Apología de Sócrates (guión)

September 12, 2017 | Author: Wilbert Tapia | Category: Socrates, Apology (Plato), Truth, Philosophical Science, Science
Share Embed Donate


Short Description

Download Apología de Sócrates (guión)...

Description

1

APOLOGÍA DE SOCRATES S: No sé atenienses que sensación habrán experimentado al escuchar las palabras de los que ante este Tribunal me han acusado, han hablado de tal manera de mi persona que yo mismo me desconozco, incluso les han advertido tener cuidado de escuchar mis palabras pues pueden ser engañados. Bueno, sí es cierto, soy orador, pero diferente a los que me acusan, ellos aunque hablan con bellas expresiones, poca verdad dicen en sus palabras. Meleto, que venía en representación de todos los poetas, poniéndose en pie se dirigió a Sócrates. M: Sócrates, sabemos que te dedicas al estudio de las cosas que hay en los cielos y en las que hay bajo la tierra, además, dicen que conviertes en buena una mala causa. Los que investigan este tipo de cosas no creen en los dioses. ¿Qué tienes que decir al respecto? S: Sé que son muchos los que me acusan de eso, lo han venido haciendo desde hace muchos años. También sé que se lo dicen a los jóvenes cuando se encuentran en una edad en la que creen fácilmente. De hecho me parece recordar que Aristófanes los convenció de eso. M: Tienes habilidad para hablar Sócrates, sabes convertir débiles argumentos en fuertes. Sabemos también que todo lo que sabes lo enseñas a otros y es por esta razón que te hemos traído ante este Tribunal S: iAtenienses!, los pongo de testigos a todos y cada uno, pregunten entre Uds. si alguna vez me oyeron hablar sobre esos temas, seguramente han oído que trato de educar a los hombres y que cobro dinero por hacerlo, pero eso tampoco es verdad... a mí me parece algo extraordinariamente hermoso que existan hombres como Gorgias de Leontino, como Pródico de Ceos o como Hipias de Élide que son capaces de educar a otros hombres… Sócrates guardó silencio unos instantes, de pronto le asaltó a la memoria un recuerdo, el día que habló de este tema con Calias, un hombre rico y distinguido que pagó a Eveno de Paros para que enseñara a sus dos hijos...Eveno era un sofista, un hombre sabio, conocedor del arte de perfeccionar hombres y lo enseñaba. S: Por mi parte, si yo tuviera el conocimiento sobre este tipo de cosas me sentiría orgulloso de saberlas y mi fama correría por todas partes, pero la verdad atenienses es que no sé absolutamente nada de esto. J: Entonces, Sócrates, ¿de dónde vienen todas estas acusaciones que te hacen, de dónde viene tu fama? S: He obtenido cierto renombre, pero no por tener el conocimiento de los sofistas, ellos poseen tal vez una sabiduría sobrehumana, la sabiduría que yo poseo es una sabiduría propia del hombre con la que tal vez no sea yo sabio, pero cabe la

2

posibilidad que esta sabiduría sea la que me haga sabio. Y para explicar mejor esto, pondré testigo de mis palabras al dios Apolo. Sócrates cuenta al tribunal que tiempo atrás su amigo Querefonte acudió a Delfos para preguntar al oráculo de aquella ciudad quien era el hombre más sabio. Cuando Querefonte llegó al lugar, esto pasó ese día: ORÁCULO Sacerdote: ¿A qué has venido Querefonte, qué deseas que el dios Apolo te responda? Querefonte: Sacerdote, he venido al dios Delfos para saber si hay un hombre más sabio que mi amigo Sócrates. Sacerdote: Escuchemos lo que dice la Pitonisa Querefonte. Una hermosa joven que se encontraba en trance empezó a murmurar algunas palabras, el sacerdote escuchó con atención y respondió a Querefonte Sacerdote : Apolo ha dicho que nadie es más sabio que Sócrates. Cuando Querefonte regresó a Atenas y contó a Sócrates lo que le había dicho el oráculo, éste se sorprendió de sobremanera. Querefone: Así es querido Sócrates, eso ha dicho el dios. S: Pero eso que te dijo el dios es un verdadero misterio. Por una parte, yo sé que no soy sabio, y por otra, estoy seguro que el dios no miente, no le es permitido hacerlo, debe haber un modo de entender las palabras de Apolo. Con el paso de los días Sócrates decidió iniciar una investigación sobre lo que el oráculo había dicho. Una mañana se dirigió a visitar a un importante político famoso por su sabiduría, pero al dialogar con él se dio cuenta de que no era sabio. Poco tiempo después visitó a otro hombre que era conocido como un gran sabio, después de hablar con él se dio cuenta que tampoco lo era, así visitó políticos, poetas y artistas, incluso extranjeros y se percató que ninguno de los que eran llamados sabios o se hacían llamar sabios lo eran, la consecuencia de sus indagaciones fue ganarse odios y envidias. S: Es increíble, todos aquellos con los que hablo no lo son, será acaso que dios me está inspirando para mostrarles su ignorancia. Otro de los jueces que se encontraba en el tribunal interrumpió molesto por el relato de Sócrates. J: Basta de historias Sócrates, explica en qué consiste tu sabiduría, es importante saberlo ya que otra de las acusaciones que se te han hecho es la de corromper a la juventud por tus enseñanzas.

3

S: Es cierto que hay algunos jóvenes que me acompañan, pero no es porque yo sea maestro de estos muchachos que por lo general son muy ricos. Se divierten mucho escuchando cómo examino a los que dicen ser sabios, por imitación ellos mismos se ponen a examinar a otros y van descubriendo que esos que dicen saber algo, en realidad no saben nada de lo que decían saber. Ante este comentario uno de los ciudadanos allí reunidos hizo oír sus reclamos. Ciudadano: Por eso mismo corrompes a los jóvenes Sócrates, les enseñas a no creer lo que dicen los hombres sabios, tú eres responsable de su ignorancia. J: Sócrates, Meleto aquí presente representa a nuestros poetas, él te acusa de corromper a la juventud y también de no creer en los dioses de la ciudad, sino en otros, ¿qué tienes que decir al respecto? S: Acércate Meleto, quiero preguntarte algo. Meleto: ¿Qué deseas decirme Sócrates? S: ¿No crees que lo más importante para los jóvenes es que sean lo mejor posible? M: Por supuesto, claro que sí. S: Bueno, entonces di a todos quién o quiénes pueden hacerlos mejores Meleto, confundido, guardó un profundo silencio S: Ves, es vergonzoso que no lo sepas. M: Lo que hace mejor a los jóvenes son las leyes. S: Yo te pregunté por un hombre Meleto, por una persona que seguramente sabrá algo de las leyes. M: Pues qué mejor conocedor de las leyes que los jueces aquí presentes Sócrates S: Pues dime Meleto, ¿serán todos los jueces capaces de hacer mejores a los jóvenes o solo algunos jueces sabrán hacerlos mejores y otros no lo sabrán? M: Todos los sabrán hacer mejores. S: Bueno Meleto y dime, ¿también los que nos están escuchando harán buenos a los jóvenes? Meleto sabía que si afirmaba que los oyentes no podían educar bien a los jóvenes, los pondría en su contra, así que siguiendo a Sócrates afirmó que también los oyentes podrían educar como los jueces. S: Y también como ellos y los jueces, los miembros del Concejo pueden enseñar cosas buenas a los jóvenes Meleto

4

M: Así es Sócrates, también ellos. S: Entonces Meleto, por lo que dices tal parece que todos en Atenas pueden enseñar cosas buenas a los jóvenes, menos yo, ¿no es así? M: Definitivamente eso es lo que estoy diciendo. S: Y me imagino que lo mismo sucede con los caballos o no Meleto, seguramente todos los hombres saben cómo hacer mejores a los caballos. ¿Pero acaso no sucede todo lo contrario, no es más bien que uno solo o algunos son los que saben hacerlos mejores y no todos? Bueno, dime también Meleto, ¿qué es mejor vivir entre ciudadanos buenos o malos? M: Sin duda entre hombres buenos y honrados. S: Y dime corrompo a los jóvenes voluntaria o involuntariamente M: Por supuesto que voluntariamente Sócrates. S: ¿Tú crees que yo sería capaz de convertir alguien en malo bajo el riesgo de hacerme yo mismo un mal? M: Por supuesto que no. S: Por supuesto que no Meleto, y es por eso que no corrompo a los jóvenes o si lo hago, lo hago involuntariamente, en cualquiera de los dos casos, estás mintiendo acerca de mí. Meleto sintiéndose acorralado trató de cambiar la acusación. El silencio que había en el tribunal era tan denso que se podía escuchar el paso del viento entre los árboles cercanos. M: Pero tu corrompes a los jóvenes Sócrates, les enseñas a creer en otra clase de espíritus y no en los dioses de nuestra ciudad. S: Pero dime Meleto, no son acaso las divinidades un tipo de dioses. M: Es cierto S: Entonces dices también que creo en los dioses y que no creo en los dioses. Porque sea cualquiera el tipo de divinidad en la que yo creyera, ésta también es un dios ¿no te parece Meleto?, hay hijos de dioses que son divinidades y tu acusación es tan absurda que podría decir yo creo en mulas y en potrillos, pero no creo en la existencia de caballos que creer en divinidades, es creer en dioses sean padres o hijos. Sócrates miro a donde se encontraban los atenienses y con voz suave y reposada dijo a los jueces.

5

S: Me parece que no es necesaria tanta defensa para demostrar que soy inocente de la acusación que se me imputa, sin embargo, jueces, lo que me va a condenar no son las acusaciones de Meleto sino la envidia y el odio de muchos otros. Y empezó a narrar a los presentes que cuando fue soldado en algunas batallas atendió más la responsabilidad que le encomendaron sus superiores que el cuidado de su propia vida. Y es cierto porque hoy sabemos que Sócrates en los años 430420 a.C. participó en algunas importantes batallas siendo soldado. De nuevo reinaba en el tribunal un gran silencio. S: En ese entonces obedecí a mis superiores y los obedecí por encima de mi propia vida. Atenienses, no es un hombre el que ordena un misión sino un dios y no me queda menos que obedecer cualquiera que sea mi riesgo. He aceptado que debo vivir filosofando, y examinándome a mí mismo y a los demás. Renunciar sería algo terriblemente deshonroso, entonces y solo entonces, atenienses, tendría sentido el que viniera ante este tribunal acusado de no creer en los dioses, pues estaría desobedeciendo en lo que el oráculo me ha ordenado. Sócrates explicó que si no creyera lo que dijo el oráculo tampoco creería en los dioses y que entonces sí le temería a la muerte, además, creería ser sabio sin serlo, es decir, un hombre que teniendo el conocimiento de los dioses no le sería necesario tenerlo. S: Temer a la muerte no es solo creerse sabio sin serlo, nadie de los aquí presentes conoce la muerte ni su naturaleza, la toman como el mayor mal que le puede ocurrir a uno, pero yo, atenienses, no puedo decir lo que sea la muerte. Tal vez en eso soy más sabio que ustedes en tanto que sé que no sé nada sobre la muerte y también sé que es malo e injusto desobedecer al que es mejor, ya sea un hombre o un dios. Los jueces murmuraron entre ellos, Sócrates desde su lugar los observaba en silencio J: Sócrates, hemos escuchado y hablado entre nosotros y hemos pensado que no atenderemos las acusaciones realizadas por Anito y por Meleto, estamos considerando dejarte ir, pero debes prometernos que ya no gastarás el tiempo filosofando y si te encontráramos haciéndolo te condenaríamos a muerte. Al escuchar esto Sócrates entristeció de sobremanera, miró a los jueces y con voz sombría se dirigió a ellos. S: Señores jueces atenienses, yo los respeto y los admiro, pero primero he de obedecer al dios antes que a ustedes. No dejaré de filosofar, ni me cansaré de decirles lo vergonzoso que es vivir en la ciudad más grande y prestigiada del mundo por su sabiduría y poder y que, sin embargo, estén más preocupados por las riquezas y por la fama que por la inteligencia y la verdad. Ante estas palabras todos los asistentes enmudecieron, el que había sido llevado a juicio había rechazado la oportunidad de salir libre. Sócrates había decidido abandonar todo negocio y asunto personal como familiar para dedicarse a filosofar,

6

decía que la misión del dios requería todo su tiempo, y era verdad que vivía muy pobre ya que no cobraba por hablar con los hombres. Después de sus últimas palabras nuevamente uno de los jueces le preguntó. J: Bien Sócrates dices que el dios te mandado a hablarnos, explícanos cómo te lo ha dicho. S: Ustedes saben que yo no hablo en público sino en privado con cada uno de ustedes, y la razón de esto es que desde niño hay un ser que me habla y me aconseja, esa voz es la que me dijo que no me dedicara a la política, de haberlo hecho ya me habrían matado hace tiempo y no habría podido serles útil. Veo que están presentes muchos de los que me han seguido y me han escuchado hablar con otros, que sean ellos o mejor aun sus parientes que no han sido perjudicados por mis palabras, pues que me denuncien ahora. Entre todos los asistentes se encontraban amigos fieles así como el hermano mayor de Platón. Ninguno de los presentes que habían oído a Sócrates dijo palabra alguna. S: Vaya, no me interesa seguir hablando en mi defensa atenienses, tampoco recurriré a subir a mis tres hijos y a mi esposa para que se compadezcan de mí mientras lloro. No estoy preparado para pasar estas vergüenzas ni para dejar en ridículo esta ciudad, si para quedar en libertad debo de suplicar sé que no quedaré libre. Finalizada la defensa de Sócrates los jueces deliberaron y uno de ellos dijo: J: Hemos escuchado a los presentes, sus acusaciones y sus defensas, hemos deliberado entre nosotros y hemos votado. La decisión de la mayoría de los jueces ha sido considerarte culpable, ahora solo resta definir la pena que has de tener. Después de declarar culpable a un acusado en los tribunales, el paso siguiente era determinar la pena que se le impondría. La costumbre era darle primero la palabra al acusador, el mismo que proponía la pena que consideraba adecuada para el culpable. Enseguida los jueces daban la palabra al acusado, le concedían la oportunidad de proponer otra pena menos grave y que les pareciera más adecuada. Esta era la última oportunidad para un acusado, el derecho de atenuar la pena propuesta por el acusador. Debía de ser muy cuidadoso en su sugerencia ya que los jueces podían preferir la pena del ofendido. J: Meleto, tú eres quien acusa, este tribunal quiere escuchan la pena que propones para Sócrates, dinos qué es lo que sugieres. M: Yo digo que los más conveniente para todos nosotros es que Sócrates sea condenado a muerte, así nos libraremos de mal que causa de una vez para siempre. Oído esto los jueces le dieron la palabra a Sócrates. J: Es tu turno Sócrates.

7

S: No me sorprende que me tomen por culpable jueces, lo que en verdad me sorprende es que hayan sido muchos los que votaran a mi favor, he oído que Meleto sugiere la muerte para mí y ahora tengo la oportunidad de proponer otra sentencia. Lo que verdaderamente me merezco atenienses es dejar mis asuntos y mis negocios para dedicarme a la filosofía, por ello a mí me parece que lo mejor es que me alimenten en el Pritaneo. Sócrates le propuso a los jueces que lo condenaran a ser alimentado en el Pritaneo, en este lugar se les daba de comer a las personas que habían hecho un bien a la ciudad. Generalmente allí eran llevados, entre muchos otros, los campeones de los juegos olímpicos. Sócrates pensaba que por cumplir con la misión que le había encomendado el dios de Delfos, la ciudad debía premiarlo en vez de castigarlo. S: No atenienses, no voy a suplicarles nada, sé que no he hecho daño alguno a nadie y si es que no fuera por esta formalidad de tiempo que nuestra ley establece para estos casos yo tendría tiempo de convencerlos de mi inocencia, sin embargo, debo decir y proponer rápido una pena para mí. Yo que no hago daño a nadie tengo que decidir un daño para mí, ja, ja, vaya que tarea difícil. Meleto propone la muerte y yo no sé si eso es un bien o un mal y para no pasar la pena que Meleto sugiere debo proponer un algo que no se si sea un bien o un mal. Entonces uno de los asistentes le gritó a Sócrates. P: Sócrates, ¿por qué no escoges la prisión? Los jueces pueden considerarla una pena adecuada y de ese modo podrás salvar tu vida. S: ¿Por qué he de vivir en la cárcel, sometido al gobierno que hay en ella?, sería una terrible condición de esclavo para mí, no eso no ni el destierro tampoco atenienses, es que no se dan cuenta que no puedo escoger castigo alguno porque no soy merecedor de él. Entonces los amigos de Sócrates que se encontraban entre el público, sabiendo que los jueces podían ser benévolos se acercaron a Sócrates y hablaron con él. S: ¿Qué pasa Platón?, ¿por qué vienes hasta aquí con nuestros amigos? P: Sócrates, nosotros queremos salvar tu vida, pide pagar una multa. S: Pero no tengo dinero con que pagar. P: Critón, Apolodoro junto con un amigo podemos reunir hasta 30 minas, propón pagarlas y así podrás salir libre. Sócrates sugirió la multa propuesta por sus amigos sabiendo que era poco dinero, pero su intención en realidad era hacer una réplica irónica dando del poco que tenía para el Estado una persona dotada de una misión filosófica. Después de esto los jueces se retiraron a deliberar sobre qué pena les convenía imponerle a Sócrates. Al poco tiempo los jueces salieron y le indicaron Sócrates lo que habían decidido.

8

J: Este tribunal ha determinado que seas condenado a muerte Sócrates, el juicio ha terminado. Los asistentes al juicio empezaron a dejar el tribunal, entonces Sócrates se dirigió a los jueces que tramitaban las diligencias pertinentes para llevarlo a prisión y a sus amigos que se acercaban a él. S: Amigos míos, me han condenado a muerte, pero ¿qué es la muerte? Algunos dicen que es como una larga noche de sueño en la que no se siente nada, ni hay sensación de nada. Otros dicen que es un cambio de morada. Si es como un sueño eterno la muerte es un premio maravilloso ya que será como una sola noche. Y si, por otra parte, como dicen algunos, es como viajar a otro lugar, allá seguramente estarán todos los grandes que han muerto, allí estarán los grandes jueces, ahí podré hablar con Orfeo, Museo, Hesíodo y Homero, que gran fortuna me ocupa. Ahora, si esa es la muerte, quisiera morir varias veces más. Diciendo esto, llegaron unos guardias que lo escoltaron a la prisión, ante las miradas de repudio de sus amigos, antes de salir del tribunal dándose cuenta de su incomodidad y tristeza les dijo estas últimas palabras. S: Es hora de retirarnos de aquí, yo para morir y ustedes para vivir, ¿qué será mejor?, sólo dios lo sabe.

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF