Adrados, Gangutia, Lopez Facal y Serrano Aybar - Introducción a La Lexicografía Griega

February 7, 2018 | Author: quandoegoteascipiam | Category: Word, Writing, Alphabet, Greek Language, Linguistics
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Descripción: F. R. ADRADOS, E. GANGUTIA. J. LOPEZ FACAL Y C. SERRANO AYBAR La idea de escribir el presente libro surgió...

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CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTIFICAS «« T U T O

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ANEJOS DE

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"E M E R IT A " JÍXXIII

INTRODUCCION A LA LEXICOGRAFIA GRIEGA POH

F. R. ADRADOS, E. C A XC tJTIA . J. M P K Z I A C A L V C. SERRANO A Y BAR

M ADRID

1977

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTIFICAS MANUALES Y ANEJOS DE "EMERITA" XXXIII

INTRODUCCION A LA LEXICOGRAFIA GRIEGA POR

F. R. ADRADOS, E. GANGUTIA. J. LOPEZ FACAL Y C. SERRANO AYBAR

MADRID INSTITUTO "ANTONIO NEBRIJA” 1977

© C.S.I.C. Depósito legal: BI. 527-1977 ISBN: 84-00-3609-3 Impreso en España Printed in Spain

Artes Gráficas Grijelmo, S. A. Uribitarte, 4. Bilbao (España)

INDICE

P ró lo g o ....................................................... - ................................................ I.

B ases

h is t ó r ic a s d e l a

L e x ic o g r a f ía

g r i e g a ............................................

1. Teorías semánticas en ía Antigüedad. E l v ir a G a n g u t ia E. . . Historia de la Lexicografía griega antigua y medieval. C o n c e p c ió n

2.

S e r r a n o .............................................................................................................

3. Historia de la Lexicografía griega moderna. Ja v ie r L. F a c a l . . .. II.

Los

d ic c io n a r io s g r ie g o s : p a n o r a m a

general

y

p r o b l e m á t ic a

. .

.

1. Tipos de diccionarios en general y griegos en particular. J a v i e r L. F a c a l 2. Los diccionarios de autor. Tipos, metodología y estado actual. Ja v ie r L. F a c a l ......................................................................................................... 3. Diccionarios de papiros. Problemas, existencias, deficiencias, Ja v ie r L. F a c a l .......................................................................................... 4. Léxico de inscripciones y dialectal. F r a n c is c o R. A d r a d o s . . . . 5. Micénico. F r a n c is c o R. A d r a d o s ......................................................... 6. E tim ología . F r a n c is c o R. A d r a d o s ......................................................... 7. Ordenadores y Lexicografía griega. El Banco de Datos. Ja v ie r L. F a c a l . 8. Problemas prácticos que plantea un diccionario griego: Grafía, Gramá­ tica, Lemas, Prosodia. F r a n c is c o R. A d r a d o s ............................... III.

L a n u e v a S em á n tica

y

la

L e x ic o g r a f í a g r i e g a ........................................

1. Problemas de Lingüística general en relación con la Lexicografía. A p l i ­ cación a la lengua griega. F r a n c is c o R. A d r a d o s .................... . . 2. Organización de los artículos del diccionario. Criterios a seguir. F r a n ­ cisco

R . A d r a d o s .........................................................................................

PROLOGO

La idea de escribir el presente libro surgió en el curso de la redacción del gran Diccionario Griego-Español que los autores del mismo, junto con una serie de colaboradores, tienen en marcha en el Consejo Superior de Investi­ gaciones Científicas. Echaban de menos, en efecto, muchas veces, la existencia de obras informativas spbre la Lexicografía griega en sus aspectos históricos, prácticos de «estado de ía cuestión» y teóricos también. Pensaban, además, que tanto en los aspectos prácticos com o en los teóricos se podía avanzar más lejos de lo que hasta ahora se había hecho en Lexicografía griega, apoyándose en puntos de vista generales que se han desarrollado en los estudios de Lexicografía y de Semántica en general. En realidad, los mismos autores, así como otros estudiosos españoles de la misma escuela, habían realizado ciertas aportaciones a la Lexicografía, ía Semántica y la Sintaxis griegas en diversas publicaciones, algunas todavía inéditas, y parecía oportuno obtener, a partir de ellas, algunas conclusiones de validez general o amplia. El trabajo en el Diccionario, por o tra parte, suministraba todos los días una ejem pliíicación y una problemática abundan­ te de los problemas pendientes. El libro ha sido escrito como un todo, aunque los capítulos se hayan distribuido entre los colaboradores según sus especialidades respectivas. Una primera parte, de carácter histórico, da por primera vez, pensamos, un pano­ rama general de los estudios de Semántica y Lexicografía griegas en la A nti­ güedad y de Lexicografía griega en la edad moderna. Los capítulos 1, 2 y 3 de que consta esta parte son obra, respectivamente, de la Dra. Gangutia, la Sra. Serrano y el Dr. Lóp ez Facaí. La parte II presenta, a su vez, una visión de conjunto de lo que es hoy la Lexicografía griega, con sus logros y sus deficiencias; y profundiza en aspec­ tos parciales de la misma, com o son los distintos tipos de diccionarios según el material a que se refieren o el método con que se realizan, la etim ología y la resolución de una serie de problemas prácticos. Esta parte no aspira a comprender exhaustivamente una problemática que es amplia en exceso, pero creemos que aporta una documentación útil, reunida aquí poi primera vez.

PROLOGO

X

Los capítulos de esta parte han sido escritos p or los Dres. L ó p e z Facal (1 ,2 , 3, 7) y R. A d ra d os (4, 5, 6, 8). Finalm ente, la parte I I I — obra íntegram ente del Dr. R. A d ra d o s— ab or­ da el grave problem a de la incidencia de la m oderna Semántica en la L e x ic o ­ grafía griega. En vez de recoger datos de hecho, esta parte es teórica y p rogram ática; justifica, en suma, aquello que se intenta hacer en la redacción del D iccion ario G riego-Español. Pensamos que, con la publicación de esta obra, que es en parte exposición crítica de la labor de nuestros predecesores y en parte program a de trabajo, los autores de la misma prestamos un servicio a la L exicografía y la F ilo lo g ía griega en general, pero que al tiem po aportam os cosas que pueden tener interés desde el punto de vista de la Semántica y la L ex ico gra fía generales y de otras lenguas. N o se nos oculta, de otra parte, que se trata de una obra «a b ie rta », que espera am pliación y m ejora p or parte de todos los interesados en estos temas. H em os de indicar, para terminar, que el plan original de la obra com pren­ día com o parte últim a o Apéndice dos aportaciones que razones puramente económ icas nos han im pedido publicar: una bibliografía de la L exicogra fía griega (en realidad, dos bibliografías; una de obras com plexivas, otra de estudios sobre palabras griegas ordenadas alfabéticam ente); y un suplemento al R epertorium Lexicographicum Graecum de H. y B.

R iesenfeld (U psa-

la 1954), que se ha quedado notoriam ente atrasado. Este trabajo ha sido realizado ya, en este m om ento, p or colaboradores nuestros y verá la luz en m om ento oportuno, com o útil com plem ento de este libro. Las abreviaturas que usamos para citar obras y revistas son las habituales y pensamos que no ofrecerán dificultad. Q uizá sean más inusuales D G E = D iccion a rio G riego-E spañol; E C ~ Estudios Clásicos, M a d rid ; L S J — L id d elí-S cott-Jon es; R O

=

Revista de O ccidente, M ad rid ; R S E L

-

Revista

Española de Lingüística, M adrid. Sólo nos queda hacer constar que la realización e im presión de esta obra ha sido posible gracias a la ayuda que nos prop orcion ó una aportación del tercer plan de D esarrollo.

I .

Bases históricas de la Lexicografía griega

I.L

Teorías semánticas en la Antigüedad

I.

E L S IG N IF IC A D O E N E P O C A S P R E V IA S A L A R E F L E X IO N L I N ­ G Ü IS T IC A T E O R IC A

1.

L O S C O M IE N Z O S DE L A E S C R IT U R A . L O S ID E O G R A M A S

Las primeras reflexiones sobre el significado no se basan en consideracio­ nes teóricas. A veces es la exacta comprensión de un texto religioso, oral o escrito, o la definición semántica en relación con la aplicación de las leyes, lo que lleva a reflexionar sobre la lengua desde el punto de vista del significado. En los momentos previos a la teoría lingüística histórica tendremos que acudir a los primeros documentos escritos. L a estructura de la lengua condi­ ciona en principio cualquier progreso en la historia de la escritura y a su vez ésta es un prim er intento de análisis y segmentación del fenóm eno de la lengua, además de su único resto arqu eológico1. El estudio del m od o según el cual la escritura refleja el análisis y el conocimiento de la lengua hablada, es un problem a que atañe a la lingüística. M e ille t2 hace justicia a los primeros escribas como los grandes lingüistas avant la lettre. Tam bién R ob in s3 recuer­ da que la existencia de un sistema de escritura que lleva consigo el estableci­ miento de palabras, im plica el com ienzo del análisis gramatical del lenguaje. Por nuestra parte intentaremos en este primer capítulo estudiar en qué medi­ da las primeras escrituras reflejan una segmentación del significado y una clasificación semántica. L a historia de la escritura ha tendido a hacerse separando una serie de estadios4:

' Meillet, A ., « L a langue et l’écríture», Scieniia 26, año 16, 1919, n. 90 (D ic ie m b re ), p. 293. P a ra Saussure 3a escritura tiene un valo r revela d o r para la lengua, pues responde al principio de existencia de ésta: la diferenciación en unidades. V. el Curso de lingüistica general, Buenos A i­ res 1967 (tradu cción española de A . A lo n s o ), p. 191 ss. y 71 ss. 2 M eillet, A ., reseña a B a u d o u in de C ou rlen ay , B S L , 1912-13, p. 70. 3 R o b in s, R . H ., Ancient and M edieval Grammatica! Theory in E urope, Lon dres 1951, p. 12 (en adelante R obin s, Anc. M ed . Granan.) 4 C ohén, M .j L a grande invention de fécriture et son evalution, Paris 1958.

ELVIRA GANGUTTA ELICEGUi

4

1. Pictogramas o dibujos que relatan un suceso, que no tiene por qué corresponder a ese mismo relato en palabras. 2. Ideogram as o jeroglíficos; dibujos de formas en principio reconoci­ bles, cada una de las cuales corresponde a una unidad semántica. 3. Silabarios y. finalmente, letras que corresponden a unidades fonéticas mínimas. Este planteamiento y su orden han sido puestos en cuestión1. Cohén, a lo largo de su libro, pasa también p o r dificultades para mantenerlo en un orden cron ológico claro y sin interferencias. D e todas formas, tanto las expresiones pictográficas com o las form adas por signos no gráficos, com o nudos, objetos reunidos según un orden convencional, etc., tienen algo en común con la escritura: el análisis de operaciones

o

nociones

que

se intenta sim bolizar2. Su uso extendido

resulta, en la práctica, muy poco económ ico. T am p oco los pictogramas, aunque se pueda creer lo contrario desde un punto de vista ingenuo, son evidentes en su significado; también son signos convencionales que gene­ ralmente hacen referencia a un mundo muy lim itado, frecuentemente el de sociedades tribales: el mundo de la caza, ía guerra etc. Se trata ya de una codificación dibujada de los objetos y actividades de estos pueblos, que desde el prim er m om ento tienden ya a ía repetición y el esquematis­ mo. Es este todavía un estadio «sem asiográfico» que expresa significados, no basado en último lugar en la lengua. D e aquí se pasa a un estadio «fo n o g r á fic o » que intenta reproducir unidades lingüísticas, sean palabras, sílabas o fonem as3. Casi todos los historiadores de ¡a escritura ven com o evidente una equi­ valencia «unidad mínim a de significado» = «p a la b ra » = «id eo g ra m a ». L a cosa no es tan fácil4: es seguro que en este punto nos encontram os ante el final de un largo proceso de reflexión si no conscientemente teórica, por lo menos práctica y en la que puede haber habido una interacción de las suce­ sivas técnicas de escritura. Desde el primer m om ento el ideogram a no se libra de problem as que son inherentes a la lengua misma: la polisemia y la hom onim ia. Adem ás, desde muy antiguo el ideogram a se auxilia de signos que son ya puramente fon éti­ cos. P or ejem plo, cuando los hetitas usan ideogramas sumerios, a veces Ies

1 V. diversas críticas gn M ou n in , G .. Historia de la lingüística desde los orígenes a! siglo x x , M a d r id 1968, p. 36 (en adelante M o u n in ). 2 C ohén, M ., Op . cit. p. 14. 3 G e lb , I. J., A Study o f writing, C h ica go 1963 (1 9 6 9 '). 4 G e lb , I. J„ Op. cit., p. 35 critica con razón la term in ología «id e o g r a m a », «id e o lo g ía », etcétera, pues el signo no responde a una idea sino que trata de representar una «p a la b r a » , pro p o n ien d o en su lu g a r «lo g o g r a m a ». Seguirem os en general la p o p u la riz a d a «id e o g r a m a », aun estando de acu erd o con G e lb . R esu lta m uy interesante p o r su im portancia en et fu tu ro la especula­ ción de G e lb sobre el signo jero g lífic o com o id entifícador en origen del «n o m b re p r o p io », v. p. 36 ss. L a necesidad de representaciones adecuadas de nom bres propios íleva en seguida al d esarrollo de la fonetización, p. ej., en Sum er, v. p, 54.

TEORIAS SEMANTICAS EN LA ANTIGÜEDAD

5

añaden sufijos y desinencias, con lo cual el ideogram a queda reducido a representar la raíz. Otras veces, en hetita je r o g lífic o 1, se pone el ideogram a y a continuación se escribe toda la palabra fonéticam ente, con lo cual ei id eo ­ grama queda reducido a lo que en estas escrituras se llam a «determ inativo de ciase». Estos ejem plos demuestran que la ecuación «u n idad m ínim a de signi­ ficado = «p a la b ra » — «id e o g ra m a » no es tan ciara. Estos «determ inativos de clase» son aígo común a estas lenguas y uno de sus aspectos más interesantes en relación con un estudio de las diferentes concepciones semánticas. Se trata de signos mudos o claves que no se leen pero que indican la categoría semántica a la que pertenecen los restantes ideogram as del texto. P o r la presencia de uno de estos determinativos el campo semántico es una estructura com pletam ente fo rm a l2. Este procedi­ m iento es común, con variantes, al egipcio, sumerio y chino y probablemente es una necesidad de la escritura ideográfica, que lleva a form alizar el macrocontexto para que pueda ser inteligible. Sin em bargo, com o dice M e ille t3 «ningún dibujo, pictogram a o ideogram a es capaz de traducir gráficam ente una lengua p or simple que sea su estructura gramatical o léx ica »: ¿C óm o dibujar, por ejem plo, un significado que se expresa por una alternancia vocálica? Sóio los ideogram as chinos han podido mantenerse hasta h oy en día, porque tienen com o soporte una lengua m onosilábica sin alternancias, flexión ni sufijos y donde el orden de los signos tiene por sí solo valor m o rfo ló gico y sintáctico. Es decir, aúna en sí, por la estructura de la lengua que reproduce, también las ventajas de un silabario. Es interesante observar que la escritura china no ha tenido más camino que el de aumentar el número de signos conform e avanza la historia y necesariamente se amplía el léxico y se reclasifican los campos semánticos: 3.000 signos el I I I a. C . ; un diccionario del I d. C. cataloga unos 9.000 signos, otro del V I d. C. 24.000; en el X V I I I hay 50.000. En la actualidad, sin em bargo, se realiza un gran esfuerzo para reform ar la lengua china y a la vez sim plificar la escritura4.

2.

D

e s a r r o llo

de

la

l e n g u a

e s c r it a

y

p o s ib l e

l in g ü ís t ic a

p r á c t ic a

.

Los

P R IM E R O S D I C C I O N A R I O S B I L I N G Ü E S

E l principio de la fonetizacíón de los ideogram as com ienza en época muy temprana y se extiende rápidam ente5: la palabra se analiza prim ero en sus

1 M eriggi, P., M anuale di E teo G erogüfico, R o m a 1966, I, p. 11. 2 M o u n in , G ., p. 57. 3 M eillet, A .. « L a langue et Fécriture», O p . cit., p, 291. 4 G e Ib. I. J., Op. cit. n. 208, pp. 280-281. 5 G e lb , I. J., Op. cit., p. 67 ss.

ELVIRA GANGUHA ELICEGUi

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c o m p o n e n te s s ilá b ic o s y fin a lm e n te se lle g a al a lfa b e to . C o n e s to se avanza cada vez más en la desemantización de la unidad aislada previa­ mente, llegándose a una facilidad cada vez m ayor en la escritura que hará que en E gipto, Sumer y A n atolia desde una época m uy rem ota haya una inmensa literatura escrita, muy especializada y exacta. N o se trata sola­ mente de la lengua adm inistrativa propia de] tem plo y los palacios, aun­ que esta p rá c tic a h aya s id o d e c is iv a p a ra el d e s a r r o llo de la p r o p ia escritura, sino de auténtica obra literaria y científica,

poemas,

himnos,

tratados, legislación escrita, que hacen parecer m uy prim itivas las listas y cuentas micénicas en griego. L o s escribas form an una casta im portante, cerrada y especializada, que se encuentra con lenguas antiguas que hay que interpretar. En Babilonia existía una lengua sagrada, el Sumerio, totalmente diferente de la hablada, el A cadio, y había que entenderla. Tam bién los escribas egipcios se encuentran con una lengua arcaica que ya no se entendía bien. L o mismo ocurre con los tratados científicos que suelen llevar ai final una serie de glosas de los térm i­ nos difíciles de entender. Este mundo anatolio, egipcio y mediterráneo es además totalmente multilingüe; pudo haber sugerido al entonces pastoril Israel el m ito de la torre de Babel. El desarrollo de los tratados, ei com ercio, etc., lleva al de los intérpre­ tes y la traducción; y todo esto lleva a la aparición de los diccionarios. N os encontram os con diccionarios, no ya bilingües, sino trilingües y cuatrilingües (H etita-S u m erio-A cadio en Boghazkoy,

Su m erio-A cadio-H u rrita-U garítico

en U garit, etc.). Los diccionarios sumero-acadios destinados a la interpreta­ ción de la prim era lengua, considerada lengua sagrada, son aún más perfec­ tos; se da el ideogram a sumerio, su transcripción fonética al acadio, y traduc­ ción a esta lengua, figurando incluso una explicación mediante un sinónim o o definición. Tam bién hay que señalar una especie de diccionarios de sinónim os: enu­ meraciones de signos cuneiform es polisémicos. Tam bién aparece « io que se denom ina ciencia de las listas y vocabulario de gru po», «u n em brión de clasificación semántica de base lingüística fo r m a l»1; clasificaciones de nom ­ bres de dioses, de oficios, de ganado m ayor y menor, etc., objetos determ ina­ dos p or kus ‘ cuero’ , za 'piedra1, etc., o bien todos los animales cuyo nom bre deriva dei signo P e rro (león, chacal, zorro, etc.). Estos signos están clasificados según su número de trazos y ía posición de los rasgos: horizontal, vertical, oblicua: es una form ulación que es un ante­ pasado de nuestro orden alfabético. Tiene también cierta relación con el sistema de las listas de diccionarios chinos antiguos, basados también en clasificaciones parcialm ente semánticas (las 214 claves o «determ in ativos de cla se») y parcialm ente gráficas según el número de rasgos2.

1 M o u n ín , p. 56. 2 Id , p. 67.

TEORIAS SEMANTICAS EN LA ANTIGÜEDAD

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Los estudiosos en general son unánimes en negar a estos pueblos el haber llegado a un análisis reflexivo lingüístico, a una gramática. Es lástima que los manuales de lingüística no hayan sacado tod o el partido que debieran de la incipiente gramática sumeria. Generalmente, se dice que tan ingente masa escrita no produjo reflexiones lingüísticas que pudieran con­ vertirse en una gramática, solamente una naciente filo lo g ía 1. Pero los textos gramaticales sumerios publicados en el tom o I V de M aterialen zum sumerischen L e x ik o n 2 son justamente reivindicados en la nota introductoria de Th. Jacobsen com o «w ith ou t question the m ost im portant single group o f sources both fo r the history o f grammatical studies generally and for our understanding o f Sumerian grammar specifically so far know n». En estos textos es posible ver cóm o a partir del estudio y clasificación del léxico y de la necesidad de la traducción (p or ej., el tener que acoplar las diferentes categorías gramaticales del Sumerio y el acadio) se llega al establecimiento de ciertos paradigmas, reglas sintácticas e incluso al nacimiento de una term inología gramatical propia, todo ello muchas veces entremezclado con estudios puramente léxicos. Es curioso cóm o en la primera mención de la existencia de un gramático griego, Teágenes de Región, se oponga su arte a una gramática «anterior a los tiempos T ro ya n o s» (v. I.1.II.2) y en rela­ ción con «sonidos y letras», lo que apunta probablemente a la invención y desarrollo del alfabeto. Cuando un ideogram a polisém ico se usa combinado con otro u otros para representar fonéticamente una palabra, estamos al borde de desembocar en el silabario. P or un lado, ya se ha descompuesto la «p a la b ra » en ciertas unida­ des fonéticas y por otro se representan estas unidades con signos que se han vaciado de significado. D e una sim plificación en el silabario se llegará más tarde al alfabeto. Cabría pensar que la introducción del alfabeto contribuye incluso a una pérdida de relevancia de la unidad «p a la b ra » como unidad de significado. C om o caso extremo debe citarse el de los hebreos que, hasta el siglo xi, cuando se descubre el triliíeralismo, tienen dificultades para aislar «palabras» con seguridad3. La simplificación del silabario y su conversión en alfabeto se origina entre los fenicios por la necesidad de la práctica comercial, afectando también a pueblos vecinos, como los griegos, que a su vez perfeccionarán el alfabeto añadiendo las vocales. Es interesante comparar este proceso con el de la

\ M ou n in , pp. 62, 54. 2 L andsberger, B., H allo ck , R., Jacobsen, T h ., Falkenstein, A ., M aterialen zum sumerischen Lexikon. 1 Emesal Vocabulary. 2 O íd Babylonian grammatical texts. 3 Neobabylonian grammatical texis, R o m a 1956, p. 1. A fortunad am ente, últimamente se le está dando un lugar en la historia de la Lingüística. V. en Studies in the History o f Linguisiics. Traditkms and Paradigma {ed, p o r Hymes, D .), B lo o m in gto n -L o n d re s 1974: Jacobsen, T h ., «V e r y

ancient texts: B aby lo n ian

G ram m atical

T ex ts», pp. 41-74. 3 V . Reider, J 1916, p. 38, n. 71.

Prolegomena to a G re ek -H e b rew and H ebrew -G reek In d ex to Aquila, Filadelfia

ELVIRA GANGUTIA ELICEGU1

8

aceptación de la numeración arábiga y con la aparición de los sím bolos m atem áticos m odernos, que surge también de la necesidad de facilitar las operaciones matemáticas en la época del auge de la burguesía renacentista y an terior1.

II. P R I M E R A S R E F L E X IO N E S G R A M A T I C A L E S E N L E N G U A S C O N L I T E R A T U R A O R A L . L U G A R Q U E O C U P A E L E S T U D IO S O B R E E L S IG N IF IC A D O E N E L L A S 1.

P

a n in i

. L

as

e sc u e la s

g r a m a t ic a l e s

in d ia s

p o s t e r io r e s

Es en el ám bito del aprendizaje, manejo y conservación oral de una lengua sagrada donde aparece la prim era gramática form alizada de una lengua, el sánscrito, bastante antes de que se establezca para ella una escritura. A partir del i v a. C. Panini no sólo analiza y sistematiza la lengua sagrada cuyos textos se mantienen oralmente, sino que presenta esa misma gram ática en versículos de form ulación casi algebraica destinados a la dicción o ra l2. El p ro p io texto de Panini ha llegado casi intacto hasta nosotros por tradición oral3. Adem ás, él es el ñnal de una larga tradición oral de gramáticos, cuyas teorías resume. M u y probablem ente, la no utilización de la escritura ha hecho necesaria la creación de conjuntos de reglas que form en una gramática, de form a que el total de la lengua sea dom inable. A l tratarse de una gram ática que es un análisis form al de la segunda articu­ lación lingüística, la unidad de significado, ya desde la escuela A in d ra anterior a Panini, es algo parecido a lo que nosotros llam am os m o rfem a 4; se trata del pada, la palabra con flexión, la form a m ínim a de significado que puede ser descrita p or la descripción exhaustiva de su entorno, es decir, su distribución. Pada es lo que acaba en una desinencia, opuesto p or un lado a la 'base* y por otro a la vakya o 'frase*. Pada es un térm ino gram atical p or oposición a sabda que en origen es cualquier unidad lingüística; palabra, sufijo, desinencia, sílaba, o incluso unidad más larga. Es un largo proceso hasta que se aísla sabda com o 'palabra’ y sabdartha com o 'sentido de las palabras’ , diferenciado tam bién de padartha 'sentido de la palabra’ y vakyartha 'sentido de la frase’ 5, siendo estos térm inos ya más filosóficos que gramaticales. Según com entadores posteriores, Panini rechaza el que el significado pueda ser un criterio determ inante: el significado de una palabra no puede

1 F eb re, L ,, L e problém e de Vincroyance au 36* siécle. L a religión de Rabelais, P a ris 1968, pp. 362-365. 2 R e n o u , L „ « L e s co n n exio n s entre le rituel et la g ram m aire en S a n s k rit», Journal Asiatique 233, í941-1942¡ pp. 105-165 (cit. p o r p. de A reader on the Sanskrit Gram m arians, ed. p o r J, K . Sitcal, C a m b rid g e

M a ss.

1972); V id y a N i w a s

introduction, L a H a y a , P a ris Í966, p. 17. 3 V id y a N iw a s M is ra , O p . cit., p. 19. 4 Id . id. id. id., p. 16, n. 33. 3 R e n o u , L „ O p . cit., p. 451.

M is ra ,

The D escríptive

Tech ñique o f Panini. A n

TEORIAS SEMANTICAS EN LA ANTIGÜEDAD

9

ser form alizado gramaticalmente. Según V. N . M isra1 la innovación de Panini reside en definir los antiguos términos gramaticales no p or criterios semán­ ticos sino en términos que podríam os llamar estructurales. Por eso, por ejem plo, su descripción de la conjugación según M isra no está basada en un . criterio temporal, es decir, semántico. T od avía Aristóteles no será capaz de abandonar eí criterio semántico en el proceso de segmentación de las partes de la oración. A q u í entra también una cuestión de estructura de lengua en el verbo in d io : el «tie m p o » no es tan relevante en antiguo indio com o lo es en el verbo de ía xoivr¡ de Aristóteles. Después de Panini hay un inmenso vacío en la gramática india, que tiende cada vez más a convertirse en pura filología. La tradición etim ológica india es también extraña a Panini por su especulación sobre el significado, aunque puede provenir de una tradición incluso anterior a Panini. L os Nirukta analizan el samhitá o texto tal com o se expresa en la recita­ ción en sus «p a la b ra s» constituyentes. El crucial problem a de resolver la relación entre sentido de la palabra y sentido de la frase hace que surja la escuela Mimámsá, que pasa a los lógicos indios. En esta escuela la «fr a s e » se define estructuralmente en la cadena hablada: existe una «fra s e » cuando una palabra o palabras dentro de una serie depende de otras para com pletar su sentido: esto.es lo que diferencia una «fra s e » de una simple secuencia como vaca, caballo, hombre elegante. A su vez la «fr a s e » no debe precisar de otras palabras fuera de ella para com pletar su sentido. Según otros comentadores, es evidente que una «fra s e » tiene que depender en ocasiones de palabras incluidas en «fra ses» anteriores. H ay que decir que en estos dos casos unos y otros admiten la existencia de la unidad «p a la b ra » (p a d a ), a la que puede atribuírsele un artha o 'significado’ : es curioso que la traducción de artha está muy cerca del griego tó

ítu ¡iov

'la realidad’ , 'lo verdadero’ .

La escuela Mimámsa se desdobla en d o s: Bhatta, que acoge la idea, fósil según Brough para la gramática india, pero propuesta p o r los filósofos, de que cada palabra tiene adherido un significado individual, o, en el caso de los nombres, de que la palabra es el nom bre de la cosa. Para esta escuela cada palabra tiene un significado propio e individual y al pronunciarse en una frase ésta expresa la suma de significados individuales. Para la escuela Prábhákara las palabras no tienen significado hasta que no son expresadas en la frase. Las palabras según esta escuela, son detectadas por m edio del análisis gram atical; las raíces y sufijos se analizan en relación con los paradigmas y las palabras completas, conmutándolas dentro de la frase. Se basa en cóm o un niño aprende el lenguaje: al oír frases com o /trae la vaca!¡trae el caballo!, el niño llega gradualmente a entender de qué animal se trata y de qué acción2. Más tarde, para el gramático Bhartfhari ( V I I d. C.) este análisis represen­

1 V id y a N iw a s M isra, Op. cit. pp., 14-16. 2 B rough, J., «S o m e indian theories o f m e a n ín g », T P S 1953, pp. 161-165.

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ELVIRA GANGUTíA ELICEGUI

tará una cierta descripción de la lengua, pero no servirá para explicar el significado lingüístico. Para él y su escuela las palabras son abstracciones ficticias de los gramáticos. Las palabras y su significado form an parte del aparato creado p or los gramáticos para describir la lengua, pero no existen com o realidades lingüísticas. H a y un significado de frase unitario que Bhartphari com para a la impresión producida por una pintura: se contem pla com o una unidad, aunque alguna vez pasemos a analizar sus diversos colores. El significado se capta instantáneamente p o r un pratibhü o 'golp e de vista’ . Estas teorías tuvieron la oposición cerrada de los filósofos aferrados a la idea de que cada palabra tiene un padártha o 'sign ificado’ individual o, en el caso de los nombres, la palabra es un «n o m b re » del objeto. C om o dice Brough en su interesantísimo artículo, esta opinión se mantiene fosilizada en los filósofos, no en los gram áticos1. M ás tarde, en el siglo ix A ñ ad a tratará de sintetizar estas teorías del significa­ do individual de las palabras/significado de la frase, postulando que la frase, además, tiene un significado alegórico. Esta será la base de la exégesis poética, con lo que la teoría del significado lingüístico pasará a teoría p oética2. Las teorías gramaticales indias proceden del análisis de textos rituales orales y no pierden de vista, aun en la época más tardía, estos orígenes. C om o podem os ver, en G recia se darán elementos y situaciones semejantes en parte, aunque la generalización de la escritura alfabética y la ilustración del siglo v producirán desarrollos diferentes que supondrán progresos, pero también fosilizaciones, en los análisis del significado.

2.

L os

P R E D E C E S O R E S D E L O S P R IM E R O S L I N G Ü I S T A S G R IE G O S

A pesar de que conozcam os el silabario micénico desde el xm a. C., sus prolongaciones en la posteridad parecen haber sido puramente locales, com o, por ejem plo, el silabario chipriota. Puede decirse que hasta el siglo v i i i y principios del vil, no había en G recia mas «litera tu ra » que la oral, aunque se em pezara a utilizar el alfabeto derivado del fenicio en inscripciones con listas y leyes, no todas ellas escritas. U n pueblo puede conocer y usar el alfabeto, aunque no en todos sus géneros literarios. P o r ejem plo, hasta hace 200 años el cuento de niños (a lg o parecido al Aóyog en H o m ero ) era un género pura­ mente o r a l; desde entonces es parcialmente escrito. Esta situación hemos de im aginarla para Grecia, sólo que para géneros mucho más im portantes hasta el siglo v a . C. L a experiencia se guarda en series narrativas que sé1mantienen, manejan y exponen mediante ciertas técnicas formularias, rítmicas, etc. Estas series narrativas (en verso ínr\, en prosa Aóyot, ¡i06oi etc.) equivalen a unidades lingüísticas muy amplias. L a única unidad aislada equivalente a nuestra «p a la b ra » es ovofia, el 'nom bre p ro p io ' de una persona. Estas unidades apare-

1 B ro u gh , J., Op, cit., pp. 163-Í67, 3 Id. id., p. 173.

TEORIAS SEMANTICAS EN LA ANTIGÜEDAD

11

cen opuestas a ípyov y a npay¡ia 'la acción’ y con frecuencia a la acción guerrera, p or ser éste el tema de los poemas épicos (jSííj, eyx0?) y lo que es muy interesante, a eru/ia *lo real, lo verdadero’ . Cf. Od. 19.565. Estas series lingüísticas todavía no tienen límites definidos (salvo Svo^ia, que se op on e a la «p erson a» en sí); se oponen a « lo que se realiza», a «lo que está», o a « lo que es». Tót £Tu¡ia (de la misma raíz que eifií) durante mucho tiempo (y comenzan­ do precisamente en el ambiente jó n ic o ) será el objeto de investigación lingüís­ tica, puramente etim ológica, anterior y luego paralela a la filosofía de t ó 6v , del «ser». Los predecesores de la ciencia filosófica y lingüística griega son los pro­ pios poetas arcaicos, que se encuentran con que hay que reinterpretar pala­ bras que ya se entienden mal. Incluso los grandes poetas épicos com o H om e­ ro y H e s ío d o p a ra fra s e a n y e t im o lo g iz a n sob re sus p ro p ia s p ala b ra s procedentes de una tradición oral a veces m al entendida. N o se trata sola­ mente de pretensiones eruditas, sino que esto form a parte de la técnica poética1. En la explicación etim ológica semántica de los ovófiara, esencialmen­ te los de los dioses, hay un recurso poético que utilizan los rapsodos, los poetas líricos y los trágicos3. La idea de que bajo cada ovo^a subyace la cosa y su Aóyo£ o 'explicación’ llegará hasta Aristóteles y más adelante. H acia el siglo v i a. C. se supone que el período creador de la poesía épica está cerrado3. En el corpus form ado por los poemas épicos y los himnos homéricos tenemos en parte un equivalente a los textos sagrados de tradición oral para los que se crea un m étodo gramatical como el de Panini. Pero en Grecia no existe la casta sacerdotal a la que iba destinada ese instrumento lingüístico. Los intérpretes y guardianes de ese corpus son los rapsodos y los poetas mismos, que muchas veces se permitirán poner en tela de ju icio los textos épicos. A través de un proceso de selección en el que intervienen muchos factores4" queda H om ero com o el texto más im portante y antiguo sobre el que se fundarán y debatirán las primeras filología, lingüística y crítica literaria griegas. Y a en el siglo v i hay críticos de las contradicciones entre el H om ero m odélico cuyos poemas representan una sociedad arcaica y la mentalidad más

1 Pfeiffer, R ., A History o f Classical Scholarship, O x fo rd

1968, p. 5 (en adelante Pfeiffer).

2 D esp ués de H o m e ro y H esío d o , y a desde A rq u ílo c o Fr. 117. Es curioso que en Eurípides, que tiene ideas lingüísticas bastante evolucion ad as, este procedim iento está ex tendidísim o, aunque ya puede entenderse com o recurso retórico m ás lucimiento erudito, v, p, ej., ’Afipo6íTí) / átppoaúvtj, E., Th. 989, ¡ItvBcúq j név&oq, E. JS., 367, etc. E n ciertos casos se inventa el n o m b re que con ven ga a un p ersonaje: jíqAoCoív aÚTtjv ©eovótjv tq: 0eía yáp r á r ’ ovtoí « a i fiéXÁovra návr'

morara E., H el. 13.

s Pfeifíer, R ., p. 6. 4

«O rp h e u s an d M usaeu s o w e d their a k n o w led ged p riority, no d o u b t, not so m uch to the

genuine antiquity o f their poem s as to the p ro p a g a n d a o f their devoíees. It w as from a sim ilar cause, the p ro p a g a n d a o f the H o m erid ae , w h o were devoted to spread ing H o m e r ’s fam e an d to ld stories a b o u t his life, that the order H e s io d -H o m e r w as reversed in later antiquity as has rem ained to the present day. H e s io d h ad no correspon d íiig b o d y to w o rk after iiis interests», W est, M . L ., Hesiod, Theogony, O x fo rd 1966, p. 47.

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ELVIRA GANGUTIA EL1CEGUI

m oderna de poetas y filó so fo s com o Solón o Jenófanes. L a frase de Solón Fr. 21 ttoAAóí ifiEúóovrat áoidoí es un lugar com ún que puede entreverse en H esíodo, Th. 27 y reaparece frecuentemente en la posteridad. M ás apasiona­ damente aún, Jenófanes muestra esas contradicciones en relación con la religiosidad en creciente racionalización de su época V. Fr. B. 11: Trávra Bzdia ávédi]aav “ 0¡ir¡póq 0’ 'Ható5óq

te,

óaaa nap’ ávQpüjnoi(Jiv ÓvsíÓsa xai ipóyoq écrrív, HkéTTTELV ¡J.01XSÚELV TE HCU áXXfjXoUq áTTCXTEÚELV. Opuesta a la crítica del corpus épico ya sistematizado aparece la figura de Teágenes de R egión. Efectivam ente, los dioses hom éricos, aun p o r el patrón del siglo vi, resultan inmorales, pero según Teágenes de R egión, del que sabemos m uy poco, en H om ero hay un signiñcado oculto que resulta ser el verdadero. H ay que encontrar lo verdadero, toc srufia. A p o lo , H efesto, H elios son en realidad el fu ego; Posidón y Escam andro son representaciones del agu a1. Teágenes, el prim er gram ático, resulta ser tam bién el prim er alegoris­ ta 2 etim ológico. Es curioso cóm o en el fragm ento en que se le cita com o inventor de la G ram ática se opone su disciplina a otro tipo de G ram ática anterior a los tiem pos de Troya, que se ocupaba de letras y fonem as3 : Sitti] 5é rj ypd¡ifiajiycfj: r¡ ¡sév yáp nspi rouq x aPa^T^Pa(^ * ai- tcíc oroixdijjv éHtpuivfjaEiq aaTayíverat, f\Tiq xai ypafx/iaTixfj Aéyrrai naXaiá oüaoc xal upó tcüv Tpujixójv, axeSóv 5é nal á¡ia t cpúoEi nposXQoüaa: f] Sé rtspl tov f]\\r¡vtopóv, r¡Tiq xai vecorépa éorív, áp^a¡iévr¡ fiév ánó Qsayévovq, T£X£o9elo(x (Sf> napa tcov riEpinaTrjTinüv ílpa^icpávouq te xal *AptaroTéXouq. L a gram ática se divide en d os: una en relación con las letras y la expresión de los sonidos y que se llam a gram ática antigua y ante­ rior a los tiempos troyanos, que llega casi a los orígenes. L a otra, en relación con la lengua griega, que es una gram ática m ás m o­ derna y habiendo em pezado con Teágenes fue perfeccionada por los peripatéticos Praxífanes y Aristóteles.

A sí, los rudim entos de la investigación semántica están unidos en Teágenes a lo que se entenderá más tarde com o ypaiifiarutri, perfeccionada p o r los

1 Frs. A l a y 2. 3

E ste m étod o alegorista, au n q u e m uy antiguo,

d eb ió

de recibir o tro

n o m b re . ’ AAXtjyopía,

áXfojyopixóq. etc. son p a la b ra s usad as a partir de la ép o ca helenística. P lu tarco dice en 2 .19c q u e «la s llam a d as antiguam ente ¡movoíai a h o ra las dicen a le g o ría s ». E l m étod o seria p ro b ab lem en te m ás an tigu o que el p ro p io Teágenes. Su éxito y renovación constante suceden cu an d o textos m uy arcaicos sem irreligiosos em piezan a estar en contradicción evidente con la realid a d . E s el caso del m o m en to en q u e ap arecen el p ro p io T eágen es y M e tr o d o ro de L á m p s a c o y los alegoristas p o sterio ­ res. E n la exégesis de la B ib lia em pieza incluso antes que F iló n de A ie ja n d ría y sigue con los Padres de ia Iglesia en las d ebatidas cuestiones de las escuelas alejan d rin a y an tio q u en a. (V . in fra 1.1. V I I I . 1) 3 Fr. A la . L a actividad étim o ló g ic o -a le g ó ric a está u n id a p ro b ab lem en te a las listas de « g lo s a s » o p a la b ra s ra ras e ininteligibles de los p o e m as épicos. C o n el tiem po esas dispersas glo sa s se con vertirán en d iccionarios. L a elucidación del sign ificad o de las glosas h o m éricas fo rm a p arte de la ed u ca ció n tra d ic io n a l: P feiffer, p. 15 cita en relación c o n esto un eje m p lo m u y d ivertido de A r , Fr. 222.

TEORIAS SEMANTICAS EN LA ANTIGÜEDAD

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aristotélicos y opuesta a un estudio de segmentación de la segunda articula­ ción lingüística que distinguía entre letras y fonemas. Esto último probable­ mente es una fonética práctica en relación con los avances de la escritura alfabética a partir de la escritura siro-palestina y fenicia1. El relacionar un ovo¡ia, en principio 'nom bre propio’ , con otra palabra tenía para aquellos etim ólogos el sentido de una ciencia, p or lo que no es raro que a Teágenes se le llame autor de la Gram ática nueva. Tam bién a este m étodo se le daba validez científica en otros campos que no estaban todavía demasiado deslindados. A sí, Hecateo de M ileto intentaba extraer hechos históricos del significado verdadero de los nombres de personas y lugares2. Com o veremos, las posibles teorías lingüísticas de los filósofos tampoco trascienden de esta teoría del significado oculto de ovop.a, que sin embargo tenía cierto fundamento en la propia lengua griega; com o ya hemos dicho, ovofia 'nom bre p ro p io ’ en H om ero se oponía a la «persona real». W o o d b u ry 3 progresó algo más en este concepto y en el hecho de que en toda la literatura griega se cree que el ovofia de una persona tiene un ornen particular. H eródoto nos dice en V I .50.3 que Cleómenes preguntó a C iro cuál era su nombre. Ciro le dijo róéóv, le dijo ‘el nom bre verdadero, el que era1, su 'nom bre real’ . A lgo parecido puede decirse de otros usos herodóteos com o ó éwv Aóyog, tó erng dpr]fiévov éóvrog; piénsese aquí en la relación etim ológica entre £vf¡ nal óvó^ara p or m ed io de una TÉx',f| uno de los estadios de la sociedad h u m an a. El m ito de historia social que ap a re c e en D . S. 1.8.3, atribuible a D em ó c rito o P ro tágo ras, considera lo m ism o : rñq ipwvrj?

áafjiiou x a i auywxu-

fiívr)5 oúarjq éx roO itar óAíyou Siapdpovv TCtq ké&iq xai npóq áÁAfjÁoig Tidévraq trúfj/JoAa TTEpi énáaroij rü v ÜTT0H£i|i£vtJV yviüpijiov aipímv avroiq noifjoaí rjjv nepi ánávjíov ép^veíav. C f. C o lé , Th., Dem ocritus and the So urces o f G reek A n th ro p o b g y , W estern R eserve U niversity, 1967.

2 P a gliaro ,

A .,

«II

C ratilo di P la to n e », D io niso 15, 1952, pp. 182-183.

3 S o b re D e m ó c rito y sus posibles teorías de las p a la b ra s estructuradas an álogam ente a la estructura atóm ica, v. P a gliaro , A ., O p . cit., p. 83 y n. 7; G entinetta, P. M ., Z u r Sprachbetrachtung bei den Sophisteñ und in der Stoisch-hellenistischen Z e it (D is s . Z u ric h ), V e r la g P. G . K e ll, W in terth u r 1961, p. 31 ss. 4 L a utilización de letras p a ra sim bo liza r unidades elem entales no debe ser re ch az ad a como sim ple ejem plo sin relevancia: cf. P a gliaro , A ., Op. cit., n. 8. D e m ó c rito investigó las letras o (rrai/eTa, con sid eradas c o m o u n id ades m ínim as d e la lengua. A ello pertenecerían los Fr. B 1a, B 20 y el título TTepi sútpúivojv « a i 5ucojvri es un oújia ( A 127). Tam bién Í5éa: popcpf}, EÍboq >¡at tó ékáxiorov aü)¡ia

B 1443; Aóyonog padí^ei. Este tipo de Aóyog es el elem en­ tal, « e l más pequeño y p rim e ro » (ÉAótxtffTÓg

te

nal npCÓTog Sph. 262c). Puede

pensarse pues que pitorra es una unidad com binatoria de unidades de signifi­ cado que unas veces incluye a ovófiara, otras se le opone hasta llegar, con el progreso gram atical, a ser algo totalm ente diferenciado, el « v e r b o » frente al « n o m b r e » 1. L a im portancia del desglose del Aóyog o frase en ovo/iot / pij/iar ejercerá una

1

Sobre este p ro ceso v. P a g lia ro , A ., « L a n o zío n e di prjjua » en « I i c ap ito lo lingüístico delia

« P o é t ic a » di A risto te le », cap. II, Rtcerche Língutstiche 3, 1954, pp. 51-55.

31

TEORIAS SEMANTICAS EN LA ANTIGÜEDAD

importancia decisiva en el futuro. Aristóteles precisará cada vez más píjpa com o el verbo, aunque, com o veremos, todavía se encuentran en él restos de la antigua indiferenciación previa a la distinción nombre/verbo, A filósofos y gramáticos futuros les será difícil salir de esta división que, aún hoy, con la gramática generativa, se reconoce com o la N P y V P de la primera regla de rescritura: Aóyog A-s- ovcym N P + ptyia V P J.

V. A R IS T O T E L E S 1.

T

e o r ía s

s e m á n t ic a s

g en er ales

y

t e o r ía s

d e l

s ím b o l o

y

e l

s ig n o

Generalmente se suele decir que a Aristóteles las cuestiones lingüísticas le interesan sólo com o estudioso y sistematizador de la lógica. En realidad no se puede precisar todavía qué es lógica y qué es gramática. L a verdad es que las sistematizaciones aristotélicas llevan en últim o lugar a una semántica ai servicio de frases verdaderas/falsas, afirmativas/negativas, para las que tienen que definirse más claramente realidades existentes en la lengua, preparando así el campo para casi todos los lógicos y gramáticos posteriores. Es más, el análisis lingüístico de Aristóteles está también destinado a ser una aproxim a­ ción a gran variedad de campos, el ético, el político y muy notablemente el poético2. L o que es importante desde nuestro punto de vista es que estas aproximaciones y sus sistematizaciones están basadas en una teoría semánti­ ca, aunque dispersa y a veces inconsistente aparentemente. Según ha investi­ gado B elardi3 los campos semántico-lingüistico y lógico están en Aristóteles más claramente deslindadas de lo que nos han hecho creer siglos de especu­ lación sobre categorías aristotélicas forzosam ente mal traducidas y fosiliza­ das. TpayéXaípoq no existe y sin em bargo su nom bre dq/jmvet ¡lév t i , Int. 16a, com o también todo Aóyog es o7¡poíVTwóg aunque no necesariamente áTTotpavTixóc;. Solamente cuando TpayéAa^og está inserto en un juicio con éarí pasamos a un grado ontológico desde el puramente lingüístico. « A lg o significa su definición (Aóyog) o nombre (ovojua) cuando digo Tpayéhaupoq pero, qué cosa es, es im po­ sible saberlo» ( A P o . 92b 6). La ciencia de los nombres y la del conocimiento objetivo son cosas diferentes, con la curiosa particularidad, que supera las concepciones lingüísticas anteriores, de que la lengua provee un conocimiento que se prolonga incluso en el no-ser. Otras veces la lengua muestra carencias y despilfarras notables: no hay correspondencia exacta entre cosas y nom­

1 R obin s, R . H ., «T h e developm ent o f the W o r d C lass System o f the E uropean gram m atical trad itio n », Fom dations o f Language 2, 1966, p. 7. 2 V . M e K e o n , R ., «A r is ío t le ’ s conception o f langu age an d the A rt s o f L a n g u a g e », Classical Philology 4 Í, 1946, pp. 193-206 (continuado en 42, 1947, pp. 21-50). 3 Belardi, W ., I I linguaggio nella filosofía di Ansíatele. B elard i), v. pp. 110 ss.

R o m a 1975, 291 pp. (e n

adelante

ELVIRA GANGUTIA ELICEGUI

32

bres. En unos casos hay varios nombres para una cosa { T o . 103 9) o nom bres diferentes para cosas que evidentem ente tienen algo en c o m ú n : las espinas deí calam ar y el pescado (arímov, acHocv0a), el hueso de otros animales

ó g to ü v

A Po.

98a 22, o el caso de géneros literarios semejantes ( P o . 1447b 10). Sin em bargo, la lengua en su conjunto debe de ser capaz de representar y m anejar sim bó­ licam ente toda la realidad: el núm ero de los

ó v ó / ío e tc í,

el léxico, es fin ito

mientras que el núm ero de las cosas es algo in fin ito ; debe darse una p o liv a ­ lencia necesaria de los nombres (y las definiciones, los Aóyot) v. S E 165a l l 1. Las cuestiones de hom onim ia y sinonimia, pues, están en la base de las concepciones semánticas de A ristóteles (y siguen siendo una de las más elementales aproxim aciones a la cuestión). El principio del nepi épfipveíag 1. 1 ss. consiste en la definición de los ójucjvu^a: son aquellos que tienen el mism o nom bre pero diferente Aóyog rfjg oúaíag 'd efin ición ’ o 'explicación*. T o d o esto va unido a una cierta dependencia de la form a al con ten id o2, com o ya veíam os en P latón ; tam bién se ha dicho que las categorías aristotélicas son abstracciones a partir de categorías puramente gram aticales de la p rop ia lengua g rie g a 3. Pero hay que hacer notar que esas categorías tod avía estaban m uy p oco precisadas dado el nivel del m om ento de la gram ática griega: eí prop io Aristóteles contribuyó a esa fijación y precisión. U n ejem plo, pueden ser los diez m odos del ser en T ó p ic a 103h 20 ss. y C a te g o ría s l b. 25 ss. Se parte de categorías parcialm ente m orfológicas, aunque definidas sem ánticam ente; pero otras son irreductibles a categorías m orfológicas com o el npóg

t i,

el

Heladat y el ex£LV Que sc refieren exclusivamente a rasgos sem ánticos generali­

zados. L a parte más sistemática de la teoría de Aristóteles puede encontrarse en el nepi épfi/vdag, caps. 1-3. Parece evidente que A ristóteles em pieza por poner orden én las teorías heredadas de Platón fundam entalm ente. L a im pre­ cisión ovo¡ia

prjpa queda definida com o nom bre/verbo, pasando a continua­

ción a consideraciones ya puramente lógicas: In t. 16a 1, f l p& rov 5e l 6éo8ai tí ovo¡j.a xoci t í píjpot. £TT£xrot tí éoTtv ánóyacnq Mal x a rá y a a iq x a i ánóyavoiq «cti Aóyog. "Ecftí ¡íév oúv

tol

év Tf¡ (pojvi) tüív év rfj iffuxü Tra8r¡p.áTuv oúp.fioka, hoíi tdc ypccyó¡leva

twv év rf¡ (puivj). ycái dionep úüdé y p á j a r a rráoi Tá a urá, ou5l (pijjvat al aÜTaí. wv ¡lévTOL ra u T a ar^eía npwrcov, toíütoc n á a i nocdrjftaroc t í jg v. Galeno además de m édico es prolífico escritor en temas tales com o la gramática y la crítica literarias, por lo cual no es de extrañar que, aunque no conservado, haya escrito un léxico en 48 libros en el que incluía palabras usadas p or los primeros escritores áticos. De todas formas aunque contem poráneo del m o­ vimiento aticista (v. infra), no se siente atraído por él e incluso lo critica por sus exageraciones en su obra ílepi rrjg rá^eojg tcIiv tSícov j3i/3Aíojv npog Eüysviávov4. Pues bien, parece que su léxico tenía por objeto determinar el exacto sentido de las palabras usadas por los antiguos y que sus contemporáneos confun­ dían. Otra obra de carácter léxico atribuida a G aleno y también perdida es ílepi icXTpLXOüV ÓVOflá.T(jJV. c)

Léxicos varios

D e la época de Adriano es también el prolífico gram ático T élefo de Pérgam o5, autor de dos obras de lexicografía general de las que nada se nos ha conservado fuera de la mención de la Suda: nepl xpqcrscjg r¡Toi óvofiárcjv éadr¡Tog hai tcüv áAAojv olg XPC^)M£®0Í xará utolxelov) ; y de un ’Q mutóhiov en diez libros, que hace decir a Suda: egtl auvaycoyr/ émdéTcov eig ró ceúró npáy¡ia ápjio^óvTusv TTpóg erotjiov eunopíav tppáoecog. Este último tipo de obra es lo que hemos venido llamando un onomasticon. Tam bién de la época de Trajaño y Adriano, del cual fue su secretario, es C. Suetonio Tranquilo (75-160 d. C.), autor de numerosas obras en latín (D e

1 Erotiani vocutn Hippocraticorum colleciio, ed. E. N ach m an so n , U p s a la 1918. 2 V . supra los lexicógrafos de H ip ócrates del p eríod o alejandrino, p ara los cuales la única fuente que conservam os es E rotiano. 3 G a le n o 19. 62-157. 4 G a le n o 19. 48-61, 5 Suda, s. v. Tf¡\£foq da una larguísim a ennum eración de o bras de todo tipo.

CONCEPCION SERRANO AYBAR

92

vita Caesarum, D e viris Mus trib u s...), y autor también de dos obras de carác­ ter lexicográfico en griego, flepl 5ua x 0iP°S> vaüg > nAoíov) sobre to d o cuando podían producirse casos de colisión h om ofón ica p o r efecto del iotacism o (üg I olg). En segundo lugar se sustituyen una serie de palabras gastadas p o r térm inos más expresivos (ní/jinXqiii > nXqpóco, enofiai > ámXouQéuy; ópáoj > fSXénoj; epxo/jai >

óvívrjfii > dxpeAéco;

ttapsúopaí).

tienden a elim inar los m on osílabos (üei > /3péx^i, veo >

Estas sustituciones

xoXu¡jí(í &, eü

> xaXóóg)

y a introducir en la lengua escrita habitual térm inos procedentes d el argot fam iliar (éaQíoo > rpoáyco, xopévvufi > /opTá^w, [íioQóg > ótpdjvLov). En tercer lugar se producen una serie de desplazam ientos semánticos en los significados antiguos de las palabras (xoprjyéco > «avitu allar, p ro v e e r» vpo^Evt]Tf¡g > « p r o ­ x e n e ta ») y una serie de calcos de traducción y préstam os de lenguas extran­ jeras, com o en latín (cf. infra). Se crea el sufijo -laoa que había de tener tanto éxito en las lenguas europeas y se extiende el ju ego de sufijos -í£oj, -iorf¡g, -tofióg sobre el m od elo tipo mQapí^ui, mQapiorqg, mdapiayióg. Se sustituye o p o r a en los aoristos del tipo sida, fj\6a. A sim ism o se producen una serie de hipercaracterizaciones com o la -v que se añade a los acusativos atem áticos OpAéjSav). Finalm ente, es característico del léxico de los papiros la confusión ei / 01 ¡ u / 1 a que ya hem os aludido (io ta cism o ) y la de 5 / t ( 5éyrru)v / téhtwv, (¡adí^eiv ¡ patí^eiv), esta últim a p or efecto del substrato copto. Estos dos fenóm enos deben ser tenidos m uy en cuenta p o r el lexicógra fo so pena de recoger voces nihili (co m o ocurre a veces en el diccion ario de Preisigke y otros) p o r no caer en la cuenta de la falta de ortografía, enm ascarada a veces p o r efecto de hipercorrecciones. A d em ás de estos rasgos más o m enos form ales el léxico de los papiros se caracteriza p o r reproducir una serie de parcelas léxicas que no eran conocidas p o r la literatura: los térm inos técnicos de la adm inistración, e l regadío y los

1 P a r a estu d iar la le n g u a de los p a p iro s la o b r a fu n d a m e n ta l es la G ram m atik der griech. P a p y ri aus der P tolem áerzeit mit Einschluss der... Ostraka und... Inschriften de E.

M a y se r, B e rlín -L e ip -

z ig 1 1923 ss., co n varias ediciones y re e la b o ra c io n e s posteriores. Se trata de u n a o b r a de in creíble riq u e z a d e d a to s p e ro co n u n a d isp o sic ió n n o m u y clara y p o r e llo m en o s útil de lo q u e p o d ría ser.

DICCIONARIOS DE PAPIROS

165

trabajos en los diques, etc., exigen un estudio porm enorizado p or parte de especialistas. D ebido a ello ya desde el com ienzo de la papirología se sintió la necesidad de disponer de repertorios especializados del léxico papirológico y hoy en día esta parte del léxico griego está m uy satisfactoriamente trabaja­ da, si la com param os con el léxico procedente de inscripciones.

4.

D

ic c io n a r io s

d e

p a p ir o s

y

o tro s

e s t u d io s

l e x ic o g r á f ic o s

El léxico de los papiros documentales, com o hemos dicho, está bastante bien trabajado. En prim er lugar las colecciones de papiros suelen disponer de índices exhaustivos organizados en varios epígrafes (R eyes y E m perado­ res, Meses y Días, N om bres de personas, geográficos, términos militares y administrativos, léxico religioso, oficios y com ercio, pesas y medidas, e índice general de palabras). En este punto los papirólogos son un m odelo a imitar por otros editores de textos antiguos y, en especial, por los epigrafistas. Adem ás de estos excelentes índices de colecciones (que, p o r otra parte, son los únicos despojos lexicográficos de los papiros literarios) disponemos de una serie de diccionarios, índices y estudios clasificables en varios apartados:

1.

D

ic c io n a r io s

g e n e r a le s

L a obra standard es el W órterbuch der griechischen Papyrusurkunden... von Dr. Friedrich Preisigke, Heidelberg-Berlin 1925-1927, cuyo autor no llegó a verlo publicado ya que la muerte íe sorprendió recién terminada la obra. Es el único diccionario de papiros, en sentido estricto, de que disponemos. Incluye además algunos corpora de inscripciones (C IG , O G I ) , óstraca y documentos menores. Su lem atización no siempre es correcta ( voces nihili debidas a iotacism o y otros errores) y sus traducciones son, con frecuencia, muy revisables. En tod o caso esto puede ser debido a que es el prim er y único diccionario de léxico papirológico y los precursores están expuestos siempre a incurrir en fallos que luego el progreso de la disciplina va subsanando. Es molesto que se dé la referencia del papiro antes de la cita griega (esto ha inducido a errores ya que generalmente los diccionarios suelen poner la referencia al autor u obra después de la cita). Frente a esto es de agradecer que se ofrezca la fecha del papiro, bien p o r siglo: [III v], bien por m edio de alguna indicación del tipo [arab.] E l continuador de la obra de Preisigke ha sido E, Kiessling quien, todavía en plena guerra (1944), publicaba el I V Band, 1.a Lieferung (a-áprog), en 1958 con apoyo de la Unesco la 2.a Lieferung ( áprog-óévdpov), en 1966 la 3.a Lieferung (Sévdpov-Elpqvijg énoímov) y en 1971 la 4.a ( Eiprivíntog-éninónrcj). K iessling p or su parte, con ayuda de W . Rübsam publicaba un índice de Suplemento a la obra, en 1969 ( oe-h). En 1968 apareció el volum inoso índice de S. Daris titulado Spoglio Lessicale P a p irologico, publicado en M ilán en 3 volúmenes, de 1750 pp. en total.

JAVIER LO PEZ FAC AL

166

Esta ob ra fue con cebida c o m o un suplem ento al Preisigke y sin duda rinde servicios útiles en este sentido. Sin em bargo, es una o b ra en ojosa de m anejar p o r el p o c o cuidado con que parece estar h ech a : em p ieza p o r tener una encuadernación tal que se le desprenden las hojas al m anejarla. L a lista in icial de textos despojados es m uy incom pleta, m uy heterogénea, y tiene unas abreviaturas bastante arbitrarias que no coin ciden con las de L.S.J., ni P re i­ sigke- K iesslin g-R ü b sam , ni las colecciones de papiros m ism as, ni siquiera con otras publicaciones de D aris c o m o su larguísim a reseña al K iesslin g-R ü b sa m (A egyptus 1968, p. 167 y ss. y 1969, p. 203 ss.). A d em ás, a veces las citas no coinciden con el lem a sino con o tra palabra de las cercanías (¿traspapeleo de fichas?) e incluso se com eten errores c o m o entender el a d verb io aieí de Sam m elbuch 7648.4 c o m o una fo rm a del verb o aíto (ver S p og lio s. v.). C reem os que al Institu to di P a p iro lo g ia delF U n iversitá C a tto lica del Sacro C u ore le sobra com petencia para hacer una ob ra m ejor. Es una lástim a pues que a la altura de 1968 se haya hecho un índice, y no un diccion ario, y adem ás con tan p oca acribía. P o r lo demás, la obra es útil y de hecho es m uy m anejada p o r p a p iró lo g o s y lexicógrafos.

2.

D

ic c io n a r io s

e s p e c ia l e s

A . N o m b re s propios. A p a rte de los índices de las coleccion es los d ic c io ­ narios de nom bres p rop ios más im portantes son el Nam enbuch de F. P reisig­ ke, H e id elb erg 1922 (H a k k ert, A m sterd a m 1967) de nom bres de persona, con su suplem ento O nom asticon A lte ru m P a p y rolog icu m de D . F orab osch i, M ilá n , sin fecha, pu blicado en 3 fascículos (e l últim o llega a naTü/j.ig). E n el año 1901 ya se publicaban unos Aegyptische und Griechische Eigennam en... m anuscrito a dos colum nas, d ifícil de m anejar, p or ob ra de W ilh e lm S p iegelb erg (L e ip ­ z ig 1901). D e nom bres geográ ficos la o b ra clásica es el D iz io n a rio dei nom i g e o g ra fici e to p o g ra fici d e lf E g itto G reco-R om a n o de, A . C alderini, p u blicado p o r v o lú ­ m enes en diferentes lugares y épocas (C a iro 1935, M a d rid , G S IC 1966, etc.) y actualm ente reeditado en M ilá n p o r C isa lp in o -G o lia rd ica (ristam p a anastática 1972). B. Inversos. D a d o el estado fragm en tario e in co m p leto de los textos papiráceos, un tip o de estudios m u y útiles en p a p iro lo g ía son los d iccion arios inversos. Sin em b argo, a pesar de que ya en 1900 hacía G ra d en w itz un intento en este sentido en su Einführung in die Papyruskünde, no es m ucho lo que tenem os de léxico p a p iro ló g ic o ord en ad o de esta m anera: apenas si dispon e­ m os de m ás que el H eid elberg K on tra rin d ex der griech. Papyru s-U rku n d en , B erlín 1931, del m ism o O tto G ran den w itz. Esta laguna se puede suplir con los diccion arios inversos del léxico com ún griego que existen, p ero en el caso de los nom bres p ro p io s sería m uy útil disponer de un índice inverso. H o y esto o frece m enos d ificu ltad debido a la ayuda que p ro p o rcio n a n los ordenadores. Esperem os pues que esta laguna se colm e pron to, C. D iccio n a rio s especializados. D a d o el léxico técnico esp ecializad o tan

DICCIONARIOS DE PAPIROS

167

frecuente en los papiros documentales, los repertorios y estudios de estos cam pos son fundam entales tanto para el especialista com o para el lego en la materia. C o m o obras más puram ente lexicográficas podem os m encionar aquí el R ecueil des termes techniques relatifs aux institutions politiques et administratives de l'E gy p te romaine, suivi d u n choix de textes papyrologiques, Bruse­ las 1912, de H . H o h lw ein ; las dos obras de F. Preisigke, Fachw órter des offentlichen Verwaltungsdienstes Aegyptens in den griech. Papyrusurkunden der ptolem áisch-róm ischen Z e it, G óttin gen 1915, y el I I I Band del ya m encionado W orterbuch... herausgegeben von D r. E. Kiessling, Berlin 1931, d ivid id o en 23 Abschnitte y dedicado to d o él a térm inos técnicos (préstam os latinos, nom bres propios, indictiones, eras, meses, días, oficios, títulos, etc.). Especí­ ficam ente de préstam os latinos poseem os un estudio de S. Daris, I I lessico latino nel greco d E g itto , Barcelona 1971, que es lo más com p leto en este cam po. Tam bién es interesante m encionar el Inventory o f Compulsory services in P tolem a ic and R om án Egypt, de N . Lewis, N u eva Y o r k -T o r o n to 1968. P o r lo demás, aunque no en form a de diccionario o índice, la b ib liogra fía especializada es m uy extensa, tanto en lo que respecta a estudios de realia com o el con ocid o de F. O ertel sobre la «litu rg ia », los de Taubenschlag sobre las leyes, el de Preisigke sobre los giros, etc., com o sobre estudios de palabras de los papiros. Para no extendernos sobre este punto rem itim os a los m anua­ les de papirología, las revistas especializadas1 y aun las colecciones mismas que suelen incluir abundantes repertorios b ibliográficos. Finalm ente conviene recordar la progresiva utilización de los ordenadores en e l cam po de la lexicografía p ap irológica: el Thesaurus Linguae Graecae de Irvin e (C a lifo rn ia ) ha hecho un índice de las Berichtigunsliste que es de gran utilidad (ver C a lcu li, p. 193). Se han hecho además índices de colecciones y estudios varios. Para tod o ello, cf. C a lcu li, In dex II, G eneral s. v. P a p y ro lo g y y passim, y en este m ism o libro mi capítulo sobre ordenadores y lexicografía griega.

1

E s especialm ente útil la sección b ib lio g rá fic a de la revista A egyptus, en d o n d e se p u ed en

segu ir las p u b licac io n es so bre p a p iro lo g ía .

II.4 Léxico de inscripciones y dialectal Existencias y problemas

I.

E L L E X IC O D E L A S IN S C R IP C IO N E S

1.

I

n s c r ip c io n e s

y

d ia l e c t o s

Si em pleam os el térm ino «d ia le c to » en el sentido convencional en que suele emplearse en la Gram ática griega, a saber, referido a todas las variantes no áticas y no de koiné de la lengua griega, nos encontramos con que las inscripciones son una de las fuentes principales para su conocim iento. A h o ra bien, los problem as que el léxico dialectal presenta en cuanto que es dialectal son fundamentalmente los mismos que los del léxico dialectal transm itido por vía literaria: por tanto, dejam os su estudio para un segundo apartado, en que nos ocupamos del léxico dialectal, sea cual sea la vía de su transmisión hasta nosotros. Pero desde ahora mismo conviene hacer dos observaciones, que son espe­ cialmente pertinentes para el léxico dialectal transmitido a través de las inscripciones: 1. M ientras que, con pocas excepciones, los textos literarios están escritos exclusivamente en el alfabeto jónico, las inscripciones conservan abundantes huellas de otros alfabetos, lo que crea problem as de transcripción, que serán estudiados infra II. 8. Tenem os incluso inscripciones escritas en silabario micénico, de las que nos ocupam os en I I . 5, y en silabario chipriota, de cuya transcripción hablam os en I I . 8. 2. C on más frecuencia que los textos literarios, las inscripciones nos ofrecen dialectos locales, no literarios. Es, p or ejem plo, más variable y menos norm alizado el griego de las inscripciones áticas del s. V que el de la prosa; es más auténtico, menos influido por H om ero, el lesbio de las inscripciones que el de Safo o A lc e o ; y observam os en las inscripciones m ejor que en los textos literarios el proceso p o r el cual se pasa de los antiguos dialectos a la koiné; esto ha sido estudiado, por ejem plo, para las inscripciones de M agn e­

FRANCISCO R. ADRADOS

170

sia, M ile to , D e lfo s y otros lugares. E n lo que respecta al vocab u lario, éste se presenta con m enos m ezcla de elem entos litera rio s1. Sin em b argo, hay que m atizar esta observación : a) Existen inscripciones que transm iten textos literarios dialectales, tales los fragm en tos de A r q u ílo c o procedentes de inscripciones del H e ro o n erigid o en h on or del p oeta en ép oca helenística en su Paros natal; o el óstracon de S afo de que procede su fr. 2. En realidad, éstos son textos literarios com o otros cualesquiera, incluidos en las ediciones de los autores respectivos. b ) Otras inscripciones tienen de p or sí carácter literario, pertenecen a un determ inado género. A sí, los num erosos epigram as, sepulcrales y v o tiv o s sobre tod o, que encontram os en inscripciones a partir de finés del s. v iii y que están escritos en las lenguas literarias usuales en los m etros que em plean (hexám etros, dísticos elegiacos, incluso trím etros yám bicos). P ero no sólo aquí. C onservam os, p o r ejem p lo, num erosos oráculos hexam étricos d el orácu­ lo de D íd im a, en M ile t o 2: están escritos en lenguaje épico, dentro natural­ m ente de una tradición que ha id o evolu cion an d o y en la cual es notable la aparición de palabras que, en la literatura, no aparecen hasta textos m uy posteriores c o m o son los O racula Sibyllina. Y tam bién hay inscripciones en prosa de tipo lite r a r io : citem os, p o r pon er un ejem plo, la fam osa inscripción de A n tío c o de C om agene, que ya citaba N o r d e n 3 com o ejem p lo de prosa retórica asiánica, fuertem ente poetizan te en su vocabu lario, entre otras cosas. c) P o r el con trario, determ inadas inscripciones tienen un carácter suma­ mente vulgar, con grafías que reflejan pronunciaciones que nunca alcanzaron difu sión general, con léxico m ezclad o usado p o r las capas más bajas de la pob lación , form adas p o r gentes de varios orígenes. Esto es lo que ha hecho ver, p o r lo que respecta a los vasos áticos, el excelente lib ro de K retsch m er4; se añaden datos de las D e fix io n u m tabellae, tablillas de p lo m o con m a ld icio ­ nes5 y algunos de fuentes literarias. A partir de aquí Th u m b -S ch erer6 han p o d id o escribir un capítu lo sobre e l ático vulgar, que no sólo presenta toda clase de variantes fonéticas (epéntesis, asim ilaciones, disim ilaciones, m etáte­ sis, etc.), sino tam bién hechos léxicos esp eciales: naddídq/ii 'encadeno* ju n to a naraSéoj, p or ejem plo.

1 S o b r e el ático de las in sc rip cion es cf. K . M eiste rh an s, E . S ch w y zer, Gra m m a tik der A ttischen Inschriften, 3.a ed., B e rlín 1900, c o m p le ta d o p a r a la F o n é tic a p o r L . L u p a s , P h o n o lo g ie du g rec attique, L a H a y a 1972. S o b re las de M a g n e s ia , E. N a c h m a n s o n , L a u te und F orm en der magnetischen Inschriften, U p s a la 1903. S o b r e las de M ile to , B. B o n d e s so n , D e sonis et fo r m is titulorum M ile s io ru m D id ym a eoru m qu e, D iss., L u n d 1936. S o b r e las de D e lfo s , J. J. M o r a lííjo , Gram ática de las inscrip­ ciones délficas, S a n tia g o 1972. 2 E d ita d o s p o r T h . W ie g a n d , D id y m a I I : D i e Inschriften, ed. A . R e h m , B e rlín 1958. 3 E. N o r d e n , D i e antike Kunstsprache, S tu ttgart 1958 (2 .a e d .). 4 C f. P. K re tsch m er, D ie griechischen Vaseninschriften ihrer Sprache nach untersucht,

Güters-

lo h 1894. 5 C f. R . W ü n s c h , D e fix io n u m tabellae in A ttiea regione repertae, I G lín 1897; E . Z ie b a r th , N e u e attische Fluchtafeln, N G W G 1899, pp. 105-135. 6 O b . cit., p. 306 ss.

III

3, A p p e n d ix , B e r­

171

LEXICO DE INSCRIPCIONES Y DIALECTAL

d)

D e todas maneras, las inscripciones tienden a desarrollar una lengua

de cancillería que las aleja de la realidad de los dialectos vivos. E sto es lo que suponemos que ocurre con el dialecto micénico, prácticamente uniform e en Pilos, Cnosos, Micenas y Tebas. Es también la explicación de que el dialecto jón ico de Asia, tal com o aparece en las inscripciones, sea esencialmente uniform e y no nos perm ita confirm ar la afirm ación de H e ró d o to I 142 sobre diferencias de lengua entre las ciudades jónicas. P o r otra parte, las oscilacio­ nes del délfico de los siglos iv y m a.C. entre la tendencia a diluirse en la koiné jónico-ática y la contraria a estabilizarse dentro de un tipo dialectal del N .O . de Grecia, dependen de corrientes políticas en pugna. Así, la relación entre dialectos e inscripciones no es simple. E l vocabulario dialectal de las inscripciones debe juzgarse dentro de estas coordenadas.

2.

E

l

l é x ic o

d e

la s

in s c r ip c io n e s

e n

g e n e r a l

Prescindiendo ya de su carácter dialectal o no, en el sentido restringido atribuido más arriba a esta palabra, hemos de añadir que el vocabulario de las inscripciones en general presenta rasgos que derivan de las características generales de la lengua de las inscripciones. N o s referim os ahora a las que no son de carácter literario, pues el estudio de éstas debe hacerse, com o hemos apuntado, en conexión con el de las lenguas literarias en general. En líneas generales, no es acertada la idea de que las inscripciones son un buen testigo de la lengua popular. Son ciertamente, con las excepciones a lu d id a s, no lite ra ria s y así nos sirv e n de c o n t r o l p a ra d e s ta c a r las características de ciertas lenguas literarias. Es lo que hace, p or ejem plo Ch. F a v re 1 cuando estudia el vocabulario de H eró d o to , tan lleno de tér­ minos épicos, com parándolo con las inscripciones jónicas. Igu al se podría, por ejem plo, destacar los poetism os de ciertos diálogos de Platón (pasajes del Fedro y Banquete, sobre to d o ) o los

dorismos de Jenofonte

o

los

vulgarismos de H iponacte, com parando las inscripciones contemporáneas áticas o jónicas, respectivamente. Pero, con excepciones, tam poco representan propiam ente las inscripciones la lengua popular. Estas excepciones se refieren sobre todo a inscripciones «vu lg a res» arriba aludidas, tales las de ciertos vasos y óstraca y las de las defixionum tabellae. P o r otro lado, el concepto de «v u lg a r » no coincide exactamente con el de «p o p u la r »: el ático popular es reflejado mucho m ejor p or Aristófanes que p o r las inscripciones. Aunque en éstas, en todas ellas en general, haya una gran variedad de construcciones sintácticas y de form as flexionadas, m enor rigidez en esto que en los texto's escritos. A h o ra bien, por lo que al vocabulario y la fraseología se refiere, hay que

1 Thesaurus verborum quae in titulis lonicis leguntur cum H e id e lb e rg 1914.

H erod oteo

sermone comparatus,

FRANCISCO R. ADRADOS

172

hacer constar que la m ayoría de las inscripciones pertenecen a la que p o d ría ­ m os llam ar «len gu a de can cillería», que ha fijad o fórm ulas y usos que se repiten con m on oton ía. Las inscripciones «p a rticu la res» son escasas y b re v e s : sobre to d o sepulcrales y dedicatorias (p ero las más extensas están en verso), tam bién llenas, p o r lo demás, de fórm ulas. A p a rte están, decíam os, las esca­ sas y breves inscripciones «v u lg a re s ». E l grueso de las inscripciones griegas son, efectivam ente, inscripciones oficiales, de las ciudades, tem plos, etc. E ncontram os tod a clase de listas (m uertos en las guerras, vencedores en Juegos y Certám enes, servidores de santuarios, listas de inventario, e tc.); de cuentas (ingresos y pagos, arrenda­ m ientos, e tc .); de contratos (para la construcción de ed ificios públicos y tem p lo s); de decretos, leyes, tratados; de actas de m anum isión; etc. D om in a n casi siempre el léxico arcaico, las fórm ulas fijas. Sucede, de otra parte, que así co m o es cierto que las inscripciones están libres en general de préstam os literarios y de lengua vulgar, no es m enos cierto que en e l d om in io legal se crea una especie de léxico griego com ún, es decir, que no es nada seguro que el vocab u lario de una inscripción dialectal contenga solam ente térm inos dialectales. E llo es sobre to d o claro cuando ese léxico legal, de origen ático, se expande conservando sus características fo n é ­ ticas. A veces, hay casos m ixtos; en el dom in io dórico encontram os 5a¡ióoioi (lac. ba^ohioq), con asim ilación ática de la -t- ante -i-, pero con alfa. C o n frecuencia la interpretación es dudosa: R u ijg h 1 p o r ejem p lo supone que en beoc. TTSTparri y are. rerparoq es aticism o la voca liza ción de / en pa. E sto es sumamente dudoso. T o d o esto está en relación con e l hecho de que nuestras inscripciones anteriores al s. iv a.C. son m uy escasas; y precisam ente en ese siglo tiene lugar la gran expansión de las form as del ático, que da origen a la koiné. In versa­ mente, com ienzan a penetrar en el ático palabras jónicas y de otros dialectos, dentro del m ism o fen óm en o de la unificación de la lengua griega. T o d o ello hace d ifícil ju zga r los hechos. En tod o caso, resulta claro que la utilización del léxico de las inscripciones com o contraste para definir dialectalm ente y desde el punto de vista de los niveles de lengua el léxico de los textos literarios, debe hacerse con sumo cuidado, teniendo en cuenta en cada caso el carácter y fecha de las inscrip­ ciones com paradas. C on tod o, es im portante la con tribu ción de las inscripciones a nuestro con ocim ien to del léxico griego, tan va rio y extenso. A p a rte de lo que se deduce de las consideraciones anteriores, añadam os que el carácter con creto y técnico de numerosas inscripciones nos ofrece palabras que nos son desco­ nocidas p o r vía literaria. H a y incluso m ucho hapax procedentes de inscrip­ ciones. Y hay un vocab u lario que es p ro p io de determ inadas inscripciones : así

1

« L e traitem ent des sonantes vo y elles d a n s les dialectes grecs et la p o sitio n d u M y c é n ie n »,

M n e m o s y n e 14, 1961, pp. 193-216.

173

LEXICO DE INSCRIPCIONES Y DIALECTAL

la term in ología sepulcral que encontram os en A s ia M e n o r 1, con palabras com o nvi)(i£Íov, rácpoq, aopóq, oojfiaTo$f¡nr¡, eiaúcrrr). A h o ra bien, estos térm inos técnicos o especializados, que figuran en listas y relaciones, no siempre son fáciles de definir. Pienso, p o r ejem plo, en los objetos que figuran en los inventarios del tem plo de D élos com o el de 1G 1. (2) 161 B o en S E G 24.361 (b eo cio Qpáyava, Fayávto, noúpaufia, Cimag ); en los pescados citados en una inscripción beocia que los tasa2. Muchas veces la traducción de estos términos es aproxim ada o conjetural.

3.

P

r o b le m a s

d e l

l é x ic o

d e

la s

in s c r ip c io n e s

U n m aterial con frecuencia fragm entario de lectura dudosa com o son las inscripciones presenta al lexicógrafo numerosos problem as de ed ición ; si una determ inada form a es un error del lapicida o si tiene una interpretación de orden fon ético o dialectal o de form ación de palabras; cuál es la restitución correcta de las palabras transmitidas fragm entariam ente. T o d o esto com porta problem as de interpretación. P o r otra parte, en lo relativo a la manera de citar las inscripciones el lexicógrafo se encuentra ante un dilem a; sí seguir las grandes colecciones o bien nuevos tratam ientos m onográficos, en las revistas, del texto de inscripciones determinadas. Estos nuevos tratam ientos suelen contener cosas de interés, pero en cam bio el riesgo está en que una misma inscripción sea considerada alternativam ente según varias ediciones. Este riesgo no es pura im aginación. En E m érita 39, lo ejem plificábam os con la inscripción deifica que nos ha conservado las leyes de la fratría de los Labiadas, la cual es citada diversam ente p or L S J según las diversas palabras: para Foíxco cita Schwyzer 323, para dapárai M ic h e l 995, para áfiquXXéyu} G D I 2561, para áyaioq S IG 438. M u ch o más grave es que L S J da dtAexrópiov tradu­ cido com o poultry-yard , con la referencia IG R o m 4.921 (C y b ira ) y su Supplement cita a su vez áXXexTópiov, prob. =

Lat. adlectoriujn, reading-room , S E G

6.277 (C ybira, I I a. D ., written áXex-). Pues bien, conviene saber que se trata de dos lecturas, en dos ediciones, de la m ism a palabra, traducida una vez p or 'corral de gallos’ y otra p or 'sala de lectura*. En nuestro, D G E hemos establecido un orden jerárqu ico respecto a las citas: I G y grandes co rp o ra ; colecciones m on ográficas; Supplementum E p igraphicum G raecum ; publicaciones originales. Pero, aunque cuando se cita por una edición es elem ental dar exactam ente el texto de esa edición, es fuerza recoger también, con las indicaciones pertinentes, el texto de las nuevas lecturas y conjeturas: las del citado Supplementum I - X X V

Leiden, Brill,

1923 ss.; las de una gran b ib liografía dispersa en revistas sobre todo. D en tro de ella destacan las publicaciones de L . R o b e rt: el «B u lletin E p igrap h iqu e»

1 J. K u b in o k a , L e s monuments funéraires dans les inscriptions grecques de Í A s i e V a rs o v ia 1968. 2 F. Salviat et C . V atin , Inscriptions de la G rece centrale, P a rís 1971, p p . 95-109.

M in e u re ,

174

FRANCISCO R. ADRADOS

que publica la Revue des Etudes G recs; sus Opera M in o ra Selecta, I- I I I , A m sterdam , 1969-74; H ellenica I - X I I I , París 1940-65. H a y que añadir los artículos de D rew -B ear en G lotta, a partir del vol. 46, 1968, m ejora n d o L S J desde el punto de vista e p ig r á fic o ; las diversas revisiones de inscripciones p or Peek en la Zeitsch sch rift f ü r P a pyrologie und E p ig ra p h ik ; y muchas pu blica­ ciones más. L a dificultad del trabajo en ep igrafía griega se m u ltiplica p o r causa del m ín im o m aterial auxiliar que en general presentan nuestras ediciones. Es lo más frecuente que éstas no ofrezcan com entario in terpretativo alguno (así las IG , las Feuilles de Delphes, las Inscriptions de D élos , etc.) o que este com en ­ tario sea extrem adam ente parco. H a y ciertam ente excepciones com o, entre otros ejem plos, L . et J. R ob ert, L a C arie, París 1954 ss., A . et E. Bernard, Les inscriptions du Colosse de M em non, París 1960. E n cuanto al léxico, algunas ofrecen listas de nom bres p rop ios y de palabras escogidas, sin m ás; así, p o r ej., las IG . Otras veces ni siquiera contam os con esta ayuda. Y

no existen léxicos de inscripciones apenas. L a principal excepción es

bien parcial, el L éx ico contenido en el vo l. I I I de la S ylloge Inscriptionum Graecarum de D itten b erger1, es decir, de una an tología de inscripciones. T a m p o c o se trata, propiam ente, de un L éxico, sino de un índice que da, eso sí, el con texto de las palabras. A sí, aunque insuficiente, el m ejor rep ertorio d el léxico de las inscripciones es el contenido en L S J , que h izo a este respecto una ob ra m eritoria. El Supplem ent despojó algunas colecciones más, pero m uy saltuariam ente, com o hem os hecho ver en el p ró lo g o al D G E . Es im prescindible, pues, acudir a las propias colecciones y a los estudios m on ográficos, lo m ism o para las colec­ ciones no m encionadas, p or ser posteriores, en el L S J y el Supplement, que para las contenidas en éste. Y carecem os de dos instrum entos auxiliares que, en nuestra opin ión , serían del mas alto v a lo r: a) U n a tabla de correspondencias que diera todas las ediciones de cada inscripción. Según están las cosas es m uy difícil, p o r ejem plo, ver si ciertas inscripciones que aparecen en viejas publicaciones com o el C IG , G D I, O G I, IG R o m . han vu elto a ser publicadas y dónde. b) U n a lista de correcciones (sem ejante a la que existe para los papiros) que nos ofreciera todas las nuevas lecturas y conjeturas (e incluso todas las nuevas interpretaciones) de todas las inscripciones, con un índice que la hiciera utilizable. L a fo rm a desorganizada en que se ha trabajado en E p igra fía griega ha hecho que el m aterial léxico de las inscripciones nos sea más difícilm ente accesible que ningún otro y que haya sido u tilizado m enos de lo debido.

1 3.a ed., L e ip z ig 1915-24, 4 vols.

LEXICO DE INSCRIPCIONES Y DIALECTAL

175

H em os intentado de todos m odos dar una idea tanto del. carácter de este léxico c o m o de nuestro conocim iento de él. Aunque algo añadirem os al hablar del léxico d ialectal

II. E L L E X IC O D I A L E C T A L 1.

G

e n e r a l id a d e s

U n D iccion ario griego recoge un diasistema, es decir, una serie de siste­ mas léxicos, ya contem poráneos, ya sucesivos; sistemas, p o r otra parte, que se interpenetran sobre la base de un núcleo común. Tenem os, p or ejem plo: a) U na serie de dialectos locales, con diferenciaciones internas: el beocio, por ejem plo, tiene variedades locales (de Tebas, Tanagra, Tespias...) y a su vez es una variedad del eolio. b) U n a serie de dialectos literarios, que suelen tener su base en un dialecto local, con influjo de otros dialectos locales o literarios: hemos m encionado esto para H eró d o to y Safo, pero igual puede hablarse del cuasi-dorio (con elementos hom éricos) de la lírica coral, del cuasi-jonio (con jonism os y homerismos) de la elegía, etc. En el caso de H om ero, el origen de la m ezcla de elementos dialectales que presenta es un problem a de H istoria literaria. c) U n a serie de niveles de lenguaje: lenguaje de cancillería, popular, vulgar, técnico y científico, etc. Esto es sobre tod o cierto para la época helenística. A q u í encontram os el griego popular del N u e v o Testam ento y ciertos papiros privados, al lado de la koiné literaria más antigua (P olib io, Filón el M ecánico, etc.) y de la koiné literaria posterior, que va incluyendo dosis cada vez más fuertes sea de aticismos, sea de poetismos. Puede decirse que si bien el léxico es más bien un dato accesorio, al lado de los fonéticos y m orfológicos, en la caracterización de los dialectos locales, su papel es absolutamente decisivo en la de los dialectos literarios y los niveles de lenguaje, verdaderos «d ialectos sociales». En todos los casos hay que insistir en que el léxico pertenece a una zona de la lengua especialmente permeable. Existen, ciertamente, palabras excluidas de ciertos dialectos o niveles y otras exclusivas de ellos, caracterizadoras de los m ism os; los poetas épicos de edad helenística y rom ana reintroducen homerismos, a veces con interpretación defectuosa; los aticistas de edad im perial reintroducen térm i­ nos áticos hacía tiem po caídos en desuso. Pero al lado de estas palabras y de las comunes a todo el griego hay otras propias de varios dialectos o niveles, aunque aparezcan en ellos con frecuencias variables. Proceden ya de los orígenes mismos, ya de préstamos posteriores; en uno y otro caso adquieren un valor de estilo o género. Así, surgen, p or ejem plo, las llamadas «palabras poéticas» que, sea cualquiera su origen, caracterizan ciertos estilos, desde el discurso de D io tim a en el Banquete de Platón a un autor com o H im erio. N o existe, pues, un léxico absolutamente fijo en cada dialecto, sino que hay una gradación. Aunque tuviéramos, que no lo tenemos, un despojo

FRANCISCO R. ADRADOS

176

exhau stivo de los distintos dialectos locales o literarios, los distintos géneros y estilos, con e llo no tendríam os m ás que un instrum ento para com en za r la in vestigación de los distintos léxicos especiales en cuanto a su o rigen y en cuanto a su v a lo r de estilo. E stando c o m o están las cosas se puede to d o

lo más tratar de dis­

pon er a) L éxicos, con cordan cias e índices de autores o grupos de autores, d ia ­ lectos locales, etc., a que nos hem os referid o en II. 1 y 2. Y , p o r supuesto, estudios sobre estos diferentes léxicos desde los puntos de vista m encionados. b ) U n D ic c io n a rio general en que se dé la m áxim a d ocu m en tación de cada palabra a lo la rgo tanto de la c ro n o lo g ía c o m o de los dialectos locales y literarios. E l id ea l sería docu m entar la palabra en tod os aqu ellos en que esté presente, de m o d o que, p o r ejem p lo, la falta de citas de prosistas áticos significara la no aparición de la m ism a en ático. A este id ea l quiere responder en alguna m ed id a el D G E . C on vien e hacer algunas indicaciones de carácter p ráctico sobre la in clu ­ sión en un D ic c io n a rio general del léxico dialectal. C u an do la diferen cia es solam ente fon ética, n o hay o tra solu ción que dar todas las form as b a jo un lem a con ven cion al, que suele ser el del ático (e l D G E da la fo rm a jó n ic a y de otros dialectos para los verb os en -croco y los en -áoo, -éio, -ów, para e l grupo

-p a -). P o r supuesto, cuando form as c o m o iepóg, ia p ó g jp o g quedan m u y sepa­ radas, es preciso dar referencias. P e ro cuando una fo rm a fo n ética dialectal no tiene correspon den cia en ático, es absurdo reconstruir una fo rm a ática: hay que dar la prim era tal cual. Y lo m ism o con las m o rfo ló gica s. E n cuanto a la transcripción, cualquier criterio es adm isible (véase infra I I . 8 el del D G E ) con una c o n d ició n : que no altere los rasgos fo n ético s y m o rfo ló g ic o s p ro p io s de los dialectos. N o se puede, p or ej., transcribir p o r et la e de ciertos dialectos que carecen de q : se sugiere así que dichos dialectos poseen la op o sició n e / f , lo que no es verdad.

2.

El

lé x ic o

de

lo s

d ia le c t o s

lo c a le s

L o p rim ero que hay que decir de este léxico es que está insuficientem ente recogid o. H a y algunas colecciones de m ateriales, pero incom pletas, en: H.

V a n H erw erd en , L e x ic u m G raecum S u ppletorium e t D ia le cticu m , L ei-

den 1910, 2 vols. Fr. Bechtel, D ie griechische D ia le k te , tres vols., Berlín 1921-24 (a p r o p ó ­ sito de cada dialecto da su léxico más característico). L o s índices de obras de D ia le c to lo g ía c o m o Thu m b-Scherer, Handbuch der griechischen D ia le k te , Z w e ite r T e il, H eid e lb e rg 1959 o E. Schw yzer, D ia ­ le ctoru m gra ecoru m exem pla epigraphica p o tio ra , L e ip z ig 1923. A u n q u e resul­ te extraño, en índices co m o éstos se encuentran cosas que faltan en L S J . E n segundo térm ino, no está hecha la historia del léxico de lo s dialectos griegos. Si la fragm en tación de los dialectos en lo que respecta a sus caracterís-

177

LEXICO DE INSCRIPCIONES Y DIALECTAL

ticas fonéticas y m orfológicas está som etida a discusiones, en las que no p o d e­ m os entrar aquí, un elem ento mucho más flu ido y sujeto a préstam os com o es el léxico, es lógico que históricam ente sea mucho menos seguible todavía. D e un lado, hem os dicho que nuestras inscripciones dialectales, proceden­ tes en su m ayor parte del s. i v a. C., contienen préstamos del ático, asim ilados o no a la fonética de los respectivos dialectos. Y que en los textos dialectales literarios no siempre es fácil separar entre el léxico propiam ente dialectal y los préstamos de tipo lite ra rio ; insistiremos sobre este punto. P o r otra parte, habríam os de plantearnos el problem a de los orígenes del léxico de los dialectos locales dentro de un panoram a más am plio. C om o en cualquier otro nivel de la lengua, en el léxico hay que distinguir entre arcaís­ mos, elecciones e innovaciones, aunque no siempre sea fácil decidir: 1. Arcaísm os. P o r ejem plo, las coincidencias entre el léxico de H o m e ro y el del m icénico y tam bién a veces el del arcadio-chipriota, sobre las que decim os algo infra, I I . 8, deben interpretarse com o arcaísmos dentro de un grupo dialectal, ya sea el G rieg o O riental del segundo m ilenio, ya un sector dialectal de él. L a no aparición de este sector del vocabu lario en otros dialectos debe atribuirse, simplemente, a pérdfdas sufridas p or los mismos. A sí, si ávor? 'señor* se encuentra en H om ero, m icénico y chipriota, pero no en otros dialectos, salvo com o hom erism o en lengua poética, la prueba de que tam bién existió fuera de allí es el nom bre "Avaxeq de los D ioscuros (y ’ Avaxdov de su tem plo) en el A tic a y otros lugares. M u y concretam ente, sobre la base de la topon im ia del A tic a y de diversas frases hechas y arcaísmos del ático hem os establecido en otros lugares 1 que el ático con oció en fecha antigua, hasta el s. v i a. C. inclusive, palabras que luego fueron elim inadas del m ism o o reducidas a un em pleo m ín im o : palabras com o áyaAjua, áyopá 'asam blea’ , aí0co, xpouvóq, £loorrip , 9éyaq, ¡léyapov, etc. A sí, en una cierta m edida al menos, las diferencias léxicas entre los dialectos locales provienen de pérdidas de palabras radicales o derivadas. Estas pérdidas tuvieron lugar sin duda en áreas progresivam ente más reduci­ das, según avanzaba la fragm entación dialectal. P ero ello no es todo. 2. Elecciones. C on frecuencia, la caracterización léxica de un dialecto de­ pende de que se ha llegado a una elección entre pares de térm inos más o menos sin ón im os: aipé u y áypécú, ne5á y jurrá, áv y m . Sucede que, a veces, el térm ino no elegido en un dialecto aparece ocasionalm ente en él com o arcaísm o: en ático hay derivados de áypéco como.£coypécu, xcjÁaHpérrjq <

-ypÉrrjq, etc.; en

arcadio se halla sin, lo que es una huella de x e en un dialecto que generaliza

áv. Otras veces, hay dialectos que todavía no han hecho lay elección: en m icénico hay ntSá y fierá, m ientras que los demás dialectos eligen.

1

C f. F ran cisco R . A d r a d o s , « L a to p o n im ia y el p ro b le m a de ias Ursprachen» , A ctas del V

Congreso Internacional de Ciencias Onom ásticas, S a la m a n c a 1958, II, pp. 3-12; Estudios de Lingüís­ tica General2, B a rc e lo n a 1974, pp. 207-219; y «O r íg e n e s d el v o c a b u la rio á t ic o », E m érita 22, 1954, pp. 123-162, 25, 1957, pp. 81-121.

178

FRANCISCO R. ADRADOS

3.

Innovaciones. SÍ bien las raíces indoeuropeas que se encuentran en

griego hay que suponer que estaban presentes desde el principio en todo él y que si faltan en un dialecto ello se debe a elim inaciones secundarias (aunque quizá, en algún caso, desde fecha muy rem ota), no todos los derivados y com puestos han de ser p or fuerza pangriegos, sino que pueden haber surgido en tal o cual dialecto o lugar, difundiéndose posteriorm ente en un área más o menos vasta. L a cron ología es variable y difícil. A veces, se trata ya de extensiones que presagian la creación de la k oin é, com o hemos d ic h o ; otras, pueden ser más antiguas. Es éste un dom in io en el que se ha trabajado m uy poco. H aría falta disponer de la totalidad de los datos; dispersión dialectal de las palabras, su frecuencia en cada dialecto, cron ología de los testimonios. En estas circunstancias, y mientras esta labor exhaustiva no se realice, un D iccion ario general debe aspirar a recoger todas las palabras dialectales, con la m áxim a docum entación respecto a su localización y cron ología. Salvo frecuencia alta en un dialecto am plio que justifique que la palabra es, p or ej., beocia, es más recom endable dar las localizaciones precisas.

3.

E l

l é x ic o

de

l o s d ia l e c t o s

l it e r a r io s

C o m o hemos dicho, las lenguas literarias de G recia no tienen, en términos generales, un léxico dialectal «p u r o », sino que contienen siempre una cierta dosis de léxico «lite ra rio ». Procede muchas veces de H om ero, en ocasiones introduciendo m odificaciones diversas, conservando otras incluso la fraseolo­ gía; así en la elegía, el yam bo de un A rq u ílo co incluso, en H e ró d o to , en H eráclito, Esquilo, mélica, etc. Pueden encontrarse datos abundantes en obras sobre H istoria de la lengua griega: M eillet, Apergu (fuñe H istoire de la langue grecque1, París 1948; O. H offm an , A . Debrunner, A . Scherer, H istoria de la lengua griega, trad. esp., M adrid, 1973; R. Hiersche, Grundzüge der griechischen Sprache, W iesbaden 1970. A ñ adim os en nota alguna b ib liografía especializada, referente al conjunto de los problem as del lé x ic o 2. Naturalm ente, este elem ento hom érico aparece en gradaciones diversas. En ocasiones, desciende a un m ínim o o desaparece y entra, en cam bio, léxico popular o vu lgar; así en A rq u ílo co , en H ip o n a cte3, en la Com edia. Y no es, tam poco, la única fuente del léxico literario y poético. En artículos arriba citados he hecho ver que una parte del léxico de la

1 O b . cit., p. 306 ss. 2 D . P a g e «A rch il'o ch u s a n d the O r a l T ra d itio n », Fondation Hardt, Entretiens X . Archilochus, G in e b r a 1964, pp. 117-181; M . U ntersteiner, L a lingua di E rodoto, B a ri 1949; H . B. R o sén , Eine L aut und Form enlehre der Herodotischen Sprache, H e id e lb e rg

1962; B. Snell,

Tyrtaios und die

Sprache des E p o s 2, G ó ttin g e n 1969; E. M . H a m m , Gram m atik zu Sappho und Alkaius, B e rlín 1958; E. Risch, « D i e Sprache A lk m a n s », M H

11, 1954, p p . 20-37; A . Sideras, Aeschylus H om ericus,

G ó ttin g e n 1971; etc. 3 C f. C . N e n c io n i, Jpponatte nelT am biente culturale e lingüístico delFAnatolia I parte, N á p o le s 19 0.

Occidentale,

LEXICO DE INSCRIPCIONES Y DIALECTAL

179

tragedia griega considerado com o «p o é tic o » proviene, en realidad, del v o c a ­ bulario común del ático del s. vi, en que nació la tragedia en Atenas. C om o este léxico coincide ya con el hom érico ya con el jón ico, de ahí que posterior­ mente haya entrado léxico de estas procedencias en una función de m ero léxico poético o literario. Por otra parte, una nueva fuente de léxico poético fue la lírica coral. H a y que hacer constar que las lenguas literarias griegas arrancan, unas de los dialectos locales (jónico, lesbio, ático, laconio de A lem án ), incrementados luego con léxicos hom erizante; otras, de lenguas que fueron literarias desde el principio, difundidas por aedos y poetas viajeros; caso de la épica, la elegía y la lírica coral. Sobre un fon do, respectivamente, jón ico y dórico, el influjo externo, literario, fue aquí mucho mayor. Concretamente, el dorio de la elegía fue un ligero barniz, unos cuantos fenóm enos fonéticos aplicados solamente a un repertorio léxico muy lim ita d o ; esto es lo que ha hecho ver claramente para la lengua de los corales de la tragedia el libro de G. Bjórck, Das alpha impurum und die tragische Kunstsprache, U ppsala 1950. C on elementos de varia procedencia e historia, las lenguas literarias de G recia tenían p or función prim ordial dar una definición form al y un tono em ocional prop io a los distintos géneros literarios o a distintas unidades literarias dentro de una misma obra. Esto es lo que hemos hecho ver para el teatro ático (tragedia y com edia, diálogo y corales) en un trabajo titulado « L a lengua del teatro á t ic o »1. En términos generales puede decirse que en época arcaica y clásica tiende a desarrollarse en G recia un léxico internacional, propio tanto de la poesía com o de la prosa jónica. H ay, desde luego, determinadas excepciones y zonas aparte: léxico propiam ente hom érico, vulgarismos del yam bo, etc. A sí, surge el concepto de «voca b u la rio p o ético », muy útil para caracterizar los distintos estilos de la koiné; desempeña esa función independientemente de su origen. P o r otra parte, la existencia de este dom inio léxico, sobre todo relativo a la vida humana, el pensamiento y eí sentimiento, permite hacer estudios de campos semánticos que operan con un material relativam ente hom ogéneo. Esto ha sido probado en estudios com o el de E. G angutia sobre E l campo semántico Vidal M u erte de H om ero a Platón, M adrid 1977. Y en otros trabajos más, dirigidos p or nosotros. En cambio, la prosa ática, tras un m om ento inicial, el de G orgias, fuerte­ mente poetizante en lo relativo al léxico y en otros aspectos, nace en los años veinte del s. v a. C. com o una fuerte reacción contra to d o este ambiente léxico. D ado que la prosa ática (e incluso la C om edia) está caracterizada por la ausencia de una serie de palabras presentes en varios dialectos anteriores así com o en poesía, presentes incluso en ático del s. v i a ju zgar p o r nuestro estudio antes citado, y presentes luego también en koiné, surge la hipótesis de que el origen de esta prosa ha consistido, entre otras cosas que afectan a la

1 E n Estudios sobre los géneros literarios, S alam an ca, U n iv e rsid a d , 1975, pp. 29-48.

180

FRANCISCO R. ADRADOS

sintaxis, etc., en una elim inación de un am plio sector del léxico. Es m uy im portante que la falta en los autores áticos de una palabra, en un D iccio n a ­ rio general, signifique precisamente que no la usan (salvo, a veces, en pasajes que buscan un tono poético, com o ya hemos dicho). Pero, al tiem po, la prosa ática com porta otro rasgo im portante. E l m o v i­ m iento de la Ilustración aporta el desarrollo de una serie de hechos léxicos: creación de nuevos abstractos en -fia, -aig, de sustantivaciones con artícu lo; extensión de los adjetivos m ediante el sufijo -móg sobre todo, constituyéndose series correlativas del tipo -Tr\g / -tikíí / - t ia¡ióg, enorm e desarrollo de la com ­ posición y derivación. Es el origen del léxico intelectual del griego de la koiné y, a la larga, de todas las lenguas del mundo. Es im portante señalar las prim eras apariciones de estas palabras, cuya historia no está escrita exhaus­ tivamente. H ay, sin em bargo, que hacer constar que la creación de un léxico filo s ó ­ fico y científico es anterior a la prosa ática, que no hizo más que continuar el m ovim ien to. Precisam ente cuando estudiamos el léxico de autores com o H erá clito y Parm énides nos encontram os con que las mismas palabras, Xóyog p or ejem plo, están usadas ya en sentido vulgar, ya con especializaciones que responden a su pensamiento. En H ipócrates, que escribe en jó n ico , palabras jónicas norm ales y palabras hom éricas son usadas con sentidos m édicos muy p recisos; e incluso palabras com o las de las com idas o las estaciones tienden a tom ar sentidos absolutam ente precisos, carentes de tod a am bigü edad1. Y a desde ahora la lengua científica tiende al ideal que la caracteriza, una palabra para cada concepto, un concepto para cada palabra. P ero con frecuencia quedan, incluso en unos mism os autores, huellas de los usos antiguos ju nto a los nuevos. A sí, a partir del jó n ico y otros dialectos de los filósofos y científicos y a través del ático, se va form an d o un nuevo sector del vocabu lario griego que llega a época helenística y se desarrolla am pliam ente en ella y en la rom ana. Es este un factor de continuidad. Pero no hay que olvidar, al tiem po, un factor de discontinuidad. Si, tras H o m ero y H esíod o, la lengua poética y jón ica fo rm a un conjunto aproxim adam ente uniform e apto para el estudio de ciertos cam pos semánticos, la prosa ática es la tercera lengua griega a p ro x i­ m adam ente uniform e. C on mucha frecuencia un mismo cam po semántico se estructura de m anera m uy diferente al de la lengua jó n ica y poética. C on precedentes en la ciencia jo n ia surge ahora un nuevo universo m ental, que en lo esencial ha continuado sin grandes rupturas. L a estructuración del cam po sem ántico de la V id a y la M uerte, a que aludíam os arriba, p o r ejem plo, está en P latón m ucho más p róxim a al de nuestro vocabu lario com ún que al del vocabu lario griego precedente. A partir de esta época los conceptos que las palabras griegas revisten están m ucho más próxim os a los nuestros en sus definiciones y sus oposiciones.

1 C f. C , R o u r a , E l campo semántico « tiem po» de H o m e ro al ático del siglo v, M a d r id 1970.

LEXICO DE INSCRIPCIONES Y DIALECTAL

4. E l

«G R IE G O

181

C O M Ú N » O K O IN É

A lo largo del siglo iv, sobre todo en su últim a parte, se va creando el griego común o koiné, que dom inará la escena durante las épocas helenística y rom ana y del cual nacerá el griego m oderno; los dialectos antiguos van quedando arrinconados, convertidos en puramente locales. L a koiné nace, com o es sabido, en torno al ático, usado com o lengua franca desde el s. v en todo el Egeo, dom inado políticam ente p o r Atenas, y también en la corte de M acedonia. Es, en sustancia, un ático que ha perdido algunos de sus fenóm enos fonéticos más llam ativos y provinciales (tt en vez de era, pp en vez de pa); que ha desarrollado ciertas evoluciones com o oíSa/jev, ¿Orina)lev, con frecuencia con perfecta concordancia con otros dialectos; y que ha desarrollado asimismo un nuevo vocabulario, ya de origen dialectal, jón ico sobre todo, ya integrado p or toda clase de derivados y compuestos que continúan precisamente la lengua de la ilustración y el pensamiento ateniense. A lo largo del s. iv vem os cóm o las inscripciones de D elfos o Magnesia, p or ejem plo, van siendo cada vez más invadidas p o r elementos áticos y que al vocabulario ático administrativo, legal e intelectual se extiende por do­ quier. Vem os también, en el dom inio de la literatura, el proceso in verso: la entrada en la prosa ática del vocabulario extra-ático. Esto se ve, por ej., en Jenofonte, hom bre que v iv ió casi siempre fuera de Atenas y que presenta términos dóricos y jó n ico s1. Pero se ve también en Platón, cuyos últimos diálogos, Las Leyes sobre todo, presentan un nuevo vocabulario que anticipa el de la koiné; precisamente su aparición gradual hace posible fechar relati­ vamente los últimos d iá logos2. Y es interesante notar cóm o en M enandro, a fines del s. iv, son numerosísimas las palabras no testimoniadas en la litera­ tura ática anterior3. Es con frecuencia difícil fijar si este nuevo vocabulario procede de tal o cual dialecto. L o más frecuente es que esté, al tiempo, en jón ico y en poesía, pero puede faltar en tal o cual género poético o estar también en dorio. Sospechamos, en ocasiones, que parte de este vocabulario ha perm anecido en ático en estado latente durante la época de la prosa anterior, proscrito por así decirlo de ella. En cuanto a la koiné propiam ente dicha, a partir del s, i i i a. C., para hacer el estudio de su vocabulario hay que distinguir tres sectores del mismo, por lo demás a veces entremezclados. 1.

L a koiné popular, conocida sobre todo por los papiros privados y por

el N u evo Testam ento que desde el libro de A . Deissm ann 4 sabemos que está

1 C f. G au ttier, L a langue de Xenophon, G en e ve 1911. 2 C f. A . D ia z T ejera, «E n s a y o de un m étod o lingüístico p a ra la c ro n o lo g ía de P la t ó n », Emérita 29, 1961, pp. 241-286. 3 C f. B. D . D u rh a m , The Voeabulary o f M en a n d er1, A m ste rd a m 1969. 4 Licht vom Osten, 4.a ed. 1923.

182

FRANCISCO R. ADRADOS

escrito fundam entalm ente en el griego hablado de la época. D esde el lib ro de T h u m b 1 sabemos que el léxico de la lengua popular está lleno

de

dialectalism os, jonism os sobre todo. L a gram ática de M ayser ofrece largas listas de estas palabras1. H a y que añadir la flora ción de un nuevo léxico, incluso en koiné popular, al que y a hemos hecho referencia. Y la presencia de latinism os1. L a m ayor parte del léxico de la koiné popular está recogida críticam ente en el libro de M ou lto n -M illiga n , The vocabulary o f the Greek Testament, Lon dres 19304-. 2. E l griego judaizante, no estrictamente distinto del anterior. Sobre tod o para ju zgar leí griego de la versión de los L X X es necesario con ocer los originales h ebreos1, entre otra bibliografía. E l Theologisches W drterbuch zum Neuen Testament de K it t e l 1 es m uy útil para el estudio del vocab u lario griego com o transcripción de un vocabu lario y una id eo lo gía judías y cristianas. 3. L a koiné literaria. En el s. in a. C. los escritos de los estoicos y otros filósofos, de tratadistas de M ecánica, Poliorcética y Ciencia N atu ral, de eruditos diversos, de historiadores, se escriben en una prosa que, aproxim án­ dose a la de la koiné popular p o r rechazar ciertos sectores de la gram ática y el léxico áticos, está de todas maneras más próxim a a la prosa ática. Y a partir del s. i a. C., con D ion isio de H alicarnaso y C ecilio de Caleacte, surge el m ovim ien to aticista, que gradualm ente vuelve a reintroducir la gram ática y el léxico áticos, más ciertam ente en unos autores que en otros. E l m ovim ien ­ to culmina con la segunda sofística, en el s.

ii

d. C . : D ió n C risóstom o,

Luciano, Arístides, etc. Pero prosigue hasta el s. iv y aun hasta el v, aunque a partir de un cierto m om ento no es sólo el vocabulario ático el que es de nuevo usado, sino incluso el vocabu lario poético. H im erio, en el s. iv d. C., tom a a Safo p o r m odelo. M ucho más que p o r la gram ática, los distintos géneros de la koiné literaria se caracterizan y diferencian p or el léxico. H arían falta estudios exhaustivos, de tipo

estadístico,

para establecer las diferentes

dosis de

vocabu lario ático y p oético según la cron ología (hay un aumento constan­ te), los géneros literarios, los autores. N o so tro s hemos utilizado este recurso para caracterizar estilísticamente y fechar las varias colecciones de fábulas esópicas anónim as1. E l problem a es semejante al de lenguas de vocabu lario m ixto, com o el antiguo inglés (léxico germ ánico y latin o) o el ruso (ele­ m entos del antiguo eslavo).

1 D ie

Griechische Sprache im Z eita lter des Hellenism us, E s tra sb u rg o

2

E. M a y se r, Gram m atik der griechischen P a p yri aus der Ptolem áerzeit, B e rlín 1926-70.

C f.

3 C f.

S. D a ris , 11 Lessico latino del greco d?Egitto, B a rc e lo n a 1971.

4

tam bién W .

C f.

B au e r, A

G reek-E nglish L e x ic ó n o f the N e w

1901,2.a ed. 1974, p. 210 ss

Testament and other early

christian Literature, C h ic a g o 1957. 5 D . H ill, G reek W ords and H e b re w M eanin gs, C a m b rid g e 1967; S. D a n ie l, Recherches sur le vocabulaire du cuite dans la Septante, P a rís 1966. 6 Stuttgart 1932-70; trad. italiana, M ilá n 1965-74. 7 F ran cisco R . A d r a d o s , Estudios sobre el léxico de las fábulas esópicas, M a d r id 1948.

:

LEXICO DE INSCRIPCIONES Y DIALECTAL

183

Pero mientras estos casos han sido objeto de algunos estudios estadísti­ cos1, el cam po en griego está prácticamente virgen desde este punto de vista. Y apenas contam os con instrumentos auxiliares. L o más notable es la obra de W . Schmid, D e r Átticism us in seinen H auptvertreter2, H ildesheim 1964, que da listas de palabras áticas que vuelven a aparecer en los distintos aticistas. Pero, com o se ha visto en I I . 2, apenas contamos para el griego de época helenística y rom ana con léxicos e índices. D e todas maneras, mientras esta deficiencia se subsana, es claro que un D iccionario general que quiera dar una imagen aproxim ada del léxico griego deberá registrar la reentrada en la literatura griega del vocabulario ático y poético desaparecido anteriormente. L os D iccionarios existentes son m uy pobres a este respecto; un autor tan im portante com o Plutarco, p o r ej., está a este respecto muy poco utilizado. M ás útiles son, sin em bargo, para recoger las nuevas palabras derivadas o compuestas que constantemente se fueron creando en la literatura de la época helenística y romana. En lo relativo al vocabulario específico de la literatura cristiana, presta un gran servicio el léxico patrístico de L a m p e2, aunque se concentra más en la term inología teológica que en el léxico general de la lengua griega que se va creando y del que los autores cristianos participan igual que los demás.

1 C f. p o r ej., G . H e rd a n , Quantitative Linguistics, L o n d re s 1964, p. 133 ss. 2 O x fo rd 1961-1968 (2 .a ed .)

II.5 Micénico

1.

L O S T E X T O S M IC É N IC O S : SUS C A R A C T E R ÍS T IC A S Y

SU E S C R IT U R A

A partir del desciframiento de las tablillas micénicas el año 1953 por obra de M ichael Ventris, tenemos a nuestra disposición textos griegos del s. xm a. C. (los de Cnosos, en Creta, del x v según la opinión dominante), lo que por fuerza no puede dejar de aumentar, entre otras cosas, nuestro conoci­ miento del léxico griego. Aunque es cierto que el vocabulario de la épica, de H om ero concretamente, conserva numerosos arcaísmos de fecha contem po­ ránea a la de las tablillas micénicas; es sabido que la épica es una poesía tradicional que se transmitió durante mucho tiempo por vía oral y que conserva vocabulario, hechos gramaticales y datos culturales de fecha muy anterior a aquella, el s. vm , en que se convirtió en obra literaria escrita. Así, numerosos rasgos de la Gram ática y del vocabulario hom éricos han sido reencontrados en las tablillas. Pero, naturalmente, el vocabulario de las tablillas debe ser estudiado por sí mismo. Junto a los términos también conocidos por H om ero contiene otros muchos que luego fueron propios de varios dialectos o que son conocidos ahora por primera vez o con un significado nuevo. Otras veces, es muy difícil lograr la interpretación griega de una palabra micénica, por razón ya de la grafía ya de problemas generales de interpretación de las tablillas. A veces es seguro o probable, por lo menos, que se trata de un topónim o (y podemos incluso proponer una localización aproxim ada) o de un nombre de persona o un étnico o de una palabra referente a un determinado dom inio (nombres de oficios, de plantas aromáticas,’ etc.) H o y día, tenemos a nuestra disposición, bien editadas en general, varios miles de tablillas micénicas, procedentes de los palacios de Pilos, Cnosos, Micenas, Tebas y Tirinto. Están escritas en un silabario, el llam ado linear B, aunque éste se com plem enta con una serie de signos: a) Ideogram as o jeroglíficos: a veces son un dibujo que expresa claramen­ te lo que representa, otras son más convencionales y difíciles de inter­ pretar; en ocasiones se liga al ideogram a un signo silábico para dife-

186

FRANCISCO R. ADRADOS

ren dar entre varios significados del mismo ideogram a: así en el caso de los ideogram as de la «te la », la «p ie l», etc. H a y ideogram as de personas, animales, unidades diversas de m edida y peso, arras, mue­ bles, vasijas, textiles, productos vegetales, metales, carros y sus piezas, etc. Sucede con frecuencia que en la misma o en distintas tablillas se dé, además de la transcripción por ideogram as, la norm al p o r silabogramas. b) Num erales y unidades diversas: m edidas de áridos, de líquidos, unida­ des de peso. En realidad, son ideogramas. En ocasiones conocem os las palabras griegas a que corresponden, en otras no. c) Signos silábicos usados com o ideogram as (acrón im os): puede escribir­ se, por ej., ko, en vez del nom bre com pleto del coriandro o culandro Oko-ri-ja -d o-n o). Otras veces preceden com o adjuntos a un ideogram a: así o- que indica que se trata de algo adeudado ( o-pe-ro 'deuda’ ). d) M on ogram as: son especie de ideogram as cuyo origen, sin em bargo, parece estar en la com binación o ligadura de silabogramas, no en una representación figurada de la cosa. En definitiva el sistema, aunque posee desarrollos propios, es esencial­ mente el m ism o que se encuentra en las lenguas del p róxim o

Oriente

escritas en cuneiform e: junto a estos silabogramas poseen ideogram as que son los mismos trátese de cualquier lengua (sumerio, acadio, asirio-babilonio, hetita, etc.). Es también el mism o sistema del m inoico, escrito en C reta en la llam ada escritura lineal A , predecesora de la lineal B que ya nota griego, en fecha anterior a la de ésta (prim era m itad del segundo m ilenio a. C.). Desde el punto de vista de la lexicografía hay que notar que no sólo los grupos de silabogramas, separados unos de otros p o r una rayita vertical, sino tam bién los ideogram as y sus variantes, incluidos los numerales y demás y los m onogram as, corresponden a unidades lexicales. E l problem a es que las más de las veces desconocem os su trascripción silábica, en escritura fonética a base de silabogramas, y más aún su transcripción en alfabeto griego. Pero aunque sea con un tratam iento especial, aparte, estos signos deben entrar en un diccionario griego: el desconocim iento de su fonética en ocasiones no estorba a que tengamos una idea, a veces muy precisa, sobre el significado. A sí, en el caso de las unidades de capacidad para áridos podem os fijar aproxim adam ente la equivalencia con las nuestras; y cuando se refieren a la m edición del grano, conocem os las áreas o superficies que representan, es decir, aquellas sembradas con tal cantidad. C onviene que pasemos ahora, sin em bargo, a ocuparnos de nuestros tema central: las palabras escritas en silabogramas. Pero para que el lector pueda apreciar m ejor el estado de la cuestión de un tem a que incluso a los helenistas de form ación tradicional les es con frecuencia poco fam iliar, conviene decir algunas cosas sobre el carácter y contenido de las tablillas y sobre el sistema gráfico de la escritura lineal B.

MICENICO

187

Las tablillas que, procedentes de los palacios citados (en el caso de Micenas, de instalaciones exteriores), poseemos son de arcilla y están secadas al sol: sólo el incendido de los palacios, en el m om ento de la destrucción de éstos, ha hecho que se cocieran y ha posibilitado su con­ servación. Schliemann no las encontró en Micenas en sus excavaciones de 1876; sin duda las arrojó inadvertidamente con los escombros. Pero sí las halló Evans en sus excavaciones de Cnosos a partir de 1900 y las publicó, aunque incompletamente, en sus Scripta M inoa, I, de 1909 (sólo 14 tablillas) y otras publicaciones de 1935 y 1952. Las halló sobre todo Blegen en Pilos en 1939, siendo publicadas por Bennet en 195.1. Sobre la base de estas tablillas, más explícitas que las de Cnosos, tuvo lugar el desciframiento de Ventris, que se apoyó tanto en el estudio de ideogramas y numerales com o en un m étodo com binatorio. Desde entonces ha aumen­ tado progresivam ente el número de inscripciones halladas en estos lugares y en Micenas, últimamente también en Tebas y T ir in to ; y se han m ejorado las lecturas, se han unido fragmentos, en suma, se ha hecho un importante trabajo editorial y, también, de interpretación. Las tablillas proceden de los archivos de los palacios y se refieren a la administración de los reinos micénicos, estrictamente centralizados bajo el mando de sus reyes. Son la obra de un cuerpo de escribas, cuyas manos podem os en gran parte reconocer, y que usan un sistema gráfico, una lengua y unas convenciones que son en lo esencial las mismas. Su contenido es nada literario, puramente administrativo. H a y listas de personal (de los santuarios, de los talleres textiles, de las fuerzas m ilitares...); inventarios (de armas, muebles, vasijas, carros, rebaños...); relaciones de impuestos o prestaciones y su pago; otras referentes a las entregas de tierra por parte del palacio al personal, religioso y otro, del m ism o; estipulaciones sobre ofrendas que deben hacerse en determinadas fechas a santuarios y dioses; etc. Estamos ante Estados muy centralizados en que lo político y lo religioso y económ ico se unen, a la manera de m odelos orientales, desde Sumeria a la Creta m inoica. Pero el detalle de las instituciones debemos deducirlo de las tablillas, más algunos datos de la arqu eología; y a su vez estas tablillas debemos interpretarlas a partir de dichas instituciones. Hay, pues, un círculo vicioso, no siempre fácil de romper. A q u í está la razón profunda de la dificultad de la interpretación del léxico micénico, sobre todo si se añade que se trata de anotaciones para personas que conocían perfectamente el contexto institucional. Estaban destinadas, parece, a ser destruidas, sólo consérvamos las del último año de la vida de los palacios y eso gracias a la circunstancia del incendio. O sea, son anotaciones abreviadas que, una vez desaparecido el contexto institucional, resultan con frecuencia oscuras. Pero la oscuridad aumenta, sobre todo, por causa del sistema gráfico. La escritura lineal B, deducida de la línea A , que notaba una lengua no griega, está muy m al adaptada a la lengua griega: a una misma notación pueden corresponder fonéticam ente, con frecuencia, varias palabras griegas: y si el

188

FRANCISCO R. ADRADOS

contexto no es claro, es d ifícil elegir entre ellas. C on más razón en el caso de los nom bres de persona y, sobre tod o, los de lugar, que sin duda era frecuen­ temente de origen no griego. H e aquí algunos rasgos de dicho sistema grá fico: a) N o distingue oclusivas sordas, sonoras y aspiradas ni distingue entre l y r ; no nota m, n ni, generalm ente, i ante consonante, ni /, m, n, r, i en final. b) En cam bio, n ota con una serie especial las labiovelares y conserva en ocasiones la y o d indoeu ropea (n otada j ) , a más de la wau (w ). c) N o distingue las cantidades de las vocales. d) C o m o es im posible notar una consonante sola, hay que escribir un silabogram a con una v o ca l puram ente gráfica, que suele ser la de la sílaba siguiente. e) H a y una serie de h om ófon os, dos signos que tienen o parecen tener el m ism o valor. L a nueva investigación ha resuelto a veces el problem a, redu­ ciendo, p o r ej., a 3 a ai y aA a au, con lo cual ciertas interpretaciones anteriores quedan descartadas. Otras veces el problem a subsiste. Y continúan existiendo algunas silabogram as no interpretados o no interpretados con unanim idad. En consecuencia, a -k e -ra 2-te puede equivaler, entre otras cosas, a dcyydAavo áyeípavTeg, prescindiendo de que la fonética jón ico-ática de estas dos transcripciones no es m icénica; ra -q i-ti-ra z puede ser pampía 'm u jer que cose’ o KajjLTTTpía 'p o rta d o ra de una antorcha’ , entre otras cosas; etc. Si se añade que podem os im aginar palabras no conocidas p o r el griego posterior y aun pala­ bras no griegas (sobre todo en los topónim os, p o r lo demás no siempre fáciles de aislar), las dificultades del tratam iento del léxico m icénico son evidentes. A u nqu e no conviene exagerar: wa-na-ka es a todas luces Fáva%, te-o-jo es fteoío, k o-to-n a o k o -to -i-n a es la HToiva a que se refiere H esiqu io en su glosa: HToivaC

2.

5rj/iog /j.sfi£pio/jévog.

C ó m o t r a t a r e l l é x i c o m ic é n ic o

Estas circunstancias son las que hacen que el tratam iento del léxico m icé­ nico deba ser especial, aparte del del resto del griego. Esto nos resultó claro desde el principio en cuanto decidim os in corp orar el léxico m icénico al D G E . U n a cosa es evidente: no se puede in corp orar directam ente el léxico m icénico dentro de un D iccion ario griego norm al com o el D G E , N o sólo una mism a palabra m icénica puede tener varias interpretaciones griegas, entre las cuales a veces se duda, sino que puede no tener ninguna o puede tenerla puram ente conjetural. P ero tam poco parece justo dejar de tom ar en cuenta en el D iccio n a rio griego aquellos datos de interés que el léxico m icénico puede aportar. P o r ello, en el caso del D G E hem os adoptado un sistema doble. a)

E l D G E incluye referencias al D M ic . (D iccio n a rio M icén ico ) en aque­

llos lemas de los cuales se consideran transcripción determ inadas palabras micénicas. P o r ejem plo, en la palabra áyeípco se añade una referencia del

MI CENI CO

189

tipo D M ic . a -k e-ra 2-te (un part. de aor. de: ese verbo, que es lo que se encuentra en las tablillas y es a su vez lema del D M ic .). A h o ra bien, cuando la propuesta de que el lema griego reproduce una palabra mícénica es sola­ mente verosím il, la referencia añade una (?). P o r ejem plo, no sólo en áyeípco sino también en óyyéAAou se da una referencia a a -ke-ra2-te, sólo que aquí se añade (?). Naturalm ente, este proceder supone una serie de tomas de posición que pueden tener un grado variable de acierto, com o cualesquiera otras. b) E l D M ic . se redacta ordenando los lemas micénicos p or orden alfabé­ tico, con independencia de cuál sea la transcripción griega o de si hay una transcripción griega segura o verosím il. Cuando hay varias form as flexionales de un mismo nom bre o verbo, se agrupan; pero cuando hay sólo una, sea cualquiera, es esa la que se da, sin recontruir nom inativos de singular o primeras personas también de singular. U n D iccion ario M icén ico debe, por lo demás, atenerse a las normas generales de los D iccionarios bilingües, haciendo referencia al contexto y clasificando las acepciones de acuerdo con él. Solamente, el cam po del M ic é ­ nico es a veces tan problem ático, que es justo que aquí se mencionen las diferencias de opinión, dando la bibliografía pertinente; incluso pueden tener acogida propuestas de transcripción al griego que no es lógico sean citadas en un D iccion ario griego (el D G E en nuestro caso) para no dar una falsa impresión de seguridad. D ada la naturaleza de los textos micénicos, el concepto de contexto no es idéntico al del resto del griego. En él entra el tipo de la tablilla: la serie a que pertenece (en relación con los ideogram as), el set o conjunto (e.d., la perte­ nencia a un m ism o escriba com o parte de un conjunto de documentos) y, sobre todo, la com paración con otras apariciones de la palabra: dada la escasez de los datos, el estudio debe ser exhaustivo. Piénsese que el estado fragm entario de muchas tablillas hace la tarea m uy difícil, aparte de los problemas comunes a todas, ya mencionados. Resultaría conveniente disponer de un D iccion ario M icénico que, m edian­ te signos especiales, notara todo lo que aporta de nuevo el M icénico al conocim iento del léxico griego: en palabras nuevas, variantes fonéticas o m orfológicas nuevas, sentidos nuevos. Que diera una prosopografía micénica completa, sean transcribibles o no los nombres al griego y p or muchas dudas que haya, que las hay, sobre si dos apariciones de un mism o nom bre se refieren al mism o individuo o no. Que diera, igualmente, todos los datos de los topónim os, incluidas las propuestas de localización y prescindiendo, otra vez, de cuál puede ser la transcripción, para lo cual lo lógico es dar las propuestas sin garantía alguna sólo exem pli gratia. H ay que añadir que el D iccionario debería ir acom pañado, p o r razones expuestas más arriba, de una relación de ideogram as y sus variantes, m onogram as y signos numerales o de unidades diversas, con las interpretaciones que para ellos disponemos y la equivalencia griega, cuando nos es conocida. H ay que añadir que la tarea del autor de un D iccion ario M icénico no termina cuando com prueba que tal palabra micénica es considerada com o

190

FRANCISCO R. ADRADOS

transcripción de tal palabra griega. P o r ejem plo, qa-si-re-u es reconocidam en­ te paotXeúg, pero traducir 're y ’ es poca cosa; hay que diferenciarlo del wa-naka o Fáva%, hay que decir algo sobre su papel com o funcionario local, su estar som etido a contribuciones, etc. A veces la interpretación es controvertida, así hay dudas sobre la función de los te-re-ta (gr.

te Ae o t u í ) o

los e-qe-ta, sobre lo

que es en realidad la tierra ki-ti-m e-n a y la ke-ke-m e-na (transcritas unánim e­ mente com o HTifiéva y meheihevo). E l lexicógrafo, aquí com o en tantas ocasio­ nes, debe tom ar posición sobre cuestiones de fon d o y debe dar, además, una idea sobre las opiniones emitidas en cuanto presentan posibilidades serias. Tam bién debe señalar, en el caso de significados peculiarm ente micénicos, la huella de su parcial perduración en el griego posterior.

3.

E

s t a d o a c t u a l d e l o s e s t u d io s so br e e l l é x ic o m ic é n ic o

Propuesto este ideal, al que en alguna form a trata de aproxim arse nues­ tro D M ic ., es llegado el m om ento de hacer una exposición del estado actual del estudio del léxico m icénico. D isponem os de varios léxicos y diccionarios, útiles pero ya anticuados p o r la existencia de nuevas y más com pletas ed icio­ nes de los textos y de estudios m onográficos, filológicos y lingüísticos poste­ riores. D am os a continuación referencia de los mismos, para indicar seguida­ mente las obras que deben estar en la base de la confección de un nuevo D iccion ario M icén ico: J. Chadwick y L . Baumbach, «T h e M ycenaean G reek V o ca b u la ry », G lotta 41, 1963, pp. 157-271, com pletado por L. Baumbach, «T h e M ycenaean G reek Vocabulary, I I » , G lotta 49, 1971, pp. 151-190. Estos dos artículos recogen las palabras griegas que con m ayor o m enor verosim ilitud se propone encontrar en los textos micénicos, para lo cual se da la docum entación pertinente. Anna

M orp u rgo,

Mycenaeae

Graecitatis

Lexicón .

R om a,

E dizion i

dell’ A ten eo, 1963, 465 pp. Es nuestro léxico m icénico fundamental. Es obra realizada con mucho cuidado filo ló g ico , aunque quizá en exceso escueta. D a las propuestas existentes, con b ib liografía; no transcribe al alfabeto griego más que en casos de gran verosim ilitud. Pero ha quedado m uy anticuada. M ichel Lejeune, Index inverse du grec mucénien. París, Centre N a tio n a l de la Recherche Scientifique, 1964, 116 pp. Está escrito sobre la base del Léxico de A .

M orp u rgo, con ciertas adiciones; su utilidad principal es

com parar, para la reconstrucción o interpretación, palabras cuyo com ienzo se ha perdido. Anna

M orp u rgo,

«Id eo gra m m a ta

M ycen aea»,

A tti

e

M e m o rie

del

1. C o n g r. In t. di M ic e n o lo g ia , I I , R o m a , E d iz io n i d e ll’ A t e n e o , 1968, pp. 513-555. M e jo ra y pone al día, p or lo que se refiere a este apartado, el Lexicón . A n n a Sacconí, « G li ideogram m i micenei per le cifre ed i segni di m isura», Kadmos 10, 1971, pp. 125-134. H ein z Geiss (ed.), Indices to Abbreviations and Adjuncts in the Knossos Tablets. Berlín, A kadem ie der Wissenschaften, 1970.

MICENICO

191

O. Landau, M ykenisch-Griechische Personennamen. G otem bu rgo, U n iver­ sidad, 1958, 306 pp. Indispensable todavía para los antropónim os, pero terriblemente anticuado. Las propuestas de transcripción son con mucha frecuencia meras posibilidades, otras veces son im posibles p o r las nuevas lecturas o interpretaciones de silabogramas. J. P, O livier, L. G odart, C. Seydel, C. Sourvinou, Index Généraux du Lineaire B. R om a, E dizion i dell’ A teneo, 1973, 407 pp. Es la base para cual­ quier D iccion ario que pueda realizarse. P ero está ya parcialm ente anticuado por la publicación posterior de tablillas de Tebas y Tirin to, de nuevas edicio­ nes de las de M icenas y de los vasos y de uniones y añadidos a las de Cnosos. H ay que advertir que se refiere no sólo a los textos en silabogramas, sino también a los ideogramas. A cta Mycenaea, I : M inutes, Resolutions and Reports. Salamanca, U n iver­ sidad, 1972, 205 pp. En pp. X V I - X X I I I se incluyen las «F in a l R esolu tions», con las decisiones del C o lo q u io m icénico de Salamanca sobre la transcripción de silabogramas e ideogramas. A sí, en definitiva, carecemos de un Léxico micénico com pleto, a la altura de nuestro conocim iento de los textos. L os que poseem os no incluyen los últimos hallazgos, ni son suficientemente explícitos. E l atraso es especialmen­ te notable por lo que respecta a los topónim os y más aún para los antropó­ nim os; no hay ningún léxico especial de los mismos. D e todas maneras, hay que hacer constar que contamos hoy con ciertas ayudas para m ejorar el tratam iento anterior del léxico m icénico. Prescindien­ do de los estudios m on ográficos relativos a cada palabra o á grupos de textos, hay que llam ar la atención sobre los siguientes puntos: a) L a existencia de repertorios prosopográficos com o son para Pilos el de M argareta Lindgren, The People o f Pylos. Prosoprographical and M eth od olog ica l Studies in the Pylos Archives, Upssala 1973; y el de D. Ferrin Sutton, An analytical Prosopography and statistical Guide to the La n d Tenure Tablets fro m Pylos, m icrofilm , U niversity o f W isconsin, Í970. b) El desarrollo de los estudios sobre las «m a n o s » de los escribas, que ayudan a clasificar éstas en sets, con ventaja para su interpretación. Esto es lo que, para Cnosos, ha hecho J. P. O livier en sus Les scribes de Cnosos R om a 1967; ha sido utilizado en la edición cuarta de estas tablillas. Sobre las de Pilos ha hecho estudios Bennet, estudios utilizados en la nueva edición de Bennet y Olivier. L a nueva edición de las tablillas de M icenas de A . Sacconi incluye también estudio de las manos. c) E l avance sobre la localización de los topónim os, en buena m edida en conexión con los estudios sobre los sets y las manos. Para esto conviene referirse a nuevos estudios de W as, Palm er, H iller, Shelmerdine y Chadwick, entre otros. H e aquí ahora la situación de las obras generales sobre Gram ática. Ten e­ mos : E. V ilb org, A tentative Gram m ar o f Mycenaean Greek, G otem burgo, 1960,

192

FRANCISCO R. ADRADOS

169 pp. U til para su tiem po, esta G ram ática ha quedado anticuada ante ios nuevos textos, las nuevas ediciones y las nuevas interpretaciones. A n tó n Scherer, «M y k e n is c h » en Handbuch der griechischen D ialekte, II, 2.a ed. H eidelberg, W inter, 1959. Buena exposición, pero esquem ática y con los inconvenientes de la obra anterior. M ich el Lejeune, Phonétique H istorique du M ycénien et du G rec A nden. París, Klincksieck, 1972, 398 pp. O bra más al día, pero referida sólo a la F onética y no exhaustiva. H a y que anotar que el trabajo de detalle realizado sobre problem as con ­ cretos de G ram ática micénica, que afectan a todo L éx ico m icénico que pueda redactarse, es m uy am plio. N o está recogido sistemáticamente en parte algu­ na: hay que buscarlo, así com o trabajos especiales sobre el L éxico, en los repertorios bibliográficos de que hablarem os más adelante. A sí, pues, puesto que la L ex ico gra fía micénica debe hacerse, en definitiva, a partir de las ediciones de textos y de los trabajos de interpretación de los mismos, resulta a todas luces conveniente presentar el estado en que se encuentran dichas ediciones, así com o la bibliografía. C om encem os p or las primeras.

4.

L

a s e d ic io n e s d e t e x t o s m ic é n ic o s

Para cada grupo de tablillas tenemos una edición standard, que m en cio­ naremos junto con la indicación de la b ib liografía suplementaria. Para las tablillas de Pilos: E m m et L. Bennet Jr., Jean-Pierre O livier, The Pylos Tablets transcribed, R om a, E d izion i d ell’A ten eo, 1973. 287 pp. Incluye todas las tablillas que han id o añadiéndose, en las nuevas campañas, a las prim eram ente pu bli­ cadas, así com o nuevas lecturas.

Las notas son un verdadero

aparato

crítico. L o s autores prom eten la publicación de un segundo tom o, con el estudio sobre las manos, un Indice y apéndices. L a edición no com prende dibujos (para lo cual hay que referirse a la anterior edición, net, 1955), ni fotografías.

de

Ben­

Para las de Cnosos: J. Chadwick, J. T. K illen , J. P. O livier, The Knossos Tablets, fourth edition. C am bridge U niversity Press, 1971, 472 pp. Esta edición supera en mucho a las anteriores, aunque sigue sin com prender dibujos ni fotografías. A h o ra bien, posteriorm ente a la publicación de la misma, se han publicado uniones de tablillas ya conocidas, así com o fragm entos nuevos, m aterial todo él que falta tod avía en Ind ex Généraux... citado arriba: L. G odart, J. P. O livier, «N o u v e a u x fragm ents de tablettes en Linéaire B de Cnossos», B C H 9 1 , 1973, pp. 5-22. J. Sakellarakis, J. P. O livier, «D e u x fragm ents de tablettes en Linéaire B de Cnossos au M usée N a tio n a l d’ A th én es», A A A 5, 1972, pp. 289-292. L. G odart, J. P. O livier, «119 raccords et quasi-raccords de fragm ents dans les tablettes de Cnossos», S M E A 15, 1972, pp. 33-50.

193

MICENICO

L. G odart, J. P. O livier «98 raccords et quasi raccords de fragm ents dans les tablettes de C nossos», M in os 13, 1972, pp. 113-129. Para las tablillas de M icenas: A n n a Sacconi, Corpus delle iscrizioni in lineare B di M icene, R om a , E d i­ zioni dell’ A ten eo, 1974, 150 pp. Es la edición más al día: además de una nueva lectura y un aparato crítico, com p orta dibujos y fotogra fía s de las tablillas. D a además una clasiñcación p or escribas. Para las tablillas de Tebas: Th. G. Spuropulos, J. Chadwick, The Thebes Tablets I I . U niversidad de Salamanca, 1975, 120 pp. Au m enta mucho el m aterial de la anterior edición (es posterior a Ind ex Généraux...) Para unas pocas inscripciones de T irin to, aparecidas últim am ente (y, p or tanto, no incluidas en Ind ex Généraux...)'. L. G od art, J. P. O livier «N o u v e a u x Textes en Linéaire B de T y rin te », A A A 7, 1974, pp. 25-26. Para las inscripciones en los va so s: A n n a Sacconi, Corpus delle iscrizioni vascolari in lineare B. R om a, E d iz io ­ ni d ell’ A ten eo, 1974, 246 pp. Esta edición sustituye con ventaja a la de Raison, utilizada en Ind ex Généraux... Está hecha con criterio ep igráfico y com portaba más de la edición, aparato crítico, dibujos, fotografías y tablas. A ñ ade inscripciones nuevas y elim ina otras que no son de lineal B.

5.

B ib l io g r a f ía M

ic é n ic a

Siendo im posible intentar aquí una B ib liografía M icénica extensa, añadi­ mos a la dada más arriba, relativa a Léxicos, Gram áticas y Ediciones, alguna de la más fundam ental, dividida en cuatro apartados: obras generales y colecciones de artículos; A ctas de Congresos, H om enajes; R evistas; y R ep er­ torios bib liográficos: a) Obras generales y colecciones de artículos. Las dos obras generales más notables son Docum ents in M ycenaean Greek de M . Ventris, J. C hadw ick (2.a ed .d e J. Chadw ick, C am bridge 1973) y The Interpretation o f M ycenaean Greek Texts de L. R. Palm er (2.a ed., O x fo rd 1969). H ay que añadir los tres volúm enes en que se recogen los artículos científicos de M . Lejeune, titulados M ém oires de P h ilolog ie M ycénienneQ . .a serie París 1958, 2. R o m a 1971,3.aR o ­ m a 1972); el volum en de C. J. R uijgh, Études sur la Gram m aire et le Vocabulaire du Grec M ycénien, Am sterdam i 967; y el tom o de hom enaje a J. Sundw all titulado M in o ica y publicado en Berlín, 1958. b) Actas de Congresos. Están en prim er térm ino las A ctas de los cinco coloquios celebrados en París 1956, P avía 1958, W in gspread 1961, C a m b rid ­ ge 1964 y Salamanca 1970; han aparecido, en los lugares citados, en los años 1956,

1958, 1964,

1966 y

1972.

Se añaden los Studia

M ycenaea,

Brno 1965, actas de un congreso celebrado en dicha ciudad en 1966; y los A tti del C ongreso de R o m a de 1967, publicados en 1960.

194

FRANCISCO R. ADRADOS

c) Revistas. Se dedican a la M ic e n o lo g ía y dom inios conexos las siguientes revistas: Kadm os (M anchester, W a lte r de G ru y ter); M in o s (U n iv e rs id a d de Salam anca); Studi M ic e n e i ed E g e o -A n a to lic i i =

S M E A , R o m a , Istitu to di

Studi M icen ei). Se ocupan con frecuencia de estos temas otras muchas revis­ tas filo ló g ica s y arqueológicas. d ) R epertorios bibliográficos. H a y el de E. G rum ach, B ibliographie der K retisch 'M y k en isch en E p igra p h ik , M unich y Berlín 1963; hay un suplem ento para la b ib lio g ra fía de los años 1962-1965, publicado en 1967. A p a rte de esto, existen cuatro publicaciones utilizadas, que aparecen p erió d ica m en te: N éstor, ed itad o p o r Bennet en la U n iversidad de W iscon sin y en via d o p o r páginas sueltas, según aparece. Studies in M ycenaean Inscriptions and D ia lect, que salen anualm ente (c o n un cierto retraso) en el Institute o f Classical Studies de Lon d res, editados p o r J. J. D . Richardson. Es una publicación m uy útil que contiene lista de autores, lista de palabras m icénicas estudiadas (con in dicación de las nuevas propuestas), índices de tablillas estudiadas. L . Baum bach ha pu blicado en un tom o (R o m a 1968) los volúm enes correspondientes a 1953-64. E pigra fía Jurídica M ic é n ic a , ob ra de Francisco R. A d ra d o s y Francisco A u ra J orro y publicada cada tres o cuatro años en la revista rom an a Studia et D ocum enta H istoria e luris. H a salido cinco veces. Presenta y com enta las publicaciones fundam entales sobre epigrafía, ediciones,

gra­

m ática, arqu eología, etc., y, más detenidam ente, to d o lo rela tivo a In sti­ tuciones micénicas. D ie Aegaische Frühzeit, una serie de inform es (han salido seis) firm ad os p o r F. Schacherm eyr sobre progresos en el estudio a rq u eo ló gico e histórico del m undo egeo. A p arecen en el A nzeiger f ü r die Altertum sw issenschaft, de Viena. N atu ralm ente, se encuentran tam bién datos en publicaciones b ib lio g rá fi­ cas generales, sobre to d o L 'A n n é e P h ilolog iq u e de París y la B ibliographie Linguistique publicada en U trech t p o r la U N E S C O .

9.

A l g u n o s r a s g o s d e l l é x ic o m ic é n ic o

L o prim ero que hay que notar es que con ocem os e l léxico m icénico p o r unos docum entos m uy especiales, según hem os d ich o: de ahí que dicho con ocim ien to sea fragm en tario y nos dé una idea im precisa sobre el léxico m icénico en general. P o r ejem plo, con ocem os m uy pocos verbos y éstos en m uy

pocas

vocab u lario

form as

flexion ales;

y

es paupérrim a la

docum entación

abstracto y del de tip o intelectual en general.

En

del

cam bio,

conocem os bien el de tod a clase de productos animales, vegetales, m inera­ les, etc., armas, utensilios, etc., y el vocab u lario p o lítico y adm inistrativo. A u n qu e en la interpretación de esta zon a léxica encontram os, ya dijim os, grandes dificultades. P ero aun en estos dom in ios hay sin duda lagunas. Piénsese que nuestros docum entos son los archivos de palacio, y que instituciones, dioses, etc., que

195

MICENICO

caen fuera de la esfera del palacio real, no se recogen o se recogen sólo indirectamente. D e todas maneras, todas estas zonas léxicas aumentan grandem ente nues­ tro conocim iento del léxico griego, aunque el detalle del significado difiera a veces del que tenían las mismas palabras en época clásica. Tam bién es suma­ mente im portante el enriquecim iento de nuestro conocim iento de los antropónim os: el encontrar usados p or personas comunes nom bres com o los de Teseo, Eteocles, A lectrión , etc., que sólo conocíam os atribuidos a personajes del m ito o de la leyenda épica. Y el dato de la existencia de una am plia serie de topónim os que apenas podem os reducir a los griegos posteriores; sean griegos o no, es claro que eran usados en la época y, quizá, en fecha posterior también. H ay que añadir un criterio que explica las anom alías del léxico m icénico; su carácter dialectal. E l m icénico es el único dialecto griego que conocem os directamente en su estado del segundo m ilenio a. C. Y a hemos dicho que pertenece al grupo dialectal griego oriental, a una fase previa a los dialectos del prim er m ilenio, tal com o quedaron constituidos, y al mismo dialecto hom érico. Es decir, tanto en H o m ero com o en ciertos dialectos del grupo oriental se conservan palabras micénicas, sin que esto quiera decir que sean exactamente derivados del M icénico. H o y más bien vem os al M icénico com o una lengua de cancillería, al lado de la cual habría variantes cuya relación con los dialectos posteriores sería fluyente. P o r otra parte, dado el arcaísmo del M icénico es aceptable en principio la idea de que contenga arcaísmos léxicos conservados sólo en tal o cual dialecto oriental o incluso occidental y desa­ parecidos de otros, incluso de H om ero. A p a rte de que el distinto carácter de la E popeya y de unos docum entos burocráticos es suficiente para explicar la solo parcial coincidencia entre una y o tro s 1. C on todas estas cauciones y la ulterior de que el léxico es el elem ento de la lengua menos estrechamente ligado a las divisiones dialectales, no deja de ser im portante estudiar las coincidencias entre el léxico m icénico y el de H om ero y los dialectos posteriores. H a y que estudiarlas, p o r supuesto, al tiem po que hechos de Fonética y M o rfo lo g ía . Estas coincidencias aparecen con la m ayor frecuencia entre M icénico y dialecto hom érico, M icén ico y A rcadio-C h ipriota, M icénico y E olio. O entre más de dos de estos dialectos: 5énag 'co p a ' y w u fu ; m v w , grado cero de *peH\ , junto al pleno ttcóvgü). C on esto damos sólo los casos más notables. Esta teoría supone una regularidad en la evolución fonética siempré que se dan las mismas circunstancias. A dm ite, por supuesto, regularizaciones de tipo analógico, com o la que hace que en yévog no se halle huella de la u que se esperaba. A p arte de ello, admite la existencia de alófon os libres en estos tres casos: a) Diferencias

de

silabación.

D ebido

a ellas, encontram os junto

a

form as con á (tautosilábicas) otras con eu o ou dísilábicas, en las que la laringal es H -2: deja huella el apéndice, pero el timbre de la vocal precedente no es afectado, según hemos visto. En otras raíces, junto a formas con a, las hay con ei o o i: se trata de raíces con H\. Paralelamente, hay alternancias éjeu, ei (y ou, o í); ojeu, ei (y ou, oi). Sólo así es posible explicar la relación entre form as com o enXeuaa / enku>oa, / x^vvu/ii, nQ¡ia / neí/iai y tantísimas otras más. b) Gem inaciones de la laringal. A ellas se deben alternancias del tipo á/au (y eu), con otras paralelas. Así, junto a váv hay vaüg, váFcj y también véFoj, de *neH\. c) Vacilaciones de timbre en las vocalizaciones. Cuando la laringal vo ca ­ liza entre consonantes ya hemos dicho que puede dejar una voca l de igual timbre que su apéndice; es decir, u o i. Pero también existen vocalizaciones a (e incluso au y ai) de las mismas raíces; hay yévuq junto a yvaQoq, ¡ioáúvu} junto a fiéXag, ho/ií^ui junto a xá fia rog , los dos primeros casos de raíces en H* (el timbre es indiferente), el tercero en H s. Estas vacilaciones, dependientes de tendencias contrapuestas, ya asimilatorias de los fonemas vecinos, ya a la máxima diferenciación de abertura entre los elementos de la sílaba, se dan también en el caso de la vocalización de las demás sonantes, véase más abajo. Las regularizaciones posteriores no afectaron a palabras que habían quedado semántica o m orfológicam ente disociadas. A plican do esta doctrina, aquí sólo mínimamente desarrollada, se puede introducir una racionalidad m ayor en las etim ologías habituales del griego. P or ejem plo, es bien conocido el parentesco etim ológico de las palabras que son sin em bargo lemas independientes en Frisk. Pero sólo mediante la teoría laringal, com binada con el estudio de las alternancias, se puede seguir la derivación exacta de estas palabras a partir de una misma raíz * g e r B Otras veces, la ganancia consiste, com o decíamos, en etim ologizar com o de una

FRANCISCO R. ADRADOS

202

misma raíz palabras consideradas de etim ología diferente, según se hace ya con frecuencia en E studios...; o en evitar hipótesis azarosas y artificiales com o las que hace Frisk para derivar x (*}vvu¡JLI- de la raíz de x¿,rw- Es esencial, también, en la explicación del origen, a partir de gram aticalizaciones secun­ darias, de elem entos m o rfo ló gico s de tantos y tan variados usos com o

-u-,

-a-, -e- y otros. N ótese que con frecuencia,

las etim ologías

que gracias a la nueva

teoría pueden proponerse, se basan no sólo en la existencia de correspon­ dencias regulares,

clave

del m étod o

com parativo,

sino

tam bién

en

los

datos del hetita, que conserva h en el lugar de la laringal. L o s datos del hetita, efectivam ente, han sido hasta el m om ento menos utilizados de lo que m erecen para la etim ología del G riego.

P o r ejem plo, el het. sanh-

establece que la raíz de gr. avu/icu, es *senH~\ warfyunu- 'hacer fro n d o s o ’ establece que hay una i/ H ( H

más exactam ente)

en

el

origen

de

gr.

slpoq < epFoq, cf. mic. we-we y Fpfjv; het. haliya- 'arrodillarse’ explica la alternancia de gr. óAe- < * H 3el-, djXévr) < * e H 3l-, aÁa% < H 21-; het. eh.ur- y gr. ú g , *oFaroq etc. rem ontan a *e¡óH%-, etc.

B) O tros avances en e l campo del Indoeuropeísmo L o s D iccionarios etim ológicos de que disponem os deben ser increm enta­ dos, com o decimos, con las nuevas investigaciones sobre la etim o lo gía del hetita; cito entre otras la obra de E. Benveniste, H ittife et indo-européen, París 1962; la E ty m ologie der H ettitischen Sprache de H . Kronasser, W iesbaden 1962; y los trabajos de A . Bernabé citados anteriormente. P o r dar un pequeño ejem plo de la repercusión de estas investigaciones en la etim o lo gía del griego en un caso en que no intervienen laringales, citam os un trabajo reciente de uno de los autores de este lib r o 1. M ediante la aducción de una serie de paralelos hetitas, en este trabajo se hace ver que las tres raíces en que los D iccionarios etim ológicos reparten los deri­ vados de gr. xaP_5 se reducen a una. A sí, se logra establecer el parentesco etim o ló gico de xapxapóóouq, xoftpoj, x^PM ^ X^pnct, x aP0TTóq, x a Pl0t> X“ PMH 'punta de lanza’ j x^P^pa, yápai^, etc. E llo im plica, p or lo demás, el reconocim iento de un hecho de fonética expresiva: la aspiración facultativa de las sordas en ciertas palabras. Las palabras referidas son, pues, de la misma raíz que nápxapov, etc. Esto nos lleva a la necesidad de prestar m ayor atención en la etim o lo gía indoeuropea a los fenóm enos de fonética expresiva, a saber, aspiraciones, gem inaciones, etc. A las primeras ha dedicado un artículo F. V illa r 2. M u y im portante es tam bién la existencia de vacilaciones de cantidad, otras entre oclusivas y en los timbres de las vocales dentro del sistema de las raíces

1 F ran cisco R o d ríg u e z A d r a d o s , « G r i e g o

napxaípu) y hetita hahharlia-, fcahhars-, hitri-,

Irars- » , H o m e n a je a A ntonio Tovar, M a d r id , G r e d o s , 1972, pp. 39-45. 2 « E l p ro b le m a de las so rd as a sp ira d a s in d o e u ro p e a s », R S E L 1, 1971, pp. 129-160,

ETIMOLOGIA

203

pronom inal-adverbiales1. Tenem os ahora un instrumento para com prender dobles form as del tipo vúv / vu, ye ¡ ya etc. Tam bién hemos aludido, más arriba a las fluctuaciones en la vocalización de las sonantes, recogidas e interpretadas en Estudios... mediante la com bina­ ción de una consideración fo n o ló gica (m uy necesaria en tod a la fonética del Indoeuropeo, cf. Lingüística Indoeuropea del mismo autor) y de una conside­ ración realista de lo que es la evolu ción fon ética 2. L a etim ología indoeuropea puede ahora interpretar directamente form as del tipo de áyupiq, cpúÁXov, húAí£, */3pú£, pí%a, cuya relación con raíces conocidas o no se da o se explícita vagam ente en los D iccionarios al uso. En suma, la etim ología del G riego a partir del In doeu ropeo es un cam po que continúa abierto y ofrece buenas perspectivas, una vez que se aumenta el m aterial de base con los datos del hetita y otros, se penetra en la historia de laringales, aspiradas, raíces pronom inal-adverbiales, etc., y se aplican puntos de vista fon ológicos y otros basados en una superación del concepto neogram ático de ley fonética. En puntos com o la evolución de las labiovelares, por ejem plo, la Lingüística griega permanece todavía presa de esos antiguos prejuicios, que tienden a oscurecer la interpretación de la etim ología y fo n é­ tica micénicas, también. Las relaciones entre los dialectos tienden, en virtud de los mismos prejuicios, a colocarse a una luz falsa, com o si el panoram a fuera siempre el de una perturbación secundaria de antiguas fronteras fo n é­ ticas absolutamente nítidas y regulares. C on esto sólo hemos intentado hacer ver que en este cam po un estanca­ m iento derivado de una falta de renovación teórica puede ser superado y que es mucho lo que en etim ología griega, es decir, de las palabras propiam ente de origen griego, queda todavía por hacer.

4.

Palabras

d e e t im o l o g ía p r e g r ie g a

Según hemos indicado, tanto en el vocabulario común com o en los to p ó ­ nimos del griego se encuentran numerosísimas palabras que no son o no parecen ser estrictamente griegas. Si descontamos los préstamos de lenguas conocidas, semítico y egipcio sobre todo, a los que luego aludiremos, se trata de un vocabulario cuyo origen es difícil de interpretar. Se han propuesto numerosas hipótesis, ya sosteniendo la existencia en Grecia, cuando los griegos llegaron, de un substrato indoeuropeo no griego, variam ente definido p or lo demás; ya de un subtrato no indoeuropeo. P o r supuesto, estas hipóte­ sis no son incom patibles; podía haber varias lenguas en Grecia, indoeuropeas o no. Otras veces se postula que tal o cual palabra ha sido tom ada en préstamo de lenguas vecinas, es decir, no del substrato. En cuanto a los

1 C f. Julia M e n d o z a , E volución y estructura del sistema pronom inal indoeuropeo, tésis d o c to ra l inédita, M a d r id , 1974, p u b licac ió n abre v ia d a , M a d r id 1974. 2 C f. vario s artículos re co gid o s en Estudios de Lingüística General, 2.a ed., B arc elo n a , P la n e ­ ta 1974.

FRANCISCO R. ADRADOS

204

recursos m etodológicos que se siguen, son de dos órdenes, que a veces se com b in an : ya se trata de encontrar paralelas a las palabras griegas en las de otras lenguas o en topónim os de diversas zonas próxim as a G recia ; ya de descubrir en una determ inada zon a del vocabulario griego una serie de regulariades fonéticas que lo refieren, supuestamente, a una misma lengua, in­ doeuropea o no. Según decíamos, no existe solución unánimemente reconocida y lo más verosím il es que el griego haya experim entado el influ jo de distintos substra­ tos y adstratos indoeuropeos y no indoeuropeos. Los D iccion arios e tim o ló ­ gicos suelen dar referencias vagas y cambiantes («térm in o m editerrán eo», «p a la b ra quizá m inorasiática», etc.) Conviene dar una idea sobre las distintas teorías existentes y, luego, algunas indicaciones sobre los problem as fonéticos que van im plicados en ellas. Puede encontrarse un estado de la cuestión muy aceptable en un artículo de Luis G i l 1 que se com pleta con la introducción del libro de Furnée sobre el P regriego 2. U n a prim era serie de teorías es la iniciada p or Kretschm er con su «P r o to in d o e u ro p e ó »3, continuada p or G eo rgiev y van W indekens con su «Pelásg ic o » y seguida p or el «P s i-g r ie g o » de M erligen. En todos los casos, se propon e que el G riego posee un abundante vocabulario y num erosos to p ó n i­ mos procedentes de una lengua indoeuropea o un conjunto de lenguas in­ doeuropeas consideradas com únm ente com o de substrato (aunque la teoría de D e v o to del Peri-indoeu ropeo habla de adstrato)4. Se trataría de lenguas indoeuropeas desconocidas, siendo la denom inación de «P e lá s g ic o » tentativa; se reconstruyen por los recursos m encionados, a saber, la coherencia fonética de los térm inos en cuestión y su difusión p or un área mediterránea, m inora­ siática sobre todo, más am plia que Grecia. L a teoría llegó a su culm inación con los trabajos de G e o rg ie v 5 y van W indekens 6 que,

continuando

las intuiciones

de

Kretschm er,

creyeron

reconocer en una am plia zon a del vocabulario griego la presencia de unas leyes fonéticas que actuarían sobre el fon d o indoeuropeo de un m od o diferente a com o lo hacen las leyes fonéticas del griego. P o r ejem plo, habría una m utación consonántica parecida á la del germ ánico, palatalización de las oclusivas, vocalización de las sonantes con tim bre u, paso de o a a, de u a b etc. Serían pelásgico, p or ejem plo, TÚpLpoq (gr. rá(pog), £, a, ifi: gr. ij/áÁAcj tendría que ver con lat. pello, tpuxri con aesl. puchati 'soplar’ , etc. Esta teoría no ha tenido gran aceptación y, al perder tam bién aceptabili­ dad la del pelásgico, el ambiente general se dirige más bien a las teorías que hablan vagam ente de substrato m editerráneo; así, en el caso de romanistas cóm o Alessio, Hubschm id, etc,, ya sin precisar la adscripción a una ram a lingüística concreta ya a lenguas no indoeuropeas. Sin em bargo, en los ú lti­ mos tiempos ha surgido otra teoría que relaciona el substrato no in doeu ropeo del griego (incluyendo los sufijos -v 9 - n d - , -ss-) con lenguas indoeuropeas de A sia M enor, y concretam ente con el lu vita2. Incluso el L in eal A de C reta pertenecería, según algunos investigadores, a este área lingüística. E l m aterial de topónim os y sufijos aducido es interesante, pero eí de nom bres comunes adolece de escaso. Parece claro que, de cualquier m anera que se le califique, hay en G riego vocabulario indoeu ropeo entrado en él p or vía de substrato o de adstrato y presente tam bién fuera de G recia ; algunos de los térm inos en cuestión, tal la palabra Xafiúpivdog, aparecen ya en L in eal B, es decir, los préstam os son m uy antiguos. Pero este hecho no excluye la posibilidad de que otros térm inos no griegos del G riego sean de origen no indoeuropeo, incluso en el caso de que lleven sufijos indoeuropeos. Precisamente el lib ro de Furnée a que hemos hecho referencia más arriba sostiene la hipótesis del carácter no indoeu ropeo de lo que él llam a el Pregriego y que ejem plifica con una larga serie de palabras del v o c a ­ bulario griego. Sin negar la posibilidad de que tam bién haya en G riego vocabulario in doeu ropeo no griego, en la práctica tiende a interpretar com o no indoeu ropeo todo el vocabulario no griego. Encuentra en él una serie de alternancias consonánticas que explica bien por hechos expresivos, bien com o destinadas a facilitar ciertas articulaciones. A sí, alternancias entre oclusivas sordas y aspiradas y entre b / m, b / F, m ¡ F: tipos yAóyog /

1 C f. M erlin g en , Eine altere Lehnwortschicht im Griechischen, V ie n a 1963 y 1967. 2 C f. entre o tros trab ajo s L.

R. P a lm e r « L u v ia n a n d L in e a r A » ,

T P h S 1958, pp. 75-100;

A . H eu b e ck , Praegraeca, E rlan ge n , 1961; E . L a ro c h e , «E t u d e s de to p o n im ie an a to lie n n e », R H A 19, 1961, pp. 57-98.

206

FRANCISCO R. ADRADOS

nXáyog, pr¡xL0V / /3^>í¡ov, nápxapog j xápxapov, fiudóg / áfiuóóv, cmápog / afiapíg, épéfiivdog / lat. eruum , etc. L a verdad es que el m aterial de Furnée es tan abundante com o dudoso. En gran m edida se trata de glosas difícilm ente controlables; en otra, se asume relación entre palabras que nada indica la tengan; en otra todavía, se trata a todas luces de palabras indoeuropeas, griegas o no (casos de épéf3ivdoq, nápxapog, etc.) Las aspiraciones de oclusivas, p or ejem plo, son con frecuencia claramente indoeuropeas, en palabras expresivas. L a alternancia sonora/sor­ da aparece a veces tam bién en lenguas indoeuropeas y precisamente los partidarios de la hipótesis luvita destacan la unificación de las oclusivas en lenguas minorasiáticas y L in eal A , lo que daría lugar en los préstam os a notaciones varias. En definitiva, el G riego presenta una abundante cantidad de palabras difíciles de etim ologizar y

de atribuir a una lengua definida,

pero en

ocasiones relacionables entre sí dentro de grupos. E s im portante el fijar las variantes fonéticas que se presentan, para p oder así más fácilm ente esta­ blecer estas relaciones; con ello y teniendo en cuenta los criterios estable­ cidos en 3 no es im posible m ejorar nuestro conocim iento del sector «g r ie ­ g o » del G riego, más am plio, creemos, de lo que se piensa y, también, de otros sectores indoeuropeos o no.

5.

O

tro s préstam o s

Tenem os, luego, los préstam os de lenguas m ejor o peor conocidas, d ifíci­ les a veces de separar de la zon a anterior del vocabulario. SÍ el p ro to tip o del áaáfitvdog 'bañera’ lo encontram os, según decimos, en sumerio y babilon io, el del 'le ó n ’ (A é F gjv) aparece en asirio labbu, egip. labu, etc. A l estudio de los préstam os semíticos del griego se han dedicado varios trab ajos1. Sin contar con la teoría de G o rd o n según la cual el L in ea l A es semítico, es claro en todo caso que los préstamos semíticos son m uy antiguos; ya en L in eal B aparecen palabras de origen sem ítico tan claras com o el 'o r o ’ (ku-ru-so, XPU°°g ), el 'c o m in o ’ (k u -m i-n o, núfiivov), el ‘ m a rfil’ (ie-re-pa, ¿Aéqoag), etc. Existen luego préstamos de otros varios orígenes: egip cios2; orientales en general3; iranios4; tracios, etc. En época helenística y rom ana el vocabu lario griego se acrece con un gran núm ero de préstamos latin os5, pero no sólo

1 C f. O . M a s so n , Recherches sur les plus anciens emprunts sémitiques en grec,

P a rís 1967;

M . C . A s to u r , H ellenosem ítica, L e id e n 1965. 2 C f. M a c g re a d y , «E g y p t ia n W o r d s in the G r e e k V o c a b u la r y , Glotta 46, 1968,

p. 247 s s .;

R . H o lt o n Pierce, « E g y p t ia n lo a n w o rd s in A n c ie n t G r e e k », S O 46, 1971, p p . 96-107. 3 O.

Szem erényi, « T h e origins o f the G r e e k L e x ic ó n : ex oriente lu x », J H S 94,

1974, pp.

144-157. 4 H e m m e rd in g e r, «15 8 nom s co m m u n s grecs d ’o rigin e iranienne, d ’E schyle au G r e c m o d e rn e », Byzantinoslavica 30, 1969, pp. 18-41. 5 C f. S. D a ris , I I lessico latino nel g feco di E g itto, B a rc e lo n a 1971.

ETIMOLOGIA

207

latinos; los hay tam bién coptos y de otros varios orígenes. A u n qu e más im portante es en esta fecha e l in flu jo que ejerce el léxico griego sobre el copto, etíope, arm enio, siriaco, gótico, etc., y, p o r supuesto, sobre el latino.

6.

C o n c l u s io n e s

Si el G rie g o nos presenta un inm enso despliegue de palabras siempre nuevas, en gracia a sus m últiples dialectos y a su facilid ad para la derivación y com posición, y ofrece asimismo múltiples evoluciones semánticas que am ­ plían cada vez más la capacidad expresiva de su vocabu lario, no es m enos claro que el punto de partida, las diversas palabras y raíces que presenta el inventario inicial de la lengua, es m uy am plio. El estudio etim o ló gico de este vocab u lario «in ic ia l» del griego se ve d ifi­ cultado p o r diversas causas: deficiente con ocim ien to nuestro del G rie g o histórico, con frecuencia a través de glosas o citas p oco seguras; falta de con ocim ien to directo de las lenguas, indoeuropeas o no, con las que los griegos se encontraron al llegar a G recia ; insuficiencia de los m étodos de reconstrucción neogram áticos, tod avía en boga, y de la im agen tradicion al de la F o n o lo g ía del In d oeu rop eo. A pesar de todo, operan do a partir, sobre todo, de una m ejora de estas últim as circunstancias y de una crítica de las teorías sobre el «p r e g r ie g o », es posible, pensamos, m ejorar nuestro co n o ci­ m iento de la etim o lo g ía del G riego. Esta m ejora es susceptible de tender un puente entre el vocabu lario in doeu ropeo y el del G rie g o ; ya adscribiendo éste a una determ inada zon a del In d oeu rop eo, ya vien do sus puntos de partida, desde los cuales se puede trazar con una cierta exactitud una línea hasta el vocabu lario del G riego histórico. Puede así com prenderse y seguirse m ejor la evolu ción del léxico de éste. En definitiva, la reconstrucción etim o ló gica continúa hacia una fecha más antigua la investigación sobre la historia del léxico griego, de igual m anera que la reconstrucción de la m o rfo lo g ía griega en fecha pre­ histórica facilita la com prensión de la evolu ción del total de la m o rfo lo g ía griega. Insistim os en que, en el cam po del léxico, que incluye la form ación de palabras, es posible, con nuestros instrumentos actuales, un progreso en esta dirección. Y que este progreso aumentará, sin duda, e l sector del léxico considerado propiam ente griego y dism inuirá el que suele designarse com o in d oeu ropeo no griego, no indoeu ropeo o, simplemente, de origen desco­ nocido.

II.7 Ordenadores y lexicografía griega. £1 Banco de datos

1.

I n t r o d u c c ió n ,

h is t o r ia y

estado

de l a

c u e s t ió n

E l m undo de los ordenadores para la F ilo lo g ía Clásica y, en general, para los estudios de Hum anidades es todavía poco m enos que

ánóppr^Tov.

Q uizá

pronto deje de serlo; desde hace algunos años estas máquinas han irrum pido en las Facultades de Letras y están provocan do tal revolución que es probable que en un futuro más o m enos próxim o su utilización p o r parte de los humanistas sea un hecho banal. E l fenóm eno es reciente pero ha adquirido ya grandes proporciones. Repasem os brevem ente la historia de los últimos años. En 1944 H o w a rd A ik en term inaba su orden ador M a rk I, un arm atoste electrom ecánico que puede considerarse el prim er ordenador sensu stricto. D os años después y por necesidades de la política de defensa norteam ericana se creaba el prim er ordenador electrónico. A pesar de sus servidumbres basadas en la fragilidad de sus válvulas y en el consumo exagerado de electricidad (es con ocid o el hecho de que cuando entraba en funcionam iento dejaba casi a oscuras barrios enteros de Filadelñ a) este ordenador, el E N I A C , supuso un gran avance sobre el M ark I. A l año siguiente, en Inglaterra, se conseguía un ordenador que podía cam biar de program a sin necesidad de m odificar los circuitos de ia m áquina, con lo cual se había superado el inconveniente principal del E N IA C . L a década de los 40 es, pues, la de los diferentes prototipos que van superando las dificultades técnicas hásta conseguir un ordenador com ercializable. En los años 50 em pieza la fabricación en serie; en 1951 aparece el U N I V A C I y en 1956 el 705 de IB M , ambos de válvulas, es decir, pertene­ cientes a la llam ada prim era generación. En esta misma década al sustituirse las válvulas p or transistores se da paso a la segunda generación de orden ado­ res que ya obtienen un gran éxito en el m ercado; las series 1400 y 1700 de IB M , el 1107 de R an d y el 3600 de C D C se colocan p or m illares en empresas públicas y privadas.

JAVIER LOPEZ FACAL

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El em pleo de circuitos integrados y el desarrollo del «s o ftw a r e » se consi­ deran com o las características defm itorias de la tercera generación. T o d o esto es m uy con ocid o y no vam os a detenernos más en ello. Adejnás existen en español una serie de libros introductorios sobre este tem a 1, en donde se pueden encontrar inform aciones más porm enorizadas sobre la his­ toria y características de los prim eros ordenadores. L o que sí es im portante subrayar es que a pesar de antecedentes heroicos y bien conocidos, es a partir de la tercera generación cuando los ordenadores entran p or la puerta grande de la investigación científica. Evidentem ente esto no es e x tra ñ o ; los prim eros ordenadores trataban únicamente problem as numéricos y no com prendían más que su lenguaje. Sólo al ampliarse su cam po de aplicación y, sobre todo, desarrollarse el «s o ftw a r e » pudieron aplicarse cóm odam ente a la investiga­ ción científica. En nuestro cam po concreto, la F ilo lo g ía griega (y latina), el m aridaje ordenador-investigación se consuma en los 60. Sin em bargo ya en la década de 1950 a 1960 se habían fundado centros de aplicación de ordenadores al estudio de las Humanidades. Los pioneros en este cam po, según mis in fo r­ maciones, son el P. Busa con su Centro p e r la Autom azione de ir Analisi Lingüistica de Gallarate, Várese; el Laboratoire cPAnalyse lexicologiqu e de Besangon y el Centre cfAnalyse documentaire pour CA rchéo lo gie (C .A .D .A .) de M arsella. A h o ra bien, com o es sabido estos centros no se dedican exclusi­ vam ente a F ilo lo g ía G reco-latina. En este terreno el prim er centro específico es el Laboratoire cfAnalyse statistique des langues anciennes (L .A .S .L .A .) con sede en Lieja. Realm ente este organism o es un poco el pionero y norte de la nueva filo lo g ía clásica realizada con ayuda de ordenador. Tendrem os ocasión de m encionarlo más veces por su revista y la im portancia de sus investigacio­ nes y m étodos de trabajo. A partir de 1961, año en el que se fundó el L A S L A , se produce una eclosión de este tipo de centros. D ebem os distinguir, sin em bargo, dos tipos de organ izacion es: los centros de cálculo universitarios polivalentes y dedicados a diferentes disciplinas (com o el m ism o centro de cálculo de la U niversidad de M a d rid ) y los que se ocupan específica o prim ordialm ente de filo lo g ía y lingüística greco-latinas. Entre éstos cabe m encionar el Departm ent o f Classics del D artm ou th College, H annover, N e w Ham pshire que dirige Stephen F. W aite, «e d it o r » de la Utilísima revista Calculi, el Center f o r Com puter Research in the Humanities del C ollege Station de la U niversidad de Texas, el m alogrado Institute f o r Com puter Research in the Hum anities de la N e w Y o r k U niversity, U niversity Heights, y finalm ente el im portante proyecto de Thesaurus Linguae Graecae de la U niversidad de California, Irvine. A dem ás de estos centros, hay otros de contenido más general que también

1 V éase p o r ej., el lib ro de H o llin g d a ie y T o o till, Com putadores electrónicos, A lia n z a E d ito rial, M a d r id 1967,

ORDENADORES Y LEXICOGRAFIA GRIEGA

211

han trabajado en nuestra especialidad. Recordem os el In stitu í f o r Lingvistik de la Universidad de Aarhus (D inam arca) en donde el profesor H olm b oe ha publicado las concordancia .8 de Esquilo, el Zentrum fü r Datenverarbeitung donde W , O tt desarrolla sus trabajos sobre métrica latina, el Harvard Com­ puter Center donde D avid Packard ha hecho las monumentales concordancias de T ito L ivio, el Department o f Computer Science de Edim burgo en donde A ndrew Q. M orton y Sidney Michaelson han trabajado, entre otras cosas, en lexicografía griega, etc. A medida que se creaban los centros y progresaba el volumen de trabajo realizado con ayuda de ordenador, se hizo necesario publicar revistas espe­ cializadas que informasen de la marcha de los trabajos para evitar duplica­ ciones, poner en contacto a los cada vez más numerosos especialistas y exponer el cuerpo de doctrina y métodos que se iban creando paulatinamente. U na vez más abrió fuego en este campo el L A S L A de Lieja, que lanzó su primer volumen de la ya célebre Revue el año 1965. Su director es Louís Delatte y hasta la fecha han salido 11 volúmenes de 4 fascículos cada uno (cuatro fascículos por año, excepto el l . er año que sólo salió un fascículo). En segundo lugar es de justicia mencionar la benemérita labor desarrolla­ da por Stephen W aite, cuya revista Calculi mantiene al día sobre proyectos, publicaciones, conferencias y otras útiles informaciones. Adem ás de su utili­ dad Calculi tiene una característica digna de m ención: es gratuita. Existen otras muchas revistas más o menos periódicas y de finalidad diferente. Frente a la concepción de Calculi, que inform a sólo de trabajos publicados o en curso de publicación, pero no publica originales, la revista Computers and the Humanities editada por Joseph Raben, del Queens College de N .Y .U . Flushing, publica artículos sobre nuestra disciplina. T od os estos centros y publicaciones periódicas 1 recibieron el espaldarazo deí reconocim iento oficial en el V Congreso Internacional de Estudios Clásicos de Bonn (1969). En él p or primera vez hubo una sesión dedicada a los «P rob lem e der elektronischen D atenverarbeitung» que presidió L. D elatte y en ía que se trataron cuestiones de m etodología y su solución por el equipo de L A S L A (Etienne Evrad), problemas de métrica estudiada con ayuda de ordenador (W . O tt), así com o otros temas de aplicación de las máquinas. Adem ás, una vez terminado el congreso un grupo de personas se trasladaron a Lieja para asistir a un «C o llo q u e International sur la Recherche Computationnelle en P h ilologie». P o r otra parte ya desde 1965 en V A n n é e Philologique los filólogos clásicos encontraban entre las siglas de las revistas una nueva, R E L O , con !a que se designa en este anuario a la Revue de Lieja. Sin embar­ go, todavía hoy no han entrado en U Année Philologique revistas tan im por­ tantes com o las dos americanas últimamente citadas.

1

P a r a m ayor in fo rm ació n sobre revistas y centros de aplicación de ordenadores p u ed e verse

el artículo «P a n o r a m a general de los tratam ientos p o r o rd e n a d o r en filo lo g ía y lingüística griega y latin a» p u b licad o p o r E m ilio F e rn á n d e z -G a lia n o y p or mí en la Revista de la Universidad Complu­ tense de M a d rid 25, 102. 1976, así com o la Revue, Calculi y otras publicaciones especializadas.

212

2.

JAVIER LOPEZ FACAL

T r a b a jo s le x ic o g r á f ic o s c o n o r d e n a d o r

Con ayuda de ordenador se han realizado estudios sobre parcelas muy variadas de la filo lo g ía grecolatina, com o la arqueología, p apirología, crítica textual, métrica, cuestiones de autenticidad, cron ología y fuentes, prosodia, bibliografía, etc. Es evidente que el área específica de aplicación del ordena­ dor es aquella en la que hay que manejar miles o aún m illones de datos aislados, susceptibles de clasificación siguiendo una serie de criterios muy varia. El ordenador no piensa, ordena datos. En este sentido no es extraño que la disciplina que antes y con mayores frutos haya usado esta nueva técnica sea la lexicografía. Es claro que un ordenador solo no puede hacer un diccionario o un léxico ya que ni siquiera «s a b e » lem atizar sin la ayuda de un lexicógrafo. A lo más que llega es a hacer un índice o una concordancia de una manera mecánica. Es decir, el ordenador resuelve las tareas primeras o previas a las que tiene que enfrentarse el lexicógrafo, tales com o la recogida de m aterial (papeleteo) y prim era clasificación (alfabetización). Las tareas subsiguientes com o la lem atización o el análisis y clasificación semántica deí léxico escapan ya al ordenador y son tarea del le x ic ó g ra fo 1. L im itad o pues el em pleo del ordenador a un mero papel de desbrozador de terreno, la p olém ica 2 suscitada entre defensores y detractores de la m áqui­ na creemos que resulta irrelevante; el ordenador com o ayuda para el lexicó­ grafo es m uy útil, com o sustituto de éste es inviable. D e todas formas, aun en los casos en que se publica en bruto el material salido del ordenador, sin ulterior reelaboración, el resultado puede merecer la pena cuando se trata de autores que carecían de despojos lexicográficos; el hecho de que en las Concordancias de L iv io de D. Packard se confundan el cum preposicional y el cum conjunción no descalifica a esta obra ya que la volum inosa producción literaria de T ito L iv io resulta ahora más asequible y estas Concordancias rinden un servicio inapreciable. Sin em bargo, desde nuestra perspectiva de lexicógrafos no vem os la utilidad de seguir publicando índices o concordan­ cias de autores que ya disponían de excelentes diccionarios realizados «m a ­ nualm ente». P o r ejem plo, cuando ya disponem os de los léxicos de Píndaro de Slater o de H esíodo de H ofin ger, obras casi insuperables, ¿qué objeto tienen los índices o concordancias electrónicas de estos autores realizados p or Hans

1 « T iie lab o riu s, yet utterly u n a v o id a b le task o f p rocessing lexical m aterials w ill be relegated to the C om puter an d o th er au tom atizing equipm ent, thus en a b lin g the linguist ío de vote his ful) attention to the cieative an d o rga n iz in g aspects o f s c h o la rsh ip », H a r r y H . Josselson, «L e x ic o g r a p h y an d tile C o m p u t e r» en To H o n o r Rom án Jakobson, L a H a y a , M o u to n , vol. II, p. 1048. 2 A p ro p ó sito de esta polém ica entre L . D elatte y Pierre G r im a l, con in clu sión de otros autores posteriorm ente, véase L . D elatte, « A

p ro p o s d’une c o n c o rd a n c e », Ü Ántiquité Classique 34, 1965,

p. 536 ss., P. G r im a l, ibid., p. 534 ss., R E L 44, 1966, p, 108 ss., P. T o m b e u r, R evu e 1967, 2, p, 15 ss., L.

D elatte, R evu e

1967, 3, p. 97 ss., etcétera.

V éase tb.

la b ib lio g ra fía ,

m uy

C . C o lla rd , « A p ro p o sa i fo r a L e x ic ó n to E u rip íd e s », B I C S 18, 1971, p. 134 ss.

útil,

citad a en

ORDENADORES Y LEXICOGRAFIA GRIEGA

213

A . Pohlsander (concordancia de Píndaro) y M argaret Thom pson (C o n c o r­ dancia de H esíodo)? L o mismo podríamos decir de H om ero, Esquilo, Eurí­ pides, Filón de Alejandría y muchos autores más. D a la impresión de que los que trabajan con ordenadores no tienen en cuenta lo que se ha hecho antes de ellos y que pretenden partir de cero haciendo borrón y cuenta nueva. Esto es un error muy grave: de los tres millares de autores de la literatura griega antigua hay muchos centenares que carecen de índice, léxico o concordancia, o que disponen de alguno muy incom pleto o muy anticuado (casos de Jeno­ fonte, Sófocles, Teócrito y otros bucólicos, G aleno y otros médicos, los padres de la iglesia, etc.)- U rge pues que algún organism o internacional establezca una lista de deslderata y que se siga un orden de prioridades con el fin de que, a la vuelta de pocos años, dispongamos de diccionarios de autor de toda la literatura griega. H abría que replantear el plan de Hermann Diels de principios de s ig lo 1 para acabar con este caos de espontáneos que se lanzan a hacer repertorios léxicos sin saber si ese autor está estudiado o no, si conocem os bien su léxico o si es necesario realmente un índice o una concor­ dancia de él. Antes de ofrecer la relación de diccionarios realizados con ayuda de ordenador vamos a exponer una característica de estos trabajos que constitu­ ye una ruptura con todo lo anterior. Hasta ahora cuando se hacía un diccionario, léxico, índice o concordancia se comenzaba estableciendo un fichero con ayuda del cual se hacía la o b ra en cuestión. U na vez que el fichero se copiaba en páginas seguidas y se enviaba a la imprenta, dejaba de tener utilidad y se tiraba o se conservaba sólo por razones sentimentales o pensando en una hipotética utilidad futura para escribir una historia de ía lexicografía o algo p or el estilo. Es decir, hasta ahora lo im portante era el resultado, el léxico de tal autor u obra, y el fichero era el medio, el instrumento. Esta situación ha cambiado radicalmente cuan­ do se trata de trabajos realizados con ayuda de ordenador; actualmente lo importante es el fichero en sí, ya que es susceptible de usos muy variados, y lo de menos es tal o cual resultado que no es más que uno de los posibles empleos del fichero. Hasta tal punto esto es así que con frecuencia los índices o concordancias están hecho pero no publicados (com o es el caso de las concordancias antes citadas de Pohlsander y Thom pson). Si alguien desea ía concordancia se solicita de su autor o del centro que la haya realizado y le pueden enviar al interesado una cinta magnética, p or ejem plo, a partir de la cual se puede sacar la concordancia. Este hecho ha m odificado copérnicamente los presupuestos sobre los que se basaba la galaxia gutembergiana y afecta, naturalmente, a las obras que relacionamos a continuación; estas obras están hechas o haciéndose, pero ello no quiere decir que estén publicadas o vayan

1 N o com parto en este punto el parecer de D eiatte (R evu e 1965, p. 3) de que «tous les Indices existants devront étre recom m encés sur ord in a teu r». A p ro pó sito del plan d e H . Diels, cf. supra cap. 1.3.

214

JAVIER LOPEZ FACAL

a publicarse en la form a a que estamos acostum brados desde la invención de la imprenta. Finalm ente y aunque sea m uy brevem ente hay que aludir a tres form as que adoptan ios índices o concordancias griegos realizados con orden ador: o bien ofrecen el griego transcrito en mayúsculas latinas (sobre los sistemas de transcripción, véase Calculi), sistema muy in cóm odo de m anejar para el no iniciado, o bien lo editan en griego a base de acoplar al orden ador una im presora convencional (solución de L ieja ) o bien com ponen el griego con un «p lo tte r » (solución del Thesaurus de C aliforn ia). Indices realizados con ayuda de ordenador. Se han hecho índices de H o m ero (directo e inverso, p or obra de A . Q. M orton ), H im nos H om éricos (C o ra A . Sow a), Platón (el general, obra de Leon ard B ran d w ood y el del C ritón de J. Schiff), Lisias (A , Q. M o rto n y A . D . W inspear), Anábasis de Jenofonte (C ord elia M . Birch), Poética de Aristóteles (W . T. M e K ib b e n y J. Crosset), M enandro (A . H . K ro m h o lz), Cartas de Tem ístocles (N o rm a n A . D oenges), L o n gin o (W . T . M cK ib b en y J. Crosset), D io d o ro

Sículo

(J. I. M cD o u ga ll), D e O p ificio mundi y Legum allegoriae de F iló n (P. Borgen y R. Skarsten), Basilio de Cesarea (A . Smets y M . van E sbroeck), Juan-Orisóstom o (A . M . M aíingrey). Se ha com putadorizado tam bién en la U n iversi­ dad Libre de Bruselas el Mycenaeae Graecitatis L e x icó n de A . M o rp u rgo con lo

que se le ha sacado un m ayor rendim iento ya que, p or ejem plo, ahora

disponem os de un índice inverso de m icénico más com pleto. Tam bién se puede m encionar entre los índices el índice acum ulativo de las Berichtigungsliste realizado por el equipo del Thesaurus Linguae Graecae de Ir vine. C ali­ forn ia com o un eslabón más de la cadena de textos que form arán el banco de datos del T L G . En cuanto a las concordancias realizadas con ordenador hay que recordar las de H esíod o (M a rga ret Th om pson ), Píndaro (H ans A . Pohlsander), A g a ­ menón, Suplicantes, Persas, Prom eteo y Siete de Esquilo (H . H o lm b o e ), Iseo (R . W eavers), tom o I V de Inscriptiones Creticae (D . Packard y G. N a g y ), Y á m b lic o (J. M . D illon ), el L ib e r Antiquitatum Bihlicarum del Ps. F ilón (D . J. H arrin gton ), diversas concordancias de los Evangelios y H echos de los Apóstoles (J. A . Baird, A . Q. M orton , etc.), las Epístolas Cínicas (H . A ttird ge), el Poimandres del Corpus H erm eticum (D . G eorgi, J. Strugnell), el D e o p ificio mundi de F iló n (P. Borgen y R. Skarsten), etc. H a y además una serie de proyectos para hacer concordancias de autores com o A rtem id o ro D aldiano, Clemente A lejandrino, F la vio Filóstrato, Juliano, Fragm entos G n ósti­ cos, etc. Es muy im portante tam bién el proyecto del equipo del T L G de C aliforn ia de hacer un diccionario de los escritores m édicos griegos, autores de obra muy extensa y muy deficientem ente estudiada desde el punto de vista lexicográfico. Para m ayor in form ación acerca de estos índices, concordancias y proyectos, rem itim os a la revista Calculi en la que se relacionan las direc­ ciones de sus autores a las que se pueden pedir estas obras. H ay que advertir, una vez más, que con frecuencia estos trabajos no están publicados, sino en cinta o fichas perforadas y que una vez procesada la cinta,

ORDENADORES Y LEXICOGRAFIA GRIEGA

215

el resultado es un índice o concordancia a menudo con el griego transcrito. Tam bién hay que añadir que si bien el ordenador se ha em pleado hasta la fecha predominante en la confección de índices y concordancias, existe tam­ bién el proyecto de hacer un léxico con ayuda de ordenador. Este es e l caso del léxico de Platón de K on rad Gaiser que se está haciendo en Tübingen. Finalmente conviene recordar la existencia del banco de datos (cf. supra 1.3.11) que progresivamente y desde diferentes países se va enriqueciendo con nuevos textos de la literatura griega. D e seguir este ritmo se puede añrmar que dentro de pocos años se dispondrá de toda la literatura griega antigua en form a legible por la máquina, con los incalculables servicios que este hecho puede rendir a la lexicografía y a la filología en general.

IL8

Problemas prácticos que plantea un diccionario griego: Grafía, Gramática, Lemas, Prosodia

I. G R A F I A I.

O r i g e n d e l a l f a b e t o g r ie g o u s a d o m o d e r n a m e n t e

T o d o el que trabaje en lexicografía griega, y en Lingüística griega en general, tiene que darse cuenta antes que de ninguna otra cosa de que nues­ tras letras griegas son una standardización más o menos convencional de las letras de un determinado alfabeto griego, entre varios que existieron: el alfabeto jónico. En definitiva, nuestras mayúsculas provienen en líneas generales de la form a de las letras griegas del alfabeto jónico, que se hizo oficial en Atenas el año 403 a. C. después de haberse generalizado poco a p oco su uso. Estas letras las encontram os en las inscripciones griegas a partir del m om ento en que aparecen, en los papiros literarios a partir del s. iv a. C. (p a p iro de Tim oteo, papiro órñ co de Salónica, etc.) y en la llamada uncial de nuestros más antiguos códices griegos, desde el s. v d. C .: códice Sinaítico del A n tigu o Testamento, D ioscórides de Viena, etc. Luego esta uncial se m odifica en el s. ix d. C. y, por otra parte, una vez desarrollada la minúscula, se usa precisamente en la función de mayúscula. Este es el uso que se fijó en los textos reproducidos por la imprenta, a partir de fines del s. xv, y el que mantenemos. En cuanto a la minúscula, proviene de una standardización por la im pren­ ta de la minúscula griega, que se desarrolló en Bizancio a partir del s. ix d. C. Es un tipo de letras más claro que la cursiva ya usada en ép oca helenística en documentos privados; carece de ligaduras y, en su form a de minúscula anti­ gua (siglos ix y x ), posee una gran belleza. Es en la minúscula antigua y en ia m edia (s. x i) más que en la m oderna de los siglos xn -xv (p ero tam bién en ésta a veces) en la que se inspiraron los tipógrafos de la imprenta recién descubierta para llegar a tipos de alfabetos standard, como los que, con pocas variaciones, usan nuestras imprentas. Así, pues, nuestra com binación de mayúsculas y minúsculas que rem ontan al alfabeto jón ico es usada en nuestros diccionarios para notar los diversos alfabetos griegos y, dentro del jónico, las diversas maneras de escribirlo a lo

218

FRANCISCO R. ADRADOS

largo de los tiem pos: variantes diversas de la capital o uncial, de la cursiva, de la minúscula, taquigrafía. L a usamos incluso para transcribir al griego los textos chipriotas en silabario e incluso, cuando ello nos es dado, los textos m icénicos escritos en un silabario predecesor del chipriota. Sin em bargo, hay que notar que nuestros signos de puntuación y acentua^ ción no proceden del antiguo alfabeto jón ico, que escribía las palabras segui­ das (s crip tio continua) sin acentos ni puntuación, Proceden de la filo lo g ía alejandrina, que trataba de facilitar así la interpretación de textos poéticos y dialectales difíciles; y fueron perfeccionados p or los escribas bizantinos. Es sabido que hay mucho de convencional en ia puntuación de nuestras ed icio ­ nes de textos griegos. Y

que incluso la división de las palabras presenta

problem as para el lexicógrafo. D os ejem plos: a) C on frecuencia es dudoso si nos hallam os ante un verbo com puesto con tmesis o ante un grupo de adverbio + verbo separados p or otras pala­ bras. A veces esto es especialmente grave para el le x ic ó g ra fo : si adoptam os la segunda interpretación el verb o áfítpicppá^ojLiai en II. 18. 254, deja de existir y con ello debe desaparecer el verb o de los diccionarios, pues es el único ejem plo que se cita. b) T am b ién frecuentem ente los editores vacilan en si dar com o una o dos palabras un grupo tónica + átona; en si escribir, p or ej., xaím p o xaí nep. Si el lexicógrafo elige la segunda solución, desaparece la palabra

hcúttep

de su

d iccio n a rio ; aunque es ló gico que, dentro de nocí, establezca un apartado m í nsp. Si se lim ita a seguir la grafía de las distintas ediciones en cada pasaje, introduce con ello en su diccionario criterios contradictorios. En cuanto a la acentuación, e) sistema que se ha generalizado y que rem onta también a época alejandrina, tiene bastante de convencional. A sí, las preposiciones m onosilábicas no llevan acento, com o proclíticas que son; si las disilábicas, igualm ente proclíticas y otras proclíticas más lo llevan tes p o r una decisión arbitraria. Está tam bién som etida a dudas la regla de acento concer­ niente a las sinenclíticas (se acentúan todas menos la últim a), pues los manuscri­ tos discrepan a veces: hay dudas sobre la acentuación sari tras oü, nací, si, áÁXá, ¿jg,

toüto

;

es difícil de interpretar la baritonesis de los oxíton os en la frase. Y

así podríam os seguir. En realidad, com o en tantos otros casos el lexicógra fo debe atenerse al uso de las ediciones que m aneja, si no quiere perderse en teorizaciones que exceden de su com petencia, debe limitarse a dar ios datos. P o r otra parte, la falta de acentos en las inscripciones hace que, cuando existe la m enor duda, lo m ejor sea dejar las palabras en cuestión sin acento.

2.

La

r e p r e s e n t a c ió n d e lo s d is t in t o s a l f a b e t o s

Transcribir en nuestro alfabeto jó n ic o las palabras que conocem os escritas en otros alfabetos no siempre es tarea fá cil; en realidad, nos vem os forzad os en ocasiones a am pliar el alfabeto jó n ico con signos especiales, si no quere­ m os ser infieles a la fonética y fo n o lo g ía de los dialectos.

GRAFIA, GRAMATICA, LEMAS, PROSODIA

219

Este proceder no es nuevo. La escritura de las palabras áticas con espíritu representa una am pliación del alfabeto jónico, por obra de alejandrinos y bizantinos, para no dejar de notar un rasgo fon ológico del ático que el alfabeto jónico (que había dado a H el valor de é ) era incapaz de notar. Por otra parte, los alejandrinos escribían convencionalm ente la digamma com o y y ¡S, sobre todo, a juzgar por glosas que nos han llegado. Para estudiar convenientemente este problem a hemos de distinguir las cuestiones puramente gráficas de las que son al tiem po fonéticas; y de unas y otras hay que separar las concernientes a la alfabetización y lematización. 1. Cuestiones puramente gráficas. En el alfabeto del Sur, arcaizante, que encontramos en Creta, M elos y Tera y a veces en otros lugares, faltan las consonantes O, X, ^ y Z : se escribe, respectivamente, fí, K, Í1I y K I. Podríam os convencionalm ente transcribir por las letras jónicas correspondientes, pero parece preferible respetar ia grafía, aunque la alfabetización se haga por el alfabeto jón ico (cret. dfxm-, áSeAnóg se dan bajo áfifi-, ádekyóg, por ej.) Ello, sobre todo, porque puede presentarse algún caso de duda; cuando hay uq por por ej., no sabemos exactamente si la h representa k o kh , pues en ático arcaico encontramos ya x, ya xEn otros casos las variantes puramente gráficas de una misma letr

deben

transcribirse, com o usualmente se hace, por la variante standard del jónico. Así, cuando esas variantes proceden de dos letras fenicias, que el griego hace coincidir fonéticam ente; caso la sigma, que se escribe ya M (sadé fen icio) ya I (áin fenicio, es decir, j). Otras veces, las variantes, procedentes de m o d ifi­ caciones locales de las letras fenicias o las nuevas que se crearon, tam poco tienen por qué reflejarse en la labor del lexicógrafo. N o s referim os a variantes com o estas: épsilonEH

'

eta: B H zeta: ® ® G lam bda: V T A x i: Z X + 2 ji: X V Y \k Algunas de estas letras denotan según los dialectos distintos fonem as o grupos de fonem as; ahora no tocamos este punto, sólo decimos que n o se toman en cuenta las variantes gráficas. Pero este uso diferente de las letras según los dialectos también debe ocuparnos. Es sabido que en los dialectos occidentales la x nota ks, la ip ( o sus variantes), kh, faltando la 5. En este caso se pueden usar las grafías jónicas, puesto que el problem a es más bien gráfico. Con todo, no estamos absoluta­ mente seguros de que x note ks y no khs; es más neutral usar la grafía local, siguiendo, eso sí, la alfabetización del jónico. Otro problem a de este tipo nos lo ofrecen Paros y otras islas, que intercam ­ bian los valores de O y fí. N o parece que haya ninguna im plicación fonética ni que, por tanto, el lexicógrafo haya de tener en cuenta este fenóm eno.

220

FRANCISCO R. ADRADOS

2. Cuestiones con implicaciones fonéticas. El que una letra tenga o pueda tener varios valores fonéticos según los lugares o épocas (así la Z, por ejem plo) no debe preocupar al lexicógrafo; salvo en algún caso com o el de la 0 y O en Paros, debe dar la transcripción usual y es cosa del gram ático entrar en el problem a fonético. Su papel se lim ita a no dar los datos en form a tal que creen dificultades de interpretación. D e ahí, la im portancia de la lem atización. Si nuestras fuentes vacilan en transcribir, por ejem plo, una palabra lesbia con o con IA , deben darse ambas transcripciones, pero haciendo referencia de una a otra y estudiándolas bajo el mismo lema, para que no falte el dato útil en el m om ento oportuno. D e ahí, que las grafías de los alfabetos locales, en su form a estandardiza­ da, deban respetarse siempre que tienen im plicaciones fonéticas. Así, debe mantener el uso de la F, propio de tantos d ialectos; el de la 9 que, al menos en una fase antigua, se escribía ante vocales posteriores, lo que im plica un valor fonético especial; el de la N (tsadé de M antinea) y el de t (sampi de Efeso, etc.), que tienen tam bién valores fonéticos propios. Y si en ático arcaico se escribe ya K I ya X I en vez de Z, ya I I I ya I en vez de

deben

respetarse dichas grafías, que no son idénticas fonétic mente entre sí. Escribir Z y Us es descartar la existencia de form as con aspiración. L a aspiración, allí donde la haya, debe notarse con h. E l más im portante de todos es el problem a planteado p o r la épsilon y la óm icron. A q u í se suelen com eter errores graves, transcribiéndolas en cada palabra de acuerdo con las correspondencias del ático: E, El, H según en este dialecto correspondan e, e o e ; 0, OY o Q de una manera paralela. Si sólo se tratara de distinguir entre breve y larga, la cosa sería justificable; sería introducir una precisión en e) alfabeto jónico. Pero al distinguirse entre larga abierta y cerrada en dialectos que no presentan esa distinción, se falsean ios hechos. Efectivam ente, es sabido que el jón ico a partir de un cierto m om ento usó la H para notar una e que nacía de la a y sólo luego su uso se extendió a toda i de origen indoeuropeo; y que en un área dialectal algo más extensa que el jónico-ático se creó un fonem a e notada en dicho dialecto p or EL Pero hay dialectos con sólo E y otros en que H se introdujo para notar la continua­ ción de la e indoeuropea y a veces la e de alargamiento, pero no la de contracción, y en ningún caso se usó la El para notar e. Cosas parecidas sucedieron con la 0 y la Q. En estas circunstancias si una o o una e nota una larga, puede indicarse esto escribiendo E, ó, pero no debe escribirse ni H, Q ni El, OY. En suma, debe escribirse notaiyveTT] en una inscripción arcaica, de N a x o s; escribir naatyvrjTT] es perder un rasgo fonético. Debe escribirse éxaifiriv en cretense, no form as de eí/ií ni fftií, que introducirían una distinción abierta/ce­ rrada que dicho dialecto no conoce. P o r supuesto, cuando se hace la transcripción al griego de palabras micénicas o chipriotas, no deben introducirse grafías que prejuzguen hechos fonéticos en el sentido del jónico-ático.

GRAFIA, GRAMATICA, LEMAS, PROSODIA

221

3. Cuestiones de alfabetización. H ay que insistir en que el lexicógrafo, igual que debe evitar dar transcrip­ ciones que prejuzguen, y sobre todo que prejuzguen en un sentido falso, los hechos fonéticos y fonológicos, debe usar una alfabetización y lematización adecuadas, que impidan que por hechos de grafía queden sin conexión formas de la misma palabra. L o más práctico es que la F y la h se consideren com o no existentes a efectos de alfabetización; que K y Í1 en alfabetos del Sur, cuando son aspira­ das, se alfabeticen bajo X, F; 9, N y t , bajo K, I y TT, respectivamente; X y i p en alfabetos occidentales, bajo E y X; £ y 0 bajo El o H, OY o Q, según el dialecto. Son recursos convencionales que en nada afectan a la conserva­ ción de los datos fonéticos, como tampoco afectan a ellos la lematización sobre la base del ático, a que nos referiremos.

3.

V

a r ia n t e s d e g r a f ía

d e n t r o d e l a l f a b e t o j ó n ic o

Es claro que las variantes de grafía que se deben a evoluciones fonéticas de fonemas o grupos en determinados dialectos o fechas, deben registrarse en un diccionario griego. A sí, las formas dorias y de otros dialectos en -a junto a las jónico-átic s en-rj; las palabras en -éwoq frente a las jónico-áticas en -sivóg; yívojuat en jón ico y griego tardío junto a yíyvofiai; variantes áticas y de otros dialectos ttoiégj / ttoéw, etc. T o d o esto no ofrece discusión y el único problem a es el de lem atizar en form a que sea fácil reencontrar las diversas variantes. Pero conviene hacer algunas observaciones: a) En ocasiones estas grafías dependen de las ediciones: el texto de Heródoto o el de Teócrito, por ejemplo, difieren mucho de editor a editor a este respecto. Para H om ero, la fijación dialectal de las diversas formas depende de una larga tradición que no es seguro que siempre respete el estado origi­ nario. b) Carece posiblemente de interés el registrar en cada palabra variantes fonéticas dependiente de fenómenos muy ampliamente atestiguados. Muy concretamente, en griego helenístico ios frecuentísimos fenómenos de iotacismo y los de la confusión de vocales largas y breves caen dentro de esta categoría. Aunque a veces existen dudas de interpretación: si hay una palabra con iotacismo u otra diferente. Así ¡i£TÓx^r¡Giq ' a p alan c am ien to 5 que da el editor de Hefestión Astrónom o ¿recubre fisTÓx^iPig, de un juetoxAí^íj homérico y poético, o es una creación en -qcjig? Sin embargo posiblemente el mayor interés que existe para notar estos hechos, es el de orientar al lector del Diccionario sobre la interpretación de una palabra: hacerle ver, por ej., que íAavro es aoristo de otipéu> en S. D ow , Hesperia, Sup. 1, p. 186. c) Con frecuencia, en inscripciones y papiros, ciertas grafías son simple­ mente errores; el darlas en un Diccionario, cuando sean difícilmente corregi­ bles, tiene igual finalidad. Pero no siempre es fácil trazar el límite entre los

222

FRANCISCO R. ADRADOS

errores y los hechos fonéticos. P o r ejem plo, para vo lv e r al griego helenístico, el frecuente em pleo de o en vez de a, la confusión de oclusivas sonoras y sordas, etc., pueden responder a pronunciaciones ocasionales, bien p o r ten­ dencias internas del griego que luego fueron rechazadas, bien p o r influ jo egipcio. E l que no haya quedado rastro de esto en griego m od ern o no quiere decir que no haya tenido una realidad fo n é tic a ; aunque ta m p o c o podem os afirm arlo siempre. C on cierta frecuencia, form as oscuras son interpretadas com o errores en la transcripción de palabras conocidas. Incluso si estas interpretaciones apare­ cen dadas ya en las ediciones usadas, en cuyo caso son de la responsabilidad del editor, es más riguroso acom pañar tam bién la grafía original.

4.

P

ro blem as en

t e x t o s m u t il a d o s o p o c o

l e g ib l e s

Sucede que palabras p o r lo demás bien conocidas se encuentran mutiladas o p oco legibles en ciertos textos, tanto transm itidos p o r m anuscritos m edie­ vales com o papiráceos o ep igráficos; la cita de esos pasajes, cuando se da in extenso, debe hacerse introduciendo los signos diacríticos pertinentes que indican la parte de la palabra que está seguramente transm itida y la que se debe a restitución del editor, propuesta de lectura de letras dudosas, etc. N aturalm ente, cuando se trata de palabras raras o hapax, esta exigencia es enteram ente indispensable. P o r ejem plo, una palabra dTepjnovírj existe solam ente gracias a una lectura que en mis L íric o s G riegos, I, M a d rid 1956, hago de T irte o I, 54. E l lex icó ­ grafo que eventualm ente recoja esta palabra deberá hacer constar que sigue mi e d ic ió n ; debe, de otra parte, citarla en la fo rm a árepjiovíT], que indica que la lectura de tres letras es dudosa. O tro ejem plo tod a vía : áycoviortíp existe solam ente en virtud de una con je­ tura de M erkelbach en Z P E 6 , 1970, p. 270 a IG II. 4. 1053. 30; donde la lápida da Í1APA ...ÍQ N il/TH PQ N según IG , él lee y com pleta i!APA [TONA] rQNiZTHPON. Es preciso hacer constar claram ente que se trata de una lectura y restitución de dicho autor. Los signos críticos que se usan en nuestras ediciones han adqu irido una generalidad bastante grande, pero a veces no total. P o r ello resulta con ven ien ­ te indicar aquí los que parecen más adecuados; si una edición usada p o r el lexicógrafo em plea otros diferentes, es conveniente sustituirlos p o r éstos, que tom am os de las Norm as para los Colaboradores, M a d rid 1974, de la C olección H ispánica de A u tores G riegos y L a tin o s : { }

C orchetes: m arcan interpolaciones que el ed itor elim ina.

[ ]

Corchetes verticales: m arcan lagunas o partes que faltan. Se pueden suplir o dejar en blanco o llenar con el núm ero aproxim ado de letras.

O

Corchetes angulares: marcan adiciones, esto es, suplem entos del editor.

GRAFIA, GRAMATICA, LEMAS, PROSODIA

***

223

Tres asteriscos: indican lagunas sólo-probables.

11

Cruces: indican pasajes corruptos.



Puntos bajo las letras: indican que la lectura es dudosa.

[ 1

D obles corchetes verticales: indican borraduras, tachaduras, etc.

LJ

M edios corchetes verticales con la parte in ferior com pleta: indican partes lagunosas suplidas con ayuda de la tradición indirecta,

r 1

M edios corchetes verticales con la parte superior co m p leta : indican las partes de una palabra transmitidas p o r un p ap iro secundario.

Para más detalles, rem itim os a dichas N orm as. Es im portante la regulari­ dad en el uso de los signos, pues, por ejem plo, los paréntesis cuadrados son usados con significado diferente en ediciones com o la de L a tte de H esiquio.

II. G R A M A T I C A Tradicionalm ente, el estudio de la Gram ática va separado de la L e x ic o ­ grafía. L o s límites son, sin em bargo, m enos fáciles de definir de lo que podría pensarse. 1. Fonética. E l lexicógrafo debe aspirar a recoger todas las variantes fonéticas que aparezcan en los diferentes dialectos, épocas y niveles de lengua. T o d o lo dicho anteriorm ente sobre la transcripción de los diferentes alfabetos y las grafías en general está basado en el principio de que los hechos fonéticos quedan registrados y no encubiertos. Incluso hechos no propiam ente dialec­ tales, sino paneronicos en ciertos niveles, com o son epéntesis, asimilaciones, metátesis, etc., deben quedar registrados. Aunque no sea preciso recoger todas las veces que aparecen fenóm enos muy repetidos del griego helenístico y aunque, pensamos, los fenóm enos de fonética sintáctica que se producen en inscripciones y papiros (tam bién en manuscritos), en que es frecuente, por ejem plo, la asim ilación de ia -v final, no es fo rzo so que sean recogidos sistemáticamente por los D iccionarios. 2. M orfo lo g ía . E l estudio de la M o rfo lo g ía encuentra tradicionalm ente su lugar en las G ram áticas; en realidad, precisa de un sistematismo del que carece un D iccionario. Y , precisamente por este asistematismo, no parece necesario que un D iccion ario general registre todas las form as flexionadas de cada palabra o indique la falta de testim onios sobre algunas de ellas; sólo un Thesaurus exhaustivo de la lengua griega podría aspirar a este ideal. Parece lo más prudente que en la parte m o rfo ló g ica de los artículos de un D iccion ario general queden excluidas las formas flexionales de tipo «re g u ­ lar», es decir, las comunes en ático y que no pertenezcan al grupo de las form aciones de m enor sistematismo (aoristos radicales, form as de verbos polirrizos, etc.) Las exigencias mínimas de un D iccion ario general en cuanto a M o rfo lo g ía debería ser, en nuestra o p in ió n :

224

FRANCISCO R. ADRADOS

a) R ecoger, p or supuesto, ía totalidad de las palabras compuestas y derivadas, suministrando así datos com pletos para cualquier estudio sobre com posición y derivación. b) N o restituir form as inexistentes o no atestiguadas. U n verb o oí8a debe lematizarse com o tal y n o bajo *a5cj, p or ejem plo. N i deben darse form as flexionadas no atestiguadas. Cuando las distintas form as que se agrupan en un paradigm a conservan huellas semánticas de su independencia, deben tra­ tarse una a una independientem ente del criterio de lem atización que se a d o p ­ t e : así, p or ejem plo, en el caso de los com parativos y superlativos de áyaGóq. V olverem os sobre esto al hablar de la lem atización. c) R ecoger todas las form as flexionales anómalas en el sentido ya indica­ do; tanto de época arcaica y clásica com o de época helenística y posterior. Es m uy frecuente, en efecto, que en los apartados m o rfo ló gico s de los D iccion a ­ rios griegos haya datos bastante abundantes del griego dialectal en general, pero no de la koiné: que falten, p or ejem plo, form as éfiév, aév en los p ron om ­ bres personales o form as com o é^iaSúnaiisv,

e ¡ jíe

Xkí], rjÁQajisv en el verbo, que

testimonian una fusión de los dos tiempos aoristo y perfecto. El lexicógrafo puede, al tiem po que despoja los textos buscando léxico, prestar una gran ayuda al lingüista recogiendo form as flexionadas olvidadas, elim inando otras puramente fantasmas, etc. A

su vez recibirá ayuda no

solamente de los Indices de Colecciones y Gram áticas de los textos dialecta­ les, epigráficos o literarios, sino también de Gram áticas generales (véase, por ejem plo, el tom o II I , de Indices, de la de Schwyzer), de otras muchas espe­ ciales (p o r ej., la de M ayser sobre los Papiros Ptolem aicos) y de una abun­ dante b ib liografía lingüística. En lo relativo al verbo, que es el capítulo más com plicado, conviene tener siempre presentes tres repertorios que, si no com pletos, sí resultan muy útiles: W . Veitch, Greek Verbs irregular and defective, Hildesheim , Olms, 1967. J. J. Bodoh, A 17 ín d ex o f Greek Verb form s, Hildesheim , Olms, 1970. B. M andilaras, The Verb in the Greek N o n -L ite ra ry Papyri, Atenas 1973. Finalm ente, hay que insistir que, lo m ism o que en lo que se refiere a la tarea lexicográfica propiam ente dicha, en lo relativo a las form as flexionales existe siempre una cuestión previa de edición. E l ideal consistiría en recoger no sólo las form as tai com o las dan los editores, sino sus variantes en los diversos manuscritos, inscripciones, papiros. Pero esto, aparte de ser im posi­ ble, no solucionaría tam poco la cuestión; habría que separar los errores, lo que im plica una tarea de edición. E l lexicógrafo (y el gram ático) sólo en casos especiales pueden convertirse tam bién en editores. L o esencial, entonces, es que las referencias sean claras y unívocas, haciéndose ver qué edición se sigue en cada caso; y, cuando se propone otra cosa, bajo la autoridad de quién se hace. 3. Sintaxis. Indirectam ente la Lexicogra fía incide sobre la Sintaxis: a)

U n D iccion ario recoge palabras em inentemente sintácticas; artículo,

preposiciones, áv, etc. Es im posible redactar estos artículos sin hacer al

GE A H A, GRAMATICA, LEMAS, PROSODIA

225

tiempo una descripción sintáctica del uso. Por otra parte, dentro de un mismo artículo hay que distinguir, con frecuencia, entre el uso de la v o z activa y ei de la media, el del aoristo y el perfecto, etc. T o d o esto lleva al lexicógrafo al terreno de la Sintaxis; en realidad, es un terreno m ixto o común. N o se puede hacer lexicografía desentendiéndose de los problem as que surgen de aquí. b) El estudio distribucional de las acepciones de las palabras nos lleva otra vez a la Sintaxis, al describim os las construcciones de cada palabra y la repercusión de estas distribuciones en el significado de las mismas. L a lexicografía griega puede aportar materiales im portantísim os a la Sintaxis, que en ocasiones recibe tratamientos demasiado esquemáticos, por trabajar con escaso m aterial o dejar en la penumbra alguno. U n estudio inductivo, a partir de los datos, de las categorías y funciones sintácticas, de las construcciones, debería ir precedido de un riguroso despojo de los d a tos1. A h ora bien, también en este terreno hay que tener presente que el lexicó­ grafo debe por fuerza de trabajar sobre ediciones y que éstas, a veces, regu­ larizan la sintaxis. H ay un círculo vicioso; ciertas ideas sintácticas llevan a regularizar indebidamente los textos, y estos textos regularizados llevan a su vez a confirm ar las ideas regularistas en Sintaxis. N o es el lexicógrafo el llamado a rom per este círculo. Pero, de todas formas, aun dentro de las limitaciones que le son impuestas, puede aportar muchísimo a un plantea­ miento más realista y menos esquemático de los problem as sintácticos, sobre la base de una descripción más exacta y completa.

III. L E M A S Deben agruparse dentro de un mismo lema las formas flexionales perte­ necientes a un mism o paradigma. Es decir, es lógico que se den bajo el mismo lema en un D iccionario las variantes dependientes del uso de varios alfabetos o de evoluciones puramente fonéticas, con la única condición de notar estric­ tamente los datos. Pero no pueden pertenecer al mismo lem a variantes m or­ fológicas de la form a notada convencionalm ente com o lem a: el nom inativo de sg. de los nombres, adjetivos y pronom bres y la 1 . pers. sg. del presente de indicativo activo de los verbos. T o d o lo más, cuando los lemas así resultantes quedan distanciados en el D iccion ario, es lógico incluir referencias de unos a otros.

1

V éase un tratam iento p ro gra m ático del tem a en m i com un icació n al X I C on greso de L in g ü ís­

tica, «P r o b le m a s y m étodos de la descripción sintáctica» {en los Proceedings II, B o lo n ia , 1975, pp. 793-798 y en Estudios de Semántica y Sintaxis, B arc elo n a 1975), d onde a m p lío cosas d ichas en Lingüística Estructural1, M a d r id 1974, p. 582 ss. E l m étodo está em pleado en J. L ó p e z F a c a l, L os usos ad ver bales del acusativo, dativo y genitivo en la lengua de H e rú doto, M a d r id 1974, y en la tesis inédita de A . M a rtín e z V a lla d a re s, E t sistema de las preposiciones en Tucidides, M a d rid 1972, con anticipos p u b licad o s en R S E L 3, 1973, pp. 185-194 y Emérita 38, 1970, p p . 53-4.

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226

L a inclusión de form as de alfabeto o grafía diferente bajo un solo lem a y tam bién de las de diferente fon ética sólo puede obtenerse siguiendo un crite­ rio convencional. En el D G E ha sido adoptado ei de seguir el alfabeto jón ico y la grafía y fon ética del ático, con algunas excepciones: escribir sin contraer los verbos contractos y dar los grupos no áticos

per

y ao en vez de pp y

tt

.

A veces el sistema ob liga a dar referencias del tip o : áápuj v , ctípu, dándose dentro de atpco la form a ásípu>. Pues to d o lema debe incluir una parte inicial referente a esta clase de variantes. A h o ra bien, cuando conocem os una form a dialectal, pero no existe o no se ha transm itido la correspondiente ática, es la form a dialectal la que cons­ tituye el lema, no deben reconstruirse form as inexistentes. En cam bio, cuando intervienen diferencias m orfológicas es ló gico que se conviertan en lemas independientes form as c o m o : aídojiai y al6éo¡iat ájinéxto y áfiníaxoj áxsúuj, áxéco, áxofiai, áxvuptai y áxa/í^oj et'AAto, fíAAéoü, í'AAcü y fíAAcj ÓtarrÍTVfjjit, Sianérafiai, Óianérofíat y SiarrsrávvLf/ii El problem a principal está en los verbos. Con frecuencia a dos o más temas de presente, que corresponden a distintos lemas, corresponde un solo tem a en otros tiem pos: ápnsaxov frente a ápnéxoj y ájiníax^ p o r ejem plo. En casos com o éste parece que ese otro tiem po debe incluirse bajo el presente más antiguo o frecuente o el que dé la relación más regular; p or supuesto, siempre que la semántica no aconseje una adscripción concreta. En tod o caso, un sistema de referencias es indispensable. Estos problem as derivan de que el verbo griego sólo en m edida reducida com porta un sistema de conjugación regular y sistemático. En buena m edida los temas son todavía independientes y su relación recíproca, defectiva o indefinida. E n estas circunstancias hay algo de arbitrario en la lem atización. Esto se ve bien, sobre todo, en el caso de los verbos polirrizos, donde nos encontram os con problem as com o el de si incluir eí/ii, com o futuro, en el paradigm a de ’épxopcxi o el de sí dar a Aéyco un aoristo dnov o lem atizar éste independientemente. El problem a es, en el prim er caso, que £Í¡ii es con fre­ cuencia presente; en el segundo, que Aéyco conserva a veces el significado ‘ recoger’ y elnov no lo tiene. Son casos de sem iintegración, que pueden resol­ verse en los dos sentidos (el D G E lo hace en e! de la independencia). Otras veces, inversamente, una form a verbal tiende a independizarse; así L S J lem atiza ápékst independientem ente de á/jsAéco, nosotros lo incluim os en este verbo. El problem a no es sólo de verbos. Veam os algunos casos más: a)

Los com parativos y superlativos de distinta raíz que el positivo tienen

en buena m edida sentidos independientes. Lem atizar bajo áyaOóq el gran número de com parativos y superlativos que se le asignan ob ligaría o a perder

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los matices significativos de éstos o a asignarles apartados independientes, casi com o lemas. b) H ay el problem a de la relación de nombres y adjetivos. L o habitual, es dar dentro de los adjetivos las form as sustantivadas, en apartados indepen­ dientes, cuando se trata de form as neutras. Pero las formas femeninas sustantivizadas se dan a veces en artículos independientes; otras veces no, r) o
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