual se complementaba a través de su Casa VII en Libra. Pero eso es sólo una vuelta; seguramente, debió seguir profundizando su viaje ariano impactado por la intrepidez en los negocios de un socio, o por la fuerza y resolución de las ideas creativas de un profesor; y así sucesivamente. O sea que hay una articulación, en la búsqueda de las energías, que nos hace ir oscilando entre el Ascendente y la Casa VII. ►

Pero en la Casa VII uno también proyecta... Sí, pero una cosa es proyectar una energía con la cual debo aprender a complementarme —

Casa VII— y otra, es proyectar aquello que tendría que manifestar, esto es, el Ascendente. La Casa VII son valencias abiertas a lo complementario y por eso siempre, desde allí, esa Casa nos va a equilibrar, aunque uno sea consciente de la misma. El Ascendente, en cambio, no es estructuralmente tal valencia de balanceo. La totalidad de la carta natal (Sol, Luna, planetas, casas) va manifestándose y generando escenarios con la cualidad vibratoria correspondiente, desde el momento del nacimiento. Los tiempos en que las vibraciones de estas escenas constituyen psiquismo, son diferentes. Hay cualidades que coagulan, que permiten hacer un borde entre el "adentro" y el "afuera" del sistema energético, mucho antes que otras. La conciencia se identifica, por ejemplo, con la cualidad de la Luna mucho antes que con la del Ascendente, en la inmensa mayoría de los

casos. Y el Ascendente se seguirá manifestando como desconocido cuando ya siento que "soy" la Luna. Así, ciertas exploraciones de la propia energía recién las hacemos cuando tenemos estabilizadas otras, desde las cuales miramos a las primeras. Desde estos distintos tiempos de coagulación de la energía como identidad, va tomando forma la ecuación carácter / destino. Precisamente, si vamos quedando encerrados dentro de eso que llamamos Yo, es porque hay algo que se va instalando como psiquismo, antes que «I Ascendente y otros aspectos de mi energía. Esto nos muestra que el proceso de florecimiento de la identidad tiene tiempos distintos y que nos vamos explorando a nosotros mismos desde una identidad ya coagulada. Nos seguimos experimentando a nosotros mismos cuando ya hemos definido quiénes somos; por ejemplo, a partir de la Luna o el Sol.

d) Personas que obligan a desarrollar el Ascendente por oposición (Medio Cielo en Capricornio) Estas son autoridades fuertes y limitantes, que dan seguridad pero a la vez limitan. Podemos pensar que, para que florezca el lado independiente, capaz de confrontar y luchar por lo suyo, característico de Aries, no sólo existirán personas alrededor que sirvan como espejo y modelo, sino las que obliguen a desarrollar esas cualidades por oposición. Por eso, tendrán que existir necesariamente en su medio ambiente personas de mucha autoridad y de mucho control con las cuales, tarde o temprano, deberá confrontar y hasta enfrentarse. Es de observar que, en general, los Ascendentes en Aries tienen padres muy autoritarios 0 figuras de su entorno que comparten esas características limitantes— con las que deben enfrentarse. La figura del padre suele ser clave en el Ascendente en Aries, pues este resulta por lo general alguien muy fuerte e inhibitorio. En algún momento habrá que oponerse a este padre —real o imaginario— para liberarse de él. Tengamos en cuenta que, en el arquetipo de Aries, el Medio Cielo está en Capricornio y estas figuras saturninas fuertes están ligadas a él. En general, los Ascendentes en Aries, Leo y Capricornio tienen destino con el padre y la autoridad, aunque de maneras diferentes. En el caso del Ascendente en Aries, la necesidad de descubrir el propio deseo lo obligará a enfrentar a aquellas figuras que lo capturan a través de su autoridad. La dificultad es que estas personas, dan a su vez mucha seguridad y conjuran el miedo a dejarse arrastrar por la energía desconocida ariana. Tarde o temprano, se darán cuenta de que esas personas realmente no lo comprenden y se producirá una crisis de independencia en la que se arriesgará la seguridad. Como veremos en la matriz del Ascendente en Aries, girar en círculos en la tensión "seguridad-pertenencia-autoridad" versus "independencia y deseo", suele ser un

leitmotiv de estas vidas. Es bueno aclarar, cuando nos referimos a personas externas, que alcanzan unas pocas características en ellas para que la proyección inconsciente les confiera —en este caso por el Medio Cielo en Capricornio— un exceso de autoridad, dominio e inhibición que no necesariamente quieren ejercer, por lo menos hasta el grado que el Ascendente en Aries suele sentir.

Luna, Sol, Ascendente Para ubicarnos en este viaje, podemos decir que el Ascendente es el punto cero. El Sol o la Casa V ya son autoconciencia y expresión de la energía; o sea que, desde aquí, ya hay conciencia clara de la misma. Con esto, vemos la distancia que existe entre una y otra manera de vivir una energía. Las energías no son estáticas. Cada cualidad posee un dinamismo propio. La Luna, por su parte, está mucho más adelante en el movimiento. La Luna es una energía que ya constituyó una forma y esta se presenta prácticamente cristalizada o mecanizada. Es casi automática, un hábito. Lo que en el Sol se expresa, en la Luna se convierte en mecanismo y pierde vitalidad. Por ejemplo: pelearse o decidir es, desde la Luna en Aries, un mecanismo que tiende a la protección o un talento innato al que se recurre en los momentos críticos. Por eso, no se la expresa desde un presente, como en el caso del Sol; ni se la aprende constantemente, como en el caso del Ascendente. Lo suyo viene ya dado; es una energía del pasado. De hecho, una persona con cualquier Ascendente puede empezar su viaje en la vida desde el nivel cero de descubrimiento de esa energía y llegar a expresarlo con la facilidad propia de su Sol o incluso de su talento lunar. O eventualmente ir más allá; no hay límite para este viaje. Esto es lo difícil de la mirada del Ascendente: no sabemos en qué parada del viaje está la persona o dónde corre el riesgo de quedarse y cristalizar. De alguna manera —en todos nosotros— nuestro Ascendente contiene algo así como un enigma vital que nos guía. Es una cualidad que necesitamos comprender muy profundamente. En personas muy creativas, frecuentemente el núcleo específico de su creatividad tiene que ver con algo oculto en su Ascendente. Es algo que fascina, una continua interrogación.

Velocidad La sensación general de las personas con Ascendente en Aries es Que la vida se hace demasiado rápida para ellos, muy veloz. Uno "debe" experimentar aquí una vibración de

velocidad, de modo que el núcleo Identificado psíquicamente, sentirá que es forzado a ir a mayor velocidad de la que quisiera. Son una constante, aquí, las experiencias de tener que ir más rápido que los demás o de verse obligado a hacer cosas para las cuales la persona no se siente preparada. Es como si fuera empujada a ellas, como consecuencia de la alta velocidad de la energía ariana que constituye su vida y que debe comprender, acompañándola como pueda. En verdad, para estas personas la vida es rápida porque tienen que hacerse cargo de resolver cuestiones "arianamente", esto es, arriesgándose "y si me equivoco... mala suerte...". Aries es iniciativa, abrir caminos, aventura. Por lo tanto, es "licencia para equivocarse" y esto, que es muy natural para un Sol en Aries, resultará de una gran dificultad para el caso del Ascendente. La vivencia para la persona es que la vida es mucho más veloz de lo que se puede soportar, que no la esperan, que la apuran y obligan a decidir, que no le dan tiempo para hacer los procesos necesarios. Por ejemplo: siento que necesito tomarme un año para decidir mi vocación. Pero se produce una vacante en un lugar de estudio muy importante y todos me dicen que no la desaproveche, que la tome ya porque luego será tarde y no puedo perderme esa oportunidad. En definitiva, actúo por impulso y con una intuición de mi deseo—es decir. Aries— pero como estoy identificado con otro aspecto de mí mismo mucho más lento, lo sentiré como obligación, apresuramiento y situación forzada. Por supuesto, con la repetición de estas experiencias, se va generando la sensación de "paren el mundo", porque tengo que aprender a decidir sin pensar, y una parte de mí vivirá asustada deseando que todo suceda más despacio, hasta que pueda comprender que esta es la lógica de mi vida, que esto tiene que ver realmente conmigo. En Aries, es natural y espontáneo el ubicarse en "yo abro un camino''; pero cuando se trata del Ascendente, se verá forzado a abrirlo. Por supuesto que, cuanto más antagoniza con eso, más complicado se vuelve todo y las escenas se hacen cada vez más difíciles y desafiantes. Cuanto más resiste, más frecuentemente se encontrará esta persona con otros que deciden por ella, y con la sensación de no sentirse nunca preparada para asumir cambios y movimientos de apertura. ►

A medida que va aceptando eso, ¿la persona puede llegar a manejar las experiencias

que le trae el Ascendente? Antes que nada, es preciso ver cómo construimos la pregunta. El Ascendente no es un instrumento o algo exterior a nosotros, por lo tanto, no se trata de "aprender a manejarlo" sino de comprender mi verdadera naturaleza. En el caso ariano, consiste en descubrir que soy una persona esencialmente intrépida, resolutiva, rápida. Claro que, aunque comience a ser intrépida y rápida en algunas cosas, siempre se me requerirá seguir aprendiendo esas cualidades, pero en otro nivel. Siempre se abre otra fila de pétalos. Siempre aparecen las personas con la cualidad

necesaria como para mostrarnos el paso siguiente a seguir. El destino trae la resolución, siempre y cuando se lo escuche, pero es comprensible que existan el miedo y la tentación de ir por el lado más conocido de la energía, o sea, por lo ya identificado y, a veces, cristalizado. Otro punto es que siempre habrá un momento, en la vida de un Ascendente en Aries, en que la persona sienta que no puede contar con nadie, que tiene que manifestar su deseo y hacerse cargo de las consecuencias sin que otros lo respalden. Supongamos que soy Sol en Libra y Luna en Cáncer: me sentiré empujado, muy a mi pesar, a experiencias en las que siento que no puedo recurrir a ningún apoyo y que conllevan un máximo de inseguridad para mí. En realidad, en este caso no voy a poder resolver los desafíos que aparecen, consultando a los demás ni asociándome con otros, porque lo natural aquí es arriesgarse. Y, para aprender a tomar resoluciones, el Ascendente en Aries necesitará un destino que no presente apoyos constantes para esto. Tarde o temprano, habrá que largarlo por su cuenta para que tome sus propias decisiones, aunque esto sea doloroso y vivido como un destino de soledad y abandono, en muchos casos. ►

Pero entonces, no se trata de la misma soledad de Capricornio... No, porque el solo de Capricornio no es simplemente solo sino "solo, en responsabilidad y

sosteniendo". Un Ascendente en Capricornio tendrá que sostenerse y sostener; el Ascendente en Aries, en cambio, tendrá que resolver por sí mismo, rápidamente, sin tiempo y sin apoyo por parte de nadie. Con Aries no se trata de soledad sino de autonomía, se trata de salir de la seguridad. Aquí se hace necesario definir una gran independencia e individualidad y por esa razón, en el largo plazo, el destino lo obligará a tomar decisiones absolutamente autónomas. "Obligado" es la palabra clave: el destino, en un momento determinado, nos presiona. No se puede faltar a la cita. Cualquier persona con Sol en Aries, ya a los diecisiete o dieciocho años está intentando hacerse cargo de su propia vida, mientras que el Ascendente en Aries —debido a la simbiosis que corresponde a su matriz de agua— puede tardar mucho más tiempo en llegar a hacerlo gustosamente o, eventualmente, no querer hacerlo nunca. En ese caso, uno dice que a esa persona le faltan experiencias por vivir. Una de las cosas más complejas de la astrología es darse cuenta de que, tarde o temprano, la persona va a tener que vivir cierta experiencia que está postergada. Esto es algo que tiene que ver con lo que investigamos.

La matriz IV-VIII-XII del Ascendente en Aries Dijimos que lo fundamental para comprender la dificultad del Ascendente, es que este es la

puerta para ingresar a la totalidad zodiacal. Es decir, es el acceso directo a la energía del Zodíaco, sin intermediarios planetarios, o sea, sin una función psíquica (planeta personal) asociada que facilite una focalización interna y una identificación específica. Al estudiar el Zodíaco vimos que este es una matriz, y que existe una lógica profunda en el despliegue de los signos. En realidad, lo que llamamos la carta natal es una unidad que nosotros dividimos para poder leerla. El Ascendente es la puerta a la vibración zodiacal indivisa y, por eso, no tiene intermediación psíquica (no es vehiculizada por planetas). Si el Zodíaco es una unidad donde cada signo contiene a los otros —en un orden que le es específico— dado un signo, necesariamente se ubican los otros. Aries, en sí mismo, implica una cierta distribución de la energía: una forma de materializar, de vincularse, de estabilizar, de expresarse, de encontrar orden, de acoplarse, etc. etc. Por lo tanto, manifestar Aries quiere decir culminar Capricornio, consumar Piscis o expresar Leo; y viceversa. Es decir, hay una inevitabilidad lógica por la cual cada signo implica una cierta distribución de los demás. Ahora bien, para todo signo manifestado (Casa I), son de particular importancia —desde el punto de vista psicológico— las casas IV, VIII y XII que, en tanto arquetípicamente de agua, producen memoria y, en consecuencia, encierran el secreto de la inercia que cada signo tiene que enfrentar en sí mismo, para manifestarse. Es decir, cada signo contiene su propia manera de resonar con el pasado. Aries, Leo y Sagitario será el modo de resonar con el pasado de Tauro, Virgo y Capricornio, respectivamente. Tauro lo será de Géminis, y así sucesivamente. La belleza profunda del Zodíaco como matriz holográfica y recursiva reside, entre otras cosas, en que cada punto —cada paso, cada espacio— contiene a los demás en un orden implicado y específico. Captar la posición de cada signo en la matriz de los otros es una disciplina maravillosa que, como siempre en astrología, no pasa por establecer frenéticas asociaciones sino en un proceso de maduración, que devela su orden por sí mismo. Ya verán que, en un determinado momento, se les aparecerá nítidamente que decir Medio Cielo en Piscis, es decir Géminis manifestándose; o que decir Cáncer en Casa VI es decir la manifestación de Acuario. Obviamente, es imposible en un curso introductorio dar cuenta de las once posiciones concomitantes para cada signo. Pero sí es relevante: a)que desde el principio retengamos la estructura holográfica del Zodíaco. b)que

nos introduzcamos en ella progresivamente y, en este caso, mostrando el orden natural en

que aparecerá la inercia a la manifestación de sí mismo, en un signo. Al ver esta inercia intrínseca, aparecerán por sí mismas las naturales tensiones psicológicas que dificultan vivenciar una determinada energía. Es decir, todo lo que dijimos hasta ahora con una base

empírica, podemos deducirlo lógicamente. Por todo lo dicho, Ascendente en Aries implica en su arquetipo la Casa IV en Cáncer, la Casa VIII en Escorpio y la Casa XII en Piscis. Estas son las tres Casas de agua que hacen inercia al Ascendente y que encierran la tensión de su despliegue.

Entonces, en primer lugar, decir Ascendente en Aries quiere decir al mismo tiempo poseer una modalidad afectiva de base simbiótica desde la cual la energía ariana aparecerá como terriblemente agresiva, peligrosa, casi violatoria. Una Casa IV en Cáncer, desde el punto de vista psicológico, nos dice que su tendencia espontánea será buscar refugio, protección, no querer moverse en lo desconocido, etc. Y es evidente, asimismo, que esto está en tensión con su Ascendente ariano. Ahora bien ¿quiere decir esto que el Zodíaco es contradictorio en sí mismo? Antes de arribar a esta conclusión, recordemos la distancia fundamental entre energía y formación psicológica, como metabolización primaria de la energía. Esta siempre es una reducción de la energía y allí es donde se abre la brecha del destino. Desde el punto de vista energético, haber tenido una base afectiva canceriana es exactamente lo necesario para experimentar una solidez afectiva que me permita lanzarme a la vida como un aventurero, explorando y abriendo caminos. O sea que, energéticamente, esto es totalmente congruente. Sólo la lentitud de nuestra conciencia hace que nos quedemos apegados al pasado y construyamos identidad en él, desde el cual resistimos al presente del Ascendente con sus experiencias. Esta manera de hacer psiquismo es la que nos permite decir que la tendencia a una búsqueda de seguridad simbiótica —con su complemento de un superyó excesivamente cargado de mandatos sociales, del Medio Cielo capricorniano— será destino en Aries ascendiendo. Desde lo energético, la Casa IV en Cáncer le da a la persona una base muy buena de contención, una seguridad básica para enfrentar luego sola el mundo. Psicológicamente, en cambio, le da la necesidad de ovillarse, de pegarse al aspecto doméstico de la vida, de quedar adherida a la madre y no atreverse a salir al mundo. Preferir imaginarse la

aventura de vivir, antes que realizarla en concreto, constituye la modalidad afectiva de la persona y este anhelo de seguridad inconsciente será uno de los polos en los que el destino girará, en tensión a la fuerza de Aries.

La Casa VIII en Escorpio Como criterio general, la Casa VIII encierra el secreto de experiencias en las que debo tocar fondo para que algo se fusione en mi interior, para que una polaridad antagónica desaparezca, no intelectualmente sino en lo más profundo de la experiencia existencial. La Casa VIII refiere a una modalidad que tiene que terminar, que tiene que ser trascendida en un nivel que produce conflicto y redescubierta en otro de mayor integración. Es una especie de "caja de cambio" peculiar porque, si no la resuelvo, tendré allí una fortísima inercia y la presencia de una ambivalencia inconsciente que se revela como conflicto y desgarro. Sólo si se produce la muerte —entendida como fusión de lo que está polarizado— de un malentendido básico, la energía fluirá libremente y encontrará su cauce espontáneo (Sagitario-IX). Esta es la lógica del Zodíaco. Con Aries ascendiendo tenemos la Casa VIII en Escorpio: entonces, esa es la energía que tiene que transformarse, morir en un nivel para pasar a otro, ser trascendido o resignificado completamente. ¿Qué quiere decir que al Ascendente en Aries le hace inercia lo escorpiano, específicamente? ¿Cuál es el hábito energético inconsciente de la persona, que tenderá a mantenerla aferrada a un nivel de conflicto que, si permanece como tal, perpetuará el patrón haciéndola retornar continuamente sobre el mismo punto? El de fusionar su energía con la de otros, no tenerla discriminada e independiente. Como Escorpio es una especie de transformador que absorbe energía para luego devolverla, hay una inclinación natural a usar la energía del otro y a que el otro use la de uno. El anhelo de fusión, de estar compartiendo energía constantemente con otros, es lo que impide descubrir y liberar la energía propia, independientemente de los demás, en este caso. Pero, como hemos visto, al Ascendente en Aries le es preciso contar con energía nueva, pura, original; no reciclada, como es la de Escorpio. La cualidad de Aries no es reciclar sino abrir y liberar energía nueva. La Casa VIII en Escorpio, por lo tanto, nos muestra con claridad el punto de inercia a esta necesidad. ►

¿Quiere decir que la Casa VIII tiende a invadir...?

No... es un condicionamiento muy sutil que se comprende si uno atiende a la lógica del Zodíaco. La Casa VIII encierra un secreto y su resolución potencia la liberación de la energía del Ascendente, en todos los casos. ►

¿Te referís a la Casa VIII real o a la arquetípica...? Estamos hablando siempre de la arquetípica, o sea, la matriz lógica que me permite

entender las transformaciones de Aries en tanto arquetipo o canon. Es claro que si alguien nace con el Ascendente en los últimos grados de Aries, puede aparecer la Casa VIII en Sagitario. Esto será una particularidad, a superponer sobre la anterior matriz. O sea que a la matriz arquetípica correspondiente a cada Ascendente, habrá que agregarle luego los rasgos personales que dependerán del lugar de nacimiento y pueden dar una distribución de casas completamente desplazada, con respecto al arquetipo. Pero esto habrá que superponerlo a lo (interior y no invalida la matriz, sólo la complejiza. Si quieren saber cuál es la clave del Ascendente en Aries, observen en la Casa VIII qué es lo que debe morir. En este caso, lo que debe morir es el anhelo inconsciente de fusionarse y de compartir energía con otros, como dominante.

La Casa XII en Piscis Finalmente, ¿cómo podemos ver la presencia de la Casa XII en el Ascendente? Esto es quizás más difícil de plantear, por lo que lo iremos desplegando en los sucesivos Ascendentes. Sin embargo, podemos pensar que en la XII están acumuladas experiencias no consumadas por la conciencia, que activan arquetipos del inconsciente colectivo. Una persona puede quedar atrapada en estos surcos colectivos, repitiendo experiencias en una inercia que va mucho más allá de lo psicológico personal. Sólo regresando al corazón de esas experiencias y agotándolas, uno libera nueva energía y, en ese sentido, el despliegue del Ascendente siempre está ligado a la consumación de la Casa XII correspondiente. En este caso, tenemos allí a Piscis y esto expresará una inercia inconsciente que lleva a recorrer un mundo de imágenes y formas colectivas en las que no hay proceso de individuación alguna. Soñar y sentir es más importante aquí que actuar. Perderme en un mundo de sueños, fantasías e ilusiones en los que me indiferencio, es una posibilidad muy alta. Así, atreverse a romper formas viejas colectivas e inconscientes y vivir en el presente corporal, forma parte del descubrimiento de la propia energía en el Ascendente en Aries. Podemos ver cómo las tres casas hacen inercia en una misma dirección: seguridad simbiótica, fusión inconsciente con la energía de los otros, mundo de sueños colectivos

indiferenciantes. Muestran una matriz en la cual es bastante natural que el psiquismo se quede identificado, reforzando una identidad extremadamente sensible y dependiente. La energía ariana que se manifiesta desde aquí resulta atemorizante y difícil de comprender. La relación entre esta identidad psíquica, y la velocidad y crudeza de Aries, refuerza el temor y la indecisión. Así es como, frecuentemente, la resistencia se acumula, abundando entre las personas que tienen este Ascendente quienes se sienten incapaces de tomar decisiones por sí mismas. Obviamente, estos son los casos en los que la energía les viene desde afuera de manera muy contundente con violencia, robos, intrusiones, accidentes. La propia resistencia a la energía, va atrayendo ese tipo de escenas extremas como equilibrio inevitable.

Una historia de vida Tomemos el caso específico de esta mujer:

Aquí tenemos una combinación difícil para la conciencia: Sol en conjunción con la Luna en Escorpio, en la Casa VIII, con Ascendente en Aries. Antes de conocerla personalmente, podemos suponer que esta persona comparte energías con otros de manera fusionante, constantemente. Y que resistirá a su energía de autonomía. Sin embargo, también sabemos que el Ascendente presionará para que, en algún momento, se discrimine y desarrolle su lado independiente. Ahora bien: ella aparece, en la consulta, totalmente suave, super-sonriente, y cuenta que jamás se pelea, que es pura delicadeza y diplomacia. Siendo doble Escorpio y con Ascendente en Aries, esta tarjeta de presentación despierta dudas de inmediato y lleva a que uno se pregunte, inevitablemente, dónde estará el ariano de su vida. Con tanto Escorpio y Aries en sombra, alguien muy deseante, que toma grandes riesgos e incluso que expresa matices autodestructivos, tiene que estar en su ambiente inmediato, para balancear el modo en el que ella es consciente de sí.

Efectivamente, cuando cuenta su historia, dice que está casada con un ariano y que trabaja en su empresa. En verdad, este marido ariano tuvo múltiples empresas, porque es alguien sumamente intrépido, que toma grandes riesgos y que, cada cuatro o cinco años, tiene un nuevo proyecto empresarial. Obtiene los fondos de capital hipotecando la casa de ambos —Casa VIII en Escorpio— y encarnando la energía de poner en riesgo lo más seguro. Ella, con su Ascendente en Aries, va atrás y lo sigue en cada uno de estos emprendimientos, trabajando con él. Se puede aquí prever, tarde o temprano, una crisis. Esto es astrología: darse cuenta de que, en esta historia, falta una experiencia. ►

Entonces, ¿cada vez que aparece el destino es porque se está manifestando algo que

la persona no reconoce de sí...? Exacto: hay una porción de sí misma que está totalmente disociada, en el sentido de que no se conecta con ella. La conciencia, con su identificación, ha fragmentado el campo energético. Esta mujer vive lo ariano desde afuera, a través de las decisiones que el marido toma para ambos. Él encarna su Aries. Así, experimentando esta energía inicialmente en el afuera, podrá descubrirla luego dentro de sí. Lo que nosotros podemos saber, es que el destino presionará para que esto último ocurra, aunque no esté escrito en ninguna parte si esto sólo reforzará sus identificaciones —incrementando la sensación de simbiosis dependiente, ante un destino que se repite en forma cíclica— o si ella redefinirá su identidad, ampliando su sensación de sí misma. Sigamos con la historia: por otros caminos, ella comienza a hacer trabajos expresivocorporales y esto le va dando un tono mucho más ariano a su energía. Como ya vimos, un Ascendente en Aries necesita Involucrarse corporalmente en la realidad. Ella va abandonando sus movimientos estereotipados y comienza a expresarse tal cual es, espontánea y hasta agresivamente. Todo eso estaba en ella, así como también una carga sexual muy activa. Esto madura y ella, poco a poco, deja de trabajar en las empresas de su marido, comenzando a generar su propia actividad con el trabajo corporal, en forma independiente. Apenas ocurre tal cosa —sincronísticamente, no lo piensen causalmente— su marido dice: "¡En la Argentina no se puede hacer nada! ¡Nos vamos a los Estados Unidos!". Esto es, evidentemente, una cita con el destino, ya que este suele gatillar escenas apenas uno comienza a expresar las cualidades de la energía ascendente. Históricamente —es de suponer— ella hubiera contestado que sí, transfiriendo la iniciativa y el riesgo al marido y sintiéndose segura en esa situación simbiótica y dependiente Sin embargo, ahora hace algo diferente: le dice a su marido que viaje solo a los Estados Unidos y haga lo suyo, que ella se quedará aquí, con los hijos. Es decir, en esta oportunidad, ella da una respuesta ariana, manifiesta su deseo y asume los riesgos del mismo, sin ocultarse en el deseo del otro.

Pueden encontrar muchos casos parecidos al relatado. No deduzcan con esto que el Ascendente en Aries "se tiene que divorciar"; pero sí, que tiene que trascender sus vínculos simbióticos. La muy alta tendencia a simbiotizar, que proviene de la inercia del agua, es lo que anula su poder de independencia. ►

O sea que en su historia tiene que haber cortes... No cortes, sino crisis de independencia, para ganar iniciativas, para obtener su propio

espacio y lanzarse a la aventura, su propia aventura, no importa cuál sea el resultado final.

Otro ejemplo Veamos este otro caso, también de una mujer con Ascendente en Aries. Por supuesto, será la distribución específica de todos los demás factores de la carta natal, la que explique el detalle de los acontecimientos de su vida. Pero quiero que observen aquí una deriva particular, la insistencia del destino en una determinada dirección y la tensión, notable en este caso, entre la identificación consciente y sus anhelos con los acontecimientos externos de su vida, hasta que se produce una resignificación dramática de la identidad y una primera aceptación de sí misma en tanto ariana. Ella nace en el Perú. Posee una fuerte carga jupiteriana y neptuniana y, en los primeros veinte años de su vida, se constituye como una intelectual muy sensible y de fuertes tendencias religiosas y místicas. Estudia filosofía y no hay hasta aquí ninguna exploración del deporte, la acción, los autos, la velocidad y lo corporal que, incluso por sus convicciones religiosas, se le aparece como un obstáculo para la "espiritualidad". Su relación con la familia es muy conflictiva. Su hermano es acusado de vincularse con la guerrilla revolucionaria de Sendero Luminoso, es perseguido por los militares y finalmente encarcelado. Ella queda muy afectada por esto y se compromete con la política, aunque sosteniendo sus ideales de no violencia. Sin embargo, en el contexto peruano de ese momento, siente que su extrema sensibilidad no le permite vivir normalmente en este mundo y finalmente toma los hábitos, haciéndose monja de clausura en una orden contemplativa. Ya podemos ver la polarización y la extrema identificación con su lado más sensible, que deja como destino su lado más activo y agresivo, hasta aquí jugado por el hermano y el contexto socio-político. Cuando la energía ariana se acerca más a su vida, su lado consciente va a buscar una extrema pertenencia con máxima seguridad en la quietud de un monasterio, no como un refugio pasajero, sino como un compromiso de vida. La distancia entre el Ascendente en Aries y la vida monástico-contemplativa, en una orden de disciplina muy rigurosa en la cual hay una

total entrega de la propia independencia, iniciativa y corporalidad, es realmente enorme y podemos prever que va a ser llenada por el destino. Este, entonces, sigue presionando. Las autoridades del gobierno peruano sospechan de ella como cómplice del hermano, lo cual es totalmente falso, y exigen a la orden que ella sea trasladada a un convento en otro país. Viaja a Francia y, en el nuevo monasterio, se encuentra con una madre superiora muy autoritaria que impone condiciones de disciplina mucho más rigurosas. Finalmente, estalla un conflicto abierto con ella y es nuevamente trasladada a otro convento, esta vez en la campiña del sur de Francia, en un lugar acogedor y apacible, sin ninguna figura conflictiva presente. Pero esto, aunque satisfaga sus anhelos más profundos, no es compatible con su sistema energético. Acá falta una energía y esta debe manifestarse; es así como, en una única salida absolutamente excepcional del convento por motivos familiares, ella sufre un episodio de violencia callejera en el cual es atacada. Esto desata una crisis y finalmente deja los hábitos. Por falta de dinero se ve obligada a vivir en un barrio marginal y muy violento en París, rodeada de ladrones y prostitutas, en un medio totalmente opuesto al que ella había soñado y que le es totalmente hostil. Se ve obligada a adaptarse a este mundo, haciéndose mucho más activa y peleadora, por lo que protagoniza varios hechos impensables para su identidad anterior —peleas, amenazas, golpes, etc.— a la vez que se profundiza su dificultad económica, porque con trabajos de tipo intelectual no logra subsistir. Por último, decide hacer un curso de conducción de camiones y obtiene la licencia para trabajar de ¡camionera...! Hoy recorre las rutas de Europa guiando camiones de doble acoplado y peleándose continuamente con el sindicato de camioneros que —obviamente machista— se resiste a tenerla entre sus filas. No tengo un ejemplo mejor para mostrarles cómo la negación de la propia energía desencadena una serie de hechos, necesarios para mantener en equilibrio el sistema, pero que pueden arrastrarnos muy lejos de lo que creíamos ser y de lo que siempre soñamos. Ella vivió inmersa en energía ariana, escapándole y replegándose en un fragmento de sí misma. Es visible aquí que, a mayor distancia entre la conciencia y la energía, más contundente se manifiesta el destino. No estoy diciendo que su identidad sea la de conducir camiones en las rutas de Francia. Es razonable pensar que esa es sólo una etapa de su viaje por Aries y en algún momento se producirá una síntesis entre su aspecto intelectual y místico y la energía ariana. Pero piensen en la acumulación de violencia, agresividad, crudeza, fuerza, independencia, determinación, etc., que se produjo a partir de su identificación mística, y cómo esta finalmente tuvo que ser aceptada en una revolución de la identidad, presumiblemente poco placentera o, por lo menos, sin permitir la sensación de haber sido elegida, aunque nosotros podamos saber que estuvo allí desde el principio.

El sentido del Ascendente en Aries Como puede verse, las tres casas arquetípicas de agua —IV, VIII y XII— son extremadamente instructivas, ya que siempre son regidas por un elemento antagónico al del Ascendente. En el caso de Aries, como en todo Ascendente de fuego, las tres casas son, además, específicamente de agua. Uno podría preguntarse: "pero entonces... ¿el mandala está en contra de uno?, ¿por qué no lo hacen derecho en lugar de hacerlo torcido…?". En realidad, como dijimos, habría que observar que el mandala no está "torcido", sino que —en todo caso— lo que tuerce la energía es la identificación psicológica. Tener la Casa IV en Cáncer "es lo mejor" porque si existió afecto sólido en la base, esto va a permitirle a la persona, realmente, lanzarse y arriesgarse. "Lo malo" es que, ante la garantía de ese sólido afecto, uno elige vivir en la cuevita, cuando se trata justamente de poder hacer lo inverso. Pero esto ya no es culpa del mandala. ►

O sea que esa Casa IV en Cáncer, además de ser una base sólida, es una base a la

cual se puede volver... Sí, se puede volver todas las veces que sea necesario, siempre y cuando se trate realmente de una base profunda y no de un refugio en que me aíslo. De hecho, ustedes verán que las personas con este Ascendente pasan de períodos lentos, seguros y dependientes, a lanzarse a la aventura e independizarse, para luego "volver a casa", aunque ya con otra experiencia. Este movimiento de salida y regreso es habitual con la energía de este Ascendente y genera un proceso en el que las distancias energéticas de las distintas partes de la carta natal se van acortando, hasta que finalmente la energía ascendente pasa a ser comprendida y expresada. ►

Además, parecería que la simbiosis de la Casa IV sólo puede romperse con cierto

grado de violencia, necesaria para discriminar... La posibilidad de Aries es la de manifestar el propio deseo más allá de cuáles sean las consecuencias pero, si estoy simbiotizado, voy a estar sometido a la autoridad o al superyó y a veces, quizá, sea necesario salir de esto con violencia para poder descubrir en carne propia la verdadera relación entre deseo y responsabilidad. ►

¿Este sería ya el eje Cáncer-Capricornio? Exacto... Percibir este tipo de coherencias es fundamental. Ustedes van a ver que es muy

común que la persona con Ascendente en Aries descubra su agresividad y autodeterminación, e incluso su violencia, en el medio de su pertenencia. En los mundos familiares y laborales donde

se manifiesta su lucha incipiente con los mandatos y la autoridad, se muestra extremadamente peleadora. Es eventualmente expulsada de ellos, para luego volver a buscar otra pertenencia y otra autoridad con la cual repetir la experiencia. Este girar en círculos de simbiosis-pelea es un clásico circuito de este Ascendente, hasta que aparece la confianza suficiente como para abrirse camino y encontrar una real independencia. ►

¿Qué pasa cuando una persona expresa su Ascendente desde pequeña...? Justamente, los chicos irradian con mucha fuerza la energía del Ascendente y este es, en

ellos, extremadamente visible. Es bastante fácil captar la energía ascendente en los niños: se la percibe, sobre todo, en el cuerpo, las facciones y la actitud corporal. El Ascendente se ve con claridad, como una irradiación... Ahora bien, por el proceso de identificación psicológica con la Luna y con otros aspectos de la carta, progresivamente, la expresión del Ascendente se va oscureciendo. Cuanto más virginal es el chico, desde el punto de vista psicológico, cuantas menos identificaciones o miradas del otro moldeen su conciencia —que son también aspectos fragmentarios de su energía— tanto más claramente irradiará el Ascendente. Luego, irán predominando las identificaciones, con lo que aquella irradiación comenzará a opacarse e inhibirse, en el nivel consciente, por el "filtrado" a que es sometida por las identificaciones contradictorias con él. En realidad, el Ascendente es una energía que, de chico, uno irradiaba pero que no se afectivizaba. Es decir, no hay un estímulo externo que lleve a afectivizar eso, como sí ocurre con la Luna. El problema está en que uno tiende a repetir lo afectivizado y a crear una autoimagen desde eso que se afectivizó, o en aquello que uno expresa y es reconocido por los demás. Pero estos feedbacks con el medio se encuentran —a trazos gruesos— con la Luna y con el Sol, nunca en el Ascendente. ►

Entonces, ¿de chicos expresamos la energía del Ascendente y de grandes nos llega

por destino...? No, también para el chico habrá escenas de destino vinculadas con esa energía. Lo que ocurre es que, como el chico aún no tuvo tantas identificaciones, lo expresa con mayor pureza y es más visible desde los otros. Al crecer, me identifico y afectivizó algunos aspectos de mí mismo, y voy censurando ciertas expresiones. Luego, para poder expresar esa energía, tendré que "transgredir" lo afectivizado y lo reconocido por los otros en mí. Porque, si me comporto como creo que me tengo que comportar, jamás expresaré mi Ascendente.

Hemos hecho hincapié en los primeros tramos del viaje por el Ascendente en Aries, subrayando el aprendizaje de sus niveles básicos que lo ligan a la violencia, la agresividad, la toma de riesgos y el compromiso con el propio deseo. Sin embargo, el despliegue de Aries no termina obviamente allí y se expresa en una serie de octavas. En niveles más profundos, este Ascendente irá descubriendo la cualidad de la iniciativa y cómo arriesgarse a modificar el medio con la propia energía, a riesgo de desequilibrar y equivocarse; entendiendo que la capacidad de equivocarse —en el sentido de abrir camino— es fundamental para esta energía. Primero se experimentará esto desde el deseo, más tarde se convertirá en voluntad y habrá que hacerse cargo de la respuesta del otro y de cómo el otro participa del movimiento del deseo. Luego, se hará cada vez más importante la Idea y cómo la idea organiza la realidad y genera acción. Por un lado, podemos decir que la energía de Aries conlleva una gran encarnación y la vivencia de la intensidad de la propia presencia en la modificación de la realidad. Esto será inicialmente algo corporal, pero luego inevitablemente mental. La fuerza del pensamiento y la idea como impulsora de la energía y como generadora de una cadena de acontecimientos que alteran el mundo, constituye un nivel fundamental de la experiencia ariana. El poder y la vitalidad de la mente que direcciona con su impulso y, en ese sentido, crea nuevas realidades, es una octava superior, un isomorfismo en distinto nivel de abstracción, de todo lo que hemos dicho anteriormente. Liberar intuiciones potentes y nuevas, desprendiéndose del mundo letárgico de las ideas y formas mentales compartidas por el pasado de la humanidad, para abrir nuevos caminos: esto es Aries. En última instancia, intervenir con la propia presencia en todos los niveles para crear, no desde un plan o una arquitectura, sino desde una intuición o una certeza, es Aries. Y en este sentido, como dijimos anteriormente, es arriesgar temerariamente en la creación y en el misterio del acto. Visto desde otras fases de la secuencia zodiacal, Aries siempre se equivoca, en el sentido de que deberá ser necesariamente complementado, balanceado, corregido y completado por las reacciones que él mismo provoca, pero que no hubieran existido de no manifestarse el acto ariano (en tanto cuerpo, deseo, idea o acción). Por eso, uno de los misterios de Aries —que todo ascendente enfrentará en distintos niveles y oscuramente por mucho tiempo— es la vivencia de que el "error" es inevitable y, sin embargo, nunca hay "error". Aries es, profundamente, una experiencia de la irreversibilidad gozosa de los hechos. Esta libertad de crear y desatar un cambio de desconocidas consecuencias, que resolverá por sí mismo sus limitaciones iniciales en los sucesivos presentes —por lo cual no es necesario detenerse a prever— es un aspecto esencial de la vibración ariana. Pero es evidente que todo

esto no puede ser teoría; es certeza. El acto es vida pura, lo vivo y deseante por excelencia y sólo puede ser descubierto en la vivencia. Por eso, para un Ascendente en Aries esto podrá aparecer fácticamente, sólo si antes es capaz de liberar las inhibiciones básicas ligadas al hecho de permanecer en el mundo de la ensoñación y la seguridad de la pertenencia, o reprimir la presencia corporal o rechazar la unilateralidad inherente a toda acción. Por esto, en el Ascendente en Aries, la vida enseña primero en esta base ligada a la agresividad cruda o incluso a la violencia mental, para poder descubrir después otros niveles, viajando por el enigma del acto y la creación.

ASCENDENTE EN TAURO

Como dijimos en el capítulo anterior, investigar el tema de ascendentes quiere decir volver a ver los signos, pero ahora haciendo hincapié en la estructura que está implícita en el despliegue de cada uno. En este sentido, está implícito en el Ascendente en Tauro que la persona materialice geminianamente, que se desprenda de arquetipos arianos y se vea equilibrada en Escorpio. Esto es así, obviamente, porque en el arquetipo de Tauro ascendiendo Géminis cae en la Casa II, Aries en la Casa XII, Escorpio en la VII, etc.

Este razonamiento exige ver, en la energía completa del mandala, cuáles son las implicaciones estructurales del signo que asciende. Esto es independiente del Sistema de Casas concreto de la persona porque si el Ascendente, por ejemplo, cae en los últimos grados de Tauro, es obvio que habrá mucho Géminis en la Casa I. En este caso particular, el Sistema de Casas estará desplazado y el análisis se hará a partir del modo y situación de las casas de esa carta específica. Sin embargo, si quiero pensar arquetípicamente qué significa el Ascendente en Tauro, veo que implica una matriz de fuego desde las Casas XII (Aries), IV (Leo) y V I I I (Sagitario). O sea que Tauro, zodiacalmente, implica cierta circulación de la energía.

El niño que nace con Ascendente en Tauro ¿Cuál es el diseño de la energía taurina? Sabemos que es el momento zodiacal de la materialización, de la substanciación de la energía. Para referirnos a Tauro tenemos que pensar que el proceso de materialización de la energía es algo extremadamente distante de la conciencia humana. Nosotros hemos comprendido hasta cierto punto el proceso inverso, es

decir, la desmaterialización o liberación de la energía (en la tecnología atómica). Esto es, el proceso escorpiano en el que la fisión y la fusión liberan energía dejando un residuo —o excreción— de máxima densidad (el plutonio). La materialización, en cambio, es un misterio, un proceso aun ciego para el hombre, en el que se manifiesta la naturaleza profunda de la vida. En Tauro, entonces, algo esencial se niega a ser penetrado por la conciencia, se impone a ella como una instancia opaca, oscura, que puede ser vivida y gozada pero, en principio, no pensada. La acumulación de la masa con su efecto gravitatorio atrapante —en el sentido de atraer a otros cuerpos en su órbita— tiene su correlato en la contundencia de los procesos naturales y biológicos, de los cuales la conciencia no puede escapar. La necesidad de la vida es una instancia taurina, resistente a toda idea, fuerza de la voluntad o ideal posible. Esta ambivalencia, vista exteriormente, entre gozo y necesidad (las necesidades gozosas del cuerpo, por ejemplo) remiten —para el fuego de la mente y la voluntad — a la naturaleza animal, con su matiz de imposición sobre la conciencia que se idealiza a sí misma como libre e inmaterial. Tauro significa que la necesidad tiene su lógica intrínseca determinante que no puede ser eludida y que, al mismo tiempo, lleva al gozo en su satisfacción. Pero, por analogía con la acumulación gravitatoria, es registrada como atrapante por no pocas conciencias. Quiero que piensen, incluso, en el rechazo al goce corporal tan presente en muchos seres humanos como una fuga de lo que se concibe como mera naturaleza animal. Obviamente, confiero a la palabra goce su sentido amplio y no el freudiano. Del mismo modo, esto se manifiesta en la acumulación de energía como necesidad de la vida. Acumular en un punto es quitar en otro, y la fuerza gravitatoria de la acción de acumular se transforma en apego, fijeza del deseo y posesividad. Si estos —y otros que seguiremos desarrollando más adelante— son rasgos básicos de la fase taurina del Zodíaco, tenemos que distinguir que una cosa será una conciencia naturalmente identificada con Tauro y otra, muy distinta, una conciencia que se ve obligada a asistir a su manifestación sin reconocerse en estos procesos. Rodeado por la presencia de la necesidad y sin contar con la cualidad de gozar naturalmente de ella, la realidad se me va a presentar como un obstáculo. Será vivida como algo que me determina constantemente y que no puedo comprender, porque no entiendo —o incluso rechazo— la importancia de satisfacer la necesidad básica. Este es el punto fundamental para comprender este Ascendente. Como ya dijimos, el chico que nace no estará identificado con Tauro y, sin embargo, su mandala irradia energía taurina constantemente; está envuelto en esa energía, en la cual no puede aún reconocerse. Todo el

trabajo consistirá en que la conciencia se identifique con esta vibración lenta, natural, de la necesidad de la vida. Quiero que vean que, sin lugar a dudas, habrá mucha resistencia a que se produzca esa identificación, porque la primera reacción a su contacto, para la mayoría de las conciencias, generará la sensación de perder una cualidad de libertad. Ese, justamente será el trabajo del destino, lo que hemos llamado "el regalo de las hadas madrinas". Se van a manifestar determinadas condiciones de vida, en las cuales estará tan presente lo taurino que yo me veré obligado a comprenderlo, comprender la belleza de la materia y la necesidad natural, descubrir sus secretos y su goce, algo que un Sol en Tauro espontáneamente posee. El Ascendente deberá aprenderlo y, para esto, las "hadas" constantemente presentarán lo que llamé la ambivalencia del placer y la necesidad. Pensamos siempre que Escorpio es el signo de lo oscuro y el misterio, pero en él la conciencia es naturalmente atraída hacia lo que se le aparece como oculto y sombrío. Tauro es profundamente misterioso en sí, en cuanto absolutamente natural, pero la conciencia que le corresponde no siente ningún atractivo por lo oculto y complejo, sino que está inmersa en la sencillez de lo orgánico. Si no se adquiere esta sencillez, el proceso taurino es tan enigmático como la vida misma. ¿Qué vibración tendrá que incorporar este chico recién nacido, para que se descubra taurino? Pues, una vibración lenta, concreta, material, sensual, perceptiva, gozosa, paciente, natural... Tendrá una sensación recurrente, a lo largo de la vida: que esta se desarrolla con demasiada lentitud. La presencia de lo orgánico, de lo que lleva a darle importancia a la necesidad —o a moverse desde la necesidad— a valorizar la materia, a valorizar lo necesario: todos estos son temas muy importantes en la vida de este Ascendente. También, lógicamente, todo lo referente al dinero, a cómo materializar y concretar. Así como un Ascendente en Aries tiene la sensación de que la vida se hace muy rápida, el Ascendente en Tauro tendrá exactamente la opuesta. Casi siempre, la cruz de estas personas es que las cosas nunca suceden cuando ellas quieren, sino "una década después"... Es decir, para ellas, la distancia entre el deseó consciente y la inercia de la realidad es el tema a trabajar. Un Ascendente en Aries se angustia por la velocidad, que no soporta, mientras el Ascendente en Tauro suele irritarse ante "la lentitud de la vida" y la experimenta como un obstáculo, como frustración constante del deseo. Por lo tanto, ¿qué escenas de destino le darán "las hadas madrinas" a este chico? O, dicho de otro modo, ¿qué configuraciones irradia la totalidad del sistema y se le imponen a la conciencia? Verán que es posible que aparezca con fuerza el tema del campo y la naturaleza, la

valoración del alimento; quizá le toque trabajar de mozo en un restorán. Quizá parte de su vida gire en torno del dinero y de su acumulación. Quizá deba reformular muchas veces sus proyectos, porque el contexto se le pone demasiado lento o porque se presentan dificultades que le exigirán un ritmo de constancia y permanencia, con la correlativa sensación de pérdida de libertad. Ocurre que, si Tauro es una energía fáctica, muy concreta, estas personas tendrán que aprender que el deseo surge a través del contacto con la necesidad y no a partir de la voluntad o la idea. Por eso, todo se mueve con lentitud alrededor de ellas y tienen la sensación de constante demora, de "¡quiero eso, ya...!" y, sin embargo, su llegada se dilata. Estas personas son llevadas a darse cuenta de que la vida no responde a ideas, pensamientos o voluntad, sino que responde a procesos mucho más profundos, naturales y vitales, que tienen inercia propia y son impenetrables para la conciencia. Así como el Ascendente en Aries tiene que aprender de la idea y del impulso de lo creativo, el Ascendente en Tauro tiene que aprender del cuerpo y de los procesos biológicos. La sensación, a veces muy dramática, de que demora en llegar lo que más se quiere, puede generar una fuerte y recurrente vivencia de impedimento. En realidad, el "regalo de las hadas" le está proponiendo otra cosa: conseguir lo que quiere, pero sólo si eso responde a una necesidad real. Dicho de otra manera: para tener, hay que necesitar: eso es Tauro.

Personas y situaciones externas Veamos con más detalle cómo se coagulará la energía taurina alrededor de esta persona. Los escenarios posibles son: estar ligado en la infancia al campo, vivir en la naturaleza, asistir al modo como esta produce. Junto a lo anterior, quedar impactado por personas que poseen bienes; que poseen riquezas, dinero, objetos de arte, etc. Personas que gozan produciendo y acumulando, propietarios de tierras y grandes productores, ocasionalmente empresarios. Pero no tanto los que arriesgan y compiten, sino los que gozan produciendo y lo hacen con cierta lentitud, disfrutando de un crecimiento progresivo, para nada súbito y, eventualmente, poniendo énfasis en que sus bienes pasen de una generación a otra. Las personas que resuelven los problemas con mucha paciencia y privilegiando lo más básico de cada situación suelen ser maestros de este destino. Con seguridad, a lo largo de la vida aparecerán personas que dan extrema importancia al manejo del dinero y, en muchos casos, grandes acumuladores de dinero. No quiere decir que el Ascendente en Tauro se identifique con esto de inmediato, sino que, por ejemplo, tendrá parientes de este tipo, trabajará para estas personas o se sentirá atraído hacia ellas, con las que

rallará la oportunidad de comprender el particular goce y la sensualidad de la acumulación lenta y orgánica, antes de que se manifieste en su propia conciencia. Tarde o temprano, como dijimos, el dinero se revelará como muy importante y trabajar en relación a la acumulación, circulación o economía del dinero, suele constituirse en un patrón vocacional fácilmente observable. Por supuesto, quedar ligados con personas muy posesivas, tanto en lo material como en lo emocional, es un itinerario casi obligado aquí. Como tienen que experimentar la fuerza del apego, con toda su intensidad y consecuencias, en rigor esas personas harán de espejo al Ascendente en Tauro que aún no ha descubierto en sí el núcleo apegado y posesivo, que queda proyectado en ellas. Es muy común el rechazo del Ascendente en Tauro hacia estas personas. En realidad, pensemos que es muchas veces en el conflicto con ellas —con el enigma que les produce la posesividad y el control vistos "afuera"— como el Ascendente en Tauro aprende a conocerse a sí mismo. Permitirse proyectar, alegremente, el "posesivo, materialista y controlador" siempre en el otro, retarda mucho el viaje por esta energía. No estoy sugiriendo que si tengo Ascendente en Tauro, soy necesariamente muy apegado —aunque es bueno sospecharlo— sino que esta energía está en mí y tengo que descubrir sus secretos, su núcleo esencial, para discriminar materialismo de materialización. De todos modos, ya sea "afuera" o "adentro", la fijeza del deseo y sus consecuencias será un tema recurrente en mi vida. Dado que Tauro corporiza la realidad, hace cuerpo; así entonces, la importancia de lo corporal y su cuidado será otro camino del destino. En principio, el tema básico es el "incorporar", aquello que se convierte en cuerpo y lo que este necesita. La nutrición y la alimentación son dos temas relevantes. Por un lado, suele ser por destino que el alimento sea muy valorado en mi medio y que yo "me encuentre" trabajando en actividades afines y con personas ligadas a ellas. Restoranes, bares, pastelerías, fábricas de alimentos de todo tipo son escenarios habituales a recorrer. Es típico de estas personas no preocuparse por la comida, por ejemplo; por supuesto, acá el destino se hace presente con rapidez: sufrir física o emocionalmente por las consecuencias de lo que ingieren, será una experiencia que las llevará a valorar lo que incorporan. Ahora bien: tras esta metáfora de la comida hay algo mucho más profundo: la valoración de lo que se incorpora como energía. Si la persona incorpora cualquier cosa, es porque debe aprender a valorar la incorporación y. fundamentalmente, aprender que su propio cuerpo, como base de la existencia, no puede ser negado jamás. ►

¿Puede ocurrir que, como primer paso, una persona con este Ascendente se

intoxique?

Sí, es común que a una persona con Ascendente en Tauro, al principio, no le importe el cuerpo y esto le haga destino comiendo lo que no tiene que comer y pagando las consecuencias. ►

¿La salud y la enfermedad son temas taurinos? Una cosa es el orden del sistema que es el cuerpo y esto es claramente Virgo, donde salud

y enfermedad serán muy relevantes. Y otra es el hacer cuerpo, el incorporar específicamente la nutrición pero también, en algunos casos, problemas ligados a la indiscriminación de lo que entra en el cuerpo, como el exceso de bebida, drogas o enfermedades de origen contagioso sexual. Estos temas están ligados con Tauro y verán a muchas personas de este Ascendente con problemas ligados con esto o, en tanto opuesto, dedicadas a su prevención como camino vocacional. En Tauro, se descubre que el cuerpo no es algo separado de la mente. Todo es cuerpo. Entonces, cualquier cosa que incorporo es vital. Si tengo la fantasía de que la mente no sufre las consecuencias de lo que incorporo a través del cuerpo, esto se paga duro con un Ascendente en Tauro. Ahora bien, ¿cómo descubriré la importancia de lo que incorporo, si mi modo de ser no está naturalmente atento a esto? ►

Quizá... ¿por reacción? Claro... por eso, con este Ascendente, muchas veces insisto en alimentarme mal, hasta que

el destino me "ubica" —por ejemplo— con una brutal indigestión o con un sobrepeso o falta de peso excesivos. Sólo así, aprendo que el alimento es algo central en mi vida. Otra experiencia importante para la cualidad de este Ascendente es el embarazo. Muchas veces, esta es una de las lecciones más fuertes que reciben estas personas, con respecto a la importancia de los procesos orgánicos. La maravilla biológica del embarazo, la presencia de un cuerpo dentro de otro, con el intercambio continuo de sustancias, el largo proceso que impone sus tiempos y etapas en el que la voluntad no puede incidir, suele ser una experiencia decisiva en cuanto a aceptarse como naturaleza mágicamente corporal y entregarse al disfrute de la propia lentitud y corporalidad. Esto es, por supuesto, más intenso en una mujer; sin embargo, un varón con Ascendente en Tauro también sufrirá un impacto particularmente importante y modificatorio a partir de participar de esta experiencia. De todos modos, piensen que siempre cabe la posibilidad de que la conciencia llevada a la máxima intensidad del Ascendente —en este caso, de lo taurino— se sienta atrapada y agobiada, rechazando o escapando de la experiencia en sí. Lo que a nosotros nos importa subrayar es el nivel de resonancia que alcanza

la experiencia ligada al Ascendente, quedando en un segundo plano si la conciencia refuerza sus identificaciones anteriores rechazando lo que adviene se entrega, modificándose a sí misma.

Trabajar con la resistencia Vimos en su momento cómo, para un Ascendente en Aries, era esencial la experiencia de desequilibrar la realidad a partir del propio impulso, más allá de las consecuencias posibles del acto. Para el Ascendente en Tauro, en cambio, lo esencial consistirá en descubrir cómo, aquello que en principio se opone a la propia voluntad, en tanto resistencia e inercia, lleva dentro de sí su propia creatividad. Comprender las razones íntimas de aquello que aparece como lento y casi inmodificable, es uno de los capítulos más difíciles pero más significativos para este Ascendente. Podemos pensar, como paradigma, en la experiencia profunda del artista cuando descubre la relación misteriosa y creativa entre lo que se propone hacer y la resistencia que le ofrece el material con el que trabaja, Todo buen artista descubre que la resistencia que le opone el material forma parte de su creación, brindándole de continuo nuevos canil nos y enriqueciendo gozosamente cualquier imagen o intuición inicial de la que pudiera haber partido. Lo taurino dice que en la materia misma está la idea, aunque aparezca oculta bajo el disfraz de la resistencia Es decir: lo taurino es aprender a ver lo creativo de la inercia que se me impone, lo creativo de la lentitud de lo que me atrae, lo creativo de aquello que no es mi idea y que, sin embargo, puja conmigo para tomar forma. Esto significa percibir que la materia no es algo ajeno y totalmente externo a lo creativo, y aprender a dejarla emerger con su tiempo, con su ritmo, descubriendo la lenta respuesta creadora de esa masa receptiva al impulso inicial. Así como en Aries está el misterio del acto y de lo activo, aquí, en Tauro, tenemos el de la potencia y lo receptivo. Cuál es la modalidad del impulso, capaz de despertar lo mejor de lo receptivo, y cómo sostenerlo, es quizás lo más complejo de Tauro. ►

Sería, entonces, no ver la materia sólo como objeto o herramienta... Exacto... si veo la materia así, es porque no soy de Tauro. El artista comprende la relación

intrínseca entre su impulso creativo y la inercia del material con el que trabaja. ►

¿O sea que debe aprender a darle forma?

Más que a darle, a extraerle la forma potencial que la inspiración capta, a través de acompañara, la materia, tomando contacto profundo con la sustancia y no imponiéndole una idea abstracta. ►

La resistencia del material ¿no es también propia de la energía de Aries? Sí, pero de manera diferente; en el caso de Aries, necesito confrontar con el obstáculo para

aprender a desarrollar y confiar en mi propia fuerza. La resistencia del material, en el caso de Tauro, está para que yo aprenda a vivir acompañando creadoramente procesos; no enfrentándome a ellos, como Aries.

Tiempo y sensualidad Metabolizar Tauro implica aprender a dar respuestas totales a los desafíos de la realidad. Esto quiere decir no moverse desde aspectos superficiales o disociados de sí mismo, que llevarían a fragmentar la energía y poner en movimiento deseos encontrados que desembocarán en conflicto. Así como un tramo del aprendizaje consiste en comprender cómo interpelar el afuera en su inercia, para descubrir su curso natural, esto deberá también ser realizado en lo interno. Tauro no se mueve por impulsos, reacciones, antojos u ocurrencias. Allí se dividiría y perdería la contundencia de su masa. Como dijimos al principio, Tauro se mueve desde la necesidad y eso es lo que lo hace inexorable. Desestimar toda acción que no sea imprescindible, es la (lave de su potencia. Desde otros ángulos del Zodíaco, moverse sólo por necesidad queda connotado como pereza, pero para Tauro significa integridad, plenitud y certeza en la realización. Aprender a moverse de esa manera no será fácil para una conciencia aún no identificada con Tauro. Un sinfín de impulsos, fantasías, proyectos posibles, deseos superficiales, obsesiones, deberán verse frustrados hasta comprender la importancia de la quietud y la paciencia, que permiten registrar si un estímulo —tanto externo como interno— toca realmente en la necesidad o no. Si es necesario, en esa dirección irá no sólo una parte sino toda la energía disponible, hasta satisfacer la necesidad. Y, en ese movimiento, Tauro se siente invencible. Pero pueden darse cuenta de que esta discriminación, si no es instintiva, sólo se aprenderá después de un largo proceso de ensayo y error. Por eso, les decía, un Ascendente en Tauro sentirá que todo se le hace infinitamente lento y que recurrentemente queda atrapado en una maraña de conflictos que le hacen perder energía. Podríamos decir que la vida parece lenta y llena de conflictos, pero lo que en realidad ocurre, es que se identifica con un deseo demasiado

rápido y superficial, que no urge de la necesidad profunda. Pueden imaginar que el destino podará rigurosamente proyectos y deseos, postergando logros y realizaciones, hasta que no se descubra el movimiento espontáneo de Tauro. Es posible observar fácilmente que las personas con Tauro ascendiendo suelen ser mucho más aceleradas e impacientes en la primera parte de sus vidas, de lo que correspondería para este signo. Más aún: la lentitud, el disfrute, el reposo, la sensualidad son frecuentemente temas negados o, por lo menos, vividos como aspectos contradictorios de sí mismo. La totalidad del sistema sabe muy bien que la persona los necesita y, sin embargo, lo normal es que surja rechazo y resistencia a todo esto. Pero, si mi energía es conectarme con la corporalidad de lo real y experimentarme en ella, las cosas tienen que darse despacio, lentamente. La sensualidad y el goce taurinos no pueden aflorar en una persona rápida; es imposible. El Sol en Tauro disfruta de las cosas "paso a paso": pero no en el sentido del método capricorniano, para llegar y así terminar con lo que se está haciendo. Aquí es por placer, por disfrutar del contacto pleno con todo lo que está sucediendo y por sensación de integridad, de constante coincidencia consigo mismo.

Un ejemplo Veamos el caso de una persona con Luna en Piscis, Sol en Acuario y Ascendente en Tauro.

Su frase favorita de joven era: "¡Tengo que escapar del sistema solar...!". "¡No aguanto la pesadez de la Tierra!". Obviamente, estaba muy influido por temas esotéricos e identificado con su Luna y su Sol, anhelaba un grado de incorporeidad que estaba a una enorme distancia de su Ascendente. Hablaba aquí su propia pesadez y lentitud, en relación con su propia velocidad. En realidad, un Ascendente en Tauro terminará diciendo: "¡Qué hermosa es la

materia...!". Con aquella frase, en cambio, esta persona define una dirección de vida que anhela salir de la atracción gravitatoria de la Tierra, salir de lo concreto y material, literalmente escapar de Tauro. Podemos darnos cuenta de inmediato que allí no habla el centro del mandala sino una identificación fragmentaria y que, hasta tanto ese sea su proyecto de vida, su propia energía bajo la forma de destino tendrá que frustrarlo. Su padre tenía una fábrica de pastas, configurando su medio ambiente de origen, pero él se experimentaba a sí mismo sólo a través de su Sol y de su Luna: Acuario y Piscis. Continuamente reiteraba búsquedas místicas y saltos hacia el futuro. Como es de suponer, todo se le hizo enormemente lento. Con ese Sol y esa Luna, sus identificaciones y anhelos se establecían con la no materia, pero el Ascendente lo llevaba hacia el otro lado: darse cuenta del cuerpo, de la importancia del dinero, de la producción y la acumulación. Es muy posible que un Ascendente en Tauro comience desvalorizando el dinero pero, tarde o temprano, este adquirirá mucha importancia en su vida. Lo único "malo" es que suele pretender tenerlo rápido y, en general, esto no sucede o lo vuelve a perder hasta que aprende cómo acumular. Así, esta persona trataba de obtener dinero para "escaparse al Nepal..." e irse a meditar, y lo hacía poniendo, sin saber por qué... ¡bares y restoranes! Pero nunca conseguía el dinero suficiente como para hacer lo que quería y debía seguir trabajando mucho y con mucho desgano. Estaba acostumbrado a comer cualquier cosa, hasta que se intoxicó y tuvo que seguir una dieta sumamente estricta, con la cual reformuló toda su relación con la alimentación. Pero, en cuanto al resto, siguió con su actitud de "huir a las estrellas...", hasta que, en uno de sus proyectos de escape, su novia quedó embarazada, demostrando esto la potencia del sexo por un lado, y la primacía de la naturaleza sobre la idea, por el otro. La vida, a través de una de sus "experiencias-tipo", se hizo presente para enseñar que el ritmo biológico, natural, tiene sus leyes; y que no podemos escapar de esto. Que la naturaleza mande, eso es Ascendente en Tauro. Este embarazo fue vivido de una manera muy conflictiva al principio, pero lo obligó a bajar a tierra y darse cuenta de las necesidades reales. La presencia de una vida a su cargo lo conmovió profundamente, de manera que tuvo que postergar su "viaje a Andrómeda..." y anduvo así, de un lado para el otro, necesitando realmente el dinero esta vez, hasta que no tuvo más remedio ¡que ponerse al frente de la fábrica de ravioles de su padre...! Allí hizo finalmente dinero, engordó, asentó su familia con varios hijos más. Hoy por hoy, es dueño de una cadena de locales de elaboración de pastas frescas. Por supuesto, el negocio está organizado de manera muy acuariana: es una cooperativa, con métodos de elaboración muy especiales... pero produce

de cualquier manera pastas frescas. Ahora, si quiere remontar vuelo fuera de la Tierra, al menos tiene base... ►

Quizá ya no pueda, porque... ¿no estará muy gordo? Puede ser. Pero, veamos este otro lado: el verdadero Ascendente en Tauro diría ahora "¿y

para qué quiero remontar vuelo, si aquí la vida es tan hermosa?". Porque, si un Ascendente en Tauro dice "me quiero ir de la Tierra", es porque hay una disociación en algún lado. Tauro no puede decir "no me gusta la pesadez de la Tierra". Y no sólo por lo biológico. Muchas veces sostenemos esto, apoyados en una espiritualidad que nos parece superior al hecho de quedarnos aquí, en la Tierra, para glorificarla fecundándola con la propia energía. El destino de Tauro, desde lo más espiritual, es el trabajo en la materia. Piensen en Buda (Tauro) que, ante la posibilidad de la disolución en el Nirvana, posterga su entrada en él, hasta que el último de los seres vivientes lo haya hecho.

La matriz IV-VIII-XII del Ascendente en Tauro

Si Tauro asciende, es porque está Aries en la Casa XII. Esto quiere decir que los arquetipos arianos aún no están consumados y resuenan en el inconsciente profundo. O sea que, desde lo más hondo, existe una resonancia con el "guerrero" y el anhelo de liberar el propio impulso, de participar del combate y salir victorioso. Ahora bien: esta estructura significa arquetípicamente que se ha pasado de cazador a agricultor. En lo más íntimo, ese guerrero ariano que está en el fondo de la Casa XII "siente que lo han jubilado". Pero necesitará muchas experiencias, antes de descifrar ese enigma esencial. De hecho, Aries está consumado en Tauro. El Toro con su masa quieta verá despertada su

furia ante el trapo rojo que se agita ante él. Desde ese Aries esencializado, surge el impulso inexorable de la fuerza taurina, el fuego de la necesidad vital, que es lo único que queda del guerrero. ►

De alguna manera ¿se asimila antes la energía de la Casa XII, que la del

Ascendente? Podemos decir que la energía de la Casa XII es "anterior", porque lo que está en esa casa aparece como memoria arquetípica que aún no ha terminado de elaborarse. En lo profundo, no se manifiesta sino en lo esencial. Es como el conocimiento de los golpes mortales de los maestros de karate: son expertos en ellos, pero no los usan jamás. Es una actitud básica, que está implícita en todos los procesos. Pero si no está profundamente comprendido, consumado por la conciencia, se activará inconscientemente, llevándome otra vez a la fascinación por esos arquetipos, en este caso arianos, repitiendo patrones que interferirán con la comprensión de la energía ascendente. ►

¿Se lo puede llamar "recuerdos de otras vidas"? Si lo quieren llamar así, háganlo. Se lo puede llamar de cualquier manera. Lo que importa

es el concepto y, por ahora, es irrelevante la creencia que lo sostiene.

Sagitario en la Casa VIII En la matriz taurina, Sagitario está ubicado en el punto de conflicto y transformación. Esto quiere decir que el Ascendente se manifestará en plenitud, sin presentar conflicto para la conciencia, sólo cuando un nivel de Sagitario sea comprendido y trascendido para dar lugar a otro, congruente con lo taurino. En su primer nivel básico, Sagitario nos habla del anhelo de la flecha de surcar el Cielo en línea recta, sin acompañar la ondulación del valle o de la montaña; aspirando al Cielo sin recorrer la Tierra. La tensión con Tauro es evidente en la presencia de ideologías, ideales, ideas previas, dogmas y creencias, porque ellas distancian de lo que es, de los hechos y de la inexorabilidad de la materia y su necesidad. Casi todo sagitariano se mueve por ideas, por creencias; es impulsado por lo que cree. Pero Tauro es percepción, acción que surge del íntimo contacto con lo que es, docilidad hacia la materia. Si el material resiste, el fuego tiene la tendencia de golpearlo, porque no tolera esa resistencia. El aprendizaje de Tauro consiste en aprender de lo

receptivo. Desde lo psicológico, el Ascendente, de alguna manera, es siempre como nadar contra la corriente. La primacía de la idea sobre los hechos es lo que produce obstáculos al Ascendente en Tauro. Por supuesto, si logro resolver el costado idealista para aceptar la potencia de los hechos, entonces aparecerá un Sagitario que tendrá que ver, no con el idealismo, sino con el gozoso fluir de la vida. En este caso, si me muevo en la corriente sagitariana —no de las ideas sino de la confianza en la vida— soy pura vida, inmanente y trascendente a la vez.

La casa IV en Leo Desde el punto de vista de la identificación psicológica, Leo en IV no parece muy apto para escuchar lo que la vida dice en Tauro: "soy una maravillosa célula del vasto cuerpo del universo...". De príncipe a célula, es un salto complejo. Esto muestra, desde lo psicológico, la existencia de un anhelo de excepcionalidad, que tenderá a decir: "¡yo quiero que se haga mi voluntad...!" y dificultará comprender la relevancia del encuentro íntimo de la naturaleza con lo humano, que es lo que corresponde a Tauro. Suele haber una gran ansiedad en este Ascendente, y esta proviene, precisamente —además de su Casa XII ariana, rapidísima e iracunda— de su Casa IV en Leo, que lo pone en la posición de "su majestad, el bebé", no estando dispuesto a tolerar frustraciones ni impedimentos que se opongan a su voluntad principesca. Desde el punto de visto energético, en cambio, la IV en Leo está significando que yo nazco con una dignidad y una fuerza, gracias a las cuales me puedo incorporar a un cuerpo mucho más vasto y asumir el trabajo en su inercia, sin perderme. También dirá que poseo una capacidad de expresión que me conduce a lo esencial de Tauro, esto es, al arte de llevar el estado potencial de la materia a su manifestación luminosa. Hay tanta luz en mi origen, que no hay peligro de que me ahogue en la oscuridad de la materia. Aquí aparece en juego el Medio Cielo en Acuario. Desde un punto de vista, esto puede parecer totalmente contradictorio: "Mi lugar en el mundo es el de alguien excepcional, diferente y absolutamente incondicionado...". Ahora, si realmente se produjera la desidentificación psicológica del refugio leonino, comprendiendo la naturaleza íntima y la riqueza creativa de la materia, yo aparecería como alguien muy creativo desde el punto de vista impersonal, no desde un punto de vista personal. Es muy importante que se vea este juego astrológico. El mandala es una especie de "cubo mágico" (en realidad es una "esfera mágica"), donde lo mismo tiene significados completamente diferentes, si cambiamos de nivel. En este sentido, el Medio Cielo en Acuario

del Ascendente en Tauro puede ser el anhelo de ocupar un lugar de no límite o, también, puede ser la expresión de máxima creatividad y de genio impersonal, capaz de renovar la materia y revelar el misterio creador de la vida misma. El tema es mirar el mandala y registrar la presencia de un orden estructural. Ustedes todavía no confían en esto y por eso no emerge por sí solo, ante sus conciencias: por eso aún no lo pueden ver. Cuando ustedes preguntan algo sobre el mandala, es cuestión de observarlo, confiando en ese orden estructural: luego, la respuesta aparece sin que sea necesario que uno la "sepa" de antemano. Es un sistema deductivo, desde un punto de vista lógico, pero más rigurosamente es una matriz, una forma de formas que está allí y hay que aprender a verla en su dinamismo y no a recordarla como un sistema clasificatorio. Se trata de aprender a confiar en que ese orden está, lo cual necesita tiempo para que ustedes se entreguen a él.

Otros ejemplos Veamos algunos ejemplos de Ascendente en Tauro. Pensemos en el caso del ministro Domingo Cavallo, con Luna en Aries y Sol en Cáncer. Por un lado, es evidente su relación con la economía, pero su posición no es la de propietario y productor, sino la de una inteligencia brillante que se enfrenta con estos problemas y trata de organizarlos, rodeado de la admiración de la comunidad de los hombres de negocios. Es visible la ambivalencia que los grandes acumuladores de dinero y poder le generan. Gran admiración en algunos casos y enfrentamiento total en otros. Para nuestro análisis, es irrelevante determinar si estos son "buenos o malos" realmente; basta con que nos muestre el destino de alguien que se ve obligado a discernir en el mundo del dinero, del apego, del control y la acumulación, desde una gran formación intelectual; y que va perdiendo su inocencia cuanto más penetra en la complejidad de esos mundos. Su comportamiento público no presenta por ahora una metabolización de lo taurino; parece totalmente identificado con su beligerante e impetuosa Luna en Aries y es visible cómo logra crear él mismo sus obstáculos y enemigos. Esta impaciencia ante la lentitud de los procesos socio-políticos y el choque con la inercia de aquellos que, desde su punto de vista, se aferran al pasado, no puede ser vista como casual sino que revela una dramática estructural que en él remite, como ocurre con todo Ascendente en Tauro, a una fuerte distancia entre la claridad de la mente y la complejidad de los procesos de materialización. Verlo correr haciendo jogging por su problema de sobrepeso y batallar envuelto en una maraña de juicios (Escorpio en VII) en la que es demandado por sumas que superan varias

veces su patrimonio, son escenas en la misma dirección. Por un lado, esto gráfica la distancia Aries-Tauro, que debe ser consumada y, por el otro, estas experiencias conducen a transformar la arremetida ariana en la tozudez e implacabilidad taurina, obligando a la conciencia a perseverar y fijarse una sola dirección. Las dificultades en el aprendizaje por destino, en la energía taurina de Cavallo, se hace más visible si uno piensa en el estilo de quien fue su inmediato sucesor como ministro, Roque Fernández, que tiene precisamente el Sol en Tauro. Quiero mostrarles ahora otro ejemplo que, con ideas absolutamente opuestas, tiene una estructura muy semejante. Es difícil desprenderse de las valoraciones ideológicas cuando uno observa procesos de destino, pero es fundamental hacerlo para poder captar patrones, estructuras isomórficas en situaciones aparentemente incomparables, más allá de las simpatías que podamos tener por los personajes. Me refiero al Che Guevara, Sol en Géminis con Ascendente en Tauro, con Marte conjunción Urano en la casa XII1 cuyas energías lo convirtieron en foco de las proyecciones colectivas como guerrero revolucionario. Como es sabido, nació en la exuberante selva misionera y se crió en estrecho contacto con propietarios y acumuladores, la "oligarquía ganadera" con la cual más tarde se polarizará en extremo. Gran parte de su vida se desarrolló primero en el campo y luego luchando, en la cruda naturaleza de la selva, contra los poseedores de la riqueza. Pese a ser médico, se interesó siempre por la economía, elaborando un pensamiento original acerca de la Teoría del Valor. Fue también Ministro de Economía de la revolución cubana y son por todos conocidas sus discrepancias —respecto de la velocidad de la revolución— con Fidel Castro. Finalmente se aparta del proceso institucional, que lo frena demasiado, y se lanza a iniciar nuevos proyectos revolucionarios, mostrando la presión inconsciente del fuego, que privilegia el iniciar procesos a tener que enfrentarse con la lenta materialización de los mismos. Sin embargo, podemos decir que vuelve a quedar atrapado en la masa natural de la selva de Bolivia, en su intento de modificar las ideas de una cultura milenaria como la del campesinado boliviano. Todo esto, por su anhelo de redistribuir la riqueza de la sociedad. Me interesa que vean cómo el destino tiene una circularidad inherente y presenta un enigma que retorna desafiando a la conciencia que se encuentra una y otra vez con los dilemas de la energía que debe comprender. Sea cual fuere la posición que adopte el "sujeto" ante el despliegue de la energía taurina, su temática recurre, como aparente "objeto externo" e interés central de la existencia. Como otros ejemplos de Ascendentes en Tauro, podemos mencionar a Enrico Fermi, 1

Utilizo los datos de nacimiento suministrados por la familia del “Che”. Sin embargo, en una biografía de reciente aparición se cuestiona la fecha de nacimiento conocida de Ernesto Guevara.

atraído por los misterios de la estructura de la materia, hasta encontrarse con el poder destructivo de la misma. Y, en un plano de elaboración más simbólico, a Hermán Melville, relatando la lucha mortal del capitán Aab contra la ballena blanca —evidente símbolo de la masa viviente y ciega taurina— en Moby Dick.

El significado profundo de Tauro en el mandala Como dijimos desde un principio, la energía de Tauro no es de fácil asimilación para la conciencia. La combinación de ternura, calma, paciencia y sentido común, con una inexorable contundencia y una potencia capaz de mover enormes masas de energía, constituyen características habituales de personas con Sol en Tauro, pero no se manifiestan fácilmente en un Ascendente. Verán seguramente indicios en ellas cuando aún son niños pero, con el tiempo, la presencia de tanto Tauro "afuera" —cosa que no ocurre, obviamente, con el Sol— tensa al conjunto del sistema. Es difícil, entonces, que la conciencia se entregue plenamente a un proceso en el que se sentiría inerme y, casi inevitablemente, resiste a la energía taurina, inhibiendo precisamente las características psicológicas que permitirían acompañarla y maximizar aquellas que se le oponen. Por un lado, esto requiere ser pensado en relación a cada caso particular, de acuerdo a las energías concretas con las que se produce la identificación de la conciencia y su distancia con Tauro. Soles en Piscis o en Virgo, desde este punto de vista, pueden estar más cercanos a desplegar la modalidad taurina que un Sol en Leo o en Acuario. Esto es evidente. Pero, de todos modos y en todos los casos, por el solo hecho de ascender Tauro, la conciencia queda a una gran distancia de la energía y, en el nivel inconsciente, la persona toma posición desde el fuego, como hemos visto en la matriz. Es poco probable que hacerse cargo de tanta lentitud y masividad en sí mismo y, al mismo tiempo, en la recurrencia de las escenas de la vida, no tensione y no convierta en enigmática la energía de Tauro, tanto "adentro" como "afuera". Un Sol en Tauro deberá trabajar con su energía, pero en función de discriminar las consecuencias del deseo, del apego, de la sensualidad y contando desde un principio con las cualidades contemplativas, receptivas y a la vez potentes de Tauro, que le permitirán profundizar en sí mismo en forma no contradictoria. Piensen en Buda, en Krishnamurti, en Teilhard de Chardin: esto es, los que contemplan el deseo y la materia, viendo su divinidad y su destino de síntesis con aquello que no es materia. En ellos, la conciencia profundiza en la naturaleza de Tauro, pero siempre desde Tauro.

En el Ascendente, en cambio, las discriminaciones son mucho más complejas porque, al mismo tiempo que la vida me presiona para discriminar en los distintos niveles y problemas que encierra Tauro —que me rodean y resuenan confusamente dentro de mí— me siento contradictorio con ellos. Esto que aquí se dice con respecto a Tauro, sucede en todo Ascendente. Tener que enfrentarse con algo y, al mismo tiempo, identificarse con eso y aprender a discriminarse de ciertos niveles de lo mismo, para poder expresar otros más profundos, es un trabajo que necesariamente madura sólo con el tiempo, a través de infinitas pruebas de ensayo y error. Y esto sólo ocurre cuando algo se organiza internamente, crece y puede realizar insights globales, descubriendo un mismo patrón tanto "afuera" de sí como "interiormente". Comprender el despliegue de la energía ascendente como tarea de destino, como maduración de una nueva realidad del ser que debe alquimizarse con otras más próximas al psiquismo (planetas), requiere una infinita paciencia, una entrega contemplativa a lo que llamamos destino Porque, si estamos cargados de juicios acerca de lo que debemos o no debemos hacer, de criterios a priori acerca de la felicidad y el éxito en la consumación de una existencia, no permitiremos que se configuren nítidamente, que tomen forma ante nosotros los patrones de la energía. Quiero decir: el apresuramiento, el deseo de que suceda lo que uno quiere, los ideales acerca de lo que la vida debiera ser, nos colocan contradictoriamente respecto de la sustancia misteriosa de la estructura hombre-universo y esta se oscurece cada vez más. Estas reflexiones sobre Ascendentes deben madurar muy despacio en nosotros y, sin lugar a dudas, van a exigirnos una reubicación de la conciencia. El proceso por el cual la conciencia se despoja de su carga de fascinación y de temor por la materia, y la transforma en el amor a la vida, es Tauro. En última instancia, su cualidad es la percepción directa en la cual el observador es lo observado. Y la contemplación de sí mismo en la sustancia de la vida es, al mismo tiempo, acción creadora. La entrega de lo receptivo que descubre "dentro" y "fuera" de sí a lo creativo.

ASCENDENTE EN GÉMINIS

Una de las cosas más difíciles es reconocerse en la cualidad del Ascendente, en particular en ciertas combinaciones energéticas. Para esto la vida nos ofrece una continua pedagogía, porque constantemente nos pone en relación con personas que poseen mayor claridad acerca de esa —nuestra propia aunque desconocida— energía. De manera que, aunque nos perturba al principio porque nos resulta extraña, siempre estará presente alrededor de nosotros. En general, como vimos, tenemos una relación ambivalente con esta energía, porque nos presenta un aspecto de nosotros mismos que no comprendemos y al que incluso tememos, como generalmente ocurre con el Ascendente en Aries. Solemos juzgar este aspecto desde criterios que surgen de las energías con las que ya nos hemos identificado. Por eso, lo habitual será resistir esta energía que nos trae recurrentes experiencias que no coinciden con nuestros deseos. Sin embargo, viéndonos como sistemas energéticos dinámicos que poseen sus propias leyes de despliegue —y no ya como identidades fijas que se enfrentan con hechos aleatorios a lo largo de la vida— podemos comprender la importancia de abrirnos a la energía del Ascendente, para aprender de ella hasta poder expresarla en una integración con el resto del mandala. De no hacerlo así, se verificará un doble gasto energético: por un lado, se inhibe aquello que podría expresarse, empobreciéndonos, pero por otro, dilapidando energía proveniente de otro lugar del sistema, para lograr que lo primero se mantenga retenido. Toda cualidad energética que no se expresa —porque la conciencia está a demasiada distancia de la misma— implica necesariamente un destino compensatorio y, al mismo tiempo, la hipertrofia inconsciente de otro aspecto de nosotros mismos, para mantener esa inhibición.

El niño que nace con Ascendente en Géminis En principio, cuando nos interrogamos acerca del Ascendente, nos planteamos el juego consistente en imaginar qué regalos le daríamos al niño si fuéramos sus "hadas madrinas"; esto es, qué situaciones de destino, qué medio ambiente, qué escenarios habría que generar para que la persona desarrolle y se identifique con —en este caso— la cualidad geminiana. La energía de Géminis nos muestra que la realidad no es un bloque compacto, una sustancia lenta y plástica que se despliega en formas cargadas de energía vital, como en Tauro, sino una danza inestable entre polos que se necesitan mutuamente, formando múltiples relaciones en las que lo incompleto de cada fragmento se totalizará en un movimiento de incesante atracción con los demás. La conciencia inmersa en la energía de Géminis tendrá que experimentar que nada es estático ni puede permanecer aislado, sino que todo se diversifica en infinitas variantes y que la clave para no fragmentarse en un caos inestable reside en aprender a vincularlas entre sí. El trasfondo de la vida de estas personas tendrá que tomar necesariamente el tono de que "todo está escindido, todo se multiplica y nada es completo en sí mismo", para que se vean forzadas a aprender cómo relacionar y comunicar lo diferente y descubran que los vínculos son el fundamento de la existencia. De este modo, si nos ponemos en el lugar de las "hadas madrinas", veremos que el mejor regalo que podemos hacerle al niño con Ascendente en Géminis es ofrecerle un inundo en que no sea posible la visión de la unidad inmediata. La multiplicidad, un mundo de fragmentos incomunicados que lo obligue a descubrir la vincularidad e importancia de la comunicación de cada parte con la otra, deberá ser el leitmotiv de su existencia. Alguien con el Sol en Géminis nace siendo comunicativo, curioso, adaptable, naturalmente proclive a vincularse con diferentes tipos de personas y realidades, gozador de las diferencias y ávido de encontrar las semejanzas, con una gran capacidad para hacer asociaciones mentales rápidas y complejas y realizar varias cosas al mismo tiempo. El Ascendente en Géminis, en cambio, deberá aprender todo lo anterior viviendo en escenarios que se lo hagan presente. Sin embargo, todo esto permanecerá desorganizado para su percepción, hasta que sea capaz de vivirlo como un universo coherente e identificarse con su cualidad y expresarla. La mayor o menor dificultad de este aprendizaje dependerá, lógicamente, del resto de las energías de la carta. Podemos pensar que para un Sol en Tauro con Luna en Capricornio, por ejemplo, esto puede convertirse en una verdadera tortura y que establecerá una resistencia extrema a tal tipo de experiencias recurrentes. Con un predominio de energías acuarianas o librianas, con su predisposición hacia lo vincular, esto se vivirá, en cambio, de otra manera aunque de todos modos habrá un aprendizaje a realizar.

¿Cuáles serán los escenarios privilegiados para que alguien se vea obligado a desarrollar cualidades geminianas? En primer lugar, un medio ambiente con muchas personas diferentes entre sí, donde el movimiento esté presente: mis padres pueden tener dos casas y todas las semanas nos trasladamos de una a otra; el colegio al que me mandan está muy lejos de mi hogar y, al mismo tiempo, mis compañeros son muy diferentes a los de mi barrio; más tarde, no conseguiré sostenerme con un solo trabajo y los que obtenga me obligarán a moverme de una punta a la otra de la ciudad, en tanto que yo viviré en una tercera; y así... Por supuesto que experiencias de este tipo pueden parecer intrascendentes; cuando se habla de destino tenemos la tendencia a buscar acontecimientos críticos e impactantes. Pero lo importante es que ustedes aprendan a distinguir patrones subyacentes al conjunto de la existencia. Aprender astrología consiste en descubrir contextos invisibles para la mirada habitual, que organizan holográficamente nuestras vidas, y alcanzar a percibir la estructura que enlaza lo aparentemente intrascendente con lo supuestamente más significativo, al mismo tiempo que registramos la dificultad que tiene esa conciencia para comprenda los patrones en /os que está inmersa.

Personas y situaciones externas En el caso del Ascendente en Géminis, quizá la experiencia más significativa ligada a este patrón es la de los hermanos. Hermano quiere decir alguien de mi misma sangre, pero que es distinto de mí; alguien que es igual pero diferente. Así, es lógico que la importancia de los hermanos y, en especial, las dificultades de comunicación con ellos, sea uno de los terrenos preferidos por el destino para recorrer la energía geminiana. Lógicamente, aparecerán también en la vida de este Ascendente personas intelectuales y con grandes conocimientos, que tengan la capacidad de poner en palabras y coherentizar racionalmente lo que para otros es inexpresable. Como siempre en el Ascendente, estas personas impactarán fuertemente, tanto por la atracción como por el rechazo y la irritación que le producen. De estas personas aprende intensamente y en ellas proyecta el anhelo de esa energía que lo integra, tanto como el juicio y rechazo de las identificaciones, que impiden que las comprenda. También aparecerán personas rápidas y movedizas, con tendencia juvenil, que serán importantes en el camino de descubrimiento de este Ascendente. Incluso personas más jóvenes e inmaduras impactarán con fuerza, porque es precisamente esa energía de lo liviano, inocente y despreocupado, lo que tiene que desarrollar. Supongamos que la persona con Ascendente en Géminis tiene el Sol en Capricornio: quizá al principio lo más joven sea irritante porque la persona se considera a sí misma seria y madura; pero el destino —su propia energía— insistirá en involucrarla, hasta que los comprenda y se convierta en uno de ellos. Es bastante fácil encontrar a un Ascendente

en Géminis rodeado de personas más jóvenes, en una reunión en la que él o ella es la persona mayor pero, al mismo tiempo, la más divertida y juguetona. Lógicamente —para que este proceso florezca— deberán aparecer también las personas sintéticas, llenas de certezas, que saben y no dudan en lanzarse en una sola dirección, correspondientes a la Casa VII en Sagitario. Pero es importante para nosotros aprender a distinguir los vínculos de destino que traen un aprendizaje directo de la energía, de aquellas que complementan, como es el caso de las energías de la Casa VII. Como ya dijimos, una manera de chequear el aprendizaje del Ascendente es ver cómo las personas del primer tipo dejan de hacer impacto en mí —porque hacen a una energía conocida— aunque sigan estando presentes para compartir destino con ellas, mientras las que poseen características de Casa VII me siguen siendo necesarias. Más adelante, cuando veamos polaridades —esto es, los signos romo extremos opuestos de un único proceso oscilatorio— esta dinámica que acá les presento en forma incompleta, se aclarará mejor. Allí podrán ver por sí mismos cómo nuestra identidad se va constituyendo entre personas cuyas características encarnan el arco completo de nuestra energía. Asimismo, cómo la calidad del vínculo que establezco con ellas expresa la distancia entre mi autoconciencia y mi energía. Pero, prosiguiendo con lo específico de este Ascendente, quizá la cuestión más difícil para aprender a vivir en él —aunque espero que ustedes puedan darse cuenta de la necesidad de que así sea— es que ninguna persona, ninguna tarea, ningún lugar aparecerá completo para mí. La insatisfacción y la sensación de incompletitud en relación con lo que me rodea, será el motor que me obligue a abrirme al mundo del vínculo, la interacción y la comunicación.

Los hermanos Es común, decíamos, o más bien es casi necesario, que un Ascendente en Géminis tenga un vínculo particularmente complejo con algún hermano. Por supuesto que si tiene uno solo, ese hermano será muy importante en la vida de la persona. Ahora bien ¿cuál es la clave del vínculo con él? ¿Qué patrón se está manifestando para que sea necesario vivir esto? El aprendizaje profundo en Géminis es ver cómo, más allá de la inestabilidad y la fragmentación, es una totalidad la que se está manifestando a través de formas necesariamente incompletas y cómo, entonces, siempre es posible encontrar el modo en que estas se comuniquen y relacionen correctamente, reconstituyendo la totalidad perdida en el movimiento y en el cambio, en tanto haya circulación. Por eso, en Géminis, todas las partes son relevantes y ninguna debe ser excluida porque —por minúscula que sea— tiene en sí la cualidad que el conjunto necesita para mantener la circulación y el intercambio. Desde este punto de vista, la relación entre hermanos es quizá la manifestación más concreta y

accesible de este diseño energético. Diríamos que, si no se aprende esto en el nivel más concreto — el de la consanguinidad— es poco probable que se logre esta circulación en otros niveles. Para que el diseño de la energía del Ascendente haga carne en mí, en toda su plenitud, el destino me enfrenta con mi incapacidad para resolver situaciones y con el dolor que esto me produce. En este caso, en el contexto de los hermanos —o de los amigos fraternos— el hecho de que exista una relación difícil, un impedimento con alguno de ellos, será como "una piedra en el zapato" del Ascendente en Géminis, para que retorne al paradigma de origen y realice el aprendizaje. No sólo tendré la experiencia de un mal vínculo que rompe la unidad, con el dolor que esto trae, sino que en lo más profundo ese hermano aislado se lleva —en el plano familiar— una parte mía y —en el plano personal— un aspecto de mí mismo que me es esencial. Sólo abriéndome al diálogo y estableciendo la comunicación, la energía circula y yo experimento un nuevo nivel de integración. O sea que, en general, tiene lugar una polarización con ese hermano, quien se lleva características deseables o indeseables que son, en realidad, propias, por cuanto circulan entre todos. O sea que, siendo Ascendente en Géminis, muy probablemente proyectaré en mi hermano una serie de características que me son propias, tanto de lo valorizado como de lo desvalorizado ("mi hermano es una mala persona..."; o "mi hermano es una persona fantástica..."). ►

¿Se usa al hermano como pantalla? Sí, el hermano se transforma en un campo de proyección muy fuerte. Por todo ello, uno de los

secretos para destrabar el Ascendente geminiano es resolver ese vínculo porque, si no lo resuelvo, habrá alguien que se llevará parte de mi energía. Este Ascendente significa ir a fondo en los vínculos, a fin de darse cuenta de la importancia que estos tienen y poder experimentar la energía en circulación. Por ello, dejar sin resolver los vínculos con los hermanos es algo que traba mucho el movimiento del Ascendente geminiano en el futuro, puesto que así, ya se ingresó en un patrón que excluye relaciones. Y si excluyo relaciones, jamás me identificaré con Géminis; sólo me sucederá Géminis. Por ejemplo: puedo tener este Ascendente y además, tener un Venus muy fuerte, pero mi hermano es artista y yo soy intelectual. O mi hermano es alguien insoportable, celoso, posesivo, pero quien tiene un Plutón fuerte soy yo. Es decir, esta fragmentación de la propia energía, proyectándola en alguno de los hermanos, es algo muy propio del Ascendente en Géminis. De a poco, vemos que cada Ascendente —sobre todo a medida que va tomando más forma, es decir, a medida que se hace conciencia a lo largo de la vida— tiene algún tema fundamental para ser trabajado, que encierra el secreto de cómo destrabar esa energía. Así, en el caso del Ascendente en Cáncer será la madre, en el del Ascendente en Capricornio será el padre, etc. Si

tengo Ascendente en Géminis, es obvio que deberé adquirir fluidez de contacto y capacidad de afecto múltiple y diferenciado. Pues bien, esto lo da el escenario de los hermanos. ►

En lugar de un hermano, ¿podría tratarse de un amigo de toda la vida? Sí, en las personas que no tienen hermanos —e incluso en las que, sí los tienen— esta

polarización suele darse con amigos muy íntimos, que van desde el compañerito de banco de la escuela, a algún primo o prima que estuvo siempre cerca, o amigos con los que se juntaba, haciendo díada. Cuando efectivamente no hay hermanos, es seguro que existe un amigo que hace de tal con el que, tarde o temprano, se juega esta polarización. En última instancia, el juego consiste en depositar en otro —con muchísima fuerza— parte de mi propia energía y que eso quede trabado, quede Jijado, con lo cual pierdo la comunicación con un aspecto esencial de mí mismo. Esto tiene consecuencias importantes porque, en algún momento, la persona descubre que el hermano posee esa energía que a ella le es fundamental. Como dijimos, esa polarización puede darse por fascinación: adoro a este hermano y él es todo para mí, por lo tanto, no entro en su territorio sagrado. Pero también por rechazo: detesto a mi hermano, lo considero un desastre, por lo tanto, no haría nada de lo que hace él. En ambos casos, la energía que yo atribuyo a mi hermano es fundamental para mi integración. Con frecuencia, verán que esta polarización lleva a un nivel de antagonismo que alcanza a la ruptura. En todos los casos, el secreto está en la incomunicación entre hermanos. ►

¿Y qué pasa con el Ascendente del hermano? Siempre estamos compartiendo un destino, pero con un significado distinto para cada uno. Tal

vez yo no sea tan importante para mi hermano, como él lo es para mí. Él es quizá un hecho central en mi vida; yo quizá juego simplemente desde su Mercurio o desde su Casa III. Lo importante es que si no trabajo mi energía en la relación, en el vínculo con ese hermano, quedaré atorado, con una lección básica no aprendida; y esto se arrastrará, empantanando todo mi despliegue. En principio, alcanza con descubrir que tengo mi energía dividida, que alguien se llevó parte de mi energía, en el sentido de haberla proyectado en ese hermano. El dolor y la insatisfacción que esto me causa, me harán descubrir que los malos vínculos —los que se establecen tanto por fascinación como por rechazo— se roban la energía. E iré aprendiendo que, cuando existe fascinación o rechazo, la comunicación real es imposible. Les propongo que se dediquen a observar estas polarizaciones entre hermanos. El mundo está lleno de Ascendentes en Géminis en los que, por ejemplo, ella es una mujer casi incorpórea e intelectual, mientras que su hermana se dedica a bailar flamenco o es instructora

de trabajo corporal; él es un hombre sumamente responsable, mientras su hermano es un loco; ella es una mujer que casi no tiene relaciones sexuales, mientras su hermana es promiscua, y así...

Repetición energética vs. neurosis Es evidente que, desde lo psicológico, aquí habrá que trabajar sobre un fantasma vincular que, si bien suele comenzar proyectado en el hermano, luego se instala en muchísimas otras personas y situaciones. O sea que, si el vínculo primario con el hermano no está trabajado afondo, el mecanismo mal resuelto se traslada a lo largo de la vida, puesto que el destino seguirá trayendo la misma estructura, en diferentes escenarios. Aunque nuestra energía siempre trae el mismo patrón, en los primeros años de vida desarrollamos determinadas soluciones ante los primeros desafíos energéticos. El problema es que nos quedamos fijados a esa presunta solución y luego tendemos a repetirla, a leer los escenarios futuros no desde una disposición de aprendizaje, sino desde una conclusión consciente o inconsciente. Y así, nos volvemos mecánicos. Por lo tanto, es necesario discriminar bien dos tipos muy distintos de repeticiones. Una es la repetición energética; en el caso del Ascendente geminiano, siempre insistirá en aparecer aquello que me obliga a vincularme en forma múltiple y abrirme a la comunicación. Pero no tiene por qué repetirse el vínculo que establecí con mis hermanos, con el mismo desenlace. En todo caso, la que repite es mi psique, que se quedó trabada en esa manera de vincular —o de no vincular— lo fragmentario. Cuando reaparece la oportunidad energética, yo trato a esa nueva situación desde la imagen primaria, que tiene que ver con el modo como viví el vínculo con mis hermanos o amigos íntimos de la infancia y juventud. Entonces, pido lo mismo, fantaseo que sobrevendrán las mismas consecuencias, me ubico en la misma posición y el destino se repite. Por eso, es importante discriminar desde un principio la repetición de destino —en tanto nuevas oportunidades de comprender la propia naturaleza— de la repetición neurótica, como predominio de imaginarios infantiles. El destino no es neurosis, aunque la neurosis haga destino.

La multiplicidad y división de las cosas En general, a estas personas les cuesta muchísimo encontrar una actividad única y, comúnmente, se dividen en más de una actividad, pero no por elección o disposición natural —

como el Sol en Géminis— sino porque, como el sentido de la energía no va hacia una sola dirección, las fuerza a aprender a combinar varios puntos de vista diferentes. Así, será muy común que la persona con Ascendente en Géminis se sienta mal porque no puede definirse profesional o vocacionalmente. El destino la obligará a moverse y diversificarse pero, como dijimos, no por elección. En general, estas personas encuentran obstáculos para dedicarse a una actividad única y concentrada en un solo lugar y, comúnmente, se las ve divididas en más de una actividad, muy a su pesar. Ningún geminiano diría "estoy dividido", ya que en esta energía hay un gozo espontáneo por la multiplicidad, el movimiento y la combinación de las cosas. Todo esto resalta aún más, cuando se considera que el arquetipo del Ascendente en Géminis tiene a Piscis en el Medio Cielo:

Este Medio Cielo muestra que su lugar en el mundo no es unívoco; o sea, está diciendo lo mismo que acabamos de explicitar, sólo que visto desde otro punto de la misma matriz geminiana. Más profundamente, el Ascendente en Géminis irá descubriendo la incompletitud de cualquier actividad que emprenda o de toda vocación que quiera definir. Esto será vivido al principio como dificultad y confusión, pero ese es en realidad el camino de esta energía, que lleva a relacionar y combinar varias cosas diferentes y a moverse con naturalidad en lo aparentemente contradictorio. Si tengo Ascendente en Géminis, tolerar esta supuesta indefinición o ambivalencia será fundamental para la comprensión de mí mismo. Tendrán que aparecer obstáculos e incompletitudes en toda definición que alcance, para que pueda dar el salto a la relación y a la combinación. Insisto en que esto es un típico problema del Ascendente en Géminis: sentir que no puede definirse vocacionalmente o que no lo dejan, porque no puede ingresar en la universidad en la cual se dicta la carrera que quiere, o porque tiene que irse a vivir a otro lado, interrumpiendo

sus estudios, etc. Pero, en verdad, no se trata de un problema, sino que es una cualidad de su energía. La conciencia —fijada en otra energía— es la que llama problema a una cualidad. Esta es una cuestión básica ligada con el Ascendente y el despliegue del destino en general. Las energías con las cuales me he identificado, no pueden ver ninguna cualidad posible para mí en aquello que las otras energías —las excluidas— traen recurrentemente. En consecuencia, estas últimas se me convierten en algo indeseable, puesto que permanezco identificado con un fragmento; por lo tanto, las trato como un problema. En este caso, por supuesto, como no habrá un lugar para mí—en el sentido de un rol claramente definido— es cierto que con este Ascendente se tienen problemas vocacionales. El hecho es que hay muchos lugares posibles para mí y, si no encajo en uno solo, es un problema, únicamente desde la fantasía de que debería tratarse de uno solo. Por eso, siento lo vocacional como algo confuso: hago una cosa, luego otra, me disperso, me pierdo. Y así concluyo que soy un ser inestable, que no se centra como debería, en una sola cosa, que no concentra la energía en una sola dirección, a través de un rol definido. Pero ¿desde dónde se está realizando este juicio? Claro que quien aquí habla es Capricornio desde la Casa VIII; o sea, exactamente la energía que muestra un punto de inercia a trascender. Lo importante es recordar que hay múltiples actividades en las que puedo moverme, porque no soy una persona definida por el lugar, sino por lo vinculante. Hay que comprender que la dispersión es evolutiva en este Ascendente. No lo es para la Luna en Géminis que, cuando se dispersa, se fragmenta en mil actividades por mero hábito, buscando una seguridad regresiva. Pero con este Ascendente, cuando las cosas se dividen, es porque surge la dirección del aprendizaje. Mi trabajo consiste, precisamente, en encontrar el vínculo entre lo que aparece como incompleto y dividido, y descubrir el goce que me produce establecer esa comunicación. Pero, para poder aprender a vincularlo todo, tengo que tolerar antes que las cosas se presenten ante mí fragmentadas y divididas. ►

Tengo un amigo con este Ascendente, que realmente hace muy pocas cosas y no

varía en absoluto su actividad. Pero además, vive en una confusión absoluta. ¿Qué se le podría aconsejar, de acuerdo con esto? Aconsejar, creo que nada; no creo que sea bueno para nadie ponerse a dar consejos. Sí, quizá, se le podría hacer ver en alguna conversación que, por detrás de él, se mueve cierta fantasía superyoica que le hace suponer que lo bueno es algo único, no contradictorio. Con esto, con esta idea de lo único, se le produce un malentendido que tapona su propia energía. Si tomara contacto con su instinto profundo, aparecerían en él la curiosidad, el movimiento, la tolerancia por la aparente contradicción, la alegría, e iría naturalmente hacia la multiplicidad y la comunicación.

El hecho es que a estas personas, cuando están esperando que algo único les resuelva el problema, el destino les trae, por lo menos, dos cosas simultáneamente. Y ninguna de las dos aparecerá como completa, en el sentido de enteramente satisfactoria. Lo que sí será satisfactorio, es establecer el vínculo correcto entre ambas. Por supuesto, en el plano amoroso esto trae algunos empastes previsibles. La vida, para el Ascendente en Géminis, siempre presenta alternativas que a primera vista parecen excluyentes. En realidad, si la persona fuera de este signo, no tendría inconveniente alguno con las alternativas y variantes. Un geminiano siempre encuentra dos o tres salidas distintas para un problema; ni se le ocurre que pueda tener una sola o que exista un solo punto de vista para una situación. Ahora bien, mi aspecto geminiano puede ponerme sumamente nervioso si estoy identificado con un Sol en Tauro o en Capricornio, por ejemplo. ►

Pero esto ¿no va en contra de la continuidad de los proyectos de la persona? La continuidad es un tema de Capricornio, no de Géminis. Sí puede, a través del

movimiento, aprender a establecer una continuidad vincular. Esta energía puede así descubrir que hizo quince trabajos distintos, pero que finalmente los está usando a todos en un presente determinado. Se trata de una continuidad diferente a la capricorniana; es la continuidad de Géminis. El caso de Henry Kissinger—doble Géminis— famoso Secretario de Defensa de los Estados Unidos en la última época de la guerra fría, es elocuente en este sentido. Durante años enteros y continuados viajó por todo el mundo arreglando entuertos, mediando e intercambiando datos e información con los polos en conflicto. Era además, un activo conferencista y profesor universitario pero —sobre todo desde su retiro de la política— comenzó a dedicarse a muchas otras cosas aparentemente contradictorias con su profesión. Por ejemplo, invirtió parte de su capital en un club de fútbol y bregó para que se realizara el mundial de EE.UU. Es un interesante exponente de la gran tolerancia geminiana a eso que los demás llaman contradicción.

Las diferencias entre Luna, Sol y Ascendente ►

¿Y si además del Ascendente, la persona tiene también la Luna en Géminis? En ese caso, tendrá que desarrollar una capacidad diferente para vincularse, de la que le

sale espontáneamente desde la Luna. Si estoy instalado en el mecanismo de una Luna en Géminis nunca iré realmente a fondo en los vínculos; lo geminiano es aquí un mecanismo

adaptativo por el cual, cuando estoy inseguro, divido. Porque, está claro que poner palabras y pensar, es dividir. Entonces, divido, disocio, pienso, verbalizo, en un mecanismo recurrente. Soy yo el que divide para sentirse seguro. No es la realidad la que aparece escindida para que yo, a partir de ella, aprenda a acompañarla, estableciendo relaciones a través de esa división, obteniendo así una unidad vincular. Esto es lo que me traería el Ascendente en Géminis: me presentaría dividida la experiencia, para que yo aprenda. Ahora, si tengo además la Luna en el mismo signo —y con ella el mecanismo inconsciente de dividir— la confusión puede ser al principio grande, porque creo que estoy aprendiendo a vincularme profundamente cuando, en realidad, estoy escapando puesto que lo que predomina es mi mecanismo lunar. En principio, como ven, no es una maravilla de la simplificación cósmica tener la Luna en el mismo signo que el Ascendente. La Luna es como haber estudiado una carrera en la Universidad de Tapalqué; el Ascendente consistiría en ir luego a hacer un master a la Universidad de Harvard. Hay mucha distancia. Si tengo el Sol en Géminis, la distancia es menor. Pero, de cualquier manera, el Ascendente siempre me lleva a desarrollar un nuevo nivel de la experiencia de un signo. El ya citado Kissinger —con Sol y Ascendente en Géminis— es un ejemplo de este recorrido: de profesor universitario e intelectual, pasó a convertirse en el gran mediador e impulsó políticas globales de no aislamiento. Fue famosa la insistencia de Kissinger para que EE.UU. estableciera contactos profundos con China, por ejemplo, y no la dejaran aislada del resto del mundo. Todo buen geminiano sabe que, algo que permanece aislado, tarde o temprano trae problemas. El Ascendente no tiene forma específica: es básicamente amorfo hasta que la conciencia aprende a descubrir su patrón. La Luna es, en cambio, una energía que enseguida toma forma y a la cual me adhiero psíquicamente; el Sol toma forma mucho después, es decir, suele demorar en convertirse en una realidad psíquica estable y expresiva. El mecanismo afectivizado de la Luna, entonces, tiende a interpretar a su favor la energía del Ascendente: o sea, dándole su propia forma. Se "come todo" lo que no tiene forma. En este sentido, cuando opera de esta manera, hay una especie de "reducción del Ascendente"; un mecanismo que consiste en bajarlo de nivel. Como la Luna dispone — proveniente del Ascendente— de mucha energía compatible pero sin forma, le da la interpretación que más tranquiliza al mecanismo. Le impone su propia forma lunar. Veamos un ejemplo para discriminar la Luna del Ascendente. Recordemos, para esto, que siempre hay una gran importancia de lo intelectual y de la palabra, en el tema geminiano. Pues bien: una persona con la Luna en Géminis nació en una casa en la que había 2.000 libros, tanto

que en sus primeras fotos aparecía rodeada de ellos. Eso es Luna: nacer con esa energía. En este caso, la dependencia de los libros es propia de su parte bebé y no de su parte adulta, es algo afectivizado y que le proporciona seguridad. ¿Qué le ocurrirá a un Ascendente en Géminis? En otro caso que conozco, por ejemplo, una persona heredó una biblioteca completa cuando tenía ya unos 30 años, es decir que los libros le fueron llegando. La importancia de lo verbal, de la lectura, es algo que va haciendo proceso. Es completamente diferente a lo que ocurre con la Luna; en ella es un hábito regresivo, en el Ascendente es una cualidad a aprender. Imaginemos a una Luna en Virgo con Ascendente en Géminis. Lo más probable es que aparezca una obsesión por el pensamiento, el estudio, etc., pero en el estilo rata de biblioteca y no en el estilo variantes a vincular. O sea que se consume toda la energía de conocimiento geminiana, pero vía Luna en Virgo, y no en el sentido diversificador que requiere el Ascendente geminiano. Por favor, no saquen con esto conclusiones terroríficas del tipo "las personas con Sol o Luna en Géminis son más evolucionadas que aquellas con Ascendente en Géminis". Nos referimos solamente a la captación de patrones en la vida de un individuo y a su importancia relativa a la estructura de una persona. Nada nos autoriza a hacer comparaciones jerárquicas entre personas diferentes.

La diferencia y lo incompleto Hay en estas personas un anhelo profundo e inconsciente de comunicación; pero, por destino, desde pequeños habrá asimismo algún vínculo que se les aparezca como absolutamente perturbador. Esto es así, porque deben remover una profunda incapacidad para abrirse y para comprender lo diferente; comprender que lo diferente es lo mismo, que lo diferente es el otro lado del vínculo. Entonces, se dan las dos cosas: por un lado, no comprendo la diferencia, no comprendo al otro en tanto otro. Al hacer eso, no puedo encontrar lo mío, que está en el otro y se me aparece en el camino de la comunicación. ¿Se ve el juego geminiano? Son dos cosas al mismo tiempo. Dicho de otra manera: como primer aprendizaje, tengo que reconocer que el otro es diferente. Sólo así me puedo comunicar. Pero si tengo una dificultad para la diferencia, y quiero que todo sea igual —a la manera taurina, o sea, reduciéndolo todo a mi naturaleza— el destino me llevará a aprender que no es así. Nunca lo lograré: el otro es diferente. Sin embargo, como soy Ascendente en Géminis, el otro tiene algo mío. Tengo que aprender, por lo tanto, a establecer un diálogo y una comunicación constante con el otro. Y en ese diálogo, me iré constituyendo. Nunca estaré completo si no estoy

dialogando. Ahora bien: lo más difícil de este Ascendente es la sensación de que todo llega a la vida en forma incompleta. Es muy común que esto aparezca también en situaciones afectivas, porque "ninguna persona logra tener todo lo que me gusta, en un 100 %...". Este tipo de sensación es clásica del Ascendente en Géminis y forma parte de su destino. Por supuesto, nadie es completo en un sentido global; sin embargo, las personas con este Ascendente tendrán que descubrir en carne propia que nadie es completo y que sólo es posible vincularse con distintas personas de diferentes maneras, para completar situaciones. Claro que, por definición de Ascendente, el anhelo de lo completo siempre se va a ver particularmente frustrado. Las "hadas madrinas" no podrían permitirle satisfacer su anhelo de lo completo, porque entonces no se vincularía, no experimentaría; se limitaría a gozar de lo dado. Con un correcto contacto consigo mismo, la persona con este Ascendente no anhelaría lo completo, sino lo múltiple y lo combinado. ►

Estas personas se deben aburrir mucho en situaciones estáticas, en las que no hay

mucho cambio... No, quien podría aburrirse en esas situaciones es un geminiano. La dificultad, con un Ascendente en Géminis, es que quizá por mucho tiempo prefiera ese tipo de situaciones estáticas, y diga, por ejemplo: "¡No entiendo por qué me casé con alguien que viaja todo el tiempo, cuando a mí me gusta estar tranquilo en casita...!"

Un ejemplo con algunos matices Es relevante, para nosotros, comprender la importancia de trabajar ciertos vínculos primarios que encierran el núcleo holográfico de la energía del Ascendente. Si estos se resuelven y destraban permiten comprender y hacer circular la energía de un modo completamente distinto, para todo lo que suceda en el futuro. Les doy este ejemplo, de un varón con Ascendente en Géminis y con Neptuno en III. Se trata de un ingeniero, una persona muy mental, que comenzaba a incursionar en trabajos con energía —sobre todo trabajo corporal— y quería cambiar su profesión por esta actividad de corte más energético y en relación con lo neptuniano. Sin embargo, cada vez que se proponía realizar este tipo de tareas, le iba mal: lo engañaban, lo estafaban o se generaban situaciones que él denominaba confusas. Entonces, volvía a la ingeniería, donde constataba de nuevo su insatisfacción. Es evidente que esta vida presentaba una dualidad muy clara y que había un

desconocimiento básico de lo neptuniano; por eso, esta energía —Neptuno— aparecía bajo sus formas más primarias de engaño y de confusión. En este punto y con un Ascendente en Géminis, uno puede prever de inmediato que la experiencia primaria, inicial, de polarización con lo neptuniano, ha de haberse producido con algún hermano. Si la rastreamos, podemos llegar a dar con una estructuración psíquica básica en la que se manifieste el temor y el rechazo a lo neptuniano, así como su necesidad de incorporarlo. Este hombre tiene seis hermanos: cinco mujeres y un varón. Con las hermanas la historia era demasiado compleja como para analizarla acá, aunque contenía muchísima información acerca de otras polarizaciones en la vida de esta persona. Pero cuando indagué acerca del hermano varón —que casi no aparecía en su relato— resultó que no se hablaban desde hacía veinte años. ¿Por qué? Pues, porque el hermano había estafado a toda la familia. O sea que, desde un principio, la energía neptuniana se la había llevado el hermano y todo lo no claro, lo no preciso, lo no discriminado, quedó para esta persona del otro lado, ligado al engaño y la estafa. Es un caso de polarización, por destino inicial: la energía de lo que no tiene límites quedó "afuera", tematizada en el hermano, pero le sigue haciendo destino, puesto que viene a consultar, preocupado porque a él lo siguen engañando y estafando en el presente. Podemos decir que la energía neptuniana —teniendo él su Neptuno en la Casa III— está totalmente puesta en el hermano y capturada en ese nivel de experiencia inicial; ese es el vínculo que está trabado. Es muy importante trabajar esto en una carta porque, si no se limpia, la polarización reaparecerá constantemente en su vida, a través de otros vínculos. ►

Supongo que no se tratará de que la persona diga "yo también soy capaz de

engañar...". No, más bien sería poder decir "yo soy poco claro, no defino claramente las situaciones, soy ambiguo, soy confuso...". Por supuesto que no tiene que empezar a verse a sí mismo como estafador, pero sí como alguien vinculado con la "energía de la estafa"; uno no tiene un estafador en la familia porque sí. Si hay un hermano que estafa a toda la familia, no es posible hacerse el inocente; es un hecho que hay energía de estafa en la familia. En cuanto todos dicen "¡fue ese hermano!", se pone afuera la energía, todo cristaliza y se hace mucho más difícil seguir aprendiendo acerca de Neptuno. Por eso, es necesario hacerse cargo de esa energía. ►

¿Qué significa, concretamente, que "todos se hagan cargo"? Significaría reconocer cuánto goce hay en el hecho de no poner las cosas en claro. En esta

persona hay energía de estafa, de no querer poner las cosas en claro; la hay desde el origen mismo de la familia y, probablemente, de la dinastía. Prefiere mantener muchísimas cosas ambiguas, indefinidas, vagas, manejarse con supuestos que sólo él conoce pero que da por descontado que los demás comparten, ilusionándose y engañándose a sí mismo. De esta manera, sólo es cuestión de tiempo que alguien, eventualmente, lo engañe o estafe o se sienta engañado por él. Ahora bien ¿por qué ocurre este engaño? Porque la persona no define, le cuesta discriminar, prefiere no ver la realidad y permanece de esta manera en la ilusión, en un mundo sin límites. Desde un comienzo, resulta significativo que omitiera hablar del hermano varón; esto revela que algo está trabado y que tiene mucha carga en el inconsciente. ►

De manera que, en este caso, el trabajo sería lograr claridad en las propias

definiciones... Sí, pero para esto tengo que partir de reconocer que me gusta ser confuso. Es decir, esta persona tendría que resignificar, dejando de depositar en el hermano toda la confusión y haciéndose cargo de que él también es confuso, lo cual no quiere decir que sea "estafador". Es posible ver aquí una historia de destino que circula a través del hermano. No se trata de que haga las paces con el hermano, lo perdone y todo lo demás, sino que resignifique completamente una historia en la cual ha hecho identidad y permita que esa carga neptuniana, que está cristalizada en su pasado, recircule y pueda aprender de ella. De otro modo, recurrentemente, alguien le hará de "hermano estafador". Cuando este hombre percibió lo anterior, inmediatamente se dio cuenta por sí mismo de la carga de energía confusa y del anhelo de negación de todo límite que lo envolvió durante su vida y la atracción que él, ingeniero metódico, tenía por todo esto. Terminó diciendo "lo extraño es que no me hayan estafado más a menudo". De todos modos, discriminemos lo que hace a la entrevista en la cual, por caminos diferentes, podemos llegar a los mismos resultados, de lo que nos interesa aquí: reconocer patrones de destino, experiencias que tenemos que atravesar necesariamente y las cristalizaciones que la conciencia hace en las primeras citas con el destino, que luego condicionan los retornos del patrón energético a desentrañar. ►

¿Cómo puede identificarse qué energías o temas está proyectando un Ascendente en

Géminis, sobre su hermano? En general, tiene que ver con la Casa II I y con el estado de Mercurio. Ahora, si esto no se ve muy claramente, basta con escuchar cómo la persona define al hermano con el que tiene el

conflicto.

La matriz de Casas IV-VIII- XII del Ascendente en Géminis Llevemos de nuevo nuestra atención a la matriz formada por las Casas IV, VIII y XII, para seguir reflexionando acerca del Zodíaco como una totalidad sincrónica y holográfica. Mi intención es que nos entrenemos en percibir patrones, dentro de patrones, dentro de patrones, como si fueran capis chinas. Quiero mostrar que cada signo tiene, dentro de sí —para la cualidad y el diseño que le es propio— una organización zodiacal inherente. En particular, al significar estas tres áreas de experiencia donde el psiquismo hace memoria, estas mostrarán lógicamente las resistencias psicológicas a la manifestación de la energía. Más aún, las Casas VIII y XII muestran los puntos de tensión que la energía se hace a sí misma en su manifestación, independientemente de lo psicológico. Si es cierto que el Zodíaco nos da información efectiva acerca de la realidad, tienen que acostumbrarse a que todo lo que existe tiene su Escorpio, o su Piscis, o todos los demás signos, que lo constituirán de un modo peculiar. Entonces, en un nivel de significación, Virgo (Casa IV) es necesariamente memoria afectiva, Capricornio (Casa VIII) es conflicto y Tauro (Casa XII) es trasfondo inconsciente que debe consumarse, para que Géminis emerja. Esto tienen que aprender a verlo, no secuencialmente ni asociativamente —aunque será así al principio— sino en forma holística, sincrónicamente, como aquello que está implicado en Géminis o en cada signo. La totalidad implicada es un concepto esencial en astrología: totalidad implicada y su despliegue cíclico y en red. Estamos comenzando a entrenarnos en esto y sé que al principio parece confuso. Podríamos perfectamente no hacer referencia a estas matrices, descubriendo los puntos de resistencia al despliegue del Ascendente, observando casos y limitándonos a un análisis empírico; llegaríamos a la misma conclusión. Pero astrología es, precisamente, captar la presencia de matrices constitutivas de la experiencia. Por eso es necesario que lo sepamos ver empíricamente y, también, deducir lógicamente. Es preciso discriminar esto: una cosa es el Sistema de Casas concreto de una persona y otra, el hecho de que Géminis posee su matriz zodiacal intrínseca, en un sentido arquetípico. No estoy diciendo que tenemos que utilizar al mismo tiempo el "Sistema de Casas iguales" y el "Sistema de Casas proyectadas en el cilindro", "cónicas" o con el método que consideren más efectivo. Los sistemas de casas se refieren a algo personal, localizado, individualizado (por lo

menos, hasta donde es posible decir esto en astrología); pero la distribución zodiacal inherente a cada signo del Zodíaco, es universal. Son dos órdenes de realidad diferentes. En todo individuo operan las dos cosas: arquetipos universales y organizaciones particulares; tenemos que aprender a movernos con esta complejidad. La belleza de la astrología y su misterio residen aquí: en la inefable intersección de universo y singularidad. De todos modos, no es fácil que esto quede claro a esta altura de la exposición. Desde un punto de vista, aprender astrología es como estudiar un idioma en conversación. Uno escucha hablar en ese idioma y al principio es muy poco lo que entiende. Pero, de pronto, sin que nos hayamos dado cuenta, la estructura de ese lenguaje se abrió para nosotros y nos encontramos participando naturalmente de la conversación. Pero, retornemos de nuevo a Géminis. Observemos que, por tratarse de un Ascendente de aire, la matriz constituida por las Casas IV, VIII y XII es de tierra: Virgo, Capricornio y Tauro, respectivamente.

La Casa VIII en Capricornio Podemos comenzar nuestro análisis de la matriz, pensándola desde la Casa VIII ¿qué será lo que es necesario trascender, teniendo Capricornio en esta Casa? Acá aparece muy claro que lo que "tiene que morir", en un nivel, es el aislamiento. Capricornio diría: "El buey solo, bien se lame...", pero esto es lo que justamente no va con el Ascendente en Géminis. Si lo suyo es comunicar, vincular, estar con otros, asociarse, es evidente que lo que ofrece resistencia es el aislamiento y la rigidez de un nivel de Capricornio. Tendrá que descubrir, por lo tanto, que nada está aislado, que la soledad no existe. Que lo único que existe, en este sentido, es la incapacidad para vincularse. Capricornio, en su nivel más primario, basa todo en la experiencia, en la tradición, en lo establecido; pero, con este Ascendente, tendré que aprender a renunciar a ello y a jugar con lo que voy descubriendo a partir de mis vínculos. Es decir, este Ascendente tiene la frescura del descubrimiento, y esto es todo lo contrario de lo capricorniano.



¿La persona puede "quedarse pegada" a esa Casa VIII en Capricornio? Lo que subyace, como fuente de conflicto en el Ascendente en Géminis, es una tendencia al

aislamiento de la cual la persona, a veces, no se da cuenta. Esa tendencia traerá seguramente conflicto a este Ascendente, porque es una creencia inconsciente acerca de la vida, en la que el aislamiento es posible e incluso deseable. ►

A todo Ascendente en signos de aire, la matriz de Casas IV, VIII y XII le cae en

signos de tierra. ¿Significa que la inercia tiene que ver con el arraigo? Y también tiene que ver con la fijeza, el apego, la exclusión, el aislamiento, la concentración. Todo esto le da un trasfondo lento, poco adaptable y escasamente vinculante. En este sentido, observemos ahora el signo de su Casa IV.

Casa IV en Virgo Desde el punto de vista del mecanismo, esto es también algo que resulta contradictorio con el Ascendente. Recordemos las características psicológicas de la Luna en Virgo: sobreadaptada, falsamente madura, no se permite hacer cosas que considera infantiles, todo acto debe tener consecuencias que puedan ser previstas, quiere estar siempre "a la altura de las circunstancias". Es una Luna que no tuvo infancia, lo cual es totalmente contradictorio con lo geminiano que es poder jugar, perder seriedad, tener frescura y no refugiarse en una hipermadurez. Ahora bien, no se trata de que la Casa IV está "en contra" del Ascendente geminiano. Sí, está "en contra" como refugio, porque energéticamente esa Casa IV en Virgo me dice que en mi base está el orden y, justamente, gracias a ese orden puedo ser un improvisador y permanecer siempre abierto. Esa es la lógica profunda del mandala porque, si tengo Ascendente en Géminis, debo ser alguien que improvisa, que juega, que explora e indaga, que está muy abierto, descubriendo cómo son las cosas. En ese sentido, la Casa IV en Virgo es muy importante porque habla acerca de que tengo orden en la base y que, gracias a él, puedo explorar, puedo jugar con todo ese "lío", porque tengo la seguridad de que, luego del aparente desorden, aparecerá el orden. Igual que con la Luna, esto puede ser un atributo y no un refugio. Ahora, si a la Casa IV la convierto en mi refugio de hipermadurez, de sobreadaptación, entonces sí aparece la contradicción, porque me impide jugar. En realidad, soy tan maestro de códigos, que podría jugar a todos los juegos. Pero, desde lo psicológico, esto se suele revelar como boicot y lo hacemos al revés. En vez de descansar en una base de orden, somos

maniáticos del orden; entonces, no podemos ampliar las experiencias y el refugio virginiano se cierra al descubrimiento geminiano. Entre la Casa IV en Virgo y la VIII en Capricornio, hay en esta matriz mandatos de mucha seriedad. La persona se enfrenta a la mirada de los otros, que constantemente le reprochan su falta de madurez, su falta de estabilidad o su superficialidad. La crítica que siempre se le hace desde afuera a Géminis, este la tiene adentro y lo inhibe para su despliegue. Es muy importante tener esto muy claro: el mandala es una esfera mágica que, al moverse, cambia de significado según el nivel. Una cosa es Virgo como refugio y otra, muy diferente, es Virgo como base. Pero ¿qué o quién lo convierte de base en refugio...? Pues, la conciencia identificada de uno mismo. Esta se quiere esconder, mas la vida la lleva a una apertura constante, que hace que la persona experimente confusión y es así como el Medio Cielo en Piscis aparece, en este caso, con sus peores características.

Casa XII en Tauro Este signo en la Casa XII le hará difícil al Ascendente en Géminis abrirse a la velocidad y diversidad de su energía. Al costarle esta comprensión, el destino lo pone frente a situaciones en las que es continuamente desafiado por esto. Hay condicionantes profundamente inconscientes que hacen a la persona lenta, persistente, invariable ante las situaciones, tendiente a que todo se encare "de a uno por vez", acumulando y reteniendo. Le será necesario dejar atrás la sensación básica de que la vida es una lenta unidad sustancial y permitirse descubrir la danza entre los polos, en la que todo es relación y combinación, en la que no hay nada absolutamente estable, inamovible y fijo; descubrir que todo es fluido, rápido, interconectado. Así como en Tauro se descubre la unidad vital, aquí se descubre que la energía no es unidad en la forma; que la unidad es, profundamente, vínculo. Entonces, teniendo esa capacidad de contacto y esa potencia por detrás —proveniente de lo taurino— la energía geminiana del Ascendente lleva a aprender la variación y las infinitas posibilidades de esa acumulación de energía, pasando de la percepción de la realidad como sustancia, a la realidad como información.

El sentido del Ascendente en Géminis Este Ascendente, entonces, aprende en la división, en la fragmentación, en la dualidad. Debe aprender que "lo mismo" se autoescinde, que la unidad se divide y se reencuentra a partir del vínculo. Pero también, que las divisiones que aparecen en los vínculos no son

irreductibles. Siempre hay algo que se comparte, algo que tiene la misma sangre, bajo formas diferentes. La vida es hermandad. El Ascendente en Géminis lleva a descubrir que, tras las diferencias, reside la unidad. Y que esta es comunicación, atracción profunda de los componentes del universo, que se combinan y recombinan constantemente. O sea que es necesario romper dos creencias muy profundas: que existen aislamientos y separaciones irreductibles; y que existe la dualidad. Este Ascendente conduce al descubrimiento de que la dualidad es una apariencia; que el ser es vínculo. Para este Ascendente, multiplicidad significa diálogo, hacer puente. Un ejemplo de esto es la carta de Norberto Levy, terapeuta transpersonal. ¿Cuál es su técnica de trabajo...? Hacer dialogar a figuras contrapuestas en el inconsciente. Es decir, el diálogo, para él, es la manera de hacer fluir la energía, lo cual es una respuesta propia de un Ascendente geminiano, en un curador con Sol en Escorpio. Lo que el Ascendente en Géminis aprende a valorar es, precisamente, el dolor que produce lo incomunicado y la capacidad de hacer dialogar aspectos aparentemente distantes y diferentes. Si alguna vez ven a algún Ascendente en Géminis intransigente, que nunca dialoga y se cierra en sí mismo, pueden estar seguros de que allí hay un problema, porque la energía no está circulando. Por lo menos en su madurez, este Ascendente querrá naturalmente dialogar. Como el destino de estas personas gira alrededor del sufrimiento que causa el aislamiento y la incomunicación, la exclusión y el no tener en cuenta los distintos puntos de vista que están en juego, llega un momento en el cual resolver esas cuestiones se hace vital para ellas. La presión del destino exige la máxima creatividad a fin de resolver el enigma de nuestro Ascendente y así se convierte en una oportunidad para que cada uno, en su medida, realice valiosos aportes a todos los demás, porque nadie tanto como ellos comprende las consecuencias de desconocer la estructura de ciertos patrones. ►

¿Puede ocurrir que la energía circule sólo en lo mental? Sí, pero es una circulación aún desequilibrada, sólo una fase en el aprendizaje, porque la

persona seguirá experimentando la sensación de que el destino la lleva hacia lo no deseado. Es decir, su cabeza puede ir a toda velocidad y establecer asociaciones y diálogos entre partes, en el plano mental. Pero quizá en lo emocional, este aprendizaje no se haya producido y en ese plano experimentará que "algo no anda", por su incapacidad de vincular "afuera" lo que aún no ha aprendido a hacer "adentro".



¿Puede traer consecuencias en otros planos, que la energía del Ascendente no

circule? El principio general es que la distancia entre la identificación de la conciencia y el sistema energético, se tiene que llenar a través de lo que solemos llamar destino, porque tengo necesariamente que vivir esas cualidades. Tarde o temprano, toda retención de energía se manifestará como obstrucción a la manifestación del propio deseo o, más rigurosamente, como autoobstrucción. Si no puedo comprender el patrón en planos más abstractos, este se materializará y eventualmente hará cuerpo. En este sentido, pensemos que la Casa VI de esta matriz cae en Escorpio. Las personas con este Ascendente son llevadas a comprender que el universo es un conjunto de diferenciaciones que circulan como información creadora. Jamás se le mostrará como algo compacto, substancial, único, que produzca plenitud en una sola dirección progresiva. Necesariamente, siempre aparece, siempre se descubre algo "por otro lado", para experimentar que las cosas tienen lugar circulando en polos. Es en función de esto, que la vida nos lleva a aprender a dialogar. Que no exista lo único, no significa que no exista el vínculo correcto, las correctas relaciones. En sentido profundo, estas son amor. Este existe y hace que lo que aparece como diferente o dividido encuentre un cauce posibilitante desde los dos polos de cada situación. Por lo tanto, hay en primer lugar un escenario fragmentario. Luego, estará la conciencia recorriendo este escenario, aprendiendo a vincular. Si una conciencia con este Ascendente es muy reacia a vincular, su sensación de destino será muy frustrante, en el sentido de que nunca las cosas se completan. Pero esta sensación no es culpa del destino: hay una inercia de la conciencia, que no desarrolla la adaptabilidad propia de Géminis. Géminis es el más plástico de los signos; por lo tanto, habrá que ser adaptable, moverse de acuerdo con las circunstancias y aprender los secretos más profundos del vínculo, partiendo desde la curiosidad y avidez por la información, hasta la plenitud amorosa de la hermandad entre todos los seres.

La recurrencia energética En la repetición energética, me puedo mover en espiral y ya no en el mismo plano, como en la noria de la repetición neurótica. En la progresión del Ascendente, siempre puedo ir encontrando, paso a paso, nuevas soluciones al enigma que propone la energía. Por eso, insisto mucho en la importancia de trabajar ciertas escenas primarias, porque son muy liberadoras de

procesos futuros. Tengamos clara esta diferencia: una cosa es la manera como se fue configurando en mí un imaginario psíquico, que constituye un hábito con el que enfrento las situaciones de la vida, de modo que al repetir la misma respuesta se repite el mismo desenlace. Algo completamente distinto es la recurrencia de patrones energéticos, isomorfos entre sí en diferentes planos, pero que son siempre nuevos y cargados de potencialidad creadora para una conciencia abierta al aprendizaje. Es cierto que el mecanismo lunar es uno de los "principales responsables" de los hábitos que desarrollamos, pero en el sentido genérico de que, al tener el ciclo de manifestación de la energía una función interna que es la memoria, los nuevos pulsos de despliegue de mí mismo se encuentran con las marcas que dejaron los primeros. Por eso, lo lunar en tanto que mecanismo, aparecerá siempre en nosotros, potenciado por la inercia de la conciencia que prefiere —por hábito y seguridad— anidar en las marcas del pasado, en vez de fluir por los patrones de energía siempre nueva. Pero si esto se comprende y la conciencia se entrega al proceso, limpiando constantemente los filtros de la memoria para liberar energía y se trabajan estos mecanismos, se puede terminar desplegando lo más valioso de nosotros mismos desde el Ascendente, puesto que allí reside un misterio creador que nos acompañará a lo largo de toda nuestra vida. Para esto —creo— las escenas que proponen las "hadas", en su recurrencia energética, van abriendo el camino.

ASCENDENTE EN CÁNCER

Antes de entrar específicamente en la descripción del Ascendente en Cáncer, me gustaría que hiciéramos una reflexión general para encuadrar todo lo que hemos visto hasta ahora, porque el tema de Ascendentes se hará más complejo a medida que avancemos. Nos estamos entrenando en percibir formas, estructuras invisibles, dentro de las cuales transita la vida de un ser humano. Es decir, cuando hablamos de Ascendentes —y cuando hablamos de la carta natal, en general— estamos haciendo referencia a un percibir, a un darse cuenta de cierta constante, de cierta recurrencia de movimientos, acontecimientos y procesos en la vida de una persona. Aunque un acontecimiento, en sí mismo, sea diferente de otro, siempre hay una constante que los reúne; percibirla, es aquello en lo que nos estamos entrenando. Este es el primer patrón energético. Pero, por otro lado, ocurre que la conciencia del ser humano se queda fijada en alguno de esos movimientos y, al no lograr recorrer las formas fluidamente, permanece repitiendo un cierto nivel. Por ejemplo: dijimos que la energía de lo geminiano se manifiesta en una forma recurrente, en la que el mundo aparece como multiplicidad en movimiento.

Es decir: a la persona con Ascendente en Géminis, recurrentemente se le presentarán alternativas y sensaciones de división y fragmentación. Esta es la energía que tiene que aprender a vivir, la energía que su ser más profundo irradia y que está obligada a vivir, pero no sabe cómo hacerlo. Y esto es lo que el astrólogo tiene que aprender a percibir. Esto es, cómo — de una u otra manera— siempre se le aparecen a la persona situaciones múltiples en las que tiene que encontrar variantes, mostrarse muy adaptable y aprender a comunicar y relacionar correctamente; y esto es algo que ocurrirá tanto en el tema de los hermanos como en el tema vocacional, en la pareja, etc. Es decir que, para un Ascendente en Géminis, cualquier situación

de su vida tendrá este trasfondo:

Ahora, también vimos que esta persona tiene tendencia a anhelar un mundo estable y ordenado en el que todo ocupe un lugar definido. Esta inercia de la conciencia, atrapada en memorias, distorsionará el movimiento de la energía geminiana o, por lo menos, lo hará dificultoso de comprender. Además, tenderá a rechazar algunos factores de ese núcleo disperso y, en ese rechazo, no podrá comunicarse con algunas personas, con algunas situaciones, y esto le quitará energía. Como se vio en el ejemplo del capítulo anterior, la persona puede no hablarle a su hermano durante años, o pelearse sistemáticamente con él; o fascinarse tanto con él que esto no le permita comunicarse correctamente. De este modo, padecer la sensación de que "nunca está todo en un solo lugar", o rechazar ciertas cualidades o ciertos elementos que están depositados en personas del entorno, son actitudes típicas del Ascendente en Géminis. Es aquí donde el Ascendente no puede moverse de una manera ascendente, en el sentido de aprender a comunicar y vincular todo el espacio ampliando la conciencia, sino que comienza a repetirse en el mismo nivel de incomunicación. Notemos la diferencia con una persona que tiene el Sol en Géminis. En sí misma, no anhela que todo se dé en el mismo lugar, sino que se mueve con facilidad ante la realidad de que nada es absoluto, de que hay que moverse y adaptarse, comunicarse, vincular. Del mismo modo, una persona realmente geminiana no rechazará nunca nada, demasiado explícitamente. Una persona claramente geminiana, en principio, se lleva bien con todo el mundo, en el sentido de ver el lado bueno del otro. Por ejemplo, puede sostener naturalmente una amistad entre personas que se odian entre sí. Esto es así porque, profundamente, la energía geminiana consiste en no rechazar lo que para otros es antagónico o contradictorio. Géminis se mueve naturalmente con lo contradictorio. Ahora bien: el aprendizaje del Ascendente en Géminis se traba, justamente, al rechazar en forma sistemática algunas personas, algunos vínculos, algunas energías que experimenta como totalmente contradictorias.



Entonces, esto quiere decir que si uno se rebela, es peor... Bueno... esta imagen de que el destino "me obliga y si me rebelo me pega...", después de

todo lo dicho, trataría en lo posible de irla disolviendo, porque no es cierto que "el destino le pega a uno...". Lo que en verdad ocurre es que uno tiene que pasar por la puerta, pero intenta hacerlo a través de la pared, porque no es capaz de ver la puerta. De modo que si me golpeo no puedo decir: "Me castiga Saturno, o el Ascendente, o el destino...". Tomemos conciencia de que nuestro supuesto inconsciente inicial es "el destino me va a castigar...", y que esta percepción a priori es la más común. Es necesario registrar muy claramente que tenemos esa percepción y que la misma es profundamente contradictoria con lo que hacemos nosotros aquí, con esto. Lo que aquí estamos diciendo no es que "hay que cumplir con...", sino que hay que darse cuenta de lo que es, descubrir leyes de la energía que no creíamos que existían, por estar demasiado identificados con el plano de las formas. ►

Entonces, la pregunta no sería qué tengo que aprender, sino qué quiero aprender.... Profundamente, sí... Pero, ocurre que partimos del hecho de que ya hicimos conciencia en

otro lado. Justamente, la dificultad del Ascendente es que uno ya fijó su identidad, ya realizó una identificación en otra vibración... Así, ese "quiero aprender" es impersonal y lo que hemos llamado centro del mandala se manifiesta de esta manera. Quien yo creo ser, desea, dice "quiero" y se encuentra en conflicto con el fluir, con el impulso más profundo de la energía en mi vida. Comprender esta dirección profunda y sus ciclos de manifestación, es nuestro trabajo.

El niño de Ascendente en Cáncer Ahora sí, arrancando con el tema específico, y siempre a partir de nuestra metáfora de las "hadas madrinas", ¿qué tendrá que aprender el niñito o la niñita que nace con un Ascendente canceriano? Sabemos que Cáncer significa estabilidad, contención, ternura, protección, contacto, amor a la vida, a los niños, pertenencia, "crear interiores": estas son las cualidades a desarrollar. Es decir, tendrá que aprender a estabilizar y dar forma; forma como borde protector — para aquello que la habita y crece en su interior— y como lo que perdura en el tiempo, mientras es necesaria a eso que la habita. Esta es la experiencia central: la forma habitada u la importancia del habitante que necesita la forma. Este es un aprendizaje exactamente inverso al de Géminis, que por eso está

ahora en la Casa XII. Con Géminis ascendiendo, uno debe aprender a abrir, mientras que con el Ascendente en Cáncer hay que aprender a cerrar, a "cocinar puchero...", esto es, a poner todos los elementos diferentes en la cacerola y hacer que se cocinen juntos, que permanezcan unidos hasta interpenetrarse, hasta que todo tenga el mismo sabor y que las diferencias sean diferencias de lo mismo. Lo geminiano, en ese punto, se transformó naturalmente; y eso es ya Cáncer: la estabilidad de las relaciones. O sea, una contención protectiva que engloba todas las diferencias y establece relaciones tan íntimas entre ellas que encuentran una unidad en la que se produce algo nuevo, que no hubiera surgido sin esa protección. Si pensamos en lo simbolizado por Cáncer: el útero y el proceso de gestación y posterior amamantamiento, veremos que en la vibración canceriana existe una absoluta intimidad y una transferencia de energía y sustancia, entre la forma que contiene y la forma que la habita. Aquí está implícito un proceso que va desde la casi total indiferenciación entre ambas, pasando por una altísima interdependencia, hasta la posterior diferenciación y autonomía, que ya es Leo. Esta cualidad es la simbiosis; dos formas de vida especialmente unidas y dependientes una de la otra. Sabemos que la persona identificada con Cáncer expresará esta cualidad en forma más o menos espontánea, mientras que con Cáncer ascendiendo, la persona vivirá continuamente experiencias que contengan esta cualidad, la que resonará en su interior hasta, eventualmente, despertarla activamente en él. Un punto de vista fundamental para comprender el proceso del Ascendente es registrar el necesario temor y rechazo que esta energía produce a la conciencia, y sus opuestos: la fascinación y la atracción. Dijimos que somos necesariamente ambivalentes a nuestra energía ascendente, porque es lo desconocido de nosotros mismos, por excelencia. De allí que adquirir maestría acerca de esta cualidad será algo necesariamente complejo. En este caso, el goce de las experiencias simbióticas, indiferenciantes, se balancea con un fuerte rechazo a las situaciones, ámbitos, personas, en las que correré el riesgo de quedarme "pegado", de perder la sensación de identidad personal. En lo profundo, la persona con Ascendente en Cáncer oscilará fuertemente entre estos dos polos, en cuya alternancia deberá develar el enigma acerca de cuándo la simbiosis es necesaria y vital, constituyendo un proceso maravilloso de la vida, y cuándo aquella se convierte en destructiva, regresiva y alienante. De allí que, pertenecer y qfectivizar y —a la vez— perderse en la pertenencia y la afectivización, constituyan una tensión recurrente en la experiencia de este Ascendente.

Personas y escenas externas Como es de prever, aquí está presente el arquetipo de la Gran Madre; por eso, no sólo será estrecho el vínculo con su mamá, sino también con la "madre de la madre". Estas personas suelen nacer en ambientes donde hay figuras maternas muy fuertes —por lo general, madre y abuela— en medio de familias en las que se valora mucho lo hogareño, el afecto del clan familiar, la tradición, el pasado, las "memorias de la aldea...". ►

Los domingos sagrados en torno a la mesa familiar... Claro, ese tipo de escenarios son clásicos para este Ascendente. Es común la presencia

constante, alrededor, de familias muy clánicas, con pertenencias muy fuertes. Tanto si es mi familia natal, como la de mi esposa o la de mis amigos. Todo reside en el impacto que estos ámbitos causan en la persona. Esto puede manifestarse de mil maneras; por ejemplo "mi mamá nació en un pueblito de Catamarca, y se la pasa hablando todo el día de su pueblito". O sea que yo no viví allí, pero constantemente capto todo el énfasis puesto en eso. Esa conversación que recurre en mi vida, esa afectividad tan intensa hacia el pasado, ese sentido de la pertenencia que me rodea es lo que necesito escuchar, vivir, para que se actualicen en mí esas cualidades implícitas. También habrá escenarios ligados con la importancia de los seres vivientes, de las criaturas del universo. Es común que el Ascendente en Tauro traiga a la vida de la persona la importancia del campo, de la naturaleza, de la vida que produce; en el caso del Ascendente en Cáncer, en cambio, lo relevante es la presencia de los animalitos. Esto atrae y marca mucho en la vida, y abre a la persona a la importancia de criar. En última instancia, este Ascendente se vincula con la importancia del período de crianza y nutrición, o sea, la etapa en la que es imprescindible proteger extremadamente a un ser desvalido, para permitir su crecimiento. Otra experiencia fundamental en la historia de estas personas suele ser las casas concretas, que serán muy importantes en el transcurso de sus vidas. Puede haber grandes variaciones de escenario, como siempre. Puede no interesarme en absoluto el tema de la casa; pero quizá mi padre tardó diez años en construir aquella donde vivo, y constituyó para él el centro de su existencia. Quizá más tarde, yo experimente un tremendo dolor al tener que desprenderme de ese ámbito al cual creía ser indiferente. Y luego, la compra o construcción de mi propia casa se revele como una experiencia terriblemente importante e integradora para mí. Por supuesto que, además de la madre, la familia y la casa, habrá otras experiencias básicas como las profundas ligaduras con el barrio, el pueblo, la nación, por distintas vías. Pensemos, como ejemplo, en Carlos Menem —que además de Sol es Ascendente en Cáncer— y sus conti-

nuos viajes al refugio de su Anillaco natal o su peculiar apropiación de la quinta de Olivos mientras fue presidente. De un modo más abstracto, como despliegue de destino, veamos cómo la organización concéntrica de ámbitos —Anillaco, La Rioja. Argentina. Mercosur— constituye un claro recorrido de Ascendente en Cáncer. En verdad, a través de distintos niveles, lo canceriano se expande desde mamá, la familia, el clan, las instituciones, hacia la importancia de las generaciones futuras, la importancia de la vida, de la nación, de la humanidad misma, hasta llegar a experimentar el universo como una forma habitada.

Personas Pensemos que las personas que se sienten portadoras de grandes tradiciones, que atesoran memorias y nos proporcionan la experiencia de que pertenecemos a algo —un ámbito, una institución, un proceso— estarán necesariamente presentes a lo largo de la vida de este Ascendente. Las personas con natural ternura y cuidado, dedicadas a los niños o a los animales, creadoras de ámbitos e instituciones, producen un gran impacto al Ascendente en Cáncer. Cuando decimos impacto, nos referimos a una resonancia tan profunda, que es necesariamente ambivalente y poco clara. Estas personas pueden ser, al mismo tiempo, admiradas y criticadas porque, cuando aparece la totalidad de la energía canceriana encarnada en alguien "externo" — para una persona que es afín a ella pero aún no la comprende— le llevará a esta mucho tiempo, muchas experiencias, idas y venidas, hasta desentrañar todos los matices de esa energía y comprender su cualidad profunda y el verdadero sentido de sus actos. Esto es obviamente así para todos los ascendentes; por eso decimos que estas personas impactantes y que se cruzan en el destino enseñan muchísimo y es muy importante aprender de ellas. Es preciso intentar comprenderlas profundamente, más allá de sus virtudes y defectos, porque encierran secretos de la energía que necesito vivir. Por supuesto, puedo no aprender de ellas y no extraer para mí la cualidad de sus vidas, dejando que simplemente formen parte estable del escenario de mi existencia; ahora bien, las personas pueden cambiar, pero la cualidad se mantendrá. Y, de esta manera, habrá una síntesis que no se producirá y un empobrecimiento inevitable de mi vida que se traducirá, asimismo, en conflictos inevitables con las personas de la cualidad del Ascendente, como resultado de la incomprensión de esta energía.

El vínculo básico del Ascendente en Cáncer La persona con este Ascendente experimentará fuertes contactos personales, porque el

mundo de la emoción le será de suma importancia. Sólo así alcanzará esa calidez propia de la peculiar manera canceriana de reunir e integrar: a partir del afecto, de lo muy personal y vital. Así como vimos en Géminis que, para cada Ascendente, hay un vínculo primario con el que se trama el patrón psíquico de resolución de las futuras experiencias, y en ese caso era el de los hermanos ¿qué vínculo primario, es de suponer, será fundamental para este Ascendente? Por supuesto, el vínculo con la madre. Para trabajar bien este Ascendente habrá que ir muy a fondo con este vínculo; de lo contrario, la madre "me hace de Ascendente". El vínculo con ella será muy intenso, pero tengamos en cuenta que esta energía es algo nuevo para la persona. Esta aprende, en principio, tendiendo a adoptar el rol pasivo y diciendo que "yo no soy eso" —lo materno— sino que "eso" es su mamá o las futuras figuras maternas de su destino. El centro del mandala irradia una energía que se constela en la particular intensidad del vínculo con la madre y esto exige a la conciencia un aprendizaje particular. Más adelante, para este Ascendente serán muy importantes los hijos; y la misma persona —sea varón o mujer— deberá saber colocarse en un "lugar maternal". Es obvio que, para esto, resulta imprescindible haber resuelto el vínculo con la propia madre; y no es fácil la resolución de este vínculo, con este Ascendente. Generalmente, hay una exagerada presencia materna, presentando el vínculo una enorme ambivalencia. No será nada fácil discriminarse de la madre porque se experimenta con ella una simbiosis muy fuerte. Como dijimos, esta persona "tiene" que experimentar energía de simbiosis de un modo particularmente intenso, y esta es la simbiosis primaria, pero con el sentido de poder emerger luego de la misma, para así desarrollar su propia capacidad de simbiosis protectiva. De lo contrario, quedará por siempre "del lado del hijo o de la hija", con lo cual jamás encarnará otra vuelta del Ascendente en Cáncer. Este movimiento no es fácil. Es un movimiento que indica el difícil momento en que la persona, estando inmersa en una energía, emerge de esta para interiorizarla. El modo de resolución del vínculo con la madre condicionará inevitablemente las futuras experiencias en las que aparecerá la energía de simbiosis. El patrón psíquico que se establezca con la madre creará un hábito, una toma de posición de la conciencia, que enfrentará desde allí las futuras escenas que el Ascendente irradiara con su insistencia en el principio materno, a través de otras personas y situaciones. Es obvio que el desarrollo del vínculo con la madre es esencial para cualquier ser humano, pero aquí hay un doble desafío. En primer lugar, presenta características específicas en este Ascendente y, en segundo lugar, el núcleo de las futuras experiencias de la vida de adulto girará alrededor del tema materno, desde una posición u otra. De allí que el desarrollo de las potencialidades de estas personas está particularmente ligado con la correcta

elaboración de este vínculo, que aparece como exageradamente intenso. Es interesante preguntarle a la persona, por ejemplo, a qué distancia vive de su madre. Verán que, en una asombrosa cantidad de casos, la respuesta es: "Mamá vive al lado...", o "mamá vive en Australia...". Es decir, o la persona ha huido de la madre, poniendo la mayor distancia posible con ella, o la presencia de la madre es excesivamente cercana, revelando la simbiosis existente. ►

Que viva en Australia, no significa que esté resuelto el vínculo... Por supuesto, es necesario "mantenerla en Australia..." porque si la madre se acerca, la

persona sucumbe a la energía de simbiosis y vuelve a ocupar un lugar de enorme dependencia, en el que se desata toda la ambivalencia no resuelta. Estas distancias extremas, sólo grafican la potencia perturbadora de un vínculo aún no asimilado por la persona. Es importante observar que el arquetipo de la madre manda a la persona al lugar del hijo o de la hija eternos, de modo que deberá aprender a salirse de ese lugar para poder ser adulto, madre o padre a su vez, y proseguir con el aprendizaje. Ese es el punto. Una estructura que es prácticamente recurrente en las mujeres —no tanto en los varones— con Ascendente en Cáncer, es la gran importancia de la abuela materna. En realidad, para trabajar a fondo esta energía, es necesario descubrir que, psicológicamente, la verdadera madre es la abuela. El juego imaginario que se tiende a generar es la sensación de que "mi mamá es la hija de mi abuela...", o sea, que la verdadera energía materna está en la abuela. Esto lleva a que después —en otra vuelta— la persona se comporte como una madre hacia su propia madre. La madre pasará a estar muy cercana, pero para ser protegida, porque en verdad la mamá fue siempre una especie de hermanita y la persona comienza a ocupar el lugar de la abuela, haciéndose cargo de (odas las carencias de la madre y quedando atrapada en esta simbiosis primaria que condicionará todos sus demás vínculos y disposición ante la vida.



¿Puede el Ascendente manifestarse tempranamente con estos rasgos? Yo creía que se

manifestaba a una edad más avanzada, pero en realidad conozco personas muy chicas que ya muestran esto que vos estás describiendo... Bueno, ya dijimos que el Ascendente siempre se manifiesta tempranamente. Cuanto más sutil es la mirada, más visible es el patrón de destino de una persona —independientemente de si uno conoce la carta natal o no— en los comportamientos y situaciones de la primera infancia. Ahora bien, no es lo mismo tener la actitud de "cuidar a mamá" de chiquito, que hacerme cargo de ella cuando soy adulto porque, en realidad, no me puedo desprender de la simbiosis y no puedo encontrar una distancia correcta. De chico necesito esa intensidad; de grande, si se juega

masivamente con la madre, toda la energía del Ascendente se queda allí, en un estado regresivo, y no madura hacia formas más complejas y ricas que permitan experiencias más amplias y significativas. Es como si la vida, en un nivel, se hubiera detenido en ese punto y toda la potencialidad creativa del Ascendente en Cáncer se invirtiera sólo allí. Es necesario observar si en el registro que la persona tiene de sí, incluye lo maternal, la ternura, el cuidado, la gran sensibilidad y la capacidad de contacto personal, lo afectivo. En el caso de los varones, este es un acomodamiento clásico. Puede presentar características duras —muy racionales, agresivas, rígidas— y la total ausencia de cualidades cancerianas y estar viviendo con la madre a los 50 años o con una esposa —y generalmente con una importante suegra por detrás— que le juegue todas las cualidades maternales que él rechaza en sí mismo. ►

¿Puede ser que una hermana desempeñe un rol materno con sus hermanos menores? Sí, puede darse... Lo importante para nosotros será que allí, psicológicamente, esa hermana

aparece como una figura maternal. De todos modos, en ese ejemplo yo apostaría que está jugando muy fuerte la Casa XII en Géminis. Lo importante, cuando miramos destinos, es no quedarnos en lo literal. Lo importante no es que haya efectivamente una abuela o una mamá, sino que esa energía maternal esté encarnada por alguien con esas características. Lo que nos interesa es ver cómo se configuran ciertas estructuras de destino, que organizan el psiquismo llevándolo en cierta dirección. Quiénes son los protagonistas, en última instancia, no es lo relevante. Estamos delineando de qué manera torna forma la experiencia de la simbiosis. Para ello definimos personas a quienes —para ver el proceso más claramente— necesitamos ponerles un nombre preciso, como abuela o mamá; pero no hermana o esposa, o incluso papá o marido. Nuestro tema es que no registramos cualidades energéticas y patrones de energía, porque nuestra conciencia está identificada con la forma y necesita formas para ver, formas unívocas y nombres precisos; de lo contrario, se confunde. Esto es lógico, pero es una limitación para lo que estamos investigando. A fin de que adquiera visibilidad para nosotros y se pueda realizar el aprendizaje, necesitamos una coherencia en la forma (si es la mamá no puede ser la hermana...), que es propia de nuestra conciencia y no de la manera como la energía se expresa. Lo energético, que aprehendemos a través de lo simbólico, no es lo literal. Pero tenemos que sostener esta tensión porque, de otra manera —al no tener aún una captación del riguroso orden de la energía— si prescindimos rápidamente de las exigencias de la forma, se abre un "vale todo" asociativo en el que no hay aprendizaje alguno; sólo delirio. En este Ascendente, por ejemplo, tendrá particular importancia —a la hora de precisar— la posición de la Luna y sus aspectos, por cuanto me indicará los canales por los que toma forma

la energía del Ascendente en Cáncer y condiciona ese destino en particular. Imaginemos que esté en la Casa VII, o la III, o la XI: esto hará aparecer ciertas personas y situaciones más que otras, como manifestaciones del Ascendente. En este nivel de análisis nos mantenemos en un punto de vista general —que a algunos quizá les parezca demasiado general— que respete nuestra necesidad de forma concreta y nos sensibilice, al mismo tiempo, a los patrones relativamente amorfos. Algo que verán muy comúnmente, además del peso excesivo de la figura materna, es que el padre suele ser también muy maternal. Es decir, la función paterna de límite y de ley, suele estar envuelta en un exceso de "mimo" que la desdibuja (o la convierte en superyó rígido, por compensación).

Los hijos Este Ascendente implica la capacidad de sentir, de experimentar intensamente la forma dentro de la cual vivo, y de establecer un vínculo nutricio con esta, porque soy parte de ella y ella es parte de mí. Primero, lo experimentaré pasivamente, como vimos; pero luego surgirán las experiencias en las cuales el destino me exigirá pasar al lado activo de la energía. Por lo tanto, este Ascendente produce inevitablemente una educación emocional, en la que necesito estos vínculos tan fuertes, porque con ellos aprendo lo que después he de generar. Tengo que ser capaz, realmente, de transformarme en una persona nutricia, continente; y de registrar lo nutricio y lo continente de las formas. Si tengo mal resueltos los vínculos simbióticos primarios, esto se trasladará luego de manera inconveniente al resto de mi vida. Los procesos simbióticos no son, precisamente, una cosa sencilla de aprender. Por supuesto, estos ascendentes pasan por una experiencia básica en la vida, que es el nacimiento de sus hijos, aunque esto en realidad —tanto para el varón como para la mujer— pasa más por "ser madre" que por "ser padre". Tener hijos, por lo tanto, es fundamental para el despliegue de este Ascendente. Pero no crean que esto es fácil. Si observan que, como arquetipo, decir "Cáncer ascendiendo" es decir "Escorpio en Casa V", verán la complejidad y trascendencia del tema.

Esto significa que, si soy Ascendente en Cáncer, mí experiencia de transformación profunda tiene que ver, en un nivel, con los hijos. Pero para tener hijos, tengo que haber resuelto vínculos y estados emocionales simbióticos primarios y esto está vivido como algo oscuro, porque me obliga a redefinir mi identidad primaria, que en este caso se mantiene aferrada a un estado infantil. De hecho, la intensa carga emocional afectiva de este Ascendente hace que estas sean personas de maduración lenta, lo cual es totalmente comprensible. Por eso, el salto a la experiencia de los hijos será mucho más grande que para cualquier otro. Se toca con los hijos el núcleo de destino; es como si se me diera la posibilidad de pasar de receptivo a activo, en la línea del Ascendente. Por lo tanto, no crean que este Ascendente se entrega con mucha facilidad a la experiencia de los hijos. Es muy probable que la rehuya por mucho tiempo, sea porque la rechaza, o porque la idealiza tanto que la posterga. En otros casos —particularmente con los varones, por la mayor distancia evidente con la energía— es muy común que los hijos aparezcan ligados con la dificultad e incluso con el dolor. Para que se inunde de emoción por los hijos un Ascendente en Cáncer —que quizá esté polarizado en una personalidad muy racional o hiperactiva, con poca autoconciencia de su sensibilidad— el destino necesita traerle experiencias de tal fuerza como para desplazar del campo de su atención otros objetivos más "masculinos", tras los cuales este varón se protege de su sensibilidad. De ahí que quizá, en algún momento de su vida, algún hijo reclame dramáticamente su atención a través de dificultades forzándolo a aceptar toda la emoción y el afecto que guarda dentro de sí. Es obvio que esto será más difícil, cuanto más alejada de su vulnerabilidad esté la persona. El ejemplo de Carlos Menem en relación con la familia y el destino de sus hijos, es suficientemente explícito. Es muy común que en los varones aparezca toda la importancia que sus hijos tienen para ellos, en el momento de una crisis matrimonial o una posible decisión de divorcio. El desgarramiento de la separación de los hijos y el temor a afectarlos, influye muy fuertemente y da a esta situación una dramaticidad muy particular. Es común, en destinos cancerianos de varones, que se presente una opción muy fuerte a favor de proteger, de cuidar a los hijos. Destinos en los que ha habido elecciones decisivas — sea porque aparece otra persona en el campo afectivo, o porque era preciso irse del país, o por oportunidades para su carrera y su creatividad— a raíz de las cuales estas personas quedan muy tensionadas. La tendencia visible en este ascendente es resolver siempre a favor de los hijos. Un ejemplo ilustrativo de estos casos de padres con destino de madres, lo ofreció hace un tiempo el filme "Kramer vs. Kramer". ►

Si el Ascendente marca una energía a aprender, a desarrollar, ¿la Casa V señalaría

cómo aprender a expresarla?

La Casa V marca la temática en sí, de la expresividad... ►

Pero la expresividad de la Casa V ¿no dependerá del grado de integración del

Ascendente? Es un feedback. La expresión escorpiana, el involucrarse profunda e intensamente con la emoción, va en dirección de lo canceriano. Lo que ocurre es que, con la Casa V en Escorpio, puedo también tener pánico a expresarme; puedo querer controlar a todo el mundo y, por ejemplo, sobreproteger a mis hijos; pero esto es ya otro nivel de vibración escorpiana. Más allá de lo psicológico —arquetípicamente— si en Cáncer me expreso, muero para mí mismo, para el que era, porque tengo que salir de mí, de mi interioridad. Exteriorizar es muerte para Cáncer, en el sentido de que me veo obligado a atravesar una crisis de desprotección y renunciar a un círculo de pertenencia para ampliarlo. Salgo del huevo y me encuentro en el corral. ►

Todo esto ¿dependerá mucho de, por ejemplo, la ubicación del Sol en la carta natal? Por supuesto que, si soy Sol-Luna en Acuario con Ascendente en Cáncer, la distancia a

recorrer es mucho más compleja, pero la riqueza de la alquimia será también mucho mayor. Es necesario que ustedes midan la dificultad de esa distancia, o de las incorrectas alianzas. Puede haber mucha distancia entre las identificaciones de la Luna y el Sol acuarianos, respecto de la energía del Ascendente; en este caso, llegar al contacto más personal y a la sensación de pertenencia, demandará mucho más tiempo. En cambio, si soy Sol-Luna en Escorpio con Ascendente en Cáncer, es muy posible que reduzca todo a vínculos extremadamente posesivos en mi familia, y me quede ahí para toda la vida. Es decir, estaré expresando lo emocional, pero en el nivel primario de lo canceriano vía Escorpio, es decir, a través de una simbiosis fusionante que no permite realmente crecer ni hacer crecer a otros.

Un ejemplo El que sigue es un ejemplo quizás un poco "denso", pero creo que muy gráfico, acerca de cómo juega el destino en la vida para conducir a la persona a su energía real.

Se trata de una mujer. Con esa conjunción Sol-Venus en Casa V en Sagitario ¿cómo va a plantear la vida...? A través de mucha libertad, seducción, belleza.... El centro estará antes en sí misma que en sus creaciones y, en consecuencia, que en los hijos. La experiencia de lo que está contenido, de la integración en un mundo circunscripto, en que se va haciendo identidad profunda a través del contacto con la casa, el hogar, lo íntimo, lo aún no terminado de desarrollar, etc. —lógicamente— no se lleva muy bien con un Sol en Sagitario en Casa V. Efectivamente, esta persona huye de su familia de origen, no quiere saber nada con la madre y tiene la sensación de que los afectos estables son las cosas que menos le interesan en el mundo. Así, en su vida hay muchos juegos de seducción, muchas parejas, y se hiperdesarrolla en ella el plano del pensamiento. Se aboca a muchos estudios y, si bien se recibe de médica, nunca ejerce. Obviamente, la medicina es algo que atiende al vínculo interpersonal profundo, y la hubiera llevado a establecer relaciones afectivizadas con sus pacientes y a abrir posibilidades en rubros equivalentes de la medicina. Así, hubiera podido experimentar la energía del Ascendente en un acercamiento consciente y natural; sin embargo —quizá por eso mismo— nunca se dedica a su carrera. De manera semejante operó en cuanto a la vida íntima, ya que tuvo varios matrimonios, pero nunca quiso tener hijos. Conozco a esta mujer cuando tiene ya unos sesenta años, después de su último divorcio, el cual la llevó a una situación extrema, como quedarse absolutamente sin un peso y sin casa. Pese a esto, aún se la percibía con un énfasis jupiteriano-leonino. Pues bien ¿cuál fue el único lugar que se le abrió, dónde se la recibió? Obviamente... en la casa de la madre, que a la sazón ya tenía ochenta años... ¡y que vivía en un ambiente muy pequeño, con una sola cama disponible...! De modo que la escena muestra a esta persona de sesenta años, viéndose obligada a dormir en la misma cama con la madre; una perfecta pintura de lo que significa la simbiosis como asignatura pendiente. ¿Pueden ver con claridad, en esto, el juego del destino? No se trata tanto de una explicación, en la que intento poner en palabras los contenidos de ese movimiento de destino. Lo que quiero transmitirles es la necesidad de vivir cierta vibración. Esta persona huyó

de la energía materna —que, obviamente, era la suya propia— no queriendo jamás comprometerse con ella en ninguna de sus formas posibles; escapó galopantemente del destino canceriano sosteniendo que "de simbiosis, nada". Hasta que, en un determinado momento, algo retornó a su equilibrio natural, llevándola a vivir una sobredosis de vibración materna. Es evidente que un sistema tan altamente desequilibrado, por la posición en que se fijó la conciencia, requería un reequilibrio externo del peso correspondiente. De cualquier manera, este hecho fue para ella muy significativo y además de compensar el circuito, la llevó a replantearse toda su vida. Retomó la medicina, comenzó a atender pacientes, se corrió de la posición narcisista de seducción indiscriminada, frivolidad y "libertad" sagitariana, comprometiéndose mucho más con su parte canceriana. Se ve aquí que para el destino no era tarde. Pero esto revela la importancia de trabajar nuestro propio Ascendente desde el principio, para comprenderlo y comprendernos realmente, sin vernos obligados a enfrentar compensaciones tardías con escenas demasiado masivas y exigentes. Porque la energía que debemos vivir, tarde o temprano, la viviremos.

Otros ejemplos Estos dos ejemplos quizá les parezcan más discutibles, pero los quiero mencionar con la finalidad de sensibilizarnos a manifestaciones mucho más sutiles de los patrones energéticos. También, para ver de qué manera estos constituyen, en el caso del Ascendente, problemáticas que atrapan a la conciencia. Aunque la persona no pueda transitar la totalidad de la energía en todos sus planos de manifestación, de todos modos esta se impondrá como forma o patrón de su reflexión y creatividad. Por cierto que, para ir a fondo con estos dos ejemplos, deberíamos considerarlos desde el punto de vista de las polaridades (en este caso Cáncer-Capricornio) para que aparezcan en toda su riqueza. De cualquier modo, creo que son suficientemente instructivos como ejemplos de Ascendente. Se trata de los casos de Galileo Galilei y Albert Einstein, siendo los dos piscianos con Ascendente en Cáncer. Ambos, evidentemente, se constituyeron en una polarización hiperracional con el nivel simbiótico afectivo de Cáncer, que les hizo destino. En el caso de Galilei, es bastante clara su dependencia respecto de la "Santa Madre Iglesia", como lo evidencia su retractación para poder seguir perteneciendo a ella. Pensemos, como contrapartida, en el caso de Giordano Bruno quien, para la misma época, sacrifica su seguridad y su vida por sus ideas, en contradicción con la Iglesia. De hecho, el conflicto familiar entre Galileo y "su madre" acaba de resolverse después de 500 años.

En el caso de Einstein, son conocidas sus dificultades con las mujeres y con sus hijos, llegando incluso a la negación de la paternidad de uno de ellos. El rechazo por la vivencia afectiva intensa de lo familiar fue una constante en su vida, hasta que finalmente se casó con su prima, experiencia en la que aflora el nivel simbiótico endogámico que, evidentemente, estaba presente desde un principio. Pero en los niveles abstractos, ambos reflejan un patrón que es sutilmente canceriano. En los dos casos, su contribución fundamental a la física de su época fue, precisamente, la introducción revolucionaria del problema del tiempo, que generó las ecuaciones de movimiento de los cuerpos, en el caso de Galileo y la teoría de la relatividad, en el de Einstein. Por otra parte, si bien esto viene de Copérnico, para Galileo es fundamental su percepción de la forma heliocéntrica del sistema solar. Experimentar —cuando los demás seres humanos están muy lejos de hacerlo— la forma del universo como cuerpos que giran alrededor de un fuego central es, evidentemente, una captación que surge de un patrón canceriano. También Einstein fue enormemente sensible a la forma del universo que habitamos, intentando definirla como curvatura del espacio. La intuición del espacio como curvo no es, evidentemente, inmediata para todos y refleja también en este caso un patrón canceriano. Quería proponerles la reflexión acerca de estos casos de nivel tan sutil en los cuales — además del nivel psicológico, con la respuesta que en cada caso pudieron darle— se muestra cómo, de alguna manera, la conciencia recorre un patrón en su reflexión. En este caso, es el de una enorme sensibilidad a los temas del tiempo y de la forma del espacio en el que vivimos, que se constituyen en la matriz problemática de su creatividad como individuos.

La matriz de Casas IV-VIII-XII del Ascendente en Cáncer Con Libra en la Casa IV, Acuario en la Casa VIII y Géminis en la Casa XII, la persona tiene una gran capacidad vincular como pattern de trasfondo. Puede conocer a muchísimas personas y poseer una gran adaptabilidad, pero lo que tendrá que aprender es a establecer vínculos estables, personales, en los que corra el afecto y la comprensión humana, permitiéndose el tiempo necesario de intimidad para que se genere algo nuevo.

La Casa IV en Libra, vista psicológicamente, utilizada como refugio, tiende a una hipervaloración de los aspectos formales de los vínculos: armonizar, quedar bien, que todos me quieran, que todos piensen bien de mí y que yo complazca a todos... Es decir, la Casa IV en Libra implica, en el nivel del refugio, un tipo de vincularidad estética y puesta en las formas, no un contacto en el que corra el afecto verdaderamente profundo. Ahora bien: como base real. Libra dice "todos somos complementarios...", lo cual hará que esta persona valore lo humano de un modo muy peculiar. Esto es fundamental: Cáncer es un signo profundamente humano; lo humano y lo vital le son básicos, imprescindibles. La energía de Cáncer es simbiosis, pero simbiosis en la que no me pierdo: si no tuviera capacidad de diferenciación, en ese caso sí me perdería. Por eso, digo que Cáncer es el signo arquetípico de lo humano: siendo "yo mismo", yo soy la humanidad, protejo, cuido y no me pierdo... Lo importante aquí es salir de lo formal o sea, de ese modo de vincularse en el que uno no se vincula realmente. ¿Qué nos dice Acuario en VIII, desde el punto de vista con el que estamos mirando esta casa? Es evidente que la dificultad de permanecer en emociones profundas, la discontinuidad y el anhelo de libertad, con su rechazo a las formas y al pasado, hacen natural tensión a la manifestación de la energía canceriana. Un nivel del contacto impermanente y de renovación incesante de Acuario tiene que ser trascendido, para que pueda coagular lo canceriano, con su necesidad de tiempo y proceso. Pasar, a través de una transformación profunda, a un nivel de Acuario en el que la diferenciación vinculante no rechace prematuramente la forma, será un trabajo necesario en este despliegue. Desde allí, lo acuariano en la matriz contribuirá a desarrollar la capacidad de pasar de un mundo cerrado a otro más amplio, en una sucesión de círculos concéntricos que expresa la espiral del Ascendente canceriano. Por su parte, la Casa XII en Géminis revela un inconsciente profundo que debe consumar la experiencia de la multiplicidad, para llevarla a la integración en una forma estable. La fascinación inconsciente hacia las asociaciones ilimitadas, la explicación verbal y la dispersión

son muy visibles en personas con este Ascendente, particularmente durante su juventud, cuando manifiestan características propias de Géminis. Sólo comprendiendo las limitaciones de la inestabilidad y del movimiento incesante, esta conciencia será llevada al núcleo amoroso del contacto geminiano para, desde allí, desembocar naturalmente en la estabilización de formas integradoras de Cáncer. Pero es evidente que, por mucho tiempo —ante la inercia inconsciente que lleva a abrir— la fuerza del Ascendente se presentará como un desafío que obliga a cerrar y hacer procesos, y a pasar del mundo de las posibilidades a la realidad concreta de las emociones y el cuidado de la vida.

El sentido del Ascendente en Cáncer En este entrenamiento, donde nos abocamos a percibir formas y estructuras que, hasta ahora, no tenían visibilidad para nosotros —dentro de las cuales se despliega la vida de un ser humano— hemos visto los rasgos generales de la forma canceriana: la forma nueva y vulnerable que crece en dependencia simbiótica, dentro de una forma protectora y nutriente. De alguna manera, lo que estamos diciendo acerca de la relación entre destino y conciencia se inscribe en este mismo patrón. La conciencia, como un estado nuevo, necesita verse inmersa en un mundo, habitar una forma estable en sus repeticiones y aprender a resonar en ella hasta identificarse con su cualidad, antes de poder expresarla. Habitar, sentirse un habitante, crear ámbitos habitables para aquello que aún no puede vivir en la intemperie, es el aprendizaje canceriano. Interiorizar, sensibilizarse a lo interior y desarrollar simultáneamente la capacidad de crear la forma protectora, e identificarse con la vulnerabilidad de aquello que debe habitarla, es el doble movimiento de esta energía y su dificultad. Ya se trate de que "mi tío tenía catorce cachorritos..." o que "trabajé durante veinte años como secretaria en una empresa familiar..." o que "no tengo hijos pero me dedico a cuidar huérfanos, enfermos y ancianos...", el destino va llevando paso a paso por esta cualidad. Lógicamente, cuando el nivel consciente descubre una vocación en dirección a la energía ascendente, esta resuena mucho más fácilmente con la flecha del destino: arquitectura, ecología, medicina en dirección a lo sensible (pediatría, piel, ginecología) son caminos habitualmente recorridos por estas personas, así como la ligazón profunda en algún momento de sus vidas con alguna institución. La inquietud por el tiempo y la memoria como historia y como psiquis, son terrenos más abstractos pero igualmente presentes en este itinerario. Dos dificultades básicas se presentan en este Ascendente: la primera, el rechazo de las afectivizaciones intensas que los polariza hacia identificaciones hiperracionales, agresivas o

rígidas. Esto genera una sombra de extrema vulnerabilidad, que se les manifiesta como destino. La segunda, el no poder trascender las primeras experiencias de simbiosis, reduciendo su vivencia de lo canceriano al mundo más inmediato. Una identidad inmadura e indiferenciada es el resultado de esto, con una hipersensibilidad que puede llegar incluso a la pérdida de identidad característica del médium, quien se deja habitar por otros. Pero quedarse encerrado en un pequeño mundo, de ninguna manera es el límite de este Ascendente, sino que este se despliega en la capacidad de sentirse en su casa, de poder identificarse y formar parte de mundos cada vez más amplios, recorriendo círculos concéntricos de identificación que no tienen frontera. Organizar y hacer más habitable un barrio o la nación en la cual uno ha nacido, o crear ámbitos más vastos como regiones y comunidades de naciones en su organización efectiva —no como idea, lo cual expresaría un momento acuariano— puede ser el destino de este Ascendente. En el más humano de los signos, resonar con todos los seres humanos por el hecho de serlo y sentirse habitado por la memoria de la especie, en una conciencia que puede decir "soy la humanidad", es sólo una estación posible en el viaje por esta energía. Ella siempre buscará nuevas formas vivientes con las cuales sentirse estrechamente ligada, por el mero hecho de vivir en el mismo planeta o aun, en el mismo universo.

ASCENDENTE EN LEO

Ya conocemos el diseño de nuestra indagación. Igual que en los capítulos anteriores —al imaginar el regalo de las "hadas madrinas"— comenzaremos entonces por preguntarnos ¿cuál será el viaje que tiene que hacer aquí la conciencia? La energía de Leo expresa el momento del Zodíaco en el cual la nueva realidad, que habitaba la forma canceriana, se diferencia de aquello que la hizo posible y toma conciencia de sí, como identidad creadora. La creatividad leonina, energéticamente hablando, se manifiesta como irradiación magnética capaz de expresar la vivencia del Sí Mismo. Esta genera formas radiales en las que el centro y la periferia resuenan entre sí, en un feedback que maximiza la singularización de cada una de las partes.

Desde el punto de vista psicológico, esto implica descubrir la propia sensación de diferencia, de una diferencia que me centra respecto del "afuera", discriminándome de los otros. Además, ser capaz de emerger del mundo de la pertenencia y construir mi propio mundo, manifestando la individualidad. Así, a partir de expresarla, poder desarrollar la capacidad de establecer feedback con los demás; es decir, de expresarme y hacer que los demás resuenen con lo que yo expreso, al principio dramáticamente y luego como natural manifestación del Sí Mismo. El pasaje de Cáncer a Leo es, entonces, un viaje desde el mundo de la pertenencia, hacia la experimentación e irradiación de una diferencia creadora.

El sentido de Cáncer es crear las condiciones de protección y nutrición para que se produzca algo nuevo, que no se sostendría sin dichas condiciones cancerianas. Desde ese punto de vista, Leo es una simple consecuencia de Cáncer: el momento de expresar y tomar conciencia de una singularidad creativa, capaz de generar nuevos procesos. Diríamos que si no hay sensación de diferencia en la pertenencia, eso no es Leo. Ahora bien: esa diferencia inevitablemente irradia, se expresa y procura generar una resonancia con el mundo "exterior": es una interioridad [Cáncer) que se exterioriza y una exterioridad [la identificación) que se interioriza. De allí la cualidad del corazón, con sus sístoles y sus diástoles.

Por lo tanto, el camino de Leo es el doble movimiento de centralizar e irradiar, pero en sus primeros pasos —psicológicamente— lo primero que buscará Leo es la confirmación de su centro, a través de otros. Expresar, en un principio sólo será manifestar el descubrimiento de sí mismo como diferencia, es decir, una interioridad autocentrada que se vuelve hacia afuera y se repite, mostrándose, para no perderse a sí misma. Si el primer movimiento es salir de la pertenencia y el segundo es expresarla, el tercero será resonar creativamente con los demás. Es decir, irradiar con tal potencia que posibilite hacer aflorar esa misma energía "afuera" o —lo que es igual— que el afuera la devuelva en una

intensidad que podríamos llamar "cardíaca". Esto es lo que hacen en un nivel, por ejemplo, el actor o el cantante: desde su interioridad, estimulan con fuerza al otro para que se sienta tocado y devuelva esa misma carga. Con esto logran que todos los participantes queden envueltos en esa misma vibración, que deja de estar focalizada en una persona para circular grupalmente. Así como la carga canceriana es afectiva, la carga leonina es pasional: una intensidad dramática puesta en lo que se hace, para entusiasmar al otro, suscitando una respuesta desde ese mismo lugar interno, desde una sensación de intimidad no afectiva. Este es el alimento de la energía leonina. Tal resonancia con el afuera, que confirma la propia potencia expresiva, hace que aumente el poder de autoexpresión y que, por lo tanto, aumente también el campo de resonancia. Pero, desde el punto de vista psicológico, al buscar confirmación y obtener reconocimiento, se generará una fuerte imagen de sí. De esta manera, la persona quedará atrapada en la fascinación por dicha imagen, procurando que los demás la compartan, sostengan y requieran. Seguramente, más adelante Leo querrá expresar un nuevo nivel de sí mismo, pero se encontrará con el hecho de que, en realidad, ya no se expresa. Ha quedado preso de una identificación, no ya en la pertenencia sino consigo mismo, en cuanto imagen compartida. Y este es justamente el motor leonino: darse cuenta de que, en realidad, la manifestación de sí que había logrado, se estropeó por una nueva dependencia del "afuera", que es el psiquismo colectivo. Entonces, el viaje de Leo consistirá en descubrir la dependencia y la identificación, no ya con personas, símbolos, instituciones —esto sería canceriano— sino con la autoimagen, con estereotipos y, más adelante, con imágenes colectivas. Recién en ese momento es posible experimentar cómo se ha confundido corazón con imagen —por ejemplo en lo romántico— tanto en sí como en los otros. En la medida que esto es atravesado, ya no hay dependencia del "afuera" sino vínculo de corazón. ►

De una manera o de otra ¿esto no lo vivimos todos...? Todos vivimos todos los signos, pero Cáncer y Leo están muy nítidos en todos los seres

humanos, dado que su patrón energético es isomorfo a la constitución de nuestro psiquismo. Pero la totalidad del Zodíaco está en nosotros y por eso vivimos todas las problemáticas, con distinto grado de intensidad. En particular, cada uno de nosotros experimentará en su signo ascendente la máxima intensidad de una problemática universal, en su destino personal.

Personas y escenas externas Ahora bien, sabemos que una persona con un ascendente determinado se encontrará, por destino, inmersa en un mundo donde se configura el patrón de su energía. En el caso del Ascendente en Leo, se encontrará con personas que irradian fuertemente esta cualidad, generándose situaciones aparentemente aleatorias que la obliguen a aprender de esta energía y, finalmente, a expresarla. Desde este punto de vista, nuestro signo ascendente es un problema para nosotros, en el sentido de un aprendizaje siempre inacabado, del que tenemos que hacernos cargo. Pero ¿qué significa estar inmerso por destino en un mundo leonino? Por su propia cualidad, aquí "mundo y escenas" prácticamente coincide con "personas". Dijimos que la forma radial del patrón leonino aparecerá cada vez que algo o alguien centraliza la atención de un entorno y, a su vez, tiñe a este con el matiz de su identidad. Algo "estelariza" el medio y lo convierte en el reino de aquello que, por alguna razón, deja su marca sobre las personas, cosas y situaciones que lo rodean constituyendo un mundo que gira alrededor de ese factor. Esta imposibilidad del medio de ser indiferente a lo que algo o alguien irradia, y de ordenarse en algún nivel en torno a esto, es lo que quiero significar con forma radial. Es importante subrayar que aquí el patrón leonino lo conforma tanto el centro atractor como el ambiente atraído. Lo leonino es ese campo de resonancia que remite al corazón de todo lo que es, y no simplemente aquella parte que "hace de centro", como el pensamiento unilateral simplifica. Esto va desde la presencia del ídolo o la estrella, con su caiga de fascinación narcisista, al liderazgo de marca fuertemente personal; el impacto que provoca alguien de particular dignidad e integridad, o el nacimiento de un niño o niña tan esperados —o con tantos problemas— que, por mucho tiempo, centrará la atención del entorno familiar en torno a él, privando a los demás hermanos de carga afectiva. ►

Entonces ¿cómo se manifestará el destino para el Ascendente en Leo? En principio, sabemos que no será él o ella, al principio, quien protagonizará la forma

leonina. Por el contrario, esta se mostrará recurrentemente ante él o ella, y por eso podemos decir que siempre aparecerán personas solares que configuren el patrón a su alrededor,

encontrándose en la situación reiterada de quedar inmersa en el reino de otro. Por otro lado, la Casa XII en Cáncer nos habla del anhelo inconsciente de pertenencia y simbiosis, que busca descansar en un afecto grupal; en ese sentido, la sensación de estar incluido es fuertemente apetecida. En realidad, quedar incluidos por un centro externo que nos reúne en una totalidad, ya sea el prestigio de la familia, de una tradición, o de personas importantes como mis abuelos o mi padre, es en sí un patrón canceriano, que aparece aquí como consumación necesaria de la Casa XII. En la ambivalencia de este doble movimiento: impacto de la presencia del patrón leonino y anhelo inconsciente de aceptación incondicional en la pertenencia, se activa el factor fundamental de este destino. Siguiendo con nuestra metáfora: las "hadas madrinas" deben generar condiciones en las que la persona se vea obligada a desidentificarse de la pertenecía y buscar su identidad individual ante otras fuertes identidades individuales. ¿Cómo se producirá esto? ►

Quizá, tenga que irse de la familia... Sí, ese será el movimiento básico, en términos simbólicos. Pero tendrá que irse de la

familia no porque quiera, sino porque no encuentra lugar en ella o, inclusive, es rechazada por ella. Fíjense que esta salida no es un movimiento natural de diferenciación, sino que está activada por la presencia de algo o de alguien que me quita identidad, que me deja sin centro. De allí que la salida es, en general, reactiva y obligada. Para las combinaciones energéticas que maximicen el anhelo de refugio —o en ciertos momentos de la vida en general— las personas con Ascendente en Leo se sentirán expulsadas de donde querían permanecer, obviamente, años después descubrirán que es lo mejor que les podía haber sucedido. Autoexcluidas por la magnitud de la presencia de un otro —o de alguna pauta imposible de compartir, en el grupo de pertenencia— u obligadas a irse por alguna razón. Este proceso se complejizará porque, después de la salida, seré atraído por otra situación análoga del patrón leonino, porque es allí donde debo aprender. Es decir, vuelvo a encontrarme con el tipo de persona que, por un lado, posibilita mi aprendizaje pero, por el otro, anula mi identidad; por lo que la experiencia habrá de repetirse necesariamente. Es más: esa es mi experiencia. Todo esto es inevitablemente doloroso porque, de algún modo, se trata de la exclusión como camino. Es muy probable, entonces, que en su medio ambiente inmediato haya personas que ocupen todo el espacio. Es común que exista una figura paterna muy fuerte, de características solares, reconocida en algún nivel y eventualmente dominante, en la que se proyecta todo el prestigio.

No se trata de alguien limitante o autoritario que lo lleve a confrontar —como ocurría con el Ascendente en Aries—, sino de la presencia de una figura muy solar, que centraliza el medio a su alrededor y que se constituye como fuente de admiración para el niño pero que, al mismo tiempo, lo deja ensombrecido. Ante ese padre luminoso, tarde o temprano, para poder ser, el niño debe irse a fin de jugar su individualidad que, sin embargo, ya ha quedado marcada por ser "hijo de...". Por mucho tiempo, esa figura paterna será la medida de la propia valía; el centro quedó depositado allí. Por supuesto que no se trata necesariamente del padre; ese lugar puede estar ocupado por un hermano o incluso, en algunos casos, por la madre u otras figuras del medio familiar, donde alguien desarrolla cualidades que dejan a la persona —visto desde su subjetividad— sin lugar propio. De todos modos, esto se repetirá a lo largo de la vida, como hemos dicho, con otras personas en situaciones diferentes. Muchas veces, las escenas típicas iniciales tienen que ver con el nacimiento de hermanos que atraen toda la atención y desplazan completamente a la persona, quien quedará con la sensación de "no existo". La escena de la película "El Rey León" en la que nace Simba, por ejemplo —el cachorro esperado no sólo por sus padres sino por todos los habitantes de la selva— es un claro patrón solar. Este patrón solar se impone a la persona con Ascendente en Leo, quien asistirá a la escena en la que el centro esperado es el hermano o la hermana. ►

¿Como en el caso de ese chico al que le nacieron hermanos quintillizos...? Sí... creo que ese es un ejemplo probable de Ascendente en Leo. Personalmente, conozco

más de un caso de nacimientos de mellizos, inmediatamente después del Ascendente en Leo. Vean la diferencia con el Sol o la Luna en Leo, en cuyos despliegues nada de esto es necesario que suceda. De este camino de exclusión surgirán importantísimas consecuencias psicológicas, que condicionarán todo el proceso futuro. Es comprensible que el Ascendente en Leo quede marcado desde el origen por una sensación de desvalorización profunda y un resentimiento por las figuras desplazadoras; esto se constituirá en una carga difícil para enfrentar las experiencias por venir. Por eso, lo típico es —con el tiempo— el desarrollo de una sobrecompensación desafiante, que encubre el terror por volver a quedar en la posición de ser desplazado o excluido. Ya pueden ver toda la dificultad que debe afrontar este Ascendente para vencer la inercia simbiótica, observando que las Casas IV-VIII-XII de la matriz caen en agua. Entonces, se produce un vacío de afecto y reconocimiento que me obliga a salir; pero este vacío queda como herida básica, que desbalancea toda experiencia futura. Una dificultad de crecimiento es que, tarde o temprano, la carga leonina oscurece en su

memoria muchos matices de este desplazamiento originario. Así queda oculto un núcleo básico y regresivo que hace más costoso el comprenderse, tanto en la esforzada búsqueda de diferenciación como en el resentimiento sutil por aquellos a quienes les "ha sido dado el tesoro" de la irradiación magnética. Por un lado, el patrón energético —al retornar cíclicamente— me obligará a seguir enfrentándome con la misma situación. Pero el patrón psíquico imaginario que se constituyó, refuerza el anhelo de pertenecer, ser aceptado y ser idéntico a los demás, porque sentirme diferente está connotado por la memoria psíquica como peligroso y ligado a la desvalorización. Quedo atrapado así en un doble vínculo: anhelo ser diferente y, al mismo tiempo, ser aceptado como uno más. De esta contradicción surge todo el comportamiento del Ascendente en Leo, con sus marchas y contramarchas recurrentes: anhelo de ser aceptado y permanecer en la periferia admirativa y segura de otros y, a la vez, necesidad de salidas dramáticas y de nuevos retornos a la seguridad. Así como vimos en Cáncer, el movimiento del Ascendente recorre una ambivalencia profunda y se expresa en oscilaciones muchas veces bruscas. Estas grafican el estar destinado a desarrollar una cualidad y, a la vez, no terminar de reconocerla en sí mismo. En el caso leonino, la articulación sobrevalorización-desvalorización será puesta a prueba de continuo. ►

¿Podrá haber también personas que jueguen como "guías" para su vida? No, no se trata de guías en el Ascendente en Leo, salvo que la carta natal tenga, además,

Júpiter en el Ascendente. El impacto de estas personas será más bien relativo a deslumbramientos o idealizaciones. El Ascendente en Leo vivirá esto como un "yo quisiera ser así", porque lo que le impacta es la integridad, la presencia y el liderazgo de esas personas, su capacidad de ser centro de sí mismas y de otros. ►

¿Podría decirse entonces que, como típica escena de destino, muchas personas

podrían entender su Ascendente en Leo como "la desgracia de tener que vivir a la sombra de alguien poderoso"? Sí, ya que esta forma de explicarse la propia vida no permite precisamente comprenderse en profundidad. El Sol en Leo suele ir a buscar su propio espacio y a desarrollarse de manera autónoma, al sentir que otro se lo ha ocupado. En cambio, el aprendizaje profundo de este Ascendente es, precisamente, convivir con personas de mucho peso, de mucha capacidad expresiva; pero aprendiendo al mismo tiempo a definir su propio espacio, su propio lugar, y logrando que su autoexpresión no se vea condicionada por esa presencia.

La astrología trata, básicamente, de lo vincular; esto se ve muy claramente en el caso del Ascendente —de cualquier signo— en el sentido de que la persona atrae siempre a otras que, de alguna manera, la impactan fuertemente, la tocan porque hablan, hacen, actúan, protagonizan lo que les es propio. Son una especie de imán para la persona que posee esa energía desde el Ascendente; y esto produce desde fascinación hasta rechazo. Si soy Ascendente en Leo, tiene que haber energía leonina en mi vida. Si no la juego yo, la jugará otro. Yo debo vivir energía de centro, sea activa o pasivamente; si la vivo de manera pasiva, dado que en realidad en esas personas se proyecta un fuerte aspecto mío, mi relación con ellas será ambivalente. Serán seres fascinantes e insoportables al mismo tiempo; tendrán todo lo que yo anhelo, pero los sentiré desmesurados, soberbios, orgullosos, exageradamente personales o autocentrados. Todo esto me irritará, pero —suponiendo que esas personas tengan realmente estos rasgos— si soy Ascendente en Leo se tratará siempre de algo proyectivo que necesitaré aprender a reabsorber y comprender. Y, cuando haya pasado al lado activo, quizá sea yo el que parezca orgulloso, soberbio, exagerado. Más aún, quizá es lo que probablemente ocurra, porque estaré compensando la profunda herida de la desvalorización inicial, producida en mi infancia. Desde un punto de vista superficial, es cierto que estoy condenado desde la infancia a convivir con personas que continuamente "roban cámara" y esto puede ser particularmente irritante y frustrante. Pero lo que debo comprender en esas personas es lo más profundo de ellas, ese núcleo que suscita la atención de los otros; es decir, comprender cómo surge el patrón leonino, colectivamente. Dado que el aprendizaje continúa, siempre aparecerán figuras solares y tendré que aprender a convivir con ellas. Por más que resuelva los primeros vínculos de este tipo, seguirán apareciendo otras personas de mucha importancia y peso, que se llevarán de nuevo parte del espacio, en todas las áreas. El circuito es así: primero las admiraré, luego sentiré que me excluyen; más tarde por las buenas o por las malas, aprenderé de ellas y, gracias a ese aprendizaje, tendré el lugar que me corresponde. Incluso, luego, compartiré el espacio con ellas. Piensen en el caso de Carlos Menem —con el Sol en Casa 1, que es análogo al Ascendente en Leo— siempre atrapado por su evidente fascinación por las personas brillantes y famosas (Bush, Clinton, Claudia Shiffer, Madonna, etc.). Por otro lado, como siempre hay alguien que le hace sombra, él se muestra extremadamente reactivo a estas personas: Cavallo principalmente, pero se podría incluir también a Duhalde e incluso al presidente del Brasil, Cardoso, en el ámbito del Mercosur. ►

¿No es posible que otras casas, además del Ascendente, revelen la presencia de

"personas congruentes" con el propio destino?

Seguramente, sí. El destino es, por definición, vincular, pero por ahora lo estamos haciendo visible con el caso del Ascendente; o sea, subrayando determinado tipo de vínculos que, por cierto, serán distintos de los que expresan las Casas III, V, VII o XII. ►

El vínculo preferido en esos casos ¿es el de la pareja? Puede ser el más visible, pero por cierto no es el único. Como ya dijimos, es casi inevitable

que nos enamoremos en algún momento, de personas que encarnan la cualidad del Ascendente; pero hay que subrayar que no se trata de un vínculo complementario. Es, fundamentalmente, un vínculo de aprendizaje. Por supuesto, el complemento con esa persona puede venir por otro lado de la carta, si es que la pareja lene esa sinastría. Pero el impacto que nos ofrece la persona desde el Ascendente, no es de tipo complementario, aunque puede ser ampliatorio. La persona me lleva en esa dirección, aprendo de ella, pero en realidad se está jugando algo muy proyectivo, identificatorio y no de complemento. Si tengo Leo en VII o Sol en VII, me veré atraído por personas que me hacen centro y mi sensación de identidad y centro propio surgirán cuando estoy complementado. Esta es mi estructura: soy con otro. Pero no es en absoluto así con Leo ascendiendo. En este caso debo desarrollar esa cualidad en mí, desplegarla en forma autónoma y, al mismo tiempo, verla y aprenderla de otros. Enamorarme de mi propia energía siempre será narcisista y el vínculo deberá redefinirse con mi propia maduración psicológica. Pero al mismo tiempo, no podemos decir que se trata de vínculos totalmente proyectivos. Sé que es difícil, hoy por hoy, persuadirnos de que intercambiamos energía con otros y florecemos gracias a que otros, haciéndonos de espejo, actualizan cualidades que están latentes en nosotros y viceversa; esto es, que somos singularidades en campos vinculares. Lo que digo, por lo tanto, tómenlo a manera de hipótesis. En este sentido, lo que ocurre con el Ascendente es que yo resueno con la energía de la otra persona porque constituimos campos de energía y, en consecuencia, compartimos destino vincularmente.

Quedarse sin lugar propio Quedarse sin lugar propio es, entonces, la configuración típica del Ascendente en Leo. Es excepcional que ocurra esto con el Sol en Leo, entre otras cosas porque ni se dará cuenta; el leonino simplemente va, arma su propio juego y ya está. Por ejemplo, si los chicos se juntan para jugar y a mí "no me dan bolilla", con el Sol en Leo el problema es diferente porque libero fácilmente la energía del patrón leonino y armo mi propia "barra" o juego solo. Pero con el Ascendente en Leo —teniendo Cáncer en la Casa XII— la pérdida del lugar resultará algo terrible; toda exclusión será sumamente costosa y esto inhibirá la liberación de la energía

leonina. Su historia es entonces la de "tener que irse de casa", abandonar los distintos ámbitos en los que, a lo largo de la vida, se refugió en la pertenencia —y que, de hecho, limitaban su creatividad— para aprender a buscar su propio lugar. Esos hermanos que ocupan todo el espacio, o los compañeritos de colegio que se muestran siempre y que son líderes espontáneos, inevitablemente estarán enfrente, de modo que, aunque el chico con Ascendente en Leo tenga su propio anhelo de mostrarse —e incluso oportunidades para hacerlo— se sentirá afectado por esos otros. Y hasta es probable que se sienta excluido aun brillando, por lo que se inhibirá o sobreactuará. La magnitud de lo que significa mostrarse y exponerse, de una u otra forma se hará desmesurada y se experimentarán irremediablemente la crítica, la vergüenza, la inseguridad de poder sostenerse en ese lugar. O sea que, en este Ascendente, el destino parte diciéndome: "Soy el hijo de..." o "soy el hermano de...". De este modo, se va constituyendo en la persona con Ascendente en Leo una gran necesidad de encontrar la resonancia y, al mismo tiempo, una gran dificultad para expresarse genuinamente. Este movimiento en pos de la resonancia, la búsqueda de respuesta, es mucho más dramático que en el caso del Sol o de la Luna en Leo. El Ascendente en Leo pide y se expone en el centro, buscando el retorno de la energía de un modo que, a veces, es registrado por otros como chocante, ya que se percibe muy fácilmente cuan necesitado está del mismo. Ese es el material con el que debo construir mi identidad. ►

¿Le es muy difícil conseguir el reconocimiento paterno? No es un tema de reconocimiento paterno estilo aspecto duro Sol-Saturno. El padre puede

reconocerlo perfectamente, pero seguirá ocupando el centro. Eso es lo importante, por lo que la persona queda satelizada alrededor de él, y de las futuras figuras que ocuparán ese lugar en los retornos isomórficos de su energía. El hecho es que no tiene que ser reconocido por el padre, sino por sí mismo. Leo no pide reconocimiento a su familia; ese es un residuo canceriano. Hasta tanto el Ascendente en Leo busque su identidad fuera de sí, en puntos de referencia o comparaciones externas, sólo experimentará sufrimiento. Esta pauta de dolor tan fuerte en la comparación, es nuclear en el Ascendente en Leo. Es la marca que lo obliga a buscar el centro dentro de sí, a centrarse e independizarse del afuera. Es un dolor inevitable.

La necesidad del aplauso

Volvamos al punto más difícil, a mi modo de ver, para que pueda comprenderse este Ascendente. El problema principal para comprender el patrón leonino es que este enceguece por su propia naturaleza, sobre-valorando el rol del centro, dentro de la figura radial. Así quedamos en el espejismo de que Leo es una energía individual, oscureciéndose la percepción de que esta energía es de resonancia y totalmente vincular. Su sentido está, precisamente, en que evoca la singularidad en un campo vincular. Para comprender a través de qué tipo de situaciones vinculares se produce el aprendizaje de la energía leonina —y con qué dinámica— vamos a reflexionar ahora sobre una de ellas: el aplauso. Es bastante visible que las personas con abundante energía leonina en general, y con el Ascendente en Leo en particular, piden y provocan la vibración del aplauso. ¿Qué está sucediendo en el aplauso? Y ¿cuándo aplaudimos a otro? Pues, cuando alguien se atreve a hacer algo que me encantaría hacer a mí, cuando hace algo que me toca profundamente, cuando siento que se está jugando allí afuera algo que me expresa, cuando el que lo expresa toca lo universal en cada uno; en todos estos casos, es allí cuando más respondemos con el aplauso y la ovación. Es decir, la vibración del aplauso y de la ovación es vibración de reconocimiento, personal en principio, pero universal en esencia. No se está diciendo simplemente "qué maravilloso que sos", sino "qué maravillosos somos los seres humanos, capaces de hacer esto". Es la tribu la que se aplaude a sí misma en el aplaudido; la que se regocija colectivamente en el entusiasmo por ser humana. En el aplauso hay, entonces, un vínculo muy especial entre los que participan de una experiencia. Cuando se aplaude a alguien, se está reconociendo que esa persona está expresando algo que tiene que ver con nosotros, algo que en nosotros resuena profundamente. Y esa persona se atreve a expresarlo ante nosotros, que no sabemos cómo se expresa. Cuando sucede eso, naturalmente, aplaudimos. Claro que, una cosa es el aplauso por lo que nos parece simplemente bueno y otra, muy distinta, es lo que ocurre con el aplauso profundo a alguien que nos está expresando a todos nosotros de alguna manera. Algo nuestro, que se expresa maravillosamente a través de aquel o aquella. Por lo tanto, hay que detenerse a meditar un poco "qué le hace" a un Ascendente en Leo la energía del aplauso. La persona con Ascendente en Leo, por el doble vínculo en el cual queda atrapado su psiquismo desde la infancia, es muy dependiente de la confirmación del afuera, mucho más que un Sol en Leo. El aplauso es un ejemplo preferencial de vibración leonina, porque en él aparece gran parte del recorrido de la conciencia: desde la dependencia del otro y el anhelo de autoimportancia, hasta la resonancia profunda con el otro y el encuentro que expresa el corazón, esto es, lo singular que es universal. El siguiente ejemplo quizá les parezca un poco grotesco, pero es muy expresivo.

Yo tenía una amiga de Tauro a la que le encantaba la música, y ella a su vez tenía una amiga con Ascendente en Leo. Para el cumpleaños de la taurina, su amiga con Ascendente en Leo le regaló un casete. Cuando mi amiga llegó a su casa, lo puso en su equipo de música y comenzó a escuchar aplausos, por lo que creyó que se trataba de una grabación en vivo. Sin embargo, los aplausos seguían y seguían; pasaban los minutos, la cinta adelantaba y sólo se escuchaban aplausos... ¡en todo el casete, sólo se escuchaban aplausos...! La taurina llamó a su amiga para comentarle que, según suponía, había algún error en la grabación, pero su amiga con Ascendente en Leo le contestó: "¡Claro que no hay nada más que aplausos! ¡Te regalé un casete de aplausos! ¿Sabés qué hago yo...? Cuando estoy deprimida, llego a mi casa, pongo el casete, vuelvo a salir, abro la puerta... ¡y siento que me reciben con aplausos...!" Les cuento este ejemplo porque es muy gráfico y me permite mostrarles lo que es un anhelo vibratorio. Está revelando a alguien que no se atreve a jugar su propia energía y que se queda encerrada en su refugio, escuchando aplausos que no son para ella, pero que encarnan la vibración que tiene que desplegar. Busca un aplauso secreto, frente al espejo, porque se está negando a jugar su propia energía, pero lo necesita porque si no, queda en desequilibrio. Podemos hacer todos los comentarios pertinentes desde el punto de vista psicológico, pero a mí me interesa que vean lo que hay aquí en juego, energéticamente. Como no encuentra su cauce, la energía se "arremolina", generando situaciones y comportamientos aparentemente incomprensibles, o con mucha facilidad interpretados como neuróticos. La reacción que ustedes tuvieron, por ejemplo, muestra un juicio muy fuerte y previsible sobre esa escena. Pero ¿cómo podemos acompañar a alguien en la comprensión de sí mismo, si manifestamos juicio ante las complejidades de su naturaleza? Si la miramos así, la persona se inhibirá al mostrar ese nivel de exposición y recreará su propio juicio hacia sí misma, reforzando un circuito en el que sólo pueden aparecer los niveles más superficiales de este Ascendente. Tenemos que comprender que, así como Cáncer anhela afecto, la vibración leonina anhela ese entusiasmo vincular que está implícito en el aplauso. Es muy importante ver esto, para poder captar la psicología del Ascendente en Leo, porque estas personas suelen sentirse muy incomprendidas en este punto; por eso hago tanto hincapié en él. ►

O sea que, en todo lo que hace, necesita constatar que el otro lo apruebe... Es más que "ser aprobado", no es tan sólo eso... Ese es el primer nivel de análisis y es

correcto. Pero en lo más profundo se trata de un retorno y por eso enfatizo la cuestión del aplauso: se trata de entusiasmar. El tipo de energía leonina tiene que ver con esa capacidad para entusiasmar al otro y de entusiasmarse con el entusiasmo. "Yo puse mi corazón en esto... ¿te das cuenta?". Piensen en Mick Jagger o Madonna, por ejemplo, en un extremo. O piensen

en alguien que habla directamente al corazón. El aplauso surge espontáneo, aunque la persona que lo provoca no lo pida ni lo necesite. El aplauso es una forma, un vehículo de esta vibración y por supuesto que, en su estado más puro, la irradiación, la resonancia y el feedback leoninos son mucho más sutiles y prácticamente invisibles. Acá los quiero mostrar a través de una forma sin duda más gruesa y distorsionante como es el aplauso. Es un esfuerzo para referirme a la circularidad leonina, ya que siempre hay un dar y un recibir, en lo esencial de ella. Nadie aplaudiría si no recibiera algo que le provocara esa respuesta. Pues bien: quiero que adviertan qué es ese algo que sentimos que recibimos del centro, cuando nos entregamos a un aplauso sincero. ►

Esa necesidad de volver a entrar para escuchar los aplausos..., ¿no tiene que ver más

con la Luna en Leo? No... la Luna en Leo llega y se pregunta, "¿cómo, no hay aplausos para mí? ", es decir, da por supuesto que habrá esa sensación de importancia hacia ella en su medio y se ofende porque no lo encuentra. En cambio, con el Ascendente en Leo, la persona intuye esa vibración, la necesita de alguna manera para poder seguir buscando su núcleo creativo. En consecuencia, la está buscando, aunque al principio lo hace de forma torpe. La necesidad de ser alguien para los demás, es para este Ascendente imperativa, por dos razones. Por un lado, está el impulso energético en sí mismo, que no termina allí, pero que pasa por allí. Por el otro, porque hubo una imposibilidad primaria de ser alguien en el ámbito familiar. Es el entrecruzamiento entre la necesidad vital de ese tipo de energía y la carencia de su nivel primario. Entonces, es extremadamente comprensible que estas personas anhelen por mucho tiempo el retorno del aprecio de los demás, de un modo que objetivamente parece sobreactuado. ►

¿Y qué ocurre con las personas de este Ascendente, que no logran un mínimo

reconocimiento? Son personas en las que crece una sensación de gran desvalorización, mezclada con orgullo y un oscuro resentimiento. Si no logran un reconocimiento que les dé fuerzas para seguir viajando, hasta llegar al punto en que no lo necesiten, queda una identidad muy desvalida, que no termina de cuajar, y la proyección continúa. Quedarán muy dependientes de figuras solares en el exterior, con mucho resentimiento hacia ellas, empastado con admiración. Por eso, a veces es posible verificar en estas personas conductas muy infantiles, porque pueden intentar ser protagonistas de cualquier situación o reccionar excesivamente.

La autoexpresión (el actor) Entonces, con Ascendente en Leo, la persona está buscando la vibración de lo expresivo, y de su retorno. Esto que, a una Luna y un Sol de alguna manera les está dado, en el Ascendente es necesario descubrirlo y desarrollarlo, pero no se sabe bien cómo hacerlo. Por eso, hasta encontrar ese impulso en sí mismo —o mejor, del Sí Mismo— esa capacidad de lanzarse sin importar "lo que vayan a decir", en todo ese período el Ascendente en Leo estará muy inseguro. ►

¿Esto es porque el Ascendente es "más nuevo"? Es más nuevo, para la conciencia identificada con otra vibración. Entonces, en ese primer

período, el Ascendente en Leo puede tener problemas: ponerse tímido, introvertido, llamar la atención, expresarse y luego retraerse, ocupar el centro sin darse cuenta, mostrarse muy orgulloso y susceptible... Y, al mismo tiempo quedar impactado por personas muy solares, por personas que "ponen todo", las cuales, al mismo tiempo, lo van a irritar mucho. Este es el "caldo" en que se cocina Leo, así como la presencia de lo simbiótico, de lo afectivo y maternal es el "caldo" en que se cocina Cáncer. Imaginemos un actor que está deprimido antes de salir a escena pero al que, apenas sale al escenario —no se sabe de dónde— le empieza a circular energía por todo el cuerpo e impacta y empieza a jugarse lodo, produciéndose así el aplauso, la resonancia y una actuación maravillosa. Luego, el actor se retira con todo ese entusiasmo. De manera que la potencia del actor es esa capacidad de imponer una presencia de mucha energía, pero en este caso, sólo cuando está actuando. En este ejemplo, la persona pretende "fabricarse" esa sensación para mantenerse en el nivel leonino de entusiasmo y vitalidad. Resulta muy difícil de entender este nivel de los Ascendentes en Leo, en su camino de aprendizaje, antes de que la energía de Leo se les estabilice en su conciencia. Es como si se les escapara, viene y va y la persona siente "aún no soy eso...". ►

¿El aplauso sería una especie de droga? No, en todo caso, el nivel adictivo viene después. Aquí, en verdad, el aplauso es sólo la

pauta de que llegó al corazón. Es decir, esta persona diría: "Yo soy energía de corazón, pero como no estoy seguro, si el aplauso no vuelve me siento en un vacío...", o "soy, sólo si llego a tocar el corazón del otro...". Por supuesto, puede quedar eternamente dependiente de la confirmación de haber tocado al otro. En otro nivel, a medida que va trabajando su Ascendente, llegará un momento en que estará seguro de haber tocado al otro, por más que este muestre indiferencia, de manera que

será independiente de la manifestación formal del retorno. Por todo lo dicho, es evidente que este Ascendente será típico de actores, mucho más que el Sol en Leo. Todo el camino del actor —teatro, cine, televisión— es muy formativo para este Ascendente y por ello, es muy común que busque este destino. Poco a poco, la vida va llevando a estas personas a la necesidad de hacer lo suyo, pero no a la manera ariana —atreverse a tomar riesgos, a empezar, a equivocarse— sino en el sentido de expresar una identidad, expresar lo que realmente quieren y sienten: ser el centro generador del propio mundo, grande o pequeño, y sentirse bien en el nivel de expresión y creatividad alcanzados. ►

Y no ser siempre "el hijo de" alguien... Sí bien la vida siempre lo pondrá en situación de estar "al lado de..." ese ser solar que

ocupa tanto espacio. ►

Pero ¿por qué, en lugar de decirlo así, no podemos decir "la vida me hace dar cuenta

todo el tiempo que no soy hijo de..."? Porque tengo que "atreverme a ser Leo", y aún no lo soy en sentido consciente. Porque la energía del Ascendente no tiende a facilitarle la vida a uno. Al revés, desde el punto de vista de la identificación, tanto consciente como inconsciente, se la complica. A un Ascendente en Géminis, le da un vínculo difícil con un hermano; a un Ascendente en Cáncer, le da un vínculo complicadísimo con la madre... ►

Pero, si no se anima a expresarse y se queda en el refugio ¿qué le trae el destino? Pues, lo mismo que a la señora de sesenta años que vimos en el ejemplo de Ascendente en

Cáncer, que terminó durmiendo con su madre. En el caso de Leo, le quitarán el lugar, lo excluirán de los ambientes donde se sentía a gusto, tendrá frente a sí, hasta el final de sus días —en cualquier situación— a alguien más resplandeciente y que ocupa más espacio que él. Y aunque no sepa cómo expresarse, el destino lo obligará a hacerlo, de cualquier manera; o sea, a mostrarse. Piensen en Carlos Reutemann, que es Aries con Ascendente en Leo. Era un excelente corredor, pero siempre había otro que era mejor y él era el eterno segundo. Piensen en ese Gran Premio en la Argentina, ante el posible reconocimiento de su país (Cáncer en la XII): va primero, falta menos de una vuelta, está a punto de ganar...y se queda sin nafta. Esto no es mala suerte, no son hechos aislados. Esto es una estructura de destino que debe ser comprendida. Ahora Reutemann ha entrado en una evidente nueva fase de su Ascendente, con su actividad

política que lo llevó a ser gobernador, pero vale la pena observar cómo se ubica en relación a líderes más importantes que él.

La matriz de Casas IV-VIII-XII del Ascendente en Leo Con Cáncer en la Casa XII, Escorpio en la Casa IV y Piscis en la Casa VIII, hay aquí una matriz de agua que tiende a lo simbiótico, a la pertenencia y a la indiferenciación. Esta es la tensión energética en el trasfondo del Ascendente en Leo.

Hemos hablado mucho de esta Casa XII en Cáncer en los puntos anteriores, por lo que no es necesario desarrollarla más. Sólo agreguemos que el sentido de consumación de la Casa XII hará que, cada vez que el Ascendente en Leo sienta que por fin encontró su lugar en una pertenencia, sea el exacto momento en que esa pertenencia va a "estallar". Es decir, cumplió con su función de ámbito de identificación y ya es hora de irse, con todo lo que maduró en uno gracias a ese ámbito. Si muchos Ascendentes en Leo son echados de esos mundos o su permanencia se les hace imposible, es porque profundamente tienen que irse, para que se atrevan a jugar su propio lugar, superando la tendencia inconsciente a pertenecer y a perderse en la pertenencia de grupos, relaciones simbióticas o instituciones. Si pertenezco y siento ese gozo, ese anhelo colmado, es porque el proceso está por terminar. En todo caso, soy yo quien está desconectado de mí, y entonces se me hará difícil comprender por qué se estropeó eso que creía haber logrado. También hemos visto cómo la tendencia inconsciente a perderse en el mundo de las imágenes, captura en el conflicto y el dolor al despliegue del Ascendente. ►

Parecería más una identidad neptuniana que leonina. Es justamente lo que quiero que vean, como estructura. Piscis en VIII en la matriz

arquetípica de Leo, nos muestra que el dolor de quedar encerrado en la propia imagen, es bien leonino. Es quedar preso de la imagen, autoimagen o arquetipo colectivo, mientras el corazón no llega a nadie. De allí que la transformación del nivel de Piscis que se requiere, es pasar de un mundo de imágenes y arquetipos, a la resonancia de una sensibilidad real. Esta posición habla de una matriz básica emocional de altísima intensidad, que anhela compartir energía con los demás y es capaz de hacerlo, transformándose y transformando en la experiencia. Ese es el talento que, energéticamente, el arquetipo de Leo posee en su base. Sin embargo, como sabemos, la Casa IV funciona en lo psicológico como refugio. Esto llevará, por un lado, a esconderse dentro de sí mismo para no ser absorbido: en consecuencia, a no abrirse, con lo cual el Ascendente se contradice. Por otro lado, llevará a anhelar inconscientemente una fusión indiferenciante. Tarde o temprano, esta persona tendrá que aprender a experimentar que los demás le absorben energía aunque, en realidad, es a la persona misma a quien le gusta hacer este juego. Ese juego atrapante que da seguridad inconsciente deberá ser necesariamente comprendido, para que la energía de Leo se exprese.

Dos ejemplos Dijimos que es muy común interesarse por la actuación con este Ascendente. Encontraremos aquí a muchos actores, tanto de teatro como de cine. De hecho, la actuación en sí —y el arte expresivo en general— es un camino privilegiado para recorrer intensamente la energía leonina y resolver con mayor rapidez la articulación entre el "afuera" del patrón leonino, lógicamente presente en estos ambientes, tanto como el "adentro", porque pone a la persona en un camino de entrenamiento de su autoexpresión. Un caso bastante claro de Ascendente en Leo es el de Marilyn Monroe, en el que podremos ver una fase más avanzada de las dificultades de esta energía. Nació realmente sin tener ningún lugar en el mundo y con un enorme vacío de afecto y atención alrededor. Sin embargo, logró salir y encontrar un sitio como estrella de cine, de fama y reconocimiento prácticamente universal. Sin embargo ¿quién era en verdad Marilyn Monroe, detrás de la imagen de Marilyn? ¿Era ella reconocida como un individuo, o la que era adorada era su imagen? El encantamiento con la autoimagen y la imagen eventualmente maravillosa que los demás tienen de mí es una estación obligada del viaje leonino. Se trata de descubrir que, pese a ser el centro de la atención, en realidad "nadie me ve" y esa o ese que realmente soy, no existe para los demás. Estos siguen hechizados por el juego de imágenes y arquetipos que proyectan en mí, y esto forma parte casi ineludible de este destino. Tanto la fascinación narcisista con la imagen de mí mismo, como el quedar atrapado en una imagen colectiva o un arquetipo, con el

espejismo de abundancia de energía que esto proporciona y la sensación desoladora de aislamiento en la que deja, son dolorosas formas de descubrir que aún busco refugio en los otros. Otro ejemplo visible es el de John Wayne. Su imagen exitosa de cowboy se convirtió en su única imagen posible para el mundo. Era impensable ver a John Wayne en otro papel; pero la potencia de haberse con vertido en el arquetipo del hombre del Oeste americano fue tal, que invadió su propia vida. A tal punto funcionaba en él su Ascendente, que nadie sabía quién era John Wayne sin sombrero, revólver y caballo... Ni él mismo debía saberlo... Se mimetizó tanto con su personaje que este y "persona" pasaron a ser la misma cosa. En este caso el reconocimiento aparece, efectivamente, como una droga pero, más rigurosamente, como un refugio lunar. Y esto es algo que está vedado en el camino del Ascendente en Leo. Su precio es el dolor de una profunda soledad porque no puede hacer otro papel más que ese, tanto en público como en lo íntimo; por lo tanto, no es posible la vinculación profunda con nadie. Es un corazón atrapado en una telaraña de arquetipos. Me gustaría que perciban que, en esto que decimos, siempre estamos tratando con la misma "forma", en distintos niveles de experiencia. Esto es un isomorfismo. Primero, la persona estará en el seno de su familia, pero sintiendo que nadie la ve, nadie la toca, nadie la conoce realmente; o sea, no existe... La persona se siente sola y, por lo tanto, decide salir; aprende a mostrarse, irradia, se expresa, impacta. Este centro crece y crece, la persona siente que "sabe quién es..."; finalmente es alguien. Pero, de pronto, ¡descubre que está, exactamente, en el mismo lugar que antes...! Es decir, la persona ha cambiado la pertenencia de tipo canceriano-familiar, por una pertenencia relativa al mundo de las imágenes colectivas y, por eso, la experiencia de soledad y vacío se repite. De hecho, esta es la repetición del feedback Casa XII-Ascendente, que deberá repetirse todas las veces que sea necesario hasta la consumación del anhelo de pertenencia.



Pero esto... ¿"debe" ser así para estas personas...? ¿Y por qué no debería serlo? Se trata de recorrer una energía aprendiéndola en las formas,

hasta desprenderse de ellas y desplegar la cualidad. Por lo tanto, es muy difícil no pasar por ahí. La misma manera en que se manifiesta la energía hace que aparezca la potencia de la imagen. Leo se proyecta, esa es su fuerza, su impacto, la fuente de su resonancia y por eso quedará atrapado en el mundo de las proyecciones. Es su propia energía la que debe ser develada en sus enigmas. Nadie puede hacerlo por él; es su trabajo descubrir que cada vez que encuentra su tesoro, vuelve a perderlo porque no lo ha comprendido.



Marilyn fue avanzando en los niveles de este Ascendente... sin embargo, se quedó

sola... Es que quedarse solo es algo estructural para el Ascendente en Leo, porque le permite descubrir que aquello que lo aísla es el hechizo de la imagen. Esta dinámica lo obligará a salir nuevamente, hasta que aprenda a hacerlo desde niveles más profundos, donde lo individual y lo universal surgen indivisos. ►

Cosa que Marilyn no pudo hacer... Exacto... Quiero que vean cómo Marilyn Monroe, saliendo en todas las tapas de revistas

del planeta y sintiendo realmente que "nadie llega a su corazón" —y que ella no llega al corazón de nadie— es exactamente lo mismo que alguien que vive en el seno de su familia sin que se le preste atención, sintiéndose sola y con necesidad de irse. ►

O sea que ella cambió su hogar por el mundo entero... Y en lugar de resonar por lo

que era ella en sí misma, sólo resonó desde su imagen... Exactamente... Por supuesto, sí cambió la potencia vibratoria, la escala, el rango de la experiencia, pero se mantuvo la misma posición en el patrón general de la energía.

El enamoramiento Este mismo proceso, en relación con la imagen, aparecerá con mucha fuerza en el mundo afectivo del Ascendente en Leo, como otro camino casi ineludible del aprendizaje de la naturaleza profunda de la propia energía. La proyección inconsciente de lo maravilloso de mí que aún se ignora, haciendo que otro sea maravilloso, es algo que a cualquiera le ha pasado alguna vez, pero que en este ascendente se hace por mucho tiempo sistemático. Enamorarse de sí mismo en otro, confundir amor con adoración o hechizar con la propia imagen a otro, son experiencias aquí muy recurrentes. Como dijimos antes, Leo es el más proyectivo de los signos, por la misma naturaleza de su energía; y no es simplemente un tema de inmadurez emocional. Por otra parte, esta energía "luminosa" no tiene instintivamente una percepción de los procesos inconscientes y prefiere ignorarlos e incluso negarlos. De allí que quede atrapado con gran facilidad en pasiones narcisistas o amores imposibles, que encienden todo su fuego pero que jamás alcanzan el verdadero contacto con el otro. La fascinación con la imagen los encierra habitualmente en el mismo nivel de las relaciones, cargadas de romance pero que no permiten que el afecto más

profundo aflore, porque todo se cae antes. Menos "apasionadamente", su dependencia inconsciente del juego de las imágenes y de la protección que este proporciona, hace que se relacione con un solo fragmento del otro y no se atreva a atravesar la imagen construida. Pero tarde o temprano aparecerá lo que siempre estuvo y fue negado; en este punto, casi siempre, el Ascendente en Leo se sentirá traicionado y no comprendido. Si le sumamos a esto las reacciones inconscientes originadas en las marcas históricas de la infancia, verán por qué en el tema amoroso el Ascendente en Leo encuentra mucho dolor en el camino, asta que realmente se abre a la experiencia de corazón a corazón. Pero, como siempre, el dolor que causa viajar por el misterio de sí mismo, es el motor para seguir profundizando. En esto, este Ascendente no puede conformarse con el afecto que nace con los años o con relaciones "convenientes". Necesita la experiencia del corazón; no hay otra posibilidad, sin traicionarse a sí mismo.

Los niveles ascendentes de la energía En el viaje por la energía, siempre se recrea el mismo patrón, sólo que en otro nivel. Esto no es privativo de Leo sino que ocurre con todos los demás signos. En verdad, se trata de un movimiento energético en el que siempre tenemos que volverá resolver el mismo enigma, sólo que en niveles diferentes.

El cilindro que hemos dibujado es el mismo con el que mostrábamos el despliegue inicial del Zodíaco. Por ejemplo, cuando hablábamos en los primeros cursos, del "cilindro de Aries", decíamos que en la base del cilindro está esa cualidad energética relativa a la fuerza creadora, el impulso que altera la realidad con sus consecuencias inevitables. Ese fuego del origen, bien podía estar encarnado en un personaje como "Rambo", expresándose en el plano puramente físico, o en el "Fiat Lux" de la Creación como sonido creador de "Jehová".

Acá, en el tema de Ascendentes, la lógica es la misma, sólo que se ha complejizado. Ahora no miramos sólo la identidad que se manifiesta en distintos niveles de la misma vibración, sino que hemos incorporado una mirada sobre las formas y los escenarios que esa vibración construye en múltiples frecuencias y la odisea de la conciencia que aprende en ella. Desde un punto de vista, podemos decir que el sistema "segrega" una cierta energía y una parte del mismo, la conciencia, queda atrapada en "lo segregado". Cada vez que la conciencia aprende un nivel del juego, se manifiesta otro con nuevas complejidades. Sólo cuando la conciencia sea de la misma naturaleza de la vibración "segregada", ya no quedará atrapada. La trama del destino está hecha de Sí Mismo. ►

Quisiera saber dos cosas. En principio... ¿esto quiere decir que no hay saltos en la

recorrida de los diferentes niveles del cilindro, sino que tenemos que ir pasando una por una las diferentes experiencias? Por otro lado, los ejemplos de Rambo y Jehová parecían remitir a un cambio de conciencia, mientras que en el caso de los Ascendentes parece que habláramos de una misma estructura que va cambiando de escenario. En ambos casos se trata, sin dudas, de una misma estructura o patrón. El hecho es que, vibratoriamente, se va pasando de una zona a otra, en las que no tenemos la misma potencia ni la misma creatividad; es otra complejidad. Marilyn, por ejemplo, fue desarrollando de manera evidente, con el tiempo, su capacidad de autoexpresión. En cuanto a la primera parte de la pregunta, todo Ascendente en Leo pasa por semejantes niveles energéticos, uno a uno. Lo que no está escrito, a mi modo de ver, es qué escenas aparecerán en cada caso; y luego, cuánto tiempo demorará cada uno de nosotros en recorrer similares situaciones. Acá se puede ver con mayor claridad la importancia del aprendizaje de las personas que nos rodean con la energía de nuestro Ascendente. Depende de nosotros si los convertimos en nuestros "maestros" y los observamos con atención, descubriendo los matices con los que manifiestan su energía. Quiero decir, las cualidades que expresan y las eventuales "trampas" de su propia energía, en las que caen. Pero esto sólo puede hacerse si son contempladas como un espejo para nosotros, trascendiendo la reacción básica de fascinación y rechazo que provocan. ►

No entiendo por qué decimos que Marilyn desarrolló su capacidad de autoexpresión,

si por otro lado vimos que su destino no la sacó del nivel de "no tengo mi lugar". Podríamos decir que no supo cómo provocar la resonancia sin quedar atrapada en la carga del retorno... Es decir, el Sol tiene que irradiar sobre los planetas, pero si está pendiente de que los planetas "se lo agradezcan"... entonces no es el Sol. Y también podríamos decir que

el anhelo de expresar el corazón no pudo abrirse camino en la telaraña de imágenes que se tejió en su vida. Un caso muy interesante de Sol en Leo, con Ascendente en Leo, es el del maestro hindú Sri Aurobindo. Este maestro se constituyó en el centro focal de una comunidad llamada Auroville, que fue construida —en sentido físico— con forma de estrella. Acá se expresa muy concreta y visiblemente el patrón radial de Leo, porque Aurobindo vivía en el centro de la comunidad pero no salía nunca, de manera que nadie lo veía y todo se organizaba por medio de otros. La persona más importante, entre estos, era una mujer llamada "la Madre": veamos acá la maestría en la consumación de la energía canceriana de la Casa XII. Aurobindo organizó una comunidad física y espiritual, sin mostrarse jamás. Jugó su solaridad leonina estando en el centro de la misma, pero no para sostenerse en la autoconfirmación de ese centro, sino para organizar la totalidad de una estructura con su irradiación. Acá se puede apreciar que lo propio de la energía de Leo es crear formas radiales.

El sentido del Ascendente en Leo Es evidente que el viaje de este Ascendente no alcanza su plenitud en el estrellato ¿Por qué a Marilyn no le satisfizo su fama, si esta alcanzó dimensiones casi siderales? Pues, porque este Ascendente reclama un "viaje", pero un viaje hacia el corazón. Entonces, lo único que realmente puede satisfacerlo es la resonancia corazón a corazón. Y esto está más allá del individuo leonino: es un encuentro en el Sí Mismo, en lo singular y en lo universal al mismo tiempo. Por eso traje, al principio, el ejemplo del aplauso; este revela una manera de resonancia primaria, un acoplamiento de corazones. Pero, como el aplaudido no escucha esto sino sólo "qué bárbaro que soy", se va por otra ruta. De esta manera, la devolución es, por destino, la insatisfacción, incluso con la fama más grande del mundo como fue la de Marilyn.



La sensación es, con esto que estás diciendo, que "hay algo más" que el hecho del

"yo" mostrándose. Sí, y más aún: que eso que es más que el "yo", incluye al "yo". Claro que me tengo que centrar, pero no significa que yo sea el centro. De cualquier manera, en el camino dramático del Ascendente en Leo, quedaré seguramente con la ilusión de que soy el centro. Es inevitable que suceda así. Luego, descubriré la insatisfacción y la soledad que esto produce. La paradoja psicológica de Leo es descubrir que el yo también es un arquetipo, una construcción colectiva. Vean los dos extremos: la mujer del casete con aplausos grabados y Marilyn Monroe. Uno podría decir: la primera no desarrolló su Ascendente en absoluto. ¿Y la segunda? Lo desarrolló... pero ¿hasta qué punto? Quedémonos con esta sensación: las energías siguen manifestándose. Y uno sigue aprendiendo de ellas y de las consecuencias de la energía que se va elaborando.

ASCENDENTE EN VIRGO

En los capítulos anteriores tocamos un tema relevante, que es además una de las dificultades inherentes al aprendizaje astrológico. Y dijimos que, si uno no está atento a esa dificultad, la astrología se puede ir distorsionando de una manera bastante perniciosa. El hecho es que estamos aprendiendo a percibir formas energéticas que, en tanto tales, implican posibilidades de destino. Nos estamos entrenando en la percepción de patrones y estructuras, de coherencias que se despliegan, allí donde antes no veíamos orden alguno. Pero, como todo esto se refiere al ser humano —esto es, a nosotros mismos— la palabra forma se convierte muchas veces en sinónimo de modelo. Es decir, nos ubicamos inconscientemente en la intención de comprender modelos acerca de cómo hay que vivir, y no de sensibilizarnos a las formas del destino. Ahora bien: hay una distancia sideral entre una y otra cosa. Es común que se nos planteen interrogantes del tipo: "Entonces, yo ¿qué clase de Leo soy? ¿Estaré saliendo recién del nivel de la pertenencia, o ya estaré en el nivel de lidiar con la imagen?...". Con mucha frecuencia, nos medimos a nosotros mismos de acuerdo con un modelo, haciendo que la astrología se transforme en una especie de paradigma, de meta a lograr, de deber ser existencial, que el astrólogo conoce. Creo que es sumamente difícil que no aparezca algo de todo esto, cuando empezamos a conectarnos con otra manera de percibir. De todos modos, es muy útil darnos cuenta de lo ridículo y pernicioso que resulta. No es ridículo que nos ocurra, por supuesto; me ocurre a mí y le ocurre a todos. Pero se trata de registrar que podemos estar construyendo otro intento neurótico de control sobre la vida, que ahora aparece como la posibilidad de sentirnos seguros mediante el estudio de la astrología. Estamos aprendiendo a sensibilizarnos en el registro de formas dinámicas, creativas, ricas, pero que siempre están en el aquí y ahora. No tiene ningún sentido decirle a alguien —o a nosotros mismos— que lo que le va a pasar, es algo que "tiene que cumplir". En realidad, lo que me va a pasar es lo que vivo. De no ser así, la astrología se convertiría en una nueva forma de tiranía. ►

O sea que "lo que va a ocurrir", no es algo que yo pueda forzar... "Lo que me va a pasar" no es algo que dependa de mi voluntad, sino de la posición de mi

conciencia. Mi identificación dentro de una estructura energética dada, determina lo que va a suceder y cómo ha de ser vivido. La manera como yo protagonizo ¡os sucesivos despliegues de

mi energía —que llamo mi destino—, la manera como eso es experimentado y a qué me habilita eso energéticamente, no dependerá de que yo sepa más o menos astrología ni de mi voluntad en ese sentido, si mi autoconciencia no se altera. Más aún, si ante cada experiencia de destino acudo al "manual, para ver cómo debe comportarse en este caso un leonino de nivel desarrollado", es muy posible que termine comportándome como un leonino de nivel cero, porque no estaré viviendo la energía que me corresponde, que es espontánea, sino intentando pasar un examen. ►

¿Puede ocurrir que, cuando una persona comienza a conectarse con su Ascendente,

lo primero que salga sea lo "más bajo"? Me gustaría que reflexionáramos acerca de cómo está construida la pregunta. ¿Por qué uno dice "más bajo" o nivel "desarrollado" o "cero"? ¿Qué presupone esto? Presupone un movimiento evolutivo hacia alguna meta común a todos, desde la cual puedo comparar y jerarquizar en superior e inferior. Es un hecho que la conciencia aprende a reconocer y decodificar la forma energética que se despliega en su vida y viaja por el patrón, descubriendo nuevas estaciones, resolviendo sucesivos enigmas acerca del modo de vivir la energía, que pueden ser predichas. Pero esto no nos habilita para decir "inferior" o "superior", o más o menos "desarrollado", con tanta ligereza. No podemos evitar esto en nuestras conversaciones, porque nos hemos limitado a hablar de la dinámica del Ascendente, dentro de la totalidad de la carta natal. Pero el destino siempre remite a una síntesis de energías que hacen al Sol, la Luna, La Casa XII, el Ascendente y todos los demás planetas y casas y aspectos que se despliegan —no en línea sino mandálicamente— en integraciones circulares y recursivas. Y no es legítimo referirse a "más adelantado o más atrasado", en términos absolutos y aislando un factor de los demás, en este caso el Ascendente. Sólo podemos referirnos a las distancias específicas entre las distintas energías de una carta y a la circulación más o menos sufriente que se produzca en un sistema particular, dada la fijación de la conciencia. Este es un tema complejo sobre el que volveremos muchas veces, pero la astrología es un estudio circular, mandálico y no lineal; es un despliegue holístico y singular al mismo tiempo, un florecer y no un llegar a ser. Es la manifestación cíclica de una forma sutil y no el llenado consciente de un modelo. Lo más complejo de esto —en lo que hay que ser muy claro— es que en el paradigma lineal evolutivo, el astrólogo pretende saber acerca del final de la evolución, y queda de hecho ubicado en el tope de la escala. Creo que permitirnos esto es peligroso. Concretamente, cuando comenzamos a conectarnos con nuestra energía ascendente, surgen respuestas inevitablemente fragmentarias, muy poco integradas. Ahora bien, no construyamos

la imagen de "empezar por el escalón más bajo de una escalera"; sí, la de aprender a aceptar una vibración que se decodifica desde una identificación que la malinterpreta. Esto la obligará, a través del dolor de múltiples ensayos y errores, a redefinirse a sí misma. Uno puede, sí, predecir cuáles serán los primeros síntomas, sin que esto signifique que sea un "escalón bajo". Simplemente se trata de lo primero que se aprende, de las primeras reacciones posibles ante la forma que se manifiesta. Uno juega esta vibración desde lo menos comprendido, desde una distancia que al principio es máxima, pero esa es la manera de aprender y no otra. La distancia intrapsíquica entre un Sol en Leo y un Ascendente en Piscis, o entre un Sol en Acuario y un Ascendente en Cáncer, es muy alta y su síntesis conlleva una dificultad que le es inherente. Y si bien podemos afirmar que será menor, desde el vamos, entre un Sol en Aries y un Ascendente en Leo —por ejemplo— de cualquier manera esto es siempre fragmentario. Estos son los límites de nuestro discurso porque pueden haber otras estructuras en la carta que complejizan lo que aquí necesariamente simplificamos. Bueno, creo que ya podemos pasar a nuestro tema específico.

El niño de Ascendente en Virgo ¿Cuál es el dibujo energético virginiano, el patrón con el que se dibujan los escenarios que el nivel más profundo de la carta irradia y que la conciencia debe aprender a vivir? Pues, el que nos dice que Virgo es orden; la existencia de un orden implicado que se despliega lógicamente y en el cual cada parte cumple su función y adquiere su sentido, en el marco de un sistema mucho más vasto. Sistemas, dentro de sistemas, dentro de sistemas en manifestación progresiva, metódica, ordenada. "Yo soy en un sistema que encierra sistemas menores, dentro de sistemas más amplios, de modo que tengo que comportarme de acuerdo a ese orden, que es anterior a mí y representa el contexto en el cual yo soy ...".

Es decir, en términos psicológicos, en Virgo el contexto es tan importante como yo, que a mi vez contextúo a otros. O, dicho de otra manera, yo aparezco en un contexto dado, que hace

posible mi identidad. Cuanto más optimizo el contexto, más me optimizo a mí mismo, lo cual se suele llamar servicio. Cuanto más empleo mi energía para que todo el sistema funcione bien, más seguro estoy de que funciono bien, porque eso es una consecuencia natural del orden. Fíjense entonces que aquí el aprendizaje es muy distinto al de Leo. En un caso, me desprendo de un nivel de pertenencia e identificación, en el que me perdería como singularidad. En el otro, me descubro en una totalidad en la que mi diferencia cobra sentido, como una singularización de ese orden. Como "hadas madrinas", tenemos que plantearnos que el chico que nace con este Ascendente tiene que aprender todo esto. La conciencia del niño tiene que aprender a moverse en un orden en el que las condiciones anteriores a sus deseos y su subjetividad se presenten con contundencia y no puedan ser modificadas a voluntad, hasta no haber comprendido el contexto global. En otros términos, si al bebé le doy para jugar "la cancha de River", tendrá la sensación de tener todo el mundo para él. En realidad, a este bebé hay que darle una "baldosa" para que se desarrolle, para que así aprenda a "compartir baldosas" con los demás y se comprenda a sí mismo como parte del diseño maravilloso del "piso del patio"... La presencia y la sensación de cierta restricción será entonces un aspecto fundamental de la manifestación, no de Virgo sino del Ascendente en Virgo. Esta persona tendrá que pasar por ella para aprender a moverse en lo pequeño, a valorizar el detalle, la economía de recursos y, desde allí, desplegar. Es decir, abrirse y ampliarse pero incorporando un orden profundo, que le es anterior (e interior). La presencia de esa restricción tiene que ver también con forzar a la persona a replegarse sobre sí misma, para que aprenda a tomar contacto con su interioridad. Pero esta interioridad no es el mundo interno canceriano, ni el centro a expresar, leonino. Es un orden profundo e inevitablemente misterioso, que la conciencia comprende que no es totalmente decodificable y expresable. Sólo descansando en ese orden interior aprenderá a desplegar desde allí, en movimientos no precisamente amplios y lineales, sino medidos y progresivos.

Límites y restricciones Pero si vemos que la matriz de Casas IV-VI1I-XII es de fuego, comprenderemos que la tentación es "lanzarme y hacer la mía...". Como siempre decimos, la matriz arquetípica de un signo posee un movimiento inercial, que se expresa psicológicamente como anhelo inconsciente, y que dificulta la liberación de la energía.

Ahora bien: cuanto más impulsivamente se lanza la persona en busca de una expansión ilimitada, tanto más el orden y la complejidad del contexto global —vistos desde la velocidad del deseo— serán percibidos como traba. De esta manera, provocarán la sensación de que "el destino me persigue con limitaciones y me obliga a achicarme...". Estas barreras, limitaciones y restricciones, aparecerán como tales hasta tanto la persona

aprenda a desarrollar un movimiento progresivo, ordenado, sólido, meticuloso, entregado al perfeccionamiento del sistema mayor. ►

¿La persona siente frustración? Significar un orden que me da sentido, como limitación y frustración, es algo totalmente

subjetivo. Es decir, depende de la identificación de la conciencia con modalidades energéticas no virginianas, desde las cuales experimento Virgo. Esto no quiere decir que no haya Ascendentes en Virgo de extraordinaria expansión; pero verán que, en estos casos, lo hicieron "a la virginiana". Ahora bien, es evidente que el Ascendente en Virgo, cuando arranca demasiado fuerte y autocentrado, encontrará el límite antes que cualquiera, como si este lo persiguiera. Pero no es una maldad del destino; es, simplemente, no comprenderse a sí mismo. ¿Qué escenas específicas se configurarán como destino? Es posible que existan restricciones económicas en su mundo de origen. Por lo general, no en la primera infancia sino más adelante, haciendo que el niño o el adolescente experimenten el achicamiento de una situación anteriormente más holgada, y los esfuerzos de la familia para administrar correctamente y maximizar recursos escasos. Desorganizarse económicamente en una expansión excesiva o simplemente mal administrada, es una experiencia siempre posible más adelante en la vida, que recurre sobre esa primera. Haber sido educados en un medio ambiente poco satisfactorio, en lo que hace a sus potencialidades, es algo que también suele ocurrir; por ejemplo, chicos provenientes de un medio cultural alto pero que debieron vivir en el campo y estudiar en escuelas rurales, lo que habla de un enorme desnivel de registros educativos.



¿Quiere decir, grandes potencialidades en un ambiente de pocos recursos? Exacto, lo que lleva a la persona a tener que desarrollar sus potencialidades, contando con

esa escasez. La maximización de la escasez es una cualidad claramente virginiana y un leitmotiv de estas vidas. También es común, en personas con este Ascendente, haber sufrido enfermedades crónicas en la niñez, que los hizo sentirse limitados o disminuidos con respecto a los demás niños. Esta dificultad propiciará la introversión y el desarrollo de cualidades que no hubieran surgido tan fácilmente sin ella. En el Ascendente en Virgo es muy común que se presenten problemas de salud a lo largo de la vida, como indicadores de un desorden que este Ascendente no permite. El cuerpo es un sistema y expresa un orden profundo en su metabolismo y en su relación con los sistemas emocional y mental. Advertir la importancia de mantener en perfecto orden y cuidado la circulación de la energía corporal, es un imperativo en este destino. Es decir, cuanto más se salga de su ritmo y se desordene, en cualquier plano, habrá tantas más probabilidades de que aparezcan problemas corporales. Vocacionalmente, es muy común ver Ascendentes en Virgo deslumbrados por el orden energético del cuerpo y por su preservación, en la medicina tradicional como, especialmente, en los trabajos con los circuitos energéticos del cuerpo — acupuntura, reflexología, etc. — que apuntan a restablecer el orden más que a la intervención directa. Volviendo a las escenas de la infancia ligadas con algunos problemas crónicos de salud, veremos que algo impide gozar de toda la energía. Habrá así un límite físico por el cual el niño no podrá correr y jugar igual que los demás. Se tendrá que meter para adentro más que lo habitual para su edad, y así aprender a desarrollar otro tipo de facultades. Lo fundamental es comprender cómo una serie de cualidades se organizan alrededor de una restricción. Esto es, que la restricción es organizadora y necesaria para estas personas, y que volverá todas las veces que sea preciso. ►

Mi padre es Ascendente en Virgo y tiene varios planetas en la Casa VIII. Es un

arquitecto con muchas quiebras en su haber y una vez tuvo que hacer un restaurante en veinte metros cuadrados. Claro, es un muy buen ejemplo de destino de Ascendente en Virgo.... A esta persona le llega el proyecto de una obra en un espacio tan reducido porque debe aprender a desarrollar todos sus recursos a partir de mínimas posibilidades, en este caso, el espacio. Con todas las posibilidades cualquier arquitecto lo haría, pero con el mínimo espacio, sólo las cualidades virginianas permiten resolver el problema y este obliga a descubrirlas en sí mismo. Claro que a

la persona puede ocurrirle una experiencia de ese tipo, sin que haga el insight de que esa escena es "lo que soy" y no algo aleatorio que me sucede y que tengo que superar como un problema más en la vida. Esto es lo significativo del destino, cuando uno empieza a percibir la importancia de sus patrones: lo que me sucede no es un accidente sino que está diciendo quién soy. Yo soy lo que me sucede. O sea que, con este Ascendente, se trata de llegar a "la minucia del detalle", hasta la culminación. Captar la importancia de que "todo esté en su lugar", en todos los aspectos de la vida y nada salga de proporción ni de escala. Psicológicamente, es común ver a estas personas queriendo hacer procesos rápidos, pero desde el punto de vista del destino esto es peligroso, porque suele anticipar frenos, sobre todo desde el punto de vista de la salud, como ya dijimos. O, como en el caso de tu padre, quiebras o crisis económicas que inevitablemente surgen de una mala administración. Con el Ascendente en Virgo, la mala administración se paga muy caro.

La postergación Otro modo de experimentar la restricción es la lentificación de los procesos. ►

¿O sea, como Tauro? Sí y no... porque no se trata de lentificar para acumular y comprender el ritmo de lo

orgánico y de la inevitabilidad de la inercia de la masa. Aquí se trata de destinar el tiempo para elaborar, para aprender a asignar y maximizar recursos, anotar "lo que entra y lo que sale" y prever necesidades futuras. En el Ascendente en Tauro, la lentitud se vive como impedimento; en Virgo, como postergación, porque debo aprender a ir pasito a pasito, a girar y volver a girar, y volver a girar... No es posible hacer saltos grandes, omitiendo etapas, sino ir progresiva, detalladamente, avanzando y retrocediendo, metabolizando. No hay líneas rectas en Virgo. Pero esencialmente, en Virgo la tardanza es fruto del despliegue, por partes, de la totalidad ante la conciencia, porque el contexto es complejo. Virgo no ve, como Aries, "de un golpe". Intuye que hay un orden que no se advierte de inmediato y debe esperar a que este se despliegue. Por eso, es preciso inhibir decisiones que serían incorrectas por apresuradas, porque no han tenido en cuenta la totalidad de los factores. En Tauro, la lentitud conduce a conectarme con la necesidad profunda y la potencia del

movimiento que surge desde allí. En Virgo, la restricción conduce a percibirme dentro de sistemas que me incluyen y a comprender que mi desarrollo depende del desarrollo de todo el sistema, en su conjunto; y este se muestra de a poco. Esto lleva al significado profundo de la palabra servicio. Por eso, no es fácil "cortarse solo"; el destino no propicia a este Ascendente para hacer cosas de manera autónoma, imponiendo su voluntad sobre el contexto. Más bien, deberá descubrir a los otros, a las distintas partes del sistema, y tomarse todo el tiempo necesario hasta que se produzca la articulación profunda entre su deseo personal y el contexto global. ►

No entiendo por qué hay tanta lentitud, tratándose de un signo regido por Mercurio. Es un Mercurio de tierra. Más allá de que en todo virginiano hay una gran vivacidad

mental, acá el movimiento mercurial lleva a elaborar, no a conectar rápidamente, como se hace en Géminis. Por eso, es un movimiento de retorno constante sobre sí mismo. Recuerden que en Géminis, Mercurio maximiza sus cualidades asociativas y en Virgo, su aspecto sistémico y recursivo. La recursividad —volver sobre sí— es un rasgo fundamental de Mercurio, otra manera de ver la autoescisión del caduceo.

Un ejemplo ►

Tengo una amiga actriz, Géminis con Ascendente en Virgo, que estuvo durante un

año sin emitir palabra y sin hacerse notar, en uno de los cursos a los que asistía. Pero, como es sumamente talentosa, logró un contrato en una compañía teatral de las más prestigiosas de Europa. Cuando estaba por partir, le descubrieron un problema en la columna. Así le ocurre siempre: cuando está por integrar un elenco o por ascender en su profesión, siempre hay algún freno o algún detalle que se lo impide. Es interesante ver, en este relato, cuánto se mueve esa persona a través de su Casa XII en Leo, por la vocación que emergió en ella. Probablemente tenga además el Sol en la Casa X, por ser de Géminis. Por cierto, no es algo esencialmente virginiano ser una actriz exitosa sobre un escenario. Si elige ese camino, deberá aprender a hacerlo "a lo virginiano", o sea, "ser Virgo" en el escenario. Por lo tanto, pueden deducir por ustedes mismos que la presión de la restricción se sentirá con más fuerza que si hubiera sido contadora pública, lingüista o asistente social para niños carenciados. En estos casos, la conciencia entraña en un canal menos contradictorio con la energía, que eligiendo el brillo y los aplausos sobre un escenario. Desde luego que es perfectamente posible elegir esta profesión; sólo que deberá aprender Virgo dentro de ella y,

por cierto, hay mucha distancia entre un escenario y Virgo. Esa distancia deberá ser llenada por el destino. ►

Pero, apelando a su identificación con el movimiento y con la palabra, por ser

geminiana, la actuación le cabe bien. También como virginiana sería congruente para ella el movimiento y la palabra. Pero no que ame estar brillando sobre un escenario; esto nace de otro lugar de su carta. Cualquier persona que se dedica al espectáculo suele tener energía leonina o solar importante en su carta y esto, en este caso, deberá ser metabolizado por Virgo. Para ella sería más importante aprender a amar la belleza del argumento total de la obra, que su propio protagonismo.



A mi amiga le ocurrió también otra cosa interesante, supongo que por ser,

precisamente, Ascendente en Virgo. De pequeña, en el colegio, no era una alumna de buen rendimiento. Por ese motivo, la familia decidió enviarla a estudiar arte y expresión corporal porque —eso si— era muy expresiva. Lo interesante es que, en lugar de ser entendida esa decisión como el medio para favorecerle un talento, fue leído familiarmente como "por lo menos, así aprende algo y luego se puede defender en la vida con alguna salida profesional". ►

¿Esto tiene que ver con que, para este Ascendente, todo es un "no debo"? No, no es así. Claro que, si con mis movimientos y elecciones respondo básicamente a las

Casas IV, VIII y XII de la carta natal, será más costoso para mi conciencia entrar en la energía del Ascendente. Quizá la persona del ejemplo que estamos viendo llegue a ser famosa en un escenario, pese a todos los obstáculos y a sus limitaciones físicas. O sea que no se trata de "no debo hacer este camino" sino sólo de comprender que, si voy por ese camino, pasa esto; si voy por el otro camino, pasa otra cosa.

Otro ejemplo Podemos ver el caso de Madonna, en este sentido. Sol en Leo con Ascendente y Luna en Virgo. Su enorme éxito llegó tras largos años de esfuerzo y restricciones. Ella nació en una pequeña ciudad que no le permitía desplegar sus talentos. Emprendió un larguísimo periplo lleno de carencias y frustraciones, hasta que al fin llegó al éxito. Si bien tiene un gran componente leonino —en este sentido, podríamos decir que casi se ha convertido en un arquetipo— al observarla con cuidado, se ve la minuciosidad y lo casi obsesivo de su trabajo. Lo suyo es un gran show solar, pero en el que nada queda librado a la improvisación. Hay, además, un extraordinario trabajo de equipo y una impresionante producción a la que ella dedica mucha energía. Cada cosa que hace la realiza a fuerza de tesón y trabajo, como por ejemplo su cantidad de ensayos fallidos como actriz, por los que recibió durísimas críticas. El hecho de que, además, se dedique a la producción de otros artistas que triunfan, sigue mostrando las facetas claramente virginianas que se combinan exitosamente con su expresión leonina. Con estos ejemplos volvemos nuevamente a lo que decíamos al principio: no convirtamos el despliegue del Ascendente en un modelo. Sensibilicémonos, en cambio, a las distancias que pueden existir entre distintas partes de la carta natal, que generan dinámicas diferentes. Si "elijo" ser contador público, ya estoy de inmediato en plena energía virginiana —meticulosa, reiterativa, etc. — o sea que hay menos distancia para aprender y hacerse cargo. Si soy actriz algo me forzará a ser lenta, progresiva, minuciosa hasta el extremo, para desarrollar Virgo. Con el impedimiento físico como en el primer ejemplo, deberé trabajar mucho y arduamente, pero quizá el cuidado del detalle por mi trabajo en el límite me lleve a encontrar modos de la expresividad que nunca hubiera descubierto de otra manera.

La matriz de Casas IV-VIII-XII del Ascendente en Virgo Este Ascendente, como todos los de tierra, tiene una matriz de fuego. En este caso, tenemos la Casa IV en Sagitario, la Casa VIH en Aries y la Casa XII en Leo. Podemos ver en la lógica del mandala —independientemente de la observación empírica— que Virgo tiene una necesidad intrínseca de elaborar su inercia de fuego y de resignificar, en la percepción de un orden anterior a todo sujeto, el impulso ariano, el autocentramiento y el protagonismo leonino, y la expansión ilimitada sagitariana. Ver la limitación de estas modalidades es el aprendizaje profundo: superarlas, en un orden que va más allá del deseo, el individuo y el ideal.

Es clara la diferencia de velocidades entre el "enrollamiento" virginiano y la linealidad implícita en la memoria energética de sus Casas IV, VIII y XII; es fácil advertir que la conciencia registrará como restricción este cambio de movimiento.



La Casa IV en Sagitario ¿le daría la confianza suficiente para hacer su movimiento? Exactamente... La base energética sagitariana de la matriz posibilita tal confianza y

capacidad de síntesis que, por más que la vida comience a dar vueltas y vueltas —en una repetición infinita de matrices aparentemente cerradas, en las que no se visualiza meta alguna ni posible libertad— igualmente yo conservaré esa confianza y podré apreciar el orden misterioso y progresivo que se oculta por detrás de la circunstancial restricción. Se produce así una maduración de lo sagitariano, que comprende el infinito como lógica de transformaciones y no ya como mero espacio abierto. En cambio, desde el punto de vista psicológico, la Casa IV en Sagitario tiende a convertir la sensación de libertad lineal en "refugio y necesidad", idealizando situaciones para sentir seguridad. Esta modalidad de negación de la realidad como mecanismo emocional es evidentemente incompatible con las experiencias del Ascendente virginiano y nos muestra cómo este nivel psicológico no se va a entregar al aprendizaje. Ahora bien: la persona que nace con Virgo en el Ascendente tiene que aprender a elaborar, o sea que el movimiento energético de su vida podría representarse así:

Pero, con la Casa VIII en Aries, la tendencia es a moverse así:

Si comparamos el movimiento virginiano con el ariano, según los dos dibujos, comprendemos inmediatamente la clave que nos da la Casa VIII: es el deseo, el impulso, el que debe ser comprendido y trascendido en su modalidad básica —instintiva y egocéntrica— para desarrollarse en contextos mayores y sistémicos. Entonces, es claro cómo la Casa VIII muestra en el mandala el punto de conflicto de esta vida. El destino de un Ascendente en Virgo depende, en última instancia, de la modalidad de su Aries. La cuestión será, por lo tanto, comprender que Virgo es profundamente "el intestino" del sistema zodiacal, esto es, una energía de elaboración y discriminación profunda en la cual ningún movimiento podrá ser directo, definitivo. Habrá que volver constantemente, elaborar todo el tiempo, moverse en círculo y en espiral. En cuanto a la Casa XII en Leo, ya vimos bastante acerca de ella, en el ejemplo que se dio antes, acerca de la actriz.

Otros ejemplos Un ejemplo de este Ascendente es el ex presidente de los EE.UU., George Bush. Geminiano, nació en el seno de una familia muy rica y de muchas posibilidades, pero desde muy joven se independizó de ella para hacer dinero por cuenta propia. Este hecho hizo que entrara rápidamente en otro nivel del Ascendente, porque adoptó el ritmo de lo virginiano y, a partir de esto, desarrolló toda una trayectoria como hombre de negocios. Ahora bien: como político, su característica era —además de poseer un estilo poco brillante — el haber recorrido todo el escalafón político norteamericano, sin hacer saltos: fue diputado, senador, gobernador, secretario de asuntos externos, director de la CÍA, vicepresidente... Hizo, pasito a pasito, todo el camino. Soportó ser el grisáceo vicepresidente de Ronald Reagan durante dos períodos, hasta que finalmente llegó a ser, él mismo, el presidente de los EE.UU. Ahora bien: es muy interesante observar que, a los dos años de su presidencia, su país entró en una recesión económica de carácter cíclico, siendo esta la razón por la cual no logró ser reelecto. En verdad, él mismo resolvió la crisis económica con sus medidas, pero no lo hizo a tiempo, sino que el fin de esta llegó a los tres meses de haber asumido Clinton, que se encontró

con el problema resuelto. Pues bien: esto es un Ascendente en Virgo: él tenía que gobernar en tiempos de recesión... Uno podría decir, "pero... ¡qué mala suerte! ¡si no hubiera sido por la recesión, habría sido reelecto...!". Pero resulta que Bush es Ascendente en Virgo y tiene que moverse con restricción; esto es algo estructural. Lo mejor que puede hacer un país cuando entra en recesión económica es, seguramente, elegir un presidente con mucho Virgo. Entonces, como vemos —para los que aún sienten que este Ascendente es arbitrariamente limitante— que da perfectamente para ser, incluso, el presidente de los EE.UU., claro que con una cierta dinámica, con un ritmo virginiano. Si esta persona, en cambio, se mueve "a lo leonino" o "a lo sagitariano", entonces quebrará, chocará, tendrá problemas de salud, etc. Es decir, volverá nuevamente para atrás. ►

Objetivamente, parecería que al perder Bush las elecciones, algo de su plan no

funcionó... Pero desde su Ascendente en Virgo, funcionó perfectamente: él hizo el trabajo y luego vino otro que lo continuó... ¿cuál es el problema? Otro presidente norteamericano, Franklin Delano Roosevelt, tenía también Ascendente en Virgo. Roosevelt padeció una enfermedad que lo dejó lisiado y, en lo que hace a su gestión, hubo de enfrentarse nada menos que con la Segunda Guerra Mundial. Apenas esta concluyó —teniendo él un rol preponderante a nivel mundial, en la preparación de los tratados de paz— murió. Vamos a ver ahora otro caso, que nos llevará a una reflexión aún más sutil: es el caso de Wolfgang Amadeus Mozart, acuariano con Ascendente en Virgo. Es archiconocido que él nunca pudo hacer lo que quiso: su padre lo restringía y lo sometía a su propia voluntad: obviamente, tenía además el Sol en conjunción a Saturno. Nunca encontró verdadero reconocimiento, tuvo enfermedades crónicas, nunca ganó demasiado dinero. Era un genio y, sin embargo, la restricción lo acompañó toda la vida e incluso murió joven. Este Ascendente en Virgo es tan claro porque, justamente, su psicología se organizó a mucha distancia de lo virginiano, chocando con esto y contra la restricción. Mozart es, por esto, un caso muy peculiar de "genio restringido", o dicho de otra manera, de "Acuario-Virgo". Veámoslo ahora desde este otro lado. Uno podría decir: "¡Qué mala suerte! ¡Pobre Mozart! ¡Si le hubiera tocado Ascendente en Leo...!". Si una persona tiene semejante capacidad de captación intuitiva y creativa acuariana y no tiene Virgo para complementarla ¿cómo hace para escribir una partitura? ¿Cómo hace una persona así para desarrollar la capacidad de escuchar el infinito y, al mismo tiempo, tener la energía de detalle para darle forma y escribir su música,

para todos los instrumentos? Si tuviera Ascendente en Leo, no hay cualidad para darle la paciencia o la capacidad técnica para escribir todas esas partituras. Si esta "antena cósmica", si este genio original y veloz, pudo plasmar algo concreto, es porque tenía otra cualidad energética que operaba en él, lenta y detalladamente, con devoción por la forma. De no haber sido esta su constitución energética habría silbado sus sinfonías por la calle, pero nadie las hubiera conocido jamás. Mozart escribía con total precisión su música apenas ésta terminaba de esbozarse en su cabeza. No hacía borradores, pero todo lo escribía minuciosamente, de primera intención. Es decir, la cualidad virginiana es fundamental para desarrollar la estructura creativa de Mozart, porque es una energía ideal para sistemas energéticos con mucha amplitud y rapidez, a fin de llevar su creatividad a la forma. O sea que, desde lo creativo, podemos decir que se ve claramente cómo necesitaba de este Ascendente, porque es indudable que Mozart elaboró muy bien la distancia entre la energía de inspiración y la energía de forma y plasmación detallada, en un lenguaje como es la música. Ahora bien, desde lo psicológico-existencial, le resultó muy complicado para vivir y nunca pudo integrar esa distancia. El anhelo acuariano de libertad, independencia, originalidad, no lograba concretarse satisfactoriamente porque siempre pesaba sobre él algún "tope" que lo obligaba a hacer música para otros, vender sus partituras, dar clases, carecer de dinero, tener mala salud, etc.

Otra reflexión sobre el destino Después de estos ejemplos quiero proponerles esta reflexión: ¿no será que necesitamos ciertos ensambles de cualidades para que florezca cierta cualidad sintética que exprese lo más profundo de nuestro ser, y que estos ensambles energéticos que somos tienen costos psicológicos que, muchas veces, no somos capaces de aceptar...? Es decir, la hipótesis que les planteo es que la cualidad energética que trae el Ascendente hace a la esencia de la persona y su creatividad en función colectiva, pero trae como correlato un destino que la personalidad puede no querer soportar. En un plano se trata de un ensamble perfecto, pero en otro tiene sus costos. Ciertas cualidades vienen con cierto destino: este es el misterio. ►

¿Y puede ser algo que no guste, desde lo subjetivo...? ¿Qué quiere decir aquí "lo subjetivo"? Lo que llamamos subjetivo es lo que se organiza e

identifica a sí mismo como interioridad, dentro de un mundo que es vivido como exterior y

radicalmente independiente de la interioridad. El choque entre esta "interioridad" y la aparente "exterioridad" es toda la cuestión en el aprendizaje astrológico. Nuestro aprendizaje es ver que esta premisa fundamental de nuestra organización psíquica —adentro y afuera como independientes y aleatorios— es falsa. ¿Cómo podríamos definir más adecuadamente lo "subjetivo"? No un sujeto frente al mundo, sino una conciencia que se ha apegado y fijado a un fragmento del despliegue de su energía, que se experimenta como contradictoria hasta que no sea capaz de desprenderse de su identificación. Lo que el sujeto cree ser, casi por definición, no es coherente con la estructura. En nuestra metáfora de las "hadas madrinas", estas no tienen demasiados patrones de destino para ofrecer. Por eso, el sentido profundo de un sistema energético como el del ejemplo anterior es posibilitar una creatividad impresionante, al mismo tiempo que la capacidad de plasmarla en una forma que llegue al mínimo detalle y que se organice de la manera más ordenada. Así, entonces, se juntarán un Sol en Acuario con un Ascendente en Virgo. Ahora, si esto hace que la persona no llegue a ganar un centavo, no es un problema de las "hadas madrinas". Lo que les propongo como reflexión es lo siguiente: ¿le importa a otro nivel de realidad "eso" que nosotros llamamos —desde las identificaciones fragmentarias de nuestra conciencia— "felicidad" y "bienestar"? En la estructura Acuario-Virgo, la hipótesis más fácil para formular, conociéndonos como humanos que somos, es que la persona identificada con la libertad va a "patalear" ante la restricción. Ahora, evidentemente, si nosotros tuviéramos una mayor comprensión de nuestras ecuaciones energéticas, quizá podríamos educarnos para aceptar más y mejor nuestra estructura real. Claro que venimos de anhelos culturales por los que uno está condicionado. Si recordamos la película "Amadeus", en una escena aparece Mozart escribiendo inspiradamente una partitura mientras, a su lado, un asombrado Salieri —que, en la historia real, nació con el Sol en Leo— no puede seguirlo. Es notorio, en el filme, que el leonino que ha logrado fama, riqueza y libertad —todo aquello de lo cual Mozart se veía privado— envidia profundamente la genialidad que nunca podrá poseer y que lo hace sentir un mediocre. Podríamos pensarlo como un maravilloso ejemplo de la Casa XII en Leo —expresada por Salieri— que alcanza su consumación al asistir a lo que está más allá de él. Y, por el otro lado, la insatisfacción psicológica del Ascendente en Virgo —Mozart— que aún anhela lo leonino, que energéticamente ya ha trascendido su Casa XII. Es evidente que no estamos entrenados para ver que esa cualidad simbólico-materializadora de Mozart tiene la contracara en el poco dinero que ganaba y en sus problemas de salud, y que ambas cosas están estructuradas en una unidad. Unidad que rara vez somos capaces de ver, sin

escindirla en talento y "mala suerte". ►

Quizá no podemos entenderlo porque todavía estamos todos en un momento de

conciencia grupal muy subjetivo, muy propia de Cáncer-Leo... Más aún, yo diría que tenemos 500.000 años de tribu y, cada tanto, un individuo.

Sin embargo, en nuestra época estamos llenos de individuos. Creo que para vivir una vida leonina no hay nada mejor que esta época: cantante de rock, actor, actriz, político... ¡Hoy hay más famosos que gente no famosa...!. Quiero decir que es bastante claro que vivimos una época en la que están maximizados los valores leoninos, en la que se valoriza al individuo que se destaca, como primer movimiento leonino. Ahora, como género humano ¿participamos de la sensación de que todos formamos parte de un sistema mucho más vasto, que la humanidad forma parte de la vida, y que nadie es el ombligo del mundo? ¿Y que la humanidad no es el ombligo del universo, sino que cada uno hace su parte dentro de un contexto global en el que participan las piedras, el cadmio, las lagartijas y la galaxia de Andrómeda...? Creo que estamos un tanto lejos de esta conciencia. Vemos un pedacito de cadmio y decimos "¡pobrecito! ¡todavía no llegó a ser humano...!". Uno lee la teoría de la evolución y piensa "jajá...! ¡todo el universo hizo un esfuerzo enorme para llegar hasta el ser humano! ¡somos los seres superiores...!''. Eso es Leo y, en ese sentido, todos somos leoninos puros. Uno podría decir que, por lo tanto, tarde o temprano nuestro destino será la restricción, o el aprender a manejar la escasez de recursos a través de una tecnología adecuada para el orden del planeta. Es probable que, hoy por hoy, la humanidad sea Luna en Cáncer, Sol en Leo y Ascendente en Virgo. ¡Que estamos desordenando todo, parece por lo menos seguro...! También podríamos decir que, en la época de los emperadores romanos, teníamos Ascendente en Leo: cada tanto, aparecía uno que era el emperador, en un mundo de dioses que después

devino en el monoteísmo de un Dios omnipotente. Todos miraban a Dios, al rey, al emperador, mientras que ahora, desde el Renacimiento a esta parte, nos hemos vuelto todos más leoninos. ►

De cualquier manera, creo que es lícito preguntarse cómo hacer para desarrollar

bien este Ascendente, si se tiene una posición solar fuerte en la carta... Sí, pero antes que nada es preciso ver algo previo, en esta manera de preguntarnos las cosas, "¿cómo hacerlo, debo o no debo hacer tal cosa...?", ¿Para qué? ¿Para que "alguien" no se enoje si hago lo contrario? Creo que, antes que nada, deberíamos escuchar el sustrato de las creencias implícitas, que subyace en nuestras preguntas. Esto equivale a pedir alguna "fórmula de salvación" para que el universo no nos castigue. Lo cual implica, a su vez, dos creencias simultáneas: que el universo castiga, y que existen salvadores. ►

De cualquier manera, es evidente que cada vez que hablamos de una energía de

servicio, aparece la restricción. Psicológicamente sí, porque el destino se encargará de hacernos descubrir el placer de la restricción personal, que es ubicación real. Esto facilitará el mejor despliegue de la totalidad que nos enmarca hasta convertirlo en autolimitación consciente y, con ello, llevarnos a descubrir la importancia de un vínculo altamente funcional con el sistema al cual pertenecemos. Si ustedes tienen en su carta mucha energía virginiana, ni se les va a ocurrir exhibirse con movimientos amplios, hacer las cosas rápidamente ni robarle protagonismo a los demás. Esto es así, porque sienten placer en hacer las cosas despacito, minuciosamente, sin darle tanta importancia al hecho de que los demás se enteren. En realidad, no les resulta placentero exponerse. Todos los signos gozan con cualidades que para los otros pueden no resultar placenteras. ►

Pero esto ocurre con un Sol en Virgo. Un Ascendente tiene que aprenderlo. Por eso,

no quiero hacer una pregunta acerca de una "fórmula" en la vida, pero me gustaría saber si, cuando llega una expansión, las personas con este Ascendente se conectan bien con su propia energía, o sea, si no siguen inconscientemente enganchadas con la expansión. Claro, es diferente el Sol del Ascendente. Acá la cuestión no es "me encanta actuar sobre un escenario, pero como tengo Ascendente en Virgo voy a estudiar para contadora pública". Acá hay un deseo que será actuado tal como este se presente. Pero, de manera mucho más profunda, con el tiempo aparecerá un contra-deseo, con el que la persona también tomará contacto. O sea que estamos ante deseos eventualmente encontrados, ante energías difíciles de comprender y canalizar simultáneamente, no ante un deber ser. Tarde o temprano, el profundo

contacto con nosotros mismos hará surgir el deseo sintético de la carta natal como totalidad aunque, como vimos en el caso de Mozart, una resolución sintética en un nivel coexista con un antagonismo que no se pudo resolver en otro nivel. Tener determinada carta no es un castigo, aunque a veces tengamos esa fantasía. Es una creencia muy arraigada suponer que el universo conspira en contra de nuestros deseos. Y, cuando comenzamos a ver un código más profundo, un lado nuestro supone que "si deseo algo en contra de esto, seré castigado".

Más acerca de "modelos" y "recetas astrológicas" No se trata, por lo tanto, de una decisión de la mente. "Me dijo el astrólogo que es mejor que me dedique a la farmacia, antes que al teatro...". Si no hago un trabajo para ir liberando las capas más profundas de mi deseo, nunca voy a coincidir con mi carta natal. O, mejor dicho, la identificación fragmentaria de la conciencia no se abrirá a la manifestación cíclica del Sí Mismo. Seguiré fragmentándome y esos deseos chocarán dentro de mí para manifestarse; el destino aparecerá entonces lleno de opciones desgarradoras y sufrientes. ►

Pero sí se podría, quizá, coincidir con el arquetipo. Por ejemplo, hacer "del teatro tu

farmacia", o ude la farmacia tu teatro". O hacer "de una fábrica un escenario". Creo que es posible la fidelidad a uno mismo, soportando al mismo tiempo las contradicciones del destino, que necesita un tiempo, una progresión para la alquimia de las energías. Eso irá haciendo emerger las capas más profundas del deseo y su cauce posible. Pero existe una fantasía con respecto a que "el astrólogo me dijo que mejor haga esta carrera y no la otra", para no sufrir. Si un astrólogo hace esto sólo está revelando su tendencia a la omnipotencia. Y si alguien le hace caso a un astrólogo que le habla de esta manera es porque tiene un problema mucho más grave que ese, que motiva su consulta. Es alguien profundamente dependiente de la autoridad, manifestada en este caso en el "saber" del astrólogo. Este es un punto muy sensible de nuestra tarea y yo trato de mostrárselos lo antes posible. El astrólogo no sabe qué tiene que hacer la persona. Esta es quien debe desarrollar — con acompaña miento astrológico, por qué no— su capacidad de contacto con lo más profundo de sí misma. Creo que nos viene muy bien, ya que estamos terminando de ver Ascendente en Virgo, ponernos límites a nosotros mismos como aprendices de la astrología. ►

Pero, quizá la actriz de quien hablábamos antes fue lo que los padres decidieron por

ella en su momento, y la actuación no tiene que ver con su deseo profundo. Dejando de lado que tu pregunta es psicológica —porque presupone que el deseo de sus padres es independiente de su estructura energética y no expresa un nivel de la misma— quizá algún día ella descubra por su cuenta lo que aquí llamamos deseo profundo y logre develar la síntesis de su ecuación. No podemos saberlo de antemano. Lo que sí sabemos es que una cierta dirección que tomo en la vida hace surgir determinado contexto ante mí, mientras que si "elijo" otra dirección, se materializará otra forma de expresión de la energía, que tendré que vivir. Todos tenemos la fantasía capricorniana de estar "subiendo una montaña", en cuya cima hay "un premio". También fantaseamos que alguien sabe cuál es ese premio; por ejemplo, el astrólogo. Entonces, si no lo obtenemos, nos sentimos frustrados. Cierto tipo de astrología exacerba hasta el máximo esta fantasía: la de que alguien sabe lo que yo tengo que hacer. O sea, en términos más globales, que lo que yo tengo que hacer "está escrito" en algún lugar y no soy capaz de cumplirlo. Aquí estamos intentando encontrar otro juego entre el adentro y el afuera. Cuando actuarnos, lo que sucede "afuera" acompaña; y es eso lo que nos modifica "adentro". Es como si actuando en una dirección —necesariamente incompleta— el destino hiciera aparecer situaciones que le dieran completitud a esa situación. Si me reconozco en ellas, ya no soy quien era antes y por lo tanto se conforma otro destino, un nuevo "misterio de mí mismo". Constantemente hay un pulsar de lo más profundo, en relación con lo que se manifiesta "afuera". Pero para poder ver esto, es necesario previamente tomar contacto con la ilusión anterior, la que nos dice "tendría que haber hecho esto y no aquello, porque sólo así se llega al premio". ►

O decirse "¡si me hubiera hecho la carta antes!" Claro, suponer que "si el astrólogo me lo hubiera dicho antes" estaría en otro lugar mejor,

más adelantado con respecto a mi supuesta "meta". Pero me parece peor todavía decirle a alguien: "Si te hubieras hecho la carta conmigo, ahora estarías en otro lugar". En astrología no podemos simplificar diciendo que nuestros padres nos determinaron o "si me lo hubieran dicho antes". La conducta de mis padres forma parte de mi destino, constituye el estado de la sustancia en el origen de mi vida, que tengo que elaborar. Yo soy aquel que se encuentra con el astrólogo ahora y no antes. Si lo hubiera encontrado antes sería otro, porque la manifestación de una experiencia compartida, un encuentro, una relación, se da de acuerdo con un patrón interactivo que se manifiesta en determinado momento cíclico y no en cualquier momento. Quizá podría haberme cruzado con esa persona en otro giro de la rueda, pero no lo

hubiera escuchado... El hecho es que lo escucho ahora y lo importante es que el vínculo de destino me modifica ahora. Se ve así que lo más importante, en nuestro aprendizaje es la sensibilidad para poder decodificar correctamente la distribución de la energía y la conciencia, el balanceo entre el adentro y el ajuera. Y no desgañitarse intelectual o mentalmente para develar aquellos presuntos proyectos correctos, de acuerdo al éxito o al cumplimiento con lo que "quiere Dios" o el cosmos. Se trata, entonces, de desarrollar la sensibilidad hacia la energía y al modo como se manifiesta esta energía en el afuera. Lo que me sucede día a día "afuera", es estructural en relación a la cualidad de mi energía y hace espejo con el "adentro", de acuerdo al modo como se ubicó mi conciencia. Cuando alguien se pregunta si, después de todo lo dicho, "es posible finalmente la expansión en Virgo", notemos que el tono de la pregunta es leonino. La expansión en Virgo no tiene que satisfacer a un leonino o a un sagitariano. Sólo a un virginiano. Justamente, distinguimos una forma energética en el destino porque esa forma —por ejemplo, la restricción recurrente, en la persona con Ascendente en Virgo— producirá la vibración virginiana. Y lo importante es que se produzca esa vibración. No se trata de que la persona aprenda a ser de Virgo, en el sentido de que lea un libro donde se describa su conducta y entonces se comporte estereotipadamente de esa manera. En verdad, se producen situaciones de destino para que surja la real y legítima —para ese caso posible— vibración virginiana. Y esto no tiene por qué alterarse, por más que esta persona sepa acerca del destino. ►

Pero ¿no puede uno colaborar...? Sí, por supuesto... uno puede comprender la envergadura de esa experiencia, lo cual puede

contribuir a ubicarse de cierto modo, a no resistir, a entregarse a la experiencia y así metabolizarla mejor y desarrollar toda su profundidad. ►

O sea que, lo que no puedo es colocarme donde corresponde... No puedo, porque no hay un "donde corresponde" a priori independiente de cómo se está

manifestando la energía ahí en ese momento. En caso de que pretendiera encontrar tal lugar, estaría intentando salirme de mí mismo y entrar en otra vibración, la del "modelo". Es como hacer surf: yo puedo aprender a balancearme y a recorrer los distintos tipos de olas. Pero nadie puede decirme, ante esa ola específica, cómo poner el cuerpo de la mejor manera. Si estoy buscando el modelo, me caigo, me salgo de la situación. Mi cuerpo tiene que responder por sí mismo, espontáneamente, con lo que ha podido aprender hasta ese momento. Punto...



¿Eso seria "concientizar"? En todo caso, sería darnos cuenta de un juego de estructuras y de movimiento de la realidad

que, profundamente, va a ir alterando nuestra ubicación en el mundo, en el sentido de que percibimos estructuras, órdenes y relaciones que antes ni siquiera imaginábamos. La riqueza de estudiar astrología consiste en que uno empieza a descubrir un trasfondo de la realidad mucho más grandioso, complejo y creativo que el que se imaginaba. Pero la astrología también tiene su "pobreza". Y esta consiste en que uno quiere reducir ese misterio de las configuraciones creadoras a "modelos de vida" que resultan patéticos porque, además del superyó que ya tenía la persona, los astrólogos —o sea, nosotros— le agregamos ahora todos estos modelos... Es muy sano aceptar que esto es algo que nos pasa a todos; no hay que reprimirlo o creer que ya lo hemos superado. Es algo que ocurre, es una pobreza que está en el orden del psiquismo, porque apenas aprendemos algo, una parte nuestra muy insegura quiere convertirlo en "modelo" y aplicarlo mecánicamente en el futuro, para no tomarse el trabajo de seguir aprendiendo. Intento decir que estemos alertas a lo que se nos produce cuando hablamos de estas cosas. Caso contrario, cualquier cosa que yo u otro diga, será constituida en "modelo". Esta es una desgracia inevitable, propia del "conversar". Comprender ascendentes surge de la sensibilidad perceptiva y no de la intelectualidad, aunque creamos que es esto último. Estoy intentando que no se encandilen con el supuesto saber de la astrología, sino que traten de darse cuenta de que el arte está en otro lado. En última instancia, está en la sensibilidad de la percepción y en poder organizar mentalmente esa máxima sensibilidad. El aprendizaje es acerca del percibir. Cuando uno indica cómo mirar formas de destino, automáticamente estas se convierten en "modelos de destino"; ahí deja de funcionar la percepción y se impone la memoria. Pero lo que estamos haciendo con ascendentes sigue siendo —aunque no hagamos visualizaciones como cuando estudiamos el Zodíaco— percibir, porque en todo lo que decimos sigue habiendo emoción, sensación y corporalidad, insertas en la intelección y viceversa.

2ª PARTE

INTRODUCCIÓN

El Zodíaco después de Virgo: la dinámica de la reabsorción Cuando en el primer volumen de este libro analizamos la Matriz Zodiacal vimos cómo —a partir de la fase de Cáncer— todo sistema se divide a sí mismo, a fin de generar una forma estable en su interior. Esta tiene como función la de servir de receptáculo para ciertos procesos, que no serían factibles si no fueran apartados del resto del sistema durante un período determinado. Toda estructura compleja se autolimita cíclicamente. Debe hacerlo para proteger ciertas funciones incipientes, hasta tanto estas no desarrollen las cualidades que les permitan pasar a las fases posteriores de su evolución.

El momento canceriano de todo proceso conlleva necesariamente un recorte del campo global. Este se fragmenta para aislar una parte de sí mismo y crear una interioridad—física o psíquica— en la que pueda crecer una diferencia que, de otra manera, sería destruida. Llegará el momento en que esta habrá generado la potencia suficiente (Leo) como para enfrentar las demás fases de la secuencia. Esta dinámica, análoga a la que cumple la función lunar en la estructura de planetas, implica una escisión interna: el surgimiento de un subsistema aislado del conjunto. En toda

situación en la que se manifiesta el arquetipo del ciclo zodiacal2, la totalidad debe dividirse a sí misma en un momento determinado, dando lugar a la existencia de un interior y un exterior, un "adentro" y un "afuera". Estos espacios, si bien son provisorios desde el punto de vista de lo que queda del ciclo —de Libra a Piscis— son absolutamente efectivos durante las fases de Cáncer y Leo. Todo este proceso cobrará finalmente sentido cuando la diferencia creativa, que creció protegida en su aislamiento, sea reabsorbida por el resto del sistema en las fases sucesivas (Virgo, Libra y Escorpio) hasta que se produzca la síntesis en Sagitario. Lo peculiar de este movimiento es que aquello que se estabiliza en las fases de Cáncer y de Leo parece separarse realmente del resto, creando la ilusión de constituir una entidad autónoma que se siente inmersa en un universo de entidades igualmente autónomas. Por su parte, aquello que permanece provisoriamente excluido, continúa su evolución hasta que las dos líneas de este despliegue —lo protegido y lo excluido— vuelvan a encontrarse en el momento que la matriz tiene prefijado para hacerlo. El segundo hemiciclo del Zodíaco contiene el diseño arquetípico de este movimiento de reabsorción en el que se producen una serie de transformaciones. Mediante estas, la totalidad reorganiza primero —Libra, Escorpio, Sagitario— y finalmente lleva a su culminación y disuelve —Capricornio, Acuario, Piscis— la forma que había construido inicialmente. Este patrón, que es relativamente sencillo de reconocer en muchos procesos físicos y biológicos, no es fácil de comprender en aquellos casos en los que está involucrada la conciencia. La razón de esto es que nues t r a psiquis se identifica con los movimientos de manifestación, estabilización y expresión (los patrones dominantes en el primer hemiciclo), mientras que la índole de la reabsorción le resulta absolutamente ajena e incluso amenazante.

Este doble enrollamiento (ver figura) es una antigua representación del signo de Cáncer. En él se hace explícita la correspondencia entre lo interior y lo exterior, una vez que la conciencia identificada con la forma los ha separado. Si observamos con atención la pauta energética de las fases de Cáncer y Leo, podremos 2

Ver más adelante, en esta introducción: La Psiquis y el Arquetipo del Zodiaco.

ver que estos dos signos simbolizan toda la dinámica de nuestra psiquis en su actual estadio evolutivo. Los primeros momentos de su desarrollo se corresponden con la fase de Cáncer, es decir, el surgimiento de una interioridad extremadamente vulnerable que se experimenta separada del mundo. A través de una serie de identificaciones con el medio familiar y social (el clan), este interior desarrolla una memoria sobre la cual construye su sensación básica de identidad. Esta —el yo— se ubica como el centro de toda experiencia futura, la cual será interpretada en los términos del recuerdo bajo la forma de una narración lineal (la construcción de una historia, tanto colectiva como personal). Esta autorreferencia perceptiva es lo que le permite al "centro interior" obtener la sensación de continuidad que necesita. El paso siguiente (Leo) encarna la posibilidad de desidentificarse —por lo menos en el nivel consciente— de las matrices familiares y sociales anteriores, para comenzar a expresarse como un individuo autónomo. En una segunda vuelta de espiral del patrón leonino, esta elaboración de las identificaciones se referirá a las imágenes arquetípicas que la "interioridad" proyectaba sobre el mundo "externo", dando lugar a lo que denominamos proceso de individuación. Todo este proceso es un presupuesto básico de nuestra organización psíquica. Sin él, no existiría una identidad diferenciada que pudiera hacerse cargo de las experiencias de la vida. Sin embargo, es evidente que esta necesidad de nuestra constitución acentúa la importancia de experimentarnos como diferentes y separados de los acontecimientos que nos rodean, estableciendo una distinción tajante entre lo "externo" y lo "interno". Esto se traduce, en nuestra civilización actual, en la alta valoración depositada en la posesión de una fuerte identidad autocentrada, capaz de proyectar su mundo "interno" —deseos, emociones, ideas y proyectos— sobre lo "externo", a fin de modelarlo "a su imagen y semejanza". Cualquier persona con conocimientos básicos de astrología puede reconocer la fase leonina del Zodíaco en este ideal cultural. Cada vez que concebimos al ser humano como "rey de la creación", "hijo dilecto de Dios", o como "individuo destinado a conquistar el universo", se hace evidente que —en el nivel colectivo— estamos fuertemente identificados con los niveles más básicos del diseño arquetípico de este signo. Dado que el aprendizaje del Ascendente —tanto en sentido pedagógico como en el existencial— depende decisivamente de nuestra capacidad para comprender la correcta articulación entre aquello que denominamos lo "interno" y lo "externo", no cabe duda que la clarificación de este proceso adquiere una enorme importancia para nosotros. Como hemos visto en la primera parte de este texto —y en forma más desarrollada en el libro acerca de las Lunas3— los niveles básicos de la conciencia se caracterizan por identificarse con las experiencias previamente vividas, con lo cual tienden a separarse del flujo 3

Cfr. Eugenio Carutti: Las Lunas, refugio de la memoria, Kier, Buenos Aires, 2004.

natural de los ciclos y sus transformaciones. Dentro del despliegue del arquetipo zodiacal, la conciencia plenamente identificada con la interioridad canceriana (lunar) primero y con la diferenciación leonina (solar) después, tendrá una enorme dificultad para comprender el sentido del proceso que la hace retornar al orden de la totalidad. Hemos dicho que las fases del segundo hemiciclo del Zodíaco describen las transformaciones necesarias en el camino de la reabsorción. Sin embargo, el apego de la psiquis a la forma de las etapas anteriores le impedirá entregarse con naturalidad al camino de retorno. La coincidencia —el isomorfismo— entre un nivel de las cualidades de Cáncer y Leo y nuestra estructura psíquica es algo que suele pasar inadvertido. Por tal razón, cuando explicamos el Zodíaco desde el punto de vista psicológico, habitualmente no percibimos que lo que en realidad estamos haciendo es describir las reacciones de una estructura Cáncer-Leo a las demás cualidades zodiacales. Una cosa es la secuencia arquetípica en la cual los distintos signos devienen naturalmente los unos en los otros. Y otra muy distinta es aquella en la que lo que se describe son las adaptaciones de la psiquis a la cualidad propia de las fases posteriores a Leo. Esto es, el modo en el que se desarrolla el conflicto entre las necesidades del fragmento y el orden de la totalidad. Este punto es crucial para toda reflexión astrológica. En tanto humanidad, todos respondemos a esta matriz por la cual se conforma una interioridad que alimenta la ilusión de ser totalmente independiente de aquello que la rodea. Hoy por hoy nosotros somos eso, tanto como individuos en relación a un posible destino personal, como colectivamente en relación a la vida en la cual estamos inmersos. Por esto nos es tan costoso comprender la segunda mitad de este movimiento, en la cual la parte debe disolverse en el sistema que la generó, a fin de aportar su diferencia creadora. Desde este punto de vista, profundizar en la lógica del Ascendente, describir la matriz zodiacal desde Virgo en adelante y adentrarnos en las relaciones entre psicología y astrología, constituye en realidad un solo movimiento. Son temáticas que responden a un mismo patrón, el que es idéntico a su vez al que gobierna la dinámica evolutiva de la conciencia.

Cualidades zodiacales vs. respuestas psíquicas La consecuencia más visible de que la matriz Cáncer/Leo se corresponda con la estructura actual de nuestra psiquis, es que tenemos una gran dificultad para comprender la verdadera naturaleza de los signos que les siguen. No sólo en el sentido de la interpretación que hacemos de ellos sino en el de las escasas posibilidades que poseemos, como individuos concretos, de

responder plenamente a su vibración. Como dijimos en los párrafos anteriores, siempre será una psiquis de base cancerianoleonina la que deberá responder a los requerimientos de la energía de Virgo, Libra. Escorpio, etc. En la descripción de las conductas asociadas a estos signos, solemos perder de vista que su cualidad vibratoria encierra una dinámica absolutamente ajena a las necesidades del yo. La psiquis —que aún necesita identificarse con la sensación de ser un individuo separado y autónomo— debe vehiculizar, en estos casos, cualidades que expresan todo lo contrario y es evidente que esto le generará profundas contradicciones. De hecho, la distancia entre lo que identificamos como interioridad respecto de lo que se nos aparece como mundo externo, se irá haciendo cada vez más grande a medida que progresamos en el Zodíaco. Y, de un modo análogo, la diferencia entre las cualidades energéticas de los signos y la descripción de las respuestas psíquicas a las mismas, se hará cada vez más visible. Para un individuo concreto, no será nada fácil entregarse a una energía cuyo contenido se opone a lo que el yo necesita para su estabilidad. Esto puede estar significado por las restricciones del orden global, que le adjudica un lugar meramente funcional al individuo (Virgo), por la compleja interdependencia de los sistemas complementarios (Libra), por los intensos procesos de transferencia de energía entre las formas separadas (Escorpio) o por la integración de niveles multidimensionales (Sagitario). Las vivencias respectivas en estos casos —el modo como la matriz psíquica canceriano/leonina traduce estas vibraciones— será por ejemplo el deseo de ordenarlo todo, o el anhelo de satisfacer las necesidades del otro, o el conflicto entre destrucción y control, o la ilusoria sensación de amplitud que nace de la idealización. Es indudable que todas estas descripciones son reales, pero debemos ser rigurosos y afirmar que no reflejan las cualidades zodiacales en sí mismas, sino sólo las respuestas psíquicas que habitualmente damos a ellas. Cuanto más se aleja de Cáncer y de Leo, la identidad consciente se ve obligada por sus propias necesidades a excluir cada vez más aspectos de la energía zodiacal. No sólo la distorsiona, sino que le es preciso generar defensas específicas ante los contenidos energéticos que no puede asimilar. Gran parte de las descripciones que solemos hacer de los signos de Acuario y Piscis —por ejemplo— no son más que reacciones. Las típicas de una psiquis que aún no es capaz de entregarse al desafío que implica encarnar plenamente esas complejas cualidades. Si esto es así cuando el Sol se encuentra en alguno de estos signos, podemos imaginar las dificultades que se presentarán cuando aparezcan en el Ascendente, donde la relación entre interioridad y exterioridad es, sin duda, mucho más complicada. Por esta razón he preferido no hacer —en la Introducción— una descripción sintética de la matriz zodiacal para esta segunda

parte del texto, tal como se hizo en la primera. Cada signo será desarrollado en los capítulos correspondientes y en ellos se harán explícitas las tensiones específicas entre las necesidades de la identidad consciente y los requerimientos de la cualidad profunda del signo que asciende. En lo que sigue de este capítulo, procuraremos profundizar en algunas de las consecuencias del patrón que hemos descripto. Esto no será nada fácil, por cuanto estamos plenamente identificados con él. En este sentido, se trata de un punto ciego para nosotros. Nuestra percepción habitual y nuestro lenguaje responden a esta estructura y tratar de explicitarla es como querer desatar un nudo del cual uno mismo forma parte. Por eso sólo podremos girar alrededor de la cuestión, intentando mostrar distintos ángulos de la misma hasta que pueda aparecer —aunque sea fugazmente— el cuadro completo.

La Psiquis y el Arquetipo del Zodíaco En rigor, la compleja relación entre el psiquismo y los signos zodiacales que esbozamos en los párrafos anteriores —y que profundizaremos en los capítulos correspondientes— no se limita a los signos del segundo hemiciclo. Si observamos a una persona en la cual predominan las cualidades de un signo como Leo, por ejemplo —o sea, del primer hemiciclo— también podremos ver cómo la identificación con la interioridad separada distorsiona de un modo previsible la vivencia de la energía. En este caso, percibiremos que en la vida de esta persona se manifiesta un patrón radial que tiende a organizar sus relaciones en la forma "centro-periferia", ya que este es el modo bajo el cual se corporiza la vibración dominante en el tiempo en que ella nace. Sin embargo, es probable que la persona interprete esta pauta de un modo absolutamente subjetivo y se experimente a sí misma como alguien "especial" e incluso "superior" a los demás. Generalmente decimos que este comportamiento es característico de Leo, pero estrictamente no lo es: es sólo la vivencia habitual con la cual la cualidad de Leo es interpretada por la psiquis que responde a ella. En realidad, cuando una persona reacciona de esta manera sólo revela que aún no ha comprendido el juego de las energías que la constituyen; en este caso, las fuerzas que tienden a ubicarla como el punto focal de una red. Ocupar ese lugar no es el fruto de algún talento especial ni el producto de un peculiar desarrollo personal. Es nada más que una consecuencia espontánea de su patrón vibratorio, que la coloca en cierta posición —entre otras estructuras— a fin de cumplir con determinada función. La sensación de identidad separada es la que distorsiona el significado de su ubicación en el orden profundo de la existencia. En un sentido riguroso, la resonancia que obtienen leoninos tales como Madonna, Mick Jagger o Fidel Castro —por ejemplo— no deviene directamente de sus "talentos personales", sino que es la consecuencia natural de una estructura energética cuya cualidad

básica es posibilitar la resonancia "centro-periferia". Lo "singular", en cada caso, será eventualmente el modo en el que cada uno de ellos se haga cargo de estas posibilidades presentes en su matriz de nacimiento. Solemos decir que los signos del Zodíaco describen "características personales". Pero mal pueden hacerlo, cada vez que estas son totalmente predecibles y aparecen escritas en los libros. Como dijimos en los párrafos anteriores, sólo son descripciones de las conductas más habituales con las que respondemos a las cambiantes formas del Cielo. Nuestra percepción consensual —que creemos individual— se encuentra condicionada para interpretar el orden zodiacal siempre de la misma manera, y esto es en general lo que el astrólogo "sabe". Pero las conductas así descriptas, no son más que el conjunto de respuestas previsibles que — obedeciendo a los condicionamientos colectivos— se desencadenan cada vez que se activa cierta matriz vibratoria. Cuando identificamos una cualidad zodiacal con la respuesta arquetípica que damos a ella, no nos damos cuenta de que confundimos órdenes diferentes y esto nos hace perder de vista los procesos más ricos que la astrología puede aclarar. Dos creencias fundamentales sostienen esta confusión. La primera de ellas es el supuesto de que la estructura de nuestra psiquis es anterior e independiente al Arquetipo del Zodíaco. Dicho de otra manera, creemos que nuestro psiquismo posee una estructura diferente a la del cosmos y que, en todo caso, este "influye" sobre nosotros. La segunda es que nuestra identidad es permanente y su modo de organización no está sujeto a evolución4. Estas creencias afectan decisivamente la relación entre cada "individuo" y su "destino". Pero también condicionan las posibilidades de la humanidad en su conjunto, puesto que al impregnar las imágenes del inconsciente colectivo, imponen un límite definido para aquello que podemos concebir. Sin embargo, la creencia de que la psiquis posee una estructura inmutable y que además es diferente a la del cosmos, no es en realidad un "error". Como hemos visto, este malentendido forma parte del despliegue del arquetipo zodiacal al cual nuestra conciencia responde. Este contiene el paradójico patrón por el cual la ilusión de ser entidades separadas es absolutamente necesaria, en una determinada etapa de la evolución. Este es el nudo que no percibimos porque nosotros observamos desde "esa" posición. Pero darnos cuenta de esto es el primer paso para comprender las fases que siguen, en el proceso del Zodíaco, de Virgo en adelante: la reabsorción de lo separado y la disolución del espejismo cíclicamente inevitable que nos condiciona. Estas cuestiones pueden parecer inusualmente abstractas para un libro de astrología dedicado a los ascendentes. En general, buscamos descripciones en las que podamos 4

Aquí nos encontramos en medio del “nudo”. La conciencia separada percibe en términos de tiempo lineal y, por eso, utilizo la palabra “evolución”. Desde un punto de vista holográfico, deberíamos hablar de “distintos niveles de organización de la conciencia, simultáneamente presentes”. Lo que en realidad “evoluciona” es la relación entre ellos.

reconocernos, o el modo de establecer ciertas relaciones entre los acontecimientos de nuestra vida y nuestras características personales, que nos permitan obtener mayor control sobre lo que nos sucede. Pero ¿es el sentido de la astrología satisfacer nuestras necesidades de reconocimiento y control o, por el contrario, el de llevarnos a una dimensión en la que estos anhelos se disuelvan por si mismos y nos sea posible entablar un vínculo radicalmente distinto con aquello que nos rodea? ¿Quiénes somos realmente? ¿El individuo —y la especie— que se experimentan absolutamente separados del mundo "externo"? ¿O el holograma del sistema solar, en cuyo "interior" la conciencia se manifiesta de acuerdo a las fases que su arquetipo encierra?

El "gran salto" Desde el punto de vista material, los elementos fundamentales que constituyen la vida en la Tierra han tenido su origen en las estrellas. De allí provienen los átomos de los principales gases y metales, que hallaron en nuestro planeta las condiciones necesarias para combinarse y dar lugar a las formas y organismos que conocemos. Hasta donde podemos saber, el cuerpo humano —en particular, la delicada sustancia de nuestro cerebro— es la organización más compleja de la materia de origen estelar. Los ojos que leen estas palabras son un prodigio de sensibilidad e inteligencia; el fruto de millones de años de experimentación, a través de los cuales esos átomos desarrollaron infinitas formas asociativas, hasta dar lugar a organismos cada vez mas sensibles y receptivos. Nosotros, los humanos, somos la forma de vida terrestre en la que maduró una conciencia capaz de trascender las necesidades inmediatas de la supervivencia, para abrirse a lo desconocido y dar cuenta de la vastedad y riqueza del universo. Cada vez que nuestros ojos miran a las estrellas, la materia que bulle en su interior se contempla a sí misma, cerrando un círculo evolutivo de miles de millones de años. El carbono, el hidrógeno, el oxígeno o el hierro participan —en las células , tejidos y órganos de nuestro cuerpo— de una totalidad viviente tan sensible y compleja que es capaz de mirar el Cielo y reconocer en las estrellas el origen de su existencia. Pero cuando los humanos contemplamos el firmamento, no sólo somos capaces de apreciar el punto de partida de nuestra evolución material sino que —a través de la astrología— también reconocemos en él, el espejo de lo que sucede aquí, en la Tierra. Aunque esto aún no pueda ser universalmente aceptado, podemos decir que en el momento en que a algunos seres humanos se les reveló el orden significante de las constelaciones, la conciencia planetaria dio un salto extraordinario en su evolución. Cuando pudimos captar que "como es arriba es abajo, como es

adentro es afuera", aquello que contempla se descubrió por primera vez en lo contemplado. Un millón de años antes de que esto sucediera, un pequeño antropoide portador de la incipiente sensibilidad que permitiría esa revelación, se debatía entre otras formas que luchaban por sobrevivir. Como él, felinos gigantescos, antílopes, simios y serpientes, nacían y morían alimentándose unos de otros en una coreografía tan maravillosa como despiadada. En el cuerpo de nuestro antecesor —producto, como los demás, de las transformaciones de la materia estelar— germinaba nuestra actual capacidad de contemplar el universo y de reconocernos en él. Comenzaban a coexistir la inteligencia identificada con la supervivencia, con la sensibilidad apta para responder a aquello que trasciende las necesidades inmediatas del cuerpo que lo percibe. Ese nudo de la conciencia, a un tiempo animal y holística, instintiva y contemplativa, somos nosotros. El ser que en un nivel puede distinguir estructuras intangibles y experimentar exquisitas sensaciones e inefables sentimientos en respuesta a vibraciones de enorme sutileza y complejidad, está marcado por las memorias del horror y la agonía, de la separación y el aislamiento. Los terrores propios de la aurora de nuestra especie; el temblor de la carne que, en su lucha por existir, experimenta el universo como algo incomprensible y hostil, conviven en nosotros junto con la capacidad de contemplarnos en las estrellas y sentirnos parte de una totalidad indivisible. La astrología es una de las experiencias donde se hace más explícita la tensión entre estos extremos del arco de la conciencia que nos habitan. De allí su riqueza, puesto que trabaja en el punto en el que se encuentran lo cósmico con lo cotidiano. Nos enseña a ver en todo lo que sucede la constante intersección entre la Tierra y el Cielo y con esto nos impide buscar refugio en uno u otro de estos polos. Pero de esta tensión provienen también las paradojas, dificultades y contradicciones que debemos enfrentar cada vez que nos adentramos en ella.

Lo inconexo y lo constelado Por un lado, sabemos que el fundamento de la astrología es que el ser que observa el universo responde a un orden que posee la misma estructura que este. Por eso, podemos afirmar que la dinámica de nuestra existencia y el movimiento de nuestra psiquis son un solo y único proceso, construido sobre la misma matriz y siguiendo idénticas pautas cíclicas. Pero también sabemos que este discernimiento acerca de nuestra condición, sólo es posible en un estado en el que se ha disuelto la barrera que divide el "adentro" del "afuera" y ha cesado todo anhelo de control. Esto equivale a decir que la percepción que da origen a la astrología se encuentra en un nivel que está mucho más allá del de nuestra conciencia habitual.

Nuestra percepción consensual está construida a partir de la necesidad de controlar la realidad y se apoya en la tajante separación entre aquello que denominamos "mundo interno" y "mundo externo". Nos concebimos como una interioridad que se mueve en un espacio que le es externo y accidental; que a veces se muestra hostil y otras benigno, pero que de una u otra manera debemos enfrentar, si es que pretendemos satisfacer nuestros deseos. Mientras tengamos la necesidad de aferrarnos a esta creencia, es evidente que no podremos reconocer ninguna relación estructural entre nosotros y aquello que nos rodea. Nuestros vínculos y los acontecimientos de nuestra existencia, así como la vida que nos circunda bajo la forma de los demás reinos de la naturaleza o el Cielo que nos envuelve, nos seguirán pareciendo absolutamente independientes de nosotros. En rigor, toda nuestra experiencia colectiva está organizada sobre la base de la vivencia de separatividad y, como tal, se opone al fundamento de la percepción astrológica. Nuestra cultura nos condiciona para creer que habitamos un mundo de acontecimientos fortuitos, en que debemos batallar a fin de imponer un orden que satisfaga nuestros deseos. Para la percepción no astrológica —o preastrológica— la realidad está constituida por un conjunto de hechos aislados, en el que establecemos vínculos aleatorios a lo largo de un tiempo lineal y abstracto. Según esta concepción, cualquier cosa podría suceder en cualquier momento. Creer esto alimenta nuestros más profundos temores, pero también nos permite sostener la ilusión de gozar de una absoluta autonomía de aquello que nos rodea. Es evidente que quien comienza a investigar astrología se aleja en forma progresiva de esta percepción inconexa de la realidad. Tarde o temprano se descubrirá inmerso en una trama viviente, donde adquieren repentina visibilidad un conjunto de relaciones que hasta ese momento eran imperceptibles. Ante los ojos del investigador se va desplegando un orden diferente, en el que la sucesión de acontecimientos aparentemente aislados da lugar a un complejo juego de estructuras y redes que responde a leyes definidas. La conciencia fragmentaria —condicionada para separar nítidamente una forma de la otra, un acontecimiento de otro— sólo distingue relaciones externas entre los elementos de la realidad. Cuando hablamos del orden que percibe la astrología, en cambio, nos referimos a una red mucho más vasta, subyacente e invisible; un orden implicado que opera dentro del despliegue aparentemente desordenado de los hechos. En él, dejamos de percibirnos como entidades autónomas y nos descubrimos como vínculos. Comenzamos a captar estructuras globales en las que aprendemos a relacionar significativamente las formas que adopta el sistema solar, con los acontecimientos que se producen en la Tierra; y comprendemos que un movimiento en un plano se corresponde con su equivalente en el otro. Esta percepción —que podemos llamar mandálica o estructural— encuentra relaciones entre elementos que hasta ese momento

parecían totalmente desvinculados. Pero, para quien no tenga la percepción entrenada, el solo hecho de verlos ligados —cierta posición del planeta Marte con un accidente automovilístico, por ejemplo— parece un desatino o pura superstición. La belleza de la astrología consiste precisamente en distinguir constelaciones, es decir, relaciones estructurales entre aspectos supuestamente aislados de la realidad. Dibujos, diseños y patrones; matrices, ritmos, ciclos y corrientes; armonías y disonancias constituyen nuestra materia prima y van ocupando, para el investigador, el lugar de los objetos separados, los acontecimientos aleatorios o los vínculos casuales. De esta manera la conciencia holística — latente en cada uno de nosotros— entra en actividad y el registro fragmentario puede ser cuestionado. En la medida que se disuelven los condicionamientos que nos hacían ver separado, incluso el flujo del tiempo es percibido de otra manera. Pierde la cualidad abstracta, lineal e inasible que lo caracterizaba y nos revela su naturaleza rítmica y estructural. Nos muestra que posee forma, que existe una matriz que describe su topología y da cuenta de sus diferentes cualidades e intensidades. Pero debemos reconocer que este proceso no es inmediato. La percepción mandálica es elusiva e incluso puede no producirse nunca. Como intentamos mostrar en estas páginas, es inevitable que el fundamento holístico de la astrología quede atrapado en las abstracciones de la conciencia fragmentaria. El conocimiento astrológico despierta toda la avidez que caracteriza a la estructura psíquica, que hace centro en el yo separado. Pero como no alcanza a comprender sus dimensiones más profundas, no puede hacer otra cosa que intentar reducirlo a un instrumento, con el que cree que podrá mitigar las ansiedades que le despierta el futuro. Como consecuencia de esto, el núcleo más creativo de la astrología queda prácticamente sepultado bajo las construcciones que emanan de nuestra necesidad de control. Este es un movimiento que no se puede evitar y se produce tanto en el investigador individual como a lo largo de la historia. Como un salmón que se ve obligado a nadar contra la corriente para cumplir con su destino, quien estudia astrología debe aprender a remontar el cauce de las ilusiones que proyectamos sobre ella, para despojarla de todo aquello que niega su fundamento.

¿Instrumento del yo o experiencia transformadora? La historia de la astrología puede ser pensada como el resultado de la interacción entre dos grandes corrientes. Si tenemos en cuenta lo que hemos dicho en los párrafos anteriores, esto es lógico e incluso necesario, dado que la existencia de ambas responde a la tensión intrínseca entre la conciencia holística que descansa en la inmensidad, y la inteligencia fragmentaria,

saturada de miedo y necesitada de control. La primera corriente es la que permanece en contacto con el origen: se desarrolla a partir de aquellos que realmente perciben —en distintos niveles—"la realidad holográfica del universo. En ella el aprendizaje va mucho más allá del conocimiento de determinados símbolos y técnicas: se trata de habilitar sucesivas expansiones de conciencia en el estudiante, para que aquello que en un momento fue sólo un concepto o una hipótesis, llegue a adquirir visibilidad e incluso corporalidad. La tradición más externa, en cambio, se construye a partir de quienes —sin poder registrar fácticamente la equivalencia de lo externo con lo interno— sólo creen o sostienen la idea de la correspondencia entre macrocosmos y microcosmos. En este segundo caso, la astrología únicamente puede crecer dentro de los límites que le imponen los supuestos psíquicos y culturales de quienes investigan y los de aquellos para quienes trabajan. Estos son múltiples y operan en distintos niveles según las épocas, pero tanto en la astrología medieval como en la contemporánea, el supuesto que suele permanecer inalterado es que el ser humano es una entidad relativamente autónoma del resto del cosmos y por esta razón posee un destino claramente individual. En este contexto, el centro de toda la investigación se reduce casi exclusivamente al individuo y a la misteriosa influencia que los astros tienen sobre él. Ya sea en tanto fuerzas externas de las que debe emanciparse, o como el designio de alguna voluntad que adjudica características y destinos a cada ser humano por separado, la atención del investigador se concentra en descifrar el significado de dichas fuerzas o el sentido de dicho designio. Con este objetivo, pierde de vista la necesidad de transformarse a sí mismo a lo largo del aprendizaje, para que afloren en él los niveles de percepción que dan cuenta de la unidad del sistema solar. Apoyado simplemente en creencias, el proceso mental del astrólogo sigue siendo tan analítico, lineal y fragmentario como el de quien nunca ha transitado por la astrología. Asimismo, desconoce que su integración emocional forma parte esencial del trabajo que debe realizar. Por esta razón, es raro que tome contacto con los núcleos de temor y los deseos de control que conducen de forma inconsciente su investigación. Y, probablemente, tampoco reconozca la importancia del cuerpo en la tarea de registrar y tolerar un mayor caudal vibratorio. Por eso le será muy difícil encarnar aquello que piensa, y comprender así la diferencia que existe entre tener un conjunto de ideas vs. percibir realmente lo que se está diciendo. En este contexto, la astrología deja de ser una experiencia transformadora y se limita a ser un instrumento al servicio de la conciencia fragmentaria. La ilusión de ser una entidad separada —el yo en un sentido individual, y la humanidad en el colectivo— queda así cuidadosamente protegida de los cuestionamientos que la astrología le propone y el investigador no altera —en esencia— el paradigma que comparte con la cultura de la época.

El nivel fragmentario como aspecto necesario del orden global Vemos entonces cómo, por un lado, el núcleo más creativo de la astrología queda oscurecido por los ropajes que le imponen los supuestos psicológicos y culturales de quienes la investigan. En este caso se impone un aspecto del patrón que estamos indagando, por el cual el nivel fragmentario debe necesariamente filtrar la información que proviene de la totalidad del sistema. Los contenidos que amenazan la identidad que debe ser protegida, sólo pueden ser incorporados a través de una forma compatible con su estructura. En este caso, deberán mantenerse en el nivel intelectual. Sin embargo, también lo opuesto es verdadero. El aspecto complementario de este patrón nos indica que el conjunto del sistema —al mismo tiempo que protege a la parte provisoriamente separada— opera sobre ella para que se produzcan las transformaciones que el arquetipo prevé. Vista de esta manera, la astrología actúa como un "virus" —inoculado desde el nivel global— que penetra en la forma aislada y le impide cortar el vínculo con el origen. Al dejarse devorar por el anhelo adivinatorio o por el afán del individuo de sentirse explicado, la astrología logra mantener la presencia de aquello que el yo separado no puede asimilar: la correspondencia efectiva entre el Cielo y la Tierra, entre el "adentro" y el "afuera". Podríamos decir —dentro de los límites de esta analogía— que mientras se producen alteraciones progresivas en el nivel fragmentario, el "virus" aguarda la oportunidad cíclica en que la conciencia pueda asimilar su contenido en plenitud. Desde este ángulo, la astrología es simultáneamente incorporada y rechazada, aun por quienes la investigan. Pero esto no debe ser interpretado como una limitación, sino simplemente como un hecho que nos muestra cuánto se pone en juego cada vez que nos acercamos a ella. De acuerdo al patrón que estamos investigando, este doble movimiento es inevitable. La astrología nos abruma al mostrarnos la presencia de lo desconocido en nosotros; y para protegernos de ello, nos vemos obligados a empequeñecerla.

Psiquis y cosmos Si observamos las corrientes más externas de la astrología, podremos reconocer el paralelismo que existe entre su evolución y las fases que recorre la conciencia separada, en el camino de sus transformaciones. En un principio "aquello que ve" —la conciencia— atribuye total independencia a lo visto. De manera análoga, la correspondencia entre macrocosmos y microcosmos toma un sentido puramente "objetivo" en esta etapa y los astrólogos no hacen referencia alguna al

proceso psíquico y a su relación con el destino. Por otra parte, el paradigma lineal imperante en nuestra cultura impidió por mucho tiempo que floreciera el concepto de ciclo en la astrología occidental. Impresionados por la posibilidad de relacionar las formas del Cielo con los acontecimientos de la Tierra, los astrólogos se limitaron a adjudicarle un contenido fausto o infausto a los mismos. En este nivel de comprensión, los hechos en la vida de un individuo siguieron siendo percibidos como separados uno del otro; en todo caso, cualificados y "enlazados" con el Cielo, pero sin alcanzar a reconocer en ellos la presencia de patrones o diseños recurrentes. El "destino individual" es concebido así en forma independiente de cualquier trama vincular o de los contextos colectivos e históricos en los que se manifiesta. El polo singular de cada situación se acentúa al extremo y se ignora por completo la existencia de campos, dinastías y redes. Capturado por la necesidad de control, este nivel de la astrología no reflexiona nunca acerca de las posibilidades del ser humano para refinar su capacidad de respuesta a las formas del Cielo. No observa en términos de sensibilidad, orden creativo y vincularidad, sino sólo en el de fuerzas, destino predeterminado y conductas individuales. En una segunda etapa —de la que somos contemporáneos— la conciencia comienza a superar el registro fragmentario de la realidad y descubre la proyección de los contenidos de la interioridad sobre el mundo "externo". De hecho, podemos decir que una de las características esenciales de la cualidad del tiempo en que vivimos es el surgimiento de una nueva comprensión —mucho más abstracta— del mundo de las formas. La existencia de patrones —en un plano imperceptible a los sentidos— como organizadores de lo concreto, se está convirtiendo en una evidencia para la ciencia actual. En las últimas décadas hemos aprendido a reconocer estructuras, matrices y códigos presentes en distintos aspectos de la naturaleza. Fractales, bucles de retroalimentación, campos morfogenéticos, la dinámica serpentina del ADN, son —entre otros— conceptos que otorgan visibilidad a niveles de realidad infinitamente más complejos que los habituales. La psicología moderna, por su parte, nos ha mostrado las estructuras que organizan nuestra psiquis. Nos habla de la existencia de patrones tanto en la historia personal como en los sistemas familiares, así como en el orden simbólico del lenguaje o en el de los arquetipos y sus imágenes colectivas. Como sabemos, la astrología acompaña este salto en la conciencia y gracias al encuentro con la psicología adquiere una extraordinaria sutileza para describir procesos profundos. Se reaviva entre los investigadores el interés por el nivel simbólico, y la distinción psicológica entre identidad consciente y Sí mismo permite que algunos conceptos fundamentales de las corrientes más profundas de la astrología comiencen a ser asimilados en gran escala. Sin embargo, si bien la psicología moderna ha dado pasos gigantescos en la dirección de

percibirnos en el contexto de grandes tramas condicionantes —a nivel libidinal, sistémico, arquetípico o en el del lenguaje— aún no ha dado el salto que le permitiría concebirnos como estructuralmente entrelazados a los demás reinos de la naturaleza, a la Tierra y a la vida del sistema solar. En un sentido riguroso, toda psicología implica una cosmología y toda cosmología implica una psicología. El modo como los humanos concebimos la estructura de "lo más interno" está íntimamente ligado al modo como caracterizamos "lo más externo". Desde los antiguos mitos cosmogónicos hasta las elaboraciones más abstractas y "objetivas" acerca del universo, lo que se pone en juego es la actividad de la conciencia. Los períodos en los que se confunden por completo psiquis y mundo o aquellos en los que se separan radicalmente, son sólo fases de un mismo aprendizaje, en el que la misteriosa articulación entre aquello que contempla y lo contemplado se devela paso a paso. El encuentro entre astrología y psicología nos da una oportunidad extraordinaria para que se produzca un salto en esta tarea. Pero es evidente que en esta relación no puede dejar de reproducirse el nudo que caracteriza al patrón que estamos investigando. Es posible que el contexto histórico prime y la astrología vuelva a ser transitoriamente asimilada dentro de los límites que la cultura puede tolerar. Pero quizás, también, la presencia del orden que la astrología nos transmite —y que muchas corrientes del pensamiento contemporáneo comienzan a reconocer— tenga la fuerza suficiente como para transformar el modo con que los humanos nos percibimos a nosotros mismos, permitiendo el desarrollo de una psicología integrada a los procesos cósmicos. Que el universo posea una "psiquis" y que nuestra interioridad responda al orden del cosmos, son afirmaciones de tal envergadura que nos hacen vacilar. Por eso solemos no pensar en ellas y nos limitamos a movernos en el terreno aparentemente seguro de lo instrumental. Es decir, no profundizamos en los fundamentos y sólo utilizamos los métodos y técnicas que se deducen de aquellos. Esta es una actitud prudente, pero también es una disociación. El núcleo profundo de la astrología nos indica que psiquis y cosmos forman una unidad; señala en la dirección de un orden que contiene los dos lados de nuestra experiencia y nos dice que la disolución de la barrera que los separa, forma parte del despliegue cíclico de esa estructura. La astrología es una psicología en sí misma, y tiene la posibilidad de mostrarnos cómo la psicología del individuo separado, es sólo un aspecto de un proceso que la trasciende.

No existe un "yo" anterior a la "estructura natal"

El excesivo énfasis puesto en la carta natal individual suele oscurecer el hecho de que las sucesivas formas que el sistema solar adopta responden a una matriz única, que posee un patrón absolutamente regular de manifestación. A medida que los planetas recorren sus órbitas, se van formando los dibujos que simbolizan las cualidades, que se corporizarán en una existencia concreta. Estas órbitas obedecen a un algoritmo matemático que define las sucesivas posiciones de los planetas a lo largo de los milenios, así como los ángulos que establecerán entre sí. El Cielo de cada instante —cada carta natal— no constituye un dibujo autónomo, sino que es una transformación particular de esa matriz. Está absolutamente implicado en cada uno de los instantes anteriores y posteriores, de igual manera que una ola no es más que un rizo en el flujo del océano. Si miramos nuestra existencia desde un punto de vista individual, podemos decir que cada nacimiento encarna un momento de ese flujo. Este se desplegará en una trama de relaciones — otros dibujos del Cielo— matemáticamente congruentes entre sí. Desde una perspectiva más amplia, podemos pensar que se trata de una red que se materializa por medio de los distintos "individuos" que comparten destinos comunes. Un racimo de nacimientos, engarzados por su coherencia estructural. A través de cada uno de estos racimos —u oleadas de nacimientos— se despliega en la Tierra la continuidad matemática de las transformaciones del Cielo. A su vez, cada existencia concreta modifica con su experiencia la sustancia de la Tierra, comprometiendo así las posibilidades de aquellos instantes —otras transformaciones preestablecidas de la matriz— que se corporizarán en el futuro. Cada uno de los diseños de la trama celeste expresa (o simboliza), cierta vibración o cualidad sintética que emerge de la relación entre los distintos factores que lo componen (planetas, signos, ángulos) tal como un acorde musical nace de la peculiar resonancia entre las notas que lo conforman. Como sabemos, esa vibración sintética que hace a la singularidad del nacimiento, se distribuye a su vez a través de otra matriz —el sistema de casas asociado al lugar— que define en gran medida los escenarios en la vida de ese individuo. Es decir, a través de qué tipo de vínculos o acontecimientos particulares se manifestarán cada una de las notas que componen el acorde. En la Introducción al primer volumen de este libro, dijimos que cada carta natal describe la trama vincular asociada al cuerpo del niño que nace en determinado instante y lugar. La vibración sintética de ese momento se refracta en una multiplicidad de relaciones y sucesos, que constituyen el "destino" de ese niño. Este se encuentra envuelto —por así decirlo— en las cualidades que le corresponde expresar, pero la mayor parte de ellas se manifiestan inicialmente a través de otras personas y las situaciones que con ellas protagoniza.

Aquí comienza un doble movimiento que encarna —en una existencia individual— toda la tensión entre lo separativo y lo holístico; entre la forma en crecimiento que debe ser protegida y el nivel global del sistema energético. Desde el punto de vista psicológico, es necesario que el niño se discrimine de las personas y situaciones que lo rodean, afín de configurar una identidad estable. Esta identidad consciente —que llamamos yo— desarrollará una forma relativamente constante de relacionarse con las experiencias inscriptas en el instante de nacimiento, que a partir de este momento le parecerán como definitivamente "externas". Pero desde el punto de vista astrológico, lo que en realidad sucede es que se ha establecido un patrón de identificación dentro del campo de la carta natal. El yo no es nada más que un fragmento de esa totalidad, una particular y necesaria organización de la misma, pero no una estructura independiente o anterior a ella. Las frases coloquiales como "mi carta natal", "mi Saturno" o "mi Ascendente" son construcciones equívocas del lenguaje que evidencian —una vez más— su distancia respecto del paradigma astrológico. No existe un yo anterior a la estructura natal sobre el cual "influyen las estrellas", sino que esa sensación de identidad que llamamos yo, "identidad consciente" o "personalidad" es un efecto del despliegue cíclico de la matriz natal. Una estructura arquetípica, que adquiere determinadas características a partir de la previsible cristalización de algunas de las cualidades del mapa. Ciertos niveles de la carta natal resuenan de tal manera en nuestra sensación de "interioridad", que son rápidamente reconocidos como "propios" o como formando parte de aquella. Otros, en cambio, permanecen alejados de toda identificación e incluso parece imposible que alguna vez puedan ser aceptados como aspectos del Sí mismo. En sus niveles más básicos, nuestra conciencia está condicionada para fragmentar el campo global en un sinfín de dualidades como bueno/malo, interno/externo, deseable/temible, etc. Este condicionamiento actúa como un verdadero "selector arquetípico" de vibraciones, haciendo que algunas de las cualidades natales coagulen con extrema rapidez y definan los bordes de la identidad consciente, mientras que otras sólo podrán ser aceptadas después de una larguísima elaboración. Podríamos decir que lo que llamamos "destino" es precisamente esta "larguísima elaboración": el abismo que se abre entre lo que cada ser humano cree ser —a partir del momento en el que se estabiliza el yo— y lo que realmente es.

Cuando observamos una carta natal debemos tener en cuenta, entonces, tanto la tendencia a la cristalización en una identidad fija, como el desarrollo de la capacidad de redefinir las identificaciones que fueron necesarias y permanecer abiertos al despliegue de la vibración profunda del instante de nacimiento.

Ambos movimientos forman parte del arquetipo de nuestra existencia. Desde este punto de vista, en todo individuo se desarrolla primero una estructura de personalidad que fluctúa alrededor del punto de equilibrio entre las necesidades de la estabilidad psíquica y las cualidades energéticas del mapa. Se erige como una barrera, dentro de la estructura natal, que separa aquello que podemos reconocer como características "personales", del "destino que nos toca vivir". Pero a partir de determinado momento, la lógica del sistema apunta a disolver esa misma estructura que construyó inicialmente. En cada giro de la rueda, lo desconocido de sí mismo retornará con precisión matemática y en cualquier evento existirá una información con el potencial suficiente como para alterar los supuestos con los cuales nos habíamos identificado. Pero si la estructura de la personalidad es demasiado rígida o no están suficientemente desarrolladas las cualidades aptas para acompañar la segunda parte del proceso, es inevitable que se instaure un conflicto recurrente entre la identidad autocentrada y los acontecimientos. En algunos casos, la personalidad construida no es suficientemente sólida y en consecuencia se siente a merced del "destino". En otros, el aprendizaje en la expansión del yo

ha sido exitoso y la persona tiene la sensación de poseer un fuerte control sobre el mundo. Pero en una u otra situación, el paradigma de la existencia es el mismo. Responde a una lógica basada en el conflicto entre lo "interno" y lo "externo", y en ninguno de los dos casos ofrece los elementos como para encontrar una articulación diferente entre ambos lados de la estructura. Nadie nos prepara para desarrollar una identidad suficientemente estable y flexible a la vez, como para no oponernos a las transformaciones inscriptas en nuestro instante natal ni quedar irremediablemente desorganizados por ellas. Y aún mas lejos estamos de preguntarnos acerca de las cualidades que necesitamos desarrollar, para poder entregarnos a la acción de la totalidad que subyace a nuestras vidas. En realidad, cada vez que confundimos cualidad energética con reacción psicológica, estamos reforzando el paradigma del conflicto. Cualquier descripción que no muestre —al mismo tiempo— el aspecto defensivo con el que nos protegemos de aquello que nos excede, junto con el potencial interno para la transformación, tiende a cristalizarnos. Y cuando la identidad cristalizada se enfrente con el fatal desafío de su renovación, esta sólo podrá producirse por medio de la destrucción, el dolor y el sufrimiento. En general, aceptamos el conflicto como una inevitable condición de nuestra existencia. Sin embargo, deberíamos preguntarnos si esto realmente responde a la lógica profunda del Zodíaco o se trata de una interpretación que surge de nuestro condicionamiento colectivo.

El Zodíaco: un arquetipo de "tercer orden" El Zodíaco forma parte de una clase de estructuras en las cuales las características de sus diferencias internas responden a la posición que ocupan dentro de la totalidad. En los planos vibratorios —o musicales— las cualidades surgen de la proporción en la que sus componentes se distribuyen. Así como una cuerda emite un sonido diferente de acuerdo a la relación entre su longitud total y el punto sobre el cual se ejerce presión, la cualidad de cada signo zodiacal surge de la división del círculo en doce espacios iguales. Una vez definido el punto de tensión inicial, cada uno de los espacios expresa una cualidad o vibración que es inherente a la posición que ocupa en el sistema. El orden de los signos con sus significados particulares es así intrínseco al Zodíaco, del mismo modo en que las notas musicales se suceden unas a las otras en una relación que no puede ser modificada. El Si es la vibración que se produce entre el Si bemol y el Do, y no puede ocupar otro lugar en la escala, así como la cualidad de Virgo se corresponde con la posición entre Leo y Libra y el ángulo de 150 grados respecto de Aries. Esa cualidad es esa posición en el espacio; está determinada .por la totalidad a la cual pertenece. En otras palabras, el significado de cada signo está definido por la estructura global del Zodíaco.

En el primer volumen de este libre —en la parte dedicada a la matriz zodiacal— distinguíamos por lo menos tres visiones diferentes de la misma, de acuerdo al tipo de pensamiento con que se la aborda. En su nivel más ingenuo —donde predomina el pensamiento lineal— la astrología aún no alcanza a descubrir las relaciones profundas entre los elementos que están a su disposición. Se limita, en lo que al Zodíaco se refiere, a distinguir doce espacios a los que atribuye características intrínsecas e independientes entre sí. Bajo esta mirada, el círculo zodiacal no posee un significado en sí mismo en cuanto totalidad; se lo concibe simplemente como el resultado de la yuxtaposición o sumatoria de los signos. Las complejas relaciones entre el espacio, la posición que cada elemento ocupa en él y la conciencia determinada por ese ángulo particular de la estructura, permanecen completamente inadvertidas para este tipo de pensamiento. Sin embargo, aun en este nivel, sabemos que en la medida que la vibración se manifiesta en planos más concretos de la realidad, va adquiriendo diferentes significados —o formas— de acuerdo a la particular densidad de ese plano. Cada uno de los signos —aun vistos aisladamente— es una fuente sintética de significados que remiten a entidades diferentes e incluso contradictorias en el mismo nivel. En el plano psíquico, específicamente, la respuesta a la cualidad de cada signo se expresa en la proyección de diferentes imágenes colectivas sobre el mismo espacio. Así, el escorpión, la serpiente o el águila son evocados cada vez que la psiquis está en relación con el octavo signo, el cual contiene a su vez imágenes arquetípicas tan disímiles entre sí como las del vampiro, el alquimista o el curador. En la medida que la investigación fue creciendo en profundidad psicológica, ha sido posible percibir la lógica inherente a estos iconos y apreciar así una dinámica que describe distintas etapas en la evolución de la conciencia respecto de cada signo. Cada espacio zodiacal constela distintas imágenes arquetípicas y devela una coherencia entre las mismas, que suele permanecer oculta a los investigadores que ignoran la astrología. Esto se debe a que, en realidad, cada signo es un arquetipo de segundo orden, en el sentido de que opera como una matriz generadora de múltiples imágenes colectivas. El símbolo de Capricornio, por ejemplo, pertenece a un nivel en que están encapsulados tanto el arquetipo del padre como el del diablo, el del monje o los significados arquetípicos de la piedra: del mismo modo en que Leo sintetiza los diferentes significados del rey, el oro o el león. Aprender astrología es precisamente desarrollar las cualidades que nos permiten descubrir la coherencia estructural que subyace a la multiplicidad, tanto en el plano de los hechos como en el de las imágenes psíquicas. Desde el momento en que la astrología occidental —fundamentalmente a partir de Dane Rudhyar— comenzó a comprender el Zodíaco no sólo como una colección de símbolos sino como una estructura cíclica, se hicieron evidentes una serie de relaciones que antes pasaban

inadvertidas. Se hizo imposible seguir pensando en los signos como espacios independientes y eso permitió que la secuencia zodiacal empezara a tomar un significado en sí misma. Esto posibilitó también que se profundizara en la lógica de los arquetipos asociados a cada espacio. A partir de ese momento, la secuencia de las imágenes colectivas dejó de ser aleatoria y el Zodíaco comenzó a ser percibido como un patrón ordenador de la dinámica psíquica. Pero al dar un paso más y comprender que la matriz zodiacal no sólo simboliza un ciclo sino que también es un mandala, se hacen visibles nuevas correlaciones. El Zodíaco se revela —al mismo tiempo— como una matriz temporal que encierra las claves de cualquier dinámica secuencial y como un holograma que se manifiesta sincronísticamente; una estructura multidimensional que opera en el espacio-tiempo, superando la aparente contradicción entre secuencia y simultaneidad. Desde este punto de vista, el Zodíaco es un arquetipo de tercer orden: la fuente de doce arquetipos —los signos— que a su vez contienen una multitud de arquetipos diferentes.

Esto nos indica que existe una diferencia de orden lógico entre los llamados arquetipos en tanto imágenes colectivas, y la matriz zodiacal. Ambas clases de estructuras están ubicadas en planos distintos, y esta distinción es fundamental para no confundir sus significados o tratarlos como equivalentes, tal como generalmente sucede. Ningún arquetipo conocido —en tanto imagen colectiva— agota los significados de un signo y menos aún del Zodíaco.

Imágenes arquetípicas y matrices vibratorias Cada vez que la conciencia capta una cualidad a través de una imagen, nos encontramos en un nivel mucho más concreto que en el de las estructuras simbólicas. La imagen —en sentido antropomórfico o naturalista— pertenece al dominio de lo imaginable por el ser humano, es decir, de aquello que se encuentra dentro de los límites de nuestra experiencia. Forma parte del bagaje acumulado por la psiquis en tanto interioridad separada y está fuertemente condicionada por la memoria. Toda imagen concreta es un recuerdo o es una construcción a base de fragmentos del pasado. El nivel imaginario de los arquetipos del inconsciente colectivo es una colección de estructuras basadas en la acumulación y repetición de las experiencias humanas; un campo deformas conocidas que adquiere vitalidad en la medida que las experiencias se

repiten y confirman el patrón prefigurado en la imagen. Esta última es siempre un fragmento de lo real; la experiencia que contiene no puede ser sino limitada. Por esto, es necesario que aparezcan nuevas imágenes que complementen a las primeras, para que sea posible tener una representación de la totalidad. Una matriz simbólica compleja —como el entero mandala zodiacal— está más allá de lo experimentado colectivamente. Todo símbolo pertenece a una totalidad estructural —sea esta el Zodíaco, el Sistema Solar, el Árbol de la Vida o el I-Ching— mientras que las imágenes son el resultado de una captación parcial de las mismas. No existe ninguna imagen extraída de la experiencia concreta que pueda contener todos los significados de una totalidad estructural. Por eso son necesarias muchas imágenes —contradictorias entre sí— para dar cuenta de un arquetipo de segundo o tercer orden. Lo que aquí denominamos estructura simbólica, es la primera condensación de un patrón matemático (geométrico) que posee múltiples posibilidades de corporización.

A su vez, este nivel geométrico es el primer diseño perceptible de un patrón puramente proporcional —vibratorio o musical— capaz de operar en diferentes niveles de sustancia y provocar así la aparición de formas de distinto grado de sutilidad o concreción. El Zodíaco —como arquetipo de tercer orden— se hace visible en todos estos niveles al mismo tiempo, pero en cada uno de ellos posee una capacidad descriptiva diferente. En tanto matriz vibratoria, patrón Geométrico o estructura simbólica, encierra un potencial de significados y experiencias que aún no han sido recorridos por la humanidad. Cuando lo comprendemos a través de las imágenes colectivas, en cambio, lo reducimos al plano de los iconos que espontáneamente emergen en nuestra psiquis y que responden al nivel fragmentario de la conciencia. En este plano, la conciencia depende de su identificación con alguna forma (o imagen) y va de una a otra en busca de la experiencia que pueda colmar su anhelo de totalidad. Aún no tiene

la madurez suficiente como para responder a aquello que circula entre las formas. Esto es aún amorfo para ella y—por esa razón— no puede distinguir estructuras completas en las que adquieran plena visibilidad las relaciones entre cada causa y sus consecuencias; en las que se pueda captar el final, desde el principio. Es claro entonces por qué ninguna imagen puede reflejar cabalmente estas estructuras, por cuanto ellas no constituyen una forma sino una circulación. Por fascinante que sea toda imagen arquetípica, esta no es más que una gigantesca simplificación colectiva que inevitablemente empobrece el significado de los grandes arquetipos de lo real, como el Zodíaco o el Sistema Solar. Se convierte en un patrón de interpretación inconsciente que se proyecta sobre los acontecimientos limitando —para todos los seres humanos— las alternativas de conducta posibles dentro de los marcos de aquello que la memoria colectiva atesora. Así como en el interior de una carta natal individual se configura un patrón de identificación —el yo— que más tarde impedirá que esa persona comprenda todo el potencial que circula a través de su destino, la trama de imágenes arquetípicas condensa los supuestos inconscientes que nos definen en tanto humanidad, restringiendo nuestras posibilidades de responder a la vibración zodiacal. El contenido de nuestra psiquis colectiva nace de la experiencia de la fragmentación y, por esta razón, no puede encontrar un orden. Es un laberinto donde ninguna puerta puede indicarnos la salida, por cuanto es una imagen —o sea un fragmento— más. Sólo un salto de plano puede revelar la lógica profunda en la que la experiencia —determinada por la separación — encuentra el lugar que le corresponde y los patrones ligados al conflicto pierden su poder condicionante. Todo esto —las peripecias de la identidad separada— se encuentra en relación directa con el modo como definamos los signos de la segunda mitad del Zodíaco y será analizado en los capítulos correspondientes. Por ahora digamos que la característica esencial de los niveles simbólicos, geométricos y vibratorios es que en ellos se hacen instantáneamente presentes las estructuras globales que la conciencia identificada con la parte no alcanza a captar. En estas se desnuda el hecho de que no puede existir un lado de la experiencia sin que se manifiesten al mismo tiempo los opuestos que la complementan. Es obvio en estos planos — por ejemplo— que la interioridad y el límite se generan uno al otro, así como que el apego está indisolublemente ligado al sufrimiento. Dicho zodiacalmente, en tanto opuestos. Capricornio y Cáncer forman una estructura, del mismo modo como lo hacen Tauro y Escorpio5.

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No analizaremos en este texto todas las relaciones posibles, que incluyen —además de las polaridades— los triángulos, las cruces y las reversiones de la rueda.

El arquetipo zodiacal Lo importante para nosotros es advertir que, en los niveles donde las imágenes predominan, la riqueza de estas estructuras queda velada por la nube de fantasías, anhelos y temores que surgen del torrente de experiencias concretas de la humanidad. Así como las marcas infantiles recortan lo que realmente sucedió para el individuo, encerrándolo en una trama de supuestos con los que se ha identificado, la humanidad entera se mueve dentro de los límites que su experiencia histórica le permite imaginar. En este plano, aún soñamos con la posibilidad de separar la vida de la muerte o creemos que puede existir un "gran padre" sin una "gran madre" a su lado, o viceversa. Como hemos dicho en el primer volumen, la identidad consciente debe retornar muchas veces a la misma experiencia, antes de comprender las distintas facetas de la misma y renunciar así a su perspectiva autocentrada. Sólo de esa forma puede captar la estructura subyacente a los acontecimientos dispersos de su vida y dejarse modificar por aquellos contenidos de los que hasta ese momento se protegía. De la misma manera —en el nivel colectivo— los humanos giramos en la rueda de las imágenes arquetípicas, repitiendo las mismas escenas y experimentando los mismos desenlaces. Todo "individuo" —una forma peculiar de la matriz del Cielo que se manifiesta en el tiempo— tiene como tarea trascender las ideas, imágenes y sensaciones que se activan en la psiquis en tanto respuesta condicionada a una cualidad zodiacal o planetaria. Y para esto, tarde o temprano deberá enfrentarse con el techo que le impone lo colectivo. El ir y venir de la experiencia —tanto individual como colectiva— transita por senderos fuertemente condicionados por el pasado. Ocasionalmente se produce un destello en el que logramos captar la presencia del orden que está más allá de la separatividad. Estas fugaces percepciones se abren camino en la maraña tejida por el nivel fragmentario de la conciencia y provocan el despertar de su nivel holístico. Pero para que este nivel se desarrolle, es de gran importancia que nos aboquemos a investigar la lógica interna que ordena los arquetipos que habitualmente estudiamos por separado. Esto significa pasar del nivel de las formas al de la circulación y, en un sentido profundo, es de esto que trata la astrología. Un individuo tendrá determinada relación con su madre —por ejemplo— la cual estará llena de ambivalencias y contenidos inconscientes. Más tarde comprenderá que ese vínculo "personal" estaba atravesado por las imágenes relacionadas con la "Gran Madre". Como sabemos, estas incluyen un sinnúmero de figuras que representan distintos aspectos del arquetipo, como Isis, Khali. Artemisa y muchas otras. Pero el verdadero sentido de cada una

de ellas y la lógica de su aparición en la conciencia, está contenido en el recorrido de la Luna por sus fases. Este es el nivel simbólico que revela la disposición correcta de las imágenes que pugnan infructuosamente por encontrar un orden, tanto en la psiquis individual como en la colectiva. Pero en este nivel podemos incluso dar un paso más y encontrar el lugar que le corresponde —su verdadera proporción— al arquetipo de la Gran Madre. La Luna no es una entidad aislada, sino que pertenece a una matriz más amplia, y la astrología —aquello que investiga la correspondencia entre psiquis y cosmos— nos muestra su relación estructural con el Sol, Saturno y los demás planetas del sistema6. Todo arquetipo particular está inscripto en alguna matriz de orden más elevado que lo contiene y le adjudica su verdadera posición. Su significado profundo, en consecuencia, sólo puede aparecer cuando se hacen evidentes sus ligaduras con los otros arquetipos que pertenecen a esa estructura. El Zodíaco (y el Sistema Solar) son matrices arquetípicas cuya dinámica esencial no puede ser percibida desde la fragmentación. Por eso no puede ser reflejada en su totalidad mediante imágenes, así como tampoco podemos agotar sus significados con palabras. De aquí que sea de particular importancia distinguir desde qué nivel estamos abordando estas estructuras. Todas las descripciones que hacemos de ellas son esencialmente correctas. Sin embargo, debemos tener en claro que cada una expresa una fase diferente en la evolución de la conciencia. En los capítulos sucesivos intentaremos hacer explícito el punto en el cual la conciencia individual —en su aprendizaje con relación a cada vibración específica como Escorpio, Sagitario, Capricornio, etc. — alcanza el techo que la conciencia colectiva le impone. La meditación sobre este punto de tensión nos puede mostrar las posibilidades del "individuo" para encontrar una respuesta que escape a lo conocido y que, en consecuencia, los astrólogos no estamos en condiciones de anticipar. El arquetipo zodiacal nos muestra un orden y nos dice que, hasta un cierto nivel, este tiene una forma compatible con la estructura actual de nuestra psiquis. Por eso lo podemos entender. De acuerdo con nuestra madurez, podremos ver en él imágenes más complejas, ricas y significativas que dan cuenta de toda la sabiduría que la humanidad acumula en su memoria. Podremos incluso pensarlo y explicarlo con gran profundidad. Pero si nos entregamos realmente a su lógica, nos encontraremos con que a partir de cierto punto, deberemos renunciar a darle forma. Para quien haya tocado la naturaleza del orden que subyace a la astrología, es evidente que este se encuentra en una dimensión que no podemos concebir. Sin embargo, existe y actúa. Y nuestra gran posibilidad es aprender a resonar con ese orden y permitir que actúe en nosotros. Cuando miramos el Cielo en una noche estrellada y vemos la Luna brillando al lado de un 6

Cfr. Las Lunas, el refugio de la memoria (op. Cit.), capítulo introductorio.

planeta —por ejemplo— esto nos está dando una gran cantidad de información acerca de los niños que nacen en ese instante. Comprendemos también que ciertos estados de ánimo que quizás estamos experimentando, han aflorado en respuesta a un movimiento que nos trasciende por completo. Sabemos incluso que ese momento tiene una cualidad que facilita la concreción de ciertas cosas así como impide otras. Cada vez que los astrólogos quebramos el hábito de mirar el firmamento sólo a través de las efemérides o de un programa de computadora, el misterio en el que estamos inmersos se nos impone. Se hace evidente —más allá de cualquier discusión intelectual— que cuando los humanos miramos el Cielo, no estamos viendo simplemente cuerpos ni tampoco aquello que la psiquis proyecta sobre ellos, como creen los astrónomos y los psicólogos. Estamos siendo testigos de la unidad entre la psiquis y el cosmos. ¿Qué significa realmente esto? Aún no tenemos palabras para dilucidarlo y quizás nunca las haya. Pero cuando en los próximos capítulos nos encontremos con los Ascendentes y nuestra atención quede capturada por la dramática importancia que le asignamos a nuestra existencia individual, tengamos presente que sólo estamos en camino. Que cuando estudiamos astrología —lo sepamos o no— estamos participando de un inmenso proceso en el que aquello que contempla, aprende a reconocerse en lo contemplado.

El Ascendente: algunas precisiones conceptuales Para muchos lectores previamente formados en astrología, el modo como aquí presentamos el Ascendente provoca ciertas resistencias, por cuanto parece no coincidir con lo que la tradición afirma. Si bien es reconocido que la astrología clásica define este concepto de manera bastante confusa, tiene un cierto arraigo presentarlo como "aquello que se muestra", diferenciándolo de "aquello que se es", lo que correspondería al signo solar. De aquí se deduce la realmente poco clara definición de "carácter", que muchos aplican al signo ascendente. Creo que todo investigador serio podrá reconocer que estos conceptos son muy pobres y tienen un escaso valor interpretativo. Sin embargo, la posición que aquí desarrollamos no está tan distante de las intuiciones de los clásicos, si se las toma simbólicamente. En la astrología tradicional se asocia el Ascendente con el cuerpo, en particular con el rostro (en concordancia con "aquello que se muestra" y —obviamente— con el signo de Aries). Ahora bien, nuestras facciones constituyen el aspecto más importante de nuestra identidad física, pero es evidente que no podemos tener una percepción directa de ellas. Sólo podemos conocerlas a través de su reflejo en el mundo externo, ya sea por medio de las reacciones o descripciones de los demás o, más

concretamente, mediante un espejo. Es decir, se trata de un nivel básico de nuestra identidad del que sólo podemos tomar conciencia después de haberlo visto "afuera" de nosotros. Un animal ni siquiera se reconoce en la imagen reflejada; la capacidad para hacerlo marca una fase fundamental en la estructuración psíquica del niño. Pero aun cuando conozcamos nuestro rostro mediante el espejo o las fotografías y podamos ver en forma directa buena parte de nuestro cuerpo, debemos admitir que muchas personas no tienen una cabal conciencia de su esquema corporal aun siendo adultos. Cualquier terapeuta nos podrá decir que estar plenamente instalado en la propia corporalidad, expresa un nivel de integración psíquica que no todos alcanzamos. Es decir, por más que todos veamos con claridad cómo somos físicamente, esto no quiere decir que tengamos plena conciencia de nuestra forma ni que nos expresemos de acuerdo a su potencial. Debemos aprender a conocernos primero "afuera" de nosotros, hasta poder reconocernos claramente y recién entonces manifestarnos tal cual somos. Y esto es exactamente lo que decimos —en otro nivel— acerca del Ascendente. En la astrología contemporánea, este concepto suele ser interpretado como un contenido psíquico que se proyecta sobre el exterior y que, como toda proyección, deberá ser interiorizada. Este modo de verlo es mucho más cercano a lo que nosotros proponemos y, en muchos aspectos, coincide. Sin embargo, en esta visión se elude el hecho —fundamental— de que no sólo "vemos" el mundo a través de nuestro Ascendente o de los planetas en Casa Uno, sino que hay un patrón de acontecimientos muy concretos que "se manifiestan" en el "exterior" y que responden claramente a la cualidad significada por esas posiciones. Reducirlo todo a una proyección, simplifica por completo el enigma de la relación entre el "adentro" y el "afuera", que está en la base de la astrología. Si investigamos atentamente, veremos que no sólo proyectamos los contenidos de nuestra "interioridad", sino que —como venimos afirmando a lo largo de este libro— todos los niveles de nuestro ser se "proyectan" o configuran el mundo que estamos destinados a experimentar. Y que este surge de una compleja telaraña de percepciones y sensaciones de la cual participan distintos focos de conciencia. Occidente no ha desarrollado los conceptos adecuados como para reflexionar acerca de las relaciones — identidades y diferencias— entre la materia, la conciencia y la vibración. Ha separado radicalmente estos planos e incluso, en las tradiciones esotéricas occidentales, las percepciones acerca de este misterio son mucho más pobres que en Oriente. Allí se ha realizado una meditación milenaria en torno a estas cuestiones y por eso, su tradición posee una multitud de imágenes y conceptos que dan cuenta de sus posibles articulaciones. Pero deberíamos recurrir al vínculo entre Shiva y Shakti, la energía de Maya, la actividad de Vishnú, etc., para encontrar un marco que desnudara la relación —para Occidente, mágica— que existe entre materia, energía y conciencia.

La astrología constituye un camino extremadamente empírico que —si lo seguimos rigurosamente— nos obligará tarde o temprano a diferenciar las distintas maneras como se configura el mundo. Una cosa es la proyección de contenidos psíquicos ligados a la historia personal; otra es el modo con que las imágenes colectivas "ordenan" nuestro mundo. Y algo muy distinto es la misteriosa imbricación entre conciencia, energía y materia que da origen a aquello que llamamos realidad.

La matriz de casas IV, VIII y XII Por último, es indudable que el análisis que hacemos de la matriz de las casas IV, VIII y XII para cada Ascendente7, ha causado alguna confusión. Surge siempre la pregunta acerca de la superposición entre esta matriz y la estructura real de las casas, que en muchos casos difiere de aquella. En realidad se trata de dos órdenes completamente diferentes. Lo que nosotros decimos es equivalente a hacer un doble "click" en la computadora sobre un icono y ver cómo se abre una ventana que está en un nivel diferente de aquel sobre el cual uno está trabajando. Si nosotros hacemos un "doble click" sobre el signo ascendente de una carta natal, se desplegará la lógica universal de ese Ascendente, con total independencia de la disposición particular de las casas, que responde al horario del nacimiento. La utilización de este modelo de análisis permite comprender el patrón que se halla implicado en la estructura y es una ejercitación importante para desarrollar la captación holística. Esta se podría enriquecer más aún articulando un mayor número de casas entre sí; sin embargo, es importante advertir que los intentos de vincular de esta manera las doce casas simultáneamente llevarán siempre a paradojas, sinsentidos o verdaderos disparates. Así como hemos analizado la imposibilidad de encontrar imágenes concretas —antropomórficas o naturalistas— que den cuenta de una matriz de tercer orden, debemos tener en claro que tampoco el pensamiento puede explicar completamente lo implicado. Muchas veces, quien investiga en torno a matrices complejas — como el Zodíaco, el IChing, el Árbol de la Vida, etc. — cree haber encontrado una clave universal que las explique totalmente, e incluso devele la relación que guardan entre ellas. Sin embargo, cada vez que se intente aplicar esa clave se descubrirá que no cierra realmente, que lleva a sinsentidos o que sólo produce construcciones ilusorias. Pero esto no significa que los contenidos "esotéricos" sean confusos o inconsistentes. Lo inconsistente es confundir órdenes lógicos e intentar reducir un nivel más amplio a otro que está incluido en aquel. 7

Cfr. Eugenio Carutti, Ascendentes en Astrología (primera parte), Bs. As., Kier, 2004. Ver en particular el tercer capítulo (El Ascendente), donde se desarrolla el concepto general. Y luego, cada capítulo específico, donde se particulariza la matriz de cada signo.

De alguna manera, toda esta Introducción ha estado dedicada a señalar la importancia de estas distinciones.

ASCENDENTE EN LIBRA

Por su posición en el comienzo del segundo hemiciclo zodiacal, Libra es el signo en el que se hace explícito que todo aspecto de la realidad llene su opuesto. Desde esta perspectiva cualquier acción, manifestación o impulso sólo puede surgir en relación con un otro. De Aries a Leo es posible imaginar la existencia de alguna entidad capaz de actuar con absoluta independencia. Sin embargo, a partir de Libra esto aparece como una ilusión. Toda actividad, toda creación, incluso la existencia misma, presuponen un encuentro: la realidad nace de la interacción entre diferencias complementarias que se incitan unas a otras en una danza interminable de estímulos y respuestas. Si Aries permite concebir el origen como la iniciativa puramente autónoma de una potente singularidad creadora, Libra nos dirá en cambio que toda manifestación sólo puede nacer de una solicitud anterior que la provoca. Es bastante evidente que nuestra cultura nos condiciona a pensar en términos arianos. Pareciera que necesitamos aferramos a la creencia en un poder ilimitado capaz de crear desde una plenitud independiente de toda relación. Por el contrario, afirmar que toda creación está necesariamente asociada con la presencia de un complementario que — por actividad o receptividad— genera las condiciones necesarias para la manifestación, parece atentar contra nuestros ideales de autosuficiencia. En el universo libriano no existen entidades aisladas ni singularidades absolutas. El encuentro es el fundamento de la realidad y por eso, nada ni nadie puede permanecer completo en sí mismo, ser el origen único o el eterno final de cualquier proceso. Nada es definitivo, puesto que por el solo hecho de haber aparecido, cualquier manifestación está a la espera de la respuesta que su propia existencia ha provocado. Para Aries (aunque sería más preciso decir para Leo) esto es percibido como incompletitud; como una carencia o una falla insoportable que debe ser superada. En Libra, por el contrario, esta es la condición necesaria para que se produzca el encuentro; esa fugaz plenitud que se alcanza en un instante de equilibrio, que se verá inmediatamente trastocado para que otra vez tengamos que ir en busca de la armonía.

Equilibrio y homeostasis Libra nos revela un mundo de opuestos en movimiento que dibujan intrincadas

coreografías, muy alejadas de los sencillos juegos de acción y reacción que veíamos en Géminis. El Zodíaco crece en complejidad a medida que se despliega y, como dijimos. Virgo constituye su punto de inflexión. En este signo las entidades aparentemente separadas se descubren a sí mismas formando parte de un orden que les precede. En Virgo, la potente expresión de la singularidad propia de Leo deja lugar al minucioso cuidado de la globalidad como condición necesaria para el bienestar de cada una de las partes. En la fase siguiente, Libra, el Zodíaco hace visible la dinámica interna de ese orden: esta es la codependencia de sus elementos que, en un balanceo eterno, oscilan entre un polo y otro compartiendo la creación. En el universo de Libra todo tiende dinámicamente hacia el equilibrio: una energía compensa a la otra, el electrón busca al protón y las moléculas se acoplan entre sí atraídas por sus valencias complementarias. Noche y día, frío y calor, muerte y vida, la naturaleza entera aparece como una oscilación entre contrarios. Esto es así tanto en el juego siempre complementario de las bases que conforman la molécula del ADN, como en la inextinguible trama de encuentros entre las mujeres y los hombres que nos precedieron. A medida que observamos estructuras más complejas, se nos hace evidente que el universo ha elegido el peculiar camino de separar el flujo de información que lo recorre en sistemas complementarios, que deben encontrarse y aprender a compartirla. Así, la asombrosa simetría de los seres vivientes los obliga a descubrir —a lo largo de la evolución— las formas más exitosas de relacionar sus dos lados para poder obtener nuevos y mejores resultados. La vida duplica y obliga a sus creaciones a complementarse para desarrollar habilidades cada vez más complejas, como en el caso de la binocularidad, que exige el acoplamiento de las diferentes percepciones de cada uno de los ojos, a fin de generar el efecto de profundidad. Tanto en el balanceo y la interacción de nuestras extremidades como en la compleja y aún inexplorada interrelación entre los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro, todo lo viviente es una estructura de acoplamientos en la cual sistemas cada vez más complejos deben descubrir cómo alternarse y cooperar. En el sentido más amplio de la palabra, la sexualidad corresponde a Libra. La vida crea formas que se necesitan estructuralmente unas a otras y cada una de ellas debe aprender a dar las respuestas adecuadas a la incitación que la otra le propone. Visto desde Libra, todos los seres cooperamos en el compartir de la vida, querámoslo o no. La ley del equilibrio está por detrás de todas nuestras relaciones imponiéndonos su presencia reguladora como una fatalidad. Los zorros no pueden comerse a todos los conejos a fin de poder seguir viviendo y si los zorros desaparecieran, la superabundancia de conejos los llevaría a la muerte por falta de alimento. La vida es una sociedad que se autorregula en una compleja

homeostasis de socios y adversarios, enemigos y aliados que danzan juntos gobernados por una justicia que jamás da la razón a una sola de las partes.

La Balanza Desde el punto de vista simbólico, Libra es el único signo zodiacal enteramente representado por un objeto inanimado. Esto quizás signifique que su contenido escapa a la inercia de nuestras proyecciones psicológicas, inevitablemente antropomórficas. La justicia de la balanza trasciende toda voluntad o designio particular. Ella actúa con absoluta independencia de los motivos o las intenciones. En Libra no existe un juez y por eso, en sus representaciones menos abstractas se la simboliza como una mujer con los ojos vendados: la balanza sólo oscila y hace presentes las consecuencias de los actos en forma inexorable. Una vez producida la acción —o la ausencia de ella— tienen lugar los efectos como una respuesta natural de la realidad, que no guarda relación alguna con supuestas recompensas o castigos. No hay otra intención en la Balanza que no sea el equilibrio; en un sentido muy profundo, la justicia de Libra no es moral o ética sino perturbadoramente estética. Pero debemos reconocer que la sencilla gracia de la Balanza suele ser demasiado compleja para nuestra psiquis, condicionada por la ilusión de lo absoluto. La voracidad del yo ignora la delicadeza que reclama la justicia de Libra y habitualmente desprecia su sabiduría. Esta nos dice que cualquier intento de dominio es sólo una ilusión. Incluso la creencia de que es posible tener toda la razón en una circunstancia dada, se revela como el sueño de una conciencia inmadura que intenta sustraerse a la suave pero inexorable presencia de los contrarios. Estos habrán de burlar a quien se crea completo y completarán a todo aquel que se ofrezca para ser completado.

El camino del encuentro y la complementariedad El séptimo espacio del Zodíaco nos dice que la codependencia es el tejido de lo real, pero esto es algo muy difícil de comprender y de expresar en la vida cotidiana, incluso para alguien con el Sol en Libra. Imaginemos entonces cuan complejo deberá ser el camino a recorrer por una persona con este signo en el Ascendente, quien se verá obligada a percatarse de este enigma encapsulado en la trama de sus vínculos y en los acontecimientos de su vida. Como sabemos, el "mundo externo" de una persona con Ascendente en Libra, a diferencia de aquella con el Sol o la Luna en este signo, está impregnado por esta cualidad. En él se

materializan encuentros y situaciones que tienen el potencial de actualizar estas posibilidades latentes, con la fuerza —y muchas veces con el dolor— necesarios como para impulsarla a develar los sutiles misterios del encuentro y la complementariedad. En el estudio de los Ascendentes anteriores hemos dicho que la sensación de identidad —conciencia de sí— de una persona, suele organizarse alrededor de vibraciones diferentes a la del Ascendente. Desde esa identificación fragmentaria, nos sentimos ajenos a la cualidad de los eventos en los que participamos. Así, los encuentros personales y los sucesos de nuestra vida suelen desfilar ante nosotros como si fueran azarosos y absolutamente externos a nuestro ser. Otorgarle visibilidad al despliegue del Ascendente implica darnos cuenta de cómo atraemos o somos atraídos hacia personas, ámbitos o situaciones que poseen una determinada cualidad que nos corresponde vivir. En la medida que esta es registrada, nos es posible distinguir una estructura coherente de destino que, de algún modo, nos obliga a enfrentarnos con un enigma al que no podemos sustraernos. En el caso del Ascendente en Libra, un sinnúmero de situaciones tendrán como denominador común llevarnos a comprender la trama eminentemente social de la vida, la codependencia de todo lo que existe y la ley del equilibrio como trasfondo de toda realidad. Así, la matriz de sucesos y relaciones a atravesar en este caso contendrá los estímulos necesarios como para aprender a valorar la real importancia de los otros y, al mismo tiempo, desarrollar las cualidades relacionadas con la belleza, la gracia y el equilibrio. Es muy común ver crecer a los portadores de este Ascendente en ambientes habitados por personas fuertemente comprometidas con el desarrollo de la sociedad. Políticos, líderes de organizaciones sociales, cooperativistas, miembros de entidades benéficas, activistas de todo tipo, suelen aparecer recurrentemente en sus vidas, poniéndolos en contacto con el interés por el bienestar social y la preocupación por las necesidades de los demás. El hilo conductor de todos estos eventos no es en este caso el magnetismo que ejerce el poder —como en el Ascendente en Escorpio— sino la necesidad de descubrir cuan relevantes son los menesteres y deseos de aquellos que están más allá de nosotros y de nuestra familia. Así es como las temáticas sociales —tanto a gran escala como en el nivel de las necesidades barriales o de la cooperativa escolar— suelen estar presentes en las conversaciones familiares primero o en los intereses de los mejores amigos o de la pareja después. Quizás el Ascendente en Libra nunca llegue a manifestar un elevado compromiso con la sociedad como modalidad del encuentro con el otro, pero muy probablemente atraerá a su vida —de un modo aparentemente fortuito— a personas que se involucran intensamente con lo colectivo.

El encuentro con la armonía y las formas estéticas Si aprender a apreciar las necesidades de los demás es una tarea implícita en este Ascendente, también lo será el aprendizaje y el respeto por las correctas formas sociales. Por distintas vías, su "destino" suele ponerlos en contacto con ambientes de gran refinamiento, por lo general mucho mayor al que estaba presente en sus orígenes. A través de las amistades, por matrimonio o por trabajo, suelen ser llevados a moverse en mundos donde se le otorga extrema importancia al cuidado de las formas, la elegancia e incluso la sofisticación. Asimismo, el arte y todos los ámbitos donde reina la belleza suelen hacerse presentes en sus existencias como una expresión más (le la energía que les corresponde vivir. De esta manera los ambientes diplomáticos, el mundo de la moda o la cosmética se despliegan a su alrededor, así como las relaciones con artistas, músicos, actores, galerías de arte, museos, materiales artísticos, etc. La estructura global del instante de nacimiento es la que nos indicará el sendero específico de acercamiento a esta cualidad que en general, para el sujeto, no parece provenir de su deseo sino de una serie de coincidencias fortuitas: un médico podrá convertirse en cirujano plástico aparentemente por consideraciones económicas o un nutricionista será llevado hacia el mundo de los actores y la belleza. Una fonoaudióloga trabajará con cantantes, un notario legalizará concursos de belleza o un historiador se interesará por las vidas de los grandes artistas. Esta proximidad a los mundos refinados y estéticos les podrá parecer accidental o el fruto de una serie de coincidencias en las que no ha participado intención consciente alguna. Sin embargo, a través de todas ellas se está desenredando el hilo dorado del "destino" que emerge desde los estratos más profundos de su psique. La persona con Ascendente en Libra está impregnada por la cualidad de la belleza y por eso es magnéticamente atraída hacia estos ambientes y relaciones. Esto podrá permanecer para siempre en su mundo "externo" —como una manera de equilibrar una personalidad excesivamente identificada con las otras energías de la carta natal— o bien actuará como detonante de esta cualidad interior y le permitirá manifestarla. El potencial artístico y una gran capacidad de apreciación de la belleza están casi siempre presentes en las personas con este Ascendente y en la medida que puedan expresarlo —y no simplemente proyectarlo en el exterior— gozarán de una integración más profunda y un mayor equilibrio interno. Pero aunque el desarrollo del sentido de la gracia y la belleza son esenciales en su destino, el eje de estas existencias se encuentra en el aprendizaje concreto del compartir, ya sea en las relaciones de pareja o en las asociaciones.

El otro y el deseo El signo de Libra encierra el elusivo secreto del deseo, no en el sentido de liberar el "propio" impulso o de tomar conciencia de las fuerzas básicas de la naturaleza, sino en la instintiva percepción de que el deseo siempre está articulado con un "otro". Inevitablemente hay alguien —imaginario o real— quien suscita el impulso o el acto, el proyecto o la búsqueda, por individual o solitaria que esta pueda parecer. Libra, incluso diría que no existe un movimiento que no sea deseante. La vida siempre genera el vacío necesario como para que se inicie un nuevo proceso. De allí que el reposo sea tan intenso como la explosión y que la casi imperceptible inflexión de una voz pueda ser tan decisiva como el más vehemente movimiento de un cuerpo. Por eso el encanto es inherente a este signo, al igual que la hermosa sonrisa, en tanto invitante señal que tiene el poder de disolver la desconfianza e iniciar la aproximación; o el cortejo, que en su vacilante exploración aguarda que se revele el deseo que habita el encuentro, a sabiendas de que este emerge sólo si es pacientemente convocado. Libra sabe que el camino más seguro para encontrar la dimensión real del propio impulso es la solícita atención al deseo del otro. Pero cuando esta energía se expresa desde el Ascendente, es bastante lógico que estas personas en un principio queden cautivadas por los juegos de la seducción. Antes de que se active en ellas la real significación del encuentro —y muchas veces, precisamente por eso— es raro que no hayan tenido que atravesar previamente los hechizos del encantamiento. Esto puede manifestarse en la atracción casi irresistible por algunas de las personas que encontraron en su camino, o sintiéndose carentes de todo encanto, o sucumbiendo a un casi compulsivo impulso de seducir. De una u otra forma, deberán recorrer los distintos lados de esta estructura antes de comprender cabalmente la cualidad de la cual son portadoras. Libra incita, provoca, seduce, fascina, responde, se entrega, se abre y abre al otro para descubrir la verdadera intersección del deseo; el espacio común donde no prima ninguno de los integrantes del encuentro. Sin embargo, al ser portadores de esta cualidad en forma inconsciente o por lo menos confusa, es evidente que es muy fácil para quienes poseen este Ascendente quedar cautivados por ella, sucumbir al juego seductor de los otros o tener que sufrir las consecuencias que el propio encanto produce. Pero una cosa es clara: la utilización consciente o inconsciente del Otro como mera pantalla de proyecciones psicológicas, o como objeto pasivo de la propia satisfacción narcisista, nunca podrá ser un juego inocente y sin secuelas para el Ascendente en Libra. Aquello que para otras estructuras puede llegar a ser una experiencia "liviana", juvenil o de

escasa trascendencia, suele tener derivaciones particularmente dolorosas en este caso. Tarde o temprano, el Ascendente en Libra deberá descubrir con gran contundencia que el otro es extremadamente importante, un ser de deseos y necesidades absolutamente reales y muy diferentes a las que uno narcisísticamente imagina. Puede que esto se produzca porque se le vuelva inalcanzable o por sentirse dominado por el otro —o por no poder dominarlo-, por una insoportable sensación de soledad o por quedar atrapado en los formalismos sociales. Pero a través de uno u otro camino deberá aprender en carne propia el significado del respeto mutuo, la cooperación y el compromiso.

La pareja y las sociedades De hecho, cuando Libra asciende, podemos anticipar la fuerza inusitada de las lecciones que depararán el matrimonio o la pareja en la vida de una persona. Es evidente que esto dependerá del conjunto de la carta natal y en particular del estado del regente del Ascendente, pero el principio general es que el Ascendente en Libra deberá demostrar con sus actos que ha comprendido el arte del encuentro y la complementación. Y esto no quiere decir de ninguna manera que podamos esperar una fácil realización de esta experiencia. En muchos casos, se trata de todo lo contrario. Viudez, divorcios dolorosos, una sufriente sensación de aislamiento o las incontables desilusiones que nacen de las ingenuas proyecciones románticas que suelen manifestarse en todos aquellos que están en contacto con el arquetipo del encuentro, son distintos caminos que llevan al mismo lugar: tener que comprender hasta los huesos la importancia del compartir. Por otra parte, cuando este Ascendente madura, expresa una extraordinaria capacidad para construir relaciones profundas y duraderas que constituyan auténticas sociedades en las que los integrantes descubran la verdadera dimensión del amor personal y la cooperación. Lo que tarde o temprano debe aparecer en estas vidas es la valoración profunda de la complementariedad, pero muchas veces esto sólo ocurre al comprender con dolor en cuántas oportunidades no se la supo apreciar. En ese sentido, aunque el Ascendente en Libra encierra en su núcleo el arquetipo del encuentro, esto no le confiere ninguna garantía de felicidad en la unión, sino del aprendizaje en la complementariedad. ¿Tener la Casa VII en Aries no es algo que dificulta esta experiencia...? Precisamente, que Aries esté estructuralmente en la Casa VII de toda carta con Ascendente en Libra significa que esta persona siempre se moverá determinada, en apariencia, por la iniciativa del otro. Tendrá que descubrir que no tiene posibilidad de jugar su deseo en forma unilateral y

que, sin embargo, esto no quiere decir que se encuentre en una situación de dependencia. Este es el filo de la navaja de Libra: el deseo no es independiente del otro y, sin embargo, esto no significa dependencia... Como decíamos más arriba. Libra nos dice —en tanto signo zodiacal— que no tiene la menor importancia si el deseo aparece como mío o como de otro, porque lo relevante es el juego mismo del deseo; lo que realmente existe es una interacción deseante. Pero en el caso del Ascendente —donde tal cosa debe ser aprendida— se manifestará con la presencia activa de algún otro cada vez que surja el deseo o que la persona quiera tomar una iniciativa. Esto tendrá que ser reconocido como estructural en su vida, sin confundirlo con un estado de dependencia que lo lleve a escapar del compromiso o a convertir las relaciones en un juego de poder. El aprendizaje decisivo será dar una respuesta profunda y creativa a la iniciativa de los otros o posibilitar con su delicada atención el despliegue del deseo dormido en los demás. Y para llegar a esto, estas personas se verán enfrentadas a situaciones en las que sólo abriéndose solícitamente —y en consecuencia, arriesgando— se producirá un movimiento auténticamente complementario y creativo.



¿Tendría que ver con aprender a negociar...? Bueno, aprender a negociar es una fase del aprendizaje libriano y ustedes verán que el

destino parece "castigar" con fuerza a estas personas cada vez que no quieren ceder en sus posiciones y se ponen intransigentes. Si una persona hace esto, niega evidentemente su cualidad libriana, pero no podemos decir que aquí concluye el camino. Por supuesto, negociar es propio de Libra, pero un aprendizaje más profundo es encontrar una auténtica intersección complementaria. Es claro que la primera fase es desarrollar la aptitud para la negociación, en el sentido de saber evaluar correctamente las posibilidades de una situación dada y no reforzar los obstáculos que naturalmente presenta creando antagonismos. En este sentido podemos decir que el Ascendente en Libra se verá obligado a aprender a negociar. Pero de ningún modo se t r a t a de renunciar a las propias intuiciones o necesidades, sino de descubrir cómo estas son reales y posibles —no simplemente subjetivas— solo si se articulan concretamente con las de los demás. Llegar a un acuerdo en todas las situaciones sin que haya discrepancias manifiestas alrededor de sí es algo instintivo para el sol en este signo; si todas las partes en juego no se sienten satisfechas, es que Libra no ha hecho aún su trabajo. Pero raramente este es el punto de partida en el caso del Ascendente. Por eso es muy común que encuentren en su camino a personas que hacen un culto de la

amabilidad, la diplomacia y la negociación; estas les parecerán alternativamente fascinantes o irritantes, por cuanto son portadoras del elusivo secreto que les corresponde develar. Asimismo descubrirán que pareciera estarles vedado imponer completamente la propia voluntad en una situación o dominar a los demás. El impulso de ganar y arrasar con el adversario, de tener unilateralmente razón, debe ser evidentemente trascendido para que Libra florezca; y de que no puedan eludir esta tarea se encargará el "destino". Cada vez que intenten imponerse en forma obstinada e incluso cuando lo logren por un tiempo, descubrirán que poco después, alguna "desafortunada" cadena de circunstancias desbaratará su triunfo unilateral o les mostrará cuan insatisfactorio había sido. Deberán aprender a ceder, adecuarse y dar lugar a las razones del otro y, al mismo tiempo, descubrir que en muchas situaciones de su vida no podrán avanzar sin antes establecer alianzas y sociedades. Así como el tema de la pareja es particularmente importante en este destino, también lo será el de los socios. Por distintos caminos, la vida los llevará a formar sociedades que les abrirán grandes posibilidades, aunque al principio sientan que en realidad no las desean o que sus socios los dominan o condicionan en exceso. Quizás sean estafados en alguna de ellas o se produzcan litigios que desemboquen en costosas rupturas. Igual que con el matrimonio, no se trata de que este Ascendente garantice la felicidad en las asociaciones, sino que los fuerce a aprender de ellas y apreciarlas. Pero dado que, por lo general, no estamos al tanto del patrón de destino que se juega en nuestro Ascendente, es difícil que sepamos cómo significar del modo adecuado lo que nos sucede. En este caso, no es sencillo comprender que persistir en el aprendizaje de las sociedades es fundamental, aunque se reiteren las malas experiencias. Habitualmente pensamos que todos los seres humanos debemos aprender un conjunto de cualidades que nos son comunes, a través de los mismos caminos. La astrología —en cambio— nos permite distinguir el peculiar itinerario de cada existencia, el "plan de estudios" específico para cada uno de nosotros o el orden particular y exclusivo en el que debemos abrir las puertas para seguir nuestro camino. Una de las cuestiones más difíciles en todo aprendizaje vital es la de descubrir en qué casos es correcto persistir con una conducta que aún no ha obtenido la satisfacción esperada y en qué casos es necesario cambiar de dirección. En el despliegue del Ascendente, la acumulación inicial de dificultades e incluso de frustraciones refuerzan habitualmente las tendencias internas que se le oponen, que en este caso suelen ser el aislamiento y la autosuficiencia.

Si observamos la matriz arquetípica de Libra, veremos que Capricornio está en la casa IV. Desde el punto de vista puramente energético, esto significa que en la base emocional de estas personas se encuentra la capacidad de autosostenerse y no necesitar aferrarse a nadie. Este es el verdadero punto de partida para las relaciones maduras y complementarias que este Ascendente propone. Es evidente que, si existen vestigios de necesidades simbióticas insatisfechas, los vínculos estarán muy alejados de la verdadera complementación y serán objeto de las distintas manipulaciones que emergen de los niveles más inmaduros y carentes de afecto de una persona. El encuentro sincero con el otro, propio del Ascendente en Libra, exige una elevada madurez emocional y esta es la promesa de Capricornio en Casa IV, desde el punto de vista energético. Sin embargo sabemos que, desafortunadamente, las marcas psíquicas que suelen producirse en la primera parte de la vida con esta posición, favorecen el desarrollo de un mecanismo caracterizado por una falsa madurez emocional; una actitud autosuficiente que alimenta la ilusión de que la única seguridad posible está en el aislamiento, por más sufriente que este parezca. Si unimos este más que probable mecanismo defensivo con el refuerzo que, en este sentido, puedan producir algunas experiencias dolorosas vividas durante el aprendizaje tanto de la pareja como de las sociedades —que con este Ascendente son casi inevitables— veremos que el aislamiento y el negarse a todo compromiso con el otro suelen ser los refugios predilectos de estas personas y su principal obstáculo en la comprensión del patrón de destino que les corresponde vivir. "Buey solo bien se lame" o bien "mejor solo, porque de otra manera sufro" podrían ser en estos casos los "leitmotiv" inconscientes de quien busca la soledad para escapar a esta constante

—y muchas veces dolorosa— presencia del otro en sus vidas. Pero en las personas en las que esta tendencia autoprotectora ha crecido demasiado, es muy visible que la expresión de lo libriano alcanza sólo los niveles más formales, ideológicos o teóricos del compromiso con los demás. En todo caso, se limita a desplegarse a través de solitarios talentos artísticos o mediante una actitud contemplativa que llega hasta cierto grado —diríamos estético, pero no amoroso— de comunión con el universo. En todos esos casos, el refugiarse en el aislamiento será una fuente de insatisfacción profunda para ellas. Por más que esta actitud sea comprensible en muchos casos, a causa de la acumulación de heridas, el repliegue sobre sí mismo y el negarse a compartir en forma concreta con otros, siempre significará un enorme empobrecimiento para estas vidas y un efectivo alejamiendo del núcleo de su ser.

Juicios e instancias legales Si seguimos observando la matriz de Libra ascendiendo, veremos que Tauro se encuentra en su Casa VIII. Esta casa —en el nivel arquetípico— nos muestra siempre el punto de tensión para el Ascendente y aquello que nos producirá conflicto hasta tanto no pueda ser transformado. En este caso es evidente que la naturaleza acumulativa de Tauro, que en su nivel básico se apropia de los objetos del mundo circundante para incorporarlos a su ser, es incompatible con el aprendizaje del compartir. El apego taurino, con su obstinada autoafirmación que prioriza la satisfacción de las propias necesidades a cualquier otra consideración, es la causa profunda de los conflictos que se manifiestan en el camino de este Ascendente. Este inmaduro deseo de apropiación y la voracidad inconsciente que no comprende aún la creatividad inherente a los límites impuestos por la presencia del otro, se verán acotados en forma concreta en la vida de un Ascendente en Libra a través de fuertes confrontaciones, conflictos abiertos y, sobre todo, juicios e instancias legales. Tener que dirimir objetivamente los derechos y las razones de cada una de las partes involucradas a través de la justicia, es una de las pautas habituales en estas vidas. Cada vez que en su aprendizaje se alejen demasiado de la correcta consideración de los intereses ajenos, el destino parecerá precipitar un enfrentamiento que, en la mayoría de los casos, desembocará en una instancia legal en la que podrán volver a verificar si han desarrollado o no la capacidad de negociar y justipreciar las razones del otro. Aunque subjetivamente parezca que la persona con Ascendente en Libra está en todos sus derechos y le asiste la razón, raramente obtendrá una victoria legal sin tener que hacer concesiones. Corregir esa apreciación subjetiva es precisamente el sentido por el cual el destino

se manifiesta de esta manera. Como decíamos al principio del capítulo. Libra sabe instintivamente que nadie tiene toda la razón y esto debe ser demostrado en los hechos. No dejarse avasallar ni avasallar al otro, defenderse o demandar correctamente y atender las legítimas razones de la defensa o la demanda del otro, es la sutil habilidad a desarrollar. Alguien podría decir que es como caminar sobre el filo de la navaja, pero de esto precisamente se trata. El movimiento de Libra es el de un artista de la existencia en el que la gracia, la delicadeza, la consideración equilibrada de todos los factores y la justa apreciación de la dinámica de las interacciones son los instrumentos con los cuales crea. Es alguien que se ve obligado a comprender las consecuencias inevitables de todos nuestros movimientos, tanto cuando nos obstinamos en nuestros deseos, como cuando nos sustraemos a nuestras responsabilidades.



¿Cómo se manifiesta la Casa XII en Virgo, en esta matriz arquetípica? El pasaje de Virgo a Libra implica —por lo menos en un primer nivel— trascender una

percepción del orden relativamente abstracta, en la cual los lugares están de algún modo adjudicados previamente. La dinámica concreta —libriana— de ese orden es que cada parte debe descubrir su lugar, en una interacción continua en la cual nada está garantizado de antemano sino que se deberá arriesgar momento a momento, de acuerdo a las cambiantes condiciones del equilibrio global. De esta manera, es fácil comprender que el movimiento específico de Libra no puede ser pensado; es una acción concreta en la cual se manifiesta una sabiduría intuitiva acerca de la relación entre lo activo y lo receptivo. Es visible para cualquiera que, cuando alguien de Libra piensa en demasía, suele enredarse en una maraña de consideraciones paralizantes que lo llevan fatalmente hacia la insatisfacción. No será fácil entonces, para este Ascendente, poder ir más allá de la inconsciente tendencia a buscar refugio en lugares estáticos e intentar imponer un orden meramente mental sobre la realidad. Libra contiene el misterio del potente componente receptivo presente en todo acto. Pero esto implica involucrarse intensamente con la existencia, arriesgándose en cada momento a sufrir las consecuencias de un movimiento desequilibrado. Algunos ejemplos Veamos el caso de una mujer con Luna en Capricornio, Sol en Cáncer y Ascendente en Libra. Ella creció en un ambiente rural, chacarero, entre pavos y gallinas, hasta que un día se enamoró del hijo de una de las familias de mayor alcurnia de la Argentina. Aquí podemos ver cómo, en el despliegue de este Ascendente, aparece el pasaje de lo más concreto a lo sutil; un

aprendizaje en la percepción de formas, movimientos y relaciones invisibles entre las cosas, que exige una captación delicada de los ambientes, para lo cual es necesario rehuir lo más crudo y evidente. Muchas veces la propia infancia de la persona comienza en ámbitos de mucho refinamiento, en los que existe un excesivo énfasis en el respeto por las formas y se sacrifica la espontaneidad. Es irrelevante que pensemos que en la belleza externa, la elegancia y los formalismos sociales reine muchas veces la hipocresía y no haya vitalidad. Esta es una fase típica de lo libriano que, en otra vuelta de espiral, seguramente regresará —pero con una mirada más abarcadora— a la contemplación de la naturaleza y la incorporación de lo vital en su sensibilidad desarrollada. Libra implica un alejamiento máximo de la intensidad y la crudeza arianas, por lo menos hasta que se descubra el arte del encuentro entre los polos. Volviendo a la persona de esta historia, ella entró en un mundo completamente diferente al de su origen, pero no en el sentido de una expansión de índole sagitariana. La realidad es que su esposo tenía mucho más apellido que dinero, de manera que el problema siguiente fue cómo sostenerse ambos económicamente, teniendo en cuenta además que él no manifestaba una clara definición vocacional. Llega así el momento en que ella le dice: "¿por qué no seguís la carrera diplomática...?". El Ascendente en Libra le devela a Aries en VII cuál es su deseo profundo: el marido se apropia de la propuesta de su esposa, se vuelca a la diplomacia con mucha energía y lo hace con éxito. Al poco tiempo, la chacarera pasa a ser la esposa del secretario de la embajada: asiste a todas las recepciones, participa del protocolo, es testigo de negociaciones políticas y diplomáticas que presuponen prever las intenciones del otro y hacerlas confluir con las propias. Es decir, se involucra en la energía del arte de complacer, de negociar y de complementarse entre naciones, incluyendo las tensiones entre enemigos y aliados, pero todo esto es a través del marido. Ahora, uno podría preguntarse: ¿desde qué óptica decimos que esto ocurre "vía el marido"? Fenoménicamente esto es así, sin embargo, es evidente que este era su deseo, tanto o más que el de él. Acá estamos en el corazón de lo libriano: ¿de quién es el deseo en una relación realmente complementaria? ►

Pero, ¿y ella...? Precisamente... tarde o temprano, ella misma va a preguntarse: "¿Y yo…?" Si —de por sí

— el diplomático no hace lo que quiere en el sentido de que su profesión exige aceptar una compleja trama de compromisos y negociaciones, y depende de infinitos acuerdos para el desarrollo de su propia carrera, podemos suponer que la esposa del diplomático... ¡menos que menos! De pronto le dirán que su destino es Sudán, luego que tiene que ir a Malasia, etc., etc... Esta es una problemática típica de los diplomáticos, y ella comienza a sentir (lo cual motiva su consulta) que no puede hacer lo que quiere porque está haciendo siempre lo que tiene que hacer

su marido. Piensen además que el Sol está en Cáncer: ella ama tener un nido estable, con vínculos íntimos y permanentes, mientras que su Ascendente la lleva continuamente a abrirse a lo diferente, a comprender otras modalidades y a una, quizás, demasiado amplia gama de relaciones para una canceriana obligada a vivir lejos de su hogar. La primera reacción es sentir que depende del otro. Pero vuelvo a insistir: ¿ella no está haciendo lo que en el fondo quiere? Es interesante observar cómo aquí se manifiesta un movimiento del deseo muy peculiar. Al marido no se le había ocurrido la carrera diplomática: la que decidió este paso de su marido, la que insistió, lo apoyó y lo sostuvo fue ella misma. ►

¿Esto tendrá que ver con su Casa VII en Aries, o sea, con que ella pone su propio

deseo en el otro? Podemos decir que su deseo aparece a través del otro. Es decir, en este caso, que su marido es el que aparece como decidiendo: "Querida, nos tenemos que ir a Tailandia...". Pero si vemos sólo eso, nos olvidamos de que existe un contexto más profundo que es libriano, en el cual lo que sucede es consecuencia de una decisión absolutamente conjunta; que emerge de un deseo indivisible. Ahora, si miramos desde un paradigma no libriano —que fragmenta en "mi deseo vs. tu deseo"— quedamos escindidos y se subraya la sensación de que uno domina al otro, dando lugar a la cuestión de la dependencia vincular, al hecho de si se trata de manipulaciones inconscientes o de sometimiento, etc. Pero esta tensión es, en este caso, una oportunidad preciosa para tomar conciencia de los niveles más profundos de la naturaleza del Ascendente en Libra, que inevitablemente chocan con las creencias propias del paradigma cultural leonino. Es obvio que esto no se puede resolver desde una posición externa en la que, supuestamente, sabemos cuál es la decisión que el consultante debe tomar. Se trata de comprender que esa persona debe pasar por allí, experimentar esa tensión que es propia de su camino particular y no el fruto de algún error. La mujer de nuestra historia tiene que estar abierta a todas las vicisitudes de la vida diplomática y al hecho de que la iniciativa parece provenir de su marido. Esto es su "destino". Si, por ejemplo, esta misma tensión se estuviera viviendo desde un Ascendente en Aries, la historia sería muy distinta, porque si un Ascendente en Aries entrega la iniciativa, entonces podemos estar seguros de que, tarde o temprano, se desencadenará una crisis de envergadura. Pero si quien siente que entregó la iniciativa y experimenta una sensación de dependencia es alguien con Ascendente en Libra, esto sólo quiere decir que se está adentrando en su propia naturaleza y están apareciendo las contradicciones naturales de su configuración. Obviamente, la estructura Capricornio-Cáncer con Libra en el Ascendente implica una tensión muy alta y es muy exigente para la psiquis. Nosotros sabemos que la deriva natural del

aprendizaje será hacia la comprensión del enigma que Libra propone, pero esto no significa que tengamos que decirle que siga a su marido en todo lo que se le ocurra; más aún sabiendo — según la carta de esta mujer— que cumplir con un supuesto deber sería muy aliviante para el mecanismo de su Luna en Capricornio. Si uno puede abrir el tema del misterio del deseo y permitir que la persona entre en un contacto más profundo con su núcleo interno, es este el que realizará la alquimia y tomará las decisiones más correctas de su momento evolutivo. De hecho, para ella esta crisis fue una oportunidad que le permitió comprenderse a sí misma y profundizar la relación con su marido, llevándola a una etapa de mayor madurez y compromiso. ►

La carta de este ejemplo —Sol en Cáncer, Luna en Capricornio y Ascendente en

Libra— tiene la misma estructura que la de la República Argentina... Bueno, todos conocemos la tensión existente entre las tendencias contrapuestas —por un lado el aislamiento, por el otro abrirse totalmente al extranjero— a lo largo de la historia argentina. Podemos distinguir, en el mismo origen de nuestra historia, el impulso a recibir abiertamente a los otros para convertirse en el hogar de millones de inmigrantes. La peculiar actitud de San Martín involucrándonos en la independencia de los países vecinos sin anhelo de dominio, pareciera ir en la misma dirección, así como el deseo de ser "el granero del mundo" o de ser el "país más europeo de América Latina". Sin embargo, creo que son muy visibles también los comportamientos propios de la dificultad del aprendizaje libriano. Uno de ellos es el de constituirse en función de la presencia de otro, Inglaterra en este caso, en una relación de extrema ambivalencia. O la tendencia a polarizarnos internamente en bandos opuestos, que procuran excluirse mutuamente, pero que nunca lo logran. Unitarios y federales, alsinistas y mitristas, conservadores y radicales, peronistas y antiperonistas, y así sucesivamente. Lo curioso es el intento de cada polo de arrasar con el otro cada vez que triunfa, y la imposibilidad de lograrlo, generando oscilaciones dramáticas que sólo en los últimos años han comenzado a aquietarse. Uno está tentado de decir que estamos haciendo los primeros pasos en la comprensión de nuestra naturaleza libriana. La Argentina se dividió históricamente en dos bandos antagónicos, y siempre la mitad del país pareció querer echar a la otra mitad. Esto indicaría que todavía nos falta mucho para incorporar el Ascendente en Libra, porque habla de una quizás excesiva identificación con la Luna en Capricornio y el Sol en Cáncer, que son energías de exclusión y con predisposición al aislamiento. Pero el Ascendente en Libra obliga constantemente al aprendizaje de compartir "por las buenas o por las malas". Una recurrencia histórica de nuestro país es su escasa capacidad negociadora, tanto interna como externa. Siempre mi polo intenta hegemonizar y anular al otro y, cuanto más trata de hacerlo, con más fuerza el otro parece resucitar bajo otra forma. Todos los políticos han repetido lo mismo, una y

otra vez: triunfan y quieren borrar a la oposición del mapa. Esto revitaliza al adversario que, finalmente, retorna y repite el juego indefinidamente; juego libriano en sus primeras fases de oscilación en las que, podríamos decir, aún no se ha comprendido el movimiento de los complementarios. En estos últimos años parece haberse alcanzado una relativa madurez en este sentido y comienzan a ser valorados los acuerdos y las alianzas que antes eran rechazadas. Del mismo modo, la cooperación con el extranjero y el acuerdo para compartir un espacio común —a través del Mercosur— con la presencia de un "otro" muy fuerte —Brasil— hace a este destino. Tendremos que aprender a compartir forzosamente, pero por mucho tiempo esto nos va a dar sensación de dependencia. Podremos quejarnos de que nuestro socio actúa unilateralmente y no respeta los acuerdos —Aries en VII— pero, como hemos visto en relación a las personas, sólo con esta dinámica se produce el aprendizaje en los enigmas de Libra. Otro caso muy ilustrativo de Ascendente en Libra con relación a las naciones es el del Estado de Israel (Sol en Tauro y Luna en Leo). Es visible que su existencia está determinada desde el origen por la fuerte presencia de otros y que su historia oscila entre antagonismos abiertos, negociaciones, acuerdos, mediaciones, resoluciones internacionales, etc. Aunque estos temas son muy delicados de desarrollar, parece evidente que la cooperación y el encuentro con los que son sus enemigos forman parte de este destino nacional. En este momento se debate intensamente la posibilidad de tener que compartir Jerusalén, que se convertiría en lugar de encuentro entre las religiones monoteístas. Independientemente de lo que vaya a suceder en el corto y mediano plazo —recordemos que el Estado de Israel tiene sólo 52 años de vida, lo cual significa que está en el principio del camino— lo destacable es la manera como se configura el "destino" para una sociedad, y sobre qué temas se ve "obligada" a girar, por fuerzas históricas que en realidad están inscriptas en su instante de nacimiento. En definitiva, cómo una sociedad —igual que un individuo— es llevada a meditar sobre ciertas cualidades que finalmente se desarrollarán —integradas con las del resto de la carta natal— aunque en un principio no haya identificación consciente con ellas. Volviendo a los ejemplos individuales, uno bastante notable es el de Bill Clinton, ex presidente de los Estados Unidos, con Luna en Tauro y Sol en Leo. Por un lado, podemos ver la muy peculiar relación matrimonial que se constituye como una auténtica sociedad política, en la cual no es fácil distinguir quién tiene la iniciativa. Para un Sol en Leo, presidente de la potencia hegemónica en el planeta, tener que soportar los innumerables chistes donde Hillary aparece como la personalidad dominante y que en el fondo "maneja los hilos", es todo un aprendizaje. Uno podría decir que esos chistes son el destino de Clinton: quedar sometido a que todo el mundo desvalorice su Sol en Leo desde su Ascendente en Libra. En verdad, en su

destino, Leo está aprendiendo Libra; que se sienta menoscabado o herido es un problema de la personalidad, no del sistema energético. Desde el punto de vista político, él mantuvo la iniciativa haciendo suyo el programa de la oposición, el Partido Republicano. En general, fue en las propuestas propias donde encontró más obstáculos e incluso fracasó. Pero por lo que quizás será más recordado, es por su relación con Mónica Lewinsky y otras de semejante tenor. Sin entrar en un análisis más profundo — que nos llevaría a considerar la fuerza que adquiere el ánima en una estructura masculina con Ascendente en Libra— es evidente en este caso el singular y, en definitiva, duro aprendizaje acerca de la seducción que ha debido hacer Clinton. La omnipotencia que surge de su Sol conjunción Plutón en Leo tuvo que ceder —hasta el punto de la humillación pública— para aceptar las consecuencias de sus actos, que lo dejaron expuesto al juicio de todo el planeta. De hecho, por una razón o por otra, durante casi toda su presidencia se vio acosado legalmente y no es descartable que los juicios en su contra continúen después que haya dejado el gobierno.

Nadando contra la corriente colectiva Existe una evidente dificultad en nosotros para la comprensión de este Ascendente, incluso desde el punto de vista teórico; esto se debe probablemente al paradigma fuertemente individualista que impera en nuestro presente. Dentro de este, es casi inaceptable todo lo que parezca limitar la absoluta libertad del yo. Descubrir la codependencia de todo lo que existe, el acoplamiento estructural de la realidad, nos obliga a reconocer la imposibilidad de que algo — o alguien— sea todo. Esta ilusión arquetípicamente leonina —en tanto proyección del yo separado— es necesaria en un plano, para que se produzca la desidentificación con los niveles simbióticos e indiferenciados propios de la conciencia tribal y de algunos de los estratos más arcaicos de nuestra psiquis. Pero nos condiciona hasta tal punto que no nos permite concebir el origen como vínculo, como acoplamiento. La consecuencia inadvertida de esto es que el amor sólo puede ser imaginado por nosotros como brotando unilateralmente de un Gran Padre o una Gran Madre. En todas nuestras mitologías estos existen el uno sin la otra o viceversa y es evidente que quien imagina ese tipo de amor es sólo un hijo que aún necesita de sus padres, y no un ser maduro y autosostenido. Para poder concebir el origen como articulación creativa de contrarios, deben ser atravesadas gruesas capas del inconsciente colectivo, a fin de desprendernos de las formas imaginarias —siempre fragmentarias y antropomórficas— con las que la humanidad ha revestido las matrices profundas que ordenan lo real. En ese sentido, el aprendizaje del Ascendente en Libra implica nadar contra la corriente de

las formas colectivas dominantes para poder descubrir al otro real que, a diferencia del otro imaginario, no es ni tiránico ni protector. El otro sexual, el matrimonio, los socios, los enemigos y los aliados, el enfrentamiento abierto y los juicios son los terrenos simbólicos en los que la conciencia realiza el aprendizaje del encuentro y de las consecuencias que trae todo intento de desconocimiento del otro. A través de esas experiencias concretas que obligan a trascender toda posición unilateral, va surgiendo progresivamente la comprensión de que cada acto está ligado con sus consecuencias. Así, el principio de acción y reacción deja de ser una simple ley física para convertirse en el tejido básico de la existencia. Por esta razón, la persona con Ascendente en Libra suele atravesar oscilaciones muy bruscas y ajustes a veces dramáticos de la propia perspectiva con relación al mundo, hasta que el balanceo de la vida es comprendido íntimamente. Cuando esto sucede, estas existencias adquieren una dimensión serena y contemplativa en la que todas sus cualidades artísticas florecen, dejando en un segundo plano la expresión de la creatividad personal para entregarse a la delicada apreciación de la belleza de la creación. El desarrollo del espacio psíquico capaz de contemplar los opuestos sin identificarse con ellos es la realización del matrimonio interior, el símbolo que en realidad gobernó todas las experiencias anteriores y que ahora se hace transparente. En la quietud del encuentro, la conciencia puede descubrir entonces que el origen de nuestra incapacidad para comprender la dinámica de los opuestos es el apego y su correlato, la negación de la muerte. Por eso, el siguiente paso en la rueda zodiacal nos conduce a la experiencia del encuentro de la vida con la muerte.

ASCENDENTE EN ESCORPIO

El espacio zodiacal de Escorpio simboliza un nivel de realidad en el que la energía circula a través de las formas, transfiriéndose de unas a otras a fin de que la vida se desarrolle. Así como Tauro nos habla del pasaje de la energía a la materia o sustancia, en Escorpio observamos el momento complementario a este, en el que la energía que ciertas formas contienen debe ser oportunamente liberada a fin de que otras la utilicen.

Esta transferencia implica generalmente una alteración o transformación, que tarde o temprano lleva a la pérdida de la forma por parte de algunas entidades y al surgimiento de otras nuevas. Liberar energía y perder la forma anterior, hace posible que surjan las nuevas o se enriquezcan otras con la energía de aquella que desapareció. Esta danza donde la vida circula unida a la muerte se produce en iodos los niveles de la realidad, desde las colisiones entre galaxias de las que parecen surgir universos enteros, o la explosión de las supernovas que alimentan el espacio con el producto de sus procesos internos, hasta el incesante movimiento en el que los seres vivos nacemos y morimos alimentándonos los unos de los otros. En todos ellos, el torrente de la energía atraviesa la cadena de las formas generando y simultáneamente destruyendo; haciendo presente el poder de la muerte en el núcleo mismo de la vida. Si Libra simboliza el encuentro entre los complementarios. Escorpio remite al choque de los antagónicos, esto es, a la reunión inexorable de aquellos elementos que —estando a una máxima distancia unos de otros— se ven fatalmente atraídos para desaparecer en una nueva realidad que los sintetiza.

El Zodíaco nos revela, en el despliegue sucesivo de sus fases, cómo el suave equilibrio del mundo libriano está en realidad sostenido por la acción de la muerte. La belleza y la armonía de los complementarios se hace posible gracias a la constante transferencia de energía que aniquila formas y cuerpos y los vuelve a generar. No se trata ya de delicados encuentros o de la "gracia del compartir". En Escorpio se experimenta la imperiosa necesidad que tiene cada forma de alimentarse de las otras, de tomar y entregar la energía que circula entre ellas: aquí, compartir se ha convertido en compartirse. La apacible pradera en la que pasta el ganado y zumban los insectos se transforma, desde el punto de vista escorpiano, en una coreografía en la cual las hojas marchitas y los restos de los animales son transformados por gusanos y bacterias en el humus que nutre las pasturas. Estas alimentan a los herbívoros, que serán a su vez devorados por los carnívoros en un círculo en el que la muerte de unos es la vida de los otros. En Escorpio, toda interacción deberá ser suficientemente intensa como para producir la imprescindible transferencia de energía entre aquellos que se vinculan, tanto en la muerte como en la atracción sexual o en la circulación de los bienes. En este nivel, la pérdida de algunos es necesariamente la ganancia de otros y gracias a esta lógica de circulación, se mantiene en equilibrio la totalidad. El agua del pantano exuda vida, pero destruye a quien no puede resistirla; todo fármaco es veneno si es ingerido en la cantidad inapropiada y todo veneno —o la misma enfermedad— curan si son absorbidos en la medida exacta. Escorpio hace presente lo que permanecía oculto en los signos anteriores: no existe vida que no contenga la destrucción dentro de sí; y esto es condición necesaria de la creatividad. Sin embargo, es evidente que en los seres en quienes se desarrolla la conciencia, esta intensa vitalidad —que presupone la muerte, la pérdida o la enorme potencia de los impulsos biológicos— deberá incluir también la experiencia del dolor y el sufrimiento, así como el contacto con los terrores más profundos y el vértigo del deseo. La conciencia apegada a las formas habrá de desgarrarse ante la muerte y la pérdida de los seres y objetos con los que se había identificado. Del mismo modo, la imperiosa presencia de la

atracción a través de la cual las especies garantizan su continuidad, pone a la conciencia en contacto con fuerzas que son ajenas a su control y ante las cuales se siente sucumbir. Vida y conciencia parecen incompatibles en Escorpio y la espontánea reacción de esta última será negar y combatir la existencia de todo lo que en su consideración, tiene el poder de dominarla. Hasta tanto no aprenda a identificarse con el campo mayor en el que estas fuerzas cobran sentido —Sagitario— y mientras permanezca apegada al nivel de las formas, toda conciencia ligada con Escorpio tenderá a sentirse sujeta a un mundo de fuerzas incomprensibles, que la condenan al dolor y al sufrimiento.

Escorpio, el punto crítico para la conciencia Llegados a este punto, debemos retornar a la matriz zodiacal y a su lógica profunda. Si Cáncer y Leo surgen gracias a la exclusión de todo lo Amenazador y potencialmente destructivo —para proteger el nuevo nivel de existencia que crece al abrigo de la forma—, Escorpio encarna el momento en que la conciencia, hasta entonces protegida, debe encontrarse con todo aquello que había sido excluido. El sentido zodiacal de este signo es precisamente el de producir la reunión de los elementos que debieron mantenerse separados hasta tanto no se cumpliera determinado proceso. La conciencia, que se desarrolló gracias al resguardo de la forma protectora, debe encontrarse ahora con la vida en toda su crudeza. Ya nada puede protegerla de su intensidad y su poder: o aprende a realizar el movimiento que le permitirá participar de los niveles más amplios y profundos de la existencia, o su apego a las formas protectoras la llevarán a desgarrarse entre fuerzas incontrolables.

En el despliegue del Zodíaco, este signo constituye un punto crítico para la conciencia porque su naturaleza energética —la intensidad de la vida que contiene a la muerte— la obliga

a enfrentarse con aquello que no puede o no quiere comprender. ¿Cómo participar de tanta intensidad sin sentirse aniquilado por su turbulencia? Esto implica no sólo la aceptación de la muerte sino también reconocer el carácter inevitable de la pérdida de cualquier objeto o vínculo, con el cual la conciencia se haya identificado. La energía de Escorpio enseñará que, donde haya apego, tarde o temprano habrá conflicto y con este, sufrimiento. Si bien se puede decir que Tauro es el signo del apego, es en su opuesto donde la vida muestra todas las consecuencias de la identificación y la avidez. El diseño de la energía del octavo signo dibuja a cada instante, para quienes hayan nacido ligados a él, el círculo en el cual vida y muerte brotan una de la otra: las formas deben ser destruidas para luego reaparecer transformadas, mostrando que sólo son condensaciones de la energía que circula en ellas. Si la conciencia no comprende la naturaleza de la fuerza que la mantiene apegada a la forma y no aprende a relacionarse correctamente con ella, quedará desgarrada cada vez que las necesidades de lo creativo exijan la destrucción de aquello con lo que se había identificado. La astrología ha descripto en innumerables oportunidades los conflictos que se desatan en el interior de las personas relacionadas con este espacio zodiacal. Sin embargo, en realidad no es la energía de Escorpio la que se describe en estos casos, sino el modo como reaccionamos ante ella, el comportamiento de la conciencia identificada ante un enigma que parece obligarnos a realizar un movimiento que desconocemos. Hay aquí algo "imposible" para la psiquis, porque se ve forzada a participar de lo que se siente excluida. Identificada con las formas, las proyecta sobre lo amorfo y sólo se tranquiliza cuando se apropia de lo desconocido. Por esta razón, suele mencionarse a Escorpio como el signo del control y del conflicto, pero la actitud controladora en realidad sólo expresa la incapacidad de la psiquis para moverse en la abrumadora potencia de la vida. Escorpio en sí no es control ni conflicto ni apropiación. Más bien, podría decirse que es todo lo contrario: liberación, transformación y máxima vitalidad; el misterio de la transferencia de energía en todos los niveles que podamos imaginar. Pero tanta intensidad es fascinante y aterradora a la vez. Ante ella, la conciencia pareciera encontrar sólo dos respuestas posibles: entregarse a las fuerzas básicas de la vida — desapareciendo en el oscuro mundo de la inconsciencia— o resistir a ellas en una lucha interminable entre vida y lucidez. En Libra se produjo el aprendizaje de la complementariedad entre los opuestos. En Escorpio, la conciencia debe resolver el dilema de los antagónicos, y parece incapaz de encontrar otra alternativa que no sea el combate. Pero el hecho de connotar a los opuestos como antagónicos, ya es en realidad una percepción fragmentaria que preanuncia el conflicto. Ante la

intensidad desmesurada de lo vital, la conciencia se siente incapaz de abarcar la amplitud de la relación propuesta: en consecuencia, separa y ve extremos cada vez que se manifiesta un modo de la unidad que no puede comprender. La fusión de los polos —que implica su destrucción— forma parte del momento culminante del equilibrio, en el que deben alimentarse el uno del otro para cumplir con la ley de transferencia de la energía. Vida y muerte, placer y dolor, consciente e Inconsciente brotan de la misma fuente al unísono y desaparecen uno en el otro para volver a renacer. Esto es Escorpio, y toda conciencia ligada con esta energía deberá experimentarlo con una intensidad tal que le impida negarlo. La reacción habitual ante estas condiciones de la existencia es intentar controlar las fuerzas que percibimos como oscuras para evitar ser destruidos junto a las formas a las que nos hemos apegado. Pero al hacer esto, la conciencia queda atrapada en una batalla sin final. Por eso — hasta tanto no puedan descubrir las razones profundas del apego y adquirir maestría en su relación con la potencia de la vida— su destino será el dolor y el sufrimiento. Ver a Escorpio simplemente como energía controladora y de conflicto, nos impide comprender sus niveles más profundos y su transición natural a Sagitario. La muerte es sólo máxima vitalidad y, como tal, no es controladora ni está en sí misma en guerra con nada. Es la psiquis quien la experimenta como conflicto y, aterrorizada, anhela acumular poder para neutralizar lo que más teme. En Cáncer, como dijimos, queda excluido aquello que la conciencia fragmentaria connota como oscuro, pero es la energía canceriana la que traza ese borde protector. En Escorpio, en cambio —cumpliendo precisamente con la función de completar este proceso— es la energía misma quien abre las compuertas y rompe un dique que, para la conciencia identificada, no debería haberse abierto jamás. Inundada por todo aquello que querría haber dejado afuera —muerte, pulsión, deseo, dolor, pérdida, transformación— se siente sucumbir y por ello su primera reacción es la de ejercer control.

El difícil encuentro con la intensidad Nos hemos referido fundamentalmente a la muerte y la destrucción como misterios propios del espacio de Escorpio, pero debemos mencionar también la sexualidad. Muerte y atracción sexual se entretejen para que la vida de las especies continúe. Son fuerzas que están absolutamente más allá del individuo e incluso de lo colectivo: pertenecen a la vida y, en Escorpio, deben ser experimentadas en relación a ella. Por eso la sexualidad aparece aquí no en calidad de plácido y gozoso impulso, como en Tauro, sino en tanto fuerza irresistible. La vida exige el apareamiento y el intercambio genético en el frenesí del celo, la lucha a muerte entre sementales, el sacrificio del macho de muchas especies de insectos —por no poder escapar al

impulso que lo llevará a ser devorado por la hembra— o la entrega ciega de esta hacia la procreación, que la llevará a determinar y arriesgar su vida por la cría. Estas escenas se constituyen en metáfora —preferiría decir isomorfismo— para la conciencia humana que, en Escorpio, se verá obligada a comprender la naturaleza de esa fuerza, en sí y en otros. Pero —visto desde Escorpio— en el trasfondo de toda relación siempre está presente el misterio de la transferencia de energía. Por eso, en el ser humano el impulso biológico se anuda inextricablemente con la transferencia de imágenes y contenidos psíquicos, así como con el sutil intercambio de cualidades que hacen a la transformadora alquimia de los sexos en sus distintos planos. Todo esto constituye un intrincado tejido al cual toda persona de Escorpio es, de una u otra manera, extremadamente sensible. Recorrer los lazos que unen lo biológico con lo psíquico y lo mental, e incluso con aquello que llamamos espiritual, es un itinerario plagado de confusiones y peligros, pero inevitable de transitar cuando se trata de vivir este signo del Zodíaco. Pero del mismo modo que con la muerte, la persona con abundante energía escorpiana en su sistema puede disponerse a ser el lugar donde la vida se comprende a sí misma y aprende a ordenar sus niveles sin disociarse. O, por el contrario, puede quedar fijada a la sensación primaria de haber sido capturada entre fuerzas que no le dejan otra alternativa que sucumbir ante ellas o combatirlas sin cuartel en una batalla eterna. Ante el encuentro con intensidades que nos empujan más allá de toda consideración individual, los seres humanos tendemos generalmente a polarizar estos fenómenos en términos de "bien" y de "mal". El arquetipo de la batalla entre los opuestos es la forma habitual en que la energía escorpiana aparece en nuestra conciencia. Innumerables individuos, como San Agustín o Lutero, por ejemplo, han respondido y a la vez nutrido este nivel arquetípico que pretende decirnos cómo experimentar Escorpio. A punto tal que tendemos a identificar las imágenes del conflicto que surgen en forma espontánea en nuestro inconsciente, frente a estas situaciones, con la energía misma. Pero al hacer esto, confundimos la cualidad zodiacal con la respuesta psicológica —individual y colectiva— que damos ante ella. De hecho, cada signo del Zodíaco encierra para la persona ligada con el mismo, ciertos misterios profundos, ciertos enigmas que son, en realidad, comunes a toda la humanidad con relación a esa energía. En este proceso, cada uno habrá de encontrarse con el cúmulo de lumias que atestiguan cómo la humanidad percibió e intentó resolver Ciertas estructuras energéticas en el pasado. Así, existe un aprendizaje colectivo ya realizado con respecto a cada vibración zodiacal, que configura inconscientemente nuestras percepciones y nuestro modo de registrar y reaccionar a su cualidad. Pero, así como hemos desarrollado Ciertos hábitos personales para obtener

seguridad ante determinadas situaciones —aunque no siempre hayan resultado demasiado eficaces— en un nivel colectivo también nos hemos habituado a percibir y reaccionar de determinada manera ante las cualidades simbolizadas por el Cielo, aunque esto dé lugar a consecuencias indeseadas. Todo aprendizaje individual debe atravesar esos modos perceptivos o hábitos colectivos de respuesta psicológica a la energía, que son los arquetipos en tanto imágenes psíquicas. En ese nivel, es la humanidad misma quien define un límite con relación a las respuestas que cree posibles ante determinada cualidad vibratoria; poder atravesar ese techo será una ardua tarea para todo individuo. Estas predeterminaciones arquetípicas organizan nuestros vínculos en forma inconsciente, moldeando las secuencias interactivas entre las personas, de un modo mecánico y previsible. Para quienes poseen una alta carga de energía escorpiana, esta tensión entre fuerzas — propia del signo— será traducida en el nivel psíquico como conflicto interno aunque, por lo general, esta batalla entre tendencias "oscuras" y "luminosas" tiende a proyectarse sobre el exterior. Esta identificación con el conflicto, interno o externo, suele ser la reacción habitual a la energía de Escorpio, de las personas que nacieron con el Sol en este signo. Podemos imaginar entonces cuan complejo será el camino para una persona que lo tenga en el Ascendente dado que, como sabemos, este habrá de manifestarse primero "exteriormente" — constituyendo la cualidad predominante de su medio ambiente o campo de experiencia— y sólo más tarde podrá ser reconocido como cualidad propia. A lo largo de su vida deberá asistir a la presencia de estas fuerzas —generalmente no comprendidas por el ser humano— encarnadas en quienes lo rodean y constituyen su mundo. De ellos irá aprendiendo, positiva o negativamente, distintas maneras de resolver la tensión propia de este signo. Debemos imaginar, entonces, que el medio ambiente de una persona con este Ascendente estará saturado de situaciones que la llevarán a tomar contacto con las fuerzas básicas a las que nos hemos referido. Tarde o temprano deberá exclamar "nada de lo humano me es ajeno", y para esto necesariamente deberá verse envuelta en el dolor, el sufrimiento y la muerte, la intensidad del deseo y el anhelo de poder, la manipulación y el control. Y, sobre todo, deberá presenciar antagonismos aparentemente irreconciliables entre quienes la rodean, e incluso entre ella y otros, como metáfora de antagonismos más profundos y sutiles que también deberá aprender a resolver. En los primeros tramos de su vida deberá asistir a distintos modos de resolución de esta tensión, que le es interna, en un "afuera" que tendrá la función de despertar cualidades latentes en ella, pero que habitualmente no están a su disposición en el inicio de su experiencia. Un Sol en Escorpio posee el registro innato de estas intensidades dentro de sí y, al mismo tiempo, nace

con la marcada predisposición a ver nítidamente en los demás todo aquello que los seres humanos habitualmente deseamos negar. Tratándose del Ascendente, en cambio, la identificación con la energía es mucho más tardía y, como sabemos, puede incluso no producirse jamás. Las cualidades plenas del Ascendente no ingresan en nuestro nivel consciente de manera inmediata, en comparación con la rápida apropiación psicológica que se produce con otras cualidades como las del Sol o la Luna. En el caso de Escorpio, la persona suele identificarse con cualidades mucho más "inocentes", para las cuales los escenarios que su "destino escorpiano" habrá de configurar le parecerán muchas veces incomprensibles e incluso atemorizantes. Es probable que en los primeros tramos de su vida se vea envuelta en situaciones con las que siente que no tiene relación alguna y no entienda por qué se encuentra participando de determinado suceso o vínculo. Como su camino es tomar contacto, comprender y aprender a manifestar correctamente aquellas fuerzas cuya existencia el ser humano en general tiende a negar, es evidente que su primera reacción será la de reforzar esa negación. De hecho, tardará mucho tiempo en desarrollar las cualidades que le permitan sentirse suficientemente segura ante esa energía que le corresponde descubrir en los otros y en sí misma. Más aún, dado que no ha nacido con la capacidad perceptiva hacia lo oscuro, propia de una Luna o un Sol en Escorpio, es muy probable que permanezca por demasiado tiempo en situaciones o vínculos de los cuales no sabe cómo protegerse. Mucho más tarde en su aprendizaje, comprenderá que fue su propia intensidad inconsciente quien la condujo a esa situación, pero primero deberá descubrir involuntariamente —y al principio esto es un padecer — que aquello que todos niegan, en realidad existe y está en la base de la naturaleza humana. Habitualmente, estos individuos asisten desde pequeños a peleas y discusiones entre quienes lo rodean y se ven envueltos en fuertes corrientes de celos, odio y posesividad, así como de atracción y deseo. Si bien su destino los llevará a convertirse en expertos en pasiones humanas, su prematuro contacto con aquello que aún no saben cómo significar habrá indudablemente de afectarlos. La potencia y crudeza de su campo energético suele incluir también la presencia de personas con grandes padecimientos, enfermos físicamente o con fuertes conflictos psicológicos. Del mismo modo, la presencia de la muerte y la manera como ésta afecta a su entorno, formará parte de los escenarios de su vida. Es muy común que estas personas asistan en forma totalmente "casual" a la muerte de otras y, muchas veces incluso, al suicidio. Es bastante evidente que todo esto —y aún falta mucho por decir— constituye un caudal de experiencias cuya potencia es difícil de asimilar. Por ello, en general las personas con este Ascendente presentan un aspecto atemorizado —o su opuesto, desafiante — como reacción corporal y psíquica a su propio campo energético. Aquello que es familiar para un Sol en

Escorpio no lo es para el Ascendente, quien deberá vivir innumerables situaciones antes de alcanzar esa misma familiaridad con su energía. El Sol en este signo percibe en forma innata los peligros de exponerse demasiado en todo tipo de interacción y siempre toma sus recaudos porque da por descontado que, detrás de las máscaras sociales, en todo ser humano se agitan fuerzas oscuras. El Ascendente escorpiano, en cambio, es ingenuo con relación a la intensidad, no conoce sus consecuencias tanto en sí mismo como en otros. De allí que sea habitual verlos oscilar entre un comportamiento retraído y defensivo, y arranques intrépidos hacia lo desconocido, que habitualmente terminan reforzando la posición temerosa y contenida. Como hemos dicho, la persona deberá indagar las razones profundas de los comportamientos extremos del ser humano. Primero los encontrará a su alrededor sin comprenderlos, luego deberá padecerlos en sí misma y —sólo después de haber sido transformada por esto— podrá expresar algún nivel de resolución de la intensidad que surge del choque de los opuestos. Es fácil ver a un Ascendente en Escorpio exageradamente retraído y adoptando una postura corporal de contracción ante la intensidad de una energía a la que no puede adaptarse fácilmente. O, a la inversa, desarrollando un esquema corporal rígido y/o desafiante — Mussolini es el ejemplo en este caso— como otra respuesta posible ante esa misma intensidad que, al ser en los comienzos de la vida prácticamente inmanejable, obliga a desarrollar posturas controladoras.

Personas que encarnan la energía del Ascendente Como hemos visto en todos los demás casos, el Ascendente se manifiesta a través de los vínculos, encarnándose en individuos que, de una u otra forma, ejercerán una influencia decisiva para el descubrimiento de esa energía. Estas personas suelen producir un fuerte impacto, sea atracción o rechazo, puesto que llevan dentro de sí las modalidades con las que la persona aún no se ha identificado. Los escenarios de nuestra vida se conforman con las cualidades que debemos vivir, pero en general, estas se encuentran encarnadas en los niveles que el inconsciente colectivo permite vivirlas. Es poco probable que un niño con Ascendente en Escorpio se encuentre con quienes expresan un alto nivel de síntesis de esta energía. Por el contrario, lo habitual es que deba recorrer el laberinto de las modalidades fragmentarias y necesariamente conflictivas del signo, e incluso las extremas. La síntesis del mosaico que el destino presenta suele ser la tarea propia de quien lo vive, aunque no podemos excluir la aparición de individuos que, al encarnar con maestría esta energía, faciliten en forma notable el aprendizaje del Ascendente para aquellos

que crezcan en su presencia. Es de esperar que, desde pequeña esta persona se sienta misteriosamente atraída —o perseguida— por individuos de alta intensidad emocional y muy conflictivos. Personajes magnéticos, poderosos y controladores, llenos de energía vital, psíquica o material, desfilarán ante él o ella. Con seguridad, alguien vendrá a despertar su intensidad sexual, hasta ese momento desconocida, y cada vez que intente negar su caudal de vitalidad alguna persona connotada como oscura y perturbadora la llevará nuevamente a reconocer la presencia de la fuerza del deseo dentro de sí. Es raro que la persona con este Ascendente no experimente alguna vez la potencia de la pasión, con toda su carga conflictiva e incluso tanática. Quizás en etapas anteriores de su vida haya conocido a personas a quienes juzgó por estar, desde su punto de vista, incomprensiblemente atrapadas por el deseo; pero como justamente lo que debe comprender son los aspectos más profundos de este, hacia allí lo llevará el "destino". Así, desgarrarse en amores imposibles —no precisamente platónicos— suele formar parte de su patrón de experiencia, tanto como constituirse en uno de los vértices, más o menos sufriente, de algún triángulo amoroso. Después de todo, fue un Ascendente en Escorpio —Freud— quien supo ver para toda la humanidad que esa figura geométrica constituye el trasfondo de nuestros vínculos. Pero como debe recorrer los dos polos de la energía, al mismo tiempo que las anteriores, también se encontrará con personas que encarnan la modalidad controladora de aquella: esto es, el miedo a la vitalidad, la retención y el anhelo de dominio completo de sí. Su camino no se limita, por otra parte, a experimentar la naturaleza irresistible del deseo o las crueles consecuencias de su represión —en otros y en sí mismo— sino también la sutil articulación en la cual el propio deseo se revela como el deseo del otro. Recorrer estos laberintos y quedar absorbido por la energía ajena —o absorberla en la propia potencia— son experiencias fundamentales, inevitables y necesarias para este Ascendente. De allí que la relación con personajes poderosos, la fascinación por el poder —en última instancia por lo que otros, real o imaginariamente, tienen—y la manipulación, sean vicisitudes a atravesar. El misterio por el cual la potencia de una personalidad o el magnetismo de un individuo atrae de forma irresistible, haciendo que los demás pierdan la propia determinación y queden alienados en el deseo ajeno, suele retornar una y otra vez en la experiencia de quienes encarnan este Ascendente. Por lo menos, hasta que descubran el origen de las proyecciones que invisten a ciertas personas de un poder desmesurado, poder que en realidad emana de las regiones psíquicas más sombrías de quienes las rodean. Esto se hará visible en el ámbito de la sexualidad, de la política, del dinero, e incluso en la búsqueda de conocimiento o el anhelo de salvación. Acá, el énfasis no está puesto en la fascinación o la proyección en sí mismas —en

tanto temas centrales de la circulación arquetípica— sino en la capacidad de acumulación o entrega de poder y en la alienación del deseo. En todos los casos, lo que está en el trasfondo es el misterio de la transferencia de energía, la manera como se estanca su circulación y las consecuencias que genera. Aprender a discernir entre la apropiación mutua que permanece en el goce destructivo de la absorción y el compartirse transformadoramente —donde la energía circula con intensidad, pero al mismo tiempo en libertad— es quizás una de las tareas más difíciles en la encarnación de este espacio zodiacal. En todos los casos, lo importante es comprender la lógica por la cual estas experiencias son necesarias. En su fase atemorizada, el Ascendente en Escorpio querrá huir de estas situaciones que aparentemente lo persiguen. Pero, tarde o temprano, estas se le impondrán más allá de su voluntad o, más comúnmente, la persona descubrirá asombrada que había vivido inconscientemente inmersa en ellas. Quedar atrapado, atrapar y más tarde descubrir que el que posee es el poseído, es un itinerario difícil de evitar. Comprender que muchas veces la aparente entrega encubre una sutil manera de dominar a los demás y darse cuenta de que estas formas de vínculo subyacen a las mejores intenciones de los participantes, suele ser una experiencia dolorosa y nada fácil de aceptar. El Sol en Escorpio es habitualmente un experto intuitivo en motivaciones ocultas; en cambio, el Ascendente deberá aprender a serlo, aguijoneado por la dolorosa presión de los acontecimientos. Con el Ascendente en Tauro, quienes encierran los secretos de la cualidad del signo son los que producen y gozan con la posesión de bienes materiales. En el caso de Escorpio, en cambio, esto será protagonizado por quienes poseen energía, más que materia. Sucumbir ante el hechizo de la intensa vitalidad corporal, del magnetismo sexual o psíquico, de la posesión del dinero — no como medio para producir sino como sensación de disponibilidad infinita de energía—; fascinarse por una mente que parece descubrir todos los secretos y, sobre todo, admirar la fuerza de una personalidad que con su poder se impone a otros y controla, forma parte del viaje de Escorpio. El paradigma inconsciente de la vida en tanto batalla, sea en el plano material como en el "espiritual", obliga a acumular poder, esto es, a tomar más energía de la necesaria. La incipiente y confusa sensibilidad acerca de la circulación de las corrientes de energía conduce a anhelar —consciente u oscuramente— lo que el otro tiene. Esto es, obviamente, algo que sucede con todos los seres humanos en mayor o menor medida. Pero descubrir el secreto de la fuerza que nos lleva a desconocer el propio deseo y a perdernos ciegamente en aquello que emana de la potencia de los otros —sea esto cuerpo, imagen, dinero, poder o ideas— es algo que, específicamente, el Ascendente en Escorpio deberá realizar. La conciencia matizada por Escorpio siempre es atraída hacia lo que solemos connotar como oscuro. Una respuesta posible es identificarse con ello y actuar dejándose determinar por

su fuerza. Es evidente que esto ocurre tanto al encarnar dicha "oscuridad" como al combatirla. Pero esta atracción cobra otro sentido cuando se despiertan las enormes cualidades de observación e indagación, latentes en este signo. La calidad de las experiencias en la vida de este Ascendente dependerá en forma determinante de la sensibilidad y el compromiso hacia la comprensión de sí mismo8 y de la condición humana. Cuanto más atenta sea la observación y mayor el contacto, más rápidamente se resolverán las situaciones propias de este "destino" y con menor dramatismo.

El camino de la curación ►

Pero ¿por qué se hace necesaria la presencia de tanto dolor en la vida de este

Ascendente? En primer lugar, precisemos que no estamos diciendo que esta persona tenga que sufrir más que cualquier otro ser humano, sino que deberá estar en contacto con el dolor, familiarizarse con él, lo cual es algo muy diferente. En una lógica en la cual el "adentro" se corresponde con el "afuera". Sí mismo jamás significa yo, y siempre implica el vínculo con los otros. La índole de Escorpio impide negar ningún aspecto de la realidad y conduce a desarrollar una fuerte sensibilidad hacia lo más profundo de la naturaleza humana y de la vida misma; esto es algo que no puede hacerse efectivo si se excluye o niega el contacto con el sufrimiento. Durante todo el período en que la persona rehuya el encuentro con lo negado, la presencia del dolor será el aguijón que lo obligará a despertar. En la fase en que queda capturado por el arquetipo de la batalla — aparezca esta en el plano material o en el supuestamente espiritual— el sufrimiento será sólo la consecuencia natural de esta actitud. Su presencia constante, tarde o temprano, lo desviará de los hechizos ligados con el ansia por acumular energía y activará el anhelo, latente en Escorpio, por comprender la naturaleza humana. Allí comienza el camino del curador como otro nivel posible: el del que restaña las heridas que la ignorancia provocó en la fase de la batalla. Todo aquel que cura debe ser de alguna manera un experto en dolor. Desde este punto de vista, no es lo mismo para un Ascendente en Escorpio estudiar medicina que ser financista, dedicarse a la política o ser magnate petrolero. Todos estos son caminos escorpianos y en última instancia conducen al mismo lugar; pero en el primer caso, la conciencia responde mucho más rápidamente a la solicitud esencial de la energía y permite, en 8

En una lógica en la cual el “adentro” se corresponde con el “afuera”, Sí mismo jamás significa yo, y siempre implica el vínculo con los otros.

consecuencia, un aprendizaje más consciente. Un estudiante de medicina se encontrará desde muy temprano con la muerte, debiendo desarrollar una enorme intimidad con la enfermedad y el sufrimiento; su motivación inicial, por otra parte, incluye el anhelo de mitigar el sufrimiento. Es evidente que en este caso, se configura un escenario totalmente escorpiano que resuena de otra manera en la conciencia, permitiendo actualizar la sensibilidad latente en el signo, de un modo mucho más directo que en el caso de un financista, un político o una modelo publicitaria. De todas maneras, es posible ver cómo muchas veces el Ascendente en Escorpio —pese a haber iniciado el camino de la curación— suele replegarse ante el desmesurado impacto emocional que le produce el sufrimiento humano, demorando mucho más tiempo que un Sol o una Luna en Escorpio en entregarse a él. En realidad, sin considerar ahora el conjunto de la carta natal, suele necesitar un largo y oscilante proceso antes de poder desplegar por completo la intensidad de su nivel emocional, ya que este ha quedado fuertemente condicionado por las huellas que le produjeron las primeras experiencias. Sólo así le será posible desarrollar la suficiente integración de su personalidad, como para entregarse realmente a su energía. Pero aún adentrado en el camino del curador, el dolor deberá hacerse presente para exigirle niveles de comprensión y sensibilidad cada vez más profundos. La actitud mental extremadamente realista, propia de Escorpio, suele provenir en gran parte de la rigidez que emana del temor y no está desprovista de la crueldad propia de aquellos que observan la vida como batalla inevitable. Contemplar las heridas del mundo, ser lastimado y experimentarse a su vez lastimando a otros con la omnipotencia que emana de su sensación de poder —y del terror que inconscientemente esto le produce— suele ser un recorrido necesario para que la persona con este Ascendente comprenda los distintos lados de la misma situación. El aguijón del destino deberá seguir empujando, a fin de permitirle encontrar formas cada vez más sutiles y menos mecánicas de curar, que incluyan toda la crudeza de la vida sin inhibir la confianza en las misteriosas posibilidades que ésta alberga y que escapan a nuestro control y comprensión. En última instancia, descubrirá que el verdadero curador es la vida misma y que el ser humano sólo puede acceder hasta cierto nivel, para luego entregarse a la acción de fuerzas curativas que lo trascienden. Es en este punto donde se establece la transición natural a Sagitario. En el camino de Escorpio no sólo es importante comprender el dolor físico y el emocional, sino desarrollar también la sensibilidad al dolor que nos infringimos a través de nuestra mente. Como ya vimos, el anhelo de poder mental suele ser muy grande en estas personas, desde la fascinación que les produce una mente fría y calculadora que controla a los demás —o que desentraña los secretos de la naturaleza con una agudeza despiadada— hasta el hecho de quedar cautivadas por el deseo de desarrollar poderes mágicos o sobrenaturales. El lugar hacia el cual todos los caminos escorpianos confluyen es el que obliga a

comprender íntimamente la naturaleza del apego y la de su consecuencia, el sufrimiento. Por eso, en Escorpio esto no aparece simplemente como un problema filosófico o religioso, sino que es la materia prima con la cual se teje su existencia. Visto de esta manera, resulta evidente que la presencia del dolor en la vida de quien nace con este Ascendente no es azarosa ni responde a una "maldad" del destino o a algún castigo particular. Por el contrario, es algo que debe ser asumido como parte de la condición humana. Es en esa tensión donde se despierta el fuego de Sagitario y puede completarla experiencia escorpiana.

La relación fundamental Hemos visto cómo, desde el principio mismo de la vida, un único diseño o matriz se despliega y toma cuerpo a través de los diferentes escenarios de la existencia. Todos estos, por variados y complejos que parezcan, son isomorfos entre sí, esto es, poseen la misma forma o estructura y son portadores de la misma cualidad, aunque en diferentes planos. La comprensión profunda de los escenarios tempranos de nuestra vida suele ser la manera más directa de desarrollar una mayor capacidad de respuesta a las sucesivas expresiones de nuestra energía. La reacción que tuvimos ante sus manifestaciones durante la infancia tiende a convertirse en un hábito mediante el cual toda futura experiencia —siendo incluso más compleja y profunda— es inconscientemente interpretada desde la misma posición y nos lleva a reproducir el mismo desenlace. Esta repetición de la respuesta refuerza el patrón psíquico e impide que nos reconozcamos en la matriz y podamos extraer de ella las cualidades más ricas y transformadoras, que nos permitirían profundizar el viaje de la conciencia a través de la energía. Como ya hemos dicho, estas reacciones primarias se corresponden con respuestas colectivas y arquetípicas que fijan el flujo de la energía en un determinado nivel para cada signo. Retroceder a las emociones coaguladas en la infancia y a los malos entendidos o creencias que se cristalizaron a partir de ciertos vínculos, suele ser la mejor manera de liberar los nudos de la repetición psicológica. Asimismo, se transforma en la vía más efectiva para descubrir otras actitudes posibles, que permitan a su vez nuevas manifestaciones de la matriz, tanto en el plano individual como en el colectivo. Así como en Géminis o en Cáncer la relación concreta con algún hermano o con la madre, fijaba una manera limitada de comprender la cualidad del Ascendente —y al mismo tiempo provocaba un enigma suscitador de motivaciones más profundas para la indagación en la propia energía— en Escorpio esto estará dado por la relación entre los padres. En general, estas personas asisten a la discordia entre sus progenitores; ser el fruto de una relación cargada de conflicto, que puede ir desde la pelea constante hasta el odio manifiesto, es

un hecho habitual en este Ascendente. Con mayor o menor intensidad, el niño se sentirá desgarrado por la aparente incompatibilidad de quienes lo engendraron. Su psiquis quedará así configurada por la presencia del antagonismo, a veces atravesado por la pasión y el intenso deseo, y otras simplemente como expresión de un combate continuo entre quienes, se supone, debieran amarse. Inconscientemente, pero muchas veces también en forma consciente, el niño con Ascendente en Escorpio se sentirá hijo del antagonismo y no del amor, y esta temprana articulación del arquetipo de la batalla en su existencia condensará un sinnúmero de imágenes oscuras, que se proyectarán después sobre futuros escenarios. En un primer nivel —generalmente más oscuro e inconsciente— la modalidad del encuentro y el desencuentro entre los padres provoca la percepción de una realidad constituida por corrientes pasionales cargadas de ambivalencia, en las que el deseo se transforma súbitamente en odio y viceversa. Papá y mamá luchan y se atraen al mismo tiempo, con una intensidad difícil de soportar para un niño y más aun de comprender. Este registro ambivalente y perturbador de la relación entre los creadores de la vida, suele ordenarse psicológicamente si se lo cristaliza mediante el antagonismo. Tanto la evolución de la psiquis colectiva en los mitos de la especie, como la necesidad infantil de trascender la confusión que produce la ambivalencia, reproduce la misma organización de la escena como un combate entre dos principios irreconciliables. Al comienzo, es muy común que el niño intente mediar y armonizar entre los padres, pero por lo general, el desgarramiento se hace tan intenso que se transforma en una realidad cotidiana y pasa a convertirse en la naturaleza de las cosas. Tomar partido por uno de los bandos es también una respuesta bastante habitual, en la que se fija un patrón del cual será difícil emerger más tarde. En el futuro, el mundo se percibirá como batalla, y en ella la única estrategia concebible será sacrificar uno de los polos, aunque esto signifique mutilarse a sí mismo. Estos tres órdenes de significación: la ambivalencia del deseo, el conflicto interminable y/o el sacrificio sistemático de uno de los aspectos en juego —como expresión de la imposibilidad de tolerar la tensión— suelen constituirse en paradigmas para toda situación futura a lo largo de la vida. No estoy diciendo con esto que lo sucedido en la Infancia sea causa de los acontecimientos futuros (ni siquiera de su percepción, por lo menos en un sentido lineal). En realidad, la energía escorpiana se ha manifestado en su primer escenario y allí coagulan, para la percepción infantil, emociones y creencias que replican una estructura arquetípica a la que —y en la que— se sostienen. Lo importante es que a partir de allí, y a través de una simplificación de lo que realmente sucedía, se estableció una modalidad de percepción y respuesta que se verá reforzada por todas las sucesivas manifestaciones de la energía escorpiana, convirtiéndose en un "destino".

Si no se regresa a las escenas originales a elaborar la carga emocional allí contenida, las simplificaciones de la memoria se impondrán sobre toda nueva experiencia. Si, por el contrario, se realiza el doloroso trabajo de retorno, la situación podrá ser comprendida en un nivel más maduro. Esto permitirá resignificar las viejas impresiones y despertar nuevas posibilidades de encuentro con la energía escorpiana. De hecho, sea en la existencia concreta de tantas personas que no han desarrollado una elaboración teórica de su experiencia, como en la de aquellos que realizaron una reflexión profunda, el Ascendente en Escorpio suele cristalizarse en este nivel de percepción de la realidad. Pensemos en Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud y Rudolf Steiner, los tres con Ascendente en Escorpio. En su indagación, todos ellos registran la presencia de dos principios irreconciliables, en eterna batalla, como sustrato de la existencia: lo apolíneo y lo dionisíaco en el primero, Eros y Tánatos en el segundo y la guerra que libran Lucifer y Arimán en el tercero. Estas mentes tan profundas nos muestran cuan difícil es para la conciencia trascender la sensación de que existen dos principios antagónicos en el universo o en la condición humana. Es verdad que, en estas tres visiones, ambas fuerzas se anudan en su origen y la batalla es siempre la manifestación de algo más profundo que no se alcanza a describir con claridad. Pero también es cierto que los tres parecen sucumbir a la fascinación por el combate eterno — percibido como condición de la vida— e incluso aparentan caer en el hechizo de la preferencia por alguno de los polos. La simbolización de Escorpio como lucha irreconciliable entre dos serpientes, oscura una y luminosa la otra, es un potente arquetipo a través del cual se nos revela habitualmente esta energía. Alcanzar a percibir el núcleo desde el cual brota esta dualidad conflictiva es una tarea extremadamente difícil para toda conciencia; pero plantearnos la necesidad de hacerlo, no es en este caso una cuestión filosófica ni ideológica. La percepción trágica de la existencia, arquetipizada en este nivel de Escorpio, compromete a quien queda fascinado por ella en la cotidianidad de su vida. Ya sea que alcance a elaborarlo teóricamente, que pueda liberar imágenes que resuenen en otros a través del arte, o que este desgarramiento permanezca inexpresado y se actúe día tras día a lo largo de la existencia, la fascinación por el héroe trágico en lucha eterna con fuerzas irreconciliables es tan potente, que se convierte casi en sinónimo de la condición humana. La intensidad real del conflicto entre los padres puede variar enormemente, de acuerdo a la

totalidad de la estructura natal de cada persona. Abarca desde quienes experimentaron el odio manifiesto, hasta aquellos donde el nivel consciente haya negado toda discordia, ante lo cual sólo un trabajo profundo puede revelar la vivencia inconsciente del antagonismo o la inadecuación. Pero por lo general, es fácil advertir de qué manera el molde arquetípico ha simplificado los acontecimientos de la infancia. El dualismo calma la ansiedad de la ambivalencia, pero nos condena al conflicto; de allí que sea relevante amplificar la trama de recuerdos de estas personas, a fin de alcanzar el registro del afecto realmente presente en el vínculo entre los padres. Cuando esto se produce, es notable la transformación que se realiza en los individuos con este Ascendente. Descubrir que en el origen estaba el amor, libera un enorme caudal de energía contenida y permite inaugurar un nuevo ciclo de experiencias con relación a Escorpio. Para que esto sea posible, es necesario que no existan trazas de idealización en la resignificación de los recuerdos; en este sentido, sólo el contacto real con el amor que subyace al conflicto puede producir una nueva circulación. E incluso allí donde no hubiera existido afecto entre los padres, necesariamente hubo deseo. En el momento de la concepción, más allá de papá y mamá con sus pasiones y limitaciones, se hace presente la abundancia de la vida. La gratitud por la amplitud y generosidad con la cual esta nos busca y crea misteriosamente, en el torrente aparentemente irracional del deseo, quizás no sea la forma en que Cáncer o Libra imaginen el amor, pero sí puede ser el modo en el que Escorpio exprese su sentido de la unión y pueda atravesar la barrera que le impone el arquetipo del conflicto. Esta percepción de abundancia y generosidad en el núcleo mismo de la existencia —que contiene en su interior a la muerte, el dolor, la ignorancia y la pasión— constituye la articulación natural entre Escorpio y Sagitario. Como dijimos en la introducción, el mandala zodiacal es un arquetipo en sí mismo y la comprensión de las articulaciones entre sus distintos espacios es esencial para todo aprendizaje. Una visión fragmentaria percibirá los signos como separados, aparentemente yuxtapuestos en un orden aleatorio. Sin embargo. Sagitario es la consecuencia natural de Escorpio —desde el punto de vista secuencial— y no tiene Otra posición posible en el Zodíaco. De allí que lo que decimos acerca de la necesidad de resignificar las primeras escenas —a través de las cuales se manifestó Escorpio en la vida de un niño— no pretende tener un sentido filosófico o simplemente ideológico. Sí, en cambio, ofrecer una base de contacto vivencial para que el cuerpo de estas personas —no el pensamiento o la emoción por separado— amplifique la contracción y la tensión a la que generalmente ha quedado sometido. La matriz de las casas IV-VIII-XII

Como hemos hecho en los demás casos, observaremos ahora la matriz del mandala con Escorpio ascendiendo, a fin de comprender mejor la lógica que le es inherente.

Dado que Libra está en la Casa XII de la matriz escorpiana, podemos suponer una fuerte presencia de arquetipos ligados con la unión armoniosa y complementaria de los opuestos en el inconsciente profundo de esta persona. La dinámica de su existencia se nos hará más comprensible si advertimos la enorme nostalgia por el encuentro sin conflicto y por el equilibrio entre los polos que impregna su psiquis, haciéndola entrar en resonancia con las corrientes colectivas ligadas con esta temática y también con las personas que las encarnan. Las imágenes de lo complementario, la belleza y la gracia se agitan en su interior y las motivan inconscientemente en la búsqueda de la unión perfecta. Si bien su intensidad dependerá de las posiciones particulares de Venus y Neptuno en cada carta natal, generalmente existe en ellas una fuerte tendencia romántica e idealizadora, que chocará en forma inevitable con el despliegue del Ascendente. Este intenso anhelo de encuentro y compromiso social, ligado con Libra en la Casa XII, atravesará profundas transformaciones a lo largo de la experiencia escorpiana, constituyéndose al mismo tiempo en el motor más o menos inconsciente de sus búsquedas. Por un lado, la presencia del deseo, la pasión, las luchas por el poder que subyacen a la relación, las determinaciones biológicas de toda unión, etc., se constituirán en el lado oscuro del amor y del romanticismo que deberá ser comprendido e integrado para descubrir los sentidos más profundos de toda relación o sociedad. La trama sombría de motivaciones inconscientes —que subyacen a las formas sociales que organizan la unión entre los sexos o la sociedad— se revelará ante estas personas, tarde o temprano. Es entendible que esto conlleve una fuerte carga de desilusión y frustración, y aumente el miedo y la dificultad para entregarse a estos niveles de experiencia. Comprender que por detrás de las fascinantes imágenes de la unión perfecta se agitan, en sí mismos y en los otros, pasiones de una intensidad incomprensible para el anhelo

libriano, suele ser un aprendizaje muy duro. Esto los llevará a ir y volver, desde las evidencias que les propone su Ascendente escorpiano hasta los anhelos de su Casa XII libriana, una y otra vez, en una circularidad que, si no puede ser comprendida, resultará evidentemente perturbadora. Quizás descubran entre los intersticios de la repetición —perplejos, al principio — la dinámica alquímica y transformadora implícita en la unión que —más allá de todas las formas sociales— revela posibilidades creativas para las cuales las imágenes románticas eran sólo un símbolo. Esta oscilación entre aquello que está por debajo, oculto por las imágenes sociales, y aquello que las trasciende y les otorga un nuevo significado —en niveles psicológicos profundos, energéticos y espirituales— exige una enorme madurez de la conciencia para ser experimentado puesto que, en forma casi inevitable, los distintos niveles tienden a confundirse. Después de todo, el desconcierto, la ambivalencia y el conflicto que implica esta superposición de planos es el ámbito natural de lo escorpiano y el caldero de la transformación que se manifestará como síntesis en Sagitario. La natural deriva de Libra a Escorpio podrá repetirse en el plano del arte a través de experiencias que —incluyendo en la estética aquello que habitualmente es visto como horrible o desagradable— amplifiquen tos conceptos tradicionales de la armonía y la belleza. Asimismo, el arte como camino de transformación y curación puede aparecer en la vida de muchas personas nacidas con este Ascendente a manera de síntesis, canalizando la nostalgia natural por los arquetipos de la casa XII a través de los descubrimientos propios de Escorpio. De un modo más general, el compromiso libriano con la sociedad y los vínculos desembocará en el misterio de las relaciones de poder. Metafóricamente, podríamos decir que todo Ascendente en Escorpio es como un diplomático que ha sido muy exitoso en París o Viena y, precisamente, gracias a las capacidades demostradas, es enviado ahora a Bosnia o al Oriente Medio. El destino parece decirle: "Usted que es tan buen armonizador de los opuestos, descubra la armonía donde aparentemente no hay posibilidad alguna de reconciliación y encuentro". Como hemos visto a lo largo de todo el capítulo, en Escorpio siguen jugando los polos opuestos, pero en un contexto que se sitúa en las antípodas de la sutilidad, la armonía y la belleza de las formas. Es precisamente la intensísima atracción de los contrarios la que debe manifestarse, hasta morir en sí misma y revelar su unidad de origen.



¿Es fusión o integración de opuestos? Es una síntesis que proviene de una fusión —en el sentido de una muerte o de la extinción

de los principios que antes se percibían separados— y que da lugar, ahora, a otro nivel de

realidad. Recién aquí se comprende que lo antagónico no es sino una percepción distorsionada de la diferenciación de la unidad. Este es el sentido de la Casa VIII en Géminis, en esta matriz. Aquí la percepción geminiana de la dualidad o del vínculo —como relación externa entre polos— hechiza a la conciencia en el antagonismo y el desgarramiento, al volcar el caudal de intensidad propio de Escorpio en ese contexto dual. Este nivel de registro de la relación debe dejar lugar a una captación más profunda de la realidad —concretamente, como autodivisión y síntesis de sí misma— que es nuevamente Géminis, pero en otro plano. La imagen de las dos serpientes en lucha constante —una luminosa y la otra oscura— suele transformarse en la de una sola serpiente con dos cabezas. Allí, el conflicto y la dualidad se revelan simplemente como un hábito perceptivo, real en su propio plano pero que, al quedar incluido en un orden más amplio, es trascendido y sintetizado.

Aquí puede verse cómo, desde otro ángulo, en la vida de un Ascendente en Escorpio aparecerán siempre grandes dualidades, con sus correlativos desgarramientos y conflictos, tanto interiores como exteriores. Mientras subsista la tendencia inconsciente a la división mental en bueno o malo, superior o inferior, blanco o negro, etc., la presión del destino habrá de llevar a estas personas a experimentar aquello ante lo cual todos los seres humanos quedamos igualados: la muerte y el dolor. En Escorpio pareciera que el contacto pleno con el sufrimiento es lo que permite disolver el anhelo encubridor de las explicaciones o las racionalizaciones; donde el valor de las palabras —Géminis— es llevado a su límite y la existencia queda expuesta en toda su desnudez e intensidad. Este signo encarna un nivel de profundidad en el que ya no tienen lugar las dualidades y las distinciones lineales, propias del pensamiento verbal. En él se toma contacto con un

movimiento único en el que lo bueno puede ser malo y lo que es malo puede ser bueno. La ambivalencia y la transformación es el terreno donde se realiza esta experiencia en la cual todo aquello que en cierto nivel parecía unívoco, se revela tan dinámico como la vida misma. En este punto, algo resulta evidente y es que las dualidades que instaura el pensamiento y el nivel verbal de la percepción —Géminis, nuevamente— sólo pueden disolverse cuando está comprometida la totalidad de nuestro ser.



Pero ¿por qué estas personas más bien parecen rehuir el contacto? Es bastante lógico pensar que el primer movimiento que realiza la persona con este

Ascendente sea permanecer fijada a su Casa XII en Libra, a través de la tensión que le produce su Casa VIII en Géminis. La crudeza de Escorpio se magnifica muchas veces en ella, por cuanto la experimenta alguien inconscientemente aferrado a la nostalgia del paraíso. Todo es en este mundo demasiado tosco, intenso y, sobre todo, frustrante para su anhelo de finales felices en términos librianos. De allí que al principio intentará negar el dolor, el sufrimiento, la presencia de la muerte y la fuerza del deseo. Pero dado que —lo quiera o no— el aprendizaje de su vida tiene una dirección inevitable, el choque entre el mundo de sus sueños y la realidad generará probablemente una fuerte introversión y, sobre todo, miedo. Es fácil ver en estas personas un lado muy asustado que parece replegarse ante el mundo; en realidad, sólo están expresando temor a sí mismas, a su propia intensidad y potencia. Al proyectarse esta carga hacia afuera, el mundo toma una apariencia aún más amenazante y por eso es habitual que sean personas más introvertidas, más metidas hacia adentro y mucho más achicadas que un Sol en Escorpio, aunque esto se enmascare a veces con una actitud desafiante. Intentar recuperar el paraíso perdido y la belleza inmaculada de Libra —que los redima de la oscuridad que perciben en ellos mismos y no pueden comprender— suele ser un móvil profundo que explica en muchos casos la búsqueda reiterada de experiencias que necesariamente tienen un desenlace frustrante para el sueño libriano. No es de descartar que las fuertes tendencias destructivas que a veces manifiestan, estén ligadas a la impotencia y el resentimiento que nace de esta difícil articulación entre la delicadeza de Libra y la intensidad de Escorpio. El arquetipo del ángel caído es aquí muy fuerte y abre la posibilidad de identificarse tanto con la rebelión luciférica como con el anhelo fáustico. Recordemos que Goethe, quien sobre esto nos ha dicho mucho, también tenía el Ascendente en Escorpio. En realidad, todo esto se relaciona con la posición de Escorpio en el Zodíaco, que es aun más compleja desde el punto de vista psicológico cuando es vivida desde el Ascendente. Como punto medio entre Libra y Sagitario, aquí se experimenta una transformación por momentos

desgarradora que, como decíamos, el inconsciente colectivo parece reforzar con sus imágenes heroicas. La presencia estructural de los opuestos, que en Libra es contemplada en su juego maravilloso y pleno de armonía, debe ser experimentada ya no frente a la conciencia que la observa distanciada, sino como presencia interna para que se haga posible la integración o síntesis sagitariana, que es el próximo paso en el Zodíaco. Pero sentir la agitación de los contrarios en el cuerpo y la totalidad del propio ser es un descubrimiento perturbador, y lleva inicialmente a traducir esto como batalla en la cual alguno de los dos principios deberá ser expulsado. Ellos luchan en el interior de la persona de Escorpio bajo la forma de mente y sexo, pulsión y espiritualidad, luz y sombra, animal y ángel, etc. Libra mira, contempla, goza del movimiento de los opuestos. Sagitario será el fluir de la vida que se experimenta integrada, por una conciencia que ha descubierto cómo "dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Escorpio es el espacio de transición en el que es necesario involucrarse plenamente, sentir todas las contradicciones y antagonismos en sí mismo, para que la síntesis sea real. Lo importante de observar aquí es que, en la lógica zodiacal, para alcanzar la sensación del fluir de la vida (Sagitario), es necesario pasar por el desgarramiento que implica el dolor (Escorpio). En el caso de un Ascendente en Escorpio, estaríamos hablando de la presencia del sufrimiento desde una conciencia que está aún demasiado próxima a la visión de la armonía y que debe transformarse profundamente para encarnarla y no sólo gozar de su contemplación. Esto hace que ella se experimente a sí misma como el campo de batalla y la portadora del mal, contenidos que — obviamente— también se pueden proyectar sobre otros. Identificada con esa lucha, no le es fácil a esta persona comprender que su experiencia forma parte del aprendizaje de la vida, y que para recuperar la dulzura de Libra quizás sólo deba reconocer que el único enemigo a vencer es la guerra misma.



¿La Casa XII en Libra habla entonces de romper con el anhelo de la armonía? La palabra "romper" puede resultar equívoca y, en términos psicológicos, sólo sirve para

aumentar la sensación de intensidad, que es precisamente el problema de Escorpio. Preferiría decir que se trata de ir más allá de la armonía ideal para descubrir la fuente de la cual brotan los opuestos, que luego se encuentran, se separan y se vuelven a encontrar en la coreografía de la vida.



¿Cómo se vincula esa intensidad con la Casa IV en Acuario? Desde el punto de vista energético, Acuario en la base de la caria natal nos habla de una

creatividad que es capaz de recorrer los misteriosos caminos de Escorpio, comprendiendo y singularizando lo más básico de la condición humana sin perder en ningún momento la libertad y la espontaneidad. Sin embargo, es probable que la presión de la Casa IV refuerce las tendencias psicológicas hacia la disociación y racionalización, provocando que la conciencia huya de la intensidad escorpiana e impida así que se produzca la alquimia transformadora de esta energía. El hábito de disociarse de la experiencia apenas esta insinúa una alta carga emocional —tan propio de la modalidad afectiva acuariana— hará que el destino la obligue a retornar una y otra vez a aquellas situaciones en las que se interrumpió el proceso, hasta que le sea posible tolerar toda la potencia de su cualidad ascendente. Escorpio exige una enorme capacidad de compromiso emocional, a fin de desarrollar las aptitudes de alguien que debe aprender a constituirse en un transformador de energía. Pero como hemos visto a lo largo de todo el capítulo, esto sólo se logrará a través de un largo proceso en el que pierda progresivamente el temor a extraviarse en la intensidad y descubra que lo esencial permanece libre y lleno de creatividad aun en los momentos más oscuros, sin necesidad de disociarse ni refugiarse en la racionalización. La misteriosa alquimia entre libertad e intensidad es quizás una de las mayores dificultades en el camino de Escorpio, pero también uno de sus más bellos frutos.

Algunos ejemplos Un caso paradigmático en el que podemos observar el singular nudo entre pasión, poder, dinero y muerte, propio de cierto nivel de la experiencia escorpiana, es el de Jaqueline Kennedy. Más allá de los juicios morales, lo importante para nosotros es meditar acerca de aquello que la llevó a vivir rodeada por el poder, del clan Kennedy primero, de la presidencia de los Estados Unidos en plena guerra fría después, y del multimillonario Aristóteles Onassis más tarde. El grado de contacto que tuvo con la muerte, el conflicto y el sufrimiento a través de los seres que la rodeaban, puede parecer excesivo si no se lo ve con "ojos astrológicos" y no se percibe la estructura energética subyacente. Los asesinatos de su marido y su cuñado, el peculiar destino de conflicto de toda la dinastía Kennedy y el nivel de sufrimiento de la hija de Onassis, su hijastra, cuyo final también resultó trágico, son algunas de las situaciones — entre otras— que podemos mencionar. La ligadura entre poder sexual, político y económico también es evidente aquí, así como el peculiar goce por parte de ella en disfrutar de cantidades casi ilimitadas de energía, expresadas en la cantidad de dinero que necesitaba gastar cotidianamente de un modo casi desenfrenado. Nuevamente, podemos permanecer en el nivel del juicio moral y connotar fragmentariamente los distintos aspectos del comportamiento de una persona; en

este caso podríamos hablar de avidez, codicia, manipulación, fuerza moral u oportunismo, según nos parezca. Por el contrario, podemos preguntarnos cuál es la dimensión que debe vivir ciertas experiencias, sólo por el hecho de que una persona haya nacido en el instante en que Escorpio ascendía en el horizonte y el cielo se constelaba de cierta manera dando forma a su carta natal. Cuál es la dimensión que necesita descubrir ciertos nudos y enlaces entre aspectos de la existencia que habitualmente se consideran separados y padecer las consecuencias de su comportamiento, no en el sentido moral, sino en el del aprendizaje de cierta cualidad vibratoria que se manifiesta de un modo tan potente. Por último, podemos hacer referencia a Sai Baba, otro Ascendente en Escorpio. Por un lado, podemos constatar la ambivalencia que su figura produce y la importancia que se le otorga a sus poderes, tanto por parte de sus seguidores como de sus críticos. Pero desde un punto de vista más general, lo podemos considerar en su escenario concreto, integrado por millares de enfermos, tullidos, mendigos y un sinnúmero de personas provenientes de todas partes del mundo que reclaman ávidamente su presencia y acción curativa. El se mueve dentro de ese campo energético, de singular intensidad, en el que el sufrimiento, el dolor, la avidez, el poder y la curación se interpenetran "escorpianamente" con la devoción y la espiritualidad. Visualizando esta escena, en la cual alguien con este signo ascendiendo está rodeado por la voracidad, la pasión, el dolor y el clamor por sus poderes, podemos tener una imagen bastante clara de esta energía. En este caso también, podemos ver expresada la sabiduría profunda de Escorpio en alguien que se ofrece como alimento para otros, como fuente de energía disponible para su transformación. El trabajo de purificar comprometiéndose con todo el ser, se da en distintas escalas allí donde se produce la curación. Dicho en términos más precisos, la curación en tanto transformación es siempre un proceso de transferencia de energía. De allí que la pérdida del miedo a la entrega necesaria para que la transferencia se produzca, y la adquisición de maestría en este proceso, parecieran ser los trabajos profundos de este Ascendente. Es posible ver de qué manera Sai Baba ofrece, asimismo, su propia imagen para que la conciencia de sus seguidores —o el inconsciente, con todas sus proyecciones— haga con ella lo que cada uno necesita para su crecimiento. Nuevamente, en otras escalas, esto es lo que hace cualquier psicólogo cuando se ofrece como pantalla en los procesos de transferencia para que el paciente pueda resignificar las imágenes —personales o arquetípicas— a las que quedó fijado. O lo que todos hacemos en la alquimia de nuestras relaciones, cuando comprendemos la naturaleza necesaria de ciertos procesos imaginarios y la creatividad presente en la transformación, muchas veces dolorosa, que se produce a través de los vínculos. Nos alimentamos los unos de los otros, en distintos aspectos y planos de la vida. Entregamos nuestra carne, nuestras células, nuestras emociones, deseos, trabajo, ideas,

creatividad y espíritu, todos los días en la trama de nuestros vínculos en tanto seres biológicos, deseantes y energéticos. Así la vida continúa, en todas sus dimensiones. Escorpio dice: todos hacemos esto, lo sepamos o no. Podemos disponernos a realizarlo con plena conciencia y aprender de ello —en lo individual y en lo colectivo— hasta desarrollar maestría acerca de las corrientes de la vida o continuar ciegamente, dejándonos llevar por fuerzas que no queremos aceptar, explorar ni comprender.

ASCENDENTE EN SAGITARIO

La imagen que quizás sintetiza mejor los múltiples significados del signo de Sagitario es la del río que corre hacia el mar. Con la abundancia de sus aguas fertiliza las tierras que atraviesa y sobre ellas navegan las embarcaciones que llevan a los hombres desde el interior hacia lo abierto. Así como Escorpio simboliza el agua estancada —saturada de vitalidad por los procesos de putrefacción que al mismo tiempo la convierten en tóxica— Sagitario es el agua caudalosa en la que animales y hombres pueden saciar su sed y refrescarse sin peligro. El pantano (Escorpio) lleva dentro de sí el misterio de la coexistencia de la vida y de la muerte en una escala en la que esta condiciona a la primera. El río (Sagitario), en cambio, es tan vasto y abundante que se limpia a sí mismo. Y no por ser transparente e incontaminado —un río ideal — sino porque en su movimiento y amplitud puede contener múltiples desechos e incluso arrastrar el cadáver de algún animal, sin perder por eso su cualidad benigna para los demás seres. En este momento de la secuencia zodiacal, el nudo que no encontraba resolución en los signos anteriores se ha desatado súbitamente y Sagitario surge entonces como una gozosa liberación de energía retenida, que se dispara incontenible y se expande, superando las dualidades y antagonismos del signo anterior. Desde el punto de vista energético. Sagitario posee uno de los diseños más difíciles de describir, debido al grado de abstracción que le es inherente. Nos hemos encontrado con una dificultad análoga, al intentar aprehender el concepto de orden propio de Virgo, el signo que le precede en la cruz mudable. Sagitario expresa ese mismo orden, pero desplegado ahora en múltiples niveles en sentido vertical, en lo que podríamos definir como un pasaje del plano al, volumen. Este despliegue agrega nuevas dimensiones al orden y articula sus relaciones, integrándolas en niveles de amplitud y complejidad crecientes, tal como se expresa en la imagen arquetípica del caballo, el jinete y la flecha, que representan una sola realidad articulada en diferentes planos. Las imágenes más claras de este orden multidimensional las podemos encontrar observando los sistemas vivientes, como por ejemplo el cuerpo humano. Este es, en realidad, un conjunto de sistemas donde cada nivel emerge del precedente y, a su vez, lo contiene. Cada célula —que está al mismo tiempo constituida por diferentes tipos de moléculas— se une a otras formando un tejido. Una red de tejidos constituye un órgano y cada uno de estos se ensambla con otros en lo que llamamos aparato digestivo, respiratorio, reproductor, etc. El conjunto de estos sistemas será, por último, el "sistema de los sistemas": el cuerpo en tanto totalidad que, a su vez, remite al medio ambiente que lo incluye, y así sucesivamente. Todo

organismo está formado por múltiples sistemas menores y participa a su vez de sistemas mayores a él, en una cadena autoorganizativa en la que unos emergen de los otros y a la vez se generan entre sí. Algunas palabras son claves para comprender a Sagitario, como por ejemplo inclusión y articulación, términos gracias a los cuales las diferencias dentro de una estructura dejan de ser comprendidas como separaciones, haciéndose posible la percepción de totalidades integradas y complejas. El tejido hepático, por ejemplo, no es externo a sus células, así como el aparato digestivo no es externo a sus órganos; se trata de diferentes órdenes de realidad, dentro de un continuo vital. Debemos ser extremadamente cuidadosos con las palabras cuando nos referimos al signo de Sagitario, puesto que presentan una dificultad intrínseca al signo. Este simboliza el silencioso plano de la síntesis desde el cual surgen las palabras —propias de su opuesto: Géminis— que nombran el mundo en tanto multiplicidad y explicación. Sagitario es síntesis, pero síntesis no es lo mismo que idea o descripción verbal sintética. Al referirnos a múltiples dimensiones articuladas en una interacción creativa, intentamos representar un aspecto de la realidad que habitualmente no percibimos, para el cual no es fácil encontrar las palabras adecuadas. Quizás estas no existan y la descripción de Sagitario deba partir de la ausencia de las mismas, respetando la imagen de la flecha que simplemente índica o señala el blanco sin serlo, y que sólo coincide con él en tanto intuición o inspiración. Es fácil ver que no hay palabras unívocas para describir un salto dimensional en el que permanecen simultáneamente integrados y diferenciados múltiples niveles, en un sistema jerárquico de órdenes creativos. Apenas decimos "sistema jerárquico", el modo verbal de nuestro pensamiento imagina una pirámide en la cual cada nivel de la jerarquía es externo al anterior y, en consecuencia, está separado y es superior o inferior (en tanto que autónomo) con respecto a aquel. Sólo en los ejemplos de orden biológico puede entreverse un movimiento autorganizativo de complejidad creciente donde no se producen rupturas entre niveles y, al mismo tiempo, se distinguen totalidades diferenciadas. Cada plano depende del anterior y emerge como producto de toda la organización que lo precede; moléculas, células, tejidos, órganos, derivan uno del otro. Puede decirse que las células generan la totalidad de los sistemas —digestivo, óseo, nervioso, etc. — pero que, al mismo tiempo, su actividad obedece en todo momento a la información previamente sintetizada en el código genético del que son portadoras y que determina la estructura del cuerpo al cual pertenecen (o el campo morfogenético que las ordena). Contemplar este doble movimiento en el que un cuerpo se despliega a partir del crecimiento y diferenciación de las células —que al mismo tiempo responden a una matriz

genética que les es anterior y está uniformemente distribuida en todas ellas— es un ejercicio profundamente sagitariano. Y lo es, precisamente, porque implica renunciar a explicaciones causales de tipo lineal, para acceder a la percepción de un orden creativo de niveles interdependientes.

El aprendizaje de la inclusión Esta percepción sintética es, en definitiva, la que permitirá darle un nuevo significado a los procesos de transferencia de energía entre las formas, que definimos anteriormente en Escorpio, con el dolor y la destrucción que llevan implícitos. El cuerpo humano se mantiene vivo en cuanto totalidad porque contiene dentro de sí infinitos procesos de muerte y reproducción. Todo ser viviente, al igual que el río de la imagen que dimos en el inicio del capítulo, lleva consigo una enorme cantidad de desechos que deberán ser eliminados oportunamente. En todo momento se generan en él sustancias tóxicas y procesos de putrefacción, como natural consecuencia de su vitalidad. A cada instante mueren millones de células que son reemplazadas por otras en la incesante actividad de la reproducción celular. La organización jerárquica del sistema es la que permite que los niveles más complejos del mismo se vean liberados de las tensiones originadas en los niveles básicos de los que en última instancia dependen. Así, las vicisitudes de la vida de la célula cobran sentido en el plano del tejido, las del tejido en el del órgano y las de este en el sistema al cual el órgano pertenece. Lo que podríamos llamar la dramática existencia del plano celular (o incluso el molecular) en el que en todo momento se nace y se muere, se devora y se es devorado en una lucha sin final, queda resuelta en la función que estos procesos cumplen para la totalidad. Lo que es muerte y destrucción en un nivel —como en la actividad de los intestinos, por ejemplo— es salud y buen funcionamiento para la totalidad que lo incluye. Podemos imaginar a una mujer o a un hombre danzando y transmitiendo, con amplios movimientos, alegría y entusiasmo a quienes lo observan. En el interior de esos cuerpos la vida continúa con la realización de sus procesos básicos, y esos seres que danzan jubilosos y despreocupados son, al mismo tiempo, el teatro de la trágica danza de la vida y la muerte, propia del nivel biológico. En esta integración desbordante de vitalidad que es Sagitario, no vemos simplemente surgir al unísono la vida y la muerte —como vimos en el signo anterior— sino el modo como aquello que lleva dentro de sí la muerte, los desechos y la destructiva combustión de energía necesaria para vivir, es al mismo tiempo alegría, abundancia y entrega confiada a la vida que lo trasciende. Sagitario aparece así como la integración de Escorpio y,

en consecuencia, en este signo se hace realmente posible la extinción definitiva del conflicto que se había abierto en Cáncer entre la conciencia emergente y la intensidad de la vida. Acá podemos percibir nuevamente que la identificación es el tema central de todo el proceso: si la conciencia del bailarín estuviera identificada con su nivel celular o digestivo, permanecería en un plano de conflicto y dolor que le impediría expresar la alegría de la totalidad. La capacidad de los sistemas vivientes para crecer en complejidad y trascender el apego o la identificación con los niveles más básicos, permite una experiencia radicalmente diferente que, como podemos ver, no niega en ningún momento la presencia del antagonismo o del dolor; por el contrario, los incluye, sintetiza y trasciende. Aprovechando este rumbo metafórico, podríamos decir que las células que nacen y mueren sirven —o trabajan— para los niveles más complejos sin saberlo; se entregan a ellos cumpliendo su función en un orden que podríamos llamar virginiano. Sagitario, en cambio, con su énfasis en la síntesis multidimensional, simboliza un nivel de integración que se entrega, al igual que Virgo, pero que en este caso "sabe" que con su acción participa en y contribuye a las dimensiones que lo trascienden. Asimismo, registra que otras de estas dimensiones —"externas" e "internas" al nivel con el que está identificado— contribuyen a su propia actividad. Llegados a este punto, podríamos decir que toda la dinámica del destino de un Ascendente en Sagitario consistirá en el aprendizaje de la inclusión. Dicho en otros términos: cómo entregarse y confiar en lo que está más allá de aquello con lo que está identificado en cada momento. Y, al mismo tiempo, cómo comprender, contener y guiar los distintos niveles de conciencia que permanecen ligados con los contextos más reducidos, sin negar la relevancia y sentido de esas experiencias necesariamente limitadas. Habitualmente usamos palabras como religión o enseñanza para identificar estos procesos propios de la energía de Sagitario, que aquí intentamos describir en un nivel más abstracto —o menos antropomórfico— a fin de dar cuenta de sus significados más amplios, sin caer inmediatamente en el plano psicológico. Decir religión es referirse al impulso de re-ligar, esto es, volver a reunir las dimensiones que la conciencia inmersa en la experiencia cotidiana tiende a separar. Enseñar, a su vez, implica obedecer al impulso de transmitir a las nuevas generaciones la visión del mundo de las anteriores —o las innovaciones creativas individuales — para mantener la unidad de una sociedad a través del tiempo. En ambos casos —religión y enseñanza— se verifica el mismo anhelo de conexión entre niveles diferentes de la realidad, que sentimos deben mantenerse integrados para el bienestar de nuestra existencia. Este impulso hacia una vivencia más amplia en la que se mantiene la conexión entre lo cotidiano (o particular) y lo universal, sin perder contacto con ninguno de los dos extremos, podemos

decir que es Sagitario.

Idealismo: el tope psicológico de Sagitario Hemos visto en cada uno de los signos anteriores de qué manera se distorsiona el significado energético de un signo cuando su cualidad se refracta a través de la psiquis. Esta última es una forma y, como tal, excluye de manera inevitable numerosos aspectos de la energía. Como hemos dicho en la Introducción a este volumen, el estado actual de nuestra psiquis responde a la estructura energética de Cáncer y Leo. No importa el signo de una persona; sea cual fuere este, la organización del yo es siempre un límite evidente para la expresión de ciertas cualidades propias de los signos que están más allá de Cáncer y Leo en la secuencia zodiacal. Esas cualidades tensionarán necesariamente las interpretaciones fragmentarias que, en tanto seres psíquicos, hacemos de la energía. En este caso, podemos pensar que no será fácil para ningún ser humano dar cuenta de la síntesis vital presente en el pasaje de Escorpio a Sagitario. La compleja articulación de diferencias entre distintos planos de la realidad, propia de lo sagitariano, suele quedar reducida al nivel de los conceptos, ideas, creencias o generalizaciones. La cualidad inclusiva de Sagitario se manifiesta indudablemente en la vitalidad, bonhomía y generosidad propia de las personas de este signo y es sabido que su mente suele estar dotada de gran amplitud y capacidad de síntesis. Pero en la mayoría de los casos, estos atributos están sostenidos por el compromiso con ideas consideradas como dadoras de sentido y fuentes de verdad, desde las cuales se toma excesiva distancia de las contradicciones, ambivalencias y antagonismos propios de la experiencia concreta. El estado de conciencia en el que se manifiesta la cualidad de síntesis no es una idea sintética, una generalización teórica o la creencia de haber alcanzado la verdad última. Toda idea, teoría o creencia es una forma limitada que —por su propia naturaleza— excluye, deja afuera de su alcance a un sinnúmero de factores. Las ideas sagitarianas, que sostienen la vivencia de abundancia, confianza y sentido propias de este signo, suelen dejar de lado los aspectos más oscuros de la existencia y afirmar cualidades positivas e ideales, en detrimento de la complejidad de lo real. Sagitario se manifiesta habitualmente como idealismo en el nivel psicológico, pero esto sólo refleja la continuidad de la experiencia del nivel de Escorpio en el que no se ha alcanzado aún la percepción de la unidad vital de los opuestos. Es decir, en tanto Escorpio sea percibido psicológicamente como conflicto irresoluble. Sagitario no podrá ser otra cosa que idealismo y esta será la limitación a través de la cual la persona tenderá a interpretarse a sí misma y a los hechos de su vida. Mientras que la respuesta psicológica a la energía de este signo haga que la persona se

identifique con la perspectiva más amplia o trascendente bajo la forma de ideas, creencias o teorías que posean la fuerza de una verdad incuestionable, habrá de negar o simplificar en exceso la complejidad de lo real. De igual modo, negará la importancia, en otros o en sí misma, de aquellos niveles que, según cree, ya han sido —o deberían haber sido— superados. Estos niveles ideológicamente excluidos deberán hacerse presentes a través del destino, a fin de que la experiencia de este signo pueda realizarse en toda su profundidad. Escorpio continuará siendo de esta manera la inevitable sombra de Sagitario, hasta tanto la articulación entre ambos signos sea comprendida y genuinamente expresada. En el caso del Ascendente —en el cual el despliegue mandálico de la existencia se hace mucho más explícito que en el caso del Sol— veremos que, al mismo tiempo que la vida lleva a estas personas hacia una maravillosa expansión en el plano material, emocional o mental, la presencia de su Casa XII en Escorpio no les permitirá, o por lo menos no les facilitará, las disociaciones e idealizaciones propias de la vivencia psicológica de este signo. Esto ocurrirá a través de la presencia del dolor, el desgarramiento o la oscura evidencia de lo negado en sus vidas. Tales acontecimientos propios de su destino, que podemos llamar dolorosos y que parecen paradójicos en relación al gozo inherente a la experiencia sagitariana, deben ser comprendidos como necesarios en tanto motores de una síntesis que vaya más allá de lo ideológico o meramente ideal, para convertirse en concreta y existencial sabiduría.

La cualidad del río Comprender el movimiento de la vida de un Ascendente en Sagitario implica, entonces, aprender a reconocer cómo se articulan una multitud de experiencias aparentemente disímiles o aleatorias, en un todo coherente que se despliega en ciclos y proporciona, para la conciencia que las vive, la oportunidad de identificarse con la cualidad sintética subyacente. Dado que Sagitario es un signo abstracto por naturaleza —en el que lo universal tiende a predominar sobre lo particular— deberemos hacer un esfuerzo mayor que en otras oportunidades a fin de captar la coherencia de los distintos planos y aspectos de la manifestación de esta energía. En todos los ascendentes se trata de distinguir una cualidad que impregna la totalidad de la vida de una persona, que nosotros aprendemos a percibir identificándola con un símbolo. Nuestra percepción habitual no registra totalidades ni movimientos globales sino que fragmenta, divide y secuencializa de un modo lineal. Nos es difícil registrar la misma cualidad en acontecimientos diferentes, en vínculos y comportamientos y —menos aún— en secuencias y procesos complejos. En el caso de Sagitario podremos ver cómo se suceden, a lo largo de una vida,

acontecimientos y personas que involucran viajes, permanencias en el extranjero, abundancia material y expansión de los horizontes. De la misma manera aparecerán el anhelo por saber, aprender y enseñar, la búsqueda del sentido de la existencia y el anhelo de justicia, la importancia de lo religioso o de las ideologías o el encuentro con maestros y guías, en una corriente aparentemente heterogénea, pero sin embargo absolutamente coherente. La perspectiva astrológica es, precisamente, la que distingue un orden simbólico-matemático allí donde la percepción habitual sólo ve sucesos aleatorios. La cualidad profunda de un signo late detrás de la diversidad de los acontecimientos y, desde un punto de vista, estos no son más que vehículos de la energía que los impregna y oportunidades cíclicas para comprenderla y aprender a expresarla. Esta cualidad, aunque es extremadamente sencilla en su esencia, es muy compleja de definir en sus particularidades. Es fácil decir que Sagitario se caracteriza por la confianza, la entrega y la amplitud de visión; estas palabras, sin embargo —si no son examinadas con cuidado— remiten demasiado rápido a la idealización que, como hemos dicho, reduce la comprensión de la energía sagitariana a la respuesta psicológica habitual. De hecho, el núcleo de la experiencia del Ascendente en Sagitario apunta a desentrañar el proceso de la idealización y sus consecuencias. Por eso, para poder comprender mejor la estructura de este destino superando las generalizaciones habituales, es conveniente profundizar en los matices que le son propios. El mejor camino es, para ello, adentrarnos más en la metáfora del río que iniciamos al principio de este capítulo, visualizando de qué manera sus cualidades se expresan —de un modo u otro— en la vida de un Ascendente en Sagitario. El río es potente, caudaloso, pleno de energía, pero al mismo tiempo, es completamente receptivo y no tiene dirección propia. El río sigue; al seguir, lleva. Sigue la fuerza que le brinda la pendiente que encuentra a su paso y responde a ella con la potencia que le otorga su caudal. Acompaña a las ondulaciones del terreno y descubre, momento a momento, el cauce y el movimiento que lo conducen a su destino, el mar. Sigue el camino que le traza la resistencia de la roca o la docilidad de la arena. El lecho rocoso lo concentra, le da ímpetu y potencia, le permite arrasar con los obstáculos. El lecho arcilloso lo pacifica, lo extiende hasta casi detenerlo en el lodo y amenaza con convertirlo en un pantano. El río (Sagitario) es una fuerza que responde a otra fuerza, es activo y receptivo a la vez. Siguiendo el cauce, guía a las embarcaciones que se entregan de él por el camino que les abre gracias a su docilidad y a su potencia. Al mismo tiempo que se expande en el plano horizontal, actúa en sentido vertical. El río se apoya en el terreno sobre el cual corre, es receptivo respecto de él, pero al mismo tiempo sostiene y conduce a los barcos que navegan sobre sus aguas; es activo con relación a ellos.

Meditando en el río puede comprenderse una cualidad esencial de Sagitario, que es la de ser neutro. La síntesis no es positiva ni negativa. Lo neutro es aquello que no puede ser atraído por los extremos, por los polos presentes en el nivel no sintético de la realidad, porque los contiene y los supera. Los mantiene unidos y articulados; se encuentra más allá de las dualidades y no las niega. Por eso no se puede desviar aquello que es sintético: fluye certero sin reaccionar ni polarizarse, sin ser atraído por ningún fragmento que deba ser compensado o equilibrado. Aquello que no posee la cualidad de lo neutro es atraído fatalmente por el complementario de su propio desequilibrio. Lo neutro, por el contrario, no es magnetizado por ningún polo, fragmento o particularidad. Los incluye y atraviesa y pareciera entonces que sólo es atraído por la inmensidad; por nada en particular y a la vez por todo aquello que lleva más allá y contiene lo que ahora es, en un viaje que no tiene final. Podemos decir también que Sagitario, como el río en su camino hacia el mar, confía. Se entrega, pero no lo hace en forma totalmente pasiva puesto que al mismo tiempo que se abandona, arriesga, se atreve, explora y descubre. Se aventura a morir encerrado entre rocas que no puede horadar o a desaparecer en los bajíos, languideciendo hasta estancarse o quedar atrapado en un lago, extraviándose lejos del mar, que es su destino. Desde la perspectiva de la secuencia zodiacal, puede decirse que la exuberante confianza de Sagitario proviene de la íntima comprensión de la experiencia propia del signo anterior. En Escorpio, la muerte, la pérdida de la forma, se reveló como algo inevitable. Pero también se descubrió cuan inevitable es el resurgir de otra nueva, a partir de los desechos de la anterior: tan inevitable y fatal como la muerte es la resurrección de la vida. Sagitario es el momento en que es posible identificarse con el fluir de la energía que atraviesa a las formas, con el río de la vida que fluye a través de los cuerpos aprendiendo en ellos y transmitiéndoles, a su vez, su anhelo de síntesis hacia formas de mayor plenitud.

El viaje Podemos preguntarnos ahora cuál es la cualidad que el "destino" deberá despertar en estas personas mediante el estímulo de los acontecimientos y los vínculos. Con el sentido que hemos intentado desarrollar en los párrafos anteriores, puede decirse que la confianza, la entrega a la amplitud de la vida y a su movimiento, la capacidad de síntesis y el poder percibir y otorgar sentido a la existencia, serán algunos de los atributos latentes a ser despertados. En general, el medio ambiente que rodee a la persona con Ascendente en Sagitario se caracterizará por la presencia de acontecimientos y vínculos que la lleven más allá de aquello que le es familiar e inmediato. Estas vidas suelen mostrar una progresiva y a veces

extraordinaria ampliación de sus horizontes, tanto en los niveles más concretos de la realidad como en los más abstractos. Partir de un ambiente de nacimiento relativamente limitado —en cuanto al lugar de origen, condición social o económica, tanto como en lo referente al nivel de creencias e ideas más o menos dogmáticas o estrechas, contexto cultural, etc. — y realizar a lo largo de la existencia una asombrosa expansión de estas condiciones iniciales, suele ser una característica casi constante en este Ascendente. La forma concreta que adopte este movimiento dependerá de la estructura global de la carta y de la posición del planeta regente, en este caso. Júpiter. De cualquier manera, y en términos generales, podemos decir que estas son vidas en expansión, entendiendo que no necesariamente esto se manifestará en todos los planos. Muchas veces, una pérdida en el nivel de las condiciones económicas o sociales se correlacionará con una expansión notable en el plano del conocimiento o con una renovación profunda en el nivel de los valores y la posibilidad de comprensión de los asuntos humanos9. Así como simbolizábamos a Sagitario con el movimiento de un río, en otro nivel podemos decir que la vida de estas personas toma la forma de un viaje. Es decir, la experiencia de ser llevado a recorrer grandes espacios y distancias, ampliando continuamente el propio horizonte y entregándose confiadamente a lo desconocido. Toda persona con Sagitario dominante en su carta natal se siente atraída por los viajes, por la sensación de libertad y expansión que estos producen y por el anhelo de conocer nuevos lugares y costumbres. Este deseo encuentra su correspondencia —o isomorfismo— en el anhelo de saber y de comprender la realidad, o en el de entregarse a la aventura del espíritu en sus distintas formas. Podríamos decir que en el caso de una persona con Ascendente en Sagitario, es su ser más profundo el que anhela recorrer grandes distancias y encontrar quien la guíe en ello, para luego poder guiar a otros. Mientras la conciencia permanece identificada con otras posiciones de la carta natal, este impulso raramente es reconocido como propio y. por eso, se hará presente como destino tantas veces como sea necesario, hasta que la persona aprenda a expresarse de esta manera. La predisposición a los viajes —o a experimentar la vida como un viaje, en tanto símbolo del patrón sagitariano— está latente en ellos y muchas veces se hace claramente presente desde la infancia. Pero esté o no conscientemente identificada con la energía del viaje, la matriz de destino de este Ascendente generará acontecimientos concretos que la llevarán a vivir situaciones ligadas con el extranjero, por el concurso aparentemente fortuito de factores "externos" o por hechos que parecen escapar por completo al control de su voluntad. 9

En última instancia, la tendencia a la expansión —propia de este Ascendente— lleva al desarrollo de la capacidad de comprensión y síntesis. En ese sentido, las ampliaciones en los niveles materiales son sólo una posibilidad o un correlato de la Integración v fluidez propia de esta energía, pero no una condición necesaria.

La cercanía de personas nacidas en otros países o culturas, el interés por los viajes por parte de alguien muy cercano, tener que abandonar el lugar de origen para trasladarse a una ciudad relativamente cosmopolita y verse en consecuencia obligado a adaptarse al cambio de escala y costumbres, tener seres queridos que se van a vivir al extranjero, encontrar "casualmente" trabajo en una agencia de viajes o en alguna actividad vinculada con ellos o con países del exterior, suelen ser situaciones habituales en estos Ascendentes. Quedar muy marcado por algún viaje, relacionarse sentimentalmente con algún extranjero o con alguien que vive fuera de su país y, por último, vivir durante algún período lejos de su lugar de origen, son también acontecimientos recurrentes en esta matriz de destino. Como siempre ocurre con los Ascendentes, las cualidades que finalmente expresamos llegan primero a nuestras vidas a través de otros que nos estimulan o que parecen obligarnos a vivir algo que, en ese momento, creemos no desear. Durante mucho tiempo, es probable que estas personas se vean rodeadas por gente entusiasta o por amantes de los viajes o de culturas lejanas. Quizás empiecen a viajar por razones de trabajo o para acompañar al marido o a la esposa, o para visitar a un hermano que se fue a vivir muy lejos. Muy posiblemente, algunas se hayan visto forzadas a dejar su pueblo o ciudad natal por razones ajenas a su voluntad, o conozcan dos o tres idiomas porque se hablaban en la familia y no porque hayan mostrado interés en aprenderlos... Como sabemos, estos hechos "externos" materializan una cualidad que al principio puede no ser reconocida como propia, proyectarse en otros e incluso ser resistida. Toda persona que viaja puede experimentar, junto a vivencias de libertad y expansión, una intensa nostalgia o una identificación excesiva con el lugar de origen —que le impide entregarse por completo al viaje— o sentir desconfianza ante los lugares desconocidos y las costumbres de su gente e incluso temor por las condiciones diferentes de vida. De manera semejante, la persona con Ascendente en Sagitario suele cuestionar aquello que la lleva repetidamente más allá de lo que se había propuesto, deseando arraigarse de nuevo o, incluso, retornar al punto de partida. Dependerá del conjunto de la carta natal que esta dificultad para entregarse a la energía del viaje —sea este real o metafórico— se manifieste con mayor o menor intensidad. Pero en cualquier caso, los acontecimientos que la obligarán a alejarse de aquello con lo que se había identificado se reiterarán cíclicamente, hasta que los atributos sagitarianos latentes en ellos se hagan plenamente manifiestos. Conocer diversas culturas y desarrollar la capacidad de no sentirse separado de su gente sino, por el contrario, interesarse por ella, abrirse a sus complejidades y diferencias, sentirse agradecido por su hospitalidad y ser comprensivo ante sus eventuales limitaciones, son atributos de Sagitario adquiridos a través de la experiencia concreta en —o con— el extranjero

que cobrarán importancia más tarde, en tanto aprendizaje que encontrará su correspondencia en planos más abstractos. En astrología siempre es oportuno recordar la importancia del concepto de isomorfismo, es decir, la presencia de una misma estructura o patrón en diferentes planos de realidad o significación, que se repetirá a lo largo de la vida. Desde este punto de vista, cada experiencia concreta —un viaje, por ejemplo— encierra las claves simbólicas para el acceso a un nivel más abstracto de la misma cualidad, como el deseo de saber o el anhelo por captar el sentido de la existencia. En los aspectos más concretos y cotidianos de cada situación se encuentran encapsuladas las formas más sutiles y abstractas del mismo patrón vibratorio, que irán desplegándose espiraladamente a través de los ciclos de una vida. Dependerá de la cualidad sintética de la conciencia —que realiza el aprendizaje en un plano— poder articular los distintos niveles de significación implícitos en cada acontecimiento. Así, esta misma estructura del viaje aparecerá en otros planos relacionados con la enseñanza, lo ideológico o lo religioso. El "leit motiv" siempre será el mismo: la persona deberá ser llevada hacia lo que está a gran distancia de su situación inicial, a fin de experimentar la expansión, desarrollar confianza y, muy especialmente, adquirir la capacidad de unir lo lejano con lo familiar. En ese sentido, ser guiado por un maestro es equivalente a conocer a un extranjero; ambos nos ponen en contacto con la vastedad del mundo y hacen que aquello que parecía inalcanzable y distante se convierta progresivamente en familiar para nosotros. Del mismo modo, muchos procesos de estas vidas darán comienzo gracias al impulso que otros individuos de entusiasmo contagioso les imprimirán, aunque al principio parezcan ser empujados por ellos a su pesar e incluso se resistan a seguirlos. Personas muy optimistas e idealistas suelen aparecer cíclicamente en sus vidas influenciándolos directa o indirectamente, como causa inconsciente de lo que más tarde se revelará como su propio deseo o ideal. Puede que hayan entrado en un movimiento ecologista o revolucionario, por ejemplo, sólo porque seguían a un novio o una amiga a quienes, en ese momento, consideraban bastante fanáticos o exagerados. Años más tarde, cuando esa persona haya desaparecido de su vida, el Ascendente en Sagitario podrá estar fuertemente comprometido con esos movimientos e incluso, quizás sea a él a quien se lo acuse de fanatismo o dogmatismo. Otra posibilidad es que algún amigo lleno de ideas entusiastas los empuje hacia una actividad o empresa que desemboque finalmente en una gran expansión, que en ese momento inicial creían no desear y ante cuya posibilidad por mucho tiempo fueron escépticos. También suelen sentirse rodeados por personas que pretenden saberlo todo y que, para su sorpresa, no sólo se atreven a decirles a otros lo que tienen que hacer sino que además gozan de la confianza casi ciega que se deposita en ellos. De hecho, al entrar en contacto con estas personas, los Ascendentes en Sagitario no

están haciendo otra cosa que conocer y recorrer ese campo energético exuberante —y a veces desmedido—, que es el que necesitan aprender a expresar. Es común también que experimenten la cercanía de personas muy religiosas, creyentes o crédulas, quienes jugarán probablemente un papel relevante en sus vidas. Puede que por mucho tiempo se muestren Críticos o extremadamente racionales respecto de ellas, o se sientan irritados por el misticismo o el idealismo de quienes los rodean. Sin embargo durante todo el tiempo en que el Ascendente en Sagitario no se reconozca en esas personas, ellas estarán balanceando su campo energético y serán el puente —muchas veces indeseado— hacia un descubrimiento más profundo de sí mismos. El compromiso con la aventura del espíritu se muestra, en muchos casos, a través de un cambio de religión o del progresivo alejamiento de las creencias con las que fueron formados en su medio de origen. Es fácil observar en ellos un movimiento a lo largo de los años en el cual, partiendo de una postura racionalista, pragmática, intelectual o de un idealismo meramente mundano, vaya cobrando una importancia cada vez más grande lo religioso, las grandes cosmovisiones y la búsqueda de un sentido trascendente de la vida. Como ya dijimos, las figuras que nos "enseñan" la cualidad de nuestro Ascendente están siempre presentes como fuente de aprendizaje y generan en nosotros una fuerte ambivalencia. Se puede sentir enorme atracción hacia ellas, pero también rechazo. De una u otra manera, aquellos que encarnan la cualidad que debemos asimilar no nos pueden resultar indiferentes, puesto que en el vínculo con ellos se juega la relación interna que mantenemos con esa energía. Así, puede ocurrir que un Ascendente en Sagitario se burle en algún momento de la credulidad u optimismo de algunas personas, pero al mismo tiempo quede inconscientemente fascinado por su capacidad de entrega y generosidad o por su aparente ingenuidad, que más tarde connotará como sabiduría.

El maestro En realidad, la figura arquetípica de mayor importancia que aparece repetidamente en el destino de este Ascendente es la del maestro o el guía, y todos los personajes que antes hemos descripto pueden pensarse como prefiguraciones de esta relación fundamental. El impulso que lleva a transmitir una visión y el misterio por el cual alguien es seguido —porque a su vez se deja misteriosamente llevar— está, como hemos visto, en el núcleo de la energía sagitariana. Tarde o temprano, estas personas habrán de descubrir esas fuerzas en sí mismas y, en general, podemos decir que el destino de este Ascendente tiene un punto de giro en el momento en que asumen una posición activa con respecto a transmitir y enseñar. Pero por mucho tiempo, las personas que responden a esta cualidad —sean del signo que fueren— aparecerán en sus vidas

interpelándolos fuertemente, constituyéndose por partida doble en maestros para ellas. Esto es así porque ocupan por un lado ese lugar en forma objetiva; y por el otro, porque encarnan la relación fundamental para este Ascendente, así como los hermanos o amigos fraternos lo hacen para Géminis, la madre para Cáncer o el conflicto entre los padres para Escorpio. Maestros, profesores, terapeutas, consejeros, personas que hacen escuela o influyen con su pensamiento y conducta sobre otros, suelen adquirir en sus vidas un peso mayor al habitual. Aquí lo importante no es la aptitud para impartir conocimientos, sino la amplitud y profundidad de las ideas de estas personas y su capacidad de entusiasmar y guiar a otros. Idealizarlos, criticarlos, sentir una enorme gratitud hacia ellos o tratarlos despectivamente acusándolos de "sabelotodos" o manipuladores, son algunas de las tantas respuestas posibles ante la importancia que inconscientemente adquieren. Ellos son portadores de una clave a comprender y por eso todo aquel que "sabe" y toma sobre sí la responsabilidad de guiar, no les puede resultar indiferente. Esto hace que al principio se ubiquen repetidamente en el lugar del seguidor o del aprendiz; o en el del escéptico que siempre toma a alguien como punto de referencia de su incredulidad. Pero, como dijimos más arriba, en algún momento surgirá la oportunidad de satisfacer el impulso interno de enseñar o guiar, y allí es cuando suelen entrar en una nueva y más plena etapa de sus vidas, aunque tengan que abandonar otros objetivos por seguir este impulso. El invisible patrón de inspiraciones y personas inspiradoras que hasta ese momento fueron trazando casi imperceptiblemente su camino, se les hará evidente. Allí puede que comience para ellos la sutil distinción entre saber e inspiración, entre conocimiento y sabiduría. La cualidad esencial de su Ascendente ya no se manifestará a través de ninguna de sus metáforas ni será encarnada por los demás, sino que ellos mismos comenzarán a expresar la capacidad de entregarse a la corriente de la vida, atrayendo a otros hacia ella. Desde esta posición descubrirán en carne propia la realidad de lo que, desde "afuera", idealizaban o criticaban y aquí es donde empieza una nueva etapa en el aprendizaje de su campo energético. Como en todo Ascendente, los hechos y vínculos del pasado aparecen más tarde como espejos tempranos y puentes hacia la identidad que, finalmente, descubrimos floreciendo en nosotros.

La marca del dolor: la Casa XII del Ascendente en Sagitario Llegados a este punto, pareciera que el Ascendente en Sagitario se despliega con relativa

facilidad y no trae consigo las dificultades de adaptación que hemos visto en otros casos. Sin embargo, si bien es cierto que es propio de esta energía provocar la experiencia de la abundancia, fluidez y generosidad de la vida, no es habitual que ello se produzca espontáneamente y sin costo alguno para la conciencia. Si observamos con atención a las personas con este Ascendente veremos que, además de la expansión en uno u otro plano de la realidad, también están presentes en sus vidas el dolor y el sufrimiento. Más aún, a veces estos se manifiestan con una intensidad tal que —especialmente durante los primeros años— podríamos encontrar muchas semejanzas con el Ascendente en Escorpio. Es muy común que en esos años iniciales de sus vidas estas personas se vean atravesadas por la pena provocada por la pérdida o alejamiento de algún ser muy querido, así como por la presencia de intensos conflictos en su medio ambiente. Muchas personas con este Ascendente permanecen de alguna manera ligadas con quienes expresan una fuerte carga de sufrimiento, conflicto o enfermedad. Es posible, incluso, verlas elegir alguna actividad —trabajos con pacientes terminales, adictos, criminales, etc. — que las mantiene en contacto con el dolor o la muerte, si bien por lo general abandonan o relativizan estas tareas a medida que transcurre el tiempo. También el poder suele ejercer una gran fascinación sobre ellas, aunque a veces se manifieste como un rechazo tan marcado hacia los individuos con los cuajes lo asocian, que las determina a actuar en su contra. Es posible que tengan parientes vinculados con la política o queden relacionadas más o menos indirectamente con personas y ambientes de mucho poder. Así, es fácil verlas envueltas en situaciones donde son tironeadas contradictoriamente, en una dirección, por la confianza, generosidad y entusiasmo de Sagitario; y en la otra por su inconsciente anhelo de control, durante mucho tiempo proyectado en el "afuera". Verse atraídos por personas muy magnéticas, manipuladoras o relacionadas con el poder —de las cuales no les es fácil desprenderse— suele ser otra escena bastante habitual. Todas estas situaciones responden a la lógica de su Casa XII en Escorpio por la cual los arquetipos ligados con ese signo deberán ser necesariamente elaborados y comprendidos como parte del despliegue del Ascendente en Sagitario. Como hemos visto en los signos anteriores, el Zodiaco posee un orden implícito por el cual la manifestación de una energía está enlazada a la presencia de la anterior bajo la forma de un "remanente" que regresa una y otra vez, exigiendo a la conciencia una comprensión más profunda de la articulación entre un signo y otro. Todo Ascendente emerge naturalmente del signo que lo precede y esto se manifiesta también en el plano de los acontecimientos. En la primera parte de la vida, especialmente, las escenas propias de la Casa XII se exteriorizan en forma simultánea a las que son propias del Ascendente natal. Es obvio que la frase anterior —aunque aparentemente correcta— está construida de modo

lineal, creando la impresión de que existe, en la vida concreta, una diferencia tajante entre lo que llamamos Casa XII y lo que llamamos Ascendente. Como dijimos en la introducción a este capítulo, la energía real de Sagitario presupone la de Escorpio —así como la de este presupone la de Libra, etc. — y esto es así por más que la conciencia los considere separados. Serán precisamente las experiencias concretas del destino las que obligarán a vivir esta articulación, siempre misteriosa para nosotros. Cada espacio zodiacal lleva en sí la memoria energética del anterior, y para que un signo florezca, la persona tendrá que recuperar previamente dicha memoria. Para ser realmente Sagitario hay que haber recobrado y comprendido lo esencial de Escorpio. Esto equivale a decir que, para que Sagitario llegue realmente a ser síntesis y sabiduría —y no tan sólo idealización y teoría— tendrá que llevar la marca del dolor dentro de sí. Aquí aparece lo que constituye, a mí juicio, la cuestión central de este Ascendente. Existe una evidente tensión entre la atracción inconsciente por los arquetipos escorpianos —que deben ser llevados a su consumación— y la vivencia de liberación que produce Sagitario. Al principio, y quizás por mucho tiempo, las heridas que deja la manifestación de la Casa XII acentuarán la tendencia a escapar de todo aquello que remita al sufrimiento, la ambivalencia o la finitud, demorando el florecimiento de la sabiduría latente en Sagitario. Desde un punto de vista psicológico, entonces, la presencia del aguijón escorpiano de la Casa XII probablemente refuerce los niveles más reactivos y superficiales de Sagitario, acentuando su tendencia a la disociación y exacerbando la necesidad de que todo acontecimiento encuentre rápidamente explicación y adquiera algún sentido, por superficial que este sea. Todo esto llevará a confundir síntesis existencial con saber y, a su vez, expansión vital con idealización, acentuando la dependencia hacia figuras que garanticen algún estereotipado —pero aliviante — sentido de la existencia. Podemos visualizar así una dinámica de destino en la cual se hará necesario "regresar" reiteradamente con el fin de integrarlo, a aquello que ya se creía superado para modificar la visión superficial e idealizada de la realidad hasta allí desarrollada. Sólo la repetición cíclica de las experiencias, con el inevitable retorno de lo que fue negado inicialmente, llevará a este Ascendente a la madurez de una síntesis personal y no meramente teórica. Si Sagitario es inclusión, es evidente que la intensidad del dolor y la experiencia de la finitud deberán aparecer de manera recurrente en el destino de estas personas a fin de expresar la potencia real de este signo que, como el río, debe llevar consigo los abismos de la condición humana sin por eso perder toda su confianza, generosidad y capacidad de entrega.

La idealización

Este enlace recursivo entre Sagitario y Escorpio, que se repetirá cíclicamente a lo largo de su existencia, hará que a la persona con este Ascendente le sea casi inevitable pasar por la experiencia de la idealización y, de manera correspondiente, tener que vivir más tarde la caída de lo idealizado. En alguna etapa, seguramente idealizará a otros y simplificará en exceso las situaciones de su vida, aparentando ser alguien totalmente confiado y que siempre "sabe" hacia adonde va; aunque también se la verá emitiendo fuertes juicios críticos acerca de los demás, sobre los que proyectará su lado oscuro y su inconsciente deseo de control. Pero más tarde o más temprano deberá hacerse cargo de la verdadera complejidad de lo real y tendrá que aceptar los límites y dificultades de todo aquello que al principio prometía ser tan fácil. Las mismas personas que antes parecían maravillosas comenzarán a mostrar sus imperfecciones, que serán generalmente magnificadas por la proyección inconsciente de la propia sombra. En este punto es donde la persona con Ascendente en Sagitario puede girar indefinidamente en la noria del destino, sin cuestionar sus idealizaciones y castigando con severidad a aquellos que mostraron un límite que ella no supo tolerar. Partirá así en busca de nuevos comienzos entusiasmantes y de otras personas que respondan mejor a los ideales que no está en condiciones de dejar caer. Pero también es posible que comience a advertir que en la propia naturaleza de su fogosa energía, aún incomprendida, está presente el impulso que la lleva a simplificar y excluir, haciéndole distorsionar su percepción de lo que acontece. De hecho, la respuesta emocional espontánea de cualquier persona con abundante presencia del fuego en su carta natal, es la de negar las motivaciones inconscientes y confundir visión con realidad. Es lógico, por lo tanto, que esta etapa se extienda para ellas por mucho tiempo; todo el que necesite para que sus emociones maduren y pueda así retornar, de otra manera, a esas heridas iniciales de las que la idealización escapaba. Pero quizás el momento de mayor aprendizaje acerca de la estructura de la idealización se produzca cuando la misma persona descubra que ha sido idealizada por otros, experimentando en carne propia las consecuencias de esta proyección. Sea en una relación amorosa o con sus pacientes, empleados o discípulos, tarde o temprano descubrirá que los demás construyeron una imagen ideal acerca de él o de ella, a la cual no puede responder. La naturaleza misma de Sagitario provoca que una persona se muestre siempre llena de energía y se disponga a indicarle a otros el camino a seguir. Esto produce idealización independientemente de las propias intenciones (aunque por lo general, la actitud de quien posee este Ascendente contribuya a esa percepción). De esta manera, así como esta persona no dejaba "caer" a quienes idealizaba, ahora tampoco la dejarán "caer" a ella, y no perdonarán sus limitaciones tanto como antes no supo aceptarlas en otros.

Más tarde —quizás— descubrirá que a través de su "entrega" al otro y de su disposición a guiarlo y a dar un sentido a los acontecimientos de su vida, en realidad ejercía control y daba satisfacción a su anhelo de poder, proveniente de la Casa XII. En todo este recorrido —en el que se profundizan las cualidades de Sagitario— el portador de este Ascendente se encontrará con el dilema de tener que ocupar el lugar idealizado por los otros, con la consiguiente pérdida de libertad y espontaneidad en su propia vida. Quizás se atreva a mostrar que, en realidad, no lo sabe todo y que es tan imperfecto y vacilante como cualquiera. O deba padecer el desprendimiento de las personas que se apegaron a su figura. Cuanto más fuerte haya sido la carga de idealización proyectada, más intensa habrá de ser la reacción del otro en sentido contrario, puesto que sólo así logrará recuperar su integridad hasta ese momento alienada, para proseguir su camino. En estos casos la violencia de la crítica puede llegar incluso hasta el odio y la maledicencia, y aquí la bonhomía sagitariana se sentirá traicionada e incomprendida en su generosidad y entrega. Quizás recuerde entonces sus propios comportamientos y juicios cuando estaba del otro lado de la situación y pueda así comprender la lógica profunda y prácticamente inevitable del proceso. Esto es: que quien aceptó ser idealizado deberá aceptar ser rechazado y hasta despreciado en algún momento, y que quien aceptó la responsabilidad de guiar a otros deberá asimismo aceptar que estos recobren —de la manera en que sean capaces de hacerlo— la libertad que inconscientemente entregaron. Si bien esta es una estructura conocida y eventualmente pautada en algunos contextos como el terapéutico o el pedagógico institucional, para el Ascendente en Sagitario constituye una cuestión central en su existencia. Es la energía misma la que convoca esas situaciones y provoca que el "afuera" reaccione de determinada manera, con independencia de las intenciones de quien la irradia. La energía constela arquetipos que se nos imponen, exigiéndonos el duro aprendizaje de la singularización mientras nos hace girar en la reiteración de patrones que aún no sabemos o no podemos reconocer. Las estaciones a recorrer en el "viaje" por el Ascendente llevan, en el caso de Sagitario, a toparse con el arquetipo del maestro en sus distintos aspectos y desde diferentes posiciones. Por eso dijimos que se trata de una relación fundamental que los atrae enigmáticamente, a través de la cual podrán descubrir las capas más profundas del arquetipo. La experiencia de la consumación de esta estructura está ligada generalmente a otras posiciones de la carta natal, como la ubicación de Júpiter en Casa XII, por ejemplo. Sin embargo, la profundización de este tipo de vínculos y situaciones —haciéndose cargo de la atracción, el rechazo, la crítica, la fascinación o la desconfianza que estas producen— les permitirá descubrir los pliegues más recónditos de su identidad y la manera de entregarse más plenamente a la dinámica del mandala de nacimiento.

La Matriz IV, VIII, XII del Ascendente en Sagitario Como hemos hecho en los demás casos, intentaremos ahora deducir desde el punto de vista lógico —o sea, desde el orden implícito en la matriz— los rasgos fundamentales de aquello que podemos observar de un modo empírico.

En esta estructura Cáncer está presente en la casa VII, mostrándonos la cualidad que habrá de ofrecer mayor resistencia al despliegue de Sagitario. La tendencia —típicamente canceriana — a buscar refugio, protegerse de lo desconocido y establecer relaciones de pertenencia, incluso simbióticas, es evidentemente contradictoria con este signo ascendente. Trascender la identificación con los pequeños mundos, saliendo de lo familiar y protector para abrirse a la aventura de lo distante y desconocido, será esencial aquí. Pero al mismo tiempo —y este es el sentido de la casa VIII— el patrón vibratorio nos muestra que esta tarea tendrá un fuerte y recurrente costo emocional. Este destino de expansión y amplitud hará que, repetidas veces a lo largo de su vida, la persona se sienta desgarrada entre el camino por el que es llevada y algún núcleo afectivo del cual debe alejarse y que, a la distancia, añora. La nostalgia por lugares, personas, grupos o costumbres con las cuales se ha experimentado una intimidad que parece irrecuperable, suele ser muy intensa y se reitera en varios momentos de la vida. De hecho, el aprendizaje posible radica en desarrollar la capacidad sagitariana de sentirse en contacto con aquello que está lejos, haciendo que el propio hogar (Cáncer) se extienda al mundo y contenga todos sus rincones. Es importante que esto no se convierta en una idea o en un sentimiento ocasional, sino que se produzca un cambio profundo en las emociones y una dilatación afectiva real. Esto permitirá experimentar que no se ha perdido a nadie ni se ha distanciado de nada; por el contrario, que son el mundo y el corazón quienes se han ensanchado. Pero para que esto sea posible, es casi inevitable que se reiteren esas cíclicas sensaciones de dolor, desgarro y nostalgia, en tanto pasajes concretos hacia el tipo de transformación emocional que Sagitario exige.

Este mismo patrón por el que se produce la ruptura de lo familiar para poder incluir lo lejano se repetirá, como hemos visto, en planos más abstractos, cada vez que la persona con este Ascendente crea que ha llegado a un lugar definitivo con relación a sus conocimientos, ideas, creencias y visión del mundo. Así, yendo y viniendo entre convicciones y pérdidas de sentido, certezas y desilusiones, aprenderá a permanecer en contacto con su ser más profundo. Este le dirá que lo verdadero no es un punto fijo sino un movimiento continuo hacia la inmensidad, y de esta manera descubrirá que está siendo arrastrado por un cauce que lo lleva más allá de cualquier puerto. ►

¿Por qué tiene tanta incidencia la Casa XII en el Ascendente en Sagitario? No lo tiene más que en cualquier otro caso. Sucede que ahora estamos haciendo mayor

hincapié en una articulación que en los primeros Ascendentes apenas insinuábamos, por razones de claridad expositiva. En la introducción a la Primera Parte decíamos que la lógica correcta para enfocar el Ascendente consistía en incluir el signo opuesto —el de la Casa VII— y el anterior, la Casa XII. Es decir, que el despliegue de una energía incluye su polaridad y la consumación que le está implícita. Esto es difícil de simbolizar y más aun de verbalizar en un lenguaje lineal. La vida es un continuo y sabemos que en cada experiencia participan varias personas que, desde distintos ángulos, darán distinta interpretación a lo ocurrido. Del mismo modo, en cada uno de nosotros existen distintos niveles posibles de significación del mismo acontecimiento, que luego pugnarán en un nivel inconsciente por llegar a alguna síntesis. Hasta aquí, cualquier psicólogo podría estar de acuerdo. Ahora bien, para nosotros —dado que el "afuera" se corresponde con el "adentro"— no se trata simplemente de intersubjetividades o de la complejidad de toda subjetividad, sino de una percepción más amplia que nos dice que los hechos responden a una matriz holográfica. Esta los dota de una riqueza infinita —que solemos llamar "mágica"— en su misma manifestación y no simplemente en las interpretaciones que hacemos de ellos. En la mirada del astrólogo reside, justamente, la posibilidad de percibir que más allá de la significación que el sujeto le otorgue, en la vida de determinada persona hay escenas y situaciones que, respondiendo a patrones específicos, tienden a desvanecerse mientras que otras —que obedecen a otras estructuras— se imponen progresivamente. Desde este punto de vista, en el caso del Ascendente en Sagitario se va desvaneciendo cierta intensidad de presencia de lo oscuro, del poder o de la muerte, y comienza a imponerse la presencia de la abundancia, la inclusión y la capacidad de transmitir una visión. Esta articulación se manifestará de esta manera, independientemente de que el sujeto logre identificarse con este proceso. El factor conciencia puede disociar en forma sistemática el

holograma de destino —que incluye el Ascendente, la Casa XII, la Luna y la Casa IV, el Sol y lógicamente el conjunto de la carta natal en sus distintos niveles de detalle— haciendo que a q u e l se repita de un modo muy previsible. O bien puede ampliarse hacia una síntesis en la que, dentro de determinado patrón vibratorio, el corazón de la experiencia sea siempre nuevo y abierto. Desde cierto punto de vista, toda lectura de una carta natal implica referirse a corrientes de energía relativamente desconocidas para el sujeto y otras que se cierran sobre sí mismas, estancándose en la repetición y el retorno de lo conocido. Lo más complejo —para la comprensión de la lógica de la astrología— es que lo realmente nuevo no está en ninguna dirección particular de estas corrientes, sino en la toma de contacto con un nivel de síntesis en el que se articulan de un modo creativo la multiplicidad de patrones presentes. En ese sentido, sabemos que el Ascendente indica una dirección de energía fresca y llena de aprendizajes nuevos —a diferencia de la Luna o de la Casa XII— pero que siempre estará ligada a la totalidad de la matriz y, en particular, a la consumación de los arquetipos de la Casa XII. Siempre hay un feedback sutil entre esta última y el Ascendente. Para que este se despliegue es preciso que vuelva a su fuente recóndita y enigmática, que es la casa que lo precede. De este modo, podríamos decir que si queremos habilitar otro nivel en la espiral de Sagitario, tendremos que volver a Escorpio para acceder a un nuevo impulso que nos lleve hasta allí. Caso contrario, giraremos en aquel plano de Sagitario que se corresponde con el nivel de Escorpio que somos capaces de elaborar. La Casa XII se constituye en un techo para el Ascendente y este, a su vez, en un nuevo piso para regresar a ella a consumar un nuevo nivel de experiencia, para volver a emerger hacia otra dimensión del Ascendente. Por supuesto, lo mismo ocurre con el Ascendente en Escorpio con respecto a Libra porque, para experimentar los opuestos en conflicto, tendremos que estar marcados por la vivencia de los complementarios. Y cuanto más profundamente podamos entregarnos a la fusión de esos opuestos, nuevo significado alcanzará para nosotros la existencia de los polos y su complementación. Y así en los demás casos. En los primeros años de la vida, por lo tanto, junto a lo nuevo que se manifiesta estará presente aquello que debe ser agotado y consumado —la Casa XII— tanto como las pautas afectivizadas que se tornaron en hábitos mecánicos y cristalizados, provenientes de la Luna. Nuestra mirada debe ser capaz de distinguir distintas significaciones para la conciencia entre hechos que son —en apariencia— los mismos. La presencia del dolor o del poder, en el Ascendente en Escorpio, no contiene lo mismo que en el Ascendente en Sagitario. Aunque la escena parezca idéntica —la pérdida de un ser querido, por ejemplo— la secuencia de hechos en la que queda enmarcada cíclicamente es muy diferente. Es preciso aprehender esa dinámica,

que incluye tanto el modo específico de manifestación de la secuencia como las disociaciones que la conciencia realiza. Esta suele responder a los apegos profundos que, desde un punto de vista, se refieren a una interpretación de los hechos pero que, desde otro, provienen del anhelo de repetición de las experiencias y del rechazo a lo desconocido. Es posible ser un Ascendente en Sagitario entusiasta y viajero, que vive como totalmente separadas las experiencias de dolor y oscuridad, que parecen producirse periódicamente sólo para "estropear" aquella felicidad. O bien se puede descubrir la articulación entre ambas series de acontecimientos y adquirir el sentido correcto de proporción, integrando esos niveles sin excluirlos. De todos modos —siempre manteniéndonos dentro de la inevitable simplificación pedagógica— estas experiencias no serán vividas ni resueltas de la misma manera por un Ascendente en Escorpio. Este tenderá a curar para aliviar el dolor y mostrar lo negado para recuperar la vitalidad perdida, mientras que el Ascendente en Sagitario, sin negar lo curativo y habiendo comprendido previamente el significado del dolor, anhelará transmitir una visión que exprese alegría y un sentido para la existencia.



Hemos hablado mucho sobre la Casa XII escorpiana y sobre la VIII canceriana,

pero ¿cómo se manifiesta la Casa IV en Piscis? Energéticamente, esta Casa IV arquetípica nos está mostrando una profunda sensibilidad que permite entregarse confiadamente a lo que es necesario vivir. El orden que estaba implicado en la experiencia y la síntesis incluyente surgen del contacto con la complejidad que permite Piscis. Al mismo tiempo, alude a una sensación de protección tan abarcadura que posibilita la aventura en lo ilimitado. Sin embargo, como sabemos, la estructuración psicológica más probable —en respuesta a esta enorme sensibilidad— es la creación de un mundo de ilusiones subjetivas, con el consiguiente rechazo de la presencia estructurante del límite. El trabajo psicológico consistirá, en consecuencia, en actuar sobre ese anhelo de "abundancia mágica", haciéndolo pasar por el filtro del realismo escorpiano. Como refugio — ya que esto es, en el nivel del mecanismo lunar, la Casa IV en Piscis— favorecerá que la persona se sienta protegida en una burbuja de ilusiones, en un mundo que se imagina cósmico pero que, en realidad, permanece tan cerrado como todo lo imaginario.



¿Sería la sensación de que aquello que lo protege es casi ilimitado? Esa es la potencia de la Casa IV en Piscis en el sentido energético, siempre y cuando la

persona se atreva a vivir en lo abierto. O sea, si atina a resolver la tensión de su Casa VIII en

Cáncer. Ahora, en el sentido psicológico, esta misma sensación puede provenir del abrazo imaginario con la "madre", el pequeño mundo en el que permanece encerrada, desde el cual idealiza e incluso pretende dar sentido a una realidad desconocida; aunque, de hecho, la vida la forzará a conocerla, por más fuertes que sean esos intentos de aislamiento en mundos imaginarios. Podemos ver mejor, entonces, cómo debe madurar la conciencia a fin de que sea capaz de articular esta matriz. Hacerse cargo de una Casa XII en Escorpio no es una trivialidad, pero precisamente de aquí surgen la potencia y la sabiduría de Sagitario. Así como un Ascendente en Escorpio puede quedar atrapado en el conflicto porque, en realidad, quedó marcado negativamente por la desilusión reiterada de su anhelo de armonía (Libra en XII), una variante posible en Sagitario será la de hacer el intento de negar el dolor, manteniéndose aferrado a un refugio universal de tipo pisciano en el que todo es posible. En ese caso, la Casa IV psicológica en Piscis establece una alianza con un nivel de Sagitario para escapar de Escorpio. Pero, si observamos con mayor atención, veremos que ese mismo movimiento es el que niega infantilmente todo el apego inconsciente que aún existe en esa persona hacia el poder y el sufrimiento, constituyéndose en la causa profunda por la cual las experiencias escorpianas retornan.

Algunos ejemplos ►

Yo soy Ascendente en Sagitario. Mi familia era muy ortodoxa, católica, y desde muy

temprano viví así lo religioso, inmersa en un terror persecutorio que en un punto me fascinaba. Luego, ocurrió que comencé a cartearme con un escritor con el cual dialogábamos sobre todos estos temas y a través de quien adquirí una comprensión totalmente distinta y mucho más abierta. Toda esa visión oscura sobre Dios en la que había sido formada se disolvió y apareció una forma realmente diferente de vivir lo espiritual. Este es un buen ejemplo para ver un juego de matices y aparentes ambivalencias en el que hay que aprender a realizar distinciones. Lo religioso y los arquetipos escorpianos aparecen aquí engarzados y sostienen mutuamente un cierto nivel de experiencia que puede girar en forma indefinida alrededor del nudo formado por intensidad, castigo negación y búsqueda transgresora de la libertad. Pero más tarde, dentro de la misma estructura, aparece una figura que se convierte en guía y desde la distancia permite otra luz sobre lo mismo, habilitando un nuevo nivel en la espiral sagitariana.



Entonces, ¿el Ascendente es aquello que te ayuda a evolucionar? Esta manera de construir la pregunta sugiere simplificaciones peligrosas. En realidad, lo

que estamos haciendo es ejemplificar un movimiento global de la carta a través del Ascendente, para comenzar a registrar la presencia de distintas direcciones energéticas dentro de una misma estructura. Lo que sí podemos considerar como seguro es que el Ascendente es una línea de incorporación de energía que nos obliga a desidentificarnos de las primeras identificaciones y, en ese sentido, es evolutivo.



Yo soy Ascendente en Sagitario con Luna en Cáncer en VII. La primera parte de mi

vida no viajé, pero pasados los treinta años, me casé con un Ascendente en Sagitario con la Luna en el mismo signo, que traba jaba en una compañía de aviación. Desde entonces, viajo constantemente... Acá podemos ver cómo se articula la Luna con el Ascendente. La Luna en Cáncer refuerza la casa VIII, canceriana. de la matriz —aunque en este caso específico cae en la Casa VII— con todo lo que ella implica en tanto apego afectivo demorando, en ese sentido, el despliegue sagitariano. Ahora, por razones afectivas también, este se manifiesta igualmente a través del vínculo con una persona con Luna en Sagitario, la cual está mucho más predispuesta a lo abierto por afectivizar el movimiento y la distancia. Quizás uno prefiera pensar que el destino está escrito hasta en los menores detalles. Arriesguemos una hipótesis diferente, a través de la cual podamos visualizar cómo se van formando encuentros en red; o sea, una trama de vínculos y situaciones que propician un cierto movimiento, una determinada deriva en la dirección de la energía. Podemos pensar las supuestas casualidades y combinaciones como atracciones magnéticas, que permiten que se actualice lo que debe ser actualizado en cada estructura. Uno no sabe si necesariamente habrá un escritor con el que se cartee o un marido que trabaje en una empresa de aviación, pero sí que existirán situaciones que llevarán a una ampliación constante de los horizontes, aunque las vías parezcan impensadas o "casuales".



En mi caso, yo nací en una pequeña ciudad rural y cuando era muy chica mi padre

murió. Durante muchos años, aún después de haberme trasladado a Buenos Aires, mi vida giró alrededor de ese dolor. Más tarde me entregué a ideales revolucionarios y participé en política, idealizando muchísimo la figura de Perón, que era como un padre y un maestro para mí, como para gran parte de mi generación. Cuando él murió volví a sentir un enorme desgarro, al mismo tiempo que abandonaba la militancia: esto coincidió con la separación

de mi primer marido que, a la sazón, era un político. Un tiempo después me enamoré de un extranjero y me fui con él a vivir a Europa. Por razones de su trabajo tuve que residir durante años en distintos países del mundo y mis hijos tienen nacionalidades diferentes. Otro ejemplo de Ascendente en Sagitario es, precisamente, el de Perón, y es muy visible la importancia que adquieren en su destino los viajes y el extranjero, exilio incluido. Durante su carrera militar fue profesor en la Escuela Superior de Guerra y, como político, dirigió un movimiento de alto contenido ideológico y doctrinario. La tensión —o ambivalencia— entre su Casa XII escorpiana y el Ascendente sagitariano son también evidentes, aun entre sus seguidores. Estos se veían obligados a aceptar que esa figura para ellos dadora, comprensiva y que, como dice este ejemplo, fue idealizada como maestro por casi toda una generación, estuviera rodeada de personajes tremendamente oscuros. Otro rasgo interesante de la manifestación del Ascendente en Sagitario en Perón es su muy contradictoria relación con la Iglesia Católica a lo largo del tiempo y la manera como esta influyó decisivamente en su destino, de modos diferentes. Por otra parte, el solo hecho de concebir su partido político como un movimiento y llamarlo además "Justicialista", habla bastante a las claras de la índole de su energía. Por último, es fácil ver que ha sido una persona notablemente idealizada y cuestionada por seguidores y adversarios, quienes incluso cambiaron de posición a lo largo del tiempo. Es evidente que debió vivir muy a fondo toda la estructura de la idealización. En Perón se hace visible, además, un rasgo muy importante que no es fácil de registrar en relación a la energía de Sagitario, y menos aún en los Ascendentes. Se trata del hecho de que las personas con mucha energía sagitariana, para bien o para mal, abren un cauce para otros que perdura a lo largo del tiempo, incluso mucho después de su muerte. La capacidad de Sagitario para imprimir dirección va más allá de su aptitud en cuanto a dar sentido o enseñar y se extiende en lo colectivo con una fuerza asombrosa. El cauce abierto por ellos perdura y parece muy difícil de torcer para los que vienen después. Toman decisiones que establecen una dirección dentro de la cual los demás habrán de moverse por mucho tiempo. Con el Sol en Sagitario, donde esto es habitualmente más visible, tenemos a Stalin, Francisco Franco y Pinochet, quienes establecieron los carriles dentro de los cuales continuó la política en sus sociedades por décadas después de su muerte o del momento en que dejaron el poder. Con un color político más agradable podemos pensar en Churchill o De Gaulle quienes, además del poder de convocar y otorgar sentido a naciones enteras en tiempos de zozobra, trazaron los márgenes para que dentro de ellos se movieran los que vinieron después. Si se piensa que tres de los cuatro firmantes del Pacto de Yalta — en el que se establecieron las condiciones para el mundo de posguerra hasta 1989— eran de Sagitario, se puede comprender el poder que posee esta energía para organizar cauces. Fuera de la política —y siempre con el Sol en Sagitario—

podemos pensar en Walt Disney, cuyos contenidos e imágenes siguen creciendo muchos años después de su muerte, o en Juan XXIII, quien abrió una nueva era para la Iglesia Católica al convocar al Concilio Vaticano II durante su breve papado. Volviendo a Perón y a los Ascendentes en Sagitario, el curso de acción que abrió en la Argentina con su movimiento político —doctrinario, diría él— siguió convocando a la sociedad y mantiene la fuerza de sus iconos más allá de los contenidos concretos, décadas después de su muerte. Si bien los ejemplos con figuras políticas son siempre complejos porque despiertan reacciones demasiados fuertes, es importante resaltar la cualidad de dirección que posee esta energía. En un nivel se podría decir que estos personajes se aferran a ideas que les otorgan una confianza arrolladora y ello es indudablemente cierto, sea cual fuere la opinión que nos merezcan sus principios. Pero esto no explica la perdurabilidad del cauce, incluso cuando sus ideas son rechazadas o superadas y ellos ya no ejercen ninguna autoridad. Otro ejemplo de Ascendente en Sagitario donde puede verse esta misma cualidad —ahora con relación a la astrología— es el de Dane Rudhyar. Más allá de la importancia del extranjero en su vida, la enseñanza, la amplitud de visión y la presencia de los maestros es indudable la función que ha cumplido en la astrología contemporánea, por la cual se puede hablar de un antes y un después de Rudhyar. Esta constatación es independiente del hecho de adherir a su pensamiento o de seguir sus enseñanzas, y sólo atiende a la dirección que la astrología adquirió después de él. Religó la astrología occidental con las corrientes más profundas que corrían debajo de ella, a la vez que con las más modernas y dinámicas corrientes psicológicas. De esta manera posibilitó un espacio creativo para todos los que vinieron después, ávidos de reunir el rigor del pensamiento científico moderno con las dimensiones más espirituales de la astrología.

El misterio de guiar Tanto en lo individual como en lo colectivo. Sagitario posee la cualidad de dirigir la energía descubriendo un cauce lleno de significación, para sí o para otros. Probablemente partirá de posiciones eventualmente rígidas como el fanatismo, el sentido de misión y la persecución de ideales. Más tarde esto se irá transformando en claridad de ideas y conocimientos, hasta autoconvencerse de que sabe hacia dónde ir y cómo hacerlo. Pero el girar cíclico de la experiencia sagitariana no se detendrá allí, y puede llevarlos a desarrollar la capacidad de visualizar un camino y adquirir un sentido intuitivo de la visión. En este punto, es posible que la persona con este Ascendente descubra que actúa por inspiración y que es capaz de inspirar a otros; que la energía es convocada más por lo que se calla que por lo dicho. Entonces se abre la puerta del silencio de Sagitario, el tenue vibrar de la flecha que ha dejado

atrás la búsqueda de conocimientos y de saber. Aquí podemos regresar a las cuestiones del principio del capítulo: ¿Sagitario sabe claramente hacia dónde va, mientras guía a los demás, o simplemente se entrega a un movimiento irresistible, que le va mostrando el camino a medida que este se abre ante sus ojos?¿Surge esta cualidad de su capacidad de generalizar y explicar?¿O responde, en cambio, a una función intuitiva, no racional, por la cual no sólo capta grandes ideas sino que es capaz de tomar contacto con una corriente que lo trasciende y lo impulsa? El Ascendente en Sagitario probablemente se habrá hecho estas preguntas al observar las figuras-guía que le causaron impacto en ciertos momentos de su vida. Luego habrá buscado respuestas a estos mismos interrogantes para comprenderse a sí mismo pero, tarde o temprano, el misterio de guiar dejándose llevar, como el río, se abrirá ante él. Cuando un Ascendente en Sagitario llega a su plenitud, raramente se siente dueño de sus ideas o se afirma en una confianza personal. Por el contrario, percibe que cuanto más se amplía su corazón, descubriendo el cauce para la síntesis de sus diferencias internas, más se descubre inmerso en un caudal que lo incluye y le abre todos los caminos. Desde ese punto de vista, siempre es un seguidor. Al principio lo es de otras personas, ideas, teorías y creencias, mas finalmente lo es de la corriente vital que se ha abierto para él, hacia la cual atraerá y convocará a otros. Una vez llegado a ese punto, se habrá convertido en un río más de los muchos que, por distintos caminos, llevan al mar.

ASCENDENTE EN CAPRICORNIO

Los signos del Zodíaco, o los campos vibratorios que ellos simbolizan, poseen múltiples significados desde el punto de vista de la interpretación conceptual. En rigor, cada signo alude a una totalidad coherente; podríamos decir, a "una sola cosa". Sin embargo, para nuestra percepción secuencial y fragmentaria —centrada en el sujeto que se imagina separado de aquello que percibe— la vibración zodiacal significa muchas cosas diferentes, y necesitamos realizar un gran esfuerzo para captar su coherencia estructural. Esta es la dificultad inherente a la distancia que reina entre el pensamiento verbal y el lenguaje de los símbolos. Sabemos que este es infinitamente más rico y sintético que el pensamiento lineal que lo interpreta y, desde esta perspectiva, aprender astrología significa desarrollar la capacidad de leer símbolos. La carta natal aparece así como un mapa, un texto que describe con un mínimo de caracteres la matriz de una existencia. En ella, el astrólogo —capacitado para comprender esos símbolos— lee para el consultante la misteriosa página que contiene los lineamientos esenciales de su vida; es un intérprete, un traductor. Sin embargo, en este libro procuramos permanecer abiertos a un significado más profundo de la astrología. La entendemos como una expresión tangible de la relación hombre-cosmos y creemos que meditando en ella puede producirse una transformación de la conciencia que nos permita percibir sin esfuerzo la manera como cada hecho de la vida forma parte de un patrón más amplio de acontecimientos; y cómo los escenarios en los que se desenvuelve nuestra existencia son espejos donde es posible reconocer una dimensión más profunda de nosotros mismos. En ese plano en el que el observador es lo observado —dicho en un lenguaje abstracto — o en el que el humano se descubre como un cuerpo de estrellas —dicho en un lenguaje más místico— aquel que percibe sintéticamente puede responder de la misma forma a los acontecimientos y estos cobran, en consecuencia, un carácter por completo diferente del que poseen cuando los percibimos desde un nivel fragmentario y nuestra relación con ellos es también fragmentaria. Desde este punto de vista, podríamos decir que el destino es el sendero —enigmático para quien lo experimenta— que nos lleva de la multiplicidad a la síntesis, tanto en el plano de la conciencia como en el de la acción. La compleja trama de acontecimientos aparentemente dispersa y aleatoria va revelando su estructura y el holograma del instante de nacimiento puede hacerse transparente para sí mismo y descubrir la ley a la cual responde. Eso queremos decir

cuando nos referimos al "viaje de la conciencia", a través de la energía del Ascendente10. Captar la estructura sintética de los símbolos que se despliegan en acontecimientos y relaciones es el trabajo del astrólogo, en tanto intérprete. A su vez, permitir que la conciencia se identifique con la dinámica de la ley que ordena las manifestaciones del holograma energético (el Sí mismo vincular) es lo que posibilita la astrología en tanto aprendizaje transformador. Esto último es muy diferente a "conocer el propio destino" en el sentido de "lo que está escrito" para un supuesto individuo separado, que "sabe" lo que le va a suceder. Por el contrario, hablamos de una conciencia que ha captado de un modo diferente la dinámica de su acoplamiento con el mundo. Esto se traduce en una .transformación psíquica en la cual los miedos y controles — asociados a la creencia de ser un individuo separado— se diluyen progresivamente, dando lugar a una espontaneidad en la cual el deseo deja de estar en conflicto con la ley. La compleja relación entre ley y deseo es precisamente el nudo a desatar cada vez que Capricornio domina en una carta natal; en particular, cuando éste es el signo que asciende. Como hicimos en los casos anteriores, a fin de comprender más adecuadamente qué significa expresar la cualidad de Capricornio en sus distintos planos deberemos referirnos primero a esta energía en sus niveles más abstractos. Luego podremos apreciar sus matices en el plano psicológico y en los acontecimientos a través de los cuales suele manifestarse en nuestras vidas cotidianas.

La montaña Si buscamos una imagen que pueda dar cuenta del símbolo, podemos decir que Capricornio es la montaña que se yergue majestuosa, solitaria y atemporal. Estaba allí, como un testigo inmóvil, mucho antes de la aparición de los seres humanos y permanecerá en el mismo lugar cuando hayamos desaparecido, sosteniéndose sólidamente a sí misma y —pareciera— sosteniendo al mismo tiempo el Cielo sobre sí. El impulso de alcanzar su cima, de llegar al límite más allá del cual no se puede seguir, es casi irresistible para el ser humano y —por ello— conseguir escalar una montaña es para nosotros sinónimo de logro y culminación. Toda montaña es un conglomerado de rocas; sobre ellas construimos nuestras casas con la

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Es evidente que lo que llamamos "el viaje de la conciencia", se presenta en el conjunto de la carta natal, así como en cada uno de sus factores (entre ellos, el Ascendente).

certeza que nos brinda lo inamovible y duradero. Cada roca está constituida a su vez por una trama de minúsculas redes cristalinas, y estas por estructuras moleculares que obedecen a patrones férreos. De ellos quedan excluidos sistemáticamente todos aquellos átomos que no se disponen de determinada manera, que no adoptan una forma precisa. La regularidad de los cristales, con la sensación de solidez y belleza que nos transmiten, expresa el leit-motiv de Capricornio: una estructura de máxima cohesión interna, que inhibe al máximo la variación o el movimiento a fin de mantenerse siempre igual a sí misma. En el reino mineral, el principio de la forma única y excluyente —la uniformidad— predomina a tal punto que establece lazos casi indisolubles en el nivel molecular, dando lugar a sustancias tan sólidas como el diamante. En este reino que Capricornio simboliza, no existe libertad alguna para alterar los patrones que se revelaron como exitosos. Una vez lograda la forma perfecta, esta habrá de repetirse indefinidamente, rechazando toda variación posible o experimento ulterior. Podríamos decir que en el reino de los cristales no es posible el error; se ha manifestado la estructura más eficaz y ahora esta debe reiterarse, idéntica a sí misma, sin desviarse jamás de la perfección alcanzada. Sobre la sólida regularidad del reino mineral, se apoya lo viviente. La tierra fértil, los árboles y las praderas descansan sobre esa masa cristalizada; el agua corre entre sus intersticios y, sobre ella y con ella, los humanos construimos nuestros refugios. Con piedra hacemos los caminos y, repitiendo el mismo motivo, endurecemos la superficie de la tierra para poder deslizamos con mayor libertad; con roca construimos las casas que perduran y nos dan seguridad, así como los monumentos a través de los cuales intentamos atrapar el tiempo e inmortalizarnos. Pirámides, murallas, obeliscos, columnas, todos ellos expresan el mismo principio: lo permanente y duradero que, gracias a su inmovilidad, permite que todo lo demás pueda moverse y cambiar. Pero más allá del mundo de los cristales y minerales, y del uso que de ellos hacemos, lo viviente también está organizado de acuerdo al mismo diseño por el cual una parte de cada sistema debe mantenerse relativamente constante para que el conjunto pueda crecer y desarrollarse. Los seres vivos respondemos al código genético que determina nuestra estructura; la reproducción celular, en cada una de sus etapas, obedece estrictamente a las órdenes que emanan de él a fin de mantener la forma a lo largo de la existencia. En el interior de cada célula, las moléculas de ADN preparan primero una copia exacta de sí mismas antes de que se inicie la división o reproducción. Nuevamente: en la base de todo movimiento y en el origen de la diversidad se encuentra aquello que se replica a sí mismo, lo que no debe alterarse jamás y que por ello renuncia a la libertad de variar o cambiar; es lo que debe ser, lo constante. Para

que cada individuo biológico pueda enfrentar exitosamente los desafíos del variado y exigente medio que lo rodea, su nivel básico debe mantenerse inmutable, repitiéndose indefinidamente para sostener a aquellas partes que pueden —y deben— alterarse y cambiar, de la misma manera que el hueso permanece inmóvil por debajo de los tejidos más elásticos, a fin de sostener y posibilitar el movimiento de la totalidad del cuerpo. Capricornio es el signo que simboliza este nivel de realidad, en el que la presencia de aquello que no varia se manifiesta como esencial. Desde un punto de vista general, podemos decir que en la base de cada campo de experiencia distinguimos leyes y constantes. En el nivel capricorniano de la realidad se hace visible que todo cuanto existe debe estar sujeto a una ley. Allí donde esa ley o esa constante deja de regir, nos encontramos en un campo diferente, en otra realidad que deberá responder a su vez a alguna otra legalidad, que se hará manifiesta tarde o temprano. La ley de atracción gravitatoria, por ejemplo, es propia de nuestro universo de masas: por otra parte, hasta donde sabemos, nuestro universo en su conjunto obedece a la ley E=mc2. En esta ecuación, la velocidad de la luz es una constante que fija las relaciones posibles; si ella variara nos encontraríamos en un universo diferente, en otra realidad. Este nivel en el que se hacen explícitas las constantes que sostienen —o las leyes que gobiernan— a toda estructura, proceso o individuo es, como dijimos, Capricornio. Dondequiera que percibamos formas, sean estas simples o complejas, fluidas o cristalizadas, siempre existirá algún factor fijo o una relación invariante entre factores que, gracias a su inamovilidad, mantiene la cohesión necesaria entre los elementos de la estructura para que esta continúe siendo sí misma. El movimiento sintético que habíamos observado en Sagitario, con su enorme capacidad para incluir variaciones y contradicciones dentro de si, culmina en el signo que le sigue cuando se revela la ley que gobernaba aquel movimiento; aquello que gracias a su casi imperceptible constancia, hacía posible la fluidez y la abundancia sagitarianas. En general, es necesario un alto grado de abstracción para que esta dimensión de la realidad nos sea perceptible. Así como la mirada de Escorpio atravesaba la belleza del paisaje libriano para mostrarnos la danza de muerte y deseo que lo hacía posible, la percepción de Capricornio despoja cada escenario de sus determinaciones concretas, haciendo explícita la estructura que lo gobierna y define. Muestra la geometría, el mundo de leyes, ecuaciones o arquetipos inalterables que operan por debajo de las infinitas variaciones y formas, a través de las cuales aquellos se manifiestan. La síntesis alcanzada en Sagitario expresa su esencia —la unidad de la cual brota toda multiplicidad— en la fase siguiente del Zodíaco. Cuando en el girar de la rueda se produce el pasaje a Capricornio, el viaje ha terminado. El campo dentro del cual se realizaba la experiencia aparentemente ilimitada que se nos había

revelado en Sagitario, desnuda su íntima estructura y ya no hay nada más por recorrer, salvo las infinitas variaciones de lo mismo; la esencia o ley se ha hecho explícita. Hemos llegado al límite, que es al mismo tiempo la fuente o condición de posibilidad de todos los movimientos anteriores.

Un salto de plano (hacia otra dimensión de la realidad) Mirando hacia atrás en el Zodíaco, podemos decir que la forma incipiente que germinó en Cáncer se ha realizado en el signo de Capricornio en tanto forma final llevando en su interior, esencializadas, todas las transformaciones que se produjeron en los signos precedentes. De hecho, entre Sagitario y Capricornio tiene lugar un gigantesco salto de plano que no es fácil de describir y que probablemente sea el responsable de nuestras dificultades para comprender y encarnar esta energía. Este cambio de nivel suele representarse, en el plano de las imágenes, como el pasaje de la planicie a la montaña. Apartarse de la llanura y ascender a la montaña implica, por un lado, esfuerzo o contracción; abandonar el mundo fluido de las potencialidades para concentrarse exclusivamente en la realización. Por otro lado, encierra la posibilidad de percibir la realidad desde una nueva dimensión. El sentido de expansión que encontrábamos en el viaje sagitariano, culmina en el cambio de perspectiva que ofrece la cima de la montaña. Aquí la amplitud de movimiento propia de lo expansivo se transforma en una nueva posición desde la cual, permaneciendo inmóviles, podemos abarcar la totalidad. De esta manera, la síntesis y la comprensión de Sagitario dan lugar, en su paso siguiente, a la ley viviente que caracteriza a Capricornio. Lo difícil para nosotros es comprender la naturaleza del aquietamiento propio de este signo y lo que esto posibilita. Desde un punto de vista podemos decir que Capricornio expresa el nivel algebraico de la realidad, en el cual sólo existen las constantes universales que aparecerán en los infinitos casos particulares. Sin embargo, al decirlo de esta manera no podemos evitar reducirlo a un concepto, a una idea que permanece en el nivel teórico y que, en consecuencia, remite a lo que es abstracto y carente de vida propia. Así, la exuberancia y vitalidad de Sagitario parecen haberse desvanecido ante la fría presencia de las estructuras capricornianas como si un soplo helado hubiera aniquilado la vida convirtiéndola en cristal. De un modo análogo a lo que vimos en el pasaje de Libra a Escorpio, la conciencia que acompaña las transformaciones del Zodíaco reacciona con fuerza cada vez que debe enfrentar la pérdida del mundo con el que había aprendido a identificarse y, cuando se encuentra con lo que se ocultaba detrás de él, su primera respuesta es la de negarse a aceptar el cambio manifestado. En este caso, la reacción habitual ante el pasaje de Sagitario a Capricornio es experimentarlo como un

retroceso o alguna clase de deterioro. O arribar a la conclusión de que el Zodíaco culmina en un "más allá" desencarnado que sólo existe en tanto modelo a seguir o meta inalcanzable, intrínsecamente contradictoria con lo vital. ¿Cómo reconocerse en la concentración y austeridad de Capricornio si se lo compara con la abundancia de Sagitario? ¿Dónde se han escondido la alegría, la generosidad y la entrega, en este mundo de cristales? Desde el punto de vista psicológico este es un signo tan misterioso como Escorpio y presenta, para quien debe vivirlo, enormes desafíos. Quien encarne a Capricornio deberá afrontar las peculiares tensiones que ofrece una energía cuya tendencia natural lleva hacia la contracción, la concentración y la exclusión de variaciones. Se corre aquí el riesgo de la cristalización, con toda la rigidez, el exceso de abstracción y la pérdida de sensibilidad que esto conlleva. Como todo estudiante de astrología sabe, la fuerte presencia de Capricornio en una carta natal suele traducirse psicológicamente en un sentido extremo de la autoridad, tanto externa como interna. Esto lleva a fortalecer en demasía la voluntad, atenerse a modelos estrictos de conducta y realizar juicios implacables acerca de sí mismo y los demás. Es habitual también que conduzca a enfatizar una pseudosabiduría con la que se pretende conocer el resultado de todos los actos, a priori de la experiencia concreta. Se pierde entonces toda espontaneidad a cambio de una rigidez que en realidad encubre un profundo temor a lo desconocido. Lo difícil en este momento zodiacal, desde el punto de vista psíquico, es comprender que la naturaleza inexorable de la ley que caracteriza a este signo no es un dato teórico o ideal sino una presencia viva y palpitante en lo real. Se trata de la encarnación de la ley —más allá del matiz inevitablemente dualista de esta frase— y no de un esfuerzo para adecuarse a alguna ley abstracta; por eso decíamos en los párrafos introductorios que el nudo central de la experiencia en Capricornio es la relación entre ley y deseo.

La ley y el deseo Captar "lo esencial" implica el desarrollo de una sensibilidad extrema, capaz de discernir entre los más sutiles matices y diferencias. Permite distinguir las repeticiones de la multiplicidad, pero sin dejar de resonar con ellas porque la conciencia no se ha disociado de las mismas. Psicológicamente, sin embargo —es decir, en el nivel del yo separado— la esencia se convierte para nosotros en abstracción; es considerada como el resultado de una toma de distancia de la experiencia y la respuesta al anhelo de permanecer "más allá" de lo múltiple y relativo. Así es como la cualidad esencializadora de Capricornio suele ser interpretada rígidamente por el nivel psicológico, reflejándose ello en una fuerte tendencia a excluir todo lo

que parezca contradictorio. Sin embargo, astrológicamente hablando, la percepción de la ley o esencia es en realidad sólo la profundización natural de la síntesis alcanzada en el signo precedente. Nuestra captación de lo esencial reduce dimensiones de la realidad para hacerse "objetiva" y por ello se nos hace difícil imaginarla como un hecho vivido. Nos cuesta asociar la capacidad de conexión con formas sutiles, con la conservación de toda la carga vibratoria que la existencia implica: o sea, no la concebimos más que como una mera abstracción mental. Impulso vital y legalidad se nos aparecen habitualmente como términos contradictorios e incluso irreconciliables. Solemos entender la ley como algo que desvía o impide el libre fluir del impulso, el cual debe aprender a refrenarse y obedecer las restricciones que aquella le impone. Sea que la entendamos como resultado de un acuerdo social, imposición de alguna autoridad —humana o divina—, simple registro de lo inevitable o captación "objetiva" de un orden universal, la ley aparece como un factor externo al deseo, como si la legalidad de la vida fuera una dimensión separada de su pulso básico. Nuestra percepción primaria, condicionada socialmente, nos dice que la ley es siempre una constante exterior ante la cual cada ser viviente debe adaptarse y obedecer, o pagar las consecuencias de su transgresión o ignorancia. Consideramos habitualmente el impulso como interior y subjetivo y la ley como exterior y objetiva. Pero es evidente que si esta relación queda así definida, se postula una distancia insalvable entre sus términos, que nos obligará a buscar alguna adecuación o compromiso en el cual uno de los polos deberá ceder ante el otro. La tensión entre lo que se percibe como subjetivo y lo que aparece como objetivo y la presencia de leyes en todos los aspectos de la existencia —con las consecuencias que derivan de su comprensión, desconocimiento, obediencia o desacato— serán temas centrales en la vida de una persona con Ascendente en Capricornio. Pero el modo como esto es abordado por cada individuo no es independiente de las interpretaciones colectivas que imperan acerca de esta relación. Si se observa atentamente, se verá que el planteo por el cual el deseo es contradictorio con la ley, tiene como trasfondo el contexto de conflicto o guerra entre opuestos que percibíamos en un nivel de Escorpio. Dicha arquetipización de la batalla, tras haber intentado alcanzar una efímera resolución mediante el idealismo de Sagitario, no tiene otra opción que convertirse en obediencia a una ley exterior, en el paso siguiente que es Capricornio. Si superamos la percepción fragmentaria de los signos como espacios independientes entre sí y logramos comprender el Zodíaco como una estructura, podemos ver que cada uno de los signos contiene a todos los anteriores en una secuencia natural que no puede ser evitada. Si Escorpio es percibido como conflicto irresoluble entre vida y conciencia, Sagitario no podrá ser otra cosa que idealismo y, en consecuencia. Capricornio deberá ser obediencia. Si proseguimos

en este nivel de la rueda, determinado por el dominio del arquetipo de la batalla, veremos entonces que se abrirá un abismo insalvable entre Capricornio y Acuario. En tanto la ley no pueda ser experimentada como interna, el signo que está más allá de la ley no podrá expresarse más que como rebelión o, en su defecto, como pérdida absoluta de identidad, locura o alienación. Muy distinto, en cambio, es el modo como se despliega el Zodíaco para la conciencia cuando Escorpio puede ser comprendido y su "lado oscuro" integrado en la síntesis viviente de Sagitario. La consecuencia natural será el descubrimiento de la identidad profunda entre el deseo y la ley, el cese de todas las separaciones que surgen del dualismo y la realización de la unidad de la vida. Y esto es Capricornio. Sin embargo, es evidente que toda afirmación meramente verbal parecerá ingenua o una simple teorización; a lo sumo una reiteración del idealismo sagitariano. Sólo la contundencia de la vida concreta podrá hacer de esto una percepción real. Si decimos que en el trasfondo de Capricornio se encuentra el enigma de la relación entre la ley y el deseo, podemos presumir que "el destino" habrá de someter a los individuos que encarnan esta energía a una particular presión, que los fuerce a disolver la distancia entre lo que llamamos subjetivo o particular y lo objetivo o universal.

Un destino de responsabilidades y experiencias rigurosas ¿Cuál es la relación de Capricornio con la vitalidad, la sensibilidad y la libertad? ¿Es la energía que las inhibe o la que las hace posibles? ¿Se trata de la cualidad gracias a la cual la vida se sostiene a sí misma o hemos entrado en el despojado y rígido ámbito de la muerte? El aprendizaje de Capricornio ascendiendo obligará a reexaminar todo aquello que ante una primera mirada se nos aparece como libre, dinámico y vital, obligando a descubrir el entramado que lo hace posible. Será necesario desarrollar una gran madurez antes de poder comprender la razón de ser de las leyes que subyacen a todo proceso aparentemente libre, y poder aceptar así las misteriosas "decisiones" o condiciones de posibilidad que sostienen todo lo que existe. Descubrir esto no será resultado de la comprensión de una serie de ideas. Sólo podrá producirse atravesando las experiencias concretas que encierran la tensión entre libertad y responsabilidad, deseo y ley, creación y límite. Como hemos reiterado en cada capítulo, la matriz de destino que nos está asociada se despliega simultáneamente "adentro" y "afuera"; así es como una trama peculiar de acontecimientos y vínculos hará de espejo a las cualidades capricornianas latentes en la persona con este Ascendente. Dado que la conciencia tiende a identificarse tempranamente con otras

cualidades del mapa natal —las simbolizadas por la Luna o el Sol, por ejemplo— generalmente no nos reconocemos en el espejo de las experiencias "externas" e incluso reaccionamos ante ellas de acuerdo a las cualidades con las que nos hemos identificado previamente. En el caso de Capricornio, sabemos que la persona con el Sol en este signo se reconoce a sí misma cada vez que se propone una niela y logra alcanzarla, tras un largo proceso en el que revela su capacidad para concentrar energía y negar los impulsos que la pudieran desviar de su objetivo. Tiende naturalmente a autosostenerse e incluso a sostener a otros, con un innato sentido de la responsabilidad. En el Ascendente, en cambio, si bien estas actitudes están latentes y son visibles en el comportamiento de la persona desde su niñez, el feedback entre el medio ambiente y las identificaciones tempranas de la conciencia resulta más complejo. De esta manera, muchas veces estas personas desarrollan características aparentemente opuestas a las mencionadas, como rebelión, irresponsabilidad o un fuerte anhelo de apoyarse en otros. Desde un punto de vista estrictamente energético, lo que sucede es que el niño primero, el adolescente después y el adulto más tarde se encontrará recurrentemente envuelto por una energía lenta, concentrada, que excluye las variaciones o experimentos y que posee un inevitable rigor. La manifestación concreta de esta cualidad hace que, desde pequeño, se vea rodeado por personas con ideales de autosuficiencia y perfección, de gran autoridad e incluso rígidas. Y aunque nazca en un medio ambiente abundante, tanto en lo afectivo como en lo material, deberá de todas maneras atravesar experiencias rigurosas en las cuales se sentirá totalmente librado a sí mismo, teniendo que hacerse cargo de responsabilidades a menudo excesivas para su edad. Tener que cuidar a sus hermanos menores renunciando a la libertad de la que otros amigos gozan, ser enviado a hacer compras con cantidades de dinero de las cuales debe responsabilizarse, verse obligado a estudiar sin compañía o a realizar tareas para las cuales no puede apoyarse en nadie, viajar solo siendo muy niño, etc. son anécdotas habituales que revelan en pequeña escala la presencia del patrón de destino que se desarrollará a lo largo del tiempo. De una u otra manera, esta persona experimentará que cada vez que comienza algo, las exigencias serán enormes. Todo parecerá complicarse y hacerse difícil y aquellos que deberían ayudarlo, misteriosamente desaparecerán o lo dejarán solo ante la responsabilidad. Más tarde verá que no solamente nadie lo sostendrá del modo que desea cada vez que pide apoyo, sino que incluso deberá apoyar y sostener a otros. Tendrá que aprender a postergar sus deseos inmediatos ante las responsabilidades que se verá obligado a contraer y, en general, las cosas no se presentarán fáciles desde un principio ni se las podrá terminar con rapidez. A lo largo de

su vida deberá perseverar en direcciones que quizás no ofrezcan ninguna gratificación por mucho tiempo, antes de alcanzar los resultados anhelados. La natural persistencia que expresa la persona con Sol en Capricornio, que en ella aparece como una modalidad del deseo, le será exigida —en el caso del Ascendente— por las circunstancias que deberá enfrentar a lo largo de su historia. Estas parecerán pedirle constancia, exactitud y sentido de la responsabilidad aun en las situaciones más banales. En este sentido, un Ascendente en Capricornio debería saber que nada importante se va a presentar fácil al principio. Es lícito suponer que la constelación de un medio ambiente de estas características y la repetición de este tipo de hechos, puedan producir reacciones psicológicas muy diferentes. Por un lado podríamos decir que es necesario que esto ocurra, para desarrollar en estas personas las cualidades capricornianas latentes y descubrir la íntima presencia de la ley en sus existencias, hasta que esto se convierta en algo espontáneo y natural. Sin embargo, es probable que tales experiencias refuercen otras zonas de la estructura natal y que, ante la reiteración de ese "exterior" extrañamente exigente y tan poco flexible, quizás se nieguen a enfrentar estas situaciones. Si el mundo "externo" muestra tanta dureza y rigurosidad —haciendo que todo dependa de ellas y al mismo tiempo impidiéndoles alcanzar una satisfacción rápida de sus impulsos— es comprensible que muchas personas con este Ascendente queden fijadas en una actitud aniñada y quejosa, que anhela eludir toda responsabilidad y evita enfrentarse a las dificultades. En muchos casos es visible también un comportamiento rebelde que se opone tozudamente a la fuerte presencia de la ley en sus vidas. Es evidente que con estas respuestas se abre un círculo vicioso: en ningún caso podrán liberarse de esa ley sin antes haberla comprendido, dado que sólo es el reflejo de su particular mundo interno. Es probable que —aun en los casos en que aparezca tempranamente un comportamiento más "responsable"— este sólo recubra fuertes temores y una disposición desconfiada y, por mucho tiempo, insegura. Esto es casi inevitable al principio de la vida de un Ascendente en Capricornio ya que este nace con una fuerte autoridad interna que, al mismo tiempo, se manifiesta de un modo excesivamente potente en el mundo externo. Su psiquis se constituye en resonancia con la demanda que ejerce el entorno, que también suele mostrarse extremadamente crítico hacia ellos. Así es como se sentirá continuamente juzgado y criticado por esas personas exigentes —que se le presentan por destino— quienes suelen creer que la perfección es posible y fácilmente alcanzable. Son innumerables los jueces que los observan y ante los cuales deben cumplir con lo que se espera de ellos. Esto hace que generalmente sean más rígidos que los que tienen el Sol en Capricornio, en quienes esta estructura externa no tiene por qué manifestarse. En este sentido, es probable que en este Ascendente se articule un

superyó extremadamente rígido que suele tardar años en disolverse. Sólo después de un arduo trabajo sobre sí mismos se podrá borrar esa mirada crítica que les exige concentrar todas sus energías en alcanzar grandes realizaciones. A su vez, el presentimiento de que todo emprendimiento estará sembrado de dificultades y exigirá un gran esfuerzo inicial, hará que muchas veces —ante la aparición de los primeros problemas— la persona tienda a abandonar rápidamente sus iniciativas o las posponga indefinidamente. Así se irá instaurando en ella el hábito de perder contacto con la espontaneidad del deseo. Influenciada por la opinión de quienes la rodean, o por la acción misma de los acontecimientos que le harán pagar demasiado caro cada descuido o distracción, tenderá a hacerse excesivamente consciente de las consecuencias de los propios actos. En forma análoga a la reacción psicológica que producen los aspectos duros entre Marte y Saturno, es evidente que será mucho más seguro para los Ascendentes en Capricornio obedecer y someterse a obligaciones externas —conducta que ofrece una gratificación social inmediata — que mantenerse fiel a un deseo que parece latir cada vez más débilmente por debajo de la acumulación de dificultades y la sensación de soledad. Cumplir, obedecer, adecuarse es, en la mayoría de los casos, la línea de menor resistencia. Pero esto hará que el deseo se convierta en algo irreconocible, que sólo pueda distinguirse en tanto transgresión a "lo que es debido" o se convierta en la encarnación del deseo social. Lo difícil no es simplemente tener que liberar el propio deseo de los mandatos sociales sino que, aun liberado, este tardará mucho tiempo en fructificar. Aquí el trabajo es sostener el deseo no como oposición o por obediencia a otros, sino manteniendo la propia vibración creadora en el tiempo; pero es indudable que será muy fácil extraviarse en este itinerario. A lo largo de sus vidas, por lo común se los verá desperdiciar oportunidades por falta de continuidad y abandonar prematuramente una línea de acción, aunque —como ya vimos— la conducta opuesta suele ser tan habitual como la anterior. Es posible así, verlos permanecer por tiempo indefinido en situaciones de baja creatividad, confiando en que la persistencia por sí misma los llevará a un resultado exitoso, sin advertir que permanecen en el callejón sin salida de su anhelo de seguridad. O, en el peor de los casos, verlos ceder súbitamente en los instantes previos a que todo el trabajo rindiera sus frutos, después de un largo tiempo de permanencia en el esfuerzo. Es evidente que, si bien algunos de estos comportamientos son visibles en un Sol en Capricornio, este tiene por lo general un innato sentido del tiempo, que le permite permanecer en contacto con su deseo bajo la forma de voluntad, así como un agudo sentido de la realidad. En el Ascendente, en cambio, el proceso es mucho más confuso; comprender si sus actos y su relación con el tiempo nacen de la obediencia, el temor, la desconfianza, la rebelión o la peculiar sabiduría capricorniana, es una tarea que puede llevar años.

Personas y escenas externas Desde el punto de vista psicológico, ser capaz de sostenerse a sí mismas es uno de los aprendizajes fundamentales en la vida de las personas con Ascendente en Capricornio y para eso, el destino habrá de ponerlas repetidas veces en situaciones en las que se verán obligadas a demostrarlo. Capricornio es la cabra que trepa solitaria, afirmándose trabajosamente en pequeños espacios donde sólo ella es capaz de encontrar apoyo. Su comportamiento se distingue del de las ovejas, que corren en manada con los cuerpos apretados unos contra otros, eludiendo los riesgos y buscando la seguridad del terreno llano. La cabra, en cambio, se mueve sola, paciente y segura entre abismos, sin garantía alguna de que podrá sostenerse en alturas que no parecen estar hechas a la medida de un ser tan pequeño. A lo largo del camino de su vida, el Ascendente en Capricornio se cruzará con muchos individuos que reflejan características asociables con las de la cabra, y que él deberá aprender a poner en acto. Así es como se encontrará con personas autosuficientes, solitarias, cargadas de responsabilidades, sostenedoras, con gran fuerza de voluntad y dedicación a sus objetivos, distantes e incluso frías, portadoras de una gran sabiduría pero que al mismo tiempo evidencian cierta rigidez. Como hemos dicho en capítulos anteriores, las personas que encarnan la energía que debemos aprender a expresar aparecen recurrentemente en nuestro camino; pero al mostrarnos distintas facetas de aquello que debe ser comprendido y elaborado, despiertan en nosotros una fuerte ambivalencia. Sentirse atraído por ellas, admirarlas e incluso enamorarse, es algo muy habitual: así como rechazarlas o criticarlas, en este caso por su aparente insensibilidad, distancia, rigidez o exceso de ambición. Al mismo tiempo que el destino trae estos encuentros, en la vida de un Ascendente en Capricornio suele producirse una escena característica que se repetirá a lo largo del tiempo. En ella quedan completamente librados a sí mismos sin poder apoyarse en nadie, teniendo a su vez que sostener a otros en una situación que aparentemente los excede. Esta peculiar articulación entre vínculos y acontecimientos encierra, desde el punto de vista astrológico, el secreto de la cualidad a descubrir y expresar en este Ascendente; pero para quien debe vivirla no suele ser fácil desentrañar el sentido profundo de este patrón. En estas personas, como vimos, resuenan con gran fuerza los juicios e ideales propios de aquellos con quienes reiteradamente se encuentra. Tanto en su mundo interno como en el externo siempre hay alguien extremadamente sólido, que sostiene con gran esfuerzo y sacrificio personal a los demás y que es capaz de concretar grandes objetivos, lo cual se configura como

un ideal a alcanzar. Pero por otro lado, se produce en ellas una fuerte dependencia psíquica respecto de estas figuras de autoridad que aparecen como completas y autosuficientes; y como suelen idealizarlas, en consecuencia, procuran habitar en mundos sostenidos por otros. Aun en el caso en que su comportamiento dominante sea la rebelión, el Ascendente en Capricornio busca inconscientemente apoyarse en los demás. Su matriz psíquica le dice que alguien sostiene el mundo y, por largo tiempo, cree ser mucho más débil y necesitado de lo que en realidad es. Es evidente que los criterios con los que se mide son demasiado exigentes y, aunque se rebele contra ellos en el afuera, estos lo condenan a sentir que no está a la altura de las circunstancias, mientras que sí lo está algún otro. Es decir, aquel que está destinado a autosostenerse y sostener, aunque posiblemente se muestre sólido y responsable, en la mayoría de los casos se siente inadecuado y busca otro en quien apoyarse. Pero, al mismo tiempo, cada vez que procura descansar en otro, tarde o temprano este habrá de fallarle, dejándolo solo y con toda la responsabilidad sobre sus espaldas. Esta articulación es prácticamente inevitable para que el viaje de la conciencia a través de Capricornio se cumpla en sus distintos estadios. Si esto no sucediera así, la identificación no se produciría y Capricornio permanecería "afuera" para siempre, aun bajo la forma de un ideal a cumplir. Por duro que suene, la vibración propia de este signo se experimenta realmente cada vez que sentimos que nadie más que nosotros puede hacer lo que debe ser hecho. Para otros ángulos del Zodíaco podría esperarse que en estas situaciones aparezca alguien haciéndose cargo, que se produzca un milagro o que las cosas se resuelvan por sí mismas, pero no es así con Capricornio ascendiendo. El aprendizaje en este signo no es acerca de la confianza y la entrega a la abundancia del universo, como en Sagitario, sino acerca de la responsabilidad. Por eso el destino obliga a comprender la relevancia de la propia intervención en los acontecimientos y de las consecuencias, tanto de la acción como de la omisión, así como obliga a experimentar la soledad propia de los actos intransferibles, que en este caso no responden a un impulso individual —como en Aries— sino que nacen de la comprensión profunda de las necesidades de la estructura de la cual se forma parte. Toda persona con este Ascendente pasará por alguna experiencia de envergadura en la cual no podrá encontrar en quien apoyarse, y tendrá que resolver alguna compleja situación que implique un esfuerzo que se prolongará por años. Deberá aprender a liberar la cualidad de sostener en soledad a lo largo del tiempo y, por eso, esta será la textura fundamental de su vida por extensos períodos: a la par que busca afanosamente en quien apoyarse, las responsabilidades se precipitarán sobre ella una por una.

En algún momento, aquellos en quienes se solía apoyar se retirarán misteriosamente de la escena y la persona con Ascendente en Capricornio se encontrará sola, con toda la responsabilidad a su cargo. Es casi inevitable ver en este destino cómo aquellos que debieran —por rol o por compromisos previos— hacerse cargo de determinadas situaciones, desaparecen y la única alternativa que queda es ocupar el vacío que ellos dejan, más allá de las propias limitaciones y temores. Ya sea por causa de muertes, enfermedades, separaciones, negligencias, traiciones o por alguna otra sucesión de acontecimientos aparentemente fortuitos, finalmente se manifestará la escena en la que deberá aprender a sostener en soledad. Si se observa con atención, se verá que desde un principio la persona con Ascendente en Capricornio debió enfrentarse con esto, aunque quizás lo haya hecho a través de una multiplicidad de pequeñas situaciones. Tal vez fue el director del colegio, el policía, el jefe o cualquier otra persona que, en ejercicio de la autoridad, súbitamente falló y no hizo lo que correspondía. Frente al que nace con Ascendente en Capricornio, pareciera que quienes deben sostener a otros u ocupar alguna posición que presupone una solidez sin flaquezas, en algún momento dejan de estar a la altura de las circunstancias y muestran todas sus limitaciones. Es en este tipo de situaciones donde se anudan las distintas facetas de la experiencia capricorniana. Por un lado, el destino les hace ver que todo aquello que ha sido idealizado en algún momento habrá de caer; no en el sentido de mostrar su lado oscuro, sino en cuanto a que aparecerán sus limitaciones. Todo es necesariamente limitado", dice Capricornio, y esto deberá comprenderse no sólo en forma intelectual, sino en el nivel emocional y en la acción concreta. No se trata de descubrir la acción de tramas ocultas o negadas, o de advertir la presencia de las fuerzas básicas de la vida o la existencia de los anhelos de poder en las relaciones humanas, como en Escorpio. Simplemente se trata de comprender la existencia inevitable de la limitación y la manera como —estando la realidad organizada a partir de la finitud de sus componentes— cada uno debe hacerse responsable de la parte que le corresponde. Por otro lado, esta cadena de acontecimientos —algunos aparentemente intrascendentes y otros dramáticos— en los que toda columna, por sólida que sea, termina por caer o sustraerse, es la que los forzará a desplegar el potencial de responsabilidad que poseen y su capacidad de ir más allá de las necesidades personales. Finalmente, Capricornio debe aprender a permanecer en contacto con la realidad sin basarse en supuestos. Si bien es muy posible que estas personas amen el pensamiento científico y su disciplina, o el filosófico, o desarrollen alguna actividad, en la cual se muestren extremadamente rigurosas y realistas, es en lo más concreto y personal de su existencia donde deberán aprender el costo de refugiarse en construcciones ilusorias, o de dar demasiadas cosas por sentadas. Los supuestos deberán caer uno a uno, hasta que se desarrolle en ellos la actitud que

les permitirá estar en contacto estrecho con lo que es, aun a riesgo de que en algún tramo de sus vidas esto los convierta en escépticos o pesimistas. Como vimos, la disposición psíquica habitual en estas personas —que surge de las primeras manifestaciones de su peculiar patrón— es la de oscilar ambivalentemente entre el anhelo de ser sostenidos por figuras que encarnan los modelos de perfección capricorniana y el de responder ellos mismos a este ideal de responsabilidad y autosostén. Pero, dado que el patrón incluye la sucesión de experiencias en las que lo idealizado externamente cae, se producen marcas psicológicas que tienden a desarrollar actitudes reactivas o compensatorias. A diferencia de lo que sucedería con un Sol en Capricornio, la primera reacción de los que poseen Ascendentes en este signo es sentir que tales hechos no deberían haberse producido, que son injustos y que de alguna manera alguien o algo los ha traicionado. "¡La vida no debería ser así!", es la primera respuesta que surge de las profundidades de su casa XII en Sagitario. Y a medida que estas experiencias se acumulan, posiblemente los escuchemos quejarse con amargura y desilusión. Con los años, y hasta que el sentido de estas experiencias no sea comprendido, suele aparecer en ellos una inequívoca sensación de agobio y un cansancio característico. Si se observa bien, esta sensación de cansancio atestigua la distancia que aún subsiste entre la conciencia —identificada con otras cualidades— y la experiencia que les corresponde vivir. Estas personas todavía no pueden reconocer la vibración capricorniana como algo que les es intrínseco y, si bien no la rechazan —como posiblemente lo hacían al principio del proceso— aún se sienten obligadas a soportarla, como si estuvieran determinadas por alguna fuerza desconocida que las somete a una prueba que algún día habrá de terminar. Sin duda, tener que experimentar "exteriormente" a lo largo de toda una vida la energía de Capricornio puede ser algo extenuante. Cualquier persona que haya tenido este signo ascendiendo en su Revolución Solar, puede registrar el alto precio que suele pagarse por los logros, característicos de esos años. Pero esto es así sólo si algún factor interno resiste la identificación con esta cualidad, que en el caso del Ascendente natal es constitutiva. En principio, es raro que un Sol en Capricornio se queje y anhele que los esfuerzos se terminen de una vez y para siempre. Cierta contracción de la energía es consubstancial en ellos e indudablemente les es placentera; y el bienestar que les produce haber sabido construir bases sólidas en las que apoyarse supera cualquier sensación de cansancio o agobio. Pero en el caso del Ascendente, el hecho de esperar que suceda algo diferente es lo que hace que los acontecimientos que deben ser necesariamente vividos parezcan más duros o antinaturales. Podemos decir, entonces, que cada vez que alguien con Ascendente en Capricornio busque apoyarse excesivamente en otras personas, tarde o temprano será dejado solo. Y que cuanto

más fuerte sea el anhelo de ser sostenido, más dramática será la experiencia de perder el apoyo cuando ello necesariamente suceda. Esto no quiere decir que no puedan desarrollar relaciones perfectamente equilibradas en las que compartan responsabilidades y gocen de toda la contención, el afecto y la relajación que realmente necesitan. Pero algo deberá activarse internamente antes de que esto suceda. Capricornio percibe la realidad como una gigantesca obra arquitectónica sostenida por una infinidad de columnas; entre todas ellas se reparten la carga y ninguna debe soportar más peso del que le corresponde. Sin embargo, las marcas psíquicas que el patrón de destino produjo durante todo el tiempo en que no pudo ser comprendido, hacen que la persona que nace con este Ascendente tienda a imaginar estructuras que dependen de una sola y gigantesca columna. Por esto, cuando sostiene, raras veces sabe cómo repartir la carga y, al mismo tiempo, anhela la situación en la cual ella —junto con las demás "columnas"— pueden abandonar su tarea abrazándose unas con las otras, mientras la gran columna central las sostiene para siempre. Estos dos imaginarios se complementan y refuerzan uno al otro. En la práctica es fácil verlos, después de un largo período de esfuerzo y soledad, buscar inconscientemente refugio en situaciones de marcada dependencia y hasta simbióticas. Pero si estas se prolongan, tarde o temprano se disolverán para regresarlos al punto de partida. Capricornio no es la manada de ovejas, pero tampoco es Atlas sosteniendo solo al mundo. En ambas imágenes, la dificultad radica en comprender que el límite es necesario e inevitable, y que alcanza a todos por igual. Pero es muy fácil quedar capturado en esta oscilación y así, es probable que durante ciertos períodos, la persona con Ascendente en Capricornio se identifique con Atlas y proyecte en otros su aspecto más infantil y dependiente; aunque esto sólo repetirá, invertida, la misma estructura psicológica que hemos visto al principio. En otros términos: si alguien se comporta como Atlas, tarde o temprano deberá descubrir el núcleo interno regresivo y necesitado, que imagina que es posible ocupar semejante lugar. Aceptar los propios límites y responsabilidades y hacer que los otros acepten los suyos es lo propio de este signo. Por eso, podemos decir que la evasión, la transgresión, el vivir en un mundo de fantasías tiene un costo superior al normal en Capricornio. También lo tiene el permitir que los demás lo hagan.

La relación fundamental Capricornio simboliza aquello que sostiene y permanece constante. Desde su perspectiva, la realidad no aparece como caótica o aleatoria sino obedeciendo a regularidades fundamentales: algo, dentro del complejo e indeterminado flujo de la vida, es firme y seguro. Esto que, como hemos dicho, se manifiesta en distintos planos y aspectos de la realidad,

tiene sus equivalentes específicos en el nivel humano. Aquello que permanece constante y sostiene, es la ley, que en el nivel de las relaciones primarias está encarnada por el padre. Este es quien, en tanto arquetipo, se sostiene a sí mismo y limita sus libertades a fin de sostener a otros, a los cuales al mismo tiempo pone límites. Es también el tutor de las verdades —o ilusiones necesarias— que resguardan la experiencia de aquellos que debe proteger. La función paterna es la que sostiene la coherencia de un mundo, garantizando con su presencia que el caos no habrá de prevalecer. Prohíbe y excluye, pero al hacerlo protege y permite que surjan otras posibilidades. Ley, autoridad, institución. Estado, padre constituyen una cadena de significados equivalentes encapsulados en el símbolo de Capricornio. Cada vez que este signo se despliegue en una existencia concreta, la conciencia tendrá que recorrer estas instancias, viéndose obligada a comprender las distintas facetas de la ley y debiendo encarnar, de un modo u otro, la función del padre. Hemos visto cómo en el signo opuesto —Cáncer— la persona debía aprender a metabolizar y expresar la cualidad de la simbiosis; esto implicaba tener que atravesar una serie de vicisitudes, cuya primera manifestación consistía en una relación particularmente intensa con la madre. De un modo análogo, la energía de Capricornio se materializa con escenarios en los cuales el padre suele ser una figura especialmente importante y, de alguna manera, poco comprensible. La energía ligada a la función paterna, por su propia naturaleza, es el opuesto de la simbiosis y se hace inicialmente presente como distancia. Tener que experimentar una peculiar distancia con relación al padre forma parte casi ineludible de este destino. El niño con este Ascendente debe crecer inmerso en la cualidad del límite y por ello, la primera evidencia del mismo es ver frustrado el anhelo de un vínculo satisfactorio con el padre. Las características concretas de esta relación dependerán de la posición de Saturno en la carta natal y de los demás elementos astrológicos que definen la relación con la figura paterna. Puede que se trate de un padre idealizado y aparentemente maravilloso, pero por alguna razón distante, que haya desaparecido, que sea muy rígido o autoritario, poco espontáneo, ausente o incluso irresponsable. Pensemos también que la imagen paterna puede constituirse a partir de la fuerte presencia de una madre exageradamente ligada con su línea masculina, que eventualmente desplaza o se superpone al padre real en la psiquis del niño. Lo relevante es la sensación de insalvable y enigmática lejanía en la que el chico pierde contacto con su padre, experimentando que este, de un modo u otro, no cumple con la función que espera de él. Y sea esto una percepción consciente o una estructura inconsciente, gran parte de su comportamiento futuro girará alrededor de esta vivencia temprana de una falla paterna. Dado que, como hemos visto, la caída de quien debe sostener se repetirá

probablemente en otras relaciones a lo largo de la vida, es importante poder regresar a esta experiencia inicial, a fin de elaborarla desde un nivel más maduro. Si las primeras marcas que produce el despliegue de nuestro Ascendente se cristalizan, se convierten en un obstáculo casi insalvable para la comprensión de las futuras manifestaciones de la energía que nos corresponde vivir. Para los Ascendentes en Capricornio, la aparición de las limitaciones descriptas —en las personas que jalonan sus vidas— más las repetidas situaciones en las que no podrán contar con nadie más que consigo mismos, resonarán en todo aquello que haya quedado inconcluso o pendiente en la relación con el padre. Ello acentuará las sensaciones iniciales de abandono, soledad, exclusión y, sobre todo, la de inadecuación con respecto a las expectativas de esa distante figura. De hecho, estas experiencias se repetirán porque forma parte de este patrón tener que comprender íntimamente la función paterna. Pero si la persona permanece emocionalmente fijada a la posición de hijo o hija, volverá a dar las mismas respuestas cada vez que se reitere el patrón energético, perdiendo la posibilidad de acceder a los niveles más creativos y liberadores del mismo. Si queda atrapado en la búsqueda de padres sustitutos —siendo esto lo más común, aunque muchas veces adopte la forma impersonal de un fuerte compromiso con instituciones, empresas, teorías o autoridades— sabemos que estos mostrarán su insuficiencia en algún momento. Cuando esto suceda, se acentuará la sensación infantil de haber sido excluido del mundo del padre y quizás aflore el resentimiento inconscientemente acumulado. Es también posible que este conjunto de sensaciones se condense en el imaginario de haber sido traicionado y esto se proyecte en su momento sobre alguna persona concreta, a partir de una experiencia puntual, o se extienda casi metafísicamente a la sensación global de haber sido engañado por la vida o abandonado por Dios.



Yo he visto muchos Ascendentes en Capricornio que han sufrido traiciones

concretas... ¿también se hablaría de proyección, en esos casos? Sentirse traicionado es algo demasiado subjetivo, como para que esa palabra adquiera sentido en un universo capricorniano. Es el núcleo psicológico canceriano/leonino —o lunar/solar— el que reacciona de esa manera. Difícilmente Capricornio se entretenga en acusar a alguien de traidor; más bien se lamentará por no haber advertido a tiempo las limitaciones de esa persona o se preguntará qué lo llevó a depositar una confianza desmedida en alguien que no la merecía. Capricornio "sabe" que debe atenerse a los hechos y que las quejas son sólo una pérdida de energía. Esto no necesariamente será entendido desde la desconfianza o el

pesimismo, sino desde una genuina comprensión de la experiencia humana y de su natural finitud. Es probable que la misma persona, que en un momento determinado se quejó amargamente de alguna traición, algunos años después —ya en otra etapa de su recorrido por este Ascendente— recuerde de manera muy distinta aquella experiencia. Aquí se puede ver lo importante que es diluir las cristalizaciones de nuestras vivencias infantiles, puesto que ellas anhelan verse compensadas y, en consecuencia, nos condenan a la repetición. Buscar una compensación psicológica que el patrón de destino no podrá satisfacer jamás, es un comportamiento habitual en todo ser humano. En este sentido, una de las posibilidades más ricas que nos ofrece la astrología es comprender que esa marca no se produjo aleatoriamente, ni por culpa de nadie, sino que provino de la manifestación de un patrón que la psiquis no estaba en condiciones de elaborar en ese momento. El retorno cíclico de la pauta vibratoria es inevitable y, desde el punto de vista astrológico, creer que no se repetirá es una ingenuidad. Por eso es tan importante permitir que emerjan todos los contenidos que nos llevan a reaccionar mecánicamente y nos impiden entregarnos a la cualidad presente en una escena determinada. En este caso, además, la sensación de haber sido traicionado forma parte de una estructura mucho más amplia, en la cual su opuesto consiste en experimentar la propia incapacidad de satisfacer las exigencias de un modelo o ideal. Aquí es uno mismo quien traiciona las expectativas de alguna figura paterna. La comparación constante de toda conducta, propia o ajena, con lo que "debería ser", es la actitud básica que surge de los primeros contactos con la energía de Capricornio. Esto es prácticamente inevitable, a causa de 1? fascinación por alcanzar la perfección — que le es inherente— y debe ser necesariamente atravesada. Pero es evidente que si esta actitud no se modifica, la persona jamás podrá desarrollar la solidez y autoafirmación que están implícitas en su signo ascendente. El anhelo insatisfecho de vivir la experiencia arquetípica del padre, quien nos cobija en su perfección y nos garantiza un mundo sin peligros, hace que su figura se sostenga indefinidamente en la fantasía y se procure desesperadamente vivir la situación que repare la supuesta falla del padre real o su opuesto, la falla del hijo ante el deseo del padre. Pero esta escena nunca se producirá en los términos soñados sino que, por el contrario, se reiterará hasta tanto aquel imaginario pueda ser maduramente reexaminado. Es muy probable que el destino ponga a estas personas en más de una situación en la que puedan sentirse traicionadas; pero en cuanto las connoten de esta manera, ello muestra que hay algo de la propia naturaleza que aún no se ha desplegado. Y es precisamente el compromiso profundo con estas experiencias lo que puede permitirlo.

Evidentemente, aquí nos topamos con un techo en la experiencia colectiva, por el cual el anhelo de que se produzca lo que "debería ser" es mucho más fuerte que la capacidad para aceptar la necesaria finitud de "lo que es". En este punto sí que la persona con Ascendente en Capricornio se encuentra realmente sola, en el sentido de que, para resolver esta cuestión, deberá ir más allá de las construcciones colectivas. Pero la vida habrá de ejercer la presión suficiente para enfrentarla tantas veces —y de un modo tan personal— con el límite, como para posibilitarle renunciar a las imágenes y anhelos colectivos que intentan negar la propia finitud y la de todos los demás. Es indudable que el arquetipo del padre eterno y perfecto tiene un peso inmenso en nuestra civilización y actúa con particular fuerza en la vida de un Ascendente en Capricornio. En tanto cultura, hemos preferido interpretar colectivamente la necesaria salida del mundo paterno/ materno como una expulsión provocada por la culpa de los hijos, antes de atrevernos a soportar la finitud del padre y comprender que esta es condición esencial para la creatividad de la vida. Me atrevería a decir que toda la existencia de un Ascendente en Capricornio se ordena misteriosamente en dirección a la necesidad de resignificar este mito de origen. Y ello deberá suceder de un modo concreto en extremo, en el que no quede lugar para teorías o interpretaciones. La experiencia con el propio padre y con las figuras sustitutivas, pero por sobre todo, la relación con sus hijos, constituyen oportunidades inmejorables para que esto pueda hacerse carne. Aun en el caso femenino, es habitual que estas mujeres se vean forzadas a ejercer la función paterna y. no pocas veces, que deban volver a enfrentar la experiencia vivida con su padre, a través del vínculo con el padre de sus hijos.



¿Esta posición puede dar una negación a tener hijos? Sí, en este sentido es análogo a lo que hemos visto en el signo de Cáncer. Evidentemente,

se juegan demasiadas cosas para este Ascendente en la paternidad o maternidad, haciendo que estas personas tiendan a demorar la confrontación con ella. En algunos casos, esta negación se relaciona con un exceso de responsabilidad y por eso muchas veces la paternidad es demorada, como si algo procurara llegar a ella con el mayor nivel de madurez posible. De todos modos, dudo de que exista una experiencia más completa que esta para llegar al fondo de la energía de Capricornio. Tarde o temprano, si sucede, la relación con sus hijos los pondrá en contacto con los temas centrales que se encuentran implicados en el símbolo. Claro que aparecerán también por otras vías —en esto consiste precisamente el despliegue de un

patrón— pero teniendo en cuenta que la naturaleza misma de esta energía lleva hacia la abstracción, con la innegable posibilidad de limitar la experiencia al ámbito mental, es la relación con los hijos la que mejor condensa las complejidades del símbolo. Y lo hace de un modo tan personal e intransferible que todo lo que esta persona pueda descubrir acerca de sí misma y del mundo —en lo vocacional, a través de sus logros y realizaciones o en sus búsquedas científicas, filosóficas o espirituales— adquirirá allí un significado mucho más pleno y concreto. Dado que en el Ascendente en Capricornio resuenan fuertemente los juicios externos, los mandatos y modelos, es muy probable que al principio sean poco espontáneos con sus hijos y que incluso los sientan como una carga o un obstáculo para los logros que creen deben alcanzar. Pero es precisamente el núcleo amoroso de esta experiencia lo que disolverá esas sensaciones y les permitirá descubrir que su deseo profundo es ejercer su responsabilidad ante la vida, no para satisfacer el superyó en cualquiera de sus encarnaciones, sino como expresión del amor. Seguramente sucederán cosas en esta relación que los llevarán a experimentar el inefable punto en el que se disuelven las aparentes contradicciones entre ley, deseo y libertad, aunque quizás la vida los someta a una enorme presión antes de llegar a esta síntesis. Enviudar, tener que hacerse cargo de los hijos de otros, padecer el distanciamiento y el reproche de los propios hijos, etc., son experiencias bastante habituales cada vez que se evita por demasiado tiempo el compromiso profundo con la paternidad o la maternidad. Pero es en el momento en que responden cálidamente a las necesidades de sus hijos, cuando suelen caer las barreras que sostenían su eterno conflicto entre el deseo y el deber ser. Muchas personas con Ascendente en Capricornio experimentan este conflicto con una fuerza tal que la expresión de su creatividad queda bloqueada o por lo menos dificultada. Es bastante visible que recién después de haber llevado a término lo esencial de su aprendizaje con los hijos, aquella se libera y florece con una espontaneidad que hasta ese instante desconocían. En el momento en que culmina su tarea de construcción y la relación con sus hijos entra en una etapa más madura, algo muy recóndito parece transformarse en estas personas, permitiéndoles crear con una libertad que antes desconocían. Pero previamente deberán haber encontrado la distancia correcta con sus hijos y descubierto el sutil entramado de prohibiciones y estímulos que hacen a la esencia de la paternidad. En sus propias insuficiencias quizás recuerden el vínculo con su padre y puedan así cerrar las heridas abiertas en esa falla inicial, disolviendo los malos entendidos acerca de la perfección. Si bien es probable que los Ascendentes en Capricornio procuren concentrar todo su esfuerzo en la carrera, los logros, la producción o el conocimiento, creo realmente que

escuchando con extrema atención las necesidades de sus hijos resolverán más rápidamente los desafíos fundamentales de la vida. Si ese vínculo madura, adquirirán una seguridad interior que ningún ascenso a la montaña de los logros externos podría darles. En última instancia, el contacto con la "vibración del padre" en sus distintos niveles, es quizás el núcleo de la experiencia en el signo de Capricornio. ►

¿Qué diferencia hay con el Ascendente en Leo, en cuanto a trabajar el arquetipo del

padre? Aries, Leo y Capricornio comparten una vibración que está ligada con los distintos aspectos de una cualidad, que podemos relacionar con el "principio padre". En el Ascendente en Leo se trata fundamentalmente de emerger de ámbitos de pertenencia en los cuales está presente un fuerte personaje central que los excluye del lugar anhelado. Es muy común que este sea el padre —aunque no necesariamente— y por eso se abre un fuerte conflicto por ocupar el centro, que obliga a la persona a alejarse y crear su propio mundo. Si siguiera allí, no dejaría jamás de ser hijo y por ello. Leo debe aprender a emerger de su refugio, diferenciarse y expresar esta diferencia. En el caso del Ascendente en Aries, en cambio, la figura paterna casi siempre opera como restricción al propio impulso y suele ser el enfrentamiento con aquella lo que libera la potencia de este signo. Simbólicamente, el padre, en cuanto encarnación de un ciclo anterior, trata de quitarle el deseo y debe ser vencido para que lo nuevo pueda manifestarse. Pero en los dos casos, podemos decir que el tema central no es el padre en sí sino la relación con él. En Capricornio, en cambio, se trata de comprender íntimamente la función paterna. Esta aparece aquí con todo su misterio y de alguna manera es su falla —y la de las figuras con las que se anhela sustituirlo, sean personas, autoridades, logros, instituciones o construcciones teóricas o "espirituales"— la que abre la sinuosa trama de estos imaginarios y los obliga así a transformarse.

El hechizo de "la forma absoluta" En las profundidades de nuestra psiquis colectiva se encuentra muy activo él arquetipo patriarcal en el que un único padre sostiene el mundo y todos los demás seres son sus hijos. En esta imagen, la creación ha concluido y sólo es posible darle continuidad a lo ya creado o, eventualmente, fracasar en ello. El lugar que ocupa Capricornio en el Zodíaco lo hace coincidir con esta figura arquetípica, convirtiéndolo en un punto particularmente crítico para la conciencia. El décimo signo trae consigo el hechizo de la culminación, la creencia de haber

arribado al punto más alto de toda realidad posible, más allá del cual nada existe. Todo aquello que está simbolizado por Capricornio —autoridad. Estado, ley, padre, voluntad, construcción, ciencia, realización, estructura, tradición, tiempo— lleva en sí la tentación de erigirse en una totalidad más allá de la cual nada es posible. Que exista una forma absoluta; que algo o alguien sea todo, es nuestra ilusión dominante con relación a la energía de Capricornio. En ella se revela el verdadero rostro de ese padre que ha intentado acaparar toda la creatividad para sí. Es lo demoníaco, el macho cabrío que, erguido en la cima de la montaña, pide adoración y afirma: "nada es posible más allá de mí". Aquello que anhela imponer su forma sobre todo lo que existe, encerrar la vida en la potencia de su voluntad o en la estructura de su mente, negando todo lo que trasciende sus limitaciones. Toda persona con Ascendente en Capricornio debe encontrarse en una forma u otra con esta inquietante figura y responder a su desafío. Quizás quede paralizada o se rebele ante ella; quizás se sienta eternamente en falta y se crea incapaz de la realización que le exige; o enmascare la inseguridad que le genera, entregándose a instituciones, proyectos, teorías o caminos espirituales supuestamente perfectos o completos. En respuesta a las presiones de su destino, muchos aprenderán a concentrar energía y desarrollarán una voluntad capaz de grandes realizaciones. Podrán entonces ocupar un lugar social notable, ejercer autoridad sobre un gran número de personas, encarnar la ley o convertirse en custodios de alguna tradición. Quizás construyan gigantescas estructuras materiales, sociales o teóricas, o procuren alcanzar una gran realización espiritual. En ellos, el impulso innato por ascender a la cima de la montaña se habrá convertido en una ambición poderosa y en el anhelo de eternizarse en la posición alcanzada. Son muchos los individuos que alcanzan esta fase en el despliegue del Ascendente en Capricornio. Con mayor o menor intensidad —según los casos y en distintos planos de la realidad— forma parte de este destino tener que enfrentarse con el tipo de fuerzas que parecen querer cristalizar el flujo de la existencia. En algunas personas, incluso, esta experiencia íntima con la energía de la cristalización se manifiesta en el plano físico, viéndose afectados por alguna forma de inmovilidad corporal. La mineralización o estructuración casi absoluta de la energía, como cualidad propia de este signo, posee una fuerza tal que la conciencia de quien lo encarna puede llegar a identificarse ciegamente con ella, perdiendo la posibilidad de comprender la función que Capricornio cumple en el sistema zodiacal. Dos signos más siguen a Capricornio, mostrando que este simboliza el máximo a alcanzar, sólo en el nivel de la forma y durante un ciclo determinado. Un ejemplo notable de este Ascendente es el de Isabel I, reina de Inglaterra. Hija bastarda de Enrique VIII, dedicó su vida a cumplir con los supuestos deseos de su padre, a quien

prácticamente no conoció. Siendo aún muy joven, debió asumir su reinado en las condiciones más difíciles de imaginar. Los primeros años de esta tarea —tal como el patrón suele expresarse— estuvieron signados por una sucesión de fracasos, en los que casi todas las personas en quienes buscó apoyo defeccionaron o mostraron tremendas limitaciones. Despreciada por bastarda, rodeada por la traición y desafiando su condición de mujer -dada la época— tomó sobre sus espaldas toda la responsabilidad del gobierno, dedicándose por entero a las necesidades del Estado. Enfrentó con éxito el conflicto religioso que dividía a Inglaterra —Sagitario en XII— restaurando el poder de la Iglesia Anglicana, institución que perdura hasta el presente. Pero ella misma se convirtió en una institución para sus súbditos, sacrificando con este objetivo todas sus necesidades personales y afectivas. A su muerte, tras décadas de solitario y férreo reinado, el eje del poder en Europa se había trasladado a Inglaterra y estaban asentadas las bases de la futura estructura imperial. Desde el punto de vista del Zodíaco en tanto totalidad, Capricornio expresa la cualidad mediante la cual una parte del sistema manifiesta tal comprensión o entrega al todo, que se limita a sí misma para hacer posible la libertad de aquello que está destinado a ir más allá de su momento o función particular. Este es el sentido profundo de la responsabilidad en Capricornio: el deseo de culminar o cerrar un proceso o nivel, para que queden en libertad los demás elementos de ese sistema o, dicho de otro modo, expresar la función creativa del límite. Esto es un padre: el soporte de la creatividad de las nuevas generaciones; por eso, todo padre supuestamente "completo" o "perfecto" encierra el peligro cierto de destruir las posibilidades de sus hijos con su anhelo de ser imitado o continuado. El padre —y toda forma cuya función sea sostener y posibilitar— debe mostrar su falla en algún momento ante el hijo o ante lo nuevo, como índice de la necesaria incompletitud del mundo que ha construido. La imagen de un padre que dio forma a un mundo tan perfecto que los hijos podrían habitarlo para siempre, los convierte en niños eternos y los excluye de la posibilidad de crear. Acceder a la dimensión creadora del padre, que no sólo construye formas sino que posibilita e impulsa con su límite la creatividad que lo trasciende, es quizás la experiencia clave y más liberadora de Capricornio; la única, me atrevería a decir, que permite una natural transición a Acuario. Visto de esta manera, el ascenso a la cima de la montaña sólo nos indica que se ha tocado el cielo; que se ha alcanzado el punto más allá del cual sólo existe lo abierto y lo inconmensurable. Se ha completado un proceso en el que, gracias a la experiencia íntima con la energía de la cristalización, se ha desarrollado la madurez suficiente como para disolver hasta el último vestigio el anhelo de adoración de la forma absoluta.

La matriz arquetípica de las casas IV, VIII y XII Como hemos visto en los capítulos anteriores, la matriz asociada a la ascensión de determinado signo nos muestra, desde la perspectiva de la lógica, las mismas tensiones y conflictos que podemos reconocer de un modo empírico en las experiencias del mundo cotidiano.

En este caso, la Casa IV en Aries nos indica, desde el punto de vista energético, el recorrido completo del impulso creativo que alcanza su madurez en la comprensión de la ley y la realidad profunda de la cual forma parte. Claro que, como sabemos, la articulación psicológica de las experiencias ligadas a su Casa IV llevarán a la persona a desarrollar —en el comienzo de la vida— un sentido reactivo de la independencia y una ingenua impaciencia que chocará mil veces con el rigor capricorniano que debe aprender a demostrar. Por otra parte, el signo que aparece en la Casa VIII nos muestra las características de aquello que debe ser transformado para que el Ascendente se manifieste. En este caso, se ve que el origen de las mayores dificultades que suelen aparecer en la vida de un Ascendente en Capricornio están ligadas al anhelo leonino de experimentarse como un individuo separado. El destino deberá frustrar los sucesivos intentos de ejercer la propia voluntad, cada vez que se independice de las necesidades de la estructura en la que se encuentra. Como hemos visto, en las primeras etapas será el fuerte anhelo de afirmación individual —en consonancia con Aries en la Casa IV— lo que generará las situaciones de mayor tensión. Sin embargo, a medida que el sentido de responsabilidad se desarrolle y la capacidad de responder a las necesidades de la estructura de pertenencia crezcan, un nuevo nivel de Leo deberá ser comprendido, transformando al anterior. El deseo de convertirse en una figura de autoridad, de alcanzar la perfección o de construir algo perdurable, refleja un nivel de Capricornio que aún responde al anhelo leonino de engrandecer el propio sentido del yo. Después de todo, Leo es el signo del

hijo y es precisamente esta dimensión la que deberá madurar a fin de comprender la verdadera naturaleza de la energía capricorniana. Y en esta, como ya vimos, no se trata de construir un mundo a imagen y semejanza de si mismo ni de satisfacer el deseo de un padre sin cuya aprobación se pierde la propia identidad. Por último, el peso de la Casa XII en Sagitario hace que el inconsciente profundo de estas personas se encuentre fuertemente impregnado de ideales, de un potente anhelo de libertad y de sentimientos ambivalentes hacia lo religioso. La necesidad inconsciente de experimentar satisfacción en un mundo vasto, abundante y lleno de personas sabias y generosas, choca dolorosamente contra el extremo realismo de Capricornio. La acumulación de experiencias en las que la plenitud o la libertad no se manifiestan en los términos soñados, suele redundar en una disposición quejosa e incluso carente de vitalidad. Obviamente, no es una tarea sencilla aprender a experimentar plenitud en aquello que es limitado, pero de aquí surge la sabiduría de Capricornio y su peculiar cualidad amorosa. No es que la confianza y el entusiasmo les estén vedados, pero su tipo de aprendizaje los obliga a descubrir las leyes que subyacen a toda realidad, y esto se extiende a todos los planos, incluyendo los más sutiles y espirituales. Esto implica descubrir de dónde surge y cómo opera la abundancia, y cómo se la distingue de la ilusión; o sea, descubrir qué es lo que no es realmente amor, ni entrega, ni confianza, discerniendo nítidamente entre los "ideales" de Sagitario y la real generosidad de la vida. En este signo la vida lleva a retinar en extremo los impulsos desmedidos, propios de la matriz de fuego subyacente. El riesgo es que el impulso vital quede ahogado por la tendencia a la cristalización, el escepticismo o el miedo a lo desconocido. Indudablemente, la alquimia que el fuego debe realizar en la tierra de Capricornio implica atravesar un desierto; pero también encierra la posibilidad de llevar la sustancia propia de los impulsos, deseos e ideales a su nivel esencial, transfigurando los límites que le imponen la forma y la materia. Capricornio finalmente dirá que la verdadera alegría, la entrega y el sentido de la gracia no son fruto de la arbitrariedad ni meras respuestas emocionales, sino que dependen del riguroso respeto a las leyes que las hacen posibles. La persona con este Ascendente —quien muchas veces inicia su vida llena de sueños e ideales y que más tarde suele convertirse en alguien excesivamente realista y hasta descorazonado— es probable que en su madurez sea capaz de dar testimonio de una calidad de amor que nace de la convicción de estar expresando una ley.

La perfección

La perfección de la forma —sea esta concreta o sutil— que evidencia lo que no puede y no

debe ser cambiado, es Capricornio. Es lo exacto, tanto en su sentido matemático como en el del poeta que ha hallado la palabra que da forma definitiva a un poema, donde ya nada puede ser alterado sin que su belleza se desvanezca. Belleza y matemáticas raramente aparecen unidas, por lo menos en el nivel de los lugares comunes de nuestra cultura. Pero todo artista sabe acerca de la inexorable regularidad de las proporciones que subyace al juego de las formas o de los colores, de los sonidos o del movimiento. Todo científico ha experimentado la sutil sensación que acompaña al instante en el que se encuentran pensamiento y mundo: ninguna teoría puede ser verdadera si no es bella. Así como el poeta pule con paciencia el texto, a la espera de que la palabra precisa se haga presente, el científico no descansa hasta que sus ecuaciones satisfagan su íntima necesidad de simetría, sencillez y elegancia. El modo como se ordenan las semillas del girasol o el despliegue de los pétalos de una rosa, obedece a una ecuación matemática. La flor que inspira y enamora es también una estructura; el hecho de que el cuerpo y la emoción se conmuevan en su presencia nos revela que ella y nuestro espíritu comparten enigmáticos patrones. En efecto, de estas sutiles congruencias nace el poder de los símbolos y es esta matematicidad o musicalidad del ser la que hace posible a la astrología. Contemplar la intrínseca relación entre belleza y exactitud revela un pliegue esencial de la energía de Capricornio, que suele permanecer oculto a la percepción habitual. Desde esta perspectiva, el signo que todo lo mide y lo compara, que reduce todo a forma con extremo rigor y aparente frialdad, manifiesta un nivel de delicadeza y armonía inesperados. Expresa la capacidad, no ya de reducir a la unidad abstracta, sino de reunir los opuestos más sutiles y disolver todas las separaciones. Así como la montaña nos remite inmediatamente a la noción de solidez, de logro y de algo inamovible, las estructuras cristalinas como el cuarzo o los copos de nieve despiertan en nosotros sensaciones de pureza, sencillez y belleza que asociamos con la perfección. Los significados que poseen montañas y cristales se anudan cada vez que contemplamos un diamante, quizás la imagen más sintética que podamos encontrar para la energía de Capricornio. Su geométrica sensualidad, que el tallador ha sabido extraer de la tosquedad inicial, sugiere lo que es indestructible y al mismo tiempo delicado y sutil, inmensamente bello y a la vez poderoso: una unidad de mil facetas que permanece inalterable mientras juega con la luz y la oscuridad. Aquello que despertando multitud de sensaciones y sentimientos se mantiene, sin embargo, i n m u t a ble en su solidez y regularidad. Al contemplar la belleza de un diamante es inevitable que surjan nuevas preguntas: ¿ha sabido el tallador revelar la bellísima y recóndita forma que la piedra albergaba o sólo ha

proyectado la estructura d< mente sobre la materia y en realidad admiramos el diamante porque es un reflejo de lo que más apreciamos en nosotros? Las leyes, las constantes y las estructuras que distinguimos en los distintos ámbitos de la existencia ¿son realmente aspectos de la misma o meras formas mentí les? ¿Es la energía de Capricornio la que nos permite más que ninguna otra tomar contacto con los hechos tal cual son, o es en cambio la fuente de todas las construcciones a través de las cuales nos aislamos para protegernos de la intensidad de la vida y sentirnos ilusoriamente seguros? ¿La mente ha impuesto su forma sobre la realidad, dominándola y reduciéndola a sus limitaciones, o se nos ha revelado la infinita delicadeza de nuestra inteligencia, capaz de reflejar la belleza sutil de las formas esenciales? ¿O acaso, en la conciencia que contempla la belleza del diamante, se ha tocado el punto en el que mente y mundo disuelven sus barreras y el observador descubre que es lo observado? Desde su relación con el padre y la autoridad hasta su anhelo inagotable de realización; desde sus búsquedas filosóficas, científicas o espirituales hasta los mínimos compromisos de su vida cotidiana, la persona con Ascendente en Capricornio se sintió perseguida por la distancia aparentemente irreconciliable entre lo que es y lo que debería ser; entre realidad y construcción. Pero también en algún momento de su camino, a veces como un destello, otras como una certeza corporal que da lugar a una profunda paz interior, todas las dualidades se disolvieron y los opuestos se reconciliaron. Deseo y ley, límite y libertad, sujeto y objeto; mente, corazón y mundo se encontraron para quien aprendió a descansar en la belleza de lo que es. Que de este lazo participen también el sentimiento y la vitalidad, es algo que parece aun más recóndito e imperceptible y, sin embargo, es en ese estado de conciencia cuando los cuernos de la cabra se entrelazan y Capricornio se transforma en el Unicornio. Todas las dualidades y separaciones son barridas por la fuerza y la belleza del único cuerno que brota en medio de la frente. En el décimo signo, habiéndose agotado todo deseo por encerrar la vida en formas, la conciencia ve al mítico y elusivo animal que aparece y desaparece, que se acerca y se aleja en completa libertad. Puede permanecer en su presencia porque ya nada en ella anhela atraparlo y nadie se preocupa por saber cuándo regresará. Capricornio ha desembocado en Acuario.

ASCENDENTE EN ACUARIO

Cuando intentamos referirnos a los signos que se encuentran más allá de Capricornio nos encontramos con la dificultad —o quizás con la imposibilidad— de tener que describir niveles de realidad anteriores al mundo de las formas. O, dicho de otra manera, que están más allá de los umbrales de estabilidad y coherencia que nuestro pensamiento necesita para definir las distintas dimensiones de lo real. Desde el punto de vista simbólico, entre Capricornio y Acuario se abre un abismo y es necesario dar un salto para pasar de un signo a otro. Esto significa tener que enfrentar una discontinuidad de una calidad muy diferente a las que hemos descripto en otras transiciones entre signos. Si el pasaje de Sagitario a Capricornio implicaba un cambio de plano —simbolizado por la necesidad de abandonar la extensión y la amplitud que ofrecía la llanura, para encarar el ascenso a la cima de la montaña— en Acuario se trata de lanzarse al vacío; de abrirse a la naturaleza del espacio en el que desaparecen todas las formas y donde ya no es posible distinguir relaciones constantes, regularidades o leyes. Donde —visto desde los signos anteriores— reina lo abierto, lo imprevisible, lo caótico. Más allá de la dimensión que simboliza Capricornio, nos encontramos en el límite del caos. Peligrosamente alejados de todo punto de equilibrio donde súbitamente y sin que podamos distinguir una única causa —es decir, de forma global— emergen estructuras desconocidas, se abren discontinuidades imprevisibles y se rompen todas las simetrías que organizaban el mundo anterior.

El desafío de lo singular Nuestra percepción habitual está indisolublemente ligada con la presencia de formas. Para que algo nos resulte inteligible debe presentar relaciones constantes entre sus elementos o. por lo menos, poseer un contorno relativamente estable como para que podamos aislarlo del mundo circundante. Pensar es imponer estructuras —las del lenguaje y la memoria— sobre el flujo de impresiones que nuestros sentidos captan. Lo amorfo escapa a nuestra percepción. Cuando nos enfrentamos a él nos vemos obligados a circunscribirlo, delimitarlo, encerrarlo dentro de una malla de formas conocidas. Lo mismo ocurre con lo que sucede por única vez y no volverá a repetirse: lo irrepetible es impensable para nosotros. Lo único —lo realmente singular— no puede ser pensado, es decir,

relacionado. Aparece como un relámpago que la memoria es incapaz de reconocer y se desvanece como si no hubiera existido. Cuando algo realmente nuevo sucede, todo nuestro sistema perceptivo se altera y se esfuerza hasta encontrar —o imaginar que ha encontrado— alguna similitud con los hechos anteriores y conocidos. Afanosamente vamos en búsqueda de la cadena de causas y efectos que necesitamos distinguir, para que algo cobre existencia para nosotros. Conocer implica establecer la trama de semejanzas dentro de la cual distinguimos diferencias. Nada se puede decir de lo irrepetible. Rehuimos las singularidades porque están más allá de la actividad de nuestro pensamiento; pero también porque quiebran por completo la dirección de nuestro deseo. Aquello que no presenta una imagen reconocible, que no posee forma ni significado, que no reproduce ninguna sensación conocida o imaginada, nos deja perplejos y nos resulta intolerable. Por lo general no somos conscientes de la verdadera magnitud de los presupuestos de los cuales dependemos para configurar el mundo. El pensamiento socialmente aceptado, tanto en su vertiente religiosa como en la científica, concibe el universo de modo que lo verdaderamente creativo haya sucedido sólo en el principio. El Fiat Lux de la Creación o el Big Bang con el que la ciencia moderna inicia el universo son las únicas singularidades aceptables, según esta modalidad del pensamiento. Suponemos que en ese acto o acontecimiento único fueron puestas en movimiento las leyes que, desde ese momento en adelante, se cumplen en forma inexorable. Para este modo de pensar, la Creación no puede estar sucediendo ahora; no es posible que las leyes se renueven a sí mismas, que las singularidades estén en la base de lo real. Si eventualmente registramos algún nivel de indeterminación en los hechos que percibimos, afirmamos que se debe a las limitaciones de nuestro conocimiento, pero nos resistimos a aceptar que esto pueda obedecer a la estructura profunda de la realidad. Ciencia y religión coinciden en la célebre frase de Einstein: "Dios no juega a los dados con el universo". La posibilidad de que la vida o alguna dimensión de la misma sea absolutamente creativa, generadora incansable de singularidades, discontinua e imprevisible, está más allá del pensamiento y cuestiona la estructura misma de nuestra psiquis. Cuando ahondábamos en el signo de Sagitario, vimos cómo en él se alcanzaba un movimiento suficientemente sintético y fluido, capaz de abarcar las múltiples experiencias que se habían manifestado a partir de Cáncer. En él se resolvían las tensiones propias de los signos anteriores y la vida se mostraba en toda su abundancia y generosidad. En el signo siguiente, Capricornio, se nos revelaba a su vez de qué manera el núcleo de ese movimiento estaba habitado por la inmóvil presencia de las leyes, las constantes y las regularidades. El corazón de todas las formas —sea en tanto legalidad matemática, matriz arquetípica o voluntad divina— se

nos aparecía con la solidez de lo permanente; con la consistencia propia de lo inmutable. Esta culminación, en la que multiplicidad y movimiento convergen en la quietud de una unidad aparentemente definitiva, es absolutamente congruente con la estructura de nuestro pensamiento lineal. Concebir otra cosa es transgredir esta estructura. Pero precisamente de eso se trata cuando se capta la condición mandálica del Zodíaco. Después de la culminación, cuando pareciera que todo ha terminado con la realización de la permanencia que la psiquis anhela, brota desde el interior de la ley la actividad incesante de lo creativo. En el núcleo de lo inmutable —Capricornio— se hace presente el peculiar dinamismo de lo que es absolutamente imprevisible, discontinuo y singular: Acuario.

Las dificultades de nuestra psiquis para comprender a Acuario En el mandala zodiacal, Acuario se encuentra a una máxima distancia de Cáncer y Leo, los signos cuyos patrones energéticos se corresponden más estrechamente con las necesidades de nuestra actual constitución psíquica. Leo es el signo del Sol, el nombre que damos a una estrella cuando la separamos de las demás y la concebimos como el centro de un sistema particular. Acuario, en cambio, es el signo que se le opone, el de los millares de soles que giran en un universo que se expande ilimitadamente en todas direcciones; el del espacio poblado de estrellas y galaxias sin centro alguno que las reúna ni meta hacia la cual converger. Así como en el nivel básico de la psiquis —simbolizado por Cáncer— necesitamos pertenecer a un todo mayor que nos brinde identidad (sea este la tribu, la familia, la religión o el estado), en un nivel mas complejo experimentamos nuestra sensación de identidad en tanto individuos, es decir, como expresión de un centro interior que nos distingue de todo lo que nos rodea. Este centro —el yo— se caracteriza por poseer atributos intransferibles que lo identifican y lo diferencian. Más allá de los cambios y vicisitudes de la existencia, necesitamos creer que poseemos una identidad constante y exclusiva que acumula experiencias, cuya asimilación peculiar la distingue de los demás. Este centro estable y exclusivo —arquetípicamente leonino— es imaginado como un sujeto separado, que narra una historia en la que los sucesivos acontecimientos de la vida van cobrando significado y encuentran un lugar en tiempo y espacio. Pero el patrón energético de Acuario no posee centro alguno, no traza historias inteligibles

ni instaura marcos de pertenencia. Aparece como una constelación de elementos, un campo interactivo cuyas cualidades emergen momento a momento, a partir de las relaciones que guardan sus componentes. En la dimensión que Acuario simboliza, los distintos factores de la realidad no poseen propiedades intrínsecas: estas se manifiestan de acuerdo a las relaciones que establecen con los elementos con los cuales interactúan. En cualquier otro espacio o contexto —es decir, en otro campo interactivo— tendrían comportamientos diferentes y expresarían otras propiedades, lo cual significa que no poseen una identidad a priori del contexto en que se manifiestan. En Acuario —por oposición a Leo— no existe la posibilidad de imaginar la creatividad o la identidad como una expresión puramente individual. Esta será siempre grupal o interactiva. Toda identidad en este espacio zodiacal depende de las relaciones que la hacen emerger. Dicho de otra manera, el único sujeto posible para Acuario es la red vincular en la cual aparecen los así llamados individuos. Así, cada ser se mostrará de un modo diferente según la red en la que aparezca y esta se renovará cada vez que un nuevo "individuo" participe de ella. Podemos decir que, desde el punto de vista individual, en Acuario cada entidad tiene mil rostros o ninguno. Todas las identidades serán potencialmente posibles pero, al mismo tiempo, jamás podrá encontrarse un espejo donde se encuentre reflejado el mismo rostro. En el paradigma leonino, cada entidad posee propiedades exclusivas y el júbilo propio de los individuos de este signo proviene de la exuberante sensación de identidad que esto les produce. En la dimensión de Acuario, en cambio, las propiedades emergen de las interacciones entre elementos que se redefinen unos a otros de acuerdo al contexto en el que aparecen. Aquí el júbilo no proviene de la exaltación individual, sino de la abundancia de aquello que circula y renueva las relaciones e identidades en sucesivas explosiones de creatividad. Al mismo tiempo, las transformaciones dentro de los campos interactivos simbolizados por Acuario no ocurren de un modo lineal, esto es, a partir de modificaciones que se transmiten progresivamente hacia la totalidad, originadas sólo en algunos de sus puntos. Todo cambio en Acuario es un cambio de estado que afecta la trama global. Se manifiesta en todos los puntos simultáneamente y no es posible trazar una historia de la transformación ocurrida, identificando una cadena particular de causas y efectos. El cambio en Acuario no es un proceso; es instantáneo y global, como en el pasaje del estado líquido al sólido o viceversa, cada vez que el campo interactivo supera un determinado umbral en las condiciones de estado (la temperatura en este caso). Hasta Capricornio, podemos decir que cada individuo o elemento de la realidad está

determinado por su historia —o su trayectoria— la cual a su vez predetermina las posibles interacciones futuras, de acuerdo a la cadena de causas y efectos con la que está identificado. El salto acuariano, en cambio, implica la emergencia de un nuevo campo de relaciones en el que la historia anterior carece de significado, dado que el nuevo nivel de energía o creatividad que se manifiesta ha roto todas las cadenas de causas y efectos que determinaban el nivel anterior.

El carnaval En el calendario anual, la festividad propia del período de Acuario es el carnaval. Cada año, para esas fechas, los individuos se despojan de su identidad habitual y muestran un rostro nuevo e irreconocible. En el juego de las máscaras todas las relaciones se hacen posibles y aquello que estaba prohibido es ahora realizable. Identidades fijas, tabúes, convenciones y acuerdos, caen uno tras otro en el caos transgresor desencadenado por la ausencia de identidades fijas. Los viejos rostros se disuelven tras los disfraces y cada uno se descubre con una espontaneidad desconocida. Los bloqueos y represiones se rompen por un momento y toda la energía contenida durante el resto del año se libera súbitamente11. En esa ruptura del tiempo que es el carnaval, se abre una circulación completamente nueva e inesperada entre los miembros de la sociedad y esta se transforma en caos aparente. La sabiduría popular sabe que al romperse el orden establecido en todos los puntos y simultáneamente, algo se renueva en el tejido profundo de la comunidad. En la pérdida de identidad que el carnaval propicia, el tiempo social es abolido y todo se hace posible. La comunidad en su conjunto se libera del temor a las consecuencias de sus actos; la cadena de causas y efectos se quiebra por un instante y todos acuerdan en que lo que allí sucede está fuera del tiempo, es decir, no afecta la historia de los individuos ni del grupo. No quedarán trazas ni consecuencias psicológicas de lo que ese cambio de estado produzca: sólo ocurrirá una renovación global de la energía que, más tarde, volverá a sus antiguos carriles para dar lugar al nuevo ciclo anual que renacerá en Aries, después de la Cuaresma de Piscis. El carnaval nos habla de la renovación de las identidades provocada por la discontinuidad del tiempo cotidiano y de la creatividad que surge en todo sistema cuando se mueve en el límite del caos. Nos muestra, en el nivel de los rituales, cómo una dimensión nueva y originaria irrumpe cíclicamente para quebrantar las ataduras construidas a lo largo de la historia anterior. 11

El Carnaval se corresponde simbólicamente con el punto medio de Acuario, a 45 grados del punto vernal (0 grado de Aries). Sin embargo, en el calendario cristiano la Pascua de Resurrección (Aries) —que determina la secuencia Carnaval/Cuaresma (Piscis)/Pascua— no coincide con el punto vernal, sino que se elige el primer domingo posterior a la Luna llena del mes de Aries. Dado que esto varía año a año. en algunas ocasiones el Carnaval se festeja durante el tiempo de Piscis.

Más tarde, esa brecha dimensional volverá a cerrarse y la temporalidad renovada retomará su continuidad habitual. Que en un punto del ciclo —Acuario— esté previsto que el orden del mismo se rompa, es una de las paradojas más inquietantes y creativas del Zodíaco. En la lógica del mandala, todo proceso estable, regular y previsible debe fracturarse necesariamente al alcanzar su plenitud y fluctuar por un instante en el límite de lo caótico. En ese borde —donde todo lo construido parece perderse— se alcanza la máxima creatividad de todo el ciclo. La ruptura de las regularidades que gobernaban la organización anterior liberan un monto de energía capaz de llevar al sistema a un nuevo estado en el cual emerge un orden desconocido y absolutamente imprevisible para la situación precedente. Acuario tampoco permanecerá, pero la renovación que su tiempo ha producido transforma al sistema en su raíz, impregnándolo de la vitalidad necesaria para un nuevo comienzo. Desde el punto de vista psicológico, esto significa que las personas nacidas en el tiempo de Acuario —o con esta cualidad en posición dominante en su mapa natal— habrán de expresar en su vida cotidiana la peculiar tensión entre continuidad y discontinuidad que es necesaria para que surja lo creativo: el misterioso vínculo entre lo que está más allá del tiempo y la temporalidad. Estar psicológicamente ligados con una dimensión atemporal, amorfa, y cuyos contenidos profundos exceden nuestras limitadas posibilidades de otorgar significados, es ciertamente amenazante y desestabilizador, tanto para los que son sus portadores como para quienes los rodean. El arte de permanecer en contacto con esa dimensión que no es interpretable —es decir, reducible a formas conocidas— exige moverse en lo abierto, ocupando una posición que siempre será paradójica para los que se mantienen aferrados a lo estable y lo previsible. Nadie puede saber de antemano si aquello que los portadores de Acuario introducen en la trama social será juzgado por esta como locura o genialidad; si será aceptado o rechazado. Pero es evidente que si lo que surge de Acuario fuera enteramente comprensible para la sociedad o para la misma persona que lo encarna, dejaría automáticamente de cumplir con la función que le corresponde. La ruptura con los puntos de referencia conocidos es su cualidad esencial y lo que la hace esencialmente creativa, pero al mismo tiempo es lo que impide que sea inmediatamente aceptada y reconocida.

El portador del cántaro Habitualmente se representa a Acuario como un hombre que lleva un cántaro rebosante de agua, la que se derrama y corre hacia donde se la necesita. Decir Acuario es referirse al portador de otra dimensión, quien no puede hacer otra cosa

que distribuir sus dones espontáneamente puesto que, por su propia naturaleza, le es imposible apropiarse de ella. El cántaro que lleva sobre sus hombros representa a la forma en general y a la psiquis —o el yo— en particular. Es un receptáculo bellísimo pero vacío y, precisamente por eso, se puede mantener siempre lleno de aquello que está más allá de lo conocido y que tiene la capacidad de renovarlo todo. En este signo las formas —por más hermosas y elaboradas que sean— son meros recipientes, vehículos o contenedores de la energía que las utiliza para circular libre y siempre nueva a través de ellas, pasando de una a otra, sin identificarse con ninguna ni permitiendo que alguna la capture. Entre las múltiples simbolizaciones de esta circulación renovadora de energía que significa Acuario, podemos mencionar el pasaje del Evangelio en el que Cristo convoca a sus discípulos para la última cena. Después de ascender al monte de la transfiguración —Capricornio— y antes de entregarse al sacrificio final —Piscis— Jesús les pide a los apóstoles que busquen al portador del cántaro de agua, quien habrá de guiarlos hacia el lugar prefijado para la última reunión. Allí, en ese encuentro final, el Salvador —aquel que está identificado con la vida— efectúa su promesa de circular hasta el fin de los tiempos a través de la carne y de la sangre, del pan y del vino, para renovar eternamente los corazones y hacer posibles nuevas relaciones entre los hombres. Pero palabras, imágenes y símbolos son también recipientes; cántaros que contienen — hasta donde es posible— la dimensión que les da origen y a la cual sirven, pero a la que no son capaces de definir. Por eso Acuario nos elude y ninguna imagen o descripción puede dar cuenta de la amplitud de sus significados. Para este espacio zodiacal toda forma es sólo un resultado, un efecto; una cristalización de energía que opera como vehículo de manifestación para aquello que es libre y siempre nuevo, aquello que nunca se repite, que jamás será igual al momento anterior de sí mismo. Al final del capítulo anterior decíamos que en la culminación de la experiencia de Capricornio se consumaba el anhelo de construir y de dar forma; de medir, comparar y establecer constantes. Y esto incluye también el anhelo de simbolizar, verbalizar e imaginar; de consumir energía en delimitar la significación infinita de lo real reduciéndola a la dimensión de las formas, por ricas y complejas que estas sean. De allí que sea tan difícil referirse a Acuario, a la vastedad del cielo abierto que derrama sus dones pero también el peligro sobre nosotros, seres demandantes de refugio y protección, apegados a la permanencia y psíquicamente necesitados de un centro y una historia.

Acuario y la función del yo

Como vimos en los signos anteriores, la manera concreta en la cual se manifiesta una cualidad zodiacal depende decisivamente del modo como han sido asimiladas y expresadas las cualidades de los signos que la preceden en la rueda, por parte de un individuo concreto. En este sentido podemos preguntarnos: ¿quién puede ser el legítimo portador del cántaro: el individuo temeroso que aún se aísla bajo la rigidez de las estructuras colectivas de Capricornio o aquel que ha comprendido lo universal que habita en las infinitas existencias particulares y es capaz de encarnarlo? Toda psiquis aferrada a un centro y necesitada de ubicar sus experiencias en el modo lineal propio de una historia exclusiva, se verá necesariamente desafiada por la energía acuariana. En general, lo que en los libros de texto astrológicos se describe como comportamientos acuarianos no son, en la mayoría de los casos, otra cosa que las distintas reacciones de la psiquis —organizada a partir de otras cualidades de la carta natal— ante la energía de Acuario. Ser capaces de responder en profundidad —no meramente de reaccionar— a la cualidad de este signo, sólo puede ser fruto de un aprendizaje que exige un extraordinario compromiso con el descubrimiento de sí mismo y con los vínculos que una persona desarrolla. De hecho, la frase anterior está construida a partir del presupuesto "leonino" de la existencia de un yo separado y por eso es paradójica con relación a lo que hemos dicho previamente. Pero esta paradoja, como tantas otras, es imposible de evitar cada vez que nos refiramos a Acuario desde el punto de vista psicológico. Nuestra civilización está ordenada aún en la dirección de engrandecer, desarrollar y darle mayor complejidad a esa estructura psíquica que llamamos "yo". Postular la existencia de un desarrollo evolutivo en el cual aprender a minimizar la función del yo se convierta en algo esencial, nos parece una ingenuidad, una abstracción o el producto de apresuradas lecturas de filosofía oriental o confuso esoterismo. Pero quizás nos estemos acercando al momento en el que, colectivamente, podamos comenzar a visualizar mejor y comprender así de manera directa el significado de Acuario y su relación con la función del yo. Una analogía posible para lo que queremos decir puede verse en la relación que se establece entre las redes informáticas —Internet— y las computadoras personales. La manera aparentemente natural de desarrollar nuestras posibilidades de computación ha sido hasta ahora la de poseer ordenadores cada vez más potentes y capaces de procesar información a velocidades extraordinarias, al mismo tiempo que contener cantidades progresivamente mayores de memoria. Sin embargo, a partir de la aparición de la red, estamos comenzando a comprender que la línea de desarrollo que se basa en la posesión de computadoras siempre más poderosas y

complejas tiene un límite preciso e implica un muy pobre aprovechamiento de las posibilidades interactivas que estamos aprendiendo a desplegar. Cada vez es más visible que las mejores perspectivas se encuentran en el desarrollo de terminales muy sencillas y versátiles, que no necesitan poseer una peculiar capacidad de memoria o procesadores sofisticados y sí, en cambio, estar correctamente conectadas a la red que contiene todo lo que aquellas necesitan y aprender a utilizar sus posibilidades casi ilimitadas. Una terminal sencilla utiliza la capacidad de procesamiento de la red, tiene todos los programas que corren por esta a su disposición y utiliza los bancos de memoria almacenados en ella, sin tener que desarrollar sofisticadas capacidades "propias". Esta relación, que comienza a exteriorizarse ante nosotros a partir del mundo de la computación, es una imagen sumamente adecuada para la energía de Acuario. Ella nos permite preguntarnos: ¿el desarrollo creciente de la función personal —la PC en un nivel y el yo separado en otro— coincide con la dirección evolutiva de la conciencia planetaria? O, por el contrario, ¿no será quizás necesaria su radical simplificación a fin de conectarnos más eficazmente con la red universal, sea esta Internet o el campo multidimensional en el que estamos inmersos? ¿Debemos seguir cultivando la sensación de ser un centro exclusivo y poderoso, pobremente vinculado a todo lo que nos rodea? ¿O aprenderemos a desarrollar facultades que nos permitan utilizar los recursos desconocidos que circulan por los campos de energía que se encuentran mas allá de la forma, como si nuestro yo no fuera más que una simple terminal o uno de los focos de una red universal cuya creatividad es absolutamente impersonal? Para adentrarnos en estos interrogantes deberíamos referirnos al vínculo complementario entre Acuario y Leo, el eje zodiacal que encierra el paradigma para la relación entre redes y singularidades. Pero manteniéndonos dentro de los límites de este texto podemos apreciar cómo, en el interior de cualquier persona con abundante energía acuariana, se establecerá un inevitable conflicto entre la necesidad psíquica de poseer un centro estable y esta cualidad desprovista de centro —excéntrica— discontinua, espontánea y absolutamente interactiva. Podemos comprender mejor esta tensión si pensamos que la intensidad vital que circula por los campos vinculares en los que nos movemos y en los que se producen los acontecimientos de los cuales participamos, se ve enormemente reducida por la actividad del yo, quien la limita a las estrechas dimensiones con las que se puede identificar. Nuestro centro psicológico, autorreferente y apegado a la fragmentaria interpretación del pasado con la que ha construido su identidad, es siempre demasiado lento y temeroso como para abrirse plenamente a la abundancia de significados y cualidades que los hechos traen. Aferrado a su historia, envuelto

en sus deseos y temores, este centro circula por las redes como una burbuja que trata afanosamente de referir todo lo que sucede a su limitada capacidad de interpretación. Constantemente compara aquello que experimenta, con los significados e imágenes que confirman lo que cree ser, resistiendo de múltiples maneras cualquier información que exceda sus posibilidades de identificarse con ellas. La

barrera

generada

por

las identificaciones

tempranas,

con

sus

heridas

y

condicionamientos, hace que nuestras respuestas a los acontecimientos sean demasiado lentas y poco espontáneas. La "burbuja autorreferente" trata de encerrar la energía que circula por las redes dentro de los estrechos márgenes de sus proyectos y deseos, que no son otra cosa que la continuidad del pasado que sostiene su sensación de identidad. Nuestras reacciones "personales" se hacen así inevitablemente mecánicas y predecibles, y el conjunto de reacciones de los individuos que resisten a la energía de los campos interactivos de los cuales participan, adquiere formas arquetípicas. Desde el ángulo de Acuario, el yo separado se debate para mantenerse en el centro de la escena y para esto no sabe hacer otra cosa que reiterar los juegos dramáticos, cuyos finales están establecidos desde un principio y hacia los cuales se precipita en forma ciega, huyendo de toda circulación que se le aparezca como nueva o desconocida. Lo que estamos describiendo es la materia prima con la cual trabaja la astrología en tanto intento de predecir hechos concretos, que no es otra cosa más que el saber acerca de las reacciones arquetípicas de la psiquis a los campos de energía. Todo lo que hemos dicho a lo largo de este libro sobre la lógica de manifestación de los Ascendentes posee esta estructura; pero en el caso particular de Acuario, esto habrá de manifestarse en su máxima intensidad. Las personas con este Ascendente deberán enfrentarse más que ninguna otra con la imperiosa necesidad de liberarse de los condicionamientos provenientes del pasado y de dar respuestas creativas y espontáneas a lo que la vida trae instante a instante. Dado que la cualidad que impregna sus existencias es precisamente la que permite renovar las identificaciones y descubrir la creatividad de las interacciones espontáneas, estarán obligadas a experimentar con extrema intensidad la tensión que hemos descripto. A medida que aprendan a expresar la energía de su Ascendente se convertirán en un agente de aquella en los ambientes de los cuales participen, cumpliendo con su función renovadora. Pero antes de que esto suceda, su "destino" los expondrá a una serie de acontecimientos y vínculos que tendrán como clave recurrente la acumulación de imprevistos, las discontinuidades y una gran dificultad para encontrar un punto de referencia permanente y estable desde el cual organizarse. La vida se les presentará poblada de interacciones desconcertantes, de rupturas súbitas y situaciones inesperadas, que los forzarán a abrirse a lo desconocido, a despojarse de la rigidez de los juicios y conclusiones previas a la acción, y a aprender a vincularse con absoluta

espontaneidad. Pero, del mismo modo que hemos visto en los Ascendentes anteriores, las manifestaciones tempranas de la energía de Acuario dejarán marcas psíquicas que habrán de condicionar las futuras respuestas posibles a los despliegues de su patrón energético. Veamos con más detalle el itinerario que suele recorrer la conciencia ligada a este Ascendente, con sus escenas iniciales, sus repeticiones y los malos entendidos casi inevitables que deberán ser atravesados antes de poder expresar esta cualidad en su plenitud.

Entre cortes e imprevistos La brusca interrupción de procesos aparentemente estables y La abundante sucesión de imprevistos es una de las pautas recurrentes en la vida de estas personas. Estos cortes —o irrupciones sorpresivas, según el ángulo desde el cual lo miremos— adquirirán una peculiar intensidad en determinados momentos y se constituirán en episodios que afectarán la totalidad de sus vidas. Generalmente serán connotados como desgracias, golpes de mala suerte o crisis inexplicables y sólo más tarde podrán ser comprendidos como lo que realmente fueron: oportunidades creativas y liberadoras. Pero este patrón de discontinuidad se repetirá también en la cotidianidad de sus vidas, manifestándose a través de innumerables hechos de menor envergadura. Viajes súbitos, mudanzas reiteradas, cambios de colegio en medio del ciclo lectivo, alteraciones bruscas de la situación económica, muertes inesperadas —de un sentido muy diferente a las del Ascendente en Escorpio— separaciones, alejamiento de los padres, parientes o amigos que se producen de un día para el otro, son algunos de los hechos habituales en la infancia y juventud de estas personas. Lo constante será la abundancia de cortes que no dan tiempo para ser procesados y comprendidos. A lo largo de sus vidas su entorno se alterará súbitamente en forma reiterada sin que medien consultas previas o explicaciones. Todo lo que estaba planificado con anterioridad perderá su razón de ser y se les impondrá una situación completamente nueva, para la que difícilmente estén preparados. Probablemente percibirán que las personas que los rodean toman decisiones inexplicables e incluso contradictorias. Algunas de estas personas —de gran importancia afectiva, generalmente— aparecen y desaparecen con total naturalidad y —el chico primero, el adolescente después e incluso el adulto más tarde— no sabrán qué esperar de ellas. Mucho antes de que puedan comprender que ellos también realizan movimientos impredecibles para los demás, sentirán que a su alrededor estos se multiplican alterando continuamente sus deseos y proyectos. De hecho, la persona con Ascendente en Acuario deberá aprender a expresar la cualidad que nos permite actuar con

total independencia de planes y conclusiones previas, pero esta disponibilidad para el fluir impredecible de la vida y la capacidad de dar respuestas creativas instante a instante, difícilmente aflore al principio de sus existencias. En su inconsciente profundo se encuentra un "especialista en planes" —Capricornio en XII— y por eso el paso siguiente a dar, en sentido energético, es el de aprender a abandonarlos y descubrir que lo creativo surge a partir de la interrupción de los procesos continuos. Pero podemos imaginar que alguien que crece entre cortes e imprevistos probablemente desarrolle una disposición psíquica insegura e incluso rígida, que será extremadamente contradictoria con la espontaneidad que está destinado a expresar.

La presencia de los diferentes Como en todos los demás casos, las personas que encarnan las características propias de nuestro Ascendente aparecen a lo largo de nuestras vidas trazando un sendero de encuentros que encierra un enigma que debemos aprender a descifrar. Su presencia es un balanceo necesario de la energía que aún no somos capaces de expresar y sus comportamientos nos ofrecen un espejo en el que, tarde o temprano, habremos de reconocernos. El campo energético acuariano, al tomar forma, convoca alrededor de nosotros a personas excéntricas, diferentes, que no encajan con el medio ambiente o que no se adecúan a las pautas establecidas. Quedar fascinado o atemorizado por estas personas que, consciente o inconscientemente, transgreden los acuerdos establecidos y se comportan como si desconocieran la existencia de reglas sociales, es una experiencia habitual para quien nace con este Ascendente. Alrededor del chico —o del adulto, después— estará siempre presente el monto de energía acuariana que está destinado a vivir, ya sea que lo padezca pasivamente o que lo exprese con toda su creatividad. De allí que tengan que aparecer personas que encarnan la ruptura de reglas o acuerdos y expresan de distintas maneras la singularidad que se encuentra latente en ellas. Seres geniales, creativos, que cuestionan a través de sus actitudes o comportamientos el orden establecido, que se mueven sin ataduras, con entera libertad e inocencia y sin saber siquiera que violan supuestos socialmente compartidos, suelen producirles un fuerte impacto y adquirir significación en sus vidas. Parientes o conocidos excéntricos, irresponsables y quizás inmaduros o incapaces de sujetarse a limitaciones, personas despreocupadas y que viven asombrosamente al día como "las aves en el cielo o las flores en el prado", marginales o vagabundos, formarán parte de su campo vincular. También aparecerán desarraigados, extranjeros, inmigrantes o quienes no encajan con el medio: personas demasiado originales e

incomprendidas, o con creencias que nadie comparte, rebeldes y utópicas. Pero quizás la presencia más inquietante a su alrededor estará dada por la locura. Es habitual que la persona con Ascendente en Acuario tenga frente a sí, a través de diferentes lazos y en distintas etapas de su vida, a individuos de un alto desequilibrio psíquico o que padezcan enfermedades mentales. Pueden ser parientes, vecinos, miembros de su familia política, amigos, etc. El denominador común es que, a mayor o menor distancia, directa o indirectamente, el contacto con aquellas personas que socialmente denominamos "locos", está en el destino del Ascendente en Acuario. El loco, el excéntrico, el genio, el transgresor o el que es tan diferente que se convierte en incomprensible y no encuentra lugar entre sus semejantes, es una figura arquetípica que emerge naturalmente cuando se trata de Acuario. En el caso del Ascendente, esta aparecerá necesariamente "afuera", primero como un componente del medio ambiente que este signo constela, pero más tarde obligando a la persona a vincularse más o menos estrechamente con su cualidad, como parte del aprendizaje de destino. Es inevitable que estas personas habrán de despertarle una fuerte ambivalencia. Fascinantes y atemorizantes a la vez, encarnan la angustiosa dualidad que este Ascendente deberá algún día expresar, entre la absoluta singularidad prácticamente incapaz de establecer vínculos estables vs. el intenso anhelo de encontrarse con sus semejantes. Puede que estas relaciones —que es importante rastrear en todo trabajo de tipo psicológico, puesto que condensan en forma perturbadora la problemática esencial a develar— cristalicen en ellos el miedo a lo diferente y refuercen su anhelo de seguridad y pertenencia. O que, por el contrario, actúen como una válvula de escape a la rigidez y el conformismo y se conviertan en un vehículo indispensable para explorar caminos entusiasmantes y creativos. Quizás acentúen su temor hacia esa dimensión desconocida de sí mismos, que expresarán bajo la forma de irritación, crítica o rechazo hacia ese tipo de personas. Pero también será la tía "loca" quien permitirá al niño o a la niña descubrir el mundo de la espontaneidad y la completa despreocupación; o el vecino estrafalario e inventor incomprendido quien quizás actúe como un fascinante ejemplo de todo lo que es posible hacer cuando no se aceptan las limitaciones que nos imponen las creencias compartidas. Más tarde quizás se enamoren de personas incomprensibles, discontinuas, aparentemente irresponsables o excesivamente geniales. En general, cada vez que el Ascendente en Acuario se aleje de la creatividad y espontaneidad que le es inherente, el destino "materializará" a su lado a quienes se atrevan a desconocer reglas y límites y acerquen lo impensable a sus vidas. Si prevalecerá en ellos el temor, la crítica y el rechazo hacia estas personas o si —al contrario— se dejarán inspirar por su ejemplo, accediendo a ser llevados por el perturbador camino hacia lo desconocido que forma parte de su destino, será una de las

alternativas centrales en sus vidas. Comprender a estas personas, descubrir la naturaleza proyectiva de las reacciones y juicios que les despiertan, darse cuenta de que ellos mismos hoy piensan o se comportan exactamente como aquellas que años atrás los irritaban, son cuestiones que forman parte ineludible del trabajo sobre sí mismos que deberán realizar. A través de estos vínculos repetirán el leit-motiv que algún día tendrán que desentrañar cuando les corresponda encarnarlo ellos mismos, por el cual la creatividad de naturaleza acuariana estará inevitablemente asociada a la angustia que provocan la soledad y la incomprensión. Sea enamorándose u odiándolas, pondrán en juego en su relación con ellas la distancia que media entre su identidad consciente y la energía de su Ascendente.

Desarraigado, desubicado, "sapo de otro pozo..." Pero —dado que el patrón de manifestación inevitablemente los incluye— lo que hemos descripto se anuda con el hecho de que, en algún momento, ellos quedarán ubicados en el lugar del diferente, del marginal o del transgresor con relación a los ámbitos en los cuales se muevan. Esta diferencia —en la primera parte de su vida, por lo menos— no será buscada o deseada, sino que los acontecimientos se conjurarán como para dejarlos en esa situación excéntrica. De hecho, se trata de una exposición muy distinta a la del Ascendente en Leo, aunque con obvias resonancias comunes. Este último suele aparecer ocupando posiciones para las que se han generado grandes expectativas y estará obligado a mostrarse aunque no quiera hacerlo, como si alguien lo empujara a salir a escena. En Acuario, en cambio, se trata de la experiencia de "no encajar" en las situaciones, de ser aquel que resulta incomprensible para los demás y, en última instancia, de ser visto por los otros como un desubicado. Sentir que se posee —o que se le adjudica— algún rasgo que los convierte en alguien muy distinto a los demás, suele afectar profundamente a un niño o un adolescente, dado que en esa etapa de la vida los grupos de pertenencia poseen una enorme importancia psicológica, y ser aceptado es una necesidad emocional. Cuando Acuario o Urano están en posiciones fuertes en la carta natal, la persona adulta a menudo disfruta de los rasgos que la hacen diferente y transgresora. Sin embargo, le será esencial retornar sobre sus experiencias infantiles o juveniles para limpiar la sombra de angustia y minusvalía que casi siempre arrastra, a raíz de los mismos atributos o actitudes que posteriormente serán valorados. Como veremos más adelante, este conflicto inicial —que suele ser negado— será responsable de una fuerte ambivalencia que los llevará a manifestar al mismo tiempo actitudes de máxima singularidad y una dramática búsqueda de aceptación. Encarnar al diferente, al extranjero, ser el desarraigado o el "sapo de otro pozo", es una experiencia inevitable y al principio necesariamente dolorosa para el

Ascendente en Acuario. En algunos casos esto será consecuencia de viajes, de mudanzas múltiples, de haber entrado al colegio cuando el curso estaba muy avanzado y las lealtades grupales ya se habían constituido. En otros, será alguna característica racial o religiosa, o el hecho de que las costumbres o modalidades de la familia sean muy distintas de las del barrio o de los compañeros de colegio. Muchas veces, estas personas poseen cualidades intelectuales o presentan conductas que más tarde serán valoradas como geniales, pero que en ese momento no son comprendidas e incluso son rechazadas por sus pares. En realidad, experimentar una fuerte incomunicación y hasta rechazo por parte del ambiente circundante es una consecuencia casi natural en el despliegue de este patrón. Más tarde, ser distinto a los demás quizás se convierta en un atributo para la persona e incluso hará que se exprese con cierta arrogancia, pero por lo general ésta sólo encubre y compensa la profunda inseguridad provocada por las experiencias tempranas de desarraigo e inadecuación que tuvo que atravesar. Esta inadecuación adquiere mayor relevancia cuando se produce en los marcos grupales hacia los que el Ascendente en Acuario se siente naturalmente atraído. Descubrir, por ejemplo, que las personas que lo rodean se comportan sobre la base de acuerdos que él desconoce es una experiencia recurrente puesto que —aun cuando su identificación consciente exprese una actitud respetuosa de las convenciones sociales— en lo profundo ignora las reglas de juego con las que los demás se mueven. Su disposición básica lo lleva a desconocer la existencia de reglas; la oscilación entre actitudes rígidas y comportamientos transgresores —algunas veces ideológicos, pero en la mayoría de los casos totalmente inconscientes— es un patrón habitual que amplificará aún más la reiterada sensación de sentirse fuera de lugar. La manera como una persona con Ascendente en Acuario se siente afectada por las críticas o la falta de reconocimiento por parte de los otros, es un tema central para el correcto despliegue de su energía. La creatividad de Acuario, por su propia naturaleza, es irreconocible como tal en el momento en que se manifiesta. Su función es la de alterar hábitos y abrir nuevos caminos, de allí que no es posible que resuene inmediatamente en los demás. No se trata de la creatividad leonina que —en su dimensión profunda— individualiza un contenido latente en el inconsciente colectivo y, como tal, tiene prácticamente garantizada su resonancia ni bien alguien se atreve a expresarlo. Acuario, en cambio, capta una dimensión renovadora de los contenidos colectivos y su función es la de quebrar las modalidades perceptivas dominantes, tanto superficiales como profundas. Necesariamente, aún no es tiempo para lo que Acuario manifiesta. Incluso en los casos más triviales, la persona con este Ascendente experimentará que sus comportamientos, ideas o creaciones son ignoradas, negadas o criticadas en el momento que las expresa, aunque quizás poco tiempo después esas mismas o semejantes ideas, actitudes u obras —expresadas por otros la mayoría de las veces— sean comúnmente

aceptadas. Captar intuitivamente lo que está por manifestarse, pero no tener la paciencia suficiente o las cualidades necesarias como para darle una forma acabada y reconocible para los demás, es una experiencia habitual con este Ascendente. Por eso es muy probable que estas personas se sientan "fuera" del tiempo en el que viven y se vean fuertemente afectadas por lo que interpretan como lentitud y rigidez del medio que las rodea. Hasta que no adquieran la suficiente seguridad acerca de la naturaleza de su aporte a lo colectivo, quizás intenten adaptar sus realizaciones con el objetivo de obtener reconocimiento o comprensión. Pero por lo general, esto desdibujará lo esencial de su creatividad llenándolas de insatisfacción o, inversamente, las desvinculará de los demás llevándolas a aislarse o a comportarse de forma excéntrica, pero igualmente estéril.

El lugar y el tiempo Si uno observa la matriz de tierra propia de las Casas IV, VIII y XII del Ascendente en Acuario arquetípico, verá que Capricornio está en la XII, Tauro en la IV y Virgo en la VIII. La tensión que ejerce la casa VIII en Virgo, se refuerza con los contenidos de Capricornio en XII. La memoria profunda ligada con esta estructura imagina la existencia de un orden y una ubicación, un lugar para cada cosa o individuo; y supone que si este lugar es ocupado correctamente, todo se completará y adquirirá estabilidad. Por eso, la tendencia psíquica inicial de las personas con este Ascendente será la de buscar un orden sistemático, previsible y homogéneo para sus vidas, construido paso a paso y sobre la base de acuerdos mutuos como el institucional, por ejemplo. Sin embargo, a lo largo de su existencia, estas personas experimentarán que el orden que exige Acuario es enteramente diferente de los imaginarios virginianos y capricornianos. Lo acuariano surge de la ruptura de las legalidades previamente alcanzadas y se renueva por medio de procesos aparentemente caóticos; es un orden que emerge espontánea y libremente después del desorden aparente. De allí que su "destino" se manifestará en la dirección de alterar la noción intuitiva —o mejor dicho, colectiva— de "orden", para obligarlos a reconocer una cualidad mucho más profunda y desconocida: un orden que no se puede prever ni planificar pero que, inevitablemente, emerge cuando todos los elementos de un sistema se liberan de sus ataduras anteriores. Es visible, por ejemplo, cómo muchas personas con Ascendente en Acuario intentan ubicarse en instituciones para descubrir más tarde la fuerte contradicción que tienen con ellas. La matriz arquetípica de sus casas IV, VIII y XII dice que existe un lugar predeterminado e

ideal para cada uno, que debería ser encontrado, como si la vida estuviera organizada a la manera de una gran "Tabla de Mendeleiev". Pero el Ascendente en Acuario debe descubrir un nivel más profundo de esta matriz. Siguiendo con la analogía físico-química, la "Tabla de Mendeleiev" es válida en los niveles moleculares y atómicos, pero en los niveles básicos — subatómicos— reina otro tipo de orden y legalidad, indeterminada desde el punto de vista anterior, en los que se producen abruptos cambios de niveles o saltos cuánticos. De allí que el dinamismo propio de sus vidas les demostrará en los hechos que no existe "un lugar" para cada cosa sino que todos ellos son potencialmente posibles, de acuerdo al contexto interactivo que se establezca en cada caso.



¿Por esto tendrán que perder los lugares que encuentren? Diría que es más complejo aún que esto. En principio, la experiencia de "perder el lugar" es

propia de su opuesto, el Ascendente leonino, para obligarlo a buscar su lugar específico o, mejor aún, para diferenciarse y encontrar el propio centro, y así generar su mundo personal. En el Ascendente en Acuario, en cambio, se debe descubrir que no hay un lugar prefijado, ni propio ni ajeno. El "destino" los obligará a liberarse de todo anhelo de pertenencia y a desechar la fantasía de alcanzar algún día la tierra prometida; esto es, a disolver el supuesto de que existe algún lugar ideal para ellos y que el problema que padecen es que aún no han sabido encontrarlo. Alrededor de esta cuestión, los Ascendentes en Acuario suelen perder mucha energía, y por

esto es muy importante comprender la clave que subyace a sus experiencias con relación al tiempo y el lugar que les toca vivir. Es evidente que la acumulación de situaciones en las que se sintieron fuera de lugar habrá dejado fuertes marcas psíquicas, reforzando las fantasías que emergen naturalmente de la casa XII en Capricornio. Desde este punto de vista, la persona anhela ámbitos o grupos —a veces con desesperación— en los cuales pueda encontrarse "con sus iguales", quienes supone la harán sentirse completamente aceptada y estimulada en su creatividad. Sin embargo, esto difícilmente sucede.



¿Podríamos decir que le toca encarnar el cuento del "Patito feo"? Sí, desde el punto de vista psicológico este cuento explica la historia y muestra el

sentimiento de inferioridad inconsciente que suele afectar a esta persona, aunque se encuentre compensada de una u otra forma en el nivel consciente. Pero su estructura de destino es más compleja que la del "Patito feo" del relato, porque para ella nunca se producirá el final, supuestamente feliz, en el que se encuentre con sus verdaderos hermanos, los cisnes. Salir de este relato arquetípico es esencial para ella. En él se oculta la esperanza del encuentro con los iguales y, precisamente por eso, este Ascendente tendrá que descubrir un nuevo final —mucho más creativo— para esta historia. La tierra prometida o el grupo de iguales es un paradigma de tipo canceriano, que emerge para compensar la sensación de singularidad con la que uno se ha identificado. Pero lo psíquicamente doloroso es que esto no se producirá en la vida de un Ascendente en Acuario. Toda tierra prometida o grupo de iguales se revelará, tarde o temprano, como una quimera. Perseguirla por años y llegar a la vejez con la sensación de que no se fue capaz de encontrar el lugar anhelado, suele ser una fuente de angustia y sufrimiento habitual en estas personas. En Acuario no hay lugar, simplemente porque todos los lugares son el lugar. Del mismo modo, jamás encontrará el anhelado grupo de iguales, pero no porque se equivoque o el destino sea cruel, sino porque el grupo que le corresponde es el de los diferentes. Otra situación recurrente es la intención de emigrar, pensando que en el lugar donde viven no están dadas las condiciones o las interacciones que puedan satisfacer su anhelo de creatividad, pero que aquellas sí se hallarán en otra ciudad u otro país. No obstante, cuando llegan a Francia sienten que "su lugar" es en Australia y si van a Australia dirán que es en Groenlandia. Acuario es el andariego, el que no tiene casa pero no porque no la encuentra, sino porque no existe para él un punto de llegada definitivo. Es probable que estas personas siempre experimenten algún grado de insatisfacción con relación al lugar en el que se encuentran, pero

esta es sólo una sensación psíquica, y no desaparecerá jamás a menos que se desprendan de la ilusión acerca del "lugar adecuado". Del mismo modo, es común verlos entrar a un grupo de pertenencia con la secreta ilusión de "encajar", para terminar descubriendo que son "sapos de otro pozo" y que no pueden compartir con los demás de la misma manera como — supuestamente— los otros lo hacen. Mientras en un grupo la persona con este Ascendente sentirá que todos son irresponsables —y tratará de ordenarlos y disciplinarlos— en otro dirá que son rígidos y autoritarios y se ubicará como el transgresor. Con los psicólogos se sentirá astrólogo y con los astrólogos, psicólogo; y así sucesivamente. Quizás migre de un grupo a otro y se sienta frustrado por mucho tiempo, criticando a los demás o a sí mismo por experimentar esa inadecuación. O quizás se aísle, como manera de evitar esa frustración que reaviva las heridas de su infancia, pero esta es la respuesta más negativa —o regresiva— que puede dar. Acuario se alimenta de las interacciones y cualquier empobrecimiento de los vínculos sólo alejará a estas personas de su verdadera naturaleza.

La distinción entre pertenencia y participación Aunque evidentemente esto es difícil de aceptar desde el punto de vista emocional, estas personas nunca encontrarán el grupo que repare sus anhelos infantiles de total aceptación y seguridad. Deben descubrir que expresan lo diferente, en el contexto en que se encuentren; y que esta es la condición de su creatividad. Claro que si esto no es comprendido en toda su profundidad, pueden desarrollar la tendencia opuesta al aislamiento que es la de identificarse con el marginal o el incomprendido, sintiéndose secretamente superiores a los demás. Esta actitud es tan narcisista como el aislamiento y, en última instancia, es un intento por evitar la experiencia profunda de la entrega grupal, que con este Ascendente es preciso descubrir. Sólo aceptando la propia diferencia y la de los demás podrá emerger la singularidad real y creativa que los caracterizará en cada contexto específico. Aquí llegamos quizás al punto nodal de la experiencia acuariana: la entrega profunda siempre hará emerger la diferencia, no la identidad; y es en la circulación de las diferencias donde surge la creatividad.



¿Todo esto quiere decir que un Ascendente en Acuario no debería trabajar en

instituciones o lugares fijos? El Ascendente en Acuario puede trabajar en cualquier lado. Lo importante es que comprenda la naturaleza de las sensaciones, sentimientos y reacciones que le despiertan las

interacciones en cada lugar específico. Una institución le activará una fuerte ambivalencia, por la simple razón de que estas generalmente enfatizan en exceso la necesidad de pertenencia por parte de sus miembros. Tarde o temprano, el Ascendente en Acuario sentirá que no pertenece al lugar en el cual se encuentra, pero sí —si lo comprende adecuadamente— que participa intensamente de él. Participar quiere decir interactuar creativamente con los demás, pero no estar totalmente identificado con ellos. Es eso, precisamente, lo que permite ser libre y circular sin contradicción alguna, por muchos otros grupos y situaciones. En cuanto surge la palabra "pertenencia", Acuario se desgarra en su interior, comienza a perder energía y hace perder energía a los demás, con movimientos inadecuados. Desde el punto de vista más general, podría decirse que un grupo multidisciplinario o multirracial es más congruente con este Ascendente que cualquier otro, o en todo caso, grupos que se mantengan en la vanguardia de su actividad con una creatividad siempre cambiante; pero estas en definitiva son sólo determinaciones externas. Lo importante es la cualidad subyacente en los vínculos, que permita hacer aflorar las diferencias para así disfrutar de las afinidades esenciales entre los integrantes de la relación, sin pretender enmascararlas emocionalmente bajo falsas identificaciones, con el fin de adquirir mayor seguridad. Como en todos los demás Ascendentes, la conciencia está adherida inconscientemente al pasado significado por la casa XII arquetípica, en este caso, Capricornio. Desde ella se hace muy difícil, por mucho tiempo por lo menos, comprender la naturaleza plena de nuestra experiencia en el presente, puesto que se proyectan sobre este las imágenes inconscientes que provienen de la casa XII, distorsionándolo. En este caso, toda persona con Ascendente en Acuario posee una fuerte imagen de autoridad interna que lo lleva inicialmente a adecuarse a modelos, compararse con los demás y buscar constantemente aprobación para sus actos. Eventualmente, este sentimiento de autoridad se proyectará hacia el exterior y la persona adoptará una actitud rebelde y transgresora tratando de desafiar esa mirada crítica, pero es evidente que de esta manera se seguirá definiendo por oposición a la autoridad y nada habrá cambiado realmente. Liberarse de la ilusoria seguridad que subyace a todo modelo, búsqueda de comparación u obediencia a la autoridad interna o externa, forma parte esencial del recorrido de este Ascendente. En este sentido, aferrarse a conclusiones previas o anhelar no desviarse de los planes trazados, es otro de los obstáculos evidentes para estas personas. Tarde o temprano deberán aprender a disfrutar de los imprevistos y darle un nuevo sentido a los cortes o interrupciones recurrentes en sus existencias. Descubrirán así que los aparentes desvíos a los que se ven sometidos por la discontinuidad de su energía, son fuente de nuevas oportunidades y estímulos

para su creatividad.

Cómo "sostener" la paradoja Como decíamos en el inicio de este capítulo, la energía de Acuario obliga a dar un salto a fin de trascender las modalidades cristalizadas de comportamiento. La persona que la encarne se verá forzada a comprender esto y a actuarlo para los demás, como un agente de renovación de las interacciones repetitivas y de baja creatividad que surgen de los acuerdos sociales. Quien ha hecho contacto con una dimensión más profunda de la realidad, se ve obligado a adoptar una actitud consciente mucho más plástica y flexible que la habitual. Una identidad aferrada a planes, conclusiones previas o imágenes colectivas, no puede responder con la velocidad suficiente a la fuente de creatividad que la impulsa. La naturaleza de su Ascendente obliga a estas personas a realizar un aprendizaje en cuyas primeras fases habrán de verse necesariamente frustrados los sucesivos intentos de planificación y las búsquedas de caminos seguros y pautados. Tarde o temprano, deberán descubrir que están ligadas con un orden que —si bien puede parecer caótico para ellas mismas o ante los ojos de los demás— es mucho más seguro y eficaz que el de los planes y métodos tradicionales. Si quienes nacen con este Ascendente se atreven a seguir el sendero trazado por las misteriosas discontinuidades y las aparentes incongruencias que jalonan su existencia, seguramente se resolverá la tensión entre obediencia y rebeldía, que los caracteriza. Pero para esto es esencial que se reconcilien con la presencia de la paradoja en sus vidas. Cualquier persona que actúa desde el contacto profundo con lo esencial, quiebra los supuestos e imágenes a través de los cuales intentamos comprender nuestros comportamientos. Toda conducta que surge de un estrato más profundo que el de las imágenes colectivas, será necesariamente perturbadora para quienes actúan condicionados por estas. El efecto inevitable es que esa persona resulta imprevisible, para los otros y para sí misma. Ya no obedece a una pauta de comportamiento sino que su actitud consciente pasa a ser suficientemente rápida como para no interferir —aunque sí para mantenerse plenamente atenta— con las corrientes creadoras y cambiantes que inspiran nuestra existencia. Ante situaciones aparentemente idénticas, dará respuestas diferentes, puesto que es capaz de captar las sutiles distinciones de contexto que habitualmente escapan a una percepción más lenta y condicionada y, por lo general, no actuará de acuerdo con lo que se espera de ella. Pero para esto deberá aprender a soportar las reacciones de los demás que, al verse frustrados en sus proyecciones y expectativas, raramente comprenderán el sentido de sus actos

ya que estos les parecerán generalmente inadecuados o, por lo menos, insuficientes o contradictorios. Por eso la crítica, la perplejidad, el desconcierto o la confusión, suelen rodear a la persona con Ascendente en Acuario cada vez que expresa plenamente su cualidad. En realidad el proceso se ha invertido; al principio es ella quien no puede comprender, la que critica, permanece perpleja o se confunde ante la dinámica de los acontecimientos de su vida. Más tarde no se puede comprender a sí misma, haciéndose eco en forma inconsciente de la perplejidad de los demás. Pero a medida que el proceso de consumación de la energía capricorniana de su casa XII se profundiza, termina finalmente por sentirse libre de ese observador "interno" o "externo" que no alcanza a comprender la naturaleza creativa de la paradoja y la imprevisible espontaneidad de sus actos. Si esta libertad es real, no implicará ninguna sensación subjetiva de superioridad, necesidad de aislamiento o anhelo narcisista de ser comprendida por sus "iguales". ►

Ante todo esto, ¿qué papel juega su casa IV arquetípica en Tauro? Desde el punto de vista emocional, Tauro en IV puede convertirse en un fuerte obstáculo

para la comprensión de la energía acuariana. Sentirse inconscientemente seguro sólo si las situaciones no se modifican, aferrarse a vínculos y lugares y resistir los cambios todo lo que se pueda, será la actitud emocional básica y desde esta se hará muy difícil comprender y acompañar la dinámica imprevisible que caracteriza su destino. Sin embargo, la afectivización de lo corporal y de las necesidades básicas, propia de esta posición, encierra la clave de la seguridad profunda para una persona con Ascendente en Acuario. Esta seguridad, en última instancia, reside en el cuerpo y en la correcta relación con el mundo material. Ya sea que la persona se polarice con la energía de Acuario y se muestre rígida y convencional, o que se identifique con el opuesto y aparezca como inconformista y transgresora, no es fácil para ella instalarse plenamente en su corporalidad. Es evidente que la sucesión de discontinuidades y cortes "externos" se reproducirá internamente bajo la forma de disociaciones emocionales y bloqueos en la circulación de la energía corporal. Es habitual que estas personas parezcan estar "fuera del cuerpo", y que esa dificultad para apoyarse firmemente en la tierra tenga como correlato distintos tipos de dolencias en su columna vertebral. Desde el punto de vista energético —es decir, más allá de la dificultad provocada por las marcas de la historia personal— esta casa IV está diciendo que la base sobre la cual se sostienen es la Tierra misma; que su fuente real de seguridad es el cuerpo y la materia. Desarrollar esta potencialidad con un adecuado trabajo de enraizamiento ("grounding") en la propia corporalidad, es extremadamente necesario en ellas. El destino de la energía de Acuario es renovar los patrones inerciales y las acumulaciones

del pasado, que obstaculizan la circulación de la energía en los distintos niveles de la materia. De allí que sea fundamental para estas personas revertir la tendencia psicológica que las lleva —al mismo tiempo— a aferrarse a patrones mentales rígidos y a disociarse del mundo de las emociones y la corporalidad. Sentir que el cuerpo vibra lleno de energía y experimentar cómo, al hacerlo, se renueva y transforma brindando una auténtica sensación de seguridad y libertad, implica actualizar en sí mismos la naturaleza de la energía acuariana, tal como se manifestará en el "exterior" cada vez que su creatividad —o vibración— modifique la inercia de su medio ambiente.

Algunos ejemplos La vida y la obra de Jiddu Krishnamurti muestra con bastante claridad el patrón expresivo de esta energía ascendente. Desde el principio, los acontecimientos lo llevaron a diferenciarse de manera paradójica del entorno en el cual se movía. Que la Sociedad Teosófica lo eligiera como el vehículo del "Maestro del mundo" siendo él un niño tímido y retraído, con manifiestas dificultades para el aprendizaje y con sucesivos fracasos en todo lo que fuera su educación sistemática, es apenas una de las innumerables contradicciones que tuvo que encarnar. Habiéndose proyectado sobre él una intensa demanda para que ocupara un lugar excepcional — tengamos en cuenta que el regente del Ascendente, en su caso, está en oposición al Sol— no sólo se vio obligado a edad muy temprana a recorrer el mundo en el papel de la futura encarnación de la divinidad, sino que más tarde frustró sistemáticamente todas las expectativas depositadas en él. Extranjero en Occidente y extranjero en su propia tierra, recorrió el mundo enseñando que no existen maestros y, teniendo como tema central el silencio de la mente. Sus disertaciones ocuparon una cantidad de páginas cinco veces superior a las de la Biblia. El núcleo de su enseñanza es quizás lo más profundo que ser humano alguno haya dicho acerca de la libertad y la creatividad, y acerca del patrón acuariano en general. Sin embargo, la imposibilidad de encerrar sus palabras y actos dentro de moldes previsibles y su reiterada negativa a formar seguidores, le acarreó críticas de todo tipo. Se le reprochó no aceptar la necesidad de los procesos evolutivos y progresivos, negar la eficacia de cualquier método o camino tradicional y no haber plasmado suficientemente en la práctica —mediante discípulos, movimientos o instituciones— los resultados de su enseñanza. Un pequeño hecho de su historia nos permite ejemplificar los niveles más sutiles de la relación entre la casa XII y el Ascendente. Al principio del capítulo decíamos que en Acuario se produce la tensión máxima entre lo temporal y lo atemporal. El signo anterior, Capricornio, es aquel en el que los opuestos más profundos de la existencia se resuelven y sólo queda abierta

e inconclusa la relación entre el tiempo y lo que está más allá de él. Es sabido que esta ha sido una de las temáticas centrales de Krishnamurti, y quizás su texto más complejo es un conjunto de charlas con el físico David Bohm que tiene como título "Más allá del tiempo". Es interesante observar que el individuo que enseñaba acerca del cese del tiempo psicológico y la existencia de un estado atemporal de la mente, relata que cuando era niño le resultaba fascinan le jugar con relojes. Cuenta cómo pasaba las horas armando y desarmando los engranajes y manecillas de su mecanismo como si —estamos tentados de decir— para poder ir mas allá del tiempo alguien tuviera que demostrar previamente que es un experto acerca del mismo y de su mecanismo. Otro ejemplo de Ascendente en Acuario en el que vuelve a observarse la dificultad para ser plenamente comprendido en sus actos, y la tendencia a que estos parezcan extrañamente paradójicos ante los ojos de los demás, es Mihail Gorbachov, el premier de la época de la gran transformación en la ex Unión Soviética. Agente subjetivamente involuntario de una de las discontinuidades más grandes de los últimos tiempos, ha sido denostado por los miembros de su propia ideología y admirado fervientemente por sus enemigos. Su intento por renovar la circulación de energía de la estructura envejecida y rígida de la que formaba parte, llevó el muy acuariano nombre de transparencia ("Glasnost"), aunque en ningún momento formó parte de sus planes poner fin a la estructura de la Unión Soviética tal como en definitiva sucedió. Como vimos en los capítulos anteriores, las personas que responden a la cualidad del signo ascendente suelen formar parte activa y contradictoria de nuestro destino. En este caso su supuesto enemigo —y en definitiva copartícipe del proceso— el presidente de los EE. UU, Ronald Reagan, era Sol en Acuario; y el aliado que lo salvó y al mismo tiempo lo derrotó — Boris Yeltsin, hasta hace poco presidente de Rusia— también lo es. Es interesante observar que este último se comportaba de un modo imprevisible, sin respetar acuerdos ni decisiones previas, respondiendo esto a una clara modalidad de su carácter. Por el contrario, desde el punto de vista subjetivo, Gorbachov siempre intentó mostrarse estable y previsible, ateniéndose a planes y acuerdos, pero el desconcierto y la imprevisibilidad aparecieron como resultado "objetivo" de su accionar. Muchas veces la persona con Ascendente en Acuario parece fracasar a los ojos de los demás y ante los suyos propios, si se lo mira —o juzga— con criterio capricorniano. Tendemos a pensar que los planes que no pueden llegar a su culminación o los procesos que se interrumpen, demuestran que algo ha sido mal hecho. Sin embargo, la persona con Ascendente en Acuario, dolorosamente suele descubrir que los criterios con los que connotamos el éxito o el fracaso, el acierto o el error, con frecuencia son inaplicables cuando esta energía inunda una existencia. El aprendizaje fundamental de Acuario es el de emanciparse de las cristalizaciones que nos

impone el pasado, a través de los modelos —externos e internos— que organizan nuestra acción en forma previsible. Cuando esto sucede, la persona adquiere la libertad de moverse espontáneamente dentro de las redes que conformamos, dejándose llevar hacia el punto de máxima creatividad. En el paso siguiente —Piscis— la rueda del Zodíaco nos mostrará cómo la extrema singularidad propia de Acuario es —al mismo tiempo— la más absoluta entrega a las necesidades impersonales de la vida.

ASCENDENTE EN PISCIS

La reabsorción de lo manifestado La naturaleza del signo de Piscis hace que este Ascendente sea el más difícil de explicar. Su energía nos enfrenta como ninguna otra con el principal obstáculo en el aprendizaje de la astrología: poner en palabras, matices y distinciones que sólo existen en tanto aspectos de una totalidad indivisible. Cuando en el capítulo precedente intentamos indagar en el significado del signo de Acuario, hicimos referencia a la peculiar creatividad que se desencadena en cualquier sistema cuando este fluctúa en el límite del caos. Ahora debemos dar un paso más y entrar en el signo con el que el Zodíaco se cierra y completa su peculiar forma mandálica o circular.

La Rueda del Zodíaco puede ser vista como el resultado de la interacción entre dos fuerzas opuestas y complementarias, que se originan mutuamente. La primera de ellas —Aries— es el impulso que da inicio a la manifestación de un mundo de formas; en este universo se desarrolla paso a paso una sensibilidad (o conciencia) que tiende a identificarse con dichas formas en un proceso que alcanza su culminación en el signo de Leo. La segunda —Piscis— apunta a la disipación de toda fuerza cohesiva, llevando lo manifestado, hacia su reabsorción en un estado amorfo; en este movimiento complementario, la sensibilidad (conciencia) se desprende de los lazos que la ataban a las formas particulares y se identifica con el campo creativo del cual éstas surgieron. Así como el signo de Aries se corresponde con el Big-Bang —el modo como la ciencia imagina el origen del universo— el último signo. Piscis, se corresponde con el inexorable

incremento de la entropía, propio de todo sistema físico, que desemboca en la disolución del mismo. Tanto el Zodíaco como nuestras actuales teorías acerca del universo muestran la inevitable tendencia hacia la desorganización, es decir, hacia la progresiva disipación de los patrones y constantes que mantenían estables las relaciones anteriores entre sus elementos. Desde el punto de vista de la forma, esto es el caos. En el signo de Piscis desaparecen las cualidades que permitían —en los signos precedentes— establecer límites y mantener cohesionados los distintos aspectos de la realidad. Ninguna forma puede aquí conservar su total autonomía, ni sostenerse demasiado tiempo sin verse obligada a regresar al océano de energía del que surgiera al principio del ciclo. En este espacio todo parece confundirse en un mar de atracciones y resonancias en el que ya no es posible distinguir constantes, leyes o formas. Sin embargo, cerrar el círculo no significa regresar al principio. A lo largo del Zodíaco se ha manifestado un factor nuevo y este es la progresiva sensibilización o la creciente capacidad de respuesta de cada componente de la realidad a las diferencias que lo rodean. Este incremento de la sensibilidad llega a su máximo en el duodécimo signo, dando lugar a la capacidad de registrar las necesidades de la totalidad por encima de las particulares, es decir, haciendo posible una máxima entrega de las partes al todo. Más allá de Acuario, nos encontramos en un océano de matices vibratorios en el que cada elemento responde a los demás sin limitaciones; ninguno posee "intereses propios" ni fuerza o cohesión suficientes como para definir una trayectoria particular. Será siempre "desviado" por los otros porque su naturaleza fundamental es la de responder sin exclusiones, fundiéndose en encuentros, "perdiéndose" en las necesidades de los otros, entregándose dócilmente a designios que ignora, pero que apuntan a satisfacer al conjunto dentro del cual vive. Si imagináramos un universo musical, veríamos cada nota como una onda que cruza el espacio creando acordes y resonancias cada vez que es atravesada por otras, hasta apagarse en el silencio de donde regresa sólo cuando algo la solicita. En el nivel de estas identidades vibratorias no existe ninguna preocupación por mantener la supervivencia o la "individualidad" respecto de las demás. Ellas no poseen una forma que puedan perder; son llevadas naturalmente a encontrarse y fundirse con las otras, multiplicando su cualidad en un sinnúmero de armonías y disonancias que generan otras a su vez, hasta el infinito. Cada nota es capaz de establecer interacciones con las restantes, sin exclusión alguna, haciendo posible innumerables variaciones que enriquecen el conjunto. Su capacidad de respuesta es ilimitada y todas las combinaciones son posibles para ellas. Ninguna nota o vibración puede perderse a sí misma, ni extinguirse por completo aunque desaparezca ocasionalmente en el silencio. Por eso su capacidad de entrega es absoluta y el nivel de creatividad propio de este estado no tiene límites.

En Piscis, las formas —que en Acuario ya habían adquirido el significado de simples vehículos o recipientes— ya no son realmente necesarias o, mejor dicho, son sólo consecuencias más o menos efímeras de la vibración que las genera. Nacer o morir es sólo emerger o ser reabsorbido; crear es propagarse en el encuentro con otras vibraciones.

Un nivel hipersensible de la realidad Para que podamos comprender cómo se manifiesta Piscis en el ser humano y cuál es el aprendizaje que la conciencia debe realizar cuando este signo se encuentra en el Ascendente, es importante establecer que en su patrón energético se hallan completamente ausentes las fuerzas que permiten generar cohesión y establecer límites o bordes. A la inversa, en él alcanzan su máximo posible todas aquellas cualidades que incrementan la sensibilidad o la capacidad de ser afectados por lo diferente. Ahora bien, cualquier sistema en el cual sus componentes posean una altísima sensibilidad tenderá a ser caótico, en el sentido de que no existen límites para las interacciones entre sus elementos; en consecuencia, todo es posible en su interior. No se trata aquí de privilegiar las relaciones complementarias, como en el caso de Libra o las interacciones lineales generadas por una diferencia de polaridad, como en Géminis. En Piscis todo se encuentra en relación con todo en una vincularidad ilimitada: cada partícula resuena infinitamente con las demás sin que existan reglas de exclusión que impidan determinadas relaciones o favorezcan otras. Nuestra conciencia habitual, identificada con el mundo de las formas, se extravía en esta indiferenciación perdiendo las nociones de regularidad o estructura a las que está acostumbrada. Así, la primera reacción que solemos tener al encontrarnos con un nivel de realidad hipersensible es la de experimentar caos o, al menos, confusión. Desde el punto de vista verbal, caos y orden son términos antagónicos. Tenemos que dilatar superlativamente nuestra perspectiva para poder atisbar la existencia de un orden en este océano en el que se han disuelto todas nuestras distinciones habituales. En realidad, sólo un ojo que tuviera la misma sensibilidad ilimitada que ese universo donde todo resuena con todo, podría encontrar un sentido o significado en ese caos aparente. Que exista un orden profundo e invisible —holístico— plegado o implicado en el interior del universo visible de entidades discretas y separadas, propio de nuestra percepción habitual, es un concepto que recién ahora la ciencia se atreve a postular. En los niveles subatómicos de la materia dejan de existir las categorías de tiempo y espacio o, por lo menos, cambian por completo de significado, así como aparecen decenas de dimensiones que van mucho más allá

de las tres —o excepcionalmente cuatro— que podemos percibir en el plano de nuestra existencia cotidiana. Sin embargo, si bien estas son hoy realidades científicas universalmente aceptadas, tales niveles de realidad sólo existen para nosotros en un plano de ecuaciones matemáticas. En el mundo cotidiano, donde rige nuestra mente concreta basada en imágenes y organizada en función de principios lógicos lineales, no nos es posible imaginar ni pensar en términos de diez dimensiones o prescindiendo de las categorías habituales de tiempo y espacio. El orden implicado que subyace al mundo de nuestra percepción habitual es inimaginable para nosotros. Sólo accedemos a él a través de complejas simbolizaciones que lo mantienen apartado de nuestra vida concreta, haciendo que no nos interese descubrir sus consecuencias para la existencia diaria. Que en la base de la materia o en los procesos fundamentales de nuestra psiquis exista un orden o una realidad inconmensurable respecto de nuestra experiencia cotidiana, es algo establecido, pero para la ciencia contemporánea aún no parece relevante investigar las relaciones entre ambos niveles de realidad ni descubrir el modo como estas dimensiones afectan nuestras vidas.

Un signo en máxima tensión con la estructura del yo Desde el punto de vista astrológico, es un hecho probado por la experiencia que cualquier persona nacida en un instante con fuerte presencia de la cualidad pisciana, poseerá tal caudal de sensibilidad que los principios que rigen nuestra percepción habitual se verán, para ella, continuamente desbordados o por lo menos amenazados. Cualquier niño con gran componente pisciano en su sistema posee una sensibilidad tan alta, que el monto de información que hace impacto sobre él es abrumador. Esta energía que disuelve bordes y límites — es decir, que permite desarrollar una máxima entrega— presenta enormes dificultades para construir los filtros necesarios como para protegerse de las incontables corrientes inconscientes (sensoriales, emocionales, mentales, etc.) en las cuales estamos inmersos cotidianamente, pero de las cuales aprendemos a diferenciarnos. Psicológicamente, allí donde Piscis está presente, podemos decir que carecemos de la posibilidad de distanciarnos del inconsciente. Este —fundamentalmente en su dimensión colectiva— se manifestará con toda su potencia en las personas de este signo, obligándolas a permanecer en un contacto demasiado estrecho con sus misterios. La cualidad misma del inconsciente profundo es Piscis y, por eso, cualquier persona ligada a este signo deberá aprender a reconocer en sí misma toda su fuerza y sus enigmas. El inconsciente es —así como

la estructura íntima de la materia— un nivel de realidad en el cual la información circula en un orden completamente diferente al del mundo cotidiano. Opera como una totalidad en la cual los significados se encuentran encapsulados en formas complejas y de acuerdo con principios lógicos peculiares. Como todos sabemos, ante una primera mirada, el mundo onírico parece caótico y sin sentido; sin embargo, hoy todos comenzamos a comprender la riqueza de significados que contiene y la manera como en última instancia su compleja trama gobierna en buena medida nuestros actos. Allí también se alteran completamente las nociones de tiempo y espacio, así como el principio de causalidad, y todo sucede simultáneamente en múltiples dimensiones. Igual que en los mundos subatómicos —aunque bajo otras formas— sólo accediendo a nuevas formas de simbolización, nos es posible encontrar el sentido de sus corrientes profundas. En este sentido, la principal dificultad que nos ofrece el signo de Piscis es que nos obliga a establecer un contacto con dimensiones que no sabemos cómo traducir a nuestro modo habitual de comprender la realidad y con las cuales no sabemos cómo convivir. Desde el punto de vista de la forma —y esto incluye a la psiquis con su necesidad de estabilidad, exclusión, cohesión y centro—, el signo de Piscis significa inevitablemente desorganización. Su energía posee una fuerte tendencia a la disolución de los lazos que mantienen unidos y a su vez separados a los distintos aspectos de la realidad. Su fuerza disipativa, al manifestarse en el nivel psíquico, provoca inevitablemente el debilitamiento de las estructuras defensivas, diferenciantes y yoicas que, de un modo u otro, todo ser humano debe desarrollar. Así como vimos que el signo de Acuario —en su dimensión energética— era profundamente contradictorio con la estructura del yo, en el caso de Piscis esta tensión llega a su máximo.

El largo aprendizaje de una psiquis que registra demasiado La naturaleza fundamentalmente amorosa de este signo, en el sentido de que permite la máxima capacidad de respuesta a las necesidades globales —a la vez que minimiza nuestra identificación con las necesidades particulares— es propia de una psiquis madura y perfectamente organizada. De hecho, aparece en nosotros raramente y sólo como un resultado o florecimiento que es propio de las fases más avanzadas del desarrollo humano. Si seguimos la lógica del patrón zodiacal, esta madurez amorosa —Piscis— es el remate final de una larga secuencia de desarrollos "personales" que alcanzan su culminación —y punto de inflexión— en Capricornio. En este, el nivel personal se identifica con lo universal. En el

paso siguiente —Acuario— se vacía el contenido de ese yo, que se comprende ahora sólo como el foco consciente de una red o campo interactivo. Esta es la verdadera condición de posibilidad para que Piscis pueda manifestar toda su riqueza en un individuo concreto. La negativa de Buda a entrar en el Nirvana antes de que el último ser viviente haya podido hacerlo, expresa claramente la cualidad de compasión inherente a este signo. No se trata de sacrificios personales o de la obediencia a un poder superior —aunque estas sean las interpretaciones psicológicas habituales a esta realidad vibratoria— sino de la capacidad de identificación con la totalidad, para la cual dejan de tener sentido las dualidades y cualquier dimensión personal. Idealmente, entonces, una persona estaría llamada a expresar las cualidades piscianas sólo después de haber desarrollado una personalidad organizada y estable. Sin embargo, uno de los misterios de la existencia que la astrología permite enfocar es que las cualidades energéticas propias de nuestro instante de nacimiento se manifiestan desde el principio en nuestras vidas, independientemente de la mayor o menor dificultad que ofrezcan para la organización "normal" de la psiquis. Esto significa que, cada vez que la energía de Piscis se haga presente con cierta intensidad, esta naturaleza amorosa y de máxima sensibilidad estará actuando antes que la persona haya podido desarrollar una identidad claramente diferenciada y centrada en sí misma. Tanto desde el punto de vista psicológico como desde el energético, es evidente que ningún ser humano pertenece totalmente a un signo. Todos nosotros respondemos a una combinatoria de cualidades12 que deben aprender a coexistir y a crear en conjunto, sin que una se manifieste en desmedro de la otra. Pero es importante comprender que el componente pisciano de una carta natal se opone naturalmente a la diferenciación y al desarrollo de aquellas características que asociamos con la individualidad. Estas son propias de otras energías zodiacales y, en consecuencia, cada vez que un importante caudal pisciano aparezca en un instante de nacimiento se desatará un intenso conflicto entre las tendencias hacia la organización de una psiquis estable (bajo el paradigma Cáncer/Leo) y estas fuerzas que podemos llamar despersonalizantes. Antes de que se produzca una síntesis entre ambos aspectos, la persona tendrá que atravesar largos períodos en los cuales la cualidad pisciana deberá quedar relegada o incluso negada, a fin de articular la necesaria discriminación y la estabilidad suficiente como para organizar un yo. Sólo después de haber logrado esto podrá hacerse cargo de —por lo menos— una parte de

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Aunque parezca extraño, lo que acá se está diciendo es que el aprendizaje lo realizan las cualidades en sí mismas. Habitualmente pensamos que somos "nosotros" —el yo o la psiquis— los que debemos aprender a sintetizar cualidades. Pero esta creencia oscurece el hecho de que la psiquis —en tanto personalidad o identidad consciente— es un efecto y no una causa.

la enorme sensibilidad que le corresponde expresar, la cual desorganizará necesariamente la estructura defensiva anterior a fin de posibilitar una identidad de mayor amplitud e integración. En el caso de la Luna en Piscis o del Sol en este signo, esta particular evolución de la personalidad adquirirá características específicas, llevándolos a pasar de un polo al otro de este conflicto, varias veces en la vida. En términos generales, debemos pensar que nuestra cultura no ha desarrollado la capacidad de socializar a los niños con fuerte energía pisciana para que su naturaleza profunda florezca sin grandes distorsiones o conflictos. Nuestro proceso de socialización nos impone formas de conducta y percepción que consideramos "normales", pero que están orientadas a favorecer claras distinciones, acuerdos racionales y la primacía de la lógica lineal y de la acción basada en la fuerza de voluntad, por sobre la sensibilidad y la acción que surge del contacto con dimensiones "transpersonales". Se nos enseña a ordenar el mundo con significados unívocos y uniformes que denominamos "objetivos", privilegiando el aprendizaje acerca del mundo "externo" por sobre el "interno". Valoramos sobremanera la capacidad de sostener proyectos y construir estructuras permanentes para diferenciarnos con fuerza de los demás y dejar nuestro sello supuestamente peculiar y único en el mundo. Sin negar la importancia de todo esto, es evidente que no poseemos la disposición cultural ni la sabiduría suficiente como para permitirle a cada niño que encuentre los tiempos y las modalidades de desarrollo acordes con su naturaleza específica. Esta presión social hacia cierta uniformidad psicológica, que de distintas maneras nos afecta a todos, tiene consecuencias mucho más complejas en el caso del signo de Piscis. Exigirle a alguien —cuya sensibilidad alcanza a registrar matices, presencias y dimensiones que los demás excluyen o niegan— que responda a los requerimientos uniformes de nuestra cultura, será siempre de algún modo traumático o, por lo menos, desequilibrante. Nuestra cultura no ofrece el sistema de simbolización adecuado como para procesar el inmenso caudal de información —consciente e inconsciente— que estas personas reciben de continuo. Imaginemos al poseedor de un inmenso radar capaz de detectar la presencia más insignificante a cientos de kilómetros de distancia, pero que al mismo tiempo sólo cuente, para procesar estos registros, con un decodificador tosco y de baja resolución. Esta persona sería incapaz de jerarquizar la información obtenida, confundiendo lo relevante con lo insignificante. Cualquier objeto detectado podría indicar un peligro y esto la obligaría a permanecer en un continuo estado de alerta, dando respuestas desproporcionadas, confusas e incluso delirantes. Registrar demasiado y no distinguir suficientemente es el problema principal que enfrenta

cualquier persona con mucha energía pisciana. Podemos imaginar de inmediato las consecuencias de esto. Por un lado, se intensificarán el temor y la inseguridad, lo que puede llevarla a adoptar una actitud paranoide e incluso agresiva, a fin de conjurar los constantes peligros en los que se siente inmersa, o a buscar protección en relaciones dependientes así como encontrar refugio en el aislamiento. Construir mundos cerrados donde perderse en la seguridad ilusoria de la fantasía o elaborar confusas interpretaciones de la realidad, suelen ser otras conductas posibles. Generalmente se impone una combinación de todas ellas en las que suele predominar la polarización, es decir, la negación consciente o inconsciente de tanta sensibilidad para afirmarse en los aspectos más formales, obsesivos, intelectuales o agresivos de su personalidad, como modo de equilibrar el sistema. Todas estas reacciones son comprensibles e incluso necesarias, aunque seguramente ninguna de ellas resolverá el problema. La resolución está en otro lado y su primer paso consiste en descubrir un modo de simbolizar que sea capaz de procesar adecuadamente toda la información que su inmensa sensibilidad le brinda. Pero aquí el niño pisciano se halla casi siempre librado a sí mismo. Es raro que se cruce con aquellos que sepan acompañarlo en su crecimiento, confirmándolo en sus percepciones y enseñándole a establecer distinciones significativas en los mundos que descubre. Necesitaría a alguien que sepa calmar sus miedos y ansiedades —que por lo general tienen un origen incomprensible para los demás— y lo estimule a desarrollar y expresar toda su sensibilidad progresivamente, de manera de no perder su adaptación a los requerimientos del mundo que lo rodea. Pero generalmente esto no sucede y, por el contrario, el niño es cuestionado en sus percepciones e impulsos y forzado a desarrollar cualidades contradictorias con su modo básico de ser. De esa manera, contará con muy poca ayuda para descubrirse a sí mismo. Tarde o temprano deberá atreverse a explorar su enorme sensibilidad y comprender la naturaleza de las realidades con las cuales esta lo pone en contacto. Tendrá que aprender a conjurar temores y angustias de origen impreciso que sólo con el tiempo sabrá cómo significar. Recién más tarde, en todo caso, descubrirá las causas ocultas de muchas de sus reacciones y aprenderá a dimensionar la magnitud de los procesos proyectivos en los que se vio envuelto debido a su excesiva proximidad con el inconsciente. Y todo esto deberá hacerlo mientras desarrolla al mismo tiempo una personalidad suficientemente estable e integrada, capaz de enfrentar la dureza del mundo. Es evidente que este es un aprendizaje difícil en el cual es muy probable extraviar el camino, polarizarse, tratar de escapar de la realidad, caer en fuertes simbiosis o, en última instancia, atravesar todas estas posibilidades a lo largo de sucesivas crisis de integración.

El medio ambiente de un Ascendente en Piscis: confusiones y realidades inexplicables (e incomunicables) Como sabemos, en el caso del Ascendente esta energía no se limitará a las experiencias subjetivas, sino que se presentará con mucha fuerza en el mundo "externo" de estas personas, creando continuamente el tipo de situaciones que contienen la posibilidad de activar sus cualidades latentes. En los capítulos anteriores hemos hecho hincapié en la dificultad que tiene la conciencia para reconocerse en la energía ascendente dado que, por lo general, se ha identificado tempranamente con otras cualidades de la carta natal y desde allí ha experimentado los restantes aspectos de su estructura como externos a ella. Si tenemos en cuenta que la cualidad pisciana es siempre perturbadora para la psiquis, podemos deducir que la respuesta más probable en este caso será la de rechazar el aprendizaje que le propone el destino. A cambio de ello, intentará reforzar las cualidades internas que procuren conjurar el desconcierto y la falta de claridad que suelen rodearla. Este Ascendente llevará a los individuos que lo posean a vivir situaciones en las cuales no será fácil percibir la presencia del límite y la ley y, al mismo tiempo, los forzará a activar toda su sensibilidad para ponerlos en contacto con los niveles de la realidad afines a Piscis. Dado que están llamados a expresar una capacidad de registro capaz de dar cuenta de los pliegues y matices más sutiles de la realidad —superando las barreras que el pensamiento verbal construye para interpretarla— deberán vivir un sinnúmero de experiencias en las cuales se verá frustrada toda posibilidad de realizar juicios definidos, establecer distinciones claras o dar respuestas unívocas. Será muy común, entonces, verlos crecer en ámbitos familiares en los cuales no están claros los roles, donde corrientes emocionales profundas o situaciones perturbadoras y confusas son negadas, o donde reinan mitos familiares y construcciones ilusorias que nadie se atreve a cuestionar. No es fácil dar ejemplos de esto, y mucho menos ejemplos claros. Cierta "bruma" en incontables situaciones de la propia existencia pareciera ser el denominador común en estos casos y, en consecuencia, no podemos indicar hechos suficientemente definidos y contundentes como para que sean fácilmente reconocidos. Hay una "nitidez" en el destino de Aries o Capricornio, por ejemplo, que es afín a ese tipo de energías, así como habrá una ausencia de claridad en la descripción del destino del Ascendente en Piscis, que es inherente al mismo. Como decíamos al principio de este capítulo, nuestras palabras y nuestra lógica no son instrumentos aptos para reflejar la energía pisciana; por esto mismo, en la descripción de los vínculos y acontecimientos que le corresponden vivir, deberemos ser sensibles a matices,

ambivalencias y resonancias que quizás nos parezcan insignificantes, pero que sin embargo son decisivos para la estructuración psíquica de estas personas. Tener nueve hermanos con el mismo apellido —es decir, del mismo padre— pero con cinco madres diferentes, puede ser un caso. Vivir durante la infancia en un edificio de departamentos en el cual todos los que allí habitan son parientes en algún grado, puede ser otro. O también ser el hijo de un matrimonio que tiene una relación muy estrecha con otro cuyos integrantes hacen las veces de tíos, hasta que papá se enamora de la "tía" y se va a vivir con ella y un año más tarde mamá se va a vivir con el "tío", para que finalmente todos vuelvan a encontrarse, pero ahora con los roles cruzados. Suele haber ejemplos aun más complejos que estos, con la presencia de cambios de identidad sexual en el entorno más cercano y con episodios incestuosos o semiincestuosos en los cuales no necesariamente quien tenga Ascendente en Piscis será la figura central, pero sí alguien que vive en esa atmósfera.



¿Eso no se correspondería más con lo escorpiano? Probablemente Escorpio o Plutón jueguen un rol importante en estos casos. Pero lo

decisivo aquí es el clima de indiscriminación, la confusión de roles y la negación de la realidad que reina en estas situaciones en las cuales el chico no puede poner en palabras ni comprender claramente algo que, sin embargo, percibe y lo desconcierta. En estos casos hay un doble desorden: por un lado, la ausencia de límites claros en su entorno y por el otro, la existencia de un discurso encubridor que invalida las percepciones del chico. Sin necesidad de llegar a estos extremos, es usual que exista algún grado de confusión de roles: por ejemplo, un padre que se comporta como un niño, mientras la madre está casi siempre ausente y es una tía la que ocupa su lugar. O un padre que puede ser muy pasivo y que permanece todo el día en la casa —incluso trabajando— mientras la madre es muy masculina y está todo el día afuera. La mamá puede ser también su maestra en el colegio, mientras que el padre es un directivo en la misma escuela. Quizás estos hechos no tengan un gran peso en sí mismos, pero debemos pensar que estas situaciones se multiplicarán a lo largo de la vida, superponiéndose con los otros factores antes mencionados, hasta configurar el cuadro completo. Puede que un niño duerma al lado del consultorio de un psicólogo, sólo separado por una delgada pared; o que los vecinos realicen prácticas espiritistas o cultos de tipo "Umbanda". Una visión cientificista no le dará demasiada importancia a este tipo de situaciones, pero el hecho es que ese niño está expuesto a fuertes corrientes "astrales" y estas alterarán seguramente sus sueños (y en muchos casos su vida diurna). Temores inexplicables, presencias perturbadoras y.

en definitiva, percepciones que los demás no convalidan, se instalarán en la vida del niño. El punto central es la superposición del registro de realidades inexplicables con la imposibilidad de compartirlas o, peor aún, el hecho de no ser creído por los demás.

Polarizaciones (crítica, obsesividad, escepticismo) Por un lado, es común que quien posee un Ascendente en Piscis no encuentre palabras para transmitir lo que percibe y esto será parte esencial de su aprendizaje de destino. Pero por el otro, la naturaleza de sus registros hará que cada vez que intente comunicar lo que le sucede, se arriesgue a ser mal interpretado o incluso a ser acusado de mitómano o delirante. Tarde o temprano, es probable que el mismo individuo incorpore este juicio acerca de sus propias percepciones y se exija una claridad y racionalidad incompatibles con el aprendizaje que necesita su estructura profunda. En ese caso se cristalizará en él la desconfianza acerca de sus registros, incrementando su inseguridad pero sin que se disipen las sensaciones de confusión que, de todos modos, seguirá experimentando. Es común que al llegar a este punto estas personas desarrollen fuerte pensamiento crítico y gran escepticismo, así como claras tendencias obsesivas y un anhelo exagerado de exactitud. En algunos casos esto los conducirá a ignorar por completo su lado sensible, que quedará totalmente proyectado en los demás. En otros, pese a identificarse con lo racional y lo activo, conservarán sus percepciones pero sin otorgarles verosimilitud, creando así una doble realidad en la cual —detrás de una máscara de dureza o, por lo menos, de gran eficiencia— se esconde un mundo de ensoñaciones que les sirve de refugio, para balancear la excesiva tensión de su vida cotidiana. En estos casos, si bien se obtiene cierto equilibrio, no hay aprendizaje alguno por cuanto la sensibilidad pisciana no es correctamente valorada ni tampoco explorada en sus dimensiones profundas.

El mundo mágico, la naturaleza, la fantasía envolvente Es habitual también que durante la infancia de estas personas se produzca una fuerte presencia de la naturaleza, no ya desde el punto de vista orgánico o material sino como ámbito mágico que les permita entregarse a un mar de sensaciones y percepciones maravillosas. Periódicas visitas al campo o al mar, en las cuales el chico queda absorto en el paisaje o en algún rincón lleno de fragancias, colores y formas que lo llenan de embeleso, suelen formar parte de su camino. Del mismo modo, es probable que en algún momento haya conocido a alguien con una

prodigiosa capacidad de contar cuentos, con quien estableció una relación casi mágica. Haber sido iniciado en los mundos fantásticos de los cuentos de hadas y los relatos, en los cuales las dimensiones del inconsciente profundo se manifiestan con toda su fuerza, es otra pauta recurrente en sus vidas. Es evidente que esta necesidad de vivir en mundos de infinitos significados, llenos de imágenes y posibilidades, forma parte de su naturaleza. Pero en este caso estamos subrayando la manera como otras personas o circunstancias les abren el camino hacia ese aspecto desconocido de sí mismos. Es habitual que el Ascendente en Piscis nazca en un hogar en el cual el aparato de televisión ocupa un lugar muy importante o, en su defecto, sea muy alta la pasión por el cine. Quedar absorbido en el mundo de imágenes que la televisión o el cine proponen es casi una constante en estas personas, pudiendo a veces permanecer durante horas, inmersas en esa "realidad paralela". Evidentemente, los juegos de computadora y navegar en la "web" hasta perderse en vínculos y situaciones en las que predomina lo imaginario por sobre lo corpóreo, es otra variante de lo mismo. La música suele tener también una presencia relevante en sus primeros años de vida, pero no en el sentido estético o expresivo. No se trata de la presencia del arte en general, sino de la música en particular, porque lo que cuenta es la posibilidad que esta ofrece de ponernos en contacto con vibraciones maravillosas que generan un estado de conciencia diferente. Es muy común que hayan conocido a alguien que amaba entrañablemente la música y permanecía silencioso por largo tiempo, envuelto en sus sonidos. En algunos casos, esto activará una predilección que se desarrollará con el tiempo. En otros casos sólo formará parte de los recuerdos: pero es probable que más de una vez la presencia de ese mundo de vibraciones que constituye la música, retorne en momentos decisivos de sus vidas para despertar su sensibilidad y hacerles comprender que están llamados a vivir en reinos sutiles e "inmateriales".

El aprendizaje de la distinción sutil La música genera un estado de conciencia, es decir, nos transporta, induce en nosotros una sensibilidad superior. Casi cualquier persona ha experimentado alguna vez —contemplando un atardecer, escuchando cierta melodía o meditando— la sensación de haber entrado en un estado de conciencia en el cual todo adquiere un significado más pleno y diferente y es posible captar una unidad profunda entre todas las cosas. Pero, por lo general, un instante después ese estado desaparece y otra vez la realidad muestra su rostro fragmentario y trivial. El sentido que se había captado se desvanece y muchas veces uno no se reconoce en sus percepciones anteriores,

calificándolas de absurdas o fantasiosas. La persona con Ascendente en Piscis pasa, recurrentemente, a través de estos estados en los que capta sentidos diferentes o relaciones nuevas entre las cosas, para luego regresar a su percepción habitual, por lo general, con desconcierto y confusión. Aquello que parecía tan claro y real hace un instante, ahora no puede ser explicado o no se encuentran las palabras correctas para describirlo. ►

¿El contacto con la belleza es tan importante en este Ascendente como en Libra? La belleza en Libra surge de las proporciones y armonías entre las formas; es un

fenómeno estético que —dentro de la estructura zodiacal— llega a su culminación en Capricornio donde se nos revela la belleza abstracta de la mente, que aún es forma. En Piscis, en cambio, se trata de sensibilidad a la vibración: la capacidad de registrar niveles de realidad en los cuales ya no existen formas, pero sí una intensa actividad creativa propia de otros estados del ser. El aprendizaje del Ascendente en Piscis no está relacionado con lo estético en particular sino con realizar distinciones en aquello que es amorfo, es decir, donde habitualmente no registramos diferencias. De allí que el destino lleve a estas personas a familiarizarse con situaciones relacionadas con lo indiscriminado, en las que no se encuentran bordes claros o separaciones nítidas. Para ejemplificar lo que queremos decir, supongamos que una persona entra en un inmenso salón pintado de blanco, completamente vacío. Si se le pide que describa lo que hay allí seguramente dirá: cuatro paredes, una luz y nada más... Sin embargo, si esa persona tuviera una gran sensibilidad, al recorrer el salón podría distinguir que a la altura de sus pies hay una determinada temperatura y a la altura de la cabeza otra y. si es aún más sensible, percibirá que en ciertas zonas se forman corrientes de aire, surgen determinados perfumes u olores y se hacen visibles múltiples reflejos y sombras, así como que el polvillo flota en los haces de luz. Cuanto mayor sea su sensibilidad, más detalles y sutilezas podrá encontrar, hasta afirmar que en ese aparente vacío hay de todo... cuando para los demás no hay prácticamente nada. Para este Ascendente no se trata simplemente de sensibilidad sensorial, como en esta imagen, sino de sensibilidad psíquica o, en todo caso, de una sensibilidad sensorial sólo que extremadamente compleja y sutil. Pero el ejemplo nos sirve para mostrarnos un aprendizaje en la realización de distinciones dentro de lo idéntico. De eso trata Piscis: de distinciones vibratorias o significativas dentro de una unidad donde desaparecen las diferencias formales.

Personas y situaciones

Como hemos visto en los demás casos, la cualidad de nuestro Ascendente aparece en las personas que nos rodean. En el caso de Piscis, la gama de posibilidades con la cual esto puede manifestarse es tan amplia que resulta muy difícil de ejemplificar. Por otra parte, el grado de complejidad en los vínculos de estas personas dependerá en gran medida de la capacidad con la cual comprendan y expresen por sí mismas la cualidad de su Ascendente. Dado que, como hemos visto, por lo general se ubican en el polo opuesto a su energía, para protegerse de la confusión que inicialmente ésta les provoca, podemos pensar que el destino equilibrará su campo energético a través de relaciones en las que prevalecerá la falta de claridad. El mundo de las imágenes puede ser pensado como un plano menos concreto que el mundo material; en él, los significados no están limitados por la estructura lineal del pensamiento y sus contornos evocan múltiples resonancias arquetípicas e inconscientes. Estar rodeados por personas que, de distintas maneras, habitan en realidades imaginarias o en mundos de ficción, es un patrón habitual en el Ascendente en Piscis que suele preceder —y en muchos casos sustituir por completo— a su interés directo por estas dimensiones. Así, es probable que estén vinculados con fotógrafos, actores, personas que trabajan en la televisión y el cine, escenógrafos, guionistas, etc. Pero también místicos, ocultistas, sacerdotes, bohemios, borrachos o drogadictos forman parte de este sendero vincular. Individuos confusos, mitómanos, escapistas con grandes dificultades para aceptar el rigor de la realidad, estafadores y estafados, soñadores e ilusos suelen estar muy presentes en sus vidas en tanto amigos, relaciones amorosas, parientes o conocidos. Recurrentemente, la persona con Ascendente en Piscis se vincula con gente que considera muy confusa y desordenada o participa de ambientes de este tipo. Habitualmente, descargará sobre ellos su juicio crítico expresando un fuerte rechazo a estas conductas y actitudes; pero cuanto más identificada esté con su lado racional, tanto más el destino parecerá perseguirla con este tipo de personajes y situaciones. El ingeniero se enamorará de una tarotista y a su vez, la eficiente contadora no podrá entender cómo sus parejas son siempre borrachos, poetas fracasados o soñadores irrecuperables. La fascinación que ejercen sobre ellos —por lo menos en alguna etapa de sus vidas— las personas poco claras, sin límites ni horarios e incluso con escaso sentido de la realidad y de la responsabilidad, es directamente proporcional al rechazo consciente que suelen tener hacia estas actitudes. Cuanto más racional, rígida y obsesiva sea la persona con Ascendente en Piscis, tanto más se perderá en situaciones y personas que le generen las sensaciones oceánicas que, de hecho, necesita, aunque la ignorancia acerca de estos procesos haga que estas experiencias no puedan ser aprovechadas como aprendizaje real.

El común denominador es, por lo tanto, la falta de claridad en los vínculos. Mas allá de los casos en que el "destino" debe equilibrar la polarización consciente, el factor fundamental a tener en cuenta es el exceso de información inconsciente al que se ven sometidos, que les impide significar correctamente el nivel de sus relaciones y comprender qué es lo que realmente sucede. Así, se multiplican los mensajes confusos, las malas interpretaciones y sobre todo las fuertes proyecciones en las que suelen quedar enredados. Como por otra parte, la energía pisciana es contraria a las decisiones rápidas y a los objetivos concretos, tienden a cultivar vínculos en los cuales se postergan las aclaraciones y se acumula la confusión. Quizás dentro de los contextos laborales sean personas definidas y muy ejecutivas, sintiéndose extremadamente irritadas ante las dilaciones y las imprecisiones de los demás; pero es en estos casos cuando suele intensificarse la confusión en el ámbito de las emociones y de los vínculos más estrechos. El engaño y las fuertes desilusiones parecen formar parte casi inevitable de este destino. Si bien es probable que también aparezcan en el trabajo, las asociaciones o los negocios, es en los vínculos íntimos que establece la persona con Ascendente en Piscis donde la falta de claridad suele llegar a extremos. Sin embargo, es probable que prefiera no hablar de engaño en estas situaciones, aun en los casos en que se encuentre en el polo pasivo de las mismas. Cierta predilección por vivir en "realidades paralelas" pareciera manifestarse aquí; la persona parece "navegar" cómodamente en situaciones confusas, incluso cuando se percibe que tiene plena conciencia de lo que realmente ocurre. Si esta "capacidad" o propensión por vivir en situaciones paralelas es una consecuencia psicológica —vinculada con la repetición de las atmósferas confusas de la infancia— si es una manera de evadir el contacto con la realidad o si se trata de un verdadero aprendizaje en cierta cualidad energética, no es algo fácil de evaluar. Como Piscis mismo podría decir: "Nada obedece a una causa única y no existe ninguna interpretación enteramente satisfactoria para los hechos". Sin embargo, muchas veces estas situaciones conllevan mucho sufrimiento y tienden a escindir a la persona, cristalizándola en el hábito de no verificar la realidad de sus percepciones. Desde el punto de vista energético, este es quizás el costo más alto en estos casos, puesto que se retarda el aprendizaje más profundo para este Ascendente, en el cual la sinceridad consigo mismo es esencial.

La acción y la intuición La energía de Piscis es la más alejada de los impulsos y las definiciones. Su relación con los finales, la disolución de las formas y la tendencia a la desorganización inherente a todo proceso cíclico (entropía), la pone en contacto con lo que el I-Ching llamaría "el trabajo en lo

echado a perder". El momento pisciano del Zodíaco se corresponde con el agotamiento definitivo de todos los impulsos particulares, cuando ha cesado el anhelo de nuevas experiencias y sólo resta aceptar las consecuencias de lo realizado. Desde el punto de vista psíquico, los materiales con los cuales trabaja Piscis son los remanentes de un ciclo que termina, con los que no se puede construir aún nada nuevo. Estos remanentes se encuentran condicionados por marcas y surcos acumulados en las fases anteriores del ciclo. Si la conciencia no es capaz de desprenderse de los lazos que la atan al pasado, seguirá girando entre los residuos del proceso que termina, tratando de reproducir las sensaciones perdidas. Pero si en cambio logra captar las motivaciones profundas que animaron ese ciclo, puede acceder a una dimensión universal de la experiencia y quedar liberada de las consecuencias que surgen de la unilateralidad de sus actos. En última instancia, esta es la razón por la cual el nivel arquetípico de la realidad es tan atractivo para las personas con Ascendente en Piscis. Allí es posible extraviarse entre sueños y fantasías capturados por el anhelo de repetición; pero también se puede descubrir el entramado universal en el que resuenan los actos particulares. En esta fase final del Zodíaco, las formas concretas pierden su magnetismo. Toda la energía y la conciencia que estaba identificada con formas debe ahora liberarse, regresando a un estado amorfo pero diferente al del impulso que les dio origen. Gracias a eso, la conciencia puede abandonar su punto de vista fragmentario y elaborar las experiencias en una perspectiva más abstracta y global; tiene la oportunidad de comprender las relaciones de causa-efecto que condicionan el deseo y de hacerse cargo de las consecuencias de los propios actos. La cualidad de Piscis se corresponde con el momento en el que se hacen transparentes los patrones que gobernaban un ciclo, de modo que sea posible desprenderse de ellos, responsabilizarse por lo que quedó inconcluso y comenzar a imaginar el diseño del ciclo siguiente. Para visualizar más concretamente todo esto, pensemos que en el calendario anual occidental —cristiano— el tiempo que se corresponde con este signo es la Cuaresma. En ella, durante cuarenta días las formas e imágenes que hasta ese momento eran adoradas quedan veladas bajo un manto de color morado. Esto obliga al creyente a apartarse de ellas y dar inicio a la penitencia—es decir, a la consideración de todos los actos que se desviaron del arquetipo que se debía manifestar— para obtener el perdón de sus pecados En un sentido profundo, esto significa tener que purgar todo apego por los deseos y acciones particulares. En la medida que la conciencia se libera de su identificación con las partes y se entrega a la totalidad, se hace posible para ella una acción que ya no genere consecuencias, es decir, que sea universal. En términos generales, se puede decir que la persona con Ascendente en Piscis tiene

dificultades para la acción. La índole de su energía no la ayuda a tomar contacto con sus deseos en un nivel personal y. lógicamente, no le es fácil encontrar un curso claro para sus actos. Sin saberlo, posee la cualidad que le permitiría acceder al nivel inconsciente de los procesos, dejándose llevar intuitivamente en la dirección más correcta sin que sea necesario saber de antemano con claridad qué es lo que está haciendo en cada paso. Sin embargo, no es nada fácil comprender esto. Incluso en los casos en que este Ascendente se expresa en forma madura, estas personas suelen actuar de una manera aparentemente laxa y difusa, procurando evitar las confrontaciones y postergando las definiciones. Su naturaleza los habilita para encontrar el camino que satisfaga al mayor número posible de personas en una situación dada y, de hecho, cuanto más impersonal y servicial es su acción, más certera suele resultar. Pero es necesario entender que alguien que posee un nivel de sensibilidad como este, tiene que dar cuenta de demasiadas variables — conscientes e inconscientes— antes de poder definirse con claridad, y esto hace que su acción parezca exageradamente lenta, confusa e imprecisa.



¿No es esto parecido al accionar de Libra? Libra busca el punto de equilibrio de una situación: pondera y procura una acción

cooperativa, moviéndose incluso con la fuerza de quien se le opone. También trata de satisfacer al mayor número de personas involucradas, pero busca el acuerdo consciente entre ellas y pone el acento en las apariencias más que en lo esencial, como en la diplomacia. Piscis, en cambio, está relacionado con una acción realmente universal que brota de un nivel que está más allá de todo acuerdo consciente; por eso no resulta nada fácil hacerse entender por los demás en las decisiones, pero por sobre todo, entenderse a sí mismo. Es muy común que la persona con Ascendente en Piscis desprecie su naturaleza aparentemente perezosa y soñadora, aunque en realidad esta es sólo la apariencia que toma su predisposición a un tipo de acción que responde a los requerimientos del inconsciente profundo. Pero si no alcanza a comprender esto, puede convertirse en el peor enemigo de sí misma, buscando criterios excesivamente racionales —y en consecuencia unilaterales— para justificar su accionar; o perdiéndose en una hiperactividad estéril, con el único fin de escapar al estado de confusión y laxitud que tanto teme. Lógicamente, estos comportamientos son muy poco aconsejables y —en estos casos— el destino suele compensar este desequilibrio, con fuertes desilusiones y fracasos. Cada vez que estas personas actúan demasiado velozmente y con excesiva claridad, es improbable que tengan el tiempo necesario como para elaborar todo el material que su inconsciente registra, discerniendo entre lo que proviene de su fantasía y lo que nace de su intuición. Podríamos decir

que deben aprender a tolerar cierta confusión o falta de claridad inicial en su accionar. Si arrancan en forma difusa y aparentemente imprecisa es muy probable que concluyan constructiva y exitosamente: pero si, en cambio, lo hacen con ímpetu y aparente claridad, es previsible que terminen en la confusión y el fracaso. Como lo hemos dicho con relación a otras cuestiones ligadas a este Ascendente, no es fácil aceptar que se debe aprender a tomar decisiones sobre la base de la incierta velocidad del inconsciente, el cual puede tanto demorarse por una eternidad —visto desde las necesidades fragmentarias del nivel consciente— como definirse sorpresivamente de un día para el otro. Es habitual que estas personas tarden mucho tiempo en descubrir la verdadera índole de su accionar y resuelvan así el constante conflicto consigo mismas, al tratar de parecerse a los demás. Cuanto antes comprendan que su naturaleza es básicamente intuitiva y que sus mayores aciertos no provienen de consideraciones precisamente objetivas, más seguras se sentirán. Es muy común escucharles decir, ante un fracaso, un engaño o un error: "Yo sabía cómo iba a terminar esto; debí de haber escuchado a mi intuición", pero es probable que, cuando la ocasión vuelva a repetirse, ya hayan olvidado lo que habían aprendido. Sin embargo, una vez que el Ascendente en Piscis ha reconocido su naturaleza y ha cumplido con el arduo trabajo de aprender a discriminar entre fantasía e intuición, su accionar suele ser prácticamente infalible. De todos modos, aún deberá aceptar que, por el tipo de energía a la que es afín, el destino lo pondrá continuamente en situaciones en las cuales no es posible ver con claridad. En su vida se sucederán contextos confusos en los que no será fácil aunar voluntades y encontrar objetivos precisos: tendrán lugar situaciones de decadencia donde se ha perdido el impulso creativo; u otras en las que el pasado parecerá absorber a los participantes, quitándoles toda su energía.

Expertos en consumaciones La cualidad que los hace realmente útiles para los demás es la de saber encontrar el cauce profundo que permite reunir las tendencias dispersas entre los despojos de un ciclo que termina, para corregir los errores cometidos y permitir un nuevo comienzo. Puede tratarse de un psicólogo que se encuentra recurrentemente con pacientes en este tipo de situaciones o de un político que es llamado a actuar cuando estos cuadros se imponen en lo social, pero de una u otra manera, las personas con Ascendente en Piscis descubrirán que la índole de su acción es la del "trabajo en lo echado a perder". Ejemplos notables de esto en el campo político han sido Alcides De Gasperi y Konrad

Adenauer—ambos con Ascendentes en Piscis— quienes condujeron a Italia y Alemania inmediatamente después de la Segunda Guerra. Tuvieron que gobernar en el momento en el que estas naciones realizaban la más dura "penitencia" por sus errores, superando las gigantescas fracturas que las amenazaban con la disolución social. Su profunda sensibilidad les permitió encontrar el cauce para canalizar la energía colectiva de esas naciones —dilapidada en el ciclo anterior— y comenzar así un nuevo ciclo para ellas.



He visto que los Ascendentes en Piscis son fácilmente manipulados por otras

personas. Bueno, parece claro que la naturaleza de su deseo está muy alejada del paradigma ariano o marciano. Puesto que su aprendizaje los obliga a tener que descubrir el punto de coincidencia entre la motivación personal y la necesidad universal, es muy probable que queden repetida mente expuestos al control de otras personas. La inseguridad que suelen padecer antes de poder estructurarse psicológicamente en forma armoniosa, hace que muchas veces busquen apoyarse en individuos de fuerte personalidad, que terminan controlándolos de una u otra manera. Por otra parte, la falta de bordes claros y los inusitados procesos de transferencia psíquica en los que se ven envueltos, pueden provocar situaciones donde es muy probable que queden sometidos al deseo de los otros. Sin embargo, también pueden ser ellos quienes ejerzan una fuerte influencia inconsciente sobre los demás, llevándolos incluso a actuar —desde una posición pasiva— del modo que más les convenga. Complacer a otros en forma aparentemente incondicional o ponerse en el lugar de la víctima suelen ser los modos —por lo general inconscientes— en que estas personas obtienen la satisfacción de sus deseos. De todas maneras, es evidente que en el aprendizaje del Ascendente en Piscis es prácticamente inevitable perderse alguna vez en estas corrientes. Esto puede llegar a extremos como en el caso del médium, quien se entrega como vehículo para un otro supuestamente desencarnado: o el que se comporta de modo de satisfacer las fantasías arquetípicas de los demás, como los actores Bela Lugosi o Vincent Price, ambos famosos por personificar a Drácula en los comienzos del cine y verse afectados profundamente por ello en su vida personal. La imagen peculiarmente confusa del cantante inglés Boy George puede ser otro caso. Desde el punto de vista psicológico es fácil decir que en estos casos se trata de un yo débil o de una personalidad manipuladora. Sin embargo, deberíamos preguntarnos cómo se constituye un correcto sentido del yo que no se vea invadido por los demás ni invada a los otros, cada vez que predomina esta energía. ►

También los he visto muy indecisos en los divorcios y las separaciones.

Digamos nuevamente que la naturaleza de su energía no es apta para cortes bruscos ni decisiones drásticas. Más bien su índole es la de llevar las cosas hasta su agotamiento (el término correcto sería su consumación). Es decir, tomarse todo el tiempo necesario como para que se desaten naturalmente los lazos que la ligan con otras personas, del mismo modo en que un fruto maduro cae del árbol. Por eso, es posible verlos en situaciones "empastadas"' que parecen no terminar nunca, aunque en realidad ese es el tiempo que necesita su peculiar sensibilidad para poder recobrar la identidad después de un vínculo importante.

El problema de la palabra Hemos visto que la dificultad, en este Ascendente, reside en que la persona, para poder constituirse psicológicamente, al comienzo se ve obligada a alejarse de esta energía. Entonces, suele reforzar en exceso sus características saturninas, marcianas y mercuriales, haciendo que su energía pisciana quede connotada como confusión, irracionalidad y debilidad. Así, alguien realmente hipersensible y que tiene como destino aprender a desarrollar esta cualidad, tiende a insensibilizarse y a temer en extremo todo aquello que no pueda entender o controlar. La sensación de confusión que la rodea —que no es otra cosa que su propia energía no elaborada— la hace buscar explicaciones intelectuales, desconfiando de sus percepciones directas. Su gran temor es que, si se abre a su sensibilidad, pueda perderse en los extraños mundos en los cuales, en realidad, debe aprender a navegar. De allí que el "destino" de estas personas dependerá enormemente de cómo puedan desarrollar sus lados más sensibles y. al mismo tiempo, articular una sólida capacidad de significación. Evidentemente, la complejidad de sus vidas no será la misma si permanecen abiertos a las artes y cultivan su capacidad de resonancia en niveles no verbales desde un principio, que si se dedican exclusivamente a la contabilidad, la abogacía o la lingüística, por ejemplo. Sin embargo, lo más probable es que la palabra y el intelecto se conviertan para ellos en un refugio al cual aferrarse e intenten reducir el océano de sus percepciones a la estrechez de lo literal. Son innumerables los Ascendentes en Piscis que inician su recorrido como contadores públicos, abogados o ingenieros. En estos casos, sus elecciones vocacionales responden a una necesidad casi obsesiva de nombrar, clasificar y ordenar formalmente el mundo exterior; su objetivo es el de calmar la incertidumbre de una psiquis que quiere permanecer lo más alejada posible de la vastedad oceánica a la que está indisolublemente ligada. Es fácil también verlos como traductores, lingüistas, escritores, profesores de lógica, etc., actividades todas ellas que la astrología tradicional asigna a su signo opuesto, Virgo. En realidad, nadie es más "virginiano" que un Ascendente en Piscis durante todo el tiempo en el

que permanece polarizado con su energía. Esta identificación con el polo opuesto es una respuesta psicológica natural en las primeras etapas de la evolución de este Ascendente. Pero si el cálculo, la palabra y el pensamiento verbal se convierten en el eje de su personalidad, es fácil predecir que su mundo emocional —e incluso su nivel físico— se convertirán en el teatro de desórdenes y conflictos. El pensamiento lineal es absolutamente insuficiente para ordenar el inmenso caudal de información que su sensibilidad les ofrece. Más aún. experimentar la insuficiencia de las explicaciones, de la palabra y del intelecto forma parte del itinerario de estas vidas. Todo Ascendente en Piscis deberá aprender que las palabras no son la realidad sino sólo vehículos capaces de evocar resonancias y matices, que van mucho más allá de los significados literales. Es posible que las sucesivas frustraciones con lo meramente racional los lleve a descubrir lenguajes y estructuras simbólicas de mayor complejidad, capaces de acompañar a la mente en su búsqueda de seguridad y, al mismo tiempo, de dar cuenta de porciones más amplias de lo real. En la medida que respondan más intensamente a la cualidad de su Ascendente, es muy probable que se sientan atraídas por la mitología y las estructuras arquetípicas de la psiquis. Más tarde, los lenguajes sagrados como la Astrología, la Cabala o el I-Ching suelen llamar poderosamente su atención. Sin embargo, aunque aquí los sistemas de significación son mucho más complejos y responden mejor a la riqueza de sus registros, es probable que los utilicen exageradamente para interpretar sus percepciones, tiñéndolas de intelectualismo y haciéndolas desembocar muchas veces en discursos confusos. La posibilidad de acercamiento a todo esto depende de la mayor o menor solidez que haya alcanzado la delicada constitución psíquica de estas personas. Sabemos que negar la compleja realidad de sus percepciones o entregarse indiscriminadamente a ellas, son extremos que los llevarán —tanto uno como otro— a la confusión y la irrealidad. Desde ese punto de vista, la incorporación de sistemas simbólicos que amplíen su capacidad de interpretación es el camino más seguro para no extraviarse. Sin embargo, el refuerzo excesivo de lo intelectual —aunque esté volcado hacia los mundos sutiles— sigue siendo un desequilibrio que no evitará la confusión y que, por otra parte, los llenará de insatisfacción. La interpretación calma la turbulencia de sus sensaciones y si es adecuada —y al mismo tiempo creativa— puede tejer una malla de significados indudablemente benéfica. Pero al mismo tiempo, hemos de saber que no existe ninguna lectura o explicación que pueda dar definitivamente en el blanco en una psiquis saturada de energía pisciana. Durante todo el tiempo que la persona con este Ascendente intente realizar interpretaciones excesivas o busque

ser interpretada, es imposible que se apague la inquietud que suele habitar sus profundidades. Esto es estructural y debe ser comprendido, a fin de encontrar las mejores vías de acceso a las zonas del inconsciente donde no existen bordes o formas. Zonas que, en consecuencia, están más allá de cualquier interpretación. Todo analista que haya trabajado con personas con este Ascendente sabe que si su trabajo se limita al plano de las palabras, es muy poco probable que sea exitoso. Aunque se esconda detrás de una máscara intelectual, el Ascendente en Piscis desprecia inconscientemente el nivel verbal. Quien los haya observado sabrá de sus incontables fallidos, del inadecuado uso de las palabras —aun en el caso de escritores o periodistas— y de la confusión de significados en que suelen incurrir. Sólo una escucha muy fina puede dar cuenta de lo que se está queriendo realmente decir en estos casos, porque el Ascendente en Piscis se oculta tanto detrás del silencio como de la verborragia. Algo, en lo profundo, sabe que ninguna verbalización es suficiente. Desde el punto de vista psicológico, se está repitiendo para ellos la situación infantil en la que descubren que nadie puede entender la naturaleza de lo que les está sucediendo; desde este lugar, el mero intento de comunicarlo conlleva el riesgo de ser acusado de locura. De allí que suele ser mucho más exitoso trabajar con ellos en el nivel de las imágenes, las sensaciones y la vibración, sin intentar abundar en interpretaciones. Recurrir al dibujo, la plástica, el movimiento o el sonido suelen ser caminos mucho más exitosos para la persona con Ascendente en Piscis; esta debe aprender a liberar sus contenidos inconscientes y dejarlos circular con total independencia de los significados. La masa de imágenes y sensaciones que resuenan constantemente en ellos es demasiado grande para que pueda ser contenida en su totalidad por el nivel consciente y sólo intentarlo aumenta la confusión. El inconsciente profundo tiene sus propias vías de resolución —que están más allá de la conciencia— y entregarse a su lógica es un aprendizaje fundamental para estas personas.

Una naturaleza delicada y profundamente amorosa Acá volvemos al principio del capítulo y nos reencontramos con la dificultad que existe en nuestra cultura para acompañar a quienes son llamados por destino a moverse en terrenos que están más allá de nuestra comprensión habitual. ►

Un analista que sea Ascendente en Piscis, que le dé mucho valor a las palabras,

¿podría estar en esta etapa de confusión? No... En la escucha analítica, que no se basa en la interpretación sino en una percepción del

trasfondo inconsciente del cual la palabra proviene, y del nudo de asociaciones al que responde, hay un claro equilibrio. Incluso, diría que ese tipo de escucha es un muy buen camino de acercamiento al Ascendente en Piscis; un juego Virgo-Piscis muy delicado y positivo. Es decir, si uno escucha el inconsciente detrás de las palabras y corta hábilmente las cadenas del discurso, es algo muy distinto a la interpretación desde un marco teórico fijo, incluso si es de tipo transpersonal o pseudoesotérico. El tema aquí es cómo se educa o entrena esta cualidad que nadie nos enseña a educar. La persona con Ascendente en Piscis —y también la que tiene Neptuno en la casa uno— necesita un marco de contención adecuado para desarrollarse. Arriesgando a que esto suene como una desvalorización —aunque es todo lo contrario— diría que necesitan un acompañamiento y una comprensión muy particular para poder desarrollarse correctamente. Deben tener a disposición todos los elementos posibles como para articular —paso a paso y en las distintas etapas— el lado duro de su personalidad con su sensibilidad. No es una tarea fácil equilibrar la dimensión poético-mágica que les es esencial, con una correcta capacidad de simbolización y. al mismo tiempo, con el compromiso con el mundo. Para esto deben ser liberados lo antes posible de la presión de los juicios sociales, a fin de que puedan descubrirse tal cual son y así aceptar la paradoja de ser extremadamente singulares —recordemos que tienen Acuario en XI1— y, al mismo tiempo, de identificarse plenamente con los demás. Su naturaleza profunda y sensible necesita un caudal de amor muy particular para florecer. Se trata de una sensibilidad que amplifica notablemente todo lo que sucede, y esto hace que sus heridas de la infancia y la adolescencia se entretejan hasta tal punto con lo arquetípico, que necesitan de un extremo cuidado para poder cicatrizar completamente y permitir una expresión madura de sus cualidades. Pensemos que en otras épocas de la humanidad, millones de personas vivían bajo la protección de instituciones religiosas, conventos o estructuras vinculares que hoy —en nuestro paradigma individualista— consideraríamos muy regresivas e incluso patológicas. Desde siempre la humanidad albergó individuos cuya sensibilidad los obligó a protegerse de la dureza del mundo externo. Nuestra cultura está pasando por la fase del individuo supuestamente autónomo, con todos sus espejismos necesarios, pero no todos respondemos a este desafío con la misma naturalidad. Es evidente que para una persona con Ascendente en Piscis, esto encierra grandes dificultades. No nos debe sorprender que las maneras como se adaptan a esta situación —que para la mayoría es la única posible— sea peculiar y muchas veces aparezca como desordenada. Hoy los "ashram", los delirios esotéricos, los ambientes promiscuos, las drogas, el alcohol o la estrecha dependencia en relaciones afectivas extremadamente simbióticas, suelen ser los únicos refugios que nuestra sociedad ofrece para muchas personas de este tipo. Desde un

paradigma leonino o capricorniano del yo, seguramente juzgaremos de un modo negativo estas modalidades adaptativas. Sin embargo, creo que su proliferación es directamente proporcional a nuestra incapacidad para acompañar en su crecimiento a las personas de extrema sensibilidad. Es importante visualizar que —si somos realmente coherentes con la astrología— en todos estos casos no se trata de individuos que no han sido capaces de "manejar" su Ascendente o su Neptuno. Decir esto es creer que existe una identidad psicológica independiente de la estructura energética de nacimiento. El yo se organiza a partir de las energías de la carta natal y si bien aún no hemos desarrollado una teoría que dé cuenta de ello, es evidente que no se puede comprender el Significado profundo del Ascendente —y de la astrología en general— si no nos comprometemos con el peculiar camino que cada entidad humana debe recorrer para constituirse a partir de los materiales de origen. La persona con Ascendente en Piscis debe atreverse a oscilar entre perderse en los otros y volverse rígida, si es que quiere encontrarse a sí misma. El florecimiento de su naturaleza amorosa sólo puede producirse a partir de una compleja evolución psicológica, que no puede ser juzgada desde criterios uniformes. Los seres humanos nos necesitamos los unos a los otros en la plenitud de nuestras cualidades, para que en las redes que conformamos puedan producirse todas las combinaciones necesarias y alcancemos así un máximo de creatividad. La delicada sensibilidad de estas personas —capaces de dar a los demás lo que realmente necesitan, de un modo intuitivo y absolutamente desinteresado— es imprescindible para el equilibrio del conjunto. Pero para que esto se produzca debemos aprender a crear ambientes suficientemente amorosos como para que puedan desplegar su íntima naturaleza.

♦ Cada vez que arribamos al cierre de la rueda zodiacal, descubrimos que sólo ha concluido un nivel de la misma. Estaríamos ahora en condiciones de volver a abrirla ahondando en el significado de los signos complementarios, cuyo balanceo rítmico develaría dimensiones aún más profundas del concepto que hemos estudiado. También deberíamos indagar en las relaciones entre los signos del Sol, la Luna y el Ascendente, cuya síntesis da lugar a la creatividad esencial de una existencia. Y por último, estudiar la cualidad del signo ascendente como la expresión de una fase particular, en la experiencia cíclica de una vida que se encuentra más allá del tiempo. Pero todo esto sería ya, por cierto, material para otra investigación. A lo largo de este libro —y del que lo precedió— hemos intentado profundizar en la manera como aquello que denominamos "destino individual", depende del modo con que la conciencia aprende a relacionarse con los vínculos y los acontecimientos, hasta adquirir

maestría en expresar lo que antes "desconocía de sí misma". La vibración que se manifiesta cuando nacemos toma forma a partir de personas concretas —cada uno de nosotros— que no son otra cosa que la manifestación del estado de la sustancia de la Tierra, instante a instante. Por eso el aprendizaje de cada individuo depende de la conciencia de la Humanidad, y esta se transforma, a su vez, a medida que cada uno de nosotros es capaz de ir más allá de sus cristalizaciones. Las cualidades que irradiamos producen los ambientes en los que anidan los nuevos nacimientos. En un sentido profundo, nosotros segregamos la sustancia que albergará el futuro. De esta manera, las corporizaciones de los instantes del Cielo que vendrán se encontrarán con el nivel que hemos dejado y, desde allí, comenzarán un nuevo viaje por la flecha del Ascendente.

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