Alexander Pope. Discurso Sobre El Hombre
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ENSAYO SOBRE
EL HOMBRE. P O E M A DE POPE, T R A D U C I D O DEL INGLES
rou GREGORIO
GONZÁLEZ
DIPUTADO Á
POR LA
i-^ AZAOLA,
CORTES
PROVINCIA
DE
SEVILLA.
ItM) MADRID EN LA IMPRENTA NACIONAL AÑO DE I 8 2 I .
AL E X C . DON
CARLOS
M0
SEÑOR
MIGUEL
STUARD,
F I T Z JAMES , S I L V A , AI/VAREZ D E T O -
L E D O & c D u q u e de B e r w i c k y de ba , de L i r i a y J e r i c a , de H u e s e a r , listeo y M o n t o r o ; C o n d e - D u q u e O l i v a r e s , C o n d e de L e m o s , Grande España de primera clase & c . & c M
EXC.MO
AlGade de &c.
SEÑOR.
acisteis Duque y poderoso, contó pudierais haber nacido simple ciudadana de mi virtuosa madre y honrado padre > los cuales no me dejaron mejor patrimonio que el ejemplo de sus acciones j y la gloria de niorir este por su patria
en J8O8
á la edad
de 8$ añas A 2
vendiendo cara su vida en la batalla de Burgos d los esclavos de Buonaparte, ¿Pero queréis ser mas grande y mas dichoso y mas excelente por vos mismo, que lo que nacisteis por vuestra ventura , y las virtudes de vuestros abuelos ? Pues meditadla obra maestra de Pope, y seguid su filosofía, que es la de la misma naturaleza. ¿Queréis saber dfondo lo que mas os conviene para ser feliz en la tierra?. Pues aprended estas pocas verdades acerca del ser humano; que pocas son las que en todas las ciencias merecen llamarse tales. ¿ Queréis hacer un bien sólido d nuestra amada España, contribuyendo con vuestro ejemplo á arraigar mas y mas en ella los principios eternos de la moral mas sabia? Pues aceptad este don del mayor poeta filos jfo al sabio Bolingbroke ¡ y afirmaos con él en las altas ideas y nobles máximas que tan tempranamente habéis adoptado; porque para eso, y que lleguéis d ser verdadero modelo de un nuevo linage de grandes, os l@ ofrece vuestro eonciudadano, apasionado y servidor Q. O. B. L. Gregorio González
M. Azaola*
ENSAYO
SOBRE EL
HOMBRE.
EPÍSTOLA PRIMERA. DE
LA
NATURALEZA HOMBRE AL
CON
Y
ESTADO
DEL
RESPECTO
UNIVERSO.
[ d e s p e r t a d , mi querido Bolingbroke; dejad todas las pequeneces á la baja a m bición y al orgullo de los potentados. Pues que todo lo que podemos sacar de esta vida se reduce á ver claro al rededor de nosotros m i s m o s , para luego m o r i r , recorramos al menos libremente esta escena del hombre ¡asombroso laberinto ! pero que tiene su cierta regularidad; campo en que crecen las flores mezcladas con los abrojos; jardin que tienta con frutos vedados. E a , venid c o n m i g o , exploremos este vasto c a m p o , y ora sea r a s o , ora montuoso", veamos lo que en el h a y . R e c o n o z camos los senderos ocultos de cuantos an-
6 dan arrastras por la o s c u r i d a d , y las a l t u ras desmesuradas á que se remontan otros hasta desaparecer. N o perdamos jamas de vista á la naturaleza; caigamos sobre la locura en la fuerza de su c o r r e r , y s o r prendamos las costumbres en el acto mism o de nacer. R i á m o n o s cuando debamos, y seamos sinceros cuando p o d a m o s ; ¡pero hagamos respetar al hombre los altos juicios de D i o s ! Y ante todas cosas ¿podemos discurrir algo acerca de D i o s en su a l t u r a , ó del hombre mortal acá a b a j o , mas que con arreglo á aquello que conocemos? D e l hombre i conocemos por ventura otra cosa sobre que fundar nuestros discursos mas que su morada en la tierra ? Y por lo que h a ce á D i o s , aunque se nos manifiesta en esos innumerables mundos que apenas d i s t i n guimos sobre nuestras cabezas, ¿nos toca buscarle en otra parte que en el que nos c o l o c ó ? Aquel que pudiera llegar á comprender lo que h a y en el resto de su vasta inmensidad, y ver compuesto el u n i verso de mil mundos sobre otros mil m u n d o s , observar el movimiento y enlace de un sistema con otros sistemas, reconocer otros planetas, otros soles, y los diferentes seres que pueblan cada a s t r o , aquel seria quien pudiese decir p o r qué D i o s
h i z o todos las cosas como las h i z o . N u e s tra alma trascendental y penetrativa ¿comprende acaso los a p o y o s y enlaces, las firmes trabazones, delicadas dependencias y exactas gradaciones de todas las partes de esta grande obra ? ¿ P o d r á una parte c o n tener al t o d o ? L a gran cadena que todo lo sostiene y reúne ¿está en las manos de D i o s , 6 está en las tuyas? ¡Hombre presuntuoso! ¿ quieres saber la razón por qué has sido hecho tan d é b i l , pequeño y ciego ? Pues averigua primero , si p u e d e s , la razón aun mas incomprensible, por qué no has sido hecho mas débil , mucho mas ciego y mas pequeño. Pregunta á tu madre la tierra por qué son las encinas mas altas y robustas que las matas que están á su sombra , ó pregunta á esa bóveda azul del cielo por qué los satélites de Júpiter son menores que el mismo Júpiter. Si es cierto que entre todos los sistemas posibles debió escoger el mejor la infinita sabiduría, en que no hubiese v a c í o a l g u n o , pues á haberlo no habría c o h e rencia , y en que t o d o cuanto habia de existir estuviese en su debido lugar , ¿ no es evidente que en la escala de los seres vivientes y sensibles debe haber uno tal com o el h o m b r e , y que toda la cuestión (dis-
8 p í t e s e lo que se quiera) queda reducida á esto s o l o : si Dios le ha colocado donde no debia ? L o que llamamos injusto respecto al hombre no solo p u e d e , sino que debe ser justo respecto al t o d o . En las obras de los h o m b r e s , aun las mas bien acabadas., mil movimientos combinados escasamente producen aquel fin que uno se propone. E n las de Dios un simple movimiento no solamente produce su fin, sino que también contribuye á alguna otra o p e r a ción. D e esta suerte el hombre, que aquí parece el ser p r i n c i p a l , tal vez hace un papel secundario respecto á alguna esfera desconocida, y es solo el móvil de alguna r u e d a , ó el instrumento de algún otro fin; pues solo vemos una p a r t e , pero no descubrimos el todo. C u a n d o el caballo arrogante conozca por qué el hombre le refrena en su o r g u llosa carrera, ó le hace volar por las llanuras ; cuando sepa el buey estúpido por qué abre la tierra en surcos, ó por qué es coronado de guirnaldas convertido en D i o s de E g i p t o , entonces comprenderá la o r gullosa estolidez del hombre el uso y fin de su s e r , de sus acciones y pasiones, por qué o b r a , sufre, se reprime ó m u e v e , y por qué en este instante es un e s -
c l a v o , y en el que sigue una deidad. N o d i g a m o s : el hombre es imperfecto , el Hacedor lo ha e r r a d o ; digamos mas bien que es todo lo perfecto que podia ó debia ser; su ser es proporcionado al e s t a d o y lugar que o c u p a , su tiempo es u n solo momento , y su espacio un solo punto. E l cielo oculta á todas las criaturas el libro del d e s t i n o , excepto la página que les hace f a l t a , y es la de su actual estad o ; c o m o oculta á los brutos lo que c o noce el h o m b r e , y á los hombres lo que saben los espíritus: ¿quién podría de otra manera soportar en la tierra su existencia? T u deleite condena h o y á muerte al c o r d e r i l l o ; si tuviera él tu r a z ó n , ¿saltaría y retozaría? Contento hasta el postrer m o mento pace en el prado la florida y e r b a , y lame la mano que va y a á alzarse para derramar su sangre. ¡ O ignorancia de lo futuro! que nos has sido piadosamente d a d a , para que podamos todos concluir el círculo trazado por el Ser supremo. ¡Quién puede ver con semblante i g u a l , sino el Dios de todas las c o s a s , perecer el héroe, ó morir el pajarillo, confundirse los á t o mos, ó trastornarse el c i e l o , formarse una burbuja , ó aparecer un mundo e n t e r o ! ¡ H o m b r e ! Humíllate en tus esperan-
10 zas, y toma vuelo con tiento. ¡ Aguarda á la muerte, que es el gran maestro, y entre tanto adora á D i o s Í N o te d i o á conocer cuál será tu felicidad futura; pero te ha dado la esperanza para que sea tu felicidad presente. Florece en el pecho h u mano una esperanza eterna; jamas es feliz el hombre, pero siempre debe serlo. E l alma i n q u i e t a , y confinada en su encierro, descansa y se distrae con la idea de una vida venidera. He ahi ese pobre indio , c u y o rústico entendimiento ve á su Dios en las nubes, ó cree oirle en el viento. N o aprendió su alma de una ciencia orgullosa á levantarse tan alta c o m o la órbita del sol ó la via láctea. Pero la simple naturaleza le dio su esperanza ; y se figura él allá un cielo detras de cierta montaña c u y a cima t o ca en las nubes, ó algún mundo mas seguro allá en medio de los b o s q u e s , ó alguna isla mas dichosa en un anchuroso g o l f o , donde hallen otra vez los esclavos su país n a t a l , y no espíritus malignos que les atormenten, ni fanáticos sedientos de oro. El existir satisface sus deseos Haturales. N o pide las alas de los ángeles ni el fuego de los serafines; pero juzga que admitido su perro fiel en un cielo igual para t o d o s , le servirá de compañía. ¡ A n -
ir d a , tú que te crees mas s a b i o , y pesa en la balanza de la razón tu opinión contra la P r o v i d e n c i a : llama imperfección la que tú te imaginas t a l ; d i , aqui ha dado d e masiado , allí no ha dado bastante; d e s t r u y e todas las criaturas por tu antojo ó p a s a t i e m p o ; y exclama sin e m b a r g o : si el hombre es miserable, si no se lleva él solo toda la atención del cielo, y es el único ser perfecto a q u i , y después i n m o r t a l , Dios es injusto...! ¡ a n d a , a r r a n ca de su mano la balanza y el cetro , juzga á la justicia m i s m a , y hazte el D i o s de todo un D i o s ! Nuestros e r r o r e s , amigo m i ó , nacen del orgullo en el discurrir. T o d o s se salen de su esfera, y se remontan hasta las e s trellas. Siempre se ha propuesto ia v a n i dad las moradas celestiales; los hombres quisieron ser ángeles, y los ángeles ser dioses. Si los ángeles que aspiraron á ser dioses c a y e r o n , los hombres que aspiran á ser ángeles serán rebeldes. Y el que ose solo desear el trastorno de las leyes del orden peca contra la eterna causa. Pregúntese ¿ por qué brillan esos orbes ? i por qué existe la tierra ? y el orgullo responderá: , , E s o , t o d o es para mí. » Para mí la naturaleza benéfica desarrol l a sus producciones, brotan las y e r b a s ,
12 » y se desplegan las ñores: para mí renue« va la vid cada año su néctar delicioso., » y su fragancia la rosa: para mí encierra » l a mina mil tesoros: para mí mana la sa» l u d de mil fuentes; los mares se mueven s> para trasportarme; el sol se levanta para « a l u m b r a r m e ; mi escabel es la tierra, y » el cielo mi dosel." Pero la naturaleza ¿ no se aparta de sus fines benéficos cuando un sol ardiente vibra la muerte en sus rayos abrasadores; cuando los terremotos se tragan ciudades y provincias; ó cuando las tempestades é inundaciones se llevan pueblos enteros á lo profundo del mar? N o (debe responderse) : la primera causa omnipotente no obra por leyes particulares, sino por leyes generales. A excepción de m u y pocas cosas, todo se ha ido mudando desde el princip i o . ¿ Y qué es lo que h a y acaso p e r f e c to entre todo lo criado? ¿Pues por qué el hombre lo habia de ser? Si la felicidad humana es el gran fin de t o d o , entonces la naturaleza aberra ó se desvia; ¿pues por qué aberrada menos el hombre ? E s te gran fin requiriria una constante alternativa de l l u v i a s y - d i a s serenos, asi c o m o una regularidad perpetua en los deseos del h o m b r e ; una eterna primavera y cielos sin n u b e s , asi c o m o hombres moderados
siempre sabios y prudentes. L u e g o si las pestes y terremotos no trastornan los designios del c i e l o , ¿ p o r qué los ha de trastornar un Borja ó un C a t i l i n a ? D e l o r g u l l o , del orgullo nacen estos altivos raciocinios. Juzguemos de las cosas morales por las cosas naturales. ¿ P o r qué c u l p a mos al cielo de una c o s a , y le disculpamos de otra ? E l someterse á él en unas y otras es discurrir atinadamente. T a l vez nos parecería mejor que t o d o fuese armonía en el mundo f í s i c o , y t o d o virtud en el m o r a l ; que jamas se viesen el aire ni el mar agitados por los v i e n t o s , asi c o m o t a m p o c o el alma por las pasiones. Pero t o d o subsiste por este combate de los e l e m e n t o s , y nuestras pasiones son los elementos de la vida. D e s de el principio del mundo fue observado en la naturaleza este orden general, y t a m bién lo ha sido en el hombre. ¿Qué es lo que quisiera este hombre? T a n pronto parece que se eleva, y siendo algo menos que el ángel desearía ser mas, y tan pronto mirando al suelo parece m o híno y quejoso de no tener la pujanza del toro y la piel del oso. Si cree que todas las criaturas han sido hechas para su uso, que diga ¿ de qué le servirían si tuviese él las propiedades de todas ?
14 Liberal la naturaleza sin profusión les asignó órganos á propósito y facultades peculiares á todas; y fueron indemnizadas de su falta aparente, unas con grados de l i g e r e z a , y otras con grados de fuerza (*), t o d o en uda exacta proporción á 'su estad o . N a d a h a y que añadirles, nada que quitarles. C a d a b r u t o , cada insecto es fel i z en su p r o p i o estado. ¿ Sería pues el c i e l o cruel con el h o m b r e , y con el hombre solamente? Y el que únicamente l l a m a mos racional ¿ no se ha de contentar con nada , á no ser feliz en todo ? La felicidad del h o m b r e , si el orgullo nos dejara conocerlo., no está en obrar ó pensar mas allá de los límites del género h u m a n o , ó en que le hayan tocado en p a r te mas fuerzas de cuerpo y alma que las que corresponden á su naturaleza y á su estado. Entonces ¿ p o r qué no había de tener también el hombre una vista m i c r o s cópica ? P o r una razón m u y c l a r a ; p o r que el hombre no es una mosca. ¿ Y cuál (*) Es un axioma de anatomía que la fuerza y ligereza de los animales guardan siempre cierta proporción; de manera que los que están dotados de mas fuerza tienen menos ligereza, y los mas ligeros son los menos fuertes.
es el uso que haría de e l l a , sí se le h u biese dado tan buena vista? Examinar un gusanillo , y no alcanzar á ver el cielo. ¿ Y q u é haria con un tacto mas d e l i c a d o , si haciéndole todo temblar se le i n t r o d u cirían por cada poro los dolores mas a g u dos ? l Q u é con un olfato m e j o r , si los efluvios de una rosa le harían morir de dolores aromáticos p o r sus vibraciones dentro del cerebro ? ¿ Q u é con un oido mas fino, si le pareceria que tronaba toda la naturaleza en sus o i d o s , y se sentiría a t u r d i d o con la música de las esferas que giran sobre su cabeza ? ¡ O h y cuánto desearia entonces que le hubiera privado el cielo del blando susurro de los záfiros y del grato murmullo del a r r o y o ! ¿ Q u i é n no r e c o n o cerá la infinita bondad y sabiduría de la Providencia tanto en lo que da c o m o en lo que niega ? O t r o tanto como se extienden los diversos y dilatados grados de la c r e a c i ó n , otro tanto crece la progresión de las facultades sensitivas é intelectuales. ¡ Q u é distancia, qué gradación desde los millares de p l a n tas que cubren y hermosean los campos hasta la raza imperial del h o m b r e ! ¡ Q u é de modificaciones en la vista desde el velo del t o p o hasta el ojo perspicaz del lince! j E n el o l f a t o ; desde la leona que se aba-
i6 lanza sobre la presa ( * ) hasta el podenco que sigue su rastro con tanta sagacidad! j En el o í d o ; desde los peces que vagan p o r las profundidades del océano hasta las avecillas que gorjean en los bosques por la p r i m a v e r a ! ¡ Q u é exquisito tacto el de la a r a ñ a ! el mas leve toque mueve todos los hilos de su t e l a , c o m o que vive atenida á la sutileza de su obra. ¡ Q u é sentido tan delicado y seguro en la solícita abeja para extraer un rocío agradable y balsámico hasta de las yerbas venenosas! ¡ Q u é d i f e rencia de instinto entre el cerdo que se revuelca en el f a n g o , y entre t í , elefante medio racional! ¡ Q u é débil antemural es el que h a y entre el instinto y la razón , los cuales parecen estar siempre tan cercanos, y están para siempre separados! ¡ Q u é alianza tan íntima entre la memoria y la reflexión ! ¡ Q u é pequeña separación entre la sensación y el pensamiento! ¡ C u á n t o tiran á reunirse aquellos seres partícipes de una naturaleza m e d i a , y sin embargo j a (*) El modo'de cazar que tienen los leones en los desiertos de África es dar un fuerte rugido al anochecer, el cual espanta á t o dos los animales, y por el ruido que van metiendo en su huida seguir la presa con el oido mas bien que con el olfato.
mas pasan la línea insuperable que se les ha prescrito! Sin esta justa gradación entre las criaturas ¿podrian estar sujetas las unas á las otras, y todas á tí ? Y siendo domeñadas por tí solo todas sus fuerzas y f a c u l tades , ¿ no vale tu razón por todas ellas ? Mira pronta toda la materia y d i s puesta á dar origen á los seres en el mar, en la tierra y el aire. E n lo a l t o , ¡ qué infinita progresión de vivientes puede caber! A l rededor ¡ q u é a m p l i t u d ! Abajo ¡ q u é profundidad ! ¡ O h inmensa cadena de seres, que principias desde D i o s ! N a t u r a l e z a s celestiales y terrenas, á n g e l , hombre, b r u t o , a v e , p e z , insecto. ¡ O h extensión á que no llega la v i s t a , y á que ni la ó p t i ca alcanza! ¡ D e l infinito hasta t í , y d e s de ti hasta la n a d a ! Si pudiéramos usurpar algo á las potestades superiores, las inferiores podrian hacer otro tanto con nosotros, ó habria quedado un vacío en la plenitud de la c r e a c i ó n , en la cual roto un escalón, quedaba la gran escala d e s truida ; bien asi como faltando un eslabón cualquiera de la cadena de la naturaleza, ora fuese el d é c i m o , ora el diezmilésimo, se rompería la cadena. Y si cada mundo gira segurt el orden d e t e r m i n a d o , que no es menos esencial para él que para este maravilloso univer-
i8 s o , la menor confusión que sobreviniese en uno acarrearía la ruina no solamente de aquel sistema, sino también del total. Pero n o ; ¡que la tierra perdiendo el e q u i librio se aleje de su ó r b i t a ; que los soles y los planetas vaguen sin regla por el firmamento ; que los espíritus que gobiernan las esferas sean arrojados de ellas; que u n ser se abisme sobre otro ser, y un m u n d o sobre otro m u n d o ; que los ejes del cielo se estremezcan, y tiemble toda la naturaleza hasta el trono del mismo D i o s ! ¡ que t o d o este orden se trastorne con horror! I Y por quién ? P o r t í , gusano vil y d e s preciable ? ¡ Q u é locura! qué orgullo! qué impiedad! Si el pie destinado á hollar la tierra, ó la mano destinada al trabajo aspirasen á ser la cabeza; y si la c a b e z a , el ojo ó el oido se enojasen de ser únicamente los m e ros instrumentos del espíritu que les g o bierna, ¿ no seria una necedad ? Pues no lo seria menos el que en esta fábrica general pretendiese una parte ser o t r a , ó se q u e jase de la tarea y obligación que le h u b i e se señalado el grande Espíritu ordenador. C u a n t o existe no es mas que una parte de aquel prodigioso t o d o , c u y o cuerpo es la naturaleza, y del cual Dios es el alma; el que diversificado en cada ser, y siendo
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en todos el m i s m o , tan grande en la tierra c o m o en el c i e l o , calienta en el s o l , refresca en el v i e n t o , brilla en las estrellas, y florece en los árboles. V i v e en cada viviente,, se extiende hacia todos l a d o s , se reparte sin dividirse, lo hace todo sin consumirse, respira en nuestra a l m a , anima nuestra parte m o r t a l , tan poderoso y tan perfect o en la formación de un cabello c o m o en la del c o r a z ó n , y en el hombre vil que se queja como en el arrobado serafin que se abrasa de puro amor. N a d a h a y a l t o , n a da b a j o , nada grande, y nada pequeño para él. T o d o lo llena, todo lo circunda, t o d o lo u n e , y todo lo iguala. Cesa p u e s , y no llames al orden imper-; feccion. Nuestra propia felicidad d e p e n de de aquello mismo que vituperamos. C o n o c e el pequeño punto de tu ser; puesese p r o v e c h o s o , ese debido grado de c e guedad y flaqueza-, es un presente que te ha hecho el cielo. S o m é t e t e , y está seguro de que sea en esta ó en cualquier otra esfera serás tan feliz c o m o puedas ser; y sea al nacer, ó en tu hora final, ponte en ma-j nos del que dispone de todo. La naturaleza toda es un arte desconocido para t í ; todo acaso es una dirección , que no eres c a p a z de v e r ; toda d i s c o r d i a , una a r m o nía , que no llegarás á entender; todo mal B
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2O p a r t i c u l a r , un bien general; y en d e s p e c h o del orgullo y de la razón extraviada es una verdad m u y c l a r a : Que todo, todo
cuanto existe es del modo que debe ser. EPÍSTOLA SEGUNDA. DE
LA
NATURALEZA
Y
ESTADO
DEL
HOMBRE CON RESPECTO A SI MISMO COMO
INDIVIDUO. • O O gi
C o n ó c e t e á tí m i s m o , y no te i m a g i nes poder sondear la divinidad. E l estudio mas p r o p i o de la especie humana es el hombre. C o l o c a d o como en el istmo d e ün estado intermedio ó confinante, y siend o una mezcla de luz y oscuridad , de b a jeza y de grandeza, con demasiado c o n o cimiento para la duda e s c é p t i c a , y con demasiada debilidad para la fiereza estoica , está vacilante entre ambas á d o s , no sabe si hacer algo ó no hacer n a d a , y duda si tenerse á sí mismo por Dios ó por b r u t o , y preferir al cuerpo ó al espíritu. N o nació sino para m o r i r , y no discurre mas que para errar; y su razón es tal que ignora igualmente si oiensa d e m a s i a d o , ó si demasiado p o c o . Es un caos de opiniones y
21 pasiones y una pura confusión. Se está engañando continuamente, y desengañándose á sí mismo. Ha sido creado la mitad para elevarse, y la otra mitad para abatirse. E s dueño de todas las c o s a s , y sin embargo la presa de todas ellas. E s ú n i c o juez de la verdad , y está c a y e n d o continuamente en el e r r o r ; y en fin es la g l o r i a , el juguete y el enigma de este m u n d o . ¡ E a , estupenda criatura! remóntate adonde las ciencias te guian. M i d e la t i e r r a , pesa el a i r e , y calcula las m a r e a s . D e muestra qué leyes siguen los errantes p l a netas en sus ó r b i t a s ; corrige el t i e m p o , y marca al sol su camino. ¡ E a , elévate con Platón á la esfera del empíreo hasta llegar al bien p r i m e r o , á la primera p e r f e c ción y belleza p r i m e r a , ó penetra en el laberinto hollado por sus sucesores, y d i que el desentenderse de los sentidos es i m i tar á Dios , á la manera que aquellos sacerdotes orientales, que después de dar sus vueltas al r e d e d o r , y andárseles la cabeza, se imaginan imitar al sol! ¡ E a , v e , enseña á la eterna Sabiduría c ó m o debe gobernar, y entra luego dentro de tí m i s m o , y nota tu imbecilidad ! C u a n d o en estos últimos tiempos vieron los seres superiores e x p l i car á un mortal todas las leyes de la n a t u raleza , se pasmaron de ver tanta sabidus
22 ría en una figura terrenal, y N e w t o n les pareció lo que á nosotros un diestro m o n o . Pero este filósofo, que sujetaba á reglas las órbitas de los c o m e t a s , ¿podía d e s cribir ó fijar un solo movimiento del alma? E l que demostraba los puntos de ascensión y declinación de los astros, ¿ podía acaso explicar su principio ó su fin? ¡ O h ! y qué p o r t e n t o ! La parte superior del h o m bre puede elevarse sin o b s t á c u l o , é i r r e montándose de arte en a r t e ; pero cuando ha empezado su grande o b r a , cuando t r a t a de sí m i s m o , lo que dispuso la razón es luego deshecho por la pasión. Dos principios son los que rigen la naturaleza h u m a n a , el amor p r o p i o , que es el que e x c i t a , y la razón , que refrena. N o llamemos al uno un b i e n , ni t a m p o c o al otro un m a l ; cada uno produce su fin; el uno m u e v e , y el otro lo gobierna t o d o , y á sus operaciones propias se debe atribuir todo lo b u e n o , c o m o á las i m p r o pias lo malo: El amor p r o p i o , origen del m o v i m i e n t o , hace obrar al a l m a , y la razón c o m p a r a , pesa y gobierna el todo. Sin aquel no se movería el hombre á obrar , y sin esta obraría, pero sin fin. F i j o entonces c o m o una planta sobre su pedazo de tierra vegetaría, m u l t i p l i c a r í a , y luego se p o d r i -
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r í a , ó atravesando el aire desordenadamente c o m o un meteoro inflamado d e s truiría á los demás destruyéndose á sí mismo. . E l principio de movimiento necesita tener mas fuerza, su operación es activa, y asi i n s p i r a , excita é impele. E l otro es t r a n q u i l o , quieto y sosegado para c o m parar , como que está destinado á r e p r i m i r , deliberar y aconsejar. E l amor p r o p i o es siempre mas fuerte en razón de la p r o x i m i d a d de su o b j e t o ; la razón le tiene á cierta distancia como en perspectiva; aquel ve el bien inmediatamente por el sent i d o que está presente, y esta solo ve lo venidero y las consecuencias de ello. Las tentaciones vienen con ímpetu y mas de tropel que los argumentos; y si la razón es m u c h o mas v i g i l a n t e , aquel ataca con mas fuerza. Para suspender la acción del mas fuerte , valgámonos de la calma de la r a z ó n , e cuchándola s i e m p r e ; esta atención hace adquirir hábito y experiencia, y estas fortifican la razón y refrenan el amor propio. Q u e los sutiles escolásticos, mas i n c l i nados siempre á la discordia que á la unión, enseñen abatirse á estas dos potencias a m i gas, y separen con toda la sutileza y temeridad de su ingenio la. gracia de la virtud y el
24 sentido de la r a z ó n : ¡talentos superficiales , exactamente parecidos á aquellos l o cos que se matan por una palabra sin s a ber muchas veces lo que piensan ó pensan-* d o del mismo m o d o ! E l amor p r o p i o y la razón aspiran á un fin, evitar el d o l o r , y desear el placer; pero aquel vehemente parece devorar su objeto, y esta solo liba la m i e l , y no estropea la flor. E l placer, bien ó mal entendido, es nuestro m a y o r mal ó nuestro m a y o r bien. Llamaremos las pasiones unas modificaciones del amor propio. El bien cierto ó el aparente las mueven t o d a s ; pero c o m o no es todo bien susceptible de división, y la razón nos ordena proveer á nuestra c o n servación ^ las pasiones aunque interesadas, si sus medios son b u e n o s , se alistan bajo el estandarte de la r a z ó n , y se hacen dignas de su c u i d a d o ; aquellas que son c o m u n i c a tivas ó generosas, y tienen un noble objeto, elevan su especie, y toman el nombre de alguna virtud. m
Q u e se jacten los estoicos en su ociosa apatía de su virtud intrastornable. Su firmeza es como la del h i e l o , que todo lo e n c o g e , y retira el calor al pecho. Pero la fuerza del espíritu es el ejercicio, no el r e poso. Una borrasca levantada en el alma la pone en el debido m o v i m i e n t o ; puede
25 asolar una parte , pero se preserva el t o d o . Navegamos de diversos modos en el vasto océano de la v i d a ; la razón viene á ser la b r ú j u l a ; pero la pasión es la brisa ó el v i e n t o ; ni hallamos solo á Dios en la c a l ma , antes bien anda sobre las o l a s , y se pasea sobre los vientos. L a s pasiones, asi c o m o los elementos, aunque nacidas para c o m b a t i r , no o b s tante combinadas y templadas se unen en la obra de D i o s . A estas basta moderarlas, y hacer uso de ellas sin destruirlas. Mas l puede el hombre destruir aquello que compone al h o m b r e ? Bástale á la razón no desviarse del camino de la naturaleza, sujetarlas, refrenarlas, y seguir á e s t a y á Dios. E l a m o r , la esperanza y alegría, c o mitiva risueña del p l a c e r ; el o d i o , el t e mor y el disgusto, compañeros del dolor, mezclados con a r t e , y contenidos en sus debidos l í m i t e s , forman y mantienen la balanza del a l m a ; son las luces y las sombras , c u y o contraste bien entendido hace toda la fuerza y colorido del cuadro de nuestra vida. Siempre tenemos los placeres á nuestra disposición ó á nuestra vista; y cuando unos cesan, otros se ven á lo lejos. Aprovechar los presentes, y buscar otros para en adelante, es toda la ocupación del
26 cuerpo y del alma. T o d o s tíefíén su atractivo ; pero no atraen todos igualmente. L o s objetos, según sus diferencias, hieren nuestros diferentes sentidos, y de aqüi viene que se inflaman mas ó menos las diferentes p a siones , según la debilidad ó fuerza de la organización de ellos; y de aqui viene f r e cuentemente que dominando el pecho una p a s i ó n , absorve ó' se traga todas las demás c o m o la serpiente de Aaron. A la manera que tal vez recibe el h o m bre en el momento de respirar el p r i n c i p i o oculto de la m u e r t e , y que la enfermedad naciente, que á la larga le ha de r e n d i r , va acrecentándose á medida que él crece y se fortifica con sus mismas fuerzas , asi también la enfermedad del alma, infundida y mezclada con su verdadera substancia , llega á hacerse la pasión dominante. Cada humor vital de los que han de nutrir el todo bien pronto corre hacia esta parte asi del alma c o m o del c u e r p o ; y t o d o lo que enardece al corazón ó exalta la c a b e z a , como lo que despeja el e n t e n d i miento y desarrolla sus funciones, lo a c o moda la imaginación á su arte peligroso, y lo echa todo sobre la parte flaca. La naturaleza es su m a d r e , y el h á bito su n o d r i z a : el ingenio, el espíritu y el talento no hacen mas que empeorarla.
27 L a razón misma aumenta su fuerza y a c t i v i d a d , asi como los rayos benignos del sol hacen mas agrio el vinagre. N o s o t r o s , vasallos desdichados de un gobierno l e g í t i m o , en vez de obedecer á esta reina débil , obedecemos sumisamente á alguna de sus favoritas. ¡ A h ! si no nos da armas c o m o nos da reglamentos, ¿ q u é mas p o drá decirnos sino que somos locos ? A c u sadora astuta, y amiga destituida de a u xilios , nos enseña á lamentarnos de nuestra naturaleza, pero no á corregirla; y convertida de juez en a b o g a d o , nos p e r suade á hacer las elecciones que hacemos, ó las justifica después de hechas. E n v a n e cida con conquistas fáciles refrena las p a siones d é b i l e s , y luego triunfan las fuertes , sucediéndola lo que al doctor, que parece haber curado y expelido los h u m o res , y luego asoman produciendo la gota. S í : el camino de la naturaleza debe ser siempre preferido. L a razón no es en él nuestra g u i a ; pero siempre va haciendo de escolta: sirve para rectificar, pero n o para quitar y p o n e r ; y asi trata á la p a sión dominante mas bien como amiga que como enemiga. U n poder superior á la razón , el supremo S e r , da esta fuerte dirección , é impele á los diferentes hombres hacia diferentes fines. Llevados a s i , c o m o
28 por vientos variables, por otras tantas pa« siones, la dominante les arrebata siempre hacia una ú otra banda. Tenga uno ansia por m a n d a r , por s a b e r , por el oro ó la g l o r i a , ó lo que es mas fuerte que t o d o , anhele el descanso y la c o m o d i d a d , toda la vida seguirá en su e m p e ñ o , aunque sea á costa de la misma vida. El desasosiego del comerciante, la indolencia del s a b i o , la humildad del fraile, y el orgullo del h é r o e , t o d o , todo halla igualmente á la razón de su parte. E l eterno Hacedor sacando el bien del mal combinó con esta pasión nuestros mejores principios. D e este m o d o se fijó la porción volátil del h o m b r e ; y pues la virtud se fortifica mezclada con la masa de a q u e l l a , asi como el metal demasiado fino adquiere mas solidez con la liga de otro inferior que se le m e z c l a , asi t a m bién el cuerpo y el alma obran de común acuerdo. A la manera que los frutos acerbos que se resisten al cultivo de un jardín llegan á ser buenos injeriéndolos sobre sierpes, asi las virtudes mas firmes provienen de las pasiones. E l vigor de una naturaleza s i l vestre trabaja en la r a i z : ¡ qué a b u n d a n cia de saber y de honor no dimana de la melancolía ó e s p l í n , de la obstinación,
29 del rencor y del m i e d o ! V é a s e sí no la cólera c ó m o suple por el zelo y la fortaleza , y aun la avaricia por la prudencia, y la pereza por la filosofía. La lascivia mas refinada si se contiene entre ciertos l í m i t e s , llega á parecer un fino a m o r , y á ser el hechizo del bello sexo. L a envidia, que esclaviza las almas v i l e s , es emulación entre literatos y también entre los valientes. N o citaremos virtud a l g u n a , bien sea de hombre ó sea de muger , que no p u e da provenir del orgullo ó de la vergüenza. D e este modo la naturaleza (¡ abátase nuestro o r g u l l o ! ) nos da por virtudes lo mas inmediato á los vicios. L a razón c a m bia las inclinaciones, y las convierte de malas en buenas. N e r ó n hubiera reinado com o T i t o si hubiera q u e r i d o ; y la f e r o c i dad de alma detestada en Catilina encanta en D e d o , y es divina en C u r c i o , Una misma ambición destruye ó salva los p u e blos , y forma de uno un p a t r i o t a , lo mismo que de otro un traidor. ¿ P e r o quién podrá separar toda esa luz de las tinieblas que están revueltas en nuestro caos? El Dios que está dentro de nosotros. L o s extremos producen en la naturaleza fines iguales, y en el hombre se h a llan confundidos para algún uso misterio-
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so. Aunque lo uno y lo otro traspasan sus límites alternativamente, asi como vemos muchas veces bien degradado el claro-obscuro en algunos cuadros m u y concluidos^ la diferencia es tan imperceptible, que se duda donde acaba la v i r t u d , y donde comienza el v i c i o . ¡ Q u é locos los que infieran de aqui que no h a y vicio ó virtud en cosa a l g u na ! Si dos masas de color blanco y negro se m e z c l a n , revuelven y confunden de mil maneras, ¿ dejarán de ser blanco y negro ? Preguntárselo á vuestro p r o p i o corazón , y nada hallareis mas evidente. E l encubrirlo y taparlo haciendo pasar lo uno por lo otro es lo que cuesta tiempo y trabajo. Es el v i c i o un monstruo de aspecto tan h o r r i b l e , que para ser aborrecido no es necesario mas que verle. C o n todo si le vemos m u y á menudo nos familiarizamos con su feo rostro. A lo primero apenas le aguantamos , después le compadecemos, y por último le abrazamos. Mas nadie está acorde todavía acerca de cual es el extremo del vicio. ; Pregunta uno donde está el norte? En el condado de Y o r c k estará en el T w e e d ; en Escocia en l¡is islas O r c a d e s ; y en otra parte estará en «Groenl a n d i a , en la Z e m b l a , u otro cualquier
3* parage. N a d i e se tiene á sí mismo p o r v i cioso en primer g r a d o , sino que cree que sú vecino le ha ganado la delantera. A s i aquellos que y a viven , por decirlo a s i , bajo la zona del vicio mismo , ó nunca sienten sus estragos, ó nunca quieren confesarl o . L o que haria echar pie atrás espantad o á un hombre de buena í n d o l e , sostendrá que es recto y bueno un vicioso empedernido. N o h a y a r b i t r i o ; todo hombre es v i r tuoso y vicioso á m e d i a s ; pero si pocos lo son en alto g r a d o , todos hasta cierto p u n t o . E l malvado y el tronera son b u e nos y prudentes por c a p r i c h o , y á veces el hombre mas honrado hace por capricho lo mismo que vitupera. Bien sea lo bueno, bien sea lo m a l o , siempre lo adoptamos p o r p a r t e s , pues tanto al vicio como á la virtud el amor propio es quien les d i r i ge. C a d a individuo se propone diferente b l a n c o ; pero el gran objeto de Dios es uno, á s a b e r , el universo. E l es el que contramina todas las locuras y c a p r i c h o s , el que desconcierta el efecto de todos los v i c i o s , y el que dio á todas clases de p e r sonas unas felices fragilidades, el pudor á la d o n c e l l a , el orgullo á ¡a m a t r o n a , el miedo al estadista, la temeridad al C a p i t á n , á los R e y e s la presunción, y á la
plebe la credulidad. É l el que saca resulta^ dos virtuosos de la v a n i d a d , la cual no lleva mas interés ni exige otra recompensa que la alabanza; y el que funda sobre las necesidades y flaquezas del espíritu la alegría, la p a z , el contento y gloria del género humano. Habiéndonos formado el cielo á todos en términos de depender unos de o t r o s , es claro que seamos lo que se quiera , amos, criados ó a m i g o s , él es quien manda á cada uno que llame al otro en su a u x i l i o , de mod o que de la debilidad de cada hombre resulta la fuerza de todos. Las necesidades, fragilidades y pasiones estrechan cada vez mas esta unión é interés c o m ú n , ó hacen mas agradables cada dia sus lazos. A ellas debemos la verdadera a m i s t a d , el amor sincero, y aquella alegría ó paz interior que gozamos en esta vida ; y de ellas mismas aprendemos también en la d e c l i n a ción de la edad á renunciar á estos p l a ceres , alegrías, amores é intereses, pues por una parte la r a z ó n , y por otra n u e s tra misma decadencia, nos enseñan á e s perar la m u e r t e , y salir de este mundo tranquilamente. Sea la que quiera la pasión de un h o m b r e , su c i e n c i a , gloria ó r i q u e z a s , n i n guno quiere trocarse por su vecino. E l
sabio v i v e feliz explorando la naturaleza; el necio encuentra su dicha en no saber una j o t a ; el rico pone todo su deleite en tanto tener; el pobre se halla contento con el cuidado de la Providencia. ¡ Mira c ó m o cantan y bailan ese ciego y ese cojo m i serables ! E l beodo se cree un h é r o e , y el maniático un monarca. E l alquimista muerto de hambre es sumamente feliz con sus aurificas esperanzas, y el poeta también con su musa. M i r a c ó m o cada clase de gentes aguarda un consuelo p a r t i c u l a r ; c ó m o nos ha sido dado á todos el orgullo c o m o un a m i g o c o m ú n ; y mira c ó m o vienen en nuestra a y u d a ciertas pasiones a c o m o d a das á cada e d a d : la esperanza viaja p o r todas partes con nosotros, y ni aun nos abandona cuando morimos. Hasta este término fatal la opinión dora con sus reflejos y cambiantes a q u e llas nubes arreboladas que hermosean los dias de nuestra vidaL a felicidad que nos falta es suplida p o r la e s p e r a n z a , asi c o m o cada v a c í o en el sentido es suplido por el orgullo. E s tas pasiones son las que edifican todo lo que el conocimiento podría destruir. L a alegría está siempre saltando como el licor en la copa de la locura. Frustrada
c
una idea cualquiera, al instante salimos con o t r a , pues no habia de habérsenos d a d o en vano la vanidad. D e este m o d o el amor propio se transforma, mediante un divino i m p u l s o , en una balanza para p e sar las necesidades agenas por las propias. ¡ Ea ! Confiesa al menos una v e r d a d , d e que siempre sacamos un gran consuelo , y
es que aunque el hombre es necio y loco, Dios es la misma sabiduría. EPÍSTOLA
TERCERA.
DE LA NATURALEZA Y ESTADO D E L HOMBRE CON RESPECTO A L A S O C I E D A D .
Q u e d a m o s en que la causa universal obra solo por un fin ; pero por leyes d i f e r e n f ? . En la lozanía de la salud , en la p o m p a del o r g u l l o , y durante la altanería de la opulencia tengamos presente de dia y de noche esta v e r d a d ; pero mas presente todavía cuando instruyamos ú oremos. Tendamos la vista por ese m u n d o , y contemplemos la cadena de amor que lo reúne y enlaza t o d o , asi acá abajo c o m o encima de nosotros. V e m o s la naturaleza plástica trabajando para este fin, y v e -
irios c o m o los simples átomos se atraen unos á otros. E l uno es atraído ahora , y luego atrae al que está mas c e r c a , pues están formados de un m o d o , que se ve cada uno impelido á abrazar al mas i n mediato. M i r a después esa materia d o t a da de diferentes vidas gravitar siempre hacia un centro c o m ú n , á saber, el bien general. M i r a esos vegetales , que m u r i e n d o vienen á ser el sosten de la v i d a ; y mira esa v i d a , que extinguiéndose v u e l ve de nuevo á vegetar. T o d a s las formas que perecen son reemplazadas p o r otras f o r m a s , pasando alternativamente desde la vida á la m u e r t e , y desde la muerte á la v i d a , asi como se forman borboteando las ampollas de agua en el m a r , las cuales se levantan, revientan, y vuelven otra vez al mar. N a d a es extraño ni nos viene de f u e r a ; las partes se refieren al t o d o . U n espíritu omni-extenso y conservador une entre sí todos los seres, al mas grande con el mas pequeño. H i z o la bestia para a y u da del hombre , y al hombre para auxilio de la bestia. T o d o es s e r v i d o , sirviendo t o d o . N a d a está s o l o ; la cadena s i g u e , y continúa mas allá ; pero donde llega su punta nadie lo sabe. ¡ H o m b r e loco ! ¡ había de haber trabajado D i o s únicamente para tu b i e n , tu C 2
36 lacer , p a s a t i e m p o , adorno y alimento! 1 que alimenta para tu mesa al cervatillo r e t o z ó n , igualmente benéfico para con é l , esmaltó de yerbas y flores los p r a d o s . ¿ Se remonta acaso por tí á gorgear la alondra en los aires? La alegría es quien agita sus a l a s , y á quien debemos la melodía de su canto. ¿Ejercita acaso p o r t í el gilguerillo sus órganos armoniosos ? Su alborozo y sus amores son los que h i n chen el aire de dulces sonidos. E l bridón arrogante ora corra ó piafe ostentoso, parte el placer y la gloria con su ginete. ¿ L a semilla que tapa la tierra es quizá para tí solo ? Las aves vendrán á por su grano. ¿ E s quizá toda para tí solo la dorada cosecha de un año abundante ? T ú p a g a r á s , y con r a z ó n , el trabajo de los bueyes que te la g a n a r o n : y el l e c h o n , que no trabaja n u n c a , ni a r a , ni obedece á tu v o z , v i v i r á regalado y cuidado de t í , que crees ser el amo y señor de t o d o . Sabe pues que todos los hijos de la n a turaleza son dignos de sus cuidados. L a piel que abriga al M o n a r c a , cubria y abrigaba primero al oso. C u a n d o el hombre d i c e : he aqui c o m o todo se h i z o para servirme á m í : " he aqui el h o m b r e , dice el ansarón , que sirve para mi regalo." ¡ Q u é a f á n , qué cuidado en guardarle, alojarle,
apacentarle y regalarle! Bien ve él este particular esmero; pero no sabe que es para devorarle. En lo que cabe c o m o ansarón discurrirá m u y b i e n ; pero lo y e r r a de medio á medio en cuanto á los d e s i g nios del hombre. Pues lo propio sucede con el hombre cuando pretende que t o d o ha sido hecho para uno s o l o , y no lo uno para el t o d o , que discurre á la manera del ganso. A u n suponiendo que el mas fuerte reine sobre el mas d é b i l , y que el hombre sea el espíritu y tirano del universo, la naturaleza también da sus jaques á este tirano. E l solo es el que conoce y provee á las necesidades y males de las demás criaturas. E l halcón que arrebata la p a l o m a , i la perdonará acaso la vida por el tornasoleado de su pluma ? ¿ Párase el a r rendajo por ventura á admirar las alas d o radas de los insectos? ¿ Y el gavilán se detiene acaso á escuchar el canto del r u i señor? E l hombre solo se interesa por t o dos : proporciona bosques á las a v e s , p a s tos á los animales, lagos y estanques á los pescados: cuida de los unos por interés, de los otros por deleite , y de muchos mas p o r vanidad. T o d o s subsisten , gracias al esmero de este amo vanidoso , y gozan de una felicidad proporcionada á su lujo.
33 E l es quien preserva del hambre y de las fieras alimañas á todo lo que una hambre estudiada le enseña á él á codiciar : acaricia y engorda á los animales que destina para su regalo ; pero hasta que les quita la vida se la hace al menos feliz , sucediendo á estos animales, en cuanto á preveer y sentir su golpe f a t a l , lo que sucede al h o m bre escogido del cielo cuando vibra el r a y o sobre su cabeza (*). ¡ Gozaron de la vida antes de m o r i r ! ¿ N o debemos nosotros morir también después de haber g o zado de la vida ? P r o p i c i o el cielo con t o d o ser qne no p i e n s a , no le da el vano conocimiento de su fin. Se le da al h o m b r e , pero en tal punto de vista que se le hace desear al paso que le teme. L a hora es incierta y o c u l t a , y el temor es tan lejano, que aun cuando se acerca la muerte , jamas nos p a rece que se nos arrima. ¡ O h milagro siempre perene, haber dado los cielos esta sutileza al único ser que piensa ! R e c o n o c e , p u e s , que todo ser, bien est é dotado de razón ó de i n s t i n t o , goza de (*) Las personas heridas del rayo se consideraban como sagradas y favorecidas del cielo, no solo por varias naciones de la antigüedad , sino por algunas de las orientales.
39 las facultades que mejor le convienen para su bien : que todos por este principio propenden igualmente á su f e l i c i d a d , y hallan medios proporcionados á su fin. Los que guiados enteramente por su i n s tinto , hallan en él un guia infalible, ¿ n e cesitan acaso para dirigirse buscar cabeza que les r i j a , ó andar convocando á juntas? L a r a z ó n , sean cuales fueren sus facultades , á lo mas mas es indiferente; no se cura de servir; y si sirve á otros es á la fuerza: espera siempre á que la l l a m e n ; y cuando se la llama , y viene se queda algo lejos. E l instinto generoso acude por sí mismo de m u y buena g a n a ; fiel servidor, á nadie abandona nunca , al paso que la razón , c o m o p o c o constante , sirve solo á r a t o s : esta sabe m u y bien andar de m e d i o l a d o ; pero el otro siempre derecho. E n la naturaleza de los seres que guia el i n s t i n t o , los principios de impulso y comparación que están d i v i d i d o s en el n u e s t r o , se hallan reunidos en u n o ; pero aun dado caso que queramos elevar á la razón sobre el instinto, en este gobierna D i o s , y aquella gobierna el hombre. ¿ Q u i é n enseñó á los moradores de la tierra y del agua á huir de la ponzoña y escoger su alimento? Próvidos y a d v e r t i dos los unos saben edificar sobre el nivel
4o de las o l a s , y hacer los otros bóvedas bajo de la arena para resistir á las tempestades y mareas. ¿ Q u i é n enseñó á la araña á t i rar paralelas sin regla ni compás con tanta exactitud c o m o M o y u r e (*). ¿ Quién e n seña á las cigüeñas, semejantes al famoso Colon , á recorrer climas extraños y m u n dos desconocidos ? ¿ Q u i é n convoca sus juntas? ¿ Q u i é n fija el dia de la marcha? i Q u i é n ordena sus falanges y les traza su camino ? Dios pone en la naturaleza de cada ser la semilla de aquella felicidad que le conviene , y le prescribe sus límites; pero c o m o ha criado un universo , para hacer al todo f e l i z , ha fundado la mutua felicidad sobre necesidades recíprocas. Por eso r e i na un orden eterno desde el p r i n c i p i o , y toda criatura se ve ligada á otra criatura, bien asi como el hombre al hombre. T o d o cuanto anima el cielo vivificador, todo cuanto respira en los aires, todo cuanto crece bajo las o n d a s , ó habita esparcido p o r la tierra, t o d o es fomentado por nuestra madre común naturaleza mediante una llama vital que hace brotar sus semillas productoras. E l hombre igualmente que (*) Famoso matemático, muy estimado de Newton.
41 t o d o ser que anda errante p o r los b o s ques , vuela por los a i r e s , ó nada en las a g u a s , se ama á sí m i s m o , aunque no se ame á sí solo: cada sexo siente unos mismos e s t í m u l o s , hasta que de dos se hacen uno. Su placer jamas se acaba con los primeros ímpetus amorosos, pues se aman por t e r cera vez en su propia descendencia. Por eso brutos y aves cuidan tanto de sus hijuel o s , objeto de sus cariños: las madres les alimentan, y los padres les defienden. M a s cuando crecieron lo bastante para echar á correr ó v o l a r , entonces cesa el instinto, se acaban los afanes, rómpense los vínculos, cada cual busca nuevas amistades, empiezan nuevos amores, y nace otra nueva raza. Menos c a p a z de ayudarse la especie h u m a n a , exige cuidados mas p r o l i j o s , y estos producen vínculos mas durables. L a razón y reflexión les prestan una nueva f u e r z a , y abren al amor y al interés u n c a m p o mas vasto todavía. Fíjase el h o m bre por e l e c c i ó n , y se abrasa prJr simpatía : las virtudes nacidas entre las pasiones reinan alternativamente con ellas. N u e vas necesidades, nuevos socorros y nuevos hábitos acumulan benevolencia y mas benevolencia sobre tantos beneficios. D e un mismo tronco nace y renace una prole que no se a c a b a : un amor inspirado por la
42 naturaleza, y luego sostenido por h á b i t o , velan tanto sobre el recien nacido c o m o sobre el espigado y adulto. Apenas llegan los últimos que nacieron á la m a d u rez de h o m b r e s , cuando ven á los que les dieron el ser en absoluta imposibilidad de cuidarse. La memoria y la previsión les hacen entrar en justas reflexiones , la una por los recuerdos de su tierna infancia, y la otra por el rezelo de una vejez achac o s a , mientras que el p l a c e r , el r e c o n o cimiento y esperanza, todos combinados, aumentan estos nuevos intereses, y aseguran la duración de la especie. N o creáis tampoco que en el primer estado del m u n d o , que era el de la natur a l e z a , se debió caminar á ciegas': el e s tado de naturaleza era el reinado de Dios: el amor propio y el social nacieron con él, y la U N I O N fue el vínculo del hombre y de todas las cosas. N o habia entonces o r g u l l o , ni todas esas artes que fomentan la vanidad. G o z a n d o de los bosques el hombre igualmente que el a n i m a l , andaban juntos á la sombra de los árboles: t e nían un mismo a l i m e n t o , y un mismo lec h o . N o necesitaba el hombre matar á nadie para comer y vestir. El monte r e sonante era el gran templo en que todos los seres á quienes el Hacedor d o t ó del
43 órgano de la v o z , cantaban alabanzas al Padre común. N o estaba el santuario c h a p e a d o de oro , ni salpicado de sangre ; y el sacerdote era p u r o , sin mancilla , e n e migo de mortandades, y esento de v e nalidad. El atributo de los cielos era u n cuidado universal, y la prerogativa del hombre gobernar sin tiranizar. ¡ O h y cuánto se diferencia de este el hombre de los tiempos siguientes ! V e r d u g o y sepulcro abierto de la mitad de cuanto r e s p i ra , es matador de los demás seres, y t r a i dor hasta contra sí m i s m o : enemigo de la naturaleza, o y e sus gemidos sin condolerse. Pero nacieron de sus mismos excesos enfermedades bien merecidas, las cuales fomentadas por su sanguinolencia, dejan vengados completamente á aquellos que sacrifica. D e este apetito carnívoro n a cieron también las pasiones furiosas, y atrajeron contra el hombre al animal mas feroz de t o d o s , á saber, al hombre mismo. V e a m o s como poco á p o c o se elevó desde la naturaleza hasta el arte: las f u n ciones de la razón se reducían entonces á copiar al instinto. L a v o z de la n a t u raleza se dejó oir de esta manera: , , A n d a ( d i j o al h o m b r e ) , y aprende de las demás criaturas: aprende de las aves á conocer los alimentos que dan los arbustos, y de
44 los otros animales las virtudes de las y e r bas. Enséñete la abeja á edificar, el t o p o á labrar, y la oruga á tejer. Aprende del nautilo á navegar, á manejar el r e m o , y á apañar el viento (*). R e c o n o c e é n t r e l o s (*) El nautilo papiráceo es tan singular» que esto que dice Pope de é l , y es lo mismo que refirieron Oppiano y otros escritores antiguos , se tuvo largo tiempo pot una patraña. En la Zoología moderna te llama á este hermoso nautilo, el argonauta , y por ser tan admirable su historia, y el primer modelo que nos ofrece la naturaleza de un barco n a vegando á vela y remo por el mar, quiero describirle aqui brevemente. Su concha es á manera de una navecilla construida con la mayor elegancia, de una sustancia blanca, delgada y trasparente, algo parecida al papel. El argonauta ó molusco que la habita sabe aprovecharse del viento para hacer sus correrías por el mar: á este fin se levanta á la superficie de las aguas, endereza su barquilla, y acomodándose en medio de ella enarbola dos brazos, y extiende entre ellos una membrana , que recogiendo el viento le sirve de vela; saca ademas por cada banda otros cuatro brazos que le sirven de remos, los alarga, los pone en movimiento, y empieza á navegar. Si en su travesía encuentra algún objeto que le atemorice, ó se le aparece algún pescado ene-
animales todas las formas de g o b i e r n o ; y tome de todo la razón torpe y lenta instrucciones para el género humano. H e aqui obras y ciudades subterráneas, y allá ciudades construidas en el aire sobre árboles bambaleantes. Estudia el genio y policía de cada una de estas asociaciones, bien sea la república de las hormigas ó la monarquía de las abejas; como aquellas amontonan sus riquezas en almacenes c o munes , y conservan el orden en medio de la anarquía; y c o m o e s t a s , aunque sometidas á un solo g e f e , tienen sus bienes p r o p i o s , y su casa separada cada una. A d vierte las leyes invariables que gobiernan sus estados, leyes tan sabias c o m o la n a turaleza , y tan inalterables c o m o el d e s tino. E n vano urdirá tu razón otras telas mas d e l i c a d a s ; en vano cojera á la j u s t i -
migo, al momento remos, vela y piloto, todo se recoge bajo cubierta , zozobra la barquilla, y baja á lo profundo del mar.
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