Amy Wallace, Aprendiza de Bruja_fragmento

April 12, 2017 | Author: Arañas de Marte | Category: N/A
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APRENDIZA DE BRUJA Mi vida con Carlos Castaneda

Título Original Sorcerer’s Apprentice. My life with Carlos Castaneda Título Aprendiza de bruja Primera edición Abril 2005 © 2003 Amy Wallace © 2005 para la edición en castellano La Liebre de Marzo, S.L. Traducción Jordi Serra Diseño gráfico Mauro Bianco Impresión y encuadernación Torres & Associats, S.L. Impreso en España Depósito Legal B-19386-2005 ISBN 84-87403-80-8 La Liebre de Marzo, S.L. Apartado de Correos 2215 E-08080 Barcelona Fax. 93 449 80 70 [email protected] www.liebremarzo.com

A mi madre, quien realmente creyó que yo podía ser una escritora; a la memoria de mi padre, quien, como su querido amigo Carlos, creía que los sueños pueden hacerse realidad; y para Scott Bradley, que dio vida a este libro. Todos los honores que los hombres pueden conceder a un semejante son menores comparados con el gran premio al que pueden y deben aspirar –encontrar su alma, su espíritu, su fuerza y valor divinos: el saber que pueden y deben vivir en libertad y con dignidad– la comprensión final de que la vida no es un morir un poco cada día, no un fin sin sentido, no un polvo al polvo, cenizas a las cenizas, sino un regalo inmenso y cegador arrebatado a la eternidad. –The Prize, Irving Wallace, 1964

NOTA DE LA AU TORA

Aprendiza de bruja es una relación de los hechos acaecidos en mis experiencias con Carlos Castaneda. Sin embargo, he optado por utilizar seudónimos con todas las personas que aparecen en el libro menos con seis; asimismo, he modificado los detalles de sus intervenciones y de sus antecedentes individuales. Tenga presente el lector que sólo se identifica a seis personas mediante su nombre propio y otros detalles. Estas seis personas son personajes públicos que han escrito sus propios libros, han concedido entrevistas y han dado charlas u otro tipo de apariciones públicas. Cinco de las seis personas a quien se identifica por su nombre auténtico y descripción constan en la lista que aparece al final del libro con el título «Guía de personajes principales». Carlos Castaneda y los hombres y mujeres que le acompañaron escribiendo y hablando sobre sus enseñanzas pretendían captar seguidores de entre los millones de lectores de los grandes éxitos editoriales de Carlos. Así pues, buscaron –y lograron– atraer la mirada pública por todos los Estados Unidos y en el resto de paises que visitaron; sus creencias y prácticas fueron objeto de público debate y controversia. Ésta es mi aportación a dicho debate.

AGRADECIMIENTOS

A todos los lectores que quieran saber –solo puedo ofrecer mi historia y mi sueño. Que viváis maravillosas historias y soñéis bellos sueños y siempre confiéis en vosotros mismos. A Scott Bradley –un montón de gracias de corazón, por el amor, la inteligencia, literaria y de otros tipos, por el poema de Leo Marks; y por los profundos estudios sobre los hábitos de apareamiento de los topos y puercoespines. Te quiero. A Richard Jennings, alias Corey Donovan, sin el cual nunca hubiera encontrado mi fuerza. A Oe Warner, con inmenso amor –los dos hemos vivido mediante palabras, pero ninguna palabra se acerca a lo que siento por ti. A Don Cushman y a JoAnn Ugolini: con amor, y esta certeza –nunca bebimos lo suficiente. A Richard Brandenburg, por su gran amor y paciencia, gracias querido amigo. A Bob Bassing, Dios (o quien esté ahí arriba o abajo) por estar en mi vida. Te quiero. A David y Flora; gracias muy especiales por la noche que me llamaste después de enterarte de la muerte de Carlos; a David, que acarició mi mano cuando decíamos adiós a nuestro padre. Y a toda la familia, incluyendo mis inteligentes sobrinos por la fantástica diversión a la hora de compilar el glosario: Flora, ¡arrancaste todos los frenos! Al Dr. David Crausman, que hizo realidad el antiguo dicho: «Sin ti este libro nunca hubiera existido.» Sí, incluso las lágrimas se secan. Al Dr. Donald Bender, que estuvo toda la noche al teléfono el día en que murió Irving. Al Dr. Stalberg, por el sereno apoyo y el tan necesario sentido del humor. Al Dr. Silver, un hombre singular que comprende y nunca juzga. Gracias. A Devo Rubenstein, que puso la pelota en marcha. Gracias a Ron Betten, Souren y a Nara y al maravilloso Jonathan Kirsh. A Tony Karan, por ser real y confiar en su corazón: lo más raro del mundo.

A Greg Shukov; elegante bajo presión, distinguido y espléndido. ¡AL FIN! ¡Lo hicimos! A Janet Oliver, por todas nuestras palabras y todos nuestros delicados silencios. A toda la gente en Clementines, Annie Miler, gracias –y a Ron Gilbert, con amor- estuvisteis a mi lado y me alimentasteis en las horas bajas y me proporcionasteis refugio cuando escribí el primer borrador. Con gratitud infinita. Al inimitable Swan Parson, cuentista que me alimentó y amó, y a la sabia Alice L. Dennis que me sacó de apuros en el último momento. A Lisa Palac por los amorosos detalles de cumpleaños, a Andrew por su apasionada respuesta y palabras combativas de aliento tras leer el primer borrador. A Allison Berry, simplemente por todo, principalmente por su fe en este libro. Avec gratitude et grands bisoux. Merci avec tout mon coeur. En parlant de bisoux, merci Gerard Barbier, pour tout et pour toujours. A John Skipp, por dejar abierto su gran corazón. A Jon Winokur, colega aficionado a las citas, uno de mis primeros y más inspiradores lectores. A Norman Corman, aspiro a tus triunfos y a tu corazón de oro. A los maravillosos Richard Grossinger, Kathy Glass y a toda la gente increíble de North Atlantic/Frog Ltd.–por su compromiso, humor y coraje. A mi agente, Wendy Schmalz, un auténtica guerrera, ingeniosa y luchadora por la libertad, con gratitud. A Josh Baran, que me hizo sentir, cuando dudaba de mi misma, que podía acabar. A Byron Katie; el trabajo me atrapó cuando paré de observar: gracias. A Joe Kanon, que me puso en mi camino, con admiración y profundo agradecimiento. A Melissa Ward, una elegante combatiente que luchó por mi y junto a mi. A Cass Coty, mi primera editora y una de mis mayores inspiraciones. A Mavis Dalke, por todos los años de amor profundo y compartido. A Jeanie Soloner por su ayuda. A Annette Brown, por ejemplo de honestidad y amistad. A Vera Savannah –una de las personas más extraordinarias que he tenido el privilegio de conocer; y a Carolyn –trabajadora milagrosa, mujer milagrosa. A Wayne D. Walker, alias Pablo Milberg, por escribirme bellos poemas y por tener el valor de saltarse las reglas del grupo.

A Liz Vaughan, por mostrarme que es realmente un cheque en blanco de afectividad. A Joyce Maynard, cuyo valor y amor por la libertad y la verdad me inspiraron. A Bernie Greenburg y Bert Levitch, que siempre creyó en lo que podía hacer cuando me sentía totalmente desbordada. A Eric y Ted del Centro Fantasy de Londres, por el ánimo y por enviarme los libros de mi autor favorito, Robert Aickman. Agradecimientos especiales a Ned Claflin, necesitaría toda una página para agradecerle la existencia de este libro. A Jeremy y Sue Beadle, por la noche en Londres que me dio esperanzas. A Kathleen Seligman, bella, intrépida y valiente; y a su exquisita y sublime familia. Con amor eterno. A Janet Durovchic y su querido Jim –por creer en la magia, solo he de recordar como nos conocimos. A los muchos lectores de Sustained Action y sustainedaction.org, cuya paciencia y apoyo me proporcionaron valor y las razones para no abandonar nunca. Por último, a la memoria de los desaparecidos: Florinda Donner, Annie Abelar y mi querida Kylie Lundhal.

Índice 1. Conozco al hombre más esquivo del mundo . . . . . . . . . . . . 1 2. Los años interinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26 3. La reunión con Florinda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 4. Murciélagos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 5. La reunión siguiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48 6. Mi reunión con Carlos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54 7. Conozco a un «extraterrestre» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 8. Una comida nefasta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 9. ¡Estamos en marcha! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 10. Carlos Castaneda tiene una cita . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78 11. La magia sexual llega al peligro . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94 12. En Méjico con Castaneda 13. Una visita mágica al hogar secreto de los brujos . . . . . . . . . 104 14. Madura para la cosecha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108 15. Regalo mis gatos, me hago camarera y escandalizo al infinito . . 124 16. Desastre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133 17. Contrato a un detective privado . . . . . . . . . . . . . . . . . 138 18. El Desafiante de la Verdad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145 19. Ir de taller en taller lleva a la transformación . . . . . . . . . . . 155 20. La clase de los domingos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162 21. Vampiros energéticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168 22. Polvo de hadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174 23. «¡Rodarán cabezas!» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 186 24. El Teatro de lo Real . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191

25. Grasa y cuerpos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 198 26. La verdad sobre la jerarquía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 206 27. Las guerras de las joyas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215 28. Claude y sus amigos juegan a muñecas . . . . . . . . . . . . . . 220 29. Una ojeada tras la cortina de Oz y la sábana santa de Turín . . . . 228 30. Carlos envía una bruja para moverme . . . . . . . . . . . . . . . 239 31. Una mesa mágica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245 32. El nagual fracasa en un intento de seducción . . . . . . . . . . . 249 33. Domingos, domingos muy sangrientos . . . . . . . . . . . . . . 261 34. El centro de reinserción para los perdedores . . . . . . . . . . . . 266 35. Sexo brujo, amor brujo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 274 36. Proyecciones de traición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 288 37. Astrid quema su pasado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295 38. Los últimos meses del nagual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 298 39. Últimas visitas a mi marido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 302 40. El adiós de un colibrí . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309 41. El adiós de Taisha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 316 42. Carlos se ha ido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 321 43. Navidad en el manicomio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333 44. Coca-Cola contra Pepsi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 340 45. La jerarquía del vacío . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 348 46. Implosión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 354 47. ¿Funciona el amor duro de la brujería? . . . . . . . . . . . . . . 362 Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 369 Apéndice A:

Guía de personajes principal . . . . . . . . . . . . . . . . 379

Apéndice B:

¿Ahora dónde están? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 385

Apéndice C:

Testamento y certificado de defunción de Carlos Castaneda 386

Va a llegar el momento de enseñar las cartas: los secretos nos matan. Acordaos. Si tenéis secretos, os lo prometo, ¡carajo! Vais a morir. Espero que lo entenderéis, si el momento os llega. Si os morís agarrados a vuestros preciosos secretos, nunca me encontraréis. –Carlos Castaneda ¡Ojalá fuera tan sencillo! Ojalá por ahí hubiera gente malvada perpetrando maldades y lo único necesario fuera apartarlos del resto de nosotros y destruirlos. Pero la línea que separa lo bueno de lo malo pasa por el corazón de todo ser humano. Y, ¿quién está dispuesto a destruir un trozo de su corazón? –Alexander Solzhenitsyn, Archipiélago Gulag No se les puede decir nada A los que han perdido su verdadero amor Excepto: Bienvenidos –Ned Clay, Love & Love Reclaimed

Foto de Larry Robidoux

La autora a los diecinueve años, dos después de conocer a Carlos Castaneda.

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CAPÍT ULO 1

Conozco al hombre más esquivo del mundo

Corría el verano de 1973 y yo tenía diecisiete años, cuando fui a visitar a mis padres a Los Angeles durante unas vacaciones de mi escuela de Vermont, en donde estudiaba interna. Me encontraba holgazaneando en mi antigua habitación, cultivando mi tranquilidad mientras mordisqueaba un tentempié de algarroba y pergeñaba una carta a mi primer amor. Por todas partes se veían desperdigadas obras de interés literario: Ada, Zap Comix, el I Ching, Les Liaisons Dangereuses y The L.A. Free Press. Asimismo, mi novio me había pasado los ensayos de Wilhelm Reich, pero yo no los había entendido. Cada fin de semana por la noche, mis padres, Irving y Sylvia Wallace, asistían a una fiesta. Se ocupaban de una amplia gama de asuntos de Hollywood, a veces políticos, a veces estrictamente hollywoodenses y, en ocasiones, literarios. Hubo reuniones para recoger fondos para Ralph Nader y Eugene McCarthy; cenas con Shirley MacLaine y Gregory Peck, Lauren Bacall y Art Buchwald; y fiestas con Henry Miller, Ray Bradbury, Alex Haley, Irving Stone y Sidney Sheldon. El famoso guionista cinematográfico Ernest Lehman era uno de los mejores amigos de mi padre y miembro sempiterno de «la partida de póquer de los jueves por la noche». Mi padre me contó que la primera vez que fumó marihuana fue con nuestros vecinos de al lado, Norman y Francis Lear, y que nos llegó metida en una lata de película vía Henry Manzini y Quincy Jones. Yo era una cría, y en aquel entonces para mí sólo eran amigos de la familia, no famosos. En aquella noche primaveral, mis padres volvían de una cena organizada por sus viejos amigos Ned y Mira Brown. Ned era un agente de

APRENDIZA DE BRUJA

Foto de Andrew Sackheim

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La familia Wallace (de izquierda a derecha: David, Irving, Sylvia y Amy).

Hollywood ya veterano. Las familias se conocían desde hacía décadas, desde la época en que eran pobres y luchaban codo con codo. Ahora, mi padre era uno de los cinco novelistas que más libros vendían del mundo, y Ned había organizado la reunión en su elegante mansión de Malibú, en primera línea de mar.

CONOZCO AL HOMBRE MÁS ESQUIVO DEL MUNDO

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Mi padre estaba exultante. Desde la entrada me saludó: –¡Hemos conocido a Carlos Castaneda! Me quedé pasmada. No se podía conocer a Carlos Castaneda así como así. Todo el mundo lo sabía. Castaneda era el «guru» más célebre de su generación; había escrito dos números uno en ventas en rápida sucesión. Su editorial era Simon and Schuster, y tanto él como mi padre habían trabajado con el mismo editor, Michael Korda, durante veinte años. Korda fue el descubridor del genio de Castaneda y quien escogió su tesis doctoral para publicarla. Ahora Castaneda era un personaje famoso en el mundo entero que se negaba a ser fotografiado o entrevistado y que constituía un misterio completo y absoluto. Según los estudiosos, Carlos César Salvador Aranha Castaneda nació el 25 de diciembre de 1925 en la pequeña ciudad peruana de Cajamarca, hijo de un joyero de clase media. Para lograr «borrar su historia personal», Castaneda afirmaba ser brasileño (o argentino, o mejicano) y se negaba a decir cuántos años tenía. Sus más antiguos amigos cuentan que su madre murió cuando él tenía veinticinco años. Entonces se encerró tres días en su habitación sin probar bocado. Al salir anunció que se iba de casa para siempre. Junto con su familia, también dejó tras de sí a una novia embarazada. Castaneda estuvo un año estudiando en una escuela peruana de arte. Luego, el 23 de septiembre de 1951, se embarcó con destino a San Francisco. No tardó demasiado en «borrar» por completo a su familia. A sus amigos les contó que su madre había fallecido siendo él un crío, y que quien lo habían criado eran una abuela judía, anarquista y que ponía bombas, y un abuelo obseso sexual que le aconsejó: «No te puedes follar a todas las mujeres del mundo, ¡pero puedes intentarlo!» Su abuelo lo educó para que fuese un depredador sexual, perfeccionando el arte de la lisonja y la seducción, y exigiéndole la realización de una primera conquista durante la pubertad. Demasiado aterrado para desobedecer esa orden tajante, Castaneda afirmaba que su iniciación sexual tuvo lugar «detrás de una puerta», y que resultó tan traumática que lo transformó en una persona «nerviosa» para toda su vida. De todas maneras, a ese abuelo brutal lo idealizó, lo cual contrasta con la descripción que nos deja de su padre: una persona «débil y agotada, alguien de quien avergonzarse.» Su abuelo, habiéndole dicho que no era «hermoso» como un primo suyo, le dio el siguiente consejo: «Eres bajo y poco atractivo. Tu primo

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APRENDIZA DE BRUJA

guapo en todas partes es bien recibido; siempre tendrá las puertas abiertas allá donde vaya. Pero tú tienes que entrar por la puerta de atrás. Te voy a dar unas instrucciones: Cuando te acerques a una mujer dile, «¡Cielos! ¡Eres la chica más bella que he visto en mi vida!», y luego vete. Espera un día y repíteselo. Hazlo tres veces y no te le acerques: toda su vida estará en tus manos.» Esta técnica de seducción le funcionó. Sin embargo, la ansiedad que le producía el ser «bajo, moreno y feo» –una declaración de autoodio que le acompañó toda su vida– alimentó también su ansiedad por el rechazo. Carlos emprendió una interminable cruzada de seducciones seguidas de abandonos, comportándose según la tradición del misógino inseguro, cuyas conquistas representan otras tantas muescas en la culata. Trabajando aquí y allá en cosas de lo más raro, Carlos se presentó en el Los Angeles Community College de California en 1955, en donde conoció a su futura esposa, Margaret Runyon. Al igual que Castaneda, Margaret se sentía fascinada por los estudios espirituales y paranormales. Contrajeron matrimonio en 1960. Carlos le reveló que se había hecho la vasectomía y le propuso que un amigo de ambos la dejase embarazada. De esta unión nació un hijo, llamado C.J., que fue legalmente adoptado por los Castaneda. Carlos lo mismo apabullaba al crío con muestras de cariño, como lo dejaba abandonado durante prolongados períodos, con lo que sus recuerdos son una mezcla de calidez y angustia. Durante este período, Carlos intentó mejorar su psiquismo para superar su complejo de «fealdad». Afirmaba haberse matriculado en un gimnasio de Hollywood en el que se ejercitaba Jack LaLanne; posteriormente, regalaba los oídos de sus amigos con anécdotas sobre cuando le daba masaje a LaLanne caminando por su espalda. Asimismo, se quedaba pasmado mientras el culturista realizaba uno de sus trucos favoritos: «Se comía un plátano, un puñado de galletitas saladas y se bebía un vaso de leche, por este orden. Acto seguido, lo vomitaba todo en orden inverso y cada cosa por separado. Era maravilloso. ¡No me lo podía creer!» En 1959, Castaneda ingresó en la UCLA persiguiendo su sueño de llegar a ser antropólogo. Dio inicio a una serie de viajes en solitario a Méjico para investigar el valor medicinal de determinadas plantas; fueron dichos viajes los que le condujeron a seguir un aprendizaje de la mano de un chamán nativo, o brujo, «un hombre de conocimiento» que afirmaba haber conocido en una parada de autobús. Castaneda escogió el seudónimo «don Juan Matus» para su mentor yaqui. Margaret nunca fue invitada a dichas

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Foto © David Christie/Millenium Press Archives

Foto : L.A.C.C.

CONOZCO AL HOMBRE MÁS ESQUIVO DEL MUNDO

Izquierda: Carlos Castaneda a los treinta y cuatro años, como graduado del Los Angeles Community College en 1959. Derecha: Carlos en Los Angeles con su hijo adoptivo Jeremy «C.J.» Carleton, en el hogar de su esposa, Margaret Runyon.

incursiones, con lo que ella especulaba que la razón del seudónimo es que solían beber vino Matus para cenar. En abril de 1968, la editorial University of California Press publicó la tesina de Carlos titulada The Teachings of don Juan, A Yaqui Way of Knowledge [Las enseñanzas de don Juan: Un modo yaqui de conocimiento], un relato acerca de la formación de Castaneda como aprendiz de brujo. Cuando Simon & Schuster adquirieron los derechos para su lanzamiento multitudinario, el éxito fue enorme, alcanzando los primeros lugares de las listas de libros más vendidos. Posteriormente, todo aquello supuso un escándalo considerable para el Departamento de Antropología, cuyos miembros fueron acusados de falta de rigor académico por aceptar este trabajo no convencional sin haber podido examinar las notas de campo correspondientes, notas que Castaneda afirmó haber extraviado.

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APRENDIZA DE BRUJA

CAPÍT ULO 10

Carlos Castaneda tiene una cita

La verdad es que estaba aterrorizada, aunque resuelta a actuar con valor, lista para la aventura. Sentía una inmensa curiosidad por las motivaciones de Carlos, y por fin esas posibilidades sobrenaturales habían empezado a tentarme. ¿Qué ocurriría durante el sexo? ¿Se alteraría mi conciencia?, ¿entraría en otro mundo palpable?, ¿en una segunda dimensión? ¿Surgirían seres inorgánicos y exploradores con voces incorpóreas que me guiarían por túneles construidos como panales? ¿Penetraría en uno de los libros de Carlos Castaneda? En la cena me bebí un martini y estuve jugueteando con la comida en el plato luchando por mantener con una cierta coherencia mi parte de la conversación. Las horas se fueron escabullendo mientras le echaba nerviosas miradas a mi reloj. Le dije a mi madre que había quedado con Carlos para ir a tomar una copa y que me recogería allí mismo. Su suave «¡Qué bien, querida!» en cierto modo me puso aún más nerviosa. Carlos llegó en su camioneta Ford, informal pero elegante, al estilo del sudoeste: vaqueros, corbata de bolero y un cinturón precioso con hebilla de plata y una turquesa. Íbamos a The Wilshire Motel. Cuando llevábamos diez minutos de trayecto, a unas cuantas manzanas de nuestro destino, hice una observación: –Pareces nervioso. –¡Estoy más nervioso que un gato! –¡Venga, hombre! ¿Tú nervioso? Yo soy quien tiene que estar nerviosa. Tú eres Carlos Castaneda: esto lo haces cada día.

CARLOS CASTANEDA TIENE UNA CITA

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Me miró escandalizado. –De eso nada. –¡Por favor! –¡Llevo veinte años de celibato! –¡Por favor! –Llevo veinte años de celibato esperándote. Lo miré con ferocidad y murmuré: –¡Non capisco niente! ¡No entiendo nada! Se rió entre dientes, complacido. –¡Non capisco niente! –repitió sonriendo, pero en su cuello y hombros la tensión era evidente. Me llamó mucho la atención el que no se comportara en absoluto conforme a mi imagen del seductor consumado. Estoy segura de que nadie, ni el actor de más talento – ¡en nombre de Dios! ¡un guru!–, podría haber fingido una ansiedad tan realista. De pronto, se hizo a un lado y aparcó. –¿Eres consciente de en qué te estás metiendo, chica? ¿De lo serio que es? –Sí. –Esto es peligroso, preciosa. No hay vuelta atrás. –Lo entiendo –dije completamente metida en el lío. Carlos me observó con la duda pintada en su rostro. Al dar el contacto, le temblaba la mano. –Muy bien. Pero tengo que tener tu palabra. Tu palabra lo significa todo para Aquello. –Carlos, te lo prometo. Te doy mi palabra. Asintió gravemente y arrancamos. Era un motel barato, limpio, sumamente inocuo. Al acercarnos al libro de huéspedes, me sonrió y, tras pensarlo un momento, declaró: –Somos el señor y la señora Simon Parbetur. Subraye este día en su calendario, señora Parbetur. Firmó con nuestros nombres de «casados» y me susurró al oído: –Esta noche muere Amy Wallace. Mientras nos dirigíamos a nuestra habitación cogidos del brazo, realizó un solemne pronunciamiento: –Cuando estás muerto nada te puede dañar. ¿Qué se le puede hacer a un cadáver? Don Juan me dijo que me «muriera». «¿Cómo sabré que estoy muerto?», le pregunté. «Cuando no necesites a tus amigos, cuando nunca más necesites a nadie», me dijo, «busca un motel barato con cortinas verdes y manchas en la alfombra, y quédate ahí hasta que estés muerto.»

Foto de Gerard Barbier

218 APRENDIZA DE BRUJA

La autora con el «anillo del silencio interior» en su mano izquierda y uno de los últimos regalos de Carlos, un anillo «¡repleto de chi!» en su derecha.

Durante los talleres para mujeres, Carlos y yo disfrutábamos de unas veladas especialmente románticas. Me regaló un bellísimo anillo victoriano de ónice negro atravesado en su centro por un diamante. Florinda lo bautizó «el anillo del silencio interior». Yo lo llevé contentísima hasta la conclusión del seminario. Cuando Beulah lo vio, se precipitó hacia mi mano; de hecho sonreía. «Por fin», pensé, «se va a olvidar de esta competición implacable.» Yo era sorprendentemente ingenua. –Es asombroso –me arrulló. –Es espléndido, me encanta. La colección de la hechicería es soberbia –bromeé. De repente se transformó en una bruja, me agarró el cuello fingiendo estrangularme, sacudiéndome la cabeza adelante y atrás enérgicamente. –¡Uuugh, podría matarte! –chilló. –¡Beulah! –exclamé, zarandeada. Me palpé el cuello, intentando recu-

Foto de Gerard Barbier

LAS GUERRAS DE LAS JOYAS 219

La autora con el collar que Carlos decía que representaba la «grieta entre los mundos», tal como se describe en sus primeros libros.

perarme–. Era una broma. Si pierdes tu sentido del humor, no te queda nada, pero nada. ¿Por qué te enfadas tanto? Frunció el ceño y se alejó dando grandes zancadas, con el asco manchando sus rasgos. Era algo más que desprecio y mala educación: era odio. Nunca entendí lo que lo motivaba. ¿Qué era yo para esa mujer tan triste? En un mundo en el que comunicarse abiertamente significaba una casi inevitable expulsión, sólo me quedaba especular. En cierto modo, la había sustituido. O quizá Carlos la había puesto contra mí. Quizá cantando mis alabanzas había suscitado sus celos y su odio. O lo contrario. Aquel anillo del «silencio interior» había producido un ruido horrible, el ruido de un gato aullando de dolor. A las brujas les regalé mis mejores joyas, incluyendo un estimadísimo collar de perlas a Florinda. Ella me dijo que me quería tanto que no se lo quitaría ni para dormir. A pesar de la mezquindad de las brujas, Muni rompió el molde y me compró un elegante collar de labradorita con zarcillos, cuando yo ya no poseía ninguna joya. Su gesto fue atrevido y extraño. Yo llevé aquellas piedras agradecida durante años.

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