Almaraz Paz Sergio - Requiem Para Una Republica
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SERGIO ALMARAZ PAZ
RÉQUIEM PARA UNA REPUBLICA
http://www.bv.umsa.bo La Paz- Bolivia 1969
Réquiem para una República 1 ________________________________________________________________ Sergio Almaraz Paz
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Primera Edición: 1969 3000 Ejemplares
DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LEY
Carátula: Luis Zilveti
Editores e Impresores: Universidad Mayor de San Andrés
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SUMARIO PRESENTACION...................................................................................... 4 CAPITULO I ............................................................................................ 5 PSICOLOGIA DE LA VIEJA ROSCA ................................................................................. 5
CAPITULO II ......................................................................................... 11 EL TIEMPO DE LAS COSAS PEQUEÑAS ........................................................................ 11
CAPITULO III ........................................................................................ 33 UNA CENA EN LA EMBAJADA ...................................................................................... 33
CAPITULO IV ........................................................................................ 48 LOS CEMENTERIOS MINEROS ..................................................................................... 48
CAPITULO V ......................................................................................... 58 ALTCAR, BOOTLE, LIVERPOOL.................................................................................... 58
CAPITULO VI ........................................................................................ 70 LOS DISTINTIVOS DEL OCUPANTE .............................................................................. 70
CAPITULO VII ....................................................................................... 75 “EL SISTEMA DE MAYO” ............................................................................................. 75
CAPITULO VIII .....................................................................................120 PSICOLOGIA DE LA NUEVA ROSCA ............................................................................ 120
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PRESENTACION La Universidad Mayor de San Andrés da a la publicidad la presente obra como una contribución a la cultura política boliviana. Es un libro que Sergio Almaráz no pudo concluir definitivamente a causa de su muerte. Sin embargo, gradas a la extraordinaria capacidad de síntesis del desaparecido autor, están expresados en los capítulos escritos sus ideas fundamentales, constituyendo una unidad que continúa la proyección del “El Poder y la Caída”. “Réquiem para una República”, titulo con que Almaráz resumió el contenido del libro, llamando la atención sobre la hora luctuosa que vive Bolivia, es una obra de lúcida madurez como crítica de una realidad política y social presentada con el magistral estilo del que, seguramente, era el mejor escritor político contemporáneo de nuestro país. Los originales de “Réquiem para una República” han sido conservados por la Sra. Elena Ossio de Almaráz y entregados a la Universidad tal como el autor los había dejado al momento de fallecer. Son la expresión fiel de un legado político a la República, de una profundidad y valor civil sin paralelos en nuestros días. Se ha elegida para la solapo de la presente edición un articulo publicado en Caracas por el escritor argentino Rogelio García Lupo, en homenaje a la valoración latinoamericana que alcanzó Sergio Almaráz. Los Editores
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CAPITULO I PSICOLOGIA DE LA VIEJA ROSCA Se sentían dueños del país pero al mismo tiempo lo despreciaban. En ningún momento pensaron que el dinero y el poder que poseían lo debían a un pueblo que los había aceptado pasivamente, inconscientemente, sin resignación ni rebeldía,
porque
fueron
fruto
de
una
entraña
feudal
descompuesta.
Descendían por la misma línea histórica ¿le los criollos adinerados que llegaron a la Asamblea Nacional en 1825 para proclamar la independencia del Alto Perú después de haber sido liquidados los guerrilleros altoperuanos en los 15 años de lucha contra el poder español. La República fue proclamada sobre e1 vacío: sus creadores estaban muertos. Así el criollaje se encontró viviendo en un país de indios, pequeño y pobre, al que, sin la competencia española, dominaban totalmente, pero esto no significaba aceptarlo. La oligarquía, después de 1850, inició su divorcio psicológico alentado por el contacto con Europa que introdujo elementos ideológicos y culturales que acentuaron la separación. En el fondo se sentían ofendidos por el país. Esta es la motivación íntima de la obra de Arguedas. Ellos querían un medio a la europea, moderno, limpio, con indios vestidos con overol y zapatos, sin sospechar que la occidentalización capitalista no era posible precisamente a causa del poder feudal del que eran su expresión material. Mientras subsistiese el feudalismo habría campesinos sucios y medio imbecilizados. Esta oligarquía causante de tanta miseria y atraso, fue creando un mecanismo psicológico autojustificativo a través del cual se adaptaba sin aceptar y se
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daba a sí misma los elementos de diferenciación entre la élite y el pueblo. Ideológicamente la pugna entre católicos y positivistas (con senadores y liberales), característica común a casi toda la oligarquía latinoamericana, no define la intimidad de la oligarquía boliviana. El modo como entendían el país, cómo lo rechazaban y se situaban al mismo tiempo dentro de él, las conexiones en el seno de la élite y sus relaciones con el medio exterior, las valoraciones y mitos, reflejo de relaciones históricamente determinadas, en suma, la psicología social del pequeño grupo, es la única forma de encontrar la especificidad de una oligarquía cuyos segmentos más poderosos se fundieron, por diversas vías, con la minería a partir de 1850. La tierra y la minería son las bases materiales. Los mineros ganan mucho, pero ninguno de ellos deja de construir palacetes rurales, de comprar tierras o invertir en las que ya tenían. Arce, Pacheco, Alonso, tienen sus haciendas. Los del estaño también las tienen. Aramayo, “Chajrahuasi”; Patiño, “Pairumani”. A Hochschild que es alemán no le interesa la “casa solariega” y prefiere Buenos Aires y Viña del Mar a Bolivia. Es un país en e1 que el viejo prestigio se da con y por la tierra, es decir en función del pasado y la tradición, en el que las gentes de “posición” se esfuerzan por encontrar abuelos españoles, la vinculación con la tierra es fundamental; solamente ella separa a los advenedizos de la familia de rango y tradición. He aquí una forma cómo la oligarquía minera se inserta en la sociedad boliviana, pero también es éste el rasgo exterior de una minería que nació más o menos soldada con la propiedad feudal de la tierra. Es lógico: la actividad minera no necesita un mercado interno y por tanto no sólo no le interesa eliminar los obstáculos que estancan el progreso del país, sino más bien le favorece mantenerlos en cuanto que de ellos resulta una mano de obra barata para el laboreo minero y un
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aprovisionamiento agropecuario igualmente barato. Aquí surge una paradoja interesante. Los mineros desprecian más-o menos abiertamente e1 rutinarismo y la mediocridad del propietario rural que ara con el dinero que tiene y no ha hecho instalar un servicio, sanitario en su casa de hacienda. Pero, para consagrar su prestigio social adopta algunos de los símbolos de éste y, entre ellos, el principal, la propiedad de la tierra. Como es natural, la hacienda del minero rico, moderna y confortable es mi lujo de escaso valor productivo, pero al minero le gusta justamente así para desempeñar el papel del hombre de empresa fatigado que se retira al campo a descansar. La oligarquía de la plata se diferencia de la del estaño porque el eslabonamiento tierra-minería es mayor, lo que quiere decir, que los mineros más prósperos son también propietarios rurales, lo fueron antes y siguen siéndolo. Con el estaño empieza la diferenciación. Hay una oligarquía, pero la parte que queda de ella en el país está formada por funcionarios, y abogados de origen rural. Son solamente funcionarios, están al servicio de la gran minería pero no forman parte de ella, sin embargo, junto a las personas de los mineros, integran la élite. Es un hecho evidente que los abogados y altos funcionarios de la Tosca minera no poseen acciones, y si excepcionalmente se da el caso, la cuantía de ellas es mínima. Las inversiones en el estaño por la tecnificación y el volumen de la actividad extractiva eran mucho mayores que las de la plata, cuando los propietarios rurales estaban en condiciones de formar pequeñas sociedades mineras que trabajan con algunas decenas de obreros. Esta élite es la que se llamó Tosca minera, cuya más concentrada expresión fue el bufete Calvo. Hoschschild contraté los servicios del Estudio en enero de 1924, Patiño lo hizo dos años más tarde y Aramayo poco después. La lucha
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entre las empresas, agudizada por los cupos de producción, de-terminó que ti Estudio quedara desde 1938 con Hochschild con el que a lo largo de 30 años se mantuvieron las relaciones más estrechas. Pero estos abogados también trabajaron para la Railway, la Standard Oil y empresas mineras tan importantes como la American Smelting. En determinado momento los negocios más importantes del país estaban concentrados en las oficinas de este Estudio, situadas primero en la calle Comercio y después en el Edificio “Ultima Hora” de la avenida Camacho. El Jefe del Estudio era el ahogado chuquisaqueño Carlos Calvo y sus sucios e inmediatos, los ahogados cochabambinos Manuel Carrasco y Néstor y. Galindo; los tres dirigentes del partido liberal, varias veces ministros, parlamentarios y embajadores. El conocimiento de las intimidades de este grupo de ahogados, es pues indispensable para definir la mentalidad, psicología, hábitos y rasgos ideológicos de la oligarquía boliviana. A partir de 1938, Patiño y Aramayo formaron sus propios núcleos de influencia, pero para el conocimiento de los tópicos señalados, el bufete Calvo es suficiente. Carlos Calvo es el centro de las vinculaciones. De una familia adinerada de Sucre, fue alto miembro del Partido Liberal, Senador y Canciller de la República. Manuel Carrasco, procedente de una familia modesta de la provincia Totora de Cochabamba., fue uno de los principales accionistas de “El Diario”, cuya dirección ejercía a través de su hermano José. También fue Senador, Embajador y Director del Banco Central de Bolivia.
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Néstor V. Galindo, también cochabambino y liberal, provenía de una familia acomodada, descendiente de un general colombiano que llegara al Alto Perú con el Ejército de Sucre. Era primo del Presidente Quintanilla; hermano de Arturo Galindo, Presidente del Congreso durante el gobierno de Peñaranda; otro hermano era alto funcionario de la Cancillería. Enrique Finot, canciller en el gobierno de Toro y después embajador en varios países de América Latina, era su cuñado. El mismo fue embajador en Lima y la Santa Sede. Estos hombres pasaban cómodamente del bufete a la diplomacia, el parlamento o los directorios bancarios. Nada les estaba negado; si surgía alguna dificultad cuando perseguían una embajada, se debía a la competencia de otro candidato, más que a diferencias propiamente políticas. Aunque la militancia partidaria les aproximaba — los liberales en este sentido formaban un clan mejor unido que los republicanos, más o menos mediatizados por la presencia de los cholos saavedristas— en cualquier momento llegaban a “acuerdos de caballeros” con los oponentes de los partidos tradicionales. Los dirigentes de esos partidos de un modo u otro estaban vinculados —y subordinados— a la rosca minera, la que les imponía cierto grado de cohesión, una relativa identidad de puntos de vista sobre la política nacional, y, sobre todo, el respeto que todos debían guardar a los grandes intereses mineros; les daba, en suma, una conciencia de clase. Esta particularidad puede mostrarse en hechos aún pequeños como el destierro del Dr. Carlos Calvo, ordenado por el Presidente Busch después de la nacionalización del petróleo. Aquel como Jefe del bufete que servía al poderoso trust petrolero y como la cabeza de la oposición a la política anti Standard Oil, era ciertamente peligroso. Fue desterrado a Buenos Aires, pero desde allí seguía utilizando la valija diplomática para enviar a La Paz sus obsequios y su correspondencia personal. En Buenos Aires estaba Enrique Finot y había amigos en la Embajada y la Cancillería de
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La Paz. En el período de Busch, uno de sus más radicales colaboradores, el mayor Elías Belmonte, ministro de Gobierno, comunicó públicamente un día que Calvo no podría retornar al país. El bufete se movió, se habló con el Presidente de la República, el Canciller y varios parlamentarios; el Canciller fue llamado a una “información reservada” en e1 Parlamento y luego se le hizo saber a Calvo que podía retomar al país cuando lo deseara. Todo esto sucedía en un gobierno y una Convención que se definieron fuertemente contra la rosca minera y el, trust petrolero. Tal era el poder de esa rosca, el ministro Belmonte fue desautorizado y poco después destituido.
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CAPITULO II EL TIEMPO DE LAS COSAS PEQUEÑAS “Lo difícil en efecto es asistir a los extravíos de una revolución sin perder la fe en la necesidad de ésta”. “Para sacar de la decadencia de las revoluciones
lecciones
necesarias,
es
preciso sufrir con ellas, no alegrarse de esta decadencia” Albert Camus. El gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario antes de su caída vivía el tiempo de las cosas pequeñas. Una chatura espiritual lo envolvía todo. Un semanario partidario, un año más tarde, se expresaría en una frase: “Laicacota, sepelio de tercera clase para una revolución arrodillada” (1). Un gobierno vencido de antemano por la desilusión y la fatiga, no podía resistir.
1
En Laicacota, elevación estratégica en La Paz, un grupo de civiles armados del MNR intentó una resistencia desesperada el 4 de noviembre de 1964. El gobierno habla caído dos horas antes. El reducto fue bombardeado y ametrallado por la aviación y sus ocupantes murieron o tuvieron que buir. La acción fue innecesaria y Sangrienta, y no tiene otra explicación que cl ardor combativo de algunos aviadores militares. Los milicianos habrían depuesto las armas si se les daba la oportunidad. Pero estaban los que deseaban que el 4 de Noviembre se produjera el derrocamiento en forma, que el adversario fuera. definitivamente aplastado, que se viera su sangre en las calles y se lo pasara aplastado por la humillación y la derrota. Pero como era demasiado débil para ofrecer resistencia se hundió blandamente dejando desconcertados y jadeantes a los grupos más agresivos de la contrarrevolución, que horas después se vengaron rechiflando al general Ovando e,’ la plaza Murillo. Lo consideraban cómplice del MNR. por haber facilitado cl exilio del presidente Paz Estenssoro.
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Estaba solo. En las cuarenta y ocho horas que precedieron a su caída tuvo que pagar agravios y errores. El pueblo quedó espectante, atrapado por una sombría duda. Abandonado por sus dirigentes, él también estaba solo. Nunca la historia de Bolivia tocó tan desmesuradamente los extremos de la lógica y el absurdo. En Laicacota se disparó sobre el cadáver de una revolución. El impulso constructor de la revolución estaba muerto. La revolución fue achicándose hasta encontrar las medidas señaladas por los americanos, cuyas proporciones las descubrieron a su vez en la propia miseria del país. Se consideraba posible hacer la revolución sirviéndose de su dinero. “Alianza para el Progreso” armonizando con esta filosofía mostraba sus abalorios: una letrina, una posta sanitaria o motocicletas para la policía. Era el tiempo de la menor resistencia. El tiempo de las cosas chicas, “sensatas y realizables”, como se repetía a menudo. La
historia
sería
simple
si
los
avances
y
retrocesos
respondieran
exclusivamente al juego alternativo de gobiernos revolucionarios y contrarrevolucionarios. La revolución desde el gobierno también puede capitular con retrocesos lentos, a veces imperceptibles. Una pulgada hasta para separar un campo del otro. Se puede ceder en esto o aquello, pero un punto lo cambia todo; a partir de él la revolución estará perdida. Por esto suena falsa la proclamación de la irreversibilidad de la historia cuando se confunde la totalidad del proceso con una de sus áreas particulares. Bolivia no volverá, efectivamente, a 1952; en este sentido la totalidad de la historia es irreversible, pero no se debe abrigar la menor duda acerca de que la desnacionalización de
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las minas está en marcha; en este otro sentido, e1 retroceso ha sido fácil y posible. La revolución boliviana se empequeñeció, y con ella sus hombres, sus proyectos, sus esperanzas. La política se realiza a base de concesiones, y entre éstas y la derrota no hay más que diferencias sutiles. ¿Cuándo se tomó el desvío que condujo a la capitulación? Previamente debiera interrogarse: ¿los conductores estaban conscientes de que capitulaban, se dieron cuenta de que llegaron a aquel punto desde el que no hay retorno posible? En 1953 llegaron los primeros alimentos norteamericanos. En 1957 se impuso el plan de estabilización monetaria. Más tarde se reorganizó e1 ejército. Se aceptaron asesores norteamericanos en los mecanismos más importantes del Estado. Se votó el Código del Petróleo. Una cosa predisponía a la otra. En este complejísimo juego, la entrega alternaba con la defensa. La lucidez no estaba ausente: “nos mantenemos firmes aquí para ceder allá; esto es mas importante que aquello”. Estas valoraciones, productos de circunstancias dadas, tenían el inconveniente de escapar al propio control. En 1953 el gobierno estaba dispuesto a realizar ciertas concesiones a cambio de la ayuda norteamericana, pero le habría parecido una locura aceptar un plan como el que impuso el Fondo Monetario Internacional cuatro años más tarde. En 1957, jamás se habría pensado que para operar un crédito destinado a la minería nacionalizada, se impondría como condición e1 empleo de la fuerza contra los trabajadores. En 1960 se habría considerado estúpido aceptar el rescate libre de minerales a cambio de un crédito para el Banco Minero. Seis anos más tarde, antes de recibir un solo dólar, ya estaba decretado e’ rescate libre. Cuando se entregó el petróleo, se creyó que los americanos dejarían tranquila a la minería nacionalizada; antes, para salvarla, se había aceptado indemnizar
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a los ex-barones. Entonces se pensó: “se llevan el petróleo, pero nos dejan el estaño. Con el tiempo no solamente se perdió el petróleo, 22 millones de dólares por concepto de indemnización a los ex-propietarios de las minas, se arruinó la economía y la organización de COMIBOL, se debilitó a YPFB con el enfrentamiento de Gulf, sino que se predispuso la pérdida del estaño. Como era lógico, las concesiones se hicieron mayores y más frecuentes en una dinámica en la que no es posible distinguir la gravedad de cada paso que se da. Todas las cesiones fueron comprometedoras en grados y medidas siempre crecientes. La revolución no se derrumbó de un solo golpe: cayó poco a poco, pedazo a pedazo. La contrarrevolución no pasó sobre el país como una aplanadora y si sus efectos fueron demoledores, necesitó varios años para echar abajo lo que encontraba a su paso. Porque se resistió. Se resistió mal, con debilidades y aturdimiento, pero se resistió. Alexander Firfer, jefe de la misión económica americana, cuando regresó a Washington después de Noviembre del 64, dijo de los militares: “con este gobierno trabajamos mucho mejor...” Las discusiones con Paz Estenssoro tomaban meses y a veces anos. Por su parte Paz Estenssoro pensaba: “Nuestra posición se manifestaba en los detalles.... La experiencia boliviana desemboca en el punto más ardiente del debate sobre la revolución en nuestro tiempo. Los bolivianos hicieron la suya y su instrumento fue el MNR. La observación de que habría sido preferible otro tipo de revolución es pueril, porque la historia no es un escaparate. La revolución fue esa y no otra, sin márgenes de elección. La izquierda tradicional, enfrentada con los hechos fue incapaz de superar sus insuficiencias; al rechazar la única posibilidad que 1e brindaba la historia para vencer su propia alienación, perdió el camino. El 4 de Noviembre tuvo la última postura
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aberrante: pensaba estar haciendo 1a “verdadera” revolución; en realidad era un acoplado más en el carro de la reacción. (2). Aunque la fuerza de la revolución estaba casi aniquilada y el gobierno se refugiaba en su habilidad para sacar algo más de lo que los norteamericanos quisieran dar, existían puntos de tensión: la minería nacionalizada, YPFB, la fundición de antimonio, las relaciones con checos y cubanos, los convenios francés y yugoslavo, el Banco Minero. Eran reductos de la defensa desde los que la resistencia adquiría a momentos las proporciones de un conflicto por razones de principios, como sucedió en las relaciones con Cuba. En los últimos tiempos la presión de los norteamericanos para precipitar el rompimiento aumentó. La prensa a su servicio realizó campañas intimidantes. El embajador Henderson explicó a su vez que estaba presionado por el Pentágono, concretamente por el Coronel Edward Fox. Paz Estensoro, tratando de impedir el rompimiento hasta último momento, dijo sin rodeos a Henderson en tono violento: “entonces que venga Fox a ocupar la presidencial” Cuando se produjo la reunión de cancilleres en Washington para rematar el aislamiento diplomático de Cuba, se encontraba negociando créditos en los Estados Unidos la delegación boliviana encabezada por el Ministro de Economía, Eduardo Arauco Paz. Unas horas antes de procederse a la votación, Paz Estenssoro recibió un cable de Johnson requiriendo el voto de Bolivia contra Cuba. Era una formalidad porque la mayoría anti-cubana estaba asegurada. Paz Estenssoro respondió negativamente. La misión del ministro Arauco Paz fracasó.
2
Al hablar de la “izquierda tradicional” nos referimos al Partido de la Izquierda Revolucionaria (PW), Partido Obrero revolucionario (POR) y a los dos partidos comunistas, descendientes ambos del viejo PIEL El 21 de Julio fue posible por la acción combinada del PIR y la rosca. La muerte de Villarroel es el estigma de esta izquierda. Nacida antes del Citado, con los primeros grupos marxistas, en la post-guerra se transformó en la corriente obrera y popular que, encabezada por intelectuales y líderes estudiantiles, organizara el PIR en 1940. (N. del A.)
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Los restos dispersos de la antigua oligarquía y los retoños de la nueva se organizaban. La minería mediana, los abogados vinculados a las grandes empresas, los funcionarios bolivianos de USAID, la rosca importadora y los industriales de La Paz, crearon primero puntos de contacto y luego mecanismos para la acción política y económica, en cuya cumbre se situaron los intereses americanos y los vinculados con la exportación del estaño. Uno de estos mecanismos fue la organización del Banco Industrial con dinero norteamericano y que en su seno recogía a agentes de la vieja y nueva rosca. El gobierno retardó la aparición de este foco contrarrevolucionario hasta donde pudo, pero era demasiado débil para poder contrarrestar la presión americana- La aparición del Banco fue una pieza más del 4 de Noviembre. La revolución estaba condenada. Se perdieron sus líneas generales, se abandonaron obras fundamentales y los norteamericanos acapararon el poder: institución por institución, organismo por organismo, programa por programa. Si los organismos económicos estaban bajo su dependencia, los de seguridad, trabajaban prácticamente bajo su reacción (3) En el ejército empezaron ofreciendo alimentos para luego dominar en su alto mando. Varios países de África, Asia y América Latina tienen la misma historia, pero los resultados bolivianos se alcanzaron a un costo bajísimo. El general Barrientos se refirió a Acción Cívica como al origen de la carrera política que lo llevó al 4 de Noviembre., Este aviador, sin esas circunstancias, habría satisfecho sus impulsos megalomaníacos de modo más inocente. El 33 Mucho tiempo después del 4 de Noviembre el Ministro de Gobierno del nuevo régimen Dr. Antonio Arguedas, sin medir el paso que daba, acusó al ex-titular en el cargo, Dr. José Antonio Arze Murillo, Ministro dc Gobierno del MNR, de haber retenido arbitrariamente un vehículo oficial en su poder. Arze Murillo no hizo más que dirigir una carta a Henderson en la que recordaba que se trataba de la donación de 30 vehículos para los servicios de seguridad del Estado (Control Político) que, por razón desconocida, fueron inscritos bajo nombres de oficiales y funcionarios bolivianos. Los norteamericanos no querían aparecer reforzando públicamente el aparato policial del MNR. Henderson, en cuanto recibió la carta de Arze Murillo, se dirigió a Arguedas advirtiéndole que no se debía volver a recordar cl asunto ni a molestar al ex-ministro porque éste había amenazado con efectuar una denuncia pública. Desde entonces Arze Murillo pudo seguir viviendo tranquilo. (N. del A.)
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hombre que jugó el primer papel en todo lo sucedido fue el coronel Julio Sanjinés Goitia, hijo de los propietarios de Pillapi y estudiante de West Point. En los primeros años de la revolución vivió fuera del país. Los obreros armados de fusiles y ametralladoras constituían un espectáculo intolerable para su sensibilidad de militar “pure sang”. Vuelto a Bolivia, encontró colocación inmediata en un organismo norteamericano. Para sus modestas funciones de ingeniero, tenía demasiada influencia, como que un técnico norteamericano fije retirado del servicio porque tuvo dificultades con él. Un amigo suyo cuenta que en las cordiales disputas que mantenía con él, solía decir: ustedes los del Pentágono sostienen al presidente norteamericano solamente porque se sirven de él. A veces impresionaba a sus íntimos declarando: yo soy el hombre de confianza de los norteamericanos”. Su mediano talento no le permitió proteger su porvenir político sacrificado a la vanidad de hombre influyente. Sus primeros pasos fueron cautelosos. Salvaba del hambre a sus camaradas de armas, les brindaba iniciativas y los vinculaba. En reuniones íntimas y entre marchas alemanas se recordaba el pasado con nostalgia. En 1964 proclamaba abiertamente que la solución era el gobierno militar. Fue detenido pocos días antes del 4 de Noviembre con lo que recibió su consagración política de valiente que enfrenta las hordas policiales. Después del golpe, fue nombrado ministro de Economía y más tarde embajador en Washington. Su paso por el ministerio dejó el recuerdo del negociado de la harina. Cuando un periodista le preguntó por qué no llamó a licitación para conceder el permiso para importarla, contestó con ingenuidad: “porque no hubo tiempo. La autonomía política del Estado Boliviano estaba perdida. En 1960 se había convenido que el sucesor en la Presidencia de la República, a la terminación) del mandato del Dr. Paz Estenssoro, seria Juan Lechín Oquendo, uno de los
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líderes de mayor prestigio en los niveles obreros y populares del MNR. En los años que siguieron, los conflictos sociales a los que dio lugar la política ambigua del MNR en materia económica, motivada directa o indirectamente por la intervención americana, colocaron a Lechín ante alternativas extremas. Para mantener sus posibilidades presidenciales debía plegarse a la línea norteamericana. Trató de hacerlo; hasta se impuso un viaje a Formosa. Pero a Stephansky interesaba más lo que Lechín podía hacer ce las minas, que las relaciones de aquél con Chiang Kai Shek. En la medida en que Lechín fuese leal a los trabajadores era un obstáculo, y en esa misma medida las razones para descartarlo de la sucesión presidencial se hicieron imperativas.
5e
produjo el rompimiento del partido y del movimiento obrero. Sobre la base quebrada
los
norteamericanos
pudieron
actuar
más
libremente.
Paz
Estenssoro postularía a un tercer periodo. El campo de maniobra del partido había quedado liquidado y esta era la solución más razonable, aunque nadie dudara de que el fin estaba próximo. Había que buscar la segunda parte de la fórmula, y Stephansky se puso a la tarea. Ofreció la vice presidencia al canciller Fellman Velarde y comprometió la iniciación inmediata de una campaña de prensa que seria iniciada por “El Diario”, “al día siguiente de que fuese aceptada la propuesta”, y la asignación de un fondo especial que podía abrirse bajo “el nombre que indicara el interesado”. Fellman informó de la propuesta a Paz Estenssoro, y éste último la desaprobó indicando que volviese a hablar con el embajador para aceptar la creación del fondo. Hubo una segunda entrevista en la que Fellman comunicó el resultado de su consulta, declinó la invitación, pero Stephansky abrió una cuenta corriente a nombre de un alto funcionario de Hacienda. La intervención americana en este punto de la crisis no concluyó aquí. El embajador buscó nuevos candidatos y consiguió e1 compromiso del ministro de gobierno José Antonio Arze Murillo, que con la cooperación de “El Diario inicio una violenta campaña contra Juan Lechín a
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quien, entre otras acusaciones, hizo víctima de cargos tan graves como los de tráfico ilegal de estupefacientes. La lucha política estaba reducida al nivel gangsteril norteamericano. “El Diario” es un buen ejemplo de lo que pasaba con la prensa. Cuando el Dr. Mario Holón Anaya se hizo cargo de su dirección, un día encontró junto al cheque pagado por la empresa, otro por 500 dólares que procedía de la Embajada Americana. Lo rechazó dando lugar a que Mario Carrasco comentara que “por primera vez “El Diario” tenía un director honesto”. Además de esta modesta asignación, por tratarse de la dirección del diario más importante del país, la embajada paga 1.500 dólares mensuales a la empresa. No se puede decir que a los norteamericanos les cueste mucho controlar la opinión pública en Bolivia. El Pentágono trabajó con increíble simplicidad. Ningún plan complicado, ninguna habilidad política. Se partía de una base ideológica homogénea que se traducía en la línea simple de un plan certero. Hacia 1960 el presupuesto del ejército no alcanzaba a cubrir los gastos de alimentación y vestuario de la tropa. Les oficiales estaban tan mal pagados como los civiles. Sanjinés Goitia propuso a los jefes del ejército un programa de obras públicas que podía ser financiado por los americanos. Se trataba de construir escuelas rurales a un costo mínimo con los soldados de las guarniciones. La Misión Militar Americana proporcionaba víveres
y algunos recursos en dinero. El asunto
consistía en “dejar pasar” parte de los víveres al resto de las unidades. Todo ello debía hacerse con la mayor discreción. Así se hizo, pero poco después un militar yanqui sorprendió al general Ovando al preguntarle qué era lo que se proponía con el asunto. Ovando nunca dejó transparentar sus dudas: ¿había
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sido sorprendido por los americanos, o, por e’ contrario, había caído en su juego mediante las habilidades de Sanjinés Goitia? Más adelante las escuelitas de “Acción Cívica” empezaron a rendir réditos políticos y fue necesario encontrar un beneficiario. Eligieron al General Barrientos. Miseria y propaganda. Hay varios y divertidos ejemplos de la cooperación norteamericana al ejército boliviano. A fines de 1962 hubo tina ceremonia de gran empaque publicitario: se trataba de la entrega de equipos camineros a un batallón boliviano de ingenieros. Las fotografías mostraban una larga hilera de camiones y otras máquinas con un cartel: “Equipo donado por...” El protagonista de este episodio fue otra vez Sanjinés Goitia. El ejército tenía entonces dos batallones de ingenieros y proyectaba equipar un tercero pero le faltaba dinero. Aquél, siempre oportuno, propuso que se tramitara un crédito americano, el que fácilmente fue acordado en la suma de 750.000 dólares. Con estos recursos se comprarían equipos sobrantes por los que se pagaría la mitad de los precios de plaza. Pero resultó que el oficial norteamericano miembro de la misión en Bolivia, constató que en las prioridades del Pentágono figuraban a la cabeza países “en, conflicto”: Corea, Viet Nam, etc. La compra efectuada en el comercio del ramo fue mala, no solo por los precios pagados, sino porque las “topadoras” tenían la cuchilla fija, de modo que no servían para el trabajo en laderas. Estos artefactos fueron los que aparecieron en las fotografías. A una omisión se añadió otra: no se dijo que los Batallones de Ingenieros, de todos los ingresos que reciben por los trabajos que realizan, deducen el 10% para pagar el equipo “donado”.
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El anillo de hierro fue estrechándose cada día más. En un momento dado ni el propio mecanismo gubernamental respondía a la voluntad del gobierno. La mediación extranjera fue necesaria para influir sobre funcionarios y dirigentes del partido; el equilibrio estaba definitivamente comprometido en el triángulo partido-militares-sindicatos,
que
con
tanta
habilidad,
durante
años
mantuviera Paz Estenssoro. Contra una revolución débil surgieron los generales fuertes y el gobierno, abreviando su existencia, hubo de depender cada vez más de ellos. La derrota era doble: que la revolución hubiera de depender de los militares ya era el signo de la capitulación, pero que éstos en doce anos no hubiesen cambiado de mentalidad, dice del fracaso ideológico de un proceso de influencias totalmente desparejas. La absorción del poder por los norteamericanos trajo un fenómeno más general y más impreciso, los bolivianos empezaron a sentirse incómodos entre si. Si un extranjero se impone como intermediario permanente si de él dependen planes tan diversos como la electrificación, los caminos o las escuelas; si él tiene que decirnos cómo tenemos que vivir y cómo pensar; si los funcionarios nacionales no saben cómo tratar a sus colegas de otra oficina porque ignoran la relación de éstos con el extranjero si, en último término, las cosas que se hacen o dejan de hacer dependen de los intereses de una nación extranjera, entonces los ciudadanos quedan segregados, incomunicados1 sospechan que la unidad está vulnerada, que la nación empieza a disolverse. Esta fragmentación tiene lugar en los niveles administrativos, en la prensa y los medios de cultura; se hace visible en las capas altas de la población1 donde pequeños círculos se disputan el privilegio de ser amigos del extranjero; desciende basta el pueblo cuando la desesperación de la pobreza bat-e consentir que se puede lograr alguna ventaja sacrificando la dignidad. Si es repulsivo el espectáculo de burgueses apretujándose en torno al embajador y sonriendo
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servilmente para conseguir un crédito, es doloroso va a campesinos tendiendo arcos de flores para testimoniar su gratitud por la escuelita o el pozo de agua recibidos en obsequio. La pobreza extrema facilita la colonización; los hombres en Bolivia tienen un precio menor. Hay un cierto nivel en que la pobreza destruye la dignidad; ese nivel lo han descubierto los norteamericanos y trabajan sobre él: a sus ojos y para sus bolsillos, un boliviano cuesta menos que un argentino o un chileno. Al autor le tocó ser testigo de una extraña ceremonia en Riberalta a fines de 1966. Se trataba de la reinauguración de un hospital militar: pequeñas construcciones de madera y ladrillo, un quirófano miserable y ningún enfermo. Desde La Paz voló un DC4 con una comitiva de más de 20 funcionarios, periodistas y boinas verdes americanos, que después de los discursos y los flashes fotográficos asistieron a un almuerzo servido en el comedor del club social de la pequeña ciudad. Su aporte consistente en algunas drogas y equipo, y algo de dinero para obras de refacción del edificio, no pasaba de los cinco mil dólares, suma menor a la gastada en el vuelo del DC4 y los salarios pagados a la nutrida burocracia que asistía complacida a la curiosa inauguración. En todo caso, la salud de los ciudadanos de Riberalta costaba menos que la propaganda que se hacia de ella. El Departamento de Estado y la “opinión” americana miden la eficiencia de una misión por el número de fotografías que publica la prensa local. Esta ridícula insistencia sobre la generosidad norteamericana es el aspecto externo e ingenuo que se toma en serio cuando se trata de petróleo, negocios mineros o comercio exterior. El representante de la Gulf, en reunión realizada en el Ministerio de Relaciones Exteriores, dirigiéndose al Canciller cortó en seco las explicaciones del delegado de YPFB: “No estoy para discutir —dijo con adustez
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de patricio romano— he venido para preguntar si se cumplirá e1 Código del Petróleo”. Con una empresa que tiene a su servicio la prensa, una legión de soplones y cuenta con simpatizantes “adhonorem” en el mismo gabinete, no se puede jugar. Según la expresión del Dr. Paz Estenssoro, “los Gulfmen forman la mitad del gobierno y la mitad del país”; los asuntos petroleros los hacia tratar en reuniones especiales a las que concurrían solamente ciertos ministros. Entre
las
más
extrañas
consecuencias
de
la
Revolución
hubo
una
verdaderamente inquietante: los norteamericanos se sirvieron de ella. Este concepto
podría
formulárselo
en
términos
más
groseros;
los
amos
tradicionales, grandes mineros y latifundistas liquidados en 1952, dejaron un vacío de poder que los líderes políticos y la élite boliviana, no liberados aún mental y espiritualmente de medio siglo de servidumbre, trataron de llenar ingresan do al servicio de un nuevo poder. Tratar de buscar un nuevo amo no es cuestión de política: es el primer movimiento psicológico del liberto desconcertado. Por otra parte, la revolución interrumpió el letargo resignado de los campesinos. Pidieron escuelas, centenares y miles de escuelas. La conciencia de sus necesidades los hizo libres. Se volcaron a La Paz en grandes delegaciones para pedir al gobierno que los ayudara. Esa impaciencia majadera, ese interminable regateo, sus obsequios y la continua presión sobre ministros y presidentes, era la mejor prueba de confianza y la demostración de que por primera vez se sentían entre los suyos. Pero el Estado era pobre. Era otra oportunidad para la colonización Para los campesinos, la procedencia de la escuela no importaba, en tanto que era una reivindicación diferida por siglos. A partir de ese momento, los norteamericanos pudieron hablar ante auditorios aymaras y quechuas
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