Aguirre Rojas Carlos Antonio - Antimanual Del Mal Historiador.pdf

February 10, 2018 | Author: lidia silva | Category: Historiography, Publishing, Science, Science (General), Science And Technology
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MAL HISTORIADOR O ¿cómo hacer hoy una buena historia critica?

Carlos Antonio Aguirre Rojas

Los

libros

la otra nura&i d e Clio

de

Prim era edición: Ed. La Vasija, Ciudad de México, México, febrero de 2002. Segunda edición: Ediciones D esde Abajo, Bogotá, Colombia, octubre de 2002. Tercera edición: Editorial Prohistoria, Rosario, Argentina, enero de 2003. Cuarta edición: Ed. La Vasija, Ciudad de México, México, m arzo de 2003. Q uinta edición: Editorial M agna Terra, Ciudad de Guatemala, Guatem ala, agosto de 2004. Sexta edición: Ed. Centro "Juan M arinello", La Habana, Cuba, noviem bre de 2004. Séptim a edición: Ed. Contrahistorias, Ciudad de México, México, octubre de 2005.

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© Contrahistorias. La otra m irada de Clío

Estam os por la difusión m ás amplia posible de la cultura. Se perm ite la repro ducción total o parcial de esta obra por m edios electrónicos, m ecánicos, quími eos, ópticos, de grabación o fotocopia, con el sim ple perm iso escrito del editor. D iseño gráfico

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ÍN DICE

PRÓLOGO INTRODUCCIÓN CAPÍTULO I

DE ANTIM AN UALES Y ANTIDEFINICIONES DE LA HISTORIA CAPITULO II

LOS SIETE (Y MÁS) PECADOS CAPITALES DEL MAL HISTORIADOR CAPÍTULO III

EN LOS ORÍGENES DE LA HISTORIA CRÍTICA CAPÍTULO rv

POR LOS CAMINOS DE LA BUENA HISTORIA ANTIPOSITIVISTA CAPÍTULO V

LAS LECCIONES DE 1968 PARA UNA POSIBLE CONTRAHISTORIA RADICAL CAPÍTULO VI

¿QUÉ HISTORIA DEBEMOS HACER Y ENSEÑAR HOY? UN MODELO PARA (DES)ARMAR BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL DEL BUEN SEGUIDOR DE ESTE AN TIM AN UA L

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"Sólo tiene derecho a encender en el pasado la chispa de la esperanza aquel historiador traspasado por la idea de que ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo si este vence..." Walter Benjamín, Sobre el concepto de historia, tesis VI, ca. 1940.

PRÓ LO G O

Edeliberto C ifuentes M edina y en señ ar a principios del siglo xxi?. ¿Es la historia un ejercicio intelectual y profesional que constituye u n a v erd ad era necesidad y u rgen cia p ara la com prensión, in terp re­ tación y explicación de un m undo en crisis?. ¿Y es todavía útil e im p o rtan te ap ren d er y en señ ar historia, en el m undo globalizado de hoy, y d en tro del vertigin o so p roceso de vaciam ien to de la subjetividad que ahora vivim os?. ¿Tiene sentido que u n a p erson a dedique su tiem po y su vid a a un q u ehacer que en la m ayoría de los casos no requiere, su p uestam ente, de n in gu n a form ación p ro ­ fesional y /o académ ica?. Porque si bien es am pliam ente recon ocid a la función que tiene la m em oria para el sujeto, y tam bién la im p ortan cia que p o see el pasad o en la socied ad , vale la pena p regu n tarse, ¿de qué m em oria se trata, y qué p arte de ese p asad o está estru ctu ralm en te e x p re­ sad o en el presente?. ¿Y qué d iferen cias o sim ilitudes existen entre la m em oria individual y la colectiva, y de otra p arte la historia?. Pero tam bién, ¿cuál es el sentido de in vestigar y escribir historia en u n m om ento en el que ap arecen n u evas interrogantes, e h ipóte­ sis, y problem as, tod os ellos sobre el sentido de la sociedad, sobre las e stru ctu ra s del p od er y sobre el contenido de lo hum an o?. Y aún m ás: ¿cuál es la im p ortan cia del trabajo del historiador, en una ép o ca de gen eralizad a confusión y de crisis de los p arad ig m as en las ciencias sociales, p ero tam bién en los tiem pos de u n su puesto ca rá cte r exclusivam ente n arrativo del d iscu rso historiográfico, p ro ­ v o cad o p or la an acrón ica sobrevivencia del p ositivism o y defen­ ¿Q u é h is to r ia h a y q u e c o n s tr u ir

dido en las delirantes posiciones del d iscu rso posm od erno?. Y es que, sin duda, n in gú n historiador que se considere verd ad eram en te im buido de su responsabilidad profesional, y

com p rom etid o con su propia socied ad , puede dejar de plantearse estas p regu n tas, y de realizar un serio y profundo análisis de su trabajo, lo m ism o que de la función y de los efectos que el m ism o p u ed a tener en el d esarrollo social. Y aunque no es frecuente que el h istoriad or reflexione sobre su quehacer, y sobre la im p ortan cia y trascen d en cia del m ism o en la p ercep ción , com prensión, in terp re­ tación y tran sform ación de las com plejidades de su sociedad, eso no im pide que todo trabajo h istoriográfico cum pla una función, y que tenga p or lo tan to u n a utilidad y un sentido, sea en la línea de la h u m an izació n , o p or el contrario, en la de la d esh u m an ización de esa m ism a sociedad. E s d ecir que todo trabajo o en sayo sobre la sociedad, sobre la m em oria, o sobre la historia, se en fren ta siem pre a un claro dilem a ineludible, que es el de, o bien ten er im p actos p erversos sobre la evolución y el d esarrollo de la socied ad , o p or el contrario, con ­ v ertirse en cam bio en un a verd ad era h erram ienta para la e stru c­ tu ració n de subjetividades individuales y colectivas que estén en correlato con un a condición h u m an a plena, y con un conjunto de v alores y p rácticas diferentes y su p eriores a las actuales. Por eso, todo posible ensayo de este género, o bien rep rod u ce p rácticas autoritarias, o en cam bio, se abre h acia la pluralidad de las accio­ nes, los p ro ceso s y los h echos; o bien se con stru ye com o u n a ver­ dad era y rig u ro sa form a de pensar, o p o r el contrario, se red u ce al sim ple ejercicio del recu erd o y la nostalgia. E n su m a, todo trabajo historiográfico, desde el m ás ingenuo y esp on tán eo h asta el m ás elaborado y crítico, deja su im pronta, im p acta y prod u ce efectos en la con form ación del sujeto y en las subjetividades, lo m ism o que en el rol que las m ism as juegan d en tro de la existen cia y p ara la tran sform ación de los m odelos de vid a. Por ello, n in gú n trabajo h istoriográfico puede estar al m argen de los desarrollos filosóficos, de los debates políticos, de los m éto ­ dos y de las reflexiones que o tro s saberes hacen sobre lo h u m an o y lo social. Así, no es posible que el trabajo del historiad or exista al m arg en de los aportes, problem as, hipótesis y m étodos del resto

de las ciencias sociales y de las reflexiones filosóficas m á s im p or­ tantes. Por ello, el h istoriador que asu m a su función com o un tra­ bajo creativo y com p rom etid o con su sociedad no p o d rá aten erse a las viejas fuentes y a las viejas p rácticas de recu p eración del p asad o concebidas sólo com o u n reg od eo p ersonal, o com o un d iscu rso que sirv e p ara en treten er a los ociosos y a los "jubilados", llenando p or ejem plo las secciones de la p ren sa en los fines de sem an a, en la sim ple lógica de ofrecer un a "san a" distracción dom inical. Es d ecir que p a ra co n stru ir u n a historia nueva y p ro fu n d a­ m en te ren ovad a, será n ecesario u b icar a esos diversos d iscu rso s historiográficos en su función o de legitim adores, o de su p erad ores de lo establecido. C aso este ú ltim o en el que el trabajo del h isto­ riad o r p or esa historia nueva, será a la vez u n análisis y su p era­ ción de sus fuentes, de sus técnicas, de sus m étod os y hasta del estilo de co n stru cció n del relato, junto a una inquietud y verd ad ero en tu siasm o p ara recu p e ra r y re cre a r p o r cuenta propia las nuevas form as de co n stru ir la historia, a p a rtir entonces de otras fuentes, y p or ende de toda huella, creación y prod u cción de lo hum ano. Es p ertinente, en con secu en cia, en esta con stru cción de u n a h is­ toria crítica, aco tar las p articu larid ad es de la historia tradicional y de la historia crítica m od ern a, y señ alar que no solo hay u n a radical diferencia en cu an to a la p ercepción, com prensión, y explicación de los p ro ceso s sociales, sino a la vez una diferencia ro tu n d a en cu an to a cóm o asu m ir y concebir las relaciones de pod er y de vida: porque si la historia tradicional es ab u rrid a y llena de fechas, p e r­ sonajes, protocolos palaciegos, siendo ad em ás legitim adora y co n ­ servad ora, la historia crítica es en cam bio una historia abierta a la vida, a las creacion es y a las resistencias populares, lo m ism o que a todos los p rocesos que le dan centralidad a las expresiones h u m a­ nas m ás esenciales. Y es que el oficio de historiar im plica tareas y p rácticas v e rd a ­ d eram en te interesantes, n oved osas y a tono con los sueños y cre a ­ ciones de los g ru p o s que resisten y que luchan en los diversos cam p o s y frentes sociales p or u n a vid a mejor. Por eso, h acer esta historia g en u in am en te crítica im plica su p erar los m odelos que atan

el trabajo del h istoriad or a la sim ple n arración del pasado, y a co n ­ tracorrien te de esto, p rop on er que el trabajo del historiador actual debe situ ar su objeto de estudio d en tro de inesperad as y siem pre h eu risticas coord en ad as del tiem po, del espacio, del tem a y hasta de los resultados. En su m a, se trata de recu p erar p ara el trabajo del historiador aquellas tradiciones críticas forjadas en un previo esfuerzo de teo ­ rizació n y de reflexión, pero tam bién de luchas, de debates y de p rácticas que recu p eran el cam bio, el m ovim iento, y los estilos de vid a solidarios y sustentados en la pluralidad, la verdad y la justi­ cia. Se trata, seriam ente, de asu m ir el trabajo de historiar en tod as sus com plejidades, en su rigor, en su p rofun do com p rom iso con la verd ad , p ero a la vez, con su función altam ente edificadora y gratifican te de saberse m ilitante p or la vida, lo m ism o que p o r el verd ad ero en altecim iento de la condición hum ana. Este libro de C arlos A g u irre Rojas, que ahora se reedita por tercera ocasión en M éxico, desp u és de haberse editado ya en Colom bia, A rgen tin a, G uatem ala y Cuba, nos ofrece un expediente d ocu m en tad o y rig u ro so sobre el p or qué y cóm o escribir esa h is­ toria crítica antes m encionada, a la v ez que nos devela los p rop ósi­ tos d esh u m an izan tes que se o cu ltan en la historia tradicional, en la historia oficial y en la versión m ás elaborada, pero no p o r ello m enos p erv ersa de la historia positivista. D esd e in d icarn os los deslices sim plificadores y de control de la historia acarto n ad a tradicional, h asta com en tar los siete (y m ás) p ecad os capitales del m al historiador, desde h acer una sistem ática y rig u ro sa exp osición de los orígenes de la historia crítica hasta exp o n er las form as y /o m od os de un a historia antipositivista, y desde u n señ alam ien to de los vicios y perversiones de la historia elaborada desde el poder, hasta la exposición de los nuevos d iscu r­ sos historiográficos que afloran a p artir de los m ovim ientos contrasistém icos de 1968, de em ergen cia y expresión planetaria, es que se a rm a el arg u m en to de este libro. Porque este últim o es un a crítica (en su acepción de exam en sistem ático), de las d iversas versiones trad icionales de la historia,

p ero a la vez, una p rop u esta, p ara la p ráctica de un oficio v erd ad e­ ram en te vital y a tono con los d esarrollos actu ales m ás avanzados. Es decir, un a p rop u esta que no solo supera a las corrientes y d is­ cu rso s que rep rod u cen lo form al y lo esquem ático, sino que, avan ­ zan d o a contracorriente, se apoya tam bién en aquellas versiones que ya han com probado su p od er y su fuerza p ara acced er hasta las e stru ctu ra s ocu ltas, hasta los en torn os m as oscu ros, en el obje­ tivo de ilu m in ar ahora el lado gen eroso y creativo que p ractican g ran d es sectores de la hu m an id ad . Así, p ara un todavía vasto sector de nuestro m edio latin oam eri­ cano, y p or ejem plo para G uatem ala entera y tam bién aún para M éxico, la reed ición de este Antimanual del mal historiador. O ¿cómo hacer hoy una buena historia crítica? rep resen ta la existencia de un m aterial de capital utilidad para el debate y p ara la profesionalización de un oficio que, en to d avía am plios espacios de n u estras h istoriografías de A m érica Latina, arram bla los lastres de esa h is­ toria positivista, desde sus expresiones m ás vu lgares, hasta las a m ­ b igu as form as de un a supuesta historia cu ltural, o de u n a historia política, o tam bién de un a sociología com pletam ente inm ediatista. C on la riqueza de u n a trayectoria intelectual intensa y fructífera de ya largos años, y con exp erien cias en diversas U niversidades y países de todo el m undo, aunque en pleno gozo de u n a de sus juventudes; con la ya extensa realización de estu dios y publicacio­ nes, p ero con la reiterada novedad de ofrecernos siem pre u n tra­ bajo que, desde la p rim era idea h asta la ú ltim a p rop u esta crítica, no deja de p rov ocarn o s y de tran sm itirn o s reflexividad, en tu siasm o y energía p o r el ejercicio de u n a profesión que es y será siem pre edificante si se le asu m e con los afectos, rigores e im agin ación que exige la p ráctica de tod a ciencia; y con la ya conocida a p a b ilid a d y p a rticu la r deferencia hacia tod as las naciones de nuestra A m érica L atin a, exp resad as en las m últiples visitas acad ém icas realizad as en los ú ltim os cu atro lustros, p ero siem pre con una renovada frescu ra de n uevos saberes, C arlos A ntonio A g u irre Rojas deja, con esta publicación y con su m agisterio, su im p ron ta dentro de la actu al h istoriografía latin oam erican a.

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C o rresp on d e entonces a los segu id ores realm ente críticos de Clío, en este espacio nu estro que llam am os L atin oam érica, con ­ tin u ar rom p ien d o lan zas p o r un a historia renovada, actu alizad a, crítica y alim en tad a en las m ás añejas tradiciones de resistencia, de lucha y de esp eran za. Y ello, con la m ás p rofunda convicción de que n u estro trabajo y nuestros afanes, inscritos en el horizonte del objetivo de a lcan zar la existencia de "U n m undo en el que quep an todos los m u n d os posibles", y con la segu rid ad de que "O tra A m érica Latin a es todavía posible", serán siem pre un trabajo y u n o s afanes p rofu n d am en te gratificantes y socialm ente co n v o ­ cantes. Ciudad de Guatemala, octubre de 2004.

IN T R O D U C C IÓ N

"Creo en el futuro porque yo mismo participo en su construcción" Jules M ichelet

En M éxico, algo m u y im p ortan te co m en zó el p rim ero de enero de 1994. H asta el p u n to de que p od em os afirm ar que el "b reve siglo xx", que a nivel general com ien za con la Prim era G uerra M undial y con la Revolución Rusa de 1917, para cerrarse con la caída del M uro de Berlín, ha com en zad o en cam bio, en nuestro país, con el estallido de la R evolución M exican a de 1910, para concluir p re ­ cisam en te en esa fecha sim bólica im p ortan te que rep resen ta la irru p ción pública del m ovim ien to neozap atista m exicano. Porque los siglos verd ad eram en te históricos se con struyen, p recisam ente, a p a rtir de las d iversas d uraciones de los fenóm enos que d en tro de ellos se despliegan, dándole tem poralidad y sentido a las distintas cu rv a s evolutivas que esos m ism os siglos representan. Entonces, cu an d o se cierra u n siglo histórico, d istinto del sim ple siglo cro­ nológico, se cierran con él esos m ism os p ro cesos fundam entales que le dieron vigen cia y su stan cia, cam b ian d o la p ágin a de la h is­ toria, p ara in a u g u ra r nuevos p roceso s y nuevas situaciones, igu al­ m ente corresp on d ien tes al nuevo siglo y al nuevo ciclo histórico que com ien za. Por eso, entre tan tas otras razon es, es que se im pone tam bién la con stru cció n de un nuevo tipo de historia. Y esto, en el doble sen­ tido de p articip ar activam en te en la tran sform ación de esa historia real que los hom bres y las socied ad es con stru im os todos los días, p ero tam bién en la línea de intentar edificar un nuevo tipo de saber h istórico y de d iscu rso historiográfico, cap az de aprehender y de

reflejar ad ecu ad am en te a esas n uevas realidades de la historia real, p e ro tam bién cap az de p roveern os de algu n as de las h erram ien tas in telectu ales n ecesarias p ara in terven ir eficazm ente en dicha co n s­ tru cció n ren ovad a de esa historia real. A lgo que p or lo dem ás, ha sido tam bién planteado p or los indí­ g en as rebeldes de nuestro país. P u es ellos han insistido co n stan te­ m en te en que su lucha es tam bién una lucha de la memoria contra el olvido, lo que significa que es tam bién un intento por recu p erar y p o r m an ten er viva la memoria de su propia historia, la m em oria d e sus luchas y de sus reclam os, tanto com o la reivindicación del p asad o, del p resen te y del fu tu ro que ellos, com o indígenas, re p re ­ sen tan , y que la historia oficial ha b orrad o e ignorado sistem ática­ m en te d u ran te siglos. Porque si la historia la escrib en siem pre los ven ced ores, y si cad a clase que d om in a reinventa al p asado y a las trad icion es p ara leg itim ar su propia dom in ación , entonces es claro que el papel que han tenido los indígenas m exicanos, dentro de las m últiples h istorias oficiales escritas d u ran te siglos en nuestro país, ha sido un papel com pletam ente m argin al e irrelevante. Ya que lo m ism o en la visión ab iertam en te racista, que trata al indígena com o si hubiese sido u n a sim ple "m ateria p rim a" de los conq uistad ores, co m o p resa y p u n to de apoyo de la sociedad colonial que "lo m es­ tiza", que en la visión patern alista y despreciativa que lo quiere "n o rm alizar", "m o d e rn iz a r" e in co rp o rar al "p ro g re so " de nuestra m od ern id ad capitalista, el papel que se le ha asignado a los pueblos ind ígen as de M éxico, ha sido siem pre el de sim ples objetos pasivos y recep tivos de la historia, p ero nu n ca el de sujetos activos, rebeldes, actu an tes y p oseed ores de un p royecto propio y específico de vida, de sobrevivencia, de resistencia y de m od ern id ad altern ativas, e inclu so de p rop u estas de cam in o s diferentes para el d esarro llo de ciertos p ro ceso s en nu estro país. A sí que cu an d o los neozap atistas reclam an m an ten er viva la h erencia de sus m u ertos y de sus an tepasados, lo que están reivin­ d ican d o es ju stam en te ese p asad o que ellos m ism os h an co n stru i­ do, y en el que siem pre han sido los sujetos de su p rop ia historia,

p asad o que a través de luchas, in su rreccion es, rebeliones y resis­ tencias p rolon gad as y continuas, h an logrado p reserv ar y m a n ­ tener viv o h asta el día de hoy. Por eso u rge reescribir toda la historia de México, in corp oran d o de m an era orgán ica y sistem ática d en tro de su tram a, entre varios otros, tam bién a este sujeto indígena y al conjunto de sus acciones, intervenciones, luchas y resistencias específicas. C om o tam bién u rge comenzar a ver la historia, en general, de un modo nuevo y dife­ rente, haciéndola, escribiéndola, investigándola y enseñándola de una m an era rad icalm en te distinta a com o lo h em os hecho hasta ahora, una m an era diferente que sea realm ente acorde con estos nuevos tiem pos que h an com en zad o a vivirse en M éxico d esp u és de 1994. Pero es claro que es imposible co n stru ir una historia nueva, con las viejas y d esgastad as h erram ien tas que corresp on d en a los ta m ­ bién ya an acrón ico s m od os en que se ha p racticad o hasta hoy el oficio de h istoriad or en nu estro país. Pues son esas viejas co n cep ­ ciones de la historia, y esas viejas fuentes y técnicas co n sag rad as d u ran te tan tas décad as, y rep etid as d u ran te lustros y lustros en las aulas, las que han forjado esa h istoriografía oficial que no sólo ha ignorad o a los indígenas, sino tam bién a las m ujeres, e igu alm en te a los cam p esin os, a los obreros y a las gran d es m asas p op u lares, a la v ez que se concentraba solam ente en el estudio de la vida de los presidentes y de los políticos m as conocidos, en las p u g n as de los pequeños y elitistas g ru p o s o facciones de las clases dom inantes, o en el análisis de los d iscu rsos y las obras de tal o cual literato, científico, o 'g ran personaje' de n uestra historia nacional. Poniendo entonces el énfasis en ese estu d io de las gu erras, de los tratados, de las acciones del E stad o y de la biografía de los supuestos "gran d es h éroes" de la nación, la historia oficial e incluso u n a in m en sa m a ­ yoría de la historia acad ém ica, ha hecho h asta el día de hoy caso om iso de las realid ad es econ óm icas, sociales, cu ltu rales y civilizatorias que, en p rofundidad y de un a m an era esencial, h an definido las g ran d es líneas de la evolución de nuestra historia en general.

P or eso, hace falta llevar a cab o u n a doble tarea tran sform ad ora d en tro del v asto espacio de n u estros estudios históricos actuales: en p rim er lugar, un trabajo sistem ático de crítica permanente de esa h istoria oficial, p ositivista y tradicional, trabajo que al m ism o tiem p o que den u n cia y d em u estra las inconsistencias y la pobreza de los resu ltad os h istoriográficos producidos p or esta historia li­ m itad a que ha sido d om in an te en nu estro país hasta el día de hoy, h ace evidente tam bién la clara función conservadora del statu cjuo que ha cum p lid o y que cu m p le este m ism o tipo de historia p ere­ zo sa y com placiente con los actu ales g ru p o s y clases dom inantes. P ero tam bién y en segu n d o lugar, es ahora necesario m o strar con clarid ad los nuevos ru m b os p or los que debe tran sitar la nueva h is­ to ria que u rge co m e n z a r a elaborar, explicando con paciencia y d etalle el conjunto de h erram ien tas intelectuales y de pu n tos de ap oyo que habrá que u tilizar en la con stru cción de esa otra h isto­ ria diferente y crítica, a la vez que av an zam os, audazm ente, en las p rim e ra s aplicaciones y recon stru ccion es de los diferentes tem as y p eríod os que com p ren d e n uestra propia historia nacional. D e este m odo, p ro m o ver e im p u lsar u n a historia nueva, a ctu a ­ lizad a, científica y crítica en n u estro país, no es otra cosa que inten­ ta r asu m ir, d en tro de n u estro propio oficio de historiadores, las co n secu en cias im p ortan tes de la situación histórica tam bién nueva que ah ora vivim os. Pero no p ara ren ovar y reciclar una vez m ás, vistiéndola con n uevas ropas, a la vetu sta y siem pre bien vista his­ toria oficial, com placiente con el p o d er y dispuesta etern am en te a legitim arlo y a servirlo, sino m ás bien p ara volver a co n ectar a esta ren o v ad a ciencia de la historia con sus raíces fundadoras esen cia­ les, p erten ecien tes a las m ejores trad iciones del pensamiento social crítico con tem p orán eo. Es decir, ren o var a la historia p ara resti­ tu irle su dim en sión p rofu n d a com o historia crítica, vin cu lad a a los m o vim ien tos sociales actu ales y a las u rgen cias y d em an d as p rin ­ cip ales del presente, a la vez que disp uesta a con trib u ir y a colab o­ rar, en la m ed id a de lo posible, en la con stru cción de u n fu tu ro diferente, donde se elim ine la exp lotación económ ica, el d esp o ­ tism o político, y la desigu ald ad y d iscrim in ació n sociales, y en

don d e el p o rv en ir no sea visto, com o sucede hoy, con aprehensión y con tem or, sino p or el contrario, con verd ad ero optim ism o y con p rofu n d a esp eran za.

M a rc B loch

D E A N T IM A N U A L E S Y A N T ID E F IN IC IO N E S D E L A H IS T O R IA

"En pocas palabras, podemos decir que (...) un mal Manual solo merece ser fulminado...". M arcBloch, "¿Manuales o Síntesis?", AHES, vol. V, 1933.

¿Por qué escribir y publicar hoy, en los inicios de este tercer m ilenio cronológico, u n Anti-manual y ad em ás, un anti-m anual del "m al h istoriad or"?. Porque estam os convencidos de que la m ayoría de las instituciones acad ém icas que hoy form an y ed u can a los fu tu ros historiad ores de nu estro país, lo que están ed u can d o y form an d o es a malos historiadores, y no a historiad ores críticos, serios, creativos y científicos. Y tam bién porque sabem os que el sentido que tienen, en general, todos los "m an u ales" es el de simplificar ideas o a rg u ­ m en tos com plicados, con el fin de volverlos asequibles a un público cada vez m ás am plio. Pero nu estro objetivo en este pequeño libro es m uy distinto: lo que querem os no es h acer sim ples, ideas que son com plejas, sino m ás bien com b atir y criticar viejas ideas sim ples, ru tin arias y ya su p erad as sobre lo que es y sobre lo que debería ser la historia. Ideas que a fuerza de rep etirse, d esd e la ed u cación p rim aria m á s elem ental h asta el nivel u n iversitario de la licenciatura y de los p ostgrad os, han term in ad o p or ser acep tad as y recon ocid as p o r la in m en sa m ayoría, con stru yen d o así la em pobrecida y d eform ad a noción de lo que hoy se llam a com ú n m en te "historia". Al m ism o tiem po, y luego de criticar esa visión an acró n ica y lim itada hoy im perante, de lo que es y de lo que debería ser la

historia, qu erem os p resen tar, tam bién de m od o accesible a un v asto público, ciertas ideas y p ropuestas, com plejas y elaboradas, de lo que en n uestra opinión debería ser y es en verdad la historia m ás actu al y m ás de van g u ard ia. Pero no convirtiend o a esas p ro ­ p u estas e ideas en tesis y nociones sim ples, sino m ás bien reform u lán d olas de un a m an era sencilla, que a la vez que m antiene su com plejidad, las ilustra con ciertos ejem plos y las d esm en u za con m á s detalle, retrad u cién d olas a u n lenguaje m ás cercan o y ase­ quible a ese am plio público. P orque lejos de esa im agen que nos h an im puesto, y que rep ro ­ d u cen con tenacidad la in m en sa m ayoría de nuestras escuelas y de n u estras U niversidades, im agen que presenta a la historia com o algo ab u rrid o y m em orístico, que sólo se o cu p a de cosas viejas y de ran cio s p asad os ya m u ertos y lejanos, la historia m ás actu al y de v a n g u a rd ia es en cam bio algo viv o y apasionante, que investiga los m á s relevan tes problem as del ser h u m an o y de las socied ad es con ­ tem p orán eas, con un a riqueza de in stru m en tos intelectuales, y de m étod os y técnicas, que deslu m b ran de in m ed iato a todos aquellos que decid en in tro d u cirse seriam en te en sus interesantes e in trin ca­ dos laberintos. Así, para nosotros, la historia no es una disciplina asociad a sola­ m en te con los arch ivos, y con los hechos, personajes y sucesos ya d esap arecid os y m uertos, sino u n a ciencia tam bién de lo social y de lo vivo, atenta al p erp etu o cam bio histórico de tod as las cosas, y d irectam en te con ectad a, de mil y un a m an eras, con nu estro p re ­ sente m ás actu al, lo m ism o que con nuestra vida social m ed iata e in m ed iata, en to d as sus m últiples y v ariad as m anifestaciones. A d em ás, si el tipo de h istoriad or que hoy se form a en la gran m ayoría de las escuelas y de los p o stgrad os de historia de nuestro país, es de m an era p red o m in an te un m al historiador, p oco a ctu a ­ lizad o resp ecto de las p rin cip ales corrientes historiográficas m ás actu ales, y p oco in form ad o de los trabajos y de las obras de los m ás im p o rtan tes historiad ores del siglo xx, entonces el tipo de historia que tam bién de un m od o gen eralizad o se prod u ce y se publica en tre n osotros, es u n a historia p u ram en te descriptiva, m o n o g rá ­

fica, em p ob recid a y p rofu n d am en te acrítica. Porque no h ay d u da de que es inofensivo y hasta conveniente p ara los actu ales p od eres y g ru p o s d om in an tes, que se repitan h asta el can san cio - d e los alu m n o s y h asta de los propios p ro fe so re s- las "gestas g lo rio sas" de n u estra Independencia, los cu en tos sabidos y arch irrep etid o s de n u estra historia colonial, las versiones patern alistas y h asta indulgentes de nuestra etapa p recolom bina o preh isp án ica, y las siem pre ligeram ente p reo cu p ad as versiones de nuestro "ag itad o " y "caótico " siglo xix. Y todo ello, p ara con fortarn os al final con la idea de que hoy, a p esar de todo, estam os m u ch o m ejor que en cu alq u ie­ ra de esas ép ocas del "pasado", y p ara d em ostrarn os p or enésim a ocasión que, a fin de cu en tas, "h em os p rogresado". Sin em bargo, y desde hace y a m ás de un siglo, la v erd ad era h is­ toria científica ha peleado abiertam ente p ara dejar de ser ese sim ple in stru m en to de legitimación de los p od eres estatuidos, tratan d o de d istan ciarse tan to de la "h isto ria" oficial - e n verdad , m á s bien sim ple crónica de las conquistas, de las victorias y de los 'lo g ro s' de esos m ism os p o d e re s -, com o de las d istintas versiones de la igu al­ m ente lim itada y som etid a historia tradicional. Ya que es im posible h acer u n a historia seria, de cu alquier hecho, fenóm eno o proceso, en cu alq u ier m om en to o etapa del "p asad o " o del "presente", que no m u estre en su análisis la n ecesaria finitud y cadu cidad de lo que se estudia, haciendo evidentes el ca rá cter efím ero y los lím ites tem p orales de ese problem a investigado, y subrayando el obligado cambio histórico al que están som etid os todos esos procesos, fenó­ m en os y su cesos m encionados. Pero entonces, si p racticam os el análisis histórico d esd e esta idea de la historia siem pre atenta al cambio, y siem pre en focad a en esa d ialéctica de p erm an en cia y de tran sform ación de todos sus objetos de estudio, d esem b ocam o s n ecesariam en te en u n a h isto­ ria gen u in am en te crítica, que junto al "lad o b u en o" de las cosas ob serva y an aliza tam bién su "lad o m alo", desm itificando a los héroes y n o rm alizan d o a los personajes y a las situaciones e x trao r­ d in arias y excepcionales, al tiem po que "desglorifica" los orígenes y las g estas fundadoras, e in trod u ce sistem áticam ente los fracasos

junto a los éxitos, la vida cotid ian a al lado de los "gran d es m o m en ­ tos históricos", los p rocesos sociales y econ óm icos p or debajo de las g ra n d e s b atallas m ilitares o de los resonantes sucesos políticos, y las creen cias colectivas y la cu ltu ra p op u lar junto a las brillantes ideas y las "obras gen iales" de la ciencia, la literatura o el con o­ cim ien to de lo social, p or m en cion ar sólo algunos de los tantos ejem plos posibles. U na historia crítica, que siendo forzosam ente op u esta a las h is­ torias oficiales y tradicionales h asta hoy dom inantes, se desplaza sistem áticam en te de las explicaciones co n sagrad as y de los lugares co m u n es rep etid os, p ara in ten tar co n stru ir nuevas y m uy dife­ ren tes in terp retacion es de los hech os y de los problem as históri­ cos, p ara re sca ta r e in co rp o rar nuevos territorios, dim ensiones o elem entos h asta ahora ign orad os o poco estu d iad os p or los historiad ores anteriores, y p ara restitu ir siem pre el ca rá cte r d in á ­ m ico, co n trad ictorio y m últiple de toda situación o fenóm eno h istórico posible. U na historia difícil, rica, ag u d a y crítica, que se cu ltiva m u y escasam en te en n u estro país, y que es sin em b argo la ú n ica historia realm en te valiosa y aceptable, si es que d eseam os escrib ir y en señ ar un a buena historia, y si es que pretendem os, en esa m ism a p ráctica histórica, estar p or lo m enos a la altu ra de los d esarrollo s y de los p ro g reso s m ás recientes que ha alcan zad o hoy el oficio de historiador, en el m u n d o entero, y en estos inicios del tercer m ilenio cronológico que ahora com en zam os a vivir.





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Si un m an u al tradicional, que ay u d a a form ar m alos historiadores oficiales y tradicionales, com ien za siem pre p or ciertas definiciones, en ton ces un Antimanual com o este, que persigue abrir el espacio y co ad y u v a r a cre a r las condiciones p ara form ar buenos h istoria­ d ores críticos, debería co m e n z a r tal vez con toda una serie de antidefiniciones. A nticon cep tos, an tin ociones y antidefiniciones de lo que d eb em os entender p or la historia, de cuál es su específico

objeto de estudio, de sus m étod os p rincipales y de sus técnicas fu n ­ dam en tales, lo m ism o que de sus objetivos, sus resu ltad os y sus m odelos, teorías, categorías y problem áticas m á s esenciales. Entonces, definiendo o estableciendo lo que para n osotros no es la historia y los problem as a los que no debería de lim itar su estu ­ dio, y las técnicas en las que no debería estar confinada, etc., quizá sea posible no sólo identificar con m ás precisión a este tipo de historia tradicional y ab u rrid a que todavía hoy p ad ecen nuestros estu d ian tes a lo largo de toda su form ación, sino tam bién ay u d ar a d esb ro zar el cam in o p ara su p erar a este tipo de historia, y para ser cap aces de p rop on er y de p racticar otra historia, com pletam ente diferente y nueva. H istoria diferente a la que hoy se cultiva m ayoritariam en te, que no es "la ciencia que estu d ia los hech os y situaciones del pasado". Porque, m ás allá de que es totalm en te im posible fijar con rigor y certid u m b re la fecha, o m om ento, o etapa que hoy divide n u estro "p resen te" de nu estro "pasado", es claro tam bién que la historia no es esa ab u rrid a y tem erosa ciencia del pasado, sino m ás bien la ciencia que se con sagra al estudio de "la obra de los hom bres en el tiem po", seg ú n la acertad a definición de M arc Bloch, y p or lo tanto, el exam en crítico que abarca lo m ism o el m ás pretérito period o de la m al llam ad a "p reh istoria" h u m an a, que el m ás actu al e in m e­ d iato presente. Ya que es claro que esta definición de la historia, com o ciencia que estu d ia el pasado, no sólo p retende rehuir el com p rom iso social del historiad or con su propio presente, sino que tam bién con fu n d e a nu estro oficio, con la sim ple y burda tarea del anticua­ rio. Porque son el an ticu ario o el coleccionista de an tigüedades, los que se o cu p an "sólo del pasado", rom piendo artificialmente una línea tem poral que es esencialm ente continua, línea que nos d e­ m uestra p erm an en tem en te que cualquier 'p resente' - y p or ende, tam bién cu alq u ier 'p asa d o '-, no es m ás que una com pleja a rticu ­ lación estratificada de d istintos "p asad os todavía presentes", es d ecir de d iversos h ech os y fenóm enos históricos que rem on tan su origen y su vigencia a m uy diferentes líneas y m agn itu d es

tem porales, m agn itu d es que incluyen desde el estricto ayer de u n o s días, sem an as o m eses, h asta los varios p asad os de lustros, d écad as, siglos o h asta m ilenios. H istoria entonces que estu d ia tanto el "p asad o " com o el m ás actu al y can d en te "presente", y ad em ás sin caer en su falsa y siem ­ p re artificial separación, que explica que hoy exista, con plena legitim id ad y recon ocim ien to social, el área de la llam ad a historia contemporánea, tam bién n om b rad a a veces com o historia in m e­ d iata, o historia del tiem po presente, historia que tom an d o com o su objeto de análisis a esos fenóm enos actuales del m ás diverso ord en , es cap az de integrarlos y de explicarlos dentro de un a visión que restitu ye en profundidad tod a su carga y toda su densidad h istóricas específicas. U na historia que no se con stru ye, adem ás, sólo con d ocu m en tos escritos, ni tam p o co sólo con los testim onios depositados en los arch iv os h istóricos. Porque el buen historiador no se form a sólo en los arch ivos, sino tam bién, y m u y esencialm ente, en la observación acu cio sa y agu d a de la vida m ás actual y de la vida del p asado en tod as sus m últiples y v ariad as m anifestaciones. Ya que hace m ás de siglo y m edio que ap ren d im os que las fuentes del historiador no se red u cen sólo a los textos y a los testim onios escritos, sino que ab arcan absolutam ente a toda huella o tra z o h u m an o que nos p e r­ m ita d escifrar y reco n stru ir el problem a histórico que acom etem os. Así, lo m ism o la den d rocron ología, que nos perm ite volver a trazar las d iferencias del clim a d u ran te cientos de años, que el análisis del carb on o 14, que hace posible d atar la antigüedad de un hueso fósil, e igu alm en te la fotografía aérea, que nos deja ver las diferentes form as que adquieren los cam p o s de cultivo en las distin tas reg io ­ nes de un país, o la iconografía, que nos entrega p arte de las acti­ tu d es y de las p rácticas cristian as de un culto religioso, son todas fuentes p ertin en tes y legítim as del trabajo actual y cotid ian o de los historiadores. Ya que cu an d o se trata de com prender, y luego de exp licar un h ech o o p roceso histórico determ inado, el historiador inteligente está autorizad o a re cu rrir a cualquier elem ento o indicio posible que le p erm ita entender o a n alizar el específico problem a

que aborda. L o que explica el hecho de que, en la actu alid ad , la historia se haga ap oyán d ose lo m ism o en la fotografía o en el cine que recu rrien d o sistem áticam ente a los testim onios orales, e igu al­ m ente in terp retan d o una p intura o un m onum ento, que co n stru ­ yend o un a serie econ óm ica, dem ográfica o cultural, entre tan tas o tras posibles fuentes de las que ahora disponen los historiad ores en el ejercicio de su oficio. O tra "antidefinición" im p ortan te de la historia v erd ad eram en te científica es la que afirm a que no es posible h acer la historia de M éxico, o de Francia, o de Chile o E sp añ a, e incluso la historia de E u rop a, o de Á frica, o de A m érica Latina, si uno se queda limitado al análisis de los p rocesos y de los hech os p u ram en te m exican os, franceses, chilenos, españoles, eu rop eos, africanos o latin oam eri­ can os, seg ú n los d iversos casos resp ectivos. Porque después del siglo xvi, y del p rofu n d o e irreversible p roceso de radical universa­ lización histórica que la hum an id ad ha vivido en los últim os cin co siglos, es cad a vez m ás im posible en tender las historias locales, nacionales o regionales, si uno se encierra en el lim itado y siem pre parcial horizon te local, nacional o regional. Y sin em bargo, todavía hoy siguen siendo m u y com u n es y d ifundidas, p or ejemplo, esas historias "n acion ales" que no v an m ás allá de sus propias fronteras, lim itán d ose en el m ejor de los casos a con siderar ciertos elem en­ tos que desde esta p ersp ectiva, suelen calificarse com o los "fac­ tores e xtern o s" de esos m ism os p rocesos nacionales estu d iad os -fa c to re s extern o s que, en este caso, son siem pre concebidos sola­ m ente com o un sim ple "com plem ento", m arginal e inesencial, para la explicación del "cu ad ro to ta l"-, cu an d o no sim plem ente ign oran totalm en te la existencia m ism a del resto del m undo, en el p eo r de los casos. Pero si H enri Piren n e gu stab a de rep etir que no había "h istoria posible de Bélgica, que no fuese a la vez una historia de Europa", y si tanto M arch Bloch com o Fern an d Braudel han retom ad o esta sentencia p iren n ian a p ara ag re g a r que, adem ás, no hay historia posible de E u rop a que no sea a la vez una historia del m undo, enton ces no existe hoy historia científica posible que no rom pa

totalm en te con el lim itado m a rco nacional, in corp oran d o y con ­ siderando el rol siempre esencial que juega la historia universal dentro de cad a u n a de las h istorias regionales, continentales, n acio ­ nales y h asta locales de cu alq u ier espacio o rincón de nu estro planeta. Y esto, no al sim ple m od o secu n d ario de los "factores extern os", sino com o dimensión fundamental subyacente a los p ro ­ cesos m ás locales, sin la cual es im posible la adecu ad a com prensión de los problem as estudiados. Porque, por ejemplo, los m ovim ien ­ tos y los p ro ceso s com plejos de las Independencias de M éxico, o de C olom bia, o de toda A m érica Latina com o conjunto, no pueden en ten d erse ad ecu ad am en te, sin tom ar tam bién en cuenta los ele­ m en tos fu n d am en tales que ap orta la existencia de la crisis p ro ­ fu n d a que entonces vive E u rop a, y que d eterm in a el sentido de los p rofu n d o s reacom od o s internos eu rop eos de esos m ism os tiem ­ pos, que serán factor decisivo p ara la irru p ción de dichas Ind epen­ dencias. D e la m ism a m an era en que el m ovim iento de 1968 en M éxico, o el p ro ceso del 'C ord ob azo' argentino de 1969, resultan incom pletos en su explicación, si no los resitu am os den tro de un cu a d ro m u ch o m as global que p erm ita com p ararlos y vin cu larlos con las sim ilares y tam bién sim ultáneas exp erien cias de, por ejem ­ plo, el m ayo francés, la p rim avera de Praga o la g ran revolución cu ltu ral ch in a de 1966, entre otros. O tra an tin oción im portante, es la que afirm a que el historiador bien form ado y cap az de en fren tar los problem as actu ales e históri­ cos m ás im p ortan tes, no se form a leyendo sólo textos y trabajos de o tro s historiad ores o de otros p ractican tes del m ism o oficio. Porque si bien es cierto que sin con ocer la obra de los principales historia­ dores, y de las principales corrientes historiográficas de los últim os ciento cin cu en ta años, es imposible asp irar a ser un verd ad ero his­ toriador, tam bién es claro que el buen historiador se educa y se form a, hoy en día, lo m ism o en la lectu ra de los econ om istas que de los antropólogos, y lo m ism o con los buenos textos clásicos de la sociología, la geografía o la sicología, que leyendo buenas y m u ch as novelas, junto a los trabajos m as im p ortan tes y a las ob ras principales de los cientistas políticos, de los etnólogos o de los esp ecialistas del derecho, en tre otros.

En este punto, alguien p o d ría ob servar y con razón, que e n una g ra n p arte de nu estras escuelas de historia no se estudia n i se lee ni siquiera a los propios historiadores im portantes del sig lo xx, ni tam p o co a las principales obras de historia p arad igm áticas y ejem plares de las m ás im p ortan tes corrientes historiográficas h o y vigen tes en el m u n d o entero. Pero si esta observación es legítim a, sólo señala la doble lagu n a que debem os aún colm ar, leyendo ta n to esas obras de historia y a esos historiadores, com o tam bién a lo s au tores esenciales de todo el conjunto de las hoy llam adas cie n ­ cias o disciplinas sociales. Porque es obvio que la historia ab raza, den tro de sus vastos territorios, a todo el inm enso abanico de lo social-h u m an o en el tiem po, lo que quiere d ecir que sólo p u ed e co n stru irse ad ecu ad am en te, desde un conocim iento sólido e ig u a l­ m ente am plio de los principales ap ortes de todas esas ciencias q u e v ersan sobre los distin tos asp ectos que incluye esa dim ensión de lo social-h u m an o en su totalidad. L o que im plica, entre tantas o tra s cosas, que u n a b u ena licen ciatura en historia, debería de incluir en su plan de estudios, buenos y sólidos cu rsos de introducción o d e nociones básicas de la an trop ología y de la econom ía, lo m ism o que los fu n d am en tos de la geografía histórica - o m ejor aún, de la g eo h isto ria -, de la sociología, de la ciencia política o de la sicología, p or m en cio n ar sólo algu n os de los v ario s ejem plos posibles. A ntidefiniciones de un a buena historia crítica, que incluyen tam bién, n ecesariam en te, la idea de que esta historia científica y rig u ro sa no p u ed e elaborarse con seriedad, si se rech aza o se ve con desprecio, o incluso si se considera sólo m argin al o se cu n d a­ riam ente, a tod as esas dim ensiones fundamentales que son las de la filosofía, la teoría, la m etodología y la h istoriografía. Ya que es n ecesario reco n ocer que, en el tipo de historia que hoy se h ace y se enseñ a p red om in an tem en te en n u estras escuelas y en nuestras divisiones de postgrad o, reina una visión de la historia terrible­ m ente empirista y h asta antiteórica. Así, tod a reflexión que vaya m ás allá del m ero enunciado de los supu estos "datos d u ro s" y de los "h ech os com probados", y todo esfu erzo p o r p re g u n ta r acerca de los m od os en que se organ iza

e in terp reta el m aterial historiográfico, o por los m odelos que se p on en en juego p ara llevar a cab o la investigación histórica, lo m ism o que las m últiples p reg u n tas sobre el sentido específico que tiene la elección de un tem a de estudio, sobre el cu estion ario que o rg a n iz a la pesquisa histórica, resp ecto de las categorías que se u tilizan p ara exp licar los fenóm enos abordados, o sobre la form a en que h ab rán de p resen tarse y de tran sm itirse los resu ltad os del trabajo realizad o, todo esto es ráp id am ente descalificado por los actu ales p ro m otores de la m ala h istoria oficial, p ositivista y trad i­ cional, que se nos intenta im p on er desde las aulas. D escalificación que, in m ed iatam en te, p resen ta a todo este tipo de p reg u n tas y de reflexiones com o si fuesen problem as "m etafísicos", "filosóficos" en u n sentido peyorativo del térm ino, y m ás en general, com o sim ple y p ern iciosa "p érd id a de tiem po". Y es que d om in a todavía terriblem ente, entre el g rem io de los segu id ores de Clío, un antiteoricismo am pliam ente difundido, que re ch a z a los debates teóricos fuertes e ignora totalm ente los p ro ­ blem as de orden m etodológico, m iran d o d esd eñosam ente a los filósofos que se atreven a in cu rsion ar en la historia, y aban donando ciegam en te el fundam ental cam p o o ram a de la historia de la histo­ riografía. C on lo cual, no existen en n u estras carreras y p ostgrad os d e historia, buenos y sólidos cu rso s de teoría de la historia y de m etod ología histórica, a la vez que tanto la filosofía de la historia com o la h istoriografía, son casi siem pre rebajadas a un aburrido y elem ental recu en to cronológico de autores y de obras, que se enu­ m eran y resu m en de la m an era m ás sim plista posible, sin ubicar jam ás los con textos historiográficos, intelectuales, sociales y g en e­ rales de d ichos autores y obras, por no m en cionar la ausencia total de clasificaciones, de p eriod izacion es razo n ad as y com prehensi­ vas, de estu d ios serios de filiaciones y de tipologías, a la v ez que de reagru p am ien tos globales, de líneas de tendencia y de itinerarios m á s estru ctu rales. Pero sin teoría no hay b uena historia, com o no la hay tam p oco sin el d esarrollo de un cierto en tren am ien to en el cam p o de la reflexión filosófica, sin la com prensión y el m anejo de sus m últiples

m etodologías, y sin el diagn óstico y b alan ce p erm an en te que re ­ presen ta su propio au toexam en , d esarrollad o justam ente p or esa ram a que con stitu ye dicha historia de la historiografía. Tam bién es im p ortan te, p ara p o d er escribir y en señ ar u n a h is­ toria seria y d ign a de este nom bre, afirm ar la antinoción de que la historia no es un a disciplina antiquísim a, bien establecida y delim i­ tada, con su objeto, sus m étod os, sus técn icas y sus con cep tos ya definitivam ente constitu id os y d eterm in ados. Por el contrario, la historia concebida com o p royecto realm en te científico data de hace sólo ciento cin cu en ta años, siendo un a disciplina que se en cu en tra todavía en sus primeras e iniciales etap as de desarrollo, y p or ende, en un intenso y continuo p roceso de crecim ien to y de en riq u eci­ m iento constante, y aún a la búsqueda de nuevos objetos, p arad ig ­ m as, m od elos teóricos, conceptos, problem áticas y técnicas aún por descubrir. Porque com o bien lo ilustra la historia de esa historiografía que en sentido estricto p od em o s llam ar contemporánea - e s decir, la que se despliega d esd e los trabajos y los ap ortes del p royecto crítico de C arlos M a rx d esarrollad os d en tro de este cam p o y hasta nuestros d ía s -, es claro que con cada nueva generación de historiadores, nuestra disciplina se ha ido d esarrollan d o y haciendo m á s co m ­ pleja, en la m ed id a en que in corp ora, todo el tiem po y de m od o incesante, a esas n uevas técnicas, nuevos problem as, nuevos m o ­ delos, teorem as, p arad ig m as y con cep tos que antes h em os m en cio­ nado. L o que entonces, y quizá m ás que en otras ciencias, obliga al historiad or a estar atento, siem pre y con m irad a ágil y despierta, a los nuevos d esarrollos y a los p ro greso s y avan ces m ás recientes de su propia disciplina. Por eso, Fern an d Braudel nos ha reco rd ad o que la historia no p u ed e ser m ás que la "su m a de tod as las historias posibles, p asad as, presentes y futuras", es d ecir sólo el conjunto articu lad o de todos los p ro g reso s de un a ciencia que se en cu en tra todavía en su infancia, y a la que aún le falta un largo y am plio cam in o p or recorrer. O tra antin oción n ecesaria es la que nos enseña que la historia no es ni la sim ple "cron ología" o recu en to sucesivo de gob ern an tes y

batallas, ni tam p o co un titánico y siem pre ab urrido ejercicio de la m em oria de los alu m n os y los estudiantes, a los que se quiere obli­ g a r a rep etir y acu m u lar en la cabeza una serie de fechas, lugares, datos, cifras y an écd otas, en su m ayoría inútiles e irrelevantes, aú n cu an d o a v eces pued an ser pintorescos y hasta em ocionantes. Porque todavía hoy, existen en nu estro país eruditas colecciones de n u estra historia "contem poránea", cuyo criterio de p eriod ización sigue siendo, asom brosam ente, el de los cortes sexenales o cu atrian u ales de los sucesivos gobiernos de los presidentes, com o si u n país entero cam b iase totalm ente, o incluso cam biase significa­ tivam ente, con cada unción de un nuevo presidente de nuestra república. Y es todavía el día en que se sigue equ ip arando a la h is­ toria, con el aprendizaje m em orístico de lugares y batallas de nu es­ tra "ru ta de la independencia", o de d ecretos y leyes em itidas por los gob ern an tes liberales o con servad ores, lo m ism o que p or las disp u tas, golpes de estado, rebeliones o consolidaciones de tal o cu al Estado, gobierno o régim en político. Sin em bargo, y felizm ente p ara n osotros los historiadores, la historia es m u ch o m ás que esas solas cronologías políticas de p re ­ sidentes, gob ern an tes, facciones políticas y Estados, ab arcan d o la densidad m ism a del tejido com pleto de las sociedades, e incluyen­ do entonces d en tro de sus territorios a la historia econ óm ica y a la historia cu ltu ral, a las tran sform acion es d em ográficas y a las g ran d es m utaciones sociales, lo m ism o que a la evolución reli­ giosa, psicológica, artística o de la fam ilia, entre tan tos y tantos o tro s tem as que no "ajustan" jam ás sus itinerarios evolutivos, a los sim ples cortes del "gobierno del presidente x", o del "régim en político de y " . A d em ás, y si es claro que tod a historia seria necesita de buenas y sistem áticas cronologías, de m ap as y A tlas bien p royectad os y bien concebidos, de b uenas y sólidas series cuantitativas, y de estad ísticas pertin en tes de hechos, cifras y datos p recisos y rig u ro ­ sos, tam bién es evidente que tod o esto no es otra cosa que el soporte fáctico, o la plataforma de los hechos indispensable, sobre la cual se co n stru y e la verd ad era historia, es d ecir la explicación com p reh en ­

siva, la in terp retación inteligente, y la rein serción carg ad a de sen­ tido p rofundo, de todo ese conjunto de hechos y de fenóm enos, den tro de los p rocesos históricos globales específicam ente investi­ gados. Finalm ente, u n a últim a antinoción en contra de la m ala h isto­ ria positivista y oficial, se refiere al hecho de que la historia no está ni obligada ni con d en ad a fatalm ente, a ser sólo el reg istro y el in stru m en to de au tolegitim ación de las clases d om in an tes y de los p od eres existentes en turno. Pues aunque siem pre han existido, y seg u irá n existiendo, los historiad ores y los profesores de historia que están disp u estos a rebajar a C lío a la sim ple y lim itada función de ser un a clara "m em o ria del p oder", que rehace la tradición y reinven ta todo el tiem po el pasado, p ara co n stru ir la historia d esde el "p u n to de vista de los vencedores", tam bién han existido siem ­ pre los h istoriad ores valientes y críticos, que "p asan d o el cepillo a contrapelo de la h istoria" han sido cap aces de co n stru ir la h isto ­ ria "desde el punto de v ista de las v íctim a s" y de los vencidos, for­ jando contrahistorias y contramemorias h istóricas que rescatan esos m últiples "p asad os vencidos", p ero vivos y actu an tes, de que habla W alter Benjam ín. Entonces, rom p ien d o con los lu gares com u n es de la historia ofi­ cial, y haciendo frente a ese p roceso de legitim ación de lo existente, que siem pre concluye p or exp licarn os que "vivim o s en el m ejor de los m u n d os posibles", y que tal o cual p ro ceso actu al p uede ser bueno, reg u la r o m alo, p ero que es inevitable e ineludible -c o m o en el caso actual de la m al llam ada "g lo b alización "-, rom piendo con estas visiones in teresad am en te fatalistas del p asado y del presente, el buen historiad or gen u in am en te crítico, nos recu erd a siem pre que ayer igual que hoy, la historia es un terreno de disputa cons­ tante, donde de m an era con trad ictoria y ten az se en fren tan siem pre varios fu tu ros altern ativos posibles, varias líneas abiertas de posi­ bles evoluciones diferentes, y en donde la línea o fu tu ro que resulta finalm ente ven ced or y que se actu aliza, se decide ju stam ente desd e y d en tro de las condiciones co n cretas de ese espacio de com bate.

Por eso "ni siquiera los m u erto s están a salvo" sí el en em igo hoy en el p od er vu elve a vencer, p recisam en te recodificando y reinv en tan d o el p asad o en función de sus intereses, y de sus propios m itos y justificaciones ideológicas específicas. Y frente a ello, sólo es posible en cen d er de nuevo "la chispa de la esp eran za", si nos u b icam os del lado de los op rim id os y de las víctim as, defendiendo esos p asad os que hoy han sido provisionalm ente d errotad os, pero a los que posiblem ente les corresp on d e la victoria del m añana. Y p o r eso tam bién, en lu gar de escribir un aburrid o m anual p ara m alos h istoriadores, lleno de definiciones an acró n icas sobre u n a historia plana, acom od aticia con el poder, acen d rad am en te em p irista y lim itad a en sus concepciones, en sus fuentes y en sus horizontes, hem os preferido mejor, intentar esb ozar esta suerte de Antimanual, con ciertas "antidefiniciones" iniciales, y que tom a p artid o ab iertam en te p or un a historia m ás densa y m ás profun da, aun q u e tam bién m á s difícil y com pleja. U na historia que ubicán­ d ose claram en te d en tro de las tradiciones del p en sam ien to social crítico, d esarrollad o desde h ace siglo y m edio, está atenta a la teoría, a la filosofía y a la m etodología, a la vez que se reivindica com o abierta y v a sta en la definición de su objeto, sus fuentes, sus técni­ cas, sus m odelos y sus p arad ig m as m ás esenciales.

D esp u és de haber definido el tipo de historia que no querem os con tin u ar haciendo, y que no d eseam os que se siga en señ an d o e im p on ien d o en n u estras aulas, p asem os a ver ahora los "p ecad o s" re cu rre n te s del m al historiador, p ecad os que es necesario ev itar a tod a costa, si es que realm en te in tentam os co n stru ir otro tipo de historia, g en u in am en te científica y genuinam en te crítica.

L O S S IE T E (Y M Á S ) P E C A D O S C A P IT A L E S D E L M A L H IS T O R IA D O R

"...la historia que se nos enseñaba a hacer no era, en realidad, mas qtte una deificación del presente con ayuda del pasado. Pero rehusaba verlo -y decirlo-". Lucien Febvre, Combates por la historia, 1953.

La m ala h istoria es m il veces m á s fácil de h acer y de en señ ar que la buena historia, que la historia crítica. Por eso, entre otras razones, ha proliferado tanto y se ha m an ten id o viva, en n u estro país y en m u ch as otras p artes del m undo, du ran te tanto y tanto tiem po. Pero si es m u ch o m á s fácil y exige m ucho m enos esfu erzo ser un m al historiador, tam bién es cierto que la m edida de esa dificultad redu cid a y de esos m ag ro s esfuerzos, es igualm ente la m ed id a de los lim itados resu ltad os y de las pobres obras h istóricas que se obtienen. Porque el fruto d irecto de esa m ala historia h ech a y enseñ ad a, son ju stam en te esos libros ab u rridos y p esad os en tantos sentidos, que nadie lee y que nadie tom a en cuenta, con la e x ce p ­ ción de los pobres estu d ian tes a los que se obliga literalm ente a revisarlos y a consultarlos, para p o d er obtener la nota o la califi­ cación n ecesaria correspondiente. Libros y artícu lo s que du erm en en las b od egas de las ed ito ria­ les u n iversitarias, o en los anaqueles de las librerías y bibliotecas públicas, que sólo se d ed ican a rep etirn o s p or enésim a vez, en rela­ tos g rises y sin chiste, las "A ctividades del C on greso C onstituyente del E stad o de x , en el m om ento de la revolución de y " o "L a b io­ grafía del general M, líder del m ovim ien to n , en los años de 18.. o 19..", o tam bién "L a historia del V irrey b , en el siglo c " o "L a

historia de la in m igración e, y su influencia en nuestro país d u ran te los añ os de la Revolución f " . E n sayos y libros que, en su m ayoría, no contienen ni siquiera investigación em pírica nueva de hechos históricos relevantes, sino que en el p eor de los casos resu m en lo ya dich o e in vestigad o por o tro s autores, y en el m ejor de los casos sólo rescatan el fruto casu al de algú n trabajo d irecto de visita a cierto A rchivo, realizad o de m an era azaro sa y sin sistem a, y en el que los datos e in form acion es que se recolectan no tienen nin gú n ord en ni sentido, al ca re ce r de la definición de una problemática histórica específica, y de un sólido cuestionario que hiciese posible o rg a n iz a r dich a recolección de aquellos d atos y hechos históricos que sean realm en te los h ech os significativos, en torno al problem a con creto y específico que se quiere resolver. Trabajos pues cara c­ terísticos de esa m ala historia positivista, p erezosa y fácil, que g en eralm en te term in an p or recu p e ra r y pon er juntos, de m an era in d iscrim in ad a, lo m ism o su cesos y datos im p ortan tes p ara los p ro ceso s históricos generales, que acontecim ientos e in fo rm acio ­ nes totalm en te irrelevan tes e inesenciales. M ala historia, fácil de h acer y ab u rrid a p ara enseñar, y que se p lasm a en un a g ran m ayoría de los libros de historia que hoy se escrib en y se ed itan en n u estro país, y que gen eralm en te rep ro ­ duce, en m ay o r o en m en or m ed id a, a los siete y a v eces m ás "p ecad o s cap itales" del m al historiador, pecad os que ab ord am os a continuación.

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El p rim er p ecad o capital de los m alos historiad ores actu ales es el del positivismo, que d egrad a a la ciencia de la historia a la sim ple y lim itad a activid ad de la erudición. M uchos historiadores siguen crey en d o hoy en día, en pleno co m ien zo del tercer m ilenio c ro ­ nológico, que h acer historia es lo m ism o que llevar a cabo el trabajo de investigación y de com pilación del erudito. Y aunque ha p asado ya m ás de un siglo, desde la ép oca en que fue escrito el tristem ente

célebre M anual de Ch. V. Langlois y Ch. Seignobos, titulado Intro­ ducción a los Estudios Históricos, este libro continúa siendo tod avía la Biblia de esos m alos h istoriad ores positivistas. C om o si tod o el siglo veinte cronológico, y toda la historiografía contemporánea que arran ca con el p roy ecto crítico de M arx, desde los añ os de 1848, no fuese justam ente u n a protesta p erm an en te y una crítica sistem ática de esta versión em pobrecida de la historia que ha sido la historia positivista. Una historia que limitando el tra­ bajo del historiador, exclu sivam en te al trabajo de las fuentes escri­ tas y de los d ocu m en tos, se red u ce a las op eraciones de la crítica interna y extern a de los textos, y luego a su clasificación y o rd e­ nam iento, y a su ulterior sistem atización d entro de una n arración que, gen eralm ente, solo nos cu en ta en p rosa lo que ya estaba dicho en v erso en esos m ism os docu m en tos. H istoria positivista que se autodefine ju stam ente com o la "cien­ cia que estu d ia el pasado", y que autoconcibiéndose a sí m ism a com o un a disciplina h ip eresp ecializad a, ya term in ad a, p recisa y cerrad a, es alérgica y reticente frente a la filosofía, la teoría, la m etodología, e incluso frente a cu alquier form a de in terp retación au d az y creativa de los h ech os históricos. Teniendo entonces h orror resp ecto de toda in terp retación que se d espegue, aunque solo sea un poco, de la sim ple d escrip ción de los datos "duros", "co m p ro ­ b ad o s" y "verificables" esta historia p ositivista red uce no obstante dich a 'verificabilidad' a la sim ple existencia o referencia de d ichos datos, dentro de un d ocu m en to escrito de archivo, que sea siem pre posible citar, con toda precisión, en el pie de p ág in a corresp on d ien ­ te. U na historia ju stam en te en am orad a de los "g ran d es" hech os políticos y de las acciones reson an tes y esp ectacu lares de los E sta­ dos, igual que de las "g ran d es" b atallas m ilitares, que es tam bién gen eralm en te acrítica con los p od eres y con los g ru p o s d om in an tes que existen en cad a situación. Y si bien es claro que sin eru d ición no hay historia posible, ta m ­ bién es una g ra n lección de toda la h istoriografía con tem p orán ea, desde M arx y hasta nuestros días, que la v erd ad era historia solo se con stru y e cu an d o, ap oyad os en esos resultados del trabajo erudito,

acced em os al nivel de la interpretación histórica, a la explicación raz o n a d a y sistem ática de los hechos, de los fenóm enos y de los p ro ceso s y situaciones h istóricas que estu d iam os. Porque solo tran ­ sitam os d esd e esa eru d ición tod avía lim itada hasta la v erd ad era h istoria, si recon ocem os la im p ortan cia fu ndam ental de este tra­ bajo de la interpretación y de la explicación históricas, que con stru yen m od elos com prehensivos, que ord en an y d an sentido a los hechos y fenóm enos históricos, in tegran d o a estos últim os dentro de las g ran d es tendencias evolutivas del d esarrollo histórico, y estable­ ciendo de m od o coherente y sintético, tam bién los porqués y los có m os de los distintos problem as investigados. Porque ¿de qué nos sirve saber cu án d o y dónde acontecieron ciertos h ech os históricos, si no som os cap aces de exp licar tam bién las cau sas p rofu n d as, m ed iatas e in m ediatas, que p ro v o caro n y su scitaro n estos hechos, y si no tenem os la habilidad de explicar, igu alm en te, las razon es co n cretas y el sentido esencial que d eter­ m in a n que tal hecho se haya p roducido en ese m om ento y no antes ni d espués, en ese lugar y en n in g u n a otra p arte, y ad em ás que haya acon tecid o del modo concreto en que sucedió y no de otra form a, teniendo p or añ ad id u ra el p ecu liar desenlace o resultad o que tu vo y no cu alquier o tro d estino posible?. Y son p recisam en te tod o ese tipo de p regu n tas, las que nunca se plantea el historiador positivista, o cu p ad o solo de e x p u rg a r los d ocu m en tos de archivo, p ara fijar ú n icam en te las fechas y los lu gares de los "h ech os tal y com o han acontecido". M arg in an d o entonces a un plano secu n d ario, cu an d o no igno­ ran d o de plano, este nivel im prescindible de la explicación histórica, y de la g en u in a recon stru cció n del sentido profu n d o que tienen los p rob lem as históricos, los m alos h istoriadores positivistas se d edi­ can solo a com p on er esas "colecciones de hechos m u erto s" que ya M a rx ha criticad o acertad am en te desde sus propios tiem pos. El seg u n d o p ecad o capital del m al historiador es el del anacro­ nismo en historia. Es decir, la falta de sensibilidad hacia el cam bio histórico, que asu m e consciente o in conscientem ente que los h om ­

bres y que las socied ad es de hace tres o cin co siglos o de hace m ás de un m ilenio, eran iguales a nosotros, y que pensaban, sentían, actu ab an y reaccion ab an de la m ism a m an era en que lo h acem os nosotros. Es decir, una historia que proyecta al actual individuo egoísta y solitario de n uestras socied ad es capitalistas co n tem p o ­ rán eas, com o si fuese el m odelo eterno de lo que han sido los indi­ viduos, en todo tiem po y lugar, y a lo largo de toda la cu rv a del d esarrollo hum ano. Pero con esto, se cancela una de las tareas p rim ord iales de la historia, que es justam en te la de m ostrarn os, p rim ero a los h isto ­ riad ores y después a toda la gente, en qué ha consistido precisamente el cambio histórico, qué cosas se han m odificado al p aso de los siglos y cu áles se han m antenido, y tam bién cuáles han sido las d iversas d ireccion es o sentidos de esas m últiples m utacion es históricas. Y no p ara afirm ar, al m od o de la m ala historia oficial y trad icio­ nal, u n a "n ecesaria" evolución o p ro greso ineluctable y fatal de la h u m an id ad , sino m ás bien para com p ren d er de m an era crítica y autocrítica, el cam in o que hem os recorrid o y los m u ch os erro res que h em os com etido. Así, no hay buena historia posible sin la capacidad de "e x tra ñ a ­ m ien to" y de "au toexilio" intelectual de n uestra propia circu n sta n ­ cia histórica, y tam bién de nuestros propios valores y m od os de ver, cap acid ad que nos p rep ara, justam ente, para percibir y ap re­ hender realm ente otras cu ltu ras y otros m od os de fu n cion am ien to de la econom ía, de la socied ad y de la política, y por lo tanto, para com p ren d er de m an era ad ecu ad a esas o tras etap as y m om en tos de la historia que son tam bién p arte de nuestras preocupaciones. ¿C uántas biografías "h istó ricas" de personajes del p asad o no hem os leído, en donde su sicología y su actitud nos son tan cer­ can as co m o si fuesen n u estros con tem p orán eos, a p esar de haber vivido h ace treinta, o cien, o trescien tos o m ás años?. ¿Y cu án tas historias del siglo xix, o de la Independencia, o del period o colonial no h em os leído, que ign oran p or com pleto que, en el tra n scu rso de uno o dos siglos y a veces en period os aún m ás cortos, m utan completamente las técn icas m ilitares, o los hábitos sexu ales, o las

form as de organ izació n de la fam ilia, o los m odos de explotación e con óm ica, o las form as de conflicto entre las clases, o las cosm ovisiones cultu rales, entre tan tos y tan tos elem entos que, sin decirlo explícitam ente, se asu m en co m o si fuesen idénticos o casi, en todos estos p eriod os m encionados?. Y si todo el m u n d o com p ren d e que no se piensa igual cu an d o uno vive en u n palacio que cu an d o uno vive en una cabaña, enton­ ces tam b ién debería de ser claro que la vid a y el m u n d o en su con ­ junto, no se con stru yen del m ism o m odo hoy que en la prim era m itad del siglo xx, y m u ch o m enos en el siglo xix o xvi, o vil, o antes. Así, p o r ejemplo, ¿qué noción del tiem po y de la d istancia p u ed e tener un habitante de N ueva E spaña, cu an d o las noticias de la M etrópoli tard an alred ed or de noventa días en llegar a la C olo­ nia y viceversa?, y ¿qué idea del m u n do puede tener un cam p esin o francés del siglo xm, que p uede nacer, v iv ir y m orir sin haber salido jam ás en su vida de un radio de solo cien kilóm etros, en torno de la p equeña aldea en la que vio la luz p o r vez prim era?, ¿y qué sig­ nifican, en cam bio, nociones incluso com o las de "C h in a" o "R u sia" o "Á frica" p a ra u n niño urbano con ectad o a través del Internet, de cu alq u ier ciudad del m u n d o hoy?. E stas son p regu n tas que los m alo s h istoriad ores nunca se plantean, lo que los hace ver la his­ toria com o un a m ism a tela gris, en donde cam b ian solo los n om ­ bres, las fechas y los lugares, p ero donde todo el resto p erm an ece co m o si no existiera el cam bio h istórico de las sociedades, de las cu ltu ras, de las econ om ías y de las psicologías de los diferentes g ru p o s h u m an os. U n tercer p ecad o capital de la m ala historia, hoy todavía im pe­ rante, es el de su noción del tiempo, que es la noción tradicional n ew ton ian a de la tem poralidad física. Una idea del tiem po que lo concibe com o una d im ensión única y homogénea, que se despliega lin ealm en te en un solo sentido, y que está com puesto p o r uni­ d ad es y su b u n id ad es p erfectam en te divididas y siem pre idénticas, de segu n d os, m inutos, horas, días, sem anas, m eses, años, lustros, d écad as, siglos y m ilenios. Es decir, una idea que asu m e que el

tiem po de los relojes y de los calen d arios, es tam bién el tiem p o de la historia y de los historiadores, y que p or lo tanto, cu alquier siglo h istórico tiene siem pre cien años, y cualquier día de la historia es idéntico a cu alq u ier otro, aunque el p rim ero sea el 9 de noviem bre de 1989 ó el 1 de enero de 1994, y el seg u n d o sea el 17 ó el 18 ó el 19 de junio del añ o de 2001. Pero co m o nos lo han explicado tan brillantem ente M arc Bloch, N orb ert Elias, W alter Benjam in o Fernand Braudel, entre otros, el tiem po n ew to n ian o de los físicos, m edido por calen d arios y relojes, no es nu n ca el verd ad ero tiem po histórico de las sociedades y de los cu ltivad ores de Clío, que es m ás bien un tiem po social e histórico, que no es ú n ico sino múltiple, y que ad em ás es heterogéneo y v a ria­ ble, hacién d ose m ás denso o m á s laxo, m ás corto o m ás am plio, y siem pre diferente, segú n los acontecim ientos, coy u n tu ras o e stru c­ tu ras históricas a las que se refiera. Porque para el buen h istoria­ dor cada siglo tiene un a tem poralidad distinta, lo que le p erm ite hablar lo m ism o del "larg o siglo xix" que com ien za con la Revolu­ ción Fran cesa y term in a con la P rim era G uerra M undial, que del "b rev e siglo xx", iniciado con esa p rim era gu erra y con la R evolu­ ción Rusa de 1917, y concluido con la caída del M uro de Berlín en 1989. Y si los siglos o las jorn ad as históricas no son nun ca iguales, tam p o co son precisas las fechas de m últiples acontecim ientos y fenóm enos históricos, com o p or ejem plo la 'revolución cu ltu ral de 1968' que en algu n os casos com ien za en 1966 y en otros en 1967, pero tam bién a veces desde 1959, y otras solo hasta 1969 inclusive. A d em ás, com o bien lo saben los h istoriadores críticos, no son iguales los tiem pos en que un a sociedad vive una verd ad era rev o ­ lución social, que los tiem pos de lenta evolución, igual que difieren las tem p oralid ad es p ara un a socied ad que se encuentra en pleno auge y crecim ien to, que para otra que vive en cam bio su p ro ceso de d ecad en cia y eclipsam iento social. Puesto que si cad a fenóm eno histórico tiene su sin g u lar y específica duración que le corresponde, y si la historia no es, en ese sentido, m ás que la com pleja síntesis de tod as esas m últiples y diversas d uraciones históricas d iferen cia­ das, entonces lo que el historiad or tiene que apren der a d etectar

y establecer, es ju stam ente esas m últiples tem poralidades o d u ra­ ciones h istóricas d istintas de tod os los fenóm enos que investiga, asu m ien d o las im plicaciones com plejas que esa m ism a diversidad tem poral conlleva p ara sus análisis. Ya que los presidentes y los gobiernos p asan m ientras que las socied ad es p erm an ecen , recorrien d o estas últim as lo m ism o ciclos econ óm ico s exp an sivos y luego depresivos, que co y u n tu ras cu l­ tu rales a veces de florecim iento y ebullición y a veces de aletargam ien to y repliegue, en d in ám icas en donde hoy se habla casi la m ism a lengua que hace trescien tos años, y se com en los m ism os alim en tos que h ace u n m ilenio, p ero donde tam bién se h an in sta­ lado form as de u rb an ización que d atan de hace solo u n as p ocas d écad as, o m ed ios de com u n icación que tienen solo unos cu an tos añ os de existencia. Y son solo estas nociones del tiem po y de la d uración, m últiples, variables y flexibles, las que perm iten cap tar la in m en sa riqueza y diversidad de la historia, redu cida en cam bio en las visiones de la h istoriografía tradicional, a siglos u niform es y a fechas rigu rosas, siem pre bien ord en ad as y siem pre bien ubicadas en ese tiem po vacío, h om ogéneo y lineal de los m alos historiadores positivistas. El cu a rto p ecad o rep etid o de la m ala historia, en los diversos m an u ales tradicionales, es el de su idea limitada del progreso. Lo que está d irectam en te con ectad o con el p ecado anterior, con la noción del tiem po com o tiem po físico, único, hom ogéneo y lineal. Pues si el tiem po h istórico es concebido solo com o esa acu m u lación ineluc­ table de h echos y sucesos, inscritos progresivam en te en la su ce­ sión de días, m eses y añ os del calendario, la idea del "p ro g reso " que d esd e esta noción tem poral se co n stru ye es tam bién la de una ineluctable acu m u lación de avan ces y conquistas, d eterm in ad as fatalm ente p or el sim ple tra n scu rrir tem poral. U na idea del p rog reso h u m an o en la historia, que p arece afir­ m a r que inevitablem ente, todo hoy es m ejor que cualquier ayer, y todo m añ an a será obligatoriam ente m ejor que cualquier hoy. Entonces, la hum an id ad no puede hacer otra cosa que av an zar

y av a n z a r sin detenerse, puesto que segú n esta con stru cción , lo único que ha hecho h asta hoy es justam ente "p ro g resar", av an ­ zan d o siem pre desde lo m ás bajo h asta niveles cada vez m á s altos, en u n a suerte de "escalera" im ag in aria en donde estaría prohibido volver la vista atrás, salirse del recorrid o ya trazado, o d esan d ar aunque solo sea un p aso el cam in o ya avanzado. Y no cam bia d em asiad o la cosa, si esta idea es afirm ad a p o r los apologistas ac­ tuales del capitalism o, que quieren defender a toda costa la su p u es­ ta "sim ple su p erio rid ad " de este sistem a sobre cualquier ép oca del "pasad o", o si es afirm ad a p or los m arxistas vulgares -q u e no por los m a rx ista s realm en te críticos-, m a rx ista s v u lg ares que h an p re­ tendido en señ arn os que la historia av an za y tiene que avan zar, fatalm ente, del com u n ism o prim itivo al esclavism o, del esclavism o hasta el feudalism o, y de este ú ltim o hacia el capitalism o, p ara luego d esem b ocar, sin opción posible, en el anhelado socialism o y tal vez desp u és en el com u n ism o superior. U na visión ex tre m a d a ­ m ente sim plista del p rog reso y de la historia, que el propio M arx ha rech azad o, y que ha sido tan brillantem ente criticada tam bién por W alter Benjam in, en sus célebres "Tesis sobre la filosofía de la historia". Pero basta o b serv ar con cu id ad o lo que realm ente ha sido la h is­ toria, p ara p e rcatarse de que su desarrollo no tiene nada de lineal y de sim ple, y que lejos de esa "escalera im ag in aria" de avan ces y con q u istas ineluctables, sus itinerarios se despliegan m ás bien com o un a especie de com plejo "árbol de mil ram as", que a veces abandona totalm en te un a línea evolutiva que había segu id o p o r siglos y hasta m ilenios, para re co m en zar de nuevo desde otro punto de p artid a, m ostran d o ad em ás en esos m últiples itinerarios, igual avan ces que retro ceso s o largos estan cam ientos, com binados con saltos d ram ático s de u n nivel a otro, con ru p tu ras radicales de toda continuidad, pero tam bién con líneas que, efectivam ente, p ro ­ g resa n y se en riquecen su cesivam en te de m an era p erm anente. Frente a esta idea entonces lim itada y dem asiad o sim ple del p ro ­ greso, propia de los m alos historiad ores positivistas, que lo concibe com o una línea recta, siem pre ascendente, m ajestuosa y llena de

avan ces y conquistas sin fin, el buen h istoriador crítico restitu ye a la n oción de p rog reso u n sentido totalm ente diferente, m ostran d o esa m ultiplicidad de líneas y de trayectorias diversas que lo inte­ g ran , en un esquem a que nos recu erd a un poco al trabajo de los científicos, que acom eten m u ch as veces un problem a h asta encon­ trar su solución, ensayan d o y equivocándose, avan zan d o en un sentido y luego dejándolo de lado, consolidando ciertas certezas adq u irid as y recu p eran d o en un m om ento posterior resultados que an teriorm en te creían poco útiles, y recom en zan d o la tarea tantas veces com o sea necesario, h asta en co n trar el buen m odo de resolu­ ción de dicho problem a. Y es así com o "p ro g re sa " la hu m anidad: explorando y avan ­ zan d o p rim ero casi a ciegas en su propia evolución, para ir m uy p o co a p oco siendo consciente de lo que ha hecho y de p or qué lo ha hecho, a la vez que v a asu m iendo tam bién, lentam ente, la responsabilidad consciente de que es solo ella m ism a la que debe co n stru ir la historia, y la que debe elegir de m anera tam bién con s­ ciente los ru m b os de su fu tu ro desarrollo. O tro p ecad o capital del m al historiador, el quinto, es el de la actitu d p rofu n d am en te acrítica hacia los hechos del presente y del p asad o, y h acia las diferentes versiones que las diversas gen eracio­ nes h an ido con stru yen d o de ese m ism o p asad o/p resen te. Es decir, la típica actitud pasiva que los historiadores positivistas m antienen siem pre frente a los testim onios y a los docum entos, lo m ism o que frente a los resultados y a los h echos históricos "tal y com o h an acontecido". Porque el m al h istoriador actual, educado en el M anual de Langlois y Seignobos, o en el equivalente nacional de este m ism o texto, no sólo es in cap az de leer los d ocu m en tos con los que trabaja de u n a m an era que no sea su lectu ra literal, sino que tam bién es in cap az de "p reg u n tarle" a esos testim onios escritos, algo distinto a lo que ellos d eclaran o pretenden d ecir de m an era explícita. Es decir, que los m alos historiad ores ignoran por co m ­ pleto lo que M arc Bloch llam aba la "lectu ra involuntaria" de los textos, en donde un a m em oria autobiográfica puede u sarse m ás

bien para reco n stru ir la cu ltu ra de las clases d om in an tes de una época, o en donde un d ocu m en to de gobierno puede ser utilizado m ás bien com o fuente p ara la recon stru cción de las form as de exclusión social de un a d eterm in ad a sociedad. C on lo cual, esta historia acrítica no solo tiende a ser involun­ tariam en te ingenua, y tam bién cóm plice de las ilusiones que los individuos se h an hecho sobre sí m ism os y sobre su m und o en cad a ép oca dada, sino que tam bién term in a por legitim ar y hacer p asar com o verd ad eras, a esas falsas p ercepciones sociales que existen siem pre en toda sociedad, y que p rosperan p ersistente­ m ente d en tro de la cu ltu ra y el im ag in ario colectivo de los p u e­ blos y de las socied ad es h u m an as. A d em ás, y en la m ed id a en que cada ép oca histórica rehace siem pre el pasado, en función de sus intereses y u rg en cias m ás im p ortan tes, este historiador positivista acrítico v a tam bién haciéndose solidario de esas diferentes v isio ­ nes sesg ad as y sesgad oras de los hech os históricos, al reco g er de m an era solo pasiva y p u ram en te recep tiva esas distintas rein ter­ pretacion es de las h istorias anteriores, codificadas en cada u n o de los m om en tos u lteriores a su propio desarrollo. Por eso, es natu ral que este m al h istoriador tenga casi h orror al uso del razo n am ien to "con trafactu al", y que rech ace toda esp ecu ­ lación acerca de lo que hubiese p od id o acon tecer si el desenlace del d ram a h istórico hubiese sido distinto al que fue. Pero si la historia la han hecho siem pre los propios hom bres - d e m odo m ás o m enos co n scie n te -, y si los resultados de cad a encrucijada histórica han sido siem pre el fruto de la con fron tación y el com bate entre d istin ­ tos p royectos de futuro, igualm ente im p u lsados por clases sociales o por g ru p o s h u m an os, entonces la historia que hem os vivido y con stru id o no era la única posible que podía d esarrollarse, y solo se ha afirm ad o sobre la d errota y el som etim ien to de las v arias h isto­ rias alternativas, ven cid as pero igualm en te factibles. Por lo dem ás, es claro que esta historia acrítica con los d o cu ­ m entos y con las m ism as versiones ya reh ech as del pasado, es totalm en te com patible con el statu qno que existe y que d om in a en cad a m om ento. Pues si la historia que fue, era la única que

pod ía ser, entonces el ú ltim o eslabón de esa cadena de necesidades ineludibles es la historia que es hoy, con los g ru p o s y con las clases que hoy d om in an , y con los hom bres y personajes que hoy d isfru ­ tan de esa d om inación, la que p o r lógica derivación, es tam bién "n ece sa ria " y es la "única posible". E xp licar entonces, de m anera crítica, p o r qué la historia que aconteció, lo hizo de esa form a y no de otra -u n a tarea prim ord ial del historiador crítico -, im plica ig u alm en te d em o strar las otras diversas form as en que pudo haber acontecido, exp lican d o a su vez las razon es por las cuales, final­ m ente, no se im p u so n in g u n a de esas otras form as, igualm ente posibles p ero a fin de cu en tas no actu alizad as. U n sexto p ecad o capital de los h istoriadores no críticos es el del m ito rep etid o de su b úsqueda de una "objetividad" y "n eu trali­ d ad " absoluta frente a su objeto de estudio. O dicho en otros térm i­ nos, la p retensión de no tom ar partido, no juzgar, no ap asionarse y no in volu crarse p ara n ad a con los personajes o con las situaciones que se investigan. U na idea am pliam ente difundida de la posibili­ dad de h acer u n a historia com pletam ente "aséptica", que incluso se utiliza com o arg u m en to p ara negarle al historiador la posibi­ lidad de o cu p arse, con m irad a igualm ente histórica, de los can ­ dentes y com p rom etid os hech os del "presente". Pero, com o lo han d em ostrad o incluso la física y la quím ica contem porán eas, resulta imposible e stu d iar cu alquier fenóm eno de m an era científica, sin intervenir de m an era activa d en tro del propio proceso que se estu ­ dia, y p or lo tanto, sin m odificar en m ayor o en m enor m ed id a las condiciones m ism as del objeto que se analiza. Lo que en el caso de las ciencias sociales y de la historia, se com plem enta ad em ás con el h ech o de que som os n osotros m ism os los que hem os con stru id o nuestra propia historia, a la que luego intentam os explicar y analizar. Por lo tanto, es imposible un a historia que sea realm ente neutral, y que sea "objetiva", si p or esto ú ltim o entendem os una historia en la cual no nos involucrem os de n in gu n a m anera, m anteniendo un desinterés, un a d istan cia y un a indiferencia totales hacia lo que exam in am o s. Pero en cam bio, si es posible una historia científica­

m ente objetiva, en el sentido de no estar falseada con scientem ente con ciertos fines de legitim ar tal o cual interés m ezquino o p articu ­ lar, o en el sentido de silenciar aquellos hechos o fenóm enos que no co n cu erd an con un a in terp retación preestablecida, que es lo que en realidad si hacen las h istorias positivistas, las que sin em bargo clam an de m an era tan ru id osa p o r esta falsa 'objetividad' ya m en ­ cionada. A sí, puesto que tod a historia es hija de su ép oca y de sus cir­ cu n stan cias, y d ado que el historiad or es tam bién u n individuo que tiene un com p rom iso específico con su sociedad y con su presente, toda historia reflejará n ecesariam en te las elecciones y el punto de vista del propio historiador, los que se p ro yectan incluso d esd e la elección de los hech os que son in vestigados y los que no, h asta el m od o de o rgan izarlos, clasificarlos, interp retarlos y ensam blarlos den tro de un m odelo m ás com p reh en sivo que les da su sentido y significación p articu lares. V d ad o que no existe ni p uede existir esa historia desde el p u n to de vista atem poral, eterno, ahistórico y fuera del m u n d o que p ro clam an los m alos h istoriad ores p osi­ tivistas, que clam an por esa im posible n eu tralid ad /ob jetivid ad , y puesto que tod a historia lleva entonces la m arca de sus propios cread ores, lo m ás honesto e inteligente p or p arte del buen h istoria­ dor consiste en h acer explícitas las específicas condiciones que han d eterm in ad o su investigación, d eclaran d o sin am bages sus tom as de posición d eterm in ad as, así com o los criterios p articu lares de sus distin tas elecciones del m aterial, de los m étod os, de los p ara­ d ig m as y de los m odelos h istoriográficos utilizados. R enunciando entonces a la falsa objetividad del m al h istoria­ dor, el historiad or crítico asu m e sin conflicto los sesgos de su tra ­ bajo y de su resu ltad o historiográfico, convencido de que la verd ad absoluta no existe ni existirá nunca, y de que el m od o m ás p erti­ nente de acercarn o s a verd ad es cad a vez m ás científicas aunque siem pre relativas, es ju stam ente este que hace explícitos los lím ites, las condiciones y los sesgos de su propia actividad en el terren o de la historia.

El sép tim o pecad o capital de los historiadores que son seguidores de los M anuales hoy al uso, es el p ecado del postmodernismo en historia. Porque haciéndose eco de algu n as p ostu ras que se han d esarrollad o recientem ente en las ciencias sociales n o rteam erica­ nas, y tam bién en la historiografía estadounidense, han com en zad o a p roliferar en nu estro país algu n os historiadores que intentan reducir a la historia a su sola d im ensión narrativa o discursiva, ev a­ cu an d o p o r com pleto el referente esencial de los propios hechos históricos reales. Así, siguiendo a autores com o H ayden W hite, M ichel de C ertau o Paul Veyne, estos defensores recientes del post­ m o d ern ism o histórico, llegan a afirm ar que lo que los h istoriadores con ocen e in vestigan no es la historia real, la que m uy posiblem ente nos será descon ocid a p ara siem pre, sino solam ente los discursos h istóricos que se han ido con stru yen do, sucesivam ente y a lo largo de las generaciones, sobre tal o cual supuesta realidad histórica, p or ejem plo sobre el ca rá cte r y los com p ortam ien tos del sector de la plebe rom an a, en las ép o cas del Bajo Im perio. D esp lazan d o así la atención del historiador, desde la historia real hacia los d iscu rsos sobre la historia, esta p ostu ra de los m alos h istoriad ores term in a p or d esem b ocar en posiciones abiertam ente relativistas e incluso agnósticas. Pues si segú n este punto de vista, cad a d iscu rso h istórico es siem pre diferente, y siem pre co rresp o n ­ diente a la ép oca en que es producido, entonces no es posible esta­ blecer jerarquía o com p aración entre todos esos d iscu rsos, lo que significa que no p od em os saber si hoy con ocem os m ás o con o­ cem os m enos de la historia del Im perio R om ano que lo que han con ocid o los hom bres y los autores del siglo xix, o del siglo xvi, o d u ran te el siglo x. Y tam p oco p od em os d ecir que nuestra visión actu al es m ás o es m enos "científica" o m as o m enos 'verdadera' que la que con stru yeron los historiadores de hace tres o siete o trece siglos. Incluso, y prolon gan d o h asta el final su argu m en to, estos autores p osm od ern os llegan a descalificar la pretensión m ism a de co n s­ tru ir un a ciencia de la historia, afirm ando que los h istoriadores sólo escrib im os "relatos con pretensiones de verdad", relativos a distin ­

tos "regím en es de v erd a d " siem pre cam b ian tes y siem pre relativos. Por eso pueden concluir, sin sonrojo alguno, que la escritu ra de la historia se reduce, en últim a instan cia, a la recon stru cción de una historia de la escritu ra, y que las razon es p ara ded icarse a la h is­ toria no son la b úsqueda de u n a verd ad histórica científica, en el fondo im posible e inalcanzable, sino p u ram en te razon es de ord en estético. Pero m ás allá de estas divagaciones logocéntricas, y de estos d esvario s de claros tintes idealistas, p ersiste el hecho innegable de que los historiad ores hacem os historia con el objetivo de conocer, com p ren d er y luego exp licar la historia real, la que con stitu ye sin duda nu estro objeto de estudio principal. A dem ás, h acem os h isto ­ ria convencidos de que som os cap aces de establecer, cad a v ez m ás, verd ad es históricas científicas, y ad em ás, v erd ad es cad a v ez m ás p recisas y m ás cap aces de d ar cuenta real de los problem as con ­ cretos históricos que in vestigam os. D esde un a posición ab ierta­ m ente racion alista, y que aspira a ser científica, los h istoriad ores críticos son tam bién cap aces de co m p arar y de criticar las distin tas in terp retacion es que se han hecho de un cierto problem a histórico, haciendo evidente co m o n u estras explicaciones actu ales son, en general, m u ch o m ás sofisticadas y com plejas que las anteriores, y en térm in os generales, m ás ad ecu ad as p ara cap tar los hech os h istóricos y m ás finas p ara p o d er en cu ad rarlos dentro de m odelos globales que les restituyen, cad a v ez de m anera m ás p recisa, su verd ad ero sentido profundo. Porque "los h ech os son testaru d os", y m ás allá de las sutilezas del lenguaje, con tinúan desafiándonos p ara que seam o s cap aces de exp licarlos de un m od o racional y coherente. Y si bien es obvio, que no existe h istoria posible que no se exp rese a través de una cierta con stru cción narrativa, tam bién es un abuso ilegítim o querer red u cir p o r ello a la historia a su sola d im ensión narrativa. Igual entonces que la erudición, que no es historia p ero si es un a de sus condiciones im prescindibles y uno de sus elem entos im p ortan tes, así la n arración y el d iscu rso no son tam p o co historia, aunque si son tam bién uno de sus com ponentes fund am en tales e ineludibles.

Son estos los siete (y m ás, pues los m ism os se m anifiestan d esp u és en m últiples m an eras) p ecad os capitales del m al h istoria­ dor. Y si, con u n co m p o rtam ien to v irtu o so y con una m irad a vigi­ lante y crítica, logram o s esq u ivar el caer en todos ellos, p od rem os in ten tar h acer y en señ ar un a historia diferente y m uy su p erior a la que existe hoy en nu estro país. Pero ¿cóm o elaboram os esta h is­ toria distinta y mejor?. Tratando de seg u ir las lecciones que nos h an d ad o los historiad ores realm en te críticos, durante los últim os ciento cin cu en ta años, lecciones que p asam os a ver a continuación.

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E N L O S O R ÍG E N E S D E L A H IS T O R IA C R ÍT IC A

"Por primera vez se erigía la historia sobre su verdadera base; el hecho palpable, pero totalmente desapercibido hasta entonces, de que el hombre necesita en primer término comer, beber, tener un techo y vestirse, y por lo tanto, trabajar..." Federico Engels, "Carlos Marx", 1877.

Si re ch a z a m o s abiertam ente volver a hacer la historia ab u rrid a, com placiente, có m o d a y estéril de los h istoriadores positivistas, y si q u erem os eludir con scientem ente el caer en los m ás de siete p e ca ­ dos capitales del m al historiador, debem os entonces in tentar co n s­ tru ir y elaborar, y luego enseñar, u n a historia nueva y diferente, que será tam bién sin duda una historia crítica. Y si lo que d eseam os es ser cap aces de inscribir n u estra labor com o h istoriadores o com o científicos sociales d en tro de este terreno de la historia crítica, lo p rim ero que ten em os que hacer, es volver de nuevo la vista hacia los fu n d am en tos m ism os de esta h istoria crítica con tem p orán ea, hacia aquellas que fueron sus primeras versiones, y que afirm án ­ dose en tanto que tales, son las que sen taron las bases de toda h is­ toria crítica posible. Ya que la historia crítica no es un p royecto reciente, ni u n a p re o ­ cu p ación que haya ap arecid o solo en los ú ltim os tiem pos, sino que es, en las modalidades específicas que hoy presenta, un p royecto que p rácticam en te acom p añ a, d esde su propio nacim iento, a los d iscu rso s y a las form as de h acer historia que hoy p od em os llam ar estrictam en te contemporáneas. Form as que habiendo co m en ­ zad o su d esarrollo singular, d esd e la segu n d a m itad del siglo

XIX c r o n o l ó g i c o , s e h a n d e s a r r o l l a d o y c o m p l e j i z a d o d e d i f e r e n t e s m a n e r a s , p a r a m a n t e n e r s e h a s ta e l d ía d e h o y , c o m o la s e s p e c íf ic a s

vigentes d e h a c e r h i s t o r i a h a s t a l a a c t u a l i d a d . Porque cu an d o in vestigam os con m ás detalle, acerca de los orígenes h istóricos de los tipos de historia que hoy son todavía vigen tes en el m u n d o entero, resulta claro que dichos orígenes se en cu en tran en esa seg u n d a m itad del siglo xix cronológico. Ya que es en estas ú ltim as d écad as de ese siglo xix que se afirm a, p or un lado, el m odelo de la historia positivista que antes h em os m en cio­ nado, y que intenta "co p iar" la "exactitu d " de las ciencias n atu ­ rales, p rom ovien d o un a historia p u ram en te d escriptiva, táctica, em p irista, esp ecializad a y red u cid a a "n a rra r los hechos tal y com o h an acontecido", m ien tras que del otro lado se va con figurand o y d ifundiendo, tam bién progresivam ente, la primera versión de la historia crítica con tem p orán ea, que es justam en te la historia que se en cu en tra incluida d en tro del com plejo y m á s vasto proyecto crítico de C arlos M arx. Así, es claro que ha sido M arx el que ha sentado los fu n d am en ­ tos de la h istoria crítica, tal y com o ahora es posible conceb ir a esta ú ltim a, y tal y com o ella se ha ido d esarrollan d o a lo largo de los ú ltim os ciento cin cu en ta años. Ya que no existe duda resp ecto al h ech o de que, después de M arx y ap oyán d ose en m ayor o m enor m ed id a en el tipo de historia crítica y científica que él ha p ro m o ­ vid o y establecido, se han ido afirm ando, a lo largo de todo el siglo xx y h asta hoy, d istin tas corrientes, au tores y trabajos que, re clam án d o se ab iertam en te 'm arxistas', han alim entado de m anera considerable el acervo de los p ro g resos y de los d esarrollos de toda la historiografía del siglo xx. Y entonces, lo m ism o los autores de la E scu ela de F ran k fu rt que los del llam ad o au strom arxism o, y hasta los au tores de la actual historia socialista británica o de la h istorio­ fo rm a s

g rafía crítica n eo m arxista del "w orld -system an alysis" (del análisis del sistem a-m u n d o), y p asan d o p or los trabajos históricos de las escu elas m a rx ista s polaca, o alem an a, o italiana, o latin oam erican a, en tre m u ch as otras, son tod as d istin tas m an ifestaciones y p ro y ec­ tos intelectu ales que es n ecesario inscribir, dentro de esa v asta p re­

sencia global y d en tro de esa h eren cia tod avía viva y p od erosa, de esa p rim era versión de la historiografía crítica, que h a sido la h is­ toria defendida y p rop u esta p o r el propio M arx. Y si bien la caída del M uro de Berlín en 1989, ha significado sin duda la m u erte de todos esos p royectos de co n stru ir m u n d os "socialistas" d en tro de socied ad es esen cialm ente escasas - e s decir, de socied ad es que carecían de las condiciones y del grad o de d esa­ rrollo necesarios, en lo económ ico, en lo social, en lo político, y en lo cu ltu ral, p ara in ten tar edificar socied ad es no cap italistas-, ta m ­ bién es claro que eso no significa, p ara nada, el fin del d iscu rso crítico y de la historiografía tam bién crítica m arxistas, que en cu en ­ tran en cam bio su fundam ento, no en esas socied ad es del so cia­ lism o realm ente existente que hoy están en p ro ceso de cam bios profu n d os, sino en las contrad iccion es esenciales m ism as del capi­ talism o, h oy m as v ivas y ap rem ian tes que nunca, así com o en la necesidad tod avía vigente y u rgen te de la n ecesaria su p eración histórica de ese m ism o capitalism o. Pu esto que si es claro que, en donde hay explotación habrá lucha en con tra de esa m ism a explotación, y si donde h ay o p re­ sión habrá siem pre resistencia, y si es un a exp erien cia reiterada de la historia, que la injusticia y la d iscrim in ación sociales en gen ­ d ran tam bién ineludiblem ente la rebeldía y la sublevación con tra dicha d iscrim in ació n e injusticia, entonces tam bién es evidente que m ien tras exista capitalism o h ab rá u n p en sam ien to crítico, d es­ tinad o a exp licar su n atu raleza d estru ctiv a y despótica, y a orien ­ tar la reflexión que ilum ine la lu ch a contra ese capitalism o y la búsq u ed a de las vías co n cretas de su superación real. Por eso, y en contra de las visiones sim plistas y siem pre ap resu rad as de ciertos p eriod istas y de ciertos politólogos actuales, el pensamiento crítico sigue más vigente que nunca, junto a la necesidad y posibilidad de una h istoria igu alm en te crítica. ¿Cuáles son, entonces, las lecciones tod avía vigentes p ara u n a historia aún crítica, d erivad as de su versión m arxista fu n d ad ora y origin aria?. La p rim era de ellas, en n uestra opinión, se refiere al estatu to m ism o de la historia, es decir, a la necesidad de concebir

que tod a la activid ad que desarrollam os, y todos los resu ltad os que v a m o s con cretan d o, están claram en te en cam in ad os hacia la con ­ solidación de u n p royecto de co n stru cción de una ciencia de la his­ toria. U na ciencia de la historia que, de acuerdo a la noción del m ism o M arx, debería a b arcar absolutam ente a todos los territorios que hoy están ocu p ad os p or las llam ad as "ciencias sociales", y que en la m ed id a en que h acen referencia a los distintos asp ectos, acti­ vid ad es, m anifestacion es o relaciones sociales con stru id as por los hom bres, en el p asad o o en el presente, se engloban igualm ente d en tro de esa "h istoria de los h om b res" cuyo estudio corresp on d e ju stam en te a dicha ciencia histórica. C iencia de la historia que entonces, y concebida en esta v asta dim ensión, es p ara M arx una h istoria n ecesariam en te global, u n a historia que p osee la am plitud m ism a de lo social-h u m an o en el tiem po, considerado en todas sus exp resion es y m an ifestacion es posibles. E statu to científico de n uestra disciplina, concebida en esta vasta y englobante definición, que se hace necesario reiterar ah ora de nueva cu en ta, tanto frente a las m in oritarias posiciones p ostm od ern as, que quieren red u cir a la historia a la condición de sim ple juego estético, de arte, o de m ero ejercicio discursivo, com o tam ­ bién frente a las posiciones que pretendiendo "d efender" u n a fan­ tasm al "id en tid ad " d u ra de la historia, distinta de las "id entidades" de la sociología, la an trop ología, la econ om ía, la sicología, etc., ter­ m in an red u cién d ola tam bién al sim ple trabajo del coleccionista de an tig ü ed ad es y del an ticu ario, del am an te de las "cosas del p asad o", eru d ito y positivista. Pero si, co m o M arc Bloch lo ha repetido, la historia es la ciencia que estu d ia "la obra de los hom bres en el tiem po", sólo puede hacerlo d en tro de esta d eclarad a vocación de con stitu irse en un d eterm in ad o y claro p ro yecto científico. Y por lo tanto, asu m ien d o tod o lo que este con cep to de "ciencia" im plica. Porque u n a simple d escrip ción o relato no es tod avía ciencia, com o no lo es tam p oco cu alq u ier tipo de d iscu rso, o cu alquier actividad de m era recolec­ ción y clasificación de d ocu m en tos, de datos y de fechas. En cam bio, la idea de ciencia conlleva n ecesariam en te la de la exis­

tencia de todo un ap arato categorial y con cep tu al específico, o rg a­ n izad o de un a d eterm in ad a m anera, a través de m odelos y de teorías de orden general, y que busca y recolecta dichos hech os y acon tecim ien tos históricos, para ensam blarlos e insertarlos dentro de explicaciones científicas com prehensivas, y dentro de m odelos de d istinto ord en de generalidad, que definen tendencias de co m ­ p ortam ien to de los p rocesos sociales, y regu larid ad es de las lí­ neas evolutivas de las sociedades, a la vez que dotan de sentido y de significación a esos m ism os su cesos y fenóm enos h istóricos p articu lares. N oción fuerte de la historia com o verd ad era ciencia, que im plica entonces que la historia, com o cu alquier ciencia, se haya ido con ­ figurando a p artir de diferentes y com plejas tradiciones intelec­ tuales, estan d o atravesad a p or debates teóricos, epistem ológicos y m etod ológicos, y apoyada en un am plio conjunto de teorías, de p arad igm as, de m odelos teóricos y de a rm azo n es con cep tu ales diversas. L o que desm iente entonces, la repetida frase de que "el buen h istoriad or se hace en los archivos". Porque nunca será dentro de los arch ivos, en donde el historiad or se p on d rá al tanto de esas tradiciones, debates y teorías que con fo rm an el verd ad ero edificio de su ciencia. Y de la m ism a m an era en que el físico va al labo­ ratorio, o el biólogo a la p ráctica de cam po, solo después de haber apren d id o lo que es, lo que investiga, lo que quiere com p ren d er y resolver la física o la biología, así el buen historiador solo va al arch ivo después de que ha asim ilado lo que es y lo que debe ser la historia, y luego de haber definido con claridad u n a p ro ­ blem ática historiográfica d eterm in ad a, desde y con las teorías, la m etodología y los con cep tos y categorías de su propio oficio. Y tam bién es claro que, aunque la historia incluye sin duda un a cierta d im ensión artística, y o tra dim ensión n arrativ o -d iscu rsiv a, dim en sion es que cu an d o son con ocid as y bien m anejad as en riq u e­ cen en orm em en te el trabajo y los resu ltados del h istoriador, sin em b arg o la historia no se red u ce a n in g u n a de esas dos d im en ­ siones, las que si bien están siem pre presentes, no son n u n ca el elem ento o m om ento determinante de la disciplina o ciencia de la

historia en su conjunto. Y si la historia no se red u ce ni a arte, ni a d iscu rso , ni tam p o co a la p ráctica del erud ito en los archivos, entonces el m od o de su en señ an za en las aulas debe tam bién aju starse a su condición de verd ad era ciencia, rem on tán d ose m ás allá de la m era tran sm isión de las técnicas de ficheo y elaboración de cron ologías y de series de datos, y su p eran d o su condición de sim ple crón ica de fechas, lu gares y sucesos, que es a lo que la han red u cid o sistem áticam ente m u ch os de los m alos historiad ores y de los m alos profesores de historia de nuestro país. U na segu n d a lección im p ortan te de esta historia científica p ro ­ m ovid a por M arx, y que sigue m anteniendo toda su vigencia hasta el día de hoy, es el de concebir a la historia, en todas sus d im en sio­ nes, tem áticas y problem as abordados, com o una historia p rofu n ­ d am en te social. Es decir, que ad em ás de estu d iar a los individuos, a los g ran d es personajes de todo tipo y a las élites y clases d om i­ nantes, la historia debe in vestigar tam bién a los gran d es gru p o s sociales, a las m asas p op u lares, a las clases sociales m ayoritarias y a tod o el conjunto de los p rotagonistas hasta hace m uy poco "anónim os", p rotagon istas y clases y gru p os, que sin em b argo son las v erd ad eras fuerzas sociales, los verd ad eros actores colectivos, que h acen y con stru yen la m ayor p arte del en tram ad o de lo que consti­ tu ye p recisam en te la historia. Ya que es ju stam en te a M arx, a quien debem os la incorporación sistemática de las clases p op u lares com o verd ad eros p rotagon istas de la historia, al habernos ilustrado com o han sido los esclavos y las com u n id ad es arcaicas, lo m ism o que los siervos, los obreros, los cam p esin os y los g ru p o s sociales explotados y som etidos, los que en g ra n m ed id a "h an hecho la historia". C lases sociales som etidas, que involu crad as dentro de un conflicto social o lucha de clases que atraviesa u n a g ran p arte de la historia h um ana, - y en p articu ­ lar, aquella que ha co m en zad o luego de los m últiples p rocesos de disolución de las m uy diversas y v ariad as form as de la com unidad, que están en el p u n to de p artid a de todas las sociedades h u m a n a s-, h an ido tejiendo con su trabajo cotidiano y con su actividad social p erm an en te, p ero tam bién con sus luchas y con sus acciones de

resistencia y de tran sform ación , el específico tejido de lo que en tér­ m inos con cretos ha sido y es ju stam en te la historia hum ana. Y es claro que no hay historia científica o crítica posible, que no tom e en cuenta, p or ejemplo, a las form as de la cu ltu ra p op u ­ lar, o a los g ran d es m ovim ien tos sociales, a las expresiones de la lucha de clases o a los gran d es intereses económ icos colectivos, lo m ism o que a las g ran d es corrientes de las creen cias colectivas o a los d iversos con textos y condicion am ien tos sociales generales de cu alq u ier p roceso, fenóm eno o hecho histórico analizado. Lo que no im plica, ni m ucho m enos, que dejem os de estu d iar a los individuos, a los gran d es personajes, o a las élites, p ero si en cam b io m odifica de raíz el enfoque tradicional desde el cual han sido, y son aún a veces abordados, estos gru p o s o clases m in orita­ rias y estos individuos. Porque tod o individuo es fruto de sus condiciones sociales, y son estas ú ltim as las que d eterm in an siem ­ pre los lím ites generales de sus acciones diversas. Y si bien su propia acción, es un vector que p uede influir en el cam bio de estas m ism as circu n stan cias, lo es solo d en tro de los m árgen es que fijan las tendencias, u n a vez m ás sociales, de la evolución específica que vive esa socied ad d eterm in ad a en esa ép oca o m om ento tam bién particu lar. Con lo cual, la historia crítica es social en un doble sentido: en p rim er lu gar en cu an to a que, p ara la explicación de cualquier hecho o fenóm eno histórico, tiene que involucrar y h acer in terven ir a los gran d es actores colectivos que antes eran om itidos e ign ora­ dos, y que son siempre el entorno in m ed iato obligado, tanto de la form ación com o de las acciones de cualquier personaje individual. Y en segu n d o lugar, en el sentido de que tam bién cu alquier suceso o situación histórica, se desenvuelve d en tro de un d eterm in ad o y m últiple con texto social general, que lo condiciona y envuelve, fijándole tanto sus lím ites com o sus posibilidades de rep ercu sión d eterm in ad a. Y p arece ser claro que, una de las tendencias m ás m arcad as de p rácticam en te todas las corrientes historiográficas que se han d esarrollad o du ran te el siglo xx, con la única y obvia excep ­ ción de la tendencia positivista de los m alos historiadores, ha sido

ésta de in co rp o rar a los g ran d es g ru p o s sociales, a las sensibili­ d ad es colectivas, a las m asas p op u lares, a las form as de concien­ cia m ayoritarias, y a las clases y m ovim ientos sociales en todas sus expresiones, d en tro de los terrenos y de las p ersp ectivas habi­ tu ales de la historia. L o que, n ecesariam ente, ha sido acom pañado tam bién de esa in trod u cción sistem ática de los diversos contextos sociales -p o lítico s, intelectuales, económ icos, civilizatorios, e tc .d en tro de las explicaciones históricas cotidianas. O tra lección im p ortan te de la historia que M arx ha constru id o, la tercera, es su dim ensión com o historia materialista. Y no en el sen­ tido vu lg ar, aunque m u ch as v eces repetido, de que lo "esp iritu al" sea u n sim ple "reflejo" d irecto o dependiente de lo m aterial, sino m ás bien en la línea de que, en general, resulta imposible exp licar ad ecu ad am en te los p rocesos cu lturales, las form as de conciencia, los elem entos del im agin ario social, las figuras de la sensibilidad colectiva, etc., sin con sid erar tam bién las condiciones materiales en que se d esenvuelven y ap oyan todos esos productos, y todas esas m an ifestacion es diversas de los fenóm enos intelectuales, y de la sensibilidad h u m an a en general. Porque las ideas no flotan en el aire, sep arad as de los hom bres y de los g ru p o s sociales que las p roducen, y los p rod u ctos de la cu ltu ra, de la conciencia o de la sensibilidad, solo se hacen vigentes en la m ed id a en que se en carn an y "m aterializan " en d eterm in ad as p rácticas, en instituciones, en com p ortam ien tos y en realidades totalm en te m ateriales. Lo que, sin em bargo, no elim ina el h echo de que el tipo de relación específica y con creta que se establece, entre esa d im ensión intelectual y sus condiciones m ateriales de p rod u c­ ción y de efectivización, sea un problem a abierto y por establecer, y que p u ed e a b arcar desde la form a de la condensación o la tran s­ posición sublim ada que a veces se exp resa en el arte, h asta la form a del "reflejo in vertid o" que en ocasiones descu b rim os en la religión, y p asan d o p or diversas y com plejas varian tes com o la de la "tra ­ ducción", la negación, la sim bolización, la con stru cción de fetiches o las m últiples figuras de u n a cierta recon stru cción diferente de ese m u n d o m aterial en el nivel cu ltural.

Por lo tanto, afirm ar que la buena historia crítica debe de ser tam bién m aterialista, solo im plica que no es posible h acer una historia, p o r ejem plo de las llam ad as "m entalidades", sin consi­ d era r los con textos sociales, políticos, econ óm icos y generales de esas m ism as "m entalidades". E s decir, que debem os ev itar u n a his­ toria idealista de los fenóm enos cu ltu rales e intelectuales, com o la que ha escrito p or ejemplo Philippe A ries. O tam bién una his­ toria p u ram en te logocéntrica, y p u ram en te ocu p ad a del plano d is­ cu rsiv o o con cep tu al, com o la que p roponen H yden W hite y los p osm od ern os. E n cam bio, la buena historia debe esta r siem pre atenta, cu an d o se o cu p a de esos hechos, fenóm enos y p rocesos del llam ado "espíritu h u m an o " - y que n osotros llam aríam os m ás bien fenóm e­ nos de la conciencia y de la sensibilidad so ciales-, de las con d icio­ nes m ateriales que acom p añ an y se im brican con dichos fenóm enos intelectuales, conscientes de que el tipo de relación que se establece entre am b as esferas, la m aterial y la "espiritual", es un problem a abierto y p o r in vestigar y redefinir en cada caso concreto, pero seg u ro s a la vez de que sin esas condiciones m ateriales, no es real­ m ente com prensible la n atu raleza p rofunda y el sentido esencial de tod os esos fenóm enos de la m ente y de la econom ía psíquica de los individuos y de las sociedades. Y es p recisam en te este error, de ign orar la im p ortan cia de esa base m aterial y de ese conjunto de condiciones reales, el que reen ­ con tram o s no sólo en m uchas de las versiones de la historia de las "m en talid ad es" antes referida, sino tam bién en m últiples h isto­ rias de la religión, del arte, de la literatura, de la cu ltu ra y de las ideas, que p ro sp eran d en tro del g rem io de los segu id ores de Clío. E incluso, y m u y frecuentem ente, en m u ch as de las historias p re­ d om in an tem en te políticas que han escrito los historiadores posi­ tivistas de nu estro país, historias donde tam bién ese nivel de lo político p arece "ce rrarse sobre sí m ism o " y ser totalm ente autosuficiente, y en donde se ign oran por com pleto tam bién las condiciones sociales reales y las condiciones m ateriales de esos p rocesos políti­ cos que se estudian.

L a cu a rta posible lección derivada de los trabajos de Carlos M arx, p ara una historia gen u in am en te crítica, es la relevancia fun­ d am en tal que tienen, d en tro de los p rocesos sociales globales, los hechos económicos. U na lección m arxista que quizá sea la m ás v u l­ g a riz a d a y la m ás m al interp retad a de todas, por p arte tanto de los historiadores, com o incluso de un a g ra n m ayoría de los científi­ cos sociales. Y ello, debido a la am plia difusión e influencia im p or­ tan te del m a rxism o vulgar en p rácticam en te todo el m undo, y a lo largo de casi todo el siglo xx cronológico. Porque esta lección no im plica, ni m ucho m enos, que tod os los fenóm enos sociales deben de "re d u cirse " a la base econ óm ica, ni que la econom ía es la "esen­ cia" o cu lta o el "espíritu p rofu n d o" escondido de todo lo social, sino sim plem ente -¡s im p le m e n te !- que, en la historia que los hom ­ bres han reco rrid o y con stru id o desde su origen com o especie y h asta el día de hoy, los hechos y las estructuras económicas han o cu ­ pado y o cu p an todavía un rol que p osee u n a centralidad y una relevan cia fu n d am en tales innegables. Lo que significa que dichos procesos sociales globales son incom prensibles sin la consideración de las evoluciones y la n atu raleza d eterm in ad a de esa dim ensión econ óm ica, p ero no significa, en cam bio, que debam os b u scar cuál es, p o r ejemplo, "la base econ óm ica de la p in tu ra de Picasso", o la "estru ctu ra econ óm ica en que se apoya esa 'su p erestru ctu ra' que ha sido el arte surrealista", lo que es a todas luces una em presa ridicula y sin sentido, a p esar de haber sido algu n a vez planteada p or los m a rx ista s v u lg a re s de Fran cia en la prim era m itad del siglo xx. R econociendo entonces esta centralidad de lo económ ico para la in terp retación de los p rocesos sociales históricos globales, el buen historiad or crítico sabe tam bién que la relación específica que esos fenóm enos econ óm icos pued en tener, o pueden no tener con otros h ech os y realid ad es sociales, es igualm ente un problem a abierto y p or definir en cada caso concreto, y cuyo abanico de resp u estas ab arca, lo m ism o la opción de que no existe n in gú n vínculo, o de que no existe un vín cu lo directo, y por lo tanto la conexión se da sólo a través de com plejas e in d irectas m ediaciones de otros niveles y relaciones, h asta la posibilidad de relaciones claras y evidentes de

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d eterm in ación d irecta de ese m ism o nivel económ ico, y p asan d o nu evam en te p or vín cu los de dependencia, o de condicionam iento sólo general, de en cu ad ram ien to, de lim itación indirecta, o de m uy diversos m atices de influencias de m ayor o de m enor peso específico. Y puesto que ha sido M arx el p rim ero en rescatar de m an era sistem ática esta centralidad de lo econ óm ico dentro del p roceso histórico global, es lógico que sea tam bién él, el fundador de la ram a de los estu d ios de historia económica dentro del tron co m ayor de la h istoriografía con tem p orán ea. R am a que, desde el autor de El capi­ tal y hasta hoy, ha tenido una b u ena p arte de sus m ás im p ortan tes represen tan tes, p recisam en te d en tro de las d istintas corrien tes y expresion es de los m últiples "m a rx ism o s" que llenan la historia y tam bién la h istoriografía del siglo xx, y que una vez m ás, ab arcan desde las finas y elaboradas versiones del m arxism o de M arx y de algu n os de los m arxism o s críticos p osteriores, -c o m o es el caso de algu n os de los trabajos que, con cierta flexibilidad, p o d ríam o s calificar de obras de "h istoria económ ica", escritos por L en in , p or Rosa L u xem b u rgo o p or H en ry G rossm an , entre o tro s -, h asta las varian tes sim plificadas del m arxism o v u lg ar o del m arxism o red u ­ cido a ideología oficial, en m u ch os M anuales de la an tigu a U nión Soviética o de los países del llam ad o "bloque socialista". U na quinta lección im p ortan te p ara el buen historiador, es la exigen cia de M arx de ser cap aces de observar, y luego de explicar, todos los fenóm enos investigados "desde el punto de vista de la totalidad". L o que quiere d ecir que debem os de cu ltivar y d esa­ rrollar la capacidad de d etectar y de descubrir, sistem áticam ente y en tod o exam en de los problem as h istóricos que ab ord am os, los d iversos vín cu los y conexiones que existen entre dicho problem a y las su cesivas "totalid ad es" que lo en m arcan , y que de diferentes m od os lo con d icion an y hasta sob red eterm inan. Porque un a vez m ás, no existe problem a social o histórico que esté aislado y en cerrad o entre ciertos m u ros infranqueables, sino que, p or el con trario, todo problem a h istórico y social está siem ­ pre in serto en d eterm in ad as coord en ad as espaciales, tem p orales y contextú ales, que influyen sobre él, en distintos grad os y m ed id as,

p e ro siem pre de m od o eficaz y fundam ental. Y en ton ces, al buen historiad or le corresp on d e ir recon struyen do, cu id ad o sam en te y de m od o articu lad o, esa inserción de su tem a de e stu d io dentro de las sucesivas totalid ad es espaciales, tem porales y co n textú ales que lo en vu elven y que lo sob red eterm in an . Ya que es siem p re u n a p re­ g u n ta pertin en te y esclareced ora, la que plantea p o rq u e tal fenó­ m eno o cu rrió en el lugar y en el tiem po específicos en los que han acon tecid o y no en n in gu n os otros, d esarrollán d ose ad em ás dentro de las p a rticu lares circu n stan cias en que ha sucedido, y en n in gu ­ n as otras, lo que nos abre ju stam en te al análisis de las diversas influencias y de las conexiones específicas que se establecen entre esas d im ensiones del espacio, del contexto y de la ép o ca sobre el sin g u lar fenóm eno del cual tratam os de d a r cuenta. P ues aunque p arezca y q u izá sea una obviedad, -q u e frecuen­ tem ente olvidan no obstante los historiadores p o sitiv ista s-, es claro que no es lo m ism o un a sociedad capitalista del siglo xx que una del siglo xvl, o que la socied ad ch in a del siglo xm y la sociedad eu ro p ea de esa m ism a ép oca, com o tam p o co es lo m ism o un hecho histórico que aconteció en A m érica L atina, que o tro que sucede en E u rop a, o en Rusia, o en el su r de Á frica, por m en cio n ar solo alg u ­ nos ejem plos posibles. Y si estas coord en ad as o "totalid ad es" m ás gen erales que son las del tiem po y el espacio, corresp ond ientes a u n cierto hecho h istórico cualquiera, son siem pre relevantes y fu n d am en tales para su ad ecu ad a com prensión, tam bién lo son las "to talid ad es" diver­ sas que constitu yen los diferentes contextos que e n m a rca n a ese h ech o histórico. Pues es claro que dichos contextos geográficos, econ óm icos, tecnológicos, étnicos, sociales, políticos, culturales, artísticos, psicológicos, etc., ad em ás de especificar y volver m ás concretas a esas totalidades o coord en ad as espaciales y tem porales, -a c o ta n d o al espacio com o área, región, lugar, país o entorno g eográfico determinado, y al tiem po com o una ép oca, m om ento, co y u n tu ra, era o p eriodo igualm ente particularizado-, van tam bién a establecer de m an era igualm ente concreta, todo el nudo de esp e­ cíficas con exion es que tendrá ese hecho o fenóm eno histórico

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investigado con esos diferentes y sucesivos m edios con textú ales en los que el se despliega. Por lo cu al, com o lo ha exp licad o Jean-Paul Sartre, se im pone siem pre un p roceso de "totalizació n p ro gresiva" del problem a que abord am os, p roceso que reco n stru y e esa inserción dada del tem a en esas m últiples y diversas totalidades, que son las que le otorgan su significación y su sentido globales. R econ struyendo así, u n a h is­ toria "desde el p u n to de vista de la totalidad", el buen h istoriad or se in stala entonces dentro del terren o de una historia global o globalizante, sobre la que volverem os todavía m ás adelante. La lección n ú m ero seis que es posible e x traer del p en sam ien to histórico de M arx, es la necesidad de en focar los problem as de la historia desde una p ersp ectiva dialéctica. U na p ersp ectiva que los historiad ores de nu estro país han cultivad o m uy p oco en general, a p esa r de las ricas y p rofu n d as contribuciones que p od ría im pli­ car el desarrollo, el ejercicio sistem ático y la aplicación creativa de este p en sam ien to y de esta visión dialécticas de la historia. Visión d ialéctica que nos invita a dejar de v er los hechos históricos com o "cosas", y a la historia m ism a com o un conjunto de realid ad es m uertas, term in ad as y d isecad as, realidades que ad em ás, estarían d eterm in ad as en un sólo sentido, siem pre claro y siem pre bien establecido. En lugar de esta ú ltim a visión, tan extend id a entre los historiad ores positivistas y tradicionales, esta p ersp ectiva d ialectizante afirm a p or el con trario que tod os los hechos h istóricos son realidades vivas y en devenir, a la vez que elem entos de p ro ceso s di­ námicos y dialécticos en los que el resu ltad o está siem pre abierto y en redefinición constante, a p a rtir de las contradicciones inherentes y esenciales que se en cu en tran , tanto en esos m ism os procesos, com o en el conjunto de los hechos antes m encionado. Así, junto a la positividad de cu alq u ier situación o fenóm eno de la historia, es n ecesario tam bién cap tar su correlativa negatividad, m ostran d o p or ejemplo, junto al ca rá cter hoy dom in an te del capitalism o, su n atu raleza irrem ediablem ente efím era, y junto a la m od ern id ad b u rg u esa que hoy se en señ orea todavía en el planeta entero, a las m últiples m od ern id ad es alternativas que la com baten

y que se le resisten, n egándola perm anentem ente. Porque p ara este enfoque dialéctico, la realidad histórica es com o una m a n z a n a que sólo existe si lleva adentro el g u sa n o que la corroe, o com o u n dulce que al chuparlo tu viese tam bién un sabor am arg o y agrio. Lo que exp lica entonces que, para este punto de vista, todo p ro g reso es al m ism o tiem po un cierto retroceso histórico, y todo "d ocu m en to de cu ltu ra es al m ism o tiem po un d ocu m en to de barbarie", com o lo h a afirm ado y explicado tan brillantem ente W alter Benjam ín. Y si la historia es un a ciencia que se interesa de m an era especial en el estu d io del cam b io histórico, no puede cap tar ad ecu ad am en te a este últim o si no lo "atrap a" y lo percibe desde su m ism a cuna, d esde las contradicciones y tensiones esenciales que caracterizan a cualquier socied ad histórica de las que han existido hasta hoy, tensiones y con trad iccion es que se rep rod u cen y p ro y ectan de d is­ tintas m aneras en los diferentes hechos, situaciones y aconteci­ m ien tos que se suceden en esas m ism as sociedades. Por eso, en la historia h u m an a que hasta hoy con ocem os, los h ech os no son nu n ca de un solo sentido, y entonces es la d erro ta la que es la m adre del triunfo, y es la g u erra la que engendra la paz y a la inversa, y es p or eso que "el triunfo de una idea crea siem ­ p re a la institución que habrá de darle m uerte", y tam bién es esta la razó n que explica que las socied ades p erecen no p or no haber tenido éxito, sino m as bien p or haberlo tenido en dem asía. Por ello, sin ninguna duda, frente a la explotación, la opresión, el d esp o ­ tism o y la d iscrim in ació n , que han estad o siem pre tan presentes d en tro de los p ro ceso s de la historia de las socied ad es h u m an as, h an existido tam bién, con la m ism a persistencia y regu larid ad , la rebeldía, la insubordinación, la resistencia y la lucha de las clases y de los gru p os som etid os y explotados, en u n acon tecer que nos dem uestra, con la fuerza de casi una ley, que los ven ced ores de h oy son sin fallo los d errotad os del m añ an a. Lo que por lo dem ás, es u n a lección im p ortan te y tam bién m uy útil, para alim en tar las esp eran zas de cam bio que hoy se afian zan y difunden con tanta fu erza en todo el planeta. Porque es solo al m ás genuino p en sa­ m iento dialéctico al que se le revelan, de m an era clara y necesaria,

la obligada cad u cid ad de todo lo existente y los lím ites y la n a tu ra ­ leza siem pre efím era de cualquier realidad por él analizada. Finalm ente, u n a sép tim a lección del m arxism o p ara la h istorio­ grafía con tem p orán ea, es la de la necesidad de co n stru ir siem pre una historia p rofu n d am en te crítica. U na historia que, com o ya lo h em os señalado antes, se co n stru ya "a con trap elo" de los d iscu rsos dom in an tes, a con tracorrien te de los lu gares com u n es acep tad os y de las in terp retacion es sim plistas, interp retaciones co n sag rad as sólo a fuerza de rep etirse y m ach a ca rse tenazm ente en tod os los niveles de la en señ an za escolar, y p or tod as las vías de la difusión de la historia hoy existente. U na "co n trah isto ria" y una "con tram em oria", com o las llam ó M ichel Foucault, que descolocándose de los em p lazam ien tos habi­ tu ales de la m ala historia y de la historia positivista, rescate todo el h az de los p asad os vencidos y silenciados de la historia, d esech an d o las explicaciones lineales y sim plistas, y elaborando una historia que sea realm en te u n a historia p rofu n d a, com pleja y sutil. U na p ersp ectiv a crítico-h istórica, que sea tam bién cap az de d ar cu en ta de todos esos fenóm enos h istóricos desde explicaciones m ulticausales y com binadas, que su m an d o y articu lan d o los varios elem entos y dim ensiones de d ichos fenóm enos, term in en por d ar cuen ta de ellos en tod a su específica com plejidad. H istoria realm en te crítica que, p or lo dem ás, sólo puede co n s­ tru irse d esd e los criterios que an tes hem os en u m erad o y esb o ­ zado. Ya que sólo desde una noción fuerte de ciencia de la historia y de sus im plicaciones, es que p uede con stitu irse este d iscu rso crítico historiográfico, el que tam p o co p o d rá ser otra cosa que la ya referida historia social, en la doble acep ción tanto de historia de los fenóm enos y p ro cesos colectivos y sociales en sentido estricto, com o tam bién de historia siem pre con textu ad a socialm ente, aún cu an d o se o cu p e de las élites, los individuos o los personajes sin­ gu lares. A d em ás, será tam bién, n ecesariam ente, un a historia m a te ­ rialista, que reco n ozca las condiciones m ateriales de todo fenó­ m eno intelectual, de conciencia o de la sensibilidad, y a la que no escap ará nu n ca la centralidad general de los hechos econ óm icos

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de la historia. Y será p or últim o, tam bién una historia vista desde el p u n to de vista de la totalidad, y con p ersp ectiva dialéctica, que reco rre rá ágilm en te los niveles de la totalización sucesiva del tem a investigado, a la vez que disuelve toda positividad o afirm ación h istórica en su cad u cid ad negativa y en su "lad o m alo", p ara h acer salta r siem pre el ca rá cte r con trad ictorio y dialéctico de los p ro ­ b lem as que aborda. U na h istoria cu yos resu ltad os habrán de oponerse, n ecesaria­ m ente, a los de la historia oficial y positivista hoy dom inante, his­ toria que p ro m ov id a y d ivu lgad a desde el poder, se regod ea todo el tiem p o coleccion an d o falsos orígenes gloriosos de las naciones, y co n stru yen d o gestas heroicas que son siem pre d eform ad oras y h asta falsificadoras de la verd ad histórica, cu an d o no son de plano totalm en te m en tirosas e inexistentes, a la v ez que "norm aliza", d eform a y elim ina todos aquellos hechos históricos difíciles, inex­ plicables, o ab iertam en te subversivos, hechos que p or su propia n atu raleza van en contra de sus versiones tersas, lineales, siem pre ascen d en tes y fatalm ente legitim ad oras del statú quo actual.

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E stos son los rasgos que, d escubiertos y teorizad os por M arx, con s­ titu yen p rem isas todavía hoy indispensables de toda historia crítica posible, m ás allá de las deform aciones y de los excesos de los m u ch os m arx ism o s v u lg ares del siglo xx, y m ás allá de la crisis irreversible de los p ro yectos del "socialism o real", colapsados d esp u és de la caíd a del M uro de Berlín, y de la reconversión de la U n ión Soviética en la an g u stiad a y com plicada Rusia de la últim a d écad a. P asem os a ver ahora, las o tras lecciones que la historiografía del siglo xx ha d esarrollad o, para la elaboración de esta m ism a historia de n atu raleza gen u in am en te crítica.

PO R LO S C A M IN O S DE L A B U E N A H IS T O R IA A N T IP O S IT IV IS T A

"...todo está por hacer, o por rehacer, o por repensar en el plano conceptual y práctico de la historia." Fernand Braudel, "Personal Testimony", 1972.

N o hay duda de que el hecho intelectual m ás im p o rtan te de todo el siglo xix cronológico, fue la aparición y d esarrollo del M arxism o. Y su relevancia ha sido tal, que sus ecos e im pactos crecen y se prolon gan a lo largo de todo el siglo xx cronológico, p ara llegar, v iv o s e intensos, hasta nuestros días. Y si en las ciencias sociales en general, esta es la m edida real de la presencia del m arxism o , en el cam p o de los estudios históricos, tam bién le co rresp o n d e un papel protagónico esencial, al constituirse com o h em os visto, tanto en el punto de p artid a indispensable de lo que es, h asta hoy, la h is­ toriografía contem poránea, com o tam bién en la versión fu n d ad ora y p rim era de toda historia crítica aún posible. Pero la historia, que no tiene nada de lineal ni de sim ple, ha esta­ blecido que luego de su nacim iento, en la co y u n tu ra histórica de los años de 1848 a 1870, el m arxism o haya p erm an ecid o m as bien alejado totalm ente de los am bientes acad ém icos y de los ám bitos intelectuales oficiales y profesionales, d esarrollán d ose sobre todo en el seno de los m ovim ientos obreros, socialistas y sindicales de todo el planeta, y siem pre vinculado a las u rgen cias y a las d em an d as d iversas de esos m ovim ientos sociales, lo m ism o que de esos p artid os y organ izacion es políticas. Y no será sino h asta d esp u és de la segu n d a g u erra m undial, cu an d o el m arxism o p e ­ netre, en térm in os generales, dentro de la acad em ia y d en tro de

las un iversid ad es de todo el m undo, abriendo con ello un nuevo, y en m u ch os sentidos extrañ o, capítulo de su propia historia. Debido en ton ces a esta p ecu liar historia de sus itinerarios de desarrollo e influencia en el m undo, es que p od em os com p ren d er el m uy desigual im p acto y la m uy desigual presencia de este m arxism o, d en tro de las d istin tas h istoriografías nacionales de todo el orbe, lo que en tre o tro s m u ch os factores, es tam bién un elem ento de expli­ cación de los cam in o s sin gu lares que han recorrid o los estudios h istóricos m undiales du ran te todo el siglo xx. Así, es sabido que desp u és de esa etapa fundacional de la h isto­ riografía con tem p orán ea, que fueron los años de 1848 a 1870, y que se en cu en tra totalm ente d om in ad a por esa irru p ción y despliegue del p roy ecto crítico de M arx, se ha desarrollado otra segu n d a etapa, que va desde 1870 h asta ap ro xim ad am en te 1929, y en la que la nota d om in an te de la historiografía m undial será la con ­ solidación y afirm ación del m odelo de la historiografía positivista, cu y os rasg os generales hem os evocad o ya, y que está en la base de la m ala historia, ab u rrid a, oficial, p lana y acom odaticia, que es el e xtrem o op u esto de esa v erd ad era historia crítica. U na historia positivista que, rep resen tan d o una clara regresión frente a lo que había significado el m arxism o p ara los estudios históricos co n tem ­ p o rán eo s, ha alim en tad o sin em bargo, a lo largo de todo el siglo xx y h asta hoy, a u n a g ran p arte de los historiadores ru tin arios, p e­ rezo so s y trad icion ales de las d iversas historiografías nacionales de tod o el m undo. Pero no sin im p ortan tes m ovim ientos de resis­ tencia, ni sin m últiples acciones de rech azo y de búsqueda de alter­ n ativas, p o r p arte de m uy d istintos g ru p o s de historiadores, frente a este m odelo positivista. P orque lo m ism o las d iversas escuelas, o ram as, o autores, de los m últiples "m a rx ism o s" del siglo xx, que p rácticam en te todos los p ro y ecto s in n ovad ores h istoriográficos de los últim os cien años, tod os se h an definido en oposición crítica y en posiciones con ­ trap u estas a esa m ala y estéril h istoriografía positivista. Y entre ellos, la m al llam ad a "E scu ela de los A nnales", que siendo m ás bien la corrien te de historiad ores m ás im p ortan te den tro de F ran ­

cia a lo largo de todo el siglo xx, ha ido descu briendo y luego elabo­ rando, p or su propio cam in o, otra vertiente de historia igualm ente crítica, que a la vez que coincide en v arios pu n tos esenciales con los ap o rtes del p royecto m arxista an tes referidos, d esarrolla y p ro­ fu n d iza tam bién algu n os elem entos nuevos de esa m ism a historia crítica que aquí estam os tratan d o de recon struir. Entonces, y fu n d am en talm en te du ran te su p rim er ciclo de vida, que ab arca los añ os de 1929 hasta 1968, esta corriente francesa de los A n n ales va a con solid ar ese p ro yecto antipositivista de una historia crítica e innovadora, que ha sido la que ha construido, tanto su en orm e fam a p lanetaria, com o tam bién su im plantación y presen cia d en tro del m undo entero. C entralidad y presencia que d eterm in an , p o r ejemplo, el hecho de que incluso hoy, la rev ista de los Anuales. Histoire, Sciences Sociales, sea la revista de historia m ás leída y m ás am p liam en te d ifundida en todo el m undo occidental, y q u izá en todo el m u n d o en su conjunto. ¿Cuáles son entonces, esos ap ortes de la corriente de los A n n ales de los años de 1929 a 1968, que han logrado que sus autores p rin ci­ pales y sus obras m ás im p ortan tes sean hoy conocidos y discu tidos en to d as las h istoriografías del planeta?. P asem os a verlos con m ás detalle. El p rim er ap orte desarrollad o p or la corriente de los A nnales, que abona y enriq u ece las p ersp ectivas de la historia crítica, es el de la reivin d icación e in corp oración d entro de la historia del m étod o comparativo. Porque p ara los 'p rim eros' A nnales, d e sa rro ­ llados en tre 1929 y 1941, no hay historia científica posible que no sea al m ism o tiem po un a historia comparatista. Así, retom an d o en este p u n to las exp erien cias de otras ciencias sociales, com o la sociología, la etnología, la lingüística o la literatura, que a p rin ­ cipios del siglo xx "aclim atan '' y refu n cion alizan den tro de sus d is­ tintos esp acios a este m ism o m étod o com parativo, M arc Bloch va a definir la com p aración histórica en los térm in os siguientes: "¿Qué es, p ara com en zar, co m p arar d en tro de nuestro dom inio de h is­ toriadores?: co m p arar es incontestablem ente lo siguiente: elegir, d en tro de uno o varios m ed ios sociales diferentes, dos o m ás

fenóm enos que aparenten a p rim era vista, m o strar entre ellos cier­ tas analogías, d escribir luego las cu rv a s de su evolución, co m p ro ­ b ar sus sim ilitudes y sus diferencias y, en la m edida de lo posible, e xp licar tan to las u n as com o las otras". Es decir, que co m p arar im plica eludir tan to la "falsa com paración", en donde se intenta co n fro n tar fenóm enos que no p oseen entre sí nin gu n a an alogía o sim ilitud evidente - l o que im plica que no todo es com parable con to d o -, com o tam bién el sim ple "razo n am ien to por analogía", en donde las sim ilitudes b rotan de la pertenencia de los dos o m ás fenóm enos com p arad os al mismo m edio social que am b os com ­ p arten - y en donde la com p aración es estéril, pues las sim ilitudes ob ed ecen al sim ple hecho de ser fenóm enos que exp resan una m ism a y ú n ica realidad su b yacen te-. Entonces, si com p arar es establecer ese inventario fundam ental tan to de las similitudes com o de las diferencias entre distintos fenó­ m en os históricos, a la vez que b u scar su explicación, es claro que el resu ltad o m á s global de esta aplicación sistem ática del m étodo com p arativo en historia, es el de delim itar nítidam ente los elem en­ tos generales, com u n es o u n iversales de los hechos, fenóm enos y p ro ceso s históricos, d istinguiéndolos de sus asp ectos m ás particu­ lares, sin gu lares o individuales. U na distinción que, com o sabem os, resu lta cru cial p ara cualquier historiador, ya que, por ejemplo, de ella dep en d e la con stru cción de m odelos y explicaciones generales d en tro de la historia. Y si tanto H enri B err com o H enri P iren n e han rep etid o que "no hay ciencia m ás que de lo general", es claro que h acer de la h istoria una em p resa científica sólo será posible con el co n cu rso y apoyo de ese m étod o com parativo. Pero tam bién, es del fino trabajo de delim itación de esa dialéc­ tica en tre lo p articu la r y lo general, que p arte la solución de esas g ran d es cuestion es que se refieren a los tem as de si existe o no existe un a cierta causalidad d en tro de la historia, o tam bién la cu estión de la b úsqueda de reg u larid ad es y de recu rren cias dentro de los p ro ceso s históricos, así com o el g ran debate sobre los determ in ism o s h istóricos diversos. Pues es sólo a p artir de la repetición de p ro cesos eficaces y com probables de causalidad o de d eterm i­

nación histórica, que será posible d etectar tendencias y p o stu lar posibles leyes del acon tecer histórico, acotan d o al m ism o tiem po la vigen cia de su cu rv a evolutiva general. C o m p a ra r en historia, es entonces p ro y ectar siem pre una nueva luz sobre la realidad histórica estu d iad a, nueva luz que en m u ch as ocasion es perm ite d etectar com o esenciales, fenóm enos que antes sólo p arecían an ecd óticos o insignificantes, d evelando trazo s que p arecían origin ales y ú n icos com o trazo s com unes y m ás am p lia­ m ente difundidos, o tran sfigu ran d o situaciones y hechos que ap a­ rentab an ser raro s y exóticos en cosas p erfectam en te explicables y lógicas. U na seg u n d a contribución m etodológica de los A n n ales, que los co n ecta d irectam en te con los d esarrollos de la historiografía contenidos en el p royecto de M arx que hem os resu m id o an te­ riorm ente, es la del h orizonte de la historia concebida com o h is­ toria global o total. H istoria globalizante o totalizante, que ha sido m u ch as veces m al in terp retad a, com o si fuese equivalente a la sim ple historia general, o en o tra vertiente a la propia historia uni­ versal. Y ello porque este cará cte r global o total alude en verd ad a dos posibles sentidos del térm ino, ín tim am ente con ectad os, pero al m ism o tiem po no idénticos. D os sentidos del concepto que, en realidad, p rofu n d izan y detallan algu n as tesis ya av an zad as por M arx en esta m ism a línea. Ya que la historia de estos A n n ales es global, en p rim er lugar, por las d im ensiones del objeto de estu d io que abarca. Es decir, por incluir d en tro de su territorio de análisis al inm enso conjunto de todo aquello que ha sido tran sform ad o, resignificado, prod u cid o o concebido p or los hom bres, desde la m ás lejana y origin aria "p re ­ historia" h asta el m ás inm ed iato y actu al presente. H istoria global que nos dice que todo lo h u m an o y todo lo que a eso h u m an o se con ecta es objeto pertinente y posible del análisis histórico, y ello en cualquier ép oca en que esto haya acontecido. Lo que, sin em bargo, no significa que todo eso h u m an o sea igu al­ m ente relevante, ni igualm en te explicativo de los gran d es p ro ceso s evolutivos de las socied ad es y de los hom bres. Porque la historia

global n o es idéntica ni a la historia universal - e s e térm in o descrip­ tivo que engloba norm alm ente al conjunto de las historias de todos los pueblos, razas, imperios, naciones y g ru p o s h u m an o s que han existido h asta h o y -, ni tam p oco a la historia general -e s e otro tér­ m ino, tam bién solo connotativo, que se refiere gen éricam en te a todo el conjunto de sucesos, h echos y realidades de u n a ép oca dada, o en otro caso de un actor, fenóm eno o realidad histórica cualquie­ r a -. La historia global es, m ás bien, un concepto com plejo y m uy elaborado que se refiere a esa totalidad articu lad a, jerarq u izad a y d otad a de sentido que es p recisam en te esa "obra de los hom bres en el tiem po", a la que ha aludido M arc Bloch, y que ya antes hem os m encionado. Y por lo tanto, la ap ertu ra de un territorio donde existen cosas fundam entales y otras m enos im portantes, en donde hay elem entos determ inantes y o tros determ in ad os, y en donde coexisten lo m ism o totalidades m enores autosuficientes junto a otras realidades que no contienen dentro de sí m ism as los propios principios de su autointeligibilidad. L o que nos lleva a la segu n d a significación específica de esta historia global, es decir, a su derivación epistem ológica com o exi­ gencia de situar, perm anentem ente, al problem a o tem a estu diado d en tro de las sucesivas totalidades que lo en m arcan . Pues si hacer historia global no es hacer la sim ple y ab urrida historia universal acu m u lativa de los positivistas, recorriendo llanam ente tod as esas m últiples historias de todo g ru p o h u m an o en el tiem po, ni tam ­ p oco es hacer la historia general de los m alos historiadores, ago­ tan d o hasta el cansancio y de m an era sólo acu m u lativa y fatigosa tod os los h ech os o fenóm enos presentes d entro de u n a sociedad , o un nivel, o u n a época dada, si es en cam bio ser cap az de, com o ha dicho Fernand Braudel, "sob rep asar sistem áticam ente los lím ites" específicos del problem a abordado, explicitando sus vín cu los y puentes con las totalidades d iversas que le corresponden. Y ello en el sentido que ya antes hem os abordado, de reco n stru ir la historia 'desde el p u n to de vista de la totalidad' com o afirm a M arx. U na persp ectiva globalizante, que im plica entonces que la cien­ cia social no debe ser un a ciencia de cam p os o de espacios dis-

cipli nares, - t a l y com o se le concibe hoy, hablando entonces de la ciencia de la econom ía, o de ciencia política o de la disciplina científica de la historia o de la sicología, etc., e t c - , sino u n a ciencia de problemas, tan m ultidim ensionales y polifacéticos, y en co n se­ cuen cia tan "u n id iscip lin ares" y "globalizantes", com o lo debe ser esa m ism a ú n ica ciencia de lo histórico y de lo social. Porque com o lo d irá en fáticam en te Fern an d Braudel, la realidad social es sólo una, "u n sólo paisaje" al que las distin tas disciplinas y ciencias de lo social se ap ro xim an , parcial y fragm en tariam ente, desde sus d is­ tintos "ob serv ato rio s" o em plazam ientos. El tercer ap orte que será desarrollad o por los 'p rim eros' y los 'segu n d o s' A n n ales es el de la historia interpretativa, y m ás rad ical­ m ente el de u n a verd ad era “historia-problema". U na historia que, al m ism o tiem po que recoge la tesis de H enri P iren n e cu an d o afirm a que el "n ú cleo" del trabajo del h istoriador no se en cu en tra en la erudición, sino ju stam en te en la interpretación, va a radicali­ zarla hasta el final, p ara p o stu lar que esa in terpretación no es sólo el núcleo o la p arte m ás im p ortan te de la p ráctica histórica, o la condición del paso de la sim ple erudición a la verd ad era ciencia histórica, sino m ás bien la esencia general misma y el momento global determinante de tod a la actividad m ism a del oficio de historiador. Porque si las p o stu ras h istoriográficas anteriores veían a la interp retación com o un m om ento siem pre ulterior al p roceso o tra ­ bajo de erudición, y en con secu en cia com o u n corolario, rem ate o incluso com o un m om ento cu lm in an te del ejercicio h istoriográfico, los A n n ales van a in vertir de raíz esta tesis, proponiend o en cam b io que la in terp retación es el punto de partida m ism o de la investigación histórica, haciéndose presente ad em ás a todo lo largo del trabajo y actividad del historiador. Y de ah í la d enom inación de "historia-problem a", pues esta tesis im plica que la historia "p arte siem pre de problem as", que intenta resolver para llegar siem pre finalm ente a nuevos problem as. Y entonces, será claro que "la realidad sólo habla seg ú n se le interroga", y que sólo "se en cu en ­ tra lo que se está buscando", p or lo que la erudición m ism a va a depender, d irecta y esencialm ente, de esa interpretación p revia que

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se plasm a en las hipótesis, p regu n tas, interrogaciones y h erram ien ­ tas de análisis que el historiad or tiene ya dentro de su cabeza, en el m om en to inicial m ism o en que acom ete el tratam iento y exam en de sus fuentes y de sus d istintos m ateriales históricos. Por eso toda investigación histórica, si quiere tener un sentido científico y no recaer en el sim ple trabajo del eru dito positivista, debe de co m en zar con la definición de una "en cu esta" o de un "cu estion ario " determ in ad o, lo que im plica ya un criterio esta­ blecido frente al tem a a investigar, criterio que si bien p u ede y debe irse tran sfo rm an d o en la m ed id a en que av an za el trabajo de inves­ tigación, delim ita ya de en trad a, si bien sea a m odo de conjeturas p rovisorias p ero actu an tes, los p arám etro s que hacen posible d is­ crim in a r lo que es o no significativo, a la v ez que proveen la b ase p ara ir edificando y ap u n talan d o el cu erp o de las hipótesis a fu n d am en tar o a elim inar, así com o la agenda de los puntos y elem entos cu ya explicación y consideración se intenta encontrar. C u estion ario o en cu esta que define, justam ente, el "p rob lem a" que es objeto de esa in dagación historiográfica. Un problem a que, para esta p ersp ectiv a annalista, va a decidir entonces el cu rso m ism o del trabajo erudito, y m ás adelante los propios resultados de la p rác­ tica del historiador. Y que, en con secuencia, va a con stitu irse en la p rim era tarea obligada de todos aquellos que intentan hacer una historia realm en te crítica y científica. Pues si el problem a o cu es­ tion ario inicial va a sob red eterm in ar de m an era tan fundam ental al propio m om en to eru d ito de la actividad, entonces se hace n e­ cesario explicitarlo, con el m áxim o rigor y detalle, en el com ien zo m ism o del trabajo historiográfico. E ntonces, al hacer explícito este 'problema', se revelará clara­ m ente tan to la solidez y riqueza de la form ación específica de cada historiador, com o tam bién y sobre todo, el conjunto global de los inevitables "sesgo s" p articu lares que dicho historiador introduce, ineludiblem ente, en el tratam ien to de su propio m aterial. Porque en con tra de la visión in gen u am en te positivista, que pide u n a neu­ tralid ad absoluta del historiad or frente a su tem a de estudio, y que su eñ a con un a objetividad tam bién absoluta de sus resultados, el

no

p arad ig m a de la 'historia problem a' afirm a p or el con trario que es el propio h istoriador "el que da a luz los hechos históricos", con stru y en d o junto a sus p roced im ien tos y técnicas de análisis tam bién los "objetos" y los "p rob lem as" que va a investigar, p ara obtener al final un conjunto de hipótesis, m odelos y explicaciones globales tam bién con stru id as p o r él m ism o, y por lo tanto igu al­ m ente "sesg ad as" p o r su m ism a activid ad o intervención. L o que im plica que debem os recon ocer que no existe y que no p ued e existir esa relación pura, asép tica e in con tam in ad a entre el h istoriad or y su "m ateria prim a", p or lo que el trabajo histórico llevará siem pre y n ecesariam en te la m arca de los m últiples sesgos de sus con stru ctores. Sesgos que com ien zan con la propia d eterm i­ nación "ep ocal" del h istoriador - l o que Bloch reco rd ará con el céle­ bre proverbio de que los hom bres son tan hijos de su propio tiem po com o lo son de sus m ism os p a d re s -, sesgos que le d ictan p arte de los criterios de la elección de sus problem as, y que alcan zan hasta las sin g u larid ad es m ism as de su biografía o itinerario person al, y que son los que llevan a u n os a in teresarse en la cu ltu ra o en la política, y a o tro s en la econom ía o en el conflicto social, p asan ­ do sin duda tam bién p or los sesgos d erivados del origen y de la posición de clase social del historiador, pero tam bién p o r los sesgos que derivan de los efectos p rod u cid os por las co y u n tu ras sociales o cultu rales, p o r las situaciones generales o p or las exp erien cias co ­ lectivas e individuales igualm en te vividas. C on lo cual, o tra de las funciones esenciales de ese cuestionario, o en cu esta, o problem a inicialm ente delim itado, será tam bién el de hacer explícitos y con scientem ente asu m id os a esos sesgos o sobred eterm in acion es específicos del historiador. Sesgos o lim itaciones que, p or lo d em ás, no conducen a un relativism o absoluto de los resu ltad os h istoriográficos, tan ca ro a los historiadores p o sm o d er­ nos, sino m ás bien al recon ocim ien to elem ental de que tod a verd ad histórica -c o m o toda verd ad en g e n e ra l- es una verdad relativa, y a que p or tanto el p ro greso del con ocim ien to histórico -c o m o , p or lo d em ás, todo p rog reso r e a l- no es un p rog reso simple, lineal, a cu ­ m ulativo e irreversible, sino m ás bien un p rogreso com plejo, lleno

de saltos y de retrocesos, de m últiples líneas y ensayos, com o lo h em os ya planteado anteriorm ente. U na cu a rta ap ortación de esta corriente an n alista a la buena historia crítica, es la de la reivin d icación del p arad igm a de la h is­ toria abierta o en construcción. Porque si el nuevo tipo de historia que se esta defendiendo y p rom oviendo, es esa historia com p aratista, global y problem ática que hem os explicado, es claro que el p roy ecto de la m ism a sólo rem on ta a la segu n d a m itad del siglo xix, a la fecha del n acim ien to y d esarrollo tanto del m arxism o original com o de la propia h istoriografía contemporánea. Y p or lo tanto, este tipo nuevo de historia crítica, es tam bién una historia joven, en vías de con stru cción , y que se en cu en tra aún a la búsqueda de la defi­ nición de sus perfiles m ás definitivos y fundam entales. En con secu en cia, se trata de una historia que se d edica p er­ m an en tem en te a descubrir, y luego a exp lorar y colon izar p ro ­ gresivam en te, los m últiples nuevos territorios que cada generación su cesiva de h istoriadores le ap orta. U na tarea que, com o lo ilustra el entero periplo de la h istoriografía del siglo xx, se ha cum plido a lo largo de los últim os cien años, renovan do con cad a nueva co y u n tu ra histórica general, los tem as y cam p os de la investigación histórica. E igual que los n uevos territorios, tam bién las técnicas, los proced im ien tos, los p arad ig m as m etodológicos y los m odelos, con cep tos y teorías que utiliza, aplica, con stru ye e in corp ora esa m ism a ciencia de la historia. Pues lo m ism o desde la técn ica del C arb on o 14 h asta la d en d rocron ología, que desde el m étod o co m ­ p arativo h asta el m od ern o "p arad ig m a indiciario" de los m icroh istoriad ores italianos, y d esd e los m odelos del m undo feudal de H enri Pirenne o de M arc Bloch, hasta los m odelos recientes sobre el capitalism o de Fernand Braudel o de Im m anuel W allerstein o los m odelos de historia cu ltu ral de C ario G inzburg o de R oger C hartier, la historia no ha cesad o ni un sólo m om ento de en san ch arse, de redefinirse, de p rofu n d izarse y de tran sform arse incluso radi­ calm ente, p ara d ar cabida y espacio de desarrollo, a todo ese con­ junto vasto y en orm e de innovaciones técnicas, m etodológicas y epistem ológicas diversas.

un

C a rá cte r sólo inicial y n ecesariam en te inacabado del p royecto de una ciencia histórica, que no sólo explica esa p erm an en te m utación y ren ovación que la historiografía con tem p orán ea ha conocido en la últim a cen tu ria, sino que perm ite tam bién p ron osticar acerca del fu tu ro in m ed iato de la m ism a: está todavía lejos, com o dijo algu n a vez con un p oco de ironía Fern an d Braudel, el m om ento en que habrem os en con trad o "la buena cien cia" de la historia, su "form a definitiva", el espacio p o r fin ab arcad o de su in m en so territorio, las "b u en as técn icas" y los "buenos m étod o s" p or fin establecidos de sus investigaciones. Por el con trario, si la historia p osee el esp e­ sor m ism o de lo h u m ano, a lo largo de todos los tiem pos en que esto h u m an o ha existido, su p ro g reso sigue y seg u irá av an zan d o con los cam bios y d esarrollos m ism os de tod as las ciencias sociales, tran sfo rm acio n es y avan ces cuyo final no se d istin gu en aún d en tro del horizonte. Y q u izá sea esta, un a de las razon es por las cu ales esta nueva historia crítica, no logra ven cer todavía definitivam ente en el co m ­ bate con tra las form as de historia que le han precedido, y con las cuales ha roto sin em b argo de m an era radical. Pues al no alca n z a r a con solid ar totalm ente, dada la m ag n itu d de la em presa, ese ca ­ rácter científico y crítico que la d istin gu e de las m alas historias posi­ tivistas y em p iristas que la p reced en , sigue dejando entonces un esp acio historiográfico sin ocu p ar, espacio en el cual todavía p ro s­ peran y se sobreviven a sí m ism as esas historias m onográficas y pu ram en te n arrativas, ya an acrón icas y vacías de contenido, pero todavía actu an tes y activas, en vasto s dom inios de las h isto rio ­ grafías nacionales del m u n d o entero. Finalm ente, u n quinto ap orte esencial de los A n n ales del período 1929 - 1 9 6 8 a los desarrollos de la historia crítica, es el de la persp ectiva de análisis d erivad a de la teoría de los diferentes tiem­ pos históricos y de la larga duración en la historia, d esarrollad a b ásica­ m ente por Fern an d Braudel. U na teoría que, p ara fu n d am en tarse, va a co m en zar p o r criticar y d e sco n stru ir rad icalm en te la noción moderno-burguesa de la tem poralidad, que ad op tan d o sin crítica al con cep to n ew ton ian o del tiem po físico, afirm a que existe un

sólo tiem po, hom ogéneo, v acío y com p uesto de fragm en tos idénti­ cos en tre sí, y que av an za de m an era independiente e irreversible frente a los hech os y p rocesos h um anos, a los que incluso regu la, con trola y subordina. Frente a ella, la teoría braudeliana va a afir­ m a r que existen múltiples tiem pos, tiem pos que no son los del reloj o los del calendario, sino que son tem poralidades histórico-sociales, tan m últiples, diversas y heterogéneas, com o las realidades históri­ cas m ism as, y en con secu en cia, tiem pos variables, m ás o m enos d en sos y m ás o m enos disím iles, que al hallarse d irectam en te v in ­ cu lad os a esos acontecim ientos, fenóm enos y p rocesos socialesh u m an os, v an a exp resarse com o las m u ch as duraciones históricas a in v estigar y a u tilizar p or p arte de los historiadores. T iem p os o du racion es diferenciados, que Fernand Braudel va a re su m ir en su triple tipología del nivel de los acontecim ientos o h ech os del tiem po corto, el nivel de las co y u n tu ras o fenóm enos del tiem po m ed io y el plano de las e stru ctu ras, de los p rocesos p ro ­ pios del tiem po largo o de la larga duración histórica. U na d escom ­ posición trip artita de las d uraciones que h ace posible d iscrim in ar, y luego clasificar en d istintos órdenes, a los diversos hech os históri­ cos, ubican d o inicialm ente a aquellos hechos inm ediatos, n erv io ­ so s e in stan tán eos, que d u ran d o u n as p o cas horas, días o sem an as se h an con stitu id o siem pre en la m ateria p rim a favorita de los h istoriad ores tradicionales en general y de los historiadores posi­ tivistas en p articu lar. H ech os de m uy corta vida, tales com o la d evalu ación b ru sca de un a m oneda, la m uerte de un jefe de estado, la irru p ción de un terrem oto que d estru ye a u n a ciudad, o el des­ e n cad en am ien to de una g u erra que sirve p ara g astar y en terrar cientos de m isiles en el desierto, y que son hech os que tienen a v eces un im p acto e sp ectacu lar y que atraen de u n a m an era des­ m esu rad a to d as las m irad as de quienes los p rotagon izan o p resen ­ cian, estan d o en general co rtad os a la m ed id a del trabajo de los p eriod istas y de los pu n tos de vista de los políticos del día al día. H ech os de m uy corta d u ración que se distin gu en claram en te de los fenóm enos de co y u n tu ra, de esos datos repetidos y reitera­ d o s d u ran te años, lustros y h asta d écadas, que han sido los datos

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m ás estu d iad os p o r los h istoriad ores económ icos, sociales o cu l­ tu rales de la últim a cen tu ria. H ech os de la co y u n tu ra, co m o un m ovim ien to cu ltu ral o literario de un a generación, com o una ram a depresiva o ascen d en te del ciclo K ondratiev, o com o los efectos d iversos de un m ovim ien to político o social contestatario, que e n m a rca n a los acon tecim ien tos del tiem po o de la d uración corta, a la vez que se p roy ectan a la m ed id a de la tem p oralidad co rres­ pondiente a las prop ias vidas de los hom bres. Finalm ente, y por debajo de este tiem po m edio de las co y u n tu ­ ras, sean estas culturales, sociales, econ óm icas o políticas, están las estructuras de la larga duración histórica, que corresp on d en a los p ro ­ cesos se cu lares y a veces hasta m ilen arios de las realid ad es m ás d u rad eras, m ás elem entales y m ás p rofu n d as de esa m ism a vid a histórica de las sociedades. R ealidades de largo aliento com o los rasgos y perfiles de un a civilización, los hábitos alim enticios de u n g ru p o de hom bres, los sistem as de co n stru cción y de vigencia de las jerarquías sociales, o las actitu d es m entales frente al trabajo, la m u erte, la vid a o la natu raleza, que al ap arecer com o co o rd en a­ das que persisten y que sobreviven a lo largo de los siglos, tienden a co n fu n d irse com o hechos obvios y a veces hasta eternos, esca­ p and o m u ch as v eces a la m irad a y al exam en, obviam ente de los m alos historiad ores positivistas, p ero incluso tam bién, a veces, de la ob servación de historiad ores m as serios y atentos. Se trata entonces de proponer, p ara la historia crítica, una visión nueva de la tem p oralid ad . Visión rad icalm ente distinta de los fenó­ m enos tem porales, que frente al tiem po lineal y cronológico que se fragm en ta en días, m eses, sem an as, etc., com o en sus pu ntos co n s­ titutivos sucesivos, p en sán d ose aún dentro de las arcaicas d ivisio­ nes del pasado, el p resente y el futuro, va a p rop on er en cam b io una idea m ás com pleja de las m últiples duraciones, concebidas m ás bien com o esp acios fluidos y densos, com o películas siem pre en m ovim iento, que d esd e la correlación m óvil y flexible de la dialéc­ tica del an tes y el después, v an a co n stru ir desde su com plicada interrelación a esa "dialéctica de las duraciones", que ha sido p o s­ tulada por Braudel com o el corazón del deven ir histórico m ism o.

L o que, de asu m irse rad icalm ente, im plicaría que los historiadores d ejáram o s de u tilizar esas cad a vez m ás paralizan tes y estériles divisiones del p asado y el presente, y del presente y el futuro, para co m e n z a r a e stu d iar los fenóm enos históricos dentro de los diver­ sos y m últiples flujos, siem pre variables pero siem pre convergentes, de sus resp ectivas duraciones históricas. Idea pues, de tiem pos y du racion es diversos, que n egan d o todos y cad a u n o de los supuestos y de los perfiles del tiem po m od ern o b u rg u é s dom in an te, es susceptible de recu p eración no sólo por p a rte de la historia sino tam bién por parte de todas las ciencias sociales en general, y en con secu en cia, una clave m etodológica que im plica com o una de sus posibilidades centrales, la de con stitu ir u n m o d o rad icalm en te nuevo de acercarse al estudio de todo lo so cial-h u m an o, que se ha d esplegado d entro de esos m ism os tiem ­ p os o d u racion es históricas. N oved ad radical y dificultad con ceptual profunda, que tal vez exp lican alg u n as de las incom prensiones m as frecuentes que ha su frid o esta p rop u esta nueva sobre la tem poralidad histórica. Así, es com ú n en con trar autores o textos que equiparan a la larga d u ra­ ción con el largo plazo de los econ om istas, o que creen que basta que u n a realidad cualquiera d u re m ás de cien años para calificarla co m o e stru ctu ra de larga d uración. O tam bién, quienes siguen eq u ip aran d o a la corta d u ración exclusivam ente con los h echos políticos, al tiem po m ed io con los fenóm enos econ óm icos y so cia­ les, y a la larga d uración con las realidades esencialm ente g e o g rá ­ ficas. Pero, bien com p ren d id a y bien aplicada, lo que no es sin duda tarea fácil, esta teoría de los diferentes tiem pos h istóricos y de la larga d u ración histórica, resulta tam bién u n a herram ienta preciosa p ara la con stru cción de esa nueva historia crítica que aquí estam os in ten tan d o p rom ov er y defender. E stos son, m u y b revem ente resu m idos, los ap ortes principales que la célebre corrien te de los A n n ales ha d esarrollad o, resp ecto del p roceso m ás global de co n stru cción de una historia genuinam ente crítica, ap ortes co n cretad o s d u ran te su p rim er ciclo de vida,

que cubre el p eríod o de los añ os de 1929 a 1968, y que hoy consti­ tuyen el verd ad ero legado an n alista p ara todos aquellos que, en la actu alid ad , intentan todavía elaborar un a historia realm ente cientí­ fica y realm en te crítica. V eam os ahora las contribuciones que, en este m ism o sentido, han d esarrollad o las d iversas corrientes historiográficas n acid as o con solid ad as com o resultado de la g ra n re v o ­ lución cu ltu ral de 1968.

Im m a n u el W allerstein

L A S L E C C IO N E S D E 1 9 6 8 P A R A U N A P O S IB L E C O N T R A H IS T O R IA R A D IC A L

“...la contrahistoria (...) será el discurso de los que no poseen la gloria o - habiéndola perdido— se encuentran ahora en la oscuridad y en el silencio". Michel Foucault, Genealogía del racismo, 1976.

A m ás de treinta añ os de d istan cia de su saludable irrupción, la revolución cu ltu ral plan etaria de 1968, p arece p or fin haber m ostrad o ya a tod o el m u n d o sus v erd ad eros perfiles p rofu n d os y esenciales. Ya que m ás allá de las d erro tas que, en p rácticam en te tod as p artes, su frieron los m ovim ien tos sociales y políticos que p ro tag o n izaro n esta revolución de 1968, subsiste el hecho de que todos ellos, sin excep ción y a p e sa r de haber sido ven cid os en lo político y en lo inm ediato, triu n faron rad icalm en te al lograr d esen ­ cad en ar un a tran sform ación p rofu n d a e irreversible del conjunto com pleto de las e stru ctu ra s de la rep rod u cción cu ltu ral de todas las socied ad es del orbe. Lo que se hace evidente, cu an d o con statam os que las tres in sti­ tuciones o espacios centrales en donde se genera y se rep ro d u ce la cu ltu ra con tem p orán ea, que son la fam ilia, la escuela y los m ed ios de com u n icación , han sufrido ju stam en te un a m utación de largo alcance, p recisam en te a raíz de los efectos y del im p acto central de esta revolución de 1968. Y es este im p acto global del 68, el que se en cuen tra en la base de tan tos y tan tos p rocesos que h oy v ivim os cotidian am en te, y que ab arcan d esd e la crisis de la fam ilia m o ­ dern a, el au m en to e sp ectacu lar de la tasa de divorcios, o la ru p tu ra del m ach ism o y el p atriarcalism o d en tro de las células fam iliares

de todo el m undo, h asta el papel d esm esurado que hoy juegan los m ed ios de com u n icación en tod as partes, papel que los vuelve cap aces de influir en la opinión pública hasta el p unto de hacer v a ria r el resu ltad o de un a elección presidencial, a la vez que desin­ fo rm an sistem áticam ente sobre u n a g u erra, o sobre un m ovim ien to in dígena d ign am en te en rebeldía. Pero tam bién, cu an d o den u n ­ cian valientem ente las injusticias, o las expoliaciones que se reali­ zan a v arias generaciones de ciu d ad an os, por causa de un terrible acu erd o del Estad o con los banqueros, o cu an d o hacen públicas las tran saccion es su cias y los acu erd o s cu p u lares de los dirigentes de tal o cual p artid o político que d esem b ocan en el veto a la ap rob a­ ción de u n a ley d ign a sobre los d erech os indígenas, por ejemplo. P asan d o ad em ás, p or todos los cam bios en orm es que ha sufrido tam bién la institución de la escuela m oderna, d esde la redefini­ ción total y la superación de la vieja relación jerárquica m aestroalu m n o, y su su stitución p or las nuevas técnicas p edagógicas, hasta la m u erte del fetichism o acrítico frente a la letra im presa, en cu y o lu gar florece ahora el libre exam en crítico de las opiniones, y el debate d irecto co m o nuevo m étod o de conocim iento. E fectos fu n d am en tales de 1968, en todos los renglones de la cu ltu ra con tem p orán ea, que tam bién han im pactad o a tod o el en tero sistem a de los saberes científicos, cuestion an d o hasta la m ism a división de las ciencias en "duras", "sociales" y "h u m an ísti­ cas", y replanteando, igualm ente, la p ertinencia y legitim idad de la división del estudio de lo social, en los tradicionales cam p os au tón om os y sep arad os de las actu ales disciplinas de la a n tro ­ pología, la historia, la sociología, la econom ía, la geografía o la sicología, entre otras. C on lo cual, tam bién la historia y la historiografía se han visto totalm en te sacu d id as y tran sfo rm ad as de raíz, ren ován d ose una v ez m ás, y d an d o lu gar tanto al n acim iento de nuevas corrientes h istoriográficas, con nuevos p arad igm as, m étodos y p ersp ectivas sobre el oficio de historiador, com o tam bién a la tran sform ación p rofu n d a e igual renovación de alg u n as an tigu as corrientes o ten­ d en cias historiográficas ya existentes.

C orrien tes ren o vad as profu n d am en te, o en otro caso recien te­ m ente em ergentes d en tro los estu d ios históricos m undiales, que com o h ered eras d irectas de la g ran ru p tu ra cu ltu ral de 1968, van a ser tam bién aquellas que elaboren y p rop ongan los nuevos modos de ejercer y de p racticar la historia y la investigación histórica, esta­ bleciendo no sólo las principales lecciones h istoriográficas todavía vigen tes de esa revolución de 1968, sino tam bién las form as, los m odelos y los horizontes de la m an era en que hoy, en el año de 2004, se estu d ia, se investiga y se enseñ a la historia, en u n a buena p arte de todo el planeta. Lecciones fu n d am en tales de la historiografía de los últim os trein ta años, que tam bién son olím picam ente ignoradas p or la m ala historia p ositivista hoy dom inante, p ero que, junto a los ap o rtes y las lecciones aún v ivas de la historia m arxista, y unidas tam bién a las contribuciones d esarrollad as p or la corriente francesa de los A n n ales del p eriodo de 1929 a 1968, con stituyen la plataforma im­ prescindible de los elem entos form ativos esenciales que, en la si­ tuación actu al, debe p oseer todo buen h istoriador gen u in am en te crítico, y que desee verd ad eram en te estar a la altura de nuestra propia ép oca. V eam os entonces, brevem ente, cuáles son estas lec­ ciones de la h istoriografía de los ú ltim os treinta años, así com o las corrien tes n uevas o ren ovad as que las han im pulsado y propuesto. U na prim era lección que es posible d erivar de esta historiografía p ost-68, está aso ciad a a los d esarrollos m ás recientes de la corriente francesa de los A nnales, y en especial a lo que p o d ríam o s consi­ d erar su "cu a rta gen eración " o cu a rto p royecto intelectual fuerte, desplegado d esd e 1989 y hasta hoy. Porque es sabido que después de 1968, la corriente de los A n n ales tuvo un viraje radical resp ecto del tipo de historia que había im p u lsad o en tre 1929 y 1968, historia esta ú ltim a cu yos perfiles y en señ an zas hem os recogid o ya en el capítulo anterior. Y entonces, en tre 1968 y 1989, lo que los A n n ales hicieron fue d ed icarse a la am orfa, am b igua y p oco consistente "historia de las m entalidades", historia que abordó lo m ism o p ro ­ blem áticas y tem as h istóricos b astan te b anales e inesenciales, que unos p ocos estu d ios ded icad os a tem as m ás serios y relevantes,

no

p ero que en conjunto se au tod eclaró una historia ecléctica desde el p u n to de vista m etodológico, y tam bién un a historia sin línea d irec­ triz ni p rincipios teóricos, que acep taba absolutam ente cu alquier enfoque h istórico posible, con la ú n ica condición de que ab ord ara ese indefinido cam p o de las "m entalidades". Y es claro que, desde el p u n to de vista de la historia crítica, m uy poco o nada puede ser resca ta d o de esa historia de las m entalidades, d esarrollad a por la tercera g en eración de la corriente annalista. E n cam bio, y es esta la p rim era lección de esa h istoriografía fran cesa de los últim os quince años, resulta interesante el nuevo m od elo de historia cu ltu ral que esta cu arta generación de A n nales h a prom ovid o, y que es el m od elo de u n a historia social de las p rá ctica s cu ltu rales, tam bién caracterizad o com o una nueva h isto­ ria cu ltu ral de lo social. U na historia que, frente al substantivism o autosuficiente de los estu d ios históricos de las m entalidades, -q u e en o casion es ha llegado hasta el idealism o abierto y confeso, com o en la obra de Philippe A rie s -, va en cam bio a rep resen tar un v er­ d ad ero esfu erzo de una historia otra vez materialista, y otra vez p rofu n d am en te social de los fenóm enos culturales. A sí, y asociad a m uy de cerca a los trabajos de R oger C hartier, esta historia social de las p rácticas cu ltu rales nos p rop one an alizar todo p rod u cto cu ltu ral com o "p ráctica", y por ende, a p a rtir de las condiciones materiales específicas de su producción, de su form a de existen cia, y luego de su propia difusión y circulación reales. Por ejem plo, co m o en el caso de la historia del libro, que no sólo estudia los contenidos intelectuales y los m ensajes cu lturales del m ism o, sino tam bién sus m od os de fabricación, los procesos de trabajo de los editores, la com posición m aterial m ism a de los textos y su form a de p resen tación d en tro del "objeto libro", igual que las dife­ ren tes form as de su lectu ra y de su recepción, por p arte de los m uy d iversos "p úblicos" que lo con su m en y lo u tilizan en u n a ép oca d ad a. Es decir, un a historia cu ltu ral que vista com o esa síntesis de d iversas "p rácticas", es un a historia m aterialista en el m ejor sen­ tido de lo que an tes hem os ya resum ido.

Y tam bién, una historia de la cu ltu ra que es p rofu n d am en te social, en la m edida en que restituye y reafirm a esa condición de los p rod u ctos y de las p rácticas cu ltu rales, com o resultados siem ­ pre d irecto s de la propia actividad social. Es decir, que lo m ism o un a p ráctica de lectu ra d eterm in ad a que un cierto conjunto de rep re­ sentaciones asum idas, e igual un cierto com p ortam ien to cu ltu ral de un a clase o g ru p o social, que un a d eterm in ad a m od alidad de con stru cción del discurso, son tod as distin tas m anifestaciones cu l­ tu rales que son siem pre p roducidas, acogid as y rep rod u cid as p or una específica sociedad y en un cierto con texto histórico, lo que nos obliga entonces a p artir siem pre de ese referente social e histórico, para la explicación de toda p ráctica o fenóm eno cultural posible. Un nuevo m odelo de historia cu ltu ral, que si bien se en cu en tra todavía en p roceso de co n stru cción , y m ás p recisam en te en la vía de d esp ren d erse de su m a triz orig in aria que fue esta historia del libro y de la lectu ra, para in ten tar con vertirse en u n m odelo más general de historia cu ltural, p od ría even tu alm ente en el futuro, llegar a p rod u cir y a p rop on er p ersp ectivas interesantes y útiles para los historiadores críticos con tem p orán eos. U na segu n d a lección, m ucho m ás cercan am en te v in cu lad a a la historiografía de esa cu arta generación de los A n n ales que h em os referido, es la de la reivindicación de un a historia social diferente, focalizad a en p articu lar en recon stru ir, de nueva cuenta, la c o m ­ pleja dialéctica entre individuo y e stru ctu ras, o entre agentes so cia­ les, sean individuales o colectivos, y los en tram ad os o con textos sociales m ás globales dentro de los cuales ellos despliegan su acción. Así, tratan d o de ir m ás allá de las visiones esq u em áticas que, durante décadas, redujeron la acción de los individuos y su rol social al de sim ples "m arion etas", unilateralm ente d eterm in ad as en sus posiciones y en sus p rácticas p o r dichas estru ctu ras so cia­ les, estos cu arto s A n n ales p rop on en volver a revalorar el papel activo y constructivo de esos agentes sociales, que no sólo crean y dan cu erp o total a dichos en tram ad os y e stru ctu ras sociales com o fruto de sus acciones y de sus interrelaciones, sino que tam bién disfrutan, p erm anentem ente, de ciertos m árgen es de libertad en

su acción cotid ian a, eligiendo con stan tem ente entre d iversas alter­ n ativas y m odificando con sus propias prácticas, a veces p oco y a v eces totalm ente, a esas m ism as estru ctu ras sociales que, sin duda, establecen en cad a m om en to los lím ites concretos de su acción. R estituyendo de esta form a, un enfoque m ucho m ás d in ám ico y m u ch o m ás com plejo de los agentes com o cread ores y rep ro d u c­ tores de las estru ctu ras, y de las estru ctu ras com o m arco envol­ ven te y c c m o lím ite de la acción de los agentes, que sin em b argo se in terrelacion an e interinfluyen recíp rocam en te todo el tiem po, para tra n sfo rm arse m u tu am en te, esos cu arto s A nnales son cap aces de m ostrar, no sólo el ca rá cte r cam biante y m óvil de los d eterm in ism os que las estru ctu ra s ejercen sobre los agentes - y que lejos de ser om n ip resen tes, fatales y de un solo sentido claro, son m ás bien d eterm in ism o s generales, tendenciales y en ocasiones de varios sentidos p osib les-, sino tam bién el papel siem pre activo, d in ám ico y cread or de esos agentes sobre las e stru ctu ras, a las que no solo h an co n stru id o ellos m ism os en el origen, sino a las que rep ro d u ­ cen tod o el tiem po con su acción, y a las que por lo tanto pueden tam bién m odificar, incluso totalm ente, en ciertas condiciones y en ciertos m om en tos h istóricos d eterm in ados. U n a otra historia social, que su p erando tanto la visión de la e stru ctu ra om n ip resen te y tod op od erosa sobre el agente pasivo y p u ram en te recep tivo, com o tam bién la vertiente opuesta del agente cap az de todo y dem iu rgo de la e stru ctu ra y del m undo, que con ­ cibe a d ich a estru ctu ra com o red u cida a m ero "telón de fondo" subsidiario y m argin al, intenta m ás bien recon stitu ir ese com plejo v a y viene, desde el individuo o desde el g ru p o hacia el contexto, y desde este últim o hacia los p rim eros. Restitución de esa com pleja dialéctica entre los sujetos sociales y las situaciones o m edios de su acción, que ha p erm itid o co rre g ir ciertas versiones d eform adas de u n a h istoria objetivista y estru ctu ralista, que había redu cido el papel de los individuos, o de los agentes, o de los sujetos sociales, al de sim ples "p ortad o res de su condición de clase", o tam bién al de m era exp resión de la estru ctu ra, historia que p rosp eró tanto dentro del m arx ism o v u lg a r com o fuera de él, antes de la im p ortan te

revolución cu ltu ral de 1968. Pero que, al rep lan tearse en térm in os de esta dialéctica de interinfluencias recíp rocas, p erm ite ab on ar el d esarrollo de un a historia realm en te crítica, que p uede d e sa rro ­ llarse d en tro de tod os los d iversos cam p o s de lo histórico, para aplicarse lo m ism o a la historia cu ltu ral o a la historia económ ica, que a la historia d em ográfica, política o social. La tercera lección p ost-68 p ara un a h istoriografía crítica, se en cu en tra en cam b io asociad a a los d esarrollos de las v arias ten­ dencias y su b g ru p os que han sido gen éricam ente calificados com o la 'historia m arxista y socialista britán icas contem poráneas'. Y se trata de la prop u esta, un a vez m ás, de reivindicación de la historia social, pero aquí entendida, en p articu lar, com o el p roceso m últiple de recuperación del conjunto de las clases populares y de los g ru p o s op rim id o s d en tro de la historia. R ecuperación concebida en m uy diferentes líneas y niveles, que en un caso se despliega, esp e­ cíficam ente, en el sentido del rescate de dichas clases y g ru p o s p op u lares en relación con su verd ad era condición de agentes de la d in ám ica social y del cam bio social, m ientras que en o tro caso avan za, m as bien, com o el p royecto de rein tegrar la voz y la m em o ­ ria de esos sectores p op u lares en tan to que fuentes esenciales p ara la con stru cción del saber histórico. Pero tam bién, en u n a tercera vertiente, resp ecto de la elección de la situación de estas clases m ayoritarias co m o ob servatorio o p unto de p artid a del análisis de la totalidad de lo social, al defender una historia con stru id a to bottom up (desde abajo hacia arriba), en la que el criterio de estos secto res que son 'los de abajo', es el que define las form as de p e r­ cepción y de análisis del grado, la intensidad, las form as y el cu rso con creto m ism o de la confrontación y de la lucha de clases, en sus m últiples desen laces y resultados posibles. De este m odo, un a p rim era v arian te de este p roceso m ultifacético de recu p eración de las clases p op u lares den tro de la h is­ toria, av an za en el sentido de rev alo rar p rofundam en te, u n a vez m ás, el v erd ad ero papel que han tenido esas clases p op u lares y esos g ru p o s op rim id os com o reales protagonistas y constructores del d ram a histórico. Algo que, com o habíam os señalad o antes, ha sido

en

o rigin alm en te planteado y desarrollado p or M arx, y que estos his­ toriad ores británicos, justam ente m arxistas, van a volver a reco rd ar y a rep lan tear con fuerza, frente a la historia positivista inglesa a la que ellos com baten e intentan superar. Y entonces, ten d rem os nue­ v am en te, y ap oyad a e in spirada en p arte en esta historia socialista inglesa, toda u n a nueva y v igorosa ola de trabajos con cen trad os en re co n stru ir las historias de la clase obrera, los itinerarios y papel de los m ovim ien tos cam p esin os, las exp eriencias y las luchas de los trabajadores, los estudios y los análisis de los g ru p o s m arg in ales m ás diversos, igual que la p op u larización de obras y ensayos sobre la cu ltu ra p o p u lar y la conciencia obrera, sobre las cosm ovisiones cam p esin as y sobre las form as de ver y de concebir el m undo, ca ­ racterísticas de esos d iversos g ru p o s y sectores sociales m argin ales y m arg in ad o s ya m encionados, entre m u ch as otras. V asto conjunto de p ersp ectiv as y de historias de todas las clases sociales, y de los innum erables m ovim ientos sociales, que habien­ do cob rad o nuevo auge desp u és de 1968, se prolongan h asta el día de hoy com o u n o de los cam p o s m ás fértiles p ara el ulterior d esa­ rrollo de las historiografías críticas de todo el planeta. U na seg u n d a varied ad im p ortan te dentro de estos enfoques de la historia socialista británica, es la que se ha concentrado en p ro ­ p on er el rescate d irecto de la vo z y de la m em oria de esas clases p o p u lares, co m o in stru m en to y fuente para la con stru cción m ism a del saber histórico. P ues si esta p ersp ectiva afirm a que son esas clases p op u lares las que hacen la historia real, entonces lo m ás lógico es que sean tam bién ellas las que escriban la historia, y las que elaboren los propios d iscu rso s históricos que intentan d ar cu en ta de sus obras, de sus luchas, de sus actividad es y de sus papeles y roles específicos, d en tro de los p rocesos sociales históri­ cos globales. Siguiendo entonces la idea de que la ciencia de la historia debe de "darle v o z" a los oprim idos, y de que debe h acer que todo el m u n d o escu ch e dicha voz, al recu p erarla sistem áticam ente dentro de los elem entos del propio saber histórico, esta historia socialista británica ha tratad o de im p lem en tar los m ecan ism os para rescatar

y re in co rp o rar a esa m em oria de los verd ad eros protagon istas esenciales de la historia real, recu rrien d o para ello a la co n stru c­ ción y a la revalorización de las técn icas de la historia oral, a la vez que fundaba los célebres History Workshops o "talleres de h isto­ ria" en los que, juntos y com b in an d o sus habilidades y sus saberes específicos, los propios obreros, o los habitantes de un barrio, o los p ro tag on istas de un cierto m ovim ien to social, o los cam p esin os de un a localidad, trabajaban con los h istoriadores "profesionales" o de oficio, p ara h acer y escribir, o p ara reh acer y p ara reescrib ir la historia, de esa clase, de ese barrio, de ese m ovim iento o localidad p articu lares. U na historia radical que, en la m ed id a en que está in corp oran d o a los propios trabajadores y sectores p o p u lares com o gen erad ores y con stru cto res del propio saber histórico, se ha abierto entonces, de m an era am plia y m u y receptiva, al seguim iento, estudio y reg is­ tro de p rácticam en te todos los m ovim ien tos an tisistém icos con tem ­ p orán eos, h aciéndose eco sin excepción, lo m ism o del m ovim ien to fem inista que del m ovim ien to obrero, de los m ovim ientos pacifis­ tas y an tin u cleares o de los m ovim ien tos estudiantiles, de los m o ­ v im ien tos cam p esin os o de los m ovim ientos an tirracistas, igual que de los m ovim ien tos indígenas, urbanos, territoriales o locales m ás diversos. U na tercera versión de esta historia, derivada de las dos an te­ riores, es la que propone co n stru ir tod a historia posible com o una "h istoria desde abajo", es d ecir com o una historia que aú n cu an d o se o cu p e del análisis de las clases d om inantes, o en otro caso de la cu ltu ra de las élites, o tam bién del papel del Estad o o del m er­ cado, o de la nación, lo hará siem pre desde este observatorio espe­ cífico que es el del em p lazam ien to y la p ersp ectiva de análisis de esas m ism as clases populares, viendo a los líderes desde el p u n to de vista de las m asas, o al Estad o d esd e la sociedad civil, a la vez que diagn ostica a la cu ltu ra d om in an te desde la cu ltu ra popular, y a los exp lotad ores y d om in ad ores d esd e el punto de vista de sus v íc­ tim as, d esen trañ an d o los m ecan ism os del m ercad o desde la p ro ­ ducción o con stru y en d o la explicación del fenóm eno de la 'nación' desd e el punto de vista del ciu d ad an o ord in ario y com ún. QR

P ro p o n ien d o entonces estu d iar todo fenóm eno histórico "desde abajo h acia arrib a" (fo bottom up), esta historiografía socialista b ritánica quiere descentrar sistem áticam ente a la tradicional h isto­ ria p ositivista tam bién inglesa, siem pre estatolátrica o adoradora del Estado, politicista, con cen trad a en los héroes y en los gran d es hom bres, e ign oran te de esas clases p op u lares antes m encionadas. C on lo cual, ten d rem os p o r p rim era vez den tro de los estudios h istóricos, un a p ersp ectiva historiográfíca que intenta co n stru irse desde el propio punto de vista de las clases populares, desde los m od os en que d ich as clases som etid as han sentido, vivido y percibido, de m an era con creta, todo el conjunto de los hechos y p rocesos históri­ cos, d esde los m ás cotid ian os y ap arentem ente triviales, h asta los m as e sp ectacu lares y llam ativos. Lo que, evidentem ente, se opone de m an era frontal a la an ti­ g u a con cep ción p ositivista tradicional, que siem pre ha rep ro d u ­ cido sin crítica solo el punto de vista de los ven ced ores y de las clases d om inantes. M ientras que, en esta v arian te de la historia b ritán ica socialista, justo de lo que se trata es de reexam in ar todos los hechos, situaciones y p ro ceso s de la historia, desde las cosm ovisiones de los cam p esin os y de los obreros, de los m arg in ad o s y de los trabajadores, es decir, de todos aquellos sujetos sociales cu yas visiones y percep cion es específicas han sido casi siem pre ignora­ d as y om itid as p o r los historiad ores anteriores. Por últim o, un a cu a rta línea de d erivación im p ortan te de esta p ersp ectiv a historiográfíca, es la de la reivindicación del original con cep to de la "econom ía m oral de la m ultitud". C on cep to este ú ltim o que habiendo sido acu ñ ad o p or el historiador E d w ard P. T h om p son , nos en trega u n a h erram ien ta m uy interesante y m uy fecu n d a p ara la historia crítica de la lucha de clases y de los m o ­ vim ien tos p op u lares. Pues reco rd án d on os que esa lucha de clases no existe solo en los m om en tos cu lm in an tes o esp ectacu lares de u n a revolución, de un a revuelta p op u lar o de la Toma de la Bastilla o del P alacio de Invierno, sino siempre y permanentemente, este con ­ cep to se nos ofrece com o el esfu erzo de d ar cuenta o de cap tar de m od o m á s p reciso el m ecan ism o o b aróm etro que, en la sensibili­

ce

dad p o p u lar y en el punto de v ista de las propias m asas p op u la­ res, regu la y establece en cad a m om en to lo que es tolerable y lo que es intolerable, lo que es justo e injusto, lo que aún puede acep ­ tarse frente a aquello que en cam b io d esencadena la ira p o p u lar y la in d ign ación y la sublevación general, m ecan ism o que en cada situación histórica p articu lar se ha con stru id o siem pre desde las tradiciones, la historia, las co stu m b res y los sin gu lares m o d o s de ver de cad a g ru p o o clase popular, en cada circu n stan cia y tiem po histórico específicos. U na "econom ía m oral" de las clases p op ulares, que solo es ca p ­ tada p o r sus líderes m ás auténticos y por sus p ortavoces m ás genuinos, pero que debe ser estu d iad a, an alizad a y reco n stru id a con cu id ad o p or el buen historiad or crítico, si es que este d esea real­ m ente com prender, de m an era con creta, fina y detallada, a esa lucha de clases y a ese d ecu rso social de la historia que intenta explicar. Ya que sin esa rad iografía cu id ad osa de dicha "econom ía m oral de la m ultitud", será m uy difícil entender p or qué un m otín, una revuelta, un a in su rrección , o h asta una revolución, estalla p re ­ cisam en te en el m om ento en que lo hace y no antes ni d espués, y ad em ás p or qué los desen laces de tod as esas m anifestaciones p op u lares y de la lucha de clases, han sido en p articu lar los que han acon tecid o y no cualesquiera o tro s diferentes. U na cu a rta lección m etod ológica im p ortante, deriva en cam bio de las contribuciones y desarrollos de la corriente italiana de la microhistoria. U na p ersp ectiva historiográfica nacida d irectam en te de los im p actos de la revolución cu ltu ral de 1968, que recogien d o y su p eran d o a la vez a todo el conjunto de las tradiciones de la h isto­ ria social italiana p osterior a 1945, v a a irse estru ctu ran d o d u ran te los añ o s setenta y och en ta alred ed or de la publicación de la hoy conocid a revista Q uaderni Storici. Así, m an teniendo u n a posición clara y definidam ente progresista y de izquierda, este g ru p o de historiad ores críticos de origen italiano va a elaborar, en p rim er lugar y com o una p rim era h erram ien ta heurística de la nueva h is­ toria crítica, el procedimiento metodológico del “cambio de escala", p ro ­ ced im ien to que al p o stu lar la posibilidad de m odificar la "escala"

específica en que un problem a de historia es an alizad o y resuelto, va en general a d esem b ocar en la reivindicación de la recu p eración re cu rre n te de la escala microhistórica, o del universo de dim ensiones h istóricas "m icro", com o el posible nuevo "lu g ar de exp erim en ta­ ció n " y de trabajo de los h istoriad ores que, no obstante, continúan em p eñ ad os en exp licar y en com p ren d er los gran d es y siem pre fu n d am en tales p rocesos globales m acrohistóricos. D e este m odo, y a la vez que critican los lím ites de los distintos m od elos "m acroh istó rico s" p recedentes, que al haberse afirm ado d en tro de las ciencias sociales y la h istoriografía del siglo xx, fueron sim u ltán eam en te vaciándose de contenido, al ab an d on ar su fuente n u tricia o rigin aria, que era y ha sido siem pre el análisis de los caso s p a rticu lares y de las exp erien cias históricas sin gu lares, los m icro h istoriad ores italianos v an en cam bio a defender este cam bio de escala y este reto rn o sistem ático al nivel m icrohistórico, pero no para renunciar al nivel de lo general y de la m acrohistoria -c o m o si h acen la m ayoría de los h istoriad ores locales o regionales trad icio­ nales y p o sitiv ista s-, sino ju stam en te para renovarlo y enriquecerlo, rep lan teán d olo de m odo m ás com plejo y elaborado, a p artir de los resu ltad o s de esa exp erim en tación y de ese trabajo realizad o d en tro de los u n iversos de la escala m icrohistórica. Porque el núcleo de este p roced im ien to m icroh istórico y de cam b io de escala, consiste p recisam en te en esta recuperación integral de ese círcu lo de va y viene, que con stituye a la dialéctica com pleja de lo m acroh istórico o general con lo m icroh istórico o p articu lar. R ecu p eración que av an za tom an d o una o algu n as hipótesis cen ­ trales de un m odelo de explicación general o macrohistórica ya esta­ blecido o acep tad o, p ara entonces "h acer d escen d er" esta o estas hipótesis a una nueva escala, que es p recisam ente la escala m icrohistórica. E scala o u n iverso m icro, en el cual d ichas hipótesis gen erales serán puestas a prueba y verificadas, som etiend o su cap acid ad explicativa a la p rueba del caso sin gu lar m icroh istórico elegido, el que al serv ir de "te st" o de "lu g ar de exp erim en tación " de esas m ism as hipótesis, va a te rm in ar siem pre m odificándolas, en riqueciéndolas, com plejizándolas, y a veces h asta refutándolas

no

totalm ente, p ara reform ularlas de u n a m an era m u y distinta. Y por lo tanto, abriendo siem pre la posibilidad y hasta la necesidad de reto rn a r de nuevo a los niveles m acroh istóricos o generales, desde los resu ltad os del "exp erim en to m icrohistórico", p ara rep rop on er enton ces nuevas hipótesis generales y nuevos m odelos m acroh istóri­ cos, m á s sutiles, m ás com plejos y m ás cap aces de d ar cuen ta real de las d istin tas situaciones histórico co n cretas a las que ellos aluden. P roced im ien to m icroh istórico del cam bio de escala que, enton­ ces, no es solo rad icalm en te diferente de la tradicional y m u y fre­ cu en tad a historia local, o tam bién de la propia historia regional - y p or ende, igu alm en te diverso de la d ifundida "m icroh istoria m exi­ ca n a " de Luis G on zález y G o n z á le z -, sino tam bién de cualquier historia p u ram en te an ecd ótica, de las "cosas peq u eñ as" o de los "esp acio s" o "problem as red u cid os" d en tro de la historia. E incluso, es u n p roced im ien to que p od ría, p recisam ente, exp lotarse en el fu tu ro p ara tra ta r de renovar a esas historias locales, regionales, o anecd óticas, que en su in m en sa m ayoría term in an d erivan d o jus­ tam en te en la p u ra descripción p u n tu al, acu m u lativa y finalm ente intrascen d en te, de h ech os y an écd otas locales o regionales c o rre s­ pondientes a esos d iversos m icrou n iv erso s históricos, los que aquí son con sid erad os solo de m an era aislada y en s í misinos, d escrip cio­ nes que son tan com u n es y tan u tilizad as p or p arte de la m ala his­ toria positivista. U na quinta lección, tam bién asociad a a la m icroh istoria italiana, y d irectam en te con ectad a con el p roced im ien to m icroh istórico que acab am o s de explicar, es la de las posibilidades que abre, p ara el buen historiador, el análisis exhaustivo e intensivo de dicho uni­ verso m icrohistórico. E s decir, que al red u cir la escala de análisis, y to m ar com o objeto de estudio a ese "lu g ar de exp erim en tació n " que es la localidad, o el caso, o el individuo, o la obra o el secto r de clase elegido, se h ace posible llevar a cabo un análisis p rá c ­ ticam en te total, tan to de todos los d ocu m en tos, las fuentes, los testim on ios y los elem entos disponibles dentro de ese m icrou n iverso, com o tam bién de los d iversos y m últiples sentidos involu­ crad os en las acciones, las p rácticas, las relaciones y los p ro ceso s

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d e sa rro lla d o s p o r esos personajes, o com unidades, o situaciones m icro h istó rica s investigadas. P u es a diferencia de los estu d ios p u ram en te m acroh istóricos, q u e n ecesariam en te seleccionan uno o algu n os p ocos elem entos de la totalid ad , a los que investigan y an alizan a través de casos o ejem plos, o de situaciones m ás o m enos ilustrativas y /o rep resen ­ ta tiv a s de las tendencias generales - l o que es totalm ente pertinente, ú til y n ecesario, m ien tras no se caiga en el vicio ya m encionado de " v a c ia r " el m odelo general de sus referentes em píricos, y de ter­ m in a r im poniéndolo com o m olde rígido y obligatorio de la exp li­ ca ció n de las m últiples realid ad es c o n c re ta s -, el análisis de u n caso m icro h istó rico perm ite, en cam bio, m an ten er el h orizonte e x h au s­ tiv o de agotar p rácticam en te todos los niveles de la realidad, y tod as las d im en sion es y aristas de u n a situación, de una com unidad , o d e u n p ersonaje h istórico cualquiera, recon stitu yen d o p or ejemplo, la en tera red de relaciones de un individuo a lo largo de toda su vida, o tam b ién el mapa de vínculos, alian zas, m atrim on ios y d isputas de to d a s las fam ilias de un pequeño pueblo, o tam bién las form as de v id a , los esp acios de ocu p ación , las exp ectativ as fam iliares y los co m p o rtam ien to s cu ltu rales y políticos de una cierta clase obrera d ete rm in a d a , o tam bién tod os los con textos sociales m últiples de la red acción y de la recep ción social de una cierta obra intelectual, etc.. Al m ism o tiem po, y acom p añ an d o a este estudio que agota to d a s las d im ensiones de la realidad m icro bajo exam en , se hace posible tam bién un análisis m ás intensivo de los testim on ios y de las fuentes diversas. Un análisis que ubicándose ah ora desde el p u n to de vista del sentido de los h echos históricos, intenta ta m ­ bién ag o ta r todos los sentidos im bricados dentro de cada problem a h istórico, m ultiplicando las p ersp ectiv as de interrogación de dicho prob lem a, y los p u n tos de ob servación de los m ism os, p ara tratar d e con stru ir, tam bién d en tro de la historia, lo que el antropólogo CÜfford G eertz ha llam ad o "descrip ciones d en sas" de los p ro ­ blem as. E s decir, descrip cion es que sintetizan y com b in an en un solo esq u em a explicativo, las m u y d iversas m an eras en que la si­

tuación o el problem a an alizad o ha sido visto, percibido, y p ro ce ­ sado, p or todos y cada uno de los actores y agentes sociales en él involucrados. Un análisis exh au stivo y al m ism o tiem po d en so del "lu g a r m icrohistórico", que acerca de in m ediato a los h istoriadores hacia el h orizon te de la historia global, y tam bién hacia el p u n to de vista de la totalidad, los que hem os ya m encionado y d esarrollad o anteriorm ente. La ú ltim a lección hasta ahora ap ortad a por la m icroh istoria ita­ liana, y que es la sexta lección de la h istoriografía p osterior a 1968, es la de la im p o rtan cia de reconocer, cu ltivar y aplicar el paradigma indiciarlo d en tro de la historia. Y ello, en general, p ero tam bién y m uy esp ecialm en te cu an d o nu estro objeto de estudio es el con ­ junto de elem entos y de realid ad es que corresp on d en a la historia de las clases p op u lares, de los g ru p o s som etidos, de los "d erro ta­ d os" sucesivos en las diferentes b atallas históricas, y m ás en g e ­ neral de todas esas "v íctim a s" d en tro de los p rocesos históricos, cu ya historia ha sido siem pre silenciada, om itida, m arg in ad a, re ­ p rim id a o hasta elim in ad a y b orrad a de diferentes m aneras. Porque ha sido p recisam en te en el intento de reco n stru ir los ele­ m en tos que com p on en a la cu ltu ra popular italiana y eu ro p ea del siglo xvi, pero no vista y an alizad a d esd e el punto de vista de las clases d om in an tes, sino viéndola d esd e el propio p unto de vista de esas m ism as clases p op u lares, que C ario G inzburg ha explicitado ese p arad ig m a indiciario. P arad igm a basado en el d escifram ien to de ciertos indicios históricos, cu ya esencia consiste en que el h isto ­ riad or se capacite y entrene para ser cap az de leer e interpretar los múltiples indicios que, habiendo sobrevivido a los p rocesos de reco d i­ ficación, filtro, deform ación, co n serv ació n sesgada, y reescritu ra de la historia p or p arte de las clases d om inantes, p erm iten tod avía hoy acced er de m an era directa a esos p u n tos de vista y a esas co sm ovisiones de la cu ltu ra popular, al m odo de huellas, síntom as o trazo s que, ad ecu ad am en te leídos e in terpretados, logran aún rev e­ larn os esas realid ad es silenciadas y m arg in ad as sistem áticam ente que co n fo rm an a esa m ism a cu ltu ra popular.

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Y es que si p a rtim o s del h ech o de que las clases p op u lares no sab en leer ni escribir sino h asta fechas m uy recientes, entonces es claro que los testim onios y d ocu m en tos sobre su cu ltu ra sean en general escasos, cu an d o no h asta inexistentes. Y si a ello ag re ­ g a m o s que la historia la h acen siem pre los vencedores, entonces resu lta evidente que lo que ha llegado hasta nosotros, cu an d o ha llegado, sobre esa cu ltu ra popular, son sólo y sobre todo las visio­ nes de las clases d o m in an tes sobre dicha cu ltu ra de las clases que ellos m ism os h an som etid o y explotado, visiones que ad em ás de no co m p ren d er ad ecu ad am en te dich a cu ltu ra, la b an alizan, defor­ m an , y distorsionan, a través de los ineludibles filtros, interesados y n ad a im p arciales, de su propia posición de clase h egem ónica. Por ello, lo único que ha llegado h asta n osotros de esa cu ltu ra popular, em in en tem en te oral y siem pre negada y exp u lsad a de la historia oficial, no son otra cosa que esos pequeños indicios, o rasgos y ele­ m en tos aparentemente insignificantes p ara cu alquier m irad a ord i­ n aria, p ero en verdad p rofu n d am en te reveladores y esclarecedores p ara la m irad a agu d a y para el olfato especialm ente en tren ad os del h isto riad o r crítico, que ha cu ltivad o esta búsqueda de los indicios, y esta cap acid ad de su lectu ra e in terp retación ad ecu ad as. P or eso, C ario G inzburg juega, para exp licar este p arad igm a indiciario, con la com p aración m etafórica entre la actividad del historiador, de un lado, y en el o tro con toda una serie de activi­ d ad es que incluyen, p or ejemplo, el trabajo del detective, o ta m ­ bién la labor del sicoanalista, o la pesquisa de un juez, igual que el d iagn ó stico de un buen m édico, o la investigación del esp ecialista de a rte que es cap az de atrib u ir acertad am en te la autoría de un cu a d ro su p u estam en te anónim o, entre otros. Pues en todos estos ca so s se trata de saberes indicíanos, que a p artir de esos elem entos sólo ap aren tem en te secu n d ario s o insignificantes, que son los rastro s dejados in volu n tariam en te p or el culpable, o los actos falli­ dos del paciente, o las con trad iccion es o lagu n as presentes en la dep osición de los testigos, o los síntom as diversos de u n enferm o, o tam bién los m od os recu rren tes y totalm ente sin gu lares de pintar un a uña, un a oreja, un a zona del cabello o un pliegue del vestido,

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logran descubrir y establecer esa realid ad oculta y de difícil acceso, p ero finalm ente "atrapable" y descifrable por el buen investigador o pesquisador. U n saber indiciario que es, tam bién, u n o de los modos perm anen­ tes y milenarios del saber popular, del sab er de esas m ism as m asas y clases p op u lares, que aprehenden el m u n d o por la vía de la e x p e ­ riencia cotid ian a y de la observación atenta del entorno circu n ­ dante. Y p or lo tanto, también a p a rtir de esa capacidad de leer los indicios y de in terp retarlos ad ecu ad am en te, com o en el ca so del saber de los cazad o res, de los m arin eros, de los carp in teros o de los cu ran d ero s y m éd icos populares. Un saber ap oyad o en indicios que, bien aprendido y bien apli­ cado, es u n a h erram ien ta preciosa tan to para el rescate de tod os esos tem as difíciles y que se "resisten " a d arse fácilm ente al h isto ­ riador, - l o que hace que el m al historiad or positivista, sim plem ente los ignore, y pase de largo olím picam ente frente a ello s-, com o, m ás en general, p ara el d esarrollo m ás rico y com plejo de esa bu ena historia crítica, que recu p era esos elem entos de la historia p o p u ­ lar, p ero siem pre desde el propio p u n to de vista de las víctim as. U na sép tim a lección im p ortan te de la historiografía p osterior a la revolución cu ltu ral de 1968, está vin cu lad a con el d esarrollo de la cad a vez m ás d ifundida p ersp ectiva del "w orld-system analysis" (del análisis del sistem a-m undo). Perspectiva que habiéndose d esarrollad o, tam bién a raíz de la ru p tu ra de finales de los años sesen ta en E stad os U nidos, ha ido d ifu n d iéndose y g an an d o p o p u ­ laridad en todo el m u n d o a lo largo de los últim os cinco lustros. Persp ectiva crítica, que se reivin d ica tam bién com o d irectam en te insp irad a en los trabajos de M arx, y cu yo rep resen tan te principal es Im m anuel W allerstein, que hoy es, en tre m u ch as o tras cosas, d ire c­ tor del conocido Fernand Braudel Center de la U niversidad de Bingham ton. C en tro F ern an d Braudel, al que igualm ente p o d ríam o s consid erar com o el espacio de con cen tración m ás im p ortan te para la rep ro d u cció n e irradiación m undial de este m ism o enfoque. Así, esa sép tim a lección referida, es la que alude al p arad ig m a que afirm a que la unidad de análisis obligada para el exam en y

explicación de cu alq u ier fenóm eno, hecho, o p roceso acontecido d u ran te los ú ltim os cinco siglos, es la unidad planetaria del sistemamundo capitalista. Es decir, u n a p rop u esta m etodológica que afirm a que, p ara p o d er exp licar cualquier fenóm eno social de la historia cap italista del últim o m ed io m ilenio, es im perativo y forzoso m o stra r sus con exion es y vin cu lacion es con esa unidad de refe­ ren cia, siem pre p resente y siem pre esencial e im prescindible en térm in o s de un a explicación ad ecu ad a, que es justam ente el sistem a-m u n d o capitalista en su totalidad. L o que im plica entonces que, para esta persp ectiva, son siem pre in ad ecu ad os y h asta en cu b rid ores de la realidad, los m arco s co n ­ cep tu ales que intentan e n cu a d ra r y exp licar esos m ism os fen óm e­ nos sociales, d esd e el m a rco de la "nación", o del "Estado", o de la "socied ad ", o de cualquiera de las com binaciones que derivan del acop lam ien to de estos térm inos, com o son el E stado-nación, la socied ad nacional o la socied ad estatal. Porque al afirm ar que el v erd ad ero m a rco en el que se desenvuelven todos los p rocesos ca ­ pitalistas, es el m a rco del sistem a-m u ndo sem iplanetario o p lan e­ tario, seg ú n las ép ocas, lo que se reivindica es la existencia de una dinámica global igualm en te plan etaria, que estaría siem pre actu an te y siem p re p resen te d u ran te el últim o m edio m ilenio tran scu rrid o , y que sería la d in ám ica última y determinante del conjunto de reali­ dad es, situaciones, su cesos y acon tecim ientos desplegados den tro de los lím ites de este m ism o sistem a-m undo capitalista. Y entonces, no se trataría sim plem ente de "s u m a r" o de "a g re g a r" los "factores externos", o extra nacionales, a los "factores internos", n acionales o estatales, de una "socied ad " d eterm in ad a, lo que siem pre se hace tom an d o a d ichos factores extern os com o un m ero com plem ento, m argin al y secu n d ario, de esos factores inter­ nos, sino m ás bien de lo que se trata es de invertir y de transformar rad icalm en te n u estros m od os de explicación y de interpretación habituales, reubicando tam bién en el centro de n uestras hipótesis y de n u estros m odelos, a esa d in ám ica supranacional de las ten­ d en cias globales del sistem a-m undo, din ám ica que, solo en un se g u n d o m om ento, va a esp ecificarse y a co n cretarse en las d iver­ sas d in ám icas regionales, nacionales y locales p articu lares.

R eubicación de ese m arco global del sistem a-m undo, com o referente m ás general de nuestras explicaciones, que entonces nos obliga a co m en zar p o r p reg u n ta r si el problem a o tem a investigado se ha d esplegado en u n a zon a central, sem iperiférica o periférica de ese sistem a-m u n d o, y tam bién si ha acontecido dentro de una fase ascen d en te o descendente, en prim er lugar, del ciclo K ondratiev, p ero tam bién y en segu n d o lugar, de los ciclos h egem ón icos de las poten cias del sistem a-m undo, y en tercer lugar, d en tro de qué fase, etap a o m om en to tem poral dentro de la cu rv a integral de vid a del sistem a-m u n d o en su conjunto. P reg u n tas que al ser resp o n d id as nos d an ya, segú n esta p ersp ectiva del análisis del sistem a-m u n d o, las primeras coordenadas esenciales para la expli­ cación con creta de ese problem a histórico analizado. U na o ctava lección, tam bién ligada a esta persp ectiva del an áli­ sis del sistem a-m u n d o, es la que se refiere a la necesidad de rep en ­ sa r nuevam ente, de m an era crítica, la form a de organización del sistema de los saberes humanos en general, y en p articu lar, el episteme hoy vigente d en tro del conjunto o u n iverso de las llam ad as ciencias sociales. Porque recu p eran d o en este punto, la exigencia antes refe­ rida de u n a h istoria verd ad eram en te globalizante o totalizante, y p royectán d ola en p articu lar hacia el problem a de la historia de la co n stru cció n de las diversas d isciplinas o ciencias que h oy abor­ d an los diferentes renglones de lo social h u m an o en el tiem po, este p arad ig m a del w orld-system analysis va a criticar rad icalm en te la actu al configuración disciplinar del estu d io de lo social, que sigue en cerran d o n u estras reflexiones e investigaciones dentro de la ya arcaica división de esas su p u estas ciencias autónom as y sep arad as que son la econ om ía, la an trop ología, la ciencia política, la h isto­ ria, la geografía, la sociología, la sicología o la lingüística, entre otras. En contra de esta p arcelación del saber sobre lo social, cada vez m ás p aralizan te y cad a vez m as lim itada, esta p ersp ectiva va en cam bio a p u g n a r abiertam ente p or "abrir las ciencias so cia­ les", p ara re co n stru ir un a nueva y ab arcativa "u n id iscip lin aried ad " p ara el estu d io de lo social, que fu ndada y apoyada en una sola ep istem ología global, sea cap az de edificar la "ciencia social-

h istórica" que deberá su stitu ir a esas actu ales disciplinas m en cio ­ n ad as de la antropología, la econom ía, la ciencia política, la historia o la sociología, etc.. R evisan d o y cu estion an d o entonces de raíz, las específicas d ivisiones epistem ológicas que fu n d an este esquem a p arcelad o y cu ad ricu lad o de las distin tas disciplinas o ciencias sociales co n ­ tem p orán eas, esta p ersp ectiva desarrollada en p arte p or Im m anuel W allerstein, va a d em o strar lo estéril e insostenible de segu ir inten tan d o se p a ra r el p asad o del presente, lo político de lo social y lo social de lo económ ico, así com o el estudio de las civili­ zacion es eu ro p eas del de las sup u estas cu ltu ras o civilizaciones no eu rop eas. D ivisiones y sep aracion es que hoy se revelan com o insostenibles y com o p u ram en te artificiales, y que cad a v ez resu l­ tan m ás p aralizan tes y restrictivas p ara la ad ecu ad a com prensión de lo social, siendo sin em b argo el verd ad ero fu n d am en to ú ltim o de la justificación de esta configuración disciplinar actu alm en te vigente. D ivisiones que u rg e entonces criticar y elim inar, p ara abrir el p aso a la con stru cción de ese nuevo horizonte unidisciplinar en el análisis de lo social, hacia el cual tienden de m an era esp on­ tán ea todas las p ersp ectiv as y todas las corrientes m as innovadoras d esarrollad as recientem ente d en tro de esas m ism as ciencias so cia­ les actuales. In vitán d on os entonces a rep en sar con seriedad estas prem isas no exp licitad as de n u estro actu al sistem a de con stru cción de la ciencia sobre lo social, Im m anuel W allerstein explica entonces la actu al crisis que vive este epistem e todavía dom inante, crisis que no se resolverá nunca, ni con la interdisciplinariedad, ni con la m ultidisciplinariedad, p ero tam p o co con la transdisciplinariedad o con la p luridisciplinariedad, las que en todos los casos p arten finalm ente del dato de resp etar, sin criticarlo, ese m ism o fu n d a­ m ento de la división en diferentes disciplinas, al que en el fondo con sid eran válido y legítim o, y del cual solo quieren p aliar o m od i­ ficar sus 'm alas' con secu en cias, p ero sin tran sfo rm ar de raíz ese m ism o fundam ento. M ientras que, p or el contrario, en la p ersp ec­ tiva del análisis del sistem a-m undo, de lo que se trata es justam ente

de deslegitim ar y de elim in ar p or com pleto dicho fu n d am en to de la división disciplinar, recon stru yen d o desde la base otro modo o episteme diferente p ara ese m ism o estu d io de lo social, u n epistem e p recisam en te utiidisciplinario p ara la com prensión y exam en de lo social-h u m an o en el tiem po. C on lo cual, la actu al crisis que viven las ciencias sociales a ctu a ­ les, solo puede ser superada si abolim os com pletam en te dicha p ar­ celación en disciplinas, y si volvem os a esas visiones u n itarias y un id iscip lin ares sobre lo social que existieron, todavía, h asta la p rim era m itad del siglo xix, p or ejem plo en el propio caso de C arlos M arx. N ueva visión u n id isciplinaria en la que, p or lo d em ás, habrá que re cu p e ra r todo el conjunto de las contribuciones im p ortan tes d esarrollad as p or estas m ism as ciencias sociales parceladas, en sus ciento cin cu en ta años de d esarrollo en general. U na recu p eración com pleja y sutil, en la que los ap ortes hasta hoy d esarrollad os, en p a rticu la r p or la historia, deberán o cu p a r un rol central y de p ri­ m era m ag n itu d , al con trib u ir a esclarecer los m ecan ism os tem p o ­ rales de la continuidad y del cam bio, y m ás en general, to d as las im plicaciones y conexiones de esos fenóm enos sociales con esta d im ensión p rofu n d a y om n ip resen te de la tem poralidad.

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E stas son, b revem ente resu m id as, las principales lecciones que nos ap o rta n las m á s im p ortan tes corrien tes historiográficas hoy vigen ­ tes d en tro del p an o ram a universal de los estudios históricos m ás con tem p orán eos. L eccion es que, obviam ente, son en su totalidad térra incógnita p ara los m alos h istoriad ores oficialistas, trad icion a­ les y positivistas, a p e sa r de que constituyen, sin duda, las h erra­ m ien tas m ás cotid ian as y los referentes m ás usuales de los buenos historiad ores críticos con tem p orán eos. Y es claro que resulta abu­ sivo, y finalm ente h asta m entiroso, au tod en om in arse "h isto riad o r" si uno no con oce y dom in a, p or lo m enos, a esta serie de autores, p arad ig m as y p rop u estas que, en su conjunto, son el legado m á s

reciente, y tam bién las p ersp ectivas todavía vivas y vigentes, co ­ rresp on d ien tes a los m od os m ás actu ales en que se ejerce hoy el apasionante oficio de la historia.

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¿Q U É H IS T O R IA D E B E M O S H A C E R Y E N S E Ñ A R H O Y ? U N M O D E L O P A R A (D E S )A R M A R

“L a b u rg u esía co n v ierte tod o en m erca n cía , y p o r en d e tam b ién la escritu ra d e la h istoria. F o rm a p a rte de su ser, d e su co n d ició n p a ra la ex isten c ia , fa ls ific a r tod os los b ien es: tam b ién fa ls ific ó la escritu ra d e la h istoria . Y la h is to rio g ra fía m ejo r p a g a d a es la m ejo r fa ls ific a d a p ara los p ro p ó sito s d e la b u rg u esía" . F e d e rico E n g els, N otas p a ra la 'H istoria de Ir la n d a ', ca. 1870 - 1871.

D espués de haber d etectad o y señalado las d istintas figuras de la m ala historia que se hace y que se enseña en nuestro país, y a las que in ten tam os abiertam ente superar, y luego de establecer los m ás recu rren tes "p ecad os capitales" que am en azan al historiador, y que lo h acen estar som etido al riesgo p erm an en te de d eform ar y de em p ob recer sus propios resu ltad os h istoriográficos, hem os tratad o de resu m ir tam bién todo el conjunto de lecciones y de contribuciones que, desde M arx y h asta la actu alid ad , han ido poniend o los cim ientos n ecesarios y los elem entos indispensables p ara el d esarrollo de un historia diferente, de un a buena historia, al m ism o tiem po crítica y científica, p ero tam bién acorde a las u rg en ­ cias y a las circu n stan cias m ás con tem p orán eas. C on lo cual, y a p a rtir de tod as estas lecciones, y tam bién de tod as estas ad verten cias y prevenciones, q uizá sea posible in tentar resp on d er a la im p o rtan te y acu cian te p regu n ta, resp ecto a cual es el tipo de historia que debem os de h acer y debem os de en señ ar en las aulas, p ara no con tin u ar rep rod u cien d o a la m ala y ab u rri­ da historia que ha sido d om in an te hasta hoy en nuestro país, y

p ara desarrollar, por el con trario, un a buena historia crítica que este realm en te acorde con los últim os p rogresos y avan ces de los estu d ios históricos m as con tem p orán eos en todo el m undo. Y p ara resp on d er a esta p regu n ta, tal vez sea útil repasar, de m anera sintética, y sobre la base de todo lo planteado anteriorm ente, alg u ­ n as de las m ás recu rren tes falsas disyuntivas a las que se en fren tan to d avía hoy los h istoriadores actuales, disyu n tivas que desde las lecciones antes resu m id as pueden ser realm ente sob rep asad as y su p erad as p or los buenos historiad ores críticos, con stru yen d o m as allá de ellas y sobre dicha superación, p recisam ente los perfiles y los elem entos generales de esa nueva historia diferente que aquí in ten tam os p rom over e im p u lsar abiertam ente. Para p od er h acer y en señ ar esta nueva historia, que tanto re­ cla m a n y necesitan los estu d ian tes y los Profesores m ás activos, inteligentes y críticos de nu estro país, es indispensable entonces ser cap aces de ev itar caer en toda esa serie de falsas disyuntivas ya m en ­ cion ad as, que habiéndose planteado en el pasado, e incluso hasta el presente, com o p arte de los "g ran d es debates" entre los h istoria­ dores, han presionado a estos últim os, constantem ente, para que escojan o decid an entre diferentes objetos de estudio, pero tam ­ bién en tre d istintos órdenes de fenóm enos de la realidad, lo m ism o que en tre d iversas técnicas, o m étodos, o p arad igm as, o m od os de ap roxim ación hacia sus diferentes tem as de investigación. Y entonces, se ha debatido h asta el can san cio si la historia debe de o cu p arse, sobre todo, de los elem entos generales, reiterados y u n iversales d en tro de la historia, o si p or el contrario, su atención debe de con cen trarse m ás bien en el ca rácter único, irrepetible y sin g u lar de los acontecim ientos históricos. O tam bién, se ha p ro ­ longado hasta hoy la etern a querella, entre los defensores del tra­ bajo em p írico y eru d ito del historiador, y aquellos que defienden en cam b io la filosofía de la historia, y la con stru cción m etafactu al y esen cialm en te d iscu rsiva del historiador. Pero sucede lo m ism o cu an d o se intentan op on er la m icroh istoria a la m acroh istoria, la h istoria p u ram en te d escriptiva a la historia interpretativa, el indi­ vid u o a las m asas, o a cu alquier otra form a de "lo colectivo", la

historia econ óm ica, o social, a la historia de las m entalidades o a la h istoria cu ltu ral, la historia de las e stru ctu ras y de las in ercias fuertes a la historia de los agentes activos y de las acciones, igual que la historia "objetiva" a la historia "desde el sujeto", o la h isto­ ria cu an titativa, serial y an ón im a, a la historia individual, viva y vivida, o la historia de la larga d u ración a la historia de los aco n ­ tecim ientos, la historia "realm en te científica" a la historia "id eo ­ lóg ica" o "políticam en te com p rom etid a", o la historia ecléctica o "sin o rto d o x ia s" a la historia lim itada rígidam ente a la aplicación y rep etición de un sólo m odelo histórico, entre tantos otros ejem plos que p o d ríam o s con tin u ar en u m eran d o largam ente. Pero, com o es posible d ed u cir de la lectura de los capítulos an te­ riores, y de todo el conjunto de lecciones que nos han legado tanto M arx y la corriente de los A nnales, com o tod as las p ersp ectivas historiográficas críticas p osteriores a la revolución cu ltu ral de 1968, se trata en todos estos casos sólo de falsas oposiciones y de falsas elec­ ciones o disyuntivas, que se disuelven y elim inan de inm ediato, en cu an to nos a cercam o s con cu id ad o a la lectura de los trabajos p rin ­ cipales, de tod os los autores y defensores de esta historia crítica que h em os ido m en cion an d o a lo largo de este breve ensayo, y cu y as tesis y ap ortacion es centrales, hem os tratad o de resu m ir y de p lan tear m uy brevem ente. Porque, com o lo ha dicho algu n a vez Fern an d Braudel, la ciencia de la historia es la su m a de todas las h is­ torias posibles, p asad as, p resentes y futuras, del m ism o m od o que la h istoria v erd ad eram en te crítica, im plica siem pre y en general, la consideración de todos esos elem entos, p erspectivas, dim ensiones, órdenes, m étod os, técn icas y p arad ig m as que intentan op on er fal­ sam en te los m alos historiadores, arg u y en d o su ca rá cte r excluyente y a v eces hasta antitético. Pero es claro que la historia es, en su esencia p rofu n d a, la dialéctica com pleja y p erm an en te en tre u n a serie de elem entos u n i­ versales, repetidos, com u n es y generales, con otros elem entos sin­ g u lares, únicos, excep cion ales y p articu lares, dialéctica que en esta doble vertiente, nos explica a la vez porqué existen ciertas re g u ­ larid ad es y tend en cias claras d en tro de la historia, pero al m ism o

tiem p o porqué esa historia no se repite nunca. Es decir, porque la historia no es un a sim ple acu m u lación etern am en te variable de h ech os, personajes, acon tecim ien tos y p rocesos siem pre diferentes, lo que im p ed iría todo análisis racional y científico de la m ism a, p ero tam p o co u n m ero cam bio de form as o de "trajes" p ara una historia que, entonces, sería cíclica y eternam ente repetida, ad em ás de ted iosam en te previsible. Por el con trario, y alejada tan to de la posición historicista, que ha su cu m b id o a su en am oram ien to resp ecto de ese ca rá cte r único y sin g u lar de lo histórico, com o de la posición stalinista y m arxista vu lgar, que afirm aba que las leyes de la historia conducían, a tod os los pueblos del m u n d o y de m an era fatal e inevitable, hacia el "socialism o", la h istoria crítica reivindica la necesidad perm a­ nente de recu p erar, en tod o m om ento y en cad a análisis histórico específico, tan to a esos elem entos generales, com o a los p articu la­ res, restitu yen d o en cada caso, de m an era fina y sutil, su com pleja im b ricación y dialéctica específicas. Y lo m ism o es posible p lantear resp ecto de la discusión, vuelta a re to m a r p o r los defensores del p ostm od ern ism o en historia, en tre la historia com o sim ple trabajo de erudición y de m anejo de "h e ch o s" d u ro s y com probables, y sujetos a una verificación rig u ­ rosa, y de otra p arte la historia com o p ura "con stru cción libre" del historiador, com o ejercicio casi m etafísico de invención de objetos, de problem as, de técn icas y de resultados, que cu lm in a tam bién en la invención de d iscu rsos y de p seu d overd ad es acord es con un cierto "régim en de verdad". Falsa oposición que se disuelve igualm ente, si asu m im os que la historia es, al m ism o tiem po y siem pre, tan to trabajo de erudición com o de in terp retación , in tercon ectad os una vez m ás dentro de u n a d ialéctica específica, en la que la labor eru dita y el estableci­ m ien to rig u ro so de los hechos, m a rca solo el punto de p artid a y tam bién los lím ites de la interp retación, proporcionándole a esta ú ltim a su m ateria p rim a y su p lataform a de apoyo, y en donde la in terp retació n es la que le restitu ye el verd ad ero sentido y signifi­ cación a esos hechos, d esen trañ an d o su esencia p rofunda, y reco n s­ tru y en d o de m od o coherente su racionalidad y lógica intrínsecas.

U na oposición ficticia que m u estra la esterilidad, tanto de los historiad ores fan áticam en te positivistas, aferrados sólo a la d im en ­ sión eru d ita del trabajo del historiador, y tem erosos de cu alq u ier in terp retación o explicación que vaya m ás allá de co n tar "los hech os tal y com o han acontecido", p ero tam bién de los h istoria­ dores p ostm o d ern os, que sob red im en sion ando el rol y las posibi­ lidades de este nivel in terp retativo de la historia, term in an por afirm ar ab su rd am en te que todo en la actividad del historiad or es pu ra y total construcción libre, d esd e su problem a u objeto a e stu ­ diar, h asta su resu ltad o d iscursivo, p asan d o incluso p or sus fuen­ tes, sus m étod os, sus m odelos y sus explicaciones específicas. Y si el sabio refrán p op u lar nos enseña que "los extrem o s term in an por tocarse", es obvio que ha sido ese p ositivism o tem eroso y cerrad o el que le ha p erm itid o p ro sp erar a dicho p o stm od ern ism o en h is­ toria, al haber negado todo rol a la interp retación, lo que ha dejado el vacío que ah ora explica, que haya quien quiera restituirle todo a esa m ism a interpretación, h asta el punto de las delirantes p osicio­ nes p o stm o d ern as ya referidas. Y si ya H egel nos enseñó que se ve lo m ism o en la o scu rid ad total que en m edio de la luz absoluta -a m b a s , com o es evidente, com p letam en te e n ce g u e ce d o ra s-, entonces no será tan extrañ o el o b serv ar co m o ciertos historiad ores de nu estro país han pasado, sin m ed iación alg u n a y en un salto v erd ad eram en te m ortal, desde el p ositivism o p u ro y duro, hasta la defensa y p rom oción de los trabajos p ostm od ern os de H ayd en W hite, M ichel de C ertau o Paul Veyne, entre otros. Igu alm en te estéril, resulta la falsa alternativa entre d ed icarse al estu d io de los gran d es p ro cesos globales, y los gran d es problem as históricos, en period os largos de tiem po y tom an d o u n id ad es e sp a­ ciales de análisis de g ran d es dim ensiones, o por el contrario, co n ­ cen trarse en tem as acotad os y pequeños de la historia, ab ord an d o problem as m u y pun tu ales, en period os de corta du ración y d en tro de lím ites m ás bien locales, o regionales, o de red u cid as d im en sio ­ nes. E s decir, la falsa oposición entre h acer m acroh istoria o historia general, o en el otro extrem o m icroh istoria de las cosas m en u d as y particu lares.

Pero la filosofía nos había enseñado, hace ya m ucho tiem po, que lo general sólo existe y se manifiesta a través de lo p articu lar, al tiem p o que nos aleccionaba resp ecto de que ese p articu lar siem ­ p re es, de m an era esencial y en tre o tras de sus d eterm in acion es im p ortan tes, u n m od o o u n a figura específica de desp legarse de esa generalid ad o u niversalidad. L o que quiere d ecir que, u n a vez m ás, lo general y lo p articu lar se en cu en tran siem pre im bricados y en trelazad os, y que p or lo tan to no es posible tam p o co sep arar la dim en sión m acroh istórica de la dim ensión m icrohistórica, sin arrie sg a rse a caer, sea en la p u ra y sim ple esp eculación m etafísica de las gen eralizacion es frágiles y hasta brillantes, pero siem pre errón eas, de las d iversas filosofías de la historia -ejem p lificad as de m an era m uy clara, en este siglo, en los trabajos de A rnold Toynbee u O sw ald S p en gler-, sea, en el otro lado, en la pura d escrip ción an ecd ótica y p in toresca de m icrohistorias irrelevantes de un pequeño pueblo, un a pequeña ciudad, una localidad o un a p eq u eñ a región cualquiera, descrip cion es desp rovistas de tod a lec­ ción o en señ an za de orden general p ara el conjunto de los historia­ dores. Pues, p ara volver u n a vez m ás a las en señ an zas de M arc Bloch, p ro lo n g ad as ah ora p o r la m icroh istoria italiana, es n ecesario reco r­ d a r que la condición prim era para que una historia local, o regional, o p a rticu la r cualquiera "sea de utilidad a toda la corp oración de los historiadores", se requiere que aborde siem pre, y de m an era exp lícita y consciente, "prob lem as de orden general", los que en este caso, deberá resolver "desde y con los elem entos que le p ro v ee" esa localidad, o región, o ejemplo, o situación p articu lar investi­ gad a. Del m ism o m od o en que la ún ica m an era de ev itar esa con s­ tru cció n en el aire, de m odelos irreales y fantásticos de la supuesta evolución histórica h u m an a, es la de retrotraerlos a la con fron ­ tación con las historias con cretas, m enudas, singulares, y con los d iv erso s caso s individuales de esa dim ensión m icrohistórica, resti­ tu yen d o enton ces la p erm an en te in terrelación y retroalim en tación obligada de la m acroh istoria con la m icrohistoria y viceversa.

O tra falsa elección, que reap arece con frecuencia en las d iscu ­ siones de los p ractican tes del oficio gob ern ado p or Clío, es la que con trap on e la historia de los individuos, o de los falsos o v erd ad e­ ros "g ran d es hom bres", e incluso de las elites políticas, o m ilitares, o econ óm icas, o intelectuales, etc., a la historia colectiva y social de las clases sociales, de los g ru p o s p op u lares, de las m asas y de las g ran d es m ayorías, casi siem pre ign orad as o poco consideradas p or los historiad ores p ositivistas tradicionales. Pero, si com o ya hem os explicado, u n o de los gran d es p ro g reso s que ha cum plido la historiografía contemporánea, desde sus inicios coinciden tes con el d esarrollo del p royecto de M arx y hasta hoy, es ju stam en te el de la in corp oración orgán ica de estos d iversos actores y p ro ta g o ­ nistas colectivos y m ayoritarios de la socied ad, eso no significa que d ebam os abandonar totalm ente e ign orar esa m ism a historia de los individuos, de los g ran d es personajes, y de los g ru p o s de elite de todo orden. Por el contrario. Ya que es ju stam ente esta in co rp o ­ ración orgán ica de las clases y de los sectores p op u lares d en tro de la historia, la que p erm ite re cu p e ra r de una nueva form a, m ás rica y m ás p ertinente, a esas m ism as h istorias individuales y de los pequeños gru p o s, red im en sion án d ola para darle las justas y equi­ tativas p rop orcion es que realm en te le correspond en. Porque, sin duda algu n a, la h istoria la hacen las m asas, pero tam bién los líderes, en u n a com pleja tram a que sintetiza y com bina a la vez la p articip ación de las clases sociales con los itinerarios individuales, al m ism o tiem po que en trelaza e im brica la activid ad y las acciones de esos m últiples y plurifacéticos g ru p o s m ay o rita­ rios de la población, con las decisiones y los actos de los llam ad os "gran d es hom bres". Así, p ara la v erd ad era historia crítica, ni las m asas lo hacen todo y los individuos no im p ortan , ni tam p o co la historia se red u ce a ser el recu en to glorioso de las gestas y a ccio ­ nes de los "h éro es que nos dieron patria", o de los "forjadores de la nación", o de los m últiples "salvad ores del país", "adalides de la dem ocracia", o "con stru cto res del fu tu ro p ara u n país nuevo y diferente", de las que nos hablan todo el tiem po los historiad ores positivistas tradicionales y los d iscu rsos de los políticos co n tem ­ poráneos.

Y si p ara esta historia crítica, son im p ortan tes tanto las clases p o p u la re s com o tam bién los individuos, es claro que no p o d rá a v a n z a rse en la investigación histórica, sin consid erar ambos ele­ m en tos en sus in terrelaciones recíp rocas, resolviendo, com o lo p rop on ía ya H enri Pirenne, la d isyu n tiva que en su ép oca en fren ­ taba la historia, en tre la sicología que estudiaba al individuo y a sus d iversas m anifestaciones, y la sociología que estudiaba a los g ru p o s sociales y a las socied ad es, en el justo sentido de estudiar, a los in d ivid u os en tan to que m iem b ros actu an tes de d ichos g ru p o s sociales, y a los g ru p o s y clases sociales com o conglom erados y sín­ tesis articu la d a s de esos m ism os individuos concretos, distintos y actu an tes. Falsa con traposición entre individuo y colectividad, que en otra vertien te se tran sform a en la an tin om ia del individuo en contra del con texto social. L o que se hace p articu larm en te evidente en el clásico problem a de la biografía histórica. Porque aún al abordar, ya co m o tem a central, este cam p o del análisis h istórico que es el de la biografía, es d ecir el de la reco n stru cción crítica del periplo co m ­ pleto y de las c u rv a s diversas de la vida de un d eterm in ad o indi­ viduo, reap arece nu evam en te la falsa d isyu n tiva de ca ra cterizar a ese individuo, o com o p rod u cto claro y p lasm ación co n creta de su con texto específico -re d u cie n d o su singularidad individual a las condiciones de lo que ha sido su circu n stancia, es d ecir de su "m e d io " y de su "é p o c a "-, o en el otro caso, la de exag erar el rol activo y la potencia tran sfo rm ad ora y en gendradora de dicho indi­ viduo, red u cien d o entonces a ese con texto de su acción y de sus d is­ tin tas obras y logros históricos, al papel de m ero "telón de fondo", m ás bien inesencial y se cu n d a rio de dichas obras y acciones. O scilan d o así, entre con sid erar al individuo una especie de sim ple "m ario n eta" de las circu n stan cias, p rod u cto de su m edio y de su tiem po, y que fatalm ente debería ser "en gen d rad o" en u n a co y u n tu ra dada, para "cu m p lir" con su rol histórico p red eter­ m in ad o, o en el o tro extrem o, concebir a esa circu n stan cia com o un conjunto de condiciones casi aleatorias, que no explican gran cosa de la vida singular de ese individuo, y el que m ás bien habría

lograd o llegar a ser lo que fue, y a h acer lo que hizo, debido a su gen ialid ad excepcional, y a su sin g u lar e irrepetible ca rá cte r extraord in ario, los historiad ores tradicionales y positivistas han rep rod u cid o h asta hoy, esta falsa an tin om ia en tre contexto social e individualidad histórica. Pero a p a rtir de la lectu ra de obras co m o El 18 Brumario de Luis Napoleón Bonaparte de C arlos M arx, o de Mozart, Sociología de un genio de N orb ert Elias, o tam bién de M artín Lutero. Un destino de Lucien Febvre, p o r no m en cion ar la brillante Crítica de la razón dialéctica de Jean-Paul Sartre, el buen historiador crítico sabe m uy bien que no tiene sentido se p arar al individuo del contexto, de esta m an era brutal y ad ialéctica, y que es ig u alm en te absurdo tratar incluso de con trap on er am b os térm inos, forzán d on os a esco g er en tre ellos. Y sabe tam bién que, por el contrario, lo que m ás bien es n ecesario, es p a rtir de in vestigar siem pre al individuo en el contexto, inmerso dentro de él, exp licitando de m an era concreta com o dicho con texto va m oldeando al individuo, y form ándolo p ara m an ifes­ tarse a través de él y en él mismo, al m ism o tiem po que re co n s­ tru im o s cóm o ese individuo se in serta en d icho contexto, para p ro y ectar su acción, y para afirm ar y d esplegar allí sus diversas ini­ ciativas, transformando a su vez a dicho contexto d esd e los im p actos m últiples de sus acciones, y con figu ran d o de esta form a a las figu­ ras co n cretas de ese m ism o espacio con textual, a través de la co m ­ pleja red de los círcu los con cén tricos crecientes que con stitu yen todo su m undo de relaciones diferentes. Así, acercando con texto e individuo, en lugar de sep ararlos y oponerlos, el buen h istoriador reco rre com pletos los varios círcu ­ los de va y vien e que p arten , p o r ejemplo, del individuo hacia su fam ilia, de su fam ilia hacia su b arrio, de su b arrio hacia su ciudad, de su ciudad hacia su entorno regional o nacional, y even tu alm en te de su en torn o nacional hacia el con texto m undial, p ero tam bién y en un claro m ovim ien to de retorn o, desde p or ejemplo, la ca ra c­ terización ep ocal del siglo en que ha vivido ese individuo hacia el lapso co n creto del ciclo tem poral que abarca su propia vid a, y de dicho ciclo hacia los period os sucesivos que ha recorrid o a lo

largo de su itinerario, de d ichos p eriod os m ayores hacia las diver­ sas co y u n tu ra s su cesivas que com p on en cada periodo, y de d ichas co y u n tu ra s hasta los su cesos que año con año, e incluso m es tras m es y día con día, ha ido recorrien d o ese individuo en su específico periplo biográfico. R econ stru yen d o así con textos m óviles y cam biantes, en lugar de rígidos y ya p red eterm in ad os de antem ano, y concibiendo ta m ­ bién a individuos que evolucionan, se form an, m ad u ran , eligen y reh acen sus estrategias de vida en función de dichos cam bios y recon figu racion es de sus m últiples contextos, el historiador crítico su p era tam bién esta falsa d isyu n tiva entre individuo y contexto, rep lan tean d o en térm in os n uevos ese tem a viejo y m uy debatido de la biografía histórica. N u evo m odo de en focar la biografía histórica, que disuelve tam ­ bién la falsa oposición entre h istoria estru ctu ral, o de las e stru ctu ­ ras e in ercias p esad as y lim itantes de la historia, e historia de los agentes activos y de los sujetos "cread ores" de su propia h isto­ ria, y tran sfo rm ad ores activos del m undo, a través de las revolu­ ciones y de los m ovim ien tos sociales. Falsa oposición que, si bien no es idéntica a la de individuo y contexto, si se vin cu la a ella de u n a m an era m u y estrech a, al p roy ectar dicho contexto com o las "e stru ctu ra s" p esad as de la historia, lentas en constituirse, lentas en d u ra r y en tener vigencia, y lentas en d estru irse y tran sfor­ m arse, a la v ez que pasa d esd e el individuo hacia los "sujetos" de la historia en general, sean estas clases sociales o m ovim ien tos re­ volucionarios, lo m ism o que pequeños o gran d es g ru p o s sociales activos. Pero, com o bien lo han exp licad o tanto M arc Bloch com o Fernand Braudel, la historia es sim u ltán eam ente cam bio y p e rm a ­ nencia, y p or ende, un a v ez m ás, síntesis com pleja e interactiva de d ich as e stru ctu ra s que, efectivam ente, p erm an ecen vigentes d u ran te largos p eriod os de la historia, junto a p rocesos y reali­ dad es que cam b ian y se m odifican de m an era su stan cial m á s o m en os ráp id am en te. Y todo ello, com o m arco y a la vez com o resu ltad o de todo un abanico diverso y com plejo de acciones indi­

vid u ales y colectivas, que lo m ism o inciden de m an era fu n d am en ­ tal para cam b iar d ichos p roceso s y e stru ctu ras, que se pierden a veces en efectos m enores o insignificantes, al ch o car con la m ayor o m en or resistencia que esas e stru ctu ra s y procesos pueden tener hacia su propia tran sform ación y cam bio históricos. Porque la historia es a la vez revoluciones que triun fan y o tras que fracasan , m ovim ien tos que logran hacerse visibles y afirm ar socialm en te sus d em an d as, junto a otros que p erecen bajo la re p re ­ sión sin haber lograd o d ifu n d irse socialm ente, ni im p lan tarse s ó ­ lid am en te en la socied ad , igual que individuos que alcan zan su objetivo de cam b iar su m undo, en m ayor o m enor m edida, al lado de o tro s que su cu m b en a las presiones sociales o a las circu n sta n ­ cias. Y todo esto, d en tro de d istintos escen arios h istóricos en los que hay e stru ctu ra s que se d erru m b an frente a n u estros ojos, y otras que resisten y p erm an ecen tenazm ente, en un abanico ta m ­ bién m últiple de realidades sociales, a veces m ás y a v eces m en os sensibles al cam b io y al im p acto de la acción de los sujetos. Y pu esto que no existen revoluciones cap aces de h acer tabla rasa absoluta del pasado, com o tam p o co existen estru ctu ras o socie­ dad es que sean com p letam en te in m u n es al paso del tiem po y a la acción de los sujetos, entonces es claro que, p ara la historia crítica, no existe tam p o co esa falsa d isyu n tiva entre la p erm an en cia de las e stru ctu ra s y el cam bio p roducido p or los agentes, sino m ás bien, una d in ám ica com pleja de actores sociales que cada día reinven tan p arcialm en te el m undo, d en tro de un un iverso de p rocesos y e stru ctu ra s que m u eren y m ueren cad a día un poco, h asta que llega el m om en to final de su d esap arición total. C on lo cual, el historiad or no tiene que elegir entre h acer u n a historia de las p erm an en cias largas y de las inercias p esadas, de esas e stru ctu ra s de la larga d u ración histórica tantas veces defen­ did as p o r Fernand Braudel, o en el otro extrem o, una historia de los acon tecim ien tos agitados y cam b ian tes en cada m om ento, de los tiem pos de revolución o de los conflictos sociales cada día ren o v a­ dos, sino m ás bien un a v erd ad era síntesis que, al m od o de u n a sin ­ fonía, nos recon stru y a en una sola tram a, tanto esa h istoria de los

m

acon tecim ien tos, com o la de las co y u n tu ras y la de las e stru ctu ­ ras, im b rican d o en una sola m elodía com binada, todo ese conjunto com plejo de hechos, fenóm enos y p rocesos de distintas duraciones h istóricas, d esplegadas en los m u ch os registros tem porales, de esa p artitu ra global que es la propia historia de las sociedades y de los hom bres. Porque la historia no es, tam p oco, ni p u ram en te objetiva ni p u ram en te subjetiva, sino ju stam en te una dialéctica com pleja de la relación entre objeto y sujeto, en la que los educadores sin duda form an a los educandos, p ero en donde tam bién "los educadores tienen a su vez que ser educados", y ello m u ch as veces p or p arte de esos m ism os educandos. Porque si los individuos son el fruto de las circu n stan cias, las circu n stan cias son tam bién cread as por los individuos, en un m ovim ien to repetido e interm inable que es ju stam en te el de la propia d in ám ica histórica. L o que nos d em u estra com o carece de sentido reivin d icar la con stru cció n de un a historia "desde el sujeto", com o su p u esta­ m ente op u esta y distinta a la historia "objetiva", o "estru ctu ral", igual que no tiene n in gú n su sten to el tratar tam bién de sobreesti­ m ar, exageran d o su im p ortan cia, a la historia de las m entalidades o a la historia cu ltu ral, com o m ás relevante o m ás "universal", o m ás ab arcativa, que la historia económ ica, o que la historia política, o que la historia social. C om o si no fuese evidente que toda la h isto­ ria es, siem pre y en cu alquier caso, al m ism o tiem po "subjetiva" y "objetiva", es decir, h ech a p or los hom bres, las clases y los a cto ­ res sociales, p ero tam bién condicionada por las estru ctu ras, por las condiciones objetivas y p or las circu n stan cias m ateriales. E igual­ m ente, com o si la historia no fuese, com o ya hem os explicado antes, u n a historia siem pre total, donde es tan relevante y tan prioritario de e stu d iar lo cu ltu ral que lo social, lo económ ico que lo político, lo psicológico o lo geográfico, etc.. Y en donde, en vez de caer en el recu rren te "fetich ism o" del especialista de un cam po, o de un esp acio p roblem ático determ in ad o, que siem pre lo intenta con ­ cebir com o "el m ás decisivo", el "crucial", el que es "la clave de com p ren sión de la totalidad", etc., lo que habría que asu m ir es la

im p ortan cia del vínculo, siem pre esencial, de esa historia social, o econ óm ica, o política, o cu ltu ral, etc. con dicha historia global. E igu alm en te falso, es oponer la historia cuantitativa, serial, de m asa y an ón im a, su p u estam en te m ás científica p or cu an to m ás ap oy ad a en el uso de las m atem áticas, a la historia con creta, viva y vivid a de los individuos, de las fam ilias o de los pequeños g ru p o s sociales, su p u estam en te m ás real y m ás cercan a de lo "cotid ian o" y de lo "verd ad ero ". Pues la historia es a la vez historia de las m asas y de los individuos, y p or ende, p or ejemplo, lo m ism o historia de las c u rv a s de población generales, que de los d ram as individuales de cad a fam ilia cam p esin a que se colapsa porque su tierra no crece, m ien tras si crece la d escendencia de los hijos que deben heredarla. A sí que es claro que es una falsa alternativa, o p tar por hacer la h is­ toria de la cosm ovisión de un m olinero friulano, o de un obrero vid riero itinerante de la Fran cia del siglo xvm de un lado, o la h isto­ ria cu an titativa, sea de los p recios en E u rop a entre 1450 y 1750, sea del sentim iento de d escristian ización en la Proven^e del siglo xvm, pues tod as ellas son igualm ente pertin entes e igualm ente posi­ bles, estan d o ad em ás d irectam en te co n ectad as e interrelacionadas, com o nos lo han d em ostrad o C ario G inzburg, D aniel Roche, Fernand Braudel o M ichel Vovelle, en tre m uchos otros historiadores críticos im p ortan tes. Y si es verd ad que la cuantificación y la con stru cción de series de todo tipo, son h erram ien tas m uy útiles p ara el d esarrollo de la historia, lo son al m ism o título que la ap roxim ación m icroh istórica y la reco n stru cció n biográfica que ya hem os m encionado. P u es los m últiples ro stro s d iversos de la historia, y las m iles de d im en ­ siones y de realid ad es que ella alberga, serían m uy difíciles de aprehender, si nos lim itáram os solo a un cierto tipo de técnica o de m étodo, o a un solo p arad igm a, o m odelo, o cam p o de inves­ tigación historiográfica particu lar. L o que no significa, ni m u ch o m enos, reivin d icar un "eclecticism o" o un falso "ecu m en ism o " no atad o a n in gu n a "ortodoxia", ni en el plano m etodológico ni en el plano epistem ológico, com o lo ha hecho por ejem plo Jacques Le Goff, p ara defender y justificar el p royecto de la llam ada Nouvelle

Histoire o nu eva historia, sino m ás bien recon ocer que, d ad a la en o rm e v aried ad y la extrao rd in aria complejidad de los hech os y fenóm enos que abarca la historia, se irá haciendo n ecesario re c u ­ p e ra r e in tegrar, progresivam en te, a tod as las lecciones, y p ara­ d igm as, y m odelos, y conceptos, y propuestas, que antes hem os resu m id o brevem ente, en función de los específicos tem as y p ro ­ blem as h istóricos que cad a h istoriador elija ab ord ar y desarrollar, y en función tam bién de las fuentes disponibles, de los objetivos de la en cu esta h istórica planteada, de las form as de ap roxim ación que el propio objeto estu d iad o perm ita y haga posibles, y de las específicas d im ensiones o realid ad es que intenta atrap ar o cap tar el propio historiador. Ya que lejos de ser excluyentes y alternativas, esas lecciones de los d istintos autores que, a lo largo de los ciento cincuen ta años que ha recorrid o la actual h istoriografía contem p oránea, han ido edificando las bases de un a posible historia realm ente crítica, tien­ den m á s bien a com p lem en tarse y a confluir de m an era general, en la m ed id a en que tod as ellas rep resen tan las h erram ien tas todavía vigentes, y tam bién los referentes todavía im prescindibles, de la con stru cció n de esa m ism a historia crítica. P u esto que si un a de las exigencias de esta historia crítica, es la de "m ultiplicar las m irad as posibles" resp ecto de un hecho, o p roceso, o fenóm eno h istórico cualquiera, para así h acer m ás co m ­ pleja su com prensión y su ulterior explicación, entonces esa m ulti­ plicación y com plejización solo serán posibles si disolvem os tod as estas falsas disyu n tivas, y m u ch as otras sim ilares que aquí no h em os abordado. D isolución y superación que nos p erm itirá ser cap aces de ir m ás allá de estas estériles antinom ias y elecciones, en el cam in o de tratar de d ar cuenta, de una m an era adecuada, sutil y com plicada, de todo el conjunto de elem entos que co m p o ­ nen a esas d istintas realidades históricas que n osotros p reten d e­ m os exp licar científicam ente, en toda su tam bién difícil, v ariad a y com pleja diversidad.

Y es ju stam en te en esta línea que d eseam os avan zar, p ara p od er im p u lsar y p ro m o ver de m odo m u ch o m ás activo, el tipo de h isto­ ria que hoy d eseam os h acer y en señ ar en nu estro país.

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Al llegar al final de nuestro breve recorrid o, se im pone un a vez m ás la p regu n ta de ¿qué tipo de historia d eseam os hacer, y q u ere­ m os enseñar, en la actualidad?. Y la respuesta, después de tod o lo anterior, p arece ahora ser m ás clara que al com ienzo. Pues no querem os segu ir haciendo, en señando y aprendiendo esa historia positivista, tradicional y oficial que es hoy todavía dom in an te en nu estro país. Q uerem os, en cam bio, h acer esa h isto­ ria crítica, científica, global y d ialéctica cu yos perfiles hem os tra­ tado de esb ozar anteriorm ente. Y no querem os, tam poco, seg u ir haciendo m icroh istorias locales e irrelevantes de pequeños esp a­ cios, o pueblos, o regiones, que p arecen u n iversos aislados y autosuficientes, y que p arecen flotar en el aire sin conexión con la historia exterior. Pero en cam bio, si querem os h acer m icroh istorias al estilo de la italiana, que vin cu lan lo local con lo general, y que no olvidan nunca, en el estudio del caso, o del personaje, o del tem a reducido y acotado, las posibles lecciones de orden general que provee dicho estu d io m icrohistórico. Y tam p o co querem os seg u ir haciendo esas h istorias aburridas, de su p u estos o verd ad ero s gran d es individuos, que deben todo a su genio y a su sin gu lar figura, ni tam p o co esas historias p red om i­ nantem en te políticas cen trad as en los gobiernos, y en los p residen­ tes, y en los líderes de los m ovim ientos, que se olvidan tanto de las m asas p o p u lares y de las clases sociales, com o de las dim ensiones econ óm icas, y sociales, y geográficas, y civilizatorias de la his­ toria. L o que d eseam os, p or el contrario, es volver a p en sar y a h acer la historia en su totalidad, in corp oran d o siem pre a los agen ­ tes colectivos y a los g ru p o s sociales m ayoritarios dentro de los p rotag on istas centrales y reales del d ram a histórico, a la vez

que se con sid eran tam bién las realid ad es económ icas, los fenóm e­ nos geográficos, los p ro ceso s sociales, las estru ctu ras cu ltu rales y los elem entos y las dim ensiones civilizatorias de dicha totalidad histórica. Q u erem os entonces estudiar, elaborar y tran sm itir a los alu m ­ nos u n nuevo tipo de historia, diferente a la actual, y sim ple y sen­ cillam en te -¡sim p le y se n cilla m e n te !- acorde con los tiem pos que vivim os. Porque si la ciencia histórica, com o cualquier ciencia en general, no tiene felizm ente nacionalidad, resulta entonces n ecesa­ rio y u rgen te que asim ilem os y recu p erem os globalm ente todos los d esarrollo s historiográficos h oy vigentes, p roducidos en los dife­ ren tes países del m undo, y que p or d istintas vías y cam in os han ido contribuyendo a definir lo que hoy son los estudios históricos en tod o el planeta. R ecu p eración y asim ilación del legado hoy vivo y vigente en la h istoriografía m undial, que a su vez debería de im p u lsarn os p ara tra ta r de ir m ás allá de él, d esarrollan d o nues­ tra específica contribución al d iálogo m ulticultural p lan etario que h oy se está con stru yen d o, tam bién, en el seno de esta historiografía m un d ial. P rop on em os así, tra ta r de escribir y de en señ ar una historia diferente, que esté acord e con las nuevas realidades que vive n u estro país y el m u n d o en la actu alid ad. U na historia que, enton­ ces, no p uede seg u ir siendo el relato d escriptivo del p asado con s­ tru id o p ara la glorificación del presente, sino m ás bien el rescate crítico de la m em oria y de la historia, pasad as y presentes, de las luchas, las resistencias, los olvidos y las m argin acion es que ha llevado a cabo esa m ism a historia descriptiva y com placiente que hoy q u erem os superar. Porque com o W alter B enjam ín nos lo ha recordado, "solo tiene d erech o a en cen d er en el p asad o la chispa de la esp eran za, aquel h istoriad or trasp asad o por la idea de que ni siquiera los m u ertos e sta rá n a salvo del enem igo, si este vence..." Y es sin duda una tarea u rgen te e im prescindible, p ara los historiad ores honestos y serios de nu estro país, la de volver a "salvar a nuestros m uertos", y la de a y u d a r a p elear a n u estros vivos, m anteniendo todavía encen-

dida, p or algún tiem po, esa "chispa de la esp eran za" que, desd e los agravios del pasado, y desde los conflictos del presente, m ira siem ­ pre hacia el futuro, en la búsqueda de un posible m ejor porvenir.

C a r l o G in z b u r c

B IB L IO G R A F ÍA E S E N C IA L D E L B U E N S E G U ID O R D E E S T E A N T IM A N U A L

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Antim anual del mal historiador o cóm o hacer una buena historia critica, s e term in ó de im prim ir en el m es de o ctu bre de 2005, en los talleres de Jim énez Editores e Im presores, S. A. de C. V., en 2” C allejón de Lago M ayor N° 53 Col. A náhuac. 11320 México, D. F. E-m ail: jim en ez_ed it@ att.net.m x o jim en ezed itS’yahoo.com .m x. Se tiraron 2000 ejemplares, m ás sobrantes para reposición.

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