Arpegios Del Alma

August 13, 2017 | Author: Raúl Rivas Peraza | Category: Love, God, Faith, Christ (Title), Religious Belief And Doctrine
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Arpegios del alma

Raúl Rivas Peraza

Breve introducción

No sé por qué extraño designio, he comprendido que los poetas comienzan soñando y terminan llorando. Rubén Darío en azul… En su canto a una estrella, sueña como ninguno, y en su soneto a Phocas el campesino, llora como pocos. Y Antonio Machado dice: “En este día triste en que caminas con los ojos abiertos”.

Madre… I

Madre, luz de lirio. Sonriente esperanza con que sueña el niño divino de tus brazos. Suspiro de inocencia al ver con que cariño, el arrullo celestial de tu mirada, se refleja en la sonrisa de tu niño. Madre, luz de amor. Flor abierta a la dulzura. Tú cuidaste los pasos del Señor, cuando el Señor, nuestro Dios, era tan solo una criatura.

Madre, madre suprema de los hombres, joya eterna de la verdad más pura. Al arrullar al Señor, nuestro Dios, con tu dulzura, endulzas la tristeza y el dolor, a nosotros que somos… Una humanidad impura.

Madre I Madre, flor de azahar, alba luz de mi esperanza. Risueña sonrisa del amor, que se nutre en la esencia del Señor. Madre, lirio iluminado, en tus cabellos grises ha nevado… La ceniza inmaculada del dolor. Madre, ¿quién te enseñó el cariño?, aún con candidez de niño, yo me inundo de tu luz, de la dulzura inmarcesible, de tu alma… ¡Luminosamente azul! II Madre, perfume radiante de alhelíes, cristalino rumor de la espesura, sonrisa dichosa de los niños, humilde caricia del Creador.

III

Madre, flor de luz. En tus ojos han quedado prisioneras las estrellas, y el azur del infinito… Se ha iluminado, con la ternura de tu voz.

IV Madre, canción de amor, cuando escucho tu nombre bendecido, las tristezas de la vida olvido, y se me inunda de luz el corazón.

Padre I Por tus venas corre la sangre de los ancestros, y fluye la nostalgia de los años. El siglo te vio caminando con donaire y sembrando tus sueños con amor. II Yo provengo de la fortaleza de tu alma, de tu paso transitado por la vida. Me enseñaste los valores entrañables del carácter, la sinceridad y el amor.

III Me dijiste que la hermandad entre los hombres, y el amor a Dios, es la religión suprema, que la bondad fuera la luz que corriera por mis venas, y el servicio… fuera mi labor. IV Hoy, te veo, padre, con el fardo de tus años, caminando aún con esperanza, y pienso que tu vivir no fue en vano, sino un esclarecido servicio a Dios. V Que se escuche la fuente de tu voz, que se embriague la noche de tu alma, porque tú eres en tu potente calma, ¡un canto de luz para el amor!

A los ojos de los niños… I Ojos cristalinos. Como la brisa que se deshoja sobre las montañas, de pureza impoluta como la nieve que las cubre. Son tus ojos de niña y niño, diáfanos como la luz, cristalinos… Como los riachuelos de cristal que las circunda.

Niños de ojos puros como la noche estrellada. Son tus ojos los luceros que hablan con la voz de Dios que dice: “Dejad que los niños vengan a mí, porque de ellos, es el reino de los cielos.”

Poema de la espera… I Cuando llegues, si es que llegas un día, se esparcirá sobre la alfombra del olvido toda la tristeza mía. Brotará sobre la mañana fría, un rutilante sol de primavera, y quedará para siempre entre la brisa el perfume sutil de tu sonrisa. II Cuando llegues, si es que llegas un día, alcanzaré la luz de los ocasos para escribir tu nombre entre las flores, y tomaré tu grácil cuerpo entre mis brazos, para decirte lo mucho que te quiero.

III Cuando llegues, si es que llegas un día, se alejará camino del olvido toda la tristeza mía. Entonarán mis labios la canción que por tantos años ha esperado… ¡Para brotar, cual miel del corazón!

Un día llegarás… (para Yami)

I Un día llegarás hacia mí con tu caminar suavecito, con tu sonrisa tenue y perfumada; el campo florecerá con amapolas y alhelíes, y yo sentiré tu presencia, como se siente el amanecer en el rocío, y el titilar de las estrellas, que se borran con la luz del sol.

Yo partiré hacia el azur del infinito, pero me llevaré en el alma tu sonrisa; y el caminar suavecito de tus pasos, quedará impregnado del polen de mi corazón, para que nunca olvides, que te quise yo.

Como quisiera… (para Yami) I Como quisiera decirte que te amo, más que con palabras con mis besos. Deshojar mi corazón entre tus manos, y soñar a la luz de tu mirada. Que escudriñes el alma de mi alma, que inundes de tu vida mi esperanza, que me envuelvas en el manto de tus brazos; vivir en el ensueño de tu risa, palpitar en el dolor que te emociona, sollozar en tus lágrimas primeras, y besar el cálido perfume de tus pasos.

Madrigal (para Yami) I ¿Qué es un poema? Una flor, una sonrisa, una ilusión, una esperanza. La palabra angelical y mágica que del torrente del alma brota. La inmortal y brillante flama del amor cristalino y diáfano. El encanto sublime del rozar de tus cabellos. El ansia loca de posar mi mano en tus mejillas, y el vibrante anhelo de alcanzar el cielo, al robar un beso… ¡Del paraíso de tu boca!

Cuando llegaste… I Cuando llegaste a mi vida embriagaste mi alma con tus sueños; el anhelo de tus besos cubrió mi rostro de esperanza. Hoy al partir, en el ánfora cristalina de tu albor, llevas la mirada triste de mi pobre amor. Un niño suspira en tu sonrisa como queriendo invocar una oración, y se escucha un clamor entre la brisa… ¡Es el ruego anhelante De mi loco corazón!

Amiga… I A ti que fuiste mi consuelo en momentos amargos de tristeza. A ti es mi poema y mi recuerdo. Llenaste con el cáliz de la luz la soledad salobre de mi alma. -Amor juvenil que me impulsaba en alas oscuras de dolor -. Tu imagen se grabó en mis pupilas, tu alegría se grabó en mi corazón. Me encadenaste a tu esperanza. -¿Recuerdas?... Dijiste: -Cuando escuches el tejedor de sueños piensa en mí. -Y yo sigo pensando, querida amiga, y yo sigo soñando… ¡Esperando el retorno de tu amor!

A la muchacha azul… I Sabes, ahora que el viento canta con su voz perfumada de alhelíes, he sentido tu presencia, he percibido tu mirada, entre el follaje de un árbol verdecido. II Llegas a mí con la distancia, con el sublime paso de las nubes y eres tan frágil, como la sonrisa… Que en mis labios muere. III Nada que no sea tuyo me acompaña: Tu figura tenue, lo llena todo. El cielo es poco espacio para tu mirada… La tristeza… La alegría… ¡Todo! Hasta la inmensidad del vacío que en mí quedó, al alejarnos…

A tus ojos I Ojos verdes, cristalinos… Como aguas profundas y tranquilas. Remanso de ilusiones, gaviotas vespertinas revolando sobre el mar de las pasiones. Son tus ojos esmeraldas que fulguran su dulzura. Esperanza que se anida en el follaje verde de mis sueños. Es la luz que me trasmiten lenguaje angelical que me emociona.

Y el fulgor que me ilumina, en tus ojos, lo he vivido, al mirarte, contemplando… En el cristal de tus pupilas, tu presencia adolescente, tu belleza, tu dulzura, y el talle angelical con que adornas tu figura. Ojos verdes, cristalinos… Yo no pido más que una mirada, de amistad límpida y pura, remanso inagotable, de tu alma verde, caudal de aguas, profundas y tranquilas.

Para ti… (a mi amor Yami)

I No sé que tienen tus ojos que me hacen sufrir tanto, quisiera darte mi amor con el corazón y el alma. II No sé que tiene tu pelo “cascada de hermosura”, que se desgaja sobre tus hombros con casta belleza. III No sé que tiene tu rostro “reflejo de tu tristeza”, como un lago cristalino de inmaculada pureza.

IV No sé que tiene mi vida que me lleva ante tus plantas, para confesarte mi amor… Arrodillado de esperanza. V No sé que tienen tus ojos que me hacen sufrir tanto, quisiera compartir mi cariño con la luz de tu alma.

Para ti… (a mi amor Yami)

I Perdóname corazón por mirarte a los ojos con dolor. ¿Qué no ves que busco amor, en este mundo amargo, en este desierto de tristeza, donde soñar es un pecado, un laurel de espinas que nos circunda la cabeza? II Perdóname corazón, si busco cariño en tus ojos, yo no tengo derecho de amarte aunque te lo pida de hinojos.

III Perdóname corazón, por admirar la belleza de la “cascada de tu pelo”, es que al mirarte toco el cielo, y una luz divina me aleja la tristeza.

A tus ojos... Yami Ojos negros. En tus ojos he visto dos estrellas: La una era primera y la otra era infinita. La una era el ángel de pureza y la otra era Dios en su grandeza. Yo pienso y digo: ¿A cuál escogeré, al ángel de pureza o a Dios en su grandeza? Y me responde la palabra humilde: -Acoge al niño y al anciano, a la flor y a la estrella, al alfa y al omega. Escoge a Dios en su dulzura, y encontrarás en ella, al ángel de pureza y sus ojos negros… ¡Cual estrellas!

Póstumo I Si muero un día, amada, un día… Antes que tú. No me busques en la tumba fría… No me busques en la noche triste, no me busques… Yo estaré contigo allí donde te encuentres; no habrá una flor que a tus labios lleves, en la cual, no palpite mi corazón. Desde el canto de las aves perfumado de alegría, hasta el cristal sonoro del riachuelo, y el apacible suspirar de las estrellas…

Hasta el alma de las cosas, ¡amada mía!, mi corazón ha de besarte.

No me busques, dulce cariño, si muero… Si muero antes que tú, en lo triste y en lo amargo, porque yo estaré contigo desde el alma de las cosas, y mi poesía transformada en miel… Besará tus pies.

A Verónica I Eres la estrella trémula y divina que a mi vida iluminó con su inocencia. Candidez fugaz de la esperanza, sonrisa suprema del amor. Acaso el hada de los sueños me conceda el sueño divino de la luz. Y pueda yo en tus labios quedar preso al sellar el noviazgo de mi alma, en el néctar dulce de tus besos. Concédeme, ¡oh, Verónica!, como a Cristo, la dulzura de tus lágrimas… Que llenen el sendero vacío de mi vida, que inunden con su amor mi soledad. Yo te amo, no tan solo por tu luz. Yo te amo, no tan solo por tu amor.

Yo te amo, porque eres la belleza compartida, la esencia suprema de mi vida, y el ensueño más dulce del amor. Endulcemos juntos el camino, compartamos juntos la esperanza, divisemos juntos… En lontananza, la sonrisa suprema del creador. Yo no puedo irisarme de tu vida, yo no puedo llenarme de tu luz, eres tú, ¡oh, dulce prometida!, la que puedes brindarme de tu amor. Soy un náufrago, un pobre peregrino, solo tú, con tu sonrisa, me iluminas el camino, solo tú, con tu inocencia, me inundas de tu amor. ¡Oh, Verónica!, como a Cristo, ilumíname la vida, como a Cristo, con tus lágrimas… ¡Ilumíname de amor!

Flor de María (In memorian…)

I Dicen que la muerte es como un sueño, donde la mano suave de una mujer hermosa, se posa, en nuestra frente. II Estar en la ribera de un río perfumado de armonías, y bogar en la barca del olvido hacia la playa dorada del espíritu. III Dicen que la muerte es como un ángel de luz diáfana y celeste, que corona nuestra frente con el laurel eterno de la vida.

IV Dicen que la muerte nos asiste en el trance supremo en que nos vamos, y nos lleva con dulzura de la mano, hacia el infinito espacio de los sueños, donde bogan los misterios… ¡Inefables misterios que perduran! Doradas puertas que se abren, al caminante que dirige… Sus pasos… ¡Hacia la eternidad!

Poesía I Poesía armoniosa de los astros, que llegas a mi alma con tu fuego eterno, y alborozas mi corazón de una santa alegría. Lléname por completo… con tu fuego, esta vida sombría, para que mi alma se eleve hasta los cielos, ¡llena de celeste armonía!

(1 de octubre de 2007)

Pequeño canto a Dios (21 de Marzo de 2009, sábado)

I Mi mente se está llenando de bellezas del Señor: ¡Mi mente te alaba Señor, mi corazón te canta! Tú eres Dios de la eternidad hasta la eternidad. Tú no eres hombre, para volverte atrás. ¡Bendito seas Padre eterno, que tu nombre divino se alabe en todas las iglesias, que la honra de los hombres, se base honrando a nuestro Dios! ¿Porque, quién es más que El, díganme?

¿Quién fundó los cimientos de la tierra, y extendió los universos, y les puso límite, quién, díganme? El sabio de éste mundo, dice: No hay Dios. Ha enloquecido. Su ciencia es vana. Su conocimiento como el humo. Buscad al Señor en vuestra fe, sabios de la tierra, porque sin fe, en Dios… ¡No valéis nada!

Reflexiones… I Me gustan las cosas sencillas, alegres y buenas, la luz del sol en las mañanas, y el parpadear de las estrellas. II Me gusta mirar a la gente trabajar con esperanza, humildes, pero libres de corazón y de mente. III Me imagino a Dios no como un ser imponente, sino como la mirada de un niño, dulce, amoroso, pidiendo cariño.

IV Si quieres conocer a la gente, mírale a los ojos, son las ventanas del alma, y allí nadie, puede esconderse.

El amor y la amistad… ♥♥ El amor es luz, cuya lumbre ilumina el corazón. Es la fuerza misteriosa que sostiene el universo. Es la razón de ser de la existencia humana. Lo encontramos, en la pureza de los niños, en la abnegación de una madre, en la lucha por la vida, que un padre, sostiene por sus hijos.

El amor, es el hilo dorado que une las almas de los hombres. Es como el sol, que nos ilumina a todos y se da por todos. Cuando brindamos amor a nuestros semejantes, alimentamos a tres: A nosotros mismos, a nuestro prójimo, y a Dios. ¿Quién no ha sentido en su corazón la presencia divina del amor? El cariño verdadero que nos mueve a ser mejores, para brindarnos a la persona amada. Ciertamente, el amor y la amistad verdadera, forman un lazo indestructible, por lo cual, nuestro Señor, llamó a sus discípulos: Amigos.

La verdadera amistad, es un don del cielo, deleite de las grandes almas; el bálsamo que necesita el mundo, para que el amor fraterno llene todos los corazones. ♥♥

Amistad I La amistad es la esencia del amor, como el perfume lo es de la flor. Dar nuestra mano al que suplica, compartir nuestro pan con el que sufre, sonreír con la esperanza que vindica el amor sobre la guerra. Amistad: Don divino que iluminas mi camino. ¡Bendito el amigo y el hermano, que supo enlazar su mano, en una ronda feliz sobre la tierra!

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