Anónimo. Ludus Puerorum
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Anónimo. LUDUS PUERORUM o Tratado intitulado Trabajo de mujeres y juego de niños TRADUCCIÓN HECHA DEL LATÍN POR UN AUTOR ANÓNIMO
(Las citas traducidas han sido tomadas de memoria. Será preciso reescribirlas a partir de los originales)
INCIPIT FAUSTADO El proceso de la Obra ha sido llamado trabajo de mujer y juego de niño. Tras el comienzo de la Obra, el sutil inquisidor de la naturaleza persigue su progreso. Las palabras no son fabulosas ni despreciables, al contrario, debes leerlas con atención, para que los textos de los antiguos, que muchas veces trasponen las palabras, no te lleven a error, tal y como advirtió A. Pipus en su Libro de los Secretos: El triple juego de los niños debe preceder al trabajo de las mujeres. Pues los niños juegan a tres cosas. En primer lugar en las viejas murallas, en segundo lugar con la orina y, en tercer lugar, con los carbones. El primer juego procura la materia de la Piedra. El segundo juego aumenta el alma. El tercer juego prepara el juego para la vida. En efecto, de la flor de la sangre se hace el salitre por el primer juego de niños, y una vez realizado sólo queda animarlo y disolverlo repetidas veces en el agua con su compañero por otros dos juegos infantiles, necesarios hasta el tercer calor de nuestro Elixir en la obra de las mujeres, que no es otro sino cocer. Que el que pueda comprender comprenda. Además, en nuestra Piedra, la que buscaron todos los Filósofos, se encuentran los primeros elementos de los minerales, y la tintura, la cal, y el alma, el espíritu, y el cuerpo, el fijo y el volátil, el Mercurio, pero no cualquier mercurio, sino aquel alrededor del cual la naturaleza comienza sus primeras operaciones por las cuales determina la naturaleza metálica, pero dejando la cosa imperfecta. Si has extraído esta cosa de dónde se encuentra, por ella habrás comenzado el trabajo, empezando por aquello que la naturaleza había dejado imperfecto, encontrando una cosa perfecta, y te regocijarás por ello, como dijo el rey Geber. Esta cosa de la que se extrae la piedra, la poseen tanto los pobres como los ricos. Es Obra de mujeres y juego de niños, y la piedra es su flor.
Toma pues, en el nombre de Dios, esta cosa que no es perfecta. En efecto, de una cosa perfecta no se puede hacer nada, porque las especies de las cosas perfectas no cambian su naturaleza, pero pueden corromperse. Esta cosa de la que se extrae nuestra Piedra, o la materia de la Piedra, no es profundamente imperfecta, porque, por el Arte, de tamaña imperfección no podría hacerse cosa alguna, ya que el Arte no puede aniquilar las primeras disposiciones de la naturaleza. Esta cosa es una cosa media entre los cuerpos perfectos e imperfectos. Lo que la naturaleza no ha podido perfeccionar por sí misma, sino que tan sólo ha podido iniciar, podrá ser conducido por el Arte a la perfección. En este sentido el Filósofo Fludius dijo: El hombre es la más digna de las criaturas, por el cual, por favor y amor, todas las cosas han sido edificadas y sujetas. También aquella cosa cuyo cuerpo no recibe estima alguna, tiene en ella, no obstante, lo que conserva la salud y la juventud, que expulsa la languidez y las enfermedades del hombre y de los metales y consume toda superfluidad. Todo esto lo hace nuestro Elixir, y mejor que todas las medicinas, pociones y confecciones de Galeno, Hipócrates, Avicena y demás Filósofos; incluso sana al hombre de la lepra. De esta cosa Alberto el Grande dijo, en su Minerales, que una enorme virtud se encuentra en cada hombre, sobretodo en la cabeza, entre sus dientes, de manera que, en nuestros días, es frecuente encontrar en las sepulturas antiguas oro en granos menudos y oblongos entre los dientes de los muertos. Esto sería imposible si en el hombre no hubiese alguna virtud mineral, la cual se encuentra en nuestro Elixir. Por eso se dice que la Piedra se encuentra en cada hombre. Adán la trajo consigo del Paraíso, y de este modo de cada hombre debe extraerse nuestra Piedra o Elixir. Por eso Arnaldo dice: Nunca fue intención de los Filósofos que nuestra Piedra fuese para los principios minerales, a saber, la plata viva y el azufre (vulgares), sino en los cuerpos perfectos, en los que hay una perfecta mixtión entre esta luna viva y este excelente azufre vivo. Cuando el cuerpo es mezclado con los espíritus, aparece una cosa única a partir de ellos, de manera que el uno no se separa jamás del otro, como el agua mezclada con el agua, pues el todo ha sido reconducido a la naturaleza de su homogeneidad. Y si esto no fuese así, los Filósofos no habrían dicho que si los cuerpos no son convertidos en incorporal no se logra nada en este Arte. Fijaos bien en estas palabras y sellad los misterios: porque en esta Obra se declara lo que es nuestra piedra, dado que el Principio de los Filósofos consiste en disolver la Piedra de esta manera. Si nuestra Piedra está compuesta por los primeros principios minerales, será necesario sublimarla, calcinarla, fijarla y, finalmente, disolver , lo
cual contradice a cualquier Filósofo, pues ellos afirman que si los cuerpos no se hacen incorporales, no se obtiene nada. En consecuencia es preciso afirmar que el principio de nuestra Obra es la solución de nuestra piedra, porque los cuerpos disueltos son reducidos a la naturaleza de los espíritus y se fijan mejor. Según esto la solución de los cuerpos es la coagulación del espíritu. Por eso el Filósofo Anaxágoras dice: Nuestra Piedra es un sol sublimado que ha alcanzado la mayor virtud mineral. Y Liliator: De este oro y gema preciosa hemos obtenido abundante oro puro. Alphidius el Filósofo dice: Congelad la plata viva por el cuerpo de nuestra magnesia. Los Filósofos no se refieren a la plata viva común, sino que hacen referencia a la humedad de esta mezcla, que es la humedad radical de nuestra Piedra. Y por magnesia, no entienden la magnesia vulgar, sino que refieren la totalidad de la mezcla, de la que se extrae esa humedad que llamamos nuestra plata viva. Esta humedad, en verdad, subsiste en el interior del fuego y, en el mismo fuego disuelve todo el compuesto, lo congela, lo ennegrece, lo blanquea, lo enrojece y lo perfecciona. Alphidius el Filósofo dice: En nuestra Piedra o compuesto están el Sol y la Luna en virtud y potencia, y la plata viva en naturaleza, porque si estas cosas no estuviesen en nuestra Piedra y compuesto, no obtendríamos ni Sol ni Luna. Y sin embargo, no se trata de oro común ni de plata común, pues este Sol y esta Luna que están en nuestra Obra, esto es, en la Piedra o compuesto, son mejores que los vulgares. En efecto, el Sol y la Luna que están en nuestro compuesto están vivos y verdes, mientras que los vulgares están muertos. El Sol y la Luna de nuestra Piedra o compuesto están en modo potencial, no visiblemente.
Nuestra Piedra: lo que es al tacto, en peso, en gusto y olor Mithridates dice a Plodius:
El tacto de nuestra piedra es delicado, y hay más delicadeza en ella que en su cuerpo. Su sabor es muy dulce, a pesar de que su naturaleza es ácida. En efecto, su olor, antes de la confección, es pesado y fétido, similar al olor de un cuerpo muerto. Su olor es tan malo que se puede asimilar al de los sepulcros. Su peso es grave, de hecho no he visto jamás otra piedra que se le parezca a este respecto. En esta Piedra se encuentran contenidos los cuatro elementos. Es parecida al mundo y a la composición del mundo. En este mundo, no es posible encontrar otra piedra para nuestro Arte, y cualquiera que haya buscado cualquier otra piedra para nuestra Obra se ha visto frustrado en sus intenciones.
Cómo nuestra Piedra debe ser reconocida por las circunstancias Y si no comprendes nuestra Piedra por este medio, no la entenderás jamás. Hali, Filósofo y Rey, dice en La Turba: Nuestra Piedra se encuentra en todo tiempo y en todo lugar, cercana a cualquier hombre, etc. Arnau de Vilanova dice: Ten por cierto que los dispendios de nuestro nobilísimo Arte no superan las dos monedas de oro en su primera adquisición, es decir, operación. Es necesario que en todo momento esta medicina se acostumbre al fuego, de manera semejante a como el niño se nutre sobre el seno de su madre. Arnau dice también: Hay tres minas de las que se debe extraer nuestra Piedra. De cualquier vegetal se puede extraer y hacer fluir una plata viva que posee en sí los cuatro elementos y a partir de la cual se puede hacer nuestra Piedra física: en verdad no podría extraerse de ninguna otra cosa. Sabed que verdaderamente Dios, el Altísimo Creador, hizo naturalmente tres Mercurios principales y excelentísimos: uno se encuentra en los minerales, es decir, en el Sol y en la Luna; en los vegetales se encuentra el segundo Mercurio, es decir, en la viña. El tercero está en los animales, a saber, en el hígado. De estos tres Mercurios se extrae el Mercurio vivo que los Filósofos siempre buscaron, el cual posee en sí los cuatro elementos y los cuatro colores. Para hacer la Piedra de los Filósofos se debe poseer
ante todo esta plata viva. En efecto, esta plata viva mineral, vegetal o animal es dorada y clara, y es lo mejor. Esta plata viva es tomada por nuestra Piedra, siendo su color como el viento en su vientre, como dice Hermes.
Del vaso o huevo de los Filósofos en el que debe situarse nuestra Piedra para ser perfeccionada por el fuego y el Arte Morien dice: Si los antiguos Sabios no hubiesen encontrado la cantidad del vaso en el cual nuestra Piedra debe ser emplazada, jamás habrían alcanzado la perfección de este Magisterio. Y el Rey Hali dice a continuación: Conoce la medida o el grado del vaso de nuestra Obra, porque el vaso es la raíz y el Principio de nuestro Magisterio. Y este vaso es como la matriz de los animales, pues en ella se engendran y conciben y en ella se nutre la generación. Por eso, si el vaso de nuestro Magisterio no es adecuado, toda la obra es destruida y nuestra Piedra no produce el efecto de la generación, pues no encuentra el vaso que le es propio para la generación. Y Jean Auster, Filósofo, dice: Te basta con poner la Piedra una vez en nuestro vaso, y en cuanto se cierre, se cumplirá el magisterio. Pero si es demasiado grande, aparecerá sin duda alguna el mal, y la plata viva no se cambiará en rojo ni en blanco. Todo lo que se haya dicho a este respecto que no sea esto, se ha dicho para ocultar el Arte. Un ejemplo: Para la generación del hombre, el alma vegetativa jamás se introduce con la materia de la semilla salvo en una sola ocasión. Si, por el contrario, se introdujese una segunda vez, entonces la una destruiría a la otra por la crudeza de la sangre, o por la entrada de leche, o por superabundancia de materia. Por eso, las mujeres que se someten a un gran número de hombres diferentes rara vez conciben, y si llegan a concebir, paren un aborto, pues si se someten las cosas crudas a las otras, las no digeridas a las digeridas, en vez de nutrir el feto, lo matan. Esto se debe a que el feto se nutre únicamente de semilla menstrual, y crece hasta que nace. El Rey Hali, hablando de nuestro vaso dice:
En nuestro vaso tiene lugar la pasión, que se introduce hasta la medida de una libra y no más, porque en nuestra Piedra hay vientos, contenidos en nuestro vaso y en la materia de la Piedra, los cuales, si no han sido bien encerrados, se escapan y el magisterio se estropea. Morien dice: Toma el huevo, es decir, el vaso y las cosas ígneas. Golpea con una espada y recoge su alma: en efecto, en esto consiste la cerradura. El Filósofo dice: Conserva el vaso y su lugar para que tenga poder en la conservación. Pues el agua que antes estaba en la tierra y no podía huir, ahora se encuentra en su tierra en las partes más elevadas del vaso; de este modo la tierra engendra, por medio del fuego, el agua que antes estaba en su cuerpo, es decir, en la tierra. Alberto el Grande dice acerca de la generación de nuestra Piedra: El lugar es el principio de la generación, y el lugar engendra por las propiedades del cielo, que influyen sobre él por las influencias de las estrellas. Y lo que las virtudes elementales y celestes hacen en los vasos naturales, lo hacen también en los vasos artificiales, a condición de que los artificiales estén bien formados, al modo de los naturales. Respecto a esto Platón dice: Así como por el movimiento del firmamento, se opera la revolución de los elementos, por esta revolución los cuerpos sutiles se esfuerzan en ascender, mientras que lo espeso permanece abajo; lo mismo sucede en la obra de los alquimistas expertos. Por eso es muy importante fortificar el vaso por el cual todo el firmamento se resuelve en su estrecho circuito. En efecto, lo que se busca en nuestra Obra, proviene de los elementos. Hermes dice: El vaso de los Filósofos es su agua. Considerad el Mercurio subvegetal, que contiene y conserva la materia y los espíritus por su viscosidad.
Para conocer las cosas que entran en la obra y en nuestro Magisterio Morien dice: Sabed que aquellos que, en la obra, martirizan los cuerpos de los minerales y de los espíritus, es decir, azufre, arsénico, oropimente y otros comunes, no encuentran nada profundo en ellos. Pero nuestra Obra es de los Filósofos y es honorable. Por lo que el Filósofo Jacques dice: Es evidente que nuestra Obra está compuesta de cuerpo, espíritu y alma, y no de espíritus minerales como plata viva, azufre, arsénico o sal armoniac, porque estas cosas son vanas e inútiles y no son espíritus salvo por equívoco, pues estas cosas son cuerpos aunque se conviertan en humo. No poseen constancia alguna en ninguna parte, ni pueden ser la raíz de nuestra Obra bendita, ni de sí mismas, ni siquiera con un adyuvante son útiles.
De la división de la Piedra en cuatro elementos, y de la propiedad de un elemento cualquiera de la Piedra dividida en cuatro elementos El Filósofo Jean Auster dice: Cada cuerpo es un elemento o un compuesto de elementos, y cada composición y generación consiste en los cuatro elementos simples. Por eso es preciso que nuestra Piedra haya sido reducida a su primera materia y origen sulfuroso y mercurial. Después debe ser dividida en elementos, sin lo cual no podría ser depurada, ni rota, y sus partes no tendrían poder alguno de ingreso si su cuerpo no hubiese sido dividido en partes menudas. Así pues, debemos purificar con detenimiento sus partes, las cuales deben ser bien unidas con las comunes; así se opera el Elixir que se busca. La experiencia destruye su forma específica e introduce una nueva especie. Por eso, tras la división de los elementos, no queda rastro de ellos, son impalpables más allá del agua y la tierra; el aire y la tierra jamás se ven en nuestra Piedra, y sólo sus virtudes pueden ser sentidas en los elementos más puros: al haber sido totalmente rarificados y simplificados no pueden ser vistos por los ojos corporales. Así pues, esta piedra extraída te basta siempre que la reduzcas al simple efecto de su virtud.
Asimismo, en ella se encuentran los cuatro elementos, es decir, el fuego, el aire, el agua, la tierra. Allí se encuentran los cuatro principios o cualidades: el cálido, el húmedo, el frío y el seco, de los cuales dos son amigos y dos enemigos, dos son pasivos y dos son activos, dos ascienden y dos descienden. Uno está en medio, y otro por debajo de él. La razón está en que el contrario no se une a su contrario salvo por un intermediario. De este modo, lo que no es contrario se une por sí mismo. El cálido y el seco se unen por sí porque no son contrarios, y por la misma razón el fuego y el aire se unen por sí mismos; pero el cálido y el frío no se unen sino por medio de un intermediario, es decir, por el húmedo y el frío, dado que no pueden permanecer unidos por sí mismos, al estar el uno constantemente reprimido por el otro. El húmedo y el frío permanecen unidos por sí; el calor y el frío agregan y desagregan las cosas homogéneas, pero no las heterogéneas, disolviendo y congelando. El húmedo y el seco se agregan y desagregan estrechando y mojando. Así pues, la operación de los elementos es una simple generación y una mutación natural. En consecuencia es evidente que todas las cosas varían por la operación del calor y del frío. Son simplemente generadas y transformadas naturalmente. El calor y el frío vivifican la materia. Cuando los agentes son vencidos, se hace evidente de qué están hechas las partes variables, porque no se hace cualquier cosa a partir de cualquier cosa, sino que se hace el determinado de su determinado, y no se hace generación alguna si no es de cosas acordes en su naturaleza. Arnau, sobre las operaciones y los efectos de los elementos dice: La tierra deseca y fija, el agua limpia y lava, el aire y el fuego hacen fluir y tiñen por todas partes. Por eso es necesario que haya mucho agua y mucho aire, porque habrá tanta abundancia de tintura como abundancia haya de aire. El agua es, en efecto, un purificativo, y por eso es la causante de la claridad de todo el cuerpo y de la medicina, por eso las frecuentes destilaciones suponen la limpieza de los elementos. Así como el agua se une a la tierra, la tierra se une al fuego, pues la tierra calcinada es inflamada y el fuego predomina; asimismo, el agua es congelada y espesada con la tierra y el aire, de manera que deviene una sola sustancia que posee distintos efectos en conformidad con los elementos, por eso también nuestra agua, en nuestra Piedra, recibe nombres distintos. Dos aguas operan sobre la tierra para lavarla y teñirla. En tanto que limpia, es llamada agua, en tanto que tiñe, es llamada aire. Primero el agua es separada, después el aire; el fuego que está unido al aire, aumenta el calor y la fortalece, y expulsa la humedad superflua de la misma agua. Comprime y compacta lo rarificado y muelle.
Asimismo el fuego y el aire concuerdan en calidad, en consecuencia se separan con dificultad el uno del otro, y se purifican conjuntamente como el agua. Mientras que el agua es limpiada previamente por un fuego ligero, el aire y el fuego se separan con mucha dificultad de la tierra que, después de ser calcinada, permanece seca, casi como el fuego. De manera similar, el aire es mejor que el agua, pues aunque el agua baña la tierra y la blanquea dando lugar al matrimonio de las tinturas, no obstante, el aire tiñe la tierra e infunde en ella el alma y la fusibilidad. Recuerda bien lo que acabo de decir y tendrás la Piedra en tu Obra del agua y de la tierra solamente. Y te servirás de la Piedra seca al fuego y al aire solamente. El aire es en verdad aceite, tintura, Sol, alma y ungüento de los Filósofos que perfecciona todo el magisterio. El aire es agua teñida, y su tintura es fuego, pues la misma agua es cuerpo, y el aire es espíritu que lleva el fuego. Pero el aceite es semejanza de alma que existe en el cuerpo, y este aceite no puede extraerse del cuerpo salvo por medio del agua, por larga decocción. En efecto, el agua es un espíritu extraído. El aceite es como el alma en el cuerpo, y no es ninguna otra cosa.
Arnau dice de nuevo los efectos de los cuatro elementos El aire nutre al fuego como el agua nutre a la tierra. En efecto, el fuego vive del aire y el aire vive del elemento del agua, y el agua del elemento de la tierra. Fija pues la tierra y el agua para que el aire pueda fijarse en agua, porque si has matado bien al agua, habrás matado todos los elementos y estarán muertos. Sin embargo, el agua no aparece sin la tierra, y un fruto no surge jamás sin un cuerpo en el interior del cual, mientras permanece en él, la semilla puede dar su fruto, porque la tierra permanece fija en sí, y fija con ella y retiene a los demás elementos. El agua, en verdad, al ser fría y húmeda, purifica la tierra y la espesa, porque el frío y el húmedo constituyen el espesador de la sequedad. No obstante, el húmedo es pronto a recibir una impresión y pronto también a liberarla, y el seco y el húmedo se unen y se temperan recíprocamente. El seco adquiere humedad por continuación de las partes, y el húmedo recibe y adquiere con facilidad una impresión del seco, que retiene firmemente la imprenta y endurece toso fuego. De este modo, el húmedo defiende el seco de su separación, y el seco defiende el húmedo de su maleabilidad; mientras el aire envuelve al agua, clarifica y rubifica la tierra y la tiñe, a fin de que sea apropiada para la extensión y la fusión. El fuego madura todo compuesto, sutiliza y rubifica, engrasa y fortalece el aire, reserva la frialdad de la tierra y del agua, y conduce a una complexión mejor y procura la cantidad.
Los elementos pesados, que son tierra y agua, son para la fijeza y la quietud. Los elementos ligeros son más útiles para la fusión y la tintura. Por eso Aristóteles dice: Te dividiré la Piedra en cuatro operaciones, es decir, cuatro elementos. Cuando hayas obtenido agua del aire, aire del fuego y de la tierra, entonces tendrás el Arte completo y la tintura. Dispón la sustancia térrea por destilación en humedad y calor hasta que se reencuentren y no estén en desacuerdo ni se separen. Entonces añadiré dos virtudes operativas, a saber, agua y fuego, pues si sólo has mezclado agua, blanqueará, y si has añadido fuego, enrojecerá por la generosidad de la naturaleza y del Creador, etc.
De la separación de los elementos en nuestra Piedra, que debe ser entendida filosóficamente El Filósofo Rasis dice: Sabed que ningún filósofo ha entendido que nuestra Piedra se divide separadamente en los cuatro elementos, lo cual creen sólo los tontos… Y a lo mismo se refiere Arnau: Sabed que en nuestra Piedra los elementos no se dividen según la sustancia, sino según la virtud, porque un elemento no se encuentra jamás en estado puro y simple, a menos que esté en su esfera. Sucede que las cualidades activas y pasivas de los elementos, según cuál sea la predominancia, pueden separarse recíprocamente y dividirse, como sucede por ejemplo cuando se da la separación del agua pegajosa de su sustancia, donde predomina la frialdad; entonces decimos que el agua se ha separado. Pero si se separa la sustancia más profunda cuando predomina el calor, entonces decimos que el aire y el fuego han sido separados, y hablamos de sustancia aérea o ígnea. Que el que pueda comprender comprenda, y el que no pueda que no se ingiera en la Ciencia y en el Arte. Como conclusión debemos decir: Nuestra agua es extraída de la sustancia de la mano (sic) y ninguna otra, porque en éstas hay más tintura. En cuanto a la tierra, no persigo ningún color ni sustancia que no sea sutil, clara, fija, etc.
De la verdadera putrefacción filosófica de nuestra Piedra Arnau, en su Rosario, dice: En nuestra Obra la putrefacción es necesaria, porque ninguna cosa tiene nacimiento o crecimiento si no es tras la putrefacción. Si el cuerpo no ha sido putrificado, no podrá ser fundido ni disuelto, y si no es disuelto, se perderá. Así pues, nuestra putrefacción no es ni sórdida ni inmunda, sino que es una mixtura del agua con la tierra y de la tierra con el agua, hasta que el cuerpo deviene una cosa única. Por eso el Filósofo Morien dice: En la putrefacción de nuestro bronce, los espíritus son introducidos en el cuerpo, en el que se desecan. Y si el agua no es desecada con la tierra, los colores no aparecerán. Nuestra putrefacción no e más que la muerte del húmedo con el seco. Y nuestra putrefacción no se consigue sin el húmedo y el seco, porque la tierra es mantenida en la sequedad y no puede elevarse por sí misma. La razón es que las cosas pesadas no pueden ascender ni las ligeras permanecer en lo bajo con las pesadas ni ser desplazadas hacia abajo sin su ayuda; pero las unas y las otras son el comienzo y el fin de las unas y las otras. Por eso el Rey Hali dice: Sabe que si no has sublimado el cuerpo hasta que devenga agua, el agua no se podrirá ni podrá congelar salvo por medio del fuego. En efecto, el fuego congela la mixtura de nuestra Piedra, y de manera semejante nosotros disolvemos los cuerpos para que el calor se adhiera en su profundidad. Y sólo de este modo el fuego transforma al agua y a la tierra de sus naturalezas y colores.
Cómo nuestra agua es ennegrecida por su naturaleza. Escuchad a Jean Auster Jean Auster dice: En primer lugar, cuanto más se cuece nuestro bronce, y cuanto más se ennegrece y disuelve, más se convierte en un agua sutil y espiritual. En segundo lugar, cuanto más se cuece y más se espesa y deseca, mayor es la blancura que se alcanza. Tertio, cuanto más se
cuece, tanto más adquiere color y enrojece, llegando a ser una tintura re rojez muy intensa. Es preciso que, en primer lugar, nuestra Piedra se vuelva negra, lo cual se demuestra por lo que sigue: la generación del uno llega por la corrupción del otro. Pero la corrupción por putrefacción sólo se alcanza por el calor operando en el húmedo. Pues el calor operando en el húmedo opera antes la negrura; así pues resulta evidente que el comienzo de nuestra Obra es la negrura y la cabeza de cuervo. El Filósofo dice en La Turba: Cuando veas que la negrura alcanza a esta agua, entonces sabrás que el cuerpo está liquificado. Entonces es oportuno continuar con un fuego ligero hasta que acontezca una ebullición tenebrosa. La intención de todos los Filósofos de todos los tiempos ha sido que el cuerpo disuelto en polvo negro entre en su agua, para que el todo devenga una cosa única, y el agua pura acoja al agua como si de su propia naturaleza se tratase. El Rosario de los Filósofos dice: Es preciso cocer esta negrura del agua por medio de un fuego ligero hasta que ennegrezca en agua, es decir, hasta que el todo devenga agua. Entonces, en efecto, el agua se mezcla con el agua y el agua acoje al agua, de suerte que no podrán separarse jamás la una de la otra. Los falsos alquimistas y los ignorantes, al escuchar la palabra agua, creen que se trata del agua vulgar, pero si hubiesen leído os libros de los Filósofos sabrían que esta agua está preñada. Ésta, sin el cuerpo con la que ha sido unida, permanece como una sola agua permanente. Por eso dice Avicena: Hasta que la negrura sea aparente, la hembra oscura domina, y es la primera fuerza de nuestra Piedra, porque si antes no se ha vuelto negra, no se volverá blanca n roja, pues el rojo ha sido compuesto por el blanco y el negro.
A continuación se habla de la obra de blanqueamiento y de cómo nuestra Piedra debe ser blanqueada Escuchad al Rosario:
Nuestra medicina es única en esencia y en operación, y es preciso que esta medicina, a saber, la blanca, no pueda volverse roja ni rubificarse si antes no ha sido blanqueada, y esto porque nadie puede pasar del primer al tercer grado si no es por medio del segundo. Así pues, sólo puede pasarse del negro al citrino por el blanco, porque el citrino ha sido compuesto de negro purísimo y de abundante blanco. En consecuencia, no podemos hacer esta medicina blanca y roja si antes no ha sido negra y, después, blanqueada. La medicina blanca y la roja no difieren en esencia, sólo difieren en que la roja tiene una mayor sutilización y una cocción más prolongada en el régimen de su fuego. Y esto porque el fin de la obra blanca es el comienzo de la obra roja, y lo que ha sido perfeccionado en una, debe ser comenzado en la otra. En efecto, todo nuestro magisterio se comienza y se perfecciona de una sola manera, es decir, cociendo. El Rosario dice: La plata viva sublime de nuestro bronce del que todas las cosas son hechas, es un gua pura y una verdadera tintura. De nuestro bronce está hecho el azufre blanco que blanquea nuestro bronce, del cual es retenido el espíritu para que no se escape. Pero este azufre no podrá enrojecer nuestro bronce si antes no ha operado al blanco, pues sólo el azufre blanco blanquea nuestro bronce. En consecuencia, está claro que nuestro bronce será tanto más bello en tanto más blanco haya sido el azufre. Por eso La Turba dice: Los espíritus son unidos en el color blanco, porque no pueden escaparse. Por eso se recomienda: Blanquead el latón y tirad vuestros libros para que vuestros corazones no se corrompan. En efecto, la tierra se pudre y se limpia por el agua. Y cuando haya sido limpiada, la negrura se retirará y se blanqueará. Y entonces el tenebroso perecerá, y el hombre sube sobre la mujer y expulsa su propia negrura. Y de este modo el Mercurio, es decir, el siervo fugitivo, penetrará el cuerpo y los espíritus serán retenidos en el seco, y entonces cesará el negro corrupto y deforme, y se hará blanco y luminoso. Por eso los Filósofos dicen en La Turba:
Nuestra magnesia no permite que los espíritus se escapen ni que la sombra del bronce aparezca ulteriormente. Pues es el mismo azufre blanco y fijo que tiñe y perfecciona todo cuerpo y lo convierte en blanco. El Filósofo dice: Si es plata viva pura, la fuerza del azufre blanco no hirviente la coagulará en blanco; y ésta es una cosa excelente que pueden obtener los que operen en alquimia, y lo convierten en blanco porque la naturaleza encierra en sí una naturaleza y, en verdad, el matrimonio los une recíprocamente. Sólo hay una naturaleza única que en sus operaciones se convierte en otra naturaleza, porque naturaleza es clamada por una naturaleza y se regocija en ella; y una naturaleza sobrepasa una naturaleza, y una naturaleza encierra una naturaleza que le enseña a luchar contra el fuego. Sin embargo, no se trata de naturalezas diferentes ni diversas, pues sólo hay una naturaleza única que tiene en sí todas las demás naturalezas y todo lo que basta a nuestro Arte, porque por una sola disposición la naturaleza comienza y perfecciona su Obra.
Cómo nuestra Piedra debe ser enrojecida. Escuchad el Rosario Si no has blanqueado nuestro bronce, no podrás enrojecerlo, porque nadie puede pasar de un extremo a otro si no es por un medio. Es decir, nadie puede ir del negro al citrino si no es por el blanco, porque el citrino ha sido compuesto de abundante blanco y de negro purísimo. Blanquea pues el negro y enrojece el blanco, y tendrás el magisterio. Así como el año se divide en cuatro partes, así se divide nuestra Obra bendita. En efecto, primero está el invierno, frío, húmedo y lluvioso. El segundo período es la primavera, que es cálido, húmedo y floreciente. En tercer lugar está el verano, que es un período cálido y seco, es decir, rubicundo. El cuarto período es el otoño, frío y seco, y es el tiempo de recoger el fruto. Por esta disposición, teñimos las cosas naturales hasta que llevan su fruto al punto deseado, pues en cuanto el invierno ha transcurrido y la lluvia ha pasado, la noche se retira y en nuestra tierra aparecen las flores, el tiempo de la tala ha llegado. Pero aunque estamos sobre la rosa blanca, sólo alcanzaremos este efecto convirtiendo en blanco los cuerpos metálicos y enfermos por el Arte y la operación. Y cuando hayas viso elevarse esta blancura, siéntete dichoso, porque en esta blancura ha sido ocultada la rojez. Y no es necesario extraer esta rojez, sino que basta con conducir el fuego hasta que todo se vuelva rojo: así pues, el color de la rubificación es perfectamente creado por el
complemento de la digestión, porque en el hombre la sangre no es generada si antes no ha sido cuidadosamente cocida en el hígado, y después de esta primera rojez no aparece ninguna otra agua o ninguna otra cosa hasta ser cocida por completo hasta la rojez. Se trata, en efecto, del tiempo del verano y de los frutos, por eso es necesario hervir por el fuego seco sin humedad, hasta que se alcance una perfecta rojez; y no se debe cesar, aunque el rojo tarde en aparecer. Así como la primera digestión del estómago lo blanquea todo, así la segunda digestión que se hace en el hígado, lo enrojece todo. En consecuencia, de lo anterior deducimos que si aumentas el fuego tras la blancura, tendrás el rojo de los colores primeros, y entre estos colores aparecerá el citrino. Pero el color citrino no es estable, porque inmediatamente después del citrino surge el rojo, el cual, al aparecer, indica que nuestra Obra ha sido perfeccionada, pues habrá aparecido con él la virtud de macho, que convierte cada cuerpo incompleto en naturaleza solar. Por eso dice el Filósofo: Si ha sido azufre puro y claro con el rojo, y en él se ha hallado una ignidad imple y no hirviente, se tratará de una cosa excelente que podrán recoger los alquimistas para que éstos puedan hacer oro, etc.
De nuevo sobre la vecindad recíproca, natural, mutua y circular de los elementos Alberto el Grande dice: No es preciso pasar silenciosamente salvo en toda cosa, circularmente recíprocas, por generación, la apertura será tanto más fácil cuanto mayor sea la conformidad en muchos puntos. Por eso el oro se hace más fácilmente a partir de la plata que de cualquier otro metal. Dispón pues bien la naturaleza para que los elementos se comuniquen circularmente sus cualidades, hasta que a partir de ellos se hagan transmutaciones circulares y los elementos se hagan de una transmutación circular. Así, por ejemplo, la tierra comunica su sequedad al fuego, e inmediatamente el fuego comunica su calor al aire, el aire su humedad al agua, y después el agua comunica su frialdad a la tierra, y la tierra de nuevo su sequedad al fuego. Circularmente pues, la tierra desea ser bajo la forma del fuego, porque el fuego más ávido, opera naturalmente sobre la tierra y
convierte la materia de la tierra en su propia forma. De nuevo, la misma materia de la tierra desea ser bajo la forma de aire, el cual está ávido de fuego; en consecuencia, opera sobre el fuego y sobre la materia térrea. El fuego ha llevado a la tierra a su propia forma, y entre tanto esta materia desea ser naturalmente la forma del agua. El agua, ávida de esta cosa, opera sobre el aire y sobre esta materia que fue fuego, aire y tierra, y la convierte en su forma. Cuando esta materia haya sido modelada en todas las formas de los elementos, deseará naturalmente ser todas estas formas simultáneamente, y los elementos, ávidos de esta cosa, quieren naturalmente y casi con violencia, ser simultáneamente bajo todas estas formas, porque son activos, pasivos y contrastantes. De este contraste y de esta riña, las formas elementales son destruidas y restituidas bajo el aspecto de los elementos, pero relativamente a sí, es decir, por transmutación circular, la materia de los elementos deviene elementada. El bienaventurado Tomás de Aquino dice sobre la forma de los elementos unidos en el mismo cuerpo: Yo he visto y hecho por artificio la naturaleza cooperante. He tomado un cierto azufre que era de naturaleza ígnea, y lo he transmutado en agua pura que, por el Arte, he transmutado de nuevo en aire y agua. Cuando he querido transmutarlo en tierra para convertirlo en una tierra más pura, he encontrado una cierta Piedra roja, muy clara, diáfana y luminosa, en la que he podido ver todas las formas de los elementos y sus contrastes en esta materia de la Piedra. No sé de qué virtud puede proceder ésta si no es de la pasión. Por la rojez, tuve conciencia de la forma ígnea, por su diafanidad, de la forma del agua, y por su luminosidad, de la forma aérea. Por lo que Arnau, en su 10 dice: El muy venerable padre Hermes Filósofo dice que los metales consisten en los cuatro elementos, y que un elemento cualquiera abunda de los cuatro elementos en su materia, porque no nos ha sido dado un elemento simple. En la materia de los metales, es preciso que los elementos tengan una sustancia común de los cuerpos que sea común a la forma de estos elementos, para que por su medio puedan transmutarse. Y esta misma materia que era de agua, deviene aire, de tierra, de fuego. Hay pues cuatro cualidades o virtudes que provienen del ser de los elementos, y cada una de ellas puede ser dicha de la materia elemental. Estas virtudes consisten en calentar, enfriar, secar y humedecer. Dos de estas cualidades son activas, a saber, el cálido y el frío, y dos son, por el contrario, pasivas, a saber, el húmedo y el seco. Hay pues dos elementos activos en comparación a las cosas elementales: el agua y el fuego, y dos pasivas: el aire y la tierra. En tanto que son pasivos y activos entre sí, comunican en naturaleza.
Por eso un elemento comunica su cualidad a otro, para que al circular la cualidad de aquél, pueda convertirse en este último y transmutarse. Es preciso saber además que esto es cosa común a todos los metales, que su materia es muy próxima entre ellos, en naturaleza, en virtud y en potencia. Por eso Alberto el Grande dice: En las Obras de la naturaleza he aprendido por mi propia experiencia que las aguas vivas surgen de un origen único. En una cierta parte fue oro, y en otra plata, y sin embargo esta materia es única, pero el lugar difería en calor. En consecuencia, la diferencia del lugar de la depuración hará la diferencia según la especie.
Recapitulación de toda la obra de Alquimia y de nuestra Piedra según las afirmaciones de todos los Filósofos Platón dice: Los partidarios de nuestra Obra, deben primero disolver la Piedra. Después coagular, pues nuestra Obra consiste tan solo en hacer una perfecta solución y coagulación. Por lo que el Rosario dice: Lo que no se convierte en agua no alcanza la perfección. Así pues no es necesario servirse de una mezcla cualquiera ni de destrucción alguna en todo el régimen de nuestra Obra, sino que sólo se trata de convertir en agua permanente, cuya fuerza es sangre espiritual, es decir, tintura, sin la cual nada puede hacerse. En nuestra operación, el cuerpo se convierte en espíritu, y el espíritu en cuerpo. En efecto, estando mezclados, se reducen en una cosa única y se unen recíprocamente. El cuerpo incorpora el espíritu por la tintura de la sangre, pues todo lo que tiene espíritu, también tiene sangre. Toda cosa cuya raíz es tierra y agua, se hace muerta, es decir, que la tierra deviene agua y las cualidades del agua la vencen; así tiene lugar la solución del cuerpo y la coagulación del espíritu, y recíprocamente. Tienen, en efecto, una operación única, porque uno no se disuelve si el otro no se coagula. Reúne pues el Sol por la Luna y coagula por el Sol, porque de ello aparecerán los efectos, porque la parte inferior se depositará en lo bajo y porque las superiores dominan naturalmente las inferiores.
Por eso Hali, Rey y Filósofo dice: Ambas cosas, es decir, la solución del cuerpo y la coagulación del espíritu, serán una operación única, y no se puede hacer la una sin la otra. La razón es que cuando el cuerpo y el alma son unidos, cada uno de ellos opera sobre su compañero. Cuando la tierra y el agua son unidas, el agua procura disolver a la tierra por su humedad y su virtud, su propiedad intrínseca, volviendo la tierra más sutil de lo que era; y vuelve la tierra similar a sí en el cuerpo, para que devenga agua. Por el contrario, el agua se vuelve espesa con la tierra, y se vuelve semejante a la tierra en densidad, porque la tierra es más espesa que el agua. Y Alberto, en el Secreto de los Secretos dice: Sabed que entre la solución y la coagulación del espíritu no hay ningún espacio de tiempo ni diferencia de obra, pues la una no se hace sin la otra. Sea cual sea el modo entre el agua y la tierra, n hay ninguna parte diferente, ni espacio de tiempo, de manera que se puede reconocer en sus operaciones que una se separa de la otra, pero hay una misma y única operación que se hace simultáneamente. Arnau dice: La Obra de nuestra Piedra es su disolución, sabiendo que no se puede destruir la materia de la Piedra sin que permanezca bajo alguna forma. Una vez disuelta la primera forma del cuerpo, inmediatamente una forma nueva se endosa, la cual, en verdad, en negra en su color, fétida en olor, sutil al tacto. Estos son los signos de una perfecta disolución del cuerpo, puesto que operando en el húmedo, se convierte en primer lugar en la negrura, que es la tierra del cuervo. Este es el principio de nuestra Obra. De este modo se disuelve la Piedra en agua, que se llama Mercurio, el nuestro y el de los Filósofos. El Rey Hali dice: La composición de nuestro magisterio es la congelación o matrimonio del espíritu congelado con el cuerpo disuelto; y su conjunción, como su pasión, se hace sobre el fuego. El calor es su alimento, y el alama no ama al cuerpo ni se une a él por una conjunción cualquiera, sino por mutación de ambos, lo que cual es posible por la virtud del fuego y del calor, por conversión de su naturaleza. Por eso Morien dice: Nuestro magisterio no es más que la extracción del agua de la tierra y recíprocamente, es la restitución del agua sobre la tierra hasta que la tierra se pudre con su propia agua. Cuando sea putrificada y,
después, purificada, todo el magisterio, con la ayuda de Dios, habrá sido bien conducido. Y Platón: Toma nuestra Piedra y disponla en pequeñas láminas; sitúala en nuestro vaso bien cerrado y aplícale un abundante fuego ligero hasta que se rompa. Y sabe que todo el magisterio no consiste más que en hacer una perfecta disolución y coagulación, es decir, primero disolver y después, a fin de que el agua e congele, cocer al calor del sol.
Sigue la manera de proyectar Cómo nuestra Piedra debe ser proyectada sobre los metales. Que sea añadido el peso de un último sobre diez pesos de mercurio vulgar limpiado por la sal y por el vinagre y, posteriormente, secado. A continuación que sea dispuesto el crisol sobre el fuego, y cuando el mercurio comience a hervir y desprender humo, entonces proyectad inmediatamente la medicina blanca sobre el mercurio fundido. Entonces la medicina empieza a fundirse en la superficie, como si fuese aceite. Este aceite penetra enseguida, con rapidez, y cambia el mercurio de color, congelándose en modo de vidrio blanco. Extrae del fuego este mercurio vitrificado, y una vez frío toma un peso del mismo, y proyectadlo sobre sesenta pesos de Júpiter fundido; pronto aparecerán unas estrellas que pasarán rápidamente. Entonces cubre bien el crisol con carbones vivos, y déjalo en este fuego durante un cuarto de hora. Extrae entonces el fondo, que presentará un potente, bello y delectable color blanco.
Se sigue el modo de proyección de la Piedra al rojo Funde media onza de Mercurio y media onza de Júpiter por separado; a continuación dispón tu medicina sobre el Júpiter fundido, de manera que se muestre un tanto mezclado en el crisol para que se incorporen convenientemente. Debes disponer de tres crisoles; en uno de ellos la medicina está mezclada con Júpiter; en el segundo hay Mercurio crudo, y el tercero está vacío. Vierte entonces en el crisol vacío la medicina fundida con Júpiter y, después, vierte el Mercurio, removiendo bien para lograr una buena mezcla. Después lo retiras todo del fuego y dejas enfriar mientras los otros crisoles permanecen en el fuego.
Cuando el Mercurio esté frío, la medicina debe ser vertida en un crisol vacío, y cuando la medicina haya sido retirada de su crisol, vierte en él el Mercurio. Debes proceder siempre de este modo, hasta que la medicina haya coagulado al Mercurio, el cual congela en forma de cristal rojo, diáfano y transparente; proyecta un peso de este cristal rojo sobre cuarenta y cuatro de Júpiter fundido, y esta será una proporción verdaderamente buena. Procede con esto según el mismo orden con el procediste en la proyección de la medicina blanca. Ten en cuenta que si el metal no es frangible, debes añadir mayor cantidad de cuerpo imperfecto, es decir, de Júpiter o Saturno si la proyección ha sido hecha sobre Saturno. Y puedes operar del mismo modo para todos los metales. Debes saber que es preciso añadir el adyuvante de los cuerpos poco y en una buena proporción y cantidad; si añades demasiado deberás sustraer el exceso, porque sino el cuerpo imperfecto y superfluo no permanecerá.
Sigue: de la virtud multiforme de nuestra Piedra y de su inefable efecto medicinal; después de la operación y de la multiplicación El Filósofo Menander dice: Cuando hayas llegado al fin de nuestra Obra, no necesitarás repetirla, porque su acción se hace más fuerte por el fuego que todo lo consume, la cual cosa no hace el fuego artificial, que consume las maderas y los vegetales, pero no consume todas las partes de las cosas y deja cenizas y carbones; la medicina de nuestra Piedra no deja nada en las cosas, pues las convierte totalmente de su forma en su esencia. En efecto, nuestra medicina es como una chispa de fuego que, en su acción, es aumentada y crecida en cantidad, tal y como dice Hermes. Aumenta y se multiplica tanto como sea necesario, de manera que todo el que opera de este modo cesa esta acción en un determinado punto, por fastidio. Y aquí radica el veneno del que se jactan los Filósofos, con el cual han vivificado las piedras, cuyas naturalezas han sido destruidas, siendo reducidas a una naturaleza templada. En consecuencia, haced honor a nuestra Piedra. Hermes dice:
Cuando nuestra Piedra haya llegado a su término, no podrá verse nada más sutil. Así pues, no te sorprendas si los cuerpos supracelestes son incorruptibles cuando, en los inferiores, se recupera la naturaleza del incorruptible y no sujeta a los demás cuerpos inferiores. Si nuestra Piedra permaneciese en el fuego hasta el último día, no se consumiría ni se transmutaría, lo cual refiere Hermes diciendo: Cuando alcanzaba su fin, me proporcionó una alegría que jamás antes había sentido en mi vida, al ver que tanta esencia podía ser retenida en esos lazos inferiores sin materia elemental. ¡Oh Naturaleza! ¡La más grande de entre las criaturas, que contiene lo que el fuego no puede!
Cómo nuestra medicina sana todos los males y enfermedades y la manera de usarla Éste es el modo de usar la medicina según todos los Filósofos. Si quieres emplear nuestra medicina por la boca, toma el peso de dos florines ducales por una libra de cualquier confección, y come de esta confección en invierno en el peso de un dracma. Y esta cosa expulsará todas las enfermedades corporales cualquiera que sea su naturaleza, ya sean cálidas o frías. Conserva la salud y la juventud en el hombre, y al hombre viejo lo vuelve joven, y hace caer los cabellos blancos. Asimismo, nuestro veneno filosófico cura instantáneamente la lepra. Disuelve la flema, purifica la sangre, agudiza la vista y todos los sentidos, y la inteligencia de una manera admirable, más allá de lo que lo logran todas las medicinas de los Filósofos. En consecuencia, nuestra medicina es inestimable, porque toda cosa ha sido hecha para el hombre, etc. El tratado escrito hasta aquí ha sido transcrito de un antiquísimo libro por cierto doctor que mora en la famosa ciudad de Leipzig. Este libro antiguo perteneció en otro tiempo a Carlos VI, Emperador de los Romanos, a partir del cual hizo preparar nuestra Piedra y la cumplió perfectamente. Construyó y fundó abundantes monasterios y numerosas iglesias y colegios destacables, y catedrales, etc.
Fin del Tratado llamado Trabajo de Mujeres y Juego de Niños
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