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July 7, 2017 | Author: dmytrowt | Category: Psychoanalysis, Unconscious Mind, Sigmund Freud, Oedipus Complex, Libido
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Revista de Psicoanálisis EDITADA POR LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA ARGENTINA

La sexualidad, los sueños, lo inconsciente

Tomo LXVIII | Marzo | 2011 Número 1 Buenos Aires, República Argentina

ISSN 0034-8740

Secretaria Administrativa SILVINA RICHICHI [email protected] Responsable de la Indización SARA HILDA FERNÁNDEZ CORNEJO Corrección VALERIA MUSCIO Diagramación y Armado MIGUEL ANGEL GRAMAJO Imagen de Tapa Acrílico sobre cartón // Título: Mujer sobre naturaleza muerta Autora: María Sloninsky de Groba Fecha de realización: 2007

Esta revista está incluida en el Catálogo LATINDEX, la Base de Datos LILACS y la Base de Datos PSICODOC

CORREO ARGENTINO CENTRAL (B) SUC. 10 (B)

Registro de la Propiedad Intelectual N° 56.921 Hecho el depósito que marca la ley 11.723

INTERÉS GENERAL Concesión N° 1.510 FRANQUEO PAGADO Concesión N° 13513

© Esta publicación es propiedad de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Rodríguez Peña 1674, (C1021ABJ) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Teléfono: (5411) 4812-3518 / Fax: (5411) 4814-0079 Suscripciones: [email protected] / Home page: http://www.apa.org.ar Queda prohibida, sin la autorización escrita de la Asociación Psicoanalítica Argentina, la reproducción total o parcial de los artículos publicados en la REVISTA DE PSICOANÁLISIS por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático. Impresión: Cosmosprint, E. Fernández 155, (1870) Avellaneda, Buenos Aires, Argentina, en marzo de 2010.

Revista de Psicoanálisis PUBLICACIÓN TRIMESTRAL DE LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA ARGENTINA FILIAL DE LA ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA INTERNACIONAL (API) SOCIEDAD COMPONENTE DE LA FEDERACIÓN PSICOANALÍTICA DE AMÉRICA LATINA (FEPAL)

Comité Editor

Directora CLAUDIA LUCÍA BORENSZTEJN

Secretaria LILIANA NOEMÍ PEDRÓN MARTIN

Miembros del Comité Editor DARÍO ARCE SILVIA BEATRIZ BAJRAJ JEANETTE DRYZUN JUDITH GOLDSCHMIDT DE SCHEVACH EDGARDO ADRIÁN GRINSPON FERNANDO FÉLIX IMERONI JUDITH KONONOVICH DE KANCYPER GRACIELA MEDVEDOFSKY DE SCHVARTZMAN MARÍA LOURDES REY DE AGUILAR MARCELO DANIEL SALUSKY

Miembros del Consejo Editor Internacional

Eduardo Agejas (Buenos Aires), Alcira Mariam Alizade (Buenos Aires), Madeleine Baranger (Buenos Aires), Elias M. da Rocha Barros (San Pablo), Carlos Basch (Buenos Aires), Ricardo Bernardi (Montevideo), Jorge Canestri (Roma), Guillermo Carvajal (Santa Fe de Bogotá), Fidias Cesio (Buenos Aires), Horacio Etchegoyen (Buenos Aires), Antonino Ferro (Pavia), Glen Gabbard (Houston), Leonardo Goijman (Buenos Aires), André Green (París), Aiban Hagelin (Buenos Aires), Charles Hanly (Toronto), Jürgen Hardt (Wetzlar), Max Hernández (Lima), Paul Janssen (Dortmund), Juan Jordán Moore (Santiago de Chile), Otto Kernberg (Nueva York), Rómulo Lander (Caracas), Jean Laplanche (París),

Lucía R. Martinto de Paschero (Buenos Aires), Norberto Marucco (Buenos Aires), Robert Michels (Nueva York), Thomas Ogden (San Francisco), Cecilio Paniagua (Madrid), Ethel Person (Nueva York), Andrés Rascovsky (Buenos Aires), Owen Renik (San Francisco), Lía Ricón (Buenos Aires), Romualdo Romanowsky (Porto Alegre), Anne-Marie Sandler (Londres), Gabriel Sapisochin (Madrid), Fanny Schkolnik (Montevideo), Evelyne A. Schwaber (Brookline), Marianne Springer-Kremser (Viena), Jaime Szpilka (Madrid), David Tuckett (Londres), José Luis Valls (Buenos Aires), Juan Vives Rocabert (México DF), Robert Wallerstein (Belvedere), Daniel Widlöcher (París), Paul Williams (Londres).

Comisión Directiva de la Asociación Psicoanalítica Argentina

Presidente: Vicepresidente: Secretaria: Secretario Científico: Tesorero:

Dr. Andrés Rascovsky Dr. Federico Luis Aberastury Lic. Mónica E. Hamra Dr. Eduardo E. Agejas Lic. Enrique M. Novelli

Vocales: Lic. Justa Paloma Halac, Dra. Victoria Korin, Lic. María Gabriela Goldstein, Dra. Lidia Bruno de Sittlenok, Dr. Gustavo Dupuy, Lic. Emma N. Realini de Granero, Dr. Daniel Schmukler

Índice Editorial • Sexualidad, Sueños, Inconsciente Comité Editor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VII Paneles principales. Exploración de conceptos fundamentales: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 La sexualidad • • • •

Björn Salomonsson . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 René Roussillon . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 Luis Kancyper . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Nancy Kulish . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

Los sueños • Elias Mallet da Rocha Barros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 • Luis J. Martín Cabré . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 • Harold P. Blum. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 Lo inconsciente • • • •

Giuseppe Civitarese . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Jorge Luis Maldonado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Miguel Kolteniuk Krauze . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Werner Bohleber . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Trabajos libres del Congreso • El deseo de hijo y la pasión de hijo: destinos de la maternidad. Patricia Alkolombre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 • El trabajo del analista frente a los sueños con aspectos de función evacuativa. Una aplicación clínica Darío Arce . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 • El analista en Jaque: La importancia de la supervisión. Psicoanálisis de un adolescente. Primitivo Gómez, Marcela Dal Verme, Paulina Landolfi y Luz Abatángelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 • El Yo-Piel, Xipe-Totec y otras pieles. Norah Gramajo Galimany . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

• El análisis ¿termina? Marcos Guiter . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 • ¿Cómo enfocar el Abuso Sexual Infantil? El Psicoanálisis en la interdisciplina. María Kuitca, Juana Berezin y Dora Felbarg . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 • Las diferencias culturales en la sesión. La transferencia lateral. Silvia Elena Leguizamón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 • Viejos y nuevos mitos en la familia. Mitos familiares y mitos sociales. Roberto Losso y Ana Packciarz Losso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139 • Sueños, sexualidad y delirios. Estudio sobre «Gradiva» de Jensen a la manera de un caso clínico. Pola Roitman Woscoboinik . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151 • Comunicación sobre un caso de paidofilia con sueños elaborativos. José Ricardo Sahovaler . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171 • Trabajo del inconsciente en sueños y síntomas. Enrique Rafael Torres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179 • El Psicoanálisis y otras disciplinas en la era de la multimedia: Amores por Facebook. María Laura Trotta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191 • El Olfato –profundizando la investigación– Lo inconsciente y la sexualidad. Liliana Ziaurriz de Jacoby . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199 Autor invitado • Metalepsis, o retórica de la interpretación de transferencia Giuseppe Civitarese . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213 Revista de libros • Diversidad sexual, Beatriz Zelcer Por Eduardo Agejas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237 • Resentimiento terminable e interminable, Luis Kancyper Por Jorge H. Schvartzman . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 240 Revista de revistas • Revista de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para graduados N° 33, Por Gloria Gitaroff . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245

VII

Sexualidad, Sueños, Inconsciente Un recuerdo que dejo ¿Con qué he de irme? ¿Nada dejaré en pos de mi sobre la tierra? ¿Cómo ha de actuar mi corazón? ¿Acaso en vano venimos a vivir, a brotar sobre la tierra? Dejemos al menos flores Dejemos al menos cantos

Así escribía Nezahualcóyotl, el señor de Texcoco, México, 1402 - 1472, una generación antes de la llegada de los españoles. Escribía en náhuatl, la lengua de los aztecas. Y con su poesía comenzamos este número dedicado al 47 Congreso Internacional que se realiza en la ciudad de México en agosto del 2011, cuyo tema es: “Exploración de conceptos fundamentales: La sexualidad, los sueños, lo inconsciente”. En la primera parte se publican las contribuciones breves de los expositores en los paneles centrales para los que se formularon algunas preguntas. La primera pregunta sobre sexualidad es acerca del lugar que el autor da a la sexualidad en la clínica, sus ideas implícitas y explícitas acerca de ésta. Salomonsson destaca el lugar de la sexualidad infantil y ubica su centralidad a partir de tres fuentes: su relectura de Freud de los Tres ensayos, el trabajo psicoanalítico con madres y bebés, y las teorías de Laplanche. Roussillon diferencia lo sexual de la sexualidad, lo que es observable en esta última como comportamiento, y lo que pertenece a la dimensión intrapsíquica, lo que puede esconder además algo no sexual. La segunda pregunta sobre el vínculo entre la sexualidad y la transferencia, entre aquella y el deseo, es respondida por Kancyper con su propuesta acerca del complejo fraterno, como uno de los componentes del complejo de Edipo junto con el narcisismo y que también tiene un destino como expresión más genuina de la sexualidad inhibida en su meta: la amistad. El autor propone la idea de amistad de transferencia en lugar del amor de transferencia como lo que promueve la alianza terapéutica y es motor del proceso analítico. Kulish afirma que cuando toma un nuevo paciente siempre se pregunta de qué modo se presentara la sexualidad en el campo clínico, en su mundo interno y externo. Apela al concepto de sexualidad infantil para explicar porqué aun hoy, lejos de los patrones culturales que convertían el sexo en tabú, estos problemas continúan existiendo.

VIII

Para el panel de sueños la pregunta de cómo concibe la función de los mismos, y si establece una distinción acerca de los sueños como producto de un trauma u otros, es contestada por Rocha Barros en una clave bioniana/meltzeriana que los concibe como una función de la mente donde se genera el significado. Se centra para su exploración en lo que los sueños producen en relación a la reelaboración de sentimientos, y sostiene que éstos son un reflejo del estado de la relación analista /paciente en el plano de la transferencia. Cabré coincide con este planteo y agrega que los sueños ofrecen un elemento imprescindible para el trabajo de la construcción porque simboliza emociones antiguas en ocasiones traumáticas que se retrotraen a los primeros tiempos de la vida. Rescata la idea de función traumatofílica de los sueños en Ferenczi, y lo conecta con los desarrollos actuales sobre el inconsciente no reprimido en formulaciones de Bleger, Aulagnier, Bollas, Mancia, Marucco y los Botella con sus ideas acerca del trabajo de figurabilidad. Blum responde a la pregunta sobre cuánto privilegia los sueños en relación a otras formas de representación mental diciendo que aunque ya no existe ninguna "vía regia " para la interpretación psicoanalítica, los sueños siguen ocupando un lugar importante. Hace un recorrido de la evolución de sus ideas que culmina con la afirmación de que ya no es posible concebir el contenido manifiesto como el envoltorio del contenido latente, oculto, sino que hay una variedad de situaciones, entre ellas la aparición cruda de fantasías inconscientes de incesto, asesinato, suicidio, canibalismo, etc., que eluden la censura del sueño, así como también la confusión de sueño y realidad, en pacientes graves, y los sueños traumáticos o pesadillas. Dos viñetas ilustran el modo en que el autor les da utilidad clínica. En el tercer panel, la pregunta sobre lo inconsciente, solicita que el autor exponga su propia teoría y la contraste con otras. La respuesta de Civitarese se sustenta en Bion, sus ideas sobre pensamiento onírico de la vigilia y su concepto radicalmente social sobre el origen del sujeto. Remite a autores que como Odgen y Grotstein también han partido de Bion para sus desarrollos, así como Ferro que ha tomado además las ideas de campo de los Baranger. Según este modelo, lo inconsciente y lo consciente son dos vértices desde los que se observa el fenómeno mental. Señala que hay un cambio de paradigma respecto al modelo freudiano, sin que Bion mencione los puntos en que se diferencia de Freud, deja abierto un carácter deliberadamente no saturado, favoreciendo en el analista una actitud critica ante cualquier dogmatismo, ligado a una escuela determinada. Maldonado se refiere a la relación analítica como el contexto de reconocimiento por excelencia de los procesos inconscientes y su secuencia de transformaciones por medio de la interpretación. El mensaje

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del inconsciente está destinado al analista en ese contexto, ya que en otros contextos, no es ese el objetivo de la relación, ni la interpretación el destino del mensaje. Krauze se pregunta si hay un inconsciente o muchos y se propone responder apelando a los varios conceptos de inconsciente formulados dentro de las distintas teorías psicoanalíticas, comenzando con Freud y sus descripciones de inconsciente sistemático y dinámico. El inconsciente como instancia en su primera formulación y el inconsciente como cualidad de las instancias en la segunda. Es a esta última que corresponden los desarrollos de la la psicología del yo, la teoría de las relaciones objetales, del self, de los interactivos e intersubjetivos. El movimiento de retorno a Freud lacaniano y francés, se apoyan en la primera tópica. Teniendo en cuenta estos dos anclajes, pueden dilucidarse algunos problemas del psicoanálisis contemporáneo. Boheleber responde que el pensamiento pluralista nos enfrenta a concepciones diferentes de inconsciente desde versiones clásicas como lugar de representaciones reprimidas hasta concepciones acerca de estados del self desarrollados. Las teorías implícitas dan cuenta de una diversidad de concepciones no fácilmente expresables verbalmente, y que tienen una representación espacial vertical en las formulaciones clásicas. En la teoría kleiniana hay un espacio metafórico horizontal en el que proliferan las identificaciones proyectivas. Un tercer modelo proviene de las teorías intersubjetivas en donde el inconsciente está en un producto de la relación puesto en acto (enacted), postura que predomina en muchas de las escuelas teóricas actuales. Hasta aquí los paneles. La segunda parte incluye los trabajos libres de la Asociación Psicoanalítica Argentina que han sido seleccionados por el Comité del Congreso para su presentación. Alkolombre, en El deseo de hijo y la pasión de hijo: destinos de la maternidad, repasa las motivaciones que implica el deseo de tener hijos y los caminos de ese deseo cuando se tropieza con la infertilidad. El relato de una viñeta clínica nos muestra como se produce un viraje del deseo hijo a lo que la autora propone como "la pasión" de hijo en una particular forma de concepción que puede conducir a tanatizarse en la búsqueda de lograr un embarazo a "cualquier precio". Muestra cómo con este deseo de embarazo se encubre una trama mucho más compleja que circula por un eje narcisista-pulsional y advierte el peligro de que el analista se pliegue a esa búsqueda perdiendo de vista las desinvesturas que se producen en la vida de la paciente.

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Arce, en El trabajo del analista frente a los sueños con aspectos de función evacuativa. Una aplicación clínica, presenta un material clínico, centrado en el análisis de un sueño y su relato nos sumerge en el clima generado en el campo analítico. A partir de una confusión acontecida en el analista, introduce una discusión acerca del concepto de evacuación en los sueños y destaca la importancia de utilizar este tipo de material para poder conquistar un tipo de conocimiento emocional del paciente, que le permite al analista integrarlo en su mente y luego devolver esta integración al paciente. Gómez, Dal Verme, Landolfi y Abatángelo, en El analista en Jaque: La importancia de la supervisión. Psicoanálisis de un adolescente, relatan momentos clave de un proceso analítico de 10 años de duración con un adolescente, en los que la analista realiza tres supervisiones para destrabar situaciones difíciles durante el mismo, que requieren la inclusión de los padres en el mismo. Gramajo Galimany, en El Yo-Piel, Xipe-Totec y otras pieles, aborda la problemática que presenta todo paciente con trastorno narcisista, cuya extrema vulnerabilidad hace que el acercamiento del analista produzca intensas resistencias, al transformarse con facilidad en intrusión. Privilegia para la comprensión de este fenómeno la teoría del yo-piel de D. Anzieu. Describe esa zona de frontera, de unión madre-bebé en la que se irá operando la diferenciación y separación, donde el contacto amoroso permitirá el despliegue, mientras que el odio separa deshollando, produciendo síntomas en la piel y en la mente a través de procesos de desmentalización. Tres casos clínicos apoyan su idea de partir de la inyección de libido que aporta la construcción en torno al trauma, generando simbolización. Culmina con el análisis del mito Xipe-Totec que ilustra el mismo fenómeno en la historia más antigua del pueblo mexicano. Guiter, en El análisis ¿termina?, describe las modalidades de adoptan las resistencias y sus múltiples variedades en el final del análisis. Supone tres desenlaces para el proyecto psicoanalítico en tanto terminable o interminable donde trabaja los alcances de la alianza terapéutica y sus vicisitudes, en función de la etiopatogenia y las modalidades de lo que resiste cuando se trata del yo, del superyó y del ello. Kuitca, Berezin y Felbarg, en ¿Cómo enfocar el Abuso Sexual Infantil? El Psicoanálisis en la interdisciplina, ubican al niño abusado en relación a su familia, cuando éste es privado de su historia, desubjetivizado, deshumanizado. Presentan como hipótesis la existencia del Grupo Familiar Abusivo

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Sexual en el cual predomina la vincularidad endogámica. Señalan la importancia de un equipo interdisciplinario para su abordaje y los aportes del psicoanálisis al tratamiento. Leguizamón, en Las diferencias culturales en la sesión. La transferencia lateral, aborda un tema sorprendentemente poco tratado en los escritos psicoanalíticos, considerando la importancia que reviste, ya que, “es imposible para el analista convocar en el análisis y desde su persona real todas las transferencias posibles…”. La transferencia lateral, considerada teóricamente por la autora como un acting defensivo frente a los peligros en que podría situarla una afectividad abierta frente a su analista, es reconocida como herramienta útil a la hora de resguardar el espacio analítico de una emocionalidad desbordada. Losso y Packciarz Losso, en Viejos y nuevos mitos en la familia. Mitos familiares y mitos sociales, plantean como tarea central en el trabajo psicoanalítico con familias y parejas, explorar y develar el mito que portan, el relato que muestra y a la vez encubre las vicisitudes de su historia , mito transmitido a lo largo de las generaciones. Afirman que asistimos en los últimos decenios a un “vacio mítico” que es llenado por mitos sociales, cuestión que enfrenta a los analistas con un desafío para desentrañar los sufrimientos del sujeto y a repensar los fenómenos transferenciales y contratransferenciales del campo vincular terapéutico en nuestros esquemas referenciales. Roitman de Woscoboinik y colaboradores, en Sueños, sexualidad y delirios. Estudio sobre “Gradiva” de Jensen a la manera de “un caso clínico”, invitan a revisitar el texto freudiano de 1906/7 a partir del Freud de 1920 quien reformula su metapsicología e introduce la noción de desmentida y sus efectos, la escisión del yo, así como también a partir de los posfreudianos que han contribuido a la comprensión de esta patología. Tomando al protagonista como su propio paciente, describe las vicisitudes de su vida, sus sueños y cómo se va armando el delirio. Luego, a través de una ZoeGradiva-analista que trabaja dando vida a lo desmentido-escindido va recreando la salida a través del amor. Sahovaler, en Comunicación sobre un caso de paidofilia con sueños elaborativos, relata el caso de una niña de 10 años que consulta promediando su octavo mes de embarazo. El relato de sus sueños, demuestra el esfuerzo que suele hacer un niño atrapado en la confusión de mensajes supuestamente amorosos y los hostiles por parte de su abusador. Es violentado o es el elegido? El autor nos dice que la paidofilia cuestiona la estructura básica del fun-

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cionamiento social. Aquí la fantasía incestuosa de toda estructura familiar no queda limitada al mundo de la fantasía. Forma sexual de la violencia que solo cabe definir como lisa y llana maldad. Torres, en Trabajo del inconsciente en sueños y síntomas, parte del análisis de una paciente, con síntomas fóbicos y una conjura obsesiva que obstruyen su vida. El relato de las primeras entrevistas, la reconstrucción de una sesión, y fragmentos más actuales acompañados de sueños, ilustran el proceso de la cura. En pocos meses de análisis se producen cambios significativos en las manifestaciones somáticas y en la producción onírica, a la vez que las representaciones obsesivas comienzan a ser procesadas simbólicamente. Trotta, en El Psicoanálisis y otras disciplinas en la era de la multimedia: Amores por Facebook, interrelaciona conceptos provenientes del psicoanálisis, la sociología, la antropología y la lingüística, para incursionar en el tema de la relación entre la subjetividad y los avances tecnológicos. En una lectura de la actualidad que nos ubica en la era del capitalismo postindustrial, la autora alude a cambios que se despliegan en lo corporal y en las modalidades de comunicación que parecen un desafío al paso del tiempo, y al límite de la vida. Ilustra en dos viñetas el tema de la presencia / ausencia que se genera a partir de la comunicación virtual. Ziaurriz de Jacoby, en El Olfato –profundizando la investigación– Lo inconsciente y la sexualidad, se ocupa de esta poco frecuentada temática relacionándola primariamente con la memoria y los afectos. Bajo la denominación de aromas y fragancias las sensaciones olfatorias son descriptas como registros inconscientes no afectados por la represión. La autora atribuye la dificultad de teorización del tema a la trama interconectada entre cuerpo y psiquismo presimbólico y a la escasa vinculación con el lenguaje. Con ejemplos de la literatura señala lo inaprensible de los olores y cómo éstos son vehículos que llevan al poeta a los recuerdos perdidos de la infancia. Describe la relación del olor con el objeto transicional, el fetiche y el objeto “a” adjudicando a éste último una condición de fugacidad, evanescencia y discontinuidad que influye en experiencias de la sexualidad de aceptación o rechazo inconsciente. Civitarese, en Metalepsis o retórica de la interpretación de transferencia, con una terminología a la cual no estamos habituados por provenir de la retórica, introduce en el texto psicoanalítico la metalepsis, como personajes escapados de un libro, de un recorte de prensa, de una fotografía, sueño, recuerdo, etc., como juegos que manifiestan por la intensidad de sus efectos, que con

47° Congreso Internacional / México 2011

Exploración de conceptos fundamentales: la sexualidad, los sueños, lo inconsciente

LA SEXUALIDAD Björn Salomonsson / Suecia René Roussillon / Francia Luis Kancyper / Argentina Nancy Kulish / Estados Unidos LOS SUEÑOS Elias Mallet da Rocha Barros / Brasil Luis J. Martín Cabré / España Horold P. Blum / Estados Unidos LO INCONSCIENTE Giuseppe Civitarese / Italia Jorge Luis Maldonado / Argentina Miguel Kolteniuk Krauze / México Werner Bohleber / Alemania

La Sexualidad 1 ¿Cuáles son sus ideas implícitas o explícitas acerca de la sexualidad y cómo se manifiestan estas ideas en la situación psicoanalítica? En otros términos, ¿cuán central es la sexualidad en sus ideas acerca de la situación clínica?

RESPUESTA DE *BJÖRN SALOMONSSON Para responder estas preguntas debemos diferenciar la sexualidad adulta de la infantil. En la teoría de Freud esta diferenciación era obligatoria. Personalmente, no creo que la sexualidad adulta tenga un papel primordial en la situación psicoanalítica. Dicho en términos simples, no creo que mis pacientes se la pasen fantaseando constantemente con tener relaciones sexuales conmigo. Estas falacias pertenecen al mundo de las historietas y dibujos animados, no al de la práctica psicoanalítica diaria. Por otro lado, la sexualidad infantil está presente, como una corriente subterránea, en toda situación analítica. Alimenta en forma permanente el proceso analítico... y también lo obstruye. Uno de los objetivos fundamentales del psicoanálisis es ayudar al paciente a encontrar la manera de tramitar su sexualidad infantil dentro de las limitaciones que impone la realidad. En mi caso, tres experiencias básicas me llevaron a reconocer cada vez más los efectos de la sexualidad infantil en analizandos de cualquier edad: la relectura de los Tres ensayos de teoría sexual, de Freud, el trabajo con madres y bebés en tratamiento psicoanalítico y el estudio de las teorías de Jean Laplanche. Al principio, al lenguaje incómodo que utiliza Freud en esa obra y sus esfuerzos por fundar la teoría de las pulsiones en una teoría seudomédica me desconcertaron, pero luego pude superar esos obstáculos y discernir cuál era el mensaje esencial del libro. El niño que se chupa el pulgar ya es un niño conflictuado. Su supervivencia o autoconservación está inextricablemente ligada al hecho de convertirse en un ser sexual. Esto no representaría ningún problema si no fuera porque la madre que lo nutre no puede satisfacer sino parcialmente las pulsiones sexuales del niño. Así pues, la sexualidad le crea al bebé un conflicto consigo mismo y con su madre. Para Freud, la autoconservación, el placer y el conflicto eran los tres ángulos que conformaban el triángulo de la vida humana, personificado en los protagonistas del complejo de Edipo.

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[email protected] / Suecia

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Exploración de conceptos fundamentales

Freud sustentó su teoría de la sexualidad infantil en ese fenómeno trivial de succión del pulgar. Su razonamiento era muy simple: todos los niños se chupan el pulgar o algún sucedáneo, pero no lo hacen para obtener alimento; entonces, ¿por qué lo hacen? Su respuesta fue: debido a su sexualidad infantil. A continuación trazó la trayectoria evolutiva de esta última y sus nexos con la psicopatología subsiguiente. Entretanto, aguardaba con ansiedad que los analistas de niños corroboraran estas ideas. Lo logró en el caso del Pequeño Hans y en otros posteriores. Por extensión, si hoy queremos averiguar más sobre la sexualidad infantil, la lógica nos lleva a examinar la vida del bebé. Junto con mi práctica psicoanalítica habitual, trabajo con madres y bebés en tratamiento analítico, y estas experiencias han sido mi segunda razón para poner el énfasis cada vez más, en mi pensamiento clínico, en la sexualidad infantil. La psicoterapia de la madre y el bebé se viene practicando desde hace ya varias décadas, pero hasta ahora tales experiencias clínicas no se integraron suficientemente a la teoría psicoanalítica clásica. Uno de los motivos es que la teoría del vínculo ha reemplazado a la teoría psicoanalítica como modelo explicativo para estos tratamientos. Otro de los motivos es el temor reverente que sentimos ante el mundo infantil. Este sentimiento contratransferencial nos impide observar a la madre con la misma minuciosidad con que observamos a su bebé. Tendemos a considerar, entonces, que la sexualidad infantil solo puede conceptualizarse en forma retrospectiva, a partir de los relatos de pacientes adultos. Nos perdemos así la oportunidad de observarla en cualquier interacción madre-hijo, ya sea normal o patológica. Veamos unos ejemplos. Kevin, un bebé de cuatro meses, es un niño muy serio que sólo ocasionalmente mira a su madre, Tracy, a los ojos. Cuando lo hace por un breve instante, Tracy no le lleva el apunte sino que continúa hablando de sus angustias hipocondríacas. Cuando le señalo que, en realidad, el bebé le está buscando los ojos, Tracy piensa que exagero. En cambio, ella fija su mirada atenta en mis ojos e incluso me sonríe de vez en cuando. Observar este contraste me resulta penoso, y por cierto también lo es para la madre. Laura, una mujer de 40 años, suele sentirse muy desdichada en sus sesiones de los lunes. Le molesta que yo vincule su desazón con la soledad que experimentó durante el fin de semana. Conecto mis interpretaciones con un sueño en el que ella veía una “luna maravillosa” (en inglés, el lunes, Monday, es el “día de la luna”) y un bombero que le prometía extinguir un incendio amenazador, etc. Con estas interpretaciones procuro, digamos así, mirarla a los ojos para decirle que estoy presente y soy consciente de su deseo; pero a ella todavía le resulta demasiado agraviante devolverme la mirada y aceptar que me necesita. En mi opinión, Kevin y Laura se debaten con cuestiones similares: cómo reconocer que quieren ser confirmados, mirados, sostenidos, acariciados, REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

Sexualidad

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amados. Estos deseos son conflictivos. Laura lucha contra la agresión narcisista de tener que reconocer que depende de mí. El pequeño Kevin tiende a apartar la vista cuando, ocasionalmente, Tracy lo mira. Aún es prematuro decir si la evita porque se siente avergonzado de sus ansias de ella, o porque está enojado con ella, o porque la madre se ha convertido en un objeto malo que a Kevin lo asusta. Sea como fuere, las miradas de Kevin y su afán por pasar inadvertido nos indican que su sexualidad infantil ya está en conflicto. Podríamos expresar su experiencia con estas palabras: “Deseo lo que no obtengo y obtengo lo que no deseo”. Ahora bien: al afirmar que la sexualidad infantil es clínicamente observable, nos vemos obligados a preguntarnos cómo es que se engendra en los albores de la vida. La respuesta de Freud fue la “Anlehnung” (apuntalamiento o analisis)1. Con este concepto, quería explicar que la pulsión sexual es indisociable del instinto de autoconservación. No obstante, ¿cómo se entiende que una pulsión se apoye en un instinto? Aquí me parece indispensable incorporar la idea de Jean Laplanche sobre la “situación antropológica fundamental”. Laplanche niega que la sexualidad infantil sea innata; piensa, más bien, que le es transmitida al bebé por los “mensajes enigmáticos” de la madre. Esta comunicación avasalla al bebé con impactos que él no puede captar, precisamente por su inmadurez sexual. Laplanche suelda la teoría de las pulsiones freudiana a una teoría de la interacción que da cabida no solo a las longitudes de onda observables, sino también a las inconscientes. La aleación resultante es la sexualidad infantil, tal como yo la concibo y como la observo en la clínica. Creo que ésta se muestra igualmente activa en la labor psicoanalítica con bebés, niños y adultos. En todos los casos, es el combustible que mueve la transferencia: en el bebé, sus reacciones cuasi-transferenciales con la madre; en el niño y el adulto, su transferencia sobre el analista. Traducción: Leandro Wolfson DESCRIPTORES: SEXUALIDAD INFANTIL / OBSERVACIÓN DE NIÑOS Y LACTANTES / APUNTALAMIENTO.

KEYWORDS: CHILDHOOD SEXUALITY / OBSERVATION OF CHILDREN AND INFANTS / ANACLISIS.

PALAVRAS-CHAVE: SEXUALIDADE INFANTIL / OBSERVAÇÃO DA CRIANZA E LACTANTES / APOIO.

1 Aparece en la expresión “elección de objeto por apuntalamiento” o “elección analítica de objeto”, tal como figura en los Tres ensayos de teoría sexual. (N. del T.)

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Bibliografía Freud S. (1905): Three essays on sexuality. S. E., 7 —(1909): Analysis of a phobia in a five-year-old boy. S. E., 10. Laplanche J. (1989): New foundations for psychoanalysis [Nouveaux fondements pour la psychanalyse, 1987]. Oxford: Basil Blackwell. —(2007): Sexual. La sexualite e largie au sens Freudien [‘‘Sexual’’. Sexuality enlarged in the Freudian sense]. Paris: PUF.

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RESPUESTA DE *RENÉ ROUSSILLON La escucha de la dimensión de lo sexual en la cura de psicoanálisis y la interpretación de la dimensión sexual de la transferencia o de los contenidos asociativos depende estrechamente de la concepción psicoanalítica sobre lo sexual y la sexualidad. Mi propósito es centrarme en la evolución de esta concepción. La concepción psicoanalítica de la sexualidad se caracteriza, en lo fundamental, por proponer una considerable extensión de su campo. Aunque la vida psíquica no se reduzca a la dimensión de lo sexual, tal dimensión está siempre presente y activa en los procesos que la atraviesan y en los conflictos y formaciones que la constituyen. La hegemonía de lo sexual en psicoanálisis está íntimamente ligada a la primacía del principio de placer-displacer: lo sexual es la mayor forma de expresión de este principio fundamental, rector del funcionamiento psíquico. Al mismo tiempo que extiende la concepción de lo sexual, el psicoanálisis enriquece notablemente su sentido. Distingue entre lo sexual y la sexualidad, reconoce una parte de lo sexual independiente de las manifestaciones de la sexualidad, pero también puede indicar la presencia en ésta de situaciones no sexuales. Al introducir la noción de una sexualidad pregenital, distingue también la sexualidad del sexo en sí, reconoce un carácter sexual «normal» a zonas corporales que no son las propiamente «genitales». Nos enseña a leer lo sexual en las fantasías, y en procesos en los que no aparece de un modo manifiesto. La concepción psicoanalítica de lo sexual y de la sexualidad no puede ser entendida, pues, sin referencia al reconocimiento de configuraciones inconscientes en la vida psíquica. La sexualidad es un comportamiento particular, un comportamiento «observable»; lo sexual, en cambio, concierne a *

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la dimensión intrapsíquica, al «curso de los acontecimientos psíquicos»: es sexualidad interior, interiorizada. La medida de lo sexual no está dada por determinado comportamiento; surge del sentido oculto, inconsciente, de las manifestaciones expresivas del sujeto. Lo sexual se descubre, se reconstruye, se infiere más allá de lo manifiesto: es fantasía inconsciente. Ésta es la razón por la cual el psicoanálisis comenzó a descubrirlo y a pensarlo en el seno de las formaciones del inconsciente, en el sueño, el lapsus, el acto fallido y el síntoma, en cuanto aquello que permitía restituir su sentido a lo que se presentaba en las producciones psíquicas como carente de él o, por lo menos, como enigmático, permitiendo así restituir continuidad e inteligibilidad a la vida psíquica y sus producciones. Ahora bien, ni Freud ni sus principales sucesores se quedaron en esto pues la presión de los hechos clínicos lo impedía. Bajo la acción en particular de la clínica de las perversiones y de ciertas problemáticas narcisistas, los psicoanalistas empezaron a comprender que una sexualidad podía ocultar otra, que detrás de una sexualidad manifiesta podía disimularse una sexualidad distinta. Se piensa en la importancia de distinguir la sexualidad adulta de la infantil, y en la manera en que la segunda infiltra en la primera sus reglas propias, su polimorfismo. Incluso dentro de la sexualidad infantil empezó a hacerse reconocer cierta complejidad, empezó a mostrar su activa presencia en los hechos psíquicos una serie de encastres, de ecuaciones simbólicas, de «transposiciones». Las pulsiones y sus manifestaciones tienen una historia, llevan la huella de ésta, de sus tiempos y momentos sucesivos. Historia pregenital de las manifestaciones de la genitalidad, pero también historia, en el seno de la pregenitalidad, de las diferentes mociones pulsionales, historia de sus transposiciones pero también de sus reorganizaciones sucesivas o de sus sustituciones. Siempre como resultado de la clínica de la sexualidad, con sus particularidades, empezó a advertirse que, cuando lo sexual era manifiesto, podía constituir un disfraz de otras situaciones. Ante todo, las narcisistas, es decir, las correspondientes a una sexualización de la relación del yo consigo mismo; por ejemplo, cuando de una u otra manera «la sombra del objeto ha caído sobre el yo» y el yo es conducido a tomarse como objeto, a confundirse con el objeto. Asimismo, configuraciones de otra naturaleza se descubrían a medida que se profundizaba la exploración del narcisismo y de sus patologías. El psicoanálisis ve llegar entonces una segunda revolución en la concepción de la sexualidad y de lo sexual, y comienza a introducir la idea de que lo sexual puede esconder a su vez algo no sexual. ¿Qué significa lo sexual cuando no está velado, cuando aparece en los contenidos manifiestos? ¿Se reduce entonces la existencia de procesos inconscientes al problema de sus respectivos objetos, o el sexo y lo sexual pueden ser ellos mismos contenidos manifiestos que esconden contenidos latentes?

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Freud, al introducir la noción de coexcitación libidinal (1914)1 y luego la de coexcitación sexual (1925),2 planteó la idea de la sexualización posible de una experiencia de índole no sexual, de una experiencia traumática, por ejemplo. Ya sea para encontrar un vector de descarga (1914), como en el caso del «hombre de los lobos» niño, que defeca entre el desborde de excitaciones traumáticas producido por la confrontación con el coito de los padres, ya sea para encontrar una modalidad de ligazón (1925) de experiencias traumáticas que no comportan suficientes posibilidades de satisfacción. Freud introduce de este modo la idea de una función de lo sexual y de la sexualización, de una función de estos en la economía narcisista del sujeto, o incluso, para decirlo mejor, en su economía de autoconservación. Se pasa progresivamente de localizar lo sexual a partir de su definición como forma de interiorización de la sexualidad infantil, a aprehenderlo como proceso de sexualización o de desexualización de los contenidos y experiencias psíquicos. Lo sexual ya no aparece solamente como una propiedad contenida «en sí» por ciertos procesos durante el curso de los acontecimientos psíquicos, sino que se muestra como un proceso puesto al servicio de la vida psíquica o en detrimento de ésta. Lo sexual encubre situaciones distintas de las que parece manifestar, tiene un sentido inconsciente, «metaforiza» también él otras apuestas psíquicas que el trabajo psicoanalítico deberá despejar. Vale entonces por su papel metaforizante, por su capacidad para producir un trabajo de metaforización, para volver metaforizables experiencias psíquicas potencialmente desorganizadoras, así como experiencias de encuentro con un otro-sujeto. Traducción de Irene Agoff DESCRIPTORES: SEXUALIDAD / SEXO / FANTASÍA INCONSCIENTE / NARCISISMO. KEYWORDS: SEXUALITY / SEX / UNCONSCIOUS PHANTASY / NARCISSISM. PALAVRAS-CHAVE: SEXUALIDADE / SEXO / FANTASIA INCONSCIENTE / NARCISISMO.

Bibliografía Freud S. (1914): De la historia de una neurósis infantil (El hombre de los lobos). A. E. XVII. —— (1924): El problema económico del masoquismo. A. E. XIX. 1. En el texto consagrado al «Hombre de los lobos» 2. El problema económico del masoquismo. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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2 ¿Existen elementos (excluyendo la agresión o la destructividad) que sean exclusivamente no-sexuales, o es la sexualidad la idea unificadora en su concepto de transferencia? ¿Hasta qué punto considera a la transferencia como sexual o hasta qué punto existen factores no sexuales (excluyendo la agresión)? ¿Es el deseo un equivalente de la sexualidad en sus conceptualizaciones clínicas?

RESPUESTA DE *LUIS KANCYPER UNA REVISIÓN DE LA TEORÍA PSICOANALÍTICA DE LA SEXUALIDAD El concepto de sexualidad representa un meridiano de la teoría y práctica psicoanalíticas. Es un Shibbolet, concepto fundamental y fundacional que distingue al psicoanálisis de otras disciplinas. A principios del Siglo XX las concepciones de Freud y su definición revolucionaria de la sexualidad irreducible a una finalidad biológica o a esquemas conductuales predeterminados, y dependiente, en cambio, de la pregnancia simbólica, de la relación con el otro humano hablante y deseante, abrieron un debate aún vivaz en el día de hoy. En efecto, al inscribir lo sexual allí donde hasta entonces era impensable – en la infancia y en lo inconsciente – Freud afirma la incidencia determinante en el ser humano de un orden libidinal inconsciente no sólo en la instauración y el ejercicio de la sexualidad en el sentido corriente del término, sino también en una definición más amplia de la sexualidad en los diversos aspectos de lo que él define como sexual: un conjunto de actividades, representaciones y síntomas. Freud al señalar que la vida sexual forma parte de todos los aspectos de la vida de un sujeto lleva hasta sus últimas consecuencias la problemática que sostiene la participación de la vida libidinal en los procesos de vida y de muerte.

NARCISISMO, COMPLEJO DE EDIPO Y COMPLEJO FRATERNO La sexualidad humana se constituye en el seno de estructuras intersubjetivas imaginarias y simbólicas que preexisten a su emergencia en el individuo. Se regula por el par de opuestos placer/displacer y se manifiesta a través de múltiples formas de deseo. Éste se diferencia de la necesidad y de la demanda, porque hace depender la satisfacción de condiciones fantaseadas que determinan estrictamente la elección del objeto y el ordenamiento de la actividad. *

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Al indagar el sentido de los síntomas psíquicos, al explorar las fantasías que los subtienden, Freud describe la articulación, la coexistencia de lo sexual y lo inconsciente tramada por el deseo inconsciente del cual el síntoma, la fantasía y las realizaciones sublimatorias son sus manifestaciones. Para Freud, la organización y la insistencia del deseo inconsciente están estrechamente ligadas a la voz de los progenitores, a las exigencias de la civilización, y a las leyes simbólicas (prohibición del incesto y del parricidio) que recortan el campo específico de lo humano. No sólo el despertar de lo sexual, sino también las modalidades de organización de la vida libidinal y su movimiento, son orientados y estructurados por este dispositivo simbólico que Freud discierne problematizando la experiencia del Edipo y la castración. Si bien el Complejo de Edipo representa el complejo nuclear en la teoría y práctica psicoanalíticas, estimo que requiere ser descomprimido de las dinámicas narcisista y fraterna. Considero que las fantasías inherentes al complejo fraterno requieren ser por un lado diferenciadas y separadas de las provenientes del complejo de Edipo y del narcisismo. Pero además subrayo la importancia de que, por otro lado, sean integradas para poder así reemplazar al pensamiento disyuntivo y reductor por un pensamiento complejo en el sentido original del término complexus: lo que está tejido apretadamente. La determinación de la sexualidad se halla implicada indisolublemente con la complejidad de las fantasías relacionadas con estas tres estructuras cuyos efectos convergen en el seno de la teorización freudiana en su concepto del complejo parental (1919). En el interior de este concepto se aúnan en una intersección múltiple los influjos provenientes de Narciso, Edipo y de Caín-Abel. Entre ellas se trama una urdimbre fantasmática particular e irrepetible que orienta y determina el deseo singular de cada sujeto. Freud admitió la importancia del complejo fraterno, pero no lo estudió de un modo sistemático como al complejo de Edipo (1916). Cada sujeto presenta, según la coexistencia entre ambas formas en la relación dialéctica, un particular caso mixto de un complejo de Edipo. Las fantasías edípicas de la prohibición del incesto y del parricidio se articulan a la vez con las fantasías de: inmortalidad, perfección, bisexualidad y especularidad inherentes a la dinámica de la estructura narcisista. El complejo fraterno presenta una estructura irrevocable. No se reduce a un mero desplazamiento de la estructura edípica y se escenifica a través de sus propias fantasías: del gemelo imaginario, del siamés imaginario, de los vasos comunicantes y además de las fantasías fratricidas y furtivas, de horizontal complementariedad y confraternidad (Kancyper, 2004). La inclusión de los psicodinamismos referidos a la fratría en la estructuREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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ración de la vida psíquica no intenta clausurar ninguno de los temas concernientes a la nodal importancia de Narciso y Edipo. Al contrario, una de sus finalidades centrales es, precisamente, suplementar y ensanchar las fronteras de la comprensión de cómo la sexualidad se vincula con las tres estructuras interactuantes y se expresa en el campo analítico.

SEXUALIDAD Y RELACIÓN DE DOMINIO EN EL CAMPO ANALÍTICO: LA AMISTAD DE TRANSFERENCIA

Resulta notable comprobar cómo en la práctica clínica de los últimos años se asiste a la poca presencia de la sexualidad en los materiales clínicos que suele ser reemplazado por un cambio de paradigma: el que prefiere tomar como referencia la teoría de las relaciones de objeto (Green, 1996); minimizando y hasta ignorando las manifestaciones de la pulsión sexual y de las relaciones de dominio que se presentifican en el campo analítico con niños, adolescentes y adultos y creándose, en consecuencia, un baluarte “distraído” de la sexualidad. Éste proviene de la colusión de las resistencias del analizante y de las contrarresistencias del analista, como si se hubieran puesto de acuerdo entre sí para no ver lo que pasa con el carácter potencialmente traumático de la sexualidad humana y de la agresión en la dinámica transferencial-contratransferencial (Baranger, 1978) Las categorías que usamos habitualmente para diferenciar las formas de transferencia en la situación analítica (transferencia positiva, transferencia negativa y transferencia erótica) son en realidad descriptivas y se fundamentan sobre los matices del amor y del odio. La categorización que propongo se fundamenta sobre las estructuras involucradas, distinguiendo la transferencia y contratransferencia narcisista de la edípica, y a ésta de la fraterna. Dentro de esta última diferencio además a la amistad de transferencia-contratransferencia. El tema de la amistad ha sido escasamente profundizado en la teoría y clínica psicoanalíticas (Kancyper, 2010). En la amistad se inhibe la meta sexual y se desactivan, en gran medida, las relaciones de dominio que se resignifican en los vínculos endogámicos. Freud señala la contribución de la fuente sexual en los vínculos de ternura que se traman “entre padres e hijos, los sentimientos de amistad y los lazos afectivos en el matrimonio” (1922, pág. 253) y “En los vínculos sociales normales entre los seres humanos difícilmente se colegirá la verdadera magnitud de estas contribuciones de fuente erótica con inhibición de la meta sexual.”(1921, pág. 131). La amistad de transferencia, en contraste al amor de transferencia, es una transferencia positiva sublimada que favorece la alianza terapéutica y promueve, en consecuencia, la instalación, despliegue y evolución fecundas del proceso.

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En cambio, el vínculo afectivo que comanda al amor de transferencia tiene la naturaleza de un enamoramiento compulsivo, con aspectos plenamente sensuales y hostiles inconciliables con la tarea del análisis, al que no vacila en llevar a un dilema sin salida. La búsqueda y necesidad de un amigo en el campo analítico se funda en el encuentro y alojamiento en un otro exogámico, con un extranjero confiable, solidario y complementario; doble maravilloso no consanguíneo que opera en flagrante oposición a la lógica trágica comandada por un doble ominoso que subyace en la dinámica de la lucha narcisista, en la que el otro es investido e identificado en el sitio de un enemigo o rival y gesta los reincidentes fratricidios, filicidios y parricidios a lo largo de la infausta historia de la humanidad. Así como el sueño es la vía regia para el estudio del inconsciente, las fluctuaciones de las distintas transferencias-contratransferencias representan una otra vía para obtener un entendimiento más abarcativo y a la vez más aguzado de la sexualidad y de la relación de dominio que suelen entrelazarse en la polifacética situación analítica. DESCRIPTORES: SEXUALIDAD / COMPLEJO DE EDIPO / NARCISISMO / COMPLEJO FRATERNO / TRANSFERENCIA / AMISTAD.

KEYWORDS: SEXUALITY / OEDIPUS COMPLEX / NARCISSISM / FRATERNAL COMPLEX / TRANSFERENCE / FRIENDSHIP. PALAVRAS-CHAVE: SEXUALIDADE / COMPLEXO DE ÉDIPO / NARCISISMO / COMPLEXO FRATERNO / TRANSFERÊNCIA / AMIZADE.

Bibliografía Baranger, M., Baranger, W y Mom, J. (1978): Patología de la transferencia y la contratransferencia en el psicoanálisis actual en el campo perverso, Rev. de Psicoanálisis, XXXV, 5. Freud S. (1916): Conferencia 21: Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales, Buenos Aires, A. E., XVI. —— (1919): Pegan a un niño, Buenos Aires, A. E., XVII. —— (1921): Psicología de las masas y análisis del yo A. E., XVIII —— (1922): Observaciones sobre la teoría y la práctica de la interpretación de los sueños, Buenos Aires, A. E., XIX. Green A. (1996): Apertura para una discusión sobre la sexualidad en el psicoanálisis contemporáneo. Rev. de Psicoanálisis, LIII,3 Kancyper L. (2004): El complejo fraterno, Buenos Aires, Lumen. —— (2010): Resentimiento terminable e interminable, Buenos Aires, Lumen REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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RESPUESTA DE *NANCY KULISH Cada vez que entra a mi consultorio un paciente nuevo, siento una oleada de entusiasmo y de curiosidad anticipada por el viaje psicoanalítico que vamos a emprender. Como lo que ha de suceder es imprevisible, al abordar mi trabajo intento expresamente dejar de lado toda teoría o idea preconcebida sobre la gente. Debo admitir, empero, que siempre tengo algunas expectativas implícitas sobre lo que podría acontecer en la situación clínica; una de ellas es que, en algún punto de nuestra exploración, aparecerá la sexualidad. Y ello se debe a que creo que la sexualidad es un ámbito fundamental de la experiencia humana. No es que ocupe un lugar prominente en los relatos de todos los pacientes ni que sea el núcleo de todos los problemas, pero siempre está entramada en el tejido de nuestra mente, ya sea con colores llamativos o con finas hebras que apenas se distinguen. Me formé con las certidumbres derivadas de la teoría del conflicto y de la psicología del yo (Smith, 2008). Aprendí que la sexualidad y, más concretamente, el conflicto entre las pulsiones sexuales (y agresivas) y las defensas constituía el eje de la labor clínica. De hecho, en aquella época era corriente inquirirle al paciente, ya en la evaluación inicial, acerca de sus fantasías masturbatorias y toda su historia sexual. (Nunca me sentí cómoda con esta inquisitoria, ya que todo el “conocimiento” que así se adquiría sobre el paciente se perdía por el perjuicio causado a su confianza en el análisis). Luego pasé a trabajar más bien dentro del marco de las relaciones objetales en que se insertan las necesidades y pulsiones del individuo, y a apreciar la importancia que tenía seguir mis propios sentimientos en la situación clínica. No obstante, debo reconocer que mi formación inicial en lo que respecta al papel central de la sexualidad dejó su impronta en mí. Tarde o temprano, en cualquier análisis, procuro intuir o tratar de comprender el lugar que tiene la sexualidad en el mundo interno y externo de mis pacientes. Tomemos el caso de un hombre deprimido, que tiene un trabajo que no le gusta, un matrimonio con dificultades y una vida sexual insatisfactoria, y viene a la consulta. Mencionemos que uno de los temas de su historia personal es que había sido abandonado por la madre. Después de cuatro años de análisis ha desarrollado una profesión muy absorbente y que le exige viajar; y esto comenzó a interferir con las sesiones. En una de ellas, me contó que su esposa se quejaba de que le daba más importancia al trabajo que a ella. También yo comencé a sentir que no me daba importancia y me hacía a un lado. En tono reflexivo, le pregunté sobre su vida sexual, de la que no había hablado durante

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meses.Incómodo, me respondió que “no había tenido tiempo” para el sexo en varias semanas. A continuación, consciente de mi contratransferencia, pude explorar con él cómo ubicaba su deseo entre su esposa y yo. La sexualidad resulta problemática para muchos. ¿A qué se debe? ¿Por qué parece tan cargada de conflictos, incluso en nuestra permisiva sociedad contemporánea? La respuesta radica, en primer lugar, en la existencia de la sexualidad infantil. La sociedad no quiere aceptar esta inquietante realidad y hasta algunos psicoanalistas actuales se resisten a ella. La sexualidad deriva de las sensualidades corporales tempranas, de los intercambios tiernos entre madre e hijo, del erotismo anal, de la curiosidad y las comparaciones que hace el niño entre su cuerpo y el de otros, de las precoces fantasías estimuladas por la escena primaria. Inevitablemente, estas tempranas experiencias sexuales o bien permanecen sin ser asimiladas (Fonagy, 2008) o bien son desestimadas y quedan sujetas a la confusión, la represión, la negación, el horror, el castigo, la vergüenza, la culpa o la prohibición. Laplanche (1968, 1997) argumenta que la sexualidad y sus temores concomitantes cobran forma en la mente por las huellas que dejan en el niño sus hallazgos e identificaciones relativos a la sexualidad adulta. Estos descubrimientos ineludibles son hiperestimulantes, generan confusión – en palabras de Ferenczi (1949), “una confusión de lenguas”– y son traumáticos. Pero el niño no es un ser asexual con la mente en blanco: su sexualidad innata y su apronte sexual surgen junto con las funciones cognitiva y otras, y en interacción con el mundo exterior. En segundo lugar, dentro de este arco evolutivo, quiero destacar que el período “edípico” triangular constituye una transición importante; como dice Loewald (1985), es “la iniciación y el ingreso del niño en el mundo adulto” (pág. 435) así como una fuente duradera de fantasías, conflictos y pasiones sexuales. Coincido con Ruth Stein (2006) cuando escribe que “a lo largo de la vida la pasión resuena con matices edípicos [...] y tiene connotaciones de un deseo conflictivo o prohibido” (pág. 771). En tercer lugar, pienso que, como insinuó Freud (1914), la experiencia misma de la sexualidad tiene algo de perturbador y misterioso. Los deseos sexuales propios se vivencian como algo compulsivo, ingobernable y potencialmente descontrolado; requieren, pues, la atención consciente e inconsciente del individuo. La sexualidad tiene un carácter intranquilizador e incluso inquietante [uncanny] porque a menudo viene entremezclada con una relación íntima con lo otro – ya sea otra fuerza interna u otra persona externa – que a veces es un objeto de apetito sexual intercambiable pero con más frecuencia es un objeto de deseo especial e insaciable. Si volvemos una y otra vez a esta cuestión del papel central que tiene la sexualidad, no es simplemente porque nuestras teorías hayan cambiado y ahora hagan menos hincapié en el papel de la sexualidad en la etiología de REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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los síntomas, sino por estas otras razones inherentes a la naturaleza de la sexualidad y sus raíces en la infancia. Subrayo que la experiencia de la sexualidad es interna. El hecho de que la clínica se haya centrado en la comprensión de las experiencias internas de las pacientes mujeres ayudó al psicoanálisis a superar las concepciones falsas propias de las primeras teorías sobre la sexualidad femenina. También hemos comenzado a revisar nuestros anteriores conceptos reduccionistas y teorizaciones dialécticas sobre la sexualidad masculina. Creo que nuestro estudio de la sexualidad humana se beneficiará con esta preeminencia que ahora tienen las experiencias internas de la sexualidad, y el apartamiento respecto de las categorizaciones y teorizaciones alejadas de la clínica. Y ya sea que la sexualidad constituya o no el núcleo último de los trastornos o conflictos de nuestros pacientes, ella está presente en nuestra mente con suma frecuencia, por su plasticidad psíquica y la plasticidad de la imaginación humana. Puede recurrirse a ella para expresar o para encubrir gran cantidad de estados o necesidades afectivos. Ornstein (1993) señala, por ejemplo, que a menudo el individuo recurre a sus impulsos y conductas sexuales observables con el fin de apuntalar un self fragmentado. Agregaría que, en tales casos, la sexualidad no es menos importante que si fuera algo más “básico”. Si siempre está a mano para que le demos esos usos es porque, desde la infancia, constituye una parte decisiva de lo que somos, que adopta diferentes formas, funciones y significados: una fuerza que no puede dejar de tenerse en cuenta y a la que se debe comprender. Traducción de Leandro Wolfson DESCRIPTORES: SEXUALIDAD / SEXUALIDAD INFANTIL / TRATAMIENTO PSICOANALITICO. KEYWORDS: SEXUALITY / CHILDHOOD SEXUALITY / PSYCHOANALYTIC TREATMENT. PALAVRAS-CHAVE: SEXUALIDADE / SEXUALIDADE INFANTIL / TRATAMENTO PSICANALÍTICO.

Bibliografía Ferenczi S. (1949): Confusion of the tongues between the adult and the child. The International Journal of Psychoanalysis, 30, 225-230. Fonagy P. (2008): A genuinely developmental theory of sexual enjoyment and its implications for psychoanalytic technique. Journal of the American Psychoanalytic Assosiation, 56, 11-36. Freud S. (1914): On the history of the psychoanalytic movement. S. E., 14, 3-66.

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Laplanche J. (1968): Fantasy and the origins of sexuality. The International Journal of Psychoanalysis, 49, 1-18. —— (1997). The theory of seduction and the problem of the other. The International Journal of Psychoanalysis, 78, 653-666. Loewald H. W. (1985): Oedipus complex and development of self. The Psychoanalytic Quarterly, 54, 435-443. Ornstein P. H. (1993): Sexuality and aggression in pathogenesis and in the clinical situation. Progress in Self Psychology 9, 109-125. Smith H. F. (2008): The age of certainty. The Psychoanalytic Quarterly, 77, 1-19. Stein R. A. (2006). Unforgetting and excess, there-creation and re-finding of suppressed sexuality. Psychoanal Dialogues 16, 763-778.

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Los Sueños 1 ¿Cómo concibe la función de los sueños? ¿Establece una distinción entre los sueños como resultado de un trauma y otros tipos de sueños?

RESPUESTA DE *ELIAS MALLET DA ROCHA BARROS LOS SUEÑOS Me gustaría explorar los sueños como parte de una de las muchísimas funciones que es capaz de cumplir la mente mientras la persona duerme y sus defensas no operan cabalmente; es decir, examinar el funcionamiento de los sueños como forma de pensamiento inconsciente, como un teatro privado donde se genera y transforma el significado. Podemos considerar los sueños de nuestros pacientes como si fueran la obra de un dramaturgo que saca a la luz la realidad psíquica del muy privado teatro del paciente, y nos muestra de qué manera cobró vida y se transformó desde su infancia. Sostengo que la función de elaboración psíquica realizada por los sueños es una forma de pensamiento inconsciente que transforma los afectos en recuerdos y estructuras mentales. También abarca el proceso merced al cual se aprehende, construye y transforma el significado en un nivel expresivo no discursivo, basado en la representación mediante imágenes figurativas. En dicho proceso se generan nuevos símbolos que amplían la capacidad de los individuos para pensar en el significado de sus experiencias emocionales. La noción de elaboración psíquica [working out] incluye el concepto de reelaboración [working through] como un tipo especial de trabajo psíquico, resultante de las interpretaciones del analista o de las experiencias vitales, que puede seguirse de cerca examinando los sueños del paciente. Al estudiar este tema, he tratado expresamente de aclarar el modo en que se construye y transforma el significado en la vida psíquica. Las emociones no solo indican estados anímicos sino que, por sobre todas las cosas, representan núcleos de significado. Estos núcleos están conformados por objetos internos que, como estructuras del yo, funcionan a la manera de polos magnéticos complejos que organizan las experiencias emocionales. Dentro de estos núcleos, la atracción se ejerce por similitud de significados y función emocional. Estas estructuras operan como moldes o plantillas internas inconscientes que atribuyen significado a otras experien-

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cias afectivas. A fin de tornarse pensables y comunicables, las emociones deben sufrir un proceso de transformación y adquirir una forma simbólica apropiada. De este modo también se transforman las experiencias emocionales, ya que la nueva forma simbólica presente en los sueños evoca diferentes experiencias y nuevas conexiones. Me centraré, pues, en lo que ocurre con los sentimientos en los sueños, en relación con su significado como resultado y expresión de las diversas etapas del proceso de reelaboración. Si se lo compara con la vigilia, el estado onírico permite mejor la reelaboración, puesto que en él la mente continúa funcionando sin distracciones y sin la influencia de estímulos externos. El “mundo onírico” es, en sí mismo, el escenario en el cual la mente procura inicialmente tratar los conflictos dando expresión figurativa a las emociones en ellos involucradas: y éste es un primer paso hacia la pensabilidad. Escribe J. Lear (1998): “Quizá las imágenes concretas del proceso primario sean preconceptuales, pero también son protoconceptuales, porque son aquello de lo cual emergen los conceptos” (pág. 85). Desde esta perspectiva, los sueños tienen un papel central en el proceso de reelaboración de las experiencias emocionales. Cuando el trabajo onírico no cumple su función, queda afectada la capacidad de crear símbolos. También me gustaría conjeturar que la función de reelaboración propia de los sueños se cumple merced a un proceso de progresión de las características formales (Meltzer, 1978, pág. 73) de las representaciones que el soñar torna accesibles en la forma que he llamado pictogramas afectivos, principalmente como reacción a las interpretaciones. De ahí que las imágenes visuales utilizadas en el trabajo onírico “aumenten en complejidad, sofisticación y nivel de abstracción”. Dicho aumento “incrementa el grado de generalidad de la formulación mental y, por ende, la especificidad de los usos que pueden dársele” (ibíd.). A través de este canal (la progresión en las características formales de la representación), las capacidades de pensar propias de la vida afectiva se desarrollan y pasan a formar parte del proceso que, metafóricamente, podríamos llamar la metabolización de la vida anímica. Esta metabolización tiene lugar merced a la migración de significado entre los distintos niveles del proceso mental. La interpretación del analista procura encontrar la ley que estructura el patrón, con todas sus tensiones dialécticas y contradicciones. Sugiero que la acción de un sueño se organiza, en primer término, sobre la base de experiencias afectivas que movilizan fantasías inconscientes creadas en torno de uno o más núcleos de significado. Debido a estas estructuras básicas, los seres humanos no organizan sus experiencias emocionales de manera azarosa sino cumpliendo, inconscientemente, con ciertos patrones estructurantes que son en parte innatos, pero que principalmente son moldeados por la experiencia. Como el inconsciente opera con imágenes, para seguir el proceso de REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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la reelaboración debemos prestar atención a los cambios en la representación figurativa. Utilizo el concepto de pictograma para referirme, específicamente, a una forma muy precoz de representación psíquica de las experiencias emocionales, resultado de la función alfa (Bion, 1963), la cual genera símbolos mediante figuraciones del pensamiento onírico como fundamento de los procesos de pensamiento y primer paso en dirección a ellos. Sin embargo, en rigor los pictogramas no son todavía procesos de pensamiento, ya que se expresan mediante imágenes y no mediante el discurso verbal, y contienen poderosos elementos expresivos-evocativos. Un pictograma no es fruto de una elección ni de una creación libre, sino el resultado de las leyes que rigen la actividad de la representación. Mediante la representación figurativa, los sueños no nombran sino que ejemplifican tipos de experiencias que muestran de qué manera la vivencia subjetiva de un sentimiento puede expresarse en forma objetiva. Creemos que si examinamos los cambios o ampliaciones del significado de los símbolos presentes en los sueños podemos comprender mejor cómo operan en el yo las transformaciones semióticas (Solomonsson, 2007). Estos procesos se observan mejor cuando tienen lugar en los sueños, dado que éstos son el dominio privilegiado de la representación visual o figurabilidad (simbolismo representacional) en su forma pura. Quiero agregar que los significados se amplían al relacionarse con otras partes del self al derrumbarse las barreras que impiden tomar contacto con otras experiencias emocionales. En mi opinión, las interpretaciones de los sueños que lleva a cabo el analista ejecutan lo que los lingüistas denominan una “transmutación de la base simbólica”, proceso indispensable para que la mente mejore su capacidad de pensar. En la situación analítica, los sueños pueden cambiar: en un momento serán comunicaciones hechas al analista, en otro serán realizaciones o regalos para él, actos serviciales en su favor o manifestaciones del proceso de reelaboración como respuesta a las interpretaciones del analista. En tal sentido, reflejan asimismo lo que ocurre en la relación paciente-analista en el plano de la transferencia. Traducción de Leandro Wolfson DESCRIPTORES: SUEÑO / PENSAMIENTO / INCONSCIENTE / SIGNIFICADO / FIGURABILIDAD / EXPERIENCIA EMOCIONAL / FUNCIÓN ALFA / PICTOGRAMA.

KEYWORDS: DREAM / THOUGHT / UNCONSCIOUS / MEANING / FIGURABILITY / EMOTIONAL EXPERIENCE / ALPHA FUNCTION / PICTOGRAM.

PALAVRAS-CHAVE: SONHO / PENSAMENTO / INCONSCIENTE / SIGNIFICADO / FIGURABILIDADE / EXPERIÊNCIA EMOCIONAL / FUNÇÃO ALFA / PICTOGRAMA.

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Bibliografía Bion W. (1962): A theory of thinking. The International Journal of Psychoanalysis, 43. Lear J. (1998): Love and its place in nature. New Haven and London: Yale University Press. Meltzer D. (1978): The Kleinian experience. Vol III Bion. Perthshire: Clunie Press. Salomonsson B. (2007): Semiotic transformations in psychoanalysis with infant and adults. The International Journal of Psychoanalysis, 88:1201–21.

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RESPUESTA DE *LUIS J. MARTÍN CABRÉ Desde que Freud definió al sueño, primero en el “Proyecto” (1895) y luego en “La Interpretación de los sueños” (1899) como la realización alucinatoria de un deseo inconsciente reprimido, hasta las contribuciones más recientes de las neurociencias sobre la memoria implícita y el denominado inconsciente no reprimido, podemos decir que la teoría psicoanalítica sobre el sueño ha recorrido un largo camino lleno de transformaciones y desarrollos. En lo que respecta a la primera pregunta, mi concepción de la función del sueño, considero que el sueño ofrece al analista, desde un punto de vista clínico, una doble potencialidad. Por un lado, el sueño tiene la capacidad de brindar una información incomparable de los afectos predominantes en el espacio analítico, de ser el vehículo preferencial para afrontar analíticamente el hic et nunc de la relación transferencial a través de la interpretación y de ser además un auxiliar imprescindible en el trabajo de construcción. Por otro, el sueño reactiva y es capaz de simbolizar emociones antiguas, derivadas de experiencias, en ocasiones traumáticas, que se retrotraen a los primerísimos periodos de la vida relacional y a una fase del funcionamiento mental presimbólico y preverbal, que quedan depositadas en la memoria implícita (Matte-Blanco, 1975, Sandler 1987, Mancia 2004, 2008). En este sentido, el sueño permite además la posibilidad de un trabajo reconstructivo. Centrándome en la segunda pregunta, diría que, por supuesto, establezco una distinción fundamental entre los sueños que se derivan de emociones y vivencias traumáticas de otro tipo de sueños. Mi aportación va a consistir en establecer una conexión teórica entre la denominada función traumato-

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lítica del sueño propuesta por Ferenczi (1931), que acompañaba a toda su genial aportación sobre la teoría psicoanalítica del trauma, y la concepción y los desarrollos actuales sobre el inconsciente no reprimido. El 26 de marzo de 1931, Ferenczi escribió un corto trabajo titulado “Revisión de la interpretación de los sueños”, proponiendo dos cuestiones interesantes. La primera era si se podría atribuir al sueño una segunda función relacionada con las vivencias traumáticas y la segunda, una ampliación metapsicológica que incluyera los mecanismos que subyacen a la patología psicótica y al traumatismo, especialmente la fragmentación y atomización de la personalidad, anticipando sus conocidas hipótesis sobre la “confusión de lenguas”. En efecto, a través de su experiencia analítica con pacientes muy graves, Ferenczi había descubierto que las escisiones del yo producidas por experiencias traumáticas precoces eran mecanismos de defensa anteriores a la represión y que, por tanto, los pacientes que habían sido objeto de tales vivencias no ofrecían al analista un material inconsciente de las mismas susceptibles de ser interpretadas, ya que en muchos casos nunca habían sido conscientes. En este sentido, Ferenczi planteaba que una definición mas completa de la función del sueño incluiría junto a la indiscutible función de la satisfacción de deseos, una segunda función, la función traumatolítica, que sería la de disolver y deshacer las experiencias y vivencias traumáticas. En su opinión, muchos sueños, desprovistos de representaciones inconscientes, no presentarían contenidos psíquicos o imágenes oníricas susceptibles de ser interpretadas, y producirían exclusivamente sensaciones dolorosas o experiencias de sufrimiento corporal o psíquico. El sueño, desde su perspectiva, además de su función de realización de deseos, tendría el papel de recuperar, a través de estas vivencias sensoriales y corporales, las huellas mnémicas de un lenguaje enmudecido. Esta posibilidad elaborativa era lo que Ferenczi denominó la función traumatolítica del sueño, que anticipaba en algunos años el concepto de “sueños curativos” acuñado por Winnicott en su conocido texto sobre “El odio en la contratransferencia” (1947). Lo realmente sorprendente es que Freud había ya anticipado en parte las intuiciones de su fiel discípulo en “Sobre los recuerdos encubridores” (1899), “Recordar, repetir y reelaborar”1(1914) y, sobre todo en Mas allá del principio del placer2 (1920), pero Ferenczi insistió en la necesidad de profundizar en esta hipótesis, distinguiendo dos momentos en la función del sueño: el primario, y el secundario. Mientras el sueño secundario consiste en un intento de superar el trauma, introduciendo una distorsión de la experiencia trau-

1. “… Una especie particular de situaciones que se verifican en una época muy remota infantil no es recuperable a través del recuerdo, sino solo a través del sueño…” (vo.XII, p.149)

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mática a través de una escisión narcisista, que permita recuperar conscientemente la experiencia traumática, el sueño primario, por el contrario, sometido inexorablemente a la ley de la repetición, estaría constituido por impresiones sensoriales violentas, intramitables, inaccesibles a la memoria, a la conciencia y al recuerdo y acaecidas en momentos de inconsciencia y que por tanto nunca fueron objeto de represión. Se trataría de una relación directa, aunque inaccesible, con la escena traumática. Bastantes años después los avances neurocientíficos y muchos planteamientos psicoanalíticos actuales han venido a confirmar las intuiciones de Ferenczi que encontraron eco en algunos de los últimos escritos de Freud, especialmente en “Construcciones en el análisis” (1938). En efecto, las neurociencias han desarrollado la idea de la memoria como construcción y no como archivo y han confirmado los planteamientos de muchos autores contemporáneos de que no solo existe una memoria a largo plazo, autobiográfica, explícita, accesible a la conciencia y al recuerdo y derivada del mecanismo psíquico de la represión, sino también una memoria implícita, no reprimible, no susceptible de ser recordada y no verbalizable. Desde esta perspectiva, el sueño puede por una parte constituir una representación de suma importancia para poder captar las fantasías y las emociones que se manifiestan en la transferencia y por otra puede ofrecer elementos reconstructivos de experiencias preverbales y presimbólicas características de la memoria implícita depositada en el inconsciente no reprimido. En consecuencia, además de la función tradicional del sueño de realización de deseos, la otra función del sueño sería, corroborando la hipótesis de Ferenczi, la de crear imágenes que pudieran colmar el vacío de la no representación y de representar simbólicamente experiencias de origen presimbólico y de carácter traumático. La posibilidad de interpretar estas imágenes y representaciones simbólicas favorecería el proceso reconstructivo necesario al psiquismo para mejorar las propias capacidades de mentalización y transformar en pensables, aunque no recordables, experiencias inicialmente ni pensables ni representables. Y este sería el punto de conexión entre las aportaciones de Ferenczi y los desarrollos actuales sobre el inconsciente no reprimido. De hecho, planteamientos relativamente recientes de autores como Bleger, Aulagnier, Bollas,

2. “…Podría haber llegado el momento de admitir por primera vez una excepción a la regla de que el sueño sea la realización de un deseo... Los sueños que tienen lugar durante el tratamiento psicoanalítico y que reproducen los traumas psíquicos de la infancia no pueden ser entendidos como realización de deseos… Parecería, por tanto, que la función del sueño consistente en eliminar las causas que podrían interrumpir el dormir realizando los deseos de las pulsiones perturbadoras no sea la función primaria y originaria del propio sueño…”. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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Mancia, Coderch, Marucco y Cesar y Sara Botella, que entienden la vida psíquica como una continua transformación entre la no representación y la figurabilidad y entre la huella de la memoria sin recuerdo y el sueño que intenta simbolizarla, se aproximan al planteamiento de Ferenczi al entender una de las funciones más importantes del trabajo del analista la de un trabajo de figurabilidad que, derivado de la regresión formal de su pensamiento en sesión, intenta acceder a la memoria sin recuerdo o al inconsciente no reprimido. DESCRIPTORES: SUEÑO / TRAUMA / ESCISIÓN DEL YO / MEMORIA / FIGURABILIDAD / INCONSCIENTE..

KEYWORDS: DREAM / TRAUMA / SPLITTING OF THE EGO / MEMORY / FIGURABILITY / UNCONSCIOUS.

PALAVRAS-CHAVE: SONHO / TRAUMA / CLIVAGEM DO EGO / MEMÓRIA / FIGURABILIDADE / INCONSCIENTE.

Bibliografía Ferenczi, S. (1931): On the revision of the interpretation of Dreams. In Notes and Fragments. Final Contributions to the Problems and Methods of Psycho-analysis (p. 238–243). London: Hogarth Press, 1955. [Reprinted London: Karnac Books, 1980]. Freud, S. (1895): Project for a Scientific Psychology. S. E. 1: 295–391. —— (1899): Screen Memories. S. E. 3, 301-22 —— (1900): The Interpretation of Dreams. S.E. 4, 5. —— (1914): Remembering, repeating and working through. S. E. 12:147–56. —— (1920) Beyond the Pleasure Principle. S. E. 18. Mancia M (2008): Sentire le parole. [(2004).] Torino: Bollati Boringhieri. Sandler J, Sandler, A.M. (1987): The past unconscious, the present unconscious and the vicissitudes of guilt. The International Journal of Psychoanalysis, 68:331–41. Winnicott, D.W. (1949): Hate in the Countertransference. The International Journal of Psychoanalysis, 30:69–74.

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2 ¿Hasta qué punto privilegia la interpretación de los sueños en relación a otras formas de representación mental?

RESPUESTA DE *HAROLD P. BLUM

NUEVA VISITA A LOS SUEÑOS Aunque ya no existe ninguna “vía regia” que lleve a la interpretación psicoanalítica, los sueños continúan ocupando un lugar importante, por más que no sea necesariamente una posición de privilegio, en distintas concepciones y prácticas psicoanalíticas del siglo XXI. Me complace volver a ocuparme de este tema, que ya había tratado en el Congreso de la IPA realizado en Londres en 1975 (Blum, 1976). Las teorías acerca de la función de los sueños han sido polémicas; tal vez sea útil diferenciar la función general de los sueños de sus aplicaciones en la tarea clínica. En términos de su función general, puede decirse que el sueño representa el cumplimiento alucinatorio de un deseo infantil inconsciente (Freud, 1900). En mi opinión, la función protectora de los sueños, su carácter de válvula de seguridad o de “guardián del dormir”, no ha sido convalidada. Los sueños solo protegen los períodos del dormir en que se sueña, que constituyen aproximadamente el 25% del total del tiempo durante el cual un adulto duerme. Los sueños poseen, tanto en general como en los contextos clínicos, una función comunicativa (Ferenczi, 1913; Kanzer, 1955; Bergmann, 1966). Puede considerárselos una comunicación privada que tal vez haya sido olvidada en forma ambivalente. Durante un análisis existe la motivación concreta de contarle el sueño al analista, ya que el analizando sabe que aquél valora el sueño como fuente de conocimiento analítico. La función comunicativa del sueño en psicoanálisis se ve influida por la actitud de cada analista y el interés que tenga por los sueños, lo cual constituye una dimensión interpersonal del proceso analítico. Como reproducción regresiva, el hecho de relatar un sueño en el análisis es análogo a la situación en la que un niño le cuenta un sueño a alguno de sus padres. Es dable considerar que la verbalización del sueño equivale a una ampliación de su elaboración secundaria. La experiencia onírica no puede reproducirse con exactitud, dado que el contenido sensorial (principalmente visual) y afectivo del sueño inevitablemente se modifica al

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ser verbalizado. Pese a la regresión narcisista, el sueño contiene representaciones de las relaciones objetales infantiles revividas en la transferencia. Si en el sueño hay una regresión profunda, se puede tener acceso a la vida psíquica preedípica y posiblemente preverbal (v. gr., el vínculo con la madre, la separación-individuación, la memoria implícita). El soñante procura provocar una respuesta contratransferencial frente al sueño que ha relatado ya sea al analista o a algún otro objeto transferencial. Las reacciones contratransferenciales recientes pueden aparecer como elementos disfrazados de los restos diurnos del sueño del analizando. El analista puede, a su vez, reconocer la contratransferencia en los sueños que tiene sobre un analizando, como ocurrió típicamente con el sueño de Freud (1900) sobre Irma. Hoy somos más conscientes de la actitud que tiene el soñante respecto de su sueño, o sea, si lo considera un regalo para el analista, un mensaje mágico, un cuerpo extraño desestimado, etc. El sueño en sí puede representar un objeto cualquiera o una parte de un objeto, o el cuerpo propio, o el símismo, o un estado del sí-mismo. Que se recuerde y relate un sueño entre muchos otros da testimonio de la importancia de las fantasías y fragmentos mnémicos correspondientes que surgen con él. Ya no se concibe el contenido manifiesto del sueño como un mero envoltorio del contenido latente oculto. Su significado puede vislumbrarse partiendo de la superficie y profundizando de ahí en más; hay fantasías inconscientes que eluden la censura y salen a la superficie en el contenido manifiesto. Se han estudiado los primeros sueños francos de incesto, asesinato, suicidio, canibalismo, del analista no disimulado, etc., con el fin de inferir sus posibles implicaciones con relación al pronóstico, el diagnóstico y el decurso clínico. Para la comprensión del soñante y del sueño son importantes todos los aspectos, incluida la secuencia de asociaciones anteriores y posteriores al relato del sueño, la secuencia que se da en el sueño mismo, los sueños profusos, los afectos o estados de ánimo presentes en el sueño, la historia del paciente y la fase del análisis en que se produce el sueño. Los pacientes tienen una capacidad muy variable para recordar sus sueños, hacer asociaciones al respecto o analizarlos. Los sueños de pacientes con deficiencias yoicas o detención del desarrollo, o la confusión entre el sueño y la realidad, tal vez no le sirven mucho al paciente en el momento pero brindan información útil al analista. En mi labor analítica los sueños me han resultado particularmente esclarecedores, sin olvidar el análisis de la resistencia que generan y de los sueños como formas de resistencia. “Hasta un sueño ininteligible puede ser un acto psíquico válido [...] utilizable en el análisis” (Freud, 1933). A continuación presentaré dos viñetas que ilustran la utilidad clínica de los sueños. La interacción de la fantasía y la realidad puede observarse en aquellos sueños en los que la fantasía inconsciente ha sido provocada por una expe-

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riencia de la propia situación analítica o exterior a ella. Una mujer adulta soñó que su padre le estaba acariciando los pechos; despertó azorada y asustada. Luego de corroborar que había sido su marido, que dormía junto a ella, la empezó a asediar la idea de que debía contarle el sueño a su analista. Éste era la figura paterna transferencial, objeto de su fantasía incestuosa y a la vez quien podía protegerla de ella. La paciente pensó que tal vez había refregado el busto contra el pecho de su padre mientras bailaban en una boda reciente. Recordó que, de niña, había imaginado que se casaba con su papá y era mejor esposa que su mamá. El sueño fue provocado por el contacto con el objeto original y por la fantasía transferencial-contratransferencial erótica inconsciente. La interpretación de este sueño manifiestamente incestuoso permitió, mejor que la labor analítica basada en otros datos, abordar con mayor convicción los conflictos de la paciente en torno del incesto. (Una imagen vale tanto como mil palabras). Los sueños traumáticos o pesadillas incorporan una repetición parcial, más o menos encubierta, de algún trauma del pasado. Las pesadillas, tanto para los pacientes como para las personas que no están en análisis, pueden constituir intentos de reparación y superación de un trauma. Las pesadillas terribles, horrendas, pueden torcer el rumbo de su función reparadora y generar casi un nuevo trauma. Paradójicamente, cuando la angustia abrumadora desaparece – en particular gracias a las interpretaciones terapéuticas – las pesadillas pueden impulsar el dominio yoico y la sublimación. Un paciente joven, que durante dos años de tratamiento no había relatado ningún sueño y manifestaba su resistencia con prolongados silencios, recordó cierta vez una pesadilla aterradora y sangrienta en la que su gato era decapitado. Esta pesadilla recapitulaba fundamentalmente traumas infantiles acumulados. Su madre era bipolar y padecía recurrentes ataques de depresión psicótica en los que se retraía, muda y quejumbrosa. Había “perdido la cabeza” y en la transferencia el paciente ora se presentaba a sí mismo, o me presentaba a mí, como la madre loca, castrada y silenciosa. Se culpaba a sí mismo del colapso depresivo en que había caído su madre y por no haberlo podido remediar, pero a la vez lo atemorizaban su furia y odio transferenciales maternos. Este primer sueño no podría haberse analizado sin el trabajo analítico realizado anteriormente y sin el conocimiento del carácter fronterizo y la historia de este paciente. La reelaboración del sistema fantaseoso inconsciente presente en su pesadilla incluyó la rememoración de hechos penosos y la reconstrucción de una infancia atormentada. Desde las formulaciones de Freud se han propuesto múltiples funciones y significados para los sueños. La neurociencia ofrece promisorias perspectivas, pero la psicología del sueño pertenece a otro ámbito discursivo. En la actualidad, son objeto de investigación interesantes proposiciones, como REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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el hecho de que los sueños permitan equiparar recuerdos recientes y remotos, favorezcan el aprendizaje, resuelvan problemas o lleven a adoptar soluciones creativas, o de que los períodos del dormir en los que se sueña guarden correlación con la plasticidad evolutiva, etc. Tanto las funciones del sueño como el proceso del soñar en sí aún aguardan una mayor elucidación y corroboración. Traducción: Leandro Wolfson DESCRIPTORES: SUEÑO / TRANSFERENCIA / COMUNICACION / SUEÑO DE ANGUSTIA. KEYWORDS: DREAM / TRANSFERENCE / COMMUNICATION / ANXIETY DREAM. PALAVRAS-CHAVE: SONHO/ TRANSFERÊNCIA / COMUNICAÇÃO / SONHO DE ANGÚSTIA.

Bibliografía Bergmann, M. (1966): The intrapsychic and communicative function of the dream. The International Journal of Psychoanalysis, 47:356–63. Blum, H. (1976): The changing use of dreams in psychoanalytic practice. The International Journal of Psychoanalysis, 57:315–24. Ferenczi, S. (1913): To whom does one relate one’s dreams? Further contributions to the theory and technique of psycho-analysis. New York: Brunner/Mazel. Fiss, H. (2000): A 21st century look at Freud’s dream theory. J Am Acad Psychoanal 28:321–40. Freud, S. (1909): The interpretation of dreams. S. E. 4–5. —— (1933): New introductory lectures on psychoanalysis. S. E. 22. Kanzer, M. (1955): The communicative function of the dream. The International Journal of Psychoanalysis, 36:260–66.

Lo Inconsciente ¿Cuál es su teoría de los procesos inconscientes? ¿Qué otras teorías contrastaría con su propia conceptualización?

RESPUESTA DE *GIUSEPPE CIVITARESE

LA CONCIENCIA Y EL INCONSCIENTE COMO FUNCIÓN PSICOANALÍTICA DE LA PERSONALIDAD

Los dos pilares en que se sustenta mi concepción de lo inconsciente son la noción de Bion sobre el pensamiento onírico de la vigilia y su concepto radicalmente social acerca del nacimiento del sujeto. No solo dormimos de noche sino también durante el día. Una serie de operaciones mentales que nos son bien conocidas y que Bion denominó “la función α” decodifican continuamente los estímulos sensoriales y emocionales elementales que recibimos del entorno en que estamos inmersos, y los transforman principalmente en imágenes visuales (“elementos α”). Estos pictogramas, absolutamente idiosincrásicos, cobran una forma que puede ser memorizada sin inconvenientes, y se los usa para pensar y soñar. A fin de que un sujeto esté consciente y atento y pueda aprender de la experiencia, es preciso que previamente haya hecho conscientes toda una serie de estímulos y, luego de procesarlos mediante la función , los haya “inconscientizado” (Bion, 1992, pág. 349). Si la función es deficiente, la acumulación no asimilada de elementos puede dar origen a patologías de diversa índole. Todo niño nace con una conciencia (función ) rudimentaria. Tiene conciencia pero no puede volverse consciente. Percibe estímulos pero no se percata de lo que es. Percibe sin comprender. Según Bion, esta “conciencia rudimentaria” (1967, págs. 116 y 117) “no se asocia con un inconsciente. Todas las impresiones que recibe el self tienen el mismo valor: son todas conscientes. La capacidad de la madre para la ensoñación es el órgano receptor de la cosecha de sensaciones propias que obtiene el bebé gracias a su consciente” (ibid., pág. 116). Esta imagen es sorprendente: nos dice que, en los albores de la vida, la madre es el inconsciente de su bebé, ¡y por ende un complemento de su consciente primitivo! Gracias a sus ensoñaciones, *

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a su capacidad de recibir y transformar las identificaciones proyectivas del niño, la madre le manifesta su amor, contiene sus angustias y le brinda los medios para que construya una función propia, basada en la experiencia de los cuidados que ella le proporciona. De acuerdo con mi concepción, sobre esos cimientos teóricos establecidos por Bion se edificaron los aportes subsiguientes de Grotstein y Ogden (en los que el análisis es considerado la ensoñación de los sueños interrumpidos o no soñados del paciente, así como los referidos a la dialéctica de las “posiciones” en la generación de la experiencia, y al concepto de “tercero intersubjetivo”); el desarrollo por parte de Ferro, basándose en los trabajos de Bion y de los Baranger, de una teoría del campo analítico (la adopción ineludible de un vértice antirrealista en la sesión, resumida en los conceptos de “espectro onírico” y de “transformación del soñar”, el reparto de caracteres en el diálogo analítico, etc.); y algunas pistas de la teoría del significado, tomadas de la filosofía de la deconstrucción de Derrida. En este modelo, lo consciente y lo inconsciente se sitúan a lo largo de un continuo como las dos superficies de una cinta de Moebius que constantemente se fusionan una en otra. Se admite que están separadas por una membrana compuesta por un número mayor de elementos, vale decir, por la barrera de contacto, pero esta barrera es semipermeable y dinámica, y está sujeta a procesos continuos de síntesis y descomposición. No hay ningún suceso psíquico que carezca de un aspecto inconsciente. Lo consciente y lo inconsciente pasan a ser, en última instancia, dos vértices desde los cuales observar un mismo fenómeno mental. Los procesos que gobiernan el funcionamiento de ambos son idénticos. Varían en grado pero no en naturaleza. Idéntico proceso de abstracción y categorización opera en la formación de ideogramas/elementos y en la ejecución de complicados cálculos algebraicos. Soñar/pensar es la forma que tiene la mente de olvidar las diferencias y retener los modelos de las relaciones entre las cosas, asignándoles un significado personal. Básicamente, esta definición de los sueños permite reevaluar las virtualidades constructivas/poiéticas/estéticas de lo inconsciente. El sueño no es sólo el guardián del dormir. El sueño no es meramente la guía Baedeker más confiable para llegar a lo inconsciente: no es un producto de la diferencia entre lo consciente y lo inconsciente, sino que crea esa diferencia. Para Freud, lo inconsciente crea los sueños; para Bion, en cambio, los sueños crean lo inconsciente. El soñar es el principal componente de la “función psicoanalítica de la personalidad”, la cual opera en un registro doble, a saber, el registro de lo (in)consciente, vale decir, de lo que es consciente e inconsciente. Si un individuo adquiere esta capacidad para la visión binocular, puede aprehender la realidad desde una multiplicidad de puntos de vista emocionalmente significativos, y tal vez sea esto lo que llamamos “madurez y salud mental”. La necesidad de conocer la verdad REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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emocional de la propia existencia cumple el papel que tenían en Freud las pulsiones. Las protoemociones, transformadas y vueltas pensables por la función , son el alimento de la mente porque ofrecen al sujeto su aporte cognitivo y motivacional. Aumentan la capacidad del sujeto para llevar a cabo un trabajo psicológico (in)consciente y, por consiguiente, para soñar la experiencia emocional actual. Entre la experiencia consciente y la inconsciente hay un intercambio fluido, una ósmosis, o un “acomodamiento visual” recíproco y constante. Ellas están ligadas entre sí por una solidaridad antagónica, por el secreto de una cooperación comprensiva, por la intuición de un destino común frente a los estímulos de la realidad interna y externa. Así concebido, lo inconsciente no está “detrás” o “debajo” de lo consciente, sino dentro. No solo está próximo a lo consciente (además de permanecer oculto) sino que forma parte de él (Ogden, 2008). Como ocurre con otras dicotomías que organizan el significado en la teoría psicoanalítica clásica (Civitarese, 2008a, 2008b), Bion vuelve dialéctica la oposición binaria entre los procesos primarios y secundarios, así como entre los principios de placer y de realidad (Grotstein, 2007). Los hallazgos de las investigaciones de la neurociencia parecen corroborarlo. Por ejemplo, Westen (1999) sostiene que lo consciente no es más que la punta del iceberg de lo inconsciente, y por lo tanto una parte integral de este último. Lo inconsciente es, entonces, un conjunto de procesos de creación de significado que se extienden a lo largo de un gradiente que va de lo sensorial/semiótico (y tiene en cuenta la existencia de un inconsciente “inaccesible”, no reprimido), hasta lo simbólico en el sentido más cabal del término, y no se remonta al nacimiento sino que se desarrolla en la relación primaria con el objeto. En la vida diaria, este pensamiento/sueño extrae permanentemente, del flujo caótico de estímulos proveniente de la realidad, cuantos de sentido, patrones e imágenes que compondrán relatos. De la misma manera, en el análisis cualquier ensoñación permite tomar contacto con las secuencias de elementos sintetizadas por la función, y todo lo que se relata es siempre al mismo tiempo (en términos virtuales) un derivado narrativo del pensamiento onírico de la vigilia. Por otra parte, todo lo que sucede en el campo analítico puede considerarse cogenerado por la pareja analítica. Cuando Bion creó este modelo de los procesos inconscientes, no lo hizo para agregar una teoría más a las ya existentes, sino para establecer una metateoría, o sea, para describir el funcionamiento de los conceptos comunes a todas ellas. Las equivalencias entre la función y el trabajo onírico, y entre la fantasía inconsciente y la identificación proyectiva, por un lado, y por el otro entre el pensamiento onírico de la vigilia y la concepción intersubjetiva del nacimiento del sujeto, así como las inferencias relevantes que pueden hacerse de tales equivalencias, son obvias. El concepto freudiano de censura puede reformularse

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como la consecuencia de una relación deficiente entre lo contenido y lo que lo contiene. La sexualidad puede verse desde el nuevo vértice como un acoplamiento creativo, en mayor o menor medida, de las mentes en la sesión –como una crónica viviente del mayor o menor grado de unísono emocional (Ferro, 1992). La vida de las pulsiones cobra cuerpo en nociones tales como los enlaces H, L y K, el sistema protomental, la pulsión de verdad o los elementos b. Sin embargo, podría sostenerse, con toda razón, que el enfoque de Bion constituye un cambio de paradigma, como lo denominó Kuhn (1962). Bion no rechaza los conceptos de Freud, pero tampoco los menciona, o lo hace en muy pocas ocasiones. En una actitud ambigua, los da por sobrentendidos, pero de una forma que en definitiva los hace pasar a un segundo plano, y en lugar de ello nos propone hablar en un lenguaje totalmente distinto. En teoría los conserva, pero en la realidad los descompone en un caleidoscopio de nuevos conceptos que exigen la permanente adopción de nuevos puntos de vista. Por otra parte, en virtud del sutil interjuego de remisiones, identificaciones y diferenciaciones en que dichos puntos de vista quedan suspendidos, y de su carácter deliberadamente no saturado, ellos demandan del analista el constante ejercicio de la duda y una actitud crítica ante cualquier clase de dogmatismo ligado a una escuela determinada. DESCRIPTORES: PENSAMIENTO ONÍRICO / SUEÑO / CONSCIENTE / INCONSCIENTE / PICTOGRAMA / FUNCION ALFA / REVERIE / EXPERIENCIA EMOCIONAL.

KEYWORDS: DREAM THOUGHT / DREAM / CONSCIOUS / UNCONSCIOUS / PICTOGRAM / ALPHA FUNCTION / REVERIE / EMOTIONAL EXPERIENCE. PALAVRAS CHAVE: PENSAMENTO ONÍRICO / SONHO / CONSCIENTE / INCONSCIENTE/ PICTOGRAMA / FUNÇÃO ALFA / DEVANEIO / EXPERIÊNCIA EMOCIONAL.

Bibliografía Bion, W. R. (1967): Second Thoughts: Selected Papers on Psycho-Analysis. London: Karnac, 1984. —— (1992): Cogitations. London: Karnac. Civitarese, G. (2008a): ‘Caesura’ as Bion’s Discourse on Method. The International Journal of Psychoanalysis, 89:1123-1143. —— (2008b): The Intimate Room: Theory and Technique of the Analytic Field. London: Routledge, 2010. Ferro, A. (1992): The Bi-Personal Field: Experiences in Child Analysis. London: Routledge, 1999.

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Grotstein, J. S. (2007): A Beam of Intense Darkness: Wilfred Bion’s Legacy to Psychoanalysis. London: Karnac. Kuhn, T. S. (1962): The Structure of Scientific Revolutions. Chicago: Chicago University Press. Ogden, T. H. (2008): Rediscovering Psychoanalysis: Thinking and Dreaming, Learning and Forgetting. London: Routledge, 2010. Westen, D. (1999): The Scientific Status of Unconscious Processes. Journal of the American Psychoanalytic Assosiation, vol. 47:1061-1106.

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RESPUESTA DE *JORGE LUIS MALDONADO

EL INCONCIENTE DINÁMICO EN LA RELACIÓN ANALÍTICA EL CONTEXTO DE RECONOCIMIENTO DE PROCESOS INCONCIENTES Las primeras investigaciones sobre el inconciente estaban centralizadas en consideraciones acerca de la memoria y sus vicisitudes. Luego el interés se amplió hacia las transformaciones de las fantasías (phantasies) inconcientes que tienen lugar en la relación analizado-analista y se manifiestan en el proceso analítico. Éste consiste en ciclos de cambios dinámicos, económicos y estructurales que acontecen en el analizado y cobran sentido en la relación de transferencia. En esta oportunidad me referiré a procesos inconcientes sólo en tanto observables en la relación analítica. Manifestaciones aisladas del inconciente pueden ser observadas en la patología de la vida cotidiana y eventualmente consideradas por otras disciplinas. Sin embargo, lo que es propio del psicoanálisis es el estudio y conclusiones sobre las fantasías inconcientes y sobre la distorsión que el sujeto hace de sus experiencias infantiles que son evaluadas en la relación de un sujeto con su objeto en la situación analítica. El objetivo de la situación analítica es establecer, tanto para el analizado como para el analista, un contexto de contención y un contexto de sentido que permitan construir hipótesis acerca de los fenómenos inconcientes. La regla de abstinencia y el establecimiento del encuadre tienden a limitar la arbitrariedad del analista, y constituyen el contexto de contención. *

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CAMBIOS, TRANSFORMACIONES, ELABORACIÓN La introducción de la noción de ‘elaboración’ (Freud, 1914) significó un hito crucial en el reconocimiento del análisis como sucesión de transformaciones. La concepción dinámica alude así a la oposición de fuerzas, pero también a las transformaciones de las fantasías inconcientes que surgen en la relación de un sujeto con un objeto, y de los símbolos con los que éstas se construyen. La noción de ‘elaboración’ puso en evidencia que cada interpretación adecuada genera una secuencia de cambios en procesos inconcientes e instaura una dialéctica entre el analista y el inconciente del analizado. No basta con pensar que por efecto de la interpretación de las resistencias el yo se abre en un acto singular para dar paso a derivados del inconciente, y luego establece nuevamente su clausura. A partir de la noción de elaboración, el análisis comienza a ser pensado como secuencia de transformaciones de la fantasía inconciente. Éstas acontecen cuando, por efecto de la interpretación, las ecuaciones simbólicas mutan su equivalencia simbólica con la ‘cosa’ y adquieren las propiedades del símbolo diferenciado de la ‘cosa’. Estas modificaciones en la estructura del símbolo son paradigmáticas del acontecer inconciente en sentido dinámico. También lo son los diferentes procesos de identificación y las correspondientes desidentificaciones. El descubrimiento de la reacción terapéutica negativa (Freud, 1923) fue el segundo hito crucial en el estudio del proceso, en tanto permitió que éste pueda ser evaluado a nivel de sus fracasos. Luego fueron consideradas otras variedades de interferencias a la elaboración inconciente que dependen de la inadecuación de la interpretación y esencialmente, de factores personales del analista.

LA INTERPRETACIÓN En mi criterio, la interpretación es el factor de cambio estructural a nivel del inconciente. Ejerce su efecto en el contexto de una relación de asimetría entre analista y analizado destinada exclusivamente a resolver los conflictos del analizado y excluye toda mutualidad de cualquier índole. Existen factores inherentes a la emocionalidad y características personales positivas del analista que, a mi criterio, no producen una influencia directa en las modificaciones del inconciente. En oposición a esta concepción, otras teorías otorgan valor de cambio a esos factores personales del analista. Considero que los factores personales intervienen como ‘condición necesaria’ (Etchegoyen, 2010) para el desarrollo de un proceso, pero no llegan a ser ‘condición suficiente’ REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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para producir una evolución. Esta ‘condición suficiente’ se obtiene a partir de interpretaciones adecuadas. Éstas conducen al analizado a una renuncia: a la posesión de los objetos endogámicos, a modalidades infantiles posesivas de relación de objeto y a la omnipotencia narcisista. Es posible que las interpretaciones que producen insight y logran modificaciones en el inconciente del analizado, actúen mediante una resignificación (Nachträglichkeit) de las fantasías infantiles que produjeron distorsiones de los acontecimientos históricos. Por otra parte, cuando los factores personales negativos del analista constituyen contraresistencias, sí pueden resultar ‘condición suficiente’ para interferir con el desarrollo del proceso. Estudios sobre desviaciones de tratamientos en los cuales el analista se encuentra personalmente involucrado con sus conflictos (Maldonado, 1984, 2008), (Gabbard, 2003), y sobre el perjuicio que esto puede ocasionarle a sus pacientes (Hernández de Tubert, 2004) han sido desarrollados.

MENSAJE DEL INCONSCIENTE El deseo rechazado por las instancias superiores (el deseo-sueño reprimido) revuelve el mundo subterráneo de la mente (el inconciente) con el fin de ser escuchado. (Freud, 1927. Mi traducción y comillas)1. El deseo inconciente se expresa enviando un mensaje, buscando a quien pueda escuchar para desentrañar su significado. La cita: “[…] con el fin de ser escuchado” orienta en este sentido. Sin embargo, así como el sueño contiene su ‘ombligo’ (Freud, 1900) que conduce hacia lo desconocido, es posible también que algo de la transmisión del inconciente permanezca inaccesible a toda posible comprensión. La situación analítica está destinada a favorecer una comunicación del inconciente del analizado, regida por los procesos primarios, dirigida a alguien que responde mediante el proceso secundario. El analista, por su potencial capacidad de comprender el sentido de las formaciones inconcientes, se convierte en destinatario de transferencias que lo constituyen en ‘interlocutor privilegiado’ del inconciente. Es debido a la transferencia que las formaciones sintomáticas y derivados del inconciente adquieren el carácter de mensajes cuyo destino es que sean descifrados por el analista, retransmitidos mediante palabras y no actuados por éste. Esta condición de ‘interlocutor privilegiado’ otorgada al analista, determina que la transferencia ana-

1. “The wish rejected by the higher mental agencies (the repressed dream-wish) stirs up the mental underworld (the unconscious) in order to get a hearing.” Freud (1927, p 375).

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lítica sea distinta de toda otra transferencia que el sujeto pueda establecer con objetos libidinales, en otros contextos, en los cuales la búsqueda de sentido del mensaje inconciente no es el objetivo de la relación y, por lo tanto, el destino del mensaje no es la interpretación.

DIFERENCIAS CON OTRAS TEORÍAS El inconciente dinámico surge del conflicto psíquico; es concebido como división primaria, se constituye entre instancias psíquicas y en la concepción freudiana culmina mediante la represión inherente al final (dissolution) del complejo de Edipo. Está caracterizado por una división entre instancias psíquicas que es de carácter radical. El conflicto intrapsíquico adquiere expresión en la fantasía inconciente que contiene el deseo. En ciertos momentos de la relación analítica, la fantasía inconciente es una construcción mutua entre analista y analizado (Baranger M. et al 1983) que constituye un interjuego propio del inconciente dinámico. El inconciente surgido del conflicto tiene su anclaje en la fantasía y en el deseo, en un contexto exclusivo determinado por la situación analítica donde los procesos inconcientes se desarrollan. Esto diferencia al inconciente dinámico estudiado por el psicoanálisis que es distinto al inconciente descriptivo, no dinámico, considerado por otras disciplinas que no consideran el rol central que desempeñan las interpretaciones en el cambio psíquico. Las investigaciones que pueden efectuar otras disciplinas que emplean otros procedimientos de investigación no son equiparables a las obtenidas mediante el estudio de la fantasía inconciente en transferencia. Reconocimiento. El autor desea agradecer al Dr. Manuel Gálvez y al Dr. Alberto Solimano por sus muy útiles comentarios acerca de este trabajo. DESCRIPTORES: INCONSCIENTE / FANTASIAS INCONSCIENTES / SÍMBOLO / INTERPRETACIÓN. KEYWORDS: UNCONSCIOUS / UNCONSCIOUS PHANTASIES / SYMBOL / INTERPRETATION. PALAVRAS CHAVE: INCONSCIENTE / FANTASIA INCONSCIENTE / SÍMBOLO / INTERPRETAÇÃO.

Bibliografía Baranger, M., Baranger, W. and Mom, J. (1983): Process and non-process in analytic work. The International Journal of Psycho-Analysis, 64: 1-15.

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Etchegoyen, H. (2010): Comunicación personal. Freud, S. (1900): The Interpretation of Dreams. S. E., 4/5. —— (1914): Remembering, repeating and working-through (Further recommendations on the technique of psycho-Analysis II). S. E., 12. —— (1923): The ego and the id. S. E., 19. —— (1927). Letter from Sigmund Freud to Werner Achelis, January 30, 1927. In: Letters of Sigmund Freud 1873-1939, p. 374-5. Gabbard, G. O. (2003): Miscarriages of psychoanalytic treatment with suicidal patients. The International Journal of Psycho-Analysis, 84: (2) 249-261. Hernández de Tubert, R. (2004): Cuando el analista maltrata al paciente. Una perspectiva ética y epistemológica. Revista Latinoamericana de Psicoanálisis. 6: 59-74. Maldonado, J. L. (1984): Analyst involvement in the psychoanalytical impasse. The International Journal of Psycho-Analysis, 65: 263-271. Revista Argentina de Psicoanálisis. XL: 205-218. —— (2008): El Narcisismo y el Trabajo del Analista. Paradojas Obstáculos y Transformaciones. [Narcissism and the Work of the Analyst. Paradoxes, Obstacles and Transformations.] Buenos Aires, Editorial Lumen.

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RESPUESTA DE *MIGUEL KOLTENIUK KRAUZE

¿EXISTE UN INCONSCIENTE , O MUCHOS? Esta pregunta, verdadero leit motiv del congreso, requiere algunas aclaraciones. En primer lugar, pudiera referirse a la existencia de uno o varios inconscientes ubicables como “objetos” de estudio dentro del aparato psíquico, o bien, pudiera entenderse como la existencia de uno o varios conceptos de “inconsciente” formulados dentro de las distintas teorías psicoanalíticas. Mi trabajo se va a ubicar dentro de esta segunda aproximación. A pesar de que existe una aceptación casi universal de que “el inconsciente” es el descubrimiento fundacional del psicoanálisis y de que todos los autores lo dan “por sentado” en las diversas teorizaciones postfreudianas, lo cierto es que una mirada cuidadosa revela la existencia de varios conceptos de “inconsciente” presupuestos en ellas, que no sólo no coinciden entre sí, sino *

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que en ocasiones resultan incompatibles y excluyentes. ¿Es el mismo concepto de “inconsciente” el que maneja la teoría freudiana, la kleiniana, la psicología del yo, la psicología del self, los intersubjetivistas, los seguidores de Winnicott, Bion, Lacan, Meltzer, Laplanche o Green, por ejemplo? Desde luego, me parece que no es así. Cada autor y, sobre todo, cada escuela, va introduciendo variantes semánticas en el concepto de inconsciente para adaptarlo a sus necesidades de coherencia, de manera que poco a poco se va dibujando un abanico de significados de dispersión creciente. Pienso que el principal responsable de esta “multivocidad” del inconsciente es el mismo Freud. Hasta 1915 sostuvo la concepción del inconsciente “sistemático”, esto es, como sistema ubicado “por debajo” del sistema preconsciente, separado por la barrera de la represión, sede del proceso primario en el que no opera la negación, la lógica, la causalidad ni la temporalidad lineal. Se trata del concepto de “inconsciente” de su primera tópica. Sin embargo, a partir de 1923, en El yo y el Ello introduce una modificación esencial: la transformación conceptual del “inconsciente” de “sistema” a “cualidad psíquica”. (Segunda tópica). Este cambio de estatuto epistemológico fue un paso grávido de consecuencias. Pienso que “el inconsciente” como cualidad psíquica de las instancias (Yo, Ello, Superyo) implica una pérdida relativa de la densidad semántica en relación al “inconsciente” como sistema psíquico, me estoy refiriendo a sus componentes (las representaciones-cosa y las investiduras y contra investiduras) y a las leyes de su funcionamiento (el proceso primario). Es pertinente preguntar ¿funcionan exactamente igual “las cualidades inconscientes” del yo, del ello y del superyo? ¿Rigen en ellas igualmente las leyes del proceso primario descritas en el “sistema inconsciente”? Parecería ser que no. Resulta difícil decir que los mecanismos de defensa del yo (la parte inconsciente del yo) funcionan igual que los contenidos reprimidos. Aunque ambos sean “inconscientes” la idea de “mecanismos” con su carga semántica de causalidad y logicidad resulta incompatible con el proceso primario. Lo mismo ocurre con los desarrollos teóricos postfreudianos. Sólo con el concepto de “inconsciente” como cualidad psíquica resulta posible conservar la dimensión inconsciente de procesos psíquicos tan divergentes. Pero aquí surgen las dificultades. Por ejemplo ¿Qué tan “inconscientes” son las relaciones objetales? ¿Cómo entender el carácter “inconsciente” de la escisión del yo? ¿Qué quiere decir que las identificaciones proyectivas sean “inconscientes”? ¿No implican los conceptos de “posiciones” esquizo-paranoide y depresiva un nivel importante de organización defensiva? La noción misma de objeto interno, ¿no implica una dimensión organizadora? ¿Cómo hacer compatibles “la organización defensiva y objetal” con el concepto de “inconsciente” y REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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su funcionamiento en proceso primario? ¿Acaso resulta necesario aceptar la presencia del proceso secundario dentro del inconsciente? ¿No contradice esta aceptación la noción misma de inconsciente? En suma,”el inconsciente” de la segunda tópica concebido como cualidad psíquica de las instancias, admite la presencia de componentes secundarios organizadores. Así parecen demostrarlo casi todos los desarrollos teóricos postfreudianos. El concepto del inconsciente como cualidad psíquica se ha ido extendiendo a partir del El yo y el Ello para abarcar las funciones defensivas y estructurantes descritas por la psicología del yo, los mecanismos proyectivos e introyectivos de la teoría de las relaciones de objeto, los procesos de constitución del self maduro a partir de las relaciones con los objetos del self, los mecanismos de escisión entre un self verdadero y un falso self, los procesos de intercambio intersubjetivos en la interacción analítica. Todo esto parece tener “la cualidad” de ser inconsciente en una gran medida. Creo que a esta dilución del concepto de inconsciente respondió el psicoanálisis francés contemporáneo. El movimiento de “Retorno a Freud” intentó rescatar, entre otras cosas, la riqueza, la densidad y la originalidad del concepto del “inconsciente” freudiano de la primera tópica. De ahí la propuesta de Lacan de que “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”. La propuesta de Laplanche radica en distinguir dos dimensiones en el inconsciente sistemático: lo reprimido originario caracterizado por su fijeza y su desarticulación simbólica, y lo reprimido secundario, caracterizado por el proceso primario y sus vicisitudes y la propuesta de Andree Green está basada en el rescate de la dimensión pulsional. La discusión sobre estos dos sentidos del concepto de “inconsciente” introducidos por Freud es la que subyace a las diversas teorías que polemizan sobre el tema. Pienso que hay que volver a “revisitar” el concepto “sistemático” del inconsciente de la primera tópica y cotejarlo con los desarrollos del concepto del inconsciente como “cualidad psíquica” de la segunda tópica, para poder continuar trabajando en su difícil elucidación diseminada en las actuales ramificaciones del psicoanálisis contemporáneo.

DESCRIPTORES: INCONSCIENTE / PRIMERA TOPICA / SEGUNDA TOPICA / REPRESION. KEYWORDS: UNCONSCIOUS / FIRST TOPIC / SECOND TOPIC / REPRESSION. PALAVRAS CHAVE: INCONSCIENTE / PRIMEIRA TÓPICA / SEGUNDA TÓPICA / REPRESSÃO.

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RESPUESTA DE *WERNER BOHLEBER 1. En vista de las teorías y sistemas de pensamiento pluralista, no es de extrañar que hoy nos encontremos con comprensiones totalmente diferentes en conceptos tan centrales como el inconsciente. Estas concepciones se extienden desde las versiones clásicas como lugar de representaciones pulsionales reprimidas, hasta su reformulación como estados del self disociados. A través de importantes aportes de la neurociencia y el cognitivismo, así como por investigaciones evolutivas, se llegó a un punto de vista modificado del inconsciente. 2. Si nos dedicamos a nuestro propio pensamiento teórico, entonces tropezamos inevitablemente con teorías implícitas que cada psicoanalista desarrolla en su trabajo clínico y que aplica en el mismo. Estas se diferencian, a veces considerablemente, de las teorías abiertamente representadas y publicadas. (Sandler 1983, Canestri y alt. 2006; Tuckett 2008) En la mente de los analistas las teorías a disposición están mucho menos elaboradas y cerradas que en sus versiones públicas. De esa forma el analista puede integrar diferentes conceptos de distintos autores y escuelas de su preferencia, en un sistema de relación teórica que tiene características personales y que también corresponde a su convicción científica y a su personalidad pre-científica. De esta manera con el correr del tiempo crea un saber clínico implícito que tiene un alto grado de complejidad y que no se puede representar en forma directa en palabras. 3. Quisiera presentar el pensamiento teórico implícito sobre el inconsciente de la mano de la representación espacial. El auto-cuestionamiento reflexivo de las propias representaciones teóricas inmediatamente tropieza con complejos de representaciones metafóricas. Esto es especialmente válido para un concepto teórico tan abstracto como el de inconsciente, que sólo podemos conjeturar, pero nunca aprehender en forma empírica directa. El edificio representacional clásico y tradicional es el espacial (Reed 2003). Aun cuando sabemos que esta geografía del alma es metafórica es efectiva, sin embargo, en nuestro pensamiento implícito. El aparato psíquico aparece allí como un triple espacio superpuesto. En lo profundo se encuentra el sistema inconsciente que funciona según leyes propias y vale como reservorio dinámico de deseos pulsionales y fantasías arcaicas inconscientes que ahí “proliferan en la oscuridad” (Freud 1915d, 149), empujan “hacia arriba” y deben ser descubiertas. En el modelo kleiniano encontramos junto a este complejo representacional un espacio metafó-

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rico horizontal en el que se desarrollan los procesos inconscientes de las identificaciones proyectivas. Partes del Si-mismo se mudan en otros objetos como en un contenedor, así como partes del otro son asimilados en el Si-mismo. Expresado en forma diferente, pero metafóricamente semejante, se manifiesta la dialéctica de Si-mismo y otros, por ejemplo en Laplanche, para quien lo inconsciente se vuelve enigmático embajador del otro. Un tercer modelo, que proviene de las nuevas teorías intersubjetivas, ya no localiza el inconsciente intra-psíquicamente, sino que la misma relación interpersonal se vuelve lugar del inconsciente que es vivido /enacted1 en el vínculo. Junto al significado simbólico semántico de inconsciente reprimido, aparece el conocimiento relacional implícito, que puede estar cargado de conflictos pretéritos y estar impregnado de resistencias. Es parte del inconsciente dinámico. También se habla de un inconsciente bipersonal (Lyons-Ruth 1999). 4. Para Freud el contenido del Inconsciente estaba definido unívocamente por representaciones pulsionales e impulsos de deseos. Como muchos psicoanalistas contemporáneos también considero que representaciones pulsionales e impulsos de deseos en primer lugar no son inconscientes, sino que se trata de relaciones objetales internalizadas cuya organización psicológica puede ir desde formaciones arcaicas hasta niveles de estructuración elevados. Esto también es válido para fantasías inconscientes que como líneas de fuerza organizan la realidad psíquica. Estas fantasías inconscientes pueden incluir un rango que va desde primitivas organizaciones laxas de fantasías previas, hasta fantasías estables altamente organizadas con transformadas fantasías con procesos de pensamiento secundario, que tienen una cualidad de storylike o cualidad escénica, pero que de todas formas reflejan el carácter de proceso primario (Sandler/Sandler 1998). Pueden ser modificadas a través de nuevas experiencias, desplazadas y transformadas por procesos de defensa. Junto a ellas encontramos suposiciones inconscientes o convicciones, como por ejemplo la creencia que los propios impulsos agresivos tendrán, como consecuencia, la pérdida del objeto de amor y el abandono. No todo contenido anímico inconsciente puede ser visto como fantasía inconsciente. 5. Como una forma de proceso inconsciente aun quisiera presentar el muy sutil proceso de comunicación inconsciente que transcurre entre analista y paciente que ostensiblemente participa en la construcción de la imagen interna de los pacientes y que nos sirve como modelo de trabajo. A menudo ésta es una imagen escénica estructurada no totalmente apre-

1. En inglés en el original, como todos los otros términos que figuran en itálica.

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hensible en palabras. Frecuentemente cambia entre el paciente como niño y adulto, también contiene partes de Si-mismo inconscientes captadas intuitivamente. 6. Si se piensa en sistemas anímicos existe el peligro de comprenderlos como fuertemente separados entre sí, en lugar de verlos como pasajes fluidos que pueden tener la propiedad de traspaso y continuidad. Freud, por ejemplo, dijo que “a sharp and final division between the content of the two systems” (Bewusst und Unbewusst, 1915e, 195) recién se instala en la pubertad. La tarea de la cura psicoanalítica es hacer más permeables las fronteras, de modo que derivados del inconsciente puedan intermediar entre los dos sistemas. Considero que hacemos bien si no pensamos en primer lugar en apartados anímicos o sistemas, y si comprendemos [los términos] “consciencia” / “inconsciencia” como diferentes grados de organización o formas de representación del material anímico que funcionalmente, por ejemplo, caracterizan procesos de pensamiento primario o secundario; o que están cargados con la energía de la atención. Tampoco deberíamos separar drásticamente entre sí estas formas de organización, sino imaginarlas como un continuo. Una tal comprensión del inconsciente como una forma característica de organización del material anímico frecuentemente está a favor de integrar los resultados de nuevas investigaciones. Aún hoy conocemos la existencia de procesos inconscientes que no son reprimidos, pero que son psicoanalíticamente significativos. Como ejemplo de esto ultimo quisiera mencionar experiencias traumáticas, que son registradas de modo disociado pero no están representadas en forma simbólica. Aquí también debemos nombrar el domain of implicit relational knowledge. No está representado simbólicamente, pero es intencional y por ello psico-dinámicamente significativo y puede ser determinado a través de conflictos y defensas, como por ejemplo se ve en determinadas muestras de comportamiento de attachment (BCPSG 2010) No considero que sea indispensable separar un inconsciente relacional de un inconsciente dinámico. Se comporta como un procedimiento no implícitamente consciente en comportamientos y acciones que no están psicodinámicamente organizados y no son capaces de consciencia, pero que se pueden recuperar en el tratamiento, lo cual con frecuencia es facilitado por enactments percibidos y asumidos. 7. El enactment se desarrolló en los últimos 15 años en un concepto central de la actualización de procesos inconscientes. La comprensión de este fenómeno clínico ha colaborado esencialmente a que teorías de tratamiento de la psicología del YO orientadas intra-psíquicamente se abrieran al pensamiento intersubjetivo y al reconocimiento de la subjetividad del analista. Con la contratransferencia- enactment pasa algo no esperable. Ambos, REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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analista y analizado, son entrelazados en una interacción de inconscientes y en un modelo de comunicación que se tiene que poner en escena, ya que de otra forma no lo puede expresar el analizando. El analista se compromete afectivamente, y es lo que debe hacer si quiere alcanzar un progreso, por lo que se incluyen en forma inmediata en el tratamiento su propia vulnerabilidad y personalidad. Podría decirse que la problemática del paciente se quiebra en la subjetividad del analista. Si se puede aclarar la interacción y el entrelazado afectivo, entonces se hace accesible verbalmente una convicción inconsciente o una fantasía del paciente. 8. La fenomenología y la dinámica del enactment ya fueron elaboradas detalladamente en la literatura psicoanalítica según los supuestos básicos de las tradiciones de las diferentes escuelas. Quisiera resaltar que en el enactment de parte del analista tiene que haber en juego una determinada cantidad de espontaneidad. Es decir que frente a un pensamiento psíquico determinista en relación al enactment, advertimos que le es inherente un momento de verosimilitud, tiene un carácter de acontecimiento, de imprevisibilidad en su surgimiento. En este sentido el enactment es un momento de encuentro, posibilita un no mediado encuentro entre analista y analizando que excluye un determinismo. Quisiera delimitar esta concepción, por un lado de una comprensión post kleiniana, para la cual el límite entre pensamiento y acción tiene una función metapsicológica central. Si se trata de un enactment contratransferencial, fracasó la función Continente del analista. La presión por la acción no pudo ser transformada en un proceso de pensamiento. Por otra parte, delimito mi concepción frente a determinado agregado relacional en el cual el enactment aparece como algo que surge en la relación analítica en forma continua y ubicua. En ese caso la relación analítica se vuelve regularmente en una estructura de enactment. 9. Al inconsciente se le agrega una suerte de función correctora. Laplanche la llama “Descentramiento del sujeto”. Así, por ejemplo, los sueños pueden llevar a una corrección de puntos de vista y disposiciones conflictivas y proporcionar al soñante una sensación de autenticidad personal creciente. Algunos psicoanalistas han ampliado la concepción Freudiana de Inconsciente en una así llamada comprensión romántica, en la cual el inconsciente también se vuelve fuente del ser persona. Hallamos dichas revisiones del modelo Freudiano– que encuentro necesarias y prometedoras – múltiples veces en los últimos años. Siguiendo a Bion, Grotstein (2009) conceptualiza el inconsciente como un proceso simbólico que produce significados y provee al mundo externo con metáforas e imágenes poéticas. Nerwirth (2003) habla de un inconsciente generativo y lo diferencia del inconsciente reprimido y del inconsciente relacional. Ancla la subjetividad

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y el ser un sujeto al inconsciente generativo. También el concepto de verdadero self de Winnicott se debe colocar aquí, como lo sabido no pensado de Bollas o el concepto de idiom que, de por sí inconsciente, se debe desarrollar en la vida del individuo en objetivaciones. Traducción: Juan Carlos Weissmann

DESCRIPTORES: INCONSCIENTE / APARATO PSIQUICO / ENACTMENT. KEYWORDS: UNCONSCIOUS / PSYCHIC APPARATUS / ENACTMENT. PALAVRAS CHAVE: INCONSCIENTE / APARELHO PSÍQUICO/ ENACTEMENT.

Bibliografía Boston Change Process Study Group (BCPSG) (2010). Change in Psychotherapy. A unifying paradigm. New York: Norton. Canestri, J.; Bohleber, W.; Denis, P.; Fonagy, P. (2006). The map od private (implicit, preconscious) theories in clinical practice. In: Canestri, J. (Ed.): Psychoanalysis: from Practice to Theory, Chichester: Whurr Publishers, 29-43. Freud, S. (1915): Repression. S. E. XIV, 141-158. —— (1915): The unconscious. S. E. XIV, 159-215. Grotstein, J. (2009): “...But at the same time and on another level ...” Vol 1: Psychoanalytic theory and technique in the Klein/Bionian mode. London: Karnac. Lyons-Ruth, K. (1999): The two-person unconscious: Intersubjective dialogue, enactive relational representation, and the emergence of new forms of relational organization. Psychoanal Inquiry, 19, 576-617. Newirth, J. (2003): Between emotion and cognition. The generative unconscious. New York: Other Press. Reed, G. (2003): Spatial metaphors of the mind. Psychoanal Quarterly, 72, 97-129. Sandler, J. (1983): Psychoanalytic concepts and psychoanalytic practice. The International Journal of Psycho-Analysis, 64, 35-46. Sandler, J. & Sandler, A-M. (1998): Internal objects revisited. London: Karnac. Tuckett et al. (2008): Psychoanalysis comparable and incomparable. The evolution of a method to describe and compare psychoanalytic approaches. London: Routledge

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XIII

desprecio de la verosimilitud rebasan la narración misma, y se nos muestran como una frontera movediza entre dos mundos. Con esta idea el texto del análisis puede entenderse como una narración autobiográfica, interferida por el analista con las interpretaciones. Pero como la interpretación misma tiene un carácter narrativo, los dos protagonistas son co- narradores y co- destinatarios de la narración. La viñeta analítica puede ser entendida como escrita a cuatro manos y la sesión textual, aún desgrabada, es el fruto de un trabajo de redacción sobre el material clínico. La regla comunicativa de la interpretación de transferencia es: “Yo soy ellos” La realidad expresada por la superficie del texto es un sueño de la terapia acerca del analista y de la terapia, un sueño a la espera de interpretación. Deseamos finalizar esta editorial allí donde la comenzamos, con un fragmento de la poesía de Nezahualcóyotl como tributo a la belleza de la tierra que nos recibe y que lleva por título “No en Parte Alguna…” La niebla sobre nosotros se extiende, ¡que broten flores preciosas! ¡que permanezcan en vuestras manos! Son vuestro canto, vuestra palabra. Flores luminosas abren sus corolas, donde se extiende el musgo acuático, aquí en México. Sin violencia permanece y prospera en medio de sus libros y pinturas, existe la ciudad de Tenochtitlan. El la extiende y la hace florecer, él tiene aquí fijos sus ojos, los tiene fijos en medio del lago....

Comité Editor de la REVISTA DE PSICOANÁLISIS Claudia Lucía Borensztejn Editora

El deseo de hijo y la pasión de hijo: destinos de la maternidad * Patricia Alkolombre

Este trabajo aborda un destino particular del deseo de hijo en la mujer que se presenta con frecuencia articulado con la implementación de técnicas reproductivas. Se trata del pasaje de un deseo de hijo a lo que denomino una pasión de hijo. Desde el psicoanálisis el deseo de hijo es producto de la elaboración de un deseo inconsciente, es particular en cada sujeto. Emerge en el seno de la sexualidad infantil y es gestado en la intensidad de la conflictiva pre-edípica y edípica. Desde la etapa pre-edípica se funda en los deseos de tener un hijo de la madre, hacerle un hijo a la madre; desde la identificación materna: “ser” madre como su madre. El deseo de hijo está también marcado por la conflictiva edípica: tener un hijo del padre como resarcimiento de la envidia fálica. Siguiendo a Freud, la libido de la niña se desliza a través la ecuación simbólica pene=hijo, y en esta nueva posición resigna el deseo del pene para reemplazarlo por el deseo de un hijo, y con este propósito toma al padre como objeto de amor (Freud, 1925). La maternidad está asentada en el ideal del yo femenino y es la expresión más clásica de su sexualidad. André Green (1980) señala que la experiencia de la maternidad hace que las mujeres desarrollen una constelación particular que denomina “locura materna normal” en la cual se reorganiza todo su mundo alrededor del niño. En mi experiencia clínica con pacientes con trastornos reproductivos fui observando una modalidad de búsqueda de embarazo que llamó mi atención, son los llamados hijos a “cualquier precio”. En estos casos el deseo de hijo puede transformarse en una “pasión” de hijo, pasión que puede impulsar hacia la vida, pero también puede transformarse traumáticamente en melancolía: el hijo se constituye en un objeto único, insustituible y destinatario del amor materno. Se trata de una búsqueda de hijo con características particulares: tiene una intensidad y una fijeza inusual, aún al precio de la autodestrucción. Se

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Patricia Alkolombre

presenta en la clínica dentro del vínculo conyugal como una problemática que se da en la mujer y observé que no tiene su equivalente en el hombre (Alkolombre, 2008, 1997). El término “pasión” deriva de passio, sustantivo derivado del verbo patior, que significa soportar, padecer. Indica asimismo algo con carácter pasivo opuesto al movimiento y al ejercicio de la voluntad (Corominas, 1984). La pasión se define por la intensidad afectiva y una fuerte dependencia hacia un objeto. Al decir de Green, se trata de “amores que hacen sufrir hasta el punto de defenderse de ellos por medio de un sacrificio alienante” (1980, pág. 25). En la locura, que habitualmente es caracterizada como un desorden de la razón, lo que hay que enfatizar es el elemento afectivo, pasional, que es el que modifica la relación del sujeto con la realidad. El objeto de la pasión puede ser parcial o total, el sujeto apasionado se aferra a él más o menos exclusivamente y lo más importante es que reorganiza su percepción del mundo a partir del mismo. Se trata de una representación sobreinvestida que aliena al yo.

DESTINOS DE LA MATERNIDAD: LA PASIÓN DE HIJO La búsqueda de un hijo pone en juego toda la economía libidinal, atesora la dimensión del amor y de la identidad. Desde una perspectiva tradicional de lo femenino y masculino, el hijo en el hombre constituye un reaseguro de su potencia y virilidad y en la mujer la confirmación de su feminidad (Alkolombre, 2004). Para el psicoanálisis, de las tres salidas que Freud plantea para la mujer, la que corresponde a la femineidad remite a la maternidad (1933). Sin embargo, el pensar esta salida como única, como un deseo hegemónico, puede hacer que la escucha analítica acompañe estas búsquedas de hijo apasionadas – muchas de ellas tecnológicas – sin entrever los procesos de desinvestidura asociados a los aspectos tanáticos que estos recorridos muchas veces conllevan. Mujeres que realizan repetidos tratamientos de fertilización asistida, generalmente sin contención, llegan a la consulta devastadas anímicamente, con vivencias de vacío y a la vez desesperación por continuar, siempre con la promesa a futuro que el próximo tratamiento será el exitoso, que el bebé ya llega (Alkolombre, 2003). En las fronteras entre lo posible y lo imposible del cumplimiento de este deseo, escribe Piera Aulagnier: “Renunciar al deseo es el equivalente de una muerte psíquica, pero no poder aceptar los límites que encontrará su realización puede concluir en un resultado equivalentemente catastrófico” (1992, pág. 46) El hijo como una pasión queda ubicado en las fronteras de la maternidad, en el límite entre un deseo de maternidad y una neurosis maternal; una locura materna en la que el hijo anhelado se transforma en el garante de la superviREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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vencia fantasmática de la mujer, como observé en el siguiente caso clínico. Marcela (28 años) llegó a la consulta porque no podía lograr un embarazo. Todo su discurso bordeaba el deseo de hijo. Trabajosamente trataba de entender junto con ella los motivos de su fuerte fijación en la búsqueda de un embarazo, las relaciones con su femineidad y su historia. Por períodos avanzábamos en la comprensión, pero a poco de andar volvíamos atrás sobre los mismos pasos. En ocasiones, me encontraba pensando lo poco que podía hacer para ayudarla. Había un discurso que se repetía todos los meses con términos similares: “Este mes no quedé… a mí no se me va a dar. ¡Por qué justo me tiene que pasar a mí…! Hay mujeres que ruegan no quedar. Tal vez por el impedimento el deseo en mí es más grande. Yo no sé, yo tendría uno atrás de otro, es lo único que me llena, tener bebés. Me gustaría tener muchos.” Me encontraba pensado en el hijo como un objeto de amor con características particulares: desde la perspectiva de la asimetría fundante del vínculo madre-hijo, es incondicional, es también una parte del cuerpo de la madre, asiento del narcisismo materno. También pensaba en la sobreinvestidura de la función reproductiva, las dificultades en el vínculo con su madre y el incremento de la angustia de castración para explicar la intensidad de los afectos en juego, la dificultad para pensar, las crisis permanentes por las que Marcela atravesaba mes a mes. Tras un tratamiento de fertilidad asistida queda embarazada, pero la angustia no se disipa. Comienza a demandarle a su madre compañía, llegó a requerir que le lave el cabello por las náuseas. Ella se constituye en el hijobebé a cuidar y clama por la presencia de su madre. A lo largo del embarazo tuvo que elaborar y afrontar períodos de mucha angustia y ansiedad que se prolongaron una vez nacida su hija. A partir de este caso comencé a pensar en una búsqueda de fusión con el hijo imaginario que recreaba parte del vínculo fusional con su madre, fallido en su infancia. Se encuentra allí una doble vertiente: la narcisista, vinculada a la relación con su cuerpo y con el cuerpo de su madre, y la Edípica, en su versión invertida en la que lucha por la atención de su madre rivalizando con sus hermanas (era la hermana del medio de tres mujeres). Por otra parte la figura de su padre está desdibujada, es un padre ausente, no opera como corte en el vínculo con su madre, ni reasegurándola en sus aspectos femeninos. A partir de este y otros casos con rasgos similares: perseverancia en estudios cruentos e incruentos, muchos años invertidos, depresión, así como dos características distintivas: la fijeza-perseverancia en la búsqueda y la intensidad afectiva, me preguntaba ¿se explicarán solamente por el ideal maternal, por la angustia de castración femenina, por la conflictiva pre-edípica?

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¿Qué ocurre cuando estamos frente a búsquedas de un hijo a “cualquier precio”? ¿Se trata de una idea obsesiva y la maternidad se presenta sobreinvestida con las características de una idea fija? ¿O más bien nos encontramos aquí frente a una problemática de raigambre narcisista-pasional? Freud (1914) plantea que el hijo es un representante del narcisismo: His majesty the baby, el hijo que no llega es aquél que no reasegura el narcisismo parental. Comencé a hacer otro recorrido que toma en cuenta la retracción libidinal y los esfuerzos por recrear un estado de fusión con el objeto originario a través de la maternidad. Llegué así a la hipótesis que aquí planteo: en estas mujeres el deseo de hijo se transforma en una pasión de hijo y éste se constituye en un objeto único, destinatario de ese amor. La pasión es la forma que adquiere el sufrimiento del yo sometido al ideal de la maternidad. Emerge en el vínculo con ese hijo “ausente”, con fijeza, en forma incesante, desmedida y exigente. Al igual que el amor infantil que describe Freud (1931): es desmedido, exclusivo y no se contenta con parcialidades. En la pasión de hijo, la expectativa del hijo está fuertemente catectizada, estableciendo un diálogo interno con esta falta, e interrogando permanentemente al cuerpo. Hay un apremio por modificar la realidad, intentando superar el límite con el que se encontraron. Se presentan dificultades para pensar y de salir del campo concreto, la esterilidad se presenta como algo del orden de lo “inconcebible-impensable”. Piera Aulagnier define a la pasión como un vínculo de asimetría: “El objeto de la pasión es un objeto no sustituible, un objeto necesario, porque responde a un deseo que se ha convertido en una necesidad. El término pasión excluye la relación pasional compartida o recíproca” (1979, pág. 208). La pasión de hijo se traduce en el “vivir para” embarazarse. La maternidad, aquí locura materna, queda ubicada en el lugar del ideal como algo excluyente, que convoca a un placer y que como ausencia, genera un intenso sufrimiento. El presente es un duelo sin muerte. La pasión de hijo es un movimiento afectivo que parte de un deseo de darle vida a ese niño (Green, 2005). Esta búsqueda incesante se convierte de este modo en un reaseguro frente a un narcisismo fragilizado. El alienarse en una pasión de hijo puede operar como una defensa del narcisismo contra el sufrimiento inherente a un trabajo de duelo. Otro de los interrogantes que se presentan es el lugar del hombre en esta locura materna, ya que muchas veces su lugar propicia el surgimiento de una pasión de hijo. La inclusión del hombre se hace imprescindible y garantiza la separación entre la madre y el hijo. En efecto, la presencia de una terceridad establece la posibilidad de ofrecerse como objeto de satisfacción pulsional, no siendo el hijo el único objeto de amor posible para la mujer. De allí la importancia de de inclusión de un abordaje vincular. Considero que lo central en la pasión de hijo es la fijeza, lo que no cesa, REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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lo que persiste, e insiste aún más allá del principio del placer. Contiene también, como señalamos, algo del amor infantil que es siempre intenso y desmedido, pasional. El hijo como una pasión desnuda un exceso, y como toda pasión marca significativamente una vida. Es un exceso en la expectativa de placer, y también un exceso en la posibilidad de sufrimiento.

RESUMEN Este trabajo aborda un destino particular del deseo de hijo en la mujer, cuando se presentan problemáticas como la esterilidad e infertilidad y se articulan con técnicas reproductivas. Son mujeres que realizan repetidos tratamientos de fertilización asistida, generalmente sin contención. Llegan a análisis devastadas anímicamente, con vivencias de vacío y a la vez desesperación por continuar, con la promesa que el próximo tratamiento será el exitoso. La hipótesis que propongo pensar es la siguiente: en las mujeres con trastornos reproductivos, el deseo de hijo puede transformarse en una pasión de hijo. La pasión de hijo se ubica así en las fronteras de la maternidad, entre el deseo de hijo y una neurosis maternal, una “locura” materna. El hijo anhelado se transforma en el garante de la supervivencia fantasmática de la mujer. Son búsquedas con características particulares: tienen una intensidad y una fijeza inusual, aún al precio de la autodestrucción y no tiene su equivalente en el hombre. Se analizan el eje narcisista, los componentes melancólicos, el sesgo sacrificial (el hijo a cualquier precio) y el marco social que privilegia la maternidad como destino privilegiado femenino. Pensar lo materno como un deseo hegemónico femenino puede hacer que la escucha analítica no logre entrever los procesos de desinvestidura asociados a los aspectos tanáticos que estos recorridos médico- tecnológicos muchas veces conllevan. DESCRIPTORES: MATERNIDAD / DESEO DE UN HIJO / PASIÓN / NARCISISMO / OBJETO / FERTILIDAD ASISTIDA.

SUMMARY Desire for a child and passion for a child: vicissitudes of maternity The author addresses a particular vicissitude of the desire for a child in women, when problems such as sterility and infertility arise and are managed with reproductive techniques. These women undertake repeated assisted fertilization treatments, generally without

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containment. They come to analysis psychologically devastated, with feelings of emptiness and at the same time are desperate to go on, with the promise that the next treatment will be successful. The hypothesis the author proposes for consideration is the following: in women with reproductive disorders, the desire for a child may become a passion for a child. Passion for a child is thus on the borders of maternity, between the desire for a child and maternal neurosis, a maternal “madness”. The wished-for child becomes the woman’s phantasmatic guarantee of survival. These attempts have particular characteristics: they have unusual intensity and fixation, even at the price of self-destruction, and nothing similar is observed in men. The author analyzes the narcissistic axis, melancholic components, the sacrificial aspect (a child at any price) and the social frame which prioritizes maternity as the privileged female purpose. If analysts think of the maternal in terms of a hegemonic female desire, their analytic listening may not be able to perceive processes of decathectization associated with thanatic aspects that these medical-technological procedures often involve. KEYWORDS: MATERNITY / DESIRE FOR A CHILD / PASSION / NARCISSISM / OBJECT / ASSISTED FERTILITY.

RESUMO Desejo de ter filho e a paixão por um filho: Destinos da maternidade Este trabalho trata sobre uma situação particular que é o desejo da mulher de ter filho, quando surgem problemas como a esterilidade e infertilidade e são utilizadas técnicas reprodutivas. São mulheres que fazem e repetem várias vezes tratamentos de fertilização assistida, geralmente sem nenhum acompanhamento psicológico. Elas chegam à análise destruídas animicamente, com uma sensação de vazio e, ao mesmo tempo, desesperadas em continuar tendo a certeza que o próximo tratamento dará certo. Minha hipótese é a seguinte: nas mulheres com problemas reprodutivos, o desejo de ter filho pode transformar-se em uma paixão por um filho. Assim, a paixão por um filho se localiza nos limites da maternidade, entre o desejo de ter filho e una neurose maternal, uma “loucura” materna. O filho desejado passa a ser a garantia de sobrevivência fantasmática da mulher. São procuras com características especiais: têm uma intensidade e uma fixação nãousual, mesmo que se paga o preço da autodestruição, o que não acontece com o homem. Analisa-se o eixo narcisista, os componentes melancólicos, o aspecto do sacrifício (filho a qualquer preço) e o marco social que privilegia a maternidade como exclusividade feminina. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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Pensar o lado materno como um desejo hegemônico feminino pode fazer com que a escuta analítica não possa entrever os processos de desisvestidura relacionados com os aspectos tanáticos, destas percorridas médicas-tecnológicas que elas muitas vezes devem suportar. PALAVRAS CHAVE: MATERNIDADE / DESEJO DE UM FILHO / PAIXÃO / NARCISISMO / OBJETO / FERTILIDADE ASSISTIDA.

Bibliografía Alkolombre, P. (2008): Deseo de hijo. Pasión de hijo. Esterilidad y técnicas reproductivas a la luz del psicoanálisis, Letra Viva, Buenos Aires. —— (2004): “Psicoanálisis y relaciones de género en fertilidad asistida”, en Psicoanálisis y relaciones de género, comp. Alizade M. y Lartigue T., COWAP, Ed. Lumen e IPA, Buenos Aires. —— (2003): “Parentalidad y nuevas técnicas reproductivas”, Revista de Psicoanálisis, Vol LXII, N° 3. —— (1997): “Female Sterility: her baby, her passion”, International Psychoanalytical Studies Organization, IPSO Journal, Barcelona. Aulagnier, P. (1979): Los destinos del placer: alienación, amor, pasión, Petrel, Barcelona. —— (1992): “Qué deseo, de qué hijo”, Revista de Psicoanálisis con niños y adolescentes, n°3. Corominas, J. (1974): Diccionario Crítico- Etimológico de la Lengua Castellana, Gredos, Madrid. Freud, S. (1925): Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos, A. E., XIX —— (1931): Sobre la sexualidad femenina, A.E., XXI —— (1933): La feminidad, A. E., XXII Green, A. (1980): “Passions et destins des passions”, Nouvelle Revue de Psychanalyse, n° 21, Gallimard, Paris. —— (2005): Comunicación personal. [TRABAJO ACEPTADO POR EL COMITÉ DEL CONGRESO DE MÉXICO EN FEBRERO DE 2011]

El analista en Jaque: La importancia de la supervisión. Psicoanálisis de un adolescente * Primitivo Gómez, Marcela Dal Verme,

Paulina Landolfi y Luz Abatángelo

En la clínica contemporánea frecuentemente nos encontramos con dificultades para organizar el tratamiento de un niño o un adolescente contemplando un encuadre tradicional de alta frecuencia ya que, en ocasiones, el analista es sorprendido por lo inesperado (Freud,1905). Las patologías actuales enraizadas en los cambios socioculturales perturban la instalación del encuadre clásico. (Freud,1912) En este trabajo consideramos la intervención del analista (Nasio,1996) como organizador externo y transitorio de la vida psíquica del adolescente y a la supervisión como esa segunda mirada donde se ponen en juego aspectos relacionados con la transmisión de nuestra práctica, reforzando el instrumento y operando como organizador externo del analista. Es un proceso de fases sucesivas donde se entrecruzan redes transferenciales y filiaciones analíticas. (Freud, 1912) Observamos como dificultades de este caso las carencias representacionales (Bollas,1993), el predominio de la comunicación en acto y las actuaciones que invaden la relación transfero-contratransferencial (Cesio, 1993). Intentaremos en esta presentación compartir con nuestros colegas el trabajo de un analista que, con la colaboración de tres supervisores de destacada trayectoria institucional a lo largo de todo el proceso, pudo dar lugar a un tratamiento puesto que el déficit representacional familiar bien podría haber hecho fracasar el mismo. Adoptando la terapeuta una posición flexible frente a los actos que embestían el encuadre clásico logra sostener junto al paciente un análisis de tres sesiones semanales que duró diez años.

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EL CASO CLÍNICO Se trata del análisis de un adolescente de 16 años, hijo adoptivo, cuyos padres consultan por dificultades escolares. Cursa el primer año del secundario por segunda vez. De origen humilde y educación primaria incompleta, los padres manifestaban la necesidad de que su hijo “no fuera como ellos”, él debía estudiar. Ya que el ideal de la analista, que los jóvenes deben estudiar, coincide con el de los padres, aunque no con el de M, que expresa su deseo de trabajar en la empresa del padre, exitosa a pesar de su escasa educación, decide supervisar este primer punto de conflicto contratransferencial (Boyer (1992). Otra situación familiar invade el encuadre: los padres planean viajar al extranjero a visitar a la hermana de M, su otra hija, coincidiendo con un viaje de la analista. En ese momento M sufre un accidente importante dejando en evidencia que el desamparo es un fantasma del que aún no se ha liberado. Nuevamente la supervisión colabora evitando que analista y padres queden indiscriminados en un simbólico abandono simultáneo haciendo que se confunda “analizar con adoptar”. M sigue creciendo y sus 18 años lo enfrentan con una madre que, con el afán de cuidarlo de posibles peligros, justifica controles e intrusiones que lo perturban. Se producirá una nueva embestida al encuadre: la madre pide entrevista por los conflictos desatados por el crecimiento de M. y usa la misma para incluir la confesión de un secreto familiar que sólo el trabajo en supervisión permitirá que se tramite en el análisis de manera favorable.(Freud 1913)

PRIMERA ENTREVISTA CON LOS PADRES M tiene16 años. Es derivado por su pediatra. El padre explica que el motivo de la consulta es que M no quiere estudiar, miente y falsificó la firma de su padre en la libreta de clasificaciones. Padre: ¿Usted sabrá que es adoptado, no, doctora? La terapeuta pide que se explayen. “No me quiere estudiar y eso me mata” dice él y la madre agrega, “No queremos que le pase como a nosotros que no pudimos ir al colegio”. Respecto de la adopción, fueron asesorados por el analista del padre y el pediatra. Hacen referencia a un episodio en el verano previo a la consulta cuando con toda su familia presente M pide: “cuéntenme todo lo ocurrido ahora de REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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nuevo” (refiriéndose a la circunstancia de la adopción) y a pesar de que nunca se la habían ocultado, volvieron a hacerlo. La madre evoca otro episodio de la vida de “Marcelito cuando tenía tres años” mientras saca una fotografía y se la extiende a la terapeuta que se ve en situación de recibirla y mirarla. Mientras el niño dormía tiene una pesadilla de la que se despierta llorando y gritando “mamá, mamá”. Ella lo abraza y le dice “yo soy tu mamá ahora, te cuido, la otra no está más”.

SEGUNDA ENTREVISTA Se recogen datos de la historia evolutiva de M. Sobre sexualidad el padre dice que le habló poco pero M sí se anima a hablar con la hermana. M en general es parco aunque muy cariñoso con ambos padres y querido por la gente grande. Se aísla en su cuarto con la TV, duerme, sale poco con amigos del colegio, más bien lo hace con los del barrio a quienes conoce de su infancia.

ESTRUCTURA FAMILIAR Padre, 47 años. Productor agropecuario y empresario exitoso. Escolaridad primaria incompleta. Es el menor y único varón de tres hermanos. Una de sus hermanas es esquizofrénica. Vive internada. Madre, 47 años. Escolaridad primaria incompleta, ama de casa. Es la menor de diez hermanos. Perdió ocho embarazos que no pasaban del cuarto mes. Sufrió depresiones severas y deciden la adopción considerándolo en terapia vincular. Se casan a los 21 años. Tienen una hija biológica de 21 años casada y con un bebé de meses.

PRIMERA ENTREVISTA CON M Cuando la secretaria lo hace pasar, impacta en la analista un muchacho corpulento, morocho, que la obliga a recomponer la imagen de la fotografía. No encuentra al niño que quedó en su mente. Al saludarlo verbalmente, el se inclina a darle un beso. Escritorio de por medio y con material para gráficos a la vista, se dispone a escuchar en silencio.

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M. se distancia del escritorio, con la cabeza pegada al pecho y el pelo tapándole la cara. A-“Te escucho, M” luego de algunos minutos de silencio. El asiente con la cabeza. Nuevamente silencio. A-“¿Sabes por qué estás aquí?” vuelve a intervenir. M: Sí, por lo de la adopción… pero también por el colegio que me pudre y también mal por miedo a que me “corten”, yo defendí a mi primo por eso. A: Contame… M: Porque lo querían dejar afuera del grupo y yo no lo permití… A: ¿Y a vos? M: Sí, Pablo, porque a los dos nos gusta Paula… (Silencio) A: ¿Querés hablar de tu familia? M: Con papá mal, no me habla por lo del cole… A: ¿Y entonces? M: No sé, para mí está mal. Pero no hablo, ni le cuento lo de mi grupo, no me animo a charlar con él, sólo le importa el colegio. Con mi hermana sí me animo y charlamos, ella dice que también es adoptada, está loca, yo ya sé que no; aunque en mi familia hay como diez adopciones y hasta mi amigo Charly lo es. Con ellos sí lo hablo. A: ¿Cómo es eso? M: Las hermanas de mi mamá tienen un montón de adoptados, no sé por qué… ¿vos sos amiga de E? (su pediatra) A: ¿Por qué me lo preguntás? M: Porque es macanudo, dice que me tengo que ganar a Paula; me encanta hablar con él. A: ¿Y ella que piensa? M: Que se quiere meter conmigo. A: ¿Te parece que nos veamos de nuevo?; yo evalúo algunas cosas y te llamo. M: Sí, bueno, me gusta este lugar, también está E. (su pediatra) ¿no? A: Sí, está. La única producción gráfica de M en la entrevista fue sacar una moneda y con la parte de atrás del lápiz dejarla marcada en el papel. No volvió a dibujar. Contratransferencialmente la analista se ve sorprendida por el alto contenido simbólico de la entrevista, su disposición al vínculo y a próximos encuentros. Sin embargo, el trabajo con M y su familia pondrán en evidencia lo que en 1913 le hiciera decir a Freud en “Sobre la Iniciación del Tratamiento”:… “la plasticidad de los procesos anímicos y la riqueza de los factores determinantes se opone a cualquier mecanización de la técnica”… A partir de la entrevista con M la terapeuta se da cuenta de que el hijo que los padres ven en la fotografía no es el paciente que tratará. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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La comunicación en acto con el discurso materno del abrazo drástico “ahora yo te cuido, la otra no está más”, de impacto en la escucha de la analista en la pesadilla de los tres años, ya no es suficiente. El joven quiere saber y pregunta. Está más cerca de ser un hombre que de ser el niño que ellos ven. La adopción, el conflicto con la escolaridad y ambos en relación a sus padres quedan enunciados en la primera entrevista. Luego de algún tiempo de iniciado el análisis M decide no volver al colegio y pide a la analista que lo ayude a hablar con sus padres. Ante este pedido la analista, perturbada por el nivel de acción y las expectativas narcisistas de los padres, recurre a un ordenador externo, la supervisión, destinada a revisar el peso de lo intersubjetivo. A partir de la misma se hace clara la necesidad de elaboración en la persona del analista del estado de colusión con ideales impuestos desde el poder paterno. Es así que se posibilita la flexibilización del encuadre con la reunión familiar. M no estaba dispuesto a reivindicar la falta de estudio de sus padres. Surgió, además, la siguiente pregunta: Un análisis que no ayuda a continuar el colegio ¿es un análisis que falló? ¿Los ideales de un analista se ponen en juego cuando un adolescente no quiere estudiar? Preguntas como estas son resultado del análisis de la contratransferencia ampliada a las paratransferencias familiares. Es aceptado el pedido del paciente y la analista convoca a una reunión familiar. En la sala había varias sillas en rueda. La analista toma posición. Los padres se sentaron juntos frente a ella y M tomó su lugar al lado de la terapeuta: quedan enfrentados dos a dos. M se preguntaba angustiado: ¿Por qué no me entiende? refiriéndose al padre pero mirando a la analista. El curso del análisis fue evidenciando que, aunque manifiestamente pudiera parecer una falla, dejar de estudiar es lo que M deseaba y necesitaba, por ahora. El trabajo de supervisión llevó a la analista a que pudiera manejar la entrevista morigerando la presión que los padres ejercían, algo muy necesario para M. Promediando la misma, M. llorando dice, “¡papá, si vos pudiste, yo también voy a poder!”. El padre se levanta lo abraza y le contesta “yo soy tu padre, Negro, quiero lo mejor para vos, no me mientas más y te me ponés a trabajar en serio” Por fin, M escuchó lo que quería: “yo soy tu padre”. Se resolvió de común acuerdo que M trabajaría en la empresa familiar, algo que siempre manifestó así: “estar allí, trabajar con él y alguna vez ocupar su lugar; si él no estudió y pudo, ¿por qué yo no?”

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De mañana cargaba camiones con el personal; de tarde, salía con su padre a visitar clientes y hacer bancos y “yo manejo”, decía con gran satisfacción. Se inscribió en un curso de computación “para terminar de saber porque ya sé casi todo”, decía y era cierto. De manera autodidacta había aprendido computación y electrónica en general. Lo mismo ocurrió con el manejo del auto: el padre le quiso enseñar y salió manejando; “sólo miro y aprendo” decía. Se hizo evidente para la analista en el trabajo con la supervisión que la identificación se veía obstruida por el deseo del padre de que M. reivindicara su falta de escolaridad. Elaboración mediante, M logra sacar su documento de identidad, confirmando su apellido, simbólicamente su padre. “Estaba trabado”dijo, aunque finalmente lo consiguió. Cuando tuvo lugar este ordenamiento el vínculo transferencial establecido adquirió importancia para el tratamiento individual, que permitió abordar el proceso de decepción por el incumplimiento de los ideales, trabajados desde la mente del analista, por el que primero los padres y luego M. debieron atravesar. “¿Lo meto en una escuela de repetidores de esas que se paga y tienen el título?”, decía el padre antes de tomar esta decisión, mostrando en su decir salvaje el lugar omnipotente que le hacía repetir “mi hijo no me estudia” como si el único deseo válido fuera el propio; sin embargo lograron entender de qué se trataba esto para M., por ahora. El trabajo previo realizado en supervisión permitió a la analista tener una escucha distinta de este planteo del padre. A fin de año una nueva situación familiar intervino en el tratamiento. La hermana de M y su familia se iban a vivir al extranjero por trabajo del marido. En sesiones de M. la analista se enteró de que el padre había sacado pasajes para él y su mujer para irse quince días con ellos. Decidieron dejar a M. trabajando, dado que era temporada alta en la empresa (mediados de diciembre), con la empleada que cuidaría de la casa y como lazo, familiares cerca. Al su regreso, M se iría de vacaciones sus padres. Por su parte, la analista también planeaba tomar vacaciones del quince de enero y hasta el diez de febrero. Así, se interrumpiría el tratamiento durante un mes y medio. Vale señalar que se resolvió lo anterior en el transcurso de un fin de semana. M. falta a la sesión del lunes siguiente; es la primera ausencia desde que empezó su tratamiento. Sin dudarlo la terapeuta llama al fin de su hora, la atiende el padre: “le doy con el Negro”, dice sin dar tiempo a nada. A: ¿Hola M.? P: Ma. me caí al borde de la pileta con una botella de Coca en la mano, no la solté y me corté toda la palma, casi me corto un dedo. Pero de verdad, eh? REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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A: Te creo ¿y como sigue todo? P: Ahora estoy en casa, pero no dormimos casi y me quedé dormido para avisarte. A: ¿Necesitás algo antes o nos vemos el miércoles? P: Voy el miércoles, ¿dale? A: Te espero. P: Pará que mi viejo te quiere hablar. La analista conversa con el padre. Fue una caída que podría haber resultado peor. El corte llegó hasta la muñeca. Postergarán el viaje para esperar algunas curaciones. Cuando M retoma el miércoles, tiene la mano vendada con los tres dedos medios juntos, sube la venda por la muñeca y el meñique con una férula que lo separa del resto de la mano y vendado también. M: De éste (refiriéndose al meñique) casi se me corta el tendón; parece que voy a tener que hacer ejercicios para que se pueda juntar otra vez. (Hace el movimiento ayudándose con la otra mano) Comienza a expresar su miedo a quedarse solo, fantasea con la caída del avión y se plantea cómo hará para ocupar el lugar de su padre si aún no aprendió lo suficiente. Quiere saber si ella también viaja en avión. Es evidente que no hay tiempo para elaborar esto antes de que se vayan todos, incluida ella. A. “¿Que te tranquilizaría?” M. “Irme con ellos…bah no quedarme solo, pero no me animo a pedírselo”. A ¿A quién? M. A mis papás, porque yo tengo que laburar, me van a matar. A ¿Qué te parece si lo conversamos con ellos? Así lo acuerdan. Nuevamente algo impacta en el quehacer analítico: ¿Qué hacer frente a lo ya decidido por los padres? ¿deben darse indicaciones en estos casos? Dejar a M solo, de forma tan repentina, sin que medie un tiempo de elaboración, inevitablemente lo desestabiliza; repentina es también la interrupción del análisis hasta retomar el próximo período. La analista, indiscriminándose de la familia de su paciente, se plantea la siguiente pregunta: ¿El viaje inoportuno es el de los padres o el de la analista? Nuevamente apela a la supervisión. La terapeuta, en sus reflexiones contratransferenciales, siente que está frente a un nuevo episodio de la dialéctica “desamparo- protección idealizada”. En efecto, el paciente no estaba preparado aún para cortes bruscos tal como dijo en su primer entrevista, lo cual incluía también la persona de la analista. Con el accidente M. pone en acto los cortes que lo angustian, que simbolizan el quedarse solo, excluido. Se trata de una clara evocación de sus vivencias de desamparo aún agazapadas en su inconciente que lo remiten a ese episodio original, marca indeleble como la de la moneda del primer encuentro.

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La entrevista con los padres se pide de inmediato y se organiza la misma distribución de espacios que en la anterior. Se expone la dificultad de M para expresar el miedo que le da la idea de quedarse solo, la exigencia que sentía en el trabajo, y que el dicho: ¡qué suerte, al fin solo!, enunciado cuando se enteró que su familia se iba, era la defensa que organizaba porque temía que se enojaran con él. El padre dice: Si lo que más quiero son a vos y a tu hermana, venite con nosotros y se acabó. De esta manera, se resuelve que M no quede solo y excluido del grupo familiar. Podemos pensar que M. les muestra a sus padres que su mano es la representación de su vida, él es el meñique que debe ejercitar para que se una al resto. Este fue material de su análisis que el paciente decidió compartir. La terapeuta aprovecha la oportunidad para dejar explicitado que la estabilidad cumple una función de enmienda necesaria en el inconciente de M para que las separaciones no evoquen siempre abandono, y que sería mejor no alterarla con cortes abruptos para los que todavía no está preparado. Así lo asumen los padres y colaboran avisando con tiempo si van a viajar. A pesar de este cambio, M se sigue angustiando por mucho tiempo. Las vacaciones de la terapeuta o sus viajes en general también son motivo de preocupación para M, que alivia preguntando dónde va, si se la puede localizar, cómo viaja. Todas sus inquietudes fueron respondidas hasta que dejaron de serlo. Pensamos que en esta última viñeta, la analista funcionó como organizador externo transitorio del tratamiento. Indudablemente el tiempo de elaboración de los contenidos inconcientes hubieran dejado a M a merced de sus imposibilidades afectivas y sufriendo la repetición de su historia de nacimiento. La posibilidad de ayudar a los padres a rever sus decisiones le dio a M una nueva oportunidad de reafirmarse en la familia que lo aloja desde que nació. Promediando el segundo año de análisis se produce una nueva embestida a la intimidad del tratamiento y con ella a la comprensión de la analista que, una vez más, recurre a la supervisión para afirmarse en sus conocimientos sin dudar de que lo que está haciendo es favorecer el curso del tratamiento para permitir que el proceso continúe. M, que tiene ya 18 años, comienza a tener vida social, sale con chicas y su sexualidad se va haciendo cada vez más evidente. A veces no vuelve a dormir; se encierra en su cuarto con su chica o sus amigas, o si no vuelve de madrugada. Padece el control de su madre que, celular mediante, quiere saber cuándo llega o si no vuelve a dormir. Si regresa suele encontrarla en la cocina esperando su retorno. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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En las sesiones se anima a quejarse mucho de ese control que sólo a veces viene por parte del padre pero dice “es mi mamá que lo manda, ya sé”. Se trató el tema para hacer que pueda hablar con su madre, pero no se anima. Reprime su enojo y luego se siente mal con él mismo por no poder poner un límite a la intrusión materna cuando, por ejemplo, llega y le dice “¿Dónde dormiste, Negro? ¿Esa chica es tu novia? Porque si no ¿para que estás con ella? Cuando te vas tengo miedo, Negro”. En medio de estos desencuentros con la madre llega a una sesión muy ofuscado y cuenta “me peleé con mi mamá… me siento muy culpable”. Continúa contando que le gritó a la madre “¡no me molestes más, andate a la concha de tu madre, no te quiero contar! ¡No te metas, soy un hombre! La brusca irrupción de la agresión en M hizo pensar a la analista no sólo en qué le estaba pasando en su casa, sino también qué pasaba en el vínculo transferencial. Coincidentemente en ese momento de reflexión la analista recibe una llamada de la madre pidiendo una entrevista “porque M está irreconocible… no sé como manejarme” La terapeuta le dice a la madre que lo conversará con M primero y luego se comunicará con ella según lo que acuerden. Como este material se estaba tratando en sus sesiones, la analista tiene la posibilidad de comunicarle el llamado a M, a lo que responde “¡vamos todavía!… que venga y me la sacás de encima, pero esta vez yo no vengo, que venga sola, porque es ella la del problema, no yo”. El enojo de M demostrado por primera vez daba cuenta de una evolución favorable al proceso de subjetivación donde el acto comienza a dar lugar a la palabra. M ya no se “corta” sino que comienza a hablar de un corte, en lo simbólico, con el objeto. No necesita afirmarse al lado de su analista en una entrevista familiar y que ella comunique lo que él no se anima; esta vez puede reaccionar y poner el límite a su privacidad; así se lo empieza a mostrar a su analista también. Si bien esta comprensión es válida, surgen en la contratransferencia nuevamente dudas sobre la técnica: ¿Por qué debería tener una entrevista con su madre si el paciente es grande ya para producir sus propios actos de crecimiento? Nuevamente recurre a esclarecerse en supervisión. Dejar la posición infantil y tolerar que los padres no sean “sagrados”, como le decían ante sus débiles enojos infantiles, fue un trayecto difícil en el análisis de M. La idea de que “mucho vs. nada” (sobreprotección vs. abandono)” no es la única ecuación posible e ir arribando a lo “suficientemente bueno y privado” era imprescindible para lograr que se anime a despegar de sus objetos parentales y así consolidar su crecimiento. Intimidad y autonomía no

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lo arrojaban del paraíso al infierno y mucho menos al abandono. Acuerdan aceptar la entrevista con la madre porque ella también necesita “reconocer” nuevamente a M como su hijo y “tener de él otra fotografía”. La problemática edípica con las implicancias que esto tiene en la vida de M necesita ser abordada de manera muy cuidadosa. Esto sucede en la entrevista: A partir de reconocer la madre cuánto le cuesta manejar el crecimiento de su hijo, hace referencia a un “secreto familiar” que su marido le sugiere comentar conmigo. El control que ejerce sobre M parte de una necesidad de que nadie regrese tarde a su casa, esto es después de las 18hs, pretensión que reconoce inútil, “pero no domino el miedo”, dice. El regreso a casa, no sólo de M, sino de toda la familia, le evoca un recuerdo infantil de su padre alcohólico que llega y abusa de su hermana mayor, habiendo nacido de este abuso reiterado tres hijos; su madre lo supo siempre al igual que el resto de la familia. Ella, que era la menor, nunca fue abusada aunque “no hay día de mi vida que esta escena no vuelva a mí”, dice irrumpiendo en llanto. Hace un silencio sin mirar y dice “la dejé sin palabras, Ma.” La analista, recomponiéndose ante el impacto de lo escuchado porque en verdad la dejó sin palabras, trataba de salir del contenido anecdótico y al mismo tiempo pensaba: ¿Qué es esto en el análisis de M? Tranquiliza a la madre ayudándola a pensar que “con el cuchillo en la barriga y borracho ya no vuelve nadie”. M: Por eso en el cementerio le dije… ¡bien muerto estás, degenerado! A: Supongo que la muerte no la salva de los recuerdos, pero gracias a ustedes, M tiene otro destino. Será que esto revela una parte de su vida que para usted debe haber sido muy traumática. M: Usted quiere decir lo sexual, ¿no? A: No solamente, también lo privado, la autonomía y también lo sexual. M: El Dr. S (analista del padre y de ella cuando lo requería) se ocupó mucho en mis depresiones de hablar de eso. Evoca elaboraciones sobre las pérdidas de sus embarazos, de lo que surge que adoptar fue una forma de no quedar atrapada en ese destino. Habla de las múltiples adopciones en la familia: “mis hermanas y yo quedamos sensibles a eso de los embarazos, sólo un hermano y nosotros llegamos al psicoanálisis; los demás viven como pueden”. Resuelven juntas comenzar a liberar a M de “su propia historia”. “Lo voy a intentar, pero no es fácil tener un hijo tan hombre”. Dicho esto concluye la entrevista. La analista podría haber quedado cautiva del secreto familiar, sin embargo, el efecto de la supervisión a la que acude en esta oportunidad hizo circular en su mente un nuevo contenido a incluir en el análisis de M. Algo del orden de lo obsceno, aquello que no se puede dejar de ver, se mostró en esa entrevista. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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Sin embargo, en primer lugar, la analista no se asustó, carga con el secreto y en segundo lugar, se cuestiona y sale a buscar opiniones. M hizo referencia en sus sesiones a que debió enfrentar enojos para que los padres aceptasen que él durmiera con la puerta cerrada del dormitorio. Ellos no lo hicieron nunca. En la actualidad M pasa y se las cierra, ellos están “entendiendo”. La supervisión convocada para este último material aporta la idea de “familia endogámica”.La organización endogámica tiene leyes propias y lo obsceno es propio de tal organización. Allí no hay puertas; adentro todo puede pasar. Para acercarse a la exogamia es necesario poner puertas adentro que permitan espacios privados y luego abrir puertas para salir afuera. Cuando la madre dice “¿Con esa chica para que estás?” la respuesta sería “para no estar con vos” en una forma simbólica que M encuentra cuando dice “que te importa, no te metas” aunque no sepa de la historia infantil de su mamá. La analista refiere que el terapeuta del padre de M. la llamó cuando comenzaban sus entrevistas para ofrecerle colaboración, ya que conocía a esta familia desde hacía mucho tiempo y en esa oportunidad le dijo “Mire hija, ¿vio que los psicoanalistas decimos que el paciente nunca está solo en el consultorio, que trae sus personajes en la cabeza?, en este caso no están en la cabeza, los traen de la mano. Tal vez esto le sirva más adelante”. Es evidente que este análisis abundó en episodios que podrían haber impactado como obstáculos en la cura, sin embargo se sortearon. Con herramientas de la técnica comprendidas desde la teoría (Raskovsky, 1972) y el uso permanente del análisis de la contratransferencia, desde el concepto freudiano de la misma en la supervisión, pudo constituirse un proceso de análisis prolongado y estable. Aquella intervención del Dr. S, que la analista no recibió de buen grado, por no entenderla entonces, hoy podría resignificarse para dejarnos pensando: “Todos juntos entre ellos y con ellos, pero ¿habría otro modo de estar con esta familia?” (Puget, Berestein 1997). Dejamos planteada la pregunta sin cierres y sin formular conclusiones que obturen nuestra clínica y nos abrimos al intercambio de ideas con nuestros colegas para que surjan de una fructífera discusión.

RESUMEN ¿Existen las curas clásicas? Nos preguntamos esto para exponer el caso de un adolescente, que por las características que presenta pone en jaque nuestra práctica haciendo que no preguntemos: ¿es esto psicoanálisis? Dice Freud,

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Intentaremos ser lo más transparentes posible para exhibir un material que fue atravesando en diferentes momentos por circunstancias que requirieron un criterio de flexibilidad y el apoyo de tres supervisores en diferentes etapas, dando lugar a la constitución de un proceso de diez años de continuidad. Fue de suma importancia el cuidadoso análisis de la contratransferencia, así como las diversas maniobras necesarias, que si no hubieran estado antecedidas por las supervisiones del caso y luego incluidas en el torrente interpretativo del análisis, podrían ser pensadas como actings de la analista. Sin embargo, dichas intervenciones, como actos analíticos, abrieron un camino de mayor profundidad y favorecieron la transferencia para que el joven funde, en su espacio de análisis, una experiencia de vida inédita por su historia de origen, resignificando el desamparo original en vivencias de privacidad, autonomía y desprendimiento muy necesarios para su crecimiento. Al rectificar vivencias traumáticas y darle la posibilidad al paciente de crecer y desarrollase durante el período de un análisis de larga duración y alta frecuencia en la adolescencia, los cambios se hacen evidentes. El tiempo de elaboración muchas veces corría detrás de las circunstancias que se presentaban, pero no obstaculizaba la prosecución del tratamiento. Esto sucedió en un consultorio en Buenos Aires, Argentina. DESCRIPTORES: PSICOANALISIS DE ADOLESCENTES / FAMILIA / ENCUADRE / DESAMPARO / ORGANIZADOR / CONTRATRANSFERENCIA / SUPERVISIÓN.

SUMMARY The analyst check-mated: The importance of supervision. Psychoanalysis of an adolescent boy Do classical cures exist? The authors ask this question to present the case of an adolescent boy who presents characteristics that check-mate their practice and lead them to ask: is this psychoanalysis? The authors attempt to be as transparent as possible in showing material that ran through circumstances at different moments which required criteria of flexibility and the support of three supervisors at different stages, leading to the constitution of a process that continued uninterrupted for ten years. Careful analysis of countertransference was highly important, as well as the diverse maneuvers necessary which, if they had not been preceded by supervisions of the case and then included in the interpretive flow of the analysis, could have been considered acting on the analyst’s part. However, these interventions, as analytic acts, opened the way to greater depth REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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and favored the transference so that the young man could find a base, in his analytic space, for life experience unheard of in his original history, and resignify his original helplessness with experiences of privacy, autonomy and detachment that were quite necessary for his growth. By rectifying traumatic experiences and giving the patient a chance to grow and develop in the course of a lengthy, high frequency analysis in adolescence, changes become evident. The time of working through often fell behind circumstances that presented themselves but did not block continuation of the treatment. This took place in a psychoanalyst’s office in Buenos Aires, Argentina. KEYWORDS: ADOLESCENT PSYCHOANALYSIS / FAMILY / SETTING / HELPLESSNESS / ORGANIZER / COUNTERTRANSFERENCE / SUPERVISION.

RESUMO O analista em perigo: a importância da supervisão. Psicanálise de um adolescente Existem as curas tradicionais? Fazemos esta pergunta para expor o caso de um adolescente, que pelas características que apresenta põe em perigo nossa prática fazendo com que nos questionemos: a psicanálise é isto? Disse Freud. Tentaremos ser o mais transparentes possível para mostrar um material que, em diferentes momentos, foi passando por circunstâncias que exigiram um critério de flexibilidade e o apoio de três supervisores em diferentes etapas, resultando em um processo com dez anos de continuidade. Foi de vital importância a cuidadosa análise da contratransferência, também como as diversas manobras necessárias, e se não tivessem sido feitas as supervisões do caso e depois incluídas na torrente interpretativa da análise, poderiam ser pensadas como actings da analista. Entretanto, ditas intervenções, como atos analíticos, abriram um caminho de maior profundidade e favoreceram a transferência para que o jovem crie, em seu espaço de análise, uma experiência de vida inédita devido a sua história de origem, resignificando o desamparo original em vivências de privacidade, autonomia e desprendimento tão necessário para seu crescimento. Ao retificar vivências traumáticas e dar ao paciente a possibilidade de crescer e se desenvolver durante o período de uma análise de longa duração e alta freqüência na adolescência, as mudanças são evidentes. O tempo de elaboração muitas vezes corria atrás das circunstâncias que eram apresentadas, mas não obstruía a continuação do tratamento. Isto aconteceu em um consultório em Buenos Aires, Argentina.

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PALAVRAS CHAVE: PSICANÁLISE DE ADOLESCENTES / FAMÍLIA / SETTING / DESAMPARO / ORGANIZADOR / CONTRATRANSFERÊNCIA / SUPERVISÃO.

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El Yo-Piel, Xipe-Totec y otras pieles * Norah Gramajo Galimany

ANTECEDENTES Los analizantes narcisistas o con severas depresiones y en general los “pacientes difíciles” son de acceso complejo ya que su rígido sistema defensivo no tolera lo nuevo que propone el analista. La extrema vulnerabilidad de su narcisismo hace que la búsqueda analítica sea vivida como una intrusión que los puede exponer a revivir el desamparo infantil sin palabras, verdadera catástrofe psíquica. Férreas defensas protegen esta zona en blanco, en blanco en cuanto a lo que esperamos: que recuerde, pero... ¿no decimos, con Freud, que lo que hemos vivido está registrado en alguna parte del organismo? Pero ¿dónde? En el consultorio se nos plantea cómo llegar mediante un tratamiento analítico a estas zonas no inscriptas como palabras. Conocemos los avances de los Botella (1997) buscando construir la representación ausente usando la contratransferencia, las propuestas de Gibault y Villarino (2004), Baranès (2011) y otros franceses muy influenciados por Anzieu que trabajan con el psicodrama analítico, la propuesta de Cassorla (2005) que se centra en el estudio de los enactments , etc. Cuando observamos los esfuerzos terapéuticos de estos innovadores pensamos, evocando a Wallerstein (1988) ¿hay un psicoanálisis o varios? Y extendemos la pregunta ¿hay un solo Freud o varios? Respondiendo a Anzieu (1987, p. 150), que se quejaba de que los analistas habían dejado de lado lo sensible, trataremos aquí de enfatizar lo corporal, lo sensible, las percepciones que se ocultan en estos espacios desolados. Quizá, influenciados por el genio de Lacan con su teoría centrada en el lenguaje, dejamos de lado los registros más primitivos, lo prelingúístico, con lo que el organismo trata de construir un sujeto muchas veces sin elementos para hacerlo mientras que al mismo tiempo está acuciado por exigencias transgeneracionales, familiares y sociales para realizarlo. El propósito de este escrito es proponer una vía de acceso menos riesgosa que el acceso tradicional que practicamos, que en general va de la superficie a la profundidad psíquica y que a menudo provoca heridas narcisistas que interrumpen el tratamiento. *

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En la clínica veo que algunos analizantes narcisistas muestran una gran incidencia de trastornos de la piel: picazones, ronchas momentáneas, pinchazos, calores, sensaciones de roce, etc ¿Hay alguna relación entre estos y la patología narcisista? Mc Dougall (1989, p. 74) se pregunta si puede hablarse de una ‘histeria arcaica’. Comienzo a estudiar las disfunciones que pueden sufrir la piel y el yopiel (Anzieu, 1987), trastornos que se originaron en las épocas en que se construyó el psiquismo. Sin embargo, Mc Dougall considera la aparición de estos síntomas como regresión. En la clínica habría que diferenciar fantasías reprimidas de aquellas otras que aún no se han constituido. Voy encontrando algunas relaciones que mostraré en las viñetas clínicas. Al promediar este trabajo y como homenaje a la deslumbrante magia que emana de México exploraré el mito tolteca-mexica de Xipe-Totec que creo está muy relacionado con el tema.

LAS TEORÍAS Los hallazgos clínicos orientan la búsqueda hacia teorías sobre el desarrollo temprano y sobre las patologías psicóticas infantiles, todo esto considerando la construcción del sujeto, el espacio de transformaciones entre cuerpo y psique. La escuela inglesa por un lado, con los minuciosos estudios de Meltzer (1975, 1979) sobre el autismo infantil y Anzieu de la escuela francesa, por otro lado, cuya noción de yo-piel (1974) impacta al psicoanálisis por su enfoque novedoso, brindan apoyos invaluables. Esta presentación se inspira en Anzieu porque su teoría establece correlaciones más firmes a mi modo de ver, entre lo orgánico y lo psíquico. Anzieu parte de lo orgánico entablando un paralelismo y desarrollando la complejización del mismo para alcanzar lo psíquico. Así llegamos al yo-piel, estructura de interfase, fundamental en la construcción del sujeto-infans. En el embrión humano el tacto es uno de los primeros sentidos en construirse. Lo táctil está imbricado con la piel de modo que no es fácil separarlos y estudiarlos aisladamente. La piel y el tacto aparecen en el embrión al final del segundo mes, antes que el olfato y el gusto, antecede al sistema vestibular, a los ojos y a los oídos. Tanto el SNC como la piel, incluyendo a los órganos de los sentidos, se originan en el ectodermo; ambos son estructuras superficiales y sensibles abiertas a lo exterior y por lo tanto necesitan protección. El cerebro está protegido por los huesos del cráneo, además de las membranas que lo envuelven. La piel tiene una capa externa, que es protectora y otra que recoge información y filtra lo percibido, (tal REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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y como lo describe Freud en “Nota sobre ‘la pizarra mágica’”, 1924), salvo algunas zonas como los párpados, la vagina, el glande , el ano, la nariz y los labios que no tienen protección pero sí un alto grado de erogeneidad que asegura el placer más intenso.

EL YO-PIEL Partimos de la concepción de un tiempo primitivo en que hay una inclusión mutua entre madre e hijo, llamada inclusión recíproca por Sami-Ali (1988). En ese estadio la fantasía es tener una piel común que contiene en un polo a la madre y en el otro al bebé. Para este autor, la paradoja es la expresión lingüística de este estadio (pág 14). Una teorización similar sobre la simbiosis trabajó Bleger (1967) en Argentina. El desarrollo consiste en diferenciarse y asumirse como un ser separado. Entre la etapa de inclusión recíproca y la diferenciación Anzieu ubica al yopiel. En el Yo y el Ello (1923) el Yo es presentado por Freud como una interfaz entre los procesos internos y los externos. Del mismo modo, el yopiel es la interfaz entre la madre que le sirve de sostén al niño y el mundo exterior. Evocamos a Freud: “El Yo es ante todo un yo corporal, no es solamente un ser de superficie sino que él mismo es la proyección de una superficie” (pág. 1219 y 1220). Este yo-piel es capaz de emitir señales: gritos, olores, movimientos, entre otros, a los que la madre va a responder produciendo en su hijo la satisfacción de sus necesidades y la sensación de bienestar relativa a “saber” que hay alguien pegado a él que lo comprende, lo carga narcisísticamente y es el complementario simétrico de sus señales. Assoun (1995, pág.110), va a decir, apoyándose en Lacan, que la demanda es imposible de satisfacer. Volviendo a Anzieu, el yo-piel es un espacio de entrecruzamientos de mensajes y sensaciones. Sería similar al espacio transicional de Winnicott (1931). El narcisismo del bebé origina una ilusión que funda el yo-piel, le hace buscar mayores satisfacciones y lo empuja a realizar nuevas “hazañas”. Aulagnier (1975) nos decía que el aparato psíquico sólo trabaja si recibe una cuota de placer. En esta “zona” anida lo sensitivo-motriz configurando un pre-yo corporal que tiende a unificar las aferencias sensoriales. Este pre-yo es anterior al estadio del espejo de Lacan (1966). Con el desarrollo vendrá luego la necesidad de despegarse de la madre, que insiste en ser el portavoz de sus deseos, como describe Aulagnier. Este Yo arcaico emplea métodos radicales para regular su relación con la realidad que, cuando se vuelve espantosa, utiliza la desmentalización (Meltzer 1979, págs. 35, 36). Este mecanismo explorado en niños autistas suspende inmediata y transitoriamente la actividad

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mental después de un trauma insoportable. Es un intento de paralizar la vida mental. No son experiencias vividas sino escasamente vividas, casi alucinadas y por ello no registradas, de tal modo que no pueden archivarse. La desmentalización atañe a los sentidos y se fundamenta en la suspensión de la atención. De tal modo los sentidos vagan cada uno por separado impidiendo la consensualidad necesaria para construir sobre ella la percepción. Este mecanismo se completa con el desmantelamiento que separa cada sentido por separado, como si la mente tuviera líneas de fragilización; el máximo exponente de estas defensas arcaicas es la desmentalización. Meltzer piensa que estos mecanismos son pasivos, mientras otros autores los ven como expresión de la agresión; los ubican en los estadios postautistas. Una pregunta surge: ¿este mecanismo existe sólo como remanente del autismo o a veces está incluido en los diferentes narcisismos que nos oponen fuertes resistencias? Las primitivas percepciones, dice Meltzer, están más cerca de lo neurofisiológico que de la mente (pág 189). La concepción de Aulagnier de núcleos psicóticos encapsulados que pueden activarse es particularmente rica. También otras denominaciones como parte psicótica de la personalidad (Bion, 1975), parte simbiótica, (Bleger, 1967) pueden ser apropiadas. Con todo me parece que es más contundente y explicativa la formulación de Anzieu.

FUNCIONES DEL YO-PIEL Las funciones que cumple el yo-piel son múltiples y variadas, algunas de las cuales son: mantenimiento del psiquismo, contención, paraexcitación, individuación, inscripción de trazos, etc. Voy a tomar sólo algunas. Hay importantes coincidencias con los postulados de Bion (1975), por ejemplo, Bion habla de continente, mientras que Anzieu habla de contención, aunque también usa el término continente. La psique, como el cuerpo, necesita un sostén que le asegure unidad y solidez. Derivada de la madre, especialmente de sus manos y de los modos con que ella lo sostiene, esta función de mantenimiento o contención le permite al bebé apoyarse en su columna vertebral y adquirir el sentimiento de contar con un firme apoyo interno.

VIÑETA 1 Una joven analizante sufre continuamente las separaciones de los fines de semana. Sus férreas defensas narcisistas luchan por defender su desolado REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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mundo interno y para impedir el acceso de su analista a este dolor. Un día lunes aparece desesperada, incapaz de sostenerse, rascándose todo el cuerpo mientras me dice furiosa: “Le digo que Ud tiene que aguantarme porque yo no me puedo aguantar” (Camina por el consultorio y gesticula). Me dice con furia que va a clavarme a mi sillón para que no me escape de ella y que ella va a venir a verme así, inmóvil. (Los padres deseaban un hijo varón y al nacer ella la dieron a la abuela). La contratransferencia me provoca un intenso dolor en brazos y piernas y una tenue ternura. Asocio con la crucifixión de Cristo y las torturas previas que le dejaron su piel agujereada. Empleo una construcción. Le digo que “su piel y su cabeza quedaron agujereadas y le pican porque se transformó en un bebe abandonado por esta mamá que la deja y no sostiene su cuerpito los fines de semana”. Rompe a llorar mientras analizamos su falta de continuidad psíquica (Botella, 1997, p. 63), ahora con calma. Estos fuertes afectos son irrepresentables, sólo aparecen como una piel furiosa que pica y duele. La función continente ha sido muy estudiada especialmente por Bion. La madre recibe y tamiza lo displacentero para devolvérselo elaborado y representable al bebé. El ejemplo anterior también muestra este aspecto que lleva a la analista-madre por la contratransferencia, a recibir, elaborar y nombrar estos afectos. Función de intersensorialidad: la piel es el sentido más extenso; alberga en su superficie a los órganos de los sentidos, protegidos por cavidades. Cada sentido trae una información que necesita unificarse con las demás en el yopiel. Apoyándose en el tacto como fondo, puede lograr una captación plena: es la consensualidad. Si esta función unificante falla, la sensación es que cada sentido envía una información diferente: es el desmantelamiento que describe Meltzer en el postautismo. Cada trozo separado está organizado según cada sentido, de forma tal que las partes pueden volver a reunirse.

VIÑETA 2 Marisa se pellizca el pecho; me dice, gritando, que no le digo lo que ella quiere oír, que ella merece tener un marido rico, que debo reconocer que es hermosa, que merece tener una analista mejor, que, como no sirvo para nada, ella va a interrumpir el tratamiento, una amenaza que cumple en dos oportunidades. Se tira al piso, me dice que yo la quiero abandonar, que no la soporto, que quiero deshacerme de ella. Aprendí a no acercarme directamente a su narcisismo herido porque se desmentalizaba, se volvía tonta y sorda y se tiraba al piso. Un día parece que se pellizca el pecho más que de costumbre. Le digo que ella cree que yo la

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voy a abandonar por algo que le pellizca en el pecho. Se abre el recuerdo, se recuesta absorta y me dice que no puede usar escotes porque a los dos meses de edad su madre le había puesto cataplasmas muy calientes en la espalda y en el pecho porque tosía; luego la madre la abandonó. Le provocó quemaduras graves cuyas cicatrices le producían picazones en sus sesiones, creo que con la intención de mostrarme lo que le sucedía. Su madre, horrorizada por lo que le había hecho a su hija, toma una enfermera para que se ocupe de la niña y ya no se acerca más a ella. Reuniendo los datos obtenidos puedo interpretar a partir de los pellizcos y remarcar su necesidad de mostrarme lo que le pasaba para que yo pudiera ayudarla. La relación analítica cambia radicalmente. El sufrimiento narcisista aparece menos amenazante. El yo-piel inscribe huellas que Anzieu llama “inscripción de huellas” (1974, pág. 116), Aulagnier llama pictogramas, y Mc Dougall (1998, pág. 165) “memorias del cuerpo”. Relataré una pequeña viñeta que he utilizado en otras oportunidades para describir otros aspectos.

VIÑETA 3 Residiendo yo en Guadalajara recibo a una hermosa jovencita narcisista que lucha contra la dura y estéril repetición que no le permite internalizar mis cuidados. Frecuentemente ordena sus cabellos poniéndolos detrás de sus orejas. Mi consultorio está en el primer piso; ella llega a la planta baja. Cuando le anuncio que puede pasar a su sesión diciendo ¡Adelante! ella contesta repitiendo la melodía de lo que ha escuchado. Hay placer en su entonación y una sonrisa en su rostro, tal como describo en El placer musical (Gramajo Galimany, 1993). Percibo el ritmo y cadencia del canto y descubro que en medio de tantos fracasos en la primitiva relación madre-hija hay un retorno de captaciones sensoriales auditivas placenteras que podemos llamar memorias del cuerpo, tal y como sucede en las tres viñetas mostradas. Hago una construcción, pero aquí se trata de la envoltura sonora de ambas, precursora del yo-piel. Ahora se posibilita una mejor interacción entre nosotras. La melodía está anclada en su cuerpo-oído sirviendo de inicio a la simbolización. Ahora puede recordar con palabras y rellenar su vacío de recuerdos; su tía adolescente la rescataba del abandono por los viajes de su madre acunándola mientras le cantaba tangos. A partir de ese día entonar su canto la protegía de las crisis de catástrofes internas. Los primeros cuidados de su tía, acompañados de sus impresiones sensoriales quedan en Marisa formando un idioma sonoro exclusivo comprendido por ambas: el espejo sonoro (Anzieu, 1987), el pictograma (Aulagnier, 1975). REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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RESULTADOS PROVISORIOS a) Me parece que si hubiésemos tomado para analizar el odio de la analizante entraríamos en el horrible espacio del narcisismo herido, vacío y sin salida. Creo que es más adecuado analizar la piel dolida, hacer una construcción y más tarde acercarnos al núcleo narcisista después de la inyección de libido que aporta la construcción. b) Las memorias del cuerpo (Mc Dougall, 1998, pág. 165), inscriptas en el yo-piel, aluden al trauma. Sin embargo, si se usan para hacer una construcción inician la simbolización del daño sufrido para que se les pueda poner palabras abordando por este camino el núcleo narcisista. c) Las construcciones usadas aquí siguen el ejemplo de las de Freud (1937), quien utilizaba sus teorías sobre el desarrollo para realizarlas. Las que muestro aquí se basan en la piel y el yo-piel mortificados; están construidas con las teorías de Anzieu. Considero que son una opción válida para investigar a estos analizantes, llegando al núcleo narcisista sin el riesgo de la caída de las representaciones. Para concluir relataré un mito mexicano que presenta analogías con el tema. Se trata del mito del dios Xipe-Totec.

Xipe Totec es un dios del panteón mexicano. Su nombre significa Nuestro Señor el Desollado, es el Dios de la fertilidad, también llamado Tezcatlipoca Rojo. Fueron los toltecas, pueblo culto que llegó del norte en el siglo XIII los que trajeron este dios. Los toltecas fueron los arquitectos de los más bellos

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monumentos, los que construyeron los atlantes de Tula y los chacmoles de Chichen-Itzá. Xipe-Totec es representado como un adulto que lleva en la mano derecha una copa y en la izquierda un escudo. Su ropaje se pinta de rojo o de obsidiana. Los guerreros toltecas realizaban una Guerra Florida dentro de sus corazones estudiándose a sí mismos y tratando de ser mejores sin avasallar a los demás. Llegaron a establecer una religión monoteísta. Su dios máximo era un ser supremo, innombrable e impalpable. Sólo se lo puede nombrar metafóricamente como “El que todo lo sabe”, “El que está en todas partes”, etc. Como en numerosos mitos mexicanos, la crisis social que lleva a los toltecas a abandonar sus templos y marcharse con Quetzalcoatl, (la Serpiente Emplumada) se atribuye a la falta de alimentos. Sin embargo, Quetzacoatl les asegura que va a regresar. La representación de Quetzalcoatl como humano que encontramos en las estelas es la de un hombre con barba, en tanto los indígenas no tienen barba. Por ello, según dicen algunos historiadores, ante la llegada de los españoles, los indígenas creyeron que era Quetzalcoatl quien regresaba, por lo que se sometieron y le ofrecieron regalos. Estos temas fueron estudiados entre nosotros por Cárcamo (1943) y Garma (1955).

EL MITO En México llueve solamente cuatro o cinco meses al año. En un año con gran sequía el pueblo estaba sediento y hambriento. Xipe Totec, su dios protector, alarmado por la grave crisis, se quita completamente su piel con un cuchillo de obsidiana y la coloca cuidadosamente en la tierra yerma para que se alimente y dé sus frutos a los hombres. Así sucede, porque a partir de este acto fecundo renace la primavera y crecen los alimentos. El gesto del dios imita a la semilla del maíz que pierde la capa externa antes de germinar. Si bien el gesto del dios es sangriento consigo mismo tiene la finalidad de cuidar a su pueblo que se alimenta ahora con los productos de la tierra fértil. Cuando se van los toltecas acompañando a Quetzalcoatl llegan también del norte los mexicas, pueblo guerrero y sangriento; toman la religión tolteca en lo aparente y la modifican en lo profundo. En vez de adorar a Quetzalcoatl lo sustituyen por Huitzxilopotl, dios sangriento que nace adulto y con armadura guerrera; su madre es Coyolxautli. Huitzilopotl no tiene padre, es hijo de una semilla traída por el viento, semilla que le cae a Coyolxautli cuando está barriendo su casa. Este dios sangriento va a llevar a su pueblo a la guerra contra sus vecinos para robarles sus tierras y tener más poder; les cobran altos tributos y al hacerlos prisioneros los sacrifican para alimentar REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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al dios sol: los mexicas quieren forjarse un imperio. En esta versión los mexicas hacen de Xipe-Totec un dios cruel que ahora desuella a sus víctimas para que sus sacerdotes usen sus pieles nauseabundas como capas durante veinte días para que les dé poder y provoquen terror. El mito cambia porque los mitos dependen directamente de la ideología del pueblo que los sustenta. Vimos que los pacientes simbióticos conservan la fantasía de una piel común con la madre, piel representada arcaicamente por una imagen táctil y probablemente olfativa. La separación de la madre está representada en el caso de una madre amorosa por la separación de las pieles de cada uno, sería el Xipe-Toltec tolteca, y podemos adscribir la interpretación a los pacientes no simbióticos, pero si la madre es hostil sería el Xipe-Totec mexica, sólo el arrancamiento-desollado de esa piel común, realizada por la madre permitirá la separación. Esta piel arrancada y doliente produce síntomas en la piel de los analizantes que estamos investigando pica, da calor, ronchas, sensación de roces, exhibiendo indicios de su sufrimiento. Pareciera que esta interpretación tiene su correlato en las pacientes observadas, que además de narcisistas son masoquistas y simbióticas. ¿Por qué Xipe Totec tolteca es amoroso y la versión mexica es mortífera? Porque en un caso se trata de una madre-padre cariñoso (el dios tolteca) que facilita el crecimiento de los hijos ayudando a la madre exhausta, en cambio la versión mexica es la de una madre agresiva (¿la Coyoxaultli con su hijo guerrero Huitzilopotl?). No permite el desarrollo y evolución de los hijos, que sólo se pueden independizar rasgando y desollando su piel. La simbiosis y la problemática individuación tienen que ver con las costumbres indígenas todavía vigentes: las madres llevan a los hijos pequeños en la espalda aún cuando ya pueden caminar por sus propios medios. La pegazón simbiótica es notoria en ellos tanto como en las pacientes tratadas. Con todo, sabemos que el desollamiento se practica desde hace mucho tiempo y en diferentes culturas y que los pueblos de mesoamérica han practicado estos sacrificios al mismo tiempo que poseían una cultura excepcional, como en Europa los romanos, cultos y refinados y que, sin embargo, utilizaban a los vencidos y esclavos como gladiadores en el Coliseo. Allí morían peleando y divirtiendo al pueblo. Las pulsiones antagónicas están en evidencia. Los mexicas fundaron Tenochtitlán, la actual ciudad de México en 1532, llegaron a su apogeo con Moctezuma I en 1440, construyendo un gran imperio hasta la llegada de los españoles. La ciudad era de una grandiosidad y belleza tales que asombraron a los europeos. Estaba construida sobre chinampas (balsas) en un lago donde, según exigía la leyenda, encontraron un águila posada en un nopal (cactus) llevando en su pico una serpiente, tema mítico que se ha inmortalizado en la bandera mexicana.

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RESUMEN Los analizantes narcisistas y/o con trastornos identitarios son de acceso difícil ya que su rígido sistema defensivo vive la búsqueda psicoanalítica como una intrusión que los expondría a revivir el desamparo, verdadera catástrofe psíquica. Para avanzar en esta dirección se propone el estudio de las alteraciones que sufre su yo-piel en las épocas tempranas en que se construyó el psiquismo. Se muestran las diferentes anomalías de la interfase yo-piel que ocurren en el espacio anterior a la palabra donde se registran los primeros organizadores de los símbolos, las marcas encarnadas en la piel momentáneamente afectada por distintas carencias maternales: picazones, ardores, ronchas, etc. Es importante remarcar el importante peso de la patología transgeneracional que ha producido una deficitaria simbiosis. Para mostrar la deficiente organización del yo-piel se usan viñetas clínicas obtenidas por supervisión. El mito tolteca-azteca de Xipe Totec, el desollador, brinda la oportunidad de aplicar estas observaciones al dios mexicano relacionado directamente con estas cuestiones de piel. DESCRIPTORES: YO / YO-PIEL / DESMENTALIZACIÓN / CUERPO / MEMORIA / MITO.

SUMMARY The Skin-Ego, Xipe-Totec and other skins Analytic patients who are narcissistic and/or have identity disorders are difficult to access since their rigid defense system experiences psychoanalytic searching as an intrusion that exposes them to re-experience helplessness, a real psychic catastrophe. In order to advance in this direction, the author proposes the study of alterations suffered by their skin-ego in early life when the psyche was being constructed. The author shows the different anomalies of the skin-ego interface that occur in the space previous to words where the first organizers of symbols are registered, marks incarnated in the skin momentarily affected by different maternal deficiencies: itches, burning, hives, etc. It is important to underscore the heavy weight of transgenerational pathology that has produced a deficient symbiosis. In order to show the deficient organization of the skin-ego the author uses clinical vignettes obtained from supervisions. The Toltec-Aztec myth of Xipe Totec, the flayer, gives us the opportunity to apply these observations to the Mexican god related directly to these questions of skin. KEYWORDS: EGO / SKIN-EGO / DISMENTALIZATION / BODY / MEMORY / MYTH.

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RESUMO O Eu-Pele, Xipe-Totec e outras peles Os pacientes narcisistas e/ou com transtornos de identidade são de difícil acesso, já que seu rígido sistema defensivo vive na procura psicanalítica como uma intrusão que os exporia a reviver o desamparo, verdadeira catástrofe psíquica. Para avançar neste sentido se propõe o estudo das alterações sofridas anteriormente pelo eu-pele quando foi construído o psiquismo. Mostram-se as diferentes anomalias da interfase eu-pele que ocorrem no espaço anterior à palavra, onde foram registrados os primeiros organizadores dos símbolos, as marcas enraizadas na pele, momentaneamente afetada por diferentes carências maternais: coceiras, ardores, manchas, etc. É fundamental ressaltar o importante peso da patologia transgeracional que produziu uma simbiose deficitária. Para mostrar a deficiente organização do eu-pele se usam vinhetas clínicas obtidas durante a supervisão. O mito tolteca-asteca de Xipe Totec, o esfolador, dá a oportunidade de aplicar estas observações ao Deus mexicano relacionado diretamente com estas questões da pele. PALAVRAS CHAVE: EGO / EGO-PELE / DESMENTALIZAÇÃO / CORPO / MEMÓRIA / MITO.

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El análisis ¿termina? * Marcos Guiter

El problema de la terminación del psicoanálisis terapéutico sigue, a mi juicio, sin definirse, desde que Freud escribió en 1937 su famoso trabajo “Análisis terminable e interminable”. Hay muchas opiniones sobre cuándo, cómo y por qué “debe” terminar. Y subrayo esto porque la idea habitualmente aceptada es que “debe” terminar. Sin embargo, creo que este criterio es discutible y podemos decir algo al respecto. De entre la profusa bibliografía que se refiere a la cuestión, tomaré algunos desarrollos. Empezaré por un libro muy actual y muy completo sobre técnica psicoanalítica, el de Horacio Etchegoyen Los fundamentos de la técnica psicoanalítica (2005). Etchegoyen tiene sus propios criterios, además de resumir los de los más conspicuos psicoanalistas. Tomemos algunos, dejando para el final, los de Freud. Para Klein, el análisis termina cuando se llega a la posición depresiva; pero, ¿cómo se determina cuándo se llegó a ésta de manera indubitable y sin necesidad de nuevos ajustes? Es difícil decidir cuándo lo que se espera de esa posición se ha logrado de manera completa o no superable. Para Lacan, el análisis termina según enfoques varios: a) Cuando se llega al orden simbólico, (¿se llega plenamente?) b) Cuando el paciente alcanza la verdad de su deseo, (¿Cuántos deseos hay, o faltan, que pueden ser tan verdaderos como los ya conocidos?). c) Cuando cae el sujeto supuesto saber, (¿Acaso la idealización deja de existir alguna vez?). Otra versión prescribe que el análisis termina cuando el paciente adquiere capacidad de autoanálisis. Esto en gran parte es improbable, porque tal capacidad está siempre limitada por resistencias inconcientes que una persona por si misma no puede resolver, ni aún el mismo Freud, como lo demostró con sus propios síntomas, y tendencias adictivas a la cocaína y al tabaco. *

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El new beginning: A esta postulación de Balint que implica gratitud, sensación de libertad, buenas relaciones objetales, etc. creo que le caben las mismas objeciones anteriores. Para Winnicott, por otro lado, el análisis termina cuando se ha logrado conquistar el verdadero self. Y no sigo, por ahora. ¿Y cuáles son los indicadores de terminación? El análisis (Etchegoyen cita a Freud) comienza con ciertos objetivos y debe terminar cuando estos se cumplen. ¿Por qué “debe”? ¿Y si surgen otros objetivos? El análisis debe darle al paciente herramientas para enfrentar futuros conflictos. ¿Y si no puede? Debe volver a análisis. ¿Y si se resuelven y surgen otros? ¿Cómo puede terminar una investigación, cualquier investigación?1 En este caso la investigación es el análisis del aparato psíquico de una persona, con un número tan grande (¿Debo decir infinito?) de conflictos. El hombre es una multitud, dijo alguien, ¿de qué? De muchos hombres, o sea de identificaciones, de matices del carácter, de ideales, de valores, de deseos, de ambiciones, de orígenes, de herencia, de azar, de lenguajes, de circunstancias, de familia, de historias, de historia de su país, su ciudad, su barrio, de profesiones, de experiencias, de suerte o desgracia, y no continúo porque es obvio lo interminable. La diferencia entre los seres humanos es de tal magnitud que podemos decir que son como las impresiones digitales, son todas diferentes. Si viven en el planeta (año 2010) alrededor de 6.600 millones de personas, existe igual número de cerebros diferentes, con un número presumiblemente exponencial de conflictos. La existencia de tan inmensa diversidad, con números de orden cósmico, explica desde esa perspectiva lo difícil de la psicoterapia, y lo difícil de la psicofarmacología. Ambas son las más inciertas de las terapias. Los neurocientíficos calculan en un cerebro humano la cantidad de 100.000 millones de neuronas, y cada una de ellas con alrededor de 1.000 dendritas, lo cual hace ¡un uno seguido de catorce! ceros. Ese es el número de conexiones, de sinapsis y de posibilidad de variaciones en las combinaciones resultantes, y en la identidad de cada cual, en los infinitos matices del carácter y de los síntomas resultantes, siempre suponiendo que cada movimiento, pensamiento, sentimiento, etc., en nuestro psiquismo, se corresponde con una variación, aunque sea mínima, en la actividad del entramado neuronal. 1

Recordemos que, según Freud, el análisis es una hipótesis sobre la estructura del aparato psíquico, un método terapéutico, y un método de investigación. Y sabemos que cualquier investigación, salvo con objetivos limitados, jamás termina.

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Creo que hay tantos cuadros clínicos como personas. Multiplicando esto por el número de conflictos llegamos a lo infinito. Por eso las clasificaciones de cuadros clínicos habituales, ya sea de Freud, o del DSMIV, o de la teoría de la comunicación, o de cualquier otra nosografía, resultan irrisorias ante esta inmensidad de lo diverso. Etchegoyen dice que es contradictorio el análisis interminable, porque no tiene salud mental el que depende de otro toda su vida para subsistir. Pero ¿no está sujeto el hombre a múltiples dependencias? Una mujer de su marido y viceversa, el hijo del padre, el padre viejo del hijo adulto, el socio de su socio ¿No se depende del médico, del amigo, del enemigo, del libro de cabecera, del sacerdote, de Dios, de la Virgen, del Papa, del empleador, del Estado? ¿Quién es el que no depende y fuertemente, de alguien o de algo? ¿Y si para vivir bien, suponiendo que esto se pueda, hay que depender del otro, sea el analista, o Dios? ¿Qué importa si sirve? En el famoso libro de Margarita Beecher Stowe, La cabaña del tío Tom, antes de morir, el tío Tom, torturado por su amo dice, con fe y esperanza, “¿Qué importa (mi sufrimiento) porque acaso podrá alguien apartarme del reino de los cielos?” Él dependía de Dios para soportarlo todo, y podía soportarlo. Por otra parte, infinidad de pacientes más o menos graves necesitan siempre de un soporte, que puede ser el padre, la madre, el Estado o el analista, para poder subsistir. Y, además, está el hecho de que mientras esa persona vive dependiendo, puede ser más o menos creativa o feliz y tener logros y hacer cosas, entonces, ¿se puede vivir creativamente teniendo siempre analista? He oído decir y he leído en alguna parte, que Woody Allen, el actor norteamericano, cuya gran creatividad es indiscutible, se analiza y se analizó toda su vida. Por otra parte, la dependencia excesiva es, naturalmente, un síntoma, y puede analizarse. Todas las teorías sobre la terminación adolecen del mismo problema: nunca el propósito supuesto en tal teoría, llega a su discutible fin ¿cuándo se llega “exactamente” a la posición depresiva?¿Cuándo se llega “exactamente”2 al orden simbólico, a la verdad del deseo del paciente, según dice 2

Con lo de “exactamente”, me refiero a curaciones que en algunos síntomas, son prácticamente totales. Por ej: una paciente que padecía de una severa fobia a los perros, a tal punto que un encuentro casual con un perro le producía un ataque de pánico, curó de tal manera, después de muchos años de análisis, que ahora le encantan los perros y los acaricia sin temor. Otro caso, un paciente con impotencia genital, curó, también tras un largo análisis y actualmente en sus encuentros sexuales no tiene dificultad alguna. Claro que en estos casos estamos hablando de algunos síntomas que son una entidad clínica parcial, dentro de una estructura psíquica más amplia que se expresa con otros síntomas y trastornos del carácter, lo cual implica que los propósitos finales de un análisis como los mencionados por los autores clásicos no se han cumplido.

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Lacan ¿Cuándo el Yo tiene la correcta capacidad de adaptación? (Hartman) ¿Cuándo el paciente se supone que tiene suficiente libertad? A veces ocurre que algunos de los parámetros que se dan como indicadores para terminar el análisis están cumplidos. Por ejemplo, la capacidad de goce heterosexual, pero ocurre que esta capacidad lograda se puede acompañar de muchos síntomas o rasgos caracterológicos que no se han solucionado. La capacidad para tolerar la frustración ¿Cuándo es madura y lógica y cuándo no es más que masoquismo? Entonces, en resumen, ningún criterio de terminación es totalmente válido. Creo que todos lo son, pero como criterios de mejorías o de etapas logradas, nunca de terminación, porque siempre se puede algo más. El análisis es una investigación, y como tal, es interminable, salvo que uno se proponga sólo un objetivo determinado. Si la propuesta inicial en el contrato analítico es terminar con tal o cual síntoma o problema, es válido terminar cuando esto se cumple, siempre que el paciente lo desee. Naturalmente que en este caso, como en la terminación por otros motivos, o la no terminación, la decisión debe tomarse, si es posible, previo examen conjunto del paciente con el analista en el campo transferencia-contratransferencia. Si el paciente desea continuar el analista debe aceptar la propuesta para obtener nuevos logros. Porque también el analista, por razones que le son propias, puede querer o pensar que el análisis de tal paciente “debe terminar”, o porque el psicoanalista no soporta más una impasse o porque está enfermo y no puede trabajar, o porque tiene que irse a otro país o por disyuntivas propias de la vida. Pero salvo diversas eventualidades en el analista, básicamente el paciente puede analizarse toda su vida y el analista debe aceptarlo, porque la decisión en relación con los objetivos del análisis le pertenece, en mi opinión, al paciente. El análisis, en sí, es interminable. Sólo el paciente, por las razones que fueren, si ya no desea continuar, puede decidir cuándo terminarlo. Es claro que la decisión del paciente responde a razones de su inconciente y de su Yo conciente pero es este último obviamente el que toma la decisión. De manera que postulo por ahora lo siguiente: el análisis termina cuando el paciente lo desea. Obviamente que cuando el analizado tiene poco tiempo de análisis y desea irse, se le puede sugerir que le conviene continuar. El tiempo, en este caso, es de todos modos relativo. En general los analistas actualmente consideramos que un año es poco tiempo de análisis. Sin embargo, verbigracia, una paciente que yo analicé vino con el propósito de lograr conseguir marido porque quería casarse y a pesar de su edad, según ella, cuarenta años, no había podido lograrlo. Ese era su objetivo explícito. Comenzó el análisis y al poco tiempo se puso de novia y al año se casó y dio el análisis por terminado. Por supuesto yo no me opuse en absoluto, aunque quedaran muchos REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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temas a resolver. Ella estaba conforme y eso era lo que quería conseguir. En otros casos las situaciones no son tan claras, pero un año de análisis nos puede indicar si el paciente nos habla de querer terminar y tiene sus motivos valederos, a los que no tenemos por qué oponernos, porque el ideal de lo que se desea conseguir le pertenece al paciente. Si ese ideal es irrealizable o ilusorio podemos analizar tal situación y veremos si el paciente consigue transformar ese ideal de la fantasía en uno compatible con la realidad. Otro tema a considerar es, no la terminación del análisis, sino la interrupción (a veces se confunden). El paciente decide terminar, sin más y termina, pero algún tiempo después, meses o años, decide retomar con el mismo u otro analista. Nos parece totalmente razonable y el análisis puede nuevamente interrumpirse y nuevamente volver a empezar. Se transforma, de hecho, en un análisis interminable. Otras veces el paciente interrumpe y no retoma, o lo hace muchos años después ¿Cuándo llamamos interrupción y cuando terminación? Desde el punto de vista del analista es interrupción meramente cuando no se han alcanzado objetivos psicoanalíticos básicos, como por ejemplo, por tomar algunos, según mi criterio, la experiencia del insight y la capacidad verdadera para la asociación libre, esto es el poder hablar ante el analista no sólo de cualquier tema, sino sobre todo, de aquellos puntos que más resistencia le provocan (“Si algo que piensa le da vergüenza decirlo, dígalo”, “Si algo que piensa le parece un disparate o que no tiene importancia, dígalo”). Estoy de acuerdo con Etchegoyen en que el análisis no pretende obtener de cada síntoma, como se dice en medicina, una “restitutio ad integrum”, la cura total, sino la disminución de su gravedad y su incidencia en la vida del paciente. Así ocurre, siendo todo cuestión de grados, de “cantidad”: Freud siempre pensó que la diferencia entre salud y enfermedad es de carácter cuantitativo. Todos atravesamos el complejo de Edipo, pero las fantasías parricidas pueden ser mayores o menores, la adherencia al objeto incestuoso mayor o menor, y así con las angustias, muchas o pocas, etcétera. Pero sin embargo en algunos síntomas la cura es total y definitiva (puede volver, a veces, si circunstancias adversas inciden en la recurrencia) y a veces la cura es parcial, se atenúa el síntoma y a veces no se cura nunca. Ejemplo: Análisis de cuarenta años de duración en un paciente con varios analistas de reconocida solvencia (este último es un requisito indispensable) y el síntoma está inamovible. Recordemos que para Freud a veces la libido es móvil, pasa fácilmente de un objeto a otro y otras es fija e inamovible. La vida sexual genital, como hemos señalado, lo mismo que la familiar y social son también buenos parámetros para evaluar el estado psíquico de un paciente. En esta época (año 2010) los cambios en la estructura familiar y social son de tal magnitud que es difícil establecer dónde está la salud y dónde la enfermedad, que siempre son criterios relativos.

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En un trabajo muy profundo titulado “Finales e indicadores de terminación”, Hilda Ojman (2004) hace afirmaciones muy interesantes: parte de una definición de salud mental del psicoanalista Vicente Galli, que me parece útil citar aquí porque es lo menos prejuiciosa y lo mas abarcadora que se puede pedir. Dice Galli: “Salud mental puede ser definida como un estado de relativo equilibrio e integración de los elementos conflictivos constitutivos del sujeto, de la cultura y de los grupos, equilibrio e integración progredientes, con crisis previsibles e imprevisibles, registrables subjetivamente u objetivamente, en el que las personas o los grupos participan en sus propios cambios y en los de su entorno social”. Como vemos, el criterio de lo relativo del concepto de salud mental está claramente señalado, así como lo inevitable de las crisis y la existencia permanente del conflicto (“constitutivo del sujeto”). Comparto los criterios de finalización de análisis que expone la autora en su valioso trabajo. Algunos ejemplos: resolución de síntomas iniciales, desidentificaciones patológicas, relativización de certezas, descubrimiento y aceptación de potencialidades y limitaciones, tolerancia de la incertidumbre, capacidad de disfrutar y sufrir, etcétera. También debemos tener en cuenta que, aun siendo relativo cada uno de los criterios, por lo general se pueden alcanzar algunos de ellos y a veces solo en parte. Veamos ahora que dice Freud en “Análisis terminable e interminable”. Considero que algunas consideraciones previas de Strachey, su traductor al inglés, son pertinentes: “La impresión pesimista que deja el trabajo de Freud sobre la psicoterapia analítica, se debe al hecho de que los factores sobre los que hace hincapié son de índole fisiológica y biológica y por lo tanto, dice Strachey, en el prólogo a su traducción del texto freudiano“insuceptibles de influencia psicológica”. Sigamos con Freud, quien señala tres factores, la intensidad pulsional, los factores traumáticos (fundamentalmente, desde luego, infantiles) y las alteraciones del Yo. Como afirmara hacia el final del trabajo, el análisis terminaría su tarea cuando las condiciones sean más favorables para las funciones del Yo, y esto depende a su vez de su fortaleza. Queda la “responsabilidad” final, en los otros dos factores: la intensidad de lo pulsional, o sea, el factor cuantitativo y lo traumático. Es notable y muy digno de tomarse en cuenta cuánta importancia le otorga Freud a lo constitucional. Al realizar un rápido rastreo, pude comprobar que Freud se refiere a lo que llama, sinónimamente, lo constitucional, lo heredado, lo congénito, lo biológico, lo cuantitativo, en numerosas oportunidades, mencionando, por ejemplo “la intensidad constitucional de las pulsiones” o “el poder incontrastable del factor cuantitativo” (p. 230). Freud atribuye la pulsión de muerte exclusivamente a la materia animada, REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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aunque yo creo que bien se podría referir a toda materia, tomando el concepto de entropía, dado que esta, el llamado segundo principio de la termodinámica, sería pertinente a todo lo existente, siendo su característica la de llevar todo lo organizado a la desorganización final. ¿Por qué Freud conociendo el concepto de entropía (lo menciona en “Análisis terminable e interminable”) no lo relacionó nunca con “su” pulsión de muerte? En el artículo mencionado se refiere a “un fragmento de agresión libre” (p. 246), o sea, un fragmento de la pulsión de muerte no ligado por la pulsión erótica, mientras que más adelante refiere que su teoría sobre el dualismo funcional pretende poseer validez biológica. Por último, al referirse a la bisexualidad como roca viva, como el sustrato biológico, constitucional, de las pulsiones sexuales y de su componente resistencial al análisis, nos plantea el interrogante acerca de si la bisexualidad, es decir, la envidia del pene en la mujer y la resistencia del varón a someterse a un sustituto del padre, serían siempre insuperables, justamente por ese carácter de ser constitucionales. La pregunta que surge inmediatamente es ¿Cómo saber cuándo hemos llegado a ese límite, la “roca viva” salvo que, con el estudio que ha surgido como posible desde el descubrimiento del ADN, se pueda reconocer en cada circunstancia humana la porción que corresponde a los genes determinantes de ese avatar humano?¿Cuáles son esos genes, (ejemplos en la esquizofrenia y en la psicosis maníaco depresiva donde hay quienes reivindican factores genéticos) y, cómo se podrán, eventualmente, manipular esos genes, o por lo menos saber que allí están? De lo contrario sólo queda, y de manera siempre hipotética, utilizar el parámetro del tiempo para evaluar en una conducta, qué es constitucional y que no. Si después de decenas de años de análisis, con analistas idóneos, una persona no logra modificar un síntoma o rasgo de carácter, podríamos suponer que su base es constitucional. Pero solamente “suponer”. Porque: ¿si solo se necesitara más tiempo y entonces el objetivo pudiera lograrse? Esto no lo podemos saber. Además si la organización propia e inevitable del ser humano es el conflicto, dado que estamos constituidos por instancias en interacción perpetua Yo, SuperYo y Ello, más los ingredientes del medio, entonces nuestro destino inevitable es eso, el conflicto, con sus infinitas variables y el conflicto siempre puede tener nuevos ajustes (esto acuerda con la definición de Vicente Galli). Llegaríamos entonces, a esta conclusión: los síntomas que tienen su mayor origen en lo constitucional están dentro del análisis terminable porque no hay modificación posible. Los de origen traumático pertenecen al orden de lo interminable porque siempre hay más traumas para elaborar. Entonces la pregunta acerca de si el análisis es terminable o interminable, se responde diciendo que están ambas posibilidades. Pienso que mientras una persona obtenga beneficios del análisis puede si

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así lo desea, y su analista también, continuarlo cuanto tiempo quiera. Es posible que esto fomente la dependencia pero creo que mayores son los beneficios. Con la importancia que Freud asignó a la cuestión de lo biológico, surge naturalmente, la conclusión de que esa parte de la psicopatología está destinada a ser objeto del abordaje terapéutico mediante otros métodos: la química, que Freud reconoció que en el futuro tendría su valor en el tratamiento de las enfermedades mentales. Inclusive, él mismo vivió toda su vida bajo los efectos de la química para poder crear, era adicto al tabaco, que usaba como estimulante para trabajar. Es decir, que había una falla en su organización psíquica, que solo se pudo remediar mediante la nicotina, sin contar con los 11 años (¿o más?) que duró su afición a la cocaína. Lamentablemente, tanto el tabaco como la cocaína, además de sus efectos químicos de alivio y estimulación, son drogas peligrosas siempre nocivas. Los psicofármacos, hoy, han adquirido una importancia enorme para el tratamiento fundamentalmente de las psicosis, y en general, de todos los cuadros más o menos graves. Los psiquiatras y psicoanalistas tenemos la impresión, a veces la convicción, de que la psicoterapia analítica o no, no resulta efectiva, al menos si se la utiliza en forma exclusiva. Más allá de las críticas que se puedan hacer a la farmacología, particularmente por parte de los fanáticos de la psicoterapia, (y de la situación inversa, de los biologistas a ultranza, en contra del psicoanálisis), más allá de cualquier reduccionismo en las ciencias, sin tomar en cuenta su interdependencia, la química tiene su lugar bien ganado en el terreno de las terapias de los pacientes mentales. Por ello considero útil, por no decir imprescindible, que el psicoanalista tenga los suficientes conocimientos de psiquiatría y de psicofarmacología para tratar él mismo, con los fármacos que correspondan, a los pacientes que analiza. Así puede analizar al tiempo que medicar la transferencia sobre la droga. Considero que esta es la situación óptima, si no, lo conveniente sería hacer una derivación a un psiquiatra a los fines de que se haga cargo de ese tema. Lo mismo que corresponde hacer cuando un paciente en análisis muestra signos de una afección orgánica (psicosomática o no) y lo enviamos al clínico para que lo trate desde la perspectiva médica. No somos omnipotentes para tratar a un cardíaco sin la intervención de un cardiólogo, o a un paciente con un tumor sin la intervención de un oncólogo, etc. En enfermedades como la esquizofrenia, la bipolaridad, las psicosis en general, las neurosis graves, la paranoia, etc., se impone el tratamiento farmacológico conjuntamente con la psicoterapia con base analítica. Es bueno que la psicoterapia la haga un psicoanalista que sepa adaptar la técnica psicoanalítica al tipo de paciente. Acá se nos abre, por otra parte, un campo prometedor, la psicofarmacoterapia, aunque creo que a pesar de su profusión todavía está en sus inicios, por la incertidumbre sobre sus resultados y por la REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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cantidad de efectos adversos que conlleva. En efecto, considero que suele ser un campo propicio para la iatrogenia. También lo es por cierto, el psicoanálisis. Con un fármaco mal administrado se puede llegar a matar y con una psicoterapia llevada a cabo por una persona no idónea, se puede arruinar una vida. Este campo, el de la iatrogenia, en la medicina y el psicoanálisis, está a la orden del día. La cantidad de daño que en ambos campos se produce continuamente abarca a gran número de pacientes. Es un problema difícil de remediar. En síntesis, retomando nuestro tema, si el análisis es terminable o interminable, pienso que es terminable: Cuando se buscan objetivos limitados. Cuando el factor cuantitativo es predominante. Interminable, cuando el elemento traumático en la génesis de la patología es predominante. Y en este caso hay que suponer que, aún lo traumático infantil, podría tener tal fijeza que no se diferencie demasiado de lo constitucional.

RESUMEN Lo esencial de este trabajo, es presentar la hipótesis de que el psicoanálisis, en la práctica terapéutica, tiene las posibilidades de tener tres desenlaces: Cuando se logran los objetivos por los cuales el paciente concurrió a la consulta, y dicho paciente considera que ya es suficiente y que no desea continuar, aunque el trabajo realizado y los señalamientos del psicoanalista, le indiquen que podría proseguir, dado que otros temas se vislumbran. Cuando el factor cuantitativo de la pulsión señale que es inútil continuar, dado que lo genético es inmodificable por vía interpretativa. Inclusive, agrego yo a las ideas de Freud, que también el superyo y el yo en lo que respecta a sus componentes heredados, son insuceptibles de modificación, y por tanto señalan otro límite. Por supuesto que no es fácil determinar cuándo o cuánto de la estructura psíquica pertenece a la “roca viva”, pero lo cierto es que pareciera que en un momento dado del análisis hay que pensar en ella. Una otra posibilidad, es que, cuando los factores determinantes de la sintomatología sean de carácter traumático, el análisis sea interminable porque siempre se puede elaborar algo más. También es cierto que si dichos traumas fueron de gran magnitud y de épocas muy tempranas de la vida, podría ocurrir que tuviesen una fijación e inmodificabilidad semejante al segundo desenlace, el cuantitativo. Pero la práctica de muchos años, con pacientes en extensos análisis, de decenas de años, ya sea en la tarea propia, o en la suma de análisis sucesivos con varios analistas, me da lugar a pensar que los 3 desenlaces comentados son posibles. DESCRIPTORES: FIN DE ANÁLISIS / CURA / DEPENDENCIA / SÍNTOMA / PULSIÓN / FIJACIÓN

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SUMMARY Does analysis end? The essence of this article is the hypothesis that psychoanalysis, in therapeutic practice, has three possible outcomes: when the objectives for which the patient consulted are reached and this patient considers that this is enough and does not wish to continue, even though the work done and the psychoanalyst’s interventions indicate that it could continue, since other themes are visible; when the quantitative factor of the drive shows that it is useless to continue, since the genetic factor cannot be modified by interpretation. The author even adds to Freud’s ideas that the superego and the ego as well, in relation to their hereditary components, are not susceptible to modification, and therefore indicate another limit. Of course, it is not easy to determine when or how much of the psychic structure belongs to the “bedrock”, but it remains true that there seems to be a certain moment in analysis when it is necessary to think about it. Another possibility is that when the factors determining symptoms are traumatic, analysis may be interminable because something more can always be worked through. It is also true that if these traumata were of great magnitude and were experienced in very early periods of life, it could happen that their fixation and immutable quality might be similar to the second outcome, the quantitative one. However, many years of practice with patients in lengthy analyses spanning decades, either with the author or in the sum of successive analyses with various analysts, have put him in a position to think that the three outcomes mentioned above are possible. KEYWORDS: END OF ANALYSIS / CURE / DEPENDENCY / SYMPTOM / DRIVE / FIXATION.

RESUMO A análise termina? A meta deste trabalho é apresentar a hipótese de que a psicanálise, na prática terapêutica, pode ter três desfechos: quando se conseguem os objetivos pelos quais o paciente procurou o analista, e este paciente acredita que já é suficiente e que não deseja continuar com o tratamento, embora o trabalho realizado e os apontamentos do psicanalista indicam que deveria continuar, tendo em vista que outros temas vão surgindo, quando o fator quantitativo da pulsão mostra que é inútil continuar, pois o genético é imodificável por via interpretativa. Inclusive, eu acrescento às idéias de Freud, que também o super ego e o ego, no que diz respeito aos seus componentes herdados, são insusceptíveis de modificação e, portanto marcam outro limite. Claro que não é fácil determinar quando ou quanto da estrutura psíquica pertence à “roca viva”, mas o certo é que em um determinado momento da análise se deve pensar nela. Outra possibilidade é que quando os fatores determinantes da sintomatologia sejam REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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de caráter traumático, a análise é interminável porque sempre se pode elaborar mais alguma coisa. Também é certo que se ditos traumas foram de grande magnitude e em uma etapa inicial da vida, poderia ocorrer que tivessem uma fixação e imodificabilidade parecida ao segundo desfecho, o quantitativo. Mas a prática de muitos anos com pacientes com análise prolongada, quer seja na tarefa própria ou na soma das sucessivas análises com diferentes analistas, me leva a pensar que os três desfechos comentados são possíveis. PALAVRAS CHAVE: FIM DE ANÁLISE / CURA / DEPENDÊNCIA / SINTOMA / PULSÃO / FIXAÇÃO

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¿Cómo enfocar el Abuso Sexual Infantil? El Psicoanálisis en la interdisciplina * María Kuitca, Juana Berezin y Dora Felbarg

INTRODUCCIÓN El Abuso Sexual Infantil (ASI) es un síndrome muy amplio y complejo. Nuestro esquema teórico-técnico remite indefectiblemente a la detección de violencia vincular explícita o implícita, tanto en la familia nuclear como extendida, donde podemos encontrar integrantes con características borderline o psicóticas. Es imprescindible excluir de esta entidad clínica las situaciones extremas de marginalidad social en las cuales el trato corporal y emocional que sufre el niño se vehiculiza en todo tipo de vejámenes. En cambio, cuando mencionamos el ASI, nos referimos al niño y su entorno familiar, donde un niño abusado deviene sujeto privado de su historia, de su posibilidad de mutar desde lo endogámico a lo exogámico, de respetar la cadena generacional, quedando así desubjetivizado es decir: deshumanizado. Cuando un menor es victimizado se produce este síndrome que representa un grave daño a su psiquismo porque, aunque transcurra un lapso importante de vida, lo sucedido puede quedar disociado y hacer eclosión, como una bomba de tiempo, con la aparición de síntomas inherentes a severos cuadros patológicos. Christopher Bollas (1989) se pregunta desde la clínica, qué es lo traumático en el incesto y responde que origina un proceso de inversión tópica de lo simbólico a lo somático producido por el hecho abusivo corporal perpetrado. Así se ocasiona un daño al psiquismo que o bien impide el desarrollo simbólico o bien produce su regresión. O sea, “no es el cuerpo la verdadera víctima… el delito… es el abuso perpetrado en la psique y en el propio ser” (pág. 199). Si bien Bollas describe dicho proceso en la dupla padre-hija, por nuestra experiencia sabemos que el hecho invasivo determina sobreestimulación erógena cualquiera sea el sexo del progenitor y del hijo. Las experiencias de sobreestimulación de zonas erógenas

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para un yo corporal primario y en desarrollo, la concreción del incesto y la desprotección que caracteriza el estilo vincular, determinan lo traumático del ASI en la constitución del self infantil. La explicación en términos económicos que elabora Freud sobre trauma, a lo largo de su obra, da cuenta de una sobrecarga de estímulos internos y externos sin ligadura. Respecto al concepto de trauma acumulativo de Masud Khan (1988), este autor en escritos sucesivos, explica que el mismo se va conformando a partir de experiencias reiteradas de abandono que llevan a la ruptura de la confianza en los vínculos de dependencia infantil; el trauma de la pérdida de funciones parentales de apego y sostén, siguiendo a Bowlby (1958), el concepto de progresión traumática de Ferenczi (1932) referido a la premaduración patológica del niño que ha sufrido agresión sexual llevan a la aplicación de mecanismos de defensa primarios: negación, idealización, identificación proyectiva, escisión. Los contenidos de la fantasía inconciente explican distintas psicodinamias: el descreimiento en ser querido y bien tratado, la búsqueda compulsiva de un objeto consolador donde la sexualización aparece como forma privilegiada y a veces única de relación con el otro; el sometimiento a nuevos hechos abusivos por introyección de una imagen rechazable y culposa de sí mismo o por la fantasía de que esta vez no será abusado sino cuidado, o a la identificación con el adulto agresor como intento de control del objeto persecutorio. A través de la transformación en lo contrario, vuelta sobre sí mismo, compulsión a la repetición, el niño perpetúa en forma activa o pasiva el vínculo abusivo. El sometimiento de un niño a una excitación prematura y continua establece bases para una posible estructuración perversa, sadomasoquista de su personalidad. La clínica de la violencia hacia el niño nos pone en contacto con familias cuyos vínculos intrafamiliares reproducen traumas y carencias en el vínculo con el objeto primario y son expresión de conflictos preedípicos y edípicos no resueltos. Sus miembros organizan defensivamente un sistema familiar caracterizado por la inversión de roles. A propósito de estas consideraciones el amplio desarrollo de la noción de vincularidad ha llevado a la revisión de conceptos que de lo contrario permanecerían “clásicos”, por ejemplo: víctima-victimario, abusado-abusador. Así se recurre a la lógica binaria impidiendo la complejización del tema. Tomando esto en cuenta, comprobamos que los niños están expuestos a los factores psicológicos actuantes en cada grupo familiar en los que están inmersos. Llamamos Grupo Familiar Abusivo Sexual a aquel en el que predomina la vincularidad endogámica.

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VINCULAR ABUSIVO

Se trata de una pareja separada por decisión de la madre, entre otras razones por rechazo del marido a tener relaciones sexuales, un conflicto de larga data. Ya se había establecido un régimen de visitas del padre con los niños; éstos relatan acciones por parte del padre que permiten deducir abuso sexual; por su parte, la madre descubre restos sanguíneos anales en las prendas interiores de su hijito de 7 años. La psicóloga actuante indica a la madre que no los deje ese día pernoctar con el padre hasta tener un diagnóstico más preciso. Ésta, entonces, preocupada y convencida de la conveniencia de tal medida, comenta que pensará “una excusa” a fin de llevar a cabo esta prescripción, tratando de evitar así la conocida violencia de su ex marido. Sin embargo no procede de esta manera, y tiempo después cuando se le pregunta por qué no lo hizo, solo explica que “no podía creer que el abuso, realmente hubiera estado sucediendo”. El Abuso Sexual Endogámico (núcleo conviviente o extendido) nos muestra la complicidad conciente o inconciente entre el perpetrador y otros miembros del grupo familiar. Es un síndrome que contiene un elemento fundamental: el secreto en una relación entre un adulto y un niño mutuamente significativos, cuyo correlato es el incesto. Investigadores de distintas disciplinas acuerdan que el horror al incesto es universal; el psicoanálisis sostiene también que las fantasías incestuosas ocupan un lugar preponderante en el desarrollo psíquico; cuando la organización familiar tiende a la endogamia puede favorecer la consumación de dicho incesto. El acto incestuoso viola la legalidad cultural y familiar, y porque la viola precisa ser atendido tanto desde el campo jurídico1 como desde el campo clínico psicoanalítico; para que quienes rompieron las redes de la ley, desconociendo al Otro, a través de la validación de la terceridad, puedan responder por sus acciones. El concepto de grupo familiar abusivo, entonces, nos resulta una herramienta imprescindible para el diagnóstico y tratamiento, porque no pone la lupa en la persona considerada trasgresora activa como única victimaria. Como el ASI es una de las formas del maltrato, cuando no se hace el diagnóstico de las patologías vinculares puede ocurrir que el riesgo abusivo siga

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Es oportuno aclarar que en el Código Penal Argentino el término Incesto no está tipificado como delito, y la acusación se hace por violación o abuso deshonesto agravado por el vínculo. Como ha dicho el Juez de Menores Dominique Vrignaud (1994) “al rehusarse a nombrar el incesto, el legislador le deja al juez el cuidado de combinar el orden jurídico con el orden moral y cultural”. Su tarea no es simple, no se trata solo de atenerse a un código escrito sino de “leerlo, interpretarlo, y aplicarlo”.

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existiendo – actuado por otro miembro de la familia – como revictimización (el concepto de trauma acumulativo de Massud Khan). Esta revictimización también puede manifestarse como maltrato emocional, por ejemplo como culpabilización: “por tu culpa tuvo que irse X de nuestra casa”, “nos quedamos sin plata”, “por qué no hablaste antes”, ”bien que te gustaba”, etc. Estas formas de revictimización suelen aparecer cuando el develamiento del abuso estalla y opera como un proyectil en el seno de la familia, desencadenando una crisis de alto riesgo para todos sus miembros. Aparecen entonces sentimientos de culpabilidad, vergüenza, temor a la intervención de la autoridad competente, la justicia. Después del develamiento o de la intervención legal, y puestos en la tarea de proteger al niño, diremos que no es lo mismo impedir todo contacto que permitir un mínimo contacto afectivo con el perpetrador, supervisado por un familiar autorizado o trabajador social. Nos oponemos a los llamados tratamientos de revinculación, que suelen ser indicados por la Justicia, antes de que el grupo familiar responsable haya reconocido los hechos y pedido perdón frente al niño, porque como ya dijéramos resta comprobar que no permanezca el maltrato en forma emocional. Uno de los puntos de mayor conflictiva en el abordaje de esta problemática es llegar al diagnóstico-pronóstico para hacer las indicaciones terapéuticas convenientes. Para ello, por un lado es necesario atender lo que dice y lo que calla un niño abusado2 y por otro estudiar la estructura patológica de las personas trasgresoras. En cuanto al testimonio que da el niño, consideramos que se pueden presentar dos situaciones diferentes: si el vínculo temprano le ha proporcionado “confianza básica” (Winnicott, 1965) casi siempre denuncia de diferentes formas la experiencia abusiva de la que ha sido objeto; si fue placentera puede pedir que le sea repetida: “haceme como me hace X” y si fue displacentera: “me arde la cola”; “malo X por lo que me hizo”. Estos son los casos que se observan en niños pequeños, antes de los cuatro años, edad en la que no tienen aún noción clara de la turbulencia familiar que despertarían sus comentarios. En cambio, cuando se trata de un niño en edad de latencia que sufrió carencias afectivas tempranas, puede ocultar hechos abusivos reiterados que conducen a la cronicidad, en virtud de obtener una compensación a estas carencias. También el ocultamiento puede deberse a que ya registra cons-

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B. Cyrulnik sostiene que “la interdicción del incesto no recae solamente al hacerlo, recae también sobre el decirlo. Podemos reconocer inicialmente esta situación en los sujetos incestuados, cuando no pueden denunciar lo ocurrido, pero simultáneamente la encontramos presente en la imposibilidad para escuchar, reconocer y aceptar la existencia del incesto en los adultos… familiares directos, docentes, profesionales de la salud y justicia” (1995, p. 19)

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cientemente las consecuencias dramáticas de su denuncia. (Recordar los ejemplos mencionados como revictimización). En cuanto a las estructuras patológicas de las personas transgresoras, Goldberg-Kuitca (1995-99) las distinguieron, según su preponderancia, en conductas melancólicas y conductas psicopáticas. La conducta abusiva endogámica llamada melancólica suele encontrarse en personas que padecen duelos patológicos por divorcios, enfermedades, crisis económicas o cualquier pérdida vivida como angustia intolerable. Estas circunstancias pueden determinar en un adulto la búsqueda, en el cuerpo tierno de un niño, de una libidinización defensiva de sus propios impulsos autodestructivos que pueden llevar al suicidio. Un ejemplo lo solemos encontrar en consultas de padres sobre sus hijitos abusados por personas mayores (generalmente abuelos), probablemente por reactivación de la angustia de muerte. En estas circunstancias cada miembro de la pareja tiende a absolver a los propios parientes y a proponer como culpables a otras personas próximas al niño. No colaboran en el esclarecimiento del diagnóstico porque no tolerarían descubrir que son sus propios padres los abusadores de sus hijos. La conducta pedofílica psicopática, que denominamos violación no puede ser fácilmente diferenciada del concepto de abuso sexual; sin embargo necesitamos discriminarlos en función del diagnóstico y pronóstico. Se caracteriza por ser un hecho accidental que el niño suele denunciar inmediatamente y así lo hace la familia solicitando intervención policial; los violadores suelen ser adultos desconocidos, o incluso familiares cercanos, sin posibilidad en lo absoluto de consideración por el menor como un otro; predomina secuestro, penetración genital seguida o no de muerte, y puede ocurrir como suceso trágico a cualquier ser indefenso. Por eso, cuando se trata de una violación, la persona trasgresora tiene que ser rápidamente reducida e impedida de todo contacto con la víctima dada su peligrosidad. Así como decimos que la violación es difícilmente previsible, destacamos en cambio que, en general, el ASI puede ser prevenido a través de la difusión educativa, de la intervención del pediatra, etc., porque el riesgo abusivo está previamente instalado al trauma en la estructura psíquica, debido posiblemente a una historia familiar de desprotección (sub y/o sobreestimulación). Esto es lo que debería tomar en cuenta el analista que escucha a un paciente relatar haber padecido abuso sexual e insistir en que ese suceso es el motivo único de sus angustias actuales. Cuando esto ocurre, entendemos que es necesario tener en cuenta que existe un peligro: que también el analista considere el trauma que manifiesta el paciente como original. En este sentido se observaría que puede ser usado por ambos defensivamente, debido a lo intolerable de revivenciar el abandono y la desprotección. Ante esta posibilidad, postulamos que aunque el hecho traumático abusivo haya acontecido

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realmente, en el proceso analítico técnicamente debe ser considerado como si fuera un recuerdo encubridor.

PSICOANÁLISIS EN LA INTERDISCIPLINA ¿Qué sucede cuando en el transcurso de la terapia un paciente adulto manifiesta preocupación por la posibilidad de que su hijo haya sido objeto de un hecho invasivo sexual? ¿O bien, cuando es el terapeuta el que detecta actitudes abusivas sexuales sobre un menor, relatadas por un paciente adulto en su discurso? ¿O cuando es un paciente niño el que relata, dibuja, etc., sin calificarlas, acciones abusivas sexuales ejercidas sobre él? ¿O cuando padres consultan por dudas o convicción? Estas son algunas de las preguntas que dan cuenta de la complejidad de la tarea que se le puede presentar a un psicoanalista cuando el fantasma del ASI aparece en la consulta. Muchas veces, trabajo analítico mediante, nos resulta posible efectuar la prevención para detectar o detener dichas conductas. En otras ocasiones debemos convocar el aporte interdisciplinario por la perentoriedad que exige resguardar la seguridad de un niño. También es posible que adultos responsables ya hubieran efectuado consultas en otras disciplinas antes de recurrir a la consulta psicológica. Son variadas las fuentes de las que proviene la solicitud inicial de diagnóstico o tratamiento, por esto recomendamos tener presente la posibilidad de contar con un equipo interdisciplinario integrado por pediatras especializados, psiquiatras, profesionales del derecho, maestros, trabajadores sociales. Así como la aceptación del maltrato infantil como un flagelo implicó un largo trayecto hasta que se impuso como entidad clínica, la aceptación de la utilidad del trabajo interdisciplinario también requirió de tiempo. Es indudable que cada profesional enfoca su interpretación desde su particular mirada del problema en estudio, pero para evitar confusiones es necesario trazar los elementos básicos para establecer un sistema de trabajo que genere soluciones posibles del abordaje del tema. Un ejemplo de anti-interdisciplina se produce no pocas veces en los casos de abuso sexual con presunción de penetración anal. Se debería solicitar siempre el diagnóstico de los pediatras en estas ocasiones. La dificultad se produce cuando se concluye un informe de la siguiente manera: “fisura anal en hora x y x, compatible con síntomas de constipación, parasitosis, etc.”. No suele figurar: “compatible también con abuso anal”. Esta omisión la efectuaría un pediatra que no trabaja a la luz de la interdisciplina, o sea que no está al tanto de posibilidades de abuso. Otra de las dificultades que muestra la necesidad de la interdisciplina la encontramos en la tramitación de casos en tribunales. A veces se observa REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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que entre los abogados y los asesores de cada una de las partes, que carecen de formación interdisciplinaria, se forman alianzas (conscientes o inconscientes), motivadas por incredulidad, prejuicios, protagonismo y en algunos casos de pensamiento fanático, por deseo a ultranza de lo que consideran preservar la formalidad e intimidad de la familia. En el ejercicio de la tarea del psicólogo, dentro del equipo interdisciplinario, se presenta otro obstáculo: el temor a las posibles demandas de Mala Praxis, ya que los profesionales que hacen los diagnósticos y tratamientos no tienen amparo judicial; por otra parte puede ocurrir que al hacernos cargo de un paciente veamos necesaria la intervención de la justicia para su protección. Si la denuncia no estuviera presentada por los responsables, quedaría como función del psicoterapeuta; si éste no la realiza, se la consideraría una grave omisión imputable al profesional. En informes periciales psicológicos encontramos que los peritos psicólogos forenses o privados no toman como elementos para el diagnóstico material que sería revelador para el psicoanálisis. Las conductas, las expresiones gráficas y lúdicas tienen gran validez según nuestra base teórica, pues contienen comunicación consciente e inconsciente equivalente a un sueño.

VIÑETA CLÍNICA: VALIDACIÓN DIAGNÓSTICA En una sesión diagnóstica (donde estaban presentes la madre y los hijos) se le pregunta a ésta sobre la presencia de los niños durante episodios de violencia con su ex marido. Contesta firmemente que los niños “ni se enteraban porque ya dormían”. Mientras se desarrolla este diálogo con la terapeuta, la hijita dibuja espontáneamente con marcador colorado el contorno de una mujer que segmenta en trozos, a los que luego recorta y pega en otra hoja, donde también añade un recorte previo en forma de bota. La madre había referido anteriormente, en una entrevista individual, que el ex marido la había arrojado al suelo y pateado con una bota. Cuando los psicoanalistas usamos este tipo de herramientas reveladoras, paradojalmente nos encontramos con respuestas de peritos psicólogos que recurren a citas textuales de Freud (sacadas de contexto) donde éste describe cómo los niños “fantasean y fabulan”. Esta secuencia es la más habitual cuando se trata de demostrar que se ha hecho una “falsa denuncia”. También sucede que psicólogos forenses intervinientes en diagnósticos de ASI, suelen tomar llamativamente como prueba negativa de abuso el que los niños corran a abrazar a la persona supuestamente trasgresora cuando, por ejemplo, se ven ocasionalmente en el juzgado luego de meses de separación. Nos dicen entonces: “pero doctora, si Ud. hubiera visto como esos niños corrieron a abra-

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zar a su padre, no insistiría en mantener que fueron abusados”. La respuesta desde el psicoanálisis es: por supuesto que lo quieren y desean verlo y cuánto más pequeños son, más aún, pues se trata de sus objetos amorosos primarios; no tienen idea clara de lo que les sucedió. Muchas veces desean que las acciones abusivas continúen, y las pueden buscar en personas de la familia extendida, ya que así vivencian estar recibiendo el afecto del que carecen. Dentro de esta problemática podemos encontrar con cierta frecuencia falsas denuncias que se formulan en la instancia judicial y que tienen generalmente su origen en situaciones conflictivas de divorcios contenciosos o juicios de tenencia. Debe distinguirse si estas afirmaciones son intencionadas o se trata de informes hechos de buena fe pero que no resultan ciertos. En este sentido, sostenemos que aún si el juez determina que la denuncia era falsa, no es conveniente que se dé por terminado el juicio pues una falsa denuncia es una verdadera muestra de nuevo maltrato emocional sobre el menor y de la disfuncionalidad individual y vincular de los denunciantes. En síntesis, cuando el psicólogo puede accionar en un contexto interdisciplinario, su aporte es fundamental. En el siguiente relato (Berezin de Guiter, 2000) podemos observar cómo surgen dramáticamente algunos de los problemas que hemos descripto.

VIÑETA CLÍNICA: CARENCIAS LEGALES, PROFESIONALES Y SOCIALES QUE OBSTACULIZAN LA PROTECCIÓN AL MENOR. Un cura pedófilo preparaba varones de entre 7 y 9 años para monaguillos en la Provincia de Buenos Aires. En principio se le dictaminó prisión preventiva pero el juicio no prosperó, quedó libre y fue derivado a otra parroquia de diferente localidad. Fue reemplazado por otro párroco. Uno de los niños abusados fue quien develó espontáneamente lo que ocurría a su familia. Reveló que el cura solicitaba masturbación mutua: se hacía bañar por los niños, especialmente se hacía tocar la zona genital; los llevaba de vacaciones a lugares donde pernoctaba con ellos, haciendo que algunos durmieran completamente desnudos con él. Los afectados y sus padres fueron citados por psicólogos forenses. No había datos de investigación pediátrica forense. El cura se declaró inocente y envió una carta a los niños y sus padres, acusándolos de ser objeto de una gran mentira. Algunas familias consiguieron retirar después de cierto tiempo la denuncia; se sabía que el cura atendía las necesidades de los más pobres y también les hacía regalos. Finalmente llegó al juzgado un grupo reducido que sostuvo la denuncia, entre ellos J. y su madre. En esa ocasión J. vió descender de un vehículo policial gendarmes conduciendo púberes esposados y preguntó a su madre “si a él le iban a hacer REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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lo mismo”. La familia de J. estaba compuesta por madre y sus seis hijos y la nueva pareja de la madre. El padre había muerto súbitamente al tener el niño dos años: sufrió un infarto de miocardio, en ocasión de pasear con su hijito a quién llevaba de la mano. Un tiempo después de transcurrido el abuso, ya libres los niños de su vejador, J. comenzó una psicoterapia a cargo de una profesional joven, vecina del pueblo; ésta relató que el abuelo materno, sin previo aviso se presentó antes de la tercera sesión para pedir a la terapeuta (en su nombre y también en el de la madre) que los apoyara para que J. se prepare para ser monaguillo y agregó que ya había convenido con el nuevo cura que entre los dos convencerían a su nieto. El niño, mientras tanto, seguía negándose a pasar siquiera por la vereda de la iglesia. Esto evidencia la modalidad perversa del trato con el niño. La terapeuta era una profesional sin preparación específica sobre el tema, pero supo negarse a los requerimientos del abuelo, lo que no pudo fue localizar un “adulto útil” que preservara a J. de nuevos riesgos abusivos (“familiar autorizado o trabajador social”). Por otra parte, la madre contó que la psicóloga forense al dar por terminadas las entrevistas en el juzgado, le había dicho: “J. está ahora perfectamente bien, no noto nada raro; en el futuro ante cualquier cambio negativo, tráigalo de vuelta”. Esta observación demuestra que la profesional desconocía el concepto de “bomba de tiempo”. En este caso podemos suponer que J. había desplazado inconscientemente la figura de su padre muerto a un Padre (el cura) idealizado. Es posible que buscara depositar su frustrada necesidad de afecto en la figura del religioso. La pérdida precoz de un progenitor se puede constituir en traumática no solo por la importancia que tiene per se, sino por la inmadurez del aparato psíquico para procesarla. Niños que no perdieron físicamente a sus padres también pueden sufrir orfandad psíquica por carencias afectivas básicas. En ellos podemos observar la coexistencia de la aceptación de la irreversibilidad de la pérdida y su desmentida. Leonor Terr (1988) arriesga al respecto que si se pudiera vivir mil años se podría trabajar un trauma infantil, representando la escena terrorífica hasta que no causara más terror. Sin embargo el lapso de vida asignado a una persona no parece ser suficiente. Esta problemática puede avanzar a lo largo de los años sosteniendo una organización psíquica sadomasoquista. Sabemos que cuando un niño es persuadido-seducido, no puede sustraerse a responder con una suerte de complicidad pasiva y luego de explotación activa: en el ejemplo anterior, el cura abusaba de los niños, pero a su vez ellos percibían claramente la dependencia de él, pues registraban la intensidad de la demanda que suele expresar un abusador. En el ASI en todos los casos nos encontramos fundamentalmente con el uso de coacción de un modo explícito o implícito y este es indudablemente un factor central para calificar el acto de abusivo. Aún así, es el niño quien puede

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sentirse culpable y estigmatizado (reacción de J. al ver púberes esposados). La enajenación psíquica profunda en los niños ocurre como una forma de adaptación a las situaciones más extremas, y precisamente el maltrato infantil de cualquier índole constituye una situación de este tipo. También es necesario subrayar que la experiencia de victimización sexual es por un lado igual y por otro diferente de otras experiencias de maltrato. Aunque el abuso sexual involucra una traición emocional y un conflicto psicológico para el niño, la relación con su abusador roza el punto vulnerable de la necesidad del afecto básico para su desarrollo narcisista trófico. La psicopatología del ASI complejiza su comprensión a partir de la descripción de diferentes interacciones familiares construidas desde las historias individuales y las estructuras de personalidad organizadas. Distintos autores han investigado y continúan actualizando las conclusiones sobre el diagnóstico de personalidad de los adultos comprometidos en la concreción de vínculos incestuosos. En nuestro país las nombradas doctoras Goldberg y Kuitca (1995), profundizaron en las características psicológicas de dos cuadros clínicos: el abusador regresivo y el paidofílico compulsivo. Explican que la motivación inconciente que promueve el abuso puede consistir en una situación ocasional impulsivo-regresiva, dentro de un periodo determinado de la vida, hasta una compulsión ritualizada con mecanismos psicopáticos, diferenciándose ambos por el grado de coerción, castigo y perversidad impuesto al niño. Sin embargo, no debe verse al síndrome como un lineamiento inflexible que define y prescribe una percepción limitada de algo tan complejo como el ASI. Así como la elección de tener contacto sexual es consecuencia de motivaciones y racionalizaciones completamente diferentes, las opciones de los menores también son variadas. El síndrome solo representa el común denominador de las conductas y reacciones más frecuentes de las víctimas. El tratamiento psicoanalítico, en tanto se orienta hacia el estudio y modificación de las estructuras patológicas básicas, es el más indicado tanto para los pacientes que presentan disposición al insight de los hechos por ellos cometidos, como de aquellos que los padecieron. Y a pesar de las importantes dificultades que se presentan en el camino, entre los logros de dicho tratamiento uno de los más destacables es la posibilidad del quiebre intergeneracional, condición imprescindible para poder interrumpir la repetición (conductas compulsivas, adictivas, etc.).

PRINCIPIOS BÁSICOS LEGALES PARA LA INTEGRACIÓN INTERDISCIPLINARIA Muchas veces se teme que la intervención de la Justicia complique la situación familiar prohibiendo de inmediato la convivencia en el hogar al preREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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sunto abusador, quien por lo general es el que provee los medios de sustento a la familia, y se identifica a la Justicia como un órgano represor que ingresa a la intimidad del hogar. Sin embargo la intervención de la justicia a través de la denuncia es a veces la única forma de develar los secretos familiares en los abusos y permite de inmediato tomar las medidas necesarias para cuidar la integridad psicofísica de los menores. Las medidas de protección al menor que se toman en el fuero civil son más urgentes y rápidas que en el fuero penal y a través de los informes psicológicos evalúan la verosimilitud del relato infantil.

VIÑETA CLÍNICA: INTERVENCIÓN JUDICIAL INTERDISCIPLINARIA María divorciada de Juan, consultó debido a que su hija Julia de tres años, mientras su madre la bañaba, le dijo: ¿mami, por qué no me “chupas la colita” como me hace papá? La niña, por el régimen de visitas acordado iba a visitar a su padre fin de semana por medio. Se le aconsejó a la madre que suspendiera de inmediato las visitas y se hizo la denuncia en un Juzgado Civil de Familia. El juez suspendió el régimen de visitas y se ordenaron de inmediato las pericias psicológicas a los padres y a la menor. Los informes de los peritos no eran afirmativos sobre si el abuso había existido, pero tampoco se inclinaban por negarlos absolutamente. Eran un ni. Después de un año de que el padre no viese a Julia se inició el contacto pero acompañada por una Asistente Social y en lugares públicos. Después de tres años el Juez ordenó iniciar una revinculación con una profesional especializada en temas de abuso. La madre siempre prestó su colaboración, protegiendo siempre a su hija, apoyando la revinculación. Después de un tiempo prolongado continuaron las visitas con el padre en la casa de los abuelos paternos. Esta viñeta demuestra que dado que las conclusiones diagnósticas muchas veces son dudosas, se hace necesario pensar que si en el ámbito legal figura el término presunción, psicoanalíticamente debe ser utilizado como demanda de mayor investigación. Los jueces civiles de familia tienen competencia por la Ley de Violencia Familiar 24.417/94. La ley establece en su art 1º que “toda persona que sufriese lesiones o maltrato físico o psíquico por parte de alguno de los integrantes del grupo familiar podrá denunciar estos hechos en forma verbal o escrita ante el Juez con competencia y solicitar medidas cautelares conexas”. Cuando hay signos evidentes, el Juez de Familia está obligado por el Código Penal a denunciar los hechos ante la Justicia Penal, pero ello no implica que no pueda ordenar en sede civil las pericias o tratamientos necesarios.

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La justicia penal es la que se encarga de establecer si un delito existió o no, es decir busca al culpable y se ocupa del presunto abusador en tanto los menores son derivados a la pericia forense para completar el diagnóstico y determinar las líneas terapéuticas a seguir. En la ciudad de Buenos Aires los tribunales que intervienen en los casos en que está involucrado un menor como víctima o como autor de un delito, son los Juzgados de Menores; en otras jurisdicciones son los Tribunales de Menores. Ambos fueros: el civil y el penal otorgan a los jueces la competencia en materia de protección de menores y la represión de los padres o autores del maltrato y las agresiones sexuales. La intervención judicial permite contar con la protección inmediata del menor y al agresor asumir la responsabilidad de sus actos. A partir de la promulgación de la Ley de Protección Integral de Los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes Ley 26.061/05, se crea un sistema nacional, provincial y municipal de políticas públicas para la infancia. La normativa de la Ley 26.061 garantiza la efectiva aplicación de la Convención de los Derechos del Niño, instrumento internacional incorporado a nuestra Constitución Nacional (Art75, inc22). En la Ciudad de Buenos Aires, la Ley 114/98 creó las defensorías zonales, como organismos descentralizados del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, que son partes legítimas en las causas judiciales. Las medidas de protección integral de derechos están contenidas en los arts 33 al 38 de la Ley 26.061.

RESUMEN Desde el psicoanálisis aún conocemos poco sobre la estructura psicopatológica de los pacientes que han cometido tratos abusivos sexuales con niños; a través de la experiencia clínica, sí observamos su variedad y gravedad . Consideramos fundamental realizar los diagnósticos, diferenciando entre las conductas violatorias graves, el abuso sexual crónico, y el abuso ocasional regresivo; dado que los cuadros psicopatológicos en general no son puros sino mixtos, la dificultad diagnóstica se basa en que nos encontramos con personalidades disociadas. Trabajamos con la hipótesis de que en el Asi está comprometido un grupo familiar (conviviente) que llamamos Grupo Familiar Abusivo Sexual, en el cual predomina la vincularidad endogámica. Nuestro trabajo clínico nos ha enseñado la importancia de lograr la aceptación del maltrato al niño por parte de por lo menos algunos de los miembros de dicho grupo. Por otra parte los mínimos contactos recuperados con sus objetos significativos, dentro del marco de seguridad, representan para el menor un crecimiento en REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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progresión geométrica para su psiquismo atacado. Nuestra línea de trabajo es la siguiente: una vez que se logró la seguridad del niño o sea que el maltrato ha quedado suspendido, se continúa con la investigación de las posibilidades de reconocimiento por parte de las personas trasgresoras y su disposición a tratamiento. Desde el profesional interviniente, Trabajar con asesoramiento legal es indispensable y puede llegar a evitar intervenciones en lo Penal que aumentarían el daño psíquico del menor. Así como es necesaria, es el área de mayor dificultad interdisciplinaria. Es aquí donde el Psicoanálisis puede ofrecer otra dimensión en la comprensión y aplicación de las Leyes. Los métodos de investigación y las técnicas terapéuticas y preventivas, presentan aún un alto grado de controversia, lo que suele determinar violencia en la interdisciplina. DESCRIPTORES: NIÑO / ABUSO SEXUAL / INCESTO / FAMILIA / LEY / DIAGNOSTICO / CUIDADO / INTERDISCIPLINA.

SUMMARY How to Approach Child Sexual Abuse? Psychoanalysis in interdiscipline In psychoanalysis we still know little about the psychopathological structure of patients who have committed abusive sexual acts with children; through clinical experience, we do observe their variety and severity. We consider it essential to make diagnoses, differentiating between grave behavior in rape, chronic sexual abuse and occasional regressive abuse; since psychopathological clinical pictures are generally not pure but mixed, diagnostic difficulty resides in diagnosing dissociated personalities. We work with the hypothesis that in child sexual abuse (csa) a family (cohabiting) group is involved, which we call Sexually Abusive Family Group in which endogamic relationships predominate. Our clinical work has taught us the importance of achieving recognition of the abuse of the child by at least some of the members of this group. Also, even minimal contact with significant objects, recovered within the frame of safety, means growth in geometric progression for the minor’s attacked psyche. Our line of work is the following: once the child’s safety has been achieved, meaning that the abuse has discontinued, we continue to investigate the possibility of recognition by the abusive persons and their willingness to be treated. For the intervening professional, working with legal counseling is indispensable and may avoid Criminal Court interventions that would augment the minor’s psychic damage. This area is both necessary and also the most difficult to manage interdisciplinarily. It is here where psychoanalysis may offer a different dimension in the understanding and application of laws. Its methods of investigation and its therapeutic and pre-

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ventive techniques still provoke a high degree of controversy, which tends to determine violence in the interdiscipline. KEYWORDS: CHILD / SEXUAL ABUSE / INCEST / FAMILY / LAW / DIAGNOSIS / CARE / INTERDISCIPLINE.

RESUMO Como focalizar o Abuso Sexual Infantil? A Psicanálise na interdisciplina Do ponto de vista da psicanálise pouco se sabe sobre a estrutura psicopatológica dos pacientes que abusaram sexualmente de crianças; mas sim, através da experiência clínica, se observamos sua variedade e gravidade. Consideramos fundamental realizar os diagnósticos, fazendo uma diferença entre as condutas violadoras graves, abuso sexual crônico e abuso ocasional regressivo; tendo em vista que os quadros psicopatológicos, em geral, não são puros senão mistos, a dificuldade diagnóstica se baseia em que nos encontramos com personalidades dissociativas. Trabalhamos com a hipótese de que assim está comprometido um grupo familiar (convivente) que chamamos Grupo Familiar Abusivo Sexual, no qual predomina a vincularidade endogâmica. No nosso trabalho clínico aprendemos sobre a importância de conseguir que, pelo menos alguns dos membros de dito grupo, aceitem que maltrataram a criança. Por outra parte, os mínimos contatos recuperados com seus objetos significativos, dentro do marco da segurança, representam para o menor um crescimento em progressão geométrica para seu psiquismo atacado. Nossa linha de trabalho é a seguinte: assim que se conseguiu a segurança da criança, ou seja, quando o mau-trato foi suspendido, continua-se com a investigação sobre as possibilidades de reconhecimento por parte das pessoas transgressoras e sua disposição em se tratar. Desde o momento em que um profissional intervém é indispensável trabalhar com assessoramento legal e se pode evitar a intervenção da justiça, que só aumentaria o dano psíquico do menor. Como também se faz necessário a área de maior dificuldade interdisciplinar. Aqui é onde a Psicanálise pode oferecer outra dimensão na compreensão e aplicação da lei. Os métodos de investigação e as técnicas terapêuticas e preventivas apresentam ainda um alto grau de controvérsia, o que pode determinar violência na interdisciplina. PALAVRAS CHAVE: CRIANÇA / ABUSO SEXUAL / INCESTO / FAMÍLIA / LEI / DIAGNÓSTICO / CUIDADOS / INTERDISCIPLINA.

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Las diferencias culturales en la sesión. La transferencia lateral. * Silvia Elena Leguizamón

« C’era una certa monotona uniformità nei destini degli uomini. Le nostre esistenza si svolgono secondo leggi antiche ed immutabili, secondo una loro cadenza uniforme ed antica. I sogni non si avverano mai e non appena li vediamo spezzati, comprendiamo a un tratto che le gioie maggiori della vita sono fuori della realtà. Non appena li vediamo spezzati, ci struggiamo de nostalgia per il tempo che fervevano in noi. La nostra sorte trascorre in questa vicenda di speranza e di nostalgie1» Natalia Ginzburg “Le piccole virtù”, 1962

En el presente trabajo intento mostrar cómo diferentes elementos teóricos se entrelazan en el proceso de la cura analítica, y en particular en un caso clínico donde la diferencia cultural entre analista y paciente son utilizados en el campo transfero-contratransferencial para enriquecer el decurso del análisis a través de una transferencia lateral. Comenzaré con algunas citas de Freud sobre la transferencia y la repetición para luego tomar dos puntos importantes de la clínica: la presencia y la singularidad real del analista, y la transferencia lateral. Luego pasaré al caso clínico para finalizar con algunas reflexiones a modo de conclusión sobre la práctica analítica actual.

* 1

[email protected] / Italia “Había una cierta monótona uniformidad en los destinos de los hombres. Nuestra existencia se desenvolvía según leyes antiguas e inmutables, según su propia cadencia uniforme y antigua. Los sueños nunca se hacía realidad, y apenas los vemos despedazados, comprendemos de un solo golpe que la felicidad mayor de la vida está fuera de la realidad. Apenas los vemos despedazados, nos consumimos de nostalgia por los tiempos que ardían dentro nuestro. Nuestra suerte trascurre en esta situación de esperanza y de nostalgia”. Natalia Ginzburg “Le piccole virtù”, 1962.

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EL CONCEPTO DE TRANSFERENCIA EN FREUD En el Epílogo de “Fragmento de análisis de un caso de histeria” (caso Dora) de 1905 Freud nos dice: “¿Qué son las transferencias? Son reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que a medida que el análisis avanza no pueden menos que despertarse y hacerse concientes; pero lo característico de todo el género es la sustitución de una persona anterior por la persona del médico. Para decirlo de otro modo: toda una serie de vivencias psíquicas anteriores no es revivida como algo pasado, sino como vínculo actual con la persona del médico.” Y más adelante nos dice: “(…) son capaces de devenir concientes apuntalándose en alguna particularidad real de la persona del médico o de las circunstancias que lo rodean, hábilmente usada” (p. 101). Luego, en el mismo texto, Freud continúa: “La transferencia, destinada a ser el máximo escollo para el psicoanálisis, se convierte en su auxiliar más poderoso cuando se logra colegirla en cada caso y traducírsela al enfermo” (p. 103). Luego en 1914, en “Recordar, repetir y reelaborar” nos dice que “(…) la transferencia misma es sólo una pieza de repetición, y la repetición es la transferencia del pasado olvidado; pero no sólo sobre el médico: también sobre todos los otros ámbitos de la situación presente. Por eso tenemos que estar preparados para que el analizando se entregue a la compulsión de repetir, que le sustituye ahora al impulso de recordar, no sólo en la relación personal con el médico, sino en todas las otras actividades y vínculos simultáneos de su vida (…)2” ( p. 152-153). Podemos ver que Freud delinea un aspecto de la transferencia que deviene acto fuera de la sesión ya que es imposible para el analista convocar en el análisis y desde su persona real todas las trasferencias posibles que den cuenta integralmente de la vida presente y pasada del paciente. Con lo cual, inevitablemente, queda fuera de la sesión, actuado en transferencias laterales, material inaccesible, pero que a veces se hace sentir en el discurso del paciente y puede ser reconocido como acting en relación al desarrollo del análisis. ¿Por qué digo esto último? Porque ello implica una escisión necesaria frente al despliegue de ciertos aspectos propios que el paciente considera peligrosos para el futuro del análisis y de la relación analítica, implementando una transferencia lateral como mecanismo de defensa y/o como resistencia frente a lo intolerable e intocable que pondrían en riesgo el proseguimiento del análisis.

2.

La cursiva es mía.

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LA PRESENCIA Y LA SINGULARIDAD REAL DEL ANALISTA El analista como nuevo objeto en el campo analítico, al estilo de los restos diurnos en el trabajo del sueño, convoca la repetición de cierto tipo de transferencias en relación a su presencia y desde su singularidad real. Al respecto Winnicott3 en su artículo “Replegamiento y regresión” (1954) nos dice: “si somos conscientes de que la regresión se presenta durante la sesión analítica, entonces podremos afrontarla inmediatamente y de esta manera permitiremos que ciertos pacientes que no estén demasiado enfermos realicen las regresiones necesarias en fases cortas, puede que incluso momentáneamente. Afirmaría que en el estado de replegamiento el paciente sostiene el ser y que si inmediatamente después de la aparición de dicho estado el analista es capaz de sostener al paciente, entonces lo que hubiese sido un replegamiento se convierte en una regresión. La ventaja de la regresión estriba en que lleva consigo la oportunidad de corrección de la inadecuada adaptación a la necesidad en el pasado del paciente, es decir, en el cuidado recibido por el paciente durante la infancia. En contraste, el estado de replegamiento no resulta provechoso y el paciente no ha cambiado cuando se recupera de tal estado4” (p. 348349). Winnicott nos habla de un paciente no demasiado enfermo, y de fases cortas en los procesos regresivos, lo cual forma parte de la práctica clínica con patologías límites donde conviven funcionamientos neuróticos con funcionamientos no neuróticos en un mismo paciente y simultáneamente en la misma sesión. Allí, la presencia del analista se vuelve punto de quiebre en la dinámica de la repetición transferencial, de lo que su persona real desde su singularidad convoca del pasado del paciente (repetición) y desde lo que su persona real y su singularidad aportan al campo analítico como nuevo (pulsionalidad y capacidad simbolizante). Winnicott nos habla de la posibilidad de corregir frente a un nuevo objeto en la transferencia, con lo cual podemos pensar en cómo se puede abrir un espacio al pensamiento, a través de la repetición transferencial, en una reedición modificada del pasado por la presencia y la persona del analista, y así introducir la verbalización simbolizante en el campo. A propósito de la presencia y la singularidad real del analista Marucco y col. (1996) en “La función analítica y [la presencia de] el analista” nos dicen: “(…) la singularidad real se hace evidente en determinado momento por la apoyatura que hace el paciente en ella para destacar una transferencia que resulta extraña. En este sentido la singularidad real del analista será el “ofre3. 4.

Winnicott (1954) habla de replegamiento como distanciamiento de la realidad en la vida diurna y de regresión a la dependencia en vez de a las zonas erógenas. Las cursivas son del autor.

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cimiento pulsional” para que se motoricen transferencias que el analista desconoce (…) Los elementos de la singularidad son nombrados por la transferencia del paciente, o sea que ésta nomina lo desconocido en el analista. (...) la “singularidad real” no alude a la realidad de la conciencia sino a algo que es inconsciente. Por otro lado no puede reducirse a un dato del encuadre o un dato fenoménico (aspecto físico, sexo, edad, hábitos personales, y circunstancias vitales que son independientes de lo que el paciente pone en el analista) ya que eso sería concretizarla demasiado. Esta también se expresa en el modo en que el analista interpreta, en que pregunta, o arma una frase” (p. 739-740). Una visión que nos permite ver la singularidad como un elemento más allá de lo físico y de lo evidente, que implica la subjetividad del analista y aún más, su inconsciente y su arcaico. Una forma de concebir el trabajo analítico que nos permite pensar los aspectos más arcaicos del paciente, redimensionando el análisis y la patología (funcionamiento neurótico / funcionamiento no neurótico). Los autores nos recuerdan que el autoanálisis, junto con el análisis de la contratransferencia, le permite al analista recuperar su función, al reencontrarse con aquello de su historia que podría perturbar su escucha en atención flotante (Racker, 1952), o sea que el autoanálisis le permite liberarse de aquello que lo podría dejar encerrado en su propia historia creyendo que es la del paciente. La singularidad real del analista se constituye en elemento simbolizante en la transferencia que posibilita transformar la repetición del pasado en nueva edición en el presente de la sesión, y dicha “(…) singularidad real se construye en el vínculo (…) en el que coinciden la singularidad real del paciente y la singularidad real del analista en el desarrollo del análisis. “Vínculo” que incluye los objetos de cada uno y el campo en que ambos se encuentran y relacionan” (Marucco, 1996, p. 744). Otro elemento técnico importante a tener en cuenta en lo que respecta al trabajo en la zona de lo arcaico, del funcionamiento no neurótico, es el uso del encuadre, que incluye una cierta tolerancia con respecto a los esquemas clásicos. O sea, el sostén privilegiado desde el encuadre interno del analista, basado en una sólida formación y en un ejercicio constante de autoanálisis, que le permite tener un rol activo desde la realidad de su presencia en la sesión. Ello abre la inclusión de nuevos elementos en el campo analítico, del orden de los señalamientos o actos analíticos (preguntas, llamadas telefónicas fuera de lo que se podría entender como enactment5), que favorecen 5.

Tomo la definición del concepto de enactment que incluye la idea de una actuación de parte del analista dentro de la sesión, a través de la palabra, fuera de la motricidad, una acción sutil que se reconoce en el a posteriori. Se trata de la repetición de una relación

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el trabajo sobre el par construcción–convicción, trabajado por Freud en 1937, en “Construcciones en psicoanálisis”. Jacques Press (2001) habla de la capacidad de tolerar un cierta “souplesse du cadre”, liviandad en el encuadre que Raúl Tebaldi (2009) trabaja ya desde hace muchos años como encuadre flexible. Entonces, un encuadre externo con una mayor tolerancia a la inclusión de lo arcaico del paciente nos permite sostener y trabajar lo que en términos económicos podríamos describir como la cantidad de excitación a la cual el individuo se encuentra expuesto y que lo desborda. Ello lo llevaría a no tener necesidad de echar mano a la desmentida y a la escisión del material traumático intolerable (que nunca tuvo acceso a la representación o al psiquismo, siguiendo el modelo de la neurosis actual de Freud de 1895), lo cual habilitaría por primera vez para el paciente, el despliegue de la problemática subyacente para que devenga conflicto inconsciente en el trabajo analítico. Así se abre el espacio necesario para una pulsionalidad naciente que puede establecer las bases para recuperar elementos que quedaron fuera de los procesos psíquicos bajo los efectos de la negativización de huellas que de alguna manera quedaron inscriptas (como las huellas perceptivas de los Botella, 2001) o tal vez no. Concuerdo con Press (2001) cuando dice que en este tipo de casos la manifestación del funcionamiento psíquico no neurótico cobra sentido en el analista; y es la repetición en el campo de las condiciones en las que una cosa dada no se produjo en la historia del individuo donde hubiese sido el caso que ocurriera. Ello deja un vacío (por exceso o por falta pulsional). Es una significación que no existió, de lo que no sucedió entre el sujeto y sus primeros objetos en los primeros encuentros, que se devela a través de las modalidades de interacción que se reactivan en el vínculo transfero-contratransferencial. Para ello son necesarios nuevos esquemas referenciales, más adecuados a la comprensión de las modalidades precoces de la constitución de la pulsión y de la interacción del niño con sus primeros objetos repetidos en el campo analítico. Y así, desde la modalidad y la cualidad de la interacción contratransferencial, se podrá determinar la actitud terapéutica que permita la instalación de un espacio psíquico en el cual el individuo se pueda pensar.

1. ACERCA DE LA TRASFERENCIA LATERAL Para abordar la temática de la transferencia lateral quiero tomar el artículo de Françoise Coblence y Jean-Luc Donnet (2009) que puntualizan que los

que es aceptada por el analista, quien entra en el rol y actúa el personaje proyectado por el paciente.

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interjuegos de la lateralización se sitúan al límite de la sesión, en los movimientos de investidura y desinvestidura, centrífugos y centrípetos, entre el afuera y el adentro. Agregan que la transferencia lateral aparece como un fenómeno negativo, una resistencia dentro de la resistencia de transferencia a la cual se le sustrae parte de su intensidad y de su fuerza significante. Al fijarla sobre un objeto de la realidad en la lateralización, se opone a la transferencia en la sesión, lo cual la hacía más móvil y apta para ser ligada al objeto interno del pasado, o al fantasma inconsciente. O sea que la transferencia lateral parece pertenecer al orden de las satisfacciones sustitutivas que el principio de realidad a través de la tolerancia a la frustración intenta prevenir. Como resistencia, la transferencia lateral permite evacuar en un objeto externo una parte de la transferencia que resulta insoportable para el paciente. El analista toca un núcleo traumático difícil de elaborar, y el paciente se resiste a revivirlo en la transferencia con el analista, por lo cual escinde y lo deposita en la transferencia lateral, corriendo el riesgo de que quede enquistado y no se vuelva visible para ser trabajado en el análisis. Como defensa contra lo intolerable o contra la desorganización psíquica, la transferencia lateral implica una escisión de la transferencia misma, un medio para mantener una mínima organización frente al exceso y el riesgo de desborde.

2. CASO SANDRA Tengamos en cuenta lo que Freud nos dice sobre la transferencia como repetición de fragmentos del pasado, y a la vez, no sólo como actualización sino también como resistencia a recordar y como repetición actuada dentro y fuera de la sesión. A ello podemos agregar la idea de la singularidad real del analista, como nuevo objeto en la escena analítica, diferente de los objetos internos del paciente, con sus propias particularidades. Con estos conceptos en mente podemos empezar nuestro recorrido por un fragmento del análisis de Sandra, una joven de veintitrés años que vino a la consulta, derivada por una colega por un intento de suicidio. F. Esto sucedió, no sé por qué. Me enojé con mi novio, él estaba borracho y me trató mal, después yo me enojé y le pegué, y cuando llegué a mi casa, sola, me empecé a cortar. (Silencio) En la guardia me dieron unos puntos y llamaron a mi casa. Mis padres reaccionaron mal contra mi novio, no le hablan. A. ¿Y con él cómo siguió la relación? F. Se enojó, me dijo que volvíamos a prueba, me pidió que hable cuando no estoy bien, pero yo no sé qué decirle, no tengo nada para decirle. Me dice que le hablo REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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poco, que no lo quiero. Hice una terapia hace un año porque me obligaban mis padres pero la dejé, sufría de disturbios alimentarios, ahora ya no. De todos modos, como yo sola por mi cuenta antes de que llegue mi mamá, no me siento a la mesa con ellos, me quedó esa costumbre y me voy a mi pieza. Creo que en estos dos años perdí muchas oportunidades. A. ¿De qué? F. Buf … de todo … Cuando entra, veo solamente una pequeña curación en la muñeca izquierda que toca continuamente. Trato de no detenerme sobre este punto para privilegiar la escucha de su historia. Comenta que la doctora de la guardia le pregunta a la madre si últimamente estaba mal, deprimida, a lo cual le contesta que la veía enojada, pero que no podía decirle más nada porque en la casa no hay mucho diálogo, a lo cual el padre agrega, “mi señora tiene razón”. Sandra me comenta: “¡Por dios, que poco tacto!”. Parece que ella estuviera a la búsqueda de una transformación, que con el correr de las sesiones se fue develando como una necesidad de poner palabras a la confusión y abrirse al diálogo, sobre todo a un diálogo interno que podía ser el motivo que la había empujado a iniciar un análisis. Comienza a contar la historia de su vida, pobre de experiencias, caracterizada por el aburrimiento, donde cada vez que le pregunto qué piensa o cómo se siente con respecto a algo que está contando, me responde: ”Mm … nunca me puse a pensar, no sé, ¿sabe qué no tengo idea?”. Y me mira tratando de entender qué espero yo de ella. La siento como si buscara en mí un punto de referencia para tomarlo como propio en un intento de adaptarse a la situación analítica, lo cual comienza a orientarme dentro de un funcionamiento psíquico no neurótico, con ciertos aspectos operatorios6 que se hacen sentir en la contratransferencia. Por ello trato de cuidar lo que le digo, respondiendo para no dejarla en el silencio que fue la constante de su vida, pero tratando de que las palabras no sean intrusión y encierro, otra forma de abandono e invisibilidad. Propongo mis interpretaciones o señalamientos en forma de preguntas que la lleven por el camino de la construcción de un diálogo interno, enriqueciendo su capital pulsional y representacional, para que pueda encontrar lentamente las vías psíquicas que le permitan comenzar a salir del encierro que la llevan al acto sobre todo en el cuerpo. Entiendo 6.

En referencia a la vida operatoria (P. Marty) de la escuela psicosomática de Paris. Dice C. Smadja a propósito del paciente ausente en la contratransferencia como característica de la vida operatoria: “El paciente operatorio es un paciente ausente que agita palabras y actos sin vida. Es como un soñador despierto que, en lugar de alucinar imágenes mentales, actúa una sucesión de automatismos.” (1995, pp 99-107).

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el acto como descarga, consecuencia de la desligadura y el vacío representacional, pura pulsión de muerte; o como vacío pulsional, como la falta de la pulsión misma (Nicolaidis y Press, 1995), una respuesta del funcionamiento psíquico de tipo operatorio (Szwec, 1993). Sandra cuenta que cuando tenía diecinueve años sufría de disturbios alimentarios (por un periodo de aproximadamente dos años) pero no habla de peso o de gordura, solo resalta que tenía las marcas de los dientes en los nudillos por haber forzado el vómito, fijando el hecho no sólo en un trastorno que se juega en el cuerpo, sino también en las marcas corporales que hacen evidente el acto mismo. Se repite en sus relatos el silencio no significante que la envuelve y que no percibe, como tampoco percibía el maltrato y la indiferencia de su novio de ese período. Solo hablando conmigo se da cuenta de lo que me está diciendo y comenta “no lo había pensado, … qué desgraciado!!!”. A esta altura trataba de no hacer interpretaciones sino de hacer preguntas que abrieran el espacio analítico a la reflexión. Podemos unir el periodo de la anorexia, con el intento suicida (que no parece tener una base melancólica, lo cual nos haría pensar en una descarga en el cuerpo) y con los dos episodios de automutilación que me cuenta (uno de ellos en oportunidad de una pelea con el novio, donde se siente impotente, sin salida, y se lastima con las llaves del auto, y uno precedente del que no quiere hablar), y pensarlos como descargas en el cuerpo. Podemos pensar también en la descarga pulsional frente a la dificultad de representación, o en términos económicos, de psiquisización, donde la compulsión a la repetición denuncia un exceso de pulsión no ligada, como dice J-B Pontalis, un demasiado lleno que crea un vacío7, junto a un “vacío de tipo operatorio” (Szwec, 1993, p. 27) por la falla del objeto primario, un objeto que no estuvo presente para el individuo, cuya falta no permitió que la excitación adviniese pulsión (sobre el modelo de la vivencia de satisfacción), proceso de no mentalización o de no psiquisización, que pone en marcha un mecanismo de funcionamiento psíquico no neurótico de tipo operatorio, donde el acto no es descarga, ya que no es producto del exceso pulsional, sino de la adaptación del yo a la realidad. Una situación que sólo es percibida en la contratransferencia como “falta de contratransferencia” según las primeras descripciones de Marty y de M’Uzan (1962), que Smadja llama ausencia del paciente en la contratransferencia como correlato de la sobreadaptación del yo a la realidad debido a la falta de mecanismos psíquicos (desmentalización de Marty y de M’Uzan, 1962) que ponen en marcha las defensas “contra los embates de la realidad” (Freud, 1923), expresándose en la clínica como depresión esencial (Marty y de M’Uzan, 1962, p. 712).

7.

Exceso de pulsión de muerte no ligada, exceso de angustia que se hace sentir como vacío.

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Volvamos al caso clínico, en una sesión Sandra me dice: P. Me aburro cuando llego a casa, y me asusta; envidio a la gente que cuando está aburrida se pone a mirar la televisión y se siente bien. No sé, creo que perdí demasiado tiempo de mi vida hasta ahora. Creo que el trabajo analítico comienza a despertar en la paciente un crecimiento pulsional que la hace sentirse viva pero que a la vez la asusta, al límite entre la ligadura y la desligadura, entre la confusión (lo no- representado y lo irrepresentable) y la falta; entre el exceso de pulsión de muerte develada en los procesos de desorganización, y la falta de pulsionalidad misma, que deja como testimonio la pobreza o muerte psíquica. Después de un par de sesiones aparece un nuevo elemento en el proceso analítico, una transferencia lateral, un objeto externo que me hace pensar en ciertos elementos que se manifiestan en su relato y que faltan en el campo analítico, en relación con un proceso del orden de la pulsionalidad naciente. En otra sesión Sandra comenta: P. Desde que hice el curso de contabilidad no logro dormirme a la noche, tardo un par de horas hasta las doce o la una, y al día siguiente me tengo que levantar a las siete. A. ¿Qué cosa cree que le falte? P. Estar entre la gente, ocupada, el placer, el trabajo, el ir al curso. Primero pensaba que era el calor del verano a la noche, pero ahora ya no hace calor, y sin embargo no logro dormirme como lo hacía antes. Y después siento que de todos modos es un sueño liviano. Me quedo con el celular, en facebook, mirando lo que escriben los otros, o con un amigo, el único que todavía está despierto. A. Era la primera vez que lograba participar en un grupo y se sentía bien con el profesor… Apenas terminado el curso me cuenta con un poco de vergüenza, que en realidad era la primera vez que sentía una cosa semejante. El profesor de contabilidad, un hombre de cuarenta y cinco años, latinoamericano, de quien no sabía nada, la había hecho sentir una atracción sexual que por primera vez ella refería al cuerpo, lo cual la llevaba a reflexionar en cómo no había sentido nada semejante con los novios que había tenido hasta ese momento. P. Sí, mis amigos me dicen que ahora me dedico a los viejos, es una fija, me cargan siempre con lo mismo desde que les conté del profesor. A. ¿Qué la hacía sentir, qué le trasmitía? P. Sobre todo me atrae la gente que tiene una pasión, y que logran comunicarla,

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cuando el trabajo es un placer en lugar de una obligación. Lo interesante es que logran transmitirlo, siempre admiré ese tipo de gente. Pareciera que las cosas comienzan a surgir en su mente por primera vez, como una construcción de la cual se apropia a través de su “convicción” (Freud, 1937), que le permite reconocer trazos de un pasado confuso que descubre con fascinación. Se abre para ella la posibilidad de encontrar en un objeto nuevo, su analista, alguien que le habla, con el que puede hablar y que le permite escucharse, resignificando aspectos de su historia actual y pasada. Pero también la posibilidad de despertar y a la vez de crear pulsionalidad, que la asusta y la fascina, abriendo el camino de la transferencia lateral, fuera del ámbito de la sesión, por miedo a la dependencia del objeto, y a la repetición del abandono y el silencio que forman parte de su vida y contra lo cual se resiste. A. Me llama la atención, era latinoamericano cómo yo... P. (sonríe y sigue hablando). Sandra probablemente vive la pasión por mi trabajo en nuestra diferencia cultural, identificándola como una característica propia de la cultura latinoamericana, que la atrae y que admira, pero que deposita en un objeto externo al campo analítico, donde aparece en el relato de una transferencia lateral que la defiende de desplegar una transferencia erótica con su analista. P. Sé que después de este flash con el profesor tal vez me de cuenta que lo idealicé demasiado, y no puedo ni siquiera imaginar que me mire, de todos modos no creo que pudiera tolerar no estar a su altura. No sabría que decirle, aún si estoy satisfecha de mi vida, no podría estar frente a una persona así. Otra chica no diría lo mismo, no le importaría en lo más mínimo. ¿No sé si se entiende? A. Me parece que Ud. me está diciendo que no es un problema de lo que el otro piense sino que es Ud. la que no lo tolera ... P. Sí, sí. Me preguntaría que podría haber visto en mí. Desde chica pensaba que no sabía qué hacer. Nunca me apasioné por nada, por eso me freno. A. No entendí bien, ¿cómo sería? P. Pensaba que lo que me gustaba hacer no podía hacerlo si no era buena. Siempre traté de evitar apasionarme a cualquier costo. Y ahora sé que no tiene sentido. A. Entonces … P. ¿Por qué uno tiene que ser siempre bueno en lo que hace? A. Cómo el episodio de la bicicleta, tal vez … P. Sí, en casa si uno no sabe, no tiene que hacer las cosas. En esa oportunidad, (le tenían que sacar las rueditas de la bicicleta) mi mamá directamente había dicho que no me enseñaba. Mi papá en cambio probaba, pero enseguida me soltaba y me gritaba tanto que yo me caía contra los arbustos. Después llegó mi hermana (diez años mayor), y sin decir una palabra, me sostuvo y me dejó sola sin que yo REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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me diera cuenta, en cinco minutos salí andando. Lástima que no lo hizo nunca más, y desde que se fue a Suiza (se fue cuando ella tenía ocho años) no nos hablamos más, ni siquiera cuando viene de visita a casa. A – ¿Por qué? P – No lo sé. Ella es distinta de todos nosotros, no se enoja, no grita, siempre controlada, va bien con el estilo suizo. A – ¿Qué recuerda de su hermana? P – Poco. Era como una sombra para mí, no se la sentía, no sé donde estaba. Recuerdo sólo las peleas por la televisión. En esta sesión se ve cómo Sandra comienza a transformar el diálogo analítico en un dialogo interno que le permite comenzar a resignificar algunas vivencias confusionales que la llevan a la idealización más que del analista, del análisis, un espacio que no quiere perder, expresando el miedo a aprender cosas nuevas, a apasionarse, a recordar. Tiene miedo que yo la pueda dejar caer, o gritarle, transformando el análisis en una repetición del pasado. Todavía no se anima a traer lo nuevo al campo, la pasión que nunca le fue permitida, por miedo a la confrontación y a la pérdida. Por eso las escinde en el afuera, en una reedición mejorada, ya que busca una figura masculina con la cual es más fácil descubrir el erotismo, por miedo a quedar encerrada en la relación con una figura materna que la deje sola en el silencio.

REFLEXIONES FINALES En el análisis de Sandra advertimos cómo lentamente se va instalando en la sesión y en la transferencia la repetición de la relación con un objeto que no la miraba y no le hablaba. Lentamente comienza a establecerse un diálogo en el campo que empieza a fascinarla, lo cual me lleva a cuidar mis intervenciones para evitar una sobreadaptación al análisis y a mis palabras (respuesta operatoria). En un momento del análisis aparece una transferencia lateral desplazada en un profesor latinoamericano que despierta en ella nuevas sensaciones del orden de lo pasional. Parece depositar en este nuevo objeto parte de lo que podría ser “la singularidad real” de su analista y la pasión por el trabajo analítico, pero que tiene su contrapartida en su propia fascinación, todavía naciente, a través del descubrirse. Esta pulsionalidad es depositada por ella en el afuera, en la transferencia lateral con un objeto que tiene una característica en común con su analista: ser latinoamericano, un rasgo cultural en el que proyecta la pasión por el trabajo y la excitación pulsional, por lo cual escinde

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sexualidad y la hostilidad en dicha transferencia y la utiliza como resistencia y defensa contra lo intolerable: la sexualidad naciente y el miedo a la dependencia y a la repetición traumática. Pero esto le quita el sueño. De todas maneras, la lateralización de la transferencia le permite seguir disfrutando del trabajo en las sesiones. Trato de favorecer la apertura en el campo que permita, como dice Winnicott (1954), el espacio para el pensamiento del paciente. Tengo cuidado de no interpretar excesivamente frente a aspectos de su discurso que podrían resultar material plausible de ser interpretado, privilegiando la contratransferencia y no la palabra, ya que podría provocar una injuria al yo, y un sucesivo repliegue. Ofrecerme como objeto nuevo en la sesión le permite desde su persona real, transformar el repliegue en regresión, o como dice Green (1993) desde un punto vista pulsional, transformar la pulsión en representación. Ello permite que Sandra disfrute de un diálogo interno en presencia de la mirada del otro. Pero se defiende depositando y escindiendo todavía en acto y descarga lo que siente peligroso de una relación libidinizante que todavía no tolera. Podemos pensar que cuando dice en lugar de “no sé” o “no me acuerdo”, “sabe qué no tengo idea” o, “no lo había pensado”, son indicadores de un deseo de saber, de entender y de comprender que comienzan a tomar forma en Sandra, llegando de esta manera con naturalidad al placer de pensar y descubrirse en su propia vida.

RESUMEN La autora intenta mostrar cómo diferentes elementos teóricos se entrelazan en el proceso de la cura analítica, y en particular en un caso clínico donde la diferencia cultural entre analista y paciente son utilizados en el campo transfero-contratransferencial para enriquecer el decurso del análisis a través de una transferencia lateral. Aborda ciertos conceptos de Freud sobre la transferencia y sobre la singularidad real del analista (Freud, 1905), como nuevo objeto en la escena analítica, diferente de sus objetos internos, con sus propias particularidades. Describe cómo la presencia del analista se transforma en el punto de quiebre dentro de la dinámica de la repetición transferencial, desde lo que su persona real y su singularidad convoca del pasado del paciente (repetición) y desde lo que su persona real y su singularidad aportan al campo analítico como nuevo (pulsionalidad y capacidad simbolizante). Luego aborda el concepto de transferencia lateral. Por un lado como resistencia, lo que permite depositar en un objeto externo una parte de la transferencia que resulta insoportable para el paciente. El analista toca un núcleo traumático difícil de elaborar, y el paciente se resiste a revivirlo en la transferencia con el analista, motivo por el cual lo escinde y lo deposita en la transferencia lateral, corriendo el riesgo de que quede REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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enquistado y se vuelva invisible. Por el otro lado, como defensa contra lo intolerable o contra la desorganización psíquica, como escisión de la transferencia, como forma de mantener una mínima organización frente al exceso y frente al riesgo de desborde. Por último trabaja un caso clínico en la cual pone en juego los conceptos teóricos, haciendo ciertas reflexiones finales sobre el desarrollo de una transferencia lateral apoyada en la singularidad real del analista y las diferencias culturales como sostén de las proyecciones de un pulsionalidad naciente en la paciente. DESCRIPTORES: TRANSFERENCIA / PSICOANALISTA / SITUACION ANALITICA / ENCUADRE / SOSTEN.

SUMMARY Cultural differences in the session. Lateral transference The author tries to show how different theoretical elements get intertwined in the analytical cure process, particularly in a clinical case in which the cultural difference between analyst and patient is used in the transference-countertransference field to enrich the course of the analysis through a lateral transference. The paper deals with certain Freudian concepts of transference as a repetition and as the actual singularity of the analyst (Freud, 1905) is added as a new object in the analytical scene, different from its internal objects and with its own particularities. It describes how the analyst’s presence is transformed in the breaking point within the dynamics of transferential repetition, from what its actual person and singularity summon from the patient’s past (repetition) and what its actual person and singularity bring to the analytical field as new (pulsionality and symbolizing capacity). Then she deals with the concept of lateral transference. As resistance that allows the placement of a part of the transference which turns out to be unbearable for the patient, in an external object. The analyst touches a trauma core which is difficult to elaborate, and the patient resists reliving it in the transference with the analyst, which is why the patient splits it and deposits it in the lateral transference, with the risk of it becoming encysted and then invisible. And as a defense against the intolerable or against the psychic disorganization, as a separation of transference, as a way of maintaining a minimum degree of organization in the face of excess and risk of outburst. Lastly, she works on a clinical case the theoretical concepts are used, making final reflections on the development of a lateral transference which relies on the actual singularity of the analyst and the cultural differences as support of the new pulsionality projections in the patient. KEYWORDS: TRANSFERENCE / PSYCHOANALYST / ANALYTIC SITUATION / SETTING / SUPPORT.

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RESUMO As diferenças culturais na sessão. A transferência lateral A autora se propõe mostrar o modo como diferentes elementos teóricos se entrelaçam no processo da cura analítica e, em particular, em um caso clínico no qual a diferença cultural entre analista e paciente é utilizada no campo transfero-contratransferencial para enriquecer o decurso da análise através de uma transferência lateral. São abordados certos conceitos de Freud sobre a transferência e da singularidade real do analista (Freud, 1905), como novo objeto da cena analítica, diferente de seus objetos internos, com suas próprias particularidades. A autora descreve o modo em que a presença do analista se transforma no ponto de quebra dentro da dinâmica da repetição transferencial, do que sua pessoa real e sua singularidade convoca do passado do paciente (repetição) e do que sua pessoa real e sua singularidade trazem para o campo analítico como novo (pulsionalidade e capacidade simbolizante). Seguidamente, aborda o conceito de transferência lateral. De uma parte como resistência, o que permite depositar em um objeto externo uma parte da transferência que resulta insuportável para o paciente. O analista toca num núcleo traumático difícil de ser elaborado, e o paciente se resiste a revivê-lo na transferência com o analista, e, por causa disso, o cinde e deposita na transferência lateral, correndo o risco de que fique enquistado e se torne invisível. E, de outra parte, como defesa contra o intolerável ou contra a desorganização psíquica, como clivagem da transferência, como forma de manter uma mínima organização face ao excesso e face ao risco de transbordamento. Por último, a autora trabalha um caso clínico e especialmente uma sessão na qual coloca em jogo os conceitos teóricos, fazendo certas reflexões finais sobre o desenvolvimento de uma transferência lateral apoiada na singularidade real do analista e nas diferenças culturais como sustentamento das projeções de uma pulsionalidade nascente na paciente. PALAVRAS

CHAVE: TRANSFERÊNCIA / PSICANALISTA / SITUAÇÃO ANALÍTICA / SETTING

/ SUPORTE.

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Completas, T. VII, Amorrortu editores, Buenos Aires. 1993. (p. 101-102) —— (1914) Recuerdo, repetición y elaboración (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis II). Obras completas, T. XII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1993. (p. 145). —— (1923) El yo y el ello. Obras Completas, T. XIX, Amorrortu editores, Buenos Aires. 1993. (p. 1). —— (1937) Construcciones en el análisis, T. XXIII. Amorrortu editores, Buenos Aires, 1993. (p. 255). Ginzburg, N.: (1962) Le piccole virtù. Torino, Einaudi, 1998. Green, A.: (1993) Après-coup, lo arcaico. En La nueva clínica psicoanalítica y la teoría de Freud: aspectos fundamentales de la locura privada. Buenos Aires, Amorrortu. Marucco, N. y col.: (1996) La función analítica y (la presencia de) el analista. La “singularidad real” en la transferencia. Rev. de Psicoanálisis, 1995, n° 3. (p. 732-747). Marty, P. y de M’Uzan, M.: (1962) El pensamiento operatorio. En Revista de psicoanálisis de la APA, 1983, n° 4. Congreso de Lenguas Romances, de Barcelona, 1962. (p. 712-721). Nicolaïdes, N. Y Press, J.: (1995) Introducción. En la Psychosomatique hier et aujourd hui. Delacaux et Niestlé S.A., Lausanne. Suiza. 1995. (pp. 9-30). Pontalis, J. B., (1977) Entre la rêve et la douleur, Éditions Gallimard, Paris, 1977. (p. 255). Press, J.: (2001) Mouvements de méntalisation-démentalisation, présence de l’analyste et processus de somatisation. Revue française de psychanalyse, 2001, n° 1. (p. 39-55). Racker, E.: (1952) Estudios sobre técnica psicoanalítica. Buenos Aires, Paidós, 1997. Smadja, C.: (2001) El proceso de desdiferenciación del Yo. Hipótesis acerca del funcionamiento de los estados operativos. En Psicoanálisis ApdeBA, 22 (1), 2001. (p. 99-107) Szwec, G.: (1993) Les procédés autocalmants par la recherche répétitive de l’excitation. Les galériens volontiers. Revue française de psychanalyse, 1993, n° 4. (p. 27-51). Tebaldi, R. Muchnik, A. M. y col.: (2009) Small discussion groups. Congreso IPA, Chicago, 2009. Winnicott, D.: (1954) Replegamiento y regresión. En Escritos de pediatría, Paidós ed. Buenos Aires y Barcelona, 1999. (p. 341). [TRABAJO ACEPTADO POR EL COMITÉ DEL CONGRESO DE MÉXICO EN FEBRERO DE 2011]

Viejos y nuevos mitos en la familia. Mitos familiares y mitos sociales. * Roberto Losso y Ana Packciarz Losso

MITOS FAMILIARES Y MITOS SOCIALES Una de las tareas centrales en el trabajo psicoanalítico con familias y parejas es la de explorar, develar y al mismo tiempo interpretar, junto con la familia, el mito que portan. Sabemos que toda familia construye un mito, un relato que muestra y a la vez encubre las vicisitudes de su historia, mito que será producto de una condensación o integración más o menos lograda de los respectivos mitos de las familias de origen. Estamos habituados a explorar el mito como creación grupal, procesada en el curso de varias generaciones, con sus aspectos manifiestos y latentes, con sus versiones que van cambiando más o menos a lo largo del tiempo y por lo tanto, relacionado con la transmisión de los contenidos psíquicos entre las sucesivas generaciones. Algunos de estos mitos son mitos nutricios (Losso, 2001), estructurantes, identificantes, relacionados con el mensaje simbólico de los orígenes, en los que predominan los aspectos positivos, tróficos, de los mensajes míticos, configurando una forma de transmisión que uno de nosotros ha llamado trófica. Es la transmisión de elementos positivos: la continuidad narcisista, los ideales, los valores, las identificaciones normogénicas (García Badaracco, 1990), las modalidades defensivas útiles, las experiencias de separación (la desilusión winnicottiana), historias familiares enriquecedoras, modelos identificatorios “plásticos”, modelos vinculares intersubjetivos, todo lo cual permite el establecimiento de un espacio (transicional) y, por lo tanto, la posibilidad de una discriminación entre los sujetos con el consecuente re-conocimiento de la mismidad del otro. Se trata en este caso de una transmisión estructurante, que implica para los sujetos y el vínculo el soporte plurigeneracional (Kaës et al., 1993) y permite una transformación de los elementos recibidos en el proceso de creación de una identidad individual y también de una identidad familiar, inéditas. Lo que po-

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[email protected] / [email protected] / Argentina. Departamento de Investigación Psicoanalítica de la Familia y la Pareja de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

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sibilita a su vez en cada sujeto la creación de un espacio mental propio, el establecimiento de la colusión psicosomática (Winnicott, 1949) y el desarrollo de las sensaciones de límite del si mismo corpóreo o, como diría Anzieu (1986,1993), la creación de una piel psíquica propia en cada uno, y también la constitución una piel psíquica familiar, que abarcará a los integrantes de la familia, unidos, pero también separados, discriminados entre sí. Otros mitos, en cambio, son mitos alienantes, paralizantes. Aquí, los contenidos se transmiten de una generación a otra sin modificación, configurando una transmisión repetitiva, una repetición transgeneracional (Abraham y Torok, 1978, Losso y Packciarz Losso, 2007, 2008). Lo negativo, lo que no pudo ser contenido o procesado, lo vergonzante, lo transgresivo, lo rechazado, los duelos que no se han podido elaborar, todos estos contenidos son transmitidos por la vía transpsíquica (Losso y Packciarz Losso, 2005). Se imponen en este caso las delegaciones abusivas inconscientes y los sujetos quedan ligados a lealtades invisibles (Boszormenyi-Nagy, I., Spark, C., 1973) con los personajes míticos. Los miembros de la familia se encuentran “forzados” a cumplir con las demandas inconscientes de los antepasados, de las cuales deben hacerse cargo: una forma de violencia transgeneracional (Losso y Packciarz Losso, 2010). Se produce entonces una suerte de desinvestimiento libidinal de la vida propia de la familia, pues deben pagarse los “débitos pendientes” con las generaciones precedentes. Los sujetos deben cumplir con una misión, de acuerdo con el mito familiar, independientemente de sus propios deseos. Desde hace tiempo, los analistas de familia y pareja tenemos en cuenta y trabajamos sobre las consecuencias patógenas de estos mitos cuando se imponen a las familias y las parejas. El trabajo sobre esta dimensión transgeneracional es para nosotros central, y pensamos que no podemos hablar de cambios genuinos en las familias y las parejas si no hemos recuperado, esclarecido y re-significado estos mensajes. En cambio, no estamos tan habituados a tomar en consideración el papel de los mitos sociales.

LOS

MITOS FAMILIARES EN LAS SOCIEDADES CONTEMPORÁNEAS . LOS MENSAJES SOCIALES

EL

PAPEL DE

En las sociedades contemporáneas asistimos a un creciente número de familias y parejas en las que observamos un mayor o menor déficit de la transmisión estructurante – como un déficit del contrato narcisista (Aulagnier, 1975) – un empobrecimiento de la transmisión de los mitos, una falta de mensajes culturales nutricios provenientes de otras generaciones. Y al mismo tiempo, una tendencia a minimizar la importancia de los mensajes tróficos recibidos, a despreciar los modelos y devaluar las tradiciones. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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Ya Pichon Rivière (en Zito Lema, 1976) subrayaba la importancia del ambiente social en la constitución del sujeto, afirmando: “El individuo humano es un ser de necesidades que sólo se satisfacen socialmente, en relaciones que lo determinan. El sujeto no es sólo un sujeto relacionado: es un sujeto producido, o sea la resultante de la interacción entre individuos, grupos y clases” (pág. 107). Entonces, si bien lo social siempre ha jugado un papel, pensamos que en la actualidad asistimos a un debilitamiento de los mitos familiares tradicionales nutricios transmitidos transgeneracionalmente y simultáneamente a una mayor influencia de los mitos sociales en las familias. Se produce como consecuencia un fenómeno paradójico: cada vez lo social nos penetra más y más precozmente, pero esta penetración nos lleva y lleva a las parejas y a las familias a un aislamiento, a un encierro. En nuestros tiempos, lo social nos lleva a lo antisocial.

LA CRISIS DE LOS VÍNCULOS SOCIALES Y SUS EFECTOS Esta mayor influencia de los mitos sociales se produce simultáneamente con las crisis de los vínculos sociales en las sociedades postmodernas, como ha señalado entre otros Kaës (2007), tanto de los vínculos de los individuos con los diferentes componentes de la vida social y cultural, cuanto de los vínculos entre los individuos. Esta crisis se reproduce de algún modo en el interior de la organización familiar, con una perturbación de la organización de los vínculos familiares, de la constitución del sí mismo familiar, de las funciones y roles dentro de la familia. También se niegan, o se desvalorizan, los mitos familiares, en particular aquellos que hemos llamado tróficos, reemplazándolos, total o parcialmente, por mitos sociales “actuales”, los cuales, igualando los individuos y las familias, transforman a los individuos en “no sujetos”, en un “número”, una “monada”, como dicen Revel y Negri (2008) parafraseando a Leibnitz, perturbándose entonces el proceso de subjetivación, con consecuencias no banales en la constitución de la identidad y la integración de las identidades individuales y de los vínculos mismos. Estas consecuencias se hacen sentir fuertemente en la vida de la pareja y de la familia: nos encontramos cada vez con mayor frecuencia con las familias que ya Meltzer y Harris (1983) habían descripto como “familias Casa de Muñecas”. Kaës se ala también un fenómeno de la sociedad contemporánea que contribuye a este hecho: una caída de los garantes metasociales, como los ha llamado Alain Touraine (2000) refiriéndose a las grandes estructuras que funcionan como marco y regulación de la vida social y cultural. Esta crisis lleva asimismo a una crisis de los garantes metapsíquicos que organizan la estructura familiar: leyes de prohibición del incesto y de las diferencias sexual

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y generacional, las identificaciones (primarias y secundarias), las alianzas y los pactos que se van tejiendo a lo largo de la vida, los vínculos “confiables” en los que nos apoyamos. Desde otro punto de vista, Agamben (2003) se ha referido al estado de violencia social permanente que en la actualidad se vive, en lo que ha llamado un estado de excepción, una “guerra civil permanente”, un momento del derecho en el cual, paradójicamente, el derecho es suprimido precisamente “para garantir su continuidad” e incluso su existencia, idea que Agamben desarrolla a partir de conceptos de Walter Benjamin. Este estado de excepción, en el cual el orden jurídico es suspendido, y que debería ser provisorio, se ha convertido en una forma permanente y paradigmática de gobierno, una situación de “totalitarismo moderno” que instaura una suerte de “guerra civil legal” a través del estado de excepción. Estos estados de excepción paradójicamente permanentes contribuyen también a la crisis de los vínculos sociales en las sociedades actuales, lo que pondrá en crisis también los procesos de subjetivación, que son reemplazados por los procesos imitativos (Gaddini, 1981) y la ilusión individualista (Anzieu, 1975)

ALGUNOS DE LOS MITOS SOCIALES DE NUESTRO TIEMPO El mito de la autogeneración: se rechazan las filiaciones y por lo tanto se niegan los orígenes. A veces, el rechazo de la pertenencia a un linaje es un modo de evitar el riesgo de la desilusión narcisista: un intento de no hacerse cargo de lo que las otras generaciones no han resuelto, pero pagando el alto precio de no poder incorporar el bagaje trófico de la transmisión. El mito del consumo y la posesión: la cultura contemporánea induce a una pasión por la acumulación y el consumo, aun para aquéllos que están fuera de la posibilidad de realizarlo. Se acentúa la falta, creando permanentemente nuevas ofertas (objetos y actividades de todo orden) que alimentan continuamente este estado de falta: siempre falta algo. Encontramos muchas veces parejas y familias que, cuando tienen un tiempo libre para compartir, sistemáticamente se sumergen en esas “catedrales posmodernas” que son los shoppings (o centros comerciales) donde el ritual consiste en una permanente e interminable adquisición de objetos y/o actividades con las que se trata de llenar (ilusoriamente) esa falta. El mito del hombre o mujer de éxito: mito del modelo ideal de sujeto, quien la vez debe integrar una pareja de éxito, donde ambos deben ser deseables, mostrarse siempre jóvenes, en línea, permanentemente activos, adquiriendo objetos varios, cuanto más caros mejor... Lo que lleva paradójicamente, (siendo fiel a este mito) a un modo de agruparse que, como dicen Revel y REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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Negri, se caracteriza por su fragmentación, pues la exaltación del consumo, la velocidad, el culto de lo inmediato, pueden llevar a un aislamiento del compañero y de los otros miembros de la familia, a un refugio narcisista, a una subjetividad aislada de los demás, a un no mirarse y confrontarse con el otro (dentro y fuera de la familia) y conectada, en cambio, con pantallas televisivas y de computadoras, celulares y aparatos electrónicos varios, siempre renovados. EI mito del ideal (o de ilusión) individualista (Anzieu, 1975): el ideal de una sociedad de individuos aislados, como un átomo social desprovisto de vínculos. Hay individuos, no hay grupo; la pareja y la familia entonces pasan a ser algo “externo”, pierden importancia como lugar privilegiado del compartir, del erotismo, de la expresión de la ternura. Este mito se complementa con el mito del individuo productor-consumidor (Revel y Negri): el individuo es reducido a una unidad productiva, donde los valores supremos son la funcionalidad y la utilidad, con forma de mónada, “sin puertas o ventanas”, “desarticulado y re-articulado en función de las exigencias del rendimiento y la maximización de los beneficios” (pág. 308). A lo que se agrega el fenómeno de la seriación de esas mónadas, su masificación, su constitución en población indiferenciada y su carácter intercambiable. Sartre (1960) se refiere a la serialidad como el tipo de relación humana en que cada miembro aparece como sustituible por otro, como indiferenciado, un número cardinal intercambiable: se concede al sujeto un status de cosa. Y expresa la alienación del hombre en la serialidad. Cada uno está aislado del otro no por su cuerpo, sino en tanto no cuenta con el otro. Es, dice el autor, una reciprocidad negativa, “la negación... por cada uno de las relaciones recíprocas con los otros” (pág. 38): hay una pluralidad de soledades. Los vínculos tróficos (intra e interpsíquicos) son debilitados, “cortados” o directamente están ausentes. El mito de lo inmediato, de la imagen, lleva a que prevalezcan los modelos de imitación, como ha se alado Gaddini (1981), y no de identificación. Los modelos son los personajes que adquieren notoriedad a través de los medios masivos de comunicación: no son por lo tanto verdaderos modelos inspiradores, sino más bien versiones publicitarias de un estereotipo. El mito de la independencia del individuo como valor casi absoluto, unido al que he llamado mito de la cultura de las tres E (eficiencia, eficacia, economía) (Losso, 2001) y al mito del nivel económico alcanzado como valor supremo, como modo de «medir objetivamente» el valor del supuesto sujeto, son mitos que también están en antítesis con los valores de la solidaridad y del sentido de pertenencia a la pareja, a la familia y al conjunto social. Debemos ser autónomos e independientes, algo que, en definitiva, es un modo de decir estar solos.

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La colonización de la subjetividad por estos mitos puede llevar entonces a caídas de las marcas identificatorias y, por lo tanto, a carencias en el sentido de identidad de los sujetos y también del grupo familiar. Estas carencias son suplidas por mecanismos imitativos, creándose pseudo-identidades. Unión de individuos más que de sujetos, individuos aislados, pero indiferenciados. Entonces, por los mismos motivos, se acentúan los “narcisismos de las pequeñas diferencias” y, en consecuencia, tendremos parejas y familias que se agreden, se acusan, se recriminan, entre otros motivos, para marcar sus diferencias, su autonomía recíproca. Necesitan demostrar (y sobre todo demostrarse) que son autónomos, que son “diferentes”. El mito de los ideales de dominio y control: la idealización del control. Todo lo que escapa al control debe ser descubierto y regulado. Un mito que implica una “bonificación” de la violencia: toda violencia está justificada por la necesidad de control. Aun más: cuanto más dominamos y controlamos personas, propiedades, dinero, tanto mejores somos, tanto más “hombres de éxito”. Los mitos contemporáneos tienden, pues, a negar los orígenes, con la consecuencia de una pérdida de la noción de pertenencia a un linaje y de la conciencia de formar parte de una historia familiar con su pasado y su presente, incluyendo la posibilidad de creación de fantasías de proyección al futuro, más allá de la generación actual. No hay generaciones pasadas, ni generaciones futuras; es el mito de que lo que cuenta es solamente lo urgente, lo presente, el aquí y ahora.

ALGUNAS DE LAS CONSECUENCIAS EN LAS

FAMILIAS Y EN LOS INDIVIDUOS

1) Defectos en la estructuración de los garantes de la vida mental de los sujetos o garantes metapsíquicos. 2) Falta de vínculos internos con figuras en las que se puede confiar. 3) Fallas en los procesos de identificación (en lugar de la cual encontramos la imitación, o la identificación trivial) y en la conciencia de la propia identidad. 4) Falla en los procesos de mentalización (Fonagy, 2000), o de subjetivación, lo que hace que se tienda a pasar a la acción en el lugar del pensamiento. 5) Carencias: falta de funciones que apuntalan al psiquismo, las que Meltzer y Harris (1983) han descripto como funciones introyectivas: generar amor, infundir esperanza, contener el sufrimiento depresivo (y paranoide), pensar. En cambio, encontraremos un predominio de las funciones proyectivas: suscitar odio, sembrar desesperanza y desesperación, trasmitir angustia persecutoria, crear confusión y mentiras. Se tiende a expeler, o a llevar a la acción, lo que es angustiante, a lo que se agrega REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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un predominio de la erotización narcisista (endogamia) con una mayor dificultad a la salida exogámica (Losso, 2001). En síntesis, pensamos que en los últimos decenios se está desarrollando un proceso en el cual progresivamente los mitos fundacionales intrafamiliares (transmitidos a lo largo de las generaciones, a través de la comunicación intergeneracional, y también transgeneracional) se debilitan, pierden cada vez más su fuerza identificante, pudiéndose llegar a las fantasías (no infrecuentes en las familias contemporáneas) de auto-generación, que niegan directamente los orígenes. El “vacío mítico” que se produce en las familias a partir de este debilitamiento de los mitos inter y transgeneracionales es llenado cada vez más por los mitos sociales actualísimos, mitos que, por otra parte, por primera vez en la historia, penetran precozmente, aun en el período preverbal, en la vida de los niños, a través de la pantalla televisiva y también la de las computadoras. No es infrecuente ver cómo niños muy pequeños aprenden a utilizar las teclas que encienden o apagan la TV y otros aparatos electrónicos. Además, los mitos familiares “debilitados” se apoyan en los mitos sociales, convirtiéndose así en versiones intrafamiliares “repetidas” de los mismos mitos sociales.

SOBRE LA CLÍNICA A partir de Pichon Rivière (Losso, 2002), la teoría vincular y, más adelante, la idea de la intersubjetividad llevaron a un cambio en la concepción de lo que denominamos enfermedad mental (aunque preferiríamos hablar de sufrimiento) Después de Pichon muchos autores han contribuido a la concepción de que cada perturbación se origina y se expresa en los vínculos antes que todo intrafamiliares pero también extrafamiliares. Cada patología (o mejor, sufrimiento) es siempre una manifestación de los vínculos; la “patología mental” es por lo tanto, una patología vincular. Convocamos al grupo familiar porque pensamos que en su seno se desarrollaron las dificultades vinculares que llevaron a la aparición de esas manifestaciones que llamamos síntomas. Todos estos fenómenos, y otros, con los que nos encontramos hoy han llevado en los últimos a os a una necesaria revisión de muchos conceptos y prácticas de nuestro trabajo. Hemos aprendido que el psiquismo de los sujetos está mucho menos estructurado y fijo de lo que pensábamos. Hemos abandonado la noción de estructuras psíquicas rígidas: más que con conflictos debemos enfrentarnos con carencias, fragilidad de las defensas, pobreza de la vida de representación y de fantasía. Tenemos que emprender junto con las familias un trabajo de construcción de elementos del psiquismo que

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no pudieron desarrollarse adecuadamente. Debemos rever la afirmación freudiana cuando citaba a Miguel Angel diciendo que el psicoanalista trabaja como el escultor por la via di levare y no la de porre y decir que trabajamos por la via di levare (la represión y otras defensas), pero también debemos utilizar la via del porre. Porre, proveer a la posibilidad de experiencias nuevas, inéditas, modelos vinculares diferentes, respuestas diferentes a comportamientos “anormales”. Pero además hemos aprendido en los últimos tiempos que debemos tener en cuenta cada vez más la dimensión social. Esto significa un desafío para los analistas de familia y pareja. Se nos impone algo “nuevo”: debemos comprender que los sufrimientos en los sujetos y en los vínculos (y los procesos intra e intersubjetivos) no se originan independientemente de la cultura en la cual están inscriptos y de los mitos sociales que los atraviesan. Los analistas también estamos insertos en el mismo ambiente social que las parejas y familias que nos consultan, nos atraviesan los mismos mitos y los mismos mensajes sociales y valores de la época, lo que puede significar una dificultad no menor para nuestro trabajo. Esto obliga a un repensamiento de la comprensión de los fenómenos transferenciales y contratransferenciales del campo vincular terapéutico y de nuestros esquemas referenciales. Por otra parte, si somos concientes de ello, el hecho de vivir experiencias más o menos comunes puede ayudarnos a funcionar en la sesión como esas “otras voces”, la polifonía de voces a que alude Kaës, como necesaria para ayudar a la elaboración de estos sufrimientos. Debemos afrontar estos desafíos con el mínimo de prejuicios posible y valorando lo que encontramos en nuestra experiencia clínica y nuestra reflexión teórica.

RESUMEN En los últimos decenios asistimos a una inédita “plasticidad” de las configuraciones familiares y de los valores subyacentes a las mismas, junto con un proceso por el cual progresivamente los mitos intrafamiliares (transmitidos a lo largo de las generaciones) se han ido “debilitando”, perdiendo cada vez más su fuerza, llegando al caso de las fantasías (no infrecuentes en las parejas y familias contemporáneas) de “auto-generación”: se niegan los orígenes. Este “vacío mítico” es llenado por los mitos sociales actualísimos, mitos que, por otra parte, por primera vez en la historia, penetran precozmente, aun en el período preverbal, en la vida de los niños, sobre todo a través de la pantalla televisiva. También los mitos familiares “debilitados” se apoyan en los mitos sociales, convirtiéndose en versiones intrafamiliares de los mismos mitos sociales, que pueden ser fuente de sufrimiento. Esto significa un desafío para los analistas de familia y pareja, ya que debemos comREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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prender entonces que los sufrimientos en los sujetos y en los vínculos (y los procesos intra e intersubjetivos) no se originan independientemente de la cultura en la cual están inscriptos y de los mitos sociales que los atraviesan. Los analistas también estamos insertos en el mismo ambiente social que las parejas y familias que nos consultan, nos atraviesan los mismos mitos y los mismos mensajes sociales y valores de la época, lo que puede significar un obstáculo para la cura. Esto obliga a un repensamiento de la comprensión de los fenómenos transferenciales y contratransferenciales del campo vincular terapéutico y de nuestros esquemas referenciales. Por otra parte, si somos concientes de ello, el hecho de vivir experiencias más o menos comunes puede ayudarnos a funcionar en la sesión como esas “otras voces”, la polifonía de voces a que alude Kaës, como necesaria para ayudar a la elaboración de estos sufrimientos. Debemos afrontar estos desafíos con el mínimo de prejuicios posible y valorando lo que encontramos en nuestra experiencia clínica y nuestra reflexión teórica. DESCRIPTORES: FAMILIA / MITO FAMILIAR / CULTURA / VINCULO / GENERACIONES / TRANSMISIÓN / SUBJETIVIDAD.

SUMMARY Suffering in families: old and new myths: family myths and social myths. A challenge for couple and family analysts Over the last decades we have witnessed an unprecedented “plasticity” of the family configurations and their underlying values, together with a progressive process by which the intrafamily myths (transmitted throughout generations) have been “weakened” , losing more and more of their strength, reaching the point of fantasies ( not infrequent in couples and contemporary families) of “self-generation”: their origins are denied. This mythical emptiness is filled by the utterly updated social myths which, on the other hand, early penetrate the lives of children for the first time in history, even in the preverbal period, mainly through the television screen Also the weakened family myths lean on social myths, becoming intrafamily versions of the same social myths, which can be a source of suffering. This means a challenge for family and couple analysts, since we have to understand that suffering in subjects and bonds (and the intra and intersubjective processes) is neither independently originated from the culture they belong to nor the social myths which go through them We analysts share the same social environments as the couples and families which come to ask for assistance, the same myths, social messages and values of this time go through us, which may mean an obstacle for the cure. This makes us rethink the understanding of the transferential and countertransferencial phenomena of the thera-

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peutic link field and our referential frame. On the other hand, the fact of sharing similar experiencies can help us function in the session as those “other voices” , the “polyphony of voices” Kaes referred to, as necessary to help the elaboration of this suffering. We have to face this challenges with the least possible prejudices, and giving value to what we find in our clinical experience and our theoretical reflexions KEYWORDS: FAMILY / FAMILY MYTH / CULTURE / LINK / GENERATIONS / TRANSMISSION / SUBJECTIVITY.

RESUMO Antigos e novos mitos na família. Mitos familiares e mitos sociais Nas últimas décadas assistimos a uma inédita “plasticidade” das configurações familiares e dos valores subjacentes às mesmas, junto com um processo pelo qual progressivamente os mitos intrafamiliares (transmitidos ao longo das gerações) foram se “debilitando”, perdendo cada vez mais sua força, chegando ao caso das fantasias (muito comum não casais e famílias contemporâneas) de “auto-geração”: se negam as origens. Este “vazio mítico” é preenchido pelos mitos sociais atualíssimos, mitos que, por outra parte, pela primeira vez na história, penetram precocemente, ainda no período pré-verbal, na vida das crianças, sobretudo através da televisão. Também os mitos familiares “debilitados” se apóiam nos mitos sociais, convertendo-se em versões intrafamiliares dos mesmos mitos sociais, que podem ser fonte de sofrimento. Isto significa um desafio para os analistas de família e casais, já que, então, devemos compreender que os sofrimentos nos sujeitos e nos vínculos (e os processos intra e intersubjetivos) não se originam independentemente da cultura na qual estão inseridos e dos mitos sociais que nos rodeiam. Nós, os analistas, também estamos inseridos no mesmo ambiente social que os casais e famílias que nos consultam, nos rodeiam os mesmos mitos e as mesmas mensagens sociais e valores da época, o que pode ser um obstáculo para a cura. Isto obriga a repensar sobre a compreensão dos fenômenos transferenciais e contratransferenciais do campo vincular terapêutico e de nossos esquemas referenciais. Por outro lado, se somos conscientes disso, o fato de viver experiências mais ou menos comuns pode nos ajudar a atuar na sessão como essas “outras vozes”, a polifonia de vozes que faz alusão Kaës, como necessária para ajudar na elaboração destes sofrimentos. Devemos enfrentar estes desafios com o mínimo de preconceito possível e valorizar o que encontramos na nossa experiência clínica e na nossa reflexão teórica.

PALAVRAS CHAVE: FAMÍLIA / MITO FAMILIAR / CULTURA / VÍNCULO / GERAÇÕES / TRANSMISSÃO / SUBJETIVIDADE.

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Sueños, sexualidad y delirios. Estudio sobre «Gradiva» de Jensen a la manera de un caso clínico. Reflexiones a propósito de las patologías límites * Pola Roitman Woscoboinik

Las formulaciones del último Freud – “Construcciones en el análisis” (1937) y Esquema del Psicoanálisis (1938-40) – junto a desarrollos de René Roussillon (1999) acerca de las patologías identitarias-narcisistas, proveen de elementos para repensar la vida sexual de Norbert Hanold, protagonista del cuento de Jensen, sus sueños, su delirio y, finalmente, la cura por el amor a través del rol que juega Zoe-Gradiva en el encuentro en Pompeya. Por extensión, este planteo lleva a reflexionar acerca del lugar del analista frente a las llamadas patologías de frontera y a otros cuadros que no conforman de entrada una neurosis de transferencia. Nos acercamos al cuento a la manera de un caso clínico, como propusiera Freud mismo en su trabajo. En la interpretación de “esta fantasía pompeyana”, Freud menciona la inclinación de Norbert a erotizar la marcha y el pie de la joven en el friso que descubriera en Roma, sin llegar a constituir una perversión franca. Norbert la ha llamado Gradiva, “la que camina”. Destaca la represión como mecanismo defensivo predominante. Aunque años después, (1915, 1924) señalará con énfasis que la represión en la psicosis – agregamos, también en las patologías de frontera – no presenta elementos comunes con la represión de las neurosis de transferencia. A partir del punto de inflexión que marcan las teorizaciones de Más allá del principio de placer (1920), Freud reformula tópicos metapsicológicos de envergadura. Fundamentalmente, el trauma y su compulsión a la repeti-

*

[email protected] / Argentina El presente trabajo surgió de reflexiones en el seno de un grupo de autogestión de A.P.A. que se reúne semanalmente para profundizar la temática: “Relación pulsión-objeto, a propósito de las patologías actuales”. Está integrado por: Dra. María Ester Hodari; Dra. María Díaz de Pinto; Dra. Marizul Martínez; Lic. Cristina Pascuzzo de García Lema; Lic. Pola Roitman Woscoboinik y Dra. Olga Rudi.

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ción, un nuevo dualismo pulsional, una concepción estructural del aparato psíquico, etc. En la línea que propone nuestro trabajo, destacamos los desarrollos conceptuales de “La negación” (1925) (Verneinung) y dos años más tarde, de “Fetichismo” con la introducción de la noción de desmentida (Verleugnung) y sus efectos, la escisión del yo. En 1927 Freud la relaciona sólo con las perversiones ya que lo que está en juego es el repudio de una percepción intolerable: la ausencia de pene en la mujer. En su base, la amenaza de castración y como solución de compromiso, la formación del objeto-fetiche. Pero a esta noción le esperan desarrollos más abarcativos. Con la apertura al estudio psicoanalítico de las psicosis y más tarde, en contribuciones posfreudianas, respecto a las patologías “límite”1, la desmentida ingresa con mayor amplitud en el cuerpo clínico-teórico del psicoanálisis. Aunque, curiosamente, ya en los albores de sus teorizaciones, Freud describía la defensa psicótica en términos casi idénticos: Existe un tipo de defensa mucho más enérgica y eficaz que consiste en que el yo rechaza la representación intolerable, simultáneamente con su afecto y se comporta como si la representación nunca hubiera llegado al yo. … por lo que al realizar este acto, el yo se desprende también, total o parcialmente de la realidad (1894, p. 269).

De allí que no desconcierten las palabras iniciales de “La escisión del yo en el proceso defensivo”: “Por un momento estoy en la interesante situación de no saber si lo que voy a comunicar ha de apreciarse como algo hace tiempo consabido y evidente, o como nuevo y sorprendente. Me inclino, empero, a creer lo segundo” (1938, p.275). En 1937, en “Construcciones en el análisis” reafirma los dos grupos de defensa fundamentales: el rechazo de una exigencia pulsional del mundo interno y la renegación de un fragmento del mundo externo real. En nuestro personaje se entrelazan los dos tipos de defensas. Más aún: en relación al delirio histérico, precisamente este “caso”, Freud conjetura vicisitudes traumáticas muy tempranas, vividas antes de la adquisición del lenguaje, en la pre-historia del sujeto. El delirio contiene un fragmento de verdad histórico-vivencial (…) que nos lleva a suponer que la creencia compulsiva que halla el delirio, cobra su

1 Destacamos a partir de Ferenczi, a Anzieu, Green, Roussillon entre muchos otros. En nuestra comunidad psicoanalítica, a Baranger, Paschero, Marucco y otros. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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fuerza, justamente de esa fuente infantil (…) las formaciones delirantes de los enfermos me aparecen como un equivalente de nuestras construcciones... Intentos de explicar y restaurar que, es cierto, bajo las condiciones de la psicosis, sólo pueden conducir a que el fragmento de realidad objetiva que uno desmiente en el presente, sea sustituido por otro, que uno había desmentido en la temprana prehistoria”… (P 269). Todo lo esencial se ha conservado, aún lo que parece olvidado por completo está presente, de algún modo y en alguna parte, solo que, soterrado, inasequible al individuo (P. 262).

Se pregunta también si el olvido no se conectará con el sepultamiento de la huella mnémica. En el caso de Norbert, ¿cuál es el fragmento del delirio que contiene ese fragmento de verdad histórico-vivencial, ya antes desmentido en la prehistoria de su vida? ¿Cuáles sus desfiguraciones, para poder entenderlo y resituarlo? Más aún: en el estudio del cuento, Freud expresa que “es probable que ese delirio tenga en su interioridad unas raíces de las que nada sabemos y a nosotros nos faltan” (P.16) de su estudio sobre “Gradiva”. Proponemos con Roussillon que cuando Freud hace alusión a lo petrificado, lo soterrado que retorna en el delirio de Norbert, apunta a lo desmentido y escindido en su yo, a todo lo que le fue imposible tolerar en su temprana infancia, no sólo por las circunstancias traumáticas en sí mismas, sino por el estado de su aparato psíquico, antes de la adquisición del lenguaje. En efecto, Roussillon expresa en “Situaciones límites transferenciales” (1999-2007): “En el delirio se activan alucinatoriamente las huellas de la zona traumática primaria. La percepción es alcanzada por el retorno alucinatorio y el preconsciente se desorganiza intentando dar un sentido actual a aquello que, desde adentro, lo vuelve a invadir por la descomposición del clivaje”. Ese núcleo de verdad histórico-vivencial en nuestro personaje, ¿será una historia de amor, separación y muerte con los objetos primarios?¿contendrá experiencias acumulativamente traumáticas que retornan, coincidiendo con el renacimiento de su sexualidad, después de la muerte del padre y del descubrimiento del friso en su primer viaje a Roma? Conjeturamos, en función de numerosos indicios, la imagen de un Norbert-infans inmerso en la vivencia de una angustia profunda de desmoronamiento, la que Winnicott denomina “verdadera agonía” (1963), reflexiones que lo llevarán a diferenciar entre las patologías del ser y las patologías del tener. Estas nociones encuentran filiación en conceptualizaciones de Green (1984) acerca de la función objetalizante versus desobjetalizante de la pulsión, Eros y Tánatos.

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ACERCAMIENTO A LA COMPRENSIÓN DE LOS SUEÑOS ENTRAMADOS CON EL DELIRIO Referir la importancia del sentido de los sueños, tanto en la clínica como en la investigación psicoanalítica, resulta algo obvio. Sin embargo, muchas veces nuestra praxis parece olvidarlo. El análisis de sus propios sueños por parte de Freud constituyó un pilar fundamental en los orígenes del psicoanálisis. Consciente del corte epistemológico que implicaba la interpretación de los sueños y su concreción en Die Traumdeutung, le preguntaba a Fliess, aunque investido, al mismo tiempo, de una gran convicción: “¿Crees tú, por ventura que en la casa alguna vez se podrá leer una placa de mármol: Aquí, se reveló al Dr. Sigmund Freud el 24 de Julio de 1895 el secreto de los sueños” (1900, p. 457-8). Ya Heráclito, muchos siglos atrás había expresado: “todo hombre despierto habita un mundo común, pero cuando sueña vive su mundo más auténtico”. Y en un Ensayo sobre los sueños, Joseph Adisson, citado por Borges, (1977, p. 7) señalaba en 1712: “Cuando el alma humana sueña, desembarazada del cuerpo, es a la vez, el teatro, los actores y el auditorio… se traslada a diez mil escenas de su propia creación”. El cuento de Jensen relata tres sueños de Norbert. Son la clave para la comprensión de su patología, sus manifestaciones y las circunstancias de su recuperación. Asimismo, para reflexionar acerca del resurgimiento de una sexualidad que había sido “sublimada” con una dedicación exclusiva al estudio de objetos de arte de la antigüedad clásica. Se amalgaman ensueños y fantasías diurnas, creencias arraigadas y conocimientos arqueológicos. Y aunque en un primer momento nuestro personaje pareciera diferenciar sueño de vida real, ésta se irá tiñendo, confusamente, con referencias que conformarán su delirio. Entre los tres sueños hay un hilo conductor, desde las primeras fantasías hasta la “cura por el amor”. “Nuestro caso clínico – señala Freud – podría desembocar en una historia de amor, pero no es lícito menospreciar el amor como potencia curativa del delirio…” (p. 19). El primero de los sueños tiene por escenario a Pompeya con Gradiva como protagonista, el día de la erupción del Vesubio, por lo que asiste a la muerte de la doncella; el segundo, iguales circunstancias pero los protagonistas son una pareja de enamorados: el Apolo de Belvedere y la Venus Capitolina; el tercero, nuevamente en Pompeya, pero no ya convulsionada, sino en una jornada común. Se encontrará entonces con una Gradiva llena de vitalidad, sensual, tomando sol y cazando lagartos. Antes del tercer sueño, que resultará verdaderamente liberador, han mediado dos encuentros con Zoe/Gradiva-rediviva. Utilizamos, a modo de asociaciones, referencias del relato mismo. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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PRIMER SUEÑO (SOÑADO EN ALEMANIA) Se hallaba en la ciudad de Pompeya, precisamente el 24 de agosto del año 79, día de la tremenda erupción del Vesubio. El cielo envolvía a la ciudad condenada a la destrucción en un sombrío manto de humo. Las ardientes llamas del cráter eran la única luz que permitía percibir uno que otro objeto en medio de un resplandor rojo de sangre; todos los habitantes, perdida la cabeza, presos de un terror desconocido, buscaban su salvación en la fuga, solos o en confusas avalanchas. Los “lapilli” y la lluvia de cenizas caían alrededor de Norbert pero, como ocurre milagrosamente en los sueños, no era alcanzado por ellos, así como tampoco le impedían respirar los mortíferos vapores de azufre que sentía en la atmósfera. Se encontraba en el lindero del Forum, cerca del templo de Júpiter, cuando de súbito, vio a Gradiva frente a él, a escasa distancia. Hasta ese momento, el pensamiento que pudiera estar presente no se le había ocurrido ni por asomo y sin embargo, ahora, le parecía sumamente natural. Gradiva, siendo pompeyana, vivía en su ciudad natal y sin que ello le causara extrañeza, era contemporánea suya. La reconoció a primera vista, comprobando que el relieve era perfectamente exacto, hasta el menor detalle, aún el de su paso… Atravesaba, con paso flexible y tranquilo, el embaldosado del forum y se dirigía hacia al templo de Apolo, con una serena indiferencia por cuanto la rodeaba… Parecía como si, absorta en sus pensamientos, no se diese cuenta de la fatalidad que se cernía sobre la villa. …. Y, con la idea de que la realidad viviente de la joven iba a desaparecer pronto trataba de grabar profundamente su imagen en la memoria. Pero de súbito, se le vino a la mente la idea que si ella no emprendía una rápida huída iba a ser víctima de la catástrofe general y, un violento terror le arrancó un grito de alarma. Ella lo oyó pues volvió la cabeza hacia él…. Y sin prestarle mayor atención reanudó la marcha. Su rostro palideció como si se hubiera convertido en mármol…. Continuó la marcha hasta el pórtico del templo se sentó entre las columnas, sobre una grada y reclinó la cabeza. Precipitándose hacia ella…. estaba tendida sobre la ancha grada… Así recostada, parecía dormir pero ya no respiraba. Era evidente que los vapores de azufre la habían asfixiado. … Sus rasgos expresaban una calma sobrenatural … pero fueron haciéndose cada vez más vagos a medida que el viento arrastraba la lluvia de cenizas … hasta los últimos vestigios del semblante y que terminó de cubrir totalmente el cuerpo bajo un uniforme revestimiento … (p.21-24)

Ha sido una verdadera pesadilla. Al despertar, Norbert tarda en recuperarse y, confundido, sólo atina a contemplar el bajorrelieve en su gabinete. Recién entonces, concibe que es “un monumento funerario en el que el artista había conservado para la posteridad, la imagen de una mujer que había abandonado la existencia en muy tierna edad” (p. 27). Al igual que los favoritos de los dioses.

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Lo soñado pasa a ser una convicción. Escucha el canto de un canario enjaulado en la casa lindera y, asomado a la ventana, cree ver a Gradiva caminando. Corre a la calle en ropa de dormir. La burla de la gente lo trae a la realidad y, ya de vuelta, recuerda que el rostro de la joven no le es desconocido: tiene algo de familiar actualidad. Se compara al canario cautivo. Hay barrotes en su vida que hasta ese momento no ha podido derribar. Le falta algo… no atina a saber qué. Preguntamos: ¿ser dueño de su deseo y poder vivir su propia vida? ¿liberarse del encierro en la ciencia y permitirse renacer a su sexualidad en el vínculo con una mujer? A nivel manifiesto, el sueño trae una fantasmática desplegada durante su rumiación obsesiva acerca de la joven del friso. Lo ha impactado y enamorado, cree que sólo desde la perspectiva arqueológica. Había vivido con alegría el hallazgo de una copia en Alemania. La situación nos ubica en un espacio/tiempo histórico regresivo: su temprana infancia, tapada por cenizas, piedras y humo. ¿Figuración de su amnesia y acallamiento de empujes pulsionales que estallan en este momento? ¿Referencias a traumas arcaicos que tiñeron el vínculo con su madre? ¿Habrá muerto tempranamente? ¿Y/o habrá tenido características muy especiales, como traducen elementos de este sueño y de la trama argumental de su delirio? Imaginamos una mujer en un estado depresivo intenso, sin lugar en su psiquismo para pensar al hijo; una “madre muerta”, en términos de Green (1983) y que, en un encierro narcisista, no pudo instrumentar una miradaespejo para el niño. Lo sepultado en Pompeya parecería aludir a una desmentida de esas experiencias tempranas y su escisión/clivaje. ¿A quien representa Gradiva? En el sueño la observa maravillado, dotada de un movimiento seductor pero, al mismo tiempo, inmóvil, indiferente, rigidizada en el mármol. ¿Por qué el nombre de Gradiva? Jensen comenta que se inspira en Gradivus, dios de la guerra, “que marcha al combate”. ¿Será el mismo Norbert en lucha para recuperar una vida más humana? ¿Y/o el pedido a una mujer para que lo conduzca y guíe en esa lucha contra sus inhibiciones? Luego sabremos que su amada se llama Zoe Bertgang, que en alemán significan “Vida” y ”La del andar resplandeciente”, respectivamente. Al descubrir el bajorrelieve lo había seducido la posición del pie posterior y el “caminar” de la imagen. ¿Indicios de una historia sexual infantil teñida con amenazas de castración, que lo lleva a erotizar el pie erguido, origen de esta cuasi-fetichización? También es lícito pensar si esta erotización será el señuelo para emprender la salida de su encierro y su renacimiento pulsional. Hasta entonces el sexo femenino había sido sólo una entelequia representada en el bronce o el mármol. A partir de ese momento, le atrae observar con curiosidad los pies femeninos comprobando que son “diferentes” a los masculinos. En el reconocimiento de Gradiva, primero una convicción, se van perREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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filando esbozos de su delirio. En el sueño, Norbert es su contemporáneo y debe salvarla, aunque percibe su lejanía y una mirada ausente. Cuando finalmente se acerca, yace sin vida, recostada en la escalinata, cubriéndose de cenizas. Todo cae y se desmorona. ¿Él mismo, soterrado? Sin embargo… el Vesubio está en plena erupción y sus llamas rojas dominan el escenario del sueño. Irrupción violenta de una sexualidad que empieza a resplandecer. Aquí, vuelta de lo reprimido ligado a la erotización de objetos inertes. Históricamente, vivió la privación y el anhelo de amor de una mujer/madre. También él ha estado “muerto” para el amor humano, carnal. Es un sueño traumático, expresión de “un más allá”…, con una vivencia de angustia extrema. Aún así, se va perfilando el deseo por un encuentro salvador.

SEGUNDO SUEÑO Soñado en Roma, Norbert se siente contrariado por la presencia de recién casados que encuentra por todas partes. De nuevo se vio transportado a Pompeya en los instantes de la erupción del Vesubio. Una revuelta agitación reinaba a su alrededor; hombres en fuga se atropellaban a su lado y, de pronto, vio al Apolo de Belvedere en el momento de alzar en sus brazos a la Venus Capitolina. La llevaba y depositaba en un lugar oscuro, que parecía disimular en su sombra, algún objeto. Tal vez el coche o carro que iba a conducirla, pues dejaba escuchar un ruido de rechinamiento. Este episodio mitológico no extrañaba mucho al joven arqueólogo, sino que lo único digno de atención era que la joven pareja no hablaba en griego sino en alemán y que poco después, en estado casi consciente los oyó decir: “Mi adorable Greta” “Mi incomparable Augusto”… Luego, el sueño se transformaba por completo. En torno del soñador, el reflejo de las llamas era reemplazado por la luz cálida del sol…. Y las ruinas de la ciudad sepultada se transformaban en un lecho de sábanas blancas alumbradas por los dorados rayos del sol… (p.48-49).

Este sueño, que se presenta como continuación del anterior, tiene en lo manifiesto significativos restos diurnos. Antes de dormirse había escuchado, a través de la pared de su habitación, los arrumacos de una de esas parejas, una “Greta” y un “Augusto”, como los llaman en Alemania: “Me gustas más que el Apolo de Belvedere” “Eres más bella que la Venus Capitolina”2 2 Apolo, Dios de gran belleza y fuerza armónica. Representa al sol. El Apolo de Belvedere, (Praxiteles) fue hallado en las ruinas de Ancio y colocado luego en los jardines del Vaticano. Venus: diosa del amor, la belleza y la fertilidad. En algunos textos se consigna que presidía

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De nuevo, el escenario es Pompeya bajo la erupción. Apolo toma en sus brazos amorosamente a Venus. ¿Figuración de la escena primaria? También está la muerte en la oscuridad: un carro – ¿mortuorio? – que los espera y en el que Venus será depositada. Finalmente, todo se convierte en un lecho de sábanas blancas iluminadas. Esta transformación desde lo catastrófico hacia lo erótico ¿será expresión de un incipiente cambio? Norbert se despierta en medio del resplandor. Ya no se siente tan angustiado y la figura femenina deja de ser siniestra. Las manifestaciones de erotismo, lo deseado/temido, aparecen con mayor permisividad y se irán acentuando progresivamente. Con todo, vuelve a sentir que algo le falta. Apresurado, emprende el viaje a Nápoles donde tampoco se detiene: a su alrededor, nuevamente parejas de recién casados. En el trayecto a Pompeya, se deleita con la naturaleza que renace. Finalmente llega… pero acá… pululan moscas insoportables. Las compara con esos “Augustos” y “Gretas” que tanto rechaza. Pensamientos sexuales, su propia excitación que concibe como algo deleznable y sucio. “Perturban, paralizan en el hombre la inteligencia, los sentimientos”… “Solo el ansia diabólica de atormentar” (p.62). Con todo, comienza a dudar si las moscas estarán fuera o dentro de él mismo. Entonces, ¿representarán también huellas mnémicas que no han encontrado ligadura, a la manera de elementos “beta”, que no pudieron ser metabolizados, transformados? Visita la villa recuperada de las cenizas. Allí encontrará a Gradiva-Zoe. Es al mediodía, hora en que los muertos despiertan. ¡Naturalmente, no es para asombrarse, si Pompeya es donde se la imaginó! Todo concuerda con su convicción. El delirio, entonces, se conforma. La alcanza y conversa con ella: aparecen sus ideas delirantes por lo que Zoe-Gradiva, asombrada, se retira. Norbert, alcanza a preguntarle si volverá al día siguiente. El encuentro se repite y la actitud de Zoe, tomando primero el rol de Gradiva y tratando de acompañarlo en sus manifestaciones delirantes, será esencial para la recuperación de Norbert. Es como si Zoe fuera trabajando, poco a poco, con el Yo de nuestro personaje y su sentido de realidad y lo desmentido-escindido empezara a resurgir, como Pompeya. Reflexiona: al final, la ciencia es sólo una tía vieja y aburrida. Algo momificado que no permite aprehender las cosas con el alma. Todavía teme, ¿qué puede pasar si sacude una mosca de la mano de Gradiva? ¿encontrará un vacío? ¿una mano real? Las dos posibilidades lo aterran. Sin embargo, ¡cómo desearía que Gradiva-Zoe no estuviera muerta!

todos los placeres y sus fiestas podían llegar a ser obscenas. Venus Capitolina; Una de las más célebres, emplazada en el Museo del Capitolio en Roma. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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En el albergo donde se hospeda encuentra a la pareja ya conocida de enamorados. Con sorpresa, ahora no le inspiran rechazo sino gran simpatía.

TERCER SUEÑO En Pompeya, después de dos encuentros con Zoe. En alguna parte estaba Gradiva tomando el sol y provista de un lazo de hierbas con un nudo corredizo para capturar un lagarto, al mismo tiempo que decía: “No te muevas, te lo ruego; mi colega tiene razón, el procedimiento es en verdad bueno y lo he aplicado con todo éxito”. Mientras sueña se da cuenta de lo “disparatado” del mismo. Lo despierta el grito de un pájaro (¿alucinado?) que levanta vuelo llevándose el lagarto en su pico (p.144-145).

Aparecen restos diurnos: el cruce en la tarde anterior con un zoólogo, en realidad, padre de Zoe que le enseña el procedimiento para cazar lagartos: debe esperar que salgan entre las grietas de las piedras. También lo impresiona como alguien familiar. El lagarto, ¿representará su sexualidad, escondida entre sus propias rocas? Recordemos también, que en las primeras fantasías imaginaba a Gradiva, “ahuyentando lagartijas”, único signo viviente. Y cuando la distingue en el sueño, junto a ella hay un gran lagarto que corre libremente. Está la diferenciación sexual expresada a través de los reptiles. Además, ese “fino lazo de hierbas”, ¿representará la aspiración de Norbert de ser cazador/cazado” por Gradiva-Zoe? A la mañana siguiente y preparándose para un nuevo encuentro, ya no lleva flores blancas, de muerte y olvido, sino rosas rojas, inspirado en la “Greta” conocida que las luce en su corpiño. Un elemento se agrega, todavía, a su delirio: el prendedor que compra como antigüedad. Conjetura que es un regalo de un enamorado a Gradiva. Se angustia y, al mismo tiempo, se enoja. Decide penetrar por el Ingresso, no clandestinamente, como las otras veces. ¿Será dar legalidad a sus impulsos para penetrar el cuerpo femenino? En el largo relato del tercer encuentro aparecen numerosos indicios de su recuperación. No sólo percibe una Zoe alegre, vivaz; también asocia el significado de su nombre con el dado a Gradiva. Evoca la atracción por su antigua amiga de juegos. Su amnesia comienza a disiparse, dejando aflorar amor y sexualidad. Pensamos que estos sueños, al igual que en nuestra clínica, facilitan la comprensión de cómo traumas tempranos, escindidos por una primera desmentida y luego por desmentidas sucesivas, obran como génesis de patologías fronterizas severas.

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En Norbert, como en algunos de nuestros pacientes, la percepción de realidades históricas, penosas y difíciles de elaborar, fueron repudiadas con la secuela de un empobrecimiento yoico. Secundariamente, instrumentalizó la represión de su sexualidad, organizando su vida en el culto hacia objetos de arte.

OTROS INDICIOS DEL CUENTO QUE AVALAN NUESTRAS CONJETURAS Ya destacamos algunos indicios. Enfatizaremos otros que apreciamos fundamentales: No hay referencia alguna a la presencia de la madre. Sí la mención a la muerte del padre en plena adolescencia, condicionando una soledad que acrecienta el aislamiento. Gradiva está dotada de un movimiento seductor, pero absorta en sus pensamientos, indiferente a lo que pasa a su alrededor. Por último, adquiere la inmovilidad de la muerte. El énfasis en la reconstrucción de la vida de la joven y la fascinación por su cuerpo y andar. ¿Transferencia del erotismo por el cuerpo materno y sus enigmas? Las vestiduras lo ocultan… pero a la vez, lo destacan. Sólo dejan ver sensualmente sus pies, en una posición que se transforma en condición de amor, a la manera de “objeto virtual” (Marucco,1998). La total dedicación de Norbert al estudio de la arqueología remite a personajes de otras épocas y a ciudades, algunas desaparecidas y otras, en ruinas. Se ha apartado de la vida social, propia de los jóvenes, y se ha negado a fantasías sexuales que primero han sido reprimidas por su carácter de incestuosas y luego, desplazadas a la ciencia.3 Conjeturamos si esa dedicación será el cumplimiento de deseos de padres narcisistas, base de la conformación de un ideal del yo tiránico y asfixiante. La amnesia total de vicisitudes de su vida infantil, en especial, el reconocimiento de Zoe, y de la relación entre ambos. Todo había caído en el olvido. La borra de su mente y la abandona ¿temiendo ser nuevamente abandonado? Una de las “defensas paradojales” que se repiten en el relato. Ese descubrimiento del florecer de la naturaleza en primavera ¿figurará el renacer de su sexualidad, excitado frente a las parejas? Con todo, en ciertas situaciones reconoce vestigios de contemporaneidad: la visión de Zoe en la calle después del primer sueño es Gradiva pero su rostro le resulta familiar. También, ya en Pompeya, la del zoólogo cazando la3 Aunque… no olvidemos que Freud habla de la tarea analítica como una arqueología. El objetivo: ir a los fundamentos del psiquismo en el paciente. En nuestro caso, de Norbert Hanold. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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gartos. La técnica de “caza” que le trasmite ¿representará la autorización paterna, su propio padre, para entablar relaciones con una mujer?

ANÁLISIS DEL PROCESO DE PENSAMIENTO DE NORBERT Pueden apreciarse etapas sucesivas a partir del descubrimiento del friso: La obstinada admiración por Gradiva lleva a Norbert a configurar una fantasmática, plena de detalles de su vida. Cuenta para ello con sus conocimientos de la antigüedad. Después del primer sueño, esas fantasías toman el carácter de convicción: Gradiva había vivido en Pompeya y muerto en el año 79, cuando la erupción. Planifica un viaje que lo llevará a Roma-Nápoles-Pompeya. Curiosamente, “ha olvidado” su sueño. Lo recuerda recién ante la presencia de una joven, su olvidada vecina, que coincide en el lugar por azar. Para Norbert se trata de Gradiva. En ese momento se conforma el delirio de amor pasional, muerte y vuelta a la vida. Se observa que en ciertas verbalizaciones no rigen las leyes de una lógica formal. Se han borrado coordenadas temporo/espaciales. Además, y en función de su cultura, instrumentaliza la racionalización como mecanismo defensivo que está más cerca de una lógica primitiva (Neyraut, 1977) que de una secundaria. Hay pérdida del sentido de realidad y un yo empobrecido. De allí, el noreconocimiento de Zoe, alucinación negativa que desinviste el polo perceptual y también su propia historia. Está verbalizado en la pregunta a Zoe-Gradiva en griego: “¿Eres Atlanta, hija de Jasos, o perteneces a la familia del poeta Meleagro?” Y ante el desconcierto de la joven insiste, ahora en latín: “¿Eres hija de algún noble ciudadano de Pompeya…?”. Estas intervenciones resultan “locas” a los oídos de Zoe que pide que hable en alemán para entenderlo. La interpretación acerca del prendedor antiguo es también integrada al delirio. Recuperación del delirio. Indicios del sentido de realidad En su ingreso a las ruinas Norbert percibe a la pareja conocida en un momento de intimidad amorosa y se retira con discreción. Ante la presencia de Zoe… “Por primera vez se da cuenta … que no llevaba sandalias sino unos zapatos de color arena”: Aceptación de su percepción. Reflexiona que… “la idea que ella se hubiera encontrado en Pompeya en un tiempo tan lejano no le parecía armonizar con la sana razón”. Reubicación en la temporalidad. La inclusión de hechos de su historia: recordar a su amiga Zoe y descubrir la motivación inconsciente de llamar Gradiva a la joven del friso.

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LUGAR DEL ANALISTA . LA RECUPERACIÓN DEL DELIRIO. En “esta fantasía pompeyana” se entrelazan amor y muerte. El delirio ha puesto de manifiesto una pasión irracional, producto de un pasado irrepresentable, por arcaico y traumático. La vida le presenta a Norbert un nuevo objeto del que reniega en un primer momento, pero que convoca al objeto inaugural de amor. No sólo estamos aquí frente a una lógica del deseo, también, a la repetición del trauma en la búsqueda de un proceso de subjetivación y a la expectativa de un encuentro que dé sentido a su vida. Es la tan amada Gradiva-Zoe quien permitirá a Norbert ir tejiendo ligámenes entre los fragmentos escindidos de su vida y posibilitará su incorporación al flujo representativo. Marcará el camino hacia la recuperación del delirio. Es Zoe quien escucha el pedido implícito de la construcción delirante de Norbert, su desamparo, su necesidad de vivir y de amar. Zoe, quien se ofrece para vivenciar su carencia y brindar “potencia tutelar” (Green, 2000). Pasa a ser el objeto que da ligadura a un pulsionar, empobrecido a veces, desbordado otras. Acepta el delirio, ser parte del mismo, asumirse como la dama pompeyana que regresa de la muerte. “Si la joven dama acepta tan plenamente el delirio es probable que lo haga para librarlo de él. Si Zoe es la persona idónea pronto sabremos de qué manera se cura un delirio semejante” (Freud, 1906, p. 19) Estamos frente a una cura por el amor. Zoe se acerca, pregunta, se interesa, sonríe, despoja la historia de dramatismo y se permite “jugarla” en el marco de la ciudad sepultada. Acepta el loco amor de Norbert, alentando el despliegue de sus deseos, emociones, temores. Estamos frente a Zoe asumiéndose por amor, en objeto privilegiado que da forma simbólica al suceder psíquico del protagonista. Entonces, ¿Zoe analista? Zoe, que había sido tratada como extraña y desconocida por Norbert, es ahora Zoe-Gradiva que con fino humor contiene la cuota de horror que provoca el acercamiento de la mujer, su miedo a tocarla y encontrarse con el vacío, con la nada, con la muerte. El difícil camino hacia la realidad requiere que Zoe sea vivida transferencialmente, en forma alternada como un objeto abandonante y abandonado, idealizado y temido. Gradiva, que camina, pero está quieta, petrificada. Gradiva, que puede conducir a la vida o al mundo de los muertos. Zoe pudo sobrevivir porque no realizó ni una retirada afectiva ni intelectual. Mucho menos una retorsión ya que no rechazó ni devolvió intempestivamente los contenidos del delirio. “Respeta” un encuadre: el encuentro en el lugar y la hora de los espíritus. Toma, por momentos, el rol de la joven muerta rediviva y pregunta cautelosamente; acepta las flores del olvido destinadas a los muertos pero a la vez, REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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reclama la flor del amor. “Ingenuamente” le plantea si es dentro de su cabeza donde hay una mosca que trae confusión; deja que toque su mano y luego bese su mejilla/boca para comprobar que no se desvanece. Comparte un panecillo, como en la infancia, hasta que Norbert se va conectando con la realidad del presente. Comenzando la salida del delirio, el joven puede expresar su deseo: ¡ojala estuvieras viva! para amarla y despojarla de su connotación de siniestro. Pasar del amor a Gradiva-muerta a Zoe-viva es lo que permitirá elaborar faltas y ausencias primarias que mantienen atrapado a Norbert en las telarañas de la muerte. Zoe-Gradiva logra despertar en él emociones desconocidas: el corazón le late en el pecho, siente celos, odio, envidia, violencia; su vida pulsional se enriquece. Zoe-Gradiva le ha infundido su propia fuerza pulsional, vital… sin ella no la hubiese podido poseer. Cuando Norbert le propone casamiento, Zoe le responde con alegría pero con cautela. Finalmente, conversando, llegan a la puerta de Hércules y frente a la calle enlosada, Norbert le pide que pase. Zoe-Gradiva-rediviva, con una sonrisa seductora, recoge la falda de su vestido y ante la mirada soñadora de su amado, “…. atravesó la calle, a pleno sol, por la vereda de losas, con paso flexible y sereno” (p.206). El vínculo con Zoe le ha posibilitado transitar por un borde entre fantasía-delirio-realidad, y crear un espacio transicional en el que se juega su destino y la salida de un encierro patológico y asfixiante.

REFLEXIONES A PROPÓSITO DE LAS PATOLOGÍAS ACTUALES Estimamos que la aproximación a los sueños y al delirio de Norbert nos ha enseñado mucho acerca de las patologías “límite”. Coincide con lo enfatizado por pensadores actuales y con lo que venimos observando en nuestra clínica. Winnicott, Anzieu, Green, Roussillon, entre otros, constituyen referentes valiosos. Entre nosotros, Baranger, Paschero, Marucco. En un intento de comprensión après-coup se ha conjeturado que son pacientes que han sufrido coyunturas históricas muy difíciles en el vínculo con el/los objeto/s primero/s, ya sea por carencia o por exceso. De aquí, existen severas distorsiones en el proceso de representación-simbolización, lo cual, en definitiva, conduce a fallas en el proceso de subjetivación. Las primeras formas de simbolización, sabemos, están “apuntaladas sobre el afecto, sobre la mímica, la gestualidad y el cuerpo”. (Roussillon, 1999, 2008, p.19). Es precisamente en este “apuntalamiento” donde se han producido grietas, fallas, por lo que no se alcanza la representación de las primeras experiencias de la relación con el otro, ni tampoco pueden estos pacientes apropiarse de sus

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apuestas pulsionales. Cristalizaron, así, situaciones teñidas con la cualidad de traumáticas, ocasionando un gran sufrimiento: pequeños traumas que culminaron en la formación de un trauma acumulativo. En esta situación, es razonable pensar en la instrumentación de defensas, también extremas: una desmentida y la consiguiente escisión en la estructura psíquica que sustrae al bebé de las condiciones perceptivas y sensoriales necesarias para dar sentido a lo que va experienciando. Pueden aparecer entonces vivencias de vacío, de una nada, de “un no-saber qué”. Son situaciones que no acceden a experimentar/se, inscribir/se como tales, constituyendo cuasi-experiencias con el remanente de huellas mnémicas sin posibilidad de ligadura. Esto no implica una ruptura completa con la realidad: aspectos de la subjetividad quedan en contacto con el mundo, lo que permitirá el abordaje clínico. Pero ciertamente nos encontramos con un yo débil y/o dañado. Este tipo de disfunciones aparece en problemáticas que se manifiestan como pasaje al acto, fantasmáticas con ideas delirantes, hipocondrías, enfermedades psicosomáticas, estados de indiferencia y desesperanza. Además, lo clivado puede quedar enmascarado por estados neuróticos que, de no ser reconocido, llevan a desenlaces muy difíciles, como la RTN. Así, los casos límite iluminan la comprensión de las neurosis de transferencia. ¡Cuánta razón asistía a Anzieu (1975) al señalar la necesidad de pensar psicoanalíticamente los trastornos del pensamiento, los procesos secundarios en pacientes actuales! Por supuesto que sin descuidar los primarios. Esto refiere a lo fundamental: dificultades en el proceso de simbolización. Se plantea trabajar con estas patologías límite que han puesto al límite al psicoanálisis mismo. Un cambio importante es que hubo ciertos cuestionamientos a variables del dispositivo analítico tradicional que permiten establecer una dinámica diferente en la relación paciente-analista. En lo fundamental, la necesidad de una mayor flexibilidad que no atente contra lo específico de nuestra praxis y el despliegue de nuestra propia creatividad. Es decir, trabajar intentado recrear lo desmentido/escindido: aquello que no accedió a un inicio de representación. Encontramos un señuelo valioso en nuestras vivencias contratransferenciales. Son situaciones en las que la interpretación como herramienta psicoanalítica deja su lugar a otro tipo de intervenciones: metacomunicación, señalamientos, construcciones. Estas propuestas de cambio promueven, es lógico, dudas y rechazos. Pero, y para no atarnos a dogmatismos estrechos, recordemos manifestaciones de Freud en un reportaje que le hiciera George S. Viereck en 1926: “El psicoanálisis recién comienza. Yo apenas soy un iniciador. Conseguí desenterrar monumentos enterrados en los sustratos de la mente. Pero allí donde yo descubrí algunos templos, otros podrán descubrir continentes” (p, 255).

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RESUMEN Se propone una relectura de la problemática de Norbert Hanold, protagonista del cuento “Gradiva” de Jensen, enfocado como “un caso clínico”, sugerencia de Freud mismo. Las construcciones-conjeturas sobre Norbert tienen como base indicios que aportan vicisitudes de su vida, sueños, reacciones frente a los mismos y finalmente, el delirio. Llevan a pensar en traumas arcaicos en el vínculo con el/los objeto/s primarios y en la instrumentalización de defensas tempranas: la desmentida, con escisión y empobrecimiento yoico. El concepto de desmentida alcanza un sentido más abarcativo del planteado en “Fetichismo”, acercándose a reflexiones de Esquema del psicoanálisis. Esos traumas condujeron luego a una represión de su sexualidad y sus emociones. En Norbert se amalgaman ensueños y fantasías diurnas, creencias y conocimientos arqueológicos. En un principio diferencia sueño de vida real, pero apoyándose en intelectualizaciones, conforma el delirio. Se plantea la búsqueda del “núcleo de verdad” vivido en la pre-historia de su vida y se analiza el proceso de pensamiento: rumiación obsesiva, firme convicción, delirio. En el cuento aparece sugestivamente, la forma “creada” por Jensen para la salida: es a través de Zoe-Gradiva quien se compromete en la “locura” de Norbert. Trabaja con su Yo, auspiciando ligámenes entre los fragmentos escindidos de su vida y su incorporación al flujo representativo. Lo desmentido-escindido empieza a resurgir, como Pompeya sepultada. Son algunas de las notas distintivas de las patologías actuales: fragmentos clivados del entramado representativo perturban los procesos nacientes de simbolización-subjetivación, lesionando la constitución de la identidad. Son patologías del ser (Winnicott). Pueden aparecer aspectos contratranferenciales de desorientación, incluso sentir como propias dificultades del paciente. Se proponen modificaciones del dispositivo analítico y la necesidad del despliegue de recursos creativos. Situaciones en las que la interpretación como herramienta da paso a otras intervenciones: señalamientos, metacomunicación, construcciones. DESCRIPTORES: DESMENTIDA / ESCISION DEL YO / DELIRIO / SUEÑO / CURA / TRAUMA

SUMMARY Dreams, sexuality and delusions A Study of Jensen's "Gradiva" as a clinical case Reflections on borderline pathologies The author proposes a re-reading of the problems of Norbert Hanold, the progatonist of Jensen's “Gradiva” story, viewed as “a clinical case” as Freud himself suggested.

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The author's constructions-conjectures concerning Norbert are based on indicators provided by vicissitudes of his life, dreams, his reaction to them and finally, his delusion. They rbring to mind archaic traumata in the link with the primary object or objects and the instrumentation of early defenses: disavowal, with splitting and impoverishment of the ego. This concept of disavowal has a broader meaning than what is described in “Fetishism”, and is closer to reflections in “An Outline of Psychoanalysis”. These traumata led subsequently to the repression of his sexuality and emotions. In Norbert daydreams, beliefs and archeological knowledge are amalgamated. At first he differentiates dreams from real life but then, buttressed by intellectualizations, he shapes the delusion The author discusses the search for the “nucleus of truth” experienced in the pre-history of his life and analyzes his thought process: obsessional rumiation, firm conviction and delusion. In the story the road that Jensen has “created” to his recovery appears suggestively: it is through Zoe-Gradiva, who involves herself in Norbert's “madness”. She works with his ego, encouraging connections between split off fragments of his life and their incorporation into the flow of representations. What has been disavowed-split off begins to re-emerge, like buried Pompei. These are some of the distinctive aspects of actual pathologies: fragments split off from representative material disturb nascent processes of symbolization-subjectivization, injuring the constitution of identity. They are pathologies of being (Winnicott). Aspects of disorientation may appear, in the countertransference, in which the patient's difficulties may even be experienced as if they were the analyst's own. The author proposes modifications of the analytic device and the need to develop creative resources: situations in which interpretation as a tool gives way to other interventions: pointing out, metacommunication or constructions. KEYWORDS: DISAVOWAL / SPLITTING OF THE EGO / DELUSION / DREAM / CURE / TRAUMA.

RESUMO Sonhos, sexualidade e delírios. Estudo sobre “Gradiva” de Jensen como um caso clínico. Reflexões sobre as patologias - limite. Propõem-se uma releitura sobre a problemática de Norbert Hanold, protagonista do conto “Gradiva” de Jensen, enfocado como “um caso clínico”, sugestão do próprio Freud. As construções-conjeturas sobre Norbert têm como base indícios que mostram vicissitudes da sua vida, sonhos, reações ante os mesmos e finalmente, o delírio. Levam a pensar em traumas arcaicos no vínculo com o/os objeto/s primários e na instrumentalização de defesas antecipadas: a desmentida, com excisão e empobrecimento do REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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ego. O conceito de desmentida alcança um sentido mais abrangente daquele sugerido no “Fetichismo”, aproximando-se às reflexões de Esquema da psicanálise. Esses traumas imediatamente ocasionaram uma repressão de sua sexualidade e de suas emoções. Em Norbert se amalgamam sonhos e fantasias diurnas, crenças e conhecimentos arqueológicos. No início diferencia sonho da vida real, porém, apoiando-se em intelectualizações se transforma em delírio. Sugere-se a procura do “núcleo da verdade” vivido na pré-história de sua vida e se analisa o processo de pensamento: ruminação obsessiva, firme convicção, delírio. No conto aparece sugestivamente, a forma “criada” por Jensen para a saída: é através de Zoe-Gradiva quem se compromete na “loucura” de Norbert. Trabalha com seu Eu, proporcionando ligames entre os fragmentos escindidos de sua vida e sua incorporação ao fluxo representativo. O desmentido-escindido começa a ressurgir, como Pompéia sepultada. São algumas das características diferentes das patologias atuais: fragmentos clivados do emaranhado representativo perturbam os processos nascentes de simbolização-subjetivação, danificando a constituição da identidade. São patologias do ser (Winnicott). Podem aparecer aspectos contratranferenciais de desorientação, inclusive sentir como próprias as dificuldades do paciente. Propõem-se modificações do dispositivo analítico e a necessidade de desenvolvimento de recursos criativos. Situações nas quais a interpretação como ferramenta dá passagem a outras intervenções: assinalamentos, metacomunicação, construções. PALAVRAS CHAVE: NEGADO / CLIVAGEM DO EGO / DELÍRIO / SONHO / CURA / TRAUMA.

Bibliografía Anzieu, D.: (otoño -1975) “La transferencia paradójica. De la comunicación paradójica a la reacción terapéutica negativa”.Revista de Psicoanálisis APdeBA. Vol.III Nº1, 1981. Baranger-Baranger-Mom (1987): “El trauma psíquico infantil, de Freud a nosotros: trauma puro, retroactividad y reconstrucción”. Bs. As. Revista de Psicoanálisis. APA, Tomo 45 Nº 1. Bion, W.: (1965) Transformaciones. Del aprendizaje al crecimiento. Bs. As. Centro Editor de América Latina, 1972. Borges, J. L. (1977): Libro de los Sueños. Bs. As., Torres Agüero Editor. Freud, S. (1894) Las neuropsicosis de defensa. Bs.As. AE., Vol. III. 1989. —— (1900): 12/6/1900- Cartas a Wilhem. Fliess- Bs. As. A. E. —— (1906/1907): “El Delirio y los Sueños en la “Gradiva” de W. Jensen”. Bs. As.,

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Pola Roitman Woscoboinik

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Roussillon, R: (1991) Paradojas y situaciones fronterizas del Psicoanálisis. Bs. As., AE., 1995. —— (1999): “Situations et configurations transferéntielles límites” Filligrane (Montréal) 1999. Vol.8 nº 2 pp.100-120. —— (2008): “Configuraciones de los estados límites” Revista de Psicoanálisis. APA. Tomo LXV. N* 1, Marzo. —— Le transicionnel, la reflexivité et le sexual Atención del Dr. Roussillon que envió copia de las “pruebas de galera” de este libro al Grupo de autogestión. Silvester, C.: Las grandes entrevistas de la historia. Madrid, Aguilar, 1998. Viereck, G.: Papers of Georges Sylvester Viereck. Special Collection Departament University of Iowa Libraries. Winnicott, D.: (1965): Exploraciones Psicoanalíticas I. Bs. As. Editorial Paidos, Psicología Profunda. (1989). —— (1971): Realidad y Juego. Bs. As.: Ed Gedisa, 7ª reimpresión (1999). [TRABAJO ACEPTADO POR EL COMITÉ DEL CONGRESO DE MÉXICO EN FEBRERO DE 2011]

Comunicación sobre un caso de paidofilia con sueños elaborativos * José Ricardo Sahovaler

Sheila, una niñita peruana de 10 años, consulta al Servicio de Psicopatología del Hospital Pirovano1 (Argentina) derivada por el Servicio Social del mismo nosocomio cuando empezó a contar espontáneamente sus sueños y la asistente social no supo que hacer con ellos. Sheila, bajita y con grandes anteojos que le cubren toda la cara, está cursando su 8° mes de embarazo producto de reiterados abusos por parte de su padrastro. Nos dice en la primera entrevista: - “Soñé que estaba en la escuela y me dispararon en la panza, pero yo caminaba igual. Le pedía a mi prima que me lleve al hospital. Ahí apareció el riachuelo. Vi que los perros bajaban y caminaban por el agua y ahí me desperté”. - “¿Conocés el riachuelo?” - “Cuando llegué vivía en la Boca, no me gustaba porque era un barrio peligroso, había borrachos. Nos vinimos a vivir acá cerca”. Con respecto al sueño, lo que más le llamó la atención fue que siguiera caminando con un tiro en la panza. ¿Cómo entender la paidofília? ¿Es una perversión? ¿Es la consumación de un incesto? ¿Es violencia des-subjetivante de la más pura cepa? ¿Tenemos acaso que elegir alguna respuesta que excluya a las demás? Sheila nos dice en esa misma entrevista: - “Mis compañeras de colegio no saben lo que me pasó”. - “¿Se lo vas a contar?” - “No, no quiero que sepan que me atacaron” - “¿Te atacaron?” - “Si, me atacó Pedro, varias veces a la noche, cuando mi mamá trabajaba”. - “¿Vos no le podías contar a tu mamá? - “Pedro me decía que si le contaba le iba a pegar”. * [email protected] / Argentina 1 Deseo agradecer al Equipo de Niños del Servicio de Psicopatología del Htal. Pirovano y a la Lic. Ana Magliola, su coordinadora, por ofrecer el material de la paciente.

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Lo que nos informa Sheila forma parte de lo habitual en un relato de abuso sexual: el abusador en la mayoría de los casos es alguien que tiene relación con el niño o con la niña y lo conoce bien; previamente tiene conductas protectoras para con la víctima y hay una alternancia entre este tipo de actitudes y las conductas vejatorias. Tal alternancia confunde a la víctima que no termina de saber si es violentado o si es elegido y si lo que le sucede es violatorio y desestimante de su persona o es el resultado de una distinción meritoria. La alternancia de mensajes amorosos y hostiles confunde al niño y lo deja inerme. Por otra parte, que la amenaza de violencia no sea contra el niño o la niña sino contra un ser querido por ellos es muy habitual: los niños necesitan proteger a sus padres, sostenerlos en el lugar de ideales, dadores de vida y de amor. Es por ello que por lo general mantienen silencio: en este caso, para proteger a la madre. Es significativo remarcar este punto: para muchos niños más importante que su propia vida es la de sus padres. María Kuitca, junto a otros autores, discrimina entre el paidófilo fijado y el paidófílo regresivo. Dirá: El Paidofílico fijado es una persona que permanece ligada a una elección primaria de objeto pregenital, lo que hace prácticamente imposible establecer vínculos sexuales maduros una vez pasada la pubertad... el paidofílico fijado es la persona que generalmente encontramos en hechos de violación; posee un núcleo delirante que se expresa en términos de “querer salvar a los niños de los horrores de la vida sexual adulta”; constituyen un peligro social y sus acciones se caracterizan más por perversidad que por la búsqueda de un objeto amoroso. El abusador regresivo es la personalidad que se encuentra en la dinámica familiar incestuosa, donde el niño abusado es significativo para ese adulto. Se relaciona con el niño como si éste fuera un adulto y espera reconocimiento amoroso y validación, es decir, no busca gratificación genital per se, sino, aporte libidinal; no suelen buscar relaciones amorosas adultas fuera del hogar mientras dura la organización endogámica incestuosa dentro de la familia. La preferencia de amor está colocada en los niños ya que éstos pueden por necesidad, curiosidad, amor y sin quejas llegar a establecer dicho tipo de relación. Recién cuando esta situación se prolonga por largo tiempo se agregan, secundariamente, situaciones de violencia por temor de los adultos a las consecuencias de la develación (2000, pág. 356-357).

En La interpretación de los sueños (1900), Freud señala que los sueños de los niños son simplemente una realización de deseos casi sin deformación. Sin embargo, él mismo incluyó en el Historial de “Juanito” (1909) el sueño de las jirafas donde se ve claramente el trabajo de condensación y desplaREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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zamiento así como diferentes recursos simbólicos y defensivos para su construcción. Anna Freud sostiene que en lo relativo a la interpretación, el trabajo con los sueños infantiles no es diferente del trabajo con los sueños de los adultos y que cuando faltan las asociaciones, éstas se pueden suplir con el conocimiento que se tiene de la vida del niño. Vayamos pues, al sueño de Sheila: “alguien le dispara a la panza”: ¿será ésta una representación desplazada de la vivencia traumática del coito? ¿Acaso la penetración de una niña de 9 años no es un disparo a quemarropa? La representación oral de la violencia del coito puede sufrir este desplazamiento de abajo hacia arriba donde la consumación sexual es vivida como el comer algo y tenerlo en la panza. Pero ¿acaso no es también posible pensar el disparo en la panza como el deseo de acabar con la vida que lleva adentro? Sheila en las pocas entrevistas que tuvo nunca pudo decir la palabra “bebé”; hablaba de “esto” y decía que se veía gorda y que le pesaba la panza. Sheila dice: “Le pedía a mi prima que me lleve al hospital”. ¿Será este un pedido de ayuda a las instituciones familiares y sociales que deberían haberla amparado? Pero también el hospital es el lugar de los nacimientos y esta niñita concurre al Hospital para su atención y está próxima a parir. “Ahí apareció el riachuelo. Vi que los perros bajaban y caminaban por el agua y ahí me desperté”: El riachuelo es señalado como el lugar del peligro donde los hombres son borrachos; ¿serán los perros que caminan por el agua? Cabría preguntarse por la representación de la masculinidad que esta niñita podrá hacerse. Nos comenta que el barrio de “La Boca” era peligroso y por eso se mudaron: lo peligroso deja de ser una zona geográfica para pasar a ser “los hombres” en general: perros que bajan y caminan sin límites, violentando la naturaleza. Sin embargo, y a pesar del tiro, ella sigue caminando: la niña aún tiene fuerzas y este sueño – un sueño de estructura neurótica, sin las fracturas propias de los sueños psicóticos – nos habla del intento de ligadura simbólica en vías de construcción, de la búsqueda de representaciones que liguen lo sucedido y lo por venir. Es necesario ligar los traumas a algún deseo. Pero cabe preguntarnos por el motor del sueño: ¿es posible sostener con Freud que los sueños son realizaciones de deseos, o habría que pensarlos como Garma (1940), quien postula que se sueña con lo traumático? La pedofília o paidofilia es la realización del incesto. Lo que nos golpea en la pedofília es que la fantasía incestuosa propia de toda estructura familiar no queda limitada al mundo fantasmático conciente o inconciente sino que es llevada a cabo, hay un “pasaje al acto” y es el adulto, fallido en la represión estructurante, el actor activo de este pasaje. En tal sentido, la paidofilia, como ninguna otra conducta sexual, cuestiona la estructura básica del funcionamiento social. Si aceptamos el planteo de Levi-Strauss (1958) de que

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la civilización se estructura a partir de la instauración de la prohibición incestuosa y que la regla principal del funcionamiento social es el establecimiento de las normas sociales de prohibición e intercambio de las mujeres, la realización del incesto atenta y cuestiona de raíz la estructura de la sociedad del modo más profundo. La paidofília es la cara oscura del deseo que justifica la prohibición incestuosa cultural. ¿Será por ello que, junto con la violación, son los delitos que ni los mismos presos perdonan? Pero volvamos a nuestra definición: ¿por qué incesto y no violación? Creo que tan importante como el vínculo de consanguinidad para definir el incesto es la diferencia generacional. El adulto es por función y estructura el que debe cuidar, el que debe proteger a la niñez haciéndose cargo de los deseos incestuosos y edípicos del niño y ejerciendo la prohibición correspondiente. El abuso sexual de un menor implica la perversión de esta norma social. En tal sentido, y acordando con María Kuitka, debemos diferenciar incesto de primer grado e incesto de segundo grado pero sostener la posición de que el abuso infantil es la realización de algún tipo de incesto. Surge de inmediato una pregunta: si la paidofilia es la realización del incesto, ¿cómo es que su destino “natural” no es la psicosis? ¿Por qué la mayoría de los abusos infantiles no termina en el desfiladero psicótico? Creemos que dado que la representación del abuso sexual es parte de las fantasías y ensoñaciones inconcientes y concientes edípicas que el niño tiene, tal fantaseo lo protege mínimamente al anticiparle un posible trauma. Esta preparación evita, en alguna medida, lo traumático psicotizante del abuso, aunque como contracara genera una suerte de culpabilidad intensamente patológica. En otras palabras: el sujeto estaría mínimamente preparado para aquello que le acontece pero termina reprochándoselo como si fuese la realización de su propio deseo prohibido. La amenaza al progenitor querido cala hondo en esta culpa. Así mismo, el hecho traumático puede quedar aislado del comercio asociativo del niño generando una escisión yoica a la espera de un nuevo trauma contingente para eclosionar. A su vez, la paidofilia se divide en paidofilia exogámica y paidofilia endogámica: es esta última la forma más frecuente y la que vemos en el caso de Sheila. Para que este tipo de incesto ocurra es necesario la regresión de la familia burguesa a una trama feudal: el padre de la estructura familiar feudal ocupa el lugar del señor feudal en la órbita de lo privado y haciendo abuso del “derecho de pernada” se apropia de todas las mujeres vírgenes. La instalación de la familia burguesa dejó, durante un largo tiempo, a la sexualidad familiar subsumida en el derecho privado (si a la prostitución la definimos como la sexualidad pública y la prostituta es por definición una “mujer pública”, el abuso endogámico de menores permaneció hasta hace poco tiempo como un delito perteneciente a la órbita de lo privado, de lo REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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intrafamiliar). Recién en los últimos decenios ha habido un cambio de mentalidad donde la sexualidad incestuosa familiar se ha transformado en un hecho delictivo público. Ello explica el largo silencio social sobre este tipo de prácticas y lo difícil que ha sido conseguir la denuncia de estos hechos. Sheila en la segunda entrevista cuenta un nuevo sueño: “Soñé que estaba yo y mi mamá, entramos a un lugar, estaba el que me atacó. Lo vi a él y a sus hijos. Vi que mi mamá se acercaba y yo me sentaba lejos de ellos. Me quedé sentada con los hijos de Pedro”. Nuevo sueño elaborativo. Sheila trata de ubicar lugares diferenciales: los adultos con los adultos; los niños con los niños. “Ella queda sentada con los hijos de Pedro”: ¿ella está empollando el hijo de Pedro sentada (un embarazo anal)? ¿Ella también es hija de Pedro? ¿Pedro es el padre de todos? O por el contrario: ¿será el anhelo de volver atrás cuando cada cosa estaba en su lugar: los chicos con los chicos y los grandes con los grandes? La madre se acerca al abusador: es habitual en estas situaciones que la madre figure como entregadora conciente o inconciente de sus hijos al paidófilo. ¿Sheila nos estará relatando esta entrega? Del embarazo no puede hablar: - “¿Qué te explican las doctoras?” - “Me van a operar para sacarme “esto” y después voy a poder volver a la escuela”. ¿Es que acaso esta niña tiene capacidad para comprender “esto” que le crece en el vientre? Tal vez no en un nivel genital pues creemos que aún le faltan las representaciones necesarias para tal fin. Sin embargo, tal vez “La Boca”, el Riachuelo y el estar sentada puedan ser consideradas manifestaciones orales, anales y uretrales según el modelo de las teorías sexuales infantiles. Hasta ahora hemos planteado a la paidofilia como una perversión sexual. ¿Estamos tan seguros? ¿Será una violencia sexual o una forma sexual de la violencia? Al cuestionar a la trama social hasta la médula, al ser una de las formas más puras de anomia ¿cómo no pensarla como una forma sexual de la violencia, es decir, como formando parte de las estructuras de la maldad? Entiendo por maldad al registro individual del “mal”. Rosienfeld (1989) dirá: “el concepto de mal, en su aceptación ético-política pretende explicar la transgresión de la libertad por el acto libre mismo, la perversión particular de las reglas universales o, también, el surgimiento de la violencia política en la historia”. Con esta cita quiero señalar que si el mal desde la perspectiva social es la operatoria con la que se intenta cuestionar las bases mismas de la estructura social en su funcionamiento humano, la maldad es ese mismo ejercicio de una violencia des-subjetivante en el territorio de la relaciones interpersonales. La paidofilia, al repudiar la prohibición incestuosa, es decir a la estructura misma de parentesco, base de la estructura social, ataca el funcionamiento

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social en general. La paidofilia implica un desconocimiento radical de la subjetividad diferencial del niño e implica una coacción que, apoyada en violencia o en seducción narcisista destructiva, intenta arrasar con toda traza de subjetividad infantil. Este arrasamiento de la subjetividad de la víctima es reflejo de la caída de la subjetividad del agresor. ¿Cómo definir subjetividad? Podemos aludir al verdadero self, a la asunción del mundo pulsional, al reconocimiento del otro como un objeto completo o a cualquier otra postulación teórica posible; sea como sea, la compulsión paidofílica resta “ser” a quien la ejerce y a quien la padece dejándolos en el límite exterior del campo social. La prostitución – destino habitual de las abusadas – surgida a consecuencia del abuso infantil es un intento de transformar lo vivido pasivamente a un ejercicio activo y vengativo pero, lamentablemente, continúa en la línea de de des-subjetivación. Cuando digo que la prostitución es un ejercicio vengativo des-subjetivante es porque la prostituta resta humanidad al “cliente” transformándolo en un número y en una moneda a costa de transformarse ella misma en un equivalente numérico, en una mercancía. Sheila en la tercer entrevista nos dice: “Me cansa subir escaleras. Mi abuela me dice que lo van a meter preso a Pedro. Esta bien, que vaya preso. Yo voy a volver a la escuela. ¿Porque no vas a hablar con la maestra de lengua y le contás sin que le cuente a los chicos?” ¿Es posible borrar el trauma? Y si no ¿cómo incorporarlo a la economía psíquica? La fantasía de retorno al vientre materno explicitada en la vuelta al colegio domina el cuadro. En este caso no aparece la idea de venganza por mano propia; la venganza personal se ha transformado en anhelo de justicia. La venganza envenena a la víctima; es una modalidad de reiteración del trauma “ad infinitum”. Pero Pedro debe pagar su culpa y su deuda social y es bueno que Sheila lo sepa: el castigo social la libera del odio vengativo. Sin embargo, queda aún la culpa: ¿cómo tramitarla? La justicia, al dictaminar claramente la existencia de un culpable, ¿logrará liberarla del sentimiento inconciente de culpa o este perdurará a través de una identificación con el abusador? Ultima entrevista antes de la cesárea: - “Me dijeron que me van a cortar la panza. Me mostraron láminas y dibujos”. - “¿Querés que hablemos de las láminas que viste?” - “No, no quiero ver nada. ¿Querés que te cuente un sueño? Soné que estaba en la pieza de la casa de antes, lo veía a él con sus hijos, el mayor estaba con él y Sol en otra pieza. Yo estaba sola con el hijo y Pedro. Yo trataba de llevar mis cosas, mis peluches, él no me hablaba. Lo veía con el matafuegos que sacaba fuego, prendía fuego la parte de un estante. Yo con un peluche lo apagué. Salí de esa pieza y me fui donde estaba su hija que estaba acostada en la cama y me desperté”.

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Marcas del abuso: separación tajante entre los varones y las mujeres: como efecto del trauma todos los hombres se vuelven peligrosos. El trauma es tan grande porque aquél que tenía que protegerla, el matafuego, escupe fuego e incendia todo, es decir, destruye y arrasa su psiquismo. Pérdida irremediable de la infancia: los peluches ya no sirven para jugar aunque aún pueden servir para apagar el fuego de una sexualidad traumáticamente despertada. Sheila se identifica con la hija de Pedro y se reencuentra con ella en la otra habitación: duplicación fantasmática que la habilita para sostener vínculos con sus pares femeninos, al menos no está sola. Trae sueños que no son pesadillas, sueños elaborativos que se pueblan de representaciones pensables y que nos esperanzan. Sheila no fue arrasada totalmente en su subjetividad. Ni Sheila, ni la madre hablaron nunca del niño nacido que fue dado inmediatamente en adopción. Sheila dejó de concurrir al hospital, a la escuela y se fueron al extranjero casi de inmediato. Sabemos que la historia no se puede borrar a voluntad pero no somos los analistas los que debemos marcar los tiempos del cuándo y del cómo de su retorno. Pedro está preso.

RESUMEN Se relatan tres sueños de una niña de 10 años embarazada a partir del abuso de su padrastro. Se plantean interrogantes acerca de la paidofilia y se discriminan sus diferentes formas. Se fundamenta por qué se la considera como la realización del incesto. Se aborda la pedofilia también como una de las formas sexuales de la violencia y del mal. Se diferencia entre sueños de realización de deseo y sueños elaborativos de lo traumático en la infancia. DESCRIPTORES: NIÑA / INCESTO / PAIDOFILIA / SUEÑO / ELABORACIÓN / VIOLENCIA / TRAUMA.

SUMMARY Report on a case of paedophilia with working-through dreams The author discusses three dreams of a ten year old girl, pregnant as a result of abuse by her step-father. Questions are formulated regarding paedophilia, and its different forms are differentiated. The author explains why he considers it the realization of incest. Paedophilia is also considered one of the sexual forms of violence and evil. The author distinguishes between wish-fulfillment dreams and dreams that work through traumatic experience in childhood.

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KEYWORDS: GIRL / INCEST / PAEDOPHILIA / DREAM / WORKING THROUGH / VIOLENCE / TRAUMA.

RESUMO Comunicação sobre um caso de “paidofilia” com sonhos elaborativos São relatados três sonhos de uma menina de dez anos que ficou grávida depois de ser abusada pelo padrasto. Estabelecem-se interrogantes sobre a “paidofilia” e se discriminam suas diferentes formas. Fundamenta-se porque é considerada como a realização do incesto. Também se aborda a pedofilia como uma das formas sexuais da violência e do mal. Diferencia-se entre sonhos de realização de desejo e sonhos elaborativos do traumático na infância. PALAVRAS CHAVE: MENINA / INCESTO / PEDOFILIA / SONHO / ELABORAÇÃO / VIOLÊNCIA / TRAUMA.

Bibliografía Freud, S. (1900): La interpretación de los sueños, Buenos Aires, Amorrotu T. V. —— (1909): Análisis de la fobia de un niño de cinco años (el pequeño Hans), Buenos Aires, Amorrortu, T X. Garma, A. (1940): Tratado mayor del psicoanálisis de los sueños, Buenos Aires, Paidós. Kuitca, M. L. (2000): Violencia familiar y abuso sexual infanto-juvenil, en Revista de APdeBA, N° 2, Buenos Aires. Lévi-Strauss, C.(1958): Antropología Estructural. Buenos Aires, EUdeBA. Rosienfeld, D. (1989): Del mal. Ensayo para introducir el concepto de mal. Fondo de Cultura Económica. Breviarios. [TRABAJO ACEPTADO POR EL COMITÉ DEL CONGRESO DE MÉXICO EN FEBRERO DE 2011]

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Trabajo del inconsciente en sueños y síntomas * Enrique Rafael Torres

“El verdadero dolor es sentir su pensamiento trasladarse en uno mismo” Antonin Artaud, El pesa-nervios.

Con la presentación de fragmentos de un análisis en curso, conducido y comentado desde una postura lacaniana, intentaré dar cuenta de los lineamientos que subtienden la dirección de la cura y los soportes conceptuales con los que se sostiene la inteligencia general del caso, naturalmente parcial y provisoria. Marina, de algo más de 30 años, consulta por síntomas que en principio pueden reducirse a dos: angustia o miedo intenso ante la posibilidad de que inadvertidamente se lleve algo a la boca, o coma alguna cosa que se le atraviese en la garganta y muera asfixiada. La mayor parte de su relato se refiere a este problema en el que abunda en pormenores y circunstancias varias, en medidas preventivas, como el de estar acompañada por alguien de su confianza o examinar minuciosamente lo que come. Es mucho más parca cuando refiere el segundo: sorpresivamente le asalta una idea parásita que se le impone incoerciblemente y que también la angustia fuertemente, sin que ella pueda asegurar de dónde acude o a qué circunstancias se enlaza, pero que toma una forma verbal precisa, últimamente la misma: ‘Pacto-diablo’. Esto parece corresponder a una conjura de poderes sombríos con los que ella adquiriría una omnipotencia maligna que la asusta – tiene ese tinte sacrílego o tal vez blasfematorio propio de las formaciones obsesivas – pero a diferencia de la verbosidad con la que habla de su fobia, en este punto es sumamente escueta. Veamos cómo expone Marina (M) sus problemas en las entrevistas preliminares:

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[email protected] / Argentina

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M: “El tema viene de mucho tiempo: entre los 13 y los 15 años ya tenía miedo de ahogarme, no podía tragar, por momentos ni siquiera cosas blandas. También se trasladaba a situaciones menos probables; un día, a los 15 años, antes de ir al colegio estaba frente al espejo poniéndome un arito, se me cayó la tuerca y como no la encontré pensé que me la había tragado. La sensación de tenerla atragantada era muy real, me pasé toda la tarde respirando cortito porque pensaba que si daba una bocanada la tuerca se iría a los pulmones y me moriría. O sea el miedo se da no solo en situaciones que implica llevar algo a la boca como comer o tener una pastilla, sino con cosas que no tienen nada que ver con lo bucal o lo nasal. – A los 15 o 16 empecé con las obsesiones sexuales, me sentía mal, no podía hablarlo, pensaba que estaba loca o que me estaba volviendo loca. Pasaba lo siguiente: no podía quedarme sola con hombres porque de manera inmediata se me venían improperios a la cabeza como ‘¡culiame!, ¡cogeme!’. Siempre necesitaba estar con alguien al lado como para que me confirmara que lo que había pasado por mi cabeza no se pronunciaba. No salía a bailar porque implicaba muchas revisiones al volver a casa, pasaba lectura de todo, desde que entraba al boliche hasta que salía. Después se me pasó, no sé cómo ocurrió pero pasó. A: Señalo que sin embargo se parece a lo que ahora surge como ‘pacto-diablo’. Con un rápido “No lo había pensado”, confirma la conexión, junto a su aversión acostumbrada a tocar ese tema, y retoma su relato desde más atrás: M: “Cuando empecé jardín, lloraba cada vez que mi mamá me dejaba, no me quería quedar, incluso sabiendo que mi mamá daba clases en el aula de al lado; lloraba y lloraba hasta que un día mi mamá me pegó un chirlo, me dijo ‘¡terminala!’, y bueh…se me pasó. Hasta 5º grado anduve bien, pero ahí empecé a andar mal: me angustiaba que nos dieran tareas en clase porque sentía que no iba poder terminar a tiempo: ganas de llorar y de irme a casa, escalofrío y solo quería estar en casa y en particular con mi mamá. Mi mamá es excesivamente protectora, con todos, pero a mí por mi estructura me quedó más que a mis hermanos. (Marina tiene dos hermanos varones, uno mayor y otro menor, todos separados entre sí por más o menos 2 años. Marco que una diferencia es que ellos son varones, y si ‘por su estructura’ se refiere a que ella es mujer.) M: “Ah sí, me costó siempre asumir el rol de mujer, me quedo en el rol como de niña, o de bruta frente a un hombre, que me vean como amiga, no sé seducir, soy media bestia, no me gusta que el tipo venga y me corteje…A nivel sexual siempre me oculté, primero con los TOC con temática sexual que me impedían el trato con la figura masculina, después vinieron los años de patología alimentaria, al no estar bien conmigo no salía ni quería conocer gente. Fue una etapa de letargo, parecía asexuada. Después cuando entré en tratamiento, de a poco fui adquiriendo seguridad y confianza y me animé a experimentar; a los 27 años tuve mi 1ª relación sexual, pero para mí…nada, no sentí nada; él me dijo que parecía una sirena, no me importa la desnudez del torso y que me toquen en esa parte del cuerpo, pero de la cintura para abajo se complica. Y hace 2 años me enamoro profundamente de una mujer, REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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la 1ª vez que me pasaba algo así, una relación de idas y vueltas, era una persona que, a diferencia mía que no sé lo que quiero, sabía bien lo que quería en ese plano y desde chica… A: ¿idas y vueltas? M: …sí, porque a pesar de eso ella se sentía muy culposa, que no podía ser, que ella, por deber, iba a casarse y tener hijos, y bueno, no seguimos, y a la fecha estoy como un NN…” A: Eso se dice de un muerto…, de alguien que no es conocido por nadie… M: Sí, aunque yo me refiero al sexo … A: Como que en el sexo Ud. es una desconocida para Ud. misma… ¿Problemas alimentarios? M: “Empezó como a los 16 años. Dejé el 4º año del secundario, contra mi voluntad al principio ya que tenía buenas notas, los primeros promedios, pero no podía más, solo quería estar en casa, de solo entrar al colegio me daban ganas de llorar. Recuerdo que mis compañeras tenían en la cabeza los novios, las salidas, y yo ¡nada que ver! Mi tranquilidad estaba en casa, con los míos, especialmente mi vieja, en la cama. Me trajeron a un psiquiatra que me medicó. Yo siempre en mi burbuja; cuando empecé a sentirme un poco mejor comencé mi relación amorosa-destructiva con la comida. Hasta ese momento era muy flaca, nunca había estado pendiente de la comida; sufría porque era muy flaca y ningún pantalón me marcaba mientras que a las chicas sí. Entonces con la comida todo bien porque estaba logrando dar forma a mi cuerpo, no me importaba lo que había engordado…pero después no pude controlarme más; nunca estaba llena, comía y comía; en mi casa lo notaron y empezaron a decirme ‘comé menos’, que esto y aquello, cosa que a mí me disgustaba. Comencé a engordar, comía a escondidas en el baño, aunque no vomitaba, solo esporádicamente; muchos choques con mi mamá. Y no quiero parecerme a mi mamá… , yo tener hijos ¡ni en pedo!, repetir la historia, hacerle mal a un hijo…, no sé; por ahí creo que mi mamá tenía muchas expectativas conmigo….; ella me decía que antes de los 5 años yo pintaba para ser otra persona ‘eras alegre, cantabas, bailabas, nunca pensé que iba a vivir todo lo que viví con vos!’ (llora abundantemente, lo que raramente ocurrirá después); digo ¡a la mierda! Se ve que no cubrí las expectativas…. Y por otra parte, un padre que no jugó ningún rol… A: es la 1ª vez que lo menciona…(Estamos en la tercera entrevista) M: … sí, sale al último, pobre viejo! Es que estuvo como ausente, sería la época también, los padres no iban a los actos del colegio. Recién de grande he podido hablar con mi papá de muchos temas que con mi mamá no. Algunas líneas asociativas e interpretativas han recorrido hasta aquí los siguientes temas, enlazados al tragar: - Alternancia entre ‘atragantarse’ y ‘ser una tragona’ (bulimia, ser una ‘traga’ en el colegio)

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A la idea de ‘haberse tragado un buzón’, una mentira, un embuste, la relaciona con el ‘descubrimiento’ de la sexualidad de los padres, especialmente de la madre, lo que le resultó revulsivo e intragable, y lo vivió como un engaño y un agravio imperdonable de parte de la madre. Las dificultades para despegarse mínimamente de la madre, se acentuaron aun más en la adolescencia, ingresando en una etapa de profunda ambivalencia, agudizada por ese ‘descubrimiento’, a partir del cual ella se obstina en ser la persona ‘asexuada’ que hubiera querido seguir imaginando en la madre; la demorada referencia al padre, no solo en las entrevistas sino también en su vida, se deduce de que la primera alusión a él en las entrevistas es que en esa época ‘los padres no iban a los actos del colegio’. La lucha iniciada en la adolescencia por sostener a un Otro materno no tocado por la castración, se continúa hasta hoy por la vía de obturar y recrear al mismo tiempo ese goce en su garganta. Este órgano se ha convertido en un verdadero esfínter para resistir el aspecto intrusivo y mortífero de ese goce y, a su vez, la fuente desde donde se regenera. Erotismo oral y anal se amalgaman en ese desfiladero para bloquear las intromisiones de la madre –al mismo tiempo buscadas– en la angostura faríngea de su angustia. Y de ese rechazo surgen también autorreproches y sentimientos culposos por no haber conformado las expectativas maternas: los asentimientos o disensiones con los que su ambivalencia regula la relación a ese Ideal son admisibles en tanto ocurren en el plano de la demanda, un suelo de palabras en el que Marina puede pisar sin abismarse en las incógnitas angustiantes del deseo del Otro y del suyo propio, ante lo cual retrocede espantada aun al precio de quedar librada al juego indomado de sus pulsiones en el síntoma. Sin poder salir de él, ha afirmado pese a todo su pie en ese terreno verbal de la demanda, autorizándose desobediencias o rechazos, gestos de independencia y distancias domiciliarias de la familia. La precariedad de estos tratos parciales con el Ideal se aprecian en la exigencia de permanecer estrictamente al lado de su mamá hasta la adolescencia, y la sensación angustiosa de no poder desenvolverse sin la letra dada por la madre, maestra. En conexión con esta línea está la idea de ‘tragarse el llanto’ o ‘ahogarse en llanto’. También en la vivencia de desamparo cuando la maestra la soltaba por un ratito para que ella hiciera su tarea en la clase, porque no le alcanzaría el tiempo para cumplimentar la consigna y entonces se tendría que quedar ahí, desterrada de su mamá. La angustia aquí se presenta como el huésped infaltable que la espera, al final o a la entrada, en la estrechura en la que tendría que llenar con palabras lo que éstas, por estructura, no alcanzarán nunca a cubrir, es decir, ese Real acechante en cada espacio de tiempo de vencimiento inapelable. Más recientemente, abandona sus trabajos cuando la jefa deja de proveREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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erle una programación diaria de sus tareas, librándola a una iniciativa propia que se le hace intolerable. Finalmente, su mejoría relativa desde que se puso en manos de una institución ‘multidisciplinaria’ donde, precisamente, se la ha disciplinado múltiplemente en cuanto a controlar sus desbordes alimentarios en terapias de grupo, y a yugular su ansiedad con medicación ansiolítica y antidepresiva. Allí la indujeron a vencer su abstinencia sexual con el otorgamiento de un consejo-mandato al que pudo seguir como ‘sirena’, la mitad de abajo insensible, impenetrable, la de arriba obediente a ese mandato. Sus respuestas sexuales se ajustan más a las demandas-órdenes del Otro que a los enigmas de su deseo, un Otro tan ‘entero’ que le otorga sus autorizaciones para que vaya más allá de sus inhibiciones y se acueste con hombres y con mujeres, eximiéndose Marina de vérselas con su lugar sexual. La sesión que aquí he reconstruido, es la primera después de semana Santa: (En la sesión previa del miércoles decía que había pensado quedarse en su casa donde vive sola, porque tenía algunos problemas económicos. Se habló sobre esa cuestión: ella recibe mensualmente dinero de sus hermanos, que administran un campo de la familia y le envían la parte que le corresponde. Siempre se las ha arreglado para ‘ignorar’ los detalles de esas operaciones, y también para sentirse culpable, como mantenida por sus hermanos a pesar de saber que no recibe nada por fuera de sus derechos. Aunque algo ha avanzado en esto de interiorizarse de las cuentas, sigue prefiriendo no estar en el lugar de las decisiones y aceptar las que toman los hermanos. El tema está además asociado a su escasa disposición a tener un trabajo permanente, ligado también a que los abandona cuando tiene que tomar decisiones por su cuenta. El revisar este tema, sumado a que ante lo que parecía iba a ser un fin de semana largo y solitario y que ella misma vislumbraba como sombrío, yo le dije al finalizar la sesión que podía llamarme si lo necesitaba, le hicieron cambiar de opinión). M: “Al final, contra lo que tenía pensado, decidí irme a Bs. As., así que pasé estos días allá; preferí no ir a lo de mis amigas conocidas sino alojarme en un Hostel y en una habitación sola; no tenía ganas de socializar. Así que solamente fui a visitar a una amiga y después hablé con otras dos que me dijeron de ir a un boliche de lesbianas, pero decidí quedarme. La verdad que no tenía ganas; otras veces he dicho ‘me mando’, pero ahora no, no sé que haría en un ambiente así. (…) De todas maneras siempre está presente el tema de las comidas, el miedo a atragantarme. En casa no me pasa casi, pero cuando estoy afuera se incrementan los controles sobre lo que estoy comiendo así que me cuido con lo que pido, no carnes y todo eso. En casa en cambio puede pasar lo contrario, o sea que por ahí me descontrolo con la comida…

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A: …miedo a atragantarse por un lado, tragarse todo por otro… M: “Si, siempre es así desde que empecé con los problemas. Con los miedos es como que necesito alguien conocido al lado…, y bueno, en Buenos Aires no tenía a nadie de confianza, así que estuve bastante preocupada con ese tema….. A: Alguna vez dijo ‘aunque me muera ahogada, que alguien al menos esté al lado’, o sea que el miedo es a desaparecer sin que quede ningún rastro, ser un NN… M: “Sí, será por eso que tiene que ser preferentemente alguien de mi familia… Pero al mismo tiempo…, no quiero estar con gente, me molesta, tener que atender y hablar.., quiero estar sola. Entonces no entiendo…Fíjese lo que me pasó hoy: fui a una máquina de café, puse los $2,50 y la máquina me pedía 25 centavos más. Yo sabía que había puesto todo, pero por ahí se me cruzó la idea: si la moneda no entró en la máquina, entonces ¡me la puedo haber tragado! Es absurdo pero me ocurrió…aunque lo pude controlar…Y más tarde lo mismo: compré una porción de comida china, que sale más barato que cocinar; la llevaba por la calle con la bolsa media abierta porque llevaba otras cosas en la mano, y al llegar a casa empecé ‘¿y si sin darme cuenta se le ha caído algo, un cascote…qué se yo?’ Así que me puse a revisar por las dudas el plato para ver si no había nada extraño…y recién después se me pasó…” A: algo que sobra o que falta, algo de más que se le puede quedar atravesado en la garganta. Lo que falta, la moneda, es algo que sobra…, y que no está adentro pero tampoco afuera.. M: “ah, yo no tolero que sobren cosas, pero tampoco me gusta tirar, así que cuando las cosas están por vencer, antes de tirarlas me las como. Por eso prefiero comprar siempre lo justo. Soy parecida a mi papá en eso, al revés de mi vieja. Mi madre, no es que me imponga nada, pero el otro día, por ejemplo, me dice ‘vamos a estar todos en casa, la abuela, los chicos’; no dice más que eso, pero se entiende adónde quiere llegar. En cambio mi viejo, cuando yo le decía la semana pasada que no sabía si irme a BA o ir a pasarlo a casa de ellos, me decía ‘hacé lo que más tengas ganas de hacer y no te preocupés por nosotros’; son posiciones muy distintas… A: Marina tiene un lugar más asegurado adentro de papá que de mamá... M: “Será por eso que a mi mamá yo ahora me le puedo plantar frente a esas insinuaciones…Tengo que terminar de sacarme esas cosas de encima… (Doy por terminada la sesión). En esta sesión están condensados los puntos principales. En primer lugar, la fragilidad de su lugar en el Otro, evidenciada en el desolado padecimiento de que su ausencia o su desaparición podrían ocurrir sin que quede ningún registro, como si enfrentara una extinción total. El sustraerse a la castración solo le deja la muerte como acto absoluto y sin huellas, por eso su obsesión de tener a alguien al lado que testimonie de su presencia o de su paso por el mundo. Pero esa presencia invocada muda su función de testigo a estranREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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gulador; la llamada en su auxilio se vuelve en sí misma sofocante: quiere estar sola, sin esa presencia a cuyas sevicias se expone irremediablemente. Con ello, Marina regula apenas el goce masoquista de ponerse totalmente a merced del Otro. El punto tan crucial de la separación con la madre está entorpecido por la ausencia de otra separación más radical. Se trata de la operación de separación como segundo momento de la constitución subjetiva, (Lacan, J., 1960, 1964), en otros términos, de la cesión del objeto a, paso no efectuado por Marina y que le haría posible cavar en el Otro la falta con la que asegurar allí un lugar perdurable, como el que consigue en su padre, para su propia ausencia. Resistirse a perderlo, a quererse perdida para su madre y por ende deseada por ella, confiere a ese objeto la destinación anómala de la garganta por donde ni pasa ni deja de pasar, en esa topología sin adentros ni afueras que le es propia, pero siempre vecino de lo real y de las punzadas de la angustia. Nunca deja de estar presente, es eso que sobra siempre, el excedente que no se elimina, el plus que es efectivamente un plusde-gozar (Lacan, J, 1968-69) desmedido, sea el goce imaginado en el Otro a quien encomienda su alma en el atragantamiento, sea el goce supuestamente propio ejercido autoeróticamente en los atracones. El superyo, obsceno, demoníaco, viene a cobrar su parte y a exigir el cumplimiento del ‘pacto’ bajo la forma, casi alucinatoria, de la voz injuriante o sacrílega de sus jaculatorias obsesivas: ‘¡Cogeme, culiame!. ¡Pacto diablo!’ Agregaré fragmentos de sesiones más recientes y algunas reflexiones finales. M: El domingo soñé algo que me pareció muy significativo. Me surgió en el sueño este dicho del placer de las 3 ‘c’, comer, cagar y coger, yo cagar no puedo, comer me ahogo y coger… bueh, a medias. Yo digo mirá lo que me apareció en el sueño, justo las cosas que no estoy pudiendo, dije ‘esto es para llevar a sesión’.(…) Y con el tema de cagar por más que coma fruta y todo, no hay forma. Pero hay un tema recurrente, estoy soñando, anoche era que me cruzaba en la calle y Cheyene bajaba de un auto y me daba bola… como que estoy en una etapa en que me dan bola, la gente me está dando bola,,,, digo la gente porque es tanto mujeres como hombres, y en el sueño yo le pido un autógrafo y me lo da y me besa y es como que vamos a tener relaciones y entonces él se pone en bolas, pero ahí yo me cagué toda y dije no y ahí corto.. A: Cagar en vez de coger… M: Ja, ja…es que se me complica cuando va a mayores... hasta en sueños me frena; tenía un cuerpo hermoso y hasta incluso un pene chico, pero igualmente yo no quería saber nada, hasta cierto punto sí, pero ahí bloqueo. (pausa). Pero sí hay como una energía renovada, y que hace mella en la gente porque me dicen cosas; claro que ahora me arreglo un poco más pero no sé, habré cambiado de actitud…(pausa) Y el otro día también soñaba que no sé con quién venía y de pronto como que se derrumbaba una pared y venía una ola gigante, y yo decía este es mi final, y después alguien que me decía ‘te salvaste’…, siempre está el tema de la parca, el miedo a la muerte…

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A: O más bien a un oleaje que venga de debajo de la pared de su cintura… M: Ja, ja, ja, ¡¿cómo un oleaje que venga de abajo?! Ah…!! Le tendré miedo?; no sé si miedo o es que no me lo permito; a mí la genitalidad no me llama la atención, yo ni por casualidad voy a estar tocando un pene, incluso el otro día que estaba con este chico a las apretadas… a mí no me nace tocar, no me nace, no es algo que tenga ganas de hacer, que sería como lo más lógico, no, ni en pedo, hago hasta lo que yo quiero, lo que rechazo…, no me nace… A: ¡Puje, puje! M: Ja, ja! Pero además a mí tampoco me gusta que me toquen, es que no me atrae la genitalidad, no sé porqué pero es así. …Y es sobre todo con los genitales del hombre porque con los de la mujer vaya y pase, y de hecho yo con una mujer siempre me he sentido más suelta…Me inhibe con el hombre a la hora de que me penetren o que tenga que hacer sexo oral.., lo he hecho pero no me siento cómoda, y siempre con preservativo… En otra sesión, trae más sueños: M: He estado soñando, sueños raros, la temática sexual aparece mucho; y el espacio físico del sueño es el departamento anterior donde yo vivía. Había como 30 personas, era una fiesta, yo no estaba conforme con esa fiesta, había chicas y chicos y una que yo pensaba que era mujer al final terminó siendo un travesti…; todo era enredado, todos contra todos, yo me quería abrir de ese quilombo, eso está medio desdibujado, lo que si me acuerdo muy puntualmente es que había una mujer muy bonita y yo me besaba con ella, pero en el final del sueño…no era mujer, porque tenía miembro, una cosa medio rara, tampoco aparece una relación sexual, sí besos y eso. Y después todo se vuelve muy confuso, pero era como que todos se estaban masturbando, masturbación masculina, y que el piso y las paredes, todo, todo como una cosa gelatinosa y yo quería sacarlos de mi casa, finalmente se fueron todos… Eso soñé anoche; y hace 2 noches, sueño que Federico, mi sobrino, estaban mis viejos, mis tíos, mi abuela, estaban todos en un recinto, como un dormitorio, y me llamaban como que pasaba algo, yo entro a la habitación y veo a mi sobrino como poseído y mirando con los ojos desfigurados, como en esas películas, con voz gruesa hablaba raro, y yo me asusté y empecé a gritarle cada vez más fuerte, como para contrarrestar por medio de gritos, para sacarlo de ese trance. El primer sueño era un quilombo, una cosa horrible, no sé, pegoteado el piso y las paredes, yo decía qué es esto? Fue realmente raro, creo que tiene que ver con toda esta mezcla mía de hombres y mujeres, muy explícito que yo me estaba besando con una mujer y de pronto no era mujer…; es esa cuestión supongo de definirme, si hombre si mujer, será del rechazo que yo tengo al miembro masculino, quería sacarlos de mi casa y no podía, no se iban ; y después yo queriendo borrar evidencias del hecho, queriendo limpiar, pero cuando sacaba a los últimos, no aparece mi casa como el lugar donde yo voy a limpiar, sino que apaREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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recen baños públicos y ya estaban las chicas que limpian los baños ordenando todo, y yo como liberada porque no se va a saber que yo tuve que ver con esto…, cómo que en el baño público no se sabe quién hizo esto, quién ensució de esta manera, en cambio en mi casa… A: Los otros no son los otros, son máscaras, y lo suyo tampoco es lo suyo, Ud tampoco es Ud… M: No, no, yo entro al baño, pero son las otras que limpian… A: Pero queriendo borrar sus propias huellas, no es su casa, no es Ud, no se sabe quién es quién… M: Entonces es un desastre, nadie es nadie, yo quién soy, una caída de máscaras que muestren una Marina que no sé quién es; porque el sueño remite a la sexualidad, la masturbación… A: Que es solamente de los hombres…, como si el pito fuera el único sexo del mundo, la única masturbación posible… M: Pero yo en el sueño no me masturbaba… A: Bueno, pero como dijo, trataba de borrar las huellas, de limpiar, y la pregunta, que aparece dos veces ¿qué es esto?…¿semen o mierda?… salida explosiva de la constipación… M: Ja, Ja; y estoy un poco mejor con eso. Pero, o sea que yo dejé de lado totalmente el goce femenino…? Las mujeres no gozan…, ja. Es que la sexualidad en mí es como algo no desarrollado, y que hay otras cosas, como poder generar en el otro cosas que no vayan directamente a lo sexual, como que antes yo ponía en tela de juicio si yo podía despertar, y veo, ahora que estoy mejor, que encuentro cierta respuesta del otro lado, y eso me pone bien… y como que me conformo con eso… A: Hacerse deseable, no necesariamente cogible… El señalamiento último apunta a subrayar este momento en que sus ensayos oníricos avanzan y retroceden ante la castración, simbolizada por la proliferación de falos en la tumultuosa y confusa escena del sueño, ilustrando también ese otro aserto freudiano de que la única representación inconsciente del sexo es siempre masculina. Aunque intenta deslindar su participación, (‘no se va a saber que yo tuve que ver con esto’), y todavía está lejos de poder afirmar posiciones sexuales definidas, el trabajo del inconsciente le alcanza a Marina para cosechar los agasajos que su deseo incipiente propicia en los otros, perceptible en ellos, no en sí misma. Ese trabajo remueve represiones y libidiniza sus desenvolvimientos, pero la retiene al mismo tiempo en un umbral donde presta su conformidad solo a la suave histerización de su discurso y de sus modales, y no ya a arranques sexuales impulsivos, en los que ella, por otra parte, siempre se quedaba afuera. La transferencia, a esta altura, ha cobrado cuerpo suficiente como para inspirar esos sueños dedicados al analista, como un regalo. A este respecto, cabe observar que hasta aquí, el atascamiento en el proceso de subjetivación

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no afecta solamente a su garganta, sino que la detiene también en las metonimias de la ecuación simbólica freudiana, (Freud, 1917), por lo que el tránsito de heces-dinero-regalo-niños-pene se inmoviliza, (constipación), a causa de eludir el punto clave de la castración. Es esta falta la que pondría esa serie en marcha y conferiría la envoltura fálica con la que vestir a ese objeto (a) en pena con un velo imaginario y aligerarlo para el juego del fantasma en su función de soporte del deseo. La paralización en ese sincretismo oral-anal-¿genital? se nutre de la teoría sexual infantil del parto excrementicio, cuya vigencia pulsional se hace patente en el fraseo del ‘no me nace’ referido a su rechazo a la manipulación del pene, y rubricado con el ‘¡puje, puje!’ de mi intervención, válido tanto para el parir como para el defecar. A los objetos a oral y anal reunidos en este pasaje, han de agregarse, con Lacan, el escópico, la mirada, y el invocante, la voz, en ese sueño en el que los ojos desfigurados del sobrino y su voz extraña reflejan una escena de posesión demoníaca que intenta ser conjurada con sus propios gritos, en una suerte de exorcismo en el que ensaya librarse de la voz superyoicamente gozadora del ‘¡pacto diablo!’. Los fragmentos transcriptos configuran una etapa de esta cura caracterizada por la puesta en perspectiva de algunos elementos compositivos de los síntomas, tal como se reflejan en el trabajo de los sueños y del análisis mismo. Son apreciables algunos movimientos posicionales respecto de la mencionada ecuación simbólica, y las variaciones discursivas que han escoltado una atenuación considerable de la angustia y de los síntomas, y la asunción incipiente de su deseo.

RESUMEN La exposición parcial de un caso clínico permite apreciar los cambios operados en los primeros meses del análisis. Ellos están centrados en el seguimiento de las manifestaciones sintomáticas y las producciones oníricas para observar su evolución y las respuestas obtenidas a partir de la intervención analítica. El síntoma del miedo al atragantamiento, prioritario en cuanto a la angustia que lo acompaña, da lugar a una amplia red de articulaciones significantes, donde se insertan eslabones históricos y actuales, con un punto de convergencia que instala a la garganta como un fuerte condensador de goce. Al mismo tiempo, las representaciones obsesivas, más esquivas durante el tiempo transcurrido tanto a las explicitaciones de la analizante como a los desciframientos simbólicos, anuncian con ello su asociación más estrecha con el plano fantasmático y pulsional, a la vez que despejan en parte el terreno donde se juegan las variantes del posicionamiento sexual de la paciente. Se han seguido las titubeantes alternativas en este sentido, bloqueadas en buena medida por la tenaz REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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evitación de la castración, dejándola atrapada en estaciones siempre intermedias de la ecuación simbólica freudiana. Un despertar transferencial amonedado en la creciente producción de sueños, habilita ahondamientos interpretativos, sin que eso garantice que el progreso de la cura esté asegurado. Por el contrario, el cierre del inconsciente, consecutivo a esta exteriorización de regalos transferenciales con su envoltorio de sueños, bien puede perdurar subyacentemente para reforzar impasses desiderativos. Pese a ello, algún avance se ha logrado alcanzar en esta zona, en ese paso que he caracterizado como el de un cierto grado de histerización. DESCRIPTORES: MIEDO / ANGUSTIA / IDEA OBSESIVA / SUEÑO / TRANSFERENCIA / INCONSCIENTE.

SUMMARY Work of the unconscious in dreams and symptoms The partial presentation of a clinical case enables the reader to appreciate the changes that took place in the initial months of analysis. They focus on the follow-up of symptomatic manifestations and dream production in order to observe its evolution and the answers obtained by analytic intervention. The symptom of the fear of choking, a priority by virtue of the associated anxiety, leads to a wide network of signifying articulations with historical and present links and with a point of convergence that establishes the throat as a great condenser of jouissance. At the same time, obsessional representations, more elusive in the course of time to both the analyst´s explanations and symbolic decoding, thereby announce their closer association to the levels of the phantasm and the drive, and also partly clear the field where the variations of the patient’s sexual positioning are played out. The author has followed the hesitant alternatives in this direction, blocked to a large extent by the tenacious avoidance of castration, always leaving it trapped in intermediate points of the symbolic Freudian equation. A transference awakening coined in the growing production of dreams enables interpretive deepening without guaranteeing that the progress of the cure is ensured. Quite the opposite, the closing up of the unconscious, following this exteriorization of transference gifts wrapped up in dreams, may last subjacent in order to reinforce desiderative impasses. In spite of this, some progress has been made in this zone, in this step that the author has characterized as that of a certain degree of hysterization. KEYWORDS: FEAR / ANXIETY / OBSESSIONAL IDEA / DREAM / TRANSFERENCE / UNCONSCIOUS.

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RESUMO Trabalho do inconsciente nos sonhos e sintomas A exposição parcial de um caso clínico permite considerar as mudanças ocorridas nos primeiros meses de análise. Elas estão centradas no acompanhamento das manifestações sintomáticas e as produções oníricas para observar sua evolução e as respostas obtidas a partir da intervenção analítica. O sintoma do medo de se engasgar, no que diz respeito à angústia que o acompanha, dá lugar a uma ampla rede de articulações significantes, onde são inseridos elos históricos e atuais, com um ponto de convergência que considera a garganta como um forte condensador de gozo. Ao mesmo tempo, as representações obsessivas, mais esquivas com o passar do tempo, tanto às explicitações da analisante como as decifrações simbólicas, anunciam com isso sua associação mais estreita com o plano fantasmático e pulsional, ao mesmo tempo abandonam parte do terreno onde entram em jogo as variantes do posicionamento sexual da paciente. Neste sentido, fez-se um acompanhamento das titubeantes alternativas, bloqueadas em boa parte pela tenaz evitação da castração, deixando-a presa em estações sempre intermediárias da equação simbólica freudiana. Um despertar transferencial forjado na crescente produção de sonhos, possibilita aprofundamentos interpretativos, sem que isso signifique que o progresso da cura esteja garantido. Pelo contrário, o fechamento do inconsciente, consecutivo a esta exteriorização de presentes transferenciais com seu invólucro de sonhos, pode perdurar subjacentemente para reforçar impasses desiderativos. Apesar disso, conseguiu-se avançar nesta zona, nessa etapa que caracterizei como de certo grau de histerização. PALAVRAS

CHAVE: MEDO / ANGÚSTIA / IDÉIA OBSESSIVA / TRANSFERÊNCIA / INCONS-

CIENTE.

Bibliografía Freud, S. (1917): Sobre las transmutaciones de las pulsiones y en especial de erotismo anal, Buenos Aires, Amorrortu, T. XVII. Lacan, J. (1960): Position de l’inconscient, Écrits, Seuil, 1966. —— (1964): Seminaire XI, ‘Les Quatre Concepts fondamentaux de la Psychanalyse’, Seuil, 1973. —— (1968-69): Seminaire XVI, ‘D’un Autre a l’autre’, Seuil, 2008. [TRABAJO ACEPTADO POR EL COMITÉ DEL CONGRESO DE MÉXICO EN FEBRERO DE 2011]

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El Psicoanálisis y otras disciplinas en la era de la multimedia: Amores por Facebook * María Laura Trotta

INTRODUCCIÓN Pensar acerca de la subjetividad de una época es una cuestión que el psicoanálisis no puede delegar a otras disciplinas sin pronunciarse. La transformación de los síntomas neuróticos denuncia los cambios en las diferentes épocas de la historia. La concepción de sujeto, las diferentes maneras en que enfrenta lo real a través de los elementos simbólicos de cada época, la angustia y el malestar en la cultura guardan relación con la cultura de un tiempo, y de un lugar determinado (Trotta y Killner, 2009). Es por ello que en este trabajo se pretende investigar la cuestión de los avances tecnológicos y su injerencia en la producción de nuevas subjetividades, para lo cual se tomaron en cuenta, además del psicoanálisis, posiciones teóricas provenientes de la sociología, la antropología y la lingüística. La pregunta es si los avances tecnológicos actuales representan un salto cultural, o si constituyen apenas un escalón más en el trayecto marcado por la evolución cultural. El hombre, a través de la historia y las geografías ha tomado las formas más diversas. La evolución biológica produce una mortificación en el cuerpo humano otorgándole nuevas formas. Selecciona aquellas mutaciones aleatorias que forman parte de su herencia genética y descarta muchas otras hasta llegar a las características que hoy nos conforman como especie. La evolución cultural comenzó hace 38.000 años con la producción de las primeras herramientas, pinturas rupestres, y otros objetos artísticos. Desde aquella época el hombre ha dejado sus huellas en el planeta, en su configuración corporal y subjetiva, generando transformaciones cuyas consecuencias no pueden predecirse.

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DESARROLLO El procesamiento digital opera una transformación sobre la definición y el uso de los espacios eliminando la oposición entre lo que conocemos como esfera pública y privada. En nuestra época el cuerpo y la subjetividad muestran cambios producto de las tecnologías de la virtualidad y de la inmortalidad, y las nuevas maneras de vivir los límites de espacio y tiempo que estos recursos inventan. Tales cambios en la era del capitalismo postindustrial llevan a repensar los conceptos de ser humano, naturaleza y vida. Las sociedades fundadas en economías capitalistas de los últimos tres siglos son las productoras de una amplia variedad de técnicas para modelar el cuerpo y las subjetividades. La naturaleza no une, sino que combina lo perfecto con lo imperfecto. Adanson verifica que es una mezcla confusa de seres que el azar parece haber acercado… “esta mezcla es tan general y tan múltiple que parece ser una de las leyes de la naturaleza” (1772, pp. 4-5). En la sociedad de la información la fusión hombre-técnica se profundiza y se torna problemática. En este contexto el cuerpo humano, en su antigua configuración biológica, se transforma en obsoleto. Seducidos por las presiones del medio ambiente ensamblado con el artificio los cuerpos contemporáneos interiorizan un nuevo imperativo: el deseo de lograr una total compatibilidad con el teconcosmos digital, mediante la actualización tecnológica permanente. Quedarían así eliminadas las distancias geográficas, las enfermedades, el envejecimiento y la muerte, inaugurando todo tipo de discusiones al respecto. A es una paciente que atiendo desde febrero de 2009. En ese mes muere su única hija en un accidente automovilístico, viajaban en auto ella, la hija y el esposo, quien manejaba. La relación de A con su esposo está muy deteriorada. Busca a través de Facebook a un novio que tuvo antes de comenzar la relación con su actual marido, hace más de 20 años. Dice: A: “…no podemos parar de escribirnos. Siento que vuelvo a respirar con cada letra que leo de él. M (el esposo) no me entiende, R (el ex novio) sí. Nos contamos todo. Me dice que en marzo quiere venir a Argentina y que quiere verme. Tengo miedo. A veces pienso que lo estoy idealizando. No sé qué puede pasar, él está casado pero no tuvo hijos, nada lo ata. Tengo los recuerdos de él de aquella época, pero ya pasaron 20 años, me pregunto cómo hubiera sido si en vez de casarme con M me hubiera casado con él. Igual, no dejo de mirar mi computadora a ver si me llegó algún mensaje…” Pareciera que en el mundo del software, de la inteligencia artificial y de Internet, la carne molesta. El cuerpo material es un obstáculo que debe superarse para que cada uno pueda libremente navegar por el ciberespacio y REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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así vivenciar el mundo de las sensaciones digitales. El cuerpo biológico es condenado por limitado y obsoleto y está destinado a perecer. ¿Será posible existir sin cuerpo?

EL LENGUAJE ¿Cuándo comienza el ser humano a usar el lenguaje? Debemos remitirnos al momento en que era pura designación, lo que explica su arbitrariedad, ya que lo que designa es diferente a lo que muestra, y su profunda relación con lo nombrado, pues tal palabra se elige siempre para designar tal cosa. Lo primero que el hombre puso en juego es el lenguaje del cuerpo, al que Condillac en su estudio sobre Gramática (1798) nominó como “lenguaje de la acción”. Lo que la naturaleza le permite al hombre es poder hacer gestos según la situación en que se encuentre. Su rostro se agita con movimientos y profiere gritos inarticulados, no son usados para ello ni la lengua ni los labios. Esto no es aún lenguaje, ni signo, sino el efecto de nuestra animalidad. Este lenguaje es universal y depende de los órganos. Es por esa universalidad que el hombre puede reconocerlos en sí mismo y en sus congéneres. Puede asociar el grito de otro con el suyo y percibe esta mímica como la marca y el sustituto del pensamiento de otro. Como un signo. Aquí comienza la comprensión. La mímica que se convirtió en signo puede ser usada concertadamente y así dar origen a algo cercano a un lenguaje. El lenguaje de la acción une al lenguaje con la naturaleza, señala su diferencia con el grito y da fundamento a lo que lo constituye como artificio. La acción, al ser una prolongación del cuerpo, no puede hablar, no es lenguaje. El lenguaje de acción hace surgir la red de signos que separa el lenguaje de la acción y con ello fundamenta su artificio en la naturaleza.

LA ESCRITURA La verdadera escritura comienza cuando se trata de representar no la cosa misma, sino uno de los elementos que la constituyen, una de las circunstancias que la señalan o cualquier otra cosa a la que se asemeje. Existen tres técnicas: 1. La escritura curiológica de los egipcios: utiliza la circunstancia principal de un tema para dar cuenta de todo (un arco por una batalla)

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2. Los jeroglíficos “trópicos”: más perfeccionados, utilizan una circunstancia notable (por ej, Dios, que lo sabe todo, puede vigilar a los hombres y se lo representa por medio de un ojo). 3. La escritura simbólica: se sirve de semejanzas más o menos escondidas (el sol que se levanta es figurado por la cabeza de un cocodrilo cuyos redondos ojos afloran justo en la superficie del agua). En estas tres formas se reconocen las tres grandes figuras de la retórica: sinécdoque, metonimia y catacresis. Poco a poco estas figuras se van cargando de poderes poéticos y se complican. Nacen así las supersticiones que hacen creer que el sol es un cocodrilo, nacen los saberes esotéricos, a partir de los cuales los sacerdotes transmiten de generación en generación las metáforas, y las alegorías del discurso (frecuentes en las literaturas más antiguas) y la ilusión de que el saber consiste en conocer las semejanzas. El lenguaje poseedor de una escritura figurada no progresa mucho. Los signos no se multiplican con el análisis de las representaciones, sino con las analogías más lejanas, de suerte que es la imaginación de los pueblos la que resulta favorecida, no la reflexión; la credulidad y no la ciencia. La historia de los hombres cambia por completo con la escritura alfabética, que consiste en transcribir en el espacio ya no ideas sino sonidos y de ahí elementos comunes que forman signos únicos que, combinados, forman las sílabas y las palabras. La ruptura del paralelismo exacto entre representación y grafismo permite formar la totalidad del lenguaje. ¿Qué efecto tiene en la escritura la inclusión de la comunicación por medio de las nuevas tecnologías? ¿Estamos ante la emergencia de nuevas formas de escritura? ¿Este cambio en la escritura está al servicio de provocar subjetividades acordes a la demanda del neocapitalismo? H es una paciente de un país extranjero que vive en Argentina sin su familia, ya que vino para hacer sus estudios universitarios. Trae a las sesiones un celular, al que mira casi todo el tiempo. De él lee sueños que escribe allí apenas se despierta. A comienzos de 2008, ya con 24 años, conoce en una fiesta a un joven, J, que le gusta mucho y que le dio un beso que supera, según dice, a los que había recibido hasta ese momento. Comienza con J una relación a través del Chat. H mira casi todo el tiempo su celular. Desde mi sillón sólo puedo ver pequeñas letras en una pantallita diminuta y a H tocando botoncitos mientras habla, a veces supuestamente lee lo que dice el teléfono en el que trae anotado lo que le escribió a J en el Chat o cosas que él le escribió. H: “El viernes le mandé un mensajito a J por el celu y me dijo que estaba en una fiesta, yo ahí le dije que yo estaba en esa fiesta también y me dijo que lo fuera a saREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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ludar, pero yo no estaba ahí, así que le dije que no, que había mucha gente y que me iba enseguida.” A: “¿Todo eso por celular, con mensajitos?” H me contesta tranquilamente “Claro”. H: “¿Pero sabes lo que me dijo?, entonces es mentira, y yo le dije, no, es cierto, y él me dijo, entonces dime que ropa tengo puesta, y ahí me quería morir, y dije, me juego. Y me acordé que había visto una foto en el facebook en la que él tenía una remera blanca con rayas azules y la pegué, tuve suerte, me dijo que si, que esa era la ropa. Ahí le dije que me iba y quedamos en hablar luego. Al otro día abro el facebook y había subido él las fotos de la fiesta y ¡tenía la remera!, ¡no puedo creer lo que pasó!, lo podría haber estropeado todo, no se por qué le dije que estaba ahí si no estaba…” H se va a la costa con J y sus amigos, donde tiene un tercer encuentro con J, allí otro beso y un viaje en auto. Se despiden como amigos. H está molesta porque él no define la situación, dice no aguantar más que él no le proponga ser su novia. A: “¿Pero cuántas veces se vieron?” H: “Tres” A: “Tres” H: “Pero ¿y todo lo que charlamos por Chat?, y además él me dijo que nunca se había sentido así con una mujer y yo tampoco antes con un hombre…”

CONCLUSIÓN ¿Cuál es la demanda actual de forma humana? Una respuesta posible es aquella que mejor se adapte a los circuitos integrados del capitalismo global. Paula Sibila, en su libro El hombre postorgánico concluye al respecto: ¨…aquellos tipos humanos que propician su reproducción opulenta y complaciente, reduciendo al mínimo…fallas de cualquier índole. Nada mejor, para eso, que digitalizarlos, tornándolos compatibles con toda la parafernalia teleinformática que dirige el mundo…¨ (2005, p. 193) Cuerpos conectados, ávidos y ansiosos producen una sintonización que los transforma en cuerpos útiles. Una transmutación del cuerpo humano que apunta a la actualización en nombre de la eficiencia. Pienso que esto denuncia un cambio en la subjetividad y una transición cultural de la que estamos siendo espectadores todos los días en nuestros consultorios. Abrir el debate sobre estas cuestiones permitirá estar advertidos de la complejización que esto produce en nuestra práctica y la necesidad de continuar con la investigación de esta temática.

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RESUMEN Este trabajo pretende investigar acerca de la cuestión de los avances tecnológicos y su injerencia en la producción de nuevas subjetividades. Nos preguntamos si los avances tecnológicos actuales representan un salto cultural, o si se trata apenas de un escalón más en el trayecto marcado por la evolución cultural. Los nuevos modos de encuentro entre los sujetos provocados por estos avances tecnológicos configuran diferencias en lo que llamábamos público y privado instaurando así un afuera sin límites: el ciberespacio. Las diferencias que empezamos a notar en nuestra práctica clínica en la era del post capitalismo nos invitan a pensar acerca de estas cuestiones. Se acompaña de viñetas clínicas. DESCRIPTORES: TECNOLOGÍA / SUBJETIVIDAD / PUBLICO-PRIVADO / CUERPO / RELACIÓN.

SUMMARY Psychoanalysis and other disciplines in the era of multimedia: Love through Facebook The author investigates the question of technological advances and their influence on the production of new subjectivities The author asks whether today’s technological advances represent a cultural leap or if this is only one more step on the itinerary indicated by cultural evolution. The new modes of encounter between subjects provoked by these technological advances configure differences in what we called public and private, thereby establishing an unlimited outside: cyberspace. The differences we begin to notice in our clinical practice in the post-capitalistic era invite us to think about these questions. Clinical vignettes are included. KEYWORDS: TECHNOLOGY / SUBJECTIVITY / PUBLIC-PRIVATE / BODY / RELATION.

RESUMO A Psicanálise e outras disciplinas na era da multimídia: Amores por Facebook Este trabalho pretende pesquisar sobre a questão dos avanços tecnológicos e sua ingerência na produção de novas subjetividades. Perguntamo-nos se os avanços tecnológicos atuais representam um salto cultural, ou se trata apenas de mais um degrau no trajeto marcado pela evolução cultural. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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Os novos modos de encontro entre os sujeitos provocados por estes avanços tecnológicos configuram diferenças no que chamávamos público e privado, instaurando assim um lugar sem limites: o ciberespaço. As diferenças que começamos a perceber em nossa prática clínica na era do pós-capitalismo nos convidam a pensar sobre estas questões. Acompanha vinhetas clínicas. PALAVRAS CHAVE: TECNOLOGIA / SUBJETIVIDADE / PÚBLICO-PRIVADO / CORPO / RELAÇÃO.

Bibliografía Adanson, M. (1772): Cours d historie naturalle, 1772, ed. París, 1845, pp 4-5. Condillac, Abbé De (1802): Principes De La Grammaire Francoise 1802, ed. Galixte Volland, pp 8-10. Foucault, M. (2003): Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, 2ª. Ed.- Buenos Aires, Siglo XXI. Trotta, L y Killner, A (2009): “Lo que queda de la sesión”. Inédito Sibila, P. (2009): El hombre postorgánico. Cuerpo, subjetividad y tecnologías digitales.- 2a ed. - Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. [TRABAJO ACEPTADO POR EL COMITÉ DEL CONGRESO DE MÉXICO EN FEBRERO DE 2011]

El Olfato –profundizando la investigación– Lo inconsciente y la sexualidad * Liliana Ziaurriz de Jacoby

“¿Por qué la reflexión psicoanalítica contemporánea tiende a perder de vista demasiado a menudo, la comprobación clínica y freudiana según la cual la vida psíquica tiene como base las cualidades sensibles?” Didier Anzieu

MEMORIA . EL OLOR COMO OBJETO La investigación psicoanalítica del olfato llevó, desde el año 1996, a la publicación y presentación de trabajos en congresos nacionales e internacionales (Ziaurriz, 2000, 2002, 2004, 2009). El malestar en nuestra cultura desodorizada y contaminada por químicos estaba invitando a pensar este sensorio tan íntimo y subjetivo; de manera que el premio Nobel de medicina de 2004, adjudicado a Richard Axel y Linda Buck por sus investigaciones sobre el olfato, convalidó mi interés por el tema. Este analizador periférico que diferencia entre 10.000 aromas es el único de los sentidos que conecta directamente y sin intermediarios con el exterior, y para el cual Freud, muy tempranamente en su obra (1892), en busca de lo que hay de esencial en la represión, estatuyó esta entrañable y radical represión, la represión orgánica, adelantando la formulación de un mecanismo de defensa que luego llegaría a constituir un pilar central en su concepción del psiquismo. El presente trabajo busca investigar desde una perspectiva psicoanalítica las relaciones entre el olfato y la memoria. Otra perspectiva que se considera es la reflexión sobre algunas características particulares del olor como objeto. No se incluirán aquí reflexiones respecto de la conocida acción de las feromonas detectadas por el órgano vómero nasal, ateniéndose exclusivamente a las sensaciones aferentes a través del epitelio olfatorio. *

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Es algo aceptado en neurociencias (p. ej., Damasio: 1994; referido por Ziaurriz: 2004) que el cerebro límbico es receptor de los estímulos olfatorios con sólo una sinapsis intercalada (en el bulbo olfatorio) con el mundo exterior; asimismo el cerebro límbico es también sede de las tonalidades del ánimo y de memoria inconsciente en la amígdala y en el hipocampo; para la neurociencia existe una estrecha vinculación entre el olfato, la memoria y la afectividad. No hay sensaciones más cargadas de afectividad que las olfatorias. Esta significativa correlación haría de estas percepciones una vía privilegiada para intentar acceder a algunas cuestiones vinculadas a trastornos en dichos ámbitos. Como expresé en trabajos anteriores (Ziaurriz: 2004), y dado el funcionamiento quimiorreceptor del olfato, ello impide que estas percepciones sean afectadas por la primera regla biológica “defensa primaria o represión (Verdrängung esfuerzo de suplantación y desalojo)” (Freud, 1892). Por estas razones los aromas ingresan y se mantienen de manera predominante en un registro inconsciente. El olfato es un sensorio primitivo, pre-simbólico, vigente en la infancia, que tiene la mágica condición de invadir por sorpresa, espontáneamente, puntuando en presente, y luego huyendo; él se esfuma inaprehensible, imposible de convocar. Objeto perdido. Sin embargo arrastra la memoria vivencial y dispara recuerdos. Ejerce en las personas un influjo transformador del ánimo. Tal como expresa Proust, el barniz de la escalera absorbía y fijaba el pesar (separarse de la madre), “que lo hacía más cruel aún para mi sensibilidad porque bajo esta forma olfativa, mi inteligencia no podía intervenir” (1954). El olor consubstancia al sujeto consigo mismo más allá de la voluntad. Es decir que constituye, invade, y toca en el ser en un efecto de transmutación subjetiva (Ziaurriz; 2004). Su funcionamiento intrínseco nostálgico e intrigante, redobla entonces aquello que promueve: emociones de añoranza. Entre lo animal y lo humano, entre el cuerpo propio y el del otro, naturaleza y cultura entre el cuerpo y lo psíquico, entre sensorialidad y objetalidad, el olfato es un sensorio bifronte como indicador de la inmediatez de lo real, no decible, y su frecuente advenimiento sin invitación, como un huésped que irrumpe en el psiquismo casi a la manera alucinatoria. Dado que es un marcador de las vicisitudes vinculares del sujeto (es frecuente la mención del olor a tabaco del padre que hacen los pacientes), un obstáculo para esta propuesta reside en que un hilo conductor temático como el enfocado recorre campos muy extensos cuya dilucidación transversal puede resultar sobreextendida; por otra parte, la condición de trama interconectada entre el cuerpo y un psiquismo presimbólico le otorga una dificultad intrínseca para su teorización: a lo anterior se agrega su escasa vinculación con el lenguaje. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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EN LITERATURA Las fragancias generan y se entraman en complejos de mediación, evocaciones discursivas, despertares imaginarios, poemas, es un disparador que acicatea la representación psíquica. Atraídos por ese más allá al que invitan los misterios y la lógica paradojal de este sensorio, Baudelaire, en Las flores del mal (1857) oscila entre la depresión del Spleen, el erotismo de los olores y la reflexión ante la provocativa persistencia del aroma a través del tiempo. Síncopas en el tiempo, toca el presente y fuga, el olor está ligado al instante, ingresa por oleadas, suscita al encuentro y es esquivo, errático, se esfuma y deja en la nostalgia de lo perdido. “(…) Le Printemps adorable a perdu son odeur.” Walter Benjamin escribe que “Entre los recuerdos, el reconocimiento de un olor tiene el privilegio exclusivo de consolar porque este reconocimiento adormece profundamente la conciencia del transcurso del tiempo. Un perfume hace remontar años enteros a través del perfume que recuerda. Es lo que hace tan desconsolado el poema Le goût du néant, de Baudelaire” (1999). Se detecta en Baudelaire el predominio de la curiosidad por la oscilación de lo fugaz aunque persistente de las fragancias, y el asombro ante las correspondencias del mundo entre “el hombre pasa a través de las selvas de símbolos que lo observan con mirada familiar (...) en una tenebrosa y profunda unidad vasta como la claridad (...), los perfumes, los colores y los sonidos se corresponden.” (1857, pág. 32) Lo inaprensible de la emanación olfatoria es remarcada por Rilke (1960): “¿quien puede tocar los olores?”; asimismo hace hincapié en la comunidad de lo humano y lo animal en ese más allá de lo figurable al compartir con su perro las incertidumbres del existir. Proust, gran lector de Baudelaire, asevera reiteradamente que las fragancias despiertan vivencias y sensaciones dormidas en el arcano de su memoria. En busca del tiempo perdido es un camino al encuentro de los recuerdos perdidos, que no advienen por el esfuerzo consciente sino a través de lo que él expresa como “memoria involuntaria”. Son los olores los vehículos que llevan al poeta a los recuerdos perdidos de su infancia. Estos recuerdos están impregnados por el olor y notablemente, se presentan unidos al estado de ánimo concomitante. El recuerdo recuperado por la consciencia se presenta ahora en la evocación con una configuración visual, ella sí, susceptible de ser descripta por el lenguaje (Freud, 1939) y aludida, tocada, por la poesía.

MEMORIA Este sensorio está fuertemente relacionado con la memoria (Ziaurriz, 2004). Su participación en ella está descripta en neurociencias (Damasio: 1994;

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Kandel: 2008), y es tan notable su vinculación que un índice precoz de la enfermedad de Alzheimer, donde la pérdida de la memoria es patognomónica, lo constituye la disminución de la sensibilidad olfatoria. Asimismo, se ha escrito respecto de la vinculación en el ingreso de sensaciones olfatorias precedentes a trastornos de la percepción de la realidad similares a los fenómenos de déjà vu (Ziaurriz: 2004, los concibe en términos de déjà odoré), con ejemplos de la clínica psicoanalítica; por otra parte, en escritos de neurociencias se describe la vinculación de ambos fenómenos (Guirao, 2003). Tal como afirma Freud (1930) en El malestar en la cultura, el olfato ha sido totalmente subsumido por el predominio de lo visual en la cultura. En correspondencia con lo anterior, se detectan vinculaciones muy escasas entre este sensorio y el lenguaje; el mismo sólo es referible por analogía, en tanto que tenemos amplio vocabulario para lo visual y auditivo insertos como metáforas predominantes de la conciencia, y con un rango instrumental para la cultura. Sin embargo, curiosa y paradójicamente, el olfato alerta respecto de los peligros tóxicos del ambiente que no son detectados por el oído o la vista. Es decir que hace centralmente a la conservación (Ziaurriz, 2000). La penetración e incidencia en el ánimo del olor y su fuerte participación subjetiva lo tornan poco apto para la delimitación dicotómica sujeto-objeto, así como para los organizadores de tiempo y espacio en el preconsciente (Ziaurriz, 2000). Su presentación como sensación aislada conmina al reconocimiento de su fuente, o en caso de irrumpir como un olor recordado, promueve la búsqueda de su determinación témporo-espacial para su representación, y para ello debe recurrir a los organizadores del preconsciente, asociándose entonces a imágenes y palabras. A estos recuerdos hasta entonces no disponibles a los cuales arrastra, les aporta una tonalidad especial, teñida de añoranza. Asimismo, su inscripción mnemónica inconsciente hace que, paradójicamente, con frecuencia presente cierta dificultad para su evocación voluntaria sin que esto implique olvido: ello se evidencia en la experiencia por memoria corporal, como memoria implícita, de los alertas que se incorporan respecto de emanaciones peligrosas.

EL OLOR COMO OBJETO La condición de quimiorreceptor del olor determina su in-corporación sin que permita una barrera antiestímulo, ingresando directamente al sistema neuronal con la modificación somática correspondiente como determina Freud (1886) en El Proyecto. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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Inter urinas et faeces nace el ser humano, impregnado además por los olores vía placentaria de ingreso químico, de los fluidos aromáticos corporales de la madre transmitidos por vía sanguínea. Estamos entonces ante una posibilidad de “experiencias que remitan a precoces improntas olfatorias corporales, incluso prenatales” (Ziaurriz: 2004, pág. 6), con la imposible condición de advenir posteriormente a la consciencia. El organismo posee un funcionamiento con una lógica intrínseca coherente y compleja, con códigos y claves específicos que no se pueden asimilar a las leyes del discurso ni a la lógica formal. De lo anterior se deduce que el ingreso olfatorio sanguíneo constituye una vía regia para las identificaciones directas al cuerpo y su almacenamiento como memoria corporal (Ziaurriz, 2004). Lo anterior abona a la constitución de una simbiosis original en la comunidad olorosa con el cuerpo materno, y funda una identificación primaria con fijación (Fixierung), fijación de la pulsión a la representación olfativa materna (Mc Dougall, 1989). Abundan en la clínica de los traumas por duelos tempranos la remitencia a improntas olfativas como registro mnemónico indeleble, que constituyen marcas conmemorativas de una precoz ausencia materna (Brill, 1932); en la literatura está claramente ilustrado en El perfume de Süsskind (1990). El olor sería la impronta o el vehículo princeps para la constitución del yo primitivo en unión con el cuerpo materno por su carácter de difusión y mezcla envolvente más allá de lo táctil, lo visual o lo auditivo, puesto que modula y se percibe como un ambiente compartido con escasa discriminación de las fuentes. Literalmente una incorporación in corpus de los aromas maternos. En coherencia con ello, el olfato como ningún otro sensorio, recibirá la impronta del objeto primordial en lo entrañable del cuerpo en una identificación primaria (Ziaurriz, 2002), con lo que implica de desconocimiento y dificultad representativa para la consciencia.

RELACIÓN CON LA COSA El olor está intrincado a las representaciones arcaicas, a la representación de cosa (das Ding). En esta presencia que puja pulsionalmente pero que es muy difícil de representar, la presentificación del olor para el sujeto trae algo de las primigenias representaciones vinculares pero deja con la sensación de lo perdido en el movimiento de separación, de su constitución como sujeto. Algo se pierde. Esta caída de un objeto que inevitablemente se intentará restaurar motivará la anhelante búsqueda de un reencuentro para restituirla. Se trata de una separación de un trozo de sí, un fragmento que le es sustraído, la pérdida de un resto propio, para constituirse como sujeto.

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Tras el corte producido por la represión orgánica, el rechazo por el asco subsecuente aceptará los derivados, que tienen algo del resto pero transformado en perfume como un retorno culturalizado y construido él mismo con restos de excretas. El devenir del proceso de separación recorrerá un camino en el que el resto oloroso persistirá como un llamado primario a la Cosa. Algo del olor, como un resto privilegiado, permanecerá como un sustrato en el camino de creación del objeto transicional (Winnicott, 1971), como el núcleo que mantendrá el sentimiento más entrañable de presencia del cuerpo materno, de su esencia aromática. El olor es el emisario más directo e inmediato de la escena primaria (Ziaurriz, 2004) y el más entrañable a la cosa, y subsiste como un enigma siempre activo eficaz pero inaprehensible. El pasaje a la representación palabra y la representación de objeto tiene síncopas particulares por la dificultad intrínseca para su descripción por el lenguaje o la imagen; lo anterior conlleva como alternativa única la de transformarse y asociarse por desplazamiento y condensación a los fines de ser representable. El olor se manifiesta como un articulador, como un factor relacionante, tanto en la sustentación del objeto transicional como en el desplazamiento fetichista, en tanto que algunas particularidades de su funcionamiento lo acercan a las especies del objeto a (Lacan: 1962-63)

EL OBJETO TRANSICIONAL El objeto transicional descripto por Winnicott (1971) inaugura un nuevo espacio en el infans y abre el camino a las sustituciones simbólicas. Su condición de trama de sustento que mantiene algo de la presencia del cuerpo materno con efecto de apaciguador y sostén psíquico de la ausencia materna manifiesta una incidencia directa en el ánimo. Su particular inscripción psíquica tan poco conflictiva que no es necesario reprimirlo aunque no se lo olvida, unido al hecho que al abandonarlo no deja tras sí un estado de duelo inaugura un procesamiento normogénico, de conservación de un estado de placer y de capacidad representativa del psiquismo; es decir que produce transmutación subjetiva, enriquece el psiquismo, instaura el campo ilusional ni interior ni exterior al sujeto, el tercer espacio de la vida imaginaria y representacional. Es de notar que el olor está tan entramado en el objeto transicional que pierde su condición al lavarse la pequeña almohada tal como refiere Winnicott. El aroma, entonces, cumple esta función de trama intermedia, de atmósfera común, en éste espacio transicional, entre el sujeto y el otro, entre el infans y el cuerpo materno. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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EL FETICHE El interés central para este punto no reside en profundizar específicamente en este tema, sino en hacer algunas correlaciones entre el fetiche y el olor. Freud refirió estos nexos en varias ocasiones: “Tres Ensayos para una teoría sexual” (1905), “Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci” (1910), “Fetichismo” (1927), y “La escisión del Yo en el proceso defensivo” (1939). La construcción del fetiche como resultado del mecanismo de desmentida frente a la castración, como un objeto que es y no es el falo, provee una defensa ante ansiedades de castración importantes, que complican la aceptación de la diferencia anatómica. Asume totalmente sobre sí, entonces, la capacidad de provocar el deseo dentro de una escenificación ultradeterminada y secreta. El olor es una condición central en la deriva metonímica, al igual que lo visual desde los genitales hacia partes del cuerpo intensamente impregnadas de aromas. Esta condición de objeto encantado que adquiere el fetiche, el pie sucio y maloliente que describe Freud como creencia en el pene femenino, refiere al olor como emisario desplazado de los olores genitales. El fetiche se diferencia del objeto transicional en que aparece en la etapa fálica. Por otra parte, la precoz excitación genital por la vista, el desafío de aceptar la diferencia anatómica y la concomitante amenaza de castración promueven el recurso a la construcción del fetiche, que remite al goce prohibido con la madre. No es así la condición del objeto transicional, que representa la unión gratificante madre-niño apuntalada en la función anaclítica. La importancia del olor en relación al fetichismo la menciona Abraham (1912), quien describe que la represión de los instintos olfatorios y escoptofílicos lleva al olfato y la vista a desplazarse desde los genitales a las zonas distales salientes y olorosas de los pies. Los casos de fetichismo presentados por Sterba, Idelsohns y Wulff (Wulff, 1946) remiten a la formación del fetiche en relación al pecho materno a través de cualidades olfativas y táctiles. El fetiche tiene algunas similitudes con el objeto transicional en cuanto a su condición sensorial que se caracteriza por no ser permutable, y ser único y fijo, aunque “El fetiche, entonces, correspondería al representante del goce prohibido con el cuerpo de la madre, a diferencia del objeto transicional, que es representante de la unión gratificante madre-niño, apoyada o apuntalada en la función anaclítica del pecho.” (Romano, 2001, pág. 207) El olfato impregna y acompaña todos los avatares del recorrido libidinal del sujeto, imprimiendo marcas en la memoria consciente, inconsciente y aún en la memoria corporal. De tal manera, el olfato provee la trama sensorial que relaciona como un

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continuum todas estas presentaciones del objeto en el fetiche, en el objeto transicional y en modalidades del objeto a. El olor imprime como un rasgo de llamada erótica una condición fetichista que llama y dispara lo necesario de cierta cualidad, la presencia de cierta fragancia en el objeto de deseo. Podemos mencionar para Baudelaire, el pelo en su amante, la mulata Duval.

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OLOR COMO OBJETO OBJETO A .

- REFLEXIONES

EN PARALELO CON LAS ESPECIES DEL

“En qué consiste el objeto a “en sí mismo” (si tal expresión es posible). El problema es que no hay “idea” del objeto a, salvo en sus especies, a las cuales no se reduce”. (Chemama, 2002). Baranger transcribe las críticas que Lacan realiza al concepto de objeto en Klein, entre las cuales incluye el no atribuirle un estatuto objetal a la mirada y a la voz en la construcción del mundo subjetivo, o considerarlos sólo como diversificaciones del objeto oral. “Siguiendo Tres Ensayos y ateniéndose en exclusividad a la categorización objetal de Abraham. Ello se debe a que no considera la importancia que Freud asigna a la pulsión escópica y exhibicionista por no configurarse alrededor de ellos ningún “estadio” genético de evolución libidinal. Justamente en este sentido Lacan, respecto de la mirada ha mostrado el momento estructurante del psiquismo como prototipo de todo un desarrollo objetal, el estadio del espejo.” (2001, pág. 130). Con el mismo razonamiento es de destacar la reiterada vinculación que establece Freud entre el olor y la pulsión y su predominio en la sexualidad infantil. De esto se infiere la necesidad de considerar la condición objetal del olor. La afirmación de que el objeto se constituye como perdido separa claramente las aguas respecto de perspectivas “naturalistas” o empíricas y prioriza la presencia del objeto en el psiquismo con su carácter parcial. En Lacan (1962-63) prevalece un enfoque menos sustancializado que en Abraham respecto del concepto de objeto. Además de los objetos mencionados por este último: la mama, el escíbalo y el falo, Lacan posteriormente agrega como presentaciones del objeto a, los siguientes: la placenta, el flujo urinario, el fonema, la mirada, la voz y la nada (le rien). Es decir, objetos que en su materialidad no tienen la insinuación de un corte posible sino que son flujos o emisiones tales como los aromas y en los cuales el corte es función del significante. Para lo olfatorio, los paradigmas culturales imponen la separación de los olores corporales en su más entrañable pertenencia al funcionamiento corporal erógeno, es decir, la separación y desecho de las excretas. La nueva categoría objetal que este autor establece tiene caracteres esenREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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ciales en su función. Pero se opone claramente a estadios evolutivos de la libido y se centra en que en las diversas formas en que se manifiesta el objeto “a”, “se trata siempre de la misma función, es decir de cómo el “a” está ligado a la constitución del sujeto en el lugar del Otro y lo representa” (1962-63, pág. 263). Estas particularidades del objeto “a” presentan algunas similitudes con la manera en que se presentifica el olor en el psiquismo. Es de interés poner en paralelo con ellas el especial ingreso del olfato en el psiquismo como una perspectiva a considerar. Por experiencias vividas en condiciones no patológicas es frecuente el ingreso de una sensación olorosa que nos invade “en ausencia de objeto de la percepción”, inopinadamente, casi a la manera alucinatoria, habitual en las experiencias del déjà vu; la misma condición se afirmó para el olor en trabajos anteriores como el fenómeno de lo ya olido (Ziaurriz, 2004). Estas experiencias comportan un sentimiento de extrañeza, de pérdida de la realidad del momento actual vivido, y el sujeto queda tomado en desvanecimiento, en fading. El olor emitido asume para el sujeto una similar condición paranoide que Sartre refiere para la mirada, en la posición de desconocimiento de los efectos de esta emisión devenida ajena e incontrolable; el sujeto queda en la ignorancia de la manera en que este emisario incide o interpela al Otro. Esta condición paranoide en los años 70 se describió en el “síndrome olfatorio de referencia”, sin una condición psicótica concomitante. Luego en los años 80 se lo vinculó a las psicosis hipocondríacas monosintomáticas. El circuito pulsional en un ir y venir al Otro y desde el Otro presenta las alternancias en que puede subjetivarse e inscribirse bajo la forma de olerolerse, oler-ser olido, y presenta las mismas oscilaciones de actividad pasividad y de relación al Otro que las del mirar: autoerótico, activo, pasivo. No queda tan evidente el paso de su asunción como sujeto en este vaivén, tal como ocurre con la visión, pues el funcionamiento inconsciente de su ingreso, y entre otras particularidades, su limitada capacidad para la emisión olorosa activa, implica que lo más frecuente sea una irradiación involuntaria de las fragancias propias. Los afluentes odoríferos entramados a lo placentario, lo oral, lo anal y lo genital, sufren una represión radical, a raíz de la cual el menoscabo pulsional abarca todas las zonas corporales no sólo la anal como habitualmente se entiende. Incluso la vía olorosa intrauterina que mantiene impregnado al feto químicamente en su sangre por los olores del cuerpo materno le es sustraída por la caída de la placenta; es decir que en todas las experiencias constitutivas de su psicocorporeidad, el olor es arrancado del cuerpo. Sería requerible evaluar la condición de corte que se establece para las variantes del a, la separación del cuerpo materno o del propio, con el subsiguiente efecto de decantación del sujeto separado del resto material. Cabría preguntarse si el efecto de corte lo efectuaría acaso la represión orgánica,

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con la impregnación del dique del asco subsecuente, y tan drásticamente señalada por Freud para el olfato (1897). Es fácilmente representable un corte en la materialidad de los escíbalos o de la placenta. En oposición, tanto para la especie o modalidad de objeto a de la voz o de la mirada rige una condición de fugacidad, de evanescencia y discontinuidad. Se podría pensar con los mismos parámetros a la especie de objeto a del olor, y en similar categoría objetal. Hay un apoyo imaginario para la referencia a un todo corporal al cual la castración ha producido un corte con la implicancia de lo siniestro dado que el olor no tiene representación en imagen, ni la posibilidad de ser subdividido, de una dicotomía: el corte o desprendimiento del cuerpo de las fragancias emitidas no posee una representación tan clara. La imposibilidad de apoyatura visual consustancial a su condición dificulta la remitencia a una completud corporal, la cual es referida siempre a la imagen especular. Por su constitución – ya que es intrínsecamente no especular, como la voz – no puede remitir a un corte salvo por la intermitencia y fugacidad, condiciones que también son vigentes para la voz. Por lo anterior, lo visual del corte no se “dibuja” (dificultad para todas las expresiones que no deriven de imágenes visuales, dado que hay un apoyo imaginario para la amenaza de castración), y no se inscribe ni imaginaria ni simbólicamente, salvo en las ineludibles asociaciones con otros sensorios. Sin embargo, aún así funciona como una marca en el inconsciente. Otra peculiaridad del olor es que la fuente abarca todo el cuerpo, piel y entrañas y emerge desde esta banda de Moebius. Todo lo anterior denota la particular dificultad del olor para ser delimitado representacionalmente. El objeto a y sus especies o modalidades remiten al falo como prototipo de objeto caducible. El falo, a diferencia de ellos, pertenece simultáneamente al registro imaginario y simbólico. Y su predominio se debe a que conlleva en sí la diferencia, los pares opuestos, correlativa a este orden simbólico. Presente e inasible, el olfato no tiene posibilidad de registro especular, no tiene capacidad de reflejarse o capacidad intrínseca para duplicarse, como tampoco es pasible de registro dicotómico. Su presencia está demasiado cerca del sujeto como para percibirlo conscientemente. Es poco representable por el lenguaje salvo las metafóricas provenientes de la música como notas. De esto se infiere su dificultad para el registro significante. La emanación odorífera del Otro que se desprende, inaprehensible y fugaz, tiene un potente accionar sobre la sexualidad, complicada por el entramado del asco, aunque tiene la posibilidad cultural, de un retorno “a través del perfume, el cual, es una imaginarización del objeto a” (Weisse, 1991). Hay entonces un ida y vuelta de las afinidades químicas incluso, y desde lo real material del cuerpo entre el sujeto y el Otro. Es una aceptación o reREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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chazo inconsciente, dado lo incognoscible por identificación al propio funcionamiento corporal, como lo más cercano al sujeto, como una parte de sí y del Otro eficaz, excitante eróticamente. La represión orgánica agrega un plus de angustia al disparar una marca de asco ante la emergencia olfatoria excitante sexualmente, lo cual incrementa el esfuerzo de levantar la represión. El llamado a las primeras improntas olfativas provenientes del cuerpo materno probablemente influyan a futuro en la elección de partenaire erótico como aquello familiar pero profundamente inconsciente, tan vigente esto, que Freud categoriza para el olfato un destino similar al del complejo de Edipo: Der Untergang (Freud, 1924). En todos sus escritos relaciona de manera privilegiada este sensorio a la sexualidad. Hay algo incognoscible y misterioso en la combinatoria del sabor-olor proveniente del otro, en el acto del amor y es absolutamente presente y determinante de atracción o rechazo; este último frecuentemente es el resorte de muchas dificultades eróticas si prevalece de manera importante la represión orgánica y, por ende, la represión de los emisarios aromáticos del cuerpo consustanciales a las excretas, a la piel y a los genitales. El olor asume luego de la represión orgánica un estatuto de resto desechable separado del cuerpo, de desperdicio, y es el emisario de lo podrido de la descomposición de la carne. La angustia proveniente de la oscilación familiar-siniestro adviene para este sensorio en las gamas de lo hogareño como el olor de la casa paterna, por ejemplo, y das Unheimliche por excelencia adviene de manera privilegiada para este sensorio en el olor a cadáver. Las formaciones protectoras frente a la desaparición, a la muerte, no se presentan como en lo visual a la manera de la duplicación punto a punto, sino por una propuesta sustitutiva a la manera de una represión a través del aroma de flores que distraen del olor a difunto. El análisis de lo irrepresentable (Green, 1996) en la oscilación de lo familiar y lo siniestro estimula la función de representabilidad en la dupla analítica y abre espacios hasta entonces desconocidos e intransitados para la creación de nuevas constelaciones psíquicas.

RESUMEN Ateniéndose al tema de la sexualidad y de lo inconsciente, se plantea la incidencia sensorial del olfato en el psiquismo. Es una continuación de trabajos anteriores y en el presente escrito está vinculado a la memoria y a la condición del olor como objeto: tanto en su relación con la representación de cosa, como sustrato del objeto transicional y del fetiche y, en particular, el olor como una de las especies del objeto a.

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La condición quimiorreceptora del olor determina una incidencia ineludible en el organismo así como su inscripción inconsciente; a esto se agrega su gran dificultad para devenir consciente en razón del escaso lenguaje que lo representa. Impregnación olfatoria de la sexualidad infantil y su represión drástica subsecuente, orgánica, como plantea Freud, el olor tiene un privilegiado acceso a la corteza cerebral y al rinencéfalo a través de una sola neurona que conecta con el exterior. Este ingreso directo a los centros de la memoria determina la vigencia de los recuerdos tempranos para las configuraciones identificatorias. DESCRIPTORES: OLFATO / MEMORIA / AFECTO / OBJETO / DAS DING / OBJETO TRANSICIONAL / FETICHE / OBJETO “a”.

SUMMARY The Sense of Smell – deepening the investigation– The unconscious and sexuality Focusing on the theme of sexuality and the unconscious, the author proposes the sensory influence of the sense of smell on the psyche. This is a continuation of previous work and in the present text it is linked to memory and to the condition of odor as an object: both in its relation to the thing representation, as a substrate of the transitional object and of the fetish and, in particular, smell as one of the types of object a. The condition of odor as a chemical receptor determines an unavoidable influence in the organism, as well as its inscription in the unconscious; to this is added its great difficulty to become conscious because of the dearth of language to represent it. Olfactory impregnation of childhood sexuality and its subsequent drastic, organic repression, as Freud proposes, smell has privileged access to the brain cortex and the rhinencephalon through only one neuron that connects it to the outside. This direct entry into memory centers determines the permanence of early memories for configurations of identification.

KEYWORDS: SENSE OF SMELL / MEMORY / AFFECT / OBJECT / DAS DING / TRANSITIONAL OBJECT / FETISH / OBJECT “a”.

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RESUMO O Olfato –aprofundando a investigação– O inconsciente e a sexualidade Em referência ao tema da sexualidade e do inconsciente se trata a incidência sensorial do olfato no psiquismo. Isto é uma continuação de trabalhos anteriores e em este trabalho está vinculado à memória e a condição do cheiro como objeto: tanto na sua relação com a representação de coisa, como substrato do objeto transicional e do fetiche e, especialmente, o cheiro como uma das espécies do objeto a. A condição quimiorreceptora do cheiro determina uma incidência iniludível no organismo como também a sua inscrição inconsciente; a isto se soma a sua grande dificuldade para o devenir consciente em razão da escassa linguagem que o representa. Impregnação olfativa da sexualidade infantil e sua repressão drástica subseqüente, orgânica como estabelece Freud, o cheiro tem um privilegiado acesso ao córtex cerebral e ao rinencéfalo através de apenas um neurônio que conecta com o exterior. Este ingresso direto aos centros da memória determina a vigência das lembranças antecipadas para as configurações identificatórias. PALAVRAS CHAVE: OLFATO / MEMÓRIA / AFETO / OBJETO/ DAS DING / OBJETO TRANSICIONAL / FETICHE / OBJETO “a”.

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—— (1927): El fetichismo. Buenos Aires, Amorrortu, T XXI. —— (1930): El Malestar en la cultura. Buenos Aires, Amorrortu, T XXI. —– (1939): La escisión del yo en el proceso defensivo. Buenos Aires: Amorrortu, T XXIII. Freud, S. (1939): Esquema de psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu, T XXIII. Green, A. (1996): La metapsicología revisitada. Buenos Aires, Eudeba. Guirao, E. (2003): Comunicación personal. Lacan, J. (1962-63): La angustia. (Seminario Nro. 10). Buenos Aires, Paidós. Mc Dougall, J. (1989): Teatros del cuerpo (p. 182). Madrid, Julián Yévenes. Proust, M (1954): A la recherche du temps perdu. (t. 1, p. 57) Paris, Gallimard. Rilke, M. (1960): Gedichte (Poesías). Chile, Nascimento. Romano, E. (2001): El concepto de objeto fetiche: su sistematización, en W. Baranger y otros (comp.) Aportaciones al concepto de objeto en psicoanálisis. Buenos Aires, Amorrortu. Süsskind, P. (1990): El perfume. Barcelona, Seix Barra. Weisse, C. (1991): Un cierto olor a fetiche. XXIX simposio y XIX congreso interno Asociación Psicoanalítica Argentina, Buenos Aires. Winnicott, D. (1971): Realidad y juego. Buenos Aires, Gedisa Wulff, M. (1946): Fetichism and Objet choice in early childhood. Psychoanalytic Quarterly, vol. 15 1946. Ziaurriz, L. (2000): Olfato Percepción y Representación - Represión Orgánica. Revista Asoaciación Psicoanalítica Argentina, t. XLVII, nro. 3-4. —– (2000): XXIII Congreso FEPAL Gramado. Olfato, percepción y representación – Represión orgánica. —– (2002): Olfato: identificación primaria – restitución sensorial. XXIV FEPAL, Montevideo —– (2004): Sensopercepción olfatoria: La memoria - déjà vu - identificación olfatoria. Congreso de psicoanálisis internacional IPA, New Orleans. [TRABAJO ACEPTADO POR EL COMITÉ DEL CONGRESO DE MÉXICO EN FEBRERO DE 2011]

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Autor invitado

Metalepsis, o retórica de la interpretación de transferencia * Giuseppe Civitarese

En cierto modo, el pirandellismo de Seis personajes en busca de autor o Esta noche improvisamos, en que los mismos actores son sucesivamente protagonistas y comediantes, no es sino una vasta expansión de la metalepsis [...]: personajes escapados de un cuadro, de un libro, de un recorte de prensa, de una fotografía, de un sueño, de un recuerdo, de un fantasma, etc. Todos estos juegos manifiestan mediante la intensidad de sus efectos la importancia del límite que se las ingenian para rebasar con desprecio de la verisimilitud y que es precisamente la narración (o la representación) misma; frontera movediza, pero sagrada, entre dos mundos: aquel en que se cuenta, aquel de que se cuenta. A eso se debe la inquietud tan acertadamente designada por Borges: «Tales invenciones sugieren que, si los personajes de una ficción pueden ser lectores o espectadores, nosotros, los lectores o espectadores, podemos ser personajes ficticios». Lo más sorprendente de la metalepsis radica en esa hipótesis inaceptable e insistente de que lo extradiegético posiblemente sea siempre diegético y de que el narrador y sus narradores, es decir, ustedes y yo, tal vez pertenezcamos aún a algún relato (GENETTE, 1972, pp. 290-291). “Vamos a ver, ¿qué podría hacer yo contigo?”. Este no es el desahogo de un terapeuta que esté trabajando con un paciente intratable, sino el pensamiento que en La mujer del teniente francés (cap. 55: 1969, p. 389), John Fowles rumia cuando en un compartimiento de tren se cruza con el protagonista de su novela, Charles, que está de viaje como él. Al mirarle de soslayo, el autor se pregunta cómo proseguir su narración. Para los analistas la escena tiene algo familiar. Para darse cuenta de ello, basta con remitirse las obras de Freud (1913-1914, p. 1669): «Diga usted, pues, todo lo que pasa por su mente. Condúzcase, por ejemplo, como un viajero que va junto a la ventanilla del vagón y describe a sus compañeros cómo el paisaje va cambiando ante sus ojos». Mas allá del mismo fondo ambiental, las dos situaciones se aproximan por un elemento de orden narrativo, como lo es la transgresión de los niveles diegéticos, es decir, de los universos espacio-temporales dentro de los cuales la *

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historia se desarrolla (como en La rosa púrpura de El Cairo, de Woody Allen, cuando Tom Baxter baja de la pantalla para verse con Cecilia, su devota admiradora), fenómeno que la narratología define como metalepsis1. En el consultorio analítico una escena parecida a la imaginada por Fowles se daría, en rigor, si mirando hacia fuera, el paciente se viera, o fuese llevado a verse, en el paisaje exterior en compañía del analista; no el analista como una de las muchas figuras que pueden aparecer en su discurso, sino precisamente como ese co-autor o lector del texto del análisis que en el mismo instante en el cual hace su aparición está sentado también más acá del cristal de la ventanilla, en el compartimiento del tren, precisamente. ¿Y no es este el panorama, más o menos claro, que se divisa con cada interpretación de transferencia? De hecho, tanto la página de Fowles como la escena del análisis se presentan como tipologías de narrativa “autoconsciente”. En el primer plano se coloca la naturaleza metanarrativa, e inevitablemente “ideológica”, de los respetivos espacios de representación. La tesis central del trabajo es que la interpretación de transferencia, uno de los principales factores terapéuticos del psicoanálisis, al menos desde Strachey (1934) en adelante, constituye en su forma-tipo un operador metaléptico, es decir un dispositivo retórico – un tipo específico de “esquema narrativo” o figura de discurso – gracias al cual en el “texto” del análisis, entendido, en primera aproximación, como el relato autobiográfico del paciente, se realizan intrusiones continuas del analista como lector (intérprete o destinatario) extradiegético. Sin embargo, como la interpretación misma tiene un carácter narrativo y puede que no la formule sólo el analista, sería más correcto afirmar que los dos protagonistas, considerados como co-narradores y co-destinatarios, se inscriben sistemáticamente, y al mismo tiempo, como autores extratextuales (o dramaturgos-espectadores extra-escénicos) en un texto (o en una escena) donde hasta ese momento no aparecieron, en la medida en ellos pertenecen a otro universo diegético. De este modo el texto del análisis se convierte en lugar del encuentro entre los “personajes” y sus autores/lectores, que ya se han convertido ellos mismos, después del dénoument del enredo inconsciente, en personajes de ficción, como diría Borges, y ya no son las personas reales e históricas que eran hasta ese 1

No empleo aquí la definición tradicional de esta figura, que la retórica clásica describe como “el reemplazo del sentido propio de una palabra, no por su sustituto metafórico directo, sino por una o varias metáforas indirectas a través de una serie de pasajes graduales” (De Mauro, 2002, p. 1515). Me refiero particularmente a la formulación moderna, y ampliada, de Genette (1982) según la cual la metalepsis, un concepto intermedio entre retórica y teoría del relato, indica la transgresión paradójica de fronteras entre realidades narrativas ontológicamente distintas, por ejemplo el mundo extratextual del narrador y el mundo en el que viven sus personajes.

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momento. De este modo se viola la frontera entre el mundo del autor o lector y el mundo del “texto”, entre observador y observado. Pierde color, así, la coartada referencial en la cual se funda la lectura obvia y espontánea de los hechos de la vida pasada y presente del analizando, es decir la tautología de una realidad tomada al pie de la letra. Se vuelve a descubrir cómo las estructuras retóricas construyen la experiencia comprendida en sus oposiciones categoriales, en la que cada una tiene una función de «encuadre». De esto se deduce que en este contexto el término retórico no es utilizado aquí como artificioso, ornamental o enfático, ni en un sentido puramente persuasivo. Se refiere más bien a una concepción de la retórica en tanto esta constituye una inteligencia figurada y una teoría del sentido (Bottiroli, 1993), un instrumento de interpretación de las estrategias discursivas subyacentes a los procesos generales de la significación (Simons, 1990). El concepto de metalepsis, que uso como herramienta heurística, enfocando el plano figurado y narrativo del texto, subraya la naturaleza constructiva, antiesencialista o “ficcional” – que no tiene nada que ver con el sentido de falso o irreal – del trabajo interpretativo que se da en el análisis, e ilumina el inevitable anclaje a códigos semióticos y lingüísticos específicos y a los efectos de orden performativo que ellos producen. El proceso de diferenciación de la identidad ya no se ve como un hecho de la naturaleza, sino como el fruto de una actividad de co-construcción que se realiza momento a momento entre paciente y analista. A cada dislocación metaléptica, re-descripción o re-encuadramiento narrativo, el sujeto es simultáneamente deconstruido y reconstruido, es decir que al mismo tiempo es relativizado y reforzado en el grado de conciencia de sí y del mundo. A la luz de esta sorprendente figura del lenguaje, la interpretación de transferencia aparece como un mecanismo cuya función es la del provocar efracciones sistemáticas e intencionales del setting/encuadre (y no fortuitas, como son las que estudió Roussillon, 1995); o mejor dicho de un nivel esencial suyo, el que atañe al orden del discurso. Con esto intento indicar repetidas violaciones o “abusos” interpretativos de las perspectivas propuestas por el paciente al otorgarles un significado a sus acontecimientos vitales. Sería posible pensar en ellas también como los mal-entendidos necesarios que Riolo (1999, p. 25) relaciona con la aplicación consciente del tipo de pensamiento que es el propio del sueño2. 2

En un nivel de mayor abstracción se podría dejar intervenir también la noción de misreading: cada lectura no puede ser sino una dislectura, porque la polisemia del significante y la desviación entre signo y referente donde se insinúa y del cual da cuenta la figuración, hacen que esta última no sea un modo lingüístico entre otros, o un accesorio secundario, sino más bien el paradigma mismo del lenguaje. Desde este punto de vista

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Dichas efracciones, de hecho las únicas permitidas por las reglas, antes prescritas por las mismas, tienen su intrínseco carácter transgresivo, además de virtualmente transformativo. Para hacer asequibles nuevos modos de ser y nuevas realidades, se disuelven los límites ya establecidos y se asignan nuevas delimitaciones de sentido. El problema técnico de cómo dosificar esta «violencia», y de cómo vestir las interpretaciones para que el paciente las pueda acoger, se discute también desde el punto de vista clínico. Pero hacen falta algunas definiciones preliminares.

¿QUÉ TEXTO Y QUÉ AUTOR? Para poner en marcha el discurso, un postulado inicial: la interpretación se estructura como narración en sí misma; así, ella contribuye al mismo hacerse del texto que descifra y del cual entra a formar parte. No es ninguna casualidad que Freud (1937, p. 3367), el primero en leer sus mismos casos clínicos como “cuentos”, prefiriera el término “construcción” al de interpretación, y así argumentaba: “El psicoanalista termina una construcción y la comunica al sujeto del análisis, de modo que pueda actuar sobre él; con la ayuda de otro material que le llega, hace lo mismo y sigue de este modo hasta el final”. Texto del paciente e interpretación-texto del analista acaban siendo indistinguibles (Schafer, 1992). Por texto se pueden entender por lo menos dos cosas. Desde un vértice exterior al setting la viñeta o caso clínico referido en un artículo científico – y sería esta la “reducción” operativa más simple y radical, aunque contraintuitiva – pero también de la trascripción de la sesión. Desde el punto de vista interior a la situación analítica –y entonces se hablará de texto en sentido figurado, en una acepción semiótica más amplia – los intercambios verbales de la pareja analizando-analista: en suma, la representación en vivo de una sesión. En el primer caso, el de la viñeta clínica, el analista es desde todos los puntos de vista el autor empírico, real, mientras que el paciente y el analista representados en el texto son dos personajes más que se encuentran y conversan entre sí, como en las páginas de una novela o de una pieza teatral. Los esquemas de la narratología aquí se pueden aplicar muy propiamente. En la medida en que se le puede entender, sobre todo si se valoriza el papel de la persona del analista como el producto de «una escritura de cuatro la interpretación no puede dejar de ser ambigua y descentrada; no un significado transparente o un desciframiento, sino un signo o texto más, que a su vez está a la espera de interpretación (De Man, 1979). REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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manos», el texto que va bajo el nombre de «material» o «ilustración» clínica es el que redacta el analista3. Este texto reviste habitualmente la forma de un diálogo en discurso directo o indirecto, pero podría presentarse también como el largo monólogo de un paciente ante un interlocutor silencioso. Es lo que pasa en la novela de Abraham Yehoshúa El Señor Mani, donde el lector no tiene los parlamentos del personaje que se encuentra al otro lado de un teléfono imaginario. Si se tratase de una trascripción fiel, pura, las cosas no variarían mucho. Las anotaciones gráficas, los párrafos, las comillas, los otros elementos de puntuación, representarían otras tantas intervenciones autoriales: serían espías de la naturaleza constructiva o ficcional del texto. También la escucha de una grabación introduciría de inmediato un marco narrativo de segundo grado, y un único autor empírico, porque sería el fruto de una selección y de un trabajo de edición sobre el material clínico. En el segundo caso, en cambio, desde un punto de vista interno a la sesión, la simplificación narratológica más próxima a la naturaleza de las cosas es la de considerar al analista y al paciente como co-autores y co-lectores, es decir al mismo tiempo emisores y destinatarios del flujo verbal improvisado al cual le dan progresivamente vida. Aquí también, en esencia, podríamos remitirnos al mismo modelo retórico, pero ahora nos las habríamos con dos narradores, dos “lectores”, etcétera. A este primer postulado relativo al carácter narrativo de la interpretación y que no es obvio, se agrega un segundo relacionado con la estructura de inclusión (embedded) de este texto particular, dentro de la viñeta clínica o del texto hablado de la sesión. En la viñeta clínica el analista y el paciente, como voces del texto, pueden convertirse en narradores de segundo grado cuando su discurso se refiere entre comillas. Todas sus historias se colocan en un mismo nivel (inserciones horizontales). Pero en cada una de ellas – como en Las mil y una noches – se podrían bajar más escalones narrativos (inserciones verticales). Sería típica la evocación de la escena de un sueño. Y traigo este ejemplo porque toca un punto clave de nuestro discurso. Para ser más exactos, yo diría que el relato del sueño no conllevaría en sí un cambio de nivel diegético, aunque sería absurdo – según argumentan los estudiosos de narratología – negar esta posibilidad y no considerarlo como una narración “segunda” o 3

Así Nelles (2004): “El analista que redacta el texto escrito sería el autor histórico o empírico y no el narrador general, una construccion de ficción que encamina la transcripción de la sesión hacia una narratoria general. El paciente y el analista (un personaje de ficción que no es idéntico al autor histórico), una vez incluidos en este nivel extradiegético, se turnarían para tomar la palabra como narradores y narratarios intradiegéticos”.

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“insertada” a partir de un deslizamiento “ontológico”, o de tipo estrictamente formal (Bal, 1985; Ryan, 1991; O’Neill, 1994; Nelles, 1997). En efecto, como escribe Genette (2004, 106-107): [...] el acto de soñar está contenido – en principio, sin que lo recíproco sea posible – en la vida del que sueña y el relato de uno de sus sueños puede insertarse con toda naturalidad en el de su vida. En rigor, esa inserción no debería entrañar cambio alguno de nivel diegético, ya que el desarrollo de los acontecimientos o de las visiones oníricas se inscribe, sin modificación de la instancia narrativa, en la duración vivida del personaje de que se trata, relatada por él mismo o por un narrador exterior […] De hecho, cuando un relato de sueño figura en un relato de vida, el lector no deja de percibir aquél como segundo respecto de éste y, por tanto, su «acción» como metadiegética respecto de la diégesis constituida por la existencia diurna del personaje.

Dadas estas premisas y asumido este mismo punto de vista, la interpretación de transferencia puede equipararse al “sueño” del analista acerca del relato del paciente. De hecho, el escenario donde se desarrollan los enredos develados por la interpretación forman parte de aquello “otro” del inconsciente, que sigue las mismas leyes del sueño. Precisamente por esto la interpretación de transferencia y del sueño de un paciente, al compartir el mismo shift modal, es decir, al facilitar la apertura a otro mundo posible, se puede considerar, por tanto, como un relato “encastrado” dentro del texto principal, delimitado por un marco propio y colocado por su mismo estatuto ontológico en un diferente nivel narrativo. La “inserción” se realiza como en ciertos textos paradigmáticos; por ejemplo en los sueños inducidos y dramatizados en la comedia de Brosse Les songes des hommes esveillez, o como en el Hamlet, cuando el joven príncipe manda que los actores que han llegado al castillo representen el asesinato de Gonzaga (en este ejemplo, sin embargo, tanto la estructura en abyme de la escena como la metalepsis quedan implícitas). Así, el analista, que ya está presente en el texto del análisis, no pertenece todavía a la escena inconsciente construida por la interpretación; es un personaje más que se presenta y, como Hamlet, propone instituir un segundo espacio de representación, y montar un escenario nuevo y refinado; como si dijera: “¿Por qué no miramos las cosas también desde este punto de vista?”. La existencia de estos marcos diferentes, o planos narrativos, y, aún más, el hecho de que se transgredan, es lo que nos autoriza a que hablemos de metalepsis. Estas definiciones de umbral dejan apenas entrever la increíble complejidad que caracteriza hasta el más elemental de los actos narrativos. Le dan la correcta dimensión, además, a cualquier concepción relativa a la «veraREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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cidad» de los hechos referidos en artículos científicos, a su pretendida naturalidad o in-mediatez. Con esto no quiero sugerir, ni mucho menos, que dichos informes, que se presentan como documentos y no como literatura, no tengan sus vínculos más o menos apretados con la realidad de la sesión, o que no puedan satisfacer el sólido criterio de una coherencia textual de conjunto. Sin embargo, difícilmente se pueda atribuir al material clínico en sí un valor demostrativo directo, en lugar de evocador, casi poético (Racalbuto, 2004; Ogden, 2005a). No hay ninguna garantía, por ejemplo, que el diálogo trascrito de forma totalmente fiel, o hasta grabado, consiga transmitir el sentido de la experiencia vivida de la sesión con más eficacia, con más “verdad”, respecto a otros modos retóricos o narrativos en apariencia menos miméticos.

TRANSGRESIONES En la antigüedad griega (metàlepsis) y latina (transumptio) el tropo (término que significa ‘desviación’ o ‘transferencia’), o la figura retórica de la metalepsis, designaba un cambio o transposición de significado que incluía, entre otras cosas, también los efectos de “sinonimia equívoca’ […] empleados en motes de espíritu”; o “un efecto presente atribuido a una causa remota, cuando entre el uno y la otra no haya relación directa, siendo necesario restablecer más eslabones intermedios, que se van colocando”; la “sustitución de un término por una figura resultante de pasajes (implícitos) a través de muchas nociones que quedan sobreentendidas y son, la una respecto de la otra, sinécdocas, metonimia y metáforas que alternan o coexisten” (Mortara-Garavelli, 1988, pp. 140-141). Se trata entonces del encadenamiento y combinación de varias figuras. La compleja arquitectura que la contradistingue es la de una metonimia prolongada, hecha de proposiciones, entre términos vinculados por una relación causal o de consecutividad; de un elemento intermedio que une términos entre sí diferentes, pero con un rasgo común. Le es intrínseco, además, un acto de «censura», recuperable mediante la interpretación que concierne al eslabón que falta de una cadena causal, como cuando se dice, en el célebre ejemplo de Genette, que en el cuarto libro de la Eneida Virgilio «hace morir a Dido», sin especificar la naturaleza indirecta de la acción, o sea el hecho de que se trata del autor y no de un personaje interno al mundo del poema. Justo este ejemplo, del todo clásico en su forma, que se debe a Fontanier (1968), autor de un famoso tratado de retórica de comienzos del siglo XIX, es el que nos sugiere en el contenido (es como si Virgilio mismo “entrase” en su texto) la posterior extensión del significado del término. En la nueva

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conceptualización de Genette (1972, 2004) la metalepsis, en efecto, llega a designar el abandono, por parte de un escritor, del papel de “narrador exterior”. De este modo, puede entrar en el campo de la narratología, donde designa la trasgresión de los marcos del relato, la subversión de la ontología narrativa corriente y, típicamente, la irrupción del narrador en el universo textual donde viven sus mismos personajes. Es en esta última acepción como la metalepsis llega a ocupar, junto con el quiasma, un lugar privilegiado dentro de las teorías pos-estructuralistas, en tanto figura de la autorreflexividad, y elemento de una metasignificación que le permite al texto tematizarse a sí mismo (Malina, 2002; Pier J., Schaeffer E. J.-M., eds., 2005). La metalepsis, icono de la indeterminación, de la ironía autorreferencial, de la violación del tácito pacto representacional, de la demistificación del mismo juego lingüístico que la instituye, renace así en el clima cultural de la llamada posmodernidad como extensión de la definición restringida ya presente en la retórica antigua. En el texto hablado o escrito del análisis, la interpretación de transferencia se reencuentra en el corazón del mecanismo narrativo que se estructura como una metalepsis, y que “construye” la subjetividad según la categoría de una causalidad que, habiendo sido negada, reprimida o escindida, es finalmente revelada. En la mayoría de los casos, los antecedentes del paciente, la historia tal cual la cuenta, es considerada como lo que viene después de otra historia, más verdadera o profunda, que tiene lugar en plano inconsciente y afecta a la relación en el hic et nunc. Así el paciente y también el analista, descubren o re-descubren que son personajes de una ficción, narrados a su vez por lo inconsciente y por los códigos lingüísticos y culturales que lo definen. Descubren también que el Yo, continuamente descentrado, no puede aspirar a ningún principio originario o verdad definitiva, a ninguna arqueo- o teleo-logía. En los términos de la antimetafísica derridiana (Derrida, 1978, p. 93): “No existe ningún cuadro natural, hay un cuadro, pero el cuadro no existe”. Un hecho es transmotivado, una causa reemplazada por otra; normalmente un hecho externo se “interioriza”. Se realiza de este modo una transformación semántica aproximadora o “centrípeta”, de cara a la relación analítica. En un movimiento sin fin se reitera la estrategia deconstructiva freudiana de re-integrar en el cuadro de la conciencia lo que el marco excluye, por marginal, irrelevante, negativo. El analista le indica continuamente al paciente que habita como personaje su discurso, aun cuando no aparezca en el texto manifiesto. Es como si le dijera: “¿Qué? ¿No se dio cuenta de que más allá de la ventanilla del departamento de tren, donde creyó ver a X, Y, Z…, en realidad me estaba viendo a mí mismo?”. La regla conmutativa de oro de la interpretación de transferencia es entonces: “When REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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you say «them» you mean «me». I am «them»”4 (Roth, 2001, p. 536). Donde todo parecía ser puros hechos, hay que suponer, en cambio, una ficción, es decir un “efecto de real” (Barthes, 1982). La realidad expresada por la superficie del texto es un sueño de la terapia, acerca del analista y del análisis, un sueño a la espera de interpretación. La interpretación de transferencia no hace sino evidenciar, gracias a un continuo desliz metaléptico de un marco a otro, ya presente virtualmente en todo caso de embedding (Nelles, 1997), la importancia misma del encuadre; y reafirma el hecho de que vivimos simultáneamente en más de un mundo, y por consiguiente no existe una realidad única y firme. Las metalepsis son, en el fondo, violaciones tolerables, aunque no del todo inocuas; unas escisiones donde se construye la identidad del sujeto. Es obvio: en términos psicoanalíticos, cruzar la “frontera movediza pero sagrada” entre los dos mundos, a la que alude Genette en la cita que figura como epígrafe de este artículo, equivale a la intuición perturbadora del inconsciente. Llegado a este punto, vuelvo a la pregunta central alrededor de la cual se construye este trabajo. ¿Cómo valorar el riesgo traumatógeno de la interpretación? ¿Con qué instrumentos conceptuales? ¿Qué es lo que lleva desde la violencia primaria, como necesaria actividad de significación, propia en el origen del discurso materno, a la violencia secundaria, “que se abre camino apoyándose en la primera, de la cual representa un exceso” (Aulagnier, 1975, p. 69), y que no deja de resultar siempre dañina para el funcionamiento del Yo? (Kluzer, 1988; Bonaminio, 2003).

La fortaleza Según su costumbre, una vez superado el umbral del consultorio, antes de tenderse, Sara arregla el diván, levantando el respaldo, con un peculiar y sistemático reframing del setting al comienzo de cada sesión. Durante mucho tiempo, en los primeros tiempos del análisis, que va ahora por su segundo año, se quedó con la cabeza despegada de la almohada, en una postura bastante innatural de incansable vigilancia. Le digo, casi en seguida, que el viernes (es la tercera y última sesión de la semana) por razones personales no podremos vernos. Se queda callada. Percibo este espacio de tiempo con un sentido de pesadez y constricción, como si las agujas del reloj hubiesen dejado de dar vueltas. Sin darme cuenta, me sorprendo removiendo unos apuntes de sesiones anteriores –¡y ni eran los suyos! – que tenía esparcidas en la

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“Cuando Usted dice «ellos», en realidad se refiere a «mí». Yo soy «ellos»”.

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mesa; al comienzo, como por una mera necesidad de tocar un objeto; como si cierta tensión empujara a la pesquisa de un asidero, algo que tal vez esté en esos papeles y podría ayudarme a salir de este estado de leve inquietud. Pero no llego a recorrer con la vista mis notas, casi indescifrables, porque mientras tanto aflora el recuerdo de otro comienzo de sesión, algo anterior. ¡Casi la misma atmósfera! El encuentro anterior había concluido con una interpretación de transferencia que definiríamos completa: enfocada en la rivalidad edípica, en el pasado, y llevada hasta el presente por la relación analítica. Ahora, podría decir que, quizás imprudentemente, había desviado su relato, que se había visto forzado a acoger a un intruso, una verdad –en el caso concreto, la de una hipotética equivalencia padre-analista – para la cual aún no existía un “centro de acogida”; así que, a lo mejor, se trataba de una prevaricación, o de una seudo-verdad. Había quedado bastante satisfecho con esta interpretación cuando la di, a pesar de darme cuenta, prácticamente en el acto, de la cara oscura de Sara al despedirse; un sentido de molestia, percibido casi enseguida, me comunicaba además una posible falta de neutralidad (entendida como continencia, revêrie y buena distancia desde la teoría)… pero, en fin… Aquella vez, en la siguiente sesión, Sara me había traído un sueño de dramático inicio, que no había podido dejar de interpretar también como un comentario a lo que le había dicho al terminar la anterior sesión. Lo recuerdo de modo claro: “Ambiente de ruinas pos-atómicas…, tierra roja…quemada…la guerra ha terminado, sólo hay presos. Me encuentro en una fortaleza, completamente derruida: una construcción de superficie amplísima. No logro ver dónde termina…Ya no hay ley; todos viven fuera de la ley. Me dirijo hacia el centro de la construcción y bajo unas larguísimas escaleras de hierro. Sigo bajando, bajando, bajando, y es como el infinito. Paso de una plataforma a otra, pero es como si me quedase siempre en la superficie. Como si no me hubiese alejado siquiera. De repente, me doy cuenta también que estoy presa, y que en el interior de esta estructura hay muchos presos más. Reconozco a un hombre de mi edad, me odió siempre, la verdad, aunque queda entre nosotros un fondo de afecto. Decide ayudarme, nos ponemos en marcha… No hay luz. Me da un sentido de vértigo. Para que no se me vea, me tiendo en el suelo… entre piedras de brillantes colores, con diamantes engarzados. Las piedras se mueven, avanzan hacia mí, y me llevan. Son bonitas de ver, pero advierto cierta inquietud. Luego, desperté”. Luego, después de haberse quedado callada unos diez minutos, Sara va a decir algo. A veces empieza con una leve indecisión en la voz, tiene la impresión de que el tiempo de una sesión es demasiado limitado para todas las cosas que le quedan por decir, o que estas cosas pesan demasiado: “Cada vez que la necesidad de hablar supera la capacidad de hablar, o mis posibilidades REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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expresivas, me quedo confinada en el silencio. Querría decir muchas cosas. Pero me quedo en el silencio. A lo mejor por miedo a no resultar lo suficientemente clara. ¿O no será lo contrario? ¿No tendré miedo a ser demasiado clara y descubrirme? Es posible. Por otra parte, este es también un eterno conflicto: querer deconstruirme lo más rápidamente posible, con una íntima resistencia emotiva a hacerlo”. Me siento un poco aliviado, porque Sara parece haber superado, aunque con esfuerzo, como siento por el ritmo entrecortado de sus palabras, un estado emotivo sombrío y desesperado, que nadie imaginaría bajo las apariencias de una existencia que no deja de ser bien amoldada a la realidad. Así, procuro considerar la hipótesis que algunas de las muchas cosas que han pasado entre nosotros en estos pocos minutos pueden tener su sentido –mi gesto inicial, la rêverie-recuerdo del sueño de la fortaleza – en relación con lo que acaba de decirme… Recojo las ideas. En ese sueño estaba la subversión de las reglas, la gente fuera de la ley, la construcción laberíntica, el paisaje desertificado; y en las pocas frases recién pronunciadas estaba en cambio la llamada explícita a tener en cuenta sus propias capacidades y necesidades, lo excesivo, la prisión-refugio del silencio y la frase, extraordinaria, sobre los riesgos de la deconstrucción interpretativa… Ahora trato de formular una hipótesis, que le comunico. Le digo a Sara que me pregunto si no vivió acaso la comunicación de la anulación de la sesión… es cierto, pude avisarle sólo a último momento… como la explosión de una bomba caída de sopetón…Puede que se haya sentido juguete de emociones…igual de rabia…intolerables, por el tiempo excesivamente escaso que siente tener a su disposición (y pienso: en esta sesión, en la semana, en la vida…). Me concede con lentas palabras que sobre esto se puede pensar; vuelve a caer, luego, en su silencio. Soy yo quien reanuda el discurso, y trato de decirle que tal vez ya lo haya pensado cuando me habló de lo excesivo (como si me hubiera dicho: “¿Hoy no se ha pasado?”), hasta el extremo de no conseguir decir ni pedir nada; y vuelvo a pensar en su petrificación, convertirse en piedra entre las piedra en el sueño; y hoy pienso en el silencio, que yo también advierto ahora como radioactivo, y casi como una efracción a la discreta sintonía de trabajo de este período. Después de otra pausa, siguiendo su hilo de asociaciones, Sara desplaza el discurso hacia viejos recuerdos y su padre. Cuando discutían, ella le contestaba sin inmutarse, se rebelaba, según cuenta, como si quisiera oponer a esa antigua forma de reacción suya el silencio y pasividad de hoy. Yo admito que podría ser para ella, hoy, un poco como el padre autoritario y lejano de su niñez. Luego, sobresaltándose, como si se sorprendiese al redescubrir algo que se le había olvidado: “en realidad…, recuerda- es verdad… durante cuatro años me quedé completamente callada con él…”…“Como después de una

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derrota definitiva…como si hubiese llegado el ‘tanque’”; me atrevo, con un hilo de voz, usando una expresión de nuestro dialecto: llamo al padre, por metonimia, con el nombre que le había dado a su enorme todo terreno, con un sentido de ironía amarga en la voz, la hija en un sueño donde estaba con su madre en un pequeño Smart de dos plazas. Sara contesta: “Con mi padre…toda una serie de encuentros desatendidos”; y no parece nada consciente en este momento de lo ambiguas que suenan sus palabras, así que llego a decir, devolviéndola al presente: “Bueno… esta semana… nosotros también… las citas sin atender… una al menos!”. El momento crítico de esta sesión, el punto de viraje, coincide en el sentido de molestia que me lleva a buscar algo concreto, a “hacer” algo, porque el silencio se me hizo insoportable, igual de insoportable que debió de ser para la paciente a lo largo de los años. En el impulso a tocar los papeles del escritorio se podría leer el intento de reparar la grieta de un componente fusional o sensorial del encuadre producida por la súbita prefiguración del vacío de la sesión del viernes anulada; un vacío que la paciente sufrió y de algún modo reverbera en mí. Es un momento de desorientación, de ausencia de pensamiento, como si en la tensión sin distinguir que advertí al principio, y luego en la pesquisa esbozada apenas de las huellas escritas de los encuentros anteriores, tratase de recuperar una línea de contacto con Sara. Y, en efecto, a continuación aflora el recuerdo del sueño “pos-atómico”, que abre de nuevo el camino hacia la simbolización y la figurabilidad. El sentido de abandono producido por la ruptura del marco del setting, vivido por la paciente y llegado hasta mí de forma proyectiva con el silencio obstinado, taponado al comienzo por un enactment, precede a la recuperación de una función de rêverie y de una capacidad de contención. Se reconstruye una pantalla visual: pero sólo después de la repetición en el analista de lo que Sara vivió en momento de la verosímil deflagración de la interpretación. El sueño había registrado el efecto desestabilizador, violento, amplificado tal vez por la cesura del fin de semana, pero también la recuperación de una capacidad de pensamiento, y la aparición de una nueva claridad de cara a ciertos mecanismos de defensa de la paciente, como la des-animación y la des-diferenciación (¿Se queda “de piedra” ante los di-amantes, ante la escena primaria?); una claridad hasta ese momento jamás alcanzada. Analizando esta viñeta clínica desde el punto de vista de los niveles narrativos, salta a la vista en seguida lo complejo de la serie de operaciones de framing que caracterizan también una breve secuencia. Y la multiplicidad de las correspondientes efracciones: en primer lugar, la anulación de la sesión; luego, la inserción narrativa del sueño, evocado en mi memoria (la “explosión” de la “bomba” pasada de esa escena lejana a la sesión actual), y así continúa. A pesar de un grado mínimo de explicitación de la transferencia, REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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y recurriendo al dispositivo retórico de la metalepsis en el “cambio de marco” miro el mismo lienzo que ve Sara. Es ésta la única manera, posiblemente, para no dar interpretaciones “radioactivas”, es decir para no sustituir a la vez marco y lienzo del cuadro. Esto produciría una vez más una condición de “cautiverio” de la paciente, presa –ahora sí – en el falansterio de las deconstrucciones infinitas, aniquilada y mortificada. Y, “ver el mismo lienzo” no puede dejar de significar una visión emotiva compartida. Se trata, sin embargo, de una experiencia que no se puede prever. Sólo se pueden plantear unas premisas: dejar que se dé, y estar preparados, por si acaso, a captarla..

¿INTERPRETACIONES RADIOACTIVAS O GOMA ESPUMA? Ahora estamos al comienzo de la semana siguiente, con el análisis reanudado después de la sesión anulada del viernes. “Me peleé con mi amigo. – cuenta Sara – más que nada, me irrité. No aguanto cuando le veo más destructivo y derrotista que yo. Necesito positividad en esta etapa de mi vida. Quizás tendría él sus problemas. Luego se dio cuenta de que me ofendió, y todo volvió a su sitio. De todos modos, cuando renuncio a salirme con la mía, luego pago las consecuencias en términos de malestar como si a esa pequeña herida le costase cerrarse. Por una tontería, a pesar de una amistad profunda, con años de duración, sería capaz de destruirlo todo. Con él no pasa, pero pasa a menudo con otros hombres. Y lo mismo con mi familia: «Me atacas sobre esto, así que no me quieres», y entonces te sientes autorizado a destruirlo todo por la desavenencia de un momento. Luego, al día siguiente, cundo estaba mirando un armario, en ese momento, me puse a pensar en el diploma universitario, y se me ocurrió algo que me dijo mi madre un día, mientras estaba leyendo un libro mío: que hay unas bacterias que estropean el papel. En ese instante se me ocurrió que ese objeto podía deteriorarse. Sé que para cada cosa los dos elementos destructivos son el aire, o sea el oxígeno, y la luz. A partir de ahí comencé a fantasear sobre cómo podía impedir su deterioro. Pensé que, para una conservación ideal, podía plastificarla; luego, que el mismo proceso de plastificación podría producir daños. Lo interesante…es que cedí a ese delirio de acción, ya que, en efecto, fui a informarme, así que… [se ríe] me convertí en una experta de conservación de pergaminos en pocas horas. A la desgraciada de la primera tienda de marcos, la sometí a un interrogatorio –‘¿Vale más el doble cristal? ¿La silicona?’-. Luego, naturalmente, no hice nada de todo eso. Como siempre, para mí es importante saber una cosa; pero de ahí a pasar a la acción…en el momento mismo que lo supe me calmé. Si existe un remedio…es la obsesión misma que me agarraba de pequeña, el mismo tipo de pensamiento…que cierto objeto no sobreviviera. ¿Quién

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sabe? Quizás porque de alguna manera representaba mi identidad. De niña eran los juguetes. Tenía esta obsesión por los materiales. De mayor, pensaba que iba a inventar un material para construir objetos de cualquier tipo, y ellos serian indestructibles e inalterables. La visión de una raya en contraluz me producía dolor, me molestaba la vista. Por otra parte, y desde siempre, para mí todo lo que vale algo se deteriora. Es una visión despiadada, desagradable, que le aplico a cualquier cosa, a mí misma también. Todo lo que está sometido al tiempo y al desgaste, de inmediato pierde su valor”. “No se imaginaba que podía existir un malentendido de este tipo con su amigo… se sintió decepcionada” digo. “Bueno… es que en ese momento él tenía sus problemas, replica. Fui muy dura con él, excesiva, y se asombró. Menuda paliza le di. Le pegué en carne viva, y entonces a partir de allí, cambió de registro, con ese tono mortificado de quien sabe que metió la pata y procura que se le perdone. El se mostró duro, destructivo. Yo me estaba riendo, entre bromas, y él me había dejado sin palabra. Pero, luego, mientras veía que recuperaba rápidamente el diálogo… yo, en mis adentros, estaba herida, con resentimiento, estaba ofendida, como puede sentirse ofendida una niña. «Me hiciste daño. ¡Basta! No te volveré a mirar la cara». La historia de ese día de delirio por suerte no ordinario, hizo que recordase mi obsesión por los materiales, y mi entusiasmo por la goma espuma, que es un material que absorbe el choque sin deformarse. Una vez la conté a uno de mis amigos todas las cosas que se pueden hacer con ella, según la fantasía de una niña…hasta cuando, probablemente, descubrí que el único objeto que podía proteger al alma de las rayas y de los elementos corrosivos era el cuerpo. Entonces transformé al cuerpo en objeto”. “¿En qué sentido el cuerpo la puede proteger?”, pregunto. “Gracias a una visión extremadamente concreta de las cosas construyes un cuerpo destinado a protegerte… pensando que, plasmado y fortalecido, puede estar hecho de una materia adecuada que resista los golpes. (Es una reflexión que hago ahora)… antes de entrar aquí, me atrajo un objeto: un coche aparcado cerca del portal, con un sistema antirrobo que se llama Bulldozer y cubre todo el volante con un perno que lo sujeta. Un mecanismo muy voluminoso, un exceso de defensa, que se puede neutralizar con facilidad; y todo por un coche que vale tan poco…”. En ese instante, me doy cuenta de que Sara, tendida en el diván, ve de frente la estantería de mis libros, y de repente ¡yo también “VEO” –por así decirlo, en una suerte de repentina reorganización de percepciones y emociones- “el libro que mamá leía”, como si hubiera entrado en el cuarto! Y sólo entonces entiendo (aunque ya lo sabía) que su preocupación tiene que ver con el riesgo del desgaste de su análisis, una vez que el alma quede arañada por el odio y el resentimiento (las bacterias).Y que le hace falta algo para REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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sobrevivir, algo... ¿Una interpretación?... como de goma espuma, y… ¡un buen marco! Le digo que, es cierto, luz y aire pueden estropear los libros, pero que dejarlos en la oscuridad impediría dejar que viviesen, y de encontrar las emociones y el placer de la lectura. “Ni se podrían leer –contesta– pero… nunca como ahora el sentido de la caducidad de las cosas me resultó tan doloroso y tan presente”. La irrupción de los libros (los objetos sometidos al desgaste) en el consultorio analítico podría abrirle el camino a una interpretación de transferencia, donde la metalepsis quede declarada; y esta interpretación podrá darse a los dos minutos, a los dos días, a los dos meses… Iba a ser fácil, pero, quizás, una vez más, prematuro, explicitarle el sentido de la rabia (el Bulldozer) y del silencio excesivamente defensivo, por la angustia de privarse de un objeto (el análisis) aparentemente de tan escaso valor, etcétera. Me pareció al final más claro un gesto que había notado desde hacía tiempo, como el velo de una expresión casi de desconcierto en su cara; y los titubeos instantáneos – cada vez que la sesión termina, antes de superar el umbral – para acariciar con una última mirada algunos libros dispuestos a los dos extremos de una estantería. El sentido de efímero que Sara consigue expresar representa el núcleo de su sufrimiento; un rilkiano dirigirse siempre hacia atrás5, el enigma de su “amargado hastío del mundo” (Freud, 1915, p. 2118), de su rebelión contra el padre y de su empobrecida capacidad de amar. Un afecto opaco, como el expresado en un penoso silencio –aunque, según vimos, ¡cargado de muchos otros silencios! – se transforma en un sentimiento del cual el Yo tiende ahora a asumir la responsabilidad. A partir de una efracción del sentido (la primera desacertada interpretación, seguida del sueño de la catástrofe atómica) posibilita un despertar ante el evento. El sentimiento de desorientación de la paciente suscitado por el dolor por la separación y la fugacidad de las cosas, y por el miedo al deterioro de sus libros y los míos, es decir mí (su) consultorio analítico/setting, es revivido por el analista. Sólo después de haber pasado por esta vacilación temporaria de una cierta incapacidad de pensar, y la recuperación de su equipo de trabajo interno, ¡y de su identidad de honesto fabricante de “marcos”!, es que el analista puede proponer, habiéndose asegurado de encontrarse en el mismo plano del paciente, un encuadre desde una perspectiva diferente. 5

Según dice el cierre del octavo poema de las Elegías duinenses (Rilke, 1923, p. 109): “¿Quién nos dio pues la vuelta, de tal modo / que, hagamos lo que hagamos, estamos en la actitud / de uno que se marcha? Como quien, / en la última colina que le muestra una vez más / del todo su valle, se da la vuelta, se detiene, permanece así un rato,/ así vivimos, siempre despidiéndonos”.

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En este fragmento clínico, donde Sara dramatizó y además inconscientemente teorizó el tema del encuadre, se ve lo que precede o debería preceder a una interpretación, es decir una emoción o una intuición, algo que sorprenda. La dimensión inconsciente de la comunicación sale del encuadre, jump out of the game, y sólo después podrá ser narrada; a lo mejor utilizando al comienzo unos pocos materiales goma espuma para deslocalizar al sujeto sin deformarlo; luego, quizás también vendrán verdaderas interpretaciones de transferencia: las radiaciones, come se sabe, en medicina son también poderosos agentes de terapia. Pero es claro que cuando hablo del amigo y de los libros con una intervención abierta, elíptica, “insaturada”, obtengo mi inspiración del hecho de haber vivido en ambas ocasiones en mi interior el cortocircuito de los niveles narrativos, o sea el colapso de las distintas temporalidades, lo que corresponde, en la ficción narrativa, al caso mas simple, básico, de metalepsis. En los dos momentos clave (los apuntes y el libro) me parece relevante la chispa sensorial que se enciende en la oscuridad de la escena; como si, podríamos especular, cada movimiento auténtico hacia la simbolización tuviera que volver a arrancar desde la materialidad del setting, del cuerpo, del meta-Yo (Bleger, 1967); como si en ambos casos una percepción sensorial, antes táctil luego visual, interviniera para poner en marcha de nuevo el proceso de pensamiento. Dicho efecto sorpresa, o sensación de “verdad” (Ogden, 2003b), puede representar una función de salvaguarda para con los riesgos iatrogénicos de la interpretación asegurando un buen equilibrio entre subversión y contenimiento, puestos en juego luego por la metalepsis interpretativa. En este caso hago alusión a la manifestación de un fenómeno de orden sensorial o emocional, y que respecto a la interpretación adquiera el significado de una preconcepción. Puede tratarse de un detalle que imponiéndose con fuerza y vivacidad está “sobresignificado” (Rella, 1999, p. 44), y puede surgir como un holograma de la realidad virtual del encuadre, como aquellos recuerdos ultraclaros (überdeutlich: Freud, 1937) que a veces afloran a la superficie de repente, descollando sobre una pantalla más amplia y desenfocada. Otros instrumentos ilustrados en la viñeta clínica que ayudan a reducir los efectos colaterales de la interpretación son, por un lado, una teoría rigurosa del campo analítico, y, por otro, un modelo dúctil de la interpretación, que represente sus varios grados de complejidad y transparencia. La clasificación de Roth (2001) se podría extender a las llamadas interpretaciones débiles, narrativas, insaturadas (Bezoari y Ferro, 1992 a), que definiría como aquellas interpretaciones donde la metalepsis del analista y/o del paciente como autores/lectores extradiegéticos del relato intradiegético del paciente o del analista queda sin explicitar. La interpretación narrativa o insaturada viste el hábito de los franciscanos, huye de la arrogancia, dosifica la violencia necesaria; se presenta “sin tarjeta”, y no se aparta del texto “en claro” del paREVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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ciente; podría limitarse, por ejemplo, a captar el “color del conjunto” (Ferro, 1996), es decir la emoción dominante. Pero lo que cuenta para poder asignar también estas intervenciones al área de la transferencia, es considerar siempre los hechos de la sesión como posibles eventos del campo analítico. El grado de saturación de las interpretaciones de transferencia tendría que ser inversamente proporcional al grado de la patología del paciente. Las interpretaciones de transferencia en sentido propio, que pueden ir precedidas durante un tiempo más o menos largo, a veces de años, de comentarios mas “de café”, o “lo bastante estúpidos”, como los llamaría Bolognini (2005), se adaptan más a pacientes con una estructura psíquica bastante íntegra, con quienes se puede desde el primer momento trabajar con los “hechos no digeridos”, y que toleran mejor las intervenciones de reframing o las violaciones de los marcos del discurso.

Reframing La relevancia de los modelos semióticos para la teoría freudiana no necesita demostrarse (Spence, 1982; Schafer, 1992; Ferro, 1999a). El desarrollo prolífico de la narratología – desde las primeras derivaciones posestructuralistas hasta la critical theory – el discurso sobre los marcos narrativos en psicoanálisis, el papel del setting (frame o encuadre o cadre) se percibió con el paso del tiempo de manera más aguda, alcanzando en autores como Winnicott (1956) y Bleger (1967a), pero también Milner (1952), Langs (1978) y Modell (1989) su máxima valorización. Roussillon (1995) enfoca el tema de las efracciones ocasionales del setting que se revelan a veces muy útiles para el proceso analítico, pero que no pueden dar lugar, a pesar de esto, a una indicación de técnica activa. Respecto a la exigencia de un análisis del encuadre y de su secreta función de guardián de escisiones o de rechazos planteada por Roussillon, en este trabajo intento una primera conceptualización desde el punto de vista de la narratología. Hipotetizo pues que la interpretación de transferencia constituiría una modalidad para actuar esas efracciones en el interior del setting , efracciones que, a pesar de revelarse a menudo movilizadoras a posteriori, son a la vez contrarias a la ética e imprevisibles en sus efectos. Cada encuadre –margen, borde, marco, parergon– le impone al relato un orden, y define un mundo en el cual se desarrollan personajes y se estructuran historias. El objetivo de la representación es el de ayudar a uno de los dos actores/protagonistas para que encuentre una mejor definición de sí, para que construya su propia identidad, adquiriendo una más amplia autoconciencia. Por definición, la identidad está hecha de límites, de fronteras. En la terapia psicoanalítica el instrumento principal para favorecer esta maduración y para

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activar las microtransformaciones que la producen, es la interpretación de transferencia, piedra angular y shibbolet del análisis freudiano. Pero si le aplicamos al texto oral o escrito del análisis algunas nociones de la moderna semiótica literaria, vemos fácilmente que la interpretación de transferencia no es más que una construcción retórica, cuya estructura se puede relacionar con la de un micro relato que el analista le dirige al paciente recomendándole que acepte un cambio transgresivo de niveles de realidad. El objetivo es el de favorecer en el paciente su capacidad de pensar, lo cual se podría también expresar en los términos de una mejor integración de sus múltiples “si mismos”. Pensemos un segundo en la película de Louis Malle, Vania en la calle 42. Un grupo de actores se está dirigiendo hacia un teatro para ensayar. Entran. Se les ve conversando entre sí en lo que parece ser un descanso antes del trabajo. Y sólo al rato nos damos cuenta de que ya están recitando a Chejov. Con este artificio el director, evitando señalizar con una solución de continuidad la transición hacia otro plano de la representación, consigue un poderoso efecto dramatúrgico. El paciente y el analista no se encuentran en una condición muy distinta de la de los espectadores de la película de Malle… y de sus actores. La interpretación de transferencia correspondería a la puesta en escena del ambiguo estado de pasaje desde una realidad narrativa a otra (¡Chejov… en lugar de Malle!). Percibido por el espectador, este pasaje refleja ese momento de estremecimiento que Freud resumió de forma genial en el concepto de Unheimlichkeit (‘lo ominoso’); en el torbellino de emociones que en el arte de la pintura se representa en el punto de torsión del cuadro que, como en la Galería de grabados de Escher, desborda el marco llevando a que la imagen se refleje sobre sí misma (Petrella, 1993). Pintores más clásicos obtienen el mismo efecto de forma menos espectacular, pero con mayor realismo; con una muy distinta y más convincente expresión estética: piénsese en el saltamontes que Lorenzo Lotto coloca en el borde inferior del marco de su San Jerónimo penitente (ahora en Bucarest): y está colocado ahí precisamente para declarar, gracias a la diferencia de escala y de punto de vista de la perspectiva, “la permeabilidad de dos mundos, la posibilidad de pasar desde una realidad física a otra sólo virtual” (Lucco, 1988, p. 104). La interpretación se coloca pues, entre lo extraño y lo familiar. Para que sea eficaz, tiene que salir de áreas de superposición entre encuadre del paciente y encuadre del analista; además, hace falta la dimensión de verticalidad que brinda el cociente afectivo de la interpretación (un reflejo también de lo que pasa o se transforma en el analista antes que la interpretación se formule), que así llega a tocar las capas mas profundas, institucionales o “blegerianas”, de la identidad (Civitarese, 2004). El área de superposición queda garantizada por la coincidencia emotiva, que hacen posible las secuencias de enactment que componen la interacción REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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paciente-analista. La experiencia del unísono vuelve a afirmar el marco; consolida el suelo del Yo. La interpretación lograda es entonces el relato que cumple con estas dos funciones divergentes: subvertir el encuadre y, en el mismo movimiento, confirmar su papel de señal que marca la diferencia, la frontera, la separación. Al igual que en la elaboración digital de una fotografía, que permite trabajar fina y separadamente, y en sucesión en diferentes estratos (layers), la interpretación puede incluir así, progresivamente, más planos destinados a fin de cuenta a superponerse en una sola figura. Es importante que el reencuadre preserve unas áreas comunes para que no resulte demasiado desestabilizador y para realizar un pasaje tolerable de una forma más pobre a una más compleja, pero que no impida ese ligero estremecimiento de sentido que llamamos conmoción. De las respuestas del paciente, de la cuales dan cuenta “la escucha de la escucha” de Faimberg (1996), los derivados narrativos del pensamiento onírico de la vigilia de Ferro (1996), y el “índice de re-introyección” de Bleger (1967b), aprehendidos ya sea como respuestas de “acuso de recibo” o de “señales de incendio”, ordenados de forma natural en una escala diacrónica extendida, se podrá inferir, en efecto, el grado de defamiliarización, de inseguridad y de desorientación, producido por la interpretación, o al contrario, el sentido de descubrimiento y de reintegración conseguidos. En particular, la escucha de los derivados narrativos del pensamiento onírico de la vigilia representa uno de los instrumentos que permiten llenar el hiato ya indicado por Bader (1998), entre la epistemología constructivista y la operatividad clínica, entre el espacio acordado a la subjetividad del analista y el monitoreo atento de las respuestas del campo, que invalidan o confirman sus intervenciones. Gracias a eso el analista puede orientarse entre las numerosas interpretaciones posibles, desechando las que parecen no plausibles; para detectar con rigor los marcadores de la singularidad del paciente, como tantos índices de validación que pueden servir de apoyo para la comprensión del analista, y las hipótesis que el podrá formular poco a poco. Es fundamental que la interpretación no sea el producto de un artificio técnico, de una operación intelectual, mecánica y rutinaria, que acabaría pareciéndose a las torpes traducciones automáticas disponibles en la red (a veces útiles, para construir un primer andamio sintáctico, pero toscas e incoherentes), o a las intervenciones que Bolognini (2002) define como “objetivas, precoces, verbosas, encuadradoras, y concluyentes”, sino que vayan precedidas por un “efecto de presencia” de la otra escena, aquella del inconsciente; que se impone sin búsqueda y sin competencia, en el contexto de la situación, como una especie de recuerdo involuntario. Es lo que se da cuando, por ejemplo, un detalle aparentemente anodino

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asume una extraordinaria evidencia sensorial, cuando se impone con una cualidad perceptiva, casi de alucinación, que garantiza la verdad emocional de lo que el analista intuye, elabora, y le comunica al analizando. Son eventos que no se pueden ni planificar ni prever. Es preferible que el analista se ciña, la mayor parte del tiempo, a la superficie del texto del paciente, dejándose llevar por las historias que se cruzan en la conversación analítica, evitar forzar el encuadre. Vividas como una simple decodificación y sin afecto, o, pretendiendo basarse en una ejemplificación clínica como “radioactivas”, estas intervenciones acabarían sustituyendo las “incursiones terroristas” o las “ofensivas bélicas” (shock and awe) de las inducciones culpabilizantes, al efecto de leve sorpresa (shock), o de asombrada maravilla (awe) que Reik (1933) y Di Chiara (1990) describen como los elementos de un buen trabajo analítico. Traducción del texto enviado por el autor en español corregido por Claudia Lucía Borensztejn

RESUMEN La atención por la semiótica del texto hablado y escrito del análisis, en particular por el dispositivo retórico de la metalepsis como figura de la subversión de los niveles diegéticos, puede representar un utilísimo instrumento conceptual para delimitar la estructura y la función de la interpretación de transferencia; y para aclarar los temas relacionados de la construcción narrativa, de la realidad, y de la conceptualización o comunicación de los hechos clínicos. DESCRIPTORES: INTERPRETACION TRANSFERENCIAL / NARRACION / ESTRUCTURA / FUNCION.

SUMMARY Metalepsis or rhetoric of transference interpretation Attention to the narrative planes and frames of the analytic text, and in particular to the rhetorical device of metalepsis as a figure of the violation of diegetic levels, in accordance with the principles of narratology, can be a valuable conceptual instrument for delimiting the structure and function of transference interpretation. It can also throw light on the associated matters of narrative construction, reality and the conceptualization and communication of clinical facts. KEYWORDS: TRANSFERENCE INTERPRETATION / NARRATION / STRUCTURE / FUNCTION. REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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RESUMO Metalepse ou retórica da interpretação de transferência O interesse pela semiótica do texto falado e escrito da análise, em particular pelo dispositivo retórico da metalepse como figura da subversão dos níveis diegéticos, pode representar um excelente instrumento conceitual para delimitar a estrutura e a função da interpretação de transferência; e para esclarecer os temas relacionados com a construção narrativa da realidade, e da conceitualização ou comunicação dos fatos clínicos. PALAVRAS CHAVE: INTERPRETAÇÃO TRANSFERENCIAL / NARRAÇÃO / ESTRUTURA / FUNÇÃO.

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Revista de libros Sección a cargo de Silvia Bajraj

Diversidad sexual BEATRIZ ZELCER

Lugar Editorial & APA Editorial, 2010. En un principio, pensé darle forma a esta presentación a partir de cómo se respondieron las preguntas que Beatriz Zelcer plantea en la Introducción del libro, dado que para una tarea de la envergadura de un libro de estas características se necesita un proyecto que vertebre el conjunto de aportes de autores de diversas disciplinas, para que no se constituya en una acumulación de información. Intuí que en las preguntas estaba la base de la organización de la obra. Ahora bien, luego de leer el libro, consideré que debía empezar por transmitir mis sensaciones como lector antes de referirme a las preguntas. Al terminarlo comparé la situación actual con lo que se decía y publicaba no hace muchos años. Tuve una sensación extraña, de una apertura tan grande que me generaba cierto grado de confusión. Luego comprendí que no era para menos, parecería que no había invariantes, que todo estaba modificado o a punto de modificarse, en algún sentido. Simultáneamente percibí la riqueza del momento que vivimos, los desafíos que nos pre-

senta como ciudadanos del mundo y en particular a los psicoanalistas De todos modos, como dice Leticia Glocer haciendo referencia a la actualidad, “las crisis simbólicas en el plano de los lazos sociales no siempre son ataques a un orden simbólico, sino que, por el contrario, pueden eventualmente ser el germen, el punto de partida, de nuevas formas de ordenamiento simbólico”. A la vez Mirta Goldstein nos señala una invariancia: “En tanto y en cuanto la asunción simbólica del sexo no coincide ni con la transformación de la anatomía facilitada por la tecnología científica, ni con el género idealizado, deseado o demandado, el malestar sexual sigue vigente y se da a conocer a través de las características epocales de los lazos eróticos y de lo que la política, la religión y la ciencia permiten o prohíben”, entendiendo por malestar la “falla intrínseca al acople entre los fantasmas masculino y femenino”. De cualquier manera, se torna evidente en la lectura que si bien las diversidades sexuales vienen existiendo a lo largo de los siglos, el modo en que se está desarrollando la cuestión es particularmente novedoso. Un ejemplo lo constituyen las modificaciones que se dan desde la vertiente legal. En ellas se puede apreciar el cambio que se produce

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en lo que entendemos por salud y la prioridad que se da a lo psicológico en su definición, como nos señalan Aída Kemelmajer de Carlucci y Eleonora Lamm, quienes dicen que “…desde la medicina, se propone a la Justicia lo que se conoce como ‘teoría del sexo psicosocial’… (éste) consiste en considerar la “subjetividad” del sexo como un dato del mismo rango científico que los datos biológicos. Si el sexo morfológico no coincide con el psicológico, y como consecuencia de ello, no coincide con el legalmente asignado, debe prevalecer el sexo psicológico…si el desarrollo de la personalidad (corporal y psíquica) está garantizado, la no consideración de la identidad sexual psíquica atenta contra la dignidad personal…El libre desarrollo de la personalidad actúa como fundamento del reconocimiento del derecho al cambio de sexo”. Interesante fenómeno, pues mientras asistimos a constantes fenómenos de desubjetivación, esto podría constituir un camino diferente, pues más allá de lo exitoso que resulte el empeño, se intenta dar un lugar a la subjetividad del transexual. Vayamos ahora a las preguntas. Tomemos en primer lugar la cuestión de ¿Qué nos ocurre cuando, en la intimidad del consultorio, nos la vemos en un cuerpo a cuerpo con otro que presenta una sexualidad no habitual? La lectura del libro permite ver con claridad que se acentúa la necesidad de un incremento en la capacidad de la escucha analítica, que no se acota solamente a las diversidades sexuales. Veamos algunos aportes. El no calificar las diversidades sexuales con un a priori descalificante, como

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lleva implícito el término perversión, permite afirmar a Irene Meller que”… el criterio diferencial no pasa por la elección de un objeto heterosexual u homosexual, ni por las prácticas sexuales preferidas, sino por la calidad de la relación con el otro, que será tanto más saludable en cuanto se reconozca y respete su alteridad … (esto) devela de modo fuerte el peligro de una escucha prejuiciosa en nuestra tarea.” De modo que el analista debe no sólo sostener su escucha sino retrabajarla permanentemente, ya sea por autoanálisis o reanálisis. Basta ver el enfoque de algunos trabajos de antaño para apreciar cómo actúan ciertas preconcepciones sobre nuestra escucha. Hoy, con el despliegue y desarrollos logrados en esta temática, podemos acercarnos a la cuestión de otra manera, que no implica aceptar lo nuevo sin más, pero sí abrirnos a los nuevos conocimientos que se nos brindan y sobre todo ejercer un constante ejercicio sobre nuestras actitudes prejuiciosas. Otra cuestión de esta índole se puede dar con la vejez, como señala Enrique Rotzichner: “La capacidad de amar (uno de los objetivos principales del tratamiento psicoanalítico) parece excluida a priori de la clínica, en coincidencia con las imágenes prejuiciosas de la sociedad respecto de la vejez”, Plantea la siguiente pregunta “¿Puede el levantamiento de las represiones, durante el tratamiento psicoanalítico de los adultos mayores, restablecer la autoestima y la capacidad de amor?”, a lo que responde: “Sin duda”, pudiendo alcanzar la misma plenitud. Desde esta perspectiva, la de la problematización de la escucha, tene-

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mos los aportes de Mariam Alizade sobre los deseos maternales de la mujer. Afirma la autora: “Existe una significativa asociación en las teorías psicoanalíticas entre la feminidad y la maternidad”, y que “Cuando el psicoanálisis flexibiliza la tesis de acuerdo a la cual el desarrollo saludable de toda mujer transcurre inevitablemente por un deseo de gestar, parir y criar hijos, la escucha de las pacientes mujeres se modifica.” Sobre las cuestiones de la escucha el aporte de Esther Díaz es un llamado de atención. Dice la autora refiriéndose a la problemática del sida: ”…la opresión proviene de los dispositivos, de los discursos, de los silencios y de las prácticas sociales hegemónicas. Su raigambre no se apoya en discursos racionales”. Esta cuestión nos lleva a reflexionar sobre los condicionantes sociales del discurso, hecho que nos incluye a todos, por ende a los psicoanalistas. Pasemos a una segunda pregunta de Beatriz ¿Qué vigencia tiene hoy el concepto de sexualidad tal como nos lo legó Freud? Certero planteo porque los aportes señalan un debate sumamente interesante en el psicoanálisis actual. Por un lado, Norberto Marucco reivindica su importancia al no considerar “que haya disminuido la presencia de la sexualidad, ni en la organización psíquica ni en los análisis, en la medida en que la sexualidad deja de confundirse con la genitalidad y pasa a ser más entendida en los términos de la ligadura y la objetalización”. Pero por otro lado Emilce Dío Bleichmar sostiene otra posición, al decir: “modelos que hacen su centro en la libido, la agresividad, el falo, el complejo de Edipo, o sea, en una

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sola línea de desarrollo – la sexualidad – quedan superados por sistemas más complejos y abarcativos que funcionan simultáneamente aunque con períodos de dominancias y otros de desactivación…multiplicidad de sistemas motivacionales además de la sexualidad”. Esta posición coincide con la de Judith Goldschmidt, quien afirma que “una gran divisoria de aguas se produce alrededor de lo pulsional”. Señala el “alejamiento de la motorización pulsional como única o principal fuente de la motivación humana”, rubricando que “al perderse la importancia de lo pulsional… lo sexual… pierde su posición de primacía motivacional”. Es de destacar que el libro trae en estos capítulos el importante debate que se está dando en el psicoanálisis acerca de la sexualidad que, por un lado, es reivindicada a través de nuevos desarrollos teóricos y que, por otro, se la intenta reubicar en un intento de incorporar nuevas investigaciones. Otra cuestión que se destaca es la de realzar la importancia del otro en la constitución de la sexualidad. Veamos algunos entrelazamientos entre la sexualidad y el otro: José Sahovaler afirma que “el dinero…siendo un componente importante de la subjetividad, está atravesado por la sexualidad.” Remarca la necesidad de “relacionar los cambios en los comportamientos sexuales con los cambios de la relación de los géneros con el dinero”. Muestra los efectos de los cambios sociales sobre el manejo del dinero y de allí sobre la subjetividad. Finalmente, voy a referirme a los aportes más específicos sobre la diversidad sexual. El trabajo de José Saéz

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sobre lo anal hace nexo entre la cuestión de la sexualidad y las diversidades. De un modo entre divertido y provocador vemos un análisis de la analidad, enmarcada en una visión de lo activo y lo pasivo, donde podemos apreciar no sólo un conjunto de desarrollos que reubican a la misma dentro de la psicosexualidad, sino que constituye un interesante aporte junto al de Irene Meller sobre las teorías constructivistas. Sobre la cuestión de las diversidades sexuales en particular, Graciela Faiman, coincidiendo con otros autores de este libro, dice: “Este panorama nos enfrenta de una manera ineludible con la derogación de la dicotomía varón/mujer como división binaria de los sexos, con la derogación de la ficticia soldadura elección de objeto sexual-género y con la posibilidad de que un sujeto cambie el sexo biológico portado en el momento del nacimiento” De todos modos, como dice Leticia Glocer: “nos encontramos en la actualidad frente a una coexistencia de discursos acerca de lo masculino y lo femenino: por un lado, una división binaria estricta, masculino/femenino propio de la Modernidad, por el otro, una mezcla indefinida y ambigua que puebla los discursos contemporáneos.” A esta altura del comentario me di cuenta que el título del libro quedaba chico, no porque estuviera mal la elección, sino porque el conjunto de tópicos que disparó parecen inabarcables cuando se considera un título. Creo que es un logro importante el que se haya dado esta situación. La cuestión de la diversidad sexual cruza y es cruzada, acompaña y se acompaña, ilu-

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mina y es iluminada por un importante número de temáticas que le aportan, a la vez que están más allá de la misma, que hacen a lo humano, a lo social, generando un entretejido que nos permite apreciar la constitución biopsicosocial del sujeto y la importancia de la confluencia de distintos discursos. Este hecho nos permite ampliar nuestro conocimiento, imposible de lograr desde una sola perspectiva. En síntesis, se trata de un libro logrado. Un libro no sólo para ser leído sino estudiado. Eduardo Agejas

Resentimiento terminable e interminable Psicoanálisis y literatura LUIS KANCIPER

Editorial Lumen, 2010. El libro Resentimiento Terminable e Interminable ha sido declarado de interés cultural en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Quiero agradecer el pedido de Luis Kancyper de comentarle su libro Resentimiento Terminable e Interminable, Psicoanálisis y Literatura. Me une al autor una profunda admiración por sus valores personales, su capacidad psicoanalítica y su talento creativo plasmado en tantos otros libros. La invitación y su lectura fueron para mí un gran placer y despertaron

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un sinnúmero de inquietudes. Como resulta prácticamente imposible resumir el libro dada la vastedad de sus desarrollos, tomé la decisión de tomar algunos conceptos que me llamaron la atención y que pueden aproximar al futuro lector al universo psicoanalítico y literario que habita en sus páginas. Ya en el prólogo el autor asume una posición que mantiene a lo largo de todo el libro. Dice: “Convendría invertir las relaciones habituales entre psicoanálisis y literatura....La obra literaria interrogará en lo sucesivo al psicoanálisis hasta dotarlo de nuevos instrumentos de escucha y comprensión”. Así desfilan en el libro Albert Camus, Jorge Luis Borges, Franz Kafka y Sandor Marai. Kancyper nos acerca autores leídos por nosotros, pero después de atravesar su pensamiento – pues encontramos en el libro en forma conjunta la obra literaria, el pensamiento psicoanalítico del autor, e innumerables citas de diferentes pensadores acompañados en muchas ocasiones por material clínico – tenemos la sensación de haber descubierto un nuevo texto, mucho más rico y complejo que el de nuestra primera lectura. El autor desarrolla su pensamiento en torno a un particular afecto: el rencor. Nos muestra su poderío en el resentimiento y el remordimiento, desarrollándolos desde la metapsicología y la clínica. En el capítulo “Resentimiento Interminable en las comparaciones fraternas en El Malentendido de Albert Camus” nos encontramos con trozos conmovedores de la obra ubicados en una dramática fraticida donde la trascendencia, la solidaridad y la amistad no tienen lugar. Aparecen en la obra

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múltiples malentendidos que provocan trágicas consecuencias, producto exclusivo del accionar del inconsciente, desarrollando aquí Kancyper ideas que le permiten denominar al psicoanálisis como la ciencia del anti-destino. Quiero detenerme en un concepto trabajado por el autor, el de unicato, un término de base política, poco conocido. Basándose en el Calígula de Camus nos habla del amor al poder absoluto, de la desmesura, de lo que es un cultivo puro de narcisismo. Y de cómo usando la desmentida un sujeto pretende la inmortalidad e invulnerabilidad, fantasía relacionada con la creencia psíquica de ser un elegido a imagen y semejanza del padre despótico de la horda primitiva. Kancyper relaciona esto con las envidias y los celos fraternos, algo que se nos muestra en la historia de José y sus hermanos. Con respecto a la obra de Kafka encontramos en el libro los antihéroes, los personajes kafkianos donde sobresale la culpa, la famosa culpa de Kafka ante el padre, pero que cumple una función encubridora de un deficiente proceso de narcisización que les provoca un sentimiento de vergüenza y de angustia de desvalimiento. Acá encontramos un concepto de profundas implicancias en la clínica: los analizados kafkianos, aquellos que según el autor representan un reto a nuestra teoría y técnica psicoanalíticas. Observamos esto muy claramente en el caso clínico de Fabián, donde encontramos (con un toque de humor) el campo analítico kafkiano y la necrópolis de analistas. Son los analizandos que “adolecen de la negatividad, el retraimiento y la desesperanza kafkianos, creándose con el

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analista un campo ominoso repetitivo. El analizando permanece aferrado regresivamente a una persistente y repetitiva actitud de desaliento, a una neurosis de destino de fracaso, e intenta derrotar y hasta sepultar el potencial terapéutico del analista, para reconducirlo a su privada necrópolis.” Kancyper lo diferencia del campo sado-masoquista y nos lo muestra como una manifestación de la megalomanía negativa del narcisismo tanático del analizando, manifestación de que “Conmigo no van a poder”. Pero (algo que me parece fundamental) el analista participa inconscientemente y en forma conjunta de ese campo, con ciertas páginas “mal encuadernadas” (feliz término del autor) de su propia historia. Hay unos desarrollos que quisiera comentar, referidos al perdón y a la amistad en relación a El último encuentro, de Sandor Marai. Acá podemos encontrar elaboraciones que van más allá de teorizaciones psicoanalíticas acercándose a cuestiones vitales que hacen a la naturaleza humana. Considero que tanto el perdón como la amistad son capacidades psíquicas básicas que dan profundidad y hondura a una persona. El autor establece un diálogo con Derrida, Ricoeur, Steiner y muchos otros. A partir de la relación de Henrik y Krisztina, el que oscila entre el deseo de matarla o perdonarla se empieza a formular preguntas como: ¿Cual es el límite que designa el campo de lo imperdonable? ¿Cuanto dura el perdón, cual es su temporalidad existencial? Y se responde: REVISTA DE PSICOANÁLISIS | LXVIII | N° 1 | 2011

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El perdón siempre debe recordar que ha perdonado, y aquel que ha sido perdonado debe mantener vivo el recuerdo de ese DON (con mayúsculas): “El perdón inaugura una ética innovadora contrapuesta a la ética de la venganza”. El perdón rompe la lógica de la correspondencia y el intercambio, para introducir la lógica de la sobreabundancia, del exceso del don: per-donar es dar en abundancia, dar de más. Y en el libro Henrik describe el límite de su perdón: lo imperdonable. Entonces, continúa Kancyper, Marai pone al descubierto el nexo íntimo que se trama entre el secreto, lo imperdonable, y la amenaza de fractura del sentimiento de sí, del sentimiento de la propia dignidad. Por eso Henrik dice “Hay algo peor que la muerte, peor que el sufrimiento.....y es cuando uno pierde el amor propio”. Así el autor nos muestra que la imposibilidad de perdonar está totalmente ligada al grado de ofensa narcisista que sufre una persona. Y concluye preguntándose: ¿Por qué perdonar? Y se responde: el perdón es el acto emocional y cognitivo que tiene lugar cuando una persona, que ha sido ofendida o herida por otra, experimenta el impulso de tomar represalias contra el ofensor, pero decide renunciar a su ira y sentimientos de venganza. Es decir que resigna la venganza. El término re-signar toma aquí el significado de “dar una nueva significación a algo que ha ocurrido”. En principio encontramos como Kancyper nos muestra con agudeza una definición que nos ubica acerca de los personajes que habitan en el Universo Marai:”Se saben sobrevivientes,

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un tanto miserables o cobardes y no lo ocultan. Ya están de vuelta, habitan una patria hecha de lenguaje y de memoria.” Con respecto a la amistad, Kancyper toma para sí la idea de Marai que la amistad ejerce una función liberadora, lo que lo estimula a desarrollar su pensamiento. Marai, como magnífico observador de la naturaleza humana, permite a través de la amistad de Henrik y Konrad pensar el concepto de amistad gemelar. Entonces vemos cómo estos personajes están unidos a una misma mujer que sólo es un objeto-cosa siendo la pasión esencial su amistad. Así empezamos a entender que la clave de esa amistad basada en una fantasía gemelar es un intento defensivo para neutralizar el sentimiento de desamparo inaugural. Esa búsqueda provee al sujeto de la satisfacción narcisista de hallar una garantía de complementariedad y armonía perfecta. Dicho esto el autor se arriesga a lanzar la hipótesis, totalmente convincente, basada en el material que nos presenta, que el deseo de Marai de conservar un amigo en la vida y en la muerte, algo que plasma en su obra, habría estado incrementado en él por la permanencia activa de la memoria del pavor generada por un trauma familiar temprano. Vale la pena destacar que en la amistad gemelar el otro no es investido como sujeto diferenciado sino como la persona que fue una parte de sí mismo. Y acá aparece un concepto que considero fundamental: en este libro la pasión de la amistad sobrevive a la muerte de la pasión hacia la mujer. En este sentido, continúa Kancyper, El Último En-

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cuentro representa el reencuentro último con la verdad, el último adiós a la pasión de la amistad que mantuvo ligados a los dos amigos y que ha aportado un sentido y un significado a sus vidas. El desenlace final, que nos remite al mito bíblico de Caín y Abel, difiere de la versión bíblica. En lugar del fratricidio, ambos se reencuentran para develar verdades. Es un momento de verdad en el cual se puede apreciar o entender la revelación de que el resentimiento interminable puede devenir terminable, y que los protagonistas pueden librarse finalmente del trágico destino signado por los enconados personajes que pueblan las tragedias de Shakespeare. En El Último Encuentro, la memoria del rencor cede finalmente su lugar a la memoria del dolor. Agregaría que otro aspecto no desdeñable de este libro es que al haber encontrado el autor tanta riqueza conceptual en los textos mencionados promueve el deseo de volver a leerlos. Quiero terminar afirmando que este libro producirá en el lector no sólo un placer intelectual, sino también una conmoción afectiva, ya que su contenido alude a cuestiones vitales de nuestra humana esencia. Considero que su lectura fortalece nuestra convicción psicoanalítica porque muestra el surco que nuestra disciplina abre en las complejidades de la cultura, y se convierte en una prueba fehaciente de que el pensamiento psicoanalítico es imposible de soslayar en nuestra época, si se desea arrojar una mirada diferente. Jorge H. Schvartzman

Revista de revistas Sección a cargo de Liliana Noemí Pedron Martin

Revista de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para graduados N° 33: Actualización en psicoanálisis de niños 2010. Volumen 90 N° 6, diciembre 2009. “Posponer el trauma: El peligro de hablar”. Rachel Rosenblum (Francia)

Este número de la Revista de la AEAPG, tal como su nombre lo indica, busca actualizar conocimientos, pero a la vez reverdecer y rendir homenaje al número 15, de 1988, también dedicado a la actualización en psicoanálisis de niños. Aquel sigue siendo un número emblemático, citado en las bibliografías de trabajos de estudiantes y estudiosos del tema, consultado largamente y hasta hoy en las Bibliotecas, agotado desde hace tiempo. Reeditarla en papel sin modificación alguna no parecía ser, desde la óptica del Comité Editor actual, cuya directora es Mabel Rosenvald de Baril, el camino mas adecuado; hubiera significado suponer que el tiempo transcurrido no habría incidido en las ideas de los autores, y no tener en cuenta que tal vez prefirieran revisar los trabajos y presentar una versión modificada. Se optó por un camino distinto que implicó por un lado, invitar a los autores

de entonces (y que hoy, más de 20 años después, siguen en actividad como psicoanalistas), a presentar reelaboraciones de sus ideas, una puesta al día de las mismas. En otras palabras, responder así al llamado de una actualización, y al mismo tiempo que otros autores aportaran su propia visión actual de tales ideas, sus enfoques teóricos y experiencias clínicas referidas a niños y adolescentes, buscando nuevos recursos frente a los desafíos en lo que tienen de distinto y a la vez de similar a los de 1988. En el editorial de la revista de 1988, (dirigida por Luis Gratch) se dice, en cuanto a la reflexión sobre el quehacer del campo de trabajo psicoanalítico con niños, que se realizaba “desde una práctica y una patología infantil marcada por años de crisis política y económica y como consecuencia de una profunda transformación de los valores sociales”. En el editorial de este número, se recuerdan esas palabras, considerando que siguen teniendo una fuerte vigencia. Asimismo, y con el fin de no defraudar a los lectores que desearan consultar la revista de 1988, se pensó presentarles la versión original en un CD que acompañara a este ejemplar de la revista, y así se hizo. Pasado y presente, autores de entonces y de ahora, edición en papel y reedición en CD, valiosa amalgama

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cuyo resultado es este nuevo número de la Revista de la AEAPG que supera en mucho las trescientos cincuenta páginas, que cuenta con resúmenes en español, inglés, francés y portugués, y que lleva en la tapa una obra de inspiración naïf tan afín a la infancia, a la que está muy ligado el artista argentino Milo Lockett, tanto con su obra como con sus talleres solidarios de arte para niños del interior del país. En la tapa, decíamos, una niña nos muestra cómo estira las manos sobre la cabeza para ofrecer su corazón, sin por eso perderlo para sí, porque sigue latiendo allí, en el centro de su pecho. Resultaría imposible en el espacio de que disponemos nombrar a todos sus autores ni comentar aún brevemente sus múltiples artículos, pero sí mencionar que constituyen un abanico de temas indispensables como son el juego, ese gran aliado del psicoanálisis de niños y por lo tanto presente en varios de los trabajos, hay otros vinculados a la filiación y la identidad, a lo jurídico, a las experiencias de psicoanálisis de niños y adolescentes, a la adopción y la filiación, al bebé y su comunicación con el entorno, a los trastornos en la identidad sexual, las perturbaciones severas, la revisión de los aportes de Winnicott y de Bion, y, como no podía faltar, un trabajo de psicoanálisis aplicado, sobre el libro La hermana, de Sándor Marai, cuyo talento narrativo da lugar a desplegar hipótesis de trabajo sobre la enfermedad orgánica desde la vertiente psicosomática. Acorde a estos tiempos en que las innovaciones tecnológicas pasaron a formar parte ineludible de la vida cotidiana, aun de los que no somos nativos

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informáticos, encontramos un estudio psicoanalítico de los que sí lo son, los “adolescentes en la red”, y también “un diálogo por e-mail entre un abogado y un psicoanalista sobre adopción o filiación fallidas.” La idea de la actualización trasciende el campo del psicoanálisis de niños, como sucede con la mesa redonda convocada por el Comité Editor a partir de una pregunta previa, generadora inicial del debate dirigida a sus panelistas (Verónica Ginocchio, Eduardo Mandet, Nora Rabinovich, y Ada Rosmaryn). Estamos con profesionales de amplia experiencia. Nos gustaría saber cómo han ido modificando su práctica clínica y teórica a lo largo de su ejercicio profesional con niños y adolescentes. ¿Podrían ustedes señalar los cambios y los motivos de los mismos? Digo que este número de la Revisa de la AEAPG, si bien tiene su especificad, trasciende la problemática del psicoanálisis de niños, y abarca el psicoanálisis en sí mismo, porque reflexiona sobre situaciones de la realidad producto de las transformaciones socioculturales y económicas, de los desarrollos tecnológicos en la comunicación, de la medicalización presurosa de la angustia (entre otras cuestiones) y del desarrollo teórico que ha sido enriquecido por el ejercicio de la práctica y “la influencia de autores como Winnicott, Lacan y sus discípulos de entonces con desarrollos propios (François Dolto, Piera Aulagnier, Maud Mannoni) [que] ha sido innegable” (p. 329), o de nuevas miradas sobre los autores clásicos. Finalmente, dos sentidos recuerdos: a Susana Lustig de Ferrer, que fue,

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además de una analista creativa y sensible, transmisora serena y generosa del conocimiento psicoanalítico que había atesorado y a Silvia Bleichmar, de quien dice Alfredo Grande que “muchos pensamos que fue una de las más importantes teóricas del psicoanálisis en la Argentina”. Ambas están estrechamente ligadas a la historia y al crecimiento de la Revista y de la Escuela de Psicoterapia para Graduados, y mucho se las echa de menos. Quisiera terminar esta reseña con las significativas palabras que Marta Vega recogió de Susana Lustig y que me parecen adecuadas para representar el cuidado y el respeto que recorren las páginas de esta revista: “un análisis es algo tan importante, que solamente hay un momento adecuado en la vida para empezarlo, y este no es el momento para este niño”. Estas palabras simbolizan la sensibilidad especial no solo de Susana, sino con la que ha de contar todo psicoanalista que emprenda la delicada, difícil y apasionante tarea de psicoanalizar niños. Gloria Gitaroff

Los autores Bjön Salomonsson: Analista de niños y supervisor en la Asociacion Psicoanalítica Sueca en Estocolmo. Dirige un proyecto de investigación en una unidad de psiquiatría de Niños y Adolescentes del Instituto Karolinska, comparando tratamientos madre-bebé con tratamientos duales en Centros de salud infantiles. Ha publicado trabajos de psicoanálisis de niños, sobre contenimiento, con déficit de atención y psicoanálisis vincular madre hijo. De 2001 a 2006, presidió el Child Forum de la Federación Psicoanalítica Europea. Es miembro de la la Societé Européenne pour la Psychanalyse de l’Enfant et de l’Adolescent, París. René Roussillon: Psicoanalista titular de la SPP y GLP AR-. Profesor de Psicopatología Clínica en la Universidad de Lyon 2 en la que dirije el Departamento de Psicología Clínica, el Psicopolo Rhône-Alpes y un equipo de investigación consagrado a las situaciones límite y extremas de la subjetividad. Sus investigaciones apuntan principalmente a la clínica del narcisismo y a la metapsicología de los procesos de simbolización, temas sobre los cuales a publicado numerosos artículos y varios libros. Luis Kancyper: Médico psicoanalista, es Miembro Titular en Función Didáctica y Analista de Niños y Adolescentes de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Ex secretario científico (1994-1996) de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Profesor titular del Instituto de Psicoanálisis. Autor de los libros: Jorge Luis Borges o el laberinto de Narciso; Resentimiento y Remordimiento; La Confrontación Generacional; Jorge Luis Borges o la pasión de la amistad; El complejo fraterno; Adolescencia: El fin de la ingenuidad; Resentimiento terminable e interminable. Nancy Kulish: Profesora de Psiquiatría de Wayne State Medical School y analista didacta en el Michigan Psychoanalytic Institute. Forma parte de los comités editoriales del Psychoanalytic Quarterly y el International Journal of Psychoanalysis. Escribió sobre temas de sexualidad femenina, género, transferencia/contratransferencia, adolescencia y es coautora del libro A Story of Her Own: The Female Oedipus Complex Reexamined and Renamed, 2008. Elias Mallet da Rocha Barros: Supervisor y analista didacta de la Sociedad Brasilera de Psicoanálisis de São Paulo, Miembro de la Sociedad Británica de Psicoanálisis, Ex editor del International Journal of Psychoanalysis para América Latina, Ex chair de CAPSA, Ex Chairman del Congreso Internacional de Niza, recibió el premio Sigourney en 1999, autor de varios artículos.

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Luis J. Martín Cabré: Presidente de la Asociación Psicoanalítica de Madrid (APM). Miembro Titular con funciones didácticas de la A.P.M. Psicoanalista de niños y adolescentes. Miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del niño y adolescente. Miembro del Instituto de Estudios de Medicina Psicosomática. Miembro de la Association Internationale d’histoire de la Psychanalyse. Miembro fundador de la Fundación Internacional “Sándor Ferenczi”. Miembro del European Editorial Board del International Journal of Psychoanalysis. Harold P. Blum: Profesor de Psiquiatría Clínica y Analista Didacta del Instituto Psicoanalítico de New York. Director Ejecutivo de los Archivos Sigmund Freud. Ex Editor del Journal of the American Psychoanalytic Association. El Dr. Blum es autor de más de 150 trabajos psicoanalíticos. Entre sus libros están: Defense and Resistance: Historical Perspectives and Current Concepts, (1985), Female Psychology: Contemporary Psychoanalytic Views (1977), y Reconstruction in Psychoanalysis: Childhood Revisited and Recreated (1994). Recibió los premios Sigourney Award, Mahler Hartmann y Lorand Prizes Giuseppe Civitarese: Psiquiatra, PhD, Miembro de la Asociacion Psicoanalítica Italiana (SPI) y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA). Vive en Pavia, Italia. Alguna de sus publicaciones son: The intimate room. Theory and technique of the analytic field, The New Library of Pyschoanalysis, London, Routledge 2010; La violenza delle emozioni. Bion e la psicoanalisi post-bioniana, Raffaello Cortina, Milano 2011. Jorge Luis Maldonado: Miembro Titular y Didacta de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires y Profesor Titular del Instituto de Psicoanálisis de esta institución. Ex Profesor Titular de psicopatología de la Universidad del Salvador y ex miembro del Board del IJPA. Es autor del libro El narcisismo y la labor del analista. Paradojas, obstáculos y transformaciones y coautor de otros tres libros. Sus trabajos han sido publicados en seis idiomas. Recibió el premio Federación Psicoanalítica de América Latina por su trabajo: Sobre reacciones terapéuticas positivas y negativas. Miguel Kolteniuk Krauze: Psicoanalista. Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica Mexicana. Director del Programa Científico de la Asociación Psicoanalítica Mexicana. Cursó sus estudios de medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México. Realizó su especialización en psiquiatría en el Hospital Central Militar. Licenciatura y Maestría en filosofía en la Facultad de Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado diversos trabajos y participado en varios congresos en torno a la metapsicología freudiana y sus características epistemológicas.

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Werner Bohleber: Dr. en filosofía, Analista Didacta y ex Presidente de la Asociación Psicoanalítica Alemana. Miembro del consejo de Representantes de la IPA 2003-2007. Co-Chair por Europa del Research Advisory Board de la IPA 2000-2008. Desde 2009 Chair del Grupo del Projecto de Integración Conceptual de la IPA. Editor de la Revista PSYCHE. Merecedor del premio Mary S. Sigourney 2007. Patricia Alkolombre: Psicóloga Clínica y Psicoanalista. Miembro Titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Asesora del Comité de Mujeres y Psicoanálisis (Cowap). Autora del libro: Deseo de hijo. Pasión de hijo. Esterilidad y técnicas reproductivas a la luz del psicoanálisis y co-autora de varios libros y trabajos en revistas nacionales e internacionales. Dario Arce: Médico Psicoanalista perteneciente a la Asociación Psicoanalítica Argentina. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Especialista en Niños y Adolescentes.Miembro del Comité Editor de la Revista de Psicoanálisis de la APA. Docente en la Cátedra de Salud Mental de la carrera de medicina en la Universidad de Buenos Aires. Realizó tareas docentes en la Asociación Psicoanalítica Argentina junto a la Dra. Elsa del Valle Etchegaray en seminarios y coordinando el área de Niños del Espacio M. Klein. Primitivo Gómez: Médico Psicoanalista. Miembro titular en función didáctica de Asociación Psicoanalítica Argentina. Profesor del Instituto de Psicoanálisis en la carrera de Niños y Adolescentes de la APA y de API. Ex Coordinador del Dpto. de Niños y Adolescentes. Ex miembro por Latinoamérica del Comité de COCAP de API. Ex miembro por APA del Comité de Niños y Adolescentes de Fepal. Ex Director del Comité de Relaciones Exteriores de APA. Coordinador de numerosos encuentros con la Asociación Psicoanalítica Italiana (SPI) y la Asociación Psicoanalítica de París (SPP). Autor de numerosos trabajos presentados en APA y en Congresos Internacionales de API y de FEPAL. Marcela Dal Verme: Miembro titular en función didáctica de Asociación Psicoanalítica Argentina. Directora de Gea: Centro de Supervisiones clínicas y psicología para Empresas. Miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Miembro de FEPAL. Paulina Landolfi: Miembro Titular en Función Didáctica de la APA . Miembro del Departamento de Niños y Adolescentes durante la gestión del Dr. Norberto Marucco. Miembro de la Comisión de Etica. Luz Abatángelo: Profesora en letras. Licenciada en Psicología. Miembro adherente de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Integrante del Depto. de Niños y Adolescentes de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

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Co-Coordinadora de COWAP. Supervisora del Servicio Infanto Juvenil Hospital de Clínicas y Hospital Rivadavia. Norah Gramajo Galimany: Médica psicoanalista. Miembro titular didacta de la APA. Miembro titular didacta de la Asociación Psicoanalítica de Guadalajara, México (APG) Full Member de IPA. Fundadora de la Asociación Psicoanalítica de Guadalajara. Vice-presidente Honorario de la misma. Directora de Nuevos Grupos de FEPAL (2000-2004). Fundadora y directora de la Revista de Psicoanálisis de Guadalajara. Fundadora y presidente de los Simposia de las Américas que desde 1986 se realizan anualmente en Guadalajara. Publico el libro En busca del objeto perdido y trabajos en la Revista de Psicoanálisis de APA, Libro Anual de Psicoanálisis, The International Journal of Psycho-analysis, Revista Colombiana de Psicoanálisis y otras. Marcos Guiter: Ex Profesor titular de psicopatología de la Universidad del Salvador. Ex Director del Instituto de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Prof. Titular de la Carrera de Médicos Especialistas en Psiquiatría – Unidad Académica Docente Moyano. Prof. Titular de la Carrera de Maestría en Psicoanálisis, Escuela de Posgrado, Universidad CAECE. Prof. Titular de Médicos residentes, Hospital Tobar García. Director de la Revista de Psicoanálisis. Director de centro Racker de la Asociación Psicoanalítica Argentina, de ayuda comunitaria. María Lea Kuperman de Kuitca: Médica Psicoanalista, especialista en niños y adolescentes. Miembro de APdeBA. Ha realizado atención, docencia y supervisión en servicios hospitalarios e instituciones privadas y especialmente en violencia familiar, maltrato infantil: abuso sexual desde 1970. Participación en jornadas y congresos nacionales e internacionales sobre la especialidad. Publicación de artículos en revistas de psicoanálisis. Libros: “Maltrato Infantil; una deuda con la niñez” Ed. Urbano 1995-1999. Col. con la Dra. Diana Becher de Goldberg. Y “Violencia y Abuso Sexual Familiar” Ed. Letra Viva 2011. Col. Lic. Elda Irungaray. Juana Berezin: Lic. en Psicología. U.B.A. 1967. Miembro Titular en función didáctica de Asociación Psicoanalítica Argentina. Especialista en Niños y Adolescentes. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Profesora Titular y Adjunta en Seminarios de Asociación Psicoanalítica Argentina. y Cursos de la carrera de Psicología en U.B.A. Años 1970 – 2000. Coordinadora y Supervisora (1979–1999) en Hospitales de la Ciudad de Buenos Aires en las áreas de Violencia y Maltrato Infantil. Autora de numerosas publicaciones en la Revista de Asociación Psicoanalítica Argentina. y en la Internacional sobre el tema del Abuso Sexual Infantil.

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Dora M. Felbarg: Abogada mediadora, especialista en Derecho de Familia. Licenciada en Derecho Administrativo y Administración Pública. Miembro integrante del grupo de investigación de Violencia y Maltrato Infantil, y del grupo de investigación sobre Adopción de la Sociedad Argentina de Pediatría. Prof. adjunta de la Maestría Violencia y Abuso Sexual Infantil del Instituto Universitario de Salud Mental de APdeBA. Autora de artículos y revistas sobre temas de Abuso sexual infantil y maltrato. Coautora del Libro Soy Adoptado con la Lic. Lidia Cuneo y otros profesionales. Ex docente de la UBA. Silvia Elena Leguizamón: Médica de la Universidad de Buenos Aires. Especialista en Psiquiatría. Miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Miembro de la Asociación Italiana de Psicoanálisis. Miembro de la Federación de Psicoanálisis de América Latina. Miembro de la Federación Europea de Psicoanálisis. Especialista en Niños y Adolescentes, Maestría Asociación Psicoanalítica Argentina - CAECE. Supervisora del Proyecto “Devereux” (trabajo con Refugiados Políticos) del Centro de Salud Mental “Lo Scalo” de Bologna, Italia. Ex-supervisora del Centro de Salud Mental de San Lazzaro di Savenna, Bologna, Italia. Roberto Losso: Doctor en Medicina; Psicoanalista; Miembro Titular Didacta, A.P.A. e I.P.A,; Especialista en Psiquiatría; Profesor Consulto de Psiquiatría y Salud Mental, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires: Coordinador, Departamento de Familia y Pareja, A. P. A.; Director, Curso de Especialización en Psiquiatría, Unidad Académica “Ramos Mejía”, Facultad Medicina, UBA; Autor del libro Psicoanálisis de la Familia, ed. Lumen. Ana Packciarz Losso: Psicóloga, Miembro Titular Didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina y de la International Psychoanalytic Association; Especialista en Abordaje Psicoanalítico de la Familia y la Pareja; Miembro de la Comisión del Departamento de Familia y Pareja de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Profesora adjunta de Clínica de la Familia y la Pareja,.Especialización en Psicología Clìnica. Universidad Argentina John F. Kennedy. Pola Roitman de Woscoboinik: Licenciada en psicología. UBA. Titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Libros en colaboración - Del cuerpo al símbolo. Sobreadaptación y enfermedad psicosomática (Liberman-Dimas-Cortiñas-Woscoboinik), - La infertilidad en la pareja. Cuerpo-deseo-enigma (Cincunegui-Kleiner-Woscoboinik), Premio BarangerMon, 1999-2000 por el trabajo Reflexiones en torno a La negación de Freud. José Ricardo Sahovaler: Médico. Especialista en Psiquiatría. Ex residente y jefe de Residentes del Htal. Aráoz Alfaro. Psicoanalista. Miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Especialista en

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niños y adolescentes de APA. Docente en el Hospital de niños Ricardo Gutierrez. Autor de diversos artículos y del libro Psicoanálisis de la televisión. Enrique R. Torres: Médico Psiquíatra. Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Cofundador de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba. Docente de Psicoanálisis en el Curso de Especialización en Psiquiatría, Escuela de Graduados en Ciencias de la Salud, Universidad Nacional de Córdoba. Autor de numerosos trabajos publicados en revistas nacionales e internacionales. María Laura Trotta: Licenciada en Psicología. Miembro Adherente de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Ex docente de la carrera de Psicología de la Universidad de Belgrano (1997-2008). Ex investigadora de Ubacyt para el proyecto Freud y la eficacia del análisis (UBA) (2004-2008). Ex docente de la cátedra Investigación en Psicoanálisis de la carrera de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Mención especial del Preimo Baranger Mon 2007 por el trabajo El síntoma en la histeria. La conceptualización freudiana en los albores de su obra. Colaboradora docente de seminarios Instituto de Psicoanálisis Ángel Garma de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Liliana Ziaurriz de Jacoby: Médica. Psiquiatra. Psicoanalista titular en función didáctica de Asociación Psicoanalítica Argentina. Ex coordinadora y secretaria del departamento de Psicosis desde 1999 hasta 2011. Ha presentado trabajos en Congresos Nacionales e Internacionales sobre las siguientes temáticas prohibiciones fundantes: canibalismo (publicados en revistas); trabajos sobre depresión y melancolía: Afecto, cuerpo y representación en la melancolía (Congreso IPA–Chile 1999, publicado en Revista). Trabajos sobre el olfato presentados en Congresos Internacionales y publicados en Revistas.

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