AMARTYA SEN IGUALDAD DE QUÉ
Short Description
Download AMARTYA SEN IGUALDAD DE QUÉ...
Description
¿IGUALDAD DE QUÉ? AMARTYA SEN THE TANNER LECTURES ON HUMAN VALUES Delivered at Standford University 22 de Mayo de 1979 Amartya Sen es “drummond professor” de economía política en la Universidad de Oxford. También es Socio del College de All Souls, y profesor “Andrew D. White” en la Universidad de Cornell. El profesor Sen nació en India y estudió en Calcuta y Cambridge. Ha enseñado en Calcuta, Cambridge, Delhi y Londres, así como en Berkeley, Harvard, M.I.T., y Standford. Sus libros incluyen: Elección de Técnicas, Elección Colectiva y Bienestar Social, Sobre Desigualdad Económica, y Empleo, Tecnología y Desarrollo. Su Pobreza y camines está en prensa, así como otro libro, Bienestar y Derechos, que está cerca de completar. Ha publicado artículos sobre economía, filosofía, ciencia política, teoría decisional, e historia.
Las discusiones en filosofía moral nos han ofrecido un amplio menú de respuestas a la pregunta sobre igualdad de qué. En esta lectura me concentro en tres particulares tipos de igualdad: (a) igualdad utilitarista, (b) igualdad totalmente utilitaria, y (c) igualdad rawlsiana. Argumento que las tres tienen graves limitantes, y que mientras fallan en diferentes y contrastantes modos, una teoría adecuada no puede ser construida sólo de la combinación de los ámbitos de las tres. Hacia el final, trato de presentar una formulación alternativa de igualdad que me parece merece más atención de la que ha recibido, y no desistiré de hacerle propaganda. Primero, una cuestión metodológica. Cuando se señala que un cierto principio moral ha fallado, ¿cuáles pueden ser las bases de ese argumento? Pareciera haber al menos dos vías de argumentar esta crítica, aparte de sólo chequear su apelación directa a una intuición moral. Una es revisar las implicaciones del principio tomando casos particulares en los que el resultado de emplear dicho principio puedan ser vistos en un modo algo absoluto, y luego examinar estas implicaciones contra nuestra intuición. Llamo a esta crítica la “crítica de implicación de caso”. La otra es moverse no de lo general a lo particular, sino de lo general a lo más general. Uno puede examinar la consistencia del principio con otro principio que es reconocido por ser más fundamental. Estos principios primigenios son usualmente formulados en un nivel más abstracto, y frecuentemente toman la forma de congruencia con algún procedimiento más general. Por ejemplo, lo que razonablemente asumiríamos de ser escogido bajo la ignorancia de tipo como si de la “posición original” ralwsiana, un estado hipotético primordial en que la gente decide qué reglas adoptar sin saber cómo van a ser como personas- como si ellas pudieran terminar siendo cualquiera de las personas de la comunidad 1. O qué reglas satisfarían el requerimiento de “universalizabilidad” de Richard Hare, y serían consistentes con “dar iguales bienes a iguales intereses de los ocupantes de todos los roles” 2. Llamo a la crítica basada en esta aproximación la “crítica del principio primordial”. Ambos acercamientos pueden ser usados en evaluar afirmaciones morales de cada tipo de igualdad, y serán ciertamente usadas aquí. 1. IGUALDAD UTILITARISTA Igualdad utilitarista es la igualdad que puede derivarse del concepto utilitarista de bondad aplicado a problemas de distribución. Probablemente el caso más simple corresponde al “problema puro de la distribución3”: el problema de dividir una torta en forma homogénea entre un grupo de personas 4. Cada persona obtiene más utilidades mientras más grande sea su porción de torta, y obtiene utilidades sólo de su 1
John Rawls, A theory of Justice (Cambridge: Harvard University Press, 1971), pp. 17-22. Ver también W. Vickrey, “Measuring marginal utility by reactions to risk” (Midiendo utilidades marginales de reacciones al riesgo), en Econometrica 13 (1945), y J.C. Harsanyi, “Cardinal Welfare, Individualistic ethics, and interpersonal comparisons of utility” (Bienestar principal, ética individual, y comparaciones personales de utilidad), en Journal of Political Economy 63 (1955) 2 R. M. Hare, The Lenguaje of Morals (Oxford: Clarendon Press, 1952); “Ethical Theory and Utilitarianism” (Teoría ética y Utilitarismo), en H. D. Lewis, ed., Contemporary 3 N. de la t.: realmente no recuerdo bien mis clases de filosofía moral, pero creo entender que lo puro es el problema y no la distribución. De todos modos, en inglés esto es: “pure distribution problem”. Juzguen ustedes. 4 He tratado de emplear este formato para un contarste axiomático del criterio rawlsiano y el utilitario en “Rawls v/s Bentham: An axiomatic examination of the Pure Distribution Problem” (Rawls v/s Bentham: un examen axiomático del problema puro de la distribución), en Theory and Decision 4 (1974); reimpreso en Daniels, N. (ed) Reading Rawls (Oxford: Blackwell, 1975). Ver también L. Kern, “Comparative distributive ethics: An extension of Sen’s examination of the Pure Distribution Problem” (Ética distributiva comparada: extensión del examen del problema puro de la distribución de Sen), en Gottinger, H.W. & W. Leinfellner (eds.), Decision Theory and Social Ethics (Dordrecht: Reidel, 1978), y J.P. Griffin, “Equality: on Sen’s Equity Axiom” (Igualdad: sobre el axioma de la equidad de Sen), Keble College, Oxford, 1978, mimeografiado.
porción de la torta5. Sus utilidades se incrementan cuando disminuye el número de personas en que la torta va a ser repartida. El objetivo utilitarista es maximizar el total de utilidades independientemente de la distribución, pero ello requiere de la igualdad de la utilidad marginal de cada uno –siendo la utilidad marginal la utilidad de aumento que cada persona puede obtener de una ración adicional de torta. De acuerdo a una interpretación, esta igualdad de utilidades marginales significa tratamientos iguales para los intereses de cada uno6. La posición es un poco más complicada cuando el tamaño total de la torta no es independiente de su distribución. Pero incluso la maximización de la suma de utilidades totales requiere que la transferencia sea hecha al punto al cual la utilidad marginal de ganancia de los que ganan sea igual a la utilidad marginal de pérdida de los que pierden, después de los efectos de la transferencia en el tamaño y la distribución del pastel7. Es en este amplio contexto en que el tipo especial de igualdad en que insisten los utilitaristas se distingue de manera asertiva. Richard Hare ha señalado que “otorgar un peso equivalente a los intereses equivalentes de todas las partes” podría “dejarse al utilitarismo” –lo que satisface el requerimiento de principio principal de la universabilidad 8. En forma similar, John Harsanyi dispara contra de los noutilitaristas (incluso contra este artículo, debo agregar), señalando para los utilitaristas una habilidad exclusiva para evitar “discriminaciones injustas” entre “las necesidades humanas similares entre una persona y otra”9. La importancia moral de las necesidades, en esta interpretación, está basada exclusivamente en la noción de utilidad. Esto es discutible, y habiendo existido varias ocasiones de disputa en el pasado 10, no debo reprimirme el disentir en este contexto. Retomaré este punto luego; primero quiero examinar la naturaleza de la igualdad utilitarista sin cuestionar su base en la importancia moral que otorga a la utilidad. Incluso cuando la utilidad es la base exclusiva de importancia, se mantiene la pregunta de si el tamaño de la utilidad marginal, sin consideración de la utilidad total que disfruta la persona, sea un índice adecuado de importancia moral. Es posible, desde luego, definir una métrica de características utilitarias tal que la escala de utilidades de cada persona se correlacione con las de cualquier otro de modo que la importancia de la igualdad social sea simplemente medida como una utilidad marginal equivalente. Si tomamos comparaciones interpersonales de utilidades para obtener un contenido no descriptivo, entonces ellas pueden efectivamente ser consideradas como en una aproximación natural. No importa cómo se tomen las importancias sociales relativas, las utilidades marginales atribuidas a cada persona podrán simplemente reflejar estos valores. Esto puede ser realizado mediante una escala interpersonal apropiada 11, o de manera implícita haciendo que la enumeración de utilidades refleje alternativas en situaciones como si la incertidumbre asociada a la “posición original” bajo la presunción adicional de ignorancia sea interpretada como la igual probabilidad de ser cualquiera12. Esta no es la ocasión para revisar los detalles técnicos de este tipo de ejercicio, pero la esencia de esto consiste en usar un procedimiento escalar tal que las medidas de utilidad marginal sean automáticamente identificadas como indicadores de importancia social. Esta vía al utilitarismo permite ser aprehendida con poca resistencia, pero es no controversial principalmente porque dice muy poco. El problema se presenta en el momento en que las utilidades y las comparaciones personales son tomadas como si tuvieran un contenido descriptivo diverso, en la forma en 5
La condición de igualdad debe ser reemplazada por una combinación de requerimientos de desigualdad correspondiente, cuando las propiedades de “continuidad” apropiadas no se sostengan. Dificultades más profundas son tomadas por “no-convencionales” (por ejemplo, el incremento de la utilidad marginal) 6 J. Harsanyi, “Can the maximin principle serve as a basis of morality? A critique of John Rawls’ Theory” (Puede servir el principio maximizador como base de moralidad. Crítica a la teoría de John Rawls), en American Political Science review 64 (1975) 7 Como mencioné en la nota al pie número 6, las condiciones de igualdad requieren de modificaciones en ausencia de una continuidad de tipo apropiado. Las transferencias deben ser llevadas al punto al cual la utilidad marginal de ganancia para los beneficiados de cualquier transferencia ulterior no es más que la utilidad marginal que pierden los no-beneficiados. 8 Hare (1976), pp. 116-17 9 John Harsanyi, “Non-linear social welfare functions: a rejoinder to professor Sen” (Funciones de bienestar no lineares: una respuesta al profesor Sen), en Butts, R.E. y J. Hintikka (eds.) Foundational Problems in the Special Sciences (Dordrecht: Reidel, 1977), pp. 294-95 10 Collective Choice and Social Welfare (San Francisco: Holden Day, 1970), capítulo 6 y sección 11.4; “On Weights and Mesures: informational constraints in Social Welfare Analysis” (Sobre valoraciones y medidas: restricciones informacionales en el análisis del bienestar social), en Econometrica 45 (1977). Ver también el argumento de T.M. Scalon contra la identificación de utilidades por “urgencias” en su “Preference and Urgency” (Preferencias y urgencias), en Journal of Philosophy 72 (1975) 11 Para dos altamente ingeniosos ejemplos de este ejercicio, ver Peter Hammond, “Dual interpersonal comparisons of Utility and the Welfare Economics of Income Distribution” (comparaciones interpersonales de la utilidad y el bienestar económico en la distribución de ingreso), en Journal of Public Economics 6 (1977): 51-57; y Menahem Yaari, “Rawls, Edgeworth, Shapley and Nash: Theories of Distributive Justice Re-examined” (Rawls, Edgeworth, Shapley y Nash: Teorías de Justicia distributiva revisadas), en Research Memorandum número 33, Center fir Research in Mathematical Economics and Game Theory, Hebrew University, Jerusalem, 1978. 12 Ver Harsanyi (1955, 1975, 1977)
que los utilitaristas han insistido que lo tienen. Puede haber conflictos entonces entre estas utilidades descriptivas y las utilidades apropiadamente medidas y esencialmente normativas, en términos de cuáles son forzadas a ser utilitaristas. En lo que sigue no tengo nada más que decir del utilitarismo vía escala interpersonal apropiada, de modo que regreso a examinar la posición utilitarista original, que toma utilidades para obtener contenidos descriptivos interpersonalmente comparables. Cómo debe relacionarse la importancia moral con estas características descriptivas es lo que debo mostrar. La posición puede ser examinada desde la perspectiva del principio principal así como desde el ángulo de la implicación de caso. La crítica de John Rawls que lo lleva a presentar su propia concepción alternativa de justicia toma mayoritariamente la forma de principio principal. Esto sobre todo en términos de la aceptabilidad de la “posición original”, argumentando que en la situación postulada de como si hubiese ignorancia, las personas no podrían elegir maximizar la utilidad total. Pero Rawls también discute la violencia que tiene el utilitarismo hacia nuestras nociones de libertad e igualdad. Algunas réplicas al argumento de Rawls reafirman la necesidad de ser utilitaristas a través de la vía escalar, ya discutida arriba, y que –pienso- es inapropiada frente a la crítica de Rawls. Sin embargo, debo confesar que encuentro que el atractivo de la “posición original” es visiblemente resistible desde el momento en que aparece como poco claro lo que precisamente debe ser escogido en cada situación. Es también lejano a lo obvio que una elección prudente bajo una incertidumbre hipotética (como si) proveyera una base adecuada para un juicio moral en posiciones no-originales, como la vida real 13. Pero considero que la crítica más directa de Rawls en términos de igualdad y libertad se sostiene poderosamente. En el grado en que uno se preocupe por la distribución de utilidades, se sigue inmediatamente que el utilitarismo podría darnos en general un poco de consuelo. Incluso la ganancia más insignificante en el total de la suma de utilidades puede ser tomada como la mayor de las desigualdades de distribución del tipo más evidente. Este problema puede ser evitado bajo ciertas circunstancias, como en el caso en que cada uno tiene la misma utilidad funcional. En el problema puro de la distribución, bajo este supuesto, el mejor utilitarista requerirá de una igualdad absoluta para el total de las utilidades de todos 14. Esto es porque cuando las utilidades marginales son comparadas, también lo serán las utilidades totales si cada uno tiene la misma utilidad funcional. Esto es, como sea, igualitarismo por descubrimiento fortuito: sólo el resultado accidental de ver la punta de la cola meneándose para hablar del perro completo. Más importante, la suposición podrá ser frecuentemente violada, mientras existan variaciones obvias y bien discutidas entre los seres humanos. John podrá ser fácil de complacer, pero Jeremy no. Si esto es tomado como un principio principal aceptable, de que la igualdad de la distribución de un total de utilidades tiene algún valor, entonces el concepto utilitarista de igualdad –marginal como es- debe estar condenado. El reconocimiento de la diversidad fundamental de los seres humanos tiene, en efecto, consecuencias muy profundas, que no sólo afectan la concepción utilitarista del bien social, sino también otras, incluyendo la concepción rawlsiana de igualdad. Si los seres humanos son idénticos, entonces la aplicación del principio principal de universalidad en la forma de “dar iguales bienes a iguales intereses de las partes” se simplifica enormemente. Utilidades marginales iguales de todos –que reflejan una interpretación del tratamiento igualitario de las necesidades- coincide con la igualdad del total de necesidades –reflejando una interpretación de la igualdad de intereses. En un contexto de diversidad, las dos pueden presionar en direcciones opuestas, y está lejos de quedar claro que “dar iguales bienes a iguales intereses de todas las partes” pueda requerir de nosotros que nos concentremos en uno de los dos parámetros, sin considerar el otro. La perspectiva de la implicación de caso puede ser también usada para desarrollar una crítica relacionada, y he tratado de presentar esa crítica en otro lugar 15. Por ejemplo, si una persona A es un lisiado que obtiene la mitad de las utilidades que una persona B que fabrica mágicamente utilidades obtiene, en cualquier nivel dado de ingreso, entonces en el problema puro de la distribución entre A y B, el utilitarista terminaría dando más ingreso a B que a A. El lisiado perdería doblemente: tanto porque obtiene menos utilidades en el mismo nivel de ingreso, como porque asimismo obtendrá menos ingreso. El utilitarismo llega a esto gracias a su resuelta preocupación por maximizar la suma de utilidades totales. Se sigue que la eficiencia superior del sujeto B en producir utilidades ubicará el ingreso lejos del lisiado.
13
Para esto, ver Thomas Nagel, “Rawls on Justice” (Rawls sobre justicia), en Philosophical Review 83 (1973), y “Equality” (Igualdad) en su Moral Questions (Cambridge: Cambridge University Press, 1979) 14 El problema es mucho más complejo cuando la torta no puede repararse, y cuando la maximización de las utilidades torales no necesariamente lleva a una igualdad del total de utilidades, bajo ciertas suposiciones especiales dadas, como por ejemplo, la ausencia de argumentos que incentiven para la desigualdad. 15 On Economic Inequality (Oxford: Clarendon Press, 1973), pp. IG-20
Siendo este ejemplo discutido cierta cantidad de veces 16, tal vez deba explicar qué ha sido declarado y qué no. Primero, no ha sido señalado que cualquiera con un bajo nivel de utilidades (por ejemplo, el desvalido) en cualquier nivel de ingreso deba necesitar asimismo tener bajas utilidades marginales. Esto debe ser verdad para algunos niveles de ingreso, pero no necesita ser verdad en todos los casos. Efectivamente, lo opuesto podría ser el caso en que los ingresos sean igualitariamente distribuidos. Si ello fuera así, incluso el utilitarismo le daría más ingreso al lisiado que al no lisiado, desde que en ese punto el lisiado sería un productor más eficiente de utilidades. Mi punto es que no hay garantía de que sea ese el caso, y más particularmente, si el caso fuera que el lisiado no sólo empeorara en términos de utilidades totales, sino pudiese convertir el ingreso en utilidades de manera menos eficiente en todos los casos (incluso en el caso de una división igualitaria del ingreso), entonces el utilitarismo compondría su desventaja estableciéndolo como con menos ingreso en el tope de la menor eficiencia en lograr utilidades fuera del ingreso. El punto, por supuesto, no es acerca de lisiados en general, no sobre toda la gente con desventaja en el total de utilidades, sino sobre la gente –incluyendo a los lisiados- con desventajas tanto en términos de utilidad total como de utilidad marginal, en los puntos relevantes. Segundo, el contenido descriptivo de utilidad es menos importante en este contexto. Obviamente, si las utilidades fueran medidas para reflejar una importancia moral, entonces desear otorgarle prioridad en el ingreso del lisiado sólo contribuiría a una mayor utilidad marginal para el ingreso del lisiado, pero esto – como ya lo hemos discutido- corresponde a un sentido especial de utilidad –absolutamente desprovisto de contenido descriptivo. En términos de características descriptivas, lo que ha sido asumido en nuestro ejemplo es que el lisiado puede ser ayudado otorgándole ingreso, pero el incremento de su utilidad como consecuencia de un incremento marginal en el ingreso es menor –en términos del aceptado criterio descriptivo- que dando esta unidad de ingreso al fabricante de utilidades, cuando ambos tenían inicialmente el mismo ingreso. Finalmente, el problema para los utilitaristas en el argumento de la implicación de caso no depende de la suposición implícita de que el requerimiento de más ingreso proveniente de una desventaja deba dominar el requerimiento proveniente de una alta utilidad marginal 17. Un sistema que entrega bienes a ambos requerimientos seguirá fallando respecto a la fórmula utilitarista del bien social, que demanda una preocupación exclusiva en el último requerimiento. Es esta estrechez la que hace que la concepción utilitarista de igualdad sea limitada. Incluso cuando la utilidad es aceptada como la sola base de importancia moral, el utilitarismo falla en capturar la relevancia de toda la ventaja para el requerimiento de igualdad. La crítica del principio principal puede ser sustituida por la crítica de la implicación de caso usando esta falta de preocupación con preguntas distribucionales excepto a nivel marginal. 2. IGUALDAD TOTALMENTE UTILITARIA Bienestar es la consideración de que la bondad de un estado de relaciones puede ser juzgada completamente por la bondad de utilidades en ese estado 18. Esta visión es menos demandante que la del utilitarismo, en la medida que no requiere –como agregado- que la bondad de las utilidades deba ser juzgada en consideración a la suma total. Utilitarismo es, en este sentido, un caso especial de bienestar, y entrega una ilustración del mismo. Otro caso de distinción corresponde al criterio de juzgar la bondad de un estado por el nivel de utilidades de la peor persona en ese estado –criterio generalmente atribuido a John Rawls. (Excepto por John Rawls. El usa los bienes sociales primarios más que utilidades como indicador de ventaja, como ya lo presentamos) Uno puede también tomar otras funciones de las utilidades –además de la suma total o del elemento mínimo. La igualdad utilitaria es un tipo de igualdad de bienestar. Existen otras, como la igualdad de la unidad total. Es tentador pensar en esto como en un tipo de analogía con el utilitarismo, cambiando el foco desde la utilidad marginal a la utilidad total. Esta correspondencia está, sin embargo, menos cerca de lo que aparenta estar. Primero que todo, mientras los economistas a menudo tienden a tratar lo marginal y lo total como perteneciente al mismo plano discursivo, existe una diferencia importante entre ellos. Lo marginal es esencialmente una noción contrafactual: la utilidad marginal es la utilidad adicional que puede ser generada si la persona tiene una unidad más de ingreso. Este contraste es observado en lo que supuestamente se observaría si algo fuera diferente: en este caso, si el ingreso fuera una unidad mayor. El total no es, sin embargo, un concepto inherentemente contrafactual; si lo es o no lo es depende de la variable que ha sido 16
Ver John Harsanyi, “Non-linear Social Welfare Functions”, en Theory and Decision 6 (1976): 311-12; Harsanyi (1977); Kern (1978); Griffin (1978); Richard B. Brandt, A Theory of the Good and the Right (Oxford: Clarendon Press, 1979), capítulo 16. 17 Uno de los supuestos queda establecido en mi axioma débil de la equidad, propuesto en Sen (1973), pero no es necesario demandarlo para rechazar el utilitarismo. Ver Griffin (1978) para una crítica del axioma débil de la equidad, en su forma exacta. 18 Ver Sen (1977), y también mi “Welfarism and Utilitarianism” (Bienestar y Utilitarismo), en Journal of Philosophy 76 (1979)
ascendida. En el caso de las utilidades, si han sido tomadas para ser hechos observados, la utilidad total no será contrafactual. Entonces, la igualdad en el total de utilidades es un problema de observación directa, mientras que la igualdad utilitarista no lo es, desde el momento en que esta última requiere de una hipótesis de cómo las cosas debieran ser bajo ciertas circunstancias determinadas. El contraste puede ser fácilmente llevado al hecho de que la igualdad utilitaria es esencialmente una consecuencia de la maximización total, que en sí misma es una noción contrafactual, mientras el total de utilidades iguales es una igualdad de alguna magnitud directamente observada. Segundo, el utilitarismo provee un completo orden de todas las distribuciones utilitarias –el ranking refleja el orden de la suma de utilidades individuales-
3. IGUALDAD RAWLSIANA Los “dos principios de la Justicia”, de Rawls caracterizan la necesidad por igualdad en términos de –lo que él ha llamado- “bienes sociales primarios” 19. Estos son “cosas que todo ser racional presumiblemente quiere”, incluyendo “derechos, libertades y oportunidades, ingreso y bienestar, y las bases sociales del autorespeto”. Las libertades básicas se separan porque tienen prioridad sobre los demás bienes, y estas prioridades están dadas por el principio de libertad que requiere que “cada persona tenga igual derecho a la más extensa libertad básica compatible con la libertad similar de otros”. El segundo principio complementa éste, demandando eficiencia e igualdad, juzgando ventajas en términos de un índice de bienes primarios. Las desigualdades son condenadas a menos que trabajen para el beneficio de todos. Esto incorpora el “principio de la diferencia”, donde las prioridades están dadas más allá de los intereses del peor. Y esto lleva a la maximización, o minimización, definida no en las utilidades individuales, sino en el índice de bienes primarios. Pero dada la prioridad del principio de la libertad, ningún sacrificio es permitido entre las libertades básicas y las ganancias económicas y sociales. Herbert Hart ha disputado persuasivamente contra los argumentos de Rawls acerca de la prioridad de la libertad20, pero no me preocuparé de ello en este trabajo. Lo que es crucial para el problema en discusión es la concentración de haces de bienes sociales primarios. Algunas de las dificultades con el “bienestarismo” 21 que he tratado de discutir no son aplicables al propósito de la igualdad rawlsiana. Los criterios objetivos del bienestar pueden ser directamente contenidos en el índice de los bienes primarios. Y se puede desmentir a Mill acerca de la paridad entre deseos desde diferentes fuentes, desde el momento en que podemos discriminar entre estas fuentes sobre la base de la naturaleza de los bienes. Incluso aún, en tanto el principio de la diferencia es igualitarista en un modo similar a la leximin, se aleja de la tan criticada característica de la leximin de otorgar más ingreso a personas más difíciles de complacer y que deben estar inundados en champagne y sepultados en caviar, para brindarles un nivel normal de utilidad, como el que usted y yo tenemos para un sándwich y una cerveza. Desde el momento en que esta ventaja es juzgada no en términos de utilidades, sino mediante el índice de bienes primarios, los gustos caros cesan de ser una razón para obtener mayores ingresos. Rawls justifica esto en términos de la responsabilidad personal por fines propios. Pero ¿qué sucede con el lisiado con desventajas utilitarias, del que hemos discutido antes? La leximin le entregará mayores ingresos en términos del problema puro de la distribución. El utilitarismo, según he indicado, le otorgará menos. El principio de la diferencia no le otorgará ni más ni menos porque él sea lisiado. Su desventaja utilitaria es irrelevante para el principio de la diferencia. Puede sonar duro, y creo que lo es. Rawls justifica esto subrayando que los “casos difíciles” pueden “distraer nuestra percepción moral dirigiéndonos a pensar sobre personas lejanas de nosotros, cuyos destinos despiertan compasión y ansiedad”22. Esto puede ser, pero los casos difíciles existen, y señalar que tener incapacidades, o necesidades de salud específicas, es moralmente irrelevante, o dejarlas fuera por temor a cometer un error, puede garantizar que el error opuesto se haga. Y el problema no termina con los casos difíciles. La aproximación por bienes primarios parece tener poco en cuenta la diversidad humana. En un contexto de evaluación de la igualdad utilitarista, fue señalado que si las personas fueran fundamentalmente similares en términos de funciones de utilidad, entonces la preocupación de los utilitaristas de maximizar la suma total de utilidades nos llevaría simultáneamente en dirección de una igualdad de niveles de utilidad. Entonces el utilitarismo podría presentarse como altamente atractivo, si la gente efectivamente fuera similar. Un comentario correspondiente podría a la vez hacerse acerca del principio rawlsiano de la diferencia. Si la gente fuera básicamente similar, entonces un índice de bienes primarios podría ser una buena forma de juzgar ventajas. Pero, de hecho, la gente pareciera tener diferentes necesidades que varían según su salud, su longevidad, las condiciones climáticas, su locación, condiciones laborales, temperamento, e incluso su tamaño corporal (que afecta sus necesidades de vestuario y alimentación). Entonces, lo que está tras de esto no es sólo la ignorancia de los casos difíciles, sino dejar pasar diferencias bastante marcadas y reales. Juzgar ventajas sólo en términos de los bienes primarios nos lleva a una ceguera parcial de moralidad. Efectivamente, puede argüirse un elemento “fetichista” en el marco rawlsiano. Rawls toma los bienes primarios como portadores de ventajas, más que tomar ventaja de una relación entre personas y bienes. El 19
Rawls (1971), pp. 60-65 H.L.A. Hart, “Rawls on liberty and its priority” (Rawls acerca de la libertad y su prioridad), University of Chicago Law review 40 (1973); reimpresa en N. Daniels (ed), Reading Rawls (Oxford: Blackwell, 1975) 21 N. de la t: las cremillas son mías. ¿De qué otro modo se traduce “welfarism”? 22 J. Rawls, “A Kantian concept of equality” (Un concepto kantiano de igualdad), en Cambridge Review (Febrero 1975), p. 96 20
utilitarismo, o leximin, o –más generalmente- el bienestarismo no tienen este fetichismo, en tanto las utilidades son reflejo de un tipo de relación entre personas y bienes. Por ejemplo, el ingreso y el bienestar no son tasados bajo el utilitarismo como unidades físicas, sino en términos de su capacidad para generar felicidad humana o para satisfacer deseos humanos. Incluso si la utilidad no se piensa como el foco de la relación persona-bien, para obtener un cuadro completamente bien orientado, ello entrega una vía peculiar de juzgar las ventajas. Puede también indicarse que mientras la utilidad en la forma de felicidad o de satisfacción de deseos puede ser una guía poco adecuada en términos de la urgencia, el cuadro de Rawls subraya que es irrelevante para la urgencia, lo que es, por supuesto, una afirmación más fuerte. La distinción fue ya discutida en el contexto de la evaluación del bienestarismo, y se indicó que el rechazo del bienestarismo no requiere que lleguemos al punto en donde la utilidad no tenga ningún rol en absoluto. Que los intereses de una persona puedan no tener nada que ver directamente con la felicidad parece difícil de justificar. Incluso en términos del principio fundamental de aceptabilidad prudente en la posición original, no queda del todo claro por qué la gente en ese estado primordial debiera ser tomada de manera independiente de sus felicidades y sufrimientos en su ocupación de posiciones particulares, o si no lo son, por qué su preocupación acerca de esas felicidades y sufrimientos debieran ser tomadas como moralmente irrelevantes. 4. IGUALDAD DE CAPACIDADES BÁSICAS Lo anterior nos lleva a la siguiente cuestión: no podemos construir una teoría adecuada de igualdad, que combine lo indicado en la igualdad rawlsiana y la igualdad bajo las dos concepciones de bienestar, sacrificando algunos elementos de ellas. Me gustaría señalar ahora brevemente por qué creo esto puede probar ser informativamente breve23. Esto puede, por supuesto, ser fácilmente señalado si consideramos como legítimas indicaciones que provienen de argumentos divergentes al bien común. La no explotación, o la no discriminación, requieren de un uso de información no completamente capturada ni por la utilidad ni por los bienes primarios. Otras concepciones de derechos pueden ser empleadas también e ir más allá de la preocupación sobre el bienestar personal solamente. Pero en lo que sigue, no introduciré estos conceptos. Mi punto de vista es que incluso el concepto de necesidades no es cubierto adecuadamente con la información de bienes primarios y utilidades. Deberé usar el argumento de la implicación de caso. Tomemos nuevamente al lisiado con desventajas respecto a la utilidad marginal. Vimos que el utilitarismo no haría nada por él; de hecho, le daría menos ingreso que al físicamente capaz. Tampoco lo ayudaría el principio de la diferencia; dejaría su desventaja física afuera. Tendría, no obstante, un tratamiento preferencial bajo la leximin, y más generalmente, bajo el criterio que acoge la igualdad total. Su bajo nivel de utilidad total sería la base de esta demanda. Pero ahora supongamos que no es peor que otros en términos utilitarios a pesar de su condición física gracias a otros atributos utilitarios. Puede ser porque tenga muy buena disposición. O porque tenga un bajo nivel de aspiración y su corazón palpite cada vez que ve un arco iris en el cielo. O porque es religioso y cree que será recompensado después de su vida, o porque acepta alegremente lo que tiene como penitencia de errores de una vida pasada. El punto importante es que a pesar de sus desventajas en términos de utilidad marginal, no está privado de una utilidad total. Ahora no sólo el leximin –o cualquier otra noción de igualdad que se focalice en la utilidad total- hará mucho por él. Si seguimos pensando en que él posee necesidades como desvalido que deben ser atendidas, entonces las bases de esta demanda claramente descansan no en una utilidad marginal, ni en una baja utilidad total, ni tampoco –por supuesto- en la privación en términos de bienes primarios. Es argumentable que lo que se extraña en todo este cuadro es alguna noción de “capacidades básicas”: una persona puede ser capaz de hacer ciertas cosas básicas. La habilidad de moverse es relevante aquí, pero podrían tomarse otras, como por ejemplo la necesidad de suplir las necesidades alimenticias de uno, los medios para vestirse y abrigarse, el poder de participar en la vida social de la comunidad. La noción de urgencia relacionada a esto no está completamente capturada ni en las utilidades ni en los bienes primarios, ni siquiera en la combinación de ambos. Los bienes primarios sufren de la desventaja de la fetichización al ser considerados como bienes, e incluso pensar que la lista de bienes es específica en un modo amplio e inclusivo, envolviendo derechos, libertades, oportunidades, ingreso, bienestar, y las bases sociales del autorespeto, es continuar pensando en cosas que son bienes más que con lo que esos bienes le hacen al ser humano. La utilidad, por otro lado, se preocupa por lo que esos bienes le hacen al ser humano, pero emplea una métrica que se focaliza no en las capacidades de la persona, sino en su reacción mental. Hay algo que todavía falta en la combinación de los bienes primarios y las utilidades. Si se señala que los recursos deben ser fieles a la remoción o sustancial reducción de la minusvalía del inválido a pesar de la inexistencia de 23
N. de la t.: dice: “I would now like to argue briefly why I believe this too may prove to be informationally short”
algún argumento de utilidad marginal (porque es demasiado caro), a pesar de no hay un argumento de utilidad total (porque él está muy satisfecho), y a pesar de que no hay privación de bienes primarios (porque tiene los bienes que otros tienen), el caso debe descansar en otra cosa. Creo que el tema es la interpretación de necesidades en la forma de capacidades básicas. Esta interpretación de las necesidades e intereses está a menudo implícita en las demandas por igualdad. A este tipo de igualdad le denomino “igualdad de capacidades básicas”. El foco en las capacidades básicas puede tomarse como una extensión natural de la preocupación de Rawls por los bienes primarios, desplazando la atención desde los bienes a lo que los bienes le hacen a los seres humanos. Rawls mismo motivó el juzgar las ventajas en términos de los bienes primarios, refiriéndose a las capacidades, e incluso pensó que su criterio terminaría fundándose en ellas: sobre el ingreso más que sobre lo que el ingreso hace, sobre las “bases sociales del auto respeto” más que el auto respeto en sí mismo, y así. Si los seres humanos fueran muy iguales entre sí, ello no ocasionaría gran problema, pero existe evidencia de que la conversión de bienes en capacidades varía de una persona a otra de manera sustancial, y la igualdad de los primeros puede seguir estando lejos de la igualdad de los segundos. Existen, por supuesto, muchas dificultades con la noción de “igualdad de capacidades básicas”. En particular, el problema de indexar haces de capacidades es uno de los serios. Es comparable al problema de indexar haces de bienes primarios en el contexto de la igualdad rawlsiana. No es esta la ocasión para adentrarnos en los temas técnicos involucrados en este ejercicio, pero está claro que cualquier ordenación parcial que pueda ser hecha sobre la base de una extensa uniformidad de preferencias personales, debe ser apoyada por ciertas convenciones estables de relativa importancia. Las ideas de importancia relativa son, por supuesto, condicionales a la naturaleza de la sociedad. La noción de igualdad de capacidades básicas es bastante general, pero cualquier aplicación de ella debe ser en algo dependiente de la cultura, especialmente en la valoración de las diferentes capacidades. Mientras la igualdad rawlsiana tiene las características de ser culturalmente dependiente y fetichista, la capacidad de las igualdades básicas evita el fetichismo, pero sigue siendo culturalmente dependiente. De esta forma, la igualdad de capacidades básicas puede ser vista esencialmente como una extensión de la aproximación rawlsiana, en una dirección no fetichista. 5. COMENTARIOS A LA CONCLUSIÓN Finalizo con tres comentarios. Primero, no estoy sosteniendo que la capacidad de igualdades básicas pueda ser la única guía hacia el bien moral. Por un lado, porque la moralidad no tiene que ver tan solo con la igualdad. Por otro, mientras sí sostengo que la igualdad de capacidades básicas posee claras ventajas sobre otros tipos de igualdad, no señalo que las otras sean moralmente irrelevantes. La igualdad de capacidades básicas es una guía parcial a parte del bien moral, asociado a la idea de igualdad. He tratado de argüir que como guía parcial posee virtudes que las otras caracterizaciones de la igualdad no poseen. Segundo, el índice de capacidades básicas, como la utilidad, puede ser empleado de diversas formas. La igualdad de capacidades básicas corresponde a la igualdad totalmente utilitaria, y puede extenderse en varias direcciones, como a la leximin de capacidades básicas. Por otro lado, el índice puede ser usado también en modo similar al utilitarismo, juzgando la fuerza de una demanda en términos de su contribución incremental a la elevación del valor del índice. La novedad principal está en el foco en una magnitud diferente a la utilidad como al índice de bienes primarios. Esta nueva dimensión puede ser empleada de muchas formas, de las que la igualdad de capacidades básicas es solo una. Por último, la mayor parte de este trabajo se ha preocupado en rechazar las demandas de igualdad utilitarista, totalmente utilitaria y rawlsiana, para proveer de bases suficientes para un aspecto igualitario de moralidad –incluso en la parte en que la preocupación es más sobre necesidades que sobre lo que es merecido. He argüido que ninguna de estas tres es suficiente, ni tampoco una combinación de las tres. Esta es mi tesis principal. He hecho también una demanda constructiva respecto al vacío que puede reducirse aludiendo a la idea de igualdad de capacidades básicas, y más generalmente al uso de las capacidades básicas como una dimensión moralmente relevante que nos puede llevar más allá de las utilidades y los bienes primarios. Debo terminar subrayando que la validez de la tesis completa no está condicionada a la aceptación de esta demanda.
View more...
Comments