Ardao, Arturo - América Latina y Latinidad
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Un texto....
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500
AÑOS DESPUÉS
Arturo Ardao
América Latina y la latinidad
COORDINACIÓN DE HUMANIDADES CENTRO COORDINADOR Y DIFUSOR DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO MÉxico 1993
ADVERTENCIA EDITORIAL
Bajo el circunstancial título común de América Latina y la latinidad se reúnen en este volumen, en texto completo, tres libros del filósofo uruguayo Arturo Ardao. Aunque de concepción y elaboración independientes, y de publicación en distintas fechas, las tres obras se hallan temáticamente vinculadas. La preocupación compartida, mencionada en el título general, es la que explica esta recopilación. Ronzania y América Latina aparece en sección aparte, alterando el orden cronológico de aparición, por la diferencia de plano de enfoque de su tratamiento respecto a los otros dos libros, más afines entre sí hasta en la literalidad de sus títulos. Las referencias de aparición de los tres títulos son las siguientes: /
Priméra edición 1993 DR © 1993, Universidad Nacional Autónoma de México Ciudad Universitaria, 04510, México, D.F. DIRECCIÓN GENERAL DE PUBLICACIONES Impreso y hecho en México ISBN: 968 - 36 - 2978 - 4
Génesis de la idea y el nombre América Latina, Caracas, 1980, coedición del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos y el Ministerio de la Secretaría de la Presidencia de la República de Venezuela. España en el origen del nombre América Latina, Montevideo, 1992, coedición de la Biblioteca de Marcha y la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, y la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Romania y América Latina, Montevideo, 1991, coedición de la Biblioteca de Marcha y la Universidad de la República.
SECCIÓN PRIMERA
1. GÉNESIS DE LA IDEA Y EL NOMBRE AMÉRICA LATINA
Primera edición: Caracas 1980
Hay un interés y una emoción peculiares en la. consideración de los orígenes humildes de las cosas que después se engrandecieron y magnificaron. José Enrique Rodó
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PRÓLOGO
Sobre el asunto del presente estudio publicamos por primera vez un breve trabajo bajo el título de La idea de Latinoamérica, en Montevideo, 1965. Fue en ocasión del centenario del libro del colombiano José María Torres Caicedo, Unión Latinoamericana, cuyo autor había puesto en circulación la expresión América Latina —como nombre— en el segundo lustro de la década del 50 del pasado siglo. Así lo consignábamos en aquel trabajo. Valga la constancia en atención a la reiterada versión posterior, de origen no latinoamericano, que fija el nacimiento del término en la década siguiente, alumbrado por los ideólogos franceses de la aventura mexicana de Napoleón III. Paralelamente a otras tareas, fuimos reuniendo después nuevas referencias y comprobaciones, en el Uruguay, en otros países americanos y europeos, y ahora en Venezuela. Aunque establecido el proceso genético en lo que tiene de esencial, somos conscientes de la necesidad de otras investigaciones concurrentes, en una materia de fuentes tan dispersas e inexploradas. Materia, a la vez, tan decisiva como toma de conciencia, teórica y práctica, en el campo de la filosofía de la historia y de la cultura latinoamericanas. No se alcanzará nunca la comprensión del verdadero significado, al par que operatividad, del nombre América Latina, si se prescinde, según es habitual, de la doble dialéctica —de hechos y de ideas— que lo hizo surgir como elemento integrante de la en su hora novedosa antítesis América Sajona - América Latina. Tal creación terminológica fue el obligado desenlace de circunstancias históricas muy complejas, entre las que la dominante resulta ser el avance del Norte sobre el Sur del hemisferio, en la línea de la anexión de Texas, la invasión y desmembramiento de México y las incursiones centroamericanas de Walker. Todo ello en el marco de la intensa especulación étnico-cultural del historicismo romántico. La latinidad atribuida a partir de entonces a nuestra América, asume su real sentido a través del contraste con la condición sajona atr. buida también desde entonces —no antes— a la América septentrio 15
América Sajona y América Latina constituyen, por lo tanto, típicos conceptos correlativos, de una correlación por la expresada antítesis entre "dos Américas", fuera de la cual carecen de explicación, a la vez que por virtud de la cual resultan históricamente inseparables. La reconstrucción aquí de dicha creación terminológica, es ajena en absoluto a la hace tiempo sobrepasada controversia sobre los valores respectivos, reales o supuestos, de lo sajón y lo latino; y no menos al también caduco manejo doctrinario de las categorías raciales consideradas en sí mismas. Pero ayuda a esclarecer el sentido pasado, presente y futuro de aquella siempre dinámica correlación. • Según se puntualiza en el texto, tampoco esa reconstrucción importa, como alegato a favor del nombre América Latina, o Latinoamérica, en confrontación o competencia —superado tópico de décadas atrás— con los de Iberoamérica e, Hispanoamérica. Tan insustituibles éstos corno aqué4 cada uno en su contexto histórico-cultural, ostentan la misma legitimidad según la ocasional aplicación que de ellos se haga. En cualquier caso, cualesquiera sean los criterios o las preferencias, lo innegable es que la conciencia latinoamericana incluye específicas connotaciones de historia continental y universal, que la han hecho y la hacen obrar —aun en un mismo sujeto— con una entonación y un alcance psicológicos diferentes, tanto a los de la conciencia iberoamericana como a los de la conciencia hispanoamericana. Por supuesto, diferentes también, hacia el otro extremo, a los de la conciencia americana, sin más, en su lato sentido hemisférico, tan vigente y activa en su plano como todas las anteriores en el suyo. Finalmente, corresponde subrayar la influencia que la idea y el nombre de América Latina vinieron a tener en el pensamiento unionista continental a lo largo de la segunda mitad del siglo xtx: el viejo americanismo, en su convencional acepción de unión hispanoamericana, hubo de ceder poco a poco su puesto al latinoamericanisrno, en cuanto unión latinoamericana. Fue ella una influencia paralela a la que en el mismo período se fue produciendo en aspectos diversos de la cultura, de los cuales el literario, en condiciones desde luego incipientes, resultó ser el más significativo: así como de "unión latinoamericana", es entonces que se empieza a hablar de "literatura latinoamericana".
ble, tratándose como se trata de recuperar nuestra perdida memoria histórica en una cuestión fundamental para el conocimiento de nosotros mismos. Al hacerlo, nos hemos acogido a la ya clásica norma sentada por Groethuysen, en un análogo empeño —salvadas las distancias— de autognosis por medio de la historia, no ya de mera comprensión del pasado: "Si semejantes documentos de la época han de ser arrancados al olvido y si su contenido ha de pasar a formar parte de la actual conciencia histórica, no queda más recurso que volver a imprimirlos". De las quince piezas incorporadas, una de Michel Chevalier, catorce de José María Torres Caicedo, la primera está fechada en 1836, la última en 1886. Exactamente cincuenta años entre una y otra. Tal coincidencia no ha sido deliberada. Pero es del caso destacarla porque en términos generales fue todo un medio siglo —de mediados de la década del 30 a mediados de la del 80— el tiempo que debió tomarse la dificultosa etapa genética de la idea y el nombre de América Latina. Conforme al título del trabajo, a esa etapa genética nos hemos circunscripto. De más está llamar la atención sobre el interés del proceso ulterior, de extraordinaria riqueza y variedad de motivaciones, a la vez que con recurrentes aspectos polémicos en ciertos trechos del siglo actual. Queda ahí abierto un ancho campo de investigación en los estudios latinoamericanistas.
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Muchas ayudas, desde aporte de noticias hasta facilitación bibliográfica y bibliotecaria de materiales de trabajo, hemos recibido de personas e instituciones en distintos lugares y momentos. Nuestro más vivo reconocimiento a todos los que de una manera u otra nos han prestado su colaboración, y en particular al Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, de Caracas, que ha hecho posible la concreción de este trabajo, de 1976 a 1978, y ahora su publicación.* A. A.
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Por vía de apéndice hemos incorporado varias piezas documentales, completas o fragmentarias. Su reproducción nos ha parecido inevita-
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* Nota a la la. edición.
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-.p. DEPTO. DE 1
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