Ahora Entiendo La Biblia - Gerhard Lohfink

March 27, 2017 | Author: Leonardo Moctezuma Mora Cssr | Category: N/A
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GERHARD LOHFINK

AHORA ENTIENDO LA BIBLIA C r í t i c a de las fo rm as 4 .a e d ic ió n

EDICIONES PAULINAS

* Ediciones Paulinas 1977 (Protasio G óm ez, 13-15. M adrid-27) ® V erlag K atholisches Biberlw crl G m b H . S tu ttg a rt, 1973 T itu lo original. J e m verslehe ich die Bibet T rad u cid o del alem án p o r José Luis A lbizu ISBN: 84-285-0629-9 D ep ó sito legal: M. 18.373-1982 Im preso en A rtes G ráficas P ájaro. H um anes (M adrid) Im preso en E sp añ a. P rinted in Spain

INDICE

In tro d u c c ió n ................................................................................. 1.

Las fo rm a s estereotipadas en lavida cotidiana y en la literatura............................................................................ 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

2.

3.

4.

9

15

C a rta a la tia P a u la ................................................ U na receta culinaria de C a tó n el V iejo Las esquelas fu n e ra ria s......................................... U n exordio de serm ón en día de tie s ta C h arlas después de la jo rn a d a la b o ra l El saludo en el desierto á ra b e ............................. De la poesía a la nov ela........................................

15 19 21 24 28 30 34

t Qué es la crítica de las fo rm a s? .....................................

39

1. El descubrim iento de las form as estereo­ tip a d a s ........................................................................ 2. La descripción de las fo rm a s ............................. 3. La intención lite ra ria ............................................ 4. El «Sitz im L eben» .................................................

39 45 50 53

L as fo rm a s estereotipadas de la biblia...........................

77

1. M u ltitu d y variedad de form as y géneros lite­ rarios .......................................................................... 2. La oveja del p o b re ................................................. 3. Jo n ás y su D io s........................................................ 4. La saga del sacrificio de Isaac............................ 5. L a rebelión de A b sa ló n ....................................... 6. C rónicas co rtesanas y d iario s de v iaje 7. El prendim iento de Je sú s..................................... 8. L a anunciación del n acim iento de J e s ú s 9. U n discurso de revelació n ................................... 10. La sentencia sobre el d iv o rc io ...........................

77 84 101 113 125 139 151 163 180 201

C ómo leer las fo rm a s bíblicas...........................................

221

1. Ejercicios I . . 2. Ejercicios II. 3. Ejercicios III

227 239 243

7

El desprendimiento de las viejas concepciones del mundo y de la sim bología del más allá — que fue también el mundo de las imágenes y representa­ ciones de la Biblia— se realizó entre enormes difi­ cultades. En algunos puntos todavía no se ha aca­ bado de efectuar este proceso de desprendimiento. De todos m odos algo se ha logrado. A ningún cristiano de mediana formación se le ocurre hoy imaginarse el cielo so,bre las nubes o en algún lugar allende la Vía Láctea. ¿Es que por eso se ha liquidado el concepto de «cielo» para el cris­ tiano de hoy? ¡De ningún modo! Sólo que este concepto ya no es tan intuitivo y escénico com o lo fue generalmente en otros tiempos. Hem os com ­ prendido que no es un concepto tan superficial, y por eso usamos con menos frecuencia la palabra «cielo» y hasta titubeamos al usarla. Sin embargo, también nosotros — por encima de todas las imá­ genes— creemos en la misma realidad a la que nos referíamos con las viejas representaciones del cie­ lo. Antes com o ahora decim os: «¡Gloria a Dios en las alturas!», sabiendo que el concepto «cielo» no lo entendemos espacialmente, pero conscientes de que tiene un sentido. N os servimos todavía de la ima­ gen y nos apoyamos en ella, si bien sabemos que podem os preguntarnos por su alcance con mayor precisión y penetración que los cristianos de los siglos pasados. Pero volvamos a la madre de que hablábamos al principio. ¿Qué hará ella cuando un buen día el hijo le pida explicaciones sobre cóm o el ángel Gabriel bajó del cielo con un mensaje para M a­ ría? ¿Qué responderá cuando el niño le suelte toda clase de preguntas sobre la narración: de dónde vino el ángel, cóm o entró en la casa, qué aspecto tenía y, en fin, por qué no vienen hoy los ángeles? Esa madre, que tan correctamente ha sabido dis-

tinguir entre cielo y cielo, ¿sabrá dar esta vez la respuesta adecuada? ¿Tiene ella misma ideas claras sobre el carácter salvífico de la narración de san Lucas? ¿Sabe que se enfrenta con una forma de narración bíblica que no debe confundirse con una crónica o simple información de hechos? ¿Es capaz de distinguir también ahora entre las formas narra­ tivas y expositivas y el contenido especifico al que dichas formas se refieren? Probablemente, no. La mayoría de los padres cristianos no están preparados para esta labor. Fren­ te a narraciones com o la de la Anunciación se sienten sumidos en la zozobra, sin haber encontrado todavía una posición firme. La razón es clara: En este punto, el proceso de rementalización ha co­ menzado para la gran mayoría de los cristianos sólo hace unos años. Todavía no hace mucho tiem­ po, cuando se explicaba el catecismo y se impartía la instrucción religiosa, las narraciones de este género se tomaban com o relatos o crónicas de hechos. Y todo esto, evidentemente, no puede re­ mediarse de la noche a la mañana. Sin embargo, llegará el tiempo en que los padres sepan discernir, en las narraciones bíblicas, lo que es una forma externa de presentar o representar el mensaje y lo que constituye su afirmación teológica, y lo dis­ cernirán con la misma naturalidad con que desde hace tiempo distinguen entre el cielo de los astro­ nautas y el cielo de Dios. Ciertamente, esto supone el conocim iento de las imágenes y formas de presentación de la Biblia y, por lo menos, algún atisbo de lo que la moderna ciencia bíblica entiende por critica de las form as. A este conocim iento pretende ayudar la presente obra. Intenta demostrar que la crítica de las formas no es una ciencia oculta y esotérica, reservada a los grandes especialistas en la exégesis bíblica, y que el

conocim iento de esta crítica de las formas no es un lujo, sino una necesidad vital e insoslayable para el cristiano. ¿Qué es, pues, eso de la critica de las formas? N o vamos a comenzar con definiciones abstractas. Comenzaremos por preguntarnos qué significa en nuestro caso el término «forma». Y com o punto de partida tomaremos nuestra experiencia de todos los días.

12

El c r is t ia n o de hoy s a b e d e s d a h a c a t ie m ­ p o qua D io s no m o ra a llá , e n c im a de l a s e s t r a l la s . P e r o n o p o r e s o d e ja de r a z a r : « ¡ G l o r i a a D i o s en l a s a lt u r a s ! » P o r t a n t o , d i s t in g u e en el c o n c e p t o « c ie lo » la r e p r e s e n t a c ió n i m a g i ­ n a r ia y la c o s a m is m a . P e ra ¿ s a b e t a m b ié n d is t in g u ir

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I.- LA S F O R M A S E S T E R E O T I P A D A S EN LA V ID A C O T I D I A N A Y EN LA L I T E R A T U R A

1. Carta a la tia Paula S u p o n g a m o s que u n o escribe u n a c a rta y la co m ien z a del siguiente m o d o :

t S .ÍO l 974 Q u tr tU a .

!P«*w f*· '

ZDir&s' ytxL·. &*£&. triuchu hern¿>o y.tct no d o y 5 e ñ u & j oÍe

. StkiTyrme:

£4

¿ m echo y

n o />*

*¿t e y c n é / r ú ? É ’ vt yyr-

Se.c i/s & J - SJCfJty ST3*J -■*/ y S

¿ y L ¿ íS /v ύλ,

'f?erv

A ? C & S c l.y

c y ,T t? \se c /> a jr &

*ÍCy

Écx cerCo. sTYLUjf ¿>irp y

i/c t'n & ty

c /to C/'n

¿ H a s e s c r it o

d eseo

p a r e c id a s ?

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s-r>lC&£í· ^ t 'm o

A’rney

*

c¿£_

y y t> aicu a ¿l ¿sj Sítjo

Á:¿*tj .

¡Bueno, dejem os aq uí el d ic ta d o de esta ap a sio ­ n a n te c a rta a la tia Paula! Sólo la hem os ad u c id o p a r a re c o rd a r que to d o s y ca d a u n o de n o so tro s em p le a m o s g eneralm en te en el co m ienz o de las c a rta s u n a s fo rm a s fijas, estereotipadas. C o m o la ca rta a la tia P a u la co m ien z an mil o tras q ue a d ia­ rio se escriben en E sp añ a . El co m ien z o de este tipo de c a rta s se ajusta m ás o m en os al siguiente esq u e m a :

(D

In dicació n del lugar desde d o n d e se escribe.

Q ) Indicación de la fecha. (1) S a lu d o al d e s tin a ta rio (casi siem pre con la p a la b r a « q uerid o» o «querida»). ©

D isculpa p o r no h a b e r escrito desde hace m u ­ c h o tiem po.

no es ta n ra r0 en ja gjjjüa. V erem os to d av ía c ó m o Jesús m ism o echó m a n o en su predicación d e fo rm a s a n tig u as bien co n o c id a s y las enajenó, p o r así decirlo, de su p ro p ia finalidad, su stituyéndo la p o r otra. En general, es m u c h o m ás c o m ú n de lo que creem os el uso de fo rm a s literarias estereotipadas, utilizá n dolas con scie n tem en te p a r a o tras funciones, o lo qu e es lo m ism o , en o tro S itz im Leben. H ace un o s añ o s p r o p a g a r o n los estu d ian tes portug ueses u n a h oja p ro v o c a tiv a so b re Jesús. El sentido de este escrito era el siguiente: «Jesús fue un personaje m u y diferente del q u e pensáis. El n o se deja en­ c e rra r en vu estra sociedad b u rg u e sa y fascista. F u e un m a rg in a d o . Y si viviera hoy entre no so tro s, sería ta m b ié n u n m a rg in a d o . Se le som etería al m ism o p ro ceso q u e a n ta ñ o .» P ero los e stu d ian tes n o e x p resab a n estas ideas de u n a f o r m a teórica y especulativa, sino que lo decían en la fo r m a de u n a c a rta requ isitoria u o rd e n de a r r e s t o l0. E n la lite ratu ra m is m a e n c o n tr a m o s n u m ero so s casos en los q ue las fo rm a s y gén ero s estereoti-

Se piden d a to s e indicaciones p a ra a rre sta r a Jesu cristo , acu sad o de seducción, tendencias an arq u ista s y de co n ju ra co n tra el E stado. Señas características: C icatrices en m an o s y pies. Profesión supuesta: C arp in tero . N acionalidad: Judío. N om bres supuestos: H ijo del h om bre, príncipe de la paz, luz del m undo. Sin dom icilio fijo. El req u erid o predica la igualdad de to d o s los hom b res, defiende ideas utó p icas y debe ser tach a d o de peligroso am o tin ad o r. N oticias y d ato s a cualq u ier puesto de policía.

'

p a d o s se aplican a fines ajenos a los a c o s tu m b ra d o s , ca m b ia n d o , p o r consiguiente, su p rim itivo co n tex to histórico existencial, su S itz im L eben. Así, G o e th e dio la fo r m a d e u n a colección de d o c u m e n to s a la novela D ie L eiden des ju n g en W erther [«Las des­ dichas del jo v en W erther»], q ue d e la n och e a la m a ñ a n a le hizo fa m o so en el m u n d o entero. La novela co m ien z a con u n a n o t a del editor, quien afirm a h a b e r recop ilad o to d o s los d o c u ­ m entos q u e ha e n c o n tr a d o de la h istoria del p o b re W erther, y los p resen ta al lector. A ñ a d e que la novela m ism a co nsta, en su m a y o r parte , de cartas o rd e n a d a s c ro n o ló g ic am en te. H a c ia el final el edito r to m a la p a la b r a m ás p o r su cu e n ta , c o m e n z a n d o del siguiente m o d o 11: « ¡C u án to me h u b iera g u s ta d o que de los últim o s días n o tab les de n uestro am igo h u b iera n q u e d a d o ta n to s testim onios m a n u scrito s q u e no me viera fo rzad o a in te rru m p ir con n arrac io n e s la secuencia de las ca rta s q u e dejó! T u v e que t o m a r el a s u n to a p ec h o y recoger noticias precisas d e bo ca de quienes tenían m otivos p a r a estar bien e n te ra d o s de su h isto ria; es u na histo ria sencilla y to d as las n arrac io n e s coinciden ha s ta en los m enores detalles; sólo h a n d iscre p ad o los ju icio s y las o pinion es acerca de la índole de las p erso n as qu e ac tú an . N o nos qu ed a , pues, sino referir c o n c ie n z u d a ­ m en te lo que hem o s lo g ra d o av erigu ar c o n reite­ ra d a s fatigas, p u b lic a r las c a rtas q ue dejó el finado, y no d ese stim ar la m e n o r de las hojas e n c o n tr a d a s . ..» Este solo texto m u e s tra co n m e rid ia n a claridad qu e L a s desdichas d el jo ven W erther es, según la fo rm a ex terna, u n a colección de d o c u m e n to s con noticias y u n a in fo rm ac ió n final del editor. P ero la

L o s g r a n d e s e s c r it o r e s h an m a n e ja d o m a g i s t r a lm e n t e lo s g e n e r o s

li t e r a r i o s

s e g ú n s u s fin e s . U n e j e m p lo c l á s i c o : G o e th e .

L a s d e s d ic h a s del jo v e n W e r th e r PRIM ERA PA RTE

Leipzig en la Librería de W engand 1774

G o e t h e p r e s e n t a s u o b re c o m o u n a c o le c c iA n de d o c u m e n t o s , c u a n d o en r e a lid a d e s u n a n o v e la . La f o r m a e x t e r io r d e u n t e x to y s u « S i t z im L e b e n x o s u f u n c ió n d e b e n d i s t i n g u i r s e s ie m p r e c o n e s m e r o .

fo r m a e x tern a en ga ña, p o rq u e , en realidad , se tra ta de u n a novela. Este últim o ejem plo m anifiesta defi­ nitiv a m e n te que la descripción de u n a fo rm a ex­ te rn a n o basta p o r sí p a r a la crítica de las form as. Es preciso d e te r m in a r tam b ién la fu nció n de dicha fo r m a y su pecu liar S itz im L eben. P a ra esto hay qu e c o n t a r siem pre con la posible alienación que ha p o d id o sufrir u n a fo rm a , consciente o incons­ cientem ente, a d q u irie n d o u n a fun c ió n c o m p le ta ­ m e n te n u eva y u n S itz im L eben n o m enos nuevo y distinto. C o n lo d icho b a s ta p a r a u n a co nsideració n ge­ neral de las ta re a s y m é to d o s de tra b a jo que asum e la crítica de las form as. P ero antes de m eterno s exclusivam ente con las fo rm a s y géneros literarios de la Biblia, co nviene hacer u n a o b serv ación ter­ m inológica. El lector a te n to h a b r á o b se rv a d o hace tie m p o q u e los co n c e p to s de « fo rm a » y «género» co n frecuencia apa rec en en este libro u n o tras o tro sin diferenciarlos. Esto es efecto y reflejo de un p ro b le m a de term ino log ía, q ue se d e b a te en la actual ciencia de la literatura. U n b u e n n ú m e ro de cientí­ ficos n o hacen distinción alg u n a entre fo r m a y gé­ nero. O tro s llam an «form as» a u n id ad es m enores, re serv an d o el n o m b re de «géneros» a las gran des fo rm as, c o m o la novela o el d ra m a . U n tercer g ru p o de científicos llam an « fo rm a » a la es tru c tu ra de c a d a tex to p a rtic u la r, o in d iv id u a l; en ca m b io , llam an «género» a las fo rm a s típicas q ue ap arecen co n fr e c u e n c ia 12. Según la term in o lo g ía de este tercer g ru p o , h a b ría que h a b la r de «crítica de los géneros literarios» en casi to d o s los pasajes de este libro, d o n d e n o s o tro s h a b la m o s de la «crítica de las form as». P o r desgracia, los especialistas en ciencias literarias, c o m o o cu rre a m e n u d o entre los científicos, n o h a n unificado su nom en cla tu ra.

L a d ife r e n c ia e n tre fo r m a y g e n e ro lit e r a r io . U n p r o b le m a d e t e r m in o lo g ía .

75

Y c o m o la expresión «crítica de las form as», antes y a h o r a , se h a e m p le a d o casi siem pre en un sentido a m p lio (p o r ta n to , tam b ién en el sen tid o de crítica de los géneros), n o p o d e m o s pre scind ir aq u í de ella.

I I I .- L A S F O R M A S E S T E R E O T IP A D A S DE LA BIBLIA

1. Multitud y variedad de formas y géneros literarios L o s libros con tienen n o rm a lm e n te un solo género literario. C a d a libro se a ju sta a u n a fo rm a. Si uno e n tra en la librería y c o m p ra la o b r a D ie Buddenbrooks de T h o m a s M a n n , a d q u iere un libro que, desde el prin cipio h a s ta el fin, no es m ás q ue una «novela», p u r a novela. Si prefiere u n a H istoria de A lem ania del siglo X I X , te n d rá un libro que, desde el p rincipio hasta el fin, es la n a rra c ió n histórica de los aco nte cim ie n to s im p o rta n te s del siglo p a ­ sado. Y si e n tra en u n a casa de m úsica y pid e las co m p o sicio n es d e S chubert, o b te n d rá u n a colección de las co m p o sicio n es de S chubert. N o hay libros qu e p u b liq u e n en el m ism o volum en la n ovela de T h o m a s M a n n , la historia ale m a n a del siglo p a ­ sad o y las com posicio n es de S chubert. P ero de ahí no se sigue q u e ca d a libro contiene única y exclusi­ v am en te u n solo gén ero literario. Sería falsa la conclusión. B asta a b r ir las O bras C om pletas de un gran p o eta —sob re to d o las ediciones en letra a p r e ta d a , que se lim itan a u n solo v o lu m e n — p a r a c o m p r o b a r la existencia de excepciones. E n este caso, quizá nos en c o n tre m o s , d e n tro del m ism o libro, con gé-

¿ A d m it e un s o lo d iv e r so s g a n a ro s lit e r a r io s ?

ñero s ta n distin to s c o m o la novela, la épica, el d ra m a , los aforism o s, el cu e n to y la ca rta. E n estos casos, p o r d is tin to s q u e sean los géneros em p leados, se da el h ec h o c o m ú n de q u e los textos p ublicad o s p ro c ed en del m ism o p o e ta y, tal vez, to d o s ellos n o sean sino « fra g m e n to s d e u n a sola larga c o n ­ fesión», c o m o d ijo G o e th e de sus obras. P ero hay libros que, a d e m á s de c o n te n e r una g ra n v aried ad de géneros literarios, son de diversos au tores. U n buen ejem p lo de esto lo ten em o s en los libros de lectura escolar, en los florilegios o a n ­ tologías q ue utilizan los p ro feso res y alum n os. E n to n ce s co n stitu y en c o m o un a b ig a r r a d o m osaico. Al sacar del estan te mi a n tig u o libro de lecturas, leo en su p rim e ra parte , en tre o tra s cosas, los si­ guientes títulos: El P a d re n u e s tro de la Biblia gótica P ro v erb io s y a fo rism o s de E d d a C o n ju ro s g erm á n ico s U n fra g m e n to de la can ción de H ild e b ra n d U n a saga islandesa U n a p a rte de la ca nción de los N ibelungos T ro v a s_______________________ Un texto de la C ró n ic a de L im b u rg U n p á r ra fo d e u n a o b r a de d erech o U n p á r ra fo de un t r a t a d o del M a e s tro E ck a rd U n a pieza de ca rn av a l de H a n s Sachs P ru eb a s d e trad u c ció n d e la Biblia de M a rtín L u le ro Poesías de la é p o c a b a rro c a P á rrafo s del «Sim plizissimus» de C h ris to p h von G r i m m e l s h a u s e n _________________ U n serm ó n de b o d as de A b r a h a m a S a n ta C la ra

¡C uánto s siglos, c u á n to s a u to re s y q ué géneros literarios tan d isp ares se j u n t a n en un solo libro! C o n sólo reco rre r el índice, se p u ed e hacer, o se tiene ya, t o d a u n a lista de géneros literarios: ple­ garia, serm ó n , escritos de edificación, refranes y aforism os, saga, sainete có m ico, libro de derecho, crónica, ca nción , poesía. U n a o b ra de este jaez, con ta n to s a u to re s y tal d iversidad de géneros, sólo es posible en los libros an tológ ico s q ue recogen páginas literarias varia d as y de a u to re s de distintas épocas. A h o r a bien, la Biblia es un libro d e éstos. En la Biblia te n em o s textos de m u ch o s siglos, d e m u ch o s au to re s, y textos, so b re to d o , q u e pertenecen a diversos g éneros literarios. En la Biblia leem os los cu a tr o Evangelios, leemos cartas y colecciones de cartas, leemos los libros p roleticos, los libros a p o ­ calípticos (o de revelación), los libros sapienciales y didácticos. En la Biblia tenem os, ad e m á s, to d o u n c a n to ra l, o sea la colección d e salm os q u e lla­ m a m o s S alterio, co m p u e s to de 150 p iezas' T ene m os, finalm ente, los llam ad o s libros históricos, si bien sería m ejo r ev itar este calificativo, a fin d e elim inar de raíz to d o equívoco, p o rq u e los libros históricos de la Biblia no son libros de historia en el sentido m o d e rn o d e esta p alab ra. H e m o s m e n c io n a d o fu n d a m e n ta lm e n te los géñeros literarios de la Biblia. D ecim o s « fu n d a m e n talm ente», p o rq u e im p o rta reco rd a r que estos géñeros m ay ore s encierran o tro s m eno res y m uy v a ­ riados. La exégesis m o d e rn a , p o r ejem plo, distingue en la Biblia el relato histórico, la saga, el m ito, el cu e n to , la fábu la, el p a ra d ig m a , el serm ó n, la ex h o rta ció n , la confesión, la n a rra c ió n didáctica, la p a r á b o la , la sentencia profética, ju ríd ica y sa­ piencial, el refrán , el enigm a, el discurso, el co n tra to , el c a tá lo g o o registro, la oración, el c a n to ...

G é n e r o s li t e r a r i o s

de la Blhl‘a ' rinn una enum eración nada exhaustiva

7l)

Y esta e n u m e ra c ió n no p re te n d e ser ab so lu ta, ni m u ch o m enos. A lo largo de estas ú ltim as décadas, la crítica de las fo rm a s ha d e te c ta d o en la Biblia un m a y o r n ú m e ro de géneros literarios y los sigue d e te c ta n d o tod avía. S o b re to d o , cabe seguir a n a ­ lizan do los g éneros e n u m e r a d o s y señ a la n d o nuevas diferencias. Así, en el libro de los salm os, el Sal­ terio, hay t o d a u n a v a rie d ad de cantos. P ueden señalarse co n facilidad los h im no s, las elegías y los c a n to s de acción d e gracias, q ue se distinguen ya p o r su p ro p ia form a. O tro s géneros de canto, los hay fuera del S a l t e r i o . c a n to s de escarnio, cantos de gu erra, c a n to s d e v icto ria, elegías, c a n to s n u p ­ ciales y de a m o r. C o m o el g én e ro de los cantos, p o d ría n diferenciarse tam b ién o tro s géneros arriba citados.

C olecciones L · B i b l i a c o n t ie n a te x ­ to s

n e r it a s

g

him nos

trav é s

de m u c h o s s i g l o s , p o r m u c h o s a u t o r e s y. s o ­ bre to d o ,

da

m u y d i­

v e r s o g é n e r o lit e r a r io .

C olecciones

E vangelios

proverbios

I l E scritos de revelación

L ibros proféticos

\ I

Escritos d idácticos

I C olecciones \ i de carta s ) C olecciones

L ibros históricos

Es preciso re cono ce rlo: El libro, que llam am o s Biblia, encierra to d o un arsenal de géneros y form as literarias. Y no sólo llam a la atención el gran n ú ­ m ero de los g éneros; es asim ism o notab le la d i­ versidad de m atices q u e los diferencia, y la p e c u ­ liaridad de c a d a u n o de ellos p a ra c a p ta r y ex presar la realidad. H e m o s dicho que, entre n o s o tro s no hay libros en un solo v olum en q ue presenten en serie u n a novela, un tr a t a d o de h isto ria y u n a c o ­ lección de cantos. La Biblia, en c a m b io , contiene estos ex tre m o s y c o n f a s t e s . ¿Cabe, acaso, m a y o r c o n tra s te q ue el asiento, en un m ism o libro, de fo rm a s y géneros tan c o n tra p u e s to s c o m o el libro de Jo n á s , la h istoria de la sucesión al tro n o davídico, la sab id u ría del Eclesiastés, el A pocalipsis de san J u a n o la lírica a m o ro s a del C a n t a r de los C a n ­ tares? P o r desgracia, los siglos p asa d o s n o h a n tenido los ojos m u y ab ierto s a la riqueza y co lo rid o de las fo rm a s literarias de la Biblia. N o se h a b la b a sino de tres géneros: los libros históricos, los libros proféticos y los libros didácticos. Este re p a rto su­

L a s a n t i g u a s b i b li a s e s c o la r e s u a p is o n a b a n u la

r iq u í s i m a

v a r ie d a d

de lo s g é n e r o s li t e r a r i o s b íb lic o s , r e d u c ié n d o lo s a « H is t o r ia s a g r a d a » .

perficial y m ecánico hizo q u e Tobías fue ra e n ro la d o en tre los libros históricos, Jonás en tre los libros proféticos, y el Salterio en tre los libros didácticos. ¡Y to d av ía si se h u b ie ra t o m a d o a fo n d o y con seriedad esta d istinción de los tres géneros! P e r o o c u rrió lo peor. L os lla m a d o s «libros históricos» de la Biblia p e n e tr a ro n en la conciencia cristiana en u n a p ro p o r c ió n d e s m e s u r a d a : la Biblia qu ed ó a lla n a d a y re d u cid a a « histo ria bíblica», a «historia sagrada». V e am o s el caso de la a n tig u a Biblia de Ecker, qu e se u só en A le m a n ia h a s ta el a ñ o 1957 co m o texto de religión. En esta Biblia, los libros didácticos y pro féticos q u e d a n m uy en segu ndo p la n o respecto a los lla m a d o s libros históricos. D e los P rofetas a p e n as se to m a m ás q ue los textos mesiánicos, y a u n éstos, im p reso s en letra p e q u e ñ a. ¿Y los «li­ b ros históricos»? Son las pied ra s sillares, las piedras m iliarias, q u e m a rc a n los hitos de u n a historia c o n tin u a d a y sin fisuras, d o n d e en tra n a su aire los libros de J o b , J o n á s , T o b ía s y Daniel. A to d o esto, lo p e o r es q u e en esta histo ria c o n tin u a d a y sin fisuras e n tra n pasajes que n o a p a rec en en la Bi­ blia. Sin indicación alg u n a y en tra m a única se m eten en tre los d e m á s textos bíblicos, d a n d o la im presió n de q ue la Biblia es, u ofrece, u n a historia coheren te, u n itaria y bien re d o n d e a d a de la h u ­ m a n id a d o de Israel. H e aq u í u n ejem plo. La Biblia de E c k e r te rm in a la exposición de los H e chos de los A p óstoles en los siguientes t é r m i n o s 13: U n p á rrafo d e la B i b l i a d · E c k e r. S u g ie r a u n a h is t o r ia sa g r a d a .

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«(5. P a b lo p a r te a R o m a .) A los tres meses c o n ­ tin u a ro n el viaje. C u a n d o llegaron a R om a, se le perm itió a P a b lo re tirarse a u n a casa p articular, d o n d e q u e d ó bajo la vigilancia de u n so ldado. D o s a ñ o s en teros p e rm a n e c ió en su casa a lq u ilad a, re­ cib ien do a c u a n to s v enían a él. P re d ic a b a el reino

de D io s y en se ñ ab a las cosas referentes al Señ or Jesucristo con to d a libertad y sin ob stácu lo alguno. Al c a b o de dos añ o s de prisión, el A p ó s to l fue puesto en libertad y em p re n d ió u n nu evo viaje m isionero, q u e d u r ó d o s años. Vino en p rim e r lug ar a E sp añ a , de d o n d e se dirigió al O rie n te y visitó las c o m u n id a d e s de Efeso, C reta, M a c e d o n ia y M ileto. F in a lm e n te , volvió a R om a, siendo e m ­ p e r a d o r N e ró n . Allí p adeció el m a rtirio el añ o 67 d. C .: c o m o c iu d a d a n o r o m a n o m u rió d ec a­ p itad o .» I n ic ia l L a Biblia de E cker d a la im p resió n de q ue con d e la B i b l i a de E cker. este texto está n a r r a n d o la m ism ísim a Biblia. E n q u e ¡>e u t iliz ó realidad, sólo el p rim e r p á r ra fo d e la cita c o rre s ­ en A le m a n i a p a r a la i n s t r u c c i ó n r e l ig i o s a p o n d e a la Biblia. Los H e ch o s de los A p óstoles de l a s e s c u e l a s c a t ó lic a s h a s t a 1957. con tien en efectivam ente la siguiente noticia: « P ab lo p erm a n eció dos a ñ o s en u n a casa a lq u ilad a, y recibía a to d o s los q u e venían a él, p re d ic a n d o el reino de D io s y e n s e ñ a n d o las cosas referentes al A W 7 S eñ o r Jesucristo c o n t o d a libertad y sin obstácu lo alg un o» (A ct 28, 30-31). P ero esta n o ticia es p re ­ cisam en te el final del libro de los H e ch o s de los A póstoles. L o qu e la Biblia de Ecker c u e n ta en e segu ndo p á r ra fo , n o aparece en la v erd ad era Bi­ blia. Es algo que b ro tó en la fa n ta sía de cristianos posteriores. S an P a b lo ya n o volvió a E spañ a, ni al O riente p a r a n a d a ; al térm in o de su cautiverio m u rió ajusticiado en la C iu d a d E tern a . S an Lucas lo sabía bien, sin d u d a , pero n o co nsig nó la noticia, p o rq u e su interés n o estab a en c o n ta r la h istoria I de san P a b lo o del A pó sto l. Su finalidad era única y exclusivam ente referir el origen y el d esarrollo de la Iglesia h a s ta R o m a . P o d ía , p o r consiguiente, - -U > ' ■ a c a b a r su o b ra con la n o ticia de la llegada del gran m isio n e ro P a b lo a R o m a . ¡Y b asta con este ejem ­ plo! P o d r ía n adu cirse o tro s m uchos. 83

V

>Λ \\< · /) ,: ti !

Lo m alo del m é to d o de tra b a jo d e las an tig uas Biblias escolares n o se lim ita a e n tre v era r las p á ­ ginas bíblicas con o tras extrabíblicas, m ás o m enos verd aderas. La fa ta lid a d está a n te t o d o en que j a m á s se hace u na p re g u n ta sob re el género lite­ rario y la intención básica de c a d a u n o de los libros bíblicos. T o d a la Biblia, co n sus innu m era b le s géneros y fo rm a s, se allana y se reduce a una «historia bíblica» unifo rm e. N o se tienen en c u e n ta el plan y la intención de c a d a escritor bíblico. Y so bre tod o, no tiene en c u e n ta que la «historia» en la Biblia no p re te n d e siem pre co n sig n ar «hechos histó ricam en te constatables». N o o b s ta n te sus li­ m itaciones, sería, tal vez, p o c o ju s to dirigir violentos re p roches a la Biblia de Ecker, q u e se p r e p a r ó en un a época q u e tod av ía n o e s ta b a m a d u r a p a r a un análisis m in u cio so y d iferenciado de los géneros literarios bíblicos. D e to d o s m o d o s, hoy n o se concibe u n a ex p o ­ sición del p e n sa m ie n to bíblico, p a s a n d o p o r alto la v ariedad y m u ltitu d de las fo rm a s y géneros literarios de la Biblia. Es im posible, n atu ra lm e n te , qu e en las págin as siguientes a te n d a m o s a tod o s los géneros y form as. P e ro a b o r d a r e m o s al m eno s los m á s im p o rta n te s y nos fa m iliarizarem os de algún m o d o con el lenguaje de las S ag ra d as Escrituras.

2. La oveja del pobre C o m e n z a re m o s con el género de la p a r á b o la que resulta m uy in structiv o p a r a a p r e n d e r el m o d o de expresar la realid ad, o b s e rv a d o en la Biblia. C o m o p u n to de p a r tid a to m a r e m o s u n a p a r á b o l a de Jesús, c o n c re ta m e n te la tan co n o c id a del S e m b ra d o r. En la versión de san M a rc o s dice a s í : «Escu chad. Salió a s e m b ra r u n s e m b ra d o r, y al

sembrar, p a r te d e la semilla ca y ó j u n t o al c a m in o , y vinieron las aves y se la co m ie ro n . O t r a p a r te cayó en un pedregal, d o n d e n o h a b ía m u c h a tierra, y b ro tó en seguida, p o r q u e la semilla n o tenía p ro fu n d id a d en la tierra, p e r o en c u a n to salió el sol la a b r a s ó y se secó p o r n o te n e r raíz. O t r a cayó e ntre espinos, y al crecer los espinos, la s o fo c aro n y no dio fruto. O tr a p arte , en fin, ca y ó en b u e n a tierra y d io fru to lo z a n o y crecido, p r o d u c ie n d o unos g ra n o s t r e i n t a ; o tro s, sesenta, y otro s, ciento. Y a ñ a d ió : ¡El qu e tenga oíd o s p a r a oír, q u e oiga!» (M e 4, 3-9). A ntes de m etern o s de lleno con la fo rm a d e esta p a rá b o la , con vien e hacer u n as ac o ta c io n e s sobre su co n te n id o . La p a r á b o la es p o c o m en o s que ininteligible en el co n te x to de la ac tu a l civilización occidental. N o hay la b r a d o r e u r o p e o tan necio que d e r ra m e la semilla en el c a m in o , en u n pe-

La narración bíblica dal Sembrador no m una «Parabal» aino una «parAbala». En contrasta can aquélla, lapariboleutiliioeéle laa cosas ordinarias, típicas, qua m repitan a menudo (viisi m ti de ptg. S3}.

dregal o entre espinos. En la antigua Palestina, en cambio, esto estaba a la orden del día cuando llegaba la sementera, porque entonces no se sem­ braba, com o entre nosotros, después de arar, sino ya antes de pasar el arado. «El sembrador de la parábola caminaba sobre un terreno todavía no roturado y ¡se comprende que sembrara sobre el camino! Arroja la simiente sobre el cam ino con toda intención, pues se trata del camino que han pisado sus paisanos campo a través, y al que tra­ bajará luego con el arado. Intencionadamente siembra también entre las espinas que están secas en el barbecho, porque luego serán removidas con el arado. Y que los granos de simiente caigan en las piedras o rocas, no es tan sorprendente: las rocas y piedras calcáreas están cubiertas por li­ geras capas de gleba, o tierra, de pan llevar, y apenas sobresalen ni se notan hasta que el arado chirría

al c h o c a r c o n tra ellas. L o q u e a un occidental le parece a tra s o e in eptitud, fue regla y c o stu m b re en el c o n tex to de la a n tig u a civilización palesti n e n s e 14.» Jesús, p o r consiguiente, refleja en la p a r á b o la del s e m b r a d o r las co nd icion es desfavorables y las dificultades q u e a m e n a z a b a n en aquel tiem p o a la sem entera palestinense. D escribe cosas que eran fam iliarísim as a cu a lq u ie r ca m p e sin o de entonces. Y lo qu e dice al fin de la p a r á b o la , lo sabía tam bién cu a lq u ie ra, p o rq u e lo h a b ía ex p e rim e n ta d o con frecuencia y lo h a b ía vivido m u c h a s veces co m o un m ila g ro : Pese a to d o s los en em igo s q ue a m e ­ naz an a la s e m b ra d u ra , pese a los bichos y anim ales, pese a la p o b re z a del terren o y a los abrojos, se logra al fin u n a a b u n d a n te cosecha. U n a parte, en efecto, d a el trein ta p o r ciento, o tra el sesenta y o tra el ciento p o r cien. C o n esta p a r á b o la , Jesús q uiere decir lo siguiente: O c u rre con la venida del reino de D io s lo q ue con la sem en te ra y la co secha; a pesar de to d a s las ene m istad e s y resistencias que se o p o n e n a su pre­ dicación y a su acción, m ás aún, a pesar de que po r el m o m e n t o la co sa parece sin perspectiva y sin a s o m o de realid ad, el reino de D ios llegará al fin con u n a plen itu d y e sp len d o r inesperados. Tal es el c o n te n id o d e esta p ará b o la . Y v am o s a h o r a a o c u p a rn o s d e su forpia. ¿En qué se co n o c e q u e la n a rra c ió n o h is tc iia del in trép id o s e m b ra d o r es una p aráb o ia? En p rim e r J u g ar, n atu ra lm e n te , en que j a n M a rc o s dice p o c o antes de n a r r a r la : «Les en señaba m u ch as cosas en p ará b o la s . Les decía en su e n ­ s e ñ a n z a ...» (Iflc 4, 2). Es evidente que los E v a n ­ gelistas m ism o s nos lo avisan. P ero p o d e m o s su­ p o n e r tam b ién , sin m iedo a eq uiv o ca rn o s, que Jesús m ism o co m e n z a ría la historia del s e m b ra d o r de

La p d r á b o la del S e m b r a d o r . S u u a s l o n d o y su c o n t e n id o t a o l o y i

tal fo rm a q ue los oyentes se dirían sin m ás p a r a su c a p o te : «¡Va a c o n ta r n o s u n a p aráb o la!» Q uizá la situación m ism a en que la n a r ra b a y el to n o e m p le a d o b a s ta b a n p a r a co n o c e r q ue se tra ta b a de u n a p a r á b o la . Q u izá s utilizaría Jesús u n a fó rm u la especial de exo rd io q u e c a rac te rizara c o m o p a rá b o la to d o el d iscurso siguiente. D e hecho, la tradición ha recogido to d a u n a serie de fó rm u las de exordio. P o r ejem p lo: «¿C on q u é c o m p a r a r e m o s el reino de D ios o con qu é p a r á b o la lo ex p o n d re m o s ? Es c o m o un gra n o de m o staza , q u e ...» (M e 4, 30-31). o m ás breve: «¿A qué c o m p a r a r é el reino de Dios? Es c o m o la le v a d u ra qu e u n a m u je r...» (Le 13, 20-21). y m ás breve to d a v ía : «El reino de D io s es co m o un h o m b re q ue echa u n a sem illa...» (M e 4, 26). D i v a r s a s f o r m a s de p e lá b a la s : a) d i d a tiv o in ic ia l: b) de f o r m a in t e r r o ­ g a tiv a ; c) d a n o m in a t iv o in ic ia l.

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A las p a r á b o la s q u e se inician en estos térm inos, se les ha lla m a d o p a r á b o la s de «dativo inicial». Su ex ordio se red uce a la siguiente f ó r m u la : «Voy a referiros u n a p a r á b o la . ¿ C o n q u é p u e d e c o m p a r a rs e la m ateria de la q ue v am o s a h a b lar? Es c o m p a r a ­ ble a...» O tra fo rm a con q u e p u d o Jesús h a b e r c o m e n ­ z a d o sus p a r á b o la s es la fo r m a interroga tiva . Tal es el caso, p o r ejem plo, de la d ra c m a p e rd id a : «¿Qué m u jer q u e posee diez d ra c m a s , si pierde u n a, n o enciende un a luz y b a rre la casa y la busca c u id a d o s a m e n te h asta e n c o n trarla? Y c u a n d o la en c u e n tra , llam a a sus a m ig as y vecinas d iciendo : “ R egocijaos co nm ig o, p o rq u e he e n c o n tr a d o la d r a c m a q ue p e rd í.” » (Le 15, 8-9). C u a n d o la n a ­

rració n c o m e n z a b a co n esta fo rm a in terro gativa, los o yentes sab ían q u e se tr a t a b a de u na p ará b o la . Pero no to d as las p a r á b o la s de Jesús c o m e n z a b a n con un « dativ o inicial» o con u n a fo r m a in te rro ­ gativa. La p a r á b o la del s e m b ra d o r, p o r ejem plo, co m ien z a llana y lisam ente: «Salió u n se m b ra d o r a s e m b ra r.» El p r o ta g o n is ta de la p a r á b o la aparece, pues, en nom inativo, y el resto discurre c o m o u n a n a rra c ió n corriente. H a y un buen g ru p o de p a ­ rá b o la s bíblicas q ue c o m ien z an asi y se les ha lla m a d o « p a r á b o la s de n o m in a tiv o inicial». E je m ­ plos: « U n h o m b re b a ja b a de Jerusalén a Je ric ó ...» (Le 10, 30). i « U n h o m b re d a b a u na gran c e n a ...» (Le 14, 16). « U n h o m b re tenía d o s h ijo s...» (Le 15, 11). « U n h a c e n d a d o tenía un a d m i n is tr a d o r...» (Le 16, 1). « H a b ía un h o m b re rico que se vestía de p ú r ­ p u r a .. .» (Le 16, 19). « D o s h o m b re s su biero n al tem p lo a o r a r ...» (Le 18, 10). « H a b ía en u n a ciu d ad dos h o m b re s ...» (2 S am 12, 1). « H a b ía en u n a ciu d ad un juez...» (Le 18, 2). E v id entem ente, ta m b ié n esta m a n e r a de co m e n z a r las p a r á b o la s es fo rm u la ria y d e la ta d o ra . Los oyentes su p o n ía n c o n to d a seguridad q u e se en­ c o n tr a b a n a n te u n a p a r á b o la c a d a vez qu e la n a ­ rración c o m e n z a b a con un n o m in a tiv o así, desde el

En O rie n te , u n a n a r r a ­ c ió n

que

co m e n za ra

c o n el n o m i n a t i v o i n i ­ c ia l y p a s a r a al a r g u ­ m e n to

del

r e la t o

sin

p r e v ia e x p lic a c ió n , era c o n s id e r a d a p o r lo s o y e n t e ·, d e s d e u n p r in ­ c i p i o y c o n c ie r t a s e ­ g u r id a d . c o m o u n a p a ­ r á b o la .



princip io, y co n u n a acción que, sin largas intró; ducciones, iba al grano. ¿Se p u e d e n señalar, p a r tie n d o de la p a r á b o la del S e m b ra d o r , o tra s características que sirvan para d e tec tar el género literario p a r a b ó lic o de otras n arracio nes? H a y p o r lo m enos otra característica q ue no conviene p a s a r p o r a lto : a u n q u e la p a rá b o la se n a rre c o m o u n a historia, co m o algo qu e o currió a un ag ricultor en u n a sem en te ra y en una cosecha,

se n o ta q ue to d o s sus detalles y circunstancias, desde la p rim e ra frase h asta la últim a, se reducen a cosas o rd in aria s, típicas y co tid ian as. La p a r á ­ bola hab la de se m b ra r, de la suerte de la simiente, de los peligros d e la sie m b ra y del re s u ltad o de la cosecha. Lo m ism o sucede en o tras m u c h a s p a r á b o la s de Jesús, en que se refieren cosas sab idas p o r todo s, cosas q ue ocu rren en to d a s partes, cosas q ue se

".piten constantemente. Hablan del crecimiento de ! \ siembra; de los abrojos en el trigal; del fermento en la masa de harina; de la pesca por el arte de la red; de la construcción de una torre y de los es­ trategas; de los niños que juegan; de la alegría al encontrar el dinero perdido; de com o se guarda >el tesoro escondido; de lo que se hace con la hi­ guera que no da fruto. Las cosas referidas en estas parábolas están a la orden del día, las saben todos, 1están sujetas a las leyes comunes y ordinarias, son jde la vida cotidiana. Aquí radica precisamente el vigor argumentativo y didáctico de la parábola; nadie puede impugnar el curso cotidiano de las Jcosas. Por consiguiente, una característica de muchas parábolas de Jesús es su referencia a las cosas :omunes y cotidianas. Sólo este hecho bastaría para hacernos pensar que se trata de parábolas. Por lo demás, esta característica explica la razón Je que las parábolas de Jesús sean generalmente tan cortas y concentradas: un narrador no se de­ tiene a describir las cosas comunes que ocurren con frecuencia y son conocidas de los oyentes. Una sola frase basta para evocarlas. Pero no faltan parábolas en las que Jesús no se refiere a hechos o acontecimientos comunes y or­ dinarios, sino todo lo contrario. Tal, por ejemplo, la parábola de las bodas reales: «Un hombre daba una gran cena e invitó a muchos. A la hora de la cena envió a sus siervos a decir a los invitados: “Venid, que ya está preparada la cena.” Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: “Compré un campo, y necesito ir a verlo; te ruego que me excuses.” Otro dijo: “Compré cinco pares de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.” U n tercero dijo: “Me

Mucha· paribolai ampliad·· peí J w é » raflajan la vida corriaata y normal da id · eyantM.

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íóThidhos'orVinarias d á n d o ia s u n g i r o • • rp ra n d a n t·.

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casé y no puedo ir.” Regresando el siervo, refirió esto a su señor. Irritado entonces el señor, dijo a su siervo: “Sal de prisa a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a los pobres y a los lisiados, a los ciegos y a los cojos.” Después el siervo dijo: “Señor, está hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio.” Y el señor dijo al siervo: “Sal a los ca­ minos y a los cercados y obliga a la gente a entrar, para que se llene mi casa. Pues os digo que ninguno de aquellos que habían sido invitados probará mi cena.”» (Le 14, 16-24). En esta parábola también hay cosas que ocurren com o suelen ocurrir siempre y com o podía espe­ rarlas cualquier oyente. Un señor da un gran ban­ quete y cursa de antemano las invitaciones. Según la costumbre de los círculos distinguidos de Israel, la invitación se cursaba por segunda vez inmediata­ mente antes del banquete. Hasta aquí, pues, todo es normal. Pero viene lo sorprendente: todos los invitados, que habían dado el sí a la primera invitación, recusan la segunda y comienzan a disculparse. Todos tienen sus buenas razones para no asistir, y no acude nadie. ¡He aquí una situación bien extraña y anómala! Tal situación impulsa al señor a tomar una medida extraordinaria. Invita a los pobres y a los sin-casa de la ciudad y no para hasta que se abarrota la sala del festín y se cubren todos los puestos. Hay que imaginarse la tremolina: ¡Toda la casa llena de lisiados, zarrapastrosos y vagabundos! Lo que el señr>' hace, es plausible a su aire. Cabe comprenderle. Pero el conjunto es algo extraordinario. A simple vista se observa que tenem os delante una forma de narración muy distinta de la parábola del Sembrador. La exégesis bíblica reserva un nombre especial para este tipo de parábolas en que no se emplean los elementos de la vida común

y o rd in a ria y en que, p o r el c o n tra rio , se echa m a n o de acciones o circun stancias e x tra o rd in a ria s y hasta únicas: las llam a Parabel*. Son, p o r ejem plo, P arabel la p a r á b o la del H ijo p ró d ig o (Le 15, 11-32), los o b re ro s de la viña (M t 20, 1-6), el siervo des­ p ia d a d o (M t 18, 23-35), el a d m in is tr a d o r infiel (Le 16, 1-8), los m alo s viñadores (M e 12, 1-11). Precisam ente p o rq u e la P urabel n o se c o m p o n e de elem en tos co m u n e s y típicos de la vida o rd i­ n aria , sino de h echos ex tra o rd in a rio s , resu lta m ás difícil detec tar su c a rác te r p a ra b ó lic o q u e en las p a r á b o la s en sentido estricto, d e q ue h em os ha(*) N o s e n c o n tra m o s an te un p ro b lem a insoluble de traducción. El alem án utiliza d o s térm in o s, q u e m atizan y distinguen la m ism a re a ­ lid a d : ü l t ichiiis y Parabel. A m bos significan parábola, p ero el p rim ero tiene un sen tid o m ás estricto, insiste m ás en el carácter « p arabólico» de la p a rá b o la . Asi pues, p a ra distinguir y en ten d ern o s, trad u cirem o s Gleichnis p o r « p aráb o la» y conserv arem o s el té rm in o alem án Parabel p a ra el o tro tip o de p aráb o las.

El r e la t o b í b li c o de la y ia n ce na es una « P a r a b e lu . En c o n t r a s t e con

la

p a r á b o la

p ia m e n t e

d ic h a ,

p ro­ la

« P a r a b e lu d e s c r ib e s u ­ c e s o s r a io s y e x tra o r­ d in a r io s .

b lad o antes., ¿E n q u é co n o c ere m o s, p o r ejem plo, q ue la n a r ra c ió n de las b o d as reales es fo r m a l­ m ente u n a p a r á b o l a y n o u n a in fo rm a c ió n h istó ­ rica? N o s fijarem os, desde luego, en el n o m in ativ o inicial: « U n h o m b r e d a b a u n a g ra n c e n a ...» N o se dice ni quién e ra este h o m b re, ni d ó n d e vivía, ni c u á n d o ni p o r q ué m otivos d a b a el festín. Se dice esc u e ta m e n te : « U n h o m b re d a b a u n a gran cena e invitó a m u ch o s.» E v iden tem en te , el oyente oriental a g u z a b a los o íd o s en c u a n to la h isto ria c o m e n z a b a en sem ejantes térm inos. I n m e d ia ta ­ m en te s o sp ec h ab a qu e se tr a t a b a de u n a p a rá b o la . A p esa r de lo in só lito del caso, la n a r ra c ió n viene m u y e sq u e m a tiz ad a. Las a n d a n z a s del cria d o en la p rim e ra gira p o r fuerza h u b ie ro n d e a b u n d a r en peripecias al a f r o n t a r a to d o s los invitados y a n o ta r sus respectivas excusas, q u e to d a s ellas se resu m en en u n a escena. El c ria d o ha ido, h a v u elto y p re sen ta las negativas de tres in v itad os c o m o re p re s e n ta ­ tivas de to dos. A c o n tin u a c ió n la Parabel se d e s ­ d o b la en d o s escenas, estilizadas c o n esm ero, sobre la m a n e ra de llen ar la sala del festín y lo q ue en ella ocurrió. Es c u rio so q u e en to d o el relato n o actúa m ás que un siervo: se t ra ta de u n elem en to técnico del n a r r a d o r , p o r q u e en O rie n te a b u en seguro q ue los c ria d o s en v iad o s p a r a sem ejan te m isión serían varios o m u cho s. La sim plificación artifi­ ciosa de la n a rra c ió n , q u e se atiene al hilo del dis­ curso lo g ra n d o u n efecto d ra m á tic o , es típica de to d as las p a r á b o la s bíblicas y especialm ente de las Parabel. Así pues, p o r este d a t o p o d ía n co nocer los oyentes de Jesús, incluso en el caso de la P a­ rabel, q u e se t r a t a b a d e u n a p a r á b o la , p e ro sin llegar to d av ía a u n a seguridad plena, p o r q u e en cierta in seg urid ad está el secreto did áctico de las p a r á ­ bolas y la técnica n a rra tiv a em p le a d a a b u n d a b a en o tro s g én e ro s n arrativ o s.

La segu rid ad to tal de q u e se tr a t a b a d e u na p a rá b o la , p o d ría alcanzarla el o yente de nu estra Parabel, bien al p rin cipio, p o r la f o r m a de c o m en z ar la n a rra c ió n , o bien al fin, c u a n d o , al a c ab arse la n a rrac ió n , se veía p e rso n a lm e n te interpelad o. En san Lucas, efectivam ente, hay un p aso b ru sc o del sin gular al plural. H a s ta ese m o m e n to , el se ñ o r se dirigía al siervo y le h a b la b a en singular, m ientras que, al fin, sale c o n u n : «Pues os digo que n in g u n o de aq uellos q u e h a b ía n sido in vita d o s p o b r a r á mi cena.» ¿Q uién h ab la aquí? ¿Jesús m ism o o el señ or de la p a rá b o la ? N o es fácil d ilu cid ar la cuestión. P ero lo cierto es q u e esta frase es indicio m anifiesto de q u e la n a rra c ió n deb ía ser co n s id e ra d a co m o p a rá b o la o, en su caso, c o m o Parabel. Q u e d a , p o r consiguiente, d e m o s tra d o que re­ sulta m u c h o m ás difícil d istin guir en tre u n a n a ­ rración o rd in a ria y la P arabel q u e en tre u n a n a r r a ­ ción o rd in a ria y la p ará b o la . Bien lo sabían los n a r ra d o re s d e entonces. Ellos percibían el p a r e n ­ tesco de la P arabel co n el relato histórico o con la noticia, y a p r o v e c h a b a n d ich o p aren tesco a ciencia y conciencia p a r a o b te n e r las reacciones apetecidas. A este respecto el ejem plo m ás instructivo nos lo ofrece el seg u n d o libro de Sam uel con la fa m osa P arabel d e la oveja del p o b re , q u e el p ro fe ta N a tá n le c u c a t a al rey D avid. El c o n tex to es c o n o c i d o : D av id solicita a Betsabé, m ujer d e U ría s, el jeteo, q u e está en el c a m p o de batalla. P a r a evitar com plicaciones, D a v id se las a p a ñ a p a r a h a c e r m a t a r s o la p a d a m e n te a U ría s y t o m a r p o r esp o sa a Betsabé. Llega en to nces el p ro feta N a tá n , qu e le c u e n ta lo siguiente: « H a b ía en u n a ciu d a d d o s h o m b re s , u n o rico Le«Parabel» y o tro p o b re . El rico tenía ovejas y vacas en g ra n de 11 ova,adel pohre' can tid a d . El p o b re no tenía n a d a , a n o ser u n a sola corderilla qu e él h a b ía c o m p ra d o . El la h a b ía cria d o 95

N a t á n ju e g a c o n la f o r ­ ma

de

la

« P a r a b e l» .

R e lia r a u n a h is t o r ia q u a o s c i l a c o n s c ie n t e ­ m e n te e n tre u n a n o t i ­ c ia

y una

« P a r a b e l» .

Y a s i. D a v id no se da c u e n t a d e q u e 41 e s el a lu d id o .

96

y h a b ía crecido c o n él y co n sus h ijos; co m ía de s p an, bebía de su vaso y d o rm ía en su seno. La teníaj c o m o u n a hija. Llegó un h uésped al h o m b re rico, y éste nc q uiso t o m a r de sus ovejas ni d e sus bueyes parí servir al viajero q ue h a b ía llegado a él. R o b ó 1 co rd erilla del h o m b re p o b re y se la sirvió al h o m b n qu e hab ía llegado a él» (2 S a m 12, 1-4). Al oír esta histo ria, D a v id m o n ta en cólera. ^ dice a N a t á n : «Vive Yavé, q ue el q u e h a hecho tí cosa es d ig n o de m uerte, y p a g a rá c u a tr o veces t

valor de la corderilla p o r h ab e r hecho esto y h ab er o b r a d o sin pied ad .» N a tá n dice ento nces a D a v id : «¡Tú eres ese hom bre!» (2 Sam 12, 5-7). La descripción del p ro feta N a tá n pin ta m in u ­ c io sam e n te la vileza y la in h u m a n id a d de D avid con Urías. P o rq u e David se a p r o p ia la m ujer de uno de sus fieles generales, precisam ente c u a n d o dis­ p o n e de to d o un harén. P ero D a v id no se p ercala de q u e la historia de N a tá n le está d e s e n m a scaran d o . ¿ P o r qué no lo nota? P o rq u e la narrac ió n no parece a p rim e ra vista una p a r á b o l a ; bien p o d ría ser el relato de lo q ue ha o c u rrid o en algún rincón de su

¿ P o d r ía re c o n o ce rse a p r im e r a v ís t a bI

c a rá c te r p a r a b ó lic o

de la n a r r a c ió n de la ove|a del p o b re ?

‘>7

reino, d o n d e un rico d e sc o n sid e rad o se ha a p o d e ­ ra d o del único bien de algún pobre. El c o m ien z o « H a b ía d o s h o m b re s en una ciu ­ d a d » (n o m in a tiv o inicial) p o n e alerta al oyente av e zad o : ¿Es el co m ien z o de u n a p a rá b o la ? P o r o tr a parte , tra tá n d o se de u n a noticia o de u n in­ form e ¿qué m en o s q ue n o m b r a r siquiera la ciudad? F in a lm e n te , la descrip ció n estilizada y figurativa de la convivencia del p o b re con su ovejita llama la aten ció n y hace p en sa r en u na p ará b o la . Sin e m ­ bargo, el c o m p o r ta m ie n to del rico es tan infam e y sucio que la m ente se c o n c e n tra y se inclina a es­ cu ch arlo to d o c o m o si fuera un suceso real y c o n ­ creto. N o cabe d u d a de q u e N a tá n tra b a ja aquí con dos géneros n a rra tiv o s distintos. Refiere u n a his­ toria que oscila in te n c io n a d a m e n te entre el inform e y la p a r á b o la . La reviste con la form a de u na n o ­ ticia desg raciad a y en erv ante, d án d o le la función de u na p a rá b o la . D a v id p uede apercibirse de que lo n a r r a d o es u n a p a r á b o la , y aplicarse el cuento. Pero la n a rra c ió n es tan tensa, tan ex tra o rd in a rio el caso, qu e su m en te está c o m o «en suspense», d is p a ra d a al p la n o de la historia. N o p re te n d e m ás N a tá n . T a m p o c o las P arabel p re te n d en o tra cosa. Sería dig no de estudiarse si, en sus orígenes, el género de las P arabel n o fue sino el a rte de ju g a r con la noticia, es decir, si el p a r a b o lis ta p re te n d ía precisa­ m ente su m ir al o yente en un «suspense»: ¿Está c o n ta n d o un hecho histórico o se t ra ta de una invención ilustrativa, a p a s io n a n te a la curiosidad? El oyente ha d e escu charla co m o un a historia, tiene que olvid ar el m o m e n to presente e identificarse c on la situación descrita. Sólo al fin se p e rc a ta rá de q u e él m ism o es el in te rp e la d o y de q ue está en ju e g o su p ro p io c o m p o rta m ie n to , su p ro p ia persona.

Las P arabel, p o r ejem plo, de la gran cena, del hijo p ró d ig o o la de los m alo s viñadores, ¿las c o n taría Jesús de este m o d o ? ¿Quizá ta m b ié n él, in te n c io n a d a m e n te , d ejó alg,una vez caer a sus oyentes en la d u d a de si estaría p ro p o n ie n d o u na p a r á b o la , o n a r r a n d o un suceso real? H o y p o r ho y n o p o d e m o s verificarlo. P ero sí p o d e m o s pensar, pues los E vangelios lo atestig u an , q ue Jesús d e ­ m o stró una gran m aestría al utilizar los géneros literarios t a n to de la P arabel c o m o de la p ará b o la . D e c u a n to venim os d iciendo se d esp ren d e que hay p a r á b o la s que p ueden reconocerse c o m o tales p o r su co m ien z o o p o r lo típico de su con ten id o , y hay ta m b ié n p a r á b o la s q u e velan al principio su gén ero literario, q u e ju e g a n in ten c io n a d a m e n te con la fo r m a de una noticia y que, p a r a id en ti­ ficar su c a rá c te r p arab ó lico , hay q ue aten d e r a la situación y a ,las circunstancias conco m itan tes. T e n ie n d o en c u e n ta to d as estas consideraciones sobre la fo rm a de las p a rá b o la s , estam o s a r m a d o s p a r a a b o r d a r la cuestión que m ás nos interesa a q u í: ¿Qué relación hay entre la p a r á b o la y la realidad histórica? E sta p re g u n ta está justificada, p o rq u e la p a r á b o la c u e n ta u n a historia. Y la c u e n ta a m e n u d o con un d ra m a tis m o ex tre m o y un interés ca u tiv a d o r. T a n to , q ue en un p rim e r m o m e n to hace p en sa r que se t r a t a de sucesos verídicos. La p a r á b o la del s e m b ra d o r, p o r ejem plo, n o m u e stra el m e n o r interés en describir las vivencias co n c retas de un d e te r m in a d o ca m p e sin o que vivía en u n lugar de Palestina. Y la P arabel de la gran cena no tiene la m e n o r intención de d a r n o s a co n o c er la p rehistoria y las c irc u n sta n cias de u n a invitación real de la cena. T a m p o c o la P arabel de la oveja del p o b re prete n d e afirm a r que, en u n lug ar del reino de D avid , le

L a s p a r á b o la s de la B i b l i a n o p r a c t ic a n id e a s r e lig io s a s a b str a c ta s.

100

h a b ía n r o b a d o u n a oveja a un pobre. La verdad de u n a p a r á b o la , en efecto, no está en el p la n o de la m era objetividad o facticidad del suceso. En o tras p a la b r a s : U n a p a r á b o la n o p re te n d e c o m u n i­ c a rn o s u n o s h ech os históricos que co rre s p o n d e n rasgo a rasgo a la n a rra c ió n p arabó lica. N o o b stan te, to d as las p a r á b o la s bíblicas tienen algo q ue ver con la h isto ria : La p a r á b o la del sem ­ b r a d o r hab la de un a c o n te cim ie n to real, pues hab la de c ó m o crece el reino de D io s pese a to d as las re­ sistencias y dificultades y viene a n o s o tro s c o m o u n a cosecha a b u n d a n te . La Parabel de la gran cena a p u n t a a un suceso r e a l : D ios llam a a Israel al gra n b a n q u e te escato lóg ico ; si éste rechaza la invitación, o tro s serán los invitados. Y, so bre todo, la Parabel de la oveja del p o b re nos in fo rm a de uno s sucesos reales y concretos, a saber: lo que hizo D a v id con U rías. Lo m ism o cab e decir de las dem ás p a r á b o la s bíblicas. N o n o s in fo rm a n de sucesos históricos q ue c o r re s p o n d e n a la acción de la p a r á b o l a o q ue se identifican con ella. T a m ­ p o c o nos pre d ic an ideas religiosas universales o ab stra ctas. Reflejan sencillam ente en imágenes, c o m o en u n a p an ta lla , un a c o n te cim ie n to que está sucediendo de h ech o o se ha realizado ya. E n de­ finitiva, las p a r á b o la s de la Biblia h a b la n de un a c o n te cim ie n to real, p e ro lo n a r r a n , no a nivel de historia, sino de im agen. Y o tro t a n to o c u rre con o tras m u ch as form as bíblicas de g én e ro narrativ o . E n las p ágin as si­ guientes a n a liz are m o s u n o s relatos de en o rm e re­ lieve plástico e in tuitivo que, sin em b arg o , no p re te n d en en a b s o lu to , o al m eno s n o en prim era instancia, describir u n o s hechos reales, sino tra n s ­ m itir u n a re alid ad m ás p ro fu n d a . Esto, en principio, resulta claro p a r a el género literario de las p a rá b o la s . E n o tra s n a rrac io n e s de

la Biblia es m ás difícil, al parecer, d a r con la in ­ tención del escritor. T al es el caso del género li­ terario q ue lla m a m o s narración didáctica, y del que nos o c u p a re m o s a h o ra .

3. Jonás y su Dios El ejem plo m ás g ra n d io s o de n arrac ió n d id á c ­ tica es el libro de Jo nás. P reten d e r resum ir esta o b ra o co n ta rla a gran des rasgos es desvirtuarla. T o d o s los in ten to s en este seniido resultan fallidos, p o rq u e es un libro sin desperdicio, sin u n a línea de m ás o d e m enos. ¡N os lo n a rra to d o tan concisa e ingeniosam ente! Se tra ta de u n escrito instructivo — su c a rác te r didáctico salía a la vista — , pero to d o su co n te n id o eslá elevado al p lan o narrativo. T o d o es p u ra n a rra c ió n y, pues ca d a frase d e s e m ­ p eñ a u n a función peculiar, fuerza será repro d u cirlo p o r e n tero : «L a p a la b r a de Y avé fue dirigida a Jo n ás, hijo de A m ittai, en estos té rm in o s: " L ev án tate , vete a Nínive, la gran ciudad, y anuncíales que su m a ld a d ha llegado h a s ta m i." J o ñ a s se puso en m a rc h a p a r a h uir a Tarsis, lejos del Señor. Bajó, pues, J o n á s a J o p e, d o n d e e n c o n tr ó u na nave qu e se dirigía a T a rs is ; p a g ó su p asaje y se e m b a rc ó p a r a ir con ellos a Tarsis, h u y e n d o de la presencia de Yavé. P ero Y avé d ese n cad e n ó un fuerte viento sobre el m ar, y las ag uas fu ero n ag itad a s p o r u n a b o rrasca tan violenta que parecía que la nave iba a rom perse. Los m arin e ro s, a te rra d o s , c o m e n z a ro n a invocar c a d a u n o a su d ios; luego ec h a ro n al m a r la carga p a r a aligerar el peso. Jo n ás, m ien tras tan to , q u e h ab ía bajad o al fo ndo de la nave, se h ab ía a c o s ta d o y d o rm ía p r o f u n d a ­

L a n a r r a c ió n de J o n á s .

101

La

h if t o r ia

da J o n á s

• a u n a n a r r a c ió n d i ­ d á c t ic a . S u p u n t o c u la iin a n t e

no

e s la

es-

c a n a d a l ρ · 2 , ι ί η ο el d i á l o g o a n tr a D i o s y Jonás

al

n a r r a c ió n .

f in a l

de

la

m ente. El c a p itá n se acercó a él y le dijo: “¿Qué haces a q u í d u rm ie n d o ? L ev á n ta te e inv oca a tu d ios; acaso piense en n o s o tro s y no p erece rem o s.” L u eg o los m a rin e ro s se dijeron u n o s a o tro s : “ Ea, ech em o s suertes p a r a saber q uién es la causa de este in fo rtu n io .” E c h a ro n , pues, a suertes y la suerte cayó en Jon ás. E nto n ce s le d ijero n : “ H a z saber el m o tiv o de esta desv e n tu ra. ¿Cuál es tu profesión? ¿D e d ó n d e vienes? ¿Cuál es tu país? ¿D e q u é p u e b lo eres?” R e s p o n d ió : “ Soy h e b reo y a d o r o a Y avé, D io s del cielo, q u e hizo el m a r y la tie rra .” A q ue llo s hom b res, presa de gran tem or, le d i j e r o n : “ ¿P o r qué has hecho esto?” (P o r su relato h a b ía n s a b id o q u e h u ía d e la presencia de Yavé.) L uego le dijero n : “ ¿Qué tenem os que

hacer c o n tig o p a r a qu e el m a r se nos a p la q u e ? ” El m ar, en efecto, se iba em bra v ecie n d o p o r m o ­ m entos. Les re s p o n d ió : “ T o m a d m e y tira d m e al m ar, y éste se os ap lac ará , p o rq u e sé bien que p o r cu lp a m ía os ha so bre v en ido esta b o rr a s c a .” Los h o m b re s tr a ta r o n de a lca n zar la costa a rem o, pero en v ano , p o rq u e el m a r seguía encresp á n d o se c o n tr a ellos. E n to n ce s c la m a ro n a Y avé y dijeron: “ O h Yavé, n o n o s h ag a s perecer p o r la vida d e este h o m b re , ni nos hag as responsables de sangre in o ­ cente, ya qu e tú, Yavé, has o b r a d o co n fo rm e a tu b e n e p lá cito .” L ueg o to m a r o n a J o n á s y lo tira ro n al m ar, y el m a r se apacig uó . E nto nces aquellos ho m b res c o b r a r o n u n gran te m o r a Yavé, y le ofrecieron un sacrificio a c o m p a ñ á n d o le con votos. Yavé m a n d ó que un gran pez tragase a Jon ás, y J o n á s estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches. D esde el vientre del pez J o n á s o ró a Y avé d ic ie n d o : “ C la m é a Y avé en mi an gustia y El m e a te n d ió ...” E n to n ce s Y avé dio o rd e n al pez, el cual vom itó a J o n á s en la playa. D e nu evo fue dirigida la p a la b r a de Y avé a J o n á s en estos té rm in o s: “ Levántate, vete a Nínive, la gran c iu d a d , a p re d ic ar lo q u e yo te in d icaré.” J o n á s se p u s o en m a rc h a y se dirigió a Nínive, c o n fo rm e a la o rden de Yavé. N ínive era u n a ciu d ad e x tra o rd in a ria m e n te g ra n ­ de, de un re corrido de tres días. J o n á s com en z ó a e n tra r en la ciu d ad , c a m in a n d o d u ra n te u n a j o r ­ n a d a y p r e d ic a n d o así: “ D e n tr o de c u a re n ta días N ínive será d e s tru id a .” Los ninivitas creyeron a D ios y o rd e n a ro n un a y u n o y se vistieron de saco desde el m a y o r hasta el m ás p eq u e ñ o . L legada la noticia al rey de Nínive, éste se levantó de su tro n o , se qu itó el m a n to , se vistió de saco y se sentó en la ceniza. Y h a s ta se

hizo p u b licar y a n u n c ia r en Nínive esta orden, salida del rey y de sus m ag n a te s : “ H o m b re s y bestias, g a n a d o m a y o r y m e n o r no p r o b a r á n b o ­ cad o, n o p a s ta r á n , no b e b e rá n agua. C ú b ra n s e de saco los h o m b re s y los anim ales, y con to d a fuerza clam en a Dios, y c a d a u n o se conv ierta de su m ala c o n d u c ta y de las iniq uid a des de sus m anos. Q uién sabe si D ios n o t o rn a r á y se a rrep e n tirá y a p la c a rá el a r d o r de su cólera, de suerte que no nos deje p erece r.” Al ver D ios lo que hacían y c ó m o se h a b ía n c o n v e rtid o de su m a la c o n d u c ta , tuvo c o m p asió n de ellos y no llevó a c a b o el m al con el que los había am enazado. Pero J o n á s se afligió m u ch o p o r ello y se enojó, y o ró a Y avé d icien d o : “ ¡Ah Yavé!, ¿no lo decía yo ya c u a n d o estaba todavía en mi tierra? ¿Y no fue p o r esto p o r lo q u e me ap resu ré a ir a Tarsis? Sabía, en efecto, que tú eres un D ios clem ente, m iserico rdio so y paciente, lleno d e co m p a s ió n y p ro n to a arre p e n tirte del mal. A h o ra , pues, Yavé, te suplico que me quites la vida, p o rq u e m ejor es p ara mí m o rir que vivir.” Le dijo Y avé: “¿Crees tener razón al e n o jarte?” J o n á s salió de la ciu d a d y se estableció al oriente de la m ism a, d o n d e se h izo una c a b a ñ a y se sentó a su s o m b ra, h asta ver qué sucedía a la ciudad. Yavé m a n d ó b r o ta r u na p la n ta de ricino, que creció so b re J o n á s p a r a d a r s o m b ra a su cabeza y librarlo así de su mal. J o n á s exp e rim en tó gran alegría p o r aquel ricino. P ero al día siguiente, al ra y ar el alb a, Y avé m a n d ó un g usan o , q u e picó al ricino, el cual se secó. Al salir el sol, D ios m a n d ó un viento sofo can te del este. H e rida su ca beza p o r el sol, J o n á s se des­ vaneció. Luego exclam ó p id ien d o la m u erte : “ ¡M e­ j o r me es m o rir q ue vivir!” P ero D ios dijo a J o n á s :

“¿Crees tener ra zó n al enojarte p o r este ricino?” R e s p o n d ió él: "Sí, tengo ra zó n de estar irritad o hasta qu erer m o r i r .” Y Yavé le dijo: “T ú te afli­ giste p o r un ricino que no te ha c o s ta d o fatiga al­ guna, que no has hecho tú crecer, q ue en una noche ha n ac id o y en u n a noche ha m u erto , ¿y no voy a afligirme yo p o r Nínive, en la que hay m ás de ciento veinte mil personas qu e no saben distinguir su derech a de su izquierda, y u na gran ca n tid a d de an im ales?” » La ú ltim a escena, en q u e D io s y J o n á s solos d i a ­ logan frente a frente, d em u e s tra co n to d a claridad que se tra ta de u n a n arrac ió n didáctica. R esulta p alp ab le q ue esta escena no es u n apéndice o un detalle más, sino el p u n to c u lm in an te de to d o el escrito. La h u id a de J o n á s y los sucesos de Nínive han sido descritos c o m o simples proleg ó m e n o s p a ra p re s e n ta r el d iálog o tínal e n tre Y avé y el p r o ­ feta. Este diálogo es el q u e esclarece de verdad la razón p o r la que el profeta huía de la presencia de Yavé, y en este diálogo llegan a su fase decisiva las diferencias que h ab ía entre J o n á s y Dios. A b re el diálo go la terrible plegaria de Jo n ás, en o ja d o p o rq u e D io s se co m p a d e c e de Nínive. La c o n d u c ta de D ios le escandaliza, y afecta de lal suerte a su existencia que prefiere m o rir a vivir. A la o ración de J o n á s re sp o n d e al fin de la escena la gran c o n ­ fesión de Dios, el m ás larg o discurso d e D ios en to d o el libro, d o n d e D ios justifica su m isericordia con la ciu d a d de Ninive. E n tre a m b o s se intercala el gracioso y sublim e episodio del ricino con la breve p re g u n ta de Dios: «¿Crees tener ra zón al en ojarte p o r este ricino?», que sirve de transición. La m era o rd e n ació n de los elem entos indica ya que ten em o s a n te los ojos un a escena ficticia y

En la ú lt i m a e s c e n a e n tre D i o s y J o ñ a s ll e g a la n a r r a c ió n a s u p u n t o c u lm in a n t e .

105

U n fe n ó m e n o s i n g u l a r : • I lib r o d · J o n á s a c a b a con una p re g u n ta . ¿ Q u é ■ · s i g u e de a h í?

106

artificiosa m ente co n s tru id a p a r a c a u tiv a r la a te n ­ ción del lector e instruirlo. P ero el sentido de to da la tra m a n o lo d escu bre el lector con clarid ad h asta el fin, al o b serv ar q ue el discurso de D io s ac ab a con u n a p re g u n ta : «¿Y no voy a afligirme yo p o r Nínive, la gran c iu d a d ...? » Si se tr a ta r a de un libro histórico, co n pretensio nes de notificarnos uno s hechos sucedidos, sería im p e rd o n a b le que no nos c o n ta r a lo que fue luego d e J o n á s : si aceptó la ra zó n de D ios, o si se q u e d ó en sus trece. El libro de J o n á s no re s p o n d e a esta alternativa, deja p e n ­ dientes las d o s posibilidades, y a c a b a con una p re g u n ta , d a n d o a e n ten d e r q u e en el fo n d o no se tra ta de J o n á s , sino del lector del libro. A éste es a quien in terp ela D ios, a él se dirige su pregunta. Y así hay q ue co n c lu ir que, en últim o térm ino, este J o n á s n o es el p ro fe ta histórico Jo n á s , sino el lector ju d ío , personificado en un su pu esto actor. El h a g ió g ra fo no tiene o tro p erso naje an te los ojos. Y t r a t a de d e sa rm a rle y hacerle ver q u e D ios es c o m p le ta m e n te d istin to de lo q u e se im agina. Este c a rá c te r didáctico, q u e se tra n s p a re n ta a lo largo de to d a la n a rra c ió n , ap a rec e con la m áx im a claridad al a n a liz a r el episodio del ricino. D ios po ne en m a rc h a con s u m o esm ero to d a u n a treta. En el texto h e b re o se em plea tres veces el m ism o giro: «y D ios m andó»... P rim ero, Y avé m anda b ro ta r u n a p la n ta de ricino q ue pro teja la p o b re c a b a ñ a de Jo n ás. J o n á s se alegra con este suce­ d á n e o de som brilla. P ero a p e n as crecida la planta, D ios m anda un g u san o , q ue pica al ricino hasta que éste se seca. El p o b re J o n á s q u e d a expuesto a la insolación, n o tiene s o m b ra. P o r tercera vez, Dios m anda un viento sofo can te del este. J o n á s , expuesto a los efectos de la falta de cobijo, sufre u n a cefa­ lalgia. Si nos fijam os en la rap idez con q u e el n a r ra d o r

c u e n ta t o d o ello y en c ó m o escenifica la p e q u e ñ a tragedia c o n la p la n ta de ricino, el g u s a n o y el viento del d esierto p a ra p o n e r en tensión el á n im o de Jonás. tan sensible p rim e ro al beneficio y p o s tra d o in­ m e d ia ta m e n te p o r la ad versid ad, nos será difícil su strae rn o s a la im presió n de q ue el a u t o r ha m o n ­ ta d o to d o el episodio con un gu iñ o disim ulado. Pefo, p o r o tr a parte, el a u to r tra b a ja m u y en serio y lo |o m a to d o m uy en serio, pues al p eq u e ñ o sufrim iento de J o n á s c o n tra p o n e n a d a m en o s que el gra n d o lo r d e D i o s 13: «T ú te afligiste p o r un ricino, q u e n o te ha c o s ta d o fatiga a lg u n a ..., ¿y n o voy a afligirme yo p o r Nínive, en la que hay m ás de ciento veinte mil p erso n as q ue n o saben d istingu ir su derecha de su izquierda, y u n a gran c a n tid a d de animales?» E stá c laro : La ú ltim a escena del libro de J o n ás es u n a ficción n arrativ a, qu e proviene de las in ten ­ ciones d id ácticas del a u to r. Y lo m ism o ocurre con el resto del libro. El gra n pez, p o r ejem plo, dese m p e ñ a la m ism a función q ue la p la n ta de ri­ cino, el g u s a n o y ei viento del este: tiene q u e llevar al J o n á s renu ente y recalcitrante a d o n d e D ios quiere. T a m b ié n esta vez, c o m o al fin del libro, leem os literalm ente: «Y D io s m andó un gran p ez ...» O tra o b servació n p on e tam b ién de m anifiesto que el a u t o r de esta o b ra no tuvo intenciones de re d a c ta r una historia, sino de d a r u n a lección. El a u to r, en efecto, trab a ja m u ch o co n elem entos típicos. Es significativo, p o r ejem plo, có m o in­ tro d u c e al rey asirio. N o m e n c io n a p a r a n a d a su n o m b re y, a pesar de ser u n a n a rra c ió n tan c o n ­ creta, ap a rec e c o m o un p ersonaje desco lorido y sin relieve; ni siquiera le llam a rey de A siría, c o m o es c o s tu m b re en el A n tig u o T e sta m e n to , sino rey de Nínive. E sto proviene, sin d u d a , de que el reino

El lib r o de J o n á s t ip if i c a en s u m o g r a d o . U n a p r u e b a m á s de que n o p re te n d e se r una n o tic ia h is tó r ic a .

107

L a p l a n t a d e r ic in o , el g u s a n o y el s o l i m p l a c a b l e s o n e le m e n t o s r e d a c c i o n a le s de la ú l t i m a p a r te de la n a r r a c ió n . L a h i s t o r i a d e J o n á s e s tá ll e g a n d o a s i a su p u n t o c u lm in a n t e .

asirio es, p a ra el a u to r, algo p a s a d o , de m u y le­ ja n o s tiem pos. A d e m á s, el rey de N ínive no es m ás q u e u n elem ento necesario p a r a la tensión de la e s c e n a ; está to ta lm e n te fu e ra de la perspectiva del a u t o r t a n to el referirse a u n perso n aje histórico de Asiría, c o m o la p re tensió n de fijar un suceso d e te rm in a d o y c o n c reto de la h istoria de Asiría. O tro ta n to ha de decirse de la «gran ciu d ad de Nínive». P ued e p ro b a rs e que Nínive n o era siquiera la ciu d ad residencial de los reyes asirios en tiem pos del p ro feta histórico Jo n ás, q u e vivió bajo Jero b o á n II (787-747). R esulta, ad em ás, im posible, según parece, q u e en aquel en ton ces p u d ie ra e n tra r u n p ro fe ta de Israel en la capital asiría. P ero con estas con sid eracion es no se hace justicia al a u to r del libro de Jonás. A él n o le interesa n a d a la ciudad histó rica lla m a d a Nínive. N ínive n o es p a r a él m ás q u e el sím b olo del gran m u n d o del p a g a ­ nism o, p o d e r o s o y en m u c h o s aspectos fatídico. El a u t o r n o p re te n d e h a b la r de las relaciones de D io s co n N ínive, sino de las relaciones de D ios co n los p aganos. V em os, pues, q ue la figura de J o n á s es u na personificación. R ep re s e n ta al lector ju d ío al que se dirige el a u t o r del libro. Del p ro fela histórico J o n á s no ha t o m a d o sino el n o m b re. N o m uestra interés a lg u n o p o r la biografía del J o n á s real e histórico. N o m en cio n a la ép oca de su m isión ; ni m e n c io n a su patria, q u e la co n o c e m o s p o r el Se­ g u n d o L ibro de los Reyes 14, 25; ni siquiera le da el título de «profeta». C u a n d o J o n á s se p resenta a sí m ism o en el barco, dice sim plem en te: «Yo soy h ebreo .» N o sin ra z ó n se ha p e n sa d o , por tan to , q u e en la figura de J o n á s se ha sim bolizado to d o el p u eb lo de I s r a e l 16: un p u eb lo que ca d a vez se encierra m á s en sí m ism o ; q u e se o cu p a más y m ás de sí solo; que declina la au té n tic a voluntad

L a c iu d a d de N in iv e es. an el r a la t o de J o n á s . el s í m b o l o d e l e n o rm e y s in ie s tr o

poder

del

p a g a n i s m o . T o d o el l i ­ b ro d a J o n A s u t iliz a del m is m o in o d o c if r a s y s ím b o lo s .

110

de D ios y prefiere sus p ro p io s designios; q ue n o quiere c o m p re n d e r la v o lu n ta d de u n D ios que desea la salvación de to d o s los p u eb lo s n o m en os q ue la de Israel. A este Israel se dirige el a u t o r del libro de J o n á s y le p re sen ta un espejo d o n d e m i­ rarse. U n a vez d e c o n o c e r q u e la n a r ra c ió n de J o n á s no es u n a c ró n ic a de sucesos históricos concretos, sino u n a descripción s u m a m e n te in tuitiva de las relaciones entre D io s e Israel, se p u ed e c a lib rar el alcance de los detalles de la obra. R eco rd em o s, p o r ejem plo, la pro fesió n de le qu e hace J o n á s antes de ser a r ro ja d o al m a r : « A d o ro

a Yavé, D io s del cielo, que hizo el m a r y la tierra.» S em ejante profesión de fe es. u n a c o n tra d icció n en boca de u n a p erso n a q u e está h u y en d o de Dios. J o n ás sabe y confiesa q u e Y avé ha cre a d o el m a r y la tierra, y adm ite, p o r consiguiente, la o m n ip o ­ tencia y la o m n ip resen c ia de Dios. ¿C reerá tam bién que p u ed e evadirse de D ios h u yen do en u na nave? P ensém oslo bien: En un relato biográfico esto no pasa ría d e ser una n o ta trágica del p ro feta histórico. Pero, si se t r a t a de un escrito m e ra m e n te didáctico, d o n d e J o n á s es el m ism ísim o Israel, to d o resulta m ás p ro fu n d o . E nto n ce s hay una verdad in tu itiva­ m ente cristalizada: Israel posee un a profesión de fe y sabe recitarla, p ero n o h a c a p ta d o , o no ha q u erid o c a p ta r, el alcance y la trascend encia de esa fe. O b serv em os a h o r a o tro rasgo de la narración. ¡Con qu é d elicadeza y tacto a c tú a D io s p a r a que J o n á s llegue a co m p re n d e rle y a com prenderse! «¿Crees tener razón al en o jarte p o r un ricino?» Si nos e n c o n tr á ra m o s ante un info rm e sobre a c o n te ­ cim iento s históricos, co n s ta ta ría m o s lo siguiente: En aquel tie m p o D ios se p re o c u p ó de Jonás. ¡Y n a d a más! P ero, si ?1 libro d e J o n á s es u n a n a r r a ­ ción did áctica, qu e tiene an te los ojos al lector ju d ío c o n te m p o r á n e o , el sentido p ro p io de este detalle n a rra tiv o es el siguiente: D io s se em p eñ a p o r su Israel con to d a delicadeza y ainor, aun cu a n d o Israel se a n q u ilo sa en sus m iras estrechas y no q uiere escucharle. R esulta p a te n te a través de este análisis que, sólo to m a n d o en serio y con to d as sus consecuencias el género literario de la n a rra c ió n , ca be p e n e tra r en la a m p litu d y p ro f u n d id a d del libro d e Jonás. G ra c ia s a u n a crítica radical de las fo rm a s no se pierde n a d a de la sustancia de esta obra. Al c o n ­ trario, c o b r a n p leno vigor su im p o rta n c ia y su

C ia n e a

de

un

cacha­

lo te d e u n a s 65 t o n e ­ la d a s , c a p t u r a d o en el a A o 1 9 7 0 en M a d e ir a . S a b e m o s por n o tic ia s de la é p o c a qu e en la a n tig u a

Joppe.

hoy

J a lla , se c o n s e rv a b a n d e sd e to s

t ie m p o s

lo s

c e tá c e o

re sto s

rem o­ de

un

en o rm e .

La

f a n t a s i a del a u t o r del lib r o

de

h a b e rse

Jonás

pudo

in s p ir a d o

e s te a n im a l.

en

a c tu a lid a d , e s tim u la n d o la rellexión y la acción de lector. Según la fo rm a , el libro de J o n á s se nos presentí c o m o una n a rra c ió n didáctica. N o es un escrití histórico ni un a biografía. Tiene, p o r el c o n tra rio m u ch o s p u n to s de c o n ta c to con el género literaru de las p aráb o las. C o m o una p a r á b o la , nos refien u na historia c o n c reta e interesante, q u e n o pretend* ser u n a noticia histórica y c u y a v erd ad ha de bus carse en un p la n o m u y diferente. C o m o mucha; o tras p a rá b o la s , el libro a c a b a con u na p re g u n ta que ha de resolver el oyente m ism o, o el lector en n u estro caso. Y si el a u t o r lo h u b iera querido , se h ab ría a r r a n c a d o al final del libro la m á s c a ra de n a r r a d o r neu tral, c o m o N a tá n a n te D avid, y hu-l biera e x c la m a d o : «¡Oíd, señores y señ o ras d e Israel, q u e habéis leído esta h i s t o r i a : V osotros sois ese Jonás!» P e ro el a u to r, p o r finura estilística, lo evita c u id a d o s a m e n te y a c a b a el libro con una p re g u n ta d elicada y h u m o rista , puesta en b oca de Dios.

4. La saga dei sacrificio de Isaac V a m o s a a n a liz ar a h o r a o tro género n a rra tiv o de la Biblia. P ara ello, to m a re m o s c o m o ejem plo el texto siguiente: «Y acon te ció q u e después de esto quiso Dios p r o b a r a A b r a h a m , y lo llam ó : "¡A b ra h am ! ¡A b ra ­ h a m !” Este re s p o n d ió : “ H e m e a q u í .” Y Dios le dijo: “ T o m a a h o r a a tu hijo, el único que tienes, al q ue t a m o am as, Isaac, y ve a la región de M o ria h y allí lo ofrecerás en h o lo c a u s to en un m o n te que yo te indicaré.” Se lev antó A b r a h a m de m a d ru g a d a , e n a lb a rd ó su asno , to m ó consigo dos siervos y a su hijo Isaac; p a r tió la leña p a r a el h o lo cau sto y se e n c a ­ m ino h acia el lugar q u e D ios le había dicho. Al tercer día, a lz a n d o los ojos, alca n zó a ver de lejos A b ra h a m el lugar, y dijo a sus siervos: “ Q u e d ao s aq uí con el asno , m ien tras el m u c h a c h o y yo su­ bim os arriba. H a re m o s ad o ra c ió n y después re­ gresarem o s a v o s o tro s .” T o m ó , pues, A b ra h a m , la leña del ho lo cau sto y la puso so b re el h o m b ro de su hijo Isaac. Después to m ó en su m a n o el fuego y el cuchillo y se fueron los dos ju n to s . Enton ces dirigiéndose Isaac a su p adre, le d ijo : “ ¡Padre m ió!” El re s p o n d ió . “ H em e aquí, hijo m ío .” “ Llevam os, dijo Isaac, el fuego y la leña, pero ¿d ó nde está el co rd ero p a r a el h o lo ­ causto?» A b r a h a m re s p o n d ió : “ Dios se p rov eerá de c o r d e ro p a r a el ho lo cau sto , hijo m ío ” , y co n ti­ n u a r o n j u n t o s el cam ino. Llegados al lugar que D ios le había indicado, levantó A b r a h a m un a lta r ; p re p a ró la leña y se­ g u id am en te a tó a su hijo Isaac, p o n ié n d o lo sobre el a lta r en cim a de la leña. E x tend ió luego la m a n o y to m ó el cuchillo p a ra in m o la r a su hijo. Entonces

La n a r r a c ió n del s a c r i f i c i o de I s a a c acababa p r im it iv a m e n t e en e s te p a s a je . (Ver p á gin a 121.)

114

el Angel de Y avé le llam ó desde el cielo y le dijo: “ ¡A b rah am ! ¡A b r a h a m ! ” Este re sp o n d ió : ‘'H e m e a q u í.” Y el Angel le d ijo : “ N o extiendas tu m a n o sobre el m u c h a c h o , no le hag as m al algu no. Ya veo que tem es a Dios, p o rq u e no me rehu saste tu hijo, tu u n ig én ito .” E n to n ce s alzó A b r a h a m los ojos y vio a sus es­ pald as un c a rn e ro tr a b a d o p o r sus cu ernos a un m ato rra l. T o m ó el c a rn e ro y lo ofreció en h o lo ­ ca u sto en lugar de su hijo. A b r a h a m llam ó aquel lugar con el n o m b re de “ Y avé p ro v e e ” y p o r ello aún hoy se dice: “ El m o n te Y av é p ro v e e .” Luego llam ó el Angel de Yavé p o r segu nda vez a A b r a h a m , y le d ijo: “ Ju ro p or mí m ism o, p a la b ra de Yavé, que, p o r c u a n to has hecho esto y no me has re h u s a d o tu único hijo, te colm aré de b e n d i­ ciones y m ultiplicaré ta n to tu descendencia, que será c o m o las estrellas del cielo v c o m o la aren a qu e h ay a la orilla del m ar, y tu estirpe poseerá las p u e rta s de sus enemigos. P o r tu descendencia serán b enditas to d as las n aciones de la tierra, p o rq u e obedeciste mi voz.” ' Volvió A b r a h a m a sus siervos y se e n c a m in a ro n hacia Berseba y h a b itó A b r a h a m allí» (G é n 22,1-19). C o m o la h isto ria de Jo n ás, tam b ién ésta del s a ­ crificio de Isaac es u n a de las o b ra s m aestra s del arte n a rra tiv o israelita. El especialista del A n tig u o T e s ta m e n to , G e r h a r d von R a d , la califica con ra zó n c o m o «la m ás abism al y la m ejo r lo g rad a de to das las h istorias d e los P a t r i a r c a s » 17. El tem a es in a u d ito y trem end o. ¡Qué o casión tan p ro picia p a r a describ ir el e stad o aním ico de A b r a h a m o d ra m a tiz a r el ú ltim o diálogo entre el p a d r e y el hijo! D e hecho, el rela to n o resta un ápice a la g ra n d eza singular del acon te cim ie n to , pero la n a rra c ió n se d esarro lla co n serenid ad y

sencillez. N o falta el d ra m a tis m o , p ero es un d r a ­ m atism o q u e n o apa rec e a flor de agua, sino que acecha desde el tra s fo n d o , ocu lto en la escu eta y sobria relación de los acontecim ientos. H ay q u e leerlo sin p erd er detalle. El pasaje, p o r ejem plo, en q ue A b r a h a m ca rg a a Isaac co n la leña del h o lo c a u sto , m ien tras él se encarga del cuchillo y del fuego, p a r a q ue su hijo no se hiera. O el o tro pasaje d o n d e, u n a vez que han llegado a la cim a del m o nte, el a u to r describe to d o con u na so rp re n d e n te m in u cio sid a d : «L legados al lugar que D io s le hab ía indicado, levantó A b ra h a m un alta r; p re p a ró la leña y seg u id am ente a tó a su hijo Isaac p o n ié n d o lo sob re el a lta r encim a de la leña. E x ­ tendió luego la m a n o y to m ó el cuchillo p a ra in ­ m o la r a su hijo.» La n a r ra c ió n se to rn a ca d a vez

La h is t o r ia f ic i o

d el s a c r i ­

de I s a a c e s utia

s a y a . En l a s s a g a s de lo s P a t r ia r c a s so c o n ­ d e n s a n e x p e r ie n c ia s v i v i d a s por I s r a e l d u ­ ra n te s i g l o s .

m ás lenta y c o r ta d a . N o dice u n a p a la b r a de lo q ue p a s a b a en el c o r a z ó n de A b ra h a m , pero, en verdad, to d o q u e d a d ich o co n la m era y uxtaposición de las diversas acciones externas. T o d a la n a r r a ­ tiva bíblica ulterior se insp irará en las historias de los P a tria rc a s del Génesis, e n tre las q ue destaca la histo ria del sacrificio de Isaac p o r su belleza y em otivid ad . P ero ¿d ón de está la diferencia entre la n a rra c ió n del sacrificio de Isaac y la n a rra c ió n de Jonás? ¿Se tra ta de dos n arrac io n e s del m ism o género o pertenecen a dos géneros distintos? V eám oslo.

El r a l a t o d e l sa c r ific io d · Is a a c p re te n d e o f r e c e r n o s « h is t o r ia » , P e r o ¿ e n q u i s e n t id o ?

116

En el libro de J o n á s , la últim a escena p o n e cla­ ra m e n te de m anifiesto el carác te r d id áctico de la n a rrac ió n . El d r a m a de la p la n ta de ricino, del g u ­ s ano y del viento del desierto se ha m o n t a d o con la única in tención de p a r a n g o n a r co n viveza el p eq u e ñ o sufrim iento de J o n á s c o n el gran d o lo r de D ios. Al lector se le d espide con un a p re g u n ta q ue él m ism o debe resolver. N a d a de esto e n c o n tr a m o s en la historia del sa­ crificio de Isaac. A q u í la n a rra c ió n n o a c a b a con u n a p re g u n ta , sino con u n a noticia final bien re­ d o n d e a d a : «Volvió A b r a h a m a sus siervos y se e n c a m in a ro n hacia Berseba y h a b itó A b r a h a m allí.» La n a rra c ió n p rete n d e, p o r consiguiente, referirnos u n d a t o de la vida de A b ra h a m . Q uiere ofrecer historia. L uego verem os con m ás detalle ° si po r «historia» h e m o s de e n ten d e r en este caso jQ j ^ y en ten d e m o s p o r tal. A h o ra no s c o n t e n ­

^ue

ta re m o s con q ue la n a r ra c ió n del sacrificio de Isaac • p re te n d e ofrecernos «historia», m ira n d o re tro s ­ pectivam ente al pasa d o . E sta m ira d a retrospectiva al p a sa d o ap arece to dav ía con m ás c larid ad en la n o ticia q u e cierra la p rim e ra p arte de la n a rra c ió n . Según ésta,

A b r a h a m e s u n a f ig u r a h i s t ó r i c a . P e ro a l m i s ­ m a t ie m p o e s u n a id e a ­ liz a c ió n g r a n d io s a y a r t í s t i c a de lo qu e I s ­ ra e l ha v iv id o a t r a v é s de lo s s i g l o s .

A b r a h a m llam ó a aqu e l lugar « D io s provee» y desde ento nces se le llam a así h a s ta el día de hoy. P o r consiguiente, en u n a época a n tig u a se a d m itía en Israel la co n ex ión e n tre la n a r ra c ió n y un lugar d e te rm in a d o . Al n a r r a r esta h isto ria se rem itía al oy ente a d ich o lu g ar: la h istoria del sacrificio de Isaac estab a sin d u d a vin culada a ese m ism o lugar y se tra n s m itía p o r trad ició n. P ero sea cual fuere la relación en tre el lugar y la n a rra c ió n , ésta p e r­ tenece a u n a a n tig u a trad ic ió n , q u e se conserva y se tra n s m ite c o n c ie n zu d am e n te . Lo m u e s tra la a c la­ ración del n o m b r e del lug ar «Y avé provee». Y co n esto d esc u b rim o s u n a seg und a diferencia respecto al libro d e Jo n ás. Este libro es re lativa­ m en te reciente. C o m o dijim os antes, N ínive y el reino asirio son, p a r a el a u to r, cosas p asa d as, de u n a re m o ta historia. L a n arrac ió n se c o m p o n d ría e n tre el a ñ o 400 y el 200 antes d e C risto y sería c o n sig n a d a p o r escrito n a d a m á s co m po nerse. P ued e que algu no s m o tiv o s y elem ento s del libro de J o n á s sean m ás antig u o s, p ero la n a rra c ió n en su u n id ad y to ta lid a d es u n a co m p o sició n literaria. N o es el estadio final de u n a h isto ria q ue se tran sm itió p rim e ra m e n te p o r trad ic ió n oral. El caso de la histo ria del sacrificio de Isaac es distinto. T ien e que h a b e r sido an tiq u ís im a y, antes de c o n sig n arla p o r escrito, se fue tra n s m itie n d o de bo ca en boca d u r a n te m u c h o tiem po. H a y indicios seguros de ello: Si p re scin d im o s de la frase i n t r o ­ d u c to ria («Y aco n te ció q u e d espués de esto») y la final (« A b r a h a m h a b itó allí»), la n a r ra c ió n c o n s ­ tituye un to d o c o m p a c to y r e d o n d e a d o . T iene u na disposición clara al princip io y u n final auténtico. P ro v o c a u n suspense n a rra tiv o , q u e llega a su p u n to c u lm in a n te y luego se disipa. Este es u n o de los aspectos. P o r o tra p arte , la n a rra c ió n su p o n e c o ­ n o cido s ta n t o a A b r a h a m c o m o a Isaac. A h o ra

bien, si te n em o s en c u e n ta a m b o s aspectos, a saber: qu e la n a rra c ió n con stituye un to d o u n itario y c o m p a c to , y que, no o b stan te, se e n c u a d ra en un m a rc o m ás am p lio (o sea, en un «milieu», en un am b ien te d o n d e se c u e n ta n m u c h a s cosas de A b r a ­ h a m y de su familia), resulta claro que tenem os an te los ojos u n a narración real, q ue p rim e ra m e n te se tra n s m itió p o r tradición oral. O tra diferencia respecto del libro de Jo n ás. En esta o b r a se h a b la de un individuo. V im os que el lector tenía q ue reconocerse a sí m ism o en la figura de J o n á s y q u e Israel to d o en tero p od ía m irarse en J o n á s c o m o en un espejo; pero la n a rra c ió n m is m a se refiere a u n individuo. Su familia está fuera de juego. Su p a s a d o y su fu tu ro no interesan. , En la historia del sacrificio de Isaac o b se rv a m o s to d o lo c o n tra rio : aqu í el oyente, o el lector, se H i s t o r i a d el p u e b lo en tera de un tro zo de la h istoria de Israel. P o rq^ u e di;0"10 hls,oria a una familia. lo q u e o c u rrió a A b r a h a m y a Isaac, es la historia de los a n te p a s a d o s y, p o r ende, la historia de to d o el p u e b lo q u e de ellos deriva. . A n te to d o , la n a rra c ió n se configura precisam en te en la ten sió n en tre un p a s a d o y un futuro. Los oyentes c o n o c en el p a s a d o de A b r a h a m : no tiene descendencia, D io s se la p ro m e te y nace Isaac. P ero a h o r a resulta que tiene que sacrificarlo. ‘ P a ra el oyente ju d ío , este sacrificio es m u c h o m ás terrible q u e un infanticidio o el h o lo c a u s to de un niño. Es la c e rra z ó n del fu tu ro , la revocación de la φ p ro m e s a y el a b a n d o n o definitivo de Dios. P ero en el m o m e n to en q ue D io s d ispensa a A b ra h a m del sacrificio de su hijo, la p ro m e sa q u ed a en pie y el f u tu ro vuelve de nuevo a abrirse. D e esto precisam en te hab la el Angel de D ios, con to d o d e ­ talle y en lógica consecuencia, c u a n d o llam a a A b r a h a m desde el cielo p o r s egun da vez. La p r o ­ m esa en b o c a del Angel m u e s tra con to d a clarid ad 119

q u e en A b r a h a m se ju e g a el fu tu ro d e to d o Israel: « P o r c u a n to has hecho esto y n o m e has re h u sad o tu ú nico hijo, te c o lm aré de bendiciones y m u lti­ plicaré t a n to tu descendencia, q u e será c o m o las estrellas del cielo y c o m o la aren a que hay a la orilla del m ar, y tu estirpe p oseerá las pu erta s de sus enem igos...» En re su m e n : 1. La n a rra c ió n del sacrificio de Isaac no pretende sólo ilustrar e instruir, sino ofrecernos au tén tica historia. 2. E sta historia es an tiq u ísim a y, antes de p o n erla p o r escrito, se tra n sm itió largo tiem po p o r trad ic ió n oral. 3. P re ­ ten de referir en un fra g m e n to de la h istoria de la familia de A b ra h a m un fra g m e n to de la historia JüL p u eblo de Israel. T o d o esto m u estra p a te n te m e n te q u e nos en ­ c o n tra m o s con un género literario co m p le ta m e n te d istin to de la n a rra c ió n d idáctica del libro de Jonás. A q uí se tra ta de u n a v e rd ad era historia. Se refieren aconte cim ie n to s del pasad o. Pero, p o r o tra parte, no es u n a h isto ria en el sentido m o d e rn o d e la p alabra. El m ero hecho de p re sen tar la historia de to d o un p u e b lo c o m o his­ to ria de la familia de los an tep a sad o s, a p u n t a ya un a diferencia. A la ac tu a l histo rio grafía le está v e d a d o el c o n d e n s a r los d estino s e n m a r a ñ a d o s y co m p lejos de m u ch o s ind ivid uos en el destino de un solo ho m b re. H ay o tra diferencia p ro f u n d a respecto de la his­ toriografía m o d e r n a : En la n a rra c ió n del sacrificio de Isaac, la historia d e un h o m b re y de un pueb lo se concibe y se e xp on e casi exclusivam ente co m o u n a historia con Dios. El h o m b re de hoy, q u e tra ta de c o m p re n d e r la historia, se limita m eló d ica y co n se­ c u e n te m en te a las cau sas y a los sucesos de orden p u ra m e n te in tra m u n d a n o . D io s no aparece en una

exposición histórica m o d e rn a , y m enos tod avía eso de las p ro m esa s de Dios. E n c a m b io , to d a la n arrac ió n del sacrificio de Isaac se refiere a la p ro m esa , qu e D io s hace y revoca, al m en os en a p a ­ riencia, p a r a reiterarla definitivam ente. T o d o ello es fru to de u n a experiencia real que Israel ha vivido en el curso de su existencia y que un día llegó a sedim entarse en el relato del sacrificio de Isaac. Pero, bien enten d id o , se tra ta de u n a ex­ periencia de la fe, p a te n te ú n icam e n te a los ojos del creyente. O tra diferencia respecto de la histo rio grafía m o ­ d ern a consiste en que las experiencias históricas, co n sig n ad a s en la n a rra c ió n del sacrificio de Isaac, no se vivieron en un m o m e n to único de la historia de Israel, sino que se extend ieron a través de los siglos. P a r a la exegesis del A n tig u o T e s ta m e n to es cosa a d q u irid a desde hace tiem po que la raig a m b re histórico-religiosa de esta n a rra c ió n se h u n d e en las p ro fu n d id a d e s del p a s a d o de Palestina. P o rq u e el uso de ofrecer a D ios el prim o g én ito , c o m o el d o n m ás precioso, en los tie m p o s de necesidad y a n g u stia es an tiq uísim o . C o n frecuencia se realizó este sacrificio a consecuencia de un voto. Es muy posible q u e a p a rtir de una d e te rm in a d a ép o ca se sustituyeran sem ejantes votos co n el h o lo cau sto de u n anim al. Esta sustitución o c o n m u ta c ió n se haría m uy v erosím ilm ente en a lg u n o de los s a n tu ario s disp u esto s p a r a ello. Es claro q u e en tre u n a época, en q ue se sacrificaban a D ios los n iños c o m o su ­ p re m o d o n , y o tra p osterio r en que se s u p la n ta ro n estos sacrificios con el h o lo c a u s to de los anim ales, h u b o de m ed iar cierta experiencia religiosa, tuvo que h a b e r un avance en el c o n o c im ien to de D io s: D io s n o q uiere sacrificios h u m a n o s : quiere el c o ­ ra zó n del h o m b re , quiere la fe y la confianza del

El e x t ia c l o m á s a n t iy u o de la n a r r a c ió n del s a c r i f i c i o de Is a a c .

ho m b re. Experiencias d e este tipo co nstituy ero n los elem entos de esta n a rrac ió n . P o r o tra p arte , en esta m ism a n a rra c ió n se han d e p o s ita d o ta m b ié n experiencias de ép ocas muy po sterio re s: la experiencia, p o r ejem plo, de que D ios ha b en decido a Israel, le ha en g ran decido y le ha o to rg a d o la tierra p ro m e tid a . E sta experien­ cia se tr a n s p a r e n ta en el seg u n d o discurso del Angel de Yavé, discurso que, evidentem ente, se agregó a la n a rra c ió n en u n a e ta p a p osterio r, c o m o cabe colegir del hecho de q u e el Angel de Y avé apa rez ca p o r s eg und a vez. L a n a rra c ió n prim itiv a te rm in a b a con la frase «Y A b r a h a m llam ó aquel lugar c o n el n o m b re de “ Y avé p ro v e e ” , y p o r ello a ú n h o y se dice “ El m o n te Y avé p ro v e e ”». C o n lo d icho no p re te n d e m o s h a b e r desvelado to d a s las experiencias históricas q u e re z u m a n uestro relato en sus diversas c a p as y sustrato s. H e m o s visto q u e d e trá s de la n a rra c ió n está la experiencia de una p ro m e s a hec h a p o r D ios, q u e luego revoca, al m eno s en ap a rien cia , p a r a re iterarla definitiva­ m ente. Esta experiencia y m u c h a s otras, sin d u d a, qu e Israel vivió de m o d o m u y co n c re to y sucesiva­ m ente a lo largo de los siglos, en m uy diversas épocas, h an confluid o en la n a r ra c ió n del sacrificio de Isaac. Pues bien, la cu estión está a h o r a en av e rig u ar a qué género literario pertenecen textos c o m o éste, q ue n a r r a n la h isto ria de un p u eb lo , p ero a base de la h isto ria de u n in div iduo y de u n a sola fam ilia; que reflejan las m últiples experiencias de to d o un pu eb lo a lo largo de siglos, pero c o n d e n sa d a s en un solo episodio d e c o r ta d u ra c ió n ; y que, final­ m ente, se tra n s m itie ro n d u r a n te largo tie m p o p o r vía oral h a s ta q u e u n día fu e ro n c o n s ig n a d o s p o r escrito. T ex to s de este tip o sólo p u e d e n designarse con un gén ero literario: el d e las lla m a d a s sagas. L a historia del sacrificio de Isaac es u n a saga.

La exegesis m o d e rn a em pica c a d a vez m ás el co n c e p to de saga en sus análisis bíblicos, pero no lo hace en el sentido negativo, despectivo o p e y o ­ rativo, q u e p o d ría tener en la m en ta lid a d de m uch o s c o n te m p o r á n e o s nuestros. A juicio de éstos, la saga sería un relato fantástico, p o c o m eno s que in v en tad o en to d as y ca d a u n a de sus piezas. En su sentido técnico, en c u a n to género literario, la saga es sencillam ente u n a n a rra c ió n q u e d u r a n te un largo p e r ío d o de tiem p o se tra n sm itió oralm ente, (es decir, q u e realm ente se «co n tab a » ), y que c o n ­ servaba de g eneración en generación las vivencias históricas de un pueblo, d e u n a trib u o clan. En las vivencias así c o n ta d a s se identificaban las g e n e ra ­ ciones p o sterio res co n las anteriores. E n este sentido son sagas casi to d as las historias de los P a tria rc a s y mil o tras n a rrac io n e s del A n ­ tiguo T e s ta m e n to . Su verdad no se reduce sim ple­ m en te a la v erdad del hecho b ru to , externo, ni ta m p o c o a u n a verd ad p u ra m e n te espiritual e in­ terna, c o m o en el libro de Jo n ás. E n tre líneas, las n a rra c io n e s de los P atriarc as refieren historias realm en te vividas, que, sin e m b a rg o , n o se identi­ fican al pie de la letra con la p u r a m aterialid ad del relato. A b r a h a m , Isaac y J a c o b son personajes históricos, pero al m ism o tiem p o sus figuras g ra n ­ diosas se n o s presen tan p o é tica m e n te in te rp re ta d a s a través de lo q ue Israel h a vivido y exp e rim en tad o a lo largo de los siglos, a sab e r: que D io s le ha llam ado, escogido y g u ia d o ; q u e D io s es fiel a sus prom esas a pesar de las deficiencias y apostasías de Isra el; q ue D ios p u ed e co n d u c ir a su pueblo por ca m in o s teneb ro sos, si bien to d o s ellos a c a b a rá n por a lu m b ra rs e , tr a n s f o rm á n d o s e los sufrim ientos en bendiciones. Israel h a in terio riza d o estas expe­ riencias m últiples que tuvo a lo largo de la his­ toria, en ellas se ha identificado y t o m a d o c o n ­

D a l i n i c io n d a la s a g a •n s e n t id u li f u i a n u y c u n d l i c o

La baga es una historia q u e co n d e n sa las experiencias m ultiseculares de u n p ueb lo

P o c o s s a b e n t o d a v ía q u e la m o d e r n a lit e r a t u r a tie n e un c o n c e p t o p o s i t i v o d e la s a g a .

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ciencia de sí, y las ha e je m p lariz ad o en las historias de los P a t r i a r c a s 18. La reflexión so b re las diversas fo rm a s del len­ guaje h u m a n o n o s hace p re cisam en te re c o n o ce r en la saga la fo rm a a d e c u a d a , acaso la única, ca p az de recoger y p o n e r p o r escrito las experiencias dichas, p a trim o n io vivencial de to d o un pueb lo. P o r eso, el c o n c ep to de saga n o es negativo p ara las ciencias bíblicas m o d e rn a s , sino un co n c e p to posilivo y d ig n o de tenerse en cuenta.

5. L a rebelión de Absalón T o d o c u a n to q u e d a d icho sobre las p ará b o la s, las n arrac io n e s d idácticas y las sagas, n o debe in ­ d u cirn o s en a b s o lu to a p en sa r qu e la Biblia no c o n ­ tiene relatos históricos. E sto sería co m p le ta m e n te falso. Siglos antes de H e ro d o to , el p a d re de la his­ to riog rafía occidental, la Biblia nos presen ta, p o r ejem plo, la historia de la sucesión al trono de D avid (2 S am 9-20; 1 R e 1-2), un g ra n d io s o m o delo de historia con in fo rm acion es precisas y m u y d e ta ­ lladas. P u ed e considerarse c o m o u n a o b ra m aestra sin p a r de la historiografía a n tig u a oriental, si bien no la c o n se rv am o s en su prim itiva redacción. La «h istoria de la sucesión al t ro n o de D avid» fue, en efecto, e la b o r a d a p o s te rio rm e n te y e n c u a ­ d r a d a en lo q ue se ha llam ad o la o b ra histórica d e u te ro n ó m ic a , que a b a rc a los libros del Deute ro n o m io , d e Josué, de los Jueces, 1 y 2 de Sam uel y 1 y 2 de los Reyes. V am o s a ex traer una p ág in a de esta h isto ria tal c o m o nos la p resenta 2 Sam uel 15, 1-23. E n ella se nos refiere c ó m o el hijo de D avid, A bsaló n , o rg anizó u na rebelión c o n tra su padre, que se vio en un a de las situaciones m ás a p u r a d a s de to d o su reinado. « D e sp u é s de esto, A b saló n se p ro c u ró u n ca rro La r e b e lió n de A b s a y caballos y cin cuenta ho m b res q u e co rría n deΡ£ 9Γ ^ lante de él. A b s a ló n se levan ta b a p ro n to , se p o n ía s ¡ o n ai t r o n o de D a ju n t o al c a m in o que lleva a la p u e rta y c u a n d o un Vld)l h o m b re tenía un pleito que lo llevaba ante el rey p a ra el juicio, A b saló n lo llam ab a y le d e c í a : “¿De qué ciu d a d eres tú?” El re sp o n d ía : " T u servidor es de tal tribu de Israel.” E nto n ce s A b s a ló n le decía: “ M ira, tu ca u sa es b u en a y ju s t a ; p ero no hay quien te escuche de p a rte del rey.” Y co n tin u a b a A b saló n : “ ¡Quién me constituyese p o r ju ez en el 125

L o s c e r e te o s y lo s

pe-

gua*d?a s o ld a d o s

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merecíanos

país, p a r a que to d o s los que tuviesen un juicio i un pleito viniesen a mí y yo les hiciese ju s tic ia d Y c u a n d o alguien se a c erc ab a a él p a ra prosterj narse a n te él, le ten d ía la m an o , lo t o m a b a y la besaba. Así o b ra b a A b s a ló n co n to d o s los israelitas q u e venían a ped ir ju stic ia al rey, y así ro b a b a el c o r a z ó n de las gentes de Israel. Al c a b o de c u a tr o años dijo A b s a ló n al rey: “ P erm itid m e q ue vaya a H e b ró n a c u m p lir u n voto que hice a Y avé, p u es c u a n d o estaba en Guesur,, en A ra m , hice este v o to : Si Y avé m e hace volver a Jeru salén, ofreceré a Y avé un sacrificio en He-^ b r ó n . ” El rey le r e s p o n d i ó : “ Vete en p a z .” Entonces} él se levantó y p a r tió p a r a H e b ró n . « A b s a ló n m a n d ó m ensajeros a to d a s las tribus de Israel p a r a decir: “ C u a n d o oigáis el son id o de la tro m p e ta , gritaréis: A b s a ló n reina en H e b r ó n . ” D e Jerusalén h a b ía n ido con A b s a ló n d oscien tos I h o m b re s in v ita d o s p o r él, q ue iban de b u ena fe, sin sab e r nad a . A b s a ló n m a n d ó a b u scar a su p ro p ia ciu d a d de G u iló a Ajitofel, guilotina, consejero de D a v id , q u e estu vo con él m ien tras ofrecía el sa­ crificio. La c o n ju ra c ió n se hizo p o ten te, y los p a r ­ tidarios de A b s a ló n iban a u m e n ta n d o . V inieron a in fo rm a r a D avid y le d ijero n : “ El c o ra z ó n de to d a la gente de Israel se va tras A b ­ s a ló n .” E n to n ce s dijo D a v id a tod o s sus servidores, qu e esta b a n c o n él en Jeru sa lé n :' “ L ev a n ta o s y h u y am o s, p o rq u e de o tro m o d o n o p o d re m o s esc a p a r de A bsaló n . D a o s prisa a salir, no sea que ap re su rá n d o s e él, no s s o rp re n d a , h aga ca er so bre n o s o tro s el m al y pase la ciu d ad a filo de e s p a d a .” Los servidores reales co n te s ta ro n al rey: “ P a ra cua lq uie r cosa q u e elija mi señor, el rey, a q u í tienes a tus siervos.” Salió, pues, el rey y to d a su casa de trá s de él; pero el rey dejó diez c o n c u b in a s p a ra g u a r d a r la casa. Salió, pues, el rey y to d o su p u eblo

en pos de él y se d etuvo en la últim a casa. T o d o s sus servidores estab a n a su lado. T o d o s los cereteos, los peleteos, los jeteos, que lo h a b ía n seguido desde G a t, seiscientos h o m b re s m a rc h a b a n d elan te del rey. El rey dijo a ltai, el jete o : “¿ P o r q u é vienes tam b ién tú con n o sotros? Vuélvete y q u é d a te con el rey, p o r q u e tú eres extra n jero y ta m b ié n tu estás exiliado lejos d e tu país. Llegaste ayer, ¿y te haré a n d a r e rra n te con n o s o tro s , sin saber yo m ism o d ó n d e voy? Vuélvete y lleva contig o a tus h erm a n o s, y q ue Y avé hag a co ntigo m isericordia y fidelidad.” ltai re s p o n d ió al rey en estos térm in o s: “ Vive Yavé

L a h i s t o r i a de la r e b e ­ lió n d e A b s a l ó n e s un c a p i t u l o de la c o m p le ­ ja « h is t o r i a d e la s u c e ­ s ió n

a l tro n o

de

Da­

v id » . U n o de lo s e n s a ­ y o s m á s g r a n d io s o s y m á s a n t ig u o s de a u té n ­ t ic a

h is t o r io g r a f ía

en

el A n t i g u o T e s t a m e n t a

y v iv t mi señor, el rey, q u e el lu g ar o o n d e esté mi señ o r, el rey, p a ra la m u erte o p a ra la vida, allí e sta rá tu sierv o .” E n to n ce s D a v id dijo a lta i: “ V ete, pues, y p a s a .” E lta i, d e G a t, p asó co n to d o s sus h o m b res y to d a su fam ilia, que e sta b a con él. T o d o el m u n d o llo ra b a a voz en grito. El rey e sta b a en pie en el to rre n te C e d ró n , y to d o el p u eb lo desfiló d elan te de él p o r el ca m in o q u e lleva al d esierto » (2 S am 15, 1-23). ¿D ó n d e está la d iferen cia e n tre la n a rra c ió n de los co m ien zo s de la rebelión de A b saló n y la del sacrificio de Isaac? En p rim e r lu g ar d irem o s q u e la h isto ria del sacrificio d e Isa ac co n stitu y e un to d o u n ita rio , bien re d o n d e a d o y fácilm ente perceptible. P rese n ta con c la rid a d su p u n to c u lm in a n te ; el d e ­ sa rro llo de la acción, a p e sa r de sus trasfo n d o s, es sencillo y re c tilín e o : D io s d a u n a o rd e n , A b ra h a m la a c a ta , y ya n a d a le h a rá d eten erse h a sta que D ios re tira su o rd en . E n el texto de la «sucesión al tro n o d e D avid», to d o es m uy d istin to . La n a rra c ió n im plica diversas e ta p a s q u e envuelven m a y o r esp acio de tiem po. A ntes de c o m e n z a r el re la to , se h a n c o n ta d o ya m u ch as co sa s referen tes a D a v id y A b saló n , y, tra s el ep iso d io de la reb elió n , p ro sig u e larg am en te la n a rra c ió n sin so lu ció n de co n tin u id a d . Pues bien, si, p o r u n a p a rte , el m ateria l es m ás a b u n d a n te , p o r o tra , tienen sus div ersas p a rte s m ay o r co n sis­ tencia y m ás relieve. P a ra c o m p ro b a rlo , b asta la en u m eració n d e las perso n as que e n tra n en escena. En la h isto ria del sacrificio de Isa ac ten em o s a A b ra h a m , Isaac, dos siervos y el A ngel de Y avé, que, en el fo n d o , es el m ism o D ios. Los siervos d esem p eñ an un papel d esc o lo rid o y sin relieve; Isaac m ism o está co m o al m arg en , es sec u n d ario en cierto sen tid o . Los

p ro ta g o n is ta s que a c a p a ra n la aten ció n son D ios y A b ra h a m . T o d a la h isto ria se desenvuelve en tre los dos. E n n u e stro tex to , p o r el c o n tra rio , vem os a dos p erso n ajes, D a v id y A b sa ló n , q u e se e n fren tan co m o p ro ta g o n is ta s idénticos. Ju n to a ellos vem os tam b ién a un h o m b re co m o A jitofel de G u iló , u n o de los m ás p ru d e n te s con sejero s de D a v id , que se p ro n u n c ia a fav o r del rebelde y, co m o lo m u estra la c o n tin u a c ió n de la h isto ria, p o n e en extrem o p elig ro la ca u sa de D avid. P ero n o es esto to d o . E n c o n tra m o s en n u e stro tex to la m ención de un g ru p o m ay o r de israelitas, cuyo c o ra z ó n « ro b a b a» A b saló n , u n fa c to r an ó n im o , invisible, p e ro no m enos im p o rta n te en la m a rc h a de los a c o n te c i­ m ien to s; se h a b la , ad em ás, de d o scien to s h o m b res d istin g u id o s de Jeru sa lén , q u e d e ja ro n Jeru salén p a ra a c o m p a ñ a r a A b saló n a H e b ró n y se u n iero n a la c o n s p ira c ió n ; vem os, finalm ente, las tro p a s co n q u e c o n ta b a D avid en el m o m en to de la re­ b elió n : los cereteo s y los peleteos (la g u a rd ia del c u e rp o del rey) y el g ru p o bienvenido del e x tra n je ro lta i. T o d o s esto s g ru p o s y p erso n as n o aparecen en p lan d e c o ra tiv o , o co m o elem entos d e fo n d o ; se los ve a c tiv a m e n te e n tra m a d o s en los a c o n te ­ cim ien to s, q u e en el c o n ju n to n a rra tiv o , son m u ch o m ás co m p lejo s, m ás em b ro lla d o s y de m ay o r re­ lieve q u e en la h isto ria del sacrificio de Isaac. Al d ecir q u e la n a rra c ió n de la sucesión al tro n o d e D av id a b a rc a un espacio de tiem po m ucho m ayor, n o sólo no s referim o s al m ay o r n ú m e ro de h ech o s en un tiem p o d e te rm in a d o , sino tam b ién al p a n o ra m a p o lítico y social q u e nos ab ren a las p rim e ra s frases del texto (no p recisam en te fav o ­ rab les al rey), en que se indica la p rax is ju ríd ic a y a d m in is tra tiv a d e D av id , nos m u e stra n claram en te q u e la h isto ria — m u ch o m ás d iferen ciad a que en

La n a r r a c ió n de la s u c e s i ó n al t r o n o de D a v id se d e s e n v u e lv e en un h o riz o n te p o litic o y s o c ia l c ir c u n s t a n c i a d o

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En l a h i s t o r i a d e l s a ­ c rific io d* I s a a c s a m e n c io n a n e l a s n o , la le ñ a , el f u e g o , al c u ­ c h illo y el c a rn e ro co m o re q u is ito s « ló g i­ co s* d e la n a r r a c ió n . En c a m b io , m u c h o s d e ­ t a l l a s d e la h i s t o r i a d e la s u c e s ió n al tro n o so n « c a su a le s » , es d e­ c i r . n o s a in f i e r e n d e l c o n te x to .

las sagas d e los P a tria rc a s— se c o n sid e ra ya com o el re su lta d o d e u n a c o m p lic a d a tra m a p o lític a y social. O tra d iferen cia re sp ecto a la n a rra c ió n del sa­ crificio de Isa a c : E n n u e stro tex to h ay u n a m u lti­ tu d de d etalles, q u e ejercen c ie rta m e n te su fu n ció n en el p la n o n a rra tiv o , p e ro q u e so n «co n tin g en tes» , casuales resp ecto a la m a te ria m ism a de la n a r r a ­ ció n, o bien resp ecto al suceso h istó rico . U n ejem plo nos h a rá ver lo q u e q u erem o s d ec ir: El asn o , la leñ a, el a lta r p a ra el h o lo c a u sto , el cu ch illo , el fuego y, fin alm en te, el c a rn e ro , q u e a p a re c e n en la h isto ria del sacrificio de Isaac, son elem entos «lógicos» d e la m a te ria n a r ra d a y re q u isito s m ás o m enos necesario s d e la n a rra c ió n m ism a. E n c a m b io , las n o ticias d e u n A b sa ló n , q u e p u d o llev arse co n sig o a d o sc ie n to s h o m b re s d e Jerusaléni a H e b ró n sin d ificu ltad alg u n a, o d e u n D a v id l

q u e p re cisam en te en to n ces h a b ía recib id o en la ciu d ad a seiscientos m erc en ario s de G a t y q u e dejó diez c o n c u b in a s en su p alac io p a ra q u e lo c u id a ra n , se refieren a d etalles c o n c re to s que p u d ie ro n h ab e r o c u rrid o así o de o tro m o d o . C o m o hem o s dich o , los detalles tien en su fu n ció n d e n tro del p lan o n a rra tiv o : q u e d o scien to s h o m b re s a c o m p a ñ a ra n a A b sa ló n desd e Je ru sa lé n a H e b ró n sin dificultad alg u n a, p o n e a las claras la a stu cia con q u e el re ­ belde tra m a b a el c o m p lo t; el ep iso d io d e los h o m b res de G a t, c o n lta i a la cab eza, c o n tra s ta co n la infi­ d elid ad de A b sa ló n y en carece la a u té n tic a fidelidad al tro n o ; y las diez c o n c u b in a s, d ejad a s en el p a ­ lacio, p a s a rá n luego a p o d e r de A b saló n y serán d e sh o n ra d a s p o r é l... P ero , evid en tem en te, to d o esto p u ed e h a b e r sido de o tro m o d o ta n to en la re alid ad co m o en la n a rra c ió n . O tra d iferen cia: H em o s visto en p ág in as a n te ­ rio res có m o se «tipifica» en la saga y, so b re to d o , en las n a rra c io n e s d id áctica s. L a figura de A b ra h a m es, sin d u d a , h istó rica, p ero es tam b ién la c o n d e n ­ sació n d e las ex p eriencias d e fe vividas d u ra n te siglos p o r el p u eb lo de Israel. Jo n á s es un h o m b re en el q u e p u ed e reco n o cerse c u a lq u ie r israelita, o to d o Israel, q u e huye de D ios, se en c ie rra en su p ro p io a rb itrio y no persigue m ás que sus p ro p io s planes. N ín iv e es el sím b o lo del p o d e r en o rm e, sin iestro y e x tra n je ro del p ag an ism o . E n n u e s tro tex to b rillan p o r su au sen cia las tip i­ ficaciones d e esta clase. C ierto , tam b ién D avid será m ás ta rd e o b jeto de u n a tipificación. P ero en n u e stro re la to n o se ha c o n v e rtid o to d a v ía en el D avid p o sterio r. T a n to él, co m o los d em ás p e r­ sonajes q ue e n tra n en la h isto ria de la sucesión al tro n o , p re se n ta n u nos ca ra c te re s bien perfilados e in co n fu n d ib les, d escrito s con u n a clariv id en cia y p recisión psico ló g icas que n o d ejan de aso m b ra r.

L a o b s e r v a c ió n de que A b s a l ó n s e hizo c o n un c a r r o t ir a d o p o r c a b a ­ llo s . fuerza

c a r a c t e r iz a y

p r e c is ió n

co n al

h ijo de D o v id . En a q u e ­ l l o s t ie m p o s el t ir o de c a b a l l o s e ra en I s r a e l u n lu jo n u e v o e i n a u ­ d ito .

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¡Qué ra u d a le s de luz a rro ja n sobre A b saló n las breves n o ticias del texto! A b saló n se p ro c u ra un c a rro y cin c u e n ta c a b a llo s: n o v ed a d in a u d ita y lujo esc an d alo so p a ra aq u e llo s tie m p o s; cin cu e n ta h o m b res co rren d e la n te de él c a d a vez q u e se p re ­ sen ta en p ú b lic o ; h a la g a al p u eb lo , m ezclándose co n él; a p ro v e c h a las flaquezas de la a d m in istra ­ ción y la ju stic ia d av íd ica s; d u ra n te c u a tro añ o s, n a d a m enos, esp e ra con p aciencia y sim ulación to ta l, h a sta q u e se decide a d a r el golpe de estad o (p a ra asesin ar a su h e rm a n o A m ó n h ab ía esp erad o d u ra n te dos largos a ñ o s co n la m ism a fria ld a d y astucia). Es la p rim e ra vez que en la lite ra tu ra

orien tal a n tig u a se lo g ra un perfil h u m a n o ta n carac te rizad o . L a d escrip ció n , m uy co n c reta, de los p erso n ajes está en c o n so n a n c ia co n la no m en o s c o n c re ta de los lugares. El escenario d e los aco n tecim ien to s cam b ia c o n sta n te m e n te y siem p re está p e rfe c ta ­ m ente lo calizad o : Jeru sa lén , H e b ró n , d e nuevo .Icrusalén, la ú ltim a casa de la ciu d a d , el valle C e­ d ró n , la m arc h a en d irecció n al d esierto. De to d as

H e b rb n

e sta b a

r e la t i­

v a m e n te c e r c a de J e r u ­ s a lé n y era la a n t i g u a c iu d a d r e s id e n c iu l d a D a v id . T a m b ié n e ste d e t a lle re fle ja, en la h is t o r i a de la s u c e s ió n a l tro n o , un t r a s f o n d o g e o g r á fic o

y p o lit ic o .

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estas in d icacio n es geográficas to m em o s ú n icam en te la de H e b ró n . A l m e n c io n a r esta c iu d a d co m o el p u n to de p a rtid a de la rebelión, se oyen, co m o p o r re so n an cia, o tra s c o s a s : H e b ró n es p re cisam en te el p u eb lo n a ta l d e A b sa ló n y no es ex tra ñ o q u e sus h a b ita n te s se p u sie ra n d e su p a rte . H e b ró n es, ad em ás, la a n tig u a c iu d a d residencial de D av id , que la a b a n d o n ó p refirien d o Jeru sa lén , m uy p ro ­ b ab lem e n te p o rq u e la p o b la c ió n n o h a b la b a p re ci­ sam en te en fa v o r d e D a v id . N o fa lta n o tra s razo n es p o r las q u e H e b ró n re su lta b a un bu en p u n to de p a rtid a p a ra la re b e lió n : n o e sta b a m uy lejos de J e ru sa lé n ; en co n secu en cia, q u isiéralo o n o , D av id te n d ría q u e a b a n d o n a r un d ía Jerusalén. A dem ás, era H e b ró n un lu g ar de cu lto y de p e re g rin a c io n e s: la excusa fue p re cisam en te el c u m p lim ie n to de un v o to en H e b ró n . ¡Buen pretexto! T o d o este p a ­ n o ra m a c o n te m p o rá n e o aso m a en el texto al m en ­ c io n a r la c iu d a d d e H e b ró n . ¡Q ué d iferen cia res­ p ecto a la N ínive del lib ro de Jo n á s o resp ecto al lu g ar del sacrificio m e n c io n a d o en la saga del sa­ crificio de Isaac! Y v engam os a la ú ltim a d iferencia. E n la h isto ria del sacrificio d e Isa ac se oye en el m o m en to decisivo la voz del A ngel de Y avé, q u e d a u n vuelco to ta l al ac o n te cim ie n to . Y a al p rin cip io m ism o se dice tam b ién : « D ijo D io s: T o m a a tu hijo u n ig én ito Isaac, a qu ien ta n to quieres, vete al país de M o ría y ofrécem elo allí en h o lo c a u sto en el m o n te que yo te in d icaré.» D io s h a b la , pues, co n los h o m b res, les d a ó rd e n es y les h ace p ro m esa s, in terv ien e de u n a m an era visible y m ilag ro sa en los a c o n te c i­ m ientos terren o s. S ería im p en sab le en la h isto ria de la sucesión al tro n o de D a v id q u e D io s h a b la ra desde el cielo. T a m p o c o o b ra m ila g ro s p a ra d irig ir la h isto ria. T o d o c u a n to sucede a p a rec e esta vez a rtic u la d o en

una tra m a de ca u sas y efectos in tra m u n d a n o s . H em o s visto el esm ero con q u e el a u to r in tro d u ce en escena a las d iv ersas p e rso n a s y a los diversos g ru p o s en sus co n stela cio n es sociales. ¡U n a d ife­ rencia decisiva resp ecto a las sagas d e los P a tria r­ cas! P a lp a m o s a q u í u n a h isto ria co n c eb id a co m o h isto ria realm en te m undana, q u e es, ni m ás ni m enos, el p re su p u e sto básico p a ra u n a a u té n tic a h is to rio ­ grafía! Sin e m b arg o , ta m p o c o debe p asa rse p o r a lto que, incluso en esta fo rm a d e h isto rio g ra fía bíblica, to d o s los ac o n te cim ie n to s e stán a b ie rto s a D io s y son d irig id o s p o r él. T am b ién a b a rc a y dirige la h isto ria d e la sucesión al tro n o de D av id . E n n u estro tex to n o lo vem os a p rim e ra vista, p ero en o tro s p asajes, a n te rio re s y p o sterio re s, el n a r ra d o r in­ terc ala u n as breves o b serv acio n es p a r a m o s tra r que D ios está en la raíz de to d o s los aco n tecim ien to s. En 2 S am u el 11, 27, p o r ejem plo, tras el p ecad o d e D a v id c o n tra U rías, e n c o n tra m o s esta frase en a p a rie n c ia in sig n ificante: « P ero d e sa g ra d ó a Y avé lo q u e D av id h a b ía h echo.» El lecto r q u e d a ad v e rtid o , o al m en o s en so sp echa, de que el crim en de D av id no q u e d a rá im p u n e. E sto p ru e b a a las c la ra s que el p u eb lo ju d ío no sabía de u n a h isto rio g rafía p u ra m e n te u ltra m u n d a n a . D ios está siem pre p re ­ sente y a c tu a n d o en la h isto ria , y a b a rc a to d o a c o n ­ tecim ien to . A p e sa r d e to d o , salta a la vista la d i­ ferencia co n la saga del sacrificio de Isaac, y en g eneral de los P a tria rc a s. E n este re la to se to m a en serio la h isto ria com o re su lta d o de ca u sas m u n ­ d a n a s y se n o s p re se n ta co m o tal. A hí está el quid. Si ec h am o s a h o ra un v istazo re tro sp ectiv o a lo d ich o , n o p o d re m o s m en o s de c o n s ta ta r q u e la h isto ria d e la sucesión al tro n o d e D av id es u n a fo rm a n a rra tiv a q u e m erece con to d a ra zó n el títu lo de narración h istórica. E stam o s m uy lejos d e la saga.

El g é n e r o

lit e r a r io

de la K tia rra c iO n h is t ó r ic a » .

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DA VID A jinoam 1 A m n o n (asesinado p o r Absalón)

Abigail 1 Kilab

Abital

Eglá

1 Sefatias

1 Yilream

M aac á 1 A bsalón (tram a de la usurpación)

Betsabé ^------------------------------------------ P rimogénito m uerto

La h i s t o r i a

de la

su ­

c e s ió n a l t r o n o de D a ­ v id tie n e u n a in t e n c ió n p o lític a

co n c re ta:

le ­

g i t im a r

la

de

S a lo m ó n

136

s u b id a

a l tro n o .

Jaguit 1 A donias (trama de la usurpación)

Salomón (Sucesor en el trono)

A quí ten em o s u n a h isto ria real con su tra m a de p erso n ajes individuales, de g ru p o s y de fuerzas sociales, c o n su «ilógica», con sus co n tin g en cias y ca su alid ad es. A h o ra bien, esta co n fig u ració n del re la to es lo q u e co n stitu y e la fo rm a n a rra tiv a , que llam am o s n a rra c ió n histórica. Al llam arla así, n o se p re te n d e sugerir q u e o rig i­ n a ria m e n te fue, co m o la saga, o b jeto de u n a tra n s ­ m isió n o ra l, o sea, algo q u e vino «contándose». C o n to d a seg u rid a d p o d em o s afirm a r q u e el re­ lato d e la sucesión al tro n o de D av id se c o m p u so desde el p rin cip io co m o u n a o b ra literaria. Su a u to r tu v o que ser u n p erso n aje cu lto de la c o rte de S alo m ó n (h a cia 970-930 a. C .), testigo o cu lar sin d u d a , p ero q u e d isp o n ía tam b ién de m ateria le s de arch iv o y d e o tro s m u ch o s testim o n io s orales. Su S itz im L eben es p ro b a b ilísim a m e n te el círcu lo de d ig n a ta rio s y d e oficiales cu lto s del p alacio real, q u e sentía un in terés sin g u lar p o r la h isto ria del re in o to d a v ía recién fu n d a d o , co m o lo sentía tam b ién p o r co leccio n ar y clasificar trad ic io n e s an-

teriores. H a y o tro s m u ch o s indicios de que esta h isto ria d e la sucesión al tro n o de D av id perseguía u n a in ten ció n p o lítica m uy c o n c reta, a sa b e r: le­ g itim ar la su b id a de S alo m ó n al tro n o de D avid. E n to d o caso , es desde un p rin cip io u n a o b ra li­ teraria. Si, a p esa r de to d o , h a b la m o s de narración h is­ tó rica, se d eb e a o tra razó n . A l p re se n ta rn o s u n a h isto ria, el a u to r p u ed e tra ta r de un m o d o m ucho m ás a b s tra c to los sucesos a que se refiere; puede, a d istan cia, o rd e n a r y e n laz ar los hechos a su aire; p u ed e p la n te a r cu estiones y se m b ra r reflexiones al hilo de los hechos. E n tal caso n o se tra ta de una p u ra n a rra c ió n : el re la to se a p ro x im a en to n ces a un tratado. V am o s a a n a liz a r desde este p u n to de vista el sig u ien te texto, q u e re la ta tam b ién u n a in ­ su rrecció n p o lítica. N o s referim os a la co n ju ra ció n de C a tilin a c o n tra el E sta d o ro m a n o . Se tra ta de u n a n a rra c ió n escrita 900 añ o s después q u e el re ­ lato de la reb elió n de A b saló n . C o rre sp o n d e al c a p ítu lo 17 d e L a conjuración de C atilina, del his­ to ria d o r ro m a n o S alu stio (83-34 a. C .) 19: «Así pu es, h acia las ca le n d as de ju n io , en el co n su la d o d e L ucio C ésar y C ay o F ígulo, em pezó p o r lla m a r in d iv id u alm en te a sus a d ic to s; e x h o rtó a u n o s, so n d eó a o tro s; les dio a co n o c er sus re­ cu rso s, la in d efen sión del E stad o , las g ra n d es re­ co m p en sa s q u e p ro m e tía la co n ju ra ció n . E n te ra d o suficientem ente de lo que q u ería saber, co n v o c a a u n a re u n ió n a los m ás n ecesitad o s y audaces. A c u ­ d iero n a ella, del o rd en sen a to ria l, P u b lio L én tu lo S u ra, P u b lio A u tro n io , L ucio C asio L o n g in o , C ayo C etego, P u b lio y Servio, hijos de S ervio Sila, L ucio V arg u n tey o , Q u in to A nio, M a rc o P o rcio Leca, L ucio B estia, Q u in to C u rio . D el o rd e n ecuestre, M arco F u lv io N o b ilio r, L ucio E statilio , P ublio

G a b in io C a p itó n , C ay o C o m e lio . A d e m á s m u ch o s h a b ita n te s de co lo n ias y m u nicipios, p erso n ajes in­ fluyentes en sus tierras. H a b ía , p o r o tra p a rte , m u ch o s n o b les co m p licad o s, co n alg ú n m a y o r se­ c re to , en el p la n , y m o v id o s m ás bien p o r am b ició n de p o d e r q u e p o r p o b re z a u o tra necesidad. P o r lo d em ás, la m ay o ría d e los jó v en es, p ero p rin c ip a l­ m en te los d e clase n o b le, se m o stra b a fa v o rab le a los p ro y e cto s d e C a tilin a ; te n ie n d o m edios p a ra vivir sin tra b a ja r, en el lujo y la m olicie, p referían lo d u d o so a lo c ie rto y la g u e rra a la paz. H u b o en a q u e lla ép o c a q u ien es crey ero n q u e M a rc o L icinio C ra so n o h ab ía ig n o ra d o la co n sp ira ció n . C o m o C n eo P o m p e y o , a qu ien o d ia b a , ten ía el m a n d o de un gran ejército, h u b ie ra q u e rid o C ra so que, p a ra c o n tra rre s ta r su p o d e r, creciera el de o tro , q u ie n q u ie ra q u e fuese, y a la vez co n fia b a en que, si la c o n ju ra c ió n triu n fa b a , le sería fácil co n v ertirse en jefe d e los c o n ju ra d o s» ( S a l u s t i o , L a conju­ ración de C atilina, X V II). E v id en tem en te, este tex to ta m p o c o es un tr a ­ tad o . T a m b ié n a q u í se n a rra . P ero ¡qué diferencia e n tre esta n a rra c ió n y la d e la sucesión al tro n o de D avid! ¡Qué artificio sa y co n sc ie n tem en te ro m p en re ite ra d a s veces el hilo de la n a rra c ió n las reflexio­ nes y los ju icio s del escritor! In m e d ia ta m e n te , a c o n tin u a c ió n del tex to c ita d o , viene un larg o ex­ cu rsu s so b re u n a c o n ju ra c ió n a n te rio r, en la q u e C atilin a h a b ía c o la b o ra d o . Y en o tro s pasajes o b ­ servam os reflexiones d e S alu stio que llenan p á ­ ginas en teras. E n c o m p a ra c ió n co n esta h isto ria la d e la suce­ sión al tro n o de D a v id es p u ra narración. N o s ofrece h isto ria en hisLorias. Y lo m ism o o cu rre p o r d o ­ q u ier en la B iblia, in clu so d o n d e la h isto rio g ra fía , co m o en este caso , to c a su m ás alto nivel. Se n a rra siem pre u n a h isto ria viva, in tu itiv a, c o n c reta, y el

n a r ra d o r d esap arece tra s la n a rra c ió n , lo que, desde luego, tien e sus v en tajas y d esv en tajas. D e sv e n tajas: la n a rra c ió n p u ra tiene que estilizar siem p re la re alid ad . T iene q u e d ejar fu e ra de ju eg o m u ch as cosas. T iene q u e sim plificar m u ch o . Sólo in d ire c ta m e n te aso m a el ju ic io del a u to r. N o d a cu e n ta de sus fu entes y d e la g a ra n tía de sus in ­ fo rm acio n es. P ero sus in estim ab les ven tajas son el co lo rid o , la v iv acid ad , el d ra m a tism o , la c la rid a d in tu itiv a. Es ca p a z d e c a p ta r al lecto r y h acerle p en sa r. Y, so b re to d o , re su lta m uy difícil olv id arla. P ues lo que dice, lo dice co n u n a d en sid ad y p ro fu n d id a d , q ue esc a p a n a u n tra ta d o p u ro .

6. C ró n icas co rtesan as y diarios de viaje E n el tex to de la c o n ju ra c ió n de C a tilin a a rrib a c ita d o h ay un p asaje en q u e se e n u m era u n a serie de n o m b re s de p e rso n a s: « A c u d ie ro n a ella, del o rd e n se n a to ria l, P u b lio L é n tu lo S u ra, P u b lio A u tro n io , L u cio C asio L o n g in o , C ay o C etego, P u b lio y Servio, hijos de S ervio Sila, L ucio V argu n tey o , Q u in to A nio, M arco P o rcio Leca, L ucio B estia, Q u in to C u rio . D el o rd e n ecuestre, M a rc o F u lv io N o b ilio r, L ucio E statilio , P u b lio G a b in io C a p itó n , C ay o C o rn e lio ...» La sim ple en u m eració n de esta escueta serie de n o m b res h ace d e s ta c a r este p á rra fo del re sto del texto. E stas en u m eracio n e s se llam an «listas», que se c o n sid e ra n , no sin ra zó n , co m o un género lite­ rario p ecu liar. E n n u estro caso, la lista de los c o n ­ ju ra d o s c o n C a tilin a viene sin so lu ció n d e c o n ti­ n u id ad c o n el tex to , y es m uy po sib le q u e la h u b iera co m p u esto el m ism o S alustio. E n tal caso la lista no existía an tes.

Los

lis tin e s

t e le f ó n i­

c o * p e r te n e c e n a l g é ­ n e ro lit e r a r io de la s « l i s t a s » . En l a s l i s t a s se o r d e n a n l a s p a l a ­ b ra s da

una

d e t e r m i­

n a d a m an e ra .

139

iMÜUMfcJái

El

F a raó n

Ram ses

II

m a n d ó e s c u lp i r l i s t a s de lo s t e r r i t o r io s

por

él c o n q u i s t a d o s en el l ó c a l o d e u n a s c o lu m ­ nas

e s ta tu a r ia s

s a le s L u x o r.

140

d el

c o lo ­

t e m p lo

de

P ero n o fa lta n listas que existen aislad a m e n te , c o m o fo rm a s a u tó n o m a s. R eco rd em o s los censos, los libros de d ireccio n es y de teléfonos, los d iccio ­ n ario s, los re g istro s e in v en tario s. T o d o s estos d o ­ c u m e n to s co in cid en en u n d e te rm in a d o o rd e n que g u a rd a n las p a la b ra s : esto es lo p ecu liar de u n a lista. El género de la lista n o sólo está m uy d ifu n d id o ; es ad em ás a n tiq u ísim o . L o e n c o n tra m o s en los d o ­ c u m en to s escrito s m ás an tig u o s de la h u m a n id a d . H ay listas de reyes, d e ciu d ad e s y p ro v in cia s ven­ cidas o su b y u g ad a s, de g u errero s, de fu n c io n a rio s y de ob jeto s re g alad o s a un sa n tu a rio . N a tu ra lm e n te , ta m b ién e n c o n tra m o s listas en la B iblia, q u e a b u n d a en fo rm a s e stereo tip ad as. E s­ p ecialm ente en el A n tig u o T e sta m e n to se p re se n ta n n u m ero sa s p ru e b a s de ello. P u ed e servirnos de ejem plo u n a lista d e los alto s d ig n a ta rio s y fu n c io ­ n a rio s de D avid, q u e nos tra n sm ite el lib ro seg u n d o d e S am uel 20, 23-26:

« Jo a b m a n d a b a to d o el ejército de Isra e l; Banay as, hijo de Jo y a d a , m a n d a b a a los cereteos y p eleteo s; A d o n ira m era el in sp ecto r de las p re s­ tacio n es p erso n ales, y Jo sa fa t, hijo de A jilud, c ro n ista . S usa era secretario , y S ad o c y A b ia ta r, sacerd o tes. Ira , de Ja ir, era tam b ién sacerd o te de D av id .» E sta lista de fu n c io n a rio s es, en to d o caso, m uy a n tig u a . P ro v ien e de la época de D av id o de S a­ lo m ó n . Y p rim e ra m e n te existió co m o u n a u n id ad in d ep en d ien te. Siglos m ás tard e la in c o rp o ra ría el a u to r de la o b ra h istó rica deurteronóm ica. L o m ism o o c u rre co n la lista que ab re el c a p ítu lo 13 de los H ech o s d e los A p ó sto les. En este caso n o se tra ta ya de u n a lista de fu n c io n a rio s, sino de los d iri­ gentes de la co m u n id a d de A n tio q u ía en tiem pos de san P a b lo : « E n la iglesia de A n tio q u ía h a b ía p ro fe ta s y d o c to re s: B ern ab é y S im ón, el llam ad o N ig er; L u cio de C ire n e ; M an a h em , h e rm a n o de leche de H e ro d es, el te tra rc a , y S anio» (A ct 13, 1). T am b ién esta lista es a n te rio r a la o b ra a la q u e se h alla a c tu a lm e n te in c o rp o ra d a . El a u to r de los H ech o s de los A p ó sto les la e n c o n tró ya co n fec­ c io n a d a y la co lo có en el lu g ar ad e c u a d o de su o b ra h istó rica. E s c la ro q ue las listas, ta n a n tig u a s y o riginales co m o las citad a s, co n stitu y en u n a au té n tic a m ina p a ra los h isto riad o re s. N o s d a n m ás q u e m eros n o m b res. A través de los n o m b res recogidos y tra n sm itid o s co n esm ero se ab re to d o un p a n o ra m a h istó rico . La lista, p o r ejem plo, de 2 S am uel 20 a rro ja valio sas luces sobre el régim en a d m in istra tiv o de D av id , y la de los H ech o s 13, 1 n o s p re se n ta un esq u em a d e la e s tru c tu ra de la p rim itiv a iglesia antio q u e n a : N o h a b ía to d a v ía en ella un o rd en ins­ titu c io n a l con u n o b ispo al frente d e la co m u n id ad

E je m p lo de u n a « l i s t a »

“ u¿ eTe,

141

El g é n e r o l i t u a n o da la « c iá n ic a » .

F ra g m e n to s d e c r ó n i c a s e n el A n tig u o T e s t a m e n t o .

142

y un colegio d e p re sb íte ro s y d iá c o n o s; la c o m u ­ n id a d era reg id a p o r p ro fe ta s y d o cto re s, o sea, poi carism ático s. Ín tim a m e n te e m p a re n ta d o c o n el g én ero lite­ ra rio de las listas está la cró n ic a. P o rq u e , en cierto sen tid o , tam b ién la c ró n ic a es u n a lista. N o p reci­ sam en te, c la ro está, d e p e rso n a s y d e cosas, p ero , sí, de sucesos y d a to s q u e se co n sig n an con la m áx im a co n cisió n p o sib le, casi siem p re re p a rtid o s en p e río d o s d e tie m p o regulares. Si los ac o n te ci­ m ien to s se co n sig n a n c a d a d ía, ten em o s los d ia rio s; si de a ñ o en a ñ o , los an u a rio s, o m ejo r a ú n , los an a le s (del latín a n n u s = añ o ). El gén ero lite ra rio d e la cró n ic a es tam b ién a n ­ tiq u ísim o . E n las a n tig u a s co rte s o rien ta le s, se ju z g ó o p o rtu n o desd e m uy an tig u o a n o ta r a m o d o de c ró n ic a los ac o n te cim ie n to s m ás im p o rta n te s de u n a ñ o d e g o b ie rn o o de re in a d o , o bien d e to d o u n re in a d o . E stas cró n ic a s se co n se rv a b a n ju n to co n las listas y los d o c u m e n to s en u n arch iv o o registro. A d e m á s, los g ra n d e s sa n tu a rio s , q u e eran in stitu cio n e s estata le s, llevaban su p ro p ia cró n ic a y ten ían su p ro p io archivo. N a tu ra lm e n te , n o fa lta n cró n ic as oficiales d e este género en el p a la c io d e D av id y de sus sucesores. E l A n tig u o T e s ta m e n to m en cio n a tres cró n ic as del tiem p o de los reyes. H u b o u n « lib ro d e los hechos d e S alo m ó n » (o sea, u n a c ró n ic a c o rte sa n a de S a lo m ó n ); u n « lib ro de los hechos d e los d ías de los reyes de Israel» (o sea, u n a c ró n ic a c o rte sa n a del re in o del N o rte ); y u n « lib ro d e los hech o s de los reyes d e J u d á » (o sea, u n a c ró n ic a c o rte sa n a del re in o del S ur). P o r desg racia, n o n o s h a n llegado n in g u n a d e estas tres cró n ic as. P e ro el a u to r d e la o b ra h istó rica d e u te ro n ó m ic a in c o rp o ró u n a p a rte de ellas a su re la to , o al m en o s las utilizó en ex­ tra c to s. V am os a c ita r a q u í u n o d e esto s e x tra cto s

de la « C ró n ic a de los reyes de Israel». Se refiere a E la, q u e re in ó en el re in o del N o rte p o r los añ o s 886-885: «El a ñ o veintiséis d e A sa, rey d e Ju d á , em pezó a re in a r E la, hijo de B asa, so b re Israel, en T irsa, re in a n d o d o s añ o s. C o n sp iró c o n tra él su sú b d ito Z im ri, jefe de la m ita d d e los c a rro s d e g u erra. H alláb ase en T irsa, b eb ien d o y e m b ria g a d o , en casa d e A rsa , p re fec to del p alac io de T irsa , c u a n d o irru m p ió Z im ri, lo a c o m e tió y lo m a tó , en el a ñ o veintiséis de A sa, rey d e J u d á , re in a n d o él en su lugar. A p e n a s se sen tó co m o rey en el tro n o , ex­ te n , a ó to d a la casa d e B asa, n o d eján d o le v aró n ni de los p arie n tes o am igos. D estruyó, pues, Z im ri toda la casa de Basa, conform e a la palabra que Yaué había pronunciado contra Basa, p o r m edio del pro feta Jehú, po r causa de todos los pecados de Basa, y p o r los p ecados de Ela, su hijo, los que ellos com e­ tieron, y los que hicieron com eter a Israel, irritando a Y avé, D ios de Isra el, con sus ídolos. E l resto de las g esta s de E la y cuanto hizo está consignado en el libro de los anales de los reyes de Israel» (1 R e 16, 8-14). C u a lq u ie ra q u e lea este tex to co n aten c ió n p e r­ cibe en seg u id a su gén ero lite ra rio pecu liar. N o se tra ta d e u n a m e ra n a rra c ió n . El tex to recoge d a to s y hech o s d e un p ro lo n g a d o esp acio d e tiem p o y los p re se n ta sim p lem en te u n o tra s o tro . E n p rim e r té r­ m ino d a la fecha en q u e co m en zó a re in a r E la (p a ra lo q u e se sirve d e la cro n o lo g ía del rey q u e c o n te m ­ p o rá n e a m e n te g o b ie rn a el re in o del S ur). L uego m en cio n a el n o m b re del rey, d espués el de su p ad re, a c o n tin u a c ió n el lu g ar de su residencia, y ad em ás la d u ra c ió n d e su rein ad o . A ñ a d e lo s d a to s del d e s tro n a m ie n to del rey a m an o s d e u n o de sus jefes m ilitares; p ero , p ro p ia m e n te h a b la n d o , estos d a to s no se n a rra n , sin o q u e se co n sig n an c o n u n a es­

E la b o ra c ió n u lte rio r da u n a c ró n ic a . In te rp re ta c ió n te o ló g ic a d a lo s h ac h o a h is tó ric o s .

144

tilización so b ria, su cin ta. Es un texto q u e pude p erfec ta m e n te h a b e r e sta d o tal cual en la «C rónicí de los reyes d e Israel». P ero vienen luego u n as frases (las hem os sub ra y ad o ), q u e p re se n ta n u n a e stru c tu ra m uy disi tin ta . Y a n o d a n n o ticias, sino la in terp re tació r teológica de los hech o s co n sig n a d o s: los funestoi sucesos acaecid o s al rey, a su fam ilia y am igos fu e ro n u n castigo d e D ios p o r la id o la tría de Eli y d e su p ad re. Y avé h a b ía a m e n a z a d o p rev iam en u con este castigo m e d ia n te el p ro fe ta Jehú. Y coi esta explicación, las noticias, so b riam en te con· sig n ad as u n a tra s o tra , e n tra n en la esfera religiosa1 de la cu lp a y del castigo. L a h isto ria p ro fa n a queda a b ie rta a D io s y se to rn a tra n sp a re n te . C o n se­ g u rid a d cabe afirm a r q u e este en fo q u e teológico de u n o s hechos h istó rico s esc u etam en te m encionados no p ro ced e de la c ró n ic a c o rte sa n a . F ue, sin d u d a in te rp o la d o p o r el a u to r d e la o b ra h istó ric a deutero n ó m ica . E n el ú ltim o versículo, finalm ente, el a u to r cita la fu en te de d o n d e h a to m a d o la noticia, y a ñ a d e q u e esta fuente co n tien e m ás d a to s sobre el rey E la: «El resto d e las gestas d e E la y c u a n to hizo está co n sig n a d o en el lib ro d e los an a le s de los reyes de Israel.» En el A n tig u o T e sta m e n to hay u n a serie de textos p arecid o s, d o n d e se co n sig n an los hechos, u n o tras o tro , d e la fo rm a m ás co n cisa posible. T o d o s' estos textos hem o s de c o n ta rlo s en tre los p e rte n e ­ cientes al gén ero lite ra rio de la cró n ica. P ero ¿hay tam b ién cró n ic as en el N u e v o T estam e n to ? La re sp u esta es sencilla y su m am en te ilu stra ­ tiv a: En los E vangelios, al m enos, n o h ay nin g ú n texto de este género. Al p arecer, las c o m u n id a d e s n eo te sta m e n ta ria s no m o s tra ro n el m en o r interés p o r escribir u n a c ró n ic a de la vida d e Jesús. La ra zó n está a la vista. H em o s d ich o q u e la cró n ic a

tiene un co n te x to h istórico-existencial, un S iiz im Leben, m uy d e te rm in a d o : las esc rib an ías y los a r­ chivos del p alacio real, o bien de los sa n tu a rio s. P resu p o n e , p o r co n sig u ien te, unas in stitu cio n e s q u e tienen tra s sí u n larg o p a sa d o y cu e n ta n co n u n a larg a h isto ria en el fu tu ro . A h o ra bien, no era éste el ca so d e las p rim itiv a s co m u n id ad e s cristian as. E stas no po seían arch iv o s oficiales. N o ten ían sa n ­ tu ario s, y m en o s to d a v ía u n sa n tu a rio cen tral. T a m p o c o c o n ta b a n con un p a sa d o oficial. T o d a

0 · la c s c u d a d · « s c r i ­ bes

d el

t e m p lo

y del

p a la c i o re a l p r o c e d ie ­ ro n n u e v o s g é n e r o s y fo rm a*

li t e r a r i a s : l a s

li s t a s ,

la

c ló n i c a ,

el

g é n e r o s a p i e n c i a l.

En

la

f ig u r a ,

un

e s c r ib a

c o r t e s a n o de la « q u in ­ ta d i n a s t í a » de E g i p t o (Lou vre . P a r ís ) D e l m i s ­ mo

m odo

t r a b a j a r ía n

lo s f u n c i o n a r i o s de S a ­ lo m ó n

an

de su arte .

la

p r á c t ic a

A l g u n a s p e r i c o p a s de lo s v i a j a s

m is i o n e r o s

de s a n P a b lo a p a r e c e n , en lo s

H e c h o s de lo s

A p ó s t o l e s , en lo r m a de un d i a r i o de v ia je .

146

su h isto ria se red u cía a la p red icació n y a la a c tu a ­ ción salvíficas de Jesús. P ero , bien m irad a s las cosas, esta h isto ria no c o n stitu ía p a ra los p rim ero s cris­ tia n o s un p a sa d o , sino u n p resen te vivo en la p a la b ra y en el sac ram en to . Ellos no esp e rab a n , desde luego, un fu tu ro te rre n o ; vivían en la esp e ran z a y en la ex p ectació n de la p ró x im a vuelta d e Jesucristo. C o m u n id a d e s que viven y creen así, no necesitan arch iv o s ni cró n icas. N o es, p o r ta n to , ex tra ñ o que, a u n q u e las co m u n id a d e s cristian a s se o c u p a b a n de C risto , no escrib ieran cró n ic as oliciales. En el N u e v o T e sta m e n to e n c o n tra m o s sólo u n a cró n ic a p riv ad a , cuyo o b jeto n o es ta m p o c o la vida de Jesús, sino cierto s ep iso d io s de los viajes m isio n ero s de san P ab lo . E sta c ró n ic a se halla en la seg u n d a p a rte de los H echos de los A póstoles. C ita re m o s a q u í un p á rra fo sin g u larm en te elocuente. C o m ie n za co n la p a rtid a de san P ab lo y de sus c o m p a ñ e ro s a M ileto. P o co an tes se describe el en c u en tro co n los an c ia n o s de la c o m u n id a d de E le s o : « C u an d o nos a rra n c a m o s de ellos, n o s e m b a r­ ca m o s y fuim os d erech o s a C os, y al d ía siguiente a R o d as, y de allí a P á ta ra . A llí nos e n c o n tra m o s u n a nave que iba a F en icia; su b im o s a ella y p a r ­ tim os. Al d a r vista a C h ip re, d e já n d o la a la izq u ierd a, n avegam os h acia S iria y d ese m b a rca m o s en T iro , p o rq u e allí la nave te n ía que d ejar la carga. Allí e n c o n tra m o s a lo s 'd is c íp u lo s ; p e rm a n ecim o s co n ellos siete días. E llos, m ovidos p o r el E sp íritu , d ecían a P ab lo q u e n o subiese a Jeru salén . Y c u a n d o p a sa ro n aq u e llo s d ías, p a rtim o s. N o s a c o m p a ­ ñ aro n to d o s, con sus m ujeres y n iñ o s, h asta fuera de la ciu d ad . N o s p u sim o s de ro d illas en la playa, o ra m o s, nos d esp ed im o s m u tu a m e n te y subim os a la nave, y ellos se volvieron a sus casas. N o so tro s, te rm in a n d o la n av e g ació n ,‘fu im o s de T iro a T ole-

m aid a, d o n d e salu d am o s a los h erm a n o s y nos q u e d a m o s un día con ellos. A l día siguiente p a rtim o s p a ra lleg ar a C esarea. E n tra m o s en casa de F elipe, el ev an g elista, u n o de los siete, y nos q u ed a m o s con él. T e n ía éste c u a tro hijas vírgenes, q u e p ro ­ fetizab an . C o m o p erm a n ecim o s con él m uchos d ías...» (A ct 21, 1-10). T a m p o c o este texto es u n a n a rra c ió n . Se tra ta m ás bien, co m o en la cró n ic a de 1 R eyes 16, de u n a re ta h ila d e fechas y hechos, co n sig n ad o s u n o tra s o tro d e la fo rm a m ás concisa posible. S ólo q u e el esq u em a en q ue están artic u la d o s, no c o rre sp o n d e al p e río d o de un a ñ o , sino d e un día. El estilo es el de un d ia rio de viaje, p o ste rio rm e n te e la b o ra d o , d o n d e se van v ertien d o de tiem p o en tiem p o (no día a d ía) su cin tas a n o ta c io n e s p a ra lijar en la m em o ria los in cidentes m ás im p o rta n te s de un largo viaje. En un d ia rio de este tipo se co nsignan las estacio n es y las p a rtic u la rid a d e s del c a m in o ;

E le m e n t o s e s t i l í s t i c o s de lo s d i a r i o s de v ia je .

C a ra c te rís tic a d d g é ­ n e r o l i t a r a r i o d e la c r ó ­ n i c a : m e n c ió n d a h a ­ c h o · e n «I ¡ a d a p a n d iM t a i , q u a a o u a m p ie a n c o m o h il o d a umi n a ­ rra c ió n .

148

se a n o ta el tiem p o in v ertid o en c u b rir u n a d istan cia d e te rm in a d a ; se a p u n ta el tiem p o de la estan cia en un lu g ar d e te rm in a d o ; se escriben los n o m b res de los h u ésp e d es; se m en cio n a n los lu g ares d o n d e las cosas h an m a rc h a d o m ejo r o p e o r; y, en fin, se señ alan los ac o n te cim ie n to s e x tra o rd in a rio s que n o se q u ieren olvidar. C asi to d o esto es lo q u e se o bserva en n u estro texto. L as estac io n es o escalas del viaje son C os, R o d as, P á ta ra , T iro , T o lem aid a y C esarea. N o faltan los detalles del c a m in o : A C os se navegó en trav e sía d ire c ta , d e ja n d o a C h ip re a ia izq u ierd a. E n tres lugares se a n o ta n la d u ra c ió n de las eta p a s: D e M ileto a C os, d e C o s a R o d a s y de T o le m a id a a C esarea e m p le a ro n los v iajeros sen d o s d ias. D e C esarea el a u to r re c u e rd a ex p resam en te el n o m b re del h u ésp e d : era la fam ilia del d iá c o n o F elipe. R esp ecto a T iro y T o le m a id a dice p o r lo m enos que p a sa ro n la n o ch e co n los h erm a n o s en la fe. C o n sig n a co n esm ero la tie rn a d esp e d id a de T iro . E n tre los a c o n te cim ie n to s sin g u lares refiere q u e los m iem b ro s de la c o m u n id a d de T iro ac o n sejaro n in sisten tem en te a P ab lo que no p a rtie ra a J e ru ­ salén. V em os, pues, en el esp acio d e u n a línea el cú m u lo re la tiv a m e n te g ra n d e de hechos m en cio n a d o s co n so b ried a d y en serie, q u e es lo q u e p re cisam en te ca ra c te riz a al g én ero lite ra rio de la cró n ica. P a ra d e te c ta r este gén ero , im p o rta asim ism o o b serv ar si los d a to s m e n c io n a d o s son capaces de su b sistir aislad o s, es decir, si n o se u tilizan co m o hilo de la n a rra c ió n . P o r ejem p lo , al m en cio n a r a las hijas del d iáco n o F elipe, se dice q u e p o seían el d o n de profecía. T ra s sem ejan te d a to esp e raría m o s n o r­ m alm en te en u n a n a rra c ió n q u e alg u n a de las hijas, o to d a s ellas, se p u siera n a d e m o s tra r su a iris m a . E sto n o sucede en n u e stro caso. Se n o m b ra n a si­

m ism o p u n to s d e escala, de p a ra d a y llegada, en los q u e n o sucede a b so lu ta m e n te n ad a. E n u n a n a rra c ió n n o se c ita n lu g ares q u e n o sean escenario d e u n a acció n o d e u n suceso real. T o d o , en fin, m u e stra q u e en el tex to en cu e stió n n o hay u n a n a rra c ió n p ro p ia m e n te d ich a, sino u n a enum eración. N o s e n c o n tra m o s, p o r co nsiguiente, co n noticias, n o co n un g én ero n a rra tiv o , y las no ticias nos llegan en la fo rm a d e u n d ia rio d e viaje. ¿C ó m o se c o m p u so este d ia rio de viaje? ¿C óm o se llegó a esta fo rm a lite raria , q u e ap arece tam b ién en o tra s p á g in a s de los H ech o s de los A póstoles? ¿F u e c o n te m p o rá n e o d e san P a b lo el a u to r de los H echos? ¿Le a c o m p a ñ ó en a lg u n o de sus viajes, a n o tó los sucesos m ás im p o rta n te s e in c o rp o ró sus a p u n te s al lib ro de los H e ch o s d e los A póstoles? T al fue d u ra n te m u ch o tiem p o la o p in ió n re in a n te e n tre los exegetas del N uevo T estam e n to .

El

hacho

da

qu·

*1

a u t o r d a lo s H a c h o s da lo s A p ú s t o l a s p i a s a n t i a lg u n a s

p a ilc a p a s

an

la f o r m a d a un d ia r io d a v ia j a , n o i m p l i c a n a c a s a r ia m a n t a q u a al a u to r

m is m o

fu a ra

c o m p a ñ e r o d a v ia j a d a s a n P a b lo .

P e ro p o co a p o c o saliero n a luz las dificultades que im plica esta hipótesis. C o n o cem o s, en efecto, co n m u ch a e x a c titu d — p o r n o m e n c io n a r sino la dificultad p rin cip a l — el cariz de la teología p au lin a a través de las c a rta s del m ism o san P ab lo . A h o ra bien, la im agen q u e de la teología p au lin a reflejan los H ech o s d e los A p ó sto les difiere ta n to de la q u e n o s o tro s c o n o c em o s d irec tam en te, q u e no re su lta n a d a fácil im ag in arse q u e su a u to r fu e ra un c o m ­ p a ñ e ro p erso n al d e P ab lo . El libro de los H echos p arece m ás bien c o n sid e ra r a san P a b lo co m o a un g ra n m isio n ero del p a sa d o . Si la exégesis m o d e rn a a n d a a tin a d a en esta o b serv ació n , las p eríc o p as de los H ech o s de los A p ó sto les en fo rm a de u n d ia rio de viaje n o p u ed e n p ro v e n ir del m ism o a u to r que el re sto de la o b ra , o bien el d ia rio d e viaje no es de un c o m p a ñ e ro p erso n al de san P ab lo . P o r esta ra z ó n su p o n e n a lg u n o s a u to re s q u e el a u to r d e los H echos h a b ría co n o c id o un d ia rio de viaje escrito p o r alg ú n c o m p a ñ e ro real de san P ab lo , lo h a b ría u tiliza d o c u id a d o sa m e n te y luego h a b ría in c o rp o ­ ra d o a su o b ra al pie d e la le tra las p a rte s q u e le in tere sa b an . P ero ta m b ién esta h ip ó tesis adolece d e c o n si­ d erab les dificultades. Si fu e ra v erd ad era, ca b ria esp e rar q u e la fo rm a d e d ia rio de viaje o c u p a ra , sin so lu ció n de c o n tin u id a d , o tra s m u ch as p á g in a s de la seg u n d a p a rte d e los H echos. P ero esto es ju s ­ ta m e n te lo que n o o cu rre. S ólo u n o s peq u eñ ísim o s p á rra fo s p re se n ta n la fo rm a estricta d e u n a noticia. Y , so b re to d o , en cierto s p asajes relativ o s a los viajes y lab o res m isio n e ras d e san P ab lo hay tales lag u n as de in fo rm a c ió n , q u e d ifícilm ente p u ed e n explicarse en un a u to r q u e d isp o n e de un d ia rio de viaje a la h o ra d e c o m p o n e r su o b ra. P a ra o b v ia r estas d ificu ltad es se h a lan za d o ú ltim am e n te u n a te rc era so lu c ió n 20: Si los H echos

de los A p ó sto les son la o b ra c o m p u e sta p o r un c ristia n o de la era p o sia p o stó lic a , q u e no co noció p e rso n a lm e n te a san P ablo, es de p e n sa r que reco ­ gió las n o ticias y las trad ic io n e s q u e c irc u lab an so b re san P ab lo . Le seria, p o r ejem plo, su m am en te fácil o b te n e r, p o r escrito o v erb alm en te, las n o ticias relativ as a los viajes m isio n ero s d e san P ab lo . C o n ­ s u lta n d o a sus c o m p a ñ e ro s a ú n vivos, recogería c ierta c a n tid a d d e m ateriales d e m uy diverso valor, claro está, y h asta cro n o ló g ic am en te dispersos. En tal ca so , el a u to r d e los H echos sería q uien dio a su m ateria l la fo rm a de un d ia rio de viaje en aquellos p asajes en q u e d isp o n ía d e m u ch o s detalles, o en los q u e c o n ta b a con n o ticias de los testigos oculares. Así a rtic u la b a estu p e n d a m e n te los d a to s, al m ism o tiem p o q u e in fu n d ía al lector la con fian za en los te stim o n io s d e p rim e ra m a n o q u e utilizab a. N o no s to ca d ecid ir a h o ra cuál de las tres so lu ­ cio n es e sb o z a d a s es la a tin a d a , o la m ás p ro b a b le . Sea cu al fu ere la génesis de la fo rm a de d ia rio de viaje, q u e o b se rv a m o s en a lg u n a s pág in as d e los H e ch o s de los A p ó sto les, nin g ú n h isto ria d o r pasa p o r a lto la riq u ez a de los valiosísim os inform es que en c ie rra n p re cisam en te d ich as p artes.

¿C ó m o

lle g a r o n a lo s

H e c h o s d a lo s A p ó s t o ­ le s

la s

p e r ic o p a s

ca-

r a c t e r Í 2 a d a s p o r su f o r ­ m a de d ia r io de v iaje ? E n saya

de u n a

nueva

s o lu c ió n .

7. El prendimiento de Jesús E n el a p a rta d o p reced en te hem os h a b la d o de los g én ero s lite rario s n a rra tiv o s e in fo rm ativ o s: listas, cró n ic as, d ia rio s d e viaje. H a q u e d a d o c la ro q u e estos g éneros revisten especial v alo r a los o jo s del h isto ria d o r. E n to n ces, p o d em o s p re ­ g u n ta rn o s : ¿P o r q u é la B iblia n o nos d a m ás n o ­ ticias en esta fo rm a? ¿P or q u é el N u e v o T e sta m e n to , en p a rtic u la r, n o c o n tien e n in g u n a cró n ic a sobre la v id a de Jesús, n in g u n a c ro n o lo g ía c la ra de su

¿ P o r qu é no o fra c a al N u a v o T e s t a m e n t o u n a c r ó n ic a de la v id a da J e s ú s ?

El p r e n d im ie n t o de J e a i s , que n a rra M a r c o s , c o n t ie n e u n a s e r ie de d e t a lle s h is t ó r ic o s . S i n e m b iir g o , el r e la t o t r a s c ie n d e la m e ra i n ­ f o r m a c ió n

o

n o t ic ia ,

p o r q u e t r a t a de in t e r ­ p r e ta ! el a c o n t e c im ie it to a la luz de la fe.

e n tra d a en la v ida pú b lica, n in g u n a lista de los lu g ares en q u e predicó? Y so b re to d o : ¿P or q u é el N u evo T e sta m e n to n o p ro p o rc io n a n o ticias p re ­ cisas so b re los aco n te cim ie n to s m ism os? ¿P o r qué m u estra tan p o co in terés p o r estas cosas? H em os a n tic ip a d o ya u n a re sp u esta a estas in­ te rro g a n te s: la Iglesia p rim itiv a no tuvo interés en cró n ic as e in fo rm es, p o rq u e , no c o n ta n d o en a b ­ so lu to co n un largo fu tu ro , no p o d ía p re o c u p a rse de o b jetiv ar el p asa d o . E sta re sp u esta es a tin a d a , p ero n o suficiente. C o n v ien e a q u ila ta rla , co m o v am os a h acer en efecto, fiján d o n o s u n a vez m ás

en u n ejem p lo co n c reto . Se tra ta de M arco s 14, 43-52, q u e n o s h ab la de la p risió n d e Jesús. « A ú n e sta b a h a b la n d o (Jesús), c u a n d o llegó Ju d a s, u n o d e los d oce, y co n él u n a g ra n m u ltitu d co n esp a d as y p alo s, de p a rte de los pontífices, de los escrib as y de los an cian o s. F.l tra id o r h ab ía d a d o esta señ al: “ Al q u e yo bese, ése es; p re n d ed lo y co n d u c id lo bien se g u ro .” A p e n as llegó, se le acercó, y d ijo : “ ¡M aestro !” , y le besó. E llos le ec h aro n m an o y le p re n d ie ro n . P ero u n o d e los presentes sacó la e sp a d a, h irió al siervo del pontífice y le c o rtó la oreja. T o m a n d o Jesús la p a la b ra , les d ijo : “ ¡H abéis salido a p re n d erm e co m o c o n tra un la d ró n , c o n esp a d a y palos! ¡T odos los días estab a co n v o so tro s en se ñ an d o en el tem plo y n o m e prendisteis! P ero es p a ra q u e se c u m p la n las E s­ c ritu ra s .” T o d o s lo a b a n d o n a ro n y hu y ero n . U n jo v e n , c u b ie rto sólo co n u n a sá b a n a , seguía a Jesús. Le ec h a ro n m a n o ; p ero él, s o lta n d o la sáb a n a, se escap ó d esn u d o » (M e 14, 43-52). ¿Q ué p e n sa r de la fo rm a de este texto? L lam a en p rim e r lu g ar la aten ció n la p resencia d e cierto s elem en to s q u e se e n c u a d ra ría n p erfec ta m e n te en el g én ero de u n relato in fo rm ativ o , es decir, en u n a escu eta relació n de los hechos o rd e n a d o s uno tras o tro . Si los alin eam o s en serie, o b te n d re m o s el siguiente esq u em a: 1. A p a rece de rep en te Ju d a s y con él u n a tu rb a a rm a d a . 2. Ju d a s se acerca a Jesús, le salu d a co n el tér­ m in o « R ab b i» y le besa. 3. L a tu rb a que h a venido c o n Ju d a s p re n d e a Jesús. 4. U n o de los p resen tes saca la e sp a d a y hiere a un c o n tra rio en la oreja.

5. L os d iscíp u lo s huyen. 6. U n jo v en , so lta n d o la sá b a n a con q u e iba c u b ierto , huye d esn u d o . E stos hechos, so b ria m e n te fo rm u lad o s, pu ed en c o n stitu ir sin m ás un in fo rm e. T al in fo rm e refle­ ja ría incluso lo c a ra c te rístic o de to d o aco n tecer h istó rico re al: la co n tin g en cia y la ca su alid ad de los sucesos. En la re alid ad , las cosas no o cu rren con u n a c o h e ren c ia sim ple, co m o a m a ñ a d a de a n te m a n o : siem pre sobreviene u n im previsto, algo que sale p o r la tan g en te , cosas, en su m a, q u e la vida m ism a real in v en ta co n su m o v im ien to y sus so r­ presas. O bsérvense, desde este p u n to de vista, los ep iso d io s 4-6 de la lista, q u e refieren, sin d u d a, sucesos sim u ltá n e o s: los am ig o s y co n o c id o s de Jesús h u y e n ; sólo u n o p ien sa en la d efen sa y desen ­ vaina la e s p a d a ; u n jo v e n huye d esn u d o . T o d o s estos ep iso d io s reflejan el b aru llo y la co n fu sió n del m o m en to . S on típ ico s d e las situ acio n es p a re ­ cidas. Es tam b ién significativo q u e n o se aclare qu ién echó m a n o a la e sp a d a : ¿un discípulo?, ¿cóm o se llam ab a? D a d o q u e era d e n o ch e y re in a b a la o sc u rid a d , n ad ie p o d ía sab er a ciencia cierta cóm o se h a b ía d e s a rro lla d o efectivam ente to d a la escena. El ep iso d io del jo v e n q u e huye d e sn u d o c o n c u e rd a perfec ta m e n te co n el c a rá c te r c o n tin g e n te y acci­ d e n ta l d e los aco n te cim ie n to s. A p esa r d e la g ra ­ vedad de la situ ació n , n o deja de te n e r su rib ete c ó ­ m ico, ra z ó n , sin d u d a , p o r la q u e lo o m itiría n los d em ás E vangelistas. ¿Q ué te n d ría q u e d ecir se­ m ejan te ep iso d io en u n a h isto ria de la salvación? P ero episodios así so n los que fo rm a n la tra m a de u n a h isto ria real. L a v ida es siem p re u n a m ezco lan za de razo n es y sin razo n es, de cosas sen satas e in sen ­ satas, serias y rid icu las, im p o rta n te s y b aladíes.

M ira n d o en el c o n ju n to de la escena, el episodio del jo v en d e sn u d o es tan in trasce n d en te co m o el hech o de q u e la nave en que v iajab a san P ab lo av a n z ó según su ru m b o d e ja n d o C h ip re a la iz­ q u ie rd a . Este, y no o tro , es el cariz q u e p re sen tan los hech o s, c u a n d o nos lim itam o s a n o tificarlo s con precisió n y e x a ctitu d . P o d em o s, p o r ta n to , afirm a r q u e los ep iso d io s que sirven de base a n u estro texto, se p re s e n ta n d ó cilm en te al reflejar el p re n d im ien to de Jesú s en la fo rm a de u n a n o ticia in fo rm ativ a. Y d a n d o un p aso m ás en n u e stro análisis, deb em o s re c o rd a r q u e el tex to de san M arco s a p e n as ha su frid o , en su so b ried a d , las am p liacio n es p ro p ia s d e las ley en d as cristian as, am p liacio n es q u e c o m e n ­ z a ro n m uy te m p ra n o en el seno d e la trad ic ió n evangélica. N o p asó m u ch o tiem p o sin q u e los c ristia n o s q u isieran sab e r qu ién fue el n o m b re que dese n v ain ó la esp ad a. Se re sp o n d ió que fue uno

E l e p i s o d io

d el jo v e n

q u e h u y e d e s n u d o tie n e s u rib e te c ó m ic o ; p ero c o s a s de e ste t ip o s u n p r e c is a m e n t e

la s

e n tran

h is t o r i a

en

la

qu e

c o n s u s i m p r e v is t o s y c a s u a li d a d e s .

155

A p iic a c io n t s U g a n d a p h í i ó ñ 'd e ^ J e i ú * * · ^ ¡a t r a d i c i ó n e v a n g é lic a ,

156

d e los A p ó sto les, y c o n c re ta m e n te san P e d ro (Jn 18, 10). Se q u iso sab e r ta m b ién el n o m b re del siervo del su m o sac erd o te —aq u el a qu ien le corta ro n la o re ja — , y se av erig u ó q u e se llam ab a M aleo (Jn 18, 10). N u e v a p re g u n ta : P ero ¿qué o re ja le c o rtó P e d ro al p o b re h o m b re, la izq u ierd a o la derecha? P ues la d erech a (Le 22, 50). ¿Y es p o sib le q u e Jesús a b a n d o n a ra al m a lh e rid o en el m onte? R e sp u e sta : ¡D e n in g u n a m anera! Jesús se la c u ró al in sta n te (Le 22, 51). Y, c la ro , h ab ía que sab e r tam b ién qué d iría Jesús a Ju d a s c u a n d o éste le besó p érfid am en te. ¿C ó m o iba a q u ed a rse callad o ? Le re sp o n d ió , pues, y «le d ijo : Ju d a s, ¿con un beso e n tre g as al hijo del hom bre?» (Le 22, 48). T o d o s estos detalles son am p liacio n es p o ste ­ rio re s, q u e n o e ra n p re cisam en te difíciles d e in ­ v en tar. N o los e n c o n tra m o s en san M a rc o s y, en el m ejor de los casos, son m ás recientes q u e el p rim e ro d e los E vangelios. E n c o n tra ste , ch o c an la so b ried a d y la o b jetiv id a d co n q u e escribe san M a rc o s, y n o s h ac en p e n sa r q u e el esc rito d e éste está m ás p ró x im o a los ac o n te cim ie n to s reales. U n a vez m ás p o d e m o s afirm a r q u e se d a n , en este caso , to d a s las co n d icio n e s fa v o rab les a la red acció n d e u n in fo rm e au té n tic o . C o n el m a ­ terial c o n sig n ad o se p o d ía co n fecc io n a r fácilm ente u n a lista de fechas y d a to s , sin m ás arreg lo s q u e la cru d eza de los hechos. P ero no es así. N o ten em o s un in fo rm e p ro p ia m e n te d ich o . L a n a rra c ió n del p re n d im ien to de Jesús n o es u n a n o ticia, u n re la to in fo rm ativ o . N o lo es en n in g u n o d e los E v an g e­ listas, ni siq u iera en san M arco s. Se tra ta , p o r el c o n tra rio , d e u n a n a rra c ió n d irig id a a c a p ta r el a c o n te cim ie n to en p ro fu n d id a d , e ilu m in a r su trasfo n d o , a hacerlo c o m p re n d e r a la luz de la fe. La sim ple frase «El tra id o r h a b ía d a d o esta se-

nal» re b asa el p u n to de vista d e un m ero testigo y a p u n ta a u n a s m aq u in ac io n e s previas. El térm in o «el tra id o r» es u n a v alo ra ció n m an ifiesta, co m o lo es ta m b ién la frase « Ju d as, u n o de los D oce». P a ra c o m p re n d e rla , el lector necesita co n o c er de a n te m a n o to d o lo q u e el E vangelio h a d ich o en p á g in a s a n te rio re s acerca d e los D o c e: su fam ilia­ rid a d c o n Jesús, y las p ro m esa s q u e éste les h ab ía hecho. P u es bien, u n o de ellos es p recisam en te qu ien le traic io n a . L a so led ad de Jesús re sa lta así viva­ m en te. N i los m ás ín tim o s le co m p re n d iero n . O b serv em o s asim ism o la co m p o sició n e sm erad a q u e d e la ta n o tra s afirm acio n es d e la seg u n d a p a rte del re la to . « U n o d e los p resen tes sacó la esp a d a» : acció n c o m p le ta m e n te a b su rd a e ineficaz con la q u e c o n tra s ta la p a la b ra serena y re p o sa d a de Jesús a sus enem igos. Y re su lta que esta p a la b ra , d irig id a a los enem igos, viene a ser co m o la señal de fuga. H a s ta el m o m e n to q u e d a ro n los d iscíp u lo s com o p a ra liz a d o s. S ólo después d e q u e h a b la Jesús, se hace referen cia a la h u id a : E n to n ce s « to d o s lo a b a n d o n a ro n y h u y eron». El ep iso d io siguiente, ún ico , sirve ev id en tem en te p a ra c o n c re ta r e ilu stra r la d e s b a n d a d a general, de su erte que, al final de to d a la escena, se lo g ra la situ ació n , p rev iam en te su g erid a y a n u n c ia d a , del to ta l a b a n d o n o q u e sufre Jesú s. Jesú s, en efecto, tien e q u e a n d a r solo su cam in o . Se ve, pu es, el esm ero con q u e se h a tra b a ja d o el tex to , y la en o rm e d istan cia que hay e n tre un tex to así y la seca enum eración sucesiva de u nos h ech o s sin m ás co nexión q u e la cro n o ló g ica. En n u e s tro tex to hay u n a ordenación d e episodios, p ero cu alificad a co n vistas a las in ten cio n es del n a rra d o r. E n el c o n ju n to del tex to es p ercep tib le tam bién la c o m p o sició n del n a rra d o r. A la tra ic ió n de Ju d as,

U n a n a r r a c ió n c u a li f i c a d a , c o m p u e s t a a b a s e de h e c h o s a is la d o s .

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En c o n t r a s t a c o n la « n o t ic ia » , la n a r r a c ió n h i s t ó r i c a in te r p r e ta lo s h o c h o s h is tó r ic o s.

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en la p rim e ra p a rte del texto, c o rre sp o n d e en la últim a, la h u id a in ev itab le de los d iscípulos. P ero en el c e n tro de to d o se sitúa la p a la b ra seren a y firm e de Jesús. E sta p a la b ra de Jesús es el indicio m ás elo cu en te de q u e n u e stro texto es m ás que un inform e. E v id en tem en te, el Jesús h istó rico no h a ­ b laría en el m o m e n to del p re n d im ien to . A quienes se les p re n d e d e so rp re sa, difícilm ente se les d a la o p o rtu n id a d d e h ab lar. Y, so b re to d o , q u e la p a ­ la b ra de Jesús se dirige a unos d e stin a ta rio s ajenos a la escena. Lo q u e dice, bien está p a ra los re sp o n ­ sables, p a ra los jefes del p u eb lo , p ero no ta n to p a ra los policías que ejecu tan u n a ord en . San L ucas se p e rc a tó de la in co n g ru e n cia y arreg ló la n a rra c ió n , h ac ie n d o q u e n o fa lta ra n en el p re n d i­ m ien to «los pontífices, los g u ard ia s del tem p lo y los an c ia n o s» (¡N ó tese la d iferen cia e n tre Le 22, 52 y M e 14, 48!). Sin e m b arg o , la dificu ltad de los «falsos d e s tin a ­ tarios», el versículo en cu estió n no p re te n d e tra n s ­ m itir u n as p a la b ra s literales del Jesús h istó rico , sino in te rp re ta r p a ra la inteligencia del lector el hecho del p re n d im ie n to . D a d a esta in ten ció n del n a rra d o r, tiene p len o sen tid o el q u e Jesús d irija la p a la b ra a los q u e m a q u in a n su m u erte, y vea en estas m aq u in a c io n e s el cu m p lim ie n to de las E scritu ras. Se p o n e n en b o ca de Jesús las p a la b ra s a d e cu ad a s p a ra h acer ver al lecto r la d o b lez y la m ald ad con q u e a c tu a ro n los enem igos de Jesús, d e c la ra n d o al m ism o tiem p o q u e la P asión no fue algo aciago y fatal, sino el c u m p lim ie n to de las E scritu ra s, es decir, un ac o n te cim ie n to de la his­ to ria de la salvación. N u e stro tex to , p o r co n sig u ien te, n o es un inform e. E s m ás bien u n a narración histórica, q u e in te rp re ta los ac o n te cim ie n to s, d a sen tid o a hechos p a r tic u ­ lares y los a lu m b ra con u n a luz in terio r, sin tem ores

ni re p a ro s a p o n e r en b o ca d e Jesús p a la b ra s que sirven a su p ro p ia fin alid ad : la explicación religiosa de la h isto ria. E sta o rd e n a c ió n de los hechos y la sim u ltán e a in te rp re ta c ió n de los m ism os c a ra c te riz a a to d a la h isto ria de la P asió n , y m ás a ú n , co n stitu y e una d im en sió n esencial de la m ay o ría d e las n a r ra ­ cion es evangélicas. N a tu ra lm e n te , la m ezcla de la m era n o ticia co n su in te rp re ta c ió n n o se atiene siem pre a la m ism a dosis. U n as veces p re d o m in a un elem en to , o tra s el o tro . P ero ja m á s vem os en los E v an g elio s la n o ticia escueta, el in fo rm e que

¿ Q u é s a b r ía m o s s i se h u b ie ia f il m a d o la P a ­ s i ó n de J e s ú s ? P o r s u ­ p u e s to . un m o n tó n de d e t a lle s . P e ro i g n o r a ­ r ía m o s

el

fo n d o

d el

a c o n t e c im ie n t o .

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re p ro d u c e la m a te ria lid a d ex tern a de los hechos re n u n c ia n d o a to d a in te rp re ta c ió n . ¿P o r qué? Es la p re g u n ta q u e nos hace volver a la cu estió n p la n te a d a al p rin cip io de este a p a rta d o . ¿P o r q u é los E vangelios n o nos ofrecen au tén tica s «noticias» so b re a lg u n as e ta p a s de la vida de Jesús? ¿P or ejem plo, so b re la P asión? P ero , siendo co n secu en tes, se d eb e p la n te a r la p re g u n ta c o n ­ tra r ia : ¿Q ué h u b ie ra lo g ra d o la Iglesia prim itiv a, si n o s h u b ie ra d e ja d o u n a c ró n ic a so b re el proceso de la P asió n , e n u m e ra n d o uno tra s o tro los hechos, a tib o rrá n d o lo s d e d etalles y sin n in g u n a in te rp re ­ tació n ? ¿S ab ríam o s en to n ce s lo q u e realm en te su­ cedió? L o d u d o . D em o s, p o r un m o m en to , rien d a su elta a la fa n ta sía y su p o n g a m o s que no se h u b ie ra n escrito las n a rra c io n e s evangélicas d e la P a sió n ; que, en su lu g ar, se h u b ie ra film ado c o n u n a c á m a ra ocu lta el tra n sc u rso de las ú ltim as h o ra s de Jesú s; y q u e se h u b ie ra n g ra b a d o c o n u n m icró fo n o clan d e stin o to d a s las p a la b ra s p ro n u n c ia d a s p o r los diversos ac to re s del d ra m a . S o n id o e im agen se u n irían p a ra o b te n e r u n a película y h o y p o d ría m o s c o n te m p la rla y esc u ch arla , sin co rte s ni co m en ta rio s. ¿Q ué sa­ b ríam o s entonces? C o n o cería m o s, desd e luego, u n cú m u lo de d e­ talles que no e n c o n tra m o s en los E vangelios. S a b ría m o s en to d o s sus p o rm e n o re s có m o sucedió el p re n d im ie n to d e Jesús. S a b ría m o s lo q u e a c o n ­ teció en el san e d rín . S ab ríam o s, fin alm en te, có m o fue la crucifixión y v eríam o s desde fu e ra to d o lo qu e sucedió en el G ó lg o ta . S ería, sin d u d a , im p o r­ ta n tísim o , a p a s io n a n te y co n m o v ed o r. P ero ¿sa­ b ríam o s lo que efectiv am en te o c u rrió en to n ce s en Jeru sa lén y en el C alv ario ? L o digo c o n to d a la fu e rza : D e lo p ec u lia r y específico del a c o n te c i­ m ien to no sab ría m o s n ad a .

V eríam o s c ó m o los so ld a d o s ro m a n o s a ju sti­ c iaro n a u n ju d ío , cru cificán d o lo . E scena en verdad d e s g a rra d o ra . P ero escena, ni m ás ni m enos, que los so ld ad o s ro m a n o s h a b ía n eje c u ta d o mil veces en m il escen ario s. L as tro p a s ro m a n a s de o cu p ació n h a b ía n m a ta d o a m iles de ju d ío s d e la m ism a m a ­ nera. La m u erte de Jesús en la cru z nos d iría, p o r ta n to , bien p o co , si n o se n o s ex p licara la ra zó n del p ro c eso c o n tra Jesús y de su crucifixión. A h o ra bien, ¿n o s la ex p licaría re alm en te u n a p ro yección cin em ato g ráfica? El co n o c im ien to ex a cto del d a to ex tern o ¿ p o d ría d e sc u b rirn o s el ú ltim o p o rq u é de la m u e rte de Jesús? ¡M uy difícilm ente! P a ra a tis b a r alg o en p ro fu n d id a d , te n d ría m o s que c o m e n z a r p o r co n o c er los an teced en tes d e la vida d e Jesú s, su a c tiv id ad , su d o c trin a , su pred icació n , sus exigencias. N u e stro im ag in ario film e d o c u m e n ­ tal sería deficiente a este respecto. N e cesitaríam o s o tro m ás a m p lio , q u e a b a rc a ra , p o r lo m enos, el tiem p o de la v id a p ú b lic a de Jesús. ¿Y nos b astaría? ¿ E n te n d eríam o s siq u iera de lejos las exigencias y reiv in d icacio n es de Jesús sin co n o c e r el A n tig u o T estam e n to ? ¿C abe en te n d e r a Jesú s sin la Ley y los P ro fe ta s, sin las experiencias y las esp eran zas d e Israel? Y en g en eral, ¿cabe co m p re n d e r a Jesús sin c o n sid e ra r su v id a co m o la fase ú ltim a y decisiva de la h is to ria tra m a d a en tre D io s e Israel? A h o ra bien, ¿có m o reflejar estas d im en sio n es del a c o n te ­ cim ien to m e d ia n te u n a d o cu m e n ta c ió n p u ra m e n te fo rm a l, m ed ian te un escueto inform e d e la m arc h a ex tern a de los sucesos? A q u í n o vale la cró n ic a de u n o s h ec h o s alin ea d o s en serie, ni la p u ra n o ticia. L as d im en sio n es p ro fu n d a s de la h isto ria, su m is­ terio y su sen tid o ín tim o , sólo son accesibles m e­ d ia n te la in te rp re ta c ió n y la acla rac ió n . H ay q u e h u rg a r los hechos. Y co n esto lleg am os a la ra z ó n p ro fu n d a d e que

E l s e n t id o p r o fu n d o de u n a c o n t e c im ie n t o a s c a p a a la m e ra e n u m e ­ r a c ió n de s u s d e t a l le s e x te rn o s

P ara

p e r c i­

b ir lo e s n e c e s a r io i n ­ t e r p r e t a r lo s h e c h o s .

161

U n a v e z m á s : E s e n c ia y p e c u lia r id a d d e la n a r r a c i ó n h is t ó r ic a .

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no p o d ía n b a sta r ni satisfacer a la Iglesia p rim i­ tiva los géneros lite rario s q u e llam am o s cró n icas o n o ticiario s. A la Iglesia p rim itiv a le e m b a rg a b a y p re o c u p a b a h o n d a m e n te el sen tid o salvífico de lo sucedido en el G ó lg o ta y la inteligencia de la vida de Jesús a trav és de la fe. P a ra esta la b o r no sirven sino los g éneros lite rario s en que tienen c a b id a la in te rp re ta c ió n y exposición de los hechos a la luz de la fe. P ues bien, tal es el caso de la na­ rración histórica. E ste gén ero , a d iferen cia de la m era n o ticia, in c o rp o ra al re la to la in terp re ta c ió n y la exposición b uscadas. C o n ay u d a de ciertos e lem en to s n a rra tiv o s y co n el c o n ju n to d e la n a r ra ­ ció n p erm ite d esc u b rir el fo n d o de la h isto ria y c o n s id e ra r los hech o s desde la experiencia de la fe. P a rte d e u nos hechos reales, p e ro no se c o n te n ta c o n reflejar su im agen ex tern a. Ja m á s se d esp ren d e del ac o n te cer h istó rico , d e lo fáctico, p e ro no se c o n fo rm a c o n e n u m e ra r u n o s p u ro s hechos h is­ tó rico s. H em o s ya d ich o que, al c o n ju g a r la co n sig n ació n de los hechos c o n su sim u ltán e a in te rp re ta c ió n o explicación p ro fu n d a —q u e es lo c o n stitu tiv o y lo ca ra c te rístic o de la n a rra c ió n h is tó ric a — , el peso p u ed e recaer m ás en un asp ecto que en o tro . L a m ezcla a d m ite am b o s elem en to s en diversas dosis, p re d o m in a n d o u n as veces la n a rra c ió n de los hechos y, o tra s, d e sc u id á n d o la en fa v o r de la in te rp re ta c ió n . E ste ú ltim o caso es el m ás frecuente en el N uevo T e sta m e n to , d o n d e o cu rre, incluso, q u e el re la to se a b so rb e de tal m o d o en el sen tid o p ro fu n d o de la ven id a de Jesús y del m isterio d e su p erso n a, que se aleja leguas del d a to h istó ric o p u ra m e n te m a ­ terial y ex tern o . A c o n tin u a c ió n an a liz are m o s u n a n a rra c ió n típ ic a de este g én e ro : la a n u n c ia c ió n del n ac im ien to de Jesús según L ucas 1, 26-38.

8. La anunciación del nacim iento de Jesú s «Al sexto m es, el ángel G a b rie l fue en v iad o p o r D io s a u n a c iu d a d de G alilea, lla m a d a N a z a re t, a u n a virgen d e sp o sa d a con un v aró n llam ad o José, de la casa de D av id , y el n o m b re de la virgen era M aría. E n tra n d o ju n to a ella, le d ijo : “ Salve, llena de g racia, el S eñ o r es c o n tig o .” A estas p a la b ra s, M a ría se tu rb ó , y se p re g u n ta b a qué significaría tal salu d o . Y le dijo el án g el: “ N o tem as, M a ría , p o rq u e h as e n c o n tra d o gracia a n te D ios. C o n c e ­ b irás y d a rá s a luz un hijo, al q u e p o n d rá s p o r n o m b re Jesús. Será g ra n d e y llam ad o hijo del A ltísim o ; el S eñ o r le d a rá el tro n o de D a v id , su p a d re ; re in a rá so b re la casa de Ja c o b p o r los siglos, y su re in o n o te n d rá fin.” M a ría dijo al ángel: “¿C ó m o será esto pues no co n o zco v a ró n ?” Y el ángel le c o n te s tó : “ El E sp íritu S an to v en d rá sobre ti y el p o d e r d el A ltísim o te c u b rirá co n su so m b ra ; p o r eso el n iñ o que nazca será sa n to y llam ad o H ijo de D io s. H e a q u í q u e Isabel, tu p a rie n ta , ha co n c eb id o tam b ién u n hijo en su a n c ia n id a d , y la que se llam ab a estéril está ya en el sexto mes. P o rq u e n a d a hay im posible p a ra D io s.” D ijo e n ­ tonces M a ría : “ H e aq u í la esclava del S e ñ o r; h á ­ gase en m í según tu p a la b r a .” Y el ángel la dejó» (Le 1, 26-38). C o m p a ra n d o esta escena co n la del p re n d i­ m ien to de Jesú s, según M e 14, c h o c a en ella in ­ m e d iatam en te la au sen cia de lo que allí nos llam ab a la ate n c ió n : la co n tin g en c ia y la «ilógica» de los ep iso d io s, esos rasg o s casuales, insignificantes y en el fo n d o b alad íes, q u e d esc u b ríam o s sobre to d o en el ep iso d io del jo v en q u e h u y ó d esn u d o . En este tex to n a d a h ay de co n tin g en te, casual o sin im p o rta n c ia . T o d o tiene un sen tid o p ro fu n d o , to d o se h alla en u n c o n te x to de tra m a indisoluble,

A l e s tu d ia r e s ta n a r r a ­ c ió n v o lv e r n o s a la p r e ­ g u n t a qu e h i c i m o s en la in t r o d u c c ió n . (V é a se p á g in a 10.)

163

Los

p in to re s

nos

han

c r is t ia ­

p re se n ta d o

e sta e sce n a da u n a m a ­ n e ra p l á s t i c a · i n t u i ­ t iv a , c o m o la d a a c r ib a Le 1 . 2 6 - 3 8 . P a r o ¿ q u é p re te n d a al t e it o ? ¿ D a r u n in fo r m e r e a lm e n t e h is t ó r ic o so b re al d e s a r r o ll o

d e la

e scena?

to d o se d e sa rro lla co n u n a c larid ad m arav illo sa. Si nos p re g u n ta m o s d e d ó n d e le viene a la n a rra c ió n sem ejante nitid ez y tra n sp a re n c ia , la re sp u esta es fácil: b asta o b se rv a r q u e sus elem en to s a p e n as si tien en u n a co n c re c ió n h istó rica. L a frase q u e a b re la n a rra c ió n es m uy ilu strativ a a este resp ecto . A p rim e ra vista, la fecha «en el sexto m es» p arece m u y c o n c re ta , algo q u e n o era de in ventarse. E n re alid ad , n o es m ás q u e u n a c o ­ nexión n a rra tiv a co n sen tid o e in ten ció n . Sirve, en efecto, p a ra e n la z a r el a n u n c io a M a ría co n el a n u n c io a Isabel so b re sus respectivos hijos. A l fin de la n a rra c ió n ap a re c e ex p resam en te esta con ex ió n ,

p o rq u e Isab el —se d ic e — está en su sexto m es de em b arazo . El «sexto m es» co n q u e se inicia la n a ­ rració n se refiere, p o r co n sig u ien te, a los d ías c o n ­ ta d o s desd e la a p a ric ió n del ángel G a b rie l a Z a ­ carías. L a ra zó n p recisa de escoger el sexto m es p a ra s itu a r la a n u n c ia c ió n del ángel G a b rie l a M a ría es p a lp a b le : El e m b a ra z o d e Isabel debe servir a M a ría de te stim o n io fehaciente, y los signos ex tern o s del e m b a ra z o no saltan a la vista h a s ta el sexto m es. C o m o en la secuencia de la n a rra c ió n , M a ría tien e q u e m a rc h a r p re su ro sa a v isitar a Isabel, el m ensaje del ángel n o se em p laz aría bien an tes del sexto m es del e m b a ra z o de Isabel. A sí,p u e s, la fijación de la fecha en el co m ien zo d e la n a rra c ió n n o tien e la m isió n de c o n sig n a r u n a fecha h istó rica co n c reta, sin o d e v in cu lar la p re h isto ria de Jesús con la de Ju a n . El c a rá c te r co n stru c tiv o de la n a rra c ió n brilla to d av ía c o n m ay o r cla rid a d al c o n s ta ta r q u e los elem en to s del d iálo g o e n tre el ángel G a b riel y M a ría p ro c e d e n , en su m ay o r p a rte , del A n tig u o T e sta m e n to . E xistían ya co m o fo rm a s e stereo ti­ p a d a s al u so : «E l S eñ o r es co n tig o » ap a rec e en Jueces 6, 12; lo dice el ángel del S eñ o r al ap arecerse a G ed eó n . « N o tem as» es la in terp e la ció n e ste re o tip a d a del A n tig u o T e sta m e n to , q u e usan los seres celestiales cu a n d o se ap a rec en a los h o m b res (véanse G énesis 15, 1; Jo su é 8, 1; Jueces 6, 23; D an iel 10, 12, y T o b ía s 12, 17). « N a d a hay im posible p a ra D io s» : lo e n c o n tra m o s a la letra en G énesis 18, 14, pasaje, p o r cierto , m uy significativo, pues p erten ece al re ­ la to del n ac im ien to de Isaac. F in a lm e n te , las p a ­ lab ra s: «S erá g ra n d e y llam ad o hijo del A ltísim o ; el S eñ o r le d a rá el tro n o de D a v id , su p a d re ; re in a rá so b re la c a sa de J a c o b p o r los siglos, y su reino no te n d rá fin» son u n a c la ra alu sió n a la fa m o sa

La

p r o c e d e n c ia

dtt|ah!stα*¡,a,n,*Π, da la A n u n c ia c ió n .

165

p ro fecía q u e N a tá n hizo a D av id , p ro m etién d o le en n o m b re de D io s un su ceso r en el tro n o y el re i­ n a d o e te rn o de su linaje (2 S am uel 7, 12-16). ¡Y no p a ra n a q u í las cosas! N o sólo ten em o s que los elem en to s fo rm ales del d iálo g o p ro v ien e n , o están to m a d o s, del A n tig u o T e sta m e n to . El c a ­ rá cter c o n stru c tiv o de la n a rra c ió n se tra n s p a re n ta p le n a m e n te al a n a liz a r la e s tru c tu ra del d iálo g o en su c o n ju n to . N o p u ed e m en o s d e ad m itirse q u e el an u n c io del n ac im ien to de Ju a n en L ucas 1, 5-20 y el an u n c io del n ac im ien to de Jesús en n u estro tex to o b edecen rig u ro sa m e n te a un esq u em a ú n ico :

Φ

A p a rició n de un ser celeste.

Φ

A n u n c io del n a c im ie n to d e u n hijo.

Im p o sició n del n o m b re. R evelación de su fu tu ro .

ae a n u n c ia c ió n » .

¿D e d ó n d e p ro v ien e este esquem a, cuyos ele­ m en to s y cu y a c o n stru c c ió n n o son evidentes en ab so lu to ? L a re sp u esta es sencilla, y la exégesis bíblica la co n o ce desde hace tiem p o : El esq u em a p ro v ien e del A n tig u o T e sta m e n to , d o n d e h allam o s n u m ero so s textos en q u e se pred ice y a n u n c ia el n ac im ien to de u n niño. L o s exegetas h ab lan , p o r esta ra z ó n , de «esq u em as de an u n ciació n » . D o s ejem plos b a sta rá n p a ra a c la ra r que se tr a ta efec­ tiv am en te de un esq u e m a fijo.

166

1. En G é n 16, 7-12 se a p a rec e el ángel d e Y avé a A g ar, la esclava de S ara, y le an u n c ia el n ac i­ m ien to de un h ijo : « H a lló la el ángel de Y avé en el d esierto ju n to a u n m a n a n tia l d e a g u a ... L uego

3 o s e j e m p lo s u t e r o t e s t a m e n t a r io s ι-l « e s q u e m a

a ñ a d ió to d a v ía : “ H e aq u í que tú estás en cin ta y p a rirá s un hijo y le llam ará s Ism ael, p o rq u e Y avé h a e sc u ch ad o tu aflicción. S erá un h o m b re fiero e in d ó m ito , su m a n o será c o n tra to d o s y la de to d o s c o n tra él. H a b ita rá a la faz de to d o s sus h e rm a n o s” .» 2. E n G én 17, 15-19 se ap a rec e D io s a A b ra h a m y le a n u n c ia p rim e ra m e n te de fo rm a general el n ac im ien to de un hijo, q u e lo te n d rá de S ara. « C ay ó A b ra h a m ro s tro en tie rra y se p u so a reír, d icién d o se a sí m ism o : “ ¿A un h o m b re de cien añ o s le p o d rá n acer un hijo, y S ara a los n o v en ta a ñ o s p o d rá ser m ad re ?”» E n to n ce s le hace D ios u n a p ro m e sa so lem n e: « C iertam en te, S ara , tu m u ­ je r, te d a rá un hijo y tú le llam ará s Isaac. Yo e sta ­ bleceré con él mi a lian z a, p a ra ser su D io s y el de su d escen d en cia, después de él.» E n am b o s caso s se reconocen fácilm en te los c u a ­ tro a p a rta d o s del esq u em a de a n u n c ia c ió n : D ios, o el ángel de D io s, ap arece, an u n c ia el n ac im ien to d e un n iñ o , le im p o n e un n o m b re, y revela su fu ­ tu ro o un asp e cto im p o rta n te del m ism o. El an u n c io del n ac im ien to de J u a n (Le 1, 13-17) y el an u n c io del n a c im ie n to d e Jesú s tT c 1, 31-33) se a ju sta n rig u ro sa m e n te a este esquem a. L os n a rra d o re s del N u e v o T e sta m e n to no han p o d id o m enos de tener a la vista los co rre sp o n d ie n te s textos del A n tig u o T e sta m e n to , y los h an im itad o c u id a d o sa m e n te en su co m p o sició n . ¡U na señal m ás del c a rá c te r es­ q u em ático y co n stru c tiv o de n u e stra n arració n ! El esq u em a de an u n c ia ció n , de to d o s m o d o s, no nos a c la ra m ás q u e la co m p o sició n o e stru c tu ra de la p rim e ra m ita d de la n a rra c ió n . A c o n tin u a c ió n , M a ría ex p o n e sus d u d a s y recelos, el ángel los d isip a y d a a M a ría u n a señal d o n d e re co n o ce r q u e D ios cu m p lirá sus aserto s. ¿H ay tam b ién en el A n tig u o T e sta m e n to un esq u em a e ste re o tip a d o , al que pueda a ju sta rse esta seg u n d a p a rte de la n arrac ió n ?

Sí, lo hay. La g a ra n tía d a d a p o r D io s m ed ian te una señal es un elem en to c o n sta n te en los re la to s de vocación q u e e n c o n tra m o s en el A n tig u o T es­ tam en to . E stos re la to s de vocación obedecen con fre­ cu encia al siguiente esq u e m a :

ω

D io s hace su llam ada.

©

El llam ad o expresa sus d udas.

0)

D io s las d isip a co n u n a aclaració n .

©

D io s av ala su a c la rac ió n m ed ian te u n a señal.

V am o s a ilu stra r tam b ién este esquem a, q u e lla­ m are m o s « esq u em a vocacional», c o n u n o s textos ca rac te rístic o s del A n tig u o T e sta m e n to : 1. En E x o d o 3, 10-12 se refiere del siguiente m o d o la m isión de M oisés frente al F a ra ó n . D ios dice a M oisés: « “ Ve, pues, yo te envío al F a ra ó n p a ra q u e saques a mi p u eb lo , los hijos de Israel, de E g ip to .” M oisés d ijo a Y avé: “ ¿Q uién soy yo p a ra ir al F a ra ó n y sac ar de E gipto a los hijos de Israel?” D ios le d ijo : “ Y o estaré co n tig o y ésta será la señal de q u e yo te he en viado. C u a n d o hayas sa­ c a d o al p u eb lo de E g ip to , a d o ra ré is a D io s sobre este m o n te ” » 2. E n Jerem ías 1, 4-10 d escrib e el p ro fe ta su v o cación, el lla m a m ie n to q u e D io s le hizo. A u n q u e en este caso, e n c o n tra m o s un re la to p ro fétic o en p rim e ra p erso n a, ex p resad o con la fo rm a yo, que lo diferencia n o p o co de la n a rra c ió n d e E x o d o 3, 10-12, el esq u em a es id én tico en el fo n d o . Sólo q u e, en el caso de Jerem ías, la señal n o es p a ra el

fu tu ro , sin o u n a acción q u e D ios m ism o realiza en el m o m en to . « L a p a la b ra d e Y avé m e fue d i­ rig id a p a ra d ecirm e: “ A n tes de fo rm a rte en el viente de tu m ad re te co n o c í; an tes q u e salieras del seno te co n sa g ré ; co m o p ro fe ta de las gentes te c o n s titu í.” Y o d ije: “ ¡A h, S eñor Y avé, m ira q u e yo no sé h a b la r: soy un n iñ o !” P ero Y avé me re sp o n d ió : “ N o d ig as: ¡Soy un niño!, p o rq u e a to d o s los que te en viaré, h a b rá s de ir, y to d o lo que yo te o rd e n a re les d irás. N o ten g as m iedo de ellos, p o rq u e estoy co n tig o p a ra p ro teg e rte, o rá c u lo de Y a v é.” Y Y avé exten d ió su m an o , to có m i boca y m e d ijo : “ He aquí q u e yo p o n g o m is p a la b ra s en tu b o c a ” » E stá a la vista q u e estos d o s tex to s del A n tig u o

En

Gén

1 7.1 S I 9



a p a re e * D io s a A b r a ­ ham

y

la

a n u n c ia

al

n a c im ie n t o d a un h ijo . La a n u n c i a c i ó n dul n a ­ cí m u n t o

da J e s ú s an

Le 1 ,3 1 -3 3



r ig u r o s a m e n t e

a ju ita a

e ste

e s q u e m a lit e r a r io .

loV

Lc 1.26 38 e s u n a c o m b in a c ió n de d o s e s q u e m a s v e le r o t e s t a m e n t a n o s

T e sta m e n to obedecen al m ism o esq u em a y q u e la seg u n d a p a rte de Lc 1, 26-38 está tam b ién co n s­ tru id o sobre este m ism o esquem a. N o hay una m isión form al e n c o m e n d a d a a M a ría , p o rq u e el esq u em a de a n u n c ia c ió n n o es u n a h isto ria v o ca­ tio n a l. E n lu g ar de la m isión ten em o s el an u n c io del n ac im ien to , del n o m b re y del fu tu ro del niño. P ero , de to d o s m o d o s, ap a re c e co n nitidez y re ­ lieve el seg u n d o elem e n to del esq u em a v o cacio n al: M aría , igual q u e M oisés y Jerem ías, m anifiesta sus d u d a s, q u e, según pide el esq u e m a , son d isip ad as p o r la a c la ra c ió n del ángel G a b riel. A to d o esto se a ñ a d e el c u a rto elem e n to del esq u em a vocacional, el signo fe h acien te: E n el e m b a ra z o de Isabel, e n ­ tra d a en añ o s, c o n o c e rá M a ría que D io s cum ple su p ro m esa. R esu lta, p o r co n sig u ien te, c la ro q u e el co n ju n to d e la n a rra c ió n d e Lc 1, 26-38 se c o m p u so a base del A n tig u o T e sta m e n to . El a u to r no se c o n te n tó con to m a r del A n tig u o T e sta m e n to u n as fó rm u las es­ te re o tip a d a s (ejem p lo : « N a d a h ay im p o sib le p a ra D io s» ); aju stó ad e m á s su n a rra c ió n a un esquem a ya ex isten te en el A n tig u o T e sta m e n to , o m ejor dich o , se atu v o a d o s esq u em as v ete ro te sta m e n ta rio s c o m b in á n d o lo s: 0

A p a rició n de un ser celeste.

(2) A n u n c io del n a c im ie n to de un niño

170

©

Im p o sició n del n o m b re.

©

R evelación de su fu tu ro .

©

D u d a s del h o m b re.

©

A c la rac ió n q u e d isip a las d u d as.

©

Signo fehaciente.

E sq u em a de a n u n c ia c ió n E sq u em a d e vocación

S ólo d esp u és de h a b e r desv elad o así la estru c­ tu ra ín tim a de la n a rra c ió n de la A n u n c ia ció n a M a ría , cab e explicarse p o r q u é re su lta tan h o m o ­ génea, tan tra n s p a re n te y ta n ló gicam ente artic u ­ lad a. E sta n a rra c ió n n o p re te n d e d esc rib ir la realidad con sus a v a ta re s y c o n tra rie d a d e s ; a sp ira ú n ica­ m en te a c a p ta rla a base d e u n as e stru c tu ra s fijas y de u n o s elem en to s fo rm ales a c u ñ a d o s, q u e p ro ­ vienen del A n tig u o T estam e n to . N o s e n c o n tra m o s, en sum a, m u ch o m ás lejos del gén ero lite rario d e la n o ticia in fo rm ativ a o de la c ró n ic a q u e en la n a rra c ió n d e la p risió n de Jesús. Y la co n c lu sió n es fo rzo sa: m enos a ú n que en el caso del p re n d im ie n to de Jesús le interesa aq u í al n a r ra d o r co n sig n ar y tra n sm itir m eros hechos, pues su aten ció n e in ten ció n se co n c en tran casi ex clu siv am en te en u n a in te rp re ta c ió n y ex­ plicación. P ero ¿ in terp retac ió n de qué? ¿Q ué in­ ten ció n e n tra ñ a esta n a rra c ió n ? ¿C uál es su tesis? E stas p re g u n ta s carecen de re sp u esta v erd ad era h asta q u e se to m a en serio la e stru c tu ra del texto. H em o s v isto q u e la n a rra c ió n se c o m p o n e d e d o s esq u em as a c u ñ a d o s en el A n tig u o T e sta m e n to : el esq u em a de an u n c ia ció n y el esq u em a vocacional. T en ié n d o lo en c u e n ta p o d em o s p re cisar las p re ­ g u n tas q u e ac a b a m o s de fo rm u la r. ¿D e qué se ira ta en esto s esquem as? ¿C uál es su intención específica? ¿ D ó n d e está su sen tid o esencial? La re sp u esta co n c ern ien te al esq u em a d e a n u n ­ ciació n n o es difícil. El hecho d e a n u n c ia r m ed ian te una a p a ric ió n celeste la venida d e un niñ o a este m u n d o n o p u ed e ten er o tro sen tid o q u e m an ife sta r la im p o rta n c ia del n iñ o en la h isto ria de la salvación. La salv ació n , en efecto, está en ju eg o , y la esencia de la n a rra c ió n se c o n c e n tra en el c u a rto a p a rta d o del esq u e m a a n u n c ia to rio , d o n d e se descu b re el fu tu ro del recién n ac id o o del q u e está p o r nacer.

¿ C u á l e s la ¡ m e n c ió n l i t a r a n · p r e c is a del r e la t a de la A n u n c ia c ió n ?

171

L a in t e n c ió n

d«i

e s p e c if ic a r e la t o de la A n u n c i a c ió n ¿ u t a »n e s t a f r a s e .

172

E n el esq u em a v o cacio n al sucede co sa m uy d is­ tin ta . N i el d a r la señal d e g a ra n tía , ni la ac la rac ió n co n q u e D io s o un ángel d isip a n las d u d a s del h o m b re , c o n stitu y e n el m o m e n to cu m b re . E stos elem en to s n o son su stan tiv o s, están al servicio de o tra idea, que ap arece en el p rim e r a p a rta d o de la v ocación, el lla m am ien to , cuyo c a rá c te r d ivino su b ­ ra y an y esclarecen. La esencia, p o r co n sig u ien te, de n u e stra n a r r a ­ ción, su sen tid o c e n tral, a d o n d e co n v erg en los d em ás elem en to s, n o p u ed e e star, ni en las d u d a s que ex p resa M a ría (versículo 34), ni en la ac la rac ió n del ángel, que las d isip a (versículo 35), ni en la señal de g a ra n tía q u e se d a a M a ría (versículos 3637). P u esto q u e el m o m e n to c u m b re de u n esq u em a v o cacio n al se h alla en el p rim e r a p a rta d o del es­ q u em a, en n u e stro caso no p u ed e ser sino el m e n ­ saje del ángel, a n te rio r a las d u d a s de M aría . Y en el esq u em a d e an u n c ia c ió n , a su vez, la idea cen tral no es ni el n ac im ien to , ni el n o m b re que se im p o n e al n iñ o ^ á t la rev elació n d e su fu tu ro . El an álisis e s tru c tu ra l del tex to m u e stra , pues, co n m e rid ia n a c larid ad q u e el m o m en to c u m b re y el sen tid o c e n tra l d e n u e s tra n a rra c ió n se c ifran en la frase: «S erá g ra n d e y llam ad o H ijo del A ltísim o ; ej s eñ o r le d a rá el tro n o de D a v id , su p a d re ; rei.

.

,

,

,

.

n a ra so b re la ca sa de J a c o b p o r los siglos y su re in o no te n d rá fin» (versículos 32-33). H em os llegado así a u n re su lta d o en ex trem o im p o rta n te , in clu so decisivo. P ero a n tes de ev a­ lu arlo en sus detalles, vo lv am o s de n u ev o a n u e stra s p re g u n ta s. D el c a rá c te r co n stru c tiv o y esq u e m á tic o del re la to de la an u n c ia c ió n hem os in ferid o q u e n o se tra ta en p rim e ra in sta n c ia de referir u n h echo, sino de d a r u n a in te rp re ta c ió n y explicación. ¿Q ué es lo q u e en esta n a rra c ió n se in te rp re ta y explica? D esp u és d e h ab e r av e rig u ad o , p o r la c rític a de las

J e s ú s ua el M e s í a s , el H ijo de D i o s ; e s e n t r o n iz a d o en s u r e in o e t e r n o : t a l es el m e n s a je p e c u lia r del r e la t o de la A n u n c ia c ió n . L a p r o f e s ió n de h de la c o m u n id a d p o s p a s c u a l se p r o y e c te a l o s o r íg e n e s d e J e s ú s p e r a d e s c u b r ir s u v e rd a d e r a p e r s o n a l i d a d

J e s ú s e s el M e s í a s :

de^Nuev^stamento

174

fo rm as, la afirm a ció n que o c u p a el c e n tro de la n a rra c ió n , la re sp u esta es in elu d ib le: lo q u e se q u iere in te rp re ta r y a c la ra r es la p e rso n a lid a d de Jesús, su ser y su m isterio. T en e m o s a n te los ojos u n a n a rra c ió n cristo ló g ica, q u e viene a decir que el n iñ o , co n c eb id o p o r M a ría , será llam ad o H ijo del A ltísim o. E n o tro s térm in o s, la n a rra c ió n c o n ­ fiesa q u e Jesús es el H ijo de Dios. D ice ad e m á s que D ios le d a rá el tro n o d e D av id , su p a d re , o sea q u e D ios le c o n stitu irá m esías, un m esías, com o p recisa el tex to , c o n u n re in a d o etern o . Y ten ien d o en c u e n ta q u e el esq u e m a n a rra tiv o d e la a n u n c ia ­ ción se sitúa ya an tes del n ac im ien to p a r a revelar el d estin o de un h o m b re, la afirm ació n específica de la n a rra c ió n h a b rá q u e fo rm u la rla del siguiente m o d o : Jesús es el H ijo de D ios, Jesús es el M esías, Jesús está al fre n te d e su e te rn o re in a d o , en él se h a n c u m p lid o las p ro m esa s m esiánicas del A n tig u o T e sta m e n to . T o d a s estas afirm acio n es son los d o g m as, las p ro fesio n es de la fe p o sp asc u al so b re la p erso n a de Jesús. E n c o n tra m o s en el N u e v o T e sta m e n to n u m ero so s tex to s d o n d e se ve que los títu lo s de «H ijo de D ios» y «M esías» son las afirm aciones c e n tra les de la fe de la p rim itiv a Iglesia, q u e tra tó de c o m p re n d e r y explicarse el m isterio d e Jesús cru cificad o y re su cita d o . P o d em o s, pues, decir que en el c e n tro de n u e stra n a rra c ió n h ay u n a p ro fesió n de fe p o sp asc u al so b re Jesú s, u n a p ro fesió n de fe no aislad a co m o u n a p ro p o sició n e rrá til, sino in ­ te rp re ta d a y fo rm u la d a co m o n a rra c ió n . P ero es ta m b ién cla ro que en Lc 1, 26-38 ju e g a un papel im p o rta n te la concepción de Jesús por obra del Espíritu. ¿Q ué v alo r tiene o qué v alo r d esem ­ p eña en n u e stro tex to la afirm ació n de que n o h u b o intervención de v aró n en la co n c ep ció n de Jesús?



Es in n eg ab le, desde luego, el relieve que se le d a a esta idea. M aría le o p o n d rá p recisam en te u n a d u d a , un esc rú p u lo q u e el ángel G a b riel se en c arg a rá de d isip ar. D esde el p u n to de vista té cn ic o -n arrativ o se tra ta , sin d u d a , de un elem en to fu ertem en te a c en tu ad o . P ero p o r o tra p a rte , ta m b ién es evi­ d en te que la a c la rac ió n del ángel, en el versículo 35, no ad m ite p a ra n g ó n co n la revelación del v ersícu ­ lo 32, según la cu al Jesús es el M esías y el H ijo del A ltísim o. La a c la ra c ió n del ángel, en el versículo 35, no p re te n d e sino s u b ra y a r y e x p licar la rev elació n del versículo 32: Jesú s es el H ijo de D ios, p o rq u e su existencia h u m a n a es fru to de la acción c re a d o ra de D ios en el seno d e u n a virgen. L a fo rm a y es­ tru c tu ra d e la n a rra c ió n están d icien d o q u e no cab e e q u ip a ra r sin m ás la tesis de la co ncepción virginal co n la de la filiación d iv in a de Jesús. O tra ob serv ació n , m uy d iferen te, nos im p u lsa tam b ién a p en sa r en el m ism o sentido. L a p ro fesió n de fe en q u e Jesús es el M esías p r o ­ m etid o y el hijo de D io s, se e n c u e n tra en to d o s los estra to s del N u ev o T e sta m e n to , desde las c a rta s m ás an tig u a s de san P ab lo h asta el E vangelio de san Ju a n . Es el d ep ó sito de fe de la Iglesia p rim itiv a , que se p ro fe sa b a v iv am ente en to d as las c o m u n i­ dad es cristian a s y que em ergía c o n sta n te m e n te en mil v arian tes. E n c a m b io , la afirm ació n de la c o n ­ cepción virginal de Jesús a ca rg o d e u n a m ilag ro sa in terv en ció n del E sp íritu S an to es exclusiva de n u e stro tex to y de M a te o 1, 18-25. En v an o se la b u scará en las re sta n te s p ág in as del N u ev o T e s ta ­ m en to . Y en los m ism os textos m en cio n ad o s, d o n d e ap arece, no co n stitu y e el o b jeto d e u n a p r o ­ fesión d e fe; n o se p re sen ta co m o u n a afirm ación in d ep en d ien te, válid a en sí m ism a, sino en función de o tra afirm ació n , la filiación d iv in a de Jesús. En am b o s tex to s, efectivam ente, la concepción

L a c o n c e p c ió n v i r g i n a l de M a r ia , p o r o b r a del E s p ír it u

Sa n to ,

no es

t o d a v ía , βιι el N u e v o T e s t a m e n to , u n a a f i r ­ m a c ió n de fe.

175

El g é n e ro ϋ · la « M f r a c i ó n

confesional)).

176

virginal viene a su b ra y a r y explicar el enigm a de la p e rso n a lid a d de Jesús. P o d em o s afirm a r sin te m o r y en v erd ad que n u e s tra n a rra c ió n es cristológica. Su m eollo y ce n tro está en los d o g m as de la fe p o sp asc u al: Jesús es el H ijo de D io s; Jesús es el M esías e n tro ­ n izad o en su re in a d o e te rn o ; Jesús es el cu m p li­ m ien to de las p ro m e sa s v e te ro te sta m e n ta ria s. N u es­ tra n a rra c ió n tra ta de en sa lz ar e ilu stra r esta tesis cristo ló g ica de la p rim itiv a fe cristian a . P ara c a ra c te riz a r, p o r co n sig u ien te, su género lite rario | lo m ás a p ro p ia d o será h a b la r d e u n a « n arrac ió n co n fesio n al» . E sto es: u n a n a rra c ió n que confiesa y en señ a q u ién es Jesús, re m o n tá n d o se a los días an te rio re s a su co n cep ció n y refiriendo sus orígenes a base de esq u em as v e te ro te sta m e n ta rio s. N o s dice, en sum a, q u e Jesús es el H ijo de D ios, p o rq u e vino de D ios. Si esto es así, se n o s c ierran to d a s las posib ilid ad es de re sp o n d e r a b ase d e la n a rra c ió n a ciertas p re ­ g u n ta s d e te n o r h istó rico q u e p o d em o s hacernos. La p re g u n ta , p o r ejem p lo , de si M a ría tu v o o dejó de ten er u n a vivencia s o b re n a tu ra l, u n a revelación. E v id en tem en te, p u d o h a b e rla ten id o , p u d o h a b e r , sido a g ra c ia d a co n u n a rev elació n . P ero n o se p o d rá ' d e m o stra r p o r el an álisis d e L ucas 1, 26-38. El género lite ra rio d e esta n a rra c ió n no d a pie a tales d em o strac io n es. L a n a rra c ió n nos dice únicam ente q u e Jesús es el H ijo de D io s, p o rq u e su co ncepción fue o b ra del E sp íritu de D ios. S o b re to d o lo dem ás calla. S ería un c o n tra se n tid o , a jen o a la in ten ció n del texto, p re te n d e r re c o n stru ir u n a secuencia his­ tó ric a de hechos ex tern o s. Q ue n o p ro c ed e tal re­ co n stru cció n , se c o n firm a co n o tra o b serv ació n . Si n u e stra n a rra c ió n fu e ra la re p ro d u c c ió n de un d iálo g o re alm en te e n ta b la d o en tre el ángel

G a b riel y M a ría , la o bjeción de que ella no co n o c ía varó n , sería del to d o ininteligible. E sta n d o M aría d esp o sa d a, la p ro m esa « co n ceb irás un niño» era clarísim a y sólo p o d ía ser in te rp re ta d a en el sen tid o de q ue, c u a n d o Jo sé la llev ara a su casa, c o h a b ita ría con ella y del m a trim o n io v en d ría el niñ o p ro m etid o . ¿A q ué viene, p o r ta n to , la o bjeción de q u e ella no ten ía relacio n es sexuales con n in g ú n v aró n ? N o se resuelve la d ificu ltad co n su p o n er que M a ría q u izá situ a b a el m o m e n to de la a n u n c ia d a c o n ­ cepción d e n tro del p e río d o de sus esponsales, es decir, c u a n d o to d a v ía José n o la h ab ía llevado a su casa. La p ro m esa del ángel ja m á s p o d ía tener tal sen tid o p a ra u n a m u ch ac h a ju d ía , q u e, d es­ p o s a d a ya, e sta b a a u n o s m eses del m atrim o n io . C o m o ú nica salid a q u ed a en to n ces su p o n e r que M aría h a b ía h ech o en alg ú n m o m e n to un vo to de v irg in id ad y, en co n secuencia, el e m b a ra z o estab a fu e ra d e sus p ersp ectiv as. Así se ha in te rp re ta d o de h ech o d u ra n te siglos la p re g u n ta que M aría dirig ió s o rp re n d id a al ángel. P ero esta h ip ó tesis es c o m p le ta m e n te eq u iv o ca d a, y hace m u ch o tiem po q u e la exégesis bíblica re n u n ció a ella. E n p rim er lu g ar, en n u e stro tex to n o se dice p a la b ra de un v o to de v irg in id ad . En seg u n d o lu g ar, sem ejante v o to re su lta su m am en te inverosím il, d a d a la gran estim a q u e de la m a te rn id a d y del m atrim o n io fecu n d o re in a b a en el ju d a ism o . E n tercer lugar, M aría , en ta l caso, h a b ría d a d o la p a la b ra de m a ­ trim o n io sin h a b e r d ich o n a d a del vo to a su novio. P o r m ás vu eltas q ue se le dé al a su n to , siem pre re su lta q ue, si el d iálo g o e n tre el ángel G a b riel y M a ría d isc u rrió co m o lo cu e n ta L ucas 1, nos q u e ­ d a m o s su m erg id o s en dificultades m solubles. E n c a m b io , to d a s las dificultades se desvanecen al to m a r en s e n o el hecho de q u e la n a rra c ió n se

L a h i p ó t e s i s d e que L c 1 , 2 6 - 3 8 refle ja u n d i á l o g o re a l e n tre el á n y e l G a b r ie l y M a r ía , a c arre a d ific u lta d e s i n s o l u b le s .

177

En L c 1 -2 , lo s á n g e le s a p a ie c e n

s ie m p r e

en

lo r m a c o r p o r a l. En M t 1 -2 . en c a m b io , a p are c e n

s ie m p r e

en

s u e ñ o s . H e a q u í un s i g ­ n o m á s de q u e l a s a p a ­ r ic io n e s a n g é l i c a s s o n ' e le m e n t o s r a d a c c io n a le s b í b li c o s .

P or e sta

ra ¿ó n e s c a s i i m p o s i ­ b le s a c a r c o n c lu s io n e s h is t ó r i c a s .

D is t in t a s fo rm a s de d e s c r ib ir l a s a p a r i c i o n e s a n g é li c a s .

ciñe a un esq u e m a lite ra rio , c o n o c id o en el A n tig u o T estam e n to , en el q u e son esenciales la objeción del q u e recibe la revelación, y la explicación que la disipa. P o rq u e, en tonces, la objeción no es una o bjeción de M a ría , sino la p ista p o r d o n d e el n a ­ rra d o r lanza a los lectores p a ra d arles a en te n d e r la ñ liació n d iv in a de Jesús, q u e ac ab a de confesar. P o r co n sig u ien te, la n a rra c ió n n o debe leerse com o u n a n o ticia, ni co m o un in fo rm e h istórico. C ab e to d a v ía a c la ra r esta co n clu sió n con o tro d etalle. T a n to a Z a c a ría s co m o a M aría , el resp ec­ tivo ángel se les m anifiesta en fig u ra corporal. En el caso d e Z ac arías, el ángel se p o sa a la derech a del a lta r del incienso (Lc 1, 11); en el de M aría , a u n q u e no se nos diga ex presam ente, nos im ag i­ n a m o s que el ángel e n tró en la casa (Lc 1, 28). Incluso en la h isto ria del n ac im ien to , el ángel del S eñ o r se m an ifiesta de la m ism a m an era a los p a s ­ to re s (Lc 2, 9). E n su m a, en el E vangelio de la In fan cia según san L ucas, ten em o s tres textos de a p a ric io n e s d o n d e los ángeles se « ap arecen» en re alid ad , es decir, to m a n fo rm a s co rp o rales. A h o ra bien, lo c u n u s o es q u e en el E vangelio de la In fan cia según san M ateo , tam b ién ap arece tres veces un ángel del S eñor (en 1, 20; 2, 13 y 2, 19), p ero en ningún caso se p re se n ta realm en te ni a d o p ta fo rm a c o rp o ra l; p o r el c o n tra rio , en los tres pasajes se dice ex p resam en te q u e las a p a ri­ ciones o c u rrie ro n en sueños. D io s in fu n d e al h o m ­ bre un sueño, y en este sueño el h o m b re ve al ángel y le oye decir lo que debe hacer. T eo ló g ica­ m ente, e incluso p sico ló g icam en te, este caso es m ás sublim e q u e el de las a p a ricio n es lucanas. ¿P or qué los ángeles de san L ucas prefieren la a p a ric ió n c o rp o ra l y los de san M a te o la presencia o nírica? Si to m a m o s estos textos com o, no ticias h istó ricas, h a b rá q u e d ecir q u e D ios o rd e n a a los

ángeles a p a re c e r u n as veces en fo rm a c o rp o ra l, y o tra s en fo rm a o n írica, y q u e a san L u cas le toca ca su a lm e n te re ferir las a p a ricio n es c o rp o ra le s, m ien ­ tra s san M a te o , ta m b ién ca su alm en te, re la ta las ap a ric io n e s o níricas. El lecto r p u ed e ver c o n to d a cla rid a d que esto n o es así, m áxim e al re c o rd a r q u e tam b ién en el A n tig u o T e sta m e n to h ay diversas fo rm a s de des­ c rib ir las ap a ric io n e s celestes: fo rm a s m uy realistas en los escrito res q u e g u sta n en to d o de n a rra c io n e s realistas, y fo rm a s teo ló g icam en te ca u te lo sas y re­ serv ad as en los esc rito res que prefieren tam b ién en lo d em ás u n a s n a rra c io n e s teo ló g icam en te re ser­ v ad a s. D e to d o lo cual se d ed u c e que la m a n e ra m is­ m a de h a c e r in te rv e n ir al ángel en n u e stra n a rra c ió n es tam b ién u n a fo rm a d e p re sen tació n , u n a fo rm a lite raria . P o r co n sig u ien te, h arem o s bien d ejan d o en susp en so to d a s las cu estio n es h istó ricas que p ro ­ v o can las n a rra c io n e s de este género, p a ra c e n tra rn o s en sus au té n tic a s afirm aciones. E n n u estro caso, la tesis c o n s ta ta sim p lem en te: Jesús es el M esías p ro m e tid o . Jesús es el H ijo de D ios. Su origen m ism o está en D ios.

9. Un discurso de revelación La p a rá b o la , la n a rra c ió n d id á c tic a , la saga, la n a rra c ió n h istó rica, la n o tic ia o inform e, la n a r r a ­ ción c o n fesio n al: he a q u í o tro s ta n to s géneros n a rra tiv o s de la B iblia. N i el te n o r d e la n a rra c ió n , ni su in ten ció n , ni su S itz im L eben coinciden. E v id en tem en te, n o fa lta n en la B iblia o tro s géneros específicos, q u e se su m an a los n a rra tiv o s. P ero in te rru m p im o s a q u í su re c u e n to y análisis, p a ra ec h ar siq u iera una o je a d a a o tro s géneros, q u e no re la ta n aco n te cim ie n to s, sino q u e recogen sen-

ten cias y discu rso s. E v id en tem en te tam b ién en estos caso s e n c o n tra re m o s u n a g ra n v arie d ad de fo rm a s y de g én eros. E x am in em o s un ejem plo. A c u a lq u ie r lecto r de los E vangelios le h a b rá c h o c a d o a lg u n a vez q u e Jesús h a b la de m uy d is­ tin to m o d o en los escrito s de M a te o , M a rc o s o L u cas y en el E v an g elio de san Ju a n . L a diferencia afecta n o sólo al co n te n id o , sino tam b ién a la form a y estilo. ¿En q ué co n siste esta diferencia y a q u é se debe? P a ra p ercib ir la p e c u lia rid a d del lenguaje de Jesú s a trav és de san Ju a n , leem os a te n ta m e n te u n larg o d iscu rso , q u e el C u a rto E vangelio po n e en b o ca d e Jesús. Es el d iscu rso del ca p ítu lo 8, d irig id o a un g ru p o de oy en tes n o bien definido, e n tre los q u e se h allan ta m b ién los fariseos. «Jesús les h a b ló de nuevo d ic ie n d o : “ Y o soy la luz del m u n d o . El q u e m e siga, n o a n d a rá en tin ° ’ n ieb las, sin o q u e te n d rá la luz de la v id a .” Los fariseo s le d ije ro n : “T ú testificas de ti m ism o ; tu testim o n io n o es v e rd a d e ro .” Jesús les re sp o n d ió : “ A u n q u e yo testifiq ue d e m í m ism o , m i testim o n io es v erd ad ero , p o rq u e sé de d ó n d e vengo y a d o n d e v o y ; p e ro v o so tro s n o sabéis d e d ó n d e vengo y a d o n d e voy. V o so tro s ju zg áis según la ca rn e, yo n o ju zg o a n ad ie. Y si yo ju z g o , mi ju icio es v er­ d a d e ro , p o rq u e n o estoy solo, p u es el P ad re , q u e m e en v ió , está co n m igo. E n v u estra ley está escrito q ue el testim o n io de d o s h o m b res es veraz. D e mí testifico yo y testifica el P ad re , que m e h a e n ­ v ia d o .” E n to n ce s le d ije r o n : “¿ D ó n d e está tu p a d re ? ” Jesú s re s p o n d ió : “ N i a m í, ni a m i p a d re conocéis. Si m e co n o c ie rais a m í, co n o c eríais tam b ién a mi P a d re .” A sí h a b ló ju n to al teso ro , en se ñ an d o en el te m p lo ; y n in g u n o lo p re n d ió , p o rq u e su h o ra no h a b ía lleg ad o aú n . Les d ijo en o tra o ca sió n : “ Y o me voy; m e bus­ caréis y m o riréis en v u estro p ecado. A d o n d e yo

Un

d i s c u r s o de J e s ú s

enel. eva"9el·0 d®

san Juan (Jn 8.12-30).

181

voy, no po d éis ir v o so tro s.” L os ju d ío s d ecían : “¿Irá a m atarse, p u es dice: D o n d e yo voy, no p o d éis venir v o so tro s?” Y c o n tin u a b a Jesú s: “ V o s­ o tro s sois de ab a jo . Y o soy de a rrib a . V o so tro s sois de este m u n d o . Y o n o soy d e este m u n d o . O s dije q u e m o riréis en v u estro s p e c a d o s; p o rq u e si no creyereis q u e yo soy, m o riréis en v u estro s p e c a d o s.” Y le d e c ía n : “ Y tú ¿quién eres?” Jesús les c o n te stó : “ Pues lo q u e os vengo d icien d o . T en g o m uchas co sas q u e d ecir y ju z g a r d e v o so tro s, m as el que me envió es veraz, y yo dig o al m u n d o lo q u e le he o íd o a E l.” Y no c o n o c ie ro n q u e les h a b la b a del P ad re. Les d ijo , pues, Jesú s: “C u a n d o hayáis le v a n ta d o al H ijo del h o m b re, co n o ceréis q u e yo soy y q u e n a d a h ag o p o r mi c u e n ta , sino q u e digo lo que me enseñó el P ad re. El que m e h a en v iad o está co n m ig o , y ño m e deja solo, p o rq u e yo hago siem pre lo q u e le a g ra d a a E l.” C u a n d o dijo esto, m uchos crey ero n en él» (Jn 8, 12-30). L o p rim e ro que llam a la aten c ió n en este pasaje del E vangelio de san Ju a n es la solem ne au to p re sen tació n del p rin c ip io : «Y o soy la luz del m u n d o .» A esta a u lo p re se n ta c ió n sigue in m ed iatam en te u n a p ro m e sa : «El q u e m e siga, n o a n d a rá en tinieblas, sino que te n d rá la luz d e la vida.» E sta conexión e n tre la a u to p re se n ta c ió n (q u e em pieza co n un «Y o soy») y la p ro m e sa (que em pieza con «el q u e ...» ) se repite co n b a sta n te frecuencia en el E vangelio de san Ju a n . V eam o s:

E sq u e m a

e s t e r e o t ip a ­

d a de lo s d i s c u r s o s de J e s ú s e n el E v a n g e li o de s a n J u a n : A u to p r e s e n t a c ió n + P r o m e s a

182

« Yo so y el p a n d e la vida. E l que viene a m í, n o te n d rá h am b re , y el q u e cree en m í, n o te n d rá sed jam ás» (Jn 6, 35). « Yo soy el p a n vivo b a ja d o del cielo.

E l que com e d e este p a n , vivirá etern am en te» (Jn 6, 51). « Yo so y la luz del m undo. E l que m e siga, no a n d a rá en las tinieblas, sino q u e te n d rá la luz de la vida» (Jn 8, 12). « Yo so y la p u e r ta ; e l que e n tra p o r ini se salvará» (Jn 10, 9). « Yo so y la resu rrecció n y la vida. E l que cree en m í, a u n q u e m u era , vivirá» (Jn 11, 25). « Yo soy la vida, v o so tro s los sarm ientos. E l que p e rm a n ece en mí y yo en él, d a m u ch o fru to » (Jn 15, 5).

A h o ra p o d em o s p ro c ed er fácilm ente a la c o n ­ tra p ru e b a e x a m in a n d o si este esq u em a estereo tip ad o ap arece en los d iscu rso s de Jesús, q u e nos tra n s ­ m iten los tres p rim ero s E vangelios. El re su lta d o es in eq u ív o co : el esq u em a « A u to p re se n ta c ió n + P ro m esa» n o ap a rec e en b o ca de Jesús, en los res­ tan tes E v an g elio s, ni u n a sola vez. El d iscu rso de Jesús en Jn 8, 12-38 co m ien za co n fo rm e a un es­ q u em a e ste re o tip a d o que no ap arece en los E v a n ­ gelios de M ateo , M arco s y Lucas. E n c a m b io , es ca rac te rístic o del E vangelio d e san J u a n : sólo h ab la así el Jesú s de este E vangelio. P e ro ¿qué tip o d e d iscu rso ten em o s aquí? ¿Q ué fo rm a de h a b la r es ésta, q u e co m ien za con u n a au to p re sen tació n , sigue con u n a p ro m esa y se desen ­ vuelve luego co m o en Jn 8, 12-29? P a ra reco n o cerlo

U n a c o m p a r a c ió n t o m a d a d a la h i s t o r i a de la s r e l ig i o n e s .

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m ejor, an alicem o s p rim ero u n texto ex trab íb lico , que p ro ced e del filósofo p a g a n o C elso (siglo 11 d espués de C risto ). E n sus viajes p o r Siria y P a ­ lestina, C elso h ab ía esc u ch ad o a p re d ic ad o re s o rie n ­ tales a m b u la n te s, q u e re c o rría n p u eb lo s y aldeas so lta n d o d iscu rso s a las m asas. T o d o s ellos decían m ás o m enos lo m ism o. C elso resum e su p re d i­ cació n en los siguientes té rm in o s: «Y o soy D io s o hijo de D io s o E sp íritu divino. H e venido, p o rq u e el fin del m u n d o es in m in en te, y v u estro fin, ¡oh h o m bres!, se ac erc a a cau sa de v u estro s crím enes y m ald ad es. P ero yo q u iero salvaros. P ro n to me veréis a rre b a ta d o p o r fuerzas celestiales. ¡D ichoso q u ien m e ad o ra! S o b re to d o s los d em ás lan zaré fuego e tern o , so b re to d a s las ciu d ad e s y cam p o s. Y los h o m b res q u e n o co n o cen su castigo en vano se a rre p e n tirá n y su sp ira rá n . P ero a quien haya ten id o fe en m í, lo p re serv aré etern am en te.» ,, , . .. . C o m p a ra n d o este tex to c o n los d iscu rso s de Jesús q u e leem os en el E vangelio d e san Ju a n , no se pu ed e m enos de re s a lta r v ig o ro sam en te en o rm es d iferencias que los d istin g u en . E n n in g u n a p a rte del E v angelio de san J u a n h a b la Jesús d e sí y de su m isión de u n a m a n e ra ta n p rim itiv a , rim b o m b a n te y d esc ara d a. En n in g ú n p asaje de san J u a n dice Jesús « Y o soy D io s» ; d irá m ás bien: «El q u e m e ve a m í, ve al P ad re» (Jn 14, 9). A n ad ie pide Jesús q ue le a d o re ; le pide ú n icam e n te creer q u e D ios le ha e n v ia d o : «El q u e cree en m í, n o cree en mí, sino en aq u el q u e m e h a en v iad o » (Jn 12, 44). F in a lm e n te , Jesús p ro c u ra p ro m o v e r la fe, p ero n o p o r tem o r al castig o en p rim e ra in stan cia, com o lo hace el texto p a g a n o , sino p o r el deseo de que los h o m b res lleguen al c o n o c im ie n to de la verdad y p o sea n la vida e te rn a : «Y o he venido al m u n d o p a ra que ten g an vida y la te n g a n en ab u n d a n c ia » (Jn 10, 10). P rec isa m e n te este p a ra n g ó n c o n el

tex to d e C elso m u e stra q u e el Jesús del E vangelio de san J u a n n o es u n o m ás en la larg a lista de los ta u m a tu rg o s y p re d ic a d o re s am b u la n te s an tig u o s, que se p re se n ta b a n a sí m ism os co m o dioses en figura h u m a n a , tra ta n d o de c a u tiv a r a las m asas co n recu rso s m ágicos y serm ones terroríficos. P ero en m ed io de estas p ro fu n d a s divergencias de fo n d o , salta a la vista el p a recid o de la fo rm a. C o m o el tex to de Jn 8, 12-29, el a p o rta d o p o r C elso co m ien z a tam b ién co n la autopresentación del o r a ­ d o r, q ue, co m o en san Ju a n , se p lasm a en la fo rm a «yo soy». En u n o y o tro caso se tra ta en el fo n d o , de u n a au to rre v e la c ió n , a c o m p a ñ a d a de u n a p re ­ ten sió n ca te g ó rica y ab so lu ta . N o se a d m iten rép licas ni titu b eo s. H ay q u e a c e p ta rla o rech azarla. A d ecir verd ad , este c a rá c te r p e re n to rio y ab so lu to de la a u to rrev elac ió n ap arece en el E vangelio de san J u a n c o n m u ch a m ay o r clarid ad q u e en el breve tex to de C elso. L os fariseos, en efecto, re p ro c h a n a Jesús q u e dé te stim o n io de sí m ism o, p o r lo que su testim o n io n o es v erd ad ero . P ero c u a n d o Jesús resp o n d e q u e ta m b ién su P a d re d a testim o n io de él, en to n ce s el c a rá c te r a b so lu to de su a u to rre ­ v elación se hace irreb atib le, ya que sólo el que cree en Jesú s p u ed e co n o c er el testim o n io del P a d re (véase el versículo 19). A sí pues, la p re ­ ten sió n de Jesú s no es c u e stio n a b le ; p o r eso puede p a ra fra s e a rla de nu evo y p o r eso re ite ra u n a y o tra vez el «Y o soy» (véanse 8, 24.28). C o n su p re te n sió n ab so lu ta , Jesús se co n v ierte en m o tiv o de crisis, es decir, en aquel q u e divide al m u n d o . L o d ivide e n tre él y sus oy en tes: « V oso tros sois de a b a jo . Y o soy de arrib a . V o so tro s sois de este m u n d o . Y o n o soy de este m u n d o » (Jn 8, 23). Y , al m ism o tiem p o , divide tam b ién a sus oyentes: u n o s creen en él, o tro s no. E sta división del a u d i­ to rio en crey en tes y no creyentes co rresp o n d e, en

A s i d i s c u r s e a b a n , se yun

C e ls o ,

l o s p r e d i­

c a d o r e s o r ie n t a le s a m ­ b u la n t e s . Jasú s lio s :

Jam ás

en lo s «Yo

so y

d ic e

Evange­ D io s » .

J . im á s h a b ló d e s i y de ru ir iis ió n c o n t a l é n ­ f a s i s y a u t o r r e lie v e . P u ro en el e v a n g e lio de sa n J u a n e n c o n tra m o s el e s q u e m a c i t a d o : la fo r m a del d i s c u r s o de r e v e la c ió n . ¿ C ó m o e x ­ p l ic a r e s te fe n ó m e n o ?

e! d iscu rso , a los té rm in o s co n secu tiv o s d e prom esa y de am enaza. E n el tex to de C elso se d estac a con g ra n c larid ad el p aralelism o d e la p ro m esa y de la am en a za, que llega a cristalizarse en u n a e stru c tu ra d u a l: « D ic h o so q u ien m e a d o ra » (p ro m esa). «S obre to d o s los d em ás lan zaré fuego etern o » (am enaza). «Y los h o m b re s q u e no co n o c en su castigo en vano se a rre p e n tirá n » (am en aza). «P ero a qu ien haya ten ido fe en m í, lo p re serv aré e tern am en te» (p ro ­ m esa). T en em o s, pues, p ro m esa -a m e n a z a -a m e n a z a p ro m esa , c o n fo rm e a la e s tru c tu ra A -B -B -A . T am b ién el d iscu rso d e Jesús c o n tien e u n a p r o ­ m esa solem ne, p e ro se tr a ta d e u n a p ro m e sa —y esto es c a ra c te rístic o — e m p a lm a d a in m e d ia ta ­ m ente a la a u to p re s e n ta c ió n : «E l q u e m e siga, no a n d a rá en las tin ieb las, sin o que te n d rá la luz de la vida.» T a m p o c o fa lta la am en a za, p ero n o a p a ­ rece h asta el versículo 8, 24: «Si no creyereis que yo soy, m o riréis en v u estro s pecad o s.» N o tem o s u n a vez m ás la p ro fu n d a d iferen cia d e c o n te n id o en tre la am en a za del d iscu rso de Jesú s y la del

¡D ichoso el que me adora!

tex to de C elso, si bien lo que en este m o m en to nos in tere sa es el m ero hecho de la presencia de la a m e­ n a z a en am b o s textos. E n resu m en p u ed e decirse q u e, ta n to en Jn 8, 12-29 c o m o en el texto de C elso, ten em o s u n a fo rm a de len g u aje a la q u e el o ra d o r aju sta u n a p re te n sió n a b so lu ta , ineludible e incuestionable p a ra los oyentes. El d iscu rso a fro n ta al m u n d o e n te ro y a n u n c ia q ue no hay m ás que u n a po sib i­ lid ad de salv ac ió n : creer en el o ra d o r. L o c a ra c ­ terístico en esta fo rm a d e lenguaje es la a u to p re ­ sen tació n del o ra d o r con el «yo soy», y la an títesis de p ro m e sa y am en aza. P u d ié ra m o s b a u tiz a r esta fo rm a d e lenguaje c o n el n o m b re de «discurso de rev elació n de un re d en to r» . T o d o s y ca d a u n o de sus elem en to s ca rac te rístic o s a b u n d a n en los d is­ cu rso s q u e el E v an g elio de san Ju a n p o n e en b o ca d e Jesús. P e ro ¿de d ó n d e p ro ced e e stric ta m e n te esa id e n ­ tid a d fo rm al de lenguaje q u e o b serv am o s en tre el d iscu rso de los p re d ic ad o re s a m b u la n te s orien tales

T a n to

en

Jn

com o

en

el

8 .1 2 -2 9 te x to

de

C e ls o , t e n e m o s el g é ­ n e ro lit e r a r io lla m a d o « d is c u r s o de re v e la ­ c ió n de un re d e n to r» .

187

d e la a n tig ü e d a d , re su m id o p o r C elso, y los d is­ cu rso s d e Jesús según el E vangelio de san Ju an ? ¿ Im itaría co n sc ie n tem en te C elso, o los p re d ic a ­ d o re s a m b u la n te s d e P alestin a, el tex to del E v an ­ gelio d e san J u a n , to m á n d o lo co m o un m odelo? T al h ip ó tesis es co m p le ta m e n te inverosím il. El tip o de d iscu rso d e revelación q u e c o m e n ta m o s e sta b a m uy d ifu n d id o en la a n tig ü ed a d d u ra n te los siglos i y u d espués d e C risto . L o e n c o n tra m o s en m u ch o s escrito s d e aq u e llo s tiem pos, q u e h a b la n d e m isterios, revelaciones, co n o c im ien to s esotéricos y d e sa b id u ría . A sí c o m e n z a b a n , p o r ejem plo, los an tiq u ísim o s escrito s d e los m án d eo s, u n a secta b a u tista de S iria o rien ta l, cuyos o rígenes se re m o n ta n al siglo i d espués d e C risto . Sus o b ra s a b u n d a n en d iscu rso s d e revelación, q u e co n tien e n los elem entos fo rm ales señ a la d o s en el d iscu rso de C elso y en los d iscu rso s del E vangelio de san Ju a n . En el L ibro de Juan d e los m án d eo s, p o r ejem plo, el rev elad o r se p re sen ta del siguiente m o d o 22: «Y o soy u n p e sc a d o r d e la g ra n vida, u n pes­ c a d o r d e la vida p o d e ro sa , yo soy u n p esc a d o r de la g ra n vida, u n m en saje ro al q u e h a e n v iad o la v id a ... ¡G u a rd a o s del m undo! ¡G u a rd a o s de los h e d io n d o s p á ja ro s q u e se ciern en so b re vosotros! Si os g u a rd á is d e ellos, h e rm a n o s m íos, yo seré v u estro s o c o rro : un s o c o rro y u n a p o y o p a ra salir del lu g ar de las tin ieb las al lu g ar de la luz.» E n o tro escrito de los m án d eo s, en el Verdadero Ginza, el re v elad o r h a b la a s í23: «Y o soy el en v iad o de la lu z; to d o el q u e p ercib a su a ro m a , te n d rá la vida. A to d o el q u e a c a ta su d iscu rso , se le in u n d a rá n los o jo s de lu z ... P ero los m alos, ésos, m en tiro so s, se o b n u b ila rá n ellos m is­ m o s... L o s m alos se h u n d e n p o r su p ro p ia v o lu n ta d en el g ra n m ar d e Suf.»

C la ra m e n te se ve el tipo de d iscurso q u e tenem os a la vista. L o s elem en tos form a le s: a u to p re sen tac ió n -p ro m e s a -a m e n a z a (o bien, am o n e s ta c ió n ) son palpables. Y si c itá ra m o s íntegros los dos textos m á n d e o s , sald rían a luz o tro s p u n to s form ales c o m u n e s al texto de Jn 8, 12-29. P ero h em o s p re ­ ferido lim itarn o s a los elem en tos m e n c io n a d o s : a u to p re s e n ta c ió n -p ro m e s a -a m e n a z a . C o n ellos b a s ­ ta p a r a c o m p re n d e r lo qu e es un d iscu rso de reve­ lación y p a s a r a lo q u e p rim o rd ia lm e n te n o s interesa . a h o r a : p o n e r de relieve las diferencias e n tre estos discursos y los tra n s m itid o s p o r los o tro s tres Evangelistas. C o m o p u n to de referencia, p o r p arte de los S inópticos, escogerem os el texto d e Lc 12, 49-59, m u y a p r o p ia d o al caso, p o rq u e , a d e m á s de d a r n o s un largo d iscurso de Jesús, exige d e sus oyentes u n a decisión radical. « “ Vine a trae r fuego a la tierra, ¡y c u á n to deseo ya q u e arda! H e de recibir u n b a u tis m o d e d o lo res, ¡y c ó m o m e an g u stio h a s ta q u e se realice! ¿Creéis q u e he venido a hacer la p az en la tierra? Os digo q u e no, sino discordia. Pues en ad e la n te e starán divididos cinco en una casa, tres c o n tr a dos, y dos c o n tr a tres. E sta rá d ividido el p a d r e c o n tra el hijo, y el hijo c o n tr a el p a d r e ; la m a d re c o n tr a la hija, y la hija c o n t r a la m a d re ; la suegra c o n tra la n u era, y la n u e r a c o n tr a la su eg ra.” Y decía ta m b ié n a la m u ltitu d : “ C u a n d o veis levan tarse u n a n u b e al p o n ien te, decís en seguida: ‘Va a llo ver’, y así es. Y c u a n d o sentís s o p lar el viento sur, decís: ‘V a a h acer c a lo r ’, y así sucede. ¡H ip ó c rita s !; sabéis apreciar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿y c ó m o n o c o m p re n d éis el tiem p o p re ­ sente? ¿P or q u é n o juzgáis v o so tro s m ism o s c o n justicia? C u a n d o vayas co n tu ad v ersario al m ag istrad o ,

un discurso de Jesús ¡ ϊ ° ^ , ' Ιυ°"“ηββΐ10 ( L c 1 2 . 4 9 &9).

189

El d i s c u r s o l u c a n o de J e sú s

ción

es una composi­

s e c u n d a r ia h e c h a

a b a ¿ e d e s e n t e n c ia s que e x is t ie r o n p r im e r o in d « p e n d ie n t e s e n ­ tr e

s i.

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sión a b s o lu ta lan zad a p o r el o ra d o r. ¿Q ué ob ser­ v am o s en san Lucas? ¿A qué gén ero pertenece Lc 12, 49-59? L a re sp uesta es única: El discurso lu can o d e Jesús es u n a c o m p o sició n sec und aria p o rq u e está hecha a base de sentencias individuales q ue existieron in d e p en d ie n te m e n te d u ra n te un tiem po. A h o r a bien, estas sentencias perten ecen a gé ñero s m uy diversos. E n el versículo 49, p o r ejem plo ten em o s u n a fo r m a pro fétic a de p rim e ra p erso n a form a -y o, co n la q u e Jesús expresa su m isión. E n los versículos 52-53 tenem os el gén ero de p re d ic­ ción y, finalm ente, en los versículos 58-59, el género p an ib ó lico . E n su c o n ju n to , pues, el d iscurso es u na c o m p o sició n a base d e géneros distin to s que en tra n en el c a m p o del género profético o, al m eno s, se le a p r o x im a n . En co n tra s te , el discurso de revela­ ción es to ta lm e n te ajen o al profético y, efectiva­ m ente, Lc 12, 49-59 n a d a tiene q u e ver c o n un discurso de revelación. C on tie n e, sí, u n a a m en a za (versículo 59), p e ro n o u n a p ro m esa . Y si la sen­ tencia del fuego c o m ien z a con un « Y o», n o le sigue la a u to p re s e n ta c ió n típica de un d iscurso de reve­ lación. Le sigue un sim ple d iscurso profético, en el que Jesús perfila su m isión. N o dice Jesús co n estas p a la b ra s quién es, sino a qué ha venido. N o habla ta m p o c o Jesús c o m o un revelado r, sino c o m o un profeta. La frase de L ucas: « Y o he venido a traer fuego a la tie rra ...» o c u p a un p la n o m u y distin to q ue la de J u a n : « Y o soy la luz del m u n d o .. .» En Lc 12, 49-59, el «yo» de Jesús q u e d a en el trasfo n d o , o bien retro ced e in m e d ia ta m e n te a un segu ndo p lan o. E n la sentencia so b re los signos del tiem p o y en la p a r á b o l a d e la ida al m a g is tra d o n o hay u n a definición d e la p e rs o n a de Jesús. El tem a de to d o el discu rso es D ios, n o la p e rs o n a de Jesús. Los oyentes deben c o m p re n d e r que ha s o n a d o la ho ra . El reino de D io s está irru m p ie n d o . Y a n o le

q u e d a tie m p o al h o m b re. T iene qu e convertirse. T iene q u e decidirse a favo r o en c o n tr a del reino de D ios. T ien e q u e e n ten d e r la exigencia del m o ­ m e n to , in te rp re ta r los signos del tiem p o. D isp o n e de tan p o c o tiem po , c o m o el que va c a m in o del juez. T o d a v ía p u ed e p o n erse de a c u e rd o con su rival de pleito. P ero u n a vez in c o a d a la cau sa, será de m a s ia d o tarde. Urge, p o r ta n to , u n a acción p ro n ta . ¿ C ó m o es posible, p re g u n ta Jesús a los oyentes, que sepáis «apreciar el asp ecto de la tierra y el cielo», y n o co m p re n d é is los signos que an u n c ia n la p ro x im id a d del reino d e Dios? Esta cercanía del reino de D io s requiere la decisión del h o m b re entero. Jesús sabe que h a sido en viad o p a r a p r o ­ vocar esta decisión. Su m ensaje cau sa división y discordia. H a ce estallar to d as las relaciones y todos los vínculos. A c tú a c o m o el fuego. T o d a s las sentencias de Jesús, recogidas en Lc 12, 49-59, se refieren a u n a sola idea: la situación re su ltante de la inm inencia del reino de Dios. A u n q u e n o se m encione este co n c e p to siquiera u n a vez, constitu ye el tra sfo n d o de to d o el discurso. Jesús h a b la c o m o m en saje ro del rein o de D ios que alb orea. P ro v o c a a la o pción po r el rein o de D io s y, en ú ltim a instancia, p o r D io s mismo. T e n ie n d o en c u e n ta este tra s fo n d o se percibe la p eculiaridad del discurso de revelación de J n 8. El Jesús j o á n i c o no a p u n t a al fu tu ro , sino qu e h a b la del presente. N o a p u n t a al reino de D io s q u e ha de venir, sino que se refiere a sí m ism o. Jesús_no h a b la c o m o p ro fe ta , sino c o m o revelador. S aca a p rim e r p la n o su p ro p ia p e rs o n a de un m o d o c o n s ­ ta n te y d esta c a d o . Y esto, n o té m o s lo bien, no sólo en el texto q u e h em os co m e n ta d o . T o d o s los dis­ cursos q u e san J u a n po n e en b o c a de Jesús llevan la m is m a im p ro n ta . R e ite ra d a m e n te to p a m o s en el c u a rto E vangelio c o n el género del discurso de

¿ C ó m o h a b ló el J e s ú s h i s t ó r i c o ? ¿ C ó m o en el e v a n g e lio de s a n J u a n o c ó m o en lo s E v a n g e ­ lio s S in ó p tic o s ?

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revelación, m ientras q ue el género profético re­ tro ce d e a ojos vistas. T o d o lo c o n tra rio o curre en los tres p rim e ro s Evangelios, d o n d e p re d o m in a n a b s o lu ta m e n te los discursos proféticos y brillan p o r su ausen cia los de revelación. ¿C ó m o h abló el Jesús histórico? ¿ C ó m o el Jesús de los tres Evangelios m ás an tig uo s o c ó m o el Jesús del E vangelio de san Ju an ? E n otro s tiem po s se decía que Jesús h a b ía em p le a d o los dos lenguajes, h a b la n d o u nas veces c o m o pro feta y o tras co m o revelador. C o m o revelado r h a b r ía h a b la d o sólo en ocasiones m u y definidas, q u e recoge en exclusiva p recisam en te el c u a rto Evangelista. P ero sem ejante solución cae p o r su base, p o r la sencilla razón de qu e casi to d o s los discursos de revelación en el Evangelio de san J u a n se dirigen no a un círculo esotérico de oyentes, sino al gra n público. E n c o n ­ secuencia, hay que o p t a r : o h ab ló Jesús c o m o el Jesús de los tres E vangelios m á s an tigu os, o habló c o m o el J e s ú s del Evangelio de san Ju an . N o cabe o tra alternativa. P ara las ciencias bíblicas la cuestió n está resuelta d esde hace tiem po. U n a solución, desde luego, in eq uív oca y definida. P o rq u e el Evangelio de san J u a n difiere de los d e m á s Evangelios, n o sólo p o r el género de los discursos, sino p o r to d o su estilo. Y difiere m uy fuertem ente. C u rio sa m e n te , el estilo característico del c u a r to Evangelio se e n c u e n tra no sólo en la p a rte de los discursos, sino en to d as sus páginas en general y, m ás allá del Evangelio, en la p rim era c a rta de j a n J u a n . El E v a n g elio de san Ju an , a d e m á s de sus diferencias de estilo respecto a los d em ás Evangelios, p re s e n ta u na tem ática peculiar y pro p ia, que v olvem os a e n c o n tr a r en la p rim e ra c a rta de san Ju an . El a u t o r de esta c a rta h a b la de los m ism o s tem as q ue el Jesús jo á n ic o y con el m ism o estilo. Las consecuencias son inevitables:

D e s d e el p u n t o de v i s i a de la c r it ic a de l a s f o r m a s , J e s ú s h a b la en lo s t re s p r im e r o * E y a a u a U o * al· e & iilx M U u n g r o l e t a ; en et de s d n J u a n , a l e s t i lo de un jjeuetariúr. ¿ D ó n d e e s tá equivuc& tfft al E v a n y e lio de s a n J u a n ?

la v e r d a d h is t ó r i c a ? ¿ E s t a r á

P rim e ra : D etrás del c u a r to Evangelio y de la i p rim era c a rta de san J u a n hay un gran teólogo, i r o d e a d o p ro b a b le m e n te de discípulos, q u e hace h a b la r a Jesús su p ro p io le n g u a je ^ S e g u n d a : E n los tres Evangelios m á s a n tig u o s nos hallarnos m ás cerca del Jesús h istórico que en el c u a rto E v a n ­ gelio. T erc e ra : El d i s c u r s o . de revelación es un género literario qu e j a m á s utilizó el Jesús histórico. Y c u a rta : El discurso de revelación de Jn 8, 12-19 es la co m p o sició n de un teólogo del cristianism o prim itivo, pero n o u n d iscurso del Jesús histórico.

Jn 3, 16-17

1 Jn 4, 9-10

P o rq u e tan to h a a m a d o Dios al m u n d o , que le ha d a d o a su Hijo U nigénito, p ara que quien crea en él no muera sino que tenga vida eterna.

En esto se h a manifestado el a m o r de Dios po r nosotros, en que ha m a n d a d o a su Hijo único al m u n d o p a ra que nosotros vivamos p or él.

Pues no envió Dios a su Hijo al m un do p a ra c o n d e n a r al m un do , sino p a ra que el m un do se salve p o r él.

En esto consiste su a m o r: no som os nosotros los que hem os a m a d o a Dios, sino Dios el que nos ha a m a d o a nosotros y h a enviado a su Hijo co m o víctima propiciatoria p or nuestros pecados.

A l co m p a rar e s to s dos t e x to s , s e ve q u e el a u t o r de la p r im e r a c a i ­ t a da s a n J u a n h a b la e n al m is m o e s t i l o que el

J e sú s

j o á n ic o .

La

c o n s e c u e n c ia e s i n e v i ­ t a b le : d e t r á s d e l c u a r ­ to

e v a n g e l io

p r im e r a

ca rta

y

de

la

de s a n

J u a n h a y un g r a n t e ó ­ l o g o q u e p o n e en b o c a de J e s ú s s u p r o p io le n ­ guaje.

T o d a s estas c o n stata cio n es son ineludibles a los ojos de los h isto riad o re s, y hace tie m p o q ue p a ­ saro n a ser p a trim o n io c o m ú n de las investigaciones bíblicas. Sin em b arg o , n o b astan . Q u ien se c o n te n ta con ellas, sin a ñ a d ir m ás, n o dice to d a la verdad. P o rqu e tam b ién en este caso, c o m o tra tá n d o s e del m aterial n arrativ o d e la Biblia, hay q u e p r e g u n ta r s e : ¿C onsistirá la v erd ad sólo en la descripción exacta de los hechos externos, o hay o tras fo rm a s m uy distintas de verdad? C o n c re ta m e n te : P a r a reflejar

q uién fue Jesús y lo q ue quiso, ¿ b a sta ría u n discurso re g istrado en m a g n e tó f o n o al pie de la letra? ¿N o p o d ría hacerse a base de discursos secun d ario s y librem en te fo rm u lad o s? M á s c o n c re ta m e n te a ú n : ¿N o p u d ie ra ser que, a pesar de que Jesús ja m á s em pleó el g énero literario del d iscu rso de revela­ ción, el p lan y las fo rm a s a d o p ta d a s p o r el E v a n ­ gelio d e san J u a n re p ro d u je ra n con exactitud quién fue Jesús en lo m ás ín tim o de su ser y lo q ue quiso? H e m o s visto que Jesús echó m a n o del género p ro fético; q u e n o se an u n c ió a sí m ism o, sino que, c o m o u n p ro fe ta , o rien tó las m en tes hacia D io s y su reino ya c o m en z ad o . E n esta perspectiva re­ sulta fácil definirle c o m o p ro fe ta y buscar el m is­ terio p eculiar de su p e rs o n alid a d en el á m b ito p r o ­ fético. D e hecho, es lo qu e sucedió en u n p r i n ­ cipio. A Jesús se le co nsid eró p rofeta. Véase L u cas 7, 16: « U n gran p ro feta h a surgido entre n o s ­ o tro s ; D io s ha visitado a su pueb lo.» P ero p o r indiscutibles q ue sean los elem ento s proféticos que e n c o n tr a m o s en las p a la b ra s y o b ra s de Jesús, sigue en pie la cuestión de si el m isterio d e su p e r­ so n a se inscribe exclusivam ente en el á m b ito p r o ­ fético. A h o r a bien, el c a rác te r escatológico y definitivo de la p re d ic ació n de Jesús se resiste ya p o r sí m ism o a la identificación profética. P o rq u e Jesús no se c o n te n ta co n a c la ra r o describir u n a situación de­ te rm in a d a de Israel, m ir á n d o la desde D io s: a n u n c ia que ya h a c o m e n z a d o aq uí y a h o r a la intervención final de Dios. P redica q u e D io s está h a b la n d o a h o r a su p a l a b r a ú ltim a, insuperable, definitiva; q u e D ios hace, en fin, irru m p ir en este m u n d o su salvación y su juicio, y que, p o r lo m ism o, ha s o n a d o la h o ra de las opciones radicales. E n este c o n tex to se p o d ría ciertam en te evocar la figura de san J u a n B autista, cuya p red icación fue

¿ B a s t a d e f in ir a J e s ú s c o m o p r o fe ta ?

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tam b ién de to n o escatológico y definitivo. P ero Jesús n o sólo entiend e su predicación c o m o la p a la b r a últim a y definitiva d e D io s ; a ñ a d e, adem ás, a su predicación la exigencia y la preten sión de que, al e n t r a r él en escena, se cu m p len to d a s las p ro m esa s del A n tig u o T e s ta m e n to . Así llega a decir: «¡D i­ ch osos los ojos que ven lo q ue veis! P o rq u e os digo que m u ch o s p ro fe ta s y reyes quisieron ver lo que v o sotro s veis, y n o lo vieron, y oír lo q ue v o so tro s oís, y n o lo oy eron» (Lc 10, 23-24). ¿A qué se refería Jesús con ese ver y oír que antes no eran posibles y a h o r a se pueden? Jesús alu de a las curaciones que realiza; alu d e a las o b ra s con q ue expulsa a los d e m o n io s ; alu d e a sus p a la b r a s p o d e ro sa s ; alude a la c o m u n ió n q u e h a e n ta b la d o c o n los p u b lí­ ca n o s y pecadores. E n to d as estas acciones se cu m p len las pro m esa s, a so m a co n inm inencia el reino de D ios. A h o r a bien, a lu d ir a estas cosas equivale a decir q ue Jesús considera su p a la b r a y su o b r a c o m o el gra n signo que e n c a rn a visible­ m en te la gloria y el p o d e r del re in a d o de Dios. Por consiguiente, el m ensaje de Jesús es indisoluble de su persona. E n el fo n d o , Jesús se con sid era a sí m ism o c o m o el signo del tiem po, o c o m o el signo de la gloria venidera de D ios. Y esto, a u n q u e im plíci­ ta m e n te y en silencio, s u p o n e u n a conciencia de sí inaud ita, d o n d e lo p rofético q u e d a am p liam en te sup erado. Q u e d a to d av ía m u c h o q u e decir. Es preciso o b ­ servar el m o d o c o m o Jesús hace valer la v o lu n tad de Dios. N o lo hace al m o d o de u na p e rso n a ver­ sada en las E scrituras, o a base de una sab idu ría ad q u irid a , ni siquiera a la m a n e r a d e los profetas que se p resentan al p u eb lo con u n as sentencias que han recibido de D ios y las d ictan en su n om bre. La c o n o c id a fó rm u la «Así dice Yavé», « o rácu lo de Yavé», con q u e inician su m ensaje los pro fetas del

A n tig u o T e s ta m e n to , no aparece siquiera una vez en b o ca de Jesús. L a fó rm u la inicial de los m e n sa ­ jero s v e te ro te s ta m e n ta rio s ha sido su stitu ida p o r u n a nueva, q u e sólo en Jesús y en nadie m ás e n ­ c o n tra m o s : «E n verdad, en verd ad os digo.» Esta fó rm u la d e la ta a los ojos de un ju d ío la conciencia de u n a a u to r id a d y un p o d e r enorm es, in a u d ito s: Jesús n o tran sm ite, co m o los profetas, el m ensaje recibido de D io s ; se atreve, p o r así decirlo, a h ab lar c o m o si él m ism o o c u p a ra el p u esto de D i o s 24. V am o s a in te rru m p ir estas consideraciones, p o r ­ que n u estro p r o p ó s ito n o es p recisam en te an alizar co n detalle· la conciencia q u e de sí tenía Jesús, im p lica d a en sus acto s y p alab ras. Q u e ríam o s in dicar so lam en te que la pretensión de a u to rid a d ,

¿ Q ué es m á s u ve rd a d e ­ r o * , un r e t r a t o p in t a d o por o

un

una

gran

a r tis ta

( o t o g r a f ia ?

La

l o t o g r a f i a r e f l e j a lu s u p e r f ic ia l, lo e x t e r n o ; el p in to r p e n e tr a m a s hondo.

Am bas

co sa s

im p o r t a n y n o h a y que c o n t r a p o n e r la s . T a m ­ p o c o t e n d r ía s e n t id o c o n t r a p o n e r la p r e s e n ­ t a c ió n d e J e s ú s s e y ú n lo s t r e s p r im e r o s E v a n ­ g e l i o s a la que h a c e el E v a n g e li o de s a n J u a n . P e io

la

f a l la

en un p u n t o :

c o m p a r a c ió n la

p r e s e n t a c ió n de J e s ú s se gú n ro s

lo s t r e s p r im e ­

E v a n g e li u s

u n a f o t o g r a f ía .

no

es

P r o fu n d a u n id a d a n t ie el J e s u s d a lo a E v a n ­ g e l i o s S i n ó p t i c o s y el J e s ú s d a l E v a n g e li o de sa n Juan.

200

exigida p o r Jesús, su p era am p lia m e n te los cu a d ro s y las perspectivas del á m b ito m e ra m en te profético. T ra s las p a la b r a s y ac to s de Jesús se oculta u n a au toco n c ien cia, que se sustrae a to d a definición ex tern a y superficial, y trasciende co n m u c h o to d o posible e n c u a d ra m ie n to en el ju d aism o . P ues bien, si el a u t o r del Evangelio de san J u a n t ra ta de c a p ta r esta conciencia de Jesús, re frac­ taria a to d a definición, m ed ian te la ca tego ría de rev elador y a base de discursos de revelación, d i­ rem os q ue su e m p re s a es g ra n d io s a y atrevida. Su intención es tra d u c ir d e algún m o d o en p ala b ra s la p re tensió n q u e se esconde d e trá s de las p ala b ra s y o b ra s de Jesús. A n a liz a n d o m ás m in uciosam ente, se ve, en efecto, q u e el a u t o r del c u a rto Evangelio no hace sino m ed itar y a h o n d a r en las p a la b r a s de Jesús q u e recogen los tres p rim ero s Evangelios. San J u a n tira de los hilos q u e se ven en la tra m a de los p rim ero s E vangelios y d e s a rro lla u n a im agen, cuyos rasg os ap a rec en allí esbozados. Así, detrá s del « Y o soy» del E vangelio de san J u a n se halla la m ism a p re tensión q ue Jesús m anifiesta en el «En verdad, en v e rd ad os digo» d e los Sinópticos. La frase del Jesús jo á n ic o « Q uien m e ve, ve al P adre» ac la ra el hecho de q u e el Jesús histórico se co n sid eró a sí m ism o y co n sid eró su actividad c o m o el signo del reino inm in e n te de D ios. Y las p a la b ra s de p ro m e s a y a m e n a z a de los discursos de revelación del E v ang elio de san J u a n explicitan la pro v o c ació n a la decisión radical q u e Jesús b uscó de p a la b r a y o b r a en vistas a la inm inen cia del fin. C u alq u iera , qu e ten g a un p oco d e sentido lite­ ra rio y algún c o n o c im ie n to d e las diversas fo rm a s de lenguaje, llegará a estrem ecerse en u n m o m e n to d a d o an te las p ro f u n d a s divergencias q u e h ay entre el lenguaje del Jesús de los tres p rim ero s E vangelios

y el del Jesús jo án ico . P ero , a p o c o q ue observe, n o ta r á tam b ién la exactitud, la p r o f u n d id a d y la fidelidad, c o n que, p o r en cim a de to d as las discre­ pancias, el Evangelio de san J u a n refleja quién fue Jesús y lo q u e quiso. Q u e d a en pie el h echo de que en el Evangelio de san J u a n n o h a b la el Jesús histórico. Los dis­ cursos de revelación de este E vangelio son m e d ita ­ ciones de un teólo go de la prim itiva Iglesia sobre el m ensaje de Jesús y el m isterio de su p erson a. Y son m editacio nes y reflexiones del m a y o r teólogo del N u e v o T e s ta m e n to , j u n ta m e n te co n san Pablo, que b ro ta n de la fe en C risto y de un gran a m o r a C risto. Sí, fueron escritas con fe y a m o r. ¿Y có m o pu ede cono cerse el m isterio y la in tim id ad de una p erson a, sino p e n e tr a n d o en ella con la c o n tin u a reflexión y u n a re ite ra d a m editación?

10. La sentencia sobre el divorcio T o d o s los análisis que hem os hecho h asta a h o r a sobre las fo rm a s literarias bíblicas a base de textos con c reto s h a n d es e m b o c a d o en la m ism a cuestión: ¿histórico o no histórico? La crítica de las fo rm a s y géneros literarios nos han servido de in s tru m en to decisivo p a ra saber si se t ra ta de un acon te cim ie n to realm en te o c u rrid o , o bien si las p a la b ra s en cuestión fu e ro n p ro n u n c ia d a s realm en te c o m o el texto lo indica. T o d o ello p o d ría co n d u c ir fácilm ente a u na im presión falsa, c o m o si la crítica d e las form as fuera el in s tru m e n to m eto d o ló g ic o específico p ara distinguir lo h istórico de lo no histórico. En realidad, esta im p resió n no h aría m á s que v iolentar las cosas. C o n a y u d a de la crítica de las fo rm a s y géneros literarios cabe en m u c h a s ocasiones discernir si

¿ Q u é p re te n d e la c r ít ic a de la s l o i m a t ?

201

A n á l i s i s d e s d e el p u n ­ to de « i s l a de

la s

4a la

t a im a s ,

s e n t e n c ia

c r it iu de

la

de J e s ú s :

« M u c h o s so n

lo s lla ­

m a d a s . p ero p o c o s lo s e l e y iá o s ii.

202

un a c o n te cim ie n to o cu rrió o n o de la m a n e r a que se describe. P ero este d iscernim iento no b asta por princip io p a r a decidir la historicidad de dicho ac o ntecim iento . P u d ie ra ser, en efecto, q ue el a u to r se sirviera de fo rm a s a c u ñ a d a s y estereo tip ad as p a ra tran sm itir h echos reales. E n tal caso sería peli­ g roso d ed u c ir la n o historicidad del co n te n id o re­ latad o, b asá n d o s e exclusivam ente en la presencia de u n e s q u e m a pre fab ric ad o . Así pues, conviene p o n e r bien d e relieve q ue la crítica de las fo rm a s y géneros literarios ja m á s decide p o r sí sola las cuestiones históricas. Su m i­ sión específica es o tra : desc ubrir el fin y la inten­ ción de un texto. T iene que m o s tra r lo que el texto pretende, d ó n d e yace su sentido central y q u é len­ guaje em plea. P o r consiguiente, la crítica de las fo rm a s se aplica ig ualm ente a los casos en q ue no interesa en p rim e r té rm in o la h istoricidad de un ac o ntecim ien to . V a m o s a ex a m in a r desde este p u n to de vista un os ejem plos to m a d o s de la p redi­ cación de Jesús. M t 22, 14 nos tra n s m ite c o m o sentencia de Jesús las siguientes p a la b r a s : « M u c h o s son los llam ados, pero poco s los elegidos.» A n tes de aplicar a este logion lu crítica de las fo rm a s, conviene a c la rar unas cuestiones previas. « M u ch o s» , en este texto, no se c o n tra p o n e a «todos». C o m o o cu rre co n fre­ cuencia en las lenguas semitas, « m uch os» tiene un sentido inclusivo y se refiere a «los m uchos», a un « n ú m e ro in con tab le», a «lodos». El sujeto agente de «llam ados», lo m ism o que de «escogidos» es, sin d u d a , Dios. D io s llam a y escoge. Pero ni el llam am ien to ni la elección alu den aquí a la acción p re d e s tin a d o ra de Dios, sino al m o m e n to en que los ho m b res son recibidos p o r D io s en la salva­ ción eterna, es decir, al m o m e n to en que se salvan. La frase viene a decir: « T o d o s los h o m b re s están

lla m a d o s a la salvación eterna, pero pocos la alcanzan.» P ero u n a vez a c la ra d o el sentido extern o de la frase, surgen e s p o n tá n e a m e n te las verd ad eras difi­ cultades. ¿N o es terrible y d e s c o r a z o n a d o s esta sentencia de Jesús? Si de la to talid a d de los h o m b res se salvan sólo u n o s pocos, es b astan te im p ro b a b le qu e e n tre m o s p recisam ente n o s o tro s en el n ú m ero de los salvados. La sentencia de Jesús, lógicam ente, p o p u ed e m enos de sum ergir en negro pesim ism o a quien la to m e en serio, si no se tiene en c u e n ta su form a. Y aquí está la cuestión. La frase es u n a antítesis c r u d a m e n te enunciada. D o s p rop osiciones o puestas se e n fren tan :

to d o s —

pocos

lla m a d o s - -

salvados

Sem ejantes antítesis, q u e c o n tra p o n e n en su m o g ra d o d o s cosas, ap arecen co n frecuencia en la predicación de Jesús. E jem plos: « E n tra d p o r la p u e rta estrecha. Q ue es a n c h a la p u e rta y espacioso el ca m in o que lleva a la p e r­ dición, y son m u ch o s los que e n tra n p o r ella. Y es estrecha la p u e r ta y a n g o sto el ca m in o que lleva a la vida, y son pocos los q u e lo encuen tran » (M t 7, 13-14). «Os d igo que es m ás fácil q ue un cam ello pase por el ojo de u n a agu ja q ue un rico entre en el reino de los cielos» (M t 19, 24). Estas tres sentencias de Jesús tienen de co m ú n su fo rm a breve y concisa, la c o n tra p o sic ió n a n ti­

tética de d o s situaciones y un ex trem ism o p r o n u n ­ ciado. Y ten ien d o esto en c u e n ta ; hem o s de p re ­ g u n ta rn o s qué in ten ció n peculiar en cierra un len­ guaje d e tales características. H e m o s visto en p ágin as an terio res q ue n u estro lenguaje se p resta a mil diversos objetivos. Puede «Os (acil

d ig a qua

que e s m á s un

c a m e llo

p a s e p a r el a jo de u n a a y u j a q u e un ric o e n ­ tre e n el r e in o d e l o s

in fo rm a r

c o n fesar

interp e la r

in stru ir

c o n ju ra r

ex h o rta r

c u e s tio n a r

a s e g u ra r

m andar

notificar

a n u n c ia r

p ro h ib ir

narrar

la m e n ta r

f o r m a r la c o m u n id a d

describir

a c u sar

r o m p e r la c o m u n id a d

a la b a r

a n im a r

cielos.» F ra sa s e x a ge ­ r a d a s h a s ta ta l e x tre ­ m o , n o p re t e n d a n d a r u n a in f o r m a c ió n o b je ­ ti v a , s i n o s a c u d i r y e s ­ p olear

lo s

A n im o s .

P a r a i n t e r p r e t a r l a s se r e q u ie r e s u m a ción

a su

lit e r a r ia .

a te n ­

in te n c ió n

¿Q ué p re te n d e n las sentencias a r rib a m e n c io ­ nadas? N o , ciertam ente, e x p o n e r o cu e stio n a r Triam en te el te m a ; en caso c o n tra rio , estarían fuera de lugar u n as im ágenes y u n as antítesis tan p r o n u n ­ ciadas. T a m p o c o p rete n d en a la b a r, confesar o p ro c la m a r un d o g m a . Su objetivo t a m p o c o c o n ­ siste en fo r m a r o ro m p e r la c o m u n id a d . T ra ta n , eviden tem ente, de ex h o rta r e interpelar, p e ro sin olvidar su c a rác te r p ro v o c ativ o de reto. C u a n d o Jesús, en el últim o logion, lan za u na h ip érb ole de ta n to b ulto («es m ás fácil que un cam ello pase p o r el ojo de u n a ag u ja...» ), q u iere estrem ecer a los oyentes y s e m b ra r in q uietud en sus corazones. Sus p a la b ra s son e sp a d a q ue in te n ta q u e b r a r el férreo c a p a ra z ó n de la indiferencia h u m a n a . T o d a la in tención se c o n c e n tra en hacer reflexionar a los

La in t e n c ió n lit e r a r ia de M t 2 2 . 1 4 .

El lo g i o n d e J e s ú s s a b r é « I d iv o r c ia .

206

oyentes y en ind ucirlos a la c o nve rsión sin ta rd a n z a Al decir, pues, «po cos son los q ue se salvan», no pre te n d e Jesús inducir a los creyentes a la deses­ peración, no quiere rechazarlos, sino sacudirlos y m o verlos a la conversión. Les inculca con energía q ue n o se h ag a n s o rd o s a la lla m a d a a la c o n v e r­ sión, q ue se con viertan y q u e no escatim en es­ fuerzos p a r a ser de los elegidos. La sentencia de M t 22, 14 no tiene u n c a rác te r inform ativo, sino p ro fé tic o , n o es u n cálculo estadístico so b re el p o rc en taje de los salvados y de los c o n d e n a d o s ; se dirige ú n icam e n te a sacudir a los oyentes y a sacarlos de un a in do len cia n a tu ra l y peligrosa. L a Iglesia ha en te n d id o siem pre co rre c ta m e n te esta sentencia de Jesús c o m o u n a lla m a d a a p r e ­ m ian te a la co nversió n. N u n c a , en el fo n d o , dio en la idea de cita r estas p a la b ra s de Jesús p a r a d e ­ finir qu e «sólo u n o s po co s se salvarán » o q ue «los ricos no e n t r a r á n en el reino de los cielos». Sin largos p ro le g ó m e n o s ni sutilezas, in tu yó c o r re c ta ­ m ente su gén ero literario, lo m ism o que en o tro s logion de Jesús. P ero ta m p o c o faltan casos, en q u e esta intuición re sultab a m á s difícil y en q u e n o se c o m p re n d ió re alm en te el g éne ro literario y la in tención de las p a la b ra s de Jesús. D e sd e hace unas déc ad as se viene insistiendo, y c a d a vez con m a y o r claridad , en q u e un o de estos casos es la sentencia d e Jesús sobre el divorcio. V a m o s a analizarla c o m o c o n ­ clusión de nuestra s co n sid eracio n es so b re las fo rm a s y géneros literarios de la Biblia. Este logion de Jesús ap arece en diversos pasajes del N u e v o T e s ta m e n to y en es tra to s m u y diversos de la tradición evangélica. C o m p á re n s e 1 C o ­ rintios 7, 10-11; M e 10, 11-12; Lc 16, 18; M t 5, 32, y M t 19, 9. En c a d a una de estas p eríco pas, la sentencia ofrece d istin to len o r literal. ¡Señal de q ue

la prim itiv a Iglesia fue c o n c re ta n d o m ás y m ás el alcance de las p a la b r a s de Jesús y a c o m o d á n d o la s a las diferentes situaciones sociales! P ro b a b le m e n te la trad ic ió n m ás an tigua, la te­ n em o s en M t 5, 32, d o n d e se dice: «P ero yo os digo que to d o el que despide a su m ujer, excepto en caso de c o n c u b in a to , la e x pon e a com ete r ad u lte rio ; y el q u e se casa con u n a re p u d ia d a , c o m ete a d u l­ terio.» E n este texto, el inciso «excepto en caso de c o n c u b in a to » es u n a a ñ a d id u r a sec u n d aria de M ateo o de la trad ic ió n p re m a te a n a . Su sentido preciso sigue siendo c o n tro v e rtid o en el día de hoy. En to d o caso resu lta seguro que esta cláusula, llam ad a «inciso del c o n c u b in a to » , n o pro c ed e d e Jesús, pues falta en M arcos, en L u cas y en san Pablo. P a ra n u e s tro caso p o d e m o s dejarla de l a d o 25. C o m o texto original, o prim itivo, p o d e m o s to m a r el siguiente: « T o d o el q u e d esp ide a su m ujer, la ex po ne a c o m ete r a d u lte rio ; y el q u e se casa con u na re p u d ia d a , com ete adulterio.» ¿Qué quiere decir Jesús con esta sentencia? N o p o d e m o s e n te n d e rla sin c o n o c e r p rim e ro el d erecho m atrim o n ia l judío. C ara cterística de este derecho es, p o r u n a parte , la gra n liberalidad co n q ue p e r ­ m ite el divorcio. Al varó n le o to rg a n a d a m eno s qu e el d erech o de re p u d ia r a su m ujer, si «ya no le a g r a d a , p o r e n c o n tr a r a lg u n a fealdad en ella» (D t 24, 1). Esta vaga fó rm u la a b re al h o m b re mil p u erta s, al m en os desde el p u n to d e vista ju ríd ico , p a r a ro m p e r el m a trim o n io y a b a n d o n a r a su m ujer. N o se re q u erían trám ites c o m p licad o s ni lab orio sos a n te el ju ez: b a s ta b a q u e el h o m b re extendiese la c a rta de re p u d io a su esposa, y el m a trim o n io q u e d a b a a n u la d o . P ero im p o rta n o ta r que sólo el h o m b re p o d ía re p u d ia r, sólo el. varón tenía este derecho. La m ujer no p o d ía pre sen tar la c a rta de re p u d io a su m arido.

El t r a s f o n d o s o c i a l de M i 5 ,3 2 .

207

P o r o tra parte, el derech o m atrim o n ia l ju d ío m o s tra b a o tro s aspecto s de la cond ició n desigual de la mujer. El varó n, p o r ejem plo, q u e tuviera relaciones sexuales con u n a m u jer ajena, n o co m etía adu lterio , n o violaba su p ro p io m a trim o n io : vio­ laba, a lo su m o , el m a trim o n io del o t r o v aró n , en el caso de q u e la m u jer fuera ca sad a. M u y diferente era el ca so d e la m ujer. C u a n d o ella co m e tía a d u l­ terio, violaba su p ro p io m a trim o n io . El derecho m a trim o n ia l ju d ío , en efecto, co n s id e ra b a a la m ujer, no c o m o «consorte», o c o m p a ñ e ra , sino c o m o p ro p ie d a d del varón , q u e p o d ía ejercer sobre ella b u en a p a rte de los d erech os de p ro p ied a d . El ad u lte rio de la m ujer era, p o r así decirlo, u n ro b o de los bienes del m a rid o , m ien tras el ad u lte rio de éste sería, a lo su m o , u n ro b o de los bienes ajenos, o sea, del eventual m a r id o b u rlado . A h o r a bien, a la vista de este p a n o r a m a social y ju ríd ico , se c o m p re n d e q ue Jesús en u n c ia ra su sentencia m a trim o n ia l desd e el p u n to de vista del v a ró n : « T o d o el q ue re p u d ia a su m ujer, la expone a co m e te r adu lterio , y el q ue se casa con u n a re­ p u d ia d a , c o m ete adulterio.» C o m o la m ujer no g o za b a del derech o a d esp e d ir a su m arid o , Jesús dirige su p a l a b r a a los varones, haciéndoles ver qu e d esped ir a la m ujer equivale a obligarla a buscarse o tro h o m b re , p u e s to q ue ella no sab ría defenderse e c o n ó m ic a m e n te de o tro m o do . Al unirse a o tro h o m b re , ella viola su p rim e r m a tri­ m o n io , p ero la culpa está en el p rim er m a rid o que, con su despido, p r o v o c a el fatal desenlace. Sin e m b arg o , el a s u n to n o a c a b a con esto. Jesús a ñ a d e q ue el que se casa con la m ujer r e p u d ia d a co m ete ig ualm ente adu lterio, o sea, viola el p rim e r m a ­ trim o n io de la m ujer d esp e d id a co n la q u e se ha casado. T o d a esta arg u m e n ta c ió n p arece h a r to c o m p li­

ca da y fatigosa, so b re to d o en lo con c ern ien te a la p rim era p a rte de la pericopa. P ero asi la fo rm u ló Jesús, p o rq u e , según las cate g o rías del derecho m atrim o n ial ju d ío , el m a rid o ja m á s viola su p ropio m a trim o n io . E n rigor de térm inos, la sentencia de Jesús no es u n a argum entación. Jesús n o está m a ­ nejand o p ru e b a s ni d em ostracion es. Lisa y llan a­ m ente llam a a d u lterio a lo qu e está p erm itid o a los ju d ío s según la ley de Moisés. A h o ra bien, el a d u l­ terio era a los ojos de los ju d ío s la injuria m áxim a, un crim en capital ca stigado co n la pen a de muerte. Al identificar el re p u d io con el a d u lterio Jesús sacudía y p ro v o c a b a a las conciencias ju d ía s m u ch o más que al decir, p o r ejem plo: «Es m ás fácil que un cam ello pase p o r el ojo de u na aguja que un rico entre en el reino de los cielos.» ¿ P o r q u é e q u ip a r a ría Jesús el ad u lte rio con el repudio, q ue p ara los ju d ío s e s ta b a legalm ente p e r­ m itido? Jesús n o tiene sino la intención de dese n ­ m a s c a ra r la terrible injusticia de un su p uesto d e ­ recho, de un ord e n establecido. Jesús viene a decir a sus o yen tes: « V osotro s p odéis a p e la r ju ríd ic a m e n ­ te, en el caso de divorcio, al d ere c h o vigente, p ero este derecho es, en realidad, una m a n e ra d e en c u brir u na injusticia palm aria. Podéis, sí, invocar s u p u es­ tam en te la ley de D ios y justificar así el d espido de la esposa, p e ro n o hacéis sino d o b le g a r la v o lu ntad de D ios a v uestro capricho. La v o lu n tad de Dios es que el m a trim o n io sea un autén tico co nso rcio y c o m p a ñ e ris m o entre h o m b re y m ujer. ¡Los dos son una sola carne!» C o n su p ro v o c ativ o logion, Jesús p ro teg e a la m ujer, q ue se ve indefensa al arb itrio del varón, sin derechos, d e g r a d a d a a la co nd ición d e un ob jeto de p ro p ie d a d , y revela la v o lu n ta d de Dios, q ue las tradiciones h u m a n a s h a n desfigu rad o hasta d e ja r irreconocible su p ri­ m itivo diseño. 14.

Jesu:> e q u ip a r a el d iv o t c iu c o m o un c h in e n d ig n o du p e n a de m u e rte .

2(W

L a s e n t e n c ia d a J e s ú s s o b r e el d iv o r c io es f o r m a lm e n t e u n a n o r m a j u r íd ic a .

Lo m ism o hizo Jesús en o tra s ocasiones, p o r ejem ­ plo, c u a n d o ata c a a los escribas y fariseos, d iciend o: «V osotro s, p a ra g u a r d a r vuestras tradiciones, vio­ láis el m a n d a m ie n to de Dios. P o rq u e M oisés dijo: “ H o n ra a tu p a d re y a tu m a d re , y el q u e maldice a su p adre o a su m ad re, sea c o n d e n a d o a m u erte .” V osotros, en c a m b io , decís: “ Si un o dice a su p adre o a su m a d re : E sto s bienes míos con los que p od ría s o c o rre rte so n corbán (es decir, o fre n d a sagrada), ya no le perm itís hacer n a d a p o r su p a d re o por su m adre, y an uláis de este m o d o el m a n d a m ie n to de D ios a causa de una trad ición q ue vo so tro s m ism os os habéis tran sm itid o . Y hacéis m u ch as cosas sem eja nte s”» (M e 7, 9-13). C o m o la m ujer en M t 5, 32, Jesús p rotege tam bién a q u í a los p a d re s c o n t r a la praxis legalista ju d ía, y d ec la ra, lo m ism o q u e en M t 5, 32, la v oluntad de Dios. Sólo q ue en la p ro h ib ició n del repudio, la sentencia es m á s grave y p ro v o c ativ a, p o rq u e aq uí arre m e te n o sólo c o n tra el d erecho co n su e ­ tu d in a rio de los ju d ío s , sino c o n tra la m ism a ley de Moisés. Jesús c o n tr a p o n e a la ley m o saica su p ro p ia do ctrin a . 6Y c ó m o la c o n tra p o n e ? ¿ D ic ta n d o u n a ley, que lla m a m o s la ley de la in d iso lu b id ad del m atrim o n io ? Así se en te n d ió n u e s tro logion d u r a n te siglos: Jesús, legislador del N u ev o T e s ta m e n to , dicta y establece la ley de la in disolub ilid ad m atrim onial. Fácil es c o m p re n d e r la ra zó n de tal in te rp re ta ­ ción. F o rm a lm e n te , en efecto, n u estro logion p re ­ senta el asp e cto de u n a ley, p arece u n a fó rm u la jurídica. N o rm a s ju ríd icas, m o ld ead a s en frases c o m o «to d o el q u e hiciere esto o aquello, será...», aparecen con frecuencia en la Biblia y en los d o ­ cu m e n to s del A n tig u o O riente. E n G é n 9, 6 se lee, p o r ejem plo : «Q uien d e r ra m a sangre de h o m b re, verá la suya d e r r a m a d a p o r el h o m b re.» En esta

oración, la p rim era p arte define un hecho, la se­ g u n d a señala su consecuencia juríd ica, fija un d e­ recho. P ero n o faltan en el A n tig u o T e s ta m e n to n o rm a s ju ríd icas m o ld ead a s en frases co m o « to d o el q ue hace esto o aquello es reo de culpa». En tales n o rm a s jurídicas, la s eg u n d a p a rte de la frase no fija un d erech o, sino declara la culpabilidad. Véanse los pasajes del Levítico 17, 3-4; 20, 9 . 11.12.13.16.27; N ú m e ro s 35, 16.17.18.20s. El logion d e M t 5, 32 se a ju s ta a este esqu em a. E n la p rim e ra p a r te se define el hecho, en la segun da se declara que se tra ta d e u n a cu lpa grave, o sea, de u n adulterio. N o cabe d u d a , p o r tan to , de que la sentencia de

La p r o h ib ic ió n d al d i ­ v o r c io . en b u c a da J e ­ s ú s . lia n a la lo r m a da una

n o rm a ju r íd ic a .

¿ S ig n if ic a a lt o qua J e ­ s ú s e n u n c ió y d ic t ó u n a n u e v a ley — la le y d a la i n d i s o l u b i l i d a d del m » t r im o m o — . c o m p a r a ­ b le a lo s m a n d a m ie n ­ t o s del S i n a i?

Jesús sob re el divorcio es form a lm e n te , en M t 5, 32, u na n o rm a ju ríd ica. ¿Será tam b ién ju ríd ica en su intención? ¿Quiso re alm ente Jesús d ic ta r u n a nu eva ley, establecer un nuev o derecho? H e m o s visto que, al e q u ip a ra r el re p u d io con el ad ulterio , Jesús p ro d u c e el efecto de u n a p ro v o c ació n trem e n d a. S acude las co ncien­ cias, d e se n m a scara la injusticia, arre m e te c o n tra la silu ació n a m p a r a d a p o r el d erecho m atrim o n ial ju d ío . Pues bien, to d o esto puede qu ererlo un le­ gislador, p ero n o es lo p ro p io d e la ley, que, p a ra ser a c e p ta d a , no debe ser pro vo c ativ a. C a b e así sosp ec h ar si Jesús, en M t 5, 32, ju eg a con las a p a ­ riencias o fo rm a s de un artíc u lo de código, no p a ra d ic ta r u n a ley, sino p a r a p o n e r el d e d o en la llaga o c u lta de u n a legalidad ra d ic alm en te injusta y de un d ere c h o a b su rd o . Sus p alab ras, en tal caso, no son u n a ley o n o r m a ju ríd ic a c o n tra el divorcio, sino un discurso profético. Es característico de este discurso profético el uso de géneros literarios ajenos, es decir, de géneros cuyo S itz im Leben se m odifica in te n c io n a d a m e n te , co m o c o m p r o b á b a ­ m os en el caso de la elegía, que fue em p leada a m e n u d o p o r los p ro fetas vetero testam en tario s y c o n v e rtid a en sátira y escarnio. E n este m ism o sentido p u d o Jesús e m p lea r ta m b ié n la fo rm a de u n a n o rm a ju ríd ic a c o n la intención d e fijar la atención, sacudir los á n im o s y g ra b a r su idea en el á n im o de los oyentes. Q ue n o fue o tra la in tención de Jesús, lo m uestra el análisis del c o n tex to d o n d e se inserta este fa­ m oso logion. La p e ríc o p a sobre la ira, q u e pre sentan una fo rm a ju ríd ic a m u c h o m á s clara, basta p a r a c o m p r o b a r q u e el co n te x to no es legislativo. C o ­ m encem os p o r leerla en su c o n ju n to : «Sabéis q u e se dijo a los a n tig u o s: “ N o m a ­ ta rá s ” y “el q u e m a ta re será reo de ju ic io ” . Pero yo

os digo q ue el q u e se enoje co n su h e r m a n o será reo de ju ic io ; el q u e llam e cretin o a su h e rm a n o , será reo del San edrín, y el q u e le llame necio, será reo de la g eh e n n a de fuego» (M t 5, 21-22). O b serv am o s en la co n c a te n a c ió n de estas frases u n a intensificación progresiva, ca d a vez m ás minu cio sa y grave, de la ley. « A ntes —viene a decir J e s ú s —, el q ue co m etía un hom icidio, e ra c o n d e ­ n a d o p o r un trib u n al local. P ero a h o ra , desde este m o m e n to , n o será así, p o rq u e p ro c e d e re m o s con nuev o rigor. T o d o el qu e se enoje c o n tr a su h erm a n o , a u n q u e sea sólo en su co razó n , será c o n d e n a d o en el trib u n a l local. P ero quien le llame “ c r e tin o ” c o m p a re c e rá an te el Sanedrín. Y el que le llame “ nec io ” está ya c o n d e n a d o al infierno.» E stá claro que las frases em p lea d as son de un te n o r ju ríd ic o in co n fu n d ib le; pero no ven dría a cu e n to to m a rla s c o m o a rtíc u lo s de un códig o nuevo. Pues ¿qué trib u n a l p o d r á ju z g a r y c o n d e n a r los enojos o cultos en el c o razó n ? ¿Y p re te n d e rá Jesús qu e la co rte su p re m a de justicia, el S an edrín, con sede en Jerusalén, se o cu pe de las injurias verbales qu e c o m e ta n los judíos? Jesús utiliza la fo rm a j u ­ rídica del lenguaje p a r a g r a b a r en los oyentes. de m o d o indeleble la idea in au d ita de que el m al del h om icidio no se lim ita al m o m e n to de las violencias externas, sino que proviene del c o ra z ó n m ism o del h o m b re y aflora en los p rim ero s d enuestos, p or intrasce nd entes q ue parezcan. El h o m b re, en c o n ­ secuencia, debe c o m e n z a r p o r resistir a los prim ero s em bates del co razó n , raíz de ulteriores males. La m is m a idea encierra la d o c trin a sobre el a d u l­ terio. Este, según el S erm ó n de la M o n ta ñ a , se in c u b a m u ch o antes de co nsu m arse. Está ya, en raíz, en la p rim e ra m ira d a concup iscente (cf M t 5, 27-28). O lro t a n to d irem o s del perjurio. El p erju rio

C o m p a r a c ió n co n

sI'monliTia

213

p rocede del mal, p e ro del m al procede no sólo el perjurio, sino la necesidad de tener que ju ra r . El h o m b re debe vivir tan de c a ra a la verdad q ue el ju r a m e n to resulte superfluo (cf M t 5, 33-37). En to d o s estos casos, al p ro h ib ir t a n to los m ovi­ m ientos de la ira y de la concupiscen cia c o m o el ju r a m e n to , Jesús em p lea un lenguaje jurídico. Es el lenguaje de la ley. P ero salta a la vista que no p ro m u lg a un cód igo nuevo. Ni la Iglesia pensó ja m á s en m eter en su d erech o ca nón ic o la p r o h i ­ bición de la ira, de la concupiscencia y del j u r a ­ m ento. Y m enos todav ía pensó en hacer de la re­ nu n cia ab s o lu ta a la violencia, de q ue h a b ló Jesús, u n a ley. ¡Y esto n o sólo p o rq u e tales leyes resul­ tarían im posibles y a b su rd as, m irá n d o la s desde el prin cipio del bien com ún! A u n q u e fueran posibles, no se lo g raría co n ellas lo que q uería Jesús. La v o ­ lu ntad de Jesús, en el S erm ó n de la M o n ta ñ a , va m ás allá de lo ju ríd ic o y legal. Busca la p u re za del co razó n , la sinceridad radical, la no-violencia a b ­ soluta qu e prefiere p re s e n ta r la o tra mejilla a g u errea r p o r los p ro p io s derechos. En to d a s estas cosas, el h o m b re es re q u e rid o y solicitado p o r la v o lu n tad divina m u ch o antes de e n tra r en c o n ­ flicto con la Ly. Pues bien, d e n tro d e este c o n te x to q ue n o s es fam iliar y lo c o n o c e m o s c o m o « S erm ó n de la M o n ta ñ a » , está el logion so b re el divorcio co n la m ism a es tru c tu ra literaria q ue la p ro h ib ició n del ju ra m e n to , de la ira y de la concupiscen cia y, ló­ gicam ente, con id éntica intención literaria. C o n su sentencia sob re el divorcio, Jesús lanza u n a p r o ­ vocación. S irviéndose de un lenguaje ju ríd ico , cali­ fica el ad u lte rio d e crim en c a p ita l d ig n o de la p en a de m uerte. Pero n o p re te n d e d ic ta r u n a ley, p r o ­ p ia m e n te dicha, sobre la indisolubilidad del m a ­ trim o n io ; busca, m ás bien, p r o f u n d iz a r h a s ta la

v e rd ad era realidad del m a trim o n io , cuyas raíces calan m ás h o n d o que to d a s las leyes posibles y j a m á s p o d rá n protegerse co n v e n ie n tem en te sólo a base de leyes26. C o n su sentencia sobre el d i­ vorcio Jesús hace ver a los oyentes en to d a su c ru d eza la injusticia s o terrad a en la praxis del d i­ vorcio y en el derech o q ue la g aran tiza. Al m ism o tiem po, llam a a los varo nes a e n ta b la r un v erdad ero co nsorcio con sus mujeres y los ex h o rta a un a m o r ab so lu to y a u na fidelidad inviolable, tal c o m o Dios pide en la vida conyugal. La p a la b ra de Jesús es pro v o c ativ a, pero p ro v o c ativ a al bien y, en d e ­ finitiva, al c u m p lim ie n to de la au tén tica v oluntad de Dios. T ra s h a b e r desc u bie rto la intención literaria del logion de Jesús sobre el divorcio, resulta claro que, en la d o c trin a m oral de la Iglesia, no debe inter­ pre ta rse c o m ó un principio juríd ico , co m o una n o rm a casuista con que resolver clara y ta ja n te ­ m ente to d o s lO S C aS O S de teología m o r a l : ¿Qué hacer c u a n d o un m a trim o n io está d e s g a rra d o y ha fraca sa d o co m p letam en te ? ¿ P o d rá n separarse los esposos? Y, sobre to d o ¿qué deb e hacer el que es inocente del fracaso de su m a trim o n io ? ¿Le será lícito e m p re n d e r un nuevo m a trim o n io ? ¿Y en los casos de m a trim o n io s p re cip itados que c h o c a ro n co n inevitables conflictos? ¿Qué hacer si luego en­ c o n t r a r o n su dicha en seg u n d a s n upcias y viven desde enton ce s ejem p larm en te? A estas y parecidas p re g u n ta s no re sp o n d en las p ala b ra s de Jesús. P o rq u e Jesús no quiso m ás q ue p ro v o c a r co n la m áx im a insistencia al a m o r y a la fidelidad; no quiso d ic ta r un d erech o m a trim o n ia l concreto. P a ra term in ar, d irem o s co n to d a clarid ad que, d a d o s los actuales co no c im ien to s de la Biblia, el logion de Jesús so b re el divorcio no es un principio ju ríd ico . Esto n o desvaloriza la d o c trin a de Jesús,

C o n s e c u e n c ia s

¡^usíásíica10™1

215

ni la m itiga, ni la vuelve ino pera n te. ¡Al contrario! N os la presen ta en to d a su am p litu d y p ro fu n d id a d , nos la presenta c o m o la últim a y radical exigencia con que D ios a p rem ia e im pulsa al h o m b re desde su p ro p ia intim idad. E v identem ente, la Iglesia tiene el d erecho de pro teg e r el m a trim o n io p o r m edio de leyes específicas. P ero estas leyes no deben de­ c la ra r c o m o ley la sentencia de Jesús sobre el d i­ vorcio y tienen que estar, en to d o caso, en c o n s o ­ n ancia c o n el c o n ju n to del S erm ó n de la M o n ta ñ a . Y precisam ente allí se hab la largo y te n d id o sobre la m isericordia y el p e rd ó n . Las leyes de la Iglesia h a n de ser tam b ién m isericordiosas. Y es u n a b uen a señal qu e ac tu a lm e n te se reflexione y recapacite so bre ese m o n tó n de cuestiones que g iran en to rn o a «in disolubilidad y divorcio», y se busq u en en la Iglesia ca m in o s p a r a u na praxis ju ríd ica c o n ­ creta. C a m in o s que to m e n m uy en serio las exi­ gencias de Jesús en o rd e n a la fidelidad ilim itada en el m a trim o n io , pero tam b ién en ord e n a la m ise­ ricordia y al p erd ó n .

F i g u r a s de l a s p á g in a s 217 y 218

216

He aqu í la Pied ad del M u seo G e r m a n o de N u re n b e rg (principios del siglo xv) y L a Pied ad de un artista m o d e rn o (M a x Walter). U n a imagen típica de la D o lo ro s a en la E d ad M e d ia c o n f r o n ­ tad a con u na re p resen ta ció n m o d e rn a del m ism o m otivo. Es interesante o b serv ar có m o la fo r m a a n ­ tigua subsiste en los rasg os esenciales, si bien sufre unas m odificaciones peculiares. M erece la pen a o b s erv ar m in u c io s a m e n te c ó m o el a rtista c o n te m ­ p o rá n e o asum e la im agen típica m edieval y la d esarrolla. En p rim e r lugar, llam a la atenció n q ue Jesús no yace en los b razo s de su m ad re , sino en el seno.

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K o to s:

B ild arch iv F o lo M a rb u rg 173, 174. 195, 217. L·li'ich D ib eliu s. G am in g 59. H elga l-ietz P e te r B e ck m an n . M urnau 199. M ax G e rs te n b e rg e r. S tu ttg a rt 13. L u c. H. G ro lle n b e rg , N ijm egen 140. C h a rlo tte G u n k e l, C elle 53. F n e d h e lm H eyde/K B Y V . S tu ttg a rt 132. In stitu í liir M e e re sfo isc h u n g . B re m e rh a v e n 1/2. M u sée N a tio n a l, B e y ro u th 67. S e rv ic e d e D o c u m e n ta tio n p h o to g ra p h iq u e de la R e u ­ nion d es M u sées N a lio n a u x , P aris 145. U llstein B ild e rd ie n st. B erlin W est 66 M ax W a lte r. V asbuhl 218. Jó rg Z ing, S tu ttg a rt 56.

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