Artículo: La Mercantilización de La Política

 

LA MERCANTILIZACIÓN DE LA POLÍTICA Y LA NEGACIÓN DE LA POLÍTICA

Luis F. Vilcatoma Salas

La neoliberalización de la vida ciudadana en nuestro país no solamente alcanza strictu sensu a las relaciones económicas sino también a las políticas, descomponiendo el tejido de la política como política en un proceso de mercantilización bajo formas diferentes, por ejemplo la compra subliminal del voto ciudadano mediante la entrega de bienes (alimentos, ropa, electrodomésticos, etc.) o directamente de dinero; la venta y compra de puestos en las listas de candidatos a municipios, municipio s, gobiernos regionales, congr congreso eso de la república y hasta a cargos de la máxima autoridad nacional del Ejecutivo; la oferta de promesas engañosas e inviables empaquetadas en la tecnología comunicacional moderna del capitalismo global, orientadas a socavar la subjetividad del sujeto social para obtener su encandilado voto; el cálculo de costo-beneficio con el que los potenciales potenciales candidatos deciden ingresar a la lid electoral invirtiendo recursos para obtener, una vez en el poder, las ganancias esperadas; y, entre otros casos, la inversión que efectúan los poderes fácticos en candidaturas con posibilidades de acceder al poder (caso Obedrecht) para luego cobrar con pingües ganancias en proyectos favorecidos por los gobernantes en las licitaciones públicas o en asociaciones alianzas público privadas, privadas, como el destape “chinchero” que ha arrollado al sr. Vizarra en su calidad de Ministro de Transportes y Comunicaciones. La política mercantilizada es la “política” que ya no es propiamente política, sino un servicio como cualquier otro servicio que se compra y se vende en el mercado capitalista; lo que significa, en otros términos, que se compran y se venden cuotas de poder, cuando no el poder máximo del gobierno nacional; porque la política en su naturaleza vital está en relación con el poder, actúa con co n el poder y se realiza con el poder. La “política” desmedulada de esta forma en el terreno del mercado, pasa a ser más bien la no-política o la anti-política cuya esencia está en el interés privado o corporativo privado donde funcionan reglas diferentes a las reglas de la política. El interés privado que actúa con una racionalidad instrumental del costo-beneficio y una justificación moral del utilitarismo más extremo y desbordante que abre tienda en la “moral camaleónica” del oportunista que desvencija a los partidos políticos cambiando de camiseta política según como sople el viento. La política, por el contrario, es aquella actividad humana cuyo bien interno es el “bien común”, es decir el bien de los demás y no de uno mismo. Es la búsqueda del bienestar social, incondicional, irrenunciable, utópico, fáctico y trascendente a cualquier otro bien material o simbólico que rodea a las personas en su contexto de vida. Por ello la política cuando es infestada y dominada por bienes externos a ella como el dinero, el prestigio y el poder, se corrompe, como decía Aristóteles. Ello significa que la política por su bien interno no puede coexistir con el uso del dinero para actuarse, como tampoco con el prestigio que se quiera obtener con la política, o con el poder mismo. Todos estos son bienes externos a la política que la corrompen, es decir que la descomponen en su naturaleza propia, la infestan y la pudren. El neoliberalismo, entonces, al mercantilizar la política la corrompe transformándola sin atenuantes en la anti-política que es el fenómeno que está inficionando repugnantemente nuestras vidas.