Alejandra Pizarnik - Los poseídos entre lilas - análisis
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1 Estela M. Vázquez Textos Hispanoamericanos-TM Trabajo Práctico –Unidad 2
Los Poseídos entre Lilas es un poema en forma de prosa formado por cuatro
partes. Pertenece al libro “EL INFIERNO MUSICAL” (1971), título tomado de una pintura de Jerónimo Bosch en la que muchos de los objetos utilizados para torturar las almas de los condenados son instrumentos musicales. La Parte diálog ogo o entre entre dos dos voces voces que que más más que que dos dos perso persona najes jes pare parece cen n Parte I es un diál representar el desdoblamiento del yo poético. En este diálogo diálogo la voz voz 1 le pide a la otra que le cuente cuente lo que que ve por la ventana. La voz 2 comienza comienza por describir describir un mundo mundo fragmentado, fragmentado, solitario, solitario, melancólico melancólico,, a través de signos que connotan connotan realidades realidades cotidianas cotidianas:: ‘un café lleno de sillas vacías, (…) gotas de agua en una ventana (…) un diario en una zanja’. Se trata de una serie de frases descriptivas, casi desprovistas desprovistas de acciones, con ritmo pausado. Luego, súbitamente, el diálogo adquiere una velocidad violenta, los referentes se vuelven vuelven grotescos e irreales: irreales: ‘una equilibrista enana se hecha al hombro una bolsa de huesos’, ‘un gnomo desdentado la persigue mascando lentejuelas’ . lentejuelas’ . El tono ya no es de melancolía sino de un humor sádico que agobia a la voz 1 y fatiga a la II que, a pedido de la primera, primera, interrumpe la enumeración y cierra el diálogo con una serie de imágenes que que anti anticip cipan an la atmó atmósfe sfera ra de acech acechan anza za del del horro horrorr que que habr habráá de satu satura rarr las las tres tres seccion secciones es siguie siguiente ntes: s: ‘una una muje mujerr grit grita, a, un niño niño llora llora.. Silu Silueta etass espía espían n desd desdee sus sus madrigueras’. Esta parte se ‘abre’ con la metáfora ‘se abrió la flor de la distancia’, hermética, de carácter polisémico, nos introduce al reino de la palabra creadora, evocadora, al “juego del texto poético en el borde entre ausencia y presencia, entre una referencia despedazada despedazada y la construcción construcción de otra a partir de desplazamiento desplazamientoss y condensacio condensaciones” nes” (D. Muschietti, La Producción de Sentido en el Discurso Poético). La parte I nos enfrenta a la existencia de una realidad cruel y grotesca oculta detrás de lo cotidiano, cotidiano, rasgo característico característico del movimiento movimiento surrealista surrealista así como la libre asociación del pensamiento, que se expandirá de manera incontrolable en la parte II. Central Central en este poema poema es también también el tema de otra tensión, tensión, la de mirada/visión, mirada/visión, introducida mediante una pregunta acerca de una pérdida: ‘¿Qué ‘ ¿Qué hice del don de la mirada?’ , y cuya respuesta será la irrupción del orden de la visión, que dominará todo el texto texto (En una entrev entrevista ista que le hiciera hiciera Martha Isabel Moia, Moia, Alejan Alejandra dra Pizarn Pizarnik ik expresa: “Me sucede asistir al cortejo de las palabras que se precipitan, y me siento espectadora inerte e inerme”) La mirada (‘ y por favor’, implora A.P. en un relato, ‘que no haya mirar sin ver’), que permite otorgar sentido, establecer relaciones lógicocausales, causales, ordenar lo imaginario, imaginario, será suplantada suplantada en el texto, por la pura visión, visión, por fuerzas que que no podrá remitir remitir al orden del discurso. discurso. Esta Esta pregunta pregunta contaminará contaminará las tres secciones siguientes; “larga repercusión tienen las palabras” (Borges, “El arte narrativo y la magia”) .
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En la parte II el yo lírico se expresa a través de una única voz. Es un ‘yo’, ‘Si viera un perro muerto me moriría de orfandad’, que por momentos se identifica con un ‘nosotros’, ‘Nadie nos oye, por eso emitimos ruegos’, y que se dirige a un ‘tu’ muy cercano en tiempo y espacio, un interlocutor/lector cómplice de visiones atroces, ‘pero ¡mira! el gitano más joven está decapitando con sus ojos de serrucho a la niña de la paloma’. En esta parte la prosa poética de AP se desborda en un flujo incesante de imágenes alucinatorias, oníricas, una enumeración caótica de asociaciones libres de signos cargados de connotaciones espantosas. Se trata de un lenguaje ante el cual, parafraseando a Andre Gide (en el ensayo de A. Pizarnik “El verbo encarnado”) ‘la razón retrocede derrotada’. Al tiempo que me dejaba arrastrar por la larga oración que comienza con ‘Donde una vez un muchacho y una chica hacían el amor… y culmina en ‘…bajo una lluvia que calma mi mal’ la razón, sobrecogida, procuraba cerrar la desgarradura provocada por ese infierno musical; me decía, en medio de la tormenta me decía: ‘se trata de una reproducción literaria de una pintura de Jerónimo Bosch’. No era así. Es un texto que sólo puede explicarse a partir del efecto físico que produce: lágrimas, sacudimiento. El tema de la muerte se apropia del texto, en tensión, nuevamente, con la vida. El cuerpo de un perro muerto remite al doloroso saber de que alguna vez estuvo vivo y fue querido. De un muchacho y una chica que hacen el amor solo quedarán ‘cenizas, y manchas de sangre y pedacitos de unas y (…)” El yo poético se presenta como un profundo conocedor de la muerte, ‘sin duda’, asevera acerca de la muerte, ‘ se entretiene tallándolos’ (se refiere a tallar huesos) y enfáticamente repite ‘Sí, la muerte talla huesos.”. Para referirse a la vida, sin embargo, no encuentra una metáfora y debe forzar el lenguaje, provocar la unión de signos semánticamente incompatibles, utilizar negaciones: ‘lo malo de la vida es que no es lo que creemos pero tampoco lo contrario’. Los temas del silencio y de la palabra aparecen confrontando, también, a la muerte: ‘la muerte talla huesos, en tanto el silencio es de oro y la palabra de plata’, sugiriendo preguntas acerca de la relación entre la muerte y la escritura, sobre las que reflexionará en la parte III. Aquí el yo poético se identifica con el nosotros, con quienes comparte el padecimiento de la experiencia existencial: ‘la vida no es lo que creemos’ , ‘ para nosotros quedan los huesos’, ‘Nadie nos oye, por eso emitimos ruegos’. (En la citada entrevista de Martha Isabel Moia, Alejandra Pizarnik revela: “ Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos”. (El subrayado es mío). Y nuevamente pronuncia una atroz certeza: ‘Restos’, de contundente poder expresivo al aparecer como único término en una oración desprovista de nexos, de
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predicaciones inútiles: ‘Restos. Para nosotros quedan los huesos de los animales y de los hombres’. Sintagmas fragmentados, sinécdoques, metonimias, imágenes mutiladas, huesos, restos, tal vez palabras-jaulas que no logran ser el cuerpo vivo…’Esa prodigiosa sed de liberar y de que se vuelva cuerpo vivo aquello que permanece prisionero en las palabras’, d irá Alejandra Pizarnik en “El Verbo Encarnado”, su ensayo acerca de Artaud.
En la parte III el yo lírico, ahora absolutamente escindido ‘Yo ya no existo, y lo se; lo que no se es qué vive en lugar mío’’ se contempla a sí mismo en el poema y reflexiona sobre su relación con la palabra ‘no se si son signos o una tortura’ ( aquí hay una clara referencia a la pintura ”El Infierno musical”, que da título al libro), ‘Pierdo la razón si hablo, pierdo los años si callo’. Todo su campo semántico abarca términos que aluden al lenguaje: voces, rumores, cantos (de ahogados), signos, silencio, nombres, nombrar, callar, hablar. Este fragmento es el más breve y el de mayor intensidad lírica. El tono es de desolación absoluta, de derrota irremediable, ‘Un viento violento arrasó con todo’ . La musicalidad del lenguaje de A.P. se presentifica en esa aliteración que suena a rugido. Aquí se manifiestan algunos rasgos esenciales del movimiento simbolista (citados por Delfina Muschietti en “Poesía Argentina del siglo XX”) presentes en la poesía de Alejandra Pizarnik: •
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Exaltación de una nueva sensibilidad y condición visionaria del poeta: ‘Voces, rumores, sombras, cantos de ahogados: no sé si son signos o una tortura’. La magia de las palabras, la poesía pura: ‘Yo estaba predestinada a nombrar las cosas con nombres esenciales.’ La experiencia límite, los poetas malditos: ‘Pierdo la razón si hablo, pierdo los años si callo’.
El yo lírico se debate entre la locura y la muerte, sus sombras interiores lo torturan y la escapatoria por la poesía es imposible. El fragmento concluye con un lamento por una ambiciosa, y noble, misión incumplida: ‘Y no haber podido hablar por todos aquellos que olvidaron el canto’.
En la parte IV y última del poema se reitera la situación comunicativa de la parte II. Inicialmente, el yo poético pareciera renacer de sus propias cenizas y vislumbrar cierto futuro esperanzador para todos nosotros: ‘Alguna vez, tal vez, encontraremos refugio en la realidad verdadera’. Se trata de una línea que, en el contexto de este poema, no deja de sorprender; una referencia tan precisa a esa otra realidad, que no es la de la palabra (‘tus poemas fueron siempre para mí lugares’, escribe en una carta a
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Ivonne Bordelois; en la entrevista con M. I. Moia confiesa: ‘Creo que la única morada posible para el poeta es la palabra’), la cual podría llegar a transformarse en no sólo tolerable sino acogedora, ‘un refugio’… Personalmente me dio la impresión de que el espíritu de los 60/70 (algo soplando en el viento, la imaginación al poder, las luchas revolucionarias) se había colado por alguna ventana en el universo trágico y tortuoso de A.P. y se había posado, fugaz, sobre el poema. Muy fugaz. La reacción del propio yo poético contra esa extraña concesión es brutal. Desde la soledad mortal del poseído, en un tono evocador de antiguos relatos de transmisión oral, el yo lírico comienza a profetizar la llegada del terror: ‘Hay cólera en el destino, porque se acerca (…) el lobo gris.’ ‘Porque romperá todas las puertas, porque sacará afuera a los muertos para que devoren a los vivos, para que sólo haya muertos y los vivos desaparezcan’.Lenguaje profético elaborado a través de paralelismos, anáforas, aliteraciones sonoras y vibrantes , reiteración de oposición muertos/vivos, hipérboles (‘todas las puertas’ , ‘que sólo haya muertos’), ¿metáforas? Porque sí hubo cólera en el destino, y se rompieron todas las puertas y los muertos devoraron a los vivos y los vivos desaparecieron. Poema tremendo, visiones tremendas, nombradas ‘ para comprobar que existen’ ; en la entrevista citada anteriormente A. Pizarnik expresa: “Entre otras cosas, escribo para que no suceda lo que temo; para que lo que me hiere no sea; para alejar al Malo”.
El yo poético sufre entonces un tercer movimiento (término musical que a esta altura me permito utilizar): ‘No, no quiero cantar muerte’. Y vuelve a la realidad verdadera, esta vez inmediata, cercana y concreta: ‘esta ciudad’, ( supongamos que habla de Buenos Aires). No lo hace desde el ‘nosotros’ inicial y tampoco para augurar algún próximo mundo acogedor. Ahora se dirige a un ustedes, los habitantes de ‘ esta ciudad’ , e increpa: ‘¿No hay un alma viva en esta ciudad?’, y denuncia: ‘ Porque ustedes están muertos’, y lúcida advierte: ‘¿Y qué espera puede convertirse en esperanza si están todos muertos?’, y fundida en el nosotros desespera: ‘¿Y cuándo vendrá lo que esperamos? ¿Cuándo dejaremos de huir?¿Cuándo ocurrirá todo esto? , y su lenguaje deviene ansiosa, angustiada, pura interrogación: ‘¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuánto? ¿Por qué? ¿Para quién?’ .
El título LOS POSEIDOS ENTRE LILAS constituye una metáfora de resonancias múltiples. Este poema originariamente fue concebido como un poema dramatizado y llevó el título LOS PERTURBADOS ENTRE LILAS. En otro poema también aparece la metáfora ‘la ensimismada entre lilas’. Lila, tanto cuando se refiere al color como a la flor, es una palabra que A.P. utiliza en diversos poemas, generalmente para aludir a la caducidad de la vida o a la muerte. ‘Se abrió la flor de la distancia’ son las primeras palabras del poema. La muerte, en este poema de A.P., aparece con diversos sentidos: personificada
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como ‘talladora de huesos’, en referencia a la muerte como proceso biológico irremediable; como el viento violento que apaga la voz creadora del poeta; como la que despoja a la vida de intensidad; como el poder de destrucción del ‘lobo gris’, la pura maldad. Este poema abarca temas eternos: la muerte, la soledad, el lenguaje, la maldad, el miedo, la vida no vivida, el anhelo de una vida mejor… Pero el tiempo lo resignifica y no es posible realizar en 2007, la misma lectura que en 1971, cuando fue publicado. Es probable que en esos años muchos se sintieran extrañados frente a visiones tan tortuosas, ajenos a semejantes profecías del horror. Dudo que actualmente, ningún habitante de esta ciudad, Bs. As, pueda atravesar la lectura de este poema sin que lo invada un viento helado. Quisiera concluir con un fragmento de “EL VERBO ENCARNADO”, de A. Pizarnik: ‘Artaud, como Van Gogh, como unos pocos más, dejan obras cuya primera dificultad estriba en el lugar -inaccesible para casi todos- desde donde las hicieron. Toda aproximación a ellas sólo es real si implica los temibles caminos de la pureza, de la lucidez, del sufrimiento, de la paciencia...’ Creo que ella, Alejandra Pizarnik, pertenece a esos pocos más.
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