Alain Rouquié a la sombra de las dictaduras2

September 7, 2017 | Author: Julio Alejandro Navarro Vilchez | Category: Democracy, Latin America, Suffrage, State (Polity), Politics
Share Embed Donate


Short Description

Download Alain Rouquié a la sombra de las dictaduras2...

Description

A LA SOMBRA DE LAS DICTADURAS

346

El interés de América Latina para nuestro conocimiento del funcionamiento de los sistemas representativos, por consiguiente, radica en su singularidad a la vez cultural y sociológica. Por el lado positivo, la larga familiaridad con la tradición liberal y pluralista; por el otro, estructuras no igualitarias y jerárquicas eminentemente desfavorables a la práctica democrática. Toda la dinámica política que hemos tratado de explicitar radica en las tensiones entre estos dos polos. De hecho, consolidar la democracia ha consistido por tanto en dar un mínimo de realidad social a una ficción jurídica acortando la distancia entre los dos componentes. En consecuencia, se comprende mejor la obsesión constituyente de los dirigentes latinoamericanos, de los Libertadores a los re-fundadores de hoy. Muchos analistas contemporáneos, dudando de Tocqueville, estiman todavía que es "en virtud de la calidad de sus instituciones" como Estados Unidos es hoy más rico que los más prósperos Estados de América meridional.1 Claro que es más fácil cambiar la ley fundamental que instaurar "la igualdad de las condiciones". La evolución política de América Latina en el siglo xxi nos revela que la democracia avanza porque las sociedades se transforman. Más urbanizadas y secularizadas, ganaron en fluidez. Las fronteras de clases o de castas son menos tajantes, más inciertas. La movilidad geográfica (inclusive la emigración), la educación y la información crean márgenes de maniobra inéditos. La exclusión retrocede. La demanda de participación se vuelve irrefrenable. La democracia invade lo imaginario: está en expansión tanto horizontal como vertical. Paradójicamente, existen pocos continentes que, pese a estratificaciones tan rígidas, diferenciaciones sociales tan marcadas, hayan llegado tan lejos en lo que Marcel Gauchet llamó la "marcha atrás" de la "sumisión" casi natural a las autoridades sociales, a las "clases superiores", constituida 1

Mailson de Nobrega, "Ainda o idiota", en Veja, 6 de mayo de 2009.

EPÍLOGO

347

por la "revolución democrática".2 ¿Qué decir, en efecto, de la elección a la cabeza del Estado de un obrero metalúrgico o de un granjero indígena, salvo que constituye una mutación simbólica sin duda tan importante, frente a las coerciones heredadas, como la entrada de un hijo de africanos en la Casa Blanca? Ciertamente, no todos los países de América están en condiciones de imitar a Brasil y Bolivia. Existen algunos en los que este tipo de promoción electiva todavía es imposible, en virtud del exclusivismo de los grupos dirigentes y de la concentración del capital social. Pero la alternancia social y la ampliación de la clase política dan fe de que el tiempo de las democracias de baja intensidad está pasando. La democracia es un conjunto de valores que los procedimientos electorales contribuyen a poner en marcha. Sin embargo, las elecciones no son la democracia. Como se sabe, hasta pueden llevar a la dictadura. Pero la valorización del acto electoral como vector del cambio es una de las manifestaciones más impactantes de los progresos de la democracia en América Latina en el curso de los últimos años. Sobre todo si se comparan las expectativas así suscitadas con los escrutinios ritualizados del pasado, con los resultados ya conocidos de antemano, donde los electores, a menudo cooptados, representaban los papeles de extras. En adelante, el sufragio no sólo sirve para sancionar a los gobernantes, para separar a los dirigentes y para designar otros nuevos, sino que también se le asigna el objetivo más ambicioso de cambiar de régimen, hasta de modificar los equilibrios sociales. Es conocido el riesgo, para la estabilidad política, de los enfrenta-mientos alrededor de los desafíos de sociedad elevados y considerados existenciales por una parte de la opinión. No obstante, en el siglo xxi, la audacia del sufragio ya no es necesariamente sancionada. La coyuntura internacional no es 2 Marcel Gauchet, L'Avénement de la démocratie, vol. i: La révolution mo-derne, París, Gallimard, col. "Bibliothéque des sciences humaines", 2007, p. 23.

348

A LA SOMBRA DE LAS DICTADURAS

la de la Guerra Fría y la vigilancia anticomunista del siglo pasado. Por eso, tal vez, se vota cada vez más en América Latina, y también por eso se cree en la eficacia del sufragio. La práctica de un voto que ofrece un resultado, y por tanto un sentido, expresa una nueva exigencia de ciudadanía en el corazón de una transformación política y social de gran amplitud que recorre todos los Estados del continente. Este avance, sin embargo, tiene su reverso. Mientras que la democracia progresa a grandes pasos en la práctica y por sus consecuencias sociales, retrocede en relación con sus medios, es decir, con sus instituciones. La crisis de la representación afecta a los Parlamentos y a los partidos políticos. Las asambleas legislativas son impopulares y a menudo marginadas. La erosión, hasta el derrumbe, de los partidos existentes se explica tanto por sus virajes oportunistas como por el desgaste del poder (y en ocasiones la corrupción), y es muy preciso comprobar que raramente es seguida por la aparición de formaciones políticas nuevas. Algunos gobiernos, en nombre de la causa que defienden y de su investidura mayoritaria, adoptan libertades con las reglas institucionales. Ahora bien, esta regresión amenaza el fundamento mismo del orden democrático, que es la separación de los poderes. La anemia de los partidos no está tan sólo en el origen de un desequilibrio grave. Ella pone en peligro la capacidad de decisión del Estado y hasta la coexistencia social, pues este decaimiento sobreviene en una fase de intensa movilización social. La sociedad civil -activa, organizada- está en movimiento en casi todos los países. Una infinidad de demandas sectoriales se manifiestan en su seno. Demasiado fragmentadas o corporativas, corren el riesgo de ser políticamente inaudibles y de incluir la violencia porque no encuentran una salida institucional, en otras palabras, soluciones aceptables. En suma, porque no son relevadas, traducidas en términos políticos por las instancias formales, legítimas, que son los partidos. La sociedad no dispone de institucio-

EPÍLOGO

349

nes a la altura de su democratización, y por tanto de sus expectativas. ¿Existe un riesgo de anomia? No siempre, si se cree en algunos precedentes contemporáneos. ¿No se han visto surgir, como a regañadientes, instrumentos políticos que hacen las veces de partidos para servir de pasarela entre la esfera social y el espacio político formal, con el objeto de permitir la alternancia y el cambio? No obstante, se ha formulado el interrogante, a propósito de América Latina pero no solamente, de si había una democracia posible después de los partidos. Hasta se ha creído percibir una alternativa en esas experiencias de política desde abajo que han surgido en algunas fases recientes de descomposición social y de vacío político. Así, se han podido idealizar estrategias de supervivencia o de sálvese quien pueda y erigirlas en paradigmas utópicos. Pero rápidamente se ha percibido que estos nuevos modos de acción populares, de las asociaciones de desocupados a las asambleas barriales, no tardaban mucho en ser cooptados por los gobiernos o en caer en el camino trillado del clientelismo partidario o estatal. En el nivel local, el "presupuesto participativo", que había hecho correr mucha tinta, en su origen3 no fue más que un procedimiento hábil para sortear la oposición de un consejo municipal. Más allá de esos comienzos anecdóticos y partidarios, el "doble poder" municipal no tiene nada de revolucionario. Apenas supera la fase de las "comisiones ex3 Evidentemente nos referimos a la experiencia canónica de Porto Alegre. En Brasil, el alcalde es elegido por sufragio directo independientemente de la asamblea municipal. Los ciudadanos que supuestamente discutían una parte (reducida) del presupuesto municipal en general estaban cerca del alcalde y de su partido. Véase a este respecto Jacky Picard, "Le budget participatif de Porto Alegre, une méthode de gouvernement plus démocra-tique?", en Jacky Picard et al, Le Brésil de Lula. Les défis du socialisme dé-mocratique á la périphérie du capitalisme, París, Karthala (Lusotopie), 2003, pp. 91-132. Del mismo modo, Carlos Milani, "Les paradoxes du principe participatif", en Daniel van Eeuwen et ai, Le nouveau Brésil de Lula, La Tour-d'Aigues, L'Aube, 2005, pp. 213-238.

A LA SOMBRA DE LAS DICTADURAS

EPÍLOGO

tramunicipales" o de los "consejos barriales" tal como existen en muchas comunas de Europa y de América Latina. Esto no significa, por supuesto, que no se pueda, en América Latina u otras partes, mejorar la práctica democrática, volverla más permanente y continua, sobre todo más cercana. Pero hay que admitir que las clases políticas y las élites latinoamericanas no innovaron verdaderamente en este campo. Así, si en numerosos países la democracia se enriqueció con la consulta directa a los electores por referendo, no es seguro que éste siempre sea concebido como un perfeccionamiento del sistema representativo. Es cierto que el uso plebiscitario de un escrutinio depende del desafío atribuido al sufragio, más que del tipo de consulta. En suma, el panorama contrastado de los infortunios y los avances de la democracia en América Latina puede parecer irremisiblemente movedizo y contradictorio. De hecho, abarca algunas tendencias profundas -y por cierto duraderas- que traducen su refuerzo. Ante todo, la demanda global de ciudadanía se ha incrementado. La confianza en el poder del sufragio traduce sin duda una interiorización del imaginario democrático. Interiorización acaso parcial e insuficiente porque el sistema representativo privilegia los procedimientos y las mediaciones. Sus mecanismos, por lo tanto, son lentos. Tardan en dar los resultados esperados y en responder a las demandas sociales. De ahí el éxito del "decisionismo" presidencial y de los "atajos" ejecutivos. Pero mientras que la crisis de la representación hunde sus raíces en el antiestatismo y la "sociedad de mercado", el Estado garante de los derechos y de la cohesión social está de regreso, o por lo menos en vías de rehabilitación, lo que no carece de consecuencias. En este contexto, la esperanza y la sospecha aparecen como dos elementos complementarios e indispensables de la vida democrática. Únicamente los totalitarismos producen entusiasmo en forma permanente. La desconfianza es la respiración de un sistema siempre insatisfactorio e imper-

fecto. El desencanto es el motor de la alternancia y del cambio. Por otra parte, en América Latina, los modelos no democráticos de desarrollo, a pesar de su éxito presente, por lo menos en Asia, tienen muy pocos admiradores en la lucha contra la pobreza. La memoria dolorosa y reciente de las autocracias, así como la exuberante actividad de las sociedades civiles, alejan de los regímenes que pretenden liberarse de las "libertades formales" y de los "derechos humanos" en nombre del crecimiento y del bienestar social. Cuando uno se interroga sobre el futuro de esas repúblicas no tocquevillianas, no hay que olvidar que, a diferencia de los nuevos Estados surgidos de la descolonización del siglo XX, las repúblicas de la otra América van a celebrar, a partir de 2010, dos siglos de existencia. Como consecuencia de ello, presentan una particularidad única y que es menester subrayar. Desde hace doscientos años, en este continente, regímenes en teoría representativos fueron desviados, extraviados, mutilados. Conocieron el fraude y los trucajes, las falsas apariencias y los simulacros. Y sin embargo, el fuego de la democracia nunca se apagó. Las decepciones estuvieron a la medida de una perseverancia que en ocasiones pareció patética o desesperada. No obstante, desde hace un cuarto de siglo, los Estados del continente tuvieron que enfrentar la herencia de las dictaduras, tentativas de golpe de Estado, tentaciones autoritarias, tempestades institucionales, intensos en-frentamientos sociales, debacles económicas, alternancias dramatizadas y presidencias truncas en el marco de sistemas representativos reputados como vulnerables y vacilantes. La democracia aguantó a pie firme, porque el tiempo trabaja para ella, incluso a la sombra de las dictaduras. Su permanencia por sí sola es fuente de ciudadanía. Sin lugar a dudas, ésa es la otra cara del misterio democrático.

350

351

350

A LA SOMBRA DE LAS DICTADURAS

tramunicipales" o de los "consejos barriales" tal como existen en muchas comunas de Europa y de América Latina. Esto no significa, por supuesto, que no se pueda, en América Latina u otras partes, mejorar la práctica democrática, volverla más permanente y continua, sobre todo más cercana. Pero hay que admitir que las clases políticas y las élites latinoamericanas no innovaron verdaderamente en este campo. Así, si en numerosos países la democracia se enriqueció con la consulta directa a los electores por referendo, no es seguro que éste siempre sea concebido como un perfeccionamiento del sistema representativo. Es cierto que el uso plebiscitario de un escrutinio depende del desafío atribuido al sufragio, más que del tipo de consulta. En suma, el panorama contrastado de los infortunios y los avances de la democracia en América Latina puede parecer irremisiblemente movedizo y contradictorio. De hecho, abarca algunas tendencias profundas -y por cierto duraderas- que traducen su refuerzo. Ante todo, la demanda global de ciudadanía se ha incrementado. La confianza en el poder del sufragio traduce sin duda una interiorización del imaginario democrático. Interiorización acaso parcial e insuficiente porque el sistema representativo privilegia los procedimientos y las mediaciones. Sus mecanismos, por lo tanto, son lentos. Tardan en dar los resultados esperados y en responder a las demandas sociales. De ahí el éxito del "decisionismo" presidencial y de los "atajos" ejecutivos. Pero mientras que la crisis de la representación hunde sus raíces en el antiestatismo y la "sociedad de mercado", el Estado garante de los derechos y de la cohesión social está de regreso, o por lo menos en vías de rehabilitación, lo que no carece de consecuencias. En este contexto, la esperanza y la sospecha aparecen como dos elementos complementarios e indispensables de la vida democrática. Únicamente los totalitarismos producen entusiasmo en forma permanente. La desconfianza es la respiración de un sistema siempre insatisfactorio e imper-

EPÍLOGO

351

fecto. El desencanto es el motor de la alternancia y del cambio. Por otra parte, en América Latina, los modelos no democráticos de desarrollo, a pesar de su éxito presente, por lo menos en Asia, tienen muy pocos admiradores en la lucha contra la pobreza. La memoria dolorosa y reciente de las autocracias, así como la exuberante actividad de las sociedades civiles, alejan de los regímenes que pretenden liberarse de las "libertades formales" y de los "derechos humanos" en nombre del crecimiento y del bienestar social. Cuando uno se interroga sobre el futuro de esas repúblicas no tocquevillianas, no hay que olvidar que, a diferencia de los nuevos Estados surgidos de la descolonización del siglo XX, las repúblicas de la otra América van a celebrar, a partir de 2010, dos siglos de existencia. Como consecuencia de ello, presentan una particularidad única y que es menester subrayar. Desde hace doscientos años, en este continente, regímenes en teoría representativos fueron desviados, extraviados, mutilados. Conocieron el fraude y los trucajes, las falsas apariencias y los simulacros. Y sin embargo, el fuego de la democracia nunca se apagó. Las decepciones estuvieron a la medida de una perseverancia que en ocasiones pareció patética o desesperada. No obstante, desde hace un cuarto de siglo, los Estados del continente tuvieron que enfrentar la herencia de las dictaduras, tentativas de golpe de Estado, tentaciones autoritarias, tempestades institucionales, intensos en-frentamientos sociales, debacles económicas, alternancias dramatizadas y presidencias truncas en el marco de sistemas representativos reputados como vulnerables y vacilantes. La democracia aguantó a pie firme, porque el tiempo trabaja para ella, incluso a la sombra de las dictaduras. Su permanencia por sí sola es fuente de ciudadanía. Sin lugar a dudas, ésa es la otra cara del misterio democrático.

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF