Alfred Kuen - Como Estudiar
April 24, 2017 | Author: Raymer Xool Sáenz | Category: N/A
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Como estudiar...
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grandes Dios. Aui (v. 1 Jn. y confies com o a s si pecad nuevo, e le adora gozo.
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editorial clie * CLASIFIQUESE: TEMAS VARIOS * REF. 223558 * ISBN 84-7645- 522-4 *
cubierta LM/SG
Alfred Kuen, profesor del prestigioso «Instituto Bíblico Ernaüs», de Suiza, observó la dificultad con que se enfren taban muchos estudiantes que habían ingresado en el Seminario con el propósito de servir al Señor pero que, debido a circunstancias personales, al proceder del mundo laboral, carecían de preparación universitaria y, por tanto, necesitaban que se les iniciara en las técnicas de base de la «profesión estudiantil». Empezó por facilitarles unas hojas de «consejos prácti cos» que con el tiempo se fueron ampliando hasta culminar en el presente manual. Un libro de gran valor práctico cuya eficacia ha sido probada y demostrada en numerosas promociones de estudiantes. La obra que ha sido pensada para estudiantes de teología, es valida para cualquier estudiante pues la mayor parte de los consejos que contiene tratan específicamen te de técnicas de estudio, que son válidos para todo tipo de fomación, por lo que es útil para toda clase de estudian tes. Desde la alimentación adecuada y descanso preciso para el estudiante hasta la forma correcta de redactar una tesis; la fijación de objetivos, lugar e instrumentos, organización del trabajo del tiempo, como sacar más provecho de la lectura, como tomar apuntes, como emplear la biblioteca. Un sinfín de técnicas y consejos prácticos van desfilando por sus páginas de forma tan amena que su lectura se I-----apasionante. UN LIBRO EXCELENTE QUE TODOS LOS PROFE RES DEBERÍAN INVITARLES A RELEER A SUS ALL NOS
CÓMO ESTUDIAR M étodos de trabajo intelectual
Sagradalectura.blogspot
Libros CLIE Galvani, 113 08224 TERRASSA (Barcelona) CÓMO ESTUDIAR -Métodos de trabajo intelectalClasifíquese: TEMAS VARIOS Referencia: 22.35.58 © 1981 by Editions Emmaüs Traducción del francés: Santiago Escuain Depósito Legal: B. 38.705-1991 ISBN 84-7645-522-4 Impreso en los Talleres Gráficos de la M.C.E. Horeb, E.R. n- 265 S.G. -Polígono Industrial Can Trias, c/Ramón Llull, s/n- 08232 VILADECAVALLS (Barcelona) Printed in Spain
INDICE TEMATICO
I ntr o d u cc ió n ...............................................................................7
Para qué estudiar................................................... 9 La profesión de estudiante................................... 15 La higiene del estudio..........................................17 El lugar y los instrumentos de trabajo................. 25 La organización del trabajo..................................33 Fijación de objetivos........................................... 45 Organizando el tiempo.........................................53 Cómo leer provechosamente un libro de estudio..69 Por qué y cómo tomar apuntes............................ 81 Cómo emplear la biblioteca................................. 89 Cómo redactar un estudio....................................95 La clasificación de los documentos....................103 La ordenación de los documentos.......................117 B ibliografía
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INTRODUCCIÓN
Estos «sencillos consejos para estudiar» se dirigían ori ginalmente a los estudiantes del Instituto Bíblico Emaús, y se incluían en el curso de metodología enseñada al comienzo del primer año. Algunos de estos estudiantes no habían hecho estudios secundarios, y por ello necesitaban que se les iniciara en las técnicas de base de «la profesión estudiantil». Otros, que habían pasado varios años como estudiantes, manifestaban que jamás se habían beneficiado de una en señanza sistemática acerca de los métodos de estudio. Fue mediante sus propios ensayos sucesivos que cada uno se había hecho con unas ciertas reglas de estudio. Así, nos encontramos bajo las mismas demandas de estudiantes de diversas procedencias, especialmente de los de las facultades de teología: «Necesitamos algunos consejos para abordar de mejor manera nuestros estudios.» Así, estas páginas se dedican en primer lugar a los estu diantes, y más especialmente a los que querrían aprovechar al máximo el tiempo para servir mejor a Dios. Por otra parte, cada cristiano es llamado a ser un testimonio calificado, «pertrechado para toda buena obra» (2 Ti 3:17), por lo que cada uno debería dedicar una parte de su tiempo disponible a una formación cristiana, y estos consejos también pueden serle útiles. Se debe precisar que la mayor parte de estos consejos no tratan de manera específica de estudios bíblicos y teológicos, sino que son válidos para todo tipo de for 7
mación. Todos los cristianos que estén introducidos en es tudios secundarios o superiores podrán igualmente aprove char la mayoría de las sugerencias aquí dadas, para llegar a ser, dentro de su campo de actividad, siervos competentes que honren a su Maestro.
Capítulo 1 PARA QUÉ ESTUDIAR En ciertos círculos cristianos se contemplan todos los estudios con sospechas. «El conocimiento hincha» (1 Co 8:1). Con frecuencia, el estudio teológico hace perder la fe. La experiencia demuestra que ha habido jóvenes cristianos que han emprendido estudios elevados en uno u otro campo que se han apartado de Dios y de la Iglesia. Enorgullecidos de su sapiencia y de la posición social que ésta les había procurado, han cedido a la tentación de apartarse de sus ignorantes hermanos y de la asamblea de los creyentes. Nuestros mayores invocaban a menudo el siguiente argu mento: El mismo Jesús «no estudió» (Jn 7:15), sino que se mantuvo como carpintero (Mr 6:3), y por tanto: Imitad su ejemplo, «condescendiendo con los humildes» (Ro 12:16). Desde luego, hay algunos elementos de verdad y de ex periencias engañosas tras estas afirmaciones, pero esta ac titud no es enseñada en la Palabra de Dios. Aunque el verbo estudiar no aparece en nuestras Biblias más que en el pasaje ya mencionado de Juan 7:15, podemos ver que en el libro de Esdras este servidor de Dios es en comiado por haber «preparado su corazón para escudriñar la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos» (Esd 7:10). Y el conocimiento resultante del estudio era enormemente apreciado en Israel (Pr 1:4; 2:6, 10; 5:2; 13:16; Dn 12:4). Las palabras de Dios eran consideradas como «dulces más que la miel», como se nos dice en los Salmos, y en Proverbios se añade: «Si la 9
hallas [la sabiduría] tendrás recompensa, y al fin tu esperanza no se verá defraudada» (Pr 24:14). El conocimiento no es más que un aspecto de algo de mucho más valor y de mucha mayor importancia que la Biblia llama la Sabiduría. En ella se comprenden entre otras cosas el discernimiento, la pru dencia, la reflexión, el buen sentido: cualidades importantes que pueden también desarrollarse mediante el estudio. Ahora bien, para los autores de la Escritura la sabiduría es el bien supremo; adquirirla «es mejor que la ganancia de la plata, y sus rentas mayores que las del oro fino... Largura de días hay en su mano derecha; en su izquierda, riquezas y honra. Sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz» (Pr 3:14-17; cf. 4:3-19; 8:1-36; 9:1-6). Mediante el estudio se nos hace disponible la experiencia de miles de personas, se estimula y corrige nuestra reflexión, se afina nuestro discernimiento, nuestro buen sentido se nutre de innumerables ejemplos, se motiva a nuestra prudencia y se estimula nuestro espíritu de iniciativa. Y es el estudio de la Biblia, ante todo, lo que produce en nosotros estos frutos. ¿Es necesario efectuar estudios secundarios o superiores? Después de los años de enseñanza obligatoria, cada uno confronta este interrogante: ¿Es necesario proseguir los es tudios? Esta pregunta se puede observar desde diferentes perspectivas. La respuesta depende de las dotes, de la motivación y en parte de los medios materiales disponibles, de las condiciones familiares, geográficas, etc. Podemos hacer algunas preguntas para que sirvan de ayuda a ver con mayor claridad hacia qué dirección vamos a orientamos: ¿Me alientan a proseguir los profesores que me conocen bien? ¿Me gusta estudiar, profundizar un tema consultando libros? ¿Qué espero de mis estudios? ¿De este o aquel diploma? ¿Podré servir mejor a Dios si lo hago? 10
¿Tendré más tiempo disponible? ¿Mayor influencia? ¿Más contactos o más profundos, y por ello más posibilidades de testimonio? ¿O en cambio me siento atraído por el prestigio, el poder o las ventajas materiales? ¿No impondré dema siados sacrificios a mi familia inmediata? ¿Están estos sa crificios justificados por el resultado esperado? En principio, el cristiano tiene la responsabilidad de hacer fructificar todos sus dones y de emplearlos a la gloria de Dios. Si ha recibido dones intelectuales y los medios para desarrollarlos, un día tendrá que dar cuenta del empleo que ha hecho de las capacidades que le han sido entregadas (en cuanto a esto, repásense las parábolas de los talentos y de las minas: Mt 25:14-30; Le 19:11-28). Los buenos estudios forman el espíritu: las ciencias humanas nos ayudan a conocemos mejor a nosotros mismos y a aquellos que nos rodean. Las otras ciencias nos dan el hábito de razonar de manera correcta, y esto es de gran valor. Nos ayudan a descubrir el mundo, a inventar, a analizar y a supervisar. Todas estas cualidades nos serán de ayuda para nuestro ministerio cristiano y nuestra vocación. El mundo tiene necesidad, en todos los campos de la actividad humana, de hombres y mujeres serios y competen tes que apoyen su testimonio para Cristo con una excelente formación profesional que dé a sus palabras la autoridad necesaria. Su entrega a Jesucristo libera a los cristianos de las pasiones y codicias que esclavizan a la mayoría de nuestros jóvenes contemporáneos; de esta manera quedan más disponibles para estudios difíciles. Es por esto que con razón se puede esperar de ellos que se clasifiquen entre los mejores estudiantes — sobre todo si se lanzan a sus estudios con una actitud justa y con un buen método— . Y ésta es la ayuda que quisiera darles este libro.
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¿Es necesario estudiar la Biblia? Dios se sirvió de hombres carentes de cultura para trans mitirnos su mensaje: de Amos, que era un sencillo boyero y «cultivador de sicómoros»; de Pedro y Juan, pescadores galileos, y de muchos otros. Pero también empleó a un Moisés, que había sido instruido en todas las ciencias de los egipcios; a un Isaías, escriba y archivero de la corte real; a Daniel, que tuvo todas las ventajas de una instrucción su perior en todas las ciencias babilónicas; a Pablo, que había estudiado a los pies del más eminente doctor de su época. Su profundo conocimiento de los textos bíblicos e incluso de autores griegos profanos le ayudaron en su proclamación del Evangelio, y fueron empleados por el Espíritu Santo en la redacción de escritos de inspiración divina (cf. Ro 3:1018; 8:36; 9:29 y ss; Hch 17:28; Tit 1:12). Todo lo que nos ayuda en particular a comprender mejor la Palabra de Dios y a aplicarla mejor a nuestras vidas tiene su aprobación. Jesús no reprochó a los fariseos por «es cudriñar las Escrituras» (Jn 5:39), sino por no haber llegado a su consecuencia lógica, esto es: acudir a El para tener la vida eterna. Lucas encomia a los judíos de Berea, que «recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras, para ver si estas cosas eran así» (Hch 17:11). Daban tiempo a este examen para investigar los textos, repasarlos, reflexionando acerca de su contexto, com parándolos con otros pasajes, orando, y sacar conclusiones. Y el estudio de la Biblia, ¿no es precisamente esto? Si además tenían curiosidad y la posibilidad de completar' sus investigaciones mediante datos históricos, tenían en sus manos lo esencial del equipo de un buen estudiante de teología (pues que ya tenían un buen conocimiento de griego y de hebreo). Pablo demanda de los ancianos que sepan «exhortar con sana doctrina y redargüir a los que contradicen» (Tit 1:9). 12
Ahora bien, el conocimiento indispensable para estas dos actividades no lo recibimos por infusión, sino que su adqui sición demanda tiempo, esfuerzo, aplicación y disposición a prestar oído. Y justifica en nuestros días un esfuerzo serio de estudio para distinguir la «sana doctrina» de todas sus falsificaciones y para conocer las diferentes clases de contradictores y sus enseñanzas. Y éstas, desde luego, se han multiplicado hasta el infinito desde el primer siglo. No olvidemos que la Biblia ha sido redactada desde hace muchos siglos (entte el siglo xv a.C. y el siglo i d.C.). Un cierto número de conocimientos del contexto histórico y cultural de sus nairaciones facilitan mucho su comprensión. Algunos de ellos se obtienen con una lectura atenta del conjunto de los libros bíblicos, siguiendo el ejemplo de Esdras, esto es, «preparando nuestro corazón para escudriñar la ley de Jehová y para cumplirla». Otros conocimientos nos son transmitidos por comentarios, cursos, conferencias. No podemos apropiamos de ellos para transmitirlos a otros sin un esfuerzo perseverante de lectura y estudio. Hemos in dicado, en «Cómo estudiar la Biblia», diferentes razones por las que creemos que Dios nos demanda que la estudiemos, que la meditemos. No es en absoluto un libro fácil; por su parte, el Espíritu Santo actúa para ayudamos, iluminamos, conducimos, pero su comprensión exige también «poner toda diligencia» (2 P 1:5). Jesús, y los apóstoles, tuvieron que esforzarse considerablemente para conocerla; no tenían, como nosotros, una Biblia al alcance de la mano, y sin embargo citaron abundantemente los libros del Antiguo Testamento. El estudio de la Biblia nos da a conocer la voluntad de Dios y comprender su plan, nos permite crecer con armonía, guardamos del error y de la caída, y nos capacita para ayudar a los demás (véase Comment étudier laBible [Cómo estudiar la Biblia], págs. 5-16). Podemos estudiar las Escrituras a nivel individual, con 13
libros, casetes o cursos por correspondencia, o podemos también decidir dedicar uno o más años en alguna institución especializada de formación bíblica (ver «Cómo formarse»). Algunos cristianos le temen a un estudio profundo de la Biblia. Tienen en su espíritu el ejemplo de jóvenes creyentes que han perdido la fe con el estudio de la teología. Si así ha sido, se debe a que sus estudios estuvieron mal orientados. Si la Biblia es la Palabra de verdad, nada tiene que temer de las investigaciones humanas. Efectivamente, sabios de todas las disciplinas la han pasado por el crisol de un examen exhaustivo y su credibilidad ha salido victoriosa de todas estas pruebas. Los estudios teológicos serios no se contentan con suscitar problemas y enseñar todas las hipótesis de ciertos teólogos que han creído encontrar fallida la Palabra de Dios; transmiten también las respuestas dadas a estas cuestiones por los especialistas que han demostrado la inerrancia de la Biblia. Los institutos bíblicos y las facultades evangélicas de teología han sido creadas para responder a esta necesidad de formación y de estudio profundo de la Biblia. El conocimiento adquirido por el estudio puede tentar a su poseedor a la soberbia, si amasa un cierto saber para ser superior a otros o para obtener diplomas. El verdadero estudio está motivado por la necesidad de conocer la verdad. Así que el que progresa hacia ella se da cuenta, en esta medida, de la extensión de su ignorancia. El verdadero conocimiento siempre lleva a una mayor humildad. Los grandes sabios como Pascal, Pasteur y muchos otros han sido profundamente humildes delante de Dios y de los hombres.
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Capítulo 2 LA PROFESIÓN DE ESTUDIANTE Estudiar es una profesión como cualquier otra. La única diferencia es que sólo se ejerce durante algunos años en el curso de una vida — al menos a dedicación total— . Es una profesión apasionante y variada, que nos pone en contacto con el saber acumulado a lo largo de los siglos por hombres de todas las naciones y culturas. En contraste a la mayoría de las otras profesiones, no nos limita a una fastidiosa tarea rutinaria; nunca se hace dos veces exactamente el mismo trabajo; los temas cambian incesantemente, los métodos son infinitamente diversos, la información y las técnicas nos llegan por conductos múltiples y variadísimos. Ser estudiante es un privilegio: mientras que tú amasarás un saber que enriquecerá tu vida y que te preparará para un porvenir interesante, otros de tu edad estarán trabajando simplemente para ganarse la vida, consagrando su tiempo y fuerzas a tareas a menudo monótonas y fastidiosas. Jean Guéhenno, hijo de un zapatero y de una costurera, era un aprendiz de electricista. A veces sus trabajos lo llevaban a un instituto en el que compañeros de su misma edad con tinuaban sus estudios. Los envidiaba tanto que se puso a estudiar por su cuenta. Mediante un esfuerzo perseverante y casi sobrehumano adquirió poco a poco el saber que a otros se les ofrecía en bandeja. Logró entrar en la Escuela Normal Superior, de la que llegó a ser posteriormente director, después de haber sido inspector general de la Enseñanza Pública. Su ejemplo es estimulante para los que tienen el 15
privilegio de emprender estudios en su juventud, y un aliento para los que quieren recuperar años perdidos. Es también una profesión difícil y esclavizante. El tra bajo intelectual es «una lucha,, hecha de enorme paciencia, de indiferencia estoica frente al sufrimiento, a las priva ciones, a las contrariedades» (J. Payot). Demanda mucho dominio propio para dominar las causas de las distracciones y forzar el espíritu a concentrarse sobre la materia a asimilar o a memorizar. La lectura-estudio no se parece en nada a la lectura-distracción, la única que conoce la mayor paite de la gente. La audición de un curso con toma de notas es una actividad intelectual intensa. La comprensión de un texto difícil moviliza todas las energías disponibles. Pero es una profesión que se aprende como todas las demás. Si has visto trabajar a un enyesador, ebanista o albañil, te has quedado seguramente asombrado por la aparente facilidad con la que llevan a cabo sus tareas. Prueba de imitarlos: con todos vuestros esfuerzos lo único que haréis será estropear el material. ¿A qué se debe esta diferencia? El artesano ha aprendido su profesión, esto es, la ha visto hacer, se ha esforzado durante mucho tiempo y ha refinado su técnica con una cuidada reflexión. La profesión de es tudiante comporta también un cierto número de técnicas y de formas de actual- que conviene dominar para llegar a un buen rendimiento. De ellas se tratará en las páginas si guientes.
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Capítulo 3 LA HIGIENE DEL ESTUDIO «Todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible...» (1 Ts 5:23). El ser humano entero, espíritu, alma y cuerpo, está implicado en el estudio. Por mucho que la adquisición de conocimientos sea esencialmente una operación mental (y por ello de la psyque, del alma), el espíritu y el cuerpo aportan sus contribuciones. a) La parte del espíritu El estudio intelectual es espiritualmente desecante, in cluso si su objeto es la Palabra de Dios. Nunca puede tomar el puesto de la meditación personal de la Biblia, de la oración ni de la actividad por el Señor. Si la vida espiritual decae, el estudio de la Biblia pierde su motivo. En aquella medida en la que uno cultive la comunión con Dios, uno estudiará con tanto más celo, por cuanto sabe que todo lo que haga servirá para la tarea futura. Ejercitarse en la piedad (1 Ti 4:8) significa consagrarse el tiempo necesario para el recogi miento personal, para la meditación de la Biblia, reuniones de oración, la vida en Iglesia y actividades espirituales. El momento de recogimiento matutino no es tiempo perdido para el estudio. Al contrario, lo hace más fecundo y aumenta nuestro rendimiento. Efectivamente, no hay nada 17
que dificulte tanto nuestra facultad de concentración como nuestros problemas no resueltos: una mala conciencia, el temor al futuro, malos sentimientos contra los que nos ro dean, afectos culpables». Todo esto lo podemos presentar a Dios y recibir de parte de Él el poder para ponerlo en orden para que nuestro espíritu quede liberado para el estudio. Podemos así presentarle el trabajo de nuestro día y pedir su bendición sobre cada fase de nuestro estudio. Decía Lutero: «Si tengo delante de mí un día en el que tengo una cantidad excepcional de trabajo que hacer, me tomo el doble de tiempo para la oración.» b) La parte del cuerpo Pasajes a leer y meditar: 1 Corintios 6:15, 19-20; 9:27; 1 Tesalonicenses 4:4; 1 Timoteo 4:8. Es tan peligroso menospreciar el cuerpo como sobrevalorarlo. Se trata tan sólo de un siervo que debe quedarse en su lugar. Sin embargo, para prestar un buen servicio ha de estar en buena forma.-La experiencia nos enseña que no está de más recordar algunas reglas elementales. - Cerciorarse de que se da una alimentación equilibrada y suficiente. Dejar un cierto intervalo de tiempo para el organismo entre la comida principal y un esfuerzo intelectual intenso. Evitar azúcares y excitantes (café, té), que crean fácilmente hábitos a los que nos arriesgamos de volvemos dependientes. Beber suficientemente (un mínimo de un litro diario), preferentemente entre las comidas. - La mañana se dedica generalmente al trabajo intelectual más intensoiEl desayuno continental clásico (café con leche y pastas) no es lo ideal para proveer de las calorías necesarias. El desayuno americano)con diversos cereales mezclados ocasionalmente con queso fresco y frutases más conveniente para los trabajadores intelectuales (¡y a los demás!). Un jugo 18
de naranja o de lima aporta las vitaminas C necesarias para el día. - Nuestras células nerviosas necesitan más magnesio durante el trabajo intelectual; si es necesario, complemen tarlo con un aporte suplementario en forma de comprimidos. - Un descanso suficiente: De 7 a 8 horas de media. El trabajo intelectual exige más horas de sueño que el físico. «El sueño de antes de medianoche cuenta el doble.» Es importante mantener un ritmo regular. Algunos otros consejos probados: I - La cama ha de ser suficientemente dura (poner una plancha de madera entre el somier y el colchón). ¿L - El oxígeno es un factor importante para un buen sueño: | si es posible, dormir con la ventana abierta. - Prepararse para dormir evitando los trabajos demasiado v fatigosos (creativos) o enervantes (mecanografía) durante las dos horas antes de irse a la cama. 3 - En caso de insomnio, evitar acudir enseguida a medicamentos que crean fácilmente dependencias. Ensayar los _ viejos remedios: un paseo o un baño.(como mínimo un baño ^ de pies) antes de ir a dormir, un tazón de leche tibia o una ' tila... ¿/r r «Una buena conciencia es la mejor almohada» ÍProverbio alemán). - Ejercicio físico regular, sobre todo ejercicios de respi ración (entre los cursos), actividades al aire libre'deporte. Si Pablo dijo que «el ejercicio corporal para poco es pro vechoso» es porque lo compara con el ejercicio de la piedad, mucho más provechoso, pero sin negar su utilidad. Lite ralmente dice: la gimnasia del cueipo es provechosa para un poco. Sin un cuerpo robusto, no hubierajpodido afrontar los rigores de su ministerio (2 Co 11:22-28) a pesar de su aguijón en la carne. Nada estimula tanto la actividad cerebral como algunos ejercicios físicos. Si uno puede comenzar su jomada con *
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algunos ejercicios físicos o un cuarto de hora de «jogging» y una buena ducha, estará en forma para varias horas. Se pueden también encontrar a lo largo del día ocasiones para ejercitar los músculos atrofiados de muchos de los inte lectuales: hacer boicot a los ascensores, cambiar el uso del automóvil por el de la bicicleta o andar. Si el trayecto es demasiado largo, siempre puede uno bajar algunas paradas antes de la llegada o aparcar el automóvil un kilómetro antes de llegar a la facultad y completar el trayecto a pie. Una vez por semana se debería practicar una actividad deportiva más a fondo: Un trayecto de salud, una marcha larga o un trayecto en bicicleta, un partido de balonvolea o de balompié, natación... - El trabajo manual es un derivado excelente del trabajo intelectual al mismo tiempo que un estimulante: «El hombre piensa porque tiene manos», decía Anaxágoras. Personal mente, nada me encanta tanto como un trabajo de mar quetería, baldosado o jardinería. Durante el paseo, los pensamientos continúan dando vueltas, pero durante el trabajo se desvían a un objeto muy diferente. Otros se dedican a la pintura o tocan un instrumento. A cada uno le toca hallar su «violín de Ingres.» - Una buena ventilación: Trabaja con las ventanas abiertas, o al menos airea cada hora. La memoria U'abaja mal con una atmósfera viciada. «El oxígeno es el mejor auxiliar jfc del Espíritu Santo» (Spurgeon). Respira a menudo y a fondo. «El trabajo mental provoca el consumo de una gran cantidad de oxígeno por parte del organismo» (P. Nyssens, pág. 45). - Una iluminación adecuada: Suficiente, pero nojiemasiado intensa, y que venga si es posible de la izquierda (para los diestros). Los dolores de cabeza pueden estar ocasionados por una vista insuficiente. Se debe hacer ve rificar por un oculista cuando sea necesario. - Una buena higiene general: La piel participa en la
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eliminación de las toxinas, por lo que se debe hacer un buen uso de agua vjabón. El apóstol Pablo trataba «severamente» su cuerpo para tenerlo «sujeto». «Trato severamente a mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre» (1 Co 9:27). Demandaba de cada uno que lo supiera «tener» o «alcanzar un perfecto dominio» sobre él (1 Ts 4:4). Estos consejos suponen una manera de vivir muy distinta de aquella a la que nos ha habituado la civi lización moderna e implican un esfuerzo de voluntad per severante que va en sentido opuesto al de nuestras tendencias naturales. El resultado, «un dominio perfecto de su cuerpo», l vale la pena, sobre todo en una época en la que es prin cipalmente el cueipo lo que gobierna a la mayor parte de nuestros contemporáneos. c) La parte del alma (psyque) La psicología clásica distingue en nuestro ser mental la inteligencia, los sentimientos y la voluntad. La inteligencia es el instrumento principal para el estu dio. Es un don de DiosTEspor ella que se ve más claramente nuestra semejanza con Dios: los animales están también dotados de sentimientos y de voluntad, pero en la mayoría de ellos el instinto toma el lugar de la inteligencia, y aquellos a los que llamamos «inteligentes» ño poseen nada más que ciertos aspectos rudimentarios de la inteligencia humana. ( Así, no la menospreciemos, como es costumbre dentro de ciertos medios pietistas. En su libro Creer es también pensar (Certeza), J. Stott se ha esforzado en rehabilitarla frente a sus detractores (un buen libro para leer).J La inteligencia no es una cualidad estática: la memoria se cultiva., la imaginación se desarrolla y el juicio se ejercita mediante ei uso (cf. He 5:14). Somos responsables de de sarrollar este don como en el caso de los demás, y de que 21
1 lleve los frutos que Dios espera. Una buena memoria nos será de utilidad eñ~el ministerio (memorización de versículos bíblicos, de sermones, de nombres de personas...). La ima ginación enriquecerá nuestros mensajes, nuestras reuniones 3 infantiles y de jóvenes. En cuanto al juicio:—al que la Biblia llama discernimiento— , es indispensable en todo trabajo para el Señor; la Palabra de Dios lo designa como una dé las principales cualidades de un siervo de Dios (Pr 8:5; Ro 12:2; Fil 1:10). 3 / o Los sentimientos juegan un papel no desdeñable en los estudios, tanto positivo como negativo. El que guste del tema a estudiar lo asimilará mucho mejor; la simpatía por el profesor hará que el curso sea más comprensible. En general, se pretende que no se puede mandar a los sentimientos, La^^ Biblia no enseña esto, por cuanto prdena: «Amad...i (Mt %*/ 5;44;jn 15:12) o «No améis.1..» (i Jn 2:15). Así, la voluntad ^ d i n a n i i z a d a por el Espíritu Santo tiene influencia sobre los bfa h0' sentimientos del creyente. Cuando adquieren una cierta intensidad, los sentimientos negativos bloquean nuestra capacidad de concentración. El rencor, el odio, los celos, los temores y las inquietudes nos impiden prestar a nuestros estudios la atención necesaria. Otros sentimientos pueden asimismo constituir un obs táculo para nuestros estudios. Lo que se suele llamar «vida sentimental» puede transformarse en un verdadero freno' en el momento en que tenemos necesidad de todas nuestras energías vitales. Si hemos decidido consagrar un cierto tiempo al estudio, no nos dejemos enredar en aventuras sentimentales que acapararían nuestro tiempo y energía. A todos les puede suceder un enamoramiento. Lo esencial es mantener las riendas en las manos y no dejarse arrebatar por estos sentimientos. El Señor conoce nuestro porvenir y las necesidades de nuestro corazón, y El ya sabrá, a su tiempo, damos la compañera o el compañero que nos haya respec tivamente destinado. 22
La voluntad es llamada a una < en el estudio. La educación de la voluntad era más apreciada en las generaciones que nos han precedido. W. James re comendaba el «cuarto de hora cotidiano de voluntad», esto es, un acto gratuito difícil destinado solamente a adquirir el hábito de hacer alguna cosa que desagrada. Aquellas ge neraciones produjeron hombres de un temple a toda prueba. Un servidor de Dios necesita una voluntad fuerte para afrontarla oposición de un mundo hostil. Las incomodidades dé Iá vida de estudiante pueden ser tomadas como un medio excelente para educar la voluntad para afrontar las difi cultades venideras. La educación de la voluntad comienza por la mañana con un gesto decisivo para lograr el fin propuesto para aquel día: el de la mano que levanta los cobertores a la hora que uno ha decidido delante del Señor. Otros consejos: - Age quod agis = haz lo que haces. Evita a toda costa el pseudotrabajo. Si realmente no puedes concentrarte, vete a dar un paseo un rato, o date una ducha, pero no te quedes delante de tu mesa a soñar: no harás nada valioso. - Descubre tu ritmo personal de trabajo, esto es, la duración óptima del trabajo continuado; detente cuando llegues a este momento —de la misma manera que uno suelta el pedal del gas cada 10 kilómetros en la autopista—; haz algunos ejercicios respiratorios o cinco minutos de «jogging». Si rebasas tus límites por la tarde, tu organismo se re sentirá a la mañana siguiente. Si los rebasas con frecuencia, agotarás pronto tus reservas. La institución de un día de reposo a la semana forma parte del orden divino para sus criaturas. Respetarlo es ganar tiempo. «Cuando los indios de las provincias del Norte de 23
Canadá se hicieron cristianos, se suscitaron conflictos con la Compañía de la Bahía de Hudson. No querían ya trabajar en domingo, y la compañía temía que no pudieran llegar con sus piraguas del interior hasta el mar durante los pocos meses de verano en los que los ríos no estaban helados. Pretendía que eran necesarias semanas de 7 días para los remeros para que recomerán aquella distancia. Pero los indios se mos traron tenaces y se negaron a remar el domingo. Resultado: comprobaron sorprendidos que tras la introducción del re poso hebdomadario, los equipos llegaban al mar más rá pidamente que antes» (J. Knoblauch 79, págs. 11-12). Dios conoce a su criatura. Si Él le ha impuesto unas determinadas reglas, es para su bien. La alternancia de tra bajo y descanso forma parte de las leyes de la salud física y mental. - Organiza tu descanso siguiendo lo que os guste (la música, los paseos, el deporte...). Descansar no es perder el tiempo —a condición de cambiar de actividad—. Las ac tividades «intelectuales» (la lectura, el ajedrez...) convienen más a los trabajadores manuales que a los intelectuales. Desarrolla toda tu personalidad cultivando tu espíritu y cuerpo durante tus momentos libres.
Capítulo 4 EL LUGAR Y LOS INSTRUMENTOS DE TRABAJO En El hombre y su lugar, el doctor P. Toumier ha mos trado la importancia del marco en el que vivimos. Para el estudiante, el puesto por excelencia es su oficina. Su dis posición condiciona en parte la eficacia de su trabajo. ¿Cómo instalarlo? 1. La calma es una condición importante para el trabajo eficaz, al menos durante la fase de reflexión creativa. Uno puede privarse de muchas otras ventajas mencionadas más abajo, pero no puede pasarse sin silencio para reflexionar, para leer un libro difícil o escribir. En los campos de jóvenes o de refugiados durante la guerra yo mismo trabajé en ocasiones en condiciones sumamente precarias (una caja como escritorio, otra como asiento en un desván frío y polvoriento). Estas condiciones eran siempre preferibles al ambiente de los «hogares» llenos de humo y ruidosos, que eran los únicos lugares caldeados de aquellos campamentos. Muchos estudiantes que no disponen de una habitación tranquila encuentran un lugar de trabajo apacible en la bi blioteca. Si es necesario, se puede crear un silencio artificial con tapones de cera en los oídos. Siempre es mejor que perder la mitad de la energía mental en luchar contra las distracciones provenientes del exterior. «Los estudios han 25
evidenciado que el ruido tiene un efecto negativo sobre los resultados del trabajo. Generalmente, la gente que trabaja en un marco ruidoso lleva menos a cabo que la que está en un ambiente sosegado... Si no podéis corregir vuestro medio ambiente, cambiad de lugar» (E. R. Dayton, 76, pág. 63). Los hay que dicen que trabajan mejor con un fondo musical. Esto puede ser cierto para los trabajos maquinales^ y si se trata de una música suave. Es, desde luego, falso para un trabajo que exija reflexión, porque la música capta una parte de la atención, incluso si no se es consciente de ello. La dis-tracción (sic) aumenta con la intensidad de la música y del ritmo. Un trabajo en estas condiciones exige un gasto de la energía adquirida y rinde menos —y ello con una tensión nerviosa realmente mayor. Otra cosa que es como mínimo igual de importante que el silencio es la posibilidad de concentrarse en el trabajo sin sufrir constantes interrupciones (llamadas telefónicas, per sonas que vienen a pedir lo que sea... o a charlar, trabajos urgentes que se entrometen entre dos páginas). También en este caso, las salas de estudio de las bibliotecas ofrecen frecuentemente el refugio ideal contra estos cronófagos. 2. La mesa de trabajo es pocas veces muy grande. El escritorio comercial clásico tiene 80 x 160 cm, y alrededor de 74 a 77 cm de altura. Va provisto de uno o dos cuerpos de cajones, que en su mayor parte están dispuestos para disponer carpetas suspendidas. Bajo el tablero se encuentra un gran cajón para los materiales pequeños. En los escritorios modernos los cueipos de cajones laterales están montados sobre ruedecillas y pueden ser desplazados para transformar el escritorio en mesa de conferencia, o incluso intercam biados para diferentes trabajos. La mesa de mecanografía tiene de 120 a 140 x 55 cm y un máximo de 69 cm de altura. El cuerpo de cajones está adaptado para una clasificación 26
oblicua de los papeles, sobres, formularios, etc. Se sitúa generalmente a la izquierda del escritorio para que sea suficiente con girarse sobre el asiento sobre ruedas para acceder a la misma. Desde luego, no tendrás todas estas comodidades durante tus estudios, pero en la medida en que puedas aproximarte a ello, te beneficiarás de las ventajas de una fórmula probada por una larga experiencia. Lo esencial es una superficie estable grande para contener varios libros (¡de gran formato!) abiertos y un bloc de tamaño A4 a lo largo de una docena de centímetros del borde inferior. El segundo punto im portante es la iluminación; sea natural o artificial, ha de ser suficientemente intensa para que el ojo reconozca fácilmente los menores caracteres a 30 centímetros. Que la luz venga de la izquierda para los diestros (de la derecha para los zurdos) o de cara, si se puede disponer la mesa cerca de la ventana. No se debe trabajar a pleno sol sobre páginas blancas sin gafas de sol. Es aconsejable emplear asientos suficientemente duros. Si son de altura ajustable y provistos de cinco pies con ruedecillas, tanto mejor. 3. Los accesorios a) Indispensables: - Diferentes clases de papel (borrador, limpio, cuadricu lado, de carbón, para máquina de escribir) en cantidad su ficiente (para evitar interrupciones en el curso del trabajo y para que dé un soporte agradable). Se ha de tener en los formatos normalizados: A4 (210 x 297) o A5 (148 x 210). El papel carbón presta grandes servicios si se quieren dar copias del escrito sin recurrir a las caras fotocopias. - Plumas y lápices de diversos colores y espesores (plu ma de punta fina, de fieltro grueso y marcador). Tener siem pre una reserva. 27
- Afilalapiceros, goma, clips, fundas de plástico transpa rente, regla graduada, cortapapeles, tijeras, cola, agenda, sobres, papelera (¡de gran tamaño!). b) Deseables: Grapadora, perforadora, sellos, lista de direcciones, bandejas para carpetas (Urgente, Correo, Actividades ex teriores, A clasificar), fichero, anuario, bloc para notas, cinta autoadhesiva, pinzas para papel, tampón para tinta... Los accesorios usuales deberían encontrarse dentro del alcance de la mano (a 80 centímetros delante de ti, a 120 cm de lado y a 140 detrás), para poderlos emplear sin necesidad de levantarse. c) Obras de referencia: Los libros son los útiles del trabajo intelectual. Deberían estar siempre a mano, sobre todo aquellos que se emplean constantemente: diccionarios diversos, diferentes versiones de la Biblia, concordancias, léxicos, enciclopedias, gramá ticas... Si uno se ve obligado a levantarse para verificar la ortografía de una palabra o una referencia, pronto se cansa y se renuncia a una verificación necesaria. En las estanterías cercanas al escritorio se debería siempre dejar una o dos estanterías libres para los diferentes documentos empleados y los libros que tienen que ver con la materia estudiada. d) Carpetas: Clasificadores, fundas, carpetas suspendibles con la do cumentación personal recogida (véase más adelante: Capí tulo 13, Clasificación de los documentos). Lo esencial de esta documentación podrá guardarse en los cajones del escritorio o en un mueble sobre ruedas que se tenga a mano. Para el resto, recordar el consejo de Ruskin: «No toleres nada a tu alrededor que no te sea útil o que no encuentres bello.» 28
Sólo a lo largo de los años se completará y racionalizará la organización de tu lugar de trabajo. A partir de que te sea posible, recuerda que el tiempo y el dinero dedicados al arreglo de la oficina están bien empleados. Te permitirán ganar unas horas preciosas y aumentarán el rendimiento de las que pasaréis en vuestro lugar de trabajo por excelencia. Otro material útil - Una carpeta de fuelles para documentos no clasificados. - Blocs de papel A5 y A6 para apuntar las ideas en borrador (una hoja para cada idea), las entrevistas. - Uno o dos cuadernos para las comunicaciones postales y telefónicas (anotar la fecha, dirección, contenido, número de teléfono). Puede ser importante poderlo consultar meses después. - Un librito alfabético de direcciones y números de te léfono. - Un librito de referencia de la documentación (número de una revista donde se ha encontrado un artículo interesante, número de referencia de un libro de biblioteca visto en el catálogo, direcciones de centros de documentación). - Una caja con todo lo necesario para los trabajos ex teriores (con lo que se evita tener que reunir cada vez las plumas, la goma, el afilalápices...). - Blocs de papel adhesivo que se pueden fijar de manera intermitente sobre fundas de plástico u otras superficies (del tipo de Scotch, «Post-it»). - Sobres de formatos diversos. - Sobres viejos para la clasificación provisional de docu mentos. - Soporte inclinable para los libros. - Una gaveta con papeles de calidades y formatos diver sos. 29
Algunos detalles complementarios: - Ten cerca del escritorio un asiento cómodo para relajarte o leer pasajes que no exijan una atención demasiado soste nida. También os servirá para recibir a algún visitante. - Las lámparas de brazo articulado permiten ajustar la luz a diferentes alturas o concentrarla sobre un grupo de libros que se está estudiando en el escritorio. También se pueden dirigir contra el techo, para difundir una luz indirecta. - Si te orientas hacia una carrera intelectual, familiarízate lo antes posible con los instrumentos modernos de oficina: Máquinas de escribir con memoria extema, máquinas de tratamiento de textos, ordenadores... ¡sin malgastar dema siado el tiempo! La máquina más perfecta jamás reemplazará al cerebro humano; sólo será un accesorio de la reflexión. También deberías ver qué puedes conseguir de una fotocopiadora (el precio de la copia contando el manteni miento y la amortización), con una multicopista con clisés o al alcohol (con clisés, estándar o electrónicos), o de una offset de oficina. En un futuro próximo podrás acceder a bancos de información internacionales por medio de un pequeño terminal conectado al teléfono. Mantente al corrien te de las ventajas que te puede reportar este aparato — siempre teniendo en cuenta la relación gasto-beneficio—. El «progreso» entraña suficientes complicaciones de la vida para el cris tiano, por lo que al menos debes intentar sacarle todo el partido posible. - No trabajarás siempre en el mismo lugar; según la naturaleza del trabajo, cambiarás de lugar: la biblioteca para documentarte, tu habitación o el exterior para reflexionar, un lugar con una mesa grande para clasificar los documentos, no importa qué lugar para leer (incluso andando por un camino o por una playa en solitario). Si tienes muchos trabajos en curso, lo mejor es tener una cartera por asunto: se pueden disponer en ella todas las cosas relacionadas con 30
el mismo (libros, documentos, papeles redactados, notas, borradores...). Esto permite no sólo disponerlo todo en un rincón del despacho sin llenar la mesa de trabajo, sino tam bién tener todo el material a mano si se cambia de lugar de trabajo. Todos estos detalles tan pequeños tienen su importancia, pero cuidémonos de no esclavizamos: cuando el apóstol Pablo escribió la epístola a los Efesios desde la cárcel de Roma, no tenía a su disposición ninguna de las comodidades de una oficina moderna. Otras obras maestras de la literatura universal han sido redactadas en condiciones análogas (por ejemplo, El Progreso del Peregrino, de John Bunyan, que fue durante mucho tiempo el libro más extendido por el mundo después de la Biblia). Así, no te sientas mal si tu instalación no se corresponde en todos los puntos con las normas de una oficina de dirección de la Avenida Brooklyn: ¡De aquí a veinte años tendrás el equipo ideal! ¡Esperemos que para entonces no se te haya pasado el antojo del trabajo intelectual!
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Capítulo 5 LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO 1. El ejemplo divino Organizar es fijarse unos objetivos y encontrar los medios para conseguirlos, clasificando, identificando los elementos disponibles y planificando las diferentes etapas de su rea lización, creando finalmente técnicas adaptadas a cada sector. Es de esta manera que Dios procedió cuando la creación del mundo. «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba tohú-bohú, desadornada» (Gn 1:1-2). Luego asistimos a una admirable obra de organización. Is etapa: Dios comienza separando la luz de las tinieblas. Así, El clasifica, separa, pone orden al disponer las cosas de la misma naturaleza del mismo lado: «Las aguas que estaban debajo de la expansión» fueron separadas de las que estaban encima de la expansión. A renglón seguido, todas las aguas de debajo fueron reunidas en un solo lugar. 2- etapa: Da nombres, v. 5: Llama a la luz día, y a las tinieblas noche; v. 10: la seca recibe el nombre de tierra, y la reunión de las aguas, mares. Dar un nombre es identificar y precisar la naturaleza de una cosa. 3a etapa: Crea las técnicas adaptadas a cada sector con vistas al cumplimiento de un fin determinado. El fin, en esto, era una tierra cubierta de vegetales y llena de animales. Para 33
que los vegetales se multipliquen, Dios hace que las hierbas lleven semilla, y los árboles fruto, según su naturaleza (v. 11). Posteriormente se dotará a las aves, a los peces, a los reptiles y a los animales terrestres de un medio de repro ducción adaptado a cada especie respectiva. Es así que se cumple el fin que Dios se había propuesto. Sin necesidad de la constante intervención de Dios, la tierra prosigue, después de milenios, cubierta de vegetales y repleta de animales. Podemos tomar ejemplo de este modelo divino: «Dios no es Dios de confusión, sino de paz» (1 Co 14:33). Toda la creación, desde el átomo hasta las galaxias, refleja este orden y esta organización, sin la cual no hay armonía. Por otra paite, el término organización proviene del vocablo griego organon, que significa armonía. «La organización es lo que hace que las sustancias puedan vivir» (Littré). Ahora bien, la tarea de la organización es la de clasificar, identificar y crear técnicas adaptadas a cada sector. 2. ¿Por qué organizar el estudio? Una buena organización puede hacer ganar mucho tiempo en todos los campos; permite hacer más trabajo con menor esfuerzo. El método mismo es más importante que el esfuerzo, por cuanto permite que éste rinda al máximo. Hoy día, muchas fábricas y empresas tienen una «Oficina de Métodos» que estudia las técnicas y los procesos em pleados para la fabricación de los objetos y para la ejecución de diferentes tareas. Permite considerables ahorros de tiempo, de fuerzas y, consiguientemente, de dinero. Además, el trabajo se hace más bien hecho, mejora la calidad de los productos y, en muchos casos, los obreros se fatigan menos. Al comenzar sus estudios, R. W. Taylor observó la forma en que se transportaban los lingotes de fundición. Al ra 34
cionalizar los gestos de los portadores, llegó a hacer trans portar 47 toneladas cada día en lugar de 12 (casi cuatro veces más), reduciendo además la fatiga de los obreros. Fue el iniciador de la «taylorización» del trabajo. También hay necesidad de organizar el estudio, pues en caso contrario el estudiante malgastará inútilmente su tiempo y sus fuerzas. W. James pretendía que todos los espíritus normales tienen la misma facultad de retención, y que las personas sólo difieren por la motivación, es decir, por sus diferentes grados de interés por alguna cosa y por los métodos de estudio. Los especialistas de la memorización dicen que lo que uno re tenga depende en un 50 por ciento de la «saturación» (esto es, de una repetición constante hasta que la mente está saturada de los conceptos a retener), un 40 por ciento de organización, y un 10 por ciento de memoria pura. Pero la misma saturación es también cuestión de organización; se pueden disponer repeticiones sistemáticas del material a memorizar. La retención depende, pues, en un 90 por ciento de la organización del estudio. Como el rendimiento de un buen método de estudio no es inmediato y no se puede expresar en cifras sobre un presupuesto, se le da menos atención que en la industria. Un célebre pedagogo ginebrino afirmó que si en la industria se ocuparan tan poco del rendimiento como en pedagogía, la mayoría de las industrias habrían quebrado ya haría mucho tiempo. Esta reflexión vale tanto para los profesores como para los estudiantes. 3. La importancia de un buen método Es importante tener un buen método de trabajo tanto para los estudios como para el porvenir.
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a) Para los estudios: Un buen método permite estudiar más en menos tiempo, retener durante más tiempo, apro vechar al máximo las clases y los momentos de estudio personal y, en consecuencia, liberar el tiempo de ocio ne cesario para una vida armoniosa. Ciertos estudiantes no conocían otro método para aprender la materia de un curso que «empollando». Sin embargo, para la mayoría entre ellos, la edad del «empollamiento» ya ha quedado muy atrás; por otra parte, en nuestra civilización nos sobrevienen tantas informaciones que lo que se haya aprendido de esta manera quedará pronto abrumado y arrastrado por la inundación; además, este tipo de saber es muy parcial, y es excesivo para el empleo normal (por lo que uno se olvida de ello), y demasiado poco para el día en que uno lo vaya a necesitar (por lo que de todas maneras se habrá de completar). Así, es necesario encontrar un método diferente que permita asimilar la materia a la vez para el examen y para el porvenir. b) Para el porvenir: La mayoría de la gente prosigue estudiando y trabajando empleando los métodos utilizados durante el curso de sus estudios. Por ello, durante la época de estudiante es mucho más importante adquirir buenos métodos de trabajo que amasar muchos conocimientos. Por ejemplo, para los estudios bíblicos, saber emplear un comentario, una concordancia, una Biblia con referencias paralelas, permite reencontrar enseñanzas complementarias que es inútil cargar en la memoria. La adquisición de un método de estudio de un relato, de un discurso o de una parábola es mejor que tener una idea superficial del conjunto de estos textos; en efecto, gracias a un método valioso uno mismo podrá estudiar por su cuenta cualquiera de todas estas cosas. Así, el ministerio futuro no dependerá de lo que se habrá memorizado. Los útiles forjados durante el tiempo del estudio permitirán abrir constantemente nuevas fronteras. Si 36
no hubiera tenido esta convicción desde hace mucho tiempo, desde luego que la habiía adquirido en mis conversaciones con muchos antiguos estudiantes. 4. Los principios de una buena organización Organizar es prever mediante una reflexión antes de actual-. Esta reflexión será ayudada por los «seis fieles servidores» de Rudyard Kipling: ¿Quién?, ¿qué?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿por o para qué? Este último podrá ayudar a cada uno de los demás para hacer que dé cuenta de las razones de su elección. A propósito de cada trabajo a efectuar, será útil plantearse estas diferentes preguntas: a) ¿Qué y para qué? ¿En qué consiste este trabajo? ¿Para qué hacerlo? Supongamos, por ejemplo, que habéis de entregar dentro de tres semanas un trabajo sobre los viajes misioneros de Pablo. Este trabajo demandará: la lectura de la Biblia, artículos en diccionarios, comentarios, biografías de Pablo, la consulta de mapas, gráficos, además de la puesta en orden de las notas y la redacción del trabajo. ¿Para qué este trabajo? Para comprender mejor la integración de cada episodio de los Hechos dentro de un proyecto de semblanza del apóstol, para situar un relato en relación con otro, para tener un ejemplo de estrategia mi sionera, para situar las epístolas dentro de su marco histórico, para adquirir una comprensión adecuada de las alusiones personales en estas epístolas y encontrar aplicaciones en la vida de uno mismo. b) ¿Quién y para qué? Cada uno de los estudiantes de una clase deberá hacer, naturalmente, la mayor parte del trabajo por su cuenta, pero hay ciertas tareas que no aportan 37
nada (por ejemplo, la investigación documental, la copia de mapas geográficos...). No hay necesidad de que cada uno hojee todos los diccionarios para encontrar el mejor artículo, ni leerlos todos. Una buena división del trabajo ahorra mucho tiempo y enseña a trabajar en equipo. ¿Por qué yo —o él? El empleo de las capacidades de cada uno ahorra también mucho tiempo. El mejor dibujante reproducirá un mapa del mundo antiguo sobre el que cada uno podrá marcar el itinerario de Pablo. El que sea más rápido en la lectura repasará los libros o artículos más voluminosos. A los estudiantes que sepan inglés se les asignará la lectura de las obras en esta lengua. c) ¿Dónde y por qué? ¿Cuál es el mejor lugar para hacer cada trabajo, y por qué? Para reunir la documentación, el lugar más favorable es, desde luego, la biblioteca. Las lecturas no importa donde se hagan, hasta en el tren o al aire libre — al menos las que no exigen la toma de notas— . La reflexión acerca del plan y del concepto general del trabajo se puede hacer caminando; el movimiento estimula las funciones cerebrales. La clasificación de las notas y la re dacción final exigen una mesa de trabajo en un lugar tranquilo. La ausencia de perturbaciones, de ruido y de movimientos constituye una condición indispensable para todo trabajo creativo. Más vale una caja de madera en una estancia Uanquila que un escritorio de ministro en un local ruidoso o movido. Esto todavía puede ser llevado más lejos. En ciertos casos, más vale trabajar en una biblioteca que en otra, irse a una población lejana (para encontrar documentación, consejos, contactos, ayuda competente), aislarte durante algunos días o semanas lejos de tus ocupaciones habituales (y del telé fono). Si uno está llevando a cabo simultáneamente varios trabajos, puede ser interesante asignar un lugar de trabajo, 38
o al menos un lugar para guardar los documentos respecti vos, para cada uno de ellos. d) ¿Cuándo y por qué? ¿Cuál es el momento más fa vorable del día, de la semana y del conjunto del período disponible para cada uno de los trabajos proyectados? Los trabajos de documentación no exigen un espíritu tan lozano como la redacción; así, pueden quedar para la tarde. Ciertas tareas rutinarias (copia de cartas, toma de notas) pueden incluso hacerse después de las comidas o cuando ya se está cansado. En cambio, ciertas lecturas, y sobre todo la co ronación final del trabajo, exigen fuerzas vivas y un espíritu alerta; se deberán hacer por la mañana o durante las mejores horas de la tarde. El pase a limpio puede contentarse con pequeños espacios de tiempo tomados de aquí y de allí. Así no robará los buenos momentos disponibles para otros trabajos. Esta cuestión del momento oportuno tiene que ver con la organización de todo el trabajo anual. Incluye el encontrar qué conocimientos son necesarios, y el orden en el cual serán adquiridos. La planificación general del tiempo disponible, junto con el tiempo de vacaciones, permitirá asignar a cada tarea el momento más oportuno. Volveremos sobre este pro blema en el capítulo dedicado a la organización del tiempo. e) ¿Cómo y por qué? ¿Qué medios se emplearán? ¿Qué procedimientos servirán o permitirán hacer que el trabajo sea más rápido, con la menor fatiga? En la fase de documentación, ciertas lecturas se pueden hacer rápidamente —en diagonal—, otras se hacen lápiz en mano para subrayar los pasajes más importantes (a extraer a renglón seguido). Las obras de fondo se leen en la mesa de trabajo para poder tomar inmediatamente nota de las referencias, resumir las ideas e investigar los pasajes bíblicos indicados. 39
Los inventos modernos también han aportado su contri bución al trabajo intelectual. Para mayor eficacia, no se pueden ignorar los servicios que puede dar la fotocopiadora, un lector de microfilm, una grabadora o incluso un orde nador. Las técnicas de lectura rápida, de taquigrafía o de un sistema de abreviaturas, el uso del dictáfono y la máquina de escribir, han modificado las condiciones de trabajo. La cuestión importante es ésta: Cuándo y cómo utilizarlos para que aporten una verdadera mejora del rendimiento. En el fondo, la cuestión del «cómo» juega en todo el problema de los métodos de trabajo que constituyen el objeto de estas páginas. 5. Organizar es prever y planificar La primera tarea del que quiera trabajar de manera ra cional es fijarse claramente sus objetivos y preguntarse: ¿Cuál es el fin de mis estudios? El éxito en los exámenes no es más que una concretización de este objetivo. Las verdaderas preguntas son: ¿Qué es lo que quiero 1) saber 2) saber hacer 3) ser al final de mis estudios? Es en función de la respuesta a estas preguntas que habremos de planificar el uso de nuestro tiempo. Quien desee formarse con vistas a un ministerio cristiano podría, por ejemplo, contestar a la segunda pregunta en el sentido de que quisiera saber hacer un estudio bíblico, dar un mensaje, dirigir un grupo de jóvenes, integrarse en un equipo de evangelización y proseguir su formación. Cada uno de estos fines presupone una serie de operaciones. Para saber hacer un estudio bíblico es necesario haber asistido a varios de ellos, haber observado las diferentes técnicas empleadas, preparar- un estudio, hacerlo corregir, trabajarlo, conducir un 40
grupo, hacerse criticar, volver a empezar mejorando los puntos deficientes, etc. Estas diferentes etapas de la for mación han de ser repartidas por el tiempo disponible. Organizarse es también eliminar todo aquello que no contribuya directamente a la relación de la meta fijada. Muchas actividades pueden ser interesantes y parecer útiles, pero si distraen de la atención y del tiempo necesario para el logro del objetivo fijado, han de ser eliminadas. El orden de inscripción de las diferentes tareas sobre la planificación del trabajo será esencialmente una función de dos factores: la urgencia y la importancia del trabajo. Su interés o dificultad no deberían influir más que de una manera muy insignificante en la prioridad dada a una ocupación sobre otra. ¿Urgente o importante? El presidente Eisenhower dijo: «Lo importante es pocas veces urgente, y lo urgente pocas veces es importante.» P. Nicolas aconseja clasificar las tareas por orden de prioridad, asignando 100 puntos a una tarea urgente e importante, 10 puntos a una tarea que sea urgente o importante, 1 punto a las que no sean ni lo uno ni lo otro: «La urgencia está determinada por el calendario, la importancia por el vínculo entre la tarea y las prioridades vitales de la persona, o las prioridades de su función» (81 pág. 69). Por prioridad hacer ante todo las de 100, luego las de 10; muchas de 1 quedarán eliminadas por sí mismas cuando establezcamos una nueva lista —a menos que pasen a la categoría de «urgentes»— . Otras se establecerán aquí o allá entre las de 10 y las de 100. Desde luego, no se trata de hacer cálculos (¡con una calculadora!), sino de un orden de magnitud a asignar más o menos intuitivamente. Quizá el hecho de dedicarse durante un tiempo a considerar las tareas y a evaluarlas con un co 41
eficiente dará el hábito de una actitud mental sumamente útil. Personalmente, yo me decidí por comenzar el día con un cierto número de trabajos importantes que no tienen ningún carácter urgente. Al menos, irán avanzando poco a poco. Las tareas urgentes se quedarían para el tiempo restante. Si se les dejara la prioridad, invadirían todo el espacio y lo im portante no se llevaría nunca a cabo (ver C. E. Hummel: La tiranía de lo urgente, G.B.U.-C.L.C. Montreal 1982). El inconveniente de los trabajos importantes es que por lo general demandan mucho tiempo de primera calidad. La estrategia a adoptar con respecto a ellos es fraccionarlos en una serie de trabajos elementales susceptibles de ser llevados a cabo en un tiempo limitado de menor calidad. Supon gamos, por ejemplo, que deseáis hacer un estudio bíblico sobre un capítulo determinado explicándolo versículo por versículo. Ya lo has meditado personalmente y querrías saber qué es lo que han dicho los diferentes comentaristas. Leer todos los comentarios y hacer una síntesis exigiría un trabajo intenso y sostenido de muchas mañanas. Puedes preparar este trabajo extrayendo en hojas A5 todo lo que dice, por ejemplo, la Biblia anotada, separando los comentarios de los diferentes versículos mediante una raya horizontal. En otro momento más breve podrás hacer lo mismo con el Nuevo Comentario Bíblico, y tomarás notas de diferentes Biblias (Thompson, Ryrie, Biblia de las Américas), siempre nu merando tus notas por versículo y separándolas con una raya. Añade lo que encuentres en comentarios especializados, y posiblemente lo que encuentres en diccionarios con respecto a una palabra empleada en tal versículo, en libros de aiqueología, de historia antigua, de geografía bíblica, de obras relativas a usos y costumbres del pueblo judío, etc. Te podrás tomar un momento en que no tengas la mente muy despierta para recortar estas hojas por las rayas y reunirías en orden de la numeración de los versículos. Tendrás así un comentario tan completo como te lo 42
permita tu documentación, sobre el que podrás trabajar sin ir de un libro a otro. A esto es lo que se le llama «divide y vencerás» (ver más adelante bajo este encabezamiento). A este respecto, los especialistas en gestión hablan de la regla 80/20. Si has llevado a cabo el 20 por ciento de las actividades dando prioridad a las tareas más importantes, tienes asegurado el éxito al 80 por ciento. El 20 por ciento restante de este éxito será logrado llevando a cabo el 80 por ciento de las actividades restantes. En caso contrario, si has comenzado por el 80 por ciento restante (es decir, las tareas secundarias), pero omitiendo las más importantes, no lle garás más que al 20 por ciento de posibilidades de éxito. El tiempo dado a la organización de tu trabajo se recupera: 1. Con la ejecución, mediante una acción más rápida, sin estorbos y marchas atrás. 2. Mediante una repetición de las mismas tareas, mediante una ejecución más y más racional y rápida. Si tienes ocho horas para hacer un trabajo y empleas una hora para planificarlo, y puedes economizar dos horas para llevarlo acabo, habrás ganado entonces una hora, y para el siguiente trabajo idéntico habrás ahorrado dos horas. Si se debe repetir una misma operación, podréis ganar aún más tiempo haciendo una pausa al fin de vuestra primera ejecución para evaluar el método. La experiencia demuestra que la sucesión plan-acción-balance hace perder menos tiempo que la ejecución sin planificación. Volveremos a examinar esta cuestión con mayor detalle en el capítulo 7.
Capítulo 6 FIJACIÓN DE OBJETIVOS La revista Life cuenta la historia de un hombre que se fijó, a la edad de 15 años, 127 objetivos (explorar el Amazonas, hacerse médico, escalar el Cervino, aprender el francés, el árabe y el castellano, leer unas determinadas obras literarias, dar la vuelta al mundo, visitar ciertos monumentos...). A los 47 años había cumplido 103 objetivos. Su ejemplo nos enseña dos cosas: 1. Que la fijación de objetivos es la mejor manera de alcanzarlos — sea cual sea la dificultad. 2. A ser precisos en el enunciado de los objetivos. Es por la precisión que un objetivo se distingue de una intención. El objetivo puesto expresado por escrito se transforma en un reto que moviliza nuestras energías. Diferencia entre objetivos e intenciones Ser un buen estudiante, un mejor ciudadano, un cristiano radiante, son buenas intenciones, pero no son objetivos. Las intenciones son generales, vagas, imponderables, mientras que los objetivos son precisos, específicos y ponderables. «Alcanzar un objetivo» es, para empezar, una expresión mil itai': el artillero o el piloto de un bombardero tienen fijado como objetivo una fábrica de armas del enemigo; apunta y lanza, y dirá que ha alcanzado su objetivo cuando la fábrica 45
haya sido tocada. Si el obús estalla a cien metros de la fábrica, no ha alcanzado el objetivo. También se habla de tantos: en balompié se ha logrado un tanto cuando el balón pasa entre los dos postes. Si es detenido a 5 cm antes de la línea de meta o pasa a 10 cm de distancia del larguero, no se logra un tanto. No se ha llegado a la meta. Unas reglas precisas definen las condiciones en las que se marca un tanto. Lo mismo sucede con los objetivos de nuestra vida de estudiante: deben ser precisos y ponderables, limitados en el tiempo. Por ejemplo, leer cien páginas de un libro a la semana, releer los apuntes del curso precedente antes de comenzar el siguiente, acabar los deberes a largo plazo tres días antes de la fecha límite, aprender tres nuevas palabras inglesas cada día. Se pueden fijar objetivos anexos que nos faciliten el trabajo a largo plazo: aprender a escribir a máquina en el curso de los siguientes doce meses, hacer un curso de lectura rápida, de taquigrafía, dedicar el 10 por ciento del presu puesto a la adquisición de útiles para el trabajo (libros de referencia, material de oficina)... Ciertos objetivos pueden contemplar el plano físico (hacer diez minutos de ejercicio cada día, una hora suplementaria por semana, nadar 100 metros en un número determinado de segundos, aprender el «crawl», etc.), o el plano espiritual (leer un capítulo de la Biblia cada día, orar por veinte personas, dar gracias por diez cosas distintas, ir a una reunión que no sea en domingo, testificar cada semana a un condiscípulo no creyente...) Los objetivos se reparten generalmente en tres categorías: objetivos a largo plazo, mediano y corto. Los objetivos a largo plazo «juegan el mismo papel que las estrellas para el piloto de una nave que la ha de guiar a través de las co rrientes, los obstáculos y otros peligros de la mar» (J. D. Cooper: Faire plus en moins de temps [Hacer más en menos tiempo], págs. 73-74). Fija para su realización unos plazos que te esforzarás en cumplir. Por ejemplo: leer la Biblia 46
entera en tres años; en seis meses habré leído el Pentateuco, un evangelio y tres epístolas... Nada te impide proceder de la misma manera para los objetivos a plazo mediano. Por ejemplo, si tienes que entregar una tesina en el plazo de unos pocos meses, decide en qué fecha habrás acabado la fase preparatoria consagrada a la investigación documental, la fecha en que habrás ya concebido el plan detallado, y cuándo habrás acabado la redacción del borrador para proceder a pasar en limpio. Concédete un amplio margen de seguridad para alargar aquella etapa que lo demande en el curso de su realización. Todos estos objetivos han de ser fijados por escrito, para poderlos evaluar después de un cierto tiempo. ¿Se ha al canzado el objetivo, o no? Si no, ¿por qué no? ¿Era de masiado ambicioso? Entonces será necesario proceder a la «corrección de tiro» y fijarse un objetivo más realista, pero no abandonar nunca antes de haber ensayado más fórmulas y diversos medios de conseguir lo deseado. Cómo fijarse los objetivos En un libro titulado How to set Goals and really reach them [Cómo fijarse metas y realmente alcanzarlas), Mark Lee enumera seis condiciones para fijarse objetivos: 1. Prepararlos por adelantado: prever los sectores o las cosas que sea necesario llevar a cabo (adquisiciones, reparaciones, aprendizaje...). 2. Recoger informaciones de personas ex pertas. 3. Confeccionar una lista de argumentos por/contra. 4. Si hay otras personas implicadas en la decisión, pedir su consejo antes de fijar el objetivo. 5. Orar para conocer la voluntad de Dios. 6. Saber que la ayuda vendrá durante la ejecutoria. Antes de señalar un objetivo, preguntaos sinceramente si
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estáis listos para pagar el precio de su realización (ver Le 14:28). En Le temps c’est de l’argent... et du plaisir [El tiempo es dinero... y placer], Pierre Nicolás indica seis características de un buen objetivo. Es: 1. Realizable, esto es, que tiene en cuenta nuestras capacidades, nuestro medio ambiente, y está limitado en el espacio y el tiempo (plazo + precio a pagar). 2. Concreto y mensurable. 3. Estimulante, es decir, impor tante para nosoü'os hasta el punto de que estemos firmemente decididos a dedicar la suficiente energía para conseguirlo. 4. Fraccionable, esto es, descomponible en subobjetivos. 5. Comunicable a otros (que nos ofrecerán su ayuda). 6. Co nectado con un objetivo más vasto para evitar el síndrome del éxito («¿Qué voy a hacer ahora que he conseguido mi fin?») y la rigidez espiritual (pág. 46). A continuación hace unas preguntas que cada cristiano tendrá interés en repetirse: a) ¿Cuáles son tus metas en la vida? b) ¿Qué te gustaría haber hecho, o vivido, de aquí a cinco años? c) ¿Qué harías durante los próximos seis meses si supieras que iban a ser los últimos de tu vida? d) Selecciona tus objetivos más importantes. e) Selecciona tus tres prioridades en la vida y ponías por orden de importancia (págs. 48-49). Estas mismas preguntas se pueden hacer con respecto a una empresa, una obra o una iglesia. Al fijar nuestros objetivos, no deberíamos preguntamos sólo qué debemos hacer para lograr nuestros fines, sino también qué debemos hacer si no los logramos. Deberíamos planificar nuestros eventuales fracasos y prever un plan alternativo. En la Biblia vemos que frecuentemente Dios ha tenido que soportal' reveses a causa de la desobediencia de 48
los hombres, pero nunca ha abandonado su plan de salvación de la humanidad. Siempre tenía un plan B de reserva. Esto lo vemos desde Génesis 3. La realeza en Israel fue un plan B reemplazando a la teocracia. Es evidente que no nos embarcaremos en el plan B más que después de haber constatado la imposibilidad del plan A, y no a partir de que se nos presente el primer obstáculo. De etapa en etapa En ocasiones uno se ve empujado a proceder de otra manera. Se puede comenzar por un objetivo limitado y prolongarlo después. En todo caso esto es más prudente que querer ya de entrada ir demasiado lejos y descorazonarse. Es bueno proceder por etapas e ir controlando periódicamente los avances. Es esto lo que me sucedió con la transcripción de la Biblia. El primer objetivo que me fijé hace casi cuarenta años fue transcribir la epístola a los Colosenses integrando en un texto único las variantes de una treintena de versiones. Una vez logré este objetivo, decidí emprender el mismo trabajo sobre la epístola a los Efesios. Luego me dediqué a Romanos. Cada objetivo era independiente y cada epístola fue pu blicada por separado sin que tuviera la idea de transcribir así toda la Biblia o parte de ella. Fue gracias a los alientos recibidos de los que habían apreciado estas epístolas aisladas bajo esta forma que fui empujado a transcribir el conjunto de las epístolas de Pablo, luego otras epístolas, luego todo el Nuevo Testamento, y finalmente toda la Biblia. El objetivo último no fue fijado de antemano: la primera etapa—la única que en aquel momento contemplaba— fue la transcripción de los Salmos en prosa ritmada. El siguiente paso dado fue la traducción de los otros libros poéticos. Luego me di cuenta de que una gran parte de los libros poéticos estaban también 49
escritos en verso; así vino la idea de transcribir del mismo modo a todos los profetas. Y sólo de esto se impuso la idea de terminar la transcripción de todo el Antiguo Testamento. Este objetivo a largo plazo fue alcanzado gracias al objetivo a corto plazo que me había fijado: hacer al menos uno, luego dos o tres, luego cinco, luego diez versículos por día laborable. Los objetivos a término medio fueron viniendo en consecuencia, y son fácilmente identificables: en mi Biblia tenía una media de treinta versículos por página; Génesis tenía 44 páginas; así, si mantenía el ritmo, había de acabar en cinco meses. Cinco meses más tarde pude verificar si el trabajo avanzaba normalmente. Los libros históricos cubren 417 páginas. Así, precisaría de alrededor de cincuenta meses, o sea algo más de cuatro años. El objetivo fue cubierto poco antes del tiempo previsto. Es preciso decir que con el paso del tiempo el método fue siendo mejorado, y que las ayudas extemas facilitaron el trabajo de manera considerable. Al principio lograba hacer un versículo cada mañana, abriendo una tras otra treinta Biblias para transcribir las variantes sobre una hoja. Poco a poco, mediante una serie de modificaciones del método que veremos más adelante (un análisis más acelerado de las diferentes operaciones mentales, delegación de ciertas fases a colaboradores, fraccionamiento del trabajo y adaptación a los diferentes lugares y tiempos disponibles), el número de versiones consultadas pudo triplicarse, y el número de versículos se decuplicó, precisándose para todo ello de menos tiempo. Cada objetivo intermedio alcanzado, esto es, cada libro bíblico acabado, constituía un aliento a lo largo del camino. Una vez acabada la tarea de la transcripción, me fijé como nuevo objetivo escribir notas explicativas al ritmo de un capítulo diario. Si tenía más tiempo o si el capítulo era corto, nada me impedía continuar, pero el capítulo era un mínimo para mantener el ritmo de trabajo. Sobre una casa de Tessin figura este antiguo lema: «Nulle die sine linie» (Ningún día 50
sin una línea). Se puede comprender de dos maneras: sin leer o sin escribir una línea. «Sin prisa, pero sin pausa»: brizna tras brizna, se construyen los grandes hormigueros. Es por medio de objetivos diarios logrados que alcanzarás el obje tivo que te hayas fijado para tu vida — o para tu parte en la vida venidera—. Muchas compañías —incluso cristianas— avanzan siguiendo planes quinquenales: cada cinco años se fijan objetivos para los años venideros junto con los medios a emplear, los métodos a usar y la inversión prevista. Un ejemplo excelente para cada discípulo deseoso de avanzar. Sea que uno decida fijar su objetivo final desde el inicio, o que se avance escalonadamente, la manera de caminar es la misma: un paso cada vez. Nunca se llega de golpe a la cumbre de una montaña; se avanza por etapas con altos para descansar, comprobar, verificar el camino y reorientarse... y contemplar el paisaje que se va descubriendo poco a poco: adelantos reconfortantes de la recompensa final, y un estí mulo para el esfuerzo que queda por hacer. «No os afanéis por el día de mañana» Ciertos cristianos objetarán quizá que Jesús dijo que no se debe uno inquietar por el día de mañana, y que Santiago reprende vivamente a los que dicen: «Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos» (4:13). ¿No es esto contrario a todo lo que hemos leído en este capítulo? No. Si leemos con atención el Sermón del Monte, veremos que lo que Jesús condena es el afán, es decir, el angustiarse, el tener inquietud acerca del día de mañana, el tener temor de no conseguir qué comer, qué beber, de qué vestirse, en fin: no confiar en Dios. En cambio, hacer planes y someterlos a Dios exige fe en Él y en su ayuda para materializarlos. Santiago, por su parte, no se levanta contra la planifi51
catión de las actividades futuras, sino contra los que las planean a espaldas de Dios. Exhorta a los cristianos a que digan: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello» (v. 15). ¿Acaso esto no es fijar objetivos? Si es necesario encomendar los proyectos a Jehová (Pr 16:3) para poderlos llevar a cabo, primero es necesario formularlos (cf. Pr 16:1, 9; 19:21). El apóstol Pablo hizo numerosos pro yectos (Hch 15:36; 19:21; 20:16; Ro 1:13; 15:24-25; 1 Co 16:6; 2 Co 13:1; 2 Ti 4:21; Tit 3:12; Flm 22). Algunos de ellos fueron impedidos por Dios (Hch 16:6-8; 2 Co 1:15-16) y el apóstol se vio obligado a cambiar de itinerario, mientras que otros se realizaron de manera distinta a la prevista (Ro 1:13; Hch 28:16). Pero todo ello no le impidió fijar nuevos objetivos y presentarlos a Dios. Estos diferentes objetivos parciales se insertaban en su lugar en aquella meta de su vida que define en la epístola a los Filipenses: «A fin de conocerle [a Cristo], y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, por si de algún modo consigo llegar a la resurrección de entre los muertos» (Fil 3:10-11).
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Capítulo 7 ORGANIZANDO EL TIEMPO «Aprovechando bien el tiempo.» Efesios 5:16 «Los que emplean mal el tiempo que tienen son los primeros en quejarse de su brevedad» (La Bruyère). «El tiempo es suficiente para quien lo aprovecha. Quien trabaja y reflexiona extiende sus límites» (Voltaire). «El tiempo», dice el proverbio, «es el tesoro de los pobres.» Este tesoro no es inagotable: Dios nos asigna a cada uno de nosotros una cantidad bien definida de tiempo, para que lo empleemos correctamente. «Matar el tiempo» es un asesinato imperdonable; el que lo malgasta lo lamentará amargamente cuando haya llegado a comprender su valor. De la misma manera en que habremos de dar cuenta de toda palabra vana, igualmente Dios podrá demandamos cuentas de cómo hemos usado este tesoro puesto a nuestra disposición. Esta es la razón de que sea importante decidir delante de El, en nuestro tiempo de recogi miento, el empleo de nuestro día, y de pedirle la sabiduría para emplearlo de mejor manera para su gloria En griego hay dos palabras para designar el tiempo: chronos y kairos. En ocasiones, el Nuevo Testamento (lo mismo que la Septuaginta) las emplea juntas («los tiempos y las sazones», Hch 1:7; 1 Ts 5:1). Kairos denota el tiempo previsto, crítico, predestinado para una cierta tarea: «Mi 53
tiempo (kairos) aún no ha llegado» (Jn 7:6); chronos, por su parte, es el conjunto, la sucesión de los momentos (de los kairoi). Estas dos palabras comportan una profunda filosofía de la vida y del empleo de nuestro tiempo. Todos tenemos a nuestra disposición un cierto chronos limitado, que se debe emplear sacando el mejor partido posible de los diferentes kairoi, esto es, de los momentos más favorables para cada actividad. «Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como im prudentes, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo (kairos), porque los días son malos» (Ef 5:15-16). O: «Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo» (Col 4:5). Sabed cómo sacar el mejor partido del kairos. Redimir el tiempo significa emplearlo para realizar nues tros objetivos en la vida. Se oye decir generalmente: «El tiempo es oro», pero es más aún: es la vida. La manera en que empleemos nuestro tiempo es la manera en que em pleamos nuestra vida. Así, vale la pena analizar este uso de nuestro tiempo y verificar si se corresponde con los objetivos que nos hemos fijado. Por ejemplo, si nos hemos fijado una lista jerarquizada de objetivos de la vida y hemos constatado que los puntos prioritarios ocupan sólo el puesto 10 o 15 del empleo de nuestro tiempo disponible, hay algo que no funciona; hay ocupaciones parásitas a erradicar, y otras a las que hay que dar más tiempo. Un análisis lúcido de una semana normal puede servimos de ayuda para rectificar la situación. Para sacar el máximo partido de nuestro tiempo, debe mos: 1. hacer inventario del tiempo disponible; 2. evaluarlo siguiendo su calidad; 3. adaptar el tiempo disponible a las tareas a realizar. En otras palabras, determinar, dentro de nuestro chronos, el kairos para cada trabajo.
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1. En busca del tiempo disponible El tiempo disponible se obtiene restando del tiempo total (24 horas diarias) el tiempo inmovilizado por ciertas ocupa ciones obligatorias (sueño, comidas, desplazamientos, tra bajo o estudio...). Cuenta, sobre una semana de seis días, el tiempo necesario para tu descanso, aseo, comidas, los es tudios indispensables, los trabajos prácticos, etc. No te ol vides de los períodos de descanso, del tiempo dedicado a las visitas... y de una o dos horas para imprevistos. Resta esto del total de 144 horas. Así encontrarás tu tiempo disponible. Ejemplo (de un estudiante en un instituto bíblico): Tiempo total Tiempo inmovilizado: Sueño 8 h x 6 Comidas 2 h x 6 Meditación, oración, reuniones de oración Trabajos prácticos 10 h/semana, Aseo, ejercicio físico, 1 h diaria Descanso 1 h diaria Estudio 24 h/semana Desplazamientos 2 h/semana Actividades espir. 3 h/semana Imprevistos, visitas
144 h 48 h 12 h 6 10 6 6 24 2 3 2
h h h h h h h h
119 h 144 h — 119 h = 25 h Así, quedan 25 horas semanales de las que podemos disponer libremente para nuestro estudio personal. Junto con
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las asignaturas, esto lleva a alrededor de 49 horas de trabajo intelectual. 2. Evaluación de los tiempos disponibles Es cosa cierta que el tiempo no puede sólo ser valorado cuantitativamente, sino también de manera cualitativa. En efecto, no todas las horas del día tienen la misma calidad y no son igualmente convenientes para todo tipo de trabajo. El tiempo es para ti lo que el material es para el artesano; su calidad es muy variable. Tomemos como ejemplo a un zapatero ortopédico que hace artesanalmente los zapatos para sus clientes. En su trastienda guarda piezas de cuero de calidades y grosores muy distintos. Ha de adaptar cada tipo a su uso concreto: un tipo de cuero para la suela, otro para la caña, otro para el forro, etc. Un zapatero bien organizado clasifica sus piezas de cuero por su calidad y grosor. Lo mismo nos sucede con nuestro tiempo. Cada uno de nosotros tiene sus mejores horas, en las que el espíritu está alerta, reposado, capaz de un gran esfuerzo intelectual. Para la mayoría, son las horas de la mañana o del comienzo de la tarde. En otros momentos se puede hacer todavía un trabajo más o menos maquinal (copia, dibujos, sumarios, correspondencia normal...), pero nuestro espíritu se rebela contra lo que le exija un esfuerzo cerebral intenso. Así, el problema se reduce a clasificar los diferentes momentos del día según su calidad, a fin de reservar los mejores momentos a los estudios que exijan un gran esfuerzo de concentración y a dejar las horas «de segunda» a los trabajos rutinarios. Estudios efectuados sobre la capacidad del trabajo in telectual muestran que la mayoría de las personas alcanza su máximo rendimiento entre las 9 y las 11 de la mañana. El punto más bajo se halla alrededor de las 2.30 de la tarde; 56
luego la curva vuelve a ascender para encontrar un nuevo máximo hacia las 5 de la tarde. Ciertas personas pueden trabajar todavía mucho tiempo, sobre todo si son del tipo «trasnochador»; pero después de la medianoche el rendi miento baja considerablemente. La duración de los momentos interviene también en esta clasificación. Vayamos a otro artesano para ilustrar- este aspecto. El carpintero de pueblo se encuentra con todo tipo de trabajos que hacer: anaqueles, jaulas conejeras, cajas, e incluso muebles de ebanistería. En su almacén de madera tiene tablas de abeto, encina y haya de todos los grosores. Si le piden hacer un pequeño taburete, nadie le impide tomar una hermosa tabla de encina, pero no lo hará, porque el día que un cliente le encargue un comedor de encina maciza ya no tendrá tablas grandes de encina si las ha empleado para hacer todo tipo de muebles pequeños. Será suficiente con un «sobrante» para hacer un mueble pequeño. Cada uno de nosotros se encuentra con toda una serie de pequeños trabajos fastidiosos que hacer (formalidades ad ministrativas, correspondencia, investigaciones bibliográficas, ordenar cosas, etc.). Si les dedicamos los tiempos de mayor calidad, nos encontraremos en desventaja cuando vayamos a llevar a cabo un trabajo que exige una o varias horas de corrido. Así, de lo que se trata es de asignar todos estos pequeños trabajos a momentos recogidos aquí y allá entre las ocupaciones importantes. Para acostumbrarse a esta perspectiva que se irá convirtiendo poco a poco en un hábito, se podrá clasificar el tiempo en tres o cuatro categorías, asignándoles un coeficiente: A: Horas de Ia categoría, al menos 2 horas de corrido. B: Momentos más breves (1/2 h a 1 h), de buena calidad. C: Tiempo suficientemente corto en el que la atención no es demasiado viva. D: «Sobrantes», pequeños momentos perdidos. 57
Observemos que con un poco de entrenamiento se llega a mejorar la calidad del tiempo disponible y a hacer de los momentos en los que uno no hacía más que tareas de ca tegoría C unas tareas demandando mayor atención y pre sencia de ánimo. 3. Planificación Una vez que se ha efectuado el inventario cuantitativo de los momentos disponibles y de los trabajos a llevar a cabo, es suficiente con adaptar los unos a los otros de la manera más favorable. Después de algunos tanteos, se conseguirá un resultado netamente superior al dado por el azar o «la ins piración del momento». Ejemplo: Lunes: trabajo a hacer: Traducción 1 h (B); Di sertación 2 h (A); Investigación de referencias 1 h (D); Carta a copiar 1 h (C). Tiempo disponible: mañana 8 - 10 h (A); 11 h 45 12 h (D); tarde 16 h - 17 h (B); 18 h - 18 h 30 (D); 19 h 30 - 21 h 30 (C) En este sencillo ejemplo sólo se necesita yuxtaponer las dos listas para acoplar fácilmente la planificación del día. Las ventajas de la planificación han sido resumidas así por J. D. Cooper: 1. Se trabaja en tareas de un verdadero valor. 2. Se determinan correctamente las necesidades priori tarias. 3. Se proporcionan de manera juiciosa las duraciones asignadas a las diferentes actividades.
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4. Se tienen mayores posibilidades de llevar a cabo las tareas dentro de los plazos previstos y 5. De realizar los objetivos. 6. Se evitan esfuerzos inútiles. 7. Se adquiere mucha agilidad. 8. Uno se descarga de aquellas tareas que otros pueden hacer por nosotros. El resultado de ello es que se dedicarán menos energías para llevar a cabo las tareas más importantes —o haciendo más—-en menos tiempo y con mayor satisfacción (73 pág. 55). Al planificar, recuerda la «ley de Parkinson», que dice que todo trabajo se expande como el aire y tiende a ocupar todo el espacio que se le deja. En otras palabras: si no fijas un límite, la obra puesta en marcha ocupará todo tu tiempo disponible. Así, se trata de hacer una estimación razonable del tiempo que has decidido dedicar al estudio de una cuestión, y luego atente a la directriz que te habrás impuesto a ti mismo. A menos que surjan obstáculos imprevistos, decide no rebasar nunca el calendario previsto por más de la mitad del tiempo total calculado. Otórgate una recompensa si logras respetar tu calendario. Incluso si has preparado tu plan para toda la semana, repásalo cada día y, si es posible, al caer la noche. J. Payot decía: «Para mí es una experiencia constante que si antes de irme a dormir no veo con claridad mi tarea del día siguiente, mi mañana será infructuosa.» Anotad la planificación del día sobre un cuaderno pequeño o sobre una hoja, o al menos sobre vuestra lista de «tareas pendientes». Lista TP Se cuenta que Charles Schwab, presidente de la Bethlehem Steel Company, le prometió a Ivy Lee, experto 59
en dirección, una importante suma de dinero si lograba darle un consejo que aumentara su productividad personal y le permitiera hacer todo lo que debía. Éste es el consejo de Lee: «Anote todas las tareas a llevar a cabo, numérelas por orden de importancia. Por la mañana comience por la tarea 1 y persista hasta terminarla. Pase luego a la tarea 2 después de haber revisado el orden de prioridades, y siga de esta manera hasta el final del día de trabajo. No se inquiete por las que quedan en la lista: habrá hecho lo más importante, y el resto puede esperar. Proceda de la misma manera al día siguiente y persuada a sus colaboradores a que actúen de la misma manera. Ex perimente este método tanto tiempo como quiera, y después envíeme un cheque que se corresponda con el valor de mi consejo según le parezca a usted.» Un cierto tiempo después, Schwab le envió un cheque por 25.000 dólares. Esta lista TP (Tareas Pendientes) se ha convertido en un complemento indispensable para todo hombre de negocios. Debería serlo también para todo estudiante consciente y deseoso de emplear su tiempo al máximo. Ten siempre a mano (en el escritorio o en tu bolsillo) un papelito marcado TP (tareas pendientes), sobre el que anotarás al buen tuntún todo lo que tengas que hacer y que arriesgas olvidar: comprar cordones para los zapatos, telefonear al banco, escribir a X, devolver tal libro a la biblioteca antes del ..., pagar los impuestos antes del ..., preparar un estudio bíblico sobre Romanos 3, leer tal artículo en tal revista... Un proverbio chino dice: «La tinta más poco visible vale más que la mejor memoria.» La numeración de estas tareas por orden de importancia —de donde viene el orden de prioridades para la ejecucion es la primera etapa de la planificación. Se puede hacer en dos etapas: 1. Tú decides, sobre la lista, cuáles son las tareas prioritarias, y las marcas con una A; luego las tareas menos urgentes, que marcarás con una C, y las otras serán de oficio
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B. 2. Numeras todas las A por orden de urgencia, después las B, etc. E. R. Dayton menciona cinco ventajas de una lista así: 1. Nos muestra lo que queda por hacer y nos ayuda a fijar nuestras prioridades. 2. Nos ayuda a mantener nuestro trabajo al día y a visualizar mentalmente las tareas futuras. 3. Nos permite ver las relaciones entre las diferentes tareas, y en ocasiones a combinarlas. 4. Nos libera de la angustia consciente o inconsciente de haber olvidado hacer alguna cosa importante. 5. Poder tachar una tarea nos da el senti miento del deber cumplido (p. 167). Si tomas tu lista de TP por la mañana, comienza por someterla a Dios en oración. Es posible que te haga cambiar el orden de prioridades o que te lleve a pensar en otras tareas aún más importantes que llevar a cabo. Paradas facultativas y paradas obligatorias En las paradas facultativas, el autobús sólo se detiene en caso de necesidad, pero en las otras está obligado a detenerse, aunque el conductor lo considere inútil. Entre las paradas prosigue su camino aunque alguien le haga una señal, porque en caso contrario no llegaría a respetar su horario. Estas reglas dan normas útiles al trabajo intelectual. Fíjate períodos de trabajo de una hora y media entre los que introduzcas pausas obligatorias: 5 minutos de gimnasia, algunos ejer cicios respiratorios, una bebida o un poco de música... Pero oblígate a la misma regularidad que los transportes públicos para reanudar- el trabajo. Para los estudios más exigentes (memorización, investigaciones prolijas, cálculos) inserta una «parada facultativa» cada.45 minutos... Y no te olvides del reposo semanal obligatorio instituido por Dios. Es tan necesario para tu trabajo intelectual como los pequeños descansos durante la semana. 61
4. Cómo ganar tiempo Si queremos llevar a cabo todo el trabajo previsto durante el tiempo disponible y liberar el tiempo libre necesario para nuestros descansos, tendremos que combatir implacable mente aquellas cosas que H. de Montherlant llamaba los «cronófagos», los devoradores de tiempo. Guerra contra los cronófagos a) El desorden nos hace perder un tiempo precioso durante las mejores horas del día. En un momento en que estamos en plena actividad y en que necesitamos un do cumento, no lo podemos encontrar porque no ha sido cla sificado, o se ha extraviado, o ha sido mal puesto. El tiempo dedicado a clasificar, ordenar y colocar no es nunca tiempo perdido; lo ganamos luego con intereses. Este tema se tratará más a fondo en el capítulo Clasificación. b) Los fallos de memoria: Detente y toma nota inme diatamente de todos los detalles que te pueden ser útiles. Anótalos en fichas si tienes el hábito de clasificarlas, o en un cuaderno donde podrás tener la seguridad de volverlos a encontrar. c) Las perturbaciones debidas a colaboradores que te piden información, al teléfono, a las visitas, a amigos que no tienen ganas de trabajar y que tratan de pasar un rato agradable. Ciertas perturbaciones son inevitables, pero, fe lizmente, hay horas en las que la decencia impide perturbar a los demás, esto es, toda la mañana y las últimas horas del día. Tendremos que arreglárnoslas para hacer en estos momentos los trabajos que no admitan interrupciones. Otras tareas se pueden hacer de la misma manera aunque se tengan
que reanudar diez veces — o incluso mientras un importuno te esté hablando— ; es posible que si no te dejas distraer comprenderá que tiene que abreviar su visita. Otro medio de limitar las perturbaciones es advertir a tu interlocutor que le puedes consagrar un tiempo determinado (un cuarto de hora, media hora). Cuando el tiempo se haya agotado, se lo puedes hacer saber amablemente, explicándole, si es necesario, la urgencia de las tareas que tienes todavía por hacer. Para la puesta a punto de trabajos de larga duración, vale la pena buscar un sitio al abrigo de perturbaciones. d) Los tiempos muertos: Nada hay más fastidioso que tener un tiempo libre y no saber qué hacer porque no se tienen disponibles los documentos necesarios, porque se duda entre diferentes tareas o porque no se está preparado, interior mente, para abordar el trabajo. El remedio para estos tiempos muertos es la previsión para el empleo del tiempo, al menos la víspera de cada día, y la preparación por adelantado de todo lo que será necesario para llevar el trabajo a cabo. Así, se acelerará la puesta en marcha y te beneficiarás de un máximo de las horas más favorables. Ten también en reserva una lectura o un trabajo fácil para los tiempos muertos imprevistos. e) La puesta en marcha: Muchas veces, la puesta en marcha toma una paite importante del tiempo asignado a un trabajo. Se deben reunir todos los documentos, abrir los libros por las páginas correspondientes, encontrar el papel conveniente, afilar el lápiz o cambial' la caiga de la pluma, buscar la goma o la regla, decidir por dónde se va a comenzar. Los que saben el valor de las horas de la mañana preparan todo esto la víspera, de manera que por la mañana se encuentran con una mesa en la que todo les invita a comenzar de inmediato su trabajo. Los hay que recomiendan comenzar por las tareas más fasti diosas, para liberarse de ellas, o por la más fatigosa mientras las 63
fuerzas están intactas; otros aconsejan comenzar por alguna cosa interesante para adquirir ritmo y luego atacar de inmediato el trabajo más duro. Acerca de esto, cada uno tendrá que descubrir su modalidad y ritmo personales. Haciendo dos cosas a la vez ¿Persiguiendo dos liebres a la vez? ¿Y por qué no, si van en la misma dirección? Y es que habrá muchas situaciones en las que podremos combinar sin problemas dos ocupa- ^ ciones: escuchar una casete mientras hacemos un trabajo manual maquinal, como la vajilla, la comida, jardinería, limpieza doméstica (con un «walkman»). Así, podremos escuchar conferencias o estudiar un idioma mientras cum plimos con nuestras obligaciones. Los trayectos en automó vil o en tren también se prestan a esto. Los hay que emplean paradas ante el semáforo en rojo para aprender versículos bíblicos copiados en cartulinas situadas en un sitio visible. Estas diferentes ocupaciones constituyen también unas ocasiones excelentes para la intercesión: pasar revista a todo un sector geográfico de actividades, un «alfabeto de inter cesión» (orar por los Alberto, Berta, Claudia... que Dios os traerá a la mente en aquel momento). El paseo o el «jogging» también se prestan a ello de manera admirable. No emprendas nunca un viaje sin llevar lectura para el tren y para las salas de espera. Un soporte rígido te permitirá también escribir cartas o anotar ideas. (Yo mismo hice parte de las transcripciones de la Biblia en el tren. Un día, en el pasillo de un vagón en Alemania, un revisor me tomó, a causa de mi cuaderno, por un inspector de los ferrocarriles.) También podrás prever tareas de categoría C para mo mentos en los que no tengas necesidad de toda tu atención para seguir una disertación o una conferencia. En estos casos, las mujeres gustan de tricotar. Es bien posible hacer un 64
trabajo de copia mientras se mantiene el espíritu abierto a lo que sucede en el exterior. Una buena guía para estos momentos será la cuestión de Alien Lakein, el especialista americano en empleo del tiempo: «¿Cómo, en este instante, puedo emplear mejor mi tiempo?» Es necesario sin embargo velar para que este hábito, que puede, desde luego, hacemos ganar muchas horas, no de genere en una manía compulsiva. Conservemos la facultad de damos plenamente a las tareas o a las personas cuando esto sea necesario, o de disfrutar sin mala conciencia de un tiempo libre. Fijando plazos «Toda ocupación», dice Jean Flory, «es como un gas que invade todo el espacio que se le deja» (p. 51). Esta es la «ley de Parkinson»; toda actividad es extensible hasta el infinito; es por esto que es preciso fijarle unos límites y ponerse uno mismo, en cierta manera, «bajo presión». Si sabes que tienes que entregar una tarea en tres días, trabajarás mucho más duramente en ella que si tienes seis meses por delante. Si se trata de una tarea que te has impuesto a ti mismo, tendrás que suplir límites externos mediante unas órdenes que te darás a ti mismo: quiero haber terminado este libro, este estudio, en una semana; me doy ü'es meses para profundizar en este tema. En cierta época tuve la necesidad de documentarme sobre una cuestión bastante extensa. Escribí a un amigo para pedirle si me podía recomendar o prestar unos libros apropiados. Me envió varias obras, precisando: «Te presto este título por dos meses, este otro por cuatro, y este otro por seis meses». Estos plazos me sirvieron de ayuda para no extender este estudio de manera indefinida y no perder así el tiempo que había decidido consagrar a otros temas de interés. 65
Los psicólogos conductistas nos aconsejan a que nos demos una recompensa si hemos alcanzado el objetivo en el plazo fijado: un día libre, una compra deseada, una velada con amigos... Las recompensas estimulan la motivación y la concentración. También se pueden convertir los trabajos penosos en un deporte, establecer marcas y esforzarse en batirlas, aumentar la velocidad en mecanografía, lectura, liquidar las tareas domésticas en menos tiempo, mejorar la escritura (quizá letra por letra), aprender dos palabras nuevas cada día, etc. Finalmente, es necesario también saber poner punto final a los trabajos para no dedicarles un tiempo desproporcionado a su importancia en la lista de nuestros objetivos. El perfeccionismo se convierte en una enfermedad. Agrupamiento de actividades similares Se dice que la eficacia de un trabajo sube en progresión geométrica en relación al tiempo compartido que se le puede asignar, se evitan las puestas en marcha, las investigaciones de documentos dispersos, uno permanece «en el seno» de las ideas, las referencias están frescas en la memoria, los pensamientos orientados en una misma dirección se refuer zan y fecundan mutuamente. Cada vez que sea posible, será interesante para uno mismo separar grandes espacios de tiempo para un mismo trabajo, o al menos agrupar trabajos similares en el mismo período (tomemos un ejemplo de los estudios bíblicos: los libros de Reyes, Crónicas y los profetas correspondientes, o Hechos 15—28 y las epístolas de Pablo). «Al diversificar excesivamente los problemas, se incurre en el riesgo de dedicar demasiado tiempo a las actividades creativas o de preparación, así como a las necesidades ac cesorias. Por otra parte, uno incurre en una tensión mental y física mayor (J. D. Cooper, 73 págs. 40-41). 66
De entrada, una concepción así del empleo del tiempo puede hacer pensar en un yugo que destruirá nuestra libertad; pero en realidad es una ayuda para emplear mejor el regalo divino que es el tiempo para que él obre con nosotros en la realización de una obra que valga la pena.
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Capítulo 8 CÓMO LEER PROVECHOSAMENTE UN LIBRO DE ESTUDIO Recogemos la mayor parte de nuestros conocimientos mediante la lectura. Las bibliotecas contienen lo esencial del saber humano, pero son demasiado voluminosas para que podamos asimilar su contenido. Incluso los «buenos libros» son demasiado numerosos. Durante nuestra breve vida sólo tendremos tiempo para leer algunos. Así, es esencial saber escogerlos bien y sacar el máximo provecho de ellos: 1. ¿Cómo juzgar un libro y estimar su valor? Para apreciar el valor de un libro es necesario consultar: 1. El título y a veces el subtítulo. 2. El nombre del autor: conocido o desconocido; en ocasiones hay una breve nota mencionando sus estudios, actividades y trabajos anteriores, etc. La lista de obras del mismo autor (en el interior) permite también precisar sus campos de interés y asimismo los editores que lo han publicado. El nombre del traductor o del 69
prologador dan a veces indicaciones suplementarias intere santes. A veces la camisa del libro contiene extractos de prensa que permiten hacerse una idea de la acogida que se ha dado a la aparición de esta obra (¡no olvides el carácter publicitario de estas observaciones!). 3. El editor asume la responsabilidad de publicar la obra, por lo cual está de acuerdo con el autor y quiere difundir sus ideas. Un libro publicado por un editor evangélico ofrece garantías doctrinales que uno no tiene la seguridad de tener en otros libros. En ocasiones, el editor presenta la obra con algunas palabras sobre la cubierta. Algunos libros forman parte de una serie publicada bajo la dirección de un autor común, garantizando el contenido. 4. La fecha de edición es importante. En principio, el libro más reciente debería dar las indicaciones más seguras. Una buena obra trata de reunir los datos esparcidos en los libros que le han precedido. Si la fecha no figura sobre la página del título, se encuentra en ocasiones con el «Copyright» o al final del libro: Acabado de imprimir el... 5. El índice temático da una sinopsis del contenido. Nos permite ver si el libro responde a nuestras preguntas, si el autor ha estructurado bien su material, si trata detalladamente acerca del tema que nos interesa o si le ha consagrado sólo algunas páginas. 6. La introducción o el prefacio dan una idea general de las intenciones del autor, de los límites de su tema, en ocasiones también de su competencia. La introducción se escribe generalmente en último lugar, y está pensada de manera cuidadosa. 7. Las ilustraciones, diagramas y dibujos presentan 70
frecuentemente de una manera concreta el pensamiento del autor. 8. La bibliografía nos indica los libros consultados para escribir el libro. 9. El índice analítico (si existe) nos permite encontrar rápidamente lo que se dice sobre una cuestión determinada. 10. Después de haber recorrido rápidamente estas dife rentes secciones, escoge en el índice temático el capítulo que más se acerque al tema que te interesa, y lee dos o tres páginas para hacerte una idea del tipo de documentación que podrás encontrar en este libro, del nivel de tratamiento, de la solidez de los razonamientos, de la documentación em pleada, etc. Una biblioteca es como un bosque otoñal después de la lluvia, lleno de hongos; los hay buenos, menos buenos, y venenosos. Estos últimos pueden envenenar el espíritu con tanta seguridad como las amanitas falloides, hongos vene nosos a pesar de su parecido con ciertas excelentes setas. También se ha llegado a descubrir que ciertos hongos no matan hasta al cabo de un mes. También dentro de ciertos libros hay venenos de acción lenta. Si amontonas y consumes muchas setas cualesquiera (ni buenas ni malas), no te quedará lugar para los níscalos u otras buenas setas que descubrirás algo más adelante. Es suficiente con unos pocos cuernos de la abundancia para aderezar todo un plato, pero consumidos en cantidad excesiva os pueden dar una indigestión. Así, usa de mucho discernimiento con respecto a los hongos... y los libros. «Examinadlo todo; retened lo bueno» (1 Ts 5:21).
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2. Cómo aprovechar al máximo la lectura Dedicamos una gran parte del tiempo de nuestros estudios a la lectura de obras de fondo o de documentación. Es importante que este tiempo sea empleado de manera óptima. Es evidente que aquí no se trata de lectura recreativa, sino de lectura/estudio, la que nos transmite los conocimientos exigidos, por ejemplo, para la preparación de un examen, de una disertación o de un artículo a escribir./ Lanzarse de entrada a un estudio de un libro de principio a fin puede resultar en una lamentable pérdida de tiempo. Es por esto que varios autores recomiendan otra estrategia en 5 puntos puesta a punto por el profesor Robinson (SQ3R), que no sotros llamaremos el método SPLFR: Sobrevuelo, Pre guntas, Lectura, Fijación, Recuerdo. 1. Sobrevuelo de la materia antes de comenzar la lectura, para tener una idea de conjunto del libro, del objetivo del autor, de los pasajes particularmente interesantes para noso tros —un poco como si sobrevoláramos una población para damos una idea general antes de pasar a visitar sus diferentes barrios—. Antes de comenzar la lectura del primer capítulo, ' examina el índice temático y los títulos y subtítulos de los capítulos. A veces, al final de un capítulo hay un sumario del mismo. En principio, la conclusión repasa las ideas principales. Este sobrevuelo nos permitirá saber adonde vamos y qué podemos encontrar. Cuando abordes un nuevo capítulo, sitúalo en el conjunto del plan del libro (echando una ojeada al índice de materias). Si tiene subtítulos, repásalos para ver adonde te llevara. Finalmente, sobrevuela el primer y último párrafos para tener una idea del objeto del autor en esta sección del libro. Este sobrevuelo nos permitirá ganar mucho tiempo; a veces nos evitará leer el libro, porque nos permitirá constatar que no contesta a nuestras preguntas. En otras ocasiones, 72
seremos orientados directamente a los capítulos más impor tantes para nosotros y dejaremos de lado los capítulos introductorios que no nos interesan. 2. Preguntas: El sobrevuelo nos abre el apetito. Abor daremos el libro con varias preguntas para las que esperamos respuestas. Observa estas preguntas: ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? Leerás el libro con mayor interés si constatas que tus preguntas van hallando lentamente res puesta. Quizá acudas al libro con unas preguntas precisas inspiradas por el estudio que tienes en curso. ¿Cómo saber si te dará las respuestas esperadas? Después del índice temático, el índice analítico (si existe) te permitirá ver de una ojeada si los temas que te interesan han sido tratados por el autor. Tendrás otras cuestiones que se apremiarán a tu espíritu: ¿Quién es el autor? ¿Cuáles son sus cualificaciones? Y, en consecuencia, ¿hasta qué medida puedo confiar en sus aser ciones? ¿Cuál es su trasfondo teológico o eclesiástico? (Lo cual explicará su punto de vista o una determinada postura.) ¿Cuándo fue publicado este libro? Su documentación, ¿es todavía válida, o ha sido puesta al día en una edición más reciente? ¿Por qué el autor dedica todo un capítulo a esta cuestión? ¿Coincide su objetivo con el mío en este punto? ¿A qué lectores se dirige? ¿Cuál es su objetivo general en este libro? Cada capítulo será atacado con preguntas más específi cas: ¿Cómo se inserta esta discusión en el conjunto? ¿Qué relación tiene con lo que ya se ha dicho, con el propósito explicado en el prefacio? ¿Qué piedra aporta para la construcción presentada en la conclusión? El contenido, ¿se corresponde con el título del capítulo? ¿Cuál es la idea principal? ¿Dónde se explica (párrafo primero o último)? 3. Lectura: Para que sea fructífera, es necesario que sea activa. Sin un lápiz en la mano, lo más frecuente es que sea 73
un tiempo perdido. Anota muy ligeramente para poder borrar con facilidad (si el libro no te pertenece, apunta las refe rencias). Estas anotaciones no están realmente destinadas tanto a señalar tu aprobación como a marcar los pensa mientos, citas, informaciones que querrás volver a encontrar y a su tiempo anotar. En ocasiones es preferible la lectura con una toma de notas inmediata que la anotación. En otros casos es mejor tener una vista de conjunto del capítulo antes de hacer anotaciones, para poder observar las ideas prin cipales. En ocasiones es mejor formular las ideas más de lejos. Al terminar el capítulo, redacta en tus propias palabras un resumen del pensamiento del autor. Apunta las citas textuales entre comillas, indicando la página. En tus propios libros puedes emplear asimismo marca dores de colores diferentes (plan, ideas principales, citas que volver a encontrar, etc.). Apunta en el margen tus reacciones (una cruz para una idea original, un signo de admiración para una afirmación atrevida, una línea sinuosa si no estás de acuerdo, referencia a un pasaje paralelo en el mismo libro u otros, preguntas al autor, etc.). Para ciertos libros de fondo se imponen dos lecturas: una primera bien rápida (en diagonal) para conocer la marcha general de la discusión y localizar los párrafos importantes; otra más atenta a los detalles, con lápiz o pluma en mano para anotar y observar las ideas esenciales. 4. Fijación. Después de haber leído un capítulo, en lugar de lanzarte al siguiente, tómate algunos minutos para re flexionar acerca de lo que acabas de aprender, para reformularlo en tus propios términos y fijarlo en tu memoria; repasa los subtítulos, los pasajes subrayados, y procura expresar el pensamiento esencial en tus propias palabras. A veces, éste es el mejor momento para tomar notas (aunque el libro sea tuyo); así, sobre una página de fácil acceso 74
tendrás lo esencial de 10 a 30 páginas del libro. Este trabajo te permitirá pasar revista al conjunto del libro en pocos minutos después de tu lectura, o dos meses, o dos años más tarde. Estos resúmenes redactados hace cuarenta años me recuerdan en pocos segundos la aportación esencial de un libro del que, en otro caso, habría olvidado todo el contenido. Cuando se trata de nociones que estudiar para un examen, este recuerdo con vistas a la fijación en la memoria se deberá hacer de modo que facilite la última etapa (el recuerdo o asimilación) bajo la forma de esquemas, tablas, fórmulas a memorizar... Las palabras nuevas se apuntarán en fichas mnemotécnicas (anverso: la palabra; reverso, el sentido o la correspondencia en tu idioma). En la lectura de los libros de estudio se recomienda dedicar el 50 por ciento del tiempo total a esta etapa. 5. Recuerdo (o revisión, repetición, control). En esta última etapa se nata de revisar al final de tu lectura, y luego de vez en cuando, lo que ha sido asimilado. Recuerda lo que te han aportado las etapas anteriores, o sea: 1. El sobrevuelo: Ahora dominas mejor el conjunto del libro; los títulos evocan en ti un contenido preciso, y podrías resumir en una frase la intención del autor; hazlo al final de tus notas. Añade tu valoración personal como para una recensión: libro original, bien estructurado, aporta infor maciones recientes que no se encuentran en ninguna otra parte; pero la segunda parte es decepcionante, el autor repite una y otra vez su idea central. No aporta nada nuevo. La redacción de estas líneas te obliga a ir atrás en tu lectura. Esto te ayudará a aconsejar a otros en la lectura de la obra así examinada. 2. Las preguntas: ¿Has encontrado respuesta a tus pre guntas? Si las has anotado antes de tu lectura, repásalas y 75
subraya aquellas a las que el libro ha dado respuesta, apun tando la página que les corresponde. La lectura, ¿ha suscitado nuevas preguntas? 3. La lectura: Repasa tus notas, hojea el libro para fijar los pasajes importantes. Antes de guardar la obra en tu biblioteca, marca sobre la última página los números de las páginas en las que encontrarás indicaciones importantes o citas que releer. 4. La fijación: Echa un vistazo sobre tus notas. ¿Qué palabras se habrían de subrayar? ¿Encuadrar? ¿Qué refe rencias poner en fichas? ¿En qué categoría clasificarlas? ¿Podrías reproducir el plan de memoria? ¿O explicarle a un amigo la idea central en tres frases? Tendrían que hacerse repasos periódicos si se trata de conceptos para guardar en la memoria e integrar en un conjunto. La experiencia muestra que cada rememoración lanza nuevas raíces dentro de la memoria. Si se tiene una hora para consagrar a un cierto tema, mejor es estudiarlo treinta mi nutos el primer día, volver sobre ello diez minutos al día siguiente, otro tanto al cabo de una semana, y luego un mes después, que pasar toda la hora el primer día de estudio; un mes después no quedará prácticamente nada. La «ley de Jost» da las proporciones siguientes para la memorización: 24 repeticiones por día: alrededor del 40% de fijación 2 3 4 6 12 76
x x x x x
12 8 6 4 2
repeticiones repeticiones repeticiones repeticiones repeticiones
en 2 en 3 en 4 en 6 en 12
días:alrededor días:alrededor días:alrededor días:alrededor días:alrededor
del del del del del
50% 60% 70% 80% 90%
Cuanto más se espacian los días de repetición, tanto más se solidifica la fijación (repasar, por ejemplo, el día segundo, octavo, trigésimo y sexagésimo, etc.). Todos los sistemas mnemotécnicos (técnica de la memo rización) se basan sobre este principio de la repetición pe riódica de los conceptos a asimilar. Si quieres grabar el vocabulario de una lengua extranjera en la memoria, hazte pequeñas fichas fáciles de meterte en el bolsillo, con una banda elástica. En el anverso la palabra inglesa o griega; en el reverso su con-espondencia en cas tellano. Al principio repasa las fichas tratando de dar el sentido de las palabras extranjeras. Aquellas para las que ya no tengas dudas las pasas a un segundo paquete. Para las fichas en esta categoría, tratarás de dar la palabra extranjera desde la castellana. Si aciertas dos veces seguidas, pasa a un tercer paquete: las palabras a reexaminar de vez en cuando para fijar su enraizamiento en la memoria. Acuérdate que para que una palabra nueva te quede grabada en la mente tiene que ser: 1. entendida, 2. repetida, 3. leída, 4. escrita. Otros conceptos se pueden escribir en un «cuaderno de memorización» con páginas numeradas (fechas, citas a re cordar, datos estadísticos, frases en lenguas extranjeras...). En los momentos libres, se repasa una página del cuaderno. Los estudiantes que quieran recordar algunas de estas nociones las pueden escribir en papeles grandes y colgarlos en su dormitorio, para verlas frecuentemente. «La repetición es el alma de la pedagogía». La memoria se ejercita y desarrolla. Los que no tienen memoria para los números pueden establecer un sistema de correspondencia entre cifras y vocales (1 = uno, u; dos = os; 3 = e; 4 = ua; 5 = in; 6 = ei; 7 = ie; 8 = oc; 9 = ue; 0 = o) y constituir frases pequeñas en las que las primeras vocales de cada palabra se corres pondan con las cifras del número a recordar. Digamos que se trata de la fecha del Edicto de Nantes: 1598. 1 = u; 5 = in; 9 = ue; 8 = oc. Montando la expresión «una importante 77
cuestión occidental» se podrá reconstruir rápidamente la fe cha. Los conceptos a memorizar procedentes de asignaturas del curso pueden ser fijados de una u otra manera. Este método de las cinco etapas, que hace un uso alter nativo del análisis y de la síntesis, ha sido ensayado por millares de estudiantes, que han visto que mejoraba consi derablemente el rendimiento de sus estudios (D. Rowntree 82 pág. 60). Se puede aplicar en alguna medida también para la escucha de las clases y de las conferencias, que las hace mucho más provechosas. 3. Lectura rápida Para aumentar la velocidad y eficacia de tu lectura, fa miliarízate con los métodos de lectura rápida vulgarizados por diferentes libros (por ejemplo, F. Richaudeau - M. y F. Gauquelin: Lecture rapide, Marabout-Service. Mismos autores: Cours de lecture rapide, Ed. Denoél et CEPL. Mismos autores: Méthode de lecture rapide, Colecc. Savoir communiquer, CEPL; André Conquet: (70) Lisez mieux et plus vite (Le Centurión). Los que practican estos métodos pretenden que no sólo se dobla o triplica su velocidad de lectura, sino que llegan a retener mejor lo esencial del contenido de un libro, al quedar su atención menos saturada de detalles. «El que lee tres veces más rápidamente es capaz de retener mejor que quien lee lentamente» (R. Bosquet 69 pág. 20). Estos métodos no son aplicables, desde luego, a todas las lecturas (¿qué pensarías de un libio que se titulase ¿Cómo leer la Biblia en 15 días?), pero en la investigación de documentos, el hábito de una lectura «en diagonal» puede sernos de gran utilidad Recuerda lo que escribía Francis Bacon hace ya casi 78
cuatro siglos: «Ciertos libros han de ser degustados, otros tragados, y algunos masticados y digeridos; hay libros que sólo hay necesidad de leer en parte, otros han de ser leídos rápidamente, y algunas pocas obras merecen ser leídas enteras con cuidado y atención» (citado en Rowntree 82 pág. 39).
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Capítulo 9 POR QUÉ Y CÓMO TOMAR APUNTES 1. Por qué tomar apuntes a) Porque la memoria traiciona. En el curso de un día nos vienen muchas informaciones. Las que nos convendría atesorar son arrastradas por una marejada de informaciones inútiles. Los apuntes aligeran la memoria, en particular acerca de los datos precisos que es útil tener a mano (nombres^ fechas, referencias, nombres propios, etc.). Al apuntar estos datos, el espíritu podrá concentrarse más en la marcha del pensamiento. Los especialistas de «mnemo tecnia» (la ciencia de la memoria) afirman que se retiene el 20 por ciento de lo que se oye, el 30 por ciento de lo que se ve, el 50 por ciento de lo que se ve y oye, y el 90 por ciento de lo que uno ha hecho por sí mismo. Unir la «memoria motriz» (al escribir lo que se quiere memorizar) a la memoria audiüva y a la memoria visual ayuda a retener lo que se quiere conservar. Una buena organización de los estudios dará entonces un gran lugar a la «memoria sobre papel», esto es, a las notas escritas. Cuando uno ha visto una palabra y la ha escrito, la guarda más fácilmente que si sólo la ha oído. Lo mismo sucede con todos los conocimientos. La repetición, un factor importante de la memorización, es facilitada por el repaso de los apuntes.
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Los apuntes permiten también remitirse rápidamente a la esencia de un asunto determinado. b) Los apuntes permiten concentrarse durante el curso. Escuchar es un ejercicio más o menos pasivo; para tomar apuntes es necesario tener constantemente el espíritu alerta para escoger lo que es necesario apuntar, subrayar los puntos importantes, resumir y eliminar. Estas diferentes actividades impiden que el espíritu se aparte de la materia y divague. c) Obligan a estructurar el material, con lo que se asimila y memoriza mejor. Para poner los títulos y los sub títulos se está obligado a organizar las ideas alrededor de un plan, lo cual facilita la memorización. Además, uno ve en todo momento qué parte de su exposición es la que desarrolla el profesor y cómo un detalle determinado se ingerta en la demostración del conjunto. d) Los apuntes permiten reconstruir la asignatura incluso años después. Ciertos temas nunca pierden su ac tualidad. Los apuntes tomados pueden servir todavía al cabo de diez o veinte años, mientras que la memoria se ha olvi dado de todo. Evidentemente con la condición de que se hayan clasificado y dispuesto de manera que sean encon trados con facilidad. Seguir un curso o una conferencia sin tomar apuntes es casi una pérdida de tiempo; después de algunas semanas o meses no quedará prácticamente nada (he hecho la prueba una buena cantidad de veces con estudiantes), a menos que uno forme parte de la minoría de personas con «memoria de elefante» que le permita recordar, incluso tras un tiempo muy largo, lo que haya oído. De todas maneras, incluso si uno no va nunca a releer los apuntes, el esfuerzo compensa por todas las razones dadas anteriormente. 82
El magnetofono no puede sustituir a los apuntes: 1. Pocas veces se vuelve a escuchar lo que uno ya ha oído. 2. Volver a encontrar una frase o una discusión exige mucho tiempo. 3. El magnetófono no estructura las ideas ni permite la revisión rápida de los materiales. 4. En nuestra civilización en la que la memoria visual es sumamente importante, no permite una mirada a vista de pájaro de una conferencia. 2. Cuándo tomar apuntes a) Durante las clases y en conferencias. b) Después de una conversación importante. Algunos pastores, desconfiando de su memoria, mantienen un fichero de las conversaciones que han tenido durante su ministerio de consejería. c) Durante las lecturas de estudio. Incluso si trabajas sobre un libro que te pertenece, el sumario te facilitará su examen. Si anotas en el margen la página en la que se encuentra aquella cita que te ha impresionado, aquella discusión in teresante, esto te evitará hojear todo el libro cuando las quieras encontrar. Las notas son todavía más indispensables cuando lees un libro prestado. d) En ciertas conversaciones telefónicas, para recordar de manera exacta lo que ha dicho el interlocutor y lo que le has contestado acerca de sus preocupaciones y preguntas. 3. Cómo tomar apuntes a) Entresacar: El espíritu humano no es un magnetófono. Quien escucha una clase no es un secretario que toma una 83
carta de su jefe al dictado. No se recomienda la taquigrafía más que en casos especiales; por lo general obliga a volver a trabajar los apuntes, y por ello a perder mucho tiempo. Quien toma apuntes tiene que ejercitar su espíritu crítico para entresacar lo esencial de lo accesorio. Su permanente pregunta es ésta: ¿Vale la pena apuntar esto? Y entonces se esfuerza por comprender la idea dada, busca su vínculo con el conjunto desarrollado, la clasifica y estructura los pensamientos para escribirlos. b) Disponer los apuntes pasando de línea a cada nuevo pensamiento. Asignar títulos personalmente si el confe renciante no los da, y subrayarlos. Poner los títulos más a la derecha, poniendo los de la misma importancia sobre la misma vertical. Adoptar un sistema de numeración uni forme: I, II, El para las grandes divisiones del tema; A, B, C, D para los capítulos, 1, 2, 3 para las subdivisiones, que se subdividen a su vez en a, b, c... Dejar un margen a la izquierda y al pie de la página para notas. Si escribes en un cuaderno, reserva la página de la izquierda para eventuales adiciones. c) Abreviar: Eliminar todas las palabras no significativas (artículos, ciertas preposiciones); abreviar las palabras usuales (n. = nosotros; frc. = frecuentemente; ts. = todos, etc.). Decidir una abreviación temporal para un nombre que aparezca muchas veces en un curso determinado (L para Lutero, C para Calvino en un curso sobre la Reforma, P para Pablo en el estudio de una de sus epístolas). Emplear los signos usuales: + — x : y los símbolos corrientes (flecha, cruz, J-C, AT, NT. ...). Vigila que el texto sea legible para ti mismo y a su tiempo para otros que puedan sacar provecho de tus apuntes. Toma siempre los apuntes «en limpio» para evitar una fastidiosa copia posterior. Deja algunos centímetros al pie de 84
las páginas para tus reflexiones personales y eventuales com plementos (por ejemplo, referencias bibliográficas). El margen de la izquierda (5 cm) está destinado a notas pos teriores durante la lectura posterior (plan personal, puntos importantes indicaciones de obras tratando del mismo tema). Si el profesor sigue un libro para dar su clase, dividir la página verticalmente en dos: a la izquierda, un resumen del libro (antes del curso, si ello es posible); a la derecha, notas complementarias. 4. Un ejemplo Si, por ejemplo, tomas apuntes sobre este capítulo, po drían presentarse de una manera semejante a esta: 1. ¿Pq. tomar a.? a) Memoria falible -
demasiadas informaciones descargan memoria datos precisos (nb., ref.) mem. visual + motriz permiten repetición - revisión.
b) Concentran dur. clase - espíritu alerta pr. extractar, resumir. c) Estructuran materia - mejor asimilación - » memorización - ver cómo detalles entran en conjunto. 85
d) Reconstituir curso posteriormente - Recuerdo conservado (si a. clasificados) - Diferente del magnetófono. 2. ¿Cd. tomar a.? a) b) c) d)
Clases + conf. Conversac. imp. Lecturas (inc. si libro prop.) Teléf.
3. ¿Cómo? a) Entresacar: con espíritu crítico - comprender, clasificar, estructurar. b) Disponer: por líneas, títulos personales, apartados I, II, III, A, B, C, 1, 2, 3, a, b, c. Margen izq. + pie. c) Abreviar: palabras usuales, abreviaturas temporales, márgenes La toma de apuntes se aprende y perfecciona. Los buenos profesores entrenan a sus estudiantes dándoles, sobre todo al comienzo del año, unas frases claves que resumen su curso. Se podrían escribir en la pizarra o proyectadas con un retroproyector.
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5. Material sobre el que tomar apuntes Desde luego, se pueden tomar apuntes sobre cualquier tipo de papel —y esto será mejor, porque te obligará al menos a mantener el espíritu despierto mientras escuchas—. Pero si quieres aprovechar las otras ventajas de la toma de apuntes, puedes escoger entre dos maneras: el cuaderno o las hojas sueltas de formato uniforme. El cuaderno es práctico para conferencias periódicas no demasiado frecuentes. Podrás agrupar fácilmente todas las notas de uno o dos años en el mismo cuaderno y sabrás dónde encontrarlas. Numera las páginas del cuaderno y haz un índice de los títulos de las conferencias con las páginas correspondientes. Numera también los cuadernos si quieres hacer un índice de los temas con fichas (la Iglesia en el siglo xvni, cuad. 5, pág. 17). Nada te impide cortar las páginas de los cuadernos y graparlas para clasificarlas por temas, si has tomado la precaución de nunca escribir el fin de una conferencia en el anverso y el comienzo de la otra al reverso de la misma hoja. En la mayoría de los casos son preferibles las hojas sueltas: se puede cambiar su clasificación a voluntad. Las fundas simples precisan de menos espacio que las tapas duras, pero estas últimas son de manejo y disposición más sencillos.
Capítulo 10 CÓMO EMPLEAR LA BIBLIOTECA 1. El primer contacto con la biblioteca En toda biblioteca hay tres clases de documentos: 1. Las obras de referencia, que no deben salir del local en el que están depositadas. Generalmente son las que dan las informaciones de mayor valor. 2. Los libros que se pueden llevar prestados o que se pueden consultar en la misma biblioteca. 3. Los periódicos. En ciertas bibliotecas se pueden encontrar, también, do cumentos gráficos (mapas, diseños, esquemas, etc.), microfilmes, casetes y discos. Los catálogos (sobre fichas, microfichas u hojas impresas por un ordenador) permiten la localización de un libro, sea por el nombre del autor o por la materia tratada. Todas las bibliotecas de estudio tienen tres catálogos principales: el catálogo alfabético por autores, otro por ma terias, y un catálogo sistemático clasificado generalmente siguiendo la clasificación decimal universal. El catálogo que te podrá dar más rápidamente información sobre las obras que te interesan para tu tema es el alfabético de materias. 89
Consulta a renglón seguido el catálogo sistemático sirvién dote de las referencias de las obras conseguidas para explorar los temas análogos. Por ejemplo, en el catálogo de materias habéis conseguido un libro acerca de Dios clasificado como CY2. En el catálogo sistemático encontraréis, bajo CY, CV, CW y CZ, libros interesantes sobre el mismo tema o temas relacionados. Las bibliografías que figuran en los libros consultados os remitirán a otras obras que buscaréis por medio del catálogo alfabético de autores. Quizá tendréis la posibilidad de encontrar vuestro tema en un «repertorio bi bliográfico» cubriendo no sólo los libros, sino también los artículos aparecidos en publicaciones periódicas. El Bulletin signalétique informa cada año de más de 9.000 periódicos, tesis y comunicaciones en congresos. Para las materias bíblicas existe un índice de los artículos publicados por publicaciones periódicas cristianas (Chastian Periodical Index —publicado por la Association of Christian Libranans, Houghton College, Buffalo Campus, 910, Union Rd., West Seneca, NY 14224 U.S.A.), clasificando por materias los títulos de los artículos publicados en casi 70 publicaciones periódicas americanas. Paul-Emile Langevin S.J. ha publicado una monumental bibliografía bíblica cubriendo 120 revistas religiosas france sas, inglesas, alemanas, italianas y españolas aparecidas entre 1930 y 1975. Los títulos están clasificados por temas: Introducción a la Biblia, A.T., N.T., Temas Bíblicos (Prensa de la Universidad Laval, 1978, 1586 págs.) Diversos autores han hecho un trabajo análogo, bajo la dirección de Bruce Metzger, publicado según los temas: Epístolas de Pablo, historia de la crítica textual, primeras confesiones de fe, evangelios, Hechos, etc. (Publicado en 7 vols. por Brill, Leiden, entre 1960 y 1966). Los libros religiosos publicados en todo el mundo son inventariados cada año por el Elenchus de Bíblica editado por el Pontificio Instituto de Roma (Biblical Press). 90
La revista Ephemerides Theologicce Lovanienses, editada por la Universidad Católica de Lovaina, publica también todos los años un número bibliográfico inventariando todos los artículos y libros teológicos aparecidos en el curso del año precedente. Encontrarás breves recensiones sobre estos libros en las principales revistas teológicas francesas (Revue Réfonnée, Positions Luthériennes, Hokhma..) y extranjeras, lo mismo que en dos revistas especializadas en estas recensiones: Oíd Testament Abstraéis (Catholic Biblical Association of America, Washington D.C. 20064) y New Testament Abstracts (Weston School of Theology, Cambridge, Mass.). Familiarízate de entrada con las grandes divisiones de la biblioteca (historia, geografía, ciencias, literatura...) para saber qué recursos te ofrece. Consulta el catálogo de materias para conocer el sistema de clasificación de los libros. Recorre los anaqueles (si tienes acceso) para conocer la situación de las diferentes secciones. Examina de cerca los estantes con las obras de referencia de las que tendrás más necesidad: dónde se encuentran los diccionarios, las enciclopedias, los atlas... Tu biblioteca, desde luego, no contendrá todas las obras disponibles, pero será suficiente para tus necesidades, siendo que cada libro ha sido objeto de una minuciosa se lección. Si comienzas un estudio, convéncete de entrada que no podrás nunca consultar toda la documentación acerca del tema. Se estima que el volumen de documentos de la hu manidad se dobla cada diez años. Una biblioteca que pro gresara a este ritmo pronto invadiría todo el espacio dis ponible en una casa. El problema más apremiante, así, es seleccionar la mejor documentación, y si es posible la más reciente —lo que no quiere decir que sea forzosamente la mejor.
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2. ¿Por qué libros se deben comenzar las investigaciones? Supon que debes hacer un estudio sobre el apostolado o el ayuno. Utiliza de entrada las obras generales (diccionarios, enciclopedias, manuales) para tener una idea de conjunto acerca de la cuestión. Algunas de ellas dan una bibliografía para profundizar en la cuestión; esto, desgraciadamente, no suele ser así en los libros en francés. Resume el artículo consagrado al tema que quieres es tudiar; esto te servirá de andamiaje para tu estudio posterior. Consulta el Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado de VilaEscuain, de la editorial CLIE, y también el Diccionario Bíblico de la Editorial Herder, una obra católica que puede dar interesantes informaciones, aunque mantiene una pers pectiva teológicamente liberal. Si sabes inglés, podrás leer los artículos del New Bible Dictionary de J. D. Douglas (I.V.P.), la Pictorial Encyclopedia (Zondervan, 5 vols.), la International Standard Bible Encyclopedia (Eerdmans, 5 vols.) y el New Illustrated Bible Dictionary en tres volú menes. Para los que quieren una documentación más profunda, para el Nuevo Testamento podrán consultar el Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de W. E. Vine (CLIE, 4 vols.). En inglés hay el Dictionaiy ofN.T. Theology de Colin Brown (Paternóster Press) o el Theological Dictionaiy ofthe N.T. (10 vols., traducción del Diccionario Teológico de Kittel). Para el Antiguo Testa mento, está Sinónimos del Antiguo Testamento, de R. B. Girdlestone (CLIE), y en inglés el Theological Wordbook o f the Oíd Testament (editado por Harris, Archer y Waltke, 2 vols., Moody Press) o el Theological Dictionaiy ofthe Oíd Testament (con numerosos volúmenes en curso, editado por Botterweek y Ringgren; traducido del alemán). Los que lean alemán encontrarán información en Lexikon zur Bibel, publicado por F. Rienecker (Brockhaus); en 92
Theologisches Begriffslexikon zur Bibel (Brockhaus) y en la obra de Kittel Theologisches Wörterbuch zum N.T. (Kohlhammer, Stuttgart). Si se trata de estudiar un pasaje bíblico, consultarás los comentarios. Comienza por el Nuevo Comentario Bíblico, que te dará una idea general del pasaje. Encontrarás un desarrollo más detallado en una obra como El comentario bíblico Beacon (Casa Nazarena, 10 vols.). Pasa luego a comentarios más detallados comenzando por las obras técnicas más accesibles. Generalmente las encontrarás en los anaqueles de obras de referencia. La literatura evangélica en lengua castellana no es aún muy abundante en obras de este género. Podrás consultar, como ejemplo, Imágenes verbales en el N.T., de A. T. Robertson (CLIE, 6 vols.), y comentarios a libros aislados como Romanos, de Newell (Portavoz), Primera Corintios, de C. Hodge (Estandarte de la Verdad), Gálatas, de M. Tenney (CLIE), Santiago, de E. L. Carballosa (Portavoz), etc. Hay también dos series con volúmenes no demasiado extensos sobre distintos libros de la Biblia: Comentarios Bíblicos Portavoz, Editorial Portavoz, y Co mentarios Didaqué, de Editorial Certeza, que, a pesar de ser sucintos, pueden dar buenos servicios. Finalmente, los co mentarios devocionales podrán aportarte reflexiones prácti cas y algunas aplicaciones.
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Capítulo 11 CÓMO REDACTAR UN ESTUDIO Divide y vencerás Este antiguo principio maquiavélico, de frecuente aplica ción en política, puede ser empleado de manera provechosa en el trabajo intelectual: se trata de dividir la dificultad en las operaciones sencillas necesarias para llegar a dominar la situación. La táctica forma parte del «método» de Descartes: «Dividir cada una de las dificultades que veo en tantas partes como sea posible y que sean necesarias para resolverlas de mejor manera». Jean Guitton cita una reflexión del profesor F. Boillot de la universidad de Bristol, que pasó su vida meditando acerca de los métodos del trabajo intelectual y estudiando la manera de proceder en las grandes empresas industriales, los ejér citos y la diplomacia de varios países de Europa y América. ¿Qué es lo que llevó a Juan Gutenberg al éxito?, se pregunta él: Aislar las letras que componían las palabras (que ya hacía un siglo se grababan enteras sobre bloques de madera), separarlas, para luego reunirías de otra manera para componer otras palabras, otras líneas, otras obras. Así, los libros se componen de ideas, de datos o de hechos, unidos unos a otros — como las letras en una página de antes de Gutenberg— . «Pero entonces», dice Boillot, «supongamos que le asigno a cada pensamiento una hoja de papel de la 95
dimensión de un naipe; entonces me será posible, cuando haya hecho un trabajo cualquiera, segregar los elementos del pensamiento o de información que me han servido para mi trabajo, hacerlos volver a sus hogares como si se tratara de soldados desmovilizados, es decir, clasificarlos en un orden artificial cualquiera (alfabético o cronológico), para luego volverlos a movilizar cuando se haga sentir su necesidad y en aquella medida en que me sean útiles» (J. Guitton, 51 pág. 133). Este método es la base de toda obra de investigación empleando datos elaborados por otros para introducirlos dentro de una nueva síntesis. Se aplica también a diferentes fases de un trabajo complejo; será dividiendo en operaciones simples que llegaremos a dominarlo para manejarlo a vo luntad. En todo trabajo de una cierta envergadura es necesario distinguir: - la fase de investigación de documentos - la fase de elaboración de documentos - la puesta a punto final. 1. Investigación de los documentos Después de haber leído y delimitado bien tu tema, exa mina tu documentación personal y la de las bibliotecas a las que puedas acceder para reunir todos los elementos sus ceptibles de aportarte datos complementarios útiles. Partien do de tu fichero, examina los artículos, apuntes personales y referencias a las que te remite. Clasifícalo todo en una funda marcada con el título de tu estudio (después de ve rificar que tienen el número de clasificación que permitirá que sean fácilmente reintegrados a su lugar normal). Exa mina acto seguido los diccionarios y enciclopedias de la 96
biblioteca como se ha dicho antes, compulsando el catálogo de materias bajo las diferentes palabras clave que tengan que ver con tu tema (por ejemplo, para un trabajo sobre la pre destinación buscarás también bajo las palabras elección, libertad, responsabilidad). Examina el índice de materias y el analítico de las obras generales (dogmáticas, manuales, libros de historia...) y los libros que se relacionen más o menos con tu tema. Apunta en fichas las referencias de los pasajes que te parezcan interesantes. Fotocopia si es necesario las páginas que tengas que estudiar con detenimiento. Esto te permitirá anotarlas y subrayarlas, e incluso recortar citas que quieras reproducir textualmente. Si encuentras libros o capítulos que se relacionen direc tamente con tu tema, haz un resumen, en el que marques al margen los números de las páginas de las que extraigas las ideas o citas. No emplees nunca más que una cara del papel, para poder disponer de toda la documentación a la vista en el momento de la elaboración. Si tienes ya una idea acerca de tu plan, toma tus notas sobre hojas distintas siguiendo el encabe zamiento de los capítulos. Si no, separa las distintas ideas con una raya horizontal. Esto te permitirá en su momento cortar el papel y clasificar los extractos siguiendo tu plan personal. Si quieres designar fácilmente la fuente de tal idea o cita sin tener que repetir la referencia para cada nueva idea, emplea papeles de colores distintos siguiendo los libros que estés resumiendo, o coloréalos con una raya de color al margen. Al proceder a la redacción del trabajo, podrá ser necesario leer el contexto original de una cita o indicar la referencia exacta. La indicación de la página del libro (mar cado por el color de las notas recortadas) te evitará largas búsquedas.
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2. Fase de elaboración a) Investigación del plan. El plan de tu trabajo constituye su andamiaje. Es lo que de principio te dará el conjunto. Tiene gran importancia. Ha de ser lógico, coherente, y debe cubrir el conjunto del material, dando a cada punto la im portancia merecida. Generalmente, se desprenderá de la do cumentación reunida. Para encontrar este plan, comienza por recortar tus notas de manera que queden juntas aquellas que se refieren a la misma idea. Pon delante tuyo los montones de recortes clasificados por temas. Busca títulos para cada paquete y escríbelos en una hoja. Ensaya varias disposiciones de una idea en relación con las demás tratando de reunirías por orden lógico o cronológico. Para la oración, por ejemplo, el Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado sigue el siguiente plan: definición, datos bíblicos del A.T., N.T., la oración en nom bre de Cristo, por el Espíritu, la actitud durante la oración. Para Pablo sigue un plan cronológico: origen y familia, formación, conversión. Una vez fijadas las grandes líneas del plan, procede de la misma manera para subdividir cada punto siguiendo las ideas y los documentos de que dispongas. En cada etapa se os hará quizá evidente que entre dos desarrollos para los que tenéis toda la documentación precisa hará falta insertar una cadena lógica que deberéis rellenar de ciertas consideraciones suplementarias. Por ejemplo, entre un capítulo acerca de la oración en la Biblia y otro ex hortando a los cristianos a orar, se podría intercalar unas consideraciones tituladas: ¿Por qué orar? Tendrás que reiniciar entonces la investigación documen tal, pero orientada de una manera bien precisa hacia el tema de tu sección intermedia. Anota el plan de manera bien clara sobre una hoja. Utiliza colores distintos para los puntos distintos. Relaciónalos con tus documentos y apuntes para facilitar las referencias. 98
En ocasiones sucederá, durante el curso de esta fase y de la siguiente, que verás que te hace falta una información importante. Cuando anotes sobre una ficha o en tu cuaderno qué información necesitas, no olvides marcar en qué página del manuscrito se ha de insertar; en caso contrario perderás media hora buscando el lugar. b) Preparación del borrador. Una vez fijado el plan, tienes toda la documentación necesaria para desarrollar los diferentes puntos. Antes de redactar tu trabajo tendrás que hacerte un bosquejo sobre el que trabajar, esto es, un plan detallado, incluyendo los diferentes datos reunidos, clasifi cados en el orden en que figurarán en tu trabajo. Hazte con hojas grandes. Escribe sobre cada una de ellas un punto de tu plan. Pega las notas tomadas en el orden decidido por tu bosquejo de conjunto. Deja sitio entre estas notas pegadas para anotar en estilo telegráfico los desarrollos personales. Reléelo todo, anota nuevas ideas, elimina de sarrollos inútiles, suprime las repeticiones. Si se imponen cambios de plan, vuelve a coger las tijeras y la goma de pegar hasta que te satisfaga el orden de desarrollo de las ideas. Cuando hayas terminado el trabajo de conjunto del bo rrador, repasa los diferentes documentos para ver si te has olvidado de algo esencial. Esta es la última regla de Descar tes: «Hacer enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que me aseguro de no omitir nada». Este es el momento de releer rápidamente tus notas y, si procede, libros o artículos complementarios. Descubrirás pensamientos y citas que querrás integrar en tu trabajo. Te será suficiente extraerlas en fichas que numerarás siguiendo la página de tu manuscrito en el lugar exacto donde este complemento tenga su lugar (Ejemplo: 27 B1 para el segundo comple mento de la página 27; si se necesitan dos hojas para este complemento, la siguiente se marcará como 27 B2, etc.).
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3. Puesta a punto del texto Si el bosquejo está bien elaborado, la redacción final será bien fácil. Se tratará más de una cuestión de estilo que de reflexión acerca del contenido. Se trata de que formules tus ideas de manera clara y, si es posible, elegante. Redacta un capítulo entero de un tirón. Reserva un momento y lugar tranquilos para esta tarea. Redáctalo en dos etapas: primero escribe un borrador, sobre el que podrás hacer tachaduras y retrabajar a tu manera, y a su tiempo hacer leer por alguna otra persona antes de la transcripción propiamente dicha. Para la redacción de este borrador toma una hoja de tamaño A4 en sentido vertical, plégala en dos y escribe sólo sobre la mitad izquierda o una de cada dos líneas. Reserva la parte de la derecha para las correcciones y los comple mentos que puedan añadirse posteriormente. No hagas correcciones entre líneas, porque te arriesgas a no poder releer el trabajo o a limitar las correcciones por falta de espacio. Si no tienes corrección alguna que señalar, podrás siempre recuperar esta página. De todos modos, el papel es menos valioso que tu tiempo y trabajo. Así, no lo economices a costa de uno y otro. Si estás haciendo varios trabajos de redacción simultánea mente con el mismo género de papel, no olvides identificar cada uno de ellos con una sigla (letra del alfabeto) por encima de la numeración de las hojas. Deja que pase un cierto tiempo antes de la redacción definitiva para poder verlo a algo de distancia y poder juzgar mejor el equilibrio y la claridad del conjunto. Esto supone evidentemente que se han respetado los detalles fijados para cada etapa del trabajo, para no tener que trabajar precipi tadamente a última hora. El paso en limpio no ha de ser un ejercicio pasivo: es una última oportunidad para refinar los detalles de estilo, pregun
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tándote: ¿Podría decir lo mismo con menos palabras, con términos más precisos, más comprensibles? Cuida de tu escritura y la presentación. Subraya los puntos de tu bosquejo con colores diferentes. Tu corrector te lo agradecerá.
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Capítulo 12 LA CLASIFICACIÓN DE LOS DOCUMENTOS No es suficiente conservar los apuntes, folletos, artículos de revistas, sino que es necesario saberlos encontrar siempre que haya necesidad. Cuanto más se multiplican los docu mentos, tanto más se agudiza el problema. Después de unos años, la memoria es incapaz de extraer de la masa de papeles acumulados aquellos que son necesarios para preparar aquella reunión o para escribir un tal artículo. Frecuente mente, uno ni se acuerda de su existencia. Así, ya de entrada, es necesario clasificar todo lo que consideremos útil guardar. ¿Cómo clasificar? Según la clasificación que hayamos adoptado. Hay una diferencia fundamental entre clasificar y ordenar: «Clasificar es determinar un cierto número de clases o categorías en las que se insertarán los documentos» (R. Caude: 67 Cómo documentarse, pág. 16). Ordenar es poner estos documentos en su lugar. Clasificar es una operación del espíritu que determina las subdivisiones de una materia o de un asunto; ordenar puede reducirse a una simple ope ración manual: ordeno un artículo de revista introduciéndolo en la funda que lleva el número determinado por mi cla sificación.
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¿Bajo qué signatura clasifico un documento? Se pueden considerar dos puntos de vista: a) Analizo el documento y lo ordeno en la signatura que corresponde a su contenido. Por ejemplo, un artículo habla del bautismo, y le asigno el número correspondiente a los actos simbólicos dentro de la división Vida de Iglesia. Si se trata de dones espirituales, lo asignaría al capítulo del Es píritu Santo. Puedo también asignar un pasaje bíblico clásico a cada tema y situar el bautismo bajo Romanos 6 y los dones espirituales bajo 1 Corintios 12. Para los temas clásicos esta clasificación analítica es la más sencilla, pero muchos do cumentos podrían ser clasificados bajo dos o tres signaturas. b) También me puedo preguntar en el momento en que me dispongo a guardar este documento: ¿Por qué quiero conservarlo? Para emplearlo más tarde. ¿Para qué me ser virá? Esta pregunta me lleva a ordenar los documentos en función de su uso futuro: una cita o una ilustración con vistas a un mensaje sobre tal asunto, una definición original o un comentario interesante con vistas a un estudio bíblico sobre tal pasaje. Así, cuando prepare un estudio sobre Romanos 6 o sobre el divorcio, encontraré en mis carpetas un cierto número de documentos de cuya existencia ni yo mismo ya me acordaba. Existen numerosos sistemas de clasificación: alfabético, numérico, histórico, geográfico, ideológico... y combinacio nes entre ellos. 1. El sistema alfabético Si tienes pocos documentos, podrás comenzar por el sistema alfabético. Asigna un título a cada uno de tus ar tículos: Amor de Dios, Biblia, Castigo eterno, Dudas, etc., 104
y luego los clasificas en sobres de formato semicomercial (16 x 23 cm) clasificados por orden alfabético. Este sistema tiene la ventaja de ser muy sencillo. Por otra parte, si tus documentos se multiplican, descubrirás pronto sus inconve nientes: si tienes algunos que se relacionen con la autenticidad de las Epístolas de Pablo, ¿cómo los guardarás? ¿Bajo Biblia, Nuevo Testamento, autenticidad, Pablo, o apologética? En el momento de buscarlo para emplearlo, tendrás que buscar bajo estas diferentes divisiones. Por otra parte, la mitad de las letras del alfabeto mono poliza el 80 por ciento de las palabras usuales; para los términos que comienzan con una consonante, sólo las cinco vocales entran enjuego como segunda letra de clasificación. De hecho, esta clasificación es lenta, limitada y poco segura. Es por esto que es mejor combinar la clasificación alfabética con la numérica, o reservarla a documentos bien precisos, fáciles de identificar (por ejemplo, cartas clasificadas por los nombres de sus expedidores; para los documentos personales actuales, ver más adelante bajo ordenación). 2. El sistema decimal Todas las bibliotecas ordenan sus documentos siguiendo un sistema numérico, y la mayoría han adoptado la clasi ficación decimal universal (C.D.U.), ideada por el biblio tecario americano Melvil Dewey. Ésta descansa sobre diez grandes divisiones: 0 Generalidades 1 Filosofía 2 Religión-Teología 3 Ciencias sociales - Derecho 4 Lingüística 5 Ciencias puras 105
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Ciencias aplicadas, tecnología Bellas artes, artes aplicadas Literatura Historia y Geografía
Cada una de estas grandes clases está subdividida en diez subclases numeradas, como en los números decimales, por una cifra que se coloca detrás de la primera. El número 2 (Religión-Teología) se subdivide así: 21 22 23 24 25 26 27 28 29
Teología natural Biblia, Teología bíblica Teología dogmática Teología práctica, moral, mística Teología pastoral La Iglesia cristiana Historia de la Iglesia Iglesias y sectas Diferentes religiones, Historia de las religiones
Y dentro del número 22: 221 222 223 224 225 226 227 228 229
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El Antiguo Testamento en general Los libros históricos del A.T. Los libros poéticos Los libros proféticos El N.T. Los Evangelios y Hechos Las Epístolas El Apocalipsis Los Apócrifos
Cada uno de estos números está subdividido a su vez. Así, el 226.9 está consagrado a las oraciones del N.T., y entre ellas, 226.91 se refiere al Padrenuestro. Dentro del apartado de la teología dogmática (23), 232 tiene que ver con cristología, 232.9 con la vida de Cristo, 232.95 con su vida pública, 232.956 con la Transfiguración. La ventaja de este sistema es que está ya todo hecho. La Biblioteca de la Caixa d’Estalvis de Sabadell publicó un dossier con los elementos de la División Decimal, y se puede pedir información más detallada acerca de este extremo en las bibliotecas públicas. La clasificación de cada número principal es muy extensa. El número 2, por ejemplo (Religión-Teología), contiene 1.892 divisiones, lo que equivale a un volumen en tamaño A4 con 79 páginas. Un índice alfabético de 2.971 palabras permite encontrar el número de cada signatura: Abad 262.151 Abadía, vida religiosa 271 Abdías 224.91 Absolución de los pecados 265.64,
etc.
Otra ventaja: se encuentra el mismo sistema en la mayoría de las bibliotecas del mundo, y se sabrá entonces dónde encontrar un cierto documento. El inconveniente para un siervo de Dios de tendencia evangélica es que se carga de una multitud de signaturas de las que jamás tendrá necesidad: todas las sectas heréticas de los primeros siglos, los arcanos de la doctrina y organización de la Iglesia de Roma; 262.133.12: Cardenales secretos de la curia romana; 262.136.192: Congregación de las indul gencias y de las reliquias, etc., en tanto que las que le interesarían no figuran. Así, lo mejor es hacerse un sistema de clasificación personal adaptado a las propias necesidades. Sera suficiente 107
determinar algunas grandes divisiones para comenzar y subdividirlas a voluntad conforme se vayan multiplicando los docu mentos. Las grandes divisiones pueden cubrir el conjunto de los campos en los que se pueden encontrar los documentos a or denar. Por ejemplo: 1 Biblia 2 Doctrina 3 Evangelización 4 Vida cristiana 5 Vida eclesial 6 Las Iglesias 7 Ética 8 Cuestiones sociales y políticas 9 Religiones no cristianas. (Ver más adelante la subdivisión de esta clasificación.) Para ciertos subgrupos, se aprovecharán las ventajas del sistema alfabético subdividiendo un número en base a las palabras clave. Por ejemplo, en el sistema propuesto, el 34 queda consagrado a las historias destinadas a la evangelización (ver más abajo). Este número se podrá subdividir siguiendo términos que sirvan para indicar el «quid» de la historia, y orientando para su utilización futura. En efecto, lo importante cuando se clasifica un documento es pensaren su utilización: ¿Dónde y cuándo podré necesitar esta historia, esta estadística, este plan de mensaje? En caso de duda, se escogerá el sector más desfavorecido —con la posibilidad de poner una referencia en la otra carpeta en la que también se justificara su presencia (es decir, poner allí una sencilla ficha: «Historia de la conversión», ver la carpeta «X»). La clasificación geográfica (África, Asia, etc.) será útil para las noticias misioneras, para los documentos dando 108
temas de oración para diferentes partes del mundo, la cla sificación geográfica de la historia de la Iglesia, etc. La clasificación numérica es bien ágil y más extensible que cualquier otro sistema. Por otra parte, las clasificaciones se hacen más rápida y maquinalmente. El hábito de ordenar los documentos estructura poco apoco el espíritu, que trabaja a semejanza de una estación clasificadora, orientando los datos nuevos hacia uno u otro departamento de la docu mentación. Como veremos en el capítulo siguiente, se aplica a todo objeto portador de mensajes y de informaciones: impresos, manuscritos, documentos audiovisuales. 3. Sugerencias para un sistema de clasificación He aquí a título indicativo un sistema de clasificación para el siervo de Dios que le permitirá clasificar la mayor parte de los documentos de que dispondrá: 1. BIBLIA 10 Diversos 11 Generalidades - Bibliografía - Historias y notas acerca de la Biblia - Estadísticas - Efectos de su lectura Testimonios 12 Introducción 12. 1 Marco geográfico 12. 2 » histórico - Cronología 12. 3 » político 12. 4 » social (usos y costumbres) 12. 5 » religioso (festividades, sectas) 12. 6 Arqueología bíblica 12. 7 Historia de la Biblia, del texto - Crítica textual 12. 8 Canon - Apócrifos 12. 9 Versiones - Problemas de traducción 109
13 Defensa de la Biblia (Apologética) 13. 1Inspiración 13. 2 Autenticidad 13. 3 Autoridad 13. 4 Alta crítica 13. 5 La ciencia y la Biblia 13. 6 Inerrancia, infalibilidad 14 Lectura y meditación: métodos 15 Estudio de la Biblia 15. 1 Métodos 15. 2 Instrumentos 15. 3 Principios de interpretación 16 Cristo en las Escrituras 16. 1en el A.T. 16. 2 en los evangelios (vida de Cristo) 16. 3 en los Hechos 16. 4 en las Epístolas 16. 5 en el Apocalipsis 17 Personajes bíblicos (clasificados alfabéticamente) 18 Difusión de la Biblia 19 Libros bíblicos: introducciones, comentarios, estudios detallados (clasificados siguiendo el orden de los li bros bíblicos) 2. DOCTRINA 20 Diversos - Bibliografía 21 Teologías y teólogos: Confesiones de fe - símbolos filosofías cristianas 22 Doctrina de Dios: naturaleza, atributos, Trinidad, pro videncia, los ángeles 23 Jesucristo: filiación, encamación, dos naturalezas, mesianidad 24 El Espíritu Santo: personalidad, divinidad, obra, dones 25 El hombre: naturaleza, caída, pecado, libertad... 110
26 La salvación: gracia, predestinación, redención, justi ficación, conversión, nuevo nacimiento, certidumbre, ¿pérdida de la salvación? 27 Satanás: demonios, ocultismo 28 Escatología: regreso de Cristo, la muerte, el más allá, el juicio, el infierno, el castigo eterno, el cielo, el milenio, la resurrección de los muertos 29 Temas especiales: enfermedad y curación, terapias diversas 3. EVANGELIZACIÓN 30 Diversos - Bibliografía 31 Evangelización en la Biblia y en la Iglesia antigua 32 Principios y métodos - Especializaciones (infancia, juventud, estudiantes...), cine, radio, colportorado 33 Apologética: ciencia y fe, testimonios de científicos, evolucionismo, milagros, objeciones clásicas 34 Historias e imágenes para la evangelización clasifica das alfabéticamente: Aceptación - Amor de Dios Codicia - Conciencia - Conversión (condiciones, tes timonios) - Descuido de la salvación - Desespera ción - Dudas - Elección - Fe - Goces vanos - Gra cia - Gratuidad - Hombre sin Dios - Justicia propia ¿Listo? - Obras inútiles - Perdón - Rechazo de la gra cia - Retardo - Riquezas vanas - Sustitución, etc. 35 Mensajes, artículos, material, documentos diversos para la evangelización 36 Movimientos de evangelización. Congresos 37 Evangelistas del pasado y del presente (documentos, prédicas, datos, etc.) 38 Evangelización y acción social
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4. VID A CRISTIANA
40 Diversos - Bibliografía 41 El cristiano y su Dios 41. 1 Oración: condiciones, ejemplos, respuestas, alabanza, adoración, intercesión 41. 2 Acción de Dios: guarda, libera, provee, sus promesas, etc. 41. 3 La actitud del. creyente: obediencia, fe, esperanza, etc. 41. 4 Voluntad de Dios: Cómo descubrirla, etc. 41. 5 Comunión con Dios, en Cristo, etc. 42 Vida cristiana: crecimiento, santificación, administra dores del tiempo, del dinero..., plenitud del Espíritu 43 Virtudes cristianas clasificadas alfabéticamente: Amor fraternal - Bondad - Fidelidad - Franqueza - Gene rosidad - Gozo - Honestidad - Humildad - Justicia Liberalidad - Paciencia - Paz - Perdón - Perseveran cia - Reconocimiento - Renuncia - Tolerancia - Va lor - Veracidad - Vigilancia 44 Pecados de los cristianos: Amor propio - Avaricia Celos - Cólera - Crítica. - Incredulidad - Maledicen cia - Mundanalidad - Orgullo - Palabras vanas Quejas, murmuraciones - Temor a los hombres 45 Dificultades: Desaliento - Desvelos - Dudas - Due lo - Incomprensiones - Luchas - Persecuciones - Prue bas - Sufrimientos - Temores - Tentaciones 46 Servicio cristiano: 46. 1 Principios, peligros 46. . 2 El servidor: vocación, vida personal, familia 46. 3 Diferentes formas de servicio 46. 4 Testimonio (ejemplo, efectos, etc.) 46. 5 Imágenes, relatos, etc. 46. 6 El mensaje (homilética)
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46. 7 La formación del siervo (principios, prédicas) 46. 8 Visitas, relación de consejos 47 Psicología y fe: El papel del pensamiento, del senti miento, de la voluntad, enfermedades psíquicas y fe, misticismo, etc. 5. VIDA ECLESIAL 50 Diversos - Bibliografía 51 Teología de la Iglesia: definiciones, naturaleza, marcas de la verdadera Iglesia - Iglesia y reino de Dios Iglesia e Israel - Imágenes de la Iglesia 52 Constitución de la Iglesia - Latitudinarianismo e Iglesias de profesantes - Admisión - Crecimiento de la Iglesia 53 Miembro de la Iglesia - Privilegios y responsabilida des - Disciplina 54 Organización: Formas de gobierno, culto, reuniones Finanzas 55 Actos simbólicos: el Bautismo, la Cena 56 Servicios en la Iglesia: sacerdocio universal, minis terios (ancianos, diáconos), ministerios femeninos 57 Unidad: Iglesia local y universal, ecumenismo 58 Relación entre las Iglesias - Federalismo - Iglesia y Estado 6. LAS IGLESIAS 60 61 62 63
Diversos - Bibliografía Historia de la Iglesia (por siglos) Biografías - Literatura cristiana Protestantismo - Diferentes ramas: Iglesias luteranas, reformadas, anglicanas, etc. 64 Catolicismo (subdividido en base a las glandes divi siones generales) 113
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64. 1 Roma y la Biblia 64. 2 Dogmas católicos, teólogos 64. 3 Movimientos católicos 64. 4 Vida católica: devociones, mariología 64. 5 Principios eclesiásticos (papado, sacramentos) 64. 6 Historia de la Iglesia romana 64. 7 Educación - Juventud - Ética 64. 8 Política romana, acción social Iglesias y asambleas cristianas (clasificadas alfabéti camente: Bautistas, Ejército de Salvación, etc.) Sectas y movimientos paracristianos Misiones La Iglesia y los judíos Avivamientos: Historia, principios
7. ÉTICA CRISTIANA 70 Diversos - Bibliografía - Fundamentos - Principios 71 Infancia: Desarrollo - Educación 72 Juventud: Psicología, problemas, crisis, droga, etc. 73 Noviazgo y matrimonio, visitas, castidad preconyugal, adulterio, divorcio, control de natalidad 74 Problemas sexuales: homosexualidad, aborto, porno grafía, etc. 75 Trabajo y ocio: Empleo del tiempo 76 Dinero: Riqueza - Pobreza 77 Ecología 78 Pacifismo - Servicio militar - Guerra - Pena de muerte 8. CUESTIONES SOCIALES Y POLÍTICAS 80 Diversos - Bibliografía 81 Fundamento teológico de la sociedad, del Estado Actitud política del cristiano
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82 Acción social de los cristianos (orfanatos, presos, re fugiados, extranjeros) 83 Problemas económicos, políticos y mundiales (demo grafía, desarrollo, etc.) 84 Racismo 85 Marxismo 86 Medios de comunicación y propaganda Para los temas no teológicos, emplear la clasificación decimal universal haciendo preceder los nombres con un cero (p.e., 01: Filosofía; 08: Literatura), recurriendo cuando sea necesario a las subdivisiones de esta clasificación (ver R. Dubuc: La classification decimale universelle. Manuel pratique d’utilisation, París: Gauthier-Villars 1973). Para encontrar rápidamente bajo qué número ordenar tus artículos recortados o fichas, podrás hacerte, para comenzar, un índice alfabético por materias (Acción social: 82; Ar queología: 12.6; Autenticidad: 13.2; Dinero: 76). De la misma manera, puedes marcar los temas que hayas decidido ordenar bajo una determinada signatura: Aborto: 74; Carismas: 24; Movimiento carismàtico: 65, 66, 69... o 64.8, según tus convicciones.
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Capítulo 13
LA ORDENACIÓN DE LOS DOCUMENTOS Un documento es un objeto que aporta una cierta infor mación (de docere: enseñar). Puede presentarse bajo las formas más diversas: impreso, manuscrito, cinta magnética, tabla, diapositivas, etc. Si queremos clasificar nuestros documentos, deberemos tener en cuenta su materia, su forma y su formato; no se pueden clasificar las casetes con las filminas, ni los apuntes de un curso con libros. Así, se trata de hacer, de entrada, un inventario de las diferentes clases de documentos: fichas pequeñas, hojas más grandes, cuadernos, cartas, folletos, libros, diapositivas, películas, cintas magnetofónicas, discos, casetes, etc. Algunos de estos documentos, incluso si se presentan de manera semejante, pueden ser dispuestos aparte; por ejemplo, será importante no mezclar las notas manuscritas de mensajes con artículos de diarios o con documentos administrativos si se quieren encontrar rápida mente. Sugerimos las siguientes clasificaciones: 1. Documentos personales actuales Es importante saber encontrar rápidamente un cierto número de documentos importantes en la vida comente. Se
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podrán guardar en sobres de 16 x 23 cm (usados) o en carpetas de cartón o suspendidas, sobre las que se escribirá con un rotulador: - Suscripciones (revistas, diarios, fecha de pago de las suscripciones) - Direcciones (listas, direcciones aisladas, comerciales...) - Seguros (un sobre por sociedad) - Bancos - Carnets (de miembro, de elector) - Catálogos (librerías, compras por correspondencia) - Cuentas Corrientes - Certificados diversos (escolares, vacunas) - Diversos (para revisar frecuentemente) - Documentos civiles (pasaporte, libro de familia, etc.) - Escuelas (informaciones) - Iglesia local - Hijos (una carpeta para cada uno) - Facturas a pagar - Facturas pagadas (conservarlas) - Garantías (certificados, condiciones) - Impuestos (declaraciones, instrucciones, recibos) - Militar (documentos, libro de servicio) - Modos de empleo (de aparatos en uso) - Salud (direcciones de médicos, recetas, facturas, etc.) - Vacaciones (direcciones, prospectos, etc.) - Automóvil - etc.
2. Recortes de diarios, artículos aislados, tratados, cir culares, fotocopias, todo esto puede ser ordenado de la misma manera, pero numerado según la clasificación pro puesta. Las carpetas suspendidas son más prácticas pero más caras. Una solución mediana es la carpeta de cartón con un 118
lomo suficientemente grande (de alrededor de 1 cm), que puedes confeccionar tú mismo, y ponerla vertical como carpetas suspendidas, pero sobre un anaquel, indicando el contenido mediante una etiqueta rígida sobre la parte de lantera de la carpeta. La numeración del documento debería hacerse inmedia tamente después de su lectura. La colocación puede ser dejada para cuando uno tenga suficiente material en la «bandeja para archivar». Para las carpetas suspendidas o puestas sobre estanterías, la clasificación se puede hacer sin sacar las carpetas, introduciendo sencillamente el documento entre las dos cubiertas. 3. Los apuntes personales de mensajes, conferencias, estudios bíblicos, etc., pueden ser guardados de la misma manera en carpetas distintas, para poder ser consultados sin necesidad de hojear innumerables impresos. Los apuntes de lecturas o de conferencias a las que se haya asistido pueden ser puestos en estas carpetas o aparte. 4. Los libros se pondrán en las estanterías de la biblioteca siguiendo el mismo orden. Cuando se busque un libro sobre un tema determinado, se encontrarán junto a él otras obras de autores, lenguas, fechas y formatos de gran diversidad que habría que buscar en estanterías distintas si los libros fuesen clasificados por orden alfabético de autor, por idiomas o por formato. ¿Se deben poner ios folletos con los libros? Sí, si llevan el título al dorso o si se dispone de cajas con formato de libro que puedan ser intercaladas entre las obras de la biblioteca. Si no, será mejor ponerlos en una caja de cartón, separados por cartulinas rígidas provistas de un número de clasificación. 5. Las publicaciones periódicas que se quieren guardar serán ordenadas por categoría y cronológicamente. Sus ar119
BIBLIOGRAFÍA
(Las cifras entre paréntesis después del nombre del autor indican las dos últimas cifras del año de publicación. De esta manera se identifican los libros en el cuerpo del texto. Ejemplo: Dartois (67) = Comment prendre des notes; Dartois (76) = La pratique du travail intellectuel.) ALEXANDER J.W. (75): Managing our Work, InterVarsity, Downers Grove, 1975. ART G. (34): Exercez votre mémoire, Delagrave, Paris, 1934. ARTHUS H. (38): Qu'est-ce que la mémoire? Comment l'améliorer, Paul Hartmann, Paris, 1938. BADEN H.J.: Von der Ordnung des Tages, Brockhaus, Wuppertal, s.d. BARZUN J. (70): The Modem Researcher, Harcouit, Brace & World, New York, 1970. BOSQUET R. (69): Savoir étudier, Centurion, Paris, 1969. BOUSQUIE G. (70): Comment organiser son travail, Entreprise Moderne dEdition, Paris, 1970. CAUDE R. (67): Comment se documenter, Centurion, Paris, 1967. CAUDE R. (70): Organiser et s'organiser, Centurion, Paris, 1970. CHAUMIER J. (74): Techniques documentaires, PUF, Paris, 1974. CONQUET A. (65): Savoir écouter, secret d'efficacité, Centurion, Paris 1965. 123
CONQUET André (66): Un joli brin de plume. Comment écrire pour etre lu, Centurion, Paris, 1966. CONQUET A. (70): Lisez mieux et plus vite, Centurion, Paris, 1970. CONQUET A. (73): Comment se cultiver aujourd'hui, Centurion, Paris, 1973. COOPER Joseph D. (73): Faire plus en moins de temps, Marabout Service, Editions Gérard, Verviers, 1973. DARTOIS C. (67): Comment prendre des notes, Centurion, Paris, 1967. DARTOIS C. (76): La pratique du travail intellectuel, Centurion, Paris, 1976. DAYTON E. (76): Tools fo r Time Management, Zondervan, Grand Rapids, 1976. DESCARTES René: Discours de la méthode, Larousse, Paris, 1934. DESLOGIS J. (75): Classement, procédés et modes, Nâthân Peins 1975 ENGSTRÖM Ted W. & MACKENZIE R. Alec: Managing Your Time, Zondervan, Gran Rapids, 1977. FLORY J. (50): Simples conseils pour étudier, Spes, Paris, 1950. GUITTON Jean (51): Le travail intellectuel, Aubier, Editions Montaigne, Paris, 1951. GRENOUILLOUX Michel (76): Savoir écouter, comprendre, noter, retenir, CEPL, Paris, 1976. JACKMAN David (74): Starting as a student, Inter-Varsity, Londres, 1974. JANS A. (50): Un art de lire, Bande, Bruxelles, 1950. KNOBLAUCH Jörg (79): Lernstress ade! Aussaat Verlag, Wuppertal, 1979. KORF E. (65): Arbeitstechnik fü r Vielbeschäftigte, Heidelberger Fachbücherei, Heidelberg, 1965. LEE Mark (78): How to set goals and really reach them, Horizon House, Beaverlodge, 1978. 124
MARCHAL G. (62): Le métier d'étudiant, Plantyn, Anvers, 1962. NYSSENS P.: Comment lire et étudier avec profit, Culture humaine, Bruxelles, sd. NICOLAS P. (81): Le temps c'est de l'argent et du plaisir, Inter-Editions, Paris, 1981. PAYOT J. (20): Le travail intellectuel et la volonté, Alcan, Paris, 1920. PREVOST M. (22): L'art d'apprendre, Flammarion, Paris, 1922. RICHAUDEAU F. (69): La lecture rapide, Marabout, Paris, 1969. RICHAUDEAU F. (77): Méthode de lecture rapide, CEPL, Paris, 1977. RIEBEN Elisabeth (79): Technique et pratique du bureau, Payot, Lausanne, 1979. ROWNTREE Derek (82): Learn how to study, Macdonald, London & Sydney, 1982. SEARS D. (73): Harbrace Guide to Libraiy & Research Paper, Harcourt Brace Jovanovich, New York, 1973. SERTILLANGES (66): La vie intellectuelle, Cerf, Paris, 1966. VIGIER J. (64): Mon travail, mes heures et moi, Centurion, Paris, 1964. WARDELL D. (47): Filing and indexing fo r Christian Workers, Don Wardell, London (Ontario), 1947.
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