Angel J. Gordo - Estrategias y Practicas Cualitativa de Investigacion Social

February 19, 2018 | Author: El Metodo | Category: Sociology, Reality, Empiricism, Social Research, Science
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ESTRATEGIAS Y PRÁCTICAS CUALITATIVAS DE INVESTIGACIÓN SOCIAL

ESTRATEGIAS Y PRACTICAS CUALITATIVAS DE INVESTIGACIÓN SO CIAL Á ngel J. Gordo y Araceli Serrano (Coords.)

PEARSON

Madrid • México • Santale de Bogotá • Buenos Aires • Caracas • Lima Montevideo • San Juan • San José • Santiago • Sao Paulo • White Plains

H atos ÜL- catalogación h ib lio p rd tifu

Ánjifl .1. cimiento sociológico y a un constante replanteamiento de unas técnicas de investigación social que, aunque felizmente consolidadas en nuestro país, necesitan ser perm anentem ente repensadas y reorientadas según sus posibilidades y sus lím i­ tes, porque lo mejor de todas las técnicas de investigación está en sus límites y la obligación del científico social y del investigador profesional es conocerlos, tenerlos en cuenta y pensar su posible superación. En buena m edida podríamos decir que este volumen de trabajos que aquí da c o ­ mienzo es, quizás, el mejor representante de un claro tercer m omento en el desarro­ llo y evolución de la investigación cualitativa dentro de la sociología en nuestro país. El primer m omento de institucionalización se fraguó en los años sesenta del pasado siglo XX, con nombres ejemplares y ya míticos como Ángel de Lucas, .lesiis Ibáñez y Alfonso Ortí como figuras principales, una institucionalización tardía y difícil, aco n ­ tecida antes en el mercado que en la universidad, que coincidió con la tardía prim e­

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Prólogo

ra nn)dernización integral dcl capitalismo español y el advenim iento de la sociedad de consumo. Sus herramientas teóricas fundam entales fueron el psicoanálisis y la teoría crítica frankfurtiana, así como el estructuralismo lingüístico y antropológico clásico; sus resultados prácticos fueron rabiosam ente originales y teóricam ente des­ lumbrantes, pero con problemas en su difusión y generalización en el espacio inte­ lectual español. El segundo momento de este cam ino se produjo en los años ochenta y noventa, período que se caracterizó por la institucionalización académ ica de la in­ vestigación cualitativa, con una fuerte producción de investigaciones universitarias, tesis y monografías sobre aspectos fundamentales de la realidad social española, así com o de los primeros textos introductorios y de las primeras herram ientas docentes realizadas en esta línea. A todo esto habría que añadir todo tipo de materiales teóri­ cos realizados desde reorientaciones y retraducciones de la rellexión teórica de la pri­ mera generación en fértiles encuentros diversos (y divertidos) con el dialogism o desde Bajtin hasta Habermas, con la etnom etodología y la sociología cognitiva de la tradición anglosajona; con el interaccíonismo simbólico y las teorías fundamentadas, o con el torrente de la sociología de Bourdieu y su entorno, por citar solo algunos, m anteniéndose el lugar alcanzado en la investigación de mercados, aunque ya en la fase de rutinización del carisma y de tensión en este cam po entre el peligro de la de­ gradación por abuso de los límites de las técnicas, convertidas en convencionales, y la regeneración permanente gracias a las buenas prácticas profesionales. Por fin, hem os inaugurado un tercer m om ento del que este libro, impulsado por Á n­ gel Gordo y Araceli Serrano, va a quedar com o un estandarte donde, adem ás de otras reconceptualizaciones posibles (con los cyhorgs de Haraway, las identidades paródi­ cas de Butler, la recepción del postestructuralismo en los estudios culturales anglo­ sajones o el inclasificable Zizek), se amplían campos, se hace internacional, se añaden técnicas y se exploran temáticas de investigación y, sobre todo, sistemas y pautas relaciónales diferentes tanto en el tiempo, com o en el espacio. Las tecnologí­ as de la información, las reglas económicas, las expresiones de identidad o las defi­ niciones de género lógicamente han cambiado, y esto hace cam biar forzosamente nuestra m anera de investigar. Los tres m omentos a los que nos hem os referido se so ­ lapan y se incrustan unos en otros, pero en general marcan la larga y difícil trayec­ toria de la normalización de la investigación cualitativa en España, modo de investigación que hoy se hace comparable con otras situaciones intem acionales se­ mejantes y que en muchos aspectos, tanto de imaginación teórica c o f t i o de creativi­ dad práctica, es capaz, hoy por hoy, de resistir esa com paración obteniendo magníficos resultados. En fin, sobran ya más comentarios. Estamos ante un m agnífi­ co mapa para trazar mapas, ante una heiTamienta construida desde una lógica prác­ tica p;xra analizar prácticas, ante, en suma, un producto de la sociología reflexiva para generar reflexión. Es m ucho lo que se puede aprovechar aquí y m ucho lo que se pue­ de aprender, ante todo que la investigación sociológica puede ser una práctica útil y fascinante. Luis Enrique Alonso U niversiíktd AuJónoma de M adrid

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Araceli S errano Pascual y Ángel J- Ciordo Ló|>ez

El prcsenle texto surge como resultado de un esfuerzo colectivo de profesores e in­ vestigadores de diiérenles disciplinas y diversos contextos por presentar la investi­ gación cualitativa en las Ciencias Sociales de un modo didáctico y comprom etido con la labor docente e investigadora, así como con la realidad social de la que forma parte. Abundan los textos que desde diferentes perspectivas y w iradas \ de forma m ono­ gráfica o como conjunto de aportaciones diversas, nos dotan de materiales muy va­ liosos para abordar estos objetivos^. El texto que aquí se presenta no tiene la pretensión de sumarse a este, ya nutrido, material, sino que lo que pretende es llenar algunos espacios o apuntar hacia algunas ausencias con las que nos encontramos los y las docentes cuando emprendemos esa enriquecedora tarea de intercambiar y cons­ truir colectivamente conocimientos con el alumnado, así como con otros docentes e in ves ti gado res/as. En este sentido, pensamos que todo proyecto con pretensiones didácticas exige una reflexión, no sólo sobre los contenidos concretos que se van a contemplar, sino tam ­ bién, y de fom ia m uy especial, sobre el contexto en que se inscriben; en este caso, su relación con la práctica investigadora en su sentido más amplio. Por ello, el presen­ te texto ha sido estructurado de fomia que oriente al lector acerca del marco episte­ mológico y metodológico en el cual se asienta el abordaje de unas materias tan eminentemente prácticas como las técnicas de investigación social y, más concreta­ mente, las que vamos a denominar/;jrar//cY/.v^ cualitativas de investigación social. Lo que se intenta llevar a cabo en esta propuesta es integrar las cuestiones técnicoprácticas inscritas en cualquier actividad investigadora en la jerarquía de actos epis‘ En el sentiilo denso atribuido al lérniiiio por Luis Enrique A i.onso ( 1998 ), ' C o m a m o s con un am plio e le n c o de lexlos desde los cuale.s afrontamos estos objetivos didácticos: véanse por ejem plo los textos de A i.onso (1998), B lanc het (198 9), C ai .i.ejo, fiLmúKRnz y V iudma (20 03 ), Coiifíi'TTA (20 03 ), Dn.GADO y G utííírrez (1994), F lick (2 00 4), G arcía, A i.vira e IhAñi -.z (2 0 0 0 ). B anistek et al, (20 04); Parker (2005); Rufz O laruénaoa ( 1996), De! V ai . y G utiérrez (200.'>) y V alles (1 997). ^ Sigu ien d o la term inología propuesta por A lfo n so O rti ( 1993),

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íemológicos que implican {siguiendo la term inología propuesta en el texto clásico de B o u r d i e u , C h a m b o r i z d o m y P a s s e r o n , 1975; 13). De esta lorma, se tratará de evitar que la práctica investigadora se muestre com o una suma de protocolos, procedi­ mientos, operaciones o técnicas, o com o un conjunto de conceptos separados o se­ parables de su implementación en la investigación social concreta {Jhíík'in: 15). Así pues, en todos los capítulos que se presentan se trata de contextualizar el método o el dispositivo que se aborda en cada uno de los casos, en el m arco de las reflexiones que lo han visto surgir, desarrollarse y modificarse, adaptándose a la maleabilidad y al dinamismo constitutivos de la realidad social. Para lograr este objetivo, la propuesta que se hace es presentar los distintos métodos y prácticas en el marco de una investigación real llevada a cabo por los responsables de cada capítulo. Este ejercicio de exposición permitirá que diferentes investigado­ res/as y docentes reflexionen sobre el método, a partir de sus propias experiencias, así com o de los procedim ientos y las lógicas de investigación em pleados. Entendemos que ello permitirá ilustrar los m étodos y prácticas con casos reales, ade­ más de subrayar la necesaria inten-elación entre la teoría, la m etodología y la activi­ dad empírica concreta, lo que pensamos que constituye una enseñanza fundamental para el investigador/a social. Este ejercicio de puesta en relación con casos prácticos permitirá conectar con temáticas de actualidad social (como, en este caso, el estudio de la violencia de género, los banios marginales, la institucionalización de la «en­ ferm edad mental», el deporte y sus personajes, las identidades y los ritm os urbanos, los derechos ciudadanos, la mujer rural, la publicidad o la cultura digital), para faci­ litar un aprendizaje significativo gracias a la cercanía e inm ediatez de los ejemplos abordados. C onsideram os que, en térm inos generales, la práctica investigadora se puede desa­ rrollar de formas muy diferentes a partir de la selección de opciones que se ubican en un continuo entre la actividad de «producción estandarizada» ^— uso de un co n­ ju nto estructiuado y protocolizado de h e n am ie n tas nítidam ente definidas— y la «artesanal» — actividad sistemática, pero también flexible, adaptable y creativa de quien va abriéndose cam inos y tomando decisiones a m edida que se desarrolla la in­ vestigación— . Partimos de que la investigación social cualitativa se aproxim a (o por lo m enos deliería aproxim arse, si querem os extraer de ella toda su potencialidad), al segundo de estos polos del coníinm im . De esta manera, la investigación social se constituye com o un pjoceso abierto, creativo, deseablem ente modificable y flexible, y necesariam ente adaptado a las especificidades del objeto concreto de la investiga­ ción, tanto en el uso de la teoría com o en el de los métodos. Q uerem os reproducir por su gran potencia plástica la metáfora que actualiza José Luis M o r e n o P e s t a ñ a (2003: 66) recordando, por una parle, el símil foucaultiano de la teoría com o «caja de herramientas» y, por otra, la propuesta de Otto N e u r a t h (1974) de la actividad del sociólogo como la de un trabajador que reconstruye un bote en alta m ar y que se ve obligado a transform arlo en m edio de huracanes y teni|:)estades, al tiem po que soporta el envite de olas y vientos e intenta tapar vías de agua abiertas, y todo ello

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usando viejas maderas así como nuevos trozos que llegan arrastrados por la c o ­ rriente. En este sentido, el proceso de investigación ha de estar inserto en un marco de com ­ prensión de la ñnalidad del objeto de dicha investigación, su «para qué». Al m ismo tiempo, debe adaptarse a su dinamismo, así como al contexto sociohi stòrico concre­ to en el cual se inscribe (con las limitaciones que este m ismo contexto impone al pro­ pio proceso de investigación). Este es el motivo por el que, en el título de este libro, se ha optado por la denominación de estrategias y prácticas cualitativas de investi­ gación social en lugar de por el término más extendido y generalizado de técnicas de investiffación. No consideramos ni posible ni deseable pensar la investigación social en términos de la descripción aislada de sus procedimientos y dispositivos, sino que partimos de la necesidad de concebir la misma como un proceso de reflexión con­ junta sobre el objetivo, el objeto y el contexto de la misma, que oriente una mirada global del fenómeno, que movilice diversas perspectivas teóricas y articule — en un proceso dialógico— dispositivos diversos de producción y análisis del material pro­ ducido. Generalmente, cuando emprendemos una investigación social activamos conjuntam ente varias miradas y puntos de vista cuya articulación concreta, siempre dinámica, viene condicionada por el contexto de la dem anda específica de la misma, así com o por el equipo que la aborda y por el m omento y el contexto en el que se desarrolla dicha investigación. Esta es la que podemos llamar estrategia de investi­ gación. En este sentido, y tomando el vocablo prácticas cualitativas de investigación social, nos decantamos por una consideración de la investigación como proceso y práctica semiartesanal «obsesionada» y pendiente de adaptarse al objeto que se per­ sigue com prender (que se construye en el proceso de investigación), a las circuns­ tancias concretas en las que se inscribe la investigación, así com o al propio equipo de investigación. La complejidad o multidimensionalidad de la realidad social pone de relieve la insu­ ficiencia de la aproximación únicamente empírica. Ninguna investigación puede abarcar la totalidad de las dimensiones y niveles de la realidad social, que está cons­ tantemente transformándose. Cualquier fenómeno social que se observe es único e histórico, de manera que es im­ posible que se reproduzca de la misma manera, de ahí la necesidad de considerar al m ismo tiempo factores históricos y generales, así como contextos particulares. Sim ultáneamente, las Ciencias Sociales y sus «productos» están provocando conti­ nuamente cambios sociales, modificaciones de interpretaciones, comportam ientos y sentidos. Es el propio sistema que se observa a sí mismo y el que ha aprendido acer­ ca de las consecuencias que tienen dichas observaciones. La conciencia de los c am ­ bios sociales que provocan las investigaciones sociales tiene, a su vez, importantes efectos en el planteamiento de las mismas, de modo que, muchas veces, estas son em pleadas para participar en la potenciación de determinados cambios sociales, pa­ ra facilitar la introducción de medidas políticas específicas o para provocar modifi­ caciones de programas concretos.

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Esla complejidad y dinam ism o, así com o la rcflexividad que caracleriza lo social, plantea la necesidad conslante de reinventar los m étodos y sus dispositivos para adaptarlos a las peculiares características y a las formas particulares que adoptan los fenómenos sociales en contextos sociohistóricos específicos. En este contexto, la obra que aquí se presenta pretende integrar el abordaje de diferentes práctica s con­ solidadas de investigación social cualitativa — insertas en contextos y estrategia.s es­ pecíficas— , con algunas otras no tan referenciadas pero sí cruciales en la necesaria adaptación de los instrumentos de investigación social al cam biante contexto históricosocial, así com o a la complejidad de los fenóm enos sociales que abordam os en nuestra actividad investigadora. Se parle de la intención explícita de intentar pensar las prácticas de investigación social huyendo de la reificación de las m ismas y plan­ teando la necesidad de adaptarlas y modificarlas para abordar objetos de investiga­ ción específicos en contextos concretos. Dicho objetivo se plantea con la intención de hacer hincapié en la orientación didáctica de los textos y su im bricación en el es­ tudio de problemáticas y estudios de caso concretos. Otro aspecto que se ha pretendido resaltar en el presente texto es el intento de abor­ dar e ilustrar en todos los capítulos los m om entos analíticos de los m étodos y las prácticas, la m anera de proceder en el análisis e interpretación de los materiales ob­ tenidos en cada uno de los estudios de caso. Probablem ente esta sea una de las gran­ des carencias que hemos podido encontrar en otros textos centrados en aportar indicaciones y pautas generales de aplicación más o menos estandarizadas, en los que generalmente el m om ento del análisis concreto del material producido queda au­ sente de las consideraciones. Este hbro, aunque se caracteriza por la presencia de una am plia diversidad de pers­ pectivas y miradas, se sitúa en el ámbito de la investigación y docencia de corte cua­ litativo, con una orientación crítica, esto es, con una finalidad interventora y transformadora de lo social en un contexto en el que se considera que el conoci­ miento y la comprensión del mundo debe orientarse hacia dicha transformación y perseguir objetivos emancipatorios en un intento de cotnpreiidcr lo social a través de un proceso de reconsideración, desvelamiento y cuestionam iento de intereses, ideo­ logías y sentidos atribuidos a los fenómenos sociales'*. Con este punto de partida, se plantea una perspectiva global que integra al observa­ dor (como .sujeto en proceso, como diría Jesús I b á ñ e z ) en la m isma observación. Se retom a el ideal de autocomprensión del ser hum ano y de su m undo social desde la asunción de la reflexividad, que sepulta la concepción del conocim iento en términos de la dualidad sujeto-objeto. El concepto de reflexividad, en este sentido, hace refe­ rencia a la posibilidad de los sujetos, de los grupos y de las instituciones de ser observadores de sí m ismos y de actuar conform e a esas observaciones. Esta reilexiEste seria el objetivo de las ciencias incnorcs, minoritarias o ciencias nóm adas, c o m o las den o m in ó m elafóricanícnlc Jesús I hañkz (I98.S: 37-38).

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vidad opera tanto en el observado (observador a su vez) como en el sujeto observa­ dor (observado al mismo tiempo), de ahí la necesidad de incluir a este último en la observación. En relación con ello señala Edgar M o r i n (1981: 401) que «no hay, ni habrá jamás un observador puro (está siempre unido a una praxis transformadora), ni conocimiento absoluto (...). Pero con la pérdida del absoluto, ganamos en com uni­ cación y complejidad (,..), pues todo conocimiento, para un observador, es a la vez subjetivo (autorreferente), al remitir a su propia organización interior (intelectual, cultural), y objetivo, al remitir al mundo exterior. Podemos entrever que jam ás hay que buscar el objeto excluyendo al sujeto, que no es fuera de la praxis, sino en una metapraxis, que es nuevamente una praxis, donde hay que buscar el conocimiento». Este debería ser uno de los puntos claves al plantear una estrategia de investigación; tener en cuenta que todo conjunto de decisiones se vincula a una determinada posi­ ción social, así com o a una intencionalidad específica que se acom paña de un deter­ m inado comprom iso afectivo, ético y pragmático. En el espacio de todas las consideraciones que previamente se han señalado, se pre­ senta un texto organizado en torno a los principales momentos del proceso de inves­ tigación: el epistemológico y teórico, el de observación y producción del habla y, por último, el análisis de los materiales. Cada parte lleva necesariamente inscrita ele­ mentos de las otras, del mismo modo que cada m om ento de investigación incorpora en m ayor o m enor grado a los restantes. La Primera Parte, titulada «Genealogía y socioanálisis en la investigación cualitati­ va» resalla la deuda de la investigación social cualitativa con el método histórico y la teoría psicoanalítica, frente a aquellas posturas que se alimentan del destierro de la mirada histórica o aquellas otras que reniegan de las influencias psicoanalíticas al tiempo que las constituyen. En una íigil y didáctica puesta en escena del método genealógico, Á l v a r e z - U r í a re­ envía la institución manicomial a la historia (Capítulo 1). Siguiendo la estela de los trabajos de Michel F o u c a u l t , sin por ello desatender el punto de vista de los inter­ nos como hiciera Erving Goít^man en ¡nieniados, plantea preguntas «sobre su géne­ sis y su lógica de funcionamiento, sobre los factores que propiciaron sus cambios, en fin, dar cuenta de las razones de su supervivencia hasta el m omento presente». El análisis sociohistórico de los manicomios, al igual que otros espacios de excepción como las cárceles, la forma en que mantienen y perpetúan el orden liberal, sus ra­ cionalizaciones y violencias instituidas, según el autor, sustentan dos grandes ficcio­ nes: «Somos libres puesto que no estamos en la cárcel. Somos racionales puesto que no estamos en el manicomio». Christian D u n k j z r e lan P a r k i í r , por su parte, a través de un estudio de conceptos cla­ ves en la investigación cualitativa, sugieren que «la investigación cualitativa sociocrítica debería recurrir al enfoque psicoanalítico en lugar de “renegar" de él, en lugar de fingir que no tiene influencia alguna sobre el modo en que los científicos sociales desarrollan su trabajo». Desde una posición que recuerda en parte los trabajos reali­

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zados por Roberl C a s t e l en la década de los setenta sobre el «psicoanalismo» y, pre­ viamente, los esfuerzos de Georges P o l i t z e r en los años veinte del siglo pasado por traer el inconsciente al plano de la conciencia social, los autores, desde un guiño m ar­ xista parecido al que nos tiene acostumbrado Slavoj Z i z e k , apuestan por desentrañar que hay de racionalidad y capacidad de transformación social en el psicoanálisis. Para los autores, este «lidiar con, y administrar, el psicoanálisis» de otra manera, al igual que el capítulo anterior, «sólo es posible si som os capaces de em prender la ta­ rea partiendo del reconocim iento previo del peso histórico que ha tenido sobre las ac­ tuales estrategias conceptuales». Si Álvarez-Uría considera el método histórico com o un antídoto contra el positivis­ mo capaz de «cuestionar la identificación de la sociología con la tecnocracia» y de «poner también de manifiesto el carácter histórico de nuestros instrumentos de co ­ nocimiento, sus límites y posibilidades», la fuerza crítica del psicoanálisis, com o se­ ñalan Dunker y Parker, pasa igualmente por desterrar «el mito de la exclusividad de uso del conocimiento psicoanalítico por parte de los expertos» y por reconocer, co­ mo ya hiciera Freud, «el vínculo entre psicoanálisis y “saber popular"». La Segunda Parte del libro da paso a las «Prácticas de observación» desde diferentes ámbitos y propuestas de investigaciones centradas en el uso privilegiado, aunque no único, de la práctica de la observación participante. El primer ejercicio de observa­ ción, realizado por Antonio G a r c í a y Elena C a s a d o (Capítulo 3 ) , ilustra distintas modalidades de observación paiticipante de un fenóm eno com o la violencia dom és­ tica, procura «com prender qué resortes se activan, qué elementos identitarios se quie­ bran y qué sentidos se esgrimen al llegar al dislate de la violencia en el seno de la pareja». Para ello interactúan, entrevistan y observan a varones condenados por m a ­ los tratos a sus parejas en el contexto institucional de un curso sustitutivo de pena. Marisela M o n t e n e g r o y Joan P u j o l (Capítulo 4 ) presentan un trabajo que forma par­ te de una investigación etnográfica llevada a cabo en el barrio del Raval de Barcelona com o un ejemplo de las grandes contradicciones sociales por las que atraviesan un gran número de personas y colectivos frente a la vertiginosa transformación de las ciudades en el actual contexto social y económico. A diferencia de lo que se hace en otros manuales, este capítulo presenta una visión innovadora de la m etodología participativa inspirada en epistemologías y m etodologías desan olladas por colectivos de mujeres vinculados a movimientos sociales en torno a la precariedad social en Madrid ( P r e c a r i a s a l a d e r i v a , 2004), con una fuerte resonancia estatal e interna­ cional. A pesar de sus enfoques diferenciados, ambos capítulos enfatizan la importancia de reconocer el lugar desde donde se mira y la articulación de las interpretaciones y ac­ tuaciones en el trabajo de cam po con los recursos y teorías previas, ambas condicio­ nes necesarias para generar un espacio de transformación de la posición inicial, bien sea desde la extraña familiaridad de la dinám ica cotidiana que estructura la violencia masculina en el complejo cam po de la pareja heterosexual, bien desde el reconocí-

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miento y la transformación de nuestra posición de conocimiento y relación con las dinám icas y procesos observados de cosmética y especulación urbanística. Com o se­ ñalan M ontenegro y Pujol, dentro de este marco relacional, «el cam bio de posición, la rellexividad y las emociones forman parte integrante del proceso de investiga­ ción». La Tercera Parte presenta otras «Prácticas que trabajan con el habla» y que, muchas veces, acompañan a la observación en el trabajo de campo. Mientras los grupos de discusión, las entrevistas cualitativas y el uso de las mismas en las historias de vida, son prácticas ampliamente generalizadas y aceptadas en la investigación y en la d o ­ cencia, los grupos triangulares resultan más inusuales y menos incorporados a las la­ bores docentes relacionadas con la investigación social. En prim er lugar, el capítulo desarrollado por Mario D o m í n g u e z y Andrés D a v i l a (Capítulo 5) presenta la práctica del grupo de discusión. En el texto se despliega un gran esfuerzo por clarificar, conceptualmente lo que se entiende por grupo de discu­ sión, y se hace mostrando su lugar específico y diferenciándolo de otras situaciones grupales afines como son el grupo focal o el grupo de expertos. Dicha diferenciación constituye, para los autores del capítulo, una condición necesaria para potenciar un uso crítico de los diferentes dispositivos de investigación. Esta reflexión no perm a­ nece com o propuesta aexperiencial y abstracta, sino que los autores la actualizan en relación con su estudio sobre jóvenes y nuevos derechos, proponiendo un uso del grupo de discusión en el grueso de las dinámicas que se convocan y una parte fmal que se desarrolla según las propuestas más directivas del grupo focal. Se plantea có­ mo los grupos de discusión constituyen un espacio conversacional, a medio camino entre el grupo de trabajo y el grupo básico, donde conversar se revela una tarea co ­ lectiva de elaboración simbólica inscrita socialniente (siguiendo las propuestas de .lesús Ibáñez). Los autores desarrollan sus reflexiones en torno al grupo de discusión concretándolo en el análisis del conocimiento y la valoración, por parte de los jóve­ nes, de nuevos derechos sociales como la salud, la educación o la vivienda. A dife­ rencia de otros esfuerzos didácticos, este capítulo pone un énfasis destacable en el m omento de la construcción analítica de los discursos. Por otra parte, con las entrevistas individuales tratamos de cubrir el análisis social de las referencias a situaciones personales, producidas desde el «adentro» y la subjeti­ vidad de la persona, que quiere proyectar una imagen al entrevistador, com o ejem ­ plifican Lucila F j n k e l , Pilar P a r r a y Alejandro B a e r (Capítulo 6), a través de un estudio de los itinerarios profesionales de futbolistas y baloncestistas tras su retira­ da. Esta práctica facilita el establecimiento de relaciones entre los itinerarios vitales y profesionales de los deportistas entrevistados, si bien desde una lógica que tras­ ciende la dimensión individual que predomina en la mayoría de los estudios existen­ tes. Intentan dar sentido social a los itinerarios profesionales de los deportistas y a su evolución tan particular, donde experiencia y veteranía no son equiparables a reco­ nocimiento profesional y económico. Insertos en sociedades cada vez más cam bian­

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tes, glohalizaclas y m enos estrucluradas, analizan sus nuevas formas de movilidad so­ cial, así com o las tipologías emergentes de estratificación social. En el punto intermedio entre los grupos de discusión y la entrevista cualitativa en­ cuentran los grupos triangulares su razón de ser y su interés metodológico. Ampliamente descuidada hasta la fecha por los textos de metodología, esta práctica tiene su referente fundamental en los trabajos de Fernando C o n d e , tal com o nos ilus­ tra en esla ocasión por medio de una investigación que relaciona las necesidades y expectativas de la población onubense acerca de la vivienda con «una reflexión so­ bre el espacio urbano y doméstico, la identidad onubense, las formas de vida en la ciudad, la percepción del espacio o las desigualdades sociales» (Capítulo 7). Desde un reconocimiento de la influencia de Donald Winnicott, Conde concluye que ios grupos triangulares «permiten revitalizar el cam po de lo social y adentrarse en el ám ­ bito de lo posible, en las situaciones más m agm áticas y energéticas donde se están produciendo y cocinando las nuevas posibilidades de discursos sociales». Al grupo triangular, anunciado como un recurso m etodológico capaz de detectar dis­ cursos en formación, le sucede una puesta en escena de otra de las grandes prácticas de investigación basadas en el habla, esto es, la historia de vida. En este capítulo Julia V á r e l a (Capítulo 8 ) , a través de los relatos de vida de las gentes de una pequeña al­ dea gallega desaparecida, indica la necesidad de situar los relatos biográficos en un tiempo concreto y en un sistema social determinado, sin por ello, caer «en la fasci­ nación positivista de la neutralidad del m étodo ni en la ingenuidad etnom etodológica ( ...) que suelen ejercer los relatos biográficos que parecen decirlo todo dispensando de un trabajo afinado de reconstrucción». Desde una m irada tan sentida com o distanciada, el capítulo se adentra en la comprensión sociológica de la des­ aparición del cam pesinado gallego y con él la erradicación de «la cooperación y el trabajo bien hecho que predom inaba sobre la competitividud y la lógica del benefi­ cio individual» en este tipo de entornos rurales. Según la autora, la erradicación de ci munidades rurales sería uno de los efectos de la introducción de la econom ía de niorcado en el campo, lo que implica a su vez «la búsqueda de un beneficio inm e­ diato ( ...) que minó la base m isma de las relaciones sociales comunitarias propia de las aldeas: ¡a ayuda m utua». En palabras de Andrés, uno de los informantes del es­ tudio más amplio en el que se basa este capítulo, A V lfe, «el reloj dejaba de estar pa­ rado para em pezar a cronom etrar el tiem po de la producción agrícola». En la investigación cualitativa estamos habituados a aproxim am os a las interpreta­ ciones de la realidad social producidas a partir del análisis de textos sociales en su mayoría generados ad hoc en situaciones de m ayor o menor ocurrencia natural. En pocas ocasiones se considera en los manuales de investigación cualitativa, m enos aún en los disponibles en castellano, las aproximaciones a los textos sociales no produ­ cidos específicamente en situaciones de investigación. Hacem os referencia a docu­ mentos y artefactos (cine, prensa, program as de televisión, diseños urbanísticos, programas inform áticos...) en un contexto en el que el consum o y los medios de in ­

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formación están estrechamente relacionados con lt)s procesos de identificación y de movilización, así com o con la reproducción de las desigualdades sociales. Las prácticas de análisis en esta Cuarta Parte, «Análisis material», se muestran aten­ tas a otros géneros discursivos y al papel mediador de las imágenes, las tecnologías digitales y los diseños urbanísticos respectivamente y, por tanto, a los órdenes socia­ les que estas mediaciones disponen. Ángel J. G o r d o (Capítulo 9) ejemplifica la necesidad de atender al uso que hacemos de los signos mientras reproducimos imágenes específicas de lo social. En semejante contexto, el análisis del discurso presentado parte de una consideración genealógica acerca de las relaciones de los jóvenes con los avances tecnológicos para pasar segui­ damente a considerar el auge de las tecnologías sociales, como el Messenger, y su m a­ siva popularidad entre los más jóvenes en un escenario actual de estancamiento del desarrollo de la sociedad de la información en países como el nuestro con una escasa actividad bancaria y comercial en la red. Al igual que otros trabajos en este volumen, plantea, a su vez, que ante las amenazas de tecniíicación de las prácticas discursivas queda mirar atrás e insistir, como ya hiciera el giro interpretativo en las Ciencias Sociales, en la idea de sujetos involucrados y activos en la transformación de las es­ tructuras y las relaciones sociales. Este reconocimiento, según el autor, pasa igualmen­ te por considerar que las nuevas tecnologías de la comunicación «también son parte indiscutible y central de la materialidad que acompañan y vehicula actualmente los procesos de estiTicturación social, sus ordenaciones y subordinaciones emergentes». En su trabajo, Araceli S e r r a n o (Capítulo 10) se aproxima al uso de materiales cul­ turales y se centra en el análisis ideológico y sociológico de uno de los géneros dis­ cursivos omnipresentes en nuestra cotidianeidad: la publicidad. A pesar de la constatada y renombrada centralidad de la imagen en las sociedades contem porá­ neas, todavía queda mucho por avanzar en la consideración de cómo enfrentarnos a lo visual, cómo analizar la relación del lenguaje de las imágenes con otro tipo de len­ guajes y códigos (auditivo, lingüístico y metalingüístico) o cómo podem os acceder al estudio de sus efectos en ios observadores; ya que, como señala Serrano, cuando hablamos de imágenes «lo que está en juego no es una mera innovación m etodoló­ gica, sino una reflexión epistemológica, una mirada discursiva, pero icònicamente formada». Y es aquí donde la autora se desmarca de los estudios culturales estadou­ nidenses de nueva ola, en la medida que plantea que el análisis visual requiere un abordaje sociohistórico, en el que se ubiquen las formas de mirar e interpretar de los consumidores, los espectadores y los propios investigadores al tiem po que se consi­ deran las imágenes «en un campo de fuerzas, de grupos sociales en conOicto que lu­ chan por defender sus intereses e imponer su manera de percibir y valorar el mundo, así com o sus posibilidades de transformación». A modo de observación etnográfica, Nydza C o r r e a (Capítulo 1 1) expone un análi­ sis visual del espacio urbano, apoyado por la toma de fotografías com o instrumento de registro y análisis. El capítulo «visualiza» a su vez un correlato entre la prepon-

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dcrancia de la imagen en nuestras vidíjs y ritmos de las ciudades y la transfom iación poltsémica en ei cam po de la ciencia, entendida no solo en complejidad sino en un espacio de multiplicidad. De este modo, el capítulo retoma una tradición analítica iniciada por Georg Simmel cuando explora la relación entre la m etrópolis y la vida mental, continuada por Walter Benjamin, al analizar la relación entre el sujeto m o­ derno y la ciudad como evento cotidiano, o incluso las nociones situacionistas de las derivas y sociedad del espectáculo que proponen, al igual que M ontenegro y Pujol, el estudio de las prácticas de la vida diaria y el análisis del espacio público. Por úl­ timo, se presenta una recapitulación del recon ido visual por la ciudad centrada en un sector de San Juan de Puerto Rico, El Condado, huella de las transform aciones so­ ciales y económ icas y planificado para la vivienda y el ocio, com o ejemplo de aná­ lisis y de m odo parecido al capítulo acerca del Raval de Barcelona, com o instancia expresiva, experiencial y transformadora.

La cuestión metodológica, bien sea entendida com o canon o conjunto de técnicas, o bien como apropiación subjetiva, reflexiva y epistem ológicam ente mediada, irrem e­ diablemente se fragua y constituye a lo largo de unas condiciones de posibilidad, y de un contexto tecnocientífico. La propia dimensión sociohistórica de la investiga­ ción social interpela a vivir la tensión entre el legado histórico y su continuo proce­ so de redeflnición y actualización, tanto en sus formas de m irar com o en sus m odalidades de intervención. En respuesta a esta evidencia, el libro conjuga p rá cti­ cas cualitativas de amplio recoirido y aceptación en la investigación social (la entre­ vista, la observación participante, el grupo de discusión, el análisis del discurso) con otras aproximaciones más novedosas (el grupo triangular), desplazadas (metodología histórica), renegadas (teoría psicoanalítica) o aquellas otras, hasta la fecha, m etodo­ lógicamente inconmensurables (la cultura material y sus distintas manifestaciones en lo visual y/o urbanístico). Esperam os que las personas a las que llegue este texto reconozcan a su vez, desde el quehacer de sus investigaciones, docencias y aprendizajes, que el propósito del m is­ mo se fraguó desde un contexto de enunciación específico — la A cadem ia— , en el que debido a la imperante necesidad de producción rápida en un contexto cada vez más insuflado de precariedad, tanto en las políticas de contratación com o en las for­ mas de producción de conocimiento y en las relaciones sociales (postfordistas), la tecnocracia metodológica imperante y la respuesta y producción arm ónica con estos órdenes a m enudo no encuentra resistencia a su paso anollador, m enos aún desde es­ fuerzos colectivos sociohistórica e internacionalmente articulados, en vivo. Por último quisiéramos agradecer la confianza que Raquel del Hoyo depositó desde un primer m omento en este proyecto, las facilidades y contactos cjue puso a nuestra disposición cuando fácilmente podríamos haber cejado en el intento. Por ende, agra­ decer el buen hacer editorial de Alberto Cañizal y de María Varela al igual que la ex­ celente labor de traducción de Olga Abásolo.

Introducción

B ib l io g r a f ía A l o n s o , L. E. (1998); Lm m irada cualitativa en So cio lo g ía , Madrid: Fundamentos. B a n i s t f í r , p.; B u r m a n , E.; P a r k i í k , I.; T a y i. o k , M., y T i n d a l l , C. (2004): M éto d o s cu a lita tivo s

en p sico lo g ía , Guadalajara: Centro Universitario de Ciencias de la Salud. B l a n c h e t , A. (1989): Técnicas de investigación en C iencias Sociales, Madrid: Narcea. líouKiMEU, P,; C h a m h o r e d o m , J. C . , y P a s s e r o n , J. C . {1975): E l oficio de so ció lo g o , Madrid:

Siglo XXI C a i , l b j o , J.; G u t i é r r e z , J., y V i e d m a , A. ( 2 0 0 3 ) : A n á lisis em p írico de la d em a n d a turística,

Madrid; Editorial Centro de Estudios Ramó n Areces S.A, CoRBETTA, P (2003): M etodología y técnicas de investigación social, Madrid; M c G ra w Hill. D e l g a d o , M., y G u t i é r r e z , J. (coord,) (2004): M éto d o s y técn ica s cu a lita tiva s de in vestiga­ ción en C iencias S ociales, Madrid; Síntesis. Flick, U. (2004): Introducción a la investigación cu a lita tiva , Madrid: Morata y Paideia. G a r c í a F e r r a n d o , M.; I b á ñ e z , J., y A i . v i r a , F. (coord.) (2003); E l a n á lisis d e lo rea lid a d s o ­ cial, Madrid: Alianza Universidad Textos IiiÁÑEZ, J. (1985); D el alg o ritm o al sujeto. P erspectivas de la investigación so cia l, Madrid; Siglo XXI. M o r e n o P e . s t a ñ a , .1. L. (2003); «¿Qué significa argumentar en Sociología? El razonamiento sociológico según Jean-Claiide Passeron», en R evista E spañola de So cio lo g ía , núm. 3, págs. 51-67. M o r i n , E. (1981): E l m étodo. La naturaleza de la naturaleza, Madrid; Cátedra. N e u r a t h , o . (1974); F u n d a m en to s de las ciencias .w cia les, Madrid; Taller de ediciones JB. O r t í , A. (1994); «La apertura y el enfoque cualitativo o estructural; la entrevista abierta seniidirectiva y la di.seusión de grupo», en G a r c í a F e r r a n d o , M.; I b á ñ e z , J., y A i . v i r a , F. E l cm álisis de la realidad social, Madrid; Alianza Universidad Textos, págs. 189-221. O r t í , A. (1993); «El proceso de investigación de l a conducta c om o proceso integral; Compleinentariedad de las técnicas cuantitativas y de las prácticas cualitativas en el análisis de las drogodependencias», en VV.AA., Los drogodependencias. P erspectivas so cio ló g ica s a c ­ tuales, Madrid; Ilustre Colegio de Doctores y Licenciados en Ciencias Políticas y Socio ­ logía. P a r k e r , I. (2005); Q ualitative Psychology: Introducing R a d ica l R esearch, Mai den he ad y Nueva York; Open University Press. P r e c a r i a s a l a d e ír iv a (2004); A la deriva pr/r los circuitos de la p reca ried a d fe n w n in a , M a ­ drid; Traficantes de Sueños. Ruiz O l a b u é n a g a , J. I. (1996): M etodología de la investigación cu a lita tiva , Bilbao; Univer­ sidad de Deusto. V a l , C. d e l , y G u t i é r r e z , J. (2005); P rácticas p a ra la com prensión de la rea lid a d social, Madrid; McGraw-Hill V a l l e s , M . S. ( 1 9 9 7 ) : Técnicas cualitativas de investigación social. Refle.xión m eto d o ló gica v p rá ctica pro fesio n a l, Madrid; Síntesis.

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Nota sobre los autores

F e r n a n d o Á lv arez-U ría es profesor titular de Sociología en la Facultad de Psico­ logía de la Universidad Complutense. Entre sus últimas publicaciones, en co­ laboración con Julia Varela, están Sociología capitalism o y dem ocracia (Ed. M orata) y M ateriales de sociología del arte (de próxim a apaiición en Siglo XXI) (furia@ cps.ucm.es). A le ja n d ro B a e r es profesor dcl departam ento de A ntropología Social de la U niver­ sidad Com plutense. Su interés investigador y sus publicaciones se han c en ­ trado en la m etodología biográfica e historia oral, m em o ria social e identidades colectivas y metodología de investigación con medios audiovisua­ les (abaer@ cps.ucm .es). E le n a C a sa d o A p a ric io es profesora en el departamento de Sociología V de la Universidad Complutense. Sus últimas publicaciones e investigaciones se desa­ rrollan fundamentalmente en dos direcciones: la violencia de género en parejas heterosexuales, continuando su interés por la teoría feminista y las relaciones de género, y la sociología de la comunicación y la cultura (e.casado(®cps.ucm.es). F e r n a n d o C o n d e es licenciado en Sociología e investigador social; director de ClM O P (Comunicación, Imagen y Opinión Pública); y fundador y profesor dcl curso de postgrado «Praxis de la sociología del consumo» de la Universidad Complutense. Ha desanollado un amplio número de investigaciones en el cam ­ po del consumo, de la salud, del urbanismo y, en general, de la investigación so­ cial y de mercados. Es autor de diversas publicaciones en el te n e n o de las metodologías de la investigación social (fconde@ cim op.com ). N ydza I. C o r r e a de Je sú s es doctora en Psicología Social y catedrática de Psicología. Trabaja en el departamento de Psicología de la facultad de Ciencias Sociales, de la Universidad de Puerto Rico (ncorrea@uprq').edu). A n d ré s Davila L ey e ren es doctor en Sociología por la UPV/EHU y licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense. Cuenta con el

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Nota sobre los autores

título propio de la Universidad C om plutense en «Praxis de la sociología del con­ sumo». Desarrolla actualmente su labor tanto docente como investigadora en la Universidad del País Vasco (andres.davila@ eliu.es). C h ris tia n Ing o L e n z D u n k e r es psicoanalista y prol'esor en el departam ento de Psicología Clínica de la Universidad de Sao Paulo (Brasil). M iem bro de la Escuela del Cam po Lacaniano. Autor de «Lacan and the Clinic of Inter­ pretation» (Hacker, 1996) y de «The Neurotic C laculus o f the Juisance» (Escuta, 2002). Sus intereses de investigación incluyen la política y el psicoanálisis, y la teoría del sujeto en Lacan (chrisdunker@ uol.br). M a rio D o m ín g u ez S á n ch ez-P ín illa es doctor en Sociología por la Universidad Complutense y licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, así com o en Geografía e Historia, por esta universidad. Obtuvo un m àster en Investigación Social por el CIS y actualmente imparte docencia sobre cuestiones de teoría so­ ciológica contemporánea en la Universidad Complutense ([email protected]). L u cila F in k e l es profesora en el departam ento Sociología IV (M etodología de la Investigación Social y Teoría de la Comunicación) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Com plutense. Licenciada en Sociología (Universidad Com plutense de M adrid, 1990), M aster o f Arts (M A) en Sociología (Universidad de California, Los Ángeles, U C L A , 1993) y diplom a de estudios avanzados (DEA) (Universidad Com plutense de M adrid, 2005) (Ifmkel @cps.ucm.es). A n to n io A g u stín G a r c ía es profesor en el departam ento de Sociología V de la Universidad Complutense de M adrid y lo fue anteriormente en el departam ento de Sociología y Política Social de la Universidad de Murcia. En sus trabajos aborda la construcción de las identidades de género masculinas y, desde esta perspectiva, investiga la violencia de género en parejas heterosexuales (agny02@ hotm ail.com ). Á ngel J . G o r d o L ó p ez es profesor en el departam ento de Sociología IV de la Universidad Complutense, miembro de la Unidad del Discurso (wwu'.discourseunit.com) y coordinad Din khcim y las propias, a la luz de la hisloria, y no com o si se tra­ tara de obras intemporales. En Lxis Reglas el sociólogo francés presenta su forma de proceder, su niotlo de acceso a la objetividad científica, y para abordar «los hechos - H c n u 'S i n t e n t a d o m o s t r a r q u e e n t r e la p i n t u r a e u r o p e a dt.- f i n a l e s de) s i g l o x i x y el f u n c i o n a l i s m o d e M a ü n o w 's k i e x i s t i ó u n a c s p c f i e d e a f i n i d a d e l e c tiv a ( V a r I íI .A y Ái v a k i:/.-U k 1 a . 2(K)H, C 'a p ílu lu IV s tib re « A r t e y c u i u ) c iiii ie n t 0»). ' El aniílisis de Elias sobre la tiesliislorizaeión de la s o c io lo g ía cstíi rceoyido eu el libro editado p o r V a -

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y poder. Madrid; La l'iijueia. piigs. 19.‘í-23 1.

Capítulo ]

El método genealógico: ejempllficación...

sociales como cosas», en .su niateriatidad dinámica, es tiecir, contemplando los liechos como vecuiies sociales, aboga poi el «método genélico». J>urklicim coincide con Karl Marx y Max Weber, entre otros grandes sociólogos clásicos, en privilegiar el análisis histórico como una vía sólida de acceso al análisis del m undo social para internar com prender el presente. Años más larde, subrayó la importancia del reciirst) a la historia en el análisis sociológico de las instituciones: «La institución es un lodo coniplcjo forniado de partes. Hay que conocer estas partes, explicar cada una de ellas por separado, así como el modo mediante el cual llegaron a formar un conjunto. Para descubrir todo esto no basta con considerar la institución en su forma acabada y ac­ tual. ya que en la medida en que estamos habituados a ella nos parecerá más bien simple, nn todo caso nada indica en la institución dónde comienzan y dónde termi­ nan los diferentes elementos de los que está formada. (...) Es preciso im instrumen­ to de análisis para hacerlos visibles, y es la historia quien juega este papel. (...) Además, solo la historia permite explicar. En cféclo, explicar una institución es dar cuenta de los elementos diversos que sirven para conformarla, mostrar sus causas y sus razones de ser (...). El único medio para llegar a saber cómo surgió cada uno de sus elementos es observándolos en el instante m ismo en el que nacieron, asistiendo a su génesis; ahora bien, esta génesis tuvo liEgar en el pasado, y, por consiguiente. Únicamente puede ser conocida por mediación de la historia. ( ...) La sociología es, por tanto, en gran medida un tipo de historia entendida de una determinada manera» (DiiRKHKiM, 1998: ISV"*). DiiRKHi'iiM denominó al m étodo genealógico o genético el «m étodo de las variaciones concomitantes». La asociación de la sociología con la historia, tal y com o la plan te aro ti KarI Marx, Max Weber y I-’mile Durkheim, es decir, los tres grandes sociólogtis clásicos, se que­ bró en el siglo xx con la hegemonía de la sociología norteamericana. Sin em bargo un discípulo de E-imile Durkheim, Ferdinand Braudel, continuador de la Escuela de A n na les desarrollada por historiadores que se sÍr\ieron de categorías sociológicas, como Lucien Febvre y Marc Bloch, llegó a escribir que no veía diferencia alguna «entre la sociología del aite y la historia dcl arte, entre la sociología del trabajo y la historia del trabajo, entie la sociología liiciaria y la histoi ia literaria, entre la historia religiosa ( ...) y la síiciología religiosa» (B kauui .l, 1990: 1 I S). En 1909 Marcel Mauss, siguiendo las propuestas metodológicas de su tío Émile Oinkheim, dedicó un capítulo del libro sobre La o n u ióu a glosar el m étodo genea­ lógico o genético, y al igual que su tío reclamó para la sociología el recurso a la his­ toria a través de tres pasos sucesivos; la definición del objeto de estudio, la observación del objeto de estudio, es decir, el análisis de su génesis y, en fin, la ex■* I£1 litiio Líis rc^UtM dv¡ m éítuio y t>tro\ í'.vc/í/ím i n h r f /iloxfifía d e ta s cit-ncias s o c ia le s, e d i­ tado por Santiago Cion/ález Noriega (Aliatiza. 1^48), con) i ene teMos siiciolófzieos ^— no n io s ó f it o s c o ­ mo conliisiitnertie tía a t'iiHíiidei el titulo dcl m ism o — en los que Durklieini íisocta lü sociolüí;ía con la hisloria: «La co ncepción malei ialisla de la historia» ( 1897), s de partir |ic.)r tanto del análisis histórico de las formas más elementales, para explicar cóm o se pasó a formas cada ve/, más complejas, y así sucesivamente hasta llegar a las más recientes. M auss abo­ gó por la superioridad del método genealógico o genético sobre cualquier otro m é­ todo: «la explicación genética ofrece ciertas ventajas. Sigue el orden de los hechos y, de este modo, deja menos posibilidades a la equivocación. Por eso m ismo hace más (iifíeiles las om isiones ya que uiiíi laguna es ima secuencia de la evolución y crearía una solución tle continuidad que sería advertida en el acto. Es más, cuando asislimos a la génesis de los hechos, podemos calibrar mejtír su naturaleza». Y más adelante escribe: «La clasificación genealógica nos da un cuadro razonado de la génesis, nos da a conocer sus l'aclores determinantes» ( M a u s s , 1970), A ¡lesai' de que tras la Segunda Guerra Mundial la socioUigía hegem óníca en ios Estadas Unidos fue la gran teoría funcionalista y el empirism o abstracto, por em ple­ ar las cxprcsit>nes acuñadas por Wright Mills, la sociología europea no abandonó to­ talmente el análisis de la causalidad en la historia, como muy bien pusieron de maniílestt), enlre otros libros, Ei proccxo de la civilización de Ñor beri Elias, que d a ­ ta de 1939. y Lí/ hisíoria de la locura cii la {‘p oca clásica de Michel Foucault, que il.ita de 196 I . Elias >' Foucault retomaron de los sociólogos clásicos el méti>do gen e­ alógico de análisis, pero no estuvieron solos: Karl Polanyi, Herbert Marcuse y el pro­ pio Erich Fromm, entre otros, asumieron en m uchas tle sus obras la propuesta de sticiología histórica avanzada por Max Wcber en ética protcstautc y el espíritu del ca/> it(disnio (WiiBiíR, 2001 í^ert) fue sobre lodo en Francia, a partir de Uis anos se­ tenta, en donde los trabajos soci (.ilógicos realizados especialmente [lor Roberl CasTl'[. { 1976) y .lacques DoN'/liLor (19S-4, 1977), en íntima relación con los elaborados por Michel I^ìkicaiii i (1975), pusieron de manifiesto las potencialidades críticas de la sociología genealógica o histórica. I i ubo un tiempo, no muy lejano, en el que prácticamente la sociología (ue un pleo­ nasmo tle la historia social. El objetivo de la sociología crítica no es lanío cíinocer pt>r conocer cuanto conti ibu i i al cam bio social. En el prefacio a la pii mera edición tle la tesis tloeltiral de Émile Üin kheim, titulada í>c la división del trabajo social, se­ ñalaba el st>ciólogo francés que ei conocim iento sociológico nti es un mert) ejercicio académico para aproxim arse a la realitlad st)cial, sint) también un ct>noci miento des­ ' t_ lili clíilinniilji siMcti)iilizaL Íón de la siK inlópic'a hisuVica. lai y lii puso t-ii práciic;i M ax Webcr, así c o m o lii liistorización (.lo los tipos ideales, puede verso en Steplict) Kai.Hí'.kg. A/íí.v Wchcr\'i ('oiìifìiiin livr Histftrií til S ocintotty. C ainhndge: Poliiy Press. 1994. Sob te el v íh l'u I o cxisiente c n lie la geneali>í:ía y la soeÍolÍoj;;(t.s e l á s i c o s v é a s e .Inlia V a IíL I.a y F e r n ; m d o A l VAKf*Z*lJkÍA. Ciiiieti¡i>}>tti V Mdtf'riaU's pura n'pt'itsitr lu MoiJrniiJtitl, Jíiieiu)s A ir e s : til e i e lo p o r a s a li o , 1997, cap. II.

Capítulu 1 4 El método genealógico: ejempijficación...

tinado a liansiormarlu y mejorarla: «consideraríamos — cscribc— t|ue iiiiestias ijivesligaciones no merecerían n¡ una hora de esfuerzo si Cinicamente tuviesen un inte* res especulativo. Si sepaianios cuidadosamente los problemas teóricos de ios problemas prácticos no es portjue descuidemos estv>s últimos, es. más bien al contra­ rio. para ponernos en situación de resolverlos mejor» (D likkhiíIM, I97S), Las pala­ bras de Durkheim pueden ser leídas a la luz de la tesis XI de Marx sobre Feuerbach: «Los filósofos no han hecho más que inteiT^retar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo». La sociología no debe por tanlti ser confundida ctiii una filosofía de la historia. El punto de partida de una Investigación sociológica e.s siempre un pro­ blema del tiempo presente bleniatización.

G énesis

y c a m b io so c ia l de u n a in s t it u c ió n total

Con el fin de ilustrar la sucesión de pasos que exige la aplicación del m étodo ge­ nealógico de análisis a una ]>roblematización voy a re fe ¡irme a una investigación que yo m ismo realicé sobre el poder psiquiátrico y sus funciones sociales en hi sociedad e.spañola (A i .varez-U kía, 1983). Para ello me voy a centrar en los siguientes cuatro apartados fundamentales de toda investigación genealógica: • Problematización • Datos secundarios y periodización • Proceso de constitución del campo • Proce.so de transformación del campo Por último me referiré muy brevemente a la difu.sión de los resultados obtenidos, es decir, a la transmisión del conocimiento sociológico una vez que ha sido elaborado y formalizado al final de la investigación. Me parece que la cuestión de la difusión del conocim ienlo socit)lógico en informes, artículos, libros, seminarios y congresos está íntim am ente vinculada con la cuestión de para qué y para quién trabajan los so ­ ciólogos. En realidad los sociólogos pueden plantearse problemas académ icos, in­ tentar responder a demandas del Estado, o del mercado, pero también pueden actuar com o profesionales dispuestos a responder a dem andas sociales específicas, es de­ cir, trabajar al servicio de colectivos sociales que precisan la objetivación, y por tan­ to la clarificación, para la resolución de sus problemas o de problem as que asedian a toda una sociedad. En el punto de partida de los análisis genealógicos se encuen­ tran casi siempre determinados problemas candentes de nuestro tiempo que es pre­ ciso afrtiniar y resolver. En este sentido la sociología histórica, la genealogía, el niétodíi genealógico de investigación social responden a determ inadas demandas sociales.

Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

Problematización Hl principal objetivo de una i nves ligación sociológica es contribuir a am pliar los c o ­ nocimientos cienlífíeos, es decir, producir nuevos conticiniiento.s, descubrim ientos e innovacitines, en el cam po del saber. Para hacer visible lo t|ue perm anecía invisilile, fuera de niie.stro cam po de percepción, y por tanto al margen de niicstra rellexión, ei sociólogo asume com o punto de partida un com prom iso con la verdad. Pero la bús­ queda de la verdad no es simplemente una actitud inicial ante el m undo social, sino también una fuerza que atraviesa toda la indagación, desde los inicios hasta el punto de Megatia, Esto signiUca que es preciso ir más allá de las ideas recibidas, más allá de las ideas preestablecidas, incluidas las preestablecidas y arraigadas en ia concien­ cia del propio investigador, para adentrarse en terrenos descontícidos, con frecuencia poco o mal explorados. En ocasiones esos territorios desconocidos o poco explora­ dos son inslilucitines sociales que están, com o carta robada de Edgar Alian Poe, a la vista de todos, tie modo que al darse por supuestos pasan prácticamente desapercibidns. Cárceles, manicomios, escuelas, familias, planes urbanísticos, fundaciones, bancos o residencias de ancianos son instituciones sociales que han surgitlo en determinados mt)menlos de la historia, poi' razones determinadas, y se ven afectadas por los c am ­ bios que atraviesan las sociedades. A su vez las instituciones sociales y sus transfor­ maciones contribuyen a conform ar ini determinado tipo de sociedad. M uchas veces estas instituciones públicas o privadas, por el mei'o iiecho de estar ahí, .se ven siste­ máticamente naturalizadas, privadas de su historicidad, de modo que se peqietúan ajenas a la menor problematización, com o si se tratase de realidades incuestionables, eternas. Un pi imer nw do de cuestionar la naturalización de las instituciones CvS reen­ viarlas a la historia, considerarlas vinculadas a un tiem po y a un espacio social específicos, c.s decir, plantear preguntas sobre su génesis y su lógica de funciona­ miento, sobre los factores que propiciaron sus cam bios, en fin, dar cuenta de las ra­ zones de su supcr\ivencía hasta el m om ento presente. La genealogía com ienza por inscribir en la historia instituciones sociales que son generalmente asum idas com o si I uesen transhistóricas. Durante los años de mi formación académica com o sociólogo me interese por la socitilogia de las enferm edades mentales a partir de la lectura de los libros de Michel Foucault, y del seguimiento de sus cursos en el Colegio de Francia, así com o en los cursos de sociología impartidos por Kobeil Castel en el D epartam ento de Sociología de la Universitlad de N'incennes. A comienzos de los años setenta en España, al igual que en toda Europa, había planteadt) un amplio debate sobre los m anicomios, pero personalmente sabía muy bien cóm o orientar nú investigación. Em pecé por visi­ tar algún manicomio español, com o el de Oviedo o el de Santa Isabel de Lega nes, así com o por intentar participar como observador participante en el Ht>spital de día pa­ ra enfermos mentales integratlr expresión de la dictadura militai Trant|uisia expresada por otros medios. Era preciso problemaiizar esa violencia instituida >' metamorToseada en tra­ tamiento, era preciso estudiar su génesis, dar cuenta de su lógica de Tuncionamiento, así com o la lógica de U)s intereses en juego. Desde muy pronto í'ui consciente de que un análisis sociológico del t>rden manicomial podría contribuir a proyectar alguna nueva luz sobre posibles alternativas al trai amiento de los en Termos mentales. En ese

Estrategias y prácticas cualitativas de Investigación social

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cam ino no estaba su! o pues en lenii os. familiares de enfermos, enfem ieros y psiquia­ tras críticos con el hori'or y con los malos tratos, críticos con la violencia insti lucional convertida por desgracia a lo largo de la historia en un hábito, así com o sindicatos y partidos políticos progresistas, movimientos sociales alternativos, se daban enton­ ces cila en la Red europea de alternativas a la psiquiatría. Partía por tanto de una institución instituida desde el siglo xix hasta el presente, el manicom io, e intentaba entender su lógica social de funcionamiento, así com o las fuerzas que hicieron posibles sus transformaciones. Para com prender la lógica m a­ nicomial era preciso dar un rodeo por la historia de esta institución, analizar su gé­ nesis, describir el desarrollo de su iuncionam iento, y sus cambios, hasta llegar al presente. ¿C óm o había sido posible el m anicom io? ¿Cóm o y por qué las sociedades democráticas aceptaron y promovieron la institución m anicom ial? ¿C óm o y p o rq u é este tipo de esiableciniientt) terapéutico se había perpetuado hasta el tiempo presen­ te? Mi objetivo era hacer una historia del presente del orden manicomial así como com prender y explicar el papel que desem peñaba esta institución en la sociedad es­ pañola. Pero, para andar ese camino, una vez más no estaba solo: era posible, y a la vez preciso, recurrir a un importante fondo social de conocimiento.

Datos secundarios v periodización A pesar de que mi objeto de estudio en un primer m omento aún nt) estaba muy bien tlellnido, al menos liabía comenzado a circunscribirlo, como diría Marcel Mauss. A par­ tir de entonces el metro, el autobús, las conversaciones con los amigos, la prensa, es decir, todo lo que formaba parte de mi vida social y cultural comenzó a entrar en rela­ ción con el problema de los locos que se había convertido también en mi problenia. Recuerdo, por ejemplo, haberme bajado de un ta\i en Madrid cuando un taxista afirmó rotundo que había que eliminar a todos los enfennos mentales porque son un estorbo para la sociedad. ¿Cuál era la raíz de esa violencia extrema contra personas general­ mente más sensibles que el restti de los mortales y atcnazatlas por el dtilor? ¿Por qué se producían contra los enfennos mentales esas violaciones de los derechos humanos c|uc no eran tan solo la expresión del dominio de una clase sobre otra pues también mostraban una especie de racismo anlikico sujetos pei teiiecientes a las clases sociales dt)minadas? Desconocía la respuesta o las respuestas, pero desde entonces se trataba de un misierit) que era preciso resolver sociológicamente, apelando a la historia. La documentación escrita, los datos secundarios sobre mi objeto de investigación, se podrían agrupar en tres grandes grupos fundamentales: 1.

En pi inier lugar estaban los trabajos de sociología histórica o de genealogía, a la vez t|ue los trabajos de sociología de las enferm edades mentales, fuesen o no in­ vestigaciones de sociología histórica. En este apartado ocupaban un lugar prin­ cipal las contribuciones de Michel Foucault, Robert Castel. Jacciues Donzclot.

Capítulo 1

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El método genealógico: ejemplificacíón...

GcDigcs Cimguillieni, jilto Uinibicn kis de Er\ iiig GolTman, Howard S. Beckcr, Greshain M. Sykes, Roben K. Mcrlon, Edwin I^eiiierl, Albcrt Ctihen y t>tros so­ ciólogos fiorlcaniericanus que* trabajai\)n sobre la sociología de las desviaciones sociales prácticanicnle sin referíisc a la hisloiia. 2.

En segundo lugar estaban las contiibucioncs de los historiadores. Me interesaban las historias sociales de España, y especialmente las de los siglos xix y xx, pero so­ bre todo me interesaba la historia de la medicina, y más concretamente la historia de la psiquiatría española. En la cátedra de Hisloria de la medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, que regentaba entonces don Pedro Laín, tuve acceso a las investigaciones del propio Laín, así como a las de Jesús Albarracín, José Luis Peset y Diego Gracia. Había allí una buena biblio­ teca con un impoilanle fondo de revistas, así como un china de trabajo y de liber­ tad que constituía un «,)asis en el calcáreo panorama de la Universidad franquista. Con los entonces jóvenes investigadores, con José Luis Peset, Diego Gracia, Raí'ael Huertas, me une, a partir de esos años, ima ya vieja amistad fruto de seminarios y largas discusiones. Ellos me facilitaron ei acceso a la biblioteca de la Real Academia de Medicina en donde recibí del bibliotecario una generosa ayuda.

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En fni, la tercera línea era la formada por !os escritos de los propios psiquiatras, desde psiquiatras con sensibilidad sociológica, como Carlos Castilla dcl Pino, Ramón García y Enrique González Duri>, hasta los más organicistas como López Ibor y Vallejo-Nágera. Estaban también algunos rcp(.)rtajes periodísticos coino el viaje a través de los manicomios realizado por Ángel María de Lfíka (1972) en M i viaje alrededor de ia liK itra, y, por supuesto, las producciones de la antipsiquia­ tría. tanto ia anglosajtina representada por l^aing y Cooper, como la francesa repre.senlada, enlrc otros, por Félix Guattari, y sobre todo la antipsiquiatría italiana representada poi' Fjiinco y í'ranca Basaglia, y por Giovanni Jervis. En Italia los ant¡psiquiatras habían empezado por cuestionar el funcionamiento de los recintos maniconiiales, y a sustituirlos por comunidades terapéuticas abiertas a la sociedad.

Las fuentes escritas constituyen un primer punto de apoyo para el investigador social pues otros con anterioridad han abierto ya sendas por las que se puede com enzar a avanz^ar, pero también esas mismas contribuciones son en ocasiones una fuente de perplejidad, pues las disonancias y las contradicciones qtie atraviesan el cam po c ien ­ tífico, convertido en un espacio de luchas, se expresan con toda clai ldad; desde los que defienden que la enfermedad mental es un mito, producto de una sociedad auto­ ritaria y explotadora, o un viaje liberador del que se puede retornar, hasta los que afir­ man el carácter orgánico y hereditario de un tipo especial de enfermedad, la locura, que ctinfiere a los que la padecen un cierto grado de pellgrosidati. por lo que deben ser recluidos, tanto por su piopio bien como en nombre de la dcJ'cnsa social. Las fuentes escritas en muclias ocasiones cobran sentido a partir de encuentros, co n ­ gresos, seminarios, conferencias, entrevistas con inlormantes cualificados. En este

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scnlicki rcsiillí) jiara mi inolvklíiblt; ki coiií'croiiciii que inipailió Fianco llasaglía en la C ruz Koja de Madritl en ki que entre otras cosas afirmó que los diagnósticos psi­ quiátricos tranquilizan al psiqukitra. pues incdianic el recurso a un rótulo denonii na­ tío «diagnóstico» el leraiieuta consigue calm ar su pm pia ansiedad. Sin embargo, esas 1'ornias psiquiátricas de clasiUcación, señalaba Franco Basaglia, dicen poco acerca dcl sufrimiento de los enfermos, y del desarrollo de su enfermedati. ¿Cóm o abordar el estudio de la cuestión de la locura, un problema atravesado por to­ do tipo de pasiones y de intereses? Norbert Elias, el autor de El proceso de la civilizxicióii, aconsejaba a los sociólogos superar el reducción isino atomístico de los físicos, y las especulaciones sin tierra de ios mctafísicos, para tratar de conciliar el «compro­ miso» con «el distancian!iento», la implicación apasionada con la frialdad rellexiva ( E l i a s . 1990). Una de las ventajas de la metodología genealógica es que cuando los enfrentamientos arrecian en el presente es posible recurrir a un cierto distancian!iento remontando en el tiempo, en la histctria, a la génesis de la institución estudiada. En realidad, el recurso a las lecturas y a los datos secundarios debe proporcionar al investigador la capacidad de establecer un cierto estado de la cuestión, es decir, poiler d e te n n inar, con un cierto grado de objet i\'¡dad, cómo se ha resuelto hasta enton­ ces el problema que es objeto del análisis, así com o los debates que hay en juego. El resultado es un mapa n!ás t) nienos impreciso que debe poder dar cuenta de las posi­ ciones de los principales investigadores en el cam po de estudio, pero también de sus diferentes orientaciones metodológicas, así com o del valor de sus descubrimientos. En este sentido, tanto en esta í'ase como en la propia fase investigadora tle acceso a las hemerotecas y a los archivos, el genealogista rec u n e a una tecnica privilegiada de análisis: el análisis sociológico del discurso. El análisis sociológico del discurst), co­ mo se pone de manifiesto en el cajiítuln correspondiente de este m ism o volumen, im ­ plica el análisis de ccintenido, pero también algo más, pues se traía de reenviar los enunciados de los discursos a sus condiciones sociales de producción y de sentido. La búsqueda no se Umita simplemente a saber qué se dice, sino también quién lo di­ ce, por que lo tlice, dónde y cóm o lo dice, qué grado de verosimilitud presenta lo que se dice, en iln, cuáles son los vínculos de los enunciados con los dispositivos insti­ tucionales materiales y simbólicos, así com o las funciones sociales y políticas t|ue se derivan de los distintos registros discursivos encontrados. En todo caso, tras una primera apioxim ación a toda una serie de libros y artículos so­ bre la historia de los nianicomios en España, tras el eslutüo de algunos trabajos de Ili storia social, y de historia de la asistencia social, me pareció que se podían esta­ blecer de modo pro\ Ísioiial algunos m omentos claves para mi estudio que podrían a d u a r a modo de electos catalizadores que marcan un antes y un después en las for­ mas insti luci ouates de gestion de la locura, por lo que podrían servir de base para una primera periodización de mi cam po de trabajo. Para la periodización es ¡^reciso esta­ blecer, a partir tle materiales históricos, de terni inados momenlos singulares (.|ue im ­ plican un cambiti cualitativo, es tlecír, la ciMicentración en el espacio y el tiempo

Capítulo 1 4 El método genealógico: ejemplificación...

social de un haz de íuerzasi que da paso a im ^ue^'(l lipo d t racionalidad, y con fre­ cuencia también a nuevas formas de organización social. El tratadt) de Luis Vives en el siglo xvi sobre la recogida de pobres titulado De suhventionc pauperuni, marcaba a nii juicio un primer momento, pues unos años más tarde, en torno a 1540, desencadenó el importante debate sobre las leyes de pobres entre Dom ingo de Soto y Juan de Robles. La relación de Ui pobreza con la locura en la historia había sido bien establecida por Michel Foucault en Líi histor'ui de la lo ­ cura eii la época clásica, en el capítulo dedicado al encierro de pobres y vagabundt>s en el Hospital general^. Un segundo momento importante fue el motín de Esquilache que tuvo lugar en 1766 cuando arbitristas e ilustrados iniciaban los procesos de racionalización de la tierra, las rentas y la fuerza de trabajo. Me interesaban especialmente las resistencias de los pobres a las medidas adoptadas por ios representantes de las monarquías absolutas en nombre de la felicidad del Reino. El tercer momento estaba representado a finales de los años cuarenta del siglo xix por la creación del manicomio modelo de .Santa Isabel de Leganés. En fm, un cuarto momento se situaba a comienzos del siglo xx con la formación de las ligas de higiene mental que suptinían la salida de la práctica psiquiátrica fuera de los recintos maniconiiales para adentrarse en el tejido de toda la sociedad. En buena parte de las lecturas que realicé en las mencionadas bibliotecas y en la Biblioteca Nacional sobre la historia de la psitjuiatríii en España, se repetían con in­ sistencia, comí'* si se tratase de consignas ritual izadas, dos ideas que pasaban de g e ­ neración en generación. La primera era que en \'alencia se creó el prim er manicomio dcl mundo. La segunda, que unida a la primera convertían a España prácticamente en una potencia psiquiátrica, era que el manicomio de Zaragoza, com o reconoció el doctor Pinel, padre de la psiquiatría francesa, en su Tratado ttiédico-filosóftca sohrc la enajenación m ental o nuuu'a, fue el primero en el mundt) que creó la 1aborte r api a. una técnica de curación t|ue estuvo en la base del tratamiento moral. Las historias de prestigio, vertidas a dar lustre y esplendor a la profesión, ocultaban en realidad la te­ rrible y persistente historia de \ Íoiencia y malos tratos contra ios enfermos mentales, un enigma para el que había que buscar una explicación fundada.

Proceso de constitución del campo El paso de los asilos de locos del Antiguo Régimen, de las llamadas casas de orates, al manicomio de los siglos xix y xx. es el past> de la caridad cristiana a la ciencia * Ret'ientemcnle Ik- vuelto a ir a t ia ja r sobre este m om ento del siglo x v i en im c i u u e m r n con los historia­ dores, Véase F o r n a n d o Ái VAKiiZ-lJkÍA (2006).

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niciiica, ele la asislenciu religiosa ni tralaniicnlo psiquiátrico rciilizaihi por los alie­ nistas. ¿CiiándsÍtivos de saber y de poder t|ue hicieron creíbles dos ficciones fundam entales para el m antenim iento ti el t>rden instituido y su pcrpetuacit>n: la ficcitín de la libertad y la ITcción de la ra­ cionalidad tic tliclio t)rden. Somos libres puestt> que nt) estamos en la cárcel. Somos racionales puestt> que no estamos en el manicomio. Era precist> grabar a fuegt) st)bre

CaptUilü 1 4 El método getiealógico; ejemplíficación...

locos y elimínales ei estigma de la pciigrosidíid sticlui para que el desorden institui­ do adoptase la apariencia de uti orticn incuestionable. Tal es el reto t|iie subyace a ia lógica manicomial, a sus racionalizaciones y a su violencia instituida. ¿C óm o es posible t|Lic los sistemas políticos democráticos, nacidos al abrigo de la Revolución francesa y dcl asalio a las Bastillas del Antiguo Régimen, huyan podido proporcit)nar una nueva legitimidad a los espacios cerrados de poder? En el caso dcl m anicom io sin duda la institución total se nutrió de la fuerza que le proporcionaron los códigos presuntamente científicos dcl alienismo, pero es preciso tener también en cuenta que entre la ciencia y !a caridad, entre el alienismo y el asistencialismo cris­ tiano, medió el gobierno político de pobres y vagabundos. La suerte de los enfermos mentales no estuvo desvinculada de las políticas de control ejercidas sobre esas po­ blaciones. a la vez miserables e indc\adas comt> peligrosas. Analizar e! proceso de formación del campo psiquiátrico implica seguir en la historia la trama de cada uno de los engranajes que lo conforman, así como dar cuenta de su convergencia en la formación de una nueva institución social, en este caso refrendada por la fuerza de la legislación gubernamental. Asistimos por tanto de cerca al naci­ miento de una innovación institucional, pero a la vez ese nuevo dispositivo institu­ cional se nutre de viejas racionalizaciones. Son precisam ente esas viejas racionalizaciones las que hacen ver a algunos historiadores de la psiquiatría, predominantcmentc psiquiatras aficionados a las historias de prestigio, más bien continui­ dad entre las viejas casas de locos y los nuevos recintos manicomiales que un proceso de innovación y de ruptura. Y una vez más la paradoja surge: ¿Cóm o es posible que instituciones presuntamente científicas, nacidas en el seno de sociedades presunta­ mente democráticas, se asemejen tanto a las instituciones de recogida y control de po­ bres nacidas en el interior de los sistemas tiránicos, arbitrarios, del Absolutismo? No me voy a detener ahora a intentar esbozar una respuesta. Los lectores interesados pue­ den adentrase en las páginas del libro. Tan sólo me gustaría señalar que la fomiulación de preguntas puede ser el resultado legítimo de ini proceso de investigación y de descubrimiento, incluso cuando se carece de respuestas acabadas. Émilc Durkheim escribía en Las refalas dc¡ método sociológico que si nosotros go­ zamos en la actualidad de la libertad de pensamiento es porque ha habido herejes de todo tipo que por defender esa libertad fueron perseguidos durante siglos por el bra­ zo secular (Dukkhi-im, 19ÍSI: 71). Así pues, lo normal no se opone a lo patológico, sino que el propio proceso de definición de normas implica la demarcación de espa­ cios correlativos de desviación (vcasc el análisis de lan Parker en este m ismo volu­ men). Los enfermos mentales, recluidos en el interior dcl orden manicomial. representaron en estado puro una muestra representativa de la pclignisidad social de las clases laboriosas. Y en la medida en que los alienistas consiguieron neutralizar esa peligrosidad, reducirla, someterla, la medicina mental, y la principal técnica de tratamiento, el tratamiento moral, estaban destinados a superar las tapias del m ani­ comio para desplegar a campo abierta) sus poderes de normalización.

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[£n las t:iitrc\'istiis, las historias de vida o los grupos de discusión, es decir, cuando el sociólogo rcc u n c a las técnicas cualitativas de Ín%estigación social, por lo general re­ coge tliscurst>s. Cada registro discursivo es ct>nsiderado rciircseiilativo de una deter­ minada posición social del locutor. El objetivo del análisis del discurso es dar cuenta de la dispersión de enunciados existente en un cam po discursivo. Cuando se produ­ ce una cierta saturación discursiva, es decir, cuando de las nuevas entrevistas, histo­ rias de vida o grupas de discusión no se deri\ an ya prácticamente nuevos enunciados que permitan enriquecer el mapa de los distintos registros discursivos, el hivestigador considera que ha cubierto suficicntenncntc su cam po de estudio, y debe pasar tic la descripción a la explicación. En el caso de la sociología histórica, en el caso de la genealogía de las instituciones, ocurre lo misino con los textos históricos, pues, en un momento dado, observamos que solo se producen regularidades discursivas, es decir, que el cam po tle dispersión de los nuevos enunciados recogidos prácticam en­ te no varía el mapa obtenidt) por el investigador. Nos encontram os así con un corpus tliscursivo que es preciso analizar, es decir, es precistijerarquizar los enunciados, tletenninar cuáles ocupan una posición central y prept'tnderanie, y cuáles ocupan posi­ ciones subordinadas o dependientes. Pero es preciso ir más allá, es decir, vincular lus registrt>s discursivos a las p(.)siciones sociales de los sujetos de enunciación ctin el fin de determinar el tipt> de racionalidad en el que se insertan los enunciadas, qué fun­ ciones sociales cumplen, a qué intereses sociales responden. En ocasiones nos cncontramtis con polémicas enunciativas pert> integradas en un m ism o régimen de racionalidad, de modti que unos enunciados se refuerzan en tiptisicit'in a otrt»s. Pero también se producen cambios bruscos, desplazamienttis discu rsivt>s, mu tac iti nes prt>fundas producidas por rupturas epistcmtilógicas, pt)r innovaciones materiales o sim ­ bólicas íntimamente ligadas a la aparición de nuevos registros discursivos que hay que analizar y explicar. ¿Cuándo, cómo, por qué se prtidujo la innovación en el or­ den del disciusfi, quiénes fueron sus portavtices, a tjué intereses y procesos st>ciales respcnidían, cuáles fueron sus efectos sociales y políticos? El análisis socitilt')gÍcti de los tliscursos eji la historia puede y debe prtiptircionar líneas verosímiles de explica­ ción tle la innovación en el terreno tle Itis enunciadt)S apelando a procesos sociales ciímplejtis La instiiucioiializacit>n de lt>s manictiinios proporcionó a los cspacitis cerrados de las instituciones ttitales, cuya lc)gica analizó st>ciok)gÍcamenle Erving Goffm an de for­ ma ejemplar, un aval científico que contrarrestó el desprestigio en el que habían caído como consecuencia de la Revt)kicitin IVancesa que asocit^ esas bastillas ct>ji el poder antidemocráticíi desplegadti pt>r las mtinarquías absolutas (G( m^' man , 1992). Sirva como pi ucba la prtiliferacit'in en el siglo xix de los sanattiritis antitubcrculostis t) de los prtipios ht>spitales generales, ctinvertidos en máquinas de curacit'in, y remt)zadt>s por la medicina pastcuriana. ’ SobiL' técnica tlel aníilisis gcnt-a ló gico dcl discurso, J e las co sas dtfhas, üdeni£Ís tic las propuesuis ele Ids espcciali.'it.'is cii la lingüística dcl discurso, puede servir el nioctelo tjue sisie n ia liz ó í-’oucünh cunrulo aún no hatiía pasado dcl análisis arqncoloyieo al gencaU'»gic(* (FourAi'U'i, 1969, 1971).

Capítulo 1 4 El método genealógico: ejemplificación...

Proceso de transformación del campo El manicomio, la iiislilución terapéutica por excelencia para com batir las enferm e­ dades m cnlaïcs, nació marcada por unii especie de lioble vinculo: por una parte se trataba de crear las mejores condiciones para curar al enfermo en un régimen de ais­ lamiento; por otra, niediaiile el encierro manicomial, el poder político exigía a la ins­ titución asegurar que los enfermos no alterarían el orden instituido de la sociedad. Las políticas de orden y de control terminaron por prevalecer sobre los intereses de los enfermos. Sirvan de ejemplo las palabras que. tras el triunfo del golpe militar franquista, escribió el doctor don Antonio Vallejvi-Nágera, catedrático de psiquiatría y Director del manicomio de Ciempozuelos, en uno de los manuales canónicos de la psiquiatría española durante el franquismo: «En parte alguna com o en el manicomio es más necesario el mando único y la disciplina pretor iana de! personal facultativo, auxiliar, y administrativo. Así lo re d a m a la psicoterapia colectiva y la creación del ambiente psiquiátrico sanatorial, además de las relaciones de los enferm os y su peli­ grosidad» (V ai, i,iíici-NAgera . 1940: 7 i ). ¿Cóm o se pasó de los locos peligrosos a los pequeños perv'ersos? Creo que para en­ tender hi.stórieamentc el paso de las psicosis a las neurosis es preciso detenerse en el enfrentamiento entre ios jueces y los peritos médicos en los estrados de los tribuna­ les de justicia, es decir, es preciso referirse a los «locos que no lo parecen». Dicho de otro modo, para hacer valer su ciencia, su saber psiquiátrico, los alienistas, convertidt>s en peritos médicos ante los tribunales, afinaron sus códigos para percibir la lo­ cura allí donde el resto de la sociedad, incluidos jueces y fiscales, lan solo percibía síntomas de normalidad, de modo que los límites entre la razón y ia locura se hicie­ ron cada vez más boirosos. Cuando las mujeres feministas defendían para las m uje­ res el derecho al voto y la salida del hogar para acceder de pleno dcrechtí al mundo de las jirt)fesioncs, la histeria se con\ inió en la punta de lanza de las neurosis. «Una nube de histerismo es algo connatural a la naluraleza femenina», escribía un psi­ quiatra italiano. cuand(.> lu escuela ptísiiíva de derecho penal entraba en lodo su a¡x)geo. El psicoanálisis sLugió a la sombra de las mujeres hislérieas, y con él se abric> también el ntievo continente de la psicología clínica, de modo que se crearon así las condiciones para la ft)rmacic>n de una nueva cultura jisicológica. El análisis genealógico de cualquier institución social implica la demarcación del campo de estudio que goza de una relativa autonomía, pero esa autonom ía no es to­ tal. Es preciso por tanto también rastrear los vínculos del terreno estudiado con otros terrenos colindantes, y todo ello con las iransformaciones profundas, económicas, sociales y políticas, que afectan a la sociedad en la que cení ramos la indagación. Y así la psiquiatría, en cuanto espeeiahdad médica, no se puede separar tajantemente de las transformaciones que se produjeron en el cam po medico. Estas tueron en oca­ siones fruto de innovaciones profuiulas en el campo del saber, com o el descubri­ miento de los microbios por Pasteur, o el descubrimiento por Kocli del bacilo de la tubercuU'ísis. pero también surgieron de innovaciones tecnológicas, ctmio por ejcm-

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j>k> el dcscubriiiiicnlo tie Itis riiyos X. rayos X, jmilo con el coiiociinienio dcl ci­ elo desiii'i'oliado por el bacilo de la Uibercidosis, perniilicron la dcicccióii precoz de esla cnrernicdad, es decir, el paso de una medicina de reparación a una jiicdicina pre\etiiiva. Y si bien los sanatorios antitubercultisos, esa especie de baluartes descriuis con precisión por Tilomas Maini en U i inouíiuui mctgica, adoplanin el m odelo m ani­ coni ial, ios dispensarios aniiiubercukisos representaron a principios del siglo xx un modelo paia las ligas de higiene mental. La democratización de la locura em pezaba a ct)nverlir en obsoletas a las viejas bastillas maniconiiales. Lsos espacios de excep­ ción resultaban iiuhcados para las situaciones límite en las que se producía la gran eclosión de los delirios, pero los desajustes mentales, las pequeñas tobias, traumas, depresiones, los síntomas de nerviosismo, ptidi'an ser tratados sin recuirir a los re­ medios traumáticos del internamienlo forzoso y la reclusión vigilada. La salida de la psiquiatría al campo abierto de la vida cotidiana se produjo cuando, tras la Ctniiuna de París, primero en Alemania, y más tarde en toda Ruropa, se aban­ donó la utopía liberal de la sociedad de mercado para diu* paso a un primer m odelo de Hslado social. Se trataba de integrar a las poblaciones peligrosas en un nue \ '0 marco sociopolítico en el que el protagonismo de las viejas instituciones de control, cárceles y manicomios, tendía a ser sustituido por nuevas instituciones de socialización, como la íamilia y la escuela. El psicoanálisis y la nueva psiquiatría infantil encajaron sin problemas en el interior de la nueva política de orden. Cuando se le requirió la m edi­ cina mental acutlió a la cita reclamada pur el nuevo reforniismo social. M iserables y íacos es un libro que se detiene a las puertas del nuevo im perio de la psicología, sin adentrase en su interior (Á lv a re z -U k ía , 1983). Es perfectamente per­ tinente llevar a cabo un estudio genealógico, un estudio de sociología histórica, del campo psicológico, y sería muy deseable que jóvenes o viejos sociólogos decidiesen adentrarse en este terreno movedizo para definir en él una problematización, esta­ blecer una peri odi zac ión a partir tle datos secundarios, analizar, a partir de m ateria­ les históricos, que pueden ir desde documentos escritos hasta la historia oral, la I institución del campo, así com o sus transformaciones y cambios. Sin duda una in.•stigación sociológica de esla naturaleza resultaría útil para todos los psicókigos tjue se esfuerzan en la actualidad por sentar las bases de una psicokigía crítica, alicrnaliva a! elemenlalism o asocial de la psicología clínica oficial**. Una investigación de sociología histórica, una investigación geneak'igica, adopta luia problematización com o puntti de partida y puede concluir con la apertura de un cam ­ po abierto a nuevas pixiblematizaciones. En todo caso el esquema de desarrollo t|uc acabo de presentar resulta dem asiado lineal, dem asiado vertido a un esquem a lógico t|Lic olvida o pone entre paréntesis ios procesos reales tie descubrimienlti. En toda in­ vestigación hay tanteos, e no rcs, líneas de fuga, observaciones que no conducen a ^ I l c i i i n s i m c n lii d o c o n i r i h i i i r íil iiniílisis í >ctil' íi ló g i c o d e la s le tir ía s y las p r á c t i c a s [ i s i c o l ó p i c a s e n J u l i a V,\R1.:í .a y F e m a i i i i o Al vare-v .-U kía ( ly S f i ) . íisí c o m o F c r n u n d o Á i .v a r e z -LI k í A (2UU5). VÍ'íj .ví- liimliidn L iu illen n o

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Capitulo 1 + El método genealógico; ejemplificación...

ninguna parle, intcrprelacioiics sesgadas o apresuradas, hipólcsis que nu se ven co­ rroboradas por loh. datos. Hn ocasiones el investigador puede pío poner explicaciones solí s{icadas, ficcionar. para salisi'acei' el propio alan de nt>loriedad, elegir ios textos más llamalivos en det rimen lo de los más represen lai ivt)s, en suma tratar de ceder al narcisismo en perjuicio de la búsqueda de la verdad. Se producen también encuen­ tros fortuitos, hallazgo de documentos que resultan ser claves para dirigir la indaga­ ción, y por supuesto surgen siempre problemas colaterales estimulantes que pueden ser objeto de arlíciilos e incluso de libros, a pesar de que en den)asiadas ocasiones nos desvíen en paile de nuestro objetivo principal.

Sociología y sociedad La investigación genealógica exige tiempo, paciente acopio de materiales históricos, imaginación para articularlos y para atleiantar posibles líneas de explicación. La in­ vestigación puede resultar apasionante cuando avanza el proceso de descubrimiento), pero también desesperante cuando los datos van derribando una a una las explica­ ciones posibles avanzadas p(ir el investigador. Ln lodo caso los resultados suelen ser casi siempre fruto de la recogida de informacit')n, del esfuerzo constante por llegar a regularidades discursivas, de avances y retrocesos, pues, como señalaba Gastón líachclard. Ja verdad se asienta sobre un foiitio de error. Los descubrimientos se pro­ ducen por tanto muy a largo plazo. Por eso es preciso que exista una iuerle dosis de motivación. En este sentido me parece muy importante estar en contacto con los co­ lectivos sociales que han planteado la demanda, pues asumir la demanda, tenerla siempre presente, es el mejor antídoto contra la tentación de tirar la toalla y abando­ nar. La investigación sobre el campo psiquiátrico en España surgió en íntima relación con enfermos, enfermeros y psiquiatras que cuestionaban la violencia de la institución manicomial. Fueron ellos los que imprimieron a la investigación un sesgo anl i nor­ mativo y auntiautoritario. En este sentido la investigación ha sido realizada, en sin­ tonía con la realizada poi’ Erving GolTman en Washingttin, adoptando desde el principio el punto de vista de los internos. Es un punto de vista legítniio pues la ins­ titución psiquiátrica se define y se justifica precisamente en razón de sus funciones terapéuticas. Pero a su vez el trabajti fue posible porque existía previamente, a dis­ posición del investigador, todo un fondo social de ct>nocimiento sin el cual es im po­ sible avanzar. En este sentido toda indagación sociológica, sea genealógica o no, lo reconozca o no, se inscribe en el marco de una investigación colectiva. Lo propio de la investigación genealógica es reconocer una deuda con el pasado y con la sociedad, así como inscribirse también en un proyecto colectivo de transformacitin social. El trabajo de investigación puede finalmente convertirse en una tesis doctoral, un infor­ me técnico, un libro académico, o en varias cosas a la vez. pero en buena medida su fuerza y su coherencia provienen de la voluntad de respt)nder a una dem anda social, del rigor metodológico, de la pasión por el conocimiento y tle la voluntad de verdad.

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Miscral^les y /or¿)\ fue presentatio primero eoino tesis doctoral eii sociología, en la Dniversidad de París VIH. y poslcriornicnlc presentado en sociedad, en 1'orina de li­ bio, en ei m anicom io Camilo Alonso Vega de Madrid, entonces dirigido por el psitjiiiatra Valentín Corees que propicitS, desde planteamientos anl ipsiquiátricos, una política tic puertas abiertas y de abolición a la larga del manictimit). Tanto en la d e ­ fensa tle la tesis com o en la presentación del librt) la investigación genealógica fue stimelitla a tliscusitSn y a crítica pt^r parte de profesionales de la sociología, la hisloria y la psiquiatría. A partir de esos debales y criticas surgió la conciencia de los erro­ res, las lagunas, las limilacit>nes de la investigación, el conv'enc i miento de que se potlía haber prticedido de olro modo, pero lambien se c o n firm arte los aciertos y se abriert)!] posibilidades nti previstas de inteipretaeión. Ct)ii la prese n tac i ti n de la in­ vestigación en íbrma de libro el invesligadtir no solo devuelve a la sociedad una par­ le de los recursos que esta le ha prtiporcionadt); intenta también responder a la demanda de los colectivos que la han hechc» posible, que a su vez ctinstiluycn el m ar­ co que dola al trabajo socioli>gico de inteligibilidad y de sentidc). Andreu' M. Ct>lman, en su Dit cionarif) de definió a la antipsiquiatría del siguiente mtido: «Una crítica radical tle las aprt>ximacitines tradicitinales (especial­ mente médicas) a los desórdenes mentales influenciada por el existencialism o y la sticiología. y popularizada ptir el psiquiatra escocés Ronaid D. Laing (1927-89) y tilrt'ís, durante los años sesenta y setenta» (Col.MAN. 2001: 4 5 ) ’'. No com parto una de­ finición tan indefinida, y nientjs aún que la crítica radical se haya agotado. La definicitín presen la sin em bargo el interés de vincular a la stieiología con la psiquiatría, una relación que ctin frecuencia es ignorada, y stibre u>do o h id a d a . Me enorgullece haber parlicipadt), aunque sea mínimamente, en esa alianza estratégica ct>n enfermos y profesionales críticos t|ue tuvo lugar en lt>s añt)s sesenta y setenta para m ejorar la suene de los enfernu>s mentales. Creo que en buena medida, gracias a esta alianza, la representación tle 1a enferm edad mental se hu desvinculado de la imagen de m ar­ ca de la peligrosidad social en donde la había encapsulado la psiquiatría clásica. El éxito tic la ctilaboración entre stíciólogos y antipsiquiatras se pust) de inanifieslo ct>n el cierre de los manicomitis en virtud de la Ley ISO, aprobada en Italia en 1978, a instancia de psiquiatría democrática. 1-a st>ciología histórica es en la actualidad un antídoto contra el positivismt) que tien­ de a la cosificación del m undo social, y también sirve para cuestionar la identifica­ ción de la sociología con la tecnocracia, pues el análisis sociohistórico no debe rehuir la objeii\ación de los pi>deres y la manifestación de distintas formas de violencia ejercitlas en la histtiria. F^ero la sociología histórica puede ir aún más alht, y ct>ntribuir al desarrtillt'» de le>s saberes socitilógictis, al ptiner también de manifiesto el carácter histtVico de nueslrtis instrumentos tle ct)nociniiento, sus límites y ptisibilidadcs. Inirtiduce ptir tanto la catiucidad y el carácler efínierti de la historicidad, allí " S o b r e la ;il¡iin /a e iilrc los s o c i ó l o g o s y los liíc n ic o s p u e t k ' m u y b ie n s e r \ i r tk- iliistr¡it:irtn t i lit>ro de I-iiiiii:o lÍ ASAtii lA y I'iiinca B a s a g m a (t-d.) ( 1 9 7 7 ) .

Cnpítulü ) ■» El método genealógico: ejemplificación...

dundc algiiims sociólogos lieiuicii :t absoUiliziir sus códigos leóricos. así com o los métodos y tcciiicas de invcsligación. Apela, en fin, a la inscripción del sociólogo en lina vieja tradición crítica t|Lie es piecisti ct)nticer, poner en práctica, pero lambicn cuestionar y desarrollar en función de la búsqueda personal y colectiva de la \ erdad sobre la dinámica social tie nuestras sociedades Al hacer esto, los sociólogos no solo conseguim os afinar nuestros instiumentos de ct)nocimiento; contribuimos tam ­ bién a la búsqueda de una mayor objetividad [lara propiciar así la elección por los ciudadanos de nuevos espacios de libertad. Tanto las categorías del pensamiento sociológico com o la dinámica social están atra­ vesadas por ia hisU:»ncidad. La crisis actual de las producciones sociológicas se deri­ va. en buena medida, de que seguimos operantlo con categorías heredadas, forjadas para dar cuenta del pasadt>, que resultan en la actualidad obsoletas para tratar de o b ­ jetivar las innovaciones del presente. Pero la innovación catcgorial, la creación de conceiit(,)s nuevos que a modo de lentes de aumento nos permitan acceder con mayor agudeza a la observación de la vida social, no surgirá de la nada, espontáneamente, como por arle de magia. La fíii iiiación de nuevas categorías de pensamiento que nos permitan contemplar regiones sociales hasta ahora i ti vi si bles, implica un proceso de ajuste, readaptación y iranslonnación de las categorías de pensamiento para focali­ zarlas en el análisis dcl presente. Unicamente un conocimiento cn'lico de las calegtv rías de pensamiento prtíducidas por la propia tradición sociológica, en íntima relación con ios problemas sociales que se pretende resolver, nos puede servir de apoyo para la innovación de ideas conceptos, LJn sociólogo debe manejar los ins­ trumentos de conocimienlo propios del oficio de sociólogo y aplicarlos a los proble­ mas de nuestro ntLindo. Ello retiñiere estar familiarizado con una tradición, pero iu> para recrearse en ella y ritual i zar la, sino para darle vida y tiperativ izarla al servicio de la sociedad en la que nos ha coiTespontlido vivir.

B ib l io g r a f ía Ahorno,

Th,

( I99íi): httroduccióji a ¡a soviolotiía,

arce lona; Cjedisa.

A l \ a r e z - U k i a , K (1983): M iscraliles y Unos. M vdii ina tncntal v onieii xoi íal cu ¡a E spaña íU'¡ sig!a AV.V. B a r c eitin a : 1 iisq u c ts. — (200.^); «Viaje al intcridi ticl yo. La psicok)gizacit)n dcl yo en la sociedad de los individut>s?). cii Claves de ht razón prártira, 153, págs. 61-(i7. — {200fi); «Pobreza y iimdcniidad. La poli'lica dt: p o b r e a la hi/. dcl dcrccho de gentes», en C a s i U-Lí). S., y Olivi-jí, P. (et)ortls.). Ixts ft};unts dcl desorden. H eterodoxos, ¡yroseriíos y marginado.^. Míitlrid; Sigio XXI, págs. 2S5-30S. — y V a k e l a . J. {2004): Sfu ioloiiía. eupitídistnn y denuH'roí ia, (¡énesis e h)Sí¡tueionaUz.acÍón de ht stK'iologia en O ccidente, M u d r k t : M o r i l l a . l’;ira niíís d a l o s st)bri.' líi rclac-ión i r i t i c el ihcKkIo g e tie a k 'm ie ti y la s o c io lo g ía liis tó r ic a véan.sv M it c h e ll

D i. an (1 9 9 4 ) y Kiidi ViShLi.k (1 9 9 5 ), así co m o Robert C a s h i. (20 01 ).

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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B a s a í ; ) (A. í-., y B ASAfii.lA, F. ( c d . ) ( 1^)77): L o s crúncíU 's d e la ¡m z. ¡n vcst iff a c ió n so h rc ¡os in-

ii'lí’cíiicilcs V í(>s té c n ic o s c(»no s e rv id o r e s d e la o p r e sió n , M é x i c o : S i g l o X X I . LíkaDDLL., f". ( 1 9 9 0 ) : t i i s í o r i a y h i s c i e n c i a s s o c i í d e s , M u d r iJ : A t iín i/ii. l-ii:RKr;, 1'. ( 19H7): S o c i o h i f i í a e t u s l o r i a , M a d r id : AlÍLiiiza. C a s t i 1., 1^, ( 1 9 7 6 ) ; ¡.'O rd re psychiaíric¡ne. L ’âi^e d ’o r d e i 'a iié n isn ic, Fan's: M i n u i t ( tr a d u c —

c in ii al e s p a ñ o l en e d it o r ia l L a P iq u e ta ) . ( 2 0 0 1 ): « P r e s e n t e y g e n e a l o g í a d c l iir e s e iitc . P e n s a r e l c a i n h i n d e una í'ornia n o e v o l i i e i o -

n is t a » , e n A r c ! ) i p i é l a g o , 4 7 , p á g s . 6 7 - 7 5 . Coi.M A N, A . M . (2(K)1 ); D i c i i o n a r v o j P s y c h o h ) g y , O xl'ord: O x f o r d l ' n i v c r s i t y Pre.ss. D i . A N , M . ( 1 9 9 4 ) : C r i t i c a l a n d E f f e c t i v e H is tt> r ifs . F o u c a u l t ’s M e t h o d s a n d H i s t i n i c a í S o c i o l o } ’y , L o iu lr e s : R o n t l c d g e . D o n /IlL O I , .1. ( 1 9 7 7 ) : /\> H c e d e s f a i i h l l c s . Pan's: M i n n i t ( t r a d u c c i ó n a! c s j i a n o l cii P r e t e x t o s ) . — (1 9 N 4 ) : L ' i n v e n t i o n d u s o c i a l . E s s ( d s u r le d é c l i n d e s p a s s i o n s p t f l i f i i j u e s , Paris; F a y a r d . DUKKIItilM. H. ( 1 9 7 8 ) : D e h t d i v i s i o n d u t r a v a i l s o c i a l , Paris; P U F . — ( 1 9 8 l ): L e s r è g l e s d e l a i n é l l t o d c s o e i o l o ^ i c p t e . Paris; P U F . — ( 1 9 9 8 ) : L a s reíalas d e l m é t o d o s o c i o l ó f i i c o v otrr>s e s c r i t o s s o b r e f i l o s o f í a d e l a s c i e n c i a s s o c i í d e s . M a d rid : A l i a n z a . L m a s. N. (1 9 0 0 ): C o m p r o m is o y d is ta n c iu in ie n to . E n s a y o s d e so cio lo f^ía d e l c o n o c itn ie n to , B a r c e lo n a : P e n í n s u l a . F o i i f AlJLT, M ic lie l ( 1 9 6 9 ) : ! J A r e h é o l o f > i e d u s a v o i r , París: G a l l i m a r d ( t r a d u c c i ó n al e s p a ñ o l en S i g l o X X I } . -— ( 197 1 ): L ' O r d r e d u d i s c o u r s , París: G a ll im a r d { t r a d u c c i ó n al e s p a ñ o l e n Tiisqnct.s). — ( 1 9 7 5 ) : S u r v e i l l e r e t /uíiiir. I\/aiss s s o b r e la s itu a c ió n } s o c i a l d e l o s e n f e r m o s in e n t ( d e s , B u e n o s A ir e s: A m o r r o r lti.

1,i; ka , Á. M. (1972): M i v i a j e a l r e d e d o r d e h i l o c u r a , Barcelona: Planeta. M a ilss, M. (197 0 ): «L a oja ció n ( 1 9 0 9 )» , en L o s a g r a d o

l o p r o f a n o . O b r a s I, B a r c e lo n a :

Barra! F d i tores. KUNiniiiiJiS, G . ( 2 0 0 4 ) : E g o l a t r í a , O v ie t l o : E d i e i o n e s Krk. V a i i i ,i(i-N,Mii:kA. A . ( l 9 4 0 ) : T r a i a n i i c n t o d e l a s e i i f e n n e d a d e s n i e n h d e s , M a d i id: S u c e s o r e s Ul' K i v a d e n e y j a . V a r i LA, J. ( e d .) ( 1 9 9 4 ) : N < n'b crt E l i a s , C o t U H 'i m i e n t o y p t u J e r , M a d rid : La P iq u e ta .



y Ái v a k i : / . - U r í a , Í-. ( 1 9 7 7 ) : « F o u c a u l l IVente a M a r x . A n a t o m í a h i s t ó r i c o - p o l í t i c a d c l ortlen b u r g u é s » , e n T iem p o d e H is lo r ia . 3 4 . .se p tie m b r e , p á g s . 9 0 - l() .1 . — ( 1 9 8 6 ): L a s r e d e s d e la p s i c o l o f - í a . M a d r id : E d . L ib e r t a r ia s . — ( 2 0 0 S ) : M a t e r i a l e s d e s o c i í f l o ^ í a d e l a r t e , M a d r id : Siglt> X X I . V is k í: k , l í . ( I 9 9 . S ) : M i c h e l F o u c a u l t . G e n e a l o g y c>s C r i t i q u e , L o n d r e s : V e r so . W|iHi:k. M . ( 2 0 0 1 ) : ¡ J i é t i c a p r o t e s i a n t e y e t « e s p í r i t u » d e l c a p i t a l i s m o , M a d r id : A lia n /.a .

i

C A P I T U LO

Modelos y métodos socio-críticos de la investigación cualitativa: Cuatro casos psicoanalíticos y estrategias para su superación* Chisliiiii Iii}ío Lcnz UiinkiT e lun P a rk e r 7’r íitlu cció n di> O lg a A b á s o la

Diversos marcos leóricos, conlradictorios, pueden enriquecer la investigación cualil a ti va. Esos marcos, a sii vez, son sumamente ú li les para nosotros a la hora de abor­ dar el tem a de este capitulo, en el que haremos hincapié en los usos ¿’.s/rcncgicox de la teoría para que lu investigación tenga un efecto político. Esbozarem os las estrate­ gias conceptuales necesarias para incorporar el psicoanálisis ^— y trascender su i li­ li uencia histórica—- en la investigación social cualitativa. Lo que pretendem os es poner a disposición del investigador los senderos a seguir para abordar el psicoaná­ lisis de un mudo más eficaz frente a los nielados «defensivos» estandarizados, que habitual mente se emplean para evitar la influencia de las ideas psieoanalíticas. Mediante la superación de las categorías psicoanalítieas, mostraremos el eaniint) pa­ ra llegar a una forma de «antipsicoanálisis».

M

o delos y m é t o d o s s o c io - críticos

Uno, dos, tres La investigación cualitativa que pretenda analizar la «experiencia» se enfrentará des­ de un principio a cuestiones relacionadas con el papel que ésta juega en la ideología o en los retos que plantea la ideología. Hii el orjyinal stthlaiitD t. tnitiiiccióii ni ¡iiyliís de la licgcliutiíi. que aquí traducim os por su­ peración. Ei termino aleniái), AtiJJirhiififi, expresa tíinlo siipríniii c o m o r o t i u ' n a r y eU ’var. Exprcssi la esencia de la dialtíetica licgeiiaiui. pues Índica que Kidn tiionionto del procL-so dialéctico «conliciic y su­ pera» al anterinr absorbiendo a su opuesto, con lo que el proceso resulta siempre ascendente, progresivo.

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I—

Estrategias v prácticas cualitativas de investigación social -------------------------------------------------------

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L.ii niL-ioilnioízKi ffiniiiisla ictiri/.ii acerca tlcl nexo cnlrc el canihin poliiico y el moLki en tjiie iiulivithialmente se \ i\’eii Ids proL'CSds políticos dcstie la experiencia, perí'oiinaiivanienie (ví'í/.ví', por ejemplo. Burt.i K, 1990). Las perspecti\as fciiiitiistas aliordan los aspectos cual ilativos üc tndo tipo de rcnónienos y ciieslinnan los enfnt|ues reilueeionislas tjiie convienen la c».)ndiicla. la (iinclón, el significado o los valores en patrones universales, «nntiiralcs», de eompuraeión. La teoría feniinisla niLiestra hasla tjué punto la experiencia no es accesible de un m odo inmediato, dado que siempre está mediada por el lenguaje, las instituciones, los discursos, la cultura, la clase, la posición y, por siipuesU>, el género. Concela así con la investigación cualitativa tjuc otorga un papel im pon ante a la nicdiadóii. Li>s cnio(.|ucs m a r x i s l a s c t x i s t i t u y e n o l r o r e c u r s o v a l i o s o , y stin m u c h a s las i m p l i c a ­ c i o n e s q u e p l a n t e a adt>plarlos e n la I n v e s l i g a c i ó n c u a l i tal i va; a d e m á s , c o n e c U i n a su vc7 c o n las p e r s p e c t i v a s f e m i n i s t a s . El m a r x i s m o d e s t a c a la l'unci ón d e la i d e o l o g í a , poi e j e m p l o , y a s í la p o s i b i l i d a t l s i e m p r e p r e s e n l c d e q u e lo s a c u e r d o s s o c i a l e s a l ­ c a n z a d o s en u n d c t e r m i n a t i o m o m e n t o p u e d a n (.)bedecer a inia s e r i e d e i n t e r e s e s c o n ­ c r e t o s ; las e t > n c e p e io n e s d i a l é c t i c a s d e la r e a l i d a d s o c ia l l l a m a n la u l e n c i ó n s o b r e el h e c h o (,1c q u e los a c u e r d o s [ > o l í t i c o - e c o n ó m i c o s e s l é n s i e m p i e e n c o n l i i u i o p r o c e s o tie c a m b i o , p o r lo q u e e n n u e s t r a s i n v e s t i g a c i o n e s t e n d r e m o s q u e explicai* ptii t]ué n a ­ d a p a r e c e c a m b i a r e n re a l it l a d ( I í e ^n s a í d . 2 0 0 2 ) . L a s p e r s p e c t i v a s m a r x i s l a s c o n s i d e ­ ran la iiatLiralc/.a d e la r eal ida il s oc ia l n o c o m o u n a m e r a s e r i e d e « h e c h o s » u t)bjelos». sint) c o m t ) un c a m p o d e con lratl¡d o rias. La realidad de cuaUjuier t)hjctt> tle i n v e s l i g a c i ó n n o r e s u l t a i n m e d i a t a m e n l e a c c e s i b l e p u e s t o t | u e s i e m p r e se d a un p r o c e s o tle a d i c i ó n o s u s t r a c c i ti n q u e p e r m i t e q u e a t | u e i l o n o s r e s u l t e u n o b j e Iti rccciíile. E s t o i m p l i c a q u e tm entc>t|Lie e u a l i l a t i v o r e q u i e r e rectHisliiiir las e s ­ t r a t e g i a s id e o l t í g i c a s p o l í t i c a s pn ^ d ii c l o r a s y r e p r o d u c t o r a s d e e s t e p r ti e e s ti d e at li ei ó n y s u s t r a c c i ó n m e d i a n t e el e u a l el m u n d o se n o s p r e s e n t a «tal y c o m o e s » . May un l c r e e r m a r e o l e l e v a n t e q u e q u i s i é r a m o s a b o r d a r y q u e ct'»nslitu>e u n c o m pendit> d e d i \ ' e r s a s p e r s p e c t i v a s letíri eas q u e e n t)casit)nes se a g l u t i n a n baj ti la e t i ­ q u e t a tiel «po ste strLictin-alism o» {S \i. 1 98 H ), Si bi e n e s u n a etit|Lieta a l g o e n g a ñ o s a , r e s u l t a úlil p a r a a g l u t i n a r los a n á l i s i s s o b r e el p o d e r y la r e s i s t e n c i a d e la o b l a d e M i c h e l H o u ea u ll y la d e c o n s t r u c c i ó n ra d i c a l e n lt>s t e x t o s d e .laet[ues D e r r i d a tie los s i s t e m a s d e s i g n i f i c a d o t i o m i n a n l e s . D e e s t e e n s a m b l a j e d e p o s i c i t i n a m i e n l o s I c í S r i e o s tt>nianios el a r g u m e n t o t l e t]ue n t i b a s t a c o n e s tu d i ii r el p t i d e r « d i s c i p l i n a r i o » , s i n o q u e es i g u a l m e n t e i m p o r t a n t e a n a l i z a r los p r ti ce s tis m e d i a n t e los c u a l e s los sujc k is ll eg an a cr ec í i n t l i \ i d u a l m c n t e t]ue d e b e r í a n h a b l a r tic s u s p c n s a m i e n l o s y s e n limientt>s m á s í n t i m o s ; se trat a tle un a s p e c k ) d cl p o d e r t|u e i n c i t a a la « c o n f e s i ó n » , in cl uit la la t| u e o b t i e n e el i n v e s l i g a d o r c u a I i l a t i \ o e n el lranscurst> d e su iraba jti. P a r a tiosoM’t>s. e s t e m a r c o , a s í p la n t c a t l o , i m p l i c a t| u e p r e s l c m o s atcncittii a ctSiiio la s u b je tivitiat l se p r o d u c e e n su p r o p i o « r é g i m e n d e v e r d a d » ( Eo t ' t ' Ai ' L l, 19S0). L a sii bj et i v i t l a t l d e b e et>nsitlei a r s e c o m o u n a s u e r t e tle c fc c ío d e las p r á c t i c a s t l i s c u r s i v a s , y no c o m o la e x p r e s it ) n d e la v o z i n t e r io r d e i n t l i v i d u o s l i b r e s y a u t ó n o m t i s . T a m b i é n , en e s te scMtÍdt>. la i n v e s t ig a c i tí n c u a l i t a t i v a d e b e c u e s t l t i n a i su p r o p i a p ti s i e i ó n cuaiuU)

Capítulo 2

Modelos y métodos socio-críticos de la investigación cualitativa...

pretende investigar los fenóinetuts, aiiioiiicluirse en el pnicesu, de otro m udo se li­ mitaría a producir y repiodiicirsc; en palabras de Karl Kiaiis, sería «la enrennedad para la que este remedio parece ser la cura». En este castí, la «deconstrucción» del significado es útil para cuestionar lo que con frecuencia argumentan los investigadores (que a menudo gustan de llamarse «expeitos») cuando proponen explicaciones mucho más precisas de lo que en realidad apor­ tan los participantes en la investigación. Pretendemos vinculiu" esta «habilidad» desenm ara fiadora con las argumentaciones marxistas y feministas para convertir nuestra investigación en una «dcconslrucción práctica»; ello permite pasar de una mera interpretación dcl m undo a la transfonuarión del mismo; una interpretación ra­ dical que ponga en tela de juicio las normas básicas y los supuestos al servicio del poder podrá asimismo sentar las bases para la existencia de diferentes formas de es­ tar en ei mundo, Aqiu' nos des marcamos de la investigación cualitativa que entiende que su (unción es producir una redescripción de la realidad, de los objetos o fenó­ menos investigados, o reinterpretar los datos en un contexto más amplio, com o al­ gunas perspectivas cognitivas pretenden hacer desde la sociología, la antropología y la psicología. La decisión de trabajar en torno a un problema desde una perspectiva socio-crítica es a la vez una opción y una apuesta por el cambio de las condiciones que han permitido que exista tal problema.

Otro psicoanálisis I b d o ello nos conduce a nuestro cuarto recurso para el análisis crítico, el psicoanáli­ sis, en el que nos centraremiis en este capítulo. Al igual que el feminismo, el psico­ análisis analiza el modo en que los procesos sociales estructurales son vividos por los sujetos. Para el psictianálisis, como pura el feminismo, lo «perst)nal» es «político», y aquí indagaremos también sobre el ¡nodo en que los aspectos «políticos» de la vi­ da «personal» pueden abordarse de un modo pertinente sin redticiHos al nivel de lo meramente personal ( B u k m a n . 1 9 9 8 ) . Como práctica clínica, esta técnica vincula la interpretación y el cambio desde el individuo de un modo muy similar a com o lo ha­ ce el marxismo, que vincula 1a interpretación al cambio desde la econonu'a política. Cuantío hablamos de interpretación nos referimos :i una comprensión radical mente nueva que cambia las relaciones entre el sujeto y los otros; nos referimos también a algo que demanda nuevas realidades sociales. l)c modo que nos centraremos aquí en las interpretaciones que pueden derivarse de la investigación cualitativa y que no se conforman ct>n el mero cam bio de las pers­ pectivas que lus personas tienen de su mundo; [■»retendemos provocar interpretacio­ nes que permitun que tanto los investigadores com o los participantes en sus investigaciones cambien el tejido social del mundo ( P a r k e r , 2 0 0 5 ) . En este sentido, ni el feminismo ni el marxismo están orientados al planteamiento clásico de la reso­ lución de problemas como en el caso de lu invcstigucicín cuantitutiva. En cambio, se

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

L'Diisidcriii í:i un hiicii resLilladí.) tic la iin i:süi;acíóii pi ecisanitMilc que planteara una nueva jireguiUa, o (.|ul; aportai a la solución a un lálso problema, o (.|ue dcniosirara una taita tie eonoeiniienlo sobre algi> o el fracaso a la hora de concejitnalizai' apropiada­ mente un leñómeIK». Las perspectivas ilcl marxismo y del fem inism o se basan en el conflicto como premisa inherente; nt.) son únicamente un conjunto tie teorías sohrt' el con n ie t o y tie mett)dos para abort lar lo, sino t)ue son adem ás /)ra.\i.s orientadas a prt)dueii' un cambio meílinnío el ctinlliclo, extrayendo las consecuencias del mismo. f ix is te t a m b i é n u n a fu e r te a f m i t l a d e n l r c las prt)pue,slas d el psict>análisis y a l g u i u i s tie los a u t o r e s a g r u p a d o s bajt) la d i q u e l a üel « p t i s l e s l r u c l u r a l i s m o » , e n la m e d i d a e n q u e alterati y e s c l a r e c e n la p r o p i a i d e n t i d a d d el s u j e t o . El ¡is ic tia n á lis is y el p o s t e s t r u c l u ralisMK) a l l c r a n y e s c l a r e c e n la i m a g e n t| u e s u e l e n l e n e r los c i e n t í f i c o s s o c i a l e s d e los inv estijia titiies y d e los p a r t i c i p a n t e s c o m o a c k ) r c s st>cialcs « r a c i t ) n a l e s » c u y a s « a c t i ­ t u d e s » y « e x p e r i e n c i a s » p u e d e n tl e s c u b r i r s e y d c s e r i i i i r s e . T a m b i é n a l t e r a n y e s c l a ­ r e c e n la s u p u e s t a u n i d a d tle las (.lifcrenies d i s c i p l i n a s tle las c i e n c i a s s o c i a l e s , y a sea tle la s o c i o l o g í a , la p s i c o l o g í a ti la a n t r o p o l o g í a , y d e n i a n t l a n i m a m u l t i p l i c i d a d d e [ l e r s p e d i v a s t| u e t r a s c i e n d a n la m e r a i n v e s t ig a c i ti n « i n t e r d i s c i p l i n a r » (vcctse P a k k r r , 2t)()3, p a r a u n a d e b a t e p o r m e n o r i / a d o s o b r e e s t o s c u a t r o r e c u r s o s ) . L a i n v e s l i g a c i ó n c u a l i t a t i v a s o e i t i - c r í l i c a nti se a d s c r i b e a la i m a g e n d e la c i e n c i a c o m o un p r t) ce so a c u m u l a l i v o tie c o n o c i m i e n t o , c o m o un r o m p e c a b e z a s b u r o c r á l i c t i q u e se r i g e p o r p a ­ r a d i g m a s e s t a b l e s , c o m o u n a « c i e n c i a n o r m a l » e n p a l a b r a s d e Kdmn ( 1 9 6 2 ) . M á s b i e n , n u e s i r a c o n c e p c i ó n tic la inv c s l i g a c i ó n se b a s a e n u n a e)iisleniolt>gía e n p e r m a ­ n e n t e c r is i s q u e se t) cu p a tle Itis a s p e c t o s p r t i b l e m á l i c o s del c o n o c i m i e n l t ) , e n el s e n tidt) tle lo q u e K u h n t l e n o m i n a « c r i s i s del p a r a d i g m a » , y se apt>ya e n auUires inlercsadt>s p o r k)s p r t ) b l e m a s q u e p l a n t e a n la m d t ) tl t ) lt i g ía , la alienacit')n y la i n c o n ­ m e n s u r a b i l i d a d d i u ' a n t e el p r o c e s o tle r a / . o n a n i i e n l t i c i e n t í f i c o (pt)i' e j e m p l o , R vi KABrxn. 1978 ; I I a b k h m a s . 1971; K t n Rii, 1965). U n a v e / ex¡niestt>s, c o ii io tek)n d e ft)Utio c t ) n c e p l u a l tle n u e s t r a a r g u m e n t a c i ó n , e s t o s a s p e c t o s p r e l i m i n a r e s stib re los t ü f e r e n t e s r e c u r s o s l e ó r i c o s y el l u g a r t | u e o c u p a el p s i e t i a n á l i s i s c o n re s p ec tt ) a o t r o s «nit)ti el os » st)CÍti~crílicos — el f e m i n i s m o , el m a r ­ x i s m o . el p o s t e s t r u d u r a l i s m o — . a b o r d a r e n n ) s e n q u é ratlica la r e l e v a n c i a tiel p s i c o ­ a n á l i s i s e n c o n c r e t o . M á s al lá d e las a r g u m e n t a c i t > n e s t | u e p u e d a n e s g r i m i r los f e r v i e n l e s s e g u i t i o r e s d e tlif'erentes e s c u e l a s y t r a d i c i o n e s p s i c o a n a lili c a s . h a y tíos i'a/ o n c s f m i d a m e n l a l c s p o r las q u e c a b e i n t e g r a r el p s i c o a n á l i s i s e n lu invesiigacit')n cualitativa socio-crílica.

Renegación de la deuda L,a p r i m e r a r a / t í n es q u e las d i s c i p l i n a s q u e i n t e g r a n ¡as « c i e n c i a s s ti c i a l e s » t i e n e n u n u g r a n d e u t ia c o n las itieas a p o r l a t l a s p o r el p s i c o a n á l i s i s e n lo q u e se r e f i e r e u su fbnnacitMi h i s u i r i c a ctimt) á m b i t o s a e a t l é m i c t i s di f e r e n c ia t lt ) s . o t ü s c i p l i n a s tl isl in la s. y es pt>i- ello . f L u i d a m e n t a b n e n t c . p o r U> q u e n n ú e g tiu tle e s a d eu ti a. E s l o i m p l i c a un

Captlulu 2 4 Modelos y métodos socio-críticos de la investigación cualitativa...

niovimicnlo en un dohic sentido. Por iiii lado se inlViunloni su importancia y, por otro, se emplean sus apon aciones a la vez que se niegan sus on genes. La sociología, la psicología y la antropología esUivieron niLiy vinculadas al psicoanálisis a princi­ pios dcl siglo XX, algo t|ue ob \ian con frecuencia las represen tac iones contem porá­ neas de sus orígenes. Tales vínculos no son meras curiosidades históricas, o conexiones que se desvanecen convcnieniemenic cji el pasado, sino que están más que presentes en las concepciones que tienen las disciplinas sobre los m odelos y m é­ todos de investigación apropiados. Übvianienlc, incluso el psicoanálisis ha cam bia­ do y se ha pluralizado, y a menudo su actividad crítica ha sido reabsorbida por las coirientes dominantes en las ciencias sociales. Buena pane de las características dellnitorias de las ciencias sociales provienen dcl psicoanálisis, y ese linaje ¡>sicoanalítico permanece oculto en la estructura concep­ tual y metodológica de cada una de las disciplinas (F o u c au lt, 1970). Las recientes teorías antropológicas sobre las relaciones entre la mentalidad «civilizada» y la «sal­ vaje», por ejemplo, se basan en las historias míticas sobre la civilización que esbo­ zara Freud (véasí' M annoni, 1991). Cuando la antropología moderna pretende alejarse de los lemas más lineales, eurocénlricos e iinph'cilaniente racistas del «des­ arrollo» de la civilización — progresión que supneslamenle va de las concepciones del m undo «animistas» a las «religiosas» y a las «cientíricas»— , plantea un modelo estructuralísta allernativo de la «mente salvaje» que presupone una vez más la exis­ tencia del «inconsciente», si bien en una clave algcí di sil nía {véase, por ejemplo, L lv i-S tra u s s, 1966). A pesar de ios punios de parlitla comunes, com o el tabú dcl in­ cesto, los enfoques estructiu alisias Incoiporaron a los enfoques psieoanalíticos y pro­ dujeron una nueva forma de etnografía. Buena parte de la Ínvestigacic)n parlicipanlc y de la investigación de acción se sitúa en la herencia de esta transformación de la etnografía, que aún defendía perspeclivas colonialistas sobre las supuestas culturas «menores». También provienen de la explicación psicoanalítica del «principio de placer» y del «principio de realidad» las leorías sociológicas sobre la naturaleza de las represen­ taciones y de la progresiva acumulación de recursos culiurales. A través de estos, el actor individual pasa a diferenciarse internamente, y a «civilizarse», a medida que la sociedad atraviesa limibién un proceso de diferenciación interna, en la transición de una organización comimitaria a una sociedad capitalista moderna. Esta concepción de una organización social diferenciada constiluye el marco para el análisis de las «representaciones» del propio psicoanálisis en la sociedad moderna {véase, por ejemplo, Mosc'ovki, 2007), Incluso la sociología funcional isla de Parsons y los e n ­ foques del interaecionismo simbólico derivados de Mead hallaron una aplicación d i­ recta de los conceptos psicoanalílicos (Manninü, 2005). La psicología, disciplina que ha puesto lodo su empeño en anular la existencia de anligut>s víncukis con el psicoanálisis (B uiíman, 200Sa), manliene la aplicación de con­ ceptos tales como la cí>nexión entre «frustración» y «agresión», por ejemplo, y asume que la satisfacción del deseo de un Individuo es un proceso necesario y salii-

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2ti' !

Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

tialilc. ImcIliso en l;ts i n v c s ü g a c i u n c s ÍIl'mkÍus a c a b o p o r la p s i c o l o g í a j n á s n o n n a l i \ .i, (.juc s e lias a e n t e s t s y e s c a l a s tie e \ akKicit>n ( I ^ u r s c i i a c l i n i , Pristei". ei t e s t tle a p e r c e p c i t' n i l e i n á l i c a , e t c . ) . ]nic tlc p c r c i l i i r s e i a iiii’U i e n c i a tle l o s c t» n c c p tt ) s tlcl p s i c o a n á l i s i s , y io m i s m o p o d i ía t i c c i i s e tle u n b u e n n ú m c T O tle las tct>rías tic la «[icrs o n a l i t l a t l » t]iie p i t i c i i i a n e \ i t a r a Frciitl. Hn lt>s ú l t i n u i s a n tis , s u i n f l u e n c i a h a sitk> l a m l i i c n c \ i dc i il c e n las c t i r r i e n l c s q u e t lc i l c n t i c i i q u e e s positive» p a r a el intli\ iüiit) c o n i p a i ' l i i ’ s u s e x p e r i e n c i a s ct)ii t it r o s , a l g o m u y g r a t i f i c a n t e p a i a l o s i i i \ e s t i g a t i o r e s c u a l i l a t i v o s , y t]ue h a c o n t r i hLiitlt> a a u m e n t a r la c o n f i a n z a e n s u t r a h a j t ) , al d e c i r s e a s í m i s m o s y a los (ili’o s t[Lie el p r o p i o p r o c e s o d e i n v e s l i g a c i t i n p i t e d e r e s u l t a r t a n s a ­ n o e i n s t r u c t i v o j ia r a l o s p a n ici p a n tes c o m t ) p a r a l o s i n v e s t i g a t l o r e s y l o s l e c t o r e s tic los iiil'ornies.

A vueltas con el significado La segun tia riiz()ii ptir la q u e ctinsitieriunos t|ue es i m p o r t a n t e in te gra r las aptirtaciones del psiccianátisis en la inv e st ig ac ió n cual it ati va es t|ue éste ha e s t r u c t u r a d o y ha bitadti el á m b i t o de lo social en las s o c i e d a d e s tardti-capitalistiis y nctilibcrales. Nti sólt) ha sucetlitio en E u r o p a y E s ta d o s l ' n id ti s , d o n d e n a c i ó el p s i c o a n á li s is y p o s t e ­ r i o r m e n t e Horeciii c o m o pa rle integral dcl d e s a r r o l l o tic la c ultu ra dcl c onsim iti, s ino la nib ic n cu otras iiaites tlel niuntlt) i n t'initias ptir las Tuerzas p t i lí l ic o - e c o n ti n ú c a s tic la gio lia liz a ci ón ( iyv/.ví', pnanles, a paiiir tic la Segunda Cjuerra Muntlial, t)ue \'inculau la innucncia del psicoanálisis al desai'roMo del capitalisniií. En primer lugar, el tliscurst) psicoinialítico lia participatlo en la reconstrucción tic la iutkisii ia pulilicitaria con el fin de pmtlucir una nueva «cullina tle! tleseo*>. ima ntieva perspectiva tle la \ ida enmcional del consumitkir. En se­ gundo lugar, existe uua ctmcxitín catia \'cz mayoi* enti'c el psicoanálisis y la psicología e\'olutiva. así eom o una retc'irica del prtigreso y tlel tlesarrollo más amplia tanto en la economía ei>nio en la teoiía sticial (Bi rman. 20081->), En tercer lugar, cu los piogiam as tle salutl mental y psiquiatría se ha acogitk'i tie Ibrma generalizada el psicoanálisis con el Ini tle obtener nuevas maneras tle interiiretar y regular lo «autirrual» >' el sufrimiento. ()lr»scr\'innos luia curii>sa eoincitlencia en estos 1res cambios: eatla uno ha precisatio luia especie tie aporlaeit>n cualitativa tlcl psicoanálisis a la protlucción de datos y tle «hechos» de la invesligacit'»n. t|ue sea recontK'ibie para los invesiigatlores pt>silivislas, PtM lo tanto, nos hailamtis ante luí proceso en ei t|ue hay una recuperaei('>n tie la «nalui'aleza primigenia^' de it>s sujen>s — bii>I('»gica. tihjetiva y material— y ima «naturaleza secinularia» que es psít|uica. subjeti\a y virtual

Capítulo 2 4 Modelos y métodos socio'críticos de la investigación cualitativa.

(Jacob V, 1975). P(ir lo tu uto, el psicí>a mili sis piisa de sei‘ una tuerza marginal rítdical y resistente en la Viena de comienzos de los años veinte, a ser una práctica común utilizada para 1‘a cilitar la íKUiptacicm de las perst)nas a la sociedad. ü t i a de las razonas añadidas poi las que las ciencias sociales pretenden renegar de la inílLicncia del psicoanálisis es que ellas mismas se empeñan en pioteger su práctica proíesionai de los elementos contaminantes de la cultura popular. Cuando afirman que es posible «descubiir» hechos empíricos independientes de la conciencia inm e­ diata de los participantes y de los lectores de sus informes, lo hacen desde la consi­ deración de que existe una división en tie su profesional idad y la falsa, o ausente, conciencia de los otros, y desde una diferenciación de sus prtipias formas de coiit>cim ienlo con respecto de las explicaciones que abundan en la cultura popular. El psi­ coanálisis no solo iníluyó y acompañó a las ciencias sociales en sus primeros pasos hacia su producción de conocimiento del mundo, sino que además, y al contrario que las ciencias sociales, triunfó en el reino de la cultura popular, por lo que se ha co n ­ vertido en algo mucho más amenazante para los «científicos sociales» y sus eonsideracit>nes del pasado (H acking, 1996). La investigación cualitativa ha tendido a obsesionarse con el espectro de su falta de autoridad. El propio concepto de «cualidad» requiere un análisis de los fenómenos en el que no debiera haber cabida para la reducción a la homogeneidad, la identidad y la replicabilidad y, como consecucncia de ello, no hay garantía de que este tipo de investigación sea correcta. Obviamente, en el caso dcl psicoanálisis, han sidt) num e­ rosos los intentos por llenar esta falla de autoridad apelando a la autoridad de otros; tales com o las instituciones como universidades «.) institutos de investigación u or­ ganismos del Estado que proporcionan cenificaciones o financiación y estrategias discursivas que permiten la sacralización de su propia jerga especializada. La inves­ tigación cualitativa cercana al psicoanálisis tiende a su vez a recurrir a estas í\)rmas externas de auttiridad. sustentadoras de su posicitín privilegiada, frente a aquelk>s que se inanlienen fuera de las instituciones dedicadas a la investigación. Esta amenaza, y he aquí el punto crucial, es más potente que en ningún otro ámbito en las ciencias sociales que se ocupan de explorar el signifiatíio desde la investiga­ ción cualitativa. Mientras que los modelos y los métodos cuantitativos podrían pre­ tender ofrecer una interpretación más genui na mente «científica» de las relaciones sociales y de los estados mentales internos que el psicoanálisis — descrito como e n ­ foque que ofrece interpretaciones que no pueden ser validadas numéricamente— . los enfoques cualitativos más novedosos se han vistt) i.)bligados a habitar el m ismo terri­ torio metodológico tjue el psicoanálisis. La invesligación social cualitativa rechaza, bajo su responsabilidad, al psicoanálisis, en una cultura coniemporánea que adolece de los efectos cada vez mayores de la «psicokigización» — t|ue no sólo reduce la ex­ plicación social al nivel del individuo sino que invita a cada individuo a creer que las claves de los pixKXstis suciales están en sli propia experiencia (GnRDO LóPtz, 2(>0(); Parki;r, 2007).

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

Aquclltis que prclcnden excluir ai psicoanálisis de ht invcslijíiición cualitativa tien­ den a esgrimir un doble arguinciito, com o exponem os a continuiición, con el p ropó­ sito de privilegiar el conocimienU) psicoanalítico ptir encim a de otros cnfoc|ues mctotlohigicos de modo que, jiosteiiormentc, pueda emplearse en la investigación cuíitilativa. En primer lugar, está e! aigum ento de que el psicoanálisis necesariam en­ te nos acerca a formas de significados internos, secretos e idiosincrásicos. Estas re­ presentaciones de significados subyacentes parecen conectam os con un «lengiiaje privado», personal. c|ue únicamente puede traducirse al lengiiajc común m ediante la situación de transferencia y con apoyo de conocim ientos psieoiinalítieos. En la prác­ tica clínica del psicoanálisis la «transferencia» describe eónu) se reconstruye y re­ ex peri menta el pasado del «analizado» (paciente o usuario del tratamierno) en su relación con el analista, de m odo que la práctica clínica parece aportar un m odelo de referencia para la investigación externa a la clínica (m odelo que no debe darse por sentatlo). El segiuido argiimcnto es que el significado se puede negociar libremente en ténninos de una práctica convencional entre los participantes en una conversación abieila, co­ mo si de una forma de «libre asociación» se tratara. La libre asociación es inia regla del discurso que requiere que la persona analizada !o diga todo, por muy inelevante o desagradable que pueda resultar su interpretación para el analista. En este caso, las cualidades reales del significado no son lan densas ni preestablecidas, sino que son en­ tendidas como plásticas y fluidas, y a menudo se piensa que es fácil cambiar y mani­ pular el significado en el marco de ima aproximación «experta». La idea de que la construcción del significado siempre será una operación fructífera subyace a ambos ar­ gumentos, ya sea desde el punto de vista del interés que puedan tener los significados Internos ocultos o desde la negociación de los significados convencionales. El signifi­ cati o puede aislarse en contextos fijos y describirse ctin Uidti lujo de detalles o puede consiticrarse desde una perspectiva positivista, com o un obje(t) utimo cualquier olro que se describe mediante la aplicacitiii de categorías concretas {vcasc Kvaui, 2(K).'i), Nc) obstante, pini luai i/.aremos que estos supuesltis, que pretenden proteger el psico­ análisis como si se tratara de una Ibrniu especializada de eonticiniiento, st)ii errtSnet)s. De igual modo cabría considerar t|Lie es objeto de estudio de la invesligación psictianalítica el éxito com o c\ fraenso\ el psicoanálisis se centra en la ausencia de senti­ do. en las experiencias absurdas t> sin sen litio. Aunque la invesligación cualitativa tiende a considerar el significado com o un elem ento positivo, el psicoanálisis nos lle­ va a considerar todos los fenóm enos de los t|ue se habla desde el punto de vista de la negatividiui t) del sinsentitlti (Noiuis y Quinn, 2005).

Compromiso crítico Lo que aquí tieíendemtis es que la investigacit'in cualitativa socit)-erílica debería rec u n if al enfoque psicoanalítico cu lugar de renegar de él, en lugar de fingir tiue no

Cäpitulu 2 4 Modelos y métodos socio-críticos de ia investigación cualitativa...

tiene iniluencia alguna snbrc el modo en que los eienlíficos sociales clesarrolian su ir abajo. No tib stante, cojivienc aclarar algiiiios aspeclt)s concepì uale.s en los que se basa lai defensa. No se irala de plantear que el psicoanálisis proponga una explica­ ción superior ni un mejor modelo de investigación ni uua metodología que permita descubrir algo «más» que las perspectivas positivistas de investigación social que prescinden de él. En absoluto, puesio que cuando recurrimos al psicoanálisis debe­ mos tener en cuenta los riesgos que entraña. A u n q u e d e f e n d e m o s q u e a p o r t a u n a s er ie d e r e c u r s o s c o n c e p t u a l e s v a l i o s o s , c r e e m o s q u e e s t o s p r o v i e n e n d e u n a p o s i c i ó n h i s t ó r i c a m e n l e e t i g a r z a d a y n o d e las c u a l i d a d e s i n h e r e n t e s q u e p r e s e n t a c o m o m o d e l o o tiiétt>do.

La renegación del discurso psicoanalítico implica que debería «aplicarse» com o un instrumento de manejo neutral. El argumenU) conservador y reticente frente a su uso se basa en la presunción de que solo deberían estar aulorizados a ponerlo en prácti­ ca los «auténticos» psicoanalistas. Desde nuestro punto de vista esta afirmación es falsa, pero esa misma fai sedati coni iene una importante pista sobre la función social del conocimienlo psicoanalítico. La idea de que únicamente los expertos y aquellos que han recibido la auténtica formación psicoanalítica pueden lidiar con sus catego­ rías conceptuales es un indicio de la naturaleza política disponible cuando optamos por este marco teórico. En primer lugar, es preciso contar con el legadt> históricti del psicoanálisis no porque sea «verdadero», sino porque es considerado com o tal por muchos individuos que ex­ plícita o implícitamente estructuran las interpretaciones de la vida privada y social de acuerdo ct)n sus principios (como que existen razones inconscientes que exphcan sus actos y que debieran compartir con otros sus pensamientos sobre esas razones ocul­ tas). Esta «verdad histórica» de! psicoanálisis solo puede abordarse desde la con­ ciencia de la fuerza t|ue tienen los supuestos que subyaccn al tejido social. A lo largo de su hisloria, este enfoque ha puesto numerosas veces de manifiesto el vínculo en­ tre psicoanálisis y «saber pt’tpLilar» (rrá.vr, por ejemplo, pRi-irn, 1933). Entre otros ejemplos, está el modt) en que Freud opta por la cultura popular líente a las concep­ ciones «científicas» cuando insiste en que los sueños tienen un significado; o plan­ tea cóm o en el síntoma histérico hay una «conversión» de lo mental a lo físico, que parece estar determinada por la opinión general niente aceptada que una persona tie­ ne de SLi cuerpo liiás que por una descripción neurótica; o que la terapia psicoanalí­ tica siga los derroteros marcatlos por el vocabulario que elige la persona analizada y no por el discurso del terapeuta, I'ji segundo lugar, los resultados del psicoanálisis son especialm ente pótenles para los científicos sociales, stibre lodt'» para aquellos que practican la investigación cua­ litativa desde la creencia de que es más importante — incluso «liberador»— estudiar el signiíicadti que producir represen tac it>nes nimiéricas del mundo. La máxima m ar­ xista que plantea que quienes no aprendan de la hisloria están condenados a repetir­ la puede aplicarse mejor t|uc en tiingún otro cast> a aquellos que pretenden aparentar

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t|uc el psicttaiiíiiisis les resulta irrele\ aiUe. Si en et'eclo cabe dcshaceise dcl lastre del pasadti a la hora de inipliearse eii la itivestigaeióii cualitativa socio-crílica. solo ca­ brá hace lio si som os realm ente conscientes de at|iiello de lo ciue nos estam os des­ haciendo. La cuestión v u e h e de nuevo al punto en el que vimos la importancia de los marcos teóricos psicoanalíticos en las ciencias sociales. En el ám bito teórico a mentido el prt>ceso de importación es diam etralm ente opuesto a lo que sucede en el inicrcambit> económ ico capitalista «normal». Es habitual que euando com pram os algo tengamos la impresión de tiue es iiicnos de lo queríamt)s o esperábam os que l'uera. El problem a que plantea la importación tie conceptos — conio en el caso tiel psicoanálisis y otras disciplinas académ icas— es que con IVecuencia obtenem os ifiás tle lo que pretendíam os. Est ti implica t|ue al pretender vaciar las disciplinas de totio concepto psicoanalítico perm anece su «excediente», que estruclLira el conoci­ mienlo ptisleiior.

C u a tr o

caso s p s ic o a n a l ít ic o s

Podem os pasar ahora a analizar cuatro aspectos del psicoanálisis ct)mt> visión del nunidt) (como «mt>delo»), y eomti ibrma de razonam iento (et)mo «méttjdt)»). Recurrinios a la argumentación de P ríxUd (1933) que deiientie que la melodoUigía psictianalítiea nti debería convertirse en una visión dcl mundo, sino que debería utilizarse en relación ctm la ciencia, en este caso con la ciencia social. Mediante el análisis del funcitinamicnio insiditiso de las categt)rías psicoanalítieas en la invesli­ gación cientínea, mtistraremos más detalladamente etimo cabe desarrtillar enfoques socio-críticos que trasciendan las concepcit>nes dcl m undo psict>aiialítieas tie seutidti común e ideológicas. Estos cuatro casos nos permitirán ilustrar el modo en que pue­ de elaborarse una alternativa crítica trente a los habituales procetlimientos renegado­ res del psicoanálisis. Hem os utilizado intencionadam ente el término psicoanalítico «renegación» trategia tic negacitSn que implica lui uso siniiiltáneo de at|iiello que se niega- por las resonancias del ténniiu) con los conceptos de rechazti y fijación, por ki que pre­ tende ocultar y la consiguiente fetiehización de Iti que sustituye a lc> ticultaüo. Según la teoría psicoanalítica clásica la «renegación» describe el motlo eu que el niño evila reconticer la ausencia de pene en el cuerpo de ia madre, y sustituye la cosa a u ­ sente mediante la fijacitín en tilro objetci y así crea un fetiche a traxcs del cual finge t|ue no hay luia diferencia real entre hombre y mujer. O bviam ente, aquí utilizamtís el concepto tie «renegacit>u» en un .seiuidt) m ucho más formal (es decir, no incluye a la matlrc desnuda, ni la percepción del niño y la ausencia de pene conit) elem en­ tos indispensables de la estructura), para describir el modt> en que la negación de la existencia de algo (por ejemplo, que el psicoanálisis etmslituya una ¡poderosa fuer­ za estructurante para las ciencias sociales) oculta el valor t|ue secretam ente se sigue dando a esc algt), o a algti que representa al psicoanálisis (L ai' i .anchi - y PoNlAi.is, I9KS).

Cdpítulo 2

Modelos y métodos socío-critícos de la investigación cualitativa...

lil pj’incipit) es iriict mante que liI il izaremos paia deseritiir eslos cuatro casos plantea t|ue una de ias consecuencias niíís importan les de la exclusión del psicoanálisis, dcl intento por infravalorarlo, adopta en su retorno una íbrma distorsionada y felichizada. Es decir, com o repeticiones de la hisloria del desarrollo de las ciencias sociales y com o materiales de la cultura popular psicologizada saturada de categorías psicoanalíticas. Por tanto, el proceso para comprom eterse con estos casos de psico­ análisis en la investigación cualitativa requiere «un trabajo» que alcanzará la «superación» de los elementos fetichizados distorsionados dcl ¡isicoanálisis. «Superación» se utiliza en este caso para aludir a cóm o pretendem os rechazar las cutegoríiis psicoanalíticas ideológicas y del sentido común que describirem os, y c ó ­ mo reelaborar y mejorar los aspectos que merecen incorporarse a una investigación cualitativa soc i o-c r ít ic a , La historia de la lilosofía se hn caracterizado porque durante determinadas etapas predom ina una idea que, después de un tiempo, pierde vigor, o se descubre que uno de sus principios es falso o se resuelve el problema y la atención pasa a centrarse en otro (K uhn, 1962). El concepto de «superación» capta la forma en que la antigua idea o principio no es meramente refutada y desechada sino que se mantiene, está conte­ nida en el nuevo principio que lo ha sustituido desde un nivel superior. Por poner otro ejemplo (coneeptualizado por los teóricos piagelianos y vygotskianos de la psicolo­ gía evolutiva y por los que recurren a las ideas psicoanalíticas), durante nuestra in­ fancia luchamos contra determinados problemas que í>lvidamos cuando alcanzamos la edad adulta, pero en realidad son esas luchas las que nos configuran com o el adul­ to que somos, y al que ya no preocupan esos prctblemas. Así la «superación» opera, suplanta y mantiene simultáneamente lo que aparentemente anula (Bo'iTOMt)Rü. 199Í; Bi:NSAít), 2002). La «superación» de cada uno de estos cuatro casos, por tanto, nos permite producir mo­ delos y métodos conceptuales simultánea y explícitamente incrustados en la historia conceptual y cultural del psicoanálisis y t|ue al mismo tiempo son rigurosa y delibera­ damente «antipsicoanalílicos». Es preciso advertir, no obstante, que e.ste «antipsicoa­ nálisis» no debería proceder como simple evasión o denuncia; debería evitar que se mantengan secretanienle presupuestos de aquello tiue intenlábamos evitar o repetir las Ibrmas de argumentación de la posición contra la que nos delinimos al denunciarlo. No queremos acabar como el ateo que se pasa la vida denunciando a Dios, y cuya exis­ tencia sigue estando definida por esc Dios que lo obsesiona. El gancho que tiene el psicoanálisis en ia cultura y en los sujetos que la com[)(.)nen requiere que se analice desde una estrategia más interpretativa (que podríamos d e ­ nominar «psicoanalítica»). Por ello, con el fin de desarrollar una investigación cuaütaiiva .socio-crítica es preciso hallar una nueva lornia de lidiar con, y administrar, el psicoanálisis; pero, com o verenu>s, esto solo es posible si somos capaces de e m ­ prender la tarea partiendo del rect>nocimiento previo del peso histórico que ha teni­ do sobre las actuales estrategias conceptuales. Pasemos ahora a analizar los cuatro casos psicoanalíticos.

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Estrategias V prácticas cualitativas de investigación social

La interpretación [,()s ciciilíticos sociales que se iniercsan pur ia invesligación cualilaliva suelen reco­ nocer t|ue ia postura que aónplan es ali'n, por iio decir que está influida hasta cierto punto por e! psicoanálisis. Potlría decirse que el «giro interpretai ivo» de las ciencias sociales apela a una scnsihilidacl cuasi psicoanalítica tjue «st)specha» de las primeras impresiones t[iic suscitaci malerial investigathi— ya sen nn retalo etnográtlco, ia trans­ cripción de una enlrevista o iin texto cultural— y que procura hurgar por debajo hasta llegar a algo que «realmente» explique lo tjue está suceLliendn (véase Rokiy, 19S0). Hay dos aspectos que resullan especialmente probleniálicos y que se deben, en gran parte, al impacto de la ideología psicoanalítica ilenlro y fuera de las ciencias sociales. B1 jirimcro es que, de algtin modo, el material a investigar— al t¡ue con frecuencia el analista denomina «dalos», t|uizá por deferencia a los paradigmas cuantitativos— es el mero contenido «manifiesto». El ra/onanilcnlo es el siguiente: si tiene senlido pa­ ra el participante según lo produjo en una entrevista, o mediante la descripción de kis aclt^s en un csludio etnográfico, deberemos recelar aún más de los signlficadt>s ocul­ tos t|ue subyacen. Lo mismo atañe cuando se trata tic evitar lu tentación de explicar la intención del autor del texto, bien sea el caso de un texto disciu'sivt) u otro tipo de material cultural; sería ab suiti o e infructuoso preguntar a un autor por qué ha producitlo el texto que tenemos ante nosotros — es com o ,sl tan solo estuviera al alcance dol invesiigatior tletectar la verdadera razt'tn— . No es únicamente que este argum en­ to sea erróneo en sí niismt>, más bien nos sirve para hacer hincapié en el hecho de que debemtis preguntarntis por kis supuestos que aparecen cuando consitJeramos t|ue es un error pedir al autor tiue se acerque má.s ai «verdadero» significado. A menudo se piensa t|uc es posible fi jar el slgnillcatio en im corpus textual claro y exhaustivo, eomu si de un mito eomplemcntarir un sueno 19(K)a, 190()b). Huelga decir t|ue los científicos sociales creen revelar el eontenitio «latente» metllante diversos pixice(.1i mie 11 tos que tiepcnden tie la experiencia, algo inalcanzable pai'a atiuellos t[ue i"n'otlucen un informe por primera vez. Ello implica la atlopckín inmediata tle un punto de partida t|ue tiene rcstinaneias y es reproductora tle la peor banalizacit'in de las re­ presentaciones psicoanalítieas derivadas tie la indagación en el interior tfe la mente, tras el revt>llijti de asociaciones libres y rackinalizaciones t|uc ofrece el pobre sujeto palíame inconsciente. Este razonamiento se basa en hi idea de r d if íc ilm e n te p u e d e c o n o c e r e n to d a su d i m e n s i ó n a n te s d e in i­ c i a r la i n v e s t i g a c i ó n .

L as

estrategias s o c io - cr ític as

Algunos lectores habrán deteclado rastros del psicoanálisis en las propias estrategias que hemos em pleado para desenmascararlo. A esta acusación responderíamos que no hay que confundir el contrabando (si es que somos sospechosos de haber introduci­ do más mercancías de contrabando de las que hemtjs declarado a la entrada) con el uso láctico. Por ejemplo, en el caso de que se dé una reducción del «sentido» al «sinsentido» en el transcurso de un proceso interpretativo que intente evitar la ideología psicoanalítica en una cultura psicologizada, terminará pareciéndose bastante a lo que algunos psicoanalistas dicen hacer en su práctica ch'nica. No es problema nuestro; nuestra tarea consiste en abordar el impacto inmediato que tiene el razonam iento psicoanalílieo en las ciencias sociales. Lo mismo podría decirse del argum ento de que los propios psicoanalistas deconstruyen la oposición entre interioridad y exterioridad (Milij-k, I9K6), y de que abordan la subjeti\ idad eom o si fuera una función de la transferencia en el ámbito de la práctica clínica ( N a s i o , 1998). El psicoanálisis proporcitina recursos útiles, pero los aspectos ideológicos, sedim en­ tados en la cultura popular mediante su banalización y la recuperación de aquellas ideas compatibles con la psicologi/.ación contemporánea, deberán ser cuidadosa­ mente trabajados y «superados» de modo que puedan retenerse y elaborarse para un futuro trabajo crítico. Estas estrategias no son procedimientos que, una vez aplicatíos, puedan olvidarse o daise por sentados, y esta es la razón por la que nos abste­ nemos de plantear presciipciones sobie cómt) desarrollar el psicoanálisis comt) «método» basadas en su «mt>delti» de relaciones sociales fti incluso dar un «ejem ­ plo» que pudiera precisarlo). Ttido metodti debe elaborarse a partir de las cualitlades ct)ncretas de la situación que se anahza. Siemiiie habrá un componente de riesgo y no hay normas o procedi mi enlt^s ni conntés éticos que garanticen que itimemtis las decisit)nes acertadas. Si el objeiti de análisis se resiste al método t|ue aplicamos, es

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

con tocia seguridad mejor que al (’mal del prt>ccso sobreviva el objeto y no el método ( L a i o i í r , 2 í) 0 (); K v a l i ; , 2 0 0 3 ).

Apiíslamos por rechaziir la estrategia tle la «rcnegación» que inlensil’ica el ptuler tle la sustancia enem iga — el psicoanálisis— cuando se fetichi/.a y se convierte en algo aún más peligrtiso tic Iti que era. debido al dañt) que acom paña el intento de tiel’e ntlernos etintra el misnm. Así funciona el enemigti de la buena investigación y tal es el peculiar anclaje que tiene en nueslrt> trabajo. Sería posible encontrar entre los pre­ cursores de nuestrt) em peño im esfuerzo por intentar desentrañar y m udar lo «absiracto» de determinados prtieedimientos de la interpretación psicoanalítica y conservar una práctica «concreta» (P o litz e r, 1994; para una refinación psict>aiialítica de esltis argumentos, véa.sc Lai*lanche y Lr^C'LAiRn, 1972). De licciiti, la mayor parte de la investigación cual ilativa inspirada directa t) indi rec­ iamente por el psictianálisis coiivicrle al psicoanálisis en una especie de psictilogía abstiacta, ctin las características exactas que tlestaeara Georges (1994): pre­ sunción del convencionalismo del significadti (de las categorías, kis juieitis y ctinlratos entre el investigador y sus «sujetos»); atomización del significado y de la conducta (y la clasificación de las «actitudes»); intento ptir lidiar con ios procesos mentales en lugar de con «el drama de la vida» real (con una dimensión afectiva intn'nseea y la premisa de la comunicación ttital); un intento ptir esquivar el cam bio (o «la interferencia» en la vida del «tibjcltj» de estudio); y la ausencia de toda reflexión stibrc la historicidad del significado y la loeali/.aeitín histórica del investigador al asumir determinados supuestt)s sobre que problem as y qué soluciones pertenecen a una situación concreta. En muchas ocasitines se ha dellnidti al psicoanálisis y su hÍsU)ria coiikí una anti psi­ cología (véase B u i í m a n , 2()08a). Si pretendemos getierar, ex pe rimen t a l m e n t e , un enft)que «antipsieoanalítieo» quizá lleguemtis a una «antiantipsicología», es decir, a una (brma de encontrarnos con la naturaleza de la subjetividad en la sociedad con­ temporánea. De este modo, la forma de abordar lo individual que la psicología como disciplina a menutto traiciona, conectaría etin el ám bito más amplio de las ciencias sociales. Pt>dría tiecirse que hcmtis intentado «deeonstruir» el psict>análisis de tal (brma que podanuís euestitinar la imbricacitin de su superestructura ideoUígica ctin estrategias de la disciplina ti de la conl'esión (H ook, 2007). Nuestro análisis requiere una sensi­ bilidad hacia el papel históricamente mediado dcl psicoanálisis, abordado eom o for­ ma ideológica t|ue requiere una interpretación para acoplarse más eficazmente a los prticcsos de cambio; este análisis tiialéctieo de lo que hay de «raeitinal» en el psico­ análisis también se debe en parte al marxismo. Nuestrti puntti de vista está también muy in(luido por U)s supuestos tlcl feminisnui t|ue entienden la naturaleza hum ana étimo algo históricamente niediadti, y por los enfbques episienuilógicos ciue analizan ct'imo la conflguracit'in de la realidad social permite que los que se benefician tle ella asum an que así es y así debe ser.

Capítulo 2 -f Modelos y métodos socio-críticos de la investigación cualitativa...

ClaiamcMilc existen ctMiíradicciones entre los enfoques psicoanalíticos, postestruturalistas, niarxisLas y rciiiiiiislas en las cicncias sociales ( v é a s e Parkí^k, 2003), y no ha sido nuestra intención dar ini trato de preferencia al psicoanálisis, sino centrarnos en sus promesas. Anticipamos que el proceso de investigación se reinventa cada vez que un invesligador social cualitativo inicia su trabajo y los casos psicoanalíticos concre­ tos deberán anticiparse y rechazarse com o necesarios, superarse a tiiedida que avan­ ce el proceso.

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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l' h c InsUUilLPsycho-Analysis anti The Ihigartli Prt-ss (¡ ai intcr¡>ri’ííii ióii de /ím sueños, Miitlrid: í l ib l i o i e c » Nueva, 20U0). — ( Í 9 I 3 ) ; « O h s c r v a t i o n s on T r a n s r i ; r c i i c e - L o v ü ( H u r t h c r K c c t i i n n i c n d a t i o n s un ihtTcciiiiitiLic ol' P sy c ÍK )-A n a Íy s is l i l ) » , e n S tk a c M I í y , .1, (ctl.) ( 1 9 58 ). i'íie Standard Edition o f the C'oni¡f¡ere /*sye/it>lo}’ie(if M'o/A.v o f SÍf>niund Ereud, v ol. i 2 . V i n t a g e : T h e H o g a n l i P r e s s a n d ihc In s litu te t)1' P s y c h o - A n a l y s i s L o n d o n .

— ^ ( l'-í27): «r-’elisliism», en S t r a c i u i y , J. (ed.) (1964), The Standard Edition o f the Contpieíe Psyehoiofíical Work.\ofSif;mu/id Ereud, vol. 21. Lontion: Vinlagc. Tlie l logarlh Press anti the iiislimte til' Psycho-Analysis. -—

« N e w h i l r t id u c t o r y L e c t u r e s o n P s y e l i t i - A n a i y s i s » . e n S^K.^t’ll^^. .!• (e ti.) ( 1 ^ 6 4 ) .

T!w Standard Edition o f the C om plete Fsycholof^ieai W i i t y P r e s s ,

Capítulu 2 ♦ Modelos y métodos socio-críticos de la investigación cualitativa...

M a n n o n i , o . (1991): Pr a>td C'nÜhfui: '¡'he /■‘.wí /kj/íí^'v o f Ct>l{>tiizotU>n, Ann Arhor; Uiiiversily ol Micluyini Press. Milli-.r, J.-A. ( 1986): «iZxtimilc», en Biíacmi^r, M.; Aix o k n. M. W,; CoRTHn.i.. R. J., y Massaki.)IE-ií-Ki-:nnky, F, (cds.j (1994). l^tcaiiiíui l'h co ry f D iscourse: Snhjccl. S ín u tu tv a n d Sociciy, New York; New Yurk University Press. M o s c ’o v i c i , S. {2()07): Psychoanalysis: lis inta^i’ an d lis Pidjüc, C a m b r i d g e : l \ ) l i t y Pres.s. N asi o , J. D, o Piví’ Lessons on the Psychoanalyric Theory n f Jacqucs ¡ah íuí. New York; Slate University t>f New York Press, Nouusi, D., y Q uinn , M. (2005); Knowing Nothing, Stayitig Stupid: Elements f o r a Psychoanalytic Epistentohtgy, London and New York: Koulledge. PARKHFi, I, (1997): ¡^sychoanidyiii' Cidntrc: Psychoanalytic Discourse in Western Socicty. London and rhoiisand Oaks, CA: Sage. r^ARKF-R, I. (2003): «niscursivc resourecs in the d is cou rs e LNiil», D iscourse Analysis Oi}liniias sentenciadas por malos tratos, las técnicas obscrvacionales nths a)iidaii)n a delim itar Itis diferentes sentidos que se activan cn torno a las inter­ venciones institucionales en relación con este tenia y nos permitieron hacernos con información tle primera mano tle cóm o actitudes, comportam ientos y relatos se retroalinientaii en la experiencia de los varones senlenciadtis por delitos de vitilencia de génen). Nos serviremos así de esta aplicación concreta com o guía para revisar U>s principales liitos y tensiones en un estudio que hace usti de la tibservación participanic y así, y a la vez, ptider recalar en la profundidad de esta especial miratla a U>s fent^inenos st)ciales.

La

o b s e r v a c ió n p a r tic ip a n te c o m o m ir a d a c u a lita tiv a

En los últimos años se han multiplicad ti las investigaciones y actuaciones públicas cn lomo a la \ itilencia tie génert>, en parte conu) respuesta a las dem andas de una sticiedad que entiende com o escandalosas c inaceptables las niuci*tes cada añti de varias d e ­ cenas de mujeres a niantis de sus parejas o ex parejas y que, cada vez más, recha/a lodo tipo de nuihratt) por razón de génert>. La \ iolencia de genero ha devenido en pro­ blema de la sticiología, si bien ct)n cierta tentlencia a explicaciones monocausales que ponían el acento en los aspectos más estm cturales dcl género, daiidti cuenta de los ca­ sos tle violencia ctinio expresiones de una lacra del pasado — vartincs aferrados a u n modelo patriarcal ya catiuco— que desaparecería con el progreso de ia igualdad. Nuestro acercamienttí a la vitilencia — centrado en el caso específico de aquella que aparece entre los niienibrtJs de la pareja heterosexual— parte de la idea de que al m e­ nos paile de kis desencadenantes y, stibre ttido, las formas en las que esta se maneja, tienen pi ti finid as \ i ncul aciones con Itis niodtis en los que luis hacemtis cargo y actuali/amtis los modelos de gtíncro en nuestra vida cotidiana^. Subyace, ptir taiilt), la idea lie que la violencia de gtínerti no nos es tan ajena comti ptidriamos pensar y que las realidades cn las que la vida afectiva es atravesada por el dislate de la violencia —-inclusti cn sus expresitines más exlremas asociadas al asesinato ctm la espeluznante ci­ fra üe más tle setenta víctimas ctintabilizadas cn antis ctimti el 2(JC)7— guarda algunas líneas de ctintinuidad ctm lt)s nuitltis en los que nonnalm ctitc — normal cn sentido estailístico peí ti también en el scnlidt'» norniativti. esto es, el sentidti socialnicntc ctiñi­ pa rt idti de t|ue lo normal es no agredirse— establecemos nuestras reí ac itiñes tie ’ La prik’tkii L|ue aquí ctimcnlítmos e s p;ine de I:i invcsiigacittn V in r u ltir io tu s riif/r liolfticia tU' gcm ro t ¡>itrr una m etodo­ logía sensible a cóm o sentidos y prácticas se conforman y refuerzan mutuamente. El recurso a piácticas de investigacicin basadas en la producción de discursos como la entrevista en prt)fundidad, el grupo de di scusi cín o la historia de vida nos ayudó a di­ bujar una cartografía de discursos. F^ero quedaba poco atendido el m odo en el que es­ tas explicaciones se activan por las personas iiiiplicadas en el fencíment). Dicho de otro nuido, las formas en las que las prácticas se apoyan e incluso reformulan los di­ ferentes sentidos se e.scapaban, o solo aparecían tangencialmente, en los relatos pro­ ducidos en las entrevistas y grupos. La observación participante aparece entonces com o heiraniienta apropiada para dar cuenta de estos procesos. Las técnicas observacionales )ilantcan una especial forma de mirar a los fenómenos estudiados. Frente a otras técnicas que se fundamentan en la escisitín entre cl trabajo tie cam po y la labor de anáHsis, en ia observación cl equipo de investigación partici¡Hi de forma directa con los gi upos sociales que analiza. Por medio de la inmersión directa en los ámbitos sociales y la interaccitín con los agentes objeto de la investi­ gación, quien investiga no solo recoge inlormación de primera mano del fenómeno; \ a además posando su mirar en diferentes aspectos tjue matizan sus hipótesis y le pertiiiten avanzar líneas de análisis. La observación participante se define además por su sensibilidad a los contextos en los que se despliega. ()bscr\ ando ilcsde dcnrro se con­ sigue no desvincular ciertos nodos discursivos de las prácticas con las que se rela­ cionan, esto es, atiende a los sentidos desde las prácticas en las que se fraguan y observa las prácticas desde las razones que las justifican para los agentes sticiales. Hn resumen, la observación participante se define así como una forma de mirar, de observar, como ya avanza su denominación, que parte de la participación — ya vere­ mos que en muy dilérentes grados según se apliciue-— en aquello que investiga y que, por tanto, hace partir sus conclusiones de la densa amalgama tie razones y c o n i j i o r tiunientos observados. Comencemos pensando esta especial forma de mirar y sus po-

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Estrategias v prácticas cualitativas de investigación social

k'iit,’iatid:iLÍcs para un cstudii) cnnu> c! (.¡iic nos plantcáhanios, dejando para más ade­ lante li>s pt>rmcnorcs de su aplicación.

Hacía una caracterización de la observación participante Oltscrvar es inia tarea que realizamos a diario. Asociatia al sent icio de la vista, la o b ­ s e r v a c i ó n siempre av an/a más que la visió n e inclust) implica más que la m i m d u . V em os en tanto que pcrcihiinos estínuilos lumínicos y ya n i in n n o s cuando lijamos la vista en algo dclerminatlo. La i}servt¡ció¡} cüeilleva un p lu s . Definida com o exa­ men atento, la observación asimie un trabajo de ordejiar aquello que mira, de lia­ cci lo enirar por las categorías y nociones con las que entcnücjiios el muntlo. Fil observador siempre es intcrprele, busca y' da s e n tiif o al torrente de experiencias obscrvatlas. Haciéndonos eco tie las palabras de Luis Eínrique A l o n s o , « |e jl ojt» hn~ ñ a m o — tomado en un scntitlo t|uc va más allá de lo Hsiologico — no es un preceptor neutrti pasivo, au to m ati/ad o o inoccntc, .sino im instrum ento condicionado y sujeto tanto a un aprendizaje social ctimo a una validación social« ( A l o n s o , 1998; 21-2). La noción de observacitin recupera este poso de socializaciones y aprendizajes con t|üc cargamos la percepción de nuestrt) entorno y sin el que sert'amos incapaces ile cualquier interacción social. Los ejemplos se multiplican cji nucsUa cotidianidad vi­ vida, desde la conclusión apresinada — tantas veces errónea— sobre las ra/o n es de las acci(’»nes de los que nos nidean hasta los hábitos y formas de hacer que desple­ gamos, en calidad de profcstira, esposo o cualquier otro papel social, tienen m ucho que ver con estos procesos siempre activos de interpretacitín. La observación se convierte asi' en inia acti \ iilatl cotidiana, necesaria y transitada una y mil veces por los agentes sociales. De ahí que. ya solo con la elitpieta de o h se n ación paríici¡)nnte. nos haganK>s cvin u[ia primera idea, intuitiva y posiblemente poco precisa, de k) t|ue estam os hablan­ do. La propia denominación de la técnica despliega sus credenciales, incluso para k>s oídos menos j’amiliarizaLlos con la ciencia social. Todos sabemos qué es eso de t)bscrvar y tampoco la idea de participación nos es ajena — aunque pueda ser menos evidente a qué se rellere en este contexto— . Desde nuestro interés com o investiga­ dores st>ciales no podemos conformarnos con esta primera noción, pero sí aferram os a su in\'ilación y preguntarnos por las conexiones y diferencias de la observación par­ ticipante ct>n esa otra observarión, cotidiana y común, que conocem os bien. Fin primer lugar, la práctica tle investigación t¡ue nos ocupa se especifica por su fi­ nal Íi)ad. No entramos en el juego de la interpretación com o un actor más, sino c]ue U> vamos a hacer en virlutl de una actividad científica. La ciencia siempre es una forma (,1e observación jiautada que pretende concluir desde su miratla al niLuitlo. Bn el caso tie la observacit^n participante, esto se traduce en un ir y venir entre las prácticas t>bscrvatlas y nuestras interpretacitincs que t]uedará reflejatlo en el análisis. El cuatlerno tle campo, t]uc se va retlaeiando en el momento de la observación, irá describientU>

Capítulo 3 > La práctica de ta observación participante. Sentidos situados y prácticas...

el c s c c n í i i i o cs ti iJ ii i d o y p r e c i s a n d o a q u e l l o q u e s e ñ a l c i n o s c o m o s i g n i f i c a t i v o p a i a d e s p u é s p o d e r í'u nd an ie iU ar n u e s t r a s c o n c l u s i o n e s e n e s t a d e s c r i p c i ó n .

Además, y en segundo lugar, la observación participante se caracteriza por su espe­ cial forma de asinnir y entender esta mirada científica. Tomada en un sentido amplio, ía observación particípame tíos conecta con tt>da la tradición comprensi\'a en cien­ cias sociales — vinculada al estudio de la acción social tal y com o planteara Max W eber— y el desarrollo de las m etodologías cualitativas de investigación. Preocupados por la comprensión interpretativa de los fenómenos sociales, no pode­ mos separar la problemática estudiada de los procesos y ámbilos concretos en los que se conforman y despliegan. Com o bien ha señalado el antropólogo Óscar G u a -s c h , con la obsei'vación participante enfatizamos el carácter situado de los procesos so ­ ciales y recuperamos así el ánimo de toda esta tradición de las ciencias sociales por inscribirlos en sus condiciones de posibilidad. Y es que «la mirada que observa no es vigía, centinela o carcelero. El ojo que observa busca en el enlom o pero no prescin­ de de él. Así miran las ciencias sociales: teniendo en cuenta el contexto, sin com par­ tí mental izar ni dividir lo real» (Guasch, 1997: 10). Observar participativamente exige de la socióloga, cl antropólogo o la economista que se haga cargo de la densi­ dad en la que se resuelve lo social. Nuestro objeto de interés siempre es activo y cu proceso y solo desde ei respeto crítico de la observación partícipe e intenia a los entornos estudiados podrá rastrearse ese continuo hacer en cl que se terminan por resolver los asuntos humanos. La observación participante, en fin, com o posicionamiento o apuesta de las ciencias sociales por una m ir a d a fic r n te n c u tic a ( A l o n s o , 1998) a la realidad en la que captai' los sentid(.)s profundos de la interacción social al interiiretarlos en sus contextos concretos y cambiantes. Por ultimo, al aplicar las técnicas observacionales planteamos una determinada ac­ tualización de esta mirada cualitativa y hermenéutica. La observación participante, en su sentido más estricto, esto es, tomada como una práctica de investigación co n ­ creta, se separa de otras técnicas cualitativas por poner cl énfasis en la conexión en­ tre la conformación discursiva de sentidos y las prácticas, circunstancias y procesos en los que estos se inscriben. Si con las prácticas de las ciencias sociales más pura­ mente discursivas — entrevistas, grup que subyace es la idea de que somos agentes semiólico-materiales ( H a r a w a y , 1995), en cuanto dadores de sentido a lo que hacemos, en cuanto nos

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Estrategias v prácticas cualitativas de investigación social

tic seniitltis cu l[uc iKiccnios, N o p o d e m o s sciiai'iir las í'oniias d e haeei' (.leí in! MIito j u e g o s c n i i ó l i e o eti q u e se J u s t i l l c a u . t ’o m o t a m p o c o [i(.)cleinos t i e s a te i u le i’ el n i o d u c n el tjuc las iLilinas y li áh ii os co n s li ii i y c ii u n e n t i a n i a t l o . c o n i p l c j o y m u ­ c h a s \ c c c s coiiuíkIícUii ío. (.Ic c s t a h i l i / . a c i ó n d e s c n l i t l o s st>cialcs. L a t i h s e r v a c i ó n p a r ­ ti c ip a lUc. ai a p r o x i m a í l l o s a la e x p e r i e n c i a d e lo s a g e n t e s s o c i a l e s , y a s u s e s c e n a r i o s d e iiUeraccis n u e s t r a f ti r m a tie m i r a r — tle la o b s e r v a c i t i n c t i t i d i a n a p u e s n u e s t r o i n t e r é s nt) e s el del a d o r st>cial a f e c t a t i o e n el f e n ó m e n o e s t u d i a d o . A h ti r a b i e n , e n el e j e r c i c i o c i e n t í f i c o tle a n a l i z a r a t i u c l l o q u e los i n d i v i d u o s t r e n z a n en s u s i n t e r a c c i t ) u e s s o c i a ­ les, ntis a c e r c a m o s a las observaciones d e e s t o s a g e n t e s , p u e s c n e l l a s n o s r e e n c o n ­ t r a m o s c o n las r a z o n e s o i n t e r p r e t a c i t i n e s q u e e s t á n apt>rlaiKto a su accitMi. c o n las m ú l t i p l e s I b r m a s pt>r las q u e los p r o t a g o n i s t a s tle un f e n ó m e n o s o c i a l van c a r g á n d o ­ la y f i u K i a m e n t á n d o l a pt)r m e d i o d e senñiios. «()iiser% a c i ó n d i r e c t a , e n viv o , e n acci()u. p a r a a p r e s a r la e j e c u c i ó n a j e n a e u m o v i n ú e n i t ) » {S a n m a k h .n , I9^>S; 1 2 9 ) .

Observación participante y distancia social P o r m e d it ) tle la o h s c r v a c i t ) n p a r t i c i p a n t e ntis a c e r c a m t i s a ios s e n t i d o s tpi e k)s a g e n ­ tes s o c i a l e s p o n e n e n su at;ción. P a i a e l l o los l i e s c r i b i m o s e n s u s c o n t e x t o s e inscr ih i t u o s sus t l i s c u r s o s y ¡ir ácticas en las r e l a c i o n e s e n q u e las m a n t i e n e n , m a t i z a n y r cLlennen. I n t e r p r e t a m o s a s í las e s t e l a s d e razt>nes t | u e lt)s a g e n t e s d e s p l i e g a n a n t e un det cri uin aL lo t e n t í m e n o so c i a l . E s t a f o r m a d e ct>noccr n o s abtK'a a u n a r e l a c i ó n , s i e m ­ p i e cqLiívt>ca. e n t r e lo t t b s e r v a d o y q u i e n ti b se rv a. Oicht^ d e otrt) nuult), e n t r e k> t|Lie [loncn cn sLi h a c e r los a g e n t e s y el c t i n o c i m i e n t o tpie iirotluc iti ios tiesttc lo tiue v e m o s d e e s e hace r. L a t> bs ervación paiticii'iante n o s e x i g e a s í p e n s a r « la d i s t a n c i a scjcial y c u l t u r a l r e s p e c t o a a q u e l l o t]ue se m i r a » (GtJASt'ii, I 9 9 K ; 1 1 ). lil motlti e n el q u e se m a n e j a e s a d i s t a n c i a c n la nde lo analizatnos. La distancia em|>leza a sei' cuestionada. La distancia social y cultural com ien­ za a ser vista com o un problema a gestionar para realizar observaciones más [irccisas y sensibles. Ahí hemos de en tendel' la presión ptir hacer explícita la ti ivisión entre una pei sp eeti\a í7/c — externa, |'iii>pia det investigador— y una perspectiva a t t i c — inter­ na, propia del miembro del gJ upo— o la apuesta por hacei entiai en la m onogiaíía resultatlo de la t>bservacii)n las vetees múltiples de los agentes eslutliatlos. Se pueile señalar un scguiulo corpus de aplicaciones de la observación participante t|ue, tlesde la sacioloiiía. sitúan el origen de su miratia en un Interés dirercnte. AuiK|Lie htjy podanu)s entender t|ue cl trabajo de la antropt)lt>gía cultural y la sticiología están anutiados por una mu hit uti ile laztis teóricos y metodt)lt)gicos, detenernos en la especificidad de la incorporación de esta técnica a la labor sf)ciológica nos pue­ de ayudar a entender cóm o la relación observatlor/ob serva do se reubica tle s tie esta disciplina y su observacitin apunta a nuevos lugares. En la estela del progi'ama tle Max Weber de ima stieiología ctiinprensiva atenta a kis sen ti tíos subjetivos de la aecitín se puetle señalar toda una red tle autores y pers­ peclivas que tlesemboean en el usti tle las prácticas de observación en investlgacit'in

Capítulo :s -f La práctica de la observación participante. Sentidos situados y prácticas...

social. La sociología formal tic Simmel, sin liacer uso tic la observación partici­ pante com o tal. sienta las bases para una sociología p retic upada por las formas de inleracc¡i)n en escenaritis concrclos. También el inleraccionismo sim bólico de George Herbert Mead ahonda en la misma dirección. Y en su encucntrt) pt)demos entender el trabajti de los auttires que en torno a la Escuela de C hicago proponen una serie de investigaciones que hacen uso de la observación participante para dar cuenta de los procesos que aleclan ya nt) a culturas distantes sino a la realidad ca­ pitalista y urbana a la que pcrtcncccn los propitis analistas. Los trabajos de soció­ logos com o R. Park. W. I. Th timas y F. Znaniecki, y W'. W hyte pueden entenderse com o buenos ejemplos de esla aplicación de la técnica observaeional ai trabajo de la sociología. Recogiendo estas propuestas y en ei ct>ntexto de la rcvisit)n de las ciencias sociales durante los sesenta con el recurso a las teorías marxistas y la crítica al programa fun­ cional ista, toman fonna las dentiminadas socicU ifgías d e la v i d a c o t i d i a n a (Wt)tj', 1982). Atentas a los procesos sociales más micro, su apuesta de investigación re­ quiere la tibservación participante de forma casi natural. Bien nos vale ei trabajo de Erving C o n -M A N para detenerno.s en k> que supone este girti, aunque en él se puedan encuadrar también los aportes de Harold Garlïnkel y Aaron Cicourel desde la etno­ metodología e incluso reconocer cierta inllueneia en tilras propuestas coniti los e.studitis de iabtiratorio de Steve Wot>lgar y Bruno Latour. La perspectiva dramatiírgica de G í)F F M a n — en la que se rastrean las interaccitines sociales atendiendo a actores, roles y escenarios, a las actividades en piíblico y entre bastidores..., en fm, persiguiendti los procesos coniplejos y contradicttirios en los que lidiamos cotidianam en­ te nuestras estrategias de presentación social-—• supone una v'uelta a la implicación directa del analista en aquel 1ti ciue estudia. Pret)cupado pt)r las interacciones cara a cara, la observación participante se coní'igura com o henam ienta necesaria a la hora de entender la ctilidianidad vivida y las múltiples i'ornias en las que manejamos y construimos el sentido de nuestra idenlitlad en ct)ntextt)S concretos — «La vida social asume e integra en sí, de innumerables maneras y sin cesar, el entendiniientti que le­ ne in os de ellas» ( G o f f m a n , 2006: ,SS4)— . El trabajo del atialisla consistirá cn ras­ trear aquellos elementos que, estandt) presentes, nt) siempre se hacen explícitos entre ios propios actores inmersos en el discurrir cotidiano. Para ello la entrada directa en diferentes escenaritís de la vida social se presenta ctimo técnica privilegiada. La observación ahora no es la de la distancia sino la dcl acercamientt) a k) más prt>ximo. Extrañamiento diferente que no nos llega por serntis ajeno, sino por aquello que queda desatendido por evidente, poi' cotidiano, ptir compartido. Observamos desde dentro y, en este rastreo de las dinámicas ctitidianas, ser parte de la sociedad de! grupt) estudiado es lo que nos permite contextualizar lo que vemos. La distancia se resuelve en su versión tiiás extrema — el analista es parte de la sociedad estudia­ da—-, pero no deja de exister una tensión en ei tipt) de explicación que podenu)s des­ arrollar. ¿Hasta qtié punto nuestra explicación no sigue siendo externa al grupo anaiizadí)? ¿Cómo reinscribirla en sus conicxttis?

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

i’otlcmns L'iilciRÍL'1' las rovisitiiics tic la técnica lIcslIc la teoría cih cm ctii íi comí) iiti inioiilu de sLipeiar estas cuestiones. Algunas tic sus prtipucslas. licnnaiiatlas ctm las ineuitloloiiías tic i¡u eslij:aciún-acci(ín participai i\'a. plantean la neccsidatl tic revisar la conexión tjue el ohscrxatloreslablccc con lo ohservadti. Aquí podemos entender la a pues la por la autoobscr\’aeii')n que planlean Juan C íh tilr r e x y Juan Manuel D c lg a IK) ( lOy?). La aukjobservación supone encai'ar ei trabajo de la técnica dcstlc una relaei(>n diferente ct>n aquelIti t|ue se iiivesliga. Por m edio de «la coiislitución tic sislemas observatUires tie sí inisnios» ( 1997: 162). las posiciones de observador y obser\'ado se exectlcn Iiaeicntio de los miembros del grupo esludiadti in\estigadores y eonsiderantlo ai invesiigatior parle del grupo. Posiciones inteicainbiabics tjue dejan así de ser estancas. On la misma línea, las recienles prácticas tle invesligación tlirigitlas ai muntlo \ irtLial y los usos de las nuevas lecnologías revisan las formas tradi­ cionales tle ia obser\'acitin parlicipanlc cuando la aplican, ptir ejemplo, al tipo de ielaeit>nes que cslabiecemtïs cn la red y para ello el equipo de invesligación se co n ­ vieite en usuario de kis servicios que analiza. No st)n más que ejeniptos tle loda una forma de entender ei trabajo ptir mediti de la o bser\ ación participanle eslablecientlo una nueva relación en cuanto a la ü is ía n cia s o c ia l c i ilu tr a l de la mirada de quien im eslig a. En lanío que los observados entran a form ar parle del grupo que observa, los equilibrios cam bian y la dislaneia se oblitera. Más t]ue presentar estas propuestas ctimti stiluciones. nos interesa se­ ñalar el espacit) de debate aún hoy abierlo en lt>rno a cóm o hacernos ctm nuitielos lie o b se r\a c ió n más capaces tle dar cuenta de los fenóm enos tibscrvadtis (en esta tnisma línea de revisión aplicada tle las prácticas obscrvacionales v é a s e el trabajo tle MoNii:NE:tik() "i' Puioi. en este vtilunien). Nuestra forma tle acercarntis a la vitilencia de género desde la observación participanle tiene que entenderse en la deutla con muchas de las reflexiones repasadas, perti tam bién com o un niotlo ctm ere lo (.le r e s o l\e r ct'uno desde ella pt)demos explicar ios fenóm enos sociales.

Kn esta extensa caracteii/.ación de la t)bservación parlicipanlc han ido apareciendo sus promesas y jiroblemas. Podemos resunúrkis en tk">s giantles iu)dt)s. Por inia par­ le, en ella se promueve lui tlelerininatlo modo de enientier el trabajo de las ciencias sociales y se apuesta pt>r un encuenlrt) tle los scntitlos sticiales en la interconexión tle tliscursos y piáclicas. í\>i' otra, hemos ido presentandti el modo en el que el et|UÍpo de invesligaciiín se acerca y participa tiel fenómeno en estudio com o estrategia tle análisis. tendrenu)s que ver ctimti esla parlicipacit'm nt) está libre de prtiblemas. Inlenlareinos arrojar luz y profundizar en eslt)s dos pimíos por metiiti del estudio que venimt)s liacientio en torno a la vuileneia tle género. Dejando para más aticlante k)s problemas de la participación, que luis permiten adentrarnos cn el monienlt) del tra­ bajo de campo, em pecem os pt)i vt)lver sobre el tipo tic explicación t|ue posibilita la observacit'm participante y ct>mo se diseña desde los objetivos tle investigacit)n.

Capitulo 3

I n v e s t ig a n d o

La práctica de la observación participante. Sentidos situados y prácticas...

po r m e d io de o b s e r v a c ió n pa r tic ipa n te

M ás arriba hacíamos un breve repaso de nucsiro punto de partida. Allí presentába­ mos nuestra hipótesis general en la que aventurábamos vinculaciones entre las for­ mas de la violencia de género en el seno de las parejas heterosexuales y el despliegue de las identidades de género. Una vez presen latios los f'undamenios de esla práctica de investigación estamos mejor preparados para volver st>bre la l'orma en la que este interés nos lleva al uso de lu observación pariicipante. Planteáliamos que en el desarrollo de nuestra investigación lúe preciso escorar nues­ tra mirada a los procesos de la violencia, esto es, atender a los modos concretos en los que las personas entendemos y reaccionam os ante la violencia de género. Recogiendo la inrormación y aportes teóricos sobre este Icnómeno nos hacíam os con una descripción detallada de la incidencia y magnitud del problema, pero q u e ­ daban desatendidos aspectos que en luiestros objetivos de investigación eran cen ­ trales com o los tipos de relaciones en las que se da la violencia o el m odo en el que las personas afectadas encaran esta dolorosa experiencia. Dicho tle modt) más cla ­ ro, nos interesaba cíniiprender qué restarles se activan, qué elementos identitanos se quiebran y qué sentidos se esgrimen al llegar al dislate de la violencia en el seno de la pareja. Las investigaciones cuantitativas realizadas en torno a la violencia de género nos ayudart)n a rastrear la incidencia de casos de violencia de género en el seno de las parejas hetemsexunles, pert> pocc> nos podían tiecir de las íormas en las que las m u ­ jeres y los varones viven, sienten y entienden sus relaciones de pareja — ct)n espe­ cial interés en los castis en los que se llegaba a la violencia— . Necesitábam os poner en práctica otras formas de accrcamienlt> a este fenóm eno sticial que nos ayudara a señalar y analizar los sentidos y mt>dt)s en Itis que se níítttí'ja la violencia de génerti. Eslc m anejo se refiere a Itís discursos que se enaltecen para dar una e x p lica d tí n por parte de personas expertas e implicadas; y para cllti recurrimtis a prácticas cua­ litativas de inve.stigación como las entrevistas. las historias de vida y los grupos de discusión. Pero este m anejo también remite a ctímo se ponen en práctica estos dis­ cursos y cómo se traducen en formas tle hacer; aquí es dtinde las técnicas tibservac itina les nos aportaban uti a informacitSn específica e interesante para nuestros objetivtis. Con esta fiiutlidad. y aprovechando la celebracitín de un curso sustitutivo de pena p a ­ ra personas condenadas por delitos de vit^lcncia de género y/o d om éstica“* en la Audiencia Prtivincial de Alicante durante los printeros días de septiembre de 2005, el equipo tle investigación nos tlesplazamos a las tlependcncias de la Audiencia don■* C \tnvicnf UL’ktrar que, aunque nuestnt trabajo .sf centra en los casoN de violencia de género, y, m ás en concreti), en el caso de varones cotí denados por malos t ral os a sus parejas, entre los senieneiadtts había algunas nuijeres — no más de cuairo en un auditorio de cien lo cuarenta personas— y algunos varones condenados por malos tratos a personas del entorno t'aniiliar dirercnies de sus parejas.

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Estrategias v prácticas cualitativas de investigación social

lIc lÍl' s j i u i ILimos

una práctica tic observación parlici|)antc. Durante Itis Jo s días que (.lini> cl ciiiso, inlci aclnamos ticstic difcientes posicit>ncs con senlcnciatiu.s y / adores paia palpar cl modo en el t|ue se trataba la \ ioleiicia tie génert>. Lt>s curst>s sLislilLiti\t)s estaban discñatlt>s para at|iielitis condenadtis poi' delitos mentís giaves que con mentís de dos afuis tie ctindeiia y sin antecetlentes pre\ ios quedaban cii li­ be itatl de acuerdo con cl Ctítiigo Penal aunque potlíaii ser ti b jet o tle medidas como la tle los cursos en virlutl de la Le> Integral ctiiitra la Violencia de Géner{i (Ley Orgánica 1/2004). De hecho, la «sustitucitin» se suspendería en easo tic reincidencia, (cnicndti por tanto t|ue entiai' a prisión a cimiplii' tanto ta primera condena ct>iiui la tlue hubiera mtitivado la suspensión. Nos enctintrábanuis, tle este modt), ctin im públiet) cautivo al mentís en dos sentidos. Cautivo por la obligatoriedad del cursti y las ctinsccLiencias de su ineomparecencia, consideratia una nueva Taita que implicaba la reinci tiene ia y conllevaba la pena de prisión. Peio también, y lo que para nuestra 11nalitlad era más interesante, cauti\t> del etiqueta je social eoniti maltratadtires que d u­ rante los días del cursti tli líe i luiente resistía ocidtannenttis ya que su presencia los señalaba com o tales.

La observacitín parlicipanlc ptisibilita un acercamiento a los fenóm enos sociales es­ tudiados rico y cargado de mal ices. En cicrlti iiuxlo, peiniite tensar la información que nos aptirtan t>tras técnicas y metodologías. De tal niodti t|ue será en el cruce del tipo de material que producim os por inediti de la observacit'iii ctin los intereses y t>bjetivos particulares de nuesli ti estudio en el que se dli ima el diseño de la observacit'in.

El material producido por medio de observación r j lecurso a la observacit'm participante com o técnica de investigación depentlerá siempre tle su adecuación a lo estudiado. Pese a lo obvio tle esta allrmacitSn. con\ ie­ ne no olvidarla. Tenemtis que tener claro qué lipt) de matei ial protlucimcis poi metliti tle esla técnica para así decidii si es apiopiada en cada caso concretc». Cuantió planleanms la enti'atia en los cui'sos siisliluioritis de pena, lo hacíamos basántltinos en las jiosibilitlatles tjue platea la observación al menos en tres aspecttis. i)

La inmersitín en los cursos tle rcliabililacitín ti frece, tle entrada, una íicscr}¡}í'ión íicta!la' prácticas en Itirnti a la \ iolencia. La observación parí ie ipaute e.s. en piim er termino, una técnica descrip­ tiva. Cuaiidt) coiiiti in\estigadtires nos Imiillcamtis en los ámbitos sociales en los t|ue ,se despliega nuestro t>bjelo de estudio -—coniti es el casti de init>s cur­ sos tle rehabilitación para el análisis tle la violencia tie géiien>— nos hacemos con una rica Intbrmacitín de primera mano que por tíos raz.tines hace de las prácticas tle investigación oliservaclonales una herramienta adecuatla en el acercan! icntti a los problemas de nueslrti interés. Por una piU'te. la observación pLirticipante se revela com o buena técnica de entrada a nuevos problem as tle los que no disptinemtis de información previa, o de aspectos tiesalendidos sobre un

Capítulo 3 4 La práctica de la observación participante. Sentidos situados y prácticas...

lema estiiJiado previamente, ya c[iie la coin ivencia con los ámbitos y poblacio­ nes que estudiaiíios aporta mucho material e incluso pcnnite testar y revisar los punios de partida de la investigación en sus primeros momentos. Por otra par­ le, la observación parlicipante aporta una mayor fiabilidad frente a otras m eto­ dologías de descripción ya que la entrada del equipo investigador en el escenario que considera de interés para sus objetivos de estudio no solo peniiitirá señalar actitudes, compoilamientos y valores de los agentes, sino que podrá acercarse a cómo se viveneian y enredan en un caso concreto. La observación participante, además de indicar determinados modos de hacer permite disceniir aspectos y fenómenos que califican esas acciones y que para otras técnicas se pierden en la caja negra dcl coniexto. Aqin', las circunstancias son parte de la infomiación producida y la invitación es a que seamos capaces de arm ar en sus condiciones de posibilidad aquello que nos interesa comprender. ii)

Al m i s m o t i e m p o , p o r me di t) d e la o b s e r v a c i ó n p t ) n e m o s el é n f a s i s d e n u e s t r a s d e s c i ñ p c i o n e s e n la c o n s fr u c c ió n d e s e n tid o s p o r p a r t e d e i n s t i t u c i o n e s y v a r o ­ n e s s e n t e n c i a d o s p o r v i o l e n c i a d e g é n e r o , e s de ci r, n o s a c e i c a m o s a las n o c i o ­ n e s d e v i o l e n c i a q u e e f e c l i v a m e n l e a c t i v a n lo s a g e n t e s s o c i a l e s p a r a e x p l i c a r s u s e x p e r i e n c i a s . « U n o d e lo s o b j e t i v o s c e n t r a l e s d e la i n v e s t i g a c i ó n q u e a p l i c a la o b s e r v a c i ó n p a r t i c i p a n l e e s d e f m i r c o n c e p t o s c l a v e d e s d e ci p u n t o d e v is ta d e los a c t o r e s i m p l i c a d o s en la r e a l i d a d s o ci al cjue e s t u d i a » ( G l i a s c h , 199 7: 3ft), o lo q u e e s lo m i s m o , c u a n d o n o s a c e r c a n m s a un f e n ó m e n o s o c i a l pt)r m e d i o d e e s t a té c n i c a , h a c e m o s n u e s t r a s d e s c r i p c i o n e s s e n s i b l e s y a t e n t a s a lo s p u n t o s d e vista y creencias de sus protagonistas. L a observ ació n participante nos perm ite d e e s te m o d o r e c o n s t r u i r los c o m p i e j o s p r o c e s o s d e s i g n i f i c a c i ó n q u e s e a c t i v a n e n t o d a i n t e r a c c i ó n so cial. El é n f a s i s aqiu' no e s t á t a n t o e n la i n t e r p r e t a c i ó n q u e d a re m o s c o m o analistas sociales y que, p o r supuesto, ap a re c e rá en nuestras c o n c l u s i o n e s ; s i n o q u e n o s a b r i m o s y. e n c i e r l o m o d o , c o m p r o m e t e m o s n u e s t r o a n á l i s i s c o n las e x p l i c a c i o n e s d e los a g e n t e s i m p l i c a d o s . N o s i n t e r e s a s a b e r c ó ­ m o se c o n s t r u y e n las r a z o n e s d e los p r o t a g o n i s t a s d el f e n ó m e n o e n e s t u d i o p a ­ ra a s í p od er , m á s a d e l a n t e , r a s t r e a r s u s v i n c u l a c i o n e s c o n o t r o s e l e m e n t o s q u e p u e d e n e s t a r p r e s e n t e s a u n q u e d e m o d o n o ta n c o n s c i e n t e ( G a r c í a S e l g a s , 1990). C o n la o b s e r v a c i ó n p a i l i c i p a n t e . p o n e m o s el acentt) cn el d i s c u r r i r d e e s ­ ta p r o d u c c i ó n d e s e n t i d o s , m i r a m o s lt)s p r o c e s o s e n los q u e los d i s c u r s o s se a c ­ tiva n y re f o r m u l a n , y p e i s e g u irnos ios m o d o s c n los q u e las e x p l i c a c i o n e s se reflejan y e n ca rn an en actitudes y co m p o rta m ie n to s,

iii )

Llegamos así al que sería ci tercer aspecto tic! material producido. Podemos de­ cir t|ue la observación participante permite perseguir cierto írasfom io üc ¡a in­ tencionalidad ( G a r c í a SI' I. g a .s , 1995) y reconstruir las intrincadas conexiones entre los elementos discursivos y no discursÍ\os présenles cn la violencia de gé­ nero. Anleriormenle señaiábamt)s la potencialidad de la observación partici­ pante para el estudio situado de los fenómenos sociales y apuntábamos el modo cn el que atiende a discursos y prácticas de forma ct)njunta. Esta es la fuerza

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

Je cst;i tCL'iik'a piii íi esiliti ios como el que íllilií preseiiUinios. Su dcseripeióii no solo se detalla [lor no prcseiiuiir tlel eonlcxto o condiciones de posibilidat! de lo est ud iadii. Adem ás ahonda en hi eonllguraeitín semiól ico-malori al de la reali­ dad apuñando una información cspceífiea que se pierde en el trabajo de otras técnicas. Por medio de his prácticas de observación podemos, com o hemos re­ petido varias veces, \ o l \ c r sobre las Cormas de hacer y dar sentido t|ue los agen­ tes sociales activan en su cotidianidad {véa.se ia contribución de Du nkeìr y I^MíioiK en eslc volumen paia una propuesta analítica en esta tlirccción). l'ji ese contexio, sólo en la ik w c rip c ió n del espacio en el que son señalados como m aíír a tu ilo rcs — etiquelaje que se vive con vergüenza, como veremos, y por tanto se ocul­ ta— podíamos acercamos a una experiencia en ta que se manejaba cl peso de la violencia en sus vitlas y durante los dos días del curso se convertía en elemento explí­ cito lie su iiicntilicación. Si con las entrevistas c historias orales nos acercábamos a los reíalos con los tiuc se explicaban, la observación pailicipanle nos permitía una serie ile interacciones en las que palpar toda una serie de discursos menos elaborados, señalar ciímo se entendían y juslifícaban cienos componamientos. y atender a las reacciones t|ue suscitaba la iilcntidad que la ley y el propio proceso judicial tes estaba confiriendo.

Estrategias de análisis y diseño de investigación Este ejemplo miie.stra com o en cl tliseño no solo se resolverá el uso o no de la obscr\ación participante: también el contenido de la misma y las í’sírairf'üt.s d e a n á l i ­ s is tendrán que precisarse en este momento previo. Es evidente que no es lo mismo acercarnos a lo t|ue ocurre en un mercado si lo hacemos pendientes de los precios y otros inthcailores económ icos o atentos a las Itírmas tle interacción entre vendedoies y clientes. C o m t ) im s recuerda Ricardo S a n m a r t í n , «en n i n g ú n C iis i> podemos l i m i ­ la! la observación a una mera contemplación de lo que discurre delante de nosotros, ( ...) Si hay algo con lo tiue observamos es con categorías, ideas o hipótesis. Tan im ­ poi tante es para el observador aquello sobre lo que focaliza su atención, com o su posicionamiento mental d e s d e el t¡ue efectúa dicha tarea» ( S a n m a k i i n , 1998: 12S). Lt>s objetivos tle investigación son el elemento central de todo estudio. L-as mctodt>logias \ icncn a ser las tierramientas de las que nos valemos para llevarlos a cabí>. De lili modo que loilo análisis social emiiírico es una suerte de udaplación tle los métodos a los objeli\t)s e|ue se conncnza a dirimir en el diseño de las prácticas de investiga­ ción. Este es el momento en el tjuc se precisa el á m b i t o d e e s itid io — en nuestro caso, una intervencitm institucional para \ arones con de na tíos por violencia de género— así com o ei abanico tie e / e m e n io s i¡uc s e h a b r á n á e o ìy s e r v a r — at|uí, las explicaciones t|uc se dan en torno a la violencia, las actitudes que atloplan «usuarios» y encargados de tos juzgados, las frustraciones ijue unos y otros expresan, los motios en los que se relacionan,. ('nanto mayor sea el trabajo pre\ it> en torno a nuestro objeto de es­ tudio. más provechosa será la práctica de observaciiMi. No queremos decir ci>n esto

Capítulo 3 > La práctica de la observación participante. Sentidos situados y prácticas.

que siempre es le lodo cenaclti en el diseño. Unu de ios puntos más at niel ivos de la o b ­ servación participanle es lo mucho que puede ayudarnos en los nioiiienlos iniciales de un estudio a la hora de señalar las tácelas y ari.slas de un fenómeno social del que co­ nocemos poco. Perí) conviene no conf undir eslo con un «lodo vale» o pensar que ptir el mero hecho de fw/c//'eslumos avan/.andt) en la ctmipreiisión de un problema social. Eb necesario precisar qué t>bscrvamos y con qué fmalidad. ¿Dónde posar la mirada? ¿Qué comprobar ? ¿Cómo podemos entender lo que vemos? Tener respuesta a este li­ po de preguntas ayudará a que nuestra observación gane en riqueza y profundidad. Así, cuando nos planteamos nuestro liabajo cn la Audiencia Provincial de Alicante, teníamos muchas dudas sobre qué íbamos a encontrar, pero teníamo.s todo un trabajo previo sobre los discursos en lomo a la violencia y las relaciones de género que la atraviesan que nos pemiitían definir puntos de interés por Uis que avanzar. Las defini­ ciones de violencia, su recepción por paile de los varones sentenciados, las reaccio­ nes que pudiéramos palpar en los descansos o el modo en el que se contaban sus experiencias y buscaban puntos eomunes o se pensaban como separados de sus com ­ pañeros de condena se configuraban como elementos interesantes para nuestro obje­ tivo de comprender el nudo semiótieti-diseursivo de la violencia de género.

P a r t ic ip a c ió n EN

y d is t a n c ia s o c ia l ; el c a m p o

la o b s e r v a c ió n

PARTICIPANTE

La selección amplia de lo que se va a observar y las categorías desde las que hacer­ lo tienen que acompañarse de una serie de elecciones en torno a las t'.wtrcitef'ia.s de accrcíintiento en lus que iremos precisando los escenarios de observación, las formas de entrada a ellos y el rol que asumiremos (G uasch , 1997: .^8). Nos melemos así de lleno en el trabajo de campo como lal de la observación participante y será ahora cuando el carácter situado y flexible de esta lécnica se haga más patente. No es p o­ sible conlar con reglas generales o pautas cerradas que nos sirvan paia todas las in­ vestigaciones; cada coniexio en el que participamos lendrá unas características. Tampoco nuestras formas de interacción son ajenas a las relaciones que se estable­ cen enlre los agentes sociales que estudiamos. La obsci vación siempre es situada. Y la situación impone sus circunstancias. Lo ha­ ce ya cn un nivel general que podemos ilustrar por medio del ejemplo que aquí ex­ ponemos. Cuando nos planteamos que la obser\ación parlicipante podía ayudam os a analizar elementos que nos estaban apareciendo cn nuestro acercamiento a la vio­ lencia de género, las especificidades de nuestni ofijelo de estuttio nos fiicieron apos­ tar por un tipo de observación que denominam os üi sta m e por la imposibilidad de observar/acercamos a los hechos y procesos específicos, eslo es, a los m omentos y escenarios mismos de violeticia. Lt»s límites se convierten en el caso de la invcsliga­ ción cn condiciones de posibilidad dcl análisis. Asiuiiir y precisar el corte entre aque­ llo de lo que podemos decir y aquello de lo tiue no. es lo que en definitiva nos

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Estrategias v prácticas cualitativas de investigación social

jicniiilirá concluir. Así al uclaiar que nuestro accrcamicnto es no-parlicipalivo cn re­ lación a la violencia misma, k) que planteamos es una práctica de observación, esta sí en cierto modo participante, de las lYirnias de tratamiento diseñadas institucionalmcnte pura el caso de algunos condenados por malos tratos, escenario en el que sf nos podemos inmiscuir y cn del i ni ti va avanzar en la caracterización de la violencia. Ningún escenario agota una realidad o fenómeno social. La observación tiene que po ­ sarse en aquel o aquellos que resulten especialmente significativos para palpar nuestro objeto de estudio. Pero eslo que a nivel teórico es sencillo de señal ai-, no siempre es fá­ cil de consegtúr cn el campo y en ocasiones implica reform til ación es de las primeras elecciones y decisiones cuando vamos avanzando. Ya sea por la naturaleza dcl caso de estudio, como nos pasaba con la violencia de género, ya sea por las dificultades que el equipo investigador puede encontrar a la hora de precisar o simplemente gestionar la entrada en el escenario más adecuado, la investigación resultai’á muchas veces una ne­ gociación entre lo niejor y /o posible. Buen ejemplo de lo que estamos diciendo es nues­ tra experiencia en los juzgados de Alicante. Lo que nos planteamos como un trabajo de contactación con un espíritu de inmersión tibia en un escenario de interés para nuesti'o estudio, se convirtió en una práctica de observación participante que veníamos persi­ guiendo desde el equipo investigador y que por la dificultad del campo de estudio se re­ sistía a la presencia de un sociólogo-observador. El curso, auspiciado por la Audiencia ProN'incial de Alicante, estaba cenado para toda persona ajena a la organización o que no fueran los sentenciados a asistencia, lo que no nos permitía una v'erdadera observa­ ción participativa. Los momentos de entrada y salida de los cursos o los descansos pi‘ogramados nos dejaban intcractuar solo de modo puntual y con la dificultad añadida de que se nos viera más como observadores externos. La invitación del responsable de los cursos a asistir a las charlas cuando supo de nuestra presencia cambiaba el escenario; de hecho, nos posibilitaba la entrada al escenario de nuestra investigación observacional. Pasains así a formar parte del auditorio sentándonos entre el reslo de los asisten­ tes y a ser vistos como «uno más». No solo podíamos aliora perseguir una descripción desde dcmro de los cursos, sino que las posibilidades de interacción se multiplicaban |iaia rastrear los discursos y prácticas de los agentes implicados cn ellos.

Ei trabajo de campo participativo Una vez precisado el escenario de la observación, es el momento propiam ente dicho de jiarticipación, esto es, de interacción con aquellas personas que eonu) afectados poi- una problemática social nos sirven para conocer más sobre nuestro objeto de esUulio. Fuente inagotable tie angustias y sorpresas, la participación no siempre es fá­ cil de gestionar y se entrevera con ia que posiblemente sea la m ayor fuente de complejidad metodológica de la observación participante: el problema de la distancia entre los observados y qiúenes obser van. Pero vayamos por partes. Veamos primero lo que entendemos por relación participativa para después pensar las consecuencias de 11Lies ira implicación cn kis escenarios de observación.

Capítulo 3 4 Lâ práctica de la observación participante. Sentidos situados y prácticas...

La parlicipación, ctinio nos adviene cl antropólogo O scar G u a s c h , « c s un pnibienia teórict) menor; peio cs un problema práctico de envergadura» (1997: 4fi), La im po­ sibilidad de realas generales y los pioblcmas de la inmersión en un ámbito, en principit>, desconocido se van solventando en el desarrollo de la investigación, cuando vamos conociendo más sobre aquellos que esludiamos. Vamos precisando los lími­ tes que tendrá que asumir nuestra participación y sabiendo qué interacciones son más adecuadas a nuestros objetivos. Dependiendo de cóm o se planifique esla inieracción podemos hablar de distintos roles participativos y diversas prcsentaciones/ocuhaciones de nue.stra finalidad. No es lo mismo presentarnos en los cursos com o un conde­ nado más que hacerlo eomo expertos en el tema. No recibiremos las mismas reacciones, como tampoco tendremos las mismas posibilidades de interacción. En nuestro caso, la estrategia adoptada por el grupo de investigación fue la de divi­ dim os en distintos tipos de participación en el c a m p o D a d o que para cubrir nuestros objetivos nos era de interés no solo observar cl desarrollo de ios cursos sino hablar también con algunos de los implicados, tanto en el lado de los encargados del curso comt) en el de los hombres sentenciados, nos dividimos en distintas posiciones. Uno de los miembros tlel equipo se mantuvt) durante todo el tiempt) en la sala donde se es­ taba desarrollando el curso como un sentenciado más y fue cl encargado de llevar el cuaderno de campo. Mientras, los otros dos miembros del equipo, aun asistiendo a la mayt)ría del cursi), aprovechamos para entrevistar a alguims de los docentes dcl mis­ mo al finalizar sus sesiones y ct)ntactar entrevistas más formales con usuarios de ios cursos. Al final, mosaico de miradas planteadas tiesde puiitt)s de observación diversos que pemiiten contrastar observaciones — y así mediar con el prt)blema de la validez que se le ha planteado a esta técnica dado el carácter personalista dcl trabajo de cam ­ po— y hacernos con una descripción rica en la suma de diferentes puntos de vista dcl fenómeno — en línea con la mayor fiabilidad que promete una técnica que reinscribe el íUttum en su contexto, contexto conformado desde diferentes miradas. Una inicrvención de este tipo presenta problemas al menos en dos aspectos. Por una pane, uno de carácler etico por el desconocimicnlo que los varones sentenciados y muchos de los docentes tenían de nuestra presencia. Muchas veces, en cl dcsairollo de tos trabajos de campo por medio de observación participante la identificación co­ mo investigador puede dificultar nuestro objetivo de inmersión. En nuestro cast), la ocultación más que pretendida se basó en la posicitin que ocupábamos entre los sen­ tenciados y que a sus ojos nos hacía un igual; en tos momentos de interacción, de tiecho, nt) manteníamos la ocultación y cuando era necesario nos pre.sentábamos como invesligadt)res. Aun así, la tibservacion siempre se maneja en una relación de poder con(radictt)ria en la que es difícil mantener cierto equilibrio entre no quedar paraliza­ dos t) excluidos en la posición de investigador y las complejidades éticas de mirar sin ser visltis. Profundamente relacionadt) con It) que decimos aparece, por otra parte, un ' La príicticíi resefuuta !ijc llevada a cabo por cl profesor i'L'm an d o García .Selgas, al que debem ns el cuii* dcrnu de eiiinpo que :uiali/amiis, y los autores de esie eapíiulo.

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Estrategias v prácticas cualitativas de investigación social

problema priictieo dcrivack) de la acepUicióii dcl C(-|iiipo de invcsligación tic tas caraclei íslicas, piáclicas establecidas y crccncias de k)s agetiles observados, líif'crcnles l'ormas tic panicipación, está chut), nos aporlan direienles puntos tic visla ti recursos obsci'vacioiialos. Tentlreiiios tjue sopesar, por tanlo, el abanico de prácticas que iit)s in­ teresa obsciA'ar y ahí medir la inferencia de una u olra lt)rnia de implicación o entra­ da cn e! canipt), ¿Qué es un sociólogt) en un curso de reluibililacitín para ht)mbres eontienados por malos iralt)s? ¿Y una socióloga? ¿Qué resistencias o imposturas puetlen encarnar estos varones cn su prcsentacit)n ante nosotros? ¿C óm o establecer rela­ ciones con cierlo grado de ct)nllan/.a? No son prcgunlas con una clara respuesta, más bien se trata tic precauciones que nos señalan la necesidad de conocer tanto com o po­ damos tiel escenario de la observación y sopesar así las posibles resistencias. En resumen, podemos entcndci' el trabajo de campo comt) una negociación abierta en­ tre. de una parte, nuestros puntos de paitida e intereses analíticos y, de otia, las posibi­ lidades reales de la participacitm en un escenario tietcrminado. De nuevo la imagen de ia llexibilidatl nos ayuda a señalar It) v i\o y cambiante del trabajo de las ciencias st)c iales desde estas rnett)do logias t|ue nos exigen participar de lo que queremt)s conocer.

Participar, observar, ser observado Cuantío hablamt)s de esta negociación en torno a la estrategia tie acercam iento esta­ mos tlaiuk) cucnta de la compleja posicit>n cn ia que los investigadores se sitúan en la práctica tie la observación participante, estt) es, la dilicil rclación entre (ylyscrvíulor y obscrvíidn a la ht>ra de encarar el trabajt> de campo. 01 estatus tle njcno puede convertirse cn bañera infrant{ueable y gran parte de los es­ fuerzos tiel investigador estarán mediados por su intcnlo de hacerse valer ctimo obser­ vador — si no legitime), al menos permitido— . Pert) tampoct) pt)demos tlesalendei el carácter bu iti izo tle ia dil’erencia entre actor/observadt) e invesligador/observatior. La observacliin participante es una forma de accit)ii y también el invesiigatior se las ten­ drá t|uc ver con k ) S modos cn k)s tjue es oiijeto tle miradas. Desprovisto de ia atalaya cn que .se eiirt)ca pt)r medit) tie otras técnicas, el equipt) investigadfír es presa tie la ac­ ción st)ciai en la que se entromete. No deja de ser re\elad or el extraño seutimicnto que iK)s re\'olviti al ver que cn la [ircnsa locnl, al reseñar lt)s cursos, la loto que act)ni[iañaba la nt)iicia -—tt)inada en un nu)mento en el que pernútieron que la prensa Ulniara a los asistentes dcstlc el fondo tic la sala y por la es pal tía— era una Imagen tiel juez hablandt) con «tíos de los senieneiadt)s»> que resultamos ser dos de nt)solros. Señaladt)s como nntlím tadorí's se hacía patente la delgada h'nea que separa las posiciones tet)ricas de observatlor/t)bservadt). Así lo recogíamos en nuesiro cuaderno tic campo: « N i i c s t i a iiu e g r a e i tí n c s p a c iiil c n i tal q u e c u a n tí o s e p e n n i l i t í q u e ia p r e n s a e n t r a r a y sacar:i u n a s fnUts. p o r la e s p a U ia , tic los a s i s t e n t e s , en ia m a y o r í a d e los p e rit>t líe o s d e la regit)n ia f u l o e r a tle n o s í i t i o s d o s y a l g u i e n m á s . N o tlejñ d e s e r c u r i o s a y e n p a r le tlesaso sej^ a iile la serisa eiiu i d e tju e t o d o s tos a s i s t e n t e s y iíi g e n t e e n g e n e r a l v ie rm i u n a

Capitulo 3 ♦ La practica de la observación participante. Sentidos situados v prácticas...

l o t o n u e s t r a idcnlificáiido nD S c o m o n i i illra ia d u rc s . F ui; o l r a dtr las c l a v e s p o r la s q u e sciiii'aiiK).s (.jue n o e s t á b a m o s tan lL*jt)s d e e l l o s . . . » ( C u a d e r n o d e C a m p o ) .

Más allá de ío anecdótico, dcl mismo modo que pasa de cara a quienes puedan leer el diario, esa íVontera, permeable y porosa, también se excede conlinuamente en el momcnti) de )a observación y así cuando al hablar con los sentenciados les contába­ nlos nuestra intención analítica empezaban a m ira m o s c(m otras ojos. Investigadores in\estigados, observadores observados. En Hn, distancia difícil de m anejar desde el m om ento en el que la observación participante deviene una lorm a de interacción en sí misma. Com o nos recuerdan CurTifíRREZ y DEt.t;ADO, «|c]l analista nunca es otra cosa que un ob se r\ad o r “incorporado” al sistema» (1995: 151) y no podemos olvi­ dar los efectos que sobre el sistema tiene nuestra presencia como tam poco desaten­ der los que la entrada en el sistema deja en los ojos del observador. Esto nos recuerda que toda investigación es un proceso en el que vamos desaiTolIandí> nuestra perspectiva, nuestras explicaciones sobre los fenómenos y también la pro­ pia jnetodología. Quien investiga irá arliculando mejores acercamientos al tema por m edio de la práctica de investigación mismu. Y conviene no olvidar que la observa­ ción participante exige que asumamos el envite de una técnica sensible a su propio proceso, siendo capaces de ajustar nuestros mt)dos de ver y explicar a lo largo del tra­ baje) de campo y también nuestras formas de implicación en lo estudiado. Ensayos y errores en los que vamo.s construyendo la forma de abordar nuestro objeto de estu­ dio y que caracterizan a esla técnica. La participación, en fin. com o proceso en sí mismo que iremos mejorando en el desarrollo del trabajo de campo.

El cuaderno de campo como expresión de la observación La experiencia tie observación se rcgisUíi en el cuatlenio de campo. El registro siem ­ pre estará mediado por la visión y experiencia de la persona que lo realiza. Por ello es importante intentar reducir al máximo la complejidad y abstracción de las entra­ das en busca de un material lo más rico posible y capaz de dar cuenta del punto de vista y experiencias de los actores. La honestidad del investigador se lidia en el cuaderno de campo, pues a fin de cuen­ tas los problem as de validez interna — derivados de la aplicación subjetiva de la téc­ nica— y fiabilitlad —^derivados de la generalización de nuestras conclusiones— que han señalado algunos autores pueden y deben paliarse, al menos parcialmente, en el tipo de registro que realizamos. Si en nuestios registros quedan bien delimitados nuestras formas de interacción así comei los escenarios de los que hablamos, los cam pos de fuerzas que hemos reconocido y con ellos el peso y posición con que se invisten los actores y acciones que vamos reseñando en nuestro cuaderno de c a m ­ po, los posteriores análisis y conclusiones podrán ser sensibles al problem a de la generalización e idiosincrasia de las miradas siempre particulares del equipo inves­ tigador.

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Nti i]u0 i'cnuts. ticcii ct>ii ello se htisí[iieii dcscripcitines dcsciij ii;Kl;is tic lo ohsci \;itio. MKÍ'- h i c n ;tposl¡linos por lhsei \ ;KÍnres teñeInos en el desiitrollo (.le este tipi> de invesü^aei('>ii, dcjiuido t|Lie entre en la letra esc r i u i uueslro [lunio tle v i s i a etinsegiiiremos mejor luiesti'o bjeii\'o. lisk) nt) t|uieie tlec i r t[iie el eiiadernti tic campo se ct)ii \ icrla cn un i'elato sobre nosolros m l s n K ) S . sint) (.|ue asuma poi escrilt) lo t|ue va vicntlo> destlc qué ptisición y ctnno eso ineitlc cn pt)sleriotes obser\'aeit)iies. En ei eiiatieiiio de campo, entendido de este nit)do, se enciictilran las tlcscripcit)nes lan densas y complejas com o podamt)s con otros elementos tjLic nos ayudarán a tlirigir, en pi iiicipio. 1'uiuras obscrvacit)nes y, poi- supuestt), el aná­ lisis. Junto con este registro tan delallatio y íitento com o seamt)s capaces de rcali/ar aiiarcccrán atisbos tic lincas tic análisis, llamadas de alencit)n sobre etementt)s t|ue resullana intcicsanlc t)bscr\ar, rci’eiencias a teorías tjiic nos asaltan y ct)neclan It) tjue estamos viendt) eon oíros trabajos de las ciencias st)ciales y. por supuestt). lra/t)s de nuestra piopia expeiieneia — dentro y fuera dcl esceiiaric» invesiigatit).

A I^ iiikis

(,'oiiU‘iiiilo

KjvnípKis

l^L-gisUt) til.’ las [)i;ícl leas, d i s c u r s o s y s iliia c in iic s t)hs(,‘r\ a d n s

S e r í a m o s L in a s 130 p e r s o n a s . E x c e p t o e¡ c o n f e r e n c i a n t e , el ¡iie/,, d o s g u a r t l i a s c i v i ­ les (.|iie lia b ía j u n t o a la ] i L i e r l a . p o r d e n t r o , y n o s t)lro s d o s , t o d o s los d e in iis t e n í a n s c n l e n c i a ptm m altralo .s. L a i n m e n s a n ia v íiría e r a n v a r o n e s sciitencia(.Íos p o r a g r e s i ó n a su s p a r e j a s . a u n t|iie h a b í a c u a t r o o c i n c o m u j e r e s y a l g i m o s c a s o s tle v i o l e n c i a c o n ­ tra las h ija s , las l i e i n i a n a s o las m a t l r e s . . .

A \ ; i n c e d e Iíucíés a ju ilílic a s co n e c ta n co n trabajo s piL'\ i()s y olí as t e o r í a s

. . . c o n v e n d r í a i e \ i s a r las p i o p n e s t a s tle 1-akoH J o h n s o n s o b re m e t á f o r a . \ ida c o t i ­ d ia n a y c o r p o n iltd a tl. jiara (.lesile a lií leer las e n ire v is ta s v ie n d o en e llas y f L ic r a tic e llas las m e tá f o ra s en las t|L ie es tá alo ja tla la \ ision tle lina iinitlatl c o n iina e a b c /.a r e c to ra (tiesd e «la cosí 11la d e / \ d á n » a «la n ie d ia n a r a n j a » ) . . .

\ o l a s s o b r e el d e s a r r o l l o d e la p r a c t i c a o b s e i \ a e i o n a l L [ite a |iiin ta n t a n t o e l e m e n ­ tos a t e n e r en (.-nenia en n io tn e iU o s p o s í e r i o r c s tle la o h s e r \a c it'iii c o m o o t r o s le hicit)tuu los c o n la e x i i e i i e n e ia p a r ti c ip a ti v a

. . . d o s tle n o s o t r o s , p e i n a n d o y .A ntonio, n o s p r e s e n t a m o s e n el s a l ó n d e a c t o s d e la A u d i e n c i a d e A lle a tile el lu n e s .“S tic s e p ­ t i e m b r e a las 8 :4 5 . e! [irop io P re s itle iite tle la A u t i i e n e i a n o s in\ ÍKi a e n l i a r y s e n t a r n o s tiu raiite las s e s io n e s . N o lo e s p e r á b a m o s . ,'\sí q u e al p r i n c i p i o lu e l u í p o e o eM raiio, N o n o s h a b í a m o s p r e p a r a ti o m e n t a l m e n t e p a r a la n í a s h tiras d e e o n v i \ e n e i a c o n s e n ­ te nc iati o s . p e r o e r a u n a o p o r t u n i d a d (.|iie n o potlíanu>s d e j a r e s e a p a i ...

Aii(»t;it'iniics l ) u s c r i |í t Í M i s

Ci;.\DR(.) 1 ejc‘iii]>l()S ele en tra d a s del cu ad ern o do cam po

1

T fi'» r if a s

L |iie

M t ‘lodblema se ntis instala demasiadti cerca. Ahora bien, señalada la revulsión t]ue acom paña a la vitilencia de géneio nt) hemtis hecho más que indicai un proceso de cambio. Para cntentlei los parámetrtis en Itis que se está operan ti o esla resigniílcación y así perseguir los resortes que se activan en los eastís de vit>lencia de género — no olvidem os que los afectados, agrest)ies y víctimas, también son parte tle esta sociedad— , no podemtis separar la vit)lencia de k)s contexU)S concrelos en k)s que se prtKiucc y maneja. La entrada por mediti de la t)bservaei(ín participante en un cursti posibilitatio desde la Ley Integral contra la V'iolcncia de Cicnert) (Ley Orgánica 1/2004) que ct)ntcmpla la «sujeción a programas es)’>ecíilet)s tle reeducación y tralamienui psicoltígict»> ct)nu) ret|uisilti para los cast)s tie suspensitín de la pena de prisitín, nos permite cartografiar un escenario atravesa­ do por una urtlimbre. enmarañada y densa, de scntidtis en itirno a los mak)s tiatt)s. Procesos siluatkis en los t|ue empezar a palpar las ct)ntradiceit)nes. kis conllictos pt)r la significación y la experiencia vivida de la vit>lencia —por parte de los agresores. L1 primer acercamienlt) nt)s llega tle mano de los discursos preparados para «reetluear*> a los senleneiatUis. Durante tíos días los contlenados asisten a un total de ticht) chai las. Teiitlrán L]ue vtilver en oirás dt)s ocasiones ) a c|ue el eurst> se eslruclura en dos días tic trabajo catia tres meses y la pena implica seis días de asistencia. En las ticho charlas de esta laiitla potlemos rastrear el modc» en ct t|ite una inslitueitín et)nio la Audiencia I^rtivincial tte Alicante intenta defniir la violencia de género y transmilir la necesitlatl tie un cambit) en la conduela tle los penados. «Se hace por vtisolros, para que pt>damt)s solucionar el problema que tenemos». Así presenta el Presitiente tic la Audiencia y prt)int)tt)r tie la medida el curst) a primera hora del lunes. La respon sabi 1idatl es dcl sentcnciadti y su conducta será analizada en las conferencias t]uc siguen. Ya las credenciales de k)s pt)iientes nos señalan el cam po en el t|ue se litlia t|ué es la violencia: un psietíkigo jutlicial, lui juez, una abt>gada de mujeres maltralatlíis. un criminalista, un funcionaiit) tle prisit)iies, un stíciólogo. una m édico ftirense y un funcianariti de justicia. La tlefniieit')n de la violencia estará mediatia pt)r los e n ­ cargados tle su tratamienU) en aquelk)s cast)s en los que se llega a la pena jutücial y

Capitulo 3 ♦ La práctica de ia observación participante. Sentidos situados y prácticas...

así no nt>s cxlraña el énfasis puesto eii la responsuhilidad individual y e! análisis de qué esiá canibiandt) para que sus casos sean ahora persejiuidos — especie de justifi­ cación de la ley^—- cuando eu el imaginario de muchos de los condenados se consi­ dera que puede estar activa la creencia de que lo que hicieron no era tan grave. Recurso en la mayoría de los casos a acercamienlos individualistas y en cierto modo aniedreniadores — de la afirmación «cada uno es responsable de sus actos» dicha por un psicólogo a la crudeza de la descripción forense de algunas muertes por agresio­ nes en el hogar. No sóU> el discurso avanza en esta línea. También las formas de transmisión arriban a los mismos caladeros. Detengámonos por un momento cn el escenario del curso. Se realizó en un salón de actos de la Audiencia Provincial en el que: « S e r í a m o s uiuis 130 p e r s o n a s . E x c e p t o el c o n f e r e n c i a n t e , el j u e z , d o s g u a r d i a s c i v i l e s q u e h u b ía j u n t o a la p u e r ta , p o r d e n t r o , y n o s o t r o s d o s , t o d o s ios d e m á s t e n í a n s e n t e n ­ c ia p o r m a l t r a t o s . ( . . . ) C o m o e r a d e e s p e r a r ( . . . ) s e d e,sa rro lIa ro n r a s g o s d e c u a l q u i e r g r u p o p e q u e ñ o o c o m p a c t o y p u e s t o en u n a p o s i c i ó n p a c i e n t e , c o m o a l u m n o . ( . . . ) M á s s i g n i f i c a t i v o s e h a c ía el s i l e n c i o e n el q u e p e r m a n e c í a la m a y o r í a , a p e s a r d e q u e e n m u c h a s o c a s i o n e s s e Ies i n c i t a b a a h a b la r » ( C u a d e r n o d e C a m p o ) ,

Más que la posición de escucha que se instala e n un grupo tan grande, resulta esclarecedora la disciplina de gestión de los cuerpos ( F o u c a u i t , 1 9 7 7 ) que se instaura e n el auditorio. La disposición de los asistentes no es libre. Los dos guardias civiles aposta­ dos en las puertas y un funcionario de lo.s juzgados, tras comprobar ta identidad de los sentenciados, les retienen el carné tic idetitidad y les asignan un asiento que será el mis­ mo para los dos días. Las salidas al baño tienen que pedirse a los agentes del orden. « S e r e tr a s a u n p o c o el IInal d e la s e s i ó n y a l g u n o s , p o c o s p e r o u n t a n t o e x a l t a d o s , se p o n e n c h u l o s : “ m e h a n d i c h o h a s ta la u n a y t r e i n t a y y o m e v o y ” . P e r o n o p u e d e n h a ­ c e r l o . L o s g u a r d i a s c iv ile s n o les d e ja n s a lir y t i e n e q u e e s p e r a r a q u e Ies d e v u e l v a n e l D N I q u e les r e t i r a r o n al c o m i e n z o d e la s e s i ó n » ( C u a d e r n o d e c a m p o ) .

Público cautivo que queda infantil izado, venido a m enos por la máquina de control del orden público. Lejos de cuestionar las razones para esta gestión — se trataba del cumplimiento de una sentencia y la incomparecencia se resolvía com o segundo de­ lito que desataba la encarcelación— . queremos señalar cómo el curso se plantea des­ de la mecánica judicial de la condena, la responsabilidad individual y el cambit) de conducta. En los discursos y en las formas de hacer se pulpa una entrada a la vio­ lencia de género como actitud, como desviación tratable de form a individual. El agresor como sujeto de deber y derecho, autónomo y racional. Ahora bien, la marai'ia de sentidos que atraviesan la sala excede con m ucho lo plan­ teado por los pi>nentes. Los días siguientes a la realización del curso, pudimos seguir en los diarios la polémica desatada por la reseña en los propios medios de com uni­ cación de un altercado en ei que uno de los sentenciados fue reprendido por el juez al hacer un comentario discriminatorio — ¿forma de protesta o de reafinnación m a­ chi sta del reo ante la incómoda presencia de cámaras?— . Desde el l'artido Socialista

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

dcl i’iiís Vitlciu’iá se pedía ki suspensión de k)s cuisos por la imposibilidad de cum ­ plir su iuialidati con grupos tan exlenstis y pudim os leer cóm o la parlamentaria so­ cialista Consuelo Catalán lomando com o ejcmpk) cl allcrcado com en lado, planteaba que «más que int curso, parece un encuentro de mal tratadores» (¿7 F{iís, 7/9/2005 J. Sin entiar a esle debate, nos inieresa señalar el m odo en el que los escenarios se ex­ plican poi‘ elementos cu ocasiones no presentes. La violencia de género, y en parti­ cular su iraiamientt) por parte de las instituciones, es un campt) m inado por concepciones tlivergenlcs y en li/a que enlientlen de í'ormas diversas las intervencio­ nes posibles y ».leseables. La de la judicatura alicanlina es una. (Jira bien d iteren le la t|ue exige mayores garantías para exculpar a penados aunque sea de los casos menos graves. Incluso Iiay quien defiende lo Inaceptable de invenir fondos públicos en los agrest)res pues se entiende que va en detrimento de las ayudas a las víctimas. En cualquier caso, sin poder detenernos aquí en un análisis más pR)fundo de estas vi­ siones, acercarnos a cóm o se cnlicndc la violencia de género implica ser conscieiiles de estos debates tjue, en cierto modo, resiienan en la experiencia observada. T a m p o c o a s í a g o t a m o s el m o d o e n el q u e se c o n c i b e la v i o l e n c i a d e g é n e r o e n o d e s ­ d e el e s c e n a r i o c o n c r e t o d e e s t o s c u r s o s . E n el a u d i t o r i o ei d i s c u r s o d e los p o n e n t e s g e n e r a r e a c c i o n e s . E n t r e los a s i s t e n t e s se r e p i t e n c o m e n t a r l o s y s e c r u z a n m i r a d a s q u e n o s h a b l a n tle c tí m ti la v it i l e n e i a d e \ i e n e e t i q u e t a — la d e n i a l t r a t a d o r — y e n la t]ue r e s u e n a n o t r a s ft)r ma s d e tlar s e n t i d o a la e x p e r i e n c i a d e la q u e se e s t á h a b l a n t i o : «L ;is i i u e r n c c i ti n e s q u e s e p n ic iu c ía n e n t r e k>s q u e se re c o n o cí[iii c o m o e n s i t u a c i ó n i g u a l a r r a n c a b a n c o n la expresRVn d e q u e e r a i n j u s t o lo q u e les e s t a b a p a s a n d o , q u e nt» e r a n culjK ihIcs, e t c ., pert) l u e g o s e p a s a b a a u n a n i e / c l a ir r e íiu la r d e a f i r m a c i ó n d e u n o m i s m o — “ a m í lu) m e \ a e i l a n a tlie ” -— y d e v e r g ü e n z a p o r lo s u e e t l i d n — “ n o c s a l g o d e ki q u e v a n a g l o r i a r s e " — , Rn g e n e r a l t e r m i n a b a d o m i n a n d o e s t e s e n t i m i e n t o , e s p e c i a l n i e i i i c eiiti-e la g e n t e d e m c t ü a n a e d a tl» ( C u a d e r n o d e c a m p tO ,

l'-ntrc tos v a r o n e s q u e h a n a g r e d i d t ) a s u s p a r e j a s se r e c o n o c e u n a p r t d ' u n d a c o n f u sit'jii. S e n t i m i e n t o s e i i c t i n l r a d o s e n los q u e n o se t e r m i n a d e e n t e n d e r el p r o e e s t i e n el q u e .se e n c u e n t r a n — «si nt) te c o n f o r m a s n o s a l e s d c l calabt)zt>», eterno e x p l i c a ­ c i ó n d e la c t i n d e n a — y e n to s q u e se i n t e n t a r e c t i m p o n e r c i e r t a c o l i e r e n c i a d e u n o m i s m t ) — ^«sigo s i e n d o el m i s m o , es st)lu u n p u n tt ) d e d e s v i a c i ó n » — ¿ C ó m o exi ilic a r e s t e r o c e d e s e n t i d o s ? ¿C t> m o e n t e n d e r los c t ) m c n t a r Í o s y p r e g u n t a s d e Itis v a ­ l o n e s c t ) i i d e n a d o s ? S in e n t i a i ' e n k)S p r o c e s o s i d e n t i t a r i o s q u e h cn i ti s a n a l i z a d t ) en t)tras p a r t e s (v é a s e , p o r e j e m p l o , C a s a i x i y G a r c í a , 2 0 0 6 ) , e n la t ) b s e r v a c i ó n e I n i e r a c c i ó n c o n los s e n t e n c i a d o s e n los d c s c a n s t i s d e l c u r s o n o s en ct '» n trá ba m t)s q u e b i e n q u e d a n t i o e n las c a f e t e r í a s d e a l r e d e d o r d cl j u z g a d o o ctin l l a m a d a s a lo s mtí\ lies, a l g u n a s d e las p a r e j a s — i n c l u s o c o n ó r d e n e s d e a l e j a m i e n t o — se i n t e r e s a b a n p o r ellt)s. C u a n d t ) p r e g l u í t a b a m o s nt)s c o n í ' e s a b a n q u e e n a l g u n t i s c a s t i s s e g u í a n c o n v i v i e n d o o m a n t e n i e n d o a l g ú n tipt) d e r e l a c i t í n p e s e a la o r d e n d cl J u e z . L a s e n ­ t e n c i a se v i v í a ctinit) r e s u l t a d o d e u n a ley I n j u s t a q u e s e h a b í a m e t i d t ) e n s u s v it la s |-)or m e d i o d e un j u i c i o r á p i d o y q u e e n m e n t í s d e c u a r e n t a y t) ch o h o r a s li a b ía t r a n s ­ m u t a d o su c o t i t l i a n l d a d .

Capítulo 3 < *- La práctica de la observación participante. Sentidos situados y prácticas...

« l i n esUi niisiiKi li n c a h a y q u e r e c o r d a r q u e p n s i h l e n i o ii i e el e t j i ii e ii l a n o q u e m á s s e r e ­ p e t í a e n p e q u e ñ o s c í r c u l o s y eu v o z a lta e ra q u e la n u e v a s i t u a c i ó n le g a l h a b í u p u e s t o a lu s h o m b r e s en u n a s i tu a c ió n d e d e s v e n t a j a , d u n d e la m e n o r d e n u n c i a s e d a p u r v á ­ li d a y e m p i e z a n p o r s e r e x p u l s a d o s d e su c a s a . S u p a l a b r a v a le m e n o s q u e la d e su m u ­ je r, E n los c a s o s m á s le v e s a m b o s c ó n y u g e s s e e n c u e n l r a n c o n u n a o r d e n d e a l e j a m i e n t o q u e n o e s p e r a b a n , p o r q u e n o h a y a s i d o c IIíí la d e n u n c i a n t e o p o r q u e h a ­ b i e n d o s i d o e lla p r e te n d í a s o l o d a r le un su si o » ( C u a d e r n o d e c a m p o ) .

Concepciones enfrentadus ciue nos uyiidan a ir desbi ozando el modo en el que, como sociedad, estamos entendiendo la violencia de género. Conflicto enlre la visión des­ carnada de la teoría al uso que termina por exiilicarnos los casos de violencia desde posiciones estancas de poder y subordinación y la vivencia en primera persona que no puede ordenarse si se separa de las complejas redes — de dependencia y recono­ cimiento— en las que fraguamos la vida en pareja. La observación participante no es una herramienta para entrar a criticar estas posiciones; lo que quereinos transmitir es la multitud de niveles que se cruzan y enlrentezcian en un problema social com o ei de la violencia de genero y desde los resultados de este trabajo solo podemos seña­ lar la importancia de atender a las distintas concepciones para así dotar de grosor a la vez que colocar en su delimitada y contextual situación los casos de violencia de género. Sin las intervenciones judiciales y las críticas que se le plantean poco podre­ mos decir de las formas en las que nuestra sociedad está intentando com prender y ac­ tuar sobre los casos de vit>lencia de género, pero sin la entrada cn nuestros análisis de cónio se reciben esos discursos y se incorporan a la experiencia de las personas afectadas por el dislate de la violencia poco avanzaremos en la comprensión del pro­ blema en sí.

Violencia de género e identidades sexuadas La entrada en los cursos para sentenciados por malos tratos nos aporta una informa­ ción de primera mano de lo que acontecía en el escenario concreto de una ituervención Institucional en tonK'i a la violencia de género. Lo inlercsante del material producido por medio de la observación participante es la posibilidad que brinda a la hora de intcrconectar los sentidos cn los que com o sociedad y com o sujetos vamos conform ando una explicación de este tipo de violencia. Los discursos y prácticas de las instituciones, pero también las intervenciones de otras asociaciones y colectivos o las propias formas de recibir y posicionarse de las personas condenadas que asis­ ten al curso nos permiten desbrozar el campo en el que se confrtJiitan y estabilizan los sentidos de la violencia de género. Com o bien nos recuerda Fernandt) CARt ÍA Si -1 .gas, haciéndose eco de la doble her­ menéutica propuesta por Anthony Giddens, «totla investigación sociológica debe tan­ to tratar a 1a acción como conducta racionalizada y sirgan Izada renexivamente, para Ui que tiene que recoger el conocimiento discursivo y tácito de los actores (momento

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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líiiiográl Icti 11 observación p;ulit.'ipantc). cu anl o tratar la organicidail institucional tic la \ ltia social, para lo c|ne licnc que reconstruir analíticamente las condiciones descotioeidas y las cíin secuencias no pretendidas que c ire lindan a la dirección re 11ex iva de la acción (elaborar unas descripcitines complementarias e incluso críticas rcspeclo de los participantes), siendo conscientes además de que ambas labores son inseparables» ( I y90: 91). En este enciicnlro dcl coni>ci ni iento situado de los actores con nuestras expiicaciones críticas, que ya hemos repasado en cl easo concrett> de las nocÍi>nes en ii7 .1 Í en toriKi a la violencia, vamos avanzando ínteqiretaciones más profundas de los fenómenos estudiados. En nuestra investigación, el ana Iisi.s del escenario de los cursos sustitutorios de pena nos permitió avanzar en la comprensión de la violencia de géne­ ro en las parejas heterosexuales al aclarar algunas de las vinculaciones que señaUíbaiiK>s entre esta y la construcción de las idenlidades sexuadas. El modo en el que los varones condenadt>s se explicaban y jusliticaban sus experiencias o la confusión que expresaban muchos de ellos ante su situación, unido a la presencia de algunas de las parejas o ex parejas con sus llamadas o visitas a los cursos nos permiten aventurar es­ le elemento relaeional e identitario que recogíatiios en nuestras hipótesi.s. En dellnitiva, nos liaban pistas de cómo teníamos que volver a la ge si ion de los conflictos en el seno de ta pareja y, en especial, de cómo en ella se enredan las posiciones de género para así comprender qué resortes se activan en los casos de violencia de género. Diferentes metodologías permiten acercamientos diversos a nuestro objeto de eslli­ dio. Por medio de entrevistas c historias de vida con personas que habían tenido ex­ periencias tie violencia — lantti agresores com o víctim as— liemtis seguidti trabajando estos aspectos relaeit>nales e identilarios. Lo interesante es que la observacit'm participante ntis ayudó a rectniocer algunos de los puntos ptir itis que avanzar y arrojar luz a la compleja amalgama de senlidtis y prácticas t]ue se enredan en la vio­ lencia tle género. En definitiva, la obser\aeit)n com o herramienta ctin la que perse­ guir seinitlos y jirácticas allí dtinde ttiman vida, allí donde se convienen en parte de la acción social que intentanu>s analizar.

B ib l io g r a f ía . A l o n s o , L . l i , ( 1 9 * ) S ) ; I m f i t i r a d a v i u t ü K n i v a e n ho c í o Io í 'Íh , M í J t I r i d ; r L i m l i i i n e i i l o s .

B d i i k o i c i '. P. ( P ) 9 i ): I m d i M i n c i ó n , M a d r id ; T cciitis. — A’c/rf'/jí'.v/>/v/í7/cí/,v. B a rc e ltin a : A n a g r a m a , C a s m )0 A i ’aric'K). r„, y G a r c í a , A . A . ( 2 0 0 6 ) ; « V i n l c i i c i a d e g c n e rtt; d i n á m i c a s i d c n t i t a r i a s y d e r c e o i i o e i m i c n t o » , e n CíARt ía SLí.tiAS, P., y R o m f r o , C .: / : / tiohlc filo üe ¡a navaja: vit>Irnvia y repiescnuieitin, M a d r i d : T n iU a . p á g s . X 9 - 1 0 6 . 1)1,1 CIADO, J, M ., y Gi ni HRKt i Z, J. ( 1997): « T e o r ía d e la o b s e r v a e i i í n » , cii [ ) L Ut i AD o , J, M „ y G i n U RRi;/,, .1,, M clodus y u-t nieas l uaUlaíivas Je invcsrif;acithi en cieñe ia.\ soeiale.s, M a d r i d : .Síntesis, p á g s , 1 4 1 -1 7 3 . F o n c'A lu ;!, M , ( l ‘>77): H iM o n d de la M 'xnaíiüad. V o l u m e n i: vijluntiul d e sahcr, M a d r id : .Siglo X X f

Capítulo 3 ♦ La práctica de la observación participante. Sentidos situados y prácticas...

G a r c í a S l l g a s . F. J. (1990): «La corrcgibilidad tic la ' ’()hscr\'acióii punicipaniL*": una rctlexióii .sobre ]ü sociología acluab>, eu Polítu a Sin iedad. luuns. 6/7, págs. 85-102. — (1907): «Análisis dcl sentido de la acción: el irasfoudo de la intencionalidad» en Dl-LGAl>o, ,1. M,, y GuTiÉRRliz, J,, M cío d o s _v técnicas cuaU tativas de investigación en cien cia s cia/e.s, Madrid: Sintcsis, págs, 493-527, GAlíriNKi;i-, II. (2006): E stu d io s en ctnoiiietíHlología, Harccioiia: Anihiopos. G o e t m a n . H. Í2006): Fram e A n a lysis. Los m a n os de la experiencia, Madrid: CIS y Siglo XXI (traducción sobre hi segunda edición dcl original inglés de 1975). G l j a s o i , o . (1997): ()h ser\'a ció n participante., Madrid: CIS. H a r a w a y , D. (1995): Ciencia, cyh o tg s y m ujeres, Madrid: Cátedra. Mai.in’owski, B. (1995): L os argonautas d el Pacifico O ccid en ta l, tíarcelona: Península (edi­ ción original en inglé.s de 1922). S a n m a r t í n . R. (I99S>: «La observaei(')n participante», en ü.akc'ía F i í r r a n d o , M., f7. aL. El intálisis de la realidad social, Madrid: Alianza, págs. 128-146 (2." cd. revisada, original de 1986). SiMMLL. Ct. (1998): E l in dividuo y Ut libertad. Barcelona: Pein'jisula. Thom.as, W, ]., y Znanicí'Ki, F. (2004): El cam pesino p o la c o en E uropa y cn A m érica, Madrid: CIS, VV.AA. (2000): SocÍoIt>gías de ia situación. Madrid; La Piqueta (textos de Gort'man, Cictiurel y otros). Woi.F'. M, (1982): S o cio lo g ía s de la vida cotidiana, Madrid: Cátedra.

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CAPÍTULO

Derivas y actuaciones. Aproximaciones metodológicas M arisela Moiitenofío y Joan Pujol

I n t r o d u c c ió n El presente capítulo examina las posibilidades de las derivas y las actuaciones como formas de investigación psicosocial. La importancia de estas perspectivas radica en que permiten dar una alternativa crítica a una de las premisas fimdamentales de las metodologías tradicionales: la distancia analítica entre el sujetn la in\cstigación «Dcriviuido ac­ tuando po) el Raval», resultado de \arios años de estudio ctnogránco duiante el pe­ riodo 2004-06 en el barrio del Raval de Barcelona, que durante el periodo estudiado se caracterizaba por su importante degiadación social (violencia intercaiegorial, in­ seguridad ciudadana, pobreza...), relaciones nudticulturalcs, prol'ujida transform a­ ción social y urbain'stica y, fínalmeiile, la piogresiva precarización de las condiciones de vida y de trabajo de parte de las personas que habitaban el barrio (ruNiMC ió T o t R avai., 2007). lan ib ién es relevante el hecho de ser un b a n io altamente intervenido por administraciones públicas, capital privado, organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales. Nos encontramos entonces ante un fenóm eno complejo de múltiples aristas y caras, cuya complejidad social y expcricncial difícilmente puede abordarse a través tle un conjunto limitado de categorías socitilógicas (tales com o el género, einicidad o clase st>cial). Era necesario desarrollar una mirada que, a partir de la interacción eon el barrí ti. pudiera t)freceinos uti cariograi'ía experiencial de las pioblcmálicas t|ue atraviesan distintas personas frente a la transformación de las ciu­ dades en el actual contexit> st)cial y econt')mÍco. En este sen ti tío, el objetivo del estu­ dio era el de exam inar la transfbrniaeitin de ini barrit) en el contexto de los actuales [iroeestvs de genti illcación que se producen en los centros urbanos de las ciudades globalizadas.

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Estrategias y prácticas cualitativas de lnvesli£ación social

Las ticrivas y acniiiciüiics han pcnnilido explorar cóm o las prácticas l ) l i c los agentes desaiTollati en un espacio urhaiio coiicretti son ct)iistreñitlas y a ht vez l'acilitadas por hi posición conciela de hi persona en un cam po complejo de fuerzas que abarca ini espectro m ucho más amplit) que los h'mites del barrio. A la vez, el barrio se consti­ tuye a partir de los personajes que lo habitan, unos personajes encarnados corporalmentc, con una cierta mirada subjetiva hacia el entorno. Unos personajes que viven en un contextt) material con signillcado o entre significados que sustentan una c ic i­ ta materialidad, por lo t|ue en el textí) vamos a hablar de realidad sem iótico-material. Nu estaríamos analizando correctumcnte el fenóm eno si, por imperativos técnicos, dejáram os tle lado los tiistintt)s clcmcntt^s que dan forma al objett> de estudio. En cuanto tas derivas y actuaciones prctcntlcn captar la com plejidad del cam po éti­ mo totalidad, este tijio tle invesligacitin podría entrar dentrti del cam po general de lt>s estiitlit>s etnt)gráficos, aunque ta deriva, tal y comt) se desarrt>lla en csle trabajo, es­ taría a caballt) entre una entrevista acompai'iantio a ta persona ptir escenarios dcllnidtis y una entrada etnográfica al campo. Sin embargti, habría una imptírtante di­ ferencia respectt) de los trabajos etnt)gráfict)S tradicitina les en cuantti su ct>ncepiualizacitín y práclica cuestionan la ftirma narrativa realista que ha i'ormadti parte de la escritura etnográfica desde los trabajos de Malinowski (C lo u g h . 2001). La ocultacitMi dcl narrador es un aspecto clave de la narrativa realista ptir cuanto se produce un efeclti de «transparencia» en relación al tibjeto de estuditi. Se líala del tructi det «t)jti divinti» que denuncia H araw ay (1991): el tijti que todo lo ve, pero que nunca es visto. Esta ocultacit)ii es central en tas formas modernas de discurso científico en ciencias sticiales comt) lie rede ras dcl co}iÍh> cartesiano, prtitiuctor de un "y ti” desctirporcizatlo y deslocalizadti (Ptuoi. y C ai’DFVII.a, 1995), La erítica fllostíflca pos­ testructura lista ha realizado una importante crítica al carlesianismo que ha devuelto al >'o a las pasiones del cuerpti, tal y ctimo denunciaba Nietzsche. Ptidemtis enctintiar una amplia literatura que rectintice el carácler corporal (ptir ejempki, Itis traba­ jos de Fot'CAtti.'I. 1975, 1976), irracional ( D e r r ih a , I 9 6 7 ‘) ti sexual íDi- L alirííh s, 19S4, 1987, 1993, 1999) del sujeto. Estas críticas han tenido un inijiortante efectti en cl replantcamienlti de la escritura etnográfica en el ctintexlti de la crítica general a la ctineepcit)!! rcprcscntacionisla dcl conticimieiitt). Las sucesivas edicitiñes tlel famtiso Ha mí hook n f Q nal i tal! ve R escanli de Dcnzin y Lincoln muestran la cvtilución de k)S criterifís t|ue se establecen de cara at trabajti cualilativt). llcvantlt) a la ctinsideracitín de la disctintinuidad, lensitines y ctintradicciones de tos tli.slinltis momciUt)s de la tetiri/ación tic la práctica etnográfica. Se trata de rectaliticer que el ctmocimienlti t|ue producimos está cargado de una dimensión valtirativa, se protiuce en un cieilo ctintexk) socio-histtJi'icti y tiene untis clartis efectos pt)irtÍcos (P u jo l, 1999), El m omento actual de la teoría social coloca a la investigación elnográfica en una particular encrucijada dt)ndc debe ctinslruir su ftirma particular de aprtiximacitín al objett) de esludio, escogiendo y argumentando aquelttis elementos coherentes con su ' (.'ajiíltild

c hisUtrÍLi de lii lofiiru-, cdicit'iii 1989, páys. 47-89.

Capítulo 4

Derivas y actuaciones. Aproximaciones metodológicas

perspectiva epistemológica y adecuados a las caractcn'siicas del cam po que se debe estudiar (para una discusión en proíundidad véase G a r c í a y C a s a d o en esle volu­ men). El desarrollo de las derivas y acluacioncs se enmarca deiilro de este esl'uerzo de büsquedít y consolidación de nuevas formas de investigación. En esle lexto desarrt)liaremos aquellos aspectos del estudio relativos a los principios epislemokígicos, meiodológicos y políticos que guiaron el trabajt>. En primer lugar, describiremos las. fuentes de inspiración que nutrieron la construcción de cslas prt)puestas m etodológi­ cas y sus implicaciones eticas y políticas; a continuación describiremos sus princi­ pales características y la manera en que fueron llevadas a la práctica en el caso concreto del estudio sobre el Raval; finalmente, trabajaremos las formas de sistema­ tización y análisis de las experiencias recabadas cn dicho estudio.

I n s p ir a c io n e s

e p is t e m o l ó g ic a s

La metodología se basa en una serie de premisas sobre la naturaleza del conoci­ miento. unos ciertos principios epistemológicos que derivan de una cierta teoría del conocimiento. La tradición dominante en el desarrollo de las ciencias sociales ha si­ do el positivismo, considerando que el conocimiento cientínco se basa en la corres­ pondencia entre nuestras afirmaciones y la realidad que nos rodea. Se trata, desde esta perspectiva, de recoger progresivamente datos sobre la realidad que nos rodea y, a partir de estos datos, establecer leyes de funcionamiento de la realidad. Estamos ante una visión representacionista en tanto nuestro conocimiento representa la reali­ dad. Esta forma de entender el conocimiento, a pesar de C|ue intuitivamente nos pue­ da parecer ob\ ia (quizá, precisamente, porque fíinna parte de nuestra herencia de pensamiento), ha sidt> ampliamente cuestionada en distintos ámbitos de las ciencias sociales {véanse F i N K n í L K R A U ' i , 2 0 0 6 , y NiEiio. 2 0 0 7 , p u r a una revisión). Una de las críticas más contundentes ha sido ofrecida por Tomas S. Kuhn al considerar c[ue la ob.servaeión empírica no puede aislarse de la teoría que le da sentido (Kumn, 196S). Para entender este punto vamos a partir de una analogía, usando nuestro esquema conceptual para diferenciar el color. Se trata de un ámbito en donde nos encontramos con enormes diferencias culturales, siendo el caso de los esquimales el más nom bra­ do al tener diecisiete palabras distintas para describir el color de la nieve. Cada cul­ tura tiene una concepción del color que permite distinguir untis colores de otros, y distintas culturas distinguen ios colores en función del marco conceptual desde el que trabajan. El conocimiento científico funcionaría de forma similar, en tanto que la observación empírica depende del marco conceptual desde el tiue la observación se realiza, lo que llevaría a la afirmación de que es imposible contrastar paradigmas independientes (como, por ejemplo, el cogniti\ ismo y el psicoanálisis) o, en palabras de Kuhn, que las teorías científicas son «inconmensurables». Kuhn llegó a esta conclusicín analizando la historia de la física, y podemos distinguir distintos paradigmas de comprensión de la realidad en distintas disciplinas científieas {véase C a p a r r ó s . 19S0, para el caso de la psicología).

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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Las acUiacioiies y las tlcrivas, com o CLialquier otra propucsla de investigación, tienen tam bién una Icoría del eonocim iento que las sustenta. En el desarrollo de las derivas y actuaciones hemos usado tres conceptos t]ue tratan sobre la p ro d u c ­ ción del conocim iento: conocim ientos situados, articulación y responsabilidad política.

Conocimientos situados La noción de «Conocimientos situados» (H araway, 1991) nos olVcce alternativas a la visión repiesentacioiiista dcl conocimiento. Nos dice que todo conocim ienlo se produce en ciertas eondicioncs semiótico-materiales desde las que es posible una ciei ta Ibrma de mirar al fenóm eno de estudio. Es decir, el conocimiento se produce desde una posición determinada que. en lugar de constituir un obstáculo a la objeti­ vidad, constituye la condición de posibilidad de la investigación. Siejiipre hay un punto desde el que se mira al fenómeno, y podem os escogei' entre ocultarlo o hacer­ lo explícito. Recojiücer que la mirada depende de nuestra posición de conocim iento nos aleja de la verdad absoluta de un «ojo divino» que lo ve lodo (realismo) o que puede cam biar de lugar a vo Imitad (relativismo). Nos distanciamos, de esla ibrma, tanU) de la objetividad y neutralidad de las posturas realistas com o de la imposibili­ dad de acción del relativismo (H ammiíks y B rown , 2004; H akt, 2004; V isw'ESW'aR A N , 1997). Cada posición de conocimiento, incluida la nuestra, perm ite ciertas formas de conocer y actuar, por lo que cs necesario establecer las características y los límites de estas formas de conocimienlo.

Articulación Si el conocim iento se produce desde una posición determinada, ¿para qué investi­ gar? El concepto de articulación nos abre hacia ei m ovim iento y la conexión. La inlerpretación. com o señala G a d a m e r (1975), se produce por la distancia con otro horizonte. D am os sentido al m undo a partir tlcl mt>vimiento de nuestra posición liacia un nuevo horiztinte, hacia una nueva fusitín. La posieitín de conticim iento de la investigadora debe caracterizarse por su m ovim iento, por su capacidad de dar nue­ vos sentidos al niLmdo. En este punto, precisam ente, es tionde se produce el ctinticimiento: en la lransft)rmac¡tín de nuestra posición de conocimientt). M ientras que desde algunas ptisluras (para una revisión véase R eay, 1996 o LETtir:Rí5Y, 2002) se tleUende una explicitacitín transparente y reificatlora tle la ptisicit)n de la investigatlora, se enfatiza aquí la imptirtancia de que lengamtis en cuenta la relevancia de ti isen a i- y desarrollar la investigación pensandti en la generaeitín de nuevas c o m ­ prensiones. Si nuestro conocijiiienlo viene tic nuestia localizacitin, este conocímientt) es nece­ sariamente parcial. La articulación pei'mite moverntis de esta parcialidad, transibr-

Capítulo 4

•* Derivas y actuaciones. Aproximaciones metodológicas

m ando nucsiia posición a pai tir dcl diseño de la cojicxlón con otras formas de vida y subjetividades. Se trata de un planteamiento que nos permite pensar hi investiga­ ción en términos rclacií)nales. La Investigación, en lugar de mostrarnos la realidad dcl ntiuido, nos permite entrar cn un entraniatio de et)uexiones y experiencias que transform an nuestra posición de investigación y, en este sentido, producen conoci­ miento. Se trata de uiui búsqueda por una articulación gctieradora de significados y contielniientos parciales del mundo, cn un cam po en donde distintas formas de co­ nocer conviven y dan cuenta de d ist i utas formas de vida. El conocim iento, de esta forma, se tiansform a en una cuestitín política eu lugar de una representación de la realidad. T om am os e! concepta) de ariicidación, tal y como es conceptual Izado por L a c l a u y MotiFFE (1985), en cuanto nos permite concretar la noción de conexión parcial. La articulación es una política de coalición con otras formas de vivir en que se trans­ forma el sujeto que se articula para generar nuevas formas liberadoras de vivir. Esta propuesta enfatiza la apertura t]ue debe tener la investigadora a! articularse con las participantes del estudio para generar luí contexto que permita la aparición de nue­ vos significados que transformen nuestro aparato político-conceptual (FiC, 2005). L a articulación es una práctica que construye relaciones enlre sujeios ( H a r .w a y , 1992), unas relaciones con significado tiuc nos sitúan en el camjxi y nos transforman. Si la noción de «conocimienlo situado» enfatiza cl lugar desde donde se mira, el concep­ to de «articulación» hace que pongamos la atención en las relaciones que establece­ mos y en ct)ino eslas relaciones transforman nuestra posición inicial. La articulación genera un espacio político que reconoce a la vez su contingencia, temporalidad y ob ­ jetividad parcial con el objetl\'o de transformar nuestra posición de conocimiento. Dentro de este mareo relaeional. el cambit) de posición, la reílexividad y las e m o ­ ciones forman parte integrante dcl proceso de Investigación (Adkins. 2002, 2003, 2004; S keggs, 2002; K llin m a n . 2002; L l o n , G u a r d a r a s y G u t i i í r r l z , 2005). Com o dice Haraway: «H! yo t|iic conoce es parriiit en lodíi.s sus faeeias, nLinca lenniiiiido, tnUil, no se encuenira siiiiplemente ahí y en estado original. Está siempre construido y remen dad o de manera impert'eeta y, por lo lunui, es capaz de unirse a otro, de ver Junto al otro sin pretender ser el ono. Estíi es la promesa de hi objetividad, es decir, de la eoiiexióii par­ cial» (HAfíAw.^v, 1091/1095; 331).

Hemos llegado a un planteamiento relaeional de la investigación. Conocer Implica translbrniar nuestra posición a partir de relacionarnos con personas, acontecimienlcis y textos que transforman nuestra forma de ver el mundo. Esto no implica que al fi­ nalizar ta investigación acabamos con una postura contraria a la IniclaK sino que re­ cogem os cl conocimiento de !a experiencia vivida. El fenómeno se torna más complejo, con más elementos, más estílelo cn algunos puntos, y más condescen­ diente en otros. En lugar de rcjict irnos en t em ú nos dicotómieos y excluyen tes (se ha eumpIkUi o no la hipótesis, tenía t) no razón), se lealiza una descripción mullí vocal desde la que emerge una u Lie va compre nsit'in dcl fenómeno.

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Estrategias y prácticas cualitativas de Investigación social

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Aspectos éticos y políticos Además de nucslra posición y de las relaciones en el campo de estiuiio, ha>' que tener en cLicnla In forma que loman estas relaciones, lo í.|ue nos lleva a incorporar la noción de «crílica» al pensar sobre la caütlad de la arliciilaclón y la dirección hacia donde se dirijzc. El conocí miento se produce en un espacio hejiemónico donde es necesario c on­ siderar el tipo de acción que nnestro conocimienlo realiza en el campo (C arralion, 1989; CoNyuiiiíciooD, 1991; Y anthar y G antt , 2í)0íi). Siguiendo a L aclau y M ohf pf- (1985), esla hegemonía no es absoluta. Se trata de una multiplicidad de posiciones en las que algunas han conseguido un espacio de dominio en lo social. La investiga­ ción modifica este campo a través de una articulación con cieilas posiciones para ge­ nerar nuevas articulaciones que definen nuevas realidades. La investigación debe responder a las picguntas «con quién, cómo y piua que» nos articulamos, preguntas que nos remiten a las posiciones de sujeto con que nos arliculamos, prácticas sociales que establecemos y significados que promovemos. Hace que nos planleenios el entramado político en el (.)ue se sitúa la investigación y las formas de acción que se derivan de ella. La in ve st ig ac ió n se co n v i e r te e n t o n c e s e n un e l e m e n t o d e c a m b i o t r a n s f o n n a d o r d e la h e ­ g e m o n í a e s t a b l e c i d a {\>é¿isc D linkiír y P a r k e r e n este v o l u m e n ) . Ni) es, sin e m b a r g o , a c ­ ti v is m o , ya q u e d e b e p la n te ar s e la apertLira d e un d i á l o g o p r o d u c t i v o q u e t r a n s f o r m a la p o s ic i ó n de pai lid a. a u n q u e t a m b i é n se p la n te e la c o n s e c u c i ó n d e f o r m a s d e a c c ió n y o r ­ g a n i z a c i ó n d e lo social p r o m e l e d o r a s y lib er ad o ra s. S e trata d e cambial* la m i r a d a s ob re la p r o p ia p o s i c i ó n d e e x pe rt ic ia , c o m p r e n d e r y e v i d e n c i a r las r e l a c i o n e s d e p o d e r q u e se r e p r o d u c e n a través d e la inv est ig aci ón e in t e r v e n c i ó n social, y a l c a n z a r p r o c e s o s a r ti c u ­ latorios d e p r o ti u c c ió n c o n j u n t a d e c o n o c í mi en lo. M i r a d a críiíca h a c i a los d i s c u r s o s instiluc io nal es q u e n o s c o n s t i t u y e n e n n u e s t r a p o s i c i ó n d e in ve sl iga ci ón , r ef le x ió n s obr e los p r o c e s o s de e x c l u s i ó n q u e se g e n e r a n , y e x p l o r a c i ó n d e las posibi Üd at les d e c o n s t r u i r fo r­ m a s alt ern at iva s d e p ar ti ci p a r d e los p r o c e s o s so cia le s. R e c o n o c i e n d o , a su vez, q u e las c o m p r e n s i o n e s p r o d u c i d a s es tá n sit u a da s e n en t r a m a d o s de poder, s ig n if i c a d o s y r e la ­ c iLines afectiva s e n las cu al es se fijan ci er to s s ig n if i c a d o s y pr á c t ic a s , a s u m i e n d t ) la res ­ p o n s a b i l i d a d q u e i til pil can n ue str as p r o p ia s te c n o l o g í a s d e fijación e n d i c h o s e n t r a m a d o s y prodLicieiido a r t i c u l a c i o n e s q u e t r a n s f o r m a n las p o s i c i o n e s d e c | u i e n e s p a r t i c i p a n .

La apuesta por una perspectiva situada tanto ética com o políticanienle no es garante de los conoci míenlos producidos. Se trata de buscar prácticas ética mente responsa­ bles, políticamente promeledoras )' parcialmente indeterminadas que adquieren rele­ vancia en cada una de las experiencias específicas de investigación sin ser consideradas respuestas definitivas, general izab les y/o intercambiables.

D

er ivas u r b a n a s

La propuesta de las derivas com o t)pción metodológica en cl ámbito de las ciencias sociales parte tic diferentes fuentes de inspiración: las críticas asociadas a las formas

Capítulo 4 > Derivas y actuaciones. Aproximaciones metodológicas

Itadicioiialcs tle proci ucci ó [i tic conocí mi en U) cicnnTicnes y que nos permiten, a partir de la perspectiva epistemológica propuesta, generar una forma de acercarnos al estudio tiel espacio vivido. L a s d e r i v a s r e a l i z a d a s p o r Itts s itu ac i tenistas a b o g a b a n p o r u n a m i r a d a c r í t i c a s o b r e lo s t e j i d o s u r b a n o s d e la c i u d a d , p o n i e n d o e n e v i d e n c i a los j u e g t i s d e p o d e r q u e c o n ­ f i g u r a n el t e j i d o urbant> ( P i n d ü r , 2 0 0 5 J. A t r a v é s d e r e c o r r i d o s i n d i v i d u a l e s o g u í p a ­ les e n la c i u d a d se et il i st iLiían p s i c t ) g e o g r a f í a s d e d i f e r e n t e s zt in as ( D h b o k o , 19 5 8) , q u e i n d a g a b a n las f i s u r a s d e la red u r b a n a , los m i c r o c l i n i a s s o c i a l e s , las a c c i o n e s de d o m i n a c i t5n d e es trile tu ras u r b a n í s t i c a s ( c o m t ) c e n t r o s c o m e r c i a l e s o punlt>s l u r í s t ict>s), la t i r g a n i z a c i ó n d e la c i u d a d c n c e n t r o s y p e r i f e r i a s , ti las c a r a c i e r í s t i c a s d e a c ­ c e s t ì d e d e t e r m i n a d t i s l u g a r e s (tle p a s o o b l i g a t o r i o , p r o h i b i d o s , e s c t i n d i d t i s , p ú b l i c o s . , , ) c t m el fin d e g e n e r a r m a p a s c n los q u e se m o s t r a s e n d i c h a s d e n s i d a d e s . El tránsiU) p o r la c i u d a d p c r n ii tí a r e v e l a r las z o n a s i n c o n s c i e n t e s d e la v i d a u r b a n a ( B a s s e t t , 2004). Para conseguirlti era necesario a d o p tar una postura «ullrarrecepliv a » , p o n e r s e e n u n es la d t i d e « m i r a d a a t r a v e s a d a ptir el a z a r » p a r a q u e h u b i e r a u n a e m e r g e n c i a del f e n ó m e i u i u r b a n o . C o m b i i i a c Í t í n tle m i r a r atentt> y d e j a r s e l l e v a r ptir cl p r o p i o d e a m b u l a r t| u e lleve a u n a n á l i s i s d e v i v e n c i a s p a r a g e n e r a i' c o n i p r e n s i o n e s s o b r e la s lí n e a s d e f u e r z a q u e a t r a v i e s a n la c i u d a d ( ANtiRi-.nTTr y C o s t a , 1996). C o n o c e r , a pa rt ir d e la e x p e r i e n c i a , la t e s i t u r a d e la c i u d a d , los p l i e g u e s , e n t r a d a s , c i e r r e s , a g l o m e r a c i o n e s , p u n t o s d e in t e r é s y d e m a r c a c i o n e s d i f e r e n t e s a los tr a z a d t i s p o r la a d m i n i s t r a c i t m . «La deriva era. eiilonces, más que snki pasear; era una combinación de a / a r y planifi­ cación, una “espoiitancitiad organizada'", diseñada para revelar alguna realidad pmfunda de la ciudad y la vida urbana. La deriva también era distinguida de la práctica “ Flâneur” o voyeurismo por sii actitud cniica hacia cl ordenamiento hegeniónico de la nu)dernidad>* (BASsr.Tr, 2004: 401 ).

A tliferencia de las prácticas situacitinistas. Precarias a la Deriva (2ü04u), proyectti colectivo de investigación realizado por una agrupación de iiiujeres cn Madrid, ha propuesto la itle a tle derivas como invesligación situada y coniprtimctida para exa­ minar los circuittis de lu precariedad femenina. Hsta forma de cam inar se preguntu de forma compartida sobre las formas tic percepción colectiva para transformar y abrir subjetividades y posibilidades sticialcs. Fisla torm a de indagación persigue un conticcr cf)lectivt) stibre las vivencias de precariedad urbana partientiti de las propias ex­ periencias. Adquiere gtun impon une iíi la preparación de la deriva para que sea posible producir unu experiencia tie «cuminur preguntando» respecto a las diferentes experiencias de precariedad. Incorpora la pret)cupación ptir transformar esta expe­ riencia en una acción a través de invtilucrarse con las subjetividades precarias em er­ gentes. En sus propias palabras:

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

«l.íi (.ÍL,TÍ\a. ciiaiidn cs tlciivíi, con sus clcinciiUis tic nun ilichRt, tic [liisn iniiileniinipidt> a li;i\'cs de :inibientes tliversi>s. de lraspt)sieii')ii sul>|eti\'a, de üiriivesainit?nlo de ttt* da inia serie de etiries (stieiales, espaciales, temporales) que ortietiaii iiueslros ct)titlianns (coniti ci tjue separa empico y vida, o un barrio de otro, o la leniptiraltdad eoncxiotiisla de una trabajatltira de la etimunieación y la de una dtimiística interna y cu iti ad oía Iransnaclonal ), protiuce una suerte- de extrañamiento t|ue perniile un desen­ ganche tic las t'ninias de pereciieiíin y de iniercanibio rutinizadas,.,» ii^recdiias a ¡n (U’iiva, 2 0 0 4 b: 8 4 ) .

l-rcntc a In entrev ista, el mélt)tlo de las derivas t)IVece algunas venlajas respectti a c6nif) la persona reconstruye su experiencia en relacitín con un espacio ctmcretti (Klisi :n [íac'M. 2003, 2006). En piinier lugar, la palabra Iiablada tiende a referir aspecttis tie la experiencia frecuentemente separados de su contexto de aparicitín y. eti scgundt) lugar, la siluacitin de enu evista se pm duce habitual mente en coniexlos estátictis tltindc la ctiiiversación, y no la interaceit)n entre las personas o el amiiieiite, es el cenIrti de alencit>ii tie la siluacitin. La entrevista puede nt) ser adecuada para cierttis ob­ jet i vos de invesligacitin dadti que separa a la participante de lus cspacitis ctilidianos t|uc c vocali sus cxpcricncias mientras que las derivas permit irían acercarse a las prác­ ticas ctìtidianas. Las derivas enfatizan la articulación entre agentes en un contcxlt> es­ pacio-letiiptiral ct>ncreto, inciuyendt) corptirciílad, afectividad, coniptirlamieiitt) y pensamiciilti (l)A\'lt;s y D wyi ;r, 2007). lo que las liacc especialmcnle adecuadas pa­ ra cl estudio de las dinám icas urbanas locales en conlraposicitin a los prt>yectt)s de ci LIdati que se realizan desde una mirada cenital í P iniíhr, 200.')). Esta aproximacit')ii perniile desarrollar estrategias de coniprensit)n del espacio urbano teniendti en cu en ­ ta a las personas que habitan el lugar. dejándt')se afect:ir por esas formas de vida pa­ ra generar com prensiones que tlifracten las actuales lógicas de configuración urbana (St'iiNRiDnR, 2{H)2). «SiLHiiendo la secuencia natural de los lugares en la vida eolitliana. las dcri\'as aunicniaii tuicslras coniprensinnes de cómo los individuos conectan c integran las diíeren les parles de sus vidas cotidianas e idenlidatles, cosa que los sociólogos, ineluyentlo los interaccionislas simbólicos, nuiy Irecuenlemeiitc traían ct-mio entidades scpai adas y auli>nomas» ( Knsi NH-vcii. 2 0 0 3 : 4 7 H ) .

Derivando por el Raval de Barcelona La aprt)ximaci(>n a iravi;s tie las ti cr iv as b u s c a ciUrar e n el b a r r i o a ira v e s d e las e x ­ p e r i e n c i a s v ivitlas pt>r It)s m i e m b r o s del e q u i [ i o d e i n v e s t i g a c i ó n c i r e u l a n d t ) p o r s u s c a l l e s s o l a s t) a c t i m p a ñ a d a s d e a l g u n o s d e s u s h a b i t a n i e s . U n c a m i n a r tju c b u s c a , p o r u n latió, d e j a r s e i m p r e s i o n a r — e n Itírmintis d e i m á g e n e s , e x p e r i e n c i a s , o l o r e s , a m ­ b i e n t e s , e t c . — pt)i‘ el e s p a c i o y. p o r o tr o , c o m p a r t i r c o n veciin»s y v e c i n a s de t bar-rio s u s e x p e r i e n c i a s v it al es . L a d c s c r i p c i t í n d e las tt is lin ta s fas es d e la i n v e s t i g a c i ó n p e r ­ mil irá i l u s t r a r u n a f o r m a d e i m p l e m c n l a r e s t a m e lo d t) l ti g í a . m á s ctmit) s u g e r e n c i a s t|ue c o m o recelas prescriptivas.

Capitulo 4 ♦ Derivas v actuaciones. Aproximaciones metodológicas

Primeros paseos «Dolar de sentido u un lugar a través de la involucración con lo que no puede ser l'ácilnicntc visto o narrado, pero cn catnhio es imaginado o senlido — coriioralmeiHc o visceralnicnle— , pone a prueba inlervenciones niclndológicas existentes» ( D a v i k s y D wvhk, 2007: 262).

En uii primer momento se realizan irayeclorias aleatorias por el barrio, reconocien­ do clenienlos, lugares y acontecimientos que conl'igurarán tenias de interés. Este «ca­ minar atento» por parte dcl conjunto del grupo investigador produjti una primera relación vivencial con el ban io. El análisis de esta ^'ivencía permitió identificar nues­ tros estereotipos en relación al barrio en términos de. por ejemplo, zona «peligrosa» o «degradada», lo que llevcí a una mirada más «interpelativa» que complejizaba y d i­ fractaba nuestras posiciones iniciales. Las trayectorias del barrio fueron sistematiza­ das siguiendo una lógica autoetnográfica en que se anotaban recorridos, impresiones, sorpresas, relaciones, pensamientos, emocione.s, personajes. A continuación presen­ tamos algunos ejemplos de estos primeros paseos por parte de integrantes del equi­ po de investigación. «El pasco dcl lunes iuc agradable y gratificante, era un día íestivo. Había mucha vida por las calles dcl barrio. Destacar las plazas y la Rambla del Raval c o m o punto de re u ­ nión de la gente: niños, madres, jubilados, iodo el mu nd o pasa por estos lugares, Lo.s locutorios son también un lugar de reunión sobre todo para hombres “inmigrantes” . La nota desagradable fue la detención, delante dcl grupo de exploración, de un chico in­ migrante (nacionalidad desconocida) mientras c o m ía m os cn la Rambla de! Raval: El chico se escapatia de un policía y, en 5 segundos, estaba el policía inicial m;ís otro p o ­ licía que interceptó al cliico, más un coche de la secreta, más un furgón policial... Pnr fuera el Raval debe ser el barrio más seguro de ia ciudad, teniendo en cuenta la canti­ dad de policía que hay (un coche cada 5 minutos)» {12 de octubre. 2004). «K1 lunes 12 q ued am os a primera hora un compa ñero y yo para hacer nuestra p r im e ­ ra inmersión en el Ra\a!. En seguida me sentí desorientado y extrañamente mareadti, c o m o tantas otras veces antes me había sucedido al tomar contacto con el caudal de gente que inunda las Ramblas. Por ello me pareció accrlado entrar a un cyber, el cual ya había visitado en ocasiones anteriores, para situar nuestra estrategia. Lo vimos cla ­ ro, queríamos sumergimos en cl Raval profunda y desconocidti. Por el cam ino no lo­ gré deshacerme de mi hábil o consumista y no cesé de mirar escaparates con hambrienta curiosidad» (12 de octubre, 2004), «Ayer por la tarde me dirigí al MACHA para observar la pintada de la que un c o m p a ­ ñero nos informaba. Entré al Raval por la calle Tallers, miré un poco los ediUcios y el suelo que pisaba. Me cuesta girar o cambiar de ru m bo con tanla gente y coches y nionopíitiiies y bicicletas y molos y perros y j>alomas y,.. Mi visla alcanzó el inicio de la sucesión de pintadas cn el muro que protege a un edificio en construcción. Busco e n ­ tre los colores una imagen de ia vida cotidiana de e.sc barrio; un hombre intercam­ biando bienes con otra gente. Pero la pintada real nu se parece a eso. Se trata de dos rostros y en medio de ellos, la parte superior de otro hombre que sujeta, ofreciéndola,

B3

Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

iiiKi l^ccitií scuUiriut; dclaiiie de la pinUuia para recurdarla y observar ta rcaeci(>ii tic la j;cnle, que 0 1 esc innineiiti> pasalia poi' allí. Mué lias pcrsiinas qiio nn ¡bíiii nuratulo cxpresanicnlc las pintadas, se paraban ti rcaccitiiiabait tie algún motlo Ireiile a tí SKI. (Juizás porque hay pncas tjue sean más ci mentís realistas... CiiantJo llevaba m e ­ tí i a hora y em pe zab a a tiscurecer, un chicti se ctiloctí al lado izquierdo y cmpe/.ti a di­ bujar iHro Iostro, esla v e / en blanco, negrti y plateado. Cuandti apenas liabía pintadti el círcult) que le guiaría, se le acercaron unos niños en patines y ctin un spray y enip c/ ar o n a preguntarle y cl nci ncgti infoniiación a lo que ptidriamos Mamar aprendices de . .. pítUatlas. Linos L'i ti 25 minutos después ilegartm unos ehietis de unos quince añtjs, se senlaron y entre otras tt^sas miraban ct^niti iba fo rmándose el rostni en la pa­ red. Dtis .se pusiertin a pintar y el que ya estaba da ndo Ibrma al rtisiro les dijti: no me tot|uéÍs los pakis, ¿eh?» (26 tie tietubre, 2004).

Definición de escenarios

La sisleiiiiitizacitín de los primeros rectin ido.s dio lugar u la creación de una serie de escenarios que entrelazaban lemas, personajes, tugares y aconlccim ientos, perniilietitlo tlar sentidti a las desavenencias y continuidades del entramadti iirbaim. Los esccnaritis son, tie este mtidt>, prtiducUi de la experiencia con el barriti y, en esle scntitlo, son protluccioncs realizadas desde ima posicit*ín y relación experiencial y corporeizatla ctin el barrio. Claramenle, nti ntis cnctintramos ctm ima «rcpresentacitin» tlel iiarrio sinti de nna construccitin de elemenltis tpie permiten ctiniprenderlo a partir tle los aspccttis que «impresionan» a las investigadoras. Concretam ente, se idenlilicaron cinco escenarios que ctineclaban ctm las experiencias vividas: u r h t w i s lija (imporlanle transformacitín urbanística Junio a especulación, niohhiiif' y resis­ tencia indi\ itliia! y colectiva), scxtiaíiüad (redes sociales estables en tpie se negtician furnias no tiegenuínicas de sexo/génerti). re/ii’ión {multiplicidad de prácticas asticiadas a creencias religiosas), a r l e (expresiones arlíslicas callejeras c insti (nei una les), c o n M i n i o (iranslbrmacitín tlcl barrio en centro de ctimpras. con prti li feraci tin tle I ten­ da s tic mtula Juntfi a tradicionales).

Derivando con personas del barrio F i n a l m c n l c se r e a l i z a r o n p a s c u s c t m p e r s t i n a s t]ue l i a b i t a b a n el b a n i t i y q u e l u c r a n r e l e v a n t e s en varit is d e ttis e s c e n a r i o s d e f i n i d o s . D u r a n t e tos p a s e ti s se i b a n c t i m e n tandi> ;ispccUis q u e e m e r g í a n e n r e t a c i ó n c o n Itis l u g a r e s ptir Itis q u e se p a s a b a . t|Lic se trattiijo e n un m a p a s u b j e t i v o tlet Kava! c o n e x p e r i e n c i a s a s o c i a d a s a d i s t i n k i s t u ­ g a r e s c l a v e s . Ta nl ti la p e r s t i n a i n v e s t i g a d o r a ct>mo los lu g a r e s d el e s p a c i o d a b a n t u ­ g a r a i n l e r p e l a c i o n e s q u e se i r a d u c í a n e n u n a n a r r a t i v a lo e a li z a tl a . S i g u i e n d t i a K u s i : n h a ( II ( 2 0 0 3 , 2 0 0 6 K e s t e c a m i n a r c o n j u n l o p r o t i u c e luia tierra m i e n t a m e l o d o l ó g i c a h íb ri tla e n t r e la o b s e r v a c i ó n p a r l i c i p a n l c y la e n t r e v i s t a . A c o n l i n n a c i ó n un e j e m p l o tic los m a p a s q u e .se tl ib u ja b an :

Capitulo

A

Derivas y actuaciones. Aproximaciones metodológicas

Yci itit; iiiUL'vo [nir liK ulfs tiItL'rnutivos

ct)mt) ta O Kirdiiiiidnru.

L-l A lfiicii dcl Xiiu)

I) fl IAikal.

^ ctKirdinadora reúne a las diíurcnltrs cntidudos que luí-han contra c l nicthbinp ititiiiib íliiirio CM el Imrrio.

Una vez reiil izada la deriva, el texto y cl mapa con comen lar ios. vivencias c imáge­ nes se mostraba a la participante para que aclarara aspectos o realizara los cambios que considerara pertinentes. Este material permitió Ja emergencia de una serie de comprensiones sobre los procesos sociales del barrio.

A

c tu a c io n e s

Mientras que en las deri\'as se recorre el barrio acom pañando a un informante clave, las actuaciones iu)s acercan a cómo es interpelado un determinado personaje de! Raval. Se trata de un acercamiento más subjetivo a las situaciones, pensamientos, re­ laciones, enioci(.)nes e interpelaciones (,)iie personas concretas puede sentir dentro de escenario determinado y al que nos sería difícil acceder desde la posición de «inves­ tigadoras ex le mas». A diferencia de las derivas, se trabajó directamente sobre la ex­ periencia generada al ser considerado un parlicipante del barrio, permitiendo una conexión semiótica-material más involucrada con el tejido social. Esta propuesta epistemológica bebe de las aportaciones sobre cl concepto de pcrfifrm atividad de J. ( l^SS. 1990, 1993). Esta autora reflexiona sobre el proceso pt)r el cual la identidad de género es construida en su actuación, com o acto perfor-

85

Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

86

n iiili\ o tiiic c o n s l it u > 'c a i|iic lln q u e se i i o i n h r a . L a g e n e r a l i / a c i ó n tic e s l e in u r c ti c o n c c p U ia l p c r n i ii e c o n c e b i r las s u j e c i o n e s ¡ d e n l it a r ia s c o m o c o iisii iiccitM ics r a n t a s n iá tícas

Ljuc s e

elem en to cn

inanlienen

cla\e

cn

a t r a v é s tle la r e p e ü c i ó n .

la c i> in p re n s i( ín tie c ó m o

[^a r e p e t i c i t í n

se co iisiiiuye y

lilual c o litü a n a

irniisform a

e s im

la itie iU itla d

la in leí a c c i ó n . M i e i i i r a s t ¡ u e la r e p e t i c i t í n c t i n s o l í d a i ía s u j e c i o n e s , l a p a n u l i a y

acluacitín blccitlas.

d e s \ iatla p e n iiiiir ía n Se

líala

de

g e n e r a r f o r m a s tic r e s i s l c n c i a a

d esn alu ralizar

e l n i c i t U u l . . . ). c n i c n d i é n d o l a s

com o

las c a t e g o i í a s

ct> n

prt> cesos a b ie r lo s a

las q u e

la

las s u j e c io n e s e s ta irab ajam o s

prácticas

políticas

(gtínerc». de

irans­

f o r m a c i o n , p r i o i i / a n d t i la a c e ití n I V e n l e a l a n a r r a t i \ ' a c o m t ) f o r m a d e a n á l i s i s y d e a c c it ín s o b r e ia r e a l i d a d s o c i a l . L a p e r s p e c t i v a n a i r a t i v a s u p o n d r í a , c n a l g u n o s c a s o s , la e x i s i c n c i a tic itic n l id a d p r e v i a d e s d e la q u e s e e s t á h a b la iitlo . m i e n t r a s t¡u e e n ia p e r s ­ p ectiv a pciT ornialiva

la m i s m a

actu ació n

es

ia c ti n s t i l u l i v a d e

form as de

iden titiad .

N o s acercaríam t> s a u n a p ersp ectiv a p ra g m á tic a del sig n iílc a tio q u e c o n e c ta je y a c c i t í n . a l e n t l i e n d o a l o q u e

h a c e m o s ctm

p o r su sig n ificad t) y e n la liz a n tlo c ó m o líe

las

norm as

sociales.

S ig u ien d o

el le n g u a je c n

len g u a­

l u g a r tle p r e o c u p a r n t ^ s

n u e s tr a s accit> ncs c o titlia n a s s o n g c n e ia liv a s

principios

p o s te s tr u c tu r a listas,

al

no

habei'

una

i t l e n l i t l a t l o c u l t a b a j o l a e x p r e s i t í n t l e l a p e r s o n a , l a p e r s o n a e s c o n s l i t u i d a a t i ‘a \ é s d e n u e s t r a s e x p r e s i o n e s , u n su je lti c o n s t i l u i d o pei f o r m a t i v a m e n t e e n t é r m i n o s tle n ú e s ira s c a le g n r ía s s o c ia le s (B irti.L R ,

1^90).

Rl a n á l i s i s p c r f o r m a l i v i i c t m s i d e r a t |u c la a c c i ó n r e i t e r a in ia n o r m a o c o n j u n t o tic n o r ­ m a s , s in q u e n e c e s a r i a m e n i e h a y a u n a c t ) n s c i e n c i a c x i t i í c i l a tle l a s c o n v e n c i o n e s tle las t|Lic e s u i u i r e | ) c t i c i ó n . A l a ve?., n o s e t r a í a d e u n a c t o t e a t r a l a i n o h a b e r n i n g ú n g u i ó n p t e \ io a r e p r c s c n l a i , p o r lo t|u e . e n o tr a s p a l a b r a s , nti p c*tÍem o s lia b la r d e u n s u j e t o p r e ­ e x i s t e n t e a t r a v é s tiel c u a l u n a c lt) o a l r ib u l ti p u e d e s e r m e d i d o o atrib in d c» . S i g u i e n d o la

diferenciación

e n tic

c o n st ruccit)iiism t)

siia\e

iH ghí) y

ct)nstiL iccionism o

t)sciM O

iiltirk) ( D . \ N / i t i L K . I 9 9 7 J . la s d o s p r e m i s a s a p i n i l a d a s s e c t m i r a p o n t I r í a n c t m la s a s u n ­ c i o n e s d e l p r i i n e i ' c o n s t r u c c i o i ú s i i K ) y a q u e lU) n e c e s i t a t l e u n s u j e t o t ] i i e < í a c l ú e e u » t) « i ' e p r o t l L i / . c a a » c l o r t i e n s o c i a l ( L m a y S . ' \ n d ( . ) V a l , 2 í ) 0 J Í ), A s u v e z , l a p e r f t i r m a n c c n o e s p r e s c r i p t i v a y d e r l a a g e n c i a e s p i e s e r \ a d a e n ta n t t) t | u c la a c ti \ id a tl m i s m a tle la ile racitín

inlrotluce

\'a rla c io n e s e n

su

m is m a repeticitín

y supone

una

rearticu lación

p r á c t i c a s . L a p c r f t > r m a u c e n o e s poi* l a n l t ) s i m p l e r e p e t i c i t í n . e s t a m b i é n

de

fa llo e innti-

v a c i i í n , a s í tjite t i e n e s e n t i d o e u c u a n t o p r o v o c a c o n s e c u e n c i a s . E s e n e s t e s e n l i d o t |u c . dcstlc

un

p unto d e

vista

polílict). se c o n s itle re

la p e r s p e c t i v a

p erfo rm ali\a c o m o

lie-

r i a n ú e n i a tie i r a n s f o r m a c i ó n sticial. u n p u n tt) tic \ i s t a a le ja d t) tle u n « c o n s t r u c c i o n i s ­ m o o s c u r o » e n t | u e la c t m s t r u c c i t í n \ i e n e d a d a e x c l u s i v a m e n t e ¡ x i r la e s t r u c t u r a s t)c ia l. S i b i e n la p e rs p c c li^ ■ a p e r f o r m a t i v a e s a m i i l i a m e n t e u s a d a e n c i e n c i a s s o c i a l e s , s u s i m p licacitm es

para

la i n \ ' e s l i g a c i t í n

y. e s p e c í f i c a m e n t e ,

¡lara el tr a b a jo

a p a r t i r tle

una

a p K ' X i m a c i ó n e i n o g r á f i c a , e s l á n e i n e r g i e n d t i e n la a c t u a l i d a d . C t i n s i d e i a r ia i n v e s t i g a ­ c ió n c tiin o u n a c to p e rfo rn ia ti\'o im p lic a ct)nsitlcrai

las id e n t id a d e s t]ue se c o n s t r u y e n

en ei p r o c e s o in v e s tig a tiv o y c ó m o tle b e n se r n a rr a d a s (E n si.in, E l t r a b a j o tic N .

1994; J a c k s o n ,

1993).

K . D i: n / . i n o f r e c e c l a v e s p a i a i r a s l a t l a r e s l a p e r s p e c t i v a e p i s t e m o l ó ­

g i c a al c o n s i t l e r a r la m i s m a

escrilura e tn o g rá llc a c o m o

u n a accitín

pcrfttrm ativa cn

Capitulo

A

Derivas y actuaciones. Aproximaciones metodológicas

construcción de subjclividadcs y rcalidailcs sociales (D iínzin, 2 üí)3 j , abogando por lina sensibilidad pcrrornialiva y inia vt))iintad de expcrimcnlación con las formas de presenlación del trabajo tle campo. Eslc carácter pcrl'ormalivo exige una acción reJlexiva y loma de posición sobre las ctinsecucncias políticas de las construcciones generadas, entroncando la elnografia con una iiráciica democrática radical que cu es­ tiona la arrogancia de la escritura etnt)grálica realista tjiie pretende dai' voz a las per­ sonas investigadas. Al igual que II arawav (1991 ), Df:NZiN nos recucida que nuestra escritura tío es inocente: es una práctica cultural que se posiciona y defiende cierto tipo de hegemonía. Teniendo en cuenta que el conocimiento es inmanente a nuestra posición, com o su ­ giere la perspectiva de Haraway, lo relevante de la investigación etnográfica no se local iza en la otredad del objeto de esludio, sino más bien en la otredad que em er­ ge desde la posición de la persona que investiga. La pertenencia a múltiples cate­ gorías sociales de la posición investigadora implica la imposibilidad de una asignación unívoca a un único rol, identidad o práctica. Mientras que la interpela­ ción institucional enfatiza una de las categorías, que requiere una peiform ance de autoridad en la escritura, una perspectiva critica resalta y explora la pertenencia categorial múltiple actual y las posibles líneas de fuga futuras, transform ando la posi­ ción de investigación en una performance abierta a la difracción que genera el proceso investigalivo. Tener en cuenta las interpelaciones del cam po y los efectos corporeizados de tales interpelaciones supone incidir en la posición de la investiga­ dora para poder comprender las posiciones de sujeto que se pretende estudiar. Desde esta perspectiva, el diseño tle investigación debe tener en cuenta las ptisicitines tJe sujeto que se tt>man y las comprensit’>nes localizadas y corptireizatlas que de ellas .se derivan (CLt)UGEi, 20Ü3). El pt)sicitinamien(t) dentrt) de la articulación objetti de esludio implica lt)mar una postura política, realizando alianzas con unas posiciones y ctiiUraptiniéndose a otras con el t>bjeto de elaborar una mirada distinta, difractada, respecto a la posición ini­ cial. H aiíawav (J997) expresa esla idea en términos de un «anhelo de muntitis habi­ tables», un aiihelti que sugiere conexiones, prtipósitos y caniintis a seguir. Es decir, a pesar de que en lt)da articulación se transfi>rman las posiciones de sujelti, la investigacitín reflexiona sobre la ft>rnia en que iit>s articulamtis y, ctm si guien temen le, stibre los principios cticti-polítictis que lleva a cabo ta invesligación. El inibrme de iiivesligacicín incide, ptir ctinsiguiente, en la forma en (.|ue la posicitin de investigacit'in se transIbrma a lo largt) dcl estudit^ para reflejar el eonticimÍenlt> corptireizadt) y parcial prt>ducido. Sin enibargí>, tal y ctmio apuntan L aw y U rry (2004), la ciencia social iradicioiial tiene dificultades para tratar los elemetilos sen­ soriales, emt)eit)nales y ctirpf*ralcs. La dillcuUatl viene por la limitación de las ac­ tuales ibrmas de transmi sitSn de ctmtic i miento tiue se basan en la m ctáíbra de una visión dcsciicarnada y en la tecnología tle la palabra referencial. Se trataría de pen­ s a re n nuevas metái'oras y lecntilogías, cointi la inelálbra tlel tacto y la lecntilogía ait-

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Estrategias \ prácticas cualitativas de investigación social

dit)vÍMi;iI, p o r c j e n i p t o . Se I ra la ilc i n c o r p o r a r n u e v o s n i c k i d o s tic c o m u n i c a r t'Xp e ­ ri e n e i a s t|iic y a c s l á n a c t u a l m c n l c tli sp t>n ibl cs e n o t r o s á n i b i k > s t i i s c i p i i n a r c s .

Actuaciones en el Raval Kn el estudie» rcali/.ado sobre el barrio dcl Raval de Barccltina ( M ontlí ni í cji í o cí al., 200?; el al.. 2005), y a partir de Itis escenarios ticfinidt>s anlcritirincnte, se exploran pt)sibles [lersoiuiics t]ue habitan el barriti para adoptar una posicltin de ccrciuiia que perm ita coiieelarnt)s se mi tilica y inalerialm enlc et)n perstm as, luga­ res, lemas y aconiecim íenlos. Atlemás de la í'actibilidad en lus acluacitiñes a rea­ lizar. se lienc en cuenta su rehtcitín ctm los cscenaritis deíinidt>s, ctm la inltirnuicitin previa rectigida y ctm su relevancia ictirica para cl esiudit). En el casti que se ejem plirica, trataremtis tíos de las experiencias de acliiacitín que se lleva­ ron a cabo en tíos escenarios dil'erenciadtjs: consinnti y sexualidad. A ctintinuación delallamt)s algimas de las aclividadcs registradas en las narraciones tle Itis partici paules. «l^a O l l a MtWil e s u n a a c l i v i t i a J t |u c se r e a l i z a e a tla fin d e s e m a n a a h i c r ia a tt>das a q u e l l a s p e r s o n a s q u e les iiilc re s e el l e m a . L a O l l a re c i c l a , e tie in a y r e g a l a a l i m e n ­ to s. s e r e c o g e n los a l in ie iiio s t itís c c h a d o s y el d t i in i n g o p o r la t a r d e s e e m p i e z a cl p r o c e s o tic c o c i n a r la O l l a q u e p o r la n n e h e s e l le v a r á p tir las c a l l e s d e l h a r r i o del Riival y Cítílico. I^a d istribu ciíS n d e la c o m í t la c a l i c n l c se r e a l i z a e n p e q u e ñ o s g ru p t i s d e p e r s o n a s ( d e 2 - 4 p e r s o n a s ) y e s p a r a a q u e l l a g e n t e q u e ta n e c e s i l e y Iti d e s e e . A p a r t e , .se g e n e r a n e s p a c i o s q u e m á s a llá d e o f r e c e r u n p l a t o d e ct>m ida tlan p ie a c o n v e r s a s . p t)s ib lc s c tin ta c k ) s . v í n c i i to s e i n t e r c a i ii b i o s d e d i v e r s a s r e a l i d a d e s » . « N o s a t l e n i r a m o s al R a v a l. d i r c c l o s h a c i a la p l a z a M a c h a . I \ i r el c a m i n o n o s enctMit r a m o s u n g r u p o tle afri c a n o s ; d e s p u é s d e la d u d a d e c i d i m o s tt f r e c e ríe s el p iatti c a ­ lie n te . K e a l m e n l e r e s u lt a , a v e c e s , \ i o l e n i o p r e g u n t a r si a p e l e c c e tim iila c a li e n ie . N u n c a s a b e s ,si la o ir a p c rstiiia s e lo p u e d e k i n i a r m a l.., l i m p c z a m t i s a lia h ia r y n o s c u e i i l a n t |u e s o n del p a ís d e la g u e r r a , d e N i g e r ia . N o s p r e g u n t a n c o n r i s a s t|u c si a p a r t e tic d a r c o m i d a l e ñ e m o s a l g ú n s itio p a r a d o r m ir . L e s t l e e i n u i s q u e n o ; ¡iro n lo se a c e r c a n n a p a r e j a q u e n o s pitie c o m i d a , c l i a r la m t t s b r e v e m e n t e y nt>s d e s p c d im t i s . S c g u i n i ti s t i ir e c k j s al M a c h a , d o n d e s e g ú n el m a p a e n c o n t r a r e m o s v a r ia s p c r s ta ia s . Al l l e g a r v e m o s k i d o el s u e lti m t ij a d o y s u p t i n e m t i s t |u e h a n p a s a d t) lt»s d e la l i m ­ p ie z a . L s e u r io s t) q u e e s p e r a n tit) e n e o n t r a r m á s p e r s t m a s . a c a t i a m o s ptn e n c tt i i i r a r s o ­ lo d o s . A lo m e j o r e s t o tic la B a r c e l o n a NetLi ( l i m p i a ) d c l a y u t U a m i e n l o tie n e titro U[io d e o b j e t i v o s , tilro tip o tle f u n c i o n e s n o v i s i b l e s d i r e c l a m c n t e . D e lo tia s m a n e r a s e s INI s u p o n e r » (21 d e n o v i e m b r e ) . « T r a s i i n c n t a r tic k t r m a i n i r n c l u o s a c t i n s e g n i r c o n o c e r la r u ta a la fie s ta n o s \ i m o s f u e r a tlcl b a r e s p e r a n d o a t |u c a c a b a r a n d e re ct^ g er y s a l i e r a n las c u r r a n l a s p a r a inc l­ u irlas a v e n ir. D u r a n t e e s te nu evt) e s p a c i o cu b l a n c o p u d i m ti s e t i n t ic e r e n t r e tX ras a G b i o . u n a b i o - m u j c r (est) n o s dijt> u n a c h i c a t ] U e t a m b i é n e s p e r a b a a la c a m a r e r a l u c ­ r a del b a r tic la c u a l l o g i a m o s itil c r c e p t a r a lg u n t)s f r a g m e n i o s tie c tiiiv e rs a c itin s o b r e (/licer y p r á c t i c a s p tilíiie a s ). L a i n t e r v e n c i ó n d e e s l a t i n a c h i c a v in ti a p rt)p tís ito d e

Capitulo

A ♦ Derivas y actuaciones. Aproximaciones metodológicas

n u e s t r o s c n i n c n l u r i o s a c e r c a d e Cíltio. A l n o e n c o n t r a r p a l a b r a s p a r a d e n n i r i a e m p e ­ z a m o s , e n nuestri> e m p e ñ o p o r l l e n a r et e s p a c i o c n b l a n c o , a p r e g u n t a r n o s si e r a u n a m u j e r o un h o m b r e . h> t|u e p a rccirt i n c o n u n l a r a la c h i c a q u e e s p e r a b a c n la p u e r ta . E s l o n o s h i / o i c r i e x i o n a r s o b r e la laltíi d e l e n g u a j e c o n cl q u e n o s t o p a m o s eti c i e r ­ ta s s i t u a c i o n e s » de noviem bre).

E l R a v a l: un b a r r io en tr á n s it o El c o n ta d o corporei/.ado de las derivas y acliiaeiones llcvanm u la trunslbrniaciun de la posición de conocimiento previa, cargada de estereotipos y prejuicios sobre las condiciones de vida del barrit), Iiacia una interpretación situada eti base a unos ejes de análisis atravesados por las subjetividades tic las personas que participaban en el trabajo de investigación. Esle proceso fue llevado a cabo sistenuiücanienle a partir de ia recopilación de todo el material producidí>: rehilos de los primeros paseos, transcripción de las derivas con liabilanles del barrio (situando los comentarios en los mapas subjetivos realizados por las personas) y narraciones de las experiencias de actuaciones hechas en el ba­ rrio. La lectura tninuciosa de dichos materiales y la discusión en cl grupo sobre los procesos sociales que atravesaban estas las narraciones sirvieron de base para eslablecer los ejes de análisis. Por tanto, no se pretendió dar cuenta de todas las prácti­ cas y discursos encontrados a partir de los diversos métodos de indagación, com o si de una representación de este se tratara, sinc> más bien de establecer ejes de inter­ pretación a partir del conjunto del material, guiadas por la pregunta de investigación; las maneras cn las que entretejen las prácticas y relaciones .sociales en el espacio ur­ bano del Raval. Las experiencias de tas perst)nas del equipo de invesligación junto con las vivencias de las personas con las que derivatnos por el barrio mostraron las maneras en las que eslán siendo afectadas las vidas y relaciones sociales en las actuales transform acio­ nes del Kaval, como condición de posibilidad de las actuales relaciones espaciales en el barrio. Ofrecemos, como ilustración, tma breve exposición de las principales con­ clusiones del estudio que se enmarca en los siguientes ejes de análisis: precarizacicHi dcl Raval, perdida dcl sentimiento de comunitlad, gobcrnabilidad urbana y apropia­ ción del barrio. El análisis de nuestras propias percepciones negativas del banio, en términos de «ba­ rrio en falla», permitió aflorai la forma en que se justifica una intervención espacial y social del paisaje urbano a través de medios formalmente pacíficos (B o i .tansky y CtHAPnLLO. 2Í)02) que suponen un cambio violento dcl enlom o y de las vidas de los habitantes del barrio. Se pretende establecer, cn el ban io, el «modelo Barcelona», ba­ sado en una economía de inversiones públicas y privadas que define los espacios a partir de su atractivo comercial y turístico (B a)JBRI-a , 2(K)4; D iíi.gadd , 2007). que busca generar lo que H akviíy (2005) llama «capital simbólico colectivo» asociaílo a

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Estrategias y p>*áctícas cualitativas de investigación social

tas ilisliiifiDiies de un lugar iÍctei-niiiuuio que liuscan cjerecr una atracción sigíiillcal u a .soiire los Ilujos de capital. Se conliiiura un t^aniti de ser\ icio a ta ciudad (A ri kíiu s cl ni.. 1980) que despla/a a los pii>pit>s habitantes (IJ'i'i., 200-1). El cíinccjito de prccaii/.ación desde el punto (.le visla del lia bilame ti ace rcleieneia a ta dilieultad de vi\ ir en el barrio, tanto en térininos sociale.s (íragnientaeiún stieial) com o ecoíióniicos (tiincullad de m antener la viviciuia y encarecinúento tiel barriti). Se sustituye el sen (i miento J e eomunitiati por L1I1 ct)iiglonieratlo de subcutturas que transitan por el barrio. íit «aiieaniientt)» de la esii iicluia urbana, con la creación tie paseos y el asentamieiilo de iuitetes y nuevas tieiitlas. debitila las Ibrmas tradieit>nales tle control vecinal t^ue son siLsi i luidas poi- estrategias tle vigilancia y ctintroi t|i!e t)bslacu tizan y dificultan ta relación vecinat (pt^r ejempit», coclies patrulla Trente a la m e/quita u ordenanza cívi­ ca t|ue prtibíbe tender la rtijia en cl baictín). Eslas ace itiñes repiesixas sirven de pun­ to tic apoyo ti acia la definicitín de una «buena vida inbana», realizada cn fu tici tí n de la exctusión de tt>da aquella perstina o práctica que no se atlaple a la imagen cus m é­ lica dcl barrio (Svirm, 200.S), A pesar tie ello, se aprecian estrategias de resistencia basadas en una reapitipiacitín urbana que explora liiopolr'ticamente las rendijas tjire lt)tlavr'a perm anecen abiertas coniti, por ejemplo, el usti tiel s k a íc h o tin l, los mercadilitis espontáneos, ios escr'iltis en mLÍltÍ|iles ietiomas. o los h c r n n ils populares. El habitante inventa otras formas tie estar, busca alajtis, tiesviacitines o improvisaciones del antlar qire pr ivilegian, cam ­ bian o abandonan elemeiUt>s espaciales (Dt; C k k ila li. 19X4). A través de la creativitiail y el atrevirnientti se redefinen espacios signilicatltis instilueitm alm enlc ( 1)1 l.f’iA t i f i . 2005). La redenominacitín Iticai de! ixnriíi ccm el lérrninti «RawaI» {tle tirigcn pat|uisianf) expresa estas múltiples formas de apitipiacitín del barrio. Las per­ sonas tic! barrio utilizan estrategias diversas para, de un modo u t>irx>, «liactvear*> It)calmcnie tas barreras insiitucitinales a las tbinias tic estar y vivir- en el barriti, njoslraiulo las posibilidaties de agencia de persona y ctilectivos en áreas de alta re­ gni acititi st>cial.

T ransform ándonos

d e r iv a n d o y a c t u a n d o po r el

R aval

Las nteloiliiiogías piesentadas tnueslran el ctinoeinúenlt) tiue emerge at estudiar- un tiarrio «tiesde dciilro» y la itansltirmación de las posicitines tie investigación. La obsei*vaci(ítr se conv ierte cn aeeitin. sensacitín, reacción, actuacitín__ acai"*amtis v ient i o r n u c i m m á s q u e o l i j e t o s t i e e s t u d i o . N t i s v e m o s a n o s t i l r a s r e l l e j a d a s c n Iti q u e e s i t i t i i a n n i s . H n e l p r t i c c s t » t l e c o m p r e n s iti n d e l o l i j e t t i d e e s t u d i o , s e a p r e n d e t a m b i é n t l e l a s p o s i c i o n e s , d i s c u r s t i s , i m a g i n a i ’itis d e s d e Itis c í t a l e s s e e s t á i n t e r 'p r 'e i a n d o a t ) u e l i o t | u e s e e s t u d i a . L a u i m a tle c o n c i e n c i a tle la l i e t e r o g e t i c i d a t l tle l a s r c a t i d a t i e s y v i ­ v e n c ia s

dcl

liari'it) p u s o

cn

ev id en c ia

Itis

ttis c u i's o s

[ l a r l í a m t i s ( p e l i g r t i s o . d e i n m i g r a n t e s , p o b re ,y í/.v /íK ^ y )...).

l'c tiu c c io n is ta s

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Capítulo 4 4 Derivas y actuaciones. Aproximaciones metodológicas

Y de ibrma paralela a eslc i'cnónieno, sucedió que ai gimas de nosotras eiiipczanios a apropiarnos de cienos espacios sociales, pues la redelinición de nuestros roles compor­ tó una pequeña transformación de los sistemas en ios que nos sumergíamos. Hicimos de éstos espacios un poquito nuestros. En definitiva, ejercimos nuestra propia apropiación del barrio, dcsarroliando acciones y experiencias propias en él. Hemos participadc) en locales alternativos — en los que se organizan actividades reivindicalivas^— o espacios de ocio en los que, como vimos antcriorrnenle, hemos ido negociando nuestros roles. Cada una, de difercnles maneras, nos sentimos paite de las redes sociales del bairiti, conviniéndonos en «personajes» en lugar de «investigadoras». Este prtíceso de apropia­ ción de los espacios nos ha heciio desanoliar una conciencia de ias políticas que atra­ viesan el barrio, a partij- de nuestra implicación con los lemas estudiados. Fenómenos como el niohhiuf’ inmobiliario o la progresiva destrucción del tejido social, por ejemplo, nos han hecho tomar una perspectiva determinada en tomo a estos aspectos, es decir, un posicionamiento de tipo político. Nuestros análisis del banio nos han llevado a descon­ fiar o a ser más suspicaces ante las políticas municipales que dicen estar al serv'icio de los Iiabitanles. Seguramente, tras estas declaraciones, alguien podrá acusamos de falta de neutralidad y resolverá que los resultados de nuestra investigación .son parciales. Toda invesligación de tipo social guarda un posicionamienlo político implícito y el hecho de desvelarlo es, en todo caso, motivo de rigurosidad. En resumen, las prácticas de investigación propuestas nos acercan a unas formas de hacer que no tienen que ver solo con la producción de conocimiento, sino con una actuación cercana, compartida y politizada de todas las participantes. Es una forma de comprensión que pasa por la experiencia, por actuar con otrtis y por intentar cons­ truir de maneras colectivas formas de eslar en el mundo.

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S2

Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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Capítulo 4 ♦ Derivas y actuaciones. Aproximaciones metodológicas

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Theory

i ’sychohigy, v o l . 1 5 ( 1 ) , p á g s . 2 7 - 5 0 .

P A R T E PRÁCTICAS QUE TRABAJAN CON EL HABLA

CAPITULO

La práctica conversacional del grupo de discusión: jóvenes, ciudadanía y nuevos derechos Marii> I)omínf;;ue/: Sánciifz-I’inílla Andrés Davilu Legcréii

«1^ existencia social dc un grui'K* se construye... |De ahí quc| la manera en que un gru­ po es asimismo su jeto dc su historia y no únicunienlc resultado dc constricciones, atañe al análisis mismo dc los datos y sugiere algunas reglas metodológicas» (Michel dl Certuau). Nuestra aproximación a la práctica concreta del grupo dc iliscnsión en la invesliga­ ción social comienza por inlcrcsamtis en dicha denominación, pues esta suele ser tan criticada como usada de manera acritica. En el prim er caso, se considera confusa a la hora dc distinguirla dc otras prácticas homónimas y en boga (como ocurre con la participación de usuarios dc Internet en un foro on-line sobre temas de interés com ­ partido mediante el intercambio dc mensajes electrónicos, por ejemplo); en el se­ gundo caso, se intenta confundir eon otras detK)minacioncs (tales com o «reunión de grupo», «dinámica de grupo» o «focus group», sin ir más lejos), de las que se pre­ tende que sea equivalente o mera traducción. En ningún caso dicha distinción resul­ ta insignificante, pues compi)rtu un generalizado desden hacia la consideración de los planleamientt>s y desarrollos que conforman la especificidad de su práctica. Para evi­ tarlo, nada mejor que poner de manifiesto siquiera brevemente tanto la heterogénesis com o el devenir que han ido conformándohi.

Fo rm ato s

crupales y fo r m a s de d is c u s ió n

En cuanto a su origen, cabe señalar que en la denominación misma de «gaipo de discu­ sión» ya se pueden percibir ecos de otra época, puesto que mediante la expresión «dis­ cussion groiips» en la segunda mitad de los años cuarenta se identificaban ciertos experimentos controlados — e inspirados en los planteamientos dc Kurt Lewin— para el estudia de dinámicas de grupo y la pi oducclón de cambia social en términos de capaci­ tación y adiestramiento en habilidades básicas (B kadiokd y F-riínc ii. 1948). Esta deno-

9B

Estrategias y prácticas cualitativas de investisación social

pronto se vcrúi sustitiiid;i por la dc «T-j:roiip» (ahrc\ iatur;i dc «training group»), cuiTcspondicnlc iit que lucra puesto cn marcha jior cl propio Lcwin \' su equipo en 1947, (.|uc etinoccrfa tlesdc entonces un relevante desam)Ilo cn cl campo de la intei-vención psicosociotógica en organizacitines e inslitnciones, primero en Estados l Initios y, a partir de luíales de la década siguiente, en Euicipa. En la época posterior a la Segunda G ucna Mundial tamhicn se desanolla la psictilerapia dc grupo, tanto por la adopción psicoanalítiea de la iniciativa planicada en 19,'í 1-32 por cl médico, lilósofo y sociólogo Jacob Levy Moreno (pionero del enfoque psicod ramati co o dc la sociometría topologica), como |x>r cl cnfoL]ue clínico (a diferencia del psicosocial dc los T-groups) esbozado por Cari Kogers desde U>s a)it>s cincuenta a iraves de los grupos de encuentro -> en tanto t]uc «dc discLisitMi», precisamente porque desde este segundo elemento se apuiUa a la

' l_ el «conlcxlo convencional o lingüístico» (Ibáñiíz, 1986a). Algo que. sin embargo, el termino «discusión» no muestra con ciíuidad a no ser que alendamos a la polisemia dcl vocablo inglés «discussion». lanío en la primera denomi­ nación }'a referida de los años cuarenta como cn cada una de las referencias que, a tra­ vés del mismo, se encuentriin en los múltiples textos que se ocupan de las técnicas grupales cn sus diferentes i'orniatos. Por ello, respecto a la discusión habremos de tener en cuenta al menos tres acepciones, según se refiera al hecho de: í/> «con.siderar algo de­ batiéndolo»; b) «tratar de miuiera oral o por escrito», o c) «tener una conversación acer­ ca de algo». AI fm y al cabo, cada una de ellas apela a las distintas situaciones enunciativas (caso dcl debate. )a mesa redonda o la conversación) cn que se inscribe tal discusión, según adopte una u otra íVirma a tenor de cuál sea el formatt) del que se trate (caso dcl grupo focal, el grupo de expertos o el grupo de discusión, respectivíuiicnte). La selección y disposición de los distintos elementos presentados en la Tabla 1, en la cual se ha pretendida) establecer cieilo recorrido entre sus extremos desde la adm i­ nistración de un test en público hasta la propuesta de un espacio para la conversa­ ción, se conespondc con la intención de contrarrestar cierta difuminación de las diferencias entre grupos focales ijocus f>roups) y grupt)s de discusión, cada vez más repetida en la práctica investigadora — tanto profesional como académ ica-— , y que T aula

i

F o rm ato s ^rupale.s y fo rm as de discusión

Formatos grupales

Imi riñas di* discusión

Rt'fertncias básicas

lintrevisla cn grupo

CJrupo focal (jócus group)

No hay uil. sino DcbcUe tan solo (Discusión Uiiilo inlcrfcrencias por organizada como liirigichi desde la exposición de cada respuesta experiencias públicamente. parliculares).

(MfiRTON. f'iSKE y (KiurEcaiR. KhNtMLL, 1 9 9 0 ) Gkllüalim.

1994; 1998)

Gruptí de expertos y/o profesionales

Grupo de discusión

Mesa redonda (Discusión cii controversia a partir de posiciones discursivas previas y elaboradas)

Conversación (Discusión en un trato mutuo que compcesos sociales en ciusti. aun cuan ­ do am bas lian de haeeise presentes — en mayor o menor gratio y según sea cl caso— cn la realizaeitín de catla investigación concreta. De hccho. nti es un tipo dc téciúca u otro lo que da forma a una Ín\estigación st>cial cualitativa, sino el p r o c c s tt de in­ vestigación que esta implica según los distintos m onienlos tjue la conforman.

G rupo

fo cal y g r u p o de d is c u s ió n

Entre las exigencias tic diclio proccsti se ciienta la asunción tle un posicionanúento «en contra dc totlo /í.svj a cn livo de las leen Icas de invesligación sociológica» (Oiíii, 1493; 1,'^4). Para cliti, tlistinguir inuis de otras resulta una condición necesaria, aunt¡ue nt) suficienle. De ahí tjue en estas páginas nos dem orem os un tanto en la caracterización dc estos tipos de técnicas grupales que. sin embargo, suelen i nd ife­ re nc iarse en no pt>cas páginas de la literatura cual itati vista. Ctimencemcts por el caso tiel grupt) local, entre cuytis rasgtis caracierislictis hemos de et)iisitlerar tjue, para la obtención de tlatos, tratará de superar el ámblio tie las enlrevistas ct>n cueslionario, si bien dicha prtiduccitin sigue siendo plantcatia desde cl juegt) gcnei’alizado de pregunta y respuesta que en el mismo se maneja. Para enlentlerlo. ay uti a ría nt> pei'tlcr de \ ista que en el ot igen del/fn'íí.v graup se encuentra precisamente \ a f o c i t s e í ! i i U í ’r v i c w planteada por Roberl Mcrton ante la renuencia cada vez maytir que «muchos sujetos, personas e incluso compt>rtanúentt>s > cuestiones sociales» pre­ sentaban a «ser iratatkis a través tie medidas estatiísticas» (MiiKtcJN, Hiskíl y KiíNnAi., 1990: X). De hecho, el inicio dc tales grupos, tjuc en un piim er momentti son intiistinguibles de las entre\ istas fticaiizadas. data tie finales dc 1941, cuando, a rct|uerimienit) dc í^iul Lazarsfeltl y su equipt>. Mertt)u [irograma el ust> de ai¡uelitis com o un mecanismo tic alinacitín y ct>mpleincnlacit>n de tas respuestas tibicindas mediante cuestionarios sobre audiencias ratliof'ónicas — Iralando tie eaplai' nu>tivt)s y i'etiexioncs acerca tle lates respuestas por parte dc quienes las liabían pi‘t)ferido— . así conic) til la \'aloracit')u dc algunas películas emitidas para aumentar ta iiuiral y las con\'iccit)iics tie los soldatlt)s dLitanle ia Seginida Ciucrra Mundiiit, Sus principit)s mctodológici>s ilúdales se encuenlian en las entrevistas abiertas, sin etidificación tle las respuestas, t|ue se uti li/alian en las pitieiias de prctcst tiel cueslionario y de ctnupiobacitín dc la cahtiad de tos datt>s producitios cn las encuestas. Ptisleritirmente las en­ trevistas tucali/atias se aplican a grnptis naturales, at tibjclo tic ctimpnibai- los etiiupoilanúentos eoteclivtis y el ctiiUexto social tle ta pcrsiiasit'm tle masas. A pesar de esta clara continuidatl intelectual entre la entrevista localizada (estructuratla) y Itis grupos locali/atios. Merlon reconoce t|uc nti se lardtí en encontrar las tlifcrcncias cxis-

Capítulo 5 4 La práctica conversacional del grupo de discusión: jóvenes, ciudadanía...

(Ciiles cutre ainhos tipos de cntrevisla. esto cs: grupa) e iiidividuul, eumenzaiuhi p o rci ílecho de t|iie cii lérniinos pragmáticos tas entrevistas grupides resuliaban iniieho más difíciles de orientar tí acia unos objetivos ya previstos y. asimismo, los resultados pro­ ducidos se escapaban con frecuencia de su posterior trataniienlo cuantitativo. La expansión de eslos pioneros grupos focalizados {JocuscíI groups) se debió más bien at uso que de ellos se hizo hajo la presión de la investigación de mercados y su bús­ queda de dalos compaiables, hasta el punto de considerar la supuesta redundancia de ta información que pioporcionan como si se tratara de un dato val Ítío para caten lar las distribuciones de tas respuestas, de manera que si \arios giiipos repetían una ojiinión eso supondría la consideración de que esta era ampliamente compartida. Por otra par­ te. existían además varías ventajas de los grupos focalizados (llamados luego grupos foca tes o /ócí/.v groups) en to t|ue se refiere a las entrevistas individualizadas: ofrecían múltiples definiciones de una misma situación, así como respuestas más diversificadas e incluso innovadoras rcspeclo a la guía previamente establecida. Además, ta inter­ vención de cada pailicipante establece implícitamente un modelo para et resto, de m a­ nera que se proporcionan respuestas cada vez más personalizadas, con ei resultado de que el debate tiende a fluir en una dirección: el relajamiento sucesivo de las inhibicio­ nes (M hrkjn, FisKr y Kf.ndm., 1990: 143). Sin embargo, aunque a diferencia de una situación de entrevista en grupo o Joca sect im ervicw (cuyos [larlic i pañíes en modo al­ guno generan discurso grupa! ya que tan solo dan lugar a una serie de inter\'eliciones individuales en un etíntexlo grupal de escucha) en una situación de grupo focal sí se produce cl reconocimiento mutuo de ios otros en términos de coconstrucción discur­ siva. en su conformación todavía pesa sí)brcmanera la aprensión a los .sesgos propios de la interacción entre quien entrevista y aquel a quien se entre\ ista (electo tiato, inHuencia. etc.), en este caso encamados en las figuras del moderador y los participan­ tes dcl grupo. Un someri) repaso a la bibliografía especializada, y su afán por establecer las caractcrístícas de un buen nioderadtn \ así lo atestigua. En particular, se ve en todo lo que atañe a la preparación y desarrollo de una «guía de discusión» mar­ cada por la dircctividad^: intniducción de temas de debate; preguntas preestablecidas (cn términos tanto de iniluencia étimo de atribución, etc.); materiales de estímuh); ejer­ cicios proyectivos,., en definitiva, una guía para tm debate, forma que adtipla una dis­ cusión hecha de reeapitulaeiones y en aras de una conclusiíín fmal {véase la Figura I ); de ahí que la evaluación de la con s ist ene ia interna, así como dcl grado de imprecisión

■' Al respectt). cabe dccir que KRi'r ntiii í 19^4). G hpi'.n'hakm ( 19X8) y l,i ni-ts (2 0 0 4 ) — Iti.s que puntun!mt:mc ,sc unen lanío Ruiz Ü!_AinJfiNA(¡A < co m o C a í urjo (20ÜI )— apuntan algunas de las caríicierÍNlicas con uiui paritcular relevancia en la laica tle inotlerar grupos loculei,: I. Fam U iuruJuit c o n tos pnK't.‘S()s íint¡ntU ‘s: 2. C a jH ií'kku l íU- fs c u c lu ir , .1. S fn tiJ o tU'l onU-ír, 4. Svttsuia dt'l rit» io ‘, 5. S t’itíidti J c i h u m a r; 6. ICncr^^kt viial; 7, Ji n r r iinti u ticí iiatiu h u \e d e i itiun im ictU os so h rc cl ivniu: 8, C a p a c id a d d e a /trt'n d iza jr; 9. C a p a c id a d d e v d tu 'S f ctu-nta^^: 10, C a p a c id a d d r c a in u n ira c ió n ; II. ScnifJatK xi con los p a rn 'rip a iu rx : 12, C a p a i itia d d e coik fm r a c ith i rnctUal y 1,'í. Vixióu f’xrraicf>ica, ■' «til m o d e lo rectímcndatlo para inicúar la discusión de grupo incluye eslas etapas: I. La bienvenida; 2. l^a revisión dcl asumí) a traiar; 3. Las iu)mias tiásieas; 4. La prmiera preyunia» ( KniifítiiíR. 1994: I i 3j.

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102

Estrategias v prácticas cualitativas de investigación social

F igura I E strate jíía dt* hi

g u í a d e d e b a t e ( t u p ie g u i d e )

en ^rup o focal

eii las respuestas, constituya una de las preocupaciones básicas respecto a la inforniación obtenida mediante esta tccnicíi dc invesligación. Eu ei grupo de disensión, por cl contrario, prima la constitución y disolución dcl m ismo a través de la conversación entre sus siete u ocho integrantes; una discusítín geneiadora de signillcación y nt) solo de infoiiiiación, caracteiizada de hecho por su no tiirectividaü. De ahí la importancia que adquiere la elaboración de una estrategia aprojiiada para cada caso y l|uc sc aborde m ediante iin ^uiihi roiiversaciotutl. en el que cabe distinguir tres apartados lundanientales (vcasc Figura 2): A) donde plan­ tearse los modos cn que se presentará, tanlo la investigación y a quienes la llevan a cabo, como la sesión y a t|uicnes participan en ella, presentaciones todas ellas en coiisotiancia con aquellos aspectos que previamente hayan sido tratados duratile la contactación; B) donde se concreta la manera en que se pretende suscitar la conver­ saci ()n por parte del grupo, esto es, una provocación inicial que habrá de ser cohe­ rente con lo ya expuesto lantti en la contactación com o en las piesentaciones a la ve/. t|ue es capaz dc provocar una dinámica abierta de conversación (a lo que suele denotninai'se «discin'so libre»); y C) donde se trata de establecer cn un orden lógico (que no cronológico o l|UC se deba seguir secuencialmente) las tiií’erenles situacio­ nes, las distintas tenuiticas. las diversas cuestiones... involucradas en los objetivos

Capitulo 5 ♦ La práctica conversacional de) grupo de discusión: }óvenes, ciudadanía...

F ic íd r a 2

K strategi;! fiel

f ittió u

p ara un

de discusión

coiicreloi; de la invesligación, de cara a .su abordaje medíanle la conversación grupal y las provocaciones (tan(o la inicial como la coniinuada). No en vano el guión da cuenta de la esvralegia de emergencia y canalización de la discusión por parle de quien asume la figura dc prcccptor del grupo, aquella propia de quien «trabaja so­ bro cl discurso del grupo sin panicipar cn él» (IbáSii-z, 1986a: 302), induciendo y controlando la discusión. l.a confrontación entre una y otra técnica grupal, esquematizada a través de las Figuras 1 y 2, trata dc sugerir t|ue qui/.á no se deslaque tanlo ct)ino se debiera la por integrar el devenir conversa­ cional (esto es, lanío las maneras de discun ir como dc derivar dcl grupo) cn lugar dc la evocación de un orden preestablecido dc debate (que cumplimentará prí>grcsivamenle el grupo) que rige la guía de un GP^. Sin duda, ayuda poco la habitual confu­ sión que se promueve entre proceso y progreso, hasta el punto dc hacerlos parecer sinónimos, aiui cuando resulta que únicamenle podremos apreciar progresión enlre ' Y que riísiiUiin üiin niíis cvidL'iUir en hi (JenoniiniicitSi) liabttuíil íJl- cslii cn los estudios dc iiierciido c o ­ m o ¡ú w it ele p m ilo x .

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Estrategias v prácticas cualitativas de investigación social

cslasis (o nuMiientus de dctciiciiMi) ilc proccsos. que, tlicho tle olía foiiiia, eoinporüp eiUentlcr nuc tdJo pi u¿:i eso no cs sino im m om ento del proceso que inlegra. por dellnieióii. aquello que sea c a p a / de contribuir no st)lo ii su [>Liesta en marcha, sino Uimhicn a su puesta en cuestión ( [Cavila, 2007). Esta es un;i dilerenciaeion relevan­ te >^1 asumimos t|Lie una invesiijiación social cualitativa se conlorm a com o un ftrncc.vf> (thit'río (ic inví’sfifiíicith}, y en lo que concierne tanto al tlisei'io (que «será tnniIjileado a la vista tle sucesos imprevistos t[ue ocurran a lo largo del proceso») c o ­ mo al análisis («en la nietiida en que puede producir inlbrinaciones no {^revistas en el diseño»), tanto a las técnicas (de ahí la denominación de «entrevista ahici'ta», por su carácter no tlireelivo, en lugar de «entrevista en piofiinLlidad») eom o a quien in­ vestiga — sujeto cn proceso que se integra en el proceso de investigación y «es la úni­ ca metlida de un pi'oceso social»— (Iháñu/, 19S(Sb: 72-78), frente a la reiterada insistencia en la disyunción cntie sujeto y ohjeto propio tlel paradigma clásicí) (t> tic siniplillcacitMi). Ante la am algam a poco cuidadtisa que no pticas veces se ha estahlecido en tantos m i M u íales entre unti y otrti tipo de ftirmatt>s grupales, exacerbada por la sinonim ia L|uc parece haberse atkiptatlo hacia el grupo de tliscusitín y el grupo focal tle m ane­ ra gcneíaÜzada^’. entendem os t|ue es particularm ente apropiatio proponer una compaiacitín sintética entre am bos, ate n d ie n d o a algun os de sus rasgtis más caiactcríslicos. T abi A 2

C u a d ro resum en co m p arativo entre g ru p o s ele cliseusión y g ru p o s focales n p a r a c a d a c u a l.

Ptiiii ob-ícrvitr cl atcaiiLO ilc dichii tiii; /■/ fii tip u L¡f líisi u s ió n . Ciiiiii p r i u’ tit

con consultar la i>hia ilc tru|M> (If d isc u sió n

G r u p o f se pi titUicc una y úniea convcrsacitín. El f’uión dii cuenta tie su estrategia para el Iralaniiento dc lt>s objetivos a través de cada grupo en cuestitín. No es un corsé ni algo ce ­ rrado que haya que seguir al pie de la letra; cl guitín hay que trabajarlo minuciosamente (temas, conce ptos.,.), ordenándolo dc It) ge­ neral a iti concreto, y así poticr tcncrk> pre­ sente durante la scsit>n para valorar de qué manera resulta rect)nt>cible en el ir y venir (o discurso) dcl grupo de discusión.

El papel del mt)deradt>r sc caracteri/.a por su directividad. En la .ífií/V/ se atiende a una discusión cn for­ ma tle debate, por lo que incluye tanto p r e ­ gu nta s (según un orden p ree sta bl eci d o) etimo materiales de estímuiti, ademiís de uti­ lizar técnicas proyectivas, atender a criterios de evaluación..,; teniendti ademá s en cuenta que, durante la sesión de grupo, difícilmen­ te podrá tini il irse ningún aspecto que previa­ mente haya sido negociado en la deman da dcl estudio cotnti parte de dicha guía.

El preceptor suscitará una ctm versación m e ­ diante u n a dinámica abierta: — Incitandti a que hablen t|inenes perma­ necen en si lene i ti y a que tlejen tic hablar quienes no calluii y así tratan de imponer su criterio. — Repartiendo «juego» pero sin imprimir un ritinti determinado al grupo. — Mantciúendti una actitud de escucha y observación activas.

Las principales tíireas del mtiderador stin: — Ser un inoltir del grupo"'. ^ Lanzar preguntas al grupo y a la vez tifrecerle respuestas (desde una ptisieión tic lidcrazgt>) a las que este plantee ”, — Ctintroiar ai g r up o ( d e c i d ie n d o así quién, cuánto y cuándti interviene) para conseguir que Itis participantes dcl misnit» no dejen de abt>rdar los temas que les propone.

Dtinde interesa la espt>ntaneidad del grupti, pues se pretende dar la oportunidad de tpie cincija el proceso grupal dc ('finvcrsación que dará Itigar a un ptisterior análisis dc tliscurst).

Dt>ntlc interesa hi espontaneidad de tpiienes participan, pues se atiende más al proceso interact ivti entre estos y las ¡ntervcticitines tlcl moderador Uh'haU' que suele ser stimetidti a un análisis tle ctintenitlti contextualizatto V no tanlti de discurso).

L a c o n v e rs a c ió n d e l g ru p o de discusión C a b e r c c t i r d a r q u e la i n v t : i i c i ó n d c l g r i t p o d c t l i s c i i s i t i n s c e n m a r c a e n c l d i s c t i t i t i c uti p a r a tJ ig tiia c t i t n p ie j o p a r a la in v t;stig at:ió ti s o c ia l p tir p a r te d c J e s ú s I b á ilc z , a k i lar-

^ lis un mtiitir t), si sc Ljuiciv, «unu especie dc embrague tjiie rcprucb;i ít k)s que hablan en cxcest) y Itis que callan» (CAí.i.LJti, 201)1: 12ü). •' LI buen iiindenidor debe tener al misinti tiempo una personalidad analíiiea y stntetizadoru. diletante y ejecutiva, teórica y pragmática. Debe actuar siiuulláneamente enmt> investit:adt)r y etimti ejecutivo, con capacidad para tli.scernir to importante ile lo qtie no lo es, aquellos temas cn los que aún se imctic tibtciici' más inlormución tic aquellos t|ue ya han sido saturados, aquellas cuestiones t|ue pueden enriquecer su trabajti de las que son simple ruido de palabras (kiitz Oi akuknaoa. lyy'-í: 252).

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yti tic Mitias tltÍL'íKÍas y l"ii t l i \ c i s n s tVcnlcs ( D .W ' ü .a , 1997), lo c ua l c t i n l k ' x a i c n c f jiícst'iitc (.|Ul' c n tíicht) p a r a t l i u m a cl g r u p o cic di se l i s ion se inse rí b e c n e i i a n l o p r á c l i ­ ca conversacional. Hs e i c r l o l]iic no s u e l e c c l i a r s e cn s a c o ro lo ia i n d i c a c i ó n tiel pr o pi t) i b á ñ e z a c e r c a de c|uc “ cl g r u p o ele Liíscusión sin’g e " c o n l r a " la e n c u e s t a e s t a t i ísllea, cii dc ios mit'iiibros dcl grupo está encerrada, en el espacio y cn el tiempo, ptir las fronte­ ras dcl grupo... lin el espacio, la aetiiíicióii de los m iem bros del grupo está con ten ida por la eNtn.iclura c o ­ lectiva de las relaciones entre los miembros, fcistructura colociiva, circularidad transitiva... En cl tiempo, el grupo está einparedado entre dos nadas, emerge de la nada para retom ar a ella. N o puede prcexistir ni subsistir» (iHÁSitiz. lyKfic: 496). Y en este punto hem os de seíialar la propuesta realizada por Alfonso Ortí y Fernando Conde ( IQQ.'Í) acerca de «unu nueva c stn ittu ra dc la practica cualitativa de los grupos dc discusión a la que podria d e ­ nom inarse com o Gn»¡u>s de }>is "socu-itirisui" sobre la expresión de los conflk hts /xí.v/fYi.v de Ut p í twtmalidad... jquc terminal com 'irticndolo en un aparato m etodológico de definición de paradigmas dcl consenso ideológico de los m acroprupos dc pertcnencia/rercrcncia» (Oktí. 199.^: 197j,

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cnnjimtos — :i su e-sti iicuiia y a su génesis— ¡prciendicncio iiictiiantc su sclccciiSn] incluir a (.|uiciics (rc)pi(K¡u/can mediante su discurso relaciones relevantes» (iHÁÑr/.. I9S6a: 264). Así, al tratarse de una nuiestia estructural, que no estadíslica. se tiende a ajustar el «niíninu) pertiiieiUe» tle sesit)nes tic grupos t|iie sea requerido por eatla cstutlio concreto para que puedan obtenerse cicitas regularidades significativas, cn lugar de redLindaneia repetitiva. Metliante el diseño de dicha muestra se construye el espacio social de reíercncia tle la investigacitín concreta y cn el que se inscriben Itis grupos de discLisit'>n. Esta ft>eali/ación la realiza cl equipo investigadt>r a partir de las variables (V.). categorizadas (C.). según la peitincncia de las mismas según cada easo, en un prneeso que eabe estjuematizar dcl modt) siguiente (Figuia 3): en primer lugar, eligiendo aquellas dos que constituirán los ejes rinulamentales de dicho espacio, y en segundo lugar, estable­ ciendo las categorías secundarias mediante las que se ccirará el pei4il de cada grupo.

C.

C.

J L

c. c. J i c. c. c. c.

c. c

E S P A C iO S O C IA L D E R E F E R E N C IA

EJES

c

FitiukA 3 l^^k'cción cíe lo.s t'ji's y enti?Kcupa. tUulo q u e el canifiio st)CÍal y la ctincepcitSn d e la ciutladanía e ra n Itis n úc le os t e m á t i c o s tic la in ve st ig ac ió n, y te nie nti o en c u e n t a , a d e m á s , las hip ó te s is tle partí ti a e l a b o r a d a s , no s inte re sa ba n; p o r u n a parte, las d i f e r e n c i a s dc etiatl a u n t r a t á n d o s e tic un univ e r s o deflnidc) en lt)rno a !t)s J ó v e n e s ; t a m b i é n , p o r otra p a n e , el nivel s t ) c i o e c o n ó m t c o m ed itl o en t é r m i n o s d e ft ir m a ci ón (u ni v e rs it a ri a y no u n i \ e r s i t a r i a ) y a c dv id a ti laboral; po r úliimt), la dispersitni en tiv un habi ta t tle gran conurl)aci()ii me tro pt) lit an a y t)tro urbant) in te r m e d io . A d e m á s , el e l e m e n l t i ct)nstitU' livt) del gru ji ó d e d is c u s ió n ratlica en ser u n a in le racci tín ve rbal c n ftirma de c t i n \ e r s ac ió n , y para q u e e s o sc lleve a c a b o es precisti t|tie sea simétrict), e s to es, t|u e en cl grup ti no se re[ii’Otluzean rciacit>nes tic ptidcr o dominucit>n si m b ti li c a e x i s t e n t e s en el e s p a c i o síicial c o r r c s p o n t li c n l e . Ptir ellt) se evitt) q u e e n t r e los ]->ar(ici|)antcs h u b i e ­ ra Jin islas, ab tig ad os y t)(ras p r o f e s io n e s y e s t u d i o s re la cio na dt) s ctm las c i e n c i a s stici al es en ge n era l. ' l a m b i é n se tipió p o r grupt)s c u y a c t) m p o s ic ió n l'uera h e t e r o g é n e a , los c u a le s , a u n q u e m e n o s ctilierentes, U)grabati [irtiducir e n u n c i a t l o s m á s i ict)s para el a nál is is , en ciianlti s e ñ a l a b a n m e j o r las d is e o n l in u it la d e s y c o n l r a t l i c c i o n e s d e Itis e l e m e n t o s t|ne d c ll n e n el objelti tic estutlio. D a d a t a m b i é n la p r c m i n a le mp tir al e s t a ­ b le ci d a poi' el ct)iUralo tle la investigacitin. sc dis eñ a i’t)n do s gru]it>s tle tliscusit">n. fbrmatit)s pt>r ocht) ])crstinas c a d a u n o y c o m p u e s t o s p o r una prtiporeicSn e q u il ib ra tl a tle

Capítulo 5 4 La práctica conversacional del grupo de discusión: jóvenes, ciudadanía...

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hombres y inujercs cte entre 19 y 29 años, citya ocupíición y l'orniación se corres­ pondiera en cada uno de ellos con lo esperado para eslas edades: quienes eran m a­ yores irabajabaii, mientras que quienes eran menores de entre ellos y ellas estudiaban; no obstante, también había jóvenes en situación de desem pleo y quienes trabajaban a la vez que estudiaban. De manera que el perfil de dichos grupos se co­ rrespondía, por una parte, con el de dos grupos de discusión heterogéneos respecto a las variables calegorizadas de edad, formación, actividad laboral y sexo; pero, por otra parte, homogéneos respecto al hábitat (por la conjetura de que los sujetos de ám ­ bito metropolitano tenderían a mostrar más sensibilidad al respecU) que los interlo­ cutores del ám bito urbano). PerIIles que en términos sociodem ográficos se expresaban de la forniLi indicada en la Tabla 3.

T abla 3

Características de la composición de los grup entonces tliciu)s derechos laborales ya no se contemplan com o tales, sino conni in­ terés: «'fercsii.— ^... se traía que ostanios hablancio de una fi>rmación que es de cara a la enipresa y es para tu trabajo, o sea, es para ti peni para des em pe ñ ar iii trabajo, con lo cual sí es una Ibrmación la que tienes tielante pero para lu trabajo y para que tu trabajo se desarrolle mejor llene que ser cn itii horario laboral, porque para t|uc sea cn horario de lucra me voy a un curso que me interese y no que m e lo vengan d an do así, cslc curst* que es y punU), y tal, pues em onees no me inieresa... Darío.— O para coiujcimieiiio prt>pit>... Teiesa.— lis propio, pero para la empi'csa. Ls para favorecerte a ti, pero en la medida en que les lavtjreees a ellos, que es para ellos» ( U D 1).

Esta tendencia a primar la dimensión objetiva (jurídica) en la caracteiización de los derechos sociales frente a su eventual configuración com o situaciones jurídico-sub­ jetivas pn>tegidas o que puedan dar lugar a una pretensión individual, lleva a nuestixis interlocutores a hacer hincapié en una versión desmaterializada y meramente formal de la valitlez de las normas, t|ue nunca se concreta en la adecuación de los contenitlos sino solo en la forma de la ley (norma) a los niveles del ordenamienit>. La distancia por «anticipación» se tíbserva. por ejemplo, en la discrepancia existen­ te entre la descripción de una distribución ideal de roles en térm inos de igualdad y las prácticas de tal distribución o. en otro orden de cuestiones, la imagen social de Itis procest>s de cam bio (de lo t[ue ha cam biado )' de k> que cam biará en un futu­ ro). etc. «Irene.— ... pues hasta los treinta años yo no pu edo entender t|ue tengan que tener nin­ gún tipo de [derecho específieoi -- Cret) que son personajes que ya..., creo que tienen tjue ser responsables de sus actos y tienen que saber defenderse en la vida; t) sea, (.sa­ bes 7, o sea, y saber tlefender situaciones que se les planteen igual t|ue pueda ser igual t|uc una persona más mayor, o .sea. a partir de lt)s treinta o tle los cuarenta, o cualquier olra edad. Y(> cret* que no sería necesarit>» (CiD 2).

Nos enconiram os así que los cambios o nutdificacitines se pcicibcn. por un lado me­ nos y por olio más, ctJino un conjunto de «desfases» ct'>n respecto a las experiencias de los sujeit)s y a los valores t|ue encarnan los derechos, de lo que debería ser y en cam bio es. L’ii desfase típico sería la falta de identillcación ctin respecto al papel cjue

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desempeña cualquier tipo de autorid:id institucional, aunque esta siga siendo un es­ pacio dc interacciones afectivas y expresivas. Ello se enuncia cituamente en la per­ plejidad frecuente que se siente ante la autoridad una vez que esta pretende ejercerse racional mente pero cn su descmpeilo boicotea la equidad establecida por la conjun­ ción de los derechos. De ahí derivan las expresiones cargadas de fatalidad en forma de doble vínculo dcl tipo «hagas lo que hagas, siempre te sale mal», indicio de tales perplejidades, que tendrían que ver con las dificultades de ejercicio dcl m encionado rol desde la perspectiva de una autoridad. «Maribcl.'—-No llene tjiie ver solo con la edad. Hay personas con más edad y tienen meno s experiencia, y por la edad eso tiene algo que ver, pero que a lo mejor a ti te va­ loran más que a mí, para poder comprar un piso y para poder vivir solos. Necesitamos trabajar, pues eso, muclios más años para poder conseguirlo. L ue go dicen que p o d e ­ mos elegir. No pod em os elegir, no podemos elegir. David.— ¿Qué hacemos, pues? Maribcl.— N o ptidemos elegir, no podemos elegir» (GD 2).

No obstante, dicha incertidumbre no invalida que los jóvenes más fatalistas muestren una forma esencial de valoración social en referencia a la cual se ubicarán los pro­ cesos de diferenciación (de génesis de formas diferentes de valoración y significa­ ción). Por otra parte están aquellos otros que, bien debido a estas dificultades, bien porque apoyen imágenes más tradicionales del rol contrario, suscriben sus com por­ tamientos con mayor frecuencia y su imagen de autoridad y asumen que los derechos marcan las mismas reglas para todos y por tanto constituyen un medio justo, lo cual se expresa en ideas del tipo «es necesario poner bañeras», «te controlan pero no tie­ nes que temer nada de eso», etc. «Roberto.— .Si yo por ejemplo tengo un negocio, si te pones desde el punto dc vista del empresario o cualquiera de vosotros, si tienes que poner a mujeres no te va a inte­ resar, o sea, le va a interesar en principio menos ¿por qué? Porque pueden quedarse embarazadas... O pueden quedarse, pueden, pero es que es peí judicial para el einpresario... El problema entonces no es del trabajador ni del empresario, sino que tiene que haber unas leyes que digan...» (CiD 2).

B.2) Los enunciados poseen una cierta opacidad, pues los términos que resumen valores o significados morales en el habla cotidiana revisten una relativa generalidad. Ei cam po semántico dc los términos de valor es amplio y el lenguaje dc las valora­ ciones exige un análisis especifico de los enunciados en los que aparecen esos tér­ minos para que su pragmática (su signilicado en el uso) determine de qué sc está hablando, cónio y por qué. Bajo ei término «valor» o «derecho» cl lenguaje ordina­ rio encubre elementos muy diversos. Igualmente, tras términos como «bueno/malo», «justo/injusto», «libertad de elección» o «responsabilidad», aparecen realidades y percepciones muy diversas. Pues bien, cl grado dc adscripción a los derechos tenidos com o tales y cuanto que «valores», poseía una referencia semántica abierta, eslo es, tenía que ver más con la actitud ante la sociedad y menos con las opiniones especí­ ficas hacia tales derechos. No obstante, cabc adelantar en esle senlido que el criterio

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

no

cIl'

« v a l o r » a p a r e c e e n e s l e ti p o tic a n á l i s i s l i g a d o a los p r o c e s o s c s p c c í l l c o s tle ct)nst r n c c i ó n tic itieiititiad y u b i c a c i ó n s o c i a l , y tj uc la ii iieraccitjn s o c i a l cs la m a t i i z d e ta le s p i o c c s t i s . E l l o e x p l i c a tjue, a jics ar tle e s t a s d i s c r e p a n c i a s , se s i g a ol o r g a n tlti v a ­ lor a a t | u e l l o s tlci'cchos t|iic c u m p l e n las riincit)iies i d e a l e s d e j u s t i c i a e ig u a ld a ti . Así. pt>r e j e m i i l o , n o se c t m si ti o a q u e la d i f i c u l t a d d e a c c e s o a la p r i m e r a v i v i e n d a , s e n litia pt)r itidos el lo s , h a y a d e s e r p r t i n i o v i d a c o t n o u n d e r e c h o e s p e c i a l d e kis j ó v e n e s . S e irala tan s o Iti d e e l i m i n a r los o b s t á c u l o s q u e i m p i d e n nn a c c e s o e q u i t a t i v o p a r a todt)s. Datlt) su ptiteiicial la b o r a l («ini J o v e n piietle t r a b a j a r c n v a r i o s s i l i o s » ) y el c a ­ r á c l e r e s t i g m a l i z a n t e J e los fa v ti re s c o n c e d i d o s p o r Itis p o t i c r c s p ú b l i c t ) s l e n d c i i t e s a l'avtirecer a m i n o r í a s ( i n m i g i ' a n t c s ) , r e h ú s a n u n tralti d e f a v o r al r e s p e c t o . « T e r e s a .— N u . p orc|iic e s l o c|iic,' p;isíi c o n l o s i n m i g n i n t c s . t[iie t i e n e n m á s a y u d a s p a ­ ra c o n s e g u i r u n a v i v ie n t l a ...

M a r ía .— P u d i e r a s e r e s o , o sea, d e b e r í a ser, d e b e r í a ser... p u e s p a r a t o d o s , o n o va a h a ­ b e r p a r a l o d o s » ( G D t ).

Al fmal tle e s t a le c t u r a h a b í a q u e b u s c a r e x p l i c a c i t i i i e s d e ias c t )i i s t r u c c i o n e s s o c i a l e s p o r p a r le de mi eslrt)s in l e r k )c u lt ) r e s, d a n d o r e l e v a n c i a a las r el ac it ^n es q u e a p a r c e e i i e n t r e el d e c i r (la s ex p e e lat i v a s y o p i n i o n e s ) y el h a e e r e ti ñer e tíi (la s e x p e r i e n c i a s ) . E n e s l e se nlidti, el m t ) d e l o g e n e r a l s o s t e n i d o a c e r c a d e la a p l i e a c i t í n d e los d e r e c h o s f u n ­ d a m e n t a l e s e r a el de l « a n t i g a r a n t i s m o » , el c u a l a b a r c a b a u n a li'iplc d i m e n s i ó n : a ) u n a a c e p c i ó n f o r m a l y n o m a t e i ’ial d e la v a l i d e z d e las n o r m a s ; b ) u n c u e s t i t i n a n i i c n l t i del ni o t ic l o n o r m a t i v o de l d e r e c h o y del l ï s t a d o pt)rt¡ue c o n c e d e s u | i i c n i a c í a al prticetlim i e i i t o de l l e g i s l a d o r c o t n o e s f e r a v e t a d a a la d e c i s i t í n m a y o r i t a r i a y p o r e n c i m a d e la t o m a d e t i e c t s i o n e s ct il e c ti v a s; r j y p o r úll im ti , u n a tetiría d e la j u s t i c i a , e n la m c ditla en q u e r e c l a m a a n u l a r un ¡lunio d e v i s t a é t i c o - p o l í t i c o d e s ti e el t | u e la c i e n c i a j u ­ r í d i c a p u e d a ll ev ar a c a b o u n a ci ílica del d e r e c h t i y d el Estatlt). B a j o e s te p r i s m a a n t i g a r a n t i s l a , las p l i m e r a s g e n e r a c i o n e s tie d e r e c h o s ( d e c a r á c l e r civil y poií tic ti) c o n s t i t u y e n a c e p t a b l e s v í n c u k i s negative»s ( p r o h i b i c i o n e s ) q u e tleterm i n a n el lí m it e d e ki q u e el p ti d e r p ú b l i c o p u e d e h a c e r , m i e n t r a s q u e las ú l t i m a s g e n c r a c i o n e s tle tl er ee h ti s (de c a i á c t c i ’ m á s stic ial) a p a r e c e n c o m o v í n c u k i s p o s i t i v o s ( m a n d a t o s ) q u e m a r c a n ki tjue el E s t a d o nti p u e d e d e j a r de h a c e r y ptir tanlti s o n i n ­ v a s o r e s c i n a c e p t a b l e s , t i e n e n u n a i n c i d e n c i a d i s c r i m i n a t o r i a en el p r e s u p u e s t o ; y jior su c a r á c l e r e m i n e n t e m e n t e p i'e s la c io n a l t a m b i é n g e n e n i n t>ÍTligacioiies n e g a t i v a s (nti d i s c r i m i n a r en su p r o v i s i ó n ) jiara el Estadti. « r r c c ( ‘p ! o K — /,P (H Írú i .ser e s o u n J c n ’t'h o , a s ¡ } ir a r a u n n ifíH o íu n ¡> icn tc m á s Iiin¡n. ¡){ir {-jenif/ln/ M a r ía .— Y o n o lt> v c ti. yt) ut), co m < i lui d e r e c h o , n o , Hs c o n u i . p u e s e s o , q u e h a y q u e p o u c i m u lt a s y e s o , jiero no. R acjuef-—

(C5I) I ),

t a in j io c n . jiu e s e s e s o tie tjue te tiie e n “el q u e c tin la iv iin a p a g a " , y e s o . . . »

"

( ’ ) La t e r c e r a le c t u r a ti t r a n s v e r s a l t r a t a b a d e b u s c a r la c o l i e r e n c i a a r g u m e n t a t i v a , la m a n e r a e n tjuc se a b o i d a n y e x p l i c a n los ti iv e r s o s r e f e r e n t e s c o m o i n o d t i d e c o n s -

Capitulo 5 ♦ La práctica conversacional del grupo de discusión: jóvenes, ciudadanía.

irucción social dc la realidad pnr parte de nuestais grupos, a través de sus valoiaciunes sobre los derechos, en ciiak|uicra dc sus perspectivas y formas dc enunciación, que se construían en uii sentidí’*analítico según tres niveles; a) bi c)

EstruetLiriis normativas de roles y de sus expectativas. Reguladoras de conflictos y de estrategias dc convivencia. Configuradas en imágenes generadoras y catali/adoras dc significados para los sujetos portadores de tales derechos.

Para su análisis se diseñó un modelo que recogía una diferencia ya planteada entre el orden de las percepciones (enunciados) y el orden de las actuaciones (experien­ cias). El orden de percepciones se refiere a las formas cn las que los individuos, en térmi­ nos estereotipados, expresan su conciencia de los valores adscritos al universo de los derechos: — — '— —

El comprom iso que sugieren. Lo que piensan que sucede. Las interpretaciones de esos sucesos. El análisis de las situaciones hipotéticas de otros actores cercanos y sus mt>tivaciones. — La l'abuIlición de una sociedad justa, plena de igualdad formal. — El relato dc !a experiencia vivida ^— ante todo en términos laborales— com o lu­ gar a la vez dc ejercicio de prácticas dc tales derechos y de aceptación incondicionada de las reglas no siempre claras que los rigen. El orden de las actuaciones se refiere a los comportamientos normativos de las di­ versas instituciones sociales cn las que sc mueven, a la reglamentación establecida sobre lus tleiechos presentes e liipotéticos, a los ct)iiHielos que se generan en t(.)rno a ellos, etc. Dicho de otro modo, se trata de la posición enunciativa adquirida por cada partici­ pante del grupo en el juego de intercambio de los valores que rigen tales espacios normativos, así com o su proyección hipotética en la comunidad en general y en los diferentes grupos institucionales en los (.|ue se puedan plasmar. Este orden nos des­ cubre di' fa r lo que la asunción de derechos tiene un carácler más propositivo que sus­ tantivo. Nos revela asimismo que ni las desigualdades de nivel socioeconómico (marcado en términos de formacitín y actividad laboral) ni la edad o el hábitat, todas ellas consideradas en el diseño de la investigación, parecían en modo alguno generar diferencias en la renuncia soslayada respecto a los nuevos derechos por lo que estos pueden suponer de iiHroduccíón de agravios comparativt)s y, por tanto, dc injusticia. La única posición discursiva cn que paree ía darse una más acusada sensibilidad ha­ cia los derechos actualmente vigentes pero incumplidos correspondía a las mujeres, pero eso no significaba que se adscribieran a la inlroduccitín de nuevas generaciones de derechos que se etiquetaban con las mismas características que sus compañeros.

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Estrategias v prácticas cualitativas de investigación social

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[.as niu¡L’ic s ji ivc ncs biiSL'iiliati, [iiics. m á s la ig u a k ia ti jiirítiica ai'iii n o ciini]-)lÍLÍa c]uc \ii tlisci iminacit)ii p(.)siliva. c[iii/,á [lot iu> i d c i i t i l l c a r s c c o n cl e s t i g m a c]iic tollo s y t o ­ d a s a t l j u d i c a b a n íi e s t a ú l l i ü i a dis]H>sicióii. A s í p u e s , y en itíiiniiios d e c o n s e n s o , p a r a n u e s t r o s i n t e i l t ) c m o r e s c a b e c o n s i d e r a r cjLic no liace i a lt a in s li tu ci o n al i za i- los d e r e c h t ) s ; bLista c o n q u e los d e b e r e s c o r r e s ­ p o n d i e n t e s p u e d a n s e r u b i c a d o s c o n p r e c i s i ó n pai'a r e s o l v e r los c o n 11 ic io s d e n t r o del á m b i t o d c n e g o c i a c i ó n n i i c r o i n s t i l u c i o n a l . lo c ua l bai'ía s u p c r i l i i a s e s a s c a r a c l c r í s t i c a s d e lus (.lereeluis « i n s t i d i c i o i i a l e s » . B u s c ín ’ian a d e m á s u n a a d a [ i t a c i ó n n o i n i a l i v a , no j u r í d i c a , d e kis t l c r e c h o s I u n d a n i e n l a l e s a la h e t e r o g e n e i d a d s o c i a l , n iá s c o m o o b ­ j e t i v o s c|uc sc hati d c a l c a n z a r q u e c o t n o d e r e c h o s cU ir a n i c n tc c s p c c i U c a t i o s a p l i c a ­ b l e s a los i n d i v i d u o s , sin m e e a n i s m o s p a r a c o n v e r t i r l o s e n e x i g i b l e s . «Dav¡E LAS so intersubjetivo), Vinculaciones y des vinculaciones. ACTUACIONES/ C ’onflictos y estrategias de convi­ Procesos de ejercicio o negocia­ SISTEMA DE ción a través de los derechos. INTER-ACCIONES vencia: asignación y connicto de roles, derechos civiles v a . socia­ les. Negociación de intlependcncia.

dercchos y los Juegos de interacción y construcción de los esquemas de valores sub­ yacentes. Se trataba de un ituento de ordenación lógica en el análisis, pues las partes seiialaclas opctaban conjiintanienic en las diversas Tornias de enunciación a través de un desarrollo simultáneo y no lineal. Dada la perspectiva del estudio se acentuó el análisis de los procesos de génesis de valoración y, cn ellos, el papel de las imágenes com o generadoras y catalizadoras de signilicados para los sujetos. A tenor de io novedoso de k>s objetivos de la investigación, así cojiw del carácter ex­ ploratorio de la misma, no luibo lugar a la delimitación de posiciones sociodiseursivas coticrelas y diferenciadas. En vez de ello, y ctinio ya se ha descrito anteriormente, se perfilaron los elemenlos básicos que putì ieran configurar cl luiriztinte de sentidc» a partir del cual llegar a entender dónde y cómo se sitúan los nuevos derechos entre la juventud (lo que hizo posible así en una lnvestlgacit>n posteri tir profundizar en ellos al delimitar las diferentes posiciones soc iodi scurs Ivas a! respecto). A modt) de síntesis, sin embargo, cabría finalizar señalandt) t|ue: — Ex i sic un claro desconocimicnlo, cuando no desconcierto, ante las nuevas generaeltmes de derechos. — Se valoran cspeeialmenie aquellos derechos que cumplen las funciones ideales de Justicia e igualdad. Elki implica que las primeras generacitmes de derechos funtianienlales (de carácter civil y ptilítico) constituyen aceptables víncultís negativtis (prt>hiblciones) tjue determinan el límite de lo que ei poder público puede hacer. — El mt)delo general de a[)licación de k)S derechos fundamentales es amigaran lis­ ta. lo cual suptine ptir contraste que las últimas generaciones de derechtis {de ca-

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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[■¡k-lt-'c tilas MK'ial) se pctvihiin cuino \ ínciil(.)s [■>osÍli\os (niaiulatos) tjiic murcaii lo (.jüL' cl Lstai.lo no piictlc tic jar tic hacer y [lor lauto son invasores. Lhsciiniiiiaiiies c inacc[ilalilcs. Estos iIlmccIios sociales cIchL'rían apai’ecer más com o ohjeli\ns Ljiie como tlcrcclios clarainente espccificatlos y thrigitkis a la ciiulatlaiiía cu su conjunlo o a ciertos "riipi.>s. No es preciso inslilLiCÍt)iiali/.ar los iiiic\os derechos; bastaría con c)nc los tlcberes coiicsponchentes puctlan ser local izados para resolver los conflictos. Ello haría innecesarias las características de las luievas ”ciicraciones de derccht>s. que po­ di ían sitslitiiirse por nna atlaptación normativa.

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(

1 9 9 3 );

« E l p r o c e s o d c i n v e s t i g a c i ó n d e la c o n d u c t a c o m o p r o c e s o i n t e g r a l : c o m p l e m e n ­

ta r i c d a d d c la s t é c n i c a s c u a n t i t a t i v a s y d c tas p r á c t i c a s c u a l i t a t i v a s e n e l a n á l i s i s d e la s drogt>dependcncias», cn V V .A A .:

tu a le s.

¡a is d r o g o d e p e n d e n c ia s: P e rsp ec tiv a s stici(dé)^icas a c ­

M a d rid ; Ilustre C o le g io d c lic e n c ia d o s e n C C .P P . y S o c io io g ía .

1 9 9 9 ); M eutdolof^ia d c la in ve stif’iu ión c u a lita tiva , B i l b a o : D e i i s t o , R f K i r . R S , C . R . ( 1976 ); G n tp o s d e en cuentro, B u e n o s A i r e s : A m o n o r t u . V a n C A M F * O N l t n n T , L . i C ' u a u m o i , J . M . . y F r a k s s o n , A . ( 2 ()(). i): L a n ié th o d c d 'a n a ly se en firou/>e. A p p lic a tio n s {Ucicasioncs q u e d a t l c s J i h u j a d o t> s it ii p le m c n tc ociillt> Iras las b a m b a l i n a s ile los te xtos nie(0(.k)l0gict>s al us o o tic los inl'ornics IIna­ les J e iii\csligaci(ín, N u t' sl r o p r o p ó s it o cs accrcaiiit)s a la prá c tic a d e in v e st ig ac ió n q u e n c c e s a r i a n i e n i e se c o n l ’o n n a c o m o un e s p a c i o J e e n c u e n t r o en tre la teoría, la n ie to iio lo gí a y la ic a l iJ a tl s oci al , y a q u e . c o m o bien señ a la n L üschkn y W'liis, «u>maiulo c o m o m o J e l o el tleporte, cs po s ib le e j c n i p l i l i c a r la teoría y los m é t o d o s s o c i o l ó g i c o s » ( 12),

D epo r te ,

s o c ie d a d y tr a b a jo

A p e s a r de la impor tati le p r c s c n c ia del d e p o r t e cn las so ci e d a tl e s c o n t e m i i o r á n c a s . y J e q u e d e nna m a n e r a u o lra las a c ti v id a d e s d e p o rt i\ ' a s l o r m a n pa rt e d e n u e st r a \ i J a c o t i d i a n a ( c o m o p rá c li c a e s p o r á d i c a a nivel a m a t e u r , e t i m o há bi to , o s i m p l e m e n t e c o n i o e s p e c l a d o i e s ), cl a nál is is s o c i o l ó g i c o del d e p o r t e no ct)bra e n ti d a d p ro p ia h a s ­ ta ios a ñ o s o c h e n t a del si glo x \ . Es s i g n i l i c a l i \ a e n este s e n t i d o la opini tín q u e ya e x p i e s a b a n Lü.scuf^N y W r i s en la it il i od nc c ió n a su c é le b r e lihi'o S o c i a i a g í a d e i H c f u t r t r , c u a n d o s e ñ a l a b a n q u e «la m a y o r í a d e la.s p u b l i c a c i o n e s q u e ex ist en en el á m b i t o inlcriiaciotial soti de sc ri p ti v a s y a v e c e s c a r e c e n de to da r e r e r e n c i a a c o n c c p los s o ci ol ógic ti s» ( 197*^); 14), ni d e s a r r o l l o ta rdí o de la d i s c i p l i n a no im pl ic a , sin e m b a i g o , q u e el t e m a del d e p o r ­ te y cl juego no esté p i e s e n t e en la o b r a d e a l g u n o s c lá s ic o s e ti m o W e b e r ti S i m m e l , o q u e a u to r e s e o m o S phnc'Iír l ISSO) o Z naniecki ( 1930) n o p u s i e r a n é n f a s is en su vak»i educatici) t> en la funeitin q u e d e s e m p e ñ a pa ra la cl as e o c i o s a (Vr.Bi.i:N, 1979). N o ob s ta n t e , p a ta enlcntlei la cvohicióii actua l dcl d c p o i l e resulta f u n d a n ie n ta l p l a n ­ tearse las c a u s a s d e su origeti y d e s a r r o l l o ’. Así, a u t o r e s cotí t é m p o r a n e o s c o m o H u a .s { 1*>‘J2) lian p r i o r i / a d o los aspccttis sociopoiítictis, s e ñ a la n tk i i|ue la a par icit in tlel tic­ p or te m tid e rn o se astici a al p r o c e s o c i \ i l i / a d t ) r d e la sociedatl ingles a, ) a q u e el tlesarrollo tlcl tieporle jugti un iiiiportanle papel en la paciflcacitín tle las c l a s e s alta.s t-iel pa ís ( n o b le z a y terratetiientes) tjue se e ti c o n lr a h a n sujelas a grantfes te n s i o n e s . La t r a n s l o n n a e i t i n de kis pasatienijitis tratlicitinales tle las c la s e s altas eti a eli \ itlades dept) i ti \a s a s u m i d a s p o r las tuie vas cl ases intinsi ti a les urbatias etiti llevti a su ve/, la aceptacii'in tle dcler niina Ja.s n o r m a s y re glas d e jit e go , el autt>conirt)l e m o c i o n a l t) ia liúst|uc(.la de la victoria. P o r turti latió, para M a n u f j .i . ( 19Kfi). el tlcsarrtilki tic Ui sti‘ J’iua 111 Ki lc\ isidti de las disi 1Di lis ;i|>[iMut.¡onL's Uvtriciis dt; la .SoLÍnlogla dui IX*pori tí.

Hni Niii.\ (20111 (.

Vi.i A/gL't /-

Capitulo 6 f’ La entrevista abierta en investigación social: trayectorias profesionales...

cicdud inglesa y Ui adopción de dclerniinadas prácticas propias dcl proceso dc induKlrialización (racit>nalización, estandarización, etc.) fueron acom pañados por la evolución paralela de la práctica deportiva, orientada hacia la elle acia y la consecu­ ción de re su ilatios medibics. Otras visitincs del desarrollo ücl deporte presentan rasgos más críticos, comt) la de Bkcjhm (1993), que desde una perspectiva neomarxista stisliene que el deporte m o ­ derno es una práctica dc clase estrechamente vinculada al mtidc» de produceit>n capi­ talista y a las relaciones de producción burguesas, o la de B o l i r d i e u (1993) que destaca el pape! de las Public Scfiooi inglesas (donde se educaban los hijos de la aristticracia y la alta burguesía) en la ctínformación tiel dept)rte m oderno a partir de la evtilucitin de los pasatiempos tradicionales de las capas dtiminantcs. Para Bourdieu, cl deporte cumple un papel importanle en el contrtil y ft)rmación nu>ral de las nue­ vas capas dirigentes, pert) también explit;a la ptipularización posterit>r del m ismo en las clases trabajadoras ptir ese valoi' de control social, Bourdieu también incide en un aspecto al que haremos referencia en el análisis de las entrevistas: el hecho de que el deptJrte mtidernt:) ct)nslituye además para las clases trabajadt)ras una vía impt)rtante de nuiv'ilidad social, lo cual legitima a la burguesía para crear instituciones que prt)mucvan los valores c intereses prtipios dc lu profesit)nulización deptirtiva (racionali­ zación de los entrenamientos, eficacia, etc.). Hn tt)do caso, e independientem ente de que sc adopten distintas perspectivas teóri­ cas y de que la expansión del deptirte se explique por m otivaciones ectinóm icas, pt)lílicas, sociales c* culturales, cn la actualidad es innegable que cl análisis social del deporte ct)nstituye un t)bjeto dc estudit) que está experim entando un desarrollo creciente. La Socit)lt)gía del Deptirte ct)mt’> disciplina está cada vez más consoli­ dada en el ámbito internacional (ct)n revistas académ icas y com ités científicos pro­ pios), al m ism o tiem po que proliferan los enfoques m ultidisciplinares que incorporan contribuciones de la psicología, la medicina, la educación física o la anlropt)logia. En el casi> españtil, cl estudio y análisis del fenómeno deporti\ t) sc ha caracterizado por un d esanollo tardío cn relación con otros países y, como señalan G a r c í a FiiR R A N D t ) (1998) t) Mo.sco.stJ (2()()6). la mayor parte de las aportaciones presentan un marcado carácter descriptivo, con un altt) contenidt) empírico, y por to general los fundamentos metodt)lógicos de lus investigaciones — basadas principalmente en e n ­ cuestas— resultan basiante discutibles ya que «es habitual el uso de encuestas que se aplican sin diseño muestral» (M oscoso, 2006: 1 9 5 ) Existen, no t)bstantc, inleresantes conlribuciones sobre algunas temáticas ct>ncretas, entre las que cabe destacar * Ha tic dcsUicLirsc, .sin embargo, la imporlaiicia tic las E m uestas sobn- Háhitos de los Exparutles t|iic se vienen realt/.iiiidti pcriótiicumciitc cada cinco añt>s (1995, 2ÍHH) y 2s realizados It) han abordadt) destie una pcrspeeti%a que en nuestra o[iinión présenla un mareado cai'ácter psict)lt)gisla ya t|ue sc entiende el pií>eesí> de tnsereítín comti un proceso fuiitlamcntalniciile indi\ itlual cu cl qiic cl c \ ticportisia ticsplicga una serie tle cstiategias paia insertarse nuevamente cn el m er­ cado tic irabajt). Hn estas ct)nlribticitincs .sc ptmc especial énfasis en la idea tic transicitSu ( L a \ ' a l i , h i - , 20tH)). cuya vivencia individuili viene tieteiiiiinatla por cualro factores: las causas t|ue determinan el inicio de la transición, Itis faclorcs pcrst>nales. lf)s faelt)rcs ie!acionatlt)s con la adaplación a la transicit)n. y los íaetores dc ct)nlcxtt) ( Pi'in y V i L A N o V A , 2()0f)). Aunt|iic algunos aspeclt)s ct)iicrelos tle estas apt>rtaciones resultan tle gi'an inlert's, eu la in\ esligacitin que ntis t)cupa se lia t)[)tadf> por ccmsiderar las transicit)nes y trayectt)rias iiitli\ itiuales en relaeit')n ctm las explicaciones que eoiuemplan cl análisis tle lo soeial y que incluyen variables socioIt')gicas ct)mo cl t>rigcn de clase y las cam bian­ tes características tiel niiintio del trabaio, Dcstlc esle planieamienU), el estudio tiel piofesitinalismo deporti\’o, t|ue ctiiiiti heint)s cxptiesio aniericirnicnte tiene su origen en la st)ciedatl indiistrial y se ix)icncia eon et tiesarrtillo ccontímict) y lt>s canibifss st)cit)CLilturaIes, permite poner en relaci()ii el muntlo tlcl tlcpt>rte prt)festtinal con el nuindt) del liabajti. Ahora el tleportista profesional %ivc dc sii práclica tlcptirliva y sc ct>nviertc en un asalariatlo (,1c un club que participa cn ct)m|)clicit)nes tle carácter regitmal, nacional, e ine lust) inter­ nacional. La ctinee pe itili tiel dcptirte com o mera di\ersión da paso a un creciente jiioceso tle ]-)rofesionalizacií)n en cl t]ue pi’cdom inan las i'cglas niinuctosas. la oigani/.ieit)n técnica, la ctimpelencia mercantil, la espcciaÜzacitin, la jerarL|iiizaei()ii > la biistjuetia de la racit)nalización \ tlcl mejor renti i miento. lín tlctinitixa, en el tie por­ te profesit>nal. comt) señala Bkohm (I9 7 8 í. aparecen elemctntis impoi'iantes del muiitlt) tlcl trabajo, aunt|ne eurit>samcnlc la St)cit)lt)gía del Ueporle no to ha conleniplatlü de forma et)njiinia comt) tema de in\esligaeit')n ( L i ' S C H i : n y W lis. i 5; M ost tíst), 2006). Por lihimt), et tema t|ue nos ocupa rct¡uicrc atlemás una espcciHcacit)!! tlcl ctmccpto tle eai'ieia o tiayecloria profesional, cuyos lillimos tlesarioltos abt)gan por trasccntlei' su diuiensicín indivititial y considerai' las unplieaeiones t|iic ,sc dcr¡\an de las soeietlatles catla \ e / más canibianlcs. üiobali/adas v mentís cslructuradas \ ' 2onn ^

m ayor tk-Uilli* suhiv L‘>~imli(is dL* cai ivi iis y iraj et'loi ¡as pi'dllísiuiiiik's. véítx.sc ('o i i IN y 'i'nUNC.. IC! U t . M . el contexto de la investigación cn la perspectiva cualitativa y determinó la eleccitíti de la téctiica nietodok)gÍca: la en­ trevista abierta^. La utilización de la entrevista abierta tiene una larga hlsttiria en las ciencias sticiales, t|ue aquí nti podemos tnás que esbozar en pocas líneas. Existe cierto ctm sen so eti situar su origen en los estudios de caso realizados por la llamada Escuela tle Chicago"' durante cl pritner tercit> del siglo xx L,as importantes transformaciones económicas, dctiiográficas y políticas del m om ento acarrearon prt>blctnas sociales nuevos que para los sociólogos de esta escuela demandaban ser abor­ dadas de tbrma etiipírica, desde la experiencia concreta y particular de los sujett>s. Así desarrollaron una tiietodoltigía inductiva de canlcter cualitativo, eti la que se in­ cluirían diversas modalidades de entrevista. Otro de Itis contextos en los que se sitúa cl coniienzt) de la entrevista está relacionado ctm el célebre experimentt) de liaw thorne, de clara orientacitín psicologista y funcitinalista, Hevatio a cabo pt>r Elton Mayo, cuando tras una primera etapa de realización de etitrevistas más t> m e­ ntís estructuradas a los trabajadores, se decidití adoptar la técnica de entrevista no dirigitla para pertiútlrles expresar libremente sus actitudes y tipinioncs stibre su trabajti, sin que el entrevistador estableciera ptetnisas previas. Al remitirnos al origen de la entrevista en ciencias sociales es necesario resaltar que su desarrollo coincidió ctm la instilucitmalización de algunas disciplinas en Itis Estadtis Unidos, comti la Psicologi'a y la Stieiología, cn el niarcti de la perspectiva es-

*' Líis ctitrc\ islas con escaso grado de estnicturación y picgiinlüs tío estandari/íidas se dueeión de conoeiniientt> prt>cedcn de la Antrt)pt)logía Stieial o Cultinal. en la medida t|ue el tienoniinado «m étodo elnográllco» se tiefme com o luia práctica esencialmente descri|itiva ( H a m m i.R S L IíV y A lK IN S O N . 1994), conslituyendt) una parte fuiKkmicntal del m ismo la realización de entrevistas abiertas, el esbt)/.o de relatos de vida y la recogida niiniicitisa de dt)cumenit>s personales. Igualmente, ca­ bría destacar las contribueitines de la entrevista terapéulica (ctm Rogers ctmio [irecurstir), la investigación tlel eonsujito (inaugurada por Dicliter) y los estudios sobre comunicación de masas (Merton), que confluyen en la constilidación de esta prácti­ ca nieiotltílógica Aetualmentc, luia tle las grandes diferencias entre la práclica de la enlrevista cn la in­ vestí gac itin social y títras modalidades tic cont>cirnienit) reside tantt) en su aplicación más o menos íVirnial y sistemática, eomti en su capacidad para indagar en procesos sociales t) llegar a conclusit>nes generales gu iatlas tetiricamente a través de las valo­ raciones, representacií>nes y \'i\'cncias individuales. Metliante la entrevista el investigatlor social enmarca histt)riea y soeialmente las experiencias personales de sus entrevistados y busca com prender los procestis sociales que subyacen a las valora­ ciones e interprctacitincs subjetivas individuales. En este procest>, el investigadt)r so ­ cial no ignora además cl hecho tle t|ue el propio ctintexto tle im^estigacitín es paite de la estructura social y cfitiiunicativa que prtiduce e incita estas m ismas valt)racitines. Cuando realizanms entrevistas es necesario tener en cuenta que suponen un inter­ cam bio tiesigual y (.¡ue tienen un prt)pósito detcrininado ptii' los investigadores que insta a It)s entievistados a renexionai' st)bre sus intervenciones, Pt>r ello, al aiutlizar las entrev istas se deben valtirar tanto las intervenciones de ltis entrevistados com o las tic los entrcvistadoi'cs, considerantk) los maretis tet)ricos de j>¿irlitla, ya que es preci­ samente el conjiMito tle ideas que integran las tct)rías stieialcs de referencia Iti t|uc guía el análisis empírico, Pero entre las premisas teóricas de partida y cl análisis tle los tliscurst)s existe un jiroccso tle ct)nstanle aproximacióji y redellnición de las tliniensit)jies del objeto de estudio y de los sujetos que querem os entrevistar, que se va concreiantlo a lo largt) del diseño de la investigacitín y de la real i/.ación de las pro­ pias entre\ islas. “ T mi :[ ( |yS O ) plaiilL-a q u e l’ ii la lid a d M e d iii e x i.still u n a n u i d a l i d u d ü c c n c iic s tu e m p l e a d a p o r lus tiiiK 'ioniirios Oel i m p e r i o e a r o j i i i y i o p a t a s a tie r q u i é n h a h í a tie ctui q u e , e n q u é e o n d i e i o n e s , y c n q u é m o ­ m e n to . lis te t i p o tic e n e u u s l a se in s p i r ó c u la u u a t é e n i c a uiili/.iitla p r e v i a m e n t e jKir la Igle.sia p a ­ ra r e s o lv c i a s i t n m s rclip io so .s y a i lm i n i s l r a t í v o s . Vt'dfiC cl e a p í t u l u scibie «l.a.s en! r e v is t a s c u a l ¡lat ivas eii p e r s p e c t i v a l u s i ó i i e a » e n Vai.I.LS. 2(t(t2.

Capítulo 6 4 La entrevista abierta en investigación social: trayectorias profesionales...

El

d is e ñ o de la in v e s t ig a c ió n

Lu in\e.sligación sobre las trayectorias do inserción profcsíonul de ex fLilbolistas dc élite cn España perseguía dos objetivos generales: por un lado establecer una tipolo­ gía dc las distintas trayectorias dc caiTera dc los ex dcporlislas profesionales; por otro, identificar los factores que contribuyen a conform ar una trayectoria laboral só­ lida y cnriqucccdora, así como aquellos otros factores dc «riesgo» que pueden con­ tribuir a dificultar la inserción laboral posterior. De esta forma, el estudio debía servir de base para cl diseño dc actuaciones y políticas que i'aciliten la inserción laboral dc aquellos jugadores a los t]ue se les termina su etapa dc deportistas dc élite. En relación a estos objetivos, el diseño dc investigación se planificó en dos fases. En la primera se incluyó la recogida y análisis dc datos secundarios (informes de clubes, noticias de prensa y datos dc distintas instituciones del deporte), así com o la realizaci(in de entrevistas cn profundidad a personas relacionadas con la gestión deportiva, y a ex jugadores profesionales que pt>r su trayectoria laboral representan casos «em ­ blemáticos» de ex deportistas profesionales dcl fútbol que han ejercido su actividad en equipos dc primera y segunda división A dc toda España durante los treinta últi­ mos años, y de ex jugadores de baloncesto de la liga ACB de los veinte últimos años. Para la segunda fase sc diseñó una encuesta telefónica a 300 ex deportistas profesio­ nales del fútbol y dcl baloncesto de toda España, con una muestra aleatoria estratiHcüda por edad y categoría deportiva. El uso dc la entrevista abierta cn el contexto dc la investigación que presentamos tuvo, por tanto, una doble finalidad. l\)r un lado, se trataba de recoger información cualita­ tiva para lograr entender qué o c u it c tras cl momento dc la retirada, qué pasa con la \ i­ da de tantos jugadores cuyo único objetivo y ocupación durante años fue dedicarse de lleno al deporte de élite, y, sobre todo, cuál es la presentación y la narrativa dc sus vi­ das que hacen los propios sujetos. En otras palabras, sc trataba dc obtener información detallada del informante o entrevistado prestando atención especial a su lenguaje, ex­ periencia e interpretaciones. Por oírti lado, las entrevistas abiertas permitirían una pro­ funda faniiliarización con la temálica que serviría de base para detectar los aspectos más relevantes que debíaji incluirse cn el diseño dcl cuestionario telefónico. Este uso de los métodos cualitativos como fase exploratoria para el diseño de técni­ cas cuantitativas resulta muy habitual en ciencias sociales para obtener dimensiones y [iroposiciones que se incluyen en forma de ítems en el cuestionario. Sin embargo, en este caso no era el único propósito ya que la articulación entre la perspectiva cua­ litativa y la cuantitativa, y de las diferentes técnicas empleadas, sc concibió com o es­ trategia para abordar los mismos objetivos dc investigación reseñados ". En este capítulo solo se incluyen, no obstante, las principales conclusiones del trabajo de cam po realizado eon las técnicas cualitativas. ''

U'í/.ví' C/vi.i.iJo y

2006.

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

L;i iilili/.ación tic la l*ni revi sia ahitarla r e q u i r i ó , a su v e z . est a h lecci' c u á l e s e r a n lt>s p r i n c i p a l e s orile ri tis u Ictier e n c u e n l a e n la sclcccií3ii d e k>s ent.rc\isURkis y c u á n las en l re \- is la s sc iba n a r e a l i z a i ’, lt> tjue sc ciiiiucc ct )in o d is e n t ) m u e s t r a l . E s l a s dtis tlccisit>nes t i e p c n d e n luibitnal m e n t e tic ít>s o b j e l i v o s d e la iiivcsligacit>n, pei'o t a m b i é n d cl c o n i e x t o c n cl tjuc e s l a se d e s a r r o l l a , dcl (ipti d e siijeU>s a los t]ue se t j u i c i c c n Ir evistar, del [ir esupucslt). tle la a c c e s i b i l i d a d d e Itis i n j o r m a n t e s y d e kis l í m i t e s t e m ­ p o r a l e s e n k>s tjuc sc e n m a r c a la in v e s t ig a c i tí n . aLnit|ue e s p r c e i s t i s e ñ a l a r q u e no e x i s t e n r e c e t a s p r á c t i c a s p a r a s e l e c c i t i n a r un d e t e r m i n a d o iiúmert> y t i p o d c e n t r e v i s tatlos.

En nuestra investigacitín kis ex de]-)tirlislas profesionales se seleccionaron aleutiicntlt> al criterio de la e d a d d c t i i a l (mayor o mcnt>i- de 45 años) y a la c a l e g o r í a en la que han pasatlo la niayt>r parle de su carrera (pi'imera di visitili, segunda división A y liga de la As(iciaci()n de Clubes tie Baloncesto ■— ACB— ). La edad actual et>nstiui>'c nn crilerio relevanle ya que pei inile vei- la evolución de tia­ >eclt)rias profesionales más ti menos extensas desde el iiitiiiieiiU) de la retirada, pei’ti además ayuda u contrastar dos siuiaciones tlisünlas en et deptirtc prtifesitrinai m arca­ das |ior el ailles y cl después de la invcrsitiii sin precedentes dc las televisitiñes pri­ vatlas que supusieron un eairibiti í’undanienlal en los ingresos tiel deptirtisla de éliie, al mentís en el lYitbtil, y en el bal onces tti en menor medida. La categoría cn la que sc ingt! lambicn resulta una \ ariable imptirlanle, porque hay clartis i’a cloies diléreneiadtires en la carrera tic un Jugador de primera divisibili y unti dc scguiitia. así ct>nm en la tie un bakineeslisla de la liga prtifcsitiiial ACB y iiiit) de la Liga Es]iañtila de Baloncesto (LEB). l,a el eccitili de estos eri ter itis para se lecci tinar a kis entrevi sladtis perseguía a su vez obtener re[ircsentaiivitlad de tipo «estructural» ’’ en el senlitio de que al aprtixiniarnos a kis ex jugadtires para ctim]ircnder la realitlad social desde los significatios que estos ¿isignan a sus experiencias, parlíamos del supuestti de qtie sus tliscurstis intlivitliialcs reproducen discurstis sociales y tic que la peculiaridatl tic csttis tliscurstis intlix itluales dcpcntle precisamenle de su ubicacitín en la cslrticUira stieial, Ptir eliti, com o invesligatlorcs nti podemos inlcrprclar lo tlicliti ¡itir el entrcN ¡statiti ctimt) protluclo tiel azar, ni lampticti eomti un mero teslinionio individual aislatki, siiiti ctjniti représentai ivti tle las variables (edad, categoría, tiiigen de clase. ni\'cl cultinal. acli'■ I'M Ij iincsiigucirtti cualil;ili\a UiíuIiÍl' ii s c u lili/a lü Ji.-noniiiia(.Li rL-¡irL'sctiUiii\ idatl iL’órica ( d i a s m í >■ S i K \1 ss, 197íi). F,sla niitLlalitiad tk' muestren p ennilc encontrar at]nellas cülciit'iías dc [icrsonas o siiccsos (.¡nc sc desea explorar más cn profunditUit!. Más tpic prcocLi parse tk'i mu nero corree (o o dc su sel c e ei()M se preñe upa de recoger la inl'nrmaeióii más relevanle ]iara e) eo n e e p lo o leniía liuseatla, F.) nm e si reo ieorie(í tic iitia Cíiiegnría se interriinipe cuando cslá satinadii, elaborada e integratia en la teoria em ergenic (Cit \si K, l ‘J‘)2: I 0 [ ), Fn oirás i teas iones no sc busca la represemali\ii.la(-i tle los iní'onnames. sino s o ­ lo cl a; v esn a dclcrniinatins niiURlos tic seniidi) [|iie so eonsidcran signifiealivos para cubrir los ohjeiivns J e la in\'csl jj:acii ))i. o jiara ver los litniies en los í.|iic sc emnarca el lent »meno, o para a cceder a ird'nrmanli's esp eeia lm cn lc eualilicados.

Capítulo 6 ■ » La entrevista abierta en investigación social: trayectorias profesionales...

vidad lahnr:il, ctc.) que U) definen y pnsicionan rna de estudin.

lmi

la sociedad cn relación con el te­

Cuando se cstablceen crilcnos de se lección cn función de la denominada représenlatividad esti iictural no se puede concretar, a priori. cl niíniero total de entrevistas, ya que cl criterio final que prevalece no es tamo el número de entrevistados, sino la composición de la muestra en cuanto a haber obtenido diferencias significativas, sociológieamente. entre los discurstis. En nuestro caso se realizaron íl nal mente un total de quince entrevistas en distintos puntos del territorio naeional (Madrid. Barcelona, Vitoria, Pamplona. Bilbao, Cádiz y Tenerife), tratando de rastrear las di­ ferentes concepciones, visiones o representaciones de una aparentemente similar práctica deportiva: seis a jugadores de fútbol de primera división (dos a menores de 45 aiios y cuatro a mayores), otras seis a jugadores de fútbol de segunda división (tres a menores y tres a mayores de 45 años), y tres a jugadores de baloncesto (dos a m e­ nores de 4,*! años y una a uno mayor). Para acceder a estos ex jugadores recurrimos a personas conocidas y a asociacio­ nes de veteranos para que nos remitieran a los entrevistados finales. Este procedi­ miento, conocido com o «m uestreo por bola de nieve», con.siste en localizar a algunos individuos que nos pueden conducir a los entrevistados finales. El inuestreo por bola de nieve es muy utilizado también cuantío se hacen estudios ctm ptiblaeiones marginales t) cuandti las perstmas entrevistadas pertenecen a ciertas élites, ptir la dificultad que ctm lleva acceder a este tipo de grupos Por ello las d e ­ cisiones de tliseño se toman muchas veces sobre las posibilidades pragm áticas de la selección, es decir, se selecciona a lt>s que se puede acceder y reúnen kis crite­ rios establecidos en el diseño muestral. En termint>s generales, e independiente­ mente del tipo de muestret) utilizadt), ei objetivo siempre .será conseguir la m áxim a tliversitlatl de discurst>s. Es prccisti destacar, por últimti, que el tliseño nniestral en una investigación puede ser (y de hecho es deseable que sea) modificablc a medida que se va avanzando cn el procest) de investigacitín, concretamente en el trabajo de cam po y a partir de los ctinsiguientes análisis preliminares, ya que en el avance de este proceso se van per­ filando mejor los tipos de informantes, los huecos nti cubiertos y las contradiccit>nes u oposiciones no previstas. La entrevi si ü cs nna práctica üe invcMigaciói» idóiica para tu l revistar a individuos cuyti d iscursu no tornia p a n e de las cxpcricncias y pcrccpcioiics com partidas por ci com ún de los individuos cn una so­ ciedad, Por ello rcsulla aprop iad a pata conocer vocc.s t.]uc csliín puco representadas cn los discursos liegem únicos, com o determ inaiios grupos de in ni igran tes, c lases desl'avorccidas o grupos sociales y culturales m arginados. M ediante la entrevista pod em os aprox im a rn o s latnhién a iid'orm anlcs d e stac a­ dos, expertos, líderes élites que ocupan una posición privilegiada parii observar, tom ar d ecisio n e s o inl'ormar cn relución al tem a de esludio. y para cl esludio de casos cspecífict>s en tos que la posición de ciertos individuos e n c a m a , cn loda su riqueza, el m odelo ideal de una d eterm inada actitud o tra­ yectoria.

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

L a r e a liz a c ió n de e n tre v is ta s Ames de rcalizai* las ciilrcvislas fue preciso generai' uii giiiún tiuc recogiera k)s pi*iil­ ei pak's temas de la Ín\ estigaeión y tacili tani la intetaceión con la persona cn trevi si a ­ da. l,a prtipuesla tie un guicin no imjtlica, sin embargo, que la conversación se ajuste cxaclamcnic a dicho esquem a (en relación ei>n las formulaciones concretas y el or­ den de eslas), sino que constituye ima orientación sobre áreas temálicas delimitadas a partir de los objetivtis c hipóttjsís de la investigación. Com o puede verse en cl re­ cuadro de la página siguicnle, el guión de entrevista utilizado en csla invcsligacit)ii consta de seis grandes a par tati os et)ii dislinltis suba parlad os que se abortiaban en ca­ da entrevista si resultaban pertinentes al caso concreto. Eslos apartados siguen un or­ den biográfico, precisam enle porque el t)bjeto de esludio tiene tm carácter longitudinal. Aunque el objetivo principal era establecer lÍi>ologfas de carrera desde el momeuiti de la retirada tlel tieporle profcsitmal, era preci.so reetinstrtiii también los tirígcnes sociales tlel dejiorlisia y sus inicios en el muntiti del tlept'n te, así etimo las vivencias más imporlaiiies de la carrera deportiva t)ue pudieran influir en su trayeettiria ptisterior y sus perspecti\'as de futuro. Pert) ¿cóm o comcnz,ar una enlre\ ista? Esle es un m omento fundamental, ya que cn las primeras pregunias .se suele establecer el \ inculo, los rtiles y actitudes de la intcraccitiii entre cntre\ ¡statlor y entrevistado. Para ilustrar en la pi'áctica mtimcnlt>s tie e.síe proceso utilizaremtis algunas parles de la iranseriiición tie la cntrevisla realizada a Manuel, mimbre liciicio de un ex futbolista tle primera división que actualm enlc ocu­ pa un cargt) tlireel¡\ti en su club de origen. Veamos la frase de apermra:

«y-'.* /Vfív í^u.stcin'd que

nos n n tía ru s i ó m o fue tu en t ruda en e l iiu4tuh> d e l fYuh.

Con esle comienzt) — «muntio tlcl fútbol»— , una expresión conntilada que iiti es neutral, el entrevistadti itlentilica las expectativas c intereses tle la invesligacitSn \ tlcstaca su itlentidati profesional en detrim ento de otras. El cierto grado de n o to ­ ri edatl que ale an /ti durante su carrera tleptiriiva y cl cargo que t>cupa en la actuali­ dad liaccn t)ue se niuesire muy l’ainiliari/.atio con la dinám ica de la entrevista perititiística y el ctimienzti tle la entrevista refuerza esta ptisieitln. En principio e s­ le Iactor es una \ entaja. ptirque limita las obslruccitines en el diálogo y perm ite tpie se inicie la relaciiín de entrev ista, pero tam bién supone un inconveniente ya t|ue cl entrevislatfo construye en su tliscursti ima itlentidati cercana a un tipti ideal coniti jugador de fútbol, t]uc no es necesariam ente la t|ue puetle interesar en la investigaciiin. En cl Iranscurst) de la entrevista, tjiiien pregunta, más que ini imcrrogatlor t|ue formula [iregLintas y recoge respuestas debe ser uii expltiradtir paciente que facilita y estimula la exprcsitín tle su eniievistadti, para, ctimti en este casti, abordar dimensiones más relacitinatlas ctm los objelivtis de la in\csiigaeit)n. En i'>easitincs. el establecimiento de un

Cíjpítulo 6 ♦ La entrevista abierta en investigación social: trayectorias profesionales...

G U IO N n ic K N T R E M S T A ABIKKTA

1) SOCIAI.IZACIÓN KNKl. DKI’OKCK (( (IMlllNZOS KN í:L Ml'NIX) Dlll. I fTBOL, ¿Na(. K() SI: HAl'K?) • lidíitl y m o d o d e e n tr a d a e n cl m u n t l o d c l l’ú tb o l. ■ F^íipcl ju y íitlü ptir hl f a m ilia . P e r s p e c t iv a s d c l'tmiro fa m ilia r , s ilu a c it íii d c t ir ig c n ,

■ C o i il c x l o stK'ial m á s a m p l i o ( m o n i e n i t i h is itiric u , b a r r i o d e n a c im i e n i t ) . p a í s . . . ) , 2 ) F k IMKKOS I*AS«S IÍN la t'AKKIlKA 1H:I*()RT1VA • R e l a c i ó n c o n it)s e s t u d i o s q u e s c e s t u v ie r a n c u r syn d t), • « S a c r i f ic it ) s » q u e s e r e c u e r d e h a b e r h e c h o para d e d i c a r s e al i’úlbt)!. 3 ) THAVKCnUílA PROFESION AI, • S a l l o ül p r o f e s i o n a l i s m o ( e d a d y c lu b , p o r e j e m p l o ) . C a iU c r a n o s , e m i g r a n t e s y e s t r e ­ lla s e m e r g e n t e s . • A s e s o r a m i e n t o p o r r c p r e se n la n le s /p a d r c s /o tr t> s l'utbniista.s.

4) J ik:AN1K>t'ON los grandes. ViHA PRIIFESIOINAL de un HUiítJlJ.'SlA • P r in c ip a le s r e c u e r d tis d c lu carrera c o m o f u t b o li s t a p r o f e s i o n a l . T í t u l o s , g lo r ia y fa m a r.v. l e s i t m e s d c g r a v e d a d t|u c su friera . • « E l a m b i e n t e d e l vcsiuarit»»: r e la c ió n c o n c o m p a ñ e r o s , c l u b e s , m e d i o s d e c o m u n i c a cií>n. V id a dep tiriiva : «lu>m brc d ei club»>, « trotam undty s d e l fúibt>b>... • V id a f a m ilia r d e un d e p tir lisla p r o f e s io n a l: t i e m p o , p e r s p e c t iv a s y e d u c a c i ó n para lo s hijti.s, d e s p l a z a m i e n t o s , r e v is t a s d cl cora/t'ni. S itu a c ittii s o c in - p r t> fe s io n a l d e s u s p a ­ rejas. • C a m b i o s e n la s t o n n a s d c v id a ( m o v i l i d a d s o c i a l y tic e s i i l o s d e \'id a ). S i t u a c i ó n d e la i'am iliu d e o r i g e n ( c o m p a r a t i v a ) , y r e la c ió n ct>n c l lu g a r d e tir ig e n d c l ju g ad or . • Ticm pt> libre. • ¿ U s o d e un r e p r e s e n t a n t e a Iti la r g o d e la carrera ? • Planificacit'inyvisit'in d c l fu tu r o tras la retirada. 5 | E n i .a i‘H('mRO(;A v d e s p c é s . R k u r a p a -í m i -c h o s a ñ o s i'oit i>i ;i ,a n t e • • • •

• • • • 6)

A ñ o s d e d e c l i v e d c la carrera: s e g u i r o ntv T r a y e c ttir ia iu ial y añc» y m o d o d c retirada. D e c i s i ó n d c d e ja r e l f ú tb o l ( c t ím o , c u á n d o y por q u e ) . E m p l e o d c l t i e m p o tras hi retirada. V i n c u l a c i ó n ( o n o ) c o n el n iu n d u d e l f ú t b o l d e s p u é s d e retirarse ( h a c e r s e e n t r e n a d o r p a r a s e g u i r « t r a b a j a n d o » , r e p r e s e n ta n t e d c f u t b o l i s t a s , c o m e n t a r i s t a d e p o r t i v o , a s o c i a ­ c io n e s de v e te r a n o s,,,). « V i v i r d e la s r e n t a s » , « e n t r e t e n e r s e » o « tr a b a ja r » , s i t u a c i ó n labtiral d c un e x í u t b o l i s la p r o f e s i o n a l . ¿ E s lu d i t is ? S i i r a y e c l o r i a e s d e n e g o c i o s , ¿ n e g o c i o prt>pio o c t m ,socit>s? R e l a c i ó n c o n l o s c l u b e s y c t> m p a ñ cros d e s p u é s d e la retirada. ¿ V in c u l a c i t í n c o n lo l o c a l ?

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rivAS di - i i u i'i«)

Q u e t i e n e p e n s a d o hacei' c n lo s p n í x i m o s a n o s , Q u e a n h e l a / d e s e a r í a para .su carrera p r o f e s i o n a l a c t u a l. Q u é ha e c h a d o e n fa lt a / q u é c a m b ia r ía d e ptxlcr v o l v e r atrás. Q u e ptidría s u g e r ir a io s a c t u a l e s p r o f e s i o n a l e s d cl f ú tb o l. ¿ S e ic o c u r r e a l g u n a cuestitSn q u e íá c ilita r a la i n s e r c i ó n profesitmal',^ ¿ S u g e r e n c i a s a i o s c l u b c s / a s o c i a c i t í i i e s v c l c r a n o s / a d m i n i s t r a c i ó n p ú b l ic a ?

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Estrategias y prácticas cualitativas do investigación social

¿:i ;kUi d e

y c o n K K Ü t la ii a p r o p i i i c l o c i i l i v L'iitre\ is ia tlt ir \ c n l i v v i s l a t l o p o r n i i l i i ; i

i i i : i l o g o s itKis IVuctit’c i'd s .

A \c fc s, L'sla

«t]Liiniica'> n c c c s a r i a p u e d e Kuxiar c n l l c ¿ : a r u n o

s e pi'odiK'L' l u it ic a [io rc[iic, e n i n o s e ñ a l a i l a l p e r ú i . « l a e n l i ' e \ is u i n o e s n n s i m p l e r e t i i s l r o e n e l (.[iie e l i n v e s t i g a d o r r e e o t i e i n l u r t n a e i ó i i tlel i n l b i m a i i l e ( o i n l e i l o e u l o r ) s i n o u n \ c r d a d e r i> " a r l e d e ! v í n e i i l o ” » ( c i t a t l o e n A l o n s o , la n U ) u n a l é e n i e a . s i n o

más

I W S : 71 j; c s ■ iioeiie. E s ta i n a \ o r d i l e r e n e i a t |u e e n e u c n Iro e n tre los c h a v a l e s tic lio \ en tiía y los tle a n te s . P:

i'ií't) s de silencio pueden favorecer que se gene­ re confuinza, jcllexión o rccucrdu cn el entrevistado, y pcrniilir una m ayor naturali­ dad cn el diálogo. En otros debemos respetar la negativa del entrevistado a hablar sobre los tenias que le pueden incomodar en exceso. Un aspecto importante de las entrevistas abiertas es saber cuándo acabarlas. En nues­ tro caso, la entrevista a Manuel tiene un pinito de inllexión en el m om ento de la fi­ nalización «formal» de la entrevista. Esta no es, sin embargo, el final de la conversación entre ambas parles ni de la grabación, razón por la que disponem os de la transcripción de una parte que según el contrato metacomunicativo entre las par­ tes estaría al margen de la entrevista, o ff the re c o n i. La inHexión se prt)duce porque se despide el «jugador profesional», «la estrella det í utboi» que representa el discur­ so más formalizado. El discurso del «jugador profesional» contiene interpretaciones y juicios estereotipados reforzados por factores internos (su papel com o figura pú­ blica) y externos (el mencionado rol que adopta el entrevistador). Su discurso care­ ce de las fisuras, contradicciones y \acíos que son consustanciales a una entrevista biográfica abierta. Pero después de este primer final, comienza otro tipo de entrevis­ ta que abre paso a aquello que está detrás de la «máscara» (Goffman); relación de pa­ reja, liempt) que dedica a los hijos, preocupación por el dinero, jubilación. P: Hciii{>s ido da n d o ttt} rvpítso exhaustivo o toda tu va /re n i tanto a n te rio r ctuno actiud y hítura. En ese sentido yo creo íjne m ás n m enos está ttfdo visto, ¿no? R: Futura... a ver qué pasa, ya veremos a ver... pero encantado, muchas gracias. / ’; G racias, s¡ quieres alfio... R; tispero que t>s valga, espero que í )s valga.,, P: No, iut, seguro. H a sido m uy interesante porque ium .sahdo cne.'itiftnes m uy interesan­ tes en torno a ¡o poco que henu>s hahiado dc hi edad ¿no? Pf>rquc ¡os que sc retiraron c(}n 35 atlos, hoy, p u ed e ser un nmndt) distinto al tuyo. H em os hablado un p o co dc la f a ­ ma, lo.s sueldos tal de cara tam bién un poco a¡ futuro. lí: Yo t|ué se, pero también va ntucito eu las perstmas, ¿no ? Al final, hay gente que tie­ ne nuK'lici ego, que necesita estar en primera línea de todo y hay gente que es más dis ­ creta y que tiene menos necesidad dc salir cn todos los sitios y pasar un poco más desapercibido. Yo creo que cl t|uc ha sido futbolista que ha estado unos años a nivel profc-sioiial cn primera división y cn segunda división u un buen nivel, yo creo que. ló­ gicamente, va a lener una facilidad de vida para el día de mañana nniy superior a un trabajador normal, muy, muy superior. O sea que en ese senlido, el que ha tenido dos dedos dc frente no va a lener muchos problemas, cn teoría luego va c o m o todo. Por eso le digo que es muy importante lo que tú hagas en esos años dc futbolista con tu di­ nero, con los riesgos que asumas.

En ocasiones esta situación tiene lugar cuando se apaga la grabadora o la cánuiru de ví­ deo '■* con la que se graba la entrevista, ya que cn la entievista sc esccnificu una rela'■* ü o b ic lü grahacitín en vídet) dc cntrcvisias bingrállcas véanse B a i ;ií (2(H)5) y B a k r y S ánc'h iiz F kruz (2005).

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

cióii )'oniiaIi/.ada tjue presiipuiic iin ciciln grado de designaklad. Dciioiiiinada como posleiitrevista, suele ofrecer información muy váliila para los objetivos de la investiga­ ción que iiahrá que tener en cuenta en his anolaciones-rcflexiones que se realizan una vez acabada. En eslc apañado también so suele incorporar información sobre intciTupcioncs, honestidad cn ias respuestas, calidad de la inlcracción con el entrevistado o ade­ cuación del guión de entrevista, que sera muy útil para anticipar eri’ores y mejorar en las próximas entrevistas proyectadas, así como para abordai- cuestiones concretas en el proceso de análisis. La transcripción de la entrevista, una tarea nada trivial en la m edida que su resulta­ do es el material de análisis, merece todavía un breve com entario en este apaitado. Lo esencial cuando transcribimos es intentar reproducii' tle form a escrita los rasgos de la entrevista, de m odo que entre lo escrito y lo hablado exista una relación de si­ militud lo m ás estrecha posible (incluyendo las superposiciones entre entrevistado y entrevistador), la forma acústica (tono, volumen, etc.) y el com portam iento no lingiu'stieo t]ue le acom paña (pausa, risa, carraspeo, gestos, m ovim ientos de ojos, etc.) En nuestra investigación se optó por una transcripción literal y se registra­ ron sobre el papel los solapamientos, las risas y otros aspectos de com unicación no verbal. Aunque el trabajo de análisis está presente a lo largo de todo el proceso de investi­ gación, se manifiesta en toda su complejidad a la hora de enfrentam os con las trans­ cripciones, proceso que intentamos desentrañar en el próximo apartado.

El

a n á l is is de las en trevistas

Existen diferentes formas de analizar entrevistas que tienen que ver con distintas aproximaciones al análisis dcl discurso, aunque el objetivo común de todas ellas es identiilcar conjuntos de significados y las relaciones que se establecen. Nuestia pro­ puesta de análisis ¡medica trabajar con lo dicho (lo explícito en el texto de la trans­ cripción), pero trayendo a un primer plano lo implícito (lo latente). A ntiestro eiuender. la consideración conjunta de estos comiionentes permite abordai- et análil-xistcn tlilcrciiHîs sislcmn.s de ttanscripción, pL-ro luiy que consiJcrar que siempre esiitn tonJ ie iorla­ dos poi la teoría que lia dado urigcii a dicho sistema de tratiseri pción. Implican luia reduce ion de tos tlato'. originales y son construetos selectivos, 1.as palabras de la emrevisla pueden transcribirse de acuerdn eon la ortografía estándar o bien lal eomo se lian dicho por el entrevistado/a, es dceir, lai como suenan. I'or ejemplo, se puede poner «Buenas tardes» o «Güeñas tardes>» y así con el resto de las palabras, l^a perspectiva 1¡anuida na una lisia inienla teprt)duei!' U> niás exaclatnenle posible la enlrevista y elige iranscribii lo que se ha dicho, cslé bien orlogníllcamenie o no. Para la iranseripción de los Uaniados aspectos prosódicos eomo pdusas, énfasis, entonación, volumen, pueden utilizarse códigos especiales como pini­ tos suspensivos, subrayütlt>s o mayilseulas. t In caso extremo de transcripción tlelal latía, donde existe ade­ más un código pro [lio absolutamente elaborado para recoger lotlo io que se diee, es el dcl análisis eonversaeiimal (A i k i n .s o n y Hí ;hi iwci-:, 14S4).

Capítulo 6

La entrevista abierta en investigación social: trayectorias profesionales...

sis dc las cnticvistas cn toda .su dimensión sociológica y cstahicccr conexiones con los referentes leóricos dc hi investigación. Con el propósito dc presentar cómo los i n ve si ig adores nos enrrcntiinuís a esle proce­ so y haciendo explícita la «trastienda» ( W e i n í -RMA n y S a u t h , 1997) o la «caja ne­ gra» de la invesligación que no siempre se revela en los textos al uso — aunque evitando proporcionar recetas— , ilustramos el proceso de análisis seguido, que se or­ ganiza cn relación con dos etapas principales: el análisis dc las transcripciones indi­ viduales -—que en este capítulo se circunscribe a la entrevista de M anuel— y el análisis de las temáticas que aparecen en el discurso dc los entrevistados — en este caso se han elegido dos de ellas— , para dar paso a una reflexiem posterior sobre el análisis sociológico de las trayectorias profesionales. En la primera fase la aproximación al lexto transcrito dc cada una dc las entrevistas nos permite identificar las principales temáticas que van apareciendo en el discurso y referirlas a procesos o contextos más amplios. El Cuadro I que sigue incluye, a m o ­ do de ejemplo, una parte del análisis realizado con la entrevista de Manuel en el que partimos de la lectura del texto transcrito, resaltando lo que nos resulta más signifi­ cativo (columna II), y establecemos bloques temáticos con el fm dc construir un or­ den o índice de los temas que han surgido (columna 1). AI mismo tiempo, anotamos aquellos significados que no han sido expresados liieralmenle pero que están laten­ tes en el discurso del entrevistado y t]uc, ptir tanlo, son parle del m ismo (colum ­ na III). Se inicia así un proceso dc análisis o re interpretación a partir de la experiencia concreta dc un individuo, por lo que estos significados se relacionan con los procesos o contextos sociales más amplios, al mismo tiempo que se identifican aspectos del contexto de la entrevista, como la interacción entrevistador-entrevistado (columna IV). Adem ás del análisis de las entrevistas por separado, cl proceso de análisis requiere poner en relación cada uno de esos análisis individuales e inscribir los discursos en un determinado contexto sociológico; es decir, sc trata de trascender los textos para entender qué cuestiones están operando de forma subyacente, com o por ejem plo que papel juega la procedencia social del entrevistado y en qué m om ento histórico co n ­ creto nos situamos para identificar un determinado tipo de trayectoria profesional y ponerla en relación con el marco teórico de la invesligación. F\ir ello, el conoci­ miento previo de estudios y teorías sobre temáticas afines, al igual que nuestra pro­ pia formación cultural y conciencia social, son guías y recursos imprescindibles a la hora de analizar los textos sociales, A lo largi> del proceso de inlerprctación de los textos se han identificado distintas te­ máticas o ejes discursivos. Por razones tle espacio y necesidad de síntesis, en este ca­ pítulo haremos referencia a dos de ellas; en primer lugar, la consideración del deporte profesional como vía de movilidad social y. en segundo lugar, las transfonn ación es que sufre la práclica deportiva cn relación con el mundti del trabajo.

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o Nt C uadro I E n trev ista realizad a a M anuel

i.

Sinlanmiis

Jugando con los amigos

La tnmsición dcl juego al deporte

El fuibolista a\ er y hoy

El dilema del deportista pro­ fesional ante la retiracb

II. Lcxias (transcripción)

III. Análisis estrucutral (síntomas, ejes sémicos)

R: fíiteuo pues yo jit^tiha eii.. yo joy íIc Miuirid. en Pasión por el fútbol. el húrrio con mis amiguetes. }' me acuerdo que has­ Orígenes humildes. ta rendíamos pape! y vendíamos cánones pam sa­ Nostalgia de tiempos pasados. car pasia para pa^ar lasfichas, las camisetas}' todo esta historia pues teníamos unos I¡ ó 12 íIi w s . Jugando en ima ¡iga (¡ue había en la Chopera, en El Reiirn. Y ailí empezamos con ¡os del barrio.

IV. .Análisis socinlnwico e información contextual Ambiente comunitario; el hamo, los amíg(!S.

Lo espontáneo de la afición, el juego in­ fantil.

n w -< ■a a.

El juego espontáneo con sus amigos en el barrio se convierte en un deporte de equipos, jugadores y entrenadores. Equipo deponi\o: ambiente y concepto que se aproxima al nivel de lo societa­ rio.

Primer paso hacia la construcción de su identidad profesional. Transformación del jugador de fiítbul desde la perspec­ tiva cstnicturai-social: de lo comunita­ rio a lo societario Iver Esquema 1).

Yo creo que losjugadores hoy en día han perdido la calle y eso es una íífrííít'íVJ/i imporíanie. Aunque es­ tés en un cluh que te enseña pues... ahora ramos a correr, ¿ihora vamos a hacer esto por esto, quizá se mejora más en aspectos concretos del futbolista pem hi «Ustei!* de la calle, eso dejugar dos partidos cru­ zados, con dos porlcrias allí\ dos porterías aquí, con dos balones y allí chocándonos... eso .ve ha perdido. Yo creo que el jugador era más artista que ahora.

«La calle» = concepto clave de la dife­ rencia entre su generación y la siguien­ te. Calle como lugar de aprendizaje, de experiencia. El jugador era más artista, más dedica­ do. Lenguaje de entrenador.

El entrevistado elabora con más detalle la contraposición entre cl antes y el ahora

a.

Transformación de la imagen social del futbolista (ver Esquema 2).

=2

R: i...) Sí me preocupaba un poco elfutun). Jader yo

La falta de estudios y de capital (antes no se ganaba tanto en el tutbol] hace evidente la necesidad de trabajar des­ pués de la retirada, a pesar de tener unas pocas propiedades y algo de ahorros.

Autoconciencia de sus orígenes de cla­ se, No tiene capital cultural ni econó­ mico. Autopresentación pública, gran sentido de la responsabilidad.

R: 1... i El primer equipo que me viojiti^ar allífue la

Peña CaslÜIa Ramón que mefirhó perr>eran mayores. I...)AI año sif;uien¡e yafiché p(?rel Berlín, un equipo al lado de Concha Espina un poquilo más arriba de! Remabeu. í...) y yo con 13 años me llamó el Madrid para hacer una pnieha con ellos v de ahí IJnné. R:

no tengo nada, no tengo estiulios y no tengo mucho dinero, .^ntesno íe ganaba lo que se gana ahora. (...) Que no es pasible, que en 10 años dilapidas todo lo que tienes y que como no trabajes e.stás muerta, y que hay que hacer digo, ¿no?

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O

R asgos d eter­ m inantes de su actual trabajo; • T rabajo en equipo • Relación personal

L a profesionalizaciôn del trabajo

R: (..,)Aqii¡ indo está im'eníadn y al final, lo más importante o lo más difícil c j imuejarlos, qiie se identifiquen con to qtte rú les dice.': todos los días. Eso es muy complicado. Son 25 chavales de 22,23,24, 25 años que la mitad son muy egoístas, que ganan mucho dinero, que sólo piensan en ellos y que cuando jucjían están contentos v que cuando no juegan están puteándote y .si pueden te prueban y si pueden... o ,fesiones alrededor del mundo del fútbol?

Se identifica con el trabajo de base, en este caso en relación con el entrena­ dor, al que atribuye la conjunción de los conocim ientos técnicos y la cuali­ dad com unicativa.

A pesar de ello, se busca y potencia la relación personal con los jugadores.

ni ■O D E O CT> ET »

El entrevistador introduce el contexto de expansión de profesiones en tom o al fútbol. Transformación en cl contenido del trabajo técnico en torno al Fútbo! (ver Esquema 3)

R: Sí. sí. estoy convencido de que la figura del psicólogo Vil a .ser muy importante el día de tttañaña, porque, porque, es una labor, para mí es una labor dcl entrenador pero no todos los entre­ nadores tienen esa facilidad de comunicar.

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Ambivalencias y resistencias a la especiaüzación de funcio­ nes

R: Un depone que mmeja tantos millones como es elfiitbol. está claro que no se puede anquilosary de­ cir irno, es que aquí no ha habido psicólogos y no van a entrar»... no, no. esto hay que mejorarlo todo lo que se pueda y no puedes estar gastándote tanto dinero y dejar cabos sin atarf...) P: De algún modo todo esto está más científico. R: Sí, sí, hasta ahí, hasla que bajas ahí. Ahí el halón es urt pnélema redondo y hay baches, tienes que pe­ garla bien, y ponerla bien y darla bien. P: f,.,J Elfiftbolista en esencia sigue siendo el mismo. R: El mismo, el mismo. En el momento en que tú pi­ sas ¡a hierba va no hay nada. Ya no tienes el psicó­ logo al lado, y' cuando tú pones mal el pie et psicólogo no h¡ para si se re va. O sea, es especial.

Ei crecimiento económico de los clubes de fútbol justifica la presencia de las nuevas profesiones en el mundo del fút­ bol. como la del psicólogo.

El entrevistador sitúa el contexto de lo «científico», pero el entrevistado no si­ gue e! lulo discursivo intnxiucido por el entrevistador.

Resi.stencias: en el terreno de juego el balón es un problema «redondo» frente al cual los psicólogos poco pueden ha­ cer. Contrapone el «arte» a lo científico. Reivindica el carácter -^especial» del íiítbol, el «arte». Es el final de la entre­ vista.

El entrevistador retoma una declaración anterior de Manuel en el sentido de que en esencia el fútbol sigue siendo el mis­ mo. Termina con implicación emotiva. Final de la entrevi,'íta.

n ao o

s*

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Estrategias y prácticas cualitativas de Investigación social

El deporte como vía de movilidad social ¿Cóm o surge un deportista profesion:!!'.' En las entrevistas realizadas se concedió es­ pecial iniporlancia a las prcginitas relacionadas eon la socialización del futuro d e ­ portista. con los liitos n pasos que va dandi) el entrevistado hasta llegar a vivir tlel tieporte. En la gran mayoría tie los cast)s — con la única excepción tle los tres juga­ dores de baloncesto entrevistados— el depone em pieza sientlti inia actividad lúdica, infornial. que se juega en la calle: «f.a única diversión que teiiíanu)s de niño en aquella ép o c a era cl fútbol. No hahía Play. No lialiííi bicicletas (untas... In que era, era ju g a r aquí, jugar en la calle» {Entrevista 7). «. .. antes ju gábam os todos al fútbol, iiicluso los chavales que im les g u stab a el fútbol. ( ...) Antes era olra sociedad. C on un balón que ct)staba mil pesetas ju g á b a m o s veinti­ dós chavales, pero ht>y en día no. Hoy todos tienen su Play. su no sé q u é . .. es otra his­ loria. ( ., ,) Yo jugaba a! fútbol m añana, tarde y noche. Es ta m a y o r diferencia q ue encuentro entre ios chavales de hoy en día y lt)s tle antes» (Entrevista O).

Con el tiempo, y m uchas veces con cl apoyti activo de Itis padres (t|ue a veces se lor­ na cn presitín), se ctiniienza a jugar en cquiptis de barrio que pertenecen a ligas lo­ cales, se suceden las categorías de alevín, infantil, cadete, y generahiienle en el paso II juveniles se produce el salto imptirtante hacia equipos más rec(,)nt)cidos que p er­ miten la enlratla al í'iitbol profesionalizadt). El siguiente esquem a ejempliílca esta transformacitín desde lo local y k) com unitario hacia lo societarit), que de forma ex­ plícita aparece en la entrevista de Manuel, pero que se presenta reiteradamente en titrt)s discurstis. La llegada al tieporle profesional supone de esta forma un cambit) importante en tér­ minos de movilidad de clase. La mayor parte de los futbolistas entrevistadlas prt)vie* nen de familias de clase trabajadora, tionde cl padre realizaba distintos tipos de trabajos manuales (eslibadt)r, ctKinero u obrero en la sideringia), contaba con un p e ­ queño negocio (lechería) t) eia empleadt) en el pequeñt) ct)mercio, y en las que la niaLa sociedad

La com unidad

ES UN JUEGO Se empieza a jugar en el barrio con los amigos. Se desarrolla en un ambiente comunitario. Surge de manera espontánea, no hay Intermediarios. Se juntan los amigos y juegan.

ES UN DEPORTE Lo juega en los equipos de! barrio, se abre hacia ambientes más societarios. Se desarrolla de forma pautada y planificada. Hay intermsdtartos, el entrenador, el entrenamiento Ficha por un equipo.

ES UNA PROFESIÓN Juega en equipos profesionales Lo societario. Se profesionaliza, recibe dinero. Clubes profesionales, las temporadas, las primas, prestón en los resultados. Firma contratos.

E squi'Ma i rrunsr no puede transptincrse dircclamcnte al deporte dc com petición» (1979; 140). puestti que el rendimiento depi>ilivt> nt) se extrae bajo coaccitín, es un prt>duclo del propio indi\ iduo {y iiti una parle alienada de un procesti) y se reviste de elem entos emtilivos y cualitativos que tienen que ver con la alegría y el orgullo del rendimienlt). Otras perspectivas que se enmarcan en ia tradicitin weberiana reconocen que el pro­ cesti de mt^vilidatl de clase puede tlarse, pero stilo cn alguntis deptirtislas de élite que ctinstituyen casos excepciotiales. F*l concepto fundamental es el dcl status, basado en una diferenciación de rangtis: « ... desde ctiniienzos dc la industriaÜzacit'in, lo que ha­ ce el deporte es intrtiducir precisamente un nuevt) elemento de diferenciación de rangt>s ctm una gradacitín minucit)sa y tibjcliva tal que difícilmente se encuentra en otrt) sistem a de rangtis» ( L ü s c h i -n , 1979: 5fi). Además, para este autor es interesante la función sociali/.adora que cumple el dept)rle para k)s deportistas de élite, porque gra­ cias a la dilerenciacion jerárquica cn clubes (primcra/seguiida divisit>n) y en diferen­ tes modalidades deportivas (deportes de masas con cobertura m ediática frente a d e p o n e s minoritarios), «el dept^rle desempeña una función de socialización con rés­ p e d ti a unas determinadas culturas dc estratos sticialcs y a una nott^ria motivación de ascenso» (LtjscüLN, 1979: 57), Efectivamente, en el fútbtil hemt>s comprt)bado que existe un sistema dc langos muy interiorizado por los jugadores que se expresa no st)lo en ia búsqueda de una carrera ascendente hacia la primera división sino también en la ctinsecucitín de un determi-

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Estrategias v prácticas cualitativas de investigación social

iiadi) síííHis que depende del tipo de elub en el que juegue o haya jugado. Nt> e.s ca­ sualidad que los entrevistados remarquen constantem ente cl niímero de tem poradas que han jugado en prim eia división (aunque representen pocos años en toda su ca­ rrera). o los años que han pasadt> en los clubes «estrella», que cn su opinión im pli­ can un m ayor status com o deportista. En el ámbito deportivo la consecución de un delenninado status suele ir aco m p añ a­ do de prestigio y reconociinienlo. como nos señalaba un ex futbolista que acabó en segunda división; «Yo llegué y el primer partido que jugué en cl Bcrnabéu fue un trofeo del Bernabcu, jugué un partido y líi prensa me dio el oso y el madroño de plata... ¡así que no me cor­ té mucho cuando llegué al equipo!» (Entrevista 5j. Este prestigio y reconocim iento no se corresponde, sin embargo, con la dimensión económ ica, tal y com o suele ocurrir en otros ámbitos, com o el artístico o el del e s­ pectáculo. En la actualidad los deportistas de élite tienen ingresos muy elevados, que en algunos casos incluso podríamos considerar com o desproporcionados, pero la m a­ yoría de los entrevistados pertenecen a una época en la que a pesar de que el futbo­ lista generaba buenas rem uneraciones, estas no resultaban suficientes para garantizar que tras la retirada se pudieran m antener holgadamente sin trabajar o sin buscar fuen­ tes alternativas de ingresos. En nuestro estudio, aunque el reconocimiento adquirido a lo largo de la carrera no ha implicado directamente ingresos elevados, sí que ha facilitado la inserción laboral pos­ terior. La popularidad y !a red de contactos logrados en los años de actividad avalan postcritirmenie al ex deportista, cuestiones que unidas al conocimienlo de la técnica y táctica deportiva, así como de los entornos culturales de cada deporte, constituyen lo que se ha denominado «capital deportivo acumulado» ( H e i n e m a n n , 1998. citado en Puic; y V iL A N O V A , 2(X)6: 78); concepto que a semejanza del de capital cultural pro­ puesto por B o U R D tE U ( 1993) para otros ámbitos, o del de capital social de P l í t n a m (2003). resulta muy interesante para abordar el estudio de las trayectorias laborales.

Deporte y trabajo El deporte profesional, aunque conserve m uchos elem enlos de la práctica amateur. constituye una iorm a de trabajo reinunerado que, com o se ha indicado anteriorm en­ te, presenta características propias (salarios elevados, reconocim iento público, y d e ­ portistas que se convierten cn ítlolos y m odelos a imitar) pero al m ism o tiem po com parte importantes rasgos con tas formas de trabajo propias de la denom inada so ­ ciedad postfordista. Veamos algtuios de estos rasgos que se manifiestan en las entre­ vistas realizadas; En primer lugar, y com o telón de fondo, se ha producido una importante tiansformación cn la propia imagen social del futbolista, l a l com o se refleja en el Esquem a 2, el

Capítulo G 4 La entrevista abierta en investigación social: trayectorias profesionales...

• • • •

>Un deportista entrenado. Lógica del esfuerzo. • La Importancia det entrenamiento, dedicación, sacrificio. • La élite del fútbol (concepto de clase, grupo). • Profeslonalización. Cuito b I equipo.

Héroe de barrio. Relato épico, Alguien con talento, un don. Algo Innato, Figuras privilegiadas, fuera de la norma. Personalización. Culto a ta persona.

E sqljiíma 2

Tran.sformacióii de ia im agen social del futbolista

iLilbolisla ha pasado de ser un héroe cercano que va triunfando gracias a su don inna­ to y a su talento, a ser un deportista profes ion ah zado. Com o nos decía Manuel, antes el jugador era más «artista»: su imagen social se correspondía con la que podían trans­ mitir figuras míticas como Gento, Pelé, o incluso Maradona, futbolistas que pertene­ cen a las clases trabajadoras y que gracias a sus cualidades innatas y valores (carácter, fuerza de voluntad) son encumbrados como modelos a seguir, cumpliendo com o se­ ñala Bourdieu el «ideal moral» de las clases dominantes ( B o u r d i h u , 1993; 6 3 y 6 5 ). En la actualidad, aunque se valora el talento, se prima la lógica dcl esfuerzo, del e n ­ trenamiento dirigido y la voluntad dc sacrificio. Las transcripciones siguientes ponen de manifiesto estas cuestiones: «P o iq u e m ucha gente cree que ser futbolista es iacil. y no es tan fácil. Mucha.s veces oigo: hay un chico ahí ct)ii doce años que Ic pega fen óm eno de pie, que saca bien de cabeza, t]uc es rápido, que hace la pared, no sc, toda.s las técnicas de un futbolista. Yo pienso; todavía no veas la cantidad de cosas más que le falta p o r hacer para ser un buen futbolista, no solo eso, m ucha técnica, fallan m uchas cosas» (Entrcvisla 8). «Siem pre me lia gustado recalcar C|ue no es fácil, o sea, que la gente piensa que esta­ m o s tocados por una varita ( ...), Estoy seguro de que no hay ningún deportista que g a ­ ne un duro dc esto que está locado por una varita. Es lo m ism o que si le d ig o un dcpariam cnto dc marketing, hay un tío que entra en ei departam en to de m arkeling, el tío iiabrá tenido que estudiar, pelear, trabajar com o todo cl m undo» (Entrevista 14í.

En lo que respecta al irabajt) del deportista, también se ha producido una impoitante transformación que sc concreta en distintos aspectos (véase el Esquema 3). En los inicios de la can'cra del deportista pioles ional se potenciaba la identidad del equipo y se valoraba la permanencia en el mismo equipti durante muchos años, pero en la actualidad la práctica deportiva está asi mi lando valores projiios de otros ámbitos la­ borales. A pesar de desarrollarse en un entt>rno grupal, el trabajo y la carrera del deportista de élite están cada vez más individualizados; los contratos se negocian individual­ mente (en ocasiones a través de repiesentantes), lo.s prtigramas de entrenam iento se conciben también individualmente, sc establece una progresiva desvinculación entre el «saber» técnico del entrenador y los jugadores, sc produce una m ayor especiali-

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14G

Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

• Fomento de la identidad de equipo como grupo. • Vinculación entre trabajo profesional y relación personal con jugadores. • Identilicación con ef trabajo. • Culto al profesional con vinculación al «3ríe- del fútbol.

►Nuevos ju g a d o r e E ;

p ro c e s o

de

in d iv id u a liz a c ió n c r e c ie n t e .

■>

■Desvinculación progresiva entre técnicos y jugadores. Especialización de funciones. • Redefinlctón de la profesión. Culto a las -nuevas profesiones» stn vinculación con el -arte» del fútbol.

E sqi ; hm .-\ 3

Triinsfor 111 ación un el Cf>nteni del

(r u b u jo

técnic'o cn torno iil fútbol

zación de l i i n c i u n c s di;nlr(i y fuera d c l canipt) üc juego, y conu) bien señala Manuel, cn el entorno dcl Tútbol (y t;iinbicn del baloncesto) surgen nuevas profesiones que ocujian nLie\'os nichos d e inereado: el psicólogo deporlivo, cl asesor de inversiones, el asesoi- tle imagen, ele. TolIo ello remite incxoi-ablemente a reflexitinar sobre k)s ¡xualclisiiuis ct)ii el iniintlo del trabajo en general, que manifiesta también una maytir indi \ idualización de las relaciones laborales, m ercados tic trabajt> cada vez más scgmcnlatlos. relaciones más impersonales, nuevas t)cu[iaciones en nuevos segtnenitis, etc. Ptn' i'illiino, en relacitín et>n lo aprendido cn sus carreras étimo dcptirtíslas de élile. iiLiesirtis cntrevistatlos destacan la atlquisición de algunas cajiacidatlcs (t) com peten­ cias. en cl lenguaje que impcia en la actiialitlad), que se valt>ran crecientem ente cn cl ámbito laboral >' t|ue en ocasiones han operado ctinui fácililatloras tie la inserción pttslcritir: la cajiacitlati de sacrificio, cl trabajt) cn et|UÍpo, cl sentido tle ia disciplina, el sonicl i miento a las reglas, la sociahilitlatl: com petencias t|iie forman parle tlcl ca­ pital tleportivo dcl ex fu t bi >1i st a ti ex baloncestisla profesional y que ctïincidcn con las que se están deniandantU) tlesde el muntlo empresarial. (Jiietla por analizar con más dclalie si realmcnle resultan exirajitílahles tie uti ámbito a otro. b!l tratamiento conjunto tic eslos y oíros temas t|uc nt> se tratan en este capítulo poi' litnilacit)nes tle cs]-)aciti ha conlluitio en un accicam iento al tema de tas trayectorias profesioiKilcs y a una espccincacitíii tle las tltstiiuas tipologías cncontnidas hasla el momenlt>. t|ue se presentan en el siguiente apartado.

E l a n á lis is s o c io ló g ic o de la s tr a y e c to r ia s p ro fe s io n a le s P a r ti e n d o tic la itica tic tjuc la ticnoniinacitíii tic « p r o f e s i o n a l » r e s p o n d e a uu uso colitliant) del t é r m i n o t|uc e s l á absti lutameli te ex lenti ido en el m undt) tlel d e p o r t e . > t)ue n o tlcbc c o n t u n t l i r s c c o n Iti q u e se e n i i e n d c ct>nio tal en la .StKÍtilt)gía tic las ProfesioiK's d^í/.ví' PiNkHi., las trayecti>rias « p r o f e s i o n a l e s » d e lt)s ex tleporlistas de élite s ig uen una p a u t a a b s o l u t a m c n l c t>puesla a la q u e p r e s e n t a n o tr o tipo tic ira h a ja d o r e s . C o m t i se p o n e tle ma nilles lti cn cl E s ti u e nia 4. cl ticm[io g c n e r a i m c n t c c o n s t i t u y e un o b s t á c u l o para el de porti sta d e aliti nivel, y a t| uc la aproximaci(>n tlcl

Capitulo 6 ^ La entrevista abierta en investigación social: trayectorias profesionales..

Madurez

Juventud

Experiencia Retribución monetaria alta

Mayor reconocimiento/popularidad Mayor retribución económica

7 ------- ----------

Lógica en el mundo del deporte dc élito Lógica en el mundo del trabajo

Juventud

M a d u re z

Inexperiencia Retribución monetaria escasa

Menor reconocimiento/popularidad Menor retribución económica

El tiempo Juega a favor en ia vida profesional habitual

El tiempo juega en contra del deportista profesional

EsytmMA 4 Distintas lógicas dc trayectorias profesionales en el m undo dcl tr a b a jo y cl mundo dcl deporte dc élite m om ento dcl retiro (o dcl «agujero negro», com o apareció cn alguna entrevista) su­ pone cl inicio dc un pcri(.)do dc inccrlidumbre que en el mejor dc los casos ctm lleva una imporiante disminución de los ingresos y un menor reconocimiento piíblico. Por el contrario, para cl resto de los trabajadores, o por lo menos para aquellos que tie­ nen oportunidades dc cañera, el paso dcl tiempo suele ir acom pañado de una m ayor experiencia y madurez que se rectinoce en la retribución monetaria. En el m undo del deporte de élite, cl momento tic la retirada se suele producir cn tor­ no a los 32-35 años, justam ente la etapa cn la (,|ue una pcrstina adulta se encuentra cn la plenitud de su vida y cuenta con mayores capacidades. A diferencia dc lo que ocurre en la mayor parle de los contextos laborales, donde a esas edades los traba­ jadores generalmente cuentan con cierta experiencia, madurez y pericia reconocidas en las labores que desarrolla, el deporlista profesional siente que ya ha prestatlo sus servicios y que debe afrontar una nueva etapa para la que posiblem ente no esté pre­ parado. CI m omento ilc la retirada, que puede vivirse de distintas formas (y que in­ cluso puede planificarse y enfrentarse eon decisión), constituye cn todo caso un punto tic inflexión cn la vida del deportista, y com o tal, no resulta fácil. Prueba dc ello son las metáforas proporcionadas por nucstrtis en trevi slados al referirse a la re­ tirada del deporte profesional como cl momento tiel «agujero ncgrti», del «sallo al

149

1so

Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

\ ; r Í()>' i'i dt’l íii [lor alt!U

« . . . iHKi v l v t j i ic U' r e t i r a s Jiu p u e d e s c x i y i r t L i m p o e o iiiLiclin. l ' r e s u n i n i i i d u i u i i . \ e o n u ) Uil l i e n e s t | u e e m p e z a r * y i i i e g i i si t ú \ a l e s p u e s i r á s c r e e i e i u l t ) « ( l i i i l r e v i s t a i 3 ). « . . . l l e n e s t ] u e h a j a r d e l j i e t l e s u i l , p o r < Í e eÍ r l o d e a l ji Li na m a n e i a , y d e e i r ; b u e i u i . a h o r a esKi)' j u g a n d o al l u l t m l y e s t o y g a n a n d o e q u i s , y a h o r a l e n g o q u e l i a e e r n n t r a b a j o q u e \ u y 11 , ü a n a r u í i a e n a i l a p a r t e , p u e s , o y e , si n o i e n g i > o t r a a l t e i n a t i v a . p u e s v o y a l i a h a ­ j a r citnc t i c s p u c s , u n a v e / tpie ei jiigndt>r tic ja d e v i v i r tie i iVilbiil o de l ba huiccsto'.' El a n á l i s i s c o n j i m l o dc his e n t r c \ Islas a e x j u g a d o r e s piist) d c n ia ni ricstt) Lina tl[Hilt>gía dc trayccit>rias p r o fes k m a Ies cuyt>s r a s g o s p r i n c i p a l e s icstimimt>s a c o n t i n u a c i t í n e iltistiamt>s ct)n a l g i m a s c i t a s r e l e v â m e s tle las d i s t i n ­ tas e n t r e > i s t a s ,

* 'I’ra> e c to r ii í I: Ex jiigadt>r q u e ha ct>nllnuadt> v i n c u l a d o ai m u n d o dcl dcpt>itc p ro f e s io n a l, cn pucsttis d e c a r á c l e r lécnlct) (en lrenadtir, s e c r e t a r i o tccni cti u titros p u c s lo s cn c l u b e s de p r i m e r a ti s e g u n d a tlivisitín) o c í i m c n t a r l s l a s tieporlivtis en tatlit> o icle\ isit')ii. io q u e cn la m a y o r pa rte d e los c a s o s ha supLicslti atitjuirir fo rm acit'm ad ici o na l tras la rctiratia. Sc trata tie [lersonas tic un tirlgen dc cl as e irabajatitira t[Lic ttt) lian pre v is to su Inscrclón labt>rai p tislc rkir p e r o q u e liaceti ust> tie itïs c on tac ltt s realizatitis a lo large» de su cat rera t ic p o r li \ a . « . . . p a r a m í e l b a i o i i e e s t o e s m i \ i ti a, e n t o i i e e s . b u e n t t , a h o r a m i s m o s o y e n t r e n a t i o i . , , I f n t o n e c s y o a t i o r a m i s m o e s tt > y m e l i d o , m e e o n s i t i e i ' o e n t r e n a t i o r ] i r o l ' e s i t ) n a l , t | i i i e r o e c H r e n a r . t j u i e r t i s e g u i r e i i i r e n a n t i o » ( E n t r e v i s t a 14) .

• ' I V a y e c t o r l a 2 : Ex jugatUir t|u c ticsarrolla inlclalivas e m p r e s a r i a l e s (Mentías, holeles. ct)ine icios tle tiiverso tipo) bien p o r q u e tie ne un mayt)r nivel de e s l u d i o s , o hien p o r q u e earceientlt) dei s a b e r e \ p e r l o p re c is o , cuciila ct)n r e d e s «tic c o n íl a n /. a » t}ue le a s e s o ra n ( l a m í l i a r e s tjue in\ ierlcn cl dincrt> ti u ia n te t) ti cs pué s tic su c a r r e r a , n e ­ g o c i o s heietlatlt>s ti ayutia tic l e ie e r o s b a s a d a cn el i c c t m o c l m i e n t o a Itis servieitis prestadtis). S u e le n prtivenir tic c l u b e s más p e q u e ñ o s y rcsitien cn ciutiaties tic m e ­ no r tainaíio. tloiule las retics so ciales stin in;ís c e r c a n a s y la pop ularitlati se m a n ­ tiene ptirqtie stiti visto s c o m o «hcrties iticai es». A p r ti v c c h a n su «c apital tieptirtivo a c u m u l a d t i » pa ra Im p u l s a r sus ncgtieltis. A u n q u e e oi i i n liL’n»o> ¡tuJieiitlu !ni\ m u y p n t ;is iIlve^I¡lí:tei(^nc^ sut>re el las q u e lian abotJa(.lii cl L'siutlio (.ie ki l e l i t a t l a c o i n e i i l c n c n '¿efialar lo nuLinuit ieu dul j n o n i f n l o ( M i i\)i| i s o u n , P i ' u ; y Vi I k o i i r. y 2(100). L a s (.'¡l;ts tic las f n i i w i s i a M dcl c s i u d i n tic R o í I I (2(K)0) pava Ai t:cnl¡jia e o i n c i i l c n c o n las a p r c c i a c i n n c s i |ue sni f i cn c n n u e s t r o csiui.Mo: « t^ c pr oi i l o m i e g o sc t| uc(l o sin a l i m c n i o y n u liay eiiii t juc ¡Icnarlo"' , «ic t i r i i r sc e s n a c e r ilc n u e v o « , «cl tlíii t)ite (.tejé cl tuit iul c m p c e é :i m o r i r im poco' *.

Capítulo 6 nipleja en ta t¡ue inlcrviencn múltiples factores tiuc at celan a su desarrollo cspccfneo: además de las res pues las tlcl eiilre\islado cs nece­ sario inlcrrogarse por el papel del cnirc\ istador y analizar con juntamente las decla­ raciones de! informante y las tlel entrcvislador. El uahajo reali/atto conslituye una primera fase del diseño inicial de in\x*stigaeit)n. Ct)ino se lia mencionado, la segunda lase cuantitativa, aún por desarrollar, preiendc identiilcar y ahoiulai en los factores tjuc ctinlribujen a ctinforinai una irayccUMia labt>ral sólida y eniiquecedora y cn aquellos que pueden tender a did cu ltar la insercitSn laboral ptistcrior. Hl ust> iniegrado tle la técnica tic la enlrevista y de la cnciiesia per­ mil irá abtirdar el tema de eslutlio cn distintos niveles, uno basado en el análisis del tliscurso. cl otro lundamentatU) en ias regularitlades estadísticas, ki que permitirá lui acercamiento cn prtilundidad a la problemática de la inserción laboral de los ex tleptirtistas y a la articulación de políticas que la faciliten y prevengan las potenciales dillcultades a las que se enfrentan cuando se encuentran ante sí una situacit')n sociolatioial ct)mpletanienle distinta.

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Capítulo 6 4 La entrevista abierta en investigación sociai: trayectorias profesionales...

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153

Estrategias v prácticas cualitativas de investigación social

154

d c l riitholisKi. [:1 tir;iina d c l d í a i l c s p i ic s » , L ih u m ión rísirci y Pi'i>orti’s. Rvvistn iiiiiitut, afu) ,‘i. lu m i. 21. D o c u iiic n U ) c l o c l r ó ii i c o : h u p : / / \ \ w . c l 'd c p n r tc s .c o m / . S i’t Nc t K. 1 !, { ISKO): />(■ ¡t! cihícíicieín iitltií-cliícil. ntuntl y física. M adi'iti; lin p rcn U i tit; M íuuicI



Ci, HciiiLÍntlc/. \ ’ai i ils, M. (2(Ht2); l'm tvvissas rudliuilivíts. C o l c c c iú i i C iiadL 'rno s M c U i d o l ó g i c u s . luiin . 3 2 . M a tirid ; C c n U n d e liiv o s l i g a c in n c s St te it iló g ic a s . \ ' i iti l N, r. (

iíal, n." .^(> ( w w w . e f t l e p o r l e s . c o n i ). XN’a i n í k m a n . C ., y ,Sai 'IU, R. ( 1S)‘>7): 1.a trasíicnda J e la inví\s!i}4arión. H iie iu is A i r e s : liditt)rial tle B e l g i a n o . Z n a n i i l í ’Ki. F. ( 1 ^ 3 0 ) : Soc'jo/(/í>ia wytlian'ania (Socio/oi^ía d e ia lülucavióH) ( I tu n o 2 ). V arst)\'ia.

C A P I T U LO Los grupos triangulares como «espacios transicionales» para la producción discursiva: un estudio sobre la vivienda en Huelva F ern an d o Conde

I n t r o d u c c ió n En este capítulo se presentii ki práctica de investigación cualitativa qife se viene de­ nom inando gri4f)os triíwgitlarcs. Es esla una práctica que, en la actualidad, es toda­ vía relativamente poco conocida. Mientras que los gi'upos de discusión y las entrevistas abiertas cuentan con una larga tradición en ia investigación social y, por tanto, existen numerosas investigaciones realizadas a partir de ellas, los grupos trian­ gulares son una relativa novedad, ya que han sido desan'ollados mucho más recien­ te] líente. De hecho, es a principios de ios aflos noventa cuando em piezan a ser utilizados en la investigación social pt>r parle, precisamente, del m ismo equipo in­ vestigador que ha realizado el estudio que aquí se presenta. Este trabajo se basa en una invesligación financiada por la Empresa pública del .sue­ lo dc Andalucía que se denominó vivienda en Huelva: cu!turas e idenxidades ur­ banas y que se realizó a lo largo de 1993 Si bien el objetivo último de dicha investigación fue abordar la cuestión tie la vivienda desde el punto de vista dc las ne­ cesidades y las demandas tie la misma, el estudio se inscribió en una serie dc objeti­ vos más amplios que conectaban con el análisis de las expectativas y prácticas stK'iales en relación eon la vivienda, así comt) una reflexión st>bre el espacit) urbant) y domestico, la identidatl onubense, las ibrmas de vida en la ciudad, la percepcitín del espacio y las desigualdades sociales. ' Flic putii i catla ct» l^^fi pur lii .kirtUi tJc AiitliiluL’ÍLi y par iit piindación Ki M onte y l’ut’ dirigitJa y reiilizatla por el autor dc cslc capítulo, CotUó con lii colalxiracióu dc Javier C : a i -1.!í j o . Javier Shciovm y R a n ­ D O M en cl trabajo dc cam po, así etimo dc Ana bel S lr k a n u y M anuela CítiNZÁLr.z en el mecaiiopraíiadt).

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

La iii\csli^aci los g ru p o s ti iangulares f o r m a d o s por tres p e r s o n a s y cl m o d e r a d o r “. O ku { ha tl c s a r r o ll a d o dcsttc un p u n to de \ Lsta m á s te óric o y g e n e r a l cl lu ga r y el c a m p o de a p l i c a c i ó n , la e s p e c i n c i d a t i y, al m i s m o licmpti, la c o m pic ni c n ta r ic d a d «poi de lcctti» itel c o n j u n l o tic pr á e ii c a s c u al it at iv as y de t é c n i c a s c u a n t i t a l i \ a s d e uso m á s hahil nal en la invcstigaciiSn social. M u c h o s o tr o s a u to r e s han i-cali/,ado d i f e r e n ­ tes a p rt )x ii n a c io n e s a e sk is m i s m o s te ma s. Sin e m b a r g o , los p r ti fe s io na le s dcdicatltis a la inv'estigaeióii social y, en g e ne r al . k)s le ct or es in t e r e s a d o s en e ste lipi> de p r o ­ b l e m á t i c a s c a r e c e m o s e n nuietios c a s o s de te xt os dontle, s o h rc ia h a s e d e tas e x p e ­ ri e nc ia s c o n c r e t a s d e in v c sl ig a c io n e s realiz.adas, se p u e d a o h s e r \ a i el juego, el us o y lo i,juc lia t.lc sí ciida inia d e las c ilatías p r á c t i c a s c u a l i lat i vas. Si csit» es c ie r to a n i \ e l g e n er al , tti es m u c l i o m á s e n el c a s o d e los d e n o m i n a d o s g r u ­ pos n ia ngula re s ya q u e . po r su tiovedatl y p o r su rc c ic n le ulilizacltin en el c a m p o de la investigaciíín en las c ie n c ia s scK’iales. aún no se han reali/ad{) las s u f ic ie n t e s in\ e s l i g a c i o n e s , ni t a m p o c o ha tr an seu rr iti o el t i e m p o suf icien te c o m o pa ra h a h e r p r o ­ ducidlo cl nivel de e x p e r i e n c i a t.jue p e r m i t a a b o r d a r c on un m í n i m o tle ri gor nn a rc t l c x i ó n teórica sob re la cs pee i fie itía ti d e d i c h a p rá c li ca y s o b r e su p o s i b l e di sl in cit')n/ct)mi">lemenlariedad e o n oir ás pr á c ti c a s y lé e n i c a s tle in \e s lig ac it) n.

P l a n t e a m ie n t o

m e t o d o l ó g ic o bá sico

I..as perstxias. los g r u p o s , los feiu'mienos sticiales en su c o n jin ito soji tan rict)s y c o m ­ p te jos t|uc p i c t e n d c r aharcai'los en su total itiad se c \ i t i c n c i a ctuiio n n a tarca impttsihle. l,as th s li nla s melt)dt>logías n t í l i / a d a s p o r las c i e n c i a s st)ciales e n ia invcsligacióti no son m á s t[ue s» {(^Ktl, 1993) q u e nos p e r m i t e n a p r t ) x i m a r n o s ptir un c a m i n o tle icrminatk) a esa real idatl ptiiiédrica. c o n tantas c ar as y f a c e ta s ti i si i nías. Las mettHlologías. las prá c tic a s y las té cni cas d e Ínvesligacit>n st>cial nt) son. sin ciiv hargi>, camint)s lisos y nen lia les po r k>s t|ue cl invest igatittr se a p r o x i m a a una d e las caras de una jiretendida realitlad sticial ex ist en te fuera tlel niismt), c tim o al go ple na > jierfectainente tlellnido, exter ior >' anter ior a la iiUcrvención dcl s uj et o invesligadtM'. Por cl conlra rio , las mc lotlolo gía s. las prá cticas y las té cn ic a s d e i i n e s l i g a c i ó n son «instiLiineiUos» ariificiaics t|ue « p ola ri z an » y «desc t>mp onen » (CoMii.. 199.3 y 1994) - L;i sf h;is:i on lii ivali/.;iLÍiiii tlv uíia t.-iit;uL-sta li l.(MH) intliviiiuns viclLVfionatfos siyuioiitlo lo-' t iiiL'iii)'. i Il* i .i tvpEL'SL'niaiividiKl uMinlíMka, :iM (.'tuno L-niroviMas, irt's j;rupt>s de üiscLisÍ(>ii caiiiiuÍL'os y (tes i!nijn>s tiianiJtilaifs NL-lL'tfi()[ia(.Ios siyiuL’iuio los (.■rilcnt>N du la l‘*iist|in.-tia di.- ivprvsL'iilalividatl t.’s[rin.liinil.

Capítulo 7 ■ * Los grupos triangulares como »espacios transicionales» para ia producción...

cl teiiómciio investigado haciciido t|iie surja, que sc constituya, que se evidencie y que se exprese, de una u otra íVunia. el lado. Ia lace la que buscamos estudiar en un fenó­ meno social dado, en un grupt) humano determinado, dc forma similar a como, por ejemplo, el cristal o las gotas de lluvia polarizan la luz blanca y la deseom ponen ante nuestros admirados y siempre sorprendidos ojos en un haz dc vivos colores, ¿En qué línea polarizan o descomponen el fenómeno social investigado cada una de las prácticas cualitativas utilizadas en la invesligación sobre la vivienda en Huelva? A priori, ¿qué diferencias existen entre ellas en la medida que todas y cada una de las mismas producen y trabajan con discursos sociales? Por lanío, ¿qué diferencias existen entre los discursos producidos y obtenidos por las entrevistas personales, por los grupos dc discusión y por los grupos triangulares? Para poder comparar y contrastar con más facilidad unas y otras prácticas utilizadas va­ mos a dividir la breve presentación de cada una de ellas en dos momentos diferencia­ les: cl momento de la producción dcl discurso, es decir, el momento en el que se realiza materialmente la entrevista, el grupo de discusión o el grupo triangular respectivamen­ te y el momento del análisis/interpretación o momento posterior a la realización de la entrevista/grupo (momento en el que el investigador trabaja directamente sobre el tex­ to transcrito dc la entrevista/grupo realizado). Asimismo, y en la niedidu de lo posible, el conjunto de reflexiones que vamos u dcsarrollaj- en esle capítulo las centraremos en torno a los siguientes aspectos que resumimos en el cuadro siguiente:

A B O R D A .Ii: DE L A S DIFERKNTICS F E R S r K C T n A S CUALITATIN'AS K N T K K V IS IA PKKSONAL

s u .u n tí DE LA PRODUCCIÓN DISCURSIVA

«YO»

F U N C T IO N

FirNCIÓN EXPRESIVA

LINGÜÍSTICA DOMINANTE APROXIMACIÓN RESAETADA

«El. HOGAR»

G R l'P O 1 R l A N G l ’l-A K

G H iyO D I S C L ’S I Ó N

SUJETO MÓVIL ENTRE «YO» V l.,OS «OTROS» TENSIÓN EN I RIi LA E EÁTICA, LA EXPRESIVA Y LA METALINGÜÍSriCA

«NOSOTROS»

LA «CASA»

«LA VIVIENDA»

I-UNCIÓN MKTALINGÜÍSTICA

Liis (u uti ones lingüísticas dDininanles rfiiiilcn a la prtipuesiu de Roin;in Jakouson (1 9 8 4 ), lin su obra E u \u y (tx (te tiiifíiif\tic a g e n e r a l prupone seis t’iinL’iuues dislintas implitatlas en la cíiinunieaeiún ling üís­ tica. Una sería ki función referencial, tnic hace relerenciti a ht infirm ación que cl mensaje transmite acer­ ca tic eslytlos de cuüas u de situaciones dcl minidt); la lunciúji expresiva, inediíinlc la cual cl m ensaje produce huellas de his em oc ion e s, deseos, expeciaiivas y temores del emisor; la funciiín conaliva, que

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Estrafesias y prácticas cualitativas de investigación social

L as

en trevista s a b ie r ta s o perso n ales

El momento de ia producción discursiva La entrevista personal, com o su nom bie indica, es la realización «cara a cara» de una «conversación» personal entre ci entrevistador y el entrevistado en la que se trata de general nn «proceso comunicativo» en el que el entrevistado exprese dc la i'orma más libre, distendida y espontánea posible el conjunto de sus vivencias y de sus puntos de vista personales sobre el tema investigado. C om o resalta A i .o n s o ( 1 9 9 4 : 2 2 6 ) . «la subjetividad directa dcl producto informativo generado por la entrevista es su princi­ pal característica y, a la vez, su principal limitación». Así, en nuestra experiencia de la investigación sobre la vivienda en Huelva, las entrevis­ tas personales estaban Menas de las vivencias más íntimas de ias personas entrevistadas (en más de una ocasión y de forma muy emotiva y dramática surgieron en el desairoilo dc las mismas dramas personales dc minusvalías, de paio, de enfermedades, etc.), y a partir dc esas vivencias se evidenciaba cómo a lo laigo de las entrevistas las personas enrievistadas se planteaban y abordaban el lem a y el «problema» de la vivienda. «SoiníK\' cua!i'f>. d o s iii jos, un niñ o y u n a niña. Líi niña tiene un p ro h ien u i de m in u sv a ­ lía i’ ese es uno de ios pro]>lenias de p o r q u é n o en co n tra m o s vivienda. Yo iic estado viviendo en un p iso que tenía una escalera dc acceso a! a sc e n so r y m e he Tenido que iiUHlur a cu en ta dc la escalera. H e en co n tra d o uno pero, chu'o, ei proi?icma es sie m ­ p re e l m ism o, cin cuenta y cinco m i! o sesen ta y cinco í u H p e s e ta s a l mes, ese es el p rohicnia n u estro en sí...» (Entrevista personal. M ujer de 30-35 años eon una hija niimis válida). «— ¿ C óm o ve un p o co la situación de la viviettda a q u í? -Fatal. -¿Por...? -E n el senlido econ òm ico , en todo sentido, una persona no te p uedes m eter en un p i­ so, y o estoy de alquiler -¿Tú está s de a lq u iler? -E sta b a antes -Estabais. - N o s liemos ido ahí a casa de mi sue^zra para poder ju n ta r un poco, si no no som os capaces dc m elem o s, por lo m eno s para una entrada que está por las nubes, com o

v e n d r í a a scrr hi optíraL'ióJi d c l m e n s a j e s d b i e el d e s t i n a t a r i o (le p e r s u a d e , le I n l i m i d a , le m n v i l i / a . le p;ir al i / a , , . ) la f u n c i ó n m e t í i l i n g ü í s t i c a s e r í a a q u e l l a b as ad í i e n la o p e r a c i ó n d e v e r i f i c a r el c ó d i g o , e s t o es, L'ouiprobai' si e n t i s o r y d e s t i n a t a r i o c o m p a r t e n ci m i s m o c ó d i g o (y q u e p c r mi ti r ií i v e r c ó m o se e x p r e s a et c ó d i g o e n lo.s d i s t i n t o s g r u p o s s o c i a l e s ) ; la f u n c i ó n f á t i e a c o n s i s t e e n la o p e r a c i ó n d e v e r i f i c a r si el m e ­ d i o o catiaf s e e n c u e n t r a cji c o n d i c i o n e s f a v o r a b l e s p a r a la c o m u n i c a c i ó n ; y, p o r ú l t i m o , fa f u n c i ó n p o é ­ t i c a e s la o p e r a c i ó n de! m e n s a j e s o b r e s í m i s m o , o r g a n i z a n d o s u s e l e m e n t o s d c a c u e r d o c o n p a t r o n e s e s i é t i e o s . E n t o d o i n t e r c a m b i o c o m u n i c a t i v o e s t á n p r e s e n t e s las s e is f u n c i o n e s s i n u i l t á n e a r n e n t e , a u n q u e , e n cadii c a s o , h a y d i s t i n t a s ¡ b r m a s d e j e r a r q u í a e n t r e e l l a s ( J a k o u s o n , i yH4; 3 5 3 - 3 5 9 ) ,

Capitulo 7 -f Los grupos triangulares como «espacios transicionales» para la producción.

no tengo para ia entratili dos millones o tios mil iones y pieo olvídate del pistii* (lin tre vi sta personal «Rceogitio»)**.

De la tnisnia l'orma que surgían estas vivencias ífilimas, estas graves situaciones per­ sonales, también siirgían en cl olro cxUcmo de la escala de las «actitudes», sujetos que acudían a la entrevista pensando que esta era un medio de conseguir el acceso a lina posible vivientla tleinandada y que, cn ctinsecueneia, trataba de generar un dis­ curso igualmente íntimo y personal para conmover al entrevistador y así poder obte­ ner «teóricamente» la vivienda demandada. Las entrevistas perstmales están llenas, pues, de referencias a situaci tiñes personales que se expresan desde el plano de la subjetividad más plena, que están producidas desde el «adentro» más íntimo y que producen relattís, narraciones en las que se po­ ne en juego una amplia dramatización personal, esto cs, n anaci unes en las que el entrevistado trata de construir retóricamente la imagen que de sí mismo quiere pro­ yectar a los ojos y oídt)s del entrevistador en torno al tema investigadt>. Es por ello por lo que en las entrevistas personales se pone cn juego ante todo lu denominada función expresiva o emotiva ( J a k o h s o n , 1 9 8 4 ). La función expresiva dominante en este tipo de práctica cualitativa que se significa, pt>r ejemplo, a lo largc> del conjunto de las entrevistas realizadas en la continua presencia del «yo» etimo primera perstina del singular, etimo sujeto de la entrevista. «D epende [luicim del nivel ccoiióniico. Yo tengo una pensión. Yo soy pensionista, e o ­ mo es una pensión de unas novcnUi mil pesetas, y mi mujer trabaja... no tiene un tra­ bajo estable, ahora a lo m ejor trabaja en io agrícola, está... hace las pctinadas y después etibra el partí agrícola, y yo... entonces nosotros no podem os tener... Yt> para vivir al­ quilado tengo que vivir...» (H. pensi tini sia de ."ÍO-ÍS años).

Este «yti» de la entrevista que, etimo apunta Alonsti. es un yo «que poeti tiene que ver con el yo etimo realidad objetiva, individualista y lacionalizado. Es un yo nanativo, un yo que cuenta historias cn las que se incluye un bosquejo del yo etimo parte de la historia» (A lo n s « , 1994; 226). Yo naiTativo cargado de afectividad que. en cl casti de la investigación de Huelva, se evidencia en la maytiría de las entrevistas re­ alizadas en un doble pianti de cxpresitin: a) comti una especie de «sujeto aíligido», tie «yt) sufriente», podríamtis denominar, del problema de la vivienda más allá de p o­ sibles dimensiones sticiales y colectivas de esta problemática y h) como un «yo» liti­ ga re ñ ti que narra la vida y lu convivencia en el hogar, en los escasos metros de la vivienda en lu t|ue se vive y que, también, cuenta cómo se ha distribuido el espacio dentrti de ella para ptider mejorar sus usos. En una palabra, en las entre\ istas perstinales realizadas sobre el lema de la vivienda y más allá de las denuncias, de los comentaritis sobre las ptisibles dimensitines soPatii los lectoras que m> son de I luelvii li;iy recordiir qitc futí cl icriiiino de «recogidos» se quiere designar aquellas personas/familias que se ven obligadas a vivir on casa de algiín laniiliar o amigo ocrcano, «recogidos» por estos.

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c iales II olías dcl lema investigado, lo t|ue tendía a producirse, a exponerse y a resal­ larse era cl plano de la draniati/ación personal e intransferible de las experiencias y de las vivencias de las personas entrevistadas.

El momento del análisis e interpretación de ias entrevistas personales Mié ni ras la persona entrevistada pone en jueg o en ia entrevista personal lo que ella considera que corresponde a su experiencia niás íntima e intransferible, el trabajo de análisis e interpretación dc las mismas desde el punto de visla soeitilógico y más allá tle la conmoción emotiva pniducida por estas situaciones consiste, sin embargo, en tratar dc rastrear en las mismas lo que hay de significativo y de representativo de una situación social dada en el citado relato personal. El m ismo O k t í resalla (1980: 179) cóm o en el análisis e inteipretacion de los discursos producidos en una situación de entrevista personal «lo que aspiramos a ver y poder estudiar en el discin so del entre­ vistado no son sus probleinas personales sino la form a social-cuItuial y de clase de la estructura dc su personalidad y los condicionamienttis ideológicos dc su proce­ so m otivad onal típico». Así, por ejemplo, en las en tie vis tas personales de Huelva aparecían de fo n n a redun­ dante y mayorilaria las situaciones de extrema humedad de ias viviendas. Ahora bien, la forma de presentar ei tema era muy descriptiva y, al m ismo tiempo, personaliza­ da, desprovista en la gran mayoría de los casos de cualquier atisbo de crítica y de po ­ sible valoración social por la posible falta de calidad en la conslrucción de las viviendas. A lgo pareeidi> ocurría eon el lema de los «recogidos» o de las «enferm e­ dades dc pulmón», que surgían en muchas de las entrevistas personales y que, t|ui/á s por evidentes y obvios para los propios onubenses, no solían surgir en las reuniones dc grupo. Sin embargo, y desde el punto dc vista dei análisis s«.)ciológieo, lodas estas situaeit>nes tienen que ver con una situación estiuctural de la ciudad de 1luelva: presencia de las marismas en los casos de las hum edades, del Polo Industrial en cl caso tle los problemas del pulmón, etc. Los «recogidos» entrevistados suministran, sin duda, el cjein[ilo más clarti de k) que significa una entrevista personal y del punto dc vista que dom ina cn su análisis des­ líe una perspectiva sociológica. En efecto, todtis los «reeogidtis» entrevistados des­ criben su situación de una form a muy personalizada. Sin em bargo, su situación es tan significativa en Huelva. expresa una situación social tan global que coleclivamenle los tinubenses han dado un nombre propio a dicha situación, k)s «recogitlos», más allá de las \'i vencías personales dc cada una de las personas afectadas y de cómti ca­ da una tle ellas ha derivado a dicha situación. En este contexto, el análisis de la expresión personal de las cuestiones sociales y cullUrales asociadas al lugar ocupado por cada entrevistado en el conjunto de la esti uctura stK'ial y del proceso histórico, permile, por ejemplo, desanx)llar el estudio de las estrategias sociales de «acceso a la vivienda» de una ftirma m ucho más clara y níti-

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*■ Los grupos triangulares como «espacios transicionales» para la producción...

tía t;ue ci>n K>s tliscursos produuitlos por y cn las otras prácticas cualitativas utili/aLlas cn la investigación. Hn cfccto. el análisis de los discursos producidos en las e n ­ trevistas personales, pese a la cxtrenuitla personalización con l|lic eran cnunciatlos, ha permitido poner de maninestti cóm o ilichas situaciones «expresiva y vitalmente» manifestadas como personales se corresponden claramente con la situación y posi­ ción de los diferentes cntrevistatlos eti la estructura st)cial tle Huelva y cóm o resptmden. etimt) consecuencia de elk). al cunjunto de reeurst)s perstinales. cconómÍct>s y culUuales, tle los t|ue disponen en función tle su ptisicitin en dieha estruciura.

Los g ru p o s de discusión El momento de la producción discursiva Hn luia posición contraria a la tieserita en las entrevistas personales se encuentran k)s gruptis de discus itin, tante» tlesde el puntt) de vista de la producción de los discursos ct)int) destie cl punte» tic vista del análisis de k)s mismos. La protiucción discursiva del grupo, lejt>s tle expresarse y protlLicirsc desde la indiviilualidad y personalidatl de cada unt) de k)s asistentes al misino, se prt)duce y se expresa colectivamente ct>mo tal grupo desde el lugar st)cial del grupo de refcrenciíi/perlenencia del mismo, destle cl rol st)cial dominante (trabajadores intinsi ri ales, amas tle casa, estudiantes uni ve rsilarit>s, consumidtires, etc.) que se tiesarrolla por parte del conjunlti de los asisten­ tes en una estructura social y cultural dada en función de lo que en titro lugar he tienoniinado s en el textti tle la transcripción del grupt>. En este sentidt), con la realizacit)n de kis grupos de discusitín a ki «que se aspira es a reproducir el discurso Ídet)k)gÍco cotidiano o discurst) básico stibre la realidad social de la clase social ti estrato representatk) pt)r los sujetos reunidos» (O rtí, 1986: 180). Con el aná­ lisis e interpretación de los mismos a U> que se aspira precisamenle es a expresar, a escenificar dicha prctensitín y, por tanto, se intenta poner tle manifiesto y resaltar el ctítiigo específico de cada grupo. O, dicho de otra forma, ct>n el análisis e intepretación de los tliscurstis prtiducidos por k>s grupos de discusión tratamt)s de reconstruir los discursos representativos de cada grupti social en función de sus ligaduras y po­ siciones sociales básicas. Por tanto, se trata tie hacer explícitos (aunque no solo) los discursos de m ayor significatividad y circulación sticial en todos y cada uno de los grupos sociales de referencia/pertenencia de los gruptis de discusión realizadtis. Por ejemplo, en el casti de la investigacitín stibre la vivienda de Huelva el análisis de Itis textos de los grupos de discusitín ha pcrmitidti enriquecer la consideración de las formas sociales y culturales de valorar el espacio urbano, así comti constatar la dis­ tinta posición a este respecto tfe tas clases medias altas volcadas hacia el exterior tle Huelva y el conjuntt> de clases medias y medias bajas muy enraizadas en la ciudatl y en su historia.

Los g ru p o s t r ia n g u la r e s Una ptisicitín intermedia entre las entrevistas perst)nales y k)S grupos de discusitín st)cialÍzatlos la ocupan los grupos triangulares, Conit) apunta Ortí, los grupos trian-

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res o •;]t)gicas dt)minantes». Por ello propuso en el ;irtículo citado la lie nom inación tic f^rtfpox Je tli.scusión ¡Jersonatizt-uias. líosde 19^3 nuestra e.xpeiiencia de invcsiigacit'iii se lia enriqueeitlo a este respecto y nt)s perm ite iiiiitizar estas alirinacion es iniciales (afirm aciones i|iio ctnnpartimt)s cn su m om ento) para desarrollar una línea tle rellexión qtio, comt> verem os m ás ade­ lante. resalla m ás la dim en sió n tío cot>pe ración intragnipti q u e la del pt>sibie en tren t a m iento en el m is ­ mo y ol posible cu cstionatniento tie las respectivas «itlcntidados personales» tle los asistentes (enrreiitaniiento siem pre posible, en cua lqu ie r cast)), Rn este desarrollt> de la cooperación parece jugar im im portante papel la introduce it)n en el discurso grupal de lo que hem o s demi mi nado «experiencia rct'eritfa».

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ubicrla y activa cn los grupos iriangiilurcs ya que la inclusión de tiicho «tercero», del «otro/oiros» abre el discurso, lo hace más inestable y dinámico. «Hn cuestión de eóino está la vivienda yo aquí en Huelva yo la veo í’aial, ¿no?, inc re­ fiero a Huelva, aquí cn Huelva, Lo veo fatal porque bui;no. me parece excesivamente cómo están ías viviendas, ¿no?, ile precio, excesivamente caro, o sea, carísimo para lo que es por ejemplo un simple trabajailor» (Grupo triangular Mujeres dc clases medias bajas). Dc esta forma, frente a la relativa «estabilidad estructural» ( T h o m , 1 9 8 7 ) de las res­ pectivas posiciones, de los diferentes espacios «substratos» ( C o n d e , 1 9 ^ 4 ) cn los que tiende u generarse la producción discursiva en las entrevistas personales y en los gru­ pos dc discusión (ei «yo» narrativo y el «n^)sotros» representativo), el sujeto de !a enunciación discursiva en los grupos triangulares no tiende a ocupar un espacio o po­ sición estable, sino tiue es un sujeto que se mantiene cn im espacio inestable m arca­ do por la tensión continua entre: ti) un «yo narrativo» como inicial sujeto de la enunciación, com o sujeto «subjetivo» dc lo que se dice cn cl discurso y de su c.spacio simbólico asociado (espacio del «adentro», del «interior» del sujeto que habla y del grupo en el que habla) y b) un «los otros» como segundo sujeto dc la enuncia­ ción-acción y de su respectivo espacio simbólico asociado; espacio del «afuera», planteado com o objetivo y «exterior» ai propio sujeto que habla al grupo. Desde es­ te punto de vista, lo específico del sujeto de la producción discursiva de los grupos triangulares podríamo.s decir que es cl ser un sujeto móvil que tiende a desplazarse (segiin los diferentes marcos narrativos y tliscursivos c[ue se producen a lo largo de la dinám ica de grupo) en un espacio intermedio entre dos lugares diferenciados y ca­ racterizados respectivamente por cl polo definido por el «yo» narrativo y «subjetivo» que aparece com o sujeto del habla grupal y por el polo del «afuera» definido y ocu­ pado por «los otros». Eslos son dcllnitlos dc forma aparentemente aséptica, objetiva y exterior al sujeto que habla, com o sujeto/s de la acción y de la situación que se quiere evocar con la producción del discurso. Podríamos decir, pues, que los discursos producidos respectivamente en el caso de las entrevi.stas personales y de los grupos dc discusión tienden a conformarse com o dis­ cursos «representativos» de una proyección Ideal del «yo» narrativo y del «nosotros» colectivo. Com o tales discursos representativos tienden, también, a conformarse co­ m o discursos articulados y más estabilizados y, por tanto, presentan potencialmente una cierta deriva hacia la «clausura» como tales discursos^. Sin embargo, los discur­ sos producidos por los grupos triangulares se constituyen en un espacio abierto. Ines­ table y paradójico, entre et «yo» y el «los otros» (incluidos), y, por tanto, cn una situación de producción discursiva inás abierta y pre-representativa (CoNDi;, 1993). Es ' Dl' iitií lil iinponunciii dcl coiK'cpio de sntur:ición cn cl an;íli,sis c iiucrprcuiciún dc csic lipo dc discur­ sos. Hay 1)110 Jcstacar, cn c ii;ik |L iic r ca.so, (.|uc la tcndcncia al cicrrc y a la clausura no conduce r ic c c s a ruiiiicnic u UJi «cicrrc» — inipusiblt; por d c fin itió n — y que, por lunio, los discursos niaiitioncn siempre un cierto grado dc apertura.

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tlecir. cl (.liscurst) producido mctiiantc las entrevistas personales tiene el mundo inte­ rior, el inundo subjetivo de catla entrevistado, el mundo del «adenlrt)» com o cl lugar, el espacio simbólico substrato desde el (,|ue se produce el citadlo tiiscurso. En esa me­ dida y desde ese lugar se tientle a construir un discurso que trata de «llenar», de satu­ rar ese espacio jiersonal (más allá de la imposibilidad dc ti icha tarca). El discurso producido por k)s grupos tie tliscusión, por su parte, tiende a realizarse desde un es­ pacio simbólict) marcatki por el «afuera», por el «nostitros» representativos del rol so­ cial destie el t)ue hablan los grupos y, también en esa medida, se tiende a prtitkieir un discurst) tjue igualmente trata tle «llenar» y saturar ese lugLir social. Por último, el tiiscursti producido por los gnipos triangulares se situaría en el espacio intermetlit) existente y tle 11nido «entre» una y otra posicitín. entre el «adentro» y el «afuera», en el espacit) de embrague, de tensitín/articulacióii piuadtíjica del «yt)» y kis «otros» (L|ue puctlen ser indirectamente «nosotros»). Este espacio, por su propia cons­ titución paradtíjica, no se puede saturar, no se puede Ilenm- ni siquiera tendencialmente. En este contexto y utilizando nuevamente las funciones del lenguaje de J a k o b s o n , ( 1984), es pertinente situar las diferencias entre los discursos producidos pt>r los grupt)s triangulares en relación con tas otras prácticas descritas. En efecto, si la función expresiva es la función tlominante en It>s discursos prt)ducidos por las entrevistas per­ sonales y la función m ctaüngüística lo es en el caso de los grupos de discusión, en el caso tle los gruptjs triangulares cabría hablar de las funciones fátiea y referencia! (in­ directa) com o las funciones explícitamente dominantes en su mt>do de construir los tliscursos. Estas funciones expresivamente dom inantes que irán asociadas, en lo im ­ plícito, al desarrollo de It) que ptidríamos denominar ptisible desbordam iento del cótligo — función m etalingüística— del tiiscurso social dt>ininante. En electo, la función fátiea sería dt)minante cn el área del espacio iransicional marca­ da pt)r el ptik) dc los «yt)s» narrativos que exigirían, dc una íbrma u t)tra, constatar si la ct)municación con el resto tle los «ytis» presentes en el gnipo funciona de forma Hui­ da y sin enfrentamientt)s, ni ciiestit:»namÍentos directos entre los distintos «yos» en pre­ sencia'*. Desde este puntt) de vista, la función fátiea sería la función más directamente relacit>nada con la «forma» triangular tiel grupt). O dichti de otra forma. la función fática podría ser entendida comt} la más particularmente característica del grupt) triangu­ lar en ia meditla t|ue sería prácticamente constitutiva tiel espacit) transicional en e! que se prt)ducen los discursos triangulares. Pt)r su parte, la funcitín referencial sería la fun­ ción tlominante (indirecta*') en el área tle los «titros» («exterit)res» pero «incluidt)s»), en el ámbitt) de las «experiencias referidas». En general, sería la funcitin tlominante en Manit-TiL-r ¡ibicrlas las vías do coiminicat’inti ctitre tos «yos» asistentas a! grupo triaiiyular (t'iiiición t'álicaí es Litia J e ias latiores del m odcradur dc esle tipo dc ynipos (C O N D R . lyy.'i: 226). ■* Kesallo lo indirecto dado ».jiie cn la loriiia dc consiruecitin discursiva m ás habitual do los gnipos iriany II lares ct» ! luelva, los grupos se reftcicn a los objetos, a las experiencias y a las situaciones quo i) ule re ti designar tío de l’orm a il irecta sitio a través de iiti relato i[Uo pone diclia situación en boca dcl «otro» yAt lie los sible códigt) de la represculacitín. La luncitiii metalingüística, pt)f último, se expresaría en hi relación tiue mantiene el disciu'so triangular con el disciu-so social dt)minante en el grupo de pcrtcnencia/retcrencia respectivt) que conllevaría en su desarrollo un posible desbordan!iento/cuestionamieiito/tlistaneia con respecto a tlicho discurso y su código respectivo.

El momento del análisis e interpretación de los grupos triangulares En el arlícult) citatlo anteriorEiiente señalaba cómo una de las características centra­ les de los grupos triangulares en relación con k)s grupos de discusitín era que «el gru­ po triangular desplaza el problema del discurso grupal y de su dimensión y/o carácter representativo o signiUcativo cn el terrcnt) social y simbtjlico, a ima dimensión y inomenlti anterior eoiiiti cs cl de la producekín en el propio proceso de interacción tle los sujetos. Se “inscribe” eu ini tiempo anterior al del discurso y su representación — el cual implica un cierto grado de circulacitín y de cristalizLición sticial— . para ha­ cerlo en el nit)mentó tle su génesis y de la producción discursiva y prc-representaeional, cn términos sociales amplios» ( C o n d e , 1993: 2 2 3 ). En este contexto, el m om ento de! análisis de los discursos producitit>s pt>r los grupos triangulares presenta una serie de particularidades relativamente diferenciales ct>n respecto al de los grupos tie tlisciisión. El análisis de los tex.tt>s producidos en los grupos tle discusión busca reconstruir lo que podemos llamar los «discursos tipo» o tliscurst)s «canónicos» que pueden existir en los grupos sociales de referencia/pei'tenencia del grupo realizado. El desarrollo de esta tarea significa aceptar implícita­ mente t[Lie existe una cierta tendencia a la estabiliilad discin'siva y que esta estabilización discursiva tiende, a su vez, a corresponderse ctm cada posición social. De esta forma, la tarea de análisis de los discursos grupales es, entre otras, la de tra­ tar de explicitar y de evidenciar los citados y posibles discurstjs «canónicos» t) «prottilípicos» ( A l o n s o , 1 9 9 4 ) tle cada grupo social, asi como las contnidiceit>nes y conflictos que surgen en esta tarea. Es decir, cl análisis de los grupos de discusión tle be tender a explicitar y estructurar «ei lugar al que tienden las diferentes actitudes y opiniones tle los miembros de los grupos de discusión y que apiu'ecen precisam en­ te eom o producto del prtipit) proceso de debate, enfrentaniicnto y tiposieión entre las diversas posturas personales que se llevan a cabo en las discusiones de grupo» ( A i .o n s o . 1 9 9 4 : 2 2 7 ) '" . Aimt¡iie solo sea de pasaiiii conviene situar cn este contexto cóm o e! conllictn entre el tiecir y e! desear, entre el lenguaje y el deseo, cnnstiniye iiiii) de las lineas esenciales tle lia hajo analítico e interpretativo de k )S disciirst>s de kts gnipos de disensión. De ahí la gran iniportaiiLÍa de la liiignísiica, de la sem iótica y tle! psicoanálisis en el análisis de his discursos.

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Hn cl c a s o d e tos d i s c u r s o s p r o tl u c íd o s p o r los g r u p o s trin n iíu ta re s , ta s itu a c i ó n se m o ­ d ific a , y a q u e n o sc p la n t e a la c o n s t r u c c i ó n d e u n d i s c u r s o tip o , d e u n d i s c u r s o r e p r e ­ s e n ta t iv o (y, p o r ta n to , c o n t c n d c n c i a a la e s ta b i li z a c ió n c o m o tal d i s c u r s o ) d c la p o s i c i ó n s o c ia l d e l g r u p o r e a l iz a d o . L o q u e se tr a ta e s d e a n a l i z a r (y, e n s u c a s o , in ­ te r v e n i r c n ) ei p r o c e s o d e c o n s t r u c c i ó n d is c u r s iv a c n la i n t e r a c c i ó n c o n c r e t a d e los a s is te n te s , en el á m b i t o del « e s p a c i o t r a n s i c io n a l » c i ta d o y e n el m a r c o del a b o r d a j e concrett> dcl t e m a d e ía in v e s lig a c ió n . P o r ta n to , y d e s d e e s te p u n t o d e v is ta , n o p a r e ­ c e p o s ib le r e a l iz a r e n los g r u p o s tr i a n g u l a r e s lo q u e p o d r í a m o s d e n o m i n a r u n a « d e c n d i f i c a c i ó n e s t a b i l i z a d a » tlcl d i s c u r s o p r o d u c itlo e n clltis. A te n tir d e n u e s tr a e x p e r i e n c i a , y a s a lv o d e p tiste ritire s m t ) d if ic a c io n e s t) e n r i q u e c i m i e n t o s d e ia m i s m a , cl a n á lis is tle Itis d i s c u r s o s d e Itis g r u p o s tr ia n g u la r e s d e n t r o d el c a r á c t e r a d h o c d e c a ­ tla Lina d e las i n v e s t ig a c i o n e s c o n c r e t a s r e a l i z a d a s d e q u e se tr a te d e b e s e r a n t e to d o u n a ta r e a r e l a t i v a m e n t e a b i e r ta y p r a g m á t i c a q u e d e b e b u s c a r el m a n t e n e r la r i q u e z a y ki a m b i v a i e n e i a d e e s te e s p a c i o d e p r o d u c c i ó n d i s c u r s iv a o r i e n t á n d o l a , al m i s m o t i e m ­ p o y p a r c i a l m e n t e , e n fu n c ió n tic lo s tib jc tiv o s e s p e c í f i c o s d e c a d a in v e s tig a c ió n . A h tir a b ie n , e n e s te c o n t e x t t i a b i e r to , las lín e a s d e a n á l is is q u e h e m o s r e a l i z a d o tie n tlen a c o r r e s p o n d e r s e c t m la s d o s s it u a c i t m e s p o l a r e s d e l « e s p a c i o t r a n s i c i o n a l » m a rc a d t) p o r el « y o » y ttjs «otrt)S» q u e v e n i m o s d e s c r i b i e n d o e n e s te te x to " , H a s ta c i e r to p u n i ó p tK iríam tis d e c i r q u e d e la m i s m a ft)rm a q u e el s u j e t o d e la p r o d L ie c ió n tic kis d i s c u r s ti s e n lo s griip t)s t r i a n g u l a r e s se d e s p l a z a a It) la rg o d e u n a e s ­ p e c i e tle g r a d i e n t e d ise t^ n tin u ti, a lo la r g o d e u n « e s p a c i o t r a n s i c i o n a l » u b tc a d t) e n t r e tío s á r e a s o p o s i c i o n e s m á s p o k u 'e s , e n t r e el « y o » d e l e n u n c i a d o y « lo s o t r o s » d e i a e x p e r i e n c i a r e f e r i d a , lo s d i s c u r s o s p r t i d u c id o s e n e s te e s p a c i o t i e n d e n a c o n s t r u i r s e p a r a l e l a m e n t e , a s u v e z , e n e! e s p a c i o i n e s t a b le y tr a n s ic it) n a l d e f i n i d o e n t r e las s i ­ g u i e n t e s d o s f o r m a s d i s c u r s i v a s m á s p o la r e s : —

El é t im o h a c e r SLiyti, in c tirp tira r, h a c e r c a r n e « d i s c u r s i v a m e n t e » a ig ti q u e v ie n e d e l'uera, tiel m u n t l o exterit>r al s u j e t o q u e h a b l a ( m o v i m i e n t o d is c u r s iv t í d e d e s p l a ­ za n ! ien tti d e s d e « lo s titr o s » — a c c ió n , m u n t lo exterit'ír— h a c i a el « y o » — a d e n t r o , m u n t lo in teritir, ctmciencia d i s c u r s i v o - r e f l e x i v a — ; e s p a c iti d e la id e n tid a d ) .

" WitMNK fíTT desarrolla una aproxim aciún diferente a las corrientes niaytjrilaria.s en el ps¡et>análisis eii lo Ljue se refiere a la propia turea analítica q u e creo que podría ser muy útil para ia reOexión stibre el tra­ bajo tle análisis en los grupos triangulares. Frente a la contraposición, a la tensión entre el dccir y cl tlesear citado anteriorm ente q ue lleva, por ejem plo, a dar gran importancia al análisis de los lapsus, de la.s a.socÍaciones, de los giros lingüísticos, etc,, W innicott desarrolla pritiri tari ám ente la tensión entre el ser y el haeer. A bordaje q u e le lleva, por ejem plo, a dar gran impt)riancia al análisi.s del juego, de las activi­ dades y tle los quehaceres, «Para controlar lo que está afuera, es preciso haeer cosas, no solo pensar o desear, y hacer cosas lleva su tiempo. Jugar es hacer» (WtNNlCtrrr, P n . ‘i:5 y ). Tensión entre el ser. la iílentidad, y el hacer que creo de m ucha utilidad en el análisis J e los grupos triangulares y, en general, en una perspectiva sociológica cualitativa tle aproxim ación a la realidad social y de una m ayor intcrvcnciiin eu ella y no solo J e su análisis e inierpretacis asistentes en y a Iti largo de la dinám ica del grupo triangular. Por ejemplo, en cl caso de las investigaciones citadas anteriormente en el ámbito de la promocltín de la salud lo importante nti era tanto lo que el investigador analizaba con posterioridad al momento de la realización de la di­ námica, comt) sucede en ei caso de un grupt) de tiiscusión, sino lo que el grupt) trian­ gular era capaz de crear en el tlesarrt^llti de la propia tlinámica. La diferente importancia de la dinámica tlel grupo triangular en relación con su posible momcn[impresa tle Investigación social «Comunicacitíti, Ijnagen y Opinión Piiblitja».

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

to de análisis posterior nos ha conducido dircctamcnte a desarrollar cn un epígra­ fe posterior iinas breves reflexiones sobre el papel del m oderador en e.ste tipo de grupos.

A l g u n o s ejem plos co n c r e to s de los d is c u r s o s POR las d is t in t a s pr á c tic a s cu alita tivas

p r o d u c id o s

A la luz de este breve recorrido por lo que da de sí cada una de las prácticas cualita­ tivas ulilizadas en la investigación sobre la vivienda en Huelva, tiuereinus recoger de Lina forma muy breve algiuios de los textos producidos de modo que se pueda obser­ var y ejernpliftcar de un m odo algo más amplio el conjunto de especificidades y di­ ferencias, de «polarizaciones» discursivas que produce ei uso de una y otra práctica con relación a un nii.smo tema o contenitio del discurso

Los discursos sobre Huelva En el caso de los discursos sobre Huelva, cada una de las prácticas ha resaltado una aproximación discursiva diferencial a la ciudad. 1.

En el caso de las entrevistas personales, el recorrido por Huelva, la aproxim a­ ción a la ciudad ha sido realizada, sobre todo, desde Lma perspectiva muy biográfico-personal, desde la m em oria y los recuerdos asociados a la citidad y a su evolución, muy próximos, por tanto, a las «historias de vida» y, en este contex­ to, han sido unos discursos m aicados por un cierto tono «nostálgico». ; otra co sa que me acuerdo de Huelva antaño, lu calle del puerto, lo que era la c a ­ lle tic San Seba.stiíin, có m o la han destrozado, —¿P or qué... ? — ^Hombre, porque era una calle que era clásica c o m o Trian a en Sevilla, c o m o es Cádiz antiguo y la calle Sebastián era lo m ism o y a m í me gustaba la calle Sebastián, lo típico de ir a Sebastián, de los palmitos, todo eso se ha perdido, a H uelva se la es­ tán cargando» (Entrevista personal con un trabajador de la hostelería 30-4Í) años).

” Con el fin de no ¡iiirodLicir otras variiintes diterente.s a la asociada a las propias características ilc ca­ da una de las prácticas puestas en juego, hemos tratado de recoger textos producidos por asistentes cu­ yas características sociodemográticas y cultura]es fueran lo más similares posible. De este modo, cictmos ijue puede resultar más expresiva la polarización de ta perspectiva discursiva puesta en juego por cada una de las prácticas cualitativas reseñadas.

Capitulo 7 * Los grupos triangulares como «espacios transicionalesu para la producción...

2.

Hn cl caso dc los grupos de discusión, la aproximación lia sido realizada desde una perspectiva inás general y global, de los problemas, las carencias y también del desarrollo positivo que ha podido experimentar la ciudad. Dc esta í'onna, si el su­ jeto dc las entrevistas pcrsojiales era un «yo» ligeramciile nostálgico, podríamos decir que cl sujeto dc los grupos dc discusión al rcspccto de su discurso sobre la ciudad ha sido el de un «nosotros ciudadano» ligeramente/duramente crítico, «Yo, para iní es el Ictna más inipnrlante. Hombre, indcpciidicntenieiilf de que las ba­ rriadas están poco dotadas, ¿no?, eh. poco no, iio están doladas, pocas plazas, pi>cas zonas verdes, no tenemos parques, y desjiues, yo creo que ia ambición popular es el asomarse al río, ¿no?» (Reunión de grupo profesiones liberales. Clases medias altas). Asimismo, los grupos dc discusión han resallado las dimensiones sociales y cul­ turales de las formas de organización de la ciudad y de las formas colectivas de la apropiación dcl espacio.

3.

En el caso de los grupos triangulares, como venimos apuntando, se produce una situación discursiva que se sitúa en la tensión que se desarrolla «entre» las dos situaciones anteriores. Es un discurso producido entre primeras personas (como en el caso de la entrevista personal) que incoiporan al mismo al «otro/otros» a modo de interlocutores directos del grupo. De este m odo parecería que los «otros», el resto de los ciudadanos de Huelva, se incorporan al di curso grupal sin llegar a confundirse con los «yos»; que hablan pero sin llegar a constituirse, tam ­ poco, en un «nosotros» representativo. En este contexto, la aproximación a Huelva por parte dc los grupos triangulares hace hincapié en las formas dc con­ vivencia cn la ciudad, cn las relaciones con los «otros» y en su evolución a lo largo dcl tiempo. «Yo a mí Huelva. Ia verdad, como yo la veo, ¿no?, lo que es Huelva para mí actual­ mente, yo la veo como una ciudad dormitorio, o sea donde ia genle sc levanta, traba­ ja, se va. se toma dos copas, y ai cifa siguicnlc olía vez sc van a trabajar, se levantan, y así, ¿PIO?, sucesivamente?? (Grupo triangular. Mujeres clases dc medias bajas). «Huelva. como has dicho, empezó a cambiar desde el comienzo de la democracia, se empezaron a hacer pisos mejores, se empezaron a hacer en las barriadas más colegios, a arreglar las barriadas en temas de carreteras, jardines, aigutias zonas recreativas y to­ do io demás, y entonces ,se ha notado un cambio que quizá no sea !suficiente para ei número de habitantes que Huelva tiene ya en ia actualidad, pero yo creo que el chidadano de Huelva, ei nati\o de Huelva ha notado desde hace veinte años hacia ahora »i. (Grupo triangular. 'I'raliajadores con empleo estable).

El ejemplo de la «salita» Los discursos producidos sobre la «salita», sobre este cuarto de tanta imporlancia simbólica en la cultura oiuibense, revelan dc nuevo la distinta perspectiva de cada una de las aproximaciones discursivas a este tema.

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Estrategias y prácticas cualitativas de ínvestisación social

1.

Asi. cn laca en pecM\a deslaea

las L'iilrc\'islas pt.‘i sunalcs hi iiitroxiiníiL-itiii, cl punto etc \ ista tiue se ticslus titsciiisos a la hora etc abordac ct lema de ta «salila» es desde la pcrsde su usti pcrst>nal eu la medida eu que en las cntrc\ isias pcisonates cí «ilccir dcl haccr» {Alonscj. 19^4: 227).

«— N osoirus liacctiins hi vi tía cu cl cniiiedor, lt> cjiic es cl sahíii conicdoi; pon? no io iilili/.a nadie. —

P o r (¡uí' ?

— PorLinc la genie no lo ni i li/a, lo (.iejan ctMUO salón. Yo lo icngo y lo utili/.o pat a co* niüi', [lata vivii', ]iaia cliarkir, ]i;nLi Icef, píir eso ya le digo. Yo lo uso*> (Etilicvisla per­ sonal. Mitjcr acli\'Lt de iiiios. Calases medias).

Tamhicn se rcali/.a Liua aproximaciciu a este tema desde la trausmisióu generacional en cl seuo de la lami lia tle oiigcu. «— Hacerníis la v ida cn la salila, po iq u e cn cl saltín (.Iccidinms que y o no co m p rab a imichlc.s de saU'in para las visitas; enionccs ettm prainos dos sof'ás muy lionilos, y yo los dejé cn cl saliin para qne vengan las visilas nada más; tío c o m p ra m o s m uchas s i­ llas, nos m elem o s en la salita — J' en d salón, ifiir Wiiri\ t’iifoiii'í's'i — Unos m uebles tle nukkilo, tpie los lie rcrtiniiado ya treinta mil vcccs, pot‘t[iie eso de la decoraciíín tue cncanLa, pintar y, Lin o s m n c h lcs tic nukkilo, t|iic stin cnati'o m ó ­ dulos arriba, enalro niótiiilos aliajrá.

—,;Coi! hi\ iiiihiiíii i(»ie.\' o c'oii la cocina '.' — üs una liahiliiL'itili. I.a salita suele estar cerea tle la eoe i na. es pet|ucñila, se come, sc vive, ¡os niños estudian, es dniuic sc vive, y el salón mucha getiie no lo... — La eaniilla. aquí se u iiü/a mucho la cam illa con cl hrasero y la ropa tic cam illa. Cosa que cn otros sitios no se iisit...» {Reunitin de grupo. Mujeres de clases medias alias),

í^l^ último, cn los grupos tt iatigiil:ucs la aproxtrnacióii al lema de la «salila» sc i'caliza dcstlc cl pimío dc vista dc la «apropiaci(>ii», tic la *orgatiizacióii personal tlcl espacio dc la casa». —Es muy pctjtienilo, óchenla y cinco tiene, ochenta y cinco. E s nuiy pequeñito. muy pctineñito. lU) puedo poner salita. portjue lengo irtrs nitia.s y un niño, tengo tres dormítorit)s, pues no puedo ptmer salila, la vida la lenoriios que liacer en cl saltili. — /

y u s T c e ¡ ¡ i c n c s a i tra , o . . .

—-Sí. .Sí, port|uc lenemtis tres dorniilorios, y eiilt>nces dos ,se quedan de dormitorios y uno de salila» (Grupo iriangular. Mujeres tic clases mctlias hajas). •iies i a idea mía es ite poner una salita, ¿entiende?, y dos cuartos de aseo, que it>,s necesilo» (Cirupo triangular. Mujeres tle ciases mctlias ba­ jas).

La vivienda, la casa y el hogar Una vez realizadas estas re llc \ Iones y co mcn latios esttis breve.s le x tos y ejemplos ilustrativos podemos volver a las cuestiones iniciales y preguntarntis: ¿qut: es Kt t|ue pt) tari za cada una tle las prácticas citadas? ¿Qué es It> que se ha ex presad t> ctimti es­ pecífico de cada tina de las prácticas ttlitizadas en el ctintcxlo dc la invcstigackin re­ alizada stibre la vivienda en Ilueiva? Para resptinder a estas preguntas vamos a diferenciar entre tas nock>nes de hogar, casa y vivienda según lectigen y matizan tos ttislinlos ti Icelo liarlos dc la lengua castellana. C om o traíam os dc señalar a contiiuiacitin, potlríamtjs tiecir que, aunque todas las píitabras citadas describen una noción sim ilar y son Icrminos que se re­ lacionan estrecham ente entre sí, cada una de ellas aporta un matiz, significa un enIbque dirercncial en ta pcrspccliva con t|ue se aborda cl tema t [ L t e ntis ocupa, en el sentido tic que cada uno de los termi iu)s citados marca itn acento ti i fe re nel al en el seno dc un gradiente imaginario tjuc sc podría establecer desde un «adentro», d e s­ tie la nocltin más «íntima y subjetiva» tiel «hogar» a un «afuera», a la noción más «neutral y objetiva» tte la «vivienda» pasantlt) por la siluacltin intermetlla tle la «casa», Kn el’eclo, veamos las acepciones dc estos Icrminos segtln et Diccionario Espítñol ile Sinóni/no.\ v Antónimos de Sainz t>L KíiRLHS ( 1979).

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

Adentr«

(Gradiente

Afuera

l logar

Casa

Vivienda

- } io n io

-Morada -Mansión -Hogar -Vivienda -Residencia -Domicilio -Estancia -Piso -Linaje -Raza -Sangre -Firma —Despacho Razón social

-Casa -Domicilio -Morada -llabiiaeión -Resitlencia -Habitáculo

-Foriu -Fragua -Fog(>n -C ’liinicnea

-Fucgt) —H i)g u e ra

-Lar -Llar -í'oculo -Fogaril —Brasero

-Cocina -Campana -Revellín —Alcabor -C asa -Domici lo -Murada

El contexto y conjunto de accpcioncs de unos y otros términos permiten observar cónu) la noción lie hogar cs la que conlleva una dimensión de apropiación del espacio tle la vivienda más personal y lamiliar. La noción de casa ocupa una situación más intermedia y la noción de la vivienda, cn fm, ocupa la posición más bjetivante de las tres. La posición más objetivante de la noción de la vivienda se transforma sobre todo en su dimensión más social. De esta forma y a la luz del ctinjunto de textos recogidos en la investigación y üc las reflexiones realizadas al respecto podríamos tratar de sintetizar las aproxim aciones respectivas de cada una de las prácticas cualiEativas analizadas diciendo que la «polarización» producida por cada una de ellas consiste en lo sigiilente: -— Las entrevistas personales prtiduccn y desarrollan un discurso de aproximación al tema de la vivienda, desde cl punto de vista que tiende a percibir y valorar la misma com o el hogar en el que vive cl entrevistado y su familia; hogar tjue ex­ presa la apropiación y la aproxim ación más íntima y familiar dcl tema de la vi­ vienda. — Los grupos triangulares prodiicen y desarrollan un discurso tle aproxim ación at tema de la vivienda desde la perspectiva que tiende a percibir y valorar la misma com o la citsu en la que vive el entrevistado y su ramilla. Dicha noción de casa que pt)r definición es un espacio personalizado pero al m ismo tiempo sticiallzado por anttinomasia lal com o evidencia la expresión «el que se casa, casa t|UÍere» lan repelida en las entrevistas realizadas en Huelva.

C jpiU ilo / ♦ Los ¡grupos trianj^uUres como «espacios transicionales» para l.i producción...

— l,os giiipos tic tliscusión pi'nduccM y dcsarinlhin mi tlisciirst) dc ;iprt>ximaci(Hi :il tema dc la vtvtciitki ticsdc la pcrspccliva t|uc licndc a pcivihii' y valorar la misma ci>mo ta viviouta cn Li t|iic vive cl ciiticvistatU) y su Iamilia y pri nci pálmenle abtirdan ta \ i \ icnda coitki cncstión stieial. Dc tbi'ma cohcrcntc ct>n csla potari/ación tlcscrita podríamos, a sii ve/., tratar tic caraclcrizar las tli Icrciilcs práclicas cual ilativas rciili/íitlas y anal i/atlas brevemente cn csic tcxU) tlcl mothi sigLiictitc: — í,as entrevistas personales .serían cl «espacio personal tie la protluceitin discursiva». — Los grupos tle tliscusión serían cl «espacio represcntacional y social de la pro­ ducción tlisciir.siva». — Los grupos li iangnlaics serían el «espacio transicional tle la prtxluccitin tlisciirsivao i:>esde este punto ile vista paieeería más pertinente mantener la denominación tic grupt)s iriuiigulares que la tle grupos personalizadt>s propuesta inicialmente ptir (J ktí ( 1993) en ki medida en que mientras la primera tleiumiinacitin deja abierto el espa­ cí t> transicional. el espacio vivti y ambivalente, paratlojico del Juegti entre «yo»/it)s «oíros» ineluycntlo el «lercei'o», ctimo rcctimeiitlaba WiNNictJl'l { 1975), la dent>niinación tle grupos personal i/atltis escora tendencial menic el espacit) de la prtiduccitin tliscursi\ a tle los citatios grupos triangulares hacia uno de los poh>s tic la tensión. Hn este senlitlti, el calificalivo de «pci st>iializatk)s» lientic a rompei' la dinamícitlatl de la paratltija. propia tiel «espacie* transicional» winiiict)ttiano, para Icntlcr a estabilizar y lijar los lugares tic la producción tle los discursi>s en el polo tle lo «¡icrsonal» y. ptir tanlo, es una dcnominacit)n t|ue licndc a resaltar y a intensiñear las lensiones y lt>s euestionam ieutos enlrc las pcrstma.s asísletiles al grupc» y a situar, ptir elk), la dcctitlificación en Itis ciladtis cucsliunamieiUtis personales cn lugar tle la dectidilieacit'ii más st>cial que se real i/a mediaine la inclusión en el grupo dc los «turtis», dcl ts termintis tle Winnicott t|ue cstaiutis utilizando, cabría tiecir que es­ la [irimera tlcllnicitin tlcl papel tlcl nuiticrador cn los grupos triangulares era ya una tlerinieitin «transicional» cn la mctlida que cutillcva una tlellnicitín tic la l'unción tlcl mtideradtir tiue tibliga a ésie a estar, al mismo tiempo, «dentro» (interpelar) y «l'ue­ ra» (tierentler las reglas de juego) tlcl giupo. Lhi bi'eve texto tlcl mismo Winnicott tjue nos está ayutlandti tanto a enm arcar más teóricamente nuestra experiencia con los gruptis triangulares, nos puetle suministrar una nueva sugerencia para tratar tle tlcsarrollar tie ima forma más rcllexiva nuestra

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

actual experiencia acerca dcl papel tlel moderador en este tipo tie gruptjs y para se­ ñalar, en este contcxtti, lo que creo que es una de las diferencias más notorias entre los grupos de discusión y los grupos triangulares. «Me üiciUti tnuy afectado cuando pienso en los profundos cambios tjUC he impedido o dificultado en los pacientes de ciertas categorías nosográficas. Si sabemos esperar, el paciente llega por sí mismo a comprender de forma creadora y experimenta con ello un júbilo profundo. Por mi parte, ahora disfruto más de ese placer que cuantió anles realizaba una buena interpretación y me consideraba muy inleligentc. Creo tiue ahora sobre todo interpreto ctm el objetivo de hacer conocer al paciente los h'mites de mi comprensión. El principio es el siguiente: es ei paciente y solt) el el que conoce las res­ puestas (...) Esta manera de interpretar del analista, para ser eficaz, debe estar vincu­ lada a la capacidad del paciente de colocar al analista fuera del área de los fenómenos subjetivos. De lo que se trata, pues, es de la capacidad del paciente de utilizar al ana­ lista» {WiNNlctrrr, 1975: 120). Este texto de W lnnlcott nos suministra utia clara sugerencia para situar una de las di­ ferencias claves, desde rni punto de vista, entre los grupos triangulares y los grupos de discusitín. En efecto, mientras que en los grupos de discusión es el analista el que después de reallzatit^ el grupo Interpreta el resultado del mismo, en el caso de lus gru­ pos triangulares una de las mejores pruebas de que el grupo va bien es que sea éste el que tome concleticia de lo que se está tratando, que sea capaz el propio grupo de explicitar esta ctinciencia reflexiva del mismo. U na anécdt^a ocurrida en un grupo üe mujeres resulta muy reveladora de esta situación. En efecto, en un grupo triangular de «fumadoras» se estaba tratando de estudiar ctjino abordar una política de fom en­ to de los hábitos saludables, incluitio el no fumar. Para ello se trataba de que el gru­ po percibiese el valor, la significación, el sentido más o menos oculto que se podía traslucir en determinadas formas de enunciación de la publicidad a favor y en contra tlel tabaco y, en esa medida, generase una propuesta de tratamiento comunieaelonal para el tema del tabaco en relación con la promoción de lt)s citados hábitos saluda­ bles. Pues bien, al percibir la tlinátiiica y ser conscientes de ellt^, el grupo tomó con­ ciencia de Iti que se estaba haciendo, hasta el puntt) de que una de las asistentes, con el asentí mientt) del restt), explicitó t^ue lo que se estaba haciendo en el citadt) grupo era una especie de «pacto social st:ibre el significadt) de las palabras» o, dicho de t>tra tnanera, que It^ que se estaba haciendo en el grupo era precisamente decodificar cl código vigente con el que se suele abordar esta problem ática cn la comunicacitíti pu­ blicitaria (¡Fume!, ¡no fume!) para tratar de gestar uno nuevo simbólicamente más etlcaz. Para ptidcr desarrtillar esta idea con más detenimiento voy a tlistinguir dtis mtimenlos en la función del moderadtir/analista tle la Investigación en relación con los gru­ pos de discusión y los gruptís ttiangulares: a) la realización tie la dinám ica de grupo en sí y h) el m om ento del análisis posterior del texto producitlt') por el grupo. En el caso del grupt^ de discusión tlurante ia realización tle la tlinámica, el papel tlel moderador es relativamente limitadt), intlirecto ya que a It) largo de la citada tlinámi-

capitulo 1 *■ Los grupos triangulares como »espacios transicionales» para fa producción...

Ci\ giupitl cl modcradoi debe truUu tic estar c\pti'cit;inicntc pt)co presente en la tlináiiiica en la nieditia eii que uno tle Itis objetivos centrales de !a misma es la eoiislruccitín giupal tiel tliscuiso ct>n las míiiitnas interferencias posibles [X)r parte dcl iiiottcratlor. Sin cmbat'gt). en su seginitio momentt), en el momctito «postgnipal» tiel análisis el papel tiel analista es c la \e ya que el uso, la utili/acit')n básica dc la inves­ tigación viene mctüada po[' esta tarca tle aniílisis e interpretación. En cl caso tic los grupos triangulares, ptir el contrario, Ui cucslitHi se ticsarrolla de im motlt) pi'ácticaineiite invcrst). En efeclt). tlnrante y a to largo tle la tlinámica grupal cl iiioderadtir tiene un papel fundamental ya t|iic ticbe tratar de facilitar, tiietliautc cí ( W'iNNlcorr, 1975) aticcuadti, t]ue sea el prcipiti gi iipo cl t|ue trate de «poner cn com ún» sus «experiencias referidas«, el i¡ne trate tic cxplicitar. sí es el casti y el objetivo tle la investigación, el código dominante, cl t|ue ttime conciencia del mismo y. en esa mctlida y desde la especrilea perspectiva grnpat (distinta de todos y cada unt> tle los asistentes a! grupo, incluido cl nuidcratlor). trate dc realizar una tlccotlificacitMi dcl ctkligo explícilatió y trate de desai rollar iint) nucvt> si se da ei caso ticstic cslc plinto tie vista, Iti importanle, k) sutisfactorit> nt) es tanto el análisis que (pt)slci iorineiite) realiza cl analista (cast) tle tos grupos de tÜscusitín), sino el análisis t|ue es capaz tie realizar cl propio grupo a k) largo de su dinámica (cast> de lt)s gru­ pos triangulares). Es tieeir, en cl east) de los grupos triangulares y siempre t|iie el objetivo dc la inves­ tigación lo demande, el nitideratior debe entrar y salir en la dinámica grupal para pt)tler jugar, entre t ) l r t ) S , el papel t i c lácilitadttr t l e la cxpiicllacitín y posible ttima tle conciencia por parte de los asistentes al grupo triangular tic! discurso ,st>cia!, del c o ­ tí igt> social dominante lespecto dcl tema que se investiga. A partir tie esta tt)ma tle conciencia dicho grupti tendrá la capacidad tic sortearlo, tic niudiflearlu, de irasuicarlt) si lo estima o cree necesarit) cn funcitín de las tareas que estt; aconietientki cl grupo. Esta «tiistincitín» biísica entre los gruptis de disensión y It)s grupos triangulares m ar­ ea una Importante diferencia en ei papel tiel moderador cn init) y c*trt) cast). En efec­ to. mientras que en los grupt>s tle tliscusión para potier llevar a cabo su larca tic motieraeión, el investigador nt> ticbe exponerse cn cl grupo, nt) tiene pt>r qué Inter* venir en él y no llene p o rq u é conocci en profundidad el tenia que est;Í invcsligantlo, en el cast) tie los grupos triangulares, pt>r cl contrario, el investigadoi debe conocer en pro fu ntl idatl cl tema tte la investigación ''' y debe exponerse e inteivcnii en el giupo sin t|ue. pt)i ello. se transforme en uno más tiel grupo. El motleratior no debe eri­ girse en icpresentantc de la tibjclivldatl y del conocimiento, k) que sc suele tíii OMC enlom o, coiiviftit; ciimctit.ir qu e los j;mpt)s ttiiingulares tienen unii eictta eon los yru[H1S lie ereutivítlatl. P or etlo, en •’eneriil y hasta .ihora >.ieiii(iie que henitis leiili/iiLlo grupos iriangiilaies los hem os heeho tras la previa realización i!e los grupos tle di'M. iisii'm que portiiiien conocer el letna y el código con el t|(jc se abortUi,

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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desarrollar bajo ci manto tic la autoridad, ni tampoco tlebe ser uno más dcl grupo, scjicillanicnte el m oderador no debe ocultar su implicacitín y su presencia com o tal mt)derador.

A

p u n te s pa r a u n a r e fle x ió n t e ó r ic a so br e los g r u p o s

t r ia n g u l a r e s

F-n las páginas que siguen voy a intentar generalizar la experiencia descrita a partir de la investigación de Huelva a la luz de una reflexión más general sobre los grupos triangulares. Esta rellexión ha encontrado dos «muletas» fundamentales sobre las tiue apoyarse en dt)s impt)rtantes autores, cl pediatra-psictianalista inglés Donald W innicott y el lingüista ruso V. N. Voloshinov

El «espacio transicional» como espacio de producción de los discursos de los grupos triangulares En las páginas anterit>res hemos resaltado et)mt> una de las características más ti es­ tacas de la investigación de Huelva en lo que se refiere a los grupos triangulares ha sido la tensión entre el «yo» y kis «otros». Sin embargo y a tenor del conjunto de nuestra experiencia en la realizacitín tie investigaciones con gruptis triangulares, ca­ bría pensar que esta siluacitMi evidenciada claramente en la investigación de Huelva, relleja una de las características específicas, singulares y diferenciales de los grupos triangulares en relación con las otras dos prácticas cualitativas puestas en juego en esta investigación. En efectti, com o señalamos en el artículo citado anteritirmente ( C o n d e , PJ93). el grupo triangular tendencialmente parece insertarse, ubicarse en el lugar de embrague, de tensión, de conflicto y/o de cu’ticulación entre lo personal y lo st>cial y de ahí su dinam icidad ya que este lugar es un espacio pt)tencial ambivalen­ te, paradt)jictT y de permanente tcnsitín entre ambos ptilos tal ct)ino tratamos tle es­ quem atizar a continuación. Q uiero agradecer a Nelly Sclin;iith el haberm e dado a conocer, enire otras muchas, la obra de Winnicott que de tanta ayuda me ha sido para la redacción de este texto. Tam bién agradezco a mi hijo Rafael todo lo que me ha cnseñadi> tie los «espacios transicionales>» jugantio con sus «ositos y conejos de peiuche». W innicon ( 1896-1^71 ) es un pediatra y psicoanalista inglés que desarrolló lo esencial de su carrera a partir de y a lo largo do 41) arii>s en el Paddington C hildrens Hospital. Se tlice que a lo largo de la rni.srna trató cuii más de 60.1)(K) personas (niños, lactantes, padres...). Ks ctinocido, sobre todo, por sus trabajos sobre los denom ituidos «tibjetos transicionales», Volosliinov l'ue lui lingüista ru.so ite la es­ cuela do M. n a tjin — do hecho, u na corriontc m ayoriiaria do historiadores sostiene q ue la obra citada en el presente texto es del propio líatjin— que destacó por su orientación rucnem onto crílica con ias escuelas l'ornuilisias tioininanies eu su tietnpo resaltando, por el contrario, cl carácter social y ,semiótico dcl lenguaje.

Capitulo 7 *- Los grupos triangulares como «espacios transicionales» para la producción...

Siijeln de la pnicluccíún discursiva i-n los grupos triun;>iihircs tYo>»

Sujelo que se desplaza eu este «entre»

Polo subjetivo

-------------------- -^

P t i l o ii t[ t : ri t >r

----------------------------

Polo del «adciilru» Polo del «eiuinciLUÍo» Polo personal

^

Los «otros» Polo ohjclivti

--------------------- ►

-------- —----------------------------------- ►

Polo exterior

Polo del «afuera»

— — ---------— ------------------------ Polo de la «acción» ~ ------- ----------------- --------------- —

Pol o colectivo

fin este sentido, cabría dccir que el lugar tic la producción discursiva de los grupos triangulares, que cl espacit> simbólico tionde se produce cl citadt) tliscurso es un espacit> «intermediario», es ini espacio nietaíoriciimente similar ul «espacio transieional» d e t m i d t i ptir WiNNic a r r í 1975) en s u s cstutlitis sobre la e v t i l L i c l t > n de l o s niños El concepto de «espacio tiatisicional» es de cutirme pt^tcncia analítica y ptisibilidades de d e s a i T o l l o «creativti» en las ciencias sticiales. Aquí solo qucremtis haeer una breve mención Winnicott tiefme este espaeiti a partir Ue su teoría más conocida y utilizada sobre Itis de nomi natíos «objetos transicionales» (los «osittis de peluche» de los niños) y señala etimo el espacio transicitiital t) «zona intermedia» cs aí.|uel espa­ cio «potencial» que se silúa entre la «realitlad psítiuica interna» y el «mundo exte­ rior» tai como cs percibidti por dtis personas cn ctimi'in ( W i n m o t i t , 1975: 13). Viene a ser e l «espacio intcrtiictiio de la experiencia-'’ a l q u e contribuyen simultáneamente l a realidad interior y l a v i t l a exterior» ( W i n n i c o t t , 1975:9). Viene a ser e l espacio In­ ter mediti que Winnicott generaliza t l e s t l c los estudios sobre la problemática de la evo­ lución d e l bebé y d e l niño a los estudios sobre et jucgti y la creatividad, en general, para señalar ctinto se puede s i t u a r en tlicho espacio l a base del desarrtillo cultural, ar­ tisti cti, religitisti y, en geneial, de las distintas formas t l e creatividatl q u e puede des­ plegar el ser humano ( W iN N ic o r r , 1975: 55-74). Ahtira bien, ia noción de «espacio transicitinal» aplicado para definir el espacio, cl lu­ gar de producción de la específica mtidalidad discursiva de los gruptis triangulares exige, por nuestra parte, una cierta matización al desarrollo realizado ptir Winnictitt (y sobre lodo por sus seguidores) en el estuditi üe los bebes y de Itis niños. En efecto, dentiti del gran alcance teórico que Winnicott concede a esta noción — .sobre Itido en I.Lis per.stitias interesadas en eslc ecmeepto piiiídeii leer la obra do W innieoit, _v ivii!ií¿tiíí, etÜIaila cn castellano por Ciedisa en I y l;i eoinpilaeión de artículos sobre la uhra tle Winnieotl (ilulada «D nnaid W. WiNNirorr» editaila en castellano por l:dihiríal IVieb ile lÍLienos Aires en I47X. Resulta fiasla eteritj punto sorprenderne que estas in>eiones de Winnicott no hayan sido utili/adas. al tnetuís en nuestro cotiociinienio. por prácticamente ninguna de las coirientes de si)eit>logía cualitativa c x isien tes en niiestr{.> país. Winnicott u iili/a el término inglés tw /n 'U t'iu in t; en v e / de c'xp crit/n 'e, e s decir, til i li/a una forma vertial cn lugar de una forma siisianliva para acentuar la dimen.siñn de ilinainismo. de vivencia del pn>ceso de la experiencia má.s t[ue del planieaniienio estático y abstracto ile la misma.

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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MI teoría iiel «juego» in tan til y ele la ■ícreatividad» que se ahre a la consideración tie la cultura cn su sentido más amplio— la mayoría de sus estutlios se centran cn las fa­ ses iniciales de la vida tie los niños, en la fase dcl destete y en las innicdiutuiiiente pos­ teriores y. por tanto, en la ambivalencia tiel espacio transicional, W i N N i c a r r tiende iiu'is a rcHexionar sohrc la ambivalencia oricnlada hacia el polo dcl «adentro», dcl «inte­ rior» ( W i n n i c o t t , 1976: 1 l t-1 19) que sobre la ambivalencia orientada hacia el otro polo, hacia cl exterior. Sin em barco y desde nuestra experiencia, cn el caso de los gru­ llos triangulares ticurriríu justo io contrario, Hs decir, en el espacit) de transición entre el «yo» (interior) y ta «experiencia de los otros», el tipo dc discurso generado en un grupo [i‘Íangular tiende más hacia cl exterior, liacia el al'uera, hacia ta experiencia, tiacia lo objelivo que es ei lugiu- dontic el grupo tiende a situar sus cimienlos discursi­ vos, vía las «experiencias referidas» que más adelante desarrollarem os’'. Esta ligera niatizacitin no debe llevar a pensar, sin embargo, tiiie cn el grupo triangu­ lar sc producen siempre este tipo tle onentaciones. Por el contrario, y en coherencia con ia noción básica y constitutiva del «espacio transicional» en algunas investiga­ ciones centradas en otras problemáticas (el problema de la mujer y dcl feminismo, por ejeiriplo), los grupos triangulares lian generado discursos muy cómplices y orientados hacia el área «interior» y no haeia el «exterior». Este discurso «triangular» tiene una función muy clara de expresión de las identidades personales tle las asistentes al gru­ po y de sus ambivalencias a partir de la exposición üe ciertas experiencias. Lo t[ue ocurre es que, com o en la investigación social en general, se proponen temas de investigaeitín, com o el de la vivienda en Huelva, cargados de sociabilidad y exte­ rioritiad, El discurst) del grupt) triangular en el marco de estas investigacit>nes se t>rienta más hacia esta dirección que hacia el interior, pert) siempre en el ctintextc) bá­ sico dcl espacio transicional, espacio abierto por tlefinición a las dt>s direcciones dis­ cursivas t[ue, de hecho, se entremezclan y encabalgan a lo Uugo üel ctinjunto üe lt>.s discurstis prtíducidos por it>s grupos triangulares.

El lugar de la experiencia concreta en la producción discursiva de los grupos triangulares. La experiencia «referida» a)

El pape! de las «experiencias concretas» en los discursos de ¡os grupos triangulares

Esta forma específica que tienen los grupos triangidares de producir los tliscursos a [Kulir tle la tensión entre los «yos» interiores com o sujetos t}ue hablan y un «los otros» exterior al grupt) ct)uit) sujett)/s de ta accit)n o situación, parecería enct)ntrar Oficntncinii tic I d s tüscursus iinKliicidus por los g r u p o s tri;ingulares más liacia t 'l extcrior/objclivu que liaciii cl inicrinr/subjctivo q u e c«Hiforiiia estos grupos ct)iiio inús Lipropiados para la ínterveneión socio­ lógica que para la íntervcncifín psicoli'igica, más allá tiel origen tlcl concepto dc «espacio transicional» iiiá.s ligado inicialmenie al psicoanálisis y a la jictiiairía.

Capitulo 7 * Los grupos triangulares como «espacios transicionales» para la producción..

cn las L'xporicncias concretas cjuc se vati relatando a k> kirgo tle la coiiversacióti itna tbrnia especírica de amidación. de articiilackín tie aiiibt)s tipos de «sujetos». En la ex­ pe ríe tic ki ctm creta iiaiTatla, hahituaí mente lien tle a aparecer tanto el «yt>» e|iic la na­ rra eonit) los «otros» que liguran en ki experiencia referida así com o los sujetos activtis de la misma y kis sujetos de la aeeitín t> siluaeit)n narrada-^. Esta narracitín se expresa coint> un fortna de identítlati dinámica en paralelo a la prtipia Ínestahlidad t) estatuto paradtíjict) t|iie caracteriza los espaeit>s transicionales en lt)s que se prt)duce tlicha rt>nna narrativa. Es decir, la propia incL')rporaeÍt')n al grupt) tle un elevado nú­ mero de experiencias narradas, en la medida cn que en unos casos el protagonista tic las mistiias es el mistiit) «yo» — la misma persona t|uc las enuncia— y en otros ca­ stas el prt)tagt)iiista de la experiencia es im «t^tro» distinto al «yo» tjue las cuenta, per­ mite una construccit)n ditiáinica y abierta tle la propia identidad de los que las narran. En el caso tle Huelva y combinándose ambos tipt»s de sujetos cn las experiencias que se contaban e introduci'an cn las dinámicas de grupo, los grupos triangulares tendían a producir sus discursos a partir de los casos «concretos» (lo , huent), qtie el piso le ha salido cantidad de c a ­ ro, tionde mi cuñíi(.lo bueno, todo ei tiem po tiene pues tjiie trabajar, trabajar para potier reunir el d m e ro para poder pag;ir lu... It> que es el piso...

-- De lieclut, y en más de un easo. parecería que la experiencia, que la anecdota que se cuenta que les ha pasado a lo.s «otros« no es más que una l'onna «proyceliva» do contar lo que lo ha pasado a «uno» m is­ mo, al «yo» que relata. En oira.s ocasiones, en ando en el líriipo se lia yen erado uti suficiente gnido de coniplicidad, se relatan tiircclamonte y para cotupartir las propias cxpcrioncias personales. ’’ En realidad lo que se tiende a presentar com o «hecho» es un relato. Ahora tiien. es un relato que atlopta una lorm a de expresión, do preseutaciiin en público que tiende a dotarlo dcl estatuto de «hecho» o b ­ jetivo. Quizás, por etio. com o eoincntáham os antes, las e.\ponencias contadas cn los gruptis triangulares tiontlen a tenor conni pr^itagonista tic las mismas al propio s u i d o que las ciuntcia cuando en el grupo se ha generaílo la com plicidad y la solidaridad interna siiiiciente com o ¡lara saber qne no se va a ser ciicNtionado por ol resto de los asistentes.

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

— El créífito.

—Clart), el créditi) tk-i piso, y biitíni), y comn mi cnt'iadi) cn este eiiso pues hay 25.()()() personas t|iií en Muelva. vamos». (Grupo triangular. Mujeres de clases inedias bajas). Esta «experiencia» relatada posibilita, si no hay cuestionaniiciUo por parte de otra «experiencia» distinta, ptmer de nianiliesto cóm o en cada uno de estos casos con­ cretos, en cada una de estas experiencias narradas se manifiesta lo general, lo social, desde el punto de vista tle los participantes en el grupo, De este m odo — y en caso de que no se produzca cl CLiestit>namiento sino el usentiniiento de los otros asisten­ tes al grupo— , esta forma tliscursiva permite generar un clima cn el que resulta re­ lativamente fácil compartir, poner en común las citadas experiencias. «— Y tú en e i tenui e.ste de fus p rom ociones, tú deciiis que n o te nietias, que tío...

—No me metía, no, sino que yo ya he estado dos o tres veces para pedirlo pero que eso es muy difícil i|ue te lo tlen. Yo tengo la esperanza perdida en eso, — Yo estoy harti> de echiu* solicitudes en todos lados. — Y yo...» (Grupo triangular. Empleo inestable). b)

La experiencia concreta como caso particular del «discurso referido»

Llegados a esta altura tiel textti y para una mejtir caracterización de este Lipti de dis­ curso «triangular», quizás nos resulte útil acudir, de nuevo, a una noción ya acuñada en el campti teórico y que creo que se sitúa en una relación directa con este tipo de construccitín discursiva. Desde nuestro puntti de vista esta forma de construcción tliscursiva de los grupos triangulares mantiene una estrecha relación con la nocítín de «discurso referidt)» anaiizadt> y desarrollado por el lingüista ruso Voíoshinov en .su obra El signo ideológico y l(i filosofía del leitguaje ( 1976). En efecto, define este lin­ güista el «discurso referido» com o aquel que «es visto ptir cl hablante com o un enun­ ciado que pertenece a algiin otro, cotno un enunciado tjue en su origen fue totalmente independiente, completo en su construcción y externo al contexto dado» (VoLOsmNov, 1976: 144). De m odo similar, subrayamos por nuestro lado cóm o la «experien­ cia referida» en los gruptis triangulares tiende a plantearse com o una experiencia ajena, de «fuera» del ctintextti grupal en el que se narra, al mismo tiempt> que sus protagtinistas suelen ser, también, unos «titros» ajenos y cxterit>res formalmente al hablante — salvo cn los casos citados de los grupos «cómplices»— Desde este pun­ tt) dc vista podríamos ctinsiderar que las experiencias narradas en los grupos trian­ gulares constituirían un caso concreto y más particular del modelo tnás general de «discursti referidti» analizadt> ptir Vtiltishintiv. c)

La dimensión «meta» del discurso referido y la dimensisón «infra» de la experiencia referida

En esta consideración tie Itis castis concrettis aptirtadtis en Itis gruptis triangulares comt) mtitlalidadcs particidares tle kis «discursos referidos» conviene señalar, sin

Cjpitulu

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♦ Los grupos triangulares como «espacios transicionales» para la producción...

cnibargu, una dilcrciicia con cl nuirco lcérico prupucstu y desarroIkRlo por Volosliinov. Mientras (.jiio este autor siempre resalta, cn relación al «discurso referi­ do». t|Lic este es un «enunciado», nn «trozo» de discurso que se inirodLice cn cl se­ no tlcl tliscurso t|uc se está cnLniciant.lo — tic hecho, la base de sus ejemplos son estutlit)s y obras literarias— . En nuestro caso lo tiiie se introtkicc cs un «trozo ile ex­ periencia» narrada. [Jestie este punto tie vista, VoIosliint)v. hasaiuk) esta introducción de lui «enunciado» en «otro enunciatio». caracteriza los «di se tirsos referidos» eomo tma tic las jiiodalitlades básicas tle la creación tle U)s de nnm i natíos niveles «nieta» cn el lenguaje, es decii', tic la creacitm tie lo t¡iie ptnlriamos tienominar com o «bu­ cles» entre un «decir» y otro «decir-> (fenómeno de la intertextualitlad). Sin em bar­ go, en el caso tle los gruptis triangulares, y siempre a partir tle nuestra experiencia, en la m edida que lo t|ue se introduce lU) es tanto un enunciatlo ya eonstitiiidti sint> ima «experiencia» namitla et>mo tal «experiencia», ptidn'anuís caracterizar a las citatlas «experiencias referidas» ct)ino inotlalidades básicas tle la creación de lo tiue potlrfanuis llamar niveles «infra» en el tliscurst), es decir, de la creación tle It) t|ue podríamos denom inar «bucles» entre un «decir» y una «experiencia» que se aleja de los lenóm enos de la intertextualitlad para apuntar hacia una dirección prácticam en­ te inversa. Es por ello, y en este contexto, por It) t|ue cobra sentitio el matiz escrito anterit)rniente sobre la dimensión intlirccla de la función referencial Jakobsoniana en el sentido en tiuc el tliscurso se prt)tUice comti im «discurst) i’eferitlt)» stibre una «ex­ periencia referida». De eslc modo, la introducción de un nivel «infra» en relación más directa con cl «referente» tlel mensaje que ct>n cl «código» tlcl m ismo posibilita, com o ve renitis más adelante y com o ya apuntanu)s en el artículo anteriorm ente citado (C o N[jk, 1993: 224-225), la orientación tlcl discurst) hacia una ptisihle apei tura e inclust) ha­ cia una interpelación y pt)siblc desbt)rdamiento tlel códigf) más t|ue hacia un re ­ fuerzo ti el mismo, conu) ocurre, sin embargo, cotí el dcsarrollt) de los sucesivi")» niveles «nieta». Pt'>r tanto, la introdnccit)n de la «experiencia re fe r itía» como nivel «infra» en ei contextí) de la modal idatl ct)iicrela de la construcción tliscursiva tie k)s grupt:>s triangidares permite el tlesarrollo de uiit)s tliscursos «triangulares» que, tendencial y pt)tencialmente, apuntan al citadt) desbordamiento dcl código, de la funcit)n «metalingüística» (Jakobson) de lt)s discursos sociales tiominanles en los grupos sociales de refcrcncia/pertencncia de los grupos triangulares realizadt)s. Cn este sentidt>, pt)dríanios tiecir (expresado siempre en términos rclativt)s y tendeiiciales ya t|ue ttida reiacit)n con los «t)bjett>s». con el niinuk), con la «realidad» es una relación mediada por el lenguaje y, por tanlc». metliatia «represenlacionalmente») que las relaciones con el «t)bjclo», las «relaciones de objett)» que evidencian los tliscursos producidos por los grupos triangulares estarían en una rekicitin mentís codificatla con los m is­ mos t|ue en los tlisciusos prt)ducitIos pt)r k)s grupt)s tle tliscusitín caiiónict)s de cinct) a nueve perst)nas. bn csit)s las «relaciones de t)bjeto» niantcnidas y expresatlas por k)s discursos protkicitit)s tendrían más mediacit)nes rcpresentacit)nales y codificadas

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Ljue L'ii los ” 111 pos iriangitiarcs Hasta c icrio punto cabría dccir tjiic los ilíscursos proti uckios poi- kis grupos l ri angulares en parte están dados y en parte están protlucidos por cí propio grupo o, com o diría Winnicott, son discursos «a inedias encon­ trados, a medias inventados». d)

De ¡as «experiencias referidas» a ¡as «experiencias compartidas»

El discurso construido por el grupo triangular se va gestando, se va construyendo a partir del rclatt) casi pcrmancnlc dc casos concretos, casos concretos que se cuentan comti casos «reales», com o «hechos» (en coherencia con cl dominit) de la 1‘unción «referencial») que, a su vez, se presentan como condensaciones, sobredcterminacioncs dc lo general y que posibilitan, por ello, ser compartidos y ampliados pt)r el con­ junto del grupo (función fátiea). De esta forma, en esta modalidad «triangular» dc construcción discursiva el propio caso personal dc cada uno ile los asistentes tiende a exponerse y a transformarse en im caso concreto compartido y no solo com o un mero caso personal com o se recoge cn el siguiente texto biográfico, próximo a ini tcxtí) autobiográfico de una historia dc vida ( M a r i n a s y S a n t a m a r i n a , 1993). En el marco del grupo triangular el texto sc transf(,)riTia en la expresión concreta dc una si­ tuación general dc los jóvenes con contratos eventuales con la que se sienten identi­ ficados todos los asistentes a este grupo triangular. «— Yo entré con diecisiete añ os entré yo en Continente... — En Ut aran superficie. — entré, estuve, diecisiete, d iecioch o y diecinueve, estuve tres at'ios trabajando, por contrato ile tres meses...

—Reiiovalile. — Prorrogable, Total que a los diecinueve me tuve tiue ir a la mili, y me fui a la mili. Antes dc irme hablé con mi jefe, a ver si yo tenía, tenía esperan za de cuando me li­ cenciara volver otra vez a entrar, me dijo que no había problem a, que en traba otra ve/... q u e era un buen trabajador, que trabaja, me licencié, entré en C ontinente otra vez con veinte años y ahora con veintitrés me hacían fijo o me echaban a la calle, son tres años los que está una persona cn la em p resa por contrato, cuando llegan los tres años te hacen fijo o te echan a la calle. - - P e r o eso yo creo que ha cam b iad o tam bién ya. — Bueno, yo te estoy hab lan d o de hace cuatro meses. Yo me llevo mis tres años, yo con loda tni ilusión dcl m undo, me quedaba, me (.juedaba, me quedaba, con un puesto mejor, porque y o he estado sietnpre (.le alm acenista, ahí cn los alm acenes, con un p u es­ to más arriba de rece pe ion i sta... y a la hora de la verdad me dieron tres patadas en el culo. ¿P ur i|u é? porque le interesa... .Solo c o m o nota ü pie dc páginii. c o n v ie n e siluar que la tliferencia establee ida por Winnicott entre «rehición de ohieto» y «uso dc olijeto» seríii m uy pertinente para profundizar en esta diferencia une acaba­ m o s de subriiyar en los discursos de imos y otros tipos de g n ip o s en el sentido de que tiiientras los tliscursos proilticiilos por los grupos ile iliscusiim se inscribirían en el ámbito de las «relaciones d e o b je ­ to »*, los discursos d e los grupos triangulares tenilerfan a inscribirse cn los « u so s del objeto».

Clìpiliilo 7

*■

Los grupos triangulares como «espacios transicionales» para la producción...

— Pivlicri.-u y c u t e ttc c o n i r a lo .1 h a c iír pl.iiUifla.

— Les interesa coger otra ve/ ahora a otro iiiiio con diecisiete años, igiuil que entré yo, y le pagati cqtiis dinero. ,‘,no‘?» (Cìnipi) triaiigulaf. lìniplco inestable). Por Unito, en cl seno lÌc Itis Lhstinti>s ptxieeso.s de ciinstritcción de k)s discursos pues­ tos cn marcha por his dil'crciUcs prácticas c ual iuit ivas que cs laníos abordando, una de las características más imporUintes. específicas y singulares de los grupos triangula­ res es la de te iu ler a ct^nsiriiir el discurst) ii pai tir de un encLicntro tle las cxpcricticias concretas -«refét idas» por cada uno de los asislemes y de un intento de puesta en conu'tn de aquellas, Iiiiemo de puesta en común, entre las experiencias rcl'eritlas y las experiencias compartidas, que permite a los asistentes al grupo triangular indagar, tantear ciímo y hasta qué punto estas experiencias «referidas» puctleti ser significa­ tivas de la situación y posición del grupo de pcrleiienciiL/refcrcncia. Adem ás de lo dicho, el intento y tarea tle puesla en común de las c i latías experien­ cias sugeridas y compartiilas por eatla uno de los asistentes se puetle realizar pt>r otras tíos ra/oties íntimámente lelacionatlas con las caractcríslicas de la dinám ica que se desarrolla en los grupos triangulares. En primer lugar, dichas «experiencias referí tías» pueden ser coni parti tias en la medida cn que dichos cascis no st)n re lat adt')S desde el cstricio muntlo vs» situados en el e \ l e r io r del grup o en luiíar ile cada -.otro» imerior al tnismo. Hasla cierto punto, cabe pensar t.|ue la introduccitin de una experiencia «cMci ioi » al grupo permite en esle el ilesarrollo tle una ciert:i/gran com plicidad intonia a la hora ilo iiesam>ílar la dinám ica tlel grupo y las tareas tjue se proponen en el mismt).

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licncia rcf'critlii» iicir sus propias caracierísticas siempre deslxirda uno y dtro p l a i m «estereotipiulo» y «prototípico» tle la cnunciacitín ptir Id que tiene tle experiencia singular no reductible ni cncasillable en lo más proluntlo üe la misma. Asimismo, la incorptiracitin tle unu «experiencia referitla» en cl coiilcxto del tliscurgrupul establece un «salui» entre los planos del discurso t^ie se enuncia y de la «experiencia referida» t]ue ptisibiMla tendencialmente abrir cl discurso, introducir nuevos ejes de sentido y significación ad hor por parte ücl grupo triangular. Esta si­ tuación posibilita generar una tlinámica abierta y paraütijiea tiue tlesborüa la posible significación más «cerrada» — en términos relalivtis—- que sc le pueda atribuir a un üiscurso tanto dcsüe el exterior al grupo como desde el interior tic cada uno de kis asistentes. Dicho desarrollo pnratlójicti, ni exterior ni interior, confiere una gran dinamieitlad a ias reuniones tic griipti triangulares y posibilita una apertura progresiva del discurso de aquellas más allá de lo iiabilual y de lo permitido en los códigos. Esta apertura discursiva de los grupos triangulares fue una üe las características que ini­ cial mente más nos llamaron la ateneitín y que, a la lu/ dc la présenle reflexión, cube relacionar estrecham ente ctm la cuestitin üel «espacio transicitinal» y con la «expe­ riencia referiüa» ya que, étimo resalta Voltishinov hacicnüo referencia a los üiscursos refeiidos, la introduceitín de los mismos en un enunciadti genera una gran dinamicidad discursiva en la m edida que «los dos (planos) existen realmente, fun­ cionan, y sc conform an sólo en su intcrrelación. y no ptir sí mismos, separados el uno del olrt). El discursti referido y el ctintexto cn que se lo rellere stin itis términos de una inlcrrelacit'in dinám ica» ( V olcxsiiinov , 1976: 1 4 7 -1 4 8 ). sü

En este sentido, es clave nti olvidar la reflexión desarrollada por \VinnÍetitt a este res­ pecto cuaiidti rectirdaba la paradtija üe üos objettis luiidos y separaüos, a l a vez, por una cucrtla. «Esta es l a parad t i j a que aceptti y q u e no tratti üe restiiver» ( W i n n í c o t t , 1 9 7 5 :1 4 9 ).

C o n c l u s io n e s En las páginas prcceüentes se ha [irelenüiüo inscribir la práclica üel grupo triangu­ lar en el seno de las reflexiones y consideraciones tle las téenicas y prácticas de in­ vestigación social com o instrumentos que «polarizan» y tlescomptinen cada fenómeno stieial investigatlo. f:)c esta forma, cada una tle las prácticas de investiga­ ción que sc han abtirdado hace que se evidencien diferentes facetas y aspectos de un tleterminado objeto tie estutiiti. En este casti se ha pretcntlidti consitlerar el espacio pert i nenie para el uso de los gruptis triangulares inscritos en una posicitín intermetlia. en un espacio de mediaci(ín entre las entrevistas personales y los grupos de dis­ cusión canónicos. Com o ya señalábam os eu otro icxlti (Condi., 1993:222) el grupo triangular, por las características tie su prtipia siluacitín «m icni», no se erige en la represetituctón si ni-

Capitule] 7 * Los grupos tridngulares como «espacios transicionales» para ia producción...

hólictí dcl tugar dc pcrlcncncia social de tos asistentes, sino que se inscribe en un niuincnto dc lensióii entre la exiiresión de h\ pcrsonalización/iníUvidualización y la inscripriónAií/íiprítrián al tiiscurso posicionai-sdciai de reterencia. Diclia tensión permite una apertura y una expresión de dii'ereneias «personules/sociales» más ricas y al misnut tiempo más di líe i les de ticsarrtíllar en lus dinámicas más can tínicas en u>i'no u los rcnónienos sociules más relativamente estcreolipudtis. De esta ft>rma, la presencia tic tres personas otiliga. pt>r su prtipia dinámica, a abrir ei cam po tic !os discursos a las muti/acíones. a las tlií'erencias enire unos asistentes y otrtis. y. pt>r tanto, a tos posibles ctinHictos y tiiscnso.s entre los sujettjs, claves en una ptjsible estrategia de imcrvcnción y comunicación. I,a tllnániica triangular, por su propia estructura, no promueve la constitución del grupo, sino la transformación tie cada asistente en un sujetti activo, inducido a ex­ presar sus opinitines, su discurst). u allrmar sus diferencias frente a los otros asisten­ tes y, en este sentidt), a tratar dc protiucir y desptegar las posibilidades tie nuevas urgumentacit)ties, de protiucir nuevt)s tliscursos. Así el grupo triangular se ubica en un niomcntt) anlerit)r al prt)hlema det discurst) grupal y su represcntatividad en el te­ rreno social y sim bólico y se relaciona ct>ii ei mtMnento de la prt)duccitín discursiva en el propio prt)cesti de interacción tle lt)s sujettis. Así, frente a ta pertinencia dc titras técnicas para captar discursos más cotliílcados y cristalizadt)s, los grupos triangula­ res permiten revitalizar el cam po de lo social y adentrarse cn el ámbito tle lo posi­ ble en las situaciones más magniálicas y energéticas donde se están produciendo y eoeinandt) las nuevas posibilidades de discurst>s sociales ífhíeleni: 225).

B ib l io g r a f ía Ai ONStJ, L, E. ( ty ‘J4): «SujclD y discurso: lil lugar de la t-Miircvistu atiieria en las práclicas tic la st)cit)h)gia cualitativa», cn D r l c a i i o . .1. M.. y Clt rnr-kRtz. J. {199?): MéUuitys y técn icas ciuiUíítliviis (le invcsti.íicu'ión ifu ciencids sociales, Madrid: Síntesis. C’ONDFf, F. (1993): «Los inctt)dt)s e.xtetisivos e intcnsivt)s en la investiyación social dc las drngodepen den ctas», en VV,A.\,: Im s (IroKtxU'pendcncids: p ersp ectiva s ss relatns bitigráfictis se inscriben en la historia, en un tiempo concreto, y en un sistema sticial determinado, sin que cstt» suponga t>lvidar cl valor tle inia vitla humana. Si se ahaiitlona csla pi-emisa no se pLietlc llegar a enientier el seiuidti tic los relalt)s. ni acceder a su signiUcadc». Según algunos autores los materiales biografíeos, cuando se refícren a un colectivo Stic ial. a lui grupo humant). facilitan la rcalí/ación tie nn análisis mali/adt) al situarse cutre lina atom ización indi vidual isla, y tnia m acrosociokigía t|ue generaliza tiemasiatlo. Pero conviene añadir que uno no puede limitarse al grupo, ya que este está ligatlt) a sistemas sociales más amplios t[ue le conlleren determinadas peculia­ ridades sociológicas. Más difícil resulta seguir la regla tic que hay que aprender a hacer pregimtas. y saber iiacerías bien en el mt>nienit) optiitunt) en función de la lt')gica tle desaiTollo tle las entrevistas en pro fu ntl idad. fc!sta norma, dieha así en el vacío, suele reducirse a ptistidar t|uc nt) hay t¡ue empezar haciendo preguntas directas, tiue las preguntas tieben formularse en un lenguaje cliirt), que ct)nviene ctimenzar pt>r erear un clima de tranqinlitiad para romper el hielt), así como avanzar lentamente sin atosigai’ a ios entrevistados. Pert) aprentler a hacer preguntas pertinentes st)ltT parece posible si se pía ti i Tica bien la invesligacítSn, si se conoce en biiena metlida qué prt)blenia se prc ten tle resolver, y si se produce por parte tlel investigatlor una escucha sensible, enrit|uecida por el conocimienlt) previti stibre el cam po tle estudio. Preguntar implica toda una experiencia en el arte de escuchar. Para escuchar cs preciso t|ue el investigadtir se extrañe ante lo que no es él mísmt), es preciso nt) tener prisa, tiejar hablar, tener aprecit) y eonsíderacit)!! al t)trt), al sujett) que cs objett) de la entrevista. Keali/ar una hiswria tle vida supone, pt)i' tantt). una vt)luntad de aproximarse a luí miuitlo individual y sticial que cu ciertos casos está distante del nuestrt), y para ello cs preciso estar dispuesto a no ser totalmente tm investigador ajenti al mtido de vida dcl sujeto ti de los sujett)s que informan, entender las categorías que conforman sus estikis tle pensar, así como sus nunltis de expresión, sus sentimienltis y sus vivencias. Por supuestt>, es imposible ser un buen entrevis­ tador si se parte de ta idea de t|ue núes lio mundo es el tínico posible y el mejor, pues iremos llenos de prejuicios al encuentro, desvalorizaremos lo que nos dicen, no prestaremos sidleienlc atención, y terminaremos no cscuchandt). En este sentídt), com o ya algunos han rect)noeÍdt>, cstt)s encuentros tienen bastante t|ue ver et)ii la t^bservacitín participante. Se ptidría resumir diciendt) que las técnicas cobran sentidti en cl interior de un plan tic investigación, por le» t|ue no cualquier técnica tle ¡iivestigación es apropiada para abt)idar ciertos objetos tie esiudit). Las entrevistas en prtifuiulitiad, y más si se realizan para acercarse a la vida tle los sujelt)s, presentan, ct)mo cualquier t)ira técnica, ya .sea predtiminanlementc cuantitativa o cualitativa, sus pt)sibilidades y sus limitaciones. En todo caso, la entrevista en prt)funtlidad sobre materiales biográlleos lia sitlt) puesta a [)rueba pt>r numerosos investigatlores en ciencias sociales para recabar inlormacitín sobre mundos sociales desconocidos a los tiue no es fácil acceder a través de las fuentes escritas, t) cuando las fuentes escritas st)ii muy

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sesgadas. Con frecucncia los investigadores optan pur decantarse por las técnicas cuantitativas o por las cualitativas, pero en realidad las técnicas, en cuajUo vía de aproximación a una realidad social, pueden muy bien complementarse. Comt) ya he señalado es itnportante ir más allá de una creencia ingenua, de naturaleza positivista, t|ue piensa que basta con escuchar y transmitir el testÍmonit> de determinados sujetos para conocer cóm o l'uncit)na «la realidad social», pues estos testimonios, al igual t|uc los materiales recogidos en fuentes secundarias — libros, artículos, etc.— , no dejan tie ser luia interpretacit>n dc los hecht)s sociales. Por eso es preciso que el investigatlt)r, t|iie forma parte del nnindti social que investiga, sea capaz de encontrar el modo de ir más allá del objetivismo y del subjetivismo, es decir, ha de ser capaz de con­ jugar, com o decía Norbert Rlias, cl comprom iso con el tlistanciamiento, la implica­ ción apasionada con la reflexitín distanciada. Antes de pasar a ilustrar la técnica de las histtirias de vida a partir de mi trabajti de invcstigacitín sobre el numdt) rural voy a caracterizar muy brevemente el contexto socit>-histórico cn cl que sc in.scribcn las entrevistas pues, como ya he señalado, es importante tcncrU) en cucnta para captar su pleno sentitlo. Com o mi ejemplilicación está basada en ei cam pesinado gallego, conviene que com encem os por preguntarnos por qué la civilización rural, fruto de ima riqueza ct)nslruida colectivamente durante siglt)s, ctimenzó a declinar bruscam ente cuandt) se introtlujti en el trabajo de la tierra lo t]ue Max Weber tlenominó el espíritu del capitalismo.

La ir r u p c ió n d e l s is te m a c a p it a lis t a en e l m u n d o r u r a l Y s u s c o n s e c u e n c ia s La introducción de la economía de mercadt> en el campo, que implica la búsqueda de un beneficio inmediato, nt> solti cam bió la percepción de la tierra, de los seres humanos y dcl ti iñero que pasaron a convertirse en tiiercancías, sino que minó la base misma de las relaciones sticiales comunitarias propia de las altleas: la ayuda mutua. Kropt)tkin consideraba la ayuda mutua existente en las ct)munidades rurales la antítesis del darwinisnio stieial capitalista, pues la cooperacit)n y el trabajo bien hechti predominaban sobre la conipetilividad y la lógica del beneficio individual. Pasemos pues a enum enir algunos dc los factores imptjrtantes que ct>ntribuyeron al declive del niinido rural, elaboradtis a partir dc fuentes secundarias, predominantemente tle trabajt)s de sociolt)gía rural, que he ct)nsaltado en parte antes de realizar el Irabiijo de catnpt), y en parte al mismt) tiempo que este se iba realizando. 1.

La creciente despt)blacitín dcl mundt) rural, c|ue tuvti lug;^ir en Galicia sobre totlo a partir de los añtis sesenta, está re lac iti nada ctm determinados procesos, algunos de ellos tle carácter estructural. Y así, el fuerte incrementt) demtigrállct) tle ki postguerra era (.lirícilmente compatible ctm las formas t|uc adoptaba entonces la propiedad tle la tierra, el mini fundít:>, y ctm las ftirmas tle transmisión de la

Copítulo U ^ Historias de vida: La crisis del mundo rural

heicncia itrijiLicstas por cl Código civil que obligaba a (.tividli' y subdividir sin ccsai' la propiedad de la casa gcncración tras generación, 2.

Al lactoi" Lleniogi'áfico se sumaron otríis factores. Hn 1946 se restableció la Ley tic emigración de 1907, con las modincaciones de 1924, una ley tjue restringía el dcrcclio a emigrar a menores, jóvenes cn edad militar y curiosamente también a las mu jeres casadas. El régitiien tle Franco estableció atlcniás destle i 94S tratados eon Argentina. Brasil y Venezuela para prtiporeionar a esltis pin'ses iTUUK) de obra proeetlente piedomininitenicnte de las regiones rurales españolas.

3.

Gl Plan de ü.slabili/acitin de 1959 fue un f^lan tle ajuste que ptileneió la intluslria y el comercio. Com o es bien sabitlo. inmediatamente después se aprobaron los Planes de Desarrollo, abantlerados ptir Itis Ministrtis econt'imicos tlel Opus De i — de López Rotió a López Bravti— , que tnostraroii una ausencia total de sensibilitiad para con los pequeños labradores que fueron considerados atrasatlos e irracionales, y destinadt)s a servir tle mano tle obra barata en la gran ciutlad industrial o en la emigracitSn exteritir. Esos Phnies crcartin ttida una sei'ie tle institutos, algimos tie ellt>s relaeitinatios ctm el eampt). Ptir ejeniplt), el [CONA pust) enttinces en marcha una política de reforestacitin tle los montes etimLuíales gallegos, lo que obligó a los labradtiies más pt)bres a abandt>nar la tierra, pues esos montes constituían su única fuente de subsistencia. Esta polí­ tica se llevó a cabc) al mismo tiempo que se prt'*dueía inia apuesta pe»r la et)ncentraeit5n parcelaria t]ue en buena metlida fracasó.

4.

Perti fue stibre todti a partir de los años sesenta, con la llamada «mt^dernización», cuando se empezaron a hacer visibles ciertos cambios, hasta el punto tle llegar a hacer t¡iiebrar décadas más tarde, de forma aparentemente irreversible, la eivilizaeitin tle las petjueñas etimunitlades rurales. Esta mtidernizacit>n supusti Ut introtliEceión de nuevas técnicas tle trabajti y tle nuevas formas tle prtitluecit^n en ei campti, Ctm la llegada de tractores, segadoras, cmpaeatlt)ras y otras maquinarias, y eon la creación de las primeras granjas de protiucción de leche —'t}ue intrtitlujei'on la nueva tecnoltigía tle Itís tirdcñatltires mecánictis— , llegartin nti solti nuevas formas tle protiucción, sino también nuevas formas de endeutlamiento y de tlependencia. Ltis labrad tires pasartin a depender de Itis bancos, de sus erétlilos pagatlos ctm clevadtis intereses. Se ptidría decir, siguiendo a Andrés, imti de Itis inlbrmantes de los qLie luego hablaremos, que ahora cl reloj dejaba de estar paratlti para empezar a crtmometrar el tiempc» de la producción agríetila. La tnlrtiduccit'in tie las nuevas tecntikigías ctmtribuyti a acelerar todavía más el éxtidti rural, en la medida en que ahtira para realizar el irabajt) se precisaban mentís manos,

.5.

Con la introduceitin del capitalismo cn el campo, tle coinimicación, se protlujti en las eiudatles habitantes del mundo rural, cspccialmciilc tle los a abandonar masivamente el campo y a percibirlo

y con la llegada de los mctlitis un efectti llamada para Itis más jóvenes, que conienzartin de ftirma negativa. Los medios

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dc conniiiicacióii, especialniL'iilt: la televisión, mostraban el rostro a la vez di; una soeictiad productivista y de una sociedad de consum o en alza que convertía a los centros urbanos cn focos irresistibles tle atracción. Se pustj así en marcha lui prt)ceso de individualizacitin creciente, y un cainbit) de mentalidad. Em peza­ ba a ImptMierse lentamente Luia ectinomía tlineraria y consinnista. El propiti éxito tle alguntis em igrantes nue volvían ct)n coches y ct>n dinert) ctintribiiía a favorecer este cam bio dc mentalidad y tle ctxstujiibres, tjue también se vit) favorecidti por un incipiente turismo, 6.

Otrt) tle k^s facttires tju e Influyó en el declive del mundt> rural, que no suele ser tenido muy cn cucnta por los st)cÍólogos rurales, fue la desaparicitín de lus escuelas llamadas unitarias tlebido a la ct)ncentración escolar ( S urirats , 1983). S e prtidujo dc este modt> un cam bio en la socializacit'ín de las nuevas generac itiñes, lo que supuso ini acercamiento al mundt) urbano que no siempre fue positivti pura ellas. Lu c once n truc ion esctilur aprobada por la nueva Ley tle educación, la llamada Ley Villar de 1970, ct:»ntribuyt), cn la maytiría dc los castis, a desarraigar a los jóvenes adolescentes del m undo rural, pues nt> les tifreció metilos dc insereitin social.

Conviene subrayar también t|ue L u i a buena parte de los agentes sociales letradtis, además del cura y tiel maestro o maestra, que tuvieron un infiujo especial en cl minido rural a partir de la década de los sesenta — ingenlert^s agróntinios, veteri­ narios, funcionarios de la extensión agraria, encargados de la repoblacitin forestal y titros— EK> ayutlartm a fijar la ptiblaeión al mundti rural, ni a que se valorasen sus formas tle cultura y tle vida, sint) que más bien contribuyeron, pese a sus buenas intenciones en alginios castis, a descalificar itis saberes y práclicas de liís labradtires. Comt) muy bien señala Pepito, otro de los entrevistados, en un m om ento de su relato de vida: «sabíanit)s hacer de lt)do, pero nos llamaban atrasados». Este prtieest) de desintegración del espacio rural se pust) tle manifiesto en el incre­ mento acelerado del índice de suicidios de labradores viejtis que veían cóm o se tlerrumbaban sus casas y cóm o se abandtinaban las huertas y la tierra trabajada en beneficit) tle las explotacitines lecheras. Ct>rrclativameiite en la ribera se construían enorm es bt)degas i ntl ust ríales, ct) nocid as com o las nuevas catedrales. Las explota­ ciones lee lleras y las btidegas industriales ilustran bien la entrada del capitalismo en las ztMias ¡11 ral es, y el tice Uve det trabajo artesanal de la tierra. La tasa de fecuntlitlad se debilitó, el envejecimiento de la población rural se intensificó, y em pezó a abun­ dar en el cam po el celibato masculino. Fue enttinces cuandti muchas mujeres co­ menzaron a trabajar ct)mo asistentas en las villas prtíximas, y euandti los jóvenes, fascinadtis por los c tic lies, ptir las máquinas tragaperras, por las discotecas, y las lu­ ces de net)ii de la ciutlatl, abandonartin masivamente el campt). Y el consum o de tiro­ gas din as, t|ue comenzt) hacicntlo mella en los años setenta entre lt>s jóvenes de la pequeña burguesía de las villas, se extendití ahtira al medit) rural. La inseguridad, el imaginario tiel mlcdt), Lan insistentemente pronu)vidt) por la televisión, entraba en las

Capítulu a *■ Historias de vida: La crisis del mundo rural

aldeas de la iiiiino tle íilgimas biindiis juveniles, sustituyendo así ai iiiietío que antes se tenía a la g iiartlia civil. Con ta iiUrotiucción tie la lógica capitalista en el cam po entraron lainbién los peslicitlu.s. los hcrhicidas. los abonos químicos, tos pniLluctos iransgénicos que plantean graves problem as de deset|UÍIibrio ecológico, y generan la tiesaparición de nuilliples especies de plantas y de animales, introducen la basura cn el cam po y provocan toda luia se lie tle ent'erniedLities. Respecto a totios esttis prt)cest)s ligatlos con la alim entación son especialm ente sensibles tos enlrcvistatlos do m ayor edad tle mi estudio, aquellos t|ue en la actualidad superan los tic he [Ua antis. L’na de las entrevistadas llegó a decir que «lt)s laboratoiios van a acabar eon la hum an itiad». icfiriéiidose a Itis producttis t|iiíniict>s que envenenan las aguas > la (ierra. Sin dntla stin ellos los t|ue recuerdan mejtir cómt) las Itirinas tradicionales de cLdtivt) tle la tierra respetaban lt)s ciclos tle ta naturaleza y m anlenían cl etiuilibrio ecológict). lin mi investigación stifire cl cam pesinado gallego traté de rcspontler. cn alguna m e­ tí itía, at reto lanzatlti por Michel Serres, quien decía que se está prtiducientlo ante nuestros ojos, pero tic tui intidc» casi imperceptible, cl cambio social más im portan­ te tiel siglo.\.\, la desaparición tic los labratlores, lui cam bio tle consecuencias in­ calculables, Pt)r supuesto, mi acerciunienio a lt)s que parecen ser los últimtis vestigios de la civili/acit>n rural no significa apostar por la vuelta a la éptica de la pt)stguerra, pues no se puede volver al pasatlt), aunque siempre se esté a tiempo tle empeorar, sino defender el tierccht) de ítis petiueños labradores a vivir sin presitines y con tiignidad, a que se les recontizcan las importantes funciones que siguen tlesempeñantlt) en la actual itiad, y a poner tle relieve el mtidelo incivil izatorio tic pro­ greso t|ue se está impc»nlendo. Por eso me parece importante buscar altei nativas al modt) tle prtKÍuccit)n capitalista, un modelo de soc ieti ad i rrespt) usable que no res­ ponde a los intereses comunes, al bien común, y que está ponicndt) a la tierra y a la mayoría de los seres, i nc liúdos los seres im manos, al borde tlel ct)lapst'>. De ahí que tne interesen especialmente, ju nto las voces de los campcsint)s recogidas en sus his­ torias de vida, la voz y las acciones tic algunos bitSItigtis. arquitectos, econom istas gallegos que sensibles a la descom posición program ada tlcl m undo rural se plante­ an la ncccsitiati tic tlcclarar detcrminatlas zonas partiucs naturales prt)legidos, y de fijar la ptica población que continúa vivicntlo en campt> para t|ue siga realizan­ do sus labores de agriculiin a ai tesanal con cl 11n tle mantener una cierta calitlatl de vida^. - A lgunos conscrvatlnfL-s, ;mnL|Ui; por ri/.diic'.'í huí y disiinias ;i las ilc los pnigres islas, son u'onscicntcs de los cfcclos que se ilertvan de la ilesaparieiim det inundo rural. I^n ejemplo, ei aeiiial Presiilenle de Uis Rslados L) 11 idos aúitiiaba recientemente ijue «es impórtame pata nuesira n:ieii')ii (--ultivar alimentos, a lim e n la ra mieslra pohlacii'xi,, Piieilen ustedes imaginar un país tiue no Hiera capaz de cultivar alim entos Mitícientes para .ilrnicnlar a sii poblacion'.' .Seríxi una nación expuesta a presitincs intcrnacit'nales. sería ntia tiacion vulnerable. Por eso, cuando liablamos de la agriculuira iiorieainericana, en realidad hablam os de luia cnesiitíii de sesiuridad nacional'* (OsinRATi v CIam u Vi kdü'H, 20051.

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La U lf e . S o c io lo g ía de u n a co m u n id ad r u r a l g a lle g a Puso por tanto sin más dilución ii ilustrar algunas tic las ptitcncialidadcs tic las liistorias dc vida de una íornia más ccrcana y mentís abstrat:Ui dc culliti suelen haccrlo lus tratados dc técnicas y metudt)logia. Para ello me serviré de mi investigación, recogida en el libro A Ulfe, un estuditi de sociología rural ( V a r l l a , 2í)(>4). Rsta investigación tenía ctimti llnalidad principal analizar los cambitis sociales que a te ciaron al m undo rural cn Galicia, destlc aproximadamente Itis atitis treinta tiel siglo XX hasta nuestros días. A partir de doce historias de vida he intentado ctiniprcntlcr pur qué está en crisis cl mundo rural, y ct)mo este tlcelivc afecta también al resto tle la sociedad. Para com prender mejor la duiámica tiel cam bio stieial he tenidíi como punto de refere nci a cl presente, es decir, la urbanización del mundo rural. Las tiisitirias de vida se insertan, ptir lo tantti. en un trabajti soeiohisttírico c o m parativt), o si se pretiere gcnealtígico, que intenta no solo escuchar la voz dc Itis materiales escrittis, sinti también, y tic ftirma muy relevanle, la tic aquel Itis sujettis que viviertin y sufrieron en su carne dichos cambios. Tener en cuenta sus punttis dc vista me parccití imptirtante también p^ira conocer cómo fue la vieja civilizaeitin rural gallega y dejar ctmstancia de ella. El socit'iltigo francés Émile Durkheim decía t|ue los sujettis sociales, sus sistemas tle creencias y valores, así com o sus prácticas, están cunformadtis por la sticietlad en la que viven. Dc ahí t|ue las infurmaciuncs de Itis htimbrcs y mujeres de A Ulfe tengan que ser inscritas cn el marco socitihisltirico de la España dc la g u c n a, dc la postguerra, y de la tran.sición a la democracia. En A Ulfe se estudia una ctimunidad de pequeñtis propielarius rurales que viviertin en un pequeñti puebíecitti cn el que hf>y ya no vive nadie. Se trataba de una «aldea» muy [larecida a titras del m undo rural gallcgti, y muy prt'ixima a titras pequeñas co[niuiidades, resultad ti tle Ia gran dispersión tle población t¡ue caracteriza a la Galicia rural. La Ulfe era una comunitlad petjueña t|ue estaba ftirmada ptir sujettis t|ue ptiseían determinadas peculiaridades al estar insertos en el interitir dc una densa red de interacciones propia de una configuración social específica. Las entrevistas se plani­ ficaron ctin la llnalidad tle que los sujetos entrevistados, al contar «su vida», se cen­ trasen cn aquellos aspectos de la misma que permitiesen proporcionar informaciones para conocer tle primera manti las principale.osiblemente existiría en la burguesía. Tam poco la presencia del magnetofón planteó el menor problema. Ni L|ue decir tiene que es­ le trabajo supuso ciUrc otras cosas para mí la recuperación de viejos amigos, y una inmersión total en el m undo qiic ctinfoiinó mi infancia. Supuso también im e m o ­ cionante y cálido reencuentro que fue mucho más allá tlel mero trabajo, y creo que esa fuerte «implicación» se refleja positivamente en el resuitatio de la investi­ gación. Con el ohjeto de poner de relieve las transformaciones que se sucedieron en esta pequeña comimidad entrevisté a hombres y mujeres pertenecientes a cuatro generacitines distintas, que nacieron a[>roximadatiiente entre 1925 y 1945. l.a primera gene­ ración* ia de ios m ás viejos, e.s taba formatla por un varón y dos mujeres situados en el intervalo tle edad que va entre ios setenta y cinco y los ochenta años. La segunda, ia generación madura, compre ntiía a sujetos que tenían cn tom o a setenta años, y es­ taba formada por tlt>s varones y ima mujer. La tercera generacitin, la de ios adultos, com prendía a sujetos t|ue tenían entre cincuenta y cinco y sesenta años y estaba for­ matla pt)r im varón y dos mujeres. En fm, ia cuarta gencracitni, la tic It)s más jóve­ nes, estaba formada por dos varones y inia mujer ctJii edades ct)mprcndidas entre los treinta y cincti y los cuarenta y cinco añtjs. La mayoría de los seis varones y las seis mujeres nacieron y viviert»n su infancia y su juventud en la IJife. La edad, el sexo y la posición st>cial — ententÜda esta última predominantemente cn términos de ritjueza, es decir, de prtipicdatl de la tierra—^ constituyeron ias variables centrales para el desarrollo tlel trabajt). Adem ás traté de tener en cuenta una de las reglas básicas de la entrevista que consiste en evitar tma fuci tc tlistancia social entre el entrevistadtn* y el entrevistado, pues las relacit)nes de pt>der forman parte de lo.s encuentros .st>eiales. Está comprobado que cuando las relaciones de entrevista son muy asimétricas se introducen sesgt).s en la informacitín oh te ni tía. Y aimque sin tluda había una diferencia de estatus entre ellos y yo, el hechti de haber kis conocido destle mi infancia, el hecho tic que de algún nuKk) perteneciese a «su mtmdt)» y hablase .su lengua, el gallego, coiuribuyó sin duda a paliar este deseqinlibrit). El resuitatio fue ima inftirmación muy rica, pues no resulta fácil ctMilar ia vitla a alguien extiaño, y más en ciertos grupos sociales. Esa ritiueza confirió nuevas dimensiones al trabajo L|ue no se habían teiútlo en cuenta en un principio. Algimos lingüistas valoraron además nnty positivamente la varietlad

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cixprcsivu dcl lenguaje tic los enlrcvislados, sus giros y variiiiUcs locales, que resLiltan dc giuii interés rilt)lógico. y t|ue iiti surgen en las entrevistas t|ue se suelen realizar para estahlet;cr cl m apa lingüíslico. í^or supuestti el libro nti rectige las ct)nversaciones al completo, pues unt> de los problemas tiue plantet) la investigacitín está rclacionudt) con la ética profesional: cuando se obtienen informaciones que afectan a la vitla tte los tlemás, ¿hasta qué punto es legítimo exponer erudam cnte los cont'lieU)s existentes, lantt) tlestle un punto tle vista comunitario, com o en lus relaciones tle pareja, o en las relaciones personales? El prtiblema se acenli'ia si sc tiene en cuenta que lt)s entrcvistadt>s, t|ue en la mayor parte de Itis cast>s no se autocensiuaron, tlecidiertin apaieeer con nombres prtipitis, y son perst>nas vivas y con descendencia. El objctivti dcl investigador que recurre a las historias tie vitla no tiene natía t|iie ver ct>n el ct)tilleo nit>rbt)st) t) sensacitín al ista, sint) con com prender étimo fiuicitina el m undo st)cial, y con ptider percibir relacitines sticialcs a vcecs pt>ct) evidentes. Lt)s relatos de vitla dc lt>s tlistintt)s sujetos entrevistadt>s, al versar st)bre las mismas cuestiones, permiten, al ser comparadtís y contrasladt)s, obtener un mayor grado de tibjetividad. Las distintas variantes enunciativas reenvían a la percepción de los hechos tle cada informante, ligada al sexo, a la clase social, a la edad, y a la propia trayectoria individual. Se procurt) también, en aras de un mayor gradt) de objetividad, que la información se centrase sobre tt)do en actividades prácticas. Para percibir en su pleno senlidti la aportación tle las historias de vida a esta invesligación me vtiy a detener en el planteamiento teórico previo, así como en las tlimensioncs en torno a las que se articuló el estutlio. Comti ya he seña latió, mi objetivo era tratar tle tiar cuenla tle las transformacit)nes de la vida social que sufriertin los habitantes tle esa pequeña ctimunidad rural durante más de medio siglo, precisamente en ini periodo de fuerte aceleración histórica como ponen de relieve diverstis estudios st)bre el mundt) rural. En ttida investigación es indispensable delimilar esas dimensiones, no solo para poder conocer cl mtidclc» de sociedad que está detrás de la misma, y ptxler así tlislanciarse del t)bjeto de estutlio, sint) también para tletermhiar cl corpus de materiales a utilizar predominantemente. Por cst) a la hora de realizar un guión abierlo tie las entrevistas en pro fu ntl idad no solo se tuvieron en cuenta los aspectos ya señalados, sino también las cuatrt) dimensiones básicas en tomo a las cuales se organizó el estudio: el tiempo, el espacio, las relaciones de podei’ y los modos de subjctivación. Se partió, por tanto, dc la hipótesis de que la articula­ ción tle los cambios acontecitios en esos cuatro ámbitos permitiría com prentier bien las modi lie ación es tjue sufrió el muntlo rural gallego y su rica civilización '. * E.ste phin ile uabaju, así ctmio el csiablecimiemo tic sus Jim ensiones básit'iis, es sin duda J c iiJ o r di: los Irabajos tle los sociólogos clásicos, pero lainbiéii dc kis cstiimilanlcs invesiigaciunes rcallzLidiis por analistas síicialcs más recientes, concretamente J e Lti siH ieíhu! vortesíimt y El prncesn dv civiiizítción tie Norbert Iii IAS, y de Mictiel I*Vh'c,m iit, hilí'nuidns tle Irvtng GnteciinÍentos especiales tales coíiio la matanza del cerdo, las ferias, las bodas, los eiitieri'os, ctc. Por lo t-|ue se refiere al espacio social las pregiuitas se centraron en sus movimientos y des[ilazamlentos, y no solo físicos. sino tanibicn simbólicos, cn relación con los otros vecinos de la aldea, pero también con familiares y atTiigos lie pequeñas comunidades próximas, con Ui villa cercana, con la capital de provincia, e incluso con América, pues ya algunos de sus ancestros habían em igrado a este continente. Fn relación con las relaciones de ptíder no solo estaban las cuestiones ilirigitlas a saber cóm o se i’elaclonaban los labradores con ¡as autoridades oñciales. sino también cómo lo hacían unos vecinos con otros, ios hombres con las mujeres, los aikiltos con los niños... Por último, también estaban las preguntas dirigidas a los moilos de subjetivación, es decir, tenitentes a poner de relieve si se hahía pasado tic una comúniilad en la t¡ue predominaban las relaciones densas de solldarkiad, una comuiúdatl en la que dominaba el nosotros, u otra cn la que dom inaban nuevas Ibrmas de relación, eii la ciue el yo cobraba cada vez más impoitancia, pues se partía lIc la hipótesis de que se había producido también en el mimdo rural a partir de los años sesenta un proceso creciente de indivitlualizaeión. A través de las entrevistas se comprobó que los labradores y labradoras eran verdatieros artesaíios y artistas que hacían innumerables tareas a lo largo del año, actividades que variaban según las estaciones, y tfiíe iban desde amasar el pan, tejer la lana y el lino, hacer vino, hacer la matanza, hasta remendar los útiles de cocina, hacer cjueso y manlequilta, o segar el centeno y el trigo tlel país, plantar todo tipo de legumbres y verduras, injertar árboles frutales, por poner sok> algunos ejemplos. Se podría decir que frente a los seres especializados en que nos eslainos convirticndt> cada vez má.s, que únicamente sabemos haeer una cosa y. en consecuencia, no muy bien, Itjs canipesinos eran por k> general seres universales, con múltiples capacitlades y conocimientos. En esos trabajos, que con frecuencia eran trabajo,s niuy durtis, participaban niños, mujeres y hombres, y muchas veces también familiares y vecinos c]uc ayudaban en la matanza, ía siega, la vendiirúa, la deshoja del tiiaíz... Soledad dice, refiriéndose a la época de la postguetTa: «jugábamos y saltábamos, y nos contábam os cosas unas a otras, y nos hartábamos tie reír, pero después teníamos t|ue ir a trabajar. Trabajamtis ttida la vida. Trabajábamos tanto ciue no sé como todavía estamos vivos». A ella se suma también Camila cuando afirma: «entonces no había máquinas, tc»tlo lo hacíamos a mano, cavar, segar, ir a por tojos, extentler el estiércol cn las fmeas, cuidar las viñas... Sobre toilo en verano había nuiclm trabajo, había que segar la hierba, recoger el centeno y et trigo... Hn invierno se pasaba un poco mejor, se hacían menos faenas, se estaba más cn casa, pese a que siempre había algo que hacer; cuidar el ganado, t)ideñar las vacas, cebar los cerdos, cuidar las gallinas y los concjtxs. preparar el lino, hilarlo y tejerlo.,.». ÍA)s cntrevistatlos ponen tie nuinillcslo t]uc su t)rga[ii/ack)n y ct)ncepcii)n dcl (lempo ei-a muy diferente de la nuestra, tle la que domina en sociedatlcs en las t]ue predtiinina

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1(1 urbano sobre io rurul. Com o dice Andrés: «e monees no era com o hoy, estaba el reloj parado». El licmpo se concebía de íbrma eíelicu, basado en el transcurso de las estaciones, marcado por cl rílmo repetitivo de los muchos y diversos trabajos, y también por las tiestas, por las Icrias, y por otros rituales importantes que se sucedían a lo largo del ano, com o los funerales, los aniversarios, las bodas y los bautizos, I’or lo que se refiere al espacio, este aparece organiziulo tle lorma precisa y minu­ ciosa, ya que com o man i 11están, cntonces se iba de un lugar a otro andando o a caballo, de tal forma que potlía tibservarse todo lo que existía alrededor. Y del mismt) motlo que se com probó c|ue en la organización y concepción tlel tiempo jug ab a mi papel central cl trabajt). en la organización y concepción tlel espacio jug ab a un papel central la casa que constituía ci eje vertebrador de la sociabilidad, de las relaciones st)ciales. Cada casa tenía su propia identidad, su ntimbre propio por el que eran reconocidos y noinbradt)s tt>dos sus miembros. Todos los veclnt>s de una parroquia y de parrt>quias vecinas se ct)nt)eían unos a otros pt)r los motes t) apellidos. Muchtis de los estudiostis de la vida rural señalan, etin razón, que los labradtires tienen ima memoria protligiosa en lo que se refiere a sus experiencias, una memoria t[ue sin dutla se alimenta tie la densidad y de la riqueza de su vida social, una metnoriu que se inscribe en una ctincepción específica del espacio, y que funcltina a partir tle círcidos coricentrlctis t|ue van desde lo más eercant> hasta lo mas alejado, ilestie lo local a lo global, tlestle el pequeño pueblo a la villa, a la capital, a Europa, a América y tiue Incluye a los presentes y a los ausentes, a lt>s vivos y a los muertos, formando una com pleja trama que engloba a todos y a cada uno en sus relaciones cfin los dem ás ( H a l b w a c h s , 1952). Hs precisamente esta densidad tle las relaciones sociales, de encuentros pennanentes, ia que permite articuUu' una memtirla en red que facilita la integración de elementos nucvtis t> tlesconticÍdt>s, ima memoria que se recrea continuam ente a través de innumerables mtimentos tictiicatlos a la transmisión de conocimientos aplicados, a contar cuentos y realizar narraciones, sirviéndose de una rica, com pleja y elaborada cultura oral. Conviene añadir que la concepción específica del espacio físico y social que ponen de manifiesto no es tan cerrada como pudiera parecer, pues, además de la emigración interior, sobre todo a Madrid y Barcelona, la emigración al extranjero desde el siglo XIX hizo que América, especialmente America Latina, estuviera presente en el imaginariti social de los labradores, pues en casi todos estos pueblecitos vivía alguien tiue había estado en Cuba, en Argentina, cn Uruguay, en Venezuela más tarde, y, tlestle los años sesenta del siglo xx. en Suiza, en Alemania, en Bélgica y en Inglaterra. Si nos tletenemos brevemente en el análisis de las relaciones jerárquicas los m ateria­ les recogitlos en las entrevistas muestran que las relaciones sociales, la tlinámica so­ cial. estaban marcadas por un sistema de relaciones tle poder que no solo se pone tle manifiesto en los contactos tle los labradores con las autoridades «oficiales», sino

Capítulo 8 4- Historias de vida; La crisis del mundo rural

uinibién en los cnciicnlros dc unos vccinos con otros, y entre los distintos inictnbros dc la com unidad entre sí. Se podría concluir que cn las pequeñas com unidades rura­ les existían relaciones sociales as i nic tricas t|ue daban lugar a no pocos conflictos, Vlás concrctamcntc, cn lo que se refiere a las relaciones con las autoridades, y sin de­ tenernos ahora en ellas, es curioso comprobar como pese a que los labradores son considerados conservadores, las críticas más aceradas que formularon se dirij^ían contra la guardia civil y el clero, posiblemente port|Lie eran las dos autoridades t|ue ejercían un control más fuerte y autoritario en su vida cotidiana. En el m undo rural gallego existían también relaciones de poder asimétricas basadas cn la riqueza material, pues había unos vecinos más ricos que otros; también había diferencias ideológicas, pues no por azar k)s vencctlorcs dc ia guerra civil tenían en esta época im estatuto privilegiatlo. Y si tenemos en cucnta lo que dicen los entre­ vi statl os, no era su 11ciente poseer más riquezas materiales para ser aceptado como autoritlad cn la comunidad, ya t|ue para esto último había que tener determinadas cualidades morales, ética personal y capacidad de reflexión, de mediación y de ne­ gociación. A las relaciones de género, a las que suelo denominar relaciones de desequilibro de poder entre los sexos, así com o a las (.¡ue existían entre adultos y niños, me referiré Cíin más detenimiento iriás adelante, con el objeto de ejemplificar un poco más en detalle el proceso tle la investigación. Estas relaciones, al igual que las anteriores, resultan incomprensibles fuera de lo que podríamos denominar la estructura social del m undo mial, Esta l'orma especíllca de organización que adopta el espacio, el tiempo y las relaciones sociales en las que domina el nosotros frente al yo, está en la base de una concepción del muntlo y tic la vida tlifcrcntc de la dc aquelk>s que vivimtis en las ciudades. Esas categorías están en la base tle una ctisint)visión, dc un tipo de pensam iento y de racionalidad diferente del pensamiento técnico-científico y de la lógica académica, un pensamiento que suele ser caraclerizadti ct>mo mágico-mítico. Para aquellos que hoy ct>ntiniían aprisitmados en luia ctincepción lineal del prtigresti el pensamientt) mágicti-mítico les parece atrasadt) e irracional, pero Itis ctinceptt>s atrasado y adelantadti nti sirven a la lu)ra de realizar un análisis socitiltigico. ya que no nt)s permiten ct)mprender que esos dos tipos tie pensamiento respt)ntlen a modtis tlifcrentes de ver y tie estar en el nuindti, cada Lint> ctm sus dimensiones positivas y negativas. Ptir titra parte tt>dos nosotros .seguimos sirviéndontis del pensamientt) mágico-míticti a la hora de acercarnt)s a niunerost)s fent'nneiios de carácter natural t> teciK)lógict>. Esta civilizacitín (.|uizás se potiría caracterizar a partir de la episteme renacentista tlcscrita pt>r Michel houcault en ¡ a i s fHtUihms v } estaba ligado con todt>: el cielo, la tierra, Itis hombres, las ct>sas. Itís vivos v ios muertos, et

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microcosmos y el niíicrocosmtis. De ahí la importancia que cobraban las estaciones, las fases de ta tuna y los cam bios meteorológicos para realizar la mayor parte de los trabajos, así como el peso que adquirían los refranes que se transmitían de generación en generación. De ahí et respeto que en general existía por la tierra y por la gente, por los saberes atlqiiiridos y experimentados, heretiados de tos antepasados. De ahí la fuerte presencia que tenía el m undo de los muertos en el mundo de los vivos. De ahí también «el carácter ecológico» de la producción en el mimdo rural pues era preciso preservar para las generaciones futuras un patrimonio recibido de tas generaciones pasadas. En det'miiiva, era un m undo en el que tas categorías de It) natural y lo sobrenatural aún no estaban claramente diferenciadas, más bien estaban muy mezcladas frente a to que sucede en las sociedades secularizadas en las t|ue dom ina una racionalidad de carácter técnico-cien tífico.

A

MODO DE ILUSTRACIÓN

A continuación voy a referirme, como ya había avanzado anteriormente, a las relaciones tle género y a las relaciones que se establecían entre adultos y niños.

Relaciones de género Por lo t|ue se refiere a las iehicií>nes existentes entre tos sexos se podría decir, de un modo un tanto rápido, que uno de los ra.sgos más importantes de esta civilización rural, que se manifiesta en numerosas ocasiones a través de los relatos de vida, es la tendencia a la dom inación masculina. Norbert Elias ha mostrado t|ue la dominación masculina existe especialmente en aquellas sociedades en las que la fuerza física tiene una especial relevancia, sociedades en las que los varones, por tanto, suelen gozar de un estatuto considerado superior. En las zonas n u a le s gallegas sin duda la fuerza física era muy valorada, pues en ocasiones era necesaria, y aunque los hombres st)lían ser los principales portadores de esa capacidad es preciso decir que en la época de la postguerra las mujeres desarrollaron luia fuerza física notable, así com o una fuerte capacidad de resistencia. A partir de sus respuestas sobre las diversas tareas que realizaban tanto dentro como fuera de la casa, tas relaciones que tenían tos cónyuges entre sí, o las políticas m a­ trimoniales, se comprueba, por ejemplo, que cn el trabajo existía lUia cierta división sexual, pues aunque hombres y mujeres reidizaban muchas labores en común, tam­ bién realizaban algunas tareas diferenciadas. Pierre Bourdicu, cn su libro El sentido prcu iico, afirma t]ue existe una lógica estructural que está en la tiase de esa diferen­ ciación y t|ue huntte sus raíces en la Antigüedad clásica. En esa tli visión sexual del m undo st)cial los varones representarían la fuerza, el sol, l t )S trabajos más duros, que

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Historias de vida: La crisis del mundo rural

exigen m ayor esfuerzo, las lelaciones con cl exterior, los tratos y contratos, y tien­ den a ser los cabezas de la casa; mientras que las mujeres representíirían la scnsibilitlad. la luna, la comida, el fuego tiel hogar y la seguridad protectora í B o u r d i e u , 1991). Pero esta división sexual del trabajo no siempre se cumplió en Galicia pues, com o muy bien dicen mucht)s de lt)s entrevistadtis, algunas de las mujeres que viví­ an en la Ulfe hacían fuera de casa los mismos trabajos que los hombres, e incluso at|uellüs m á s difíciles com o rozar tt)jos, sacar el esliércol dc las cuadras, esparcirlo en las fmcas para que sirviese dc fertilizante, segar la hierba, y, por supuesto, otros muchos trabajos no tan gravosos que siguieron realizando las mujeres de generacio­ nes posteriores. También enctintramos que algunos VLirones hacían trabajos «de m u ­ jeres», y esto no solo en la Ulfe sino también en otras aldeas cercanas, com o am asar el pan o alar las gavillas en la siega. Se podría plantear la hipótesis de que la divi­ sión sexual tle! trabajti forma parte de una estrategia de división de funciones que no expresa m ecánicam ente las jerarqiu'as y las relaciones de poder. Claro está que e s conveniente preguntarse, comt) sugieren algunos de los entrevistados, si esto se de­ bía a que una parte importante de los hombres estaban fuera, en la guerra, o a que ttidavía no se había establecido en el mundo rural una división rígida de funciones o que esa división tendía a desdibujarse en tiempo de crisis. En todo caso, lo que su ­ cedía. com o muestran los relattis de Camila, Soledad o María, es que había mujeres a las que no les gustaba realizar «las labores domésticas», mujeres que preferían tra­ bajar fuera de la casa, y eso hasta los años sesenta y setenta. Estas mujeres no acep­ taban de buen gratio que sus principales funciones fuesen cuidar de la casa y criar a It)s hijos. Recuerdo que en las Uirgas noches de invierno, cuando se reunían Itis vecintis y familiares para leaüzar determinados trabajos st)lían ser los hombres, y no las mujeres, los que en las conversaciones y discusiones que tenían lugar después de cenar, llevaban la voz cantante. Las mujeres no estaban sin embargti en silencio, más bien jugaban un papel semejante al del coro cn el teatro griego que con su aprobación o reprobación lambién guiaban la trama. Las mujeres en las fiestas, ti cuandti se reunía m ucha gente en las casas para comer, eomo por ejemplo cn la matanza, la tiesta más importante, pues significaba que al menos tiurantc un año el hambre había sitlt) derrotado, eran las últimas en sentarse a la mesa, las que servían, recogían Itis platos y fregaban, mientras que los hombres fumaban, tomaban copas, hablaban anim adam ente o jugaban a las cartas. Pero, como recuerda Josefina, también existían ciertos encuentros, generalmente ligados a la realización de otras lareas colectivas, com o deshojar el maíz en las noches de tittiño, en los que se producían tornetis, desafíos, y se inventaban coplas que los mozos y las mozas se dirigían unos a otros y en kis que ptir lo tanto intervenían tanto htimbres ctimti mujeres, maytires y jóvenes. Se ptinía así a prueba la imaginacitín y la memtiria, al mismti tiempti que se revi tal izaba la cultura oral. Las mujeres entrevistadas se muestran especialmente sensibles y críticas frente al comptirtamientt) aultiritariti y despótico de algunos varones respecto a su mujer, y re-

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prueban abiertamente L|iie alguna nmjer fuese objeto de malos tratos por parte del m a­ rido, Por su parle, algunt)s de U>s hombres manifiestan no aceptar de buen gratio que et marido se sometiese sin rechistar a las decisiones de su mujer. Se comprueba por tanto que las relaciones que existían entre los casados eran diversas ya que cn algunos casos existía una fuerte paridad entre hombres y mujeres, mientras que en otros exis­ tía un desequilibrio tle poder que podía ser favorable o desfavorable a las mujeres. A partir tle mis observackines se podría dccir que exIsU'a una mayor Igualdad cuando ambos ctínyuges tenían similares oportunidades de potler, pero una variable t|uc tam ­ bién entra en juegt> es la tle la Inteligencia y la perstinalItiad de la mujer. En esa /.tina de Galicia, las mujeres que atlquirían ese equilibrio de potler en el sentí det matrimo­ nio eran habitualmente herederas, y gozaban por lo tanto tie autonomía material. Pero, atiemás. habían adqulrltit> una autonomía simbtillca, un reconocimiento social, aun­ que resulte difícil separar ambas autonomías. En aquellos raros casos en Itis que la mujer, sin contar con autontimía material, decantaba el desequillbrit> de ptidcr a su fa­ vor se debía a t¡ue era más iiUeligente, previsora y capaz tjue su marido. Me parece que podría ser interesante estudiar eon más detenimiento si, eom o afirma Batjin, cuando se refiere al m undo rural de la Edad IVIediu, siguieron existiendo en la ptJstguerra rasgos tle una l'orma de relación entre Itis sextis en la que la «naturaleza» masculina y femenina todavía no se habían definido de ftirina exeluyente, y por tanto las mujeres aún nti se habían instituido en una minoría que debía ser tutelada a paitlr de cierta edad ptir un litimbre, ya fuese este su padre, su herm ano ti su tnarldti (véase también BoüRiiiKti, 2000, así com o V a r e i . a y A i ,v a r f , ' / - L J r i a , 1997). Perti, ttidti esto, nti nos puede hacer tilvidar, ctinit:) ya se ha señalado, que en las sociedades en las que la fuerza física suele gtizar tle una alta valtiraclón positiva los varones han adt|ulrido un estatuto dominante. En todo caso los encargados de asegurar la pervlvencia de la casa, del patrimonio y del linaje mediante la transmisión del apcllldti eran los vartines. En la inmediata postguerra las políticas matrlintiniales tu> parecían ser, según m ani­ fiestan los entrevlstadtis de m ayor edad, un asunto tle eleccitín individual, sino t|ue resptindían sobre tocki a una política de alianzas familiares. Por ejempki, María tlice í.|Lie el matrimoniti tle C’anilla y Manolo fue fruto tle un arregki entre las familias. Y Stiledad afirma t[ue una tie ¡as razones que la llevtí a aceptar a su marido fue que era tle una familia ctinockia de su casa, y que sus padres y su ntiviti se apreciaban m u­ tuamente. Pero las políticas matrimtiniales estaban estrechamente ligadas al sistema tie herencia, ya que eran cl heredero o la heredera los destinados a conservar la casa. En esta zona el sistema tle herencia se movía en la ctintradloción de no dividir exce­ sivamente el patrlnioniti, aplicando el sistema de mejtira al primogénitti, ti a la pri­ mogénita si no había hijos varones, y al mismo tiempt) respetar el derecho de ttidtis los hijt)s a heredar. Coexiste así dil'ícllmcntc cl dcreetui consuetudInariti ctm el Ci')digo civil, lo que tliti lugar a situaciones diversas. En la postguerra se aplicaba ge­ neralmente la norma de tiejar com o heredero a algún hijo varón, que a veces no era el primogénito, pues ta tiija m ayor era una mujer, ío t¡ue ptme tle relieve t]ue las mu-

Capitulo 8 ♦ Historias de vida: La crisis dol mundo rural

jci'cs nu le [lían los misniti tlcrcchos a la hora dc hcrctiar. Por lo gciici'al Llnicaniciitc hcictlahan mujeres si cii la casa st)lt> había hijas, o si la heretlera era hija única. En totlo caso, tjiiieii heretiaba lu casa tenía la obligiición tic hacerse cargt> dc lotltis l t ) S niicinbrtís tle la lamilla tiue vivían cn ella: abuelos, tíos, hermanos o hermanas solte­ ras. cnatit>s.., Las alianzas inatrimtiniales tiependían nt> st>lo tiel sext>. sint) lambién dc la posicitni social. Ltis herederos o herederas tle tas casas tic los labradores «licos» estabiin sujeit)s a presiones más tiicrlcs cjiic los tic turas casas. El resto tte Itis herniaiius gtizabaii cn ict>ría de un mayor grado de libcrlatl, pero tic liecht) se veían t>hligatltis cn la mayt)ría tic lt)s casos a salir tle ta casa paterna. Io t|iic con 1’recucncia ct)nducía a la cmigraeitiii. Las mujeies, en esla /.ona, IVente a t)lras zt)iius rurales, eran valoratias no st)lt> por su función rcprotlucltira y port|uc contribuían con su trabajti al mantenimíenlo dc la casa, s Í i k j taiulMcn pt>rquc aportaban al matriiiu)nit) su propia hcrcncia a la muerte tle sus padres, ,‘\pt)rtaban también ctmio dtUc la ropa de cama, el llamatio ajuar, que ellas mismas, sus he imanas, u oirás icjctlt)ras, realizaban. En resumen, se puctle afirmar que en las alianzas matrimoniales intervenían dislinlos factores que nt> operaban tle forma rígitia, ya que a ios intereses económ icos y tle prestigio soeial sc sumaban los personales. Un trabajt) de observación en cl que cl nivel micrtisocial es tan importante, como sucede con ci realizado cn /V Uife, permite ver la rit|ucza tic estas estrategias. En general se puede dccir tjue hasta la década tie los cincuenta, c inclusti los sesenta, ni htinibres ni mujeres gtj/.aban en cl m undo rural de gran liberlatl para elegir pareja, lo que no es tibiee para que se prt)dujcsen castis excepcionales, pues tanto algunos herederos como herederas cligiertin a su cónyuge, y nt> aeeptartm a la persona t|ue habían elegido sus padres.

Algunos aspectos de »la socialización infantil» La llam ada si>eializaeíóii iiifanlil es sin duda un prt)ceso que contribuye en parte a explicar las relacit)nes de género, y que incide también en la dinámica social cn general. En cl m undo rural existían también, ct)mt) ya lie señalado, jerarquías cn funcitMi tle la edatl. Infancia, ctlad adulta y vejez constituían las tres grandes etapas tle la vida. Pert) euando hablamos dc «infancia» conviene tener cn cuenta t|ue esa etapa dc la vi­ tia, ptir lo que nos tliccn kis entrevistados, nt) tenía ct mismo sentido para los labratlores tiiic para ia burguesía, pues en el campt) niñas y niños no tenían ttitlavía asignado un cstatutt) de minoría en un sentidt) fuerte, y cn consecuencia nt) eran eonsitleratlos ctímti seres tlifcrentes de Ít)s atlultt)s. Sc comprueba t¡ue la infancia rousscaunlana, ttílahnenlc difcrcnciatla y tlepcntlientc tic los atlultos, ct)ii una forma de pensar, sentir y actuar supuestamente cspccírica, y destinada a explorar el muntlo principalm ente a través dcl juego, no se correspontlía con la proximitlatl que existía entre niños y iitlulitis en el m undo rural. Niños y niñas, desde t|uc potlían moverse

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por sí mismos, eslubLin constiinleinenle mezciatitis con los adultos, lanto eii la vitla ctitidiaiia, ctimt) en las distintas fiestas y ceremt>nias. Vestían y ct>mían ct>n ellos y com o eiltjs, y constitin'an tma ayuda inestimable en miiclitis trabajtis. Esto no signi­ fica que cn cicrlti mt)do nti gozasen de iin estatuto propio, pues eran objeto tle cui­ dados especiales, de atenciones singulares cn la nicsa. cn cl trato, y existía una gran complicidad entre mayores y pequeños por la mayor proximitlad que tenían entre sí frente a tilrns grupos sticiaies. Ct>mti señalan Itis enlrevistadt:)s, fiestas infantiles lan importantes en las villas y en las ciudades ctimo k>s Reyes y la Primera Ctimnnión, practicamente no se celebraban en el mundo rural, y cuandti se celebraban se debía a que cl cura y el maestro, o la maestra, tenían especial interés en introducirlas en el campt). Pert) en este aspecto, al ¡gual que en los otros a los que nos hemos referitlt), se prtiduce un cam bio a lo largo de i tiempo. Los que naciertin antes de la guerra, en la guerra y en la inmediata postguerra echan en falta hoy esa relacitín tan estrecha que existía entre maytires y pequeños, unu relación que desap:ireció cuando una obligattii’iedad escolar estricta se impuso en el mundo rural, y muy especialmente cuan­ do empezartin a funcioníir las ct:»ncentraciones esctilarcs. Sin embi^u-go algunas tle las mujeres nacidas en ía década de los sesenta subrayan que cuandti eran niñas no tení­ an tiempt) para jug ar y que su infancia fue una infancia sin juegos. Parecen por tan­ to haber interiorizado una concepción de la infancia más próxima a la que transmite la psicología, la socialización del niño asociada al juego pedagógict'), que a la que tra­ dicionalmente imperaba en el nuindo rural. Los entrevistados mayores, los que tenían cn torno a ochenta años, muestran que unti de Itis rasgtis sobresalientes de su sticialización infantil consiste en que en ella no jugtí un papel importante la escuela. Algunos de ellos no fueron nunca a la escuela, o pasaron por una escuela de «maestros de ferrado», o fueron a alguna escuela noctur­ na que dirigía alguien que sabía leer y escribir ( G a b r i e l , 2 0 0 5 ) . Fue la II República la que Iratt) por vez primera, de forma sistemática, de introducir escuelas en el mimdo rural. Por esto los entrevistados más viejos dicen que casi no fueron a la escuela. Ptir ejempit), Pedrt) afirma que aprendió las cuatro reglas por casualidad, pues tenía que ayudar en casa al ser el herm ano mayor, así que úniciunente podía ir a la escuela cuan­ do lLincit)naba por la nt)che. Nos informa que cuando él era pequeño alguntis iban a aprender a leer, escribir y las cuatro reglas allí adonde podían en la parroquia, pues en algún pueblo de los alrededores había un cura que enseñaba a los que iban junto a él. Y que otras veces iban junto a algunas personas que «eran algo estudiadas» que les enseñaban ki que sabían, y que únicamente más larde llegaron los maestros al mundti rural. Camila, de la misma generación que Petlro, dice: Ljue su madre tenía que trabajar cn cl campti y no tenía ct)n l|uÍcu lIcjai-la, la maestra le di jo que ki (.Icjase con ella. Dice (.[uc le gustaba muclu) ir a la escuela, pero que no podía ir (.lemasiado porciue cuando creció un poco tenía t]ue cuidar a un lío viejecito t¡ue vivía c[i su casa, ctm ella y con sus padres. Y l]Lic, pese a t¡ue tenía faciiltaties para estuLÜar, y la maestra in­ tervino para que sus padres la dejasen seguir estudiani-io. no la tlcjaron. Y añade LjUC entonces los niñtis lU) eran como hoy, que se ptidría decir que no eran niños, pues aynLlaban en las tareas desde pei.[Lieños. Pero los tjue pertenecen a las generaciones más jóvenes asisten ya en su mayoría r c g L ik u 'm e n t e a la e scu d a que fiuicionaba en la Ulfe. Rusa, que pertenece a ima generación más joven t[ue ia tle María, afirma que era nna escuela fantástica, que en ella había Linos librus cstupcndtis, entre ellos una bisturí a tle España que le gustaba especialmente, y que estudiaban la Enciclopedia Dalniau. que ctintenía todo: matemáticas, lenguaje, gramálica, arilmétíca... A io tjue se añade t]ue la inmensa maytiría de los niñt)s. cn la actualidad, están muy absurbitlos por kis libros, hacen nuicbos ejereieitis y deberes, y tardan mucho en tlesplazarse a la escuela. No es lo mismo que cuando la profestira o el prtifestir vivían en el puebki; entonces los ni­ ños y niñas tenían tiempo para cuidar las gallinas, ir a por agua a la ftienle, recoger castañas, ayudar a recuger las patatas, etc. Formaban parte de la vitla de la familia y ayudaban cuandt> pt)dían. «Pienso que esto era tan creativo comc» lu que hacen hoy, pues ayudar era tin estímulo, tenías ilusitín ptir ir con los mayores a recoger castañas, manzanas, o ir mcrentlantlu a recuger las vacas. A hura es al revtís. los niños cuando llegan a casa llegan cansados, sc van de nuche y vuelven tle noche, [^ieuso tjuc esle sistema, atiernás de fomentar la golfería, funienta el desarraigc* entre la genle Jt>vcn». Pepe, de la siguicnle generación, fue tic k)S úllimos en asislír a la escuela de la Ulfe, ya t|Lie inmediatamente se puso en marcha la concentración escolar. Según su teslímtmio la maestra, que era bastante severa, tenía razones para serltj: «la maestra nt)s trataba ctimo tiebía, nt)s daba leña. Éramt)s unos revoltostis t re metidos, e íbarnus a ta escuela pur lo ment)s una trcinlena... Pert") gracias a esu sabernos leer, escribir y ha­ cer cuentas. Éi-amos [iiuy traviesos. Yo iba de bastante buena gana a Ia escuela, pues así me libraba de hacer otras ct>sas. Por ejemplo, en la primavera anles de ir a la es­ cuela ya tenía que ayudar a recoger las patatas, y después tlormía en la escuela. Lt>s niñt)s ayudábamos mucho en las tareas tie casa». Si nos atenemos a lo t]ue expresan sabemtjs que ptir ki general ni kis niños ni las ni­ ñas iban ctiiUenitJS a la escuela, salvo exeepcioncs. Estt) nuieslra la enurnie distaiicia stieial que existía entre la cultura escular y la cultura rural, una tlistancia t|ue se accnlut) aún más con las ctincen trac iones eset> lares, Ctimt) observan kis entrevislatkis más jóvenes, se sintíertin enttmces rechazadtis ptii' kis hijtis de la burguesía de la villa, y tralatkis como si fuesen alumntis tle seguiula clase. De ahí tjuc niuchtis fracasasen en

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la csciicla y no (.[Liisicscn seguir csLiidiaiido. El sistema escolar fue percibido más tar­ de por las cliiscs populares rurales com o un medio de promoción social, prceisamente cuando la escuela y la Universidad perdían peso com o instrumento de movilidad social. Se com prueba que la socialización de los niños y de las niñas de las generaciones que nacieron en los anos veinte y treinta eran muy similares; sin embargo eso cam bió con el paso de tiempo, pues los miembros de las generaciones más Jóvenes ya no Jugaban íi los mismos Juegos, ni se divertían de la misma manera. La división sexual se acentuó no solo por mediación de la escuela sino también por el peso creciente de los medios de comunicación: primero la radio y ía prensa, más tarde el cine y, sobre todo, la televisión. Por ío que se refiere a los Jóvenes conviene destacar la importancia que tenían no solo los encuentros con otros vecinos o familiares en num erosas actividades, sino también el papel tan importante que Jugaban las ferias, las fiestas, y posteriormente la llegada del cine al que empezíiron a ir los nacidos en los anos cincuenta y sesenta en su socialización. Pierre Bourdieu ya había mostrado en su texto, £7 baile de ¡os solteros, algo que también em pieza a darse a partir de los años sesenta en el m undo rural gallego: las Jóvenes que van al baile, cuando el baile tenía una gran importancia para encontrar pareja, rechazan a la hora de bailar a los chicos de las comunidades rurales pues no quieren trabajar la tierra y seguir viviendo en el campo. Por eso eligen a los em pleados y a los obreros de las villas ( B o u r d i e u , 2Ü02). De ahí que en el campo, a partir de ese m omento, existan casas en las que viven hom bres solteros, quizás porque no encuentran en el m undo rural mujeres dispuestas a com partir con ellos la vida. Para concluir este apartado quizá convenga recordar una vez más que las relaciones de género están íntimamente ligadas a los procesos de st>cialización infantil que marcan las funciones de las mujeres respecto a la crianza de los hijos, y en general delimitan las tareas que deben realizar, asi como a la configuración que adopta la sociedad y a su sistema de percepción y comprensión del mundo. De ahí que dichos procesos adopten distintas formas según las culturas y las épocas históricas, como pusieron de manifiesto, entre otros, sociólogos tan representativos com o Norbert Elias y Werner Som bart en La sociedad cortesana ( E l i a s , 19S2) y Lujo y capitalism o ( S o M B A R r . 1 9 7 9 ) , respectivamente.

A

l g u n a s a n o t a c io n e s f in a l e s

Se puede allrm ar que lu m inuciosidad y precisión de los relatos recogidos en /\ Ulfe, permiten objetivar en un escenario micro social procesos que, a motlo de tipos ideales, se repiten en til ras com unidades y comarcas rurales de Galicia, de mtitlti que esttis testimtinit)s tle sujetos individuales, que son a la vez sujetos sticiales, stin

Capitulo 8 4- Historias de vida: La crisis dcl mundo rural

tamhicn una vía pnra apm xiinaisc al esLcnaiio ni:icrosi>cial. Basia con ponerse a escLichar para eoniprender que los actoi-cs sociales, en muchas ocasiones, han atk|Liiri(.lo un alio nivel tle rene.xivitlad y son más conscientes de k> l| lic crccnn>s de lus iLiei-zas inconscienles (.[iie aculan sohre su.s vidas. tin el breve espacio dc esle capiiiilo no se puede dar cucnta de loda la riq u e/a de lo.s [11 ateríales recogidos a través de his historias ile vidu, pues únicameiUe se han ihistratio brevemente algunos aspeclos del trabajo. Una de las muchas salisfacciones que me ha proporcionado el recurso al método biográllco es que al introducir las tliíé rene ias generacionales se han poilido ininKk[eir comparaci o [íes, se ha potlido percibir el paso del tiempo, e interconeclíu- las historias dc vitla con la historia stieial. f.a tècnica de las historias dc vida ha tUido ya sus finios cn cl eslutlio sociológico dc ki delincLiencia juvenil, la pobre/a. la vida familiar, el análisis de las profesiones... IVro utlemás algunos dc ios más recoiuicidos analistas sociales de tos ulti mus tiempos lian utili/.atUi relatus liiugrálicus jiara algunus de sus trabajos o han [iroducido ellos mismos materiales aulobiográlicos. Por ejemplo, Pierre Bourtlieu. tras habernos puesto en guardia respecto a lu utilización de eslu técnica cn l .’i/fusión hiogríifií/tte, sc ha servido de relatos biugrálicos recogitlos por miembros de su equipo C[i su libro í a í m iseria dcf niundo (BoRtXEt!, 2íK)0), e inckiso hu terminado realizando su prtipia autí>bit)grafía intelectual; ptir su parte también Michel Foucault ha echado mano de este tipo de nialeriates cn sus librtis stibre Pierre Rivière y stibre l/erculine Barfy'm (F oucauli’, 1 9 7 3 y I 9 7 K ) : Ntirbcrt Filas ha escritti su autobiografía inteleclual 1 9 9 5 ) y lu m ismo han hecht) alguntis grandes representantes de la sociología cultural, com o por ejemplo Richard 1 Loggart (fíocKiARr, 1 9 9 8 ) . Las historias de vida no stin una técnica t|ue exija enorm es fundos de financiación ni LUI gran a paralaje para el trai amiento de tlatos. Sin embargo pueden ser un instrumento pótenle tle ctinticimienlti t|ue entre otras ctisas sirve para poner en evidencia el principiti socitiltigico segiin el cual existe ima curresptindencla entre las poslciunes sticlales y los esquemas mentulcs de lus sujetos, de modti que criando sc cíimparte una condicit')n stieial se ct>niparlen también deternilnadtis estilos de pensar y determinatltis estilos de v i t l a F j i ttidti casti ki prtipio de la soeitiltigía crítica nu es tanto recurrir a las técnicus cuulitalivas frente u las téenicas cuantitativas, ct>mu en oc asi tiñes se afirma erróneamente, sin ti en servirse de las técnicas para rcsptinder a una dem anda sociíU ile clari ficacit')n. Cuandti los socitMtigos asumen la tlcmaiitla de colectivos st>nietidt>s y marginados el conocimiento sticitiltígico se cxpantle. pues las

‘ P;ird más

subiv lu s l i i s i o i i a s o rt-Kilos J l - v i i h i puetle i : ( i n M i l t ; i r s i : e l n ú m e r o mnnt>j;rálic-ti ii e s t a iLVfiica por l a Ri-\i.sta tfc . \ntni/>nÍo};íei so ria l, v rrt. e t i i r e e l l o s , i n h isio rict v ¡t> crU itlnnuK Peiu'nstila. IlLirc'clona. 1‘M>1, J e Hi »«Ai«iti, v o tr o s a u to re s . ile d ie a tlo

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técnicas y saberes operan al servicio de la inejora de nuestras sociedades. Por eso cuando el sociólogo recoge a partir de lus entrevistas grabadas cu magnetóí'ont), y de su transcripción, las historias de vida de ios informantes, se inmiscuye en cierto modo en la vida de los demás, pero también debe pagar con su esfuerzo personal por los testimonios recogidtis. El análisis sociológico puede unir su vt)z a las voces tantas veces silenciadas, y servir com o altavoz tle los problemas sociales que los re lutos biográliens sacan a lu luz.

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P A R T E ANÁLISIS MATERIAL

CAPITULO Análisis del discurso: los jóvenes y las tecnologías sociales Ánfítl J. tiordo López

I n t r o d u c c ió n El «discurso» ha pasado a ser Lino dc los conceptos clave en las cicncias sociales, y el «análisis dcl discurso» una dc las principales prácticas de investigación social. Los primeros enfoques, en su mayoría de corte lingüístico, definían el discurso com o una unidad superior a la frase, ignorando a menudo las relaciones sociales que median y articulan los textos. Un aspecto coiriLm a la mayoría de las perspectivas y enfoques discursivos existentes actualmente en las ciencias sociales y en las humanidíides con­ siste en la identificación de estructuras de significados y relaciones más o menos es­ tables que organizan lo social a partir del análisis de una amplia variedad de «textos»: desde una iinica emisión verbal a una entrevista, desde un grafiti a una cam paña pu ­ blicitaria, desde los intercambios conversacionales entre médicos y pacientes hasta las conversaciones en la red. En la primera parte del capítulo presento un breve recorrido por las principales tra­ diciones y referentes discursivos, para detenerme seguidamente cn el análisis de un registro discursivo: el espacio de entrecruzamiento dc infancia, juventud y las nue­ vas tecnologías de la información. Los momentos de análisis sugeridos en esta seginida parte deberán entenderse com o maneras posibles de proceder en ILigar dc fórniLdas sLisceptibles de reducir hi práctica discLirsiva a la categoría dc técnica, ya que, de lo contrario, contribuiríamos a despojarla de la dimensión transformadora que históricamente ha sustentado s l i lógica. El capítLdo concluye con una reflexión acerca de los dilemas que acompañan a la enseñanza y el aprendizaje discursivo.

T r a d ic io n e s

y referentes d is c u r s iv o s

Al emprender l uí a investigación es aconsejable reflexionar acerca dc las catcgíirias y los procesos q u e definen n Lies tro objeto tle estutlit). Si, por ejemplo, realizáramos una investigación sobre los jóvenes y las nuevas tecnolt>gías, conventln'a preguntarse (.¡ué

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

se entiende por «juventud» y pof «tecnología»; eiiándo y cóm o surgen las visiones que conceden a ios jóvenes inias liabüitladcs y un conociniiento «natural» de lo tecno lógico; tiué intereses priman en torno a estas asociaciones; a que sectores lienc tlcian y a qué otros perjudican. Además de tener en cuenta el modo en que los métodos y las técnicas se ajustan a los intereses tle la investigación y a la naturaleza del fenómeno estudiado, com o apre­ ciamos en un sinfín de manuales tle metodología al ust), deberíamos intlagar sohre sus condiciones de posibilidad, ya que cuando optamos por un métodt) t) Léeniea. o un cidbqiie de los misinos, optam os por algo más t|ue una herramienta de investiga­ ción. En este sentiüt) es importante situar la divcrsidatl de prácticas y enfotjues tliscursivtis cn el marco socit)histt>rico tle la investigacitín st>cial. El término «tliscurso» aparece ft>rmuladt) en la tlécatla de los cincuenta, si bien las aprtiximaciones discursivas actuales empiezan a perfilarse a finales de k)s sesenta, en un m omento contraeultural en que se cuestionan las premisas del paradigma positi­ vista y la posibilidad tle ima investigación social objetiva y libre de juicios e intere­ ses particulares. En este ctm texto, conocido como el giro lingüístico o interpretativo, el lenguaje aparece com o una de las principales vías para recuperar conocimientos cercanos al quehacer cotidiano (T. I r á ñ e z , 2 0 0 3 ) . Se plantea que al hablar hacemos ctisas y, por tanto, que el lenguaje está reguludt) eomti cualquier accitín social. Asimismo, se descarta la existencia de significados estables y unívocos, en la m edi­ da en que la com prensión liltinia dependerá del contexto específico. Así pues, para ctimunicarntís precisamos de unas reglas cuyo funcionamiento requiere una ctintinua interpretación de las mismas en marcos concretos de interacción social {véase D í az , 2 0 0 0 y G o f f m a n , 1981, 1987). En torno al estudio de las situaciones de ct)municaci6n lingüística surge un primer grupo de trabajos discursivos interesados en la lógica formal de la interaccitín social entre los que se incluyen los análisis sticiolingüístictis, la teoría de lt)s actos del ha­ bla, el análisis de contenido y el análisis de la conversacitín. Quizá sea esta última perspectiva conversacional ia de m ayor influencia entre un amplio sectt)r de analis­ tas del discurso en las ciencias sociales, especialmente en el ámbitt) angltisajón.

El análisis de la conversación El análisis de la conversación es una línea discursiva de corte ctnt)mett>dt)lógieo in­ teresada en kis intercambios verbales y las conversacitmes etiirientes ( A t k i n s o n y H e r i t a g e , 1 9 8 4 ; D r e w y H e r i t a g f , , 1992; S a c k s , 1972; S a c k s et al., 1977). En cl transcursti tie las conversaciones demostramos un gradt) de competencia social para hacer comprensible ante los demás nuestrti ctmiptirtanúentt) e intenciones e interpre­ tar el tie los otros. Esta modalidad discursiva concede especial impt)rtancia a la ca­ pacidad de reflejar ccin la mayor precisión la interacción social a partir de complejas técnicas de grabacitín y trascripción. En un segundo mtmiento el análisis ct inversa-

Capítulo 9 ♦ Análisis del discurso: los jóvenes y las tecnologías sociales

c i o n a l alienelt; a la iLlcntificiición d c r e g u l a r i d a d e s y p a t r o n e s e n la c o n v e r s a c i ó n a p a r t i r d c la d i s t r i b u c i ó n d e los s i l e n c i o s , los p a r e s a d y a c e n t e s í « s i __ p e r o » ) , los tiir-

nos de palabra o el solapamicnto dcl habla. El a n á l i s i s d e la c o n v e r s a c i ó n , en su v e i t i e n t e o r t o d o x a , r epr otl iic e u n e m p i r i s m o t e x ­ tua l e n cl se n ti tl o d e q u e sc l i m it a a e s t u d i a r cl t e ñ ó m e n o sticiíil tal c o m o e s t á c a r a c te ri zu d ti p o r el t e x t o y s u s s o f i s t i c a d o s s i s t e m a s y c o n v e n c l t i n e s d c t r a s c r i p c i ó n . A u n a s í e x i s t e n a n á l i s i s tle cuñc) c ü n v e r s a c i t ) n a l t|Lie prt>euran t r a s c e n d e r e s t e c m p i r i s m t i ( p o r e j e m p l o , B í )wf: r s , 1996).

Perspectivas postestructuralistas críticas Una segunda línea dc análisis relevante encuentra sus referentes en los trabajos clásictis de Lévi-Strauss, Saussure y Lacan y, posteriormente, en los estutlios dc Todorov, Kristeva y Barthes. Este enfotiue estructnralista plantea nn análisis con dtis momenttis bien diferenciadlas. En un principiti, sc lleva a cabo un desglose dcl texto en unidades mínimas de sentidti. para tlar pasti a ima bi1st|ueda dc relacitmes tjue per­ mita identificar !a estructura prtifunda del texto. Entre las principales críticas recibidas por lt)S enfot]ues estructural istas, imiibién co­ nocidos ctimo sem iótica estructural, se halla la tendencia a imptiner las estructuras, las lógicas subyacentes sobre los sujctt)s, y olvidarse de tos ct>ntextos en los que se inscriben los textos. Eslas tleficienciiis suponen a su vez desterrar la posibilidatl de transformaciones subjetivas y sociales. A finales dc los setenta, y en respuesta a estas críticas, aparece en escena el postestructuraíismo. [*íua el estructuralismo nt> hay sujetos ni sociedades, sint) estructuras y reglas de coniptislci(>n. El pt)steslructuralisni 0 , sin embargo, acepta la existencia del sujett), si bien se trata dc un sujeto tiistt'irict) que tío puede abstraerse de las trans­ formaciones y las luchas stíciales tToBiN, 1990). Al igual que cl cstructuralismt), se basa en la semiología y en los estudios lingüístictjs a los c|uc recurre desde una m i­ rada y liso distinto, com ti veremos más adelante. Enlrc sus principales referentes tct)ricos destacan la tetiría marxista. el psicoanálisis social y la tratlicit)n genealtigica. El marxismo, entendidt) ct)iiio una tetiría de las ct)ntÍiclones cct>nt)micas que su.stentan las redes y sistemas capitalistas en distintos contextos y culturas. Intenta idcntiflciu* estnicturas que auttirizan o rcprueban las acciones sociales. El hecho de que estas estructuras sean más ti menos estables deja abierta la poslbilitlad dc su transform a­ ción: cualquier actividad refuerza ti desestabiliza, valida o disltirsitina Itis sistemas tle ptider. La tetiría marxista también defiende la itlea de que el lenguaje no se limita a representar el mundti sint) t)uc, ptir el contrario, perpetúa o cambia el estadti del m is­ mo; en titras palabras, las activltlades hngüístlcas también st>n acciones materiales. Será también en cl ct)ntexto dc ta crisis positivista tjue una parte det pensamiento marxista se Interese por la capacitlad analítica y transformad tira de la teoría pslcoa-

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

nalítica. La escuela tic Frankt'iirt, as «ciada principalmente a los trabajos de Aílorno y Marcuse, concebía esa narrativa tan poderosa sobre el yo, el inct)nscieiite y la reali­ dad com o una vía que contluce al análisis y la transformación social. En particular, las interpretaciones que realizó Lacan tle la obra de ÍTCud suscitaron un gran interés pues permitían com binar la tetiría del sij^nincatlo y de la subjetividiid etm nuevos planteamient(ís sobre las lógicas colectivas que regulan las acciones stjciales, k)s pensamientos o Itis enunciados discursivos. Ejemplos de trabajt)s que prt)longan es­ ta línea de análisis en la actualidad se hallan en P akkrr ( i y 9 7 ; 2 0 0 4 y en este volu­ men ct)n D u n k e r ), Rncio (1995) y Z izek (1990). También herctlera tlcl materialismo, la stieiología histórica ctintempla ct>n respeto. aunt¡ue desde la distancia, a la teoría marxista y al psicoanálisis social. A partir de los años setenta se produjo, especialmente en Francia, un renacimiento tlel análisis genealógico, un m odelo puc.sto a prueba ptir Weber y Durkheim, y en tiempos más recientes por Elias, Ft)ucaidt y C a s t e l E s t o s autores, comti recuerda A lvare/.-U ría (en este volumeji), cuestionan las vi.si tiñes lineales de progreso social e historia, así ctimo los tleterminisnios econoinicistas. Entre las principales aportaciones tle la sociología histórica o genealógica a la inves­ tigación discursiva tlcstacan la necesidad de enjnarear el estudio de los prticesos so­ ciales en .sus contextos históricos, el rechazo de explicaciones universales a favor tle modelos sociales específicos y el énfasis en las contradicciones y las transform acio­ nes en lugar de en las visiones lineales del desarríillo social ( V a r e l a , 1998). Así pues, el marxismo, la tenn'a psicoanalítica y el modelo de análisis genealógico, adem ás de lo ya abordado por el estructuralisnio en torno a las teorías lingüísticas y semitilógicas, tlefinen los principales pilares tctiricos dcl postestructuralismti y de las pers[lectivas discursivas críticas desarniliadas bajo su inHuencia. A continuación veremos los planteamientos centrales de estos desarrollos postestructuralistas y el mtido en que dos de sils conceptos claves, las «formaciones» y kis «géneros discur­ sivos», contribuyen a pergeñar nuestro análisis de uno de los medios de ctimunicacitín más difundidos entre los internautas españoles más jóvenes: las com unicaciones a través tle kis programas de mensajería instantánea. Formaciones y géneros discursivos

La profusión del concepto de discurso en las ciencias sociales se asocia inevitable­ mente a la obra de M. Ftiucault. heredero y propulstir moderno de la corriente genea­ lógica. En la prim era etapa intelectual, ctinticida como «art[ueologia», F oucauli' { 1966, 1969) irrumpe, ju nto a Lévi-.Strauss y Althusser, en el centro del debate es­ tructural ista y defiende que cl m odo de ver el mundo varía y ha cambiatki m ucho a '

Hl

e x c e le n te

cnsayn

de

T, VV. A i k i r n o

n 0 75).

el sl^no tle h>s asnos, [íiircelonu, Laiii, d;i i'men

ejemplo liel lip» Je análisis esiRieturales realizatlns hajo el

in tliijo

tic la Escuela tle

( T a n k lu r t.

Capítulo 9 * Análisis del discurso: los jóvenes y las tecnolo];ías sociales

lo Uu'go J e la histoi’ia. Alirnui t]ue vivimos cn el interior dc iiunitios codificados t|uc nos ¡lerniitcn pensar con las mismas categtuías tiiie nos regulan {«epistenies»). y (,|ue además eslas son de naturalc/a social (VariiLa y A i.vaki-:/-Ukía, 1997), L a e t a p a a r q u e o l ó g i c a Iue d e t e r m i n a n t e p a r a la c o n s t i t u c i ó n del a n á l i s i s de l ti i s c u r s o e n las c i e n c i a s si>ciales. ,si b ie n s e r á la « g c n c a U í g i c a » la d e m a y o r i n l l u e n e i a e n ios e s t u t l i o s d i s c u r s i v o s , e n la m e d i d a q u e in v e s t ig a la r e l a c i ó n e n t r e la prt)tliiccit')n d e c o n t i c i m i e n t o y las r e la c i t i n e s tic p o d e r ( F oi c a u i j . I97Í)). Es i m p o r t a n t e s e ñ a l a r q u e p o r « d i s c u r s i v o » F tni ca ult e n t ie iu i e cl u s o del l e n g u a j e cn c u a n t o dirig idt ) a la p rti d u cc it in tle ct)nticimientt). Dcl m i s m o m o t lo , n o s i g n i f i c a t|u e las « p r á c t i c a s nti d i s c u r s i v a s » nti s e a n li n g ü ís ti c a s , sint) t| u e e s t á n d e s t i n a t í a s a la intc iis ifi cac it in d e las r e l a c i o n e s tle p o d e r ( p o r e j c n i p l u , a t i a v c s tic las nti va ta tl as c n los c u a r t e l e s ti in c lu s ti e n It>s c o l c g it i s m a y o r e s u ni ve rsi tar it )s) ( I ñigumz , 2()()3). L a tr ad i ci t ín d i s c u r s i v a f r a n c e s a n o se agt ita e n la t)bra tle F o u c a u l t . D e s t a c a n a s i ­ m i s m o It)s trabajt)s et)n oc idt )s c o m t i lii e s c u d a fr a u c c s a i¡c a n á lis is i l d d is c u r s o . A u n q u e c o m p m t e el i n t e r é s p o r las a c t iv id a tl e s y runcit)iies tiel d is cu r s t) , fr e n t e a t)tras t)rien ta c i o n e s tic ctirtc l i n g ü í s t i c o y a al uti i das , la e s c u e l a f r a n c e s a p r e s t a u n a atetlcitín e s p e c i a l a los te,\tt)s p r o d u c i d t i s e n ei m a rc ti d c i n s t i t u c i o n e s — t | u e ct)iistri­ ñ e n f u e r t e m e n t e lo q u e se tUce o sc p n e d e d e c i r ( « e n u n c i a c i ó n » ) — , y e n lo s c u a l e s se e n t r e c r u z a n a s p e c t o s his tórict)s, st)ciales, pt>líticos. E s t a tra d i c it ín m a n t i e n e q u e el s e n t i d o d el te x to t l e p e n d e d e las « f o r m a c i o n e s tlisc u r s i v a s » . L a nocit>n d e ft)rmacit')n d i s c u r s i v a , in l r t) d u c id a pt)r F olicaulf (I9(>9), y ref o r m u l a d a p o r Pt'CMtíux { 1969), d e s i g n a « im c o n j u n t t i tle r e g la s a n ó n i m a s . histtSricas. s i e t n p r e d e t e r m i n a d a s c n el t i e m p t i y el e s p a c i o q u e han dcllnidt> e n n n a é p o c a tlatla, y p a r a un á r e a s o c i a l , ecí>nt)mica, g e o g r á í l c a o l i n g ü í s t i c a d a d a las et )n d i e it ) n e s tle cj e r c i c i t i d c la f u n c i ó n e n u n c i a t i v a » (Ff)tJCAUt:r, 1969: 153). El d is c u r s t) ct>m un isl a, el s o c i a l i s t a o cl a n t i s e m i t a s e r í a n e j e m p l t ) s d e f o r m a c i o n e s d i s c u r s i v a s p a r a e s t a c.sc u e l a . P o r su p a r t e la nt)cit)ii d e d i s c u r s o se d e f i n e c o n n ) u n c u n j u n t t ) d e e n u n c i a d t ) s t|iie c o r r e s p t i n d e n a u n a d e t e r m i n a d a f o r m a c i ó n tlis cur siv a. S e g ú n la e s c u e l a f r a n c e s a , el a n a l i s t a nt) s e l e c c i o n a los icxttis pt>rque h a y a n sidt) prt)t l u c i d o s p o r un in d i v lt l u o tlatUi. sint) [)t)rque su e n u n c i a c i ó n e s el c o r r e l a t o d e c i e r t a pt>sición e n lui contc.xtt) tle prt)tluccit)n i n s ti tu c i o n a l e ÍLÍct)U)gicti es pec íf lct ). S e m e j a n t e n o c i tí n d e fo rm ac it ) n tl i s c u r s i v a fue prt)iUt) i d c n t i l l c a d a ct)mt) u n e s p a c i o e s t r u c t u r a l c e r r a d t i, p r e t e n t l i t i a m e n t e ct>mpactt> e i n d e p e n d i e n t e d e las s i t u a c i o n e s tle e t ) m u n i c a c i t ) n (C'HARALim a u y MAiN(a;iiNR-\u, 2(X)2). E s ta s c r í t i c a s , e n el c t i n t e x t o tle e m e r g e n c i a d cl p o s t e s t r u c t u ral i snit). c o i n c i d e n ct)n cl re v iv a ! tic la t r a d i c i ó n di a l ó g i c a r u s a y, en e s p e c i a l , ct)ii el círc ult ) d e Ba jt úi . n o m b r e c o n cl t| u c sc c o n t ) c e n lt>s t r a b a jtis tle B a j t i n , M e d v e t l e v y V o lt) s hi n ov ( Bt>NNiN. 2()()8). S u s p r i n c i p a l e s a p t)r ta ci t)n es g i r a n e n tt^rno a la i m p o s l b i l i t l a d d c c o m p r e n t l e r el l e n g u a j e f u e r a d e s u s ct intexl t)s s ti c la l e s tic u s o y las c o n t i i c I o n e s s o c l o h i s t ó r i c a s q u e lt> pt)sibilitan. S e g ú n B m i í n ( I 9 S 2 ) , las p a l a b r a s st)n s i e m p r e p a l a b r a s tle los t)tros. el di s cu rs t) e s t á tejitlo pt)r lt)s tiiscurst)s d cl t>trt). Y e s t a s p a l a b r a s ti c i u in c ia tl o s p r e s e n t a n r c c u r r c n c i a s t e m á t i c a s .

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

csiilísiicas y foi inalc.s m:is o iiienos esiublcs, o lo que se ctinoce com o «géneros disciirsivt>s» (por ejcniplt), arengas, pantletos, eomunieaciones en lus ehats o cn los pro­ gram as lie mensajería instantánea — o M essenger— ). £/ análisis crítico det discurso l')urante la década de los setenta comienza a formarse otra vertiente discursiva, ctinocida com o lingüíslica crílica y denominada posteriormente «análisis crítico del tliscursi>». Esta c o m e n te prolonga la tradición lingüística de su preocupación por kis actividades y las fimciones del discurso, pero al igual tiue ta escuela francesa, mues­ tra un cierto propósito iLleológico y de compromiso político al analizar el modt) cn que k>s discursos participan activamente en las estructuras de poder ( F a i r c l o l k i m , 1 9 9 2 , 1995; K r e s s , 1990; H o ix íe í y K r h s s , 1993; V a n D ijk , 1997, 2003). ()ta>s autores más interesados en los metí ios de comunicación y en ei de sarro Iki de los géneros discursi­ vos y de la intertextualidad ( K r b s s y L e f a jw f n , 1996), derivaron hacia lo que se cunoce actualtnenle com o análisis del discurso «multimodal» ( K k i -s s y L e e u w i;n , 2001). Hemos visto que en el espacio tan disperso y múltiple de la investigacitín discursiva se pueden distinguir distintt>s niveles de investigacitín: desde cl form alismo más ex­ tremo (análisis de ct)ntcnido, análisis de la ctinversación, análisis temáticos, la teoría funtlamentada) hasla la estructura ideológica de los textos y su transformación (se­ miótica, m odekis de análisis genealógicos, investigación tliscursiva crítica). Aun así en el m omento actual encontram os bá.sicamente tios grandes líneas de trabajt): el aná­ lisis conversacional y tas aproxim aciones postestructuralistas. Estas últimas abarcan m anifestaciones bien distintas agrupadas en dos grandes perspectivas: la escuela francesa y genealógica, y la línea anglosajona del análisis crítict) del discurst). Ambas perspectivas difieren tanto cn términos metodológict)s comt) tcrmint)lógicos, aimtiuc ctiinpartcn un presupuesto básico: la imposibiüdail de analizar un texto fuera tle su contexto de producción (institucional, material o itieokígico). La escuela del cuaUtativismo crítico de Madrid Hn el ct)ntextt) español cabría incluir una tercera aproximación tliscursiva, síntesis particular y específica de las anteriores, conocida com o /tí e sc u d a de ciuiUtativisnio cn'iica de M íulrid, con un amplio desarrollo desde los añt)s sesenta y asociada prin­ cipalm ente a los trabajtís de De L u c a s (1992), Dk L u c a s y O r t í (1983), O r t í (1986, 2000) e Iháñez (1979, 1985). Esta aproximación entrt)nca directamente con el postesimcturalismti y su incorpt)racitín del psicoanálisis, así como con la integracitín en una rectinsideracitín de la Escuela tle Franlífurt en un senlidt) algt) diferente tiue el análisis crítict) (aunt|ue con m uchos st)lapamientt)s). Asimismo, incorpora la pers­ pectiva tli st tífica, si bien en un sen ti tío muchti más general ista y no tan apegatk) a tas aproximacitincs de Poucauit sobre «la genealogía» o kis «formacit)nes tlíscursivas» de ia escuela francesa.

CjpiUllo 9 *■ Análisis del discurso: los jóvenes y las tecnolo|;ías sociales

En términos generales, nna de las principales líneas tic renexit)n tle esta ctirriente sería el estudio dcl desvelamiento de las ideologías desde la contenipUicitín de Itis efecttis del ptidcr y tle la tlominación, y de Itis discursos en complejtis sistemas de dt>m inación y subordinacitín. Sólo así, según los planteamientos centrales de esla escu da, sc pue­ de comprentler la posibilidad de emergencia de discursos «contra el poder» (vtútse C o n d e y StikRANtJ en este vt)lunicn ctimt) ejemplos actuales tle esta escuda). Estas clasificaciones siempre resultan ctimplicadas y corren el peligro tle tlejar fuera otras a p o rta d tiñes. Ptir ejemplt), es hábil nal t|iie la IradicitSn discursiva francesa ha­ ga caso om iso de los avíinces prticedcntes de la tradición anglosajona d d análisis crí­ tico del tiiscurso, y que esta, pt>r su parte, eclipse otras aproximaciones tliscursivas, no mentís críticas, bien sean desarrollatías en contextt)s anglosajones com o las d d D iscnurse Unit ( B ü r m a n , 1991; B l i i í m a n y P a r k i - r , 1993; C í o k i k i L ó p e z y L i n a z a , 1996; P a r k e r , 1996; P a r k e r y B o i t o n I n s t i t u t e , 1999)- o no, como la e s c u d a d d cual ¡tati vismo crítico de Madrid. El ejemplo de práctica discursiva que presenlanitis aquí se interesa por los tliscursos cn cuanto representan espacios y con 11icios sociales que permiten interpretar las re­ laciones sociales y la transformación permanente de las mismas, ptir ejemplo, a tra­ vés de las lee nt) logias de la información y la ctimunicacitín. Por It) tanto, analizar discursivamente un textti supone preguntar qué se dice, quién lo dice, cómt), cuándo y ptir qué lo dice, así comti cuáles son las fu nci tiñes sticiales y políticas d d discur­ so. Desde este enftique, los discursos se entienden ctimt> estriicluras relativainente es­ tables que t)rganizan las definiciones tle It) stieial, si bien la naturaleza tld [natcrial analítico tjue consideramos requiere nuevas articulaciones y síntesis de las perspec­ tivas discursivas mencitinadas, dcstlc las más ftirmales hasta las más centradas en las dim ensiones ideológicas, para abordar en su debida ctimplejitlad tas prácticas y las transformacitines que están acacciendt) actualmente a través dc los meditis y entor­ nos de comunicación ti igi tal.

Un

ejem plo de in v e s t ig a c ió n d is c u r s iv a :

LOS JÓVENES Y LA CULTURA MESSENGER El e je r c id a de análisis discursivo t|ue presentamos a continuación está basadt) en la investigación ti tu latía Jóvenes ciiiriini Messenger. Teeno/ogúis de la infrinnación _v ’ Lil linidud dei Discurso es un centro con sette en la Universiilad Metropotitíina do M anchester t|ue l’onicntu III invcsliyación cualiuiliva y teórica uncumiuada al desarrollo de prácticas y tetinas radicales. Hl térm ino «di.scurso*f es em pleado príncipatinente en el sentido tiennenéutico crítico e incluye a su ve/, aportaciones feministas y psicoaualílicas. 1-1 ccnlro funcioiiu com o i) \m reciirsu docente pura la invesli­ gación cualitativa y fetninista; it) una u n itla d d e apoyo internacional para la (reiproilucción tle teoría acadtímica radical; y iii) una retí para et tlesariollo de perspectivas críticas de investigación acción participativa (litip:/Av\vw.iliscourseunit.com/).

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

la cíiniuniccición en la sociedad interactiva (Cí o i í DO L ó p e z y M hcjías , 2(J{)6), c u y o o b j c l i v o pf in c i p a l e r a e x p l o r a r los d i f e r e n t e s v a l u n i c i o n e s y u.sns d e las n u e v a s tec ­ n o l o g í a s Uc Iti i n f o r m a c i ó n p o r p a r t e d e los J ó v e n e s e n f u n c i ó n d e s u s prtic etle nciu s s o c i o e c o n ó m i c a s y culi Urales, L a i n v e s t i g a c i ó n c o m p a g i n ó b i b l i o g r a f í a e s p e c i a l i z a ­ da. i n i o r m c s íj R c i a l e s y f u e n t e s e s t a d í s t i c a s s e c u n d a r i a s , c o n u n t r a b a j o d e c a m p o c e n t r a d o e n la p r o d u c c i ó n d e m a t e r i a l e s c u a l i t a t i v o s .

Momento genealógico/documental: representaciones tópicas de juventud y tecnología M licIi os s o n los m i t o s y p r e j u i c i o s e n t o r n o a las n o c i o n e s d e j i iv e n t u tl y las t e c n o l o ­ g í a s d e la i n f o r m a c i ó n . A l g u n a s p e r s o n a s e s t á n p r eo cu pa d la s p o r las h o r a s q u e pasiui los a d o l e s c e n t e s f r e n t e al o r d e n a d o r ; o t r a s d a n p o r h e c h o q u e los m á s j ó v e n e s ti e n e n h a b i l i d a d e s « i n n a t a s » p a r a cl u s o d e las n u e v a s t e c n o l o g í a s . ¿ Q u é h a c e r f re n te a los i n t e r e s e s q u e s u s t e n t a n a e s t o s m i t o s y los e f e c t o s q u e c o n l l e v a n ?

En esta etapa inicial de la práctica discursiva la mirada está apoyutla en cl conoci­ miento previo sobre el tema y otras temáticas que cn un primer momento podrían pa­ sar inadvertidas, E ji nuestro caso apreciamos el modo en t|ue las nociones abstractas y hom ogéneas de infancia y juventud se han prestado a una continua iiistrumentalizaciím, desde las cam pañas de recogidas de fondos para ayuda a la cooperación y cl desarrollo, la justiílcación de intervenciones bélicíis, las campañas políticas (como la «niña» del candidato presidencial del Partido Popular en la cam paña electoral de 2008 en España) Incluso, estrategias de promoción y desarrollo de las tecnologías de la comunicación y la información. El poder de estos conceptos y, en general, de las explicaciones del desarrollo, segiln B u k m a n (2003), radica cn el continuo deslizamiento de lo específico y singular a lo general: de «la niña o el niño» a «los niños», de lo que se cs a lo c|uc se tiene que ser, y últimamente, de los niños y niñas a los jóvenes. Estos procesos, inevitablemente, identifican a los más jóvenes con correas de transmisión del desairollo, permitiendo t|iie las divisiones y las jerarquías sociales, así como sus tensiones, queden reducidas a categorías naturalizadlas y, píir consiguiente, desprovistas de su contlición social. La única ptisibilitiad de alcanzar un contK'imiento sensible a las complejidades y a las circunstancias t|uc rt)dean a la infancia y la juventud es a través tic los marct)s his­ tóricos y culturales concretos. Las [írimeras apaiieioncs en público dcl ordcnadtir luviertui lugar en programas tle televisión, en viñetas ctMiiicas de peritídlcos y cn historias tle ciencia ficción tlesde la segunda mitad del siglti xx. En eslas primeras aparieitines tle las nuevas tccntiltigías frente al gran público las imágenes de niños/as representaban la cara humana, cl vehículti sticializadtir dcl alic/i tccnt)k)gico, t|uien a su vez mostraba rasgtjs Infantiles pero tlistanles, com o quetla claram ente ilustrado en cl siguicnle foitigrama tlcl film ZiT( Imagen 1).

capitulo 9 * Análisis del discurso: los jóvenes y las tecnologías sociales

Im acífn 1 clel lì!ni liT . S. Spilberj»

Este juego d e diterencias y s i n i i l i t L i d c s gana cn inicnsiilad según nos aproxim am os al moiTiento actual. En la lileratiira especiali/.adu que surge desde mediados dcl sigk) xx aparecen dos enfoques bien diferenciados: aquel que propone que los medios de co­ municación audiovisual, en es[íecial la televisión, han supuesto una erosión de los li­ ni i les entre ia infancia y la ctiatl adulta, y aquel otrt> que ve en las nuevas tecnologías un recurso de liberación para los adolescentes y los jóvenes ( B u c ' K I N u h a m , 2()()0). El prúiier enfoque representa a los jóvenes con una predisposición «natural>'- hacia tleterminadtis medios de cunuinicación audiovisuales (televisión, multimedia) a d i­ ferencia de los medios cn forma to impreso. Estas explicaciones atribuyen a los m e­ dios de comunicación un poder singular para explotar la vulnerabilidad, desm antelar la individualidad y destruir la inocencia de los más jóvenes. Dclicjidcn la idea tle i|ue el medio esci'ito fomenta la abstracción y el pensamiento lógict). Pi.>r el conlrario. la televisión y, por extensión, gran parte de los autliovisuales y multimedia posteritires, no requieren habilidades especiales para interprelarlos, k) que supone a su vez mía pérdida del ctmtrul de los adultos sobre ei ambiente simliólico tlcl joven, así com o una desviacitSn en el tránsito a la edad adulta. Desde comienzus de los años noventa las posi tiras m;is optimistas o «integradas» tam ­ bién reconocen una sabiduría «natural» de los jóvenes para alfabetizarse en los nuevos medios. Sin embargo, destle este o irti latió tlel tie bate la lelevisitin se considera un m e­ dio pasivt) que attinia a los usuarios, mientras t]ue la red fomenta su inteligencia: la te­ levisión transmite una visión unilateral dcl muiulo. la red es dcniocrálica e interacliva. Lt)s enf'oqites Íntcgratk>s, al igual que las visiones apocalípticas atileritires, [luivili/aii noe itiñes homogéneas y abstractas tic infancia y juventud en su relación con la tecluilogía. Ltis jt) ve lies se representan en ptisesión tle un la lento «natural», de una cicali vidad espontánea, que es en cierla forma reve kula a través dcl tirdcnador. Así es común leer cn Iíi literatura especialÍ7atla t|ue los atiolesceiUes t) los jóvenes son «los principales agentes de ia [iene Iración leciioÍt>gÍca y el cam bio comunicativo tie sus

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

h o g a re s » ( S o ííiíin o ,

1996: 62),

o que

los « jó v e n e s e n c u e n tr a n

teléfo n o

m ó v il, dei o rd e n a d o r, del co rreo electró n ico

BtíRN ETE

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B i i t . ’E R R i L ,

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coiinatLiral

I m idlim ctlia»

e i u s o t i c) ( L o r e m p .,

2004: 295).

Desde finales dc los noventa existen nuevos iconos y representaciones cn las (.¡uc las lecnologías forman parte del propio «cuerpo» infantil. Así io ilustra, enlic otros, el progranu; televisivo infantil los Teletubbies desde su estreno en Gran Bretaña en 1997 (Imagen 2). A estas criaturas de ojos grandes, con fisionomías y gestos a medio camino de los hu­ manos y los primates. Ies sobresale una antena dc la cabeza; en sus barriguitas tienen incrustado un monitor cubierto por un forraje sintético. Cuando la antena se levanta, el forraje baja y muestra una pantalla desde la que se proyectan vídeos educativos. Muchas son las posibles interpretaciones dc la apariencia y el liabla extraña de los le/ettíbhies, y grandes las polémicas que han acompañado a estas criaturas t|ue en­ carnan imágenes de infancia cercanas al infante-«//V/í emocional y sin desarrollar^, si bien en esta ocasión interesa resaltar su capacidad dc personificar uno de ios gran­ des sueños dei occidente industrializado: la fusión entre la tecnología y el cuerpo hu­ mano, la posibilidad de borrar el paso o la presencia misma de io tecnológico. El fenómeno mediático global que acompaña a los Teletubbies ct)incide en el tiem­ po con nuevos estudios de la psicología evolutiva dedicados al estudio de las rela­ ciones entre el desarrollo cognitivo y las nuevas tecnologías (Smakma, 2004). Según estas posturas, la interacción con las tecnologías dc ia información conduce a la ad­ quisición de nuevas funciones y estructuras mctUales («tccnogénesis») y a una trans­ formación del trabajo, que pondrá fin al esfuerzo físico e impondrá formas más democráticas y responsables, al m ismo tiempo que ensalzará el senlido de com uni­ dad en el ámbito de la cultura corporativa. Así pues, el concepto «juventud» hereda y rede 11ne distintos signitleados de nocio­ nes anteriores de infancia, con una predisposición natural hacia las nuevas tecnolo­ gías, que debem os considerar con prudencia. De io contrario corre nws ei riesgo dc eclipsar espacios de relaciones y fuerzas que se dirimen actualmente entre tiistintas formas de participación en la sociedad digital. Rn semejante encrucijada, ¿qué papel desem peñan actualm ente las asociaciones que naturalizan las relaciones entre ios más jóvenes y las nuevas tecnologías en algiuK)s textos expertos y representaciones mediáticas? Este primer momentí) dc análisis se halla a medio camino entre la tradición genealó­ gica, en cuanto su énfasis en objetivar el oiijeto de cstiKÜo en su contexto sociohistórico, y la escuela francesa tlcl tiiscurso, cn la mctlida t|ue atendemtis a ios ’ risias criatuniN Uui adorables t'iiurun m otivo de acahíraiins debates etluc'alivos. (y ile género) to n nna coniroversia du fondo tnuy arraigada cn Iny lal erra st>bre el declive tlown) de la en luna britá­ nica (G o RIí O Lt'JH'Z y (ÍL'KMAN, 200 4).

CiipítLilo g ♦ Análisis del discurso: los jóvenes y las tecnoiogias sociales

I m a g en 2 Ím s

Teietuhbies

conocimientos expertos c insiitiicloncs que participan cn ias representaciones hcjiemónicas en torno a los jóvenes y las nuevas lee no logias. Por úilimo, esta primera í’ase. ai igiiai que algunos trabajos de la Bscucia de Estutlios C'u llura les de Birmingham, sugiere el pape! activo de los medios de conuinicación a la hora de e n ­ tender los procesos de cstructiiración social (Wiut.is. !97S. 1996),

El significado de los textos depende de las relaciones con otros textos: la sospecha discursiva Un p u n t o de partida común a la mayoría de los enfoques discursivos es que los tex­ tos estahlecen sus signlf'tcadt>s y l'uncioncs a partir de las relaciones con oíros textos {B aj tí n , 1982). E n nuestro ejemiilo en un primer momento revisamos la literatura es­ pecial izada acerca de las relaciones entre representaciones de infancia, jin e n lu d y tecnología y nociones de «desarrollo». Ahorii veremos cómo estas representaciones i’ecurriremos a hifoi nies especializados sohre la st>cledad de la información, sus cifras, porccnlajcs y gráficas. La relación entre estos grupos de textos en un principio independientes — la literatura especializada en no ­ ciones de desarrollo y tecnología, y los informes ollclales acerca de las tciuienclas y desarrollo de la sociedad de la Información— , dirigirán nuestra tniratla hacia un e s­ tudio tic caso concreto: los prtigramas de mensajería instantánea y las valoraciones y usos t|ue los internautas españoles más jóvenes hacen (.le los núsmos. Las conversaciones con otras personas constituyen la principal actividad de los in­ te maulas españoles, sólo superatla por la bús(.|ueda de información, realizatla por cer­ ca dcl 80^^ Lie la pohlaci('m intcrnauta que supone actualmente cl 48.6% de la población total ( c E s p a ñ a , 2007). Como nniestra la (JráUca. España ocupa uno de los

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación sociai

E spaña

M e n sa je ría instan tán e a

3

F rancia

^

Italia

Telefonía Internet

R. U nido

P odcasting

! A lem ania

C reación de blogs

Fuente: Novatrís - NetObsorver Europe (2006) G ráfica 1

Usi> de uplicuciones wub 2.0 en Europa (eEspiiñii, 2007: 179)

primeros lugares en ei ranking miindiai cn cl uso de estas tecnoiogías sociales (Web 2.())‘, siendo ciaram entc iídcr en cl entorno europeo. Si luiy que iiablar de un servicio realmente consolidado, impulsor y prcccdcnte de ios usos sociales tie Ui red, esc es el servicio de mensajería Instantánea. En cl caso dc nuestro país, cl porcentaje de penetración dc los programas de mensajería Instantá­ nea se sitúa c erca del 80% del total de Intcrnautas españoles, siendo el M SN/W lndows Live M essenger cl dc mayor popularidad con luí alcance del 6 0 , 9 7 % (frente al 6 , 1 % del Skype Messenger; 2 , 7 4 % de Yahoo! M essenger y 2,46%> dc Google Talk) ( c E,s p a ñ a , 2 0 0 7 ) . A pcsiir de la alta penetración de las tecnologías sociales, las puntuaciones en los ín­ dices generales de desarrollo de la sociedad de la Información durante los últimos años indican un estancam iento, incluso un leve retroceso. Según ios índices de de-

' I.n.s íiplicíiL’iones qiic firopieiaii coiiiuniciicioncs y usos más persoimlcs. más inlormiilus, cotno l:i tiKTisajerfa insiantáncu, la iclclonfii por [niomei y la creación de blogs se cnntKvn actual men te co m o xiif'iwiítf social o Weh 2.0.

Capítulo 9

*■ Análisis del discurso; los jóvenes y

tecnologías sociales

sarrollo publicados por cl intornic ISI 2004, Bfipanii ocupaba la posición anlcpciulltinui cn la Europa de los Ifi {UE-13) y la deciinotcrccra cu ki UE-25, oblctnciKÍo la mejor posición cn ta dimensión social. Informes más recientes señalan que duran le el último año se ha pasadt) del decimotcrcer puesto al vigésimo en la UE-27 ( ¿ E s p a ñ a , 2007). En cuanto al nivel socioeconómico, son las clases media y media alta las L|ue mayori tari ámente acceden a Internet. Este grupo está cn su mayoría formado por trabaja­ dores y profesionales cualillcados que viven en ciudades grandes y medias, con un alto nivel de estudios y un alto nivel tecnológico. La mayor presencia de las clases inedias contrasta con Ia escasa penetración de este medio entre las clases bajas o tra­ bajadores no cualiflcaiios (y sus hijos/as). Al igual que los mayores, la clase baja si­ gue impermeable a Internet. Si se considera la distribución poblacional por grupos de edad, los datos plantean que más üel 80% de los Lisuarios se encuentran entre las edades de 14 y 44 años. El grupo c om prend ido entre las edades de 14 y 34 años, nuis cercanas a nociones actuales de ju v en tu d , supera el 63% tle los usuarios de Intertict (CJoRnt) L o p e /, y M ecí IAS, 2006). El progresiva rejuvenecimiento) de los internautas españoles tjueda refrendado por los dalos más recientes: en el perit>do de 2004 al segundo se­ mestre de 2006, la población infantil com prentlida entre los 10 y tos 14 añt)s Liue ha utilizado Internet en los tres últimos meses ha pasado de un 60 al 71% (IN E, 2007). El análisis de los informes oficiales permite, así pues, idenlificar las tendencias de uso de las distintas aplicaciones en Internet, apreciar el papel destacado ».le la m en­ sajería instantánea en lo que se ct)noce como la web social, así comn de los internautas a partir de variables estiucturales, entre las tiiie hemos destacado la clase social y la edad. La revisión de estos informes invita a agudizar la mirada discursiva y formulin nuevas preguntas de investigación: • ¿.Qué papel juegan los jcWenes y las tecnologías .sociales en el momento actual de estancamiento de la sociedad de la información? • ¿De qué m odo las comunicaciones Messenger, al igual t|ue otros usos sociales de la red, socializan principalmente a k>s jóvenes españoles de clases medías en nue­ vas lógicas de trabajo y protluctívídad? En estas primeras fases del análisis liemos considerado, en primer lugar, las relacio­ nes entre lo social y lo tecnológico en distintos momenlos históricos, para analizar seguidamente las representaciones más generalizadas en torno a los más jóvenes y las tecnologías de la comunicación y ta información cn el contexto tle tlesarrollo de la sociedad de la información en España. La uicursión en sus dinámicas de dcsarrt)llo desigual ha dirigido ta sospcctia ana tilica hacia las tecnologías sociales, en espe­ cial a la aplicación estrella: cl Messenger.

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación sociai

Se recomienda »narrar» o poner por escrito el material de análisis: el programa MSN/Wíndows Live Messenger El material analizado debe llamar la atención sobre alguna dimensión compleja o conirudictoria. o por la manera que nos posieiona ante una problemátiea. La euestitSn func.Iamcntal será el m odo en que la contradicción funciona tlcntro del mismo lextt) («enunciado») o en su contexto de producción («enunciación»). En nuestio ejemplo las contradicciones em piezan a pergeñarse en el contexto más amplio de la sociedad de la información. C om o hemos señalado, España ocupa una posición tlestacada a nivel mundial en los lisos sociales de Internet, cn especial, la mensajería instantánea; sin embargo, obtie­ ne puntuaciones medias cn la administración digital y puní naciones muy bajas en la com pra y la banca electrónica, a pesar de contar con uno de los sistemas bancari os más eficientes dcl mundo. E.sta disparidad en los intlieadorcs de tlesarrolU> invita a indagar en los programas de mensajería instantánea, por ser la aplicación de mayor difusión entre los usuarios más jóvenes. A eslas alturas del análisis es recomendable realizar una descripción narrada y por escrito dcl material seleccionado; la aplicación Messenger^. Con este ejercicio se persigue establecer una relación dialógica y retlexiva con el lexto, lo t|iie a su vez permitirá percatarnos dc significados y relaciones t]uc de otra manera pasarían inad­ vertidos. Pero ¿cómo narrar por escrito una aplicación informática t|ue incluye ins­ trucciones, imágenes, cuadros de diálogos y menús de funciones? En nuestro caso optam os por reproducir la secuencia de textos y pantallas que aparecen cuando soli­ citamos una cuenta de usuario (Live Messenger ID) como paso previo a la descrip­ ción narrada de la configuración (o interfaz) del programa. Tías la descarga del program a el entorno Microsoft solicita Ínft)rmación personal de los usuarios. El texto que aparece cn el interior tlcl cuadrt> de tiiálogf) (Figura I ) hace un uso recurrcnle de posesivos (tu/nuestro) y ctinslruye, por una parte, una vi­ sión tripartita pert> secuenciada del cliente/usuariti (tu hartlware —> tu n o m b r e —>tu idenlificacitín). El uso tic posesivos enfatiza la genertisidad tle M icrosoft mientras aquellos articulan un nuevo grupo tle significados y relaciones a través de una fra­ se cuya estructura se asem eja a los enunciadt)s utilizados habitualm ente en anun­ cios t|ue t)frecen servicios o producttis gratuitos: «Este servicio es totalmente anónimo». De esle mtidc) sc construye una astieiacitín enlre «gratuidatl» y «anonimato», lo t|iie viene a significar que el anonim ato tiene un precio y un valor que, com o lt>s servi­ cios de Messenger, no pagamos pt>r ellos. ¿Qné obtiene Microsoft a cambio? se cobra? ’ Si hubiésem os opi;»Jn por analizar conversaciones a través dcl Messenger, cn luyar J e la contigiiración ilel programa, o inlerfuz, esla fase ctjii i valdría a la transcripción y .uiálisis preliminar dc Ins icxios.

Ciipituto 9 ^ Aiidlisis del discurso: los jóvenes y las tecnologías sociales

Aíd'íwo

Contactos

PrcTgraim

Acoores

p a r a l a m e jo r a

Hmarntentas

de

la e x p e r i e n c i a

d e t usuario

Te hvtamo« a unárta a nuMtro Progrwa p»a la rr>^ora de la eoMflarioa tW uaijaoo. a Fn de cors más jtWenes, en tlefinitiva, com o padre y cabe­ za de familia que decide qué programas se descargan en casa. No obslante, es luia mirada tle m ujer joven (t)bviamente más cercana a la mayoría de kis usuarios dc Messenger) la que vigila y cuida a través tic la ranura dc It) virtual (Figura 4). Rsta

capitulo 9 ♦ Análisis del discurso: los jóvenes y las tecnoloii'ias sociales

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230

Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

imagen queda incluida cn la pantalla que felicita al usuariu Iras haber cum plim enta­ do los trámites previos a la obtención de una cuenta de Windows Live ID. En to relativo a la conliguractón de esta aplicación informática, el Windows Live Messenger, y en general los programas de mensajería instantiínea, incorpora e Íntegra en un único programa las características de otras herramientas conversacionales como los chat.s, que permiten la comunicación instantánea entre grupos de personas, tle ma­ nera abierta y sin control previo, y dcl ctirreo electrónico (mensajes privados y no ins­ tantáneos). También permite crear una lista de contados (o agregados) (Figura 5), saber si los usuarios están conectados, además de poder entablar conversaciones si­ multáneas, intercambiar archivos tle texto o imágenes, iniciar una actividad (compar­ tir aplicaciones, navegiu-juntos en la red, etc.), un juego conjunto u otras opciones, al igual que toda una gama tle recursos para gestionar la disponibilidad de los usuarios como apreciamos en los siguientes iconos y «etiquetas» de accesibilidad (Figura ó). La arquitectura del Messenger, además de permitir la eomimieacióii sincrónica con otras personas a través de una creciente variedad de canales (escrito, hablado, visual, de navegación y juego conjunto, etc.), «hace» otras cosas. Por ejemplo, iticorpora re­ cursos de gestión de la presencia y la disponibilidad propios de otras herramÍenEas conversacionales de naturaleza más colectiva y anónima (como los chuts) o de co­ municaciones telefónicas {no tengo cobertura, m e quedé sin batería) o presenciales (com o las notas que vemos cn los despachos, vuelvo en 5 mi/Htíos, o cn las habita­ ciones de los hoteles no m olestar) (Figura 6). Los recursos de gestión de la com uni­ cación que el programa M essenger rescata y amplifica serán de gran interés en m omentos posteriores del análisis.

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Cjpítulo 9

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Análisis del discurso: los jóvenes y

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F kjura 6 O pciones de conexión y disponibilidad dol VV'indows U v e M essender No debe imptirtarnos si cn alguno.s momentos de ia descripción narrada incluimos in­ terpretaciones o reincidimos en algunos aspectos. No se trata de evitar repeticiones ni de hilar un texto excesivamente elaborado. Tampoco debem os cubrir todas sus fa­ cetas, ya que las descripciones excesivamente detalladas, típicas del análisis conver­ sacional de corte etnom elodológico o del estruclLiralismo formalista, pueden resultar paralizantes o redundar cn la falsa ilusión de que todo está en el texto. .Sin duda, el aspecto más importante dc esla primera toma de contacto (dialógica y reflexiva) con el texto sea facilitar la identificación dc temáticas de interés, así com o posibles in­ consistencias y contradicciones.

Identificación de grupos de significados y relaciones: discursos Messenger En la descripción narrada hemos seguí tío la secuencia de operacitines t|ue Microstift requiere de los usuaritis para tener acceso al prtigrama. Se ha prestad ti ateneitín a las im ágenes y a las asticiacioncs que cl prtigrania ofrece para garanti­ zar la seguritlatl de las familias, en particular, lu de los usuari(.>s más jóvenes. El ino-

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

m entó de articulación de la sospecha analítica ha incluido asim ism o una tlescripción del M essenger Live; su configuración, sus similitudes y diferencias con otras herram ientas conversacionales y los recursos de gestión de la presencia y disponi­ bilidad que incorpora. También se ha señalado el modo en que la configuración del Messenger Live amplifi­ ca la gestión del yo y de las relaciones digitales, además de incitar comunicaciones personales con personas conocidas. A continuación veremos con m ayor detalle cada una de estas temáticas, sus imbricaciones y cl tipo dc relaciones que suscitan. Para ello recunirem os a materiales dc análisis adicionales, cn concreto a las valoraciones que los más jóvenes hacen de este tipo de comunicación. En el contexto de la investigación en la t|ue nos basamos estos materiales se obtuvieron a través de grupos triangulares con los jóvenes de edades inferiores y dc grupos dc discusión con los más mayores. En este m om ento dc análisis cabe preguntar: ■ ¿Qué tipo dc relaciones y significados presuponen las tecnologías sociales com o el Messenger'? • ¿Qué noción de individuo y sociabilidad forjamos a través de la mensajería ins­ tantánea? • ¿Qué referentes y significados articula? Este tipo de preguntas ayuda a agrupar los significados y las relaciones emergentes en categorías previas a la identificación de las formaciones discursivas, y que consi­ derarem os com o dimensiones diferentes, pero inteiTclacionadas, de un discurso ge­ neralizado al conjimto de materiales analizados (literatura e informes especializados, interfaz del programa, valoraciones y uso del M essenger por parte tle los jóve­ nes, etc.).

índividuaUzadón y personalización de ¡as comunicaciones Messenger

En lo relativo a la configuración técnica apuntábamt)s que el Messenger Live ha integradt) en un único program a de fácil manejti otras aplicacit>nes (correo electrónico, Chat, navegación en la red, juegos en red, otras redes sociales, etc.) y servicios dis­ ponibles en la red (intercambio de ficheros, conexiones de voz y vídeo, navegación, compartir archivos, envío de SMS). También ha hecho posible que herraniienlas con­ versacionales y ctimunicaciones en las que predtimina la comunicación esporádica con personas desconocidas, por ejemplo, los chuts, hayan sido tlesp lazadas. A diferene ia dc lo que ocurre en los chats, en los programas tle mensajería instantánea el apodt) queda asociatk) a una dirección de correo electrónicti, a una foto (mt5vil, retles sociales...). Esta modalitlad de comunicación promueve a su vez relaciones más sos­ ten iti as, íntimas y seguras con «amigtis», «compañeros dc trabajo», «familia», «titi'os contacttis» {véase la Fisura 5).

Capitulo 9 ♦ Análisis del discurso: los jóvenes y

tecnologías sociales

Et Messenger como red de oportunidades y espado gerendal

Una de las características del M essenger que más agradecen los jóvenes, com o se­ ñalaban en las entrevistas y los grupos triangulares realizados comt) parte tlcl tra­ bajo de campt) de la investigacitín en la que nos basamt>s, radica en la ptisihüidad de relacionarse, de m antener ct>ntactos. sin que ello Implique que quieran hacerlo en ttidtj nuimento, t) Ineluso en gran parte tie lt)s momentos. Se valora especialm enle disptiner de una lista de agregados lo más amplia posible. Lo importante es tener la oportunidad o no perder t)pt)rtunidades: cuanta más gente tengan en la lista de agre­ gados, mayores serán las posibilidades tle t¡ue t>curra It) ti iferente, k> inesperado. Iti divertido. A dem ás el M essenger incita comunicaciones a la carta. Los jóvenes des­ tacan com o una de sus mayores ventajas la capacidad de agregar a quien tú quieras, nadie «indeseado» podrá ct)ntactar contigo, ti incluso que ctm tus agregados pt)drás decidir, en cada Instante, si quieres «aceptar» su invltackin a conversar, o incluso si t|uieres «eliminar» a un ct)ntacto por el que ya has perdidt) tu interés; teniendo el M essenger abiertt) Incluso puedo «mtistrarme» ante el restt> de usuarios «ausente», al m ism o tiem po que voy viendt> cuáles de mis contactos se conectan. Resaltan a su vez la importancia de la «piciu-esca>í a la que el propio program a incita, com o hemos visto, a través de kis recursos tle gestión de la dlspt)nibllidad y la presencia virtual.

Tecnologías de! odo y nuevas formas de trabajo

Para Itis adolescentes el Messenger, según ellos núsmt)s reconticen, es una t)pcion más de entretenimiento. Esta asociación del Messenger eomo espacio de ocio y relacitines resulta compatible ct>n la aceptackin de que es en la calle, en k)s bares, ctm los amigos, de noche, donde un joven adtilescente ha de dcsarrtiüar sus principales estrategias relaciónales. Enttinces no impt)rtan tanto las horas que se pasen delante tlel tirdenadtir. Ltis tiemptis de ocio y trabajo se entremezclan, ti se redeílnen basán­ dose, precisamente, en la manera en que la tecnt)logía contribuye a ct)nfigurarlos. Así, atendí en tío en este caso a la situación de j tí ve nes profesionales de mayor edad, será com ún que en sus lugares de trabajo demanden tener accesti al Messenger, para poder establecer redes iiUernas con el resU) de los lrabajadt>res y hablar t> entretener­ se con .sus amigos.

Jóvenes y Messenger: impulsores de aplicadones exitosas

La mensajería instantánea es hoy en día un activo iniptirtante para el estudio del etimportamiento de los usuarios, sus ctjntactos y mundt) relacít)Jial. Al igual que sucedie­ ra ct)n Itis ust)s que kis j tí ve nes hicieron de mensajes tle tcxtti (SMS) a través de los móviles, este grupo de usuarios está en el punto de mira del sector de tas nuevas tec-

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

nolügías y las aUniinistracioiies, ya que, como rccucrda cJ iníormc i:E s p a ñ a (2007: 2S), los principales d e s a i T o l l o s tic la socicdad tic la ínlormaciún «no siirge[n| tic la actividad prenicttitatla dc los ingenieros, sinti ctiiiui propiedad emergente de la pro­ pia red de redes. Y Iti liaee[nl para re tlejar que — tal eomti se viene atirniando cn nu­ merosos foros desde principios de siglo— la verdadera kiUer-app [aplicación más exitosa] de Internet son/som os las personas».

El regreso de la familia «integrada»

El fenóment) M essenger aparece en ini mtimciut) tle progresiva individualizacitín y pcrsonalizacitín tie las comunicaciones, de Itis ct>ntenidos y de una prtigresiva ten­ dencia a que el hogar sea el principal lugar de acceso para la niayt)n'a de los usuarios y, en particular, para los más jt5vencs; «fE]n el instituto tengo un aula de informáti­ ca, sí: pero mi autt3ntica relacitin ct)n el PC la tengo cn casa, en mi tiempo tle ticio, y es para ese ocio dtiniéstico para el que necesito el ortlenador e Internet». El aumento progresivo de un uso personalizado y tiesde casa es ctimpatible con el reto tle la gran empresa pt^r conquistar U>s tiemptis y espacios de t>cio. Com o afirma J. Allard, imo de Itis discípulos más prometedores de Bill Gates, «Microstíft lleva 30 antis centrada en las actividades que se realizan entre las 9.00 y las 17.00. Ntisotros. ahtira. vamtis a ptir el periodo dc entre las 17.00 y las 21.00» (F i-knániieíz iití Lis. 2006: 36). Para conquistar los tiem pos de ocio Microsoft tlivisa como condición indispensable recurrir a valores tradicionales de familia, en ttirno al entretenimiento y el ocio ctimpartido, lo que a su vez conlleva prom ocionar unidades de consum o colectivo (como cl h time-cinema; Xbox o la W ü), atlemás de m antener el con simio individual (comti el móvil, el DVD, el MP3, PAD, el Messenger...). En este proyecto ticupa un papel central la constila Xbox y el M essenger como potlemtis apreciar en las declaraciones de Pam Heath, resptinsable de la división de la casa digital de Microsoft: «Somt)s conscientes de la ini[M)rt;incia de proteger Ia intimidad... lil lugar más impor­ tante dc la casa lo ocupa, eomo cn eusi todas, la televisión, conveititia en un auténtico cenlrt) dc entretenimiento digital. Se pueden ver películas liajo demanda descargadas dc Internet, L‘scuch:ir música reeomendada por ttmigos conei:tadtis al Messenger (que bién es de Microsoft), jugar cne las ptisturas «integradas», se los regula y supervisa por medio tle nuevas técnicas proporcionadas por la gran multinacional, It) que a su vez permite restable­ cer la jerarqin'a entre ntlultos y jóvenes promulgada por los expertos «apocalípticos» de tiécadas pasadas. Este tipo de discursos resuena en otros textos como el libro de M o n s o r i u (2007) titulado Có¡}}o confrolar lo ífue tuicen (us hijos con et (trdenm hjr: técnicas de h a c ­ ker para padres. El textti plantea Cjue la única alternativa que les queda a kis patlrcs cuando la com unicación con sus hijt>s falla es «ctmvertirse en un verdatlert) espía inftirmátict). Al igual t|ue k>s hackers bueiuis. cl tibjetivti tle los padres tiene que ser delectar las vulnerabilidades de sus liijtis y prt>tegerlos m ientras les a y u ­ dan y enseñan a hacer un buen uso de lEiternet y las nuevas tecnologías». El librt> t)frece una serie de recursos entre los que se incluyen « ... cf)ntrf>lar las relacit>nes nuevas que k)s niños y jtSvenes establecen pt>r la Retí, vigilar todo lo que escriben en el M essenger y olrt>s chats, ctirret>s electrónicos, fortes, ti bk>gs, comti una ft>rma de protegerles, ver k> que están haciendt> kis hijos en su ordenador, tlesde cualquier otro ordenadtir (acceso remoto), y cn deílnitiva, ptider controlar totio ki que los niños y adtilescentes hacen con un ortlenatkir o ctm un teléfono mtívil» (M C 3N SO R IU , 2007).

Vados e intereses curriculares en torno a la sociedad de la información

Los propitis jó v en e s afirman que ct)n su uso dcl M essenger sólti pretenden aprtivechar la posibilidad de relacionarse de tura m anera con sus am igos y ct^iuicidos, o de t)btener alternativas tic t)cio de forniu fácil y económ ica. Aun a.sí, m uchos experttís y educatlores se muestran desorientados acerca del valor formal i vt^i tle este tipo de herram ientas en el aula. A esto se sum a la incapacidad de los gobicrntis estatales y autonóm icos tle hacerse con las riendas dcl desarrollo y la educación en la sociedad de la inform ación, una incapacidad que aum enta, desde las propias aulas, ias brechas entre /os (¡ue sahen y ¡os (¡ttc no sa/yen: ¿para qué e n señ a r a quienes se da por sabido que saben y que tienen ima pretlisposición y habilidades «naturales» hacia las nuevas tecnologías? Este lÍpo tle ti i nám icas perm iten a su vez que las mullinacit>nales lomen las riendas tle la itinnacitin, el «cuidatki» y la segiu idad de los más jóv en es y, en general, de las familias. Estos servicit)s nt) son gratuitos.

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

Identificación de formaciones discursivas: plataformas de integración En este inoniento dehenios rcsaltiiT qué órdenes sociales conslruycn los signiflcialos y las relaciones idenliilcadas, a t|uién beneficia, y a t|uién pcrjLidiean. Antes de pasar a identificiir las funciones discursivas, es aconsejable sintetizar y articular el conJuut(í Ue relaciones y significados para obtener así una visitín más integral del material analizado. Com o hemos intentado mostrar, las re prese ntiic iones en torno a los más jóvenes y las tecnologías de la información son consustanciales ai «desarrollo» industrial de occi­ dente. Dar cuenta de esta relación en la actualidatl supt)iic, inevitablemente, reconocer una serie dc contradicciones, en un escenario que no tkida en identificar a los jóvenes com o los principales impulsores de la sociedad de la información, a la vez t|ue limita su acceso a derechos básico.s (trabajo estable, vivienda digna). Rsta situación coincide con representaciones en las que las tecnologías apiuccen incorporadas en cuerpos in­ fantiles mediáticos {Teietuhbies), y con la formulación dc conocimientos expertos que sostienen que las tecnologías digitales forman parte inevitablemente de luia nueva lí­ nea dc tlesarrollo social y tecnológico («tecnogcncsis»). En lo t[ue concierne al desarrollo de la socicdad de la infonnación, cn España se ha de­ tectado una tendencia a la pei^onificación e individualización de los contenidos, las tec­ nologías y el lugar de acceso (desde la esfera íntima de las casas, los dormitorios). Apreciamos a su vez cl regreso de nociones dc familia «integrada» por medio del con­ sumo de nuevos soptiries tecnológicos de uso familiar (home-cinema, Xbox, Wii). Este nuevo nicho de consumo viene acompañado de tecnologías especializadas en la seguri­ dad de la fíunilia. cn especial, en la supervisión de los más jóvenes, que, por otra piule, contribuye a restablecer un orden jerárquico en el que los padres (en masculino) reto­ man el control técnico, y a las madres se las posieiona nuevamente en las responsables dc las tíueas de supervisión y cuidado de los más jóvenes. Bn este restablecimiento del orden familiar los nuevos expertos de la educación y las nuevas tecnologías promueven el uso de «técnicas huckers» piira que los padres «espíen» y conUolen a sus hijos. En semejante contexto, abstraer y naturalizar la relación entre los más jóvenes y las tecnologías, obviando factores culturales y económicos, supone delegar en la gran multinacional las responsabilidades de los educadores, la comunidad, en fin, la tle to­ dos aquellos colectivos e instituciones públicas supuestamente ai frente de la «em ­ presa» educativa. También supone entender lt>s intereses socioeconómicos t|ue propugnan el uso de soluciones técnicas para lidiar con semejantes vacíos educativos, que conceden dc este modo carta dc naturaleza al regreso de la «familia integrada» en torno a las nuevas tecnologías de la casa digital. Y todo ello en medio de una profun­ da crisis de nociones tradicionales de pareja heterosexual (CASTtit.l.s y Sunnn dc tilrtis texto.s o hechos t|ue denominam os referentes «extradisciirsivos». En nuestro ejem plo de investigación y sus conclusiones acerca del modo t|ue las tecnologías stíciales, en particuliu’ el Messenger, participan de lu ct)iistrucción y el goblernti de la ident idatl tligiluL y cl nu)do cn t|ue esta construcción de idemitlatl digital «verdadera» contri­ buye a reducir las distancias eiUre k)s usos sociales y formales dc la red, cabe mencion:ir, pt>r ejemplo, el acuerdt) que el gobierno belga estableció ct)n Microstift en 2003 y que obligaba a los jóvenes a identificarse cn el Messenger por medio de ini ccrtificatlo tle T^NI digital con el propósito tle hacer m á s segura lu navegaeit>n infan­ til ( R e ív k n t O.s , 2005). En entomtís más cercano.s cabría mencionar a su vez tiiie el informe de Telefónica Lu sociedad de la infornutdón en España 2004, cn la seccitín titulatla «Manual del ciudadunti on-Iine. Decált>gt> de accioties básicas tle alfabetización pura ser un ciiidadunt) on-line», donde rccomicntfa ulilizar la mensajería instantánea y tener una identificación eleclrt)nica (T ilki'onica, 2005: 84-87). En esta última fase dc «vulidacit'íii» pc*r medio tle referentes «extradiscursivos» tam ­ bién conventlría señalar que et Consejo de Eurt>pa acordti la Estrategia tle Lisboa (2000) para conseguir que la ect>nomía europea se basara cn el ctinticiniiento y de es­ te modo llegar a ser más dinámica y competitiva. La adaptación de estos t)bjelivos a nuestro país quedó plasmada en el «Plan 200fi-20l0 para cl desarrollo de la Sticiedad tle la Informacltm y de Convergencia con Eurt)pa y entre Ct)inunitlades Auttíntimas y Ciudades Auttmt:)mas», conocí ti o también comt> Plan Avunza ( e Es p a ñ a , 2007; 308). Las cuatro áreas de actuación del Plan Avanza son: «ciudadanía digital», «servicios piiblicos digitales», «economía digital» y «nuevo conlcxtti digital» (Figura 7). Esta última área concede una imporlancia (y presupueste») considerable a la supervisión tle ct:intenidos y la ciberseguridud como, parece ser, contlición intlispensablc, para que el ciberciudadano de a pie se fie y anime a hacer un mayor y mejor uso de la administracitín, la banca y el comercio electrónico, e incrementar en última instancia lt)s indicutltires tiel tlesarrolki de la tlimensii'm formal tle la sociedad de la informacit>n en España. Ltis referentes extradiscursivos. al igual que cl ust) que las autlicncias hagan tie ltis análisis, serán los que definan los límites de la interprelacitín, su mayor t) m enor ca­ pacidad transformadora o las consccucncias dc su hacer í.l. [ bAñí ;/., 1985).

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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C IU D A D A N IA D IG ITA L

S E R V IC IO S P U B L IC O S D IG ITA LE S

— C o n v o c a to ria s igu ald a d de g énero, m ayores y d is c a p a c ita d o s (11 M € ). — P ue sta en m archa d e los P réstam os C iuda­ d a nía y J ó v e n e s y U n iversita rio s {175 M e ). — C o n vo c a to ria de d in a m iza ció n (5 M € ). — P roye cto S o ria T D T (10 M € ). — Firm a con ve n io con Im pulsa T D T (9 M € ).

— Lanzam iento d el P rogrnm a C iudade s S ingu­ lares (A yuntam iento s D igitales) (77 p ro ye c­ tos en m archa. 24 M € ). — C ontinuación del P rogram a C iudade s Digi­ tales (+40 m unicipios, 13 M € ). — P la ta fo rm a de A d m in is tra c ió n E le ctró n ica

(1.6 M €). — Enseña.es (6 M € ). — O tras A A .P P

E C O N O M ÍA D IG ITA L

N U EVO C O N T E X T O DIG ITAL

— P u e s la en m a rch a de los P ré sta m o s TIC e IN T R O (425 M € ).

— R eutilización do la in form ación del sector público (1 M € ). — S upervisión de co ntenid os (1,6 M e ), — D esarrollo del P rogram a de E xtensión de Banda A ncha (3.700 m unicipios, 10 M € ). — Proyecto S E TS I-O N U (0,011 M € ). — Mejoras en la web del Plan Avanza (0,03 M e). — Lanzam iento del C entro Tecnológico del Plan A vanza (2 M € ). — Elaboración estudio Ciberseguridad (0,03 M €). — E laboración estudio Infra e stru ctu ra s C ríticas (0,03 M €). — Actuaciones de Seguridad INTEC O (7 M e),

— C o n v o cato ria del P r o g r a m a A rte P y m e (15,5 M€), — — — — —

Firm a de c o n v e n io P Y M E S -E O I (1 M € ). E laboración d e e stu d io s P Y M E S (0,6 M € ). C o n vo ca to ria s F O R IN T E L (27 M € ). C o n vo ca to ria s P R O F IT (202 M € ). P u e sta en m a rch a d e a ccio n e s para p ro te g e r la p ro p ie d a d in tele ctu a l (0.5 M € ), — Im pu lso a la c re a ció n de F actorías de S o ftw a re (1 M e ).

Fuente: M ITYC (2007) F igura 7

Las cuatro áreas de actuación tlel Plan Avanza (2006)

D il e m a s DE

en t o r n o al a p r e n d iz a j e y la e n s e ñ a n z a

la p r á c t ic a d is c u r s iv a

Q u i/á la forma más fáci l y segura de abordar didácticamente el anal ¡.sis del tliscurso sea presentarlo com o una técnica de investigación. Esta tipción le ctmcedería un es­ tatus de herramienta, e incluso, puede que alimentáramos la falsa ilusión de idcntiñcar criterios tiperativos para su elabtiración. En caso de tecnilícar el análisis tlel tliscurso, o ciiulquier otra práctica cuahlativa, corremtís el riesgt) de privilegiar a un sector de ijivestigadorcs y estudiantes que, sin un comprtimiso sticial, y a pesar de considerarlo incomprensible e iiuitil, puedan utili­ zarlo sin ningún tipt) de «ética» para encontrar discursos pt>r todas partes, y ticvaluar así ei carácter crílico de este enfoque al ponerlo al servicio de tendencias sociales do­ minantes ( B u r m a n , 1991 ). La tecnificación del análisi.s dcl discurso suprimiría tic cs-

Capítulo 9

* Análisis del discurso: los jóvenes y las tecnologías sociales

ta tn añera gran parte del trabajo interpretativo y crítico, además dc la scnsibilitlLid so­ cial t|ue rec|Ltiere [a investigacioti social cualitativa. Pt.>r todo ello somos conscicntes de! dilema ético que supone desglosar didácticamente la práctica discursiva. Atite las aiueiia/.as de teetiitlcación. qitetla tnirar atrás e insistir, com o ya hiciera cl giro interpretativo cn las ciencias sociales, en cl uso cotidiano y en la (.iitncnsióti realizativu del lenguaje, y rcvisitar nuevamente la idea dc sujetos involuerad(.is y activos en la reproducción dc las estritcturas y rituales sociales, incliiyendo las bases m ate­ riales e históricas tle sus relaciones. Y este reconocimiento pasa por considerar el análisis tiel discitrso cotni en V i l l u l n d a s , M , ’ D „ y CjORDo Lopiíz, a . J. (coorís.): R eincioiies üe tiétu‘n> vn p sico lo g ía v viltictición, Madrid: C’onscjería tie Educación, Co m u n i d ad de Madrid, págs. 161-178. B u r m a n , H,, y P a r k e r , I. (19^J3) (eds.): D iscursive Aucílyiic Research: lie p e r to n e s and R vítiíin^x n f Texts in A ctio n , London: RouLledge, CAsrhI.LS, M.. y S u b i r a t s , M. nd>res. ¿U n a m o r im posible'/, Madrid: A lia n /a . CMARAUOtiAli. P., y MAlNfJUliNtAU, D. (2002) (coords.): D iccio n a rio de íí/í(Í/í,v;.v d el discurso. Buenos Aires: Amorrortu, 2005, D í a z . F. í20(K>) (comp.): S o cio lo fiia s de la situ a ció n , Madrid: La Piqueiu. D ijk , Teuii. A. v a n (1997): R a cism o y a m d isis crítico de los m edios, Barcelona: Paidús, — (2003): ldei>lo^ía y d iscu rso , Barcelona: Ariel. Drlíw, i^, y HEKrrACiE, J. (1992) (eds.): Talk a t Work: in tera ctio n in instititfion1.'(7M. N, (1992): D isco u rse {Uu! S o c ia l Chatt¡>e, Cambridge: Polity Pres.s. — ( 1995): C ritiea l D isco u rse A n a lysis, London: I .tingman. F k r n á n d h / . [jk Ll.s, P. (2006): «Viaje al centro de Microsoft», cu El País S em a n a l, diajio El País, 1S de enerti. F o u c a u l t , M. ( 1966): Las p a la b ra s v las cosas. Una an¡uvoh>}^ta de las ciencias lunnanas, Madrid: Siglo XXI, 1984. —- (1969): Ia ( a rq u eo lo g ía d el sa b er, Madrid: Siglo XXI, 1978. — (1970): E l orden d el d iscu rso , Barcelona: Tusquet, 1983. G o f f m a n , E. ( 1981); Form s o f l a l k . Oxford: Blackwell, — ^ {1987): La presentaci, (2004): Jnve/ies, veldcioues fatuiluires y te cn o lo g í­ a s de la injorniítciót) y de la conntnii ación, Madrid: INJLiVE. L u c a s , Á. di ( 1992): A i n'ltules v ref>re\eii!tU‘ioncs soeitdes di“ la inthlación de Id cotntiniíldd de M adrid en refación ro n los l en so s Uiliatia». cn G o n n o L(')l*líZ, A. J., y L i n a z a , J. L. (conip,): Psieolt}f>ias, d iscu rso s y p o d e r Madritl; Visor, págs, 79-92. — (1997); P syefiodiialvtie Culture. Psyi h oíinalytic ¡yisroursc in Western So ciety, London: Sage. — ( 1998) (cd.): S o ciid Construerit>nisnt. D iscourse a n d R ealism , London: Sage. P a k k h r , i. (y I'Uh. Bot.TON Dlst'oHRSh N e t w o r k ) ( 1999) (eds,): C ritica l Textwork: An ¡ntrodnction to Varieties o f l^isco n rse atui A n a lyses. BucKinghani; Open Univcrsily Pres — (2004): S ld v n j Z tit K: A C ritica l fn troduetion, London: Piulo Press. PFfMLAUX, M. ( 1969): H acia el aná lisis a n to m á tiro d el diseiir.so, Madrid: Grctlos, 1978. Rncio. F. (1995); «Análisis tlei discurso y teoría psictianalitica», en l>r-Lt5Ai>o, ,1. M., y CiUTtKRREZ, J, (coords,): iVfetodos y Técnicas Ctialitativa.'i dc ínve'stifiación cn d e n c i d s S ociales. Madrid: .Síntesis, págs. 481-491. Rt-.v[;NTr)S, L. (2005); «Lt>s he Igas con ONI virtual saben cuándo y para i]ué usa el atlministrador sus tlaltis», en Ciherp(íPís, 10 tic t'chrero. S a c k s , II. ( 1972); «C)n the aiialy/ability t)f stories by chddren», cti CíUMt'bRZ, J. J,, y HvMhS, n , (etis,): D irecliotis in Socioliiif’instics, New York; Holt, Rineliart and Wiiiston. págs. 325-45. S a c k s , H.; Sc'm;(it,t)H-, E., y Ir.rr t.RsoN, Cj. ( 1977); « The prel'ercnce for sclfcorrcction in the oi’gani/atioii o f repair in conversation», en I.an^uaiie, 53: 2, p;ígs. 361-382. Smakma, F). (2004): fC'uhural pathways through the itil’o rmation agew, en iWew D irections f o r C hild and A d id escen t f^evelopm ent. 105, San Francisco; Josscy-Bass. jiags. 3-24. SoiíEílNt>, \ F ( 1999); «.luvcniud y multiinc«,lia», cn R evistd de EsttuUos dc Jnxctitad. 46: 59­ 66. Madrid: INJLIVF. SuRtt., [).. y JANtiR, M. (2006); M u rketin ^ de h ir e jd . Barcelona; FaIíclones Cirauica. Tt:t LtÜN1CA, S,A. (2005); I.a so cied a d tie la infornuu'ion en T^/faña 2()04. Matlriii. K l í b s s , Cl. ( 1 9 9 0 ) : « C r i t i c a ! d i s c o u r s e a n a l y ' * i s » , e n / \ / i ; i í k í /

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

TdBlN, Y. s de proccstis stíciales. Es de­ cir, es necesario contem plar cóniti se ven ciertas imágenes ptir parte de espectadores concretos que perciben desde sus propias posiciones sociales y cn contextos y niomentt>s determinadt)s. En esta línea, B e r g h r (2002), introduciendo cl ctmccpto de inoíios cié ver, tet)riza acerca tic cónit) las imágenes funcionan nti stilc* por Iti t]ue muestran, sino, de manera futidamental, por el lipo de mirada a la que invitan, así co­ mo por la propuesta dc relación que proponen con el sujeto que las mira Bn este sentidt), habría que añadir que funcionan también pt)r lo que no muestran, pt)r It) que tic ul tan, por la forma en la que exhibe ti lo que muestran, así com o por las relaciones implícitas que se establecen en It) mostrado. Nt) miramt>s únicamenle imágenes t|ue nos presentan ctjsas, sitLiaciones, perstmas t> sus itileracciones. Ai mirar utentlemos a la relación existente entre lo mostrado y ocultatlo, y nuestra propia subjelivitlad, en un contexto concreto y con una intencionalidad ti ele rm i nada. De e.sta forma, habre­ mos de pensar en la cultura visual com o un tipo tle p nicticu social signijicíitivu cn la que es necesario incluir los efectos de las imágenes. Estos efectos se integran de m a­ nera compleja en determinadas prácticas culturales más generales.

D

ig r e s io n e s co n c eptu a les

La señalada importancia de la imagen y lo visual llega también a las Ciencias So­ ciules y, a partir de Itis años t)chenta. se despliegan investigacitiiies, es pac itis y nichos que atienden a esla dimensión. En este sentidt), se ha desarrolladt) una amplia rama de la investigación y dc rctlexitín mett'ídológica que trata con las imágenes y lo vi­ sual, Este tipo de materiales se ha contempladt) desde muy diversas disciplinas y mi­ radas y ha dadt) lugar a una enorme proliferacitm tle términt>s que sc constiuiyen en propuestas y aprt)ximacitines en las que predomina una inipt)rtante ct)nfusión terminolt')gica. ^ El co ncepto fue usado por prim era ve/, por Ai.i’krs oh 1983 para eiil’atizar ia im portancia tic tas im á­ genes v Í m u iIcs cn la socicdad hulundcsa dcl xvii. Fue retom ado cn cl estudio J e las sociedades contem poránea.s por parte de djverstjs autores, para explicar cóm o las tcciioluyías visuales han pasado a deshancar a los textos escritos ( R o s t, 2t)()l; f l ) o para caracterizar uno dc los principales rasgos dc la sociedades posim odernas 2003 í, ’ En esle scniidt>. la propuesta dc atención a lo que se ha venido a llamar vi.ymftlidntl sc aproxim a cn b u e ­ na m edida a lo que Elíseo VtRÓN ( lyX í). en relación at lenyLiaie oral o escrilo, ha denom inado vnntraiu (te lectura aludiendo a la relación que se csiableee entre un üeienninado soporte (o. cn su caso, un tex­ to) y sus lectores, a través no .solo del eonteiuilo. sino tumiamentalnienle de las estructuras entinciatívas (relacionándolo con las nuxialüldilfs lU-t ttecir).

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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Concuptos com o el de Antropología Visual, Sociología Visual, Metodología Visual » estudios de Cultura Material tienden a enfatizar miradas y usos diversos de este tipo de materiales. En todos ellos, además de hacer hincLi[iic en línüles disciplinarios ar­ bitrarios que no se corresponden con la aclamada necesidad de miradas transdisciplinares, en general tiende a confundirse dos usos bieji diferentes de los materiales visuales que pasamos a apuntar. Por una parte, asistim os al creciente uso de las tecnoIogí^as de lo visual com o apoya­ turas c instrumentos orientados a complementar, amplificar y multiplicar la capaci­ dad de «registro» de nuestros sentidos a la hora de aprehender y transmitir determ i natíos aspectos de la realidad .social. Rste tipo de uso generalmente se oiienta a coitiplementar ios tradicionale.s instrumentos de observación y producción de material orientado al análisis (diarios de campt) o tianscripcioncs elaboradas a partir tle discursti oral), así comt) a m ejorar la capaeitiad de etimuniear lt)s resultatkis de di­ chas a p r o x i m a c i o n e s E n otras ocasitines, las tecnolt)gías visuales ptisibilitan el des­ pliegue de prácticas no intrusivas de observación^. En esta línea se ha desant)llado la mayt)r parte de los esiutlit)s conlempladt)s bajo las eti­ quetas de Antrt)pología Visual, Sociología Visual o inclust) Metodtjkigía (audit)) Visual, Por una parte, la Antropología Visual ha reivindicado la ff>tografía, el vídet) y/o los documentales etnográficos com o herramientas complementarias para hacer etnogra­ fía y presentar sus propuestas. Se ha propuestti, paralelamente, rescatar, pt)r p:u-te de k)s científicos sociales, este génerti tlel espacit) del arte, la estética o cl entreteni­ miento ( L i s o n Aut'AL, 1 9 W ) . De las ft)tt)grafías y vídeos elaborados por el investigadt)r (y/o el etiiiipo de investi­ gación) se ha idt) dando paso también al recurso a imágenes, dibujos o mapas, elabt)rados desde el foco y la mirada de las personas investigadas, auspiciadt) por la demantia ct)iicreta de investigacitm. Este es el caso de las autofotografías, la filma­ ción por parte de k)s investigados o los dibujos ct)nstruidüs «bajt) demanda», cuya fi­ nalidad es alcanzar los t)bjetivos de una investigacitín determinada. Así pues, .se incorporan las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, así como la capacitkid de cualquier sujeto de construir imágenes para buscar formas alternativas de e.\presarse tle los inft)rmantes seleccionatlt>s^. ' Un ejem plo de este tipo de uso se encuentra en el prcsenle volumen en el capítulo firmado por Nydza C

ok

REA.

’ C o m o iKieen los elnom ctotlólogos a la hora de capturar las formas espontáneas de interacción social en situaciones cotidianas a iravés del ocultam iento de tecnologías orientadas a producir imágenes. *’ .Se entrega la cám ara o cl lápiz a lt)s informantes para cjue seati ellos tiuienes generen iinágenes bajo tleiiiamla tie los investigadores. Los orígenes ile este enfoque se atribuyen generalm ente a W nuru, quien ya en I4fi4 publico un artículo sobre el uso de la tllmación hecha por los propios iuíorm anies co m o m e ­ dio de m e ¡o ra r la cominjicacióti ( L is o n A r c a i . I W 9 : 2ft). líjemplos de uso de este lipo de producción de material tenem os en R ai t is t a (ÍA RcfA -V r;RA ( 200_1). C o n íie (2 0 0 1 ), F lr n á n im z-Cii> ( I WH>. y en es* fe m ismo volum en en el capítulo ile MontííNIíGRO y Pir.ioi..

Cjpitiilu 10 * El análisis de materiales visuales en la investigación social: ei caso de la publicidad

Tiiinbicii cn cl seno dc la llaniiKla Socioloiiút Visual y cn los tc,\U)s encuadrados en las di le re ni es variantes tic la expresión Mclt)d()U)}:ía Visual, sc ineorjioraii en un Ili­ gar ccntral los nidu>dt)s dc protluccitín dc iinágencs. No obslanle, nuiclios son los iiitenltis que sc vienen Llesarrollantlo para ampliar cl eampn dc estudio dc la llamada Sociología VisLial. cn luí inlenlo tle incluir también, como ámbitt) tle trabajo, cl cstutlio y el análisis tic los tlocumcntos vistialcs y tle las imágenes que son protlucidas por la cultura. Por ejemplt), John C J k a i d y ( 1996: 12-14) idenlitica tíos tipt)s principa­ les tle Sociología Visual, A uiit) lo denominará M étodos Vi.smtie.w con lo cual hace rcfcrciicia a la investigación en la t¡uc lo visual es pi\)tlucido itd hoc por itis invcsligatU)i'cs, Al t>trt) U) tlenomina l£stadiós Visuales para referirse a las invcstigacit)ncs cn las t¡uc cl equipo tle Ínvestigacit>n anal i/a iinágencs t|uc stin prntlucitlas en y por tilias instancias tic la cultura. Además, este amor eonsitlera un tercer lipo de aprtiximacit'in t|ue haría refereneia al estudit) tle las formas de ver o tic mirar, así éti­ mo a ia ctinsidcración tlcl papel tte la percepción y tle la visión en la conslrucción tic la organización stieial y tlcl significado. Hn este .sentido, se viene desarrtillandti una línea de reflexión sociológica en cl ám ­ bito dc la meltidología cualitativa que se centra en la recopilación y el análisis de m a­ teriales dc carácter visual. Rslos son tlocumciUos/malcrialcs prtiducidos en contextos concrctt)s, con objclivtis tliverstis y tiue son «coiisimiÍdt)s» también con finalitlaües diferentes, en situaciones diversas y desde pt)sicit)iies sociales específicas. Prensa, telcvisitín, vídet). cine. Iihrt)s ilustrados, ct)mie, grafiti, música, pintura, In­ ternet o publicidad, entre otrt)s, son tlocumentt)s t|ue canalizan y prtiducen inlcrpretacit)nes «ideológicamente situadas» tle la rcalitlatl .stieial. Bs necesarit) Íncorpt)rarlos a la investigación social para apt)itar versiones y visiones circulantes, muy operati­ vas en términt)s de hegemonía^, tle establecimiento dc «agendas» y persuasión, de manera que puedan ser analizatlt)s socit)lógicamente. Hn sinttinía ct)n esta aproximación a lus materiales visuales, enctintramos una línea de trabajo, inserta en el sentí tle la corriente dc los f’sludit)s Culturales y que ha ve­ nido a tlentiminarse estudios lie C ultum Mítteriid. Hsltis se han centratlo especial­ mente en el uso, ct)mo materiales de invesligación social, de lotla suerte de artefactos, bienes y espacitis que iit)s rt)dcan en nuesira ct)tidianeidatl, de forma tjue se interna considerar étimo Iti social queda reflejatlo cn elitis y es reprotlueitlo ptir ellos, liajo esta etiqueta se adscriben investigaciones tiuc han abt)rdatlo lemáticas lan dispares como la gaslrontiinííi y la ctimida. Itis embalajes, la ropa, los libros, et mtibiliario tloméstico, ta arquitectura, los objetos de arte, el paisaje, los aparatos tecno­ lógicos, los museos, los m onumentos o tas colecciones. i:>esde este puntti dc vista, hasta el t)bjelo más banal y rutinario tiene la capacitlad tic simbt)li/.ar la idctiUigía, así ctimo las aspiraciones y ansictUitles tle socicttatles, grupos e iiitlivitluos (VVfK)D^ Hn ct -NCtURlt) dcl conccpu) j:ram.si;iinu> tic ■•licgcniDin'a» cinnit lornui dc cuntrui pcisiiiisivo nuLs tiuc c o ­ activo, L]uc iipcrii dc torm a sutil y que ticpcndc dc la pintiuccion y luanlctuinionLo dc los valtircs y crccncias cn liiv i|uc sc apoyan 1;ls cslriictitras tlcl poder.

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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2007). Así. los objetos piicden ser percibidos como marciidores tic diferen­ ciación social, de identitiíid o poder político y ciiltiiial. El estudio de las rclaciDncs entre estos objetos y las personas y los grupos sociales constituye el principal ámbi­ to de interés de esta corriente. W

a k d

,

C u e s t io n e s de m e t o d o l o g ìa v is u a l e s : los p r o b l e m a s de Y COMBINAR LENGUAJES

en el a n á l is is de m a ter ia les tratar c o n im á g e n e s

A pesar de la constatatla y renom brada central itlatl tle la imagen en las sociedades contem poráneas, todavía queda mucho por avanzar en la consideración de cómo enIVcntarnos a lo visual, cóm o analizar la relación del lenguaje de las imágenes con otro tipo de lenguajes y códigos (auditivo, lingüístico, metalingüístico) o cóm o potlemos acceder al estudio tie sus efectos eti los observadores. No es fácil encontrar en la li­ teratura sobre el tem a una propuesta sistemàtica de reflexiones sobre el estatuto espislem ológico de la imagen o sobre la metodología de su análisis. Com o señala B l h r i o (2001: 1 I). tratlicionalmcnte las principales ftirmas de aproxi­ marse a las imágenes provenían de la tradición artística o de estudios iconográílcos li­ gados a las simbologías religiosas y míticas. Hubo que esperar hasta la instauración tle la concepcitín estnicturalista tle la realidad para t]iic Itis conocimientos que proporcio­ naban las ciencias del lenguaje fueran aplicadtis al estudia del funclonamientt) y natu­ raleza de la comunicación audiovisual. Destaca especialmente las clásicas aportaciones tle B a r t m i í s quien, ya en k:)s años sesenta, propuso fiirmulas muy intuitivas tie nprtiximación a diversos tipos tle dticumentos y artefacttjs ct>n capacidad de significar, mu­ chos de ellos conft)rtnados a partir de imágenes (publicidad, revistas femeninas, cueiittis, fotografía o cine) ( v é a s e , por ejemplo: B a r t h l s , 2003; 1994 y 1989). En este contexio de ctjnsideraciones generales, se han desarrollado dos debates inter­ ré lacionados que se tornan fundamentales: ¿es la Imagen liéi texto más?, ¿qué kigiu" lienc entre t)tros lenguajes? Y, cn seguntlo lugar: ¿cuál es el estatuto epistemológico tle las imá­ genes (vinculado a la cuestitín de su relación ctm el aspecto t|ue pretende «representiu »)?

£1 lugar de la imagen entre otros tipos de lenguaje En términos generales, cn este capítulo considerarenit>s que las imágenes puctlen ser abtirdadas com o textos, o com o com ponentes de texltis, que en sus relaciones con otros textos conform an discursos, que, a su vez. en sus relacititics estructuradas cons­ tituyen sistem as de discursos*. Podemos así hablar tie ini sistema de discurstis pe­ " Hs esto Lin L'oncepto que es usaüu muy produc li vani ente por l'L'rn;iiK!o C u n iík eu un texKi sobre íiiiíilisis del Lliseurso que se encuctitRi cji prepiiriieión y que va a ser ettiiaili) por el C'IS.

Capítulo 10 ■ *- El análisis de mjteriales visuales en la investigación social: el caso de la publicidad

riodíslicos, publicitarios, televisivos o tic un sislenia tlt: tliscurstis cineiiiatt>grdficos, por ejemplo. Kn este sentido, un texto viene u ser una señal materia! t|ue se transI'onna en signo (o conjunto üc signos) cn cl contexto de un acto tic ctimunicacitín y en funcit)n de untis sujettis concrettis. Es decir, para que el texlt) atlquiera sentido y pueda ser interpreta­ do es necesario t|uc cl receptor lo ponga cn relación con la situación comunicativa y con su sistema de presuposiciones ( Mai.[Jonado, 2003: 127-128). Un texto, com o unidad de análisis, puede estar compuesto de un st)!o tipo de lenguaje (oral, escrito, icón ico, aiitlitivci, musical...), Pert), comti sucede en muchas ocasiones, puede estar formado por varios de estos lenguajes simultáneamente. Eslos se articu­ lan materialmente cn forma de textos concrettis (inia película, un spot publicitari. ■, un cartel). Atlemás, dentro de un mismo textt> pt)denu>s cnctintrar conviviendt) géne­ ros diferentes (cómic, dibujo animado, fotografía, pintura figurativa, poesía, novela, documental o material petlagógicti) y cada textt) puede hacer referencia (implícita t) explícitamente) a otros textos (prensa que alude a páginas web. spots publicitarios que remiten a mitos, a cuentos, o a esccnas cinematográficas). Por eso cabría hablar con mayor precisión de ¡nterte.xtos'^ más t|ue tle textos. No obstante, tiay t}uc considerar t}ue las imágenes son cn sí mismas textos, ti c o m ­ ponentes de texttis a los que atribuimos características que los hacen distanciarse de t)tros textos exclusivamente lingüísticos. Su diferencia fundametital queda sintetiza­ da en dichos ptipuliu'cs ct)iiio «vale más una imagen t)uc mil palabras» u «tijos que no ven, ctiraztín que nt) siente», «ver para creer», o, en un sentido muy distinto, «mostratla la imagen, perdida la magia». La imagen nti tlifiere del texto escritti solo en su ininediafez sensorial. Hay im efec­ to que no puede reproducir ini texto escrito y t|ue conecta con Ut emocional (MirZOEFF, 2003: 37). No hay nada má.s que pensar, por ejemplo, en e l impactti de las imágenes tle los iiviones tlerribandti las ttirres gemelas en el atentado del I 1-S. Su especificitlad se relacitina, asimismo, con su capacidad de persiuulir («lo he vislti con nñs propios tijtis») y de generar efectos de vertisimililud. Además, la imagen llama la atención, focaliza la mirada y, todo ello, ct>n unas exigencias de esfncrzt> y re liexión mínimas ptir parte del reeeptcir. La imagen tiene una mayor capacidad de se­ ducción t|ue otros tipt:>s de lenguaje (nt) hay nada más que ver la fascinación que las imágenes prtiducen en Itis niñtis, mucho anles, incluso, de que estos puedan llegar a com prender o dar sentido a esas imágenes). El concepto imertextiuüiíUut l'uo iiilmJuciüi.) por Julia K h j s j í í v a lmi Ids años sesenta a partir de las ren c x io tic s lie B/vm.N «obre hi novela y la teoría iiieraria. R ecocien d o hi propuesta de Kristeva, Jensen (1997) señala que ninj>ún tex(t> se puede considerar tle lorma aislada dado que cada texto aúna un c o n ­ junto de 1‘f o s que provienen de otros textos. Para Jensen «íli iuiertextiiulidad e s un proceso por el que los diíerenies signos ile un discurso com unican sigtiitícados esp ecíU cos li las auiliuncias poitjiie hacen relereneia a otros discursos, lem as, géneros o medio.s que nos son latniltares y pueden estar pi-esenies o inipííeitos en el contexto de la recepción» (.ItNSKN, 1997: 1*)2).

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Asiinisnio. cl lenguaje tic las imágenes, siendo básicajiienlc simbólico, mctal‘t')rico, c(in, níitativo y poli sé mico, implica un elevado nivel de ambivalencia, acumulación y super­ posición de significados e interpretaciones posibles Este hecho conviene su lectura interpretación y decodillcución en un acto ejue cs todavía más abierto que en el caso ».ici lenguaje oral o escrito. Pero, al jiiismo tiempo, tle manera relativamente p;iratlójica. las imágenes, al poner forma y materialidad concreta a las ideas y/o al Icngiiaje oral o es­ crito, limitan el abanico de posibilidades y sugerencias propuestas. Los personajes tie­ nen forma, vestimenta, rostro y ambiente concretos y no hay lugar para fa sugerencia, la duda o la disyimción. Así pues, simultáneamente la imagen puede abrir y sugerir más t|iie INI texto lingüístico pero, ai mismo tiempo, limita y concreta la polisemia del len­ guaje oral o escritt), proponiendo referentes concretos localizados. De esta tnanera. h) imagen simultáneamente abre y cierra la potencialidad intciprctativa tlel sujeto. Es, pues, necesario contem plar lo visual en su estrecha relación con otro tipo de len­ guajes: el auditivo, el lingüístico o el metalingüístico. Sus contbinaciones pueden ser múltiples y, aunque generalm ente actúan reforzándose, esto no es así necesariamen­ te. En ocasiones, un tipo de lenguaje se usa para contradecir otro; a veces, para limi­ tar sus múltiples significaciones o para amplificarlo; cn otros momentos para generar tlesconcierto o in trig a " . (Jtro tipo de relaciones de lo visual eon lo auditivo no verbal (conu). por ejemplo, el lenguaje musical), está prácticamente ausente en la literatura especializada sobre el tema. Llamamos la atención sobre el hecho de que el audio es el gran olvidado de la investigación social.

El estatuto epistemológico de las imágenes Otro tic los debates f'Lmdamentales en el análisis de las imágenes hace referencia a la polénúca sobre la consideración de la imagen com o reflejo de la realidad o como in­ terpretación de esta. Podemo.s encontrar básicamente tres modos constitutivos de representar la realidad en la moderna cultura visual occidental: la pintura (así com o el dibujo, cótnic o graf^cir piíiier un ejem plo, lu botella ife la m arca Ue whisky I3allantiii0s, siiiiboli/ado cti iiuK'has de sus pu­ blicidades a través de una serpiente Jo colores cálidos que adtipta su tbriim, acum ula signillcados super­ puestos com o sfiiibohi J e tentación, tle pecado, tle sahitluría. de m edicina o tie talo. ' ‘ Calle aquí rescatar los lecuntlos ctm cepios de anclaje y relevo propucsttis pnr U artíies (1^68: 44-4,‘i). Este autor tlil'erencia tíos liptis tle fiineioiies fundamentales. Una es el anclaje en la t]iie B a r t h e s d e n o m i n ó efei tv rcalidcid, e s t o cs. t | u e m u c h a s i m á g e n e s u t i l i z a n d e t e r m i t i a d o s m o t i o s tle r e p r e s e n t a c i ó n q u e ntis c o n ­ v e n c e n d e t | u e s o n lo s u l l c i e n t c m e n t e v e r t ) s í m i l e s p a r a a c a b a r c o n n u e s t r a t i c s c o n t l a n z a ( M i r z o e f f , 2 0 0 3 : 6 0 ) . N o s o l a m e n t e n o s c o n v e n c e n d e su v e r t) s im it it i u i s h k ) q u e , a d e m á s , n o s e o n m u c v c n . E s t e cl'eett) c s e s p e c i a l m e n t e i m p o r U m t c e n cl c a s o d e las i m á g e n e s ft>togr ái lea s. En e s t e senlidc», B a r t h i : s ( 19 8 9 ) , c n su ú l t i m o librt) (La cántara lúcida), h a c e r e f e r e n c i a a c ó m t ) e n las i m á g e n e s f o t o g r á f i c a s cl r e f e ­ r e n t e se i n c o r p o r a a la r e p r e s e n t a c i ó n tTiús q u e en o t r o s ti p o s d e i m a g i n e r í a . P a r a e s ­ te a u t o r , e s t o q u i e r e d e c i r q u e , a u n q u e u n a f o t o g r a f í a p u e d a s e r r e t o c a d a , e n m a r c a d a , d e s c o n t e x t u a l i z a d a o m a n i p u k a l a , s i e m p r e q u e d a a l g o d e lo t | u e e s t u v o d e l a n t e d e e l l a ci ian tk ) se d i s p a r ó . P a r a B a r t h e s , la e s e n c i a d e la f o t o g r a f í a e s p r e ­ c i s a m e n t e e s t a o b s t i n a c i ó n d e l r e f e r e n t e p o r e s t a r s i e m p r e ahí. A s í , n o s o l o m u e s ­ tra k) q u e h a s i d o , s i n o q u e d e m u e s t r a q u e h a sidt). Pt> dem os , i n c l u s o , v e r e n e l l a d e t a l l e s c o n c r e t t ) s q u e n o s h u b i e r a n p o d i d o p a s a r d e s a p e r c i b i d o s e n s i t u a c i ó n tle o b s e r v a c i ó n tli r e c t a . P a s a n a c o n m o v e r , a a b r i r la d i m e n s i ó n d el r e c u e r d o , tie la em o ció n ; son capaces de p ro v o car nostalgia y co m b in ar placer y d o lo r «vSe e x ­ t r a e d e la m e m t i r i a la p r e s e n c i a a Un d e s o m e t e r s e al p l a c e r tle la n o s t a l g i a » {S ai ^a S a n a h u j a . 198 9: 2 4 ) . T a m b i é n e n e s t a o b r a , B a r t h e s a p u n t a ( a u n q u e nt) d e s a r r o l l a ) c o m o la f o tt )g ra f ía (y, p o r e n d e , la p e l í c u l a , el d o c u m e n t a l ) , no s o l o c a p t u r a f u g a z m e n t e im r e f e r e n t e , sint) q u e c a p t u r a u n r e f e r e n t e t| u e se v e af e e ta d t) p o r el p r o p i o h e c h o tie s e r fti lti g ra fia do ' \ Así, scgúti B a k t u e S ( IM89: S7), la rototiralïa ser cstiidiailii du tUis t\)riiias. Desdo un nivol do lectura L|iie oorrosponde a lo quo dotiomiiió ol sriHlimn so intorprotaii ki.s signos do las tutograi'íiis a p ar­ tir de una lectura hecha culturalinento. Dosdo oste nivel, uno se hUoicsa por las l'otogratïas que pueden ser recihitlas c o m o test imon ios, y os eiikiiraiinoíuo t'otno so parlloipa de la recepciun tle los rostros, tie los gestos, de las acciones o de los decorados. SeiTida, no obstante, t|iie en el caso do algunas t'otogra­ fias hay un segundo tipo do lectura que llamó el p iín c iu m . l|uo nt) es in tone ion al ni general izab lo, y so relacioria enn el pum o sensitivo do una iimiiieii que nos cotunueve y tíos saca de nuestros hábitos de per­ cepción u.suales. Hay aspectos en algunas lotogralias que sorprenden a los t]no tas obsorvan por su re­ alidad y por su capacitlat] tic cotunover. til M i i J i i i i i i iiK)vili/a ol gustt), cl intorós; ol ol amor, el tieset}.

As í. p o r e j e t n p l o , setiala en re la ció n c o n las fotos-retrato: « L a r o t o-rclrato cs una o n i p a l i / a d a do f u e r ­ / a s . C u a t r o i n i a g i n a r i o s so c r i i / a n , so a r r o m a n , so d e f o r m a n . A n t e el o bj et i v o !^oy a la vez: a quel q u e c r e o ser. aL|uel q u e q u i s i e r a q u e c r e a n , a q uel L|Ue cl l'oKígrafo croc l|Uo soy y atjitel tle t|inen se sirve para e \ liibir su arto« ( lÍ AKi ttt:s, 1-42).

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación sociai

Algunos semiólogos ciitican la consideración dc B a r 'ih e is J e que hayii algo en la In tografía que se escape a la significación. Argumentan que las fotogralias son siem­ pre com prendidas a través de los significados que son articulados por ellas y que ninguna t'otograli'a puede escapar a este proceso. De cualquier forma, cabria señalar que lo especialmente relevante es el hecho de que nnichas imágenes son conteníplatlas y consumidas com o si fueran un retlejo de la re­ alidad, auiK|Lie no quiere dccir c|uc realmente lo sean. Así pues, al analizar las imágenes debemos ser plenamente conscientes de que son representaciones más o m enos deform es de realidades (.1iversas (algunas bajo el for­ mato de la ficción, otras que se pretenden figurativas), realizadas desde posiciones e intencionalidades diferentes. Tales representaciones implican interpretaciones (y. en este sentido están ideológicamente orientadas) que, a veces, pretenden relatar una versión de una realidad propia, a veces una simple figuración, relato o ficción, con intenciones comunicativas y/o expresivas y que son, además, dectidificadas también desde diferentes posiciones, en diversos contextos y a través de diversos canales. Tendremos que consitlerar, así mismo, lo que se ve, pero también lo que no se ve o, incluso, se impide ver. Todo ello q u e d a puesto de relieve de m anera nítida en cl caso dc la ficción (o dc la « p araficció n», co m o p odríam o s d en o m in ar discursos de carácter interm edio com o es el publicitario). En a lg u n a s tipos de im ágenes, com o por e jem plo cn la publicidati, ia veracidad no se ju z g a por el c u m p lim ien to real de sus prom esas, sino por cl engarce entre las fantasías que propone y los deseos y fantasías del e sp ec tad o r co m o potencial com prador. Su verdadero cam po de aplicación no es la realidad sino los sueños ( B e r g e r , 2 0 0 2 : 1 6 1 ) . Y eslo sucede de la m ism a for­ ma en cl caso de buena parte del cine o de las revistas orientadas a la ensoñación (prensa del co razón , revistas de decoración, etc.). En estos casos la regla básica es que e n u n ciad o r y e n u n ciatario acuerden un p a cto fic c io n a l (E co, 1996a) por el que el em m ciatario pone en su spenso su incredulidad y acepta el m und o im a­ ginario que se le presenta. El receptor, aun siendo co nscien te de que aquello que se le m uestra es una historia im aginaria, no por ello piensa que se le m uestra una m entira. Se aceptan los hecho s de ficción com o verdades m e ta fó rica s (por e je m ­ plo, un espejo que habla). La verdad en cada m undo posible no puede ser c u e s­ tionada, no puede ser invalidada (B lancanicves no pudo ser env en enada por el príncipe). Solo será posible narrar otro m undo de ficción distinto donde eso o c u ­ rra ( P e r i c o t , 2 0 0 2 : 63-67). Estos mimdos posibles, que se constituyen como metáforas, tienen comunicativa, en m uchas ocasiones más, incluso, que ios que se {véase la prensa), pues se suspende la actitud de incredulidad para espectador en ese mundo, con esos valores, normas, presencias, quías, subordinaciones, desprecios y aprecios.

una gran etlcacia arrogan realidad [lasar a incluir al ausencias, jera r­

Cjpítulo 10 ♦ El análisis de materiales visuales en la investigación social: el caso de la publicidad

El

a n á l is is de los m a te r ia le s visuales

Una eueslión clave en el estutlio tle las imágenes se relaciona con el tema de su in­ terpretación y análisis. Se buscará indagar en lomo a su sentido cultural c ideológi­ co, teniendo en cuenta que la capacidad de significar tle las imágenes depende del desarrollo de códigos üe interpretación que son socialmente construidos. El trabajo de ititerprelación tle las imágenes ctingrega dilerenles jnirudas, a veces coincidentes, a veces en competencia o en c o n tiicto, u veces com plem entándose. No hay, pues, una única interpreUición posible, sino un conjunto de interpretaciones d o n­ de convergen diversas perspectivas: la üel que encargó la imagen, la de quienes la pensaron (creativos), la de tiuienes la produjeron, la tle quienes la miran desde d i­ versas ópticas (desde ü i versas posiciones sociales, diferentes intereses, diferentes fonnaciones). En este sentidt'», es importante considerar que, si bien la imagen en sí misma es sus­ ceptible de un pormenorÍ7.atio análisis, considerando ópticas y perspectivas ti i fe re li­ tes, tales imágenes hay que contexiualizíirlas en cl seno dc prácticas sociales concretas, donde su significadt) puede, también, ser negociadt) por quienes lixs están contem plando y/o consumiendo. Es, pues, necesario considerar con deteniinientt) las imágenes, pero lambién abordar el medio en el que se instalan, el contexto sociohlstórieo en el que se ubican, las formas de mirada que fomentan, el contexto social del visionudo, las maneras de interpretar de los espectadores, los objetivos del visionado, la intencionalidad de tiuien patrt)cina, produce o crea las imágenes, así com o la m anera de mirar del mismo investigadtir (incorpt^randt), de esta manera, la rcilexividad en el análisis). R osr (2001: 16-32) presenta una interesante exposición sobre las diferentes formas de analizar desde perspectivas diversas y hace una sugerente propuesta acerca de la necesidad tle tener en cuenta tres lugares o niveles que centren cl foco analítico; — Et lugar üe la prnthicción de la imagen. Toda representación visual es una crea­ ción y la consitleración tle las circunstancias üe su prtiducción la intencitinalidad (ei «para qué»), el proceso de su encargo y creación de su difusión y del contexlt) en el cual se produjo, contribuirá a comprender cl efecto que tiene. A de­ más, toda imagen se produce en un contexto social concreto que implica una se­ rie de relaciones económicas, sociales y [X)líticas, instituciones y prácticas que Será necesario considonir, por ejomplo, cl ptKlcr de lus em presas y entes gcner;idores, acu nuil adores, selcccitinadores y disiribiiiilores de intiterial audiovisnul: sus objelivos, sus inlereses, el jueg o eotnpiejo de sus i n lene ¡onuli dudes a lu hoia de generíu" nuiterial audiovisual, así com o el con Hielo enlre las diver­ sas instancias t|ue dependen de ellas. (Quienes eneargan iinágencs y aquellos que las ercan. niuchas veces, presentan intereses no conver­ gentes e incluso, en ocasiones, antagónicos y sus relaciones alcanzan iniporlanles niveles de com p leji­ dad: subordinación, depemleneia, c o n n icto . etc.

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

rodean la imagen (coiucxto por el cual son vistas, ¡ntcrprcladas y usadas). Rl madt> de producción de una determinada societlad se rcrieja en .sus creacit)nes cul­ turales y, por to tanU), en Ia.s tiue tienen csle cíU'ácter visual, — El lugar (le ia imagen cn s í m ism a. Es el producto de la comunicación y. por lo lan­ ío, contiene un substrato fundamental t|ue, preci.sanienle en su inalcrialidad, nos proporciona claves básicas (si bien no únicas) para abordar su sigiútlciido. La ima­ gen es el prtiducto de un conjunto relevante de decisiones. Será necesario, pues, considerar con mucha alenciíin la organización espacial de las miradas que fumenla, los elementos, signos y símbolos que utiliza, el lugar donde se silúa el foco, el lipo de planos, el ritmo de las secuencias, las Mamadas de atención a partir de ob­ jetos, formas y colores, los recursos utilizados, los personajes, relaciones y conie.xtos que se exhiben, cómo se muestran, los que no se explicitan, el lipo de relaciones t]ue naturalizan, en deílnitiva, las cosmovisitines implicadas y U)s recursos (icónicos, lingüíslicos, sonoros...) que lo hacen posible. También habrá t|ue considerar el género en el que se ubican, que las condiciona y que genera expcclalivas tli le rentes (jiiclodrama, ciencia ficción, publicidad, documental, material pedagógico). — El contexto de i a recepción, esto es, el ámbito, momento, lugar, itleniidad, ptisición, expectativas e intereses desde los que es percibida por diferentes tipos de audiencias, así com o los contextos sociohistóricos concretos de la recepción (in­ cluyendo los del propio analista, con su intencionalidad, posición y objetivos). Los efectos de las imágenes siempre están vinculados ct>n cl contexto social del visionado y las visualidades que los espectadores traen consigo. Además, si­ guiendo tas propuestas de Bíjuri^hku (1998), los diferentes usos de las imágenes, los aprecios o desprecios por cierto tipo de imágenes (lo mismo tiue por cierto ti­ po de música, comida o decoración) desempeñan una tleterminada fiuición de di­ ferenciación social y tic construcción de estilos tle vida. Las imágenes t[ue mostramos o que nos gusta contemplar dicen también algo sobic (,)uiénes st>mos y sobre cómt) querem os que se nos vea. Por otra parte, cs necesario ctinsidcrar t|ue las rclacit)ncs y los procesos económicos, culturales y sociales más amplios ct)ndicionan la interpretación y la dccodificación del significado de las imágenes. Partiendo de los tres niveles expuestos por Rose — y en su conjunto por ias corrien­ tes pragmáticas del análisis del discurso— , se prt>pone clasificar las diversas líneas de análisis de las imágenes en función del acento tiue dcptisitan cn una serie tie elemcnit)s básicos que pueden considerarse a la lu>ra de abordar «lo visual» y de inte­ grarlo en contextos más amplios. Estos elcmeiuos, enfatizados por las diI‘c rentes corrientes analíticas, st)ii —^ Las técnicas (pictóricas, fotográficas, cinematográficas, de animación,,,): Mucht)s autores argumentan tjue las tecnokigías usadas al crear y visualizar una im a­ gen condicionan fuertemente su lorma, significado y efecto. Será necesario ver lín t'Ma exposición seyuinius purcialinciilt; t:i piopuusl;i ilc líosb (21)UI ).

Capítulo 10

El análisis de materiales visuales en la investigación social: el caso de la publicidad

t|Lié posibilita la tecnología, que facilita y qué iliUciilta, vinculándolo con ía ca­ pacidad dc captar la realidad íel instante, el movimiento o el sentimiento), trans­ formarla, manipularla o generar efectos. — Los elementos: Hacen referencia a los personajes, artefactos, lugares o relaciones que se muestran en la imagen. Se consideraría así el nivel de los aspecto.s d e n o ­ tativos desde el pinito de vista de la parcelación y fragmentación de los elem en­ tos que com ponen la imagen. —' Las composiciones-. Se atiende a la forma de mostrar las imágenes: colores, en­ foques, iuní i nos iti ades, formas de combinación, de saturación, de llamada de atención, planos, foco, punto de vista, ritmo, etc. Asimismo se presta atención a las com binaciones de diferentes tipos de lenguaje que se ponen en juegti en una determinada imagen y a la forma ct)ncreta que adopta la combinación y co m po ­ sición de dichos lenguajes ’— Los temas: Son ct)nstrucclones analíticas que hacen referencia al eontenitio explícitti y manifiestti de las imágenes que, generalmente, se muestran agrupandti en categtirías temáticas conjuntos de elementos, así como las relaciones explíci­ tas entre estos. A su vez, los temas pueden agniparse siguientlo sistemas tle cotiificaciones más o menos complejos — Los signos: Estos se entienden conu:* combinaciones tle signiílcantes y significa­ dos atendiendo, asimismo, a su diversa tipología: signos icónicos (figurativos, imitativos), plástict^s (colores, formas, texturas, eomposicit>nes), lingüísticos, símbolos, indicios... Es fundamental tener siempre presente que un signo adquie­ re sen ti ti ti por su relacit)ii con otrt)s signos y que, por lo tanto, habremtis de ct>nsiderarlos en sus relacit>nes, es decir, insertos en un sistema. La relación enlre los diferentes tipos de signos, su interacción recípioca, así ctjmo ctm cl contexto dc ta comunicacitín, es le» que produce un sentido que aprendemos a d escifraren una im a g e n “'^ ( M u c c h i e l u , 2 0 0 I : 2 8 0 ) . Son iiiiineroKos los tuóiico.s que huti invcsiigudo y han intentado realizar una aproxim ación a las for­ mas em pleadas en c l I c n g L i a j e visnal. DesiacLin. pnr ejemplo, los textos de S a i n t - M a r [ [n ( 1 9 S 7 ) . Este viene a constituir el toco de atención fundamental del llamado Análisis de C ontenido de las im á­ genes. Esta constituye la fecunda propuesta tle S a ü s s l -r e . Siguiendo la propuesta de M u c SE , 2 0 0 f). Desde es­ ta perspectiva, el análisis se centra fundamentalmente en los efectos emt)cit)nales de las imágenes visuales y su impacto en la gencracit')n de diferentes tiptis de sub­ jetividad (indepcntlientemcnte de su significado ctJncrcto). Este ctinccpto de vi­ sualidad ha sidti también importado desde el ámbiti> de las Teorías de la enunciación en referencia a las relaciones que se establecen entre el plano det enunciado (o del contenido) y tas estructuras enunciativas (formas de tiecir) t]ue establecen diferentes ft)rmas de relación entre el texto y el receptor del mismo. — Los sign(}s de poder/saber, domimicióti, disciplinas v regímenes de verdad'. Son ctinceptos derivados de la propuesta de Foucault. tiue han sido adoptados también pt)r la corriente del llamado Análisis Crítico dcl Discurso. Se consideran los con­ *' t^ira Bartke.s, la ai;tivklatl dcl sciiiiótogo :il enfrentarse c(in la íinagcn conipi)rta dos operaciones típi­ cas: recorte y ensam blaje (BAKrMc.s. I‘J83, en A l o n s o y FkrnA ndhz, 2t)()ft: 16). Se buscará localizar y se­ ñalar las unidades signillcafivas fundam entales, que son las que articulan el sijinitícado del icxto, a pan ir de inia niacrosegm entación del m ism o. Rl objetivo será localizar unidades narrativas mínim as y/o n ú ­ cleos de sentido prestam,k) atcneión a tunciones, aecioncs, reglas de acción, personajes, relaciones y Je* lartjufas eiure elk>s, lugares tlestle tk>nde se liahla o evolución de estos lugares.

Capítulo 10 ♦ El análisis de materiales visuales en la investigación social: el caso de la publicidad

tcxtíis político y c c i ) i U ) n i i c o tlcl l i s o ele las iiiuigcncs y cl acccso tlcsigual a U>s re­ cursos t|uc sc [iu>vili/iui. Así. las itnágcncs vienen li ser lugares tie tltiniiiüt) l'undaniental J e la ideología tionJe se escenifican las luchas J e ptider. El objetivo tundanicntal tlcl análisis será evitienciar cómo l'uneitnia el ptider y ctinit) las im á­ genes mismas reprotiucen y generan Ibrmas tle tlesígualtlaJ y exclusión st)cial. Se tratará tle et)nsitlcrar las ptvsicioiics sociales tle tliferencia y auUiridaJ tiue son :u‘tieulaüas a iravés tle imágenes y textos. — El sistenia tic ftisciirs(}\ vímiíi Ics y .y//,v ct>nfi'.\ft>s. Lista propuesta se articula a través Jcl dcnt)nünatío Análisis Socio-herm enéutico y Pragmático (A lo n so . 1998) t[ue implica la tnsercit'm de las imágenes en tliscursos tiue, a su ve/., son st)lo ct)mprensihlcs cu su entronque cn tlctcrmitiiulos edueen interacciones tic it)tlos cslt>s clemenitis, ’ ■* l ’ a r a c l

Ic c lo r ijiio q iiic n i p r o liim li/ a r c u

la s ( . l i l c r c i n c s p e r s p e c t iv a s i c t n i c a s i l c í a i i a l Í M s t i c

i c m i l i m o s a i c x c c l c n l c t c M n i l c K o s h ( 2 ( H ) | ). a-.i c o m o a l i l c [ : v . \ n s y 11,\ l i ■'

t-,n c l s c i i t i i l o p t o p i i c s K i )ii> i A l o n s o ( I 9 ‘ W ) .

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Estrategias y prácticas cualitativas de investí;;ación social

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ASPECTO E S P E C IA L M E N T E ENFOCADO

C O N T E X T O DE LA P R O D U C C IÓ N

LA (S) IM A G E N (E S ) M IS M A (S )

C O N T E X T O DE LA R E C E P C IÓ N

Las técnicas

Los e le m e n to s

INTERPRETACIÓN COMPOSICIONAL (Historia del Arte. Estética...)

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Los m itos y las ideolog ía s Las «visualidades» F orm as de p o d e r/d o m in a ció n

El s is te m a de d iscu rso s

p s ic o a n á l is is t e o r ía d e la e n u n c ia c ió n

ANÁLISIS FOUCAULTIANO ANÁLISIS CRÍTICO DEL DISCURSO

ANÁLISIS PRAGMÁTICO/SOCIOHERMENÉUTiCO □EL SISTEMA DE DISCURSOS

Bl objetivo se onenla a rccrciir o reconstruir no solo un único discurso sino el conjunto de discursos sobre el tema que se contemple y sus diversas manifestaciones, discursos que se implican, relacionan y oponen en un juego de múlliples y complejas interaccio­ nes que permanecen en constante dinamismo. Así, no solo atenderemos a kis efectos disciplinantes y de dominación que se despliegan en k)s tiivcrsos materiales que estemos usando, sino que también aborilaremos el análisis de sus resistencias, sus contradiccio­ nes, sus conllictos, en un sistema de relaciones complejas en las cjue unas propue.stas tie­ nen posiciones hegemónicas. Significa considerar las imágenes en un campo de fuerzas, de grupos sociales en conllicto que luchan por defender sus intereses e imponer su ma­ nera de percibir y valorar el muntlo, así como sus posibilitlatles tic lransfonnacit)n. Por tanto, no hay reglas tjue garanticen una interpretación adecuada de los ct)ntcnitios de una imagen. El sígnificatk) de las imágenes depende, en buena medida, de lo que se espera de ellas por cl hecht) tic utilizarlas en un tletermuiado contexto social (Pi ircs que rigen cl inundo posible cn cl que

Capitulo 10 ♦ El análisis de materiales visuales en la investigación social: el caso de la publicidad

se desarrolla. De ahí que un aclo comunicativi) visual no puetla ser considerado c o ­ mo una entidad estática, ni pLicda .ser valorado en l'imeión de sii veracitiad t) Talsedad. Se valorará a la luz tie su eíieacia t) inefieaeia comunicativa, así eomo en rimcit)n tie Uis cam bios contexiuaíes que es capaz de prt^vocar'"^. Por todo ello, se hace necesario com plem entar ei análisis de las imágenes c o n análi­ sis histt)rieo-geneak)gict) eoncrett) del contexli>, instituciones y tecnologías que It) pt)sibilitan, así etimo con investigacit)n de las autlieneias, t)bteniendo material tiisciirsivo t|ue nt)s prtipt^rcione claves para abt>rdar el prt>cest) de interpretación y tleet)tiificacitSn poi- parte de sus tiiferentes p ú b l i c t ) S .

L a selección de m a te ria le s visuales La seleccitín del conjunto tle textos tiue constituirán el material sobre ci que asentar el análisis está, generalmente, basada en los t)bjetivt>s perseguitltis: analizar un m e­ tí io (cine, televisión, piensa). t> una categoría social (inmigración, inlancia, anar­ quism o o di sea pac itiad, por ejempit)), o un gtíncrt) (tclent>velas, películas de Walt Disney o docimientos didácticos. pt)r ejemplt>) o las ctimbinacloiies: tiiedios. calegtírías y/o géneros. Estis t>bjetivt)s nos orientarán en lornt'> a los criterit)s de seleccitín. Además, en ciida caso, hay t¡ue tener en euenta si los objetivos han de alcanz:irse úni­ camente a través tlel análisis tle dt)cumentt)s visuales t> si esta aprt>ximacitín irá aeompañutia tie titras práctit:as t) técnicas tic investigación social. Pt)r otra parte, no hay que ol vi tlar t|ue, desde las diferentes perspectivas analíticas que previamente hemt)s ¡do comentandt>, tiende n consideriyse los criterit)s de seleeeit)n del material de ftirma tli ferente. Así, por ejemplo, etimo nt>s señala Rosf-: (2001: 73). es fre­ cuente encontrar estutiios que, asentados en el Análisis de Contenido de Kts inetlit)s, t> de la publicidad, haeen una seleccit)ii tle texttjs teniendt) en cuenta itis criterios de la representativitiad estadística, tjue conduce a que generalmente trabaje ct)ii gran cantidad de textos. Desde las aprt)ximaeit)nes de carácter semioltigieo, así eomo destle el pLinto de vista psictxinalítico. ti las del análisis crítict> tlel tliscurso, generalmente, nt) se su­ gieren procetlimientíis estandarizados tle seleceitín, ni muchas veees se señahin los m o­ tivos por los que se eligiertm untis cuantos de todos ellt>s para ilustrar It> que finalmente se inctirpora en el inft>rme. Generalmente, se eligen las imágenes st)bie la base del in­ terés conceptual para sus cstutlit)s, y en ningún cast) se muestra una búsqueda de representativitlatl estadística. Las imágenes stm interpretadas en relaeit>n con su proximitlad a la teoría (en la línea tlel muestret) tctírico propuesto pt)r G l a .s e r , 1992: lOl ). Es frecuente llevar a cabo un estutlit) de untis pocos east>s (incluso en ocasiones de LUI único eastí) eon ei afán de ilustrar unos ct)nceptt)s teórictis t) a «la caza» y cap­ tura tle lt)s signos del ptíder, de la donúnacít>n o tic las Ibrmas tlcl diselplinamiento. ’ * A sí puL’s. las iiiKÍ^oncs no snlo sigm ilcan cosas sino i|iic tiinihiiín hiicon cosas (on línea con las reliexioncs tle A lis iin , 1M82, cn su clásic adquiere significado por su relación con otros signos y textos. Así, en cada caso, habrá que consitlerar qué otros textt>s y qué tipo dc relacióti con otras imágenes es relevante para el análisis de aquellas que se eslán considcrandt) (relaciones de alusión, dc ct>ntraposición, tle proximitiad física, etc.).

U n es tu d io c o n c r e to : e l caso de l a p u b lic id a d e s tá tic a Presentación del material a utilizar En cl contexto de profusión masiva de imágenes t|ue caracteriza la llamaila culntni visitai, uno de los materiales que, en mayor medida, contribuyen a esta multiplica­ ción y saturación de imágenes es la publicidad. Vayamos dtinde vayamos, hagamos io que hagamos, estam os rodeados por las imágenes publicitarias, de forma que he­ mos llegadt). prácticam ente, a naturalizarlas y a integrarlas en el paisaje rural y ur­ bano, fuera y dentro dc los hogares, cn lt>s espacios públicos y privatitjs. Además de ser el tipo de imágenes más omnipresente, es interesante tener en cucnta que la publicidad es un génerf) que sc encuentra a metüo cam ino entre la ficción y la inftirmación. Establece un m undo posible particular con sus normas, mensajes, trans­ gres it>nes y estructuras narrativas. Dentrti de ese mundo t|uc se reconoce conu> pu­ blicidad (y, por lo tanto, abiertamente interesada en vender) se desarrolla it)da una suerte tic m ensajes construidos en el entramado normativo de lo t]ue constituye y lo que se puede haccr en publicidad, i^esde todas las instancias se loma conciencia dc lo engañoso de sus mensajes, pcrti al ser esta circunstancia explícitamente tlcclarada sc relajan los controles crílictis, invitando a una inmersión en c.sc m undo posible dt>ntlc nos stirprendemos, disgustamos, reímos o intrigamos cn actitud contemplativa a n ­ te la prtipuesta gratificante. Otro motivo [lor cl que consideram os csjíccialmenlc relevante cstutliar cl ámbito de la publicidad es port)Uc, ctniui elcmcntt> central en ci fiuicionamiento tle las socicda-

Capítulo 10 ♦ El análisis de materiales visuales en la investigación social: el caso de la publicidad

des en cl neocapitalisnio de consiinu), conlleva enormes inversiones económ icas e|ue han provocado que cl lenguaje publicitario sea un dc la recepción en el seno del acto comunicativo que estamos considerando. “ La frccuencia J e la recogida ha sido de una vez por .semana (concretamente los dom ingos, por in­ cluirse dieho día el .semanario, nuc constituye un soporte especialmente ohetitailo hacia la publicidad). lUiena parte de lo que cn oste capítulo se presenta ohetlece al enriqticecdor eonjiuito dc apreniiizaies y rellexit)ncs dei que he podido d isfm tar a partir de mi pai tic ipación en este eiirso, primero com o dis­ cente y posterion ncn tc co m o m iem bro del equipo docente.

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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Kii línea con la propiicslii tiiic se viene haciendo, para com prender la piib lid ciad co­ mo acto comunicativo hahrcnios de aproximarnos a ios compiejos juegos tic inter­ pretaciones diversas (a veces coi nei den tes, a veces divergentes o contrapuestas) derivados de su uso. En este sentido, es necesario abo rilar los tres ni ve Íes propuestos previamente: el nívei de la pn)ducción de ias imágenes publicitarias consideradas, cl nivel de las imágenes mismas y, por último, el nivel de las audiencias. Estos tres ni­ veles de análisis no implican ima sucesión de tiempos en su abordaje sino que se van considerando sim ultáneamente al ir trabajando con ei material de análisis.

El contexto de la producción: funciones de la publicidad Siguientio el incisivo texto de Alfonso O r í í ( 1994) en ei que aporta claves funda­ mentales para com prender el tlesarrollo del neocapllalismt) de consumo, podemos señalar tiue el prtiblema i'untlamental de las grandes empresas oligopóMcas nt> es ei de producir, sino el de conseguir vender la sobreabundancia de excedentes que se producen. Este es precisamente e! origen y la causa de la pnbiicidatl: contribuir a conft)rmar la propia dem anda, lo cual significa contribuir a transformar los desetis en necesidades (O r tí, 1994: 40). Es dccir, cl tibjctivo fundamental será ligar desetis a tibjett>s tle consumt> a través de ftirmas comunicativas (publicitarias) tiue contribu­ yan a m arcar simbt)licamente las mercancías con un st>brevaior orientado a satisfa­ cer fantasm áticam entü carencias insuperables (tlescos) tjue se renuevan incesantemente y, por supne,sto, nunca se satisfacen (!hú/etn: 40>. La publicidad — etimo en la infancia los cuentos de hatlas — sugiere posibles soluciones a contradicciones, terntires o angustias t|ue inquietan al ser humano. La particularidad de las stiluciones que se proptinen cs que se orientan unitíimensionalmentc hacia cl consum o en cl mercado. La publicidad contribuye a organizar el sistema de marcas tiemandables, a llamar hi at ene itín sobre determi natías mercancías (en un muntlo saturado de imágenes), a ejer­ cer un imptirtante control stibre los medios de comunicación (como consecuencia de la tlependencia presupuestaria tle estos de la publicidad). Pero su función iun da men­ tal será la de estimular cl deseo para t|ue este se puctia vincular a determinadas mar­ cas. Contriíiuye a mostrar totUi lo tiuc cl consumitlor ptidría hacer, tener, ser, sentir y no tiene, hace, es o siente; presentar la vía inmediata de consecución metliante los objcttis a Itis que se atribuyen cualidades a través de la marea. Así pues, la pubi ic idati fu il­ ei t i n a comti una maquinaria generadora de insatisfaecit)n t j u e continuamente nos recucrtla y reinueve carencias (seguridad, compañía. éxitt>. atl ni ilación, sexo, capaci­ dad de transgresión, salud, belleza, aventura, riesgo tle ruptura ct)n la monotonía, cte.) t j u e movilizan el deseo y proptirciona una forma (iiusitiria) de satisfacción (a iravés tlcl propio visionado de la publicidad, y tlcl consumo de la marca más etíiicrelamenie). lis imoresanie

en eslc sciilidn, cl tcxm J e tiíinr-i.iii iM ( IW J),

Capítulo ]0

*■ El análisis de materiales visuales en ia investigación social: el caso de la publicidad

El mecanismo riindLimcnlal para conseguir estos objetivos es la persuasión, a través dc la generación de contextos, la actual i/.ación dc mitos, la presentación de arqueti­ pos, circulación de significantes «mágicos», recreación de situaciones y sentimientos, y liberación dc pulsiones (como señala D f I aicas . 1990). presentando com o tlesenla­ ce posible la adquisición (o el tle seo dc apropiación) de un determi natío prtiducto «marcado» en el mercatlo, en aras de satisfacer las nuevas necesidades así gcneratias. En la línea sugeritia ptir las ctirrienles pragmáticas de análisis del tiiscurst'), no es imptirtante si los eniniciados dc la publicidad son verdaderos o engañosos, si están correctaiíiente construidos o no, si st)U coherentes o iricohcrcntes. Lt) impoitante será com prender si son o no eficaces en función del ct>ntexto, es decir, si contribuyen a producir y reproducir eos mo visiones, a generar una determinada imagen de marca, a movilizar el Jeset) en el grupo social tibjelivt) y si, fuialmente, esa mtwilización sus­ cita ia compra del producto. De ttjdas maneras, a pesar tle que en el acto comunicativo de la pablicitlad el tuve! de la producción tiel discurso pudiera parecer más accesible con respecto a la intencionalidati tiel aniuiciante, el prticeso se complejiza si atentiemos a la necesidatl de diferenciar entre la intencitinalitiatl del anunciante y la del productor tle la imagen (el creativo): uno es el que encarga la publicidad (la paga) y otro el que la crea, y sus mundos de referencia y sus expectativas stin frecuentemente tlifcrentes. Mientras el productor busca vender, el publicitario busca crear con originalidad, satisfacer nece­ sidades narcisistas, ganar premitís, concurst:»s, y hacerlo siempre sometido a las exi­ gentes demandas de sus clientes^**. En este sentido se atiende a un proceso tle negociaeitin entre productores y creadores (cuyos intereses no necesariamente con­ fluyen) en ei que la última palabra la tienen los primeros. Las tiemandas de los anunciantes, así como el conjunto de pautas que han dc guiar la creación tle ia imagen, se basan en buena medida en los conocimientos que se tienen de k')S públicos objetivo. En un mt)mento previt) a la creación publicitaria se desplie­ gan los estudios de mercados sobre intereses, necesidades, características, tiemandas, carencias y deseos de los posibles ctinsumidorcs, así como st>brc las ftirmas com uni­ cativas más persuasivas en cada uno tic los casos y mtimcnttis. Esto quiere decir que en la prt)pia producción de este tipo tle intertexttís publicitarios ya se incorptira buena parte del análisis de los contextos dc recepción y de las audiencias — elemento funtlamenlal en cl actti conumicativo. Además, al ct)nocimiento más t) menos agudt) t) «acertado» que se tenga sobre los posibles públict>s y sus subculturas dc referencia, se superpt)nen las intuiciones, creencias, esteretiLiptis y ct>smovisitíiies, de lt)s grupt>s que fuialmente ct)unuycn en ( i e n c r a l m c i U c cl « c r c a tiv o rt p r o v ic m ; lIc I iín ib ilo tic la c x p r iís ió n a u í s t i c a . p e r o , n tli f e r e n c i a d e o t r o s á m b i t o s , los c r e a t i v o s piiblÍL ilai ios carcCL-ii J e l r e c o i i o c i n i i e n t o so c ia l ttel a r tis ta ; s u s o b r a s p v ic Jen s e r n o m b n i J a s p e r o s u s n o m b r e s no. C o m o s e ñ a l a L kOn ( 2 0 0 1 : 3H), « S e r á n los f e s tiv a le s p u b i i c i t a r i o s lo s LÍnicos e s p a c i o s í.|ue p e r m i t i r á n a a l g iu io s e s c e n i f i c a r su tr iu n f o ...

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

sil creiicióii (empresarios, gerentes, creativos o realizadores) procedentes de posicio­ nes sociales específicas cuyos marcos perceptivos, valores, creencias y temores st; ponen también en juego en el acto de producción tle los textos piiblicilurios. Todo ello hay t|ue enm arcarlo en nn contexto dinámico y constantem ente cambian le (actualmente a unos ritmos vertiginosos) en el que la configuración específica de mensajes comunicativos eficaces simbólicamente en un momento concreto puede no serlo en otro diferente, com o consecuencia de la emergencia de otros mensajes, mar­ cas o acontecimientos C|ue pueden alterar dicha eficacia.

Elementos, composiciones y signos en la imagen C om o ya se com entó en su momento, el análisis del mensaje visual deberá ser so­ metido al estudio ile los diferentes sistemas de signos que conforman dicho m ensa­ je. De esta forma el análisis de cualquier imagen puede iniciarse por un proceso tle IVagnientacíón y segmentación de la misma, intemando localizar lus signt>s que se presentan, asi com o ia forma de articularse dichos signos, para pasar posteriormente a su ensiunblaje configurando las lógicas de sentido. C ada imagen publicitaria contbina personajes que se muestran con características y relaciones determinadas, cun formas concretas de interpelar, decir, hacer, en unos contextos concretos, vinculados a ciertos objetos, con una determinatla composición de elementos plástici>s (colores, focos, lumiiu>sidades, posiciones en la imagen, etc.). Totio ello, generalmente, se pre­ senta acom pañado de mensajes lingüísticos que a su vez: exhiben determinadas com ­ binaciones de signos, que interaccionan de fonnas complejas con las imágenes y con la presencia de determinados logos que condensan una imagen de marca del produc­ to t[ue se anuncia. Hay que partir de que todo lo que se muestra en una imagen, así com o la forma de su aparición, lo hace por algún motivo. Veamos un ejemplo concreto de consideración de los signtis presentes en im anuncio determinado. Memos elegido inia imagen de una campaña mostratia en 2007 cn di­ versos periódicos, así com o en vallas publicitarias presentes en el transporte público. Es un anuncio de Caja de Navarra fCan) que se reproduce en la página siguiente. En este aninicio Unios los signos que se muestran confluyen hacia la conformación lie un mensaje de alejamiento y distanciamiento de la Banca tradicional. Imagen, tex­ to, colores, foco y luminosidad convergen apuntando hacia elementos t|ue retiunilan en un tipo de tliscurso rupturista y contestatario t[ue trata de distanciarse de la tradi­ ción (y lo que la Banca y los Bancos suponen en ella), al mismo tiempi> que se e n ­ salzan los signos de la transgresión, lu innovación y el comprom iso. Ve l u í ios diferentes signos que convergen en esta orientación. Se presenta en un lugar central y entresacado cromáticamente la palabra Revolución que, explícitamenle exhibitio, marca el espacio axial de ia propuesta. Dicho vocablo

Capitulo 10

Ei anáiisis de materíaies visuales en la investigación social; el caso de )a publicidad

'SABES CUANTO GANA ru BANCO o CAJA CONTIGO? W

EHCAIANAVARRATE CONTAMOS LOQUE NADIE TE DICE; — i c u a n to CANAMOS CONTIGO i y CUÁNTO APORTAS U Ü S PROYECTOS SOCIW.es

Jim QUE rú t üGEs.

Sni

can3racit)n sceiindariu. posibilitando la satislaction de deseos inconscientes {Ihidoi): 75).

Capitulo 10 *■ El análisis de materiales visuales en la investigación social: el caso de ia publicidad

— R upturd con It? convenciom it, con la ruíina, crt/i lo coTtdiano, cn consonancia con Itis necesidades del capitalismo tlexible tSENNi'TT. 2()0()}, iisí com o aceptación y vídoración tic lo fugaz, lo flexible, lo nti burocratÍ/,ado. Io mtívil (muy útil para encurtir ei objetivo de obsolescencia planificada de los productos — v ca \e O r t í , 1994— ). Se asiste a una insistente invitación a moverse constantemente y vivir al límite y en desorden. Se alienta la ruptura del riimti habitual con frenesí.

*íf «A los e sp íritu s rebeldes no les }>usla q u e les dí^iin p o r d ó n d e d eb en ir».

Aiisencia íle ¡imites. Ttido es pt)sible con el objctivti último de disfrutar al m áxi­ mo sin renunciar a natía y ahtindando en ci planteamiento que presenta el c o m ­ promiso com o u n a trampa ( e n este sentido es desarrollado por B a u m .a n , 2 Ü 0 5

«No hiiy lím ites, no hay im posibles».

«Im posible is iiolhiii^».

" I,a publicidLid o fe rta uno de esos siim i kiem s de sukición a lo q u e Bahm an p lan tea e o in o «la cu ad ra tu ra dei efreu lu (...): a iin o d e g u sta r lüs d u le e s deliei;LS de las relaciones |p e iso iia le s| evitando los bocados m ás am ar-

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

Presentación sitiudfánea de ¡os contrarios: insería en nna exaltación de la CDniradicción, de lu paradójico, dc la ambigüedad, la duda y el exceso. Totlti cabc y es po­ sible (como cn los sueños); desapíueccn los principios lógicos tle negación y coiilradicclón, tle.s a parecen el espacio y el liempt^ lineal. Esto se tlesarrolla de jor­ nia paralela a la exaltación dc la ambigüedad, la imprccisit')n y la dutla. La conslante presencia de Imágenes cargadas de ambigüedad l'aellitan la lectura libre. De esta tbi ina, lus propuestas tiiiedan abiertas y las referencias de catla cual pueden ser\ ir para apiintar hacia uiia interpretación inás t> mentís ct)hercnte. Se ofrece al receptor opciones para que tlecodiritiue tle acuertio ct)n su ctimpetencla comunicativa.

I

«¿Putide 1« li}>L‘r ser resisten te? ¿P u ed e Id bello se r p n íe tif» ? » .

«Ks egoístu, es ;y;ei)eroso»-.

Enardecim iento tle ¡o íJesmesurado, ¡{t excéntrico, fo estraftdario: en consonan­ cia con el conccptti acuñado por C a í.a b re sk {1989) en tornti a ki netd?arroco ctiino característica estética tic ia era postmt>derna. Se entresaca k^ vago, lo Impreciso, lo perverso, k> excéntrict), el exceso, Predtiminan kis colores extremos (fucsias, netine.";, blancos, rojos, negri>s...), la estética carnavalesca y la lógica de ias cosas a t revés. Se reivindica lt> iaíí n iñ as b u en as van al cielo... y tas m utas taniliién».

Valoración privilegiatla del fiedonistno. El ilmbito del trabajo, dcl dcber-^^, de las lirnitaciones y los compromisos, del esfuerzo, se ctm nota negativamente para exaltar sin cortapisas el placer por el placer. La diversión, la Resta, cl baile y, sobre todt) y de manera m uy especial, el sexo [>asan a ocupar el foco privilegiado de la lenie pu­ blicitaria. No obstante, ci hedonismo se orienta de manera unidimensional a las e s ­ perie ncia.s gratificantes proporcionadas por mercancías «niiu-cadas».

*- M erece l;i pcnii consultar lu obra de LtitivtisK Y ( iyy4) on Ili qiie reflexiona sobre la m etam orfosis Jo !a nnoral cn las sticietlatlos contem poráneas.

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

I^rimacía üel itu/ivü/ud/i.stno ndixisìsKi. El agente protagonista funda mental de la ma­ yor parte de las imágenes publicitarias cs el indivitliio u n t o s L i í i e i c n t c tiiie militica la difereneia (narcisos hedonistas orientados a conscgviir poner el mundo a su servicio).

H uida dei principio de reuUdcid en lum p o r lo psicodéiico, ¡o iinincxico, ei fre n e s í y el desenfreno. «La realidad» se muestra únicamente en las campañas institucionales de sensibilización (tamizadas por una orientación hacía la responsabilización indivitluali/.atla, atom izada y relacionada con los hábitos personales, üel individuo). El presente implica insatisfacción y la publicidad está eon forma­ da por mensajes que lo recuerdan constantemente, y apuntan hacia la huida, por lo que la posibilidad ile reconciliarse con ese presente desaparece.

TrabaHa sin tener que ir

¡ I I

¿ trabajar. I ■riSiliíJ Apropiíicifh} de tos sií’nificantes coníestatarios com o la rebeldía, el inconl'oi ivúsmo, la protesta e, incluso, la revolución. Todos estos signilicantes, debidamente LÍeslava/.ados, tiespolitizados, podemos decir, incluso, des-sociali/.ados y neutra­ lizados cn su potencial transformador, pasan a convertirse en signos tle distincitín. Las diferentes publicitlades tienden a enfatizar cl ct>inponcnte pinam ente estéti­ co y mercantilizadü tic cualqiúer signo de inconforniisnio.

Capitulo in » El análisis de materiales visuales en la Ínvesti>;ac¡Qn social: el caso de ia publicidad

« K s p í r i t u rfheidt*».

Se rem arca la idea dc los intereses com partidos dc capitalisTas v consum idores. Los otrora vergonzantes heneticios y el progresivo proceso de oligopolización y concentración dcl capital se presentan desenmascarados, com o un valor añatlitlo de las marcas. Lógicamente el discurso se ubica en las antípodas del concepto dc explotación, presentando, en contraposición, ttn eiTipresariado y iitias corpoi'acioncs solidarias y comprometidas, proponicnd ^

«El secret(> tle una lon^jevidad prudij^iosu».

'W.^ V

M,

EPSW

«Pt-nsür tf hiu-e libre».

eterna ju ventud, el tic !et libre elección^ el dcl pm greso, cl dcl bienestar a\ alcance de todos, el de las ptísihiiidades ifim itadas de la ciencia o el dcl co n tm f de ia N aturaieza. De la misma manera, se rcact nal izan csccnas e imágenes que remiten a los cuentos tradicionales de nuestra cultura (hadas, princesas, duendes...).

La conformación y reproducción de las diferencias sociales a través de fa publicidad Las diferencias sociales se encuentran también articuladas a través tle las imágenes publicitarias. G o l d m a n (1992) .señala cómo la publicidad es una fórmula com unica­ tiva que ha tenido unu eficacia fundamental en su labor de ticultación de la estructu­ ra de las divisiones en la esfera dc la producción (las clases sociales) y su reempla;£iuniento por distinciones cn la esfera del consumo, esto es, en la posesión y uso de determinados bienes. Se constituye com o el vchícido fundamental para ha-

«Pura Ins ;iinuntes de lo exclusivo...»

«Se iidaptn a (i. Te distinguí'«

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

LX'rnos sentir que podemos u lean zar cualquier posición que deseemos en nucslra st)eiedatl (ideal de movilitlad y promoción social). Así, a través de los niateiiales pu­ blicitarios se puede constatar cóm o los signos de la diferencia .social y de la t.iom i nación son e.xplotatUjs en sus diversas Inimas. Se proponen referentes concre­ tos (de piel clara, cultura próxima, jóvenes, «bello.s» y engalanados con todos lus atributos del éxito, el lujo, la distinción y, en términos contemptiráneos, el estilo) y se hace hincapié en eslóganes que apuntan hacia la diferencia, el prestigio y lu dis­ tinción, fomentando una carrera de promoción constante a través del consum o Ct>mo señala BriRGER ( 2 0 0 2 : 162 ) la publicidad se limita, así, a decirnos a cada l u u ) que no somos envidiables todavía, pero que podríamos llegar a serlo. En este sentido, la publicidad opera sobre la base de la segmentación íle los merca­ dos en sociedades cada vez más fragmentadas y polarizadas donde las posieíoties in­ termedias se diluyen y reabsorben cn los extremos tic las tlimensiones ile la tiesigual dad sticial generando expectativas, anhelos y esperanzas de ascenso social y temores y angustias frente a la posibilidad de caída cn prtjccsos de exclusión social. Así pues, el ct>nsumt> de tieterminadas mercancías (incluyendo servicios o experien­ cias) sirve paia y contribuye a diferenciar. Esas mercancías segmentadas, orientadas hacia públicos diferentes y que se articu­ lan n nal mente en sistemas tic marcas, stm pub licitadas de forma t|ue se generan tlis­ cursos diferentes que se relacionan entre sí de formas complejas conIbrm ando un sistema.

El discurso y el sistema de discursos publicitarios Partimos de la consideración de que existe un discursti publicitario vinculadtí a las mercancías (productos, servicios, experiencias) que vehicula la ctimiuúcación relacit>nada con el sistema de marcas. El efecto nt) es el de cada uno tic los textos, sino el del discurst>, efectti basatlo, com o ya se ha dicho, en la prt>moeÍón global del con­ sum o en el mercado com o útúco mecanismo de satis face ití n tle necesidades y deseos. Es este un efecto del conjiuitti de textos y de las Ibrmas tle su transmisión y recep­ ción. Aunque las imágenes publicitarias compiten entre s í ’^. toda imagen publicita­ ria remite, confirma, com plem enta y apoya a las demás ( B k r g r r , 2 0 0 2 : 145). Es un tiptJ de diseursc) que tiene una intencionalidad coníluyente: la consol idacitin del pro­ ceso de mereantilizacitin. Así, en este caso, cada publicidad es una partícula de un discurso que hay que dectinstruir. En ti tras palabras, se trata de llevar a cabo lUia rcconstruccitín del u inver­ so itieológieo en el que kís textos aisladtis forman parte de una trama namitiva e i det) lógica coherente, de forma que se ha de ctinsiderar nt) stilo el signillcadt) y A) el sentido tie cada textti, sini> tlel conjuntt) de textos y sus relacit>nes, así et)mt> del eonUsiuitlu la rcnm iihnK ia t-xprcsión d e V e:iu .en ( l‘>74). C o m p e te n c ia d e m a rc a s , q u e no d e e m p r e s a s c n el c a p ita lis m o oligopi')ltco.

Cdpítulo 10

^ El análisis de materiales visuales en la investigación social: el caso de la publicidad

texto en el que se ubican. En este sistema encontramos discursos articulados en tor­ no a valores entresacados que se relacionan con los que se suponen prevalecientes en el grupo social objetivo de catla mensaje publicitario (cn mercados cada vez más seg­ mentados en los que sc buscan nicht>s específictis de mercado). Así pues, a pesar del despliegue tle un discurso publicitario caracterizatki por una intencitinalidad común, hay que considerar tjne este vehicuia la ctinuintcación sobre y para el sistema de marcas, generando It^ que podríamos llamar un sistema de discur­ sos de publicitlad comercial. Así, en el sentí del macrodiscurso publicitario se puetle diferenciar una serie de tliscursos, solo analíticamente del imitables, en función del li­ po de vak^res y símbolos itlentilarios t|ue propt>nen. El Upti de signos que ponen en circulación y k)s cam pos semánticos, plásticos e icónicos que manifiestan se orien­ tan hacia grupos sociales ubicadtis cn posiciones diferentes, en im cam po de coiiMicto de intereses e identidades, en este contexto de segmentacitili extrem a del mercado. Ptidemos reconstruir una serie tle disciust^s que se encuentran vinculados entre sí, por relaciones de competencia, complementacion, conflicto ti imitación y que, por ki tantct, ctm forman nn sistema de discursos. En la sigiiiente página se puetle localizar un cuadro sintético en el que se perfilan las principales configuraciones discursivas t[ue hemos podido localizar, a partir de ios materiales en los que se ha basatlo este análisis. Estt>s discursos se despliegan en un ci>mplejti Juego tle relaciones, en referencia a dos tlimensioncs fundamentales. Estas dimensiones son las que ha propuestti Alfonso Okrí y que articulan lo que ha dentiminado cuadracio de la modernización^^, en el t|ue la dimensión de la diferenciacitín clasista se ubica en el eje vertical (tlonde las posiciones subordinadas se ubican en la parte inferior y las supraordinadas en la parte superior tiel eje), mientras t|ue la di­ mensión dinámica de la ubicación en cl proceso de modernización se localiza en el eje horizontal (desde aquellas posiciones más arcaizantes en la parte izqiderda del eje, a las más modernizantes en la paite derecha). Estos discursos que se proponen son construclos que analíticamente nos resultan de gran utMidad para ccrniprender el conjnnio de ptisiciones y relaciones. Pero en catla texto particular, en cada anuncio podremos encontrar la presencia de com binaciones de signos (y, por lt> tanlo. tle imágenes, texttjs cscrikjs, símbukis, cn toques. ct)m bi­ naci o nes de colores, Íluminacit)iies) t[ne hacen referencia a varitis tic estos sim ultá­ neamente. A pesar de eslt), el sistema se construye sobre el mayt>r o menor hincapié en algunos dc ellos (tirganizados en camptis), y en ello se basan los procesos tle seg­ mentación de marcas, de mercancías y de públicos. No hay que olvidar, no obslante, t]ne el proceso de oligopt)lización que caracteriza a las st>ciedadcs contemporáneas, así ct>nio la creciente cristalización dc las imágenes de marca, están provoca ntl ti t¡ue muchas tle ellas diversiiit|ucn sus prt)duclos y/t> serC on rrcL-iiericia esto es un iccui so iiuiy IVuulitero t’ti !u eoiillgunición y eonsti uec-ión lIc rntipas tliseursivos.

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DISCURSO DE U DISTINCIÓN

IMÁGENES Y TEXTOS RELACIONADOS CON U DIFERENCIA, EL ESTILO, LA OSTENTACIÓN, EL SER ENVIADO, EL LUJO, EL ÉXITO, EL PRIVILEGIO

S. u

cn LU w < -i o

DISCURSO DE U RESPONSABILIDAD

IMÁGENES Y TEXTOS RELACIONADOS CON LO PLACENTERO. LAS VIVENCIAS, LAS EXPERIENCIAS, U S SENSACIONES, LAS EMOCIONES, LOS SENTIDOS, EL BIENESTAR, EL SEXO, LA INMEDIATEZ Y EL PRESENTISMO



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UJ z 'Q ü co

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IMÁGENES Y TEXTOS RELACIONADOS CON LO ECOLÓGICO, LO PARTICIPATIVO, U DENUNCIA, LA SOLIDARIDAD

DISCURSO DEL HEDONISMO





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¡i o

DISCURSO DE LAGRUPALIDAD DISCURSO DE LA MORAL TRADICIONAL

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SIGNOS RELACIONADOS CON LA FIDELIDAD, U AÑORANZA. LA NOSTALGIA. U RELIGIÓN, Lí^ SEGURIDAD, EL ORDEN DISCURSO DE LA UTILIDAD

IMÁGENES Y TEXTOS RELACIONADOS CON EL PRECIO, PRESTACIONES, PROMOCIONES. AHORRO, REBAJAS Y FACILIDADES DE PAGO

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5 Si

I

Z Q t-

, cn la línea de los procesos de mercantil i/.ación de todo tipo de productos, servicios y/o experiencias, ha experimentado una Incor­ poración creciente al discurso publicitario y al sisfema de marcas (hasta constituir en el momento presente un tipo de prtiduclos con un protagonismo fundamental en el género publlcitariti). No hace falla rect>rdar t|ne las enlltlades financieras y los prtiductos bancarios constituyen secttircs nucleares en las economías nctjcapitalistas de consum o Pese a la omnipresencia, vtiracidad y globalidad del discurso publicitario (que se ex­ pande con fuerza inusitada incluso en la esfera política a iravés de la publicidad ins-

SEmDO^SEf^HJDflD

SUMIt* NARANJA 3

SI KAüEIÍ CUENTE AHORA

5S5I ■ttwfññsar

DISCURSO DE LA MORAL TRADICIONAL Fidcliilad, mirada Ironial invitando a la ct>mpasitín y a la sensiblería, remisión a la novela de Aiistin. ambientada en la In­ glaterra deciniontinica. Remite también a la ulilidad.

DISCURSO DE LA UTILIDAD Hincapié en el esfuerzo y su prodiielivi(Jad, presencia de un lugar físico donde .se acumula, que genera seguridad, contra­ rrestando el efecto dc inseguridad t|Ue provoca la hanca telefónica, l^emite a la iáhulu íte tu cigarra v la hormiga (perso­ nas en fila que trasladan y acumulan). Orientado a jóvenes maduros; sectores populares (ver arquetipos personales pre­ sentes).

” No hay que ol villar, además, que el eoiitextt> l-ii el que sc tnueslran estos anuncios es cl dc la co m p le­ ta liheralización del sector hanca rio y J e entrada masiva de hancos y cntitiudes rtnancieras extranjeras, b s también el contexto de las grandes fusiones hanciirias.

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

D ISCURSO DE LA DISTINCIÓN Deleite dcl aite, música clásica, trac, en posición de dirección y control, dcl inun­ do, del mercado bursátil. Combina sensi­ bilidad y la potencia de la tecnología.

DISCURSO DÜ LA RESPO NS,\BILlD A D Apuesta ecológica, cuidado y control del ptirai.stt. consenso y «comunión» de inte­ reses.

v.i-:i s c u a n t o GANA ni[^',.Ni:U0i:AIACÜMTIG0?

Ei C «M U V i M l Tt C MtMM t t

laWtMDlEnSICL

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á ir'iP 'i 'fi.ro'.

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D ISCURSO DEL HEDONISM O Presentimiento e inmediatez del tlisIVutc. relu.x, paz y trunquilidad: luminosidad y colores iiitenso.s; mirada abierta al hori­ zonte urbano, placer del baño int'antoplacental, desnudez; dentro de la seguridad de uti hogar r Ujs dibujtts de la salud: una experiencia tle tra b a jo ile los e s ­ colares m tidrileños, Mailrid: C onsejería de Sanidad de la C o m un idad de M adrid. D i j k , T. a . VA N ( 1997): Rticism o y ant'üisis crítico de lt}s m edios, Barcelona: Paidós CvHiiunicación. E r o , U. (1996a): «El concepto de m undo posible», en Siit.LÁ, E. (coord.): Teoría tle la ntm ela: antologítt tle textos tiel sig lo XX , Barcelona: Critica, págs. 242-245. — ( 1996b): Seis peisetis p o r lt)s btjsejues ttarrtitivos, Barcelona: Lum en. E v a n s , J., y H a l l , S. ( 1999) (eds): Visual C ulture: the R eader, London: Sage. F e r g u s o n , R. (2007): Ltjs metlit>s ba jo sospecha: hleoUtgfa y pt>der en los nietlitis tle cotnunicacitm , Ed. Gedisa. F e r n á n d e z - C p d , M. ( 1 9 9 8 ): Im tígenes y mt>tleh>s entre los atlolescentes en torno a las drogotlepend en cia s, M adrid: Plan N acional de D rogas-C oordinadora de O N G que intervienen en drogodependeneias, G l a s e r , B. G. (1992): E tn erg etu e v.v. Fencing: Bttsics e>/ G rtm nded T h etn y, Mili Valley, CA: Sociology Press. G o l d m a n , R. (1992): Reeuling Atls .Socially, New York: Routledge. G r a d y , J. (1996) «The Scope o f Visual Sociology», Visiuii S o ciology, voi. I l , núm. 2, pág.s. 10-24. Im b e rt, G. (2003): E l zt>t) D c la televisitUi esp ecta cu la r ti hi televisión esp ecu la r, B ar­ celona: G edisa. J e n s e n , K. B. ( PJ97): Lti sentióticet so c ia l ele Ut com uniceición tle intistis, Barcelona; Bosch com unicación.

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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CAPÍTULO

]| ^

El «ritmo» de la ciudad y los movimientos espaciales, un ejercicio de análisis visual Nydza C orrea De Jesús

«in the fields with which we are concerned, know ledge com es only in lightning flashes. T h e text is the long role o f thunder that follows».

(Walter

B enjam in:

TIh' Arcades Project)

I n t r o d u c c ió n El presente trabajo elabora una retle.vión que tiene como propósito exponer lu ¡inportancia dcl elem ento visual, sus formas dc análisis y su pcitinencia en el cam po de las ciencias sociales. Se exam ina la noción de iinagen y sus valoraciones en diálogo con los cam bios que se producen en la ciencia contemporánea. Fil ejercicio de rela­ ción presum e una actividad dialógica que contiene un recorrido que interrogu los vínculos entre imagen y paiabru, sus mutuas defensas y contaminaciones. Propone un acercamiento que incluye la imagen en cl ámbito de investigación en las ciencias sociales y muestra un ejercicio de análisis visual en la ciudad, com o herramientas analíticas para exatninur el espacio-tiempo contemporáneo.

T r a n s f o r m a c io n e s

en el m é t o d o de la c ie n c ia

La noción de ciencia que vertebra este escrito, así como sus transformaciones, no puede asumirse — ni comprenderse— sin que se dé cuenta de sus premisas, de sus teorías, dc sus producciones y productores, de sus tecnologías aplicadas y dc sus en­ samblajes. Esta práctica que interroga sobre los hitos fundamentales que atraviesan sus campos y presentan las vuriuciones y sucesivos cambios en lu constitución de los saberes expone además la necesidad dc un recorrido inicial que perniita situar el ejer­ cicio de investigación desde las co ncep tuad ones que le darán vida, movimiento, lee-

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Estrategias y prácticas cuaÜtativas de investigación sociai

tura e inicrprctación al proccso ele trabajo desde la ciencia. E.s esla una ciencia que plantea problemas, a veces de inmediato insolubles, y t[ue da m ovim iento a sii acti­ vidad desde las propuestas de sistemas constructores de ideas tanto com o ilesde las variaciones concurrentes dc su caducidad. Así sc permile comprender los alcances de estos sistemas, sus programas de trabajo y sus producciones, AI abordar cl objeto de estudio desde esta dimensión, se entretejen diversos planos que permiten interrogar en torno a los cam pos teóricos, sus determinaciones y sucesiones en la constitución del mismo, los que le confieren un poder dinámico al ejercicio dc investigación. La actividad del investigador da paso a un agregado de problemas com o Iorinas üc ha­ cer que le alejan de las inversiones realizadas en la tccnificación práctica del m éto­ do, le relaciona con sus tensiones y producciones y le permite experimentarlas en un espacio nuevo de reconstrucción del objeto. Se trata de transitar un espacit) que ex­ pande las certezas de mantenimiento, que las cuestiona pero que a su vez se adentra en un campt) que no es bipartito; por ello sc estudia hi recurrente diversidad sin de­ ja r la cualidad del hacer — su presencia espacio/lempt>ral— étimo las preguntas que ct)nvergen en el estudit) de las transformaciones tiel objeto y en su ct)ntemporaneidad. De este modo, dará cuenta dc su novedad y dc sus posibilidades; sin embargo, ct)nviene primero señalar las transformaciones que se producen en la prt>pia superfi­ cie üe la ciencia, aquellas que marcan y demarcan la producción científica en diver­ sas cptJcas. Las rcnexiones y propuestas en torno al proceso de producción de conocim iento hoy día expresan la disolución tle los líinites entre producción y protluctores cn el c am ­ pt) cicntífict). Desde los años setenta, y a partir de Kuhn, es necesario el plantea­ m iento st)bre las interrogantes anteriormente esbozadas, ¿quién es Ui/el t|ue habla?, ¿desde tkínde?, ¿a partir de qué supuestos?, ¿en t)ué condiciones? Interesante para* doja que acorta la distancia, reclam a su inserción y aleja su deseo de posesión en un nudt) de relaciones «en» y «ctm» el objeto. Precisamente desde esta óptica se hace necesario el cuestÍonamientc> en torno a los modos en que se ha ct)nfigurado el discursti científico, establecer sus límites y señalar sus cambios, así com o exam inar la naturaleza y la velocidad de los mismtis, a su vez inscritos en la dimensión del tíempt). P R IG O G IN E y S t f .n o e r s (1997: 54) lo señalan de esta m anera cuantío exponen que la ctbjetivitlad científica, pt)r m ucho tiempo, se ha tlefinidti por la ausencia dc refe­ rencia a un observador. Sin embargt), señalan que en la actualidad esta justam ente se define por el .sentido tiue se otorga a la relación observaeional. Es decir, una ciencia que había sido organizada en torno a la investigacitín desde la pt)sicit)n de una visión general absoluta, ahora se descubre como ciencia localizada que produce tlescripcit)nes situatlas y que expresa sus propuestas tiesde un m undo físict^, tlestle ctit^rdcnadas histtíricamente constituidas. Esla ciencia ct)nvencÍonal que señalan los auttires, y que se prt)fundizó en la segun­ da mitad dei siglt^ xix y en la primera üel xx, ct)inpt)ne üesüe el motlelo newloniano-cartesiano una visit)n dc ciencia t|ue utiliza ct)mo eje ía objetividatl necesaria para cl conocim iento científico, su organización determinista de los fenóment)s y la orga-

Capítulo 11 ■*’ El «ritmo» de la ciudad y los rnovimientos espacíales, un ejercicio de análisis visual

iiizución tle sistemas asuciatkis a la lociili/íicit)ii de las certidumbres. Precisamente destic la segunda mitad del siglo ,\X estas premisas serán ampliamente cuestionadas en diversos camptis del saber. Desde la ciencia se planteanin nutnert)sas discusitincs en lt>rno a la naturaleza de la relacitín su¡ett>-objeto en cl ámbito de investigación, así com o también la interrogante sobre los ct)nceptos de espacio y tiempo, tanto comt) las complejas dimensiones del proceso de t)bservacii)n. Será central a esta reflexión cl cuestionam iento en torno a los ejercicios de raciona­ lización del objetti que excluyen por reducción k)s elementos tjue no graviten hacia la universalización de la forma. En c l modelo einsteiniano-planckiano, P r k ; o g i n l (1997: 205, 213) señala desde la física que «vivimos el fin de las certidumbres». Eli universo, entonces, ya no se asume desde la óptica de la singularidad sino a partir de su inestabilidad. Se hace necesario, pt)r tanto, proptiner cl análisis tlestle elementt)s que den cabida a las instancias do transición de fases, a las bifurcaciones que hagan pt)siblc pensar desde un «universo cn ctinstruccióii». La idea, entonces, de retícula reguladora y reproducible en el conocimiento cicntífi­ co establece sus límites. Las acciones en esta dimensión relacional, dimensitm que plantean autores como M o r i n ( 1 9 9 5 ; 2 0 0 3 : 6 3 - 7 4 ) tlesde la típtica üe complejiüatl com o instancia de cambio, sugieren el ejercicio tle la ciencia desde un sujett) que es inmersitín y transformación en el proceso de coiuicimienit). Las prtiposiciones de es­ tudio desde estos planteamientos hacen evidente el di.stanciamicnto con respecto a la capacidad de producir ctinstantes universales para la tirgunización racional del m un­ do; su diversidad reta la centralidad de It) referencial y exige, a su vez, que se deli­ miten, expliciten y expliquen las üimcnsit)nes de corte üel espacio de .signillcacitín, lt)s supiiestt>s que estabilizan el rccorriüo ttel ct)nocer — mas no lo ct^ndensan— d es­ de un ejercicio de rellexividad. Es precisamente la diversidad üe l t ) S puntt)s üe ob ­ servación y la multiplicidad de lo t)bservado un nudt) que rompe asimétricamente la linealidad de los cierres paradigmáticos, disciplini^irios y metodológicos en la ciencia contemporánea. En el lenguaje de la ciencia .se pondrá especial énfasis no solo en la explicación com o efecto üel ejercicio analítico sint) a su vez en la explicacitín —^;xplícita o reconocible— de los esqueinas contextúales desde üonde se explica ( F o u ­ cault,

1981).

Una itiea central a la tiiscusión en torno a las trans Ib rmac iones cn la ciencia üel si­ glo XX apunta a la ruptura de las coordenadas geográficas de las tlisciplinas. La n o­ ción üe diálogo entre disciplinas e incluso la posibilidad transdisciplinaria parte üe la premisa de la incapacidad dcl cierre en cada ámbito disciplinar que se evidencia cada vez más en los cruces en las diversas especialidades (D(ioan, 2003). El fin de la posibilidad de los cierres disciplinarios ha dado paso a una Hexibiliüaü construc­ tiva dcl espacio de análisis cientíUco cn el que es necesaria la doble articulación entre disciplinas y especialidades, así com o entre disciplinas y nuevos espacios cientffictas postüisciplinarios. Así entonces el debate se desplaza hacia t)tros términos en su ar­ ticulación; ei problema ya no es de métt)dos ni de técnicas (a no ser que cl esludio se

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigacián social

encam ine a los fundamentos del proceso de trabajo); se trata de exam inar genealógi­ cam ente el discurso científico, los modos dc configuración — tanto eom o las fisu­ ras— que van arm ando históricamente las propuestas científicas. Los intentos dc lu ciencia de estabüizur una figura permanente a través dcl objeto y su búsqueda de la objetividad cn cl paralelo de las leyes y en los cierres disciplinarios enfrentan lu cri­ tica ul cientificismo racionalista de lo real y a la forma reduccionista de la pura visi­ bilidad. Desde este com ando dc la objetividad se pierde al sujeto dcl conocimiento puesto Ljue los problemas venían dados por cl objeto en cl reinado de lu objetividad. Las grandes transformaciones que se producen en la época contemporánea, su velo­ cidad y la espiral teoríu/teonas imposibilitan la articulación planimétrica del descu­ brimiento de leyes. Ahora se Ínet)rporu el sujeto y la experiencia reflexiva de experimentación del cuerpo. Es este un sujeto que se forma en un contexto, que se transforma y se forma en experiencias midlisensorialcs cuyas articulaciones com po­ nen/atraviesan el análisis dc la ciencia. Aquí se plantea, entonces, la enorme preocu­ pación cn tortio a cuál es cl sujeto dcl conocimiento, cóm o sc transforma, cómo proccdc en las actuales coordenadas, cóm o se enuncia la experiencia social en la ar­ ticulación de la energía hum ana y las narrativas históricas actuales; la intención, ia ílnalidad, ias pidsiones de lu vida hubrán de pensarse en los nuevi.)s ritmos de la ex­ presión científica y cultural contem poránea ( D i - l e u z Ií , 1995). En el espacio de la ciencia, una elaboración que se ha planteado desde ia investiga­ ción social en referencia a estos planteamientos es la de l a investigación cualitativa. L a misma reacciona ante las dimensiones esencialistas del objeto y proptíne l a irreductibilidad de la observación a elementos externos en un plano condensado de eleinentos ordenados racionalm ente. Esta óptica plantea que los estudios cualitativos abren ima discusión sobre el discurso científico en la investigación social con im aná­ lisis cn torno a la sobrcvaloración de los presupuestos reduccionistas que cerraron el código de cualidad en la cantidad. Se trata, especialmente, de rebasar el cam po de las oposiciones de forma tal que se puedan asum ir las antinomias con y en sus diversi­ dades ( L é v y - L k b i .o n d , 2002: 342). Si la relación de lo cualitativo y lo cuantitativo ha mostrado sus diferencias, también habría que señalar que no se trata de mostrar la misma desde una condición oposicional. Precisamente se parte de la crítica a la representación de las foi nias blnai ias para señalar los nom bres com o conformadores de un espacio dc explicación en la ciencia que afirma la imposibilidad del aislamiento de estas dimensiones. Se abre, entonces, a una actividad com pleja que extiende — y entiende— las continuidades tradicionales estableciendo al m ismo tiempo las rupturas c[ue incorporan dim en­ siones retóricas, metafóricas y autorreflexivas en el trabajo de interpretación t|ue cuestiona la identidad píir equivalencia y propone instrumentos analíticos e Interpre­ tativos que las asimian en la producción de sentido'. ' Lo ;mics señalado contrasta inarcadamcntL' con la tcndcncia observada en num erosos centros d e inves­ tigación al subrayar la im portancia del «evidonce-based research», Y vonna S. L in c o i n (2005).

Capitulo 11 4- El «ritmo» de la ciudad y los movimientos espaciales, un ejercicio de análisis visual

Un punto de anclaje de los planteamientos que antes se exponen se refiere a los c am ­ bios que se han operado en las formas de producir conocimiento, cn las estrategias de investigación y en los modos de experimentar cl mundo. Entre estos cam bios sus­ tanciales que se significan en ei pasado siglo se puede apuntar el cam bio de objetos a relaciones y la reconfiguración de los espacios de problematización del sujeto en un entramado múltiple de relaciones que abren — y cierran— formulaciones retlexivas que incluyen su propia virtualidad ( B a t e s o n , 1998). En cierta medida, se puede decir que vivimos «el tiempo de la imagen» ( D u r a n D, 1 9 9 8 ) y que la misma no es solo ya del terreno dcl i u te sino que atraviesa el discurso de la ciencia y que, a su vez, se conform a com o uno de sus elementos analíticos; planteamiento este que será eje üe organización del presente trabajo. A partir de las transformaciones en el cam po de la ciencia, su ejercicio se plantea e n ­ tonces como uno que deviene no solo en complejidad sino cn un espacio de m ulti­ plicidad. Los cierres que conformaron el discurso moderno üe la misma implosionan en instancias que remiten a la diversidad dcl objeto, Rl mismo se presenta com o ele­ mento üe estudio en una red entretejida de signiñcaciones. Estas acercan las disci­ plinas y exigen entre ellas el reconocimiento de sus límites y la necesidad de su transgresión. Es importante señalar que estos cambios se producen en la esfera üe los cam bios político-culturales en el tiempo actual. Así, los procesos de producción tie conocimiento se relocalizan en las dimensiones y los debates üe los procesos de glo­ bal i zación del capital. Ciencia, conocimiento y sociedad quedan imbricados en es­ pacios comunes que, a su vez, establecen sus propias delimitaciones. Una de estas coinunalidades que atraviesa el discurso contemporáneo se refiere ul predominio de la imagen. Aquí se plantea la necesiüaü de mirar estas innovaciones y la cultura emergente desde el discurso de la ciencia. Además, se señala la posibilidad de pro­ poner desde este lenguaje ejercicios que permitan comprender la relación entre estas dimensiones de la ciencia, los nuevos contornos de la imagen, y su expresión en los modos de producción de sentido y en el habitar» de los sujetos. f:n las siguientes secciones se hiuá una reflexión en primer término sobre la imagen, y luego un ejer­ cicio que muestre las formas üe una imagen particular — la ciudad— en el espacio social presente.

La c u lt u r a de l a im agen Resulta interesante retomar el análisis de lo que siempre ha estado presente comt) elem ento de convergencia y continuidad, puesto que la presencia de las imágenes se hace patente cn la trayectoria de los grupos, de las sociedades, de las disciplinas. Estos cruces se han producido üe muy tliversas maneras y son los elementos de con­ tinuidad, las instancias de ruptura y las distancias tiuc se ir^izan algunos de los ele­ mentos vertebradores üel estudio üe la imagen. j más bien eti su dimensión relacional. Así, autores como Simmel exploran la relación entre la m etró­ polis y la vida mental y Benjamin, la relación entre el sujeto moderno y la ciudad c o ­ mo evento cotidiano. Por otro lado, el trabajo tle Erving Goffman en las Ciencias Sociales recoge esta preocitpación al proponer el estudit> de las prácticas de la vida tliaria y el análisis del espacio públicti ( G o f f m a n , 199.^). La mirada se hace entonces objeto de estudio desde las ciencias sociales, no específicainente en sus tlimcnsitmes de origen o destino sino en las formas de representa­

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

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ción tle su tránsito cn localizaciones históricas específicas. Esla dimensión se refiere particularmente a ía consideración en torno al espacio, al espacio de habitación de la mirada, al espacio de ctinstrucción de la misma y a su registro en el ámbito del es­ pacio de la ciudad,

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a n á l is is v is u a l de la c iu d a d

Es desde este registro de la visualidad que se propone el estudio del espacio tle la ciudad actual. El presente trabiijo de análisis visual de la ciudad forma píute del pro­ yecto «Ciudad y subjetividad: transformacitín es del es pac io-tiempt) co n te mpt>ra­ neo». En él se estutüa la cludat! conteníptiránea a partir de la ct)iifiguración de tres dim ensiones de análisis y su localización en tres espacios en San .luán. Puerto Rico. Estas se constituyen com o triángulo de significado en relación con tres dimensiones que se representan de modtis diversos en la experiencia urbana. Las dimensiones se refieren a: ( l ) l a estética del deteritiro (espaciti de Rít> Piedras), (2) las formas del ctinsumo (espacit) del Condadti) y (3) las narrativas tle rehistt)rización (espacio de El antiguo San Juan). Este triángulo imaginario se construye a partir del sentido que re­ presentan los espacios tanto en su dimensitm geográfica ctimo en su significadt) st>cial. El espacio de Rio Piedras (investigación en prticeso), acoge a la ciudad universitaria; el segundo, el espacio del Ctíitdado (t^bjett) del presente estudio), pre­ senta a la ciudad del turismt); y el tercero es el espacio tle la ciudad antigua tle San Juan (véase el artículo «Imagen en obra y diálogo visual. El sentitlo del espacio en San Juan, Capital»), La primera fase de investigación del Prt)yectt) Ciudad y Subjetividad tt>mó como punto tle partida la ciudad antigua de San Juan. En el mismo se inició la reflexión en torno a las interrogantes que pudiesen relacionar sujeto y ciudatl en las lógicas tlel consum o. Este desarrolló un ejercicio de tlocumentación y análisis visual en torno a las traiisft)rmacÍones que experim entó la ciudad en su acelerado prt)ceso de «restanracitin». C o r r e a ( 2 0 0 6 : 3 3 ) apunta, con respecto a esta noción, que: «El Antiguo San Juan, cn su proceso de estetizacitin reclama unu actividad de resuiuracitín desde cl paradigma médico de la simplicidad. Se ha renovado una ciuthui que estaba en deteriort) (lo sigue estandt)), para mostrar una experiencia aséptica t|ue in­ duce a la reducción de la forma. La reconstrucción pudiera ser pensada en tornti al pri­ vilegio cniK’cdidt) por los restauradores privados y estatales al texto tie la limpieza, del orden, de ia “nueva cosa” que borre el significado original y re loca IIce k) restaurado en el circuito del consumo en el mercatlt) internacional. Un ejempit) de lo antes seña­ lado lo constituye la reconstrucción del "Paseo de la Princesa" (originalmente inau­ gurado en 1SÍÍ3) y tiue expt)ne las et)ndiciones de iiiejoramientt) tie la calidad urbana visual de un espacio particular tnediante la creación de un ambiente controlado ct)ii un paseo. La reprotiucción del imaginariti colonial se construyó demoliendt) Itjs vestigios del pasado (era la cárcel en tiempos coloniales de España) y produciendo nn ambien­ te que maximice la expresitín simbólica».

Capitulo 11 ♦ El «ritmo» de la ciudad y los movimientos espaciales, un ejercicio de análisis visual

Tanto en un espacio com o en otro, el vector que emerge como elemento de centrididad se relaciona con la noción dc consum o. En este contexto, elementos com o el de­ terioro y la rehistorización se constituyen como parte dcl ciclo continuo de las prácticas culturales contemporáneas. La documentación de las mismas, y su conse­ cuente análisis, se pueden realizar examinando visualmente el m odo cn que estas se presentan en los objetos, que son, a su vez, sujetos actuantes en el contexto espacio temporal. Para los fines del presente trabajo se analizará como espacio de consum o el caso de la reconstrucción de la ciudad, específicamente el sector del Condado. En el estudio realizado se presentan, en primer lugar, los planteamientos desde los que se partió en el m ismo y que permiten cruzar tres líneas arguméntales: el análisis visual, del espacio y de la ciudad. El ejercicio de análisis se propone desde las si­ guientes premisas: primero, el espacio dc la ciudad com o lugar de condensación de la esfera local/global; segundo, com o cuerpo doméstico en el que se inscriben/escri­ ben los cam bios culturales; tercen>, como instancia de las imágenes de consumo; y cuarto, la ciudad com o exposición organizatla del proyecto moderno y ahora como imagen en ruina. Se expone, en segundo lugar, el estudio de un caso de análisis vi­ sual utilizando la fotografía. El m ismo se localizó en la ciudad de San Juan. Puerto Rico específicamente en el área del Condado. Por último, se presenta una recapitu­ lación dei recorrido visual por la ciudad que es a su vez una reflexión sobre las po­ sibilidades explicativas de la imagen — visual de ia ciudad— com o elem ento de investigación social y, también, com o instancia expresiva y experiencial. La articulación de este análisis parte desde ta semiótica, en un proceso que se inser­ ta en la disección de la imagen, para luego ser rearticulada; es dccir, reconstruir la imagen a modo de dar clienta de la reílexión añadida. Tres pasos orientan la aproxi­ m ación al análisis: selección de material, construcción de un inventario denotativo y el planteam iento de significados relaciónales de segundo orden establecidos cultu­ ralmente, La selección del material implicará fijar la miratla en la sustancia de las imágenes en el espacio urbanti para así reconocer aquellas revestidas de significado. El inventario denotativi^, por su parte, permitirá reconocer aquellos elementos e sp a­ ciales que vehiculan la significación. Finalmente, en el reconocimiento de los signi­ ficados establecidos sc logra vincidar las imágenes con cl contexto cid tu ral de la sociedad que ocurre en la ciutlad ( B a u e r y G a s k e l l , 2002: 232). Para realizar el análisis visual de la ciudad se utilizó el soporte de la fotografía digi­ tal. Se asum e desde aquí que la invesligación visual genera imágenes que analiza y no trabaja solamente con aquellas que ya han sido producidas por otras instancias históricas, sociales o culturales. Para el ejercicio de análisis se desarrolló un archivo digital de imágenes fotográficas que se organizó trazando una ruta de navegación d u­ rante tres meses por el espacio dc la ciudad -—Condadt')—- que iba a ser recorrido y documentado. Se tomaron fotograti'as dc tres espacios que convergen en el contexto urbano y t|ue relacionan: 1. Estructuras físicas, 2. Espacios de encuentro, y 3. Espa­ cios de circulación. Dos equipos de trabajo independientes tomaron fotografías y se

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Estrategias y prácticas cualitativas de investigación social

les solicitó que incluyeran, especialmente, eleiiientos de edificios o casas, plazas y calles. Cada equipo organizó dos series fotográficas sobre estructuras y espacios. En ellas se analizaron dimensiones formales tales com o elementos y composición, es de­ cir, formas, patrones, contrastes y balances, tanto entie las dos series de fotos como entre las fotos mismas. Posteriormente, estas series — impresas en papel— se con­ formaron com o un m ontaje visual del Condado y cl equipo, ahora convertido cn uno, armó con sus dos series una «maqueta» en la que se reconstruyó el espacio analiza­ do como una imagen visual del Condado. Una vez realizado el ejercicio de documentación visual se hace necesario plantear la forma de organización del catálogo de imágenes de modo que permita responder a las interrogantes planteadas en la investigación. Lo anterior se realizó a través de la pro­ posición de categorías de análisis. Estas permiten ordenar los fragmentos que se sig­ nifican a través de la imagen fotográfica. Las mismas, por medio de la reordenación del espacio fotografiado, construyen la narrativa espacio-temporal que da cuenta del sentido de la ciudad desde sus transformaciones contemporáneas. A tono con lo ante­ rior, y cn referencia a los vectores que permiten analizar esa sociedatl de ctm sumo, se utilizaron las siguientes categorías: L La ciudad en permanente construcción, 2. La fractura de ia totalidad urbana, 3. El flâneur reinventado, y 4. La ciudad espectáculo. Estas categorías permiten dar cuenta tle los nuevos modos de organización de la ciu­ tlad; una ciudad que se despide del centro y que nti termina de constituirse como tal porque su fractura no tiene posibilidad de «recomponerse». De ahí que se tenga que analizar al sujeto que transita, experimenta y construye esta ciudad desde una mirada que permita tanto su representación com o reinvencitín en nuevos gustos, tliversidatl de acciones y ruptura de las viejas polaridades adentro-afuera, privado-público, local­ global. La ciudad, en un tiempo amurallada, en otro tiempo concentrada, se abre cn múltiples dimensiones que a su vez se cierran sobre sí mismas en una puesta en esce­ na que la hace a un m ismo tiempo abierta y cerrada. A continuación se exptme este recorrido en el espacio del Condado en San Juan, Puerto Rico.

Abordar el Condado El espacio analizado lo constituyó el área denom inada en San Juan, Puerto Rico, co­ mo el Condado. Esta se ubica históricamente com o ensanche de la ciudad colonial (una isleta) denom inada Antiguo San Juan y por virtud del derribo de la muralla que abría a la Puerta de Tierra. Es necesariti señalar que el desarrollo extramuros se pro­ dujo como parte de una actividad fundamentalmente desarrollada a nivel individual y no a través de una gestión institucional. Los terrenos comprcndidt:>s en las dimensitines del Condado se valoraron, especialmente para el 1908, al ser planificados «co­ mo un ensancfie de gran ciudad bajo los últimtis y más avanzadt)s preceptos urbanos europeos y am ericanos» ( G a l l a r t , 2000; 36). Desde entonces el Ctmdadti se hacoiintitadt) como un sector residencial exclusivo y ct^mo uno turístico tlesde ei t|ue se pretendió ctimimicar, a través de sus proyectos y proyeccitines, la t)rganización tle un

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El «ritmo» de la ciudad y los movimientos espaciales, un ejercicio de análisis visual

espatrio planificado para la vivienda y el ocio. Ct)n la entrada de ia sociedad de con­ sum o com o ética de fin de siglo, este espacio urbano ha e.\presado una interesante transformación en conjunción con este proceso. Si bien es cierto que este es un cam ­ biti que se uctintece desigualmente (unas veces con velocidad exagerada, tJtras con cierta lentitud), el m ismo opera en conjunción con los giros producidos en el capita­ lismo tardío por los pasados cuarenta años. Estos cam bitis, que son del orden político, económico, social y cultural, se expresan también en las imágenes urbanas. La fotografía permite captarlos y proponer la crea­ ción de catálogos de imágenes que no pretenden revelar la Historia, y sí tienen como objetivo proponer argumentos que sostengan las explicaciones en torno a una mira­ da, a lu «verdad» del momento. De este modo, la imagen «es un principio de articu­ lación entre el lenguaje y la historia» ( C a d a v a , 2001: 55). Y es que, siguiendo a Benjamin, las imágenes son fundamentales para la producción de significados dc los eventt>s históricos.

La ciudad en permanente construcción De la m isma forma que los emblemas de netín incidieron en la imaginación en el Biade Runncr de Ridley Scott, ahora regresan con penetrante fugacidad en la cultura de con­ sumo que se despliega en las estRicturas en forma de envoltura-anuncios {biHboards). Esta envoltura no está exenta de la naturaleza eñ'mera de la imagen e implica que su durabilidad caduca cn el mtimento que aparece. Así también, la ciudad cn permanente construcción proyecta imágenes — su imagen— breves en constante movimiento de vi­ da propia circunscrita, que penetra su zeitgeist hasta ctinformar su et/ios. La kígica in­ trínseca del hillhoard eventualmente hu dictado los ritmos de la ciudad. El anuncit) es reemplazado en breves lapsos de tiempo y su lógica se extiende paulatinamente a la

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obra construida. Sc observa una constante sustitución de la misma, deslrulr-reconstniir, y en el proceso establecer nuevos paradigmas de experimentiicióii de la condición ur­ bana. El trazo dc la historia se reemplaza con las lluevas estructuras que suponen un nuevo sujeto cr ello carecen de valor. Apariencia y experiencia recobran su sentido cn cuanto expresan su pertenencia a la superficie y permiten otro entendimiento de la imagen, otrtis ritmt>s.

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El «ritmo» de la ciudad y los movimientos espaciales, un ejercicio de análisis visual

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