Ali Vali - Serie Harry & Desi 2.5 - Bell en la niebla

February 25, 2017 | Author: Eva Lourdes Cienfuegos | Category: N/A
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Historia corta de Harry y Desi en la que celebran Haloween. Harry les contará una historia sobre una époc...

Description

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Bell en la niebla Serie Harry & Desi #2.5

Ali Vali 2

Sinopsis Historia corta de Harry y Desi en la que celebran Haloween. Harry les contará una historia sobre una época pasada en Nueva Orleáns y una infame mujer llamada Jackson Lafitte y el amor de su vida, Bell.

Siéntate y disfruta de la historia y si tienes algo maravilloso que decir al respecto, escríbeme a [email protected] Quiero agradecer a mis betas por corregir esto por mí. Jaden y Deanie sois enviadas de Dios, gracias por hacerme sonar tan bien. Esta historia está dedicada a todas las personas que me han enviado maravillosas palabras de aliento desde la primera historia que publiqué. Gracias por acompañarme en estos viajes y por hacerme saber cuánto os gustan.

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Créditos Traducido por Silvina Corregido por mom1977 Diseñado por Dardar Editado por Xenite4Ever 2015

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Disclaimer: Aquí vamos de nuevo con estas lecciones de historia un poco desajustadas a la realidad, así que si quieres atenerte a los hechos, te sugiero una clase de historia de Luisiana. Algunos de los personajes son de mi propia creación y otros los he tomado prestados de la clase de historia que tuve en noveno grado, pero lo justo es justo. Si decides demandarme, quiero que sepas que soy una persona pobre, así que el tiempo y el esfuerzo no valen la pena. Subtexto: En cuanto al sexo, si encuentras que una relación entre dos mujeres es desagradable, trata de comer dulces de Halloween que hacen maravillas. Pero en serio, si eres menor de edad y vives en un lugar en que esto no está permitido, pasa literalmente.

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L

a pequeña rubia entró en la cocina y sacó una botella de agua del frigorífico. En el fogón, una mujer más mayor revuelve una cazuela con sopa de gambas que había estado hirviendo durante horas.

—¿Todo bien, amorcito? —preguntó Mona levantando la vista de su tarea. La experimentada cocinera, daba golpecitos con la cuchara de madera que tenía en su mano en el borde de la olla, y apagaba la pequeña llama bajo ella. —Supongo, pero desearía que Harry me hubiera explicado exactamente de qué se supone que nos vamos a disfrazar. El tema de este año de la fiesta de LeFleur Halloween es “Leyendas”, pero a menos que Elvis luciera unas botas hasta las rodillas en alguno de sus conciertos en Las Vegas, no tengo ni idea de qué leyenda vamos —respondió Desi. Después de haberse mudado con su amante, la Dra. Harry Basantes, hacía ya tres meses, Desi disfrutaba pasando el tiempo libre de sus tardes con el ama de llaves de Harry, Mona. La mujer, una luchadora incansable, había mantenido a raya a Harry durante años, pero se aseguraba también del cuidado de la cirujana ortopédica. —Esto esta cocinado por ahora, así que por qué tú y yo no vamos arriba y vemos lo que la gran creadora de problemas trajo a casa. ¿A qué hora llegará Harry? —preguntó Mona, cogiendo la olla grande de la hornilla caliente—. Mona estaba feliz de ver que Harry empezaba a regresar al mundo de los vivos después de que Desi volviera a su vida y la fiesta a la que las dos iban a la noche siguiente sería su primera salida social oficial desde que habían vuelto a estar juntas. —Empezaron con el reemplazo de la prótesis de rodilla hace unos treinta minutos, así que debe estar en casa sobre las siete —dijo Desi hablando del equipo quirúrgico de Harry—. Colocando su brazo alrededor de Mona, arrastró a la cocinera fuera de la cocina. —Vamos Mona, vayamos arriba, sentémonos y tomemos una copa. Las dos mujeres se dirigieron hasta el dormitorio principal de Harry y Desi, parándose frente a las dos bolsas de ropa que Harry había dejado allí aquella mañana antes de salir al hospital. Cuando Mona se dio cuenta de lo que la alta cirujana quería llevar, sonrió y al instante supo de qué iban a 5

disfrazarse Harry y Desi. Tras haber trabajado para la familia Basantes desde que Harry y su hermano eran niños, Mona había desarrollado un gran placer por contar historias sobre los ciudadanos más famosos de Nueva Orleans y algunos de sus actos más infames.

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El camino fangoso estaba plagado de baches llenos de agua, bien ocultos por la niebla que salía del Río Mississippi. El cochero movió lentamente hacia adelante el enganche de seis caballos, no quería tener la oportunidad de volcar o perder una rueda, cualquiera cosa que pudiera dejarlo varado a él y sus pasajeros a media noche en medio de ninguna parte. A su izquierda, tenía una pequeña linterna con luz suficiente para alumbrar los quince pies más cercanos frente a él, pero no fue suficiente para ver al hombre sentado en su caballo en medio del camino hasta el último momento. Cuando el conductor tiró con fuerza de las riendas, el coche patinó un poco a la izquierda quedando muy cerca de caer por el terraplén. —Whoa —exclamó el jinete—. ¿No sabe que estos son caminos peligrosos para viajar de noche? Sólo Dios sabe qué se encontrará en sus viajes — retumbó la voz profunda delante de él—. Con la niebla y sin luna, William, el cochero, todo lo que podía distinguir eran las botas negras hasta la rodilla que parecían brillar con luz propia de tan bien cepilladas y cuidadas que estaban. Cuando el hombre desmontó, todo en lo que el cochero pudo concentrarse fue en la pistola que apuntaba a su cabeza. Miró hacia arriba cuando se refirió a él otra vez y por su propio instinto de conservación levantó las manos—. Si no me equivoco, debe tener el oro para el Banco en algún lugar junto al equipaje que transporta. Sé un buen chico, sube allí y encuéntralo para mí. La máscara negra que cubría su cara y sus maneras corteses, le dijeron a William que sólo podría tratarse del ladrón conocido como El pirata de a Tierra. Otros habían confundido su cortesía con debilidad y se encontraron sangrando frente a los tiros siempre precisos que el hombre descargó de las dos pistolas que llevaba. Pero para William fue una decisión fácil; el dinero del Banco no merecía la pérdida de su vida. En la parte trasera del 6

coche los pasajeros estaban sentados inmóviles con la esperanza de que el ladrón se contentara con el oro y los dejara en paz. Desde sus asientos podían oír al cochero arrojando bolsas hasta que llegó al cofre cerrado y lo lanzó a un lado. El impacto contra el suelo rompió el cofre y lo abrió, mostrando al ladrón las bolsas de dinero atadas en dos manojos. —Si usted me permite, por favor, buen hombre — William saltó y se agachó sobre las dos bolsas y las colocó en las alforjas de los flancos del gran caballo negro. Mientras luchaba con las bolsas, William fue capaz de estudiar al ladrón, preguntándose cuál sería la cara que se ocultaba detrás la máscara. En las botas bien lustradas estaban escondidos los bajos de los pantalones negros ajustados y un manto negro le cubría los hombros. El sombrero que llevaba puesto era negro y al estilo de The riverboat gamblers1. Lo único que el ladrón llevaba de color era la camisa blanca que asomaba hacia fuera cada vez que él se movía en la silla de montar. —¿Cuál es tu nombre, Chico? —William, Señor —respondió el cochero mientras guardaba las bolsas en las alforjas del caballo—. Cuando terminó, el ladrón le indicó que volviera a la carreta. El caballo negro se movió hacia adelante y cuando el jinete estuvo a la altura de las ventanas de atrás, miró dentro, estudiado a los pasajeros que sabía que viajaban desde Napoleonville a Nueva Orleans para el comienzo de la temporada. Ricos hacendados y sus familias que por lo general mantenían una casa o un apartamento en Nueva Orleans, y sus grandes plantaciones a lo largo del río. Dejaban las haciendas en manos de sus mayordomos mientras las familias iban a la ciudad para las fiestas que comienzan después de las vacaciones de Navidad. La quietud se rompió cuando el ladrón dedicó una brillante sonrisa a la guapa joven sentada entre una pareja mayor. Presiono el extremo de la pistola contra la cabeza del anciano, y le hizo al hombre otra petición Cortés. —¿Te importaría cambiar de asiento con la joven Señorita? —El hombre asintió con la cabeza mientras el sudor le resbalaba cara abajo. Se puso

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The riverboat gamblers: banda de rock alternativo de EE.UU.

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en pie y se trasladó a sentarse junto a su esposa cuando su sobrina se movió a la ventana. —Me parece que he encontrado dos tesoros esta noche —dijo la voz profunda—. Quitándose un guante de cuero negro con los dientes, arqueó la palma de su mano suavemente sobre la mejilla de la joven y se inclinó a besarla. El hombre era tan suave que la joven casi gimió cuando sus sedosos labios se posaron sobre los de ella. El ladrón rompió el beso y se inclinó sobre su caballo. Con la mano sin guante llevada a un pequeño bolsillo en la parte superior de sus pantalones y sacó una bolsa pequeña de terciopelo—. Tal belleza y generosidad deben ser recompensadas, querida —dijo colocando el regalo en su mano. —William, lo has hecho bien esta noche, muchacho. El Banco perdió su depósito, pero vivirás otro día. Gracias y buenas noches. Mantén el rumbo y encontrarás la siguiente ciudad a unas cinco millas de distancia — Cuando el caballo comenzó a alejarse, el ladrón lanzó a William una moneda de oro antes de desaparecer en la niebla. Detrás de él en el coche, la joven tiró de la cadena en la bolsa pequeña y vertió el contenido en su palma. Si había alguna duda de la identidad del ladrón, esto se la quitaría. En su mano, había dos hermosos pendientes de esmeralda. La joven mujer, sentía aún como hormigueaban sus labios y habría canjeado la joya por otro beso y volver a mirar los brillantes ojos azules que había detrás de la máscara. Jackson Lafitte robaba a los ricos, pero los regalos que dejaba atrás eran comprados. La ley tenía todavía que encontrar algún joyero dispuesto a admitir que montaba las esmeraldas que El pirata de a Tierra daba a las mujeres que elegía. Con cada atraco las historias y los rumores crecían en cuanto a quién era este hombre guapo. Nadie había visto su rostro, pero sus maneras suaves y corazón para los besos se estaban convirtiendo en legendarias.

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—Mona ¿quién era Jackson Lafitte? —preguntó Desi—. Ella pasó la mano a través de su pelo, en lo que Mona había llegado a reconocer como un 8

hábito inconsciente de la joven—. Nunca he oído hablar de él. —Estaban sentadas afuera disfrutando de las temperaturas frescas y las estrellas desde la gran terraza del dormitorio principal. Habían colocado una botella abierta de vino entre ellas y estaban tan atrapadas en la historia, que no oyeron a Harry entrar a la casa y subir. Desi y Mona casi derramaron su vino cuando la voz profunda detrás de ellas respondió a la pregunta. Harry recordaba esta historia como una de sus favoritas entre las que Mona le había contado cuando era pequeña. Muchas noches se había acostado soñando con las aventuras de Jackson y lo que hizo con el botín que robó. —Eso es porque no estabas alrededor cuando Mona contaba sus cuentos. Jackson fue real y un héroe para los esclavos en la zona antes de la Guerra Civil. Un moderno Robin Hood si se quiere ver así, en el sur, durante el período negro que era la esclavitud —contestó Harry—. Mona sonrió a la alta cirujana sabiendo que tenía algo que ver en la forma en que Harry percibía o no a la gente. Su empleada y amiga, Harry veía a la persona y lo que era. En ninguna parte de la ecuación el color de su piel era un factor a tener en cuenta. Si Harry le gustaba, era debido a cómo trataba a la gente. Desi se levantó y fue a los brazos que le habían faltado durante todo el día. Estaba fascinada por la historia que Mona había estado contando, pero el encanto de los labios de Harry ganó. —¿Dónde están Kenneth y el pastel? —preguntó Mona cuando pararon para tomar aire. —El pastel está a una manzana detrás de mí y Kenneth viene de misericordia en unos treinta minutos. Tiempo que me da la oportunidad para ducharme antes de comer —dijo Harry, sin romper nunca el contacto visual con Desi. —Por Dios, chica, creo que si quiero algo de ahora en adelante voy a tener que colocarte en frente una de las notas adhesivas de Desi para que las puedas ver —Se quejó Mona cuando se trasladó nuevamente a la habitación. El tono ofendido era sólo en broma porque Mona no podía estar más feliz porque Harry hubiese encontrado su único y verdadero amor y le hubiese dado una vida más equilibrada. Los ojos verdes que 9

siguieron a la morena alta alrededor de la habitación estaban ganando la batalla por la atención de la cirujana adicta al trabajo. Harry seguía trabajaba duro, pero ahora en lugar de hacer horas extras en el hospital, volvía a casa para pasar tiempo con Desi. —Si nos necesitas, Mona, estaremos en la ducha —dijo Harry mientras golpeaba a la mujer mayor con la parte de arriba de su pijama quirúrgico en la parte de atrás de la cabeza. La maldición fue ahogada por la risa de Desi cuando siguió los pasos de Harry al baño. —Cualquier día va a sentarte sobre sus rodillas y te dará unos azotes. ¿Eres consciente de ello, no? —preguntó Desi—. Harry sacó por la cabeza el jersey que la joven mujer había estado llevando y después le soltó el sujetador. Desi le devolvió el favor tirando de la cuerda de los pantalones quirúrgicos viendo como caían al suelo—. Ya estoy limpia ¿lo sabes? — comentó Desi pero siguió perdiendo más ropa bajo aquellos largos y ágiles dedos. Los dedos de Harry eran tan ágiles y talentosos fuera de la sala de operaciones como en ella. —Cariño, nunca se está demasiado limpia —Fue la respuesta de Harry. Pasaron algún tiempo en la ducha tocándose y besándose tratando de no sobrepasarse, sabiendo que sus invitados para la cena estarían ahí pronto. Cuando estaban vestidas, Harry bajó las escaleras con su amante a cuestas mientas sonaban las risas de la audiencia que salían de la cocina—. Ok, supongo que los chicos están aquí. Para mantener el humor y tener una buena cena, Harry encendió el fuego en la chimenea en la cocina y atenuó las luces. Desi y Tony ayudaron a Mona en la mesa mientras que Kenneth abrió otra botella de vino. Se sentaron a la mesa junto a los ventanales y brindaron por Mona y otra olla de su legendario gumbo2. —No has acabado de contarme sobre Jackson Lafitte, Mona —dijo Desi—. La cena fue tranquila y relajada ya que era viernes por la noche y ni Harry ni Kenneth estaban de guardia y no tenían que ir a trabajar al día siguiente. Ambas parejas iban a la fiesta de disfraces y habían estado esperándola durante semanas.

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Gumbo: Sopa o estofado espesado con quingombó.

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—Voy a dejar que Harry continúe por donde lo dejé. Ahora que contamos con Butch, la buena doctora se ha convertido en mejor contadora de historias de lo que yo lo he sido —bromeó Mona—. Harry le lanzó un pedazo de pan francés y ella lo golpeó mandándolo lejos y se echó a reír. —Para contar la historia de Jackson, tenemos que volver al principio — comenzó Harry.

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—¿Vas a la Quadroon Ball 3 este año Jean? —le preguntó Phillip—. Los dos habían navegado juntos desde el momento en que Jean Lafitte había llegado a ser el pirata pícaro y famoso del territorio de Luisiana. —Por supuesto hombre. Jewel no ha hablado de nada más en los últimos tres meses. Ella está fuera buscando las últimas cosas para el vestido que va a llevar —respondió Jean. La temporada social de Nueva Orleans estaba lleno de bolas4 y fiestas, pero ésta era la más disfrutada por los caballero e ignorada por sus esposas. La bola de la mestiza era una ocasión social para las amantes esclavas que casi todos los caballeros y dueños de plantación mantenían. Era su noche para brillar y olvidar la miserable existencia que eran sus vidas como propiedad de otra persona. Jewel era diferente de la mayoría. Jean la había visto en el puerto un día, en el lote de subasta y la compró por capricho. Con él recobró la salud, el pirata no la trataba como una esclava sino como alguien a quien estaba cortejando. Ella se encargó de hacer funcionar su gran casa en Nueva Orleans y se le daba una asignación cuando él estaba ausente en el mar. Con el tiempo la mujer pequeña y delicada se enamoró del pirata y él cayó enamorado de ella. Jean Lafitte nunca se casaría, pero Jewel era la 3

Quadroon Ball: eventos diseñados para alentar a las mujeres con ¼ de sangre negra y piel clara a enlaces con hombres blancos ricos a través de un sistema de concubinato. Las madres presentaban a las hijas y se acordaba el precio de la manutención. 4

Bolas: fiestas en las que participan los hombres blancos con dinero y esclavas que compraban para ser sus amantes.

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que más cercana había estado de eso en su vida. Como era de color, a Jewel no se le permitía asistir a las otras bolas con él, así la bola Quadroon era algo para mirar hacia adelante. Era una sensación exquisita girar alrededor de la sala de baile en los brazos del hombre que amaba. Jean era un pirata, pero también era un caballero con modales impecables y encanto. Era alto, con el cabello negro recogido en una cola de caballo, ojos azules y la piel curtida por su tiempo en el mar. A pesar de su profesión, el hombre era considerado un digno partido y captaría la atención de cualquier debutante. Con una rápida comprobación a su reloj de bolsillo, Jean pagó su cuenta en la barra y se dirigió a la tienda de ropa a la que había llevado a Jewel una hora antes. Jean caminó a lo largo de la vereda de madera levantando su sombrero para saludar a las señoras que se cruzaban en su camino. A través de la ventana de la tienda de vestidos, pudo ver a Jewel hablando con la costurera de lo que suponía eran cambios de última hora. Ambas mujeres se levantaron cuando el cuerpo de un hombre atravesó la puerta haciendo sonar la campana. —¿Lista, cheri? —preguntó Jean. En su opinión, el nombre de Jewel le venía como anillo al dedo. Pequeña de estatura, la mujer era hermosa. De ojos color claro, pelo oscuro y suave, tenía una manera de revolver sus pasiones como ninguna otra mujer antes que ella y él, el hombre llamado el Terror del Golfo vivía para ver a la joven que le sonreía. —Siempre que tú seas mi amor —contestó Jewel en impecable francés. La única diferencia entre ella y las señoras cultivadas de la sociedad era que la ley la consideraba una esclava. Los dos amantes tomaron el camino de vuelta a casa, donde Jewel propuso a Jean pasar la hora de la siesta con ella. Cuando despertaron de una larga tarde de hacer el amor, el vestido de Jewel colgaba en la habitación, listo para la bola de esa noche. El hombre de la puerta los anunció. Caminaron a través de la habitación y más de un hombre miró a Jean con envidia. El vestido de corte bajo azul de seda de Jewel, acentuaba su coloración y figura como una segunda piel. En la parte posterior de la sala, un conjunto de ojos marrones siguieron a la pareja mientras saludaban amigos y bebían champán. —¿Quién es esa? —preguntó Henri Lecompte sin poder apartar sus ojos de Jewel y en ese mismo instante se juró que la tendría. Henri era un hombre 12

cruel que había asumido el control de la plantación Doce Robles después de la muerte de su padre. Los más de doscientos esclavos que trabajaban en su propiedad habían aprendido a temer al hijo más de lo que temían al padre. Enrollado en su cadera, Henry siempre llevaba un largo látigo y su mano nunca dudó al infligir un castigo. —Olvídala Henri, ella es la amante de Jean Lafitte, y aunque ella sea su esclava él la ama. Hermosa, ¿no es así? —Sí, lo es —respondió Henri en una voz casi pensativa. El hombre de pie junto a él notó el brillo de sus ojos y la sonrisa maliciosa que se dibujaba en sus labios—. Para un animal —añadió después de que el hombre se alejó. Jean y Jewel bailaron y disfrutaron de su mutua compañía el resto de la noche, vigilados constantemente por Henri. Jean pasó una de las noches más agradables de su dolorosamente corta vida, disfrutando de Jewel. Viendo a Jewel de pie en el muelle agitando su mano para decirle adiós, Jean Lafitte no sospechó que sería la última vez que vería a la mujer que amaba. Sabía que llevaba a su hijo y que podría haberlo persuadió de no izar velas ese día, y así, Jean habría cambiado tres sinos ese día, pero no lo hizo. Dos semanas después, cuatro hombres irrumpieron en su casa y secuestraron a Jewel. La joven nunca fue vista otra vez y nadie supo que le sucedió.

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—Bien, ¿qué pasó con ella? —preguntó una Desi impaciente. El grupo de amigos se había movido al solarium después de cenar. Incluso Kenneth y Tony que habían escuchado la historia infinidad de veces antes, quedaron hipnotizados por la voz baja de Harry. —Puedo ver que si alguna vez tenemos niños, les enseñarás a buscar directamente la última página de todos sus libros de historia. Jewel nunca fue vista otra vez y hasta su muerte Jean la buscó. Se rumorea que después de que ella desapareciera, su cara siempre tuvo una mirada de añoranza y tristeza. Ahora si me besas, te contare el resto —dijo Harry. La rubia que 13

estaba prácticamente sentada en su regazo presionó suavemente sus labios contra los de Harry como estímulo para que terminara su historia. Harry sostuvo su abrazo, alegre de saber que a pesar de todas las dificultades de su separación, la niña inocente que había sido Desi todavía se encontraba allí. La persona en que Desi se había convertido se hizo fuerte en el corazón de Harry con cada día que pasó y el amor que había comenzado años antes, se fortaleció así. Las otras tres personas de la habitación podían ver que se completaban mutuamente y a pesar del dolor, sabían que las dos eran mejores y más felices juntas que separadas. —¿Qué te pareció eso? —preguntó Desi cuando se separaron. Pasó el resto del tiempo en el regazo de Harry apoyando la cabeza en su fuerte hombro. El hecho de podía sentir la voz profunda de Harry y escucharla, hizo sonreír a Desi a la espera del resto de la historia. —Fabuloso. ¿Por dónde iba? —bromeó Harry.

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Jewel se despertó en una pequeña choza con olor a rancio. Las ventanas habían sido tapadas hasta arriba y la única luz que entraba, eran los rayos de sol que se filtraban entre las placas. Todavía tenía puesto su camisón y la cabeza le dolía donde los hombres la habían golpeado con algún objeto duro. Tardó sólo un segundo en darse cuenta de que no estaba sola en el cuarto al oír una respiración que provenía de una de las esquinas de la habitación. —¿Te gusta tu nuevo hogar, preciosa? —Por favor, señor, yo soy propiedad de Jean Lafitte —dijo Jewel. La habitación era demasiado oscura para que supiera quien era el hombre y su voz no le sonaba de nada. Desde su ventajosa posición, su captor podría distinguir su rostro por el polvo que flotaba en el aire. —Ya no, mí estimada Jewel. Vivirás tu vida aquí en esta habitación sirviéndome a mí. He estado aquí sentado pensando en todo lo que nos vamos a divertir juntos —continuó. Bebiendo un trago más de whisky Henri

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Lecompte desabrochó su pantalón dispuesto a gozar de los frutos de sus bienes robados. Ignorando el llanto y las suplicas, salvajemente la violó. El único pensamiento en la cabeza de Jewel mientras él la violaba fue el bienestar de su hijo no nato. Los siguientes siete meses, esta última conexión con Jean fue lo único que la mantuvo cuerda. El cuerpo de Jewel estaba plagado de marcas de látigo y quemaduras de los cigarros de Henri, pero aun así, la vida dentro de ella se movía en su vientre. Cuando ella la sintió, sonrió, pensando que el hijo de Jean tenía el mismo espíritu feroz que el hombre que lo había engendrado. En una noche fría de octubre, nació Jackson Lafitte, el hijo de Jewel, con la ayuda de la partera auxiliar que trabajaba para Henri. La mujer nunca hablaba con ella excepto para decirle que empujase y su ojo izquierdo hinchado le dijo a Jewel que ningún esclavo en este infierno al que ella había sido traída, estaba a salvo de la venganza de su dueño. —El pequeño bastardo hasta se parece a él —comentó Henri mientras veía a Jewel amamantar a su hijo. Jackson nació con el bronceado de Jean en la piel, pelo negro y ojos azules brillantes. El niño nunca conocería a su padre. —Haré todo lo que quieras si dejas a mi hijo en paz —abogó por él Jawel. —Preciosa, harás lo que yo quiera de todos modos. No tienes ningún poder de negociación conmigo. Te tengo, ¿hasta ahora no te has dado cuenta? —preguntó Henri. Alzando al bebé hasta la luz de la lámpara consideró romperle la cabeza en el suelo, librándose así de una boca más que alimentar, pero el niño de largos huesos crecería para ser un buen trabajador para él. Antes de su muerte, Jewel le había susurrado sus deseos a la partera como si tuviese una premonición de lo que iba a pasar. La madre adoptiva de Jackson, mantuvo sus promesas a la mujer que vivió sus últimos días en la choza oscura, diciendo al niño que sus padres lo amaban. Un mes más tarde, Henri mató a Jewel en un ataque de furia mientras estaba borracho y Jackson fue enviado al cuarto de los esclavos para que la partera lo cuidara. Henri lo llamó “Perro” y prohibió a los esclavos que le pusieran un nombre al niño. Cuando fue lo suficientemente mayor, la partera le dijo el nombre que su madre hubiese querido que tuviera y fue el nombre que adoptó. 15

A los diez años, su fuerte espalda estaba plagada de las marcas del azote permanente del juguete favorito de Henri como castigo por la debilidad de Jewel. A la edad de once años, Jackson escapó por primera vez, sólo para ser atrapado por los perros a dos kilómetros de distancia, en el bosque. En el tercer intento de fuga, Henri marca una R5 grande en espalda de Jackson para marcar al esclavo como un corredor. Dos años más tarde, el hijo de Jean y de Jewel corrió hacia la noche y nunca fue visto otra vez. Con piel blanca y ojos azules Jackson no tenía ningún problema en hacerse pasar por un caballero meridional. Viendo a los hombres que visitaban la casa de putas que le había proporcionado trabajo, Jackson aprendió qué ropa era la correcta y qué lenguaje era el aceptable. Sólo unos pocos esclavos en la plantación de Henri sabían de su parentesco, por lo que fue la sangre de Jean lo que hizo de Jackson un magistral ladrón. Uno que era tan rico como difícil de atrapar. Llegó a Nueva Orleans tres horas después de aligerar al coche de su cargamento de oro. La gente que se levantaba con el sol lo miró pasar haciendo comentarios sobre cuánto se parecía el joven al pícaro Jean. Todos lo pensaban, pero nadie nunca le dijo en su cara los rumores que existían sobre quien era su padre. Jackson había elegido el nombre Lafitte no sólo en memoria de Jewel, sino también para ocultarse a la vista de todos. Después de un baño y un largo sueño estaba planeando asistir a la fiesta de Batiste con la que se iniciaría la temporada. Jackson siempre estaba solo y ninguna mujer de los círculos sociales podía presumir de compartir la cama del a veces distante Jackson Lafitte. El hombre obviamente tenía dinero y nunca nadie puso en duda sus orígenes. Evidentemente tenía encanto, teniendo en cuenta cuántas mujeres eran atraídas a su lado en cualquier evento social. Jackson entró a la fiesta solo, estaba apuesto en su traje oscuro y botas e ignoraba las miradas a su paso de hombres y mujeres. Apoyado en la barra, el ladrón observaba la habitación mientras tomaba su primera bebida, deteniéndose cuando miró a la mujer más bella que jamás había visto. 5

R: De corredor, en inglés runner.

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Vislumbró su sonrisa detrás de un abanico mientras ella hablaba con otra mujer joven. Su cabello rubio estaba levantado en rizos en la parte superior de su cabeza a la moda del momento, y su vestido era de un Borgoña oscuro que parecía negro cuando ella se movió. Como si sintiese a alguien mirándola, la mujer miró en su dirección y Jackson se perdió en dos ojos tan verdes como las esmeraldas y le regaló como recompensa un beso. Como en la conversación que había tenido lugar años antes Michael, el camarero dijo: —Olvídese Jackson —El viejo esclavo detrás de la barra había trabajado para la familia de Batista desde que había sido un muchacho y como la mayoría de los esclavos en el territorio de Nueva Orleans sabían de las hazañas de Jackson. El pirata de tierra vivía bien, pero algunas de sus ganancias mal conseguidas fueron devueltas en forma de medicamentos y alimentos a los esclavos de la zona a escondidas. La gente solía levantarse para un largo día de trabajo y encontrarse alimentos de primera necesidad sin dueño y sabían que Jackson estaba vivo para viajar otro día. Cualquier esclavo que intentara traicionarlo ante la ley blanca, encontraría castigo a manos de su propia gente. La broma final fue la manera en que la gente de la ciudad se lanzó a los pies del ex esclavo, tratando de ganar su favor. Lo matarían si alguna vez vieran la marca en su espalda junto con las de látigo que nunca se desvanecieron sin importar cuántos años hubiesen pasado. —¿Por qué Michael, ella es bastante atractiva? —preguntó Jackson. Sonrió a la mujer y agachó su cabeza en señal de respeto a la señora. —Ella está ocupada, muchacho. El mes pasado se casó con Henri Lecompte —respondió Michael mientras le servía otro Ron oscuro. El camarero vio la mirada oscura que cruzó por la cara de Jackson al escuchar el nombre de Lecompte. Antes de tener la oportunidad de decir otra cosa, Michael vio como Jackson cruzaba la habitación hacia la joven mientras un vals comenzó a sonar. —¿Señora, me concedería el placer de este baile? —preguntó Jackson. Él se inclinó hasta la cintura, como se esperaba y tendió su mano como una invitación. —¿Puedo preguntar su nombre, señor? —preguntó la voz suave delante de él. Su abanico estaba lo suficientemente bajo como para que Jackson 17

pudiera ver los hermosos ojos que le habían conducido a través de la habitación. —Jackson Lafitte, a su servicio ¿Madame...? —Lecompte. Mi nombre es Bella Lecompte. —Y hermosa, señora Lecompte —dijo Jackson tomando su mano y colocando un beso en sus nudillos. Sonrió por el rubor que había subido hasta su cuello, distrayéndola lo suficiente para llevarla a la pista de baile. Los otros asistentes a la fiesta murmuraron en cuánto vieron a la chica en brazos de Jackson en vez de en los brazos de su nuevo marido. En vez de la envidia que Henri pensó que su matrimonio traería, sólo le había convertido en un hazmerreír por casarse con alguien tan joven. Al no tener ninguna dote, Bella no tuvo más remedio que casarse con él en cuanto su padre llegó al acuerdo. Si bien se hizo el salvador y le gustaba mirarla, todavía no la había tocado de manera íntima. —¿Está pasándolo bien Madame? —preguntó Jackson con una sonrisa. —Por favor Llámeme Bell, Sr. Lafitte, y sí lo estoy pasando maravillosamente. ¿Conoce a la familia de Batista? —preguntó Bell. —Sí, a veces voy a cazar con Stefan a su plantación. ¿Está aquí para la temporada Bell? Y por favor no dude en llamarme Jackson —Bell sigue a Jackson que la conducía perfectamente, parecía como si hubiesen estado bailando juntos durante años. —Sí, con mi esposo y tenemos unas cuantas habitaciones alquiladas en el hotel de la plaza. Todo esto es muy emocionante para mí porque es la primera vez que estoy en la ciudad. Mi familia no se aventuraba fuera de la granja muy a menudo. ¿Vive aquí, en la ciudad? —preguntó Bell. Ninguno de ellos notó que la canción había terminado y otra había comenzado. —Tengo una casa aquí, cerca del río. Si me lo permite, me encantaría mostrarle a usted y a su esposo algunos lugares de interés para almorzar durante su estancia —ofreció Jackson. —Me encantaría —dijo Bell antes de ver a Henri a la espalda de Jackson. Sus ojos marrones parecían casi negros por el odio y el resto de la respuesta murió en su garganta. Jackson dejó de bailar por su expresión y se volvió 18

para ver qué la había trastornado tanto. Detrás de él estaba parado el hombre que mató a su madre, el que había hecho que sus los primeros años de vida fueran miserables, pero Jackson con desprecio le tendió su mano. Henri lo miró como tratando de recordar de qué le sonaba ese hombre. Había algo muy familiar en Jackson, pero la conexión lo eludió por el momento. —Sr. Lecompte, supongo —dijo Jackson. —Sí, ¿y quién es usted? —Jackson Lafitte, señor. Me gustaría darle las gracias por haber tenido el privilegio de bailar con su encantadora esposa. En compensación, espero que acepte mi invitación para almorzar mañana —ofreció Jackson. No había ninguna razón para no aceptarla, pensó Henri y después reclamó a su esposa para bailar el resto de la canción. Bell vio al hombre alejarse de Henri mientras que éste la hacía girar alrededor de la habitación, con la esperanza de que el Sr. Lafitte cumpliría su promesa de almorzar juntos y poder así hablar con él nuevamente. —Lo he visto esta noche por primera vez desde que me escapé —dijo Jackson. La mujer le quitó su camisa, era la única sirvienta a la que le estaba permitido estar en sus habitaciones privadas. Monique pasaba sus noches con Jackson, pero nunca habían sido amantes. Ambos sólo disfrutaron de la compañía de compartir la cama con alguien. Ella era la única en quien Jackson confiaba para guardar todos sus secretos porque Monique era la única persona que tenía la llave que abrió las puertas para que Jackson fuera libre y poder ser él mismo. —Mi amor, ha tenido que ser horrible para ti —dijo Monique. Desabrochó la camisa y tiró de su pantalón. —No cheri, estaba realmente tranquilo. Henri Lecompte ya no tiene poder sobre mí. Está casado ahora, desde hace un mes. Yo estaba bailando con su esposa cuando él caminó hasta nosotros por lo que invité a ambos a almorzar mañana —dijo Jackson cuando Monique desabrochó el pantalón que llevaba. Sentado en la cama, Monique le quitó las botas a Jackson, luego lo levantó para quitarle los pantalones. Cuando estaba tan desnudo

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como estaba ella, Monique admiró el cuerpo de Jackson Lafitte y los tesoros que fueron cubiertos tras la ropa fina. Monique era una de las únicas personas que aún vivían que sabía que Jackson Lafitte era realmente la hija de Jean y Jawel. La mujer alta había heredado la contextura de su padre, así como sus características faciales. La voz profunda había hecho más fácil hacerse pasar a sí misma por el caballero que todos habían llegado a conocer y después de escaparse de Henri se había convertido en una luchadora consumada, así como en tiradora. De los criados empleados en la casa de Jackson, Monique era la única que sabía la verdad completa, no sólo de su género, sino de donde vino el dinero. Hasta el día en que murió, Monique mantuvo los secretos de Jackson como pago por salvarla en el lote de subasta. —¿Vas a darles de almorzar? —preguntó Monique. Besó el pecho de Jackson y la llevó a la cama. Monique montó a horcajadas la espalda de Jackson y comenzó un masaje profundo a la espera de que la mujer terminara su historia. —Sí. Estoy interesada en conocer a esta mujer que se casó con Henri. Estoy convencida de que es demasiado joven para él, que también fue obligada o es una descerebrada. Hay algo en ella que me intriga —dijo Jackson. Los músculos de su espalda se relajaron bajo el toque conocedor de Monique. Pasaban por el mismo ritual cada noche cuando Jackson estaba en casa. La mujer masajeaba su espalda y luego terminaba con un beso en la marca enrojecida de la espalda de Jackson. —¿No tienes miedo a que Henri te pueda reconocer, Jackson? —preguntó Monique. No estaba ansiosa por volver a la vida de una esclava normal si algo le sucediera a Jackson. —Me miró profundamente esta noche como si tratara de recordarme, pero no creo que él recordara a un esclavo fugitivo de hace doce años. Mis ojos son todavía azules, pero he crecido con este cuerpo, ahora sí que no estoy preocupada, cheri. No soy ese niño que él podía azotar libremente a su antojo. Venga, vamos a dormir un poco, tengo un día intenso mañana. Monique se había cubierto a sí misma con el largo del lado izquierdo de Jackson utilizando de almohadilla para su cabeza el hombro amplio. El amanecer no estaba demasiado lejos y en la ciudad Bell, tuvo un último 20

pensamiento consciente para Jackson y si él los visitaría a primera hora de la tarde. El hombre tenía los ojos azules más hermosos que había visto nunca y la idea de pasar más tiempo con él fue definitivamente atractiva.

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—¡Jackson era una mujer! —exclamó Desi, levantando la cabeza del hombro en el que la tenía apoyada. Todos habían estado escuchando la historia de Harry durante una hora y nadie parecía querer moverse hasta escuchar el final. Mona llegó con chocolate caliente para todos y se rieron de las constantes interrupciones de Desi. La mujer más mayor no podía esperar a ver a Harry como padre contando estas historias delante de los hijos pequeños Basantes. Mona estaba segura que la doctora alta y su pequeña compañera criarían a los niños de forma natural. Cuando llegara ese momento, ella iba a tomar una posición más de supervisión dejando el cuidado de los pequeños a la más joven. —Sí, Jackson era una mujer. Una mujer fuerte que se adelantó a su tiempo, y que se convirtió en una leyenda viva para la gente afro americana que vivía como esclava en la zona durante ese tiempo. De ella venían las medicinas y suministros que salvaron a un montón de ellos de palizas a manos de sus amos. También dejaba alimentos para los niños que no eran lo suficientemente mayores para trabajar aún. Creo que tu pareja hizo bien en escoger esos trajes —dijo Mona. —Jamás oí hablar de esa mujer aunque hiciera tanto —agregó Desi. Sabiendo que Desi no se iba a mover, Mona le entregó una taza grande que ella y Harry pudieran compartir—. Vamos cariño, sigamos.

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Jackson contrató un transporte para su viaje al Hotel Riverside donde se alojaban Henri y Bell. Monique envió a uno de los chicos por delante al 21

restaurante para garantizar la reserva de Jackson si en efecto los Lecomptes iban a unirse a ella para el almuerzo. Vio a Henri discutiendo acaloradamente con un hombre que Jackson reconoció como un exportador, y supuso que discutían los precios de los cultivos de Henri. —Buenas tarde caballeros, espero no me molestar —dijo Jackson fijándose en la botella de whisky medio vacía sobre la mesa y los contratos depositados a su lado. El vaso del comprador todavía tenía lo que ella conjeturaba que era la primera Copa mientras que mirando a los ojos de Henri supo dónde estaba el líquido de la mitad de la botella que había desaparecido. Jackson sonrió hacia el comprador haciéndole entender que conocía su mejor herramienta para hacer negocios con Henri Lecompte. —En realidad, Sr. Lafitte, vamos a tardar unas horas más. Le pido disculpas por no haberle enviado un mensaje para decirle que no podíamos quedar. Suelo utilizar el tiempo en la ciudad para cuidar del negocio, así como para disfrutar de un poco de diversión —dijo Henri con tono de insulto leve en su voz. Miró al joven otra vez tratando de averiguar por qué se le hacía tan familiar para él, pero el whisky empezaba a surtir efecto. Fue la única explicación para su siguiente oferta—. ¿Por qué no lleva a Bella con usted en mi lugar? Parece un caballero, puedo confiarle a mi esposa, Sr. Lafitte. Estoy seguro de que está aburrida de mirar las paredes de nuestras habitaciones. —Ella estará completamente segura conmigo, Sr. Lecompte. Tiene mi palabra de caballero. Pienso que podría disfrutar viendo la nueva iglesia antes de almorzar —ofreció Jackson. Se obligó a no frotarse las manos ante la perspectiva de pasar la tarde a solas con Bell. —Estoy seguro de que lo estará, ahora si nos disculpa —dijo Henri listo para regresar a su conversación con Jasper. Como para dar las gracias, Jackson sirvió la siguiente ronda para ellos sobre el escritorio que tenían delante antes de ir a recoger a Bell. Los dos hombres absortos en poner un precio al algodón no notaron la salida de Jackson a por Bell. Al salir, Bell estaba encantada de tomar el brazo de Jackson cuando él se lo ofreció para llevarla al carro que tenía esperando. —Qué hermosa tarde Sr. Lafitte —dijo Bell. 22

—Por favor, Bell, si vamos a pasar el día, juntos, llámeme Jackson. —Ayudó a Bell a subir en la parte posterior del carro indicando al conductor donde ir. Jackson se sentó a respetable distancia sin querer hablar con la joven. —Gracias Jackson. —Bell abrió su sombrilla y admiro los edificios de la parte francesa de la ciudad cuando el transporte comenzado a avanzar. —Pensé que le gustaría ver algunos lugares antes de dirigirnos a Antoine´s para el almuerzo —dijo Jackson. Se giró un poco en el asiento para mirar a Bell y le encantó la sonrisa que se escapó a través de la pequeña boca de la mujer. Se detuvieron en la iglesia como Jackson le había dicho a Henri, pero habían visto la mayor parte de la ciudad cuando se sentaron a almorzar. Unas cuantas conversaciones se interrumpieron cuando Bell entró del brazo de uno de los solteros más codiciados Nueva Orleans. El dueño del restaurante los acompaño personalmente hasta su mesa adulando a uno de sus mejores clientes. —¿Tengo algo en la cara, Jackson? —preguntó Bell confundida. La ingenua mujer había notado las miradas abiertas y de reojo hacia su mesa. —No Bell, se te ve bien. Si usted no me encuentra demasiado atrevido, le contare lo que veo —dijo Jackson con una sonrisa. —Jackson, ha sido un caballero durante todo el día, nunca pensaría otra cosa —dijo Bell. En su mente se preguntó cómo reaccionaría realmente si el hombre se pasara de la raya. —Los hombres sentados alrededor de nosotros están celosos porque estoy aquí con la mujer más bella de la ciudad y las mujeres se preguntan cuál es su secreto para conseguir estar almorzando con el distante Jackson. Creo que esta es la primera vez que he venido en compañía de una dama —dijo Jackson. Estaba seguro de que el rubor que coloreó las mejillas de Bell iniciaría un nuevo rumor. El camarero que llegó con el vino salvó a la joven de tener que responder a los comentarios de Jackson. Jackson disfrutó de la compañía de Bell algunas tardes más antes de que ella y Henri se fueran a casa. Cuanto más tiempo pasaban juntos, más temía Bell volver a su vida como señora de Henri Lecompte. Jackson hablaba con ella como una persona con derecho a opinar y con la que compartía muchos intereses comunes.

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Qué diferente sería su vida si Jackson hubiera pedido su mano a su padre en vez de Henri. —Me voy mañana —dijo suavemente. Bell estaba sentada en la iglesia vacía como excusa para ver a Jackson una vez más. Su amigo estaba sentado en un banco más atrás del suyo y le oyó exhalar. —Lo sé, cheri y la voy a extrañar —respondió Jackson. El apodo cariñoso francés salió de sus labios antes de que pudiera contenerlo y debido a su posición, Jackson se perdió la sonrisa que iluminó la cara de Bell—. Le escribiré pero estoy seguro de que su marido no apreciará que lo haga, así que voy a tener que esperar hasta el próximo año para verla. —Le voy a extrañar mucho, Jackson. ¿Me promete pensar en mí a menudo? —preguntó Bell. Ella no tenía derecho a pedírselo, pero fue más allá de la razón. El pensamiento de tener que esperar un año para verlo la estaba matando, ¿y si encontraba a alguien en ese tiempo? El tacto en su hombro fue tan ligero y rápido que Bell apenas lo había registrado, pero sabía que no podía hacer nada más si no quería comprometer su reputación. Durante meses ella recordaría la voz suave en su oído diciéndole: —Me resultará difícil pensar en algo más, cheri. Estará bien y te prometo que nos volveremos a ver de nuevo. Más adelante, esa misma tarde, Bell y Henri abordaron el coche que los llevaría nuevamente a Doce Robles, la plantación. Después de haber pasado la mañana en el bar del hotel, Henri durmió durante la mayor parte del viaje. Tardarían dos días en el viaje de vuelta a casa y Bell deseaba que su esposo los pasara borracho. La segunda noche la joven miraba por la ventana a las aguas del río que brillaban a la luz de la luna, disfrutando mientras fuera posible antes de que las cubriera la niebla. Un par de horas más tarde Henri apenas había hablado con ella y Bell se perdió en sus pensamientos hasta que el coche hizo una parada precipitada. —¿Por qué diablos se ha detenido el chofer? —gritó Henri desde la parte posterior. Tambaleándose en el coche que lo despertó de su sueño y casi lo tira al suelo.

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—Señor, por favor, estese quieto. Hay un hombre bloqueando la carretera delante de nosotros —respondió el conductor antes de volver su atención hacia la figura inmóvil delante de ellos. Vestido de negro y envuelto en la niebla, el hombre del caballo negro casi parecía un fantasma, pero su pistola parecía muy real—. Señor, no llevamos objetos de valor así que por favor, déjenos seguir nuestro camino. —Yo decidiré lo que es valioso o no conductor, pero no te preocupes no haré daño a nadie a menos que me provoquen. —Empujo el caballo y atrajo la vista del conductor hacia sus dos pistolas y el hombre, nervioso, miró hacia los barriles—. Por favor, salte aquí abajo y empiece a andar por el camino junto al caballero. Si regresan antes de tiempo tendré que recargar mis armas nuevamente esta noche. ¿Entiende? —Sí, señor —respondió el conductor. El hombre estaba en el suelo antes de que terminase su declaración y abrió la puerta del carro. —No dejaré a mi esposa atrás, bastardo —dijo Henri inclinando su cuerpo fuera del coche. —Señor, le doy mi palabra de que ella no será dañada o tocada de alguna manera. Puede elegir entre creerme y volver a su vida en una hora, o dispararle justo ahora y todavía mantener mí promesa. Jackson mantuvo su posición hasta que no pudo ver o escuchar a Henri y al conductor en el camino. Años de experiencia en el trabajo que había escogido le dijeron que estaban todavía cerca y fuera del rango de audición. El hecho de que Henri hubiera accedido tan rápidamente le dijo que era un cobarde y un matón. Había una persona valiente en la familia de Lecompte que la miraba desde su asiento en el coche como si fuera a robarla para lo peor. Sólo habían pasado dos días, pero Jackson había necesitado a Bell más de lo que podría haberse imaginado y era la única razón por la que había montado esa farsa esa noche. Una vez que hubiese llegado a la plantación de Henri, Jackson habría perdido su oportunidad. —Vine a robar un beso de la bella dama —dijo ella suavemente. Jackson mantuvo una pistola en la mano por si acaso, pero se había quitado el guante de la otra.

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—¿Y luego seguirá su camino? —preguntó Bell. Sus nervios y el miedo no le permitieron reconocer la voz. —Luego seguiré mi camino, cheri —respondió Jackson. Fue la palabra de cariño lo que le hizo sacar su cabeza fuera del coche para acercarse a su ladrón. Bajo la máscara estaban los ojos azules que ella había llegado a amar y más abajo, la sonrisa que la hizo desear no estar casada con otra persona. —Jackson, sabía que vendrías —dijo Bell en un susurro. Tocó la mandíbula de Jackson con sus dedos y lo miró. Sin ella tener que pedirlo, Jackson se quitó su máscara por primera vez mientras llevaba el disfraz. Jackson se inclinó y reclamó los labios con los que había estado soñando durante semanas, queriendo nada más que el toque de Bell, pero conformándose con el beso robado. Fue el primer beso real de Bell y fue todo lo que había leído en sus novelas románticas. Jackson generó sensaciones en ella con un beso como nunca antes había sentido y rezó para que no acabara nunca. —Te amo cheri, y no podía estar otro día sin decírtelo —dijo Jackson. Apoyó sus labios para otro beso y Bell abrió la boca voluntariamente en aceptación. La joven estaba a punto de llorar por el placer y por la confesión de Jackson. —Yo también te amo, tanto que me asusta Jackson. ¿Cómo se supone que debo pasar un año sin verte? —le preguntó Bell. Si Dios le concediera un deseo sería que Jackson la subiera al caballo y se la llevara lejos. —Ya se me ocurrirá algo Bell, hasta entonces, estarás bien y sabiendo que te quiero —Jackson la besó otra vez y desapareció en la niebla como si nunca hubiera estado allí. Más allá en el camino, Jackson esperó hasta a que los dos hombres volvieron, no quería dejar a Bell sin protección en aquel lugar. —¿Ese bastardo te tocó? —exigió Henri cuando volvió. —No Henri, no lo hizo. Era un hombre de palabra a pesar de sus acciones. Si no te importa, me gustaría seguir —dijo Bell mirando a su marido. Cada día sin Jackson sería como una muerte lenta para ella.

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—¿Besó a Bell y luego sólo montó en su caballo y se fue? —preguntó Desi. Había comenzado a llover mientras Harry estaba contando la historia haciendo que Desi transformara en una madriguera el regazo de Harry. El frío era algo inusual en la zona de Nueva Orleans tan temprano en el año y Desi se alegró de que la casa que había comprado Harry tuviera tantas chimeneas. —Sí cariño, la besó y se fue. Tenía un plan, Jackson haría pagar a Henri la crueldad con sus padres con el secuestro de Bell, pero ella tenía más honor. Si hubiese tenido que pasar su vida amando a Bell en la distancia, creo que lo hubiera hecho, pero las circunstancias no fueron así para ellas. —¿Qué sucedió, cariño? —preguntó Desi. —Si me haces tontas preguntas no podré continuar, cariño —dijo Harry. Se rió por la mirada avergonzada en cara de Desi y siguió por donde lo había dejado.

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Dos meses pasaron en Doce Robles y Bell había tratado de llenar sus días con cualquier actividad que mantuviera su mente alejada de Jackson. Escuchaba las conversaciones de su esposo con algunos de sus vecinos cuando hablaban sobre el Pirata de Tierra que estaba en la zona. Estaban convencidos de que era el mismo hombre que había estado robando a los conductores durante años aunque a ninguna otra había hecho regalos o robado besos. Henri predijo que sólo sería cuestión de tiempo que ese hijo de puta fuera llevado ante la justicia y acabara colgando de una soga. Su declaración no solo fue escuchada por Bell, sino también por la vieja esclava que derramó un vaso de limonada. Sally había sido la partera que había traído a Jackson al mundo años antes y había rezado por su seguridad desde entonces. Los rumores de las buenas obras de Jackson habían viajado 27

incluso a Doce Robles entre su pueblo y la vieja esclava sabía que su corredor todavía estaba vivo. La desconcertó el terror en la cara de Miss Bell cuando su marido amenazó la vida de Jackson. —¿Está bien, señora? ¿Necesita que llame al amo para usted? —preguntó Sally. Bell sacudió la cabeza y se levantó para ir dentro. Sally la siguió escaleras arriba a la habitación que Bell había ocupado en la casa. El amo Henri se quedó por el pasillo y siguió buscando su placer en las chozas de la parte trasera de la propiedad. —Miss Bell, parece que hubiera visto un muerto o algo así —dijo Sally. Caminó hasta la ventana para asegurarse de que el señor Henri todavía estaba hablando con el hombre al que había montado esa tarde. —Estoy bien Sally, lo siento, la charla en la planta baja me asustó —dijo Bell. Ella también miró a los dos hombres que conversaban con una sensación de pavor que la hizo temblar. —No tiene por qué preocuparse por ese pirata, Miss. Está haciendo lo que llamamos la obra de Dios —dijo Sally tratando de calmar a la niña. Por primera vez desde que entró en la habitación de Bell volvió su atención a Sally. ¿Podría la mujer saber el secreto de Jackson? —¿Qué quiere decir, Sally? —Nada señora, por favor perdóneme por hablar sin permiso. No quise decir nada malo, sólo era la necedad de una mujer. —Por favor Sally, confié en mí, yo tampoco quiero que le pase nada malo. Bell se movió más cerca de la mujer como estímulo para que ella hablara. Sally pensó en esa declaración antes de decir cualquier otra cosa. Bell era bastante agradable con ellos, pero ¿podía ser una estratagema para ganar su confianza y que Henri la castigara más adelante? En las últimas dos semanas Jackson se había convertido en noticia en Los Doce Robles propagándose en la noche de parcela en parcela a través de los cuartos de los esclavos. Levantándose a por agua una noche, Sally juró que vio una figura invisible salir de la choza en que Jewel había permanecido en cautiverio en la plantación. Henri la había mantenido cerrada hasta arriba con tablas y vacía desde la muerte de la mujer, cada vez más maniático después de la desaparición de Jewel. 28

—¿Él, Miss Bell? —preguntó Sally. La partera miró a la cara de la joven tratando de leer su motivación en la búsqueda de respuestas. —El Pirata de Tierra, el hombre del que hablaba Henry —dijo Bell. Tomando un respiro antes de decidir dar un salto de fe y rezó para no estar equivocada sobre la mujer de pie en su habitación. —¿Conoces a Jackson, Sally? —preguntó Bell, cerrando sus manos en un puño esperando una respuesta. —¿Usted conoce a mi corredor? —Sally preguntó a cambio. —No sé a qué te refieres, pero te diré algo que nunca he dicho a nadie, lo amo. Si rompes mi confianza Sally, conoces a Henri, nos matará a las dos — dijo Bell. Sus manos retorcían ahora su vestido mientras esperaba que la esclava dijera algo, cualquier cosa. —Quiero a Jackson también Miss Bell, y no se preocupe niña. Es un pillo, nunca lo cogerán con las manos en la masa —dijo Sally dejando a Bell sumergida en sus pensamientos mientras contemplaba este nuevo giro del destino y cómo la señora de la casa se había llegado a enamorar de Jackson. Una semana más tarde, Sally tuvo su respuesta en medio de la noche cuando un caballo apareció en su ventana con el jinete desplomado sobre su espalda. Jackson bajó de la silla de montar antes de que su madre adoptiva pudiera salir. Trabajó toda la noche tratando de detener la hemorragia en el costado y el muslo de Jackson. El caballero pirata finalmente había estado de pie en el extremo incorrecto de dos balas que lo habían dejado débil y febril antes de la mañana. Sally la puso en la misma cama que Henri había utilizado para violar a su madre y rezó a todos los dioses para que nadie escuchara a esa joven gemir durante todo el día llamando la atención. Ese fue el único escondite en el que Sally pudo pensar ya que nadie lo había pisado en años. —Miss Bell, hace un buen día encantador ahí afuera, ¿por qué no va a pasear? Si le apetece puedo ir con usted y su parasol —ofreció Sally. Bell y Henri estaban sentados abajo tomando el desayuno y como era la norma ninguno de ellos habló durante la comida. —Así es Bell, debes salir más. Últimamente estas más pálida. Lleva a Sally contigo, te veré mañana por la tarde. Voy a ir a casa de Hugo para ver si 29

hay alguna noticia sobre la captura del bastardo que nos atacó esa noche. —Bell sólo asintió con la cabeza distraídamente no importándole mucho. —Miss Bell, ¿le gustaría ver mi casa? —preguntó Sally cuando empezaron su paseo. Los cuartos estaban desiertos excepto por unas cuantas mujeres y niños que no estaban en los campos con los capataces de Henri. A esos, Sally les había dado una ocupación, antes de dirigirse hacia la casa debían de vagar por el bosque en busca de bayas, quedando así, vacío el complejo de pequeñas casas. —Usted me preguntó si podía confiar en mí, Miss Bell. Ahora le pregunto lo mismo. Tengo que mostrarte algo que podría ser mi muerte, pero estoy segura de que quiere verlo. Bell la miró y asintió con la cabeza, sus ojos se llenaron de lágrimas cuando vio la mirada de miedo en la cara de Sally. Con la tenue luz, Bell vio el gran cuerpo acostado en la cama. La camisa blanca que llevaba el hombre estaba cubierta de sangre y su respiración parecía superficial incluso desde donde estaba Bell. Con velocidad, Bell se acercó al lado de Jackson y un sollozo escapó de su garganta cuando vio que los pantalones estaban empapados de sangre. —Tiene que ayudarme Miss Bell, si no, Jackson va a morir. Pero primero, hay algo sobre Jackson que tiene que saber —dijo Sally. —Eso no importa Sally, lo ayudaré —dijo Bell a través de sus lágrimas. Sally asintió y comenzó a desabrochar la camisa sabiendo que mostraría el secreto de Jackson. Su única esperanza era que Bell no volviera a la casa gritando cuando lo descubriera. Todo lo que Bell hizo una vez que le retiraron toda la ropa fue llorar con más fuerza y Sally no estaba segura de cómo proceder. —Por favor, Sally, sálvala. Esto no cambia lo que siento. Puede ser un pecado, pero quiero a Jackson lo suficiente como para besarla otra vez como lo hacía todas las noches. —Juntas limpiaron las dos heridas y trataron de poner cómoda a Jackson. El sol se había escondido un rato antes de que Sally convenciera a Bell para volver a la casa. Había prometido volver y mantenerla informada si hubiera cambios en la salud de Jackson durante la noche, la esclava no quería que alguien pudiera decirle a Henri al día siguiente que Bell no había dormido en su habitación. 30

Cuando el sol salió, encontró a Bell caminando por la propiedad, llevando una cesta pequeña de suministros a la casa. Jackson estaba todavía febril, pero su respiración parecía ser menos dificultosa. Los ojos azules se abrieron cuando Jackson sintió la pequeña mano en su cara y la voz igualmente suave en su oído. —Te amo también, cheri, ¡oh cómo te he echado de menos! —Bell llevó una mano hasta su boca para ahogar el sollozo que quería escapar al oír la voz de Jackson nuevamente—. Siento no habértelo dicho antes —dijo Jackson queriendo explicarse. —Eso no cambia el amor que siente mi corazón —dijo Bell. Sally se dio la vuelta y se alejó cuando la señora de Doce Robles dio la bienvenida a Jackson con un beso. ¿La amable señora seguiría sintiéndose tan enamorada cuando ella se enterara del resto de los secretos de Jackson? Esa era la verdadera cuestión. Sally esperaba que el amor de Bell por Jackson fuera tan genuino como parecía, por el bien de todos. Sally y Bell trabajaron el resto de la mañana en asegurarse de que Jackson estaba cómoda y que sus heridas estaban limpias y vendadas. Bell volvió a la casa principal mucho antes de que Henri hubiera vuelto de su viaje durante la noche. Cuando el amo cabalgó bajo la hilera de largos robles camino a su casa, encontró a su esposa sentada en el amplio porche leyendo un libro. Henri no amaba a Bell y sólo se casó con ella porque era lo que se esperaba de él. Sus gustos más íntimos eran más picantes, no estaba dispuesto a intentarlo con la joven rubia. Eventualmente tendrían que consumar la relación, para que Bell le pudiese proporcionar un heredero, pero podía esperar un par de años, Henri no estaba preocupado por eso. La había visto volverse más solitaria después de regresar de Nueva Orleans, pero Bell y sus problemas no eran lo suficientemente importantes como para tomarse muchas molestias. —Bienvenido a casa Henri —dijo Bell alzando la mirada de su libro pero sin hacer contacto visual con él. Uno de los chicos del establo corrió y tomó las riendas de su caballo cuando Henri desmonto, desapareciendo de allí antes de que el látigo saliera su cinturón por cualquier razón. Henri tomó asiento junto a ella pero sin tocarla, Bell suspiro de alivio. Saber que 31

Jackson estaba cerca de ella hizo que cualquier avance de Henri fuera mucho más repugnante. —Estoy seguro de que me perdí —dijo Henri con una pequeña risa. Miró otra vez su esposa y se preguntaba cuan complacida estaría su esposa si él se marchara cabalgando para nunca volver—. Buenas noticias, querida, el grupo que perseguía al ladrón piensa que pueden haberlo herido. Si no entendí mal sólo será cuestión de tiempo. Prometí junto al resto de los terratenientes que si encontrábamos a alguien ayudándolo, se le mataría en el acto. Quédate tranquila Bell, ya no tendrás nada que temer en nuestros viajes a la ciudad si tenemos éxito. —No tengo miedo a nuestros viajes a la ciudad ahora, Henri —respondió Bell. Sorprendida de no sentir más miedo a la reacción de su marido si descubría su participación en curar a Jackson. —Realmente, querida, esas ideas románticas de alguien tan joven, me hace querer saber lo que hizo ese pícaro mientras que el conductor y yo salimos de paseo a la luz de la luna —No hay ideas, Henri. El hombre simplemente fue fiel a su palabra. Otra semana pasó, Henri regreso al trabajo y Jackson fue recuperándose de sus heridas. Sally informaba del progreso de Jackson a Bell cada mañana después de que Henri se fuera para supervisar a los esclavos en los campos. Bell pensó que se volvería loca sin ver al alto pirata cuando una excusa perfecta apareció en forma de jinete. El hombre informó a Henri que el ladrón había sido visto nuevamente en el área y el grupo iba a reunirse de nuevo para matarlo de una vez por todas. En su rol de esposa obediente, Bell escuchó desde atrás de Henri pensando quien sería este nuevo Jinete ya que Jackson todavía estaba en la cama de su propiedad. —Un grupo de jóvenes adinerados vieron al cabrón no hace más de dos días, Henri. Dijeron que tenía un pequeño corte en el brazo y montaba un caballo nuevo, pero era él estaban seguros. Un grupo de nosotros va a rastrearlo alrededor de una semana para buscar pistas y quería que usted nos acompañase. —Dame una hora y estaré listo para montar —le dejo Henri, ya rumbo a la casa. El hombre inclinó su sombrero a Bell y tomó el asiento que señaló en el porche. Su próximo viaje fue a la cocina a ver a Sally. 32

—¿Fueron útiles esos muchachos de la plantación Destrehan para ayudar tanto a la ley como a la señora Bell? —preguntó Sally cuando vio a Bell entrar en la cocina. Las mujeres que trabajan en la cena se preguntaban qué estaba pasando cuando Bell envolvió a Sally en sus brazos. Con esa pregunta que Sally había planteado, Bell sabía por qué los esclavos habían dado a sus amos el falso dato. —¿Cómo te sientes amor? —Bell preguntó a Jackson más tarde esa noche. Bell había esperado hasta que la casa estaba tranquila antes de deslizarse hacia fuera en un manto oscuro rumbo a la casa en que Jackson estaba. Esta noche no iban a separarse, ya que el pirata era en todo lo que había pensado después de la partida de Henri. Jackson estaba de pie en medio del salón con una holgada camisa que Sally le había proporcionado, comprobando como su fuerza estaba regresando. Por primera vez la pareja fue capaz de abrazarse sin temor a que nadie las viese. Los pensamientos oscuros que Jackson estaba tratando de disipar, desaparecieron de su cabeza cuando sintió a Bell presionando su cuerpo contra el suyo. —Mucho mejor ahora, cheri. Gracias por volver. Quería verte antes de partir otra vez —dijo Jackson. No hizo ninguna falta ver la mirada triste en los ojos de Bell para saber los efectos de la noticia y Jackson rápidamente explicó por qué tenía que irse—. Me estoy poniendo mejor Bell, y es demasiado peligroso para ti y para mí estar aquí. Si Henri averigua que me habéis ayudado… Temo por ti, mi amor, pero no te preocupes, voy a encontrar una manera para que estemos juntas. —No puedo seguir sin ti ahora Jackson. Por favor no me dejes con Henri, no puede descubrirlo —Jackson bajó su cabeza para besar a Bell y demostrarle lo mucho que la amaba, pero la acción que pretendía transmitir sólo su afecto pronto se volvió apasionada y necesitada. —Tócame amor —dijo Bell. Quería que su primera vez fuera con esta mujer que había ganado su corazón. Las acciones que habían hecho a Bell temblar de miedo cuando imaginaba a Henri haciéndoselas, ahora la hacía temblar de anticipación con Jackson. Las grandes manos le quitaron la ropa lentamente mientras los suaves labios salpicaban su piel con pequeños besos. Cuanto más tocaba Jackson a Bell más quería estar con 33

ella y cuando sintió a Jackson colocarse encima, el mundo de Bell empezó a girar fuera de control. Jackson se movía lentamente, tratando de que Bell se sintiera a gusto ya que la chica no tenía mucha experiencia. Contenerse se volviendo cada vez más difícil mientras observaba los pezones en los pechos lleno de Bell, dolorosamente difícil. Cuando la boca de Jackson los chupó, Bell casi se cayó de la cama. —Por favor Jackson —suplicó Bell. No sabía lo que estaba pidiendo, pero sabía que necesitaba más de la mujer que estaba sobre ella. Jackson movió su mano hacia abajo por el cuerpo de Bell y preparó sus dedos para entrar en la abertura de la joven, mirando hacia arriba a los ojos verdes que ella amaba, esperando la confirmación. Cuando Bell asintió con la cabeza Jackson se deslizó en su interior sólo un poco, encontrando algo que no esperaba. Bell parecía que iba a llorar cuando Jackson retira su mano y atrajo el rostro de la joven. —Por favor amor, quiero que seas tú —dijo Bell. Las lágrimas llenaron los verdes ojos y estaban haciendo vacilar a Jackson. —Pero… llevas meses casada con Henri. —Él no me quiere para eso, Jackson. Henri lo busca fuera y no lo cuestiono porque yo no lo amo ni lo quiero en mi cama. Quiero que me ames y quiero que mi primera vez sea contigo. Te amo Jackson —dijo Bell moviendo a Jackson de encima de ella. El alto pirata no necesitó más palabras y olvidando su entorno se propuso que fuera una experiencia inolvidable para Bell. Jackson hizo serpentear los dedos sobre su piel y los dirigió hasta su calor húmedo, Bell respiraba trabajosamente y se preparaba para el siguiente paso. Las pequeñas manos apretaron su agarre sobre los hombros de Jackson que rompió la pequeña barrera reclamando a Bell como suya. Tras el dolor inicial, Bell alcanzó un pináculo y fue como encontrar los secretos de la vida en ese momento feliz. El toque de Jackson y sus susurrantes palabras de amor en el oído de Bell trajeron lágrimas a los ojos de la joven por la intensidad del momento. Cuando terminaron, Bell se puso al lado de Jackson escuchando el latido de su corazón y disfrutando la sensación de la piel de la mujer en ella. La 34

voz junto a ella era tan suave que Bell casi no pudo escuchar lo que Jackson le estaba diciendo. —Mi madre murió en esta habitación poco después de yo nacer. —¿Qué? —le preguntó Bell. ¿Cómo podría la madre de Jackson haber estado en Doce Robles? —Sally me contó por fin toda la historia el otro día. Me llevas a tal distracción, cheri, que acabo diciendo cosas que no debería. Pero tienes derecho a saber quién es la persona a quien quieres y después de saber la verdad, puede que encuentres a Henri como una opción más aceptable —dijo Jackson. Pasó sus manos arriba y abajo por la espalda de Bell para calmarse tanto a sí misma como a Bell. —Nunca mi amor —contestó Bell. Amanecía cuando Jackson terminó su historia. Sally había prometido a Jewel presentar a Jackson como un niño masculino, sabiendo que sería la única manera de salvarla de la cama de Henri. De haber averiguado el amo el secreto de Jewel y Sally, la vida de Jackson habría sido aún más miserable que los últimos meses de su madre. Jackson pensó que su corazón se detendría cuando Bell se alejó de ella cuando terminó de contar la historia. El alivio llegó cuando se dio cuenta de que solo lo había hecho para mirar la marca de su espalda y poder depositar un beso en ella. —Siento muchísimo lo que te ha pasado Jackson, pero eso no cambia lo que siento por ti. No me importa cómo hemos llegado hasta aquí, solo que nos hemos encontrado y estamos juntas. Quiero estar contigo más de lo que quiero vivir sin ti. —Encontraré una manera, cheri, te lo prometo —Se comprometió Jackson. Cuando Henri regresó, Jackson se había ido. Después de su tercera noche juntas se sentía lo suficientemente fuerte como para viajar hacia la ciudad. Jackson planeaba usar la misma ruta que le había permitido escapar de Doce Robles antes y si todo salía según el plan, volvería por Bell dentro de un mes. Desde el mismo instante en que Henri desmontó del caballo, notó algo diferente en Bell, como si hubiese algo más sensual en ella que resaltara 35

aún más su belleza. Fue durante esa mirada cuando Henri decidió que esa noche, había llegado el momento de probar lo que él había comprado en forma de mujer. Entró en la casa sin decir una palabra y Bell no lo miró. Su atención se dirigió a la senda arbolada que conducía a la casa como si alguien a quien estuviera esperando viniera a caballo. La dueña de la plantación no había podido pensar en nada más que en el toque de Jackson Lafitte durante los dos días que hacía que se había marchado. Bell habría jurado que Jackson tenía magia en sus dedos y que prendían fuego a su sangre con sólo un simple toque. En la cena, Henri miró a través de la mesa a la silla vacía de su esposa. Se había sentado en el porche durante todo el día mientras la niebla cubría ahora la propiedad. Después de terminar su comida llegaría el momento para Bell, para convertirla en su esposa en todos los sentidos. Henri salió de la casa a fumar un puro, hizo una pausa para mirarla otra vez de perfil. Sus ojos no se habían movido en todas las horas que llevaba allí sentada y se preguntó si tan siquiera habría parpadeado. La mirada de búsqueda desapareció al instante y fue sustituida por una mirada de angustia total mientras Bell llevó sus manos a su boca. Las lágrimas confundieron a Henri hasta que miró al camino y vio a Jackson Lafitte tambaleándose en él. Había sangre saliendo de pecho del hombre y en la mirada de su esposa, había más dolor que en el hombre herido. —¡Oh Dios, mi amor! —gritó Bell sin importarle cuál sería la reacción de Henri. Cuando ella voló del porche a Jackson, Henri se retiró a la casa. Sally miraba el cuadro como si la melaza hubiera ralentizado las manos de tiempo. La bala de la herida que había golpeado a Jackson iba a ser una herida fatal y por pura determinación la había hecho volver a ver una última vez a Bell pensando que Henri todavía estaría con el grupo que la había perseguido a través de los bosques. Bell se volvió hacia la puerta cuando Henri salió con su rifle de caza acunado en sus brazos. Sin previo aviso lo colocó sobre su hombro y disparó un solo tiro en la espalda de su esposa. —Te amo, Jackson —fueron las últimas palabras que pronunció antes de morir. Su espíritu esperó el momento necesario para no ir solo. Las últimas 36

palabras de Bell fueron las que Jackson le había dicho antes cuando llegó hasta sus brazos. El NO que Jackson gritó cuando sintió la sangre caliente escurrirse a través de la seda verde del vestido de Bell sonó como el grito de un animal torturado. Fue también el último sonido que Henri escuchó antes de que el tiro de una pistola perforara el centro de su frente. Estaba muerto antes de llegar al suelo. Con el último resquicio de fuerza, Jackson acunó a Bell en sus brazos y caminó hacia el río. Sally miró como se alejaban mientras la niebla parecía tragarlas por completo y nunca se las volvió a ver.

* * *

—¿Me has hecho escuchar toda la historia y mueren al final? —preguntó una Desi indignada. Antes de que Harry se pudiera explicar la ira de Desi se volvió a Mona—. Y tú, ¿en qué clase de mundo esa es una historia para que los niños pequeños escuchen antes de ir a la cama? Tendrán pesadillas. —Cariño, cálmate un segundo. En realidad es una historia de Halloween. Y si me dejas contarte el final lo entenderías. Sally nunca las vio otra vez y los cuerpos nunca fueron encontrados, alimentando rumores de que los amantes se habían escapado para vivir el resto de sus días en el norte. El único problema en esa teoría es que Sally había presenciado la muerte de Bell a manos de Henri —dijo Harry. Recibió un codazo en las costillas de Desi cuando se detuvo para tomar un vaso de agua. —¿Y? —Caramba, eres impaciente. La leyenda de Jackson y Bell dice que en algunas noches cuando la luna está llena y la niebla brumosa esta junto al Mississippi se las puede ver caminando a la orilla del río de la mano. Murieron por un amor prohibido que compartieron, pero su eterna recompensa fue ser capaces de pasar juntas la eternidad en el lugar que nació su amor. Hasta el día de hoy, ellas rondan la casa y jardines de la plantación Doce Robles. Sólo aquellas personas de pie en la terraza 37

superior con sus almas gemelas han sido capaces de ver al legendario pirata de tierra y la mujer que robó su corazón. —¿Y allí es donde nos vamos mañana para pasar los días de fiesta? — preguntó Desi. —Sí, y las parejas que allí se alojan lo hacen hasta el final. Tienes que aparcar a una milla de distancia y pasear en carros por los terrenos. Se apaga la electricidad y se hace todo como ellas lo tendrían que haber hecho en aquella época, excepto el hielo. Molly se figura que muchas personas se revelarían si ella no hiciese eso —explicó Tony. Cuando Harry le había dicho que ella y Desi iban, el decorador decidió que él y Kenneth iría como Jean y Jewel. Incluso hizo que Kenneth se dejara crecer un bigote grueso para la ocasión buscando que se pareciera más al pirata más infame del Golfo. A las tres, el localizador de Harry sonó y con una gran cantidad de protestas por parte de Desi se fue al hospital con la promesa de volver pronto. A las siete Kenneth y un muy guapo Tony, llegaron para recoger a una Desi a disgustó de haber aceptado encontrarse con Harry en la fiesta. Kenneth había ido antes a recoger el traje de Harry y lo había colgado en su armario para que Harry lo tuviera listo cuando saliera de la operación. —El vestido se te ve divino, tesoro —dijo Tony. La pieza de época que Harry había elegido para su pareja era un vestido seda color verde oscuro que acentuaba el color de los ojos de Desi. Estacionaron en el lugar asignado y subieron al único carro cubierto que la familia LeFleur había contratado con la esperanza de que Harry estuviera en el otro extremo para reunirse con ellos. Tras diez minutos de viaje para recorrer dos millas, el conductor paró mientras los tres pasajeros oyeron a alguien decir: —¡Soooo! Conductor. Tony se inclinó por la ventana para ver porqué habían parado cuando sus ojos se llenaron de lágrimas por el nuevo sentimentalismo de su vieja amiga. —Creo que estamos detenidos —Fue todo lo que dijo mientras se sentaba atrás a esperar. 38

Desi oyó el ruido de cascos de otro caballo que se acercó a las ventanas de atrás, mirando hacia arriba a una réplica viva de Jackson Lafitte. Desde el sombrero y máscara hasta las botas de color negro brillantes, el jinete fue un empate a una era perdida. El jinete mostró una pistola en cada mano enguantada mientras ella miraba en la parte trasera del carro. Mientras ella miraba el enorme caballo negro cerca a la ventana de ella el jinete enfundó un arma y se quitó uno de los guantes con un tirón de sus dientes. La otra pistola iba dirigida al conductor y con una sonrisa comenzó a hacer demandas. —Conductor, su oro —Agarrando el bolso de terciopelo pequeño de monedas de chocolate Godiva del aire en su mano pelada el jinete dado vuelta su atención a los pasajeros—. Veo que he encontrado dos tesoros esta noche —dijo y se inclinó en la parte posterior. Dedos largos habían catado la mejilla de Desi y la pequeña rubia hundido en el beso. Su mal humor había desaparecido cuando vio a Harry sentada en ese caballo. Esta sería la historia que le diría a sus hijos antes de acostarse. Las leyendas originales podrían esperar hasta que fueran mayores. —Tal belleza y generosidad deben ser recompensado mi querida —dijo Harry en voz más baja de lo normal. Antes de conducir fuera de una bolsa pequeña presionó la mano de Desi. El collar de esmeraldas se derramó en la mano junto con una pequeña nota. Desi lo había leído a través de sus lágrimas cuando Tony colocó la gargantilla en el cuello.

En una noche hecha para fantasías que me doy cuenta que son mías, siempre han sido y siempre serán. Feliz Halloween mi amor, H

Harry estaba esperando al final de su corto viaje, su sonrisa destellaba por debajo de la máscara al ver a Desi llevando el collar. Desi salió del coche en un acogedor abrazo y un beso profundo que dejó sus pies colgando por unos minutos. Sin una palabra, Harry llevó a su compañera al segundo piso para un momento de privacidad. 39

Las dos amantes compartieron un vals en la terraza del piso, solas, parando momentáneamente cuando apareció una rubia bajita en la parte superior del dique frente a ellas. Incluso desde esa distancia podían ver su sonrisa. De la niebla, un cuerpo más grande se unió a ella. La pirata alta y oscura inclinó su sombrero antes de tomar la mano de su amante y les sonrió. Juntas desaparecieron en la niebla sin ser vistas por las que ahora compartían un beso en el balcón.

Fin

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Biografía de la autora Originaria de Cuba, Ali Vali ha conservado muchas de las tradiciones de su familia y el idioma y sus costumbres son usados con frecuencia en sus historias. Su padre le leía historias y poesía antes de irse a la cama cada noche cuando era una niña, infundiéndole el amor por la lectura, lo cual conserva hasta el día de hoy. En el año 2000, Ali decidió embarcarse en un nuevo rumbo en su vida y comenzó a escribir. Ha descubierto, que vivir en Louisiana y no tener ánimo de lucro, le proporciona un montón de material para la creación de sus novelas y cuentos. Mezcla la imaginación con diferentes experiencias de su vida, crea personajes que enganchan al lector a muchos niveles. Afirma que la retroalimentación de los lectores, le anima a seguir para perfeccionar sus habilidades como escritora.

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Serie de Harry & Desi #1 Cómo se arregla un corazón roto #2 Sólo hacías falta tú #2.5 Bell en la niebla

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