Aplicaciones clínicas del MMPI-A

January 1, 2018 | Author: Marcos Gallardo | Category: Psychology & Cognitive Science, Adults, Adolescence, Empiricism, Psychotherapy
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Aplicaciones clínicas del MMPI-ATM

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Aplicaciones clínicas del MMPI-ATM

Robert P. Archer Radhika Krishnamurthy

Traducido por: Lic. José Luis Núñez Herrejón IFAL Revisión técnica por: Dra. Amada Ampudia Rueda Facultad de Psicología, UNAM Coordinadora e investigadora de proyectos sobre Maltrato infantil Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)

Editor responsable: Lic. SantiagoViveros Fuentes Editorial El Manual Moderno

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Título original de la obra: Essentials of MMPI-ATM Assessment Copyright © 2002 by John Wiley & Sons, Inc. MMPI-ATM, MMPITM y MMPI-2TM son marcas registradas de The Regents of the University of Minnesota, Minneapolis, MN. ISBN: 0-471-39815-2 “All rights reserved. This translation was published under license. This EBook published under license with the original Publisher John Wiley & Sons, Inc.” Aplicaciones clínicas del MMPI-ATM D.R. © 2012 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V. ISBN: 978-607-448-078-8 ISBN: 978-607-448-194-5 Versión electrónica Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Reg. núm. 39 Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por otro medio —electrónico, mecánico, fotocopiador, etcétera— sin permiso previo por escrito de la Editorial. All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted in any form or by any means, electronic, mechanical, photocopying, recording or otherwise, without the prior permission in writting from the Publisher.

Archer, Robert P. Aplicaciones clínicas MMPI-ATM / Robert P. Archer, Radhika Krishnamurthy ; tr. por José Luis Núñez Herrejón. -- México : Editorial El Manual Moderno, 2012. x, 214 p. ; il. 23 cm. Traducción de: Essentials of MMPI-ATM assessment Incluye índice. Disponible en versión electrónica Bibliografía: p. 211 ISBN 978-607-448-078-8 ISBN 978-607-448-194-5 (versión electrónica) 1. Inventario de personalidad multifásico de Minnesota para adolescentes. 2. Inventario de personalidad multifásico de Minnesota para adolescentes – Interpretación. 3. Inventario de personalidad multifásico de Minnesota. I. Krishnamurthy Radhika. II. Núñez Herrejón, José Luis, tr. III. t. 616.8900835-scdd21

Biblioteca Nacional de México

Director editorial: Dr. Marco Antonio Tovar Sosa Editora asociada: LCC Tania Uriza Gómez Diseño de portada: LDG Jonhatan Valero Reynoso

Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Dedicatoria

Para mi hija, Elizabeth Meghan Archer porque de manera generosa pasó los últimos cuatro años proporcionándome una capacitación posdoctoral exhaustiva en desarrollo adolescente. ROBERT P. ARCHER

Para mis padres que son mis guías “esenciales” en la vida; y para mis hermanos, Uma y Karthik, que siempre están cerca de mi corazón. RADHIKA KRISHNAMURTHY

V

Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Contenido

Dedicatoria Prefacio de la serie

V IX

Uno

Panorama General

1

Dos

Cómo administrar el MMPI-A

17

Tres

Cómo calificar el MMPI-A

29

Cuatro

Cómo interpretar el MMPI-A

45

Cinco

Fortalezas y debilidades del MMPI-A

105

Seis

Aplicaciones clínicas del MMPI-A

119

Siete

Reporte de casos ilustrativos

139

Apéndice A Composición de los reactivos de las escalas y subescalas del MMPI-A

173

Referencias

191

Bibliografía considerada

197

Índice

201

Acerca de los autores

211

VII

Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Prefacio de la serie

E

n la serie original Essentials of Psychological Assessment (Fundamentos para la evaluación psicológica), hemos intentado proporcionar al lector libros que le transmitirán información práctica clave en el estilo más eficiente y accesible posible. La serie presenta instrumentos para una diversidad de áreas, tales como cognición, personalidad, educación y neuropsicología. Para el clínico experimentado, los libros de esta serie ofrecen un modo conciso, y al mismo tiempo minucioso, para obtener un dominio en el uso de instrumentos nuevos y revisados, que se ofertan y se encuentran en continua evaluación así como un método conveniente para mantenerse al día con respecto a las mediciones de probada eficacia. El principiante encontrará reunidas aquí, en orden de prioridades, toda la información y todas las técnicas que se deben tener al alcance de la mano al iniciar el complicado proceso de diagnóstico psicológico individual. Se utilizan esquemas visuales para resaltar los puntos clave más destacados en los lugares convenientes, como lineamientos sistemáticos que guían la información paso por paso. Los capítulos son sucintos y condensados. Los temas están orientados hacia una fácil comprensión de los fundamentos para la administración, calificación, interpretación y aplicación clínica. La teoría y la investigación se relacionan continuamente en la trama de cada libro, pero siempre con el fin de destacar la inferencia clínica, nunca para desviar el tema ni como imposición. Desde hace mucho tiempo hemos abogado por una aplicación de pruebas “inteligente”, siguiendo la noción de que un perfil de calificaciones de pruebas carece de todo significado, hasta que las observaciones clínicas y una astuta labor de investigación por parte de examinadores expertos le otorgan vida. ¿Los perfiles de las pruebas deben ser empleados para marcar una diferencia en la vida del niño o del adulto, o de lo contra-rio, por qué tomarse la molestia de administrar pruebas? Nuestra intención es que esta serie ayude a nuestros lectores a convertirse en los mejores y más capaces evaluadores de pruebas que puedan ser. Siempre que es posible se utilizan esquemas visuales para destacar los aspectos fundamentales con pautas sistemáticas y graduales. Los capítulos son focales y precisos. Los temas tienen por objetivo una comprensión sencilla de los fundamentos para la administración, calificación, interpretación y aplicación clínica. La teoría y la investigación interactúa de forma continua en la estructura de cada libro, pero siempre para mejorar la inferencia clínica y nunca para hacer largas y abrumadoras divergencias. Desde hace mucho tiempo se ha abogado por una evaluación “inteligente” –la noción de que un perfil de puntuaciones de prueba carece de sentido a menos que

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A cobre vida mediante las observaciones clínicas y el astuto trabajo de investigación de examinadores expertos–. Los perfiles de prueba deben utilizarse para marcar una diferencia en la vida de un niño o un adulto; de lo contrario, ¿para qué molestarse en hacer una evaluación? El principal fin es que esta serie ayude a los lectores a convertirse en los evaluadores más inteligentes que puedan ser. En Aplicaciones clínicas del MMPI-ATM, los autores presentan un amplio abanico de información básica pensada para clínicos, investigadores y estudiantes que buscan introducirse en el uso del instrumento de evaluación objetiva de la personalidad más utilizado con adolescentes. El texto proporciona un resumen del desarrollo y la investigación disponible sobre el MMPI-A, así como un procedimiento gradual para la interpretación de la prueba. El texto ofrece una revisión concisa de todas las escalas y subescalas del MMPI-A que son utilizadas en forma estándar, e incluye una sección con una sola escala y métodos de tipos de codificación de dos puntos para la interpretación de perfiles en las escalas básicas. Además, este texto presenta la interpretación del resumen estructural del MMPI-A desarrollada por los autores; este método simplifica el proceso de interpretación del instrumento, pues hace énfasis en las dimensiones subyacentes básicas de la psicopatología que se encuentran en la estructura de las escalas y subescalas de este instrumento. Los temas comprenden la aplicación del MMPI-A a poblaciones especiales de adolescentes; por ejemplo, delincuentes juveniles, personas que abusan de sustancias, adolescentes que han sufrido abuso sexual y adolescentes con trastornos alimentarios. Los principios de interpretación clínica se ilustran en una serie de cuatro ejemplos de casos clínicos, los cuales ofrecen una mejor comprensión de la aplicación de estos principios en casos individuales. La meta del texto es que el lector se aproxime en forma organizada y segura a la tarea de la evaluación con el MMPI-A, garantizando al mismo tiempo que el usuario de la prueba aprecie la complejidad y limitaciones inherentes al uso de este instrumento.

Alan S. Kaufman, PhD, y Nadeen L. Kaufman, EdD, editores de la serie Yale University School of Medicine

X

UNO

Panorama General

INTRODUCCIÓN El Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota (Minnesota Multiphasic Personality Inventory, MMPI) se ha descrito como la “historia de éxito psicométrico del siglo XX”; además, es el instrumento de evaluación objetiva de la personalidad que predomina en las encuestas acerca del uso de pruebas desde principios de la década de los cincuenta. Esta prueba ha generado la publicación de innumerables estudios de investigación que comprenden miles de artículos, cientos de capítulos en libros y docenas de obras; asimismo, representa una fuerza comercial dominante en el mercado de la evaluación psicológica. Antes de presentar la adaptación del MMPI que se publicó en 1992 para su uso específico con adolescentes, conviene repasar en forma breve la singular historia de este importante instrumento de evaluación de la personalidad.

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HISTORIA DEL MMPI La versión original del MMPI se desarrolló en un esfuerzo de colaboración entre Stark Hathaway y John McKinley que inició a finales de la década de los treinta. Hathaway “la fuerza impulsora en el desarrollo del MMPI”, realizó su maestría en psicología en la Universidad Estatal de Ohio en 1928 y el doctorado en psicología con una asignatura secundaria en anatomía en la Universidad de Minnesota en 1932. Pasó sus primeros años en la facultad realizando estudios de posgrado en anatomía general y microscópica e impartiendo cursos de psicología de laboratorio y estadística. En 1937, en su función como psicólogo de la Facultad de Medicina, inició su colaboración con McKinley en el proyecto del MMPI. Por su parte, John McKinley se graduó como médico en 1919 y en 1921 obtuvo un doctorado en la Universidad de Minnesota; tiempo después, se formó como neuropsiquiatra y neuropatólogo. Tras sus estudios de psiquiatría en el Instituto Psiquiátrico de la Ciudad de Nueva York, McKinley regresó a la Universidad de Minnesota y fue ascendiendo en el escalafón docente hasta convertirse en director del Departamento de medicina y neuropsiquiatría. Hathaway y McKinley iniciaron el trabajo que habría de convertirse en el MMPI con la meta de ayudar a los médicos en la exploración de pacientes con problemas psiquiátricos en los hospitales de la Universidad de Minnesota. Pero el MMPI no fue el esfuerzo inicial por desarrollar un instrumento de evaluación objetiva de la personalidad. Los primeros cuestionarios de autorreporte de la personalidad se remontan a

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finales del siglo XIX. En particular, la necesidad de una exploración psiquiátrica de los reclutas del ejército durante la Primera Guerra Mundial fue la base del desarrollo y uso de instrumentos de autorreporte de psicopatología. Los creadores de las pruebas solían elegir los reactivos para estos instrumentos con base en un método de construcción de escalas racionales, en el cual se incluían reactivos en una escala o prueba si éstos se relacionaban de manera lógica o racional con la tarea de medición derivada de la teoría, la experiencia clínica o la intuición del creador del instrumento. Por desgracia, muchas de estas pruebas demostraron ser más interesantes en la teoría que útiles en la práctica. Las versiones iniciales del MMPI se conocían como “Inventario médico y psiquiátrico” y “Programa de personalidad multifásico”. Además, el desarrollo del MMPI atravesó por toda una serie de etapas. En la etapa inicial, Hathaway y McKinley crearon una reserva de reactivos para fines de construcción de pruebas a partir de formularios de exámenes psiquiátricos, varios libros de texto sobre psiquiatría y las primeras escalas publicadas de actitudes sociales, temperamento y personalidad. Esta lista original constaba de más de 1,000 reactivos, que después los investigadores redujeron a una reserva de 504, eliminando los que estaban duplicados y los que parecían menos relevantes para los fines de un inventario de personalidad. Estos reactivos originales posteriormente se complementaron con reactivos adicionales relacionados en especial con la masculinidad y la femineidad. Después, esta lista de reactivos preliminar Hathaway y McKinley la administraron a 724 participantes que fueron considerados como un grupo control de sujetos normales y que eran los visitantes de los pacientes que recibían tratamiento en hospitales de la Universidad de Minnesota. Este grupo, conocido como el “Grupo control de Minnesota”, también se incrementó con tres grupos más pequeños de individuos normales, los cuales comprendieron a graduados de bachillerato que recibían asesoría preuniversitaria en la Universidad de Minnesota, trabajadores especializados que participaban en proyectos locales financiados por el Programa Federal de la Dirección de Progreso Laboral (Federal Work Progress Administration, WPA) y un grupo de pacientes de los hospitales de la Universidad de Minnesota que no tenían síntomas de trastornos psiquiátricos. Además de estos grupos normales, también se recabaron datos de prueba sobre un grupo de 221 pacientes que recibían tratamiento por trastornos psiquiátricos en los hospitales de la Universidad de Minnesota. Estos pacientes clínicos se dividieron en subgrupos con base en categorías de diagnóstico diferenciadas como hipocondriasis, depresión, histeria, desviación psicopática, esquizofrenia e hipomanía. La existencia de las muestras normal y clínica permitió a Hathaway y McKinley agrupar sus reactivos en escalas por medio de un método empírico, en el cual, la selección de los reactivos se basó en la capacidad de éstos para discriminar de manera eficaz entre pacientes normales y psiquiátricos. Para cada uno de los grupos de criterio clínico se realizó un análisis de los reactivos (lo cual se refleja en las categorías de las escalas clínicas básicas del MMPI), con la finalidad de identificar los reactivos que diferenciaban en forma significativa los grupos clínicos específicos y el grupo de individuos normales. A esta metodología de construcción de escalas se le denominó “identificación de criterio”1 o “construcción empírica de reactivos” y los críticos la han llamado “empirismo por desertización”. En contraste con los antiguos métodos de desarrollo de pruebas, en donde los reactivos por lo general se elegían en forma racional con base en la validez aparente 1 Conocimiento basado en la experiencia en donde se agotan todas las posibilidades de análisis de los reactivos.

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Panorama general o su grado de importancia para el área medida, en el procedimiento de identificación empírica los reactivos de prueba individuales se seleccionaban con ayuda de análisis estadísticos que indicaban el grado de diferenciación que podía hacer cada reactivo del instrumento entre los grupos criterio. Se utilizaron variaciones de la técnica de identificación empírica para construir la reserva de reactivos de las escalas de Hipocondriasis (Hs), Depresión (D), Histeria (Hi), Desviación psicopática (Dp), Paranoia (Pa), Psicastenia (Pt), Esquizofrenia (Es) y Hipomanía (Ma). Tras la construcción de estas escalas clínicas, se agregaron dos escalas más al MMPI. Como se explicó, la escala de Masculinidad-femineidad (Mf) se incorporó posteriormente al MMPI mediante un proceso de selección de reactivos que al principio incluyó una comparación de hombres homosexuales y heterosexuales, pero a la larga también comprendió reactivos que confirmaron de manera diferencial hombres y mujeres en la muestra normativa. Por último, se incluyó la Introversión social (Is) como la escala básica final del MMPI, adoptada de una escala ya existente desarrollada por Drake (1946), la cual mediante un estudio de validación cruzada comparó las puntuaciones de estudiantes universitarias que obtuvieron puntuaciones en los rangos superior e inferior de una escala de introversión y extroversión. Así, Is es la única escala básica que se desarrolló fuera del grupo de Hathaway y McKinley y para la cual no se obtuvo un grupo de criterio psiquiátrico.

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DESARROLLO DE LAS ESCALAS DE VALIDEZ Además de las 10 escalas clínicas básicas en el MMPI, Hathaway y McKinley (1943) también desarrollaron las escalas de validez para detectar actitudes y tendencias de respuesta problemáticas al someterse a la prueba. Estas escalas comprenden la escala No podría decir (?), la cual no es en realidad una escala, sino que refleja la cantidad total de reactivos del MMPI que el participante omitió o contestó como verdadero y falso al mismo tiempo en un reactivo. La escala de Mentira o L consta de 15 reactivos orientados a evaluar defectos o faltas humanas comunes (p. ej., “Algunas personas que conozco me disgustan” y “A veces "chismeo" un poco”). La escala L se desarrolló para detectar la tendencia a presentar una imagen favorable de si mismo poco realista. Aunque pocas personas responden en dirección de verdadero una mayoría de los reactivos de la escala L, porque todos los reactivos han sido orientados en dirección falsa. La escala de Infrecuencia o F se componía originalmente de 64 reactivos que se eligieron porque fueron confirmados en la dirección infrecuente por 10% o menos de la Muestra Normativa para Minnesota. Estos reactivos abarcan una amplia gama de contenido de problemas (p. ej., “Tengo tos casi todo el tiempo” y “Algunas veces me siento poseído por malos espíritus”), pero comparten una baja frecuencia de confirmación entre los sujetos normales. Hathaway y McKinley (1946) señalaron que las elevaciones en la escala F podrían invalidar la interpretación del perfil de la escala clínica, debido a que el participante era descuidado o incapaz de comprender el contenido de los reactivos. La escala de validez final agregada al MMPI original fue la escala de Defensividad o K. Cuando las primeras experiencias con el MMPI indicaron que la escala L tal vez era insensible a ciertos tipos de distorsión de la prueba menos evidentes, se desarrolló la escala K como un indicador más sutil de las tentativas por negar una psicopatología y presentarse bajo una situación más favorable. Los reactivos de la escala K más comunes son “A veces me siento muy inútil” y “Me duele terriblemente que me critiquen o me reten”. La escala K original comprendía 30 reactivos

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A (calificados todos menos uno en la dirección falsa), que se identificaron de forma empírica al contrastar las respuestas a los reactivos de pacientes psiquiátricos cuya perturbación era clara; no obstante, producían puntuaciones de rango normales en las escalas clínicas con las respuestas a los reactivos de un grupo de individuos normales. La principal función de la escala K era mejorar con mayor previsión la capacidad de las escalas clínicas para detectar psicopatología. Uno de los procedimientos que tradicionalmente se emplean en la evaluación a los adultos con el MMPI-A es el agregar una fracción de la escala de defensividad K. Las escalas clínicas básicas a las que se suman una puntuación convertida de K son las escalas Hs (1), Dp (4), Pt (7), Es (8) y Ma (9). Aunque se utiliza el mismo procedimiento de agregar una fracción de la puntuación de la escala de defensividad K en el MMPI-2 (Butcher, Dahlstrom, Graham, Tellegen y Kaemmer, 1989), esto no se usa para las escalas clínicas básicas en el MMPI-A, debido a que las investigaciones respecto a este tema no han demostrado que tal procedimiento mejore la precisión interpretativa derivada de los perfiles de los adolescentes.

Hathaway y McKinley desarrollaron el MMPI para obtener una evaluación práctica del diagnóstico de pacientes con trastornos mentales en los hospitales de la Universidad de Minnesota. Sin embargo, su uso pronto se extendió más allá de ese ámbito y llegó a los entornos clínicos de todo EUA para utilizarse con poblaciones de adolescentes y adultos. Como ya se mencionó, para la década de los cincuenta, el MMPI aparecía en forma rutinaria en las listas de instrumentos de evaluación psicológica más utilizados. Y en la década de los sesenta, el uso del MMPI ya se había extendido a los procedimientos de selección de empleados, pues se utilizaba en particular para evaluar a individuos que aspiraban a puestos de alta responsabilidad, como oficiales de policía, trabajadores de plantas de energía nuclear, pilotos de aviones u otros empleos en los que la estabilidad y la flexibilidad psicológica eran esenciales para la seguridad pública. Además, el MMPI se convirtió muy rápido en un instrumento internacional, ya que la primera traducción apareció entre finales de la década de los cuarenta y principios de los cincuenta y, para 1976 ya se contaba con más de 50 traducciones a lenguas extranjeras. Butcher y Williams (2000) reportan que para 1992 había más de 140 traducciones en idiomas de 46 países. Por último, se hace evidente que, el MMPI ha sido tema de una cantidad investigaciones. Butcher y Owen (1978) afirman que 84% de todas las investigaciones sobre los instrumentos de evaluación de la personalidad se han concentrado en el MMPI, y Butcher (1987) estima que se han publicado más de 10,000 libros y artículos acerca de este instrumento. Pero, ¿qué factores son responsables del notable éxito del MMPI? A mediados de la década de los sesenta Stark Hathaway enumeró varios aspectos del MMPI que, según consideraba, contribuyeron a su popularidad. Por ejemplo, “el control que proporciona sobre los patrones de respuesta indeseables, la detección de registros inválidos como los que presentan problemas de lectura, el uso de un lenguaje simple, la sencillez para administrarlo y calificarlo y, en general, la familiaridad clínica para identificar las escalas del perfil” (1965, p. 463). Para precisar y ampliar las observaciones de Hathaway, los autores de este libro proponen tres factores que han sido medulares en la cantidad singular de éxitos del MMPI. Éstos son: el fundamento teórico del

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CARACTERÍSTICAS QUE HAN CONTRIBUIDO A LA POPULARIDAD DEL MMPI

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Panorama general instrumento2, el amplio desarrollo de las escalas de validez y las ventajas acumuladas por el gran número de estudios de investigación publicados y que subyacen al uso del instrumento. El MMPI, como ya se comentó, está basado en un procedimiento de desarrollo de escalas, que se caracteriza por ser empírico y ateórico en términos de la selección real de los reactivos incluidos. En concreto, Hathaway y McKinley no se valieron de una noción preconcebida de los reactivos particulares que debía comprender la escala, sino que compararon de manera empírica las respuestas de sujetos normales con las de grupos de pacientes clínicos diagnosticados con esa característica y, de esta manera, determinaron qué reactivos se debían elegir para determinada escala. Este método “ateórico” permite que clínicos con diversas orientaciones teóricas utilicen el instrumento de prueba para fines de evaluación de la personalidad. De esta manera, psicoterapeutas con una orientación psicoanalítica en Boston, psicólogos de la salud en la región central de EUA, profesionales con una orientación conductual en Georgia y neuropsicólogos en California, por ejemplo, pueden utilizar fácilmente el MMPI como una importante herramienta para describir y diagnosticar a sus pacientes. Por lo tanto, en contraste con los instrumentos basados en formulaciones teóricas específicas y planteamientos implícitos y explícitos respecto de la estructura de la personalidad, el MMPI es atractivo para una gran diversidad de profesionales. ¿Acaso este fundamento ateórico resultará igual de atractivo para los maestros y profesores de escuelas de posgrado y profesionales que impartan los cursos de evaluación de la personalidad a las futuras generaciones de psicólogos? Desde esta óptica, el MMPI es muy conocido en la actualidad porque su sólida base empírica fue muy popular hace 15 o 20 años entre diversos profesores universitarios responsables de impartir cursos sobre evaluación objetiva de la personalidad. De acuerdo con Hathaway (1965) el segundo factor que ha contribuido a la popularidad del MMPI, se relaciona con la gran utilidad que tienen las escalas de validez para detectar y describir las aproximaciones que el individuo emplea de manera consciente o inconsciente al someterse a la prueba y responder a la reserva de reactivos. El MMPI se encontraba entre los principales instrumentos de evaluación de la personalidad que acentuaban los hallazgos sobre el uso de las escalas de validez para determinar la interpretabilidad de la prueba. Además, el empleo de estas escalas en el MMPI se ha desarrollado más que en cualquier otro instrumento de evaluación psicológica de uso generalizado. Éstas permiten que el intérprete estime tanto el grado de confianza que deposita en los hallazgos de la prueba como la capacidad y disposición del entrevistado para ofrecer un autorreporte preciso y válido. Como veremos en capítulos posteriores, tanto en el MMPI-2 como en el MMPI-A se integran escalas de validez adicionales (más allá de las cuatro proporcionadas en el MMPI original) para abordar aspectos relacionados con la validez clínica del perfil de un individuo. A su vez, la disponibilidad de estas numerosas escalas de validez ha permitido la exploración psicológica de individuos en diversos entornos más allá de los medios clínicos tradicionales que fueron previstos por Hathaway y McKiney. Por ejemplo, la interpretación de los datos de la escala de validez desempeña una función crucial en la evaluación de individuos con fines de selección de personal y en las evaluaciones forenses, en las cuales la exactitud y sinceridad del autorreporte que hace el individuo llegan a convertirse en el principal enfoque de evaluación del psicólogo clínico. 2 Porque parte de un principio diagnóstico y estadístico para evaluar trastornos mentales estadísticos del DSMV. Es ateórico porque se describen los trastornos, se da por la prevalencia de trastornos de acuerdo a la población y se da en porcentajes.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

DESARROLLO DEL MMPI-2 Debido tal vez a que la forma original del MMPI funcionó tan bien en el caso de un gran número de personas y durante tanto tiempo, no se realizaron esfuerzos serios por revisar el instrumento de prueba sino hasta principios de la década de los ochenta. En concreto, la editorial University of Minnesota Press nombró en 1982 a un comité de investigación con la finalidad de hacer la revisión del MMPI original para volver a estandarizarlo. La tarea de este comité fue revisar y modernizar el cuadernillo de aplicación, con el propósito de eliminar, modificar o sustituir reactivos anticuados, desarrollar escalas potencialmente nuevas para abordar áreas problemáticas no cubiertas en el MMPI original y reunir una nueva muestra normativa de adultos, representativa de la población de EUA en términos de antecedentes étnicos, edad y ubicación geográfica. El MMPI-2 salió en 1989, 46 años después de la publicación original de la prueba. Además de modernizar tanto el contenido como el lenguaje de los reactivos y eliminar los reactivos objetables, el MMPI-2 presentó nuevas escalas, entre ellas 15 escalas de contenido. Para el desarrollo del MMPI-2 se consideró para la recolección de datos normativos una muestra representativa a nivel nacional de 2,600 hombres y mujeres adultos en todo EUA. El MMPI-2 contiene 567 reactivos que en

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Por último, los abundantes y destacados estudios de investigación publicados acerca del MMPI han contribuido al éxito clínico de este instrumento. Asimismo, la cantidad de estudios de investigación que documentan la confiabilidad y validez del MMPI ha permitido que los clínicos utilicen con seguridad el instrumento de prueba para describir características, conductas y ámbitos problemáticos del cliente en lo individual. Como el MMPI ha sido tan útil para describir diversos tipos de psicopatologías, los investigadores lo han empleado mucho en estudios sobre poblaciones especiales, como alcohólicos y drogadictos, poblaciones que sufren dolores crónicos, pacientes con lesiones cerebrales, pacientes médicos, prisioneros, personal del ejército y delincuentes adolescentes, por mencionar sólo algunos grupos. A su vez, tales estudios con frecuencia han arrojado datos no sólo acerca de la población de interés, sino también de las características del instrumento de prueba. Además, buena parte de las investigaciones se ha concentrado de manera específica en el funcionamiento y las características del MMPI como instrumento psicométrico. Por lo tanto, en numerosos estudios se han abordado la confiabilidad y validez de varias escalas y subescalas del MMPI, la efectividad de las diversas combinaciones de las escalas de validez para detectar tendencias de respuesta particulares y aspectos relacionados con la operación de las normas y las muestras normativas con este instrumento de prueba. Toda esta información constituye un fundamento empírico que el clínico puede utilizar para ofrecer una evaluación útil y práctica del funcionamiento psicológico y la psicopatología de un individuo. Este fundamento es único en los instrumentos de evaluación objetiva de la personalidad y sólo rivaliza con la Técnica de Psicodiagnóstico de Rorschach entre las pruebas de evaluación proyectiva. Su fundamento está basado en múltiples investigaciones que han incluido a centenares de miles de participantes a lo largo de seis décadas. Si bien es posible que se desarrollen otros instrumentos de evaluación de la personalidad que compitan con el MMPI en términos de selección y utilidad de las escalas de validez, y sin duda es probable que muchos instrumentos superen al MMPI en cuanto a la estructura psicométrica general, pero llevará muchos años para que cualquier instrumento de evaluación de la personalidad logre el alcance conseguido por la base de investigaciones empíricas asociadas con el MMPI original.

Panorama general gran medida coinciden con la base del contenido de los reactivos, y el tema del instrumento de la prueba original. Además en el manual de la prueba del MMPI-2, se incluyen guías completas, para la interpretación del instrumento. Además de una base de investigación que ha sido desarrollada gradualmente para el MMPI-2, incluyendo varios estudios a gran escala en donde se ha utilizado el MMPI-2 como son los datos de pacientes psiquiátricos de centros de atención, tanto internos como ambulatorios. Sin embargo, es necesario precisar que, de manera concreta, el MMPI-2 se diseñó y normalizó para individuos de 18 años en adelante, no está pensado para la evaluación de individuos de 17 años de edad o menores y, por lo tanto, no se desarrollaron normas para adolescentes. En suma, el MMPI-2 es una versión revisada del MMPI original, pensada para la evaluación de adultos, en donde las escalas de validez y clínicas básicas del MMPI permanecieron prácticamente intactas. Sin embargo, también se desarrollaron nuevas escalas que fueron diseñadas para el MMPI-2, que amplían las aplicaciones clínicas de la prueba y que se encuentran disponibles para el instrumento. Las nuevas normas están basadas en una muestra representativa de 2,600 hombres y mujeres que constituyen un punto de comparación contemporáneo para la interpretación de las puntuaciones de la prueba. Pero además de las escalas de validez estándar, contenidas en la prueba original, se desarrollarón una serie de nuevas escalas de validez para el MMPI-2, que también se consideraron para el desarrollo del MMPI-A; estas escalas se abordan en la descripción de este último instrumento.

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USO DEL MMPI CON ADOLESCENTES La aplicación del MMPI a población adolescente se inició a principios de la década de los cuarenta, en fechas muy cercanas a la publicación de la versión original. En estos primeros estudios se examinó la utilidad de la escala 4 del MMPI para discriminar con exactitud a los adolescentes que tenían o no antecedentes de delincuencia juvenil. En la muestra de datos del MMPI más grande que se haya recabado antes sobre adolescentes, por ejemplo, Hathaway y Monachesi (1953, 1963) realizaron estudio longitudinal de la relación entre las puntuaciones de la prueba del MMPI y el comportamiento delictivo en una muestra en donde participarón alrededor de 15,000 adolescentes de Minnesota, cuyos datos fueron recabados a finales de la década de los cuarenta y principios de los cincuenta. El estudio proporcionó información muy valiosa acerca de la correlación de las escalas del MMPI al evaluar su delincuencia, pero también generó datos importantes sobre las diferencias en los patrones de respuesta a los reactivos entre hombres y mujeres de adolescentes y adultos. Las normas para adolescentes más utilizadas de que dispuso el MMPI original fueron desarrolladas por Phil Marks y Peter Briggs a finales de la década de los sesenta y se publicaron en diversas guías y libros de texto sobre el MMPI. Las normas de Marks y Briggs (1972) se basaron en las respuestas de aproximadamente 1,800 adolescentes normales reportando por separado los datos de chicos y chicas de los grupos de edad de 17, 16, 15 y “14 y menores”. Por desgracia, también se generó una gran confusión relacionada con la norma en el uso del MMPI con adolescentes, y muchos clínicos siguieron empleando de manera equivocada las normas para adultos al interpretar los perfiles adolescentes. Con frecuencia, esta práctica generó perfiles extremadamente elevados que, por supuesto, no eran exactos en términos de la descripción de sus características o para pronosticar conductas importantes en los adolescentes. En 1974,

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A Marks, Seeman y Haller publicaron un libro de texto que contenía una serie de descriptores de personalidad de los 29 tipos de códigos más elevados en el MMPI. Los tipos de códigos producen patrones de configuración por la elevación de escalas en el perfil de escalas básicas del MMPI. Por ejemplo, la elevación del tipo de código 2-4 alude a un patrón en el cual las elevaciones más altas se dan en las escalas básicas del MMPI de Depresión (2) y Desviación psicopática (4). Marks et al. derivaron los descriptores de los tipos de códigos elevados a partir de 29 pares con base en un estudio a 834 adolescentes de 12 a 18 años de edad, evaluados entre 1965 y 1970 y, que habían recibido por lo menos 10 horas de psicoterapia; una muestra adicional incluyó a 419 adolescentes que recibieron servicios psiquiátricos entre 1970 y 1973. Los datos de los correlatos clínicos de Marks y et al. recibieron calificaciones de los terapeutas y que fueron cruciales para ofrecer a los clínicos la primera información sobre correlatos para interpretar patrones de tipos de códigos de los adolescentes en el MMPI. Con base en una encuesta realizada con clínicos que trabajaban con adolescentes, Archer, Maruish, Imhof y Piotrowski (1991) reportaron que el MMPI fue, en general, el instrumento de evaluación objetiva de la personalidad más utilizado con este grupo de edad y el tercer instrumento de evaluación de los adolescentes que se mencionaba con mayor frecuencia.

Pese a la relativa popularidad del MMPI para evaluar a los adolescentes en entornos clínicos, tanto investigadores como clínicos tenían reservas respecto al uso del instrumento original con este grupo. Muchos clínicos consideraban que la forma original con 566 reactivos del MMPI era demasiado larga para utilizarse con adolescentes. Otros estaban conscientes de que las normas originales para adultos no se aplicaban a los adolescentes y que las normas para adolescentes disponibles (basadas en datos recabados a finales de la década de los cuarenta y mediados de los sesenta) eran sustancialmente anticuadas para evaluar a los adolescentes contemporáneos. Además, muchos investigadores y clínicos tenían reservas respecto al nivel de lectura que presentaban algunos de los reactivos del MMPI original y el lenguaje inapropiado o anticuado que se empleaba en otros. Por ejemplo, dos de los reactivos originales en el MMPI que se eliminaron o modificaron en la revisión de la prueba fueron: “En la escuela, mis calificaciones en comportamiento fueron regularmente muy malas” y “Solía gustarme el juego del pañuelo”. Al final, la reserva de reactivos original del MMPI, aunque era muy amplia, también carecía de reactivos que evaluarán áreas importantes sobre las experiencias de los adolescentes, lo que comprendía aspectos relacionados con el consumo de drogas, las relaciones con los compañeros y problemas asociados con la escuela. En respuesta a éstas y otras inquietudes, en 1989 la editorial University of Minnesota Press inició una revisión específica del MMPI con respecto a los adolescentes. Una de las metas más importantes de la revisión era mantener la mayor continuidad posible con el MMPI, lo cual suponía preservar la estructura básica de las escalas de validez y clínica del MMPI. En consecuencia, los revisores de la prueba se esforzaron en reducir al mínimo los cambios que ocurrirían en las escalas básicas del MMPI, reconociendo al mismo tiempo que también podrían necesitarse modificaciones más amplias en el caso de las escalas F, Mf e Is. Para evaluar el desarrollo adolescente de manera conveniente, se consideró deseable incluir reactivos y escalas con una importancia directa en cuanto al desarrollo adolescente y la expresión de la psicopatología durante esta etapa. Por último, se anticipó que publicar una forma del MMPI para adolescentes ayudaría a estandarizar las prácticas de su evaluación, sobre todo en términos de criterios de

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DESARROLLO DEL MMPI-A

Panorama general administración apropiados, selección de escalas especiales útiles y eliminación de la confusión relativa a las normas apropiadas que debían emplearse con los adolescentes. El cuadro Referencia rápida 1-1 ofrece un resumen de las razones básicas para desarrollar el MMPI-A.

La forma experimental

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El proceso de desarrollo del MMPI-A inició con la creación de un cuadernillo de aplicación experimental que contenía 704 reactivos, identificado como Forma TX del MMPI (MMPI Form TX). Ésta se administró a 815 chicas y 805 chicos en la muestra normativa del MMP-A y también se empleó para reunir varias muestras clínicas. La primera sección del cuadernillo de aplicación contenía 550 reactivos de la forma original del MMPI, seguidos por 154 reactivos experimentales que cubrían diversos ámbitos de contenido potencialmente relevantes; por ejemplo, problemas en el grupo de compañeros y las relaciones familiares, abuso de alcohol y drogas, trastornos alimentarios y problemas de identidad. De los 550 reactivos originales en la Forma TX, alrededor de13% se reformularon a fin de aumentar la claridad del contenido para los entrevistados adolescentes. Por ejemplo, los reactivos relacionados con las experiencias infantiles y adolescentes que estaban formuladas en tiempo pasado en el cuadernillo original (principalmente diseñado para adultos), se pasaron al tiempo presente en la forma experimental. En este proceso, la escala de validez F del MMPI se revisó en forma detallada para aumentar su efectividad como indicador de la confirmación de las respuestas infrecuentes a los reactivos en los adolescentes, y se abreviaron ligeramente las reservas de reactivos para las escalas no clínicas Mf (5) e Is (0). Por último, las reservas de reactivos de las ocho escalas clínicas básicas restantes en esencia se dejaron intactas, salvo por revisiones menores de algunos de los reactivos para mejorar la claridad.

Muestra normativa del MMPI-A Los datos normativos sobre la Forma TX del MMPI se recabaron en seis estados y comprendieron alrededor de 2,500 adolescentes. Tras instrumentar una serie de criterios de exclusión para

Referencia rápida 1-1 Razones para desarrollar el MMPI-A • Obtener normas contemporáneas basadas en una muestra representativa a nivel nacional de los adolescentes • Modificar y mejorar los reactivos del MMPI, lo cual incluye mejorar la gramática y la formulación, así como eliminar los reactivos inapropiados u objetables • Desarrollar nuevas escalas adecuadas a las áreas problemáticas de los adolescentes • Estandarizar los métodos de evaluación de los adolescentes en los que se utiliza el MMPI

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A eliminar datos poco confiables o incompletos, las normas para adolescentes resultantes se basaron en 805 chicos y 815 chicas de entre 14 y 18 años de edad. La distribución étnica de la muestra normativa del MMPI-A fue congruente con la distribución relativa de etnias según lo revelado por el Censo de 1980 que se realizó en EUA y que, sin duda, fue más diversa que las normas del MMPI para adultos reunidas a finales de la década de los treinta y principios de los cuarenta, incluso que las normas para adolescentes desarrolladas por Marks y Briggs.

Tras examinar los datos preliminares, la Comisión para la Elaboración del Proyecto de MMPI para Adolescentes creó una forma final del MMPI para adolescentes, el Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (Minnesota Multiphasic Personality Inventory for Adolescents, MMPI-A). La mayor parte de los reactivos en el MMPI-A aparecían en la forma original del MMPI. No obstante, también se agregaron muchos reactivos nuevos al cuadernillo de aplicación para abordar una gran variedad de áreas problemáticas que ocurren durante la adolescencia. El recuadro de Referencia rápida 1-2 describe algunas características acerca del MMPI-A. La forma final del MMPI-A comprende las 13 escalas estándar originales combinadas con cuatro nuevas escalas de validez (véase Referencia rápida 1-3), 15 escalas de contenido, 6 escalas suplementarias (véase Referencia rápida 1-4), 28 subescalas de Harris-Lingoes y 3 subescalas Is (véase Referencia rápida 1-5). Estas escalas se presentan con más detalle en capítulos posteriores. Desde una perspectiva amplia, es posible afirmar que el MMPI-A es un instrumento nuevo basado de manera sustancial en la forma original del MMPI, pero que también incorpora varias de las características innovadoras del MMPI-2. No obstante, el MMPI-A también contiene algunas características distintivas que sólo se hallan en esta adaptación del MMPI para adolescentes. En virtud de que se ha hecho hincapié en mantener la continuidad entre la forma original del MMPI y el MMPI-A, buena parte de las investigaciones realizadas con ayuda de la forma original del MMPI con adolescentes puede generalizarse en forma válida al MMPI-A.

CONFIABILIDAD Y VALIDEZ DEL MMPI-A Confiabilidad El Manual del MMPI-A ofrece información amplia sobre la confiabilidad de este instrumento. Por ejemplo, a 154 adolescentes de la muestra normativa se les aplicó el instrumento una semana después, de manera voluntaria. Esto permitió obtener datos para la evaluación de test-retest del instrumento. El rango de correlaciones test-retest de las escalas clínicas básicas fue de .65 a .84, lo cual es comparable con las correlaciones test-retest obtenidos en la prueba para adultos, y son reportados en el manual del MMPI-2. Además, con base en estos datos de confiabilidad, el error estándar de medición común para las escalas básicas del MMPI-A oscila en una escala de 4 a 6 puntos de la puntuación T. Por lo tanto, estamos en posibilidades de afirmar que si un adolescente se vuelve a someter al MMPI-A al cabo de un intervalo de tiempo relativamente

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Estructura del MMPI-A

Panorama general

Referencia rápida 1-2 Datos básicos sobre el MMPI-A (EUA, versión original) Autores de la prueba: Butcher, J. N., Williams, C. L., Graham, J. R., Archer, R. P., Tellegen, A., Ben-Porath, Y. S y Kaemmer, B. Fecha de publicación: 1992 Mediciones: personalidad y psicopatología en adolescentes Rango de edad: 14-18 años Nivel de lectura: séptimo grado Tiempo de administración: 60-90 minutos Requisitos profesionales del usuario: formación de posgrado en evaluación, desarrollo de adolescentes, personalidad, psicopatología y psicodiagnóstico Editorial: University of Minnesota Press 111 Third Avenue South, Suite 290 Minneapolis, MN 55401-2520 Distribuidor: National Computer Systems, Inc. P.O. Box 1416 Minneapolis, MN 55440

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Datos básicos sobre el MMPI-A (México) Autores de la prueba: Adaptación al español para México Dra. Emilia Lucio Gómez-Maqueo, con la colaboración de Dra. Amada Ampudia Rueda; Mtra. Consuelo Durán Patiño. Fecha de publicación: 1998 Mediciones: personalidad y psicopatología en adolescentes Rango de edad: 14-18 años Nivel de lectura: secundaria Tiempo de administración: 60-90 minutos Requisitos profesionales del usuario: formación de grado de Licenciatura con conocimientos sobre evaluación, desarrollo de adolescentes, personalidad, psicopatología y psicodiagnóstico Editorial: El Manual Moderno, S.A. de C.V. Av. Sonora, núm 206, Col. Hipódromo, 06100, México, D.F. Distribuidor: El Manual Moderno, S.A. de C.V. Av. Sonora, núm 206, Col. Hipódromo, 06100, México, D.F.

corto, y no se observan cambios significativos en su funcionamiento psicológico, sus puntuaciones en la escala básica disminuirán en un rango aproximado de ±4 a 6 puntos de la puntuación T, es decir, alrededor de 50% de las veces. Los datos del error estándar de medición son muy importantes para evaluar cualquier cambio obtenido al volver a administrar el MMPI-A a adolescentes con la finalidad de medir tanto los cambios en el tiempo como los asociados con los efectos del tratamiento. Los cambios de cinco puntos de puntuaciones T o menos, es más probable que reflejen el cambio del error de medición de manera confiable. Más allá de la confiabilidad

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Referencia rápida 1-3 Escalas básicas del MMPI-A Escalas de validez INVAR Inconsistencia de las respuestas variables INVER Inconsistencias de las respuestas verdaderas F1 (subescala de F) F2 (subescala de F) F Infrecuencia L Mentira K Defensividad

Escalas clínicas 1 (Hs: hipocondriasis) 2 (D: depresión) 3 4 5 6 7 8 9 0

(Hi: histeria) (Dp: desviación psicopática) (Mf: masculinidad-femineidad) (Pa: paranoia) (Pt: psicastenia) (Es: esquizofrenia) (Ma: hipomanía) (Is: introversión social)

test-retest de las escalas básicas, los datos de test-retest también están disponibles en el manual del MMPI-A para las escalas de contenido y complementarias. Además de los datos del tet-retest como un índice de confibialidad, se presentan en el manual del MMPI-A evidencias de la consistencia interna de las escalas básicas, de contenido y suplementarias, basada en el Coeficiente Alfa Cronbach. El coeficiente alfa, estadístico desarrollado por Cronbach en 1951, es un indicador del grado de intercorrelación que suele existir entre los reactivos que comprenden la pertenencia a la escala, es además una característica deseable en las escalas que tratan de medir un constructo unitario u homogéneo. Actualmente en el desarrollo de escalas suelen utilizarse los resultados del coeficiente alfa para elegir o eliminar reactivos (esto fue parte del método empleado, por ejemplo, en la construcción de las escalas de contenido del MMPI-A), con lo cual se crean escalas que tienen valores con una consistencia interna relativamente elevada. En contraste, las escalas derivadas de una selección empírica de los reactivos, como sucede en el caso de las escalas básicas del MMPI-A, a menudo tienden a producir resultados con una consistencia interna mucho más baja, pues éstas por lo común son más heterogéneas en términos de los ámbitos de contenido. En general, estas tendencias se reflejan de forma clara en los hallazgos del coeficiente alfa de las escalas del MMPI-A; es decir, que las escalas básicas tienen niveles de coeficiente alfa muy fluctuantes, que van desde valores relativamente bajos en escalas como Mf y Pa (.40 a .60), hasta valores mucho más elevados en otras escalas del MMPI-A como Hs y Es (que oscilan entre .78 y .89). En contraste, las escalas de contenido del MMPI-A suelen arrojar valores con una consistencia interna un poco más elevada, que va de .55 a .89 en la equivalencia psicométrica entre las formas original y revisada de los reactivos modificados en el MMPI-A. Además de los índices de confiabilidad de test-retest y consistencia interna, el manual del MMPI-A también ofrece información concerniente a la intercorrelación de las escalas, su estructura factorial, y los porcentajes de acreditación de los niveles de lectura relacionados con cada reactivo del MMPI-A (véase apéndice G en el Manual del MMPI-A, adaptación al español por Editorial El Manual Moderno, 1998).

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Panorama general

Referencia rápida 1-4 Escalas de contenido y suplementarias del MMPI-A

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Escalas de contenido Escalas suplementarias ANS-A Ansiedad-adolescentes MAC-A Alcoholismo de MacAndrew OBS-A Obsesividad-adolescentes revisada (de adolescentes) DEP-A Depresión-adolescentes RPAD Reconocimiento de SAU-A Preocupación por la problemas con el Alcohol salud-adolescentes y/o Drogas ENA-A Enajenación-adolescentes TPAD Tendencia a problemas con DEL-A Pensamiento el alcohol y/o drogas delirante-adolescentes INM Inmadurez-adolescente ENJ-A Enojo-adolescentes A-A Ansiedad-adolescente CIN-A Cinismo-adolescentes R-A Represión-adolescente PCO-A Problemas de conducta-adolescentes BAE-A Baja autoestima-adolescentes ASL-A Aspiraciones limitadas-adolescentes ISO-A Incomodidad en situaciones sociales-adolescentes FAM-A Problemas familiares-adolescentes ESC-A Problemas escolares-adolescentes RTR-A Rechazo al tratamiento-adolescentes

Validez Durante medio siglo de utilidad del MMPI original se ha desarrollado una amplia bibliografía sobre el uso de este instrumento con adolescentes. Debido a la continuidad sustancial entre la forma original del MMPI y el MMPI-A, buena parte de esta bibliografía básica puede generalizarse al MMPI-A. Como sustento de esta consideración, el manual del MMPI-A ofrece datos relacionados con la tasa de concordancia entre los perfiles de adolescentes generados a partir del instrumento de prueba original, las normas para los adolescentes y el mismo patrón de respuesta producido para el MMPI-A. Aunque ambas modalidades no son idénticas, hay abundantes evidencias de una compatibilidad o congruencia sustanciales. Sin embargo, a la larga, el MMPI-A (como toda prueba revisada) deberá desarrollar una bibliografía de investigación específica para que haya un alto nivel de confianza en el instrumento. Por fortuna, existen evidencias de que se ha estado creando esta bibliografía de investigación acerca del MMPI-A. Por ejemplo, el texto de Archer (1997) sobre el MMPI-A, proporciona más de 400 referencias, aunque muchas de éstas se relacionan ya sea con el instrumento de prueba original o con el MMPI-2 y se encuentran en el idioma inglés. Asimismo, un sondeo reciente de bibliografía revela que hay más de 50 estudios que se realizaron en los ocho años posteriores a la publicación en 1992 del MMPI-A y se concentran en varios aspectos de este instrumento. Estas investigaciones se refieren

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Referencia rápida 1-5 Subescalas Harris-Lingoes e Is del MMPI-A • Escala Pa 1 Pa 2 Pa 3 • Escala Es 1 Es 2 Es 3

6 Subescalas Ideas persecutorias Asertividad Ingenuidad 8 Subescalas Alienación social Alienación emocional Falta de destreza cognoscitiva del yo Es 4 Falta de destreza connativa del yo Es 5 Falta del destreza del yo, inhibición del afecto • Escala 9 Subescalas Is 1 Timidez/ autoconsciencia del yo Is 2 Evitación social Is 3 Alienación de sí mismo y de otros

a la efectividad de las escalas de validez del MMPI-A para detectar tendencias de respuesta, como responder en forma aleatoria y subinformar los síntomas. En conjunto esta bibliografía también examina la utilidad de las escalas clínicas básicas y de contenido del MMPI-A, con el fin de detectar discapacidades como el trastorno por déficit de atención y discapacidades de aprendizaje, así como psicopatologías como delincuencia, trastornos alimentarios, pensamientos suicidas, depresión, trastornos de conducta, abuso de sustancias y tendencias piromaniacas. Muchos estudios sobre el MMPI-A se han concentrado en su estructura factorial, lo cual incluye las características y eficacia del Resumen Estructural del MMPI-A, que está basado en la estructura factorial del MMPI-A. Además, muchos estudios se enfocan en las respuestas al MMPI-A en función de la edad, el origen étnico, la condición socioeconómica y el género. También se han realizado estudios sobre el MMPI-A entre adolescentes méxico-estadounidenses y con residentes de Hong Kong gracias a una traducción al chino de este inventario. Asimismo, debemos señalar que el manual del MMPI-A ofrece amplios datos de la validez, entre los que se hallan correlatos de las escalas con las muestras normativa y clínica para las escalas básicas del MMPI-A, que son proporcionados en forma separada por género. Finalmente, el texto del MMPI-A realizado por Archer (1997) ofrece amplios datos sobre validez y correlatos para el MMPI-A; mientras tanto, el texto realizado por Archer, Krishnamurthy y Jacobson (1994)

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Subescalas Harris-Lingoes • Escala 2 Subescalas D 1 Depresión subjetiva D 2 Retardo psicomotor D 3 Problemas en el funcionamiento físico D 4 Retraso mental D 5 Preocupación • Escala 3 Subescalas Hi 1 Negación de la ansiedad social Hi 2 Necesidad de afecto Hi 3 Lasitud Hi 4 Quejas somáticas Hi 5 Inhibición de la agresión • Escala 4 Subescalas Dp 1 Problemas familiares Dp 2 Problemas con la autoridad Dp 3 Imperturbabilidad social Dp 4 Enajenación social Dp 5 Alienación social

Panorama general proporciona datos de correlatos que sustentan la validez del resumen estructural para la organización e interpretación del MMPI-A. Varios investigadores, incluidos Hathaway y Monachesi (1963), dieron cuenta de información concerniente a los correlatos de las escalas básicas del MMPI original con los adolescentes. Tales estudios también son relevantes y aplicables a la interpretación del MMPI-A debido al elevado grado de semejanza entre sus escalas básicas y las del MMPI. El manual del MMPI-A además ofrece información sustancial sobre los correlatos de la escala básica de este inventario, basada en análisis realizados tanto con adolescentes normales como con adolescentes que estaban en centros de tratamiento. En el caso de la muestra normativa, los correlatos del MMPI-A se basaron en la información biográfica y en sucesos de vida que proporcionó cada adolescente. En el caso de la muestra clínica se reportó una configuración mucho más amplia de correlatos basados también en información biográfica y sucesos de vida, en calificaciones de los padres y del personal que brindaba tratamiento, así como en información obtenida mediante la revisión de los expedientes de tratamiento residencial o ambulatorio de los adolescentes. Además, Archer (1997) proporcionó información básica sobre los correlatos de la escala clínica en el caso de una muestra de 222 adolescentes que recibían tratamiento psiquiátrico interno. Por lo tanto, nuestra comprensión tanto de los correlatos como de los descriptores de las escalas clínicas básicas del MMPI-A, recae en investigaciones sobre el significado de estas escalas realizadas con la forma original del instrumento de prueba, lo mismo que en datos nuevos que son generados por medio de estudios independientes sobre los patrones de correlación clínica con el MMPI-A. En general, los correlatos clínicos encontrados con las escalas clínicas básicas del MMPI, MMPI-2 y MMPI-A muestran un elevado grado de consistencia. Además, los patrones de correlación por lo general están mejor documentados y se comprenden más en el caso de las puntuaciones elevadas, en contraste con las puntuaciones de rango inferior y, por ello, existe mayor confianza en la interpretación de las elevaciones de los puntos más altos.

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REFERENCIAS COMPLETAS SOBRE EL MMPI-A El MMPI-A (Minnesota Multiphasic Personality Inventory–Adolescent): Manual for Administration, Scoring, and Interpretation (Butcher et al., 1992) ofrece información detallada acerca del desarrollo de la prueba, como descripciones de las escalas y subescalas, estandarización, confiabilidad y validez. La segunda edición de Essentials of MMPI-2 and MMPI-A Interpretation (Butcher & Williams, 2000) presenta un panorama general y pautas interpretativas para ambos instrumentos; mientras que MMPI-A Content Scales: Assesing Psychopathology in Adolescents (Williams, Butcher, Ben-Porath & Graham, 1992), detalla el desarrollo y la interpretación de estas escalas posteriores mediante ilustraciones con casos clínicos. La obra MMPI-A Casebook (Archer, Krishnamurthy y Jacobson, 1994) constituye una introducción al uso del Resumen Estructural del MMPI-A desarrollado por Archer y Krishnamurthy (1994) para la interpretación de este instrumento de prueba; además, destaca las estrategias de interpretación de perfil por medio de la presentación de varios ejemplos de casos clínicos. El libro MMPI-A: Assessing Adolescent Psychopathology (2a edición) (Archer, 1997) ofrece un panorama completo del MMPI-A y abarca estudios publicados relacionados con este instrumento de prueba. Este texto ofrece información práctica a los clínicos respecto al uso del MMPI-A y también proporciona datos técnicos suficientes para estimular futuros esfuerzos de investigación con el instrumento. Las estrategias interpretativas se abordan e ilustran a profundidad, y amplios apéndices proporcionan información normativa sobre la composición de las escalas y conversiones de las puntuaciones T.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

1. El MMPI-A tiene una continuidad sustancial con el MMPI. ¿Verdadero o falso? 2. En el estudio longitudinal de Hathaway y Monachesi se descubrió que escalas específicas del MMPI: a) se asociaban con la depresión entre los adolescentes. b) eran indicadores efectivos del trastorno de estrés postraumático entre los adolescentes. c) eran indicadores efectivos de delincuencia entre los adolescentes. d) nunca se elevaron en el caso de los adolescentes. 3. ¿Cuáles de las siguientes opciones fueron conjuntos de normas para adolescentes en el MMPI original? a) Las normas de Marks y Briggs. b) Las normas de Hathaway y Dahlstrom. c) a y b. d) ninguna de las anteriores. 4. ¿Cuál de los siguientes métodos de construcción de pruebas se utilizó para desarrollar las escalas básicas del MMPI-A? a) racional/intuitivo. b) identificación de criterio. c) análisis factorial. d) todos los anteriores. 5. ¿Cuántos reactivos aparecen en el MMPI-A? a) 478 b) 550 c) 566 d) 350 Respuestas: 1. verdadero; 2, c; 3. a; 4. b; 5. a.

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AUTOEVALUACIÓN

DOS

Cómo administrar el MMPI-A

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plicar el MMPI-A en realidad es sencillo y supone procedimientos similares a los utilizados con otros inventarios de autorreporte. En el cuadernillo de la prueba se incluyen instrucciones breves que llaman con facilidad la atención de quien se somete a la prueba. Sin embargo, la persona que aplique la prueba debe asegurarse tanto de sentar las bases de la evaluación con cuidado y habilidad, como de dar instrucciones claras; éstas son cruciales para obtener resultados válidos y susceptibles de interpretarse. Finn (1996) analizó las cualidades del examinador para hacer participar al cliente en el proceso de evaluación, como tomarse el tiempo para abordar sus dudas y preocupaciones, y mantener una actitud de colaboración al evaluar a los adultos con el MMPI-2. Todos estos aspectos adquieren mayor relevancia al evaluar a los adolescentes que: a) por lo general no buscan la evaluación en forma voluntaria, sino que son canalizados por los padres o maestros; b) tienen más probabilidades que los adultos de ver al examinador como una figura de autoridad y, por lo tanto, reaccionan en consecuencia y c) tienen menos probabilidades de estar motivados para generar resultados precisos. Entonces, en esencia, la meta del examinador consiste en establecer un buen entendimiento y obtener la cooperación del adolescente antes de que comience la evaluación formal; siguiendo con cuidado la observación de adolescentes cuando responde al instrumento durante la sesión de evaluación, así como sus actitudes durante la aplicación de la prueba.

CONDICIONES DE PRUEBA APROPIADAS Ambiente de la evaluación y requisitos para la supervisión Proporcionar un ambiente de prueba cómodo, libre de ruidos y otros distractores es una condición esencial para la buena aplicación del MMPI-A. En términos ideales, se debe contar con un área de evaluación bien iluminada, con un escritorio y una silla confortable, que ofrezca un espacio privado y libre de ruido para quien se somete a la prueba. En la mayoría de los entornos, el examinador puede asegurar que el adolescente tenga el espacio de prueba apropiada, reservándolo para el periodo proyectado que durará la evaluación. Las variaciones improvisadas, como servirse del sofá y la mesita para el café en un recinto de evaluación o, en un hospital, utilizar la cama con el respaldo levantado, en ocasiones son inevitables, pero el examinador debe estar consciente de que estos factores pueden generar cierta incomodidad que interfiera con la atención y concentración del adolescente. Otro requisito fundamental para la aplicación del MMPI-A es garantizar que el entorno de evaluación tenga una supervisión apropiada. En las evaluaciones clínicas individuales esto se

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consigue mejor si el examinador permanece en el espacio durante un periodo inicial, con el fin de asegurarse de que el cliente siga los procedimientos al contestar la prueba y en particular para verificar que el adolescente marque el número de respuesta correcto que corresponda al número de reactivo de la prueba. El hecho de abandonar el recinto, pero regresar a supervisar de manera periódica durante el periodo de evaluación, permite que el examinador mantenga una presencia para la observación sin ser molesto. Al padre o tutor del adolescente debe exhortársele a que aguarde en una sala de espera y no en el recinto de prueba. El MMPI-A nunca debe enviarse a casa con el cliente, tampoco debe ofrecerse ninguna otra opción diferente al procedimiento de aplicación estándar (p. ej., llenarlo durante el almuerzo en un restaurante). Dichas concesiones tienen el doble impacto de que comprometen tanto los resultados obtenidos como los materiales de prueba protegidos. La evaluación con el MMPI-A debe realizarse en una sola sesión siempre que sea posible. Es probable que a algunos adolescentes les resulte difícil completar la prueba en una sola sesión debido a problemas de atención, hiperactividad, inquietud marcada, impulsividad ó limitaciones físicas; no obstante, sus necesidades pueden satisfacerse si se ofrecen descansos según sea necesario y en consecuencia, la sesión de evaluación se subdivide en varios segmentos más breves. En todos los casos, el examinador debe estar alerta de las muestras de fatiga o distracción y de inmediato ofrecer periodos de descanso al adolescente. Esto es necesario en especial cuando se aplica el MMPI-A como parte de una batería completa de pruebas; además, no es aconsejable aplicarlo durante un periodo de varios días o semanas porque se genera la posibilidad de que los resultados sean afectados por diferentes características del estado de ánimo. Por ejemplo, el adolescente puede presentar un estado mental diferente entre las dos sesiones de evaluación, si intervienen experiencias significativas, como conflictos con los padres o los amigos, una suspensión de la escuela o el rompimiento de una relación. En estas circunstancias es probable que una variación evidente en el estilo de respuesta sea suficiente para invalidar los resultados, lo que en última instancia genera una pérdida de tiempo y esfuerzo. Por último, la evaluación con el MMPI-A se logra mejor cuando el estado físico y mental del adolescente es igual a las exigencias de la evaluación. El examinador debe considerar los efectos del cansancio que conlleva evaluar a un adolescente al final de la jornada escolar o cuando está enfermo, así como los efectos motivacionales que tienen las vacaciones escolares.

Establecer un rapport con el adolescente Como ya se explicó, el examinador necesita hacer que el adolescente participe y se interese en la evaluación con el MMPI-A, lo cual requiere, en parte, un esfuerzo por establecer con él un buen rapport previamente. Lo anterior es particularmente importante porque el adolescente tiene delante de sí la tarea de llenar un cuestionario bastante largo, que se presenta en un formato parecido a los exámenes académicos y quizá puede tener poco interés personal para esta tarea. El examinador podría empezar con una conversación social neutra que no suponga ninguna amenaza; después, procederá a averiguar si el adolescente ha comprendido la razón o razones de su canalización para la evaluación, ahondar en o corregir las impresiones del adolescente con una explicación sincera y clara de la finalidad de la evaluación y comentar cómo se utilizarán los resultados. Es primordial informar al adolescente que recibirá retroalimentación respecto a la prueba y continuar con ésta, de modo que se sienta lo más seguro posible y se mantenga interesado

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Cómo administrar el MMPI-A

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en todo el proceso. Es necesario precisar que crear una alianza de trabajo con el adolescente al evaluarlo, no significa que el examinador deba alinearse con él en contra de los padres u otras figuras de autoridad. Además, el examinador debe tener cuidado de hacer promesas que no pueda cumplir; en concreto, no puede ofrecer garantías de una confidencialidad completa cuando quien se somete a prueba es un menor. Por otra parte, adoptar una postura autoritaria o entrar en una lucha de poder tal vez sólo produzca rebelión, resistencia o rechazo, y esto generará una sesión de evaluación improductiva. En general, es muy probable que una aproximación sincera y empática que también sea firme y se oriente a la tarea producirá una participación apropiada. La evaluación con el MMPI-A debe postergarse cuando el adolescente muestre una oposición marcada, negatividad o poca motivación, en estos casos, el examinador debe esforzarse por lograr la cooperación del examinado. La edad del adolescente y su condición como menor no prohíbe recurrir a una aproximación de colaboración en el proceso de evaluación. Un método útil para hacer que el examinado se sienta partícipe de una meta conjunta, como lo formulara Finn (1996), consiste en utilizar parte de la entrevista previa a la evaluación para determinar qué le gustaría al adolescente descubrir con los resultados de la prueba. Al alentar o estimular la curiosidad del adolescente, el examinador podría conducirlo de manera sutil al proceso de evaluación y lograr que lo vea como algo que tiene una importancia personal para él. Asimismo, el examinador necesita ayudar de manera activa al adolescente en la construcción de preguntas que puedan responderse a partir de los perfiles de la prueba, anticipando que algunas cuestiones quizá sean demasiado amplias (“¿soy un inadaptado?”) o demasiado limitadas (“¿por qué sigo pensando en mi ex novia?”). Además, algunos tipos de preguntas, sobre todo las que tienen una orientación externa (p. ej., ¿“qué les pasa a mis padres?”), no pueden responderse por medio del MMPI-A y justifican una reorientación. El objetivo final sería llegar al manejo de cuestiones prácticas, adecuadamente diseñadas que puedan abordarse de forma sistemática en la sesión de retroalimentación de la prueba. Se describe a continuación una conversación común al respecto. Examinador: entiendo que no estás seguro de en qué puede ser útil para ti esta prueba. A menudo, este tipo de pruebas ayudan a los adolescentes a aprender cosas sobre sí mismos de las que no han tomado consciencia o no han pensado en forma activa. Adolescente: ¿Qué clase de cosas? Examinador: por ejemplo, la mayoría de la gente en realidad no piensa cómo es que se encuentra con otras personas, o si su forma de pensar y sentir son muy distintas a las de los demás. El MMPI-A puede hacer que entiendan estos temas. ¿Esto tiene sentido para ti? Adolescente: supongo que sí. Examinador: la prueba también ayuda a entender mejor las cosas que los adolescentes ya sospechan de sí mismos. Por ejemplo, es posible que una adolescente sea consciente de que a menudo se siente infeliz y molesta, pero no tiene una idea clara de lo que pasa. Los resultados del MMPI-A pueden ayudarla a darse cuenta de que está deprimida, lo cual llega a traducirse en estar muy sensible ante las reacciones de los demás, tener pensamientos negativos de sí misma y sentir que nadie la entiende. ¿Lo anterior te da una idea de cómo funciona esto? Adolescente: sí. Examinador: muy bien. Ahora todo esto puede hacerse mejor si te tomas unos minutos

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Debe advertirse cómo el examinador orientaría al adolescente para identificar los aspectos inquietantes y para formularlos en términos que la evaluación pueda abordar. El diálogo continuaría a un ritmo no apresurado que permita modificar y depurar las preguntas según sea necesario hasta que se reúna una lista satisfactoria de interrogantes. El examinador también podría utilizar un procedimiento modificado que incluya tanto al adolescente como a su padre o madre o tutor legal en este proceso, lo que permite que ambas partes participen y que sus dudas se despejen en la sesión de retroalimentación. Otra posibilidad es que otro profesional (p. ej., un trabajador social, un psicoterapeuta), que sea el agente canalizador a la evaluación o en todo caso que tenga que ver con la atención del adolescente, ocupe el lugar de la parte adulta. El adolescente será capaz de cooperar y seguir mejor las instrucciones cuando éstas se le den con claridad. Las instrucciones que se dan apresuradamente pueden generar un nivel de confusión que invalide los perfiles resultantes o pueden dar una impresión de desinterés del examinador. El método más sencillo es que el examinador lea en voz alta las instrucciones escritas en el cuadernillo de aplicación del MMPI-A colocando el cuadernillo delante del adolescente de modo que éste pueda seguirlo con él. También vale la pena dedicar tiempo a revisar la hoja de respuestas con el examinado para asegurarse de que sepa dónde y cómo marcar las respuestas, y responder cualquier duda que pueda surgir. Por ejemplo, el adolescente común querrá saber cuánto tiempo se llevará en responder a la prueba. Una respuesta sincera y directa sería que

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para pensar en algunas preguntas que tengas sobre ti mismo y que te gustaría que la prueba te respondiera. Adolescente: mmm… ¿sobre sentirse como deprimido? Examinador: el tipo de preguntas varía de una persona a otra y depende de ti. ¿Cuáles son algunas de las cosas que te has preguntado acerca de ti mismo? Adolescente: no sé… A veces, siento que todos en mi salón y todos mis amigos, están tan seguros de sí mismos y saben mejor que yo lo que quieren. Examinador: ese es un buen comienzo. Suena como si te sintieras inseguro de ti mismo y de tus metas, y como si no tuvieras tanta confianza como otros adolescentes. ¿Es correcto? Adolescente: sí. Parece como si fuera el único que no tiene ni idea. Examinador: la pregunta para la prueba, entonces, puede ser: “¿tengo baja confianza personal y baja autoestima en comparación con otros adolescentes? ¿Qué te parece eso? Adolescente: parece correcto. Examinador: bien. Sin duda, el MMPI-A puede darnos una respuesta a esta pregunta y ayudarnos a ver qué clase de cosas contribuyen a ese sentimiento. Anotemos esa pregunta y luego probemos otra. Adolescente: bueno, me molesto también con las personas que presumen o que tengo delante. Mis padres también hacen que me enoje. En realidad eso me causa enojo y no sé de dónde sale. Supongo que debo preguntarme por qué me molesto tan fácil. Examinador: ése es un excelente tema para el cual debemos obtener información útil del MMPI-A. Parece como si hubiera dos preguntas relacionadas aquí, una es “¿Me molesto más rápido que otras personas?” y la otra es “¿Por qué me molesto tan fácil?” Adolescente: exacto.

Cómo administrar el MMPI-A se lleva aproximadamente entre una hora y una hora y media, dependiendo de la velocidad de lectura y la capacidad de concentración del examinado. Otra pregunta común tiene que ver con el formato de respuesta de verdadero/falso; es posible que algunos adolescentes consideren este formato inadecuado para los reactivos de prueba que preferirían responder con un “tal vez” o “a veces”. En estos casos, se debe exhortar al adolescente a responder sobre la base de si el reactivo es en general verdadero o en general falso para él. Los examinadores también pueden facilitar la relación, elogiando los esfuerzos del adoles-cente durante la evaluación y preguntarle si necesita un periodo de descanso, así como indicar la ubicación del bebedero, la máquina de refrigerios y el baño antes de iniciar la prueba. En resumen, establecer una alianza de trabajo con el adolescente tiene beneficios de amplio alcance como reducir la probabilidad de que se generen respuestas aleatorias, aumentar las respuesta sinceras y abiertas y lograr procesos de evaluación y retroalimentación significativos.

Materiales de evaluación Los materiales básicos para una aplicación común del MMPI-A constan de un cuadernillo de aplicación que contiene las instrucciones y los reactivos del instrumento, una hoja de respuestas manual y un lápiz de mina suave negra para anotar las respuestas. También debe haber a la mano lápices adicionales con goma. El cuadernillo de aplicación está disponible en la versión en español publicada por Editorial El Manual Moderno, con un engrapado junto con una hoja de respuestas. El examinador debe garantizar que se utilice la forma de hoja de respuestas correctamente. Una hoja de respuestas para calificar a mano no pude calificarse por medio del

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importante Errores comunes en la aplicación • No establecer una relación con el adolescente antes de la prueba. • No ofrecer un ambiente de prueba apropiado, libre de ruidos. • Olvidarse de determinar la capacidad de lectura de quienes se someten a la prueba. • Olvidarse de revisar las instrucciones de la prueba con el adolescente. • Dejar sin supervisión al adolescente durante la sesión de evaluación. • Enviar el cuadernillo de aplicación a casa con el adolescente para que termine la prueba por su cuenta. • Utilizar la hoja de respuestas incorrecta (p. ej., la hoja de calificación manual para una calificación por correo). • Ayudar demasiado al adolescente ofreciéndole ejemplos para explicar los reactivos de la prueba. • Olvidarse de ofrecer retroalimentación sobre los resultados de la prueba.

1 En México hasta el momento sólo se cuenta con la versión en papel, cualquier otra forma de aplicacióncalificación se considera ilegal.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A programa de computadora y le generaría un problema al examinador no contar con las plantillas para calificar manualmente. También se dispone de algunos métodos alternos para la aplicación de la prueba.1 Una versión en cinta de audio del MMPI-A puede adquirirse en el National Computer Systems, Inc. (NCS), el distribuidor de los productos MMPI, para su uso con individuos que tienen dificultades con los formatos escritos, lo que incluye a personas con deterioros visuales o dificultades para la lectura. Este método de aplicación sólo exige el componente adicional de un reproductor de cintas de audio y se lleva un periodo de aplicación estándar de entre una hora y 40 minutos. También es posible una aplicación computarizada, mediante la compra del software Microtest Q del NCS, por medio del cual los reactivos de la prueba se presentan en el monitor de la computadora y el adolescente puede ingresar sus respuestas de Verdadero o Falso con ayuda del teclado.

La aplicación estándar del MMPI-A supone responder a los 478 reactivos de la prueba. Esto permite la calificación e interpretación de las escalas de validez, escalas básicas, subescalas de Harris-Lingoes e Is y de las escalas de contenido y suplementarias. La alternativa a una aplicación completa consiste en limitar la aplicación de la prueba a los primeros 350 reactivos, lo que generará las escalas de validez F1, L y K, y las escalas básicas 1 a 0. Esta opción de aplicación abreviada solamente puede utilizarse en circunstancias atenuantes, como a) con un cliente adolescente que muestra acentuadamente muy poca cooperación o con un adolescente que tiene problemas significativos de inatención e hiperactividad; y b) cuando el clínico considera que es preferible obtener datos parciales de la prueba que la ausencia de información del MMPI-A en el caso en cuestión. Sin embargo, recurrir a una forma abreviada de la prueba debe considerarse como un último recurso y no utilizarse en forma rutinaria porque con este método no se obtienen los datos valiosos que posee el instrumento y la evaluación estará incompleta. Por ejemplo, las escalas de validez INVAR, INVER, F y F2, son cruciales para determinar tendencias de respuesta aleatorias que hacen que los perfiles de la prueba no puedan interpretarse, no son susceptibles de calificarse. Además, en una forma abreviada del MMPI-A, tampoco es posible disponer de las escalas de contenido y suplementarias, las cuales proporcionan información útil sobre varios ámbitos problemáticos de los adolescentes. Hay una distinción importante entre una forma abreviada y una forma corta del MMPI-A. Una forma corta, por definición, supone obtener brevedad reduciendo para ello la longitud de las escalas. Para el MMPI original, se desarrollaron varias formas cortas, de las cuales las más conocidas son la Mini-Mult de 71 reactivos y el MMPI-168. Recientemente, Archer, Tirrell y Elkins (2001) crearon una forma corta del MMPI-A de 150 reactivos. La limitación de todas las formas cortas es que las escalas obtenidas son en general menos confiables que las completas por la perdida que tiene de los reactivos. Además, los tipos de código elevados que producen las formas cortas suelen diferir en forma significativa de los que produce una aplicación completa. En consecuencia, los perfiles obtenidos de una forma corta son de una exactitud interpretativa cuestionable cuando el análisis de los tipos de código es el método de interpretación medular. Por estas razones, no es recomendable una forma corta del MMPI-A para su uso estándar, ni tampoco es un atajo deseable para obtener un perfil del MMPI-A útil. La forma corta puede tener, sin embargo, cierta utilidad limitada para determinar si un adolescente revela niveles clínicos de

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Formas abreviada y corta

Cómo administrar el MMPI-A psicopatología, y su uso puede considerase en casos infrecuentes cuando no es posible la evaluación con el instrumento completo o con su versión abreviada. En el recuadro de Referencia rápida 2.1, se resumen los aspectos fundamentales concernientes a las formas corta y abreviada del MMPI.

Evaluación de adolescentes con discapacidades de lectura

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El MMPI-A es más adecuado para los adolescentes que poseen una capacidad de lectura y comprensión suficiente de las palabras y los aspectos presentados en las preguntas de la prueba. No obstante, en los entornos clínicos, una cantidad considerable de clientes adolescentes tienen antecedentes de aprovechamiento académico y nivel de capacidad de lectura por debajo del nivel de grado. A una cantidad significativa de ellos se les diagnostica en realidad un trastorno de lectura, un trastorno de lenguaje receptivo u otras modalidades de discapacidad de aprendizaje. Un clínico competente tendría que determinar si el adolescente puede responder en forma adecuada a la versión del cuadernillo del MMPI-A, considerando que el uso de la prueba no tiene que descartarse en forma automática. Si se dispone de calificaciones en aprovechamiento de lectura, éstas pueden emplearse para determinar si el adolescente tiene la capacidad de lectura necesaria. El clínico también puede realizar una evaluación informal de la capacidad de lectura y comprensión pidiendo al adolescente que lea determinados reactivos y explique su significado. Con ayuda de la versión en cinta de audio del MMPI-A pueden sortearse los problemas de capacidad de lectura y producirse resultados valiosos. La presentación repetida de los reactivos de prueba en la versión en cinta de audio la hace muy adecuada para esta población. Al examinador se le advierte que no lea los reactivos en voz alta al adolescente como sustituto al uso de la versión en cinta de audio estándar debido a los posibles efectos adversos en el nivel de apertura y revelación de información de quien se somete a la prueba.

Traducciones a lenguas extranjeras

Referencia rápida 2.1 Aplicaciones de las formas corta y abreviada • Una evaluación abreviada puede realizarse aplicando los primeros 350 reactivos del MMPI-A. Advierta, sin embargo, que las escalas de validez F, F2, INVAR y INVER, y las escalas de contenido y suplementarias no pueden calificarse por medio de este método. • Una forma corta (150 reactivos del MMPI-A) tiene menos reactivos y escalas más cortas, y produce tipos de código que son menos confiables o precisos que los tipos de código de una aplicación completa. • No se recomiendan las aplicaciones ni de la forma abreviada ni de la corta para uso rutinario.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A La forma original del MMPI tuvo una aceptación internacional generalizada a las pocas décadas de su publicación, y se realizaron esfuerzos considerables por desarrollar traducciones en lenguas extranjeras, recabar normas culturalmente apropiadas para la interpretación de la prueba y realizar estudios de investigación sobre los aspectos psicométricos y aplicados de los instrumentos traducidos de la prueba. La misma tendencia continúa en el caso del MMPI-2 para adultos y el MMPI-A para adolescentes. Por ejemplo, el MMPI-2 ya se ha traducido a varios idiomas (entre los que se hallan danés/flamenco, francés, francés canadiense, hebreo, miao e italiano) y hay tres traducciones en español para uso en Estados Unidos, México y España. Otras adaptaciones a lenguas extranjeras están en proceso (véase Butcher, 1996), incluidas adaptaciones del MMPI-2 al japonés, coreano, chino, tailandés, vietnamita, español chileno, noruego, islandés, ruso, griego, árabe y persa. El MMPI-A sigue el mismo camino y en la actualidad cuenta con una versión en español disponible para su uso en Estados Unidos y México, y traducciones al francés, danés, flamenco e italiano junto con otros varios proyectos de traducción en proceso.

CONSIDERACIONES SOBRE LA APLICACIÓN

Aunque la aplicación de un instrumento de autorreporte como el MMPI-A es aparentemente fácil, cabe esperar que el examinador del MMPI-A cumpla con ciertos requisitos profesionales básicos, ya que se le confían las responsabilidades de calificar e interpretar los resultados de la prueba en forma precisa y delinear el perfil de personalidad del examinado en un informe profesional. En primer lugar, el examinador debe tener un conocimiento adecuado de la teoría y los conceptos psicométricos así como de los métodos para la construcción de pruebas, lo que incluye una comprensión de las normas y su uso, la conversión de puntuaciones crudas en puntuaciones estándar y aspectos como el error de medida, la tasa base y los puntos de corte. Además, la evaluación de la personalidad de adolescentes exige conocimientos sobre el desarrollo durante la adolescencia, teorías y conceptos de la personalidad, psicopatología y psicodiagnóstico. Los cursos de posgrado en psicología del desarrollo, teorías de la personalidad, evaluación de la personalidad y psicopatología representarían el método común para adquirir los antecedentes necesarios y poder hacer una evaluación con el MMPI-A. Estas directrices también se describen en el manual del MMPI-A (Butcher et al., 1992) y en el texto de Archer (1997). El examinador posiblemente también desee consultar los requisitos para el usuario que especifica el NCS para la adquisición de los materiales del MMPI-A que, en esencia, exigen un mínimo de formación de posgrado en pruebas y mediciones. Como último paso, el usuario del MMPI-A podría examinar las directrices para la formación en evaluación de la personalidad que proporciona la Society for Personality Assessment (SPA), las cuales pueden verse en su sitio web (actualmente http://www. personality.org) u obtenerse poniéndose en comunicación con su oficina central. Las restricciones de venta para México son: grado mínimo de la licenciatura en Psicología, al momento de la compra presentar identificación oficial y cédula profesional que acredite al comprador como persona capacitada para el uso del instrumento. En algunos casos, es posible que el psicólogo profesional delegue la mecánica de la aplicación y calificación del MMPI-A en un psicómetra o estudiante en formación. Sin embargo, es esencial que el psicólogo siga siendo responsable de la supervisión cuidadosa de estos

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Requisitos profesionales para el examinador

Cómo administrar el MMPI-A procedimientos para garantizar que no estén presentes fuentes de error e invalidación controlables y que no se hayan comprometido las normas éticas/profesionales. El examinador es responsable en última instancia de la exactitud de los resultados.

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Criterios de edad El MMPI-A está diseñado para evaluar a los adolescentes en el rango de edad de los 14 a los 18 años. Los reactivos de la prueba representan un amplio espectro de experiencias, conductas y respuesta emocionales comunes a los adolescentes de este rango de edad, aunque muchos tienen una menor aplicabilidad para quienes están en las etapas del desarrollo de la primera adolescencia y la edad adulta temprana. Sin embargo, en el extremo inferior del continuo de edad, el MMPI-A podría utilizarse en forma selectiva con chicos y chicas de 12 a 13 años si están avanzados en términos de desarrollo, es decir, si demuestran el nivel de madurez cognitiva e interpersonal que se percibe en los adolescentes y si han tenido experiencias de vida que hagan relevantes para ellos los reactivos del MMPI-A. Archer (1992, 1997) proporciona un conjunto de normas por separado para chicos y chicas de 12 a 13 años que se describe en capítulos posteriores. El traslape en el rango de edad entre el MMPI-A y el MMPI-2 le presenta al examinador la opción de evaluar a quienes tienen 18 años de edad con cualquiera de los dos instrumentos. La directriz estándar para tomar esta decisión supone considerar si el individuo tiene más probabilidades de ser un adolescente (por ejemplo, si vive en casa como hijo dependiente y asiste a la preparatoria) o es más adulto en términos de que vive fuera de la casa de los padres, asiste a la universidad y tiene un empleo remunerado. No obstante, hay que señalar que la elección de las normas del MMPI-A o del MMPI-2 tiene repercusiones prácticas significativas. Un estudio reciente, realizado por Shaevel y Archer (1996), indica que pueden darse diferencias considerables en las elevaciones de las puntuaciones T dependiendo de qué prueba se utilice con los chicos o chicas de 18 años, pues las normas del MMPI-2 por lo común producen valores mucho más bajos en la escala de validez y valores mucho más altos en la escala clínica que las normas del MMPI-A. La discrepancia, que es más probable en el caso de las puntuaciones de rango superior, pueden llegar a ser de hasta 15 puntos de puntuación T y generar diferentes clasificaciones de perfil. Como aspecto relacionado, el MMPI-2 tiene más probabilidades de sobrestimar la psicopatología y el MMPI-A tiene más probabilidades de subestimar el nivel real de perturbación del individuo. Estos problemas tienen que ponderarse al elegir el instrumento apropiado en un determinado caso. La evaluación de los individuos de 19 años de edad o mayores debe realizarse con el MMPI-2, que está normalizado para los grupos de edad adulta, incluso para los adultos jóvenes de este rango de edad que puedan parecer retrasados o inmaduros en términos de desarrollo. De igual modo, debe evaluarse a los adolescentes de 17 años de edad y más jóvenes con el MMPI-A, al margen de qué tan maduros puedan parecer.

Nivel de lectura Los examinadores necesitan considerar las capacidades de lectura y el nivel de comprensión de la lectura para la evaluación con el MMPI-A ya que un grado bajo de habilidad en estos ámbitos

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A probablemente genere respuestas aleatorias o inconsistentes, lo cual invalidaría la evaluación. Los reactivos de prueba del MMPI-A varían en cuanto al nivel de dificultad de lectura y complejidad, pues van desde el nivel de primer grado hasta los niveles de quinceavo y dieciseisavo grados en el caso de un par de reactivos. En el manual de prueba del MMPI-A se informa de un análisis del nivel de dificultad de lectura de cada reactivo basado en los indicadores de facilidad de lectura, dificultad de lectura y estructura de los enunciados, e indica que la mayor parte de los reactivos de la prueba están en un nivel de lectura de quinto a séptimo grados. Sobre la base de una estimación conservadora, el nivel de séptimo grado es el nivel de lectura recomendado para el MMPI-A. Cuando el nivel de lectura del adolescente esté en duda, convendría aplicar una prueba de lectura estandarizada para determinar si el cliente es capaz de leer y comprender adecuadamente los reactivos del MMPI-A. Las subpruebas de lectura de las pruebas de aprovechamiento estándar, como las siguientes que se encuentran en el idioma inglés Wide Range Achievement Test-Revised (WRAT-3), la Woodcock-Johnson Psycho-Educational Battery, las Tests of Achievement-Revised (WJ-R), la Wechsler Individual Achievement Test (WIAT), la Kaufman Test of Educational Achievement (K-TEA) o la Peabody Individual Achievement Test-Revised (PIAT-R), son apropiadas para este fin. Como ya dijimos, el examinador también puede realizar una evaluación informal pidiendo al adolescente que lea y explique determinados reactivos del MMPI-A. Archer (1992, 1997) sugirió que los reactivos de un nivel de lectura de octavo grado son más útiles para este tipo de evaluación. Entre los ejemplos a este respecto se hallan:

Algunos de los reactivos del MMPI-A pueden contener palabras que no sean familiares incluso para el adolescente que tiene la capacidad de lectura necesaria. Si el adolescente pregunta el significado de estas palabras, puede dársele una definición de diccionario. Por ejemplo, “infortunio” podría definirse en términos de “mala suerte”, y “exaltarse” como “molestarse o enojarse fácilmente”. Sin embargo, los clínicos deben evitar dar explicaciones de las palabras y frases con ejemplos ya que pueden sesgar o incidir en las respuestas de los adolescentes a esos reactivos. El examinador no debe definir palabras como “a menudo”, “demasiado”, “regularmente” y “a veces” en términos de su frecuencia estimada ya que ésta introduce los juicios subjetivos del examinador en el proceso de evaluación. Por último, los clínicos necesitan examinar la aplicabilidad de la versión en español del MMPI-A en los casos en los cuales éste no sea el idioma dominante del cliente.

Consideraciones sobre la condición mental Los adolescentes evaluados en los entornos clínicos, sobre todo los centros de tratamiento interno para enfermedades particularmente agudas, llegan a presentarse para evaluación en estados de funcionamiento que no son conducentes para la evaluación con el MMPI-A. Los estados de confusión y desorganización agudos que se asocian con condiciones psicóticas y trastornos convulsivos son ejemplos excelentes de cuando debe postergarse la prueba hasta que el adolescente se haya estabilizado. En los entornos para pacientes internos o deambulatorios, el

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Reactivo 5: El ruido me despierta fácilmente. Reactivo 17: Sufro ataques de náusea y de vómito. Reactivo 18: Muy raras veces padezco estreñimiento. Reactivo 25: Padezco acidez estomacal varias veces a la semana. Reactivo 29: He tenido experiencias muy peculiares y extrañas.

Cómo administrar el MMPI-A

importante Claves para una aplicación competente • Hacer que el adolescente se sienta partícipe de una cooperación conjunta en el proceso de evaluación. • Revisar que el examinado pueda leer y entender los reactivos de la prueba. • Descartar la presencia de factores perjudiciales como intoxicación, desorientación o estados de confusión que impidan una respuesta apropiada. • Proporcionar un ambiente de prueba que sea cómodo y esté libre de ruidos y otras distracciones. • Supervisar la sesión de evaluación. • Proporcionar descansos según sea necesario para prevenir la fatiga o la distracción, las cuales pueden interferir en la validez de la prueba. • Utilizar una versión en cinta de audio para los adolescentes que tienen deterioros visuales o problemas de lectura. • Revisar que no haya omisiones de reactivos antes de que el adolescente abandone el entorno de evaluación.

examinador debe estar atento ante los signos de estados alterados relacionados con sustancias y problemas conductuales graves que pueden impedir el desempeño adecuado en la evaluación.

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RESUMEN Después de aplicar el MMPI-A, la tarea final del examinador consiste en revisar la hoja de respuestas del inventario en busca de posibles omisiones de reactivos y pedirle al adolescente que complete los reactivos omitidos antes de irse. Un gran número de reactivos omitidos interfiere con la exactitud al trazar el perfil y pueden hacer que los resultados no puedan interpretarse. El examinador necesita considerar si las respuestas omitidas por el cliente a ciertos reactivos se debieron a la dificultad para entender palabras claves (en cuyo caso el examinador podría ofrecer cierta orientación limitada) o a que el adolescente se sentía incómodo respondiéndolos. El examinador podría abordar la incomodidad con el contenido de los reactivos señalando que las respuestas a los reactivos individuales no son el principal enfoque de interpretación y recordarle al adolescente las finalidades de la evaluación En suma, el primer paso crucial en la evaluación con el MMPI-A supone una aplicación apropiada de la prueba. Una aplicación debidamente realizada le da al examinador la confianza y la posibilidad de que los resultados sean útiles y permite que el clínico avance a las fases posteriores de calificación e interpretación del instrumento.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

1. Cuando un adolescente tiene dificultades de lectura, el examinador que aplica la prueba a) no puede aplicar el MMPI-A. b) puede considerar el uso de la versión en cinta de audio de la prueba. c) puede considerar el uso de un procedimiento de aplicación en línea. d) puede considerar el uso de una forma corta de la prueba. 2. Establecer un buen rapport antes de la evaluación a) puede reducir las posibilidades de que haya respuestas inconsistentes. b) puede mejorar las posibilidades de que se den respuestas sinceras. c) puede facilitar procesos de evaluación y retroalimentación significativos. d) todas las anteriores. 3. El examinador del MMPI-A debe ofrecer un ambiente para la evaluación que a) reduzca al mínimo las distracciones y facilite la concentración. b) esté supervisado. c) tanto a como b d) que no exija ninguna consideración especial. 4. Utilizar una aplicación abreviada permite la calificación de a) mediciones de respuestas inconsistentes, pero no imprecisas. b) las escalas de validez L, F y K, y las escalas clínicas básicas. c) los componentes del contenido de las escalas, pero no las escalas de contenido. d) INVAR e INVER, pero no F y F 2. 5. El examinador del MMPI-A debe a) tener conocimientos sobre el desarrollo durante la adolescencia, de psicopatología y de psicometría. b) estar certificado por un consejo de evaluación. c) tener experiencia con el MMPI-2. d) todas las anteriores. Respuestas: 1. b; 2. d; 3. c; 4. b; 5. a

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AUTOEVALUACIÓN

TRES

Cómo calificar el MMPI-A

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l primer paso para calificar el MMPI-A consiste en obtener los valores de las puntuaciones naturales para cada una de las escalas. El rango completo de escalas que se pueden calificar por medio de los métodos manuales o computarizados comprende las escalas básicas de validez, y clínicas, las subescalas de Harris-Lingoes e Is, las escalas de contenido y las escalas suplementarias. El segundo paso en la calificación radica en obtener los valores de las puntuaciones T por separado para chicos y chicas, que corresponden a las puntuaciones naturales de cada una de estas escalas. Una vez que el clínico ha derivado un perfil basado en las puntuaciones T, también puede obtener los patrones de configuración o el tipo de código resultantes del perfil de las escalas básicas con ayuda de la codificación de Welsh. El último paso es obtener las puntuaciones del agrupamiento de los factores derivado del resumen estructural del MMPI-A. También es posible obtener algunos indicadores adicionales a partir de las calificaciones computarizadas (que se abordarán en la siguiente sección). La exactitud en la calificación del MMPI es crucial, pues errores relativamente menores, dependiendo de la escala en cuestión, en ocasiones pueden ejercer un fuerte impacto en los perfiles obtenidos durante la conversión de las puntuaciones naturales en puntuaciones T. Por ejemplo, en una escala relativamente corta como la RPAD, una puntuación natural de 4 se convierte en una puntuación T de 51 en el caso de las chicas, lo cual se ubica de manera adecuada dentro del rango promedio. Sin embargo, una calificación errónea de 2 puntos produce una puntuación natural de 6 y elevaría el valor de la puntuación T a 60, colocándola en el rango extremo de elevación clínica. Este error podría provocar que el clínico llegara a la conclusión de que el adolescente tiene problemas con el consumo de sustancias cuando, en realidad, una puntuación correcta de esta escala indicaría lo contrario. Otro tipo de error que podría ocurrir supone el uso de normas de género incorrectas, lo cual influye en la elevación de determinada escala. Por ejemplo, una puntuación natural de 25 en la escala 4 se convierte en una puntuación elevada de T 60 en el caso de los chicos, pero en una puntuación T de 57 en el rango normal para las chicas. Por lo tanto, el clínico debe tener especial cuidado al calificar a mano el instrumento para reducir al mínimo los errores en la calificación del MMPI-A, sobre todo durante los diversos procesos asociados con la calificación manual.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

CALIFICACIÓN DEL MMPI-A Materiales para la calificación Los materiales necesarios para calificar de forma manual el MMPI-A constan de las plantillas de calificación o claves de respuesta de cada escala, una rejilla INVAR/INVER (opcional) y hojas de perfil. El examinador también debe observar que las hojas de perfil tienen dos lados: en uno se presentan las normas para mujeres y en el otro para varones. El perfil siempre debe trazarse de acuerdo con las normas de género apropiadas.

En el caso de todas las escalas, a excepción de INVAR e INVER, el procedimiento para obtener las puntuaciones naturales es el siguiente: en primer lugar, como se mencionó en el capítulo 2, el clínico debe examinar la hoja de respuestas e identificar los reactivos omitidos o con doble marca. El examinador podría trazar una línea de color rojo a través de los círculos de Verdadero y Falso para que esos reactivos puedan verse con facilidad a través de las claves de respuesta y así evitar incluirlos en la calificación. Después, el examinador cuenta el número de respuestas omitidas o con doble marca y transfiere ese valor numérico al espacio indicado para la puntuación natural en la esquina inferior izquierda de la hoja de perfil de las Escalas Básicas del MMPI-A. Luego, procede a utilizar las plantillas para calificar cada escala. Las plantillas de calificación son láminas de plástico traslúcido, que se colocan sobre la hoja de respuestas y se alinean colocando las barras negras que aparecen en las esquinas superior e inferior derechas de la plantilla sobre las barras correspondientes en la hoja de respuestas. Es importante alinear de manera correcta la plantilla de calificación a fin de obtener un conteo preciso de las respuestas generadas en la dirección crucial. Entonces, el examinador cuenta el número de respuestas marcadas que sean visibles a través de los círculos traslucidos de la plantilla de calificación. Este conteo, que representa la puntuación natural de la escala, debe registrarse como tal en la parte inferior de la hoja de perfil apropiada. Hay varios aspectos a los que vale la pena prestar atención durante la calificación manual. En primer lugar, es preciso observar que hay una plantilla de calificación separada para cada escala. El examinador debe reducir al mínimo los errores, asegurándose de que las plantillas estén organizadas en el orden correcto y proceder en forma secuencial en cada conjunto de escalas. Asimismo, al calificar manualmente las escalas básicas debe advertirse que hay dos plantillas para la escala 5, una para hombres y otra para mujeres, y sólo una de éstas se utilizaría con base en el sexo del adolescente examinado. En la actualidad no se dispone de las plantillas de calificación manual para las escalas de componentes de contenido del MMPI-A desarrolladas recientemente. El examinador que desee obtener tales escalas para depurar la interpretación de las escalas de contenido, puede calificarlas manualmente remitiéndose a las instrucciones que presentan Sherwood, Ben-Porath y Williams (1997).

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Procedimientos de calificación manual

Cómo calificar el MMPI-A

Calificación manual de las escalas INVAR e INVER Calificar las escalas de validez INVAR e INVER exige un paso inicial adicional. El examinador necesita transferir las respuestas a los reactivos de esta escala, de la hoja de respuestas al formato de registro1 INVAR e INVER que presentan pares de 50 y 24 reactivos, respectivamente, en dos columnas adyacentes. El examinador coloca las plantillas de calificación sobre la forma de registro –no sobre la hoja de respuestas como se hizo con las otras escalas–. Es preciso advertir que hay dos plantillas para INVAR (INVAR-1 e INVAR-2), así como dos para INVER, y las instrucciones para la calificación están impresas en el formato de calificación. El examinador debe colocar la plantilla de calificación INVAR-1 sobre la forma de registro INVAR, una vez más alineando las barras sobre ambas hojas, y después, contar la cantidad de respuestas marcadas que aparecen a través de los círculos traslúcidos en la plantilla. Por cada conteo positivo se registra un signo de “+” en el espacio que aparece a la derecha de las columnas de los reactivos. El mismo procedimiento se sigue con la plantilla INVER-2. El examinador suma la cantidad total de signos “+” para obtener la puntuación natural INVAR, misma que luego se transfiere a la parte inferior del perfil para las Escalas Básicas. Para calificar la escala INVER es necesario realizar una ligera variación a este procedimiento. En forma similar al método para la escala INVAR, el examinador registra los signos “+” (porque ambos pares de reactivos fueron contestados en verdadero con base en la plantilla INVER-1 y luego anota el total en el espacio que se proporciona en la parte inferior de la forma de registro para INVER-1.

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Aspectos que deben recordarse al calificar de manera manual el MMPI-A • Primero califique las escalas de validez (INVAR, INVER, F, F1, F2, L y K) para determinar si el perfil es válido para su interpretación. • Califique las respuestas a los reactivos del MMPI-A de la hoja de respuestas para: 1) las escalas básicas, 2) las subescalas Harris-Lingoes e Is, además de 3) las escalas de contenido y suplementarias. • Para calificar las escalas INVAR e INVER, en primer lugar recuerde transferir las respuestas relevantes de los reactivos al formato. Coloque las plantillas sobre el formato de registro y siga las instrucciones que aparecen en éste. 1 • Utilice la plantilla de calificación apropiada para cada género en todas las escalas y preste particular atención al poner el puntaje crudo de forma adecuada para el género en la escala 5 (Mf).

1 N. del E. El formato de registro está disponible en inglés, en la versión original de la prueba; en la versión para México se puede hacer manualmente con la tabla del apéndice A-1 de este libro o la tabla C-1 del manual de aplicación de la prueba.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A Sin embargo, en el caso de INVER-2, los signos “-” (porque ambos pares de reactivos fueron contestados en falso) se marcan cuando el cliente confirma un par de reactivos en la dirección FALSO. La suma de estos signos “-” representa el INVER-2 total. Después, la suma total de INVER-2 se resta del total de INVER-1 y se suma una constante de 9 para obtener la puntuación INVER total. Esta puntuación natural INVER obtenida de esta manera, luego se transfiere a la parte inferior del perfil para las Escalas Básicas. En resumen, el rango total de escalas MMPI-A estándar puede calificarse manualmente. Al clínico que recurra a un método de calificación manual se le aconseja calificar las escalas de validez INVAR, INVER, F, F1, F2, L y K y determinar si el perfil es válido para su interpretación antes de calificar las otras escalas, con el fin de evitar el esfuerzo inútil de calificar 62 escalas más que al final no podrían interpretarse.

Existen diferentes métodos de calificación computarizada para el usuario de la prueba, que depende del formato que se utilice y que está basado en el software Microtest Q disponible (en inglés) que consiste en que el examinador introduzca manualmente las respuestas de Verdadero o Falso a cada reactivo del adolescente en una computadora personal (PC). Otra posibilidad es que el cliente introduzca directamente sus respuestas en la computadora en lugar de utilizar el formato de lápiz y papel. Estos dos métodos de introducción de respuestas a los reactivos permiten que éstas se procesen de inmediato en resultados de puntuación natural y puntuación T. Utilizar el sistema Microtest Q exige ciertas características de hardware, como contar con una PC, una unidad de CD-ROM para la instalación del software, versiones actuales o recientes de un procesador y sistema operativo compatibles, así como requisitos mínimos de memoria RAM y espacio en MB disponible. Los pormenores pueden hallarse en el catálogo o en el sitio web del NCS (se mencionó en el capítulo 2). Otra opción, en lugar de valerse del teclado, consiste en escanear las respuestas a los reactivos con ayuda de un aparato especializado y avalado en México por la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, a esta forma de calificación se le denomina lectura óptica. El examinador que opta por la calificación por correo envía por este medio o por fax la hoja de respuestas a la UNAM para su procesamiento; los resultados se envían a vuelta de correo mediante el servicio postal regular. La calificación computarizada genera un Informe del Perfil de las Escalas Básicas o un Informe de Calificación Extenso, dependiendo de la cantidad de información que busque el examinador. El Informe del Perfil de las Escalas Básicas proporciona, en una sola página, un perfil de las escalas de validez y clínicas, también presenta una lista de las puntuaciones naturales y T de cada escala, lo mismo que el código de Welsh (que se describirá más adelante) para resumir el perfil general. Asimismo, este informe proporciona cierta información adicional, como el porcentaje de respuestas de cada escala y las tasas de respuesta de Porcentaje Verdadero y Porcentaje Falso, que son indicadores auxiliares para detectar si el adolescente respondió con un estilo en el que no se haya tomado en cuenta el contenido de los reactivos. Además del Perfil de las Escalas Básicas, el Informe de Calificación Extenso ofrece por separado, un Perfil de las Escalas de Contenido, al

2 N. del E. Algunas de las opciones de calificación por computadora no están disponibles en español.

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Procedimientos de calificación computarizada2

Cómo calificar el MMPI-A La versión en español no cuenta con este formato, aunque la forma de calificación es la misma.

MMPIInventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes

FORMATO DE REGISTRO ESCALA INVER (Inconsistencia de las respuestas verdaderas)

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La escala INVER está formada por 21 reactivos que son contrarios en cuanto a contenido. Si un sujeto responde inconsistentemente con Verdadero a ambos reactivos de ciertos pares, se suma un punto a la puntuación INVER; si el sujeto responde inconsistentemente con Falso a cierto par de reactivos, se resta un punto. (Consulte el Manual de aplicación del MMPI-A para conocer las instrucciones sobre cómo interpretar las puntuaciones.) Instrucciones para la calificación: 1. Transfiera las respuestas a los pares de reactivos de la hoja de respuestas al formato de registro de la derecha marcando el círculo apropiado. Ejemplo: Si la respuesta al reactivo 14 fue Falso: 14 V F 2. Coloque la plantilla de calificación INVER-1 sobre el formato; en el espacio en blanco que se proporciona en la tercera columna, ponga “+” (signo de más) por cada par de reactivos en que ambos cuadros de la plantilla muestren una respuesta marcada. F Ejemplo: la respuesta 14 (V) (˜) 424 (˜) “+” debido a que T F T (F) recibiría ambos cuadros del formato muestran una respuesta marcada. 3. Cuente la cantidad de “+” y anote el total INVER-1. 4. Coloque la plantilla de calificación INVER-2 sobre el formato; en el espacio en blanco proporcionado en la tercera columna, ponga “-“ (signo de menos) por cada par de reactivos en que ambos cuadros de la plantilla muestren una respuesta marcada. 5. Cuente la cantidad de “-“ y anote el total INVER-2. 6. Reste el total INVER-2 del total INVER-1 y anote el resultado. 7. Sume 9 puntos para obtener el total INVER. Ejemplo: Total INVER-1 2 -1 Total INVER-2 -1

14 37 46 53 60 62 63 70 71 82 95 119 128 146 158 242 245 264 304 355 483

V V V V V V V V V V V V V V V V V V V V V

F F F F F F F F F F F F F F F F F F F F F

424 168 475 91 121 360 120 223 283 316 294 184 465 167 288 260 257 331 335 367 476

V V V V V V V V V V V V V V V V V V V V V

F F F F F F F F F F F F F F F F F F F F F

INVER-1 –INVER-2 – +9 INVER TOTAL

+9



Total INVER

10

Figura 3-1 Formato de registro de la escala INVER para la versión de EUA. Formato para uso con el MMPI-A® Test as Published and copyrighted by the Regents of the University of Minnesota. Copyright© 1992 by the Regents of The University of Minnesota. Reproducido con autorización de the University of Minnesota Press. Todos los derechos reservados. “Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes® y MMPI-A® son marcas registradas propiedad de the Regents of the University of Minnesota”. La versión en español no cuenta con este formato, aunque la forma de calificación es la misma.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

importante Cómo evitar los errores comunes al calificar el MMPI-A Cuando se califica de forma manual: • alinee la plantilla de calificación con la hoja de respuestas. • excluya del conteo de puntuaciones naturales a los reactivos con doble marca. • revise su conteo de puntuaciones naturales. Cuando se califica por computadora: • asegúrese de que se introduzca mediante el teclado la respuesta correcta (V o F) a cada reactivo, y revise si es necesario. Cuando se recurre a la calificación por correo: • utilice la hoja de respuestas escaneable y específica de este método.

Normas del MMPI-A Normas estándar para adolescentes Como se explicó en el capítulo 1, las normas del MMPI-A se basan en los 1,620 adolescentes (805 chicos y 815 chicas) de la muestra de estandarización estadounidense correspondiente al rango de edad de 14 a 18 años. En contraste con las normas para adolescentes de Marks y Briggs (1972), que fueron proporcionadas para el MMPI original y se subdividieron en cuatro conjuntos separados por grupos de edad, las normas del MMPI-A constan de un solo conjunto para todo el rango de edad. Esto se debe a que la investigación realizada durante el desarrollo de la prueba reveló que no hubo diferencias significativas, en las puntuaciones promedio de la escala, en función de la edad dentro de estos rangos. Sin embargo, en forma similar al MMPI original y el MMPI-2, se proporcionan normas por separado para hombres y mujeres, debido a que numerosos estudios han indicado diferentes patrones de respuesta a los reactivos para cada género. En las muestras clínica y de estandarización del MMPI-A, porcentajes de acreditación de los reactivos fueron sustancialmente distintas para chicos y chicas en muchos reactivos. Por ejemplo, una revisión de la tabla G-1 en el manual del MMPI-A (Butcher et al., 1992) revela que:

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que sigue un Informe de la Calificación de las escalas suplementarias, el cual presenta una lista de las puntuaciones naturales y T de las escalas suplementarias y de las subescalas Harris-Lingoes e Is. Ese informe también proporciona una impresión de las respuestas a los reactivos en paralelo a la hoja de respuestas. Si el clínico opta por valerse de la opción de calificación computarizada, se le recomienda obtener en forma rutinaria el Informe de Calificación Extenso debido a que los datos de las subescalas de contenido, suplementarias y Harris-Lingoes son esenciales para el proceso de interpretación. Quienes recurren a un método de calificación computarizada deben estar conscientes de que los perfiles no se imprimirán si la edad del adolescente introducida en la sección demográfica está fuera del rango de los 14 a los 18 años.

Cómo calificar el MMPI-A • 63.8% de las chicas, pero sólo 30.2% de los chicos en la muestra normativa confirmaron el reactivo 21, “A veces me dan ataques de risa o de llanto que no puedo controlar”. • Los chicos normales tuvieron más probabilidades que las chicas de confirmar el reactivo 60, “Las personas no lastiman mis sentimientos con facilidad”, a una tasa de 49.6% en comparación con 23.4% de las chicas. Asimismo, en la muestra clínica de los 420 chicos y 293 chicas que se reunió durante el proceso de desarrollo de la prueba:

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• Sólo 48.8% de las chicas en comparación con 62.9% de los chicos confirmaron el reactivo 146, “No me canso con facilidad”. La escala 5 del MMPI-A se relaciona en forma directa con intereses masculinos y femeninos, contiene reactivos como: “Me gusta leer novelas de amor”, “Me gusta mucho cazar”, “Acostumbro llevar un diario sobre mi vida” y “Creo que me gustaría el trabajo de contratista de obras”, lo cual produce en forma predecible diferentes patrones de respuesta en chicos y chicas. Por lo tanto, las normas del MMP-A están basadas en el género en cuanto a que las conversiones de las puntuaciones T se desarrollaron por separado para hombres y mujeres. También es preciso mencionar que las normas del MMPI-A aquí descritas son de carácter nacional y están basadas en un muestreo representativo de los adolescentes seleccionados en términos de región geográfica, origen étnico e indicadores socioeconómicos. En concreto, la muestra de estandarización se reunió en ocho estados de las cuatro regiones geográficas de EUA. En ésta se representó a grupos étnicos de blancos, negros, asiáticos, indígenas norteamericanos, hispanos y “otros”. El nivel de instrucción de los padres en las muestras de adolescentes fue desde primaria hasta posgrado; además, se representaron nueve categorías de condición ocupacional de los padres, desde profesional de alto nivel hasta desempleado. Las normas del MMPI-A reemplazan a múltiples conjuntos de normas para adolescentes que existían en el caso del MMPI original y plantean un criterio común para la evaluación de los adolescentes en América del Norte. Las normas para adultos (MMPI-2) no deben utilizarse con adolescentes menores de 18 años de edad, pues varios estudios (p. ej., Archer, 1984; Ehrenworth y Archer, 1985) han demostrado claramente que el uso de normas para adultos hace que, de manera errónea, los adolescentes parezcan mucho más perturbados de lo que se observa según las normas apropiadas para la edad. El desarrollo de las normas nacionales supuso la transformación de las puntuaciones naturales en valores de puntuación T, en donde el valor del puntaje de la media es de 50 y una desviación estándar de 10. En contraste con el procedimiento de transformación lineal de puntuaciones T utilizado para el MMPI original, las puntuaciones T de las escalas básicas del MMPI-A (excluyendo las escalas de validez y las escalas no clínicas 5 y 0) y de las escalas de contenido se desarrollaron con ayuda de un método de transformación de puntuaciones T uniforme. Este cambio se basó en la observación de que las escalas clínicas y de contenido del MMPI suelen tener distribuciones con un sesgo positivo en lugar de una distribución normal, y cada escala también tiene un sesgo ligeramente distinto. La transformación del puntaje T uniforme mantiene el sesgo y genera diferentes valores de percentil para determinado valor de puntuación T entre estas escalas. La transformación del puntaje T uniforme permite hacer un ajuste de la equivalencia de percentiles entre las escalas, de esta manera el intérprete de la prueba

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A podrá comparar las puntuaciones de las escalas directamente unas con otras, sin alterar el sesgo subyacente de las distribuciones de la escala. Sin embargo, la transformación de las puntuaciones T lineales se mantuvieron en el caso de las escalas de validez, básicas 5 y 0, así como en las escalas suplementarias del MMPI-A y de las subescalas Harris-Lingoes e Is.

Normas para adolescentes de 12 y 13 años de edad

CÓMO CONSTRUIR EL PERFIL DEL MMPI-A Perfil de escalas básicas El perfil del MMPI-A para las escalas básicas es el punto de partida para el desarrollo de perfiles. La información concerniente al examinado (nombre, domicilio, ocupación, escolaridad, edad, estado civil) y la información relacionada con la prueba (fecha de la aplicación, lugar, fuente de canalización, clave del perfil e iniciales del calificador) se registran en la sección superior derecha de la hoja de perfil. En la figura 3-2 se presenta una hoja de perfil de las escalas básicas del MMPI-A para mujeres. Una vez más, los examinadores deben observar que la hoja de perfil de las escalas básicas tiene dos lados, en uno se presentan las normas para mujeres y en el otro las normas para hombres. En las primeras etapas de calificación manual del MMPI-A, el examinador ya puede obtener las puntuaciones naturales de las escalas básicas de validez y clínicas, así como registrar las puntuaciones naturales en la hilera inferior de la hoja de perfil. Luego, el examinador ubica el valor de la puntuación natural de cada escala en la columna ascendente de puntuaciones naturales impresa en la hoja de perfil y marca una “X” o un punto en ese lugar. Esto identifica el valor de la puntuación T de la escala, a lo largo de la escala vertical de puntuaciones T presentada en la parte lateral de lado derecha e izquierda de la hoja de perfil. El examinador

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Los criterios de edad del MMPI-A descritos en el capítulo 2 indican que la prueba puede emplearse, a juicio del examinador, con chicos y chicas de 12 y 13 años que sean brillantes y comparables en términos de desarrollo con los adolescentes de 14 años en adelante. Aquí, los aspectos medulares radican en que los reactivos de la prueba sean pertinentes para sus experiencias de vida y que los adolescentes sean capaces de entender los reactivos de la prueba y responder a éstos en forma válida. Archer (1992) reunió un conjunto separado de normas para adolescentes de 13 años (81 chicos y 144 chicas), que figuran en los apéndices de sus textos de 1992 y 1997. Estas normas se basan en transformaciones de puntuaciones naturales a puntuaciones T lineales. Al usuario de la prueba se le advierte que estas normas no se pensaron para un uso rutinario, sino que pueden utilizarse en ciertos casos cuando el clínico busca evaluar a un adolescente más joven y comparar su funcionamiento con el de otros adolescentes jóvenes o con los adolescentes en general. Además, Archer (1992, 1997) y Archer y Krishnamurthy (1996) afirman que las normas para quienes tienen 13 años no son un sustituto de las normas estándar del MMPI-A. Se aconseja al examinador que derive el conjunto de perfiles con base en las normas estándar (introduciendo 14 años como edad del adolescente para fines de calificación computarizada) y que sobreponga el perfil a partir de las normas para quienes tienen 13 años. Este procedimiento permite que el clínico examine los puntos de divergencia y depure la interpretación del perfil.

PT

INVAR

0

5

10

15

INVAR

10

11

12

13

14

15

16

17

18

INVER PT:F PT:V

9

8

7

6

5

4

3

2

1

0

19

21 20

0

5

10

15

20

F1

F1

Puntuación cruda ? __________

Puntuación cruda

PT

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

80

85

90

95

100

105

110

115

120

INVER PT:F PT:V

0

5

10

15

20

25

30

F2

F2

5

10

L

0

L

K

5

10

15

20

25

30

K

Hs 1

0

5

10

15

20

25

30

Hs 1

35

40

45

50

55

Hi 3

15

20

25

D 2

Hi 3

10

15

20

25

30

10

15

20

25

30

35

40

45

Dp 4

Dp 4

30

25

20

15

10

5

Mf 5

25

30

35

40

Pa 6

Mf 5

Pa 6

5

10

15

20

Es 8

45

Pt 7

5

10

15

20

25

30

35

40

Es 8

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

Ma 9

10

15

20

25

30

35

40

45

Ma 9

60

Is 0

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

PT

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

80

85

90

95

100

105

110

115

120

PT

Edad:

Fecha de aplicación: Estado civil:

No podría decir Mentira Infrecuencia Defensividad Infrecuencia 1, de la primera parte Infrecuencia 2, de la segunda parte Inconsistencia de las respuestas variables Inconsistencia de las respuestas verdaderas Hipocondriasis Depresión Histeria Desviación psicopática Masculinidad - Feminidad Paranoia Psicastenia Esquizofrenia Hipomanía Introversión social

DGAPA-PAPIT IN301194

? L F K F F INVAR INVER Hs D Hi Dp Mf Pa Pt Es Ma Is

Escalas básicas

PT Puntuación T

0609

Nota: Este perfil está impreso en cafe y negro. NO LO ACEPTE si es de un solo color.

Nombre: Dirección: Ocupación: Escolaridad: Referido por: Clave del perfil Iniciales del calificador:

A R T

Is 0

S

75

FEMENINO

Pt 7

E

U 30

35

40

45

50

55

D 2

Perfil de escalas básicas (normas mexicanas) MP 48-6,1

J.N. Butcher, C. Williams, J.R. Graham, R.P. Archer, A Tellegen, Y.S. Ben-Porath y B. Kaemmer, con base en MMPI por S.R. Hathaway y J.C. McKinley

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes

M

F

0

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

F

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes Copyright © 1992, (renovado, 1970), 1943, 1942, este Perfil 1992 por Regents of the University of Minnesota. © 1998 Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V. En coedición con Universidad Nacional Autónoma de México © 1996 Perfil traducido al español por Lucio, E. (1997) MMPI-A y Minnesota Multiphasic Personality Inventory-Adolescent son M.R. por University of Minnesota

MMPI-

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Cómo calificar el MMPI-A

Figura 3-2. Perfil de escalas básicas (con normas para la versión estandarizada a México). MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal.

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debe observar que en el caso de la escala de validez INVER hay dos columnas adyacentes de puntuaciones naturales que pertenecen a sesgos de respuesta en las direcciones de Verdadero y Falso, respectivamente. Se recomienda al examinador que escriba una V o una F al lado del lugar de la puntuación natural para indicar con claridad si la dirección de los reactivos esta orientada hacia verdadero o falso en el tipo de respuesta. Un aspecto importante que debe recordarse tiene que ver con la escala 5 en la hoja de perfil para mujeres, en donde los valores de las puntuaciones naturales están en orden descendente, en lugar de ascendente. Esto ocurre porque en la escala 5, que está desarrollada como escala bipolar, las puntuaciones más bajas representan una orientación femenina con base en las normas para mujeres y una orientación masculina basada en las normas para varones. El examinador que pasa por alto la dirección de las puntuaciones naturales podría ubicar de manera incorrecta, por ejemplo, una puntuación natural de 27 en el caso de las mujeres en T = 64 puntos (≥ 1 DE de la media) en lugar de T = 53 puntos (dentro del rango normal), lo cual influiría en la interpretación de la puntuación de la escala. Sacar los perfiles de las escalas básicas es algo que se realiza conectando los puntos de los datos por separado para las escalas básicas de validez y clínicas. Los examinadores que han empleado el MMPI-2 para evaluar a los adultos estarán familiarizados con el procedimiento de corrección K, que consiste en sumar el valor de la puntuación natural de la escala K, o una fracción de la puntuación corregida de la escala, a las puntuaciones naturales de las escalas 1, 4, 7, 8 y 9 antes de derivar los valores finales de las puntuaciones naturales y T de esas escalas. Sin embargo, en el MMPI-A no se utiliza un procedimiento de corrección K. Esto sigue el método utilizado en el MMPI original para adolescentes, en el cual la corrección K no se intentó porque las investigaciones indicaron que no produce una mejora en la exactitud del perfil del adolescente. En investigaciones más recientes con el MMPI-A, también se confirma que la corrección K no mejora la precisión del perfil (Alperin, Archer y Coates, 1996). La hoja de perfil de las escalas básicas del MMPI-A (lo mismo que la hoja de perfil de las escalas de contenido y suplementarias) contiene una línea horizontal en el nivel T = 50, que denota la puntuación promedio de las escalas como se encontró en el caso de la muestra normativa del MMPI-A. Otra línea en el nivel T = 60 representa una desviación estándar (DE) por encima de la media y marca el comienzo del rango de elevación significativa. La zona en gris o sombreada entre las puntuaciones T de 60 y 65 es una nueva característica en el MMPI-A que refleja el rango de elevación clínicamente significativa . La línea T = 65 representa el nivel al que una escala se considera elevada en términos clínicos. En el capítulo 4 se describe lo que significan estas elevaciones y se ofrece una estrategia para interpretar puntuaciones extremas y clínicamente elevadas.

Perfil de escalas de contenido y suplementarias El perfil del MMPI-A de las escalas de contenido y suplementarias está organizado en forma similar al perfil de las escalas básicas: la sección de información de identificación se encuentra en la esquina superior derecha de la hoja, una hilera de espacios para los valores de las puntuaciones naturales figura en la parte inferior, mientras que los rangos de puntuaciones naturales en orden ascendente para cada escala y puntuaciones T correspondientes se hallan en los extremos derecho e izquierdo del perfil. El examinador marca los puntos de los datos de las puntuaciones naturales

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Cómo calificar el MMPI-A

importante Aspectos que deben recordarse al desarrollar un perfil del MMPI-A • Asegúrese de llenar el espacio en blanco que aparece junto a la puntuación natural (?) en la parte inferior izquierda del perfil de las escalas básicas. • Utilice las normas de género apropiadas (es decir, la hoja de perfil para hombres o mujeres). • En la hoja de perfil de las escalas básicas, recuerde que las puntuaciones naturales están en orden descendente en la escala 5 para mujeres; en tanto que las demás puntuaciones naturales para hombres y mujeres están en orden ascendente. • En la sección de la escala de validez de la hoja de perfil de las escalas básicas, escriba V o F al lado del espacio para la puntuación natural apropiada de INVER. • Recuerde que el procedimiento de corrección K no se utiliza en el MMPI-A. • Proporcione la codificación de Welsh para las escalas básicas. de cada escala y los conecta por separado en el caso de las escalas de contenido y suplementarias. En la figura 3-3, se aprecia un ejemplo de hoja de perfil, la cual está trazada con base en normas para hombres.

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Perfil de las subescalas Harris-Lingoes e Is El MMPI-A (versión en inglés) cuenta con una tercera hoja de perfil dedicada a las diversas subescalas que identifican las áreas de contenido de varias escalas básicas. Este perfil presenta las subescalas de Harris-Lingoes desarrolladas para el MMPI original y las subescalas Is creadas en forma más reciente. La leyenda que figura sobre la hoja de perfil proporciona el nombre completo de la escala y cada uno de los acrónimos de las subescalas, por lo que deberá ayudar al examinador de la prueba a evitar confusiones al trazar el perfil. El perfil de las subescalas de Harris-Lingoes e Is difiere de las hojas de perfil de las escalas básicas, de las escalas de contenido y de las suplementarias, en cuanto a que no aparece una zona sombreada entre el rango de T = 60 y T = 65 en el caso de estas subescalas. Esto advierte al clínico que sólo debe interpretar las escalas con elevaciones de puntuación T ≥ 65, aspecto que se aborda en el siguiente capítulo.

CÓMO CODIFICAR EL PERFIL DE LAS ESCALAS BÁSICAS DEL MMPI-A Aplicación del procedimiento de codificación de Welsh El MMPI tenía un procedimiento de codificación de perfil (desarrollado inicialmente por Hathaway, 1947, y en forma posterior por Welsh, 1948) para resumir las características de elevación del perfil de escalas básicas. El código de Welsh se convirtió en el método estándar para determinar

39

40

Figura 3-3. Perfil de escalas de contenido y suplementarias (con normas para la versión estandarizada a México). MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal.

0

5

10

15

0

5

10

15

20

25

ANS-A OBS-A DEP-A

0

5

10

15

20

MASCULINO

ANS-A OBS-A DEP-A

SAU-A

0

5

10

15

20

25

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SAU-A

ENA-A

0

5

10

15

20

ENA-A

10

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ENJ-A

15

20

CIN-A

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0

5

CIN-A

5

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10

15

ASL-A

20

ISO-A

0

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ASL-A

0

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ISO-A

1

5

10

15

FAM-A

0

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25

0

5

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15

20

ESC-A RTR-A

0

5

10

15

15

ESC-A RTR-A

PT

15

20

25

30

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40

PT MAC-A

Puntuación cruda

30

35 30

40 35

45

50

55

60

65

70

75

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90

40

45

50

55

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105

S

45

RPAD

0

5

10

TPAD

10

15

20

25

30

35

INM-A

5

10

15

20

25

30

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40

0

5

10

15

20

25

30

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A-A

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25

25

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100

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110

PT

110

R-A

110

A-A

115

INM-A

115

TPAD

115

RPAD

Suplementarias PT MAC-A 120

100

Fecha de aplicación: Estado civil:

Ansiedad - adolescentes Obsesividad - adolescentes Depresión - adolescentes Preocupación por la salud - adolescentes Enajenación - adolescentes Pensamiento delirante - adolescentes Enojo - adolescentes Cinismo - adolescentes Problemas de conducta - adolescentes Baja autoestima - adolescentes Aspiraciones limitadas - adolescentes Incomodidad en situaciones sociales - adolescentes Problemas familiares - adolescentes Problemas escolares - adolescentes Rechazo al tratamiento - adolescentes

DGAPA-PAPIT IN301194

INM-A A-A R-A

TPAD

MAC-A RPDA

Alcoholismo de MacAndrew - revisada Reconocimiento de problemas con el alcohol y/o drogas Tendencia a problemas con el alcohol y/o drogas Inmadurez - adolescentes Ansiedad - adolescentes Represión - adolescentes

Escalas suplementarias

FAM-A ESC-A RTR-A

ANS-A OBS-A DEP-A SAU-A ENA-A DEL-A ENJ-A CIN-A PCO-A BAE-A ASL-A ISO-A

PT Puntuación T Escalas de contenido

Nota: Este perfil está impreso en cafe y negro. NO LO ACEPTE si es de un solo color.

120

105

Edad:

A R T

Nombre: Dirección: Ocupación: Escolaridad: Referido por: Clave del perfil Iniciales del calificador:

120

PT

E

20

25

30

35

FAM-A

U

15

PCO-A BAE-A

5

10

15

20

PCO-A BAE-A

M

DEL-A

0

5

10

15

DEL-A

Perfil de escalas de contenido y suplementarias (normas mexicanas) MP 48-6,2

J.N. Butcher, C. Williams, J.R. Graham, R.P. Archer, A Tellegen, Y.S. Ben-Porath y B. Kaemmer, con base en MMPI por S.R. Hathaway y J.C. McKinley

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes

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Puntuación cruda

PT

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

80

85

90

95

100

105

110

115

120

PT

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes Copyright © 1992, (renovado, 1970), 1943, 1942, este Perfil 1992 por Regents of the University of Minnesota. © 1998 Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V. En coedición con Universidad Nacional Autónoma de México © 1996 Perfil traducido al español por Lucio, E. (1997) MMPI-A y Minnesota Multiphasic Personality Inventory-Adolescent son M.R. por University of Minnesota

MMPI-

0409

Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Cómo calificar el MMPI-A el patrón de elevación de las escalas de validez L, F y K, las ocho escalas clínicas y las escalas 5 y 0, en particular para identificar el tipo de códigos del perfil de las escalas elevadas. Hasta hace un par de décadas, una práctica rutinaria para los psicólogos era reportar el código de Welsh en la evaluación de sus informes psicológicos, permitiéndo así al lector reproducir los códigos del pérfil de las escalas básicas cuando no tenía acceso a las hojas de perfiles. Aunque el código de Welsh se emplea en forma menos común en la actualidad, los examinadores siguen utilizándolo para el MMPI-A y el MMPI-2, y se ha revisado finamente para mejorar el uso de estas pruebas. En concreto, el código de Welsh consta tradicionalmente de símbolos que designan intervalos de 10 puntos de puntuación T. Sin embargo, en virtud de la importancia del nivel de puntaje T = 65 para determinar las elevaciones clínicas, ahora se proporcionan signos por separado para rangos de 5 puntos de puntuación T de 60 a 64 y de 65 a 69, respectivamente. Las escalas de validez representadas en el código de Welsh aún se limitan a las escalas F, L y K pese al desarrollo reciente de varias escalas de validez. Desarrollar el código de Welsh requiere que inicialmente el examinador ordene las escalas clínicas básicas, designadas en función de sus categorías numéricas, en orden descendente, desde la más alta hasta la más baja en términos de elevación de puntuación T. Un ejemplo de esto es el siguiente:

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Más alta ← 4

9

6

8

3

1

2

5

7

0 → Más baja

Las escalas de validez están organizadas en forma similar, desde la más alta hasta la más baja, y se ubican después de las escalas clínicas. En el caso de dos o más escalas que están en un nivel de puntuación T idéntico, la convención indica que la escala con el número más bajo debe aparecer en primer lugar de la lista. De este modo, si las escalas 3 y 1 tienen una elevación idéntica, la escala 1 se pone en la lista antes que la escala 3. Luego, se introducen los símbolos presentados en el cuadro de Referencia rápida 3-1, a la derecha de una escala o escalas que caen dentro del rango de puntuación T representado por el símbolo. Por ejemplo, si la escala 4 en el ejemplo anterior tenía una puntuación T de 79 y la escala 9 se elevó a una puntuación T de 75, la parte inicial del código de Welsh sería de 49’. Si tanto la escala 4 como la 9 cayeron en el rango de puntuación T de 70 a 79 y la siguiente escala más alta, es la 6, que obtuvo una puntuación T de 68, el código comenzaría como 49’6+. También se aplican algunas reglas adicionales; por ejemplo, las escalas que tienen una elevación idéntica o están separadas por un solo punto de puntuación T, se agrupan por medio de un subrayado compartido. Si ninguna escala cae dentro de determinado rango de puntuación T, de todos modos se registra el símbolo de ese rango después del símbolo precedente para que no se omitan símbolos intermedios. No obstante, pueden omitirse los símbolos del extremo superior e inferior del rango completo si se consideran superfluos. Un código de Welsh completo se ilustra con base en el mismo ordenamiento de las escalas que en el ejemplo previo, con la incorporación de las escalas de validez y la disposición de los valores de la puntuación T de todas las escalas básicas, como se aprecia en los siguientes valores de las escalas. Escala: Puntuación T:

4 79

9 75

6 68

8 67

3 66

1 60

2 60

5 54

7 51

0 46

K 63

L F 46 42

El listado anterior muestra que las escalas clínicas y de validez que se aprecian en el perfil se han ordenado desde la puntuación T más alta hasta la más baja. El resultado de la codificación de Welsh sería: 49’683+12-57/0: K-/L-F:

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Referencia rápida 3-1 Símbolos para la codificación de Welsh Símbolo Rango de puntuación T ** 100 y superior * 90-99 ” 80-89 ’ 70-79 + 65-69 - 60-64 / 50-59 : 40-49 # 30-39 Nota: no hay símbolo para puntuaciones T de 29 e inferiores; escriba el número de la escala a la derecha del signo #.

Nuevos símbolos opcionales para las puntuaciones de rango superior Símbolo ! !!

Rango de puntuación T 110-119 120 y superior

Las puntuaciones de los perfiles de este inventario se organizan además con ayuda del formulario del Resumen Estructural del MMPI-A (material no disponible en español), desarrollado por Archer y Krishnamurthy (1994). La sección superior del formulario constituye un mecanismo relativamente rápido y sencillo para identificar las actitudes desviadas de quien se somete a la prueba y que afectarían la interpretación del perfil, mientras que el principal componente del formulario del Resumen Estructural es un recurso para determinar a partir del agrupamiento de las escalas cual de los 8 factores es más importante para describir el funcionamiento del adolescente mediante el MMPI-A. En el formato del Resumen Estructural del MMPI-A se identifica una sección para registrar las actitudes de la persona que responde la prueba y que está relacionada con la validez del instrumento, considerando; 1) los reactivos no contestados (omisiones), 2) el valor del puntaje T de las respuestas inconsistentes y 3) la exactitud de las respuestas reflejadas en el punto de valores elevados en las escalas básicas de validez y clínicas. Este segmento precede a la sección más importante del formato de Resumen Estructural, debido a que el examinador tiene que determinar la validez del perfil del MMPI-A antes de intentar interpretar el patrón de configuración de los 8 grupos de factores. En el capítulo 4 se aborda con más detalle cada uno de estos aspectos relacionados con la validez; la presentación que hacemos aquí se limita a la forma en que se codifican estos datos en el formulario del Resumen Estructural. El usuario debe tomar nota de la cantidad de omisiones de reactivos que se registraron previamente en el perfil de las

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RESUMEN ESTRUCTURAL DEL MMPI-A

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Cómo calificar el MMPI-A escalas básicas y transferir las puntuaciones T desde el perfil de las escalas básicas, en el caso de las escalas INVAR, INVER, F1 y F2. También es necesario anotar si estuvo presente alguna de las condiciones de la lista que está bajo la sección de Exactitud. Esto completa la información necesaria para la interpretación posterior de la validez del perfil. La sección principal del formato de Resumen Estructural presenta agrupamientos de escalas y subescalas del MMPI-A, que están organizados en ocho grupos de factores. Dentro de cada agrupamiento las escalas se enumeran en orden descendente, desde las que tienen la correlación más alta hasta la más baja (pero aún sustancial) con el factor particular. Por ejemplo, el primer factor, el de desajuste general, contiene 23 escalas que van desde la escala A de Welsh, el indicador más fuerte del factor, hasta la escala de contenido RTR-A, la cual tiene una asociación relativamente más débil con el factor. El usuario de este formulario podría poner las marcas de verificación en aquellas escalas que se eleven a un nivel de puntuación T ≥ 60 (en lugar de seguir las instrucciones presentadas en el formulario para registrar todos los valores de las puntuaciones T de las escalas). Hallazgos de investigación recientes de Krishnamurthy y Archer (1999) sustentaron este procedimiento, pues demuestran que los resultados de un simple conteo de la cantidad de escalas y subescalas elevadas dentro de determinada dimensión son comparables con los resultados al calcular el valor de la puntuación T promedio de cada dimensión. Como se explica en el capítulo 4, estas marcas de verificación se emplean como método rápido para determinar si la mayor parte de las escalas y subescalas en determinado factor producen puntuaciones T de rango crítico, lo cual haría que ese factor destacara en la descripción psicológica del adolescente. El usuario debe advertir que en ciertas circunstancias, como en el caso de la R de Welsh, la escala K y la escala L debe colocar una marca de verificación cuando la puntuación T de la escala está en ≤ 40, la cual es la dirección crítica para estas escalas y que aparecen con un asterisco en la lista del factor de la dimensión de Potencial de desinhibición/excitación. Esta excepción sólo ocurre en el caso de tres factores potencial de desinhibición/excitación, incomodidad social e ingenuidad y requiere cierta atención adicional. En resumen, calificar el MMPI-A conlleva diversas etapas y procedimientos que pueden parecer ligeramente complicados, sobre todo cuando se emplea un método de calificación manual. Los métodos de calificación computarizados son mucho más sencillos y eficientes en términos de tiempo, pero también exigen prestar cierta atención a los detalles y por lo general son más costosos que la calificación manual. Ambos métodos se vuelven relativamente fluidos con la práctica. Calificar y obtener los perfiles del MMPI-A proporciona los datos necesarios para el paso crucial de la interpretación de la prueba.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

1. Las normas estándar del MMPI-A se proporcionan por separado en el caso de: a) las edades de 14, 15, 16, 17 y 18 años. b) chicos y chicas. c) pacientes internos y pacientes ambulatorios. d) grupos étnicos minoritarios. 2. Una característica única de la hoja de perfil del MMPI-A en comparación con el MMPI original es: a) la conversión de la puntuación natural de las omisiones de reactivos en una puntuación escalar. b) el desarrollo de un nuevo procedimiento de corrección K. c) la presencia de una zona sombreada que denota una elevación de rango marginal. d) el uso de una puntuación T de 70 y superior para denotar una elevación clínica. 3. Las puntuaciones naturales se transforman en puntuaciones T uniformes en el caso de: a) las escalas clínicas 5 y 0 del MMPI-A. b) las escalas de contenido del MMPI-A. c) las escalas suplementarias del MMPI-A. d) a y b. 4. Un nuevo procedimiento de ponderación se utiliza para las subescalas de Harris-Lingoes del MMPI-A. ¿Verdadero o falso? 5. En determinados casos, puede evaluarse a adolescentes de 19 años de edad con el MMPI-A utilizando el conjunto de normas separadas disponible para este grupo de edad. ¿Verdadero o falso? Respuestas: 1. b; 2. c; 3. b; 4. Falso; 5. Falso.

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AUTOEVALUACIÓN

CuAtRO

Cómo interpretar el MMPI-A

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INTRODUCCIÓN El MMPI-A es un instrumento complejo y, debido a esto, se han desarrollado varias guías para facilitar la interpretación de esta prueba, entre las que se encuentran el manual del MMPI-A (Butcher et al., 1992), así como libros de texto acerca de este tema de Archer (1997) y de Butcher y Williams (2000). La finalidad de este capítulo es ofrecer una revisión concisa de los métodos de interpretación básicos del MMPI-A y resumir la amplia bibliografía relacionada, de la cual se dispone para muchas de las escalas y subescalas del MMPI-A. Sin embargo, es importante destacar desde el principio que el MMPI-A siempre debe interpretarse dentro del contexto de la información relacionada con la historia del adolescente, sus antecedentes, los hallazgos de entrevistas clínicas y los resultados de la evaluación con otros instrumentos psicológicos. Si bien es posible interpretar el MMPI-A a “ciegas”, sin datos de los antecedentes del adolescente, no es recomendable utilizar este método, ya que genera información menos precisa en la evaluación del MMPI-A. Por ejemplo, considerar el nivel de cooperación y capacidad intelectual del adolescente suele ofrecer información crucial para entender e interpretar las escalas de validez de esta prueba. Tener conocimiento de la historia académica del adolescente también ofrece un contexto más fino al, interpretar los hallazgos de las escalas del MMPI-A relacionados con aspectos del aprovechamiento académico; en tanto que conocer la historia médica del adolescente ayuda a interpretar las puntuaciones en los indicadores de salud física y funcionamiento. Por mencionar otros ejemplos, conocer la historia neuropsicológica o el consumo de drogas o alcohol de un adolescente puede influir en forma drástica en la interpretación de las escalas con reactivos que es poco frecuente confirmar, mientras que entender la historia familiar e interpersonal del adolescente puede generar claves cruciales para interpretar las escalas relacionadas con áreas importantes. En suma, el MMPI-A siempre debe interpretarse dentro de un contexto mucho más amplio que comprenda información y datos provenientes de diversas fuentes. En las secciones siguientes se revisarán las descripciones e interpretaciones de las escalas y subescalas del MMPI-A cuyo conocimiento se asocia a los fundamentos de la prueba original. En primer lugar se revisan las escalas de validez, para lo cual se presenta un modelo de evaluación y se analiza cómo se emplea cada uno de los indicadores de validez para la aplicación de éste. Luego, se procede a revisar las escalas básicas y las subescalas del MMPI y se presentan los lineamientos de interpretación de las escalas tanto en lo individual como en configuraciones.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A También se explica el uso de las escalas de contenido y suplementarias para ampliar el resultado interpretativo del MMPI-A. Luego, se analiza el desarrollo, la descripción y aplicación del Resumen Estructural del MMPI-A. Por último, bajo el título “pasos para el desarrollo e integración de la interpretación del MMPI-A”, se resumen estos pasos o etapas de interpretación y, de manera breve, se proporcionan las generalidades con respecto a los usos y limitaciones de los informes interpretativos computarizados.

CÓMO EVALUAR LA VALIDEZ DE PERFIL Escalas de validez La interpretación del MMPI-A comienza con una evaluación de la validez del perfil. Existen varios indicadores primarios en el MMPI-A diseñados para evaluar el grado de consistencia y precisión que el adolescente ha proporcionado en sus respuestas a los reactivos de la prueba, lo cual ayuda a determinar si es posible hacer una interpretación de las escalas clínicas. En las siguientes secciones se presenta cada una de estas escalas y subescalas de validez.

El indicador de No podría decir (?) se refiere a la cantidad total de reactivos que el adolescente no responde, o contesta en ambas direcciones de Verdadero y Falso. Por lo tanto, este indicador no es una escala del MMPI-A, porque no tiene reactivos. Los adolescentes podrían omitir reactivos del MMPI-A por diversas razones, tal como limitaciones del funcionamiento intelectual o de la capacidad de lectura, descuido al responder a los reactivos de la prueba o como expresión de una tendencia oposicionista. Las investigaciones acerca del contenido de los reactivos que se omiten con mayor frecuencia en el MMPI y el MMPI-A indican que los adolescentes tienden a excluir los reactivos de las categorías más sensibles, como consumo de drogas, de alcohol o aspectos de la sexualidad, al igual que los reactivos que son más complejos y difíciles de leer. En general, cuanto mayor sea la omisión de reactivos, menores serán las puntuaciones en las escalas del MMPI-A. La mayoría de los adolescentes dejan sin responder 10 o menos reactivos en el cuadernillo de aplicación. Sin embargo, este grado de omisión de reactivos no tiene consecuencias graves en términos de distorsión del perfil y no genera problemas de interpretación. Las omisiones de reactivos que van de 11 a 30 reactivos son mayores de lo que se espera comúnmente y pueden indicar que el adolescente tiene problemas significativos de lectura o que es indeciso o descuidado. No obstante, este nivel de omisión de reactivos aún es consistente con una interpretación válida del protocolo del MMPI-A. En cambio, las puntuaciones de 31 o más en el indicador de No podría decir son infrecuentes y hacen que se invalide y resulte imposible interpretar el perfil general. En estas circunstancias debe hacerse el esfuerzo de solicitar que el adolescente complete los reactivos a los que no respondió, sólo si el clínico está en posibilidades de descartar la presencia de una discapacidad de lectura o de una limitación intelectual significativa que pudiera contraindicar una respuesta válida a los reactivos de la prueba.

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Indicador No podría decir (?)

Cómo interpretar el MMPI-A

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Escalas de respuesta inconsistente Las escalas de validez Inconsistencia de las respuestas variables (INVAR) e Inconsistencia de las respuestas verdaderas (INVER) son innovadoras y fueron diseñadas para medir el grado de consistencia con que el adolescente respondió el cuadernillo del MMPI-A. Las escalas INVAR e INVER constan de pares de reactivos elegidos de manera específica. Los integrantes de cada par INVAR son similares u opuestos en cuanto a contenido, y cada par se califica en función de la incidencia de una inconsistencia lógica en la respuesta a ambos reactivos. Por ejemplo, la respuesta Verdadero al reactivo 70 (“Definitivamente no tengo confianza en mí mismo[a])”) y Verdadero al reactivo 223 (“Tengo entera confianza en mí mismo[a]”) generan un punto que se suma a la escala INVAR. La puntuación natural en esta escala es simplemente la cantidad total de pares de reactivos a los que se respondió en forma inconsistente. Una puntuación INVAR muy elevada (T ≥ 80) indica que el adolescente posiblemente respondió a los reactivos en forma indiscriminada, por lo que el protocolo del MMPI-A se invalidó o es imposible interpretarlo. La escala INVER, a diferencia de la escala INVAR, se basa exclusivamente en pares de reactivos que son contrarios en cuanto a contenido. Por lo tanto, si un cliente responde en forma inconsistente con Verdadero a dos reactivos contrarios en términos de significado o contenido, se suma un punto a la puntuación INVER; en cambio, si responde en forma inconsistente con Falso a pares de reactivos opuestos, se resta un punto del total. Con base en este método de calificación, una puntuación INVER elevada indica una tendencia del participante a responder la prueba en forma indiscriminada con Verdadero a los reactivos y, por lo tanto, refleja una tendencia de respuesta de aprobación. En contraste, una puntuación natural INVER muy baja indica una propensión del adolescente a responder Falso en forma indiscriminada y refleja una tendencia de respuesta “negativista” o de no aprobación. Sin embargo, las puntuaciones T en INVER se escalan de tal modo que aumentan a medida que se desvían de la media en cualquier dirección, de manera que los patrones de respuesta de aprobación o no aprobación (o negativistas) generan puntuaciones T elevadas. Como en el caso del punto de corte de la calificación T de INVAR y, las puntuaciones T en INVER ≥ 80 indican respuestas de no aprobación o negativistas al grado que invalidan el protocolo del MMPI-A.

Indicadores de infrecuencia La escala F del MMPI original constaba de 64 reactivos que se eligieron con base en el criterio de que no más de 10% de la muestra normativa de adultos de Minnesota respondió en la dirección de los reactivos de forma desorientada o en dirección desviada. Como resultado de este proceso se desarrollo la escala F que se le conoce como escala de infrecuencia; además, comprende diversos reactivos relacionados con experiencias extrañas o inusuales, síntomas paranoides o psicóticos y actitudes y conductas antisociales o asociales. Antes del desarrollo del MMPI-A era evidente que los adolescentes producían elevaciones marcadas en la escala F original debido a que muchos de los reactivos no funcionaban de manera eficaz con este grupo de edad. Dicho de otro modo, los adolescentes solían tener una tasa de confirmación en el MMPI original que rebasaba con mucho el 10% en el caso de varios reactivos de la escala F original. Por lo tanto, en el desarrollo del MMPI-A, la escala F fue sometida a una revisión importante, lo cual condujo a la creación de la escala F de 66 reactivos que se determinó

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Indicadores de defensividad o subinformación de sintomatología: las escalas L y K La escala de Mentira (L) del MMPI-A consta de 14 reactivos que se eligieron para identificar a los adolescentes que manifiestan tentativas poco sofisticadas o ingenuas de presentase de manera favorable a sí mismo con el fin de negar debilidades o fallas humanas comunes. Los adolescentes que producen puntuaciones L elevadas responden a los reactivos del MMPI-A (ya sea de manera consciente o inconsciente), en una forma que niega deficiencias o debilidades relativamente menores y afirma una virtud excesiva. La escala L del MMPI-A cubre diversos ámbitos de contenido, incluida la negación de impulsos hostiles o agresivos, la no aceptación de deficiencias o debilidades menores y la afirmación de un estándar excesivamente alto de comportamiento aparentemente virtuoso o ético. Las elevaciones moderadas en la escala L (valores de puntuación T de 60-65) se relacionan con la necesidad de conformidad y negación del adolescente; mientras que las elevaciones marcadas (T ≥ 65) plantean dudas significativas concernientes a la validez del protocolo de respuesta, sobre todo cuando se combinan con elevaciones de rango similares en la escala de Defensividad (K). Debido a que los 14 reactivos de la escala L están orientados hacia

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a partir de seleccionar los reactivos que eran respondidos de forma diferente por no más de 20% de los 1,620 chicos y chicas de la muestra normativa del MMPI-A. Los primeros 33 reactivos, que se extienden aproximadamente hasta la mitad del cuadernillo de aplicación, forman la subescala F1, y los últimos 33 reactivos (correspondientes a la segunda mitad de la reserva de reactivos) comprenden la subescala F2. Las puntuaciones elevadas en F o sus subescalas indican que el adolescente está corroborando una gran cantidad de síntomas que se confirman como inusuales o infrecuentes. Los adolescentes que generan elevaciones marcadas o extremas en la escala F del MMPI es posible que traten de “falsear” o “sobreinformar” una sintomatología, sigan un patrón aleatorio de respuestas, sean incapaces de leer y entender en forma adecuada la reserva de reactivos o sufran una enfermedad psiquiátrica muy grave. En muchos casos, para aclarar las razones de una elevación en la escala F tal vez ayude recurrir a otras escalas de validez. Por ejemplo, una escala F elevada en combinación con una puntuación alta en la escala INVAR podría indicar un patrón de respuesta inválido debido a una capacidad de lectura inadecuada o a un patrón aleatorio de respuesta. En contraste, una puntuación INVAR con un rango normal en combinación con una escala F muy elevada, indica la tendencia a sobreinformar una sintomatología en un adolescente que respondió de manera consistente pero exagerada. Los perfiles del MMPI-A con puntuaciones T en la escala F ≥ 90 suelen declararse inválidos y la interpretación clínica de estos protocolos no se garantiza. Además, las subescalas F1 y F2 del MMPI-A pueden utilizarse en una estrategia interpretativa en la cual se aproveche el hecho de que estas escalas ocupan la primera y segunda mitades de reactivos, respectivamente. Por ejemplo, una escala F1 con un rango normal en combinación con un valor F2 elevado indica que el adolescente modificó la forma de respuesta a la prueba en las últimas etapas de la sesión de evaluación, por lo que podría reflejar descuido o un patrón aleatorio de respuesta. Archer (1997) recomienda que haya una diferencia mínima entre F1 y F2 de por lo menos 20 puntos de puntuación T antes de considerar que estas subescalas muestran diferencias considerables en cuanto al nivel de elevación.

Cómo interpretar el MMPI-A una dirección de respuesta de Falso, las puntuaciones en esta medición también sirven como un indicador valioso (junto con la escala INVER) para detectar los patrones de respuesta de todo como verdadero o todo como falso. La escala K consta de 30 reactivos que se eligieron en forma empírica para identificar a los individuos que manifestaban abiertamente grados significativos de psicopatología, pero que producían perfiles dentro de los límites normales en el MMPI original. Las puntuaciones elevadas en la escala K indican esfuerzos más sutiles por negar una psicopatología y presentarse en forma cautelosa. Excepto uno, todos los reactivos se califican en la dirección de Verdadero; por lo tanto, esta escala también ofrece información útil (junto con la escala INVER) concerniente a la presencia de patrones de respuesta de todo como verdadero o todo como falso. El contenido de los reactivos de la escala K es muy diverso y abarca aspectos que van desde las relaciones interpersonales y familiares hasta el autocontrol. Además de su función como escala de validez relacionada con la defensividad, el empleo de un procedimiento de corrección K para cinco de las escalas básicas se ha vuelto una práctica normal con los entrevistados adultos. Como se explicó en el capítulo 3, este procedimiento de corrección K no se emplea con perfiles de adolescentes, ya sea en el MMPI original o con el MMPI-A. Las elevaciones en la escala K del MMPI-A suelen generarlas adolescentes que se muestran a la defensiva y que, en forma consciente o inconsciente, subinforman síntomas o problemas psicológicos. Asimismo, los adolescentes que obtienen una puntuación elevada en la escala K suelen no aceptar un tratamiento psicológico y se ocultan tras una apariencia de ajuste y afrontamiento adecuados. En el caso de los estudios publicados sobre el MMPI de adolescentes o de adultos, las elevaciones de puntuación T ≥ 65 en la escala K reflejan pronósticos de cambio mucho más pobres y tratamientos más prolongados.

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Modelo conceptual para la evaluación de la validez Greene (2000) presentó un modelo o aproximación conceptual que hace hincapié en el uso de pasos o etapas secuenciales en el proceso de evaluación de la validez para entender aspectos relacionados con este tema. La primera etapa supone determinar la cantidad de reactivos omitidos, los cuales se reflejan en el valor del indicador No podría decir. Omitir más de 30 reactivos exige una nueva aplicación de la prueba. El siguiente paso para evaluar la validez de las respuestas de un adolescente consiste en verificar la consistencia o inconsistencia de las respuestas a los reactivos, es decir, el grado de consistencia o lógica con el que el adolecente describe su funcionamiento. La evidente elevación en la inconsistencia de las respuestas de las escalas INVAR e INVER, o la discrepancia en las puntuaciones de las subescalas F1 y F2, puede ser resultado de diversos procesos; por ejemplo, descuido, indecisión marcada o capacidad de lectura deficiente. Al margen de la causa, sin embargo, lo esencial de las inconsistencias en las respuestas es que invalidan el perfil del MMPI-A e impiden una interpretación clara del perfil. El último paso en el modelo de evaluación de la validez propuesto por Greene supone evaluar el grado en que el MMPI-A refleja una adecuada validación de los reactivos. En este contexto, la exactitud se refiere al grado en que los reactivos respaldan un patron de respuesta producido por el adolescente y que se refleja en un informe no distorsionado y significativo tanto de su nivel de sintomatología como de su funcionamiento psicológico. En este modelo, sobreinformar y subinformar una sintomatología representa puntos en un continuo, y cualquier entrevistado

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A en particular puede ubicarse en algún punto a lo largo de esta dimensión de la exactitud de las respuestas. El método más útil para determinar la exactitud de las respuestas consiste en investigar el patrón de configuraciones generado por el adolescente en las escalas de validez F, L y K del MMPI-A. Como se expone en la sección siguiente, en la evaluación relativa de F que se reflejan diversas tendencias de respuesta importantes, en contraste con las elevaciones en las puntuaciones T que se hallan en el caso de L y K.

Efectos de la tendencia de respuesta en las escalas de validez Los adolescentes pueden distorsionar de manera consciente o inconsciente sus respuestas al MMPI-A, a tal grado que llega a invalidarse una interpretación significativa del perfil clínico resultante. Algunas de estas tendencias de respuesta son relativamente fáciles de identificar con base en la incidencia de ciertas características o rasgos destacados, en tanto que otras son más difíciles de detectar con las escalas de validez del MMPI-A. La siguiente sección constituye un resumen breve de los efectos de diversas tendencias de respuesta en el MMPI-A.

La tendencia de respuesta de todo verdadero la indican puntuaciones sumamente bajas en las escalas L y K, así como puntuaciones muy elevadas en F, F1 y F2. En la figura 4-1 se presenta el perfil de todo verdadero de las escalas básicas, el cual se traza de acuerdo con las normas para mujeres adolescentes. La elevación extrema en la escala INVER indica en forma clara una tendencia de respuesta inconsistente en la dirección de la aceptación, o “decir que sí” en combinación con valores de puntuación T muy por encima de 90 en F, F1 y F2. Asimismo, hay una pendiente notablemente positiva de psicosis en el perfil, por la marcada elevación de las escalas clínicas que miden Paranoia (6), Psicastenia (7), Esquizofrenia (8) e Hipomanía (9) porque se encuentran en un rango clínicamente significativo.

Todo falso El perfil que se aprecia en la figura 4-2 se genera si un adolescente responde con Falso a todos los reactivos del MMPI-A. Aunque la figura ejemplifica el perfil de todo falso con base en normas para varones adolescentes, ocurriría la misma configuración general en el caso de las mujeres. La escala INVER es de nuevo muy elevada, pero esta vez como resultado de la tendencia extrema a decir que no en las respuestas. Además, las escalas de validez L y K del MMPI-A son muy elevadas porque se componen principalmente de reactivos registrados en la dirección de Falso. En este caso, el lado izquierdo del perfil de las escalas clínicas básicas se eleva, sobre todo en las escalas clínicas básicas 1, 2 y 3. Como en el caso del perfil de todo como verdadero, el perfil de todo falso en realidad es fácil de detectar por sus características drásticamente elevadas.

Tendencias de respuesta aleatorias Debido a que un adolescente llega a responder el MMPI-A en diversas formas mediante un patron de respuesta aleatorio, resulta difícil caracterizar un patrón prototipo. No obstante,

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Todo verdadero

5

INVAR

0

5

10

15

INVAR

10

11

12

13

14

15

16

17

18

19

24

INVER PT:F PT:V

9

8

7

6

5

4

3

2

1

0

21 20

INVER PT:F PT:V

F1

24

0

5

10

15

20

F1

5

10

15

20

25

30

F2

15

20

25

30

35

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Fecha de aplicación: Estado civil:

No podría decir Mentira Infrecuencia Defensividad Infrecuencia 1, de la primera parte Infrecuencia 2, de la segunda parte Inconsistencia de las respuestas variables Inconsistencia de las respuestas verdaderas Hipocondriasis Depresión Histeria Desviación psicopática Masculinidad - Feminidad Paranoia Psicastenia Esquizofrenia Hipomanía Introversión social

DGAPA-PAPIT IN301194

? L F K F F INVAR INVER Hs D Hi Dp Mf Pa Pt Es Ma Is

Escalas básicas

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Nota: Este perfil está impreso en cafe y negro. NO LO ACEPTE si es de un solo color.

Nombre: Dirección: Ocupación: Escolaridad: Referido por: Clave del perfil Iniciales del calificador:

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Perfil de escalas básicas (normas mexicanas) MP 48-6,1

J.N. Butcher, C. Williams, J.R. Graham, R.P. Archer, A Tellegen, Y.S. Ben-Porath y B. Kaemmer, con base en MMPI por S.R. Hathaway y J.C. McKinley

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes

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Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes Copyright © 1992, (renovado, 1970), 1943, 1942, este Perfil 1992 por Regents of the University of Minnesota. © 1998 Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V. En coedición con Universidad Nacional Autónoma de México © 1996 Perfil traducido al español por Lucio, E. (1997) MMPI-A y Minnesota Multiphasic Personality Inventory-Adolescent son M.R. por University of Minnesota

MMPI-

© Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito.

Cómo interpretar el MMPI-A

Figura 4-1. Tendencia de respuesta todo verdadero. MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal.

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Figura 4-2. Tendencia de respuesta todo falso. MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal. 4

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Edad:

Fecha de aplicación: Estado civil:

No podría decir Mentira Infrecuencia Defensividad Infrecuencia 1, de la primera parte Infrecuencia 2, de la segunda parte Inconsistencia de las respuestas variables Inconsistencia de las respuestas verdaderas Hipocondriasis Depresión Histeria Desviación psicopática Masculinidad - Feminidad Paranoia Psicastenia Esquizofrenia Hipomanía Introversión social

DGAPA-PAPIT IN301194

? L F K F F INVAR INVER Hs D Hi Dp Mf Pa Pt Es Ma Is

Escalas básicas

PT Puntuación T

Nota: Este perfil está impreso en cafe y negro. NO LO ACEPTE si es de un solo color.

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MASCULINO

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Perfil de escalas básicas (normas mexicanas) MP 48-6,1

J.N. Butcher, C. Williams, J.R. Graham, R.P. Archer, A Tellegen, Y.S. Ben-Porath y B. Kaemmer, con base en MMPI por S.R. Hathaway y J.C. McKinley

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes

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Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes Copyright © 1992, (renovado, 1970), 1943, 1942, este Perfil 1992 por Regents of the University of Minnesota. © 1998 Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V. En coedición con Universidad Nacional Autónoma de México © 1996 Perfil traducido al español por Lucio, E. (1997) MMPI-A y Minnesota Multiphasic Personality Inventory-Adolescent son M.R. por University of Minnesota

MMPI-

Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Cómo interpretar el MMPI-A el valor promedio generado por una gran cantidad de perfiles aleatorios debería guardar un estrecho paralelismo con el que se presenta en la figura 4-3. El detector más útil de patrones de respuesta aleatorios es una elevación de la escala INVAR del MMPI-A, aunque debe señalarse que el valor medio tanto de chicos como de chicas es sólo moderadamente elevado en el rango de puntuaciones T de 70 a 80. Además, el perfil aleatorio se caracteriza por un incremento inusual en la configuración de las escalas de validez en donde las elevaciones del rango clínico se dan en F, F1 y F2, lo mismo que en la escala L del MMPI-A. Una vez más, las características del perfil real generadas por una tendencia de respuesta aleatoria específica varían en forma sustancial, dependiendo del método en particular que se haya utilizado para aleatorizar el patrón de respuesta. El clínico siempre debe considerar un patrón de respuesta aleatorio cuando un adolescente complete el MMPI-A en menos de los 60 a 90 minutos que cabe esperar, sobre todo cuando el tiempo de respuesta es menor de 45 minutos.

© Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito.

Estilos de respuesta por exageración o por subestimación de síntomas Otra tendencia de respuesta en el MMPI-A supone una distorsión en la exactitud de las respuestas de los adolescentes, que de manera consciente o inconsciente se presentan a si mismas en una situación desfavorable o presentarse como positivas. Además de los términos “exagerar” y “subestimar”, otros autores describen con claridad estas distorsiones como “autopresentación positiva” o “autopresentación negativa” a partir del autoinforme de un participante. En general, los estudios publicados sobre adolescentes y adultos señalan, en forma acentuada, que suele ser mucho más sencillo detectar un intento de exagerar cierta sintomatología que un intento de subestimar síntomas. Esto se debe a que la mayoría de los individuos que intentan dar una imagen desfavorable lo hacen en forma general y poco sofisticada, lo que da por resultado elevaciones marcadas en la escala F, y cualquier protocolo con valores de puntuación T en la escala F ≥ 90 en general indica tendencias de respuesta a la exageración de síntomas. El clásico patrón de tendencia de respuesta a la exageración de síntomas supone una escala F muy elevada con puntuaciones de rango bajo en las escalas de validez L y K, como se ilustra en el ejemplo de caso clínico de un chico de 16 años de edad que está en un centro de tratamiento residencial (véase la figura 4-4). En contraste, detectar estilos de respuesta por subestimación de síntomas resulta más problemático, por lo general supone elevaciones marcadas en L y K en combinación con puntuaciones relativamente bajas en F, como se ilustra en el ejemplo de caso clínico de una chica de 15 años de edad evaluada en un centro de tratamiento para pacientes externos (véase la figura 4-5). Sin embargo, muchos individuos que tratan de minimizar una sintomatología al parecer son capaces de hacerlo sin necesariamente producir los valores elevados en L y K que se aprecian en la figura 4-5. Por lo tanto, suele ser difícil distinguir las respuestas de un adolescente normal, cauteloso, defensivo y sin problemas psiquiátricos significativos, que las respuestas de un adolescente significativamente perturbado que de manera consciente o inconsciente trata de parecer normal al responder los reactivos del MMPI-A. Pero hasta que se desarrollen indicadores más sensibles, el mejor método para detectar el estilo de respuesta por subestimar los síntomas sigue siendo examinar las elevaciones en las escalas de validez L y K. En el cuadro Referencia rápida 4-1 se presenta una serie de pautas para determinar la validez de perfil en el MMPI-A.

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Figura 4-3. Tendencia de respuestas aleaorias. MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal. 17

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Fecha de aplicación: Estado civil:

No podría decir Mentira Infrecuencia Defensividad Infrecuencia 1, de la primera parte Infrecuencia 2, de la segunda parte Inconsistencia de las respuestas variables Inconsistencia de las respuestas verdaderas Hipocondriasis Depresión Histeria Desviación psicopática Masculinidad - Feminidad Paranoia Psicastenia Esquizofrenia Hipomanía Introversión social

DGAPA-PAPIT IN301194

? L F K F F INVAR INVER Hs D Hi Dp Mf Pa Pt Es Ma Is

Escalas básicas

PT Puntuación T

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Nota: Este perfil está impreso en cafe y negro. NO LO ACEPTE si es de un solo color.

Nombre: Dirección: Ocupación: Escolaridad: Referido por: Clave del perfil Iniciales del calificador:

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J.N. Butcher, C. Williams, J.R. Graham, R.P. Archer, A Tellegen, Y.S. Ben-Porath y B. Kaemmer, con base en MMPI por S.R. Hathaway y J.C. McKinley

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes

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J.N. Butcher, C. Williams, J.R. Graham, R.P. Archer, A Tellegen, Y.S. Ben-Porath y B. Kaemmer, con base en MMPI por S.R. Hathaway y J.C. McKinley

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Fecha de aplicación: Estado civil:

No podría decir Mentira Infrecuencia Defensividad Infrecuencia 1, de la primera parte Infrecuencia 2, de la segunda parte Inconsistencia de las respuestas variables Inconsistencia de las respuestas verdaderas Hipocondriasis Depresión Histeria Desviación psicopática Masculinidad - Feminidad Paranoia Psicastenia Esquizofrenia Hipomanía Introversión social

DGAPA-PAPIT IN301194

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Escalas básicas

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Nota Este perfil Nota: erfil está impres impreso en cafe y negro. NO LO ACEPTE si es de un solo color.

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Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes Copyright © 1992, (renovado, 1970), 1943, 1942, este Perfil 1992 por Regents of the University of Minnesota. © 1998 Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V. En coedición con Universidad Nacional Autónoma de México © 1996 Perfil traducido al español por Lucio, E. (1997) MMPI-A y Minnesota Multiphasic Personality Inventory-Adolescent son M.R. por University of Minnesota

MMPI-

© Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito.

Cómo interpretar el MMPI-A

Figura 4-4. Perfil de exageración de síntomas. MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal.

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Figura 4-5. Perfil de subestimación de síntomas. MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal. 3

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40

45

50

55

D 2

D 2

20

15

20

25

30

40

45

50

55

Hi 3

28

Hi 3

10

15

20

25

30

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10

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20

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Dp 4

15

10

5

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Dp 4

30

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20

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Pa 6

30

Mf 5

7

Pa 6

5

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45

15

Pt 7

5

10

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21

Es 8

5

10

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55

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75

Ma 9

Is 0

PT

19

Ma 9

10

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20

25

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45

24

Is 0

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60

PT

30

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50

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70

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80

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90

95

100

105

110

115

120

A

Edad: 15

Fecha de aplicación: Estado civil:

No podría decir Mentira Infrecuencia Defensividad Infrecuencia 1, de la primera parte Infrecuencia 2, de la segunda parte Inconsistencia de las respuestas variables Inconsistencia de las respuestas verdaderas Hipocondriasis Depresión Histeria Desviación psicopática Masculinidad - Feminidad Paranoia Psicastenia Esquizofrenia Hipomanía Introversión social

DGAPA-PAPIT IN301194

? L F K F F INVAR INVER Hs D Hi Dp Mf Pa Pt Es Ma Is

Escalas básicas

PT Puntuación T

0609

Nota: Este perfil está impreso en cafe y negro. NO LO ACEPTE si es de un solo color.

Nombre: Dirección: Ocupación: Escolaridad: Referido por: Clave del perfil Iniciales del calificador:

R T

Es 8

FEMENINO

Pt 7

S

Mf 5

E

U

25

30

K

Hs 1

Perfil de escalas básicas (normas mexicanas) MP 48-6,1

J.N. Butcher, C. Williams, J.R. Graham, R.P. Archer, A Tellegen, Y.S. Ben-Porath y B. Kaemmer, con base en MMPI por S.R. Hathaway y J.C. McKinley

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes

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0

5

10

M

INVER PT:F PT:V

9

8

7

6

5

4

3

2

1

0

21 20

0 Puntuación cruda ? __________

Puntuación cruda

PT

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45

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100

105

110

115

120

INVER PT:F PT:V

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes Copyright © 1992, (renovado, 1970), 1943, 1942, este Perfil 1992 por Regents of the University of Minnesota. © 1998 Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V. En coedición con Universidad Nacional Autónoma de México © 1996 Perfil traducido al español por Lucio, E. (1997) MMPI-A y Minnesota Multiphasic Personality Inventory-Adolescent son M.R. por University of Minnesota

MMPI-

Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Cómo interpretar el MMPI-A

Referencia rápida 4-1 Lineamientos para la evaluación de la validez Un perfil puede ser NO válido para su interpretación cuando: • La puntuación natural del puntaje No podría decir (?) es > 30. • Las escalas INVAR e INVER se eleven a una puntuación T ≥ 80. • La escala F se eleve a una puntuación T ≥ 90. • Las escalas L y K se eleven a una puntuación T > 65. • Sea evidente una tendencia de respuesta de todo Verdadero con una elevación marcada en la escala F con puntuaciones sumamente bajas en las escalas L y K, la escala INVER se eleva por una tendencia de respuestas en dirección a Verdadero. • Sea evidente una tendencia de respuesta de todo Falso con una elevación extrema en las escalas L y K con un rango normal en F y la escala INVER se eleva por una tendencia de respuestas en dirección a Falso. • Sea evidente una tendencia de respuesta aleatoria con elevaciones de F, L e INVAR. • Sea evidente una tendencia a subestimar los síntomas por una elevación en L y K en relación con una F disminuida y todas las escalas clínicas tengan una puntuación T ≤ 60. • Sea evidente una tendencia a exagerar los síntomas por una elevación de la escala F > 90, así como por L y K con rango normal o inferior y un perfil en donde las escalas clínicas tienen una variación extrema.

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CÓMO interpretar A LAS ESCALAS CLÍNICAS BÁSICAS Después de determinar si un perfil del MMPI-A es válido, el siguiente paso en la interpretación es analizar las puntuaciones del adolescente en el Perfil de escalas clínicas. Este paso supone evaluar el nivel de elevación de las puntuaciones de un adolescente en las escalas básicas, en comparación con las del grupo normativo; para ello, se examina la elevación de las puntuaciones T de cada escala y se aplican los descriptores o correlatos apropiados para las escalas clínicamente elevadas. Es importante recordar que para cada una de las escalas clínicas del MMPI-A, el valor promedio de las puntuaciones T es de 50 con una desviación estándar de 10. Si las escalas del MMPI-A tiene una puntuación T de 41 a 59, se considera que estos valores son similares a los producidos por la muestra normativa e incluso puede decirse que están dentro de los límites normales. Sin embargo, en el caso de valores de puntuación T que se encuentran en la zona sombreada entre las puntuaciones T de 60 a 64, aun cuando pueden hacerse interpretaiones debería tomarse con reserva este nivel de elevación. Además, es probable que las puntuaciones en estos rangos reflejen descriptores menos extremos. Una puntuación T de 65 o mayor es crucial para determinar puntuaciones clínicamente elevadas, y varios estudios de investigación (p. ej., Fontaine, Archer, Elkins & Johansen, 2001) han respaldado la idea de que una puntuación T ≥ 65 es necesaria para aplicar al entrevistado adolescente los descriptores clínicos, para su interpretación En la siguiente sección se describen de manera breve cada una de las 10 escalas clínicas básicas del MMPI-A.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

La escala 1 (hipocondriasis) originalmente constaba de 33 reactivos desarrollados para identificar a individuos que manifestaban síntomas asociados con la hipocondriasis. Por lo común, estos síntomas comprendían quejas y dolencias físicas vagas, así como una preocupación marcada por el funcionamiento corporal y la enfermedad. En la creación del MMPI-A se eliminó un reactivo de la escala original por su contenido objetable, lo que dio por resultado una escala Hs de 32 reactivos en esta prueba. La escala 1 se ubica entre las escalas clínicas básicas más homogéneas y unidimensionales del MMPI-A, la composición de sus reactivos y el contenido estan orientados principalmente a la identificación de las molestias y preocupaciones somáticas. En investigaciones sobre esta escala, en las cuales se han utilizado muestras de adultos, se ha establecido que los individuos que generan elevaciones de la escala Hs, por lo general informan dolencias exageradas respecto al funcionamiento físico y numerosos síntomas somáticos. Además, los estudios de investigación publicados sustentan el planteamiento de que estos individuos comúnmente tienen baja capacidad de insight o “recupas psicológico”. En los estudios de investigación tanto con adolescentes como con adultos se ha descubierto que la presencia de trastornos físicos reales influye, en grado limitado, en las puntuaciones de la escala 1, y cabe esperar elevaciones moderadas de las puntuaciones T de 60 a 64 en el caso de los adolescentes con enfermedades físicas crónicas. Con base en estos hallazgos, los clínicos deberían ser muy conscientes y considerar la posibilidad de haya algún trastorno físico significativo real cuando interpreten las elevaciones en esta escala clínica básica del MMPI-A. Varios investigadores han informado que es inusual que los adolescentes generen elevaciones en la escala 1. Los chicos en los entornos clínicos que elevan esta escala, es probable que muestren una variedad de problemas internalizados como temor, culpa, inquietud y retraimiento social, lo mismo que numerosas dolencias físicas; en tanto que hay ciertas evidencias de que las chicas en los ambientes clínicos que generan elevaciones en esta escala posiblemente tengan una incidencia mucho más elevada de problemas y dolencias físicas, incluidos los trastornos alimentarios. A continuación se presenta un resumen de los descriptores de puntuaciones T elevadas (T ≥ 65): • Preocupaciones corporales y somáticas excesivas que suelen ser de naturaleza vaga. • Mayor probabilidad de problemas internalizados como culpa, temores, retraimiento social, perfeccionismo, dependencia y ansiedad. • Mayor probabilidad de manifestar problemas escolares, lo cual comprende dificultades académicas y de adaptación. • Menor probabilidad de manifestar conductas delictivas. • Relaciones interpersonales dependiente o poco independientes. Además, las puntuaciones más bajas en la escala 1 se han asociado con las siguientes características (T ≤ 40): • Menos quejas o síntomas físicos. • Mayor capacidad de insight o espontaneidad.

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Escala 1 (Hs): hipocondriasis

Cómo interpretar el MMPI-A

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Escala 2 (D): depresión La escala 2 (depresión) constaba originalmente de 60 reactivos, 57 de los cuales se mantuvieron en el MMPI-A. Hathaway y McKinley (1943) explicaron que esta escala era una especie de indicador de insatisfacción general. Las características esenciales de esta dimensión comprenden moral baja, retraimiento social y sensibilidad social excesiva, falta de esperanzas en el futuro, diversos problemas y dolencias físicas, desaliento y una insatisfacción predominante con la propia vida. En general, en numerosos estudios de investigación con muestras tanto de adolescentes como de adultos, se estableció que las elevaciones en la escala 2 son producidas por individuos autocríticos e introspectivos, que son propensos a experimentar sentimientos de culpa, depresión y vergüenza. Resulta curioso que las elevaciones en esta escala tienen algunas características positivas en el caso de los adolescentes que reciben tratamiento psiquiátrico. En particular, los clínicos y el personal psiquiátrico han clasificado a los adolescentes que obtienen puntuaciones elevadas en la escala 2 como individuos más motivados para someterse a una psicoterapia y con mayor disposición a comentar sus sentimientos y problemas. En general, su depresión al parecer es un poderoso estímulo para que estos adolescentes participen de manera activa en los procesos psicoterapéuticos. Además, los clínicos también perciben que estos chicos y chicas tienen menos probabilidades que otros adolescentes de mostrar comportamientos rebeldes o trastornos de conducta. Los expedientes psiquiátricos de chicos y chicas que reciben tratamiento generan elevaciones en la escala 2 y manifiestan una tasa mucho más alta de síntomas depresivos, lo cual comprende antecedentes de ideas o señales suicidas. Además, las adolescentes con puntuaciones elevadas en la escala 2 que están en centros de tratamiento, tienen más probabilidades de manifestar retraimiento social, trastornos alimentarios, niveles bajos de autoestima, mayor aislamiento social y quejas somáticas frecuentes. Un dato curioso es que las chicas que generan elevaciones en la escala 2 tienen menos probabilidades de presentar antecedentes de ausentismo escolar, delincuencia y externalización de conductas de acting out. En virtud de la naturaleza heterogénea y multidimensional de la escala 2, las subescalas de Harris-Lingoes (que se abordan en la siguiente sección) suelen ser útiles para esclarecer las elevaciones en la escala 2 en adolescentes y adultos. A continuación se presenta un resumen de los descriptores asociados con elevaciones en la escala 2 (T ≥ 65): • • • • •

Sentimientos de infelicidad, insatisfacción y desesperanza. Apatía y falta de interés en las actividades. Sentimientos de culpa, vergüenza y abatimiento. Aislamiento y retraimiento sociales. Sentimientos de incompetencia, pesimismo y baja autoestima.

Asimismo, las siguientes características pueden asociarse con puntuaciones bajas en la escala 2 (T ≤ 40): • Depresión, culpa y ansiedad reducida. • Confianza personal y niveles elevados de autoestima. • Estabilidad emocional y mayor tolerancia al estrés.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Escala 3 (Hi): histeria conversiva La escala clínica básica 3 (histeria) del MMPI-A consta de 60 reactivos seleccionados originalmente para identificar a los individuos que responden con reacciones histéricas ante situaciones estresantes. El síndrome de la histeria, como se refleja en los reactivos de la escala, comprende trastornos físicos y sensoriales que no tienen un fundamento orgánico, así como una fuerte necesidad de aceptación y aprobación social. En los estudios publicados sobre la escala 3 en adultos, las elevaciones acentuadas en esta escala se asocian comúnmente con las características más clásicas del trastorno histérico, las cuales comprenden síntomas físicos y quejas somáticas, en tanto que las elevaciones moderadas con frecuencia se han asociado con un estilo de personalidad caracterizado por una extroversión social, conducta exhibicionista, relaciones superficiales y egocentrismo. Muchos autores e investigadores que han trabajado con el MMPI afirman que los adolescentes que generan elevaciones en la escala 3 al parecer tienen una orientación al logro y se sienten motivados a satisfacer las expectativas y exigencias sociales. Las puntuaciones elevadas también se han relacionado con alto nivel de inteligencia como de condición socioeconómica. Las elevaciones en la escala 3 al parecer son más frecuentes entre las chicas que entre los chicos, y las adolescentes con elevaciones en esta escala manifiestan diversas quejas físicas y preocupaciones somáticas. A continuación se presenta un resumen de las características asociadas con elevaciones en la escala 3 (T ≥ 65): Preocupaciones e inquietudes somáticas. Participación social y orientación al logro. Una reacción exagerada al estrés que supone el desarrollo de síntomas físicos. Centrdas en sí mismas, egocéntricas e inmaduras. Fuerte necesidad de atención, afecto y aprobación social.

Además, las puntuaciones bajas en la escala 3 se han relacionado con las siguientes características (T ≤ 40): • Baja disposición, poco amistosa, inflexible y realista. • Participación social limitada y elusión de funciones de liderazgo. • Libertad para manifestar quejas físicas o incomodidad.

Escala 4 (Dp): desviación psicopática La escala 4 (desviación psicopática) del MMPI-A consta de 49 reactivos basados en una muestra clínica que se remitió a los tribunales para evaluaciones psiquiátricas, debido a comportamientos delictivos que comprendieron mentiras, robos, ausentismo escolar, abuso del alcohol, falsificación y promiscuidad sexual. Los reactivos de la escala 4 cubren diversas áreas de contenido, entre las que se identifican problemas con las figuras de autoridad, conflictos familiares, aislamiento social, delincuencia e insatisfacción con la vida diaria. La gravedad del comportamiento delictivo se asocia con puntuaciones T más elevadas en la escala 4, y las elevaciones en esta escala también se han relacionado con problemas de adaptación y conducta en la escuela, al igual que con una mayor frecuencia de diagnósticos de trastorno de conducta.

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• • • • •

Cómo interpretar el MMPI-A

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Los adolescentes que obtienen puntuaciones elevadas en la escala 4 se les describe como individuos rebeldes, hostiles, más difíciles de tratar en la psicoterapia y con mayores probabilidades de involucrarse hacia el abuso del alcohol y las drogas. Con frecuencia, en el ámbito clínico los adolescentes en tratamiento obtienen una puntuación elevada en la escala 4, y casi la mitad de los pacientes psiquiátricos adolescentes generan un perfil de escalas básicas del MMPI-A, en el que la escala 4 es la más elevada o la segunda más elevada de entre las 10 escalas clínicas básicas. En el caso tanto de los chicos como de las chicas de la muestra normativa del MMPI-A, las elevaciones en la escala 4 reflejaron una incidencia mucho más elevada de problemas escolares consistentes en reprobación en los cursos, acciones disciplinarias y suspensiones. Además, estos adolescentes tenían una tasa más elevada de desacuerdos y discusiones con los padres y era más probable que consumieran drogas o alcohol. En la muestra clínica del MMPI-A, que se reporta en el manual de la prueba, las puntuaciones altas tanto de chicos como de chicas en la escala 4 se relacionaron con niveles más elevados de delincuencia, externalización y conductas agresivas. Las puntuaciones más elevadas de los chicos en la escala 4 también se relacionan con una alta incidencia hacia conductas de acting out, huir de casa incidencia e incidentes de abuso físico. Otros investigadores han demostrado que las puntuaciones elevadas de los adolescentes en la escala 4 se asocian con una mayor frecuencia a mentir, hacer trampa, robar o agredir y estallidos de mal humor. A continuación se presenta un resumen de las características asociadas con puntuaciones elevadas en la escala 4 (T ≥ 65): • Mayor probabilidad de delincuencia, conductas oposicionistas y agresivas y exteriorización de conductas agresivas en general. • Hostilidad y rebeldía hacia las figuras de autoridad. • Antecedentes de adaptación escolar deficiente. • Mayor probabilidad de diagnósticos de trastorno de conducta. • Capacidad de planeación deficiente, baja tolerancia a la frustración e impulsividad. • Uso de conductas del acting out como mecanismos de defensa primarios. • Mayor incidencia a involucrarse hacia conductas de riesgo y búsqueda de sensaciones. • Mayor incidencia de consumo y abuso de drogas y alcohol. • Ausencia relativa de culpa y remordimientos concernientes al mal proceder. Además, las puntuaciones bajas en la escala 4 (T ≤ 40) se asocian con las siguientes características: • Convencionalidad, obediencia y conformidad. • Menor probabilidad de delincuencia y diagnósticos de trastorno de conducta. • Inquietudes relacionadas con la seguridad y la condición en lugar del dominio y la competencia.

Escala 5 (Mf): masculinidad-femineidad La escala 5 (masculinidad-femineidad) se creó originalmente sobre la base de una muestra de varones adultos y se revisó cuando se desarrolló el MMPI-A. En concreto, en la creación de la escala Mf del MMPI-A se eliminaron 16 de los 44 reactivos de la escala original. Las áreas

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de contenido de la escala 5 son heterogéneas e incluyen aspectos como relaciones familiares, preferencias concernientes a las actividades laborales y recreativas, así como disposición a manifestar síntomas físicos y psicológicos. De los 44 reactivos en la escala, 41 están registrados en la misma dirección para ambos géneros, y los tres reactivos restantes (relativos a la sexualidad) se registraron en direcciones opuestas para chicos y chicas. Las conversiones de las puntuaciones T están invertidas en el caso de hombres y mujeres, de modo que una puntuación natural elevada en el caso de los chicos genera una puntuación T alta, en tanto que una puntuación natural elevada en el caso de las chicas se convierte en una puntuación T baja. Así, la escala 5 representa una medición bipolar para la identificación del rol de género, en la cual las elevaciones en los chicos indican intereses que son más femeninos que los del chico promedio, mientras que las elevaciones en las chicas refieren intereses más masculinos. A la interpretación y el significado de las puntuaciones de la escala 5 los ha rodeado una gran controversia, y quizá convenga más pensar en esta escala como un instrumento que mide características del estereotipo de género, en el cual las elevaciones de rango normales en la escala por lo común indican un equilibrio relativo entre características masculinas y femeninas. Las puntuaciones marcadamente bajas en la escala 5 en el caso de las chicas indican una identificación con los roles femeninos tradicionales, lo que comprende pasividad y menor probabilidad de conductas delictivas o agresivas. Entre los chicos, las puntuaciones bajas en esta escala se asocian con una identificación masculina tradicional, lo cual enfatiza la actividad y la fortaleza y mayor frecuencia de problemas conductuales en la escuela. En contraste, es probable que los chicos con puntuaciones elevadas sean más inteligentes y tengan mejores antecedentes de adaptación y calificaciones en la escuela. En algunas investigaciones recientes, las puntuaciones elevadas de los chicos también se asocian con la intrepidez, y las puntuaciones elevadas de las chicas con la agresividad. En general, también es importante recordar que la escala 5 representa una de las dos dimensiones “no clínicas” (la otra es la escala 0) entre las 10 escalas clínicas básicas, en la cual las puntuaciones altas o bajas no se asocian necesariamente con una psicopatología. Las puntuaciones altas en la escala 5 se asocian con las siguientes características en los chicos (T ≥ 65): • • • •

Inteligencia con intereses estéticos. Mayores niveles de aprovechamiento académico. Pasividad y sumisión en las relaciones interpersonales. Menor probabilidad de conductas delictivas o antisociales.

A continuación se presenta un resumen de las características asociadas con puntuaciones altas en la escala 5 en el caso de las chicas (T ≥ 65): • Asertividad y competitividad. • Agresividad con una mayor probabilidad de problemas de conducta en la escuela. • Posibilidad de intereses masculinos en los ámbitos académicos y los deportes. Las características asociadas con puntuaciones bajas en la escala 5 en el caso de los chicos son las siguientes (T ≤ 40): • Exhibe de sí mismo un estereotipo que enfatiza una sexualidad extrema. • Mayor frecuencia de problemas de conducta en la escuela y delincuencia.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Cómo interpretar el MMPI-A • Rango relativamente estrecho de intereses definidos en función de estereotipos masculinos tradicionales. A continuación se presenta un resumen de las características asociadas con puntuaciones bajas en la escala 5 en el caso de las chicas (T ≤ 40): • Pasividad y sumisión en las relaciones interpersonales. • Presentación de sí misma en una forma estereotipadamente femenina. • Mayores niveles de aprovechamiento académico y menores niveles de problemas de comportamiento.

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Escala 6 (Pa): paranoia La escala clínica básica 6 (paranoia) del MMPI-A consta de 40 reactivos que se crearon para evaluar sintomatología paranoide, como son la suspicacia, las ideas de referencia, y de persecución, escrupulosidad y una percepción rígida de sí mismo y de las creencias. Las elevaciones extremas en la escala 6 por lo común se asocian con un nivel psicótico de sintomatología paranoide como el que se encuentra en los esquizofrénicos paranoides o los individuos que manifiestan estados paranoides. En cambio, elevaciones más moderadas en el rango de las puntuaciones T de 60 a 70 suelen producirlas individuos que no son psicóticos, pero que tienen una sensibilidad excesiva a las opiniones y acciones de los demás, que además son reservados y desconfiados en las interacciones interpersonales. Los adolescentes han confirmado tradicionalmente más reactivos en la escala 6 que los adultos, sobre todo los relacionados con la creencia de que los demás no los entienden, los castigan o culpan sin justificación. En general, parece existir una asociación entre las elevaciones en la escala 6 y la agresión con una evidente conducta de acting out, sobre todo en los adolescentes. En el caso tanto de chicos como de chicas, las elevaciones en la escala 6 se asocian con una mayor incidencia de problemas escolares y calificaciones mucho más bajas en la escuela. Entre las chicas, las elevaciones en esta escala parecen relacionarse con mayores conflictos y desacuerdos con los padres. A continuación se presenta un resumen de las características de los adolescentes que obtuvieron en la escala 6 una puntuación elevada(T ≥ 70): • • • • •

Uso de la proyección como mecanismo de defensa primario. Hostilidad, ira y resentimiento. Posibles perturbaciones en la valoración de la realidad. Delirios de persecución o de grandeza. Ideas de referencia.

Las siguientes son características que se asocian comúnmente con elevaciones moderadas en la escala 6 (incluyendo el rango de puntuación T 60-69): • Exagerada sensibilidad interpersonal. • Desconfianza y sospecha en las relaciones interpersonales. • Tendencias oposicionistas.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A • Mayores desacuerdos o conflictos con los padres. • Dificultad para establecer una relación de confianza con el terapeuta. Las siguientes características se asocian con puntuaciones de rango bajo en la escala 6 (T ≤ 40): • Actitud precavida, convencional y jovial. • Falta de consciencia de los sentimientos y las motivaciones de los demás.

Escala 7 (Pt): psicastenia

• • • • •

Tendencias perfeccionistas y autocríticas. Tensión, aprehensión y ansiedad. Sentimientos de incompetencia, inferioridad e inseguridad. Tendencia a la introspección, e ideas ruminiativas y la falta de confianza en sí mismo. En el caso de elevaciones marcadas (T ≥ 70), patrones de pensamiento obsesivo y meditabundo.

Las siguientes son características asociadas con puntuaciones bajas en la escala 7 (T ≤ 40): • Sin reacciones emocionales de angustia y ansiedad. • Capaz y seguro de sí mismo. • Flexibilidad, eficiencia y adaptabilidad.

Escala 8 (Es): esquizofrenia La escala 8 (esquizofrenia) del MMPI-A consta de 77 reactivos y es la más larga de las escalas clínicas básicas. Se desarrolló originalmente para identificar a los pacientes adultos con

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La escala básica 7 (psicastenia) del MMPI-A consta de 48 reactivos diseñados para medir los síntomas relacionados con la psicastenia, la cual después fue conceptualizada como neurosis obsesiva-compulsiva y, más recientemente, como trastorno obsesivo-compulsivo. la escala 7 evalúa diversas áreas de contenido, entre los que se encuentran problemas para concentrarse, pensamientos obsesivos, sentimientos de ansiedad y tensión, infelicidad, angustia emocional general y dolencias físicas. Esta escala tiene un grado relativamente alto de consistencia interna y es homogénea en términos de sus áreas de contenido. A los adolescentes que obtienen puntuaciones altas en la escala 7 se les describe como individuos ansiosos, indecisos y tensos que son perfeccionistas y autocríticos. En los casos de elevaciones extremas, es posible que los adolescentes manifiesten una sintomatología más discapacitante, como obsesiones e ideas ruminativas. Las puntuaciones elevadas en esta escala también se relacionan con una mayor frecuencia de pesadillas entre chicos y chicas, al igual que con niveles más elevados de depresión y discusiones con los padres en el caso de las chicas y antecedentes de abuso sexual en el caso de los chicos. A continuación se presenta un resumen de las características asociadas con puntuaciones elevadas en la escala 7 (T ≥ 65):

Cómo interpretar el MMPI-A

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esquizofrenia y se ha demostrado que también es útil para identificar a los adolescentes que tienen ese mismo trastorno. En la escala se consideran diversas áreas de contenido, entre los que se encuentran pensamientos peculiares, procesos de pensamiento extraños, retraimiento y aislamiento sociales, dificultades para concentrarse, deficiencias en el control de los impulsos y perturbaciones en el estado de ánimo y el comportamiento. En las primeras investigaciones sobre la escala 8 entre los adolescentes, se descubrió que las elevaciones en esta escala se asociaban con muchas características negativas, como menor grado de inteligencia, antecedentes de problemas académicos y mayor probabilidad de abandonar la preparatoria. Otros investigadores encontraron que las puntuaciones elevadas en la escala 8 de pacientes internos adolescentes se describían como desconfiados, retraídos, aislados con problemas de relaciones interpersonales y muy vulnerables al estrés. Además, dichos pacientes adolescentes a menudo presentaban problemas relacionados con una deteriorada valoración de la realidad y tenían más probabilidades de recibir diagnósticos asociados con la esquizofrenia. Otros factores que al parecer generaron elevaciones en la escala 8 comprenden abuso de drogas o experimentación con alucinógenos por parte de los adolescentes. Por esa razón, los conocimientos que tenga el clínico sobre los antecedentes de consumo de drogas de un adolescente suelen beneficiarlo a la hora de interpretar las elevaciones en la escala 8. Entre chicos y chicas, las elevaciones en esta escala se relacionan con una mayor cantidad de problemas en la escuela y menor aprovechamiento académico. En los ambientes clínicos, las elevaciones en la escala 8 entre los chicos al parecer se asocian con índices elevados de quejas somáticas, problemas de interiorización, baja autoestima y mayor incidencia de conductas esquizoides y psicóticas. Las siguientes son características asociadas con puntuaciones elevadas en la escala 8 (T ≥ 65): • • • • • • • •

Pensamiento confuso o desorganizado. Retraimiento y conducta de aislamiento. Sentimientos de inferioridad, baja autoestima e incompetencia. Sentimientos de infelicidad y frustración. Rechazo social y antecedentes de burlas de los compañeros. Vulnerabilidad al estrés y tendencia a molestarse con facilidad. Posible deterioro en la valoración de la realidad. Percepción por parte de los compañeros como alguien raro, poco convencional y socialmente desviado.

Las siguientes son características de las puntuaciones de rango bajo en la escala 8 (T ≤ 40): • Convencional, conformista y actitud de aislamiento. • Práctico de pensamiento lógico y orientado al logro. • Cooperativo y obediente.

Escala 9 (Ma): hipomanía La escala 9 (hipomanía) del MMPI-A consta de 46 reactivos que integran áreas de contenido como delirios de grandeza, fuga de ideas, irritabilidad, egocentrismo, estado de ánimo elevado, así como actividad cognitiva y e hiperactividad. Los adolescentes normales por lo

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A general responden a más reactivos en la escala 9 que los adultos con un buen funcionamiento particularmente los relacionados con la tendencia a la acción así como a involucrarse en diversas actividades. En pacientes psiquiátricos adolescentes, la elevación de la escala 9 se ha relacionado con rabietas y la manifestación de conductas hostiles así como cambios de ánimo repentinos. Otros investigadores describen a los adolescentes que obtienen puntuaciones elevadas en la escala 9 como individuos impulsivos, poco realistas e insensibles a la crítica. Investigaciones recientes sobre el MMPI-A revelaron que los chicos adolescentes en centros de tratamiento psiquiátrico que elevan esta escala clínica básica son más propensos al abuso de anfetaminas; mientras que las chicas que reportan una puntuación elevada tienen más probabilidades de contar con antecedentes de suspensiones escolares. Tanto chicos como chicas en los entornos clínicos con puntuaciones elevadas en la escala 9 tienen más probabilidades de que se les describa como delincuentes, porque tienden a externalizar conductas agresivas. Además, los chicos con puntuaciones elevadas en la escala 9 tienen más probabilidades de tener antecedentes de fugas o de haber sido víctimas de abuso físico; mientras que las chicas son más propensas a tener antecedentes de abuso sexual y a ser sexualmente activas. En ambos géneros, es probable que las elevaciones en la escala 9 se asocien tanto con problemas disciplinarios en la escuela como con antecedentes de desacuerdos y conflictos mayores con los padres. Las siguientes características se asocian con elevaciones en la escala 9 (T ≥ 65): Actitud parlanchina, enérgica y extrovertida. Ritmo personal rápido y tendencia a realizar actividades excesivas. Preferencia por la acción en lugar del pensamiento y la reflexión. Impaciencia, tendencia a distraerse e impulsividad. Delirios de grandeza y establecimiento de metas poco realistas. Egocéntricas, centrados en sí mismos y autoindulgentes. Posible fuga de ideas, delirios de grandeza y estado de ánimo eufórico.

Las siguientes son características asociadas con puntuaciones bajas en la escala 9 (T ≤ 40): • • • • •

Menores niveles de energía. Apariencia solitaria, retraída, deprimida y callada. Inhibición y sobrecontrol de la conducta. Menor probabilidad de conductas delictivas o acting out. Apariencia letárgica, apática y deprimida.

Escala 0 (Is): introversión social La escala 0 (introversión social) del MMPI-A consta de 62 reactivos. La escala 0 original desarrollada en los años cuarenta se basó en las respuestas de estudiantes universitarios introvertidos y extrovertidos. Las puntuaciones T de rango elevado en esta escala reflejan grados mayores de introversión social. Al igual que la escala 5, la escala 0 en esencia mide una dimensión “no clínica” o “no patológica”, que no se asocia necesariamente con una psicopatología o con síntomas o características patológicos. En el MMPI-2 y el MMPI-A, Ben-Porath, Hostetler, Butcher y Graham (1989) crearon para la escala 0 tres subescalas Is, las cuales se analizan más adelante en este capítulo.

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• • • • • • •

Cómo interpretar el MMPI-A

importante Aspectos que deben recordarse en la interpretación de las escalas clínicas básicas • La relación entre la elevación de la escala y el diagnóstico no es simple (p. ej., una elevación en la escala 8 no necesariamente indica un diagnóstico de esquizofrenia). • La interpretación de las puntuaciones bajas es menos confiable en el caso de muchas escalas que la interpretación de las puntuaciones elevadas o altas.

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• Las escalas clínicas básicas Mf e Is (escalas 5 y 0) “no son clínicas” y en esencia miden rasgos o características no patológicos.

Las puntuaciones elevadas de chicos y chicas en la escala 0 se relacionan con introversión social, inseguridad e incomodidad en las situaciones sociales. Estos adolescentes suelen ser tímidos, asustadizos, sumisos y carentes de confianza en sí mismo. En cierto grado, las elevaciones en la escala 0 indican un potencial menor o inhibido para el comportamiento impulsivo o conducta de acting out. En contraste, los adolescentes que generan puntuaciones bajas en esta escala son socialmente extrovertidos, gregarios, confiados y amistosos. Estos adolescentes suelen tener una fuerte necesidad de afiliación y al parecer son más activos e impulsivos que sus homólogos con puntuaciones elevadas en la escala 0. Entre los chicos adolescentes que están en ambientes clínicos, las puntuaciones elevadas se relacionan con un mayor retraimiento social y menores niveles de autoestima. Entre las chicas que se hallan en procesos de tratamiento, las puntuaciones más elevadas en esta escala se relacionan con una mayor incidencia hacia el retraimiento social y depresión, problemas alimentarios, ideas y tebdencias suicidas y aumento excesivo de peso. Además, las adolescentes que generan puntuaciones elevadas en la escala 0 tiene niveles mucho más bajos de delincuencia, conductas de acting out y abuso de drogas. Las siguientes son características que se asocian con adolescentes que generan puntuaciones elevadas en la escala 0 (T ≥ 65): • • • • • •

Introversión e incomodidad social. Baja autoestima Encontrarse tímidos, retraídos y reservados. Menor probabilidad de delincuencia y conducta de acting out. Comportamiento sumiso, pasivo y obediente. Baja confianza en sí mismos y niveles altos de inseguridad.

Los siguientes son rasgos o características asociados con los adolescentes que obtienen una puntuación baja en la escala 0 (T ≤ 40): • Actitud extrovertida, gregaria y sociable. • Activos y con una gran energía y parlanchines. • Confiados, competentes y socialmente sensibles.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

SUBESCALAS Is y HARRIS-LINGOES para el mmpi-a

Hathaway y McKinley (1943) utilizaron el método de “grupos de contraste” o “criterio empírico” para construir las escalas clínicas básicas del MMPI. Es decir, se aplicaron reactivos de prueba preliminares a un grupo criterio de pacientes que presentaban determinado diagnóstico (p. ej., esquizofrenia) y a un grupo de comparación normal que no presentaba los síntomas del grupo de diagnóstico. En los reactivos de los dos grupos que se reconocieron estas diferencias se mantuvieron en la escala, en tanto que los reactivos que produjeron respuestas similares se excluyeron de ésta. El método de registro empírico de Hathaway y McKinley dio por resultado la creación de escalas básicas que contenían diversas áreas de contenido y eran de naturaleza heterogénea. Por ejemplo, el contenido de la escala 4 comprende reactivos relacionados con la percepción que el individuo tiene de la calidez y apoyo de su ambiente hogareño, los reactivos asociados a problemas con las figuras de autoridad, los reactivos relacionados con la comodidad y la confianza en las situaciones sociales, así como diversos reactivos asociados a la sensación de alienación y extrañamiento del yo y de los demás. Las elevaciones extremas en la escala 4 pueden derivase de la confirmación de algunos, aunque no de todas estas áreas de contenido, lo cual hace más difícil y problemático realizar inferencias de correlatos a partir del nivel de elevación de estas puntuaciones. Para ayudar a los clínicos a determinar la confirmación del contenido asociado con las elevaciones en las escalas básicas, Harris y Lingoes (1955) construyeron subescalas para seis de las escalas básicas: 2, 3, 4, 6, 8 y 9. Sin embargo, no desarrollaron subescalas para las escalas básicas 1 y 7 porque consideraron que estos indicadores eran homogéneos en términos de composición; tampoco crearon subescalas para las escalas 5 y 0, pues consideraron que éstas eran sustancialmente diferentes de las otras escalas básicas porque estas últimas comprenden dimensiones que no son clínicas. Las subescalas de Harris-Lingoes desarrolladas para el MMPI original se transfirieron tanto al material de la prueba como a los programas de calificación del MMPI-2 y el MMPI-A. Asimismo, se utilizan para depurar las interpretaciones de las escalas clínicas básicas elevadas y son más útiles cuando las escalas clínicas básicas se elevan a rangos moderados, que corresponden a valores de puntuación T mayores o iguales a 60, pero por debajo de 80 o 90. Por ejemplo, una elevación en la puntuación T de 70 en la escala Dp (4) podría reflejar la sensación de alienación, la percepción de un conflicto sustancial con los miembros de la familia o la tendencia a ser rebeldes y estar en conflicto con las figuras de autoridad de los adolescentes. El patrón relativo de elevación en las subescalas de Harris-Lingoes para esta escala básica, por ejemplo, Alienación social (Dp4), Problemas familiares (Dp1) y Problemas con la autoridad (Dp2), por lo común contribuyen a ilustrar las áreas de contenido responsables de esta elevación en la escala Dp. Las subescalas de Harris-Lingoes no deben emplearse para interpretar ninguna escala clínica con elevaciones de puntuación T < 60 y, en general, son menos útiles para interpretar las escalas básicas que muestran elevaciones extremas, puesto que todas las áreas de contenido suelen confirmarse de manera sólida cuando las escalas clínicas básicas son marcadamente elevadas. Además, las subescalas necesitan elevarse a un nivel de puntuación T de 65 o más para que se consideren interpretables. Si bien las subescalas de Harris-Lingoes del MMPI-A y el MMPI-2 en general son idénticas en cuanto al contenido de los reactivos, es

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Subescalas de Harris-Lingoes

Cómo interpretar el MMPI-A muy importante utilizar las normas apropiadas para los adolescentes al interpretar las subescalas de Harris-Lingoes del MMPI-A, debido a que hay diferencias bastante grandes y debidamente establecidas en las tendencias de los adultos, en comparación con los adolescentes, al confirmar los reactivos de determinadas áreas de contenido. También debe recordarse que muchas de las subescalas de Harris-Lingoes son muy breves: algunas sólo contienen seis reactivos. La confiabilidad de muchas de las subescalas de Harris-Lingoes comúnmente es baja, y éstas nunca deben utilizarse como una fuente de información independiente sobre el adolescente, sino que es preciso derivar la interpretación principalmente de las escalas clínicas básicas para la evaluación y comprensión de un adolescente. En la siguiente sección se presentan algunos de los descriptores que se emplean en las interpretaciones para las subescalas de Harris-Lingoes del MMPI-A (agrupadas en función de su pertenencia a las escalas clínicas básicas) para valores de puntuación T ≥ 65.

Subescalas de la escala 2 (depresión) Depresión subjetiva (D1) (32 reactivos)

Las puntuaciones elevadas en la subescala D1 se asocian con las siguientes características: • • • •

Sentimientos de culpa, infelicidad y depresión. Apatía y letargo. Problemas de atención y concentración. Tendencia a la autocrítica y poca confianza en sí mismo.

Retardo psicomotor (D2) (14 reactivos) © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito.

Las puntuaciones elevadas en la subescala D2 se asocian con las siguientes características: • Falta de energía e incapacidad para movilizar los recursos. • Retraimiento y evación social. • Negación de sentimientos e impulsos agresivos u hostiles.

Problemas en el funcionamiento físico (D3) (11 reactivos)

Las puntuaciones elevadas en la subescala D3 se asocian con las siguientes características: • Preocupación por la salud y el funcionamiento físico. • Amplia variedad de quejas físicas como náuseas, estreñimiento, convulsiones, pérdida o aumento de peso, cansancio, debilidad y asma.

Retraso mental (D4) (15 reactivos)

Las puntuaciones elevadas en la subescala D4 se asocian con lo siguiente: • • • •

Problemas de atención y concentración. Apatía y falta de energía. Pobre autoconcepto y carece de confianza en sí mismo. Dificultades para tomar decisiones.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A Preocupación (D5) (10 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala D5 se asocian con lo siguiente: • • • •

Ensimismamiento y meditabundo. Carece de energía. La crítica lo lástima con facilidad. Sentimientos de abatimiento, tristeza e inutilidad.

Subescalas de la escala 3 (histeria conversiva) Negación de la ansiedad social (Hi1) (6 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Hi1 son muy raras, ya que exigen la confirmación de los seis reactivos en la dirección calificable o crítica de esta subescala para generar un valor de puntuación T ≥ 65. Considerando esto, las puntuaciones más elevadas en la escala Hi1 pueden indicar lo siguiente: • Extroversión social. • Interés y facilidad en el trato con los demás.

Necesidad de afecto (Hi2) (12 reactivos)

• Gran necesidad de atención y afecto. • Sensible hacia los demás, optimista y confiado en las relaciones interpersonales. • Negación de sentimientos hostiles o negativos hacia los demás.

Lasitud (Hi3) (15 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Hi3 se asocian con lo siguiente: • • • •

Cansado, débil y se fatiga con facilidad. Poco apetito y perturbaciones del sueño. Tristeza y abatimiento. Infelicidad y malestar físico.

Quejas somáticas (Hi4) (17 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Hi4 se asocian con lo siguiente: • Múltiples dolencias somáticas. • Náuseas, vómito y problemas gastrointestinales. • Desmayos, mareos y problemas con el equilibrio.

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Las puntuaciones elevadas en la subescala Hi2 se asocian con lo siguiente:

Cómo interpretar el MMPI-A Inhibición de la agresión (Hi5) (7 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Hi5 se asocian con lo siguiente: • Negación de impulsos hostiles y agresivos. • Sensible a la respuesta de otros, exagerada demostración de afecto hacia los demás.

Subescalas de la escala 4 (desviación psicopática) Problemas familiares (Dp1) (9 reactivos)

Las puntuaciones elevadas en la subescala Dp1 se asocian con lo siguiente: • Vida familiar hostil, de rechazo y desagradable. • Percepción de la familia como crítica y controladora. • Riñas y conflictos frecuentes con los miembros de la familia.

Problemas con la autoridad (Dp2) (8 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Dp2 se asocian con lo siguiente: • Resentimiento hacia la autoridad. • Actitud obstinada y desafiante. • Antecedentes de conflictos con las normas, lineamientos o expectativas sociales.

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Imperturbabilidad social (Dp3) (6 reactivos) La subescala Dp3 consta de seis reactivos, los cuales deben confirmarse en la dirección de la desviación para que los valores de puntuación T alcancen un nivel ≥ 65. considerando esto, las puntuaciones elevadas en la subescala Dp3 se asocia con lo siguiente: • Extroversión, comodidad social y confianza en sí mismo. • Tendencias hacia conductas exhibicionistas, defiende sus creencias con firmeza

Alienación social (Dp4) (12 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Dp4 se asocian con lo siguiente: • Sentimientos de soledad, distanciamiento y aislamiento social. • Sentimientos de infelicidad. • Tendencia a culpar a los demás de los conflictos o problemas.

Autoalineación (Dp5 )(12 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Dp5 se asocian con lo siguiente: • Incomodidad consigo mismo e infelicidad emocional. • Problemas de atención y concentración. • Considera que la vida no es interesante o recompensante.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A Subescalas de la escala 6 (paranoia) Ideas persecutorias (Pa1) Las puntuaciones elevadas en la subescala Pa1 se asocian con lo siguiente: • • • •

Percepción del mundo como amenazante u hostil. Externalización de la culpa por frustraciones y problemas. Se siente incomprendido por los demás y que es castigado injustamente. En ocasiones tiene delirios o ideas paranoides o persecutorias.

Exacerbación(Pa2) (9 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Pa2 se asocian con lo siguiente: • Percibirse asimismo como alguien muy sensible, y nervioso. • Sensación de soledad, tristeza y distancia de los demás. • Creer que se experimentan emociones de manera más intensa que los demás.

Ingenuidad (Pa3) (9 reactivos)

Subescalas de la escala 8 (esquizofrenia) Alienación social (Es1) (21 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Es1 se asocian con lo siguiente: • • • •

Sentir que no es comprendido por los demás y que lo critican o castigan injustamente. Percepción de la vida familiar como algo carente de amor y apoyo. Sentimientos de soledad y vacío, distanciamiento social. Hostilidad y odio hacia los miembros de la familia.

Alienación emocional (Es2) Las puntuaciones elevadas en la subescala Es2 se asocian con lo siguiente: • • • •

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Sentimientos de desesperanza, depresión y desesperación. Percepción de autocrítica. Apatía, pesimismo, ansiedad y distanciamiento emocional. Posibles ideas suicidas.

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Las puntuaciones elevadas en la subescala Pa3 se asocian con lo siguiente: • Actitud optimista e ingenua. • Negación de sentimientos hostiles y de cinismo. • Tiene normas morales o éticas elevadas.

Cómo interpretar el MMPI-A Falta de destreza cognoscitiva del yo (Es3) (10 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Es3 se asocian con lo siguiente: • Sentimientos de irrealidad y temor a perder la cordura. • Presencia de procesos de pensamiento extraños o inusuales. • Problemas de atención y concentración.

Falta de destreza connativa del yo (Es4) (14 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Es4 se asocian con lo siguiente: • • • •

Sentimientos de vulnerabilidad y de abrumación. Problemas de atención y concentración. Apatía y letargo. Depresión, abatimiento y culpa.

Falta de destreza del yo, inhibición del afecto (Es5) (11 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Es5 se asocian con lo siguiente: • Impulsividad, inquietud e irritabilidad. • Pérdida de control sobre las emociones con episodios de risas y llanto. • Posibles experiencias o síntomas disociativos.

Alucinaciones (Es6) (20 reactivos)

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Las puntuaciones elevadas en la subescala Es6 se asocian con lo siguiente: • Pensamientos y experiencias sensoriales extrañas o inusuales con posibles alucinaciones. • Sensaciones físicas inusuales, incluidas las perturbaciones sensoriales y motoras.

Subescalas de la escala 9 (hipomanía) Inmoralidad (Ma1) (6 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Ma1 se asocian con lo siguiente: • Creencias, conductas y actitudes antisociales o asociales. • Tendencia a ver a los demás como personas egoístas, deshonestas y motivadas por la ganancia personal. • Impulsividad y falta de control de la conducta.

Aceleración psicomotriz (Ma2) (11 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Ma2 se asocian con lo siguiente: • Búsqueda de actividades arriesgadas e intensas. • Se siente excitado y feliz sin ninguna causa aparente.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A • Actividad excesiva e intranquilidad. • Verborreico con procesos de pensamiento y actividad motora acelerada.

Imperturbabilidad (Ma3) (8 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Ma3 se asocian con lo siguiente: • Negación de la ansiedad social. • Inflexible e imperturbable a la influencia de los demás. • Tendencia a buscar la emoción y situaciones excitantes.

Sobrevaloración del yo (Ma4) (9 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Ma4 se asocian con lo siguiente: • Hostilidad ante las expectativas y exigencias impuestas por los demás. • Tendencia a sobrevalorarse a sí mismo; sentimientos de grandeza y superioridad.

Como ya se explicó, Harris y Lingoes no desarrollaron subescalas para muchas de las escalas básicas del MMPI, incluida la escala 0. Ben-Porath et al. (1989) crearon las subescalas Is para el MMPI-2 a partir de analizar las respuestas de estudiantes universitarios varones y mujeres normales. Estas subescalas se elaboraron inicialmente con base en la estructura factorial de la escala 0 y se depuraron mediante procedimientos de selección de reactivos, diseñados para maximizar los valores de la consistencia interna que se obtuvieron en las subescalas. Las subescalas Is del MMPI-2, desarrolladas por Ben-Porath et al. se transfirieron al MMPI-A sin modificación y se presentan en la misma hoja de perfil junto con las subescalas de Harris-Lingoes. Estas tres subescalas se emplean para apoyar la interpretación de las puntuaciones encontradas para la escala básica 0 del MMPI-A.

Timidez/autoconsciencia del yo (Is1) (14 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Is1 se asocian con lo siguiente: • Timidez ante situaciones interpersonales. • Incomodidad ante situaciones nuevas.

Evitación social (Is2) (8 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Is2 se asocian con lo siguiente: • Evitación de sucesos sociales o aversión a las situaciones sociales. • Retraimiento del contacto interpersonal.

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Subescalas Is

Cómo interpretar el MMPI-A Alienación de sí mismo y de otros (Is3) (17 reactivos) Las puntuaciones elevadas en la subescala Is3 se asocian con lo siguiente: • • • •

Temor, aprehensión y desconfianza de los demás. Baja autoestima e imagen personal deficiente. Falta de confianza en sí mismo. Autocrítica.

MÉTODOS PARA INTERPRETAR LOS DATOS DE LAS ESCALAS BÁSICAS DEL MMPI-A

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Interpretación de las características de las escalas clínicas Existe una gran variedad de estudios e investigaciones publicados sobre los correlatos o descriptores de las escalas clínicas básicas del MMPI original en las muestras clínicas. Los hallazgos de las investigaciones basados en la forma original del MMPI son relevantes y aplicables al MMPI-A porque en la transformación del instrumento original a la versión revisada se realizaron muy pocos cambios, y los estudios indican que los individuos que generaron determinado patrón en las escalas básicas de la forma original es probable que produzcan el mismo patrón en el MMPI-A. Además, los resultados de al menos dos estudios demuestran que los reactivos que se reformularon en el proceso de revisión del MMPI son equivalentes psicométricamente en términos de las frecuencias de respuesta producidas en el caso de esos reactivos tanto en la forma original como en la revisada (p. ej., Archer & Gordon, 1994). Sin embargo, además de los estudios publicados sobre los correlatos desarrollados para el instrumento original, también se han realizado una gran cantidad de investigaciones sobre las escalas clínicas básicas del MMPI-A, como se describe en el manual de evaluación de esta prueba (en la versión al español por Lucio, Ampudía y Durán 1998) y en Archer (1997). El manual del MMPI-A, por ejemplo, ofrece descripciones amplias de los correlatos que se obtuvieron en los estudios de investigación realizados de manera específica sobre las escalas básicas del MMPI-A en las muestras normativa y clínica. Por lo tanto, los patrones y significados de los correlatos de las escalas básicas del MMPI-A se fundamentan en investigaciones llevadas a cabo con el MMPI original y con el MMPI-A en muestras normales y clínicas. En general, los correlatos clínicos encontrados en el caso de las escalas básicas del MMPI-A constituyen la base de cualquier método de interpretación de este instrumento de evaluación. La interpretación de las escalas clínicas básicas del MMPI-A se relaciona tanto con el grado de elevación como con la definición que se encuentra en las escalas clínicas básicas en particular. En general, la elevación se refiere a la relativa particularidad de una puntuación y como se refleja en el valor de la puntuación T obtenido en determinada escala. Como ya se explicó, las puntuaciones T en el rango de 60 a 64, reflejan elevaciones de rango extremo asociadas con algunas, aunque no con todas las características que se hallan comúnmente en el caso de elevaciones clínicas en esa escala. Por lo tanto, una puntuación T de 63, por ejemplo, en la escala básica 4 del MMPI-A es probable que se halle en adolescentes que tienen problemas de impulsividad o baja tolerancia a la frustración; no obstante, es poco probable que los adolescentes en este rango presenten antecedentes de problemas de conducta o delincuencia por que han sido asociados con valores

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A de puntuación T más elevados en esta escala. La definición de los descriptores se determina a partir de la diferencia en el nivel de elevación de las puntuaciones T que se encuentra en el grado de separación entre la primera y la segunda escala clínica básica más altas del perfil. Por ejemplo, si en un determinado perfil del MMPI-A se observa que la puntuación T más elevada de las escalas clínicas básicas es la 2 con un valor de 68, y la segunda más elevada es la escala 4 con una puntuación T de 63, se dice que en ese perfil del MMPI-A existe una diferencia de cinco puntos de definición en el puntaje T entre la primera y la segunda escala más elevadas. Cuanto más alta sea la elevación de la puntuación T que se encuentre en determinada escala clínica básica, habrá mayor probabilidad de que los correlatos o descriptores asociados con esa escala se apliquen al adolescente que respondió el instrumento. Como ya se señaló, cuando las escalas básicas del MMPI-A tienen una elevación ligera o moderada, la interpretación se facilita particularmente mediante el uso de las subescalas de Harris-Lingoes y las subescalas Is. Si bien el método de interpretación consiste en utilizar correlatos a partir de los hallazgos de las escalas básicas individuales, éste se utiliza siempre que un adolescente genera sólo un valor elevado en la escala básica dentro de los rangos clínicos (fenómeno que suele conocerse como “pico” del perfil o tipo de código de “un punto”). Este método también puede utilizarse cuando varias escalas clínicas se eleven dentro de rangos clínicos. En estos últimos casos, los correlatos derivados de las escalas elevadas se integran a la descripción del informe, haciendo por lo general mayor énfasis en los correlatos descritos a partir de las escalas clínicas más elevadas.

Existe una clasificación de tipos de código de dos escalas para el MMPI-A basado en la combinación de dos escalas clínicas que presentan un nivel de elevación clinicamente significativo en el perfil de las escala básicas, y por lo común la condición es que cada una de las escalas debe ser ≥ que una puntuación T de 60 para que se clasifique como un código de dos puntos interpretable. Los estudios publicados sobre los tipos de código de dos puntos para adolescentes en la forma original del MMPI pueden encontrarse en la obra de Marks, Seeman y Haller (1974), y la extrapolación de esta literatura al MMPI-A se describe en Archer (1997). En contraste con los estudios publicados que tratan este tipo de código para adultos, la bibliografía disponible sobre la interpretación de tipos de código para adolescentes es relativamente limitada y está sujeta a cierta controversia. Por esta razón, el manual de evaluación del MMPI-A recomienda a los clínicos que extremen precauciones al interpretar los códigos de dos escalas en adolescentes; además, destacan la necesidad de que se realicen más investigaciones empíricas acerca de este tema con el MMPI-A. No obstante, en el manual de la prueba, también se menciona que muchos profesionales han descubierto que el uso de la interpretación de tipos de código con el MMPI-A es informativa; también se ilustra el uso de este método en uno de los dos ejemplos clínicos que se proporcionan. Otros ejemplos de interpretación de tipos de código de dos escalas con el MMPI-A pueden encontrarse en Archer (1997), y en Archer, Krishnamurthy y Jacobson (1994). En general, los códigos de dos escalas del MMPI-A suelen utilizarse en forma indistinta. Por ejemplo, es común que un tipo de código 4-9 se considere equivalente en términos de correlatos interpretativos a un tipo de código 9-4. Como sucede en la interpretación de una sola escala, la confianza en los descriptores derivados de una interpretación de códigos de dos escalas se relacionan con los puntos de elevación y definición. De manera general, cuanto mayor sean las

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Interpretación de los tipos de código de dos puntos

Cómo interpretar el MMPI-A elevaciones de las puntuaciones T en las dos escalas asociadas con el código de dos puntos, mayor será la probabilidad de que los correlatos asociados con las elevaciones de ese tipo de código describan con precisión al adolescente. Además, debe evaluarse en el adolescente el grado de definición presentado por el código de dos puntos. La definición de tipos de código de dos puntos se refiere al grado de separación entre las escalas que resultan en un tipo de código por la elevación que existe de las puntuaciones T entre la segunda y tercera escala más altas dentro del perfil de las escalas clínicas básicas, expresada por lo común en las puntuaciones T. Cuanto mayor sea el grado de definición que se encuentre en el código de dos puntos, más probabilidad habrá de que los correlatos o descriptores asociados con ese tipo de código ofrezcan una descripción precisa del entrevistado adolescente en particular. El manual de prueba del MMPI-A recomienda una diferencia mínima de 5 puntos de puntuación T entre la segunda y la tercera escalas más elevadas para que haya confianza en el uso de los correlatos asociados con determinado código de dos puntos. Sin embargo, es importante precisar que la mayoría de los adolescentes evaluados con el MMPI-A no generan tipos de código que cumplan con el criterio de definición recomendado de 5 puntos T y, pese a ello, están sujetos a las interpretaciones de tipos de código de dos puntos de muchos clínicos. En el caso de estos tipos de código definidos en forma menos adecuada, sin duda es prudente que el clínico extreme precauciones al aplicar descriptores derivados de esa clasificación de tipos de código. Si bien el texto que el lector tiene en sus manos ofrece ejemplos de los descriptores para nueve tipos de códigos de dos puntos que se generan frecuentemente, Archer (1997) ha presentado datos más detallados de 29 tipos de código de dos puntos que agotan la bibliografía disponible sobre correlatos de códigos de dos puntos para adolescentes.

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TIPOS DE CÓDIGO DEL MMPI-A De manera similar al método de interpretación utilizado con el MMPI y el MMPI-2 con adultos, la interpretación del MMPI-A, en el caso de un adolescente, consiste en examinar el patrón del perfil producido por las escalas clínicas básicas. Cuando los perfiles del MMPI-A se clasifican por grupos con base en las dos escalas clínicas más altas, esta práctica se conoce como interpretación de tipos de código de dos puntos. Los correlatos de los tipos de código de dos puntos suelen obtenerse reuniendo a grupos de adolescentes o adultos que generan tipos de código similares y estudiando sus características conductuales, como se revela en sus autoinformes, en otros instrumentos de prueba y en calificaciones obtenidas a partir de sus terapeutas, maestros, personal de tratamiento y familiares. En caso de utilizar el MMPI-A, la principal fuente de datos empíricos sobre la interpretación de los tipos de código la constituye la obra de Marks, Seeman y Haller (1974), la cual se basa en amplios estudios sobre adolescentes en tratamiento en ambientes clínicos. Un tipo de código con puntuación elevada es una designación numérica de las dos escalas más elevadas en el perfil y, por conveniencia, se indica que la escala más elevada se designe primero en la secuencia de tipos de código, seguida por la segunda más elevada. Además, es común que la asignación de una clasificación a los tipos de código requiere que todas las escalas designadas en el tipo de código presenten elevaciones clínicamente significativas, es decir, T ≥ 65. Por lo tanto, si un adolescente obtiene elevaciones de puntuación T clínicamente significativas en las escalas 4 y 9 (en ese orden), el perfil remitiría a una clasificación de un tipo de código de escalas 4-9. Este método también sigue la práctica ampliamente aceptada de referirse a las escalas mediante

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Perfil sin código o tipos de código dentro de los límites normales Un perfil “sin código” o “dentro de los límites normales” (DLN) no es evidentemente una configuración de escala de uno o dos tipos de código de punto, sino que refleja un perfil de las escalas básicas del MMPI-A que no muestran elevaciones con un nivel clínicamente significativo en ninguna de las 10 escalas básicas. Esta clasificación de perfil se presenta primero en esta sección porque técnicamente es la clasificación más frecuente en el caso de los adolescentes que se encuentran en los centros psiquiátricos. Resulta sorprendente, pero los hallazgos de las investigaciones han demostrado en forma consistente que entre 20 y 33% de los adolescentes que reciben servicios de salud mental generan perfiles en las escalas básicas del MMPI-A caracterizados por la ausencia de cualquier elevación en el rango clínico. Las razones de la frecuencia relativamente alta de incidencia de los perfiles DLN entre los adolescentes en los centros psiquiátricos aún no se entienden por completo, pero es posible que se relacionen con la ausencia de un procedimiento de corrección K útil con el MMPI-A. En otras palabras, los adolescentes en tratamiento, en general es posible que confirmen síntomas con valores similares

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una designación numérica en lugar de etiquetas o abreviaturas alfabéticas, debido a que nuestra comprensión de lo que se mide por medio de varias de las escalas clínicas básicas se ha modificado con los años y ya no corresponde al título original de la escala. Por ejemplo, como se planteó en el análisis de la escala 7, el término “psicastenia” ahora se considera obsoleto y no abarca de manera adecuada lo que se entiende de la sintomatología presentada en esa escala. Por ello, al desarrollar clasificaciones de tipos de código en este capítulo se emplean designaciones numéricas consistentes con la práctica elegida entre los clínicos con experiencia en el uso del MMPI-2 y el MMPI-A. Al aplicar los correlatos clínicos derivados de las escalas individuales o de los tipos de código de dos escalas con adolescentes, resulta imprescindible que el clínico tenga presente que la veracidad de los correlatos clínicos para un adolescente en particular siempre implican estimaciones de probabilidad. Tales estimaciones de probabilidad de que un correlato se aplique con precisión varían mucho dependiendo de la fuente y capacidad de generalización de los orígenes del enunciado descriptivo (la solidez de la metodología de investigación y las características de la muestra utilizada en el estudio), así como de las características individuales de los adolescentes evaluados, lo cual comprende aspectos como edad, género, origen étnico y ambiente. Además, también es importante subrayar que la probabilidad de que un conjunto particular de cracterísticas se encuentren delimitadas para la descripción de un determinado adolescente, también se ve influida por el grado en que la elevación de las escalas sea relevante (puntuación T elevada) y el grado en que la escala de uno o dos puntos de código sea sustancialmente más elevada que los resultados derivados del perfil de las escalas clínicas (definición puntaje T). Cuanto mayor sea la elevación y la definición asociada con la escala de uno o dos tipos de puntos de código, mayor será la probabilidad de que los correlatos derivados de esta información describan con mayor precisión a un adolescente en particular. En el resto de esta sección se describen algunos correlatos de los 10 tipos de códigos del MMMPI-A que se representan con mayor frecuencia y que fueron obtenidos de forma empírica para ilustrar este enfoque de la interpretación. Para un análisis más amplio de los tipos de código del MMMPI-A véase Archer (1997).

Cómo interpretar el MMPI-A que los adolescentes de la muestra normativa del MMPI-A y en la actualidad no hay un método para corregir el problema de concordancia en la presentación del informe. Al parecer, es probable que la diferencia relativa entre el funcionamiento normal y anormal en la adolescencia sea más difícil de entender por la falta de exito que tiene la discriminación que se hace del funcionamiento normal o anormal en la edad adulta. Dicho de otro modo, el grado de traslape entre el funcionamiento psicológico normal y anormal en la adolescencia puede ser más evidente, lo cual hace que resulte más difícil caracterizar el comportamiento normal y anormal en el MMPI-A. Al margen de las causas de este fenómeno, el intérprete del MMPI-A debe ser consciente de la frecuencia relativamente elevada de los perfiles DLN generados por adolescentes en diversos entornos clínicos de tratamiento deambulatorio e incluso, interno. Esta observación enfatiza la importancia de que el psicólogo clínico emplee otros instrumentos de evaluación, lo mismo que fuentes independientes de información, lo cual supone buscar en el historial psiquiátrico, en entrevistas clínicas y en entrevistas con padres y maestros, a fin de formarse una imagen más general de la adaptación y el funcionamiento psicológico del adolescente.

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Tipo de código 1-3/3-1 Tanto entre adolescentes como entre adultos, el tipo de código 1-3/3-1 representa comúnmente a individuos que se quejan de dolencias físicas y mala salud. Los tipos de malestares físicos que informan estas personas suelen ser dolor de cabeza, dolor de pecho, mareos, dolor abdominal, náuseas, insomnio, visión borrosa y alteraciones alimentarias. Estos síntomas físicos por lo general aumentan durante los periodos de tensión psicológica y, a menudo, hay evidencias de que el cliente adolescente experimenta ciertos deseos de afección (es decir, una ganancia secundaria), como resultado de esta sintomatología (p. ej., a un adolescente que no quiere ir a la escuela y presenta síntomas físicos se le permite permanecer en casa en lugar de asistir a clases). El principal mecanismo de defensa asociado con este tipo de código consiste en negación, externalización y somatización. A los adolescentes que reciben esta clasificación de tipo de código es frecuente que reciban tratamiento por problemas y preocupaciones relacionadas con su ambiente escolar. Muchos de los adolescentes que reciben esta clasificación de tipo de código al parecer temen obtener malas calificaciones, además de que tienen fuertes necesidades de atención, manifiestan poco discernimiento sobre sus problemas psicológicos y no están dispuestos a reconocer que sus dolencias físicas tienen un origen psicológico.

Tipo de código 2-3/3-2 Tanto a los adolescentes como a los adultos a los que se clasifica con el tipo de código 2-3/3-2 suele describírseles como individuos emocionalmente sobrecontrolados, pasivos, dóciles y dependientes. También se les describe como poco asertivos, inhibidos, e inseguros de sí mismos. Si bien suelen fijarse metas elevadas en términos de su propio desempeño y aprovechamiento, con frecuencia estas aspiraciones son poco realistas y les generan una sensación de inferioridad y depresión. Entre sus mecanismos de defensa es usual encontrar somatización e hipocondriasis, y al parecer es común que tengan dolencias físicas que suponen debilidad, cansancio y mareos. La mayoría de estos adolescentes suelen ser canalizados a tratamiento debido a su deficiente

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A relación con los compañeros y su aislamiento social. Tienen pocos amigos fuera del ambiente escolar y los demás los perciben como “solitarios”. En contraste con otros tipos de código, los adolescentes con un código 2-3/3-2 por lo general no presentan conductas de acting out; además, el abuso de drogas y la rebeldía sexual son problemas relativamente poco comunes en ellos.

Tipo de código 2-4/4-2 Tanto a los adolescentes como a los adultos que generan este tipo de código suele describírseles como individuos que tienen dificultades para controlar sus impulsos y que se comportan en forma socialmente inapropiada. A estos adolescentes se les describe comúnmente como personas depresivas, enojonas y rebeldes, y suelen tener problemas con las figuras de autoridad. Sus principales mecanismos de defensa son el acting out, el desplazamiento y la externalización. Estos adolescentes presentan de manera frecuente comportamientos como la impulsividad, desordenes de conducta y antecedentes legales que los llevan a tener problemas con la justicia como arrestos y sanciones. Además, estos adolescentes también están en mayor riesgo de presentar problemas en el uso y abuso de drogas y alcohol. De hecho, la configuración en el perfil de las escalas 2-4/4-2 es característico de personas que abusan del alcohol o las drogas en poblaciones tanto de adolescentes como de adultos. Asimismo las conductas de acting out, con frecuencia tienden a promover la promiscuidad sexual y la fuga del hogar. Con frecuencia, estos adolescentes perciben a sus padres como personas poco afectuosas e incongruentes, y su vida familiar como algo conflictivo y hostil.

Los adolescentes y los adultos con el tipo de código 3-4/4-3 al parecer presentan quejas hipocondriacas o somáticas, que incluyen síntomas de cansancio, debilidad, pérdida del apetito y dolores de cabeza. Además, los adolescentes con este tipo de código comúnmente no reportan altos niveles de malestar emocional, pero sí problemas para controlar los impulsos y suelen tener antecedentes de conductas antisociales como robo, ausentismo escolar y huidas de casa. En los entornos psiquiátricos de tratamiento ambulatorio, los adolescentes con este tipo de código con frecuencia suponen un riesgo de fuga de la unidad hospitalaria, y muchos manifiestan amplios antecedentes de consumo de drogas. A los adolescentes con el tipo de código 3-4/4-3 también se les ha descrito como personas iracundas e impulsivas. Por lo general son canalizados a tratamiento porque tienen dificultades para dormir y manifestan pensamientos, o señales de intentos suicidas. Los terapeutas de estos adolescentes suelen describirlos como chicos depresivos y también observan que tiene problemas para controlar su temperamento. En la escuela se le percibe como sujetos acosadores o pendencieros que tienen un temperamento explosivo.

Tipo de código 4-6/6-4 A los adolescentes con el tipo de código 4-6/6-4 suele canalizárseles a tratamiento por una sintomatología caracterizada por desobediencia, negativismo y desafío. Incluso, las canalizaciones

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Tipo de código 3-4/4-3

Cómo interpretar el MMPI-A a tratamiento de estos pacientes suelen hacerlas agencias ministeriales. Por lo general, estos adolescentes sospechan de las motivaciones de los demás, y a menudo exigen atención y simpatía excesivas. Sus mecanismos de defensa comunes suponen proyección y racionalización ; además, tienden a externalizar la responsabilidad de sus problemas y conductas. Con frecuencia, este tipo de código se asocia con conflictos entre padres e hijos que a menudo adquieren la forma de luchas crónicas intensas. En investigaciones recientes se ha asociado la incidencia de este tipo de código a conductas de acting out, lo que incluye rebeldía sexual, en tanto que en investigaciones anteriores, este código se relacionaba con abuso de drogas. Los terapeutas suelen percibir a los adolescentes que manifiestan este tipo de código como chicos provocadores, agresivos, embusteros, hostiles y buscapleitos.

Tipo de código 4-8/8-4 Este tipo de código suelen generarlo adolescentes con una adaptación social marginal. A menudo los demás los perciben como individuos extraños, peculiares e inmaduros, y tienen problemas en términos de conflicto interpersonal y control de los impulsos. A los adolescentes con este tipo de código es frecuente que se les describa como chicos evasivos en la psicoterapia; incluso, llegan a manifestar patrones de aprovechamiento académico deficiente y llevan vidas familiares caóticas y conflictivas. Aunque es raro entre los tipos de códigos de adolescentes, al parecer hay ciertas diferencias correlacionales concernientes con el orden específico de las dos principales escalas. En los adolescentes con el tipo de código 8-4 parece ser que su funcionamiento psicológico tiende a ser más regresivo y primitivo que los que generan un tipo de código 4-8.

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Tipo de código 4-9/9-4 Este tipo de código se da con mucha frecuencia entre los pacientes psiquiátricos adolescentes, sobre todo en los varones. A estos adolescentes se les canaliza a tratamiento debido a que presentan conductas desafiantes, desobediencia y provocación, impulsividad y ausentismo escolar. En muchos casos, los malos comportamientos de estos adolescentes les generan un conflicto constante con sus padres, pero originalmente algunos estudios acerca de las familias de estos jóvenes indican que en este tipo de código hay una tasa elevada de adopción o de colocación en hogares de cuidado tutelar. A muchos de estos adolescentes se les aplican procesos de libertad condicional o se les coloca en centros de detención, y la conducta de acting out es uno de sus mecanismos de defensa primarios. Los terapeutas describen a los pacientes con este tipo de código como individuos socialmente extrovertidos, egocéntricos, narcisistas y demandantes, así como resentidos con las figuras de autoridad. Además, a este grupo se le percibe como impaciente, impulsivo, inquieto, descontrolado y busca satisfacer sus necesidades de manera inmediata. Estos adolescentes suelen combinar su extroversión social y naturaleza gregaria con una tendencia a manifestar conductas de provocación y manipulación, también mienten, roban y realizan otras acciones antisociales. Esta combinación de características gregarias y antisociales hicieron que Marks et al. (1974) se refirieran a los adolescentes que reciben el tipo de código 4-9/9-4 como un “prototipo de infractores”.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Tipo de código 6-8/8-6 Este tipo de código indica una psicopatología grave tanto en el caso de los adolescentes como en el de los adultos; además, se asocia con una sintomatología paranoide. La configuración de este código se ha asociado con sintomatología paranoide, alucinaciones, delirios de grandeza y de persecución, con un pobre sentido de la realidad, así como descargas de hostilidad y agresión. Adolescentes con este tipo de código parecen ser socialmente aislados y retirados y su comportamiento es a menudo inadecuado e impredecible. Estos adolescentes suelen ser referidos para tratamiento porque presentan comportamientos irracionales o dificultades para distinguir la realidad de la fantasía. También parecen tener problemas de control de la agresión, y pueden expresar hostilidad o ira físicamente como golpear a otros o lanzar objetos. No son del agrado de sus compañeros y, a menudo son escogidos por otros adolescentes, como el blanco de burlas. Estos adolescentes experimentan niveles moderados de depresión, sentimientos de culpa y vergüenza. Los chicos con este tipo de codificación poseen una baja capacidad de insight respecto al reconocimiento de sus problemas psicológicos.

Referencia rápida 4-2 Características clave de los nueve tipos de código más comunes del MMPI-A

2-3/3-2 2-4/4-2 3-4/4-3 4-6/6-4 4-8/8-4 4-9/9-4 6-8/8-6 7-8/8-7

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Correlatos conductuales/emocionales Quejas físicas múltiples, acciones que buscan llamar la atención y aceptación, inseguridad y una pobre conciencia de su enfermedad Sobrecontrol emocional, pasividad, dependencia, inseguridad, malas relaciones con los compañeros Pobre control de impulsos, abuso de sustancias, depresión, riesgo de fuga Quejas somáticas, riesgo de suicidio, impulsos hostiles y agresivos, negación de la angustia emocional Demandas de atención y afecto, resentimiento, desconfianza, hostilidad conflictos entre padres e hijo Mala adaptación social; los demás lo perciben como alguien impulsivo, extraño y peculiar; desorganización de la vida familiar y una pobre adaptación escolar Desafiante, desobediente, tendiente al acting out, impulsivo, conflictos con la autoridad, abuso de drogas, deserción escolar, fugas del hogar Psicopatología grave que incluye sintomatología paranoide, delirios, alucinaciones, conducta impredecible y hostil Síntomas de ansiedad, depresión, retraimiento social, fuertes sentimientos de incompetencia e inseguridad, posibles trastornos de pensamiento, alucinaciones

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Tipo de código 1-3/3-1

Cómo interpretar el MMPI-A

Tipo de código 7-8/8-7 Este tipo de código al parecer se relaciona con la incidencia de defensas inadecuadas y baja tolerancia al estrés. Con frecuencia, a estos adolescentes se les describe como sujetos ansiosos, depresivos, retraídos y socialmente aislados, y manifiestan sentimientos de incompetencia e inseguridad. Tienen dificultades importantes para expresar sus emociones en forma apropiada y se les describe como individuos inhibidos y conflictivos en sus relaciones interpersonales. Muchos de estos adolescentes tienen dificultades en la escuela en términos de fracaso académico y se les percibe como sujetos con patrones de pensamiento y comportamiento desviados. En un trabajo que marcó un hito realizado por Marks et al. (1974), un porcentaje relativamente elevado de estos adolescentes (cerca de la mitad) manifestaron que experimentaban alucinaciones auditivas o visuales. En el cuadro de Referencia rápida 4-2 se presenta un resumen de los correlatos conductuales y emocionales de estos tipos de código comunes del MMPI-A.

consideraciones para la interpretación de LAS ESCALAS DE CONTENIDO Y SUPLEMENTARIAS

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Escalas de contenido del MMPI-A Como se describe en el manual del MMPI-A (Butcher et al., 1992), las escalas de contenido del MMPI-A se elaboraron considerando un proceso de cinco etapas. La primera etapa, o preliminar, consistió en identificar los reactivos de las escalas de contenido del MMPI-2 que fueran apropiados para la adaptación al MMPI-A. La segunda etapa radicó en depurar las escalas de contenido del MMPI-A agregando o eliminando reactivos específicos diseñados para mejorar la confiabilidad de las escalas. La tercera etapa consistió en revisar de manera exhaustiva el contenido de la escala, a fin de garantizar que cada uno de estos reactivos fuera pertinente en relación con el constructo o variable medido por esa escala. La cuarta etapa conllevó una depuración estadística adicional de las escalas, lo cual supuso eliminar los reactivos que mostraban las correlaciones más elevadas con las escalas de contenido, además de la escala de contenido en la que se había calificado inicialmente el reactivo. La etapa final consistió en elegir descriptores narrativos para cada una de las escalas de contenido mediante la combinación de la investigación empírica e inferencias lógicas basadas en el contenido de los reactivos de la escala. De las 15 escalas de contenido del MMPI-A, 11 se superponen en gran medida con las escalas de contenido del MMPI-2 en términos de los constructos y la pertenencia de los reactivos. Por tal razón, a todas las escalas de contenido del MMPI-A las sigue el sufijo “A” para distinguirlas de sus homólogas del MMPI-2: Enajenación-Adolescentes (ENA-A), Aspiraciones limitadasAdolescentes (ASL-A), Problemas escolares-Adolescentes (ESC-A) y Problemas de conducta-Adolescentes (PCO-A). Las escalas de contenido del MMPI-A al igual que sus homólogas en el MMPI-2, están compuestas exclusivamente de reactivos que tienen una validez aparente y son obvios en términos de la representación que tienen de la psicopatología. Por lo tanto, en las escalas de contenido del MMPI-A influyen con facilidad el deseo consciente o inconsciente del adolescente de subinformar o sobreinformar la sintomatología. Por estas razones, el intérprete del MMPI-A

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A siempre debe evaluar con cuidado la validez del protocolo del instrumento antes de interpretar los resultados de las escalas de contenido. Los descriptores de las escalas de contenido fueron obtenidos empíricamente y han sido reportados tanto Williams, Butcher, Ben-Porath y Graham (1992) como archer y Gordon (1991). De manera similar a lo que sucede con otras escalas, en el MMPI-A, es posible considerar que las puntuaciones T ≥ 65 son elevadas en términos clínicos, en tanto que las puntuaciones T de entre 60 y 64 son marginalmente elevadas. Sin embargo, en contraste con las escalas básicas del MMPI-A, poco se sabe acerca del significado correlacional de las puntuaciones bajas en las escalas de contenido del MMPI-A y, por lo tanto, este capítulo no ofrece interpretaciones sobre las puntuaciones bajas para las escalas de contenido. A continuación se presenta una descripción breve de cada una de las 15 escalas de contenido desarrolladas para el MMPI-A.

Escala de ansiedad-adolescentes (ANS-A) Esta escala consta de 21 reactivos relacionados con síntomas de ansiedad, aprehensión y rumiación. Los adolescentes que generan puntuaciones elevadas en la escala ANS-A manifiestan confusión, problemas para concentrarse y dificultades para mantenerse en la tarea. También informan dificultades para dormir y de pesadillas frecuentes. Estos adolescentes llegan a tener la sensación de que “pierden el control” de su vida y sienten que algo terrible o espantoso está a punto de suceder. Las chicas adolescentes que generan elevaciones en esta escala suelen manifestar baja resistencia y cansancio, abuso por parte de los compañeros, pensamientos obsesivos, ansiedad y timidez, en tanto que los chicos con puntuaciones T elevadas manifiestan problemas para concentrarse, tristeza, depresión y posibles ideas suicidas.

La escala consta de 15 reactivos, los cuales se califican en la dirección de verdadero. Esta escala contiene reactivos relacionados con la ambivalencia y la dificultad para tomar decisiones, rumiación y preocupación excesivas, y la incidencia de pensamientos intrusivos. Los datos empíricos revelan que a los chicos que generan elevaciones en esta escala puede describírseles como ansiosos y dependientes, con niveles elevados de inadaptación; en tanto que las chicas es más probable que tengan antecedentes de ideas o señales suicidas.

Escala de depresión-adolescentes (DEP-A) Esta escala consta de 26 reactivos relacionados con la depresión y la tristeza, la apatía, la baja energía y una moral pobre. Los adolescentes que generan elevaciones en esta escala a menudo se sienten insatisfechos con su vida e infelices. Presentan constantes pensamientos de autodevaluación y se sienten sin esperanzas o apáticos respecto a su futuro. Manifiestan sentimientos de soledad y abatimiento, y posibles ideas suicidas. Las evidencias empíricas han relacionado las elevaciones en la escala DEP-A con una incidencia mucho más elevada de ideas suicidas en las chicas y con mayor frecuencia de intentos de suicidio en los chicos.

Escala de preocupación por la salud-adolescentes (SAU-A) La escala comprende 37 reactivos, 23 de los cuales también aparecen en la escala clínica básica 1 del MMPI-A. Los adolescentes que generan elevaciones en esta escala de contenido confirman

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Escala de obsesividad-adolescentes (OBS-A)

Cómo interpretar el MMPI-A síntomas físicos en diversos ámbitos, entre los que se hallan problemas gastrointestinales, neurológicos, cardiovasculares, sensoriales, respiratorios y dermatológicos. Asimismo, se sienten enfermos y poco saludables, y tienden a preocuparse por su salud. A los adolescentes que generan elevaciones en esta escala sus padres los describen como chicos temerosos de la escuela y con numerosos problemas o dolencias de orden físico; además, los describen como ansiosos y preocupados, propensos a los accidentes, poco independientes, temerosos, perfeccionistas y con tendencia a experimentar culpa. Se informa que las chicas que generan elevaciones en esta escala tienen problemas con el peso, pocos o ningún amigo, así como al experimentar frecuentemente cansancio y fatiga.

Escala de enajenación-adolescentes (ENA-A) Esta escala contiene 20 reactivos seleccionados para identificar a los adolescentes que son aislados y retraidos interpersonalmente y que mantienen una distancia emocional considerable con los demás. Por lo común, estos adolescentes se sienten pesimistas respecto a las interacciones sociales y tienden a creer que los demás no los entienden o que son indiferentes con ellos. Las chicas que generan puntuaciones elevadas en la escala ENA-A suelen ser retraídas socialmente e irritables, y tienen grupos de compañeros mucho más pequeños; en tanto que los chicos que reportan puntuaciones elevadas manifiestan deficiencias en las habilidades sociales y bajo nivel de autoestima.

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Escala de pensamiento delirante-adolescentes (DEL-A) Esta escala consta de 19 reactivos relacionados con la incidencia de experiencias extrañas o inusuales, las cuales comprenden alucinaciones auditivas, visuales u olfatorias. Los adolescentes que generan elevaciones en esta escala creen que algo puede estar mal en su mente y los demás los perciben como extraños. También suelen tener ideas paranoides, como la creencia de que los demás conspiran en su contra o los quieren controlar. Los datos empíricos indican que las puntuaciones elevadas de la escala DEL-A se relacionan con la incidencia de experiencias sensoriales extrañas y síntomas psicóticos. Además, las puntuaciones elevadas en el caso de las chicas se relacionan con la incidencia de alucinaciones, bajo control emocional y un pobre reconocimiento de la realidad; en tanto que las puntuaciones elevadas en el caso de los chicos se relacionan con luchas, dificultades legales, alucinaciones y un pobre reconocimiento de la realidad. Asimismo, los chicos que se encuentran en centros de tratamiento y obtienen puntuaciones elevadas en la escala DELA son más propensos a mostrar experiencias extrañas e inusuales.

Escala de enojo-adolescentes (ENJ-A) La escala consta de 17 reactivos importantes en relación con los problemas para el control de la ira. Los adolescentes que generan elevaciones en esta escala son irritables, rezongones e impacientes, y sus problemas relacionados con el enojo pueden llegar a la agresión física. En general, sienten la necesidad de romper cosas, iniciar peleas y llegan a meterse en problemas por sus arrebatos. También se exaltan mucho y son agresivos. Los datos empíricos empíricas indican que los chicos adolescentes que producen elevaciones en la escala ENJ-A tienen problemas con el consumo de drogas, síntomas de hiperactividad y antecedentes de amenazas y agresión; en tanto que las chicas que reportan elevaciones en

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A esta escala tienen más probabilidades de presentar antecedentes de ausentismo escolar, desafío y desobediencia, enojo, malas relaciones con los padres, agresiones y comparecencias ante los tribunales. Además, estas chicas tienen más probabilidades de vestirse en forma provocativa y mostrar una conducta promiscua.

Escala de cinismo-adolescentes (CIN-A) La escala comprende 22 reactivos, y los adolescentes que generan elevaciones altas se les describe como cínicos, desconfiados y sospechan de los demás. Suelen creer que todos son manipuladores y egoístas, por lo que esperan que los demás mientan, engañen y roben. En los datos empíricos sobre esta escala, las puntuaciones elevadas de las chicas se relacionan con la incidencia de abuso sexual y relaciones deficientes con los padres, y el profesional que suele atender a estas adolescentes suele percibir en ellas una actitud resistente y negativa. Sin embargo, en el caso de los chicos, las investigaciones han establecido pocos correlatos significativos relacionados con elevaciones en esta escala. En general, cabría esperar que tanto chicos como chicas con elevaciones en la escala CIN-A se muestren reservados y sospechosos de las motivaciones de los demás, así como muy hostiles y poco amistosos en las relaciones interpersonales.

Esta escala se compone de 23 reactivos desarrollados para identificar a los adolescentes que reportan una variedad de áreas problemáticas, como impulsividad y conductas arriesgadas y antisociales. Es probable que los adolescentes que generan elevaciones en esta escala cuenten con antecedentes de infracciones legales o suspensiones escolares, y también que reciban diagnósticos de trastorno de conducta. Se caracterizan por no percibir problema alguno, en tratar de darle la vuelta a las leyes y aprovecharse de los demás. Entre los problemas conductuales es posible encontrar hurto, robo en tiendas, mentir, destrucción de propiedad ajena e insultar. Según evidencias empíricas, los chicos que obtienen puntuaciones elevadas en PCO-A presentan problemas de robo, ausentismo escolar, uso de drogas, dificultades legales, abuso del alcohol y conductas agresivas. Las puntuaciones elevadas de las chicas en esta escala se han relacionado con una alta incidencia de huidas de casa, ausentismo escolar, desafío y desobediencia. El profesional que trata a las chicas que presentan puntuaciones elevadas en esta escala considera que ellas tienen múltiples problemas conductuales, relacionados con el mentir, ser impredecibles, mostrarse irritables y con mal humor, así como engañar y con problemas para controlar la ira; además, a estas chicas se les percibe como provocadoras, impulsivas e impacientes.

Escala de baja autoestima-adolescentes (BAE-A) Esta escala consta de 18 reactivos útiles para identificar a los adolescentes que tienen baja autoestima y poca confianza en sí mismos. Los adolescentes que generan elevaciones en esta escala se sienten ineptos e inútiles, así como menos capaces y competentes que los demás. Reconocen muchos defectos y fallas reales e imaginarios en sí mismos, y con frecuencia no son capaces de identificar en ellos ningún ámbito de fortaleza o destreza. Las evidencias empíricas han relacionado las puntuaciones elevadas entre los chicos con habilidades sociales deficientes, pasividad, culparse a sí mismo o autocríticarse y una incidencia elevada de ideas suicidas. Entre las chicas, las puntuaciones elevadas en la escala BAE-A se han relacionado con depresión, baja autoestima, retraimiento social, cansancio y fatiga.

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Escala de problemas de conducta-adolescentes (PCO-A)

Cómo interpretar el MMPI-A Escala de aspiraciones limitadas-adolescentes (ASL-A) Esta escala se compone de 16 reactivos y es útil para identificar a los adolescentes que tienen pocas metas educativas o de vida, es decir, no son aplicados, tienden a postergar las cosas y se rinden con rapidez al enfrentar una tarea difícil o frustrante. Además, no les gusta estudiar o leer, les desagrada la ciencia y dejan que los demás les resuelvan los problemas siempre que es posible. Resulta curioso, pero las evidencias empíricas han relacionado las puntuaciones elevadas en la escala ASL-A con bajas calificaciones y un nivel de participación bajo en las actividades escolares. Entre los chicos, las puntuaciones elevadas en esta escala se asocian con una incidencia alta tanto de dificultades legales y arrestos como de ausentismo escolar y huidas de casa. Mientras que las chicas con puntuaciones elevadas en esta escala tienen más probabilidades de mostrar una actitud desafiante y resistente, ser provocadoras sexualmente, así como de responder a las dificultades con frustración y enojo.

Escala de incomodidad en situaciones sociales-adolescentes (ISO-A) Esta escala consta de 24 reactivos, 16 de los cuales aparecen en la escala clínica básica 0 del MMPI-A. Los adolescentes que generan elevaciones en ISO-A suelen ser introvertidos, tímidos y sentirse incómodos en las situaciones sociales. No les agrada tener personas a su alrededor, evitan de manera activa los sucesos sociales y se les dificulta interactuar con los demás. Las evidencias empíricas demuestran que tanto chicos como chicas con puntuaciones elevadas en esta escala suelen experimentar aislamiento e incomodidad sociales. Entre las chicas, las puntuaciones elevadas se han relacionado con depresión, trastornos alimentarios, retraimiento social, apatía, fatiga, timidez evitar la competencia con sus compañeros. Entre los chicos, las puntuaciones elevadas en ISO-A se han asociado con una mayor incidencia de ansiedad y nerviosismo, pensamientos suicidas y un bajo nivel de participación en las actividades escolares. © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito.

Escala de problemas familiares-adolescentes (FAM-A) Esta escala comprende 35 reactivos relacionados con la presencia de conflictos y discordias familiares sustanciales. Los adolescentes que generan elevaciones en esta escala tienen riñas frecuentes con sus familiares, manifiestan poco amor o comprensión dentro de la familia y se sienten incomprendidos y castigados injustamente por sus parientes. Es posible que estos adolescentes quieran huir o escapar de su casa y familia, y tal vez perciban que ésta es física o emocionalmente abusiva. La discordia familiar, los celos, la culpabilización y la ira caracterizan a los patrones de comunicación dentro de estas familias. Las evidencias empíricas han asociado las puntuaciones elevadas en FAM-A con una incidencia alta de huida de casa y abuso físico en el caso de los chicos, y una incidencia alta de abuso sexual en el caso de las chicas. Además, a los chicos que obtienen puntuaciones elevadas se les percibe como poco independientes, resentidos y ansiosos respecto a su futuro; y a las adolescentes es más probable que se les perciba como chicas sexualmente provocadoras y promiscuas, enojonas, pesadas y escandalosas. También suelen huir con mayor frecuencia de casa.

Escala de problemas escolares-adolescentes (ESC-A) Esta escala consta de 20 reactivos relacionados con dificultades en el ambiente escolar. A los adolescentes que generan elevaciones en esta escala no les gusta la escuela y probablemente

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A manifiesten muchos problemas académicos y conductuales; tal vez también experimenten retrasos en su desarrollo o dificultades de aprendizaje. Estos adolescentes suelen molestarse por cosas que suceden en la escuela y es posible que tengan antecedentes de ausentismo y suspensiones disciplinarias. Tienden a evitar la participación en actividades académicas o deportivas y perciben la escuela como una pérdida de tiempo. La evidencia empírica se ha relacionado a las puntuaciones elevadas en la escala ESC-A con diversos problemas académicos y conductuales, entre los que destacan bajas calificaciones, reprobación en los cursos, acciones disciplinarias, así como periodos de prueba y suspensiones. Las chicas que presentan elevaciones en esta escala tienen antecedentes de mal aprovechamiento académico y reprobación, ausentismo escolar, tienen dificultad para el aprendizaje y se muestran desafiantes, en tanto que los chicos con puntuaciones elevadas en ESC-A tienen más probabilidades de tener una historia de dificultades de orden juridico, abuso de drogas, peleas y de huidas de casa.

Esta escala consta de 26 reactivos útiles para identificar a los adolescentes que se muestran defensivos al inicio del tratamiento, las cuales se derivan de una apatía y abatimiento concernientes a su capacidad para cambiar o de la sospecha y desconfianza generales hacia la ayuda ofrecida por los demás (sobre todo los profesionales de la salud mental). Es posible que a estos adolescentes les incomode realizar cambios significativos en su vida, o quizá sientan que trabajar con los demás en un proceso de cambio es inútil y un signo de debilidad. No creen que los demás sean capaces de entenderlos o cuidar de ellos, y manifiestan una falta de disposición general a conversar acerca de ámbitos problemáticos. Tal vez no se sientan capaces de planificar su propio futuro y por ello se muestran renuentes a aceptar la responsabilidad de los sucesos o resultados negativos en su vida. Es importante señalar que las puntuaciones elevadas en RTR-A no por fuerza pronostican resultados psicoterapéuticos malos, sino que indican la presencia de mecanismos defensivos al inicio del tratamiento que se relacionan con actitudes y creencias negativas. Hasta ahora en la evidencia empírica se ha asociado a las puntuaciones elevadas de la escala RTR-A en los chicos con relaciones deficientes con los hermanos y una tendencia a amenazar físicamente a los compañeros; en tanto que las puntuaciones elevadas entre las chicas se han relacionado con una mala coordinación y movimientos físicos extraños. Sin embargo, habrá que esperar investigaciones cuidadosas que arrojen correlatos clínicos más útiles y significativos de esta escala en relación con diversos procesos de tratamiento y la valoración de sus resultados.

Escalas suplementarias del MMPI-A En contraste con las numerosas escalas suplementarias del MMPI-2, el MMPI-A presenta una serie de seis escalas suplementarias, tres de la cuales se adaptaron del MMPI original, en tanto que las tres restantes se desarrollaron de manera específica para el MMPI-A. En contraste con las escalas de contenido del MMPI-A, todas las escalas suplementarias se convirtieron en valores de puntuación T lineal a partir de la variación del puntaje T. En forma similar a las escalas de contenido del MMPI-A, todas las escalas suplementarias cuentan con una “zona gris o sombreada” que denota las elevaciones de rango extremo que se dan entre las puntuaciones T de 60 a 64, inclusive. De manera semejante a las escalas de contenido del MMPI-A, las escalas

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Escala de rechazo al tratamiento-adolescentes (RTR-A)

Cómo interpretar el MMPI-A suplementarias exigen una aplicación completa de este inventario y no pueden calificarse si la aplicación se detiene después de los primeros 350 reactivos.

Escala alcoholismo de MacAndrew revisada (de adolescentes) (MAC-A) Las primeras tres escalas suplementarias que aparecen en el perfil de las escalas de contenido y suplementarias se orientan hacia el problema del abuso de sustancias y la MAC-A es la primera de las escalas. MacAndrew fue quien creó originalmente en 1965 la Escala de Alcoholismo MacAndrew (MAC) para el MMPI, al contrastar y comparar las respuestas a los reactivos de 300 varones alcohólicos con las de 300 pacientes psiquiátricos del género masculino. Antes del desarrollo del MMPI-A, esta escala recibió gran atención en las investigaciones respecto a su uso con adolescentes. En general, estos estudios muestran que las puntuaciones elevadas en la MAC se relacionaban con niveles elevados de abuso de sustancias, como alcohol y otras drogas entre los adolescentes. La escala se revisó para el MMPI-2 y el MMPI-A, proceso en el cual se eliminaron cuatro de los reactivos originales y se reemplazaron con otros reactivos más útiles para discriminar a los individuos con y sin antecedentes de abuso de sustancias. La escala MAC-A del MMPI-A está integrada por 49 reactivos, en los cuales las puntuaciones elevadas indican una mayor probabilidad de que el adolescente sea similar a otros adolescentes que tienen antecedentes de problemas de alcohol o droga. Además de indicar el consumo y abuso de diversas drogas, las puntuaciones elevadas en la escala MAC-A al parecer también se asocian con diversas características de personalidad, como impulsividad, extroversión social y en general a presentar conductas de riesgo y de búsqueda de sensaciones extremas. Los siguientes correlatos se han asociado con puntuaciones elevadas (T ≥ 65) en la MAC-A del MMPI-A:

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• Mayor probabilidad de consumir o abusar del alcohol y diversas drogas • Socialmente extovertido, exhibicionista, dominante y le gusta correr riesgos • Conductas impulsivas, poco convencionales y búsqueda de sensaciones extremas

Escala reconocimiento de problemas con el alcohol y/o drogas (RPAD) La escala de reconocimiento de problemas con el alcohol y/o drogas (RPAD) es una nueva escala desarrollada específicamente para el MMPI-A y está diseñada para evaluar la voluntad de un adolescente para reconocer problemas de alcohol o el consumo de drogas y los síntomas relacionados a estos comportamientos, actitudes o creencias. La escala está integrada de 13 reactivos que se eligieron porque su contenido demostró estar relacionado directamente a los problemas de consumo de alcohol y drogas, y la escala se perfeccionó, a partir de la utilización de un criterio estadístico, para aumentar su confiabiliadad y validez. Las elevaciones en la escala RPAD indican el grado de disposición del adolescente a reconocer su consumo de alcohol o drogas. Los adolescentes que obtienen puntuaciones elevadas en esta escala reconocen abiertamente su consumo de alcohol, marihuana y otras drogas, y confirman muchas actitudes, creencias o conductas que se asocian con el uso de estas sustancias. En resumen, las elevaciones de las puntuaciones T ≥ 65 se asocian con los siguientes rasgos o características: • Disposición a reconocer el consumo de alcohol o marihuana y otras drogas • Impulsividad y un pobre reconocimiento de su entorno

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A Escala tendencia a problemas con el alcohol y/o drogas (TPAD) Es una escala desarrollada de manera empírica, que está integrada por 36 reactivos que abarcan una amplia variedad de contenidos incluyendo las características de la familia, características del grupo de pares, creencias y conductas antisociales, además de comportamientos sobre intereses académicos. Los reactivos para la escala TPAD se eligieron en forma empírica, seleccionando los reactivos que diferenciaban significativamente a los adolescentes en tratamiento contra el uso del alcohol y drogas, de aquellos que no presentaban problemas de alcohol y drogas pero que se encontrababn en tratamiento psiquiátrico en un servicio de salud mental. Por lo tanto, el método de construcción de “grupos de contraste” utilizado para desarrollar esta escala fue muy similar a la metodología empleada por MacAndrew para crear la escala MAC. En general, las siguientes características se asocian con valores de puntuación T de 65 o más en la escala TPAD: • Tendencia a consumir o abusar del alcohol o las drogas • Interacción negativa con el grupo de pares • Problemas de conducta y disciplinarios en la casa y la escuela

La escala de inmadurez (INM) se desarrolló para el MMPI-A con la finalidad de medir la madurez psicológica durante la adolescencia. La escala se basó en el concepto del desarrollo del Yo propuesto por Loevinger (1976), sobre todo en las etapas de desarrollo caracterizadas como preconformista y conformista. La elección preliminar de reactivos se fundamentó en las intercorrelaciones entre los reactivos del MMPI-A y las puntuaciones del test de maduración del Yo de Loevinger; posteriormente fueron evaluado de forma independiente por personas entrenadas, solicitándoles que evaluaran el grado en el que el contenido del reactivo parecía estar relacionado con el concepto de maduración del yo. En la etapa final del desarrollo de los reactivos, los investigadores mantuvieron o eliminaron reactivos con base en sus efectos generales en la confiabilidad interna de la escala. La forma final de la escala INM consta de 43 reactivos que cubren una gran variedad de áreas de contenido como falta de confianza en sí mismo, externalización de la culpa, baja capacidad de insight e introspección, incomodidad social y desajuste interpersonal, egocentrismo, hostilidad y conductas antisociales. A los adolescentes que generan elevaciones en esta escala del MMPI-A podría describírseles como impulsivos y con una baja capacidad de insight y conciencia de sí mismo. Además, tienden a ser egocéntricos y a ver la vida en forma simplista y concreta. Son oportunistas, explotadores y demandantes en sus relaciones interpersonales y, en el modelo de Loevinger, operan en la etapa preconformista del desarrollo. En general, las características o correlatos siguientes se asocian con los adolescentes que generan puntuaciones elevadas en INM (T ≥ 65): • • • • •

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Se frustran con facilidad y tienen una actitud impaciente Tienden a ser pesados, escandalosos y a enojarse con facilidad Son desconfiados y acosan a los demás Es probable que cuenten con antecedentes de dificultades académicas y sociales Adoptan una postura poco cooperativa, desafiante y resistente

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Escala de inmadurez-adolescentes (INM)

Cómo interpretar el MMPI-A Escalas de ansiedad-adolescentes (A-A) y represión-adolescentes (R-A) de Welsh Las escalas de ansiedad y represión de Welsh (1956) se derivan de análisis factoriales del MMPI original. Al primer factor de estos análisis se le han asignado diversas clasificaciones como desajuste general; Welsh denominó a este factor ansiedad. Los 35 reactivos de la escala A-A del MMPI-A se asocian con diversas formas de angustia emocional o afectiva, y las puntuaciones elevadas en esta escala reflejan desajuste, ansiedad, depresión, pesimismo, incomodidad emocional general y angustia. En las investigaciones con adolescentes y la evaluación de la escala de ansiedad se han asociado descriptores como temor, ansiedad, autocrítica y tendencia a culparse a sí mismo. En general, las siguientes características se relacionan con puntuaciones elevadas en la escala A-A: • • • •

Estado de ansiedad y tensión Ideas ruminativas y temores Inadaptación y angustia emocional Autocrítico y tendencia a culparse a sí mismo

Welsh desarrolló la escala de represión para evaluar la segunda dimensión que surge cuando el MMPI se somete a análisis factorial. La escala R-A del MMPI-A consta de 33 reactivos, los cuales se califican en la dirección de falso. Los individuos que generan elevaciones en esta escala se presentan como personas convencionales, sumisas y agradables. Entre los correlatos significativos con las elevaciones en la escala R-A se hallan las siguientes características:

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• • • •

Sobre controlado e inhibido Pasividad y obediencia Menor probabilidad de recurrir a conductas de acting out y exhibicionistas Tendencia a mostrarse cauteloso y pesimista

DESARROLLO Y APLICACIÓN DEL RESUMEN ESTRUCTURAL DEL MMPI-A La anterior presentación de los métodos de interpretación de escala única y de tipo de código de dos puntos se concentró en brindar información generada a partir de las escalas clínicas básicas del MMPI-A. Anteriormente se presentaron los métodos de interpretación de los tipos de código de escala única y de dos puntos y en general la información de describió a partir de las escalas clínicas básicas del MMPI-A. Sin embargo, el instrumento contiene muchas más escalas estándar y subescalas que se pueden utilizar, pero que requieren una integración cuidadosa durante su proceso de interpretación. Así mismo, este proceso de integración se ve complicado por la observación de que existe un alto grado de interrelación o superposición entre las 69 escalas y subescalas que componene el MMPI-A. Parte de la razón de que las correlaciones sean significativas se refiere a la superposición de reactivos que aparecen en más de una escala. Esta redundancia estructural explica porque una gran cantidad de intercorrelaciones resultan significativas. La escalas del MMPI-A también están altamente correlacionadas, debido a que los constructos que subyacen a cada una de las escalas son amplios y muy similares. Por lo tanto,

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la relación entre los grupos de escalas del MMPI-A puede ser debido, tanto al contenido de los reactivos compartidos, como a la disposición compartida en la superposición de los reactivos. Por ejemplo, la alta intercorrelación que se encuentra entre la escala básica 1(Hs) del MMPI-A y los resultados derivados de la puntuación de la escala de contenido SAU-A (r ≥ .90) refleja tanto un importante nivel de confiabilidad de los reactivos compartidos como un enfoque común de medición. En contraste, otras escalas del MMPI-A que parecen medir, al menos por su nombre, constructos similares, no generan niveles altos de intercorrelación. Por ejemplo, la escala clínica básica 2 (depresión) y la escala del contenido DEP-A, ambas del MMPI-A, sólo tienen una correlación moderada (r = .54) en el caso de los hombres de la muestra normativa); además es evidente que el significado del constructo al evaluar estas variables es sustancialmente distinto. Por lo tanto, las escalas y subescalas del MMPI-A plantean un reto importante en términos de la integración de todos estos datos, a fin de proporcionar un resumen general respecto al funcionamiento psicológico del adolescente. El mejor método estadístico disponible para simplificar, a un menor número de dimensiones las 69 escalas y subescalas del MMPI-A, lo representa el análisis factorial como una aproximación de la validación del instrumento. Se han realizado análisis factoriales con el MMPI y el MMPI-A, tanto en el nivel de los reactivos como de las escalas, pero son estos últimos los que tienen repercusiones particularmente importantes para las prácticas de interpretación. Los resultados de los análisis factoriales de las escalas del MMPI-A indican que casi toda la varianza en las puntuaciones naturales de las escalas y subescalas se relaciona con ocho dimensiones subyacentes. Estas dimensiones estructurales ofrecen información muy importante y útil, que permite hacer inferencias relativas a la génesis del funcionamiento psicológico del adolescente. Una de las principales ventajas de este método es que permite una evaluación completa de dicho funcionamiento y, a la vez, elimina las distinciones bastante arbitrarias que se dan en la clasificación común de las escalas del MMPI-A (en categorías de escalas básicas, de contenido y suplementarias o subescalas Harris-Lingoes e Is). La perspectiva estructural proporcionada por los resultados del análisis factorial confirma que el MMPI-A es un instrumento altamente interrrelacionado, que refleja una amplia gama de dimensiones subyacentes sobre el funcionamiento psicológico y la psicopatología. Las ocho dimensiones factoriales desarrolladas para el Resumen Estructural del MMPI-A se basaron originalmente en análisis factoriales realizados por Archer, Belevich y Elkins (1994) con la muestra normativa del MMPI-A; en forma más reciente, Archer y Krishnamurthy (1997b) replicaron los hallazgos de los análisis factoriales en muestras clínicas. Archer y Krishnamurthy (1994) han proporcionado una amplia serie de correlatos empíricos para cada uno de los factores del Resumen Estructural basada en datos de los 1,620 adolescentes de la muestra normativa del MMPI-A y en una muestra adicional de pacientes adolescentes internos (también detallada en Archer, Krishnamurthy & Jacobson, 1994). Estos correlatos se basan en información derivada de autoinformes de los adolescentes, calificaciones de los padres, calificaciones del personal y los problemas que presentan los adolescentes en los centros de atención para pacientes internos. Es importante señalar que el Resumen Estructural del MMPI-A se usa como un recurso para que el experto que requiere interpretar el instrumento, pueda integrar eficazmente las principales dimensiones al describir el funcionamiento psicológico del adolescente. Para la interpretación, el clínico debe localizar sólo aquellos factores de las escalas y subescalas en las que se observan en más de la mitad de las escalas, la presencia de ese indicador (es decir, T > 60 o T < 40, como se explica en el capítulo 3), lo cual indica que al describir el funcionamiento del adolescenete se

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Cómo interpretar el MMPI-A debe enfatizar en el reporte la importancia de esa dimensión. Además es conveniente afirmar que, cuanto mayor es el porcentaje de las escalas o subescalas dentro de un factor porque se observan con un nivel de significancia, mayor es la influencia de ese factor en particular, porque proporciona una descripción integral del adolescente en relación a esa dimensión. Por lo tanto, para la utilización del Resumen Estructural del MMPI-A, a continuación se proporcionan dos de los principales lineamientos que se deben considerar: • La mayor parte de las escalas y subescalas dentro de un factor deben de presentar niveles de significancia en el puntaje T (T > 60 o T < 40), para poner de relieve en el proceso de interpretación la importancia de ese factor. • Cuanto mayor es el porcentaje de las escalas o subescalas dentro de un factor porque se encuentra con un nivel de significancia, se debe destacar en la interpretación, el valor de esa dimensión.

FACTORES DEL RESUMEN ESTRUCTURAL DEL MMPI-A Factor de desajuste general (23 escalas y subescalas)

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El primer factor del Resumen Estructural del MMPI-A ha recibido atención sustancial en las investigaciones y es común en todos los análisis factoriales para la validez del instrumento. Este factor explica el componente principal de la varianza en el instrumento de evaluación y quizá se le clasifica con más precisión como dimensión de “desajuste general” o “angustia general”. Welsh se refería a este factor como “ansiedad”, y la escala de ansiedad de Welsh (1956) sirve como el mejor y único indicador para este factor. Cabría esperar que los adolescentes que generen elevaciones en esta dimensión manifiesten las siguientes características: • • • • • •

Importantes problemas de adaptación en la casa y la escuela Una pobre conciencia de sí mismo, aislamiento social, timidez, dependencia Tristeza, depresión, rumiación Baja capacidad para involucrarse en las actividades sociales Evitación de situaciones competitivas Mayor probabilidad de manifestar síntomas de fatiga, cansancio y dificultades para dormir

Factor de inmadurez (15 escalas y subescalas) La segunda dimensión que se refleja en el Resumen Estructural del MMPI-A se clasifica como “inmadurez”, por lo que su principal indicador es la escala de inmadurez (INM). Cabría esperar que los adolescentes que generen elevaciones en la escala de inmadurez manifiesten las características siguientes: • Egocentrismo • Pobre conciencia de sí mismo e insight psicológico • Falta de juicio y pobre control de impulsos

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A • Problema escolares como suspensiones, desobediencia y bajas calificaciones académicas • Relaciones con los compañeros caracterizadas por amenazas, hostigamiento y agresividad física • Mayor probabilidad de conductas hiperactivas, delictivas y agresivas

Potencial de desinhibición o excitación (12 escalas o subescalas) La tercera dimensión del Resumen Estructural se refiere al potencial de desinhibición y excitación, que refleja la tendencia del adolescente a incurrir en conductas impulsivas y poco controladas. Los mejores indicadores de esta dimensión son la escala clínica básica 9 del MMPI-A y la subescala Ma-2 (aceleración psicomotora) de Harris-Lingoes. Los adolescentes que generan valores de puntuación T elevados en la mayoría de las escalas y subescalas de este factor es probable que manifiesten las siguientes características: • • • • • •

Impulsividad que conduce a problemas disciplinarios Conducta jactanciosa, pesada, parlanchina y de búsqueda de atención Antecedentes de problemas escolares y reprobación Mayor probabilidad de abuso de drogas o alcohol Relaciones interpersonales agresivas y dominantes Conflictos con las figuras de autoridad y los compañeros

El cuarto factor se clasificó como “incomodidad en situaciones sociales” y se caracteriza por una elevación en las escalas relacionadas con introversión social, incomodidad social, baja autoestima y ansiedad interpersonal o social. Los adolescentes que generan valores de puntuación T elevados en la mayoría de las escalas y subescalas de este factor probablemente manifiesten las siguientes características: • Retraimiento social e inhibición • Tendencia a ser dominado por los compañeros y a ser visto como temeroso, tímido y dócil • Baja probabilidad de conductas de acting-out y un mejor riesgo de un comportamiento inhibido

Factor de preocupación por la salud (6 escalas o subescalas) La quinta dimensión del Resumen Estructural se clasificó como “preocupación por la salud”, pero también podría denominarse “somatización”. Entre las escalas clínicas básicas, los indicadores centrales de este factor son las escalas 1 y 3; entre las escalas de contenido, la escala SAU-A sirve como un valioso indicador para esta dimensión. Los adolescentes que obtienen puntuaciones

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Factor de incomodidad en situaciones sociales (8 escalas y subescalas)

Cómo interpretar el MMPI-A elevadas en la mayor parte de las escalas y subescalas relacionadas con el factor de preocupación por la salud es probable que manifiesten las siguientes características: • Tendencia a experimentar molestia, fastidio con baja baja tolerancia a la frustración • Probabilidad de manifestar dificultades para dormir, problemas académicos y antecedentes de pérdida de peso • Aislamiento social, con baja capacidad para interactuar socialmente • Dependencia, timidez, tristeza y preocupación por el funcionamiento de la salud

Factor de ingenuidad (5 escalas o subescalas) El sexto factor se clasificó como “ingenuidad” porque la subescala de Harris-Lingoes que tiene esta clasificación (Pa3) sirvió como un indicador útil y valioso para esta dimensión. Los adolescentes que obtienen puntuación T elevados en la mayor parte de las escalas y subescalas de este factor probablemente manifiesten las siguientes características: • Se presenten como personas aparentemente dignas de confianza, ajustadas socialmente y optimistas • Tiendan a negar la presencia de sentimientos o impulsos hostiles o negativos • Acentúen el comportamiento convencional y tengan una baja probabilidad de realizar acciones provocativas o antisociales

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Factor de alienación familiar (4 escalas o subescalas) El séptimo factor identificado en el Resumen Estructural del MMPI-A se clasificó como “alienación familiar”, pero también pudo haberse designado “conflicto familiar”. Los mejores indicadores de esta dimensión son la escala de contenido de problemas familiares (FAM-A) y la subescala de Harris-Lingoes de problemas familiares (Dp1). Los adolescentes que obtienen elevaciones en tres o más de las escalas de ese factor probablemente manifiesten las siguientes características: • Es probable que los padres los perciban como hostiles, delincuentes o agresivos • Mayor probabilidad de tener una pobre relación con los padres que implican problemas frecuentes o conflictos graves • Probabilidad muy elevada de tener problemas disciplinarios en la escuela que generen suspensiones o periodos de prueba en la secundaria • Conducta pesada, amenazadora, verbalmente agresiva y desobediente

Factor de psicoticismo (4 escalas o subescalas) El último factor o dimensión en el Resumen Estructural se clasificó como “psicoticismo”, debido a que la sintomatología psicótica tiene una fuerte influencia en las cuatro escalas y subescalas

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A que definen este factor. Los adolescentes que obtienen elevaciones en tres o más de estas cuatro subescalas probablemente manifiesten las siguientes características: • Probabilidad elevada de ser víctima de burlas o rechazo por parte de los compañeros • Un pobre control de sí mismo, con expresiones de ira y cambios repentinos del caracter • Socialmente disociado o la existencia de un brote esquizoide

Para describir el funcionamiento de un adolescente en el Resumen Estructural del MMPI-A, Archer y Krishnamurthy (1994) sugieren que, para que el clínico estime una dimensión como significativa, debe considerar sólo aquella que en más de la mitad de las escalas y subescalas asociadas con esa dimensión en particular alcancen valores de puntuación T elevadas. Para evaluar este criterio, los resultados de las investigaciones más recientes han sugerido que simplemente colocando una marca al lado de las escalas y subescalas con mayor elevación y obtener el resultado total a través de sumar las marcas señaladas en cada una de las escalas, es suficiente para identificar el porcentaje de los valores de escalas y subescalas más elevadas de esa dimensión o factor. Por ejemplo, si se obtuvieron valores de puntuación T > 60 en 8 de las 15 escalas o subescalas asociadas con el factor de inmadurez, entonces se dice que este factor cumple con el criterio de significancia, porque más del 50% de los valores se encuentran elevados, y por lo tanto, se debe interpretar en los resultados de la prueba del adolescente que se evalúa, que esa dimensión es relevante en su funcionamiento. También es posible examinar el patrón específico de las escalas y subescalas elevadas dentro de una dimensión, y valerse de esta información para hacer una descripción más específica del adolescente. Por ejemplo, si las ocho subescalas que obtienen valores significativos en la dimensión de inmadurez y que se identifican en las escalas F, 8, 6, Pa1, Es2, Es6, DEL-A y ENA-A del MMPI-A, se considera adecuado analizar las características del factor de inmadurez que expone indicadores como perturbación en las relaciones interpersonales y un comportamiento esquizoide. En contraste, si las ocho escalas y subescalas que obtienen valores significativos en el factor de inmadurez y que se identifican en las escalas INM, F, RPAD, MAC-A, ESC-A, PCOA, FAM-A y RTR-A del MMPI-A, parece probable que la dimensión de inmadurez enfatiza que en los resultados de estos adolescentes, indicara un pobre control de los impulsos, agresividad, delincuencia y conducta deshinibida. En contraste con el patrón anterior, este último tiene más probabilidades de identificar un tipo de sintomatología relacionado con desórdenes de conducta caracterizado por dificultades conductuales tanto en el ambiente de la casa con el de la escuela. Resulta obvio que el hacer este tipo de análisis al interpretar la dimensión del Resumen Estructural (al examinar las escalas y subescalas individuales que obtienen un nivel significativo en su elevación) probablemente sea de mayor utilidad para los factores más grandes y complejos, como desajuste general, inmadurez y potencial de desinhibición o excitación, que para factores menores y menos complejos como alienación familiar y psicoticismo. Un último lineamiento en términos de la utilización del Resumen Estructural del MMPI-A consiste en la recomendación de que debe dársele mayor énfasis interpretativo a aquellos factores y dimensiones que producen el porcentaje más elevado de escalas o subescalas que alcanzan valores significativos. Por lo tanto, si 18 de las 23 escalas y subescalas que definen el factor

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CÓMO INTERPRETAR EL RESUMEN ESTRUCTURAL DEL MMPI-A

Cómo interpretar el MMPI-A

Referencia rápida 4-3 Características fundamentales de los factores del Resumen Estructural del MMPI-A Factor

Característica medular

Desajuste general

Angustia, problemas de adaptación y emocionales

Inmadurez

Fallas de juicio, pobre conciencia de sí mismo y baja capacidad de insight

Potencial de desinhibición o excitación

Pobre control de impulsos, problemas disciplinarios, problemas conductuales y/o legales

Incomodidad en Retraimiento y timidez, dominación de los demás situaciones sociales Preocupación por la salud

Dependencia, aislamiento, somatización

Ingenuidad

Negación de impulsos negativos, optimismo, conformidad

Alienación familiar Desobediencia, delincuencia, agresividad, problemas disciplinarios

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Psicoticismo

Obsesividad, alejamiento social, problemas para expresar emociones

de desajuste general (78%) alcanzan valores significativos, y 8 de las 15 escalas y subescalas que definen la dimensión de inmadurez (53%) tienen una elevación similar, entonces las características y correlatos generales asociados con la dimensión de desajuste general requeriría mayor análisis en la interpretación de los datos de la prueba que las características relacionadas con la dimensión de inmadurez. En el cuadro Referencia rápida 4-3 se aprecia un resumen de las principales características relacionadas con cada una de las ocho dimensiones del Resumen Estructural del MMPI-A.

pasos para el desarrollo e integración de la interpretación del MMPI-A La capacidad para derivar información significativa y útil del MMPI-A está en función de las habilidades y conocimientos interpretativos generales del clínico, en combinación con su capacidad para integrar y sintetizar de manera adecuada un amplio conjunto de datos complejos. Este proceso comienza con una evaluación de los factores externos a la prueba que podrían influir en los resultados del MMPI-A, entre los cuales se consideran el ambiente en que se aplicó el MMPI-A y el propósito de la evaluación. Por ejemplo, cabría esperar un protocolo del MMPIA muy diferente en el caso de un adolescente valorado en un centro de detención juvenil como

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parte de una evaluación previa a un juicio, en comparación con un adolescente que es evaluado en una unidad de tratamiento psiquiátrico como parte de un proceso de planeación de alta, o uno que es evaluado en una escuela pública como parte de un proceso para determinar si cumple con los requisitos para recibir servicios de educación especial. Además, cabría esperar que la condición de salud, los antecedentes de síntomas y tratamiento psiquiátricos, el historial familiar, los antecedentes étnicos o culturales y la condición socioeconómica del adolescente influyeran en los resultados de prueba del MMPI-A. Como ya se explicó, si bien es posible interpretar un perfil del MMPI-A a “ciegas” al considerar los antecedentes o la historia del adolescente, dicha práctica no es deseable nunca y siempre es menos precisa que la interpretación basada en un conocimiento completo de antecedentes del adolescente y el contexto de la evaluación. El siguiente paso tiene que ver con la evaluación de la validez técnica del perfil del MMPI-A mediante un examen de las escalas y los indicadores de validez. Como se mencionó, este proceso consiste en revisar la cantidad de reactivos omitidos y evaluar las variables relacionadas con la consistencia y la exactitud de las respuestas. Como se observa en la parte superior del perfil del Resumen Estructural del MMPI-A clasificado como “Actitudes al someterse a la prueba”, las omisiones de reactivos se reflejan en el valor del criterio de validez No podría decir, la consistencia de las respuestas se evalúa mejor mediante las escalas INVAR e INVER del MMPI-A (y en menor grado al examinar las diferencias en la elevación de las puntuaciones T entre las subescalas F1 y F2 del MMPI-A); mientras que la precisión del patrón de respuestas del adolescente puede evaluarse por medio de las escalas de validez F, L y K. La percepción sobre la dimensión en la elevación de una escala lo ilustran claramente tanto los perfiles del MMPI-A que contienen un valor de puntuación T en la escala F > 90, como un patrón “variable” de una escala clínica, debido a que su elevación se encuentra en un rango clínicamente significativo, pero que puede observarse en todas las escalas básicas, a excepción de las escalas no clínicas Mf e Is. En contraste, en otro tipo de elevación, lo ejemplifica mejor un protocolo del MMPI-A que muestre valores de puntuación T > 65 en las escalas de validez L y K, así como valores de puntuación T < 60 en todas las escalas clínicas básicas (excepto Mf e Is) producidas por un adolescente con antecedentes de psicopatología. El siguiente paso en la interpretación del perfil del MMPI-A consiste en examinar los datos presentados en las escalas clínicas básicas o estándar y determinar el método más útil para interpretarlos. En el caso de los perfiles de las escalas básicas de MMPI-A con una sola elevación en las escalas clínicas (T ≥ 65), el método se concentrará obviamente en la interpretación de escala única en la cual los síntomas o características psicopatológicos asociados con una escala básica específica del MMPI-A se destacaron en la interpretación de los resultados de evaluación del adolescente. Sin embargo, cuando dos o más escalas básicas del MMPI-A muestran elevaciones clínicamente significativas, el especialista debe optar entre utilizar la interpretación de escala única o un método de interpretación de tipo de código de dos puntos. Si el clínico mantiene el método de escala única, debe acumular o agregar simplemente las características o los correlatos generados por cada una de las escalas clínicas elevadas, dando mayor peso a las escalas que están más elevadas. En contraste, si el clínico utiliza una interpretación de tipo de código de dos puntos deberá tratar de ubicar al adolescente en una clasificación de tipo de código de dos puntos basada en el grado de correspondencia del perfil del MMPI-A específico del adolescente con uno de los códigos de dos puntos básicos presentados en Archer (1997). Es probable que el grado de utilidad del tipo de código del MMPI-A se relacione tanto con el grado de elevación de las dos escalas más altas como con el grado de definición manifestado en el tipo de código de dos puntos de determinado adolescente.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

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Cómo interpretar el MMPI-A Para los perfiles de la escalas clínicas básicas del MMPI-A que contienen tres o más escalas clínicamente elevadas (T ≥ 65), el método interpretativo sería una combinación de la interpretación de tipos de código de dos puntos y escala individual, con correlatos y descriptores asociados con el tipo de código de dos puntos generados a partir de todas las demás escalas clínicas básicas que producen elevaciones clínicamente significativas. Una vez más, el principio interpretativo que orientaría este proceso es que a los correlatos y adjetivos derivados de las escalas más elevadas se les diera mayor peso en la descripción del adolescente. Al margen de si la interpretación del MMPI-A se realiza por medio de un método de escala única, un método de tipos de código de dos puntos o una combinación de ambos métodos en los casos de perfiles con elevaciones múltiples, el uso de las subescalas de Harris-Lingoes e Is es muy efectivo para depurar la interpretación de las elevaciones de las escalas básicas del MMPIA, sobre todo en el caso de las escalas que se elevan en un rango extremo a moderado. Sin embargo, las subescalas de Harris-Lingoes e Is no deben interpretarse a menos que se haya dado una elevación de rango clínico en las escalas básicas correspondientes del MMPI-A. Por ejemplo, las subescalas de Harris-Lingoes para la escala 4 no deben revisarse e interpretarse a menos que el adolescente obtenga una elevación de T ≥ 60 en la escala 4. Estas precauciones son necesarias, pues muchas de las subescalas son sumamente cortas y, por lo tanto, tienen una confiabilidad reducida; además, de que la interpretación de las subescalas en ausencia de una elevación clínicamente significativa en cualquiera de las escalas clínicas básicas a menudo tiende a “sobrepatologizar” a un adolescente en términos de producir una interpretación que hace demasiado énfasis en características o rasgos psicopatológicos. Después de revisar las escalas básicas del MMPI-A y depurar la interpretación mediante las subescalas de Harris-Lingoes e Is, el clínico debe evaluar la información derivada de las escalas de contenido y suplementarias del MMPI-A e integrarla a los hallazgos de la prueba. Una revisión de las escalas suplementarias del MMPI-A ofrece información importante sobre el nivel general de angustia emocional, madurez de sus recursos psicológicos y el uso de la represión como mecanismo de defensa primario del adolescente; asimismo, proporciona amplia información sobre el grado en que los problemas del adolescente incluyan abuso de alcohol y drogas. Las 15 escalas de contenido del MMPI-A ofrecen suficiente información acerca del funcionamiento del adolescente, pero hasta que no se disponga de más investigación sobre estas escalas es prudente no interpretarlas en forma independiente, sino sólo en conjunción con los datos derivados de las escalas clínicas básicas del MMPI-A. Los resultados de los hallazgos con las escalas ANS-A, OBS-A, DEP-A, ENA-A y DEL-A ofrecen al intérprete mucha información sobre el funcionamiento emocional y ajuste general del adolescente, mientras que los resultados de las escalas ENJ-A, CIN-A y PCO-A proporcionan datos importantes concernientes a la probabilidad de que un adolescente manifieste problemas conductuales y entre en conflicto con los demás en una forma que se ha descubierto en el caso de los adolescentes que recurren a mecanismos de defensas por externalización. Por último, los resultados de las escalas BAE-A, ASL-A, ISO-A, FAM-A, ESC-A y RTR-A ofrecen al intérprete valiosos datos sobre el funcionamiento del adolescente en diversos ámbitos, incluido su ambiente social, su entorno escolar, su ambiente familiar y probablemente su actitud inicial hacia el proceso de psicoterapia (RTR-A). En el caso tanto de las escalas suplementarias como de las de contenido, las elevaciones clínicamente significativas se definen por puntuaciones T ≥ 65 e indican que los síntomas o comportamientos evaluados por medio de determinada escala quizá sean descriptivos del funcionamiento del adolescente, en tanto que las elevaciones de rango extremos o con alteración se definen por puntuaciones T de 60 a 64, inclusive. Los adolescentes que generan estas elevaciones marginales en las escalas clínicas o

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

importante Pasos a seguir en la interpretación

suplementarias del MMPI-A es probable que tengan menos síntomas o problemas asociados con elevaciones superiores, deben tomarse precauciones al considerar los descriptores interpretativos generados por elevaciones de rango extremo. El clínico que interpreta el MMPI-A, tal vez desee utilizar el formulario de Resumen Estructural como método de codificación de los datos de las escalas del MMPI-A de manera más sistematizada, en una etapa final o análisis de perfiles. Como hemos señalado, el Formulario del Resumen Estructural del MMPI-A representa un método de organizar y simplificar de forma más integral los resutados que obtiene un adolescente en la evaluación con el MMPI-A, de manera que se puedan subrayar los aspectos más sobresalientes de gran parte de su funcionamiento, permitiendo hacer una distinción entre las categorías de las escalas, que algunas veces puede hacerse de manera un tanto arbitraria. El resumen Estructural del MMPI-A identifica las características que reflejan el funcionamiento de la mayoría de los adolescentes, basado en la tesis de que la mayoría de las escalas o subescalas asociadas a un factor particular deben presentar valores clínicamente significativos (T > 60 o T < 40, dependiendo de la escala o subescala), antes de que el clínico interprete esa dimensión como primordial del funcionamiento y personalidad del adolescente. Además, cuando más de una dimensión o factor tienen en la mayoría de las escalas o subescalas valores clínicamente significativos, más importante es la función de ese factor o dimensión en particular, porque proporciona una descripción más amplia del adolescente.

MÉTODOS COMPUTARIZADOS DE INTERPRETACIÓN DE LA PRUEBA Un panorama general de los métodos de interpretación del MMPI-A no estaría completo sin el análisis de los usos de la tecnología de cómputo en la interpretación de este instrumento

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• Considere la función que ejercen los factores externos a la prueba, como el entorno de evaluación, las finalidades, así como la historia y los antecedentes del examinado en los resultados del MMPI-A, a fin de depurar la interpretación y mejorar la precisión. • Utilice las escalas de validez para evaluar si los perfiles son interpretables. • Considere si la interpretación de tipo de código de dos puntos (en comparación con la interpretación de escala única) es adecuada de acuerdo con la elevación y definición del tipo de código. • Utilice las elevaciones en la subescala de Harris-Lingoes e Is para determinar la fuente de las elevaciones de las escalas básicas cuando sea aplicable. • Amplie la interpretación de las escalas básicas con información de las escalas de contenido y suplementarias. • Examine al patrón de los factores del Resumen Estructural para determinar la tendencia general, del funcionamiento del adolescente.

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Cómo interpretar el MMPI-A de evaluación. Debido a la extensa literatura empírica disponible en el MMPI y la sólida base conceptual para comprobar la interpretación del instrumento de forma simplificada (actuarial), el MMPI fue el precursor de los programas computarizados de calificación e interpretación. Desde el desarrollo original de los primeros sistemas de interpretación computarizada del MMPI, el uso de esta herramienta se ha extendido a diversos instrumentos de evaluación, entre los que destacan pruebas objetivas, proyectivas, intelectuales y neuropsicológicas. La primera interpretación computarizada del MMPI se desarrolló en la Clínica Mayo a principios de los años sesenta para manejar el enorme volumen de pacientes que se atendían en esa clínica. El primer servicio de interpretación computarizada para el MMPI disponible comercialmente y en forma generalizada, lo desarrolló Raymond Fowler y fue distribuido por Roche Corporation en 1963. En la actualidad existen numerosos programas interpretativos del MMPI-2 disponibles comercialmente, y por lo menos tres corresponden al MMPI-A. Estos paquetes de cómputo comprenden el MMPI-A Adolescent Interpretative System desarrollado por Archer y distribuido por Psychological Assessment Resources (PAR), el Minnesota Report: Adolescent Interpretative System desarrollado por Butcher y Williams, y distribuido por National Computer Systems (NCS) y Marks Adolescent Interpretative Report de Marks y Lewak y distribuido por Western Psychological Services (WPS). En el capítulo 7 se ilustra el producto de salida del programa PAR para el MMPI-A (material aún no disponible en México con validez aprobada). Los informes interpretativos automatizados para varias formas del MMPI se basan en combinaciones de hallazgos de investigación y experiencia clínica, lo cual da por resultado lo que se ha descrito como el método clínico actuarial de interpretación de la prueba. En concreto, a partir de las investigaciones publicadas en combinación con la inferencia práctica del autor y sus experiencias clínicas, se genera una serie de descriptores interpretativos que corresponden a conjuntos particulares de puntuaciones de prueba. Cuando se accede al paquete computarizado se revisa la función de la memoria en busca de enunciados interpretativos que se juzguen apropiados para determinado conjunto de puntuaciones de prueba o patrones, y estos enunciados se eligen después para su impresión. La exactitud de las interpretaciones computarizadas depende tanto del conocimiento y la habilidad del clínico para identificar los descriptores interpretativos de manera adecuada, como de su capacidad para aplicar este conocimiento a la evaluación, derivada de un código de computadora. Las investigaciones demuestran que en general la calidad y precisión de los programas de interpretación computarizada de la prueba varían mucho. La American Psychological Association (APA) publicó una serie de lineamientos para el desarrollo y uso de productos de la interpretación computarizada de pruebas (ICP) (APA, 1986). Estos lineamientos comprenden la disposición de que los profesionales limiten el uso de estos productos a los instrumentos con los que estén familiarizados y sean competentes, y que tales informes sólo se utilicen para complementar el criterio profesional. Las investigaciones demuestran que los clínicos califican sólo como moderadamente exactos incluso a los mejores programas ICP, y éstos nunca deben utilizarse como el único fundamento para proporcionar descripciones interpretativas sobre el paciente. Butcher (1987) ha señalado varias ventajas del uso de las interpretaciones computarizadas de prueba, advirtiendo que tales métodos suelen ser económicos y una forma rápida de obtener una opinión “externa” objetiva y confiable sobre el protocolo del MMPI. Por ejemplo, es común que los productos ICP puedan generarse en unos cuantos minutos después de introducir los datos en el sistema y no están sujetos al sesgo del intérprete basado en las características del cliente. Sin embargo, Butcher también afirmó que existen varias desventajas asociadas con los

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

importante Aspectos que deben recordarse en el uso de evaluaciones computarizadas • Todos los ICP son una combinación del criterio clínico y los hallazgos de investigación del autor. Sea consciente de la identidad y conocimientos de los desarrolladores del paquete. • Conozca cómo se escribió el informe ICP. ¿En qué medida se basa en hallazgos de investigación y qué tan amplia fue la base empírica utilizada en su desarrollo? • Las compañías varían en cuanto el grado de servicios de soporte que ofrecen al cliente. ¿En qué medida la compañía que comercializa el ICP respalda su uso y aplicación? ¿Hay un manual de la prueba detallado y fácil de utilizar? ¿Se dispone de un número 800 que apoye el uso del producto? • Todos los productos ICP deben revisarse y actualizarse periódicamente. ¿El ICP se revisa o actualiza de manera sistemática, de modo que refleje los cambios en las prácticas de interpretación?

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productos ICP, entre las que destacan la exagerada cantidad del dudosos paquetes disponibles en la actualidad, la posibilidad de generalizar de forma inadecuada los descriptores interpretativos a protocolos que no corresponden de forma precisa a los utilizados por la computadora para la interpretación y, por último, la posibilidad creciente de hacer un mal uso debido a la amplia disponibilidad de productos ICP. Asimismo, es importante precisar que los lineamientos de la APA establecieron claramente que los clínicos son responsables del uso de los métodos de interpretación computarizada de pruebas y que los usuarios de la ICP deben estar familiarizados lo suficiente con la prueba, con el paquete de interpretación de ésta y con el cliente, a fin de juzgar la aplicabilidad de los descriptores ICP a determinado entrevistado. Graham (2000) propuso varios lineamientos para cuando los clínicos elijan y utilicen los productos ICP. En primer lugar, estos productos representan una combinación del criterio clínico del autor y los hallazgos de las investigaciones que se han establecido para determinado instrumento de evaluación. Por lo tanto, el posible usuario debe ser consciente de la identidad y conocimientos del individuo o individuos que desarrollaron el paquete, a fin de juzgar con precisión la utilidad del mismo. El clínico que adquiere el producto ICP está comprando o rentando, en un sentido muy real, el criterio clínico y científico del individuo que creó el producto interpretativo de salida. En relación con este aspecto, es importante que el clínico entienda bien cómo se creó y redactó el informe ICP. También es preciso saber ¿qué tan amplia fue la base de investigación empírica utilizada en el desarrollo del instrumento de medición, y hasta qué grado se basan los descriptores generados para la ICP en hallazgos empíricos? El clínico debe revisar con cuidado el manual del producto ICP, en especial este tipo de información, antes de comprar y utilizar informes interpretativos computarizados. Al adquirir un producto ICP también es razonable que el clínico, como consumidor, solicite muestras del producto interpretativo del informe y que examine hasta qué grado la compañía ofrece un soporte adecuado para su uso y aplicación. ¿La compañía dispone de un número 800 para los usuarios del producto? ¿El manual es detallado y “fácil de utilizar”? ¿Cuenta con información suficiente para ayudar al clínico en los aspectos técnicos y clínicos del informe interpretativo? ¿El producto ICP se revisa y actualiza en forma periódica de manera que

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Cómo interpretar el MMPI-A refleje los cambios en la bibliografía científica y en los métodos interpretativos del instrumento de evaluación? Este aspecto es de suma importancia en el caso de instrumentos como el MMPI-A que son relativamente nuevos y, por ende, están sujetos a cambios rápidos a medida que los estudios de investigación publicados se modifican y amplían. Por último, ¿en qué medida se sometió la interpretación computarizada de la prueba a estudios de investigación que establezcan la validez empírica del producto? Este tipo de investigación podría incluir estudios sobre la satisfacción del consumidor, pero también estudios sobre validez que comprendan criterios externos para que calificadores clínicos, también externos, evalúen la precisión de los descriptores basados en la ICP. En resumen, los informes computarizados para el MMPI-A (lo mismo que otros instrumentos de evaluación) pueden concebirse mejor como consultas profesionales que deben integrarse a otras fuentes de información disponibles sobre el adolescente. Los productos ICP nunca sustituyen una evaluación psicológica completa del adolescente y tampoco constituyen atajos para el clínico en términos de desarrollo de competencia con determinado instrumento de prueba. Como se mencionó de manera reiterada en este capítulo, aun cuando la aplicación y calificación del MMPI-A son sencillas, la interpretación de este instrumento es un proceso relativamente complejo que supone un grado elevado de conocimientos y habilidad por parte del clínico. En este capítulo se hizo hincapié en los conocimientos técnicos concernientes al MMPI-A, que son más útiles en el proceso de interpretación de la prueba. Además de la sofisticación psicométrica del MMPI-A, también es importante que el clínico esté ampliamente familiarizado con la estructura de la personalidad, el desarrollo y la psicopatología que presentan los adolescentes. Por lo tanto, la creación de recomendaciones de diagnóstico o tratamiento útiles para cualquier adolescente supone un conocimiento detallado del MMPI-A en combinación con una comprensión amplia de las complejidades del desarrollo y la psicopatología de los adolescentes. Los principios y procesos para la interpretación de la prueba que se presentaron en este capítulo se ilustran con más detalle en el capítulo 7, el cual ofrece varios ejemplos de casos de interpretación del MMPI-A, lo mismo que una ilustración de la aplicación del paquete de interpretación computarizada de la prueba PAR para el MMPI-A.*

* N. del E.: Disponible en inglés.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

1. ¿En cuáles de los siguientes tipos de código son más probables las quejas somáticas? a) 1-3/3-1 b) 4-9/9-4 c) 6-8/8-6 d) 7-8/8-7 2. Las escalas RPAD y TPAD son útiles para identificar: a) problemas de ira b) problemas escolares c) problemas de abuso de sustancias d) problemas por trastornos alimentarios 3. La interpretación de las subescalas se recomienda cuando la escala clínica original: a) forma parte de un tipo de código b) muestra una elevación pico c) se encuentra en un rango subclínico d) está en un rango de elevación extremo o clínico 4. Es más probable que se indique un trastorno de pensamiento cuando: a) las escalas 8 y DEL-A están elevadas b) la escala 8 está elevada pero DEL-A no c) las escalas 9 y RTR-A están elevadas d) las escalas 8 e INM están elevadas 5. Una sobre interpretación de la percepción de problemas que es sometido a prueba se refleja en: a) una configuración de F, L y K elevadas. b) una configuración de F elevada y L y K bajas c) una configuración de F baja, L alta y K moderada d) una configuración de F, L y K conjuntamente elevadas Respuestas: 1. a; 2. c; 3. d; 4. a; 5. B.

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AUTOEVALUACIÓN

CINcO

Fortalezas y debilidades del MMPI-A

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D

esde la fecha de su publicación, el MMPI-A se ha beneficiado por su continuidad con respecto al MMPI original. Las dos formas de evaluación tienen un fundamento empírico y una estructura de medición en común, una considerable capacidad para evaluar los trastornos psicológicos y conductuales en los adolescentes, así como una vasta cantidad de estudios de investigación publicados que le dan sustento y han mejorado su uso. En la actualidad, a casi una década de uso, las ventajas y desventajas del MMPI-A se han vuelto más discernibles al compararlo tanto con la aplicación del MMPI original con adolescentes y como con otras pruebas de personalidad también para adolescentes. Las revisiones sobre la validez del MMPI-A que se han publicado desde su creación han sido bastante favorables. Por ejemplo, Claiborn (1995) destacó que la nueva muestra normativa es “admirablemente diversa” (p. 626), las nuevas escalas de contenido y suplementarias tienen una “claridad pertinente para entender el desarrollo y la sintomatología de los adolescentes” (p. 628), mientras que la prueba en general es “un inventario impresionante” que seguro se convertirá en una herramienta prominente para la evaluación de psicopatologías en adolescentes (p. 628). Lanyon (1995) coincidió en que es muy probable que las escalas de contenido desarrolladas en forma reciente tengan una utilidad clínica elevada. Además, afirmó que en el desarrollo del MMPI-A se han alcanzado las metas de mantener la semejanza con el MMPI, abordando al mismo tiempo varias de sus limitaciones. Lanyon concluyó que “la vida del MMPI se ha mejorado y extendido de manera significativa” (p. 629) en el MMPI-A y que la prueba “parece no tener una competencia seria” (p. 629). Sin embargo, no todas las características del MMPI-A han recibido elogios de los revisores. Por ejemplo, Claiborn comentó que la preservación de los nombres arcaicos en el caso de las escalas clínicas es “desafortunada” (p. 627), y Lanyon observó que el método de construcción de la prueba utilizado para las escalas que se mantuvieron del MMPI original es “simplista en función de los estándares actuales” (p. 629). En este capítulo se analizarán lo que consideramos son las fortalezas y limitaciones destacadas del MMPI-A y, al mismo tiempo, se incorporarán los hallazgos de estudios de investigación y observaciones recientes acerca del uso clínico del instrumento. Nuestras impresiones en términos de evaluación también se resumen en los cuadros de Referencia rápida de este capítulo.

FORTALEZAS Normas El desarrollo de normas actualizadas y ampliadas es quizá la característica singular más importante del MMPI-A y constituye el fundamento esencial de sus ventajas. Las normas del

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A instrumento cumplen con los estándares de representación nacional, estratificación de la muestra en términos de las principales variables demográficas y logran una correspondencia razonable con los datos del censo nacional. En concreto, la inclusión a la muestra normativa de individuos de los grupos minoritarios estadounidenses de origen africano, hispano, asiático e indígena ha hecho que el uso de la prueba sea más apropiado con poblaciones adolescentes diversas. El disponer de normas oficiales únicas también ha permitido estandarizar de manera adecuada su uso; además, ha eliminado la confusión asociada con la disponibilidad de múltiples conjuntos de normas del MMPI para adolescentes que transferían la tarea de elegir las normas apropiadas al usuario de la prueba. Sin embargo, debe señalarse que las normas del MMPI-A no están exentas de fallas. Por ejemplo, la instrucción promedio de los padres de la muestra normativa fue notablemente superior a la de la población representada en el censo de 1980, lo cual plantea dudas acerca de la medida inherente a la muestra normativa al responder a los reactivos de la prueba en comparación con el adolescente común evaluado en un ambiente clínico. Además, la cantidad real de participantes de los grupos étnicos minoritarios fue de menos de 50 en el caso de los grupos hispano, indígena y asiático, en forma separada, lo que merece una evaluación adicional para determinar por completo la precisión de las normas para los adolescentes de estas minorías. También es importante mencionar que la muestra clínica utilizada para desarrollar las escalas de contenido del MMPI-A fue considerablemente más pequeña que la muestra normativa y se reunió a partir de centros de tratamiento de Minneapolis. Sin embargo, el manual de la prueba (Butcher et al., 1992) informa que los perfiles de las escalas clínicas generados a partir de esta muestra fueron congruentes con los producidos por los adolescentes de la muestra del MMPI de Marks et al. (1974). En general, las normas del MMPI-A están debidamente desarrolladas, ofrecen una clara mejoría en relación con el conjunto de normas para adolescentes del MMPI y demostrarán su utilidad durante varias décadas.

Como se expuso en el capítulo 1, el proceso de revisión del MMPI para la elaboración del MMPI-A supuso las metas específicas de mantener la estructura básica de la prueba, mejorar los reactivos y desarrollar nuevas escalas para medir alteraciones específicas de la fase del desarrollo por la que atraviesan los adolescentes. La recolección de reactivos del MMPI-A representa una mejoría significativa sobre los reactivos del MMPI en términos de una mayor pertinencia para los adolescentes, mejor formulación gramatical y la ausencia de intrusión con respecto a los reactivos revisados. Por ejemplo, reactivos del MMPI-A como “Soy una persona lenta para aprender en la escuela”, “Mis amigos me convencen frecuentemente de que haga cosas que sé que están mal” y “Mis padres realmente no me quieren”, abordan de manera directa sentimientos y experiencias de adolescentes problemáticos. Asimismo, se han eliminado en buena medida los reactivos del MMPI original que carecen de un contexto significativo para las generaciones actuales y recientes de adolescentes o que con frecuencia no comprenden. Aunque algunos reactivos del instrumento siguen teniendo palabras y frases que tal vez se consideren limitadas o anticuadas y no se haya eliminado por completo el uso de dobles negativos en los reactivos de prueba, los reactivos del MMPI-A por lo general son más sencillos y comprensibles. Además, la reducción de la forma de la prueba de 566 a 478 reactivos hace que los adolescentes la completen de forma adecuada más fácilmente; mientras que la versión de cinta de audio puede utilizarse con adolescentes que tienen dificultades de lectura y comprensión.

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Estructura e idoneidad psicométrica

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Fortalezas y debilidades del MMPI-A No obstante, el MMPI-A sigue midiendo la amplia serie de perturbaciones psicopatológicas evaluadas por el MMPI. Además, el desarrollo de un nuevo conjunto de escalas de contenido y el mantenimiento del conjunto de escalas suplementarias ha mejorado y aumentado exitosamente la medición de varios ámbitos de psicopatología de los adolescentes. En concreto, escalas como Problemas de conducta, Problemas escolares, Aspiraciones limitadas e Inmadurez evalúan ámbitos que nunca se habían abordado en los adolescentes evaluados con el MMPI. La designación de un conjunto estándar de seis escalas suplementarias en lugar de una abundancia de investigaciones y escalas complementarias del MMPI poco evaluadas, también ha contribuido a estandarizar el método de evaluación de los adolescentes mediante esta prueba. El manual del MMPI-A (Butcher et al., 1992) ofrece información amplia acerca de las propiedades psicométricas de la prueba, por medio de datos presentados en una serie de tablas debidamente organizadas. En general, estos datos avalan la solidez psicométrica del instrumento. Además, la estabilidad de la test-retest y los valores obtenidos de la consistencia interna son muy respetables. Otros estudios independientes también han confirmado la confiabilidad del instrumento en relación con la estabilidad de los reactivos modificados del MMPI para el MMPI-A, en términos tanto de una fuerte semejanza en los patrones de respuesta a los reactivos (Archer & Gordon, 1994), como de la estabilidad test-retest durante el periodo de un año en adolescentes que no son pacientes clínicos (Stein, McClinton & Graham, 1998). Las evidencias de la validez de la prueba en el manual del MMPI-A también comprenden hallazgos de un análisis factorial análisis que revela semejanzas entre las estructuras factoriales que subyacen a las escalas básicas del MMPI-A y el MMPI. Estudios más recientes también han proporcionado sustento a partir del análisis factorial a los fundamentos estructurales de los reactivos y las escalas del MMPI-A en las muestras normativa y clínica, respectivamente (Archer, Belevich & Elkins, 1994; Archer & Krishnamurthy, 1997b; McCarthy & Archer,1998), en cuanto a la validez convergente y discriminativa de determinadas escalas de contenido del MMPI-A (Arita y Baer, 1998) y respecto a la validez concurrente del MMPI-A para evaluar a delincuentes juveniles (Toyler & Weed, 1998). En general la solidez psicométrica del MMPI-A se ve apoyada por, un estudio reciente que indica que la varianza en las puntuaciones de las escalas del MMPI-A se basa en una psicopatología actual y no resulta afectada en forma significativa por características demográficas de sexo y origen étnico (Schinka, Elkins & Archer, 1998). Con respecto a la precisión de los tipos de código del MMPI-A para reflejar los síntomas, los antecedentes psicosociales y las psicodinámicas subyacentes de los clientes, en un estudio realizado por Janus, Tolbert, Calestro y Toepfer (1996), se descubrió que las calificaciones de exactitud de los perfiles basados en las normas del MMPI-A fueron comparables con aquellas en las cuales se utilizaron las normas para adolescentes de Marks y Briggs (1972). Además, cerca de la mitad de los calificadores consideraron que la precisión general del MMPI-A en su estudio era favorable (es decir, por lo general entre precisa y totalmente precisa), sobre todo en lo que se refiere a la exactitud en la descripción de los síntomas.

Desarrollo de las investigaciones Debido a que el MMPI-A es una revisión del MMPI que conserva las características centrales de la forma original, particularmente con referencia a las escalas de validez y clínicas básicas, el uso de este instrumento es apoyado por más de cinco décadas de estudios

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e investigaciones. Como se mencionó en el capítulo 1, ninguna otra prueba de evaluación de la personalidad ha recibido más atención en las investigaciones que el MMPI; incluso, estudios empíricos de esta prueba con adolescentes han revelado sus usos más apropiados: al identificar puntuaciones con puntos de corte idóneas para determinar el significado clínico de las elevaciones en las escalas, ofrecer correlatos clínicos de las puntuaciones escalares para poblaciones de adolescentes y examinar una gran cantidad de aspectos relacionados con la interpretación precisa de la psicopatología de los adolescentes (por mencionar unos cuantos ámbitos). Por ejemplo, estudios realizados por Archer, Anderson y Giannetti (1989) y Archer, Gordon, Giannetti y Singles (1988) revelaron que los correlatos de determinadas escalas básicas y suplementarias, respectivamente, fueron similares para adolescentes y adultos, lo cual respaldó la aplicación de descriptores estándar en las escalas a poblaciones adolescentes. En forma similar, Williams y Butcher (1989a) descubrieron que los descriptores de escalas únicas para adolescentes fueron congruentes con los que se habían informado previamente en el caso de los adultos. Tales estudios señalan que la confianza en la vasta bibliografía sobre los correlatos del MMPI, procedente de los estudios de adolescentes y adultos, es justificable para la interpretación del MMPI-A. Sin embargo, Williams y Butcher (1989b) informaron que varios descriptores de tipos de código previamente identificados por Marks et al. (1974) para adolescentes no se replicaron en su estudio, lo cual provocó que se hicieran advertencias acerca del uso de las descripciones de los tipos de código del MMPI para el MMPI-A. En la actualidad comienza a desarrollarse una bibliografía de investigación independiente para el MMPI-A, que si bien es cierto que en forma algo lenta, concentra la atención en las escalas de contenido y suplementarias como RPAD, TPAD e INM-A, y examina la efectividad de las escalas de validez para detectar sesgos de respuesta. Por ejemplo, una contribución de la investigación inherente a las escalas del MMPI-A y los índices del Rorschach para clasificar a los adolescentes en grupos de diagnóstico, Archer y Krishnamurthy (1997a) reportaron un valor de correlación de .68 en la utilización de la escala 2 del MMPI-A o la escala de contenido DEP-A para identificar la pertenencia al grupo de depresión. En el caso de los diagnósticos relacionados con el trastorno de conducta, las escalas PCO-A y CIN-A arrojaron índices de correlación de .61 y .66, respectivamente, utilizando una puntuación de corte T ≥ 65. Asimismo, se descubrió que ambos conjuntos de resultados eran superiores a los relacionados con el Rorschach. Este tipo de estudios han comenzado a amplificar la utilidad de las escalas del MMPI-A, solas o en combinación, para la evaluación en el diagnóstico de adolescentes. Además de las investigaciones publicadas, una revisión de Dissertation Abstracts Online revela que el MMPI-A ha sido tema de alrededor de 70 estudios de investigación para disertaciones de doctorado realizadas entre 1991 y 1999, así como de muchos otros estudios para tesis de maestría, lo cual refleja un fuerte interés respecto a las investigaciones por el MMPI en su revisión para adolescentes.

Evaluación de las respuestas respecto a la validez de perfil El MMPI es uno de los primeros inventarios de personalidad que incorporó un método para medir la validez de perfil general y detectar los sesgos de respuesta que interfieren en la precisión de los perfiles resultantes. Se trata de una característica relevante, debido a que las respuestas inconsistentes y la representación personal imprecisa son relativamente comunes tanto entre

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Fortalezas y debilidades del MMPI-A adolescentes como entre adultos. Por ejemplo, los estudios de investigación publicados sobre el MMPI-2 indican que la sobre reacción, exacerbación o exageración de la angustia puede estar presente en el caso de los adultos que participan en litigios por lesiones personales (p. ej., LeesHaley, 1991); mientras que las tendencias a subestimar o minimizar los problemas es posible que se hallen en casos relacionados con la determinación de la conveniencia en la asignación de la custodia infantil (p. ej., Bagby, Nicholson, Buis, Radovanovic & Fidler, 1999). Entre las poblaciones forenses puede ocurrir cualquier tipo de distorsión en las respuestas (es decir, sobre reacción o subestimar), dependiendo del tipo de ventajas que se perciben asociadas con ellas (véase Ben-Porath, Graham, Hall, Hirschman & Zaragoza, 1995). Es posible que varias formas de psicopatología también contribuyan a un perfil impreciso de la propia perturbación psicológica, y los trastornos psicológicos y neuropsicológicos que tienen que ver con estados de confusión y alteraciones del pensamiento pueden dar por resultado respuestas inconsistentes a reactivos que conceptualmente son similares en significado. Como se explicó en el capítulo 2, los adolescentes con un bajo nivel de comprensión, problemas de atención o discapacidades de aprendizaje llegan a responder en forma contradictoria a los reactivos de la prueba; mientras que la precipitación o el descuido en las respuestas de adolescentes desmotivados pueden generar perfiles que en esencia no es posible interpretar. Aunque el clínico es capaz de anticipar y tratar de reducir la probabilidad de que haya distorsiones en las respuestas, los problemas con la validez del perfil son inevitables en las situaciones de evaluación clínicas. Por ende, las escalas de validez del MMPI-A son cruciales para detectar estas distorsiones. En la evaluación preliminar de las nuevas escalas de validez INVAR e INVER se explica que éstas son útiles para detectar la tendencia a responder en forma inconsistente porque dependen de tipos de respuesta de aprobación o no aprobación (Butcher et al., 1992). El manual de la prueba también plantea que la comparación de las puntuaciones en las escalas F1 y F2 ayuda a identificar los cambios en la forma de someterse a la prueba a medida que el adolescente vaya avanzando de la primera a la segunda mitad de ésta. Investigaciones recientes han sustentado la utilidad de estas escalas para detectar respuestas inconsistentes. Por ejemplo, Archer (1997) informó que un patrón de respuesta aleatorio, compuesto por el mismo numero de reactivos en las direcciones de verdadero y falso, generó un perfil con elevaciones clínicas en INVAR, F, F1, F2 y L, así como una puntuación T en el rango normal en INVER menor a 60. Con base en este hallazgo, el clínico que obtiene este patrón de perfil podría identificarlo fácilmente como un patrón de respuesta aleatorio y abstenerse de interpretarlo. Baer, Ballenger, Berry y Wetter (1997) también evaluaron las respuestas aleatorias en el MMPI-A con ayuda de una muestra de adolescentes normales. Las respuestas obtenidas en una aplicación normal se compararon con las de cuatro condiciones de respuestas aleatorias, cada una de las cuales comprendió un grado diferente de aleatoriedad que, para implementar respuestas aleatorias, se basó en diferentes puntos de partida en la prueba. Los resultados demostraron un patrón sorprendente de puntuaciones crecientes en las escalas F1, F2, F e INVAR con grados crecientes de respuestas aleatorias; además, se encontró que el tamaño del efecto de la diferencia fue por lo menos unadesviación estándar entre los grupos de respuestas aleatorias y el grupo de instrucción estándar. Los resultados también indicaron que entre los perfiles aleatorio y estándar se logró una discriminación adecuada en el caso de F2, F e INVAR en todos los niveles de aleatoriedad, y en el caso de la escala F1, en la primera mitad de la prueba. De manera similar, Archer y Elkins (1999) descubrieron que las escala de validez F, F1, F2 e INVAR fueron efectivas para discriminar entre respuestas aleatorias y no aleatorias con ayuda tanto de protocolos de prueba de una muestra clínica de 354 adolescentes, como de protocolos aleatorios

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generados por computadora. Todos estos estudios destacan la utilidad de las escalas INVAR, F, F1 y F2 para detectar las respuestas aleatorias con adolescentes en centros psiquiátricos. Las escalas de validez F, L y K del MMPI original que se mantuvieron para el MMPI-A se han evaluado de forma amplia en estudios de investigación sobre el instrumento de la forma original, y se descubrió que son útiles para detectar tipos de respuesta falsos. Estudios recientes relacionados de manera específica con el MMPI-A refuerzan estos hallazgos, pues confirman que estas escalas son sensibles a la exageración o subestimación de síntomas. Por ejemplo, en un estudio realizado por Baer, Ballenger y Kroll (1998), se compararon muestras comunitarias y clínicas de adolescentes que fueron instruidos para que se representaran con un excelente ajuste psicológico mediante la subestimación de síntomas. Los resultados indicaron puntuaciones significativamente más elevadas en el caso de los grupos que subestimaron sus respuestas en las escalas L y K, representativas de la negación y actitud defensiva, lo cual permitió una discriminación precisa entre los perfiles subestimados y los perfiles estándar. Además, Baer, Kroll, Rinaldo y Ballenger (1999) demostraron que la exageración en el MMPI-A puede detectarse con ayuda de las escalas de validez con muestras clínicas y no clínicas de adolescentes. En concreto, descubrieron que la escala F se elevó a una puntuación T ≥ 80 en el caso de los adolescentes que exageraron síntomas psicopatológicos. Además, F fue sensible tanto a las respuestas aleatorias como a la exageración de síntomas, en tanto que INVAR se elevó sólo en el caso de las respuestas aleatorias. Los autores propusieron que las respuestas aleatorias podían inferirse cuando las escalas F e INVAR se elevaran en conjunto, en tanto que la elevación de la escala F sin una elevación de INVAR indica un patrón de exageración. Un avance reciente en la evaluación de la validez del MMPI-A consiste en el desarrollo de una escala de infrecuencia de psicopatología para el MMPI-A (Fp-A; McGrath, Pogge, Stein, Graham, Zaccario & Piacentini, 2000) que sea una escala equivalente de la escala F(p) desarrollada por Arbisi y Ben-Porath (1995) para el MMPI-2. La escala F(p) original se desarrolló para facilitar la interpretación de una escala F elevada, en razón de que F puede elevarse en varias condiciones, como en el caso de angustia y perturbación reales, exageración o falseamiento de síntomas y respuestas aleatorias. Aunque la escala INVAR ha ayudado mucho a la detección de respuestas aleatorias, la discriminación entre los perfiles de exageración y los de angustia real continuó siendo difícil en condiciones de una puntuación F elevada. La escala F(p) consta de reactivos que son poco frecuentes tanto por adultos no clínicos como por pacientes psiquiátricos, de modo que una elevación en F(p) apunta a la exageración como base de la elevación en la escala F. Con ayuda de los mismos fundamentos y método, la escala Fp-A se desarrolló utilizando a participantes de la muestra normativa del MMPI-A, dos muestras clínicas de pacientes adolescentes internos para detener resultados de la validez de constructo de la escala, y una muestra de estudiantes de secundaria para evaluar la efectividad de Fp-A en la detección de exageración. Los autores informaron que Fp-A era menos sensible a la psicopatología real que F, como se esperaba, y que demostraba una pequeña contribución al desarrollo de la escala F, pero significativa, para la predicción de la exageración de síntomas. Estos resultados iniciales son buenos, pero es posible que las investigaciones futuras demuestren que la escala Fp-A servirá para mejorar aún más los procesos de evaluación de la validez en el MMPI-A. En conjunto, los estudios de investigación publicados que se refieren a las escalas de validez del MMPI-A afirman que la evaluación de la validez es una fortaleza destacada del MMPI-A, lo cual refleja una continuación y la expansión del énfasis que se halla en el MMPI original con respecto a la valoración precisa de la validez de perfil.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Fortalezas y debilidades del MMPI-A

Popularidad y frecuencia de uso

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En forma similar al MMPI, el MMPI-A es el inventario de autoinforme de personalidad que se utiliza en forma más común para evaluar a los adolescentes. En un estudio, Archer y Newsom (2000) encuestaron a 346 psicólogos dedicados a la actividad clínica en diversos entornos “como prácticas independientes, universidades y facultades de medicina, centros médicos u hospitales, clínicas para pacientes ambulatorios y sistemas escolares”, con la finalidad de determinar la frecuencia con que utilizaban 36 pruebas psicológicas. Los resultados de la encuesta indicaron que el MMPI-A se ubicaba entre los 10 instrumentos más utilizados en la evaluación de adolescentes y era la única prueba objetiva para la evaluación de la personalidad en ese segmento de la población. Además, fue calificada en quinto lugar (después de pruebas de inteligencia y proyectivas), en las menciones totales y en términos de una puntuación ponderada que reflejaba su intensidad de uso. Estos resultados pueden compararse con los de Archer, et al. (1991), quienes realizaron una encuesta similar antes de la publicación del MMPI-A, cuando el MMPI se utilizaba para evaluar a los adolescentes. En la primera encuesta, se descubrió que el MMPI era la tercera prueba mencionada con mayor frecuencia para la evaluación de adolescentes y la sexta prueba más empleada con esta población. Los hallazgos de la encuesta de Archer y Newsom reflejan la solidez del MMPI y su forma revisada en un ambiente de práctica de salud mental controlada, caracterizado en general por la reducida utilización de los puntos de evaluación. Además, sus resultados reflejaron el reconocimiento por parte de los clínicos de la capacidad de la prueba para dar una imagen clínica completa, la cual confirmaron los entrevistados de la encuesta como una de sus fortalezas predominantes. Las traducciones en proceso del MMPI-A a otros idiomas, que se mencionaron en el capítulo 2, se espera que amplíen aún más el uso de esta prueba a nivel internacional.

Utilidad en la planeación y evaluación de los resultados del tratamiento El MMPI-A contiene una serie de escalas que son directamente útiles a los clínicos en el desarrollo de un adecuado plan de tratamiento y que se adapte a las necesiadades individuales con base en las dificultades específicas del adolescente y que se hacen evidentes en los perfiles de la prueba. Por ejemplo, varias escalas, entre los perfiles de las escalas básicas, de contenido y suplementarias, revelan si el adolescente expresa una demanda de ayuda, una fuerte renuencia a participar en la psicoterapia, la necesidad de límites estructurados y aplicados de manera consistente o un apoyo al control de sí mismo. Con ayuda de esta información el clínico puede desarrollar un plan de tratamiento adecuado, que corresponda a los aspectos destacados y únicos de las dificultades del adolescente. Además, el proceso de reevaluación con el MMPI-A en el curso del tratamiento ofrece oportunidades para examinar si es necesario hacer algún cambio en el plan o en el método de tratamiento; mientras que la aplicación de la prueba en el momento de la terminación permite evaluar el progreso del tratamiento. Los resultados del MMPI-A también pueden combinarse con los hallazgos de otras mediciones al inicio o al término del tratamiento, a fin de obtener una idea general del funcionamiento del adolescente desde varias perspectivas. Estos aspectos se analizan con mayor detalle en el siguiente capítulo. La información relevante para el tratamiento

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Referencia rápida 5-1 Alcance • La prueba ofrece una evaluación amplia de los ámbitos problemáticos de los adolescentes. Normas • Cuenta con normas contemporáneas basadas en una muestra representativa nacional. Reactivos • La cantidad de reactivos se redujo de 566 a 478. • Se agregaron nuevos reactivos a la prueba para reflejar áreas de conflicto relevantes para los adolescentes. • Muchos reactivos objetables o formulados de manera deficiente se eliminaron o modificaron en el proceso de revisión. Escalas • Hay un conjunto estándar de escalas suplementarias. • El nuevo conjunto de escalas de contenido abordan áreas problemáticas específicas de los adolescentes. • La disposición de las escalas de validez permite detectar tendencias de respuesta e invalidar el perfil. Fundamentos • Una gran base de investigaciones sustenta sus aplicaciones. • La prueba es sólida en términos psicométricos. Uso • Sigue siendo una de las pruebas más populares y de amplio uso para evaluar a los adolescentes. • Es útil para planear, dirigir y evaluar el tratamiento. • La prueba está disponible en forma de cinta de audio y se ha traducido a otros idiomas, y en México esta versión se ha traducido, adaptado y normalizado en jóvenes mexicanos. (Lucio Ampudia y Durán, 2004) que proporciona el MMPI-A es, a nuestro parecer, una de las características más sólidas y útiles de la prueba. En el cuadro de Referencia rápida 5-1 se resumen las fortalezas del MMPI-A.

debilidades Las debilidades del MMPI-A que se describen en esta sección destacan aspectos de las características estructurales y psicométricas de la prueba, que incluso llegan a representar barreras para una evaluación completa y precisa. Es importante señalar que otras limitaciones percibidas de la prueba, es posible que tengan que ver más con la escasa familiaridad con el instrumento, conocimientos insuficientes y uso inapropiado por parte de los usuarios. Aunque

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Fortalezas del MMPI-A

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Fortalezas y debilidades del MMPI-A el MMPI-A puede ser de gran utilidad para realizar una evaluación de diagnóstico, el usuario de la prueba debería estar consciente de que las escalas del instrumento no están pensadas para que correspondan directamente a los diagnósticos del DSM-IV. Dado que múltiples escalas pueden elevarse en un perfil y las puntuaciones de la prueba son principalmente descriptivas, el clínico necesitaría integrar los hallazgos de la prueba con otras fuentes de información sobre el cliente para formarse una impresión de diagnóstico. En particular, hay ciertas condiciones de diagnóstico como el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y el trastorno bipolar que no son fáciles de medir con una sola aplicación del MMPI-A y para generar un diagnóstico exacto requieren múltiples evaluaciones en combinación con otros resultados ajenos a la prueba. Al igual que otras pruebas psicológicas, el MMPI-A tampoco puede identificar si es inminente un comportamiento suicida u homicida. Aunque los datos del MMPI-A y otros hallazgos de prueba concernientes al grado de control de los impulsos, la incidencia de actitudes desesperadas y la presencia de ira, humillación o rabia son auxiliares importantes en la evaluación del riesgo, la determinación final de un riesgo inminente aún depende del agudo juicio del clínico. Otra limitación que comparte el MMPI-A con todas las demás pruebas de personalidad se relaciona con la predicción del comportamiento futuro. Aunque el informe de Hathaway y Monachesi (1953, 1963) indicó una relación predictiva entre las elevaciones en las escalas activadoras 4, 6, 8 y 9, y el comportamiento delictivo futuro, las pruebas psicológicas, incluido el MMPI-A, tienen una efectividad limitada en las labores de predicción y se utilizan mejor para describir el funcionamiento actual. Lo anterior se ejemplifica en los informes de Gottesman y Hanson (1990) y de Hanson, Gottesman y Heston (1990), quienes en un estudio realizaron un seguimiento de una muestra de adolescentes de Hathaway y Monachesi más de 20 años después de que ellos hicieran su evaluación inicial con el MMPI, cuando los sujetos de su investigación estaban en noveno grado. Los investigadores identificaron un subgrupo al que se le diagnosticó esquizofrenia en la edad adulta, y cuyos perfiles de noveno grado habían sido bastante similares a los de cohor que no desarrollaron este padecimiento. Además, cualquier diferencia observada entre los grupos en la evaluación de noveno grado, no fue de las que pudieran predecir una psicosis posterior para un grupo. También cabía esperar posibles cambios en los perfiles de los adolescentes con el paso del tiempo, debido a que el error estándar de medición de las escalas básicas del MMPI-A es de aproximadamente 4 a 6 puntos de puntuación T. Esto indica que la puntuación de un adolescente cuando se repite la prueba de forma inmediata se espera que sea de un rango de 5 puntos de puntuación T por encima o 5 puntos por debajo de la puntuación original sólo 50% de las veces. Cuando existen intervalos más prolongados entre el test y el retest, cabe esperar cambios mucho más grandes debido a los sucesos propios del desarrollo y los cambios en el funcionamiento psicológico en la vida del adolescente. En conjunto, estos hallazgos revelan que cualquier intento por generar predicciones de largo plazo a partir de los perfiles del MMPI-A probablemente esté lleno de errores. También debemos enfatizar que el MMPI-A no está pensado con la finalidad de utilizarlo para juzgar las capacidades cognitivas o la condición neuropsicológica del cliente adolescente. Aunque varias escalas proporcionan información sobre procesos cognitivos disfuncionales (p. ej., la escala de contenido OBS-A y la subescala de Harris-Lingoes D4 [retraso mental]), estos descriptores son pertinentes en el contexto del deterioro psicológico y no sustituyen una prueba de inteligencia cuando las habilidades cognitivas del adolescente están en duda. En suma, conocer los límites apropiados del uso de la prueba reduciría al mínimo las conclusiones erróneas basadas en los resultados del MMPI-A.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Extensión y tiempo requerido de la prueba

Requisitos de lectura y madurez cognitiva Como se explicó en el capítulo 2, se recomienda un nivel de lectura de séptimo grado para la aplicación del MMPI-A; no obstante, el grado de dificultad de lectura de los reactivos de esta prueba varía en forma muy considerable desde el nivel de primer grado en el caso de los reactivos más sencillos hasta los niveles de decimoquinto y decimosexto grados en el caso de los pocos reactivos más difíciles. Además del análisis del nivel de dificultad de los reactivos incluidos en el manual de la prueba, en un estudio realizado por Dahlstrom, Archer, Hopkins, Jackson y Dahlstrom (1994) se evaluó la dificultad de lectura del MMPI-A en comparación con el MMPI y el MMPI-2. Los autores informaron que las instrucciones del cuadernillo y los reactivos de la prueba del MMPI-A eran ligeramente más sencillos de leer en comparación con los de las otras dos formas del instrumento. Sin embargo, estas diferencias fueron relativamente pequeñas y fue comparable el nivel de dificultad promedio de todas las formas del MMPI, el cual, según se descubrió, era de un nivel de sexto grado. Dahlstrom et al. descubrieron que alrededor de 6% de los reactivos del MMPI-A exigían al menos un nivel de lectura de décimo grado. Estos resultados señalan la posibilidad de que varios reactivos del MMPI-A sean difíciles de leer para la mayoría de los adolescentes. Cuando el nivel de lectura del MMPI-A se compara con el de las otras tres pruebas de personalidad ya mencionadas, se considera que el MACI es comparable, ya que exige un nivel mínimo de sexto grado, pero el APS y el PIY tienen reactivos redactados para

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Pese a los esfuerzos realizados por disminuir la longitud del MMPI-A en relación con el MMPI y el MMPI-2, la prueba sigue siendo bastante larga para el adolescente común que es evaluado en un ambiente clínico. En comparación con otros inventarios de personalidad multidimensionales (p. ej., el Inventario Clínico de Millon para Adolescentes [Millon Adolescent Clinical Inventory, MACI; Millon 1993], que contiene 160 reactivos; el Inventario de Personalidad para Jóvenes [Personality Inventory for Youth, PIY; Lachar y Gruber, 1995], con 270 reactivos; y la Escala de Psicopatología para Adolescentes [Adolescent Psychopathology Scale, APS; Reynolds, 1998] conformada por 346 reactivos, resulta incuestionable que los 478 reactivos del MMPI-A son más demandantes de la atención y el tiempo del adolescente. Además, la versión del Inventario de Personalidad para Adolescentes (Personality Assessment Inventory, PAI-A), que en la actualidad está en desarrollo, se ha pensado que contenga 264 reactivos –55% de la extensión del MMPI-A (Morey, 2000). En términos del tiempo de aplicación de la prueba, el lapso de 60 a 90 minutos que requiere el MMPI-A se compara en forma ligeramente desfavorable con el periodo de 45 a 60 minutos necesario para el APS, 45 minutos para el PIY y 30 minutos para el MACI, según informes de los autores de estas pruebas. Es probable que estos hechos acerca de la extensión y el tiempo necesario para someterse a la prueba se complementen con las experiencias de los clínicos, quienes tienen que dedicar mucho esfuerzo para garantizar que la prueba se complete. No obstante, basarse en una versión abreviada de 350 reactivos de la prueba genera una pérdida de información crucial y, como se expuso en el capítulo 2, no se recomienda excepto en condiciones extremas o circunstancias atenuantes. El usuario del MMPI-A debe sopesar lo extenso y útil de la información derivada de esta prueba contra las crecientes demandas de aplicación asociadas con la longitud general de la prueba.

Fortalezas y debilidades del MMPI-A un nivel de tercer grado. Asimismo, la gran cantidad de listas de verificación conductual y escalas de síntomas de que se dispone para evaluación de los adolescentes por lo general están escritas en un nivel de lectura más bajo. En consecuencia, es posible que se considere que las exigencias de lectura del MMPI-A son una limitación significativa de la prueba. Los aspectos relacionados con la comprensión de lectura y la madurez cognitiva complican aún más la capacidad de los adolescentes para captar el significado de los reactivos y dar respuestas precisas. Incluso, algunos de los reactivos que se mantienen del MMPI original siguen siendo problemáticos para los adolescentes contemporáneos debido a su formulación o contenido. Varios reactivos del MMPI-A que tienen que ver con características como sociabilidad, irritabilidad, tensión o sensibilidad exigen la capacidad para evaluarse en términos de estas características que, a su vez, exigen un nivel sustancial de madurez cognitiva y capacidad de pensamiento abstracto. Por lo tanto, estos factores llegan a interferir en la capacidad de los adolescentes para producir perfiles correctos.

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Congruencia de los tipos de código entre el MMPI y el MMPI-A La capacidad de generalización en los estudios de investigación del MMPI sobre los tipos de código de las escalas básicas al MMPI-A, se ve limitada por los problemas relativos a la congruencia entre los tipos de código de las dos formas de prueba. Por congruencia de tipos de código nos referimos a la frecuencia con que determinado tipo de código de dos puntos obtenido en el perfil de las escalas básicas del MMPI-A corresponde al tipo de código que se habría obtenido por medio del MMPI original. Una correspondencia de tipos de código indicaría que los correlatos de ese tipo de código pueden aplicarse sin reservas para describir el perfil de las escalas básicas del MMPI-A. El manual del MMPI-A (Butcher et al., 1992) informa tasas de congruencia de 67.8% en el caso de los chicos y de 55.8% en el de las chicas en la muestra normativa de la prueba. Mientras que en la muestra clínica descrita en el manual de la prueba se descubrieron tasas de congruencia de 69.5 y 67.2% para chicos y chicas, respectivamente. Estas tasas se consideran aceptables desde la perspectiva de que más de 55% de los perfiles del MMPIA tal vez no tengan problemas significativos con el uso de los descriptores de los tipos de código. Sin embargo, en cerca de la tercera parte de los casos, la falta de congruencia entre los tipos de código volvería sospechosa su interpretación, por lo que el clínico en su ejercicio profesional generalmente no sería consciente de cuándo es confiable el tipo de código obtenido. Un factor que puede ayudar en este juicio se relaciona con el aspecto de la definición del tipo de código que se describió en el capítulo anterior. La congruencia en la valoración de los tipos de código es considerablemente superior en el caso de los perfiles bien definidos, como lo indican las tasas de 95.2% en el caso de los chicos y 81.8% en el de las chicas en la muestra normativa del MMPI-A, y las tasas de 95 y 91% para chicos y chicas, respectivamente, en la muestra clínica, que generaron tipos de código que cumplen con el estándar de definición de 5 puntos (Butcher et al., 1992). En consecuencia, cuando se obtiene un perfil de escalas básicas debidamente definido, el usuario del MMPI-A puede tener más confianza de que los descriptores de los tipos de código describan con exactitud al adolescente. A la inversa, el clínico debería poner mayor énfasis a los descriptores de escala única y los hallazgos de las escalas de contenido y suplementarias, cuando las características del tipo de código de las escalas básicas no cumplan con el criterio

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A de definición. Sin embargo, es preciso mencionar que una cantidad sustancial de perfiles del MMPI-A obtenidos en los ambientes clínicos tienden a no estar bien definidos. Por ejemplo, en un estudio de Pena, Magargee y Brody (1996) de 162 chicos delincuentes, se descubrió que 57.4% de los tipos de código interpretables (es decir, los que tenían puntuaciones en un rango de elevación clínica) no se definieron. Esto complica aún más la decisión del clínico en la elaboración de estrategias para interpretar las escalas clínicas básicas con un enfoque de tipos de configuración, y sugiere que muchos de los perfiles de MMPI-A pueden no ser adecuados para la interpretacióin de códigos tipo.

Un problema fundamental con el MMPI-A en función de las nuevas normas se relaciona con la sensibilidad relativamente limitada de la prueba para identificar psicopatología. En concreto, los perfiles del MMPI-A suelen ser menos elevados en comparación con los del MMPI original, y generan valores relativamente alta de falsos negativos o perfiles de rango normal en el caso de los adolescentes que, por lo que se sabe, están perturbados psicológicamente. Se trata de un subproducto derivado de que la muestra normativa del MMPI-A generó puntuaciones más elevadas que las producidas por el grupo normativo del MMPI original. Aunque la existencia de falsos negativos no es exclusiva del MMPI-A, el hecho de tomar consciencia de este aspecto del MMPI original, hizo que los desarrolladores de la prueba para adolescentes disminuyeran la puntuación de corte T demarcando el comienzo del rango clínico de elevación de 70 a 65 y que designaran el rango de puntuación T de 60 a 64 como un rango de elevación extremo pero interpretable. Pese a estos ajustes, el MMPI-A al parecer tiene problemas continuos de sensibilidad, lo cual ha quedado de manifiesto en estudios de investigación recientes. Por ejemplo, Pena et al. (1996) descubrieron que las puntuaciones T promedio en varias escalas básicas que generó su muestra de delincuentes varones, estaban dentro de 1 punto de desviación estándar de la media normativa y, en algunos casos, por debajo del promedio de los adolescentes normales. Todas las puntuaciones promedio de las escalas básicas estaban por debajo del nivel de puntuación de corte T de 65. En forma similar, Archer y Krishnamurthy (1997a) descubrieron que las puntuaciones T promedio de las escalas básicas de sus muestras clínicas de adolescentes oscilaban entre 50 y 64 en el caso de los adolescentes diagnosticados con depresión, y entre 48 y 61 en el caso de los que fueron diagnosticados con perturbaciones de conducta. Es posible que los clínicos de varios centros de tratamiento hayan observado una frecuencia relativamente elevada de perfiles dentro de los límites normales (DLN), obtenidos por adolescentes cuyos antecedentes apuntan de manera clara a dificultades psicológicas o conductuales. La sensibilidad baja del MMPI-A es sin duda un aspecto significativo que puede afectar la disposición de los clínicos para utilizar la prueba en evaluaciones complicadas o difíciles de diagnosticar.

Gasto adicional en los materiales de prueba del MMPI-A Antes de la revisión del MMPI para crear el MMPI-2 y el MMPI-A, la evaluación exigía la compra de un solo conjunto de materiales de prueba que podía emplearse para valorar a individuos de todos los grupos de 16 años de edad en adelante. Por tanto, el clínico en su ejercicio profesional

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Limitada sensibilidad para detectar psicopatología

Fortalezas y debilidades del MMPI-A

Referencia rápida 5-2 Debilidades del MMPI-A

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• La prueba es bastante larga y requiere tiempo. • Se necesita un nivel de lectura relativamente alto. • Algunos de los reactivos mantenidos del MMPI original siguen siendo problemáticos para los adolescentes contemporáneos debido a la formulación o el contenido. • La congruencia en la valoración de los tipos de código del MMPI/MMPI-A son significativas. • Las nuevas normas han hecho que las escalas del MMPI-A sean poco sensibles a la detección de psicopatología. • Los examinadores tienen costos crecientes relacionados con la compra de materiales de prueba que sólo pueden utilizarse con clientes adolescentes. podía evaluar a una amplia gama de clientes adolescentes o adultos con ayuda del mismo cuadernillo de aplicación y hojas de respuestas, sólo necesitaba adquirir por separado las hojas de perfil para adolescentes y adultos a fin de utilizar las normas apropiadas para la elaboración del perfil y su interpretación. Una desventaja de esa situación, como se expuso en el capítulo 1, era que a menudo los clínicos evaluaban a adolescentes en ausencia de una comprensión apropiada de las diferencias de desarrollo y normativas entre adultos y adolescentes, sin reconocer los errores de interpretación que se derivan de utilizar con adolescentes normas especiales para adultos. Sin embargo, el uso de una sola prueba para adolescentes y adultos presentaba algunas ventajas para el clínico en relación con los costos, ya que en su ejercicio profesional podía hacer un uso considerable de los materiales de prueba del MMPI. Además, es posible que la relativa practicidad de los materiales de prueba del MMPI haya facilitado los progresos que se lograron tanto en las investigaciones como en la evaluación de adolescentes con el MMPI. Asimismo, la revisión del MMPI para la elaboración del MMPI-A para adolescentes y el MMPI-2 para adultos exigió que los clínicos adquirieran diversos materiales de prueba por separado para valorar a los dos grupos de edad, lo cual representó un aumento en los costos comerciales de realizar evaluaciones de personalidad. Este aspecto probablemente cause gran preocupación en el ambiente de la práctica actual, el cual se rige en función de organizaciones de atención a la salud controladas, en donde los pagos por servicios de evaluación se han reducido en forma considerable. Para los clínicos cuya

importante Aspectos abordados de manera insuficiente por el MMPI-A • • • • •

Presencia del trastorno de estrés postraumático Presencia del trastorno bipolar Inminencia de conductas suicidas u homicidas Predicción de funcionamiento adulto Capacidades cognitivas

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A práctica no comprende en especial a clientes adolescentes, es posible que los costos subsiguientes de comprar los materiales del MMPI-A actúen como elementos disuasorios. En el cuadro de Referencia rápida 5-2 se resumen las limitaciones del MMPI-A.

AUTOEVALUACIÓN 1 El MMPI-A es la más breve de varias pruebas de personalidad multidimensionales disponibles para evaluar a los adolescentes. ¿Verdadero o falso? 2. El desajuste adolescente puede subestimarse de manera ligera en el MMPI-A debido a la reducida sensibilidad clínica de las escalas. ¿Verdadero o falso? 3. La evaluación de la validez se ha vuelto menos confiable en el MMPI-A en comparación con el MMPI. ¿Verdadero o falso? 4. Usar el MMPI-A es valioso para orientar la planeación del tratamiento y evaluar sus resultados. ¿Verdadero o falso? 5. La interpretación de las escalas del MMPI-A se basa en gran medida en correlatos de la escala derivados recientemente. ¿Verdadero o falso?

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Respuestas: 1. falso; 2. verdadero; 3. falso; 4. verdadero; 5. falso.

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SEIS

Aplicaciones clínicas del MMPI-A

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La descripción de los correlatos de las escalas y el proceso interpretativo del MMPI-A que se presentaron en el capítulo 4 destacan que el inventario está pensado de manera predominante para la evaluación clínica y de psicodiagnóstico de adolescentes en ambientes de tratamiento y no para la descripción de los estilos de personalidad de adolescentes normales. Además de servir para realizar una evaluación general de la psicopatología en diversos ambientes con pacientes internos, residenciales y deambulatorios, el MMPI-A permite valorar a subgrupos específicos de adolescentes y determinados tipos de problemas que éstos presentan, para lo cual se basa en estudios de investigación publicados que se han ido desarrollando sobre este instrumento de prueba. En este capítulo se comienza por analizar los hallazgos concernientes a la idoneidad del MMPI-A para evaluar a los adolescentes de grupos étnicos minoritarios. También se estudiarán las aplicaciones del MMPI-A para evaluar a adolescentes con problemas que con frecuencia se encuentran en los ambientes de tratamiento, lo cual comprende a delincuentes juveniles y adolescentes que padecen trastorno de conducta, abuso de sustancias, trastornos alimentarios o que han sufrido abuso sexual. La última sección de este capítulo describe la utilidad del MMPI-A para la planeación, la evaluación, el progreso y los resultados de un tratamiento.

adecuación de las MINORÍAS ÉTNICAS La aplicabilidad del MMPI para valorar a individuos de grupos étnicos minoritarios es un aspecto que se ha debatido durante varias décadas. Las interrogantes y precauciones al respecto se basan en el hecho de que la muestra normativa del MMPI comprendió por completo a individuos caucásicos. Además, la gran cantidad de escalas suplementarias del MMPI desarrolladas en las décadas que siguieron a la publicación de la prueba por lo general también se basaron en muestras donde predominaban caucásicos. En el desarrollo del MMPI-2 para adultos y el MMPI-A para adolescentes, los esfuerzos por abordar este problema fueron evidentes en la meta de obtener muestras representativas a nivel nacional y étnicamente diversas. Aunque estos esfuerzos fueron en gran medida afortunados, la muestra normativa del MMPI-2 subrepresentó a los adultos estadounidenses de origen hispano y asiático (véase Nichols, 2001), y la mayoría (alrededor de 76%) de los adolescentes en la muestra normativa del MMPI-A eran de ascendencia caucásica (véase Butcher et al., 1992). Los estudios de investigación publicados que se refieren al impacto de los antecedentes étnicos en los patrones de perfiles del MMPI, han generado resultados diversos. Algunas investigaciones realizadas con el MMPI original demostraron que los adultos afroestadounidenses obtuvieron

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puntuaciones más elevadas que los adultos caucásicos en las escalas F 8 y 9, lo cual hizo que los primeros parecieran más inadaptados (p. ej., Gynther, 1972). Los estudios iniciales del MMPI con adolescentes generaron una dirección similar en los resultados. Por ejemplo, en un estudio realizado por Ball (1960) se demostró que los chicos de noveno grado de raza negra obtenían puntuaciones mucho más elevadas que sus homólogos blancos en la escala 1 en el caso de los varones y en las escalas F 8 y 0 en el caso de las mujeres. Otros estudios revelaron que las diferencias en la condición socioeconómica quizá sean el factor determinante en las diferencias raciales en los perfiles del MMPI. Dahlstrom, Lachar y Dahlstrom (1986), por ejemplo, reportaron que las diferencias entre los grupos de raza negra y blanca en el MMPI fueron considerablemente más pequeñas y con frecuencia no significativas cuando se compararon los grupos en características demográficas como el nivel de instrucción. Archer (1987) descubrió diferencias mínimas en los perfiles del MMPI de adolescentes negros y blancos en una muestra obtenida de una secundaria pública de clase media. Por su parte, Greene (2000) refiere que las variables moderadoras, incluida la condición socioeconómica (CSE), la instrucción y la inteligencia son factores importantes que deben considerarse en las investigaciones sobre las diferencias de los grupos étnicos con el MMPI. Greene también llegó a la conclusión, con base en una revisión de las investigaciones con el MMPI sobre las comparaciones entre negros y blancos, hispanos y blancos, negros e hispanos, indígenas y blancos, y asiáticos y blancos, que en las muestras no son apreciables las diferencias y no se oserva ningún patrón consistente y fiable. En los estudios recientes con el MMPI-2 sobre muestras de adultos, en términos generales no se han encontrado diferencias significativas entre negros y blancos en las elevaciones de los perfiles. Timbrook y Graham (1994) compararon las respuestas de 75 hombres y 65 mujeres de raza negra con las de 725 hombres y 742 mujeres blancos de la muestra normativa del MMPI-2. Así, descubrieron que las diferencias promedio en las escalas básicas del MMPI-2 entre los grupos étnicos eran pequeñas en cuanto a magnitud en el caso de ambos géneros, y se redujeron aún más cuando a los grupos se les hizo corresponder en términos de edad, nivel instrucción e ingreso. Un hallazgo importante del citado estudio fue que no hubo diferencias sistemáticas en la evaluación de los correlatos de las escalas para los individuos negros y blancos. Los estudios publicados que estaban disponibles en el momento que se redactó este libro afirman que las modalidades del MMPI para adultos y adolescentes pueden utilizarse para evaluar a individuos de grupos étnicos minoritarios, pero con ayuda de las normas estándares disponibles para estos instrumentos de evaluación. Sin embargo, hay que tomar en cuenta varias precauciones al usar el MMPI-A con adolescentes de grupos étnicos minoritarios. En primer lugar, una gran cantidad de estudios de investigación con el MMPI relacionados con adultos y adolescentes se han concentrado en comparar los perfiles de grupos de negros y blancos, y se conoce relativamente poco acerca de los patrones de los perfiles de estadounidenses de origen hispano, indígena, asiático y de otros grupos minoritarios. En segundo lugar, se dispone de poca información específica del MMPI-A en grupos étnicos minoritarios. En un estudio reciente realizado por Gumbiner (1998), se examinaron los MMPI-A de jóvenes hispanos de 14 a 18 años de edad. No obstante, tal estudio se concentró en contrastar los patrones de elevación en las escalas de chicos con los de chicas y no supuso comparaciones con adolescentes de otros grupos étnicos. En un estudio comparativo realizado por Gómez, Johnson, Davis y Velasquez (2000), se examinaron las elevaciones en las escalas del MMPI-A de delincuentes juveniles estadounidenses de origen africano y mexicano. Los autores no encontraron resultados significativos en función del origen étnico. Entre las escalas individuales sólo encontraron una escala: Represión, en

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Aplicaciones clínicas del MMPI-A la cual los adolescentes afroestadounidenses obtuvieron puntuaciones significativamente más elevadas que los adolescentes mexico-estadounidenses. Estos dos estudios representan pasos hacia el estudio de las diferencias de los grupos étnicos en el MMPI-A, pero no son suficientes para llegar a ninguna conclusión sólida. Una tercera precaución tiene que ver con las evidencias de que el uso de la escala MAC-A con grupos étnicos minoritarios puede producir errores falsos positivos elevados con individuos blancos (p. ej., Gottesman y Prescott, 1989). Wrobel y Lachar (1995) también advirtieron que las elevaciones en las escalas de contenido generadas por adolescentes afroestadounidenses y blancos posiblemente exijan interpretaciones diferentes. Asimismo, informaron diferencias significativas en cuatro de las escalas de contenido Wiggins del MMPI entre pacientes psiquiátricos afroestadounidenses y blancos con antecedentes de una CSE predominantemente más baja. En particular, también hallaron una mayor validez de algunas escalas de contenido en el caso de adolescentes blancos y algunas diferencias en los correlatos de las escalas de los dos grupos étnicos. Los autores advirtieron que si se extrapolan las escalas Wiggins a las escalas de contenido del MMPI-A, estas últimas pueden patologizar en exceso a los adolescentes afroestadounidenses en ciertos ámbitos como síntomas psicóticos, somáticos y fóbicos, así como identificar problemas en otras áreas, como conflictos con la familia y las figuras de autoridad. En la actualidad y hasta que se sepa más sobre el impacto de la raza, el origen étnico y las características sociodemográficas en las elevaciones de las escalas del MMPI-A, se recomienda a los clínicos que sean conservadores al interpretar los perfiles del MMPI-A de los adolescentes pertenecientes a las minorías étnicas (véase el cuadro de Referencia rápida 6-1).

APLICACIONES CON POBLACIONES ESPECIALES

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Delincuentes juveniles La identificación y evaluación de delincuentes juveniles con el MMPI tiene una rica historia que comenzó con los estudios de Capwell (1945) y de Hathaway y Monachesi (1952, 1953, 1957, 1963) que marcaron un hito para evaluar los patrones del MMPI en esta población. Capwell identificó la efectividad de la escala 4 para discriminar entre chicas delincuentes y no

Referencia rápida 6-1 Cómo evaluar a adolescentes de grupos étnicos minoritarios con el MMPI-A • Los estudios publicados por lo general indican que debe tenerse precaución al interpretar los perfiles del MMPI-A de los adolescentes de grupos étnicos minoritarios. • La escala MAC-A, en particular, puede generar errores falsos positivos más altos en el caso de los grupos étnicos minoritarios, por lo que debe interpretarse con precaución. • Las variables moderadoras como la condición socioeconómica, la instrucción y la inteligencia pueden explicar buena parte de las diferencias de los grupos étnicos observadas en las elevaciones de las escalas.

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delincuentes. Las investigaciones longitudinales de Hathaway y Monachesi demostraron que las elevaciones en las escalas 4, 8 y 9 fueron útiles para identificar a delincuentes juveniles; mientras que las escalas 4 y 9 fueron efectivas en particular para predecir la delincuencia. Estos autores también descubrieron un patrón de puntuaciones bajas en la escala 5 en el caso de los chicos delincuentes y puntuaciones bajas en la escala 3 en el caso de las chicas delincuentes. A partir de estos primeros trabajos, se han realizado una serie de investigaciones, con ayuda del MMPI original, en varias muestras de delincuentes institucionalizados, así como otras muestras de adolescentes con trastornos de conducta; además, comienza a desarrollarse toda una bibliografía paralela con respecto al MMPA-A. Entre las investigaciones realizadas en los últimos seis años, en un estudio se replicó el hallazgo de Hathaway y Monachesi al identificar que las escalas 4, 6 y 9 y el tipo de código 4-9 en el MMPI-A definen los perfiles de los adolescentes delincuentes (Pena et al., 1996). En otra investigación (Hicks, Rogers y Cashel, 2000) se descubrió que, aun cuando las elevaciones en los patrones de configuración o de tipo de código creados por las escalas 4, 8 y 9 del MMPI-A no fueron útiles para predecir las infracciones totales entre los delincuentes juveniles varones institucionalizados, las elevaciones en las escalas individuales 9 y 6 fueron importantes para predecir infracciones violentas. En un estudio en el que se comparó a delincuentes juveniles varones con y sin antecedentes de agresiones sexuales, se demostró que las elevaciones en las escalas 4 y 8 fueron más frecuentes entre los agresores sexuales; en tanto que las elevaciones en las escalas 3 y 7 fueron una característica destacada entre los agresores no sexuales (Losada-Paisey, 1998). Los estudios de investigación que se acaban de mencionar convergen al indicar que las escalas 4, 6 y 9 del MMPI-A, tradicionalmente clasificadas como escalas “activadoras”, debido a su asociación con tendencias rebeldes desempeñan una función medular en los perfiles del MMPI-A de los delincuentes juveniles. La incidencia conjunta de elevaciones en las escalas 4 y 9, que forman el tipo de código 4-9, también es una característica definitoria de las poblaciones de delincuentes. Es preciso señalar que este tipo de código es el que ocurre con más frecuencia entre los chicos adolescentes en los ambientes psiquiátricos y, por tanto, no es único de los adolescentes a los que se les ha adjudicado un comportamiento delictivo. No obstante, las descripciones de individuos con este tipo de código tienen una relevancia considerable para entender la delincuencia juvenil. Por ejemplo, Gilberstadt y Duker (1965) afirmaron que los antecedentes de los individuos con el patrón modal 4-9 en el MMPI estuvieron marcados por experiencias familiares en la niñez, en las que se menospreciaba la figura paterna y que infundieron un desprecio por las figuras de autoridad masculinas que encuentra su expresión en la adolescencia. Marks et al. (1974) describieron que los adolescentes 4-9 sufrieron el rechazo frecuente de su madre, no temían a la disciplina del padre y estaban en conflicto continuo con sus progenitores en términos de mal comportamiento, lo cual incluye mentiras. Asimismo, tenían más probabilidades de haber sido educados en hogares de cuidado tutelar o adoptivos que los adolescentes con otros tipos de código. Alrededor de la mitad de estos adolescentes habían quedado bajo el cuidado de las autoridades encargadas de hacer cumplir las leyes y se les había puesto en libertad condicional o detenido. En particular, los adolescentes 4-9 solían manifestar aburrimiento cuando se sentían tristes pero no presentaron dificultades psicofisiológicas. Las nuevas escalas de contenido y suplementarias del MMPI-A proporcionan criterios adicionales para evaluar a los delincuentes juveniles y, en forma más general, a los jóvenes con trastorno de conducta. Pena et al. (1996) informaron que su muestra de 162 chicos delincuentes generó su puntuación promedio más baja en la escala suplementaria de Represión y su puntuación

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Aplicaciones clínicas del MMPI-A más alta de cualquiera de las escalas del MMPI-A de MAC-A, lo cual refleja una orientación desinhibida hacia la búsqueda de sensaciones. Estos chicos delincuentes también obtuvieron puntuaciones más elevadas que los chicos no delincuentes en las escalas suplementarias MAC-A, RPAD, TPAD e INM-A, que se asocian con tendencia impulsiva y tendencia de acting out que suelen relacionarse con el abuso de alcohol o las drogas. Las escalas de contenido ENJ-A, CIN-A, ESC-A y PCO-A también destacaron en los perfiles de los delincuentes, lo mismo que las elevaciones en las escalas RTR-A e ISO-A. En otra investigación realizada por Moore, Thompson-Pope y Whited (1996), se examinaron los perfiles en el MMPI-A de chicos adolescentes con antecedentes incendiarios y se informó una mayor patología en el grupo incendiario que en un grupo de comparación no incendiario. En concreto, se descubrió que las escalas básicas 7, 8 y 9, así como las ocho escalas de contenido que representan una mezcla de angustia emocional, alteración del pensamiento y acting out, eran significativamente más elevadas en el caso de los incendiarios. En resumen, los estudios publicados disponibles hoy en día, indican que los perfiles de los delincuentes juveniles en el MMPI-A muestran características de externalización destacadas que se reflejan en las elevaciones de varias escalas básicas, de contenido y suplementarias que están relacionadas con la conducta de acting out. Las dimensiones de desinhibición/excitación potencial e inmadurez del Resumen Estructural del MMPI-A contienen la mayor parte de estas escalas y, por tanto, se recomienda examinarlas en el curso de la interpretación del perfil. En algunos subgrupos con trastorno de conducta es posible que también se encuentren elevaciones en las escalas relacionadas con desajuste emocional y alteraciones del pensamiento, lo cual ayuda a identificar los componentes únicos de desajuste general del adolescente (véase el cuadro de Referencia rápida 6-2).

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Abuso de sustancias Los adolescentes que abusan de las sustancias comparten muchas de las características de los jóvenes con trastorno de conducta y delincuentes; incluso, puede considerárseles como un

Referencia rápida 6-2 Cómo evaluar a los delincuentes juveniles con el MMPI-A • En los primeros estudios del MMPI se descubrió que las escalas 4, 8 y 9 eran útiles para identificar a los delincuentes juveniles. • En estudios recientes se descubrió que las escalas 4, 6 y 9, así como el tipo de código 4-9 con frecuencia se encuentran en los perfiles del MMPI-A de los delincuentes juveniles varones. • También cabe esperar elevaciones en las escalas suplementarias MAC-A, RPAD, TPAD e INM-A y en las escalas de contenido ENJ-A, CIN-A, ESC-A, PCO-A y RTR-A en los perfiles de los delincuentes juveniles. • El patrón de perfil general de los delincuentes juveniles por lo general refleja fuertes tendencias de externalización de la conducta.

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subgrupo cuya rebeldía conductual supone una dependencia del alcohol o las drogas como medio de rebelión, como posible mecanismo para automedicarse y como método para alcanzar un nivel óptimo de excitación psicofisiológica. El vínculo entre el abuso de sustancias y la delincuencia se ejemplifica en un informe reciente de Komro et al. (1999), quienes descubrieron que el consumo de alcohol y el reconocimiento de problemas relacionados con el alcohol y las drogas se asociaron estadísticamente con comportamientos delictivos y violentos en una muestra grande (N = 937) de adolescentes de octavo y noveno grados. Estos autores llegaron a la conclusión de que el consumo de alcohol representaba un factor de riesgo independiente para los comportamientos delictivos y violentos entre los adolescentes. En el MMPI original, la escala MAC recibió un gran interés en las investigaciones por su utilidad para detectar con precisión los problemas de abuso de sustancias tanto entre los adolescentes en programas hospitalarios, residenciales y de tratamiento contra las drogas, como en ambientes de escuelas públicas que no eran de tratamiento. Muchos de esos estudios se orientaron a identificar el nivel de puntuación adecuado para discriminar en forma efectiva entre quienes abusan de las sustancias y quienes no lo hacen. Por ejemplo, Gantner, Graham y Archer (1992) descubrieron que la puntuación natural en MAC de 28 en el caso de chicos y de 27 en el de las chicas, proporcionó la mejor discriminación entre adolescentes que abusaban de las sustancias y pacientes psiquiátricos internos; en tanto que las puntuaciones naturales de 26 en el caso de los chicos y de 25 en el de las chicas, diferenciaron en forma clara a los adolescentes que abusaban de las sustancias de los estudiantes de secundaria normales. Además, Archer y Klinefelter (1992) descubrieron que las puntuaciones elevadas en MAC con frecuencia se asociaban con la incidencia del tipo de código 4-9 en los perfiles de los adolescentes en el MMPI. También se ha descubierto que las puntuaciones elevadas en MAC se relacionan con el abuso de varias drogas, como anfetaminas, barbitúricos, cocaína, alucinógenos, marihuana y alcohol (Andrucci, Archer, Pancoast y Gordon, 1989). En otros estudios realizados con el MMPI original se han tratado de distinguir las características de perfil comunes en los adolescentes que abusan de sustancias. Un hallazgo importante de un estudio realizado por Walfish, Massey y Krone (1990) fue la ausencia general de características psicopatológicas en los perfiles de 243 adolescentes que se presentaron para tratamiento contra dependencia de sustancias químicas en un ambiente residencial, lo cual indicó diferencias notables entre este grupo y los adolescentes que se encuentran en ambientes psiquiátricos generales. Sin embargo, los perfiles de los adolescentes dependientes de las sustancias químicas se caracterizaron por una elevación significativa en la escala 4 y una puntuación natural relativamente baja en la escala 2, las cuales se interpretaron en términos de un bajo grado de motivación para la recuperación debido a la ausencia relativa de depresión y angustia emocional. Un estudio de seguimiento realizado por Massey, Walfish y Krone (1992) que implicó un análisis sistematizado de los perfiles del MMPI de 250 adolescentes que recibieron tratamiento contra el abuso de sustancias. Se identificaron tres elementos importantes, caracterizados por: a) evidencias de un nivel significativo de psicopatología, b) un estilo impulsivo y tendencia al acting out y c) una falta de psicopatología significativa reflejada en la ausencia de elevaciones en el nivel de las escalas clínicas. Por lo tanto, los adolescentes que abusan de las sustancias al parecer son un grupo heterogéneo que, no obstante, genera ciertos patrones identificables o característicos en las escalas del MMPI. Las recién desarrolladas, escalas suplementarias RPAD y TPAD del MMPI-A, que se construyeron en forma empírica para facilitar la identificación de los adolescentes que abusaban

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A de las sustancias, demostraron en forma considerable que su uso promete buenos resultados con esta población. Para diferenciar a los adolescentes que abusan de las sustancias de quienes no lo hacen, Weed, Butcher y Williams (1994) informaron una mayor precisión con las escalas RPAD y TPAD que con la escala MAC-A del MMPI-A. Sus hallazgos se basaron en una evaluación inicial de estas escalas en la que recurrieron a los 1,620 adolescentes de la muestra normativa del MMPI-A, mientras que los grupos de contraste se conformaron por 251 adolescentes que recibían tratamiento psiquiátrico y a 462 adolescentes que estaban en unidades de tratamiento contra alcoholismo y drogadicción. Hay dos destacados estudios de investigación basados específicamente en el MMPI-A con poblaciones de adictos a las sustancias. Gallucci (1997b) evaluó las aportaciones de escalas específicas del MMPI-A para clasificar a 180 adolescentes que abusaban de las sustancias en tres grupos: un grupo primario de adictos a las sustancias caracterizado por un subcontrol conductual, un grupo secundario que manifestaba la ausencia de subcontrol conductual y un grupo combinado que presentaba características de subcontrol y sobrecontrol. Los resultados de un análisis discriminante reveló que las escalas MAC-A, 2, 4, 9, 3, TPAD y RPAD, hicieron aportaciones significativas y en conjunto, generaron una clasificación precisa de 79.4%. Entre los tres grupos se descubrieron algunas diferencias importantes que sustentaron los hallazgos anteriores respecto a la heterogeneidad de los perfiles de abuso de sustancias de los adolescentes. Por ejemplo, las puntuaciones T promedio de MAC-A estaba en un nivel de elevación clínica en los grupos primario y combinado, pero no del grupo secundario, y el mismo patrón de elevación se encontró en el caso de la escala 4. La escala TPAD se elevó en los tres grupos, pero RPAD cayó en el rango clínico de elevación sólo en el caso del grupo primario subcontrolado. De esta manera, Gallucci llegó a la conclusión de que el MMPI-A es valioso para evaluar el abuso de sustancias en los adolescentes, en gran medida por su capacidad para medir diversas características psicopatológicas –capacidad que también sirve para diferenciar distintos tipos de subgrupos de adolescentes que abusan de las sustancias–. En un segundo estudio, Gallucci (1997a) examinó los correlatos de 16 escalas del MMPI-A relacionadas con las sustancias en una muestra de 180 chicos y chicas adolescentes que recibían tratamiento contra abuso de sustancias en un centro psiquiátrico para pacientes internos y en un hospital de atención diurna. Las escalas elegidas que se examinaron fueron MAC-A, RPAD y TPAD, así como diversas escalas relacionadas con el abuso de sustancias desarrolladas para el MMPI. Gallucci determinó que sus resultados respaldaban la descripción de RPAD como un indicador específico de la disposición para reconocer patrones de consumo de sustancias problemáticos y afirmó que TPAD y MAC-A reflejaban un amplio patrón de subcontrol conductual, del cual el abuso de sustancias es uno de sus componentes. Las evidencias concernientes al uso del MMPI-A para evaluar a adolescentes que abusan de las sustancias sustentan la efectividad de las escalas MAC-A, RPAD y TPAD en esta empresa y también muestran la importancia de examinar los patrones de perfil de las escalas básicas en busca de la presencia de elevaciones en las escalas activadoras. Por lo tanto, el clínico que realiza la evaluación debe buscar signos generales de perturbación conductual que se caractericen por una impulsividad marcada y tendencias de externalización, con indicadores adicionales de abuso de sustancias revelados tanto en elevaciones en las escalas MAC-A y TPAD como en el reconocimiento de consumo de drogas o alcohol en la escala RPAD (véase el cuadro de Referencia rápida 6-3.)

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Referencia rápida 6-3 Cómo evaluar a adolescentes que abusan de las sustancias con el MMPI-A • Las puntuaciones elevadas en la escala MAC en el MMPI original se han asociado con abuso de drogas y alcohol entre los adolescentes. • Una escala 4 elevada y la presencia del tipo de código 4-9 también son comunes en el caso de esta población. • Las escalas suplementarias RPAD y TPAD del MMPI-A facilitan la identificación de los adolescentes que abusan de las sustancias.

Pese lo destacado de los trastornos alimentarios en la adolescencia y su posible continuidad en la edad adulta, se han realizado relativamente pocas investigaciones acerca de los patrones del MMPI de los individuos —sobre todo adolescentes—, con trastornos alimentarios. Se proponen dos razones para explicar la brecha en este ámbito de investigación. En primer lugar, en el conjunto mucho más numeroso de estudios publicados sobre el MMPI original, comúnmente se ha descubierto una ausencia de patrones de perfil distintivos para condiciones de diagnóstico específicas. En segundo lugar, el MMPI original carecía de reactivos pertinentes para los patrones alimentarios distorsionados o para las distorsiones de la imagen corporal. No obstante, en algunas investigaciones con el MMPI/MMPI-2 en las que se han examinado los perfiles de mujeres adultas con trastornos alimentarios, por lo general se han descubierto indicios de un grado elevado de angustia y psicopatología en estos individuos. Por ejemplo, en dos estudios en los que se hizo un seguimiento de largo plazo en mujeres adultas tratadas por anorexia nerviosa se informó una relación significativa entre la gravedad del trastorno alimentario y la psicopatología en general (Schork, Eckert & Halmi, 1994; Sunday, Reeman, Eckert & Halmi, 1996). En otro estudio, se descubrió que las pacientes que se recuperaban de la anorexia, en un seguimiento a los 10 años manifestaban una mayor disminución en las puntuaciones del MMPI, en comparación con pacientes anoréxicas con resultados deficientes (Dancyger, Sunday, Eckert & Halmi, 1997). En un estudio reciente con el MMPI-2 realizado por Cumella, Wall y Kerr-Almeida (2000), en el que se utilizó una muestra grande de 550 mujeres adultas con trastornos alimentarios, se identificaron elevaciones promedio más altas en las escalas 2, 7 y 3, así como la presencia de un patrón de perfil 2-7 como tipo de código modal. También se reveló que las escalas del MMPI-2 eran útiles para distinguir entre los subgrupos con trastornos alimentarios en términos de las pacientes con anorexia nerviosa restrictiva que manifestaban una menor psicopatología que otros subgrupos. En contraste, Pryor y Wiederman (1996) no encontraron diferencias significativas en los perfiles del MMPI-2 de las mujeres adultas en cuatro subgrupos de diagnóstico: a) anorexia nerviosa tipo restrictivo, b) anorexia nerviosa tipo hiperfágico/purgativo, c) bulimia nerviosa tipo purgativo y d) bulimia nerviosa tipo no purgativo. En los estudios de pacientes con bulimia, en general se descubrieron elevaciones múltiples en las escalas, en contraste con los perfiles subclínicos que a menudo se reportan sobre las anoréxicas restrictivas. Asimismo, Dacey, Nelson y Aikman (1990) informaron que las escalas 6, 3, 5 y 8 discriminaron en forma efectiva entre los sujetos de control bulímicas y no bulímicas.

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Adolescentes con trastornos alimentarios

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A Los reactivos del MMPI-A relevantes para los adolescentes hacen que sea más aplicable para evaluar varios tipos de perturbación, incluidos los trastornos alimentarios. Aunque la prueba contiene una cantidad insuficiente de reactivos relacionados de manera específica con los trastornos alimentarios como para desarrollar una escala en particular (Williams et al., 1992), los problemas alimentarios se encuentran como correlatos de escalas como la 2 e ISOA. A la fecha, sólo hay un estudio publicado en el que se evalúan los perfiles del MMPI-A de adolescentes con trastornos alimentarios. El estudio realizado por Cumella, Wall y KerrAlmeida (1999) es notable por utilizar una muestra grande de 245 adolescentes que recibían tratamiento como pacientes internos por trastornos alimentarios. Dicha muestra comprendió a cuatro subgrupos de adolescentes diagnosticadas con: a) anorexia nerviosa tipo restrictivo, b) anorexia nerviosa tipo hiperfágico/purgativo, c) bulimia nerviosa, tipo purgativo y d) trastorno alimentario no especificado de otro modo. Los resultados indicaron que los cuatro subgrupos mostraron puntuaciones promedio interpretables clínicamente en T ≥ 60 en las escalas 2, 3 y 1, respectivamente. Además, cinco tipos de perfil (1-2, 1-3, pico 2, 2-3 y 2-0) clasificaron con precisión a 60% de los perfiles en la muestra de trastorno alimentario general. El tipo de código 2-3 fue el patrón de dos puntos modal que se encontró en el caso de los grupos bulímico y anoréxico. Sin embargo, las pacientes bulímicas mostraron puntuaciones más elevadas que los subgrupos anoréxicos en las escalas 9 y 4, varias escalas de contenido incluidas ENJ-A, PCO-A, ASL-A, FAM-A, ESC-A y las tres escalas de abuso de sustancias. También se realizó un análisis de regresión gradual para evaluar las aportaciones incrementales de las escalas del MMPI-A con el fin de diferenciar a las pacientes anoréxicas y bulímicas. Este análisis demostró que cuatro escalas (TPAD, RPAD, RTR-A y la escala 4) contribuyeron en forma significativa a la predicción diferencial y dieron cuenta de 39% de la varianza en el diagnóstico. Los autores llegaron a la conclusión de que el MMPI-A distingue adecuadamente entre anoréxicas y bulímicas, y entre trastornos alimentarios no especificados y especificados, aunque no discrimina de manera efectiva entre los subgrupos de anorexia nerviosa. Con base en los estudios que se acaban de mencionar es posible llegar a algunas conclusiones concernientes a los perfiles del MMPI-A de los adolescentes con trastornos alimentarios. Es probable que los perfiles de estos adolescentes, con la posible excepción de los perfiles de las anoréxicas restrictivas, en general muestren varios signos de angustia emocional y psicopatología. En concreto, existe la probabilidad de que sus perfiles en el MMPI-A se caractericen por elevaciones en las escalas 1, 2, 3, 7 y 0, y cabe esperar que la puntuación de su factor de desajuste general sea significativamente elevada. Además, tal vez las bulímicas también muestren elevaciones tanto en las escalas 4, 6, 8 y 9, como en las escalas de contenido y suplementarias relacionadas con la ira, un pobre control de impulsos, la baja tolerancia a la frustración, conflictos familiares y escolares y tendencias generales a la internalización. Como conclusión, se afirma que la utilidad del MMPI-A para evaluar a los adolescentes con trastornos alimentarios está relacionada en gran medida con su capacidad para identificar diversas áreas de disfunción. Sin embargo, no es recomendable tratar de diagnosticar formas específicas de trastornos alimentarios a partir de los patrones de perfil del MMPI-A (véase el cuadro de Referencia rápida 6-4.)

Adolescentes que han sufrido abuso sexual Los perfiles del MMPI de las personas que han sufrido abuso sexual comparten ciertas características con los MMPI de individuos con trastornos alimentarios. En general, ambos tipos

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Referencia rápida 6-4 Cómo evaluar a adolescentes con trastornos alimentarios con el MMPI-A

de perfiles presentan múltiples elevaciones en las escalas, que frecuentemente están relacionados con síntomas de angustia. Los individuos con abuso sexual también son susceptibles de producir elevaciones de escalas que reflejan perturbación, sensibilidad en las relaciones interpersonales, aislamiento social, además de mostrar en general niveles de desorganización psicológica similares a las observadas en una amplia gama de muestras psiquiátricas. Entre los estudios asociados con el MMPI original, Roland, Zelhart, Cochran y Funderburk (1985) informaron que las escalas 3, 5, 1 y 4 identificaron con exactitud a 73% de las mujeres adultas que manifestaron experiencias de abuso sexual en la niñez. Mientras que Engels, Moisan y Harris (1994) realizaron un informe completo de las diferencias en los indicadores de psicopatología del MMPI entre mujeres adultas con pacientes ambulatorias que reportaron antecedentes de abuso (físico, sexual o ambos) y las que no reportaron antecedentes de abuso. Belkin, Greene, Rodrigue y Boggs (1994) agregaron que los perfiles del MMPI de las sobrevivientes de abuso sexual se caracterizaron por puntuaciones elevadas en las escalas 4 y 8. En los estudios con el MMPI-2 de mujeres adultas con antecedentes de abuso sexual en la niñez, se han encontrado, por ejemplo, puntuaciones significativamente más elevadas en las escalas 1, 2, 4, 6, 7, 8 y 9 en comparación con las mujeres sin antecedentes de abuso (Griffith, Myers, Cusick y Tankersley, 1997). También se han informado diferencias en las escalas F, 1, 2, 3, 4, 6, 7 y 8 en el caso de las mujeres que abusan de las sustancias y que manifestaron abuso sexual en la niñez en comparación con las que no reportaron antecedentes de abuso sexual (Knisely, Barker, Ingersoll y Dawson, 2000). En un interesante estudio realizado por Elhai, Frueh, Gold, Gold y Hamner (2000), se compararon los perfiles del MMPI-2 de veteranos de combate que buscaban tratamiento para el Trastorno por estrés postraumático (TEPT) producto de experiencias de guerra con los de adultos que buscaban tratamiento para el TEPT, pero relacionado con abuso sexual en la niñez. Sin embargo, inicialmente se descubrió que las diferencias en varias escalas del MMPI-2 se redujeron cuando los análisis se controlaron en cuanto a los efectos de la edad. Los autores llegaron a la conclusión de que los perfiles del MMPI-2 de los sobrevivientes de abuso sexual y los veteranos de combate tenían más semejanzas que diferencias, lo cual enfatiza la ausencia de un perfil característico vinculado con el abuso sexual. Los esfuerzos dirigidos a desarrollar escalas de abuso sexual para el MMPI-2 (p. ej., Griffith, Myers & Tankersley, 1996; Korbanka, 1997) también han sido bastante infructuosos. Asimismo, en los resultados de una gran cantidad de análisis, han identificado, además, que la mujeres que muestran evidencias de problemas de abuso sexual en la infancia, son un grupo heterogéneo.

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• Las elevaciones en las escalas 2 e ISO-A del MMPI-A se han asociado con problemas alimentarios. • Las elevaciones en las escalas 1, 2, 3, 7 y 0, así como la presencia del tipo de código 2-3, suelen hallarse en los adolescentes con trastornos alimentarios. • Las adolescentes con bulimia nerviosa muestran mayores tendencias de externalización que comprenden elevaciones en las escalas 4, 6, 8 y 9 que las adolescentes con anorexia nerviosa.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A En los estudios con el MMPI acerca de adolescentes que han sufrido abuso sexual, por lo general se han encontrado evidencias de depresión y ansiedad (p. ej., Hillary & Schare, 1993), aunque también es común que haya elevaciones en las escalas 8 y 9. Scott y Stone (1986) compararon los perfiles del MMPI de adolescentes y adultos que recibían psicoterapia con los que habían sufrido agresión por parte de sus padres y padrastros. En sus resultados encontraron que la muestra de adolescentes obtuvo puntuaciones mucho más elevadas que la muestra de adultos en la escala 9, en tanto que los adultos obtuvieron puntuaciones más altas que los adolescentes en la escala 2. Ambos grupos tuvieron puntuaciones elevadas en la escala 8. Los resultados de los adolescentes fueron interpretados como características que muestran la excitabilidad, exacerbación del estado anímico y la depresión transitoria que son típicos de la fase de la adolescencia, además de reflejar perturbación y retraimiento social relacionado con el abuso sexual. Los correlatos clínicos de varias de las escalas de contenido del MMPI-A comprenden antecedentes de abuso. Williams et al. (1992) informaron que las escalas DEP-A, ENJ-A, BAE-A y ESC-A se asociaban con abuso sexual en los chicos, mientras que FAM-A se correlacionó con abuso sexual en chicas y abuso físico en chicos. En cuanto a los adolescentes que han sufrido abuso sexual, es probable que los chicos obtengan puntuaciones altas en las escalas básicas 7 y 8, y las chicas en las escalas 4 y 8 (Butcher & Williams, 2000). En una investigación reciente con el MMPI-A realizada por Forbey y Ben-Porath (2000), se predijo que 14 escalas del MMPI-A que se correlacionaron con antecedentes de abuso sexual o con características comunes de los adolescentes que han sufrido este tipo de abuso, mostrarían elevaciones mucho más altas en el caso de adolescentes que habían sufrido abuso sexual, que en los que no lo habían padecido. Los investigadores consideraron una muestra de 107 adolescentes de 13 a 18 años de edad que estaban seleccionados para recibir tratamiento. Los resultados indicaron diferencias significativas en 9 de las 14 escalas predichas (F, 2, 4, 8, 0, DEP-A, BAE-A, ISO-A y FAM-A) y en dos escalas que no se esperaban (las escalas 6 y ENA-A). Los autores llegaron a la conclusión de que los adolescentes que han sufrido abuso sexual muestran depresión, sentimientos de desesperanza e inutilidad, desconfianza, poca iniciativa y bajo interés para involucrarse con los demás. Estos adolescentes también son propensos a tener pensamientos auto destructivos que involucran conductas de un pobre control de sí mismos. En resumen, los perfiles del MMPI-A de adolescentes que han sufrido abuso sexual, pueden comprender elevaciones de las variadas escalas que lo integran. No existe, sin embargo, un patron único que identifica el perfil del abuso sexual, y cualquier intento de diagnosticar el abuso

Referencia rápida 6-5 Cómo evaluar con el MMPI-A a adolescentes que han sufrido abuso sexual • Los perfiles de los adolescentes que han sufrido abuso sexual presentan características de depresión y ansiedad. • Las elevaciones en las escalas de contenido DEP-A, ENJ-A, BAE-A, ESC-A y FAM-A se han relacionado con antecedentes de abuso. • Es probable que los perfiles de los adolescentes que han sufrido abuso sexual contengan múltiples elevaciones en las escalas, en contraste con el tipo de código específico que se halla en esta población.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Referencia rápida 6-6 Ejemplos de referencias sobre las aplicaciones clínicas del MMPI-A • • • • •

Juvenile Delinquents, Pena, Magargee & Brody (1996) Adolescent, Sexual Offenders, Losada-Paisey (1998) Adolescent Substance Abusers, Gallucci (1997a, 1997b) Eating-Disordered Adolescents, Cumella, Wall & Kerr-Almeida (1999) Sexually Abused Adolescents, Forbey y Ben-Porath (2000)

sexual basado únicamente en MMPI-A es probable que sea inadecuado. El clínico debe obtener antecedentes detallados de diversas fuentes para reunir información acerca del abuso para crear un contexto significativo que le permita entender las características de perfil del MMPI-A de determinado cliente adolescente (véase el cuadro de Referencia rápida 6-6.)

procedimientos RELACIONADoS CON EL TRATAMIENTO

El MMPI-A suele aplicarse en forma más común como parte de un procedimiento de evaluación inicial, que es realizado con el fin de obtener información pertinente para la planeación del tratamiento. Hay varios puntos a considerar en la formulación de un adecuado plan de tratamiento para un adolescente. Estos incluyen el conocimiento potencial de características no obervadas o no declaradas como la ira reprimida o un acentuado pesimismo, y el conocimiento de la dinámica subyacente de la personalidad tales como la resistencia psicológica y la sensibilidad interpersonal. No obstante, estas características, que son muy importantes para diseñar la intervención apropiada, a menudo no son reveladas por el adolescente en la entrevista inicial y es posible que nunca las exponga de forma verbal. Sin embargo, en una evaluación con el MMPI-A, en ocasiones los adolescentes son capaces de expresar sentimientos y experiencias que no pueden o no están dispuestos a manifestar en una entrevista directa. En consecuencia, el uso del MMPI-A ayuda al clínico a conocer los aspectos importantes del funcionamiento del adolescente.

Barreras iniciales al tratamiento Uno de los aspectos centrales que deben examinarse al diseñar un plan de tratamiento es la disposición del adolescente a recibir psicoterapia. En el MMPI original se descubrió que varias escalas son indicadores útiles de diagnóstico. Por ejemplo, Archer, White y Orvin (1979) descubrieron que las puntuaciones elevadas en las escalas de validez L y K, que se orientan hacia una postura defensiva en la evaluación inicial, también se asociaron con un periodo de tratamiento mucho más prolongado entre los adolescentes que estaban en hospitales psiquiátricos. En el MMPI-A, estas escalas siguen identificando a los adolescentes que se muestran renuentes a revelar fallas o perturbaciones personales evidentes en su funcionamiento psicológico y que, por tanto, evitan la participación activa en un proceso terapèutico. En la elevación de la escala

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Planeación del tratamiento

Aplicaciones clínicas del MMPI-A suplementaria R de Welsh, se ha encontrado una marcada correlación con las escalas de validez L y K, que identifican además a los adolescentes que probablemente participan de forma mínima en el tratamiento como resultado de la simulación, de una auto percepción rígida, así como de un dominio propio y control aparente. Además, la escala de contenido RTR-A puede detectar a los adolescentes que tienen una baja motivación para el tratamiento, aunque existe un gran escepticismo en los profesionales de la salud mental sobre la utilidad de esta escala o una apatía particular por la desconfianza de la propia capacidad del adolescente para recibir ayuda. La identificación de estos problemas en el inicio del tratamiento permite al clínico dirigir más su análisis para generar confianza en el desarrollo de un plan de tratamiento que no dependa de excesivas reglas de generalización en la fase inicial de psicoterapia.

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Indicadores de la necesidad de establecimiento de límites Un problema común que presentan los adolescentes en la disposición a un tratamiento radica en la desorganización de su conducta. Diversas escalas del MMPI-A, como las escalas 4, ENJ-A, PCO-A, CIN-A, ESC-A, MAC-A, RPAD, TPAD e INM-A, puede ayudar a identificar el potencial que tienen los adolescentes para presentar una variedad de conductas de acting out. Además, las subescalas de Harris-Lingoes podrían ayudar a identificar las principales áreas en las que presenta problemas de conducta. Por ejemplo, las elevaciones en la subescala de Harris-Lingoes Dp1 explican la influencia de los conflictos centrados en la familia, en contraste con las elevaciones en Dp2, que indican una frecuente rebelión en contra de las reglas y las expectativas de la sociedad. Los tipos de código 4-6, 4-9 y 2-4 también amplian y enriquecen la comprensión del clínico sobre el negativismo y desafío del adolescente. Las dimensiones de Inmadurez y Desinhibición/exacerbación potencial del Resumen Estructural del MMPI-A ofrecen una perspectiva mucho más amplia acerca de los aspectos de externalización de la perturbación conductual del adolescente y se enfocan en la magnitud de sus conflictos en los ambientes del hogar y la escuela. Tomar consciencia de estas dificultades podría ayudar al clínico a determinar si es necesario un método de establecimiento de límites firme dentro de un marco de apoyo, con el fin de que el tratamiento resulte efectivo; además, puede indicar la necesidad de hacer partícipe al sistema de justicia juvenil (como oficiales probatorios) como un apoyo conjunto al proceso de tratamiento. Las elevaciones en las escalas MAC-A, RPAD o TPAD indicarían, además, que los problemas de abuso de sustancias plantean un objetivo inicial importante para la intervención. Asimismo, la identificación oportuna de los problemas de abuso de sustancias es crucial para solicitar la ayuda de los padres o tutores legales del adolescente, a fin de vigilar las actividades del adolescente cuando el tratamiento se realiza en un ambiente ambulatorio y alertar al personal para que lleve a cabo revisiones apropiadas de la conducta en busca de sustancias ilícitas en los ambientes para pacientes internos.

Indicadores del grado de angustia emocional aguda Muchos adolescentes se angustian en forma significativa cuando se presentan o se les canaliza a tratamiento. Así que a menudo estos adolescentes obtendrán elevaciones en las escalas clínicas básicas 2 y 7, así como en la escala suplementaria A de Welsh, que reflejan los componentes que promueven la depresión y la ansiedad y que se conocen como una alteración afectiva. Además, las subescalas D1 (Depresión subjetiva) o D5 (Preocupación) de Harris-Lingoes ayudan a esclarecer las formas que adopte la depresión o la angustia, lo mismo que las escalas de contenido DEP-A, ANS-A, OBS-A y BAE-A. Un patrón de elevaciones escalares en el factor de desajuste

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A general del Resumen Estructural del MMPI-A revela la probabilidad de que la angustia del adolescente altera muchas áreas de su funcionamiento. Estos patrones de perfil del MMPI-A indican que el enfoque de tratamiento debe concentrarse en los siguientes aspectos: ofrecer alivio a los síntomas como la principal prioridad, mejorar el nivel de funcionamiento cotidiano del adolescente, vigilarlo de manera activa según sea necesario en caso de riesgo de suicidio y considerar la posibilidad de una hospitalización y otros servicios para momentos de crisis. Aunque el MMPI-A no contiene demasiados reactivos relacionados con pensamientos suicidas, el clínico podría examinar las respuestas a reactivos como “Algunas veces pienso en matarme” (177) a manera de punto de partida para una evaluación profunda del riesgo de suicidio. En una investigación reciente realizada por Archer y Slesinger (1999) también se ha encontrado mayor incidencia en la frecuencia de los reactivos relacionados con el suicidio 177, 283 (“La mayor parte del tiempo desearía estar muerto(a)”) y 399 (“Me parece tener un porvenir sin esperanzas”) entre los adolescentes que generan puntuaciones altas en escalas como la 2 y 8 o que generan tipos de código 4-8 o 8-9.

Los adolescentes que experimentan incomodidad interpersonal y se aislan de los demás frecuentemente tienden a elevar las escalas 0, ISO-A o ENA-A y el factor de incomodidad social del Resumen Estructural en el MMPI-A. Un punto de partida de la intervención con estos adolescentes podría consistir en orientar al adolescente a restablecer formas de relación mediante una terapia individual para lograr un desarrollo adecuado de su habilidad para relacionarse con los demás y una buena adaptación social, no obstante puede considerarse una terapia de grupo como una opción posterior. Por lo contrario, cuando los adolescentes tienden a disminuir la puntuación de la escala 0 (Is) podría esperarse que se sientan cómodos con las intervenciones de psicoterapia de grupo, además de que pueden ser menos propensos a abandonar el tratamiento antes de tiempo, debido a que su necesidad de contacto social se ajusta a esta modalidad de tratamiento. Una puntuación elevada en la escala 3 describe a los adolescentes que experimentan una elevada necesidad de atención y aceptación social, por lo que el clínico deberá tomar en cuenta estos aspectos, especialmente cuando estas características de dependencia se acentúan por la elevación de la escala 3 en combinación con la escala 1. Es probable que los adolescentes con estas características respondan bien en un ambiente de terapia individual, por la atención que se les brinda en el proceso de tratamiento, siempre y cuando el terapeuta no lleve al adolescente solamente a la auto-reflexión sobre la autenticida de sus quejas físicas. Con todo el terapeuta necesita estar alerta ante cualquier forma de dependencia que desarrolle el adolescente, incluso, debe tratar de desarrollar un plan de tratamiento considerando esto como objetivo, para que permita al adolescente obtener éxitos frecuentes y al mismo tiempo hacer incapié en la dependencia durante el progreso del tratamiento. El clínico también debe considerar si existe en el adolescente una forma particular de manipulación en el proceso terapéutico, y que puede ser observado cuando son muy elevadas las escalas 4 y 9 y la escala 0 es considerablemente baja, esto ayudaría al terapeuta a evitar convertirse inconscientemente en un cómplice de las manipulaciones del adolescente. Esta es una consideración importante en un ambiente hospitalario y forense, donde a menudo el clínico es consultado respecto a dar una opinión para otorgar una concesión de privilegios por buen comportamiento que pueden incluir la asignación de las actividades sin supervisión de un adulto, fuera del centro de atención.

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Adaptación interpersonal

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Preocupaciones específicas El MMPI-A también ayuda a identificar y determinar los objetivos de áreas problemáticas específicas como las que se presentan a lo interno de la familia (p. ej., la escala FAM-A, la subescala Dp1 y el factor de discordia familiar). En concreto, si los resultados de la prueba indican fuertes sentimientos de discordia de los miembros de la familia (como en el caso de puntuaciones significativamente elevadas en la dimensión de Alienación familiar del perfil del Resumen Estructural), esto indicaría la necesidad de considerar intervenciones de terapia familiar además, o en lugar de psicoterapia individual. La correlación de las escalas MMPI-A y los factores relacionados con los problemas familiares también ponen de relieve la posibilidad de que acciones tales como la fuga del hogar pueden poner al adolescente en situación de riesgo físico importante. Las evidentes dificultades en la escuela se indican con elevaciones en las escalas de contenido ESC-A y ASL-A, que pueden ser aún más perceptibles por problemas de baja autoestima, sentimientos de inseguridad y baja percepción de sí mismo, así como distanciamiento de sus compañeros (ENA-A). Estos indicadores permiten considerar intervenciones diseñadas para la escuela, a fin de apoyar y extender los tratamientos terapéuticos al ambiente de aprendizaje del adolescente. Las preocupaciones relacionadas con la salud y la presencia de síntomas físicos, que van de fatiga a reacciones de estrés somáticas, las revelan en forma más directa las escalas SAU-A, 1 y 3, las cuales tienen una fuerte correlación, y el factor de preocupación por la salud del Resumen Estructural. Sin embargo, hay otras escalas y subescalas en las cuales se abordan tendencias de internalización (p. ej., ANS-A, DEP-A), que también contribuyen a la identificación de síntomas relacionados con la salud, como las sensaciones de reducción de energía y poca resistencia. Los problemas consistentes y fuertes en el ámbito de la salud deben recordarle al clínico que debe investigar si recientemente se ha realizado un examen físico y si es necesario incorporar métodos de manejo del estrés en el plan de tratamiento de psicoterapia. Las evidencias de un trastorno de pensamiento las revelan mejor las elevaciones en las escalas 8, 6 y 9 y sus subescalas Es6 (alucinaciones) y Pa1 (ideas persecutorias). La sintomatología del trastorno de pensamiento también se refleja en los tipos de código 6-8 y 8-9, así como en la escala de contenido DEL-A, y que se identifica en la dimensión de psicoticismo del Resumen Estructural del MMPI-A. Estos hallazgos son útiles de manera particular en los casos que un proceso psicótico incipiente no es fácil de discernir por medio de observaciones conductuales. Las evidencias de un trastorno de pensamiento, durante la fase de evaluación previa al tratamiento, permiten que el terapeuta optimice el método de tratamiento al hacer que intervenciones psiquiátricas o farmacológicas coincidan con las terapias psicológicas.

Cómo vigilar el progreso del tratamiento y evaluar su resultado Además de su aplicación inicial para fines de planeación del tratamiento, el MMPI-A puede utilizarse en diferentes momentos durante el curso del tratamiento para examinar los cambios en el funcionamiento del adolescente y, al terminar el tratamiento, para valorar hasta qué grado se cumplieron las metas del mismo. El examen de estos cambios es posible con el MMPI-A porque la prueba posee una estabilidad temporal razonablemente buena, como se revela en las evaluaciones psicométricas de su confiabilidad test-retest durante periodos cortos. En otras palabras, en virtud de que los cambios no sistemáticos en las puntuaciones se reducen al mínimo en función de la

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IMPORTANTE

estructura psicométrica de la prueba, los cambios vistos en el perfil del MMPI-A en el momento del retest pueden utilizarse para inferir cambios reales en el funcionamiento del adolescente. La evaluación del cambio se facilita aún más por el hecho de que varias de las escalas del MMPI-A son sensibles para detectar situaciones de angustia y perturbación, de tal modo que cabría esperar que mostraran una reducción en las elevaciones de las puntuaciones T cuando el tratamiento progresa en forma exitosa. Por ejemplo, cuanto más alta es la elevación en las escalas de angustia afectiva (como las escalas 2, DEP-A y ANS-A) en el momento de la evaluación inicial, mayor es la probabilidad de que existan problemas afectivos agudos que deben mostrar una reducción durante el curso del tratamiento, suponiendo que el adolescente responda de manera razonable a las intervenciones. Por otra parte, escalas como la 5 y la 0, que miden las características de los rasgos, por lo general muestran menos cambios en el retest.

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Lineamientos de tratamiento basados en los patrones del perfil del MMPI-A • Los indicadores del MMPI-A de actitud defensiva o baja motivación para el tratamiento (escalas L, K, R, RTR-A) se refieren a la necesidad de construir una relación y hacer exigencias mínimas de revelación de información en las etapas iniciales del tratamiento. • Las evidencias de una perturbación conductual significativa (escalas 4, ENJ-A, PCO-A, CIN-A, ESC-A, INM-A, tipo de código 4-9, factor de desinhibición/ excitación potenciales) destacan la importancia de realizar intervenciones para el establecimiento de límites. • La evaluación del riesgo de suicidio, la intervención en momentos de crisis y la hospitalización deben considerarse cuando sea evidente una angustia grave y aguda (escalas 2, 7, A, DEP-A, ANS-A, OBS-A, BAE-A, factor de desajuste general). La estabilización y el alivio de los síntomas deben ser las prioridades del tratamiento. • La elección del formato de psicoterapia debe orientarse en función de si existe incomodidad interpersonal (escalas 0, ISO-A, se sugiere psicoterapia individual) o una necesidad de contacto social (escala 0 baja, se sugiere psicoterapia de grupo). Al diseñar el plan de tratamiento, el terapeuta también debe prestar atención a los problemas de dependencia (escalas 1, 3) o a la tendencia a manipular (escalas 4, 9). • El plan de tratamiento debe abordar los siguientes ámbitos específicos cuando las escalas relevantes se eleven en el perfil: Familia FAM-A, Dp 1, factor de alienación familiar Escuela ESC-A, ASL-A, BAE-A, ENA-A Salud 1, 3, SAU-A, ANS-A, DEP-A, factor de preocupación por la salud Trastorno 8, 6, ES 6, DEL-A, tipos de código 6-8 y 8-9, factor de conducta de psicoticismo Abuso de sustancias MAC-A, RPAD, TPAD

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A La interpretación de la estabilidad o el cambio en el tipo de código del adolescente en un perfil de retest debería incluir la consideración del error estándar de medida (EEM) de las escalas del MMPI-A. Como se mencionó en los capítulos 1 y 5, el EEM promedio de 4 a 6 puntos en el caso de las escalas básicas del MMPI-A, indica que los cambios de 5 puntos de puntuación T o menos es posible que se relacionen con un error de medición y, por lo tanto, no debería interpretarse como consecuencia de un cambio significativo. El rango EEM también es pertinente para el análisis del tipo de código, pues los cambios pequeños en la elevación de la puntuación T relacionados con el error de medida llegan a alterar el tipo de código en la evaluación subsiguiente, sobre todo cuando el tipo de código original no se definió de forma adecuada. Para ilustrar este aspecto, un perfil inicial con la escala 4 en una elevación de puntuación T de 69, la escala 8 en T = 67 y la escala 6 en T = 65 se habrían clasificado como un tipo de código 4-8. El perfil de retest del MMPI-A puede parecer de la siguiente manera: escala 4 = 64, escala 8 = 65 y escala 6 = 66, lo cual lo reclasifica como un tipo de código 6-8. Sin embargo, los pequeños cambios en las elevaciones de la escala en este ejemplo no por fuerza reflejan cambios sustantivos en el funcionamiento, por lo que el clínico no debe malinterpretar este resultado como indicativo de una continua mejoría en el ajuste social (4-8) a la psicopatología (6-8). Otra consideración importante para interpretar con precisión los hallazgos del retest tiene que ver con la observación de que los cambios positivos no sólo suponen reducciones en la elevación de la puntuación T. Más bien, es posible que el progreso en el tratamiento también se refleje en aumentos en ciertas escalas. Por ejemplo, una escala K marcadamente baja en la evaluación inicial indica una capacidad de afrontamiento deteriorada y resistencia baja al estrés; mientras que una escala 9 baja indica apatía y energía insuficiente para enfrentar las tareas cotidianas. Los incrementos en el nivel de las puntuaciones T de estas escalas, durante o al término del tratamiento, indicarían que el adolescente ha desarrollado recursos de afrontamiento saludables y la energía psicomotora suficiente para mejorar el funcionamiento diario. Sin embargo, esta interpretación debe atenuarse, pues se sabe que la escala K, cuyas cargas en el segundo factor (represión) se encuentran por lo general en los estudios de análisis factorial del MMPI, se correlaciona de manera fuerte y negativa con varias escalas del MMPI-A que miden la angustia en el primer factor (desajuste general). En consecuencia, cabría esperar que a los aumentos en K y otras escalas del segundo factor en un perfil de retest, los acompañaran reducciones en las escalas del primer factor. Los lineamientos y ejemplos ofrecidos en los párrafos anteriores deben recordarle al lector que es necesario contar con un conocimiento sólido respecto de las características que miden las escalas, los correlatos de las escalas y las propiedades psicométricas del MMPI-A, a fin de que el clínico interprete con exactitud los cambios observados en los perfiles de este inventario. A pesar de la complejidad inherente en este campo, volver a evaluar con el MMPI-A durante el curso del tratamiento es un medio esencial de probar si las metas se han cumplido, y comprobar si van de acuerdo y se indican en el plan de tratamiento, así como para estimar el momento en que en el tratamiento se ha obtenido un máximo beneficio, además de analizar si la terminación del tratamiento puede ser apropiado.

Combinación con otras fuentes de datos En el curso característico de una evaluación clínica, los resultados del MMPI-A se interpretan en el contexto de información histórica y de antecedentes sobre el cliente, considerando las

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condiciones y procedencia de determinados comportamientos o problemas, así como el entorno, en que la evaluación tiene lugar. De hecho, la evaluación con el MMPI-A siempre debe acompañarse de una entrevista clínica como recurso para validar de manera transversal los resultados de la prueba, y obtener información que permita una interpretación más precisa del MMPI-A. Además, hay muchas preguntas y escenarios referentes a la evaluación, que indican que el análisis con el MMPI-A debe darse como parte de una batería de pruebas mucho más grande. Por ejemplo, es posible que el examinador necesite abordar preguntas amplias con respecto a las capacidades de tolerancia al estrés, la regulación afectiva del adolescente y la precisión de sus procesos de valoración de la realidad. En el contexto de esta pregunta de referencia, la prueba Rorschach por lo general complementa la evaluación con el MMPI-A. De igual modo, pueden abordarse preguntas de evaluación relacionadas con las percepciones y relaciones interpersonales del adolescente, si se incluye la Prueba de Apercepción Temática (Thematic Apperception Test, TAT) como parte de la batería de pruebas. Otro método de evaluación útil con baterías tal vez consista en combinar el autoinforme obtenido del adolescente en el MMPI-A con datos proporcionados por los padres o los maestros, mediante la Lista de Verificación de la Conducta Infantil (Child Behavior Checklist, CBCL; Achenbach & Eldebrock, 1983). Estas aproximaciones tienen la ventaja de que utilizan múltiples métodos de evaluación, lo cual ofrece oportunidades para evaluar las dinámicas y procesos de la personalidad desde diferentes puntos de vista. Las estimacion es de las interrelaciones entre el MMPI y Rorschach obtenidas empíricamente en muestras de adolescentes. (véase Archer & Krishnamurthy, 1993; Krishnamurthy, Archer & House, 1996), han demostrado que la relación entre escalas e índices conceptualmente similares en las dos pruebas (p. ej., la escala 2 del MMPI-A y el Índice de Depresión de la Rorschach, DEPI) en realidad es mínima. Estos hallazgos indican dos posibilidades: que los constructos medidos por las dos pruebas son en esencia disímiles o que se evalúan facetas muy diferentes de constructos similares mediante los índices de las dos pruebas. Cualquiera de estas posibilidades indica que el clínico no obtendría información redundante del uso de ambas pruebas en una batería de evaluación. De manera similar, en los estudios de investigación publicados sobre inventarios de informes de padres versus niños se han descubierto asociaciones deficientes entre los dos conjuntos de informes. Por ejemplo, los resultados de la CBCL informados por los padres suelen ser divergentes de los hallazgos del Autoinforme Juvenil (Youth Self-Report, YSR), encontrando una discrepancia similar entre los perfiles reportados por los maestros en el YSR y la CBCL. Para el asesor clínico, estos hallazgos indican que quizá sea crucial contar con diveras fuentes de información para obtener una imagen mucho más amplia del funcionamiento del adolescente. La evaluación con el MMPI-A también puede integrarse con datos de pruebas intelectuales, de aprovechamiento y neuropsicológicas, las cuales ofrecen información única, o que no se traslapa, con respecto al funcionamiento del adolescente. Esto es importante en particular cuando se sospecha que el adolescente tiene algún problema neurológico como el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), una discapacidad de aprendizaje específica o antecedentes de lesión cerebral. Las puntuaciones en las pruebas de inteligencia llegan a explicar, por ejemplo, respuestas inconsistentes o aleatorias a los reactivos del MMPI-A en un perfil inválido o marginalmente válido, u ofrecen una explicación mucho más completa de comportamientos que reflejan un juicio deficiente o impulsividad. Las puntuaciones en comprensión de lectura de las pruebas de aprovechamiento también sirven como contexto útil para entender los resultados del MMPI-A concernientes a problemas relacionados con la escuela o aspiraciones bajas; además de determinar si la aceptación del adolescente a los reactivos de la prueba, se basa en

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una comprensión adecuada de los mismos. Mientras tanto, las pruebas neuropsicológicas pueden revelar deficiencias perceptuales y cognitivas que ayuden al terapeuta a entender los indicadores de confusión, baja autoestima y angustia emocional en el MMPI-A. Otro beneficio adicional de la evaluación con el MMPI-A consiste en realizar una evaluación complementaria de los padres del adolescente con ayuda del MMPI-2, el cual ofrecen una imagen útil del contexto familiar que permite entender en forma más completa las dificultades del adolescente. El perfil del MMPI-2 revela, por ejemplo, un elevado nivel de angustia o psicopatología de los padres, a partir del cual el clínico puede hacer inferencias importantes sobre la capacidad de los padres para participar en, o beneficiarse de intervenciones como la terapia familiar. Un aspecto final es que la evaluación con el MMPI-A en la planeación del tratamiento es en realidad un método que permite ahorrar tiempo y recabar el tipo de información necesaria para desarrollar un plan de tratamiento efectivo, sobre todo cuando se considera la cantidad de tiempo que se requiere para obtener un rango de datos comparable a partir de información proveniente exclusivamente de entrevistas clínicas. Los resultados del MMPI-A también proporcionan una mayor objetividad y precisión cuando se interpretan utilizando información contextual, cuando se tiene una comprensión psicométrica sólida de la prueba y conocimientos sobre el desarrollo y la psicopatología del adolescente. Estas características se traducen en rentabilidad “un principio rector importante en la práctica clínica contemporánea”, lo mismo que en una mayor efectividad clínica.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

1. El tipo de código 4-9 por lo general se encuentra en los perfiles del MMPI-A de los delincuentes juveniles, pero no en los de adolescentes que abusan de las sustancias. ¿Verdadero o falso? 2. Las adolescentes bulímicas tienen más probabilidades que las anoréxicas de mostrar elevaciones en las escalas del MMPI-A que reflejan tendencias rebeldes. ¿Verdadero o falso? 3. Las puntuaciones elevadas en las escalas K, R y RTR-A en una evaluación con el MMPI-A previa al tratamiento señalan: a) una mayor conveniencia de psicoterapia de grupo b) una mayor conveniencia de psicoterapia individual c) renuencia a participar en la psicoterapia d) apertura a todas las formas de psicoterapia x 4. Cambios de 5 o menos puntos de puntuación T en el retest de los perfiles del MMPI-A: a) reflejan una cantidad realista de cambios relacionados con el tratamiento b) pueden deberse exclusivamente a un error de medición c) indican una falla en el tratamiento d) ninguna de las opciones anteriores 5. Combinar el MMPI-A con otras pruebas en una batería: a) puede ser útil para abordar preguntas de referencia amplias b) genera sólo información redundante c) está contraindicado en el ambiente actual de la práctica de la atención regulada d) debe darse sólo si las otras pruebas son listas de verificación informadas por los padres Respuestas: 1. falso; 2. verdadero; 3. c; 4. b; 5. a.

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AUTOEVALUACIÓN

SIEtE

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Reporte de casos ilustrativos

En este capítulo se presentan ejemplos de cuatro casos de adolescentes evaluados con el MMPI-A, que fueron remitidos para la aplicación de pruebas psicológicas porque presentaban diversos problemas. El primer caso es de una chica de 14 años de edad, evaluada en un centro psiquiátrico y es un ejemplo de cómo su perfil del MMPI-A no es interpretable debido a que al contestar el inventario mostro una actitud muy defensiva. El segundo caso se refiere a un joven de 16 años de edad que es enviado a consulta externa en una clínica psiquiátrica por presentar un repentino descenso en su rendimiento escolar. Su perfil se utiliza como ejemplo para describir la forma de interpretar las escalas básicas cuando se eleva una sola escala y se considera además la información de las subescalas, de las escalas de contenido y suplementarias, además del Resumen estructural del MMPI-A para obtener una impresión diagnóstica de la problemática del adolescente. El tercer caso presenta los perfiles de una chica de 17 años de edad, quien fue canalizada para evaluación y psicoterapia después de presentar graves conflictos con sus padres y un fuerte incremento en el consumo de alcohol y drogas. En este caso se describe el tipo de interpretación de dos puntos de código, y se incluye un ejemplo del reporte de una interpretación computarizada, generada por el Sistema Computarizado para la interpretación del MMPI-A Versión 2, desarrollado por Robert Archer y publicado por PAR. El reporte del cuarto caso, es el de una niña de 16 años de edad con antecedentes de abuso sexual, que permite ilustrar un método para interpretar el perfil de las escalas básicas cuando se presentan múltiples elevaciones en las escalas del perfil. Todos los reportes de caso (excepto el primer ejemplo) muestran cómo se integran los resultados del MMPI-A con la información de los antecedentes, observaciones conductuales e información derivada de la exploración, para generar descripciones del funcionamiento psicológico del adolescente y tener una impresión diagnóstica. Además, los casos presentan muchos detalles sobre la fuente específica de los comentarios interpretativos que son comunes en la mayoría de los reportes de evaluación profesionales, ya que nuestro enfoque se concentra en ilustrar con claridad las prácticas y los principios de interpretación. Al lector también se le proporcionan los lineamientos concernientes al formato y los componentes esenciales de un reporte de prueba psicológica en las presentaciones de “Referencia rápida”, e “Importante”.

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IMPORTANTE Secciones del reporte de una prueba

Referencia rápida 7-1 Temas de organización útiles para la interpretación del MMPI-A • • • • • • • • • •

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Nivel de ajuste general Síntomas predominantes Mecanismos de defensa Características afectivas y estabilidad Procesos de pensamiento Funcionamiento conductual Relaciones interpersonales Impresión diagnóstica Pronóstico Modalidades de intervención posibles (p. ej., terapia individual, de grupo, familiar; tratamiento como paciente interno o ambulatorio, medicación)

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• Información de identificación: nombre, edad, fecha de nacimiento, sexo, origen étnico, escolaridad, fecha(s) de la evaluación, fecha del reporte • Razón de la canalización: fuente de canalización, preguntas que deben abordarse en la evaluación • Historia/antecedentes: constelación familiar, historia de desarrollo, antecedentes médicos/psiquiátricos, antecedentes de abuso de sustancias, historia educativa, tratamientos previos, experiencias estresantes recientes • Métodos de evaluación: entrevista, examen de estado mental y pruebas utilizadas • Observaciones conductuales: apariencia y arreglo físicos, cualquier característica notable adicional, estado de alerta, orientación, memoria, activi-dad psicomotora, procesos de pensamiento, lenguaje, afecto/estado de ánimo, ideas suicidas/homicidas, atención/concentración, cooperación, interés/participación en la evaluación, orientación a la tarea, capacidad para seguir instrucciones • Resultados de la prueba e interpretación: validez de perfil, patrones de perfil y elevaciones de las escalas, resumen estructural • Resumen e impresión diagnóstica: principales hallazgos, inferencia y conclusiones, pronóstico, diagnóstico de cinco ejes cuando se solicite • Recomendaciones: sugerencias específicas de tratamiento, canalización y ubicación

Reporte de casos ilustrativos

IMPORTANTE Errores comunes que deben evitarse en la redacción del reporte • • • • • • • • •

Excluir información contextual pertinente Utilizar los nombres de escalas como información obvia en lugar de descriptiva Utilizar un lenguaje demasiado restringido Hacer juicios de valor Proporcionar afirmaciones contradictorias Hacer que el reporte se centre en la prueba en lugar de en la persona Cometer errores gramaticales y tipográficos No adecuar el reporte al estilo y lenguaje para la lectura del interesado No responder a la pregunta que originó la canalización

Reporte DE CASO 1 Nombre: Edad: Sexo: Origen étnico: Escolaridad:

Jenna B. 14 años Femenino Birracial: caucásica/hispana Octavo grado

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Razón de la canalización Jenna fue admitida en la unidad para adolescentes de un centro psiquiátrico tras varios incidentes de comportamientos incontrolables y agresivos en casa. Los padres de Jenna se sentían incapaces de controlar las acciones de su hija, las cuales consideraban que eran cada vez más impredecibles y violentas. Entre los episodios recientes se halla un intento de atacar a su madre con unas tijeras y gritos en los que manifestaba que deseaba su muerte. La valoración psicológica se realizó como parte de la evaluación de diagnóstico inicial y el objetivo era utilizarla para que el equipo de tratamiento determinara la duración de su estancia en el hospital.

IMPORTANTE Consideraciones éticas • Obtenga el consentimiento del adolescente y de su tutor legal antes de dar a conocer el reporte de la prueba a otro individuo • No dé a conocer el origen de los datos a quienes no sean psicólogos • Proporcione retroalimentación sobre la prueba al adolescente en una forma que le resulte comprensiva y significativa

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Jenna era la primogénita de una pareja que había estado casada durante 15 años. Su padre era un vendedor de software empleado en un negocio local de computadoras y su madre era una trabajadora social empleada en su residencia. El hermano menor de Jenna, de 10 años, no había manifestado dificultades conductuales o emocionales. Los padres reportaron que Jenna había sido una niña bastante quisquillosa en términos de que resultaba difícil tranquilizarla, pero que había cumplido con todos los rasgos importantes del desarrollo y no había sufrido enfermedades o complicaciones médicas inusuales. Se informó que se había “calmado” en la niñez temprana e intermedia, tuvo un historial académico no destacable y no tenía dificultades para hacer amigos. Los problemas, según se informa, se hicieron evidentes alrededor de los 12 años, cuando Jenna empezó a rebelarse en contra de la autoridad de los padres, quienes afirman que empezó a exigir niveles de libertad poco razonables. Su madre era quien aplicaba la disciplina en la familia, en tanto que al progenitor ésta lo describía como un padre permisivo al que Jenna solía manipular para que se sometiera a sus exigencias. Durante el último año, la suspendieron dos veces de la escuela por hacer trampa en una prueba y dañar la propiedad escolar. Mantenía un promedio de C en sus clases y no tenía problemas significativos de aprendizaje, pero presentaba un incremento cada vez mayor de ausentismo escolar. Era una integrante popular de un grupo de compañeros de octavo grado, a quienes los funcionarios de la escuela identificaban como alborotadores y sospechaban que consumían drogas. Los padres habían llevado a Jenna con un terapeuta para tratamiento en consulta externa aproximadamente seis meses antes, cuando aumentaron los incidentes de arrebatos de ira y su negación a obedecer las reglas, y porque fueron infructuosos los esfuerzos que habían hecho por imponer consecuencias a sus acciones. También empezó a participar en sesiones de terapia familiar. Sin embargo, con frecuencia Jenna se negaba a ir a sus sesiones y faltó a cuatro citas consecutivas. La admisión en el hospital se volvió el último recurso cuando todas las otras intervenciones que se habían intentado no lograron influir de manera significativa en la imposición de límites efectivos a los comportamientos agresivos y antisociales de Jenna.

Métodos de evaluación Entrevista clínica y examen de estado mental Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A)

Observaciones conductuales y examen del estado mental Jenna estuvo molesta y agitada durante la entrevista, la cual se realizó un día después de su admisión en el hospital. Al principio se negó a responder a las preguntas, después siguió un periodo en el que echó pestes contra sus padres y amenazó con escapar de la unidad hospitalaria a la primera oportunidad. Accedió a someterse al MMPI-A sólo cuando le informaron que su cooperación le ayudaría a obtener privilegios para utilizar las máquinas expendedoras de bocadillos. Jenna estaba vestida con unos vaqueros negros y una camiseta negra, y su largo

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Antecedentes

Reporte de casos ilustrativos cabello oscuro le cubría parcialmente el rostro. Hablaba en forma intensa, rápida y sonora, y movía de manera nerviosa las piernas durante toda la entrevista. El examen de estado mental no demostró que hubiera problemas en la orientación, la atención, la memoria o los procesos de pensamiento. Negó que tuviera ideas suicidas o que hubiese intentado suicidarse; sin embargo, no respondió cuando se le preguntó si había intentado lastimar a los demás. Durante la sesión de prueba mordía el lápiz y escupía los pedazos que había arrancado, pero permanecía en la tarea. Completó el MMPI-A en 50 minutos.

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Resultados de la prueba e interpretación En la figura 7-1 se aprecia el perfil de las escalas básicas de Jenna. El análisis de la validez del perfil, empezando por la puntuación de No podría decir, muestra que respondió a todas las preguntas de la prueba pese a su desagrado con el proceso de evaluación. Su puntuación T en la escala INVAR de 43 puntos indica que sus respuestas estuvieron en un nivel aceptable de consistencia, lo que además se sustenta en la uniformidad entre las puntuaciones en las escalas F1 y F2. La puntuación de 53 en la escala INVER también está dentro de los límites normales y refleja la ausencia de un sesgo de respuesta en una dirección verdadero o falso. Sin embargo, la evaluación de la precisión del perfil, con ayuda de las escalas F, L y K, identifica que hay un problema con esta característica. La configuración general F-L-K se traduce en una falta de disposición a reconocer problemas psicológicos, lo cual se refleja en la elevación clínica en K, que indica una fuerte actitud defensiva, así como en una puntuación promedio en F que se refiere a la negación de problemas psicológicos y por ende a la ausencia de psicopatología. Si bien estas puntuaciones revelan que en esencia Jenna niega que tiene dificultades psicológicas, su puntuación dentro del rango normal en la escala L sugiere que no necesariamente trata de presentarse como una adolescente “buena” o que se sienta socialmente cómoda. Por lo tanto, su método de negación no es burdo, sino que supone un estilo bastante sofisticado para retener información sobre síntomas psicológicos y experiencias problemáticas, aunque al mismo tiempo reconoce fallas o debilidades comunes en las personas. El nivel de defensividad que se aprecia en este perfil de la escala de validez (K) sugiere un proceso de tratamiento más difícil y también indica que los perfiles resultantes de las escalas básicas, de contenido y suplementarias no representan con exactitud este nivel de funcionamiento del cliente. El proceso interpretativo en consecuencia terminaría con la determinación de que el protocolo puede no ser válido debido a distorsiones importantes por la necesidad de negar los problemas como un estilo defensivo de responder. Al apreciar el perfil de las escalas clínicas de Jenna queda de manifiesto que sus resultados en el MMPI-A no pueden interpretarse en forma significativa. El perfil muestra una ausencia de elevaciones de rango clínico en todas las escalas clínicas. De hecho, cuatro de las 10 escalas básicas están por lo menos 1 DE por debajo de la media, mientras que la elevación en la puntuación T promedio entre las 10 escalas es de sólo 42 puntos. Este perfil de las escalas básicas refleja la influencia obvia de recurrir a un estilo de respuesta defensivo y no debería considerarse un indicador de la ausencia de psicopatología. El efecto de supresión de la puntuación elevada en K es más claro en el perfil de las escalas de contenido y suplementarias de Jenna (figura 7-2), donde prácticamente todas las escalas de contenido oscilan entre los niveles de puntuación T de 30 y 40, lo cual genera una puntuación promedio marcadamente baja de 38. Además, todas las escalas suplementarias también están en rangos de elevación entre promedio y bajo.

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144

2

INVAR

0

5

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15

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F1

Figura 7-1 Perfil de las escalas básicas de Jenna B. MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal. 3

F2 F

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Hi 3

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Pa 6

5

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Pa 6

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Ma 9

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A

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PT

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110

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120

No podría decir Mentira Infrecuencia Defensividad Infrecuencia 1, de la primera parte Infrecuencia 2, de la segunda parte Inconsistencia de las respuestas variables Inconsistencia de las respuestas verdaderas Hipocondriasis Depresión Histeria Desviación psicopática Masculinidad - Feminidad Paranoia Psicastenia Esquizofrenia Hipomanía Introversión social

DGAPA-PAPIT IN301194

? L F K F F INVAR INVER Hs D Hi Dp Mf Pa Pt Es Ma Is

Escalas básicas

PT Puntuación T

0609

Nota: Este perfil está impreso en cafe y negro. NO LO ACEPTE si es de un solo color.

Nombre: Jenna B. Dirección: Ocupación: Fecha de aplicación: Escolaridad: 8 Edad: 14 Estado civil: Referido por: Unidad de hospitalización psiquiátrica Clave del perfil Iniciales del calificador:

R T

FEMENINO

Pt 7

S

E

U

25

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K

Perfil de escalas básicas (normas mexicanas) MP 48-6,1

J.N. Butcher, C. Williams, J.R. Graham, R.P. Archer, A Tellegen, Y.S. Ben-Porath y B. Kaemmer, con base en MMPI por S.R. Hathaway y J.C. McKinley

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes

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PT

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes Copyright © 1992, (renovado, 1970), 1943, 1942, este Perfil 1992 por Regents of the University of Minnesota. © 1998 Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V. En coedición con Universidad Nacional Autónoma de México © 1996 Perfil traducido al español por Lucio, E. (1997) MMPI-A y Minnesota Multiphasic Personality Inventory-Adolescent son M.R. por University of Minnesota

MMPI-

Aplicaciones clínicas del MMPI-A

11 3 4 15 2 4 5 3 0 1 3 3 1 2

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8 14 Unidad de hospitalización psiquiátrica

Jenna B.

Reporte de casos ilustrativos

Figura 7-2 Perfil de las escalas de contenido y suplementarias de Jenna B. MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Comentarios finales Este caso saca a la luz dos aspectos importantes. En primer lugar, los esfuerzos de evaluación psicológica con ayuda del MMPI-A o cualquier otro instrumento de prueba tienden a ser negativos cuando el adolescente no participa en el proceso de evaluación y no percibe ningún beneficio evidente de éste. Jenna sentía que le habían obligado a hospitalizarse y someterse a las evaluaciones que siguieron a su admisión en el hospital. Por lo tanto, no sorprende que no sintiera necesidad de cooperar con la evaluación. En segundo lugar, es necesario reconocer cuándo no debe procederse con la evaluación, lo cual quizá sea tan importante como saber realizar una interpretación precisa. No es posible hacer interpretaciones que sean útiles a partir de un perfil en el MMPI-A como el de Jenna, debido a que su nivel de defensividad impide derivar datos precisos o útiles sobre el funcionamiento de su personalidad más allá de la importante observación de que es muy cautelosa y defensiva.

reporte DE CASO 2 Nombre: Edad: Sexo: Origen étnico: Escolaridad:

Shawn M. 16 años Masculino Caucásico Onceavo grado

Los padres de Shawn originalmente lo llevaron a una clínica psiquiátrica para pacientes de consulta externa con la finalidad de que lo evaluaran para averiguar las posibles causas, relacionadas con la atención o emocionales, de una disminución súbita en su desempeño escolar. En concreto, sus calificaciones habían bajado de su promedio de B a D y F en la mayoría de las materias, a excepción de la clase de arte en donde seguía obteniendo A. Fue evaluado por un neuropsicólogo, quien lo canalizó con otro psicólogo en la clínica para que recibiera psicoterapia.

Antecedentes En la escuela primaria a Shawn lo identificaban como un estudiante superdotado, pero también se descubrió que tenía una discapacidad de aprendizaje en ortografía. En el momento de su canalización asistía a una preparatoria pública, en la cual se creó para él un Plan de Educación Individual (PEI) y también acudía a algunas clases de nivel avanzado. La asistencia de Shawn a la escuela fue constantemente buena y no había presentado problemas conductuales que se hubiesen informado en el ambiente escolar. Sin embargo, Shawn se sentía orgulloso de no hacer tareas (se refería a esto como su estricta “política de no hacer tareas”) y se las arreglaba para apenas

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Razón de la canalización

Reporte de casos ilustrativos aprobar las calificaciones del curso compensando su baja calificación en las tareas, con las buenas calificaciones en los exámenes. La madre de Shawn informó que había tenido una historia médica común y corriente en la niñez, que sufrió una conmoción leve a los 12 años durante una práctica de fútbol, pero su IRM fue negativa y no tuvo síntomas residuales. No había tomado ningún medicamento que requiriera receta médica y la madre negó que hubiera consumido sustancias. Tampoco había antecedentes de enfermedades psiquiátricas en su familia. Los padres de Shawn se divorciaron cuando él tenía aproximadamente seis años de edad y, desde el divorcio, su madre se ocupó de su educación. Su padre biológico se mudó a la Costa Oeste, pero mantenía contacto con él. Shawn describió a su padre como un “tipo excéntrico pero buena onda” con quien se identificaba mucho, y ambos compartían un interés por la fotografía y los gráficos por computadora. En los últimos años, su contacto directo dos veces por año se complementó con intercambios semanales de mensajes de correo electrónico. En el momento en que se realizó la evaluación Shawn vivía desde hace nueve años con su madre, su padrastro y su media hermana de ocho años. Se sentía bastante ignorado por su madre y padrastro, a quienes percibía como en una “carrera de locos” y se sentía demasiado responsable de educar a su media hermana. Tanto su madre como su padrastro tenían títulos de posgrado y ocupaban puestos de alto nivel profesional. Su padrastro se había graduado en una universidad de la Liga Ivy y, junto con la madre de Shawn, había platicado con él sobre la posibilidad de que solicitara su ingreso en la universidad que había sido el alma mater del padrastro. En fechas recientes Shawn realizó el examen PSAT y obtuvo una calificación de 1450, la cual era muy competitiva para su admisión en la universidad.

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Técnicas de evaluación Entrevista clínica con Shawn y su madre Examen de estado mental Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) Inventario de Depresión de Beck-II (BDI-II) Formulario de Enunciados Incompletos de Rotter-Forma para Preparatoria Escala Wechsler de Inteligencia para Adultos-tercera edición (WAIS-III) Prueba de Aprovechamiento de Rango Amplio-revisión 3 (WRAT-3) Prueba de Exploración Neuropsicológica de Stroop Prueba de Trazo-partes A y B Escalas Brown para el Trastorno por Déficit de Atención para Adolescentes

Observaciones conductuales y examen del estado mental Shawn era un adolescente alto, larguirucho y bien arreglado que representaba la edad que tenía. Llegó a tiempo a su entrevista y a todas las citas de la evaluación, acompañado siempre de su madre; además, se mostró muy cooperativo con todos los procedimientos. Estaba alerta y orientado en todas las esferas, mostró un rango de afecto normal y no manifestaba alteraciones en el contenido o la forma de su pensamiento. Hablaba con un tono normal, sus habilidades de

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A lenguaje receptivo parecían intactas y su vocabulario parecía muy superior para su edad. Shawn reconoció que había tenido ideas suicidas intermitentes, pero de forma pasiva (“A veces pienso que sería mucho más fácil si todo se terminara”), pero negó que hubiera intentado o que hubiese planeado activamente suicidarse. Las sesiones de evaluación transcurrieron sin dificultades. Shawn se entendió bien con el examinador, siguió todas las instrucciones de la prueba y al parecer invirtió lo suficiente en las tareas de evaluación como para generar resultados interpretables. No hubo indicios de cansancio, distracción o pérdida de concentración.

Los resultados en las pruebas cognitiva, de aprovechamiento, neuropsicológica y de personalidad, así como en los exámenes para detectar depresión se resumen de manera breve y por separado con la finalidad de hacer hincapié en los resultados del MMPI-A que se presentan después. Las puntuaciones de CI de Shawn fueron uniformes en el rango superior (CI de la Escala Completa = 128) sin ninguna discrepancia significativa entre las habilidades verbales y visoespaciales. Sin embargo, su comprensión verbal estaba significativamente mejor desarrollada que su razonamiento no verbal y su velocidad de procesamiento de la información. Las habilidades de lectura de Shawn superaban el nivel de preparatoria, en tanto que sus habilidades aritméticas estaban en el nivel del grado que cursaba. No obstante, su capacidad ortográfica estaba por debajo del nivel de su grado y esto coincidía con su anterior diagnóstico de discapacidad de aprendizaje en este ámbito. La evaluación de las capacidades de atención y de las funciones ejecutivas indicaron en general niveles de desempeño entre promedio y por encima del promedio. Aunque Shawn manifestó experiencias de inquietud y falta de atención, sus respuestas no cumplieron con los criterios de corte para diagnosticar el TDAH. La puntuación total de Shawn en el BDI-II indicó una depresión leve. Sus respuestas al Formulario de Enunciados Incompletos revelaron un temor considerable respecto al futuro (p. ej. “El futuro es un hoyo abierto dentro de un pozo sin fondo”) y a su capacidad para tener éxito (“Mi mayor preocupación es fracasar”; “No puedo hacer las cosas que contribuyen al éxito en la vida”).

Resultados e interpretación del MMPI-A El perfil de las escalas básicas de Shawn que se presentan en la figura 7-3 no muestra omisiones de reactivos, y su puntuación en INVAR refleja una respuesta consistente en los 478 reactivos de la prueba. Una comparación de las puntuaciones en F1 y F2 refuerza el resultado de la consistencia en sus respuestas, y la puntuación de rango normal en INVER indica la ausencia de tendencias de respuestas verdaderas y falsas. Su configuración F-L-K indica una tendencia a minimizar la manifestación de una sintomatología psicológica. Además, la puntuación K de 65 sugiere, además, que mantiene una actitud autosuficiente y se muestra reacio a buscar ayuda de otros. Con todo, los perfiles de la prueba de Shawn son interpretables porque: a) el nivel de defensividad que se muestra en la escala K es elevado pero no inaceptable y b) algunas de las puntuaciones en las escalas básicas, de contenido y suplementarias se ubican en niveles clínicamente significativos.

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Resumen de los resultados de otras pruebas

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11 16 Unidad de hospitalización psiquiátrica

Shawn M.

Reporte de casos ilustrativos

Figura 7-3 Perfil de las escalas básicas de Shawn M. MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal.

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Sin embargo, el examinador debería estar consciente de que es probable que la interpretación resultante sea una estimación conservadora de sus dificultades. El perfil de las escalas básicas de Shawn puede interpretarse como un perfil pico 3 y los descriptores de la escala 5 marginalmente elevada y las puntuaciones bajas (T ≤ 40) en las escalas 6 y 0 se sumarían al producto interpretativo de la escala 3. El perfil de las escalas de contenido de Shawn tiene una sola elevación de rango clínico en DEP-A y su perfil en las escalas suplementarias tiene una elevación de rango marginal en la escala R (véase la figura 7-4). La interpretación de las escalas Hi1, Hi3 y Hi5 en el perfil de la subescala de Harris-Lingoes permite aclarar la elevación en la escala básica 3. Las puntuaciones elevadas en la escala 3 se asocian con niveles superiores de inteligencia y aprovechamiento, y se han encontrado entre los niños bien portados e inteligentes de hogares de clase media. Sin embargo, los perfiles de Shawn también indican que tiene algunas dificultades de adaptación. Los adolescentes con una puntuación alta en la escala 3 tienden a reaccionar en forma excesiva al estrés manifestando síntomas físicos. Los perfiles de Shawn indican además la presencia de una depresión moderada, que se aprecia en la elevada puntuación en DEP-A y en los descriptores de Hi3 que comprenden características de tristeza y abatimiento, así como una sensación de infelicidad. La elevación en la subescala Hi3 refleja sentimientos de debilidad y cansancio; asimismo, sugiere que el chico está funcionando en un nivel reducido de eficacia física y cognitiva. También es probable que haya alteraciones del sueño y el apetito, como lo indica Hi3, y la sensación general quizá se traduzca en una falta de buena salud. Los adolescentes con una elevación en la escala 3 suelen ser ingenuos psicológicamente y en general no son reflexivos en el ámbito personal, lo cual explica sus expresiones de angustia somática en lugar de emocional. Sus principales mecanismos de defensa son la negación y la represión. El perfil de Shawn también muestra inseguridad subyacente y una sensación de incompetencia considerables. Además, las elevaciones en la escala 3 y R revelan que el chico se controla en exceso y se limita en lo emocional, mientras que la puntuación en DEP-A indica la probabilidad de que tenga una visión muy pesimista del mundo. En el ámbito interpersonal, los adolescentes con una elevación en la escala 3 tienen fuertes necesidades de atención y afecto de los demás. La puntuación marcadamente baja de Shawn en la escala 0 muestra que tiene fuertes necesidades de afiliación que le sirven como medio para obtener aprobación social. Esos adolescentes suelen ser parlanchines y gregarios. Es probable que Shawn tenga una sensibilidad considerable a la forma en que los demás le responden, mientras que la elevación de la puntuación en Hi5 indica que quizá no exprese ira, ni sentimientos o impulsos hostiles. Por otra parte, su elevada puntuación en la escala 3, en combinación con una puntuación baja en la escala 6, indica que Shawn tal vez sea más sensible a sus propias necesidades que a los sentimientos o motivaciones de los demás. La puntuación en la escala 5, elevada en la dirección femenina, refiere tendencias a la pasividad interpersonal y el retraimiento de los otros, así como una baja probabilidad de comportamiento antisocial y tendencia al acting out (en combinación con la elevación en la escala 3). Los resultados del Resumen Estructural del MMPI-A de Shawn muestran varios aspectos importantes de su personalidad y funcionamiento. Es curioso, pero la dimensión más destacada es la del factor de Ingenuidad, el cual refleja un fuerte rechazo de impulsos negativos y hace hincapié en una percepción de sí mismo socialmente ajustada. Esta dimensión es congruente con la historia general de Shawn, la cual muestra que por lo general se comporta bien, no se mete en problemas y que el rechazo a realizar las tareas representa una rebelión de baja escala

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

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Shawn M.

Reporte de casos ilustrativos

Figura 7-4 Perfil de las escalas de contenido y suplementarias de Shawn M. MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A y muy circunscrita. Esta renuencia y dificultad para enfrentar de manera directa sentimientos conflictivos o de enojo es una característica medular de los problemas actuales de Shawn. La dimensión de Desajuste General, que tiene 21% de sus escalas elevadas en T ≥ 60, agrega cierta información valiosa a la interpretación general. Por un lado, ofrece una gran claridad respecto de los sentimientos subjetivos de depresión y las tendencias meditabundas de Shawn que fueron evidentes a partir de la interpretación de las escalas individuales; además, afirma los efectos cognitivos y físicos de su depresión. Por otra parte, destaca que sus síntomas depresivos no están generando angustia o perturbación afectiva generalizada. La dimensión de Preocupación por la salud, con un valor de 33% en la elevación de la escala, también ofrece la perspectiva de que aunque Shawn manifiesta algunos síntomas o quejas somáticos, éstos no son lo suficientemente intensos como para considerarlos un problema predominante o medular en este momento.

Los perfiles de Shawn en el MMPI-A muestran a un adolescente que se siente insatisfecho consigo mismo y que anhela la aceptación de los demás, pero que es incapaz de expresar de manera directa su necesidad de apoyo y ayuda. En cambio, mantiene una actitud autosuficiente pero reservada por lo que su angustia es expresada a través de sentimientos de tensión y debilidad física. La depresión de Shawn tal vez haya ejercido alguna influencia en su funcionamiento cognitivo, incluida la atención y la concentración, y las luchas con la ortografía quizá contribuyan a sus sentimientos de inseguridad. Los perfiles de la prueba indican que, en estas condiciones, Shawn tendría problemas para desarrollar por su cuenta soluciones efectivas a sus problemas. Los resultados de la evaluación, en combinación con la información obtenida de los antecedentes y las observaciones, sustentan el diagnóstico de trastorno distímico de aparición temprana, así como trastorno de expresión escrita. En general, el pronóstico de psicoterapia no es muy favorable para los adolescentes con el tipo de perfil que generó Shawn, debido a su negación de los problemas psicológicos y su renuencia a obtener ayuda. No obstante, el funcionamiento actual de Shawn no está muy desorganizado y es posible que responda a un modelo de tratamiento en el cual se haga hincapié en métodos de resolución de problemas concretos.

Recomendaciones Es evidente que Shawn necesita integrarse a una psicoterapia individual que se encamine a reducir su depresión y aumentar la sensación de autoeficacia. Aunque es probable que desee resolver en forma independiente sus problemas, se mostraría más dispuesto a recibir terapia si el enfoque inicial se concentrara en hacer que se sienta físicamente lleno de energía y que desarrolle mecanismos de resolución de problemas; asimismo, es conveniente que el terapeuta le ofrezca el marco para que la terapia constituya una posibilidad de sentirse seguro e independiente en lugar de depender de los demás. De manera gradual, a Shawn le podrían enseñar formas de comunicación para que exprese en forma más efectiva sus experiencias de estrés y placer, así como sus sentimientos de ira y frustración con sus padres. Aunque al parecer Shawn es capaz

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Resumen e impresión diagnóstica

Reporte de casos ilustrativos de manejar bien otras tareas académicas, también se beneficiaría de la continuación de un plan educativo que le proporcione un aprendizaje individualizado en ortografía.

Resumen del caso y resultado En la terapia, Shawn reconocía que estaba deprimido cuando se le presionaba, pero en general solía negar esta experiencia y pasarla por alto. Su terapeuta consideraba que tenía depresión crónica, pero que no era activamente suicida, y afirmó que su aprovechamiento académico deficiente era un medio de rebeldía en contra de los logros académicos de sus padres. La asistencia a la terapia de Shawn fue esporádica y en total acudió a 10 sesiones de psicoterapia individual durante un periodo de cuatro meses. No obstante, en el curso del tratamiento se apreciaron algunas mejorías en su funcionamiento, como por ejemplo, un progreso en sus calificaciones como resultado de la realización de tareas. Finalmente, abandonó el tratamiento después de que sus calificaciones empezaron a mejorar y cuando sintió que estaba bajo control la labor de prepararse para sus exámenes de ingreso a la universidad. Al dar por terminado el tratamiento Shawn había pasado a su último año en la preparatoria.

Reporte DE CASO 3

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Nombre: Edad: Sexo: Origen étnico: Escolaridad:

Ruth S. 17 años Femenino Caucásica 12avo grado

Razón de la canalización La madre de Ruth la llevó con un psicólogo particular con la queja de que “Ruth se salió de control y se está condenando al fracaso”. Comentó que su hija tenía un fuerte problema de consumo de alcohol y drogas e informó que los conflictos con sus padres habían aumentado, en frecuencia e intensidad. La evaluación se realizó para facilitar tanto las formulaciones de un diagnóstico como la planeación de un tratamiento.

Antecedentes Ruth era la primogénita de dos hijos, tenía un hermano de 14 años. Su madre “trabajadora compulsiva” estaba empleada como terapeuta física y su padrastro era dueño y operaba un restaurante. El padre biológico de Ruth recibió tratamiento por un trastorno bipolar que padecía desde su edad adulta temprana y fue hospitalizado en dos ocasiones cuando tenía entre 20 y 30 años. Lo habían estabilizado en los últimos años con Paxil, Wellbutrin y Depakote, pero murió de manera inesperada en una colisión vehicular cuando a su auto lo chocó un conductor en

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Métodos de evaluación Entrevista clínica y examen de estado mental Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para adolescentes (MMPI-A) Inventario de Trastornos Alimentarios-2 (EDI-2)

Observaciones conductuales y examen del estado mental Ruth se presentó como una adolescente atractiva y de peso normal, que vestía con un estilo vanguardista consistente en ropa de algodón suelta y numerosas hebras de joyería de cuentas alrededor del cuello y las muñecas. Sus perforaciones en las orejas, nariz y cejas también estaban adornadas con cuentas. Ruth mostró un nivel razonable de cooperación con las preguntas de la entrevista y los procedimientos de evaluación, pero al mismo tiempo manifestó un comportamiento que indicaba que ella ya había pasado por todo eso antes y que se estaba esforzando en ser paciente con un proceso que ya conocía. El examen de estado mental reveló que su nivel de pensamiento era coherente y orientado así como el contenido de su pensamiento era apropiado. Su afecto estaba algo inhibido y se encontró que estaba algo deprimida. No se observó ninguna actividad

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estado de ebriedad. Ruth tenía 15 años cuando su padre murió. Su madre se casó de nuevo al año siguiente. Esta adolescente tuvo un desarrollo prenatal y un parto normales; además, su historia médica y de desarrollo entre la infancia y la niñez tardía fue común y corriente. Sin embargo, tenía antecedentes psiquiátricos que se iniciaron en la pubertad. Su primera experiencia de psicoterapia ocurrió cuando tenía 11 años de edad y fue tratada por depresión e ideas suicidas. Siguió recibiendo psicoterapia externa en forma intermitente durante toda su adolescencia y en fechas más recientes tras la muerte de su padre, la cual le provocó un episodio depresivo muy significativo. Durante un lapso corto se le trató con Desipramine, pero no estaba consumiendo ningún medicamento en el momento de su canalización. La reacción de Ruth a las nuevas nupcias de su madre consistió en una ira intensa y este problema siguió desempeñando una función central en sus batallas. Su consumo de alcohol, que había iniciado a los 15 años, aumentó a un consumo diario. Ruth también había consumido marihuana todos los días desde los 15 años y recientemente había empezado a experimentar con éxtasis, pero negó que consumiera esta droga en forma intravenosa. Inició su vida sexual a los 16 años de edad y reconoció que había tenido varias parejas y relaciones sexuales ocasionales, sin protección. En la entrevista clínica, Ruth reconoció de manera voluntaria que había tenido episodios intermitentes de hiperfagia y purgas durante los últimos seis meses, y comentó que su madre no sabía de su problema. También manifestó que la habían expulsado de la escuela por posesión de marihuana, pero que no tenía otros antecedentes legales. Antes de su expulsión, había estado obteniendo calificaciones por debajo del promedio. Aunque Ruth se definía como una “chica mala” y “decadente, indecisa, gorda, fea sin futuro”, tenía una preocupación genuina por dar un rumbo profesional a su vida y desarrollar su identidad. Es preciso mencionar que el hermano menor de Ruth también tenía antecedentes psicológicos y conductuales, y que recientemente tuvo una hospitalización psiquiátrica por abuso de sustancias, depresión y trastorno de conducta.

Reporte de casos ilustrativos psicomotora inusual y hablaba con soltura y en tono normal. En general, Ruth manifestó niveles apropiados de atención y esfuerzo durante la evaluación.

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Resultados e interpretación de la prueba A Ruth le faltó responder sólo a dos de los reactivos del MMPI-A, un nivel de omisión que no interfiere con la validez del perfil. El contenido de los reactivos omitidos no parecía significativo en relación con su historia y los problemas que presentaba, y es probable que dichas omisiones se debieron a un descuido. Los indicadores de la consistencia de las respuestas a las escalas INVAR y F1/F2 no mostraron problemas en términos de una tendencia de respuesta inconsistente, y la puntuación en INVER no presenta evidencias de un sesgo sustancial a responder de forma indiscriminada en la dirección de Verdadero o Falso. La configuración F-L-K refiere que Ruth tenía una actitud abierta a reconocer sus dificultades y no se mostraba defensiva pero tampoco mostró una percepción de sí misma muy positiva. Por lo tanto, los perfiles de Ruth en el MMPI-A son válidos y significativos para ser interpretados y es probable que representen una imagen precisa de su funcionamiento actual. El perfil de las escalas básicas (véase la figura 7-5), con elevaciones en las escalas 4, 2 y 0 puede interpretarse en especial como un tipo de código 2-4, en razón de que éste se encuentra bien definido (p. ej. 10 puntos de puntuación T) y presenta una marcada elevación respecto a las escalas restantes del perfil. La preferencia por el análisis de tipo de código en lugar de la interpretación de escala única se basa, además, en el resultado de la sección de Correspondencias de perfil y puntuaciones del reporte interpretativo del MMPI-A. El reporte computarizado indica que el tipo de código 2-4 se eligió como el preferido o “más adecuado”, a partir de un análisis de todos los demás tipos de código de dos puntos en la base de datos. Cabe señalar que el patrón de tipo de código 2-4 en el perfil de Ruth corresponde bien al perfil de tipo de código modal 2-4, que se halla en la base de datos del sistema interpretativo del MMPI-A. En concreto, este análisis de tipo de código produce un coeficiente con un valor adecuado de .93, lo cual indica que el patrón de configuración de las escalas básicas de Ruth, que comprende el tipo de código 2-4, está sumamente correlacionado con el perfil de las escalas clínicas básicas del perfil prototipo 2-4 empleado en promedio este sistema interpretativo. Los descriptores de tipo de código se complementan con los correlatos de las escalas individuales de la escala 0, que está elevada en un nivel de puntuación T de 65. La descripción del funcionamiento de Ruth se redondea por la suma de los correlatos basados en las escalas de contenido BAE-A, ISO-A, DEP-A, ASL-A y PCO-A, que están elevadas en los rangos de elevación clínicamente significativa, características medidas con base en las escalas suplementarias R, TPAD y RPAD, y las áreas cuyos contenidos se identifican en las subescalas de las escalas 2, 4 y 0 (véase la figura 7-6). Un hallazgo significativo de los perfiles de Ruth en el MMPI-A tiene que ver con su perturbación conductual, la cual se caracteriza por la fuerte tendencia a conductas de acting out. Los adolescentes que obtienen este perfil con frecuencia son impulsivos y actúan sin considerar las consecuencias de sus actos (tipo de código 2-4, escala PCO-A). Su impulsividad puede adoptar varias formas como promiscuidad sexual, ausentismo escolar y fugas de casa o a las sesiones de tratamiento para pacientes internos. La externalización y la rebeldía constituyen los mecanismos de defensa que suelen utilizar para enfrentar sus dificultades (tipo de código 2-4). Las historias de desajuste escolar y problemas de conducta en la escuela son comunes en el caso de los adolescentes con este tipo de código; incluso, en sus antecedentes suele existir

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Figura 7-5 Perfil de las escalas básicas de Ruth S. MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal. 8

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No podría decir Mentira Infrecuencia Defensividad Infrecuencia 1, de la primera parte Infrecuencia 2, de la segunda parte Inconsistencia de las respuestas variables Inconsistencia de las respuestas verdaderas Hipocondriasis Depresión Histeria Desviación psicopática Masculinidad - Feminidad Paranoia Psicastenia Esquizofrenia Hipomanía Introversión social

DGAPA-PAPIT IN301194

? L F K F F INVAR INVER Hs D Hi Dp Mf Pa Pt Es Ma Is

Escalas básicas

PT Puntuación T

0609

Nota: Este perfil está impreso en cafe y negro. NO LO ACEPTE si es de un solo color.

Ruth S. Nombre: Dirección: Ocupación: Fecha de aplicación: Escolaridad: 12 Edad: 17 Estado civil: Referido por: Unidad de hospitalización psiquiátrica Clave del perfil Iniciales del calificador:

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Perfil de escalas básicas (normas mexicanas) MP 48-6,1

J.N. Butcher, C. Williams, J.R. Graham, R.P. Archer, A Tellegen, Y.S. Ben-Porath y B. Kaemmer, con base en MMPI por S.R. Hathaway y J.C. McKinley

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes

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Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes Copyright © 1992, (renovado, 1970), 1943, 1942, este Perfil 1992 por Regents of the University of Minnesota. © 1998 Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V. En coedición con Universidad Nacional Autónoma de México © 1996 Perfil traducido al español por Lucio, E. (1997) MMPI-A y Minnesota Multiphasic Personality Inventory-Adolescent son M.R. por University of Minnesota

MMPI-

Aplicaciones clínicas del MMPI-A

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12 17 Unidad de hospitalización psiquiátrica

Ruth S.

Reporte de casos ilustrativos

Figura 7-6 Perfil de las escalas de contenido y suplementarias de Ruth S. MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal.

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documentación de dificultades legales que comprenden arrestos y condenas. En general, estos adolescentes suelen ignorar las normas sociales y, en consecuencia, tienen choques frecuentes con las figuras de autoridad. Asimismo, tienen poca tolerancia a la frustración y a menudo recurren al abuso de sustancias y otros comportamientos de riesgo (tipo de código 2-4 y PCO-A) como un recurso para obtener estimulación, lo mismo que para manifestar sentimientos de disforia y depresión. En la edad adulta, a estos individuos con frecuencia se les identifica como alcohólicos. Debemos señalar que Ruth apenas reconoció que tenía problemas de abuso de sustancias (puntuación en un nivel significativo en la escala RPAD), y las evidencias de su potencial para desarrollar dificultades graves por esta causa son limitadas en las escalas suplementarias del MMPI-A que se relacionan con las sustancias (es decir, en un nivel significativo en la escala TPAD; rango normal en MAC-A). Por lo tanto, sus problemas con el abuso de alcohol y drogas se reflejan mejor en su patrón de tipo de código 2-4. Un patrón más común para los adolescentes que abusan de las sustancias comprende la presencia de un tipo de código 2-4 o 4-9 en el perfil de las escalas básicas, que se da en forma conjunta con elevaciones en las escalas suplementarias MAC-A, RPAD y TPAD. En el área afectiva, el funcionamiento de Ruth se caracteriza por el abatimiento (escalas 2 y DEP-A). Es probable que sea apática y esté desesperada, y su confirmación de uno de los tres reactivos relacionados con el suicidio indica que ha llegado a pensar en quitarse la vida. Los resultados de las subescalas de Harris-Lingoes indican que la depresión de Ruth al parecer afecta los aspectos emocionales, cognitivos y físicos de su funcionamiento. Se siente infeliz y desmotivada (D1), reporta baja energía (D2), tiene problemas para concentrarse (D4), es melancólica y reflexiva (D5) y experimenta molestias somáticas (D3). Es notable que la ira no es un elemento fuerte en sus perfiles de la prueba (véase la puntuación ENJ-A), lo cual indica que posiblemente su disforia la ensombrezca y disminuya su tendencia al acting out. Ruth también manifiesta tendencias a inhibir y reprimir sus sentimientos (escala R), lo que puede sumarse a un estado interno de incomodidad. En el autoconcepto de Ruth se hacen evidentes las características negativas. Suele mostrar sentimientos de inseguridad y confianza en sí misma, es autocrítica y constantemente experimenta mucha culpa, en general tiende a sentirse incompetente y es probable que la percepción que tiene de sí misma sea la de una persona con imperfecciones e inútil (escalas 2 y BAE-A). Además, con estos sentimientos se asocian tendencias a evitar marcarse metas para sí misma y a renunciar con facilidad cuando surgen desafíos y obstáculos a la consecución de cualquier objetivo (ASL-A). Es probable que considere que su vida no es interesante ni gratificante (Dp5). Los resultados de los perfiles de Ruth en EDI-2 indican que tiene sentimientos acentuados de insatisfacción corporal y una sensación general de ineficacia que se refuerza con la opinión que tiene de sí misma de ser alguien que no vale nada. En términos interpersonales, es posible que Ruth no manifieste abiertamente dificultades para llevarse bien con los demás y tal vez hasta genere una buena primera impresión en las situaciones sociales (escala 4). Sin embargo, es muy insegura e introvertida y tal vez sienta una gran incomodidad en las situaciones sociales (escala 0). Tienden a desagradarle y suele evitar las actividades en grupo (ISO-A e Is2), tal vez porque cree que los demás la perciben a semejanza de su autoimagen de “foja, gorda y fea”. Es posible que sus relaciones con los compañeros se mantengan en un nivel de superficialidad y sus relaciones con los adultos, sobre todo con los padres y las figuras de autoridad, son principalmente conflictivas (Dp1, Dp2). El Resumen Estructural del MMPI-A ofrece una perspectiva útil de las diversas perturbaciones experimentadas por Ruth y enfatiza aspectos importantes. La dimensión más

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Reporte de casos ilustrativos destacada es la de Alienación familiar, la cual indica que la relación deficiente de Ruth con sus padres y sus frecuentes batallas con ellos es una área de problemas significativos. La dimensión de Desajuste general, dentro de la cual 57% de las escalas están elevadas, indica básicamente angustia y desajuste emocional, lo que comprende depresión, cansancio y pensamientos suicidas, que Ruth puede encubrir frecuentemente mediante conductas de acting out. La dimensión de Incomodidad social también es notable, ya que 50% de las escalas en esta dimensión cumplen con niveles críticos y sirve para destacar la inhibición y el retraimiento social. Pero este Resumen Estructural del MMPI-A además es notable por lo que no destaca. En concreto, las dimensiones de Desinhibición y excitación potencial, que reflejan inclinaciones antisociales, no son significativas en el caso de Ruth. Este hallazgo indica que su tendencia al acting out quizá sea una expresión ineficaz y mal orientada de su depresión subyacente, y no representa un elemento de su personalidad, la presencia de conducta antisocial y desinhibida.

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Resumen e impresión diagnóstica Los resultados de la prueba, junto con la historia de Ruth, apuntan a una profunda perturbación en su funcionamiento. La presencia del trastorno bipolar en su padre y el hecho de que el hermano de Ruth también experimenta un patrón de problemas psiquiátricos similares a los suyos, indican que el riesgo de un trastorno afectivo es elevado. Aunque la depresión es el origen de la perturbación afectiva que se percibe en su evaluación, es necesario mantener en observaciones a Ruth por si llega a desarrollar el trastorno bipolar durante la transición entre la adolescencia y la edad adulta temprana. El abuso de sustancias, el trastorno alimentario, los conflictos familiares y la expulsión de la escuela contribuyen a un desajuste en su vida y son aspectos importantes para el tratamiento. Como se expuso en el capítulo 6, el abuso de sustancias es un factor de riesgo de delincuencia independiente que suele acompañar a otras perturbaciones conductuales en los adolescentes, mientras que los trastornos alimentarios se asocian con diversas perturbaciones psicológicas y angustia emocional que no se limitan a un patrón de configuración específico del MMPI-A. Estas áreas diferentes de problemas reflejan el desajuste considerable que se percibe en esta adolescente. Por lo tanto, a partir de la evaluación se generaron los siguientes diagnósticos: Eje I: Eje II: Eje III: Eje IV: Eje V:

Depresión mayor, recurrente, moderada Trastorno alimentario no especificado de otro modo Abuso del alcohol Abuso de cannabis Sin diagnóstico Sin diagnóstico Problemas con el grupo de apoyo primario; muerte del padre, nuevas nupcias de la madre EGF actual: 52; EGF superior el año pasado: 60

El pronóstico para los individuos con el tipo de perfil que generó Ruth es reservado. Es probable que muestre recurrentemente conductas de acting out pese a que tiene intenciones sinceras de controlar sus acciones y que desarrolle un patrón de dificultades crónicas. Sin embargo, la angustia afectiva de Ruth puede servir como elemento motivador para participar en el proceso de terapia y los métodos de aprendizaje que le permitan afrontar su angustia.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Recomendaciones Se justifican diversas intervenciones para abordar las dificultades de Ruth con prontitud: 1. La psicoterapia externa debe proporcionarse como primer paso para ofrecer alivio a los síntomas y evitar una escalada conductual o un deterioro afectivo adicionales, a niveles que pudieran exigir una hospitalización psiquiátrica. También debe realizarse una evaluación periódica del riesgo de suicidio, ya sea en el contexto de la terapia individual o mediante la canalización a un programa especializado en trastornos alimentarios para adolescentes. Otros aspectos que merecen atención son ayudar a Ruth a enfrentar el duelo por la muerte de su padre y desarrollar objetivos para su futuro inmediato. 2. A Ruth debe canalizársele con un psiquiatra para una evaluación respecto a la utilidad de un medicamento antidepresivo de prueba. 3. Una prioridad importante es iniciar un tratamiento contra el abuso de sustancias. Puede intentarse a manera de prueba un tratamiento para pacientes externos junto con psicoterapia externa, pero debe considerarse la posibilidad de un tratamiento residencial si hay aspectos no identificados que interfieran en el progreso. 4. Se recomienda una terapia familiar, en virtud del papel central que desempeñan el conflicto y la discordia familiares en la historia de Ruth y en su autorreporte en el MMPI-A.

Ruth fue readmitida en la escuela poco después de iniciar la psicoterapia. Permaneció en terapia dos años durante y después de su último año de preparatoria, aunque de manera periódica “le daba las gracias” a su terapeuta como recurso para establecer cierta sensación de control sobre su vida. Sin embargo, no continuó con el especialista en trastornos alimentarios con quien se le canalizó. Ruth encontró un empleo después de graduarse de la preparatoria y trabajó en un puesto con salario mínimo durante un año. Después, se mudó cuando la admitieron en una universidad de otro estado y sintió una fuerte sensación de alegría y orgullo por su logro. No obstante, su primer año en la universidad no estuvo exento de incidentes, pues siguió abusando del alcohol y la marihuana, por lo que a ella y a una amiga las acusaron de posesión de marihuana luego de que fueron detenidas por una infracción de tránsito. Después de ser sancionada con un periodo a prueba académico y libertad condicional como resultado de sus acciones, Ruth se trasladó a una universidad en su ciudad natal, consiguió un empleo de medio tiempo en una tienda de mascotas, se mudó a un departamento con su nuevo novio y retomó la terapia por iniciativa propia. Trabajó de forma activa con su terapeuta para tratar de entender y refrenar sus tendencias autodestructivas que fueron alimentadas fuertemente por su depresión y baja autoestima subyacentes. También se le volvió a recetar un tratamiento de Prozac por recomendación de su psicóloga. La relación con su madre siguió siendo algo conflictiva, pero bajó de intensidad en buena medida como resultado de una disminución en sus contactos.

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Resumen del caso y resultados

Reporte de casos ilustrativos

Reporte INTERPRETATIVO COMPUTARIZADO*

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El reporte final del sistema interpretativo de la segunda versión del MMPI-A presenta varias características, incluida la información del Resumen Estructural del MMPI-A. El reporte también ofrece la posibilidad de comparar, de manera individual, el perfil de las escalas básicas del adolescente con perfiles modales o prototípicos, lo cual proporciona una estimación del grado de correspondencia entre el perfil específico de un adolescente con la base de datos del perfil y las características de esa configuración de tipo de código determinado. Este sistema interpretativo proporciona información concerniente a las escalas de validez y las escalas clínicas básicas, tanto a nivel individual como en patrones de configuración, así como información interpretativa adicional de las escalas de contenido y suplementarias y de las subescalas de Harris-Lingoes. Las últimas etapas del reporte comprenden los agrupamientos por factor del Resumen Estructural del MMPI-A, una interpretación del patrón del Resumen Estructural, además del perfil del MMPI-A de las escalas de validez y clínicas, las escalas de contenido y suplementarias y las subescalas de Harris-Lingoes e Is. La cantidad de información proporcionada en el sistema interpretativo del MMPI-A se controla mediante la selección de varias opciones de salida y puede restringirse a cualquier configuración de salida que desee el usuario.

* N. del E.: El reporte computarizado no se encuentra disponible en México, por lo tanto cualquier versión existente no ha sido validada por Editorial El Manual Moderno.

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Reporte DE CASO 4 Nombre: Edad: Sexo: Origen étnico: Escolaridad:

Tamara P. 16 años Femenino Afroamericana Décimo grado

Razón de la canalización La madre de Tamara llevó a su hija a tratamiento al centro de salud mental de su localidad, pues éste promovía un nuevo programa de tratamiento grupal para pacientes adolescentes de consulta externa víctimas de abuso sexual. La madre informó que Tamara se volvió callada y retraída en los últimos meses y que había bajado de peso. Dijo que atribuía estos cambios a la experiencia de abuso sexual que había sufrido Tamara, y que fue recordado por un proyecto en clase que consistía en crear un anuncio de servicio público para la comunidad concerniente al abuso sexual infantil. La evaluación se realizó como parte de la valoración inicial.

Tamara vivía con sus padres biológicos y dos hermanas de 12 y 13 años de edad. Llevaba una buena relación con los miembros de la familia y era especialmente cercana a su madre. Sus padres, que tenían una relación conyugal sólida, eran dueños y entre ambos operaban una exitosa tienda de hardware que le proporcionaba un confortable nivel de vida a la familia. Tamara tenía una historia de desarrollo común y corriente, y su madre la definía como una “niña de ojos brillantes” inteligente desde la infancia. Sus antecedentes médicos en general constaban de no más enfermedades de las usuales en la niñez; sin embargo, a los 13 años de edad desarrolló alergias al moho, el pasto y el polen y sufría una sinusitis estacional que le provocaba dolores de cabeza. Tomaba medicamentos de venta libre para sus alergias y dolores de cabeza. La historia académica de Tamara reflejaba un aprovechamiento consistente y lleno de buenas calificaciones. Era muy consciente de que debía estudiar para los exámenes y hacer sus tareas, y había obtenido calificaciones de A y B desde su ingreso a la secundaria. El curso de desarrollo normal de esta adolescente fue perturbado en el momento que un amigo de su padre de la niñez llegó a vivir con la familia cuando ella tenía 11 años. Este hombre, soltero y de 35 años de edad, se había declarado en bancarrota al fracasar su negocio, por lo que el padre de Tamara lo invitó a que se mudara de manera temporal con la familia para que ayudara en la operación de la tienda mientras comenzaba de nuevo en otra ciudad. El abuso, según se informa, comenzó a las pocas semanas de la llegada de este hombre y consistió en acariciarla y coercionarla para que le practicara sexo oral. Se informa que no hubo penetración vaginal. El abuso continuó aproximadamente por 6 meses y terminó cuando Tamara le confesó esta experiencia de abuso a su madre, quien fue muy solidaria con ella, contactó con rapidez a los servicios de protección infantil y procedió a acusar legalmente al victimario. El padre de Tamara, a quien se definía como alguien angustiado por la culpa, nunca había hablado sobre el incidente dentro de la familia. El

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Antecedentes

Reporte de casos ilustrativos agresor de Tamara fue condenado por delitos sexuales y cumplió una condena en prisión, pero hacía poco lo habían liberado. Tamara y su familia desconocían su paradero. Tamara comentó que se había vuelto muy cautelosa de los hombres adultos y de los adolescentes desde el abuso que había sufrido y se le dificultaba confiar en la gente. Asimismo, informó que tenía pensamientos recurrentes acerca del abuso, lo cual le alteraba el sueño. Por lo tanto, tenía que hacer un esfuerzo considerable para distraerse de esos molestos pensamientos durante las horas de vigilia. También reconocía que estaba cada vez más irritable e impaciente, sobre todo con sus hermanas, quienes la hacían sentir culpable y con cargos de consciencia. Se sentía cercana a su pequeño grupo de amigas, pero había empezado a evitar las actividades sociales con ellas, pues sentía que no podían entender su estado actual de irritabilidad y angustia. Negó que tuviera algún interés romántico o actividad sexual, y manifestó que no había experimentado con el consumo de alcohol o drogas.

Métodos de evaluación



Entrevista clínica y examen de estado mental Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) Lista de Verificación Conductual Infantil, versiones: Reporte para Padres y Autorreporte para Jóvenes Inventario de Depresión Infantil (CDI) Lista de Verificación de Síntomas Traumáticos para Niños (TSCC) Formulario de Enunciados Incompletos de Rotter-Forma para Secundaria

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Observaciones conductuales y examen del estado mental Al presentarse en el centro de tratamiento, Tamara iba vestida con una falda beige y blusa blanca, y llevaba el pelo recogido en la nuca. Su estilo de vestimenta y comportamiento contenido la hacían parecer mayor que su edad cronológica. No poseía características físicas o gestos extraordinarios. Cooperó totalmente con los procedimientos de evaluación, pero no sonreía o comentaba alguna trivialidad para romper el hielo. Sus respuestas a las preguntas de la entrevista tenían un tono serio y formal. El examen de estado mental no reveló dificultades en el proceso de pensamiento o verbales; sin embargo, su afecto se sentía coartado y su estado de ánimo era depresivo. Tamara negó que hubiera tenido ideas suicidas, afirmando que el suicidio era impensable pues lastimaría a su familia y que además ella tenía planes en la vida. Durante las sesiones de evaluación estaba concentrada, orientada a la tarea y no manifestó indicios de cansancio o pérdida de interés.

Resumen de los resultados de otras pruebas El perfil de la CBCL, según reportes de los padres, indicó que Tamara manifestaba una angustia emocional considerable, que se reflejaba en elevaciones por encima del percentil de 98% en las escalas de internalización de Retraimiento, Quejas somáticas y Ansiedad/depresión. El autorreporte de Tamara en la CBCL era congruente con el reporte de su madre en la misma

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A prueba, en términos de que mostraba un patrón de internalización aunque sus elevaciones en las escalas de internalización eran mucho más bajas, ubicándose entre los rangos de percentil 84 y 93. No se identificaron problemas de externalización en ningún reporte. Los resultados del CDI también indicaron la presencia de una sintomatología depresiva con características de anhedonia y estado de ánimo negativo. La TSCC indicó ansiedad y preocupación generalizadas, síntomas postraumáticos (incluidos pensamientos y recuerdos molestos), incomodidad con los temas sexuales y temor hacia los hombres. Las respuestas de Tamara al Formulario de Enunciados Incompletos fueron ingenuas y autorreveladoras. Dijo: “Me siento culpable y confundida” y “Salir con alguien me pone nerviosa”. También reconoció que “Secretamente oculto mis sentimientos” y la comprensión de sus luchas fue evidente en “Sufro más cuando estoy sola”. La preocupación de Tamara por los miembros de la familia también quedó de manifiesto; por ejemplo en, “Lo que me duele es ver a mamá preocupada por mí”.

El examen de la sección de validez del perfil de las escalas básicas de Tamara, que se aprecia en la figura 7-7, indica que no hay problemas con la validez del perfil. No hubo reactivos omitidos (puntuación natural de 0 en No puedo decir); además, la evaluación en la inconsistencia o de respuestas (INVAR, F1 versus F2) y los sesgos de respuesta verdaderos y falsos (INVER) están dentro de límites aceptables. La precisión del perfil también se considera aceptable y la configuración F-L-K indica la ausencia hacia la tendencia a subestimar o sobrevalorar sus respuestas. Por lo tanto, los perfiles del MMPI-A son adecuados para una interpretación válida y confiable. El perfil de las escalas clínicas de Tamara es complejo y contiene múltiples elevaciones. Este perfil de las escalas básicas genera un código Welsh de 210”‘73+-468/59: KF/L, lo cual revela que las escalas 2, 1, 0, 7 y 3, respectivamente, están elevadas en el rango clínico. Además, es útil indicar que las escalas 2, 1 y 0 están elevadas sustancialmente en un nivel de puntuación T ≥ 80, en tanto que las escalas 7 y 3 sólo tienen una elevación moderada (T ≥ 65 a T = 70) dentro del rango clínico. Un perfil de las escalas básicas con múltiples elevaciones podría abordarse desde diversas direcciones interpretativas útiles, con varias combinaciones de estrategias interpretativas de tipo de código y escala única. Uno de estos modelos, de utilidad para derivar conjuntos de tipos de código de dos puntos, consiste en un método A-B-C desarrollado por Alex Caldwell y descrito por Archer, Krishnamurthy y Jacobson (1994). El método consiste en asignar la letra “A” a la escala más alta en el perfil, la “B” a la siguiente escala más alta y la “C” a la tercera escala más alta, y el proceso podría extenderse para que represente todas las escalas elevadas en el perfil de las escalas clínicas. En el perfil de Tamara, A = escala 2, B = escala 1 y C = escala 0. En el caso de su perfil, las escalas 7 y 0 pueden manejarse mejor como adiciones de las escalas individuales a los descriptores de los tipos de código. El siguiente paso consiste en obtener todas las combinaciones posibles de las tres escalas más elevadas, es decir, A-B, A-C y B-C, que están representadas por los tipos de código de dos puntos 2-1, 2-0 y 1-0. El tipo de código 2-1 recibe mayor énfasis en el proceso interpretativo porque tales escalas están más elevadas en el perfil de las escalas básicas, y estos datos se complementan con descriptores de los dos tipos de código restantes. Además, debido a la diferencia sustancial en la elevación de las puntuaciones T entre las escalas 2, 1 y 0, en contraste con las escalas 3 y 7, los correlatos del anterior conjunto de escalas deberían recibir más énfasis y peso interpretativo que las últimas escalas. El intérprete de la prueba podría

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Resultados e interpretación del MMPI-A

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21 20

INVER PT:F PT:V

0 Puntuación cruda ? __________

Puntuación cruda

PT

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Dp 4

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Ma 9

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PT

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100

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110

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120

No podría decir Mentira Infrecuencia Defensividad Infrecuencia 1, de la primera parte Infrecuencia 2, de la segunda parte Inconsistencia de las respuestas variables Inconsistencia de las respuestas verdaderas Hipocondriasis Depresión Histeria Desviación psicopática Masculinidad - Feminidad Paranoia Psicastenia Esquizofrenia Hipomanía Introversión social

DGAPA-PAPIT IN301194

? L F K F F INVAR INVER Hs D Hi Dp Mf Pa Pt Es Ma Is

Escalas básicas

PT Puntuación T

0609

Nota: Este perfil está impreso en cafe y negro. NO LO ACEPTE si es de un solo color.

Nombre: Tamara P. Dirección: Ocupación: Fecha de aplicación: Escolaridad: 10 Edad: 16 Estado civil: Referido por: Unidad de hospitalización psiquiátrica Clave del perfil Iniciales del calificador:

R T

Es 8

FEMENINO

Pt 7

S

E

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35

40

45

50

55

D 2

Perfil de escalas básicas (normas mexicanas) MP 48-6,1

J.N. Butcher, C. Williams, J.R. Graham, R.P. Archer, A Tellegen, Y.S. Ben-Porath y B. Kaemmer, con base en MMPI por S.R. Hathaway y J.C. McKinley

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes

U 5

10

L

Inventario multifásico de la personalidad Minnesota para adolescentes Copyright © 1992, (renovado, 1970), 1943, 1942, este Perfil 1992 por Regents of the University of Minnesota. © 1998 Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V. En coedición con Universidad Nacional Autónoma de México © 1996 Perfil traducido al español por Lucio, E. (1997) MMPI-A y Minnesota Multiphasic Personality Inventory-Adolescent son M.R. por University of Minnesota

MMPI-

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Reporte de casos ilustrativos

Figura 7-7 Perfil de las escalas básicas de Tamara P. MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal.

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organizar después los descriptores de los tipos de código en la forma que se presenta en la tabla 7-1, a fin de obtener un panorama general de la información de los tipos de código concernientes a los principales ámbitos del funcionamiento. La interpretación del perfil de Tamara continuó con la adición de los descriptores de las escalas de contenido ISO-A, SAU-A, RTR-A, ANS-A y ASL-A, que están en el rango de elevación clínica, y a partir de de la elevación de las escalas BAE-A, OBS-A, DEP-A y ENA-A, con elevación clínicamente significativa. Las escalas suplementarias A y R, así como las subescalas de las escalas 2, 3 y 0 contribuirían además a la ampliación y análisis interpretativo. El proceso de interpretación concluiría con una revisión de las dimensiones del Resumen Estructural del MMPI-A. Las evidencias convergentes de las numerosas elevaciones de las escalas en los perfiles del MMPI-A de Tamara, entre las escalas básicas, las escalas de contenido, las escalas suplementarias y las subescalas (véase la figura 7-8) indican que su principal presentación sintomática es en términos de síntomas neuróticos y de internalización (véase los tipos de código 2-1, 2-0 y 1-0; escalas 3 y 7; subescalas de las escalas 2 y 3; todas las escalas de contenido elevadas; A y R). Tamara es propensa a sentirse cansada y agotada (todos los tipos de código A-B-C, SAU-A, D2, D4, Hi3) y sus intereses en actividades que antes disfrutaba se redujeron de manera drástica a un nivel de comportamientos que evitan las sensaciones (véase la puntuación en MAC-A). También puede experimentar diversos síntomas físicos que, si bien es posible que se relacionen con sus alergias, quizá también sean secundarios a sus estados de tensión y disforia (tipos de código 2-1 y 1-0; escala 3; D3; Hi4; SAU-A). De hecho, es probable que informe varias dolencias físicas en los sistemas gastrointestinal, neurológico y cardiovascular, además de sus dificultades respiratorias (Hs y SAU-A). Tamara controla de manera excesiva sus expresiones afectivas, pero sus sentimientos internos de ansiedad (escalas 7, A, ANS-A), depresión (DEP-A, D1) y temor (tipo de código 2-1, Is3) dominan su funcionamiento afectivo. Además, parece muy insegura y duda de sí misma (7, BAE-A) y es posible que tenga fuertes sentimientos de culpa (véase la escala A) que perpetúan su angustia física y emocional. Es probable que albergue ideas suicidas que oculta a los demás para proteger a los miembros de su familia en sus esfuerzos de que no se preocupen por ella (DEP-A, BAE-A). El funcionamiento cognitivo de Tamara está marcado por cavilaciones, pensamientos molestos y obsesivos, así como por deficiencias en la concentración (7, ANS-A, OBS-A, D5) que quizás afecten su capacidad para tomar decisiones. En términos conductuales es probable que Tamara no manifieste comportamientos rebeldes (escalas R y 3). Los adolescentes con un perfil como el suyo suelen ser callados y seguir las directrices sociales y, de hecho, tal vez sientan una fuerte motivación a que los demás los perciban como individuos que causan pocos problemas (tipos de código 2-1 y 2-0). Es probable que una de sus características de Tamara sea presentarse como alguien inhibida y poco asertiva (todos los tipos de código). Es evidente que tiene tendencias autocríticas y perfeccionistas, y posiblemente utilice sus acciones obsesivas y compulsivas para defenderse de la ansiedad (escalas 7, BAE-A). Sin embargo, al parecer están fallando sus mecanismos de defensa, por eso alberga pensamientos y sentimientos perturbadores (escalas A y R). Su motivación de logro (escalas 3 y 7), que en la actualidad expresa en un buen desempeño académico, puede resultar cada vez más afectada (ASL-A) si persisten su angustia emocional e inercia física. Asimismo, Tamara muestra marcadas dificultades en el ámbito interpersonal. Manifiesta características de pasividad y dependencia (tipos de código 2-1 y 2-0; BAE-A) y tal vez dependa en gran medida del nivel de aprobación que obtiene de los demás, pero quizá descubra que su

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Ansiosa, deprimida

Disfórica, ansiosa

Conformista, no asertiva Tendencia a cavilar no asertiva

Introversión, tensión, letargo, inferioridad

Síntomas físicos

2-0

1-0

Deprimida, temerosa

Callada, indecisa

Cansancio, disfunción física, cavilación

2-1

Afecto

Conductas

Síntomas/rasgos

Tipo de código

Tímida, retraída

Inepta, pasiva, sensible, solitaria

Retraída, dependiente, hipersensible

Relaciones interpersonales

Trastornos de evitación y somáticos

Trastornos esquizoide y obsesivo-compulsivo

Trastornos somáticos, ansiedad y depresión

Consideraciones de diagnóstico

Tabla 7-1. Resumen de las principales descripciones de los tipos de código de dos puntos

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Reporte de casos ilustrativos

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15 21

Figura 7-8 Perfil de las escalas de contenido y suplementarias de Tamara P. MMPI-A Reproducida con autorización de Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota para Adolescentes (MMPI-A) D.R. © 1998 por Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V., en coedición con la Facultad de Psicología de la UNAM. N. del E. Este perfil sólo se vende impreso, cualquier otra presentación se considera ilegal.

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11 11 7 16 9 1 10 24 17

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M

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30

22

10 16 Unidad de hospitalización psiquiátrica

Tamara P.

Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Reporte de casos ilustrativos necesidad de aceptación no ha sido satisfactoria. Es probable que sienta temor y sea hipersensible en sus interacciones con los demás y se sienta inadecuada y ansiosa al tratar con los miembros del otro sexo (2-0, Is1, Is2, ISO-A). Está en riesgo de experimentar fuertes sentimientos de aislamiento derivados de un patrón creciente de retraimiento e incomodidad sociales. También es evidente que tiene sentimientos moderados de alienación (ENA-A, Is), los cuales reflejan su sensación de que los demás no entenderían o comprenderían su difícil situación, lo que posiblemente genere un pesimismo cada vez mayor y aislamiento social adicional. En los resultados de Tamara concernientes al Resumen Estructural del MMPI-A se identifican tres principales áreas de problemas. Los resultados más importantes provienen de las dimensiones de Incomodidad social y Preocupación por la salud. Cada una de estas dimensiones factoriales tiene 100% de elevación en rangos críticos en las escalas relevantes, lo cual indica que su incomodidad interpersonal y alto nivel de quejas y preocupaciones físicas le están generando problemas sustanciales y son aspectos de tratamiento fundamentales. La dimensión de Desajuste general también es significativa en su perfil; es decir, más de la mitad de las escalas en este factor están en rangos críticos, lo cual indica que los estados internos de agitación y confusión han producido una perturbación considerable en su funcionamiento y un elevado nivel de angustia emocional.

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Resumen e impresión de diagnóstico Los hallazgos de esta adolescente tanto del MMPI-A como de otras pruebas, observaciones, reportes de entrevistas e información sobre antecedentes, indican que Tamara experimenta fundamentalmente una gran angustia, la cual se manifiesta en síntomas de internalización y preocupaciones por su salud física. Muestra una secuela que suele hallarse en víctimas de traumas sexuales, y no hay duda de que los sucesos recientes han reactivado recuerdos traumáticos provocando un deterioro en su funcionamiento. Como se expuso en el capítulo 6, no hay un perfil característico o común en el MMPI-A para los adolescentes que han sido víctimas de abuso sexual; sin embargo, los adolescentes que han sufrido este tipo de abuso suelen mostrar múltiples elevaciones en las escalas del MMPI-A que reflejan una angustia afectiva, como en el caso de Tamara, y tal vez también manifiesten una desorganización en el pensamiento y el funcionamiento general. En este caso, el diagnóstico de trastorno de estrés postraumático (TEPT) se fundamenta en los síntomas y experiencias afectivas y/o cognitivas de Tamara, aunque también es preciso considerar otros trastornos relacionados con la ansiedad en su evaluación y el diagnóstico. Tamara requiere de intervenciones rápidas para impedir una desorganización adicional de su funcionamiento. Aunque es posible que su estado de debilitamiento, sus dudas personales y su pesimismo general hagan que se tome con cautela su pronóstico de tratamiento, la apertura para revelar sus sentimientos en la evaluación es prometedora. La presencia de una familia que la apoya también constituye un aspecto que debería servir para reforzar el trabajo de tratamiento.

Recomendaciones La canalización al grupo de tratamiento para víctimas de abuso sexual debe ponderarse con sumo cuidado a la luz del retraimiento y la incomodidad interpersonal de Tamara. Participar

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

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en un grupo con otras chicas adolescentes que han sido víctimas de abuso constituye un recurso para que ella se sienta comprendida y menos sola. Sin embargo, es probable que responda mejor, por lo menos inicialmente, a una psicoterapia de apoyo que le ofrezca un formato de terapia individual. En este caso, podría considerarse la disposición actual de ambas modalidades de terapia. Los métodos de tratamiento también deberían dirigirse a desensibilizar a Tamara ante los temores interpersonales, así como para que desarrolle habilidades de competencia social y asertivas. Además, se recomienda que Tamara vea a su médico de cabecera para que le realice un examen físico; también debe canalizarse con un psiquiatra para que considere un tratamiento farmacológico complementario en caso de continúen sus pensamientos impulsivos y un elevado nivel de angustia.

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Reporte de casos ilustrativos

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AUTOEVALUACIÓN 1. ¿Cuáles de los siguientes tipos de información no son apropiados para la sección de antecedentes del reporte de una prueba? a) mención de hospitalización previa b) enunciados sobre violencia familiar c) información acerca de puntuaciones y resultados de prueba d) hechos concernientes al fracaso escolar 2. La sección del resumen del reporte debe: a) destacar resultados y conclusiones centrales b) presentar opiniones personales c) proporcionar información nueva d) enfocarse en hallazgos observacionales 3. El análisis del funcionamiento interpersonal del adolescente podría incluir hallazgos sobre: a) conflicto con los padres b) extrañamiento de los compañeros c) desafío hacia las figuras de autoridad d) todas las anteriores 4. ¿Cuál de las siguientes opciones se evita mejor en la sección interpretativa del reporte de la prueba? a) el análisis de las fortalezas del examinado b) la lista de las puntuaciones naturales c) los predicciones de rango amplio del examinado d) b) y c). 5. Las reglas sobre la confidencialidad dictan que los padres o tutores legales del adolescente nunca deben estar presentes para la retroalimentación de la prueba. ¿Verdadero o falso? Respuestas: 1. c; 2. a; 3. d; 4. d; 5. Falso.

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APENdIcE A

Composición de los reactivos de las escalas y subescalas del MMPI-A

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TABLA A–1.



Escalas básicas INVAR Inconsistencia de las respuestas variables (50 pares de respuestas de reactivos) Añada un punto a cada uno de los siguientes pares de respuestas: 6V – 86F 77F – 107V 188V – 403F 6F – 86V 78F – 90V 188F – 403V 20V – 211F 79V – 119F 212V – 298F 25V – 106F 80V – 101F 215V – 405F 25F – 106V 94F – 469V 215F – 405V 34F – 81V 95F – 132V 253V – 266F 43V – 248F 99V – 323F 286F – 314V 46F – 475F 124F – 379V 292V – 331V 53F – 62V 128F – 465F 304F – 335F 57V – 191F 144V – 247F 309V – 402F 60V – 121V 146V – 167V 318F – 370V 63V – 120V 154V – 178F 332V – 337F 63F – 120F 160F – 227V 355V – 375F 69V – 452F 177F – 283V 463V – 476V 70V – 223V 182V – 258F 477V – 478F 71F – 91V 182F – 258V 477F – 478V 77V – 107F 185F – 383V Varones: X 4.64; DE 3.40 Mujeres: X 3.86; DE 2.84 INVER Inconsistencia de las respuestas verdaderas (24 pares de respuestas de reactivos) 1) Añada un punto a cada uno de los siguientes pares de respuestas: 14V – 424V 70V – 223V 242V – 260V 37V – 168V 71V – 283V 264V – 331V 60V – 121V 95V – 294V 304V – 335V 62V – 360V 119V – 184V 355V – 367V 63V – 120V 146V – 167V 463V – 476V

173

Aplicaciones clínicas del MMPI-A 2) Reste un punto a cada uno de los siguientes pares de respuestas: 46F – 475F 71F – 283F 158F 53F – 91F 82F – 316F 245F 63F – 120F 128F – 465F 304F

– – –

288F 257F 335F

3) Luego, añada nueve puntos a la puntuación natural total. Varones: X 9.21; DE 1.79. Mujeres: X 9.40: DE 1.56.

F2 – Infrecuencia 2, de la primera parte (33 reactivos) Verdadero 242 250 264 273 283 297 303 309 315 321 328 332 342 350 358 366 384 392 399 405 415 422 428 433 458 463 470

108

337 439

Falso 258 289 374 447 Varones: X 5.09; DE 4.98. Mujeres: X 4.57; DE 4.61.



F – Infrecuencia (66 reactivos) Verdadero 12 17 22 30 33 39 51 57 63 69 80 92 132 136 144 155 173 187 215 219 224 230 236 242 264 273 283 297 303 309 315 321 328 332 337 342 358 366 384 392 399 405 415 422 428 433 439 458 470

Falso 6 74 86 98 104 120 182 193 198 258 289 Varones: X 9.15; DE 8.44. Mujeres: X 7.70; DE 7.22.

174

374

108 250 350 463

447

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F1 – Infrecuencia 1, de la primera parte (33 reactivos) Verdadero 12 17 22 30 33 39 51 57 63 69 80 92 132 136 144 155 173 187 215 219 224 230 236 Falso 6 74 86 98 104 120 182 193 198 Varones: X 4.06; DE 3.95. Mujeres: X 3.13; DE 3.07.

Apéndice A. Composición de los reactivos. . . L – Mentira (14 reactivos) Verdadero ninguno Falso 15 26 38 48 73 89 98 103 117 133 147 176 243 Varones: X 2.94; DE 2.34. Mujeres: X 2.26; DE 1.92.

192

K – Defensividad (30 reactivos) Verdadero 79

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Falso 26 34 55 72 107 111 116 121 124 130 142 150 160 164 185 201 227 265 271 289 298 317 318 320 327 333 341 Varones: X 12.70; DE 4.73. Mujeres: X 11.54; DE 4.39. 1 Hs—Hipocondriasis (32 reactivos) Verdadero 17 25 36 50 56 93 97 106 143 167 231 Falso 2 3 8 10 18 42 44 54 87 113 135 140 157 166 168 172 196 210 233 239 Varones: X 7.68; DE 4.66. Mujeres: X 9.28; DE 5.04. 2 D—Depresión (57 reactivos) Verdadero 5 14 17 28 35 139 141 163 167 174

36 203

43 53 70 88 113 121 218

Falso 2 4 9 10 18 26 34 40 42 46 52 65 72 91 105 112 128 134 135 138 140 142 158 171 180 200 208 209 212 222 229 232 243 289 298 Varones: X 18.95; DE 5.51. Mujeres: X 20.81; DE 5.45. 3 Hi—Histeria (60 reactivos) Verdadero 11 17 28 36 37

41

62

97

159

165

167

205

151 325

146

124

71 179

216

175

Aplicaciones clínicas del MMPI-A

Falso 9 31 67 75 79 91 116 119 123 160 164 178 197 202 204 212 227 244 Varones: X 19.48; DE 5.28. Mujeres: X 20.33; DE 5.50.

140 246

150 249

151 298

5 Mf-m—Masculinidad-Femineidad (masculino) (44 reactivos) Verdadero 59 61 64 76 114 116 122 131 159 169 185 194 206 235 240 251 253 Falso 1 23 24 60 65 66 72 82 99 100 103 115 127 156 183 186 188 190 217 220 221 223 238 241 Varones: X 21.28; DE 3.98. 5 Mf-f—Masculinidad-Femineidad (femenino) (44 reactivos) Verdadero 59 61 64 76 114 116 122 131 169 185 194 206 240 253 Falso 1 23 24 60 65 66 72 82 99 100 103 115 127 156 159 183 186 188 190 197 217 220 221 223 241 251 254 Mujeres: X 28.24; DE 3.73. 6 Pa—Paranoia (40 reactivos) Verdadero 15 16 20 21 22 219 253 259 266 285

176

39 286

95 287

109 314

132 315

136 332

137 337

139 350

72 142 196

85

153

197

126 254

235

126 238

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Falso 2 3 7 8 9 10 13 23 26 42 44 55 77 87 91 94 107 110 111 118 119 123 129 135 145 146 150 152 154 157 160 166 168 172 178 183 201 210 225 227 233 237 246 248 Varones: X 20.94; DE 5.66. Mujeres: X 22.85; DE 5.12. 4 Dp—Desviación psicopática (49 reactivos) Verdadero 16 19 20 28 29 32 39 49 51 53 68 78 90 95 101 109 184 191 206 211 247 269 286

Apéndice A. Composición de los reactivos. . . Falso 77 91 94 96 100 107 228 239 249 263 265 267 294 295 Varones: X 12.60; DE 4.12. Mujeres: X 12.99; DE 4.15. 7 Pt—Psicastenia (48 reactivos) Verdadero 11 15 21 28 35 53 163 167 185 205 226 255 288 290 293 296 297 300

62 257 305

70 259 306

78 266 307

85 270 308

90 281 309

124 282 310

277

141 284 311

Falso 3 4 9 105 134 158 170 274 301 Varones: X 17.97; DE 7.60. Mujeres: X 20.79; DE 8.07.

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8 Es—Esquizofrenia (77 reactivos) Verdadero 15 16 19 20 21 28 62 81 88 132 137 141 208 214 218 219 226 231 264 268 272 273 276 278 302 303 305 309 314 321

29 32 35 39 41 43 159 161 163 173 175 181 236 240 251 255 256 259 279 283 287 291 296 299 332

Falso 6 9 31 86 87 102 158 169 172 182 198 239 260 262 271 275 322 Varones: X 21.98; DE 10.23. Mujeres: X 23.26; DE 10.62. 9 Ma—Hipomanía (46 reactivos) Verdadero 14 19 21 47 52 58 149 161 162 175 181 189 214 222 226 228 232 234

81 194 237

83 195 252

94 109 116 125 199 200 205 207 313

Falso 84 89 96 102 103 130 148 151 160 Varones: X 21.14; DE 5.01. Mujeres: X 21.81; DE 4.81.

227

45 205 261 300

258

137 213

246

177

Aplicaciones clínicas del MMPI-A 0 Is—Introversión social (62 reactivos) Verdadero 27 28 53 67 96 100 203 227 235 248 257 265 306 316 317 326 327 330

107 270 334

121 129 151 154 160 276 280 282 288 304 340

Falso 29 46 75 82 102 125 174 180 197 217 221 239 262 292 298 301 312 319 323 324 329 331 335 336 339 343 Varones: X 25.99; DE 7.84. Mujeres: X 26.97; DE 8.01.

178 306

245 338

TABLA A–2.

Falso 2 9 40 46 71 91 105 112 134 142 171 179 209 243 289 298 Varones: X 8.58; DE 4.25. Mujeres: X 9.87; DE 4.64. D2—Retardo psicomotor (14 reactivos) Verdadero 35 43 163 218 Falso 9 26 34 46 52 72 128 179 180 200 Varones: X 4.80; DE 2.01. Mujeres: X 4.79; DE 1.84. D3—Problemas en el funcionamiento físico (11 reactivos) Verdadero 17 113 167 174 Falso 2 18 42 135 138 140 142 Varones: X 3.26; DE 1.49. Mujeres: X 3.70; DE 1.60.

178

167

180

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Subescalas de Harris-Lingoes D1—Depresión subjetiva (32 reactivos) Verdadero 28 35 36 43 53 70 88 121 124 139 141 163 203 218

Apéndice A. Composición de los reactivos. . . D4—Retraso mental (15 reactivos) Verdadero 14 28 35 70 88 141

163

218

Falso 9 10 40 71 105 158 179 Varones: X 3.62; DE 2.48. Mujeres: X 3.90; DE 2.61. D5—Preocupación (10 reactivos) Verdadero 35 53 88 121 124 139 163 203 Falso 71 91 Varones: X 2.78; DE 2.04. Mujeres: X 3.77; DE 2.15. Hi1—Negación de la ansiedad social (6 reactivos) Verdadero ninguno

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Falso 123 154 160 178 Varones: X 3.13; DE 1.77.

227

248 Mujeres: X 3.31; DE 1.77.

Hi2—Necesidad de afecto (12 reactivos) Verdadero 216 Falso 23 55 72 77 94 107 118 145 201 225 246 Varones: X 5.04; DE 2.33. Mujeres: X 4.88; DE 2.40. Hi3—Lasitud (15 reactivos) Verdadero 28 36 62 167 205 Falso 2 3 9 10 42 91 119 135 142 146 Varones: X 4.00; DE 2.54. Mujeres: X 4.74; DE 2.79.

179

Aplicaciones clínicas del MMPI-A Hi4—Quejas somáticas (17 reactivos) Verdadero 11 17 37 41 97 165 Falso 8 44 87 152 157 166 168 172 196 210 233 Varones: X 4.02; DE 2.85. Mujeres: X 4.95; DE 3.07. Hi5—Inhibición de la agresión (7 reactivos) Verdadero ninguno

Falso 79 119 202 204 Varones: X 3.41; DE 1.86. Mujeres: X 3.87; DE 1.93. Dp2—Problemas con la autoridad (8 reactivos) Verdadero 32 101 Falso 31 67 123 153 246 249 Varones: X 3.37; DE 1.58. Mujeres: X 2.75; DE 1.47. Dp3—Imperturbabilidad social (6 reactivos) Verdadero ninguno Falso 67 123 151 160 178 227 Varones: X 3.33; DE 1.58. Mujeres: X 3.20; DE 1.63.

180

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Falso 7 13 26 110 111 129 150 Varones: X 2.86; DE 1.33. Mujeres: X 2.92; DE 1.30. Dp1—Problemas familiares (9 reactivos) Verdadero 19 51 184 191 269

Apéndice A. Composición de los reactivos. . . Dp4—Alienación social (12 reactivos) Verdadero 16 20 39 53 78 95

109

206

211

286

Falso 123 150 Varones: X 4.83; DE 2.18. Mujeres: X 5.36; DE 2.25. Dp5—Autoalienación (12 reactivos) Verdadero 28 29 49 53 68 78 85 90 109 247

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Falso 9 91 Varones: X 4.29; DE 2.43. Mujeres: X 4.74; DE 2.54. Pa1—Ideas persecutorias (17 reactivos) Verdadero 16 20 39 95 109 132 136 137 155 219 285 286 315 332 337

314

Falso 294 Varones: X 4.10; DE 2.78. Mujeres: X 4.09; DE 2.71. Pa2—Asertividad (9 reactivos) Verdadero 20 139 253 259 266 287 350 Falso 96 228 Varones: X 3.22; DE 1.63. Mujeres: X 3.74; DE 1.89. Pa3—Ingenuidad (9 reactivos) Verdadero 15 Falso 77 94 100 107 263 265 267 295 Varones: X 3.93; DE 1.89. Mujeres: X 3.75; DE 1.97.

181

Aplicaciones clínicas del MMPI-A Es1—Alienación social (21 reactivos) Verdadero 16 19 20 39 43 132 137 181 208 240 259 264 300 302 314

272

Falso 86 258 260 262 322 Varones: X 6.17; DE 3.29. Mujeres: X 6.46; DE 3.24. Es2—Alienación emocional (11 reactivos) Verdadero 62 88 219 255 283 303 309 321 Falso 9 198 271 Varones: X 2.29; DE 1.81. Mujeres: X 2.29; DE 1.81.

Falso 158 Varones: X 2.94; DE 2.20. Mujeres: X 3.10; DE 2.29. Es4—Falta de destreza connativa del yo (14 reactivos) Verdadero 28 35 45 62 88 218 219 255 279 283 305 Falso 9 198 271 Varones: X 4.10; DE 2.57. Mujeres: X 4.35; DE 2.71. Es5—Falta de destreza del yo, inhibición del afecto (11 reactivos) Verdadero 21 81 161 175 205 33+ 256 273 300 309 332 Falso ninguno Varones: X 3.47; DE 2.07. Mujeres: X 4.20; DE 2.16.

182

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Es3—Falta de destreza cognoscitiva del yo (10 reactivos) Verdadero 28 29 141 163 173 279 291 296 305

Apéndice A. Composición de los reactivos. . . Es6—Alucinaciones (20 reactivos) Verdadero 21 29 41 161 175 214

231

236

276

278

287

291

299

Falso 87 102 169 172 239 275 Varones: X 5.01; DE 3.33. Mujeres: X 5.46; DE 3.45. Ma1—Inmoralidad (6 reactivos) Verdadero 125 213 232 234 252 Falso 246 Varones: X 2.71; DE 1.40. Mujeres: X 2.37; DE 1.30. Ma2—Aceleración psicomotriz (11 reactivos) Verdadero 14 81 83 116 162 195 205 226 228

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Falso 96 102 Varones: X 6.52; DE 2.13. Mujeres: X 7.13; DE 1.97. Ma3—Imperturbabilidad (8 reactivos) Verdadero 149 189 207 Falso 89 130 151 160 227 Varones: X 3.16; DE 1.59. Mujeres: X 2.94; DE 1.52. Ma3—Sobrevaloración del yo (9 reactivos) Verdadero 47 52 58 94 137 181 199 200 313 Falso ninguno Varones: X 4.45; DE 1.83. Mujeres: X 4.61; DE 1.74.

183

Aplicaciones clínicas del MMPI-A

TABLA A–3. Subescalas Is Is1—Timidez/autoconsciencia del yo (14 reactivos) Verdadero 151 154 160 178 227 248 257 270 Falso 46 245 262 301 312 336 Varones: X 6.21; DE 3.12. Mujeres: X 6.23; DE 3.28. Is2—Evitación social (8 reactivos) Verdadero 304 316

317

Falso ninguno Varones: X 7.58; DE 3.43. Mujeres: X 8.22; DE 3.68.

TABLA A–4. Escalas suplementarias MAC-A—Alcoholismo de MacAndrew-revisada (49 reactivos) Verdadero 7 22 46 49 66 78 80 99 101 109 165 177 191 202 210 214 222 241 250 262 342 348 376 380 382 386 392 393 395 407

110 269 429

122 312 470

Falso 70 103 113 131 153 159 235 249 268 279 305 Varones: X 21.07; DE 4.44. Mujeres: X 19.73; DE 4.14.

184

161 323

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Falso 82 292 319 331 335 339 Varones: X 2.52; DE 2.03. Mujeres: X 1.90; DE 1.85. Is3—Alienación de sí mismo y de otros (17 reactivos) Verdadero 27 28 53 100 107 129 265 280 282 288 306 308 326 327 334 340

Apéndice A. Composición de los reactivos. . . RPAD—Reconocimiento de problemas con el alcohol y/o drogas (13 reactivos) Verdadero 81 144 161 247 269 338 342 429 458 467 474 Falso 249 431 Varones: X 3.90; DE 2.45. Mujeres: X 3.68; DE 2.38. TPAD—Tendencia a problemas con el alcohol y/o drogas (36 reactivos) Verdadero 32 38 57 82 101 117 191 336 345 376 381 389 438 440 452 455 462 476

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Falso 40 142 143 153 188 272 304 403 410 418 424 436 457 459 460 463 Varones: X 16.55; DE 4.42. Mujeres: X 16.74; DE 4.17. INM-A—Inmadurez-adolescentes (43 reactivos) Verdadero 16 20 24 45 63 72 94 101 128 218 224 269 351 354 358 362 371 389 400 405 418 423 425 426 444 452 453 466 Falso 64 71 105 120 153 170 322 336 419 431 436 448 Varones: X 13.47; DE 6.29. Mujeres: X 11.75; DE 6.31. A-A—Ansiedad-adolescentes (35 reactivos) Verdadero 28 35 53 62 78 121 129 203 218 227 235 255 270 281 290 291 305 308 310 317 318 320 326 368 370 372 377 379 383 385 394 404

435

451

307 441

476

259 369

Falso 360 Varones: X 14.59; DE 7.17. Mujeres: X 16.90; DE 7.67.

185

Aplicaciones clínicas del MMPI-A R-A—Represión-adolescentes (33 reactivos) Verdadero ninguno Falso 1 7 10 13 34 42 66 112 115 122 128 138 171 180 186 188 232 239 240 277 289 325 329 331 339 341 348 386 388 390 396 Varones: X 13.41; DE 4.37. Mujeres: X 13.33; DE 3.50.

161 335

TABLA A–5.

Falso 134 196 209 375 424 Varones: X 7.84; DE 4.09. Mujeres: X 9.03; DE 4.40. OBS-A—Obsesividad-adolescentes (15 reactivos) Verdadero 52 78 83 129 185 293 307 308 310 368 370 394 421 444 Falso ninguno Varones: X 6.91; DE 3.32. Mujeres: X 7.88; DE 3.23. DEP-A—Depresión-adolescentes (26 reactivos) Verdadero 35 49 53 62 68 88 124 139 177 203 219 230 259 283 311 347 371 372 379 399 Falso 3 9 71 91 360 Varones: X 7.59; DE 4.57. Mujeres: X 9.17; DE 5.08.

186

383

412

242

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Escalas de contenido ANS-A—Ansiedad-adolescentes (21 reactivos) Verdadero 14 28 36 163 185 255 279 281 285 318 353 377 402 404 468

Apéndice A. Composición de los reactivos. . . SAU-A—Preocupación por la salud-adolescentes (37 reactivos) Verdadero 11 17 25 37 41 50 56 93 97 106 143 167 231 422 443 470 Falso 18 42 44 54 87 112 113 135 138 152 157 168 174 193 210 233 239 275 374 Varones: X 7.88; DE 5.31. Mujeres: X 9.03; DE 5.53. ENA-A—Enajenación-adolescentes (20 reactivos) Verdadero 16 20 39 211 227 242 317 362 369 413 438 446 471 473

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Falso 74 104 260 448 450 Varones: X 5.95; DE 3.36. Mujeres: X 5.62; DE 3.49. DEL-A—Pensamiento delirante-adolescentes (19 reactivos) Verdadero 22 29 92 132 155 173 250 278 291 296 299 314 332 417 428 433 439

187

172

463

315

Falso 387 Varones: X 4.00; DE 3.13. Mujeres: X 4.05; DE 3.09. ENJ-A—Enojo-adolescentes (17 reactivos) Verdadero 26 34 111 128 201 282 367 378 382 388 401 416 445 453 458 461 Falso 355 Varones: X 7.94; DE 3.23. Mujeres: X 8.51; DE 3.09. CIN-A—Cinismo-adolescentes (22 reactivos) Verdadero 47 55 72 77 100 107 118 267 295 325 330 334 371 373

211 395

213 225 238 263 406

265

187

Aplicaciones clínicas del MMPI-A Falso ninguno Varones: X 12.36; DE 4.51. Mujeres: X 12.34; DE 4.72. PCO-A—Problemas de conducta-adolescentes (23 reactivos) Verdadero 32 99 117 224 232 234 252 345 354 356 361 391 445 455 456 462 469 477 478

442

Falso 96 249 465 Varones: X 9.62; DE 4.03. Mujeres: X 8.15; DE 3.85. BAE-A—Baja autoestima-adolescentes (18 reactivos) Verdadero 67 70 124 280 306 358 379 384 385 400 415 430 441 468

432

ASL-A—Aspiraciones limitadas-adolescentes (16 reactivos) Verdadero 27 39 218 340 351 430 464 Falso 170 188 324 397 403 409 411 436 447 Varones: X 5.85; DE 2.63. Mujeres: X 6.00; DE 2.72. ISO-A—Incomodidad en situaciones sociales-adolescentes (24 reactivos) Verdadero 43 151 160 178 248 264 290 304 316 328 408

410

Falso 46 82 245 262 292 319 331 335 336 339 450 Varones: X 8.33; DE 4.36. Mujeres: X 7.19; DE 4.31.

188

475

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Falso 58 74 105 Varones: X 5.00; DE 3.21. Mujeres: X 5.83; DE 3.46.

Apéndice A. Composición de los reactivos. . . FAM-A—Problemas familiares-adolescentes (35 reactivos) Verdadero 19 57 137 181 184 191 194 215 240 344 352 359 363 366 381 396 405 438

269 440

277 302 454

Falso 6 79 86 119 182 258 365 398 451 457 460 Varones: X 11.37; DE 5.62. Mujeres: X 12.53; DE 5.67. ESC-A—Problemas escolares-adolescentes (20 reactivos) Verdadero 12 33 69 80 101 220 257 338 364 380 389 425 443 452 464 466

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Falso 153 166 459 Varones: X 6.32; DE 3.37. Mujeres: X 5.83; DE 3.15. RTR-A—Rechazo al tratamiento-adolescentes (26 reactivos) Verdadero 20 27 88 242 256 340 356 357 358 369 371 414 420 421 423 426 427 432 434 444 449 472

303

435

418

Falso 419 431 437 Varones: X 9.11; DE 4.21. Mujeres: X 9.30; DE 4.41.

189

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Referencias

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A

FUENTES PRIMARIAS SOBRE EL MMPI-A Archer, R. P. (1997). MMPI-A: Assessing adolescent psychopathology (2da ed.). Mahwah, NJ: Lawrence Erlbaum Associates. Este libro se concentra en dar a los clínicos información práctica respecto al uso del MMPI-A y al mismo tiempo ofrece también una revisión completa y contemporánea de los estudios de investigación publicados sobre este instrumento. El texto comprende un resumen del Resumen Estructural del MMPI-A e ilustra los principios de interpretación mediante varios ejemplos de caso clínicos. Butcher, J. N., y Williams, C. L. (2000). Essentials of MMPI-2 y MMPI-A interpretation (2da ed.). Minneapolis: University of Minnesota Press. Este texto proporciona información amplia sobre las estrategias interpretativas del MMPI-A y el MMPI-2 y comprende detalles sobre los fundamentos para el desarrollo de ambos instrumentos. Butcher, J. N., Williams, C. L., Graham, J. R., Archer, R. P., Tellegen, A., Ben-Porath, Y. S., y Kraemmer, B. (1992). MMPI-A (Minnesota Multiphasic Personality Inventory-Adolescent): Manual for administration, scoring, and intrepretation. Minneapolis: University of Minnesota Press. Este manual de la prueba debería estar en la biblioteca de todos los psicólogos que utilizan el MMPI-A. Ofrece información amplia sobre la confiabilidad y validez del MMPI-A y recomendaciones concisas para el uso clínico de este instrumento. Los apéndices ofrecen información completa sobre la pertenencia a las escalas y datos normativos, y se proporcionan correlatos de las escalas básicas del MMPI-A basados en muestras de adolescentes normativas y clínicas.

En esta monografía, se presenta información completa sobre los requisitos de lectura de todas las formas del MMPI e informes en el sentido de que el nivel de dificultad promedio entre las diferentes formas fue aproximadamente de sexto grado. Los autores señalaron que los reactivos más difíciles aparecieron en la escala 9, y que aproximadamente 6% de los reactivos del MMPI-A exigieron al menos un nivel de lectura de 10mo grado. Williams, C. L., Butcher, J. N., Ben-Porath, Y. S., y Graham, J. R. (1992). MMPI-A content scales: Assessing psychopathology in adolescents. Minneapolis: University of Minnesota Press. Este texto es una revisión completa del desarrollo y uso de las escalas de contenido del MMPI-A por parte de los individuos identificados con la creación de este conjunto de escalas.

RECURSOS SOBRE EL RESUMEN ESTRUCTURAL DEL MMPI-A Archer, R. P., Belevich, J. K. S., y Elkins, D. E. (1994). Item-level and scale-level factor structures of the MMPI-A. Journal of Personality Assessment, 62, 332-345. Este artículo presenta información sobre los ocho niveles factoriales de las escalas que se han encontrado en el MMPI-A en la muestra normativa de 1,620 adolescentes y ofrece el fundamento básico para el desarrollo posterior del Resumen Estructural del MMPI-A.

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Dahlstrom, W. G., Archer, R. P., Hopkins, D. G., Jackson, E., y Dahlstrom, L. E. (1994). Assessing the readability of the Minnesota Multiphasic Personality Inventory Instruments-the MMPI, MMPI-2, MMPI-A. Minneapolis: University of Minnesota Press.

Bibliografía considerada Archer, R. P., y Krishnamurthy, R. (1994). A structural summary approach for the MMPI-A: Development and empirical correlates. Jornal of Personality Assessment, 63, 554-573. Este artículo ofrece una descripción de cada una de las ocho dimensiones del Resumen Estructural del MMPI-A y describe los correlatos relacionados con cada dimensión en muestras normales y clínicas. Archer, R. P., y Krishnamurthy, R. (1997). MMPI-A scale-level factor structure: Replication in a clinical simple. Assessment, 4, 337-349. El Resumen Estructural del MMPI-A se basó en una estructura factorial identificada en una investigación sobre la muestra normativa del MMPI-A. Este estudio establece la capacidad de generalizar la estructura factorial a una muestra de 358 adolescentes en centros de tratamiento clínicos. Archer, R. P., Krishnamurthy, R., y Jacobson, J, M. (1994). MMPI-A Casebook. Tampa, FL: Psychological Assessment Resources. Este libro proporciona un breve resumen del desarrollo del MMPI-A y una serie de 16 ejemplos de casos clínicos que ilustran varios de los principios de interpretación del MMPI-A. Cada uno de los ejemplos de caso clínico también comprende una ilustración del modelo del Resumen Estructural del MMPI-A, y el apéndice C proporciona una lista completa de los correlatos clínicos de cada una de las dimensiones factoriales en la muestra normativa del MMPI-A y en una muestra de adolescentes de un centro de tratamiento clínico.

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Krishnamurthy, R., y Archer, R. P. (1999). Empirically based interpretative approaches for the MMPI-A structural summary. Journal of Personality Assessment, 73, 245-259. En este estudio, se exploraron dos métodos de interpretación de los datos derivados del Resumen Estructural del MMPI-A. Estos métodos consistieron, por un lado, en hacer que concordaran una mayoría simple de las escalas y subescalas dentro de un determinado factor con elevaciones en las puntuaciones T en un nivel crítico, y por otro lado, en calcular las puntuaciones T promedio generadas por todas las escalas y subescalas de cada factor. Este estudio estableció la capacidad comparativa de estos dos métodos, lo que permitió basarse en el método más fácil de utilizar, el cual fue simplemente hacer que concordaran la cantidad total de escalas y subescalas para alcanzar un valor crítico. Este estudio también ofrece información sobre los patrones de elevación bifactorial conjunta según lo que se encontró en esta muestra clínica de adolescentes.

RUMBOS ACTUALES Y FUTUROS Archer, R. P. (1997). Future directions for MMPI-A: Research and clinical issues. Journal of Personality Assessment, 68, 95-109. Este artículo sugiere seis ámbitos de investigación productivos con el MMPI-A. Estos ámbitos consisten en estudiar la utilidad de la interpretación de los tipos de código, los aspectos relacionados con la elevación del perfil, la identificación de criterios para evaluar la utilidad de las escalas tradicionales y nuevas del MMPI-A. Además, los ámbitos de investigación restantes suponen establecer los rangos de edad óptima para la utilización del MMPI-A, detectar los efectos que tiene el instrumento revisado en los patrones de uso clínico de la prueba con adolescentes y evaluar los métodos óptimos para utilizar el modelo del Resumen Estructural del MMPI-A. Archer, R. P., Andel, R. W., y Lynch, K. D. (en prensa). The effectiveness of MMPI-A ítems in discriminating between normative and clinical simples. Journal of Personality Assessment. En este manuscrito, se examina una de las principales causas de los valores relativamente bajos en las puntuaciones T que suelen encontrarse en los adolescentes en las muestras clínicas. En concreto, en este artículo se presentan

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Aplicaciones clínicas del MMPI-A datos que demuestran que muchos de los reactivos del MMPI-A no muestran diferencias significativas en la confirmación de los reactivos en el caso de los adolescentes que están en ambientes normativos versus clínicos. El artículo propone en forma provocativa que el MMPI-A podría reducirse en forma significativa si se eliminan esos reactivos ineficaces. Archer, R. P., y Newsom, C. R. (2000). Psychological test usage with adolescent clients: Survey update. Assessment, 7, 227-236. Este estudio actualiza un sondeo anterior realizado en 1991, en el cual se estableció que el MMPI fue el instrumento de evaluación objetiva de la personalidad más utilizado con adolescentes. Los resultados de este sondeo de actualización indicaron que el MMPI-A ha mantenido su predominio entre los instrumentos de evaluación objetiva de la personalidad. Las ventajas o fortalezas que se mencionan con más frecuencia en relación con el MMPI-A fueron el cuadro clínico completo que genera este instrumento, la disponibilidad de normas para adolescentes contemporáneos, su facilidad de aplicación y solidez psicométrica y la base de investigación de la prueba. La mayor parte de las desventajas que se mencionan con frecuencia sobre el instrumento son que exige mucho tiempo de evaluación y cierto nivel de lectura. Forbey, J. D., Ben-Porath, Y. S. (1998). A critical item set for the MMPI-A. Minneapolis: University of Minnesota Press. En esta monografía, se describe el esfuerzo que se hizo por desarrollar un conjunto de reactivos cruciales, en relación con las respuestas que se dan normalmente al MMPI-A, basados en las respuestas, a nivel de los reactivos, de la muestra normativa del MMPI-A y de un grupo de 419 adolescentes de un centro de tratamiento residencial en la región central de Estados Unidos. Un conjunto final de 82 reactivos, identificados con base en una comparación de frecuencias de confirmación de reactivos, su colocó en agrupamientos de reactivos sobre ámbitos de contenido como agresión, problemas de conducta e ideas depresivas y/o suicidas.

Este estudio factorial sobre las escalas de contenido del MMPI-A muestra las fuertes relaciones y el traslape que hay entre estas escalas en las muestras normativa y clínica del MMPI-A. Los resultados demuestran que dos factores, clasificados como Desajuste General y Tendencias a la Externalización, dan cuenta de la mayor parte de la varianza entre las 15 escalas de contenido. Los análisis factoriales, a nivel de los reactivos de las escalas de contenido individuales, produjeron en general soluciones unifactoriales. Sherwood, N. E., Ben-Porath, Y. S., y Williams, C. L. (1997). The MMPI-A Content Component Scales. Minneapolis: University of Minnesota Press. En esta monografía, se describen los fundamentos y el desarrollo de un conjunto de escalas de contenido para las 15 escalas de contenido del MMP-A. Estas escalas están diseñadas para aumentar la interpretación de las escalas de contenido del mismo modo en que se utilizan las subescalas de Harris-Lingoes para depurar la interpretación de las escalas clínicas básicas. Se presentan datos sobre la confiabilidad y la validez iniciales, junto con sugerencias de los posibles rumbos que pueden darse en el futuro en los ámbitos clínico y de investigación.

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McCarthy, L., y Archer, R. P. (1998). Factor structure of the MMPI-A content scales: Item-level and scale-level findings. Journal of Personality Assessment, 71, 84-97.

Índice NOTA: Los números de página en negritas indican cuadros y en cursivas corresponden a figuras.

social (Es1) composición de los reactivos, 181 social (Es1) (21 reactivos), 72 Alucinaciones, 133 auditivas, 85 olfatorias, 85 visuales, 85 Alucinaciones (Es6), composición de los reactivos, 183 Alucinaciones (Es6) (20 reactivos), 73 Ambiente escolar, 87 American Psychological Association (APA), 101 Angustia general, 93 Anorexia nerviosa tipo hiperfágico/purgativo, 126 tipo restrictivo, 126 Ansiedad, 84, 93 Ansiedad-adolescentes composición de los reactivos, 185, 186 Ansiedad/depresión, 164 Apatía, 84 Aprehensión, 84 Asertividad (Pa2) composición de los reactivos, 181 Aspiraciones limitadas e inmadurez, 107 Aspiraciones limitadas-Adolescentes (ASL-A), 83 composición de los reactivos, 188 Autoalienación (Dp5), composición de los reactivos, 181 Autoalineación (Dp5) (12 reactivos), 71 Autoinforme juvenil (YSR), 136 Autopresentación negativa, 53 positiva, 53

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A Abuso de sustancias, 123 con el MMPI-A, cómo evaluar a adolescentes con, 126 Abuso sexual, adolescentes que han sufrido, 127 Aceleración psicomotora (Ma2), 94 composición de los reactivos, 183, 197 Aceleración psicomotriz (Ma2) (11 reactivos), 73 Acting out, 61, 63, 67 Actitudes al someterse a la prueba, 98 Adaptación interpersonal, 132 social marginal, 81 Adolescentes aislados y retraídos, 85 con trastornos alimentarios, 126 cómo evaluar con el MMPI-A, 128 introvertidos, 87 que han sufrido abuso sexual, 127 cómo evaluar con el MMPI-A a, 129 tímidos, 87 Alcoholismo de McAndrew (MAC-A) revisada, composición de los reactivos, 184, 198 Alienación de sí mismo y de otros (Is3) (17 reactivos), 75 composición de los reactivos, 184 emocional (Es2), 72 composición de los reactivos, 182 familiar, 95 social (Dp4), 68 social (Dp4) (12 reactivos), 71

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Baja/Escala(s)

Baja autoestima, 86 Baja autoestima-adolescentes, composición de los reactivos, 188 Baja energía, 84 Baja tolerancia al estrés, 83 Bulimia nerviosa tipo no purgativo, 126 tipo purgativo, 126

C Cinismo-adolescentes, composición de los reactivos, 187 Codificación de Welsh aplicación del procedimiento de, 39 símbolos para la, 42 Código de Welsh, 32 Coeficiente Alfa Cronbach, 12 Condición socioeconómica, 60 Conductas arriesgadas y antisociales, 86 desafiantes, 81 Conflictos familiares, 87, 95 Construcción empírica de reactivos, 2 Corrección K, 38 Criterio empírico, 68 Criterios de edad, 25

D Defensas inadecuadas, 83 Defensividad (K), 48 composición de los reactivos, 175 Definición puntaje T, 78 Delincuentes juveniles, 121 cómo evaluar a los, con el MMPI-A, 123 Dentro de los límites normales (DLN), 116 Depresión, 84, 92 composición de los reactivos, 175 escala 2 (D), 59 subjetiva (D1), 131 composición de los reactivos, 178 subjetiva (D1) (32 reactivos), 69 Depresión (D), 3 Depresión-adolescentes, composición de los reactivos, 186

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Desafío, 80 Desajuste general, 91, 93, 135 Desobediencia, 80 Desviación estándar (DE), 38 Desviación psicopática (Dp), 3 composición de los reactivos, 176 escala 4, 60 Discordias familiares, 87 Dissertation Abstracts Online, 108 Dolencias físicas, 79 DSM-IV, 113

E Empirismo por desertización, 2 Enajenación (ENA-A), 168 Enajenación-Adolescentes (ENA-A), 83 composición de los reactivos, 187 Enojo-adolescentes, composición de los reactivos, 187 Error estándar de medida (EEM), 135 Escala(s) 0 (Is): introversión social, 66 1 (Hs): hipocondriasis, 58 2 (D): depresión, 59 3 (Hi): histeria conversiva, 60 4 (Dp): desviación psicopática, 60 5 (Mf): masculinidad-femineidad, 61 6 (Pa): paranoia, 63 7 (Pt): psicastenia, 64 8 (Es): esquizofrenia, 64 9 (Ma): hipomanía, 65 activadoras, 122 alcoholismo de McAndrew revisada (de adolescentes), 89 ansiedad y represión, 91 aumentos en ciertas, 135 básicas, composición de los reactivos, 173 del MMP-I, métodos para interpretar los datos de, 75 clínicas, interpretación de las caracterícas de las, 75 clínicas básicas, aspectos que deben recordase en la interpretación de las, 67 cómo interpretar a las, 57 de ansiedad-adolescentes (A-A) y represiónadolescentes (R-A) de Welsh, 91

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B

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Esquizofrenia/Fortalezas de ansiedad-adolescentes (ANS-A), 84 de aspiraciones limitadas-adolescentes (ASL-A), 87 de baja autoestima-adolescentes (BAE-A), 86 de cinismo-adolescentes (CIN-A), 86 de contenido, composición de los reactivos, 186 consideraciones para la interpretación de las, 83 del MMPI-A, 83 de defensividad K, 3, 4 de depresión-adolescentes (DEP-A), 84 de enajenación-adolescentes (ENA-A), 85 de enojo-adolescentes (ENJ-A), 85 de incomodidad en situaciones socialesadolescentes (ISO-A), 87 de infrecuencia, 47 de inmadurez-adolescentes (INM), 90 de mentira (L), 48 de obsesividad-adolescentes (OBS-A), 84 de pensamiento delirante-adolescentes (DEL-A), 85 de preocupación por la salud-adolescentes (SAU-A), 84 de problemas de conducta-adolescentes (PCO-A), 86 de problemas escolares-adolescentes (ESC-A), 87 de problemas familiares-adolescentes (FAM-A), 87 de rechazo al tratamiento-adolescentes (RTR-A), 88 de reconocimiento de problemas con el alcohol y/o drogas (RPAD), 89 de respuesta inconsistente, 47 de validez, 46 F, 47 K, 49 L, 3 L y K, 48 MAC-A, 121 mentira, 3 no podría decir, 3 RPAD, 29 SAU-A, 94 suplementarias, composición de los reactivos, 184 del MMPI-A, 88

tendencia a problemas con el alcohol y/o drogas, 90 y subescalas, composición de los reactivos de las, 173 Esquizofrenia composición de los reactivos, 177 escala 8 (Es), 64 Esquizofrenia (8), 50 Esquizofrenia (Es), 3 Estilos de respuesta por exageración, 53 por subestimación de síntomas, 53 Estrucura e idoneidad psicométrica, 106 Evaluaciones computarizadas, aspectos que deben recordarse en el uso de, 102 Evitación social (Is2), composición de los reactivos, 177 Evitación social (Is2) (8 reactivos), 74 Exacerbación (Pa2) (9 reactivos), 72 Exagerar, 53 Experiencias extrañas o inusuales, 85 Extensión y tiempo requerido de la prueba, 114 Externalización, 79

F Factor de alienación familiar (4 escalas o subescalas), 95 de desajuste general (23 escalas y subescalas), 93 de incomodidad en situaciones sociales (8 escalas y subescalas, 94 de ingenuidad (5 escalas o subescalas), 95 de inmadurez (15 escalas y subescalas), 93 de preocupación por la salud (6 escalas o subescalas), 94 de psicoticismo (4 escalas o subescalas), 95 Falsear, 48 Falta de destreza cognoscitiva del yo (Es3) (10 reactivos), 73 composición de los reactivos, 182 connativa del yo (Es4), 73 composición de los reactivos, 182 del yo, inhibición del afecto (Es3) (11 reactivos), 73 composición de los reactivos, 182 Fortalezas y debilidades del MMPI-A, 105

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G Gasto adicional en los materiales de prueba del MMPI-A, 116 Grupo control de Minnesota, 2 Grupos de contraste, 68, 90 Grupos étnicos minoritarios, 119 cómo evaluar a adolescentes de, con el MMPI-A, 121

H Hipocondriasis (Hs), 3 composición de los reactivos, 189 escala 1, 58 Hipomanía (9), 50 Hipomanía (Ma), 3 composición de los reactivos, 177 escala 9, 65 Histeria (Hi), 3 composición de los reactivos, 175 conversiva, escala 3, 60

I Ideas persecutorias (Pa1), 72, 133 composición de los reactivos, 181 Identificación de criterio, 2 Imperturbabilidad (Ma3), composición de los reactivos, 183 Imperturbabilidad (Ma3) (8 reactivos), 74 Imperturbabilidad social (Dp3), composición de los reactivos, 180 Imperturbabilidad social (Dp3) (6 reactivos), 71 Impulsividad, 86 Incomodidad en situaciones sociales, 94 Incomodidad en situaciones sociales-adolescentes composición de los reactivos, 188 Inconsistencia de las respuestas variables (INVAR), 47 verdaderas (INVER), 47 Indicador No podría decir (?), 46 Indicadores de defensividad o subinformación de sintomatología, 48 de infrecuencia, 47

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Individuos emocionalmente sobrecontrolados, 79 Informe de Calificación Extenso, 32 Informe de Perfil de las Escalas Básicas, 32 Infrecuencia composición de los reactivos, 174 de psicopatología, 110 Ingenuidad (Pa3), 95 composición de los reactivos, 181 Ingenuidad (Pa3) (9 reactivos), 72 Inhibición de la agresión (Hi5), composición de los reactivos, 180 Inhibición de la agresión (Hi5) (7 reactivos), 71 Inmadurez (INM), 93 Inmadurez-adolescentes, composición de los reactivos, 185 Inmoralidad (Ma1) composición de los reactivos, 183 Inmoralidad (Ma1) (6 reactivos), 73 Interpretación computarizada de pruebas (ICP), 101 Introversión social (Is), 3 composición de los reactivos, 178 escala 0, 66 INVAR (inconsistencia de las respuestas variables), 53, 109 composición de los reactivos, 173 INVAR-1, 31 INVAR-2, 31 INVAR/INVER, 30 calificación manual de las escalas, 31 Inventario médico y psiquiátrico, 2 INVER (inconsistencia de las respuestas verdaderas), 38, 109 composición de los reactivos, 173 instrucciones para calificación de las escalas, 33 INVER-1, 31, 32 INVER-2, 31, 32 Ira, control de la, 85

L Lasitud (Hi3) composición de los reactivos, 174 Lasitud (Hi3) (15 reactivos), 70 Lectura óptica, 32 Lista de Verificación de la Conducta Infantil (CBCL), 136

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Gasto/Lista

Mala/MMPI-A

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M Mala salud, 79 Masculinidad-femineidad (Mf), 3 composición de los reactivos, 176 escala 5, 61 Mentira, composición de los reactivos, 175 Método ateórico, 5 clínico actuarial, 101 computarizado de interpretación de la prueba, 100 Minorías étnicas, adecuación de las, 119 MMPI (Inventario Multifásico de la Personalidad de Minessota) características que han contribuido a la popularidad del, 4 escala 4 del, 7 historia del, 1 uso en adolescentes, 7 versiones iniciales del, 2 MMPI-2, desarrollo del, 6 MMPI-A adaptación interpersonal, 132 ambiente de la evaluación, 17 aplicaciones clínicas del, 119 aplicaciones con poblaciones especiales, 121 aplicaciones de las formas corta y abreviada, 23 aspectos abordados de manera insuficiente por el, 117 aspectos que deben recordarse al calificar de manera manual, 31 aspectos que deben recordarse al desarrollar un perfil del, 39 autoevaluación, 16 barreras iniciales al tratamiento, 130 calificación del, 30 características clave de los nueve tipos de código más comunes del, 82 características fundamentales de los factores del Resumen Estructural del, 97 claves para una aplicación competente, 27 combinación con otras fuentes de datos, 135 cómo administrar el, 17 cómo calificar el, 29 cómo construir el perfil del, 36 cómo evaluar la validez de perfil, 46

cómo evitar los errores comunes al calificar el, 34 cómo interpretar el, 45 cómo interpretar el resumen estructural del, 96 cómo vigilar el progreso del tratamiento y evaluar su resultado, 133 composición de los reactivos de las escalas y subescalas del, 173 condiciones de prueba apropiadas, 17 confiabilidad y validez del, 10 consideraciones éticas, 141 consideraciones sobre la aplicación, 24 consideraciones sobre la condición mental, 26 datos básicos sobre el, 11 desarrollo de las investigaciones, 107 desarrollo del, 8 desarrollo y aplicación del resumen estructural de, 91 ejemplos de referencias sobre las aplicaciones clínicas del, 130 errores comunes en la aplicación, 21 errores comunes que deben evitarse en la redacción del reporte, 141 escala 5 del, 35 escalas básicas del, 12 escalas de contenido y suplementarias del, 13 escalas suplementarias del, 88 establecer un rapport con el adolescente, 18 estructura del, 10 estructura e idoneidad psicométrica, 106 evaluación de adolescentes con discapacidades de lectura, 23 evaluación de las respuestas respecto a la validez de perfil, 108 extensión y tiempo requerido de la prueba, 114 factores del resumen estructural del, 93 forma experimental, 9 formas abreviada y corta, 22 fortalezas, 105, 112 gasto adicional en los materiales de prueba del, 116 indicadores de la necesidad de establecimiento de límites, 131 indicadores del grado de angustia emocional aguda, 131

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Modelo/Preocupación

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N Necesidad de afecto (Hi2), composición de los reactivos, 179 Necesidad de afecto (Hi2) (12 reactivos), 70 Negación, 79 Negación de la ansiedad composición de los reactivos, 179 social (Hi1) (6 reactivos), 70 Negativismo, 80 Neurosis obsesiva-compulsiva, 64 Nivel de lectura, 25 No podría decir, 49, 143

O Observaciones conductuales, 142 Obsesividad-adolescentes, composición de los reactivos, 186

P Paranoia (6), 50 Paranoia (Pa), 3 composición de los reactivos, 176 escala 6, 63 Pensamiento delirante (DEL-A), composición de los reactivos, 187 Perfil de exageración de síntomas, 55 de subestimación de síntomas, 56 sin código, 78 Perfil de escalas básicas, 36, 37 de contenido y suplementarias, 38, 40 Perfil de las Escalas de Contenido, 32 Perfil de las subescalas Harris-Lingoes e Is, 39 Pico del perfil, 76 Plantillas de calificación, 30 Poca confianza en sí mismos, 86 Pocas metas educativas o de vida, 87 Popularidad y frecuencia, 111 Potencial de desinhibición/excitación (12 escalas o subescalas), 94 Preocupación (D3), 131 Preocupación (D3) (10 reactivos), 70

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introducción, 45 limitaciones del, 112, 117 limitada sensibilidad para detectar psicopatología, 116 lineamientos de tratamiento basados en los patrones del perfil del, 134 materiales de evaluación, 21 materiales para la calificación, 30 muestra normativa del, 9 normas del, 34, 105 normas estándar para adolescentes, 34 normas para adolescentes de 12 y 13 años de edad, 36 pasos a seguir en la interpretación, 100 pasos para el desarrollo e integración de la interpretación del, 97 perfil de escalas básicas, 36 planeación del tratamiento, 130 preocupaciones específicas, 133 procedimientos de calificación computarizada, 32 procedimientos de calificación manual, 30 procedimientos relacionados con el tratamiento, 130 razones para desarrollar el, 9 referencias completas sobre el, 15 reporte de casos ilustrativos, 139 reporte interpretativo computarizado, 161 requisitos de lectura y madurez cognitiva, 114 requisitos para la supervisión, 17 requisitos profesionales para el examinador, 24 resumen, 27 resumen estructural del, 42 secciones del reporte de una prueba, 140 subescalas Harris-Lingoes e Is del, 14 subescalas Is y Harris-Lingoes para el, 68 temas de organización útiles para la interpretación del, 140 tipos de código del, 77 traducciones a lenguas extranjeras, 23 validez, 13 Modelo conceptual para la evaluación de la validez, 49 Moral pobre, 84

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Preocupación/Reporte Preocupación (D5), composición de los reactivos, 170 Preocupación por la salud, 94 adolescentes, composición de los reactivos, 187 Preocupaciones específicas, 133 Problemas con la autoridad (Dp2), 68 composición de los reactivos, 180 con la autoridad (Dp2) (8 reactivos), 71 de conducta, 107 de conducta-Adolescentes (PCO-A), 83 composición de los reactivos, 188 en el funcionamiento físico (D3) (11 reactivos), 69 escolares, 107 escolares-Adolescentes (ESC-A), 83 composición de los reactivos, 189 familiares (Dp1), 68, 95 composición de los reactivos, 180 familiares (Dp1) (9 reactivos), 71 adolescentes, composición de los reactivos, 188 Programa de personalidad multifásico, 2 Programa Federal de la Dirección de Progreso Labor, 2 Prototipo de infractores, 81 Prueba de Apercepción Temática (TAT), 136 Psicastenia, 3, 50, 78 composición de los reactivos, 177 escala 7, 64 Psicopatología, limitada sensibilidad para detectar, 116 Psicoticismo, 95 Puntuación natural, 32 Puntuaciones T, 25, 29, 32, 53, 109, 113 altas, 62 bajas, 62 conversiones de las, 62 elevadas, 78 lineales, 36

Q Quejas hipocondriacas o somáticas, 70, 80 composición de los reactivos, 180

R Reconocimiento de problemas con el alcohol y/o drogas (RPAD), 89 composición de los reactivos, 185 “Recupas psicológico”, 58 Rechazo al tratamiento-adolescentes, composición de los reactivos, 189 Reporte de caso 1, 141 antecedentes, 142 comentarios finales, 146 examen del estado mental, 142 métodos de evaluación, 142 observaciones conductuales, 142 perfil de las escalas, básicas de Jenna B., 144 de contenido y suplementarias, 145 razón de la canalización, 141 resultados de la prueba e interpretación, 143 Reporte de caso 2, 146 antecedentes, 146 examen del estado mental, 147 observaciones conductuales, 147 perfil de las escalas, básicas de Shawn M., 149 de contenido y suplementarias de Shawn M., 151 razón de la canalización, 146 recomendaciones, 152 resultados e interpretación del MMPI-A, 148 resumen del caso y resultado, 153 resumen e impresión diagnóstica, 152 técnicas de evaluación, 147 Reporte de caso 3, 153 antecedentes, 153 examen del estado mental, 154 métodos de evaluación, 154 observaciones conductuales, 154 perfil de las escalas, básicas de Ruth S., 156 de contenido y suplementarias de Ruth S., 157 razón de la canalización, 153 recomendaciones, 160 resultados e interpretación de la prueba, 155 resumen del caso y resultados, 160 resumen e impresión diagnóstica, 159

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Reporte/University

S Sintomatología paranoide, 82 Sobreinformar, 48 Sobrevaloración del yo (Ma4) (9 reactivos), 74 Society for Personality Assessment (SPA), 24 Somatización, 79, 94 Subescalas de la escala 2 (depresión), 69 de la escala 3 (histeria conversiva), 70 de la escala 4 (desviación psicópatica), 71 de la escala 6 (paranoia), 72 de la escala 8 (esquizofrenia), 72 de la escala 9 (hipomanía), 73 Is, 74 Is y Harris-Lingoes para el MMPI-A, 68 Subestimar, 53

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T Técnica de Psicodiagnóstico de Rorschach, 6 Tendencia a problemas con el alcohol y/o drogas (TPAD), 90 composición de los reactivos, 185 de respuestas aleatorias, 54 Test-retest, 12 Timidez/autoconsciencia del yo (Is1), composición de los reactivos, 184 Timidez/autoconsciencia del yo (Is1) (14 reactivos), 74 Tipo de código 1-3/3-1, 79 2-3/3-2, 79 2-4/4-2, 80, 165 3-4/4-3, 80 4-6/6-4, 80 4-8/8-4, 81 4-9/9-4, 81 6-8/8-6, 82 7-8/8-7, 83 congruencia de, 115 de dos puntos, interpretación de los, 76, 166 de un punto, 76 del MMPI-A, 77 dentro de los límites normales (DLN), 78 entre el MMPI y el MMPI-A, congruencia de los, 115 Todo falso, 50 tendencia de respuesta, 52 Todo verdadero, 50 tendencia de respuesta, 51 Trastorno de estrés postraumático (TEPT), 113, 169 tratamiento para, 128 obsesivo-compulsivo, 64 por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), 136 Tristeza, 84

U University of Minnesota Press, 6

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Reporte de caso 4, 162 antecedentes, 162 examen del estado mental, 163 métodos de evaluación, 163 observaciones conductuales, 163 perfil de las escalas, básicas de Tamara P., 165 de contenido y suplementarias de Tamara P., 168 razón de la canalización, 162 recomendaciones, 169 resultados e interpretación del MMPI-A, 164 resumen de los resultados de otras pruebas, 163 resumen e impresión de diagnóstico, 169 Represión, 120, 122, 135 adolescentes, composición de los reactivos, 186 Requisitos de lectura y madurez cognitiva, 114 Respuesta aleatorias, tendencias de, 50 Resultados del tratamiento, utilidad en la planeación y evaluación de los, 111 Retardo psicomotor (D2), composición de los reactivos, 178 Retraimiento, 163 Retraso mental (D4), composición de los reactivos, 179 Retraso mental (D4) (15 reactivos), 69 RTR-A, escala de contenido, 43 Rumiación, 84

Validez/Zona

V

Z Zona gris o sombreada, 88

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Validez de perfil, evaluación de las respuestas respecto a la, 108 desarrollo de las escalas de, 3 efectos de la tendencia de respuesta en las escalas de, 50

lineamientos para la evaluación de la, 57 modelo conceptual para la evaluación de la, 49 Verdadero, 30, 32, 38, 46, 47, 84, 155

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Acerca de los autores

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Robert P. Archer, PhD, ABPP, es Profesor Distinguido con el galardón Frank Harrell Redwood y vicepresidente del Departamento de psiquiatría y ciencias de la conducta en la Eastern Virginia Medical School, en Nortfolk, Virginia. El Dr. Archer es autor de más de 100 artículos y capítulos de libros relacionados con la evaluación psicológica. También es autor de los textos Using the MMPI with Adolescents (1987) y MMPI-A Assessing Adolescent Psychopathology (2a ed.; 1997) y coautor del MMPI-A Casebook (1994). El Dr. Archer fungió como miembro de la comisión asesora de University of Minnesota Press en el desarrollo del MMPI-A y es coautor del manual del MMPI-A. Actualmente, trabaja en una serie de proyectos de investigación relacionados con el MMPI-2 y el MMPI-A. El Dr. Archer es el editor de Assessment, una revista cuatrimestral que publica desde marzo de 1994, y editor asociado de Journal of Personality Assessment. Es miembro del consejo ejecutivo y diplomático de la American Board of Assessment Psychology. Radhika Krishnamurthy, PsyD, es profesora asociada de psicología en el Florida Institute of Technology en Melbourne, Florida, en donde imparte cursos de evaluación en el programa de doctorado en psicología y funge como supervisora de práctica clínica. Es coautora, junto con Robert P. Archer, del MMPI-A Casebook (1994), de varios artículos publicados sobre el MMPI-A y la prueba Rorschach, de capítulos de libros sobre el MMPI-A (1996) y Rorschach (en prensa) y de trabajos presentados en las reuniones que se celebran a mediados del invierno en la Society for Personality Assessment y en el International Congress of Rorschach and Projective Methods. Funge como editora asociada de Assessment, como editora consultora de Journal of Personality Assessment y como editora asociada de SPA Exchange. Es miembro numerario de la Society of Personality Assessment y fue galardonada en forma temprana en su carrera con el Samuel J. and Anne G. Beck Award por su sobresaliente investigación profesional sobre evaluación de la personalidad.

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Esta obra ha sido publicada por Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V., y se han terminado los trabajos de la primera edición el 4 de noviembre de 2011 en los talleres de Grafiscanner, S.A. de C.V., Bolívar 455- L, Col. Obrera, Del. Cuauhtémoc, C.P. 06800, México, D.F. 1a edición, 2012



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