Angel Palerm Herodoto y Lucrecio

January 3, 2017 | Author: Rocio Trinidad | Category: N/A
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I PRECURSORES DE L A ETNOLOGÍA D E L MUNDO CLÁSICO: GRIEGOS Y ROMANOS .1 '

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Pueblos del sur de Rusia

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Pnrece apropiado comenzar esta selección de lecturas sobre los precursores de la etnología con el historiador griego Herodoto. Poco o casi nada es lo que se sabe de su vida. Vivió en el siglo v antes de Cristo. Había nacido en Halicarnaso. De joven viajó mucho, sin exceder, de cualquier manera, los límites del mundo recorrido por sus contemporáneos griegos. Conoció, cuando menos, Egipto, Mesopotamia, Palestina, el sur de Rusia, Italia y el twrte de Africa. Su gran obra, la Historia, no sólo es un monumento a la disciplina que tanto le debe. Además, es una extraordinaria obra literaria. Hcrodoto, con seguridad, es el primero de los grandes prosistas griegos conocidos. Se lo llama con frecuencia padre de la historia, y también a tieces padre de la etnología. En efecto, su Historia, cuyo tema principal son las guerras de los griegos contra los persas, está repleta de descripciones sobre la vida, las costumbres y la sociedad de los pueblos que conoció, y aun de aquellos sobre los cuales pudo recabar información. Es preciso recordar, quizá, que historia tenia para los griegos el sentido de investigación o de averiguación, y no estrictamente el de relato o crónica. Otras veces, con considerable malevolencia, se ha llamado a Herodoto padre de la mentira. En verdad, no fue un autor convenieyitemente armado con los instrumentos de la critica histórica, a pesar de lo cual, o quizá por ello, nos ha legado un tesoro de leyendas, mitos e interpretaciones populares, que hacen de su Historia una de las obras más entretenidas y fascinantes de la antigüedad clásica. Casi veinticinco siglos 27

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después de escrita conserva la frescura original, como si sus palabras resonaran todavía en una plaza de Atenas. Herodoto muestra hacia las culturas y las costumbres extrañas una tolerancia rara en su época y en sus compatriotas. Él mismo comenta en un lugar: "Si se diera a alguien, no importa quién, la posibilidad de elegir de entre todas las naciones del mundo las creencias que considerara mejores, inevitablemente.. .eligiría las de su propio país. Todos sin excepción pensamos que nuestras costumbres nativas y la religión en que hemos crecido son las mejores.. .Existen abundantes evidencias de que éste es un sentimiento universal... Podría recordarse, en particular, una anécdota de Darío. Siendo rey de Persia llamó a unos griegos presentes en su ^"^'^^ y ^^'^ pregimtó cuánto querían a cambio de comerse los cuerpos de sus padres difuntos. I.os griegos replicaron que no existía suficiente dinero en el mundo para pagarles. Después preguntó a unos indios de la tribuí llamada callatic, que en verdad comen los cuerpos de sus padres difuntos, cuánto querían para quemarlos [refiriéndose, por supuesto, a la costumbre griega de la cremación']. Los indios exclamaron horrorizados que no debía hablarse de cosas tan repugnantes." seleccionado de la Historia de Herodoto algunas de sus descripciones de los jmeblos que habitaban las orillas septentrionales del Mar Negro, en el sur de Rusia, y en particular las que se refieren a los enigmáticos escitas, los asquenazi de las fuentes bíblicas. Su cultura de nómadas pastores de la estepa es una de las más persistentes de la historia; la vamos a encontrar descrita de nuevo, siglos más tarde, por Marco Polo y lien Batuta, y continuará hasta el pleno siglo XX en algunos lugares de Asia.

del Mar N e g r o . . . se encuentran las naciones m á s i n civilizadas de la tierra, si exceptuamos a los escitas. Nadie podría decir que tienen algunas de las artes de la vida c i v i l i z a d a . . . Los escitas, sin embargo, han conseguido una cosa que es la m á s importante en los asuntos h u m a n o s . . . Quiero decir, su propia supervivencia. Es tal su manera de vida que nadie que invada sus territorios escapa a la destrucción, y si los escitas desean evitar ALREDEDOR

H E R O D O T O . i i J M J 3 a ¡imiXüJ

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el combate el enemigo no encuentra manera de luchar con ellos. Una gente sin poblados fortificados; que vive, como los escitas, en carros que llevan consigo adondequiera van; acostumbrada a pelear a caballo con arco y flechas, y que depende para su alim e n t a c i ó n no de la agricultura sino clel ganado, ¿cómo no puede derrotar las tentativas del invasor para someterlo, y aun las de entrar en contacto con él? La naturaleza del país t a m b i é n les ayuda, ya que contiene grandes llanuras con pastos excelentes y ríos casi tan numerosos como los canales de E g i p t o . . . Es costumbre de los escitas beber la sangre del primer enemigo cjue matan en la guerra, y llevar a su rey las cabezas de los muertos en batalla. Los cráneos dan derecho a los guerreros a participar en el botín. Despellejan las cabezas haciendo un corte circular a la altura de las orejas, y después de raspar la piel con la costilla de un buey la soban con los dedos para suavizarla... Cuelgan estos trofeos en la brida de sus caballos y están orgullosos (le e l l o s . . . a veces despellejan todo el cuerpo y colocan la piel en un armazón de madera que llevan cuando cabalgan... Tienen una manera especial de tratar los cráneos, aserrándolos por debajo de las cejas.. . Después los usan como copas. . . El lugar de entierro de los reyes escitas está en el país del G e n h i . . . Cuando mucre un rey cavan u n gran pozo cuadrado, en el que colocan el cadáver preparado de la siguiente manera: abren el vientre, lo limpian y lo llenan de plantas aromáticas; lo cosen y recubren todo el cuerpo con cera. En esta condición lo transportan en u n carro de t r i b u en tribu, y en cada una la gente se corta u n pedazo de oreja, se rasura el pelo, se hace incisiones circulares en los brazos, se rasguña la frente y la nariz, o se atraviesa la mano izquierda con una f l e c h a . . . Por f i n , acabado el recorrido, el cuerpo se coloca en la tumba sobre u n colchón y bajo u n techado sostenido con lanzas clavadas en el s u e l o . . . A l rededor del rey entierran a una de sus concubinas y a cinco de sus servidores personales, todos estrangulados. T a m b i é n entierran caballos, copas de oro (los escitas no usan plata n i bronce), y una selección de sus tesoros. Terminada la ceremonia cada asistente comienza a amontonar tierra con gran entusiasmo, compitiendo con sus vecinos para hacer el m o n t í c u l o tan grande como sea posible. A l t é r m i n o de un a ñ o tiene lugar otra ceremonia. T o m a n cincuenta de los mejores servidores del rey, los estrangulan, abren los vientres, rellenan con paja y cosen... Hacen lo mismo con cin-

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cuenta buenos caballos. Después cortan por la mitad un cierto número de ruedas y las fijan por pares a unas estacas clavadas en el suelo... Entonces clavan estacas a lo largo de los caballos y de esta manera los montan en las medias ruedas, sin dejar que las patas toquen el suelo. Los caballos se embridan y enfrenan... Los cuerpos de los hombres se tratan de semejante manera... y así se provee a cada caballo con un jinete... Después de un entierro los escitas se purifican lavándose la cabeza con jabón y los cuerpos en un baño de vapor... Este baño se construye con tres palos unidos por arriba, sobre los cuales colocan telas de lana de tal manera que cierren herméticamente. En el interior de esta pequeña tienda ponen un platón con piedras al rojo vivo, sobre las cuales echan semillas de cáñamo, que producen una gran humareda.. . Éste es su sustituto del baño de agua, que nunca usan. Las mujeres muelen ciprés, cedro e incienso sobre una piedra tosca, mezclan el polvo con agua y se embadurnan el cuerpo con esta pasta... '¡múi-j Nadie posee información exacta sobre lo que hay más allá de la región que estoy describiendo, y jamás he encontrado alguien que la haya recorrido. . . De todas maneras, diré lo que he podido saber después de cuidadosas averiguaciones sobre estas remotas partes. Al occidente del puerto que está en la boca del Dniéper, justo en medio de la costa escita, el primer pueblo que se encuentra es la tribu callipide de los greco-escitas, cuyos vecinos orientales son los alizoncs. Ambos pueblos se parecen a los escitas en su manera de vivir, pero además cultivan granos para comer, así como cebollas, lentejas y mijo. Al norte de los alizones están las tribus de escitas agricultores, que cultivan granos para vender y no para comer. Más allá están los neuri, y al septentrión de ellos, por lo que sabemos, la tierra está despoblada... J au O | J H Í Al este del Dniéper, comenzando desde el mar, se encuentra primero la Hylea [los grandes bosques], al norte de la cual están los escitas que viven de la tierra [agricultores]... estos escitas, que se llaman a sí mismos olbiopolites... se extienden hacia el norte siguiendo el Dniéper hasta once jornadas de navegación en botes de vela. Más al norte hay un desierto, y después de él se encuentran los antropófagos, que no tienen conexión con los escitas sino que pertenecen a una raza distinta... Al oriente están los escitas que viven de la tierra, y al otro lado del Panticapes los escitas nómadas que nada saben de agricultura... .íiai^íflri»

HERODOTO

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Una vez que se cruza el r í o D o n se ha salido de la Escitia y entrado en el país de los sauromate, que ocupan el territorio que se extiende hacia el norte cjuince jornadas desde la costa norte del mar de Azof. Este país está enteramente desprovisto de árboles silvestres o cultivados. La región m á s allá de los sauromate pertenece a los b u d i n i , y está llena de árboles de todas clases. Más al septentrión el país está despoblado por siete jornadas hasta llegar a los zisagetae, una raza numerosa que vive de la caza. Esta gente es vecina de otra t r i b u llamada ircae, que son t a m b i é n cazadores que se suben a los árboles para acechar su presa. Cada hombre tiene u n perro y u n caballo que han adiestrado para que se mantengan ocultos pegándose al suelo; cuando aparece la caza el hombre salta sobre su caballo seguido por el p e r r o . . . Los escitas que penetran estos territorios tienen que hacer sus negocios utilizando intérpretes en siete lenguas... Más a l l á . . . hay una región de la que nadie puede dar cuenta, porque el paso está interrumpido por una cordillera impasable... Se oyen histo) ias increíbles de que las m o n t a ñ a s están habitadas por gentes con pies de chivo, y de que más al norte hay hombres que duermen seis meses al a ñ o . . . A l este, sin embargo, están los isidones, de los que sabemos algunas cosas. Por ejemplo, cuando muere el padre de u n hombre sus parientes llevan una oveja a la casa para sacrificarla. El cuerpo de la oveja, lo mismo que el del difunto, se cortan en pedazos, se mezclan y se comen. Guardan la cabeza del muerto después de quitarle el pelo y de limpiarla, y la preservan como una imagen sagrada a la que ofrecen sacrificios... Es cosa notable que entre ellos la mujer y el hombre tienen la misma a u t o r i d a d . . . r v IÍCÍT o d a la región que he estado describiendo tiene inviernos excesivamente duros. Durante ocho meses del a ñ o el frío es intolerable. E l suelo se hiela tan duro como el hierro, así que para convertir la tierra en barro no se necesita agua sino fuego. E l mar se hiela por c o m p l e t o . . . y los escitas guerrean sobre el hielo y conducen sus carros sobre é s t e . . . Los otros cuatro meses del a ñ o también son fríos.

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9. Lucrecio

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Evolución sociocultural

Lucrecio, el gran poeta romano, cierra nuestro ciclo de autores del mundo clásico, aunque cronológicamente pertenece a un periodo anterior a aquel en que vivió Tácito. Sin embargo, la grandeza y la modernidad de sus concepciones hacen de él el mejor colofón de la civilización greco-romana. Con Lucrecio se cierra intelectualmente la época pagana del mundo occidental, y comienza el largo predominio del cristianismo. Lucrecio es poco más que un nombre para nosotros. Se sabe que vivió durante el siglo i antes de Cristo, y que presenció las amargas luchas civiles de Roma bajo Mario y Sila. Ya había muerto, sin embargo, cuando el recrudecimiento de las guerras intestinas bajo César y Pompeyo condujo finalmente a la muerte de la República y al surgimiento del Imperio. Una atmósfera de desilusión y de escepticismo pervade la época de Lucrecio, al igual que en otros momentos de grandes cambios ¡listóricos. Nada parece más natural en estas circunstancias que el hombre se refugie en grandes construcciones intelectuales, que buscan la razón última de la agitación y del cambio; que tratan de encontrar sentido a las transformaciones de una sociedad conmovida y de una cultura en crisis. No otra cosa hizo Platón unos siglos antes de Lucrecio, ni otra cosa hicieron siglos después San Agustín, Vico y Hegel, por ejemplo. Lucrecio escribió en verso su tratado sobre las cosas de la naturaleza (De reruin natura), un poema extraordinario por su forma y su contenido. Un solo manuscrito preservó esta obra hasta su re descubrimiento en el ambiente propicio del Renacimiento. Lucrecio trata en ella de una variedad increi-

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ble de lemas: de la materia y del espacio; de la sensación y del sexo; de los átomos; de la cosmología y de la sociedad etc. A nosotros nos interesan, sin embargo, aquellas partes que tratan de la evolución de la sociedad y de la cultura. Las ideas de Lucrecio se ligan a la tradición filosófica griega, en particular al pensamiento atomista y materialista de Leucipo, Demócrito y Epicuro. No es casual, por supuesto, que sea esta misma corriente la que, muchos siglos después, influya sobre Vico, Hegel y Marx, a veces por intermedio de Lucrecio.

Los S E R E S humanos que poblaron estos campos. . . a lo largo de muchas d é c a d a s . . . vivieron sus vidas a la manera de bestias salvajes en libertad. Ninguno empleó su vigor guiando el "corvo arado. Nadie sabía hendir la tierra con el hierro, o plantar tiernos renuevos en el suelo, o cortar las ramas viejas de los altos árboles con cuchillas de podar. Sus corazones se satisfacían aceptando como regalos lo que el sol y las lluvias daban y la tierra p r o d u c í a sin ser solicitada. A menudo saciaban su hambre en las encinas cargadas de bellotas. . . N o sabían todavía cómo conseguir la ayuda del fuego o hacer uso de las pieles o vestir sus cuerpos con los trofeos de la caza. Vivían en matorrales, en cuevas y en bosques... N o p o d í a n tener idea del bien c o m ú n , n i noción de la moral y de las leyes... Gracias al vigor extremo de sus brazos y piernas cazaban las bestias arrojándoles piedras y esgrimiendo temibles mazas.. Así como pasó el tiempo, los hombres empezaron a construir chozas y a usar de las pieles y del fuego. Macho y hembra aprendieron a vivir en uniones estables y a cuidar juntos de su progenie. Entonces fue cuando la humanidad empezó a dulcificarse... Los vecinos comenzaron a formar alianzas mutuas, deseando no sufrir n i infligir violencia entre e l l o s . . . De otra manera la raza humana entera hubiera sido barrida de la tierra, en lugar de propagarse, generación tras generación, hasta nuestros días. Por lo que respecta a los varios sonidos del lenguaje hablado, fue la naturaleza la que condujo a los hombres a pronunciarlos y la conveniencia la que dio una forma a los nombres de los obj e t o s . . . Porque cada criatura tiene sentido de los propósitos para los cuales puede usar sus propios poderes... Si los animales... U

I movidos por con c u á n t a r_ I K S de aquel'. : = was de otras : E i agente pe: ¡to a dispc; r sus llamas ol frondosa i£5Min-a las de r í e a veces. como p 315 Antigua^ r-tsüidones, ins:r. lüierzia ment:. jMOcieron í o r . los gan_ . i ^ l e z a , su : Li propie. jjó su preer jezi no le

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INFORMANTES DE SAHAGUN m

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miíM ('y'ores. No son meros informantes, entonces, sino verdaderos colaboradores en un trabajo científico. Entre los muchos méritos del Padre Sahagún figura, además, íj; el de haber conservado los materiales escritos que prepararon para él sus informantes, y que constituyen parte considerable ^ de la materia prima de su obra monumental. Gracias a este í. celo científico podemos conocer hoy, y con sus propias palabras, lo que los informantes decían a Sahagún. He utilizado el volumen V i d a económica de Tenochtitlan, traducido y pre.] parado bajo el cuidado de Ángel María Garibay. Los textos seleccionados se refieren a los traficantes que se dedicaban al espionaje preparatorio de la conquista militar azteca, y al uso de los hongos alucinógenos en las ceremonias de los comercianies. s ftw 9?,' hil



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Y A Q U Í está el por q u é se n a r r ó que se llaman "traficantes secretos". Cuando los traficantes entraron en Tzinacantlan a ú n no h a b í a sido conquistado Tzinacantlan: al entrar no se descubría si eran mexicanos al i r disfrazados: se mostraban semejantes a ellos: se cortaban el pelo como los habitantes de Tzinacantlan, se cortaban el pelo como los de Cimatlan, y se dejaban y cortaban el pelo como "chontales"; de igual modo se cortaban el pelo los traficantes, en todo los trataban de imitar; y a p r e n d í a n su modo de hablar, con lo cual entraban de incógnito, en tal modo que nadie en absoluto se daba cuenta de que eran mexicanos; se pintaban de rojo la cara. Pues bien, allá en Tzinacantlan es precisamente donde se produce el á m b a r y las grandes plumas de quetzal, UítB.iíK íctniílí? jx)t(|ue es allí puntualmente donde bajan todos los pájaros quetzales y los a/ulejos y los pájaros verdes preciosos; el tiempo en que bajan es en tiempo de verde: vienen a comer los frutos de los encinos; en cuanto a los azulejos y los verdes finos, allí vienen a comer el fruto de la ceiba negra. Pero cuando cazan al azulejo no con su pura mano los agarran: sino que con la mayor rapidez se apoderan de él, lo atrapan con gran prisa: con ramas de grama los cogen.

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son movidos por sentimientos distintos a formar sonidos diferen-' tes, con c u á n t a mayor razón no hemos de suponer que los hombres de aquellos tiempos tenían ya el poder de distinguir unas cosas de otras por medio de exclamaciones especiales... El agente por medio del cual el fuego fue traído a la tierra y puesto a disposición del hombre, fue el rayo. A él debe cada hogar sus llamas. . . Hay otro origen posible, sin embargo. Cuando u n árbol frondoso movido por el viento menea sus ramas y las frota contra las de otro árbol, la fricción violenta hace brotar chispas que a veces... se convierten en l l a m a s . . . Así como pasó el tiempo los hombres aprendieron a cambiar sus antiguas maneras de vivir por medio del fuego y de otras i n venciones, instruidos por aquellos de sobresaliente habilidad y energía mental. Los reyes empezaron a fundar ciudades y establecieron fortalezas para su propia salvaguadia y refugio. Parcelaron los ganados y las tierras, d á n d o l e a cada uno de acuerdo a su belleza, su vigor y su h a b i l i d a d . . . Después vino la invención de la i>ropiedad y el descubrimiento del oro, que r á p i d a m e n t e r o b ó su preeminencia al fuerte y al bello. A l hombre de gran r i queza no le falta c o m p a ñ í a n i de cuerpos robustos n i de semblantes bellos.. . Consideremos ahora por qué la reverencia a los dioses está extendida entre las naciones. ¿Qué es lo que ha llenado sus ciudades de altares. . . lo que ha implantado en sus corazones la frialdad del t e m o r . . . ? Los hombres tenían visiones cuando sus mentes estaban despiertas y más claras todavía durante el sueño, en las que aparecían figuras divinas. . . Los hombres advirtieron también la sucesión ordenada de los fenómenos celestiales y el cortejo de las estaciones... Así tomaron refugio en la idea de que los dioses lo movían todo y de que cada cosa estaba sujeta a su arbit r i o . . . Pobre h u m a n i d a d . . . Q u é desastres ha incubado para sí m i s m a . . . cuántas lágrimas para la posteridad. N o hay espíritu religioso, realmente, en estas repetidas genuflexiones. . . ante una i m a g e n . . . en estas ¡Jostraciones ante los templos de los dioses... en estos diluvios de sangre de animales sobre los altares, en este amontonamiento de exvotos sobre exvotos. E l verdadero espíritu religioso consiste m á s bien en la capacidad de contemplar el universo con la mente en p a z . . . Enseguida llegamos al descubrimiento del cobre, del oro y del hierro, de la valiosa plata y del útil plomo. Esto ocurrió cuando el fuego en las altas m o n t a ñ a s h a b í a consumido los grandes bosques.

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El incendio pudo empezar por una chispa del relámpago, o por hombres que emplearon el fuego para aterrorizar a sus enemigos . . . o bien tentados por la fertilidad del lugar quisieron extender sus ricos campos arados y convertir la selva en pastizales, O quizá q u e r í a n matar las bestias del bosque y aprovechar sus despojos, porque la caza por m a l i o del fuego y de los pozos se desarrolló antes de que se cercaran los valles con redes y se persiguiera la caza con perros. . . Las vetas fundidas por el fuego flui- t r í a n a la superficie... Cuando los hombres vieron estos metales solidificados.. . advirtieron t a m b i é n que tomaban la forma del s u e l o . . . A q u í h a b í a u n medio por el cual p o d í a n equiparse con armas, derribar los bosques, cortar los troncos y hacer tablas, y agujerearlas mediante taladros, punzones y b e r b i q u í s . . . Las primeras armas h a b í a n sido las manos, las u ñ a s y los dientes. Después vinieron las piedras y las ramas arrancadas de los árboles, y el fuego y las l l a m a s . . . Entonces el hombre a p r e n d i ó a usar el duro hierro y el cobre. En realidad, el uso del cobre fue descubierto antes que el del hierro, porque es m á s maleable y existe en mayor abundancia. Con cobre se labraba el suelo. Con cobre se levantaron las olas de la g u e r r a . . . Después, lentamente, se impuso la espada de hierro; la hoz de bronce cayó en descrédito; el labrador comenzó a hendir la tierra con hierro, y en el oscuro campo de batalla los hombres comenzaron a hacerse iguales... Por lo que respecta a la siembra y al injerto de las plantas, el primer modelo fue provisto por la misma creadora naturaleza. Se vio a las bayas y a las bellotas, yaciendo debajo de los árboles donde caían, germinar en la estación debida. De la misma fuente los hombres aprendieron a injertar en las ramas y plantas renuevos en los campos. Luego intentaron u n tipo de cultivo después de o t r o . . . y forzaron el retroceso de los bosques hacia las altas cumbres. Sobre los valles y los cerros extendieron sus pastizales y sus trigales, sus estanques y sus acequias, sus viñedos risueños con las cintas gris azuladas de los o l i v o s . . . Así la c a m p i ñ a t o m ó su aspecto presente de belleza variada.. . Fueron el sol y la luna, los vigilantes del m u n d o . . . quienes enseñaron a los hombies que las estaciones del a ñ o vuelven y que existe un p a t r ó n constante en las cosas y una secuencia continua. En este tiempo los hombres vivían ya rodeados de fortificaciones y cultivando una tierra parcelada y repartida. E l mar estaba repleto de velas voladoras. Los poetas comenzaban a registrar la his-

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toria en canciones. Pero las letras eran todavía una invención reciente. En consecuencia, nuestra edad no puede mirar m á s allá de lo que ocurrió en este p e r í o d o excepto en la medida en que sus restos pueden ser descubiertos por la razón. Así encontramos que no sólo artes como la navegación y la agricultura, las murallas de las ciudades y las leyes, las armas, los caminos y el vestido, sino t a m b i é n las amenidades y refinamientos de la vida, canciones, pinturas y estatuas bien labradas y pulidas, todo fue aprendido por el uso y por la experiencia de la mente activa, así como el hombre fue caminando hacia adelante paso a paso. Así cada desarrollo particular es llevado gradualmente por el avance del tiempo, y la razón lo trae a la luz del día. Los hombres ven cómo una idea detrás de otra toma forma en sus mentes, hasta que por sus artes escalan las cumbres m á s altas.

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