ALVAREZ VALDES, A. - Que Sabemos de La Biblia IV - Fray Juan de Zumarraga, 1997

April 14, 2018 | Author: Coordinacion Servicios TIC | Category: Demons, Devil, Homo Sapiens, Adam And Eve, Adam
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¿Q UÉ SABEMOS DE EA BIBLIA?

© ¿El Diablo y el demonio son lo ismo? m © ¿Existieron real mente Ad án y Eva? © ¿Hubo a! principio del mund o un paraísoterrenal? © La torre de Bab el: ¿Cuál es su mensaje? © ¿En qué leng ua habl aba Jesús9 © ¿Ordenó e Jsús amar a losnem e igos? © ¿Cuándo fue la última cenade Jesús? © ¿San Pablo era antifeminista? © ¿Quiénes son los cuatro jinetes del_Ap ocalipsis? © En el fin del mundo, ¿reinará Jesús 1.000 año s sobre la iTerra?

A

Ariel Alvarez Valdéz

¿Qué sabemos de la Biblia? IV

Ediciones Fray Juan de Zumárraga, A.R. México, D.F.

Colección En torno a la Biblia

Dirección: P. Luis Glinka, ofm.

Con las debidas licencias ISBN 950-724-496-4

Ediciones FRAY JUAN DE ZUMÁRRAGA, A.R. Durango 90, Colonia Roma (0670 0) México, D.F. Tel - Fax: 55 29 17 31

©1997 by LUMEN Hecho el depósito que previene la ley 11.723 Todos los derechos reservados

LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA PRINTEDIN ARGENTINA

PALABRAS DE MONS. ARMANDO LEVORATTI El estudio científico de la Biblia ha tenido a lo largo de t odo este sigl o un desarroll o extraordinario, y el cu r so de las investigaciones continúa a un ritmo cada vez más acelerado. Multitud de estudiosos (exégetas, ar queólogos, historiadores, lingüistas) han aportado un increíble cúmulo de conocimientos, pero los resultados de sus esfuerzos quedan por lo general registrados en revistas especializadlas, en volúmenes gruesos y costo sos, o en libros escritos en lenguas extrañas. Esto ha abierto una profunda brecha entre los estudiosos de la Biblia y el creyente común, ya que este último, por ca recer de suficientes recursos intelectuales y económicos, casi nunca puede acceder a esos conocimientos especia lizados. De ahí la utilidad e importancia de los trabajos reu nidos por el P. Alvarez Valdés en estos pequeños libro (...). Se trata de exposiciones breves, claras y didácticas, destinadas a aclarar los temas que más pueden interesar (y que muchas veces inquietan) a los fieles cristianos y aun a muchos no creyentes. Este esfuerzo de divulgación científica presta además otro im po rtan te ser vicio. H oy muchos creyentes (en su mayoría protestantes, pero también algunos católicos) 5

rechazan hasta las conclusiones más razonables y segu ras de las ciencias bíblicas, porque consideran que acep tarlas equivaldría a negar la inspiración de las Escrituras. Esta hermenéutica errónea ya fue criticada en 1948 por la encíclica de Pío XII Divino Afilante Spiritu, pero en una época más reciente la Pontificia Comisión Bíblica consideró oportuno volver sobre el tema, debido a su importancia y actualidad. En este documento, la PCB valora y recomienda insistentemente el recurso a las ciencias para lograr una mejor comprensión de las Es crituras, y pone también serios reparos a todo intento de interpretación fundamentalista. El fimdamentalismo, en efecto, presupone con razón que cada frase de la Es critura debe ser interpretada “literalmente”, pero con funde la “interpretación lit eral” con una lectur a que to  ma al pie de la letra cada detalle (...). A partir de este principio, se excluye como contrario al carácter inspira do de los textos bíblicos el empleo de cualquier méto do científi co, y se descalifica tod a compre nsió n de la Bi blia que tenga en cuenta su desarrollo histórico o el ca rácter progresivo de la revelación (...). El P. Álvarez Valdés hace notar otro aspecto impor tante. Una exégesis sanamente crítica no puede ser no civa para la fe, po rq ue la fe y la razó n no se contrad icen. Una y otra proceden de Dios, que es la fuente primera de toda verdad. La revelación divina supera no pocas veces la capacidad humana de comprensión, pero nun ca es irracional ni incoherente. Las cuestiones religiosas 6

tienen ciertamente un contenido emocional, pero im plican mucho más que simples emociones. El autor de estos libros no pretende decir cosas nue vas. Sólo trata de cubrir el “vacío divulgativo” tan no torio en nuestro medio, exponiendo con sencillez te mas ya tratados en forma más técnica por especialistas de reconocida competencia. A. J. Levoratti, en Revista Bíblica , año 57, Nueva época n.° 59, 1995.

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EL AUTOR

El autor nació en Santiago del Estero (Argentina) en 1957. Es licenciado en Teología Bíblica por el Estudio Bí blico Franciscano de Jerusalén (Israel). Actualmente se desempeña como profesor de Sagradas Escrituras en el Seminario Mayor Interdiocesano de San tiago del Estero y de Teología en la Universidad Católica de la misma ciudad. Desde hace varios años se dedica a la divulgación bíbli ca científica. Ha publicado numerosos artículos sobre e l te ma, y es colaborador habitual en varios periódicos y revis tas de la Argentina. En el exterior, sus escritos han sido publicados en Chi le, Colombia, E spaña e Israel. Además, han sido traducidos al francés, italiano , alemán y flamenco en diversas revistas. En nuestra editorial ha publicado ¿Existen las aparicio nes de la Virgen?, Lo que la Biblia no cuenta, ¿Quién ten tó a Jesús?, además de los tomos I, II, III y V de la serie ¿Qué sabemos de la Biblia?

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¿EL DIABLO Y EL DEMONIO SON LO MISMO? Una confusión general Es comú n oír decir a la gent e indistintamente “el demo nio me tentó” o “el Diablo me tentó”, así como referirse a la “posesión diabólica” o a la “posesión demoníaca”, como si las palabras “diablo” y “demonio” fueran sinónimos y no hubiera ninguna diferencia entre ellas. Se cree que am bas designan una misma realidad, es decir, un ser personal con poderes sobre los hombres, y con capacidad de tentar los, de causar enfermedades, y hasta de poseerlos. Sin embargo en los Evangelios no es así. Éstos son su mamente cuidadosos en elequivalente. empleo de ambos términos y ja más los usan de manera Siempre distinguen, con toda precisión, entre el mundo de los demonios y el del Diablo.

Lo que es un demonio Cada vez que los Evangelios se refieren a un caso de “posesión”, siempre es “demoníaca”, es decir, la persona tiene un “demonio”, está “endemoniada”. Jamás la pose sión es atribuida al Diablo. No existe un solo episodio, en 11

todo el Nuevo Testamento, que hable de “posesión diabó lica”. ¿Qué es un “demonio” para los Evangelios? Esta pala bra, de srcen griego ( daimonion ), al ser de género neutro, es decir, ni masculino ni femenino, indica que no se trata de una perso na sino de una cosa. Además no es propiamen te un sustantivo sino un adjetivo sustantivado; por lo tanto indica la personificación de u na entidad abs tracta. La men talidad popular antigua había creado este vocablo para de signar poderes capaces impersonales, potencias fuer zas maléficas, de entrar en las espirituales personas y oprovo carles enfermedades.

Los logros de la antigua medicina Sin embargo, no todas las enfermedades eran atribuidas a los demonios. Por los Evangelios se ve que la medicina de la época de Jesús, aunque todavía muy pri mitiva, distin guía claramente entre enfermedades “internas” y “exter nas”. Cuando l a causa de una dolencia era perceptible por los sentidos, y se sabía el por qué del padecimiento, entonces no venía referida a los demonios o malos espíritus. No era necesario. Estab a claro que el motivo de la enfermedad era una herida externa, o una deformidad, o el deterioro de al gún miembro del cuerpo. Por ejemplo, nunca en el Evangelio a un leproso se lo 12

llama endemoniado, pues su enfermedad era evidente: te nía lesiones cutáneas, mutilaciones y d eformaciones facia les. Tampoco los comprender ciegos son considerados Cualquiera podía la dolencia deendemoniados. sus ojos, sea por causa del sol, la arena del desierto o la falta de limpie za. El caso de los paralíticos, los discapacitados físicos o los contrahechos, es idéntico. Nunca se dice de ellos que estén poseídos por un demonio. Si no podían caminar (Me 2,1), o mover la mano (Mt 12,9), o se los veía deformes (Le 14,1), la causa estaba a la vista de todos: carecían de algún miembro o éste se hallaba dañado. Lo mismo puede decirse de cuantos padecían hemorragias (Me 5,25), o es taban atacados por la fiebre (Me 1,29). No están jamás en demoniados. A todas estas enfermedades podemos llamarlas “exter nas”, pues su causa natural era percibida por los sentidos, ubicada y señalada.

Cuando el demonio aparece Pero de repente se presentaba un hombre mudo. Podía comprobarse que su boca y su lengua estaban en perfectas condiciones, pero sorprendentemente no podía hablar. ¿Cómo era posible semejante anomalía? Sólo había una explicación: tenía un demonio (Mt 9,32). O aparecía alguien padeciendo sordera. El aspecto exte rior de sus orejas era normal, como el de todo el mundo. 13

Pero no podía oír absolutamente nada. ¿La explicación de la época?: tiene un demonio (Me 9,25). Lo mismo ocurría con quien padecía de epilepsia. Re pentinamente comenzaba a sacudirse con convulsiones, a gritar, a echar espuma por la boca, y se quedaba rígido. Sin embargo ninguna causa externa podía señalarse para expli car tal fenómeno. Sólo podía decirse que tenía un demonio (Mt 17,14-20). En los casos de locura o demencia pasaba algo similar. Externamente el enfermo mental era normal, tenía todo su cuerpo en orden; pero su conducta era extraña y desconcer tante. Era, pues, necesario acudir a fuerzas desconocidas para justificarla: los demonios.

Y aclaran qué demonios Vemos así, cómo las limitaciones médicas de entonces llevaban a la gente a atribuir a los demonios todas las en fermedades cuyas causas no eran directamente percepti bles por los sentidos. En los Evangelios, pues, no se trata de posesiones como nosotros habitualmente entendemos, en el sentido de que un ser personal se introduce dentro de otracontra persona, lo voluntad. “posee”, yCasos lo obliga a tender hacia mal en de su así de posesión no elapare cen en los libros sagrados. Siempre se trata de enfermeda des a las que la ciencia de aquel tiempo no encontraba res puesta natural. 14

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La prueba d e que los endemoniados eran enfermos y no verdaderos poseídos como nosotros pensamos hoy, la ha llamos en lostenía mismos Evangelios. Estos aclaran el tipo de enfermedad el supuesto poseído. Por ejemplo, se dice que le presentaron a Jesús “un en demoniado mudo” (Mt 9,32), o sea, un mudo. O que Jesús expulsó “un esp íritu sordo y mu do”, es decir, curó a un sor domudo. O que luego de curar al endemoniado de Gerasa, éste quedó “en su sano juicio” (Me 5,16), con lo cual se in dica que antes había estado loco, Y en el caso del joven en demoniado que es llevado ante Jesús por su padre (Me 9,14-29), no solamente Mateo aclara que se trata de un “lu nático” (17,15), término técnico que empleaban los médi cos griegos y romanos de aquel tiempo para designar a los epilépticos, sino que todos los síntomas que detalla Marcos (grita, se retuerce, echa es puma por la boca, qued a endure cido, muerto) corresponden exactamente al diagnós tico decomo la epilepsia.

¿Juan y Jesús endemoniados? Vemos, pues, cómo en aquella época recibían el nombre de “endemoniados” los que actuaban extrañamente, o ha blaban u obraban en forma incomprensible. Así, de Juan el Bautista que predicaba en el desierto, ayunaba y se abstenía permanentemente de vino, la gente comentaba: “tiene un demonio” (Mt 11,18). ¿Estaba ende15

moniado Juan en el sentido que hoy entendemos? Claro que no. Simplemente querían decir “está loco”. Y cuando Jesús en uno de sus sermones sostiene que si alguno escu cha su palabra no morirá para siempre, le dijeron “ahora estamos seguros de que tienes un demonio” (Jn 8,52). ¿Acaso Jesús tenía síntomas de posesión, gritaba y se re torcía? En absoluto . Les había sonado absurda la expresión “no morirá para siempre” y lo llaman “demente”. Otra vez en Jerusalén, en mitad de un tenso sermón, preguntó el Señor a la gente; “¿Por qué quieren matarme?” Y le contestaron: “Tienes un demonio. ¿Quién quiere ma tarte?” (Jn 7,20). Con lo cual le decían: “Estás loco. ¿Quién quiere matarte?”. Que los judíos del tiempo de Cristo creían que estar lo co era sinónimo de estar endemoniado, se afirma clara mente en Jn 10,20, luego del discurso de Jesús sobre el buen Pastor. Muchos al oírlo comentaban “Está endemo niado y (por lo tanto) loco”. La misma frase, pues, coloca a ambos términos como sinónimos, explicando a uno con el otro. La distinción entre estos dos tipos de enfermedades, ex  ternas e internas, unas atribuidas a causas naturales y otras a demonios,hable hacedeque cuando Jesúsy sane a las primeras el Evangelio “curaciones”, cuando sane a las se gundas, hable de “expulsión de demonios”.

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¿Quién es el Diablo? palabra “Diablo”, en cambio, usa para unasiempre reali dadLatotalmente diversa. En el NuevoseTestamento aparece como sustantivo o nombre propio, y generalmente con artículo determinado (“el” Diablo). Es una palabra griega (“ diábolos ”) usada en la Biblia para traducir el vo cablo hebreo “Satanás”, que quiere decir “el adversario”, “el enemigo”. Por lo tanto las palabras Diablo y Satanás significan exactamente lo mismo, una en lengua griega y la otra en hebreo. Y aunque comúnmen te usamos entre nosotros el plural, “diablos”, se trata de un error, ya que para la Biblia sólo existe “un” Diablo, de la misma manera que hay un solo Satanás, nunca “Satanases”. Ahora bien, en ninguna parte de la Biblia, y mucho me nos en los Evangelios, se dice de nadie que estuviese po seído por el Diablo ni por Satanás. Nunca se le atribuyen directamente las enfermedades ni las posesiones. Se lo re laciona únicamente con el pecado. El reino de su influen cia es moral, psicológico, no físico. Siempre actúa desde afuera, nunca desde dentro como se suponía que lo hacían los demonios. Por eso vemos al Diablo (no al demonio) tentando a Je sús en el desierto (Mt 4,1-11), incitando a Judas para que traicionara a su Maestro (Jn 13,2), sembrando la cizaña en medio de la buena semilla (Mt 24-39), arrancando la Pala 17

bra de Dios del corazón de los hombres (Le 8,12), asechan do a la los cristianos para hacerlos caer (Ef 6,11). También es el Diablo, o Satanás, impidelaelpersecución apostolado de san Pablo (1 Ts 2,18), y el quien que inspira los cristianos (Ap 2,9). Siempre aparece, pues, relacionado directamente con el pecado. Por eso se dice que el que peca procede del Diablo (no del demonio) (1 Jn 3,8), y que todos los pecados pro vienen del Diablo (Jn 8,44). Pero nunca se lo ve provocan do directamente la enfermedad ni “poseyendo” a nadie.

Peligrosa confusión En conclusión, podemos decir que en la Biblia, el Dia blo o Satanás siempre aparece en singular, en masculino, y con artículo determinado. Eso significa que se refiere a un ser personal e individual, un poder del mal único en su es pecie. Por el contrari o, la palabra “demonio” al ir generalmen te sin artículo y ser de género neutro, deja entrever que no se refiere a un individuo personal. Por lo tanto, las dos palabras “Diablo” y “demonio” no son sinónimas, sino que se refieren a entidades distintas, y no deben ser consideradas como equivalentes. Lamenta blemente durante siglos a la expresión bíblica “poseídos por demonios” se la ha sustituido por “poseídos por dia blos”, cosa que jamás afirman los Evangelios. 18

Las Sagradas Escrituras le atribuyen al Diablo sólo ten taciones, es decir, actos hostiles desde fuera, pero no pose siones o enfermedades, ni actitudes que acosen o dañen a una persona desde dentro. En cambio todas las enfermeda des cuya causa natural era interna, no perceptible por los sentidos, incluidos los desequilibrios psicológicos, se ex plicaban siempre como “posesión demoníaca”. Tener en claro esto puede ayudar a evitar algunos malos entendidos, como en el caso de María Magdalena. Según Lucas, Jesús había expulsado de ella siete demonios (Le 8,2) pero no siete diablos. Por lo tanto ella había sido muy enferma (porque había tenido demonios), no muy pecado ra (porque no había tenido al Diablo), como erróneamente solemos creer. Por ignorar esto, algunos habl an de ella has ta como de una prostituta.

¿Por qué no lo aclaró? Pero entonces, si los poseídos a quienes el Señor cura ba eran simples enfermos, ¿por qué Jesús no sacó del error a la gente? ¿Por qué cuando le presentaban algún endemo niado para expulsarle los espíritus, Jesús no les advertía que no tenían ningún ser adentro, sino que padecían enfer medades cuyas causas se desconocían? qué se prestó a la pantomima de increpar a los espíritus¿Por y expulsarlos? Es que Jesús vino a enseñar religión, no medicina. En este sentido Jesús permaneció dentro de los límites de la 19

concepción judía de aquel tiempo. Los presuntamente po seídos eran en realidad enfermos, pero como la gente ex plicaba aquellos trastornos y su curación mediante el len guaje de “posesión” y “exorcismo”, Jesús no tenía por qué hablar con términos distintos de los que eran familiares en aquel tiempo. Por ello cuando le traían algún enfer mo, simplemente se preocupaba de curarlo, pues su único objetivo era demos trar que ante él todo mal desaparecía, sin entrar en detalles de si el paciente era un oligofrénico, o si había somatizado alguna neurosis. Le bastaba proclamar que el poder de Dios era más fuerte que el de Satanás, el del dolor y el del sufrimiento. Y aun cuando hoy sepamos que aquellos endemoniados en realidad eran enfermos con patologías internas, no por ello disminuye el pode r de Jesucristo. Su capacidad de ha  cer milagros sigue inalterada. Era tan milagroso curar en un instante a un sordo, a un mudo, o a un epiléptico , a quie nes se creía endemoniados, como a un leproso, ciego o pa ralítico, a quienes se consideraba enfermos naturales.

¿Existen los demonios? A la altura de nuestros actuales conocimientos, tanto científicos como bíblicos, no es pos ible seguir creyendo en la existencia de los demonios ni en la “posesión demonía ca”. Este era un término médico de los tiempos de Jesús. 20

Hoy, en cambio, la medicina moderna conoce bien las cau sas naturales de la mudez, de la sordera, de la epilepsia y de las distintas formas de demencia, y no necesita recurrir a los demonios para explicarlas. En todo caso, no existe ningún fundamento bíblico para sostener la posibilidad de las “posesiones”. Es verdad que aún hoy se dan dolencias extrañas cuyas causas exactas se ignoran, como la de encender fuego con la mirada, cambiar la voz, vomitar pelos o pequeñas ser pientes, y tener conocimientos extraordinarios. Pero no ha ce falta ya apelar al viejo recurso de los demonios de la época de Jesús. Basta saber que con el tiempo saldrá a la luz su explicación, como de hecho ya sucede, gracias a la parapsicología, con algunos fenómenos como la levitación, la tiptología, la telekinesis o la xenoglosia.

La actitud de la Iglesia Hoy la Iglesia continúa hablando del Diablo, pero ya no tanto del demonio. Sigue preocupada por las tentaciones, pero lentamente ha ido abandonando su creencia en las po sesiones. El Concilio Vaticano II, en todos sus documentos, sólo lo menciona tres veces, y siempre en pasajes bíblicos. El documento de Puebla no lo nombra ni una sola vez. Tam poco el libro del Bendicional. El nuevo Código de Derecho Canónico, antes más explícito, ha reducido el tema del 21

exorcismo a un solo canon. Y mientras los antiguos cate cismos hablaban con más detalles de la vida y el accionar de los demonios, el Nuevo Catecismo sólo le dedica dos números. También la oración oficial de la Iglesia ha reducido enormemente su mención. En 1969 modificó el ritual del bautismo, donde se recitaban siete exorcismos por conside rarse una larga batalla contra el demonio que habitaba en el recién nacido, y elaboró uno nuevo sin estas oraciones. Tres años más tarde, el papa Pablo VI suprimió el orden de los exorcistas, con lo cual ya ningún sacerdote recibe este ministerio. Y en 1984 Juan Pablo II publicó el nuevo Ritual Romano en el que elimina definitivamente de la Iglesia ca tólica la ceremonia misma del exorcismo. En el siglo III la Iglesia preguntó a los científicos de la época por qué cierta s personas tenían com portamientos su mamente contestaron: “están endemonia dos”. Anteextraños, esto, creóylaleceremonia del exorcismo. En el si glo XX la Iglesia vuelve a hacer la misma pregunta a los científicos, y ahora éstos contestan: “tienen raras patolo gías, cuyas causas a medias ya se conocen”. Entonces, su primió el exorcismo. Nadie puede introducirse por la fuerza en el interior del hombre. Sólo existe el Diablo, es decir, ela mal, y su accio nar se reduce, a lo sumo, a la tentación, la propuesta de caminos pecaminosos, a insinuaciones desviadas. Jamás lo hará por la fuerza. Y basta que uno se mantenga firme en 22

su “no”, para vencerlo. Es más: aunque no siempre lo pa rezca, ya ha sido definitivamente vencido gracias a la pre sencia de Jesús en este mundo. Él mismo lo dijo: “He vis to caer a Satanás desde el cielo como un rayo” (Le 10,9).

Para reflexionar 1) ¿Qué se entiende vulgarmente por Diablo o demo nio? ¿Qué características y posibilidades tiene este ser en la mentalidad popular? 2) Para la Biblia ¿qué son los demonios? 3) Para la Biblia ¿qué es el Diablo? 4) ¿Cuáles son las principales diferencias entre ellos? 5) ¿Qué ventajas trae a los creyentes advertir esta dife rencia? 6) En la Iglesia ¿qué cambios se notan con relación a la figura del demonio?

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¿EXISTIERON REALMENTE ADÁN Y EVA? Darwin y el Génesis Según la Biblia, Dios formó a Adán, el primer hombre, con barro del suelo. De una costilla suya hizo a Eva, su mu jer. Y luego los colocó en medio de un Paraíso fantástico. Ambos vivían desnudos sin avergonzarse, y Dios por las tardes solía baja r a visitarlos y charlar con ellos (Génesis 2). Esta historia, que nos entusiasmaba cuando éramos ni ños, nos pone en serias dificultades ahora que somos gran des. La ciencia moderna ha demostrado que el hombre ha ido evoluciona ndo a partir de ser es inferiores, desde el aus tralopitecus unoserectus 3 millones años, pasando porlle el homo habilis, ,hace el homo y el de homo sapiens , hasta

gar al hombre actual. Hoy sabemos, pues, que el homb re no fue formado ni de barro ni de una costilla; que al principio no hubo una sola pareja sino varias; y que los primeros hombres eran primi tivos, no dotados de sabiduría y perfección. ¿Por qué, entonces, la Biblia relata así la creación del hombre y de la mujer? Sencillamente porque se trata de una parábola, un relato imaginario, que pretende dejar una enseñanza a la gente. 25

Lo compuso un anónimo catequista hebreo, a quien los . estudiosos llaman el “yahvista”, alrededor del siglo X a.C. En ese entonces no se tenía ni idea de la teoría de la evolu ción. Pero como su propósito no era el de dar una explica ción científica, sino religiosa sobre el srcen del hombre, eligió este cuento en el que cada uno de los detalles tiene un mensaje religioso, según la mentalidad de aquella épo ca. Trataremos ahora de averiguar qué quiso enseñarnos el autor, con esta narración.

La creencia popular El primer detalle que llama la atención es que el hom bre haya sido creado de barro. Dice el Génesis que en el principio, cuando la tierra era aún un inmenso desierto, “Yahvé Dios amasó al hombre con polvo del suelo, y sopló sobre sus narices aliento de vida; y resultó el hom bre un ser vivo” (v.7). Para entende r esto, hay que tener en cuenta que a los an tiguos siempre les había llamado la atención ver cómo, cuando moría una persona, poco tiempo después se con vertía en polvo. Y habían llegado a la conclusión de que el cuerpo humano estaba fundamentalmente hecho de polvo. La idea se extendió por todo el mundo oriental, a tal punto que la encontramos inserta en la mayoría de los pueblos. Los babilonios, por ejemplo, contaban cómo sus dioses ha bían amasado con barro a los hombres; y los egipcios re 26

presentaban en las paredes de sus templos a la divinidad amasando con arcilla al faraón. Griegos y romanos com partían igualmente esta opinión. Cuando el escritor sagrado quiso contar el srcen del hombre, se basó en aquella misma creencia popular. Pero agregó una novedad a su relato: que el ser humano no es únicamente polvo sino que posee en su interior una chispa especial de vida que le viene de Dios, que lo distingue de todos los demás seres vivos, y que lo convierte en sagrado. Y no sólo el rey decir o el Faraón, el hombre calle, Eso quiso cuando sino contótambién que Dios “le soplódeenla la nariz”. Empezaba, así, a revolucionarse la concepción antropológica de la época.

Una imagen con carrera La imagen de un Dios alfarero, de rodillas en el suelo amasando barro con sus manos y soplando en las narices de un muñeco, puede resultamos algo extraña. Sin embar go en la mentalidad de aquella época era todo un hom ena je para Dios. En efecto, de todas las profesiones conocidas en la so ciedad de aquel entonces, la más digna, la más grandiosa y perfecta, era la del alfarero. Cómo impresionaba ver a ese hombre que, con un poco de arcilla, despreciable y sin va lor, que podía hallar tirada en cualquier parte, era capaz de moldear y crea r preciosos objetos: vajillas, vasos refinados y exquisitos utensilios con gran maestría. 27

El yahvista, sin pretender enseñar científicamente cómo fue el srcen del hombre, puesto que no lo sabía, quiso in dicar algo profundo: todo hombre,dequienquiera que sea, es más una obra directaque y especialísima Dios. No es un animal más de la creación, sino un ser superior, miste rioso, sagrado e inmensamente grande, porque Dios en persona se tomó el trabajo de hacerlo. La imagen del Dios Alfarero quedó consagrada en la Bi blia como una de las mejor logradas. Y a lo largo de los si glos reaparecerá muchas veces para indicar la extr ema fra gilidad del hombre y su total dependencia de Dios, como en la célebre frase de Jeremías: “Como el barro en las ma nos del alfarero, así son ustedes en mis manos, dice el Se ñor” (18,6).

La soledad del hombre A continuación aparece en el relato una serie de porme nores curiosos y muy interesantes. Dice que Dios colocó al hombre que había creado en un maravilloso jardín, lleno de árboles que le darían sombra y lo proveerían de sabrosas frutas (v.9). El agua sobreabundaba en ese jardín, ya que estaba regado por un inmenso río, con cuatro grandes bra zos. Para los lectores de aquella época, cuya vida transcurría en terrenos desérticos y donde el agua resultaba difícil de conseguir, semejante descripción despertaba sus apeten 28

cias y daba una perfecta imagen de la felicidad que él hu biera deseado gozar. Pero de repente el relato se detiene. Algo parece haber salido mal. Dios m ismo presiente que no es muy bueno lo que ha hecho: “No es bueno que el hombre esté solo” (v. 18). Aun con todo el derroche de creación que desplegó, su creatura está solitaria y sin poder colmar sus expectati vas. Lo ha rodead o de lujos y bienestar, pero no tiene a na die con quien relacionarse.

Compañías inadecuadas Inmediatamente Dios, dice el Génesis, intentará corre gir la falla mediante una nueva intervención. Con gran ge nerosidad crea todo tipo de animales, los del campo y las aves del cielo,uno y seunlosnombre presentay allehombre paradeque les pu siera a cada sirvieran compañía (v.19), Sin embargo para el homb re no encontró un co mpa ñero adecuado. Tampoco los animales resultan una compa ñía para él (v.20). ¿Dios se ha equivocado de nuevo? Luego de reflexionar, intentará subsanar su segunda equivocación mediante una obra definitiva: “Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. L e quitó una de las costillas, y rellenó el vacío con carne. De la costilla que Y ahvé Dios había toma do del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: esta vez sí que es hueso de mis 29

huesos y carne de mi carne. Será llamada varona porque del varón ha sido tomada” (v.21-23). Finalmente Dios tiene éxito. Puede sonreír satisfecho porque ahora sí ha conseguido un buen resultado. El hom bre encontró su felicidad completa con la presencia de la mujer.

Los tres mensajes Estas ingenuas y pueriles escenas, que presentan a Dios aparentemente equivocándose y sin terminar de complacer los gustos del hombre, en verdad encierran tres profundas enseñanzas. La primera: q ue la soledad del hombre no es buena. Que no ha sido creado como un ser autónomo y autosuficiente, sino necesitado de los demás, de otras personas que lo complementen en su vida, sin lo cual el mismo homb re “no es bueno”. Con aquel hipotético y solitario Adán, el autor quiso denunciar que la primera y principal amargura del ser humano es su falta de compañía, su vida aislada y sin ser compartida con nadie. La segunda enseñanza está en la frase que dice que en los animales Adán “no encontró una ayuda adecuada”. Quiso con ella advertir que los animales no están al mismo nivel que el hombre; que no tienen su misma naturaleza; y por lo tanto no estaba bien que éste se relacionara con aquéllos como lo hacía con las personas. De este modo, 30

con mucha finura y delicadeza, el autor condena el pecado de “bestialismo”, es decir, las posibles prácticas sexuales con animales, que en aquel entonces se hallaban difundidas en ciertos ambientes del antiguo Oriente. La tercera enseñanza pretende explicar que está bien pa ra el hombre dejar a su padre y a su madre, afectos tan só lidos y estables en aquella época, para unirse a una mujer. Porque esa misteriosa tendencia que todo hombre siente hacia ella la puso Dios, y sólo con ella el hombre encuen tra su plenitud. Es el primer canto de la Biblia al amor con yugal.

Por qué nombrar a los animales También la escena en la que desfilan todas las especies de animales frente a Adán mientras éste pasa lista, los in dividualiza, les hace su ficha y les da nombres propios, te nía un sentido profundo para los lectores de aquella época. “Poner nombre” en la Biblia quiere decir “ser dueño de”. En efecto, en el antiguo Oriente el nombre no es un mero título, sino que representa al ser mismo de la cosa. Y conocer el nombre de alguien para poder nombrarlo equi valía a tener poder sobre él. Por eso dice la B iblia que al crear Dios el mund o en seis días fue poniendo un nombre a cada cosa: “día”, “noche”, “cielos”, “tierra”. Asimismo en la familia eran los padres quienes debían poner el nombre a sus hijos, como señal de 31

propiedad. Y entre los 10 mandamientos, había uno que manda ba precisamente “no tomar el nombre de Dios en va no”, para evitar emplearlo como señal de dominación. Aún hoy los jud íos no se atreven a mencionarlo para no mostrar supremacía y poder sobre Dios. Pintar, pues, a Adán poniendo nombres a todos los ani males es lo mismo que decir que él es dueño de ellos, que está por encima de todos, que le pertenecen y que están a su servicio. Un modo de confesar que el hombre es rey y por lo tanto responsable de la creación.

Por qué hace dormir al hombre Otro detalle fascinante, es el profundo sueño que Dios hizo caer sobre Adán antes de crear a la mujer. Muchos lo interpretan como una especie de anestesi a preparatori a, ya que Dios está por intervenir quirúrgicamente a Adán para extraerle una co stilla, y quiere primero volverlo insensible. Pero nuestro autor entendía muy poco de medicina, y sería un desatino imaginarlo aquí anticipándose en tantos siglos a esta práctica de la cirugía moderna. Más bien el sueño de Adán tiene que ver con la concepción que el au tor ten ía de la acción creadora. Crear es el secreto de Dios. Sólo Dios lo conoce y sólo Él sabe hacerlo. El hombre no puede presenciarlo. Por eso duerme cuando Dios crea. Al despertar, no sabe nada de lo que ha pasado. La mujer re

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cién creada tampoco, porque cuando se da cuenta de que existe ya ha sido formada. Con esta e scena advierte que la actuación de Di os en el mundo es invisib le a los ojos humanos. Sólo quien tiene fe puede descubrirla. Nadie logra contemplar a Dios que pa sa por su vida, si es que está dorm ido y no despierta a la fe.

Eva y la costilla Pero el momento culminante de la narración y de algu na manera el centro de todo el relato, lo constituye el deta lle de la mujer formada de la costilla de Adán. Nuestro autor emplea aquí una bellísima imagen para dejar a los lectores una lección grandiosa. Para crear a la mujer, Dios no tomó un hueso de la cabeza del hombre, pues ella no está destinada a mandar en el hogar; pero tam poco la hizo de un hueso del pie, porque no está llamada a ser la se rvidora del hombre. Al decir que la crea de su cos tilla, es decir, de su costado, la coloca a la misma altura que el varón, en su mismo nivel y con idéntica dignidad. En aquella sociedad marcadamente machista, donde la mujer carecía de derechos y tenía casi el rango de un ani mal, al servicio exclusivo de su marido y un instrumento para su placer, el autor quiere expresar la igualdad absolu ta de los dos sexos. Al señalar que ambos tienen el mismo srcen (las manos de Dios), y que ella era su ayuda “ade 33

cuada”, deja sentado el más grande y auténtico principio feminista de la historia. Tal atrevimiento de declarar a la mujer semejante al va rón, debió de haber irritado enormemente a sus contempo ráneos, y sin duda constitu yó una idea revolucion aria en su época.

Por qué andaban desnudos El relato termina con un último detalle sugestivo: “Los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban el uno del otro” (v.25). Más adelante, cuan do se desate el drama del pecado srcinal sobre Adán y Eva, dirá: “Entonces se les abrieron a ambos los ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos” (3,7). Esta alusión alimentó la imaginación de millones de lectores a lo largo de los siglos, y llevó a pensar que el pe cado srcinal tenía que ve r con el sexo . Pero en realidad el autor con esta observación sólo buscaba transmitir un últi mo mensaje a sus lectores, basado en la experiencia coti diana. En ella veía cómo los niños pequeños andaban des nudos sin avergonzarse. En cambio al entrar en la puber tad, lo percibían y se cubrían* Ahora bien, esa época coin cidía con la edad en la que todos toman conciencia del bien y del mal, y son responsables de sus actos. El yah vista quiso decir que toda persona, al entrar en la edad de la adultez, es pecadora, y p or lo tanto responsable 34

ele las desgracias que existen en la sociedad. Nadie puede considerarse inocente frente al mal que lo rodea, ni puede decir: “yo de no su tengo nada que ver”. Por eso todos sienten vergüenza desnudez. El autor buscó, así, establece r un vínculo entre la condi ción de pecador de todo hombre, y el fenómeno umversal mente percibido de la desnudez (frecuente, además, en aquella época por el tipo de túnicas cortas que usaban los hombres). Esta vergüenza les debía servir como recordato rio de sus pecados.

Un hombre y una mujer La Biblia no enseña cómo fue el srcen real del hombre y de la mujer. Porque el escritor sagrado no lo sabía. Pero, como vimos, tampoco le interesaba contar “có mo” apareció el hombre sobre la tierra, sino “de dónde” apareció. Y su respuesta es: de las manos de Dios. El “cómo” deben explicarlo los científicos. El “de dón de” lo responderá la Biblia. Y a medida que pase el tiem po, los científicos podrán ir cambiando sus respuestas so bre “cómo” fue la aparición del hombre (si existió desde siempre como es hoy, si evolucionó de seres primitivos, si sus primeras partículas provienen de otras galaxias, etc). La Biblia en cambio nunca cambiará su “de dónde”: de las manos de Dios, que estuvo dirigiendo todo ese proceso. Por eso no debemos temer que aparezcan nuevas visiones 35

científicas. Porque la Biblia mantendrá siempre invariable su mensaje: el hombre, frágil criatura de barro, es la obra

j ¡

maestra Tododehombre es es sagrado por- j] que tienedeunDios. “soplo” Dios. Él el rey ey irrepetible el respon sable de la creación. Y la mujer particip a de la mism a grandeza, ] jerarquía y dignidad que él. Un tratado de alta teología, no lo habría expresado mejor que este cuento infantil.

Para reflexionar 1) ¿Cuáles son las teorías científicas actuales sobre el srcen del hombre? 2) ¿Se oponen a lo que enseña la Biblia? ¿Por qué? 3) ¿Qué enseñar autor al decir que de el hombrequiso es de barro el pero quebíblico contiene un soplo Dios? ¿Qué aplicación podemos sacar de ello ahora? 4) ¿Qué quiso enseñar el autor bíblico al decir que los animales no son una ayuda adecuada para el hom bre? ¿Cómo podemos aplicarlo hoy? 4)¿Qué quiso enseñar el autor bíblico diciendo que la mujer fue creada de la costilla del hombre? ¿Qué nos quiere enseñar ahora?

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¿HUBO AL PRINCIPIO DEL MUNDO UN PARAÍSO TERRENAL? Preguntas que molestan ¿Es cierto que los primeros hombres gozaban de privi legios asombrosos en el Paraíso: no sufrían, ni se fatiga ban, ni morían, y tenían una inteligencia superior? Pero si eran tan perfectos, ¿cómo no se dieron cuenta de que pe cando perdían todo lo que Dios le s había dado? ¿Cómo fue que cayeron en la primera oportunidad que tuvieron? ¿Es posible que Dios se enojara tanto en el Paraíso, y mandara a los primeros hombres los tremendos castigos que leemos en el libro del Génesis (3,14-19), sólo por haber co mido una fruta? ¿Y qué pensa r de una serpiente que habla? Si Eva no hubiese comido aquella fruta, ¿el parto de la mujer sería ahora sin dolor? ¿Y las serpientes volarían en lugar de arrastrarse? ¿Y andaríamos todos desnudos sin avergonzamos? ¿Seríamos inmortales, y no habría desier tos sobre la tierra? Si, como cuenta la Biblia, el Paraíso terrenal continuó existiendo después de la expulsión de Adán y Eva, ¿es po sible hallarlo hoy, como sostienen algunas revistas cientí ficas? ¿Podemos encontrar a los querubines que vigilan su entrada, con espadas de fuego para que nadie pase? 37

¿Podemos seguir creyéndolo? de el estas preguntas nos de hanAdán preocupado alguna vez,Muchas al leer en Génesis el relato y Eva. Hay p er sonas que se avergü enzan de tener tales dudas. Otras tienen miedo de faltarle el respeto a la Biblia con ellas. Y están quienes piensan que sólo se trata de un cuento al que no hay que prestarle mayor atención. Sin embargo el relato del Paraíso (Gn 2 y 3) tiene una gran im portancia dentro de la B iblia, puesto que trae la res puesta a uno de los interrogantes más angustiosos que el hombre se hace: de dónde viene el mal en el mundo. Pero sólo interpretándolo correctamente, podremos descubrir en él la inmen sa riqueza de mensaje que encierr a. ¿A qué se refiere la Biblia, cuando cuenta lo que suce dió en el Paraíso terrenal? Hoy en día todos los estudiosos enseñan que la Biblia no pretende describir aquí unos su cesos reales, ni unos hechos históricos que ocurrieron al comienzo de la humanidad . El autor de esta página fue un catequista judío, a quien los estudiosos llaman “el yahvista”, y que alrededor del año 950 a.C. tomó conciencia de unos hechos gravísimos que sucedían en la sociedad de su tiempo. Había descubierto que las cosas funcion aban mal, y que se había arribado ya a una situación muy peligrosa. Se estaba viviendo un estado tan desastroso y desolador, que, si no se hacía algo pronto, él, su familia y todo el resto de la sociedad termina rían mal. 38

Frente a esto, el yahvista, iluminado por Dios, decide escribir el relato de Génesis 2-3, no para dar detalles sobre los del hombre, sino con el fin dey alertar lec toresorígenes de su época sobre tales problemas aportara los alguna solución.

Amor y embarazo ¿Qué es lo que había descubierto el autor y que tanto le preocupaba? Había constatado que ciertas realidades de la vida, que deberían ser motivo de alegría para todos, eran más bien causa de sufrimiento y de dolor. Tal vez muchos ni se daban cuenta, o las consideraban como algo natural e inevitable. Él, sin embargo, ya no las soportaba, y se reve laba ante esta situación. Empezó hacer una listatema de estos queigual iba descu briendo. Ena primer lugar unamales esposa, que sus vecinos y amigos. Y vio que algo tan bueno y hermoso co mo el matr imonio, en la práctica era un instrumento de d o minación. La mujer se sentía atraída por el marido, pero él la consideraba un ser inferior, la privaba de ciertos dere chos, la trataba como a un objeto. ¿Por qué esa ambigüe dad delella, amor? “Hacia marido va la apeten cia de peroYélescribió: la domina” (Gn su 3,16). En segun do lugar, había visto cómo los embar azos de su mujer la esclavizaban y aumentaban sus sufrimientos. Más aún, había presenciado el parto de sus numerosos hijos, y 39

en cada uno había visto gemir y padecer a su mujer inex plicablemente. ¿Por qué la llegada de una nueva vida, mo tivo de alegría para el hogar, se hacía en medio de tantos dolores? Y escribió: ‘Tantas son sus fatigas cuantos son sus embarazos. Con dolor debe parir los hijos” (Gn 3,16).

El trabajo y los animales También había descubierto cómo cada mañana, al salir a trabajar para prove er su sustento y el de su famil ia, el tra bajo era causa de grandes sufrimientos. Muchas veces lle gaba a su casa al caer la tarde, cansado y dolorido, sin ha ber obtenido mayores frutos de la tierra árida, pobre y es téril de Palestina. ¿Por qué tanto sudor y fatiga? Y continuó con su lista: “Con fatiga hay que sacar del suelo el alimen to todos los días de la vida. Se come el pan co n el sudor de la frente” (Gn 3,17.19). ¿Y la tierra? Parecía maldita. D ebía producir alimentos para el hombre, y en cambio sólo daba abrojos y espinas. Por más que el hombre la labraba, ella se resistía. ¡Cuánto le costaba sacar de allí un poco de comida para sus hijos! Y anotó: “El suelo está maldito... Espinas y abrojos produ ce, y hay que comer la hierba del campo” (Gn 3,17-18). Hasta los animales le resultaban hostiles. Cuántas veces él mismo, al salir de cacería o paseando por el campo, se había visto atacado imprevistamente por una serpiente, o un león. Quizás algún conocido suyo hab ía muerto embes

tido por una fiera. ¿A estos seres inferiores no los había puesto Dios al servicio del hombre? Parecían, en cambio tener una a muerte con él . humana. No po díaEntonces confiarseside ellos. Eranenem una istad amenaza para la vida guió escribiendo: “Hay enemistad entre la serpiente y el hombre, entre su raza y la de él” (Gn 3,15).

Un Dios que daba miedo Y su misma vida le resultab a ambigua. Todo su ser gri taba: ¡quiero vivir!, pero la muerte lo acechaba, inevitable mente, en cada esquina. Nadie podía escapar de ella. Tal vez había visto morir ya a sus padres, a algún íntimo ami go, a un hijo. ¿Por qué el final de la existencia era tan trá gico y doloroso? ¿Por qué había un germen de muerte en cerrado en cada vida , proyectando un velo de luto sobre to das las alegrías? Y anotó: “El hombre vuelve al polvo del que ha sido formado. Porque es polvo y al polvo vuelve” (Gn 3,19). Finalmente, su propio Dios y amigo era ambiguo. Pen sar en Él, estar con Él, hab lar con Él, debería se r motivo de gozo y alegría. Sin embargo muchas veces Dios le daba miedo. Su presencia lo asustaba. Temía sus¿Por castigos, y por eso en ocasiones se escondía y huía de El. qué tener le miedo a Dios?, se preguntaba, mientras escribía en su re lato: “Oigo sus pasos en el jardín y tengo miedo. Por eso me escondo” (Gn 3,10). 41

Y de esta manera, el autor del relato concluyó l a lista de males que encontraba en la experiencia cotidiana de su vi da. vida familia r, hechdea tierra de amor y fati de casam ien to yUna de dolores de parto, seca quega, debe ser sem brada y sudor en los ojos, de animales que amenazan, de vida y de muerte, de presencia de Dios y de religiosidad basada en el miedo.

El gran descubrimiento Y el autor sagrado, al llegar a este punto, se preguntó: ¿por qué sufrimos todos estos males? ¿De dónde han sali do? Está co nvencid o de que de Dios no pueden ven ir. Su fe le enseña que Él es bueno y justo, que quiere el bien de los hombres, y que nu nca habría puesto como parte de la Crea ción estas desgracias. Quizás oyó muchas veces a amigos y vecinos decir: “¡Paciencia, hay que soportar. La vida es así. Es la volun tad de Dios!” Pero él se revelaba. Sería el último en bu scar en Dios y en su religión un justificativo para una falsa pa ciencia, que pacte con esta situación de dolor. En esto él discrepaba incluso con las otras religiones, que atribuían todos los males a la acción directa de Dios. Para él no. Lo que estaban sufriendo todos no podía tener la aprobación de Dios. Y entonces, aunque con una mentalidad aún primitiva, llega a un gran descubrimiento: la situación en la que el 42

pueblo de Israel y toda la humanidad se encuentran, es en realidad una situación pasajera de “castigo”, es decir, una consecuencia de nuestros por lo tanto somos los únicos responsables de pecados. lo que nosY pasa. Este tesis, revolucionaria, tenía una doble ventaja. Por un lado significaba una visión optimista y esperanzadora de la vida. En efecto, al no ser nada de esto querido direc tamente por Dios sino “situación de castigo”, no se trataba de algo definitivo sino provisorio y pasajero, de lo que se podía salir en cualquier momento. Y por otro, llevaba a re flexionar sobre la parte de responsabilidad de c ada uno en los males que aquejaban a la sociedad.

Nace el Paraíso lista un de males pues, al escritor sagrado pdea ra Esta elaborar elencoledesirvió, lo que serían los “castigos Dios” a los primeros hombres (Gn 3, 14-19). Ella refleja ría la situación en la que toda la humanidad vive actual mente. Pero aún le faltab a resolve r otro problema. Si el mundo, tal como estaba, no era querido por Dios, entonces él no podía seguir consintiendo un mundo así. No era el plan ori ginario de Dios. ¿Y cuál era la voluntad de Dios para el mundo? Quería saberlo exactamente, pues de lo contrario, no sabría cómo actuar. Y ahí estaba el problema: el autor no lo sabía. Ignoraba 43

cómo debía ser un mundo funcionando según la voluntad de Dios. Él sólo conocía este mund o equivocado, y ningún otro. Entonces, ¿qué hizo, para responder a semejante inte rrogante? Inspirado por Dios, tomó la lista de males que había com puesto (Gn 3,14-19) e imaginó una situación in versa, de bienestar, en la que no se daba ninguno de ellos. Ese sería el mundo ideal, querido por Dios, y que nos está bamos perdiendo por culpa de nuestros pecados. El resul tado de esta elaboración imaginaria fue: el Paraíso. En efecto, el Paraíso del Génesis no es sino la descrip ción de un estado de vida exactamente opuesto a lo que el autor conocía y experimentaba todos los días en su vida.

El mundo como Dios manda Si ahora analizamos, parte p or parte, ese Paraí so de scri to en Génesis 2,4-25, veremos que corresponde exacta' mente a lo contrario del mundo que apareció luego del pe cado srcinal, y que está contado en Génesis 3,4-24. En primer lugar, en el Paraíso la m ujer ya no es dominada por el marido, sino que es su compañera, su ayuda ade cuada (2,18), en igualdad con el varón . El mismo hom bre lo reconoce, y por eso exclama: “Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (2,23). Y es el hombre el que aquí se siente atraído por ell a, y forma con la mu jer una so la carne (2,24), sin qu e haya dominio de uno sobre el otro. 44

No existe la muerte. El hombre podía continuar vivien do para siempre porque Dios, respondiendo al profundo deseo del hombre, había hecho brotar, en medio del jardín, el árbol de la Vida (2,9). Y le bastaba con extender su ma no y comer de su fruto, para vivir para siempre (3,22). La muerte, allí, ya no entristecía la vida. Tampoco en el Paraíso hay dolores de parto, pues ni si quiera existe el parto. Como el hombre ya no muere, tam poco tiene necesidad de engendrar hijos para prolongar la vida más allá de la muerte. No es que el autor piense que existiría una sola pareja. En Adán y Eva estaban simboli zados y represe ntados, en realidad, todos los hombres y las mujeres que nuestro autor conocía, y a los que no quería ver morir.

La propuesta atrapaba La tierra ya no está maldita. Es fértil y produ ce toda cla se de árboles frutales, exquisitos y llamativos (2,9). Ya no hay sequía, pues el riego está garantizado por un inmenso río que baña el jardín, y que se divide en cuatro grandes brazos (2,10). ¡Nunca un israelita había imaginado tanta agua junta! El trabajo ya no es más motivo de fatigas y frustración. En el Paraíso la tarea es liviana: cultivar el jardín y cuidar lo (2,15). Teniendo en cuenta la abundancia de agua que había a mano, resulta un trabajo placentero. 45

Ya no hay enemistad entre el hombre y los animales. Al contrario, éstos existen para acompañar al hombre, y son aquello el hombre quiere sean. Por eso se que él “pusoque nombres a todos los que animales creados pordice Dios”. Por último, en el Paraíso Dios ya no infunde miedo. Es amigo de los hombres, “se pasea por el jardín a la hora de la tarde” (3,8), y convive con ellos en la mayorjntimidad, sin que su presencia sea motivo de espanto ni los haga es conderse.

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El Paraíso esperanza futura El Paraíso terrenal de la Biblia no es, pues, más que una construcción imaginaria del autor sagrado que, inspirado por Dios, y con su lenguaje popular y campestre pero de gran profundidad, ofreció a los hombres de su época, para decirles: “es así como le gustaría a Dios que fuese el mun do. Él no quiere la dominación del marido. No quiere los dolores de parto. No quiere la muerte, ni la sequía, ni el tra bajo opresor que esclaviza, ni la amenaza de los animales, ni la religión del miedo. Él quiso el Paraíso. Esto es lo que nos estamos perdiendo”. Pero Dios no cam bió de idea, ni cambiará. Para el auto r, el Paraíso no es algo que pertenece al pasado, sino al futu ro. No es una situación perdida que hay que recordar con nostalgia, sino un proyecto al que hay que mirar con espe ranza. Es como el modelo terminado, la maqueta del mun 46

do, que debe construir el hombre con su esfuerzo y su sa crificio. Está colocado precisamente al comienzo de la Bi blia,que nonada, porque hayabre sucedido al principio, an tes el hom debe conocer hacia sino dóndporque, e se enca mina.

Hacia un nuevo Paraíso El Paraíso de la Biblia, con sus árboles frutales, aguas abundantes, trabajos livianos y sin dolores de parto, resul taba atrapante para los lecto res rurales de entonces, que d e bían fatigarse para obtener todo esto. Era un eficaz llama do a tomar conciencia sobre lo que el hombre estaba ha ciendo con el mundo. Hoy ese Paraíso ya no llama la atención. Debemos ac tualizarlo. ello,a prim erofamil hay que orar sociedad la lista deylos males que Para aquejan nuestra ia, aelab nuestra al mundo: gente viviendo en condiciones infrahumanas, ba rrios enteros sin agua, obreros con sueldos miserables, fal ta de empleos dignos, alimentos contaminados, enferm eda des que podrían fácilmente erradicarse, divisiones y peleas familiares, depresión generalizada, muertes injustas... Luego, tomar conciencia de que se trata de una “situa ción de castigo” de la cual somos los tínicos responsables. Por lo tanto, eliminar el fatalismo, la pasividad y la resig nación, y erradicar nuestro famoso: “¡Paciencia, hay que soportar. La vida es así. Es la voluntad de Dios!” 47

Y finalmente, mirando del revés todos estos males, re construir nuestr o propio Paraíso, ver cómo deberíamos es tar, descubrir lo que nos estamos perdiendo por culpa de nuestros pecados actuales. El Paraíso es u na profecía fut ura, pero proye ctada al pa sado. No es u n cuento inocente, ni un hecho real qu e ya pa só, sino el genial recurso que encontró el escritor sagrado para sacudir la conciencia de sus contemporáneos. Y toda vía hoy es un proyecto que se yergue, desafiante, a la fe y al coraje de los hombres, que deben concretarlo.

Para reflexionar 1) Así como el yahvista descubrió una lista de males que aquejaban a su sociedad, ¿cuál sería la lista de males que descubrimos en la nuestra? 2) El yahvista no quiso atribuirlas directamente a Dios. Nosotros, ¿a quién solemos atribuir los males que padecemos? 3) El yahvista elaboró un Paraíso, la sociedad ideal que deberían estar viviendo. ¿Cómo sería el Paraíso que debería verse en nuestra sociedad?

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LA TORRE DE BABEL: ¿CUÁL ES SU MENSAJE? Un rudo castigo Hace algún tiempo, una revista de divulgación científi ca dio la sorprendente noticia de que habían sido descu | |

biertos los estudios restos debíblicos, la famosa¿ese torreepisodio de Babel. Pero sucedió para los modernos bíblico realmente?

I

Según el libro del Génesis (11,1 -9), la torre de Babel era un inmenso edificio que los primeros pobladores de la humanidad habían empezado a construir, y a la que preten dían levantar tan alta que llegara hasta el cielo. Pero cuan do la obra estaba a medio hacerse se les apareció Dios, ofendido, y les propinó un severo y ejemplar castigó: hizo que aquellos hombres empezaran a hablar en idiomas dis tintos, de tal manera que no pudieran entenderse. Estupe factos y confundidos, los frustrados constructores se dis persaron cada uno con su propia lengua. Así nacieron los diversos idiomas que existen en el mundo. Pero la narración ofrece numerosas dificultades para quien se decide a leerlo con cuidado.

I

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Ya tenía explicación En primer lugar, el relato de la torrecondeloBabel abruptamente, y en total contradicción que elaparece Géne sis había contado antes de los hijos dé Noé. En efecto, en 10,5 al hablar de los descendientes de Jafet, hijo menor de Noé, afirma: “Estos se desparramaron y poblaron las islas de las naciones y sus diversas regiones, cada cual según su propia lengua, familia y nación” . Lo mismo se dice en los vv.20 y 31 sobre los descendientes de los otros hijos de Noé. O sea que la Biblia ya había enseñado la dispersión d los hombres, a partir de los hijos de Noé, y la aparición de nuevos idiomas y pueblos distintos. Y no atribuye tal divi sión a un castigo de Dios, sino al natural desarrollo y evo lución del hombre. Esta contradicción tan evidente nos hace pensar que el relato de la torre de Babel no pretendía explicar realmente el por qué de las distintas lenguas en el mundo. ¿Para qué se escribió, entonces?

Las dos historias Pero las cosas se complican más todavía si analizamos con mayor atención el relato. Lo que a simple vista parece una sola narración, en realidad son dos histori as sup erpues  tas, magistralmente fundidas. 50

Esto es posible descubrirlo gracias a los “duplicados” que tiene. En efecto, en el v.4 se dice que los hombres construían una ciudad; pero a continuación añade que la construcción era de una torre. En el mismo v.4 se describen dos propósitos distintos de la construcción: el de la ciudad, para hacerse famosos; el de la torre, en cambio, para que su altura los oriente y no se dispersaran por la faz de la tierra. Dios desciende, también, dos veces del cielo. Una, para ver la construcción (v.5); y la otra, para confundir las len guas de la gente (v.7). Finalmente, vemos a Dios m andar dos casti gos distintos a los hombres: la confusión de las lenguas (v.7), y su dis persión por toda la tierra (v.8). Los exegetas están de acuerdo, pues, en que srcinal mente eran dos relatos diversos, que fueron tejidos para formar uno solo.

El pecado que no fue tal Si tratamos ahora de averiguar qué pecado cometieron esos hombres, quedamos sorprendidos, ya que el texto no lo dice en ningu na parte. Algunos suponen que fue el peca do de orgullo, por intentar edificar una torre que llegase “hasta el cielo ”. Pero sabemos que en lenguaje oriental, de  cir que algo llega “hasta el cielo” es una simple expresión 51

que significa “muy alto”, sin que eso tenga nada de arro gancia ni de desafío a Dios. Por otra parte, la arqueología nos ha ayudado a entender qué clase de torre construían estos hombres. Se trata de un edificio religioso, llamado “ z i g u r a t Era una especie de pirámide escalonada, generalmente de siete pisos, en cuya cima una pequeña habitación servía de casa para la divini dad. Eran construcciones muy comunes en Mesopotamia, a tal punto qu e cada ciudad tenía su propio zigurat. Las ex cavaciones han descubierto unos 30. La torre de nuestro relato era, pues, un edificio religio so, en este caso de la ciudad de Babilonia (Babel, en efec to, es el nombre hebreo de Babilonia). Y para los babilo nios, la construcción de un zigurat no era una acción peca minosa, sino más bien virtuosa. Más aún, según el v.8 Dios los castigó para que dejaran de edificar la ciudad, no la torre, pues dice: “Desde allí los dispersó Yahvé por la faz de la tierra, y dejaron de edificar la ciudad”. Por lo tanto, el texto sagrado no dice claramente cómo fue que los hombres pecaron al intentar construir una ciu dad con su zigurat. Eran buenas las intenciones

Todas estas dificultades muestran que el relato de la to52

r

iic de Babel tuvo una prehistoria larga y compleja, antes de la minar en el Génesis a continuación de la historia de Noé y el diluvio. Los exegetas han intentado reconstruirla, a fin de com prender mejor su sentido. Para ello distinguen tres etapas por las que atravesó. En la primera etapa no existía uno sino dos cuentos, in dependientes uno del otro, y sin conexión con lo que venía relatando el Génesis. Uno, celebraba con admiración y entusiasmo la construc ción de una ciudad, símbolo de la civilización y el progreso humano. El otro, contaba el esfuerzo de todo el pueblo, pia doso, por la edificación de un zigurat, su torre religiosa. Los dos relatos nacieron en la Mesopotamia, posible mente en Babilonia, como se deduce de los materiales que aparecen en la construcción: ladrillos cocidos al sol (des conocidos en Palestina, donde se usaba la piedra), y betún (también desconocido, pues se empleaba la argamasa) (v.3). Y tenían un sentido positivo, es decir, no contaban castigo alguno por parte de Dios, ni confusión de lenguas. Un relato de maravillas

Ahora bien, Babilonia era una ciudad grandiosa, riquí sima y deslumbrante, que se había convertido en el cora zón del mundo antiguo. 53

No sólo famosa por sus majestuosas construcciones (templos, palacios, jardines colgantes, fortificaciones, es culturas), sino sobre todo porque dentro de sus murallas se agolpaban y convivían gentes de todas las razas y pueblos, atraídos por el comercio, las riquezas, y la cultura que en ella se respiraba. Tal variedad de razas y lenguas la pon drían a la altura de nuestras metrópolis modernas, como Nueva York o Londres. Entre todos sus monumentos, el más sugestivo y des lumbrante debió de tocaba ser su elzigurat, su torre nada, tan alta “que cielo”. es Sedecir, lo llamaba “ escalo Etemenanki” (que significa “fundamentos del Cielo y de la Tie rra”). Frente a tanta grandeza, los extranjeros que la visitaban quedaban maravillados, y al regresar a su lugar de srcen contaban extrañas historias, más o menos inventadas, so bre su magnificencia, sus grandes construcciones, su cultu ra y la confusión de lenguas y dialectos que en ella se oían por la diversidad de pueblos que la habitaban.

El cambio de sentido visitantes y viajeros comenzaron a difun dir Estos los relatos que hab ían oídotambién allí, sobre la construcción de la ciudad y su zigurat. Y no tardaron en ser conocidos por los habitantes del desierto, los nómades y los beduinos. Ahora bien, éstos re 54

celaban de la vida de las ciudades y del culto a sus dioses. En especial, sentían des precio por Babilonia, que había ob tenido su grandeza y esplendor gracias a la mano de obra y a la riqueza de los pueblos vecinos, a los cuales había so metido y dominado. De este mo do, la vida en la gran ciudad, sus vicisitudes, y la dificultad de la comunicación derivada de la mezcla de gente y de lenguas diversas, aparecían frente a sus ojos co mo una maldición y un castigo de Dios por sus pecados. Entonces estas historias de la ciudad y de la torre, co menzaron a teñirse con otro sentido. Y lo que era expresión de piedad srcinal en ellos, se convirtió en signo de idola tría y orgullo en la reflexión teológica de los beduinos.

Segunda etapa para la historia Transformados ambos relatos, ahora en el primero se contaba que un grupo de hombres decide construir una ciu dad para “hacerse famosos”, y adquirir gloria y renombre a través de los siglos. Mientras llevaban a cabo esta emp re sa, Dios interviene descendiendo del cielo y confundiendo sus lenguas, de modo que “no entienda cada cual a su pró jimo”. Este relato quedó en los vv.l, 3a, 4ac, 6a, 7, 8b, 9a. En el segundo, se decía que un grupo de ciudadanos te mían alejarse demasiado y perder los contactos entre ellos. 55

Para mantenerse unidos, acuerdan construir una torre, tan alta que pudiera ser vista desde todas partes. Es decir, que llegara hasta el cielo. También aquí Dios desciende de las alturas y castiga la osadía de estos hombres, que buscaban unirse, dispersándolos en toda la tierra. Este segundo relato es el que se lee en los vv. 2, 3b, 4bd, 5, 6b, 8a, ,9b.

Burlas contra la ciudad Con el tiempo, los dos cuentos se entremezclaron y for maron uno solo. Y así superpuestos se relataban bajo las tiendas de los habitantes del desierto. Con esta historia popular, los beduinos expresaban la superioridad de su Dios, en contraposición a los dioses de las ciudades. En efecto,uncierta vez, para cuando sustuvieron habitantes pretendieron construir zigurat ellos, que dejarlo inconcluso por la intervención de un Dios más fuerte, el Dios de los nómades. El relato en su segunda etapa, enseñaba, pues, la supe rioridad del Dios de los nómades sobre la divinidad orgullosa de las ciudades. Cuando los nómades antepasados de los israelitas llega ron a Palestina, trajeron esta leyenda popular entre sus tra diciones. Y el Dios poderoso que bajaba a castigar a aque llos hombres idólatras fue más tarde llamado Yahvé (v.5). 56

De este modo, el episodio de la torre de Babel comenzó a formar parte de las tradiciones orales que en el pueblo he breo se transmitían de generación en generación para fo mentar la fe en Yahvé, el único Dios verdadero.

El tercer significado En tiempos del rey Salomón, alrededor del año 950 a.C, un anónimo esc ritor a quien se lo llama el “yahvista”, com puso las primeras páginas del Génesis. Y al hallar en la tra dición hebrea esta narración, la encontró muy apropiada para agregarla a continuación del arca de Noé. De esta manera, la historia de la torre de Babel quedó incorporada al Génesis, y adquirió un significado mucho más profundo. Entró, así, en su tercera y última etapa, la actual. ¿Con qué intención puso el yahvista esta historia aquí? El relato anterior sobre el pecado de Adán y Eva (Gn 2-3) mostraba cómo la comunidad conyugal se resiente y sufre cuando se deja de lado a Dios. Con la torre de B abel, quie re mostrar cómo la comunidad social y política se disper sa, se desintegra y resiente cuando se acomete una empre sa a espaldas de Dios. Los constructores de la ciudad y la torre ya no son gen te piadosa (como en la primera etapa), ni tampoco gente idólatra (como en la segunda). Ahora (tercera etapa), se tra ta de gente que prescinde de Dios en sus iniciativas. 57

El mensaje religioso es claro: ninguna sociedad puede mantenerse cuando sus habitantes emprenden cualquier proyecto, cualquier obra, cualquier actividad, en la que se descarte a Dios. Las consecuencias serán nefastas: habrá ruptura en la unidad y la armonía, será imposible que la gente se entienda, y la obra quedará irremediablemente a medio hacerse.

Como Babel, pero al revés Esta hipótesis que los biblistas enseñan sobre las peri pecias literarias de la leyenda de la torre de Babel, es la que mejor explica las incoherencias y duplicados que tiene ac  tualmente el relato. Por ello es la más aceptada. Nada de esto le quita su valor actual de Palabra de Dios. Pero el co nocer mejor las transformaciones que sufrió en su redac ción, nos ayuda a extraer mejor su mensaje y a precisar su verdadero significado. En los Hechos de los Apóstoles hay un episodio que ha ce referencia a la torre de Babel: el de Pentecostés (c.2). Allí se cuenta que al bajar el Espír itu Santo sobre los após toles, ocurrió lo mismo q ue en la torre de Babel, pero al re vés. En ésta los hombres se encontraban en una torre ele vada, intentando sus trabajos de espaldas a Dios; y Dios bajó para confundir las lenguas. En Pentecostés, en cam bio, los apóstoles estaban en una habitación elevada, inten tando construir un nuevo mundo según Dios; y el Espíritu 58

Santo bajó para que sus lenguas fueran entendidas por tol dos los extranjeros, “cada uno en su propio idiom a” (2,6). I [ | | [ |

en díaPero las naciones intentan reconstrucción cial Hoy y política. c on frecuen cia lo su hacen de espaldas soa Dios. Como en Babel. Por eso nuestras sociedades están saturadas de engaños, fraudes y corrupción, no hay entendimiento entre la gente, y cada uno propaga su propio discurso, que resulta poco creíble para los demás. Sólo cuando los políticos y constructores de la sociedad

! dejen de lado sus intereses personales (como en Babel), y se muevan bajo la guía del Espíritu Santo (como en Pente costés), podremos ver amanecer la justicia, la armonía y el entendimiento social en el mundo. c Para reflexionar

1) ¿Cuántos relatos distintos están incluidos en la narra ción de la torre de Babel? 2) ¿Qué elementos nos p ermiten reconocerl os? 3) ¿Cuáles son las etapas por las que pasó este cuento? 4) ¿Qué aspectos de nuestra sociedad se están llevando a cabo o construyendo a espaldas de Dios?

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¿EN QUÉ LENGUA HABLABA JESÚS? Una falsa creencia Mucha gente cree que la lengua materna de Jesús era el hebreo. Porque el que visita actualmente Israel, el país de Jesús, alguno de sus diarios, lee se losencontrará carteles encon las calles, yo abre escucha sus emisoras de radio, el hebreo. ¿Pero era lo mismo hace dos mil años? No. Cuando Je sús nació, el hebreo hacía mucho tiempo que había desapa recido como lengua viva y cotidiana. Había sido reempla zada por otra: el arameo. El hebreo que se habla hoy en Israel es una lengua mo derna. La inventó un judío de Lituania, llamado Eliezer Ben Yehuda, en 1880. Según cuenta él mismo, la “resuci tó” en base a una Biblia hebrea que él tenía, y creando las palabras nuevas que necesitaba. De esta manera los judíos inmigrantes, que se instalaban en Palestina hablando dife rentes lenguas país de dondey procedían, podrían así comu nicarsesegún en unelmismo idioma, ten er una base más sólida para la u nidad nacional. ¿Por qué había desaparecido el hebreo en tiempos de Je sús? Antes d e explicarlo, veamos cómo hab ía nacido . 61

Los orígenes del hebreo Curiosam ente, Abraham, el primer hebreo y el padre del pueblo hebreo, no hablaba hebreo. Él llegó a Palestina (que entonces se llamaba Canaán), procedente de la baja Mesopotamia (Gn 11,31), y por lo tanto hablaría algún dialecto semítico de los que se hablaba en la región. Al arribar a Canaán con su clan, encontró que los cananeos, sus primitivos habitantes, hablaban una lengua más evolucionada, más precisa y mejor construida que la de ellos. Y poco a poco sus descendientes fueron asimilando esta lengua cananea. Cuando, después del éxodo de Egip to, se establecieron finalmente en la tierra prometida, la adoptaron de un modo definitivo. Por ello a esta lengua “cananea” se la llamó “hebreo”; porque fue el pueblo hebreo quien la popularizó, la usó ampliamente y la divulgó. Es la lengua en la que se puso por escrit o la Ley de Mo i sés, en la que cantaba David sus salmos, en la que Salomón emitía sus juicios sabios, en la que se escribió el mundial mente conocido relato de la creación en siete días, en la que profetizaba Amos, y en la que Isaías anunció la venida del futuroTestamento, Emmanuel.39 Deestán los 46escritos libros en quehebreo. tenemosEste en se el Antiguo mantuvo como lengua viva en Israel hasta el año 587 a.C.

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El final del hebreo Pero en el año 587 a.C, el pueblo hebreo sufrió una te rrible catástrofe. Nabucodonosor, rey de Babilonia, inva dió el país, destruyó la ciudad de Jerusalén, incendió el templo construido por Salomón, y se llevó desterrada a gran parte de la población. Allá en Babilonia, el pueblo hebreo suspiraba por su amada patria. Y durante 50 años permaneció cautivo, has ta que el año un 538nuev a.C.o rey, Ciro el Grande, le permitió regres ar en Pero cuando el pueblo de Israel volvió del exilio a Pa lestina, las nuevas generaciones que regresaron se habían ya casi olvidado del hebreo, pues habían aprendido allá una nueva lengua: el arameo, que era lo que se hablaba en Babilonia. Los inmigrantes, a pesar de ser una minoría, se estable cieron en la capital, Jerusalén, y desde allí fueron quienes en realidad determinaron el desarrollo del país. Por ello, con el transcurso del tiempo, el arameo fue cobrando im portancia, y el hebreo se fue eclipsando lentamente. Prime ro en Jerusalén, después entre los judíos de las aldeas y pueblos vecinos, y finalmente en todo el país. Hasta que al rededor del año 200 a.C, al hebreo sólo lo entendía la gen te culta, los escribas y los letrados.

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La lengua de la sinagoga No obstante el triunfonodeldesapareció arameo como popular, el viejo idioma nacional del lengua todo. Aunque ya no era hablado, perduró como lengua escrita. Es así co mo los libros más tardíos de la Biblia, aparecidos en esta época, siguieron componiéndose en hebreo. Con el correr de los años, desapareció hasta de la escri tura y quedó únicamente como lengua litúrgica. Es decir, se la empleaba sólo para rezar en las sinagogas, y cuando se leían las Sagrada s Escrituras, que estaban en hebreo. Po r eso empezó a considerarse “lengua sagrada”. Pero como los judíos que asistía n a rezar en la sinagoga los sábados no entendían ya la Biblia en hebreo, solía ha cerse a continuación una explicación en arameo, para que todos pudieran comprender los textos que se leían.

La primera lengua de Jesús Cuando nació Jesús, pues, la lengua corriente de Israel era el arameo. Y fue el arameo lo que aprendió a hablar de labios de su mamá María. En ella contó sus parábolas y pronunció sus sermones. Con ella realizó sus milagros y curó a los enfermos. El evangelista Marcos lo confirma. Es el único que trae cuatro frases arameas de Jesús. Estas debieron de grabarse tan intensamente en la tradición, que fueron conservadas 64

en su lengua srcinal, sin traducirse, cuando se compusie ron los Evangelios en griego. La primera es la que empleó Jesús para resuc itar a la hi  ja de Jairo. Luego de hacer salir a todos los familiares que lloraban en la habitación de la muchacha muerta, la tomó de la mano y le dijo “talitá kum”, que en arameo significa “muchacha, levántate” (Me 5,41). Fue la frase poderosa, pronunciada sobre la joven, con la cual le devolvió la vida. La segunda la pronunció para curar a un sordomudo. Dice Marcos que lo llevó aparte, le introdujo los dedos en los oídos, le tocó la lengua con su saliva, y mirando al cie lo dijo “ effetá ”, que quiere decir “ábrete” (Me 7,34). Con esta expresión le restituyó los oídos y la palabra. La tercera frase en arameo de Jesús es la angustiosa ora ción que le dirigió a Dios en el huerto de Getsemaní, cuan do lo llamó “Abb tf \ es decir, “Padre” (Me 14,36). Finalmente, tenemos la oración que Jesús pronunció en la cruz: “E loíE loí, lama sabactanC\ que significa “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado” (Me 15,34). Es el comienzo del salmo 21, que si bien expresa dolor y duda de Dios, term ina con un gran acto de esperanza. Tam bién Mateo la conserva, pero en hebreo (27,46)

Palabras reveladoras Además de estas cuatro citas, los Evangelios conservan 65

otras palabras, que confirman que el arameo era el idioma hablado en la época de Jesús . Por ejemplo ciertos nombres de personas, como Barra bás (Me 15,7), Marta (Le 10,38), Cefas (Jn 1,42), Boanerges (3,17), o Tabita (Hch 9,36), todos claramente árameos. También hay nombres arameos de lugares como Cafarnaum, ciudad donde vivía Jesús (1,21); Gólgota, el monte donde lo crucificaron (Mt 27,33); Gabbatá, lug ar donde Pi lato lo juzgó y condenó a muerte (Jn 19,13). Por último, el Evangelio conserva algunas expresiones arameas empleadas por los primeros cristianos, como “ ho sanna" (Mt 21,9), que literalmente significa “sálvanos te ruego”, pero que en la époc a de Jesús ya había pasad o a ser un simple grito de aclamación equivalente a nuestro “vi va”. Igualmente “ maranatá”, es decir “el Señor ha veni do”, frase con la que concluye el Apocalipsis (22,20).

El dialecto de la traición Ahora bien, el arameo, como toda lengua, se iba defor mando y adaptando según las distintas regiones donde se lo hablaba. Y en la Palestina de Jesús habían aparecido dos formas diferentes de hablar el arameo: la de Galilea (en el norte) y la de Judea (en el sur). En Galilea, por la fuerte influencia extranjera, la gente hablaba con una pronunciación que difería notablemente 66

de la de Judea. Los galileos contraían mucho las palabras, eran muy negligentes con las consonantes iniciales, prefe rían el sonido “a” al de “i”, y parece que pronunciaban muy mal los sonidos “d” y “t”. Así, por ejemplo, en vez de “immar” (cordero) decían “ ammar ” (lana), y “jamar” (vi no) lo pronunciaban “gamar” (asno). Jesús, por haberse criado en Nazaret, hablaba con acen to galileo, al igual que sus apóstoles que eran todos de esa zona, a excepción de Judas. Así se entiende que cuando a Jesús estaban juzgando la casa del Sumo Sacerdote Caifás,lolos que estaban allíenpresentes le dijeran a Pedro: “Seguro que tú también eres uno de ellos. Hasta tu acento te delata” (Mt 26,73). Pedro juró que no lo conocía. Pero su amargo “No lo conozco”, que respondió en arameo “leth aná hada”, habrá sonado en su dialecto galileo “lena ja k á \ confirmando con su acento lo que sus labios nega ban.

La segunda lengua de Jesús Si bien Jesús hablaba el arameo, ¿conocía también el hebreo, la lengua de los textos sagrados? Cuando asistía los sábados a la osinagoga, ¿entendía lectura de Ley y de los Profetas, tenía necesidad del latraductor en la arameo? Un episodio contado por san Lucas nos da la respuesta. Un día Jesús entró en la sinagoga de Nazaret, como todos los sábados, y lo invitaron a pasar al frente y hacer la lee67

tura. Cuando le acercaron el libro d el profeta Isaías, que es taba escrito en hebreo, él lo leyó sin dificultad (Le 4,1619), lo cual demuestra que Jesús entendía también el he breo. Otro indicio lo confirma. Jesús es llamado en los Evan gelios comúnmente “ rabF , es decir, “maestro”, tanto por sus discípulos (Me 9,5), como por la gente del pueblo (Jn 6,25), y hasta por los propios rabinos de la época (Jn 3,2). Ahora bien, sabemos que el título de **rabf’ no e ra atribui do a cualquiera, sino que se trataba de una función públi camente reco nocida para quienes proclamaban , traducían y. comentaban las Escrituras en las sinagogas. Esto nos hace sup oner que Je sús lo hacía frecuentemen te. San Mateo lo atestigua cuando dice: “Jesús recorría to da la Galilea, enseñando en las sinagogas” (4,23). La tercera lengua de Jesús

Pero había una tercera lengua que se hablaba en Pales tina en tiempos de Jesús: el griego. En efecto, d esde el año 331 a.C, cuando Alejandro M ag no conquistó el cercano Oriente, se fue im poniendo la lengua griega en lospaulatinamente distintos pueblos conquis tados. Entre ellos también Palestina. En vano los rabinos trataban de lucha r contra su penetración, p ara salvar el ara meo y la cultura semita. “El que enseña el griego a su hijo - decían - es tan maldito como aquél que come cerdo” .

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Aún así, hasta los grandes d octores de la L ey, como Oamaliel, lo sabían. Y el mismo san Pablo, fanático judío, lo empleaba con bastante corrección como se ve en sus car tas. En tiempos de Jesús, el griego era conocido por las au toridades romanas, así como por la gente del comercio y los negocios internacionales. E n Galilea, limitada por terri torios de lengua griega, que siempre fue una región de po  blación mixta, y con rutas internacionales de comunica ción, el griego debió de estar bastante difundido. Por lo que es de suponer que se hablaría también en Nazaret. No resulta improbable, pues, que Jesús haya aprendido ese mínimo de griego que se puede asimilar al estar e n con tacto frecuente con la gente que lo hablaba.

Diálogos sin traductor ¿Es posible saber cuándo habló Jesús en griego? Si nos atenemos a los relatos evangélicos podemos suponer que lo hizo en cinco ocasiones. La primera, cuando sanó a un endemoniado en la ciudad Que se zona griega ydenoGerasa judía,(Me se ve5,1-20). por la piara de trataba cerdos de queuna había allí, ani mal prohibido en territorio judío. La segunda, cuando al cruzar la región de Fenicia, de lengua griega, le salió al encuentro una mujer para pedirle

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que curara a su hijita de un espíritu inmundo. El diálogo de la mujer con Jesús, quien ante la fe de ella le concede el milagro, debió de ser en griego (Me 7,24-30). La tercera vez, fue con el centurión de Cafamaum, un militar romano y por lo tanto conocedor de la lengua grie ga, que le suplicó por la salud de un sirviente suyo a pun to de morir (Le 7,1-10). La cuarta vez ocurrió en el Templo de Jerusalén, cuan do Felipegriegos y Andrés de Jesús audiencia pa ra unos queobtuvieron querían hablar con una él (Jn 12,20-21). Eran judíos extranjeros que, impresionados por lo que se contaba del Maestro, y estando de paso unos días con mo tivo de la Pascua, querían conocerlo personalmente. Finalmente, durante la pasión, el interrogatorio al que Pilato sometió a Jesús no pudo ser en otra lengua que el griego. Parece poco probable que el prefecto Pilato se to mara el trabajo d e apren der la lengu a de sus administ rados. Y Jesús parece haber contestado directamente las pregun tas, sin necesidad de intérprete (Mt 27,11).

¿Sabía escribir Jesús? Para nosotros» una persona que sabe leer sabe también escribir, ya que ambas funciones van normalmente unidas. No era así en la antigüedad. Para escribir, era necesario aprender una técnica especial costosa; hacía falta comprar papiros, pergaminos o tablillas enceradas, además de los 70

tinteros y las plumas, lo cual no estaba al alcance de cual quiera. Por eso, saber escribir era todo un arte , una profesión. Y el que llegaba a dominarlo recibía en el antiguo oriente el nombre de “escriba ”. Probablemente en su infancia Jesús aprendió no sólo a leer sino tamb ién a escribir en la sinagoga de su pue blo. En efecto, al menos una vez, en el Evangelio de Juan, lo ve mos escribiendo. Fue cuando le presentaron una mujer sor prendida en adulterio. Ante la pregunta de sus acusadores, Jesús sin responder nada “se inclinó y se puso a escribir con el dedo en la tierra” (8,6). Y ante la insistencia de ellos, respondió: “El que no tenga pecado, que tire la primera piedra”, e “inclinándose de nuevo, siguió escribiendo so bre la tierra” (8,8). nos diceque quéeran escribía Jesús, de pero muchos sosNo hansesupuesto las palabras Exodo 23,7:estudio “Alé jate de toda mentira y no hagas morir al inocente y al justo”. Por lo tanto, podemos responder que Jesús sabía escri bir. Pero no era un escriba de profesión. Era el predicador del Reino de Dios, el que anunciaba la Palabra definitiva del Señor,

El verdadero idioma de Jesús Podemos concluir, pues, que Jesús hablaba el arameo 71

como lengua materna. Fue la lengua que estructuró su pen samiento, su vida y su corazón. Lo hablaba, eso sí, en un dialecto galileo. Comprendía y leía también el hebreo clásico, la lengua de las Sagradas Escrituras, y podía traducirlo al arameo. Conocía y hablaba, además, el griego. Al menos lo ne cesario para los frecuentes contactos que tenía con los ju díos que venían del extranjero, o con personas de srcen griego. Pero Jesús hablaba, y enseñaba a hablar, sobre todo, el lenguaje del amor. El único capaz de comunicamos y ha cemos entender con la gente de todas las lenguas, todas las culturas y todo el mundo. El que nos comunica inclusive con los más alejados extranjeros, como son nuestros posi bles enemigos. eso enseñó u na vez:Así “Amen sus enemigo s, yque recen porPor quienes los persigan. seránahijos del Padre es tá en los Cielos, qu e hace salir el sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos y pecadores” (Mt 5,44-45).

Para reflexionar 1) ¿Por qué en la ép oca de Jesús hab ía dejado de habla r se el hebreo? ¿Para qué se lo empleaba? 2) ¿Cómo podemos saber que se hablaba el arameo? ¿Qué expresiones de Jesús lo recuerdan? 72

3)¿Por qué el lenguaje de Pedro lo delató como discípu lo de Jesús? 4)¿Qué lenguaje debemos emplear los cristianos para que se nos reconozca como discípulos de él?

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¿ORDENÓ JESÚS AMAR A LOS ENEMIGOS? ¡De no creerlo! Uno de los sermones más revolucionarios y exigentes pronunciados por Jesús, es el llamado “Sermón de la mon taña” (Mateo 5-7). Ante sus atónitos oyentes, ese día dijo entre otras cosas que con sólo mirar se puede cometer adulterio (5,27-28); que decirle “imbécil” a alguien equivale a matarlo (5,2122); que si nos hacen el mal, no debemos ofrecer resisten cia (5,38-39). Quizás en ninguna otra parte, como aquí, Je sús resume el elevado ideal que supone el cristianismo. Pero el asombro lleg a ya al colmo , cuando al promedi ar su sermón el Señor exclama: “Han oído ustedes que se di jo: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo, Pero yo les digo: amen a sus enemigos, y rueguen por los que los per sigan” (5,43-44). Si no lo hubiera dicho Jesús nos parecería ridículo y ab surdo. Aun así, cuesta creer que hable en serio. En efecto, ¿es posible mandar el amor? ¿Alguien puede ordenamos sentir afecto por otro? Si la inclinación cariñosa hacia una persona es espontánea e involuntaria, ¿cómo Jesús puede obligamos a ello? Y peor todavía: ¿cómo amar a alguien que es nuestro enemigo?

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El amor sexual Paraqué evitar concl usiones es necesario riguar quiso decir Jesús,equivocadas, y así sabremos qué es lo ave que en realidad exigió a sus seguidores cuando ordenó amar a los enemigos. Todo el problema radica en que, en castellano, usamos siempre el único y mismo verbo “amar”, cualquiera sea el amor o sentimiento al que nos queramos referir. Mientras que en la lengua griega, en que fueron compuestos los Evangelios, existen cuatro verbos distintos para decir “amar”, cada uno con un sentido diferente. En primer lugar tenemos el verbo “ erao ” (de donde de riva la palabra “eros” y el adjetivo “erótico”). Significa “amar” pero en sentido sexual. Se lo emplea siempre para referirse al afecto pasional, a la atracción mutua del hom bre y la mujer en su aspecto espontáneo e instintivo. Alu de, pues, al amor placentero. Por ejemp lo, en el libro de Este r se dice: “el rey Asuero amó (erao) a Ester más que a las otras mujeres de su cor te” (2,17). Y en el libro del profeta Ezequiel se lee: “Por haber hecho esto, voy a reunir a todos los que te amaron (erao) ydecon los (16,37). cuales gozaste, y descubriré tu desnudez delante ellos” Este verbo se emplea, pues, en griego para describir al amor romántico y camal.

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El amor familiar stergoo ”, Otro griegoelque amarpoesr su “ hijo, ca el am verbo or familiar, carisignifica ño del padre delIndi hi jo hacia su padre. Platón, por ejemplo, decía: “El niño ama ( stergo ) a quienes lo han traído al mundo, y es amado por ellos” . Otro escritor griego, Filemón, expresaba: “Un padre es dulce para su hijo, cuando es capaz de amarlo (stergo )”.

También en la Biblia aparece este verbo. San Pablo en su carta a los romanos les pedía: “Tengan una caridad sin fingimiento, detestando el mal y uniéndose al bien; y ámense ( stergo ) cordialmente los unos a los otros” (12,10). Pablo usa a propósito este verbo, pues considera que los cristianos deben sentirse miembros de una misma familia. Stergo ”, entonces, amor doméstico, de fami lia,“ese amor que no se alude mereceal porque brota naturalmente de los lazos del parentesco.

El amor de amigos Un tercer verbo griego que se emplea para decir amar e s “fileo”. Expresa el amor de amistad, el afecto cálido y tier no que se siente entre dos amigos. En castellano sería más apropiado traducirlo por “querer”. Así, cuando Lázaro, el amigo de Jesús, se enfermó, sus hermanas mandaron a de77

cirle: “Señor, aquél a quien tú quieres (fileó) está enfermo” (Jn 11,2). Y cuando María Magdalena no encuentra el ca dáver Jesús en discípulo la tumba, asale corriendo para buscar Pedro de y “al otro quien Jesús quería (füeoa)” (20,2). Y el autor de la carta a Tito se despide: “Saluda a los que nos quieren (fileó) en la fe” (3,15). El verbo está tan relacionado con la acción de querer con amistad, que de él se desprendió la palabra “filos” (amigo), m uy emp leado en el Nuevo Testame nto. Así, en la parábola del hijo pródigo, el hermano mayor le reclama a su padre: “Hace tantos años que te sirvo y nunca me diste un cabrito para hac er una fiesta con mis amigos (filos)” (Le 15,19). Y el mismo Jesús en la última cena al desp edirse de sus apóstoles les dice: “Ustedes son mis amigos (filos ) si hacen lo que yo les mando” (Jn 15,14). Vemos, entonces, que en griego se reserva generalmente la palabra “fileo” para el amor de camaradería, de amistad, el que de algún mo do supone una respuesta, una retribu ción.

El amor caritativo Queda el cuarto y último verbo, y es “ agapao ”. Se lo utiliza para el amor de caridad, de benevolencia, de buena voluntad; el amor capaz de dar y mantenerse dando sin es perar que se le devuelva nada. Es el amor totalmente desin teresado, completamente abnegado, el amor con sacrificio. De es te verbo se deriva la palabra ágape (amor de caridad). 78

Es el que usa san Juan cuando, al empezar el relato de la última cena escribe: “Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos ( agapao ), los amó hasta el extremo” (13,1). Y cuando Jesús dice: “Como el Padre me amó, yo también los he amado {agapao). Permanezcan en mi amor” (Jn 15,9). Y cuando les recuerda a los apóstoles: “Nadie tiene mayor amor (ágape) que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15,13). Según esta cuarta categoría de “amor”, no importa lo que una persona pueda hacer, o hacemos; no importa la forma en que nos trate, o si nos injuria u ofende. Siempre estará en nosotros la posibilidad de “amarla”, que no con siste en “sentir alg o” por ella sino en “hacer algo” por ella , prestarle un servicio, brindarle una ayuda, aunque afectiva mente no se lo sienta. El amor de “ agapao ” no consiste en lo afectivo sino en lo efectivo. Es un amor racional y activo. Es el amor teo lógico. El amor total.

Pretenciosa pregunta Como dijimos antes, para tradu cir al castellano estos cua tro verbos griegos tenemos una ú nica palabra: amar. Esto ha ce que no siempre se capten las diferencias de cada uno. Un ejemplo ya clásico, es el famoso episodio en el que Jesús resucitado se aparece a los apóstoles junto al lago de 79

Tiberíades. Después de comer con ellos, preguntó a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Pedro le contestó: “Sí, Señor, tu sabes que te amo” . Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Luego volvió a interrogar lo: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Pedro le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo”. Jesús entonces le dijo: “Apacienta mis ovejas”. Poco después le preguntó por ter cera vez: “Simón, hijo de Juan, me amas?”. Pedro, enton ces, se entristeció de que le preguntara por tercera vez, y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. Y Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas ” (Jn 21,15-7). Este relato esconde, en griego, un juego de palabr as que resulta intraducibie al castellano.

Una humilde respuesta En efecto, cuando Jesús p regunta por primera vez a Pe dro si lo ama, usa el verbo “agapao”. La frase sonó así: “Simón, ¿agapás meV (v.15). Pero Pedro le responde con “fi le o'\ y le dice: “Filo se”. Es decir, Jesús le pregun ta a Pedro si lo ama con el amor total, que el amor de entrega y de laservicio el amor compromete a fondo vida sinincondicional, esperar recom pensa. Y Pedro, que días antes había traicionado al Señor, y se sabía débil e inmaduro, responde humildemente con el verbo ufileo*\ menos pretencioso. No se siente capaz del amor supremo de “ agapao ”.

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Cuando Jesús le hace po r segunda vez la misma pregun ta: “Simón, ¿agapás me?” (v.16 ), Pedro a divina la insisten cia de su Maestro, pero nu evamente responde con el verbo “file o”. Entonces Jesús, que n unca exige más allá de sus posibi lidades a nadie, y que sabe esperar con paciencia el proce so de madurez de cada uno, pregunta por última vez, pero ahora en los términos que puede responder Pedro: con el verbo “fileo”. Y le dice: “Simón, filéis m eV Entonces sí Pedro, aunque triste, se siente identificado en la pregunta, y en esos términ os responde. Y Je sús lo acepta. Pero le pre dice que su amor no quedará allí. Que crecerá, madurará, y logrará al “ agapao ” requerido, pues un día llegará a dar su vida por el M aestro (Jn 21,18-19 ). Aunq ue sabemos que Jesús hablaba en arame o, el evan gelista Juan puso este diálogo en su boca para dejamos una preciosa lección.

Lo que manda el mandamiento Volviendo ahora a la frase de Jesús, cuando ordenó erao stergo amar sino a losagapao. enemigos el verbo , ni descubrir , ni fileo Y no conutilizó esta precis ión, podemos mejor qué fue lo que quiso enseñar. Jesús nunca pidió que amáramos a nuestros enemigos del mismo modo que amamos a nuestros seres queridos. No pretendió que sintiéramos el mismo afecto que senti

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mos por nuestro cónyuge, nuestros familiares, o nuestros amigos. Si hubiera querido esto, habría empleado otros verbos. El amor que Jesús exige aquí es otro. Es el “ ágape ”. Y éste no consiste en un sentimiento, ni en algo del corazón. Si dependier a de nuestro afecto, no so lamente sería una or den imposible de cumplir, sino además absurda, ya que na die puede obliga mos a sentir afecto. ágape El una determinación que Jesús pideque consiste en una actitud, pertenece a la decisión, voluntad. una Es decir que invita a “amar” inclusive en contra de los senti mientos que experimentamos instintivamente. El amor que ordena no obliga a sentir aprecio o estima por quien nos ha ofendido, ni devolver la amistad a quien nos ha agraviado o defraudado. No. Lo que pide es la capacidad de ayudar y prestar ununa servicio deofendió caridad,. si algún día nos necesita aquél que vez nos

Él prefirió ilustrarlo Con tres breves comentari os, el mismo Jesús se encarga de explicar, en el Evangelio de Lucas, el alcance del amor a los enemigos (6,27-28). En primer lugar dice: “Háganles el bien”. No sólo prohibe la venganza de las ofensas recibidas, sino que manda ayudarlos si alguna vez están en dificultades y necesitan de nosotros. Es lo que dice san Pablo: “Si tu enemigo tiene 82

hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber” . Y agre ga citando al libro de los Proverbios: “Haciendo esto amontonarás carbones sobre su cabeza” (Rm 12,20). Se entiende queencendidos por el remordimiento y la turba ción, puesto que él verá que es nuestro enemigo mientras que nosotros no somos enemigos de él. En segundo lug ar pide: “Bendíganlos” . Y bendecir sig nifica “decir bien”, “hablar bien” de alguien. No se trata, ciertamente, de mentir virtudes ajenas, ni de decir que al guien es bueno cuando en realidad es malo, ni de alabarlo cuando no se lo merece. Bendecir significa poder hablar bien de alguien que se lo merece y es justo hacerlo, aún cuando tenemos algo contra él o nos resulta antipático. En tercer lugar agrega: “Recen por ellos”. Orar por al guien que lo necesita, aunque sea enemigo nuestro, es una manera de enviar a su corazón la gracia de Dios. Y nunca la gracia de Dios sobre nuestro enemigo puede resultar perniciosa para nosotros. Al contrario, nuestra oración lo beneficiará y tendremos, así, a alguien menos enemigo. Además, nadie puede re zar en favor de otro y seguir con el mismo resentimiento. Sucede algo en el interior d el que re za que le impide sentir el rencor de antes. Orar por alguien que nos ha ofendido es la forma más segura de empezar a sanar las heridas interiores. Es, pues, una ma nera de rezar también por nosotr os.

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Perdón y olvido Queda po r aclarar una última cue stión. Mucha gente se siente culpable porque perdona pero no olvida. Y cree que eso está mal, pero n o puede evitarlo. El perdón, ¿implica necesariamente el olvido? Para tranquilidad de los cristianos, debemos decir que no. Que no es necesario olvidar. Porque la memoria es una facultad que obra independientemente de nuestra voluntad. La prueba está en queY muchas veces queremos recordar cosas y no lo logramos. otras veces queremos olvidar situacio nes vividas y no podemos. Cuando una persona resulta ofendida, si tiene buena memo ria o si la ofensa fue muy grande, posiblemente la re cordará por mucho tiempo. Y no tiene la culpa. Por eso el perdón no supone necesariamente el olvido. Uno puede perdonar, y seguir recordando la ofensa. Puede disculpar un agravio, y evocarlo espontáneamente cada tanto. Lo que sí no debe hacerse es traer a la memoria cons tantemente, y por propia voluntad, los recuerdos desagra dables y las injurias sufridas, para mantenerlas vivas. Esa sería una manera enfermiza de recordar.

Iguales a su Padre ¿Por qué razón los cristianos debemos tener amor por 84

nuestros enemigos, actitud de servicio para nuestros ofen sores, buena voluntad para con todos? Jesús lo explica: porque así nos pareceremos más a Dios. Él actúa de esa forma. “El Padre que está en el Cielo hace salir el sol so bre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5,45). Esta actitud de Dios puede resultamos desconcertante. Incluso los judío s se sentían conm ovidos e impresionados por la extraordinaria benevolencia que Dios demuestra tan to los santos como los p oregipcios, los pecado res. Una leyenda díapor cuenta que cuando persiguiendo a los isju  raelitas durante el éxodo, se hundieron en las aguas del Mar Rojo, los ángeles en el Cielo entonaron cánticos de alegría, Pero Dios los hizo callar y les reprochó con triste za: “La ob ra de mis manos acaba de perecer ahogada en el mar, ¿y ustedes me cantan un himno de alabanza?” Pero el amor de Dios es así de universal. Su auxilio, su disponibilidad, su protección, son para todos los hombres, sean creye ntes o ateos, sea que lo amen o lo ofendan. Y así también debe ser nuestro amor. Es el único modo de vol vemos semejantes a Él.

Para reflexionar 1) ¿Cuántas palabras diferentes se empleab an en el grie go bíblico para expresar “amor”? 85

2) ¿Qué diferencias había entre cada una de ellas? 3) ¿Cuál es la palabra que emplea Jesús para ordenar el amor hacia los enemigos? 4) ¿Qué características debe tener el amor cristiano ha cia los enemigos? 4) ¿Reconocemos en este momento tener algún enemi go? ¿Cómo es nuestro trato para con él?

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¿CUÁNDO FUE LA ÚLTIMA CENA DE JESÚS? La postura de san Juan El Jueves Santo todos los católicos del mundo celebra mos el recuerdo de la última Cena , en la que Jesús institu yó la eucaristía, lavó los pies a sus apóstoles, y nos dejó el mandamiento d el amor. Al día siguiente, viernes, a las 3 de la tarde, mo ría clavado en un a cruz. ¿Pero qué día fue realmente esa cena? Para poder plan tear el problema, conviene tener presente una característi ca de los judío s. Mientras que para nosotros el día comien za cual a lassecero horas, decir,día, a lapara media de la cuenta unesnuevo los noche, judíos aenpartir cambio el día com ienza la tarde anterio r, alrededor de las 17. El lu nes, pues, comienza la tarde del domingo; el martes, la tar de del lunes; y así sucesivamente. Ahora bien, según el Evangelio de san Juan, la fiesta de Pascua en que murió Jesús c ayó ese año en sábado (19,31), y por lo tanto los judío s debían cenar el cordero pascual el viernes por la noche. Pero como Jesús estaría muerto el viernes a las 3 de la tarde y no llegaría a cenar oficialmen te con sus apóstoles, la adelantó para el jueves por la no che. Por eso san Juan dice que Jesús celebró la última Ce

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na “antes de la fiesta de la Pascua” (Jn 13,1), es decir, el jueves por la noche, fecha que seguimos tradicionalmente en la liturgia.

El disenso de los otros tres Pero los otros tres evangelistas, aún cuando coinciden con Juan en que Jesús murió un viernes a las 3 de la tarde (Mt 27,62; Me 15,42; Le 23,54), afirman que cuando cenó, era ya la fiesta de Pascua. Así, Mateo y Marcos sostienen que se juntaron para co  mer “el primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual” (Mt 26,17; Me 14,12). Y Lucas, más ex plícito aún, aclara que el Señor se sentó a cenar en “la fies ta de los ázimos, llamada Pascua” (22,1.7.14). Los “ázi mos” era el primero de los siete días que duraba la fiesta pascual. O sea que para los tres Evangelios sinópticos, Jesús con sus apóstoles cenó el mismo día de Pascua. Luego fue apresado, y murió crucificado al día siguiente en medio de la solemnísima fiesta pascual . La solución: Qumrán

El problema de conciliar esta contradicción de los Evangelios, y averiguar si Jesús realizó su última Cena la 88

noche misma de Pascua (viernes) como afirman los Evan gelios sinópticos, o el día antes (jueves) como sostiene Juan, es ya clásico. Y a lo largo de los siglos se han pro puesto distintas soluciones, sin que llegara a convencer ninguna. Hasta que en 1947 fueron descubiertos los manuscritos de Qumrán. Y con ellos apareció una nueva solución, que parece aclarar de una manera plausible el acertijo. ¿Qué son los manuscritos de Qumrán? Formaban parte de una vllamada ieja bibliotec del s. I a.Entre C, pertenec iente a una sec ta judía de losa esenios. los numerosos libros allí encontrados, se hallaron dos (el Libro de los Jubileos, y el Libro de Henoc) que revelaron que en tiempos de Je sús estaban en uso no uno sino dos calendarios distintos. Uno era el calendario llamado “solar”, basado en el curso del sol, que constaba de 364 días, y distribuía de tal mane ra los meses queellas caían en miércoles. De este modo, añofiestas nuevoimportantes era siempre en miércoles, así como la fiesta de los Tabernáculos, y la Pascua. ¿Por qué este calendario comenzaba el año siempre en miércoles? Porque según el Génesis cuando Dios creó el mundo, el cuarto día (miércoles) hizo al sol, la luna y las estrellas, y a partir de allí comienza el curso del tiempo.

El cambio de calendario Tal calendario fue utilizado por los judíos durante mu 89

chos siglos. En efecto, en los libros del Antiguo Testamen to podemos co nstatar que tanto las fechas , como las cron o logías, la fiesta de Pascua (que siempre caía en miércoles), y las demás festividades, se regían según este calendario solar. Hasta que unos doscientos años antes de Cristo, según la nueva hipótesis, los sacerdotes del Templo de Jerusalén habrían resuelto cambiar el calendario, y adoptar otro lla mado “lunisolar” por basarse en una combinación del sol y de la Pero luna.tenía Esteuna era variante: más exacto, constaba de 365 días. en él,yalaque fiesta de Pascua po día caer cualquier día de la semana. Poco a poco se fue difundiendo el nuevo calendario en tre la gent e. Pero en ese entonces los cambios llevaban m u cho tiempo en imponerse. Esto explica que doscientos años después, en la época de Jesús, todavía gran parte del pue blo siguiera observando el calendario viejo, y celebrando las fiestas según las antiguas fechas. Incluso un sector de los judíos, los esenios de Qumrán, d irectamente se negaron a aceptar el nuevo calendario por considerarlo una altera ción inadmisible a la Ley de Moisés. Ellos se mantenían firmes en la observancia del calendario primitivo, como podía leerse en su Manual de disciplina , también enc ontra do en Qumrán: “Que no se salga ni un paso fuera de lo que la Palabra de Dios dice de sus tiempos. Que no se avancen sus fechas ni se retrase ninguna de sus fiestas”.

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Los dos tenían razón En la época pues, estaban en estratos vigenciamás dos po ca lendarios. Uno, de el Jesús, más antiguo, entre los pulares, y en el cual la cena de Pascua caía siempre en miércoles (es decir, el martes a la noche). Y el otro, utiliza do por el sacerdoc io oficial y las clase s más elevadas, e n el que la fiesta de Pascua podía caer cualquier día de la sema na. El año en que murió Jesús cayó precisamente en sába do.

Ahora bien, si suponemos que Jesús con sus apóstoles celebró la última Cena basándose en el calendario más an tiguo, es decir, el martes por la noche, día en que lo hacía también el pueblo más simple, entonces desaparece auto máticamente la contradicción de los Evangelios. En efecto, al cenar Jesús el martes, los Evangelios si nópticos pu eden afirmar que Jesús lo hizo “el mismo día de Pascua”, porque están contando según el calendario anti guo. En cambio san Juan dice que Jesús cenó “antes de la Pascua”, porque computa según el calendario oficial. Y los dos tienen razón.

Imposible que entrara todo La nueva hipótesis, según la cual Jesús murió en vier nes, como afirman los cuatro Evangelios, pero cenó el martes anterior, no sólo elimina las contradicciones evan 91

gélicas. También soluciona otras dificultades, admitidas por todos los estudiosos. Una de ellas es la cantidad de episodios vividos por Je sús en tan pocas horas. Pues si la última Cena fue el jueves y la crucifixión el viernes al mediodía, tenemos apenas 18 horas de plazo para colocar todos los acontecimientos de la pasión de Jesús. En efecto, sabemos que al ser apresado en el huerto de Getsemaní llevado de Anas, el ex sumo Sacerdote, Jesús dondefue tuvo lugar aelcasa primer interrogatorio (Jn 18,12). Luego lo condujeron atado a la casa de Caifás, el sumo sacerdote de tumo (Jn 18,14). Allí esperaron a que reuniera el Sanedrín, tribunal supremo de justicia entre los judíos, integrado por todos los sumos sacerdotes, los ancia nos y los escribas (Me 14,53). Durante esa sesión nocturna intentaron conseguir testigosporque falsoslos queque acusaran a Jesús, lo cual les resultó trabajoso encontraban no se ponían de acue rdo (Me 14,55-59). A continua ción lo hu millaron con golpes, escupitajos y burlas (Me 14,65). Al amanecer se reunió por segunda vez el Sanedrín, con sus 71 miembros (Me 15,1), y habrían decidido condenar a muerte a Jesús.

El largo proceso romano Pero las cosas no terminaron ahí. Luego del proceso re ligioso, llevaron a Jesús ante Pilato, el gobe rnado r civil (Le

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f 23,1). L a sesión debió d e durar bastante. Hubo primero una reunión entre los judíos y el Prefecto romano, donde le pre sentaron las acus aciones. Siguió un interrogatorio sec reto a Jesús, la d eclaració n de ino cencia d e Pilato, y nuevas y re petidas acusaciones por parte de los judíos. Pilato, para desentenderse del acusado, al que juzgaba inocente, decidió remitirlo a Herodes Antipas, gobernante de la Galilea, ya que Jesús por ser galileo pertenecía a su jurisdicción Tambiénafirma este que encuentro llevar tiempo,(Le pues23,7). el Evangelio Herodesdebió le hide zo muchas preguntas (Le 23,9). Finalmente lo devolvió otra vez a Pilato (Le 23,11). El gobernador, entonces, se tomó el trabajo de reunir nuevamente a los sumos sacerdotes, a los magistrados y a todo el pueblo. Luego de conversar otra vez con Je sús, de cide someter a la opinión p opular la liberación de Bar rabás o de Jesús. A todo esto, su mujer le mandó el mensaje de que no le hiciera nada a Jesús, porque esa noche había te nido pesadillas con motivo de su juicio. Pero ante la insis tencia de la gente, Pilato decide soltar a Barrabás (Mt 27,11-25). Sig uió el rito de la flagelación, la coronación de espinas, los últimos intentos de Pilato de liberar a Jesús, y finalmente la sentencia y la lenta caminata hasta el calva rio (Mt 27,27-31). Y todo ello, entre la noche del jueves y el mediodía del viernes.

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La nueva distribución Resulta verdaderamente imposible colocar e n tan breve tiempo todos estos sucesos mencionados. En cambio con la nueva fecha de la última Cena, todo se distribuye mucho mejor de la siguiente manera: Martes: por la noche Jesús celebra la Pascua. Luego va al monte de los Olivos a orar, donde es apresado y llevado ante el sumo sacerdote. Miércoles: por la mañana, tiene lugar la primera sesión del Sanedrín, que escucha a los testigos. Esa noche, Jesús la pasa en la cárcel de los judíos. Jueves: por la mañana, delibera por segunda vez el Sa nedrín y condena a muerte a Jesús. Inmediatamente es lle vado ante Pilato, quien lo interroga y lo envía a Herodes. EsaViernes: noche, Jpor esúslalamañana pasa enPilato la cárcel de por los rsegunda omanos.vez a recibe Jesús. Lo hace flagelar, lo corona de espinas, pronuncia la sentencia, y lo manda a crucificar. A las 3 de la tarde, mue re en la cruz.

Un juicio según la Ley Pero hay una tercera ventaja que favorece la nueva hi pótesis de la última Cena de Jesús en martes. Por la Mishná , (libro sagrado de los judíos que recoge la legislación 94

complementaria del Antiguo Testamento), sabemos que había un a serie de leyes que se habrían violado si seguimos la fecha tradicional. Efectivamente, la legislación judía ordenaba que todo juicio debía llevarse a cabo de día. Si Jesús cenó el jueves, debemos suponer que el Sanedrín sesionó por la noche, lo cual habría sido ilegal. Y por otra parte resulta improbable que los sanedritas y los testigos estuvieran ya reunidos a aquella hora de la noche para sesionar, sin tener la certeza de que Jesús sería aprehendido. En cam bio si la cena fue e l martes, podemos suponer que las sesiones tuvieron lugar en la maña na del miércoles y jueves. Sabemos además por la Mishná que estaba prohibido condenar a muerte a un reo en víspera del sábado o de fies ta. Si seguimos el cómputo tradicional, Jesús habría sido condenado a muerte por el Sanedrín el viernes por la ma ñana, víspera de sábado y de fiesta de Pascua. En cambio con la nueva teorí a, Jesús sería condenad o a muerte el jue ves por la mañana, cuando aún faltaba un día y medio pa ra la Pascua y el sábado. También ordenaba la Ley judía que no se condenara a muerte a nadi e dentro de las 24 horas de su arresto, para evi tar que en la decisión pesaran aún los ánimos caldeados. Se gún la cronología breve, Jesús fue condenado a muerte a las pocas horas de ser apresado. En cambio con la cronología larga, sería arrestado el martes por la noche y condenado el viernes por la mañana, en el plazo estipulado por la ley. 95

Si a Jesús lo condenaron por violar la Ley, no parece probable que en el juicio que le hicieron se transgrediera de un modo tan grosero esa misma Ley que se procuraba de fender. El silencio de los días

Otros detalles menores también quedan más claros si sostenemos que la última Cena tuvo lugar el martes y Je sús murió el viernes. Por ejemplo, los Evangelios narran paso a paso los últi mos días de Jesús hasta el martes por la noche. Pero del miércoles y jueves no dicen una palabra. Este misterioso silencio llevó a pensar que Jesús habría pasado esos días en privado con sus apóstoles. Ahora sabemos que estuvo en la cárcel, como parte de su larga pasión. Lo apoya la tradición

Finalmente, una buena confirmación de esta nueva hi pótesis de la última Cena la encontramos en la tradición cristiana. En efecto, sabemos que en la Iglesia primitiva los pri meros cristianos ayunaban los miércoles y viernes. Proba blemente esta costumbre surgió de una tradición que con sideraba el miércoles como el día del prendimiento de Je sús, y el viernes como el día de su muerte.

También un antiguo escrito del siglo II, llamadoDidas calia de los Apóstoles , nos informa que: “Después de ha ber comido la Pascua el martes por la tarde, nosotros (los apóstoles) fuimos al monte de los Olivos, y por la noche apresaron al Señor. Al día siguiente, que es el miércoles, permaneció Él custodiado en la casa del sumo sacerdote.” Victorino de Pettau, Obispo de Estiria, fallecido hacia el 304, nos dejó un escrito donde dice: “Cristo fue apresado el cuarto día (martes por la tarde, miércoles para los ju díos), Por su cautividad ayunamos el miércoles. Por su pa sión ayunamos el viernes.” Otro Obispo, Epifanio de Salamina, en Chipre, que mu rió en el 403, también escribió: “Cuando comenzaba el miércoles (martes por la noche) el Señor fue apresado, y el viernes crucificado.” Hay, pues una antiquísima tradición, por lo menos del siglo III, que apoya la hipótesis de la Cena pascual el mar tes por la tarde. Fiel hasta el final

La Iglesia, siguiendo al Evangelio de san Juan, siempre recordó como día de la última Cena el Jueves Santo. Con la nueva hipótesis del martes, ¿habrá que cambiar la litur gia de la Semana Santa? Claro que no. La liturgia, en la Iglesia, tiene una finalidad pedagógica, no histórica. Y así como celebramos el nacimiento de Jesús el 25 de diciem 97

bre, aún cuando sabemos que no es históricamente cierto, podemos seguir celebrando la última Cena el jueves, pues de lo que se trata es de obtener un provecho espiritual. La pasión de Cristo fue mucho más larga de lo que co múnmente pensamos. No duró unas pocas horas sino va rios días, lo cual confirma que su muerte no fue el desen lace abrupto de una turba exaltada e irracional que en unas cuantas horas decidió su fin, sino la resolución premedita da y consentida de las autoridades judías, romanas y el pueblo todo. Aparece, así, la pasión de Cristo con contornos mucho más dramáticos y pavorosos de lo que estábamos habitua dos a meditar. Pero aparece también con mayor claridad su inexorable voluntad de seguir hasta el fin, no obstante los penosos cuatro días de tormento en los que buscaron que brantar su resistencia. Jesús no fue fiel por unas pocas ho ras, sino todo el tiempo que duró su pasión. Nosotros, sus discípulos, no debemos contentamos con ser fieles un tiempo. Debemos serlo hasta el final. Para reflexionar

1) ¿Cuándo celebró Jesús la última Cena según los si nópticos y según San Juan? ¿Por qué difieren? 2) ¿Qué argumentos desaconsejan ubicar todos los ele mentos de la pasión de Jesús un día antes de su muer te? 98

3) ¿Cómo se distribuirían los acontecimientos de la pa sión, según el nuevo calendario? 4) mejor ¿Qué características según esto? de la pasión pueden resaltarse

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¿SAN PABLO ERA ANTIFEMINISTA? Para amargar un casamiento

Según el diccionario, la palabra “misógino” significa: “que aborrece o menosprecia a las mujeres.” Y una de las acusaciones más frecuentes que los lectores de la Biblia han levantado contraAsan es la de ser misógino, anti feminista, machista. él Pablo se lo pretende responsabilizar de veinte siglos de supuesta opresión a las mujeres en la Igle sia. ¿Por qué le imputan tan graves cargos? Porque, dicen, cuando uno lee las cartas que de él se han conservado en la Biblia, no puede menos que sentir la discriminación que hace para con la mujer. Muchos recuerdan con tristeza la lectura de la “carta de san Pablo” escuchada de mala gana durante la ceremonia de su casamiento: “Las mujeres deben vestirse decente mente, arregladas modesta y sobriamente, sin peinados exagerados, sin oro, sin perlas y sin vestidos caros. Duran te la enseñanza, la mujer debe guardar silencio con toda su misión. No permito que la mujer enseñe en público, ni que mande al varón. Quiero que permanezca callada. Porque Dios hizo primero a Adán y después a Eva. Y no fue Adán el engañado sino la mujer, y al ser engañada cayó en peca do” (1 Tm 2,9-14). 101

Con sentimientos machistas

Estos y otros escritos han creado una imagen triste de Pablo, especialmente entre los cristianos tibios y mal infor mados, y han contribuido a presentarlo como un hombre más bien antipático, negativo, y propagador de un cristia nismo inaceptable y decadente. ¿Son ciertas esas acusaciones? Si analizamos un poco mejor las cartas que él escribió y profundizamos su pensa miento, veremos en realidad no es así, quegrandioso un grave malentendido ha que enturbiado la figura de yeste personaje de la iglesia cristiana primitiva. ¿Cuáles son los textos polémicos de Pablo que revela rían su postura contraria a la mujer? Ante todo, un párrafo de la l9 carta a los Corintios lo muestra contrario al matrimonio: “En cuanto a la virgini dad, no tengo ningún precepto del Señor. Pero les doy un consejo... lo mejor para el hombre es no casarse. Si tienes mujer, no la abandones; si no tienes mujer, no la busques. Si te casas no pecas... pero los que lo hagan, sufrirán gran des problemas que yo quisiera evitarles” (1 Cor 7,25-28). La mujer en lo más bajo

Esa misma carta trae otra afirmación controvertida: “Que las mujeres se callen en las asambleas. A ellas no Ies 102

está permitido hablar. Deben estar sometidas, como lo manda la Ley. Si desean aprender algo, pregúntenle a sus esposos en sus casas, porque no está bien que la mujer ha ble en la asamblea” (1 Cor 14,34-35). Un poco antes también había dicho: “Quiero que sepan que Cristo es la cabeza del hombre, y el hombre es la ca beza de la mujer, así como la cabeza de Cristo es Dios. Por eso... la mujer que ora o profetiza con la cabeza descubier ta deshonra al que es su cabeza. Es como si se hubiera ra pado. unasemujer noElsehombre cubre lanocabeza con el velo, en toncesSique la rape. debe cubrirse la cabe za porque él es imagen y reflejo de Dios, mientras que la mujer es reflejo del hombre. En efecto, no es el hombre el que procede de la mujer sino la mujer del hombre. Ni el hombre fue sacado de la mujer sino la mujer del hombre. Por eso la mujer debe cubrir su cabeza como señal de su jeción” (1 Cor 11,3-10). ¿Pablo era casado?

Para aclarar la mentalidad de Pablo sobre la mujer, ve remos en primer lugar qué rol desempeñaba ésta en su vi da. ¿era (1 casado? En unaPero de sus Empecemos cartas afirmapor quepreguntamos: no tiene esposa Cor 7,7-8), ¿la tuvo alguna vez? Él confiesa haber sido un fiel y total cumplidor de la Ley judía. Más aún: un fanático judío (Flp 3,5-6). Y todo 103

buen judío tenía la obligación de casarse, ya que según el Génesis, Dios había ordenado “Sean fecundos, multipli qúense, llenen la tierra y sométanla” (1,28). Por ende, no casarse era violar nada menos que el primer mandamiento bíblico. Sabemos también que los rabinos solían enseñar: “Dios observa al hombre para ver si se casa, y si a los 20 años no lo ha hecho, lo maldice.” Y más gravemente: “El que no se ocupa de la procreación, es como uno que derrama sangre.Por ser el celibato mal visto entre los judíos, difícilmen te Pablo pudo no haberse casado. Ahora bien, en aquella época el matrimonio tenía lugar entre los 18 y los 20 años. Por lo tanto, si en el momento de su conversión al cristia nismo el apóstol no tenía ya mujer, tuvo que haber sido viudo. Las mujeres de Pablo

Pero no sólo como esposa debió de ser importante la mujer para Pablo. En sus cartas descubrimos el lugar espe cial que les dio a ellas durante la vida misionera. Por ejemplo, al despedirse en su carta a los Romanos (cap. 16), manda saludos a 30 personas, de las cuales 10 son mujeres, y todas adjetivadas muy positivamente. Veámoslo: 104

La primera en ser nombrada es Febe: “Les recomiendo a Febe, nuestra hermana, diácono de la comunidad de Céncreas” (v.l).(no A esta mujer le dacomo nada menos quealgunas el título de “diácono” “diaconisa”, traducen bi blias). Es el título que Pablo se da a sí mismo, cuando di ce “el evangelio del que yo, Pablo, me he convertido en diácono” (Col 1,23). Y que utiliza también para “Timoteo, nuestro hermano, diácono de Dios” (1 Ts 3,2). O sea que considera a Febe tan “ministro” como a él mismo o a Ti moteo, los máximos dirigentes de la comunidad. Y pide aque los eran romanos “que se pongan a disposición de ella” (v.2). La segunda es Prisca: “Saluden a Prisca y a Aquila (su esposo), mis colaboradores en Cristo Jesús” (v.3). A ella le da el título de “colaboradora”, el mismo que le asigna al obispo Timoteo (Rm 16,21), y que implica una tarea pas toral importante. En efecto, la actividad de Prisca aparece constantemente en la correspondencia de Pablo. Y además, siempre figura mencionada antes que su marido Aquila, sorprendente para una época en la que el hombre debía ser nombrado antes que la mujer.

La exaltación de la mujer La tercera es María: “Saluden a María, que trabajó mu cho” (v.6). Aunque no se explica qué trabajo hizo, no se trata de barrer la sacristía o cambiar las velas del altar. Pa~ 105

blo usa el verbo “trabajar” (kopiáo ) para referirse a la evangelización, como se ve en otras partes de las cartas. La cuarta es Junia: “Saluden a Andrónico y a Junia, pa rientes míos y compañeros de prisión, ilustres apóstoles” (v.7). Aquí Pablo llega al culmen de la valoración de una mujer, al aplicarle el título de “apóstol”, tan importante y exclusivo del hombre en las primeras comunidades. Quinta y sexta son Trifena y Trifosa, “que tanto han tra bajado en el Señor” (v.12). En el lenguaje paulino, “traba jar en el Señor” alude a la proclamación del Evangelio que, por lo visto, Pablo permitía hacer a las mujeres. También la séptima, “la amada Pérside, que trabajó mucho en el Se ñor” (v. 12), aparece realizando esta tarea exclusiva. La octava es la “madre de Rufo”, a la que cariñosamen te llama “también madre mía” (v.13). Y las dos últimas son Julia hermana de Nerso (v.15), nombradas antes de “todo yellapueblo de Dios”, lo cual puede indicar que tenían responsabilidades al frente de la comunidad. Hasta en el destinatario

En los otraaños cartadedesuPablo, los cristianos de Filipos, escri ta en plenaa dedicación apostólica, termina dirigiéndose a dos mujeres: “Tanto a Evodia como a Síntique... que lucharon por el evangelio a mi lado, lo mismo que Clemente y los demás colaboradores míos” (4,2-3). Alude, pues, a dos mujeres que colaboraron activamente al 106

lado y al mismo nivel que los hombres en la evangelización de aquella ciudad. Y en la carta a Filemón, a “Apia, la hermana” (v.2) la menciona nada menos que en el encabezamiento, cuando para la etiqueta de aquellos tiempos era algo inimaginable. Estas alabanzas, poco comunes para la correspondencia y la mentalidad de un hombre de aquella época, nos mues tran que en la práctica Pablo otorgaba un lugar privilegia do a la mujer. Llegar a lo máximo

Veamos, en segundo lugar, la teoría de Pablo. En su car ta a los Gálatas, hallamos uno de los textos más descarados de cuantos se hayan escrito en favor de los derechos feme ninos: “En Cristo ya no hay griego ni judío; esclavo ni hombre libre; varón ni mujer” (Gal 3,28). Para entender la revolución que provocan estas palabras hay que saber que, en la época de Pablo, cada mañana al levantarse los judíos rezaban a Dios: “Señor, te doy gracias porque no me hiciste nacer esclavo, ni pagano, ni mujer”. Muchas aveces vidahaber judía,nacido el mismo Pablo había gracias Diosenporsu no mujer. Pero unadado vez convertido al cristianismo, esta oración le pareció absurda. Y por eso en su carta a los Gálatas dejó sentado el princi pio de que, frente a Cristo, la mujer ya no conforma una ca tegoría despreciada. Que tiene los mismos derechos y la 107

misma dignidad que el hombre. Semejante osadía, aún no la terminó de digerir ni siquiera nuestra avanzada sociedad moderna. Nos queda, pues, un tercer y último punto: ¿cómo pudo escribir Pablo los párrafos que citamos al comienzo? Va mos ahora a analizarlos. ¿Contra el matrimonio?

El primero es aquél en el que aconsejaba no casarse por que el matrimonio trae demasiados problemas que convie ne evitar (1 Cor 7,25-28). En realidad, aquí Pablo respon de a una pregunta que le han hecho no los fieles en gene ral, sino los ministros de la comunidad de Corinto, es de cir, los diáconos, apóstoles y profetas. Se trataba de jóve nes de ambos sexos,suque rodeaban al apóstol, y constituían estado mayor más en laíntimamente evangelización de Corinto. Como es natural, entre algunos de ellos habría relaciones con miras al matrimonio. Pero se preguntaban, teniendo en cuenta el ejemplo de Pablo, si no sería mejor quedarse célibes como su jefe espiritual. Pablo les contesta que no existe ningún mandamiento de Jesús sobre el celibato de los ministros. No obstante, de bido a las grandes necesidades que implica la tarea evan gelizados, lo que más conviene es no casarse. Pero si al gún ministro no puede guardar el celibato, puede casarse, sabiendo que de todos modos podrá continuar al frente de 108

su servicio, aunque lógicamente estará sobrecargado por las obligaciones del matrimonio y del hogar. Por alolatanto consejo de Pablo de no casarse no minis va di rigido genteel en general, sino únicamente a los tros de la Iglesia. Frases sospechosas

El segundo era el quesumisas, ordenabay areser las mujeres callarsetexto en elpolémico culto, mantenerse var las preguntas para hacerlas a sus maridos en casa (1 Cor 14,34-35). Todos los estudiosos de la Biblia han notado que, curio samente, estos dos versículos aparecen de una manera brusca, y además interrumpen la ilación de la carta. En efecto, hasta el v.33 Pablo venía hablando del don de pro fecía, y aconsejaba que en las reuniones no hablen algunos solamente, sino que todos tengan la oportunidad de hablar. De pronto aparecen los vv.34-35 que prohiben hablar a la mujer en las reuniones. Luego, el v.36 continúa la idea del v.33 de permitir a todos hablar, diciendo: “¿Acaso ustedes son los únicos que han recibido la Palabra de Dios?” Hagamos la prueba de leer pasando del v.33 al v,36 y veremos cómo la carta queda mucho más clara. Esto ha lle vado a los exegetas a afirmar que los vv.34-35 han sido añadidos posteriormente, y no pertenecen a la carta srci nal de Pablo. Esto no significa que no estén inspirados, o 109

que no sean Palabra de Dios. Lo son. Pero no reflejan el genuino y auténtico pensamiento de Pablo. Fueron agrega dos décadas más cuando excesos dedoctrinas algunas “predicadoras” pocotardes, instruidas, quelos diseminaban erróneas, aconsejaban hacerlas callar. Se ve que podían hablar

El tercer texto que se aduce contra Pablo, es el que or dena a la mujer orar o profetizar en público con un velo en la cabeza (1 Cor 11,3-10). Antes que nada notemos cómo Pablo, aunque sea con velo, permite rezar y hablar en las asambleas litúrgicas a las mujeres. Esto confirma que el pasaje anterior, que lo prohibía, es un añadido de otra mano. Ahora bien, darle un rol activo a la mujer en la liturgia era una postura totalmente revolucionaria, ya que en las si nagogas judías la presencia de la mujer carecía en absolu to de importancia. Allí, por ejemplo, para poder empezar a rezar se requería un mínimo de diez personas, pero no se contaba a las mujeres. Y si había alguna presente, no podía explicar las Escrituras, ni hablar, ni orar en voz alta. Se sentaba en el fondo del templo para no molestar a los hom bres. Por lo tanto que Pablo permitiera a la mujer cristiana hablar y rezar en las reuniones litúrgicas tal como lo hacía el hombre, era una increíble novedad. 110

El velo es lo de menos

Ahora bien, con relación al velo, en la cultura judía el cabello de la mujer era provocativo, y no era bien visto que lo llevaran suelto. Al contrario, el cabello suelto caracteri zaba a las mujeres de mala vida, como se ve en el episodio evangélico de la pecadora pública que baña los pies de Je sús con sus lágrimas y los seca con sus cabellos (Le 7,38). Incluso la Ley judía ordenaba que, a la mujer sospechosa de adulterio, se le soltaran los cabellos como señal de su pecado (Nm 5,18). Cuando los primeros cristianos comenzaron a reunirse para orar a Jesús, había entre ellos mujeres no judías, para las cuales no tenía nada de malo usar el cabello suelto. Sin embargo, para no herir la susceptibilidad de los de menta lidad judía, Pablo dio una norma práctica a las mujeres: cu brirse la cabeza con un velo. Pero a fin de evitar la menor sospecha de menosprecio a la mujer, añade: “Por lo demás, ni la mujer sin el hom bre, ni el hombre sin la mujer, en el Señor. Porque si la mu jer procede del hombre (según el relato de Adán y Eva), a su vez el hombre nace de la mujer” (11,11-12). Si él lo hacía

Finalmente nos queda advertir que todos los biblistas actualmente sostienen que la “carta de Pablo a Timoteo” 111

citada al comienzo, y que se lee en los casamientos, no es de él sino de un discípulo suyo. Con esto cae el último argumento antifeminista contra Pablo. Jesús tuvo con la mujer un trato preferencial, por hallar se ella sometida y postergada en su cultura. Pablo, discípu lo de Jesús, no podía ser menos. Una lectura atenta a sus cartas nos hacen descubrir en él a uno de los mayores de fensores de los derechos de la mujer, e incluso un “atrevi do” feminista, ya que supo ubicarlas en funciones impor tantes y encumbradas de la Iglesia de entonces, que de al guna manera superan incluso la labor encomendada hoy a la mujer por la Iglesia del siglo XX. Cuando se discuta sobre el rol de lamujer en la Iglesia de hoy, los escritos y las actitudes paulinas nos ofrecen un exce lente fundamento replanteamos problema de una más plena incorporaciónpara de la mujer en loselministerios eclesiales. Para reflexionar

1) ¿Cuál era la situación de la mujer en la época de Je súsprimera y de Pablo? 2) A vista ¿cuál es la imagen que se desprende de ciertas cartas de san Pablo sobre la mujer? 2) En realidad ¿qué cambios produjo y enseñó en sus cartas el apóstol con relación a la mujer? 112

3) En nuestra sociedad actual, ¿qué actitudes discrimi natorias contra la mujer podemos detectar? ¿Qué puede hacerse para modificarlas?

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¿QUIÉNES SON LOS CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS? El libro misterioso

Hace diecinueve siglos, un prisionero que se encontra ba en la isla de Palmos, sobre el mar Egeo, cayó en éxtasis ytotuvo extrañas Su nombre era Juan,enyeltodo cuan vio en aquellavisiones. oportunidad fue recogido libro del Apocalipsis, que hoy se encuentra al final de nuestras Bi blias. El Apocalipsis relata que ese día Juan contempló una puerta abierta en el cielo y oyó una voz estridente que lo invitaba a subir para conocer las cosas que estaban por su ceder (4,1). Allí, pudo ver a Dios sentado en su trono, con un libro enrollado en sus manos (en esa época los libros eran en realidad largas tiras de papiro que luego se enrolla ban), y cerrado con siete sellos. Quedó pasmado. ¿Qué diría el libro? ¿Por qué tanto misterio? ¿Podrían abrirse los sellos? De pronto, ante su atónita unofue a uno los siete se llos, y amirada, medidafueron que el soltándose rollo se abría contemplando el impresionante secreto que contenía.

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Los cuatro jinetes

¿Qué vio aquel hombre, cautivo en la isla penal romana por defender la fe en Cristo? Lo cuenta con imágenes mis teriosas y símbolos enigmáticos, propios del género apoca líptico. De ahí la dificultad para interpretarlos. Pero si prestamos atención, veremos que es posible descubrir qué quiso decimos con esta visión. Lo que nos importa por ahora es la apertura de los cua tro primeros Aquí vio aparecer unos jinetes montados en sellos. caballos, de Juan características terroríficas. Son los famosos cuatro jinetes del Apocalipsis (6,1-8). Desde antiguo, todos los biblistas, exegetas, comentaristas y sim ples lectores han procurado descifrar este enigma, y han propuesto las más diversas explicaciones. La mayoría está de acuerdo en que los cuatro jinetes re presentan horrendas desgracias que sobrevendrán a la hu manidad. Pero ¿de qué calamidades se trata? ¿Cuándo su cederán? ¿Quiénes las padecerán? Sobre esto, ya no hay consenso. Variadas opiniones

Muchos sostienen que el primer jinete, con un arco en la mano, anunciaba el drama de la Primera Guerra Mun dial; y los otros tres serían la peste, el hambre y la muerte que ésta trajo como consecuencia. Otros, más dramáticos 116

aún, sostienen que esta visión se refieren a una Tercera Guerra Mundial para dentro de poco tiempo, así como al hambre y las enfermedades que provocará. Y no faltan quienes creen que los cuatro jinetes simbolizan más bien los cataclismos espeluznantes que sucederán al final de los tiempos. Pero ¿qué hay de cierto en todo esto? Antes de respon der, tengamos en cuenta que nadie puede interpretar el Apocalipsis como a él le parezca. No se trata de un libro caótico, dondeSicada uno puede la interpretación que se ledeocurra. el autor ocultó sacar su mensaje con figuras y símbolos, también nos dejó la clave para descubrirlo. De bemos, pues, preguntarle a él mismo la explicación El primer jinete

Leamos ahora el Apocalipsis. Quien abre los cuatro se llos es Jesucristo, bajo la imagen de un cordero: “Cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, oí al prime ro de los cuatro Seres que decía con voz de trueno: ¡ven!. Miré, entonces, y había un caballo blanco. El que lo mon taba tenía un arco. Se le dio una corona, y salió como ven cedor para seguir venciendo” (6,1-2). ¿Quién es este extraño jinete que aparece primero? Ade lantemos ya la respuesta: es el mismo Jesucristo. ¿Cómo podemos descubrirlo? Por las características que el autor nos da. 117

En efecto, se dice que aparece luego de oir el grito: “Ven”. Y ésta era la oración que los primeros cristianos ha cían pidiendo“ellaEspíritu pronta venida de Cristo, se leediariamente en el Apocalipsis: y la Novia dicen:como ven. Y todo el que oiga diga: ven” (22,17). Y más adelante se pide: “Ven, Señor Jesús” (22,20). O sea que el que aparece luego del llamado “Ven” no puede ser otro que el Señor Je sús. Además, el verbo “venir” en el Apocalipsis se aplica permanentemente a Cristo. Se le da el título de “el que Vie ne”, y se repite que “viene pronto” (1,4.7.8; 2,5.16; 3,11; 4,8; 16,15; 22,7.11). Por lo tanto, el imperativo “Ven” nos da la clave para descubrirlo. Color simbólico

Pero hay otros detalles que nos pueden ayudar. Este pri mer jinete viene montado en un caballo blanco. ¿Qué significado tiene el color blanco en el Apocalip sis? Si hacemos un análisis veremos que siempre se lo uti liza para las cosas propias de Dios. Por ejemplo, en los 24 ancianos que en el cielo están vestidos de blanco (4,4). En los ejércitos del cielo, que tienen vestidos blancos (19,14). En todos los salvados, que usan túnicas blancas (6,’l 1; 7,9). También Jesús resucitado tiene cabellos blancos (1,14) y se sienta sobre una nube blanca (14,14). Y se dice que al que persevere hasta el final se le dará un vestido blanco (3,4.5) 118

y una piedra blanca con su nombre (2,17). Asimismo Dios se sienta en el cielo sobre un trono blanco (20,11). Por lolatanto, si el lablanco en el el triunfo Apocalipsis siempre salvación, victoria, final, ysimboliza no se lo emplea nunca para las potencias malignas ni destructoras, quien monta el caballo blanco tiene que ser alguien del ám bito divino. El arco

Otra clave que puede ayudamos a identificarlo es el ar co. En el Antiguo Testamento el arco y las flechas son una característica de Dios, un símbolo de su juicio y de sus de cisiones. Hallamos un ejemplo en el libro de las Lamentaciones, donde Señor ha su arco, ha fortalecido su mano” dice: (2,4).“El También en tensado los Salmos se lee: ‘Tronó Yahvé en los cielos, hizo retumbar su voz y arrojó sus flechas” (18,14). El pobre Job se queja: “Me ha hecho blanco suyo, me rodea con sus flechas” (16,12-13), “una lluvia de fle chas me lanza” (20,23), “con arco de bronce traspasa” (20,24). Y Ezequiel, profetizando contra los pecadores anunciaba: “Lanzaré contra ustedes las terribles flechas del hambre, que los exterminará” (5,14). También el profeta Habacuc emplea esa figura: “Tú desnudas tu arco, llenas su cuerda de flechas” (3,9). Los lectores del Apocalipsis, que conocían el Antiguo 119

Testamento, podían descubrir fácilmente, en este jinete con un arco, a alguien que viene en nombre de Dios. La corona

También la corona, característica exclusiva de este jine te, nos da una pista. Era el atributo de los reyes y un signo de victoria. También los 24 ancianos que están en el cielo tienen co ronas de oro (4,4). Y la Mujer resplandeciente que Juan vio en el cielo, vestida de sol y con la luna bajo sus pies, esta ba coronada de estrellas (12,1). El Hijo del Hombre que juzga desde el cielo, la lleva igualmente (14,14). Y por si fuera poco, el Apocalipsis dice que todos los cristianos fíeles llevan ya una corona sobre sus cabezas, que nadie podrá arrebatárselas (3,11), porque son todos re yes en este mundo (1,6; 5,10), y reinarán por los siglos de los siglos (22,5). Si en el Apocalipsis los que tienen corona son general mente personajes del lado de Dios, el primer jinete debe ser también alguien venido de parte de Dios. El vencedor

Finalmente, se dice que “salió vencedor para seguir venciendo”. ¿Quién puede ser éste que con tanta facilidad triunfa? 120

Otra vez el Apocalipsis nos da la solución: al verbo “vencer”, que aparece 17 veces en este libro, siempre se lo utiliza para expresar el triunfo del bien sobre el mal, de Dios sobre el pecado. En efecto, se dice que los cristianos son “vencedores” (2,7.11.17), que Cristo es “vencedor” (3,21), que el León de Judá es “vencedor” (5,5), que el Cordero de Dios es “vencedor” (17,14). Ahora bien, en este jinete se pone mayor énfasis aún, ya que se menciona dos veces el verbo “vencer”. Es dudoso, pues, caballeroo represente el triunfo del mal, del dolor, que del este sufrimiento, de una poder maligno. La segunda aparición

Queda aún un último argumento para identificar al pri mer jinete. Cerca del final del libro, Juan en una nueva vi sión ve aparecer a un personaje similar: “Entonces vi en el cielo y había un caballo blanco”. Esta vez sí nos da su identidad: “El que lo monta se llama Fiel y Veraz, y juzga y combate con justicia. Sus ojos son como llamas de fue go. Sobre su cabeza había muchas diademas. Lleva escrito un nombre que sólo él conoce, y viste un manto empapado de sangre. Su nombre es Palabra de Dios” (19,11-13). Din duda es posible reconocer aquí a Cristo resucitado, vencedor de la muerte. Ahora bien, a menos que quiera confundimos, Juan no puede emplear la misma figura y referirse a dos personajes 121

diferentes. Los elementos de una visión deben servir para aclarar las otras. Por lo tanto el jinete del caballo blanco, del capítulo 19 tiene que ser el mismo que el del capítulo 6: Jesucristo resucitado. Los otros tres jinetes

Una vez dilucidado el misterio del caballo blanco, resul ta fácil analizar los otros tres: “Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo Ser que decía: ¡ven!. Entonces salió otro caballo, rojo. Al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra la paz, para que se degollaran unos a otros. Y se le dio una espada grande” (6,3-4). Este segundo jinete simboliza, evidentemente, la guerra con sus efectos cruentos y dolorosos. En efecto, el color ro jo en el Apocalipsis significa efusión sangre,'se de “quitar la paz”, de “degollarse unos adeotros”, y sehabla mencio na la espada, siempre sinónimo de violencia. Sigue el relato: “Cuando abrió el tercer sello, oí al ter cer Ser que decía: ¡ven!. Miré, entonces, y había un caba llo negro. El que lo montaba tenía en la mano una balanza. Y oí como una voz en medio de los cuatro seres que decía: un litro de trigo por un denario» tres litros de cebada por un denario” (6,5-6). Todos los biblistas están de acuerdo en que este caballo negro (símbolo fúnebre) representa el hambre, la carestía, 122

el racionamiento de comida, como se deduce por la balan za y los precios altísimos que se pregonan. Finalmente concluye: abrió Miré, el cuarto sello, oí la voz del cuarto Ser que“Cuando decía: ¡ven!. entonces, y había un caballo verdoso. El que lo montaba se llamaba la Muerte, y el Hades lo seguía” (6,7-8). También éste es fácil de identificar, ya que el mismo texto lo dice expresamente: simboliza la muerte. El “Ha des” que se menciona, es el mundo del más allá, los infier nos. El mensaje escondido

¿Qué quiso decimos Juan con esta visión, transparente para los lectores de su época, pero extraña y difícil para no sotros? A fin de entenderla tengamos en cuenta que, según la creencia judía, cuando llegara el Mesías, al final de los tiempos, vendría acompañado por fenómenos extraños y catástrofes. Y aunque no se estaba muy seguro sobre los detalles, había una cierta lista, un catálogo estándar de de sastre y azotes que se desatarían sobre la tierra. Cualquier judío estaba familiarizado con estos cataclismos, que llega rían en los últimos tiempos junto con el Mesías. También Jesús lo sabía. Por eso al pronunciar su sermón sobre el fin del mundo utilizó ese catálogo tradicional, y 123

dijo que la llegada del Mesías sería acompañada por gue rras (Mt 24,6), hambre (Mt 24,7) y muerte (24,9). Mencio nó, además, otras dos señales: persecuciones (Mt 24,16) y perturbaciones cósmicas (Mt 24,29). En total, cinco cata clismos. Faltaban caballos

Ahora bien, el Apocalipsis de Juan quiere decimos que el Mesías ya ha llegado. Es Jesucristo. Por eso se ve a to da la creación del Antiguo Testamento invocándolo: ¡Ven! (los cuatro Seres en el Apocalipsis representan a la crea ción). Y entonces él aparece montado en un caballo blanco (primer jinete). Pero Juan pretende anunciar algo más. Con la muerte y resurrección de Cristo hemos entrado en los últimos tiem pos. Su venida ha inaugurado ya el final de los tiempos. Por eso al abrirse los otros sellos, ve aparecer simbólica mente la guerra (segundo jinete), el hambre (tercer jinete) y la muerte (cuarto jinete), fenómenos que tenían que acompañar su llegada. ¿De dónde “sacó” Juan esta visión? Está basada en una profecía de Zacarías (1,8-15), la cual éste ve aparecer cuatro caballos de colores con en jinetes, anunciadores de ca taclismos para los últimos tiempos. Juan la reproduce, pa ra decir que con la venida de Cristo se cumplió esta profe cía y entramos ya en los últimos tiempos. 124

Ahora bien, al aparecer Cristo montado en el primer ca ballo, al autor le quedaban sólo tres caballos para las seña les. Y los cataclismos eran cinco. Entonces, para no defor mar la “visión” de Zacarías, agregó a los cuatro caballos dos sellos más. Así, al abrirse el quinto vio persecuciones (Ap 6,9-11); y al abrirse el sexto, las convulsiones cósmi cos (Ap 6,12-14). Ninguna desgracia

Juan, por lo tanto, para garantizamos que Jesucristo es el auténtico y verdadero Mesías, cuenta que con su muerte y resurrección se produjeron, en forma de jinetes simbóli cos, los cataclismos esperados. Por lo tanto no debemos esperar ninguna calamidad pa ra más adelante. Los cuatro jinetes del Apocalipsis no anuncian desgracias futuras. Se refieren simplemente a que Jesucristo, el Mesías, ya ha venido, ya está con nosotros, y a las señales simbólicas que lo confirman. No olvidar al primero

Además de ese mensaje, el Apocalipsis nos sugiere una bella reflexión. Es frecuente comprobar a nuestro alrededor los hechos dolorosos que nos rodean. Ante todo la violen cia, con sus formas más dramáticas e insidiosas. Gente que se odia y se lastima (como incitados por el segundo jinete). 125

No sólo eso. Los hombres no se respetan, violan sus de rechos, se cometen toda clase de abusos. Y como conse cuencia, se oye clamar al hambre y a la injusticia (la acción del tercer jinete). Y por si fuera poco, otras calamidades como las enfer medades, las plagas, las mentiras y ofensas, se aglomeran despiadadamente. Son las pequeñas y grandes muertes co tidianas (como en el cuarto sello). Es verdad que este amargo e impresionante cortejo de males cabalga salvajemente entre imagen nosotros. del Apocalipsis lo afirma con la eficaz de El los autor caballos. Pero cuando arribemos a esta triste comprobación, no debemos olvidamos de un detalle: en medio de nuestra his toria cabalga támbién un caballo blanco que salió primero, una fuerza positiva, que por ser anterior puede vencerlas y eliminarlas. Jesucristo es una fuerza real, un poder “vencedor”, que terminará venciendo. Por eso frente a todos los males, por muy dramáticos que sean, no debemos desesperamos. Cristo está presente y activo, cabalgando a nuestro lado, acompañando nuestros problemas desde dentro de la histo ria. Y tiene la promesa de ser el “Vencedor”. El mundo jamás se le escapará de sus manos.

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Para reflexionar

1) ¿Alguna vez oímos hablar de los cuatro jinetes del Apocalipsis? ¿Qué nociones generales teníamos? ¿De dónde las sacamos? 2) ¿Quién es el 1.° jinete de la lista? ¿Cómo lo podemos identificar? 3) ¿Qué significado tienen los otros tres jinetes para el autor?

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EN EL FIN DEL MUNDO, ¿REINARÁ JESÚS MIL AÑOS SOBRE LA TIERRA? Cuando aten a Satanás

El Apocalipsis está plagado de visiones extrañas. Pero una de las más difíciles de interpretar es, quizás, la que aparece en el capítulo 20, sobre “el reino de los mil años”. Esta cuenta que, al llegar el fin del mundo, Jesucristo volverá a la Tierra. Entonces, dice el Apocalipsis, se pro ducirán dos fenómenos: Satanás será encadenado, y resu citarán los muertos. Pero no todos, sino sólo los buenos, los que se comportaron cristianamente en su vida. Y aquí viene el sorprendente anuncio de este libro: du rante mil años, los buenos reinarán con Cristo sobre la tie rra, tranquilos, disfrutando, sin los sobresaltos del Diablo. Surge en este punto un interrogante: ¿qué harán duran te esos Mil Años los que resuciten? El Apocalipsis no lo di ce. Guarda silencio sobre el tema. Pero este largo y extra ño período de tiempo excitó la imaginación de los cristia nos desde épocas muy antiguas.

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Para completar el Apocalipsis

Así, en los primeros siglos, los cristianos, que sufrieron tantas persecuciones y tormentos por conservar la fe, pen saban que durante esos Mil Años Dios les permitiría des quitarse y gozar en la tierra, antes de subir al Cielo, de to dos los placeres y alegrías de las que se vieron privados en su vida por ser fieles a su fe. Pero ¿qué clase dé gozos habría en esos Mil Años? So bre esto ya no había acuerdo. Los más moderados inter pretaban como un tiempo de goces espirituales. Enlocambio los más radicalizados imaginaron una época en la que se podría hacer de todo, y nada sería pecado. Y concibieron, así, mil años de banquetes exóticos, placeres refinados y orgías, condimentados con ideas extravagantes, grotescas y hasta de mal gusto, como por ejemplo el hecho de poder vengarsequisieran. con saña de todos los enemigos, o tener cuantas mujeres Y entonces sí, sigue diciendo el Apocalipsis, después de vivir esos Mil Años con Cristo en la tierra, resucitaran to dos los demás muertos, vendrá el juicio final, y será envia do cada uno al destino eterno que mereció. Los primeros cristianos que interpretaban como un he cho histórico y real estos Mil Años de vida sobre la tierra, tanto los moderados como los desenfrenados, son hoy lla mados “milenaristas”.

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Traída por las sectas

A comienzos era cristiana, Apocalipsis tuvodeunlaenorme éxito. esta Perointerpretación poco a poco del los abusos que se derivaron de ella, y especialmente las con clusiones procaces de la corriente más desenfrenada, fue ron desprestigiándola y haciéndole perder popularidad, hasta que a partir del siglo IV la Iglesia prácticamente la abandonó. Pero aún así, un cierto milenarismo moderado siempre se mantuvo vivo en la Iglesia. Por ello en todas las épocas de la historia hubo cristianos que esperaban, al final de los tiempos, una resurrección únicamente de los justos y un reino en la Tierra de Mil Años con Cristo, con goces y fe licidad espiritual, y sin sufrimiento alguno. Al punto tal que en pleno siglo XX, y mediante un decreto del 21 de ju lio de 1944, la Iglesia tuvo que prohibir su enseñanza por considerarla peligrosa. La doctrina milenarista, no obstante, todavía perdura y se propaga entre nosotros debido a la prédica de las sectas. Es frecuente, por ejemplo, oir a los Adventistas, a los Mormones, a los Testigos de Jehová, en sus visitas casa por ca sa, predicar sobre el Paraíso de Mil Años que les espera, aquí en la tierra al final de los tiempos, a todos los inte grantes de sus sectas.

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El texto en cuestión

Si Apocalipsis 20 nocomo debeunentenderse literalmente, es decir, no debe tomarse hecho histórico, ¿qué sen tido tiene, entonces, lo del Reino de mil años? Para interpretarlo mejor veamos primero lo que dice el texto: “(Un ángel) dominó al Dragón, la antigua serpiente —que es el Diablo y Satanás— y lo encadenó por MIL AÑOS” (20,2). “Lo arrojó al abismo, lo encerró y puso en cima los para quelos noMIL sedujera más(20,3). a las naciones hasta que sellos se cumplieran AÑOS” “Los de capitados por Jesús y los que no adoraron a la Bestia, revi vieron y reinaron con Cristo MIL AÑOS” (20,4). “Es la primera resurrección. Los demás muertos no vivieron has ta que se acabaron los MIL AÑOS” (20,5). “Dichoso y san to el que participa en la primera resurrección. La segunda muerte no tiene sobre éstos, sino tes de Dios y depoder Cristo, y reinarán conqueÉlserán MILsacerdo AÑOS” (20,6). “Cuando se hayan cumplido los MIL AÑOS, Sata nás será soltado de su prisión” (20,7). ¿Qué son los “Mil Años”?

Cualquier lector de la Biblia sabe que el Apocalipsis es un libro simbólico. Y entre los símbolos más frecuentes que utiliza, está el de los números. En ningún otro libro del Nuevo Testamento las cifras juegan un papel tan importan te como en el Apocalipsis. 132

Por eso los biblistas sostienen que también estos “Mil Años” son una cifra simbólica, más que una cantidad real de tiempo. ¿Y qué significado tendría el símbolo de los Mil Años? A esta pregunta los exegetas contestan que no representan una época que se aguarde para el futuro, sino que son un símbolo para referirse a toda la vida de la Iglesia, es decir, al lapso que va desde la primera venida de Jesús al mundo hasta su segunda venida, cualquiera sea el tiempo que du re. Por ¡a vida de Adán y Eva

Pero ¿por qué el autor simboliza con mil años a todo el tiempo que durará la Iglesia? Algún sentido especial debía tener este nombre seisnúmero veces. para que en apenas seis versículos lo Efectivamente, tenía un significado. Los judíos creían que Adán y Eva habían alcanzado a vivir alrededor de mil años en el Paraíso Terrenal. ¿Por qué? Por una interpreta ción curiosa del Génesis. Cuando Dios colocó a Adán en el Paraíso, afirma que le prohibió comer del árbol de la cien cia del bien y del mal, diciéndole: “El día que comas de él, morirás” (2,17). Pero resulta que Adán comió del árbol, y no murió ese día. ¿Cómo era posible? ¿Acaso Dios faltó a su promesa? Luego de mucho buscar en la Biblia, los judíos salieron del 133

paso, con una cita del Salmo 90,4, donde dice que para Dios “mil años son como un día”. lo atanto no había a suPero promesa. hi zo Por morir AdánDios el mismo día faltado que pecó. según Lo la du ración de un “día de Dios”, que es de mil años. Por eso, se guían diciendo los judíos, el Génesis afirma que Adán vi vió sólo 930 años (5,5), es decir, que murió dentro de lo que dura un día para Dios. Los “Mil Años” del Mesías

Ahora bien, la tradición judía esperaba que cuando vi niera el Mesías, inaugurara nuevamente el Paraíso que quedó frustrado, y lo abriera otra vez para los hombres. Por eso muchos profetas (como Isaías 11,1-9; 65,22-25 y Amós 9,13-15) cuentan que al final de los tiempos la Tierra vol verá a ser como el Paraíso de antaño. ¿Y cuánto duraría este nuevo Paraíso, reabierto por el Mesías? Respondían los judíos: mil años, al igual que el anterior. Se entiende, entonces, que Juan, el autor del Apocalip sis, por ser heredero de esta manera de p ensar de los judíos, hablara del tiempo presente de la Iglesia como de “mil años”. Teniendo en cuenta estas profecías, quería afirmar que con la venida de Jesús, especialmente con su muerte y resurrección, se inauguró una nueva época en el mundo, la definitiva. 134

Y al decir que esta época presente es de “Mil Años”, sus lectores entendían muy bien, en lenguaje simbólico, que ya estamos en los tiempos del nuevo Paraíso, y que Jesús es el Mesías esperado por los judíos. ¿Satanás encadenado?

Pero esta interpretación del “Reino de Mil Años” como todo el tiempo que dure la historia de la Iglesia, se presta a varias objeciones. La primera es que, según Apocalipsis 20, durante esos Mil Años Satanás estará atado. ¿Se puede decir que actualmente Satanás (es decir, el mal) está atado? Nosotros constatamos que no. Que el mal sigue eficazmen te presente en nuestro mundo. Sí. Puede ser que ésa sea nuestra experiencia. Pero no olvidemos que el Apocalipsis pretende ofrecemos la verda dera visión del tiempo presente, es decir, la que no se ve por las apariencias sino sólo se descubre con los ojos de la fe. Y para Juan, la venida de Cristo al mundo significa la derrota del Diablo (es decir, el mal), que quedó encadena do por alguien más fuerte que él. Jesús mismo contó una parábola, tres veces conservada en los Evangelios (Mt 12,29; Mecasa 3,27;entLera11,21), sobreque un hombre fuerte (Satanás), en cuya un hombre es más fuerte (Jesús), lo ata y le roba sus bienes (los hom bres). O sea que también Jesús enseñó que con su venida al mundo a redimir a los hombres, dejó a Satanás encade 135

nado, es decir, disminuido, el cual ya no tiene el mismo po der que antes. ¿Resucitaron los muertos?

Otra objeción se impone. Apocalipsis 20 sostiene que para este Reino de Mil Años revivirán todos los muertos, y reinarán mil años con Cristo. ¿También esto ya se ha cum plido en el presente? Efectivamente. El mismo Apocalipsis afirma varias ve ces que los cristianos están viviendo ya ahora la salvación eterna. Ya están juzgados y por lo tanto no tienen nada que temer. Al mantenerse fieles cada día al Señor, están ya re sucitados. Su suerte está asegurada. Ya han empezado a vi vir la vida eterna (que luego se prolongará después de la muerte). Por lo tanto el Apocalipsis no se refiere a la resurrección física de los muertos, sino a la “nueva vida” que desde ya experimentan cuantos creen en Cristo, y que es una verda dera “resurrección”. Es lo mismo que dice el Evangelio de Juan: “El que cree en quien me envió, ya tiene vida eterna; no será juzgado, porque ya ha pasado de la muerte a la vi da” (5,24; 6,47). Por eso Apocalipsis dice que se trata de la “primera re surrección” (20,5). La que estamos gustando ya aquí.

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¿Se produjo el juicio?

La tercera dificultad para entender el Reino de Mil Años como el tiempo presente está en que, según leimos en Apocalipsis 20, durante este tiempo habrá gente que se sentará sobre unos tronos, y a las que se le dará poder de juzgar. ¿Quiénes son estos jueces, y cuándo comenzarán a juzgar? De nuevo el Apocalipsis es el que responde: los fieles cristianos perseveran en la porque Palabracon de la Dios, son juecesque desde ya. Y ya cada ahoradía juzgan, ve nida de Cristo ha comenzado también el juicio del mundo (11,15.18). Este “juicio” no es aún el “juicio final”, que vendrá con el fin del mundo. Por eso no se habla aquí de ninguna acu sación, ni de ningún veredicto. Se trata de que los cristia nos, con su buena conducta, sirven de jueces a aquéllos que viven alejados de Dios y de la verdad. Ese es el juicio que ya trajo Cristo (Apocalipsis 15,4) y al que están asociados todos los cristianos. ¿Volverá a atacar Satanás?

Queda una última dificultad. Apocalipsis 20 sostiene que cuando se terminen los Mil Años, Satanás será soltado de su prisión y saldrá a seducir y tentar a todas las nacio nes (Ap 20,7). 137

Si los Mil Años son el período actual que va desde la re surrección de Cristo hasta el fin del mundo, ¿quiere decir que al llegar el fin del mundo empezará una nueva época, signada por una gran ofensiva de Satanás? ¿Qué pasó con las ligaduras de Cristo? ¿No fueron muy eficaces? Para comprender este último detalle conviene tener pre sente una advertencia que todos los exegetas hacen. La cronología del Apocalipsis no es como la del resto de los libros. Se ha descubierto que sus visiones no siguen un or den sucesivo, ni deben tomarse el orden en que(1,10), están contadas. No olvidemos que Juanenestá “en éxtasis” y por lo tanto el pasado, presente y futuro se mezclan per manentemente en sus descripciones. Esto se nota en todos los párrafos. Cuando acaba de contar una visión y comienza una nueva, el lector descubre que es la misma que la anterior pero desde un punto de vis ta diverso y aportando una riqueza nueva. La mayoría de las descripciones del Apocalipsis, pues, están superpues tas. Al reiterar las mismas visiones pero con palabras nue vas, el autor encontró una manera de expresar la inmensa riqueza de la revelación de Dios, con la pobreza de las pa labras humanas. Lo mismo, desde otro ángulo

Ahora volvamos al texto. Al final de los Mil Años Sata nás será desatado. ¿Qué pasó aquí? 138

Simplemente que el autor ha vuelto al principio del re lato. Aparentemente comienza una nueva etapa en la que Satanás queda sin ligaduras. Pero en realidad es la misma etapa del Reino de los Mil Años, sólo que desde otro enfo que. Es un relato superpuesto. Con él, pretende mirar la otra cara de la verdad y completarla. Porque también es real que Satanás, el poder del mal, amenaza aún a los creyentes. Su sombra aletea todavía so bre el mundo. No está total y definitivamente derrotado. Por eso los cristianos deben evitarenlaspermanente posturas angelicales, la tentación triunfalista, y vivir estado de alerta frente a su actividad. Es decir, Apocalipsis 20 presenta, como si fueran esce nas sucesivas, dos realidades simultáneas, el único tiempo presente, que es a la vez tiempo de gracia y de pecado, de Satanás encadenado y operante, de Paraíso y de peligros. O sea, el tiempo de muchas luces y ciertas sombras que ha comenzado con la Pascua. Completar el Paraíso

El autor del Apocalipsis nos advierte que al venir Jesús al mundo comenzaron Miles Años Paraíso añorado. No lo vemos claramente,los pero posibledeldescubrirlo con la fe, la misma que le ayudó a él a verlo. En este Paraíso las fuerzas de Satanás están disminuidas frente al poder de Jesucristo; los cristianos experimentan 139

una nueva vida como resucitados; y su conducta sirve de paradigma para juzgar a los otros, Pero si bien comenzó Paraíso,para no lo instau ra Él sólo. TodosJesucristo los cristianos debenel trabajar que apa rezca, se note, se lo vea. No se va a divertir Dios haciendo aparecer en el mundo todos los placeres y encantos con que soñaban los milenaristas. Nosotros debemos ir transfor mando este mundo presente que sufre, llora y padece terri bles desgracias, en el Paraíso que Jesús ha inaugurado, pe ro que no aparece aún por culpa de los cristianos. Para muchas sectas este mundo está condenado a la per dición. No tiene remedio. Sólo queda salvarse cada uno por su lado, huir de él. Para los católicos, el mundo está aún por transformarse. Cristo inauguró una nueva época, y nosotros debemos establecerla totalmente. en los del Mesías, Señor, los díasEstamos del Paraíso. Dedías nosotros dependelos quedías sea del realidad o no. Para reflexionar

1) ¿Qué se entiende por “milenarismo”? ¿Cómo surgió esta corriente en la historia de la Iglesia? 2) ¿Qué sentido tienen los 1000 años en el Apocalipsis? 3) ¿Qué le falta a nuestro mundo para que sea el perío do de 1000 años que describe el Apocalipsis? 140

ÍNDICE

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Palabras de Mons. Arma ndo L ev orattl ................ mim/mhu Ii á[ El a u to r ........................................................................m.immWmWÍhm 0 •: j .....

¿El diablo y el Demonio son lo mismo? Una confusión general .............................................................. 11 Lo que es un demonio............................................................... 11 Los logros de la antigua m edicina............................................12 Cuando el demonio aparece......................................................13 Y aclaran qué demonios............................................................14 ¿Juan y Jesús endemoniados?...................................................15 ¿Quién es el Diablo?.................................................................16 Peligrosa c onfusión..................................................................18 ¿Por qué no aclaró? .............................................................19 ¿Existen ioslodemonios?.............................................................20 La actitud de la Iglasia........................................ .....................21 Para reflexionar ........................................................................23 .

.

¿Existieron real mente Adán y Eva? Darwin y el Génesis .................................................................25

La creencia popular...................................................................26 Una imagen con carrera ...........................................................27 La soledad del hombre .............................................................28 Compañías inadecuadas............................................................ 29 Los tres mensajes .....................................................................30 Por qué nombrar a los animales ...............................................31 Por qué hace dormir al hombre ................................................32 Eva y la costilla.........................................................................33 Por qué andaban desnudos........................................................34 Un hombre y una m ujer............................................................35 Para reflexionar.........................................................................36

¿Hubo al principio del mundo............................................................37 un paraíso terrenal? Preguntas que molestan ¿Podemos seguir creyéndolo?...................................................38 Amor y em barazo......................................................................39 El trabajo y los animales...........................................................40 Un Dios que daba miedo ........................................................41 141

El gran descubrimiento ............................................................42 Nace el Paraíso..........................................................................43 El mundo como Dios manda ....................................................44 La propuesta atrapada.............................................................. 45 El Paraíso, esperanza futu ra ......................................................46 Hacia un nuevo Paraíso ............................................................47 Para reflexionar ........................................................................48 La Torre de Babel: ¿cuál es su mensaje? Un rudo castigo ........................................................................49 Ya tenía explicación..................................................................50 Las dos historias........................................................................50 El pecado que no fue tal ...........................................................51 Eran buenas las intenciones ......................................................52 Un de de maravillas.............................................................53 El relato cambio sentido.................................................................54 Segunda etapa para la historia ..................................................55 Burlas contra la ciudad .............................................................56 El tercer significado..................................................................57 Como Babel, pero al re vés........................................................58 Para reflexionar ........................... ...........................................59 .

¿En qué lengua hablaba Jesús? Una falsa creencia.....................................................................61 Los orígenes del hebreo ............................................................62 El final del hebreo.....................................................................63 La lengua de la sinagoga ..........................................................64 La primera lengua de Jesús ......................................................64 Palabras reveladoras..................................................................65 El dialecto de la traición ..........................................................66 La segunda lengua de Jesús .....................................................67 La tercera lengua de Jesús ........................................................68 Diálogos sin traductor...............................................................69 .

¿Sabía escribiridioma Jesú s?................................................................70 El verdadero de Jesús ...................................................71 Para reflexionar .................................................................... 72 .

¿Ordenó Jesús am ar a los enemigos? ¡De no creerlo! .........................................................................75

142

El amor sexual ..........................................................................76 El amor familiar .......................................................................77 El amor de amigos .................................................................... 77 El amor caritativo ......................................................................78 Pretenciosa pregunta.................................................................79 .

Una humilde Lo que mandarespuesta..............................................................80 el man dam iento .................................................81 Él prefirió ilustrarlo .................................................................82 Perdón y olv id o........................................................ ................84 Iguales a su Padre .................................................................... 84 .

Para reflexionar.........................................................................85

¿Cuándo fue la última Cena de Jesús? La postura de san Juan .............................................................87 El disenso de los otros tres .......................................................88 La solución: Qumrán ................................................................88 El cambio de calendario............................................................89 Los dos tenían razón .................................................................91 Imposible que entrara todo ......................................................91 .

El largo proceso romano...........................................................92 La nueva distribución................................................................94 Un juicio según la Ley ............................................................94 El silencio de los días ...............................................................96 Lo apoya la tradición ...............................................................96 .

Fiel el final...................................... ................................97 Parahasta reflexionar.........................................................................98 ¿San Pablo er a antifeminista? Para amargar un casamiento ...................................................101 Con sentimientos machistas ....................................................102 La mujer en lo más bajo ........................................................102 ¿Pablo era ca sado?.................................................................102 Las mujeres de Pablo .................................................. ..........103 La exaltación de la mujer........................................................105 Hasta en el destinatario...........................................................106 Llegar a lo máximo^'..................................................................107 ¿Contra el matrimonio? ..........................................................108 Frases sospechosas..................................................................109 Se ve que podían hablar ..........................................................110 .

143

El velo es lo de menos ............................................................111

Si él lo hacía............................................................................111 Para reflexionar....................................................................... 112 ¿Quiénes son los cua tro jine tes del Apocalipsis? El libro misterioso...................................................................115 Los cuatro jinetes ....................................................................116 Variadas opiniones ..................................................................116 El primer jinete .......................................................................117 Color simbólico.......................................................................118 El arco .....................................................................................119 La corona ................................................................................120

El vencedor ............................................................................. 120 .............................................................. 121 La aparición Lossegunda otros tres jinetes ................................. .............................122 El mensaje escondido ..............................................................123

Faltaban caballos.....................................................................124 Ninguna desgracia.................................................. .................125 No olvidar al primero.............................................................. 125 Para reflexionar....................................................................... 127 En el fin del mundo, ¿re ina rá Jesús mil años sobre la Tierra? Cuando aten a Satanás ............................................................129 Para completar el Apocalipsis.................................................130 Traída por las sectas................................................................131 El texto en cuestión.................................................................132 ¿Qué son los “Mil años”? .......................................................132 Por la vida de Adán y Eva ......................................................133 Los "Mil Años” del Mesías ....................................................134 ¿Satanás encadenado?.............................................................135 ¿Resucitaron los muertos? ......................................................136 ¿Se produjo el juicio? .............................................................137 ¿Volverá a atacar Satanás?......................................................137 Lo mismo, desde otro ángulo .................................................138 Completar el Paraíso...............................................................139 Para reflexionar.......................................................................140 Se ter minó de imprimir en el mes de febre ro de 2003 en el Establecimiento Gráfico LIBRIS S. R. L.

MENDOZA 1523 • (B1824FJI) LANÚS OESTE BUENOS AIRES • REPÚBLICA ARGENTINA

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