Algunas consideraciones sobre la noción de «sugestión» en la obra freudiana
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Descripción: Se identifican cambios y matices en la noción de «sugestión» a lo largo de la obra de Sigmund Freud. Autor:...
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La noción
de
«sugestión»
aparece
tempranamente
en
la
obra freudiana
ligada
fundamentalmente al fenómeno de la hipnosis. Ambas (hipnosis y sugestión) se manifiestan como pareja indisociable de determinado acto terapéutico concebido entonces por Freud. En un sentido descriptivo, se presentan de manera simultánea: “el «sugerir», como se llama al apalabramiento durante la hipnosis” (Freud, 1891, p. 140). No obstante, ambas se distinguen en su función: la hipnosis es la condición necesaria para que la sugestión pueda operar. Y es esta última la que prodiga los efectos terapéuticos: “El genuino valor terapéutico de la hipnosis reside en la sugestión que durante ella se imparte” (Freud, 1891, p. 143). Podemos afirmar entonces que la una se añade a la otra y en conjunto obran en favor de la eliminación del síntoma. Por ello, no es raro advertir que las primeros artículos de Freud respecto del tema muchas veces se refiera a la técnica como «sugestión hipnótica». Explica el obrar de esta sugestión como una negación o prohibición de la expresión del malestar en el paciente a través de una determinada orden: “Esta sugestión consiste en la enérgica negación del achaque de que el enfermo se ha quejado, o en el aseguramiento de que él es capaz de hacer cierta cosa, o en la orden de ejecutarla” (Freud, 1891, p. 143) Abandono de la sugestión Freud señalará que con el tiempo él mismo comenzaría a decepcionarse de los logros alcanzados a través de esta técnica. Finalmente se decide abandonarla. “Si abandoné tan pronto la técnica sugestiva […] es porque dudaba de poder hacer una sugestión tan fuerte y resistente como se requería para una curación duradera. En todos los casos graves, vi cómo la sugestión introducida volvía a desmoronarse, y entonces reaparecían la enfermedad misma o un sustituto de ella” (Freud, 1905, p. 250). También reconocerá que esta técnica comenzaría a resultarle poco atractiva pues poco aportaba a la intelección sobre los mecanismo de causación de los síntomas. Simplemente se limitaba a prohibirlos por un tiempo hasta que éstos se volvieran a exteriorizarse. Por estas razones, abjuró de la sugestión hipnótica en favor de la técnica catártica de Breuer, que entonces ofrecía mayores respuestas para el inquieto espíritu científico de Freud (1914, p. 7): “la exploración de pacientes en estado de hipnosis, que yo había conocido por Breuer, aunaba dos cosas: un modo de operación automático y la satisfacción del apetito de saber; por esto mismo debía resultar incomparablemente más atractiva que la prohibición monótona y forzada en que consistía la sugestión, ajena a toda inquietud investigadora”
En este movimiento Freud desagrega la pareja terapéutica que había ofrecido su auxilio durante los primeros años: hipnosis-sugestión. Desestima la segunda y sólo conserva la primera. El método catártico por su parte se erige como una alternativa más satisfactoria: no sólo obtendría resultados terapéuticos más duraderos al permitir la «abreacción» y develamiento de la situación patógena, sino que además permitió a Freud obtener mayor claridad respecto de los mecanismos psíquicos involucrados. Abandono de la hipnosis No pasaría mucho tiempo hasta que Freud alcanzara los límites de la técnica catártica. Así como la sugestión no había ofrecido garantías sobre la duración de sus efectos, la hipnosis adolecía de otro problema: no era aplicable a un mayor número los enfermos. En 1923, Freud recuerda este momento enfatizando la “considerable restricción que desde el punto de vista médico significaba para la aplicación del procedimiento catártico el escaso número de las personas que pueden ser puestas en estado de hipnosis profunda. Por estas razones, el autor se decidió a abandonar la hipnosis” (p. 233). En el momento de realizar estas modificaciones Freud se representaba el desarrollo de su técnica psicoterapéutica como una doble emancipación desde la primitiva «sugestión hipnótica»: en primer lugar, liberándose de la sugestión cuando arribó al método catártico. En segundo lugar, liberándose de la hipnosis. En 1904 Freud lo escribió así: «El método catártico ya había renunciado a la sugestión; Freud emprendió el segundo paso: abandonar la hipnosis» (p. 238). Años más tarde sostendrá una opinión similar: «Por eso me fue lícito decir, también, que el psicoanálisis propiamente dicho empezó cuando se renunció a la ayuda de la hipnosis» (Freud, 1917a, p. 267) Un año más tarde, Freud lograba oponer de manera diametral la primera técnica sugestiva con la actual técnica analítica. Está última se plantea como una técnica en sumo depurada que no adolecía de (i) la variabilidad en la duración de los efectos, como en la técnica sugestiva; ni de (ii) la variabilidad en la susceptibilidad a la hipnosis que presentan los enfermos, como en el método catártico. Pero sí conservaba de esta última, el afán investigativo y revelador de los mecanismos patógenos que buscaba desmontar. Para efectos ilustrativos, Freud se servirá de la siguiente comparación: En verdad, entre la técnica sugestiva y la analítica hay la máxima oposición posible: aquella que el gran Leonardo da Vinci resumió, con relación a las artes, en las fórmulas
per via di porre y per vía di levare. La pintura, dice Leonardo, trabaja per via di porre; en efecto, sobre la tela en blanco deposita acumulaciones de colores donde antes no estaban; en cambio, la escultura procede per via di levare, pues quita de la piedra todo lo que recubre las formas de la estatua contenida en ella. De manera en un todo semejante, señores, la técnica sugestiva busca operar per via di porre; no hace caso del origen, de la fuerza y la significación de los síntomas patológicos, sino que deposita algo, la sugestión, que, según se espera, será suficientemente poderosa para impedir la exteriorización de la idea patógena. La terapia analítica, en cambio, no quiere agregar ni introducir nada nuevo, sino restar, retirar, y con ese fin se preocupa por la génesis de los síntomas patológicos y la trama psíquica de la idea patógena, cuya eliminación se propone como meta (Freud, 1905, p. 250)
Doce años más tarde utiliza una imagen algo diferente para ilustrar la misma idea: «La terapia hipnótica busca encubrir y tapar algo en la vida anímica; la analítica, sacar a luz y remover algo. La primera trabaja como una cosmética, la segunda como una cirugía» (Freud, 1917c, p. 410) Relevancia de la relación con el médico Llegado a este punto de la evolución de su técnica psicoterapéutica, Freud bien habría podido contentarse con la conquista alcanzada y haber considerado la sugestión como un capítulo cerrado de la prehistoria del psicoanálisis. Sin embargo, la revisión crítica que realiza sobre aquello donde residía la eficacia de las técnicas anteriores, le permite reconsiderar el valor de la sugestión. En la revisión que efectúa sobre la eficacia del método catártico va a señalar: «Es verdad que la desaparición de los síntomas se producía paralelamente a la catarsis, pero el resultado global demostró ser por entero dependiente del vínculo del paciente con el médico; se comportaba, por tanto, como un resultado de la «sugestión», y si este vínculo se destruía, volvían a emerger todos los síntomas como si nunca hubieran tenido solución» (Freud, 1923, p. 233) Nótense dos aspectos relevantes de esta declaración: el primero, que enfatiza la relevancia que reviste el vínculo del paciente con el terapeuta para la desaparición de los síntomas. Condición necesaria e indispensable, sin la cual los síntomas podrían retornar. El segundo es que reconoce el valor «sugestivo» en este vínculo. En primera instancia nos podría parecer curioso que Freud invoque un supuesto carácter sugestivo del método catártico, pues ya no se vería con tanta claridad qué sería aquello de lo
que resignó cuando abandonó la «sugestión hipnótica» en favor del método de Breuer. En realidad, este retorno de la sugestión parece atender al esclarecimiento que ha logrado Freud (1917b) respecto del fundamento de su eficacia: “Bernheim nunca pudo decir qué era en verdad la sugestión y cómo se producía. Para él constituía un hecho básico, acerca de cuyo origen no podía aclarar nada. No advirtió que la «sugestibilité» provenía de la sexualidad, de la actividad de la libido” (p. 405-6) De esta forma, Freud logra identificar los cimientos anímicos de la sugestión: estos se encuentran en el factor sexual. Nos arriesgaremos a afirmar que esta idea de Freud no es nueva para él. Muchos años antes, cuando aún no desarrollaba la noción de transferencia, ya había intuido la relación entre la «sugestionabilidad» y la condición del amor. En un texto todavía anterior al psicoanálisis, Freud (1890) señala: Observación al pasar: una credulidad como la que el hipnotizado presta a su hipnotizador sólo la hallamos, en la vida real, fuera de la hipnosis, en el niño hacia sus amados padres; y una actitud semejante de la vida anímica de un individuo hacia otra persona con un sometimiento parecido, tiene un único correspondiente, pero válido en todas sus partes, en muchas relaciones amorosas con entrega plena. La conjunción de estima exclusiva y obediencia crédula pertenece, en general, a los rasgos característicos del amor (p. 127)
El carácter sugestivo de la técnica analítica Al reconsiderar la importancia de la sugestión, Freud no hace sino retornar a una antigua propuesta en favor del desarrollo de una psicoterapia de carácter científico. Esto es, apropiarse deliberadamente del factor sugestivo en beneficio del tratamiento: Nosotros, los médicos, todos ustedes, por tanto, cultivan permanentemente la psicoterapia, por más que no lo sepan ni se lo propongan; sólo que constituye una desventaja dejar librado tan totalmente a los enfermos el factor psíquico de la influencia que ustedes ejercen sobre ellos. De esa manera se vuelve incontrolable, indosificable, insusceptible de acrecentamiento. ¿No es entonces lícito que el médico se empeñe en apropiarse de ese factor, servirse deliberadamente de él, guiarlo y reforzarlo? A esto, y sólo a esto, los alienta la psicoterapia científica (Freud, 1905, p. 248)
Ahora se encuentra en condiciones de reconocer el lugar de la operación sugestiva al interior de la técnica psicoanalítica. Se relaciona con el vínculo de carácter libidinal que se establece entre el paciente y el terapeuta. Dicho de otra manera, toma su lugar al interior de la transferencia:
«En esa medida confesamos sin ambages que los resultados del psicoanálisis se basaron en una sugestión; sólo que por sugestión es preciso comprender lo que con Ferenczi (1909) hemos descubierto ahí: el influjo sobre un ser humano por medio de los fenómenos trasferenciales posibles con él» (Freud, 1912, p. 103). Reconocido el valor sugestivo en la técnica psicoanalítica, queda por aclarar cuál es la función que se le otorga. Por cierto, que ya no se tratará de aquella de prohibición de los síntomas que le ocupó en los primeros años. Ahora se tratará de una más específica, asociada a “cumplir un trabajo psíquico que tiene por consecuencia necesaria una mejoría duradera de su situación psíquica” (Freud, 1912, p. 103). O tal como se lo plantea a su interlocutor imaginrio en su texto sobre la posibilidad del análisis lego: “Ya le he dicho a usted para qué usamos ese influjo «sugestivo» particularmente grande. No para la sofocación de los síntomas —es lo que distingue al método analítico de otros procedimientos psicoterapéuticos—, sino como fuerza pulsional para mover al yo del enfermo a superar sus resistencias” (Freud, 1926, p. 210) Así, el terapeuta aprovecha la sugestión para llevar al paciente a trascender el límite de aquellas resistencias que le impiden seguir progresando en el trabajo analítico. Freud llegará a caracterizar la combinación transferencia-sugestión como decisiva en el éxito de un tratamiento. El vínculo libidinal infunde al paciente con el impulso, diremos incluso: la valentía necesaria para enfrentar sus conflictos: Si el enfermo tiene que librar, batalla por batalla, el conflicto normal con las resistencias que le hemos revelado en el análisis, necesita de una impulsión poderosa que influya sobre la decisión en el sentido deseado por nosotros, el que lleva al restablecimiento. […] Lo que decide el resultado de esta lucha no es su penetración intelectual —que no es lo bastante intensa ni libre para semejante logro—, sino únicamente su relación con el médico. […] Sin esa trasferencia, o si ella es negativa, ni siquiera prestaría oídos al médico o a sus argumentos. (Freud, 1917b, p. 405)
Preguntas finales: límites de la sugestión Hemos seguido la trayectoria de la noción de sugestión en la obra de Freud: desde su interés inicial como técnica terapéutica que eliminaba los síntomas a través de la prohibición en la «sugestión hipnótica», y durante su abandono temporal en favor del «método catártico» que ofrecía mejores resultados y una mayor intelección de los fenómenos psicopatogénicos. Más tarde, con el desarrollo de la técnica psicoanalítica y la reflexión sobre los fundamentos de su
eficacia, logra recobrar la relevancia de la sugestión y la vincula al poder que ofrece la transferencia para, junto a ella, vencer las resistencias que obstaculizan el trabajo de la cura. Aun cuando la presente exposición no tiene un carácter exhaustivo, dejaremos planteadas algunas interrogantes que la extensión de esta reflexión nos impiden seguir abordando. Ellas surgen en relación a la finalización de la cura y, en particular, a lo que Freud (1917c) identifica como el “desmontaje” de la transferencia: En el fondo, es este último rasgo el que separa el tratamiento analítico del basado puramente en la sugestión, y el que libra a los resultados analíticos de la sospecha de ser éxitos de sugestión. En cualquier otro tratamiento sugestivo, la trasferencia es respetada cuidadosamente: se la deja intacta; en el analítico, ella misma es objeto del tratamiento y es descompuesta en cada una de sus formas de manifestación. Para la finalización de una cura analítica, la trasferencia misma tiene que ser desmontada; y si entonces sobreviene o se mantiene el éxito, no se basa en la sugestión, sino en la superación de resistencias ejecutada con su ayuda y en la trasformación interior promovida en el enfermo (p. 412)
Si acordamos —por un parte— en que la sugestión obtiene su eficacia de la impulsión tranferencial, y señalamos —por otra— que para la finalización de una cura analítica la transferencia misma tiene que ser desmontada; se sigue entonces que en el decurso de un tratamiento buscaremos desmontar el mismo cimiento (transferencia) sobre el que se erige una de nuestras herramientas principales (sugestión). Aventuramos que, esto que pudiera parecer contraproducente, pareciera ser el justo precio que debe pagar un análisis por la influencia de la que ha gozado sobre el paciente. A fin de cuentas, no es lícito que el análisis aspire a una soberanía sobre el paciente, un estado indefinido de sugestión sobre él. Muy por el contrario, y como señalara Freud, en última instancia «velamos por la autonomía última del enfermo aprovechando la sugestión» (1912, p. 103)
Referencias bibliográficas Freud, S. (1890). Tratamiento psíquico (tratamiento del alma). En Obras Completas (Vol. 1, p. 111–132). Buenos Aires: Amorrortu Editores. Freud, S. (1891). Hipnosis. En Obras Completas (Vol. 1, pp. 133–146). Buenos Aires: Amorrortu Editores. Freud, S. (1904). El método psicoanalítico de Freud. En Obras Completas (Vol. 7, pp. 233–242). Buenos Aires: Amorrortu Editores. Freud, S. (1905). Sobre psicoterapia. En Obras Completas (Vol. 7, pp. 243–258). Buenos Aires: Amorrortu Editores. Freud, S. (1912). Sobre la dinámica de la trasferencia. En Obras Completas (Vol. 12, pp. 93–106). Buenos Aires: Amorrortu Editores. Freud, S. (1914). Contribución a la historia del método psicoanalítico. En Obras Completas (Vol. 14, pp. 1–64). Buenos Aires: Amorrortu Editores. Freud, S. (1917a). 19a conferencia. Resistencia y represión. En Obras Completas (Vol. 16, pp. 262– 276). Buenos Aires: Amorrortu Editores. Freud, S. (1917b). 27a conferencia. La trasferencia. En Obras Completas (Vol. 16, pp. 392–407). Buenos Aires: Amorrortu Editores. Freud, S. (1917c). 28a conferencia. La terapia analítica. En Obras Completas (Vol. 16, pp. 408– 440). Buenos Aires: Amorrortu Editores. Freud, S. (1919). Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica. En Obras Completas (Vol. 17, pp. 151–164). Buenos Aires: Amorrortu Editores. Freud, S. (1923). Dos artículos de enciclopedia: «Psicoanálisis» y «Teoría de la libido». En Obras Completas (Vol. 18, pp. 227–254). Buenos Aires: Amorrortu Editores. Freud, S. (1926). ¿Pueden los legos ejercer el análisis? En Obras Completas (Vol. 20, pp. 165–24). Buenos Aires: Amorrortu Editores.
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