Anonimo Saga de Ragnar Calzas Peludas

April 30, 2017 | Author: euclides21 | Category: N/A
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La Saga de Ragnar Calzas Peludas

LA SAGA DE RAGNAR CALZAS PELUDAS Anònimo REGNERÒ Saxo Gramático

T raducción, in tro d u c c ió n y notas de S a n tia g o Ib á ñ e z L lu c h

COLECCION GORGONA

LA SAGA DE RAGNAR CALZAS PELUDAS Anónimo (s. XIII) REGNERO Saxo Gramático (s. XIII)

© De la presente edición: Ediciones Tilde S.L. © De la traducción, introducción y notas: Santiago Ibáñez Lluch

La reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio está prohibida sin el permiso expreso de los titulares del Copyright.

I.S.B.N. D. Legal

COORDINACION EDITORIAL: Luis E. Valera Muñoz. PRESENTACION: Enrique Bernárdez. PORTADA: Yelmo de hierro del s. VII encontrado en Vendel (Suecia) CONTRAPORTADA: Proa del navfo de Oseberg (s. IX). ILUSTRACIONES INTERIORES: Dibujos de Louis Moe para la traducción de Winkel Hom de la Historia Danesa (1911). DISEÑO CUBIERTAS: M* Isabel Sacristán de Miguel. PREIMPRESION PORTADAS: R&A preimpresión • Tfno 385 27 70 DISEÑO GRAFICO Y MAQUETACION: M‘ Isabel Bertomeu Pérez • Ed. Aliana • 96. 365 28 81 PREIMPRESION E IMPRESION: Printual Gráfica • Tfno 96.364 60 60 DISTRIBUCION: Comunidad Valenciana y Murcia: CARRER DEL LLIBRE • Tfno 96.375 05 91 Madrid: A-Z DISTRIBUCIONES S.L. • Tfno 91.314 25 55 Barcelona: TRIANGLE S.L. • Tfno 93.265 18 21 Canarias: ODON MOLINA • Tfno 922.25 66 66

A M arisa.

PRESENTACIÓN La literatura escandinava medieval ya no es una total desconocida entre nosotros. Disponemos de traducciones de bastantes sagas, práctica­ mente la totalidad de los poemas éddicos y algunos escáldicos. Todo ello nos permite conocer los textos originales y disponer de una bibliografía básica para acceder a nuevos trabajos. El cambio, si miramos veinte años atrás, ha sido espectacular. Esta nueva traducción debe recibir una bienvenida muy especial. Y es que entre los tipos de sagas islandesas hay aún algunos que todavía no han tenido oportunidad de darse a conocer entre nosotros. Realmente, con la falta de traducciones de sagas de obispos, santos o suegras, no parece que perda­ mos demasiado, y son raras las traducciones de esas sagas a lenguas extran­ jeras, y sus ediciones en la misma Islandia son cosa de eruditos más que de lectores normales. Pero las sagas de vikingos merecen sobradamente figurar en nuestras bibliotecas; y no sólo en las bibliotecas universitarias ni en las bibliotecas públicas, sino también en las particulares: son auténticas novelas de aventuras mucho antes de que alguien volviera a imaginar este género en Europa muchos siglos después. La lectura de una saga como la de Ragnar no es un simple ejercicio erudito, sino que también es capaz de producir placer literario. Los vikingos nos son relativamente bien conocidos por la literatura, el cine y hasta los cómics. Aquellos hombres del norte que trastocaron la vida cotidiana en la alta Edad Media, y no sólo en el norte de Europa, pues sus via­ jes se extendieron también por el Báltico y Rusia, hasta Constantinopla. Tam­ bién vinieron a la Península Ibérica: Galicia, Portugal, Cantabria, Asturias, Navarra y Andalucía recibieron su visita reiterada, y tan sólo El Andalus fue capaz de oponerse a ellos con éxito. Una cajita de marfil conservada en la Colegiata de León es probablemente resto olvidado de alguna de aquellas incursiones. “De los hombres del norte, líbranos, Señor”, se rezaba en todas partes para que la providencia los mantuviera alejados. Pero no fueron sim­ ples piratas, sus incursiones no se limitaron a sembrar el terror. Durante un

par de siglos fueron los únicos comerciantes activos que enlazaban toda Europa Occidental con el mundo árabe, infinitamente más avanzado cultural y económicamente, gracias a ellos circularon las mercancías de un lado a otro, impulsando además los viajes de personas con ánimo más “puramente” comercial. Y sus ataques obligaron a los reinos europeos a reforzar sus defen­ sas y su organización. Ocuparon territorios deshabitados, como la misma Islandia, crearon incluso ciudades como Dublín, impulsaron el crecimiento de otras, como York. Se asentaron, entre otros sitios, en una región del norte de Francia: la Normandía, y aunque asimilaron sus costumbres, su religión y su lengua a las del nuevo país, fueron sus barcos, aún vikingos, los que les permitirían invadir Inglaterra el año 1066. Una Inglaterra que durante siglos fue casi tan escandinava como inglesa, y cuya lengua no es comprensible his­ tóricamente sin tener en cuenta la poderosísima huella que las lenguas nórdi­ cas dejaron en ella. Por último, los vikingos nos dejaron hermosos monu­ mentos funerarios en piedra y una rica poesía que conservamos gracias sobre

lla época, con esa curiosa e interesante combinación, quizá nos gustaría decir “confusión”, entre leyenda e historia que es típica del medievo nórdico. La traducción de Santiago Ibáñez que tengo el honor de prologar cumple muchas funciones deseables y necesarias. Nos acerca a un tipo de saga aún desconocido entre nosotros, aunque no menos valioso; nos propor­ ciona un entronque con el resto de la historia literaria islandesa; nos permite atisbar la realidad histórica oculta tras siglos de transmisión oral. La inclu­ sión de la versión de la historia de Ragnar en el libro de Saxo Gramático tiene una especial importancia. Porque aunque las sagas pueden leerse como nove­ las, como mera ficción, y las más de las veces y para la mayoría de los lec­ tores es incluso mejor hacerlo así, no podemos olvidar que los islandeses veían en ellas el recuerdo de su historia real. Una historia que existía oral­

Pero no tenemos fuentes en español que nos permitan saber cómo se

mente y que una y otra vez iba apareciendo, a retazos o en forma más com­ pleta, en los trabajos de quienes intentaban recuperar el pasado; y pocos tan importantes como el latinizante Saxo. Comparar las dos versiones es un ejer­ cicio extraordinariamente interesante, y no sólo para el erudito o para quien se dedica a los estudios medievales. Ver cómo puede transformarse una misma historia que, aunque no conocemos con exactitud, sabemos que exis­ tió, cómo puede adoptar formas literarias diferentes, cómo se seleccionaba lo que se iba a contar y lo que se iba a dejar a un lado, cómo se completaban las

veían ellos a sí mismos, cómo los veían sus descendientes en la Islandia de pocos siglos más tarde, quiénes fueron realmente aquellas personas, por qué hacían cosas que ahora nos pueden parecer atroces, qué significaba para ellos

lagunas, los sucesos dudosos, excesivamente extraños o improbables, resulta apasionante para todo el que esté interesado en la literatura, la cultura y el mismo pensamiento humano.

la gloria, la fama. Ciertamente, cuando algún islandés redactó las versiones

Santiago Ibáñez se merece por todo ello nuestro agradecimiento más sincero. Estoy seguro de que ésta no será su última aportación a los estudios medievales escandinavos, como tampoco es la primera y que en los años venideros seguirá permitiéndonos profundizar en el conocimiento de ese mundo fascinante.

todo a las sagas islandesas. Así que los vikingos no fueron cualquier cosa. Hasta la cultura popu­ lar sabe bastante de ellos, pero nuestro conocimiento procede de sus enemi­ gos.

que poseemos de la saga de Ragnar, los tiempos habían cambiado mucho: los islandeses eran cristianos y sus actividades cotidianas no tenían ya demasia­ do que ver con las vikingas. Sin embargo, sabemos que muchas cosas del pasado se mantuvieron en la isla atlántica con mucha más viveza que en nin­ gún otro sitio de Escandinavia o de toda Europa occidental. De manera que aunque la era vikinga hubiera terminado, aunque la palabra víkingr fuera uti­ lizada frecuentemente por los islandeses como simple sinónimo de “pirata”, no existe nada mejor que las sagas de vikingos para informarnos sobre aque­

Enrique BERNÁRDEZ Catedrático de Filología Universidad Complutense de Madrid

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INTRODUCCIÓN I. LA SAGA DE RAGNAR CALZAS PELUDAS 1.1. La Saga de Ragnar Calzas Peludas en el contexto de la antigua litera tu ra islandesa. Los géneros literarios recopilados o producidos en Islandia entre los siglos IX y XV constituyen un importante legado cultural tanto por su cali­ dad como por su cantidad y ofrecen en numerosas ocasiones material de pri­ mera mano para obtener un conocimiento más profundo y directo de la mito­ logía, lengua e historia de los antiguos pueblos escandinavos y germánicos, así como de sus relaciones con el resto de Europa y de su paso por lugares tan distantes entre sí como América del Norte, Groenlandia, Bizando o Palestina. La saga traducida en este volumen ocupa un lugar destacado dentro de las letras islandesas por reunir elementos comunes a otras narraciones similares y por hallarse en relación directa con el antiguo repertorio épico y heroico de aquellos pueblos. Para comprender mejor las características formales y de contenido de la Saga de Ragnar resulta conveniente tratar, aunque sea de manera general y escueta, los períodos más importantes de la antigua literatura islandesa y sus diversas manifestaciones. El período inicial abarca desde el año 870, aproximadamente, en el que tienen lugar los primeros asentamientos (Reykjavik, por ejemplo, fue fundada en el año 874) hasta el año 1100'. De este período se conocen sola­ mente composiciones poéticas, las cuales, después de haber sido transmitidas oralmente de generación en generación, fueron compiladas en la llamada Edda Mayor, colección anónima de diversos cantos épicos y mitológicos datados entre los siglos IX y XIII. La tradición atribuyó por error su autoría ' Vid. Junas Krisljánsson. Eddas and Sagas, Reykjavik, 11¡ó íslenska bókmennial'élag, 1997. pág. 21.

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a Saemund Sigfússon el Sabio (1056-1133), sacerdote de Oddi, localidad del sur de Islandia. Paradójicamente nada de lo que escribió Saemund ha llega­

1211), hizo lo propio en Inglaterra. Lugares de formación y producción lite­ raria en Islandia fueron asimismo las sedes episcopales de Skáholt y Hólar y

do hasta nuestros días. La fama de sus conocimientos lo llevó a figurar como protagonista en cuentos populares2. Hacia el año 1220 Snorri Sturluson

las escuelas de Oddi y Haukadal. Otras obras importantes de este período son el Primer Tratado Gra­

(1178-1241) comentó y explicó en prosa los antiguos poemas éddicos en lo que se llamó la Edda de Snorri o Edda Menor. Dado que en nuestra lengua contamos con recientes traducciones y estudios de estas obras, poco podemos

matical, escrito hacia 1150, donde su anónimo autor propone una ortografía basada en el alfabeto latino con las modificaciones pertinentes para adaptar­ la a la fonética islandesa. Se conserva en el Codex Wormianus, el mismo que contiene la Edda de Snorri. Del primer tercio del siglo XII data el Grágás (“Ganso Salvaje”), compilación de las antiguas leyes islandesas. Como obras

añadir a lo dicho hasta el momento y remitimos al lector a estas ediciones'. Junto con la poesía de la Edda hay que considerar también la poesía llamada escáldica, cuyo nombre deriva del término islandés skáld (poeta), la cual surge hacia el siglo VIII y alcanza su esplendor en los siglos IX y X. El escalda más antiguo conocido es Bragi Boddason el Viejo, noruego del siglo IX, autor de la Drápa a Ragnar, citado por Snorri en su Edda*. Los escaldas, en su mayoría islandeses, solían recorrer las cortes de reyes y señores del norte para recitarles sus complicados y característicos poemas y ensalzarlos en ellos. Hacia el año 1100 comienza en Islandia la llamada “época de apren­ dizaje” y abarca todo el siglo XII'. Dicho período recibe este calificativo por­ que es entonces cuando se traducen y adaptan del latín gran cantidad de tex­ tos de carácter erudito y religioso. Islandia se había convertido al Cristianismo por decisión de la Asamblea General en el año 1000 y con la nueva religión había llegado el conocimiento del latín y el uso de antiguos manuscritos. En 1133 se construyó el primer monasterio de Islandia en Thingeyrar, al cual siguieron otros que participaron de manera decisiva en la acti­ vidad cultural del país. Algunos islandeses fueron ordenados sacerdotes y acudieron a estudiar a los centros más renombrados del continente. Tal es el caso de Thorlák, obispo de Skálholt que estudió en París y Lincoln y llegó a

históricas de este período hay que mencionar el Libro de la Colonización (Landnámabók) y el Libro de los Islandeses (íslendingabók) de Ari Thorgilsson el Sabio (1067-1148), el primer autor conocido en lengua islandesa. Ambos contienen detallada información sobre el descubrimiento y coloniza­ ción de Islandia, así como sobre los reyes de Noruega. Hacia el 1200 se abre un importante período en la literatura islande­ sa, pues, a partir de abundantes testimonios y tradiciones orales sobre hechos ocurridos tanto dentro como fuera del país, se comienzan a escribir las sagas*. Las primeras en aparecer son las sagas de islandeses (íslendinga sógur), pero más tarde, por influencia de las traducciones de otras obras europeas, surgen en Noruega las sagas de caballeros (riddara sógur), las cuales darán después paso a otro importante grupo que entronca con la antigua tradición heroica escandinava: las sagas de los tiempos antiguos (fornaldarsógur). La produc­ ción de sagas abarca, según la opinión general, hasta la segunda mitad del siglo XIV7. De 1400, aproximadamente, hasta la consolidación de la Reforma Protestante en 1550" la mayor parte de la producción literaria es en verso, a excepción de algunas sagas de caballeros o de ficción9. Se consolidan los

ser canonizado tras su muerte en 1193. Su sobrino y sucesor, Páll Jónsson (m. 2 Algunos de ellos son recogidos por Edorta González en Leyendas y Cuentos Vikingos, Madrid, Miraguano, 1997. 1 Vid. bibliografía. 4 Vid. Poesía antiguo-nónlica, ed. Luis Lerate, Madrid, Alianza Editorial, 1984, págs. 71-77. 5 Vid. Kristjánsson, op. cit. pág. 22.

6 Ibid. págs. 22-23. 7 Ibid. pág. 217. “ Dicho año fue decapitado el último obispo católico de Islandia, Jón Árason de Hólar, junto con dos de sus hijos. Esta fecha se suele considerar como la consolidación de la Reforma en Islandia. *■ Vid. Kristjánsson, op. cit. pág. 24.

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poemas narrativos llamados rimas (rímur), versificación de algunas sagas escritas que en ocasiones pueden contar con acompañamiento musical. Sue­ len constar de estrofas de tres o cuatro versos y a menudo conservan metáfo­ ras y nombres poéticos de la poesía escáldica. Su producción alcanza hasta el siglo XIX. Igualmente características de este período son las baladas (sagnadansar), recopiladas por primera vez en el siglo XVII. De ellas las baladas de caballeros y de guerreros son las más conocidas. Su repertorio surge del mundo de los cuentos populares y de la sociedad feudal, así como del conte­ nido de algunas sagas de los tiempos antiguos'“. Al tratar más de cerca las sagas como género literario y los tipos de las mismas conviene señalar que dicho término procede del verbo segja, decir, contar. En sentido estricto significa narración oral, pero en sentido amplio una saga puede ser cualquier historia o todo lo que sea literatura en prosa". A la hora de clasificar las sagas para su estudio podemos recurrir a criterios cronológicos o de contenido. Sigurdur Nordal 12 lo hace atendiendo al tiempo transcurrido entre el momento en que se producen los hechos des­ critos en ellas y el momento en que esos hechos son puestos por escrito. Dis­ tingue, pues, tres tipos: sagas contemporáneas, sagas del pasado y sagas de la antigüedad. Las primeras son aquellas cuyos autores vivieron durante los aconte­ cimientos que narraron. Éstas incluyen a su vez las sagas de obispos (biskupasógur), la Saga de los Descendientes de Sturla (Sturlunga saga) y la Saga de Sverrir (Sverris saga). No son anteriores, en cualquier caso, al año 1100. Las sagas del pasado hablan de sucesos producidos entre los años 850 y 1100, aproximadamente. En este grupo se incluyen las sagas de islan-

deses (íslendinga sógur) y la mayoría de las sagas de reyes (konunga sógur). Por último, las sagas de la antigüedad o del pasado remoto describen hechos anteriores al año 850 e incluyen todas las sagas de los tiempos anti­ guos (fornaldarsógur) y alguna otra como la Saga de los Ynglingos (Ynglinga saga) de Snorri Sturluson, que actúa de introducción a las dieciséis sagas de reyes que componen la Heimskringla. La Saga de Ragnar, como saga de los tiempos antiguos, pertenece a este grupo. La época en que transcurren las sagas de islandeses es llamada “época de las sagas” (sóguóld), del 850 al 1100, aproximadamente. La época en la que transcurren las sagas contemporáneas es llamada “época de los des­ cendientes de Sturla” (Sturlungaóld) y toma el nombre de Sturla Thórdarson de Hvam (1115-1183), padre de Snorri Sturluson y fundador de esta podero­ sa familia que participó activamente en las luchas por el poder a finales del siglo XII y durante todo el siglo XIII. El período comprendido entre las dos épocas anteriores es conocido como “época de paz” (fridaróld). Atendiendo a su contenido, Kurt Schier” habla de sagas en sentido estricto (de reyes, de islandeses, de los tiempos antiguos y de los descen­ dientes de Sturla) y sagas en sentido amplio (de caballerías, de mentiras, de santos y de la antigüedad). Parece conveniente señalar los rasgos más desta­ cados de los grupos más representativos de sagas, así como citar algunos títu­ los relevantes. Las sagas de reyes son las más antiguas y datan de los siglos XII y XIII. Se ocupan fundamentalmente de la historia de Noruega y Dina­ marca y de las hazañas de sus soberanos. Estas sagas fueron elaboradas a par­ tir de narraciones y testimonios orales y de algunas obras escritas de produc­ ción religiosa14. De este grupo la obra más antigua conocida es el llamado Hryggjarstykki del islandés Eirík Oddsson. No se ha conservado, pero cono­ cemos su existencia por la mención que de él hace Snorri en la Heimskringla 15 y se supone que debió de ser escrito hacia el año 1150"'.

,ü- Vid. Kristjánsson. op. cit.. págs. 369 y ss. "■ Vid. Apolonia Zaluska-Strümberg, Graminatik des Altislündischen, Hamburgo, Helmut Buske Verlag, 1982, pág. 28. ’’ Vid. S. Nordal, "Sagalitteraturen" en: Nordisk Kuliur VIII:B, Literaturhistoric, B. Norge og Island. Estocolmo & Oslo & Copenhague, 1953, pág. 181, cit. por K. Friis-Jensen, Suxo Grammaticus as Latin Poet, Roma, L’Erma di Bretschneider, 1987, pág. 41.

'■' Vid. K. Schier, Sagaliteraiui: Stuttgart, 1970, págs. 5-7, cit. por. V. Almazán, Gallaecia Scandinavica. Vigo, Galaxia. 1986, pág. 43. 14 Vid. Kristjánsson, op. cit. pág. 149. IV Vid. S. Sturluson, Heimskringla, udg. ved F. Jónsson, Copenhague, 1911, pág. 579. 16 Vid. Kristjánsson, op. cit. pág. 151.

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Sí se ha conservado por el contrario la Saga de Sverrir, escrita por el islandés Karl Jónsson (m. 1213), abad benedictino del monasterio de Thingeyrar. Este religioso la redactó siguiendo las indicaciones del propio rey Sverrir, un clérigo aventurero de las Islas Féroe que, tras proclamarse hijo del rey Sigurd Haraldsson, acabó por hacerse con el trono de Noruega y reinó de 1184 a 120211. Pero las sagas más significativas de este grupo son, por su composi­ ción y planteamiento, las contenidas en la Heimskringla de Snorri Sturluson (1178-1241). En ella se habla de la vida y los hechos de los reyes de Norue­ ga desde sus orígenes remotos hasta el año 1177. Las sagas de islandeses son probablemente las más conocidas en nuestro país debido a las traducciones realizadas en los últimos años1*. Son obras anónimas (aunque se atribuye la autoría de la Saga de Egil Skallagrímsson a Snorri) cuyos protagonistas son siempre islandeses. Narran con un estilo sobrio y conciso la vida y los hechos más destacables de un indivi­ duo o de los miembros de una misma familia durante el período comprendi­ do entre 930 y 1030, aproximadamente. Sorprende en ellas la ausencia de jui­ cios sobre la actitud de los personajes y la fidelidad y exactitud de las descripciones de los lugares donde se producen los acontecimientos, así como el constante desarrollo de los caracteres en ellas descritos1''. Por citar algunas de las traducidas al español podemos destacar la Saga de Njál, la Saga de Kormak o la Saga de Gunnlaug Lengua de Víbora. Junto con este tipo de sagas aparecen los ¡xettir, relatos breves con las mismas características que las sagas. En unas ocasiones dependen de una saga de islandeses, de reyes o de los tiempos antiguos, y en otras, se desa­ rrollan de manera completamente autónoma.

17 Vid. Kristjánsson. ibid. pág. 153. Sobre esta saga vid. S. Bagge, "Propaganda, ideology and political power in old Norse and European historiography: a comparative view” en: J.-Ph. Genet (ed.) L ’Historiographie médiévale en Eumpe, Paris, Éditions du CNRS, 1991, págs. 199-208. 111 Vid. bibliografía. Vid. Kristjánsson, op. cit. pág. 179.

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La Saga de los Descendientes de Sturla es una recopilación de sagas y relatos breves promovida seguramente por Thórd Narfason el Legislador (m.1308). Se conserva en dos manuscritos del siglo XIV, los llamados Króksfjardarbók y Reykjarjjardarbók. Las obras en ella contenidas siguen un orden cronológico, pero difieren en cuanto a estilo e intención a la hora de describir las enconadas luchas por el poder que concluyeron con la anexión de Islandia por parte de Noruega en el año 1264. Las sagas de obispos se ocupan tanto de la actividad política y ecle­ siástica de sus protagonistas como de la vida de algunos santos. La actividad de la iglesia islandesa después de la conversión oficial del país al Cristianis­ mo en el año 1000 fue de gran importancia en todos los aspectos. El primer obispado se fundó en Skálholt en 1065. En 1199 fue canonizado el primer santo islandés, Thorlák Thórhallsson, obispo de dicho lugar muerto en 11932". Tanto él como otros obispos fueron pronto convertidos en protagonistas de este tipo de sagas. Las sagas de caballería son traducciones o recopilaciones del latín y del francés. La mayoría de ellas fueron producidas en Noruega. La más anti­ gua que se conoce es la Saga de Tristón. Son destacables igualmentes la Saga de ív e n t, la Saga de Flores y Blancaflor y la Saga de Carlomagno2'. Por último nos ocuparemos de las sagas de los tiempos antiguos, pues a este grupo pertenece, como ya dijimos, la Saga de Ragnar. Con esta denominación se agrupan las sagas que tratan de sucesos y personajes ante­ riores al descubrimiento y colonización de Islandia y se sitúan, por tanto, en lo que los islandeses llamaban fornold, período de comienzos difíciles de fijar que finaliza hacia el año 850. Deben su nombre al título de la edición de Cari Christian Rafn en la que aparecieron recopiladas por primera vez: Fornaldarsógur Nordrlanda (Copenhague, 1829-30). El manuscrito más antiguo que contiene dichas sagas se conserva dividido entre la Colección Amamagneana de Copenhague y la Biblioteca Real de Estocolmo y data del siglo XIV22. Sus personajes, 20 Vid. Almazán, op. cit. pág. 49. 21 Ibid. 22 Vid. Kristjánsson, op. cit. pág. 342.

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nunca islandeses por motivos obvios, son extraídos de las leyendas o del repertorio heroico y mítico germánico. Sus escenarios se sitúan principal­ mente en Noruega, pero también en las Islas Británicas o en Rusia. Caracte­ rísticas de estas sagas son los elementos maravillosos y mágicos, los duelos y las luchas contra gigantes, monstruos o seres sobrenaturales. Paul Herrmann2' distingue entre ellas tres tipos fundamentales: las heroicas, las de vikingos y las de aventuras. Las primeras presentan una estre­ cha relación con los poemas de la Edda y del ciclo heroico germánico, v.gr.: la Saga de H rólf Kraki, la Saga de Hervor y la Saga de los Volsungos. De ellas es ésta la más importante por su extensión y antigüedad, pues data de mediados del siglo XIII24. Fue elaborada a partir de los poemas heroicos de la Edda Mayor recopilados en el Codex Regius (hacia 1270) y se piensa que su autor debió de disponer de toda la colección de los cantos éddicos puesto que su prosa resulta muy útil para rellenar algunas lagunas del mencionado códi­ ce25. AI segundo grupo pertenecen, entre otras, la Saga de Odd Flecha y la Saga de Ragnar Calzas Peludas. Piratas y guerreros son sus protagonistas y en ellas se mezclan elementos fabulosos con otros de posible carácter his­ tórico, como sucede en la que traducimos en el presente volumen. Las sagas de aventuras comparten con las anteriores numerosos motivos, pero suelen tener como protagonistas a parejas de amantes que tras increíbles peripecias logran alcanzar la felicidad. Tal es el caso de la Saga de Hálfdan Eysteinsson y la Saga de Hjálmthér y Ólvis. Herrmann2'’ destaca asimismo entre las sagas de los tiempos antiguos las sagas de madrastras, en las cuales el protagonista debe hacer frente a las maquinaciones de un personaje tan tópico. Las divide en dos grupos princi­ pales: aquellas en las que el amor de la madrastra es correspondido por el

21 Vid. P. Herrmann, Erläuterungen zu den ersten neun Büchern der Dänischen Geschichte des Saxo Grammaticus, M I. Leipzig. W. Engelmann. 1922, II, págs. 7 y ss. (siempre que no se indique lo contrario, las páginas citadas hacen referencia al volumen II). 24 Vid. Kristjánsson. op. cit. pág. 346. 25 Ibid. pág. 348. 26 Vid. Herrmann, op. cit. pág. 624.

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hijastro y aquellas en las que el amor de la madrastra no es correspondido y por lo tanto ella busca vengarse del hijastro. En este caso lo transforma en un animal o monstruo o bien lo maldice para que no encuentre sosiego hasta que halle a una determinada muchacha en un indeterminado y lejano país27. Es importante señalar también que los motivos y rasgos principales de las sagas no son exclusivos de uno u otro tipo, sino que pueden intercam­ biarse o aparecer incluso a la vez en una misma narración. Tampoco el conjunto de las sagas de los tiempos antiguos se ha con­ servado en su totalidad. Algunas se han perdido, pero, dada la popularidad que alcanzó este género, fueron versificadas como rimas (rítnur) que sí han llegado hasta nosotros y nos permiten conocer su contenido28. Las fuentes de las sagas de los tiempos antiguos debieron de ser en un principio orales, basadas en viejas tradiciones de muy diverso origen rela­ cionadas con los protagonistas de las mismas. Su repertorio se enriqueció, sin duda, con las aportaciones de elementos mitológicos y motivos típicos de los cuentos populares. Por otra parte, su finalidad parece haber sido la del mero entreteni­ miento, a juzgar por el importante testimonio ofrecido por la Saga de Thorgil y Haflidi, una de las que componen la Saga de los Descendientes de Sturla (I, 27) w : “Hrólf de Skálmames contó una historia sobre Hróngvidi el Vikingo, y sobre Olaf Rey de Guerreros, y sobre la profanación del túmulo funerario de Thráinn el Berserk, y sobre Hrómund Gripsson, junto con muchos poe­ mas. Con esta saga se distrajo al rey Sverrir y él consideró semejantes histo­ rias como las más divertidas, sin embargo la gente hace remontar su linaje hasta Hrómund Gripsson. Esta historia la había escrito el propio Hrólf. El sacerdote Ingimund recitó la historia de Orm Escalda de Barrey, y muchos poemas y un buen flokkr al final de la historia que Ingimund había compues-

27 Ibid. pág. 624. 2‘ Vid. Kristjánsson, op. cit. pág. 341. Vid. Sturlunga saga, I-III, Reykjavik, Svart á Hvítu, 1988.

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1.2.

El trasfondo histórico de la Saga de Ragnar: las

to, e incluso los hombres sabios consideran verdadera esta historia.” La saga contada por Hrólf de Skálmames se ha perdido, pero se conocen unas rimas llamadas Griplur sobre Hrómund Gripsson,‘,. Al igual ocurre con la Saga de Huid, contada por Sturla Thórdarson a los hombres del

Puesto que la Saga de Ragnar nos describe hechos característicos de

rey Magnús para su distracción y que tampoco se ha conservado. Por lo que se dice en el Relato de Sturla, que forma también parte de la Saga de los Des­

la época vikinga acaecidos en la costa oriental de Gran Bretaña resulta con­ veniente exponer de forma sucinta este fenómeno histórico y la situación del

cendientes de Sturla (II, 325), sabemos que trataba de una giganta” . Asimismo conviene señalar la frecuente aparición de poemas escáldicos intercalados en la prosa de las sagas de los tiempos antiguos. Esta téc­ nica, conocida como prosimetrum, es común a toda clase de sagas. Las estro­ fas pueden presentarse solas (lausavísur) o formando parte de una composición más extensa como la drápa o el flokkr. Cumplen siempre dos funciones: bien

reino aludido en la saga antes y después de la llegada de los daneses. El período comprendido entre finales del siglo VIII y mediados del siglo XI es conocido como época vikinga y en él tiene lugar la expansión de

son puestas en boca de los personajes para hacernos llegar directamente su pensamiento, bien son citados como fuente o testimonio’2. La Saga de Ragnar contiene únicamente poesías utilizadas como lenguaje directo e incluso reproducen en ocasiones los diálogos de los protagonistas. En la Saga de los Ynglingos Snorri se sirve de los poemas de Bragi el Viejo, Eyvind RobaEscaldas y Thjódólf de Hvin como fuente para desarrollar la narración. De la misma manera actúa el autor desconocido de la Saga de los Volsungos con respecto a los poemas de la Edda. Tras el empleo de la técnica prosimétrica se atisba el origen y la evo­ lución de las sagas de los tiempos antiguos. Según Ursula Brown" las anti­ guas sagas heroicas y de vikingos eran probablemente un prosimetrum desa­ rrollado a partir de poesía éddica y en él se unían los poemas dialogados a breves textos en prosa, textos que fueron aumentados por autores posteriores con la fraseología propia de las sagas “históricas” y que alcanzaron así la forma con la que hoy se conocen.

incursiones vikingas en N ortum bría.

los pueblos escandinavos por numerosos lugares de Europa. En un principio el carácter de esta dispersión fue terriblemente violento y no se han propues­ to hasta hoy motivos que la justifiquen convenientemente. Algunas causas aducidas son la poligamia, el exceso de población, el derecho a la herencia sólo por parte del primogénito, los avances de las técnicas de navegación o la mala distribución de las tierras14. Incluso, si tenemos en cuenta la mentalidad reflejada en la Saga de Ragnar, se puede hablar tanto de de una increíble ansia de botín, como de una insaciable sed de gloria que incita a realizar empresas tan audaces que pervivan en la memoria de las generaciones veni­ deras. Igualmente es necesario señalar que no todas las incursiones vikingas son del mismo signo y no todas se pueden calificar de simples actos de pilla­ je. Fritz Askeberg" distingue cuatro tipos: incursiones individuales, expedi­ ciones políticas, tentativas de descubrimiento y colonización y expediciones con fines comerciales. En todo caso, testimonios de violentos ataques, de descubrimientos y de asentamientos más o menos pacíficos los ofrecen luga­ res como Groenlandia, Islandia, las Islas Británicas, Galicia, Lisboa, Sevilla, Normandía, Italia, Bizancio, Palestina, Novgorod o Kiev. Los invasores escandinavos son conocidos en Occidente como nor­ mandos o vikingos. El primer término (nordmadr) significa en sentido amplio “hombre del norte” y resulta un tanto ambiguo porque puede llegar a desig­

M Vid. Vid. 12 Vid. M Vid. Viking

Kristjánsson. op. cit. pág. 343. Herrmann. op. cit. pág. 11. Friis-Jensen, op. cit. págs. 42 y ss. U. Brown, "The Saga o f Hrómund Gripsson and Thorgilssaga” , Saga-Book of the Society 13: 2, págs. 51-77, cit. por Friis-Jensen, op. cit. pág. 52.

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54 Vid. M. Riu, Lecciones de Historia Medieval, Barcelona, Teide, 1979, pág. 229. •v< Vid. F. Askeberg, Norden och Kontinenten i gammla tid, Upsala, 1944, cit. por Almazán, op. cit. pág. 62.

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nar tanto a los habitantes de Normandía, como a los de Noruega o a los pira­ tas nórdicos en general. El segundo (víkingr) suscita explicaciones diversas. En ocasiones es relacionado con el substantivo vík, bahía o fiordo, y por tanto puede significar habitante o procedente de esos lugares. Podría derivar quizá de víg, batalla, o del verbo víkja, moverse16. Otros autores lo consideran deri­ vado de los wics, lugares de comercio, por lo que el término vikingo podría designar al mercader o comerciante'7, oficio desempeñado por estas gentes en múltiples ocasiones. En cualquier caso ambos términos han pasado a desig­ nar en un sentido amplio a los antiguos escandinavos seminómadas que se dedicaron principalmente a la piratería y al pillaje, además de a otros menes­ teres, entre los años 790 y 1050, aproximadamente. No parece casualidad que el reino de Nortumbría atrajera especial­ mente a los codiciosos piratas nórdicos, pues allí se produjo una fructífera fusión de las culturas anglosajona y bretona, enriquecida por la aparición del Cristianismo y el influjo del arte celta, lo que le permitió disfrutar de una edad de oro en las artes y en las letras'8. Nortumbría había sido poblada por los invasores frisios y anglos lle­ gados del continente a partir del año 410. Este territorio situado al norte del río Humber (de ahí su nombre) se formó de la fusión de otros dos antiguos reinos reinos costeros, Deira y Bemicia, y llegó a desempeñar un papel importante dentro de la llamada Heptarquía, los siete reinos anglosajones más poderosos de Gran Bretaña"'. El Cristianismo fue introducido en Nortumbría en el siglo VII por el sacerdote Paulino. El rey Edwin había decidido hacerse bautizar para despo­ sar a una princesa cristiana de Kent. La misión de Paulino concluyó con la conversión en masa de los anglos en el año 627. La difusión de la nueva reli­ gión sufrió un grave contratiempo con el asesinato del rey Edwin en 633 a

* Vid. Almazán, ibid. ” ■Vid. E. James, ‘T h e Northern World in the Dark Ages” en: G. Holmes (ed.), The Oxford Illustrated H istory o f Medieval Europe, Oxford. University Press, 1988, pág. 106. '“ Vid. Ch. Thomas, “La Gran Bretaña celta y los anglosajones” en: D. Talbot Rice (ed.) La Alta Edad Media , Barcelona, Labor, 1967, pág. 265. w Vid. Riu, op. cit. págs. 63-65.

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manos de mercios y galeses paganos, pero se vio de nuevo impulsada por el rey Osvaldo después de que éste reconquistara el país. Osvaldo hizo llamar al monje Aidan del monasterio de lona, fundado por S. Columbano en el 563 en las Hébridas Interiores, y recibió como sede la Isla Santa, Lindisfame. A éste monasterio le siguieron otros que contribuyeron a introducir el monaca­ to irlandés en el reino. Las prácticas irlandesas, sin embargo, fueron perdien­ do terreno con el tiempo frente a las reformas romanas, las cuales se implan­ taron casi totalmente después del sínodo de Whitby del año 664. En los monasterios de Nortumbría se produjeron entonces hermosas obras de arte como tallas, objetos de metal, cruces y manuscritos. De estos últimos destacan el Codex Amiatinus, los Evangelios de Lindisfarne, de fina­ les del siglo VII, o el Libro de Kells, de principios del siglo IX y originario de Nortumbría, pero que debió de ser trasladado a la abadía irlandesa de Kells quizás debido a las incursiones vikingas40. Además de la producción religiosa gran parte de la antigua poesía secular inglesa procede igualmente de Nortumbría, aunque el máximo expo­ nente de sus letras es el monje benedictino Beda (c.672-735), llamado el Venerable. Beda fue educado en el monasterio de Wearmouth y con el tiem­ po llegó a ser presbítero de ese mismo monasterio y del de Jarrow, donde fue enterrado. Fue discípulo de Adelmo, obispo de Sherbone. Además del latín y del griego, conocía, posiblemente, el hebreo. Tras su muerte fue canonizado y nombrado doctor de la Iglesia. Entre sus numerosas obras destaca la Histo­ ria Eclesiástica del Pueblo Anglo, que alcanza hasta el año 731 y constituye una valiosa fuente de información para el estudio de la historia de Gran Bre­ taña. Las incursiones vikingas ponen fin a la edad dorada de Nortumbría. Es difícil establecer las causas de la inestabilidad que sobrevino a aquel prós­ pero período. En virtud de recientes hallazgos arqueológicos y otros estudios se sospecha que pequeños grupos de escandinavos habían llegado a las cos­ tas británcas mucho antes del año 790 como campesinos y no como piratas41. 40 Vid. Thomas, op. cit. pág. 250. 41 Vid. Thomas, ibid. pág. 266.

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En todo caso ha perdurado el recuerdo de las incursiones vikingas posterio­ res y las más antiguas que se conocen son precisamente las que tuvieron lugar en las costas de Nortumbría en la última década del siglo VIII. En el año 725 llegaron los escandinavos a las Islas Féroe y en el 787 se instalaron en las Hébridas y en las Shetland. En el año 793 saquearon el monasterio de Lindisfarne, la Isla Sagrada, situada frente a las costas de Nor­ tumbría. Jarrow e lona corrieron la misma suerte en el 794 y 795, respecti­ vamente. Éstas son las primeras acciones vikingas documentadas, pero es fácil suponer que con anterioridad debieron de producirse otras si tenemos en cuenta las fortificaciones y defensas costeras que a partir del año 790 tanto Carlomagno como el rey Offa de Mercia hicieron levantar42. Los reinos anglosajones de Wessex, Kent y el Bajo Támesis sufrieron incursiones y saqueos en el 834. También Canterbury y Londres en el 851. En el 866 York fue asediada y conquistada por vikingos daneses. Mercia y Anglia Oriental sufrieron idénticos ataques en el 877 y 879. En el 878 los daneses, a las órdenes de Guthrum, invaden el reino de Wessex. Alfredo el Grande (m.899), que había estado a punto de ser capturado, los derrotó y les obligó a aceptar el tratado de Wedmore ese mismo año, según el cual los daneses de­ bían abandonar Wessex, pero podían permanecer al este de la antigua vía romana que iba desde Dover hasta Chester y cruzaba la isla en diagonal4'. Este territorio fue conocido como Danelaw, fuero danés, porque en él predomina­ ban las leyes y costumbres danesas. Abarcaba los antiguos reinos anglosajones de Anglia Oriental, Essex y la parte occidental de Mercia. Por otra parte, Alfre­ do hizo levantar poblados fortificados (burhs) en la frontera y organizó una leva militar (jyrd), que estuvo vigente hasta 1908, y una flota, todo ello para prevenir posibles incursiones danesas. Aunque parece que la tradición ha exa­ gerado un tanto tales medidas*4. Años más tarde, Eduardo de Inglaterra (m.975) y el monje Dunstan, arzobispo de Canterbury, emprendieron amplias reformas para lograr la unidad

42 Vid. James, op. cit. pág. 107. 4V Vid. Riu. op. cit. pág. 230. 44 Vid. Thomas, op. cit. pág. 268.

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de daneses y anglosajones y consiguieron incluso el sometimiento de los reyes galeses y escoceses a la autoridad real en Chester en el 971. Etelredo (m.1016), hijo de Eduardo, aumentó el “impuesto de los daneses” o danegeld4\ lo que provocó el descontento de los nobles anglosajones'"’. El rey danés Svein Haraldsson Barba de Horca, mencionado por Snorri en la Heimskringla en la Saga de O laf Tryggvason, aprovechando esta circunstancia saqueó por pri­ mera vez en Inglaterra en el 944, acompañado por Olaf Tryggvason. Svein alternaba estancias en Dinamarca con incursiones en Gran Bretaña. Durante una de sus ausencias, en 1002, Etelredo provocó una matanza de colonos daneses para castigar a los invasores. Al parecer se hallaba entre las víctimas Gunhild, hermana de Svein47. Éste regresó a la isla en 1003 para vengarla y arrebatar la corona a Etelredo. Como consecuencia de la batalla de London Bridge, Svein se retiró primero a Wallingford y luego a Bath. Más tarde pro­ vocó la marcha de Etelredo a Normandía, quien permaneció allí hasta la muerte del rey danés en 1014. Canuto el Grande, hijo de Svein, fue elegido rey por los daneses en Inglaterra. Etelredo murió de enfermedad en 1016 y ese mismo año fue acep­ tado como rey por los ingleses. Tuvo fama de sabio y buen gobernante y gozó de gran reputación tanto entre la aristocracia como entre el pueblo llano. Por su lengua y carácter no fue considerado extranjero, pues hablaba una lengua parecida a la de sus súbditos anglosajones y a la de los escandinavos allí asen­ tados4*. En 1031 peregrinó a Roma, lo que aumentó su celebridad y contribu­ yó a difundir el Cristianismo por todos sus dominios. Murió en el año 1035 en Shaftesbury y fue enterrado en Winchester, después de haber reunido bajo su autoridad los reinos de Inglaterra, Suecia, Noruega y Dinamarca. Sus hijos Harald Pie de Liebre y Canuto el Severo no supieron con­ servar el imperio de su padre y en el año 1043 Inglaterra volvió a manos de 4V Estaba destinado en un principio a sufragar la retirada de los invasores. Se recaudó por pri­ mera vez en el 901, pero a partir de 1012 se utilizó para pagar a tropas mercenarias. Se cobró hasta el año 1051 (vid. M. Riu e¡ alii, Textos comentados de época medieval, Barcelona, Teide, 1982, pág. 632). 46 Vid. Riu, op. cit. pág. 231. 47 Vid. E. Monsen (ed.), Snorre Sturlason. Heimskringla, Nueva York, Dover, 1990, pág. xxix. “ •Ibid.

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un monarca anglosajón, Eduardo el Confesor, hijo de Etelredo. Eduardo murió en 1066 y Harald Gudinason (hijo de Godwin, un antiguo consejero de Canuto) se convirtió en rey. Ese mismo año derrotó al rey noruego Harald el Severo en la batalla de Stamford Bridge. Poco después Guillermo el Con­ quistador, duque de Normandía, desembarcó en Pevensey para hacer valer sus derechos al trono de Inglaterra y más tarde se enfrentó a Harald Gudina­ son en Hastings, donde éste resultó muerto. Guillermo fue coronado rey y consagrado por Alfred, arzobispo de York, en 1067. De esta manera se extin­ guieron las dinastías danesa y anglosajona en Inglaterra y comenzó el perío­

La presencia escandinava en las Islas Británicas también se vio refle­ jada en las antiguas letras inglesas. Los poemas El Rey Horn y Havelok el

do normando4v. El influjo de la lengua y las costumbres escandinavas fue de gran relevancia en Inglaterra en todos los aspectos. Numerosas palabras escandi­ navas pasaron al antiguo idioma inglés, debido sobre todo a su similitud con el antiguo nórdico. También la fonética y la sintaxis acusaron el contacto con la lengua de los invasores. La mayoría de los préstamos del antiguo nórdico son palabras relacionadas con ideas, personas o cosas del mundo escandina­ vo5". Algunas de ellas se hallan todavía en el inglés moderno como “cuasisinónimos” de otros términos anglosajones de la época y otras han adquirido un significado algo distinto51. Son igualmente dignos de mención los patroní­ micos terminados en -son52, o los cientos de topónimos acabados en -by, -thorp, -beck, -dale o -thwaite5\ De la misma importancia son los abundantes térmi­ nos legales, resultado de la destacada aportación en materia jurídica y admi­ nistrativa de los invasores nórdicos a las leyes anglosajonas54.

Se conservan dos versiones de esta saga. La primera, escrita hacia 1250, se halla contenida de manera fragmentada y en ocasiones ilegible en el códice AM 147 4to, de la segunda mitad del siglo XV5'’. La segunda versión conocida debió de ser redactada en la segunda mitad del siglo XIII. El manus­ crito más antiguo que la recoge es el 1824b 4to de la Biblioteca Real de Copenhague, de 1400 aproximadamente. En él la Saga de Ragnar sigue a la Saga de los Volsungos y antecede al poema conocido como los Dichos de K ráka57. Ambas versiones fueron editadas por Magnus OIsen en Vólsunga saga ok Ragnars saga Lodbrókar, Copenhague, Samfund til udgivelse af gammel nordisk litteratur, XXXVI, 1906-08. Además de esta saga hay otros textos que se ocupan en mayor o

Los normandos descendían de los vikingos que en tiempos del rey Carlos el Simple se esta­ blecieron en la cuenca del Bajo Sena por el tratado de Saint-Clair-sur-Epte en 911. Su jete Rolón el Caminante (Góngu-Hrólfr en la Heimskringla. También tue convertido en protago­ nista de una saga de los tiempos antiguos que poco tiene que ver con el personaje histórico) se convirtió al Cristianismo, juró fidelidad al rey y recibió el título de duque. Los normandos de Guillermo ya habían adoptado hacía tiempo la lengua y las costumbres francesas. 50 Vid. a. Campbell, O íd English Grammar, Oxford. Clarendon Press, 1959, págs. 220-21. 51 Vid. F. Fernández, Historia de la Lengua Inglesa. Madrid. Gredos. 1982, págs. 42-44. 51 Ibid. " Vid. O. Jespersen, Growth and Structure o f the Englisli Language, Oxford, Basil Blackwell, 1985, pág. 58. 54 Ibid. pág. 67.

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Danés nos narran aventuras y acontecimientos ficticios que tienen lugar en pleno período vikingo, aunque fueron compuestos mucho después, en los siglos XIII y XIV respectivamente55.

1.3. La Saga de Ragnar. Transm isión, estru ctu ra y personajes.

menor medida del mismo personaje. Uno de los más relevantes es el monó­ logo poético antes citado, los Dichos de Kráka (Krákumál). Fue compuesto hacia el año 1200 y consta de 29 estrofas. El protagonista expone las hazañas llevadas a cabo durante su vida, entre las que destaca la muerte de una ser­ piente en Gotlandia, a consecuencia de lo cual se le dio el sobrenombre de Lcdbrók o Calzas Peludas5*. El Relato de los Hijos de Ragnar (Ragnarssona ¡xittr) se ocupa de las correrías de sus protagonistas y de la muerte del rey Ella de Nortumbría a 55 Vid. E. Pujáis, Historia de la Literatura Inglesa, Madrid, Gredos, 1988, págs. 21 y 22. w Vid. R. McTurk. Studies in Ragnars Saga Lodbrókar and its M ajor Scandinavian Analo­ gues, Oxford, The Society for the Study of Medixval Languages and Literature, 1991, pág. 54. 57 Ibid. pág. 55. * Ibid. pág. 53.

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manos de ellos para vengar el miserable fin de su padre Ragnar en el pozo de las serpientes. Consta de cinco capítulos con citas de los poemas presentes en las dos versiones conocidas de la saga. Fue elaborado utilizando como fuen­ te la Saga de los descendientes de Skjóld, la llamada Saga Mayor de O laf Tryggvason y una versión perdida de la Saga de Ragnar. Pudo ser escrito por el legislador islandés Hauk Erlendsson (m. 1334), pues se conserva en su pro­ pio manuscrito, el Libro de Hauk (Hauksbók), AM 544 4to'sl. De menor extensión e importancia son las baladas danesas y feroesas posteriores al siglo XV que tratan de Ragnar y sus aventuras como, por ejem­ plo, Regnfred og Kragelil (Regnfed y Kragelil), Ormekampen (La Lucha con la Serpiente) o Ragnars kvadi (El poema de Ragnar) Dentro de la antigua literatura o historiografía nórdica contamos con otro testimonio relevante sobre el protagonista de esta saga. Se trata de la ver­ sión de las gestas de Regnero (Ragnar) que ofrece el erudito danés Saxo Gra­ mático en su Historia Danesa, escrita en latín a principios del siglo XIII. El relato de Saxo, incluido en el Libro IX de su obra, ofrece numerosos puntos de contacto con la narración islandesa y suministra material digno de ser teni­ do en cuenta. Para el presente volumen hemos decidido traducir también el texto de Saxo relativo a dicho personaje. Por otra parte, cabe señalar que una estrofa de las recopiladas por Snorri en el “Recuento de Estrofas” de su Edda lleva el nombre de Ragnar (Ragnars háttr). Igualmente conocemos la Drápa a Ragnar (Ragnarsdrápa) del escalda noruego Bragi Boddason el Viejo, de finales del siglo IX, pero sin

La saga consta de veinte capítulos. En el texto en prosa aparecen intercaladas 40 estrofas sueltas (lausavísur) puestas siempre en boca de los personajes, lo cual es habitual en las sagas de los tiempos antiguos. Las tres últimas estrofas, incluidas en el capítulo 20, están compuestas en metro fornyrdislag; las demás son variantes irregulares de la estrofa conocida como drottkvcett 6\ De los veinte capítulos, el primero parece actuar a modo de introducción y los dos últimos, de epílogo. El primero sirve además de cone­ xión con la Saga de los Volsungos mediante los personajes de Heimir de Hlymdalir y Áslaug, pues es en casa de este héroe donde Sigurd y Brynhild, futuros padres de Áslaug, se encuentran después de haberse conocido y pro­ metido en HindarfjallM. El capítulo 19 recoge un diálogo entre dos viejos gue­ rreros que siguieron a Bjóm, uno de los hijos de Ragnar, y el capítulo 20 nos presenta a un extraño ídolo parlante identificado por McTurk como una anti­ gua diosa de la fertilidad6'. Los restantes se pueden agrupar en tomo a tres puntos principales: la juventud de Ragnar, es decir, su lucha con la serpiente y matrimonio con Thóra (2-4); las hazañas de Ragnar y sus hijos, su matri­ monio con Áslaug y su muerte en Nortumbría en el pozo de las serpientes (515) y, por último, la venganza de sus hijos y las hazañas de éstos (16-18). Si bien en un principio puede parecer que Ragnar es el personaje cen­ tral de la saga, la figura de Áslaug va adquiriendo importancia en el trans­ curso de la narración. Dentro del laconismo de los personajes y de la parquedad del anónimo autor para describir las emociones de aquéllos, se atisba en la per­ sona de Áslaug una mayor dimensión humana y una caracterización y comple­

relación manifiesta con el tema de la saga'”. A modo de anécdota citaremos dos obras muy posteriores que se ins­ piraron en el personaje de Ragnar y su hazañas. Se trata de la tragedia Kónig Regnerus in Dennemarck de Hans Sachs, escrita en 1558 y el poema heroico del danés Adam Oehlenschláger, Regnar Lodbrok, de 1854“ .

jidad interior que la sitúan muy por encima de la actitud primaria de su esposo. La forma con la que nos ha llegado la saga es el resultado de la fusión y reelaboración de diversas tradiciones orales procedentes tanto de Noruega y Dinamarca, como de las Islas Británicas. Según McTurk66 el personaje de

w Vid. C. Lund (ed.), Skjoldungernes Saga, overs. ved K. Friis-Jensen og C. Lund. Indi, og noter ved C. Lund. Copenhague, G.E.C. Gad, 1984, pág. 35. 60 Vid McTurk, op. cit. pág. 56 y ss. 61 Vid. Lerate, op. cit. pág. 71 y ss. y 230. 62 Vid. Herrmann. op. cit. pág. 659.

" Vid. McTurk. op. cit. pág. 55. w Vid. Volsunga saga ok Ragnars saga lodbrókar, Reykjavik, Mál og Menning, 1985, págs. 54 y 55. 65 Vid. MacTurk. op. cit. págs. 6 y ss. “ Ibid. pág. 144 y ss.

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Áslaug, su infancia y juventud en Spangarheid, los motivos que la rodean y otros elementos derivados de la Saga de Tristón, son posteriores a una tradición más antigua relativa a Ragnar que conocía sólo los siguientes episodios: la muerte de la serpiente de Thóra, la adquisición del sobrenombre, los hijos teni­ dos de Thóra y otras mujeres (excluida Áslaug), algunas batallas, su muerte en el pozo de las serpientes y la venganza de sus hijos. Por otra parte, es de destacar la fusión de dos caracteres, uno legendario y otro histórico, en el protagonista de la saga. Siempre se ha intentado identifi­ car a Ragnar con algún personaje real como, por ejemplo, el rey danés Horik I (m. 854), el Reginfrid mencionado por los Anales Francos y Adán de Brema, el vikingo Reginheri que atacó París a mediados del siglo IX, el Ragnhall de los Anales Irlandeses o el padre de los vikingos que en el 865 desembarcaron en el este de Inglaterra para vengar su muerte'’7. McTurk™ considera a Ragnar como combinación de dos personajes históricos: el vikingo Reginheri (Ragneri, Reginerus o Ragenarius, según las fuentes) y el obscuro personaje citado por Gui­ llermo de Jumiéges (hacia 1070) y Adán de Brema (hacia 1076). Guillermo, en su Historia de los Normandos, habla del rey Lotbroc como padre de Bier Cos­ tado de Hierro, y Adán de Brema, en su Historia de los Pontífices de la Iglesia de Hamburgo, dice: *‘E1 más cruel de todos fue Ingvar, hijo de Lodparco, que mató cristianos por doquier mediante suplicios. Está escrito en la Historia de los Francos.”*’ El vikingo Reginheri pertenecía a la corte del rey danés Horik I y era de origen frisio. Remontó el Sena con 120 barcos y saqueó París el 28 de marzo del año 845. Sus hombres profanaron la iglesia de San Germán de los Prados y se llevaron los artesonados del techo. El rey Carlos el Calvo tuvo que pagar 7000 libras de plata para que se retiraran. Según los Anales de Xanten murió víctima del castigo divino por sus sacrilegas fechorías. Aparece citado también en la Vida de Anscario (m.865) de Rimberto y en los Milagivs de San Germán, escritos hacia la segunda mitad del siglo IX. Debió de actuar igual­ mente en Irlanda hacia el año 831 y en Tumholt entre el 840 y el 84370. 67 Vid. H. E. Davidson-P. Fisher (eds.), Saxo Grainmalicus. The History o f the Danés, I-ll. (vol. I. English Text; vol U, Commentary), Cambridge, Brewer. 1979-80, í. pág. 277. “ Vid. McTurk, op. cit. págs. 1 y ss. m Vid. M agistri Adam Brentensis Cesta Hctmmaburgensis Ecclesiae Pontificum, hrsg. von B. Schmeidler, Hannover-Leipzig, Hahnsche Buchchandlung, 1917, pág. 40. 70 Vid. McTurk, op. cit. pág. 6.

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De la misma manera se ha intentado buscar modelos históricos para algunos de los hijos de Ragnar que aparecen en la saga. Cierto Inwaere men­ cionado en la Crónica Anglosajona, en el anal del 878, pudo servir de proto­ tipo de ívar Sin Huesos y del Ingvar, hijo de Lodparco, citado por Adán de Brema; Sigifrido, citado en los Anales de Fulda del año 873 como rey de Dinamarca en esas fechas, pudo inspirar el personaje de Sigurd Serpiente en el Ojo; y Bemo, mencionado en el Cronicón Fontanelense del año 855 y en los Anales de San Bertín del 858 como el vikingo que recorrió el Sena por aquellos años, puede ser identificado como Bjóm Costado de Hierro y el Bier de idéntico apodo citado por Guillermo de Jumiéges71. Saxo habla también de cierto Ubón, personaje posiblemente derivado, según McTurk72, de un tal Hubba, que aparece como socio de Hinguar (Ingwaere) en la Pasión de San Edmundo, de finales del siglo X. El sobrenombre lodbrók, Calzas Peludas, plantea ciertos problemas de identificación, pues parece no haber estado unido siempre a Ragnar. En las fuen­ tes islandesas son mencionados juntos por primera vez en el Libro de los Islan­ deses de Ari Thorgilsson (1069-1148): “Islandia se colonizó primero desde Noruega en los días de Harald el de la Hermosa Cabellera, hijo de Hálfdan el Negro, en la época...en que ívar, hijo de Ragnar Calzas Peludas, hizo matar al rey Edmundo el Santo; y esto fue 870 años después del nacimiento de Cristo, tal y como está escrito en su saga.”7' En los Dichos de Kráka el protagonista narra cómo adquiere el sobrenombre, pero no lo explica. La Saga de Ragnar y el Relato de los hijos de Ragnar, no hablan de la adquisición del sobrenombre, pero sí cuentan que Ragnar usa dicha indumentaria cuando mata a la serpiente74. Pero el problema surge al considerar detenidamente uno de los últimos poemas de la saga. En el cuarto verso de la estrofa 39 aparece la expresión synir Lcdbrókar (según la edición de OIsen). Hertmann75 la interpreta como “los hijos de la Lod-

71 Ibid. pág. 40. 72 Ibid. 7-’ íslendingabók, ed. J. Benediktsson, íslenzk Fornrít, 1, Reykjavik, 1968, cit. por ZaluskaStrómberg, op. cit. pág.l 10. 7J Vid. McTurk, op. cit. pág. 7-8. 7-' Vid. Herrmann, op. cit. págs. 637-38.

brok” y considera que la tal Lodbrok era en un principio la madre de los vikin­ gos que más tarde fueron conocidos como hijos de Ragnar. La asimilación es factible si se tiene en cuenta el papel de mujer guerrera que en la saga desem­ peña Áslaug. Pero McTurk™, tras un detallado análisis paleográfico, corrige el verso como synir Lcdbróku, donde Lcdbróku es la forma de genitivo femenino singular de un substantivo que en nominativo se puede reconstruir como Lcdbróka. Considera además a Lcdbróka como sinónimo del substantivo feme­ nino Lcfrkona, una antigua diosa escandinava de las cosechas, pues ésta com­ parte con aquélla un primer elemento loó- (Icfi -) relacionado con el adjetivo lodinn (peludo, lanoso o cubierto de hierba) y otro, kona (mujer), equivalente a bróka, nombre poético del mismo significado77. Siguiendo a McTurk7* la rela­ ción entre Lodbróka y Ragnar sería la siguiente: Inwasre y sus hermanos vikin­ gos eran hijos de un padre del que no se sabe nada y de cierta Lodbróka, por cuyo nombre eran conocidos y asociados al culto de una diosa de la fertilidad conocida como Lodbróka o Ldpkona. Debido a la confusión de este nombre con el substantivo común Lcdbrók, válido tanto para hombre como para mujer, Lod­ bróka, la madre de Ingwaere y sus hermanos, fue considerada entonces como su padre e identificada con el vikingo Reginheri por el simple hecho de que éste vivió en la primera mitad del siglo IX, cuando el padre de Inwasre y sus herma­ nos debió también de existir.

II. REG N ERO [Del L ibro IX de la Historia Danesa de Saxo G ram ático] II.1. El autor. Muy poco es lo que se conoce de la vida de Saxo, llamado Gramáti­ co, al igual que suele ocurrir con muchos otros autores de la Edad Media. Se conjetura que nació en la segunda mitad del siglo XII y que murió en una fecha no posterior a 1218. Según se desprende del Prólogo de su obra79 per­ teneció a una familia de aristócratas guerreros, oriunda probablemente de Seelandia y muy próxima a los poderes político y religioso: “Determiné, además, por antiguo y hereditario derecho de obedien­ cia, servirte [a Valdemar II el Victorioso (1170-1241)] al menos con las fuer­ zas del ingenio, ya que mi padre y abuelo son conocidos por haber prestado fidelísimamente servicio militar a tu preclaro padre [Valdemar I el Grande (rey de 1157 a 1182)] en los asuntos de las fatigas de la guerra.” Su propio testimonio"’ y el de Sven Aggesen"', contemporáneo suyo que hacia 1186 escribía la Breve Historia de los Reyes de Dinamarca, con­ firman que acometió la tarea de poner por escrito la historia de su país por encargo del arzobispo Absalón (1128-1201): “...consideré igualmente superfluo reunir en su totalidad las hazañas de éstos [los hijos del rey Sven Estridsen] para no causar fastidio a los lecto­ res repitiendo lo mismo, puesto que, al encomendárselo el Ilustre Arzobispo Absalón, mi compañero Saxo decidió exponer más profusamente las gestas de todos ellos con su muy elegante estilo...” Saxo también es mencionado en el testamento de Absalón con estas palabras: “...[Absalón] prestó a su clérigo Saxo dos marcos y medio de plata

w Saxonis Gramniatici Historia Danica, rec. P. E. MUIler, abs. J. M. Velschow, M I, Copenha­ gue, 1 8 3 9 ,1, pág. 9. “ Op. cit. pág. 2. “'■Sven A g g esjns Vcerker, ed. M. C. Gertz, Copenhague, 1916, pág. 91.

76 Vid. McTurk, op. cit. págs. 22-23. 77 Ibid. págs. 16 y ss. 7,1 Ibid. pág. 49.

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que le perdonó. Saxo debe devolver al monasterio de Sora dos libros que el Arzobispo le había dejado.” “2 Se trata de dos códices de las obras de Valerio Máximo y Justino que Saxo debió de utilizar al redactar su obra. Dichos códices se conservan hoy día en la Biblioteca Real de Copenhague. Nos han llegado dos sobrenombres suyos. En la anónima Crónica de Seelandia, del siglo XIII, leemos*': “ ...de ello habla en su Historia de los Daneses Saxo, de sobrenombre el Largo, clérigo de admirable y elegante elocuencia.” La igualmente anónima Crónica de Jutlandia, del siglo XIV, lo men­ ciona con el que fue desde entonces conocido“ : “Pues un egregio gramático, seelandés de origen y de nombre Saxo, puso por escrito las hazañas de los daneses a instancia del señor Absalón, arzobispo de Lund.” Por gramático se debe entender erudito, sabio o experto en cuestio­ nes literarias. Hemos decidido mantener dicho término como cultismo y la forma del nominativo latino del nombre propio para evitar traducciones del tipo “Sajón el Sabio” que podrían provocar confusión. Hay que señalar ade­ más que nuestro autor ya es conocido como Saxo Gramático en nuestra len­ gua desde que Antonio de Torquemada lo citara en buen número de ocasio­ nes en su Jardín de Flores Curiosas de 1570“'.

II.2. L a o b ra .

II.2.1. Transm isión y ediciones. El manuscrito original completo de los dieciséis libros de la Historia Danesa se ha perdido y por ello la obra de Saxo fue conocida durante mucho tiempo por las ediciones que de ella se hicieron. La primera data de 1514 y se debe a Christiem Pedersen (c.14801554), canónigo de Lund que editó el texto a instancia de Lage Ume, obispo de Roskilde. Pedersen se basó en una copia hoy perdida de un códice de Birger Gunnersen, arzobispo de Lund, y contó con el permiso del rey Christian II para llevarse el manuscrito a París y editarlo en la inclyta Parrhisiorum aca­ demia el 15 de marzo de 1514. La edición corrió a cargo de Jodocus Badius Ascensius (Josse Bade de Asch), profesor de la Sorbona y editor y comenta­ rista de textos clásicos. Pedersen realizó asimismo una traducción al danés de la Historia Danesa, pero se perdió en el incendio de Copenhague de 1728. Anders S0rensen Vedel (1542-1616) tuvo acceso a ella cuando elaboró su propia versión danesa de Saxo, impresa en 1575. Stephanus Johannis Stephanius (Staphen Staphensen, 1599-1650) cita algunos pasajes de la traducción de Pedersen en las notas de su edición. El texto de la editio princeps fue reeditado en Basilea en 1534 y en Frankfurt en 1576, casi sin alteraciones o correcciones.

e Vid. K. Erslev, KiUlerne lil Dcmmurks Historie i Middelalderen, Copenhague. 1892. cit. por L. Pineau. Saxo Grammaticus, quid el c/uo modo ad Gesta Danorum conficienda ex canninibus patrio sermone traditis hauserit. Tours, 1901, p. 16. *' Vid. Scriptores Rerum Danicarwn Medii Aevii, ed. J. Langebek, Copenhague, 1772, cit. por Pineau, op. cit. págs. 16-17. “ Editada también por Langebek, vid. supra.

A Stephanius debemos la primera edición crítica del texto, aparecida en 1664. Un año después publicó las Notae Uberiores a su edición. Para ello buscó infructuosamente manuscritos originales en las bibliotecas de Escandinavia, pues el último códice conocido de Saxo, el de Caspar Barth, había ardido en 1663. Alfred Klotz publicó en 1771 en Leipzig otra edición, sin comenta­ rio crítico, de la Historia Danesa. En 1839 apareció en Copenhague la edi­ ción de Peter Erasmus Müller y Johann Matthias Velschow, concluida por éste a la muerte del primero, con comentario crítico y abundantes notas. En

Vid. A. de Torquemada, Jaixtín de Flores Curiosas, ed. G. Allegra. Madrid, Castalia, 1982.

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1886 fue publicada en Estrasburgo otra edición del texto, a cargo de Alfred Holder. La última se debe a J0rgen Olrik y Hans Raeder, publicada en Copen­ hague en 1931. En el siglo XIX aparecieron algunos fragmentos de manuscritos de la obra de Saxo. El más importante de ellos es el llamado fragmento de Angers, encontrado en 1863 en la biblioteca de esa ciudad francesa entre la encuademación de un devocionario de mediados del siglo XV. Fue identifi­ cado en 1877 por Gastón Paris, adquirido en 1878 por la Biblioteca Real de Copenhague y editado en 1879 por Christian Bruun. Consta de cuatro hojas en cuarto de pergamino, de quince líneas por página y presenta notas adicio­ nales y correcciones de tres o cuatro manos distintas. El pasaje contenido per­ tenece al Libro I. Por el tipo de escritura se piensa que puede datar aproxi­ madamente del año 1200. Los poemas aparecen sin apenas correcciones, lo que hace pensar que Saxo debió de quedar más satisfecho con su poesía que con su prosa. Se conocen otros pequeños fragmentos de manuscritos, como el de Kall-Rasmusen, descubierto en 1855 y los de Plesner, descubiertos en 1877“ .

II.2.2. Fuentes. El estudio de las fuentes de Saxo reviste especial interés porque, a pesar de que utiliza la lengua latina para redactar su obra y de que intenta dotarla de cierto aire clásico, sus raíces están profundamente hundidas en las leyendas y tradiciones de la Europa septentrional y es en ellas donde hallare­ mos el material necesario para una mejor comprensión del texto. 116 Sobre estas cuestiones vid.: K. Fabricius, Saxos Valdemars Kronike og hans Danesaga, Copenhague, 1917, págs. 1-316; 1. Boserup, 'T h e Angers fragment and the archetype o f Gesta Danorum", en: K. Friis-Jensen (ed.), Saxo Grammaticus, a Medieval Author Between Norse and Latin Culture, Copenahgue, Museum Tusculanum, 1981, págs. 9-25; J. Raasted, “Angersfragmentet og Saxooverleveringen” en: I. Boserup (ed.), Saxostudier, Copenhague, Museum Tusculanum, 1975, págs. 54-62; F. Stok, "Note al testo di Saxo” en: C. Santini (éd.). Saxo Grammaticus. Tra storiografia e letteratura, Roma, 11 Calamo, 1992, págs. 417-440.

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Según Axel Olrik117 las historias de héroes y reyes que nos transmite Saxo son de origen noruego-islandés o de origen danés. La narración de las gestas de Regnero es, según este autor, de origen danés, pero el relato de su hijo Ubón, es de origen noruego-islandés. El género literario nórdico del que más cerca se hallan los nueve pri­ meros libros de la Historia Danesa son las llamadas fornaldarsógur o sagas de los tiempos antiguos, de las que ya hemos hablado anteriormente en el apartado 1.1 de esta introducción. Saxo pudo conocer buen número de ellas llegadas a él transmitidas oralmente para luego utilizarlas o reelaborarlas en la redacción de su obra. Especialmente significativos son los elogios que dedica a los islandeses en el Prólogo1*11: “Y tampoco hay que omitir la habilidad de los tulenses [islandeses], los cuales...consideran como un placer el conocer y mantener en la memoria la historia de todas las naciones, juzgando no de menor gloria exponer los valores ajenos que mostrar los propios. Consultando con gran interés sus tes­ timonios repletos de datos históricos, elaboré una no pequeña parte de la pre­ sente obra a imitación de sus relaciones y no rehusé tener por testigos a quie­ nes reconocí como muy versados en el conocimiento de la antigüedad.” Puesto que difícilmente pudo Saxo visitar aquellas latitudes o tener acceso por escrito a estos documentos, debió de conocerlos a través de algún islandés de paso por Dinamarca. Uno de éstos, quizá su fuente más impor­ tante, fue Amoldo de Tule, de quien dice en el Libro XIV1"1: “Y no menos experto en la adivinación que en el conocimiento de la antigüedad, era muy hábil en la ingeniosa narración de historias.” Más adelante, en el mismo libro, menciona Saxo a cierto Lucas, de las Islas Británicas, “muy versado en el conocimiento de historias”'“', de quien piensa Olrik''1 que pueden proceder los relatos de origen británico.

1,7 Vid. A. Olrik, Kilderne til Sakses Oldliistorie, I-II, Copenhague, 1892,1, págs. 171 y ss. “ Vid. op. cit. págs. 7-8. “•' Ibid. pág. 812. 1X1Op. cit. pág. 8 5 1. ,JI-Vid. Olrik, op. cit., II, págs. 180 y ss.

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En el Libro XIII aparece otro individuo de semejantes características. Se trata de un cantor sajón anónimo que recita poemas relacionados con el ciclo épico de los nibelungos". En el Libro XIV encontramos a otro cantor sajón de repertorio satírico que, al igual que el anterior, debió de ejercer esca­

Otra posible fuente escrita pudo ser la brevísima Crónica de los Reyes de Letra, incluida al comienzo de los Anales de Lund, que pudo ser escrita entre los años 1160 y II7097. También hay que tener en cuenta la Vida de San Canuto, escrita hacia 1170w.

sa influencia en Saxo*'. E. Christiansen w señala asimismo como fuente oral de primera mano para los últimos libros los recuerdos y experiencias del arzobispo Absalón, protagonista de los hechos en ellos narrados y personalidad a la que Saxo admira y respeta profundamente. Junto con los testimonios islandeses son también dignas de tener en cuenta las antiguas tradiciones danesas a las que Saxo alude en el Prólogo'*: “Y no quiero que se ignore que los antiguos daneses, una vez con­ cluidas sus ilustres y esforzadas hazañas, émulos de gloria, a imitación del romano estilo, no sólo refirieron los honores de las gestas llevadas a cabo magníficamente por ellos con un excelente género de narraciones, así como con ciertas composiciones poéticas, sino que además se preocuparon de gra­ bar en rocas y peñascos con caracteres de su propia lengua los hechos de sus mayores transmitidos por poemas en su idioma materno.” Algunas crónicas danesas del siglo XII, escritas igualmente en latín e inmediatamente anteriores a la obra de Saxo, bien pudieron servir a nues­ tro autor de modelo o fuente escrita. La más antigua de éstas es la Crónica de Roskilde, breve relación anónima de la historia de Dinamarca desde el año 826 hasta el enfrentamiento de los obispos Eskil y Riko por el arzobispado de Lund en el año 1138. Seguramente fue redactada por un canónigo de Ros­ kilde, localidad próxima a Copenhague, hacia finales de la primera mitad del siglo XIF6. M Op. cit. pág. 638. ” Op. cit. pág. 722. w Vid. E. Christiansen, ‘T h e place of fiction in Saxo’s later books” en: K. Friis-Jensen (ed.), 1981, págs. 27-37. '* Op. cit. págs. 6-7. * Vid. Scriptores minores historiae Danicae medii aevi, I-Il, ed. M. C. Gertz, Copenhague, 1917-18, repr. 1970,1, págs. 1-33.

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II.2.3. Composición y estructura. La obra de Saxo, tal y como nos ha sido transmitida, consta de die­ ciséis libros. Los nueve primeros abarcan los tiempos paganos y los siete últi­ mos se centran en la historia de la Dinamarca ya cristiana de los siglos IX al XII. Generalmente se admite que Saxo escribió en primer lugar los libros XI-XVI para aprovechar el testimonio de los participantes en los hechos des­ critos, principalmente el de Absalón, así como sus propios recuerdos, dejan­ do para más tarde la redacción del Prólogo. Esto se deduce por las referen­ cias a la muerte de Absalón (1201) y a la expedición del Elba (1208). Pudo, pues, comenzar su crónica hacia 1185 y terminarla hacia 1216. Herrmannw, basándose en cambios de estilo y lenguaje, piensa que Saxo escribió en primer lugar el Libro XIV, a continuación los Libros XV, XVI, XIII, después los Libros X, XI, XII, más tarde los Libros III, IV y V, tras éstos los Libros VI, VII, II y VIII, y por último el Libro IX, donde rela­ ta las aventuras de Regnero, y el Prólogo. Inge Skovgaard-Petersen"1" divide así la obra: Libros I-IV, historia de los reyes de Dinamarca hasta el nacimiento de Cristo; Libros V-VIII, historia de Dinamarca hasta la llegada del Cristianismo; Libros IX-XII, introducción gradual del Cristianismo en Dinamarca; Libros XIII-XVI, desde la fundación

” Ibid. Editada por Waitz. Gotinga, 1858, citada por Herrmann, op. cit. pág. 28. ‘" Vid. Herrmann, op. cit., 1, pág. 467. w» vid. I. Skovgaard-Petersen, “Gesta Danorums genremiessige placering” en: I. Boserup (ed.), Scixosiitdier, 1975, págs. 20 y ss.

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de la sede arzobispal de Lund (1104) hasta sus días. Kurt Johannesson'1" ofrece una interesante y compleja interpretación de la Historia Danesa y sostiene que esta obra no es una sucesión desordena­ da y caótica de fabulosas aventuras inconexas, sino que obedece a un plan muy meticuloso y elaborado, de modo que “cada uno de los dieciséis libros está compuesto ciertamente como una unidad temática y estructural.”1"2 Según este autor sueco la crónica de Saxo rebosa de un espíritu eru­ dito y sigue las líneas del pensamiento antiguo y medieval. El historiador danés, como hombre de iglesia, se halla familiarizado con la predicación y sus técnicas y es un moralista de la Historia, y para hallar esa significación moral de la misma en sus hechos y personajes parte de las cuatro virtudes car­ dinales (prudencia, fortaleza, templanza y justicia) y las convierte en el eje sobre el que hace girar su obra10-'. Johannesson11“ señala que los padres de la Iglesia S. Ambrosio, S. Jerónimo y S. Agustín, ya habían recurrido a las cuatro virtudes cardinales para sus interpretaciones del hombre y del mundo. Eran consideradas como virtudes políticas o naturales que podían ser poseídas incluso por paganos o infieles y se creía que representaban los deberes del hombre para con la sociedad. Las virtudes teologales se hallan sólo en el cristiano y representan sus obligaciones para con la Iglesia. Los dieciséis libros pueden ser divididos, por tanto, en cuatro grupos. Cada uno de ellos abarca cuatro libros y representan respectivamente a cada una de las virtudes cardinales: fortitudo (Libros I-IV), temperantia (Libros VVIII), iustitia (IX-XII) y prudentici (Libros XIII-XVI). En el Libro IX predo­ mina la pietas, que para la filosofía moral de la Edad Media es una forma de la iustitia. La piedad se manifiesta en el amor y la fidelidad a parientes y ami­ gos y un ejemplo manifiesto de ello es la relación entre Regnero y sus hijos 101 Vid. K. Johannesson, Saxo Grammaticus. Komposilion och varldsbild i Gesta Danorum, Estocolmo, Almqvist & Wiksell International, 1978, págs. 18 y ss. lu: Ibid.pág. 23: "Var och en av de sexton bóckerna Sr nümligen komponerad som en tematisk och strukturell enhet." 103 Ibid. pág. 35. 101 Ibid.

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en este libro. Para entender mejor la composición de la Historia Danesa Johannesson"’5considera igualmente importantes las referencias en ella a las artes libe­ rales, en las cuales se basaba la actividad intelectual de las escuelas y uni­ versidades de la Edad Media. Saxo debió de tomar la idea, al igual que numerosas frases y términos, de Marciano Capela, quien en Sobre las bodas de Mercurio y Filología nos describe las nupcias del dios con la Filología, una joven doncella a la que siete mujeres, las artes liberales, obsequian con una breve exposición de su ciencia para que la joven desposada obtenga una sabiduría divina y pueda permanecer entre los dioses. Saxo comparte el gusto de otros autores medievales por la alegoría y así, mediante símbolos e imá­ genes, alude a las artes del trivium y el quadrivium en los siete primeros libros de su obra. También la astronomía y la astrología tienen cabida en la Historia Danesa, aunque las alusiones a estas ciencias son vagas por necesidad, ya que tales conocimientos no gozaban de muy buena consideración en su época y, además, el propio Anders Sunesen, arzobispo de Lund a quien Saxo dedi­ ca el Prólogo, había declarado absurdo y propio de gentes supersticiosas su estudio1"6. Aun así Johannesson1“7 considera que cada uno de los ocho prime­ ros libros está relacionado con los planetas y su influencia sobre los hombres y la naturaleza. También descubre alusiones a la determinación del carácter humano por los planetas, de modo que personajes como Hotero o Amleto pre­ sentan rasgos propios de los tipos melancólicos, mientras que otros como Biarcón y Estarcatero son individuos coléricos. El Libro IX, según Johannesson"“, está dedicado a Apolo, dios de las nueve Musas y del sol, representado en ocasiones con una corona de doce joyas que simbolizan los meses del año y los doce signos del Zodíaco, pues descubre diversas alusiones al número doce, al tres o a los múltiplos de tres: las nueve frases del discurso del joven

lu> Ibid. I(K Ibid. 107 Ibid. Ibid.

págs. 54 y ss. págs. 62 y 63. pág. 61. pág. 204.

Regnerò, los doce ancianos instituidos como jueces en las leyes de Regnerò, los doce daneses que mueren con Vitserco o los tres hijos de Regnerò que vengan su muerte. Junto con otros autores medievales Saxo participa del gusto por los tópicos o loci communes. Fórmulas de expresión y pensamiento como la cciptatio benevolentiae, la intención de salvar del olvido las hazañas de sus ante­ pasados o la alabanza del personaje al que está dedicada la obra las encon­ tramos en su Prólogo y también en otras obras de escritores de la época"". Otro tópico presente en todo el pensamiento medieval que Saxo no deja de utilizar es la alusión a la volubilidad de la fortuna. El azar y la casua­ lidad desempeñan un papel fundamental en la existencia humana y nos lo recuerda precisamente el triste fin de Regnerò en el pozo de las serpientes"“: “De modo que rebajado de magnífico vencedor a la miserable suerte del cautivo, demostró que nadie ha de confiar demasiado en la fortuna.”

II.2.4. Pensam iento. Saxo acusa, según Johannesson1", el influjo de la filosofía platónica, especialmente el de las teorías expuestas en el diálogo Tuneo, cuyas ideas pudo conocer mediante los comentarios del mismo que realizaron Macrobio y Marciano Capela, así como por la traducción latina de Calcidio. La cosmo­ logía platónica, por otra parte, fue aceptada con pequeñas variaciones por los Padres de la Iglesia y los exegetas de la Biblia como una anticipación de la doctrina cristiana. De la misma manera nuestro autor intenta conjugar la tra­ dición bíblica con los mitos platónicos al igual que San Agustín en su comen­ tario del Génesis, donde llega a ver en el Timeo una imagen obscura, pero veraz del mismo acto divino de la creación'12.

"w Vid. A. Teilgárd Laugesen, "Prologen til Gesta Danorum" en: I. Boserup (ed.), Saxostuelier, 1975, págs.30-40. 110 Op. cit. pág. 461. 111 Vid. Johannesson, op. cit. pág. 69 y ss.

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E1 historiador danés, al igual que Snorri Sturluson y otros escritores medievales, sigue las pautas del evemerismo al tratar el carácter de las anti­ guas divinidades. Evémero, sabio griego que vivió en los siglos IV y III a.C., consideraba que “los dioses eran personalidades políticas que en vida se atri­ buyeron poder divino y establecieron en beneficio propio cultos religio­ sos.”"’ Cicerón y Plutarco, en la antigüedad, rechazaron esta teoría, pero a través de San Agustín y San Isidoro pasó a los autores medievales. De esta manera se despojó a la mitología de todo carácter religioso para interpretarla como enseñanza moral"4. No es de extrañar, pues, que Saxo se exprese en estos términos"5: “Antiguamente algunos instruidos en las artes mágicas, Tor, por supuesto, y Odín y otros muchos expertos en los asombrosos engaños de los encantamientos, empezaron, tras cautivar las almas de los simples, a arrogar­ se para sí el rango de divinidad. A Noruega, Suecia y Dinamarca, rodeadas por los lazos de una irracional credulidad, las mancillaron con el peculiar influjo de sus fraudes provocándoles el deseo de que les rindieran culto. Y hasta tal punto se propagó el efecto de sus supercherías que, adorando los demás en éstos mismos un cierto poder divino y considerándolos dioses o cómplices de los dioses, tributaron solemnes ofrendas a los autores de los hechizos y mostraron al sacrilego fraude el respeto debido a las cosas sagra­ das.” Georges DuméziIM
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