Apuntes Para UnaHistoria de La Judeofobía

January 20, 2017 | Author: Ivan Rodriguez | Category: N/A
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MOISÉS GARZÓN SERFATY

APUNTES PARA UNA HISTORIA DE LA JUDEOFOBIA Caracas, 2008 ÍNDICE PRESENTACIÓN. Dr. Aquiba Benarroch Lasry A MANERA DE PROEMIO. Dr. Alberto Osorio Osorio INTRODUCCIÓN BREVES CONSIDERACIONES SOBRE LA INTOLERANCIA Y LA JUDEOFOBIA. PRECISIÓN DE TÉRMINOS. RETRATO DE LA JUDEOFOBIA. NUESTRA DEFENSA. EL ORIGEN DEL ODIO. Los judíos en el entorno cristiano. Paganos, judíos y cristianos en el Imperio romano. El conflicto Estado-Iglesia versus Sinagoga. Las legislaciones antijudías. Discriminaciones y vejámenes. Un rayo de luz en las tinieblas. De nuevo las sombras y la crueldad. Más leyes antijudías. La pérdida de la autonomía judía y la caída de Imperio romano. BAJO LOS BÁRBAROS. Y EL IMPERIO ROMANO DE ORIENTE Las leyes antijudías de Justiniano. Gregorio I, un Papa diferente. Triunfo del catolicismo frente al arrianismo. Un siglo oscuro en España. La semilla de la Inquisición. EL FUERO JUZGO. LEYES ANTIJUDÍAS EN EL FUERO JUZGO. LOS JURAMENTOS Y LAS MALDICIONES. LAS CRUZADAS. LAS CONTROVERSIAS. ALGUNOS EDICTOS DE EXPULSIÓN. El Edicto General de Expulsión de los judíos de Aragón y Castilla (l492). Declaración de los Reyes Católicos sobre el Edicto de Expulsión de los judíos. Edicto del doctor Andrés de Palacio, Inquisidor del Reino de Valencia, en el año 1512. Edicto de Expulsión de Portugal (fragmento). UN APORTE VALIOSÍSIMO. EL COMPLOT ANTIJUDÍO DE “LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN”. LOS NAZIS: EL NACIONALSOCIALISMO. UN MUNDO CIEGO, SORDO Y MUDO. EL ODIO RENOVADO, SUS FORMAS Y DISFRACES. LA NEOJUDEOFOBIA. LA INTOLERANCIA Y EL ODIO DEL ISLAM Y LA JUEDOFOBIA DE LAS IZQUIERDAS.

INTEGRISMO Y FUNDAMENTALISMO. NO EXISTE FUNDAMENTALISMO ISLÁMICO. UNA TESIS PEREGRINA SOBRE EL ANTIJUDAÍSMO. LAS FASES DEL ANTIJUDAÍSMO. ANTIJUDAÍSMO POPULAR Y ANTIJUDAÍSMO INTELECTUAL. LA NUEVA ACTITUD DE LA IGLESIA CATÓLICA. BIBLIOGRAFÍA. A MANERA DE PROEMIO Antisemitismo, judeofobia, dos nombres nuevos para una hostilidad antigua. El rechazo, la intolerancia, las invectivas de diverso cariz contra el pueblo judío han asumido diferentes perfiles a lo largo de la historia y ello, a su vez, con implicaciones religiosas, sociales, económicas, culturales y políticas. Desde la era bíblica hasta el Holocausto nazi, pasando por los infamantes libelos medievales, la Inquisición, las evicciones y persecuciones en muchos lugares y momentos, arremeter virulentamente contra los hijos de Israel parece ser una constante, una posición repetitiva, siniestramente multiplicada y exacerbada. Es lo que el autor de este ensayo nos presenta en sucesivos cuadros cronológicos y geográficos, luego de una detallada búsqueda e interpretación de sucesos y sus respectivas secuelas. Siempre conocí al Doctor Moisés Garzón Serfaty como poeta de fino quilate, editor incansable de la prestigiosa Revista Maguén - Escudo de la Asociación Israelita de Venezuela y el Centro de Estudios Sefardíes de Caracas preocupado por la cultura y sus diversas expresiones. Ahora, con sus A puntes para una Historia de la Judeofobia, Garzón se nos revela como historiador y nos recuerda eventos del pasado y recientes, la secuencia sistemática de un odio larvado, latente, agazapado que en distintos instantes del devenir humano ha aflorado con acritud y con consecuencias mortales. Toda afirmación implica el respaldo de una prueba. Una gama de detalles viene a corroborar lo que Garzón nos enseña. El mismo autor lo consigna desde la Introducción cuando expresa que ha “recopilado y ordenado un material que sirviera a mi propósito de divulgar detalles, documentos, opiniones, algunas señas sobre el tema”. Además de lograrlo, el texto es expositivo y lúcidamente apologético. subjetivismo que pudiera suscitar, Garzón se enmarca en una objetividad "científica" de hechos, nombres, fechas, posturas, otras tantas pruebas irrefutables de la inveterada rabia antijudía a lo largo de centurias, ya fuere en naciones de Europa y en tierras islámicas. Habrá que diferenciar bien ambos bloques mundiales citados. A propósito, pienso que en Occidente, el argumento central contra el judío conllevaba, implicaba un fondo teológico: el perpetuo reclamo del supuesto "deicidio" por la muerte ignominiosa del hombre de Nazareth en una cruz romana. Y la culpa fue cayendo cual estigma reprobable sobre tantas generaciones, auspiciada y promovida por el Organismo institucional eclesiástico, incubado en la ignorancia del pueblo y en la interpretación y traducción errónea de textos vetero y neo testamentarios. Tal "pecado original hereditario" se transformó en la habitual acusación secular y no fue hasta la década del 60 del siglo XX que la Iglesia Católica "eximió" al pueblo hebreo de una culpa que nunca cometió y al cual en adelante dio en llamar "nuestros hermanos mayores". Aún así, la declaratoria conciliar no es del todo contundente sino solo un esbozo de disipar los densos nubarrones del pretérito. Lejos del diríamos En las vastas regiones del mundo donde ha campeado la Media Luna las cosas adquirieron

tonalidades distintas, especialmente en el orden expansivo islámico y en el campo político contemporáneo. La visión dicotómica del Islam divide el mapa universal en dos zonas opuestas: donde el Corán es regulador de la existencia privada y pública de sus fieles y de los Estados y la no creyente que habrá de someterse, tarde o temprano, a sus mandatos ya fuere por medios pacíficos o impuesta por la guerra santa. Esta oposición nos permite entender un poco la destitución pertinaz del Estado de Israel y la interminable lista de guerras, ataques, autos y aviones bombas, secuestros, masacres y otras abominables acciones de que los medios de comunicación dan cuenta a diario y por años sin fin. Otros países del mundo, en Oriente Medio y en Occidente, están sometidos al mismo poder dominador e intransigente del islamismo religioso y político que es decir lo mismo. Visto desde ese ángulo, es dable afirmar sin titubeos que todo el Islam es tan radical como futurista y determinista. Otro mérito que salta a la vista en el libro del Doctor Garzón Serfaty consiste en hacernos patentes fuentes pasadas y actuales de la actitud que recusa al judío en las cuales se arguyen conceptos ora religiosos, ora políticos, ora históricos. Y en esa serie de la exclusión judía nos preguntamos: ¿cómo han sobrevivido las parcelas dispersas del pueblo? Porque histórica y sociológicamente no puede explicarse. El pueblo judío no se ha ajustado al planteamiento de varios pensadores y analistas de la historia -valga el caso de Osvald Spengler- sobre el nacimiento, desarrollo, decadencia y desaparición de las culturas. Renan y sus corifeos suscribieron idéntica tesis. En vez de la alteridad, lo que ha ocurrido es una reafirmación heroica de la identidad. La constancia en la fe, valores, tradiciones, idioma que va en el tiempo y que vence al tiempo es la señal inequívoca de su unidad a despecho de las diásporas, una presencia creadora incesante que suma cuarenta siglos. ¿Existe acaso una instancia superior a la cual hayamos de recurrir para dar razón y despejar el sentido de la continuidad allende las eras y los espacios? Siguiendo una noción platónica, vale preguntar dónde está el “Eidos”, la sustancia motriz que impulsa para los judíos y para el mundo entero las ruedas de la historia. Porque el hecho de que aún existan los judíos, a despecho de todos, es algo impresionante... Si se me permite utilizar el vocablo, milagroso. La dedicación investigativa de Moisés Garzón nos exige auscultar las raíces de la judeofobia y sus desagradables rostros, es cierto. Al unísono nos reclama repensar nuestras propias ideas al respecto. He tratado aquí de pergeñar las mías. Agradezco al destacado escritor que me haya permitido exponerlas en forma de proemio a su nuevo y valioso trabajo. DR. ALBERTO OSORIO OSORIO Historiador Ex - Secretario de Cultura de la República de Panamá Catedrático de Filosofía de la Universidad de Panamá INTRODUCCIÓN Si algún mérito se me puede atribuir por este libro, es el de haber recopilado y ordenado un material que sirviera a mi propósito de divulgar detalles, documentos, opiniones, algunas señas, sobre el tema de la judeofobia, que siempre me apasionó. Es obvio que aún queda mucho material por citar. Hay libros y más libros sobre la historia del pueblo judío, sus avatares, sus triunfos, sus derrotas y su resurgir después de atravesar terribles pruebas. De esas obras hay que entresacar lo que concierne al odio a los judíos, su origen, su desarrollo, sus clasificaciones, sus causas, sus consecuencias para el pueblo de Israel y para los demás. Es obvio que lo que aquí se presenta necesita ser ampliado, complementado y constantemente actualizado. Mis comentarios y opiniones pueden ser o no compartidos, así como los de otras personas a las que

cito. En realidad, no busco conformidad o consenso al respecto. Tan solo aspiro a despertar el interés por el tema y a que se luche contra la judeofobia en estos tiempos de antijudíos “encapuchados” y de negadores de lo evidente. A las pruebas me remito. BREVES CONSIDERACIONES SOBRE LA INTOLERANCIA Y LA JUDEOFOBIA. PRECISIÓN DE TÉRMINOS. La historia de la intolerancia humana, de la intolerancia entre los pueblos, discurre por un camino regado con sangre, abundante e inocente. Sangre de seres humanos a quienes otros seres humanos deshumanizados por el odio y otras bajas pasiones hicieron sufrir y morir en medio de persecuciones y torturas, por el fuego o por la espada. También la muerte espiritual cobró numerosas víctimas. Hoy en día, las balas, el paredón de fusilamiento, las bombas y los “mártires” suicidas, hijos del fundamentalismo étnico y religioso, siembran el terror y la muerte indiscriminadamente, poniendo de manifiesto una radical intolerancia, un odio irracional y

una deshumanización suprema. En esta recopilación, no muy extensa, pero sí ilustrativa, se trata de presentar una panorámica de situaciones, épocas, razones y leyes que marcan la intolerancia antijudía por parte de los cristianos, una de las más contumaces y sangrientas conocidas por la historia de los hombres, lo cual no significa que el cristianismo tenga la exclusividad del odio, la intolerancia y la discriminación, pues otras creencias también actúan en ese sentido y también se citan, así como varias ideologías políticas encarnadas en líderesmonstruos, totalitarios, arbitrarios y sanguinarios. A través del tiempo ha habido y hay intolerancia contra los kurdos, los armenios, los gitanos, entre tribus africanas como los hutos y los tutsis, la hay en Sudán y en Etiopía, con enfrentamientos que han cobrado centenares de miles de víctimas, contra musulmanes en la India, contra los negros en Sudáfrica en los tiempos del apartheid. Hay intolerancia y enfrentamientos entre católicos y protestantes en Irlanda del Norte, entre cristianos y musulmanes en los Balcanes y entre las diferentes sectas del Islam, pero ninguno de ellos tiene las cargas de odio ni la persistencia del antijudaísmo, que llega a alimentarse, a ponerse de manifiesto y a propagarse, aún en aglomeraciones humanas en las que no hay judíos. Como hay bastante confusión terminológica, no estará de más que recordemos el significado de algunos términos: judío (que originariamente significa ‘de la tribu de Judá’) es el más general. Su cuasi sinónimo hebreo suele reservarse para el pueblo judío de la Antigüedad bíblica; y usado como adjetivo, implica una alusión a la lengua hebrea: así, literatura hebrea no es la escrita por judíos, sino la escrita en hebreo; y si se nombra la literatura o la cultura hebraicoespañola o hispanohebrea, ello implica que nos referimos a una cultura desarrollada en hebreo por judíos españoles. El término israelita (que deriva de Israel, nombre que impuso al patriarca Jacob el ángel de Dios) es sinónimo de judío; pero no debe confundirse con israelí, que solo puede aplicarse al ‘ciudadano del moderno estado de Israel’ (sea o no judío). Algunas personas emplean también los términos hebreo e israelita como eufemismo por judío, palabra que a su parecer tiene connotaciones peyorativas. Otras expresiones como “pueblo de Dios” o “pueblo elegido” implican conceptos estrictamente religiosos. Por otra parte, intento no utilizar los términos “antisemitismo” y “antisemita” pues esta condición incluiría a los árabes que también son semitas. El odio y la intolerancia que aquí estamos considerando son los que van dirigidos contra los judíos y que de ninguna manera ha afectado ni afecta a los árabes. De lo que se trata es de la judeofobia, el odio al judío por el solo hecho de serlo. RETRATO DE LA JUDEOFOBIA. NUESTRA DEFENSA. En diciembre de 1955 escribí un artículo que nunca publiqué, titulado “Nuestra defensa”. Hoy,

una vez revisado ligeramente, creo que mejor le cuadra el título de “Retrato de la judeofobia”. En él defiendo, por supuesto, la posición judía y trato de rebatir los infundios que nos endilgan. También planteo, como podrá comprobar el lector, si la judeofobia no es una patología sicológica, entre otras consideraciones. Esto es lo que escribí hace más de cincuenta años con el título de “Nuestra defensa”. El “problema judío” es el eterno problema del mundo y como tal, interesante sería averiguar, comprobar y dejar establecido a quien se debe su planteamiento. Analicemos este punto antes de seguir adelante. ¿Son los judíos los que han planteado “su” problema ó son los enemigos de Israel los que han planteado el “problema judío”? La cuestión es difícil pero hay que aclararla. Se impone un detenido estudio sobre ella para hallar la respuesta. Muchos culpan a los judíos por su afán de aislamiento, esa posición tan suya de crear “un estado dentro de otro estado”; pero los que así nos combaten, ¿se han preguntado qué nos impulsa a obrar de este modo? Adoptamos la actitud de la tortuga que se esconde bajo su caparazón. A los que decretan nuestra discriminación, nuestra separación y aislamiento, les contestamos aislándonos, agrupándonos entre nosotros para ser más fuertes, porque no se nos oculta que nuestra fuerza está en nuestra unión y la supervivencia de nuestros principios y de nosotros mismos, está en ese bloque granítico indisoluble que espiritual y materialmente formamos. No se nos culpe, pues, de adoptar una actitud que se nos fuerza a adoptar, ni de ser como somos, porque ello, además de no ser un delito, es una consecuencia lógica de la actitud que los demás nos dispensan. Mas en contraposición a esto, podemos exponer también que los judíos, en gran mayoría, han tratado de integrarse y hasta de asimilarse con las comunidades gentiles que les brindaron el calor de su tolerancia y un espacio vital en su seno. Han tratado de integrarse y asimilarse para dar así gusto al perenne e inexplicable antijudaísmo, pero sus propios enemigos ó amigos no les han dejado hacerlo. Se nos ha criticado nuestro individualismo, nuestro separatismo y exclusividad, pero cuando hemos querido desvirtuar estos asertos de los antijudíos, cuando hemos querido reparar este “desaguisado”, este “crimen de lesa humanidad”, a decir de nuestros enemigos, no se nos ha permitido. Los obstáculos se alzaron sucesivamente ante nosotros y se pusieron, sin cesar, cortapisas a nuestro deseo. De un modo u otro la crítica surgía. Siempre un dedo acusador nos señalaba y siempre había una boca presta a escupir y maldecir al judío por su condición de tal, antes que a partir una lanza en su defensa. Para nuestras ansias de amor y concordia, hubo respuestas de sordera, de látigos, de matanzas.... Y la sangre...., nuestra sangre, fue el vino que embriagó a nuestros enemigos en sus orgías de muerte. Dije anteriormente que es inexplicable el antijudaísmo y creo que lo he afirmado un tanto ligeramente. Diversas explicaciones pueden hallarse para este complejo problema psicológico, este estado anormal del espíritu, esta fobia de definidas características, común a un gran número de no judíos. Ninguna otra nación, ninguna otra raza ó religión ha sido y es tan odiada. Y yo me pregunto: ¿por qué? Y como yo, miles de nuestros hermanos. ¿Qué ó quién sembró este odio? ¿Qué ó quién lo estimula y alienta? ¿Qué ó quién será capaz de destruirlo y transformarlo en amor? Una de las fuentes, no cabe duda, es en gran medida de tipo psicológico. El judío tiene la virtud ó el defecto de crear a su alrededor una psicosis especial y particularísima en sus vecinos y el fruto de esta psicosis cae sobre él con todo el peso de una maldición, como un estigma vengativo. ¿Pero qué es lo que se venga? ¿Cuál es nuestro delito? El judío ha sido siempre señalado, vituperado y consentido por caridad ó por necesidad en los

núcleos de distintas comunidades. Siempre fue elegido como el blanco de todas las venganzas y de todas las iniquidades. Se le tolera por egoísmo ó por humanidad – que siempre queda algo de ella aún en los más duros corazones –, pero, salvo excepciones, no se le ama. Los que le odian lo hacen con todas sus fuerzas. Sus enemigos lo son a muerte, más sus amigos, si le aman, lo hacen con reservas y su amistad carece de pasión, generalmente. Esta es una notoria desventaja para el judío y un serio obstáculo para que “su” problema sea comprendido. El judío es el eterno personaje de mil leyendas negras tejidas con ensañamiento y reiteración en su entorno, y sus “hazañas” son trasmitidas de padres a hijos a través de innumerables generaciones y salvando sin dificultad las barreras de las distintas edades de la Historia. Esta transmisión se efectúa en la mayoría de los casos con un desconocimiento absoluto del asunto y aumentando el volumen de los hechos, con esa peculiar forma de hacer de un grano de arena una montaña, que tienen los hombres al trasladar de boca en boca un relato. En todo caso, la transmisión se hace con saña, masticándose el odio, cerrando las puertas de la comprensión y del razonamiento. Para el judío, el veredicto está dictado de antemano e invariablemente es de culpabilidad, sin excusas ni atenuantes. Ni siquiera se le brinda el recurso de la apelación. Alguien dijo en cierta ocasión que para hallar la causa de algo, no es preciso buscar mucho: “Cherchez le juif”. En esta frase está condensada la esencia del antijudaísmo y es la mejor prueba de que el judío está considerado como el promotor y causante, cómplice ó encubridor de cuanto malo existe ó ha existido en el mundo. Las mayores felonías le son atribuidas. Las madres lo toman como instrumento para atemorizar a sus hijos. Los más horrendos crímenes le son cargados en cuenta. El primer “crimen” de los judíos fue el de la atribuida muerte de Cristo. Allí comienza la triste historia del antijudaísmo, jalonada por pogromos horribles, expulsiones, inquisiciones y otras tremendas injusticias mil veces peores que las que se nos imputan. Este es el principio del odio. Antes, también se nos combatía, como nación soberana, por países guerreros contrarios a nuestra fe monoteísta. Por bárbaros idólatras que deseaban aniquilar a Israel y al judaísmo, madre de religiones y la primera que concibió y creyó en un Dios único, incorpóreo, invisible e irrepresentable, Después vino la destrucción del Sagrado Templo y la maldición de Caín de vivir errantes, se desplomó sobre nosotros. La dispersión comenzó, hace de ello muchos siglos, pero nuestro pretendido “crimen” no se ha olvidado. Antes al contrario, con el tiempo adquiere más fuerza y vigor, más consistencia en las mentes de nuestros enemigos y no ha habido fuerza humana capaz de convencerles de lo contrario. Es creencia general, alimentada por la ignorancia, que los judíos mataron a Cristo. Bueno es recordar que Cristo era judío, un rabino, conocedor de la doctrina mosaica, al que muchos de sus correligionarios consideraron como el esperado Mesías que auguraron los profetas, en una época propicia a que esta creencia arraigara y se propagara apoyada en determinados hechos practicados por Jesús en su sabiduría y a los que se calificaron de milagros. Posteriormente, los apóstoles propagaron esta nueva creencia en el resto del mundo conocido, que en su totalidad era politeísta ó fetichista. Pensando detenidamente en esto, salta a la vista que el cristianismo es una ramificación del judaísmo, al igual que el protestantismo lo es del Cristianismo inicialmente concebido y divulgado. Y conste que esto no va dicho en sentido peyorativo, sino tratando de enfocar el juzgar esta circunstancia con objetividad. Así pues, uno y otro, cristianismo y protestantismo, son el resultado de algunas diferencias en las creencias respectivas. La diferencia primaria entre judíos y cristianos estriba en el reconocimiento de Cristo como el Mesías y su carácter divino como hijo de Dios y concebido por una virgen, y además en que los judíos siguen los preceptos de la Torá sin los cambios introducidos por los Evangelios. Existen pruebas de que no han sido los judíos los que dieron muerte a Jesús. Este crimen puede

atribuirse con razón y base a los romanos ocupantes de Palestina en aquellos remotos tiempos. Jesucristo debió suponer para los dominadores un peligro, por cuanto arrastraba tras de sí inmensas masas encendidas de fe y arrebatadas de entusiasmo. Estas masas, podía llegar un momento en que no fuera posible controlarlas y no es descabellado pensar que el gobernador romano decretara su muerte para evitar posibles futuros disturbios que amenazaran el poderío de Roma. Esta teoría se ve apoyada por el hecho de que Jesucristo murió en la cruz y no lapidado, cual era la forma de ejecución empleada en esa época. La crucifixión era un método de suplicio y muerte, netamente romano y de ello dan fe los miles de cautivos cristianos que de sus catacumbas eran llevados a las arenas de los circos para ser crucificados ó dados como pasto a las fieras. Y no se olvide que estos valientes mártires, en gran proporción, eran judíos antes de abrazar la nueva fe. Desde luego, si existiera en el mundo predisposición a estudiar el asunto, esa leyenda negra sobre los judíos llegaría a desaparecer, pero desgraciadamente la predisposición existente está orientada en sentido inverso. Y eso no es justo.... La judeofobia es hija, también, de un sentimiento de inferioridad encubierto con las patrañas y el odio, pero aún el más acérrimo de los antijudíos, en la más recóndita fibra de su ser, no deja de reconocer que no puede vivir sin él. Para el antijudío, el antijudaísmo es como una droga y es tal el vicio que le domina que no puede pasarse sin el judío, como los morfinómanos ó cocainómanos sin la razón de su existencia ó los alcohólicos sin el vino. Ellos se sumergen en ese irreprimible sentimiento que les transporta a su mundo interior maravilloso. Y gozan.... Así vemos también, que podemos calificarlo como una debilidad humana de los que se creen fuertes y no lo son. El antisemita necesita del judío como del aire para respirar, porque le conforta y le hace sentirse superior a sus propios ojos y a los de los demás. Que de otra forma no podría serlo. Por esto, aunque el judío trata en ocasiones de aparentar no serlo, de plegarse en sí mismo para vivir en el mundo suyo al que le confinan, ni envidiado ni envidioso, no se lo permiten. ¿Qué sería del antijudío sin el judío? Otra particularidad de este ancestral antagonismo es que el judío vive tan pendiente de los demás como éstos de él y por ello, el judío se preocupa de causar siempre buena impresión, de estar por encima de los que le combaten e incluso de él mismo, superándose, para desvirtuar esas mentiras forjadas en torno suyo, siendo ésta la razón de su triunfo en todos los órdenes. No otro es el secreto de que destaque en cuantas empresas inicia, pues lo hace todo poniendo la máxima atención, los cinco sentidos, su alma entera, su corazón deshecho a fuerza de desprecios y sufrimientos.... El judío vive mucho más intensamente que el que no lo es. La experiencia de un joven judío es normalmente superior a la que correspondería a un no judío de su misma edad. Su carácter es totalmente distinto, pues preciso es tener en cuenta que éste se forja en la adversidad y en las dificultades de la vida, elementos que el judío conoce a conciencia, muy profundamente y entre los que nada desde que nace. Estas dificultades, ese medio ambiente en el que vive, le hace aguzar el ingenio, cultivar su inteligencia. No hay que creer en razones de tipo especial, genético, como raíces de esa inteligencia judía. ¡Al judío le obligan a ser inteligente! Como a los animales polares les crece un espeso y lustroso pelo para defenderse del frío; como Dios dotó de garras y colmillos a los tigres y a los leones y de cuernos a los toros y a los ciervos. La inteligencia es el arma del judío y no puede criticársele porque la use para defenderse, ni puede juzgársele mal porque con ella ataque. Hay otros que se defienden y atacan con armas menos nobles y más dañinas. Otra razón que se utiliza para hacer escarnio del judío es su aspecto físico. Aún reconociendo que pueda poseer ciertos rasgos especiales que le corresponden por naturaleza, no le son estos rasgos exclusivos. Conocemos muchos no judíos con narices aguileñas, orejas grandes y manos y ojos avariciosos y conocemos también muchos no judíos usureros, ventajistas y traidores. Hay judíos rubios y morenos y hasta chinos y negros. ¡Pero es tan fácil tener siempre a mano la “cabeza de turco” que expíe las culpas de los demás! ¡Es tan

cómodo y agradable calumniar, máxime si así se siente uno como componente de una cruzada purificadora, adoptando el papel de mártir digno de ganar el cielo....! Los que se jactan de su “pureza aria”, ¿han analizado la humanidad y pureza de sus sentimientos? ¿Es posible que el pecar les purifique? ¡Cuantos entre ellos hacen a diario todo aquello que luego cargan sobre las conciencias de los judíos! Conviértense, a buen seguro, en acusadores para no verse representando el papel de víctimas. Y nadie les echa en cara sus acciones. Otros lucen unas hermosas narices y nadie se ríe de ellos. Los hay también de mirada torva y despiadada y viven tan tranquilos. No son judíos.... Y aún hay otras leyendas negras surgidas como las setas y cultivadas por la ignorancia en el campo abonado de ignorantes mentes. Por ejemplo, la del amor de los judíos por el dinero, por el oro maldito para cuya consecución no reparan en medios, actuando como sanguijuelas de la sociedad que les cobijó en un alarde de caridad y misericordia. Esta sociedad, no olvide que cerró al judío las puertas de acceso a otras profesiones ó actividades estimadas como más honorables, que se reservaron para los “arios” y para los “fieles”. A los judíos se les limitó su actividad al manejo del dinero, a la denigrante profesión de prestamistas que el odio transformó en usureros. Ahora bien, este vituperado amor al dinero, ¿no demuestran tenerlo en mayor grado los que nos atacan para despojarnos de él? ¿Y no es más vituperable el pillaje que la honrada ganancia, fruto del trabajo constante? ¿Quién en este caso reúne mayores méritos? ¿Quién es el pecador y quién es el justo? Pero no paran aquí las insidiosas patrañas. La malevolencia prosigue su siembra de falsedades. “Los judíos tienen rabos y cuernos como el mismísimo diablo”. “En las sinagogas se reúnen para tramar complots contra la seguridad del Estado”, y “en la práctica de sus ritos religiosos, chupan y beben la sangre de los niños, como si fuesen vampiros”. Nada de esto es cierto y es curioso oír con frecuencia, a señores, no ya ignorantes, sino de mediana y aún de elevada cultura, decir: ----“Pero, ¿usted es judío? Ya perdonará mi asombro, pero....Es que tenía entendido...”--concluye lleno de embarazo. ----“Sí,----contesta el judío, con un deje de amargura y lástima por la ignorancia de su interlocutor--- que tenemos rabos. Pues ya ve que no”. En cuanto a los pretendidos complots que se traman en las sinagogas, es lisa y llana inventiva. A nuestros templos han tenido y tienen libre acceso los practicantes y aún los sacerdotes de otras religiones. Muchos han hecho uso de esta libertad, comprobando que la sinagoga es para nosotros la Casa de Dios y la dedicamos únicamente a su servicio y mayor gloría. “Mi Casa es Casa de oración, abierta a todos los pueblos”. Lo mismo se puede decir de la salvaje práctica de beber la sangre de los niños y de igual forma pueden derrumbarse cuantas calumnias nos dedican, no ya los que nos han declarado abiertamente su enemistad, sino los que siendo lobos disfrazados con pieles de corderos, se titulan nuestros amigos. Estos son con frecuencia los que, conscientes ó inconscientemente, nos infieren el mayor insulto para el que se considere un auténtico judío y lleve a gala el serlo. Es corriente oír: ----“No parece Ud. judío”. ----“A pesar de ser judío es un buen hombre y lo estimo como un excelente amigo”. Y lo triste es que a muchos les halagan estas frases que pudiéramos llamar amables y cariñosas porque suenan como algo raro en nuestros oídos acostumbrados únicamente a oír palabras hirientes. A nuestros sentidos sobresaturados de sufrir constantes atentados a nuestra dignidad. Y el mundo sigue rodando. Y los judíos no podemos dejar de serlo, aún cuando ello no nos impida, como es bien notorio, amar nuestra patria, la tierra que nos vio nacer y sentirla muy hondo y

defenderla como el primer patriota que se precie de serlo. Para la injuria y el odio tenemos respuestas de fidelidad y amor. Somos lo que somos y si lo olvidamos ó tratamos de hacerlo, no faltará nunca quien nos lo recuerde y ello, a la larga, creo que es de agradecer. Y también es de agradecer que se nos haya acogido en muchos lugares, aunque siempre como judíos. Nos hemos asentado en países monárquicos, somos huéspedes más ó menos distinguidos, de férreas dictaduras, de repúblicas populares ó libres democracias. En todos los países podemos vivir y convivir, mejor ó peor, alcanzar altos cargos públicos en la administración y en la vida del país, pero si el éxito nos acompaña en nuestra gestión, podemos estar seguros de que quedará en el olvido nuestra condición de judíos. Mas ¡ay, si fracasamos! Este lujo no nos es permitido. Entonces el que fracasó es el judío, el perro judío traidor para el que no hay bastantes calificativos insultantes. La prensa, al anunciar la adjudicación, pongamos por caso, de un premio Nóbel ó la realización de un descubrimiento científico de importancia vital para la humanidad y cuyo personaje sea judío, ocultará esta circunstancia; pero si el “gangster” ó el espía, el ladrón y el asesino es judío, entonces este calificativo irá por delante en la información y con grandes titulares. A veces, aunque el tal sujeto no lo sea, se dará la información en igual sentido. Así vemos que el judío es una obsesión constante para el resto de los mortales y no podemos olvidar tampoco que la palabra “judío” ha “merecido los honores” de acaparar la atención de las Academias de la Lengua que la han incluido en los diccionarios que editan, con una infamante explicación, que no quiere decir justeza de significado. Y el mundo no se detiene....Y el odio sigue manando.... Se alzan sobre nosotros y son sucesivamente abatidas, las sombras del Faraón opresor, del pérfido ministro Amán, del destructor emperador Tito, del refinado Torquemada y del loco verdugo nazi Adolfo Hitler. Los días suceden a los días, los años a los años y los siglos a los siglos en procesión interminable. Algún día la comprensión se abrirá paso pues ya es hora de rectificar pasados yerros y emprender una nueva ruta, pero entretanto y pese a todo, el judío sigue siendo judío y “su” problema el problema del mundo. Tetuán, 16 de Diciembre de 1955 Con esta esperanza finalicé mi artículo. Después de más de cincuenta años, el problema sigue en pié y la esperanza también. EL ORÍGEN DEL ODIO Durante casi 2000 años, la Iglesia católica propagó un mensaje antijudío que caló profundamente en millones de seres, hasta que Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II y deslindó de la acusación de deicidio al pueblo judío y abogó por un acercamiento entre ambas religiones. Sin embargo, veinte siglos de transmisión de padres a hijos de creencias fundadas en la aversión, dejan huellas profundas. El antijudaísmo desaparecerá algún día cuando el mundo sea más ilustrado, más espiritual y entienda la esencia misma del cristianismo que, como dice el teólogo católico Paul Johnson, no es más que judaísmo con Jesús. También hay varias diferencias introducidas con el tiempo que alteran aspectos esenciales, pero a final de cuentas el cristianismo está inspirado en el judaísmo. El concepto mesiánico es un concepto judío que se apropió el cristianismo, pero eso no le quita su alma judía, sino que más bien le da mayor fuerza. ¿Dónde se origina esa obsesión de una religión de acabar con las demás? Proselitismo, es la respuesta. Los cristianos fueron los primeros en buscar prosélitos, cuando el judío helenista Pablo de Tarso, que nunca conoció a Jesús, decidió pregonar décadas después de su muerte, la llegada del Mesías en las provincias romanas afines al judaísmo. La Torá (Pentateuco) dice literalmente: “No harás proselitismo pero bienvenido es el prosélito”. Esa simple ley es la que hace al pueblo judío tan reducido, mientras que los cristianos y musulmanes, que la desobedecieron, son en conjunto casi 3.000 millones. Los que hacen proselitismo comienzan con el mensaje divino, tergiversado a gusto por clérigos oportunistas e ignorantes, después viene el adoctrinamiento, el diezmo, la fidelidad y, en

algunos casos la entrega total e incondicional hasta de la vida misma, que da poder ilimitado sobre sus feligreses al líder religioso o a su institución. Cuando no logran ser convincentes, desenfundan la espada. Y, cuando una creencia debe ser impuesta por la fuerza, es porque está equivocada. El judaísmo, por el contrario, considera que la búsqueda espiritual debe darse a través del conocimiento y por propia convicción interior. Ls judíos en el entorno cristiano El establecimiento de judíos en Europa es anterior a la era cristiana; la historia de la comunidad de Roma, que existe sin interrupción desde el siglo II antes de la era cristiana hasta nuestros días, revela la antigüedad de la presencia judía en Europa. Arquelao, el hijo de Herodes, cuando fue destituido por Augusto, en el año 6 de la e.c., se exilió en Viena, Galia. Las conquistas de Roma favorecieron el nacimiento de pequeñas colonias judías en las diversas provincias europeas del Imperio. Hay testimonios de la presencia judía anterior a las invasiones bárbaras en varias decenas de ciudades de Europa. Siguiendo generalmente las antiguas vías romanas de penetración y las colonias fundadas por Roma, los judíos se implantaron progresivamente en toda Europa con la única excepción de los países escandinavos. Las principales comunidades se ubicaron en el Imperio bizantino, en Sicilia, en Italia meridional, en Roma, en la España cristiana, en Provenza, en Campaña, en el valle del Rin y, después de la conquista normanda, en Inglaterra. En algunos de estos países, como Francia y Alemania, había centenares de localidades en las que vivían judíos. Sería interesante conocer el número de los judíos que se hallaban en todas partes, hasta en las aldeas más pequeñas; la insuficiencia de información demográfica excluye la precisión y no se pueden hacer en este caso más que estimaciones aproximadas. Desde luego, el papel que desempeñaron en Europa occidental no tuvo ninguna relación con su importancia numérica. Para comprender este papel debemos primeramente situar a los judíos dentro de las primeras sociedades medievales. En estas sociedades los judíos planteaban problemas por su singularidad religiosa, pero no hubo un verdadero “problema judío” ni estatuto para judíos. No olvidemos que en la sociedad prefeudal no había nacionalidad ni ciudadanía. La sociedad estaba constituida por diversos grupos que poseían privilegios, obligaciones o restricciones. Los judíos no eran más que un caso particular dentro de los casos particulares que se llamaban nobles, caballeros, burgueses, extranjeros residentes y siervos. La verdadera particularidad de los judíos era la de que no podían ser incluidos en ninguna de las clases de la sociedad pero tenían semejanzas con todas ellas. No eran nobles, porque no podían rendir ni recibir homenajes, pero la forma en que solían ser puestos bajo la soberanía directa de los reyes hacía su situación muy poco diferente de la que correspondía a los caballeros. No eran siervos, porque no estaban unidos a la tierra, pero los soberanos afirmaban que eran de su propiedad y pretendían disponer de ellos como siervos. En la baja Edad Media, el emperador no los designaba de otro modo más que como “siervos de nuestra cámara”. A la que más se aproximaban era sin duda a la condición de hombres libres o de extranjeros residentes; pero su situación particular hacía que no se identificaran totalmente con ellos. La situación particular se debía a que los judíos estaban sometidos a dos categorías de leyes de distinto origen; el derecho secular, que variaba en las diferentes regiones pero tenía la estructura fundamental del derecho romano, y el derecho eclesiástico. Los diversos derechos evolucionaron. Al principio, cuando los judíos, ciudadanos plenos del Imperio romano, gozaban libremente de derechos y privilegios, la legislación eclesiástica que se instauró con la cristianización de Europa se esforzó por limitar sus libertades. El prolongado intermedio de las invasiones y los reinados bárbaros disminuyó el poder de la Iglesia y atenuó el

rigor de lo que se podría llamar la reacción eclesiástica. Desde el siglo VI hasta el XIII la Iglesia continuó preocupada por proteger a los cristianos de las diversas formas de influencia de los judíos, pero no trató de rebajar sistemáticamente a los judíos ni de impedirles que llevaran una vida normal. El derecho eclesiástico contenía numerosas prohibiciones, pero también leyes protectoras. En cuanto al derecho secular, tomaba en cuenta lo que era la referencia mayor de la historia de los judíos en ese período: Europa los necesitaba. Los judíos representaban una fuente de intercambio, de enriquecimiento y de ingresos. Formaban parte de algún modo del “patrimonio nacional”, patrimonio que era más bien un coto privado de soberanos y príncipes y que debía ser asegurado para que no desapareciera, o se expatriara. De ahí que desde Luís, el Piadoso, hasta Federico II les hayan acordado a los judíos numerosas cartas de protección. Había aparentemente un conflicto de intereses entre la Iglesia y el poder civil, aquella velando por los intereses espirituales del cristianismo, éste preocupado por sus ventajas materiales. La realidad es mucho más compleja. Los altos dignatarios de la Iglesia eran también soberanos temporales; Papas y obispos tenían que recurrir a veces a los servicios de los judíos, lo mismo que los reyes y los príncipes. La protección de estos últimos llegaba a una verdadera manumisión. Por otra parte, la caridad evangélica y la política de la Iglesia proscribían el uso de la fuerza en sus relaciones con los judíos; el poder temporal no siempre tenía los mismos escrúpulos. Es preciso modificar la impresión general de que el poder temporal era el protector natural de los judíos, y la Iglesia su adversario; pero no deja de ser cierto que las cartas imperiales y reales contenían esencialmente privilegios y garantías, y los decretos eclesiásticos prohibiciones y advertencias. Las advertencias se referían solamente a la contaminación de la fe y los medios de preservarla, en general absteniéndose de fraternizar con los judíos. Fuera de eso gozaban de derechos y privilegios sociales y religiosos. Estaban apartados pero no por inferioridad. Eran más libres que los siervos y que muchos burgueses. Además, y esto era lo importante, la situación jurídica de los judíos no los rebajaba. No eran tratados a modo de parias; no estando cargados de ningún menoscabo civil o profesional, no quedaban excluidos de la sociedad. A los ojos de sus contemporáneos aparecían como uno de los múltiples engranajes de la sociedad. En una “tregua de Dios” convenida en 1103, el emperador Enrique IV y sus barones se comprometieron a respetar “las iglesias, a los sacerdotes, a los monjes, a los mercaderes, a las mujeres y a los judíos”. Los judíos eran figuras complejas: más honorables, y honrados, en cuanto al lugar y el papel que tenían en la sociedad; más amenazantes y denunciados, en cuanto a su religión. Durante mucho tiempo los elementos positivos tuvieron más peso que las polémicas religiosas. Así se explica lo que impresiona en la historia de los judíos en la primera parte de la Edad Media y que contrasta singularmente con los acontecimientos posteriores: desde muchos puntos de vista, los judíos eran vistos y admitidos como hombres de la misma manera que los demás hombres. No eran objeto de ninguna verdadera discriminación social o económica. No sugerían ninguna figura estereotipada. No les atribuían vicios especiales. En otras palabras, no existían las grandes afirmaciones generales en las que reposa el antijudaísmo. Además, y esta es una comprobación primordial, los judíos no se distinguían particularmente de sus vecinos cristianos. Nada, sobre todo nada infamante, los señalaba a la atención pública; ni su vivienda, ni su físico, ni su ropa, ni su lengua. Los judíos no estaban confinados en un barrio reservado. Es verdad que habían conservado la costumbre de agruparse alrededor de la sinagoga. Existían por lo tanto barrios judíos, pero aparecieron tardíamente hacia el fin del siglo X. Pero aunque los judíos eran iguales a los demás desde todos los puntos de vista, seguían siendo profundamente diferentes por su religión. Se podían incluir en la sociedad; no podían integrarla totalmente. Sobre la naturaleza y la calidad de esta diferencia, judíos y cristianos evidentemente disentían. Los primeros se mantenían en ella con firmeza. Les parecía natural que llevaran una vida

socioeconómica normal y conservaran no obstante su identidad religiosa. Más aún; se puede suponer que cuanto más ventajosas eran para ellos las condiciones de vida, o por lo menos, viables, menos tentados estarían de renunciar a sus caracteres específicos. Seguían siendo el pueblo de Dios en exilio. Su posición política no les imponía la necesidad de abjurar para sobrevivir. Por lo que respecta a la religión, estaban, menos que nunca convencidos de la veracidad y la superioridad del cristianismo. En las innumerables polémicas y controversias que los enfrentaron con los cristianos, a lo largo de la Edad Media, su actitud expresaba de forma vibrante que su fe no había sido conmovida. Es verdad que se producían algunos casos aislados de conversión voluntaria, pero no es posible determinar su cantidad, y es indudable que no herían la homogeneidad de las comunidades judías ni su deseo de perdurar. Para los cristianos, en cambio, la religión judía seguía siendo una supervivencia, una anomalía y un peligro. La política compleja, a veces contradictoria, que llevaba la Iglesia, era la de admitir a los judíos pero combatir el judaísmo con la esperanza de reducirlo y aniquilarlo; impedir a los judíos que pervirtieran a los cristianos para permitir a los cristianos que convirtieran a los judíos. Toda la política de la Iglesia obedecía a estas dos preocupaciones: impedir que los cristianos se contaminaran con las creencias y las prácticas judías, que judaizaran (judaizare), y lograr por diversos métodos que los judíos aceptaran el bautismo. La política de la Iglesia era una mezcla de tolerancia y agresividad y sus componentes variaban según el tiempo y el lugar. Hagamos un poco de historia o, mejor dicho, sigamos haciendo algunos apuntes para la historia. Paganos, judíos y cristianos en el Imperio romano En el Imperio romano, el judaísmo era vigoroso, políticamente tolerado y gozaba de gran prestigio. Ser judío era lícito. No lo era volverse judío. Sin embargo, ser cristiano sí era delito ya que únicamente se podía ser por conversión lo que implicaba incurrir en delito y crimen de cristianismo. No obstante, hubo épocas en las que los emperadores se mostraron más tolerantes hacia el cristianismo y tanto éstos como los judíos fueron raramente perseguidos. La dinastía de los Severos trató a los judíos de manera amistosa, beneficiándose los cristianos de esta simpatía. El emperador Heliogábalo (218-222) se hizo circuncidar y Alejandro Severo veneraba en su panteón personal a Abraham y a Cristo, junto a Alejandro y a Orfeo. Esta situación se modificó paulatina y progresivamente, en un lapso de casi un siglo, con la conversión de Constantino. Desde entonces, los judíos se encontraron en presencia de dos poderes: la autoridad del Imperio y la autoridad de la Iglesia, cuyos intereses no siempre coincidían. En el año 312, vencedor de una de las batallas más decisivas de la historia, Constantino se convierte en señor de Roma, emperador de todo el Occidente y diez años después queda como dueño absoluto de todo el Imperio romano, al someter a su mando la parte oriental del Imperio. Con los cristianos, que le ayudaron en gran medida a lograr sus victorias, hace una alianza, iniciándose así la evolución del cristianismo a religión de Estado. En el año 313, el emperador promulga su famoso “Edicto de Milán”; asegura a todos los ciudadanos del Imperio romano la libertad de conciencia. Para los cristianos, el decreto imperial representa el gran cambio anhelado desde hacía tanto tiempo: su religión ha alcanzado oficialmente la igualdad de derechos con el paganismo. El edicto de tolerancia incluye también a los judíos. No hace más que ratificar lo que ya estaba establecido legalmente: la aceptación y tolerancia de su religión. El judaísmo es, como antes, “religio licita”, religión permitida. El judaísmo hubiera podido alegrarse de esta victoria del espíritu sobre la fuerza bruta de las armas, si el cristianismo vencedor hubiera hecho realidad la suavidad de su fundador. Pero su dominio, que constituye un punto crucial en la historia del mundo, sólo trajo al judaísmo una nueva

prueba, difícil y duradera. El curso de los acontecimientos que siguieron, debía de tomar pronto un camino lleno de desgracias para el judaísmo. Comenzó una época de humillaciones y opresiones, un período de persecuciones oficiales que llenaron de dolor las vidas de los judíos en todos los países cristianos hasta bien entrado el siglo XIX. “La doctrina que no era de este mundo, como su mismo fundador la calificaba”, escribe Simón Dubnow, “se alió íntimamente con la monarquía militar, y, en lugar de fundar el reino de los cielos sobre la Tierra, se entrometió por completo en las cosas terrenas. La fuerza del Estado y la de la Iglesia, hasta hacía poco perseguida, pero ahora triunfante, se unieron para tener a los hombres bajo su dominio en cuerpo y alma. La antiquísima nación que en el transcurso de dos milenios se había defendido contra todas las monarquías del mundo pagano, se vio súbitamente cercada por el círculo férreo del Imperio cristiano, que abarcaba Palestina y toda la diáspora romana”: El conflicto Estado-Iglesia versus Sinagoga. Las legislaciones antijudias. La benevolencia frente a los judíos duró, pues, muy poco bajo el emperador Constantino. Ya dos años después de la promulgación del Edicto de Milán, que asegurada la tolerancia, se promulgaron los primeros decretos antijudíos. A partir de entonces, el judaísmo estuvo siempre expuesto a ataques que, por su duración y por su dureza, no tienen igual en la historia de la Humanidad. El destino inescrutable ha querido que fuese, precisamente, el cristianismo el más enconado e irreconciliable enemigo del judaísmo, a pesar de que debe su origen a la religión judía, de que sus inspiradores espirituales y doctrinas morales más elevadas proceden del espíritu y del pensamiento de los grandes hijos del pueblo de Israel, y de que sus fieles cantan su Salmos y rezan sus antiguas oraciones. El cristianismo, llegado a la soberanía en íntima unión con el Estado, puso todo su empeño en quebrar el espíritu de los judíos y en convertirlos. La religión judía fue declarada “culto sacrílego” de un “pueblo condenado y blasfemo” y sus partidarios fueron juzgados como “deicidas”. Fue entonces cuando se creó la base para todo aquello que durante siglos, en la Edad Media y hasta la época más reciente, ha ensombrecido las relaciones entre el mundo cristiano y el pueblo de Dios. Todo empezó bajo Constantino. En el año 315, inesperadamente, los judíos experimentan la primera limitación decretada por el gobierno. Se les prohíbe, bajo pena de ser quemados vivos, el ganar adeptos para su religión entre los cristianos o intentar captar de nuevo a los hermanos de religión que se hubieran pasado al cristianismo. En el año 321 es anulado mediante una ley un antiguo y garantizado privilegio: el quedar eximidos del decurionato. El ejercicio de este cargo en la administración municipal representaba una pesada carga para aquel que era llamado a ocuparlo. Solía escogerse con preferencia a hombres de posición pues se hacían responsables con todo lo que poseían de cualquier déficit o falta en la recaudación de impuestos de una ciudad. Antes de proseguir con estos ejemplos de leyes antijudías, señalemos lo siguiente: Los emperadores tenían la responsabilidad de mantener el orden, la legalidad y la continuidad. Los judíos, como ciudadanos romanos, debían gozar por derecho de la protección de las leyes generales y del respeto a sus leyes particulares. Por otro lado, la iglesia se encontraba en una situación tal que no podía suprimir a los judíos pero tenía que, forzosamente, limitar su influencia. La supervivencia del pueblo judío se había explicado con la teoría del pueblo – testigo. Como expresara San Agustín: “Los judíos tienen por función la de dar el testimonio, con su derrumbe, de las desgracias que golpean a los que no creen en Cristo. Están señalados por una marca como Caín: no hay que matarlos. Son necesarios para los pueblos que tienen la fé”. La Iglesia se enfrentaba al dilema de autenticar el judaísmo por una parte y por la otra descalificarlo.

Ambas cosas tenía que hacerlas con cautela, con sutileza, porque la contradicción era realmente difícil de superar. El cristianismo que abrazaban los paganos era a menudo una etapa hacia el judaísmo. Hubo que condenar esta tendencia como un delito: el delito de judaizar, es decir realizar ciertas prácticas judías, como guardar el sábado, ir a la sinagoga, etc. El segundo paso fue el de diferenciar al máximo los ritos judíos de los cristianos y el de fomentar el descrédito de los judíos mediante las polémicas. Varios Concilios se dedicaron a atacar y prohibir las costumbres judías y a combatir las tendencias judaizantes, no con mucho éxito, ya que éstas persistieron en muchos países de Oriente, en África, en Italia y en España. La polémica que al inicio se centraba en las ideas tan solo, se trasladó al terreno de la violencia. Nació el antijudaísmo cristiano, de índole teológica más que social que, por supuesto, derivó con el tiempo en antijudaísmo social también. El judío había rechazado a Cristo. Era un pueblo maldito, deicida, al que Dios, a su vez, había rechazado. Los judíos eran codiciosos, inmorales, ciegos, revoltosos, sensuales, borrachos y desenfrenados. La sinagoga era una madriguera de bandidos y un lupanar, la sede de los demonios y de la idolatría. Había, por lo tanto, que evitar que contaminasen a los cristianos, impedirles ocupar ciertos cargos con tal fin, cercenar, reducir o eliminar sus privilegios. Los emperadores debían de seguir esta vía. Las ovejas de Cristo tenían que ser salvadas. Los emperadores con más o menos reticencia fueron cediendo a las exigencias de la Iglesia, dando lugar a las prohibiciones y a los estatutos de excepción que, a través de los siglos, se transformaron en crecientes leyes restrictivas, matizadas por el tiempo y el lugar. Iniciadas por Constantino, fueron evolucionando y ampliándose, como se dijo, hasta fijarse en dos grandes códigos, el de Teodoro II, en 438 y el de Justiniano, en 553. Las leyes restrictivas abarcaban al judío individual y colectivamente. En lo individual se referían al derecho privado, los derechos de la propiedad privada y diversas incapacidades de tipo legal. Los judíos quedaron sujetos al derecho romano, pero en desigualdad frente a la violencia. Se restringió la posesión de esclavos, se prohibió la tenencia de esclavos cristianos por parte de los judíos, se prohibió la circuncisión, siendo penada con la muerte la contravención, se reprimió la celebración de las fiestas judías, se les prohibió el acceso a ciertos cargos públicos, civiles y militares. Así, la legislación del Imperio y las recomendaciones de la iglesia fueron cimentando el estatuto excepcional que padecieron los judíos en tierra cristiana durante la Edad Media. Los lineamientos generales y fundamentales eran las leyes restrictivas, las trabas a la confraternización y al proselitismo y la enseñanza del desprecio. No obstante, tales leyes, aunque restrictivas, los protegían, pues la finalidad era doblegarlos, convertirlos, pero no matarlos. Con el tiempo, varios siglos en realidad, el estatuto de excepción se tornó más hostil, más incomprensivo, más opresivo. En lo colectivo, las leyes restrictivas abarcaban el culto judío, los privilegios de las comunidades, la organización central de los judíos y el proselitismo. La sinagoga gozaba de protección en teoría, y, si era destruida, saqueada, quemada, transformada en iglesia, lo que ocurría con frecuencia, la comunidad tenía que ser indemnizada. La construcción de nuevas sinagogas quedaba sujeta a autorización especial. De no mediar la autorización, la sinagoga era destruida o transformada en iglesia. Los privilegios de las comunidades judías y las inmunidades de que gozaban ciertos funcionarios de las mismas, fueron suprimidos y la jurisdicción judía que tenía fuerza legal para los judíos pasó a no tener más que valor de arbitraje: era necesario que las dos partes aceptaran. En cuanto a la organización central, con la supresión del Patriarcado de Palestina en 425, desapareció tal organización y el estado pasó a percibir el canon comunitario que se hacía llegar al Patriarcado. El emperador pasó también a percibir desde entonces un segundo impuesto especial de los judíos: el

fiscus judaicus. Discriminaciones y vejámenes Continuemos ahora viendo algunos ejemplos de leyes discriminatorias y vejatorias y los argumentos que las trataban de justificar, de un cinismo y de una crueldad difícilmente admisible. Si bien, al principio, las leyes que afectaban al judaísmo mostraban todavía una vacilación entre la severidad y la benevolencia, hacia el final del gobierno de Constantino se hicieron más precisas. Un edicto promulgado en el año 335 prohíbe de nuevo, y con el máximo rigor, que los judíos “molesten” a sus correligionarios que se han pasado al cristianismo. Asimismo, se les prohíbe, bajo castigo, que circunciden a sus esclavos, ya sean cristianos o paganos y que los atraigan hacia su religión. El judío que infringe esta orden, pierde su derecho de propiedad sobre el esclavo y queda obligado a dejarlo en libertad. El hijo de Constantino firma una ley que prohíbe el matrimonio entre judíos y cristianas: los que infringen esta ley son amenazados con la pena de muerte. “De aquí en adelante hay que vigilar que los judíos no mezclen a las mujeres cristianas en sus atrocidades (flagitis)”, dice el texto del edicto promulgado en el año 339, “y si lo hicieran ponen en juego su cabeza”. Las disposiciones de la nueva ley sobre los esclavos tiene todavía consecuencias más funestas para los judíos. Se agrava la amenaza referente al intento de conversión de los esclavos al judaísmo. Si Constantino había prohibido la aceptación de esclavos en la comunidad judía y castigado cualquier infracción de esta ley con la pérdida del esclavo, Constancio, en el año 339, condena la “circuncisión” de un esclavo cristiano – que podría representar una conversión- con la pena de muerte o el destierro. A esta prohibición, que va dirigida contra la influencia del judaísmo, siempre temida, sigue otra que perjudica en grado máximo a los judíos del Imperio desde el punto de vista económico: bajo amenaza de confiscación de todos sus bienes, se prohíbe terminantemente a los judíos el comprar o tener esclavos cristianos. Incluso la compra o la tenencia de esclavos paganos, es castigada por otra ley promulgada más adelante. Puesto que toda la vida económica de aquel tiempo se basaba en el trabajo de los esclavos, los judíos, a causa de este decreto, se vieron excluidos del ejercicio de muchas profesiones que estaban abiertas para todo los demás ciudadanos del Imperio, así como de muchas actividades y cargos que habían asumido hasta entonces. Pues lo mismo que en la agricultura y en otras ramas, también en las empresas comerciales o en los astilleros era imposible seguir adelante sin poseer esclavos. Esto representaba, pues, la ruina económica. En el año 357 se publicó en el Imperio otra ley que ponía una nueva barrera a los intentos de conversión al judaísmo, bajo pena de severos castigos y que también debía servir de amenaza a los cristianos. Dice así: “Si después de la publicación de esta ley alguno de entre los cristianos se hiciera judío y pueda comprobarse que asiste a “sus” (de los judíos) “sacrílegas reuniones (sacrilegis coetibus), ordenamos que todos sus bienes sean confiscados a favor del Estado”. Sólo la Iglesia dominante tenía reservado el privilegio de la misión y de ganar adeptos para su doctrina. Un rayo de luz en las tinieblas De forma inesperada, un cambio en la sucesión del trono interrumpió esta época de miseria que había venido a cernirse sobre los judíos. A los emperadores Constantino y Constancio, los ascendientes al Imperio romano-bizantino, sucedió, en el año 361, Julián, como único soberano. Los historiadores de la Iglesia le dieron el sobrenombre de “apóstata”, porque el nuevo emperador se propuso instaurar de nuevo los cultos paganos. Decidido a parar cualquier intromisión del cristianismo como religión del Estado, derogó los privilegios de los cristianos, les prohibió convertir a los paganos mediante el uso de la fuerza y mandó a cerrar sus escuelas. A todas las religiones y sectas aseguró Julián la libertad de conciencia. A los judíos les restituyó todos sus antiguaos derechos de ciudadanía, les liberó de las cargas especiales que pesaban sobre ellos y les

hizo saber que él reconstruiría “la ciudad santa de Jerusalén”. Pero Julián no pudo detener ni cambiar el curso de la rueda de la Historia. Un día de Junio del año 363 el emperador murió en el campo de batalla en la campaña contra los sasánidas, en Mesopotamia y, con su muerte, nuevas sombras volvieron a abatirse sobre el pueblo judío y las consecuencias de la intolerancia no tardaron en hacerse sentir. De nuevo las sombras y la crueldad Bajo Teodosio I (379-395) el cristianismo se convierte definitivamente en la religión de Estado del Imperio romano. Pese a los esfuerzos de Teodosio I por proteger a los judíos, éstos son atacados en su libertad de conciencia y siguen siendo víctimas de la difamación. El emperador tiene que ceder ante el Obispo de Milán empeñado en anular la protección del Estado a los judíos, mientras el arzobispo de Constantinopla, Juan Crisóstomo, luchaba contra la relación amistosa entre cristianos y judíos, denigrando de las sinagogas judías en sus prédicas, de todas las maneras imaginables. Juan Crisóstomo no repara, ni siquiera, en afirmar, al referirse a la sinagoga: “Si uno la llama burdel, antro de corrupción, asilo del diablo, fortaleza de Satán, perdición de las almas, causa de todas las desgracias o cualquier otra cosa, todavía dirá menos de lo que merece”. “Es evidente”, observa el profesor Karl Thieme, “que de una tal difamación, salida de boca de una autoridad eclesiástica, al incendio de las sinagogas hay muy poca distancia”. La crueldad se propagaba y sus más connotados defensores y propulsores eran los más sabios y preclaros hombres de la Iglesia. Veamos el ejemplo de Jerónimo, aclarando antes que los peregrinos judíos tenían prohibición de entrar a Jerusalén, excepción hecha del 9 del mes de Ab, una sola vez al año, cuando se les permitía la entrada. Las palabras del sabio Jerónimo (331-420) no muestran ninguna compasión cuando describen las humillaciones de los peregrinos judíos en Jerusalén: “Hasta hoy está prohibida la entrada en Jerusalén a los habitantes perjuros” (los judíos) “que asesinaron a los servidores de Dios y sobre todo al Hijo de Dios. Sólo se les deja entrar para lamentarse. Deben comprar con dinero el permiso para poder llorar la destrucción de su Estado.... En el día en que, en otro tiempo, Jerusalén fue tomada y destruida por los romanos, puede uno ver cómo el desdichado pueblo viene hasta aquí, cómo acuden en masa las viejas mujeres y los ancianos, vestidos de andrajos de manera que ya en su aspecto externo y en sus vestiduras se delata el castigo de Dios. Los grupos de desdichados se amontonan y allí donde.... desde la altura del Monte de los Olivos resplandece el signo de la Cruz, un pueblo perseguido por el infortunio llora sobre las ruinas de su templo; un pueblo que, no obstante, no es digno de compasión (populum miserum et tamen non esse miserabilem). Todavía sus ojos están llenos de lágrimas, todavía tiemblan sus manos y sus cabellos están desgreñados, cuando la guardia les pide ya las paga para permitirles continuar derramando lágrimas...” ¿No debiera haber tenido otros sentimientos el que más adelante fue San Jerónimo? ¿No estaba él, precisamente, más familiarizado que la mayoría de teólogos cristianos con las fuentes originales de la Escritura judía y de las costumbres de este pueblo, por haber pasado cuarenta años en Palestina como abad de un monasterio cristiano? Fueron talmudistas de Lydda y Tiberíades los que le proporcionaron los conocimientos de hebreo y de la Sagrada Escritura en su texto primitivo. Bar Chanina, uno de los maestros del Padre de la Iglesia, sólo podía visitarle de noche en su celda como "nocturnus praeceptor”. San Jerónimo se lo había pedido, pues temía caer en descrédito debido a sus relaciones con los judíos. Sus estudios y la enseñanza que recibió de los doctores de la ley judíos, permitieron más adelante a San Jerónimo la redacción de la famosa Vulgata, la traducción latina de la Biblia, que durante la Edad Media fue el único texto de la Sagrada Escritura reconocido por la Iglesia Romana. En sus comentarios del Antiguo Testamento, utiliza tradiciones rabínicas y prédicas hechas en las

sinagogas. y sin embargo, a pesar de que la enseñaron maestros judíos, que le enseñaron la "verdad hebrea" de la Biblia, San Jerónimo no encontró el camino hacia los "hermanos mayores". A aquellos que un día le reprochan sus estudios judíos, considerándolos como herejías, les convence de su ortodoxia asegurando que: "Cuando es necesario despreciar a los judíos, individualmente y como pueblo, yo los detesto con un odio indecible". ¿Y que decir de San Agustín, la cabeza más importante entre los doctores de la Iglesia? Ciertamente, él se opuso decididamente a la acusación de "deicidio" lanzada contra los judíos a partir del IV, pero no obstante, también él escribió -como la mayoría de los Padres de la Iglesia- un tratado polémico contra los judíos: "Tractatus adversus Judeos". Dice en este tratado: "Los judíos, en su degradación, son testimonio de su error y de nuestra verdad". En su obra "De civitatae Dei", "La ciudad de Dios", sitúa al pueblo judío fuera de la sociedad cristiana. El historiador judío Heinrich Graetz no estaba equivocado cuando escribió en el siglo pasado: "Esta profesión de fe, implicando el odio a los judíos, no fue sólo un punto de vista particular de un escritor, sino que se convirtió en un oráculo para toda la cristiandad, que asimilaba los escritos de los Padres de la Iglesia, venerados como santos, considerándolos como revelación. Esta profesión de fe ha armado más tarde a los reyes y a la plebe, a los hombres de Estado y a los monjes, cruzados y eclesiásticos contra los judíos y les ha inducido a inventar instrumentos de tormento y a encender las hogueras". Más leyes antijudías Muerto Teodosio I, los emperadores siguientes desde Teodosio II hasta Justiniano, promulgaban leyes y disposiciones complementarias que sitúan a todos los miembros del judaísmo en una clase sólo "tolerada", separada de la sociedad del resto de ciudadanos romanos y gravemente perjudicada desde el punto de vista jurídico. Se prohíbe la construcción de sinagogas. Se renueva la prohibición de tener esclavos cristianos. Se decreta la exclusión de los judíos del servicio militar. Los judíos que, desde hace tiempo, sirven a las armas, "deben ser licenciados inmediatamente, sin consideración a sus antiguos servicios ( nullo veterum meritorum patrocinanti suffragio)". Miles y miles de ellos son expulsados del ejército sin indemnización alguna y sin los privilegios que eran otorgados a los veteranos. Teodosio II no repara, incluso, en intervenir en el derecho familiar. Por un decreto se prohíbe a los judíos el desheredar a los hijos que se hayan convertido al cristianismo, "que de la oscuridad de su superstición han entrado en el círculo de luz de la fe cristiana". "Incluso en el caso de que los hijos hayan cometido un crimen", se quita a los padres el derecho de no incluirlos en su testamento o incluso de disminuirles su parte de herencia. Los bautizados tienen el derecho de reclamar su herencia judicialmente. El legislador justifica la fuerza ejercida sobre la voluntad paterna apelando al "honor de la religión escogida". En el año 425, los judíos pierden el derecho de la abogacía. "A los judíos y a los paganos", dice la ley, "les privamos del permiso de defensa de una causa y del derecho de ejercer cargos oficiales pues no queremos que los que viven en un Estado cristiano se vean supeditados a ellos". Una disposición legal complementaria decretada el 31 de enero del año 439 en Constantinopla contra los "que se obstinan en la superstición judía" ordena: "Ningún judío...debe obtener cargos o dignidades, no debe serle permitida la administración de la ciudad, ni debe poder ejercer el cargo de defensor de la ciudad”. El tono de las nuevas disposiciones apunta claramente hacia una desconexión de los judíos de todas las posiciones que habían ocupado hasta entonces, de todo terreno de influencia. Pero si bien "ningún judío...puede obtener cargos ni dignidades", si "a ninguno le está abierta la posibilidad de

ocupar la magistratura municipal", no obstante, por orden legal es posible el imponerles servicios gravosos y difíciles y misiones en beneficio del Estado, también con sus bienes, "para que no parezca que, gracias a intrigas ignominiosas, hayamos concedido el bien de una liberación a estas gentes deshonrosas a las que queremos castigar con esta ley". La pérdida de la autonomía judía y la caída del Imperio romano Treinta y siete años más tarde, en el año 476, el Imperio romano de Occidente cesó de existir. Pero aunque se hundió el Imperio de Occidente y más adelante se extinguió también el de Oriente, el Imperio bizantino, las leyes promulgadas por sus emperadores cristianos sobre la situación y el tratamiento de los judíos fueron conservadas. Fueron codificadas y preservadas para el futuro: en el año 439 en el Codex Theodosianus y en el 534 en el Codex Justinianus. Cargados con esta hipoteca, los descendientes del pueblo de Israel emprenden su camino hacia los siglos venideros... Como un devastador reguero de pólvora se encendieron en Oriente los ataques antijudíos y el dolor invadió las comunidades judías, desde Siria hasta Africa. Los prefectos y rectores de las provincias intentaron repetidamente proteger a los judíos. No lo consiguieron. Los tiempos de grandes conmociones y cambios profundos traen siempre consigo injusticias, abusos y extremismos, originados por el celo exagerado y por la obstinada lucha por implantar lo nuevo. Pero ¿se oye en aquellos momentos alguna voz de entre las filas de la Iglesia cristiana que amoneste y que llame a la razón y a la serenidad? ¿Pone ella su veto a los asaltos, los saqueos y las matanzas? En la desgracia que se cierne sobre los judíos, parece que no son sólo los fanáticos obcecados los que la miran como una humillación merecida. No son tenidas en cuenta las palabras de Cristo: "Señor, perdónalos, porque no saben lo que hacen", ni la humildad agradecida que el apóstol Pablo pedía para los hermanos judíos separados. El judío que para un Pedro, un Pablo o un Lucas era un "equivocado" de buena fe, el "hermano mayor", se ha convertido en el enemigo mortal, el "deicida". En los años en que el destino es más duro, en Palestina se pierde también la autonomía. El Patriarcado termina para siempre. Es el año 425. Después de la guerra judía y durante más de tres siglos, en tiempos dificilísimos, los patriarcas habían ocupado el lugar más alto y habían dirigido los asuntos espirituales y civiles del judaísmo. Quince dignatarios de una misma familia se habían ido sucediendo: dos Hillel, tres Simeón, cuatro Judas y seis Gamaliel. De aquí en adelante, la Iglesia cristiana adopta el nombre del más alto cargo judío: en el año 451, el Concilio de Calcedonia da al obispo de Jerusalén el título de Patriarca. "Oh, Señor del mundo", dice una prédica judía de la Tierra Santa de aquellos días, "antes acostumbrabas a concederme un intervalo luminoso entre una noche y la otra: así, entre la noche de Egipto y la de Babilonia, entre la de Babilonia y la de Media, entre la noche de Media y la de Grecia, entre la de Grecia y la de Edom, pero ahora, una noche sigue inmediatamente a la otra". Así llegamos al inicio de una nueva época: el derrumbamiento del Imperio Romano ante las innumerables bandadas de bárbaros que se pusieron en movimiento, procedentes de las lejanas regiones montañosas del centro de Asia, con la fuerza de una ola gigantesca que todo lo arrollaba a su paso y que abarcaba todo el amplio espacio del Continente europeo, desde las costas del Mar Negro hasta la Península Ibérica y el Norte de África. BAJO LOS BÁRBAROS Y EL IMPERIO ROMANO DE ORIENTE Como no podía ser de otro modo, las comunidades judías, junto con los demás pueblos de Italia y provincias del Imperio, se vieron envueltas en la tempestad bélica en medio de la cual cayó abatido el poderío de Roma. Alarico, ocupa Roma en el 541 y la saquea. La otrora vencedora ahora es vencida y todo el Imperio de occidente es sometido por los pueblos germanos, por las olas devastadoras de los hunos de Atila y por las huestes vándalas. Duran casi un siglo los ajustes para alcanzar un nuevo orden que

se afianza con Teodorico, el Grande, el rey de los Ostrogodos en Italia. Con el nuevo soberano se inicia una época de tranquilidad y seguridad para las comunidades judías asentadas en el país y se suaviza la presión a la que estaban sometidas inexorablemente bajo los emperadores cristianos romanos y bajo el dominio de la Iglesia. Teodorico, que a los ojos de los católicos era un hereje en el trono, como la mayoría de los godos, profesaba el arrianismo, que admite sólo una afinidad entre la naturaleza de Cristo y la de Dios, pero niega la consustancialidad del Hijo con el Padre, se muestra como un soberano justo y tolerante para con los judíos. Frente a las disposiciones del Codex Thedosianus, que continúa vigente, es reconocida la autonomía administrativa de sus comunidades. El rey hace saber a los judíos que “él aprueba gustosamente el mantenimiento de los antiguos derechos”. Incluso, amplía su jurisdicción. Dice un edicto de Teodorico, el Grande: “Puesto que los judíos viven según sus leyes, deben poseer también jueces propios para la resolución de sus pleitos, los cuales son entre ellos considerados además como autoridades”. Junto a las comunidades romanas y otras más antiguas en el Sur, en Napóles y Sicilia, bajo la tolerancia visigoda, florecen muchas comunidades nuevas, principalmente en la Italia septentrional: en Milán, Verona, Génova y otras ciudades. Empieza una nueva vida que se desarrolla en la seguridad bajo los nuevos soberanos. El rey visigodo protege también a los judíos contra los ataques religiosos y les defiende cuando se les causa algún daño. La vida de los judíos que viven en los países del resto de Occidente, desde el Rin, a través de las Galias, hasta España, es todavía más libre que en la propia Italia, por no hablar del imperio bizantino. Una vez se ha extinguido el alud de la migración de los pueblos, los judíos se encuentran aquí enfrentados a nuevos soberanos: los visigodos, los borgoñones y los francos han erigido sus reinos sobre las ruinas del lmperio romano, en los territorios que antes fueron provincias gálicas e ibéricas. Los que edifican sus Estados son pueblos paganos recién convertidos, arrianos lo mismo que los ostrogodos, independientes de los cánones de la Iglesia bizantino-romana, y, por lo tanto, en su construcción, no incluyen las duras disposiciones contra el judaísmo. Bajo su dominio, los judíos disfrutan de una completa libertad. Los nuevos conquistadores, francos y borgoñones, tratan a los súbditos judíos como romanos, no como una clase inferior sometida a reglamentaciones especiales. En el reino franco y borgoñón se encuentran judíos en todas las profesiones; practican la agricultura y la vinicultura, se dedican al comercio y a la industria, ocupan cargos en las ciudades y tienen a su cargo la recaudación de impuestos. Navegan por los ríos y los mares en buques propios. Practican la medicina y la abogacía. Ocupan cargos de mando en el ejército y son conocidos como mercenarios por su valentía. Según la leyenda, en las luchas entre el rey franco Clodoveo y los generales de Teodorico, ayudan a su señor en el sitio de ArIes. En aquellos tiempos, su vida en común con todos los círculos de la población transcurre sin incidentes. Incluso los dignatarios eclesiásticos tienen relaciones amistosas con ellos, entran en sus casas y tienen a los judíos en las suyas como huéspedes. Los mismos obispos tienen consejeros judíos para las cuestiones civiles y se dejan cuidar por médicos judíos. Cuando Clodoveo, el rey merovingio, se convierte al catolicismo en el año 493, de momento no se altera el estado de cosas en el reino de los francos. Pero, no obstante, paulatinamente -primero en casos aislados, luego con mayor frecuencia- empiezan a sentirse en las Galias las voces de la impaciencia. La gran masa de los recién convertidos al cristianismo estaba todavía poco afirmada en su fe y, por consiguiente, existía todavía un peligro en su vida cotidiana común con los judíos, en sus relaciones y en sus conversaciones con ellos. El clero sabía qué contestarían los "obstinados" si se les preguntaba por qué no se dejaban bautizar ellos también. ¿Quién de entre los neófitos estaría a la

altura de los argumentos de los judíos en una discusión sobre cuestiones de fe, aún del más sencillo de entre ellos, puesto que todos habían aprendido a leer y escribir desde su infancia y habían estudiado a fondo los Libros Sagrados? Desde hacía siglos, la escuela era obligatoria entre los judíos para los niños a partir de los seis años de edad, y ya antes se les enseñaba en su propio hogar, puesto que estaba dispuesto que: “Tan pronto como el niño empieza a hablar, el padre debe enseñarle el lenguaje sagrado e instruirlo en la Torá". En cambio, las masas de la población cristiana eran analfabetas y continuaron siéndolo durante más de un milenio. No quedaba pues otra solución, para proteger a los cristianos de la influencia del judaísmo y para levantar un muro de separación entre ellos, que redoblar los esfuerzos para atraer a los judíos hacia La Iglesia- en caso necesario bajo presión- y limitar la práctica pública de sus ritos religiosos. En el curso del siglo VI, en el reino de los francos, siete Concilios se ocupan de la cuestión judía. El clero avanza paso a paso para lograr su fin. En el año 517, una decisión del concilio de Epaon, en Borgoña, prohíbe a todos los laicos el sentarse a la mesa con judíos y renueva esta prohibición al clero. El que los religiosos comieran en casa de una familia judía o bien que ellos invitaran a judíos a comer, había sido ya prohibido en un Concilio que se había reunido en Vannes, en la Bretaña, en el año 465. En el año 533, en el Concilio de Orleáns, se prohíbe el matrimonio entre cristianos y judíos. Los cristianos que no tengan en cuenta esta disposición son amenazados con la excomunión. El Concilio de Clermont renueva esta prohibición, que en la práctica era frecuentemente descuidada. Al mismo tiempo se dispone que: en adelante, ningún judío podrá actuar como juez en los pleitos entre cristianos. En el año 538 el Concilio de Orleáns se ve obligado a levantar su voz contra el creciente número de matrimonios mixtos. Al mismo tiempo dicta una disposición que afecta profundamente a la población judía: ningún esclavo cristiano que haya huido y se haya refugiado en una iglesia o en una familia cristiana podrá ser entregado de nuevo a su propietario judío. Como indemnización por la pérdida, se pagará al judío un rescate. Pero, los esclavos que hubieran sido convertidos a la fe judía por sus propietarios, quedarán libres sin que éstos perciban ninguna indemnización. Un Sínodo que se reunió en el año 541 renovó esta disposición. En el Concilio del año 538 se decretó, además, que "los judíos no se dejarán ver entre los cristianos y no se mezclarán en ningún lugar y en ninguna circunstancia con la población católica durante cuatro días, desde el día de la Cena del Señor" (Jueves Santo) "hasta el segundo día de Pascua": Pero estas medidas restrictivas en cadena, no son observadas pues los cristianos, aún los religiosos, siguen manteniendo relaciones amistosas con los judíos. Será hasta la segunda mitad del siglo VI cuando tales medidas tendrán el éxito deseado por la Iglesia católica, al alcanzar ésta una definitiva supremacía en el reino franco. En España, donde trás el caos y las devastaciones de la invasión de los bárbaros, los ostrogodos afianzaron su poder y pudieron instaurar su reino, vivían judíos desde hacía mucho 'tiempo, y siendo su número mucho mayor que en la que había sido provincia romana de las Galias, sus colonias se extendían por todo el país. Los primeros inmigrantes que habían llegado aquí en la época romana habían aumentado mucho en número con los contingentes que llegaban a oleadas; perseguidos y fugitivos de la diáspora del Norte de África, de Cartago y muchas otras ciudades, habían llegado a través del estrecho de Gibraltar hasta los puertos de Cádiz y Cartagena, desde donde se habían extendido por las fértiles regiones de Andalucía y, más hacia el Norte, hasta el interior de la Península Ibérica. Los nombres de varias ciudades españolas dan testimonio de comunidades importantes. Granada se llamó, en tiempos primitivos, "ciudad judía", porque en ella vivían únicamente judíos; también se conoció con este nombre la antiquísima ciudad de Tarragona, construida en otros tiempos por los

fenicios. En Córdoba, junto al Guadalquivir, existía desde tiempos antiquísimos una "puerta de los judíos" y, cerca de Zaragoza, se levantaba una "fortaleza judía". En el Norte de España, una lápida funeraria de una judía fallecida en los primeros años de su vida, llamada Miriam, da también testimonio de una comunidad judía. Está escrita en tres idiomas: hebreo, griego y latín. Esto prueba que los judíos españoles procedían de países de habla griega, y que luego, bajo la dominación romana, habían aprendido el latín sin que por ello abandonaran el hebreo, su lengua sagrada. En España, la Iglesia se ocupó de la cuestión judía ya mucho antes que en cualquier otro país del imperio romano; antes de que el cristianismo se convirtiera en la religión oficial del Estado y antes del Concilio de Nicea. En el Concilio convocado en Elvira por el obispo de Córdoba, en el año 306, se redactaron los primeros decretos: "Los propietarios de tierras", dice el cánon 49, "deben ser advertidos de que no inviten a ningún judío a la bendición de la cosecha obtenida por la gracia de Dios, a fin de que no anulen la fuerza y efecto de nuestra bendición. Si, después de hecha pública esta prohibición, alguien la infringiera, será excluido por completo de la comunidad de la Iglesia". El cánon 50 declara: "Si algún sacerdote o cualquier creyente se sentara a la mesa en compañía de judíos, no le será permitida la comunión hasta que cambie de comportamiento" y el cánon 16 dispone: "Las muchachas católicas no pueden ser casadas ni con judíos ni con herejes, pues el creyente no debe vivir en comunidad con los ateos. Los padres que actúen contrariamente a esta prohibición quedarán excomunicados por un período de cinco años." "El creyente que haya cometido adulterio con una judía o una pagana debe ser excomunicado”, dice el cánon 78. Con estas disposiciones, las relaciones amistosas entre los judíos y sus vecinos cristianos quedaban prohibidas y sujetas a castigo por parte de la Iglesia. Pero, en realidad, los cánones de estos concilios no fueron más que un preludio comparados con lo que sucedería en España unos siglos más tarde y con la desgracia y el dolor que se abatirían sobre el judaísmo. Entretanto, con los ostrogodos entran en el país nuevos soberanos, condescendientes y benignos para con los judíos. Bajo los reyes arrianos disfrutan de tranquilidad; poseen la igualdad de derechos civiles y políticos, constituyen unidades militares que guardan los pasos de los Pirineos contra las incursiones de los francos y borgoñones y se encuentran en todos los cargos oficiales del país. La situación favorable de los judíos en España dura algo más de un siglo. Las leyes antijudías de Justiniano El constructor de la majestuosa Santa Sofía de Constantinopla, el creador del Corpus Juris Civilis, la más importante y famosa obra de la Antigüedad, el Emperador Justiniano, causó gran daño y trajo la desgracia a los judíos que, para la época, vivían en el territorio bajo su poder, desgracia que todavía, siglos después de su muerte, recayó sobre los nietos y nietos de los nietos de aquellos judíos en Occidente. Justiniano se convierte en emperador del Imperio romano de Oriente en el año 527, casi un siglo después de que Teodosio II diera fin al Patriarcado de Palestina, la última autonomía judía. Con él, sube al poder un déspota bajo cuyo gobierno la intolerancia obtendrá verdaderos triunfos. Bajo el emperador bizantino la persecución de los judíos y su degradación se convierten en ley y en norma y los decretos promulgados por orden suya agravan todavía la actitud iniciada ya por sus antecesores, dirigida a desposeer gradualmente a los judíos de todos sus derechos. Sus edictos imperiales atacan a fondo su vida religiosa, cosa a la que todavía no se había atrevido nadie: este emperador cristiano no reparó incluso en coaccionar por la fuerza su conciencia y hasta en intervenir en el servicio divino de la sinagoga. El motivo para proceder con tal rigor contra comunidades pacificas ¿cual podría ser? La fidelidad inconmovible hacia su religión por parte de los judíos, es la respuesta. Esa fidelidad causaba desagrado y furor al Emperador de Bizancio. En todas las provincias del reino, en las que el Cristianismo se había establecido desde hacía tiempo, la Iglesia había topado siempre con los judíos.

Ellos eran los únicos que se resistían a cualquier intento de conversión y los únicos que con su actitud constituían un "mal ejemplo". Justiniano no está dispuesto a tolerar esta actitud. Dispone del poder para hacer valer su voluntad, y el camino por el que lo consigue no carece de refinamiento y astucia: se trata de rebajar al pueblo judío, el "deicida", para que quede marcado a los ojos de todos. Todos sus decretos tienden hacia este fin: pone en vigor todas las disposiciones que limitaban los derechos de los judíos, desde el tiempo de Constantino hasta Teodosio II. Como todos los demás infieles, los judíos no pueden ocupar ningún cargo honorífico en el Estado y en la Administración. Sin embargo, los que son ricos están obligados a formar parte de los consejos ciudadanos y del decurionato, que representaba una pesada carga económica. Pero, no obstante, les son negadas explícitamente las ventajas inherentes a estos cargos: exención del castigo de azote y de exilio. "Esta gente puede llevar toda la carga de la administración municipal", declara el emperador en un decreto del año 537, "y resentirse de su peso, pero en cambio no deben disfrutar de ninguna honra relacionada con su cargo. Deben permanecer en la misma situación mísera en la que dejan su alma”. También es obra de Justiniano la ley según la cual no se dará crédito a ningún testimonio judío cuando testifique contra un cristiano. Decidido a asegurar a la Iglesia contra la influencia de la Sinagoga, el emperador ataca los asuntos religiosos más internos del judaísmo. Así como el Concilio de Nicea había prohibido ya a los cristianos el celebrar la fiesta de Pascua conjuntamente con los judíos, ahora Justiniano, en el año 546, completa esta prohibición con otra disposición que ataca mucho más a fondo a los propios judíos: bajo pena de severos castigos prohíbe que se celebre la Pascua judía con un oficio divino solemne y que en estos días festivos se coma el pan ázimo tradicional cuando, según el calendario judío, la Pascua hebrea preceda a la Pascua cristiana. También, por decreto imperial, queda prohibido a todas las comunidades judías del imperio bizantino la explicación de la Sagrada Escritura durante el servicio divino. "La llamada deuterosis" (literalmente repetición, explicación) "la prohibirnos por completo, puesto que ni está contenida en los Libros Sagrados ni ha sido revelada por los profetas y no es más que un invento de hombres que se ocupan más de lo terreno y se apartan de lo divino”. "A pesar de que ellos" (los judíos), "desplegando los rollos" (la Torá) "pronuncian palabras sagradas y no ocultan lo que está contenido en ellas, añaden palabras inútiles prestadas de fuera y que no están contenidas en ningún Libro, inventadas para perder a las gentes ingenuas". Los que infrinjan esta ley serán castigados con penas corporales y podrán ser desposeídos de todos sus bienes: una grave intervención del poder del Estado en la vida espiritual de todos los adeptos a la religión judía. La condenación de la "deuterosis" y de la enseñanza "que no está en ningún Libro", va dirigida contra la prédica en el servicio divino judío pero también contra el estudio del Talmud en las escuelas, las cuales están generalmente unidas a la sinagoga. Otros decretos y prohibiciones salen de la corte bizantina, "en el afán por alcanzar lo mejor y lo más agradable a Dios". En su "shemá Israel", la profesión de fe que empieza con la exclamación "Escucha Israel", que se reza en el servicio matutino y vespertino diario, los judíos no pueden recitar el verso: "Nuestro Dios es el único Dios", como si esta afirmación fuese una protesta blasfema contra la Santísima Trinidad, y tampoco pueden ser pronunciadas las palabras "Santo, Santo, Santo es nuestro Señor Sebaoth". Por haber sido tomado este verso por los cristianos como prueba de la Santísima Trinidad, los recitadores judíos lo habían recitado añadiéndole una explicación contra la Trinidad. En los sábados no podían ni leer ni explicar públicamente los fragmentos del profeta Isaías que prometen a la Sión sumida en la desgracia consuelo y enaltecimiento en el futuro: "Como cuando a uno le consuela su madre, así os consolaré: en Jerusalén seréis consolados". (Is. 66/13). Aparecen en las sinagogas funcionarios que vigilan el rezo de "Escucha Israel" y que, en las sábados y festividades judías, se pasan horas y horas controlando la estricta observancia de los edictos

imperiales. Los judíos no pueden hacer otra cosa que someterse. Encuentran soluciones para rehuir los castigos con que se les amenaza: recitan en voz muy baja las oraciones prohibidas, engañan a los vigilantes imperiales o se reúnen secretamente a otras horas del día para los rezos en comunidad. Las normas bizantinas dirigidas a la supresión de los derechos de los judíos, que se habían iniciado en los gobiernos anteriores y que habían sido confirmadas y agudizadas por Justiniano, debían tener validez y producir efectos perniciosos para el judaísmo hasta un lejano futuro, mucho más allá del tiempo en que fueron codificadas. Por encargo del emperador y bajo la presidencia de Tribonio, el gran jurista de su época, una comisión de jurisconsultos emprende una obra de gran envergadura: la compilación del Derecho romano. En el año 534 ve la luz del día uno de los códices legislativos más importantes de todos los tiempos: el Corpus Juris Civilis. Con esta compilación se abre una nueva vida al Derecho romano -la gran herencia del imperio pagano y de sus generaciones de eminentes jurisconsultos- considerado con justicia como una de las creaciones más excepcionales del espíritu ordenador y de la clara inteligencia humana. Esta codificación ejercerá una poderosa influencia sobre Occidente y sobre el futuro Derecho, de forma que casi no puede compararse con ninguna otra obra civil de la Antigüedad. Y sin embargo, en este Corpus Juris Civilis alientan ya los gérmenes perniciosos de los que nacerá la desgracia para todo un pueblo: La obra legislativa monumental, Codex Justinianeus y Novellae, recoge, con el Derecho romano, toda la legislación anterior relacionada con los judíos, y con ello la eterniza. Juntamente con las normas generales contenidas en el Derecho romano, esta legislación pasa más tarde a las legislaciones de los Estados europeos y se convierte en el modelo para todas las reglamentaciones que oscurecen la vida del judaísmo durante la Edad Media. Los judíos son degradados y marcados legalmente como súbditos de segunda clase: esta desgraciada herencia de la época cristiano-romana es la que marca la pauta para toda la legislación medieval y produce sus últimos efectos hasta bien entrado el siglo XIX. Belisario, el gran general del emperador, avanza con un gran contingente de tropas bizantinas hacia el Norte de África. Cartago cae en sus manos, y el reino de los vándalos, que un siglo antes había sido levantado por Geiserico, es conquistado y destruido para siempre en el año 533-534. Según aseguran los cronistas, entre el botín se encontraban también los objetos del culto del templo de Jerusalén, que entonces fueron llevados a Constantinopla y que más tarde se perdieron. No se tiene hasta ahora ninguna noticia de lo que fue de ellos en época posterior. Apenas los bizantinos se han hecho dueños del país, cuando ya las comunidades judías sienten sobre ellas la mano dura del emperador del Imperio romano de Oriente. Empiezan los actos de violencia y las persecuciones. En la ciudad de Boreion se les bautiza por la fuerza y en el año 534, su antiquísima sinagoga es convertida en iglesia. El propio Justiniano encarga al propretor Salomón, el gobernador de la nueva provincia, que las casas del Señor, judías, sean transformadas en iglesias cristianas. Desde África los destructores del reino vándalo realizan el salto hacia su segunda meta: la conquista de Italia. Se trata de echar de la Península a los godos herejes. En el año 535, Belisario somete toda Sicilia y el extremo Sur del país. Avanza hacia Nápoles y en el año 536 se encuentra con su ejército ante la ciudad fuertemente fortificada en el golfo del Vesubio. De momento, todos los ataques de Belisario fracasan ante la resistencia de los judíos. Estos defienden la zona costera de Nápoles que carece de protección y detienen obstinadamente toda incursión en el puerto. Las luchas duran tres semanas, pero entonces, mediante un truco, los bizantinos consiguen asaltar por sorpresa a sus defensores. Durante la noche penetran en grupos por las conducciones de agua que les ha delatado un griego, y entran en la ciudad. Los judíos continúan no obstante la lucha en la defensa del puerto. Sólo abandonan la lucha cuando toda la ciudad de Nápoles está ya en manos del enemigo.

Gregorio I, un Papa diferente Hacia fines del siglo VI surge, poderosa y determinante en su influencia, la figura de un Papa altamente dotado como hombre de Estado y Doctor de la Iglesia; su actuación determina el camino a seguir en el futuro por la política de la Iglesia y refuerza la posición del cristianismo latino frente a Bizancio y la Iglesia oriental, en íntima colaboración con los germanos. Esta personalidad es Gregorio el Grande, que en el año 590 sube a la Silla de San Pedro. En su postura con relación al judaísmo este "Padre del Papado medieval" da el ejemplo que influirá sobre la política de la mayoría de sus sucesores. Con un sentido equitativo y justo, el Papa Gregorio I se preocupa por evitar todo aquello que pudiera envenenar la atmósfera, todo lo que pudiera agudizar la tensión en las relaciones recíprocas, y ello, precisamente, porque tiene un gran interés en la conversión de los judíos. El les hace justicia "de acuerdo con las leyes". Una y otra vez exige su estricta observancia. En sus cartas pastorales, en las que con frecuencia hace referencia a la "cuestión judía", en sus numerosos escritos en los que da consejos sobre la conducta que debe adoptarse para con los judíos o toma decisiones, siempre se refleja un conocimiento profundo de las leyes y normas existentes relativas a esta cuestión: las leyes codificadas en el Codex Theodosianus y agravadas aún por Justiniano, las cuales, canonizadas rigen también para el Papa Gregorio el Grande. Se concede a los judíos la libertad de celebrar sus servicios divinos en las sinagogas ya existentes, pero continúa la prohibición de construir nuevas sinagogas. Gregorio vigila cuidadosamente que los judíos no ejerzan ninguna influencia religiosa más allá del límite de sus comunidades y hace todo lo posible para proteger a los cristianos de un posible "peligro de contagio del judaísmo". Con el fin de reprimir cualquier actividad misional de los judíos, se prohíbe a los cristianos el seguir los ritos judíos. Ningún judío debe tener la más mínima influencia sobre un cristiano, ya sea en la vida privada o pública. Incluso no se permite que se acuda a médicos judíos, puesto que también ellos podrían ganar a sus pacientes para su causa. A los religiosos les está terminantemente prohibido emplear funcionarios judíos. A los soberanos se les advierte de que no tengan consejeros judíos ni se sirvan para nada de ellos. Según prescribe la regla canónica, en un Estado cristiano ningún judío debe ocupar un cargo que le otorgue poder sobre los cristianos. Sin embargo, Gregorio el Grande es enemigo de todo fanatismo. Se enfrenta enérgicamente contra los perseguidores del judaísmo, se opone radicalmente a todo acto de violencia y aboga por la libertad de la administración independiente de las comunidades judías. "Del mismo modo que no parece oportuno permitir a los judíos, en sus comunidades, sobrepasar las fronteras de lo marcado por la ley", dice en su mensaje, "tampoco deben reducirse los derechos que ya les han sido otorgados". La frase de introducción de Gregorio I: "Sicut Judaeis non debeat..." se hace célebre. Todas las bulas papales posteriores a favor de los judíos empiezan con estas mismas palabras y por ello se las denomina simplemente "sicut non". Más adelante, en el mismo mensaje, dice Gregorio el Grande: "prohibimos que, contraviniendo el orden actual, se moleste o persiga a los judíos y les permitimos vivir en las mismas condiciones que los romanos y disponer sin limitaciones de sus bienes; únicamente no pueden poseer esclavos cristianos". A pesar de que el Papa hace pública su voluntad de forma inequívoca, en la provincia se producen ataques a las comunidades judías por parte de personalidades eclesiásticas. Gregorio debe intervenir repetidas veces cuando le son presentadas quejas por parte de los judíos. La enérgica postura de Gregorio I contra los ataques a los derechos judíos, proviene de su política eclesiástica más bien que de su afecto hacia sus protegidos. Tampoco él siente ninguna simpatía para el "pueblo de Dios". En sus cartas pastorales y en sus mensajes las palabras "superstición", "infamia" y "perfidia" van también ligadas con el judaísmo (superstitio, perditio, perfidia) .No obstante, Gregorio I está convencido de que “por medios pacíficos y poco a poco podrá

ganarse al "resto de Israel" a la fe cristiana". "Cuando se quieren ganar adeptos para el cristianismo debe procederse con bondad y no con violencia; de lo contrario, tal actitud no hace sino apartar a aquellos que por medio de la razón se hubieran acercado al cristianismo", escribe Gregorio I al obispo Paschalis de Nápoles. En la misma carta, el Papa considera muy importante el que se gane la voluntad de los judíos con mucho tacto, a fin de que no se escapen de nosotros, sino al contrario, nos sigan". Y al príncipe Landolfo de Benevento le hace saber: "De nuestro Señor Jesucristo no hemos oído nunca decir que haya obligado a alguien a entrar en su servicio, sino que él ganaba a los hombres para su causa con sencillas palabras, les dejaba en libertad de actuar según su voluntad y no les apartaba de su error con amenazas, sino por el hecho de que vertió su sangre por ellos; pues no puede tener una verdadera fe de cristiano aquel que no ha ido al bautismo por propia voluntad, sino contra ella". Más tarde se demostró cuán acertados eran los temores de Gregorio el Grande: en la terrible tragedia de los judíos que en el siglo VII fueron bautizados por la fuerza en España, bajo la soberanía de los visigodos, y ocho siglos después en el horrible destino de los "marranos". Todos los intentos de convertir por la fuerza a los descendientes del pueblo de Israel fracasaron, pero también todos los empeños pacíficos por apartarlos de su fe. El creer que se conseguiría este fin ha sido el gran error, el trágico error de todos los siglos que siguieron, hasta bien entrado el siglo XIX. "Como en otras ocasiones de la Historia de la Humanidad, también aquí el ardor religioso y la política religiosa de un poder gigantesco que poseía todos los medios de la fuerza, fueron utilizados con tenacidad y constancia contra una pequeñísima minoría, empleando para ello toda la escala de posibilidades: desde el caritativo empeño en convencerlos, pasando por la persecución y la deportación, hasta el tormento y la hoguera, pero todo fue en vano". ¡Ninguna fuerza de la tierra ha conseguido nunca quebrar la fidelidad de los judíos a su fe en un solo Dios! Una cosa intranquilizaba a Gregorio I. La influencia religiosa que los judíos podían ejercer sobre los esclavos cristianos todavía no muy seguros. Entre las prohibiciones cuya observancia él exigió con mayor severidad fue la de los esclavos cristianos y a ella corresponde el decreto promulgado nuevamente: "...no pueden poseer esclavos cristianos". Gregorio el Grande demuestra también tener un ojo atento y vigilante para las infracciones cometidas fuera de Italia y no se olvida de advertir severamente a los reyes de los francos en las Galias y a los de los visigodos en España. A Brunilda, la reina de los francos, que no prohibía a los judíos la posesión de esclavos y servidores cristianos, le dirige un llamamiento insistente para que "demuestre ser digna adoradora del Dios Todopoderoso liberando a los creyentes de sus enemigos". En un escrito especial elogia al rey Recaredo de España que había denegado resueltamente la solicitud de los judíos de que fuera invalidado el decreto de prohibición anunciado también en el reino visigodo. Triunfo del catolicismo frente al arranismo Hacia fines del siglo VI tiene lugar un acontecimiento religioso de gran importancia: se pronuncia para siempre el fallo entre arrianismo y catolicismo. País tras país, todos los jóvenes Estados germanos -desde Italia hasta España- se separan del arrianismo. El catolicismo se convierte en el único credo. Con ello se ha abierto el camino para el desarrollo futuro. "Fue el golpe del destino más duro que cayó sobre los judíos de Europa", dice el profesor Edmund Schopen, "pues de ahora en adelante se encuentran desarmados y sin protección ante el espíritu hostil del cristianismo católico que había conseguido la ruptura con la rigidez del monoteísmo judío..." Desde el momento en que el catolicismo ha hecho su entrada, se han bautizado las grandes masas y se han convertido a él los soberanos germanos, la situación cambia radicalmente: la semilla que dormía en los edictos de los emperadores cristiano-romanosdesde Constantino hasta Justiniano-

empieza a germinar también en el occidente de Europa y a dar frutos en la Lombardía, en el reino galo- germánico de los francos y en el reino de los reyes visigodos de España. Pues ahora las resoluciones de los concilios adquieren fuerza de ley al ser confirmadas por los reyes. Son leyes. En todos los países desde el Po hasta el Ebro- las comunidades judías pierden sus antiguos derechos y comienzan las persecuciones. Ya en vida de Gregorio el Grande tienen lugar en Francia los primeros ataques: el bautismo forzado. En el año 576 el obispo Avitus coloca a los judíos de Clermont ante una difícil alternativa: el bautismo o la deportación. Después de tres días de vacilaciones, unos quinientos se declaran dispuestos al bautismo -- desde luego sólo en apariencia- y los restantes huyen a Marsella. La diligencia de los clérigos se suma al poder civil. En el año 582 el rey Chilprico, bajo la influencia del obispo Gregorio de Tours, toma medidas destinadas a forzar a los judíos de París a bautizarse. En Borgoña, los cristianos destruyen las sinagogas. Cuando el rey Guntram fue un día a Orleáns en el año 585, le saludaron también los representantes de la comunidad judía y le rogaron que diera su autorización para reconstruir su sinagoga que había sido destruida. "Pero el rey, Dios mediante", escribe el obispo Gregorio, "no dará nunca su consentimiento". Gregorio I no se quedó inactivo ante los ataques cada vez más frecuentes. Informado por los judíos italianos que viajaban a menudo por el reino de los francos, dirigió cartas de advertencia a los obispos de Arles y Marsella en las que les dice que debiera intentarse atraer a los judíos al cristianismo mediante la predicación más bien que por la fuerza. Lo que pudo ver todavía Gregorio el Grande, que murió en el año 604, no fue más que el preludio. Los últimos reyes merovingios del reino franco caen cada vez más en una religiosidad extremada y aprueban sin reflexionar todas las decisiones de los concilios dirigidas contra los judíos. En el año 614, la reunión de obispos en París decretó que: ningún judío podrá de aquí en adelante ocupar un cargo público ni entrar en el servicio militar. Tampoco el soberano deberá confiar a los judíos atribuciones oficiales. Todos los judíos que ya ocupan cargos públicos, así como sus familiares, deben ser obligados a bautizarse. El rey franco Clotario II sanciona las decisiones del concilio. Su hijo, el rey Dagoberto I (629-639), exige a los judíos que han emigrado de España que acepten el bautismo o que abandonen de nuevo el país. Parece que Dagoberto ordenó también la expulsión del país de todos aquellos judíos establecidos en el reino franco desde antiguo y que se resistían al bautismo. El emperador Heraclio de Bizancio, con el que estaba aliado, le impulsó a tomar esta decisión. Con la misma dureza que en el reino de los francos, se desarrolla la política en Borgoña, en el Rin medio y en el reino de los lombardos, en el Norte de Italia. Pero la reacción debía estallar con mayor dureza más allá de los Pirineos. Un siglo oscuro en España En el año 587, un año después de su subida al trono, el rey Recaredo del reino visigodo de España, abandona el arrianismo y se convierte al catolicismo. Desde este momento y como en ningún otro país, el rey y la Iglesia actúan en la más íntima colaboración: toda decisión de un concilio, firmada por el soberano y los obispos, se convierte en ley del Estado. Se inicia una política dura, dirigida contra los paganos, los arrianos y los fieles a la religión judía. Debe crearse una España católica unida en la que no haya lugar para los disidentes. Las leyes romano-bizantinas referentes a los judíos son también válidas aquí: prohibición de poseer esclavos cristianos, de celebrar matrimonios con cristianos y de ocupar cargos oficiales o administrativos. No obstante, la resistencia contra las nuevas medidas es muy grande en el país. El rey Sisebuto, que sube al trono en el año 612, debe comprobar que la ley sobre la posesión de esclavos todavía no es cumplida en todas partes. También, a pesar de la diligencia eclesiástica, han demostrado ser un fracaso los intentos de conversión.

Se promulga un nuevo decreto que lleva consigo la pérdida de todos los servidores, empleados y esclavos cristianos. "precisamente la gloria de la verdadera religión consiste en que" (en este reino) "la condenada superstición judía (Ebreorum execranda perfidia) no debe poder ejercer ninguna influencia sobre los cristianos", dice el texto. "El poder judío es aborrecible para los cristianos, y por ello el pueblo sencillo consagrado a Dios debe ser puesto bajo el manto protector del amor católico. Por esta ley confirmamos para siempre que a partir de este momento, a partir de este primer feliz año de Nuestro reinado, a ningún judío debe serle permitido, sea cual sea su título jurídico, tener un cristiano a su servicio o bajo su tutela, tanto si se trata de un hombre libre como de un esclavo, un servidor pagado o cualquier otro subalterno". Sólo una puerta se deja abierta: el bautismo. Pero los judíos no la utilizan y se resignan a la grave pérdida económica que para muchos de ellos, privados de la mano de obra, representa la destrucción de su existencia. Entonces, el rey Sisebuto, decepcionado por el fracaso de sus disposiciones y dispuesto a quebrar la resistencia judía, presenta el ultimátum a los judíos en el año 613: ¡el bautismo o la expulsión del país! Se envían órdenes a todas las autoridades civiles y eclesiásticas para que se cumpla sin consideración la orden que pone a prueba de la manera más dura la conciencia y la fidelidad a su religión. Colocado ante tan terrible elección, el judaísmo español se divide, sus caminos se separan. Muchos deciden quedarse, particularmente los dedicados a la agricultura, que desde generaciones cultivan viñedos y huertas considerándolos como propios. Estos ceden y se someten al bautismo aunque sólo en apariencia-- decididos a permanecer fieles, en secreto, a la religión de sus antepasados, con la esperanza de que las persecuciones un día terminarán y podrán de nuevo declararse judíos públicamente. Muchos, no obstante, los inflexibles y fuertes, para cuyas conciencias aparece como insoportable esta reserva interior, así como los que disfrutan de una mayor movilidad gracias a su profesión en el comercio o en la industria, abandonan España. Numerosos grupos de emigrantes atraviesan los Pirineos hacia el reino de los francos donde poco más adelante, bajo el rey Dagoberto, tendrán que sufrir de nuevo la misma suerte. Una parte de los expulsados toma el camino hacia el Norte de África, donde sus comunidades empiezan una nueva vida. Por parte de las autoridades eclesiásticas no se había levantado ninguna protesta contra la medida tomada por el rey. ¿Se había ya olvidado el lema del Papa Gregorio de que el bautismo no debía nunca ser forzado? Lo que sobre el proceder del rey pensaba Isidoro, obispo de Sevilla, situado a la cabeza del clero español, quedó patente en una frase escrita: "En el comienzo de su reinado puso mucho ardor en la conversión de los judíos a la religión cristiana, pero poco entendimiento desde el día en que utilizó la fuerza contra aquellos que más bien debían ser captados por el espíritu de la fe. Sin embargo, está escrito que puede predicarse a Cristo con la fuerza o con la persuasión..." La terrible opresión no dura más allá del gobierno de Sisebuto. Suintila (621-631), el rey siguiente, llamado por los oprimidos "el padre de la patria", se comporta como un soberano benévolo y justo. Muchos de los desterrados vuelven a sus antiguos hogares. Los que eran cristianos sólo en apariencia, pueden volver públicamente al judaísmo. Pero esta pausa dura poco, sólo un decenio. Una conjuración destrona al rey tolerante. Bajo el rey Sisenando (631-636) la Iglesia se venga de la derrota sufrida. El concilio reunido en Toledo en el año 633, bajo la presidencia de Isidoro, dispone: "De aquí en adelante ningún judío puede ser obligado por la fuerza a profesar la religión cristiana. No obstante, aquellos que fueron forzados a recibir el bautismo bajo el Piadosísimo Señor Sisebuto y a los que se permitió recibir los Sacramentos, deben permanecer cristianos" . Los hijos de los bautizados son separados de sus padres y llevados a monasterios para ser educados, o bien son puestos bajo la tutela de familias cristianas. A un judío casado con una cristiana no le queda sino escoger entre dejarse bautizar o divorciarse. Todo matrimonio en el que la esposa

judía se niegue a bautizarse debe ser anulado. A los judíos bautizados les está prohibida toda relación con sus hermanos de raza. Todo aquel que habiendo sido bautizado se descubriera que continuaba observando los preceptos de su antigua religión, paga esta trampa con su libertad: se convierte en un esclavo. Todos aquellos "que aceptan regalos de los judíos y les otorgan su protección" están amenazados con la excomunión, "pues se trata", argumenta el concilio, "de separar del cuerpo de Cristo a aquel que toma bajo su protección a los enemigos de Cristo". La semilla de la Inquisición Sin tener en cuenta las decisiones del concilio, muchos nobles toman a los judíos bajo su protección. Contra esto, incluso el poder real es impotente. Y tanto más firmes siguen en su propósito los soberanos. El rey Chintila, al subir al trono en el año 636, jura cumplir fielmente todos los cánones dirigidos contra los judíos. Los bautizados a la fuerza, temiendo nuevos daños, presentan al soberano cartas de arrepentimiento en las que afirman ser buenos cristianos y no querer ni siquiera relacionarse con los judíos. No les sirvió de nada. Ellos también se ven mezclados en la lucha que el rey Recesvinto, que sube al trono en el año 649, inicia nuevamente contra los judíos no bautizados. En el año 653 declara en Toledo ante el octavo Concilio: "Quiero poneros en conocimiento de la forma de vida y las costumbres de los judíos porque sé muy bien cuán manchado está por esta lepra el país que yo gobierno. Mientras que el Dios Todopoderoso ha extirpado de nuestro país todas las religiones falsas, sólo esta secta sacrílega permanece indestructible, y por ello, o bien debe de ser llevada al buen camino por la fuerza de nuestra piedad, o bien debe ser aniquilada con el palo de la venganza. Veo entre ellos, por una parte, a aquellos que permanecen aferrados a las aberraciones de una tradición corrompida y a las leyes de su falsa religión, y por otra a los que a pesar de haber sido redimidos por el agua del sagrado Bautismo, con gran tristeza por mi parte, se han hundido de tal modo en el pecado de apostasía, que su sacrílego comportamiento es todavía más indignante que el de aquellos que todavía no han sido purificados por la sagrada agua bautismal que despierta a una nueva vida. Así pues yo os conjuro, Reverendos y Bienaventurados... que a la gloria de mi Señor y Redentor Jesucristo toméis una decisión dictada por el espíritu de justicia y verdad... sin consideración de personas y sin dejaros engañar por las promesas que ellos puedan haceros..." Desesperados, los bautizados escriben de nuevo cartas de arrepentimiento y declarando no tener: "relación alguna con la despreciable comunidad de los judíos no bautizados", no contraer "ningún matrimonio deshonesto con hermanos de sangre hasta el sexto grado" para no ser destruidos "por el fuego o la lapidación". El noveno Concilio de Toledo ordena, en el año 655, la más estricta observancia de esta ley. Los judíos deben asistir a todos los servicios divinos celebrados por los obispos y deben estar presentes en la iglesia durante todas las festividades judías. La ausencia está castigada con penas corporales. El rey Recesvinto se convierte en el "Justiniano visigodo": todas las leyes eclesiásticas y todos los decretos de sus antecesores dirigidos contra los judíos son confirmados y eternizados en la Lex Visigothorum, y también la exigencia de la denuncia: "Que nadie que tenga conocimiento de la celebración del corrompido culto o que sepa el nombre de quien lo haya celebrado, se atreva a guardar lo que sepa en secreto. Nadie deje de informar de lo que haya visto y de denunciar lo que haya oído". El nuevo código español, lo mismo que el Codex Theodosianus y el Codex Justinianeus, debía tener una trascendencia funesta más adelante. Más de mil años después, el filósofo francés Montesquieu, escribe: "Al códice visigodo debemos agradecer todas aquellas reglas, principios y conceptos que dirigen actualmente la Inquisición, de manera que los monjes de la época posterior no tenían más que copiar las leyes antiguas tramadas contra los judíos..." Todavía en el siglo XVIII funcionaba la Inquisición española. Pero tampoco las nuevas medidas tienen el éxito esperado. Ahora es el terror el que debe forzar a los

judíos de España a abandonar su religión. En el año 681, en el doceavo Concilio de Toledo, el rey Ervigio (680-687) amonesta a los obispos: "Yo os conjuro, ¡cobrad ánimos, cobrad ánimos por fin! ¡Romped las redes de los impíos, purificad las costumbres impías de los perversos, actuad con celo contra los sin Dios y, lo que es más importante, arrancad de cuajo la peste judía!" Con la aprobación de los obispos se promulga la ley: ¡La religión judía queda prohibida! Se ordena que todos los judíos de España se hagan bautizar dentro del plazo de un año: "Si algún judío... impidiera que sus hijos o sus servidores sean bautizados por un sacerdote o él mismo eludiera el bautizo, o lo desaconsejara a sus familiares, tal malhechor, en el caso de que, transcurrido un año desde la publicación de esta ley, no hubiera aceptado la gracia del bautismo, será castigado con cien azotes, será escalpelado y será expulsado del país, pero sus bienes serán puestos a disposición del soberano". Ante tales amenazas muchos judíos huyen al extranjero, principalmente a África, y muchos otros se esconden en el país. Los gobernadores y los señores feudales los toman bajo su protección. Sin darse cuenta de ello, el rey y el concilio, con sus leyes de terror que empujaron a muchos judíos a África, contribuyeron a dar ventaja a aquellas fuerzas que provocarían la caída del reino visigodo. El rey Egica reúne con urgencia un concilio en Toledo. Le han llegado noticias alarmantes: al otro lado del estrecho, los árabes han reunido un ejército para otra compaña de conquista. Después de sus campañas victoriosas y su marcha a través de los países del Antiguo Oriente y de todo el Norte de África, su próxima meta sólo puede ser un país: ¡España! "Hemos sido informados recientemente por testigos de toda confianza", informa el rey a los obispos, "de que los judíos españoles, junto con los judíos de los países de ultramar, han iniciado negociaciones para conjurarse contra el cristianismo. En vista de que los judíos, no solamente han mancillado el manto de la fe con que la Iglesia maternal los había cubierto con el bautismo, puesto que a pesar de su promesa continuaron adictos a sus costumbres, sino que además se han atrevido a tramar una conjuración...” El decimoséptimo Concilio pone en vigor la siguiente ley: Todos los judíos de España son propiedad personal del rey. Sus hijos son separados de ellos a la edad de siete años y son entregados a cristianos para su educación. El terror y el despotismo terminan de forma inesperada pocos años más tarde. En el mes de julio del año 711 suena la hora final para el reino de los visigodos. En la llanura de Jerez de la Frontera es destruído el ejército visigodo por las bandas de árabes y bereberes, que llegan a España desde el Norte de Africa, acaudilladas por Tarik y en cuyas filas luchan también bandas judías dirigidas por Kaulan al Jahudi. La Península Ibérica cae en manos de los árabes. Para los judíos de España se inicia una nueva era. No es de extrañar que, al producirse la invasión musulmana, los vejados israelitas acogieran con simpatía a los nuevos pobladores, quienes, por otra parte, no sólo toleraron la práctica de su religión y de sus usos y costumbres propios, sino que les confiaron en ocasiones la defensa de plazas recién conquistadas (Granada, Córdoba, Sevilla, Toledo}. En el califato cordobés el elemento judío fue cobrando cada vez más preponderancia, hasta alcanzar su gran momento en el siglo X, durante el cual no sólo florecieron las ciencias y las letras hebreas (con figuras como el gramático Menahem ben Saruc o el poeta Dunás ben Labrat), sino que los hijos de Israel lograron la mayor influencia política en la figura de Hasday ben Saprut, secretario de Abd al-Rahman (Abderraman) III. Al desmembrarse en el siglo XI el califato a causa de las guerras civiles, siguió habiendo judíos poderosos en los reinos de taifas; buen ejemplo de ello es Semuel Hanaguid, que hizo y deshizo a su placer en la taifa de Granada. A su muerte le sucedió su hijo Yosef, en reacción contra cuyo abuso de poder estalló en el año 1066 la primera matanza de judíos de la historia peninsular. En ella perecieron Yosef, su familia y sus más íntimos colaboradores; pero más que de un estallido antijudío de los musulmanes de Granada debió de tratarse de una reacción contra la tiranía de una familia concreta,

porque pocos años después volvió a haber judíos influyentes en la corte granadina. La situación cambió radicalmente a finales del siglo XI con la llegada de almorávldes y almohades, cuyo integrismo religioso provocó un éxodo masivo de judíos hacia los reinos cristianos. EL FUERO JUZGO Detengámonos ahora en un más minucioso análisis del ya mencionado código español, funesto alimentador de la intolerancia, manual de la más pertinaz y duradera de las inquisiciones: la Inquisición española. El Fuero Juzgo es el código legal elaborado en el siglo XIII, y que es traducción del Liber Iudiciorum, conjunto de normas (aprobado en 681) creadas en la época de la dominación visigótica en España, a las cuales habían de someterse tanto los hispanoromanos como los visigodos. El Liber Iudiciorum sirvió de base a los diferentes fueros o legislaciones particulares surgidos en la Alta Edad Media. Fernando III ordenó en 1241 la traducción al romance del Liber Iudiciorum, que recibió entonces el nombre de Fuero Juzgo y se aplicó como legislación particular en calidad de fuero local, a Córdoba primero y posteriormente a las restantes poblaciones de la mitad meridional de la península ibérica, a medida que iban siendo reconquistadas. El propio Ordenamiento de Alcalá otorgó, en 1348, preferencia a este código sobre el de las Partidas y ratificaron su vigencia las Leyes de Tova, la Nueva y la Novísima Recopilación hasta su derogación general por el Código Civil: sin embargo, es derecho supletorio en las Provincias Vascongodas, Navarra y Aragón. El Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo consta fundamentalmente de 12 libros divididos en 54 títulos y 559 leyes. El libro último, o sea el Libro XII, en sus títulos II y III, se ocupa exclusivamente de los judíos, mientras los otros libros configuran leyes para la comunidad en general, relativas al interés común, sin discriminación. Sostienen algunos que los reyes se vieron obligados a legislar en particular, lo que demostraría la gravedad del problema que la presencia judía representaba tanto en España como en el resto de Europa. En realidad, los reyes legislaron en particular para los judíos, frecuentemente para beneficio del tesoro real, o para congraciarse con la Iglesia y raras veces para proteger a los judíos contra los desmanes de los nobles, de los clérigos y del pueblo llano. El problema no lo constituían los judíos, sino los intereses y pugnas, a veces cruentas, por el poder entre la Iglesia y el Estado y entre los señores feudales entre sí o contra el rey. Los prejuicios antijudíos, la defensa de la fe y otras razones, no muy acordes con la doctrina cristiana que se pretendía preservar y difundir, fueron las fuentes de inspiración de las legislaciones antijudías, como hemos visto en lo expuesto hasta ahora y así seguirá siendo en épocas siguientes a las que nos han ocupado hasta este punto. LEYES ANTIJUDÍAS EN EL FUERO JUZGO Veamos el contenido detallado de las leyes antijudías incluídas en los títulos II y III del Libro XII del Fuero Juzgo: II. TITOL DE LOS HEREGES, E DE LOS JUDIOS, E DE LAS SECTAS I. El Rey Don Rescindo. Rey de Dios. Que después que las leyes fueron dadas á los fieles de Dios, conviénenos á facer ley á los non fieles. II. Del Toller los yerros de todos los errados. III. El Rey Don Rescindo De las leyes que fueron dadas por la maldade de los judíos. IV. El Rey Don Reccesvindo De toller los yerros de los judíos. V. El Rey Don Recindo Que los judíos non fagan su pascua segund su ley. VI. Que los judíos non se casen segund su ley. VII. El Rey Don Reciendo Que los judíos non se circunciden.

VIII. El Rey Don Rescindo Que los judíos non coman las vidas segund su ley. IX. Recesvindo Rey Que los judíos non deven facer tormentar los cristianos. X. El Rey Don Recesvindo Que los judíos non deven seer testimonios contra los cristianos. XI. El Rey Don Recesvindo Cuemo deven seer penados los judíos que facen contra la ley. XII. El Rey Don Sisebundo Que los judíos non circunciden el siervo cristiano. XIII. Sisebundo Rey De los judíos que venden los siervos cristianos, ó que los franquean. XIV. El Rey Don Segebundo Que los siervos cristianos non se allieguen en ninguna manera á los judíos ni entren en su secta. XV. Que ningún cristiano non deve manparar los judíos nin defender XVI. De la constitución que enviaron los judíos al rey. XVII. Egica Rey De los cristianos que se tornan judíos. XVIII. De la perfidia de los judíos. III. TITOL DE LOS DENVESTOS y DE LAS PALABRAS YDIOSAS I. De los que dicen á otros podridos por sanna. II. De los omnes que dicen á otro tiñoso por sanna. III. e non lo fuere IV. De los que dicen á otro circuncido, é non lo fuere. V. De los que laman á otro corcobado. VI. Del que lama á otro sarracin, é non lo es. VII. De los que tienen arma en la mano é se fiere alguno en ella. VIII. Del tuerto que facen á omne libre. IX. De los ninnos en quanto tiempo poden perder sus cosas. III. TITOL DE LAS LEYES NUEVAS DE LOS JUDIOS I. De las leyes antiguas que fueron puestas contra la descreencia de los judíos, é contra su convertemiento, et cuemo las nuevas las afirman, é concuerdan con ellas. II. De los que denuestan la Santa Trinidad. III. Que los judíos, nin sus fijos, nin sus siervos non estén por bautizar. IV. Que los judíos non fagan la pascua segund su costumbre, nin fagan circuncisión, nin tuelgan ningun cristiano de la ley de Cristo. V. Que los judíos non guarden los sábados nin las otras sus fiestas. VI. Que todo judío cese de todas huebvras en los dias de los domingos é de las fiestas. VII. Que los judíos non departan las unas carnes de las otras. VIII. Que los judíos non casen con nenguna de su parentesco, nin se casen sin bendición de los sacerdotes. IX. Que los judíos non contradigan nuestra ley, é amparen razon de la suya, ni los que fuyen de la ley non se muden á otro logar, nin los acoia nenguno. X. Que nengun cristiano non reciba presente, ni comer contra la ley de Cristo. XI. Que los judíos non lean los libros que non autentica la ley de Cristo. XII. Que los siervos cristianos non sirvan á los judíos, nin se acompannen á ellos. XIII. Si el judío conosce que es cristiano é por end non quiere quitar de si el siervo cristiano. XIV. De la conocencia de los judíos; é en qual manera deven escrivir la sennal de su conocencia ó sus

iuras con todos aquellos que vienen á la fe . XV. De los coniurios con que deven seer coniurados los judíos quando se tornan cristianos, é facen su conocencia. XVI. De los siervos cristianos de los judíos si se non llamaren cristianos, é de los que los descubren. XVII. Que nengun judío non iudgue al cristiano por lo meter en servidumbre, ni de lo matar, ni de lo apremiar, si el rey lo adelantrare ó otri en algun poder. XVIII. De los siervos de los judíos, si se ficieren cristianos, que sean libres. XIX. Que los judíos non sean mayordomos nin autores en manera de servicio facer, ni sean puestos sobre los pueblos é las familias de los cristianos, é de la pena de los que los adelantran en esto. XX. Quando algun judío fugiere de las provincias de luenne á las tierras de nuestra obediencia, que venga al obispo de la provincia, é al sacerdot del logar, é cuemo se debe aguardar en todas sus cosas. XXI. En qual manera deven visitar los judíos al obispo en los días conozudos. XXII. Quando el judío oviere algun siervo cristiano, si el obispo ge lo demandare, que lo non pueda tener. XXIII. Que los obispos pueden apremiar á los judíos en todas cosas propriamientre. XXIV. De la pena de los obispos et de los alcaldes, si estos iuicios non ficieren temer á los judíos, é facer por ellos. XXV. Que los alcaldes non iudguen los trasgreimientos de los judíos, los obispos non seyendo hy, ó seyendo fuera de la tierra. XXVI. Que entonce serán los obispos sin pena, quando sus sacerdotes no les mostraren las cosas que devien endrezar con ellos. XXVII. De la piedad que deven haber los reyes á los que tornan á la ley de Cristo con buena voluntad. XXVIII. Que todos los obispos den el traslado deste libro, que fué fecho pora desfacer la descreencia á todos los judíos que an en guarda, é los que vienen á ellos, é que pongan los escriptos, en que se conocen por cristianos, en los tesoros de la eglesia. XVI. ALGUNOS EJEMPLOS DE DISCRIMINACION E INTOLERANCIA A continuación, el texto de algunas de esas leyes o disposiciones que afectaban a los judíos en diversos aspectos de su vida. Nótese el castellano del siglo XIII empleado en la transcripción. He aquí algunas leyes que prohibían a los judíos practicar sus ritos y costumbres. V. EL REY DON RECINDO Que los judíos non fagan su pascua segund su ley. Ningun judío non faga su pascua en la quarta décima luna de ningun mes, nin faga fiesta en aquellos dias que an ccostumbrados: nin guarden ningun dellos las fiestas mayores, ó menores, segund su yerro antiguo. Ningund dellos non guarde las ferias, nin los sábados, nin las otras fiestas daquí adelantre: nin seya osado de las ordenar, nin de las tener daquí adelantre. Ca si alguno dellos fuere fallado en esto, reciba la pena, é la vindicta que es establecida especialmientre. VI . Que los judíos non se casen segund su ley. Ningund judío non seya osado de se casar con su parenta, (parienta) nin faga con ella adultero, nin casamiento fasta sexto grado. Ninguno non faga bodas, si non segund la costumbre de los cristianos. Ca si lo ficiere, seya penado, é reciba danno que puso sobre sí en su escripto. II. EL REY DON RECIENDO Que los judíos non se circunciden Ningun judío non faga circuncision de su carne, nin sofra (sufra) que otre gela faga, nin ningun omne libre, nin siervo, nin franqueado, que sea de la tierra, ó estranno, non faga á sí, nin á otro tal denuesto (ofensa) de su carne. Ca aquel que lo ficiere, ó que lo sofriere que gelo fagan, habrá la pena que es continuda en la ley. VIII. EL REY DON RESCINDO

Que los judíos non coman las vidas (viandas) segund su ley. El apóstol san Paulo dice, que á los orones, que son lirmpios de fée, todas las cosas les son limpias; é aquellos que son ensuciados de los que non son fieles, ninguna cosa non es limpia. Por ende es derecho, que la suciedumbre (suciedad) que es mas sucia que todas las otras suciedumbres, é demas yerro, deve seer desfecha, y echada de entre los cristianos. Por ende establecemos, que ningun judío non departa (separe) unos comeres de los otros, segund su costumbre, segund es uso que solien aver. Ninguno non dexe de comer, cuemo non deve, las cosas que segund su natura aparecen buenas. Nenguno non tome un comer, é dexe otro, si non cuemo manda la costumbre de los cristianos. E si á alguno le fuere probado que pasa el mandado desta ley, avrá la pena que es establecida en la ley. V. Que los judíos non guarden los sábados nin las otras sus fiestas. Pues que son idas las sombras de las antoianzas (antigüedad), é parescieron las verdades, é dexamos nos de obrar en las sombras, é obligamos nos á obrar por la verdad, pues non es nenguno mas enemigo de la verdad, nin aborrece mas el derecho que aquel que viene contra la palabra de Dios, o dice por lengua de su propheta: Aborridas á mi alma vuestras pascuas, é vuestros sábados, é vuestros comienzos de meses. E por ende nos castiga el apóstol, é nos manda que andemos segund el espíritu nuevo, é non sigamos las letras vieias é las palabras de fuera. Onde establecernos contra los judíos descreidos, que si algun judío guardare los comienzos de las lunas, ó las pascuas de las cabaniellas (cabañuelas), ó guardare los sábados, ó los dias que han por grandes, ó las otras fiestas, segund su antigua costumbre, reciba cada uno dellos C. azotes, é sea echado de la tierra por siempre, é toda su buena sea en poder del rey, por tal que si se repentiere de aquel error, que ge la dé á aquel, ó á qui el rey quisiere, si aquel en su yerro fincare. VII. Que los judíos non departan las unas carnes de las otras. Los judíos que son en yerro, é mantienen la ley, é son mas sucios que todas las suciedumbres lexan las unas carnes, é comen las otras, departiendo (separando) las unas de las otras. Onde aquel que fuere fallado, manteniendo este error en comer las unas carnes, é esquivar lo que la ley cristiana ha por suelto (bueno), sea traído al alcalde de la tierra, é ráyanle la cabeza laydamientre, é reciba cient azotes. E segund este establecemiento que nos pusiemos sea guardado en los vinos, é segund esta pena sea penado aquel que los vinos dexare, é esquivare algun beber de los beberes de los cristianos, si por ventura lo oviere de su natura. En las carnes del puerco iudgamos con piedad, que si algun omne oviere usgo (asco) de las comer por la antigua costumbre, é non ge lo diere su natura, é non lo ficiere por su antigua descreencia, é non las quisiere comer, é fuere bien fiel en las otras cosas de la crístiandad, é non descroviere (distinguiera) en nenguna dellas, é fuere perfecto en la ley, estos tales probándolo non sufran la pena de la ley de suso; ca semeia que non es nenguna cosa mas contra derecho, que aquel ques firme en la cristiandad, é cumple los mandamientos de la santa ley, é es condemnado por non comer carne de puerco: onde non deve seer reptado nin perseguido por esquivar una carne, comiendo las otras cosas quel eran vedadas en su antigua descreencia, también cuemo la carne del puerco, ante que veniese á la sancta fe de Cristo. Otras leyes disponían limitaciones o prohibiciones de ejercer determinados derechos sí acordados a otros súbditos. IX. RECESVINDO REY Que los judíos non deven facer tormentar los cristianos. Establecemos especialmientre en este decreto que ningund judío en ningund pleyto non pueda seer testimonio contra cristiano: maguer que seya siervo el cristiano: nin en ningun pleyto non pueda facer tormentar el cristiano, nin acusar. Ca desguisada cosa semeia, que la fée daquellos que non son fieles, vala mas que la fé de los fieles, é los miembros de Cristo someter á aquellos que son sus adversarios. Mas si los judíos ovieren entre sí algun pleyto, pueden seer testimonio el uno contra el otro, é contra sus siervos, segund la ley, é delantre iueces cristianos pueden demandar, ó acusar.

X. EL REY DON RECESVINDO Que los judíos non deven seer testimonios contra los cristianos. Si el que miente delantre los omnes es difamado, é ha de seer penado, ¿quanto lo deve mas seer aquel que es probado que face enganno contra la fé de Dios? E tales non deven seer recibidos en testimonios contra los cristianos. E por ende defendemos, que los judíos, quier seyan babtizados, quier non, non puedan seer testimonios contra los cristianos. Mas los que nacieren destos atales, si fueren de buenas costumbres, é de buena fé, pueden decir el testimonio con verdad entre los cristianos, en tal manera que el sacerdot, ó el rey, ó el iuez ayan probadas las costumbres, é la fé dellos. XII. EL REY DON SISEBUNDOR Que los judíos non circunciden el siervo cristiano. Mandamos que ningun judío non compre siervo cristiano, nin lo reciba donado; é si lo comprar, ó lo recibier donado, é lo circuncidar, pierda el precio que dió por él: y el siervo cristiano seya fecho libre, y el judío que circuncidar siervo cristiano, pierda todo quanto que ha, é seya todo del rey; y el siervo, ó la sierva que non quisieren ser judíos, deven ser libres. VIII. Que los judíos non casen con nenguna de su parentesco, ni se casen sin bendicion de los sacerdotes. Nos mandamos á ningun judio, quier sea varon ó muger, de se casar con nenguno de sus propincos, nin con propincos de sus mugeres, nin ellas con los de sus maridos, si non segund la regla que fué puesta á los cristianos fasta el sexto grado, ni fagan el casamiento en su parentesco. E todo aquel ques metiere en esta vergüenza de tal casamiento, sufra esta pena, que sean luego departidos, é reciba cada uno dellos C. azotes, é ráyanles las cabezas, é sean echados de la tierra por siempre, é fáganles facer fuerte penitencia, é pierdan todas sus buenas, é áyanlas los fijos que ovieren de otro casamiento si los ovieren, é que non sean de casamiento devedado (prohibido). E si non ovieren fijos, ó si los ovieren de casamiento devedado, así cuemo dixiemos, ó si se ficieren judíos, ó mantovieren su error, ó fueren nacidos de casamiento devedado segun la ley, estonce pierdan sus buenas, é áyalas el rey, que faga dellas lo que él quisiere, que las dé á sus herederos cristianos: é si non oviere herederos cristianos, áyalas el rey. E lo primero que mandamos guardar en esta ley en todas guisas, que si algun judío ó alguna judía se quisiere casar primero casamiento, non se case si non si diere arras sabudas, é que faga carta de dote, segund la ley de los cristianos, é que les dé el sacerdot bendiciones dentro en el seno de la eglesia. E si algún judío se casare sin bendicion del sacerdot contra la ley de los cristianos, é pasare el mandamiento de las arras que es departido en la ley comun, peche al rey C. maravedís, é reciba C. azotes. E esta emienda, é estos azotes deven aver cada uno dellos ámbos, el varon é la muger ques'casaren; é los padres de los casados todos sufran esta pena, porque vinieron contra la ley. Había asimismo disposiciones para castigar a los judíos que actuaran contra la ley y a los cristianos que abrazaran el judaísmo. XI. EL REY DON RECESVINDO Cuemo deven seer penados los judíos que facen contra la ley. Esta ley es fecha de la sentencia de las otras leyes muy fuertes pora penar la perfidia de los judíos. Por ende establecemos, que todo judío que quebrantar los establecimientos, é los defendimientos que son dichos en las leyes de suso, ó lo asmare de lo facer, manteniente (en seguida), segund cuemo ellos han prometido, ellos le deveh matar con sus manos, ó apedrear, ol quemar en fuego. E si el qui es probado de tal pecado, el príncipe si quier aver dél piadad, ó quisiere guardar su vida, délo por siervo á quien quisiere: é toda su buena seya dada á los otros judíos, é seya fecho en tal manera, que la buena nunqua torne en su poder, ni él nunqua sala (salga) de servidumbre.

XVII. EGICA REY De los cristianos que se tornan judío. Assí cuemo los cristianos se deven queyssar (quejar) del mal daquellos que vienen contra la fé de Cristo, assí lo deven tener en todas maneras, que nenguno omne non puede aver perdon quien dexa el mejor proponimiento (proposición), é se torna al peor. E porque el osamiento, que es el más crudel é mas maraviloso, tanto deve aver mas crudel pena é mayor tormento: é por ende establecemos en esta ley, que todo cristiano, é mayormientre aquellos que son nascidos de cristiano, quien seya varon, quier muger, que fuer falado que se circumcide, ó que tiene las costumbres de los judíos, ó que seya falado (hallado) daquí adelantre lo que Dios non mande, prenda muerte de los cristianos é de nos, é seya penado de muy crueles penas, que entenda quanto es aborrecido é descomulgado el mal que fizo: é toda su buena áyala el rey, por tal que los herederos nin los propinqus de tales personas non consientan tales yerros. La obligación de guardar el descanso dominical y otras celebraciones cristianas, también fue extendida a los judíos. VI. Que todo judío cese de todas huebras en los días de los domingos é de las fiestas. Nos non dubdamos, nin se cela (se oculta) á nenguno, que todo cristiano que non ondra el día del domingo es enemigo de la fe católica, que la quebranta, é la desface, et nos escodrinnarémos aquellos que niegan, é desfacen nuestra ley con iusticia. E establecemos con derecho, é decimos que todo omne, quier sea judío ó judía, que labrare en campo ó en huerto en los días de los domingos; ó la muger filare lino ó lana ó ficiera otra huebra (obra) alguna en casa ó en el campo, ó en yuguería, acontra de la noble costumbre de los nobles que es usada entre los cristianos: aquel que fuere osado de fazer lo que nos defendemos, ráyanle la cabeza, é reciba C. azotes. E si algun omne fallare al siervo ó á la sierva agena en esos dias faciendo alguna huebra defendida, sufra la pena que establecimos en esta ley. E si los sennores les mandaren facer lo que nos defendimos, pachen C. maravedis. Estos son los dias que deven seer guardados: la Asumpcion de Sancta María, é la Anunciacion quando concebió del Santo Espíritu, é la Navidad de Cristo, é la Circumcision, é la Aparicion, é la pascua de la Resurreccion, é el octavo día depues, é la Ascension de Cristo al cielo, é la Pentecoste quando descendió el Espíritu Sancto sobre los apóstoles, é todos los domingos: ca la ley de Cristo manda guardar é curar (cuidar) todos estos dias. Y ahora, veamos la carta de sometimiento a la fé cristiana enviada por los judíos de Toledo al Rey Resicindo. Los judíos no habían respetado cabalmente el documento de acatamiento de la ley cristiana suscrito con el Rey Cintilla anteriormente y ahora, así lo reconocían y prometían no reincidir en hacer ninguna costumbre de los judíos. XVI. De la constitucion que enviaron los judíos al rey. El nuestro sennor muy piadoso, é mucho onrado el Rey Resicindo. Nos todos los judíos de la cibdade de Toledo, que avemos de so escribir, ó de facer sennales de iuso (respecto a) en esta ley, saludes. Nos nos membramos, que con bien, é con derecho en otro tiempo nos constrinnestes, que ficiésemos pleyto et escripto por mandado del Rey Cintilla, que es passado, que diviéssemos todos guardar, é tener la fée de los cristianos. E así nos todos lo ficiemos; mas porque la porfia de la nuestra dureza, é la veiez (antigüedad) del yerro de nuestros padres nos destorva que non creamos en el nuestro sennor Jesucristo verdaderamientre, nin que tengamos la fée de los cristianos firmemientre; por ende agora de nuestro grado, é de nuestro placer respondemos á la vuestra alteza, assí por nos, cuemo por nuestras mujieres, cuemo por nuestros fijios por este nuestro escripto , que daquí adelantre nos fagamos nenguna costumbre de los judíos. E á los judíos que se non quisieren baptizar, non avremos nenguna companna con ellos en ninguna manera: non casarémos con nenguna de nuestro linage fasta sexto grado: non farérnos encesto (incesto) con nenguna muger de nuestro linage, ni nos, ni nostros

fijos ni nostra generación; mas así los varones, cuemo las mugeres daquí adelantre nos casarémos cuemo los cristianos: non farémos circuncisión de nuestra carne: non guardarémos la pascua, nin los sábados, segund cuemo solien guardar los otros judíos, nin las otras fiestas: non departirémos (separaremos) los manjares, segund la su costumbre: non farémos ninguna cosa de lo que han los judíos usado, nin costumbrado, nin cuemo elos viven; mas todos creyemos con limpia fé, é con agradable voluntad, é con grant devoción en Cristo fijo de Dios vivo, segund cuemo los evangelios é los apóstoles mandan: é aquel confesamos é adoramos. E todos tenemos en esta santa ley de los cristianos verdaderamientre, así en los dias de las fiestas, cuemo en los casamientos, cuemo en sus manjares, cuemo en todas las otras costumbres, nin nengund enganno, nin nenguna razon non tenemos contra ella de nuestra parte, porque non complamos (cumplamos), é non fagamos todas las cosas que prometiemos. E de las carnes del puerco prometemos guardar, que si las non podemos comer, porque non las avemos costumbrado, todavia todas las cosas que fueren con ellas cochas comerlas emos sin todo enoio, é sin todo asco. E si alguno de nos fuere fallado que pase contra estas cosas que son de suso dichas, ó en la menor dellas, ó que ose facer alguna cosa contra la fée cristiana, ó si tardáremos de facer estas cosas que prometiemos de palabra é de fecho, iuramos por aquel mismo Padre, é Fijo, é Spíritu Santo, que es un Dios é Trinidat, que á qualquequier de todos que fuere falado que pasa estas cosas, ó alguna dellas, que nos le quememos ol apedremos. E si por aventura la vuestra piadad le quisier guardar la vida, mantiniente sea fecho siervo: é que dedes á él, é toda su buena á quien quisierdes por siempre, ó que fagades dél é de sus cosas lo que quisierdes, non tan solamientre por que avedes poder de rey, mas por nos, que vos lo otorgamos por este nuestro escripto. E este pleyto é este escripto fué fecho doce dias andados de kalendas marzas (de marzo) en el sexto anno que vos regnastes en la cibdad de Toledo. LOS JURAMENTOS Y LAS MALDICIONES Dentro de estas prácticas discriminatorias, muestras tajantes de la intolerancia y del desprecio, tenemos como medidas por demás vejatorias, la de los juramentos. En el Fuero Juzgo (III, TITOL DE LAS LEYES NUEVAS DE LOS JUDÍOS) la ley XIV establece el juramento para los judíos que abrazan la fe cristiana. Dice así: XIV De la conocencia de los judíos; é en qual manera deven escribir la sennal de su conocencia ó sus iuras con todos aquellos que vienen á la fe Yo fulan, fijo de fulan, niego é desmiento todas las leyes, las costumbres, é las constituciones de los judíos en todas maneras quanto es de sus fiestas, é sus costumbres, é sus cosas, que guardan é curan, é todo quanto que era obligado de su ley, é creia de su fe: asíque no me torne mas desagora (desde ahora) á nenguna de sus costumbres, ni de sus fiestas, ni de su ley, ni cobdicie ninguna daquellas constituciones, ni las diga por la boca, ni las faga de fecho, ni las tenga en el corazon, E descreo (no creo) todo quanto los de la ley de Cristo descreen, é todo quanto niegan é desmienten, é creo en un Dios Padre poderoso sobre toda cosa, criador del cielo é de la tierra, é de las cosas que son vistas, é de las non vistas, é criador de las cosas sentidas, é de las non sentidas, é en el un Sennor Jesucristo fijo de Dios, un engendrado que fué nacido del Padre ante que todos los siglos, Dios de Dios, lumbre de lumbre, Dios verdadero de Dios verdadero, nacido, non criado, que es una substancia con el Padre, por el qual son criadas todas las cosas, quantas en el cielo son é en la tierra, el qui por nos é por nuestra salud descendió del cielo, é prisó carne del Espíritu Sancto, é fízose omne de María Virgo, é fué tormentado so poder de Pilato mampostero (recaudador), é fué crucificado é sepultado, é descendió al infierno, é resuscitó al tercer dia dentre los muertos, é subió á los cielos, é asentóse á la diestra parte del Padre, é verná de cabo con gloria pora iudgar los vivos é los muertos, cuyo regno non abrá fin. E creo en el Espíritu Sancto sennor vivificador, que manó del Padre é del Fijo, que es adorado con el Padre é con el Fijo en semble (juntos), el que fabló por bocas

de las prophetas: é una sancta, católica é apostólica eglesia: é conosco un baptismo que redime todos los pecados: é espero la resurreccion de los muertos, é la vida del sieglo que ha por venir. Amen. E yo creo todo quanto que prometí, é dix en este símbulo verdaderamientre, é creolo con todo mio corazon, prometiendo que me non torne á la descreencia de la judería en nengun tiempo, nin sea obligado de las fiestas de los judíos, nin de sus leyes, que ellos suelen guardar é ondrar, ni en fecho, ni en voluntad; é deniego su ley en todas maneras, é desmiéntola con todo corazon, é desaténgome de todo quanto es contra la ley cristiana. Esto pongo sobre mí, é prométolo desagora, é por siempre. que crea en la Sancta Trinidad, é que viva segund la costumbre de los cristianos desagora, é que me esquive de la companna de los judíos, é que me allegue á los buenos cristianos, por tal que coma con ellos, é beba de todo quanto ellos comieren é bebieren, é que vaya á la eglesia de Dios, assí cuemo faz el verdadero cristiano aturadamientre (acuradamente).E oblígome á guardar las fiestas sanctas de los mártyres. é los domingos que los cristianos suelen guardar, é establecieron de curar con todo buen corazon; é que me acompanne á los buenos cristianos en aquellos dias, é que reciba é ondre aquellas fiestas, assí cuemo todos los católicos las suelen recebir, con ondra é con mayoría. E esta conocencia é estas iuras fueron escriptas en tal dia é en tal era. Este es un juramento por el que el judío reniega de su fé solemnemente y se obliga a cumplir con los preceptos cristianos. Mas en el mismo códice, la ley XV establece el juramento del judío al volverse cristiano, basado sobre los principios fundamentales del judaísmo, seguido por la profesión de fé en Cristo, la promesa de vivir según la ley de los cristianos y, finalmente, la invocación de una cantidad de maldiciones si no cumpliera con lo prometido. Este es el texto de este juramento: XV De los coniurios con que deven seer coniurados los judíos quando se tornan cristianos, é facen su conocencia Iuro por el Dios Padre poderoso, que dixo: Por mí iuráredes, é non vos periuráredes el nombre de Dios nuestro sennor, que crió el cielo, é la tierra, é el mar, é lo que en él es: el que puso á los mares fito, é dixo: Fasta aquí llegarás, é aquí quebrantarás tus ondas puxaderas (pasaderas). E el que dixo: El cielo es mi seeia (silla), é la tierra banco de mios pies. El que destruyó el angel primero quando engrandeció, é se quiso empareiar con él. Iuro por el nombre del sennor ante qui se paran todas las caballerías de los ángeles tremiendo, cuya faz enssuga (enjuga) las aguas de los abissos é cuva sanna faz tremer los montes: el que fizo habitar al primero omne en el parayso, é mandol que non comiese del arbol, é comió, é echólo del parayso, é metió á él é á su linage en fierros de desobediencia: el que recibió el sacrificio de Abel con gracia, é desechó el de Cain con derecho: el que fizo venir á Henoc con su cuerpo en el parayso terrenal con Elías, é los fará morir ante de la fin: el que dexó á Noé é su muger, é sus fijos tres con sus mugeres vivos, é las animalias, é las aves, é los bestiglos en el arca en el tiempo del diluvio, por sacar de cada una daquellas animalias linage é generacion: é el que sacó de Sem fijo de Noé á Abraam su amigo, é de Abraham Israel, é su yente, é el que cogió é es leyó á las patriarcas é á las prophetas, é bendixo las padriarcas Abraam, Isaac, é Iacob; é iuro por aquel que prometió á Abraham el sancto: con tu linage se bendizrán todas las yentes, é diól sennal de circumcision por precepto durable; é iuro por aquel que destruyó á Sodom é Gomorra, é tornó á la muger de Loth en figura de sal, quando cató en pos sí: el que luchó con Iacob, é tanxó (tensó) su nervio, é encoxó, é dixol: Non te dirán Iacob, mas decirte han Israel: E iuro por aquel que libró á Ioseph del enganno de sus hermanos, é lo ondró contra Faraon por librar por sus manos todos los fijos de Israel de fambre: é iuro por el que libró á Moysen del mar, é se le descubrió en el espino en la flama del fuego: el que tentó á Egypto por manos de Moysen con X llagas, é libró su yente de la servidumbre de los de Egypto, é los passó el mar rubro (Rojo) en seco, é fizo estar las ondas eladas contra natura del agua corriente: E iuro por el que afogó á Faraon é á sus caballerías en el mar rubro: E iuro por el que guió á Israel su yente de dia con un pilar de nube

blanca, é de noche con un pilar de fuego. Iuro por el que dió á Moysen en el Monte Sinay libro escripto con sus dedos en tablas de marmor. Iuro por el que afumó (ahumó) el Monte Sinay á oio de los fijos de Israel. Iuro por el que esleyó pora sí á Aron primeramientre que fuesse sacerdot, é quemó á sus fijos con el fuego, porque aduxieron fuego estranno, é lo ofrecieron á Dios. Iuro por el que mandó á la tierra que tragasse á Abiron, é á Datan por su juicio derecho, é descendieron vivos á los abissos. Iuro por el que dió á comer á su pueblo Israel en el desierto magná é selhue (codornices). Iuro por el que mudó las aguas amargas por echar la viga (bastón) en ellas, é ficiéronse dulces. Iuro por el que dió á beber á los fijos de Israel quando ovieron sed en Horab, é firió Moysen en la piedra con su blago (báculo), é manaron della muchas aguas. Iuro por el que dió á comer á los fijos de Israel en el desierto quarenta annos, é mantovo sus pannos sanos, que non enveiecieron por los usar. Iuro por el que iudgó con derecho que non entrasse nenguno de los fijos de Israel en la tierra de la promision, porque non crovieron por su palabra, fueras end Josue Ben Non, é Caleb, los quales iudgó que entrarien hy. Iuro por el que mandó á Moysen que alzase su mano, é alcanzarien los fijos de Israel á los gigantes. Iuro por el que passó á a nuestros padres por manos de Josué Ben Non el flumen Jordan, é mandó que tomasen daquel río XII. piedras por testimonio. Iuro por el que mandó a los fijos de Israel quando pasaron el flumen Jordan, que se circumcidiesen con cuchiellos de piedras, é el que derribó los muros de la ciudad de Ihericó. Iuro por el que fizo hermoso á David con gloria del regno, é lo libró de las manos de Saul, é de manos de su fijo Absalon. Iuro por el que inchió la casa de niebla quando fizo oracion hy Salomon, é metió hy su bendicion quando el adoró. Iuro por el que alzó á Elías de tierra al cielo en la nube en un roque (carro) de fuego; é por el que partió carro las aguas del flumen Jordan, quando adoró Alyaxa, é firió las aguas con el vestido de Elías propheta. Iuro por el que metió el spíritu sancto en todos sus prophetas, é el que libró á Daniel de las bocas de los leones fambrientos. Iuro por el que salvó los tres ninnos del forno del fuego ardiente á oio de Nabucodonosor el rey descreido malo. Iuro por el que tiene las llaves de David, é cierra lo que non abre nenguno, é abre lo que non cierra nenguno. Iuro por el que fizo todos los miraglos en el pueblo de Israel, é en las otras yentes. Iuro por los diez acomendamientos (mandamientos) sanctos. Iuro por Jesucristo, fijo de Dios vivo, é por el Sancto Spíritu, que es un Dios é verdadera Trinidad, é por la resurreccion de Jesucristo nuestro sennor, é por su ascension al cielo, é por su venida sancta, é temerosa quando veniere pora iudgar los vivos é los muertos, por se mostrar manso á los iustos, é bravo á los descreidos. E iuro por el su ondrado cuerpo e su sancta sangre; el que abrió los oios de los ciegos, é fizo oir á los sordos, é sanó á los contrechos, é fizo fablar á los mudos, é sacó los demones de los demoniados, é fizo correr é andar á los coxos, é resucitó los muertos; el que andudo (anduvo) sobre el agua de pies; el que resuscitó á Lázaro, é lo desató de la prision de la muerte depues que era su cuerpo podrido, é tornó su tristeza en alegría; el que crió el mundo, comienzo de la luz, el ponedor de la salud, el que alumbró el mundo con su venida, é lo redimió con su muerte; el que fué solo libre entre los muertos, é non lo pudo la muerte tener; el que quebrantó las cerraduras del infierno, é libró las almas de los iustos del infierno con su poder; el que venció la muerte, é alzó su cuerpo, que prisó en tierra, al cielo, depues que venció todo el mundo; el que seye á la diestra parte del Padre poderoso, é recibió dél gloria durable. Iuro por todas las vertudes del cielo, é por las reliquias de todos los apóstoles é los mártyres, é por los quatro evangelios que son puestos sobre estas iuras en el altar sancto en esta eglesia N. que yo tengo en las mis manos, que todo quanto dix en esta mi confesion, é esta mi conocencia, é quanto hy ayunté, é quanto dí á mio sennor N. el obispo del rey N. escrípto por mi mano, todo es verdad, é que yo non dix nenguna cosa dellas por arte del mundo, nin por enganno, mas dixlo con la mas leal conocencia, assí cuemo es en esta carta; é niego todas las costumbres é las constituciones de los judíos, é creo en la sancta Trinidad con todo mio corazon é con toda mi voluntad, é que non torne á mi antigua descreencia nunca, nin faga companna con los iudíos viles. E prometo que viva en todas mis cosas segund la costumbre é la ley de los

cristianos, é que aya siervos cristianos, é que cumpla todo quanto es en este escripto de mis iuras con toda lealtad, é sanamientre (para bien), é que persevere en la ley de los apóstoles é en el establecimiento del symbulo desagora ( desde ahora), é siempre, é quando quier que yo ficiere falsedad en alguna cosa de la ley sancta, ó me entremetiere de guardar la ley de los judíos, ó ficiere ipocrisía en nenguna de quantas cosas yo iuré, é prometí cumplir en ninguna manera, é periurare, é falliere de quanto sobre mí pus (puse), así cuemo conoscí, é oí, é entendí, vengan sobre mí todas las maldiciones de la ley, con las quales confondió Dios á todos los que falsan los mandamientos de Dios. XVI De los siervos cristianos de los judíos si se non llamaren cristianos, é de los que los descubren Los siervos cristianos de los judíos que son cristianos perfectos, é los engannaron sus sennores por alguna arte, é non se conoscieren por cristianos desagora, é d'oy adelantre, é quisieren fincar con sus sennores, por razon que ellos non quisieron la ondra de la libertad, el rey los mande dar a qualquisiere de su pueblo, que sean sus siervos por siempre: é el que los descubriere, si fuere judío, ó siervo dalgun judío tórnese cristiano, é sea libre: é si aquel que los descubriere fuere cristiano, por cada un siervo que descubra tome V sueldos del judío que toviere consigo el siervo cristiano, depues que nos ficiemos esta constitucion. Conservando el principio y con algunas variaciones en el lenguaje empleado encontramos que Lluís Marcó i Dachs en su libro "Los Judíos en Cataluña" se refiere al juramento de los mandamientos y de las maldiciones, establecido en las Cortes de Gerona y de Huesca (1241-1247), más de cinco siglos después del dominio visigodo en España, lo que demuestra la vitalidad y vigencia de la terrible legislación antijudía del códice visigodo, cuya influencia, como se dijo, se mantuvo a través de la Inquisición hasta el siglo XVIII, y aún después, en la enseñanza, mantenimiento y el auge de los prejuicios antijudíos hasta nuestros días. El mencionado "Juramento de los mandamientos y de las maldiciones" tenía efecto cuando los judíos pleiteaban con los cristianos por cuestiones monetarias siempre que la suma en litigio era superior a cinco sueldos. Se hacía con solemnidad. El judío debía permanecer de rodillas, con una vela encendida sostenida con su mano derecha, a los pies del juez, el cual le colocaba el libro de los juramentos, abierto, sobre la cabeza. El juez leía en voz alta toda la serie de ignominiosas imprecaciones y a cada una el judío respondía debidamente. A los mandamientos respondía “juro” y a las maldiciones "amén". La fórmula era general en las distintas localidades, pero había cierta diferencia en el texto. De la lectura de dichos textos puede deducirse que sus autores habrían, al parecer, jugado a comprobar cuál de ellos tenía el alma más ruín. El juramento se hacía públicamente, en lugares concurridos -en Barcelona tenía lugar en la plaza de San Jaime- y las mofas y risas de la gente eran un verdadero tormento sobre todo por las groseras palabras y los gritos con los que eran comentadas algunas de las maldiciones. Así se justificaba que los judíos quisieran evitar aquellos espectáculos y, por ejemplo, en 1273 la judería de Lérida obtuvo un privilegio real para limitar el juramento sólo a los mandamientos, dispensándosela del de las “maldiciones". Otras juderías gozaron de privilegios parecidos. La de Barcelona, no. En Tortosa se dispuso, cuando el juramento debía ser prestado por las judías: "Si la judía o judías no tuviesen costumbre de ir al molino, a la panadería, al mercado o por agua, que el “veguer” ( cargo análogo al de “corregidor”) con dos judíos o con uno y con el escribano de la Corte y con la parte contraria si quisiera asistir, fueran a la casa de la judía o judías para recibir de ella o de ellas los juramentos. Pero si la judía o judías no fuesen de la condición antedicha, deberían presentarse a la Corte para hacer el juramento". Veamos a continuación en que consistían tales juramentos. El texto que sigue, en castellano, es la traducción del latín que figura en las páginas de la Historia Social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, de José Amador de los Ríos.

EL JURAMENTO DE LOS MANDAMIENTOS y DE LAS MALDICIONES JURAMENTO DE LOS JUDÍOS DE CATALUÑA-ARAGÓN (SACRAMENTUM IUDAEORUM) (Cortes de Gerona, y de Huesca de 1241 y 1247. Fueros de Aragón (desusados), folios 9, vuelto y siguientes.) -¿Juras, tú, oh judío, por aquel que dijo: no hay más Dios que yo? -Juro. -¿Juras por aquel que dijo: Yo soy el Dios de todos, que te saqué de tierra de Egiplo y de la casa de servidumbre'! -Juro. -¿Juras por aquel que dijo: No harás estatua, ni imagen (de cosa) que sea del cielo, de la tierra, ni de sobre el mar, ni debajo, ni adorarás otras estatuas, ni las tendrás por dioses? -Juro. -¿Juras por aquel que dijo: Yo soy tu Dios fuerte y celador que visito y conozco los pecados de los padres, que me aborrecieron, en los hijos de los hijos hasta en la tercera y cuarta generación, y tengo misericordia de los que me aman y guardan mis mandamientos? -Juro. -¿Juras por aquel que dijo: Acuérdate de santificar el sábado y de trabajar seis días, en que hagas todas las cosas, descansando el séptimo, porque hizo Dios el cielo y la tierra y e! mar y todo lo que hay en ellos, dentro de seis días y descansó el séptimo, y por tanto bendijo el sábado y lo hizo santo? -Juro. -¿Juras por aquel que dijo: No pronunciarás falso testimonio contra tu prójimo, y por aquel que dijo: No matarás? -Juro. -¿Juras por aquel que dijo: No codiciarás lo de tu prójimo, ni la mujer, ni la hija, ni el buey, ni el asno, ni otra cosa alguna? -Juro. - ¿Juras por los cinco libros de la ley y por todo lo que está en ellos escrito y por el Santo que dijo: Yo soy aquel mismo que me envió a vosotros. Heye, heye, eya, eya? - Juro. -¿Juras por el venerable nombre Hya, Hya, Hya. y por el gran nombre admirable Amnesor. que dijo Moisés, al dividir el mar en doce vías, para que los hijos de Israel pasaran por camino enjuto, cubriendo el mar Rojo al Faraón y a todo su ejército? - Juro. -¿Juras por el maná santo, que comieron tus padres en el desierto? - Juro. - ¿Juras por el tabernáculo y por la mesa santa y por el candelabro de oro y por el arca de la alianza y por las dos tablas, que en ella puso Moisés por mandato del Señor? - Juro. -¿Juras por la cortina (el velo) que estaba extendida delante del Querube y por las santas investiduras de Aarón y por el santo amor que Dios prometió a los hijos de Israel en el monte Sinaí en manos de Moisés? - Juro. -¡Juras por el santo juramento que hizo Dios a Abraham en el monte de Manne y por la tierra de promisión y Jerusalén, y por la Cátedra honrada del cielo, y por los ángeles que sirven y alaban y bendicen a Dios en coro, diciendo: ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Señor Dios de Sabaoth, llenos están los cielos y la tierra de tu gloria! - Juro.

-¿Juras por todos los Ángeles, que están en los cielos; y por los santos y profetas de Dios y por los nombres santos y honrados y las cosas que se llaman admirables? - Juro. -¿Juras por todos los nombres santos y los profetas de Dios que están en el cielo, y por todo lo escrito en la ley, y por las bendiciones y maldiciones. que fueron pronunciadas en el monte Gan y sobre el monte Ebal y por las doce tribus de lsrael? - Juro. HAE SU NT M ALEDICTIONES

(Éstas son las maldiciones) - Si sabes verdad y quieres jurar mentira, vengan sobre ti estas maldiciones, y cójante. - Amén. - Maldito seas en la ciudad y maldito fuera de la ciudad y maldito en el campo, y maldita sea tu panera (hórreo): descanso tengan en la maldición. - Amén. - Maldito sea el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra y maldito el tinado (cobijo) de tus bueyes y las manadas de tus ovejas, y maldito cuando entres y maldito cuando salgas. - Amén, - Envíe Dios el hambre sobre ti, la inopia y el oprobio en todas las obras que hicieres hasta que te quebrante, pulverice y destruya por las pérfidas invenciones que contra mi tramaste. - Amén. - Arrójete Dios en la pestilencia y el hambre hasta que te aniquile en la tierra, donde fueres para apoderarte de ella. - Amén. - Hiérate Dios con fiebre, ardor y calor y aire corrupto y persigate sin tregua hasta que perezcas. - Amén. - Caigas ante tus enemigos; entres contra ellos en un camino y huyas por doce, y seas derramado por todos los reinos de la tierra. - Amén. - Coman tu cadáver las aves de rapiña y las fieras, no tengas quien te busque. - Amén. - Hiérate Dios de necedad y ceguera donde quiera que fueres. - Amén. - Hiérate el Señor Dios de sarna y picazón de modo tal que no halles cura. - Amén. - Hiérate Dios de ceguedad y furos, de ira y duda terrible, como suele hacerlo; palpes al mediodía, como lo hace un ciego, y nunca te guíe en tu camino, sino siempre seas mofado por la calumnia, y oprimido por la crueldad, sin encontrar quien te ilumine. - Amén. - Tengas mujer y otro la goce. - Amén. - Hagas casa y no mores en ella; viña plantes y no la vendimies; tu buey sea muerto en tu presencia, y no lo comas. - Amén. - Tu asno vaya contigo y no vuelva. - Amén. - Tus ovejas sean entregadas a tus enemigos, y no tengas quien te ayude.

- Amén. - Tus hijos y tus hijas sean entregados a pueblo extraño, y véanlo tus ojos y fáltente y no haya fortaleza en tu mano. - Amén. - Un pueblo, que no conoces, coma el fruto de tus tierras, sostengas las calumnias y seas oprimido en toda tu vida, y temas de todo lo que vieres. - Amén. - Hiérate Dios con mala herida en tus rodillas y en tus piernas y desde la planta del pie hasta la cabeza, y no puedas ser curado. - Amén. - Llévete el Señor tu mujer y tus hijos y tus hijas entre gentes que no te conozcan, y a tus parientes con ellos: y sirvas a dioses ajenos de madera y piedra, y seas expuesto a la irrisión pública en toso los pueblos, a donde te conduzca. - Amén. - Arrojes en la tierra mucha semilla y no cojas ninguna, porque se la coman las langostas; viña plantes y no bebas su vino, no cojas cosa alguna de ella , porque se la coman los gusanos; olivas tengas en todas tus heredades y no te unjas en su aceite, porque se vierta y desaparezca. - Amén. - Hijos e hijas tengas y los veas llevar en cautiverio: sean comidos todos los frutos de tus árboles y de tus tierras; levántese sobre ti el extraño y tú seas abatido; él sea cabeza y tú cola; y vengan sobre ti estas maldiciones escritas en este libro hasta que seas destruido. - Amén. - Siervo seas del enemigo, que te envíe el Señor, con hambre, sed, desnudez y toda miseria, y apoye su planta sobre tu cerviz hasta que te pulverice; y traiga Dios gente de los últimos confines de la tierra y a semejanza del águila voladora, de tal modo venga que no puedas entender su lengua. - Amén. - Gente rabiosa, que a nadie perdone. ni tenga misericordia del párvulo, devore las crías de todo cuadrúpedo y las mieses de todas tus tierras y no te deje trigo, vino, ni aceite, ni los rebaños de tus ovejas, hasta que destruya y desmenuce y se coma el fruto de tu vientre y las carnes de tus hijos y de tus hijas. que te dará el Señor, tu Dios, en el dolor y la devastación; y oprímante tus enemigos. - Amén. - Tu fuerza sea empleada y agotada en tu daño; y tu tierra no te dé frutos; y enviete el Señor las fieras del campo, para que te acaben y sean pocos tus luchadores contra ellas. - Amén - Oprímate Dios y dete carestia de tu pan con tal apetito que nunca te veas harto: no te perdone el Señor, cuando demandes misericordia, sino que entonces se levante airado contra ti y vengan sobre tu frente las maldiciones, que están escritas en este libro, y borre Dios tu nombre del libro de los vivos y no seas inscrito en el de los justos, sino en la perdición de las doce Tribus de Israel, según las maldiciones que aquí están escritas. - -Amén. - Sean tus hijos huérfanos y tu mujer viuda; y sean como la paja al viento; y el Ángel te derribe ya tu mesa; y sean oscurecidos tus ojos. Que no vean, y tu espalda se encorve siempre en la tierra y Dios te envíe siempre su ira y su furor y su enojo te anonade. - Amén. - Hacine el Señor sobre ti mal sobre mal, y no seas recibido en su justicia, y tu casa se vea desierta. y no haya quien la habite: tu sangre sea esparcida como el humo, y tu cuerpo como el estiércol: no te libre el oro ni la plata de la ira del Señor.

- Amén. - Hiérate Dios de muchas plagas, como hirió al Faraón y a su pueblo, si sabes la verdad y quieres jurar mentira. - Amén. - Infeste Dios, como a Egipto, de ranas y moscas y peste y fieras y monstruos y desastre y piedras y langostas y tinieblas; y aflígete con la muerte de tus primogénitos. - Amén. - Vengan las maldiciones. que echó Josué sobre Jericó, sobre ti y tu casa y sobre todos tus bienes. - Amén. - Vayan tu mujer y tus hijos mendigando de puerta en puerta y no encuentren quien los ampare, y caigas tú en la ira y el furor del rey y de todos aquellos que te vean, y los que eran tus amigos tórnense tus enemigos y mófense siempre de ti; y caigas, sin tener quien te ayude a levantar: pobre y mísero vivas y no halles quien te entierre; si sabes la verdad y quieres jurar la mentira, caiga tu alma donde mean los perros. - Amén. Amén. Amén Dado en Gerona a 4 de las calendas de Marzo. Era M.CCLXXIX. LAS CRUZADAS Las cruzadas trastornaron durante dos siglos la vida política, religiosa, cultural y socioeconómica de Europa. Provocaron una tensión permanente de vocaciones puras que alternaban con el interés material, y de ideas generosas asociadas al más extremo oscurantismo. Ocasionaron una enorme y compleja circulación de hombres, ideas y bienes materiales, la que modeló una nueva Europa, modificó la relación de las fuerzas sociales e hizo nacer nuevas aspiraciones. Las diversas transformaciones alteraron Desquiciaron todos los caracteres externos geográfica, su posición moral, su papel espiritualidad. Cavaron entre la civilización occidental y los judíos un foso que ni aun ahora ha sido rellenado. Se podrá medir su importancia si se piensa que los dos extraordinarios avatares que caracterizaron la historia actual de los judíos, el genocidio hitleriano y el nacimiento de Israel, han sido la culminación del sistema medieval en sus dos consecuencias mayores, la sistematización del antijudaísmo con la exclusión social y moral de los judíos, por una parte, y por la otra, como una especie de corolario del ostracismo que les fue impuesto, el creciente fervor de los judíos por la idea del retorno a Sión. La crónica judía más famosa de la historia de la edad media se llama El valle de las lágrimas, título que define muy bien lo que fue la historia de los judíos de Europa entre el año 1096, fecha de la primera cruzada, y la expulsión en 1492 de los judíos de España: un largo cortejo de matanzas y expulsiones. Es el transcurso de estos siglos, desde luego, la persecución no fue ni general ni continua, sino local o regional, y esporádica. Cuando se descargaba sobre los judíos de una comarca respetaba las otras. La primera cruzada devastó las comunidades alemanas, y dejó en paz a los judíos de España; la tercera provocó enormes matanzas en Inglaterra, sin comprometer la seguridad de los judíos de Alemania. Además, entre una persecución y otra las comunidades judías tuvieron algunos períodos de reposo de varias decenas de años, los que les permitieron reconstruir sobre las ruinas. Pero no por eso dejó de originarse una lenta degradación en la situación de los judíos, y como consecuencia final de innumerables sufrimientos y tribulaciones, la eliminación sucesiva, la desaparición de numerosas comunidades por matanzas, desplazamientos para huir de ellas y expulsiones. trágicamente el destino de los judíos. e internos económico, de su historia, su situación su psicología colectiva, su LAS CONTROVERSIAS

Después del IV Concilio de Letrán, reconocida como dogma la Transubstanciación (1215), aquí y allá se acusaba de vez en cuando a los judíos de sustraer hostías consagradas para hacer revivir en ellas el drama del Gólgota. Es evidente que tales acusaciones equivalían a suponer que los judíos, habrían aceptado dicho dogma... Los rumores lanzados siempre con la peor de las intenciones calaban en la credulidad del pueblo, generalmente predispuesto a dramatizar cualquier situación y sobre todo deseoso de tener un pretexto para saquear las casas de los judíos, en las que siempre sospechó la existencia de ocultos tesoros. Desde la fecha antes citada, en diversas localidades de Europa comenzaron los actos de violencia contra los judíos por la mencionada –y generalmente supuesta- falta. El primer caso conocido ocurrió en Beelitz, cerca de Berlín, donde en el año 1243 muchos judíos y judías fueron quemados vivos en un lugar que fue conocido como Judesberg. Ello se repitió en diversos países y vale decir que el único Estado que quedó libre de violencias fue precisamente el Vaticano. Los judíos que vivieron allí no conocieron pogroms, expoliaciones ni expulsiones y, a pesar de que el papa Inocencio III inspiró la más áspera legislación antijudía, también es cierto que recomendó la abstención de cualquier ataque contra sus personas y se opuso a los bautizos forzados. Entre 1130 y 1138 uno de los aspirantes al papado, Anacieto III, era de origen judío: Piero Pierleoni. Las decrétales de Inocencio III hallaron eco en Cataluña, pero Jaime I se esforzó en suavizar aquellas disposiciones y defendió a los judíos de Montpellier, de la Cerdaña, de Perpiñan y del Conflent en los años 1252, 1258 y 1259, contra los tribunales eclesiásticos que pretendían expulsarlos de aquellas tierras; también los amparó contra los abusos de los funcionarios reales. Hubo de proteger a la judería de Gerona cuando sus habitantes fueron atacados a toque de campana por una multitud enfurecida e instigada por los clérigos, que también tomaron parte activa en el ataque. La presión de los consejeros religiosos de Jaime I era, no obstante, muy fuerte. A ella se unía el apasionado celo de los conversos, deseosos de demostrar su intransigencia en la defensa del Nuevo Testamento, con el que se habían identificado en poco tiempo. Aconsejado por su confesor. Raimundo de Peñafort, el conde-rey aceptó la idea de celebrar controversias entre teólogos cristianos y judíos. Estas disputas tenían antecedentes –aparte las celebradas en tiempo de los visigodos propiciadas por el converso Julián- en diversos lugares de Europa. Una de ellas fue promovida, también por un judío converso, Nicolás Donin de La Rochelle, el cual pidió al papa Gregorio XI que el Talmud fuese considerado blasfemo y pernicioso. Ello provocó una orden papal de requisar todos los ejemplares para que fuesen examinados por las autoridades cristianas. Esta disposición se cumplió el 3 de marzo en 1240 en París, aprovechando la ocasión de estar los judíos en la sinagoga. El 12 de junio comenzaba, en la citada capital, una controversia pública presidida por la reina madre. La acusación corrió a cargo del marrano Donin y para la defensa acudieron cuatro rabinos, entre ellos el rabino Jehial de París, considerado como uno de los más doctos representantes de la ciencia hebrea en Francia, y el rabino Moisés de Coucy, gran orador y autor del Gran Libro de los Preceptos. Después de largas disputas fue declarado vencedor Donin y el Talmud fue condenado al fuego. Un viernes, 17 de junio 1242, veinticuatro carretas llenas de manuscritos de inestimable valor trasladaban su carga a una plaza de París, donde fue quemada. En Barcelona se celebraron controversias entre frailes predicadores y rabinos y también, ulemas. Normalmente aquellas disputas se celebraban en el palacio real. En el año 1263, un marrano, Pau Cristiá, instigó una nueva controversia y a instancias de los frailes predicadores, Jaime I, en el mes de julio de dicho año, ordenó al célebre judío de Gerona Mossé ben Nahman, vulgarmente conocido por Bonastruc de Porta, que junto con otros eruditos judíos se presentase en Barcelona para sostener una

controversia con Pau Cristiá. A la disputa, presidida por el conde-rey, asistieron numerosos nobles, prelados, clérigos y gente del pueblo. Aquella disputa duró cinco sesiones. La primera se celebró en el convento de Santo Domingo –Pau Cristiá se había convertido en dominico-, la segunda en la sinagoga y las tres restantes en el palacio real. Ambos contendientes discutieron con más sutileza que fuerza dialéctica. Las intervenciones del primero era aplaudidas por el público. Nahman era abucheado en las suyas. El rabino de Gerona declaró que estaba dispuesto a defender su Ley y su fe ante un auditorio más reducido y menos bullicioso. Concedida una tregua y ausente de Barcelona Jaime I, Bonastruc regresó a Gerona. El conde-rey, al enterarse de ello, se enojó y el 28 de agosto ordenó coger y quemar la obra de Maimónides Sophrim; al día siguiente disponía que fuesen borradas de todos los libros judíos las palabras o frases que podían considerarse como contrarias a la fe cristiana, y el día 30 mandaba que las familias judías fuesen obligadas a asistir a los sermones de los dominicos. En el mes de septiembre autorizó a Pau Cristiá a entrar en las sinagogas y a las casa de los judíos para predicar, imponiendo a éstos la obligación de escucharle y entregarle los libros que él reclamase para “vencer su contumacia”. Dos años después, en 1265, se iniciaba en el palacio real de Barcelona una nueva disputa entre Pau Cristiá y Bonastruc de Porta. El rabino de Gerona no quiso dar comienzo a la discusión sin obtener antes la garantía del conde-rey y de Raimundo de Peñafort de hacerlo irresponsable de las ideas y de las palabras que expusiese o pronunciarse en defensa de su tesis. Concedida dicha garantía, recomenzó la disputa que no tuvo mejor resultado de la anterior. Regresado a Gerona, el rabino fue instado por el obispo de la ciudad, Pedro de Castellinou, para que le explicase los argumentos en los que se había fundado para sostener su criterio en la disputa y Nahman, incauto, les escribió un relato en el que detallaba su argumentación. Poco después era acusado de haber proferido y escrito conceptos que podían considerarse blasfemos. La acusación fue presentada a Jaime I por el converso Pau Cristiá, por Arnal de Sagarra y por Raimundo de Peñafort quien, al parecer, había olvidado las garantías dadas. Jaime I hizo comparecer a Bonastruc de Porta, el cual le recordó las seguridades que se le habían prometido. Después de consultar a los obispos y a otros doctos letrados, Jaime sentenció al rabino a dos años de destierro y ordenó que se quemasen sus escritos referentes a la disputa. Al parecer los frailes predicadores mostraron su descontento por aquella decisión, considerándola benévola y, enojado, el conde-rey declaró al rabino de Gerona irresponsable de sus palabras y escritos y dispuso, además, que quedara liberado de responder ante cualquier tribunal por lo que hubiera escrito o dicho, excepto si fuese el propio monarca quien le demandase. Aquellas noticias llegarían a Roma y Clemente IV, aprovechando la ocasión de felicitar a Jaime I por la reconquista de Murcia –reino que cedió generosamente a su yerno Alfonso X de Castilla- no disimuló su enfado por haber quedado sin castigo el rabino gerundense. Cediendo a las presiones de Roma, inspiradas por sus consejeros religiosos, Jaime I decidió el exilio del rabino. Viejo ya, con setenta y dos años, Nahman dejó Cataluña. Primeramente fue a Castilla, después a Provenza y finalmente a Palestina, donde dedicó su actividad y su saber fundando escuelas, mientras terminaba su comentario sobre la Torá, obra que le ocupó toda su vida y con la que alcanzó las cumbres más altas del misticismo hebreo. Bonastruc halló Jerusalén en ruinas, “cuanto más sagrado es un lugar, más devastado está”, “es en Jerusalén donde he visto más ruinas”, escribiría a sus hijos; en otra carta les decía: “Dejé mi familia, abandoné mi hogar, allí, con mis hijos y mis hijas y los bellos y queridos nietos, educados sobre mis rodillas [...] dejé también mi alma”. “Mi corazón y mis ojos estarán siempre con ellos”. Mossé ben Nahman o Bonastruc de Porta, había nacido en Gerona en 1194 o 1195. fue discípulo de Nathan de Trinquetaire y de Judá ben Yakar. En cuanto a la fecha de su muerte, sus biógrafos no coinciden. David Ganz dice que murió en 1260 y Aboab en 1267, mientras otros se inclinan por 1270. La Fundació Bernat Metge,

de Barcelona, tenía programada la publicación de unos trabajos del gran rabino de Gerona. Desgraciadamente las circunstancias acaecidas desde 1936 impidieron que ello fuese una realidad. Hemos visto como Jaime I se mostró, en cierta manera, liberal con los judíos mientras, en ocasiones, actuó con cierto rigor. Dispuso que todo cristiano que adoptase la Ley de Moisés debería morir quemado. Todo judío sorprendido en acto carnal con una cristiana , moriría quemado junto con ella, y el mismo castigo se aplicaría al cristiano sorprendido con una judía. La esclava encinta por un cristiano no podrá venderse a un judío hasta haber parido, y si ello no se cumpliese, el vendedor perdería el importe de la venta y el cristiano debería mantener al hijo, que sería bautizado. El hijo de esclava mora y de judío sería declarado libre y bautizado. En el mes de octubre de 1257, Jaime I dictaba, para los habitantes de Lérida, unas curiosas órdenes prohibiendo el ejercicio de su profesión a los barberos, tanto si eran cristianos, judíos o moros, los domingos y los días de la Purificación, de la Anunciación, de la Asunción, de la natividad de la Virgen, Epifanía, Ascensión. San Juan y el día de Todos los Santos. El conde-rey eximió de llevar la divisa a los judíos de Villafranca del Panedés en el año 1268. En 1269, siendo médico del rey Acac de Barcelona, por méritos contraídos, el soberano liberó del pago de tributos a Perfecto y a Ángel, judíos de Tudela, hijos de Abenvenist y parientes del médico citado. Jaime I tuvo después otro médico, Jucef Almeredi de Zaragoza, para el que asignó 500 sueldos anuales. Entre 1245 y 1310 surgió en Cataluña una nueva figura del judaísmo: Salomó ben Adret, discípulo de Nahman. Se ha dicho de él que convirtió a Cataluña en el centro intelectual del hebraísmo. En 1272 las comunidades judías prestaron a Jaime 15.000 sueldos para obras en el palacio real de Barcelona, cantidad que deberían descontar del tributo anual. El 23 de marzo de 1274 el conde-rey perdonó a Isaac Astruc, de Barcelona, haber dado muerte a su suegro, Caravida, judío de Manresa. Aquel mismo año el soberano pasó las Navidades en la capital catalana acompañado de su yerno Alfonso X de Castilla y de la esposa de éste e hija de Jaime I, Violante. La muerte de Jaime I acaecida en Valencia el 27 de julio de 1276, comunicada a los judíos barceloneses por el médico real, el rabino Jucef Aben-Trevi, causó gran desconsuelo en la comunidad. ALGUNOS EDICTOS DE EXPULSIÓN Si expusiéramos en una vitrina los edictos de expulsión de los judíos en diferentes países, llegaríamos a la conclusión de que el móvil del celo por la preservación de la fe es una constante, pero que igualmente la envidia es un móvil no confesado. Se envidia al judío por su fidelidad a ciertos valores y principios, a un solo Dios, por sus logros en el quehacer de todos los días en los más diversos ámbitos. Esta envidia subyace aún en los períodos de más armoniosa convivencia y a través del tiempo se manifiesta en oleadas de odio que alcanzan cotas de violencia, hasta llegar a la creación y ejecución de planes de aniquilación, a la creación de la “industria del exterminio” por los nazis. Es como sí los pueblos les dijeran a los judíos: “Te toleramos, pero no te queremos”. “No te queremos, no te toleramos y, por lo tanto, o abjuras de tu fe y te conviertes o te expulsamos”. “No te queremos, no te toleramos, no te expulsamos, sino que, sencillamente, te condenamos a morir”. Estas son las manifestaciones ascendentes del odio al judío a través de las épocas. Expuesto así, se puede deducir que aún en la tolerancia, ya existe un elemento de odio, controlado por intereses variados y la expulsión podría verse como una decisión “benévola” de los judeófobos ante la terrible tercera alternativa de la condena a la muerte, al exterminio…. Veamos algunos Edictos de expulsión. Edicto General de Expulsión de los judíos de Aragón y Castilla (1492)

Don Fernando é doña Isabel, por la gracia de Dios rey é reyna de Castilla, de León, de Aragón, de Sicilia, de Toledo, de Valencia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córcega, de Murcia, de Jahén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias, conde e condesa de Barcelona é Señores de Vizcaya, é de Molina, duques de Athenas é de Neopatria, condes del Ruisellón é Cerdaña, marqueses de Oritán é de Gociano. Al Príncipe Juan, nuestro muy caro é muy amado hijo, é a los Infantes, prelados, duques, marqueses, condes, maestres de las Ordenes, pares, ricos-homes, comendadores, alcaydes, alguaciles, merinos, oficiales, jurados é homes-buenos de todas las cibdades, villas, é logares de los nuestros reynos é señoríos, é á las aijamas de los judíos dellas é á todos los judíos é personas singulares, así varones como mugeres de cualquier edad é á todas las personas de cualquier estado, ley é dignidad, preeminencia é condición que sean, á quien lo de y uso en esta Carta contenido atañe ó atañer puede en cualquier manera, salud é gracia: Sepades é saber debedes que porque Nos fuimos informados que hay en nuestros reynos é avia algunos malos cristianos que judaizaban de nuestra Sancta Feé Católica, de lo qual era mucha culpa la comunicaçión de los judíos con los cristianos, en las Cortes que Nos fuimos en la çibdad de Toledo en el año pasado del mill cuatroçientos ochenta, mandamos apartar los judíos en todas las çibdades, villas é logares apartados en que vivieran en su pecado, é que en su apartamiento se remordieran, é otrossí ovimos procurado é dado órden como se fiçiese Inquisiçión en los nuestros reynos é señoríos, la qual como sabeis, ha mas de doçe años que se ha fecho y façe, é por ella se han fallado muchos culpantes, segund es notorio, é segund somos informados de los inquisidores é de otras muchas personas religiosas, eclesiásticas é seglares; é consta é paresçe ser tanto el daño que á los cristianos se sigue é ha seguido de la partiçipaçión, conversaçión o comunicaçión, que han tenido é tienen con los judíos, los quales se precian que procuran siempre, por quantas vias é manera pueden de subvertir de Nuestra Sancta Feé Católica a los fieles, é los apartan della é traenlos á su dañada creençia é opinión, instruyéndolos en las creençias é çeremonias de su ley, façiendo ayuntamiento, donde les leen é enseñan lo que han de tener é guardar según su ley; procurando de çircunçidar á ellos é á sus fijos; dándoles libros, por donde reçen sus oraçiones; declarándoles los ayunos que son de ayunar é juntándose con ellos a leer é á escribirles las historias de su ley; notificándoles las pascuas antes que vengan; avisándoles de lo que en ellas se ha de guardar é façer; dándoles é levándoles de pan ázimo é carnes muertas con çeremonias; instruyéndoles de las cosas que se han de apartar así en los comeres como en las otras cosas prohibidas por ley, persuadiéndoles que tengan é guarden quanto pudieran de la ley de Moysen; façiéndoles entender que non hay otra ley, ni verdad, sinon aquella; lo qual todo consta por muchos dichos é confesiones, así de los mismos judíos como de los que fueron engañados é pervertidos por ellos; lo qual ha redundado en gran daño é detrimento ó oprobio de nuestra Sancta Feé Cristiana. É como quier que de muchas partes desto fuimos informados antes de agora é cognosçimos que el remedio verdadero de todos estos daños é inconvenientes consiste en apartar del todo la comunicaçión de los dichos judíos con los cristianos é echallos de todos nuestros reynos é señoríos, que fuimos Nos contentos con mandarles salir de todas las cibdades, villas é logares de Andalucia, donde paresçe que avian fecho mayor daño, creyendo que ello bastaría para que los de las otras çibdades, villas ó logares de los nuestros reynos é señoríos çesasen de façer e cometer lo susodicho; é por que somos informados de estos que aquello, nin las justiçias que se han fecho en algunos de los dichos judíos que se han fallado muy culpantes en los dichos crímenes é delictos contra nuestra Sancta Feé Católica, non bastó para entero remedio; para obviar é remediar com çese tan grande oprobio é ofensa de la Religión Católica, porque cada día se falla é paresçe que los dichos judíos tratan é continuan su malo é dañado propósito, á donde viven é conversan, é porque non aya logar de ofender más a nuestra Sancta Feé Católica , así que fasta aquí Dios ha querido guardar, como en los que cayeron é se enmendaron é reduçieron á la Sancta Madre

Iglesia, lo cual según la flaqueza de nuestra humanidad é astuçia é sugestión diabólica que continuo nos inçita, podría cresçer, si la causa principal desto non se quitase, que es echar los judíos de nuestros reynos: Porque cuando algun grave é detestable crimen es cometido por algún Colegio o Universidad, es razón que tal el colegio ó Universidad sean disueltos é aniquilados, é a los unos por los otros punidos; é que aquellos que pervierten el buen é honesto vivir de las çibdades é villas é por contagio pueden dañar a los otros, sean espelidos de los pueblos; é aun por otras más leves causas, que sean en daño de la república, quanto más por el mayor de los crímenes é más peligroso é contagioso, como lo es este: Por ende Nos en consejo é paraçer de algunos prelados é grandes é caballeros de nuestros reynos é de otras personas de çiençia é conçiençia de nuestro Consejo, aviendo avido sobre ello mucha deliberaçión, acordamos mandar salir á todos los judíos de nuestros reynos, que jamas tornen, ni vuelvan a ellos, ni á alguno dellos; é sobre ello mandamos dar esta Carta, por la qual mandamos á todos los judíos é judías de cualquier edad que seyan, que vivan é moran é stan en los dichos reynos é señoríos, ansí los naturales dellos, como los non naturales que en cualquier manera é sombra ayan venido o estén en ellos, que fasta en fin deste mes de julio, primero que viene deste presente año, salgan con sus fijos é sus fijas é criados é criadas é familiares judíos, así grandes como pequeños, de cualquier edad que seyan, e non seyan osados de tornar a ellos de viniendo nin de paso, nin en otra manera alguna; so pena que, si lo non fiçieren é cumplieran así, é fuesen fallados estar en los dichos nuestros reynos é señoríos ó venir á ellos en qualquier forma, incurran en pena de muerte é confiscaçión de todos sus bienes, para la nuestra Camara é fisco: en las quales dichas penas caigan é incurran por el mismo fecho é derecho, sin otro proceso, sentencia ni declaración. É mandamos é defendemos que ninguna, ni algunas personas de los dichos nuestros reynos, de quaquier estado, condiçión é dignidad, non seyan osados de reçibir, nin reçiban, ni acojan, nin defiendan, nin pública, nin secretamente judío nin judía, pasado todo el término de fin de Julio en adelante, para siempre jamás, en sus tierras nin en sus casas nin en otra parte alguna de los dichos nuestros reynos é señoríos, so pena de perdimiento de todos sus bienes, vasallos é fortalezas é otros heredamientos. É otrosí de perder qualesquer mercedes que de Nos tenga, para la nuestra Camara é fisco. É porque los dichos judíos é judías puedan, durante el dicho tiempo fasta en fin del dicho mes de Julio, dar mejor disposiçión de si é de sus bienes é façiendas, por la presente los tomamos é resçibimos so seguro é amparo é defendimiento real é los aseguramos á ellos é á sus bienes, para que durante el dicho tiempo non les seya fecho mal nin daño ni desaguisado alguno en sus personas, nin en sus bienes contra justiçia, so las penas en que incurren los que quebrantan nuestro seguro real. É assí mismo damos licencia é facultad á los dichos judíos é judías que puedan sacar fuera de todos los dichos nuestros reynos é señoríos sus bienes é façiendas por mar é tierra, en tanto non seya oro nin plata, nin moneda amonedada, nin las otras cosas vedadas por las leyes de nuestros reynos, salvo, mercaderias que non seyan cosas vedadas é encobiertas. É otrosí mandamos á todos los conçejos, justicias, regidores é caballeros, oficiales é homes buenos de los dichos nuestros reynos é señoríos, é á todos nuestros vasallos, súbditos é naturales dellos que guarden é cumplan é fagan guardar é complir este nuestro mandamiento é todo en él contenido, é den é fagan dar todo el favor é ayuda para ello en lo que fuere menester, so pena de la Nuestra Merced é de confiscaçión de todos sus bienes é oficios para la nuestra Camara é fisco. É porque esto pueda venir a notiçia de todos, é ninguno pueda pretender ignorancia, mandamos que esta nuestra Carta sea pregonada públicamente por las plazas é mercados é otros lugares acostumbrados de las dichas çibdades é villas é logares por pregonero é ante escribano público; é los unos é los otros non fagades ni fagan ende ál por alguna manera, so pena de la Nuestra Merced é de perdimiento de sus ofiçios é de confiscaçión de todos sus bienes para nuestra Camara é fisco. É demás mandamos al home que les esta Carta mostrare, que les enlaçe é parezcan ante Nos en la nuestra Corte, do quier que estemos, del día que los emplaçare em quince días primeros siguientes, so la dicha pena, con la qual mandamos á cualquier escribano

publico que para esto fuere llamado, vos dé testimonio signado con su signo, porque Nos sepamos como se cumple nuestro mandato. Dada en la çibdad de Granada, treynta é uno del mes de Marzo, año del Nasçimiento de Nuestro Salvador Jesucristo de mil quatrocientos é noventa é dos. Yo el Rey, Yo la Reyna. Yo Juan de Coloma, secretario del rey é de la reyna, nuestros señores, la fiçe escribir por su mandado. Este edicto fue seguido de una “Declaración” que los Reyes Católicos promulgaron con fecha de 14 de mayo de 1492, y es como sigue: Declaración de los Reyes Católicos sobre el Edicto de Expulsión de los judíos “Don Fernando é Doña Isabel, por la gracia de Dios rey é reyna de Castilla, de León, de Aragón, de Siçilia, de Toledo, de Valencia, de Mallorca, de Sevilla, de Çerdeña, de Córçega, de Murcia, de Jahén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar é de las Islas Canarias, conde e condesa de Barcelona é señores de Vizcaya, é de Molina, duques de Athenas é de Neopatria, condes del Rosellón é Çerdania, marqueses de Oristán é de Goçiano, etc.: Quando al tiempo que Nos mandamos que los judíos, moradores é estantes en todos nuestros reynos, salgan dellos dentro de cierto término, que se cumple en fin del mes de Julio primero que verná deste presente año de la data desta nuestra Carta, so çiertas penas, contenidas en las dhas. [dichas] nuestra cartas, que por ello les dimos liçençia et facultad para que pudiesen vender é trocar é cambiar sus bienes muebles é rayçes é disponer dellos libremente á su voluntad, segund que más largamente en las dichas nuestras cartas se contiene: é agora por parte de las aljamas é personas particulares de dichos judíos nos fue suplicado que por que ellos más enterarmente puedan disponer de los dhs. sus bienes é debdas les mandásemos dar nuestra Sobrecarta, conforme á lo contenido en las dichas Cartas que asy mandamos dar para salida de dichos judíos; é como la Nuestra Merced fuesse. É porque la Nuestra Merced é voluntad es que aquello se guarde é se cumpla en todo, é ningún impedimento en ello se ponga, tovimoslo por bien, é por esta nuestra Carta ó por su traslado, sygnado de escribano público, damos liçençia é mandamos que los dichos judíos puedan vender é vendan los dichos sus bienes muebles é rayçes é semovientes é debdas que les son debidas é farien suyo á cualquier persona ó personas é los dar é donar é trocar é cambiar é enajenar é disponer é facer de ellos é en ellos como de cosa suya propia, en término é segund é en la manera que en las dichas nuestras primeras Cartas se contiene, bien asy como si lo pudieran façer, estando en los dichos nuestros reynos antes que diéramos el dicho mandamiento por salir dellos; é para que las dichas personas que dellos las compraren é trocaren é cambiaren ó enviaren por otro titulo de donaçión ó empeño, o en otra cualquier manera, los puedan aver ó tener é poseer libremente, syn que en ello les sea, nin será puesto por nuestra parte impedimento nin embargo alguno, por rason de ser bienes de judíos; lo qual mandamos que se guarde é cumpla ansy agora é en todo tiempo é dello mandamos dar la presente, firmada de nuestros nombres é sellada con nuestro sello, la qual mandamos que sea pregonada públicamente por las plaças é mercados é logares acostumbrados de todas é qualesquier çibdades é villas é logares de los nuestros reynos é señoríos, para que venga á notiçia de todos. Dada en la villa de Sancta Feé á catorçe dias del mes de mayo año del Nasçimiento de Nuestro Salvador lhu. –Xpo. del mill é quatroçientos é noventa é dos annos. Yo el Rey. Yo la Reyna. Yo Ferrand Álvarez de Toledo, Secretario del Rey é de la Reyna, nuestros señores, la fize escrivir por su mandado. En las espaldas de dicha Carta estavan escriptos los nombres seguientes. Registrada, acordada. Johan Dotor. Francisco de Madrid, Chanciller”. * * * * * Como documento testimonial de la persecución de los inquisidores contra herejes y judaizantes, así como contra los conversos del Islam, es muy significativo el Edicto del doctor Andrés de Palacio, Inquisidor del Reino de Valencia, en el año 1512. En él se estimula la delación, se amenaza a los conversos judaizantes y a los encubridores con la excomunión, la pérdida de bienes y hasta con la muerte. Además, se profiere contra ellos estremecedoras maldicioines.

He aquí el documento: Edicto del doctor Andrés de Palacio, Inquisidor del Reino de Valencia en el año 1512 “A todos tos fieles cristianos así hombres como mujeres, capellanes, frailes, religiosos de cualquier condición, calidad y prominencia que sean: anuncio de la cual o de las cuales la presente prevendrá salud en Nuestro Señor Jesucristo: que es verdadera salud. No ignoráis aquello que por otros edictos y provisiones de los reverendos inquisidores predecesores nuestros han sido requeridos o amonestados para que dentro un cierto tiempo señalado en dichos edictos y provisiones, comparecieran para ante ellos decir, declarar y manifestar las cosas que habían visto, sabido, entendido u oído decir sobre algunas personas así vivas como muertas que hubiesen dicho o hecho contra la santa fe católica, cultivando u observando la ley de Moisés o la secta mahometana, ritos y ceremonias de aquellos perpetrando diversos crímenes de herejía: guardando los viernes al atardecer y sábados, mudándose los sábados camisas limpias y mejores ropas que en los otros días: preparando comida los viernes para los sábados, cazuelas de arnaví y otros manjares, comiéndolos fríos en dichos sábados como se hacen normalmente en íos otros días: encendiendo, en dichos viernes, crisoles limpios con mechas nuevas y aceite limpio: poniendo sábanas limpias en las camas y manteles limpios en la mesa: celebrando la pascua del pan ázimo, comiendo pan ázimo, apio y lechugas agrestes y semejantemente las pascuas con las campanillas: ayunando el ayuno del perdón, no comiendo en todo el día hasta el atardecer vistas las estrellas, pidiéndose perdón los unos a los otros o ayunando otros ayunos de judíos como el ayuno de la reina Ester, diciendo oraciones y devociones de la ley de Moisés de pie frente a la pared moviendo la cabeza hacia arriba y hacia abajo dando hacia atrás ciertos pasos: dando dinero, pan y aceite a la escuela de los judíos o para otra escuela secreta u otras limosnas y regalos: teniendo libros de mala y reprobada lección: degollando la volatería a la manera judaica, cubriendo la sangre con ceniza o tierra: dejando de comer cordero u otro animal muerto sin su rito: no queriendo comer carne salada de cerdo, liebres, conejos, caracoles ni pescado sin escamas: bañando el cuerpo de alguna persona muerta, vendándola según la forma judaica, enterrándola en tierra virgen: confortándose comiendo ante dichos muertos, esto es, no comiendo carne sino pescado y huevos duros tras la puerta en mesa baja, haciéndose circuncidar o sabiendo de alguno que sea circunciso: sabiendo que alguna mujer teniendo su purgación fuese a bañarse al río o al baño como ceremonia judaica: coger un pellizco de una pasta y echarlo al fuego: haciendo sortilegios y hechicerías: invocando a los demonios: dándoles el honor que es debido a Dios: diciendo que la ley de Moisés es buena y que en ella uno puede salvarse: haciendo muchos ritos y ceremonias de ella: diciendo que Nuestro Señor Jesucristo no fue el verdadero mesías prometido en la ley, ni verdadero Dios, ni hijo de Dios, ni recibió la muerte, ni pasión para salvar el humano linaje, ni resucitó, ni subió a los cielos: y que Nuestra Señora la Virgen María no fue madre de Dios ni fue virgen antes del parto, en el parto y después del parto: diciendo y afirmando otros muchos errores heréticos: diciendo algunos abjurados que lo que habían confesado ante los inquisidores no era la verdad: quitándose los hábitos penitenciales: no guardando la cárcel o penitencias que les fueron impuestas, diciendo palabras escandalosas contra nuestra santa fe católica y contra el Oficio de la Inquisición: o si algún infiel se quería convertir a nuestra santa fe católica y le pusieron algún impedimento y le apartaron de su voluntad aconsejándole que no lo hiciera o de otra manera se lo estorbaron: diciendo o afirmando que el santo sacramento del altar no es el verdadero cuerpo y sangre de Jesucristo redentor nuestro: y que Dios no puede estar en muchas partes: y algún presbítero siendo de esta opinión condenada dijera o celebrara la misa: no diciendo las palabras santas de la consagración: diciendo y creyendo que la ley de Mahoma o sus ritos y ceremonias son buenos: y pudiéndose en dicha ley, salvarse: y diciendo y afirmando que no hay sino nacer y morirse, que no hay paraíso ni infierno: y diciendo que dar con usura no es pecado: y si alguno o algunos viviendo sus primeras mujeres se casan con otras mujeres: y si saben que las mujeres cuando son parteras

guardan las costumbres y los tiempos de los judíos: y la séptima noche de su parto hacen fiesta para sus hijos poniendo rica la mesa con plata y oro haciendo allí placeres de ceremonia judaica: y si saben que algún judío o converso fuese predicando secretamente la ley de Moisés y convirtiendo a otros a dicha ley, enseñándoles las ceremonias de ella, diciéndoles cuándo eran las pascuas y fiestas y días de ayuno, enseñando las oraciones judaicas: y si saben que cuando alguien ha muerto ponen donde murió una escudilla con agua y un crisol encendido y unas toallas y durante unos días no entran allí: y si saben que alguno se haya vuelto judío o siendo cristiano vista hábito judío: y si saben que alguna persona conversa u otra haya mandado coser las vestiduras y ropas que se había de vestir, con cáñamo y no con lino, según hacen los buenos judíos: y si saben que algunos, cuando sus hijos les besan las manos, les ponen la mano sobre la cabeza y no los persignan: y si saben que algunos cuando terminan de almorzar o cenar bendicen el vino y lo dan a beber a todos, cuya oración se denomina la “veraha”: y si saben que en alguna casa se haya acordado hacer oraciones o leer en biblias en romance y haciendo ceremonias judaicas: y si saben cuando alguien va o quiere ir por algún camino, le hacen la despedida diciéndole ciertas palabras de la ley de Moisés, poniéndole la mano sobre la cabeza sin persignarle: y si sabéis que alguien haya tenido creencia en la ley de Moisés o haya esperado la venida del Mesías: diciendo que nuestro redentor y salvador Jesucristo no había venido / y que ahora debería venir Elías para !levarlos a la tierra de promisión: y si saben que alguna persona haya fingido un trance y decir que había ido al cielo y que un ángel la acompañaba por unos campos verdes y le decía que aquélla era la tierra de promisión que estaba reservada a los creyentes, que Elías había de sacar del cautiverio en que estaban: y si saben que alguno o algunos siendo reconciliados, o hijos o nietos de condenados / y por tal razón inhábiles, hayan tenido cargos públicos o hayan portado armas o vestido ropas de seda o de grana o de tela fina de más de XX sueldos el «alma» o haya llevado en su vestido o adorno, oro, plata, perlas u otras piedras preciosas o corales o hayan usado otras cosas para tales personas inhábiles, prohibidas o vedadas no teniendo para tales cosas autorización: y si saben que algunas personas tengan o posean algunos bienes confiscados, muebles, dinero, oro, plata u otras joyas de algunos condenados por herejes en este santo Oficio, los cuales bienes no hayan sido declarados al receptor de los bienes confiscados por el crimen de herejía. Todas estas cosas habiéndolas visto, entendido y oído vosotros, los citados en gran cargo y perdición de vuestras almas, con corazón obstinado y endurecido, no hayáis querido declarar ni manifestar dichas cosas que habíais visto, sabido y oído decir, creyendo que con bulas e indulgencias de nuestro Santo Padre sois absueltos, y por promesas y donativos que os hayan hecho, con lo cual, corréis en sentencia de excomunión mayor y en otras grandes penas establecidas en derecho: y podríamos proceder contra vosotros como con los excomulgados de excomunión mayor y como autores por diversas vías: pero queriendo usar de benignidad y para que vuestras almas no se pierdan, teniendo en cuenta que Nuestro Señor no desea la muerte del pecador sino que se convierta y viva: por las presentes, levantamos y suspendemos las censuras promulgadas por dichos inquisidores contra vosotros con tal que guardéis y cumpláis el contenido de ésta, nuestra provisión y/o edicto, por lo que os requerimos, exhortamos y mandamos, en virtud de santa obediencia y bajo pena de excomunión mayor, que dentro de nueve días hábiles desde la lectura de la presente, la cual os será notificada o que sepáis de ella de alguna manera, cuyos nueve días os damos señalando los tres primeros días para la primera amonestación, los otros tres para la segunda y los tres restantes para la tercera y plazo perentorio, todos cuantos sepáis, hayáis visto, entendido y oído en alguna manera de las cosas y ceremonias antes indicadas o alguna de ellas, comparezcáis ante nos, personalmente, para decir y manifestar aquello que hayáis visto, entendido u oído decir, secretamente, sin hablarlo ni manifestarlo a frailes, presbíteros ni otra persona alguna y ello sin levantar falso testimonio contra ninguna persona. De otra manera, pasado dicho plazo, hechas y repetidas las citadas canónicas amonestaciones, que el derecho manda ahora para entonces y entonces para ahora, damos y

promulgamos sentencia de excomunión mayor para vosotros y para cada uno de vosotros en estos escritos y por ellos: y para tales excomulgados, os mandamos a denunciar y publicar, y, lo que Dios no quiera, por otros nueve días siguientes persistiéseis en vuestra contumacia, rebelión v excomunión mayor, os excomulgamos, anatemizamos, maldecimos, segregamos y apartamos como miembro del diablo, de la unión y gremio de la Santa Iglesia y de los sacramentos de ella. Y mandamos a los vicarios, ligiosas rectores, curas y sacristanes y a otras qualesquiera personas eclesiásticas y re/ que tengan a todos citados por excomulgados y malditos, y los maldigan para que incurran en la ira e indignación de Dios todopoderoso y de la gloriosa Virgen María, madre suya y de los bienaventurados apóstoles San Pedro y San Pablo y de todos los santos y santas de la corte celestial: y asimismo, sobre tales rebeldes e inobedientes que querrán encubrir la verdad de las cosas antedichas, vengan todas las plagas y maldiciones que cayeron sobre el rey Faraón y su gente, porque no obedecieron y cumplieron los mandatos divinos: y asimismo queden comprendidos en la sentencia de excomunión divina que cayó sobre los de Sodoma y Gomorra, que, vivos, fueron abrasados y quemados: Atan i Abirón, que, vivos, se los tragó la tierra por sus graves y enormes delitos y pecados que cometieron de desobediencia y rebelión contra Nuestro Señor Dios: y que sean malditos en su comer y en su beber, y que sean malditos en su velar y dormir, y en su levantar y andar: y sean malditos en su vivir y morir: y que siempre estén en pecado y sus días sean pocos y malos: y sus bienes y substancia se los coman los otros: y sus hijos queden huérfanos y sus mujeres, viudas: y los hijos de ellos vivan siempre con necesidad y que nadie pueda ayudarlos: y sean echados de sus habitaciones; y que sus bienes y substancia se los lleven los usureros: y sus esfuerzos sean aprovechados por otros: y que no halle quien le ayude ni tenga piedad: y sus hijos sean en perdición y sean desarraigados de sus nombres: y su desgracia esté siempre presente ante el recuerdo divino: que los enemigos de ellos vengan y destruyan todo cuanto en el mundo tuvieron: y que vayan de puerta en puerta y no hallen quien les haga un bien: que sus oraciones se conviertan en maldiciones: y maldito sea el pan, el vino, la carne, el pescado, las frutas y otras viandas que comerán: y las casas que habiten y las vestiduras que vestirán y las bestias que cabalgarán y las camas donde dormirán y las mesas y los manteles con que comerán: malditos sean con Judas y Lucifer y con todos los diablos del infierno, los cuales sean sus señores y estén en su compañía de día y de noche, amén. Y si algunas personas incurrieran en dichas excomuniones y maldiciones: y por espacio de un año persistirán en aquéllas: serán tenidos por herejes y se procederá contra ellos así como contra los herejes o sospechosos del crimen de herejía. Dado en la ciudad de Valencia, marzo, año de la natividad de Nuestro Señor Dios. Mil quinientos doce. Nullus amoveat sub pena excomunicationis. / ltem, no aprovecha la confesión hecha al propio sacerdote o confesor para que sea absuelto de la excomunión en la que el hereje quedó atado desde el tiempo: en el cual cometió el delito. / ltem, todos los que sepan alguna de las cosas comprendidas en este edicto u otras, herejías, y no vengan a denunciar y manifestar, quedan excomulgados y no podrán quedar absueltos por sus confesores”. El Doctor Palacio, inquisidor De mandato sue Reverende parternitatis Petrus Sorell, notarius. Este documento, escrito en catalán del siglo XVI, fue mostrado casualmente al autor por una persona que lo creía escrito en latín. Creo que pertenece a una publicación, hecha en Inglaterra, de unos documentos relativos a la Inquisición española. (Tomado de “Los judíos en Cataluña”). Edicto de Expulsión de Portugal (fragmento). UN APORTE VALIOSÍSIMO

Considero un deber moral incluir en estos “Apuntes” un trabajo excelentemente documentado y titulado “El complot antijudío de “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, del que es autor mi recordado amigo y maestro Don León J. Benoliel, fallecido a la avanzada edad de 91 años, el 14 de Octubre de 2004, quien fuera un reconocido intelectual, escritor de elegante pluma y autor de tres libros: Los profetas de Israel, El judío sin leyendas y Mosaicos de la judaicidad. Colaboraba con sus escritos en el semanario Nuevo Mundo Israelita, en el diario El Universal y en la revista Maguén – Escudo, de Caracas. Don León J. Benoliel, no llegó a publicar este trabajo por temor a ser víctima de represalias, temor que traté de disipar en él, sin éxito. Don León me lo entregó antes de partir para que yo hiciera uso de él después de su muerte, si lo creía adecuado y oportuno. Pues bien, llegó el momento oportuno y decidí incluirlo en estos “Apuntes” como valiosísimo aporte que es para el conocimiento de la historia del antijudaísmo y como un homenaje a su recuerdo. EL COMPLOT ANTIJUDÍO DE “LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION” Nota Introductoria “Los protocolos de los Sabios de Sión”, que incorporan una serie de calumnias medievales, y que son el producto de un descarado plagio, no suponen, ciertamente, un panfleto más encaminado a dañar a la judaicidad y al judaísmo. Conforman un monstruoso complot internacional de las fuerzas del mal, bien concebido (en su conjunto), adoptado, alimentado y propagado, durante siglos, por la reacción y el racismo con miras a justificar una acción –planificada y coordinada- cuyo objetivo es nada menos que la destrucción de la judaicidad. Nuestros lectores hallarán en la brillante obra del historiador Norman Cohn, titulada “El Mito de los Sabios de Sión”, cuya versión castellana editó en Buenos Aires, en el año de 1967, la Editorial Candelabro, el estudio analítico más completo, exhaustivo, profundo y penetrante jamás emprendido con vistas a denunciar y probar el génesis, materialización y desarrollo de la confabulación de “Los Protocolos”. Nosotros nos hemos inspirado en tan notable obra, de la que hemos sacado abundante documentación para ofrecerla, junto con otras informaciones de distintas fuentes y observaciones propias, al amable lector. Sin la obra de Norman Cohn no hubiéramos podido captar, en toda su perversidad, la urdimbre del complot antijudío conocido por los “Protocolos de los Sabios de Sión”. Por ello le expresamos nuestro profundo reconocimiento, recomendando al lector, ávido de justicia y de verdad, la lectura de tan brillante obra. Nosotros, con nuestras limitaciones intelectuales, le ofrecemos el presente opúsculo que recoge lo esencial de una confabulación de larga data de nuestros tradicionales enemigos reflejada en los espurios “Protocolos” que atribuyen injustamente a los judíos sus propios designios y sus propios proyectos de eliminación de la judaicidad. El complot antijudío de “Los Protocolos de los Sabios de Sión” “Los Protocolos de los Sabios de Sión” conforman la máxima expresión del antisemitismo universal y entrañan las mayores calumnias jamás forjadas contra el pueblo hebreo. Este diabólico libelo que conlleva nada menos que un supuesto complot judío para adueñarse del mundo y subyugar a los cristianos (sic), es obra de las fuerzas tenebrosas de la reacción, del fanatismo religioso y político y del racismo. El mencionado panfleto, cuyo carácter espurio es palmario, como se demostrará, vió la luz en tiempos en que, merced a los movimientos de liberación, se le reconocieron al judío de Europa, verdaderos parias, sus derechos más elementales de hombre y de ciudadano. Aunque sus antecedentes y modelo derivan de calumnias que ya se habían propalado desde la época medieval.

Es justo reconocer cierta continuidad y coherencia en el proceder nocivo de las fuerzas retrógradas –que jamás ocultaron su aversión por los judíos en el curso de los siglos- y cuyo objetivo ha sido: primero, la propagación del odio bajo todas sus formas, luego el envilecimiento, seguido de la degradación y, finalmente, el intento de eliminación física del pueblo judío. Para la consecución de cada una de estas metas, la reacción recurrió, y recurre, a las más siniestras calumnias. La aversión e inquina de la Iglesia (hoy felizmente reconciliada con la Casa de Israel) contra el judío, arranca desde el cuarto siglo del Cristianismo, por el único delito de permanecer aquél fiel a la religión de sus antepasados. Como se sabe, fue en el año 313 que el Emperador Constantino I, por el Edicto de Milán, decretó el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, y fue desde esa fecha que comenzaron para los judíos las tribulaciones y aún los martirios. Antes de la fecha señalada, las relaciones entre los pobladores de Europa y los judíos eran satisfactorias hasta tal punto, que durante los primeros años del cristianismo en España, los cristianos recurrían a los rabinos para celebrar sus matrimonios o bendecir sus campos. El Concilio de Elvira puso fin a la colaboración y al entendimiento. Y las fuerzas reaccionarias, las que jamás han admitido la evolución, ni la liberalización y humanización de la sociedad, para no poner en peligro ninguno de sus privilegios ancestrales, se han unido siempre a determinados elementos fanáticos, intransigentes e integristas de la jerarquía cristiana para desacreditar al judío, postergarlo y eliminarlo de la sociedad. El pueblo judío vivió sin graves problemas durante los dos primeros milenios de su existencia. Durante este dilatado lapso, el fenómeno del antisemitismo –que muchos historiadores, erróneamente, consideran tan antiguo como el pueblo de Israel- no se conocía aún y los roces de éste con sus vecinos o invasores eran de origen político y jamás religioso. El historiador galo Jules Isaac sólo registra, en la época señalada, dos conflictos que, en apariencia, entrañan antisemitismo: el episodio de Esther, en el siglo V a.C. y el incidente de Elefantina (isla egipcia cercana a Asuán, sede de una guarnición de soldados-agricultores judíos mercenarios al servicio del rey persa Darío II) en el año 410 a.C. Según dicho historiador –y sus asertos están corroborados por otros historiadores-, el episodio de Esther carece de confirmación histórica y no pudo suceder en la época señalada. (Quizá ocurriera siglos después). Y en cuanto al incidente entre judíos de Elefantina o Ieb y egipcios, éste se debió a un lamentable malentendido de tipo religioso que no tuvo ulteriores consecuencias. Es cierto que hubo persecuciones en Egipto contra los judíos “cuando surgió un rey que no conoció a José”. Este nuevo faraón, que ya no pertenecía a la dinastía de los Hiksos, la emprendió contra los semitas hiksos que invadieron su país y los judíos –emparentados con éstos- no podían escapar a las persecuciones. No hay en ello antisemitismo, sino odio o xenofobia hacia el extranjero introducido por enemigos del país (la dinastía de los Hiksos). El antisemitismo nace con los seléucidas (siglo II) y con la cristianización de Europa. La iglesia premedieval y los judíos El pueblo judío ha sido y es respetuoso para con la Iglesia, porque ésta representa una prestigiosa religión mundial, nacida del judaísmo, y cuyos principios morales no merecen sino nuestra más alta consideración. Pero justo es reconocer que determinados jerarcas han obrado en el pasado con un odio y una saña antijudíos indignos de su investidura y de su sacerdocio. Y si lo traemos a colación aquí, es porque estimamos –y lo registramos con amargura- que han sido representantes de la misma Iglesia quienes, en el pasado, han tomado la lamentable iniciativa de arremeter con desmesurado odio contra el mismo pueblo de Jesús de Nazareth, tal y como lo harían, más tarde, las fuerzas del mal y de la opresión. El obispo de Lyon (Francia) Agobardo, califica a los judíos de “Anticristos, hijos del diablo, impíos enemigos del hijo de Dios, que se separan ellos mismos de la verdadera Casa de David que es

la Iglesia. Todas las amenazas y maldiciones divinas han sido confirmadas con respecto a la Sinagoga de Satán” (sic) (Cf. “Genèse de l’antisémitisme”, de Jules Isaac). San Crisóstomo (Boca de Oro) considera a la Sinagoga como un “porneion” (sic), la mansión del demonio, la ciudadela del diablo y lugar de perdición. Y San Agustín los fustiga y desprecia, y alega que “el libro que lleva el judío es el fundamento de la fe cristiana. Los judíos sólo existen para llevar nuestros libros para su propia confusión. Se han convertido en nuestros porta-libros, a la manera de esos esclavos que marchan detrás del amo cargando sus libros”. Los judíos son vistos como hijos de Satán, demonios con forma humana y el Anticristo sería un judío y los judíos sus más devotos adherentes, enseñaban algunos de los Padres. Fueron los judíos acusados de asesinar a niños cristianos, de ofender la hostia sagrada y envenenar los pozos. Más tarde, en 1610, la Facultad de Medicina de la Universidad de Viena declaraba solemnemente que los médicos judíos estaban obligados por sus leyes a envenenar a uno de cada diez pacientes cristianos. Los judíos fueron calumniados sin piedad y acusados de todo. Las prédicas de ilustres eclesiásticos resultaron harto perniciosas para la reputación y seguridad del judío, encontraron receptividad en las mentes sanas de los buenos cristianos y soliviantaron los espíritus de fanáticos activistas. Justo es reconocer que los papas y los obispos condenaban estas patrañas, pero el clero inferior continuaba propagándolas hasta que se terminó por darles crédito. La más inhumana y frecuente calumnia consistía en hacer creer a los legos que los judíos adoraban al diablo. Y los legos se lo creyeron. La Iglesia no se solidarizaba con los excesos antijudíos. Y no pensamos que cayera en la tentación de endosar las injustificadas prédicas de algunos de sus padres, calificadas como excesos de retórica. Obviamente, jamás fue la Sinagoga sede de Satán ni mucho menos un “porneion”, esto es notorio. En la Sinagoga –que jamás tuvo fuerza política, como la tuvo y tiene la Iglesia, -se enseña a través de los siglos la Ley que Dios dictara a Moisés el Profeta, esa misma Ley con respecto a la cual declaró Jesús: “Yo no he venido para derogar la Ley y los Profetas sino para darles cumplimiento…. Yo no cambiaré una iota a la Ley”. (Evangelio de San Mateo, Cap. V). Los excesos de lenguaje más arriba consignados constituyen, a nuestro modo de ver, pura apostasía por cuanto, degradar a la Sinagoga, donde aprendió, enseñó y oró el rabino Jesús, debería ser monstruoso para un cristiano. La Sinagoga de hoy y de ayer es la misma que Jesús frecuentaba. El Vicario de Cristo, Su santidad el Papa Juan Pablo II vino a Caracas recientemente. El tuvo a bien conceder audiencia a los Rabinos Brener y Cohén y a una delegación de directivos de la Comunidad judía de Venezuela. La acogida que les dispensó, más que benévola, fue cordial. El Papa tuvo palabras de elogio para el pueblo judío. El Sumo Pontífice, en razón de su sagrado mandato y de las altas funciones que desempeña, es la Autoridad mejor informada en el mundo de la política universal y de todo cuanto, de modo directo o indirecto, atañe a la Iglesia. Es obvio que si creyera en las patrañas de los “Protocolos”, se hubiera abstenido de conceder audiencia a representantes de la Sinagoga y del pueblo judío. La acogida que les dispensó implica el más rotundo mentís y el más elocuente rechazo de unas acusaciones que, no solamente carecen de fundamento, sino que entrañan una ofensa al pueblo en el seno del cual naciera, viviera y predicara Jesús. S.S. el Papa está calificado para saber que la religión cristiana es hija de la religión judía y que el Nuevo Testamento cristiano se edificó sobre la base del Antiguo Testamento judío. Por este solo concepto, el judaísmo debe inspirar respeto al cristianismo. Con las pésimas referencias más arriba señaladas viven los judíos en la Edad Media, período sombrío en que, para golpearlos y desprestigiarlos, se crearon las leyendas negras que es obvio evocar aquí. Y la degradación vino luego con la prohibición de ejercer oficios honorables, tales como la artesanía y la agricultura, toda vez que los gremios cristianos que los monopolizaban excluían de los mismos al judío. Sabido es que, durante siglos, sólo tres oficios, a cual más

degradante, se le permitieron, en pleno obscurantismo, para subsistir: los de ropavejero, buhonero y prestamista. La Revolución Francesa inquieta a la derecha Con el correr de los siglos y el relajamiento del fanatismo religioso y de la superstición del pueblo, surgieron en Europa ideas liberales, siendo los Enciclopedistas franceses, amen de otros escritores y filósofos –Diderot, Voltaire, Rousseau, D’Alembert, Montesquieu, entre otros, disconformes con el “ancien régime” y sus abusos, y el rígido autoritarismo de las monarquías imperantes, los precursores de la Revolución Francesa. Los judíos, que vivían en la opresión y sin derechos cívicos, acogieron este movimiento de liberación con júbilo y esperanza y no vacilaron en volcarse hacia las fuerzas liberales y democráticas. El abate Grégoire abogó, en Francia, por su emancipación y desplegó una valiente campaña en pro de sus derechos civiles. Y logró sus objetivos. El pueblo hebreo no pierde ocasión de expresar su gratitud hacia la memoria de un miembro de la Iglesia que no vaciló en romper con la tradición antisemita de una parte de la Jerarquía tradicionalista e intransigente. Los judíos, abiertas las puertas del comercio, industria y profesiones liberales, fueron, quizá más que nadie, los grandes beneficiarios de la Revolución y adoptaron las ideas modernas de la nueva civilización. Esto escandalizó a los aristócratas y al clero quienes, en vez de comprender que los cambios de las estructuras sociales, impuestos por obra de los enciclopedistas y filósofos, de las teorías del “Espíritu de las Leyes” y del “Contrato social” eran consecuencia del nuevo orden, imputaron a los judíos la incipiente democratización de la sociedad y la consideraron como obra de éstos. Así se incrementó el antisemitismo, y así nació el mito de la conspiración judía. Origen del supuesto “complot judío” En 1797, el abate Barruel, en su “Mémoire pour servir à l´histoire du Jacobinisme”, sostuvo que la Revolución Francesa era la culminación de la más secreta de las sociedades secretas. Y citó a la orden de los Templarios (empeñada en abolir la monarquía), a la Francmasonería, dominada en el siglo XVIII por aquella, y a los Illuminati bávaros, “hijos de Satán”, aunque, en realidad, enemigos de los francmasones, entre los cuales, conviene recordar, el rey Luis XVI no era el miembro menos prestigioso. Barruel acusó a los francmasones del advenimiento de la Revolución y apenas mencionó en sus cinco tomos a los judíos –y con razón ya que éstos poco tenían que ver con la francmasonería y mucho menos con el movimiento ni con la revolución filosófica que lo precedió. Pero en 1806, un oficial llamado J.B. Simonini (pocos datos se conocen de éste, ¿existió en realidad?) dirigió a Barruel un documento – considerado como el primero de una serie de fraudes que habrían de culminar en los “Protocolos”- en el que, trás de felicitarle por “haber desenmascarado a las sectas infernales que están preparando el camino para el Anticristo”, llama su atención sobre “la secta judaica, con seguridad la potencia más formidable, si se considera su riqueza y la protección de que goza en casi todos los países europeos”. Simonini alega en el documento haber obtenido, mediante astucia, de un judío piamontés, haciéndose pasar él mismo por un correligionario, sensacional información. Los judíos piamonteses le prometieron hacerle general del ejército si aceptaba convertirse en francmasón; y luego de “mostrarle gran cantidad de oro y plata para distribuir a quienes abrazan su causa”, le obsequiaron tres armas con símbolos masónicos y le revelaron sus mayores secretos. ¿Cuáles eran esos secretos, según Simonini? Que Mani, fundador de la religión del maniqueísmo-competidora del cristianismo por mil años- era judío; como lo era el “Viejo de la Montaña”, (supremo regidor de la secta musulmana que se conoce por “los Asesinos” -siglos XI y XIII- y que se valía del asesinato secreto para suprimir a sus enemigos, los cruzados franceses mayormente). Ni que decir tiene que Mani no era judío. Le dijeron los judíos piamonteses que la orden de los francmasones y los Illuminati fueron fundadas por judíos (se conoce perfectamente a

sus fundadores y ninguno es judío). Que en Italia, 800 eclesiásticos eran judíos, entre ellos obispos y cardenales y “que, a breve plazo, quizá también un papa”. Que en España, los judíos estaban camuflados en cristianos. Que los judíos, ya enriquecidos en Europa, se proponían apropiarse las tierras y casas hasta desposeer totalmente a los cristianos (sic). Y que esos judíos “se prometieron que en menos de un siglo serían los amos del mundo, abolirían todas las otras sectas y establecerían el dominio de la de ellos, convertirían las iglesias en otras tantas sinagogas y reducirían a los cristianos subsistentes a un estado de esclavitud absoluta”. Tal es el espíritu de los “Protocolos” antes de la letra. Aquí queda expuesto el mito de la conspiración judeo-masónica, convertida durante y después de la Revolución de Octubre (la revolución rusa) en conspiración judeo-masónicabolchevique. Sin embargo, en el siglo XVIII y en la época de Simonini, los francmasones eran, en general, hostiles a los judíos. “En ningún momento los judíos o descendientes de los judíos tuvieron un papel desproporcionado dentro de la masonería”, afirma el historiador Norman Cohn. Mas, como la Revolución Francesa fuera obra de los francmasones, en opinión de Barruel, y los judíos los beneficiados con el nuevo orden, no era descabellado pensar que ambos estaban en connivencia. La realidad es que los judíos fueron, en efecto, indirectamente, los grandes beneficiarios de todos los movimientos liberatorios –Revolución Norteamericana, Revolución Francesa, advenimiento de Napoleón, Revolución bolchevique- porque ellos fueron las mayores víctimas de la opresión, de la intolerancia y de la privación de derechos civiles. La marcha triunfal de Napoleón por Europa llevaba anexa la desaparición de las barreras que se levantaban frente a los judíos. Los reaccionarios y fanáticos vieron en Napoleón a un aliado de aquellos. Y así, el mito de la conspiración judeo-masónica tomó cuerpo. Napoleón convocó en 1806, en París, una asamblea de notables judíos de toda Francia, con el objeto de confirmarles todos sus derechos civiles, y al mismo tiempo, para obtener su sumisión al nuevo régimen. Pero quizá tuviera el desacierto de denominar a esta asamblea “El Gran Sanedrín”. Ello bastó par “sugerir la existencia, a través de los siglos, de un gobierno secreto judío”. Los reaccionarios enemigos de Napoleón, quienes no se resignaban a ver al judío levantar cabeza, mientras que ellos perdían sus privilegios, consideraron al Emperador como la encarnación del Anticristo. Los emigrados franceses pusieron el grito en el cielo y su diario “L’Ambigu”, editado en Londres, escribió: “¿Espera acaso formar con estos hijos de Jacob una legión de tiranicidas? El tiempo lo dirá. Sólo nos queda por ver a este Anticristo luchando contra los eternos decretos de Dios; ese debe ser el último acto de su existencia diabólica”. En Moscú, el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa, clamó: “Hoy propone reunir a los judíos a quienes la ira de Dios dispersó sobre la faz de la tierra para instarlos a derribar la Iglesia de Cristo y proclamar un falso Mesías en su persona”. Barruel, también alarmado por el derribo de los baluartes reaccionarios, creyó definitivamente en las revelaciones que le hiciera Simonini y fue más allá, admitiendo la existencia del mito de la conspiración judeo-masónica y de la connivencia de los judíos con los Templarios medievales. En Alemania, la alarma ante el aumento del nacionalismo, liberalismo, democracia y secularismo se acrecentaba día a día y las fuerzas de la reacción no cesaban de responsabilizar a la francmasonería del cambio que se proyectaba. Puede que estuvieran en lo cierto, aunque habría que imputarlo, más que a su influencia, a los vientos de libertad que soplaban, a la sazón, por Europa. Pero, aunque la presencia judía en la francmasonería era ínfima, había tendencia a sobrevalorar la influencia de los judíos en esta sociedad secreta. La Revolución Francesa supuso una verdadera catástrofe para la sociedad absolutista, clerical y antidemocrática que había vivido tradicionalmente de extensos privilegios en detrimento del pueblo llano, el “tiers état”, que, de hecho, era esclavo de la nobleza y de los poderosos. Se culpó a la francmasonería del advenimiento del nuevo orden y se consideró a los masones como agentes de Satán.

El abate Chabauty sostuvo que Satán, por medio de la conspiración judeomasónica preparaba el camino para el Anticristo judío y el dominio mundial de los judíos. Y citó dos cartas (forjadas por quienes tenían interés en hacerlo) para apoyar su tesis. Estas supuestas cartas son del siguiente tenor: “¡Honorables judíos, saludos y bendiciones! Esta es para informaros que el Rey de Francia, que es nuevamente señor de la Provenza, ha ordenado por proclamación pública que debemos convertirnos al cristianismo o abandonar su territorio. Y el pueblo de Arles, Aix y Marsella quiere arrebatarnos nuestras pertenencias, amenaza nuestras vidas, daña nuestras sinagogas, nos causa muchos vejámenes; y todo ello nos llena de incertidumbre sobre lo que debemos hacer para guardar la Ley de Moisés. He aquí por qué os pedimos la bondad de hacernos saber, según vuestra sabiduría, qué es lo que debemos hacer”. JAMOR (sic) Rabino de los judíos de Arles, el 13 de Sabat, 1489. A continuación la respuesta: “Bienamados hermanos en Moisés: Hemos recibido la carta en la que nos comunicáis las ansiedades y adversidades que padecéis. El consejo de los grandes sátrapas (sic) y rabinos es como sigue: Decís que el Rey de Francia exige que os convirtáis en cristianos; hacedlo, puesto que no tenéis otra salida, pero guardad la Ley de Moisés en vuestro corazón. Decís que os veis forzados a rendir vuestras pertenencias; haced que vuestros hijos sean mercaderes y así, poco a poco, ellos quizá despojen a los cristianos de sus pertenencias. Decís que amenazan vuestras vidas; haced entonces de vuestros hijos médicos y boticarios, a fin de que puedan privar a los cristianos de sus vidas. Decís que os destruyen vuestras sinagogas; haced entonces que vuestros hijos sean canónigos y clérigos, a fin de que destruyan sus iglesias. Decís que el pueblo os veja de muchas otras maneras: ved entonces que vuestros hijos sean abogados y notarios, a fin de que los cristianos queden bajo vuestro yugo; así dominaréis el mundo y podréis tomar venganza. No os apartéis de esta orden que os damos, pues veréis por experiencia cómo del abatimiento en que ahora os encontráis, alcanzaréis la cumbre del poder”. V.S.S.V.F.F. Príncipe de los judíos de Constantinopla, El 21 de Kasleu, 1489. La finalidad de estas dos supuestas cartas es confirmar el espíritu y la letra de los “protocolos” y la existencia de un gobierno secreto judío. La mención de “un Príncipe de los judíos de Constantinopla” es pura jácara de unos guasones. El Discurso del Rabino Otro documento antisemita que, en cierto modo, puede considerarse como el modelo de los “Protocolos” vio la luz en Alemania. Su autor es Hermann Goedsche y su novela titulada “Biarritz” contiene un capítulo llamado “En el cementerio judío de Praga”. Allí, a las once en punto de la noche, se celebra una reunión tenebrosa, un día de la Fiesta de los Tabernáculos (los judíos no van jamás al cementerio en días de fiestas religiosas, sea dicho de paso). Ante cierta tumba, se van congregando misteriosos judíos. “De allí sale un áspero sonido metálico y una llama azul que ilumina a las trece figuras reclinadas. Una voz cavernosa exclama: “Os saludo, jefes de las doce tribus de Israel”. El que habla es el diablo y las figuras obedientemente responden: “Te saludamos, hijo del anatema”. Uno a uno toma la palabra para decir cosas como las que siguen: “Con el oro que ha caído en nuestras manos, la tierra nos pertenecerá”. “Por intermedio de los mercados de valores los judíos han conseguido transformar en deudores suyos a todos los príncipes y gobiernos de Europa”. “Preocúpale a Aarón el socavamiento de la Iglesia Católica, mediante el fomento del libre pensamiento, el escepticismo y el anticlericalismo”. Y la reunión finaliza con un mensaje de aliento del presidente levita, quien profetiza el fin de los sufrimientos y opresiones del pueblo judío y su

felicidad, riqueza y poder. Los biznietos de los presentes podrán anunciar, de aquí a cien años, “que son los príncipes del mundo y que todas las naciones son sus esclavas”. “Renovemos nuestro juramento, hijos del becerro de oro, e id a todas las comarcas de la tierra”. La publicación de esta extraña novela coincidió con la violentísima campaña antisemita desencadenada en Alemania unos años antes de la institución del nuevo Reich alemán, en 1871, año en que se decretó la emancipación de los judíos en el territorio ya unificado. En 1872, el capítulo relativo a la supuesta reunión en el cementerio, de la novela de Goedsche, fue publicado en San Petersburgo, bajo forma de folleto con el “siniestro comentario de que, si bien el relato era obra de ficción, se basaba en la realidad”. Y en Moscú, apareció en 1876 otro folleto similar titulado “En el cementerio judío de la Praga checoslovaca: los judíos soberanos del mundo”. Una segunda edición apareció en 1880 y otras similares en Odesa y Praga y luego en París, en 1881. Se certificaba, en esta edición, la autenticidad del discurso pronunciado por un rabino de alta jerarquía, en una convención judía secreta. De esto daba fe el “diplomático inglés sir John Redcliffe” (seudónimo del mismo Goedshe) en su obra inédita “Anales de los acontecimientos políticos e históricos de los últimos diez años”, obra que vio la luz bajo el título de “Discurso del rabino”. Este discurso fue incluido en el catecismo de Theodor Fritsch destinado a agitadores antisemitas, incluido en la antología antisemita “La Russie juive”, publicado en el diario austriaco “Deutschsoziale Blätter”, en 1893, en Praga, bajo el título de “Discurso de un rabino acerca de los goim”, leído in extenso en el curso de un debate en el Reichstag de Viena y reproducido en un diario. En Rusia, el “Discurso del Rabino” apareció en el diario Novorossisky Telegraf, de Odesa, que afirmaba haber sido pronunciado por un rabino ante un “Sanedrín secreto” en 1869, garantizando su autenticidad el notorio “aristócrata inglés sir John Readclif”. Este fraude sirvió de pretexto para la instigación de varios pogroms, entre ellos el de Kishinev de 1903. El conocido antisemita profesional P.A. Khrushevan publicó meses después, en su diario “Znamia” (El Estandarte), “Los Protocolos”. Y en 1906, Butmi, amigo de aquél, publicó junto con “Los Protocolos” el famoso discurso espurio, “poderosa arma del arsenal ideológico del antisemitismo alemán que ayudaba al pueblo ruso a liberarse de los judíos, sus enemigos mortales”. “El discurso del rabino” era prueba de la autenticidad de los “Protocolos” en opinión de los antisemitas. La espuria “Carta (o discurso) del Rabino” se esgrime, aún hoy, por propagandistas racistas y árabes para difamar a los judíos. Aquí en Caracas, hace pocos años, nada menos que en el Aula Magna de nuestra prestigiosa Universidad Central, se hizo mención de ella por un agente árabe. Y es lamentable que en aquella ocasión, a nadie se le ocurriera recordar al auditorio que el documento invocado era un puro fraude, una grotesca superchería e indigno de ser citado en un centro de cultura de la categoría de nuestra Universidad Central. “Los Protocolos” “Los Protocolos de los Sabios de Sión” – que en 1903 se mencionan por primera vez“consisten de conferencias por las cuales un miembro del consejo secreto judío – los Sabios de Sión- (sic) expone una maquinación para lograr el dominio de mundo. Suman veinticuatro sus capítulos. El análisis de cada uno de ellos no tiene cabida en el presente opúsculo. Los “protocolos” fueron usados para justificar las masacres de judíos durante la guerra civil rusa. Ellos se adueñaron del pensamiento de Hitler y se trocaron en la ideología de sus más fanáticos adherentes en Alemania y en el extranjero y contribuyeron a preparar el camino para el exterminio casi total de los judíos en Europa. Estimaba Henri Rollin que “Los Protocolos de los Sabios de Sión” era probablemente el libro de mayor difusión después de la Biblia. Insistimos en que el documento es producto de la perversa imaginación de los antisemitas, y por consiguiente un fraude, como se demostrará más adelante. Se admite que fue fraguado en Francia y redactado en lengua francesa. Khrushevan no revela quien le entregó el espurio documento y afirma

que su traductor lo ha titulado “Actas de la reunión de la Unión Mundial de Masones y Sabios de Sión” (sic). El mismo Khrushevan lo denomina “Programa para la conquista del mundo por los judíos”, Butmi lo publicó bajo el título de “Los enemigos de la raza humana”, y el subtítulo “Protocolos extraídos de los archivos secretos de la Cancillería de Sión (sic) (donde reside la raíz del desorden de la actual sociedad de Europa en general y de Rusia en particular)”. Serguei Nilus publica en 1905, en San Petersburgo, residencia imperial, una edición de los “Protocolos”. Se dice que para influenciar al zar Nicolás II. Varios extractos fueron leídos en 368 iglesias de Moscú. Esta versión de Nilus fue la que cobrará notoriedad histórica, sobre todo a partir de 1917, fecha de la Revolución de Octubre, al ser profundamente difundida por la reacción y la contra-revolución. Los autores de las diversas ediciones de los “Protocolos” no se han puesto de acuerdo sobre la procedencia del original del folleto. El traductor de la primera edición alega que el documento fue tomado de la Cancillería central de Sión, (?) en Francia, mientras que los editores admiten que “ignoramos cómo, cuándo y por qué medios se copiaron las actas de estas reuniones que tuvieron lugar en Francia, y sobre todo quien las copió…”. Butmi aduce que los “Protocolos” fueron extraídos de los archivos secretos de la Cancillería central de Sión y que, por su carácter secreto, estas actas o protocolos fueron obtenidos con gran esfuerzo en forma de páginas sueltas y traducidas al ruso el 9 de diciembre de 1901… “El lector familiarizado con los misterios masónicos se convencerá de su autenticidad al interiorizarse del plan criminal expuesto en estos “protocolos”. Nilus afirma: “Estos “protocolos” fueron arrancados de un libro entero de “protocolos”, pero en su propia edición de 1905 hay una nota que dice “que fueron robados por la mujer de uno de los jefes mas altos e influyentes de la Masonería”… Y en la edición de 1917, alega Nilus: “sólo ahora he averiguado en fuentes judías autorizadas que estos “Protocolos” no son sino un plan estratégico para la conquista del mundo y su sumisión al yugo de Israel, la lucha contra Dios; un plan elaborado por los líderes del pueblo judío durante los siglos de la dispersión y presentado por último al Consejo de los Ancianos por el Príncipe del Exilio (sic) Teodoro Herzl, en oportunidad del Primer Congreso Sionista convocado por él en Basilea, en Agosto de 1897”. A este respecto comenta el muy sagaz historiador Norman Cohn: “Difícilmente pudo haber sido una elección peor. El manuscrito original de los “Protocolos” está en francés; al Primer Congreso Sionista no asistió ningún delegado francés y el idioma oficial fue el alemán. Herzl, el fundador del Sionismo moderno era austríaco. Las actuaciones del Congreso fueron públicas, con la ciudad de Basilea cubierta de periodistas que difícilmente habrían pasado por alto una reunión tan extraordinaria. Pero en todo caso, el propio Nilus había declarado categóricamente, en su edición de 1905, que los discursos no databan de 1897, sino de 1902 y 1903”. En la primera edición alemana de 1919, publicada bajo el nombre de Gottfried zur Beek, éste sostiene que los Sabios de Sión eran los miembros del Congreso Sionista de Basilea. Que las actas secretas (inexistentes) fueron obtenidas por un espía ruso, enviado por el gobierno de Moscú, el cual sobornó al encargado de llevar dichas actas. Y que las actas secretas fueron facilitadas a Nilus para su traducción al ruso. Theodor Fritsch, el “Néstor del antisemitismo alemán” alega en su edición de 1921, bajo el título de “Los Protocolos sionistas” que el documento no fue robado del Congreso de Basilea, sino de una casa judía por un policía ruso. El texto no era francés, sino hebreo. Y el editor francés Roger Lambelin asegura que los “Protocolos” fueron robados del aparador de una casa por la novia de un dirigente masón. Para el editor polaco, el documento fue recogido en el piso del dirigente sionista Theodor Herzl, en Viena. Origen del fraude Al finalizar la contienda de 1914-1918, muchas personas, influenciadas por la publicidad que se le dio a los “Protocolos”, se preguntaron si este documento tenía cierta autenticidad. El mismo

“Times” de Londres, en su edición del 8 de Mayo de 1920, escribe: ¿Qué son estos “protocolos”? ¿Son auténticos? Si así fuera, ¿qué asamblea malévola los confeccionó y se complace en exponerlos?... ¿Acaso hemos eludido una “Pax Germánica”, extenuando cada fibra de nuestro cuerpo nacional, sólo para sucumbir a una “Pax Judaeica”. Pero su error fue reconocido el 18 de Agosto de 1921, en un resonante editorial. Dos días antes había publicado los despachos de su corresponsal en Constantinopla, Philip Graves, en los que se revelaba que los “Protocolos” habían sido copiados en gran parte de un panfleto contra Napoleón III, fechado en 1865. Philip Graves decía lo siguiente: “Debo confesar que cuando me informaron del descubrimiento me mostré incrédulo al principio. El señor X, que me trajo las pruebas, está convencido. “Lea atentamente este libro”, me dijo y encontrará pruebas irrefutables de que “Los Protocolos” de los Ancianos Sabios de Sión son un plagio”. “El señor X, que no quiere que su nombre sea revelado, es un terrateniente ruso con conexiones inglesas. Pertenece a la religión ortodoxa y es monárquico constitucionalista. Llegó aquí como refugiado trás el fracaso definitivo de la causa de los “blancos” en el sur de Rusia. Hace mucho que está interesado en la cuestión judía, en cuanto atañe a Rusia; ha estudiado los “Protocolos” y durante el período de auge de Denikin (jefe militar contrarevolucionario, N. del A.) hizo algunas investigaciones a fin de descubrir si existía en el sur de Rusia una organización oculta “masónica” como la que mencionan los “Protocolos”. La única organización de este tipo es una monarquía. La casualidad quiso que hallara la clave del problema de los “Protocolos”. “Hace pocos meses adquirió cierto número de libros viejos de un ex funcionario de la Okhrana (policía secreta de la Rusia zarista) que había huido a Constantinopla. Entre ellos había un pequeño volumen en francés del que faltaba la portada. Había ido reencuadernado chapuceramente. En el dorso de cuero tiene impresa la palabra JOLI en mayúscula. El prefacio titulado “Simple advertencia” está fechado en Ginebra el 15 de Octubre de 1864…. El papel y los tipos son característicos de la sexta o séptima década del siglo pasado. Estos detalles quizá sirvan para llegar al descubrimiento del título del libro”. “El señor X cree que debe ser raro, puesto que si así no fuera, los “Protocolos” habrían sido reconocidos rápidamente como plagio por cualquiera que hubiese leído el original. “Nadie que hubiera visto este último habría podido mantener ni un instante que se trataba de un “engaño”. Su antiguo dueño, el funcionario de la Okhrana, no se recordaba dónde lo obtuvo, y no le atribuyó ninguna importancia. Hojeándolo cierto día, el Señor X quedó sorprendido por el parecido entre un pasaje que había observado al azar, y una frase de la edición francesa de los “Protocolos”. Siguió el indicio y pronto comprendió que los “Protocolos” eran en su mayor parte…. Una Paráfrasis del Original de Ginebra…” “Antes de que el señor X me diera el libro, yo me mostraba incrédulo, como he dicho. No creía que los “Protocolos” de Serguei Nilus fuesen auténticos… Pero no lo habría creído si no hubiese visto que el autor que suministró sus originales a Nilus era una plagiario deseaprensivo y desvergonzado”. “El libro de Ginebra es un ataque apenas velado al despotismo de Napoleón III que asume la forma de una serie de 25 diálogos…. Los interlocutores son Montesquieu y Maquiavelo ….” En el Museo Británico se encontró la pista. El libro en cuestión es de Maurice Joly y su título “Dialogue Aux Enfers entre Montesquieu et Machiavel”. Fue publicado por primera vez en Bruselas en 1864, y no en Ginebra. Este libro se halla en las bibliotecas de Francia y de otros países. El autor imagina un diálogo entre Montesquieu, quien representa el liberalismo, y Maquiavelo, el despotismo cínico. Joly quiso criticar a Napoleón III, a su ambición y tiranía. La obra de Joly, “Dialogue aux Enfers” fue transformada en “Protocolos de los Sabios de Sión”. La paráfrasis es

evidente y el plagio descarado. A continuación vamos a reproducir fragmentos de ambas obras, cuyo paralelismo nos exime de todo esfuerzo probatorio. DIALOGUE AUX ENFERS PROTOCOLOS Primer diálogo ….El instinto malo es más fuerte en el hombre que el instinto bueno…. El temor y la fuerza tienen sobre él más poder que la razón… La meta de todos los hombres es el dominio, y no hay nadie que no sería un opresor si pudiera serlo; todos o casi todos están dispuestos a sacrificar los derechos de los demás a sus propios intereses. ¿Quién sofrena en su medio a las aves de rapiña, que llamamos hombres? En los comienzos de la sociedad, la fuerza bruta, desenfrenada; más tarde la Ley, es decir siempre la fuerza, pero regulada por ciertas formas… Por doquier la fuerza antes que el derecho. La libertad política no es más que una idea relativa. Séptimo diálogo … Yo organizaría enormes monopolios financieros, públicas, en íntimamente reservorios de riquezas los que quedarían tan comprometidas todas las fortunas privadas como para hundirse al mismo tiempo que el crédito del Estado al día siguiente de cualquier desastre político. Como jefe del gobierno, todos mis edictos tendrían por norte el mismo objetivo: desarrollar la preponderancia del Estado, Primer “Protocolo” ….Las personas de instintos corrompidos son más numerosas que las de instintos nobles. Por eso, para gobernar el mundo se obtienen los mejores resultados por medio de la violencia y la intimidación, y no con discusiones académicas. Todo hombre aspira al poder; a cada cual le agradaría convertirse en dictador si lo pudiera y raros son en verdad los hombres que no estarían dispuestos a sacrificar el bienestar de los demás para alcanzar sus fines personales. ¿Qué es lo que detiene a las salvajes aves de rapiña que llamamos hombres? ¿Qué las ha gobernado hasta ahora? En las primeras etapas de la vida social se sometían a la ciega fuerza bruta, luego a la ley, que en realidad es la misma fuerza, aunque disfrazada. Esto me lleva a deducir (sic) que por ley de la naturaleza, el derecho reside en la fuerza. La libertad política no es un hecho, sino una idea. Sexto protocolo ….Pronto empezaremos a organizar grandes monopolios – reservorios de colosales riquezasen los que hasta la fortuna de los gentiles se verán de tal modo comprometidas que se hundirán al mismo tiempo que el crédito de su gobierno al día siguiente de ocurrir una crisis política. ….Debemos utilizar todo género de medios para desarrollar la popularidad de nuestro supergobierno, erigiéndolo en fuera de toda proporción, para convertirlo en el soberano protector, promotor y recompensador…. Hoy día la aristocracia ya no es una fuerza política; pero la burguesía constituye oposición a un elemento los gobiernos, siendo independiente. Quizá sea necesario empobrecerla o arruinarla del todo. Para lograrlo sólo es necesario gravámenes a las tierras, agricultura en un estado inferioridad, conceder trato preferencial al comercio y la industria y, especialmente, a la especulación, pues si la industria prospera demasiado, puede hacerse a su vez peligrosa al crear demasiadas fortunas independientes terrateniente

de peligrosa porque sigue aumentar los mantener la de relativa Duodécimo diálogo Preveo la posibilidad de neutralizar a la prensa por medio de la prensa misma. Puesto que el periodismo es una fuerza tan poderosa, mi gobierno periodismo. Será la periodismo…. Contaré el número representan lo que Ud. llama oposición. Si hay diez de la oposición, yo tendré 20 del gobierno; si hay 20, yo tendré 40, y si hay 40 yo tendré 80…, pero la masa del público no debe sospechar estas tácticas. Igual que el diios Vishnu, mi prensa tendrá cien brazos, y estos brazos darán expresión a todas las corrientes de opinión en todo el territorio del país. Las gentes integrarán mi partido sin apercibirse de ello. Los que crean hablar su idioma, hablarán el mío, los que crean suscitar al pueblo en su favor los suscitará en mi favor, los que crean marchar bajo su bandera marcharán bajo la mía… …Sabrán Uds. que el periodismo es una se dedicará al encarnación del de diarios que protector y recompensador de todos los que voluntariamente se nos someten. La aristocracia de los gentiles ya no existe como poder político; por ello no necesitamos considerarla más desde ese ángulo. Pero sigue siendo peligrosa para nosotros, recursos independiente. Por ello, es para nosotros esencial privar a la aristocracia de sus tierras, a toda costa. El mejor método para lograr este fin es hacer subir los gravámenes. Por estos métodos se mantendrá a los intereses de los hacendados en el más bajo nivel posible…. Al mismo tiempo debemos otorgar toda la protección posible al comercio y los negocios y especialmente a la especulación, cuyo principal papel es el de contrapeso de la industria. Sin la especulación, la industria acrecentará los capitales privados…….. como terratenientes, pues sus les aseguran una existencia Duodécimo protocolo La literatura y el periodismo son los dos más importantes poderes educacionales: por tal razón nuestro gobierno comprará el mayor número de periódicos. Por estos medios neutralizaremos la mala influencia de la prensa privada y lograremos ejercer una influencia enorme en la mente humana. Si permitiéramos diez periódicos privados, nosotros lanzaríamos treinta, y así sucesivamente. Pero el público no debe sospechar ni remotamente estas medidas; por eso todos los periódicos que publiquemos parecerán de opiniones y puntos de vista contradictorios, inspirando así confianza y ofreciendo un aspecto atrayente a nuestros cándidos enemigos, que de esta suerte caerán en nuestra trampa y quedarán desarmados. Estos diarios, igual que el dios indio Vishnu, estarán en posesión de centenares de manos, cada una de las cuales pulsará variadas expresiones de la suerte de masonería; los que viven del mismo están más o menos ligados entre sí por lazos de la discreción profesional; igual que los antiguos augures no divulgarán fácilmente el secreto de sus oráculos. Nada ganarían traicionándose unos a otros, porque en su mayoría tiene heridas más o menos vergonzosas. Es bastante probable que en el corazón de la capital, en ciertos círculos, estas cosas no sean un misterio; pero en otras partes las gentes no sabrán nada de ellas, y la gran mayoría de la Nación marchará con la más absoluta confianza en las huellas de las guías que yo le he dado. Mi periodismo ejercerá su mayor influencia en las provincias… Siempre me las arreglaré para crear allí el clima de opinión que necesito, y cada uno de mis golpes llegará a destino. La prensa provincial estará totalmente en mis manos, pues no se puede permitir ninguna contradicción o discusión. Desde el centro administrativo donde yo presido se expedirán las órdenes para hacer que los diarios expresen tales y cuales puntos de vista, a fin que un momento dado se sienta cierta influencia, se imprima cierto impulso, en todo el país, a menudo antes de que alguna idea. …Si fuera necesario, capital se formará más lentamente que el movimiento de envolverá, sin

falta… No quiero que el país sea perturbado por rumores…. Si se produce algún notorio suicidio o algún dudoso asunto financiero… Prohibiré que lo mencionen los periódicos. la capital tenga la opinión en la opinión externo que la su conocimiento si hace vida pública. …Si algunos charlatanes imaginaran repetir la opinión del diario de su partido, lo que en realidad repetirán será nuestra opinión o lo que querramos que se repita. Creyendo seguir el órgano de este partido, lo que en realidad seguirán es la bandera que nosotros enarbolaremos para ellos. Ya existe en el periodismo francés un sistema de identificación masón, con contraseña. Todos los órganos de la prensa están unidos por mutuos secretos profesionales, a la manera de los oráculos antiguos. Ni uno de sus miembros traicionará su conocimiento del secreto que se le ha confiado, por la razón de que ni uno de ellos es admitido al mundo literario sin ostentar la marca de algún acto dudoso de su pasado. Al menor signo de desobediencia la marca sería expuesta inmediatamente. Mientras estas marcas las conozcan sólo unos pocos, el prestigio del periodista atraerá la opinión pública en todo el país. El pueblo lo sigue y admira. Nuestros planes deben exténderse principalmente a las provincias. Para nosotros es esencial crear allá tales ideas e inspirar tales opiniones como para poder lanzarlas en cualquier momento sobre la capital como si fueran producto de los puntos de vista neutrales de las provincias. La fuente y el origen de la idea no se alterarían, naturalmente: es decir serían nuestros. Para nosotros es imperativo que antes de asumir el poder, las ciudades estén a veces bajo la influencia de la opinión de las provincias, lo que que quiere decir, que conozcan la opinión de la mayoría, que habrá sido arreglada de antemano por nosotros. Necesitamos que en el momento psicológico decisivo, las capitales no tengan tiempo de discutir un hecho consumado, sino que lo acepten porque ha sido aprobado por una mayoría en las provincias. Cuando lleguemos al período del nuevo régimen, esto es durante la etapa de transición de nuestra soberanía, no debemos permitir que la prensa publique notas sobre casos criminales; es fundamental que el pueblo piense que el nuevo régimen es tan satisfactorio que hasta el crimen ha cesado. Rachkovsky, autor de “Los Protocolos” Rusos con ideas liberales, funcionarios soviéticos enviados a París por su gobierno para disolver la célula extranjera de la policía rusa zarista, afirmaron – y lo confirmó el testimonio del anciano Henri Bint, uno de sus agentes- que fue el famoso Rachkovsky el responsable del fraude de los “Protocolos”. Y el periodista Vladimir Burtsev declaró que dos ex funcionarios del departamento de policía le habían informado que Rachkovsky estaba implicado en la invención de dichos “Protocolos”. Rachkovsky, el jefe de la Okhrana en París, fue un agente con mucho historial en su país, especialista en la falsificación de documentos y enemigo acérrimo de los judíos. En más de una ocasión hizo distribuir folletos con el nombre de organizaciones inexistentes, en los que exhortaba al populacho a matar judíos. Esta conducta es testimonio de su moralidad. La tiranía del régimen zarista provocó descontento y malestar en las masas y ya se esbozaba la organización de movimientos liberales e incluso revolucionarios. Para desviar la atención del pueblo frente a manifestaciones de oposición al gobierno, empleó la táctica, ya clásica, de canalizar hacia los judíos el descontento nacido de los abusos de poder. En 1891 envió Rachkovsky, desde París, al director de policía en Rusia, una carta anunciando su intención de lanzar una campaña en contra de los judíos rusos. Esta campaña se materializó en el fraude de los “Protocolos”. Nilus (de quien ya hemos hablado) estaba convencido de que fue Rachkovsky el “descubridor” de los “Protocolos”. Consideró a éste como “un buen hombre, muy activo, que en su tiempo hizo mucho por privar de su aguijón a los enemigos de Cristo” y que “había combatido muy sacrificadamente a los masones

(identificados con los judíos) y las sectas satánicas”. Conviene señalar que Rachkovsky, antes de haber sido delegado a París, tuvo graves roces con sus jefes y su conducta no estuvo exenta de escándalos. Su amo político y patrón fue el Conde Serguei Witte, el muy poderoso Primer Ministro y Ministro de Finanzas. Éste se propuso modernizar al país y lo logró en parte, aunque a veces en detrimento de las clases campesinas que dependían del tradicional orden agrícola. Witte tuvo muchos enemigos en Rusia. Se sostiene que los “Protocolos” fueron un arma para la campaña contra los judíos y contra Witte, conjuntamente. Y esa campaña fue obra de Rachkovsky, el mayor enemigo de este último.Otros afirman que el libelo, compuesto con miras a atacar y reemplazó a este por los judíos. No nos olvidemos de que la obra de Joly tenía por finalidad atacar a Napoleón III. Y Rachkovsky tuvo, al principio, la idea de reemplazar a Napoleón por su mortal enemigo Witte – presentado como instrumento en manos de los copiado del desprestigiar “Dialogue aux Enfers” de Joly, fue únicamente a Witte y que luego se Sabios de Sión- y más tarde a éste por los judíos. Rachkovsky no carecería de imaginación ni de espíritu de intriga. El movimiento de oposición al régimen autoritario iba tomando cuerpo y la huelga general ordenada por los descontentos a raíz de los desastres de la guerra contra Japón en 1905 –recuérdese Port Arthur y el descalabro naval de Tsu-shima- tuvieron como consecuencia el que el gobierno de Nicolás II cediera, prometiendo una constitución más liberal. Y como siempre ocurre en semejantes coyunturas, los partidarios de la mano dura y enemigos de la democracia, desviaron la atención hacia los judíos, eternos chivos emisarios. Una de sus proclamas decía: “Los esfuerzos para reemplazar la autocracia del zar ungido divinamente, por una constitución y un parlamento son inspirados por los chupasangre, los judíos, los armenios y los polacos. ¡Cuidado con los judíos! Todo el mal, todas las desgracias de nuestro país vienen de los judíos. Abajo los traidores, abajo la constitución!”. El éxito de los “Protocolos” antes de la primera guerra mundial en 1914, pese a la siniestra labor de Rachkovsky y sus colaboradores fue, en realidad, muy limitado. Pero con el estallido de la Revolución de Octubre, consecuencia de las sucesivas derrotas rusas en sus frentes de guerra y de los abusos de un poder absolutista, la campaña contra los judíos, identificados con los revolucionarios, arreció y en este contexto se inició la carrera de los “Protocolos” a través del mundo. Durante la contra-revolución, fue mucho el uso que se hizo del famoso folleto, obviamente para tratar de persuadir a las masas rusas que la Revolución era obra de los judíos, quienes, conforme al panfleto, ponían en ejecución su diabólico plan de dominio del mundo. Y mientras se prodigaba el documento entre las fuerzas “blancas” de la contrarevolución, el gobierno soviético “convertía sinagogas en clubes de obreros, disolvía instituciones religiosas, culturales y filantrópicas judías, y prohibía los libros hebreos. Los bolcheviques de ascendencia judía- -los había ciertamente porque los judíos habían sufrido más que nadie en la Rusia de los zaresno se solidarizaban en lo más mínimo con los judíos religiosos; al contrario, cuando una diputación judía se dirigía a Trotsky pidiéndole que no se hiciera nada que incitara los pogroms de la soldadesca “blanca”, éste respondió: regresen a vuestros judíos y díganles que yo no soy judío ni me importa de ellos ni de lo que les suceda”. Se ha exagerado mucho la contribución de dirigentes comunistas judíos al advenimiento de la Revolución y la reacción de ayer (como la de hoy) atribuyó al judaísmo toda la responsabilidad del cambio de régimen, haciendo creer a las masas rusas que eran los judíos, y no el pueblo de Rusia, los causantes de la tormenta político-social. Las Centurias Negras, fuerzas siniestras al servicio de la reacción, obedeciendo slogans como “salven a Rusia, maten a los judíos”, asesinaron a mas de 100.000 personas (sin contar heridos y desaparecidos). La realidad es que los judíos sufrieron bajo el régimen soviético más que nadie. Afirma Norman Cohn que “en 1920, más de la tercera parte de la población judía carecería de derechos civiles, en comparación del 5 o 6 por ciento de la población no

judía”. Si los judíos tuvieran en la dirigencia soviética la preponderancia que se les ha atribuído, no hubieran permitido que en la década del 30 se hubiese fusilado a casi todos sus miembros de origen hebreo. Y si, consolidado el régimen soviético, la influencia y poder judío fueran tan considerables como lo ha hecho creer la propaganda nazi-fascista, los judíos no hubiesen sido totalmente descartados de las responsabilidades de gobierno y de partido y el Kremlin no la hubiera emprendido contra la minoría hebrea, a la que priva de todos sus derechos étnicos (reconocidos a otras etnias), nacionales y religiosos. Los “Protocolos” en Alemania. En Alemania fueron profusamente difundidos los “Protocolos” por los dos fanáticos rusos establecidos en Berlín, Pioter Nicolaevich Shabelsky-Bork y Feodor Viktorovich Vinberg. La reacción vio en las derrotas de la Rusia zarista y de la Alemania imperial la mano oculta de los judíos, tal y como lo denunciaba el espurio folleto, que prometía la destrucción de las dinastías reinantes. Al sucumbir el imperio alemán, el periódico “Auf Vorposten” escribió: “¡La bandera blanca y azul del pueblo judío y el rojo sangre de los escoceses del antiguo rito han triunfado por ahora! Los tronos de los Romanoff, los Habsburgos y los Hohenzollern están desiertos y Alemania gime bajo la tiranía de los consejos de obreros y soldados”. Y se publicaron libros para “demostrar” que eran los judíos – no la ambición del Kaiser y el militarismo alemán – los responsables de la guerra y de la subsiguiente derrota. Uno de ellos se titulaba: “Cuentas a saldar por Alemania con los judíos”, siendo el objeto de los mismos convencer al lector que “no somos nosotros los alemanes los culpables del horrible baño de sangre, sino la conspiración judeo-masónica mundial, amo invisible de todos los pueblos y estados”. En Abril de 1919 publica “Auf Vorposten” el siguiente aviso:”Antes de la guerra, los informes de los Ancianos de Sión se conocían solamente en círculos judíos y masones. El curso de la historia habría sido ciertamente distinto si los príncipes de Europa hubiesen conocido los secretos de los Sabios de Sión con suficiente anterioridad extrayendo de los mismos las debidas conclusiones…” “En vista de la lenidad mostrada por los pueblos de Europa central y particularmente por los alemanes, en el tratamiento dado a la cuestión judía, cualquier revelación sobre los propósitos judíos habría sido rechazada probablemente con una sonrisa. Incluso durante la guerra, muy pocos comprendieron que debía existir un gran plan para la destrucción de Alemania; los iniciados sabían que masones y judíos habían preparado este plan con siglos de anticipación, a los efectos de derribar las casas reinantes en Europa y desatar luego una lucha contra la Iglesia… Un Tribunal imparcial debería dictaminar quien es culpable de la guerra. E invitamos a los líderes de la masonería internacional y de las alianzas mundiales judías, y a todos los grandes rabinos, a comparecer ante el mismo”. Cuando el “Times” de Londres demostró documentalmente el fraude de los “Protocolos”, el diario berlinés “Deutsches Tageblatt” replicó: “Las revelaciones del “Times” no pueden afectar ni mucho menos destruir la autenticidad del los “Protocolos”. Al contrario, estas revelaciones arrojan una luz muy interesante y valiosa sobre las maniobras judías… Saque el pueblo de Alemania las conclusiones prácticas y trate de que el libro, que ya tiene amplia difusión, circule aun más profusamente, si es posible”. Pretendía el diario “Auf Vorposten” que en los “Protocolos” de Muller (es decir Beek, de quien ya hemos hablado) habían revelaciones de un complot para:”destruir al cristianismo y otras formas de creencias en Dios y establecer la fe mosaico-talmúdica como religión del mundo. La gran lucha preanunciada décadas atrás por hombres perspicaces, ha comenzado. Si los pueblos civilizados de Europa no se disponen a contender con el enemigo común, nuestra civilización será destruida por el mismo hongo maligno que la civilización de la antigüedad, hace dos mil años. Días atrás, un

profesor berlinés nos dijo que este libro será seguramente la salvación de nuestro pueblo y un erudito del sur de Alemania nos ha escrito manifestando que ningún libro ha producido jamás una revolución semejante en la opinión de las gentes acerca del mundo, como la obra de Gottfried zur Beek; en efecto, jamás desde la invención de la imprenta, mejor dicho desde el descubrimiento del alfabeto. Procedentes de todos los niveles de la población alemana, de todas las cortes principescas y de las cabañas de los trabajadores, nos llegan mensajes de regocijo y aprobación porque al menos un hombre valiente ha resuelto la cuestión de que depende el destino del pueblo alemán”. Este libro contribuyó a fomentar la locura nazi y a provocar os asesinatos que se registraron en Berlín en 1922, entre los cuales el del Ministro de Relaciones Exteriores, el judío Walter Rathenau, ilustre patriota alemán que con tantos valiosos servicios prestara a su patria. Sus asesinos estaban convencidos de que éste actuaba de acuerdo con los inexistentes Sabios de Sión y que él era uno de ellos. Los nazis, naturalmente, hicieron el mayor uso de los “Protocolos” y prescribieron este libro como uno de los textos básicos de escuelas y liceos de Alemania. El mismo Hitler, en sus conversaciones con Rauschning, confesó a éste lo siguiente: “He leído los “Protocolos de los Sabios de Sión”; me han espantado simplemente. ¡La clandestinidad del enemigo y su ubicuidad! De inmediato comprendí que debíamos copiarla, a nuestro modo naturalmente. En verdad es la batalla decisiva por el destino del mundo”. “¿No cree Ud. -objetó Rauschning- que son una impostura manifiesta, que no pueden ser posiblemente auténticos? No le importaba – contestó Hitelr- que la historia fuera o no verídica. Si no lo era, lo más conveniente para él era su verdad intrínseca”. Es innegable que ya desde 1923, Hitler conoció los “Protocolos” y la tremenda “debacle” económica que sufrió Alemania, como consecuencia de la derrota militar y –justo es reconocerlo- de las durísimas condiciones del Tratado de Versalles, fue naturalmente imputada al judaísmo internacional. Como si los mismos judíos alemanes no hubiesen sufrido tanto o más que el resto del pueblo alemán, los efectos del caos económico. Declaró Hitler en 1923: “De acuerdo con los “Protocolos de Sión”, los pueblos serán reducidos al sometimiento por hambre”. Y en 1924 escribe en “Mein Kampf”: “Hasta qué grado la existencia de gentes (judías) se basa en una mentira permanente, está demostrado de manera incomparable en los “Protocolos de los Sabios de Sión” que los judíos odian tanto. El racismo alemán atribuyó a los judíos la responsabilidad de la Primera Guerra Mundial y de todas sus trágicas consecuencias y así lo afirmaron los redactores alemanes de los “Protocolos”. Y Hitler, en 1939, en vísperas de la conflagración que él mismo estaba a punto de provocar, para la ejecución de su diabólico plan de conquista y dominio del mundo, declaró en el Reichstag el 30 de Enero: “Hoy seré más profeta; si los financistas judíos internacionales dentro y fuera de Europa lograran sumir otra vez a las naciones en una guerra mundial, el resultado no será la bolchevización de la tierra y con ello la victoria del judaísmo, sino la aniquilación de la raza judía en Europa”. Y ya en 1942, en plena guerra, ratificó lo que habría de ser, en el fondo, el fundamento de su teoría racista expuesta en “Mein Kampf”: “Ya dije que esta guerra no terminará, como creen los judíos (“los Protocolos”, sin duda), es decir con la aniquilación de los pueblos arios de Europa, sino con la aniquilación del judaísmo”. Del mismo modo que, tanto en Alemania durante el gobierno nazi, como en otros países europeos de ideología fascista, se fusiló a inocentes bajo la acusación de comunistas, así todos los pueblos que en 1938 y 1939 se resistían a ser absorbidos por Alemania, eran sistemáticamente acusados de ser instrumento de los “Sabios de Sión”. Escribe Hannah Arendt: “Los nazis comenzaron con la ficción de una conspiración y copiaron el molde, más o menos conscientemente, de la sociedad secreta de los Sabios de Sión”.

Y Alfred Rosenberg, el doctrinario del partido, escribió ya en 1923 el siguiente comentario a los “Protocolos”: “El judío se yergue en nuestra historia como nuestro adversario metafísico. Jamás hemos entendido esto claramente. Hoy en que ha llegado a la cúspide de su monstruoso poder, parece que por fin lo sentimos eternamente extranjero y hostil y lo odiamos como tal. Por primera vez en la historia cobran clara conciencia el instinto y el conocimiento. El judío se alza al tope de su eminencia de poder que ha escalado tan ansiosamente y aguarda a caer en el abismo. Será la última caída. Después de eso, no habrá lugar para el judío en Europa o en América. Hoy, en medio del colapso en todos los campos de muchas ideas heredadas del pasado. Una de las señales que anticipan la próxima lucha por la nueva organización del mundo, es esta comprensión de la naturaleza misma del demonio que ha causado nuestra caída actual. Luego, el camino estará abierto a una nueva época”. Lo cierto es que el monstruoso plan de aniquilación del judaísmo europeo germinaba ya en la mente del racismo alemán, antes de Hitler y Houston Stewart Chamberlain, inglés de nacimiento y alemán por adopción y naturalización, publicó “Die Grundlagen des neunzehnten Jahrhunderts” (Fundamentos del siglo diecinueve) del que extractamos el siguiente comentario: “Cuando esta raza (judía) sea definitivamente derrotada, la “raza” alemana estará en condiciones de cumplir su destino que le ha sido señalado por designio divino y que consiste en crear un mundo nuevo, radiante, transfundido en una noble espiritualidad, y que misteriosamente combinará la ciencia y la tecnología modernas con la cultura rural, jerárquica, de los tiempos primitivos”. Y así, todas las declaraciones, manifestaciones y acusaciones de la dirigencia nazi, antes y después de asumir el poder, tenían por objetivo el acusar a los judíos de lo que ellos, los nazis, estaban precisamente tramando contra éstos. “Cada alemán tiene el deber de estudiar la terrorífica confesión de los Sabios de Sión y compararla con la ilimitada miseria de nuestro pueblo y extraer luego las necesarias conclusiones y procurar que este libro llegue a las manos de todo el mundo…”, prescribía una edición auspiciada por el partido nazi. Johann Van Leers, colaborador de Rosenberg, escribió en su libro titulado “La naturalaza criminal de los judíos”: “Si la naturaleza criminal hereditaria del judaísmo es demostrable, entonces no sólo tiene cada pueblo un justificativo moral en exterminar a los criminales hereditarios, sino que todo pueblo que aún alberga y protege a los judíos es tan culpable de delinquir contra la seguridad pública como alguien que cultivara gérmenes de cólera sin tomar las debidas precauciones”. Y fueron “Los Protocolos”, debidamente difundidos por el aparato de propaganda nazi e impuestos en las escuelas del tercer Reich, el espurio panfleto que, al entrañar el mito de la conspiración mundial judía, suministró al racismo alemán la ideología – y el pretexto- que debió culminar en las cámaras de gas. El racismo internacional se encargó de difundir profusamente por todo el mundo el venenoso libelo de Rachkovsky. Los antisemitas se encargaron de tan siniestra labor. Los “Protocolos” en los Estados Unidos y otros países En los Estados Unidos de América, Henry Ford I patrocinó la publicación de los “Protocolos” en su diario “The Deaborn Independent”. Ello causó el consiguiente malestar de los judíos del país, malestar agravado por la aparición del libro “El judío internacional”, panfleto antisemita, en que se atribuía a Ford declaraciones ofensivas para el pueblo hebreo. El diplomático Herman Bernstein tomó la defensa de los judíos en su libro que tituló “La historia de una mentira”. Luego pudo demostrarse que se había engañado al propio Ford, por atribuírsele a éste declaraciones que él no había, jamás, formulado. Ford, indignado y horrorizado, por todo cuanto en su nombre se escribiera, se retractó solemnemente. Esto ocurrió en Junio de 1927. Conviene agregar que esta campaña antisemita provocó las más enérgicas protestas de varios sectores del país, entre las que destacaron las del presidente Wilson, el ex-secretario de Estado, Lansing y el Arzobispo de Boston. Los “Protocolos” fueron difundidos en España, Francia, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Suiza,

Austria, Polonia, etc. El folleto coadyuvaba a la labor de zapa del antisemitismo, el cual había que propagar por todos los medios, porque ello facilitaba el juego de los nazis y desprestigiaba al judaísmo mundial. Por lo demás, el mismo Hitler había declarado:”El antisemitismo es un expediente revolucionario de utilidad… La propaganda antisemita en todos los países es un medio casi indispensable para la ampliación de nuestra campaña política. Ya veréis que poco tiempo nos tomará trastornar las ideas y opiniones del mundo entero, atacando simplemente al judaísmo. Sin lugar a dudas, el arma más importante de mi arsenal de propaganda”. Así, pues, el servicio mundial (Weltdienst) de la propaganda nazi fue encargado de la propagación de los “Protocolos” para “esclarecer a los gentiles mal informados, con prescindencia del estado o país a que pertenecen”. Procesos contra los forjadores de “Los “Protocolos” En 1934, la publicación en Sud África, a cargo de una organización nazi, de un documento altamente antisemita, inspirado en los “Protocolos” y fraguado como éstos, movió al rabino Abraham Levy, de Port Elizabeth, a incoar demanda contra Moltke, Inch y Oliver, miembros notorios de Organizaciones nazis sudafricanas. El juicio, cuya causa se vio en la corte de Grahamstown, tuvo mucho eco y resonancia y los jueces multaron a los acusados, condenando, además, a Inch por el delito de perjurio y falsificación, a la pena de seis años y tres meses de trabajos forzados. En Berna hubo otro proceso, aún más sensacional. Como consecuencia de la distribución, en el curso de una demostración del Frente Nacional (Organización nazi suiza) celebrada el 13 de junio de 1933, de unos impresos entre los que figuraban los “Protocolos” de Fritsch, la comunidad judía de Berna y la Federación de comunidades judías suizas denunciaron ante la justicia el fraude de los “Protocolos”. Comoquiera que la publicación, distribución y venta de escritos indecentes constituye delito en Suiza, los jueces tomaron la denuncia en consideración. Se citó a varios representantes del nazismo suizo y el Tribunal designó un experto en los “Protocolos”, invitando a las partes a nombrar sus respectivos especialistas, uno por cada parte. En total tres expertos. Finalizó el año 1933 sin que la defensa presentara el suyo, pues no era tarea fácil encontrar a la persona que estuviera dispuesta a asumir la defensa de los “Protocolos”. El Tribunal se reunió en 1934 y los especialistas seguían siendo dos. La acusación presentó a los testigos Haim Weizmann, du Chayla, y los rusos Burtsev, Statikok y Nicolaevsky quienes hicieron sensacionales revelaciones sobre el historial del panfleto que ellos también conocían. Visto que la defensa sólo pudo presentar a un testigo únicamente, ésta solicitó del Tribunal el aplazamiento de la causa, hasta designar a un especialista. El experto designado por la defensa fue el notorio antisemita Fleischauer, el cual presentó al Tribunal, reunido en 1935, una memoria escrita de 416 páginas y procedió a una declaración oral que duró seis días. Fleischhauer se propuso engatusar al Tribunal con una argumentación complicadísima no exenta de argucias tales como, si bien reconoce que los “Protocolos” han sido copiados en gran parte de los “Dialogues aux Enfers” de Joly, no es menos cierto, alegó, que este autor era judío o bautizado o quizá no tuviera antecedentes judíos conocidos en su ascendencia, pero, arguyó, el hecho de que Gambetta pronunciara su oración fúnebre constituía una prueba suficiente. Y si se llegara a demostrar que Joly no fuera judío, tenía él otra prueba para el Tribunal. El fundador del sionismo Theodor Herzl se llamaba en realidad Joe Levy, alegó, y con este nombre se formó el anagrama de Joly, “quitándole la “e” de Joe y la partícula “ev” de “Levy”, procedimiento que tiene probablemente para los judíos cierto significado secreto”. El Tribunal, que no se dejó embaucar por tan sutil argumentación, dio por finalizado el juicio el 14 de mayo de 1935. El Presidente estableció “que los “Protocolos” habían sido en gran parte plagiados del libro de Joly y constituían una obra indecente”, e impuso una multa a los dos acusados principales. “Espero –dijo el presidente- que llegará la hora en que nadie comprenderá cómo en el año 1935 casi una docena de hombres totalmente cuerdos y razonables pudieron atormentar sus

cerebros durante catorce días, en un Tribunal de Berna, sobre la autenticidad o inautenticidad de estos así llamados “Protocolos” que, a pesar del daño que han causado y que pueden causar aún, no son sino una soberana tontería”. La defensa incoó recurso de apelación y en 1937 la Cámara de Apelación de Berna anuló la sentencia, estimando que los “Protocolos” no eran lascivos y no les cabían las disposiciones de ley sobre literatura indecente. Pero el dictamen del Alto Tribunal especificaba que “esta obra grosera contiene inauditos e injustificables ataques a los judíos y debe juzgarse sin ninguna reserva como un libro inmoral”. Añadiendo: “Otras autoridades deberán disponer la prohibición, por razones de Estado, de un escrito de esta especie y evitar que se propague”. El juicio de Berna puso de manifiesto la falsificación de los “Protocolos” destinada a provocar persecuciones y matanzas y centenares de diarios del mundo entero informaron extensamente al público sobre tal circunstancia. Testimonio de la superchería La supercehería del panfleto de los “Protocolos” fue abundantemente probada por los mismos hechos y por declaraciones irrefutables de testigos de buena fe. Entre los testimonios que merece la pena consignar está el de la princesa Radziwill, contenido en el brillante artículo del escritor Maurice Liber, aparecido en “Foi et Réveil” de París. El artículo dice: “La princesa Radziwill, quien ha vivido en la alta sociedad de varias capitales europeas y quien ha escrito curiosas memorias sobre cuanto vio y oyó, ha desvelado en una conferencia pronunciada en Nueva York y en un artículo publicado por la Revista Mundial de fecha 15 de Marzo de 1921, el génesis de los “Protocolos” a cuyo nacimiento ella asistiera. Según sus declaraciones, la policía política rusa (Okhrana) había enviado a París, en 1905, dos de sus agentes encargados de fabricar supuestos “protocolos”, los cuales “resumirían toda la acción judía a través de los siglos y presentarían a los israelitas como el gran peligro que amenaza a nuestra civilización europea y a todas las dinastías reinantes”. Dichos dos emisarios que venían a unirse en París con el famoso Rachkovsky, jefe de la policía secreta rusa, llamábanse Manassevitch Maniulof, quien “llegaría a ser más tarde tristemente célebre como espía y alma maldita del alemán Sturmer, así como el principal amigo y consejero de Rasputín”, y Mateo Golwinsky, cuya madre conocía a la princesa Radziwill, fue recibido por ésta en París, le reveló la finalidad de su viaje y le mostró su trabajo… “Tras de haber costado la vida a miles de judíos rusos, esta falsificación grotesca está confundiendo a miles de cristianos. Después de la horrenda sangría causada por la guerra (19141918), muchos de nuestros contemporáneos son asequibles a todas las sugestiones y a todas las fobias. Para hacerles creer en la existencia de una conspiración espantosa, uno no tiene sino que exteriorizar el sueño monstruoso que se anida en su mente. Hay potencias que prestan a sus adversarios los planes de dominación que ellas mismas han intentado realizar”. “En cuanto al judaísmo, que no tiene literatura secreta, hace falta una singular ignorancia o una equivalente mala fe para tergiversar sus esperanzas en el porvenir. Un editor ruso de los “Protocolos”, considerando que los sionistas eran demasiado modernos, imaginó que este “plan político ha sido concebido 929 años antes de Jesucristo por Salomón y los sabios de Judea”. Es verdad: los Sabios de Sión son los legisladores y profetas de la Biblia y sus intérpretes, los doctores de la Sinagoga, quienes han desarrollado en estos términos el oráculo de Isaías sobre el Señor Sebaot, exaltado por la justicia y el Dios Santo, santificado por el derecho: “Llegará un día en que Dios será adorado por todas las criaturas, quienes sólo formarán un solo haz, para cumplir su voluntad de pleno corazón. Entonces el pueblo elegido será rehabilitado y restaurado; los justos lo verán y se regocijarán; la iniquidad será reducida al silencio, la malicia se desvanecerá como humo, y el reino del mal desaparecerá de la tierra. Y Dios reinará solo sobre todas las criaturas, en Jerusalem, residencia de Su Majestad. He aquí nuestro ideal”.

Confusión y contradicciones de los forjadores de documentos Los forjadores de los “Protocolos” y de otros textos anexos a los mismos, se caracterizaron por la ligereza, la negligencia y la falta de seriedad en la ejecución de su siniestro cometido. Así, los falsificadores de los “Protocolos” propiamente dichos, en vez de esforzarse por forjar un texto de propia concepción y redacción, quizá por no realizar demasiado esfuerzo, recurrieron al plagio de una obra de fondo político ya publicada, con lo que se facilitaba su tarea, pero, eso sí, manipulándola y atribuyendo a los judíos lo que, en modo alguno, tenía relación con éstos en el libro. Y esto fue lo que los desenmascaró. Por otro lado, revelamos falta de seriedad en lo que atañe a la supuesta procedencia de dichos supuestos “protocolos”. Unos alegan –como ya hemos escrito- que fueron extraídos de los archivos secretos de la Cancillería de Sión” (sic); otros que fueron “robados por la mujer de uno de los jefes más altos de la Masonería…” O que “fueron obtenidos por un espía ruso”; o “robados en el Congreso de Basilea”; “que el texto era hebreo y no francés”; o que “fueron robados del aparador de una casa por la novia de un dirigente masón”; o “que fueron robados en Viena en el domicilio del dirigente sionista Theodor Herzl”. Las contradicciones señaladas dan fe de la confusión de los falsificadores. Dios enloquece a quienes quiere perder. Por lo demás, la supuesta carta del supuesto “rabino de los judíos de Arles” lleva la firma de “JAMOR”. Jamor, en hebreo, significa asno. Así, pues, el forjador del documento se burla de la propia empresa que acomete. Otro tanto puede inferirse de la supuesta respuesta a dicha espuria carta, firmada, como se ha escrito, por V.S.S.V.F.F., para darle a la misma carácter misterioso y oculto. Las mencionadas siglas pudieran significar USUF o Joseph. Pero en toda esta empresa, que no sabemos si calificarla de grotesca o de siniestra, el caso de Hipólito Lutostansky, ex sacerdote católico de origen polaco, es el más notable. He aquí lo que el historiador Norman Cohn escribe al respecto: “Habiendo sido expulsado de Rusia por varios delitos, desde el peculado hasta la violación, Lutostansky ingresó a la Iglesia ortodoxa y se hizo estudiante de una academia religiosa. El primer resultado de sus estudios fue un libro sobre el empleo de sangre cristiana en el ritual religioso judío (1876). Varios años después, hizo una interesante proposición a los más altos representantes del judaísmo ruso: por cierto precio estaba dispuesto a publicar una retractación y denunciar el libro mediante declaraciones públicas en las ciudades principales; si no le pagaban, seguiría publicando escritos antisemistas. Como la tentativa de cohecho fracasó, Lutostansky continuó su carrera de propagandista antisemita hasta 1905 en que, dadas las posibilidades de que un régimen más democrático pudiera exponerle a juicio por falsedad, giró una vez más en redondo…” Así queda probada la moralidad de un falsificador, cuyos libros introdujeron en Rusia el mito de la conspiración reiteradamente, aluden los “protocolos”. Y en cuanto al supuesto “Discurso del Rabino”, texto extractado de una novela de ficción, como el mismo autor lo reconoce, Goetsche lo sitúa en el cementerio de Praga, un día de la fiesta de los Tabernáculos (Sukkot), a las once de la noche … El autor, en su criminal y dañina imaginación, no pudo escoger peor ocasión, por cuanto los judíos –ni mucho menos los rabinos- pueden ir al cementerio en días –o nochesde fiestas religiosas. La presencia de un rabino en un cementerio en la oportunidad señalada sería tan insólita y extraña como la de un sacerdote católico en una discoteca un día de Viernes Santo. Dios confunde a prevaricadores y perversos. judeo-masónica a que, evidentemente grotesco Posición judía Resulta altamente irónico hablar de un complot judío contra toda la humanidad, por cuanto jamás el modesto pueblo de Israel –compuesto de minorías vulnerables desparramadas a los cuatro vientos- fue lo bastante fuerte como para amenazar a poderosos países, ni siquiera a los pequeños. Sus dispersas comunidades no representan fuerza organizada alguna. La organización del judaísmo

mundial es puro mito. “Soy el único testigo superviviente, pero debo decir la verdad. Contrariamente a la opinión de los nacionalsocialistas de que los judíos son un grupo altamente organizado, lo espantoso es que no tenían ninguna clase de organización… Desmiento el viejo slogan de que los judíos conspiran para dominar el mundo y están altamente organizados… Si hubiesen tenido algún tipo de organización, millones habrían podido ser salvados; pero en lugar de ello, los tomaron completamente por sorpresa”. Esta es la declaración de Erich von dem BachZelewski, el SS de más alta jerarquía y jefe de la Policía de Rusia Central. El peligro está en la perversidad y en la mala fe de quienes han tenido interés, ya sea por móviles religiosos o políticos –más religiosos en el pasado, más políticos hoy- o racistas, como el caso de la Alemania nazi, en que desaparezca el judío de la faz de la tierra. Si hay complot, este ha sido tramado, no por el judaísmo mundial, sino por las fuerzas oscuras de la reacción y del racismo, que siempre han agrupado en su seno a los elementos más duros y despiadados de la sociedad: al extremismo de izquierda. Sí; ahora nos corresponde a nosotros denunciar el complot urdido contra el pueblo de Israel, desde los primeros siglos del cristianismo, para eliminarlo. El complot que reside en todas las disposiciones discriminatorias y vejatorias dictadas contra el mismo; en todas las leyendas, calumnias y difamaciones con que, deliberadamente, se le desprestigió; en todas las humillaciones que se le hizo sufrir. En la vida de permanente zozobra en que se le sumió; en las torturas, quemas, pogroms y matanzas de sus niños, mujeres, viejos y adultos indefensos en sus barrios. El complot reside en el trato inhumano que se le infligió y en las acciones coordinadas emprendidas con miras a postergarlo, rebajarlo, envilecerlo y degradarlo, todo ello por el delito de aferrarse esta nación bíblica al Dios de sus antepasados, rechazando otro credo que hubiera supuesto el fin de sus tribulaciones y martirologio. Israel, desde el fatídico año 70 ha sido siempre víctima y jamás victimario; víctima propiciatoria de fuerzas arrolladoras y ocultas o no, inspiradas, no en la justicia y la tolerancia, sino en sentimientos de manifiesta crueldad, incompatibles con las lejanas enseñanzas de Jesús de Nazareth y con la moral política o la moral a secas. Los así llamados “Protocolos de los Sabios de Sión”, -que sintetizan el complot antijudíoforjados por mentes de imaginación enfermiza, resultarían en verdad irrisorios y despreciables por su carácter grotesco y pueril si no contuvieran toda la ponzoña que es capaz de destilar la perversidad humana. Los “Protocolos” coadyuvaron y coadyuvan a mantener vivo el odio bajo todas sus formas y manifestaciones, el odio que entraña la aberración del antisemitismo. El antisemitismo sistemático y organizado, inconsciente o coyuntural no es un fenómeno social, como se pretende. Es fundamentalmente un factor político más, mantenido y alimentado por la reacción, el racismo y el odio, y soliviantado por una propaganda planeada, con la inconfesable finalidad de desprestigiar y acusar al pueblo judío, para luego destruirlo. He aquí el verdadero complot. Vigencia de los “Protocolos” Pese a los golpes recibidos y a la iniquidad que, durante siglos, se cebara en él, el pueblo judío no alimenta odios de ninguna especie y sigue creyendo en los valores éticos de la sociedad. Y no olvida que en las más trágicas coyunturas de su historia, manos amigas, manos cristianas se tendieron hacia él para protegerlo y limitar el daño, y voces fraternas se hicieron oir para denunciar ante el mundo crueles injusticias; sin cuya solidaridad la nación judía no hubiera podido sobrevivir. Al enterarse el mundo, con pruebas documentales, de toda la magnitud del bárbaro destino a que fuera sometido el pueblo de Moisés y Jesús, Maimónides y Spinoza, Vives y Santa Teresa de Jesús, Mendelssohn y Mahler, Rachel Félix y Sarah Bernhardt, Modigliani y Chagall, Einstein y Salk, por obra de las fuerzas del Mal, gentes de bien, en todas las latitudes, se preguntaron, profundamente

indignadas, cómo pudo la sociedad permitir que se consumara tan espantoso genocidio. Quienes expusieron su vida para salvar a judíos, experimentaron la enorme satisfacción moral de haber cumplido con algo más que su deber. Quienes nada hicieron, aún conociendo la existencia de horrendas atrocidades, se sintieron avergonzadas de su propia pasividad. Ante el increíble resurgir de una nefasta propaganda en pos de una causa siniestra que ya diera al mundo toda la medida de su perversidad, nosotros ponemos en guardia a los sectores sanos de la sociedad del mundo sobre el complot que de nuevo se actualiza contra el pueblo judío. Y les denunciamos la nueva confabulación antijudía para que, esta vez, no se llamen a engaño. Hoy, en varios países se edita y distribuye con prodigalidad, para reforzar una odiosa política racista, ejemplares del espurio panfleto, con la finalidad de mantener vivo el odio antisemita y revigorizar una campaña cuyos objetivos ya son, por desgracia, conocidos. Las fuerzas del Mal abrigan hoy la esperanza de terminar –con la complicidad de elementos conscientes o inconscientesla obra iniciada hace cuatro décadas, pero que permaneciera frustrada e inconclusa por designios de la Providencia. Lo que el mundo no puede ni debe ignorar es que cada ejemplar distribuido de “Los Protocolos”, en Occidente u Oriente, supone, en la mente de quienes a tan siniestra labor se dedican, mucho más que un libelo antijudío, un ladrillo destinado a la reconstrucción de las añoradas cámaras de gas. Y es por ello que el pueblo judío presencia, con perplejidad y espanto, el resurgir de unas fuerzas inmorales que, en un pasado reciente, estremecieran al mundo con su bárbaro proceder. Caracas, 1998 LEÓN J. BENOLIEL Bibliografía - Enciclopedia judaica. - Jules Isaac: - Norman Cohn: - León Poliakov: Du Christ aux Juifs de Cour. - Edmond Fleg: Anthologie juive. Genèse de l’antisémitisme. El mito de los sabios de Sión. Histore de l’antisémitisme. LOS NAZIS: EL NACIONALSOCIALISMO Alemania se convierte en un estado racista y totalitario En 1933, tras la muerte del presidente germano Von Hinbenburg, Adolf Hitler, líder de NSDAP (Partido Obrero Alemán Nacional Socialista) se convierte en Führer y canciller del Reich, amo sin rival de Alemania por los próximos 11 años. Los decretos que promulgaba estaban respaldados por la fuerza; los derechos civiles desaparecieron y los nazis integraron el único partido legal. Los nazis se creían descendientes de nobles “guerreros arios”, la idea de raza y lucha racial era central en su ideología. La “sangre no aria” – y sobre todo la judía – era para los nazis incuestionablemente inferior a la “raza superior alemana”. Mas allá de la intensiva lucha inicial en contra de sus opositores políticos, el terror del estado nacionalsocialista estaba dirigido en contra de los judíos, a quienes consideraban la peor amenaza para la vida alemana. Enseñar antisemitismo La juventud alemana era un instrumento para los planes de Hitler de dominar el mundo. Las escuelas fueron centralizadas y purgadas de profesores judíos y opositores políticos del régimen, mientras que los demás fueron “reeducados” en cursos especiales de adoctrinamiento. El currículo escolar fue reformado para subrayar la teoría de razas, se oponía al pensamiento analítico y enfatizaba en exceso la importancia de la educación física. Centenares de libros de estudio fueron reemplazados por libros nazis. En las universidades los nazis reemplazaron a los catedráticos.

El asesinato civil Ya para Abril de 1933 se inicia un boicot contra los negocios judíos. En todo el país las tropas de asalto nazis y los SS colocaban avisos con leyendas como “no compren a los judíos” o “los judíos son nuestra desgracia”. Se paraban de forma amenazante delante de las casas de abogados y médicos; y en las entradas de tiendas, persuadiendo a los alemanes a no comprar a los judíos mientras que los mismos eran arrestados, golpeados y humillados. El boicot no fue un éxito, ya que causaba demasiados problemas económicos y reacciones internacionales negativas. Pero marcó el principio de una campaña en contra de los judíos, que solo terminaría al finalizar la guerra. Menos de una semana después del boicot, los nazis aprobaron las primeras de 400 leyes y disposiciones jurídicas que definirían, segregarían y empobrecerían a los judíos del Tercer Reich, convirtiendo a la comunidad judía en un colectivo de parias. Marcados Con la finalidad de humillar y facilitar la identificación de los judíos, los nazis impusieron la obligatoriedad de llevar de manera visible la estrella de seis puntas, generalmente de color amarillo, o dibujada sobre tela amarilla, y con la palabra “Judío” en el idioma local en todos los territorios ocupados durante la guerra. La desobediencia de esta orden se castigaba con la muerte. Marcar a los judíos con el Maguen David convirtió a este símbolo del judaísmo en la insignia de la profunda humillación y en forma de tortura. El principio del fin Arisierung o la arianización Este proyecto, que empezó prácticamente con la toma del poder de Hitler, tenía dos facetas: una cultural y una económica. La primera faceta comenzó en el año 1933 con la exclusión progresiva de los judíos de la vida cultural alemana. Intelectuales, artistas, periodistas y músicos judíos perdieron sus trabajos en importantes instituciones y la matrícula de judíos en las universidades fue severamente restringida hasta ser eliminada en 1938, año en el que comenzó la arianizacion masiva de las propiedades y posesiones judías, a través de la confiscación y nacionalización de casas, tierras, fábricas, negocios, edificios comunitarios y sinagogas. Anschluss: Unión En Marzo de 1938, los nazis anexaron a Austria al tercer Reich; los alemanes fueron recibidos con gran beneplácito y exaltación por la población austriaca. De inmediato se introdujeron todas las leyes racistas instituidas en Alemania en los últimos años contra los judíos. Además de la aplicación de las leyes, los judíos fueron sometidos a frecuentes humillaciones. Kristallnacht: La Noche de los Cristales Rotos En Octubre de 1938, Herschel Grynspan, cuyos padres formaron parte del primer grupo de judíos polacos residentes en Alemania que fueron devueltos por los nazis hacia Polonia, asesinó a un diplomático de la embajada nazi en París. Con la excusa de vengar tal hecho, se desató en Alemania y Austria una gran ola de violencia organizada con la aprobación de Hitler. Noventa y un judíos fueron asesinados, miles resultaron heridos y más de 20.000 fueron arrestados y encarcelados en campos de concentración, en la noche que se conoció como Kristallnacht. Más de 7.500 negocios judíos fueron destruidos, más de la mitad de las sinagogas fueron quemadas y muchas severamente dañadas. Kristallnacht marcó el fin de la existencia comunitaria y económica de los judíos en Alemania y Austria. La II Guerra Mundial El terror invade Polonia. Hitler conquista Europa. Comienza el genocidio La Segunda Guerra Mundial comenzó el 1º de septiembre de 1939, cuando las tropas alemanas invadieron Polonia desatando una violencia descomunal contra judíos y polacos. Dos días después, Gran Bretaña y Francia declararon la guerra a Alemania.

En 1940, el ejército alemán invade Dinamarca, Noruega, Luxemburgo, Bélgica, Holanda y Francia. Italia se le une en la invasión a Albania y Grecia. En 1941, los alemanes, junto a las tropas húngaras, invaden los Balances. Para 1941 Hitler domina Europa. Las condiciones bajo la ocupación alemana variaban de país en país. La política nazi en estos países se guiaba por sus ideas raciales. En todos los países, inmediatamente después de la ocupación, se establecieron leyes y medidas antijudías, despojándolos de sus casas y trabajos, y desencadenando una campaña de terror y humillación. En cada país los nazis encontraron ayuda local para ejecutar sus medidas en contra de los judíos. La resistencia espiritual Theresienstadt: El Gueto de Terezin En noviembre de 1941 los nazis establecieron el gueto de Terezin cerca de Praga. Se hizo creer al mundo que se trataba de una ciudad para judíos privilegiados que podían retirarse allí con paz y confort. Incluso se filmó la película “El Führer le da a los judíos una ciudad”, en la que se mostraba a los judíos disfrutando placenteramente su vida en Terezin. En julio de 1944 la SS permitió la visita de la Cruz Roja a Terezin. En preparación para esa visita, congestionado. escuelas y tiendas falsas. Llenaron las estanterías con panes, pasteles y bombones que nadie había visto jamás. La Cruz Roja concluyó que los judíos eran bien tratados en Terezin. Pero Terezin no fue más que una fábrica de mentiras del régimen nazi, en realidad se trataba de todo un pueblo-fortaleza al que llegaban judíos de diversas partes de Europa para ser deportados hacia los campos de exterminio. Apenas los representantes de la Cruz Roja abandonaron el campo, los mismos judíos que se habían reunido con ellos fueron deportados y exterminados. los nazis deportaron a miles de judíos para que el campo no luciera Embellecieron el campo, plantaron jardines, montaron restaurantes, Sin ser un campo de exterminio, en menos de cuatro años habían fallecido en Terezin más de 33.000 personas. Algunas fueron víctimas de las enfermedades que proliferaron en el hacinamiento; otras murieron de hambre. Increíblemente, en medio de las más funestas condiciones de vida y ante el riesgo casi inevitable de la deportación, la cultura no se detuvo nunca en Terezin. Se había congregado allí una comunidad altamente instruida. Provenía de Austria, de Checoeslovaquia, de Alemania, de Dinamarca. Entre los internos había artistas, escritores, actores, profesores, intelectuales. Estas personas pintaron el gueto, escribieron poemas, representaron obras de teatro y de ópera, organizaron conciertos, dictaron conferencias. Quince mil niños pasaron por Terezin; solo 89 sobrevivieron. Pero mientras estuvieron allí también participaron en la intensa vida cultural del campo. Aunque estaba prohibido, asistían a la escuela, aprendían música, poesía, pintaban. Hay muchos dibujos de Terezin hechos por niños. Algunos de esos dibujos se salvaron porque sus autores los escondieron en los muros. Sistemas de muerte Einsatzgruppen: Grupos de Intervención. La última fase del plan nazi para solucionar “el problema judío” comenzó con la invasión masiva a la Unión Soviética en Junio de 1941. Mientras los alemanes avanzaban hacia el este, las unidades del ejército iban acompañadas por Einsatzgruppen, eufemismo nazi para denominar a los batallones móviles formados por miembros de la Gestapo y de la SS, quienes operaban detrás de las fuerzas militares alemanas regulares en el frente soviético y se dedicaban esencialmente al exterminio de los civiles judíos en los territorios que pasaban al control alemán. Estas unidades eran apoyadas por otras unidades policiales alemanas y por voluntarios colaboradores reclutados entre la población local. Las victimas eran ejecutadas por medio de fusilamientos en masa y enterradas en fosas que las mismas víctimas habían sido obligadas a excavar.

Alrededor de un millón de judíos fueron exterminados, uno a uno, por los 3.000 hombres de los Einsatzgruppen y sus colaboradores. Aquellos que no fueron asesinados en estos primeros asaltos fueron trasladados a los guetos, a los campos de trabajo y de exterminio. La industria de la muerte Oswiecim: Auschwitz Los Nazis inauguraron Auschwitz el 20 de mayo de 1940. Éste llegó a ser el mayor campo de concentración y exterminio de la Europa nazi. El complejo comprendía tres campos y al menos 36 sub-campos que se construyeron en las afueras de la ciudad de Oswiecim. Entre 1,2 y 1,5 millones de personas murieron en estos campos, de las cuales 1 millón fueron judíos. Los otros grupos de personas asesinadas allí fueron prisioneros políticos, miembros de la resistencia intelectual polaca, prisioneros comunes alemanes, personas discapacitadas y prisioneros de conciencia o fe religiosa. Todos los reclusos debían trabajar y los requerimientos de trabajo eran tan exhorbitantes que, combinados con una muy exigua alimentación e higiene, contribuían a una altísima rata de defunción entre ellos. Los médicos Carl Clauberg y Josef Mengele condujeron experimentos pseudocientíficos con los prisioneros, principalmente con los niños y mujeres. La mayoría de la gente llegaba por tren, después de pasar varios días hacinada en vagones para ganado, en los que muchos morían antes de llegar a su destino. A su llegada se seleccionaba a los que iban directamente a las cámaras de gas. Los otros, eran usados para trabajos forzados y luego enviados al mismo lugar cuando ya eran inservibles. La reclusión Guetos Los nazis revivieron esta institución medieval, pero esta vez como una estación intermedia temporal en la ruta hacia la eliminación de los judíos. Su propósito inmediato era facilitar el control de la población judía por medio de su concentración en áreas limitadas. Es de asumir que los nazis esperaban diezmar a la población de los guetos por medio de su política de atrición, la cual comprendía trabajos forzados en condiciones imposibles, inanición, hacinamiento, enfermedades y epidemias provocadas intencionalmente en condiciones sanitarias intolerables. Al final predominó la política nazi de exterminar a los judíos y todos los guetos fueron “liquidados”, o sea sus habitantes asesinados en los campos de exterminio o fusilados y enterrados en fosas comunes. Aproximadamente medio millón de judíos murieron en los guetos establecidos por los nazis. La solución final Konzentrazions Lager (KZ). “Depósito de Concentración” Durante el período del Holocausto los nazis designaban – eufemísticamente – como “campos de concentración” a los centros de exterminio, donde el objetivo no era “concentrar” a las víctimas, sino exterminarlas. Este uso del término formaba parte de la política nazi de desinformación y ocultamiento de sus verdaderos objetivos. Los trabajos forzados, muchas veces inútiles y humillantes y sin los implementos, indumentaria, alimentación y descanso necesarios, formaban parte fundamental del régimen de los campos de exterminio. Tras este somero relato de las atrocidades nazis, los seres amantes de la libertad y de la democracia del mundo deben unirse a los sobrevivientes, a sus descendientes y al pueblo judío todo, para gritar: ¡Nunca más! y estar alertas y enfrentar a los regímenes totalitarios, pues como dijera Primo Levi:”Si comprender es imposible, conocer es indispensable, porque lo sucedido puede volver a suceder”. UN MUNDO CIEGO, SORDO Y MUDO El Viernes 14 de diciembre de 2007 apareció, publicado en la Edición impresa de La Nación, de Buenos Aires, un articulo titulado “El puerto o la vida” del destacado intelectual y escritor judeoargentino Marcos Aguinis. Lo reproduzco por considerarlo altamente ilustrativo del antijudaismo del ayer reciente y del hoy presente.

”…. En medio de la persecución nazi, un judío alemán se encontró con su agente de viajes, que no era racista. Le explicó su urgencia por huir del país. Convinieron en reunirse durante la noche en la oficina del agente. Se sentaron junto a un enorme globo terráqueo y se dedicaron a identificar los puertos donde podría encontrar refugio. No identificaron uno solo que aceptase con facilidad refugiados judíos. Tras hacer girar la mole varias veces, el cliente le preguntó: “¿No tendría otro globo?” Esta anécdota responde a una verdad histórica. El 15 de mayo de 1939, pocos meses antes de empezar la guerra, el vapor Saint Louis, con casi un millar de refugiados, zarpó de Hamburgo con destino a La Habana, donde podrían desembarcar con visas transitorias. Pero al llegar a destino, sus esperanzas se trizaron: las autoridades del país habían decidido cancelar el permiso. Entonces la nave enfiló hacia la península de Florida e intentó bajar a sus angustiados pasajeros en Fort Lauderdale. Desde la Casa Blanca, empero, había llegado una orden del presidente Roosevelt –¡nada menos que del presidente Roosevelt!– que prohibía el desembarco. Eran indeseables. Entonces el capitán del barco rumbeó hacia la cercana Miami, donde confiaba burlar las guardias costeras. Tampoco lo pudo hacer, porque la decisión presidencial había encendido todas las alertas. Abrumado por la frustración, el patétito Saint Louis regresó a Alemania. Y sus pasajeros terminaron en los campos de exterminio. No fue el único caso. El 3 de junio de 1939 zarpó el Orinoco, que tuvo la misma mala suerte. Más adelante, el vapor Fralde llegó a Veracruz, México, donde tampoco se aceptó a los refugiados. Los ejemplos siguen. No voy a ser políticamente correcto. El más repugnante ejemplo –me duele manifestarlo - fue el de Gran Bretaña, un imperio que había recibido el Mandato sobre Palestina por decisión unánime de la Liga de las Naciones, en 1922, con la explícita misión de ayudar a erigir un Hogar Nacional Judío. Esa iniciativa fue saludada con beneplácito hasta por varios líderes nacionalistas árabes, como el rey Feisal de Irak, que agasajó a Jaim Weizman, líder del movimiento sionista. Pero Gran Bretaña se instaló allí para quedarse. Desde el siglo XIX los judíos ya habían comenzado la reconstrucción del país desolado por la erosión y el abandono, como narran viajeros de la época. Habían contribuido con las fuerzas aliadas en la expulsión de los otomanos. Y pretendían la independencia. Entonces Gran Bretaña amputó dos tercios del territorio y creó el reino hashemita de Transjordania, donde quedaba prohibido que se instalase un solo judío. Los ingleses tienen el nefasto privilegio de haber creado el primer país Judenrein (limpio de judíos), antes de que los nazis se obsesionaran con el tema. Luego, hicieron todo lo posible para obstruir la creación del Hogar Nacional Judío, limitando la inmigración, facilitando el ataque de bandas terroristas y azuzando el enfrentamiento étnico. Durante la segunda Guerra Mundial, los judíos de Palestina compartieron la decisión del Mahatma Gandhi para la India: apoyar a los ingleses y postergar la reivindicación nacional para después de la conflagración. Pero los aliados, pese a esa contribución, no practicaron la reciprocidad: se negaron a bombardear las vías que llevaban a los campos de exterminio y los ingleses cerraron con siete llaves el ingreso de refugiados judíos a Palestina. En 1945, Gran Bretaña creó en El Cairo la Liga Árabe para preservar su influencia en la región. El Holocausto, en contra de versiones superficiales, no conmovió al mundo. Siguieron cerrados los puertos del planeta para la inmigración judía, pese a los espectros que emergían de los campos de la muerte. El presidente Truman se avino a recibir sólo unos millares de niños. Y Gran Bretaña lanzó otro Libro Blanco para bloquear, casi por completo, el desembarco en Palestina de las frágiles barcazas que llenaban el Mediterráneo con sobrevivientes de la masacre. El Estado judío ya era una realidad a pesar del poder colonial, con ciudades, kibutzim, universidades, teatros, orquestas, caminos, instituciones administrativas y una reforestación febril. Luchaba por su emancipación con uñas y dientes.

En 1947, Londres presentó en las Naciones Unidas el caso de Palestina, que ya le resultaba ingobernable, con la esperanza de ahogar las pretensiones sionistas. Se constituyó una Comisión Especial integrada por países pequeños, de los cuales tres eran latinoamericanos: Guatemala, Uruguay y Perú. Su trabajo minucioso terminó con un Plan de Partición en dos Estados, uno judío y otro árabe, que debían coexistir y mantener estrechos vínculos económicos. Era la primera iniciativa de mercado común, un hito de la historia. Las fronteras de ambos Estados fueron diseñadas con ecuanimidad en base a la distribución demográfica, es decir, un Estado judío donde predominaban los judíos y un Estado árabe donde predominaban los árabes. La mayor parte del territorio desierto fue asignado al Estado judío porque sus habitantes ya demostraban perseverancia para hacerlo florecer. Pese a que la mayoría de los lugares vinculados con la historia de Israel, marcados en la Biblia, quedaban fuera del Estado judío, la dolorosa iniciativa fue aceptada por el movimiento sionista. Ben Gurión había dicho que se necesitaba un Estado independiente con mayoría judía, aunque "tuviese el tamaño de un mantel", para que se dispusiera de un puerto donde recibir a las víctimas de persecuciones incesantes. El 29 de noviembre pasado se han cumplido 60 años de un acontecimiento bisagra de la historia mundial. Las Naciones Unidas, por una mayoría superior a los dos tercios, aprobó la Partición de Palestina. Durante la dramática votación se mantuvo en vilo a gran parte del planeta. Todas las radios estaban encendidas para escuchar el angustiante escrutinio. Presidía la Asamblea el embajador Osvaldo Aranha, representante de Brasil. Cuando finalizó con una categórica claridad, los ciudadanos del inminente Estado judío independiente se lanzaron a las calles para bailar en rondas toda la noche. Pero los Estados árabes profirieron amenazas. Querían abortar ese proyecto: "Habrá una matanza que convertirán en risa las efectuadas por los mongoles", prometió el secretario general de la Liga. Luego se acuñó la expresión de "arrojar todos los judíos al mar". El ex Mufti de Jerusalén, Haj Amin El Husseini, que había viajado a lamerle el traste a Hitler y a Ante Pavelic, con quienes se fotografió en Berlín y Zagreb, cumpliría por fin su promesa: concretar “la solución final” en el Medio Oriente. En estos 60 años han pasado infinidad de horrores, injusticias y desencuentros. Pero se está volviendo a la sabiduría de la Partición votada en aquel inolvidable 29 de noviembre de 1947. Dos Estados para dos pueblos que deben convivir lado a lado, en un territorio que ambos aman y no están dispuestos a abandonar. Si el liderazgo árabe hubiese acatado la resolución de las Naciones Unidas, permitiendo que se proclamase la independencia de un Estado árabe en Palestina, de la misma forma que lo hicieron los judíos, hoy se estarían celebrando también sus 60 años de independencia. Y, más importante aún, no hubieran existido tantas guerras, sufrimiento y desolación. ¿Hacía falta que transcurriesen seis décadas y ríos de sangre para llegar al mismo punto de partida? Es lo que se barajó en Anápolis. En aquellos años, Gran Bretaña, para no dar tiempo a que los judíos pudiesen prepararse para enfrentar a los Estados vecinos, adelantó su retiro. En lugar de agosto de 1948, lo hizo el 14 de mayo. Los judíos enseguida proclamaron la Independencia de Israel y ofrecieron la paz. Israel no fue el producto directo del Holocausto ni un obsequio de las grandes potencias. No existiría si sus habitantes no lo hubiesen edificado y defendido. Los árabes no querían la independencia de Palestina, sino el exterminio de los judíos. Y atacaron sin piedad. Siria, Egipto y Transjordania apetecían quedarse con trozos de ese territorio, como en efecto aconteció después. La lucha fue impiadosa y los judíos sufrieron el mayor número de bajas de todas las guerras padecidas desde entonces. No tenían ni un solo tanque, ni un solo avión. Sabían que no iban a convertirse en refugiados siquiera, sino en cadáveres. Entonces pelearon con desesperación, espoleados por el recuerdo de las matanzas anteriores. Las potencias se negaban a venderles armas, porque no era buen negocio vender algo a quien pronto terminaría borrado de la

faz de la tierra. Esa conflagración insensata y fanática, no deseada por Israel, finalizó con un Estado judío más amplio que el asignado por la Partición de 1947. En los últimos días del conflicto, las tropas israelíes ganaban en todos los frentes, ante el pánico que se produjo en los seis ejércitos invasores por la heroica resistencia. Los judíos pudieron apropiarse de más territorios, entraron y salieron de la Franja de Gaza y estaban en condiciones de reconquistar Jerusalén Este. Pero llegaron ofertas de paz por parte del rey Abdullah de Transjordania, con quien se reunió en secreto Golda Meir. El gobierno israelí decidió evitarle la humillación de quitarle esa parte de la ciudad. Por desgracia, no se firmó la paz porque el rey fue asesinado. Las fronteras del cese de fuego establecidas entonces no las ha reconocido nadie. Transjordania se apropió de Cisjordania y cambió su nombre por el de Jordania (a ambos lados del bíblico río). Esto fue aceptado y reconocido sólo por Gran Bretaña y Paquistán. Durante los 19 años en que Jordania ocupó Cisjordania, y Egipto la Franja de Gaza, nunca se manifestó el propósito de erigir en esos territorios un Estado árabe independiente. Cifras de diversos orígenes afirman que se produjeron 400 o 600 u 800 mil refugiados palestinos. ¿No hay responsabilidad de los Estados árabes agresores por esa enorme tragedia? En lugar de recibirlos como hermanos, los encerraron en campamentos inmundos y pidieron una caudalosa ayuda internacional para seguir manteniéndolos en la miseria, el odio y la ilusión del retorno. Para peor, para vengarse expulsaron a cientos de miles de judíos arraigados en Siria, Irak, Egipto, Libia, Yemen, Túnez, hasta convertirse en países Judenrein, como desearon los nazis. Ahora acusan a Israel de limpieza étnica, pero en Israel vive una activa minoría árabe que alcanza el 20% de la población, con derechos civiles, diputados en el Congreso, intendentes, académicos en las universidades y hasta diplomáticos en el servicio exterior. Un árabe musulmán llegó a vicecanciller. ¿Algo semejante ocurre en los países árabes? Sigo pecando de políticamente incorrecto. Denuncio que ni en el reciente Encuentro de Annápolis ni en ningún otro Foro se menciona la deuda de los Estados árabes con sus hermanos de Palestina, que sufren porque estos Estados han violado la ecuánime resolución de las Naciones Unidas. Es irritante señalarlo, lo sé. Pero es irrefutable. Muchos países árabes nadan en petrodólares y son responsables de las sucesivas catástrofes cometidas en estos 60 años. Se lavan las manos y sólo exigen soluciones a Israel. En Annápolis volvió a ponerse de manifiesto su fanatismo antisemita. ¿Por qué? Porque no se trata sólo de reivindicaciones territoriales. Aunque algunos aceptan de mala gana que exista Israel, se resisten a considerarlo un Estado judío, como había dispuesto la Liga de Naciones en 1922 y las Naciones Unidas en 1947. Es asombroso, pero siguen empecinados en esta tesitura discriminatoria. La Conferencia Islámica contiene 57 Estados musulmanes y la Liga Árabe 22. Los judíos, en cambio, no tienen derecho ni a uno solo, aunque sea pequeño. La "causa" árabemusulmana no quiere entender que la historia judía exige un lugar, aunque chico como un mantel, pero con mayoría claramente judía, capaz de tener un puerto donde recibir a sus hermanos caídos en desgracia. Este es, a mi juicio, la testaruda piedra en el zapato que más interferirá en la llegada de una solución definitiva”. Hasta aquí el artículo del Dr. Aguinis. Pero no sería justo silenciar el gesto de Venezuela, país hospitalario, generoso y acogedor que recibió a numerosos judíos que huían de la barbarie nazi. Me valdré, para resaltar ese gesto, de las palabras de mi dilecto amigo y compañero el Dr. Abraham Levy Benshimol, Presidente de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV), en el acto conmemorativo del 69º aniversario de la Kristallmacht (la Noche de los Cristales Rotos) realizado en la sede de la B`nai B`nith en Caracas, el 8-11-07, organizado por el Comité Venezolano de Yad Vashem con la colaboración de la Federación Wizo de Venezuela, el Consejo Nacional de la B`nai B`nith de

Venezuela y con los auspicios de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV). En este acto se rindió homenaje a la memoria del Presidente General Eleazar López Contreras y de Celestino Aza Sánchez, quienes socorrieron a los refugiados judíos llegados a Venezuela entre febrero y marzo de 1939, en los barcos Caribia y Köenigstein. Entre otras, estas fueron las palabras de Abraham Levy Benchimol. “…. La Conferencia de Viena de 1938, convocada por el presidente Rooselvelt para facilitar la emigración de refugiados de Alemania y de Austria, a la cual asistió Venezuela, no logró que la mayoría de los países del mundo abriera sus puertas a los judíos. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, el número de judíos que ansiaba abandonar Alemania y Austria aumentaba día a día. Es bajo estas circunstancias que arribaron sucesivamente en 1939, a puertos venezolanos, dos barcos de bandera alemana: el Caribia y el Köenigstein, con numerosos judíos embarcados en el puerto de Hamburgo. Para ambos barcos hubo refugio en Venezuela: el Caribia ancló felizmente en Puerto Cabello el 3 de febrero de 1939, con ochenta y seis judíos, en su mayoría alemanes y austriacos. El Köenigstein lo hizo en La Guaira a comienzos del mes de marzo, luego de numerosas peripecias y rechazos en puertos caribeños. En este segundo lote viajaban ciento sesenta y cinco judíos. Además del humanitario comportamiento del General López Contreras, es de destacar lo realizado por el doctor Celestino Aza Sánchez, abogado venezolano, quien ofreció su hacienda en Mampote para recibir a los refugiados judíos. La esposa del presidente López se presentó prontamente con un camión lleno de víveres para aliviar las necesidades de los recién llegados. Asimismo, la comunidad judía de Caracas comenzó de inmediato la ayuda a sus correligionarios. Con el tiempo, la mayoría de los inmigrantes venidos en las llamadas “Naves de la Esperanza” se radicaron definitivamente en Venezuela, donde muchos de sus descendientes viven todavía. Así fue el comportamiento de estos dos hombres justos, Eleazar López Contreras y Celestino Aza Sánchez, y de muchos otros venezolanos que acogieron a los refugiados judíos en momentos tan difíciles. Es por eso que hoy rendimos tributo a su memoria. Sus nombres serán siempre recordados con cariño y agradecimiento por todos los integrantes de la comunidad judía de Venezuela”. EL ODIO RENOVADO, SUS FORMAS Y DISFRACES. Veamos ahora las manifestaciones del odio renovado con sus motivaciones ancestrales, crónicas, atábicas y las nuevas formas, actitudes hipócritas o disfraces con los que se pretenden cubrir las posiciones judeófobas de algunos sectores desvergonzados y mercenarios, apoyándose en argumentos falaces y haciendo distinciones inaceptables con una semántica que deja aún más al descubierto las frágil argumentación de cobertura de su infame conducta. Estas afirmaciones no son exclusivamente mías. Hay muchas personas de gran relieve intelectual y moral que las proclaman. Personas honestas que constantemente denuncian esta degradación de humanidad en tanto seres en muchos lugares. LA NEO-JUDEOFOBIA Se disfraza actualmente de anti-sionismo y anti-israelismo, sin descartar del todo la “culpa universal”, el “deicidio”, la “usura”, los “chupasangre”, “dueños de la prensa, la televisión y el cine”, los judíos “líderes del capitalismo y del anticapitalismo”, etc. Ahora domina el anti-israelismo y la descalificación del sionismo, que hizo posible el nacimiento de la “entidad sionista”. Para algunos está “prohibido” mencionar la palabra Israel. El Medio Oriente e Israel, su epicentro, constituyen un punto neurálgico del planeta y, por tanto, centro de la atención internacional. La judeofobia es alentada por la opinión dominante en el mundo islámico radical y por buena parte de la izquierda europea, en compañía de la extrema derecha para quienes Israel es un Estado represor que está cometiendo un genocidio contra el pueblo palestino, pueblo que no existía como tal en la terminología política y diplomática de mediados del siglo XX ni en los diccionarios. Por ejemplo, la

partición de Palestina se votó para establecer un estado árabe y otro judío. Hecha esta acotación, volvamos a la aseveración ya mencionada de que Israel es un Estado represor, genocida y también ilegítimo, hijo del sionismo que es un movimiento “ilegítimo”. Otra acotación mía: ¿el pueblo judío es el único pueblo que no tiene derecho a la autodeterminación y a un movimiento de liberación nacional? Este radical diagnóstico ofrece la base ideológica y sentimental de dos nuevos tipos de antijudaísmo: uno islámico, particularmente agresivo, y otro occidental de origen izquierdista y liberal. El primero se traduce en actos violentos. El segundo, de alguna manera, los legitima. Desprovista de escrúpulos, desorientada como nunca, parte de la izquierda occidental se ha volcado sobre la causa palestina con el mismo maniqueísmo combativo como lo hizo en su día en relación con la Unión Soviética, la revolución cubana y otros despropósitos históricos. Hasta aquí la historia de siempre. La novedad es que esa defensa indiscriminada e incondicional de los palestinos incluye elementos específicamente antijudíos. A Israel se le presenta como el judío de la propaganda nazi. Se le compara con el verdugo nazi. Los actos de defensa de Israel se comparan con el exterminio industrialmente organizado de millones de seres humanos por la bestia nazi. Esta falacia histórica hace revivir la patraña de la vieja conspiración judeo-masónica, ahora judeosionista. Los “todopoderosos” judíos son culpables de todo, incluso de los atentados contra ellos mismos. - El sionismo derrumbó a Europa. - El sionismo planificó la estructura económica y política de Europa. - El sionismo controla la ONU y el Fondo Monetario Internacional, Wall Street, el Departamento de Estado, el Pentágono, la Casa Blanca y es responsable del calentamiento global. - El sionismo pretende ahora acabar con el Islam y el mundo árabe. - El sionismo controla el proceso de la globalización mundial. Es decir, viejos estereotipos y añejas mentiras resucitados. Los “Protocolos” y “Mein Kampf”, son los best sellers del momento. Esta judeofobia moderna no es un viejo fantasma que recorre Europa y otros continentes, sino un mutante. Ha adquirido una nueva forma, una renovada fisonomía y ha logrado una buena reputación. Después de la Segunda Guerra Mundial tuvo que replegarse durante varios decenios pues el Holocausto la desacreditó pero, como era de esperar, no desapareció y hoy vemos que nuevamente está ganando terreno, posiciones y realizando acciones. Hoy, voces de odio y voces hipócritas se unen para echar a los judíos al mar, para proclamar que el diminuto Estado de Israel es una amenaza para la paz mundial, que debe ser borrado del mapa y para negar que el Holocausto ocurrió, presentándolo como un invento judío. ¿Qué decir del fundamentalismo islámico? ¿Y del terrorismo? ¿Qué de la islamización de Francia y de otros países de Europa? Recapitulando para ir fijando las ideas, tenemos: El antijudaísmo ha vuelto a convertirse en tema en Europa y otros continentes. Se han lanzado bombas contra sinagogas y se han incendiado escuelas judías. El compositor griego Mikis Theodorakis declaró que los judíos son responsables de todo el mal del mundo (afirmación modificada posteriormente). La Unión Europea, en algún momento, encargó un estudio sobre el antijudaísmo, pero decidió no divulgarlo al darse cuenta de que resultaría polémico, de que algunos (sobre todo los antijudíos) podrían ofenderse. El importante periódico árabe “Al Ahram” informó hace algún tiempo acerca de una nueva teoría conspirativa que ganó predicamento en el mundo árabe: los judíos que dominan el sector alemán de la moda han decidido acortar cada vez más las faldas y ello ha conducido al declive de la moral y a la degeneración en general. La minifalda y la decadencia de Occidente.... Las razones de este renacer del antijudaísmo no son secretas. Han pasado algo más de seis décadas desde el Holocausto y son muchos los que se han cansado y están hartos de oir hablar de él. La presencia de comunidades numerosas y crecientes de musulmanes en Europa también desempeña un

papel importante. Sería erróneo afirmar que todos los musulmanes son antijudíos furibundos, pero resultaría igualmente equivocado hacer caso omiso de un considerable potencial por parte de los islamistas jóvenes y radicales. El antijudaísmo clásico procedía de la extrema derecha. Ahora, proviene también de la izquierda. Su influencia se ha dejado sentir sobre trotskistas, anarquistas, feministas u antiglobalizadores. La judeofobia ha dejado de ser un tabú. Illich Ramírez Sánchez, conocido como “El Chacal”, publicó una autobiografía intelectual titulada “El Islam revolucionario”. (Se convirtió a esa religión hace algún tiempo). Por supuesto, el término antijudaísmo no se usa en esos círculos izquierdistas, ni tampoco se confiesa que se obtiene inspiración en los famosos “Protocolos de los Sabios de Sión”, el libelo clásico del antijudaísmo. LA INTOLERANCIA Y EL ODIO DEL ISLAM Y LA JUDEOFOBIA DE LAS IZQUIERDAS Aunque hay que reconocer que en muchas épocas la tolerancia del Islam hizo florecer ricas y enriquecedoras comunidades judías en los países que los acogieron, los mahometanos radicales se dedican en estos tiempos a inculcar el odio contra los judíos, los cristianos y contra cuantos no compartan su credo. El adoctrinamiento es constante en los hogares, las mezquitas y las escuelas musulmanas de tendencia radical. El fanatismo religioso de los inquisidores católicos es muy parecido al que manifiestan hoy los islamistas. Los occidentales están empezando a sufrir las consecuencias del dogmatismo musulmán. Ser cristiano hoy, es como ser judío durante el nazismo, o en la Edad Media. El rechazo a su religión y estilo de vida está arraigado en los islamistas. Si bien el poderío numérico y económico de los cristianos es muy superior al que jamás tuvieron los judíos, y su capacidad de defensa militar es mayor, eso no los hace invulnerables. Como no hay muchos cristianos en los países árabes, la persecución no será igual a la que sufrieron los judíos. Pero la guerra, mediante el terror, la están llevando a territorio cristiano. Los sauditas, editores de los textos estudiantiles para la mayoría del mundo islámico, adoctrinan a sus niños con la intolerante ideología Wahabi. Los libros enseñan que es una obligación religiosa de todo musulmán, repudiar a cristianos y judíos. No deben imitarlos, vestir como ellos, hacer amistad, ayudarlos de cualquier manera o participar de sus festividades y celebraciones. Algunos párrafos de lo que oficialmente enseñan los islamistas en las escuelas y colegios de Oriente Medio, dicen así: “Esta religión derrotará a todas las otras religiones y será diseminada por la voluntad de Alá, a través de los guerreros musulmanes de la Yihad” (Educación islámica, 7° grado). “Los guerreros mártires de la Yihad son la gente más honorable después de los profetas”. (Texto de lectura para 10° grado). “La Yihad es un deber religioso para todo musulmán, hombre y mujer”. (Nuestra lengua árabe, 5° grado). Los elementos radicales del Islam aplican rigurosamente los mandatos de su libro sagrado. En efecto, el Corán establece claramente una discriminación entre los musulmanes, que deben dominar, y los no musulmanes, que deben someterse. El profeta del Islam dijo: “Me ha sido ordenado combatir a la gente hasta que crean en Dios y en su profeta”. El odio contra los judíos está presente en todo el Corán: “Malditos sean, allá donde se encuentren, serán cogidos y caerán en la matanza” (Sura XXXIII, 61). Dijo el Nobel de Física, Steven Weinberg:”Con o sin religión, tendrás gente buena haciendo cosas buenas y gente mala haciendo cosas malas. Pero para hacer que gente buena haga cosas malas, se necesita la religión”. Mas la judeofobia actual, además del fundamentalismo musulmán, se amamanta de cristianos irreconciliables con la práctica ecuménica, de grupos fascistas y comunistas trasnochados y de socialistas extraviados que se dicen de izquierda. Me veo en la necesidad de distinguir entre la izquierda honesta, honorable, respetuosa, democrática, y la izquierda bobalicona y la izquierda

mercenaria. También la prensa y los medios de comunicación de masas audiovisuales, formadores de opinión, juegan su papel en esta orgía de odio. Aquí, igualmente, hay que distinguir entre la prensa, radio y televisión que defiende y practica la información veraz y la que la manipula y le da el sesgo que conviene a los intereses que defienden por un salario o por amedrentamiento por parte de algún poder o fuerza con malévolas intenciones. Esa valiente mujer, diputada y periodista española, Pilar Rahola, refiriéndose a los europeos, dice en uno de sus excelentes artículos que “ese terrorismo lo permitimos y hasta lo justificamos. Lo cual nos retrotrae nuevamente a la historia. ¿Recuerdan a Hermann Broch?: la indiferencia, esa forma de violencia.... Y ello pasa porque el odio a los judíos no levanta ampollas en la fina piel europea. Fuera odio a los católicos, a los protestantes, a los homosexuales, a los ciudadanos negros, pero a los judíos....” Y concluye señalando cómo es el nuevo antijudaísmo: “El que no se horroriza de que el “Mein Kampf” de Hitler o los abominables “Protocolos de los sabios de Sión” sean best-sellers en el mundo árabe. El que repite los viejos tópicos demonizadores de los judíos, especialmente desde planteamientos intelectuales. El que se enamora de la épica totalitaria del terrorismo palestino y, llevado de un antiamericanismo patológico, se inhibe ante el peligro del integrismo islámico. El que ha encontrado, en la excusa de Israel, un nuevo paraguas donde canalizar un viejo demonio. Acabo, pues, con esta convicción. El rompecabezas del antijudaísmo se está armando de nuevo. Estas son las piezas: Primera pieza: el subconsciente europeo, resistente a las lecciones de la historia e inmune a las vacunas que intenta matar definitivamente el virus antijudío. Europa se ha librado de su piel judía, pero no lo ha hecho de su viejo odio. Segunda pieza: un neo-catolicismo populista, más o menos extremo, que también se asienta en una base judeófoba. Tercera pieza: un pensamiento de izquierdas que, sin haber hecho las paces con su pasado totalitario, se enamora de nuevas éticas también totalitarias. Asienta, así, las bases del antijudaísmo más peligroso, porque la izquierda le da prestigio, le da cobertura intelectual y lo arma ideológicamente. Cuarta pieza: el antiamericanismo europeo, derivado del doble complejo que arrastra Europa. Un gran complejo de superioridad, no en vano es la cuna de la modernidad; y un enorme complejo de inferioridad, puesto que es incapaz de resolver ni una sola de sus propias tragedias. Por supuesto, el antiamericanismo es, por definición, antisionista. Quinta pieza: el integrismo islámico, ideología totalitaria y nihilista, claramente enemiga de la modernidad, y cuya base fundacional es el anijudaísmo. Cabe decir que el hecho de que 1.200 millones de musulmanes vivan en tiranías teocráticas, no facilita para nada la lucha contra la judeofobia”. En una conferencia que pronunció en la UNESCO, en París, en el año 2003, la misma Pilar Rahola se refirió al tema que nos ocupa, diciendo: “El antisemitismo es una expresión clásica de la extrema derecha, y, por tanto, la izquierda la aborrece y la niega. El paraguas del antisionismo, sin embargo, o directamente del antiisraelismo, son mucho más cómodos de llevar, paran bien la lluvia de la crítica y permiten un disfraz intelectualmente digerible. De Martin Luther King es esta frase pronunciada en 1967, en su “Carta a un amigo antisionista”: “Los tiempos han convertido en impopular la manifestación abierta del odio a los judíos. Siendo este el caso, el antisemita busca nuevas formas y foros en donde poder instilar su veneno. Ahora lo esconde tras una nueva máscara. ¡Ahora no odia a los judíos, solo es antisionista!”

36 años después, la frase es más vigente que nunca, de manera que el antisionismo y la demonización feroz de Israel se han convertido en una obligación moral del pensamiento de izquierdas. Como si en el catecismo no escrito de la izquierda existiera un dogma inquebrantable: o eres antisionista, o no eres de izquierdas. Yo misma, en mi país, soy expulsada del paraíso de la izquierda, por parte de algunos gurús del dogma, cada vez que no practico el tiro intelectual al judío. Perdón, al sionista. Perdón, al israelí. ¿O no es todo lo mismo en la gramática antisemita?” Y añade: “Estas son mis acusaciones: Manipulación informativa. Criminalización de los actos de Israel. Cuestionamiento de la legitimidad del Estado de Israel. Minimización de las víctimas judías. Banalización de la Shoá. Indiferencia – cuando no aplauso – ante los estragos terroristas del integrismo”. En el discurso, Pilar Rahola se pregunta, tras afirmar que la culpa judía vende bien en los mercados de la demagogia: “¿Hoy es, pues, Europa más antisemita que antes? ¿Lo es en Francia? Hoy Europa y Francia están reinventando el antisemitismo. Lo reinventan algunos populismos de derecha con fuerte base católica, y lo reinventa la izquierda, dándole brillo y prestigio a lo que antes era pura retórica de extrema derecha. Ese nuevo antisemiismo trabaja adecuadamente el olvido y banaliza la Shoá sabiendo que el olvido siempre es una opción. De hecho, olvidarse es tener buena memoria. Sin duda, la izquierda europea tiene una muy buena mala memoria. Y, con el olvido bien asentado en la ideología, olvida también las causas de la creación del estado de Israel, convierte su legitimidad en sospechosa y criminaliza sus actos. Israel es, quizás, uno de los estados cuya creación tiene más base moral de cuántos estados existen. Sin embargo, es el único estado del mundo que cada día tiene que pedir perdón por existir”. La acusación que hace contra los banalizadores de la Shoá, (hoy también negadores recalcitrantes), merece ser reproducida: “Acuso a la izquierda de banalizar la Shoá”, tema éste que no es, en absoluto, menor. Quedará escrito, en los murales de la vergüenza europea, la actitud de numerosos colectivos activistas, perfectamente visualizables en las manifestaciones pacifistas de estos días, y de muchos intelectuales de izquierdas, que han utilizado la tragedia del Holocausto como arma arrojadiza contra Israel. El punto culminante de este desprecio profundamente cruel –lanzar contra las víctimas de la Shoá su propio martirio, es una forma de volver a matarlas- han sido las declaraciones de Saramago en Jenín. Al respecto, digo lo siguiente: Saramago ha sido el ejemplo más relevante de una afirmación inapelable, “uno puede escribir como los ángeles y pensar como los demonios”. En 1884 Auguste Bebel ya llamó a esto “el socialismo de los imbéciles”. Pero no es solo una imbecilidad. El azar, tan extrañamente poético a veces, hace que esté escribiendo este párrafo justo ahora, cuando aún estoy bajo el impacto del Museo del Holocausto de Washington, que acabo de visitar. Como dice ese gran constructor de la memoria que es Claude Lanzmann, la Shoá es “la muerte del alma humana”. Ante su recuerdo ningún ciudadano del mundo puede ser indiferente. Pero, sobretodo, ningún europeo puede ser ajeno. Europa creó ese pensamiento único totalitario del cristianismo que convirtió a todo un pueblo en deicida (Por cierto, después de oir las sandeces del Mel Gibson, supongo que no irán a verle nunca más al cine). Europa fue la Inquisición española, fue Lutero asegurando que los judíos eran “una plaga en el corazón de la Tierra”. Europa fue la demonización, la persecución, la culpabilización y la muerte de lo mejor de su propio cuerpo, su alma judía. Europa fue el Vaticano y sus colaboraciones con los nazis. Auschwitz no es una contingencia trágica de la historia. Una especie de perverso error. Auschwitz es la estación final de un largo proceso de destrucción. Por ello no es exagerado asegurar que, siendo Europa tan profundamente judía, con la Shoá se destruyó a sí misma. Lo que queda hoy de Europa son los restos del naufragio. Un continente que, secuestrado por sus propios demonios, perdió la dignidad”.

“Por eso, banalizar la Shoá es algo tan brutal y perverso. Hacerlo, además, desde la izquierda, la que tendría que ser la vígia más rotunda de la justicia y la libertad, es un acto de traición. De traición a la memoria trágica de Europa. ¿Es el síntoma de un nuevo antisemitismo? Sin ninguna duda: minimizando el Holocausto, se reduce la dimensión de la tragedia, se relativiza la culpa europea y lo judío vuelve a ser sospechoso, poderoso y peligroso. Ya no existe la víctima judía, existe el soldado israelí que mata niños en Belén, metáfora moderna del judío medieval que bebía la sangre de niños cristianos. Esa relación entre el judío medieval malvado y el malvado soldado israelí resulta placentera para la culpa europea”. “La izquierda establece esa relación incluso inconscientemente, de manera que podemos decir que la ortodoxia cristiana y la izquierda ortodoxa también cohabitan felizmente en el territorio inhóspito del antisemitismo”. “Acuso, pues, a la izquierda de traición a la memoria trágica de Europa”. INTEGRISMO Y FUNDAMENTALISMO El galicismo “integrista” que sugiere la pretensión de legislar la actividad social, y una disciplina jerárquica y centralizadora, y el anglicismo “islamita” que denota la aplicación del Islam a la política, se usan en Occidente como sinónimos de fundametalismos islámicos, siendo, a mi parecer, un error tan grave como común este de identificar exclusivamente al Islam con el fundamentalismo y, como se verá más adelante hay quien sostiene que no existe fundamentalismo islámico. Que lo que existe es Islam y punto. Desde antiguo es conocida la secta de los caraitas que no aceptaban las interpretaciones de los sabios rabinos de los textos bíblicos y se aferraban al texto literal de la Torá, la Ley de Moisés. En el cristianismo ocurre otro tanto con algunos “protestantes” y “evangelistas” alzados en defensa de los aspectos “fundamentales” del cristianismo, usando como fuente la Sagrada Biblia, interpretada en su sentido más literal. El integrismo anclado en la ortodoxia genera una insalvable brecha entre el relativismo moral propio de la modernidad y el absolutismo de la “verdad revelada”. El fundamentalismo, sea de quien sea, posee rasgos comunes. En la actualidad el término fundamentalismo abarca una serie de movimientos que se caracterizan por la combinación de dos elementos: la invocación a un retorno a los textos sagrados tomados de forma literal y la aplicación de esas doctrinas a la vida social y política. Es un fenómeno multireligioso, siendo en un principio producto de religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo, islamismo), pero no es exclusivo de ellas. En las últimas décadas surgieron corrientes en la India (hinduismo) y en China y Sri Lanka (budismo). Los fundamentalismos se asientan en cuatro principios comunes: pretender que el origen de su autoridad proviene de los libros sagrados derivados directamente de Dios. Argumentan que en esos textos están los fundamentos para definir una vida correcta, así como la forma de organizar la sociedad y el Estado. Aspiran a alcanzar y mantener el poder social y político. Rezuman intolerancia y tienen un inequivoco carácter antidemocrático, porque si los textos no pueden ser interpretados, entonces la autoridad deriva de la voluntad divina y no del pueblo. NO EXISTE FUNDAMENTALISMO ISLÁMICO En Agosto de 2006 recibí por correo electrónico un simpar documento: la clase magistral comparada para entender el Islam por el profesor Moshé Sharon, profesor de Historia Islámica en la Universidad Hebrea de Jerusalem, traducida del inglés, bajo el título “No Existe Fundamentalismo Islámico”. He aquí el texto traducido de esa conferencia. “El "fundamentalismo" es un término proveniente del corazón de la religión cristiana. Significa fe que se obtiene por la palabra de la Biblia. Ser un cristiano fundamentalista, o seguidor de la Biblia, no significa ir por todos lados asesinando personas. El fundamentalismo islámico no existe tampoco.

Es sólo Islam y punto. Más bien, la pregunta que nos deberíamos hacer es cómo interpretamos el libro del Corán. Vemos repentinamente que los más importantes voceros e intérpretes del Islam son políticos de Occidente. Ellos conocen más que todos los oradores de las mezquitas, esos que gesticulan horribles sermones en contra de todo lo que sea judío o cristiano. Los políticos occidentales identifican un Islam bueno y un Islam malo, sabiendo inclusive hallar las diferencias existentes entre ambos. Pero existe un problema, ninguno de estos intérpretes occidentales sabe leer una palabra en árabe. El idioma del Islam Como se ve, mucho es lo que se oculta trás el lenguaje de lo políticamente correcto, de hecho se ha perdido la verdad. Por ejemplo, cuando en occidente hablamos sobre el Islam, tratamos de utilizar nuestro idioma y aplicar nuestra terminología. Hablamos del Islam en términos de democracia, fundamentalismo, parlamentarismo y toda clase de términos tomados directamente de nuestro léxico. Mi profesor, uno de los principales orientalistas en el mundo, dice que hacer esto equivale a un reportero tratando de escribir una nota sobre un partido de críquet usando términos del béisbol. No se puede utilizar para una cultura o civilización el lenguaje de otra. Para el Islam, usted tiene que utilizar el idioma del Islam. Principios del Islam Permítaseme explicar los principios que rigen la religión del Islam. Por supuesto, todo musulmán reconoce el hecho de que hay sólo un Dios. Pero esto no es suficiente. Un musulmán reconoce no sólo el hecho de que hay un Dios, sino que Mahoma es su profeta. Sin estos fundamentos de la religión, no se es musulmán. Pero por sobre todo, el Islam es una civilización. Es una religión que, primero y antes que nada, establece un sistema legal exclusivo que sumerge individuos, sociedad y pueblos con reglas de conducta. Si usted es musulmán entonces debe comportarse según las reglas del Islam, las cuales están establecidas en el libro del Corán y difieren notablemente de las enseñanzas contenidas en la Biblia. La Biblia Expliquemos las diferencias. Desde el punto de vista de los eruditos y estudiosos, la Biblia relata el nacimiento del espíritu de una nación en un largo período de tiempo. Pero más importante aún, la Biblia conduce a la salvación, y lo hace de dos maneras. El judaísmo conduce a la salvación nacional. No es solamente una nación queriendo tener un estado, sino una nación deseosa de servir a Dios. Esta es la idea que se encuentra detrás del relato bíblico hebreo. El Nuevo Testamento, que se nutre de la Biblia hebrea, lleva igualmente a la salvación, pero personal. Luego, tenemos dos clasificaciones de salvación, las cuales con frecuencia se unen o yuxtaponen. La palabra clave es salvación y esto significa que todo individuo es guardado por Dios Mismo quien lo guía a la salvación por medio de Su palabra. Es la idea contenida en la Biblia, ya sea que nos refiramos al Antiguo o Nuevo Testamento. Todas las leyes en el texto bíblico, hasta las más pequeñas, apuntan en realidad hacia este hecho de la salvación. Otro punto sobresaliente de la Biblia es la idea de que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Esto intuye que usted no anda por ahí destruyendo la imagen Divina. Por supuesto, muchas personas toman las reglas de la Biblia para cambiarlas por completo. La historia es testigo de las masacres hechas en el nombre de Dios y de Jesús. No obstante, tanto el Judaísmo como la religión cristiana hablan de honrar la imagen de Dios y sobre la esperanza de salvación, siendo éstos sus dos fundamentos básicos. La esencia del Islam

Veamos ahora la esencia del Islam. El Islam nace con la idea que debe gobernarse al mundo. Establezcamos un contraste entre las tres religiones. El Judaísmo habla de la salvación de un pueblo –simplemente que al final de la historia, cuando el mundo sea un mejor lugar para vivir, Israel como nación habitará en su propia tierra, gobernado por su propio rey y sirviendo a Dios. Por su lado, el Cristianismo plantea la idea de que todos los habitantes del mundo pueden salvarse de sus pecados. El Islam por su parte habla sobre gobernar al mundo. En este momento podría hacer una cita directa en árabe de lo que dice el Islam, pero este no es el objetivo, así que lo haré en inglés, dice así: " Alá envió a Mahoma con la religión verdadera para gobernar sobre todas las religiones". La idea, entonces, no es que todo el mundo se convierta en musulmán, sino que el mundo entero se someta a la autoridad y dominio del Islam. En el año 634 DC, al establecerse el imperio Islámico, en siete años -640 DC -se crea el centro del imperio. Se tomaron leyes y normas directamente del Corán y de la tradición atribuidas al profeta Mahoma, para crear un sistema jurídico o legal. Tanto judíos como cristianos podrían convivir bajo el régimen Islámico con la condición de cancelar un impuesto comunitario y aceptar la superioridad Islámica. Obviamente, los judíos y cristianos bajo el Islam fueron humillados y sigue siendo hoy así. Mahoma sostiene que todo profeta bíblico es musulmán Mahoma reconoció la existencia, antes de él, de los profetas de la Biblia. Sin embargo, también Mahoma dijo que todos estos profetas eran musulmanes. Abraham era musulmán. De hecho, el mismo Adán fue el primero de ellos. Igualmente Isaac, Jacob, David, Salomón, Moisés y Jesús fueron musulmanes y todos sus escritos son similares al Corán. En conclusión, debido a que la totalidad de sus héroes fueron musulmanes, la historia mundial es en realidad la historia del Islam. De la misma forma, los musulmanes han aceptado el hecho que los profetas bíblicos traen consigo algún tipo de revelación. Según ellos Moisés, trajo el Taurat, que equivale a la Torah, y Jesús trajo el Ingeel, que equivale al Evangelio que se conoce como Nuevo Testamento. La Biblia vs. el Corán. Luego, ¿por qué la Biblia no se parece en nada al libro del Corán? Mahoma explica que tanto judíos como cristianos falsificaron los libros. Si los judíos y cristianos no hubieran falsificado y cambiado sus escritos, la Biblia sería idéntica al Corán. Sin embargo, debido a que cristianos y judíos poseen algo de la verdad y revelación, el Islam concede no destruirlos (por ahora) en una guerra. Pero las leyes islámicas son muy claras: los judíos y los cristianos no tienen derecho a existir independiente. Pueden vivir bajo la norma del Islam que se les proporcione sometiéndose a las reglas promulgadas especialmente para ellos por el mismo Islam. El dominio islámico y la Yijad ¿Qué sucede si los judíos o los cristianos no desean vivir bajo las reglas del Islam? Entonces, sencillamente, el sistema islámico tiene que luchar contra ellos. A esta lucha se le llama Yijad. Yijad quiere decir guerra contra aquellos que no están dispuestos a aceptar el dominio superior islámico. Sean judíos, cristianos, politeístas o de cualquier religión. Esto es Yijad. Como no tenemos tantos politeístas, al menos no en Medio Oriente -la guerra se centra principalmente en judíos y cristianos. Hace poco, leí un panfleto distribuido por Osama bin Laden. En él se hace un llamado a Yijad contra el principal líder del mundo cristiano: los Estados Unidos. No porque los norteamericanos sean aliados de Israel, sino por haber mancillado con sus mugrientos pies la tierra sagrada de Arabia. Hay estadounidenses donde los no-cristianos no deberían estar. En el panfleto no se hace una sola referencia a Israel. Sólo habla de la profanación hecha por los Estados Unidos al hogar del profeta Mahoma. Las dos casas El Corán percibe al mundo dividido en dos: una parte, sometida en el presente al dominio del Islam y otra parte a someterse supuestamente en un futuro. En el Islam hay muy clara separación del

planeta. Cada nuevo estudiante del Islamismo lo sabe. El mundo es considerado Dar al-Islam (casa del Islam), es decir, el lugar donde el Islam gobierna y el resto del mundo se denomina Dar al-Harb, es decir, casa de la guerra. El Islam no lo llama “casa de los no-mulsumanes”, sino que lo califica como “casa de la guerra”. Es la casa de la guerra la que será conquistada al final de los tiempos. El mundo continuará siendo casa de la guerra hasta que se someta al total dominio y soberanía del Islam. Así dice la norma, pero ¿por qué? Sencillamente, por que así lo declara Alá en el Corán. Alá ha enviado su profeta Mahoma y la religión verdadera para que la verdad triunfe y someta al resto de las demás religiones. La Ley islámica Dentro de la visión del Islam sobre este mundo existen igualmente estrictas normas que rigen la vida común de los mismos musulmanes. Básicamente en el Islam no existen diferencias entre sus escuelas legales. Se pueden observar no obstante cuatro corrientes o facciones dentro del Islamismo en lo relativo al minucioso detalle de las leyes. En todo el mundo, las naciones islámicas siempre han favorecido alguna de estas escuelas o corrientes. La escuela de leyes islámica más rigurosa se llama Hanbali, y su origen proviene principalmente de Arabia Saudita. En la escuela Hanbali no hay sitio para juegos ni coqueteo con las palabras. Si el Corán habla de guerra, entonces significa guerra sencillamente. Por siglos el Islam se ha caracterizado por perspectivas e interpretaciones diferentes. Gente muy valiosa atraída por las enseñanzas del Islamismo ha querido entender las cosas de manera diferente. Incluso se ha intentado extraer tradicionalismos de boca de los profetas con el fin de que mujeres y niños no sufran o mueran como consecuencia de la guerra. Existen asímismo tendencias mucho más liberales, pero no debemos olvidar que la corriente Hanbali es la más estricta siendo hoy por hoy la escuela que mayoritariamente se encuentra detrás de los actos terroristas en el mundo. Podemos hacer referencia a otras escuelas de leyes Islámicas, pero al hablar de la lucha contra los judíos o los Estados Unidos, es siempre la escuela de Hanbali la que resalta, se sigue y obedece. Tierras e Islam La civilización del Islam creó una importante y fundamental regla en relación con la tierra y es que ningún territorio sometido al dominio islámico podrá alguna vez ser desislamizado. Si el enemigo (no-musulmán) logra conquistar el territorio dominado antes por el Islam, éste se considerará siempre propiedad del Islam. De ahí que cada vez que se haga referencia al conflicto árabe-israelí, se escuche la palabra territorios, territorios y más territorios. El conflicto árabe-israelí encierra otros aspectos, pero el tema de la tierra es clave. El Islamismo no sólo ve la civilización cristiana como un adversario religioso, sino que la considera un tropiezo, un muro de contención, una molestia en el logro de las metas y fines islámicos. El propósito del Islam es servir de fuerza militar divina, es decir el ejército de Alá, donde cada musulmán se convierte en un soldado de este ejército. El musulmán que entrega su vida luchando por diseminar y extender la cultura islámica se constituye en un shaheed (mártir) no importando la forma que muere, porque -y he aquí lo importante -se trata de la guerra eterna entre dos civilizaciones. Luego, el conflicto bélico nunca termina. Es una guerra que está allí porque Alá lo diseñó así. El Islam debe someter, regir y gobernar. El conflicto bélico nunca tiene fin. Islam y paz En el Islam la paz únicamente puede existir dentro del mismo mundo Islámico; hay paz sólo entre musulmanes. Para los llamados no-musulmanes, es decir los enemigos del Islam, sólo puede haber una opción: un

cese al fuego hasta que el guerrero de Alá adquiera mayor poder. Es una guerra que continúa hasta el final de los tiempos. La paz sólo puede venir si el lado Islámico obtiene la victoria. En esta guerra las civilizaciones disfrutan únicamente de períodos de suspensión del fuego. La medida tiene su origen en un importante precedente histórico, al cual hiciera casualmente referencia Yaser Arafat al hablar en Johannesburgo después de la firma de Israel de los Acuerdos de Oslo. Permítaseme recordar que aunque el documento de Oslo trata sobre paz, si lo lee usted ¡no lo creerá! Pensará que está leyendo algún relato de ciencia-ficción. Es decir, al leer los Acuerdos de Oslo no podrá creer que el documento fue firmado por los israelíes, gente tan versada y conocedora de la política y civilización Islámica. Semanas después de la firma de los Acuerdos de Oslo, Yaser Arafat habló en una mezquita en Johannesburgo pronunciando un discurso donde pedía disculpas: “¿Creen ustedes que firmé algo con los judíos contrario a lo que dicen las reglas de nuestro Islam?” (a propósito, tengo una copia grabada de este discurso de Arafat y lo he escuchado de su propia boca). Y continúa Arafat: “No es así. He hecho exactamente lo que el profeta Mahoma hizo”. Cualquier cosa que se supone hizo el profeta Mahoma es un precedente. Lo que Arafat estaba diciendo era: “Recuerden el relato de Hudaybiya”. En ese lugar el profeta hizo un acuerdo de paz por 10 años con la tribu de Kuraish. Pero a los dos años Mahoma entrenó a 10.000 soldados para marchar posteriormente sobre la Meca, ciudad de los Kuraishis. Obviamente, Mahoma siempre tenía algún pretexto. Así, en la jurisdicción islámica, hay ahora un precedente legal que permite establecer acuerdos de paz por un máximo de 10 años. Pero, la Yijad (romper los acuerdos de "paz") debe reactivarse en el primer momento disponible. En Israel ha tomado más de 50 años a nuestro pueblo entender que no se puede discutir sobre paz (permanente) con los musulmanes. Al mundo occidental le tomará otros 50 años comprender que hoy se encuentra en estado de guerra con la pujante y fuerte civilización islámica. Debemos de una vez entender que al discutir sobre guerra o paz, no podemos enfocar el tema en términos belgas, franceses, ingleses o alemanes. Se habla de guerra o paz siempre en términos del Islam. El cese del fuego como táctica ¿Qué hace que el Islam acepte o no un alto al fuego? En realidad una sola cosa: un enemigo demasiado duro y fuerte. El cese a toda acción bélica constituye solo una medida táctica. A veces, el Islam tendrá que acordar un cese de las hostilidades en condiciones humillantes, y esto está permitido porque Mahoma también aceptó un cese al fuego en condiciones parecidas. Es lo que Arafat expresó con tanta vehemencia en Johannesburgo. Cuando los políticos de occidente escuchan estas cosas rápidamente responden: "¿De qué me habla? Usted vive en la Edad Media. Usted no entiende los mecanismos modernos de la política y la diplomacia". Pero ¿cuáles mecanismos? No hay sitio para mecanismos políticos donde rige y acciona el poder. Además, quiero decir que todavía no hemos visto el sangriento final. En el momento que el poder radical musulmán se apropie y controle de armas de destrucción masiva -químicas, biológicas o atómicas -éstas serán empleadas. No tengo la menor duda de ello. Ahora que por fin sabemos que enfrentamos una guerra y que lo máximo que podemos obtener de ella son treguas transitorias, debemos preguntarnos cuál es el mayor componente en el cese al fuego árabe-israelí: que el bando islámico es débil mientras el otro lado es fuerte. En los últimos 50 años, desde el establecimiento de su Estado, las relaciones entre israelíes y el mundo árabe se han basado exclusivamente en el poder disuasivo. Cuando hay Islam, hay guerra Lo que tenemos hoy en Yugoslavia y en otros países es debido a que el Islam logró meterse en

estos sitios. Dondequiera que se permita el acceso al Islam, habrá guerra. La guerra viene simplemente como consecuencia de la actitud misma de la civilización Islámica. ¿Por qué se asesina salvajemente a los pobres de Filipinas? ¿Qué es lo que realmente pasa entre Pakistán y la India? Infiltración islámica Otro aspecto adicional que manifiesta abiertamente mediante infiltrarse. Una de las cosas que Occidente no entiende ni presta mayor atención es el hecho del tremendo crecimiento y desarrollo actual del poder Islámico dentro de las sociedades occidentales. Lo que sucedió en Norteamérica y en las Torres Gemelas hace poco no es algo que vino de afuera, sino de adentro. Y si Estado Unidos no despierta, un día de estos los norteamericanos se levantarán afectados -en el mismo país -con una guerra química o probablemente nuclear. debemos recordar. El mundo una actitud bélica, sino que Islámico no sólo se también batalla por El final de los tiempos Es relevante entender cómo cada civilización percibe el final de los tiempos. Sea Cristianismo o Judaísmo, sabemos exactamente la visión de los tiempos del fin. En el Judaísmo, es referida por Isaías: paz entre las naciones, no sólo una, sino todas las naciones. La gente no tendrá necesidad de armas y la naturaleza misma sufrirá un cambio, un hermoso fin de los días y el reino de Dios gobernando sobre la tierra. Paralelamente, el Cristianismo muestra en el libro de Apocalipsis el día que Satanás será destruido. Desaparecerá el poder de las tinieblas y del mal. Esta es la versión Cristiana. Veamos cómo el Islam concibe este tiempo. Hablo ahora como historiador. Para el tiempo final, el Islam ve al mundo completamente musulmán, bajo dominio total Islámico. Victoria completa y final. No habrán cristianos, porque según las tradiciones Islámicas, los musulmanes ahora en el infierno deben ser reemplazados por otros, y los otros son los mismos cristianos. Tampoco existirán judíos, porque antes de la venida del fin de los tiempos, estallará una guerra contra los judíos donde todos serán destruidos. Citaré ahora el enfoque de la mismísima tradición Islámica, de los libros leídos por los niños musulmanes en las escuelas: Todos los judíos morirán. Huirán para ir a esconderse detrás de los árboles y de las piedras, y en ese día Alá dará bocas a las piedras y a los árboles para expresar: "Oh, Musulmán, acércate aquí, hay un judío detrás de mí, asesínalo". Esto es fundamental en el Islam. Sin lo anterior, el fin de los tiempos no puede llevarse a cabo. ¿Es posible poner fin a esta danza bélica? La pregunta que en Israel nos hacemos es qué pasará con nuestro país, ¿hay posibilidades de terminar con esta danza bélica? La respuesta es: "No. No, en un futuro inmediato". Lo que sí podemos hacer es buscar la situación donde podamos conseguir relativa calma por algunos años. Para el Islam, el establecimiento del Estado de Israel revirtió la historia del Islamismo. Primeramente, según el Islam el territorio islámico fue arrebatado por los judíos a los musulmanes. Ahora sabemos que para el Islam ceder un pequeño pedazo de tierra ni siquiera es aceptable. Así que todo aquel que piensa que la ciudad de Tel Aviv es un sitio seguro para vivir comete un gravísimo error. Tierras que alguna vez fueron sometidas al Islam, son ahora territorio de los no-musulmanes o infieles. Infieles, como los judíos, son independientes del dominio Islámico y han logrado crear su propio estado independiente. Para el Islam esto constituye anatema. Y aquí lo peor, Israel, estado nomusulmán, gobierna libremente sobre los musulmanes. Para el Islamismo esto es completamente inconcebible. Soy de los que creen que la civilización de Occidente debe mantenerse en unidad y apoyarse mutuamente. Aunque reconozco que no sé si esto será posible. Aun así, es Israel quien se

encuentra en la línea frontal de batalla en la guerra entre civilizaciones. Israel necesita el apoyo de su civilización hermana, necesita la ayuda de Norteamérica y de Europa. Israel necesita la solidaridad de todo el mundo cristiano. De una cosa estoy seguro. El creyente cristiano puede ayudar y ver esta oportunidad como camino de salvación. UNA TESIS PEREGRINA SOBRE EL ANTIJUDAISMO En el blog periodistadigital.com encontré una tesis sobre el antijudaísmo, cuyo autor desconozco, que voy a transcribir seguidamente: “Existe un tópico bastante manido que todos hemos escuchado antes muchas veces: criticar las acciones y políticas del estado de Israel o las doctrinas del sionismo es perfectamente legítimo sin estar motivado necesariamente por el antisemitismo. El hecho de que esto haya sido repetido ad nauseam no minimiza su verdad. Escribe Bernard Lewis, historiador especializado en la interacción entre el Islam y Occidente, que no sólo acepta esta tesis, sino que incluso lo llevaría un paso más allá con otra formulación que tal vez provoque sorpresa, por no decir asombro:"Es perfectamente posible odiar y hasta perseguir a los judíos sin ser antisemita necesariamente". Desafortunadamente, el odio y la persecución son una parte normal de la experiencia humana. Sentir una aversión, ligera o intensa, hacia la gente que es diferente de un modo u otro, por pertenencia étnica, raza, color, credo, hábitos alimentarios - no importa el qué - es parte de la condición humana normal”…. No comparto la tesis de Bernard Lewis por cuanto el sentimiento de “aversión ligera o intensa” manifestando contra los judíos, no tiene parangón y hasta ha merecido leyes especiales y el montaje de aparatos estatales y eclesiásticos para ponerlo de manifiesto de una manera sanguinaria, cruel, sin piedad… ¿Conocéis algún pueblo, raza o credo que haya sido víctima de una siniestra organización promovida y apoyada por un estado en búsqueda de la “limpieza de sangre” y para el logro de la “solución final”? LAS FASES DEL ANTIJUDAÍSMO En el mismo blog, el texto prosigue refiriéndose a las fases del antijudaísmo. Me pareció ilustrativo incorporar aquí algunas partes de ese texto. …”En el mundo occidental, el antisemitismo ha atravesado tres fases claramente diferenciadas…” …”El politeísmo era esencialmente tolerante, adorando cada grupo a su propio dios o dioses, sin ofrecer objeción alguna al culto de otros. De hecho, uno debía haber estado dispuesto a ofrecer al menos una varilla de incienso a algún dios ajeno, como cortesía en calidad de visitante o, incluso dentro del país, como respeto a un estado protector. Solamente los judíos en el mundo antiguo insistían - absurdamente, según la opinión imperante en la época - que el suyo era el único dios y que los demás no existían. Esto dio lugar a problemas con sus vecinos y con sus diversos amos imperiales, notablemente los romanos. En ocasiones provocó comentarios hostiles e incluso persecuciones, pero no la clase de demonización que ha llegado a ser conocida como antisemitismo. La tendencia era más a ridiculizar a los judíos por su dios sin forma ni cara y por costumbres tan antiguas y bárbaras como la circuncisión, el rechazo de la carne de cerdo, y, lo más absurdo de todo, el Sabbath. Varios autores griegos y romanos observaban que debido a esta práctica cómica, los judíos perdían un séptimo de sus vidas”…. …”Una preocupación importante de los primeros cristianos no fue tanto culpar a los judíos como, por razones comprensibles, exculpar a los romanos. La culpabilidad judía y la inocencia romana, las dos interdependientes, se convirtieron en partes importantes del mensaje cristiano, primero hasta Roma y después más allá, con devastadores efectos sobre las actitudes populares hacia los judíos, especialmente en tiempo de Pascua”. “Durante muchos siglos, el odio y la persecución de los judíos, y la ideología y la terminología utilizadas para expresarlos, se basaban en la religión. Entonces llegó la fase en la que el prejuicio religioso era desacreditado, considerado corno no de acuerdo con las ideas de la Ilustración. Era

visto corno de mente estrecha; peor, corno pasado de moda, anticuado. Eso significaba que se necesitaban nuevas razones para odiar a los judíos. Las encontraron”. “El proceso de cambio comenzó en España, cuando una gran cantidad de judíos - y también musulmanes- fueron convertidos al cristianismo por la fuerza. Con una conversión por la fuerza fue inevitable cierta duda, especialmente entre los ejecutores, en cuanto a la sinceridad de los conversos. Y esta duda estaba bien fundada, como sabemos por el fenómeno de los Marranos y los Moriscos, los conversos dudosos, en ocasiones, del judaísmo y el islam. Así surgió la práctica de examinar los orígenes raciales de los presuntos nuevos cristianos. Encontramos estatutos incluso en la España del siglo XVI “sobre la pureza de la sangre”, “la limpieza de sangre”. Solamente la gente que pudiera demostrar la ascendencia cristiana en un número específico de generaciones podría ser aceptada como prueba de cristianos genuinos. "La pureza de la sangre" se exigía para ciertas posiciones y determinados cargos”. “Aquí es donde comenzó la forma racial del antisemitismo. Fue sistematizada en Alemania en el siglo XIX, cuando se inventó y adoptó el término "antisemitismo" por primera vez”. "Semita" fue utilizado primero como término lingüístico, no como étnico o racial. Al igual que "ario", fue acuñado por filólogos para señalar un grupo de idiomas relacionados. Los arios incluían idiomas tan diversos corno el sánscrito, el persa, y, por extensión, el griego, el latín, y la mayor parte de los idiomas de Europa. Los semitas, de manera similar, agrupaban el arameo sirio, el árabe, el hebreo, y el etíope. Ya en 1872 el gran filólogo alemán Max Müller precisaba que "ario" y "semita" eran términos filológicos, no etnológicos, y que hablar de una raza aria o semita era tan absurdo corno hablar de una lengua dolicocéfala (de cabeza alargada). "Qué malentendidos, qué controversias se plantearían", dijo, de confundir los dos. Una precisión correcta, si bien minimizada”. “A pesar de estas advertencias, "semita" se transfirió de su significado lingüístico original a un nuevo significado racial, y pasó a ser la base de un fanatismo nuevo y diferente. La gente que defendía este fanatismo despreciaba el prejuicio religioso porque se veía a sí misma moderna y científica. Su hostilidad hacia los judíos, afirmaban, se basaba en la diferencia e inferioridad observadas y documentadas”. “Y entonces, igual que la hostilidad religiosa era despreciada por la Ilustración y sustituida por la hostilidad racial moderna y "científica", la hostilidad racial era desacreditada por el Tercer Reich y sus crímenes, por las revelaciones tras su caída de las cosas espantosas que había cometido. Este descrédito del racismo dejó un vacío, un vacío de dolor”. “Aquí es donde se presenta la tercera fase del antisemitismo, para la cual precisamos un término mejor que llamaremos judeofobia política-cum-ideológica. ¿Raza? Oh no, no tendríamos nada que ver con eso. ¿Prejuicio religioso? Oh no, estamos muy lejos de eso. Esto es político e ideológico, y proporciona el disfraz moderno social e intelectualmente aceptable para sentimientos que se remontan unos 2.000 años atrás”. “Pasando del mundo cristiano al mundo islámico, encontramos una historia muy distinta. Si miramos la considerable literatura disponible sobre la posición de los judíos en el mundo islámico, encontramos dos mitos establecidos. Uno es la fantasía de una edad de oro de igualdad, respeto y cooperación mutuos, especial, pero no exclusivamente en la España mora; el otro es de "dhimmi"tud, de subsistencia y persecución y maltrato. Ambos son mitos. Corno muchos mitos, ambos contienen elementos significativos de verdad, y la verdad histórica se encuentra en su lugar usual, en alguna parte por el centro entre los extremos”. “Existen ciertas diferencias importantes entre el tratamiento, la posición, la opinión de los judíos en el mundo islámico pre-moderno y en el mundo cristiano y también premoderno”. “La historia de una edad de oro de igualdad completa es, por supuesto, absurda. Tal cosa no fue posible ni concebible siquiera. De hecho, entre cristianos y musulmanes por igual, dar los mismos

derechos o, más exactamente, iguales oportunidades a los infieles no habría sido visto corno mérito sino corno dejadez del deber. Pero hasta épocas bastante modernas hubo un grado mucho más elevado de tolerancia en la mayor parte de las tierras islámicas del que prevalecía en el mundo cristiano. Durante siglos, en la mayor parte de Europa, los cristianos estuvieron muy ocupados persiguiéndose; en su tiempo libre perseguían a los judíos y expulsaban a los musulmanes, todo en un momento en el que, en el Imperio Otomano y en ciertos estados islámicos, los judíos y distintas variedades de cristianos vivían juntos bastante libre y confortablemente….” …”La tolerancia según los estándares modernos es una idea esencialmente intolerante. Tolerancia significa que yo estoy al mando. Te permitiré algunos derechos y privilegios que yo disfruto, aunque no todos, siempre que te comportes según normas que yo fijo e implemento. Eso parece una definición justa de tolerancia tal como se entiende y aplica usualmente. Es, por supuesto, una idea intolerante, pero es mucho mejor que la intolerancia como tal, y la tolerancia limitada pero sustancial asignada a judíos y a otras comunidades no musulmanas en los estados musulmanes hasta la época moderna temprana fue ciertamente mucho mejor que cualquier cosa disponible en la cristiandad”. “Existieron prejuicios en el mundo islámico, al igual que hostilidad ocasional, pero no lo que podría llamarse antisemitismo, puesto que no hubo atribución de mal cósmico. Y en conjunto, los judíos salieron mejor parados bajo mandato musulmán que los cristianos. Esto es lo contrario de lo que uno habría esperado. En la historia canónica, en el Corán y la biografía del profeta, los judíos salen perdiendo. El profeta tuvo más encuentros con los judíos que con los cristianos, de modo que encontramos más declaraciones negativas sobre los judíos que sobre los cristianos. La biografía del profeta registra enfrentamientos armados con los judíos, y en esos encuentros eran los judíos los que eran asesinados. Los musulmanes podían permitirse por tanto una actitud más relajada hacia los judíos en las generaciones posteriores”. “La otra ventaja para los judíos era que no los veían como peligrosos. El cristianismo era reconocido como una religión rival mundial y un competidor en la lucha cósmica por llevar la iluminación (y con ella, inevitablemente, la dominación) a toda la humanidad. Esta competición cósmica tuvo consecuencias importantes. Los cristianos locales eran peligrosos al ser una quinta columna potencial para las potencias cristianas de Europa, el principal adversario del mundo islámico. Los judíos no eran sospechosos de ser procristianos. Por el contrario, los vieron como fiables, e incluso útiles”. “No era simplemente tolerancia o buena voluntad - aunque éstas ciertamente eran precondiciones - lo que llevó a los sultanes otomanos a admitir a tantos refugiados judíos de España, Portugal, Italia, y demás. Los judíos, especialmente los de origen europeo, eran activos en comercio e industria, y de muchos documentos de los archivos otomanos queda claro que los valoraron como activo productor de beneficios. No sólo se les toleraba; se les animaba e incluso en algunas ocasiones se les obligaba a asentarse en tierras otomanas, especialmente en provincias recién conquistadas”. “Obviamente, esto no es igualdad, pero tampoco antisemitismo en ningún sentido de la palabra. El tratamiento de los otomanos a los judíos hasta incluyó cierto respeto. Por supuesto encontramos expresiones de prejuicio contra los judíos, como contra cualquier grupo de gente que es diferente, pero su actitud general era de superioridad sorprendida y tolerante…” …”La forma occidental de antisemitismo - la versión cósmica y satánica del odio al judío – llegó a Oriente Medio en varias etapas. La primera etapa fue cristiana casi por completo, llevada por misioneros y diplomáticos europeos. Su impacto principalmente tuvo lugar sobre las minorías cristianas, donde encontramos repeticiones ocasionales de libelos de sangre previamente poco conocidos. En los siglos XV y XVI esto había sido explícitamente rechazado en órdenes dictadas por los sultanes otomanos. Ahora era redimido a escala masiva. El primer caso relevante fue el libelo de sangre de Damasco en 1840. Este tipo de antisemitismo continuó creciendo, al principio a pequeña

escala, durante el siglo XIX y principios del siglo XX con una respuesta limitada”. “En la época del Caso Dreyfus en Francia, la opinión musulmana estaba dividida, algunos contra Dreyfus y algunos a su favor. Un destacado pensador musulmán de la época, el egipcio Rashid Rida, escribía defendiendo a Dreyfus y atacando a sus perseguidores, no acusándoles de fanatismo, puesto que carecían de cualquier credo religioso real, sino de prejuicios y envidia. A pesar de esta respuesta, una consecuencia del caso fue la primera traducción al árabe de un abanico de escritos antisemitas europeos. Después llegó el Tercer Reich, con conexiones con el mundo árabe y, más tarde, con otros países musulmanes. Ahora que los archivos alemanes están abiertos, sabemos que en cuestión de semanas de la llegada al poder de Hitler en 1933, el Gran Muftí de Jerusalén se puso en contacto con el cónsul general alemán en Jerusalén, el doctor Heinrich Wolff, y ofreció sus servicios. Es interesante que la imagen de los alemanes persiguiendo a los árabes sea lo contrario a lo que sucedió. Los árabes perseguían a los alemanes, y los alemanes eran muy reticentes a implicarse. El Dr. Wolf recomendó, y su gobierno estuvo de acuerdo, que mientras hubiera alguna esperanza de lograr un acuerdo con el Imperio Británico y establecer una especie de Eje Nórdico-Ario en Occidente, antagonizar a los británicos apoyando a los árabes no tenía sentido”. “Pero después las cosas cambiaron gradualmente, particularmente después de la Conferencia de Munich de 1938. Ése fue el punto de inflexión, cuando el gobierno alemán decidió finalmente que no había acuerdo a hacer con Gran Bretaña, ningún eje ario. Entonces los alemanes volvieron su atención a los árabes con mayor seriedad, respondiendo al menos a sus acercamientos, y en adelante la relación se desarrolló muy suavemente”. “En 1940 la rendición francesa brindó a los Nazis nuevas oportunidades de acción en el mundo árabe. En la Siria controlada por Vichy fueron capaces de establecer durante un tiempo una base de inteligencia y propaganda en el corazón del Este árabe. De Siria extendieron sus actividades a Irak, donde ayudaron a establecer un régimen pro-Nazi encabezado por Rashid Alí al-Gailani. Éste fue derrocado por los británicos, y Rashid Alí acudió a unirse al Gran Mufti de Jerusalén en Berlín, donde se quedó como invitado de Hitler hasta el final de la guerra. En los últimos días del régimen de Rashid Alí, los días 1 y 2 de junio de 1941, soldados y civiles lanzaban ataques criminales contra la antigua comunidad judía de Bagdad. A esto le siguió una serie de ataques similares en otras ciudades árabes, tanto en Oriente Medio como en el norte de África”. “Mientras se encontraba en Berlín, Rashid Alí estaba aparentemente inquieto por el lenguaje y, más específicamente, la terminología del antisemitismo. Sus preocupaciones fueron borradas sumariamente en un intercambio de cartas con un portavoz oficial del Partido Nazi alemán. En respuesta a una cuestión de Rashid Alí de si el antisemitismo también se dirigía contra los árabes, al formar parte de la familia semita, el profesor Walter Gross, director de la Oficina de Política Racial del Partido Nazi, explica con gran énfasis en una carta fechada el 17 de octubre de 1942 que éste no era el caso y que el antisemitismo aludía completa y exclusivamente a los judíos. Por el contrario, observaba, los Nazis siempre habían mostrado gran simpatía y apoyo a la causa árabe contra los judíos. En el curso de su carta, hasta destacaba que la expresión "antisemitismo”, que ha sido utilizado durante décadas en Europa por el movimiento antijudío, era incorrecta, puesto que este movimiento se dirigía exclusivamente contra la comunidad judía, y no contra los restantes pueblos que hablan lenguajes semitas". “Esto provocó aparentemente cierta preocupación en los círculos Nazis, y poco después se constituyó un comité que sugería que los discursos del Führer y su libro “Mein Kampf” debían revisarse con el fin de adoptar el término "antijudío" en lugar de "antisemita" con el fin de no ofender "a nuestros amigos árabes". El Führer no estuvo de acuerdo, y esta propuesta no fue aceptada. Aún así, no hubo grandes problemas en las relaciones germano-árabes antes, durante, y ni siquiera durante un tiempo después de la guerra.”

“El impacto de la propaganda Nazi fue inmenso. Lo vemos en las memorias árabes del período, y por supuesto en la fundación del Partido Ba'az. Se utiliza la palabra "partido" al hablar del Ba'az en el mismo sentido en el que uno habla de los partidos fascistas, nazi, o comunista - no un partido en el sentido occidental, organización que busca votos y ganar elecciones, sino un partido como parte del aparato gubernamental, particularmente preocupado con el adoctrinamiento y la represión. Y el antisemitismo, al estilo europeo, pasó a ser una parte muy importante de ese adoctrinamiento. Los cimientos estaban allí. Una cierta cantidad de literatura traducida estaba allí. Se convirtió en mucho más importante después de los sucesos de 1948, cuando los humillados árabes obtuvieron confort de la doctrina de los judíos como fuente del mal cósmico. Esto continuó y creció con las derrotas árabes posteriores, particularmente después de la humillación final de la guerra de 1967, que Israel ganó en menos de una semana.” “El crecimiento del antisemitismo de corte europeo en el mundo árabe derivó, sobre todo, de estos sentimientos de humillación y de la necesidad por tanto de adscribir a los judíos un papel muy distinto de su papel tradicional en el folklore árabe, y mucho más cercano al de los prototipos antisemitas…” …”En la primera etapa de antisemitismo, cuando la hostilidad se basaba en la religión y se expresaba en términos religiosos, el judío siempre tenía la opción de cambiar de bando. Durante los periodos medieval y moderno temprano, los judíos perseguidos por los cristianos podían convertirse. No sólo podían escapar de la persecución; podían unirse a los perseguidores si lo deseaban, y en la práctica algunos ascendieron en la escala de la Iglesia y de la Inquisición. El antisemitismo racial elimina esa opción. El antisemitismo ideológico actual la ha restaurado, y hoy, como en la Edad Media, parece haber quién está dispuesto a alistarse en esta opción….” ANTIJUDAÍSMO POPULAR Y ANTIJUDAÍSMO INTELECTUAL El famoso escritor y semiólogo Humberto Eco, en un artículo publicado en “El Mundo”, de Madrid, en 2002, explica las diferencias entre el antijudaísmo popular y el antijudaísmo intelectual, y contrario a tantos intelectuales como Saramago, Eduardo Galeano, Mario Vargas Llosa, Mikis Teodorakis, Eco muestra gran claridad de pensamiento al percibir que el fortalecimiento del antijudaísmo en estos tiempos se escuda en una visión errada del sionismo, que viene siendo antisionismo, fomentada por el mundo árabe e islámico, que utiliza las “bufonadas” de “Los Protocolos de los Sabios de Sión”. De ese artículo entresacamos algunos párrafos. ...”Con motivo de la profanación de las tumbas hebreas en Roma, causó cierta polémica una frase del honorable Casini, según el cual en Italia el antijudaísmo está menos enraizado que en otros países. Creo que es conveniente hacer una distinción al respecto entre antijudaísmo intelectual y antijudaísmo popular. El antijudaísmo popular es tan antiguo cono la Diáspora. Nace de una reacción instintiva de la plebe hacia personas diferentes, que hablaban una lengua desconocida, que evocaba ritos mágicos. Personas acostumbradas a la cultura del Libro, los hebreos se dedicaban a leer y escribir, cultivaban la medicina, el comercio, los préstamos y, de ahí, el resentimiento hacia esos “intelectuales”. Estas eran, por ejemplo, las raíces del antijudaísmo campesino en Rusia”. ...”El antijudaísmo intelectual, tal y como lo conocemos hoy, nace en el mundo moderno. En 1797, el abad Barruel escribe “Memorias para servir a la historia del jacobinismo”, con la intención de demostrar que la Revolución Francesa fue un complot templario y masónico. Más tarde, un cierto capitán Simonini (italiano, por cierto) le hace notar que, tras las bambalinas, actuaban sobre todo los pérfidos judíos. Sólo tras ese episodio da comienzo la polémica sobre la internacional hebrea y los jesuitas la utilizan como argumento contra las sectas carbonarias. Esta polémica florece en toda Europa, pero encuentra el terreno más abonado en Francia, donde tratan de estigmatizar a las finanzas judías como un enemigo a batir. La polémica está alimentada por el legitimismo católico, pero es en los ambientes laicos (y con la ayuda de los servicios secretos) donde van tomando

lentamente cuerpo, partiendo de un original falso, los flamígeros “Protocolos de los sabios ancianos de Sión”, difundidos después en el ámbito zarista ruso y, por último, asumidos por Hitler.” “Los “Protocolos” fueron elaborados reciclando material panfletario y revelan por sí mismos su escasa credibilidad, porque es poco creíble que “los malvados expresen de una forma tan desvergonzada sus inicuos proyectos.....” ...”Y sin embargo, por tosco que fuese, se trataba de antijudaísmo intelectual. Se puede, pues, coincidir con el honorable Cassini y decir que el antijudaísmo popular italiano ha sido menos fuerte que en otros países europeos (por varias razones socio-históricas e incluso demográficas) y que, al final, la gente sencilla se opuso a las persecuciones raciales, ayudando a los judíos. Pero, de todas formas, en Italia floreció el antijudaísmo doctrinal jesuítico (piénsese sólo en las novelas del padre Bresciani) junto al burgués, que al final produjo aquellos estudiosos y escritores conocidísimos que elaboraron la infame revista “La defensa de la raza”, así como la edición de los “Protocolos”, realizada en 1937 por Julius Evola.” ...”Italia hizo una excelente contribución al antijudaísmo intelectual. Además, hoy en día, una serie de fenómenos hacen pensar en un nuevo antijudaísmo popular, como si los antiguos fuegos antijudíos encontrasen terreno abonado en otras formas de racismo de grosero cariz. La prueba es que las fuentes doctrinales son siempre las mismas. Basta visitar algunos sitios racistas de Internet o seguir la propaganda antisionista en los países árabes, para ver que no hay nada mejor que seguir reciclando las “bufonadas” de los “Protocolos”. LA NUEVA ACTITUD DE LA IGLESIA CATÓLICA A raíz del ascenso al papado de Juan XXIII, y la convocatoria al Concilio Ecuménico Vaticano, se comenzó a operar un cambio significativo en la Iglesia Católica con respecto a los judíos. El pronunciamiento del Concilio Ecuménico Vaticano II sobre los judíos y su religión (así como sobre otras religiones), promulgado por Pablo VI el 28 de Octubre de 1965, de gran relevancia histórica, ensancha el camino del diálogo y del entendimiento. A ese cambio de la actitud de la Iglesia en nuestros días, se refiere mi distinguido amigo el Dr. Mario Eduardo Cohen, Presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí (CIDICSEF) de la Federación Sefaradí Latinoamericana (FESELA), con sede en Buenos Aires, en un artículo aparecido en La Nación, de la capital argentina, en el año 2005. Entre otras cosas, dice lo siguiente. Cito: …..“El papa Juan Pablo II, máxima autoridad de la Iglesia Católica, ha expresado valientemente el arrepentimiento por la actuación de la Inquisición. Probablemente, para alcanzar esta declaración pudo haber tenido que luchar, dentro del Vaticano, contra algunas tendencias ultraconservadoras. Es significativo que en la conferencia de prensa informativa llevada a efecto en dicha Sede se ocuparan algunos funcionarios del Vaticano de reducir la significación de la actuación inquisitorial. El arrepentimiento quedó plasmado en una nota papal al cardenal Roger Etchegaray, con motivo de la presentación del libro “Actas del Simposio Internacional. La Inquisición”. Señala el histórico pronunciamiento del Papa que la oración de perdón que realizó el Pontífice en marzo de 2000, “es válida tanto para los dramas ligados con la Inquisición como para las heridas en la memoria que ha provocado”. En otro párrafo, dice el Papa al respecto: “La institución de la Inquisición ha sido abolida. Como dije a los participantes del simposio, los hijos de la Iglesia deben revisar con espíritu arrepentido la aquiescencia manifiesta, especialmente en algunos siglos, con métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad” (Tertio millennio adveniente, Nº 35). Cabe destacar que, desde el inicio de su pontificado, Juan Pablo II tuvo expresiones de desaprobación hacia la Inquisición. Ya en 1982 señaló que “en momentos como los de la Inquisición” se cometieron “errores y excesos”. (L’Osservatore Romano, diciembre de 1982.) La historia es permanentemente contemporánea. Asumir las culpas del pasado es un acto de gran valentía por parte del Pontífice. Habiéndose debatido, seguramente, entre el poder y la ética, se

resolvió por esta última. Si bien tan histórica declaración no devuelve la vida a ninguno de los sentenciados por la Inquisición, sí les devuelve su memoria. Y lo más importante: coloca a los historiadores que defienden a ultranza a la Inquisición, a la derecha de la derecha. Si bien es cierto que la Inquisición ha desaparecido como institución en el siglo XIX, lo que aún no ha desaparecido de este mundo es cierta mentalidad inquisitorial. En muchos países gobernados por dictaduras, las medidas de control social siguen siendo habituales. El poder autocrático de muchos tiranos se ejerce evitando el pensamiento y la palabra de los gobernados. Debemos estar siempre en alerta contra todo avasallamiento. Si aprendemos la lección de la historia, debemos estar siempre despiertos ante toda mentalidad inquisitorial. Tal como señaló Mario Vargas Llosa en su referencia al Holocausto, en una frase que se adapta a nuestro tema: “La grandeza trágica del destino humano está en la paradójica situación que no le deja al hombre otra escapatoria que la lucha contra la injusticia, no para acabar con ella, sino para que ella no acabe con él”. Fin de la cita. De un folleto titulado “Juan Pablo II amigo de los judíos”, que obtuve en una visita a Montevideo (Uruguay), entresaco algunos párrafos reveladores de ese cambio de actitud del Vaticano: …..“Juan Pablo edificó bellos y sólidos puentes entre los cristianos y sus antepasados espirituales, el pueblo judío. Juan Pablo fue el primer papa, desde San Pedro -que desde luego era judío - en visitar una Sinagoga para un servicio religioso. En esta visita, Juan Pablo trató al Gran Rabino de Roma con respeto, de igual a igual. Juan Pablo estableció relaciones diplomáticas entre el Vaticano y el Estado de Israel, al que visitó personalmente como peregrino. Durante esta conmovedora visita, el Papa visitó Yad Vashem, el monumento a los seis millones de mártires judíos durante la Segunda Guerra Mundial y rezó en el Muro de los Lamentos, últimos restos del Templo de Salomón, lugar sagrado para judíos y cristianos. El Papa pidió humildemente perdón por los horrores que malos cristianos han infringido a quienes Juan Pablo llamó “nuestros hermanos mayores en la fe”. También organizó un concierto en el Vaticano en memoria de los seis millones de judíos víctimas del Holocausto y visitó el campo de concentración en Auschwitz, Polonia”. En su plegaria, Juan Pablo declaró: …..“Dios de nuestros padres, tú escogiste a Abraham y sus descendientes para traerle el nombre de Dios a todas las naciones; estamos profundamente entristecidos por el comportamiento de aquellos que, en el curso de la historia, le han causado sufrimientos a estos, tus hijos, y por ello pedimos Tu perdón; queremos comprometernos a una hermandad genuina con el “Pueblo de la Alianza”, el pueblo judío”. El alcance de estas palabras, el puente que ellas tienden entre cristianos y judíos es inmenso. Este mensaje está dirigido a todos los cristianos invitándoles a darse cuenta de que se comportaron indignamente. “La nueva alianza con Dios no puede ignorar la alianza divina con el pueblo judío. Nuestros “hermanos mayores” continúan siendo poseedores de un vínculo y alianza muy sagrados con el Señor. Los judíos han regresado a su patria ancestral, Israel. Nosotros hemos pecado al perseguirlos por los siglos”. Juan Pablo II condenó el antisemitismo, se lee en otro lugar de ese folleto, en innumerables ocasiones y en una reunión de los Obispos de la América Latina los invitó a combatir con vigor cualquier vestigio de antisemitismo. “El antisemitismo es un pecado, es anti – cristiano.” * * * * * Hasta aquí estos apuntes. Pongo, por ahora, punto final, conciente de que aún hay muchos más hechos que mencionar, actitudes que analizar, pero, sobre todo de la necesidad de educar a las nuevas generaciones de la realidad judía y del judaísmo, sin tergiversaciones y acusaciones infundadas. El pueblo judío y su Libro, libro adoptado igualmente por una parte importante de la Humanidad, son la

barrera entre la civilización y el atraso, la libertad y la represión, la democracia y la dictadura, un muro contra los totalitarismos, un himno a la afirmación de la primacía de la persona y de la cultura de la vida y de la libertad. BIBLIOGRAFÍA Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal. José Amador de los Ríos. Aguilar, Madrid, 1960 Histoire du peuple juif. Cecil Roth. Los judíos en la España moderna y contemporánea. (3 tomos). Julio Caro Baroja. Colección Fundamentos 60. Ediciones Istmo. 2da. Edición. Madrid, l978. Érase una vez.... Sefarad. Los sefardíes del Mediterráneo. Su historia. Su cultura. Hélene Gutkowski. Editorial Lumen. Buenos Aires, 1999. Los judíos, Dios y la Historia. Max I. Dimont. Editorial Menorah, 3ra. Edición. México. Apuntes de Historia Judía. Anita Glass Olamy. Instituto Cultiral Venezolano Israelí. Caracas, l989. Historia de los Judíos. Simón Doubnow. Imprenta López. Buenos Aires, 1965. El pueblo judío. 4000 años de historia. Max Gurmbrandt y Cecil Roth. Editorial Aurora. Tel Aviv, Israel, 1978. Historia del pueblo judío. Antisemitismo y Holocausto. Siglos XIX y XX. Editado por el Colegio “Moral y Luces Herzl Bialik” Caracas, Venezuela, con autorización del Colegio Hebreo “Maguén David” de México. México, 1992. Los judíos españoles. José María Lacalle. Editorial Sayma. Barcelona, España, 1961. Delito y discriminación racial. Nahum Bergstein. Editorial Vinaak. Montevideo, Uruguay, 1981. Précis d’Histoire Juive. Simón Doubnow. Editorial Kyoum. París, 1946. Antisionismo. Nueva faz del antisemitismo. Eliyahu Biletzky. 2da. Edición. Israel, 1981. El drama de los judíos en la U.R.S.S. Comité Central Israelita del Uruguay. Comité Uruguayo Pro Derechos de los Judíos Soviéticos. Editorial Vinaak Montevideo, Uruguay,1923. Los sefarditas en la Historia de España. Sergio Nudelstejer. Comunidad Sefaradí, A.C.. México, 1987. La Inquisición (2 tomos). Thomas Lower. Editorial Petronio, S.A., Barcelona (España), 1979. Los judíos de Cataluña. Lluís Marcó I Dacha. Ediciones Destino. Barcelona (España), 1977. El legado de Sefarad. Celina A. Lértora Mendoza. Editorial Sefarad 92. Buenos Aires, 1999. Marranos and Marranism. A new approach. Anita Novinsky. Jewish Studies. Volume 40. Journal of the World of Jewish Studies. Jerusalem, 2000. El legado sefaradí. William Samelson. Editorial Presa 17. México,1990. Judíos en la España medieval. José Luis Lacave, Julio Baldeón y Juan G. Atienza. Cuadernos de Historia 16. Editorial Los judíos en el reino de Galicia. José Ramón Onega. Editorial Nacional. Madrid, 1981. Los hijos de Ibero-Franconia. Nissim Elnecavé. Editorial La Luz. Buenos Aires, 1981. Los indestructibles judíos. Max I. Dimont. Editorial Menorah. México, 1974. Las grandes cuestiones judías. Nicolás Baudy. Editorial Plaza & Janés, S.A., Barcelona (España), 1969. Historia del pueblo judío. Josy Eisenberg. Editorial Acervo Cultural Editores. Buenos Aires, 1976. Los sefardíes. Historia, lengua y cultura. Paloma Díaz-Mas. Editorial Ríopiedras. Barcelona (España), Historia del antisemitismo. De Mahoma a los marranos. León Poliakov. Editorial Muchnik. 2da. Edidión. Barcelona (España), 1982. Los judíos. Roger Peyrefitte. Editorial Sudamericana. 4ta. Edición. Buenos Aires, 1967. Los judíos secretos. Historia de los marranos. Cecil Roth. Editorial Altalena. Madrid, 1979. El antisemitismo, su historia y sus causas. Bernad Lazare. Editorial La Bastilla. Buenos Aires, 1974.

Fontes Iudaeorum Regni Castellae. Carlos Carrete Parrondo. Editorial Calatrava. Salamanca (España), 1981. Raíces judías de España. Patrocinado por Iberia Líneas Aéreas de España. 6ta. Edición. Editorial Acor Artes Gráficas, S.A., Madrid (España),

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